Maravilloso Error Jamie McGuire

December 30, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Índice   Portadilla Índice Dedicatoria Cita Capítulo Capít ulo 1 Capítulo Capít ulo 2 Capítulo Capít ulo 3 Capítulo Capít ulo 4 Capítulo Capít ulo 5 Capítulo Capít ulo 6 Capítulo Capít ulo 7 Capítulo Capít ulo 8 Capítulo Capít ulo 9 Capítulo Capít ulo 10 Capítulo 11 Capítulo Capít ulo 12 Capítulo Capít ulo 13 Capítulo Capít ulo 14 Capítulo Capít ulo 15 Capítulo Capít ulo 16 Capítulo Capít ulo 17 Capítulo Capít ulo 18 Capítulo Capít ulo 19 Capít Capítulo ulo Capítulo Capít ulo 20 21 Capítulo Capít ulo 22 Capítulo Capít ulo 23 Capítulo Capít ulo 24 Capítulo Capít ulo 25 Notas de la traducción Sobre la autora Créditos

 

 

 Para Kim Easton Easton y Lii Liiss McKinstry. McKinst ry. Gracias por todo lo que hacéis y por todo lo que sois.

  Y para Jessica Landers.  Eres una razón para sonreír y un ser generoso. gene roso.

 

 

«I won’t break his heart to fix you»[1].  Emily Kinney, Times Times Square

 

Capítulo Capítu lo 1

 

Sus palabras quedaron suspendidas en la oscuridad entre su voz y la mía. Alguna vez en ese espacio yo había encontrado consuelo, pero desde hacía tres meses solo encontraba malestar. Había pasado a ser más bien un espacio muy cómodo para esconderse. No yo, sino él. Me dolían los dedos, así que dejé que se distendieran; no me había dado cuenta de la fuerza con que había estado sujetando el móvil. Mi compañera de piso, Raegan, estaba sentada en mi cama con las piernas cruzad cr uzadas, as, al lado de mi maleta abierta. abierta. No No sé qué cara pondría pondrí a yo, pero al verme me cogió la mano. «¿T. J.?», me preguntó solo moviendo los labios. Asentí.  —¿Puedes decir deci r algo, alg o, por po r favor favo r ? —preg —pr eguntó untó T. J.  —¿Qué quieres quier es que diga? dig a? Tengo la maleta mal eta hecha. Ya he pedido estos días de vacaciones. Hank le ha pasado a Jorie mis turnos.  —Me siento como co mo un compl co mpleto eto gili gi lipol pollas. las. Ojalá Oj alá no tuvier tuvieraa que irme. ir me. Pero ya te lo advertí, cuando tengo entre manos un proyecto me pueden pedir que vaya en cualquier momento. Si necesitas que te eche un cable con el alquiler o lo que sea…  —No quier qui eroo tu dinero diner o —repuse, —r epuse, fr f r otándome otándo me los l os ojos oj os..  —Creíí que ser  —Cre s ería ía un buen fin de semana. semana . Te lo jur j uro. o.  —Y yo creía cr eía que estaría estar ía subiéndom subié ndomee a un avión avió n mañana por la mañana y, en vez de eso, me llamas para decirme que no puedo ir. Otra vez.  —Sé que esto parece par ece una jugar jug arrr eta. Te prom pr ometo eto que les dije dij e que tenía planes importantes. Pero cuando surgen temas, Cami… Tengo que hacer mi trabajo. Me enjugué una lágrima de la mejilla, pero no quise que me oyera llor ar. Me controlé para par a que no no se me notara la voz temblorosa. temblor osa.  —¿Vendr  —¿V endrás ás a casa cas a por po r Acción Acció n de Gr acias, acias , entonces? entonce s?

 

Suspiró.  —Quier  —Qui eroo ir. Pero Per o no sé si podr po dré. é. Dependerá Depender á de si dejamos dejam os esto bien atado. Te Te echo de menos. Mucho. Mucho. A mí tampoco tampo co me gusta g usta esto. esto.  —¿Alguna  —¿Alg una vez tu agenda ag enda cambiar cambi aráá para par a mejor mej or ? —preg —pr egunté. unté. Tar Tardó dó en contestar más de lo que hubiera debido.  —¿Y si te digo di go que proba pr obablem blemente ente no? Levanté las cejas. Esperaba esa respuesta, pero no me esperaba que él fuese a ser así de… sincero.  —Lo siento —dijo. —dij o. Me lo l o imag im aginé iné haciendo una mueca de sufrim sufr imiento iento  —. Acabo Acabo de lleg ll egar ar al aer ae r o puerto. puer to. Tengo que colg co lgar. ar.  —Ya,  —Y a, vale. Hablamos Hablamo s luego lueg o . —Obli —O bligué gué a mi voz vo z a per permanec manecer er neutra. neutr a. No quería que me oyese disgustada. No quería que pensase que era débil o que me podían las emociones. Él era fuerte, independiente y hacía lo que le tocaba hacer sin quejarse. Yo intentaba ser así para él. Ponerme a gimotea gimo tearr por algo que no dependía dependía de él no habría sido de ninguna ayuda. ayuda. Vol olvió vióque a suspirar. suspir  —Sé no mear.cr ees, per o te amo. am o.  —Te creo cr eo —dije —dij e yo, yo , y lo decía en e n serio ser io.. Pulsé el botón rojo de la pantalla y dejé que el teléfono cayese encima de la cama. Raegan Rae gan se había puesto puesto ya en modo mo do cont co ntro roll de daños.  —¿Le han llamado ll amado de su trabajo tr abajo?? Asentí.  —Bueno, vale, tal vez deberíai deber íaiss ser un po poco co más espontáneos espo ntáneos.. Tal vez deberías simplemente presentarte allí y, si le llaman mientras estás con él, pues esperar a que vuelva. Y a su vuelta, retomarlo donde lo habíais dejado.  —Tal vez sí. s í. Me apretó la mano.  —¿O a lo mejo mej o r es un imbéci i mbécill que debería deber ía dejar dej ar de poner po ner su trabajo tr abajo por po r delante ti? Negué con la cabeza.  —Se ha dejado dej ado la piel pi el par a conseg co nseguir uir el puesto pues to que tiene. tie ne.  —Si ni siquier siqui eraa sabes qué puesto es.  —Yaa te lo dije.  —Y dij e. Trabaja Tr abaja de lo que ha estudiado. estudiado . Se ha especiali especi alizado zado en análisis y reconfiguración reconfig uración de datos, sea lo que sea eso. Me lanzó una mirada recelosa. r ecelosa.

 

 —Sí, clar cl aro, o, también me diji d ijiste ste que lo l o mantuvier a en secr s ecreto. eto. Lo cual m mee hace pensar que no te está está contando toda la ver dad. Me levanté y, volcando la maleta, derramé en mi colcha todo lo que contenía. Normalmente solo hacía la cama cuando preparaba la maleta, por lo que ahora podía ver la tela azul claro de la colcha, con el dibujo de unos tentáculos de pulpo de color azul marino cruzándola de un lado a otro. T. J. la aborrecía, pero a mí me hacía sentir como si estuvieran abrazándome mientras dormía. Mi habitación estaba compuesta por cosas dispares y raras. rar as. Pero, en fin, así era yo. Raegan rebuscó entre la ropa revuelta y cogió en alto un top negro con los hombro ho mbross y la parte delantera delantera estratégicament estratégicamentee rasgados. r asgados.  —Las dos tenemos tenemo s la noche noc he libr e. Deberíam Deber íamos os salir. sali r. Que nos sir sirvan van unas copas copas a nosotras, noso tras, para variar. Le arrebaté la camiseta y la inspeccioné mientras meditaba sobre la sugerencia de Raegan.  —Pues azón. azó Dhombros. eberíam íamos sali r. ¿Cog ¿Cogemo emoss tu coche, co che, o el Pi Pitufo? tufo? Raegan Rae gan tienes se encog encrogió ión.deDeber hombr os.os salir.  —Estoy casi cas i sin si n ggota ota y hasta ha sta mañana no nos pag pagan. an.  —Entonces va a ser el Pitufo, Pi tufo, parece. par ece. Tras una visita fugaz al cuarto de baño, Raegan y yo nos montamos en mi Jeep CJ tuneado de color azul claro. No estaba en óptimas condiciones pero en algún momento alguien había tenido la suficiente visión y el suficiente amor por él para transformarlo en un híbrido de Jeep y camioneta. No le había tenido el mismo cariño el chaval malcriado que había sido su propietario entre aquel dueño y yo, un universitario que había dejado los estudios a medias. El relleno de los asientos asomaba aquí y allá donde el cuero negro de la tapicería se había roto, la moqueta tenía agujeros de cigarrillos y manchas, y el techo duro pedía a gritos que lo cambiaran. Pero esa falta falta de cuidados cuidados se tradujo en que pude pude comprarlo compr arlo al contado, y un coche ya pagado era el mejor tipo de coche que se podía tener. Me abroché el cinturón de seguridad y metí la llave en el contacto.  —¿Debería  —¿Deber ía poner po nerme me a r ezar? ezar ? —preg —pr eguntó untó Raegan. Raeg an. Giré la llave y el Pitufo hizo un ruido ahogado que daba pena. Primero torpedeó, pero a continuación ronroneó y las dos dimos palmas. Mis padres habían sacado adelante a sus cuatro hijos con el sueldo de un peón de fábrica. Jamás les pedí que me ayudasen a comprarme un coche. Al

 

contrario, con quince años conseguí trabajo en la heladería del barrio y ahorré 557,11 dólares. El Pitufo no era el coche con el que soñaba de pequeña, pero con 550 pavos compré mi independencia y eso no tenía precio. Veinte minutos más tarde Raegan y yo estábamos en la otra punta de la ciudad y cruzábamos muy ufanas la explanada de gravilla del Red Door, con andares lentos, acompasados, como si nos estuviesen grabando mientras mient ras sonaba de fondo una música superchula. superchula. Kody estaba plantado en la entrada. Sus brazos hercúleos debían de ser tan anchos como mi cabeza. Nos miró atentamente mientras nos acercábamos.  —Carnés.  —Car nés.  —¡Vete  —¡V ete al cuerno! cuer no! —le so soltó ltó Raegan—. Raega n—. Si trabajam tra bajamos os aquí. T Túú sabes la edad que tenemo tenemos. s. Él se encogió de hombros.  —Aun teng ocon tengo queelver vuestro vuestr o s carnés. car nés. Miré a así Raegan ceño fruncido y ella puso los ojos en blanco y se metió la mano en el bolsillo trasero.  —Si a estas es tas alturas altur as no sabes cuántos cuá ntos años a ños tengo, tengo , vamos vamo s ma mal.l.  —Veng  —V enga, a, Raegan. Deja de tocar me las pelo pelotas tas y enséñam enséñamee el maldito mal dito chisme.  —La última últim a vez que te enseñé ens eñé algo alg o dejaste dejas te de llamar lla marme me en tres días. Él hizo una mueca de dolor.  —¿Es que no lo vas a super s uperar ar nunca? Ella le lanzó el carné a Kody y él lo atrapó contra los pectorales. Lo miró y se lo devolvió, y entonces me miró a mí con cara expectante. Le pasé mi carné de conducir.  —Creíí que te ibas unos  —Cre uno s días —dijo —dij o en tono de preg pr egunta unta mientra mi entrass le echaba echa ba un vistazo vistazo a mi carné de plástico, plástico, tras lo cual me lo devolvió.  —Es una larg lar g a histor histo r ia —respo —r espondí ndí guar gua r dándo dándomel meloo en el bolsil bol sillo lo trasero.. Los trasero Los vaqueros eran tan ajustados ajustados que me alucinó poder mete meterr algo ahí detr detr ás, aparte aparte de mi trasero. traser o. Kody abrió la enorme enorm e puerta puerta roja ro ja y Raegan Raegan sonrió con dulzura. dulzura.  —Gracias  —Gr acias,, encanto. encanto .  —Te quiero. quier o. Sé buena.  —Yoo siempr  —Y siem pree soy so y buena —repli —r eplicó có ella, ell a, guiñándo g uiñándole le un ojo o jo..  —¿Nos vemo ve moss cuando salga salg a de trabajar tr abajar ?

 

 —Mmm, sí. sí . —Me —Me empujó empuj ó para par a que entrase. entr ase.  —Qué par eja más m ás rar r araa sois so is —com —c omenté, enté, hablando a gr g r itos por po r encim encimaa de los graves. La música me retumbaba en el pecho y estaba casi segura de que cada cada golpe go lpe me sacudía los huesos.  —Mmm, sí —repitió —r epitió Raegan. Raega n. La pista de baile estaba ya a rebosar de chavales universitarios sudorosos y con alguna copa de más. El semestre de otoño estaba en su apogeo. Raegan se acercó a la barra y se quedó en el extremo. Jorie le guiñó un ojo.  —¿Quer éis que os despeje despej e unos uno s taburetes? tabur etes? —preg —pr eguntó. untó. Raegan Rae gan respondió r espondió que no con la cabeza. cabeza.  —¡Mee lo dices solo  —¡M so lo por que quier es mis m is pr opinas op inas de anoche! ano che! Jorie rio. Su larga melena rubia platino le caía en ondas sueltas por encima de los hombros, con algún mechón de color negro entremezclado. Llevaba un minivestido negro y botas militares, y mientras charlaba con nosotras iba tecleando en laa caja registradora la cuenta de algúncomo cliente. Todas habíamos aprendido ser chicas multitarea y a movernos si cada propina fuese un billete de cien. Si sabías atender el bar con suficiente agilidad, tenías opciones de que te mandasen a la barra este, donde conseguías unas propinas tan suculentas que podías sacarte en un fin de semana el equivalente a todas las facturas del mes. Era la barra en la que yo llevaba trabajando un año, donde me habían puesto a los tres meses exactos de que me contratasen en el Red Door. Raegan trabajaba justo a mi lado y entre las dos manteníamos la máquina tan engrasada como una estríper en una piscina portátil llena de aceite corporal de bebés. Jorie y Blia, la otra camarera, trabajaban en la barra sur, junto a la entrada. Era básicamente un quiosco. Por eso se volvían locas cuando Raegan Raegan o yo estábamos estábamos fuera f uera de la ciudad.  —¿Bueno? ¿Qué vais va is a tomar tom ar?? —preg —pr eguntó untó Jor Jo r ie. Raegan Rae gan me miró mir ó y a continuación continuación miró a Jorie. Jor ie.  —Dos whisky sours. Yo puse cara de asco.  —Peroo sin el sour, por favor.  —Per En cuanto Jorie nos pasó los cócteles, Raegan y yo encontramos una mesa libre y nos sentamos, atónitas ante nuestra buena fortuna. Los fines de semana el el local lo cal est estaba aba siempre hasta hasta arr iba y encontr encontr ar mesa libre a las diez y media no era normal. nor mal.

 

Cogí entre los dedos una cajetilla nueva y le di unos toques contra la palma de la otra mano para apretar bien el tabaco. Acto seguido, le quité el precinto de plástico y levanté la tapa. Aunque el Red Door estaba tan cargado de humo que solo de estar allí sentada tenía la sensación de estar fumándome un paquete entero de cigarrillos, era un gusto sentarse en aquella mesa y relajarse. Cuando tenía que trabajar, normalmente me daba tiempo a dar una calada y el resto del pitillo se consumía sin que pudiera fumármelo. Raegan Rae gan me mir ó mient m ientrr as lo encendía.  —Yoo quiero  —Y quier o uno.  —De eso nada.  —¡Te digo que quier o uno! uno !  —Llevas dos do s meses mese s sin fumar, fuma r, Raegan. Raega n. Mañana me echarás echar ás a mí la culpa por fastidiarte fastidiarte la racha. r acha. Ella señaló señaló el local. lo cal.  —¡Pero ya estoy esto y fumando! fuma La miré sientornando los ndo! ojos. Raegan tenía una belleza exótica: larga melena castaña, tez morena, ojos de color miel. Su nariz pequeña tenía el tamaño perfecto, no era ni demasiado redondeada ni demasiado puntiaguda, y tenía un cutis que la hacía parecer recién sacada de un anuncio de Neutrogena. Nos habíamos conocido en el colegio y a mí enseguida me atrajo su sinceridad brutal. Rae Raegan gan podía ser increíblemente increíblemente borde y acobardar a cualquiera, incluso a alguien como Kody, que con su metro noventa y cinco le sacaba más de treinta centímetros de altura. Para las personas a las que quería, su personalidad era encantadora y para las que detestaba, detestaba, repugnante. r epugnante. Yo era todo lo contrario de exótica. Es verdad que mi melena corta de alborotados cabellos marrones y gruesos bucles resultaba fácil de cuidar, pero no a muchos hombres les parecía sexi. No muchos hombres me encontraban sexi en general. Yo era como si dijéramos la vecina maja, la mejor amiga de tu hermano. Habiéndome criado junto a tres hermanos varones más nuestro primo Colin, habría podido acabar hecha una marimacho de no haber sido porque mis discretas aunque existentes curvas femeninas me habían valido la expulsión del club de chicos a los cator cat orce ce años.  —No tengas mor mo r r o —repuse—. —r epuse—. Si quieres quier es un pitil pitillo lo,, cómpr có mprate ate tu propio tabaco.

 

Ella se cruzó de brazos e hizo un mohín.  —Por eso lo dejé. Es una pasada de caro car o . Fijé la mirada en el tubito de papel y tabaco que se iba quemando, cogido cogi do entr entr e mis dedos. dedos.  —Ese es un hecho he cho del que mi bolsil bol sillo lo vacío sigue sig ue tomando tom ando buena nota. no ta. La música pasó de una canción que todo el mundo quería bailar a otra en la que nadie tenía ningún interés, y un montón de gente empezó a abandonar la pista. Dos chicas llegaron hasta nuestra mesa y cruzamos varias miradas.  —Esta mesa es e s nuestra nuestr a —dijo —dij o la r ubia. Raegan Rae gan hizo como co mo si no las hubiese visto. visto.  —Perdona  —Per dona,, zor zo r r a, pero per o te está es tá hablando habl ando —agr —ag r egó eg ó la mor mo r ena, y dejó su cerveza en la mesa.  —Raegann —la adver  —Raega adve r tí. Raegan me miró como si no entendiese nada y a continuación alzó la vist vista a hacia la chica, mirándola co expresió n.  —Era  —Er a vuestra. vuestr a. Aho Ahor r a es nuestra. nuescon tra.n esa misma expresión.  —Nosotras  —Noso tras estábamos estábamo s antes —dijo —di jo la r ubia, entre entr e dientes.  —Y ya no estáis —repli —r eplicó có Raegan. Raegan . Cogió Cog ió con co n los lo s dedo dedoss el indese indeseado ado botellín de cerveza y lo arrojó al suelo. La bebida se derramó por la moquetaa oscura moquet oscur a de prietos hilos—. Recógelo Recógelo.. La morena se quedó mirando el reguero que había formado su cerveza en el suelo. Entonces, dio un paso hacia Raegan. Pero su amiga la agarró por los brazos. Raegan respondió riéndose con indiferencia y dirigió la mirada hacia la pista de baile. La morena acabó yéndose detrás de su amiga en dirección a la barra. barr a. Di una una calada calada a mi cigarrillo cigarr illo..  —Cre í que la  —Creí l a idea er eraa pasar lo bien esta es ta noche. noche .  —Y eso ha tenido gr acia, ¿no? ¿no ? Sacudí la cabeza conteniendo una sonrisa. Raegan era una gran amiga, pero no se me ocurriría contrariarla. Después de haberme criado rodeada de tal cantidad de chicos en mi casa, había tenido suficientes broncas para el resto de mi vida. No me habían mimado nunca. Y si no me defendía, se ensañaban aún más hasta que se la devolvía. Y yo siempr si empree se la devolvía. devo lvía. Raegan no tenía disculpa. Simplemente era una zorra picajosa.  —Anda, mir a. Aquí está Megan —dijo, —dij o, señal señalando ando a la belleza bell eza de oj ojoo s azules y melena negra como ala de cuervo que estaba en la pista de baile.

 

Yo meneé la cabeza. Estaba con Travis Maddox, básicamente dejándose follar delante delante de de todo el mundo.  —Ayy, esos  —A eso s Maddox —com —c omentó entó Raegan. Raeg an.  —Yaa te digo  —Y dig o —repuse —r epuse yo, apurando apur ando mi whisky—. Ha sido mala mal a idea venir. Esta Esta noche no estoy muy m uy de humor.  —Anda, para par a con co n eso. eso . —Raegan —Raeg an se tomó tom ó de un trag tragoo su whisky sour  y se puso de pie—. Las quejicas esas siguen fichando esta mesa. Voy a pedir otra ronda. Ya sabes que la noche arranca despacio. Cogió mi vaso y el suyo y se fue a la barr barr a. Me giré y vi que las chicas no me quitaban el ojo de encima, obviamente con la esperanza de que me marchase de la mesa. Pero no pensaba levantarme. Si intentaban quitárnosla, Raegan haría lo que fuera por recuperarla recuperarla y eso solo causaría causaría problem pro blemas. as. Cuando me di la vuelta, me encontré con que en el sitio de Raegan se había sentado un chico. Primero pensé que sería Travis, que habría llegado allí se deinclinaba alguna manera. Pero cuando caí en mideerror, sonreí. Trenton hasta Maddox hacia delante, justo enfrente mí, con sus tatuados brazos cruzados y los codos apoyados en la mesa. Se frotó con los dedos la barba incipiente que le salpicaba la cuadrada mandíbula. Los músculos de los hombro hombross se le marcaro mar caronn a través de la camiseta. camiseta. Ten Tenía ía en la cara la misma cantidad de pelo que en la coronilla, salvo por la ausencia absoluta de vello en las proximidades de su sien izquierda, donde tenía una pequeña pequeña cicatriz. cicatri z.  —Me suena tu cara. car a. Levanté una ceja.  —¿En ser io io?? Te cr cruzas uzas el local lo cal desde la otr otraa punta para par a se sentarte ntarte aquí ¿y eso es todo lo que se te ocurre? ocurr e? Se puso puso a mirar mir ar todas las partes de mi cuerpo descaradament descaradamente. e.  —No tienes ningún ning ún tatuaje, que yo pueda ver. Me parece par ece que no no noss hemos conocido en el taller. taller.  —¿En el taller tall er??  —El taller tall er de tatuajes en el que trabajo tr abajo..  —¿Ahoraa te dedicas a hacer tatuajes?  —¿Ahor Sonrió y se le formó un profundo hoyuelo en el centro de la mejilla izquierda.  —Sé que nos no s hemos hem os visto antes.  —Paraa nada. —Me volví  —Par vol ví para par a o bservar bser var a las chicas de la pista de bail baile, e,

 

que se reían y sonreían y observaban a Travis y Megan simulando follar en la vertical. Pero en cuanto terminó el tema, él la dejó y se fue derecho hacia la rubia que había reclamado la propiedad de mi mesa. Aunque ella había visto visto a Travis sobando toda la piel sudorosa sudor osa de Megan dos segundos antes, ant es, le sonrió sonr ió como una boba, esperando esperando ser la siguiente. Trenton Trent on soltó sol tó una risa corta. cor ta.  —Ese es mi m i her manito. mani to.  —Yoo no ir  —Y iría ía por po r ahí r econoc eco nociéndo iéndolo lo —r —repli epliqué, qué, movi m oviendo endo la cabeza c abeza en gesto de negación.  —¿Fuimos  —¿Fuim os al mism m ismoo coleg co legio io?? —me pr preg eguntó. untó.  —No lo l o r ecuerdo ecuer do..  —¿Recuerdas  —¿Recuer das si en algún alg ún momento mo mento entre entr e párvulo pár vuloss y el último últim o curso cur so de Secundaria fuiste fuis te al Eakins?  —Sí. El hoyuelo izquierdo de Trenton se hundió hundió cuando sonrió. sonr ió.  —Entonces s íiamente. sí queente. nos no s conoc co nocemo emos. s.  —No nece sariam necesar Trenton volvió a reírse.  —¿Quier  —¿Qui eres es tomar to mar algo? alg o?  —Está en camino cami no..  —¿Te apetece bailar bai lar??  —Pues no. no . Pasó por delante delante un un grupo gr upo de chicas y Trenton Trenton enfocó la mir mirada ada en una. una.  —¿Esa es Shannon, la de la clase clas e de econo ec onomí míaa doméstic do méstica? a? Joder Jo der —dijo —dij o , gir ándose ándose ciento ochenta ochenta gr grados ados en el asiento. asiento.  —Efectivamente.  —Efectivam ente. Deber Deberías ías acercar acer carte te a compar co mpartir tir r ecuerdo ecuer dos. s. Trenton Trent on negó con la cabeza.  —Ya compar  —Ya co mpartimo timoss recuer r ecuerdos dos en el insti.  —Me acuerdo acuer do.. Seguramente Segur amente sigue si gue odiándo odi ándote. te. Trenton Trent on meneó la cabeza, cabeza, sonrió y, antes antes de dar dar otro trago, trago , dijo:  —Siempr  —Siem pree me odian. odi an.  —Esto es un pueblo. pueblo . No No deberías deber ías haber h aber quemado a todas tus novias. novi as. Él bajó el mentón. Su célebre poder de seducción subió un punto.  —Quedan unas una s po pocas cas a las l as que aún no he encendido encendi do.. A Aún. ún. Puse los ojos ojo s en blanco blanco y él ri rioo entre dientes. dientes. Raegan regresó con sus largos dedos curvados alrededor de cuatro vasos bajos y dos do s de chupitos. chupitos.

 

 —Mis whisky sours, tus whiskis a palo seco y un pezón de mantequilla para cada una.  —¿Peroo qué te pasa esta noche  —¿Per no che que te ha dado por lo dulce, Ray? —dije —di je yo, arrugan arr ugando do la nariz. Trenton Trent on cogió cog ió uno de los chupitos chupitos y, acercándoselo acercándoselo a los l os labios, labio s, echó la cabeza hacia atrás. Luego, lo dejó de un golpe encima de la mesa y me guiñó un ojo.  —No sufr suf r as, nena. Yo Yo me m e ocupo o cupo.. —Se levantó y se s e mar chó. chó . No me di cuenta de que tenía la boca abierta de par en par hasta que mi mirada mir ada se cruzó con la de Raegan y se me cerró cerr ó de repen r epente te..  —¿Acaba de beberse beber se tu chupito? chupito ? ¿Realmente ¿Realm ente acaba de pasar pas ar eso? eso ?  —¿A quién se le ocur oc urrr e? —repuse —r epuse yo, volvié vo lviéndo ndome me para par a ver adó adónde nde se había ido. ido . Ya Ya había desaparecido desapar ecido entre la gente.  —Pues a un Maddox. Maddo x. Di un trago largo a mi whisky doble y otra calada a mi cigarrillo. Todo el mundoesosabía que Trenton Maddox nosetraía másasen queen problemas, pero le. al parecer no impedía que que las mujeres empeñasen empeñ intent intentar ar domar domarle. Como le venía viendo desde el colegio, me juré no ser nunca una muesca en el cabecero de su cama (si es que los rumores eran ciertos y hacía muescas, muesca s, pero no te tenía nía planeado planeado averiguarlo). averiguar lo).  —¿Y le vas a dejar deja r que se vaya de ros r ositas? itas? —preg —pr eguntó untó Raegan. Raeg an. Solté el humo por un lado de la boca, molesta. No estaba de humor ni para divertirme ni para enfrentarme a insufribles tácticas de ligoteo ni para protestar porque Trenton Maddox acabase de beberse el chupito cargado de azúcar en el que yo no tenía el menor interés. Pero antes de que pudiese contestar a mi amiga, tuve que escupir el whisky que acababa de beberme.  —Oh, no. no .  —¿Qué? —dijo —dij o Raegan, y se volvi vo lvióó en su silla. sil la. Inmediatamente, Inmediatame nte, se enderr ezó mirando ende mir ando hacia mí con una una mueca de de dolor en la cara. Mis tres hermanos y nuestr nuestr o primo prim o Colin venían andando andando hacia nuestra nuestra mesa. Colin, el mayor de los cuatro y el único con un carné legal, fue el primero en hablar.  —¿Peroo qué demonio  —¿Per demo nios, s, Cami Camille lle?? Creí Cr eí que esta e sta noche no che estabas fuer f uera. a.  —Mis planes cambiar cambi aron on —le solté. so lté. Chase fue el segundo en hablar, como ya imaginaba. Era el mayor de

 

mis hermanos herm anos y le gustaba fingir fingir que era mayor que yyoo también.  —Pues a papá no le va a hacer gr acia que no vayas a comer co mer con co n la familia si estás en la ciudad.  —No puede no hacerle hacer le gr acia si no se entera enter a —dije —dij e yo, yo , entr entrecer ecerrr ando los ojos. Él retrocedió.  —¿Porr qué estás tan bor  —¿Po bo r de? ¿Tienes ¿Tiene s la r egla eg la o qué?  —¿En serio ser io?? —intervino —inter vino Raegan bajando el mentón mentó n y subiendo las cejas—. Estamos Estamos en público. público . Madura Madura un poco. po co.  —O sea, se a, que te ha dado plantón, plantó n, ¿no? ¿no ? —preg —pr eguntó untó Clar Cla r k. A difer encia de los demás, Clark pareció preocup preo cupado ado de verdad. Antes de que me diera tiempo a contestar, el más pequeño de los tres intervino.  —Un mom m omento, ento, ¿esa cagar cag arrr uta despr de spreciabl eciablee te ha dado plantó plantón? n? —dij —dijoo Coby. Los chicos solamente se llevaban once meses, de modo que Coby acababa cumplirpresentaban dieciocho Mistrucados compañeros de trabajo mis tres de hermanos present abanaños. car car nés trucad os y cr creían eían que mesabían hacíanque un favor haciendo la vista gorda, pero la mayoría de las veces hubiese preferido que no les dejasen entrar. Coby en especial seguía comportándose como un mocoso de doce años que no estaba muy seguro de qué hacer con su testosterona. Estaba detrás de los otros sacando pecho y se dejó sujetar por ellos para impedirle que se enzarzara en una pelea inexistente.  —¿Qué estás es tás haciendo, haciendo , Coby? —pr — preg egunté—. unté—. ¡Si no está aquí!  —Pues es verdad ver dad que no está, qué narices nar ices —repli —r eplicó có Coby. Se r elajó elaj ó y chasqueó las vértebras del cuello—. Darle plantón a mi hermana mayor. Le voy a reventar la puta cara. —Me imaginé a Coby y a T. J. peleándose y el corazón se me puso a mil. Cuando T. J. era más joven ya daba miedo, y ahora era directamente letal. A nadie se le ocurriría tocarle las pelotas, y Coby lo sabía. De mi garganta salió un sonido de indignación y miré hacia arriba con gesto desesperado desesperado..  —Buscaoss otra  —Buscao o tra mesa, mesa , anda. Los cuatro arrimaron sendas sillas para sentarse alrededor de Raegan y de mí. Colin tenía el pelo de color castaño claro, pero mis tres hermanos eran pelirrojos. Colin y Chase tenían los ojos azules. Clark y Coby, verdes. No todos los pelirrojos son lo que se dice guapos, pero mis tres

 

hermanos eran tres tíos altos, musculados y extrovertidos. Clark era el único pecoso y de alguna manera las pecas le quedaban bien. Yo era la rara, la única de los hermanos con una mata de bucles morenos y los ojos grandes, redondos y azules claros. Más de una vez los chicos habían tratado de convencerme de que era adoptada. Si no hubiese sido porque era el vivo r etrato etrato de mi padre, en chica, chica, tal tal vez les habrí habríaa creído. Toqué la mesa con la frente y gruñí. gr uñí.  —Aunque me cuesta cues ta cr creer eerlo lo,, el día dí a acaba de empeor empeo r ar.  —Veng  —V enga, a, Camille. Camil le. Tú sabes que nos quieres quier es —dijo —dij o Clark, Clar k, dándome dándo me un empujoncito con el hombro. Al ver que no respondía, se inclinó para susurrarme susurr arme al oído—: oído —: ¿Seguro ¿Seguro que estás estás bien? Con la cabeza agachada aún, asentí. Clark me dio unas palmaditas en la espalda. Todos se quedaron callados. Levanté la cabeza. Estaban mirando fijamente a algo que había detrás de mí. Me di la vuelta y vi a Trenton Maddox con dos vasos de chupito y otra copa con un brebaje sinfor duda parecía menos  —Esta mesa se haque transfo trans r mado en una fiesta fie stadulzón. muy r ápido —comentó —co mentó Trenton con una sonrisa de sorpresa, aunque no por ello menos encantadora. Chase entornó los ojos, sin dejar de mirarle.  —¿Es ese? —preg —pr eguntó, untó, indicándo i ndicándole le con co n la cabeza. c abeza.  —¿Qué? —dijo — dijo Trenton. Tr enton. La rodilla de Coby empezó a rebotar, y se inclinó hacia delante en su silla.  —Es él. Prim Pr imer eroo le da plantón pl antón y lueg l uegoo se presenta pr esenta aquí.  —Espera.  —Esper a. Coby, no —dije —dij e yo yo,, levantando leva ntando las l as mano m anos. s. Coby se levantó.  —¿Tú er e r es el que tor ea a mi m i her mana?  —¿Hermana?  —¿Her mana? —repli —r eplicó có Trenton, Tr enton, y casi se le salen sale n los lo s o jos jo s de las órbitas mirándome primero a mí y luego a los iracundos pelirrojos que tenía sentados a un lado y a otro.  —Ayy, Dios —dije  —A —dij e yo, cerr cer r ando los lo s o jos—. jo s—. Colin, Col in, dile a Coby que ya vale. No No es él.  —¿Quién  —¿Qui én no so soy? y? —preg —pr eguntó untó Trenton—. Tr enton—. ¿Es que tenemo tenemoss algún alg ún problema pro blema aquí? aquí? Travis apareció junt juntoo a su hermano. Lucía Lucía el mismo gesto divertido que Trenton: los dos con sus deslumbrantes hoyuelos en la mejilla izquierda.

 

Habrían podido ser el segundo par de gemelos de su madre. Solo se diferenciaban en pequeños detalles, entre otros que Travis era dos o tres dedos más alto que Trenton. Travis cruzó los brazos delante del pecho, lo que hizo que sus bíceps, ya de por sí enormes, aumentasen de volumen. Lo único que evitó que estallase en mi silla fue ver que se le relajaban los hombros. No estaba listo para pelear. De momento.  —Buenas noches no ches —saludó —sa ludó Travis. Tr avis. Los Maddox Maddox sabían det detect ectar ar los problemas. pro blemas. O por lo menos eso parecía, porque cada vez que había una bronca, o bien la empezaban ellos o bien la acababan. Y gener generalmente almente las dos cosas a la vez.  —Coby, siéntate en tu silla sil la —le —l e or o r dené, entre entr e dientes.  —No, no pienso sentarme. sentar me. Este gili gi lipol pollas las ha insultado insul tado a mi hermana her mana y no pienso sentarme en la puta silla. Raegan Rae gan se gir g iróó hacia Chase. Chase.  —Estos so s o n Trent Tr enteg y Travis Tr avis Maddox.  —¿Maddox? —pr eguntó untó Clar k.  —Sí, ¿qué pasa? pa sa? ¿To ¿Todavía davía tienes ti enes algo al go que decir deci r ? —repli —r eplicó có Tr Travis. avis. Coby meneó lentamente la cabeza, sonriendo.  —Puedo tir tirar arme me llaa noche no che entera enter a hablando, habla ndo, hijo de… Me levanté.  —¡Coby! ¡Que te sientes, joder jo der!! —dije —dij e yo, señala señalando ndo su sil silla. la. Él tomó tom ó asiento—. ¡He dicho que no era él y lo decía en serio! ¡Y ahora que todo el mundo se calme, coño! He tenido un día horroroso y he venido aquí a tomar algo, alg o, a relajarme r elajarme y a pasar un rato agradab agr adable, le, ¡maldita ¡maldita sea! sea! Y si para vosotros eso es un problema, pues largo de mi mesa, hostia. —Cerré los ojos y solté el resto de la perorata a gritos, como si estuviera loca de remate. Alrededor de nosotros noso tros la gent g entee nos miraba. mir aba. Jadeando, Jadea ndo, lancé una mirada a Trenton. Trenton. Él me ofreció o freció una copa. Unaa de las comisuras Un comisur as de sus labios labios se curvó cur vó hacia arr iba.  —Creoo que voy  —Cre vo y a quedarme. quedar me.

 

Capítulo Capítu lo 2

 

Mi móvil sonó por tercera vez. Lo cogí de la mesilla de noche para echarl e un vistazo. Er echarle Er a un mensaje de texto texto de Trenton. Tr enton.   Arriba, perezosa. Sí, es a ti.

   —¡Apag  —¡A pagaa el móvil mó vil,, cabro cabr o na! ¡Que algunas alg unas tenemos tenemo s r esaca! —gr itó Raegan desde cuarto.y lo dejé en la mesilla otra vez para que siguiera Lo puse en su silencio cargándose. carg ándose. Joder. ¿Pero cómo cóm o se me había había ocurr ido darle mi número? número ? Kody vino dando tumbos por el pasillo y asomó la cabeza por mi puerta, con los ojos aún medio cerrados.  —¿Qué hor ho r a es?  —No son so n ni las l as ocho o cho..  —¿Quién  —¿Qui én está mandando ma ndando mensaji mensa jitos tos a tu móvil mó vil sin par pa r ar? ar ?  —A ti qué te impo i mporr ta —respo —r espondí ndí gir g irándo ándome me sobr s obr e un co costado stado.. Kody Kody r io para sí y a continuación se puso a aporrear cacharros en la cocina, probablemente disponiéndose a dar de comer a su cuerpo ultramegainmenso.  —¡Odio a todo el mundo m undo!! —chilló —chill ó Raegan Raeg an de nuevo. nuevo . Me senté con las piernas colgando por un lado de la cama. Libraba el fin de semana entero, algo que no me había pasado desde el último fin de semana que me había cogido libre para ver a T. J., y él había cancelado los planes. Aquella vez me había dedicado a fregotear el piso al completo hasta dejarme los dedos en carne viva, y a continuación había echado a lavar toda la ropa sucia, la había puesto a secar y había doblado hasta la última prenda. pr enda. Mía y de Raegan. Pero en esta ocasión no pensaba dedicarme a pasar la fregona por el piso. Miré las fotos que tenía puestas en las paredes, de mis hermanos y

 

mías, al lado de una de mis padres y de algunos de los dibujos que había intent int entado ado hacer en el institut instituto. o. Los marcos mar cos negr os contrastaban contrastaban mucho mucho con el fondo blanco de todas las paredes del apartamento. Había ido arreglándolo para darle un aire más hogareño, comprando un juego de cortinas con cada paga, por ejemplo. Y gracias a la tarjeta regalo de Pottery Barn que los padres de Raegan le habían dado por Navidad, ahora te teníamos níamos una vajilla pr preciosa eciosa y una mesita de cen centro tro de estilo estilo rústico, con acabado de color caoba. Pero en gran parte el piso estaba como si nos hubiésemos mudado hacía poco, y eso que yo llevaba viviendo en él tres años y Raegan más de uno. No era la casa más bonita de la ciudad, pero por lo menos era un barrio en el que había más familias jóvenes y profesionales liberales solteros que niñatos universitarios ruidosos y molestos. Además, estaba bastante lejos del campus, lo suficiente para no tener que vérnoslas con los embotellamientos típicos de los días en que había eventos deportivos. No era granemitió cosa, un perozumbido. era nuestro Mi móvil Pusehogar. los ojos en blanco, pensando que sería Trenton, y me recliné para ver la pantalla. Era T. J.   Te echo de menos. Deberíamos estar haciéndonos mimos en mi cama, y no lo que estoy haciendo haci endo ahora.

  Cami no puede responderte ahora. Ti Tiene resaca resaca.. Dej Dejaa tu mensaj mensajee después d espués de la señal. P PIII III

  ¿Saliste anoche?

  ¿Pensabas que iba a meterme en casa, a llorar hasta quedarme roque?

   

Geniial Gen al.. Ahora ya no me sien siento to tan mal mal.. N o, sigu siguee sinti sintiéndote éndote mal. En realidad está bbiien.

  Quiero escuchar tu voz, pero no te puedo llamar en este momento. Intentaré llamarte esta noche.

  Ok.

  ¿Ok? Vaya desperdicio de mensaje.

  Currar sí que es un desperdicio de fin de semana.

 

  Touché.

  Bueno, luego hablamos, supongo.

  No te preocupes, me postraré a tus pies lo necesario en busca de perdón.

  Eso espero.

  Era difícil estar mucho rato enfadada con T. J., pero a la vez era imposible acercarse a él. Vale, llevábamos saliendo seis meses nada más. Los tres primeros habían sido una pasada, y entonces le mandaron a dirigir ese encargo tan importante. Cuando decidimos darle una oportunidad a la relación a distancia, él me advirtió de cómo podrían ponerse las cosas. Era la primera vez que le encargaban ocuparse de un proyecto entero, y él era un perfeccionista, acostumbrado a dar más de lo que pedían. Como eraestar el encargo gordo enleelpasara que había en sulevida, T. J. quería seguro más de que no se nadatrabajado por alto. Era importante, fuese lo que fuese. En el sentido de que, si todo salía bien, conseguiría un ascenso alucinante. Una noche, muy tarde, me había dicho que tal vez podría permitirse vivir en una casa más grande y que podríamos hablar de la posibilidad de que yo me mudase allí el año próximo. Yo preferiría estar en cualquier sitio que no fuese aquí. Vivir en una ciudad universitaria tirando a pequeña cuando tú no estás precisamente estudiando en la universidad no es lo más guay del mundo. La universidad en sí, la Eastern State University, no tenía nada de malo: era pintoresca y bonita. Me había pasado la vida entera, desde que tenía uso de razón, deseando estudiar allí, pero después de exactamente un año en la residencia de estudiantes tuve que mudarme a un apartamento yo sola. Y por mucho que un piso para mí representara un refugio a salvo de las chorradas de la vida estudiantil, la independencia acarreó sus dificultades. Solo podía asistir a unas cuantas clases al semestre, y en vez de terminar estee año la carrera, est carr era, aún iba por por segundo. Los numerosos sacrificios que había hecho para mantener la independencia que necesitaba eran precisamente la razón por la que no podía recriminarle a T. J. que hiciese sacrificios por la suya. Aun cuando la sacrificada sacrifi cada fuese fuese yo.

 

La cama se hundió ligeramente a mi espalda y las sábanas se levantaron. Una manita helada tocó mi piel y di un brinco.  —¡Coño,, Ray! Quita de encima  —¡Coño enci ma tus sucias suc ias mano m anos, s, que estás es tás helada helada.. Ella se rio y me abrazó aún más fuerte. fuerte.  —¡Yaa empieza  —¡Y empi eza a r efrescar efr escar por po r las mañanas! mañanas ! Kody está prepar pr eparando ando su docena de huevos revueltos o más, y la cama se me ha quedado congelada.  —¡Por favor, favo r, come co me como co mo un caballo cabal lo!!  —Es que es del de l tamaño de un caballo cabal lo.. En En todas sus partes. par tes.  —Puaj. Puaj, puaj, puaj —repuse —r epuse yo, tapándom tapándomee las or ejas—. ejas —. No necesito esa imagen im agen a estas hor as de la mañana. Ni Ni nunca.  —Bueno, ¿quién ¿ quién es el que no n o par pa r a de mandar ma ndarte te mensajitos mensaj itos?? ¿Trent? ¿Tr ent? Me volví para ver su expresión.  —¿Trent?  —¿Tr ent?  —¡Ah,  —¡A h, no te hagas hag as la modos mo dosita ita conm c onmig igo, o, Camille Camil le Renee! Vi Vi la cara car a que pusiste cuando te ofreció aquella copa.  —No puse ning unasí!cara. car a.  —¡Pues clarninguna claro o que Me lancé hacia el borde de la cama para empujar a Raegan, hasta que se dio cuenta de mis intenciones, momento en que soltó un grito y cayó al suelo sue lo con un golpe go lpe sordo.  —¡Pero qué ser más malvado m alvado y hor ho r r ible ibl e eres! er es!  —¿Yoo so  —¿Y soyy malvada? m alvada? —repli —r epliqué, qué, asomándo aso mándome me por el fil filoo de la l a cama—. Pues yo no le tiré la cerveza a una tía solo porque quería recuperar su mesa. Raegan Rae gan se sentó con las piernas cruzad cr uzadas as y suspiró. suspiró .  —Tienes r azón. azó n. Me por po r té como co mo una gr andísima andísi ma zor zo r r a. La pró pr ó xima vez prometo pro meto ponerle la chapa chapa antes antes de tir tirarla. arla. Me tumbé boca arriba con la cabeza en la almohada y clavé la vista en el techo.  —No tienes r emedio. emedi o.  —¡A desayunar ! —exclamó Kody desde des de la coc c ocina. ina. Las dos salimos disparadas de mi cuarto, muertas de risa, a ver quién cruzaba antes la puerta. Raegan llevaba medio segundo sentada en el taburete de la encimera del desayuno cuando llegué y lo derribé de una patada. Aunque aterrizó de pie, se quedó boquiabierta.  —¡Te la estás buscando busc ando hoy! ho y!

 

Di un primer mordisco al bagel de canela y pasas con crema de manzana y gemí al sentir aquella maravilla cargada de calorías derritiéndose en mi boca. Kody había pasado suficientes noches en nuestro piso para saber que no soportaba los huevos. Pero desde que me había preparado un desayuno alternativo, perdoné el olor asqueroso a huevos que inundaba la casa cada vez que que se quedaba a dormir. dor mir.  —Bueno —dijo —di jo Kody con co n la boca bo ca llena—, ll ena—, Trent Tr ent Maddox. Yo sacudí la cabeza.  —No. Ni empieces. empi eces.  —Pues parece par ece que ya has empezado em pezado tú —dijo Kody con co n sonr so nrisa isa pícar a.  —Os ponéis poné is como co mo si me hubiese enrol enr ollado lado con co n él. Estuvimos Estuvimo s charlando.  —Te trajo tra jo cuatro cuatr o copas. co pas. Y tú le dejaste dej aste —intervino —inter vino Raegan.  —Y te acompañó acom pañó al coche co che —agr —ag r egó eg ó Kody.  —Y os disteis los lo s teléfo teléf o nos —remató —r emató Raegan. Raega n. novio nov io —dije tal de vezraras. un poqui poquito to ñoña ñoña.. Cu —Tengo Cuando ando me atosigaban me yo, daba dabaunportanto hacer hacealtiva r cosasy así r aras.  —Al que no has visto vi sto desde hace ha ce casi cas i tres tr es meses m eses y que en do doss oocasio casiones nes te ha obligado a cancelar planes para una escapada —dijo Raegan.  —O sea, s ea, que es un ego eg o ísta por po r estar entreg entr egado ado a su trab trabajo ajo y por po r quer querer er mejorar en su profesión, ¿no? —pregunté, aunque en el fondo no quería oír la respuesta—. Todos sabíamos que esto iba a pasar. T. J. fue sincero desde el primer momento sobre lo exigente que podría ser su trabajo. ¿Por qué soy la única que que no se sorprende sor prende ahora? Kody y Raegan se cruzaron una mirada y continuaron comiendo sus asquero asqu erosos sos fetos de pollito.  —¿Qué planes pl anes tenéis para par a hoy? ho y? —preg —pr egunté. unté.  —Yoo voy a comer  —Y co mer a casa de mis padres padr es —dij —dijoo Raegan—. Raegan— . Y Kody también. Me detuve a medio bocado y me quité el bagel de la boca.  —¿En serio ser io?? Eso es un paso pas o impor impo r tante, ¿no? —dije —di je sonr s onr iendo iendo.. Kody sonrió ta también. mbién.  —Yaa me ha advertido  —Y adver tido sobr so bree su padr e. No No estoy nervio ner vioso so..  —¿No? —pr egunté, eg unté, incrédula. incr édula. Él negó negó con la cabeza, cabeza, pero pero le vi menos seguro. seguro .  —¿Porr ?  —¿Po  —Es mili mi litar tar r etirado etir ado de la Armada Arm ada y Raegan no es solo so lo su hij hija. a. Es su

 

única hija. Es un hombre que se ha pasado la vida luchando por la perfección y tratando de superar siempre sus propios límites. ¿Crees que vas a entrar entrar por la puerta de su casa, casa, amenazando amenazando con robar r obarle le más tiempo y atención de Raegan, y que él simplemente te va a dar la bienvenida a su familia? Kody se había había quedad quedadoo mudo. Raegan Raegan me miró mir ó entornand entor nandoo los l os ojos. o jos.  —Gracias  —Gr acias,, amig am iga. a. —Le dio unas palmadi pal maditas tas a Kody en la mano m ano—. —. A mi padre al principio pr incipio nadie le cae bien.  —Salvo yo —dije, —dij e, levantando leva ntando una mano. mano .  —Salvo Cami. Pero Per o ella ell a no cuenta. No No r epresenta epr esenta ning ninguna una amenaza amena za para par a la virginidad virg inidad de de su hija. Kody hizo una mueca.  —¿Eso no fue con co n Jason Jaso n Brazil Br azil,, hace como co mo cuatro cuatr o año años? s?  —Sí. Pero Per o mi padre padr e no lo sabe —respo —r espondió ndió Raegan, un tanto molesta mo lesta por que Kody hubiese mencionado El Nombre Que No Hemos de Pronunciar. Jason Brazil no era mal chico, solo hacíamos como si lo fuese. Habíamos ido al mismo colegio los tres, pero Jason era un año más pequeño. Ellos habían decidido «sellar el trato» antes de que Raegan fuese a la universidad, con la esperanza de que aquello afianzase su relación. Yo pensé que se cansaría de tener un novio que aún iba al instituto, pero ella era una novia entregada y pasaban la mayor parte del tiempo juntos. No mucho tiempo después después de que que Jason empezase empezase el primer pr imer año de su carrera carr era universitaria, en la ESU, las maravillas de la vida estudiantil, ingresar en una fraternidad y ser el mejor jugador novato del equipo de fútbol americano de la Eastern State le tenían ocupado, y el cambio generó discusiones discus iones nocturnas. Él Él rrompió ompió la relación r elación respet r espetuosament uosamentee y jamás dijo una sola palabra negativa de ella. Pero a Raegan la desfloró y después no cumplió con su parte del trato: pasar el resto de su vida con ella. Y por esa razónn se convirtió por siempre jamás en el enemigo razó enemigo de esta esta casa. Kody termi terminó nó su plato de huevos y a continuación continuación se puso a rrecoger. ecoger.  —Tú has pr prepar eparado ado el desayuno. desayuno . Yo me o cuparé cupar é de eso —dije, —dij e, apartándole del lavaplatos.  —¿Y qué vas a hacer tú hoy? —me —m e preg pr eguntó untó Raegan. Raeg an.  —Estudiar. Redactar ese trabajo tra bajo que tengo que entreg entr egar ar el lunes. Igual me ducho, igual no. Y lo que seguro que no pienso hacer es pasar a ver a mis padres para explicarles por qué no me he ido de viaje como estaba

 

previsto.  —Compr  —Com prensibl ensiblee —dijo —dij o Raegan. Ella sabía la verdader ver daderaa r azón. azó n. Ya les había dicho a mis padres que me marchaba a ver a T. J. y ellos querrían saber por qué otra vez él me había dejado tirada. No les caía bien, ya de antes, y yo no tenía el menor interés en perpetuar el disfuncional ciclo de hostilidad que se creaba cuando más de uno de la familia se encontraba en la misma habitación. Mi padre se pondría de malas, aunque siempre estaba así, y alguien hablaría más de la cuenta, como nos pasaba siempre, y mi padre se pondría a dar voces. Mi madre le suplicaría que dejase de gritar. Y no sé cóm cómo, o, de alguna manera, al final siempre siempr e sería culpa mía. «Eres idiota por fiarte de él, Camille. Es demasiado reservado», diría mi padre. «No me fío un pelo. Tiene una manera de mirar que parece que lo está está juzgando todo…». Pero esa era una de las razones por las que me había enamorado de él. T. J. me hacía hacía sentir sentir super super segura. Como si, fuera adonde fuera o pasase lo que pasase,T. pasase, meJ.protegiese. pro  —¿Sabe quetegiese. anoche ano che saliste? sal iste?  —Sí.  —¿Sabe lo de Trent? Tr ent?  —No me m e preg pr eguntó. untó.  —Él nunca pr preg egunta unta lo que haces hace s cuando cua ndo sales. sale s. Si Trent Tr ent fuese fues e un asunto sin importancia, seguramente se lo habrías mencionado —razonó Raegan con una sonrisilla.  —Cállate. Idos a casa ca sa de tus padr es y que tu padre padr e tor ture a Kody. Kody frunció las cejas y Raegan, sacudiendo la cabeza y dándole unas palmaditas en su gigantesco hombro, se fue con él a su cuarto.—Lo dice en broma. Cuando un par de horas más tarde Raegan y Kody se marcharon, abrí mis libros y mi portátil y comencé a redactar mi trabajo sobre la influencia influenc ia de los or o r denador denadores es personales en la educación. educación.  —¿Peroo a quién coño  —¿Per co ño se le ocur oc urrr e esta mier mi erda da de temas? temas ? —protesté. —pr otesté. Una vez que el trabajo estuvo redactado e impreso, me puse a estudiar para el examen de Psicología que tenía el viernes. Quedaba casi una semana pero la experiencia me había enseñado que si esperaba hasta el último momento surgiría cualquier asunto imposible de eludir. En el trabajo no podía estudiar, precisamente, y ese examen era especialmente difícil.

 

Sonó un pitido de mi móvil. Otra vez era Trent Trenton. on.   Esto es nuevo. Nunca me había pasado que una chica me diese su número y luego pasase de mí.

  M  e reí. r eí. Cogí el móvil con las dos manos y pulsé en las las letras. No estoy pasando de ti. Estoy emp empoll oll ando.

  Un descansito?

  No hasta que haya acabado.

  Vale, y luego comemos juntos? Me muero de hambre.

  ¿Habíamos hecho planes para comer?

   

Tú no comes? … sí. ¿Y?

  Vale. Tú planeas comer. Yo planeo comer. Comamos.

  Tengo que estudiar.

  Vale… Comemos DESPUÉS?

  No hace falta que me esperes. Adelante.

  Ya sé que no hace falta. Pero quiero.

  Pero yo no. Así que adel ante.

  vale.

  Puse el móvil en silencio y lo metí debajo de la almohada. Su insistencia resultaba tan admirable como molesta. Sabía bien quién era Trenton, por supuesto. En Eakins High habíamos ido a la misma clase. Le había visto transformarse de crío sucio y mocoso que mordisqueaba los lápices rojos y se comía el pegamento en el hombre alto lleno de tatuajes y exageradamente encantador que era ahora. Desde el momento en que se

 

sacó el carné de conducir, había ido ligándose una por una a todas mis compañeras de clase del instituto y a todas las chicas de la facultad en la Eastern State, y juré que jamás sería yo una de ellas. Y él tampoco lo había intentado. Hasta ahora. No quería sentirme halagada, pero costaba no sentirse así después de ser una de las pocas hembras con las que ni Trenton ni Travis Maddox habían intentado acostarse. Supongo que era la prueba de que no podía ser totalmente horrenda. T. J. era guapo de revista, y ahora Trenton me mandaba mensajes. No estaba segura de qué había cambiadoo en mí entre el colegio cambiad colegi o y la uni que hubiese atraído atraído la atención atención de Trenton, Trent on, pero yo sí sabía lo que había había cambiado cambiado para él. Hacía menos de dos años la vida de Trenton había dado un giro. Iba en el asiento del acompañante del Jeep Liberty de Mackenzie Davis, de camino a una fiesta con hoguera por las minivacaciones de primavera. El Jeep quedó casi irreconocible cuando lo trajeron al día siguiente encima de un camión grúa, igual que Trenton cuando volvió a Eastern. El cargo de conciencia por la en muerte tenía consumido, conseguía concentrarse clase de y a Mackenzie mediados deloabril decidió mudarsenoa casa de su padre y dejar colgados los estudios. En noches con poco movimiento en el Red Door, Travis Tr avis había había mencionado cosas co sas sueltas sueltas sobre sobr e su hermano, pero no sabía mucho mucho más de él. Después de otra media hora estudiando y mordiéndome las uñas casi inexistentes, empezaron a rugirme las tripas. Fui hasta la cocina andando parsimoniosamente y abrí la nevera.  Aliño ranchero. Cilantro. ¿Qué coño hace la pimienta negra en la nevera? Huevos, puaj. Yogur desnatado. Aún eor. Ab Abrí rí el congelador. Bingo. Burritos congelados.

Estaba a punto de pulsar los botones del microondas cuando alguien llamó a la puerta con los nudillos.  —¡Raegan! ¡Deja ¡Deja de olvidar ol vidarte te las dicho di chosas sas llaves l laves!! Descalza como estaba, rodeé la encimera del desayuno y recorrí la moqueta beis. Giré el cerrojo y tiré de la pesada puerta metálica, e inmediatamente crucé los brazos para taparme los pechos. Solo llevaba una camiseta blanca ajustada, sin sujetador, y los pantalones cortos. Trenton Maddox estaba en el umbral de la puerta, con dos bolsas blancas de papel.  —La comi co mida da —anunció —anunci ó sonr so nriendo iendo.. Mi boca imitó su sonrisa, medio segundo, y entonces el gesto se me borróó rápidament borr rápidamente. e.

 

 —¿Cóm o sabías  —¿Cómo sabía s que vivía vi vía aquí? aquí ?  —He pr preg eguntado untado —respo —r espondió ndió él, y entró entr ó directamente. dir ectamente. Dejó Dej ó las bolsas bo lsas en la encimera y empezó a sacar envases de comida—. Del Golden Chick. El puré de patatas que hacen y la salsa me recuerdan a los de mi madre. En realidad, no estoy seguro de por qué. qué. No No r ecuerdo ecuerdo sus plat platos. os. El fallecimiento de Dianne Maddox había conmocionado a la ciudad. Estaba metida en la Asociación de Padres y Profesores y en la organización de la liga juvenil solidaria, y había sido entrenadora del equipo de fútbol de Taylor y Tyler durante tres años antes de que le diagnosticaran un cáncer. Que él la mencionase de una manera tan natural me pilló desprevenida, desprevenida, aunque aunque supongo supongo que no debería haberme chocado.  —¿Siempr  —¿Siem pree te pr presentas esentas por sor so r pr presa esa en el piso de una chica con co n un cargament carg amentoo de comida?  —No, per o ya tocaba. toca ba.  —¿Yaa tocaba  —¿Y toca ba el qué? Me miró mir er. ó con co n cara de no entende entender. r.  —Com  —Comer. Se metió metió en la cocina y se puso puso a abrir armarios. armar ios.  —¿Y ahor aho r a qué estás haciendo ha ciendo??  —¿Platos?  —¿Plato s? —preg —pr eguntó. untó. Señalé el armario correspondiente y él sacó un par de platos, los dejó en la encimera y a continuación comenzó a servir puré de patatas, salsa y maíz, y a repartir el pollo equitativamente. Hecho todo esto, se marchó. Me quedé al lado de la encimera, en mi tranquilo apartamentito, con los aromas aro mas a pollo y salsa impregnan impreg nando do el aire. air e. Est Estoo no me había pa pasado sado en la vida y no estaba estaba segura de cómo debía tomár tomármelo. melo. De repente, la puerta se abrió y allá que entró de nuevo Trenton, ayudándose con un pie para cerrarla al pasar. Llevaba en las manos dos vasos grande gr andess de poliexpan con con sendas pa pajitas jitas asomando asomando por po r arr iba.  —Esperoo que te guste  —Esper gu ste la Coca-Col Coca- Colaa de cereza, cer eza, muñeca, por po r que, si no no,, no vamos a hacer buenas migas. —Depositó las bebidas junto a cada plato y, levantando la vista hacia mí, tomó asiento—. ¿Y? ¿No piensas sentarte o qué? Me senté. Trenton se metió en la boca una primera carga de tenedor y, tras dudar unos instantes, le imité. Era como tener en la lengua un pedazo de paraíso; una vez que hube empezado, la comida simplemente fue desapareciendo

 

de mi plato. Trenton levant l evantóó en alto el DVD DVD de La loca historia hist oria de llas as galaxias galaxias..  —Yaa sé que dijiste  —Y dij iste que estabas empolla empo llando ndo,, así que si no puedes, pues nada,, pero se la cogí nada cog í prest pr estada ada a Thomas la última vez que vino vino por po r aquí y aún no la he visto. ¿La loca historia de las galaxias?  —pregunté yo, levantando una  — ¿La ceja. La había visto millones de veces con T. J. Era un poco como si fuese nuestra peli. No pensaba verla con Trenton.  —¿Eso es un sí? sí ?  —No. Ha sido todo un detallazo detallaz o que me trajer tra jeras as la comi co mida, da, pero per o tengo que estudiar. Se encogió de hombros.  —Puedo ayudarte. ayudar te.  —Tengo novio. novi o. A Trenton eso le dejó tan ancho. ancho.  —Pues mucho. muc ho. Nunca le he visto el pelo. pel  —No vive vino ve ejer aquí.ceEstá… Está estudiando en Califo Cali foro. r nia.  —¿Y no viene nunca nunc a a casa cas a a ver a su gente? g ente?  —Todavíaa no.  —Todaví no . Está Está muy liado l iado..  —¿Es de aquí? aquí ?  —Eso no es asunto tuyo.  —¿Quién  —¿Qui én es?  —Tampoco  —Tampo co es asunto tuyo.  —Chachi —dijo, —dij o, y se puso a r ecog eco g er los lo s envases vacíos vacío s y a tir tirar arlo loss al cubo de la basura. Cogió mi plato, luego el suyo y les dio un agua en el fregadero—. freg adero—. Tienes Tienes un novio imaginario imag inario.. Ent Entend endido. ido. Abrr í la boca para Ab par a rebat r ebatír írselo, selo, pero él se fue hacia el lavaplat lavaplatos. os.  —¿Estos están sucios suci os?? Asentí.  —¿Trabajas  —¿Tr abajas esta noche? noc he? —me pr preg eguntó untó mientra mi entrass iba metiendo los lo s platos en la máquina. Luego se puso a buscar el detergente. Cuando lo encontrr ó, vertió un poco en el pequeño encont pequeño depósito al efecto efecto y cerr cer r ó la puer puer ta del aparato, tras lo cual pulsó la tecla de encendido. La cocina se llenó del ro ronro nroneo neo sedante sedante de la máquina.  —No, tengo teng o el fin f in de semana s emana libr l ibre. e.  —Increíbl  —Incre íble, e, yo también. Luego Lueg o me paso pas o a reco r ecogg erte. er te.  —¿Qué? No, No , yo… yo …

 

 —¡Hasta las siete! —La puerta  —¡Hasta puer ta se cerr cer r ó y de nuevo el piso quedó en silencio. ¿Qué es lo que acaba de pasar? Me fui corriendo a mi cuarto y cogí el móvil.    

Yo no voy vo y a ni ningun ngunaa parte co conti ntigo. go. Ya t lo l o he dich dicho: o: tengo novio. Mmm,, val Mmm vale. e.

  Se me descolgó la mandíbula. El tío no pensaba aceptar un no por respuesta. ¿Qué podía hacer? ¿Dejar que se pusiera a aporrear mi puerta hasta que se hartara? Sería pasarme mucho. ¡Pero es que él se estaba pasando un montón! mo ntón! ¡Y ¡Y le había dicho que no! No había motivos para sulfurarse. Raegan volvería a casa, probablemente con Kody, y ella podría decirle que me había ido. Con otra persona. Eso Eso explicaría por po r qué mi coche seguía aparcado en su sitio. sitio. Pero qué lista era. Lo bastante lista para haber sabido guardar las distancias con Trenton todos estos años. Yo le había visto ligar, seducir y esquivar a chicas desde que éramos unos críos. No había absolutamente ningún truco al que Trenton Maddox pudiese recurrir para el cual no estuviese yo preparada de antemano.

 

Capítulo Capítu lo 3

 

A  las siete en punto estaba doblada por la cintura, secándome el pelo con el secador, con la cabeza hacia abajo. El vaho que había llenado nuestro minúsculo cuarto de baño compartido empañaba el espejo, por lo que no tenía sentido intentar verme en él. La finústica toalla raída que me había puesto alrededor del pecho apenas me tapaba. Necesitábamos toallas nuevas. Necesitábamos Necesitábamos de todo. Raegan no volvió a casa hasta pasadas las seis, de modo que tuve que explicarle a toda pastilla mi plan para que supiese exactamente cómo librarse de Trenton. A las siete y cinco me puse mi sudadera favorita con capucha y con el logo de la Eastern State, y los pantalones grises a juego. A las siete y diez Raegan se tumbó en el sofá con su cuenco de palomitas, hundiéndose entre los cojines azules, con las mallas de deporte de color azul marino y la camiseta ajustada con estampado de florecitas.  —Me parece par ece que le l e convencis co nvenciste te tú misma. mism a.  —Genial  —Geni al —dije, —dij e, sentándome sentándo me en el r eposabr epo sabrazo azoss casi sin r elleno ell eno del sofá.  —Tú dirás dir ás que genial ge nial,, pero per o en la cara car a se te nota una leve pizca de decepción.  —Cochina  —Cochi na mentir men tiroo sa —repli —r epliqué, qué, y cogí co gí un puñado de pal palom omitas itas que me me metí entero entero en la boca. Estaba empezando a relajarme, mientras peroraba la molesta voz de  Padre de familia, cuando sonó el timbre de casa. Raegan fue a abrir, dando traspiés y tirando palomitas por todas partes, y yo me escabullí a mi cuarto. Raegan giró el cerrojo y el pomo y entonces oí su voz amortiguada. Tras un breve silencio, otra voz, mucho más grave, resonó en el apartamento. Era Trenton. Hablaron un poco y Raegan me llamó. Me tensé, no sabía bien qué hacer. ¿Intentaba demostrarle que no me encontraba en casa? La puerta de

 

mi cuarto se abrió de repente. Instintivamente, retrocedí de un salto antes de que me diese en las narices. Raegan estaba ante mí y me miraba con ceño fruncido.  —Juegaa sucio.  —Jueg suci o. Sacudí la cabeza. No estaba segura de si debía hablar en voz alta o no. Ella señaló con la suya hacia un lado, para indicar la puerta de casa.  —Sal a ver ve r lo tú misma. mism a. La rodeé y salí al pasillo, desde donde vi a Trenton en el salón, de pie, sosteniendo en una mano un miniabriguito que parecía una bola de pelo rosa. A su lado había una niña pequeña. Era impactante. Sus ojos verdes, enormes, eran como dos telescopios y cada vez que pestañeaba desaparecían tras sus largas pestañas negras. Sus cabellos rubios platino descendían como una cascada por encima de sus hombros y de su espalda. Retor Ret orcía cía con sus deditos deditos algunas alg unas hebras hebras de su jersey jer sey de color verde menta, menta, sin dejar de mirarme con curiosidad. Trenton indicó con el mentón hacia la personita diminuta y perfecta que tenía al lado.  —Te pr presento esento a Olive. Ol ive. Sus padres padr es compr co mprar aroo n la casa contigu co ntiguaa a la de mis padres hace dos dos años. Somo Somoss amigos. amigo s. Olive se volvió y se abrazó tranquilamente a la pierna de Trenton. No porque estuviese asustada o se sintiese intimidada; simplemente tenía confianza suficient suficientee con él para aferrársele aferr ársele de esa manera.  —Hola,  —Hol a, Olive Oli ve —dije—. —dije —. ¿Cuántos años año s tienes? —¿No era er a lo que se suele preguntar preguntar a los niños? No estaba estaba segura.  —Tengo cinco añoz —respondió con confianza. Su voz dulce y a la vez enérgica era probablemente el sonido más adorable que había oído en mi vida. Levantó una mano separando todo lo que pudo sus deditos regordetes, con la palma hacia mí. Cuando tuvo la certeza de que yo había entendido el gesto, la manita regresó a los vaqueros de Trenton—. Tuent  me dijo que iba a llevarme llevarme al Chicken Chicken Joe’s, Joe’s, pero que no podemos ir hazta que tú estez  lista. —Pestañeó, pero no sonrió. Lo decía en serio, y me estaba haciendo absolutamente responsable de todos los segundos de más que tuviese tuviese que esperar. esperar . Le taladré taladré con la mir m irada. ada.  —Conque eso e so te dijo, dijo , ¿eh? Trenton Trent on se limitó a encogerse encoger se de hombros hombro s y sonreír.  —¿Estás lista? li sta?

 

Me miré los pantalones de chándal.  —Es obvio o bvio que no, no , pero per o deduzco que no debería deber ía hac hacer er esperar esper ar a Olive. Ol ive.  —No. No deberías deber ías hacerla hacer la esperar esper ar —respo —r espondió ndió Tr Trenton. enton. Ni siquier siqui eraa fingió vergüen verg üenza. za. Cabró Cabrón. n. Conteniéndome para no gruñir ni soltar tacos ni hacer cualquier otra cosa que pudiese asustar a Olive, me retiré a mi habitación. Sustituí mi sudadera suda dera con co n capucha capucha por una camiseta camiseta Henley Henley tér tér mica de color colo r ladrillo, ladrill o, y los pantalones de chándal por unos vaqueros gastados. Cuando estaba poniéndome las botas, Raegan Raegan abrió la puerta, entró entró y cerr cerró. ó.  —Olive  —Oli ve quier e que te diga dig a que por po r favor favo r te des prisa pr isa —dijo —dij o , hacie haciendo ndo esfuerzos por aguantar la risa.  —Cierrr a la boca  —Cier boc a —repuse, —r epuse, levantándome. levantándo me. Me eché r ápidamente ápidam ente unos uno s polvos de maquillaje, me peiné las pestañas pestañas con el aplicador del rímel, rí mel, me puse a toquecitos un brillo natural en los labios y salí al salón, donde seguían esperándome de pie Trent Tr enton on y Olive. sonr nriendo iendo.. A Olive. Ol ive. A Trenton Tr enton no pensaba sonr so nreír eírle le ni —Lista una vez.—anuncié, so Olive alzó la vista hacia él.  —¿Ahoraa podemo  —¿Ahor po demoss ir nos al Chicken Chic ken Joe’s? Jo e’s?  —Antes, a poner pone r se el abrig abr igoo . Olive accedió y a continuación, limpiándose la nariz con el dorso de la mano, volvió a preguntar:  —¿Ya?  —¿Y a?  —Sí, señor se ñor ita —respo —r espondió ndió él, y abr a brió ió la puer ta. Olive sonrió sonr ió de or eja a oreja or eja cuando cuando se abrió la puerta y a Trenton Trenton se le alegró la cara, pues era evidente que estaba contento de haberla hecho feliz. Yo salí por delante de él sin mediar palabra. Mientras andaba en dirección al aparcamiento, los deditos de Olive se cogieron de mi mano. Su piel era exactamente tan cálida y suave como parecía. Trenton abrió la puerta del acompañante de su maltrecho Dodge Intrepid, que en algunas partes tenía la pintura descolorida y en otras directamente se le había caído. Echó hacia delante el asiento y ayudó a Olive a subir al asiento trasero. Luego Lue go,, ató ató el cinturón de su silla infantil, infantil, de color rosa. ro sa. Yo me asomé a olisquear.  —¿No fumas f umas dentro dentr o del de l coche? co che?

 

 —Sí, pero per o limpi li mpioo bien la noche noc he antes de quedarme quedar me con co n Oli Olive ve y no vuelvo a fumar en él hasta que la dejo en su casa. No huele. —Volvió a poner el asiento del acompañante en su posición original y, tendiéndome la mano, me invitó invitó a subir.  —No sabes sa bes cómo có mo te lo voy vo y a hacer pagar pag ar —susur —susurrr é al pasar por po r su llado ado para sentarme. Él sonrió sonrió..  —Ardo en deseos. deseo s. Trenton cerró la puerta y rodeó el morro del coche a la carrerilla para meterse de un salto en el asiento del conductor. Pasó el cinturón de seguridad por delante de su torso y lo enganchó en el cierre, tras lo cual me miró con cara cara de esperar esperar algo.  —Abróchate  —Abró chate o multa mul ta —dijo Olive Oli ve desde el asiento asie nto de atrás. atr ás.  —Oh —dije —dij e yo, y me volví vo lví para par a coge co gerr el cinturó cintur ó n de seg segur uridad idad y realizar la operación que Trenton acababa de ejecutar. En cuanto el enganch enganche e hizolaclic en su soporte sopor te, , Trenton ence ndió el en m motor. otor. Cruzamos ciudad camino del Chickenencendió Joe’s casi silencio absoluto, salvo por las preguntas que de tanto en tanto hacía Olive para mantenerse informada. Casi en cada semáforo quería que le dijésemos cuántas calles quedaban para llegar a nuestro destino. Trenton contestaba pacientemente. Y cuando nos encontrábamos a una manzana del restaurante, los dos hicieron una especie de pequeño ritual de celebración, moviendo las manos. Trenton aparcó el coche delante del Chicken Joe’s, apagó el motor, salió y vino a paso ligero hasta mi lado para abrir la puerta. Me ayudó a salir con una mano y a continuación empujó hacia delante el asiento, soltó el cinturó cinturónn de Olive y la dejó en el suelo.  —¿Has trajido mo  moned nedas? as? —preguntó con su lengua de trapo.  —¡Ja! —exclamó Trenton, Tr enton, haciéndo ha ciéndose se el ofendido of endido—. —. ¿Pero tú crees cr ees que te dejan entrar en el Chicken Joe’s sin llevar monedas encima?  —Yoo creo  —Y cr eo que no —respo —r espondió ndió Olive, Oli ve, neg negando ando con co n la cabeza. ca beza. Trenton le tendió la mano y Olive le dio la suya, y entonces me tendió a mí la otra mano. Yo la envolví con la mía y nos fuimos los tres al restaurante. Chicken Joe’s había formado parte del paisaje urbano de Eakins desde antes de que yo naciera. Mis padres nos habían llevado de pequeños una o dos veces, pero yo no había vuelto desde los años noventa. Seguía oliendo

 

un montón a grasa y especias, que además lo pringaban todo absolutamente, hasta el suelo de baldosas verdes, cubiertas de una fina película. Olive y yo seguimos a Trenton hasta un reservado, al otro lado del restaurante. Había niños corriendo por todo el local y prácticamente subiéndose por las paredes. Las luces multicolores de la gramola gigante y de las máquinas máquinas de juegos daban la sensación sensación de intensificar intensificar los gritos gr itos y las risas. Trenton rebuscó en los bolsillos de los vaqueros y sacó las manos llenas a rebosar r ebosar de monedas de 25 centav centavos. os. Olive contuvo contuvo la respiración, respir ación, extasiada, cogió todas las que pudo en su mano regordeta y salió corriendo.  —Tú ni siquier siqui eraa te sientes mal por aprove apr ovechar charte te de esa pobr e niñita, ¿verdad? —le —le pregunt preg unté, é, cruzando los brazos br azos por encima de la mesa. mesa. Trenton se encogió de hombros.  —Asía solas. yo ceno codos ntigo o . Ella El la puede jugar. jugLos ar. Ytres. sus padr padres es pueden pasar la velada Loscontig salimos ganando.  —Negativo.. Yo no entro  —Negativo entr o en la categor catego r ía ganado ga nadorr a, o bviam bviamente, ente, dado que he venido aquí bajo coacción.  —Qué culpa cul pa tengo yo de haber ido un paso por delante.  —Aprovechar  —Apro vecharse se de una niña no es una buena táctica para par a una prim pr imer eraa cita. No es precisamente un recuerdo que después querrás compartir con alguien.  —¿Y quién ha dicho que esto fuese una cita? Es decir …, si te apetece llamarloo una cita, genial, pero llamarl pero creía que tenías tenías novio. Casi me atraganté con mi propia saliva. Pero prefería eso a ponerme como un tomate. tomate.  —Perdona  —Per dona por po r haber pensado que no coaccio co accionas nas a cualquie cua lquierr a.  —Y es verdad. ver dad. Este Este es un caso ca so especial, especi al, no te quepa duda.  —Tú sí que er eres es un caso especial especi al —refunfuñé —r efunfuñé,, mie mientra ntrass tra trataba taba de encontrar a Olive entre la miríada de rostros infantiles. Estaba intentando llegar con sus bracitos a los lados de la máquina de pinball, y entonces optó por inclinarse a un lado y luego al otro. otr o.  —Deduzco que sigues sig ues teniendo a ese novio no vio —dijo —dij o Trenton. Tr enton.  —No es asunto tuyo, per o sí.  —Pues entonces entonce s no hay duda de que esto no es una cita. Por que si lo fuera, estarías… Bueno, Bueno, no lo l o voy vo y a decir.

 

Le miré entornando los ojos.  —Miraa que saco la mano  —Mir m ano y te pego un guantazo. g uantazo. Él rio ri o entr entr e dientes. dientes.  —No, no vas a hacer nada de eso e so.. ¿Quier ¿Qui eres es que la l a sig s iguiente uiente gener ge neració aciónn de Eakins, Eakins, Illinois, Illinois, al complet co mpletoo crea cr ea que er er es un ogro? ogr o?  —Me impor impo r ta un comino co mino..  —Pues no debería. deber ía. La camarera vino hasta nosotros andando como un pato, con la espalda hacia atrás, lejos de su panza oronda. Parecía embarazada de siete meses. Su camiseta tipo polo, de color verde, a duras penas le tapaba el bombo. Depositó en nuestra mesa una pequeña bebida con tapa y pajita y una copa ro roja, ja, más grande gr ande,, llena de una una sustancia sustancia marrón marr ón con burbujas. bur bujas.  —Hola,  —Hol a, Trent. Tr ent.  —Qué tal, Cindy. Deberías Deber ías estar e star en casa con c on los lo s pies pie s en alto. al to. Ella sonrió sonrió..  —Siem  —Siempr me dices mismo mi smo.. ¿Qué va a querer quer er tu amiga? amig a? Levantépre laevista hacialoCindy.  —Soloo agua,  —Sol ag ua, por po r favor. favo r.  —Ahí la tienes. tie nes. —Mir —Miróó a Trenton—. Tr enton—. ¿A Olive Oli ve le traig tr aigoo lo de siempr sie mpre? e? Él asintió.  —Peroo creo  —Per cr eo que Cami va a necesitar neces itar una carta. car ta.  —Ahoraa vuelvo —dijo  —Ahor —dij o ella. ell a. Trenton Trent on se inclinó i nclinó hacia mí.  —Deberías  —Deber ías pr proo bar el plato de tres tre s r aciones acio nes con co n patatas fritas fr itas dulces y ensalada de col. Porque… Joder. A mi espalda, un tipo gritó:  —¡Christopher  —¡Chris topher!! ¡¡He He dicho que muevas mueva s tu culo hasta aquí y te sientes! Trenton se inclinó para echar un vistazo detrás de mí y arrugó la frente. Un chavalín de unos ocho años llegó corriendo y se detuvo más cerca de mí que de su padre, padre, esperando algo algo..  —¡Siéntate! —br amó el padre. padr e. El niño obedeció obe deció y vo volvió lvió la cara car a para par a ver jugar a los otros o tros niños. Trenton trató de ignorar la escena que tenía lugar detrás de mí y se inclinó sobre sobr e la mesa.  —¿Sigue  —¿Sig ue gustándote g ustándote tu trabajo tr abajo en el Red Door Doo r ? Yo respondí que sí con la cabeza.  —Comoo trabajo  —Com tra bajo no está mal. mal . Y Hank es majo. maj o.

 

 —¿Po r qué no has trabajado  —¿Por tr abajado este fin fi n de semana? sem ana?  —Me he cogido cog ido un par de días. días .  —¡Que te estés quieto! quie to! —vocife —voc iferr ó el padr e que tenía detrás detr ás de mí. m í. Tras un br br eve silencio, silencio, Trenton Trenton prosiguió pro siguió::  —Pues quería quer ía decirte decir te que, si no estás contenta co ntenta en el bar, están bus buscando cando recepcionista en el estudio.  —¿Qué estudio es tudio??  —Mi estudio. estudio . O sea, el estudio donde don de trabajo tr abajo..  —¿Quier  —¿Qui eren en contra co ntratar tar a alguien alg uien en Skin Deep? Pensaba que Cal hacía at atende enderr las llamadas al primero primer o que no tuviera nada mejor que ha hacer. cer.  —Pues dice di ce que en Thir T hirty-Four ty-Four th Street Stree t Ink tienen a una tía buenor bueno r r a en el mostrador y piensa que él también necesita una.  —Una tía buenor bueno r r a —repetí —r epetí yo, yo , impávida. im pávida.  —Esas fueron fuer on sus palabr as, no lo he dicho yo —repuso —r epuso Tr Trenton, enton, buscando a Olive entre la gente. No le hizo falta buscar mucho. Sabía dónde  —Leestaría. gus ta el pinball gusta pi nball,, ¿eh?  —Le chifla chif la —dijo —di jo él, sonr s onr iendo hacia Olive Oli ve como co mo una padre padr e oorr gul gullo loso so..  —¡Coño,, Chris!  —¡Coño Chri s! ¿Pero ¿Per o qué narices nar ices te pasa? —gr itó el padre padr e que tenía detrás de mí, levantándose de su silla al mismo tiempo. Me volví y vi un vaso volcado y a un niño pequeño mirando muy agobiado el regazo mojado de su padre—. ¿Por qué me molestaré siquiera en traerte a sitios así? —gritó.  —Eso mismo mi smo me pr eguntaba eg untaba yo —inter —i ntervino vino Tr Trenton. enton. El padre se volvió. Dos hondas arrugas horizontales le surcaban el centro cent ro de la frent fr ente. e.  —Vamo  —V amos, s, que r ealmente ealm ente no parece par ece que quier qui eraa que su hijo hi jo co corr r a, jueg j uegue ue o lo pase bien en en general. ¿Por qué le trae aquí si solamente quier quieree que se esté sentado sentado y quieto?  —A titi nadie te ha pr preg eguntado, untado, g ilipo ili polla llass —r eplicó epli có el hombr hom bre, e, y no noss di dioo la espalda.  —No, pero per o si sigue sig ue hablándo habl ándole le así a su hijo hij o , vo voyy a pedirle pedir le que salga sal ga del local. El hombre volvió a mirarnos y empezó a hablar, pero algo en la mirada de Trenton Trenton le hizo pensár pensár selo mejor. mejo r.  —Es hiper activo. activo . Trenton se encogió de hombros.

 

 —Ah, tío, tío , ya lo pillo pill o . Está aquí por usted. Segur Seg uramente amente habrá habr á tenido un día muy muy largo. largo . Las ar ar rugas rug as de en encima cima de los ojos oj os del hombre hombr e se atenua atenuaro ron. n.  —Pues sí. sí .  —Entonces déjele déjel e que se desfogu desfo guee un poco po co.. Estará agotado ag otado cuando llegue a casa. Es un poco absurdo traerle a un local con maquinitas y que se sulfure usted cuando cuando el chico quiere quier e jugar. Al hombre se le ensombreció el semblante de vergüenza. Movió la cabeza afirmativamente varias veces y, volviéndose, bajó el mentón mirando a su hijo.  —Perdona  —Per dona,, nene. Ve Ve a jugar. jug ar. Al crío se le iluminaron los ojos y salió de un salto del asiento del reservado para ir a mezclarse con la tropa de felices niños que no paraba de moverse. Tras unos instantes de incómodo silencio, Trenton entabló conversación con el hombre y se pusieron a hablar de dónde trabajaban, de Christopher Olive. Al final nos enteramos que el hombre se llamaba Randally ydeque se había separado hacía poco.deLa madre de Chris era adicta y vivía con su novio en la ciudad más próxima. A Chris le estaba costando acostumbrarse a su nueva vida. Randall reconoció que a él también. Cuando llegó la hora de marcharse, Randall le tendió la mano a Trenton y este se la estrechó. Christopher observó a los dos hombres, sonrió y le dio la mano a su padre. Se marcharon los dos con una sonrisa en la cara. Cuando a Olive se le acabaron las monedas, vino a sentarse a la mesa, frente a su plato plato de doradas dor adas tir tiras as de carne de pollo. pollo . Trenton Trenton le puso en las manos un chorrito de un producto desinfectante y ella se las frotó y a continuación contin uación devoró todo lo que tenía tenía en el plato. plato. Trenton Trenton y yo pedimos la versión adulta del mismo menú y los tres terminamos prácticamente a la vez.  —¿Tarta?  —¿Tar ta? —preg —pr eguntó untó Olive Oli ve limpi li mpiándo ándose se la boca bo ca con co n el dor so de la mano.  —No sé —respo —r espondió ndió Trenton—. Tr enton—. La última últim a vez tu madr m adree se puso como co mo una fiera conmigo. Me gustaba cómo le hablaba. Nada condescendiente. Le hablaba igual que me hablaba hablaba a mí, y parecía par ecía que ella lo valor valo r aba.  —¿Qué opinas, o pinas, Cami? ¿Te gustan g ustan las pacanas? Olive me observó obser vó con mirada mi rada suplicante. suplicante.

 

 —Sí. Los ojos ojo s entre entre verde ver de y azul azul zafiro de Olive se iluminar iluminar on.  —¿Podemo  —¿Po demoss compatila? Me encogí de hombros.  —Yoo podr ía con  —Y co n la tercer terc eraa parte par te de una tarta. tar ta. Trent, Tr ent, ¿quier ¿qui eres es compar co mpartir tir tú también? Cindy miró hacia Trenton y él aprovechó para hacerle una señal levantando el dedo índice. Ella entendió lo que quería decir y movió la cabeza en gesto afirmativo. Cuando volvió hasta nosotros con el plato en una mano y tres tenedor tenedores es en la otra, otr a, Olive aplaudió. aplaudió. La porción porció n del postre venía a ser un tercio de la tarta entera, con un montículo encima de nata montada.  —Que la l a disfr disf r utéis —dijo —di jo Cindy, con voz vo z cansada pero per o amable. amabl e. Nos lanzamos al ataque los tres a la vez, y emitimos sonidos de placer cuando el primer bocado de aquella delicia azucarada entró en nuestras respectivas bocas. los pocos minutos el postre volado. Cindy trajo la cuenta y yoA intenté pagar la mitad, pero había Trenton no quiso ni nos oír hablarr de eso. habla  —Pues si pagas pag as tú, es una cita —dije. —dij e.  —¿Alguna  —¿Alg una vez has invitado invi tado a Raegan a comer co mer??  —Sí, per o…  —¿Y eso es una cita? ci ta?  —No, per o…  —Shh —respo —r espondió ndió él, al tiempo que cogí co gíaa a Olive Oli ve en brazo br azos—. s—. Ahor Aho r a es cuando viene lo de dar las gracias. —Dejó dos billetes encima de la mesa y se se metió metió la cartera en el bolsillo trasero. trasero .  —Gracias  —Gr acias —dijo —dij o Olive, Oli ve, apo apoyando yando la cabeza cabe za en el hombr hom broo de Tr Trenton. enton.  —De nada, Ew —Se inclinó incli nó un poco po co para par a coge co gerr las lllaves laves de la mesa. m esa.  —¿Ew? —preg —pr egunté unté yo. Olive me miró mir ó con co n ojillos ojillo s somnolient somnol ientos. os. No No quise insistir. insistir. En el coche de vuelta a mi apartamento íbamos callados, pero más que nada por porque que Olive se había había queda quedado do dor mida en su silla, con un lado de su carita espachurrada contra el mullido lateral. Daba paz ver su gesto de felicidad, allí donde la hubiesen llevado llevado los sueños.  —¿Y sus padres padr es dejan que el vecino cubier to de tatuajes haga hag a de canguro de su niña niña de cinco años?  —No. Esto es nuevo. nuevo . Lo de traer tra erla la al Chicken Joe’s Jo e’s he empezado empeza do a

 

hacerlo este año, los días que libro. Les había hecho el favor a Shane y Liza de vigilar a Olive un par de veces, veces, media hora hor a nada más, y de alguna manera acabamos viniendo a Chicken Joe’s.  —Curio  —Cur ioso so..  —Llevo ya tiempo tiem po siendo s iendo su Tuent.  —¿Y ella ell a es tu Ew?  —Eso es.  —¿Qué sig s ignifi nifica? ca?  —Son sus inicial inic iales. es. Olive Oli ve Ollivi Oll ivier. er. O.O. Cuando las juntas, suenan como ew ew.. Asentí. [2]..  —Tiene ló l ó gi gica. ca. Y te va a odiar o diar por eso dentro dentr o de seis sei s años año s[2] Trenton miró por el espejo retrovisor y luego volvió a mirar a la carretera.  —Qué va. Las luces luce delanteras delant erasdedel coche coirse che iluminaron el portal poro.tal de mi casa y Trenton finalment finalmente e spuso cara sentir sent se algo avergonzad avergo nzado.  —Te aco a compañar mpañar ía hasta la puerta, puer ta, per pe r o no quier quieroo dejar a Olive Ol ive sola so la en el coche. Le resté importancia con la mano.  —Sé lleg ll egar ar so sola la hasta has ta la puerta. puer ta.  —A lo mejor mej or podemo pod emoss volver vo lver a secuestra secues trarr te.  —Los sábados sábado s trabajo tr abajo.. Esto Esto ha sido pura pur a chir ipa.  —Podr íamos íam os pasar el Chicken Chic ken Joe’s Jo e’s a los lo s domi do mingo ngos. s.  —Los doming dom ingos os trabajo tra bajo..  —Yoo también. Pero  —Y Per o entro entr o a la una, y tú entras entr as más tarde tar de también, ¿verdad? Podríamos Podríamo s almorzar almor zar juntos. Almuer Almuer zo mañanero. Arrugué Arr ugué la boca hacia un lado. lado.  —No es buena idea, ide a, Trent. Tr ent. Pero Per o te lo agr ag r adezco. adezco .  —El Chicken Jo J o e’s siem siempr pree es buena idea. Reí entre dientes y bajé la vista.  —Gracias  —Gr acias por po r la cena. ce na.  —Me lo l o debes —dijo —dij o Trenton, Tr enton, siguiéndo sig uiéndome me con co n la mir ada mientra mie ntrass yo salía del coche. Me incliné.  —Fue un secuestro secues tro,, ¿recuer ¿r ecuerdas? das?  —Y volver vol vería ía a hacer ha cerlo lo —respo —r espondió ndió al tiempo tiem po que yo cerr cer r aba la puerta. puer ta.

 

Fui hasta el edificio y Trenton aguardó a que entrase en el portal antes de recular con co n el coche. Raegan, sentada de rodillas en el sofá, agarró con ambas manos el respaldo.  —¿Qué tal? tal ? Yo miré primero alrededor y a continuación lancé el bolso sobre nuestro nues tro sofá de dos plazas. plazas.  —Pues… creo cr eo que ha sido si do la mejo m ejorr no-cita no- cita de mi m i vida. vi da.  —¿En serio ser io?? ¿Mejor ¿Mejo r aún que cuando cono co nociste ciste a T. J.? Arrugué Arr ugué la frente. frente.  —No sé. Aquella noche noc he fue pr precio eciosa. sa. Pero Per o esta noche no che ha sido sido… … diferente.  —¿Diferente  —¿Difer ente para par a bien?  —Pues ha sido si do digamo dig amoss que perfecta. per fecta. Raegan levantó una ceja y bajó la barbilla.  —Estoseas posdría podr ía compli coSabes mplicar carse se no de lo lpuedo o lindo. li ndo. Deber contárs co ntárselo  —No sea tonta. que —repuse, —rDeberías epuse,íasyéndome yéndo meelo. a mi m. i cuar to. Mi móvil vibró una vez y a continuación una segunda. Me dejé caer en la cama y mir mi r é la pantalla. Er Er a T. J.  —¿Hola?  —¿Hol a? —dije —dij e llevándo ll evándome me el teléfono teléfo no a la or o r eja.  —Perdona  —Per dona que haya tardado tar dado tanto en ll llamar amar… … Acabamos Acabamo s de vol volver ver… … ¿Todo bien? —preguntó T. J.  —Sí, ¿por ¿po r ?  —Es que me ha parecido par ecido notar algo alg o en e n tu voz cuando has contestado. co ntestado.  —Oyes cosas co sas —dije — dije yo, yo , tratando tr atando de no pensar en lo ador ado r able que estaba Trenton Trent on con Olive dormida dor mida recosta reco stada da en su su hombro. hombro .

 

Capítulo Capítu lo 4

 

Me tiré casi toda la mañana del domingo en la cama. A eso de las diez y media mi madre me mensajeó para preguntarme si iba a ir a la comida de los domingos. Yo le informé de que, a causa de la cancelación del viaje, Hank había aprovechado para convocar una reunión con los empleados. En gran parte era verdad. Los domingos por la tarde los empleados del Red Door nos acercábamos un rato y luego nos marchábamos a casa para desca descansar nsar un poco antes antes del turno de noche. Mi madre no vaciló en responderme con un mensaje pensado para provocarme r emordimient emordimientos. os.  —¡Mee lleva  —¡M ll eva Kody! —gr —g r itó Raegan Raega n desde su habitación. habitació n.  —¡Vale!  —¡V ale! —gr —g r ité yo desde la cama. La ll llamada amada de T. J. había durado dur ado hasta bien entrada la madrugada. Charlamos sobre aspectos no muy concretos relacionados con su proyecto, los que tenía autorización para contar, y luego hablamos sobre Trenton y Olive. T. J. no se mostró en absoluto celoso, cosa que de alguna manera me molestó. Luego me entró sentimiento de culpa al darme cuenta de que justamente pretendía darle celos, me pasé rest r estoo conmigo de la conversación en levantarme plan superamor superamor oso. oso . Trasyuna largaelcharla misma para los ánimos, salí de la cama y me fui hasta el baño arrastrando los pies. Raegan ya había pasado por él. El espejo seguía empañado y las paredes cubiertas de vaho. Abrí el grifo de la ducha, cogí dos toallas mientras el agua se iba calentandoo y por calentand po r último me quité la gastada g astada camiseta de de los lo s Bulldog C. F. y la tiré al suelo. La tela estaba tan raída que en algunas zonas se transparentaba. Era una camiseta de T. J., gris jaspeada y con las letras en azulón. Me la había puesto la noche antes de que T. J. se marchase a California, la primera noche que habíamos dormido juntos, y cuando se fue no me la pidió. Aquella prenda era un símbolo de los tiempos en que todo era perfecto entre él y yo, y por eso tenía una importancia especial

 

para mí. A las doce ya estaba vestida y, montada en mi Pitufo con un mínimo de maquillaje y el pelo húmedo, me había plantado en el restaurante de comida rápida más cercano para pillar un par de artículos de la selección de productos más baratos, y había juntado 2,70 dólares en monedas para pagarme la comida, hecho lo cual había puesto rumbo al Red Door. La zona de la entrada estaba desierta, pero sonaba música por los altavoces. Rock clásico. Eso quería decir que Hank había llegado. Cuando me senté junto a la barra este, Hank apareció por el otro lado y sonrió. Llevaba una camisa negra abotonada hasta arriba, pantalones holgados negros y un cinturón negro. Era su atuendo habitual durante la ornada laboral, pero normalmente los domingos no se arreglaba tanto. Me senté senté a hor cajadas en un taburete taburete y apoyé el mentón en el puño.  —Hey,, Hank. Qué guapo.  —Hey guapo .  —Hola,  —Hol a, hola, hol a, pr precio eciosa sa —respo —r espondió ndió Hank guiñándo gui ñándome me un oj ojo—. o—. Hoy no me voy a casa¿Has hastadisfrutado que abramos papeleo y paridas. de tu esta findenoche. libre? Tengo un montón de  —Dadas las circunstancias cir cunstancias,, sí.  —Jorr ie me  —Jo m e ha dicho di cho que el viernes vier nes por po r la noche no che Trenton Tr enton Maddox Maddo x estuvo pululando pulula ndo por tu mesa. Debí Debí de perdérmelo. perdér melo.  —Pues me so sorr pr prende, ende, nor malmente mal mente a los lo s Maddox los lo s vig vigil ilas as como co mo un halcón. Hank hizo una mueca.  —Es mi oblig obl igació ación. n. O empiezan empie zan una bronc br oncaa o la acaban. ac aban.  —Sí, por po r poco poc o no terminar term inaroo n una con co n el memo mem o de Coby. Y lueg luegoo , cuando le expliqué quiénes eran, tampoco se echó atrás.  —Pues me parece par ece fenomenal feno menal..  —¡Necesi  —¡N ecesito to una copa co pa ya! —exclamó —exclam ó Jor Jo r ie desde la otra otr a punta del salón. saló n. Venía con Blia. Las dos ocuparon sendos taburetes a ambos lados de mí y depositaro deposit aronn sus bolso bolsoss encima de la barra. barr a.  —¿Una noche noc he dura? dur a? —preg —pr eguntó untó Hank, diver di vertido tido.. Jorie levantó una ceja. Si era posible coquetear mientras se masca un chicle, lo estaba estaba consiguiendo.  —Dímeloo tú.  —Dímel  —Pues yo dir diría ía que has pasado una noche no che bastante ba stante guay g uay —r espondió espo ndió él sonriendo.  —Puaj —intervine —inter vine yo, contra co ntrayendo yendo hasta el e l último últim o músculo múscul o de mi m i cara. car a.

 

Los rizos negros de Hank, sus ojos de color azul claro, su barba de un día y su tez morena lo convertían en un tipo atractivo para prácticamente cualquier fémina de entre quince y ochenta años. Pero tenía doce años más que nosotras y para colmo yo había sido testigo de un montón de sus líos. Así pues, para mí Hank era más bien una especie de pariente, un tío mío, un tío tío mono pero regañón. reg añón. Y no me apetec apetecía ía nada imaginármelo haciendo haciendo otra cosa que no fuese ocuparse de los papeles del local y hacer caja al final de la noche—. no che—. No hace falta que nos lo cuentes. cuentes. Hank había sido el responsable de la ruptura de al menos una docena de matrimonios de nuestra pequeña ciudad, y era conocido por encoñarse con chavalas casi menores de edad hasta que conseguía lo que quería de ellas y luego adiós. Pero cuando Jorie empezó a trabajar en el Red Door el año anterior, se obsesionó con ella. Como hija de militar, Jorie había vivido ya en nueve ciudades diferentes y prácticamente nada la impresionaba impresio naba,, y desde luego no iba a caer rendida a los lo s pies de Hank. Hank. Ella no le dabasuni ni fama. la hora, horY a, hasta hast a quedespués él cambió radicalmen r adicalmente comportamien compor to y mejoró aunque habían pasado te porsuun par detamiento baches en la relación, relació n, se hacían hacían bien el uno uno a la l a otra. Jorie me dio un codazo y dedicó en broma una mirada fulminante a Hank. Llegó Tuffy, con cara de cansado y deprimido como de costumbre. Había trabajado de gorila en el Red Door hasta que Hank lo había echado. Pero le tenía cariño y seis meses después había vuelto a contratarle de pinchadiscos. Tras su tercer divorcio y su tercer brote depresivo, había faltado demasiadas veces y acabó despedido nuevamente. Ahora, con su cuarta mujer y su cuarta oportunida opo rtunidadd en el Red Doo Door, r, se limitaba a vigilar quién ent entrr aba y a comprobar compro bar lo loss carnés, por la mitad del del sueldo. Solo unos segundos después de Tuffy apareció Rafe Montez. Él había sustituido a Tuffy como DJ y era francamente mucho mejor. Era un tipo reservado y, aunque llevaba casi un año trabajando en el Red Door, yo casi no sabía nada de él salvo que jamás se saltaba una noche de curro.  —¡Qué fuerte fuer te de la muerte, muer te, Cami! ¡Debr ¡Debraa Tillman Till man le contó co ntó a mi madre madr e que estuviste estuviste en el Chicken Joe’s con co n Trenton Maddox! —exclamó Blia. Los bucles oxigenados de Jorie saltaron de un hombro al otro cuando volvió la cabeza para mirarme.  —¿En serio ser io??  —Bajo coacció co acción. n. Se presentó pre sentó en mi piso co conn una niña ni ña pequeña. Le había

 

dicho que podía ir al Chicken Joe’s en cuanto yo estuviese lista.  —Peroo qué mono,  —Per mo no, ¿no? ¿no ? —Blia —Bl ia se apartó apar tó la melena mel ena negr neg r a de dell hombr ho mbroo y sonrió transformando en dos finas rendijas sus preciosos ojos rasgados. Medía apenas 1,58 metros y llevaba siempre unos tacones de vértigo para compensar su corta estatura. Hoy se había puesto unas cuñas altas de plataforma, pitillos blancos y un top de flores ceñido a la altura del estómago y con un hombro caído. Yo siempre había pensado que con su sonrisa de concurso de belleza y su cutis azafranado carente de la más mínima imperfección su sino sería ser famosa, en vez de desperdiciar la vida detrás del quiosco de la entrada sirviendo birras. Pero al parecer a ella eso no le interesaba. interesaba. Jorie arrugó ar rugó la frente. frente.  —¿Y T. J. lo sabe?  —Sí.  —¿Eso no es… incó inc ó modo? mo do? —preg —pr eguntó untó Jor Jo r ie. Me encogí hombros.  —Pues a T.de J. no par eció impo pareció im porr tarle. tar le. Hank dirigió la mirada hacia algún punto detrás de mí y sonrió. Al darme la vuelta vi que llegaban Raegan y Kody. Raegan andaba deprisa mientras buscaba algo dentro del bolso y Kody venía unos pasos por detrás de ella, tratando de alcanzarla. Raegan tomó asiento en otro taburete y Kody se quedó de pie a su lado.  —No encuentro encue ntro mis mi s dichos dic hosas as llaves. ll aves. ¡Las ¡Las he buscado bus cado por po r todas pa parr tes! Me incliné hacia delante.  —¿Lo dices di ces en ser s erio io?? Las llaves de nuestro piso estaban en ese llavero.  —Las encontrar enco ntrar é —asever ó Raegan para par a tranquil tra nquilizar izarme. me. Perdía Per día las llaves dos veces al mes como poco, así que no pensaba angustiarme más de la cuenta. Pero siempre me preguntaba si la siguiente sería la vez en que nos nos tocaría tocarí a soltar pasta para cambiar las cerr cer r aduras.  —Voo y a pegar  —V peg arte te las malditas mal ditas llaves ll aves a la mano con co n peg pegamento amento,, Ray —  dije. Kody dio un suave apretón apretón a Raegan en el hombro hombr o para tranquilizarla.  —Anoche las tenía. Estarán Estar án o en mi furg fur g oneta one ta o dentro dentr o del piso piso.. Luego Lueg o miramos otra vez. La puerta lateral se cerró de golpe y todos miramos hacia la entrada al fondo de la sala, la puerta de acceso acceso de los lo s empleados, por la que apareció apareció

 

el último del grupo, Chase Gruber, estudiante universitario, con sus dos metros de altura y su vestimenta habitual de todo el año: pantalones cortos. En invierno se ponía una sudadera con capucha de los ESU Bulldogs encima de cualquier camiseta de manga corta. Sus rizos iban siempre tapados o bien con un casco o bien con su gorra roja de béisbol, su favorita. Venía con los cordones sin atar y tenía pinta de haberse caído de la cama hacía un momento. A Blia se le iluminó el semblante.  —¡La caña! ¡Per ¡Peroo si es Gruber Gr uber!! Gruber Gr uber ni sonrió ni se quitó quitó las gafas de de sol.  —¿Un mal día, Booby? Bo oby? —dijo —dij o Kody con co n una sonr so nrisi isilla lla de compl co mplici icidad. dad. Todos los que jugaban en el equipo de fútbol se llamaban unos a otros por sus apellidos. A decir verdad, no estoy muy segura de que supieran sus nombres de pila. A Gruber enseguida le apodaron Gruby en los entrenamientos y poco después de que empezase a trabajar en el Red Door [3].. ElPara año Gruber pasado yhabía su agracia, Kodypero le dio por llamarle Boobybrillo. Booby[3] el mote había perdido para tenido todos los demás, menos para Kody. Gruber se sentó en el taburete libre que había al lado de Blia y se acodó en la bar bar ra entrelazando entrelazando los lo s dedos.  —Que te fo foll llen, en, Kody. El míster mí ster nos no s ha hecho sudar la gota go ta g or da porque por que anoche perdimo perdimoss el partido. partido.  —Pues no perdáis per dáis —dijo —dij o Tuffy. Kody rio para sí.  —Chúpame la l a polla po lla,, rrajao ajao.. Kody soltó sol tó un «¡Ja!» «¡Ja!» y meneó la cabeza. Er Er a verdad. ver dad. Kody se había dado de baja del equipo de fútbol antes de que comenzase la temporada, pero había sido porque al final del último partido de su segundo año de carrera se había destrozado la rodilla. Sufrió múltiples desgarros de ligamentos, uno de los cuales había había quedado quedado hecho puré, y se había dislocado la rrótula. ótula. Y ni siquiera sabía que la rótula r ótula pudiese pudiese dislocarse. dislocar se. El médico oortopeda rtopeda le dijo que nunca más volvería a jugar. Aunque Raegan decía que jamás hablaba de ello, parecía que lo llevaba bien. Cuando entró en el equipo en primero, como novato, Kody había ayudado a nuestra pequeña universidad unive rsidad a ganar g anar el campeonato campeonato nacional. Sin él el equipo iba tirando tir ando a duras penas. Volvimos a oír un portazo en la entrada y nos quedamos todos

 

petrificados. Era demasiado pronto para que llegasen clientes y, a no ser que alguien hubiese seguido a Gruber, solo los empleados sabíamos que se podía entrar por la puerta later later al. De De pront pro ntoo apareció T. J. y contuvimos contuvimos la respiración todos a la vez. En una mano sostenía un juego de llaves relucientes.  —Pasé por po r el apar apa r tamento. Me las encontré enco ntré tir tiradas adas en la l a escaler escal era. a. Me levanté de mi taburete dando un salto y me acerqué rápidamente hasta él. T. J. me tomó entre sus brazos y me estrechó con fuerza.  —¿Qué estás es tás haciendo aquí? —susur —s usurrr é.  —Me sentía fatal.  —Qué mono m ono… … Pero, Per o, en serio ser io,, ¿qué estás es tás haciendo aquí? T. J. suspiró. suspiró .  —El trabajo tr abajo..  —¿Aquí? —repuse —r epuse yo, yo , apartándom apar tándomee para par a verle ver le la cara. car a. Había sido sincero, pero per o comprendí co mprendí que no no podía contarme nada más. T. J.a sonrió entonces me óbesó enmenor la comisura de los labios. Lanzó las llaves Kody,, yquien Kody quie n las agarr sin el esfuerzo.  —¡Ja! —soltó —so ltó Raegan—. Raega n—. ¿En las escaler escal eras? as? ¿Se me m e cayer ca yeron on de llaa mano m ano o algo alg o así? —preguntó, sin poder dar cr édito. édito. Kody se encog encogió ió de hombros. hombr os.  —Vete  —V ete a saber, saber , chica. chica . T. J. se inclinó par par a susurr susurr arme algo alg o al oído: oí do:  —No puedo quedarme. quedar me. Mi vuelo es dentr dentroo de una hor ho r a. No fui capaz de disimular la decepción, pero moví afirmativamente la cabeza. cabe za. Quejarme no habría habrí a servido ser vido de nada.  —¿Y has termin ter minado ado lo que tenías que hacer? hacer ?  —Creoo que sí. —T. J. me  —Cre m e cogi co gióó de la mano y, co conn un mo movim vimiento iento de la la cabeza para saludar al resto de la tropa, dijo—: Os la devuelvo en un periquete. Todos dijeron dijer on adiós con co n la mano y T. J. me llevó por la puerta lateral lateral al aparcamiento al aire libre. Al otro lado de la puerta había estacionado un flamantee Audi flamant Audi negro negr o de alquiler. Lo había dejado dejado con el m motor otor al rralent alentí. í.  —Ostras,  —Ostr as, no lo decías de coña, co ña, realm r ealmente ente te marchas mar chas ahor aho r a mismo mi smo.. Él suspiró.  —Tenía el dilema dil ema de si sería ser ía peor peo r verte ver te solam so lamente ente un seg segundo undo o no verte en absoluto.  —Me alegr aleg r o de que hayas venido. venido .

 

T. J. posó una mano entre mis cabellos y mi nuca y me acercó hacia sí para besarme con esos labios que habían hecho que me enamorara de él. Su lengua se abrió paso hasta mi boca. Era cálida, suave e insistente a la vez. Los muslos se me tensaron involuntariamente. T. J. bajó la mano por mi brazo y a continuación la apoyó en mi cadera y luego en mi muslo, donde apretó mi carne justo lo bastante para darme una muestra de su desesperación.  —Yoo también —dijo  —Y —dij o cuando apartó apar tó su boca, boc a, jadeando li lige gerr amente—. No sabes sabes cómo desearí desearíaa poder quedarme. Yo ansiaba que se quedase pero no iba a pedírselo. Solo habría conseguido hacerlo más difícil para los dos, y además habría resultado patética. T. J. se montó en su coche y se marchó, y yo entré de nuevo en el local sintiéndome emocionalmente extenuada. El labio inferior de Raegan estaba un poco hacia fuera y Hank arrugaba tanto el ceño que se le había for —Si formado madoquieres un pliegue ent e las odos cejas. quier es saberprofundo mi o pinión pinientr ón r—dijo —dij Hank, cruzando cr uzando los lo s brazo br azoss sobr so bree el pecho—, ese cabroncete se ha dado prisa en volver a casa corre que te corre para mearte encima. Mi rostro r ostro se crispó de repugnancia.  —Qué asco as co.. Gruber asintió.  —Si Trent Tr ent ha aparecido apar ecido en escena, entonces eso es exactamente lo que ha hecho. Negando con co n la cabeza, me senté en el tabur tabur ete.  —T. J. no se siente amenazado amenaz ado por Trent. Tr ent. Prácticam Pr ácticamente ente no le ha mencionado.  —O sea, sea , que lo sabe —apuntó Gruber. Gr uber.  —Bueno, no. no . Yo Yo no estoy tratando de ocultar o cultarlo lo..  —¿Crees  —¿Cr ees que ha venido para par a hablar habla r con co n Trent? Tr ent? —pr —preg eguntó untó Kody. Ko dy. Yo vo volví lví a negar con la cabeza, y me ret r etor orcí cí un padrastro padrastro..  —No. Si ya le cuesta decir que estamos estamo s saliendo sali endo,, desde luego lueg o no iba a encarr arse con Trent por enca por mí. Hank Ha nk refunfuñó refunfuñó algo alg o y se alejó, alejó , pero inmediatament inmediatamentee volvió al gr upo.  —Pues eso tampoco tampo co me gusta. gus ta. Debería Deber ía estar preg pr egoo nando a los lo s cuatro cuatr o vientos que te ama, no escondiendo lo vuestro como si fuese un sucio secreto.

 

 —Es difíc di fícil il de explicar expl icar,, Hank. T. J. es una per pe r sona so na m muy… uy… r eservada. eser vada. Es un hombre complicado —dije yo. Blia apoyó una mejilla en la mano.  —Hostia puta, Cami. Toda tu situació si tuaciónn es compli co mplicada. cada.  —Dímeloo a mí —repli  —Dímel —r epliqué, qué, al tiempo que levantaba mi teléfono teléfo no mó móvil vil,, que había emitido un zumbido. Era T. J., diciendo que ya me echaba de menos. Le Le respondí igual, ig ual, y dejé dejé el teléfono encima de la barra. barr a.   Por primera vez en meses no tuve que volver al local después de la reunión de la plantilla de ese domingo, lo cual no era del todo horrible, dado que fuera estaba tronando y que la lluvia caía con furia contra las ventanas. Ya estaba al día con mis estudios, había terminado todos los deberes y había doblado y guardado la colada. Se me hacía raro no tener nada que hacer. Raegandeestaba encargándose deencontraba la barra este con yJorie y Kody se ocupaba la entrada, así que me en junto casa sola aburrida a más no poder. Vi en la tele un capítulo de una serie sobre zombis bastante alucinante y, tras pulsar el botón de apagar en el mando a distancia, me quedéé en el sofá en absoluto qued absoluto silencio. Empezaron a cruzarse por mi mente pensamientos relacionados con T. J. Me pregunté si continuar con una historia que parecía tan fútil merecía que arrastrase mi corazón por el fango, y qué quería decir que hubiese hechoo un viaje desde hech desde tan lejos solo para verme ver me tres minut mi nutos. os. Sonó un zumbido en mi móvil. Era Trenton.    

Hey. Hey.

  Ábreme, cabrita. Está lloviendo.

  Qué?

  Llamó a la puerta con los nudillo nudilloss y yo di un brinco y me di la vuelta vuelta en el sofá. Fui hasta hasta la puer puer ta dando dando trompicones trom picones y me arri ar rimé mé a ella.  —¿Quién  —¿Qui én es?  —Yaa te lo he dicho.  —Y dicho . ¡¡Abre Abre la dicho di chosa sa puerta! puer ta!

 

Quité la cadena y abrí el cerrojo, y me encontré con Trenton en el umbral con la chaqueta calada y la lluvia cayéndole a cántaros por la cabeza cabe za y por toda la cara.  —¿Puedo entrar entr ar?? —dijo, —dij o, tiritando tir itando..  —¡Ostras,  —¡Ostr as, Trent! Tr ent! —exclamé, y le metí m etí en casa cas a de un tiró tir ó n. Fui corriendo al cuarto de baño para coger una de las toallas limpias que acababa de guardar y volví a la entrada en un abrir y cerrar de ojos. Le lancé la toalla y él se quitó la chaqueta empapada y a continuación la camiseta de manga corta, y se secó la cara y la cabeza. Trenton se miró los vaqueros. Estaban totalmente mojados también.  —Es posibl po siblee que Kody tenga un chándal chánda l en la l a habitació habi taciónn de Ray Ray,, esper es peraa  —dije,  —dij e, y me fui andando a toda pr prisa isa por el pasillo pasil lo en direcció dir ecciónn al dormitorio de mi compañera de piso. Regresé con una camiseta de manga corta y unos pantalones de deporte.  —El cuarto cuar to de baño está ahí mismo mi smo —dije, —dij e, señal señalando ando con co n la cabeza el fondo del hace pasillo.falta  —No fal ta —dijo —dij o él, desabroc desabr ochándo hándose se el cinturón cintur ón para par a desabotonar desab otonar los vaquero vaqueros, s, bajarse la braguet br aguetaa y, y, tras quitarse quitarse las botas con los pies, dejar caer los pantalones al suelo. Entonces, salió de ellos y me miróó con mir co n su sonrisa sonri sa más encant encantadora—. adora—. ¿Crees ¿Crees que a Kody le molestará si me pongo sus pantalones de chándal en bolas?  —Sí, y a mí m í también tambi én —contesté. —co ntesté. Trenton fingió llevarse un chasco. Luego, se enfundó los pantalones secos. Bajo la piel, se le tensaron y se le movieron los pectorales y los abdominales y yo traté de no mirar mientras se metía la camiseta por la cabeza.  —Gracias  —Gr acias —dijo—. —dij o—. Pasé por po r el Red Door Doo r a tom tomar arme me unas co copas pas al salir de trabajar. Raegan me dijo que estarías aquí sola, muerta de aburrimient aburr imiento, o, y se me ocurr o currió ió hacer hacer te una una visita. visita.  —¿Y no ha sido que la lluvia ll uvia te lo ha puesto en bandeja para par a desnudarte?  —No. ¿Decepcionada? ¿Decepcio nada?  —Paraa nada.  —Par Trenton no se arredró. Al contrario, saltó por encima del respaldo del sofá y cayó encima de los cojines. co jines.  —¡Veamo  —¡V eamoss una peli! pel i! —Estiró —Estir ó el br azo para par a co coge gerr el m mando ando..  —Pues yo estaba bastante a gusto g usto pasando pa sando mi prim pr imer eraa noche no che so sola. la.

 

Trenton se volvió hacia mí. Trenton  —¿Quier  —¿Qui eres es que me m e vaya? Me lo pensé un minuto. Debería haber dicho que sí, pero habría sido mentir ment ira. a. Rodeé el sofá y me sent senté, é, lo más cerca cer ca posible del reposabrazos. reposabr azos.  —¿Y Olive? Ol ive?  —Con sus padres, padr es, segur seg uramente. amente.  —Me gusta. Es una monada. mo nada.  —Es jo j o didamente didam ente ador ado r able. Uno de estos es tos días tendré tendr é que carg car g arme ar me a un quinceañero como mínimo.  —Ah, pues va a lamentar lam entar haberse haber se hecho amiga ami ga de un Maddox Maddo x —dije —dij e yo, yo , riéndome entre dientes. Trenton encendió la tele con el mando y pulsó tres números. El canal cambió y apareció un partido de fútbol de la NFL.  —¿Te parece par ece bien? bi en? Me encogí de hombros.  —Me encantan los lo s For ty-Niners, ty-Niner s, pero per o este año van de culo. culo . —Cuando volví la cara para mirar a Trenton me di cuenta de que me estaba mirando sin pestañear—. ¿Qué?  —Estaba justamente justam ente pensando que este er a un mom m omento ento tan bueno bue no como co mo cualquier otro para decirte que eres perfecta y que no me importaría nada si te enamor enamoraras aras perdidamen per didamente te de de mí en un futuro futuro no lejano.  —Tengo novio novi o —le r ecor eco r dé. Él agitó la mano para restarle importan impor tancia. cia.  —Un novio novi o para par a cubrir cubr ir el expediente. expedi ente.  —Pues no sé qué decir te —repuse —r epuse yo—. Para Par a ser para par a cubr cubrir ir el expediente, está bastante bueno. Trent se se mofó. mofó .  —Nena, acabas de verme ver me casi en pelotas. pelo tas. Tu chico a distancia distanci a no se parece ni r emotamente emotamente a esto. Le observé mientras mientras él flexionaba un un brazo. No No era er a ta tann enorme enorm e como el brazo de Kody Kody pero r esultaba esultaba igualmente igualmente impresionant impr esionante. e.  —Tienes r azón. azó n. No No tiene tantos tatuajes. No No tiene ninguno ni nguno,, vaya. Trenton Trent on puso los lo s ojos ojo s en blanco. blanco.  —¿Tienes por novio no vio a un niñato? niña to? ¡Qué decepció de cepción! n!  —No es ningún ning ún niñato. niñato . Es un tío dur duro. o. Solo Sol o que en sentido difer ente a como lo eres tú. tú. Unaa amplia sonrisa Un sonr isa se dibujó en los labios l abios de Trenton. Trenton.

 

 —¿Cr ees que so  —¿Crees s o y un tío duro? dur o? Contuve una sonrisa, aposta, pero me costó lo mío. Su gesto era contagioso.  —Todo el mundo m undo cono co noce ce a los l os hermano her manoss Maddox.  —¡Especialmente  —¡Especialm ente de a los estecojines hermano her mano Maddox! —r eplicó có Tr Trenton, enton, levantándose encima y plantando un pie—repli a uno de mis lados y el otro encajado en el espacio que quedaba entre mi cuerpo y el brazo del sofá. Y se puso a dar botes y a hacer posturitas para lucir musculatura a la vez. Yo le di unos cachetes en las pantorrillas, divertida, muerta de risa.  —¡Para ya! —le or o r dené, rebo r ebotando tando por po r su culpa. culpa . Trenton se inclinó sobre mí y, cogiéndome de las manos, me hizo abofetearme a mí misma varias veces. No me hacía daño, pero siendo como soy la hermana mayor de tres varones, eso significaba la guerra, por supuest supuesto. o. Contraataqué y entonces Trenton me agarró por la camiseta y se tiró al suelo, rodando, r odando, para llevarme ll evarme con él. Y empezó a hacerme cosquillas. co squillas.  —¡Noo ! ¡Para!  —¡N ¡Para ! —chillé, —chil lé, r iéndome. iéndo me. Coloqué Col oqué los lo s pulg pulgar ares es debajo de sus axilas y empujé con todas mis fuerzas. Inmediatamente Trenton se apartó de un brinco. Esa Esa maniobra maniobr a surtía el mismo mism o efect efectoo con T. J. T. J. Dios mío. Yo estaba rodando por el suelo con Trenton. Esto no estaba bien… No No estaba ni medio bien.  —¡Vale!  —¡V ale! —exclamé, —excl amé, levantando l evantando las mano m anos—. s—. Tú ganas. g anas. Trenton se quedó inmóvil. Yo estaba tumbada boca abajo, y él se había sentado sent ado encima de mí con co n las rodillas r odillas apoyadas en el suelo.  —¿Yoo g ano?  —¿Y ano ?  —Sí. Y tienes que quitarte qui tarte de encim e ncimaa de mí. mí . Esto Esto no es aprop apr opiado iado.. Trenton Trent on se rio, r io, se puso de pie y me levantó levantó tirand tir andoo de mi mano.  —No estamos estam os haciendo nada malo ma lo..  —Ya,  —Y a, pero per o está mal igualm ig ualmente. ente. Si Si yo fuese tu novia, no via, ¿te par ecería ecer ía bien? bi en?  —Joder,  —Jo der, pues sí. Para Par a mí sería ser ía el preámbul pr eámbuloo de una noche noc he de desenfreno.  —No, hombr ho mbre. e. Me Me refi r efier eroo a con co n otra o tra perso per sona. na. Trenton Trent on se puso serio de repente. repente.  —Pues no, no , de ninguna ning una maner mane r a.  —Entonces, vale. Vamos amo s a ver cómo có mo les dan una pali paliza za a los lo s For tyNiners y así luego le puedes contar a Raegan que cumpliste con tu

 

obligación.  —¿Mi oblig obl igació ación? n? Raegan no me dijo dij o que vini viniese. ese. Ella solam so lamente ente dijo dij o que estarías estarías sola y aburr ida.  —¿Y no es lo l o mismo mis mo??  —Para  —Par nada, Cami. El mér ito de mío y solo so lo mío. mí o. No necesito necesi to que nadiea me nadie convenza par parmérito a pasar unesto rat r atoo es contigo. Sonreí y subí el volumen del televisor. televisor.  —Bueno, y Cal dijo dij o de ver ve r dad que qu e va a necesi ne cesitar tar a alg a lguien uien para par a aatender tender en el mostrador.  —Ah, ¿sí? —dije —dij e yo, yo , sin apartar apar tar la vista de la tele—. ¿Te vas a presentar?  —¡Ja! —respo —r espondió ndió Trenton—. Tr enton—. Dijo, Dijo , y cito textualmente: «Una tía buenorra, Trent. Con las tetas bonitas».  —El empleo empl eo ideal para par a cualquier cualqui er chica. Coger Cog er el teléfono teléfo no y r epar epartir tir impresos de descargo de responsabilidades mientras un gilipollas machista le va dando órdenes.  —No es ningún ning ún gil g ilipo ipoll llas. as. Machis Machista, ta, sí, per o no g ili ilipo polla llas. s.  —Pues no, no , gr g r acias. acia s. Justo en ese momento zumbó mi móvil. Metí la mano en el hueco entre el reposabrazos repo sabrazos y el cojín del sofá para par a rescatar rescatar lo. Er Er a Coby Coby..   Tengo malas noti noticias… cias…

  Qué?

  He recibido el último aviso para el vencimiento del coche.

   

Pues paga la cuota, so mem memo. o. Voy un pelín justo. Me preguntaba si podrías pasarme algo de pasta.

  La sangre se me heló. La última vez que Coby había ido un pelín justo para pagar sus facturas había sido porque se estaba dejando el sueldo entero en esteroides. Coby era el más bajo de mis hermanos, pero era el más denso, tant tantoo de masa corpo co rporal ral como de sesera. Aunqu Aunquee era de los que explotaba explot aba con facilidad, facilidad, su forma for ma de comporta compor tarse rse en el Red Doo Doorr la noche del viernes debería haber sido una señal señal de alarma. alar ma.   Estás consumiendo otra vez?

 

  En serio, Cami? Cami? Hostia…

  En serio. ¿Estás consumiendo?

   

N o. Vuelve a mentirme y podrás explicarle a papá adónde ha ido tu coche cuando llegue el acuerdo de recompra.

  Tardó unos minut mi nutos os en responde r esponder. r.   Sí.

  A pesar de que empezaro empezaronn a temblar temblar me las manos, conseguí co nseguí tec teclear: lear:   Te vas a inscribir en un programa, y me vas a enseñar la prueba. Yo te pagaré el plazo.

 

Hecho? Podríaa ser l a próxi Podrí próxima ma sem semana. ana.

  O lo tomas o lo dejas.

  Que te den, Cami. A veces puedes ser una zorra estirada.

  Tal vez, pero no soy la que se quedará sin coche dentro de unas semanas.

  Está bi b ien. Hecho.

  Respiré hondo y dejé que el teléfono cayera sobre mi regazo. Si iba a echarle un capote a Coby, necesitaría un segundo empleo. Trenton Trent on me mir aba con con preocupac pr eocupación. ión.  —¿Todo bien? Me quedé callada un buen rato y entonces, poco a poco, fui alzando la vistaa para mirar vist mir ar a Trenton a los ojos. ojo s.  —¿Cal en ser s erio io está buscando r ecepcioni ecepci onista? sta?  —Sí.  —Pues le ll llamar amar é mañana. mañana .

 

Capítulo Capítu lo 5

 

Qué pasada, Calvin —dijo Trenton. Estaba contemplando el inmenso mural chino de la pared, haciendo lo posible por evitar fijarse en que Calvin era incapaz de apartar la mirada de mis pechos. Trenton llevaba la gorra roja de béisbol puesta hacia atrás y las botas sin atar. A cualquier otro sujeto sujeto le l e habría dado pinta de de desaliñado desaliñado e inmundo, pero no sé có cómo mo a Trenton le hacía par par ecer aún más atractivo. atractivo. Me Me sent sentía ía mal por po r reparar repar ar en cualquier cualq uier detalle sobre su persona, per sona, pero es que no podía evitarlo evitarlo.. A pesar de que mi busto no era precisamente el más voluptuoso del mundo, al tener tener el contorno contor no tan pequeño pequeño mi copa co pa D parecía parecía más gr g r ande ande de lo que realmente era. Me daba una rabia espantosa reconocerlo, pero mis pechos me procuraban propinas extras en el Red Door y ahora iban a ayudarme a conseguir un segundo empleo. Era el círculo vicioso de no querer que me cosificaran y a la vez aprovechar a mi favor los dones que me había concedido el Señor. Señor.  —¿Y cuándo dijiste dij iste que podr ías empezar empez ar?? —preg —pr eguntó untó Calvin distraídamente mientras enderezaba la foto enmarcada de una belleza morena decoraba la pared de detrás del Estaba mostrador. Los tatuajes de un la chica le que cubrían el cuerpo casi por completo. tumbada encima de montón de mujeres desnudas aparentemente dormidas, y lo único que llevaba puesto era tinta y una sonrisa. Casi todas las paredes del local estaban llenas de pinturas o fotografías de modelos tatuadas reclinadas sobre cochazos clásicos despampanantes o despatarradas en las posturas que mejor dejasen ver ver la l a obra obr a de arte sobre sobr e su piel. Y aunq aunque ue el mostrador era un desbarajuste desbarajuste de pap papeles, eles, bolis, recibos r ecibos y recor r ecorte tess varios, vario s, el rest r estoo del local parecía limpio aun a pesar de que cualquiera habría pensado que Calvin había adquirido los elementos decorativos en una subasta de objetos de un restaurante chino que hubiese tenido que echar el cierre.  —Pues ya mismo mi smo.. Puedo trabajar tra bajar los lo s lunes y los lo s mar martes tes desde el

 

mediodía hasta la hora de cerrar, pero de miércoles a viernes solo puedo currar hasta las siete. Los sábados tengo que salir a las cinco, y los domingoss no puedo domingo puedo trabajar.  —¿Porr qué no?  —¿Po no ? —preg —pr eguntó untó Calvin. Calvi n.  —En algún alg úniónmomento mo mento tengo estudiar y es hacer deberes, deber y además te tenemos nemos rreun eunión del per personal sonal en que el Red Doo Doorr ant antes de atende ate nderres,la barr a. Calvin miró a Trenton en busca de su aprobación, y este movió afirmativamente afir mativamente la cabeza una vez. vez.  —Está bien, pondr po ndréé a Trent Tr ent y a Hazel contig co ntigoo par paraa que te ense enseñen ñen a usar us ar el teléfono y el ordenador y a ocuparte de la parte administrativa. Es bastante sencillo. Casi todo es atención al cliente y recoger —explicó mientras salía de detrás del mostrador—. ¿Tienes algún tatuaje?  —No —respo —r espondí—. ndí—. ¿Es obli o bliga gator torio io??  —No, pero per o estoy esto y segur seg uroo de que de aquí a un mes tendrás tendr ás ya uno —  respondió, yéndose ya por el pasillo.  —Lo dudo —dije —dij e yo, yo , cr cruzándo uzándome me con co n él para par a meterme meter me tras tra s el mostrador. Trenton Trent on se acercó a mí y apoyó los codos co dos en el tablero. tablero.  —Bienvenida a Skin Deep.  —Esa frase fr ase es mía mí a —brom —br omeé. eé. El teléfono teléfo no sonó so nó y atendí la ll llamada—. amada—. Skin Deep Tattoo Tattoo —dije.  —Sí…, esto…, ¿a qué hor a cerr cer r áis esta noche? no che? —No sabía quién era er a pero parecía par ecía borracho borr acho como una cuba cuba y solo eran er an las trtr es de la tar tar de. Miré hacia la puerta.  —Cerrr amos  —Cer amo s a las once, onc e, per o será ser á mejo m ejorr que antes se te pase pa se la l a curda. cur da. Si tienes alcohol en sangre no te pueden tatuar. Trenton hizo una mueca. No estaba segura de si se aplicaba semejante norma, pero debería. Estaba acostumbrada a tratar con gente bebida y seguramente aquí también vería una buena cantidad. Extrañamente, me sentía más a gusto con gente borracha. Todas las mañanas de mi vida desde que nací mi padre abría una lata de cerveza Busch para desayunar. Estaba hecha a esa forma de hablar pastosa, a los andares dando tumbos, a los comentarios fuera de lugar, a la risa floja e incluso a la ira. Me habría resultado más desconcertante trabajar dentro de un espacio reducido con un puñado puñado de chavalines chavalines asustadizos asustadizos comparando com parando infor i nformes mes que escuch escuchar ar a un tipo tipo hecho y derecho echando echando la lagri lag rimita mita por su exnovia con una birra birr a en la mano.

 

 —Bueno, si te entra entr a una llamada lla mada perso per sonal nal y es para par a al alguno guno de noso no sotro tros, s, puedes transferirla de esta manera —me explicó Trenton y pulsó el botón de retención de llamada, luego el de transferencia y finalmente una de las cinco teclas numeradas de la parte de arriba—. El cien es el despacho de Cal. El cero uno es mi taller.le El uno cero dos la cuelgas cabina de Hazel. pasa Uno cero tresuno la de Bishop… Luego conocerás… Y si tampoco nada porque volverán a llamar. La lista está en un papelito pegado con celo debajo de la base —dijo, y sacó hacia un lado la base de la centralita.  —Fantástico —respo —r espondí. ndí.  —Yoo so  —Y soyy Hazel —dijo —dij o una mujer m ujer diminuta dim inuta desde el o tro lado de llaa sala, sal a, quien a continuación avanzó hasta mí y me tendió la mano. El moreno oscuro de la piel de sus brazos estaba cubierto desde la muñeca hasta el hombroo con hombr co n un sinfín de de artísticos tatu tatuajes ajes de colores. color es. Sus orejas brillaban br illaban llenas de metal, que le tapaba todo el filo del cartílago. Y donde tenía un lunar grande se había puesto una piedra de estrás que lanzaba destellos. Sus cabellos eran moreno oscuro, pero llevaba una cresta teñida de rubio chillón—. Yo hago los piercings —añadió. Sus labios carnosos formaban con elegancia las palabras, pronunciadas con un acento apenas perceptible. Me estrechó la mano con una fuerza insospechada para ser tan menuda. Sus uñas, pintadas de un brillante azul turquesa, era tan largas que me pregunté cómo podría manejarse para realizar cualquier tarea, en especial la complicada labor de perfor ar partes pequeñ pequeñas as de un cuerpo cuerpo humano.  —Cami —me —m e presenté—. pr esenté—. La recepcio rec epcionista nista desde des de hace dos do s minutos. mi nutos.  —Guay —dijo —dij o so sonr nriendo iendo—. —. Si llama ll ama alguien alg uien preg pr eguntando untando po porr mí mí,, pregunta siempre por el nombre y que te dejen el recado. Y si es una tal Alisha, dile que se atragante con una polla. Se marchó y yo mir miréé a Trenton con las cejas alzadas alzadas al máximo.  —Pues estupendo. estupendo .  —Rompier  —Rom pieroo n hace unos uno s meses. mes es. Ella sig si g ue cabreada. cabr eada.  —Eso lo he pillado pil lado..  —Bueno, aquí tienes los lo s impr i mpreso esoss —continuó —co ntinuó Trenton, Tr enton, y abr ió el larg lar g o cajón inferior de un archivador metálico. Fue enseñándomelos entre llamadas y clientes, y cuando Trenton tuvo que atender a alguien, Hazel salió para ayudarme. Calvin permaneció prácticamente todo el tiempo metido en su oficina y ni se me pasó por la mente ponerle pegas, en absoluto. Trenton terminó con una cliente y la acompañó a la puerta. Entonces,

 

asomó la cabeza cabeza por una de de las dobles puertas de vidrio vidrio..  —Estarás  —Estar ás empezando empeza ndo a tener hambre. hambr e. ¿Quier ¿Qui eres es que te traig tra igaa algo alg o de aquí al lado? El local contiguo se llamaba Pei Wei’s y, cada vez que alguien abría las puertas, de aromas de asuculentos si yo tenía dosentraban empleos vaharadas era para ayudar a Coby ponerse al guisos. día con Pero sus pagos, y comer fuera de casa era era un lujo que no podía permi permitirme. tirme.  —No, gr acias —respo —r espondí, ndí, notando que me r ugían ug ían las tri tripas—. pas—. Ya casi es hora hor a de cerrar. cerr ar. Me Me haré un sándwich sándwich al llegar lleg ar a casa.  —¿No te muer m ueres es de hambr ham bre? e? —preg —pr eguntó untó Trenton. Tr enton.  —No —respo —r espondí. ndí. Él asintió.  —Bueno, yo sí vo voy. y. Dile a Cal que vuelvo vuelv o enseg e nseguida. uida.  —Descuida —dije. —dij e. Cuando la puerta puer ta se cerr cer r ó , no noté té que se me hundían un poco poco los lo s hombros. Hazel estaba en su cabina con un cliente. Decidí acercarme a mirar y estuve viendo cómo le empalaba el tabique nasal a un individuo. El tío ni pestañeó. Retrocedí. Hazel Ha zel vio la cara que ponía y sonrió. sonrió .  —A estos ar aros os los lo s llamo ll amo El Tor To r o. Tienen bastante bas tante buena acogi aco gida da por po r que se puede subir el aro tranquilamente por las aletas de la nariz para ocultarlo por completo, así. Me estremecí.  —Pues qué… chulo. chulo . Trent Tr ent ha ido al lado a por alg algoo par paraa cenar. Enseguida vuelve.  —Más le vale val e traer tr aerme me algo al go —dijo —dij o ella—. ell a—. Tengo un hambr e de la hostia. hos tia.  —¿Peroo dónde  —¿Per dó nde metes me tes tú la com c omida? ida? —preg —pr eguntó untó el e l cl cliente—. iente—. Si yo co como mo arroz, engordo cuatro kilos y medio, mientras que vosotros los chinos estáis todos flacos. No lo entiendo.  —Soy filipi fil ipina, na, gili gi lipol pollas las —repli —r eplicó có ella, ell a, y le l e dio con co n fuer f uerza za en la or eja. Él contuvo contuvo un grito gri to de dolor. Apretando los labios, regresé al vestíbulo. Unos minutos más tarde entró Trenton con un par de bolsas grandes de plástico en las manos. Las dejó encima del mostrador y empezó a sacar diferent difer entes es platos. platos. Hazel salió acompañada de su cliente.  —Yaa le he dado las indicacio  —Y indi caciones nes so sobr bree los lo s cuidado cuidados, s, así que ya puede

 

irse —nos anunció. Entonces, echó un vistazo a las cajas de fino cartón que había había colocadas encima encima del mostrador y se le alegraron alegrar on los lo s ojos—. ojo s—. Te adoro,, Trent. adoro Trent. Te lo digo en serio, serio , coño, te adoro. ador o.  —Me vas a sacar los lo s colo co lorr es —respo —r espondió ndió él sonr so nriendo iendo.. Yo había presenciado facet a másyterr terror orífica ífica de Trenton una una Ahora ocasión, en el colegio, enlaelfaceta instituto más recientemente enen el más Red de Door. lucía una expresión de absoluta felicidad, contento a más no poder por haber hecho feliz feli z a Hazel—. Y esto es par paraa ti —añadió, sacando otra o tra caja.  —Pero…  —Per o…  —Yaa lo  —Y l o sé. Dijiste Diji ste que no tenías hambre. hambr e. Tú cómetelo có metelo para par a no herir her ir mis mi s sentimientos. No discutí discutí con co n él. Saqué Saqué del envoltor envoltorio io de celofán el jueg juegoo de cubier cubier tos de plástico y me lancé a la carga. Poco me importaba parecer una fiera salvaje. Calvin salió tranquilamente de su despacho, al fondo del pasillo, claramente guiado por su olfato.  —¿La cena?  —Paraa noso  —Par no sotro tros. s. Tú vete a por lo tuyo —respo —r espondió ndió Tr Trenton, enton, despachando a Calvin con su tenedor de plástico.  —Me cago cag o en la leche —repuso —r epuso Calvin—. Casi desearía desear ía tener vagina, vag ina, para tener yo también derecho a comer algo. —Trenton hizo oídos sordos  —. ¿Se ha presentado pr esentado Bishop, Bisho p, por po r cier to?  —No —respo —r espondió ndió Hazel con co n la boca bo ca llena. ll ena. Calvin negó con la cabeza y empujó las dobles puertas hacia fuera, probable pro bablement mentee para dirigir dirig irse se al Pei Wei’s Wei’s.. El teléfono sonó y atendí la llamada, masticando aún.  —Skin Deep Tattoo… Tattoo …  —¿Está…? ¿Está o cupada Hazel? —inquir ió una vo voz, z, gr ave pero per o de mujer, como la mía.  —Está con un cliente. cli ente. ¿Quier ¿Qui eree darme dar me su s u nombr no mbre, e, por po r favo favorr ?  —No. O sea…, esto… Sí. Sí . Dile Dile que ha llam l lamado ado Alisha.  —¿Alisha?? —repetí,  —¿Alisha —r epetí, mir mi r ando a Hazel, que se puso a soltar so ltar en silencio sil encio todas las palabrotas imaginables y a hacer la peineta, de todas las maneras posibles y con ambas manos, en dirección al teléfono.  —¿Sí? —dijo —di jo ella ell a con co n tono esperanzado esper anzado..  —¿Alisha Alisha? Ella rio en voz baja. baja.

 

 —Sí, supong supo ngo. o. ¿Se puede poner po ner??  —No, pero per o me ha dejado un mensaje mens aje para par a ti de su parte. par te. Cómete Cóm ete una polla, Alisha. Trenton Trent on y Hazel se quedaro quedaronn de piedra, y durante unos unos segundos el ootro tro lado del teléfono quedó en silencio.  —¿Perdo  —¿Per dona? na? se quedó  —Cómete.  —Cóm ete. Una. Una. Polla Poll a —repetí —r epetí yo, yo , y colg co lgué. ué. Tras unos instantes en los que me miraron impactados, Hazel y Trenton estallaron en carcajadas. Estuvieron un minuto entero tratando de parar de reír, emitiendo ese sonido de suspiro agotado entre risa y risa, hasta que finalmente empezaron a secarse los ojos. A ella se le habían corrido por toda la cara las varias capas de rímel que llevaba en las pestañas. Hazel estiró el brazo para coger un pañuelo de papel de la caja que había encima encima del mostrador, al lado del ordenador. o rdenador. Se enjugó enjugó las lágr lágrimas imas y me dio unas palmaditas palmaditas en el hombro. hombro .  —Tú y yo nos vamos vamo s a llevar lle var bien. —Y mientr mi entras as se dirig dir igía ía a su estudio es tudio,, señaló hacia atrás con el dedo pulgar—. Péscala, Trent. Es tu tipo totalmente.  —Tiene novio no vio —respo —r espondió ndió Trenton, Tr enton, que me mir m iróó a los lo s ojo o joss y sonr so nrió ió.. Nos quedamos los dos allí unos segundos más, cruzando tímidas sonrisas. Entonces, me enderecé y busqué un reloj.  —Tengo que irme. ir me. Antes de dormi dor mirr he de leer l eer un capítulo entero. enter o.  —Te ofr of r ecería ecer ía mi m i ayuda, pero per o los lo s estudios estudio s no eran er an realm r ealmente ente lo mío. mí o. Me colgué del del hombro mi bolso Hobo de color color rojo. ro jo.  —Eso es so solo lo por po r que en aquel entonces lo único que hacías era er a ir a fiestas y ligar. A lo mejor ahora sería diferente. Deberías plantearte estudiar algo.  —Bah —respo —r espondió ndió él quitándose quitándo se la g or r a de la cabeza para par a ponér poné r sela hacia delante. Mientras reflexionaba sobre mi sugerencia se dedicó a moverla y a girarla para colocársela bien, como si hasta ese momento nunca nun ca se hubiese parado a pensar pensar lo. En ese preciso instante entraron tres estudiantes dando voces, riéndose, incordiando. Aunque no estuviesen bebidos, los lugareños detectábamos fácilmente a los forasteros. Dos chicos, probablemente de primero de carrera, carr era, se acercaro acer caronn hasta hasta el mostrador mo strador y la chica, que que llevaba un vest vestido ido rosa de verano y botas hasta los muslos, les siguió. Enseguida puso los ojoss en Trenton ojo Trenton y empezó a alisarse alisar se un mech mechón ón de pelo.

 

 —Jer emy ha perdido  —Jeremy per dido una apuesta —dijo —dij o uno de los lo s chavale chavales—. s—. Tiene que hacerse un tatu tatu de Justin Bieber. Jeremy bajó la cabeza hasta hasta apoyar apoyar la frent fr entee en el mostrador. mo strador.  —No me m e puedo cr creer eer que me estéis e stéis obli o bliga gando ndo a hacer esto.  —Pues hems osla cerr hemos cer r ado—dijo ya. o el chico,  —Tenemos  —Tenemo pasta —dij chico , abriendo abr iendo su bil billeter letera—. a—. Estoy preparado para repartir una propina a todos los del estudio que os va a hacerr flipar. hace  —Hemoss cerr  —Hemo cer r ado —repetí—. —r epetí—. Lo siento. si ento.  —No quiere quier e tu dinero, diner o, Clay —intervino —inter vino la chica, con co n una sonr so nrisa isa de suficiencia.  —Sí que quiere quier e mi dinero diner o —repuso —r epuso Clay, inclinándo incl inándose se hacia mí—. mí —. Tú Tú trabajas en el Red Door, ¿verdad? Me limité a mirarle. mirar le.  —Tienes dos do s empleo em pleos… s… —añadió —añadi ó Clay, meditabundo. meditabundo . Jeremy hizo una mueca de dolor.  —Vamos,  —Vamo s, Clay. Largué Lar guémo mono nos. s.  —Tengo una pr proo posici pos ición ón que hacerte, hacer te, para par a que te ganes ga nes un poc pocoo de pasta extra. Ganarías en una noche lo que seguramente ganes aquí en un mes.  —Tentador…,  —Tentador …, pero per o no —respo —r espondí. ndí. Pero Per o antes de que me m e dier di eraa tiempo tiem po a terminar la frase, Trenton agarró con ambos puños el cuello de la camisa de Clay Cla y.  —¿Es que a ti te parece par ece que tiene pinta de fulana? fulana ? —le preg pr eguntó untó entre dientes. Yo había visto antes esa mir mi r ada suya. Justo antes de partirle partir le la car a a alguien.  —¡Alto  —¡A lto ahí! —dije —dij e yo, yo , saliendo sal iendo de detrás detr ás del mostr mo strado adorr a toda prisa. pr isa. Clay tenía los ojos como platos. Jeremy echó un brazo por encima de Trenton Trent on y este bajó la mirada mir ada para para observar o bservar su mano.  —¿Es que quier qui eres es mor m or ir esta noche? no che? Jeremy movió mo vió rápidame r ápidament ntee la cabeza cabeza a ambos lados.  —Pues entonces ento nces no me ponga po ngass ni un puto dedo encim encima, a, coleg co lega. a. Hazel salió con paso ligero al vestíbulo. Pero no estaba asustada; simplementee no quería perderse simplement per derse el espectác espectáculo. ulo. Trenton abrió la puerta de una patada y lanzó a Clay fuera, de espaldas. El chico aterr aterr izó de culo y se puso de pie como pudo. pudo. La ch chica ica que iba con ellos salió del local lentamente lentamente sin dejar dejar de mirar a Trenton, enro enroscánd scándose ose

 

un mechón mechón fino de sus largos larg os bucles dorados.  —Tampoco  —Tampo co te pasmes, pasm es, Kylie. Es el psicópata psicó pata que tuvo la culpa de que muriese aquella chica hace un par de años. Trenton se abalanzó hacia la salida. Pero me interpuse entre él y la puertaa de inmediatamente se detuvo, jadeando fuerte. Clay se largó todacristal, prisa ae su reluciente todoterreno negro. Mientras los chavales salían del aparcamiento, no bajé la mano del pecho de Trenton. Seguía jadeando intensamente, y temblaba de rabia. Habría podido hacer un boquete en el todoterreno con la mirada, que no apartó del vehículo hasta que se perdió de vista. Hazel dio media vuelta y regresó a su habitación sin decir ni una palabra.  —Yoo no la maté  —Y m até —dijo Trenton Tr enton en voz vo z baja.  —Lo sé —dije —dij e yo. yo . Le di unas palmaditas palm aditas y busqué las ll llaves aves dentro dentr o de mi bolso—. ¿Estás bien?  —Sí —respo —r espondió ndió.. Desenfocó Desenfo có la mir mi r ada, y vi clar amente que estaba en otra parte. Yo sabía muy bien lo que era extraviarse en un mal recuerdo, y todavía más de un año después Trenton había perdido el control solo con una mención del accidente.  —Tengo en mi piso una botella botel la de Crown Cr own y sobr so bras as de la carne car ne del almuerzo. Bebamos Bebamos hasta vomitar bocadillos bocadillo s de jamón. Unaa de las comisuras Un comisur as de los labios de Trenton Trenton se curvó hacia arr arriba. iba.  —Eso suena bastante bas tante guay.  —¿A que sí? sí ? Vamo Vamos. s. ¡Hazel, ¡Hazel, hasta mañana! m añana! —exclamé. —exclam é. Trenton vino conmigo hasta mi apartamento y nada más entrar fui derecha al arm armarito arito donde guardábamos el alcohol.  —¿Croo wn y Coca-Cola  —¿Cr Coca-Co la o so solo lo Crown? Cro wn? —le preg pr egunté unté desde la cocina. co cina.  —Soloo Crown  —Sol Cro wn —respo —r espondió ndió él a mi m i espalda. espal da. Di un r esping espingoo y m mee eché ec hé a reír.  —Ostras,  —Ostr as, qué susto s usto me m e has dado. dado . Trenton Trent on esbozó una sonrisa.  —Perdona  —Per dona.. Yo lancé la botella hacia arriba con la mano izquierda para que diese una vuelta en el aire y la cogí con la derecha, hecho lo cual serví dos dobles en sendos vasos anchos. La sonrisa de Trenton Trenton se ensanchó un poco más. m ás.  —Mola bastante tener a mi pr propi opiaa camar cam arer eraa prof pr ofesio esional. nal.

 

 —Me so sorr pr prende ende que siga sig a saliéndo sali éndome me después de tantos días libr es. Cuando Cu ando vuelva vuelva a trabajar el miércoles, miér coles, segurament segur amentee se me habrá olvidado o lvidado todo. —Le tendí su vaso e hice chocar el mío con el suyo—. Por el Crown.  —Por jo joder derla la —dijo —di jo él, bor bo r r ándosele ándo sele la sonr s onr isa. sobr brevivi evivir r —dije —dij e yo, yo , y pegué pe gué el fil filoo del vaso a los lo s labi labios os y eché la —Por cabeza so hacia atrás. Trenton imitó mi gesto. Cogí su vaso vacío y serví whisky de nuevo para los dos.  —¿Qué g r ado de bor bo r r achera acher a nos no s pillam pil lamoo s: gr ado atontolina atonto linado do per perdido dido o gr g r ado plegaria plegari a de rodillas ro dillas ante ante la taza taza de por porcelana celana??  —Te lo diré dir é cuando lleg lle g ue. Le tendí su vaso, cogí la botella y llevé a Trenton al pequeño sofá. Levanté mi copa y brindé:  —Por el plur pl uriem iempleo pleo..  —Por pasar más hor ho r as con co n perso per sonas nas alucinantes. al ucinantes.  —Por lo loss hermano her manoss que nos no s hacen la l a vida impo i mposibl sible. e.  —Vo y a beber por  —Vo po r esa mier mie r da —anunció —anunci ó Trenton, Tr enton, echándose echándo se adentr a dentroo su whisky—. wh isky—. Yo ador o a mis m is hermanos. Haría Haría lo l o que fuera por ellos pero per o hay veces en que siento que soy el único que se preocupa por nuestro padre, ¿sabes?  —A veces yo siento que so soyy la única a la que el nuestro nuestr o le impor im por ta una mierda. Trenton levantó la vista desde su vaso vacío.  —Está chapado a la antigua. antig ua. No acepta ni una r éplica. épli ca. Nada de tener opiniones propias, pr opias, solo la suya. Y nada ddee llor ar cuan cuando do le zurra zur ra a nues nuestra tra madre. Trenton Trent on abrió mucho mucho los ojos. o jos.  —Yaa no le pega.  —Y peg a. Pero Per o antes sí. Y a noso no sotro tross intentaba li liar arnos nos,, ¿sabes? Diciendo que al fin y al cabo ella seguía viviendo con nosotros. Que todavía todav ía podía quererle. querer le.  —Joder.  —Jo der. Qué hor ho r r or or..  —¿Tus padres padr es se quer que r ían? —le —l e preg pr egunté. unté. Un pequeñísimo pequeñísimo amago de sonrisa aflor aflo r ó a los lo s labios de Trenton. Trenton.  —Con loc l ocur ura. a. Mis facciones imitaron imitaro n su gesto.  —Eso es precio pr ecioso so..  —¿Y… ahor a?

 

 —Pues todos to dos se com c ompor por tan como co mo si no hubiese pasado nada. Ahora Ahor a es está tá mejor, así que si a alguno de nosotros se le ocurre no fingir que mi madre nunca ha tenido que pasarse un buen rato cada mañana maquillándose los cardenales, se le toma por el malo de la película. Y yo… pues soy la mala.  —De eso ejamás so nada. Si perdonar alguien alg uien hicier hici eraae daño a mi madre…, madr padre…, se lo perdonaría. ía. ¿Se ¿S ha disculpado? disculpad o? e…, aunque fuese mi  —Ni una so sola la vez —respo —r espondí ndí sin vacilar vacil ar—. —. Pero Per o deber debería. ía. Disculpar se con ella. Con Con nosotro no sotros. s. Con Con todos. Esta vez él mismo levantó su vaso vacío. Le serví una medida de whisky y volvimos a brindar. br indar.  —Por la lealtad l ealtad —dijo —di jo él.  —Por salir sali r por patas —dije —dij e yo. yo .  —Beberéé por esa mier  —Beber mi erda da —sentenció, —sentenció , y lo l o s dos apuramo apur amoss el whisky de un trago. Doblé las piernas subiendo subiendo las l as rodillas r odillas hasta el pecho pecho y apoyé la cara de lado en una de ellas. Miré a Trenton. Sus ojos quedaban bajo la sombra de la visera de su gorra roja. Aunque tenía hermanos que eran gemelos idénticos, los cuatro más pequeños habrían podido pasar perfectamente por cuat cuatrillizos. Trenton me cogió de la camiseta y tiró de mí para pegarme a su pecho. Me estrechó con fuerza entre sus brazos. En la cara interna de su antebrazo izquierdo me fijé en un nombre tatuado: DIANNE, y unos centímetros por debajo, en letra cursiva y mucho más pequeña: MACKENZIE.  —¿Ese es…? Trenton Trent on giró gir ó el brazo para mirarlo mejor.  —Sí. —Permaneci —Per manecimo moss un instante en silencio sil encio y él pros pr osig iguió uió—: —: No es verdad lo que se rumor r umorea, ea, ¿sabes? ¿sabes? Me enderecé y resté importancia a la cosa con un ademán.  —No, lo l o sé. s é.  —Peroo yo me sentía incapaz  —Per incapa z de volver, vol ver, con co n todo el mundo mi mirr ándome ándo me como si la hubiese matado. matado. Negué con la cabeza.  —Nadie cree cr ee eso. eso .  —Los padres padr es de Mackenzie Mackenzi e sí sí..  —Tienen que echar e charle le la l a culpa a alguien, alg uien, Trent. Tr ent. Par Paraa no culpar se ello el los. s. El móvil de Trenton vibró. Lo levantó, echó una ojeada a la pantalla y sonrió.

 

 —¿Una cita picante? pica nte?  —Es Shepley. Tr Tr avis tiene pelea pel ea esta noche. no che. En Jefferso Jeffer son. n.  —Genial  —Geni al —dije—. —dij e—. Cada vez que pr proo gr aman pelea las noches noc hes en que abre el Red Door, no viene ni Dios. Dios.  —¿En ser io? serio  —Supongo  —Supong o ?que no lo sabías, sabía s, ya que vas va s a todas. to das.  —A todas no. no . Esta Esta noche no che no iré. ir é. Levanté una ceja.  —Tengo cosas co sas mejor mej or es que hacer que ver a Travis Tr avis partiéndo par tiéndole le la cara car a a alguien. Por enésima vez. Además, ya me sé todos sus movimientos.  —Claro.  —Clar o. Por Po r que tú le enseñaste ens eñaste todo lo que sabe, estoy seg s egur ura. a.  —Una tercer ter ceraa parte par te de todo lo que sabe. Mocoso Moco so de los lo s cojo co jones. nes. Cuando éramos pequeños le zurramos tantas veces que el tío aprendió todos los trucos para que no le machacásemos. No me extraña que ahora nadie pueda con él.  —Yo os he visto  —Yo vis to pelear pel ear juntos. junto s. Ganaste tú.  —¿Cuándo?  —Hace más de un año. año . Justo después del… Él te dij dijoo que dejas dejases es la bebida antes antes de que el alcohol alco hol acabase contigo y tú le diste una una buena.  —Ya,  —Y a, sí —dijo —dij o él, fr frotándo otándose se la nuca—. No me siento o r g ulloso ullo so.. Mi padre todavía me lo recuerda, y eso que Travis me perdonó al segundo después. Cómo quiero a ese cabroncete.  —¿Segur  —¿Seg uroo que no quieres quier es ir i r a Jeffer Jeff erso son? n? Él negó con la cabeza y sonrió. sonr ió.  —Oye…, aún tengo  La loca historia hist oria de las galaxias galaxias.. Me reí. r eí.  —¿De qué va esta obsesi o bsesión ón tuya con esa e sa peli? pel i? Él se encogió de hombros.  —Pues no lo sé. De pequeños pequeño s la l a veíamo veí amoss un mo m o ntón. Er Eraa co como mo un rol r ollo lo de hermanos. Y ahora simplemente me hace sentir bien, ¿sabes?  —¿Y la llevas l levas en el coc c oche? he? —le pr preg egunté, unté, escéptica.  —No, la tengo en casa. Igual un día te puedes venir a verla ver la co conmi nmigo go,, ¿eh? Me erguí er guí para par a aumentar aumentar un poco la distancia distancia ent entrr e los dos.  —Pues me parece par ece una idea i dea hor ho r r ible. ibl e.  —¿Porr qué? —me pr  —¿Po preg eguntó untó con co n su sonr so nrisa isa cautivador cautivado r a—. ¿No te fías fía s de tu tu reacción si estás a solas conmigo? conmig o?

 

 —Ahor a mismo  —Ahora mi smo estoy a so solas las contig co ntigo. o. Y no me preo pr eocupa cupa lo más mínimo. Trenton se inclinó hacia mí hasta detener su cara a pocos centímetros de la mía.  —¿Por r eso te has apartado? apar tado? ¿Por ¿Po r que no te preo pr eocupa cupa lo más mínim mí nimoo est —¿Po estar ar cerca cer ca de mí? Sus ojos castaños y cálidos bajaron para mirar mis labios. Su respiración fue lo único que pude oír hasta que de pronto se abrió la puerta de la entrada.  —Te dije di je que no mencio menci o naras nar as a los lo s Dallas Cowboys. Cowbo ys. Mi padre padr e los lo s odia od ia con toda su alma.  —Peroo si so  —Per sonn el equipo de fútbol de Amér Amé r ica. Es antiamer antiame r icano o diar a los Cowboys. Cowboys. Raegan Rae gan gir gi r ó sobre so bre sus talones y Kody Kody se echó hacia atrás. atrás.  —¡Pero no tenías por qué decír selo! selo ! ¡Por favor favo r ! —Raegan se volvió vol vió y nos vio a Trenton y a mí en el sofá. Yo estaba echándome hacia atrás y Trenton Trent on arr imándose a mí.  —Oh —dijo —di jo ella ell a con co n una sonr so nrisa—. isa—. ¿Interr umpimo umpim o s?  —No, no —dije —dij e yo, yo , y empujé empuj é a Trenton Tr enton para par a que se apar apartar tara—. a—. Para Par a nada.  —Pues estáis como co mo si… —empezó a decir Kody, pero per o Raegan volvió vol vió a dirigir su furia furia contra él.  —¡Pero te quieres quier es callar call ar!! —le espetó. espetó . Entonces, se r efugió efug ió en su habitación y Kody salió rápidamente tras ella.  —Qué guay. g uay. Segur amente se pasar p asarán án la noche no che peleándo pele ándose se —di —dije. je.  —¡Que te vayas a tu casa! —exclamó —exclam ó Raegan, Raega n, dando un por tazo. Kody apareció por la esquina con con cara car a de angustia. angustia.  —Míralo  —Mír alo por po r el lado positivo pos itivo —dije—. —dij e—. Si no le gustara gus taras, s, no estar estaría ía tan afectada.  —Su padre padr e juega jueg a sucio —aclar ó Kody—. Yo no abr abríí la boca boc a durante dur ante toda la hora en que estuvo hablando de Brazil. Entonces, se me ocurrió que ya tocaba cambiar de tema y no pude resistirme. Trenton Trent on se rio r io y mir ó a Kody. Kody.  —¿Me acercas acer cas a casa? ca sa? Hemos Hemo s bebido bebi do un pelín. pelí n. Kody agitó las llaves en su llavero llavero..  —Claro,  —Clar o, tío. tío . Vendré endr é mañana por la mañana a arr ar r astr astrar arme, me, por po r si quieres recoger tu coche.

 

 —Geni al —r  —Genial —respo espondió ndió Trenton. Tr enton. Se levantó l evantó del sofá, so fá, me r evolvi evo lvióó el pelo con los lo s dedos y cogió cog ió sus llaves—. llaves—. Hast Hastaa mañana en el curro. curr o.  —Buenas noches no ches —dije —di je yo, yo , alisándo ali sándome me los l os cabello cabell o s.  —¿Has hecho avances con co n ella, ell a, tío? tío ? —le preg pr eguntó untó Kody en voz intencionadamente Trenton rio para alta. sí.  —Hasta la tercer ter ceraa base.  —¿Sabes lo l o que no so sopo porr to? —pr egunté—. eg unté—. A ti. Trenton se abalanzó sobre mí y, arrastrándome en el giro, acabó tu tumbado mbado encima de mí con co n todo el peso de su cuerpo, inmovilizánd inmo vilizándome ome en el suelo.  —De eso nada. ¿Con quién más puedes p uedes beber Crown Cro wn a mor mo r r o?  —Conmig  —Conm igoo misma mi sma —repli —r epliqué, qué, g r uñendo por el peso que me opr imí imía. a. Le hinqué un codo entre las costillas y él se apartó y se quedó con la espalda apoyada en la parte trasera del sofá, en una postura torcida, melodramática.  —Exacto. Hasta mañana, Cami. Cami . Cuando salieron, intenté contener una sonrisa. Pero no pude.

 

Capítulo Capítu lo 6

 

La botella se hizo añicos en el suelo y Hank y Raegan se quedaron mir ando los trocitos de vidrio y la bebida derramada. mirando derr amada.  —¡Una  —¡U na Coor Coo r s Light! Lig ht!  —¡Unn Veg  —¡U Vegas as Bomb! Bo mb!  —¡Coño!! —exclamé yo y me aga  —¡Coño a gaché ché para par a reco r ecoge ger. r.  —Yaa lo  —Y l o hago hag o yo —se of ofrr eció Gruber, Gr uber, cor co r r iendo a meter m eterse se tra trass la l a bar r a para recoger r ecoger el estro estropicio picio que había había causado causado yo. Iba por mi segunda semana en el nuevo trabajo y la situación estaba empezando a pasarme factura. Acudir directamente de clase al Skin Deep no era un problema los lunes y los martes, pero de miércoles a domingo era un suplicio. Tratar de llevar al día los estudios y los trabajos que nos mandaban, después de un turno que duraba hasta las dos de la madrugada, y despertarme al día siguiente para estar en clase a las nueve era demoledor.  —¿Estás bien? —me susurr susur r ó Hank al o ído—. ído —. Es la prim pr imer eraa vez que se te cae una botella desde que aprendiste a voltearlas en el aire.  —Sí, estoy —respo —r espondí ndí mientra mi. entrass me secaba las manos mano s con co n el trapo tra po que llevaba llevaba enbien el bolsillo trasero. trasero  —¡Hee pedido una Coor  —¡H Coo r s Light! Lig ht!  —¡Que esperes esper es un minuto, min uto, joder jo der!! —exclamó —exclam ó Raegan Raega n al cretino cr etino impaciente que aguardaba entre otros cuarenta cretinos impacientes delante delan te de mi zona de la barr bar r a—. Sigo sin entende entenderr por qué haces haces esto por Coby —me dijo, dijo, con co n el ceño ligeramente lig eramente fruncido.  —Simplemente,  —Simpl emente, así as í es más fácil. fáci l.  —Pues estoy casi segur seg uraa de que se llama lla ma permi per mitir tir que el o tro se valga valg a por sí mismo. ¿Por qué iba él a enmendarse, Cami, si ya estás tú para pagarle los platos rotos dos minutos después de que él haya empezado a sentir remordimientos?

 

 —Es tonto, tonto , Ray. Ray. Tiene permis per misoo para par a cagar cag arla la —respo —r espondí, ndí, pasando una pierna por encima de de Gruber para par a llegar al Blue Curaçao. Curaçao.  —Es tu hermano her mano pequeño. pequeño . No No tendría tendrí a por po r qué ser más negado neg ado que tú.  —Las cosas co sas no siempr siem pree son so n como co mo uno esper e sperar aría. ía.  —¡U  —¡Un nnaBlue Moo  —¡Una  —¡U BlindMoon! Pig! Pign! !  —¿Tenéis Zombie Zom bie Dust de barr bar r il? Negué con la cabeza.  —Soloo en octubr  —Sol o ctubre. e.  —¿Qué clase clas e de bar es este? ¡Es una de las diez mejor mej or es cervezas cer vezas de la histor hist oria! ia! ¡De ¡Deberíais beríais te tenerla nerla todo el año! Puse los ojos en blanco. Los martes hacíamos la noche de la birra a un dólar y el local se ponía siempre a reventar. La pista de baile estaba hasta arriba y en la barra la gente se agolpaba hasta en triple fila para pedir a gritos las copas. Para Hank era el punto estratégico de lo que cariñosamente llamaba el Mercado de la Carne. No eran ni las once de la noche y el asalto ya había comenzado.  —¡Rincón oeste! o este! —nos avisó a visó Hank a voces. voc es.  —¡Oído!! —respo  —¡Oído —r espondió ndió Kody, abriéndo abr iéndose se paso entre la peña para par a ll lleg egar ar hastaa un gr upo compact hast com pactoo donde había movida. Después de un combate los clientes siempre estaban más violentos durante dos o tres días. Habían visto a Travis Maddox vapulear sin clemencia a algún pobre diablo y todos los que habían presenciado la pelea se marchaban convencidos de ser igual de invencibles que él. Raegan Rae gan sonrió sonr ió mientr mientr as hacía un un alto para ver a Kody man manos os a la obra. obr a.  —Joder,  —Jo der, qué bueno bue no está.  —A tr tr abajar, abajar , per pe r r a —le or dené yo, mientr mi entras as le daba duro dur o a llaa coc c octeler teleraa para preparar pr eparar un New New Orleans Fizz. ¡Me ¡Me ardían los lo s brazos! brazo s! Raegan Rae gan gr g r uñó. Alineó Alineó cinco vasos de chupito, chupito, bajó el taco de ser servilleta villetass al anaquel inferior y puso boca abajo una botella de Chartreuse. Dejó que los chupitos rebosaran y trazó una raya fina en una parte limpia de la barra. barr a. Ent Entonces, onces, le acercó un mechero mechero encendido encendido y la línea lí nea se prendió. El grupo más próximo a la barra reculó para alejarse de las llamas que reptaban por el mostrador de madera, delante de sus narices, y lanzaron vítores.  —¡Que os o s echéis e chéis para par a atrás, atr ás, hostia! hos tia! —exclamó —excl amó Raegan Raega n cuando el fuego fueg o se consumía ya, treinta segundos después.

 

 —¡Mola!  —¡Mol a! —dijo —dij o Trenton, Tr enton, plantado delante de mí con co n los lo s brazo br azoss cruzados.  —Mantentee alejado  —Mantent alej ado del r incón incó n oeste oe ste —le advertí, adver tí, señalando señal ando co conn el mentón en dirección al grupo de idiotas peleones que Kody y Gruber habían logrado cual aguas del mar Rojo. Trenton Trent on se volvió voseparar lvió y meneó la cabeza.  —A mí tú no me m e dices lo que tengo que hacer. hacer .  —Pues ya te puedes marchar mar char de mi barr bar r a —repli —r epliqué qué yo co conn sonr so nrisa isa pícara.  —Chinchona  —Chincho na —me espetó Trenton, Tr enton, y se encogi enco gióó de hombr ho mbros os unas cuantas veces.  —¡Una  —¡U na Bud Light! Lig ht!  —¡Unn Margar  —¡U Marg arita, ita, por po r favor favo r !  —Hey,, chica sexi —dijo  —Hey —di jo una voz vo z que me sonó so nó..  —Hey,, Barker  —Hey Bar ker —respo —r espondí ndí sonr so nriendo iendo.. Barker Bar ker ll llevaba evaba más de un año echándome monedas de veinte centavos en el bote de las propinas. Trenton arrugó las cejas.  —Se te ha olvi o lvidado dado la camiseta cam iseta —me —m e avisó avis ó . Miré mi chaleco de cuero. Sí, se me habían salido las tetas. Pero bueno, trabajaba en un bar, no en un centro de día.  —¿Me estás es tás diciendo di ciendo que no te gusta g usta mi loo lo o k? —Tr —Trenton enton se disponía dispo nía a contestarme pero le puse un dedo en los labios—. Ay, qué mono, de verdad creíste que era una pregunta. Trenton Trent on me besó el dedo y yo retiré r etiré la mano. Raegan deslizó una copa hacia Trenton, guiñándole un ojo. Él le devolvió el guiño, levantó la copa hacia ella y se marchó por la pista de baile en dirección a las mesas de billar, que no estaban ni a tres metros de distancia de la trifulca que Kody y Gruber seguían tratando de controlar. Trenton contempló la escena durante unos segundos más, apuró el whisky de cortesía que le había puesto Raegan y avanzó hasta el centro del mogollón. El grupo retrocedió como el agua de un cuenco en el que hubiese caído una gota de aceite. Trenton Trent on dijo apenas apenas unas palabras palabras y Kody y Gruber Gr uber escoltaron escoltaro n a dos de los tipos hasta la salida.  —Debería  —Deber ía of ofrr ecerle ecer le un puesto —comentó —co mentó Hank, que presenci pr esenciaba aba la escena detrás de mí.  —No lo aceptaría aceptar ía —le dije mientra mi entrass mezclaba mezcl aba ya otr otraa bebida. A

 

diferencia de su hermano menor, me daba cuenta de que Trenton era de los que prefería no pegarse. Lo que pasaba era que no se asustaba. Y, al igual que los otros hermanos Maddox, llevaba la violencia integrada en sus circuitos como la opción por defecto para resolver un problema. Me pasé catener si unalocalizadas hora r evisando evisan do cada dos pormorena tres el local entero con co n la mirada paracasi aquella cabellera cortada a máquina y aquella camiseta blanca. Las mangas cortas le marcaban los bíceps y el ancho torso, y dentro de mí me moría por divisarle. Aunque Trenton siempre me había llamado la atención, nunca me había planteado conocerlo un poco para averiguar los motivos. Era evidente que le pasaba lo mismo a un montón de mujeres y la idea de hacer cola no me resultaba nada atrayente. A pesar de todo, me fijaba en él. Era difícil no fijarse. Trenton Trent on se inclinó sobre sobr e una de las mesas mesas de billar y coló co ló la bola que le dio la victoria. Se había echado hacia atrás la gorra blanca, que sin duda era una de sus favoritas. Su tonalidad gastada conseguía que pareciese aún más oscuro oscur o el r esto esto de bronceado br onceado que todavía todavía le quedaba quedaba del del verano.  —¡Cágate, lor lo r ito! ito ! ¡En la entrada entra da ha habido ya dos do s peleas peleas!! —exclamó —exclam ó Blia con los ojos oj os com comoo platos—. ¿Un ¿Un relevo? Asentí, mientras cobraba el último cóctel que había despachado.  —No tardes. tar des. Esto está a cinco ci nco segundo seg undoss de saltar sal tar por po r los lo s ai airr es. Le guiñé un un ojo. ojo .  —Soloo voy a hacer pis y fumar  —Sol f umar y vuelvo. vuelvo .  —No nos dejes nunca —añadió Blia, tomando tom ando no nota ta ya de un pedido pedido—. —. He decidido que no estoy preparada para la barra este. De momento.  —No sufr suf r as. Antes Antes tendría tendr ía que despedir de spedir me Hank. Hank me lanzó a la cara una servilleta hecha una pelota.  —Por eso no tienes que pr eocupar eo cuparte, te, bicho. bicho . Le propiné, en broma, un puñetazo en el brazo y me fui derecha a los aseos reservados para los empleados. Me metí en uno de los retretes, me bajé las braguitas hasta las rodillas y me senté. Los graves de la música del local resonaban amortiguados dentro del cuarto de baño, rítmicamente. Los delgados tabiques vibraban. Imaginé que mi propio esqueleto también lo hacía. Echéé un vistazo Ech vistazo a mi móvil y lo l o dejé encima del soporte sopor te de de plástico plástico gr g r is del papel higiénico. Seguía sin tener noticias de T. J. Pero, de los dos, yo había sido la que había mandado el último mensaje de texto, y no era de las que imploran implor an que les les hagan caso.

 

 —¿Te falta mucho? mucho ? —preg —pr eguntó untó Trenton Tr enton al otro otr o lado de la puerta puer ta del retrete. El cuerpo entero entero se me tensó. tensó.  —¿Qué coño co ño estás haciendo aquí? Este es el baño de chicas, chicas , Ranger Mirón de Texas.  —¿Acabas de insinuar insi nuar que me puedo compar co mparar ar con co n Chuck Norr Nor r is? Porque molaría.  —¡Largo!  —¡Larg o!  —Calma, nena. Que no te veo. Tiré de la cadena. Entonces, empujé con todas mis fuerzas la puerta del retrete, tanto que golpeó con el mueble del lavabo. Me lavé las manos y, tras sacar un par de pañuelos de papel para secármelas, me aseguré de fulminar a Trenton con la mirada. mir ada.  —Me alegr aleg r a compr co mproba obarr que lo l o s empleado em pleadoss hacen hac en rrealm ealmente ente lo que dice di ce el letrero. letrer o. Siempre había tenido tenido curiosidad. curio sidad. Le dejé a solas en el cuarto de baño y me dirigí a la entrada de uso exclusivo exclu sivo para el personal per sonal del local. Nada más salir fuera, el aire frío de la noche refrescó las zonas de mi piel que no estaban tapadas. Seguían llegando coches, que aparcaban de cualquier manera en la explanada de hierba de la otra punta del aparcamiento. Se oían portazos de coches y se veía a grupos de amigos o parejas andar en dirección a la entrada, que debían ralentizar un poco el paso a causa de una larga fila de estudiantes que esperaban a que otros salieran para poder entrar. Trenton apareció a mi lado, sacó un cigarrillo y lo encendió, y a continuación contin uación me dio fuego. fuego .  —La verdad ver dad es que deberías deber ías dejar lo —dijo —dij o —. Es un vici vicioo asqueros asquer oso. o. Nada atr atr activo en una niña. Le miré estirando mucho el cuello.  —¿Cómoo dices?  —¿Cóm dices ? Yo no pr pretendo etendo hacerme hacer me la niña mo mona na ni soy so y ning ninguna una niña.  —No me m e gustas. g ustas.  —Claroo que sí.  —Clar sí .  —Yoo tampoco  —Y tampo co pr pretendo etendo hacer ha cerme me el niño mono mo no..  —Pues no te sale. Le miré con disimulo, haciendo todo lo posible por no sentirme halagada. Sentí en el pecho una suave sensación de calor que empezó a

 

extenderse desde allí hasta la punta de mis manos y de mis pies. Trenton me provocaba el mejor peor efecto. Como si todo lo que yo era (y todo lo que no era) er a) fuese deseable deseable para alguien. Ni Ni siquiera siquier a tenía tenía que esforzarme. esfor zarme. La inquebrantable admiración que manifestaba hacia todo lo que sabía de mí estaba resultando y mebaditant que quería más. Pero estaba est aba segura de si lo adictiva, que me gusta gustaba tacuenta ntoo era er adecómo me hacía sentir sent ir él,noo la conocida sensación. Aquello era como mis tres primeros meses con T. J. Pero Pero el suave calor que acabab acababaa de notar se disipó de pro pront ntoo y empecé a tiritar.  —Te ofr o frecer ecería ía mi chaqueta, per p eroo no he traído tr aído —dij —dijoo Trenton—. Tr enton—. Tengo Teng o esto, eso sí. —Separó un poco los brazos del cuerpo con las palmas vueltas hacia mí. Me encogí de hombros.  —Estoy bien. bi en. ¿Qué tal las la s últimas últim as hor ho r as de trabajo tr abajo esta noche? no che? Él cruzó los brazos.  —Lo estás haciendo de maravil mar avilla. la. Hazel no par paraba aba de quejar se por po r que no estabas tú, y luego Calvin empezó también a lloriquear.  —¿Al menos meno s saliste sal iste en mi m i defensa? def ensa?  —¿Qué querías quer ías que dijer dije r a? «¡Coño, «¡Coño , Hazel, cierr cier r a la boca! bo ca! ¡Trabaj ¡Trabajaa de pena y no no la quiero por aquí!». aquí!».  —Pues un verdader ver daderoo amig ami g o lo habría habr ía hecho. hecho . Trenton Trent on negó con la cabeza.  —Estás como co mo una puta cabra. cabr a. Pero me gusta. g usta.  —Gracias  —Gr acias.. Creo. Cre o. —Corté —Cor té con co n los lo s dedos dedo s la parte par te del cigar cig arrr il illo lo que no me había terminado y pisé el resto—. A trabajar.  —Siempr  —Siem pree —dijo —dij o Trenton, Tr enton, sig s iguiéndo uiéndome me adentro ade ntro.. Blia regresó al quiosco de la entrada y entonces llegó Jorie para que Raegan pudiese tomarse un respiro. Cuando volvió, Trenton iba por su cuarto botellín de cerveza. A cada bebida que yo preparaba, más irritado le veía.  —¿Estás bien? —le pr egunté eg unté a voces voc es por po r encim encimaa de la música. músi ca. Él asintió sin decir nada, pero no apartó la vista de sus dedos entrelazados, apoyados en la barra. Reparé por primera vez en que su camiseta tenía dibujados unos pájaros: dos golondrinas de color pálido. [4].. Sus múltiples tatuajes se Debajo decía: «DO YOU SWALLOW?» ?»[4] complementaban complement aban bien bien con la camiseta y con los lo s vaquero vaqueross gastados, pero la pulserita de plástico plástico rosa, ro sa, blanca blanca y morada mor ada no.

 

Toqué con el índice la pulsera de plástico y le pregunté simplemente:  —¿Olive?  —¿Ol ive? Él giró gir ó ligeramente lig eramente la muñeca. muñeca.  —Sí. —Ni siquier siqui eraa mencio menc ionar nar a su mejo m ejorr amig ami g a sir vió para par a anim animar arle. le.  —¿Qué pa sa, Trenton? pasa, Tr enton? Estás r ar aro. o.  —Está aquí.  —¿Quién  —¿Qui én está aquí? a quí? —le —l e preg pr egunté, unté, entor nando mucho los lo s ojo o joss mientr m ientras as agitaba de nuevo la coctelera.  —El pijo pij o de mier mi erda da al que eché de Skin Ski n Deep de una patada en el culo. culo . Miré a mi alrededor y allí estaba, a poca distancia hacia la izquierda de Trenton, flanqueado por Jeremy y Kylie. La chica iba con otro vestidito corto, cor to, solo que este este era dor ado y mucho más ajustado. ajustado.  —Pues pasa de él. Esta noche lo estamos estamo s pasando bien.  —¿Tú cr c r ees? Por Po r que estoy esto y sentado aquí yo solo so lo —repuso —r epuso.. Clay me sonrió pero yo miré hacia abajo, esperando no animarle a hacerr comentar hace comentar ios soeces que harían saltar saltar a Trenton. No hubo suerte.  —¡Mir  —¡M ira, a, Jeremy! Jer emy! ¡La secre secr e putita! —exclamó —exclam ó Clay. Estaba más borracho que en la tienda de tatuajes. Eché un vistazo a ver si veía a Kody, pero no lo localicé. Seguramente estaría en la entrada, donde habían estallado varias broncas. Gruber se encontraba en la pared oeste, donde también solía armarse lío. Tuffy tenía la noche libre, así que probablemente Hank se había puesto en la entrada a comprobar carnés y cobrar. Clay todavía no había visto a Trenton. Pero Kylie sí. Rodeaba con un brazo la espalda del del chico y tenía la otra mano apoyada en su ttri ripa, pa, con la última falange de su dedo anular metida por la cintura de sus vaqueros. Aun estando pegada a Clay como una lapa, no le quitaba ojo a Trenton, para ver si él la miraba. mir aba.  —¡Yoo quiero  —¡Y quier o un botellí bo tellínn de Bud, Putita! Y no te vas a ll llevar evar pro pr o pina, por echarme a patadas patadas la otra noche.  —¿Quier  —¿Qui eres es que lo l o vuelva a hacer? hacer ? —preg —pr egunté. unté.  —Puedo ll llevar evarte te a un callejó call ejónn os oscur curoo y dar darte te por po r detr detrás ás —dijo —dij o , agitandoo una mano. agitand Trenton Trent on se puso en tensión tensión y apoyé mi mano sobre so bre la suya. suya.  —Vaa ciego.  —V cieg o. Dame un segundo se gundo y le pido pi do a Kody que lo l o acompañe aco mpañe fuer f uera. a. Trenton no levantó la vista, simplemente asintió. Tenía los nudillos blancos.

 

 —Esta noche no che no estoy de humor humo r para par a aguantar ag uantar tus memeces. mem eces. Vete a pedir al quiosco.  —¡Mii birr  —¡M bir r a, puta! —dijo —dij o Clay. Un Un instante después se fij fijóó en las manos mano s que yo tenía tenía cogidas cog idas con las mías. mí as. se levantó de su taburete, empujando sin miramientos a un par de Trenton personas.  —¡Trenton,  —¡Trento n, no! no ! ¡Maldi ¡Maldita ta sea! —Salté por encima encim a del mo mostr strado ador. r. Per Peroo Trenton ya le había dado dos puñetazos y Clay estaba en el suelo, sangrando. Me arrodillé y, al tiempo que me tapaba la cabeza, protegí a Clay con con mi cuerpo. Jorie Jor ie lanzó un gr grito ito que se oyó por encima de de la música. música.  —¡Cami, no! no ! Al ver que no sucedía nada, levanté la vista y vi que Trenton se había detenido con un puño en alto, a nuestro lado, temblando. Kylie, al lado de Trenton, Trent on, nos mir m iraba aba desde desde arriba. arr iba. Pero no se la veía preocupada por Clay. Clay. Simplemente Simplemen te miraba como co mo una especta espectador dora. a. Cuando me incorporé, Kody y Raegan aparecieron a mi lado. Kody ayudó a Clay a levantarse del suelo. Jorie señaló a Clay y Kody se lo llevó del brazo.  —Vale.  —V ale. Vámonos Vámo nos —dijo —dij o Clay se soltó de las manos de Kody tirando con co n fuerza de su brazo y se secó la sangre sangr e de la boca con la manga de la camisa.  —¿Quier  —¿Qui eres es más, m ás, cor co r azón? azó n? —le pr eguntó eg untó Trenton. Tr enton.  —Que te jodan jo dan —repuso —r epuso Clay, y escupió escupi ó sang sangrr e al suelo—. suelo —. Kylie, vámonos. Trenton Trent on es arri ar rimó a Kylie Ky  —¿Esta tumó chica chica? ? lie a su costado y la señaló con un dedo.  —¿Qué pasa pa sa con co n eso? eso ? —preg —pr eguntó untó Clay. Trenton agarró a Kylie y la echó hacia atrás para plantarle un beso con la boca abierta. Ella respondió y durante unos segundos se morrearon con ganas. Trenton bajó una mano por un costado de ella y le agarró el culo, sin dejar dejar de sujetarla sujetarla por la nuca nuca con el otro brazo br azo flexionado. Se me revolvieron las tripas. Y, al igual que todos los presentes, me quedé petrificada hasta que Trenton volvió a poner derecha a la chica. Entonces, la empujó delicadamente en dirección a Clay. Este hizo una mueca pero no reaccionó. Kylie estaba más que complacida y, volviéndose para mirar a Trenton, le dedicó una última

 

mir ada de coquetería mirada coquetería mientras Clay se la llevaba de la mano en dir dirección ección a la entrada. Kody se fue tras ellos, no sin antes poner cara de «¿Pero qué coño…?», mirando primero pri mero a Raegan Raegan y luego luego a mí. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que tenía en tensión hasta el Me último último músculo de mi ycuerpo. acerqué a Trenton señalé con un dedo hacia su pecho.  —Comoo vuelvas a montar  —Com mo ntar o tro numerito numer ito así, hago hag o que te echen de aquí aquí.. Un lado lado de la boca de Trenton se curvó hacia arr iba.  —¿Lo dices di ces por po r el puñetazo o por el beso? bes o?  —¿Tiene envidia envidi a tu culo cul o de la cantidad de mie mierr da que sale por tu boca? bo ca?  —repli  —r epliqué qué yo, yo , rrod odeando eando ya la bar ba r r a.  —¡Esa ya la había oído! oí do! —respo —r espondió ndió Trenton Tr enton a mi espalda. espal da. Cog Cogió ió su birr a del bar y se marchó mar chó tranquilamente tranquilamente en dir dirección ección a las mesas de billar como si no hubiese hubiese pasado pasado nada. nada.  —No es por po r fastidiar fastidi arte te el e l número númer o , hermani her manita, ta, pero per o se te nota n ota el enfado  —me dijo di jo Raegan. Me puse a fregar jarras como si las aborreciese, porque en esos momentos sentía sentía odio po porr todo.  —En el instituto i nstituto no le sopo s oporr taba y ahor aho r a no le so sopor por to.  —Pues, para par a ser alguien alg uien a quien no sopor so por tas, has estado pasando bastante bastan te tiempo tiempo con él.  —Creía  —Cre ía que había cambi ca mbiado ado,, pero per o se ve que no.  —Se ve que no —repitió —r epitió Raegan sin emoció emo ciónn alg alguna. una. Uno tras tra s otro otr o , abrió tres botellines de de cerveza.  —Calla, calla, call a, calla call a —dije —dij e yo como co mo una salmodi salm odia, a, tratando tra tando de ahoga aho garr sus que no quería nada con él. ¿Alamígarganta qué más me dabapalabras. que fueseAdemás, un cerdoescapaz de meterle la lengua hasta a una tía par par a fastidiar fastidiar a su novio? El ritmo frenético tras la barra del bar continuó, pero por suerte las broncas bro ncas cesaro cesaronn justo antes antes del último aviso. Tratar de salir de allí cuando el local entero se transformaba en una gran pelea era una auténtica putada. Se encendieron las luces y la peña desalojó. Para variar, Kody y Gruber no tuvieron que ponerse en plan cabrones para que se marcharan los rezagados. Solo invitaron educadamente a la gente a irse y Raegan y yo cerramos cerr amos la barra. barr a. Lita Lita y Ronna llegaron llegaro n con sus escobas y demá demáss enseres de limpieza. A las tres de la madrugada todas las camareras estábamos listas para para marcharnos mar charnos y, como como medida de de precaución, Kody Kody y Gruber nos

 

acompañaron a nuestros respectivos coches. Precisamente, Kody había acabado consiguiendo que Raegan aceptase una cita con él a fuerza de acompañarla cada noche al coche y de llenar con co n sutil sutil encanto encanto esos eso s breves instantes. Gruber me acompañó a mí al Pitufo. Los dos nos ceñimos bien los abrigos elpara guarecernos Cuando nuestra vista aparecieron coche de Trenton del y elfrío. propio Trentonante de pie a su lado, Gruber Gr uber y yo nos no s detuvimos detuvimos a la vez.  —¿Quier  —¿Qui eres es que me quede? —preg —pr eguntó untó Gruber Gr uber en voz vo z baja mientr mi entras as reanudábamos reanudáb amos la l a marcha. mar cha.  —¿Y qué me ibas a hacer ? —preg —pr eguntó untó Trenton, Tr enton, apr a pretando etando los lo s dientes—. die ntes—. Nada. Arrugué Arr ugué la nari nariz, z, molesta. molesta.  —No seas cr cretino etino.. No vas a empr em prender enderla la con co n los l os tío tíoss que se por tan mal conmigo y con los que me tr tr atan atan bien. bien.  —¿Y qué pasa con co n los lo s que hacemos hacemo s ambas am bas cosas? co sas? —r —repli eplicó có,, levantando le vantando las cejas e inclinando la cabeza. Yo hice una seña a Gr uber, bajando el mentón. m entón.  —Estoy bien. bi en. Gruber Gr uber asintió asintió a su vez y se volvió volvió para regr r egresar esar al Red Door.  —Estás bor bo r r acho —dije, —dij e, abr iendo la cerr cer r adura adur a de la puerta puer ta del lado del conductor del Jeep—. ¿Has llamado un taxi?  —No.  —¿Y a alguno alg uno de d e tus hermano her manos? s?  —No.  —Entonces, ¿te vuelves andando a casa? —preg —pr egunté, unté, sacando del bolsillo sus vaqueros el llavero con forma de abrebotellas rojo brillante. de A continuación salieron sus llaves.  —No —respo —r espondió ndió él, so s o nr nriendo iendo..  —No voy vo y a llevar ll evarte te a tu casa.  —No. Ya Ya no dejo que las chicas me lleven l leven a casa. Abrr í la puerta de mi coche y, Ab y, suspirando, saqué mi móvil.  —Te llamo ll amo un taxi.  —Me va a acercar acer car Kody.  —Si va a seguir seg uir llevándo ll evándote te a casa, vas a tener que hacerlo hacer lo o fici ficial al en Facebook. Trenton Trent on rio, r io, pero entonces entonces se le desdibujó desdibujó la sonrisa. sonr isa.  —No sé por qué lo hice. Lo del de l beso a esa tía. tía . Es un hábito, supo s upongo ngo..

 

 —¿No er as tú el que me hablaba habl aba hace un r ato sobr s obr e vici vicioo s dañinos? dañino s?  —Soy un mier mi erda. da. Perdóname. Perdó name. Yo me encogí de hombros. hombr os.  —Haz lo que quier as. Él puso putisonocara car de dolido.  —A teaimpor impo r ta. Tras una breve pausa, negué con la cabeza. No me salía mentir en voz alta.  —¿Estás enamor enam or ada de él él?? ¿De tu chico? chico ?  —Vamo  —V amos, s, Trent. Tr ent. ¿A qué viene esto? Trent contrajo contrajo la l a cara.  —Tú y yo… yo … solo so lo somo so moss amig ami g os, os , ¿verdad? ¿ver dad?  —A veces no estoy seg s egur uraa de si so somo moss eso. eso . Trenton asintió y entonces bajó la vista.  —Vale.  —V ale. Solo Sol o quería quer ía saber sa berlo lo.. —Se marchó mar chó y yo r eso esoplé, plé, fr f r ustr ustrada. ada.  —Sí —exclamé. —excl amé. Él se volvió y me mir ó expectant expectante. e.  —Somos  —Som os amig ami g os. os . A sus labios asomó una sonrisilla que fue abriéndose y se transformó en una una sonrisa de oreja or eja a oreja.  —Es verdad. ver dad. Se metió las manos en los bolsillos, hasta el fondo, y echó a andar por el aparcamiento aparcamiento co como mo si fuese el el amo del mundo. En cuanto se subió de un saltito en la furgo de Kody, me dio un vuelco el corazón. Me había metido en un lío. Un lío Maddox, un lío enorme, un lío desast desastro roso. so.

 

Capítulo Capítu lo 7

 

Sigues sin saber nada para el puente de Acción de Gracias? —Me daba muchísima rabia preguntárselo. Pero si no sacaba yo el tema, no lo haría él. Y en esos momentos yo necesitaba desesperadamente saberlo. Se me estaba empezando a olvidar lo que era estar junto a él y me estaba sintiendo confusa respecto a cosas sobre las que no debía sentirme confusa. T. J. no emitió ningún sonido durante varios segundos. Ni siquiera respiraba.  —Te echo de menos. meno s.  —Entonces eso e so es un no. no .  —No lo l o sabré sabr é hasta la vísper a. O ig i g ual el mismo mi smo día. Si surge sur ge cualquier cualqui er cosa…  —Compr  —Com prendo endo.. Ya me lo adver advertiste. tiste. Deja de actuar como co mo si fuese a montar mo ntar una pataleta pataleta cada vez que no puedes darme una rrespuesta espuesta dir directa. ecta. Él suspiró.  —Disculpa.. No es por eso.  —Disculpa eso . Es que me preo pr eocupa cupa que llaa pr ó xim ximaa vez que me pregunt preg untes, es, y yo yo responda… r esponda…,, me vayas vayas a decir decir algo que no no quiero oír. Sonreí pegada al teléfono, teléfono, deseando deseando poder abrazarle.  —Es bonito bo nito saber que no quieres quier es oír o írlo lo..  —Y no quiero quier o . Es difíci di fícill de explicar expli car… … Quier Q uieroo por igual ig ual co conseg nseguir uir este ascenso ascen so y a la vez estar estar contigo.  —Lo pillo pil lo.. No es e s fácil f ácil pero per o todo estará estar á bien. bi en. No siem s iempr pree vamo vam o s a tener que echarnos de menos. Solo tenemos que superar la parte dura del principio, ¿no?  —Eso es. —Su r espuesta fue inmediata, inme diata, sin vacil vacilació ación, n, per peroo noté la inseguridad en su voz.  —Te quiero quier o —dije. —dij e.  —Sabes que yo a ti también tambi én —contestó —co ntestó él—. él —. Que descanses, descanses , mi amor. amo r.

 

Aun a sabiendas de que no podía verme, moví la cabeza arriba y abajo. Pero no fui capaz de decir nada más. Cortamos la llamada sin haber hablado de Coby ni de mi segundo empleo ni de que últimamente había estado mucho en compañía de Trenton. Las propinas que había ganado en el mi hermano pagase mayor parte de de unafindedelassemana cuotas sirvieron vencidas, para pero que me daba miedo que solo lafuese cuestión tiempoo que abandonas tiemp abandonasee el prog pr ograma rama de rehabilitación. rehabilitación. Me enfundé en un top negro de encaje, de manga larga, y me peleé con unos de mis vaqueros rotos favoritos. Luego, me puse un poco de brillo de labios y salí corriendo para no llegar tarde al Red Door para mi turno de noche de los viernes. vier nes. Nada más cruzar la puerta del acceso de empleados, noté que algo no marchaba bien. Estaban todos muertos de asco y la barra supertranquila. Demasiado tranquila. Normalmente esa primera hora me encantaba, antes de que el mogollón abarrotase el local. Los viernes por la noche era la noche de las chicas, de modo que el jaleo empezaba aún antes. Pero el bar estaba muerto. A la media hora Raegan limpió la barra con la bayeta por tercera vez, refunfuñando refunfuñan do para par a sus adentr adentr os.  —¿Esta noche noc he había pelea clandestina? clandes tina? Negué con la cabeza.  —¿Dices del Círculo Cír culo?? Nunca empiezan empi ezan tan temprano tempr ano..  —Anda, mir mi r a. Ya tenemos tenemo s algo alg o que hacer —dijo —dij o Raegan, Raega n, bajando la botella de Jim Beam. Travis Maddox venía hacia su taburete habitual, arrastrando los pies y con una que ydaba Raeganel le sirvió whisky y él se lo bebió de cara un trago bajópena. con fuerza vaso, queungolpeó en doble la madera.  —Vaya,  —V aya, vaya —dije —dij e yo, cog co g iendo la botella bo tella que me tendía Raegan—. Raega n—. Solo hay dos cosas que pueden ser así de serias. ¿Todos bien en casa? —le pregunté, y me puse alerta en previsión de su respuesta.  —Sí, todo to doss bien. Menos yo. yo .  —No me m e lo cr creo eo —repli —r epliqué qué yo, yo , atónita—. atóni ta—. ¿Quién ¿Qui én es la l a chica? chic a? Sus hombr hombros os se hundiero hundieron. n.  —Una de pr prim imer ero. o. Y no me pr preg eguntes untes qué tiene por po r que no lo sé. Aún. Pero estaba hoy ligándome a una tía y de pronto sentí como si estuviese haciendo algo alg o que estaba mal. Y entonces me vino a la mente la cara car a de esa chica.

 

 —¿La de prime pr imerr o ?  —¡Exacto! Joder, Joder , Cami Cami,, nunca me m e había pasado una cosa co sa así. así . Raegan Rae gan y yo nos no s cruzamos una mirada.  —Bueno —le dije—. di je—. Tampoco Tampo co es el fin del mundo. m undo. Te gusta. g usta. ¿Qué tiene de —Pues raro? que a mí m í no me gusta g usta una chica chi ca así. así . Eso Eso es lo que tiene de r aro. ar o.  —¿Así cómo có mo?? —dije —dij e yo, yo , sor so r pr prendida. endida. Él dio otro trago y, subiendo las manos por encima de la cabeza, se puso a moverlas en círculos.  —La tengo todo el r ato en la l a cabeza.  —¡Pero qué blandito blandi to te pones, pone s, para par a ser un tío que nunca pierde! pier de! —le dijo en broma bro ma Raegan Raegan para tomarle el pelo.  —Dime qué puedo hacer, Cami. Tú sabes de chicas. chicas . Eres Er es chica, por po r así decir.  —Muy bien, bie n, pues en pr prim imer er lugar lug ar —contesté, —co ntesté, incli i nclinándo nándome me hacia él—, chúpame la polla.  —¿Lo ves? ve s? Una chica chic a no dice eso e so..  —Las guais g uais sí s í —terció —ter ció Raegan. Raega n. Yo proseguí: pro seguí:  —En segundo seg undo lugar, lug ar, er eres es el puto Travis Tr avis Maddox. Puedes conseg co nseguir uir a la que te dé la gana.  —Casi —puntualizó Raega Raegann desde el freg fr egader adero, o, a metro metr o y medio medi o de distancia. La nariz nariz de Travis se arrugó. arr ugó.  —Eras  —Er as la l a novia no via de Brazil Bra zil.. Ni Ni lo l o intenté. i ntenté. Raegan Rae gan miró mirdeó oír pequeñ de losdeMaddox Madd entrecerr ando los ojos. o jos.  —¿Acabo oalírpequeño lo queoacabo oír o ír??ox entrecerrando  —Pues es la l a verdad ver dad —dijo —dij o él.  —Aun así, nunca te lo habría habr ía per mitido mi tido..  —Eso nunca lo sabremo sabr emoss —dijo —dij o él, llevándo ll evándose se a la boca bo ca el tercer ter ceroo de los tragos para echárselo a la garganta.  —Tranqui,  —Tr anqui, Per r o Loco —le dije. di je. Travis cont contrajo rajo el rost ro stro ro..  —Sabes que no sopor so por to que me m e llames ll ames así.  —Sí —respo —r espondí ndí yo, levantando la botella—. bo tella—. Pero Per o g r acias a eso prestas pr estas atención. Este es el plan que tienes que seguir. Uno: Deja de lloriquear. Dos: Acuérdate de quién coño eres y obra tu magia. Esa chica no es

 

diferente de las demás…  —Oh, sí que es difer di ferente ente —dijo Travis. Tr avis. Suspir Susp iréé y miré mir é a Raegan. Raegan.  —Le ha dado fuerte. fuer te.  —Calla y ayúdame —dijo —dij Tr fr frustr ustrado ado..tía dura  —Existen tres tre s trucos truc os para paroa Travis, conseg coavis, nseguir uir a una dur a de pelar : paciencia, pacienc ia, contar con otras opciones y mostrar indiferencia. No vas a ser su amigo del alma. Tú eres puro sexo y punto, y estás tratando de ligar con una que está lejos de tu alcance. En otras palabras, eres Travis Maddox.  —Lo sabía. s abía. Siempr Siem pree has estado es tado loc l ocaa por po r mí —dijo él con co n chuler ía. Me levanté.  —Pues… no. no . Para nada. nada . Ni Ni en el insti.  —Mentirosa  —Mentiro sa —dijo —dij o él, poniéndo poni éndose se de pie—. Yo tampo tampoco co lo intenté contigo. Mi Mi hermano her mano siempre siempr e ha estado estado enamorado enamor ado de ti. Me quedé helada. ¿Qué se suponía que quería decir eso? ¿Acaso sabía algo? Travis pro prosiguió: siguió:  —Indiferencia.  —Indifer encia. Otras Otr as opcio o pciones. nes. Paciencia. Pacienci a. Lo tengo. tengo . Asentí.  —Si pasáis pasá is por po r el altar, al tar, me debes de bes cien ci en pavos. pavo s.  —¿Qué altar? altar ? —repuso —r epuso Travis Tr avis con co n una mueca de desagr desag r ado—. ado —. ¡Qué coño dices, Cami! ¡Que tengo diecinueve años! Nadie se casa con diecinueve años. Miré a mi alrededor para ver si alguien le había oído admitir que era menor de edad. edad.  —Repite esolaunrisa. poco po co más alto. alto . Él reprimió  —¿Que es poco po co pr prob obable able que me case algún alg ún día? ¿O que vaya a casarme de aquí a poco? No va a pasar jamás.  —Travis  —Tr avis Maddox tampoco tampo co entra entr a en un loc l ocal al hecho pol polvo vo por po r una chi chica. ca. Nunca se sabe.  —Ver  —V ergüe güenza nza debería deber ía darte dar te desear me eso a mí —respo —r espondió ndió él, guiñándome un ojo—. Te veo en mi próximo combate, ¿eh, Camille? Sé buena amiga, ¿vale?  —Peroo si sabes  —Per s abes que cur r o .  —Yaa me ocupar  —Y o cuparéé de que lo l o pr prog ogrr amen tarde. tar de.  —¡Y ni por po r esas ir i r é! ¡Es ¡Es de salvajes sal vajes!!

 

 —¡Vente con Trent!  —¡Vente Tr ent! Travis dio media vuelta y se marchó y yo me quedé como un pasmarote, atónita. ¿Antes me había hablado de Trenton? Entonces, Trenton estaba hablando de mí. ¿A quién más le había contado algo? Justo cuando Travis porenla elgruesa de color rojo,siguió un grupo bastante grande de gentesalía entró local puerta y después de ellos entrando un reguero de clientes. Me alegré de no disponer de tiempo para preocuparme preocup arme de si circulaban circulaban o no rumores rumor es sobre mí o de si es esos os rumores r umores llegarían llegar ían a oídos de T. J.   Al día siguiente, bien entrada la mañana me dirigí a Skin Deep, ya de mal humor. T. J. no me había llamado ni me había respondido por mensaje, cosa que no hizo sino alimentar mi paranoia sobre alguna posible revelac r evelación ión del bocazas de Trenton.  —¡Yaa está aquí Cami! —anunció Hazel con  —¡Y co n una sonr so nrisa, isa, y se subió a lo alto del puente puente de la nariz unas gafas negras negr as de montura gruesa. g ruesa. Me obligué a sonreír. Hazel hizo un mohín con sus labios pintados de rojo.  —¿Y esa car a de pena? ¿Te ¿ Te dejó KO la fiesta f iesta de la l a frater fr aternidad nidad anoche? ano che?  —¿Eraa eso?  —¿Er eso ? ¿Tú ¿T ú fuiste? fuis te? Me guiñó un ojo. ojo .  —Es impos im posible ible que no le g usten a una las chicas de esas frater fr aternidades nidades.. Bueno, ¿qué te pasa a ti?  —Soloo estoy cansada —respo  —Sol —r espondí, ndí, dándole dándo le la vuelta al letrer letr eroo de ABIERTO  —Al .lor lo r o :

Calvin te va a pedir pedi r que empieces empi eces a cur c urrr ar los lo s domi do mingo ngos. s.  —¿Lo dices en serio ser io?? —repli —r epliqué qué yo con co n un tono más lastimer lasti meroo de lo que había pretendido. No era el mejor día para pedirme que hiciera más horas. Cuando finalmente me metí tras el mostrador, Trenton entró por la puerta.  —¡Camomila  —¡Camom ila!! —exclamó —excla mó.. Llevaba en las manos mano s un frutero fr utero ll lleno eno de fruta de plástico.  —Ayy, por  —A po r favor, favo r, no hagas hag as eso. eso . No tenía g r acia en el coleg co legio io y desde luego no tiene gracia ahora. Trenton se encogió de hombros.  —Pues a mí m í me m e gustaba. g ustaba.

 

 —Tú en el coleg co legio io ni siquier si quier a sabías sabí as quién qui én era er a yo. yo . Él arrugó la frente.  —¿Según  —¿Seg ún quién? Miré ir é a mi alreded alr ededor or exageradamente. exageradamente.  —No m dij ni pío hasta que me m e salier sal ieron on tetas. Haze azell me rrio ioe dijiste coniste socarronería. socarr onería.  —¡Este trabajo tra bajo se ha vuelto mucho más divertido diver tido desde que la contrataron!  —Peroo eso no quiere  —Per quier e decir que no supier a quién eras er as —repli —r eplicó có Trenton, Trent on, muy serio. serio . Hazel Ha zel señaló señaló el fr utero utero que traía traía en los lo s brazos.  —¿Y esa fr f r uta?  —Paraa mi taller.  —Par taller . Para decor dec or ar.  —Es hor ho r r endo —dijo —dij o ell e lla. a.  —Eraa de mi madr e —dijo  —Er —dij o él sin que le afectase el comentar co mentario io—. —. He pensado que necesitaba tener algo de ella en el trabajo. Me da buen rollo.  —Se fue por po r el pasill pas illoo y se metió m etió en su taller. tall er.  —Bueno —dijo —dij o Hazel apoyando apo yando los lo s codos co dos en el mostr mo strado ador. r. Una de sus finas cejas dibujadas con lápiz subió disparada—. La tensión sexual que flota en el ambiente está alcanzando cotas absurdas. Yo levanté una ceja.  —No sabía sabí a que te gustase g ustase Calvin. Calvi n. Hazel arrugó la nariz.  —A nadie le l e gusta g usta Calvin.  —¡Te he oído oí do!! —exclamó Calvin desde de sde el fondo fo ndo del pas pasill illo. o. —r espondió ndió Hazel a su vez—. O sea, ¿que no estás interesada inter esada en —¡Bien! Trent? —respo  —Pues no —dije —dij e yo. yo .  —Ni un poquito po quito nada más. má s.  —Tengo novio no vio y me hace muy feliz feli z —dije, —dij e, y me humedecí un pulg pulgar ar para ponerme a contar impresos.  —Mierda  —Mier da —repli —r eplicó có Hazel—. Empezaba Em pezaba a g ustarme ustar me pensar en voso vo sotro tross dos juntos.  —Pues siento desilusi desi lusiona onarr te —dije, —dij e, haciendo hacie ndo un mazo compacto co mpacto con co n los impresos impr esos para volver a ponerlos poner los en su corr espondiente espondiente bandeja. bandeja. Sonó la musiquilla de la puerta puerta y entr entr ó un gr g r upo de cuat cuatrr o chicas, todas rubias, todas bronceadas y todas con sus pechos enmarcados en

 

sujetadores con copa E embutidos en camisetas ajustadas de diferentes tonalidades tonalida des de rosa. r osa. Empecé a saludarlas. Pero entonces Hazel señaló la puerta y las chicas se detuvieron en seco.  —Veng  —V enga, Hazel. Le dijiella s queando pasar pas aríam íamos osn—se quejó quej,óy una.  —Fuer  —Fuera aa,—respo —r espondió ndiódijimo ellmos a señalando señal aún con co un dedo, dedo ento entonces nces baj bajóó la vista y con la otra mano pasó una página de un Cosmopolitan.  Como no volvió a oírse el tintineo de la puerta, levantó de nuevo la vista—. Joder, ¿estáis sordas? ¡He dicho que fuera! Las chicas chicas se enfurruñaron enfurr uñaron y, unos unos segundos después, después, se marchar marcharon on por po r donde habían venido.  —¿De qué iba todo to do eso? eso ? —inquir —inqui r í. Ella negó con co n la cabeza cabeza y dio un suspiro. suspiro .  —Fans de Trent. Tr ent. Bishop Bisho p también tam bién tiene. Mujeres Mujer es que vienen a r evolo evo lotear tear por el taller con la esperanza de llevarse gratis un tatu o…, qué sé yo…, que los tíos se las lleven al huerto. —Puso los ojos en blanco—. Si te soy sincera, me sacan de mis casillas. Pero hasta hace nada las dejábamos entrar.  —¿Y qué fue lo l o que cambió cam bió?? Hazel Ha zel se encogió encogió de hombr hombros. os.  —Bishopp dejó  —Bisho dej ó de venir ve nir con co n la l a fr f r ecuencia ecuenci a con c on que ve venía nía antes y Trenton Tr enton me dijo que las pusiera de patitas en la calle no mucho después de que empezases a trabajar tú aquí. ¿Lo ves? No eres una decepción total y absoluta. —Me —Me dio un leve codazo. codazo .  —Supongoo que no me he ganado  —Supong ga nado r ealmente ealm ente la paga. pag a. Ni siquier siqui eraa sé mezclar bien el producto de limpieza. Por aquí no le dais mucha importancia al uso de desinfectantes.  —¡Pero qué coño co ño dices! dices ! —repuso —r epuso con co n una sonr so nrisa isa iróni ir ónica—. ca—. Quién Quié n sino tú habría convencido a Calvin para quitar esa decoración asiática barata y reorganizar los ficheros. Llevas aquí menos de un mes y ya estamos mejor organizados, y los clientes no tienen que preguntarse si con el tatuaje se van a llevar de recuerdo una galletita china de la fortuna.  —Gracias  —Gr acias.. Da Da gusto g usto sentir s entirse se valo val o r ada.  —Yoo te valor  —Y valo r o —dijo —dij o Trenton, Tr enton, apareciendo apar eciendo en el vestíbulo—. vestíbulo —. Valor alo r o que finalmente vayas a ver La loca historia hist oria  conmigo esta noche. Voy a por ella.  —No —respo —r espondí ndí meneando m eneando la cabeza. ca beza.

 

 —¿Po r qué no?  —¿Por no ?  —Estoy cur r ando. ando .  —¿Y luego lueg o qué?  —Me voy a la l a cama. cama .  —Tonterías.  —Tonter ías.  —Tienes r azón. azó n. He He quedado. quedado . Él puso cara de desdén.  —¿Con quién? qui én?  —Todavíaa no lo sé pero  —Todaví per o co c o ntigo desde lueg l uegoo que no no.. Haze azell rrio io por lo bajo.  —¡Tocado!!  —¡Tocado Trenton acercó toda la mano abierta al menudo rostro de Hazel y, empujándola empuján dola en broma, br oma, aprovechó apr ovechó que la tenía tapada tapada para decirme: decirm e:  —No es bonito. boni to. Creí que habías había s dicho dic ho que éramo ér amoss amig am igos os..  —Lo som s omoo s —dije —dij e yo. yo . Hazel logró soltarse de Trenton y empezó a pegarle en el brazo con saña. Él, prácticamente sin notar nada y manteniendo tan solo una mano levantad levan tadaa para protegerse pro tegerse de ella, añadió:  —Los amigo ami goss ven juntos j untos La loca historia hist oria de las galaxias. galaxias .  —Es que no so somo moss así de buenos bueno s amig am igoo s —repuse —r epuse yo yo,, concentr co ncentrando ando mi at atención ención en or orden denar ar bien los clips en su nuevo compartiment com partimento. o. Se oyó el tintineo de la puerta y entró una pareja. Ambos estaban ya cubiertos de tatuajes hasta el cuello.  —Holaa —les saludé—.  —Hol salu dé—. ¿En qué puedo ayudar ayuda r o s?  —¡Rachel! —exclamó —excla mó Hazel, abalanzándo abalanz ándose se sobr so bree la chica para par a abrazarlay aros con en fuerza. Llevaba un piercing la despuntado, ceja, un brillante adorno la nariz y el labio. Su pelo en corto teñido de rojo encendido, casi resplandecía de intenso. Pero hasta con la cabeza agujereada por todas partes y los brazos cubiertos de calaveras y hadas era guapísima. Me acomodé en mi silla para observarlas mientras conversaban. Su chico era un tipo alto y huesudo, que parecía igual de contento que ella de ver a Hazel. No podía creer que alguno de los dos desease hacerse algún piercing o algún tatuaje más. Salvo que quisieran tatuarse la cara, ya no les quedaba ni un trocito de piel sin tinta. Hazel se fue con ellos hasta su cabina y siguieron oyéndose risas y charla.  —Vaa a ser un día lento  —V l ento —suspir —s uspir ó Tr enton.

 

 —Eso no lo sabes. Acaba de empezar. empe zar.  —Peroo yo siem  —Per s iempr pree lo detecto —respo —r espondió ndió él.  —¿Quiénes  —¿Qui énes son? s on? —preg —pr egunté unté señalando señala ndo el pasil pa sillo lo con co n un movi m ovimie miento nto de la cabeza.  —Rachel es hermana her mana de Hazel. Levantéé una Levant ceja, poniéndolo poniéndo lo en duda.  —Igual me equivoco equivo co por compl co mpleto, eto, pero per o Rachel no es asiática. asiá tica. Ni po porr asomo.  —Las dos do s son so n adoptadas. ado ptadas. Eran huérfanas. huér fanas. Son So n como co mo una docena do cena en total o más. Ahora viven cada uno en un rincón del país, y se quieren con locura. Es flipante. Pensar Pen sar en ello me arr ar r ancó un unaa sonrisa. sonri sa.  —¿Entonces en serio ser io que no vas a ver  La loca historia hist oria conmigo esta noche?  —En serio ser io..  —¿Porr qué no? —preg  —¿Po —pr eguntó untó cr cruzándo uzándose se de brazo br azoss y cambi cambiando ando el peso del cuerpo de una pierna a otra. Yo sonreí sonr eí con complicidad.  —¿Qué, pr eparándo epar ándote te para par a una pelea? pel ea?  —Responde  —Respo nde a la pr preg egunta, unta, Camlin. Camli n. ¿Qué tienes en contra co ntra de  La loca historia de las galaxias? Nece  Necesito sito saberlo antes antes de ir más allá.  —¿Más allá all á de qué?  —No cambies cam bies de tema. Suspiré.  —Entre el e l trabajo tr abajo y el Red Door Do or y… Nos estamo e stamoss viendo vie ndo un mo montón. ntón. Él meojos observó unosSe instantes. Cientos de pensamientos sus cálidos ojo s castaños. castaños. puso puso a mi lado tras el mostrador mo strador ypasaron apoyó tras el talón de la mano en él, junto a mi cadera, de tal modo que su pecho tocó mi brazo izquierdo. Entonces, inclinándose hacia mí, dijo casi rozándome el pelo con la boca:  —¿Y eso está mal? mal ?  —Sí. No. No lo sé —respo —r espondí ndí yo con co n los lo s múscu músculo loss de la cara car a contraídos. Él estaba confundiéndome, además de hallarse demasiado cerca de mí como para dejarme pensar con claridad. Me volví con idea de decirle que se apartara, pero, cuando levanté la vista, me callé. Trenton estaba ahí mismo. A escasos centímetros. Mirándome desde arriba con una mirada mir ada que que me resultó imposible de descifr descifrar. ar.

 

Posó la mirada mir ada en en mi hombro desn desnudo. udo.  —Ese es un luga l ugarr perfecto per fecto para par a que te haga hag a un tatuaje.  —¡Ja! —exclamé yo—. No.  —Vamo  —V amos. s. Has Has vi visto sto mi m i trabajo tr abajo..  —Lo he visto qué? —respo —r espondí, ndí, asintiendo as intiendo con co n mucho ahínco—. ahínco —. Una Una pasada.  —¿Entonces, Volví a mir arle a los lo s ojos ojo s para tratar de interpr interpreta etarr su expr expr esión.  —No me m e fío fí o de ti. Proba Pr obablem blemente ente acabaría acabar ía con c on un tatuaje que dijese di jese QU QUE E LA SU SU ER ERTE TE TE ACOM ACOMPAÑE PAÑE. Trenton Trent on sonrió de oreja a or eja.  —¿Eso es una r eferencia efer encia a  La loca histor historia ia de las galaxias galaxias? ?  ¡Estoy impresionado!  —¿Ves?  —¿V es? Ya Ya la había ha bía visto. vi sto. Millones Millo nes de veces. vece s.  —Nunca son so n demasiadas. demas iadas. Hazel, Rachel y el novio de Rachel regresaron al vestíbulo. Hazel le dio un gran abrazo a Rachel Rachel y se despidiero despidieronn con lágrimas lágr imas en los ojos. ojo s.  —No queda nada na da para par a la Navidad Navi dad —comentó —co mentó Trenton. Tr enton. Cuando Cu ando Rachel Rachel se marchó, m archó, Hazel Hazel estaba estaba sonriendo sonr iendo pero un poco triste.  —Maldita sea. La ador ado r o.  —Los ador ado r as a todos todo s —dijo —dij o Trenton—. Tr enton—. Si los lo s citaras citar as en un ciclo cicl o mensual, mensua l, podrías ver a uno por día. Hazel le dio un codazo a Trenton y él se lo devolvió. Se peleaban como si fuesen hermanos.  —Bueno —dijo —dij o Hazel, metiéndose metiéndo se un chicle chi cle en la l a bo boca—. ca—. Os o í hablar. hablar . No me puedo cr creer eer que te asuste asuste que te hagan un tatuaje. tatuaje. Yo negué con co n la cabeza.  —Par  —Para a nada. Calvin se acercó al vestíbulo.  —¿Ha venido Bisho Bishop? p? —preg —pr eguntó. untó. Hazel negó con la cabeza.  —No, Cal. Ya me lo has pr preg eguntado untado antes. Estábamos Estábamo s hablando del primer tatuaje de Cami. Calvin Calv in me miró de arriba arr iba abajo. abajo.  —Que la r ecepcionista ecepcio nista no lleve ll eve ni un tatuaje es malo mal o para par a el negoc neg ocio io.. Podrías compensármelo trabajando unas horitas los domingos.  —Soloo si dejas que saque mis  —Sol mi s trabajo traba joss y mis mi s deberes deber es cuando no tengamos lío.

 

Él se encogió de hombros.  —De acuerdo acuer do.. Se me hundieron los hombros. No me esperaba que fuese a mostrarse conforme.  —Déjame te perfo per r e landí. nariz nar iz —dijo —di jo Hazel con co n oji o jill llos os brill br illantes. antes.  —Un día deque es tos estos —rfor espondí. espo  —Muñeca, no les dejes que te con c onvenzan venzan de algo alg o que no quier quieras as hacer. No hay por qué avergonzarse de tenerle miedo a las agujas —intervino Trenton.  —Es que no me dan miedo mie do —repli —r epliqué qué exasper ada.  —Pues entonces ento nces déjame déj ame que te tatúe algo —dijo. —dij o.  —Eres  —Er es camar cama r er era, a, por el amor amo r de Dios —ter —terció ció Hazel—. Deberías Deber ías llevar al menos un tatu. Los fulminé con la mirada. mir ada.  —¿Peroo esto qué es? ¿Pr esión  —¿Per esió n en gr g r upo? upo ? Po Porr que se os o s da de pena pena..  —¿En qué ves tú que te esté pr presio esionando nando?? Lo único que he dicho es que no dejes que nadie te convenza de nada —se defendió Trenton. Tr enton.  —Ya,  —Y a, y después de haberme haber me dicho di cho que te deje hacer ha cerme me un tatu. Se encogió de hombros.  —Admito que sería ser ía la caña saber que fui el prim pr imer eroo que te hizo un tatuaje. Es como si fuese el que se llevó tu virginidad.  —Bueno, para par a eso tendríam tendr íamos os que retr r etroc oceder eder en el tiempo y eso no va a pasar —dije yo sonriendo sonr iendo con petulancia. petulancia.  —Exacto. Per o esto sería ser ía lo siguiente sig uiente mejor mej or.. Confía Conf ía en mí —insistió —insi stió él bajando bajan do mucho la voz vo z y adoptando adoptando un tono tono meloso. meloso . Hazel Ha zel parada sí.verg  —A  —Ay y, se Dios. Diorio s. Me ver g üenza admitir admi tirlo lo,, pero per o esa frase fr ase me venció por po r completo.  —¿Sí? —dije —dij e yo, yo , sintiéndom sintié ndomee de pr proo nto muy incómo incó moda—. da—. ¿Te la dijo dij o Trent? Ella soltó otra carcajada car cajada..  —¡Ojalá!  —¡Ojal á! —Cerr —Cer r ó los lo s o jos jo s y se estremeci estr emeció—. ó—. Bobby Prince. Pr ince. Hablaba como los ángeles y tenía un pene minúsculo. —Esta última frase la dijo con voz de pito y levantando el índice y el pulgar de una mano, separándolos apenas apenas tres centímetros. centímetros. Nos partimos de risa los tres. Hazel se secó las lágrimas que se le saltaban salt aban de de los lo s ojos. oj os. En cuant cuantoo r ecobramos ecobramo s la compostura, co mpostura, pillé a Trenton

 

mirándome fijamente. Algo en su manera de mirarme me hizo olvidar mi máxima de ser responsable y de usar la cabeza. Por una vez, lo único que deseaba desea ba era ser joven y no darle demasiadas vuelta vueltass a las cosas. co sas.  —Vale,  —V ale, Trent. Tr ent. Desflór Desfló r ame.  —¿En ser io?? —preg —pr untó él, él ,egunté poniéndo pounté niéndose se vez. recto. r ecto.  —¿Lo serio ha cemos hacemo s o eguntó qué? —preg —pr a mi  —¿Qué quieres? quier es? —Se sentó se ntó delante del o r denador denado r y ag agar arrr ó un boli bo li con co n los dientes. Yo reflexioné unos instantes y a continuación sonreí.  —Baby Doll. Doll . En En los lo s dedos. dedo s.  —No jo jodas das —repuso —r epuso Trenton Tr enton con co n el bol bolii en la boca, boc a, mir mi r ándome ándo me a cuadros.  —¿No te parece par ece bien? bi en? —preg —pr egunté. unté. Él se rio y se quitó quitó el boli de los lo s dientes. dientes.  —Sí, sí, s í, me m e gusta… g usta… mog mo g olló ol lón…, n…, pero per o es una pasada de tatuaje para par a una virgen. —Volvió a agarrar el boli con los dientes para liberar la mano y poder usar el ratón. Sonreí con co n aire de suficiencia. suficiencia.  —Yaa que voy  —Y vo y a perder per der la vir vi r ginidad, gi nidad, quier qui eroo ser desflo desfl o r ada a lloo g r ande. A Trenton se le cayó el boli de la boca y se agachó para recogerlo del suelo.  —Esto… ¿Alguna…, ¿Alg una…, esto…, algún alg ún tipo de letra letr a en especial? especi al? —  preguntó, lanzándome una mirada antes de trazar el boceto en la pantalla.  —Pues quiero quier o que tenga un aire air e un poco poc o de niña, para par a que no dé la sensación sensa ción de que acabo de salir del trullo.  —¿Col  —¿Color ? ¿O blr o. anco y enegr neg ? eno,, no sé… ¿Azul, quizá?  —El bor boor r de negr negblanco Sobr So bre el rroelleno ell  —¿Tipo azul Pitufo? Pitufo ? —brom —br omeó eó él. Al ver que yo no r espo espondía, ndía, añadió  —: ¿Qué tal un acabado en degr deg r adado? adado ? ¿Azul en la l a par te de abaj abajoo y luego lue go,, a medida que voy subiendo por las letras, que vaya poco a poco difuminándose?  —De puta madre madr e —dije —dij e yo dándole dándo le un toque to que suave con co n el hombr ho mbroo . En cuanto hube decidido el tipo de letra y el color, Trenton imprimió las calcomanías y me fui con co n él a su taller. Me senté senté en la silla y Trenton preparó los utensilios. utensilios.  —Esto va a ser la caña —comentó —co mentó Hazel, sentándose sentándo se en una sil silla la no lejos de mí.

 

Trenton se puso unos guantes de látex.  —Voo y a utilizar  —V utili zar una única úni ca aguja. ag uja. Aun así, así , te va a doler do ler hor r o r es. Lo vas a notar en el hueso directamente. No tienes ni un gramo de grasa en los dedos.  —Ni en ninguna ning una. otra o tra parte par te del cuer po —puntualizó Hazel. Le guiñé un ojo. un ojo Trenton soltó una risa corta. Me limpió uno a uno los dedos con un abón de color verde, luego lo enjuagó y a continuación empapó un cuadrado de algodón con alcohol y me frotó cada dedo que pensaba tatuarme.  —Es posibl pos iblee que a la pr prim imer eraa no agar ag arrr e. A lo mej mejoo r te toca volver vo lver a hacértelo. —Con un dedo, untó una pizca de vaselina donde había pasado antes ant es el alcohol. alco hol.  —¿Lo dices di ces en ser s erio io?? —preg —pr egunté unté yo, ceñuda. c eñuda. Hazel asintió.  —Sí, hija. hi ja. Con lo l o s pies pasa lo l o mismo mi smo.. Trenton Trent on colocó colo có las calcomanías.  —¿Cómoo lo ves? ¿Están rectas?  —¿Cóm r ectas? ¿Las quier qui eres es así? así ?  —Tú so solo lo asegúr aseg úrate ate de que el o r den de las letras letr as es el cor co r r ecto. No quiero ser como esos mendrugos mendrugo s que llevan llevan tat tatuajes uajes mal escr escr itos. Trenton rio para sí.  —Está bien escrito. escr ito. Sería Ser ía un lerdo ler do de r emate si no fuese capaz de escribir corr cor r ectament ectamentee dos palabras de cuat cuatrr o letras.  —Tú lo l o has dicho di cho,, no yo —le chinché. chi nché. Hazel sacudió la cabeza.  —¡Nena,  —¡N ena, no se te ocur o currr a insultar ins ultarle le cuando cua ndo está a punto de pintarte pintar te la piel pi el para siempre!  —Lo va a hacer pr precio ecioso so,, ¿a que sí? s í? —pr egunté eg unté yo. Trenton Trent on encendió encendió el aparato y me miró mir ó con co n dulzura. dulzura.  —Precio  —Pr eciosa sa eres er es tú ya. Noté que se me ruborizaban las mejillas. Por eso, cuando Trenton se cercioró cercio ró de que las calcomanías calcomanías estaban estaban secas secas y apoyó la l a aguja en mi piel, más que sufrir a causa de un dolor insoportable fue como si se tratase de una agradable distracción. Trenton pintaba trazos y limpiaba la piel, así una y otra vez, muy concentrado. Yo sabía que haría todo lo posible para que quedara perfecto. Aunque en un primer momento no me dolió exageradamente, exageradament e, a medida que iban transcurr transcurr iendo los lo s minutos la molesta

 

sensación de quemazón que notaba en los dedos cada vez que comenzaba a marcarme la piel hacía que me entrasen unas ganas tremendas de apartar la mano.  —¡Listo! —anunció apenas quince minutos minuto s después. Limpió Limpi ó bien el exceso decolor tinta azul y las aparecieron perfectamente visibles mis dedos. El eraletras superintenso. Era una maravilla. Me puse en delante del espejo, espejo, cerr cer r é los puños y los lo s junt junté. é.  —Te queda genial g enial,, muñeca —comentó —co mentó Trenton Tr enton con co n una gr g r an so sonr nrisa. isa. Era perfecto.  —Joder,  —Jo der, ha sido una pasada —dijo —dij o Hazel—. Quier Qui eroo que me tatúes los lo s dedos. dedo s. ¡Ya! ¡Ya! Trenton me pasó unas cajitas de Aquaphor.  —Ponte de esto. e sto. Es una crema cr ema muy m uy buena. Especialmente Especial mente para par a el colo co lor. r.  —Gracias  —Gr acias —dije. —dij e. Él se me quedó mirando unos segundos como si realmente acabase de quitarme la virginidad. Noté un cosquilleo en el estómago y calorcito en el plexo solar. Dando unos pasos hacia atrás, me volví y salí al vestíbulo. El teléfon teléfonoo sonó so nó pero Hazel azel lo cogió por mí. Trenton apoyó los codos en el mostrador y me miró con una sonrisa de lo más ridícula.  —Paraa —le dije,  —Par di je, tratando tr atando de no so sonr nreír eír a mi vez.  —Si no he dicho nada —repuso —r epuso él, so s o nriendo nr iendo aún como co mo un tonto. tonto . Mi móvil mó vil emitió un zumbido y a continuación continuación otro más.  —Qué pasa, pas a, Chase —dije, —di je, sabiendo s abiendo ya para par a qué llam l lamaba. aba.  —Mamá cocina co cina esta e sta noche. no che. Te veo a las l as ci cinco nco..  —Tengo por curr curcual r ar. vamos Ella sabe sas be que trabajo trcena abajoenlos lofami fines fi nes svez emana.  —Razón pque or la vamo a hacer fsamili lia, a,de ensemana. de comi co mida da en familia. Suspiré.  —No saldr sal dréé hasta las la s siete. si ete.  —¿De dónde? dónde ? ¿Ya ¿Ya no trabajas tra bajas en el Red Door Do or ?  —Sí… —respo —r espondí, ndí, maldici mal diciéndo éndome me en sil silencio encio por haberme haber me ido de la lengua—. Sigo poniendo copas. Es que he empezado un segundo empleo.  —¿Un seg s egundo undo empleo empl eo?? ¿Por ¿Po r qué? —me preg pr eguntó untó él con co n la voz teñida de desdén. Chase era comercial de una empresa de marcapasos y se creía la pera. Ganaba una buena pasta, pero le gustaba hacerse pasar por médico cuando cuan do en realidad r ealidad er er a el chico del café, que que les lamía el culo a los jefes.

 

 —Es que estoy… esto y… echando una mano a un amig am igo. o. Chase se quedó callado un buen rato y al final dijo:  —Coby ha vuelto vue lto a consumi co nsumir, r, ¿no? ¿no ? Aprr et Ap etéé los lo s párpados, pár pados, sin saber qué decir.  —Haz e l favor el favo r de mover mo ver el culo y estar en casa de mam mamáá a las cinco o voy yo a buscarte.  —Vale  —V ale —respo —r espondí. ndí. Corté Cor té la llamada, ll amada, arr ar r ojé oj é el móvil mó vil al mostr mo strado ador, r, puse los brazos br azos en jarras jarr as y clavé clavé la vista vista en el monitor del or o r denador. denador.  —¿Todo bien? —pr eguntó eg untó Trenton. Tr enton.  —Acabo de iniciar ini ciar una g r an br broo nca de famil fam ilia. ia. A mi madre madr e se le va a partir el corazón y no sé cómo pero al final va a ser todo culpa mía. ¿Cal?  —llamé—.  —ll amé—. Vo Vo y a tener que salir sal ir a las cuatro cuatr o y media. medi a.  —¡Noo acabas hasta  —¡N ha sta las siete! —exclamó —exclam ó él desde des de su despacho despa cho..  —¡Es un asunto de famili fami lia! a! ¡Se mar cha a las cuatro cuatr o y medi media! a! —gr itó Hazel.  —¡Vale,  —¡V ale, lo l o que sea! —respo —r espondió ndió Calvin sin s in el menor meno r aso asomo mo de enfado. enfado .  —¡Cal! —exclamó Trenton—. Tr enton—. ¡Me ¡Me ir é con co n ella! ell a! Calvin no contestó. Por toda respuesta, oímos un portazo y le vimos aparecer en el vestíbulo. vestíbulo.  —¿Qué coño co ño está pasando? pasando ?  —Tengo cena famil fam iliar iar —dije yo. Calvin me miró por un instante con cara de recelo y a continuación miró a Trenton.  —¿Has visto a Bishop Bisho p hoy? ho y? Trenton Trent on volvió vo lvió la cabeza.  —No. le he visto. visto . mí. Calvin Calv in No se volvió hacia  —¿De verdad ver dad te hace falta escolta esco lta par a ir i r a cas casaa a la hor a de la cena? —  preguntó dubitativo.  —No.  —Sí que la necesita necesi ta —me cor co r r ig igió ió Trenton—. Tr enton—. Pero Per o no lo va a reconocer. Me resultó imposible controlar el tono lastimer lastimeroo de mi voz:  —No sabes cómo có mo se ponen. po nen. Y esta e sta noche no che va a ser… ser … Créeme, Cr éeme, es mejo mej o r que no vengas.  —Necesitas al menos meno s una perso per sona na sentada a tu vera ver a en esa mesa, y esa persona voy a ser yo.

 

¿Podría rebatir algo así? A pesar de que no quería que Trenton presenciase la locura que reinaba en mi familia, tenerle a mi lado me tranquilizarí tranqu ilizaríaa cuando cuando llegasen a la inevitable inevitable conclusión de que la recaída r ecaída de Coby y el desconocimiento en que habían estado eran, de alguna manera, culpa Y a continuación descubriría quemía. acababa de delatarle. se produciría la escena en que Coby  —Tú lim l imítate ítate a… no soltar so ltar ningún ning ún puñetazo a nadie. nadie .  —Hecho —dijo —di jo él, estr e strechándo echándome me contra co ntra su costado. co stado.

 

Capítulo Capítu lo 8

 

Trenton giró el volante para meterse por el acceso y apagó el motor. La última vez que habíamos estado en su Intrepid, Olive iba en el asiento de atrás y yo estaba molesta porque me había visto en una encerrona para que no me negase a ir al Chicken Joe’s. Ahora pasar la velada junto a Trenton Trent on y Olive Ol ive en un ruidoso r estaurante estaurante me sonaba a glor glo r ia bendita. bendita.  —¿Estás pr prepar eparada ada para par a esto? —me preg pr eguntó untó Trenton, Tr enton, y me guiñó gui ñó un ojo para darme darme ánimos.  —¿Y tú?  —Yoo estoy pr eparado  —Y epar ado para par a lo que sea.  —Te creo cr eo —respo —r espondí, ndí, tirando tir ando ya de la manivela mani vela de aper apertura. tura. La puerta puer ta chirrió chirr ió al abrir se y necesité necesité un par par de intent intentos os y un empujón con co n la cadera para conseguir conseguir cerrarla cerrar la del todo. todo.  —Perdona  —Per dona —se disculpó discul pó Trenton, Tr enton, metiéndose metiéndo se las manos mano s en los lo s bolsillos. Me ofreció su brazo y yo me cogí de él. Toda mi familia (mis tres hermanos y mis padres) estaban de pie en la puerta abierta viéndonos subir por el camino de acceso. acceso.  —Yoo seré  —Y ser é la que te pida per dó dónn de aquí a un rato. r ato.  —¿Porr qué lo dices?  —¿Po  —¿Quién  —¿Qui én coño co ño es ese cabrón? cabr ón? —preg —pr eguntó untó mi m i padre. padr e. Suspiré.  —Este es Trent Tr ent Maddox. Trent, te presento pr esento a mi padre, padr e, Feli Felix. x.  —Señorr Camlin  —Seño Camli n —me cor co r r igió ig ió mi padre, padr e, mir mi r ándole ándo le a él con co n ge gesto sto despectivo. Trenton le tendió la mano y mi padre se la estrechó mirándole de hito en hito. Aunque Trenton no se dejó intimidar lo más mínimo, yo seguía estremeciéndome est remeciéndome por dentro dentro..  —Y esta es mi m i madr m adre: e: Susan.  —Encantado de conoc co nocer erla la —la saludó Trenton, Tr enton, estrechándo estr echándole le

 

suavemente la mano. Mi madre le respondió con una leve sonrisa y entonces me abrazó y me dio un beso en la mejilla.  —Yaa era  —Y er a ho horr a de que viniese vi niesess a ver a tu madre. madr e. siento sien discul pé, aunque aunq ue tanto ella ell a como co mo yo sabíam sabíamoo s que no era —Lo ver dad. verdad . to —me disculpé, Entramos y fuimos todos al salón comedor, excepto mi madre, que se metió en la cocina. Regresó con un cubierto más para Trenton y de nuevo se marchó a la cocina. Esta vez volvió a la mesa con una cazuela humeante de puré de patata que depositó sobre un salvamanteles de guata, junto al resto de la cena.  —Bueno, bueno —dijo mi padre—. padr e—. Sentaos para par a que podamo poda moss empezar em pezar a cenar de una vez. A Trenton le l e temblaba un párpado.  —Gracias  —Gr acias,, mamá, mam á, tiene todo to do una pinta estupenda —dijo —di jo Clark. Clar k. Mi madre sonrió so nrió y se inclinó hacia hacia la mesa.  —De nada, si… si …  —¿A santo de qué tanta fo forr malidad? mal idad? —gr —g r uñó mi padre, padr e, interrumpiéndola—. ¡Me muero de hambre! Fuimos pasándonos unos a otros las diferentes fuentes de comida y sirviénd sir viéndonos onos en los platos. platos. Entonces Entonces,, moviend mo viendoo mi co comida mida con el te tenedor, nedor, me dispuse a esperar el primer dardo que daría inicio a la guerra. Mi madre estaba tensa, lo cual quería decir que sabía que pasaba algo.  —¿Qué coño co ño es eso que llevas ll evas en lo l o s dedos? dedo s? —me preg pr eguntó untó mi m i padre. padr e.  —Eh… —Levanté las manos mano s unos segundo seg undoss mi mientra entrass intentaba idear alguna trola.  —Nos pus imos pusim os a jugar jug ar con co n un ro r o tu —contestó Trenton. Tr enton.  —¿Porr eso estás pintarr  —¿Po pintar r ajeada con co n esa mier mi erda da de colo co lorr negr neg r o? —  preguntó mi padre.  —Tinta. Sí —respo —r espondí ndí yo, yo , rremo emoviendo viendo la comi co mida da en mi m i plato. pl ato. Mi madre madr e era una cocinera extraordinaria, pero mi padre siempre se las apañaba para quitarme el apetito.  —Pásame la sal —dijo —dij o con co n br brusquedad usquedad a Coby, que tar tardaba daba demasiado demas iado en darle el salero—. Joder, Susan. Nunca le pones suficiente sal. ¿Cuántas veces te lo he dicho?  —La sal se la puedes añadir tú, papá —intervino —inter vino Clar Clark—. k—. Así no está demasiadoo salado para todos los demasiad lo s demás.

 

 —¿Demasi ado salado?  —¿Demasiado salado ? Esta es e s mi puta casa. c asa. ¡Ella ¡Ell a es mi muj mujer er!! ¡Cocina ¡Coci na para mí! ¡Y ¡Y cocina como a mí me gusta, no no como co mo os o s gusta a vosotros! vosotr os!  —No te altere al teres, s, cariño car iño —le dijo di jo mi madre. madr e. Mi padre golpeó g olpeó la mesa con el canto del puño. puño.  —¡Yo o noyestoy alterado alter ado! ! Simplem Sim plemente a cons cprepar entir entre en —¡Y mi casa le diga a mi mujer cómoente me no tiene tienvoy e que ponsentir reparar ar la lque a cena. cen a. uno  —Cállate, Clar Cla r k —gr —g r uñó Chase. Clark se metió comida en la boca y masticó. Había sido el pacificador durante años y aún no estaba dispuesto a renunciar a ese papel. De todos mis hermanos era el de trato más fácil, y al que era más fácil querer. Trabajaba repartiendo productos de Coca-Cola a establecimientos pequeños de toda la ciudad y siempre iba con retraso porque las dependientas solían darle palique. Tenía una dulzura en la mirada que era imposible obviar. La había heredado de nuestra madre. Mi padre asintió y a continu continuación ación clavó los lo s oojos jos en Trenton. Trenton.  —¿Cami te conoce cono ce del coleg co legio io o del trabajo tr abajo??  —De las dos do s cosas co sas —respo —r espondió ndió Trenton. Tr enton.  —Trent  —Tr ent es de Eakins —puntualicé yo.  —Nací aquí y aquí me m e crie cr ie —añadió —aña dió Trenton. Tr enton. Mi padre reflexionó r eflexionó unos segundos y entonces entonces entor entornó nó los lo s ojos. ojo s.  —Maddox… Tú T ú eres er es el hijo de Jim, Ji m, ¿ver dad?  —Sí —respo —r espondió ndió Trenton. Tr enton.  —Vaya,  —V aya, cómo có mo quería quer ía yo a tu madr m adre. e. Era Er a una muj mujer er increíbl incr eíblee —dijo mi madre.  —Gracias  —Gr acias —contestó —co ntestó Trenton. Tr enton.  —Pero quéhay memez, mem ni siqui siquier eraa la conoc co nocías —terció —ter ciósanto? mi padre padr e  —. —Per ¿Por oqué queez,conver coSusan, nvertir tir sia todo el que la l a palma palm aías en un puto  —Ella estuvo muy m uy cerca cer ca de ser lo —dijo —dij o Trenton. Tr enton. Mi padre levantó la vista y, sin apreciar el tono de voz de Trenton, repuso:  —¿Y tú cómo cóm o lo sabes? ¿No er as un renacuajo r enacuajo cuando murió mur ió??  —¡Papá! —grité. —gr ité.  —¿Acabas de levantar l evantarme me la l a voz vo z en mi m i propi pr opiaa casa? ¡Deber ¡Debería ía levantar l evantarme me de esta mesa y darte un sopapo por descarada!  —Felix,  —Feli x, por po r favor favo r —suplicó —supli có mi madre. madr e.  —Me acuerdo acuer do de ella e lla —dijo —dij o Trenton. Tr enton. Aunque estaba es taba dando muestras muestr as de un autocontrol bestial, noté la tensión en su voz—. El recuerdo de la

 

señora Camlin es acertado. acertado.  —¿Así que trabajas tra bajas con co n ella ell a en el Red Door Doo r ? —intervino —inter vino Chase, dejando dejan do traslucir tr aslucir en su voz su inconfundible inconfundible sentimiento sentimiento de superiori superio ridad. dad. No estoy segura de la cara que puse, pero Chase levantó el mentón con gesto desafiante mientrasChase esperaba la respuesta. Trenton no contestó. nos estaba acorralando para que cayésemos en la trampa y yo sabía perfectamente bien por qué.  —Entonces, ¿en qué otro o tro sitio? sitio ? —inquir —inqui r ió Chase.  —No siga si gass —dije —dij e yo apretando apr etando los l os dientes.  —¿Cómoo que en qué o tro sitio?  —¿Cóm sitio ? —preg —pr eguntó untó mi padre—. padr e—. Ella solo so lo trabaja en un sitio, en el bar de copas, y lo sabes. —Como ninguno de los presentes mostró su acuerdo con él, mi padre dirigió la vista hacia Trenton—. ¿Tú trabajas en el Red Door?  —No.  —Entonces er e r es cliente. cl iente.  —Sí. Mi padre movió la cabeza en gesto afirmativo. Yo suspiré aliviada, dandoo gracias dand g racias por que Trenton Trenton no diese más información infor mación que la just justa. a.  —¿Peroo no me diji  —¿Per di jiste ste que tenías otro o tro empleo empl eo?? —preg —pr eguntó untó Chase. Aprr et Ap etéé las palmas de las manos sobre sobr e el tablero tablero de la mesa.  —¿Porr qué? ¿Por  —¿Po ¿Po r qué lo haces? Coby captó de qué iba todo eso y se levantó.  —Acabo de acor aco r darme: dar me: Tengo… Teng o…,, tengo que ir a hacer una llamada. ll amada.  —¡Siéntate! —chilló —chil ló mi padre—. padr e—. ¡Uno ¡Uno no se levanta de la mesa mes a de la cena así como así! ¿Qué coño te pasa?  —¿Es ver dad verdad eso ? —preg —pr mi m i madr mparcial adre e con coen n suSkin voz vo z Deep queda.Tatto  —He entrado entra do eso? a trabajar tra bajareguntó auntó tiempo par cial Tatto o. No es gran gr an cosa —expliqué. —expliqué.  —¿Cómo?  —¿Cóm o? ¿Es que no llega lle gass a fin de mes? ¡Dij ¡Dijiste iste que poniendo poni endo co copas pas un fin de semana ganabas el sueldo de un mes! —exclamó mi padre.  —Y es cier ci erto. to.  —Entonces, ¿gastas ¿g astas más de lo que ingr ing r esas? ¿Qué te dije sobr so bree ser responsable? ¡Joder, Camille! ¿Cuántas veces te he dicho que no tires de tarjeta de crédito? —Se limpió la boca y arrojó la servilleta en la mesa—. ¡No debí de zurrarte bastante de niña! ¡De haberlo hecho, a lo mejor me harías caso de vez en cuando, hostia! Trenton miraba fijamente su plato, con respiraciones más rápidas y el

 

cuerpo ligerament liger amentee inclinado hacia delante. delante. Yo Yo est estir iréé el brazo para tocarle tocar le la rodilla ro dilla..  —Peroo si yo no tengo tarjeta  —Per tarj eta de crédito cr édito —repuse. —r epuse.  —Entonces, ¿por ¿po r qué, por po r el amor amo r de Dios, Dio s, coge co gess un seg s egundo undo tra trabajo bajo si aún estás ¡Ningún estudiando? ¡No es tiene ni pies niAsí cabeza y yo sé que no eres estúpida! hijo mío un estúpido! que ¿cómo lo explicas? —  preguntó a gri g ritos tos como si estuviésemos estuviésemos cada uno uno en una acera de la calle. Mi madre miró a Coby en ese momento. Él seguía de pie. Todos los demás se levantaron también. Cuando la mirada de mi padre reveló que acababa de entender lo que estaba pasando, se puso en pie al tiempo que aporreaba la mesa.  —Otraa vez estás consumi  —Otr co nsumiendo endo esa mier mi erda, da, ¿es eso, eso , ver verdad? dad? —dijo —dij o con co n un puño puño tembloroso tembloro so en alto.  —¿Qué? —repli —r eplicó có Coby. El tono de su voz vo z había subido una oc octava—. tava—. No, papá. ¿Pero qué coño dices?  —¿Estás consumi co nsumiendo endo esa mier m ierda da otra o tra vez y tu her mana te está pagando pag ando las facturas? ¿Es que se te ha ido la puta olla? —dijo mi padre. Se había puesto rojo y se le había formado una arruga tan profunda entre las cejas que la piel de alrededor estaba blanca—. ¿Qué te dije? ¿Qué te dije que pasaría si volvías a acercarte a esa mierda? ¿Pensaste que estaba de coña?  —¿Cómoo iba a pensar eso?  —¿Cóm eso ? —repuso —r epuso Coby con co n voz temblor temblo r osa—. os a—. ¡Si tú no tienes sentido del humor! Mi padre corrió hacia Coby para zurrarle y mi madre y mis hermanos trataron de interponerse. Hubo gritos, caras coloradas, dedos señalando, pero Trenton y yo nos limitamos a observar sentados. El semblante de Trenton noSin mostraba sio,estaba escandalizado ni simetodo le parecíae un horr or. embarg embargo, yo, hundida hun dida en mi silla, sentía sentaquello ía completamente completament humillada. Ni todos los avisos del mundo le habrían preparado para presenciar el circo que se montaba montaba cada semana semana en casa de los Camlin.  —No ha vuelto vuel to a cons c onsumi umirr —dije —dij e yo. yo . Todos se volvieron volviero n hacia hacia mí.  —¿Cómoo has dicho?  —¿Cóm dicho ? —preg —pr eguntó untó mi padre padr e haciendo esfuer zos zo s por po r contro cont rolar lar la r espiración. espiración.  —Le estoy devolvi devo lviendo endo un diner o. Hace poco po co me ssacó acó de un apuro apur o . Las cejas de Coby se juntaron.  —Camille…  —Camil le… Mi padre dio un paso hacia mí.

 

 —¿Y no podías podí as decir nada hasta ahor aho r a? ¿Dejas que tu her hermano mano se ll lleve eve las culpas por tu irresponsabilidad? —Dio otro paso más. Trenton giró todo el torso para hacer frente a mi padre y protegerme como si fuese un escudo.  —Cre  —Creo o quedelemi convendr co nvendría tomar to mar asiento seño —dijo Tr enton. El rostro padre íapasó delasiento, enfado, señor a lar —dij ira, yo Trenton. Coby y Clark le sujetaron.  —¿Acabas de decir me que me siente, en mi puta casa? —preg —pr eguntó, untó, elevando elevan do el tono en la última parte de la frase. fr ase. Finalmente Finalmen te mi madre chilló.  —¡Yaa está bien! —exclamó  —¡Y —exclam ó , quebrándo quebr ándosele sele la voz—. voz —. ¡N ¡Noo somo so moss una panda de fieras fier as salvajes! ¡Tenemo ¡Tenemoss un invitado! ¡Sentaos! ¡Sentaos!  —¿Ves  —¿V es lo que has hecho? hecho ? —dijo —dij o mi padre padr e dir dirig igiéndo iéndose se a mí—. mí —. ¡Has ¡Has enfadado a tu madre!  —¡Siéntate, Felix! Feli x! —chilló —chil ló ell ella, a, señalando señala ndo la silla sil la de mader a de mi padre. Él se sentó.  —Lo siento muchísim muchí simoo —se disculpó discul pó mi madre madr e con co n Tr Trenton, enton, co conn la voz temblorosa mientras, muy nerviosa, se colocaba en su silla. Se secó los ojos dándose unos suaves toques con su servilleta y a continuación la dejó delicadamente sobre su regazo—. Todo esto me causa una gran vergüenza. Casi Casi no me imagino imag ino cómo có mo debe debe de sent sentir irse se Camille.  —En mi casa también son so n de ar armar mar mucha bro br o nca, señor seño r a Camlin Camli n —  dijo Trent Tr enton. on. Debajo de la mesa, sus dedos, que habían estado aferrando una de mis rodillas, comenzaron a distenderse. Hasta ese el momento mellegar había adado cuenta, pero mis propios dedos encontraron caminono para los suyos y le estreché la mano con fuerza. Él respondió igual. Sentir que me comprendía hizo que la emoción me embargase y tuve que tragar saliva para evitar que se me saltaran las lágrimas. Pero el sentimiento se desvanec desv aneció ió rápidamente rápidamente cuando cuando el tenedor tenedor de mi padre chirrió chirr ió en conta contacto cto con su plato.  —¿Cuándo pensabas contar co ntarnos nos que estabas g or r oneándo one ándole le a tu hermano, Camille? Súbitamente enojada, levanté la vista hacia él. Sabía que enseguida empezaría a culparme, pero al tener a Trenton a mi lado sentí una seguridad seguri dad en mí misma que jamás había sentido sentido estando estando con mi padre.

 

 —Cuando cons c onsider iderase ase que te lo l o tomar tom arías ías com c omoo un adulto maduro. madur o. Mi padre se quedó boquiabierto y mi madre también.  —¡Camille!  —¡Camill e! —exclamó —exclam ó ella. ell a. Mi padre apoyó los nudillo nudilloss en la mesa y se llevan evantó. tó.  —Ahórrr ate las palabr as —dije  —Ahór —dij e yo—. yo —. Nos vamos. vamo s. —Me puse de pie y Trenton se levantó a mi lado. Juntos, nos fuimos hacia la puerta de la casa.  —¡Camillee Renee! ¡Vuelve  —¡Camill ¡Vuelve a pegar peg ar el culo a tu silla! sil la! —exclamó —exclam ó mi padre. Abrí la puerta. En la parte inferior la madera estaba mellada y astillada de las veces en que mi padre, presa de sus numerosos ataques de ira, la abría o la cerraba de una patada. Aunque me detuve antes de levantar el picapor picap orte te de de la puerta mosquitera, mosquitera, no mir m iréé atr atr ás.  —¡Camille!  —¡Camill e! ¡Te ¡Te lo advierto! advier to! —me amenazó a menazó mi padre. padr e. Empujé para abrir. Hice esfuerzos para no salir corriendo a toda prisa hacia el Intrepid. Trenton abrió la puerta del acompañante, me subí en el coche y luego él lo rodeó para subir por su lado, tras lo cual se apresuró a meter la llave en el contacto.  —Gracias  —Gr acias —le dije di je en cuanto el coche co che comenzó co menzó a roda r odar. r.  —¿Porr qué? No he hecho una mier  —¿Po m ierda da —respo —r espondió ndió Tr Trenton, enton, obviam ob viamente ente disgustado.  —Por haber cumplido cumpl ido lo que me pr prom ometiste. etiste. Y por sacar sacarme me de allí all í antes de que que mi padre hubiese salido a cogerme. cog erme.  —Tenía que darme dar me pr prisa. isa. Sabía que si él salía salí a y volví vo lvíaa a chillar chil larte te o amenazarte amenaz arte una vez más, no no iba a ser capaz capaz de cumplir mi promesa. pr omesa.  —Menudo desperdici desper dicioo de tarde libr li bree —dije yo, yo , mir ando por po r la ventanilla.  —¿Porr qué Chase fue haciendo que salier  —¿Po sali eraa el tema? ¿A santo de qué quiso empezar toda esa movida? mo vida? Suspiré.  —Chase se la tiene jurada jur ada a Coby desde siempr siem pre. e. Mis padres padr es siem siempr pree han tratado a Coby como si nunca pudiese hacer nada mal. Y a Chase le chifla restregar le a todo el mundo en la car caraa que Coby Coby es un adicto. adicto.  —Entonces, ¿por ¿po r qué te mol m olestaste estaste en ir a cenar con co n ell elloo s si sabías sabía s que él estaba al tanto? tanto? Miré ir é por la ventanilla. ventanilla.  —Por que alguien alg uien tenía que asumir asum ir la r esponsabil espo nsabilidad. idad. Permanecimos en silencio unos segundos y entonces Tr Tr ent enton on rezongó r ezongó::

 

 —Coby me m e parece par ece un buen candidato c andidato para par a eso. eso .  —Sé que parece par ece un dispar di sparate, ate, pero per o yo necesito necesi to que uno de noso no sotro tross crea cr ea que son buenos padres. Si todos odiamos cómo nos han tratado de niños, se hace como más real, ¿entiendes? Trenton me cogió la mano.  —No es un dispar di sparate. ate. Yo Yo le pedía a Thom T homas as que m mee contase co ntase todo to do lo que recordara de nuestra madre. Apenas guardo unos recuerdos vagos de ella, que para para mí son un tesor tesoro. o. Saber Saber que los recue r ecuerr dos que conservaba él él eran er an más sólidos que mis instantes difusos y parecidos a simples ensoñaciones hacía que que ella fuese más real a mis ojos. ojo s. Retir Ret iréé mi mano y me rocé r océ los labios l abios con la punta punta de los dedos.  —Me da tanta vergüe ver güenza nza que estuvieras estuvier as allí all í y a la vez me siento tan agradecida… Nunca en la vida habría hablado así a mi padre si tú no hubieses estado allí.  —Si alguna alg una vez me necesitas, necesi tas, so solo lo tienes que ll llamar amar me. —Chascó los lo s  I’lll dedos varias veces y se puso a cantar, espantosamente, el estribillo de I’l be there de los Jackson 5, desgañitándose y poniendo toda el alma.  —Es un poco po co agudo ag udo para par a ti —dije —dij e yo, yo , aguantándom ag uantándomee la r isa. Pero él siguió cantando. cantando. Me tapé la cara y empecé a reírme para mí. Trenton cantó aún más fuerte y yo, tapándome las orejas, moví la cabeza negativamente fingiendo que no me gustab g ustabaa nada.  — «Just «Just look ova ya shoulders!»  —g  —grr itaba él[5] él [5]..  —¿De los lo s dos do s hombr ho mbros os?? —le pr preg egunté, unté, muerta muer ta de risa r isa aún. a ún.  —Supongoo . —E hizo un gesto  —Supong ge sto de no saber a ciencia cienci a cierta—. cier ta—. En realidad asímetió es como lo cantaenMikey. Trenton el coche el aparcamiento de mi casa y estacionó al lado de mi Jeep.  —¿Esta noche noc he sales? sal es? —preg —pr egunté. unté. Él se volvió volvió parar mirarme mir arme con cara car a de pena. pena.  —No. Tengo que empezar empeza r a ahor aho r r ar pasta. Dentro de poco poc o me iré ir é a vivir viv ir solo. solo .  —¿Y tu padre padr e no echará echar á de menos me nos tu apor tación tació n al alquil al quiler er??  —Podr ía mudar m udarme me ya, pero per o estoy ahor a hor r ando para par a ayudar ayudarle le a él é l también. tambi én. Su pensión pensión no da para mucho.  —¿Vas  —¿V as a seg s eguir uir pagándo pag ándole le el alquiler alqui ler a tu padre padr e cuando te hayas ido? ido ? Trenton Trent on arañó ar añó algo de su volante volante con las uñas.

 

 —Sí. Él ha hecho mucho por po r nosotr nos otros os.. Trenton Trent on no era er a para nada nada como yo creía. cr eía.  —Gracias  —Gr acias otra otr a vez. Te debo una. Un lado lado de la boca de Trenton se curvó hacia arr iba.  —¿Me dejas que te prepar pr eparee la cena?  —Par a estar en paz contig  —Para co ntigo, o, tendría tendr ía que hacer ha certe te yo la l a cena.  —Estaremo  —Estar emoss en paz si s i me m e dejas deja s que cocine co cine alg a lgoo en tu casa. Me lo pensé un minuto.  —Vale.  —V ale. Pero Per o con co n la condici co ndicióó n de que me hagas hag as una li lista sta de las cosas co sas que vas a necesitar y me dejes que yo las compre.  —Hecho. Salí del coche y cerré la puerta. Las luces del vehículo dibujaron mi silueta en la fachada de mi piso cuando di la vuelta a la llave en la cerradura y giré el pomo. Me despedí de Trenton con la mano mientras él retrocedía. Pero entonces regresó al sitio donde había aparcado, saltó del coche y vino a corr cor r iendo hast hastaa mi puerta.  —¿Qué haces? ha ces?  —¿Ese no es…?  —Es Coby —dije —di je yo yo,, trag tr agando ando saliva—. sali va—. Será m mejo ejorr que te vayas.  —Yoo no me voy  —Y vo y a ninguna ning una parte. par te. El Camaro de color azul eléctrico de Coby se detuvo en seco detrás de mi Jeep y del Intrepid de Trenton y él salió del coche de un salto y cerró dando un portazo. No estaba segura de si debía pedirle que entrase en mi casa para que los vecinos no nos oyesen, o si debía mantener la discusión fuera para evitar que me dest destrr ozara ozar a el piso. Trenton se afianzó el suelo, listo paraCoby frenarvino las hacia intenciones que pudiese albergar Coby, en fueran las que fueran. mí pisando fuerte, con gesto adusto, los ojos enrojecidos e hinchados, y entonces se abalanzó abalan zó sobre so bre mí y me abrazó con tanta tanta fuerza fuerza que casi no podía respirar. r espirar.  —Lo siento s iento muchísim muchí simo, o, Cami —dijo —di jo entre entr e sollo so llozo zos—. s—. ¡Soy ¡Soy un mier mie r da! Trenton Trent on nos observó con una cara de sor presa equivalent equivalentee al pasmo que yo misma sentía. Tras un breve silencio, abracé a Coby a mi vez, acariciándole con una mano.  —Está bien, Coby. Co by. Está bien. Saldremo Saldr emoss de esta. es ta.  —Me he deshecho de todo lo que tenía. Te lo juro. jur o. No volver vo lver é a tocar to carlo lo.. Te devolveré devolveré el dinero. dinero .  —Vale.  —V ale. Está bien —respo —r espondí ndí yo. yo . Nos No s mecíamo mecí amoss abrazado abr azadoss y debíamo debíam o s

 

de parecer un poco tontos. tontos.  —Papá sigue si gue furio fur ioso so.. Yo Yo ya no podía podí a seguir seg uir escuchándo escuchándole. le. Nos separamo separamos. s.  —Entra un r atito. En br breve eve tendré tendr é que prepar pr eparar arme me para par a irme ir me a trabajar tra bajar,, pero te puedes quedar hasta que me marche. Coby asintió. Trenton Trent on se metió las manos en los bolsillos. bolsil los.  —¿Necesitas que me quede? quede ? Yo negué con co n la cabeza.  —No, solo so lo está revuelto r evuelto.. Pero gr acias por esper esperar ar para par a estar segur seg uroo . Trenton asintió, miró más allá de mi hombro y entonces, como si fuese lo más natural del mundo, se inclinó y me dio un beso en la mejilla. Entonces, dio media vuelta y se alejó. Me quedé unos instantes en la puerta. La zona de mi piel que habían tocadoo sus labios me tocad m e cosquilleaba aún.  —¿Qué fue f ue del tío tí o de Califo Calif o r nia? —pr eguntó eg untó Coby Co by,, mo mosqueado squeado..  —Allí sigue sig ue —respo —r espondí ndí cer r ando la puer ta y apoyándo apo yándome me en ella. ell a.  —Entonces, ¿de qué va lo l o de Trent Tr ent Maddox?  —Soloo so  —Sol somo moss amigo ami gos. s. Coby levantó una ceja.  —Pues nunca habías llevado lle vado a casa a un tío tío.. Y yo no doy beso besoss a amigas. No No es por nada. nada.  —Me ha dado un beso en la mejil mej illa la —repuse, —r epuse, sentándome sentándo me a su lado en el sofá—. Me parece que tenemos cosas más importantes de las que hablar, ¿no crees?  —Puede —r espondió —respo Coby, abatido .  —¿Encontras  —¿Enco ntraste te unndió prog pr ogr r ama?abatido.  —Pienso dejar lo por las br bravas. avas.  —La última últim a vez no te dio tan buen resultado r esultado,, ¿no? ¿no ? Coby arrugó la frente.  —Cami, tengo r ecibos ecibo s pendientes. Si los lo s cobr co brado adorr es de facturas factur as empiezan a llamar a casa, papá papá lo descubr descubr ir irá. á. Le di unas palmaditas en la rodilla.  —Deja que yo me pr eocupe eo cupe por po r eso. eso . Tú preo pr eocúpate cúpate de estar li limpi mpio. o. La mirada de Coby se desenfocó desenfocó..  —¿Porr qué er  —¿Po eres es tan buena conmi co nmigo go,, Cami? Soy un per perdedo dedor. r. —  Contrajo Con trajo el rostro r ostro y empezó a llorar llor ar otra o tra vez. vez.

 

 —Por que yo sé que eso es o no es verdad. ver dad. La depresión era uno de los efectos secundarios de los esteroides anabólicos, por lo que era importante que Coby buscase ayuda para desengancharse. Me senté con él en mi pequeño sofá de dos plazas hasta que se serenó. Luego, me preparé para ir a trabajar. Él puso la tele y se quedó en silencio, probablemente agradecido por poder alejarse de la guerra constante que se libraba entre las paredes de casa de mis padres. Si mi padre no estaba gr gritán itándole dole a mi madre, madr e, est estaría aría gri g rita tando ndo a alguno de los chicos o bien estarían gritándose entre ellos. Aquella era solo una razón más para no poder aguantar más tiempo allí. Vivir con eso bastaba para que te entrara una depresión. Pero dado que Coby no estaba realmente preparado para vivir por su cuenta, cuenta, esta estaba ba atrapado atrapado allí, a diferencia de los demás. Después de mudarme de ropa y de retocar mi maquillaje, cogí el bolso y las llaves y me fui hacia la puerta.  —Te vas a quedar queda r aquí, ¿ver ¿ve r dad? —le preg pr egunté. unté.  —Sí —respo —r espondió ndió Coby—. Si te va bien.  —No hagas hag as nada que me oblig obl igue ue a decir te que no la pró pr ó xima vez que quieras quier as que te eche un cable.  —No me quedaré quedar é mucho. mucho . Solo Sol o hasta que papá se vaya a la cama, cama , supongo.  —Vale.  —V ale. Llámame Lláma me mañana. m añana.  —¿Cami?  —¿Sí? —respo —r espondí, ndí, parándo par ándome me en seco y asomando aso mando la cabeza por la puerta.  —Te quier o. quiero. Sonreí.  —Yoo también te quier  —Y qui ero. o. Todo va a ir bien. Te lo prom pr ometo. eto. Él asintió y yo me fui a paso ligero hacia mi Pitufo, cruzando los dedos para que arrancas arr ancase. e. Gracias Gr acias a Dios, Dios, arrancó. ar rancó. El trayecto al trabajo lo dediqué a comerme el coco sobre Coby, T. J. y Trent, y a seguir intentando prepararme mentalmente para una agitada noche de sábado. Raegan estaba ya tras la barra este, preparándolo todo y pasando la bayeta.  —¡Hey,  —¡H ey, cor co r azón! azó n! —exclamó. —exclam ó. Su alegr aleg r e sonr so nrisa isa se bor r ó de inmediato inm ediato en cuanto me miró a los ojos—. Vaya. Has estado en casa de tus padres,

 

¿no?  —¿Cómoo lo has adivinado  —¿Cóm adi vinado??  —¿Qué ha pasado? pasado ?  —Trent  —Tr ent vino conmi co nmigg o, g r acias a eso no ll lleg egóó la sangr sang r e al r ío. ío . Chase descubrió que tenía descubrió tenía otro trabajo.  —Y el muy m uy cabrito cabr ito les dijo dij o a tus padres padr es por po r qué, ¿no ¿no??  —Más o meno m enos. s. Raegan Rae gan suspiró. suspiró .  —Siempr  —Siem pree causando pr probl oblemas emas..  —¿Has pasado todo el día dí a con co n Kody? Raegan se ruborizó.  —No. Nos hemos hem os… … dado un tiempo, tiempo , por po r así decir lo. lo .  —¿Un tiempo? tiempo ?  —¡Shhh! Nos hemos hem os dado un tiempo. tiempo . Hasta Hasta que me aclar e un poco po co..  —Entonces, ¿dónde ¿dó nde has estado es tado todo to do el día? dí a?  —Pues pasé por po r el local lo cal de la fr frater aternidad. nidad. Un par de hor ho r as nada más, antes de venir a trabajar.  —¿La frater fr aternidad? nidad? —Mi cerebr cer ebroo tardó unas décima déc imass de seg segundo undo en atar cabos. Me la quedé mirando un instante y sacudí la cabeza—. Te llamó él, ¿verdad? Raegan hizo una mueca.  —No quier qui eroo hablar lo aquí. Y Yaa está siendo s iendo bastante incómo incó modo do.. K Kody ody está por aquí, así así que por por favor vamos a dejarlo hasta hasta que volvamos volvamos a casa. Yo negué de nuevo con la l a cabeza.  —Peroo mir a que er  —Per eres es idiota. idi ota. Brazil Br azil te vio feli felizz con co n Kody y por eso te llamó. mismo.Ahora te estás cargando algo bueno y Brazil seguirá siendo el Kody se acer acer có. Se le veía dolido.  —Eh, chicas, chicas , ¿necesitáis ¿neces itáis alg algo? o? Raegan negó con la cabeza y yo hice lo mismo. Kody se percató de que yo sabía algo. Hundió Hundió los hom hombro bros, s, asintió asintió sin más y se alejó.  —¡Joder,, Cami! ¡He dicho que aquí no! —dijo  —¡Joder —di jo Raegan Raega n en voz vo z baja. baja .  —Perdona  —Per dona —repuse —r epuse yo mientr mi entras as me ponía poní a ya a contar co ntar mi caja. Si añadía añad ía una sola palabra, ella se enfadaría más, así que me callé lo que pensaba. Esa vez el jaleo comenzó antes de lo habitual y agradecí el mantenerme ocupada. Kody estuvo entretenido en la entrada, de modo que apenas volví a verle hasta la hora de cerrar. Estaba de pie junto a la pared oeste, en un

 

rincón oscuro, observando a Raegan. El DJ había puesto su canción, con lo que ver a Brazil apoyado al final de la barra sonriendo a Raegan, quien a su vez también estaba apoyada y sonriendo, me resultó especialmente irritante. No me podía creer que estuviese siendo tan fría con Kody. Me acerqué hasta ella con una jarra hasta jar ra de cerveza en la mano, fingí que me tropezaba y la arra entera se derramó por la barra empapando a Brazil. Él dio un respingo hacia atrás y levantó los brazos. Demasiado tarde: ya tenía calados su camisa marrón marr ón de cuadros cuadros y los lo s vaqueros. vaqueros.  —¡Cami! —chilló —chill ó Raegan Raegan.. Yo acerqué mi cara a la suya.  —¿Oyes la canción canció n que está sonando so nando?? Kody está curr cur r ando en la puerta, puer ta, así que sabes que él sabe que Brazil está aquí. No hace falta ser una perra sin corazón, Ray.  —¿Yoo so  —¿Y soyy una perr per r a sin s in cor co r azón? azó n? Mejor Mejo r no decim decimos os nada sobr so bree lo que estás haciendo tú. Me quedé boquiabierta. Que reaccionase con un golpe bajo no fue una sorpresa, sor presa, pero sí me sor prendió que ttrajese rajese a colación a Trenton. Trenton.  —¡Yoo no  —¡Y n o estoy e stoy haciendo ha ciendo nada! ¡Solo so somo moss amig am igos os!!  —Sí, clar cl aro, o, vamos vamo s a poner po nerle le una etiqueta bonita bo nita para par a que puedas do dorr mi mirr bien por las noches. Todo el mundo ve lo que estás haciendo, Cami. Pero no somos somo s tan tan impertinente impertinentess como para reñirte. r eñirte. Raegan abrió una cerveza y la despachó, tras lo cual se dirigió a la caja registradora, en la que tecleó los números con furia como si estuviese cabreada con con ellos. ello s. habría sentido de no instantes haber sidoa porque haciacambiado el otro lado delMelocal y vi que fatal por unos Kody miré le había la expresión de tristeza. Raegan se acercó y se quedó a mi lado, mirando fijamente a Kody, al fondo del local.  —Me di cuenta de qué canció can ciónn estaba sonando so nando..  —¿Y te diste cuenta de que Brazil Br azil estaba tan cerca cer ca de tu car caraa que habr ha bría ía podido darte un beso delante de todo Dios menos de veinticuatro horas después de que dejases a Kody?  —Tienes r azón. azó n. Le voy a decir deci r que no se me m e acer que. —Estiró —Estir ó un brazo br azo para coger la bocina y la hizo sonar; era el último aviso antes del cierre. Kody se metió las manos en los bolsillos bolsill os y se dirigió diri gió a la ent entrr ada.

 

 —Supong o que Kody me  —Supongo m e acompañar aco mpañar á a mi coche co che esta noche no che —dije —dij e yo. yo .  —Pues ser ía mejo m ejorr —dijo Raegan. Raega n. Recogimos nuestra zona de trabajo y lo dejamos todo listo para la noche siguiente. Una hora después de que hubiésemos echado el cierre estábamos cogiendo nuestros abrigos. Raegan se colgó el bolso en un hombroo e hizo una señal a Gruber con la cabeza. hombr  —¿Me acompañas? acom pañas? —le —l e preg pr eguntó. untó. Gruber Gr uber vaciló y Kody apareció apareció junt j untoo a ella.  —Yoo te puedo aco  —Y a compañar mpañar..  —Kody… —empezó —em pezó a decir Raegan. Raega n. Kody se encog encogió ió de hombros. hombr os.  —¡Ja! ¿No te puedo acompañar aco mpañar al coche? co che? Ray, Ray, for fo r ma parte par te de mi trabajo.  —Me puede acompañar aco mpañar Gruber, Gr uber, ¿ver ¿ve r dad que sí, sí , Gruby? Gr uby?  —Yo…,  —Y o…, pues… —balbució —bal bució Gruber. Gr uber.  —Vamo  —V amos, s, Ray. Déjame acompañar aco mpañar te. ¿Por favor favo r ? Raegan Rae gan bajó los hombro hom bross y soltó un suspiro.  —Te veo en casa, Cami. Le dije adiós con la mano y me aseguré de mantener una distancia de varios metros entre entre ellos y nosotros. Gruber y yo oímos que Kody le suplicaba algo a Raegan cuando llegaron hasta el coche de ella, en la otra punta del aparcamiento, y aquello me partió el alma. Gruber se quedó conmigo junto a mi coche hasta que Raegan se metió en el suyo. La seguí hasta casa y cuando nos metimos en el aparcamiento, vi, al echar la vista hacia su coche, que se ponía llorpuerta. llorar ar desconsoladamente desconsoladamente con las manos en la cara. Abría su  —Anda, venga. venga . V Vamo amoss a ver pelis peli s de m miedo iedo con co n una tarr tar r ina de helado he lado.. Raegan levantó la vista hacia mí. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos.  —¿Alguna  —¿Alg una vez has querido quer ido a dos do s perso per sonas nas a la l a vez? —me —m e preg pr eguntó. untó. Tras un largo larg o silencio, le tendí tendí la mano y dije:  —Si se me pasar pas araa por po r la mente m ente intentarlo intentar lo,, dame una tor ta, ¿vale?

 

Capítulo Capítu lo 9

 

En el momento álgido del mogollón habitual de la noche de los viernes en el Red Door, Travis Maddox atravesó el bar de copas para dirigir dirig irse se a su taburete taburete habitu habitual, al, en mi zona zo na de trabajo, trabajo, pavoneándose pavoneándose como siempre: en plan sexi, seguro de sí mismo y controlando la escena. Shepley estaba con él, y también estaba con él la amiga de Shepley, América, tambiénhablando otra chicaelmás, la que imaginé que sería la chica dede la que habíay estado fin de semana anterior: la estudiante primero. Le dije al tío que estaba en su taburete habitual que Travis venía hacía allí. allí. El El chico y su amigo se largaro larg aronn sin rechistar. rechistar. Travis se sentó sentó a horcajadas. ho rcajadas. Pidió una birra, birr a, se bebió bebió llaa mitad en poco pocoss tragos y se volvió para contemplar la pista de baile. La chica de primero estaba allí, bailando con América. Tres chicas se colocaron detrás de Travis y se quedaron pululando como grupies, gr upies, esperando esperando a que se diese la vuelta. vuelta. América y su amiga volvieron a la barra sonriendo y acaloradas. La estudiante de primero era un bellezón, eso se lo tenía que reconocer a Travis. Tenía ese no sé qué especial que podría esperarse de la chica que finalmente llamase la atención de Travis Maddox. Pero no hubiera sabido decir qué era exactamente. Su mirada transmitía seguridad, sin duda. Sabía algo que nadie más sabía.  —Esto va a ser así toda la noche, no che, Mare. Tú pasa de ellas ell as —le dijo dij o Shepley. América enseñó enseñó los dientes dientes y lanzó una mirada mir ada a las tres mujeres mujer es que se comían a Travis con los ojos mientras cuchicheaban entre sí. Yo no tenía muy claro por qué América estaba tan mosqueada. No estaban mirando a Shepley.  —Parece  —Par ece que las Vegas eg as ha vomi vo mitado tado un mo montón ntón de buitres buitr es —comentó —co mentó América.

 

Travis miró por encima del hombro para ver a quién se refería América y a continuación volvió a girar el cuello y dio un trago a su cerveza. Encendió un cigarrillo, exhaló una nube de humo y me miró levantando dos dedos.  Esto se pone interesante. interesante . Saqué un par de Bud Lights de la nevera, las abrí y las planté delante de Travis. Unaa de las lobas cogió Un cog ió una, una, pero Travis se la quitó. quitó.  —Eh…, no es para par a ti —dijo, —dij o, y se la l a tendió a la chica c hica de prim pr imer eroo . La boca de la chica de pri primero mero se curvó hacia arriba arr iba apenas apenas un poquito poquito y luego bebió del botellín durante unos unos segundos.  —¿Me puedes pr prepar eparar ar uno de esos…? eso s…? —me preg pr eguntó untó Marty, un chico que era cliente habitual de Raegan. Ella estaba en la otra punta de la barra manteniendo una intensa conversación con Kody.  —Sí —contesté —co ntesté sin dejar le terminar term inar la preg pr egunta—. unta—. No te preo pr eocupes, cupes, Marty.. Yo Marty Yo me ocupo o cupo de que no te falte nada. —Y mientras iba vertiendo ver tiendo los lo s ingredientes del Warninks Crème Egg Shooter, el cóctel especialmente complicado que tomaba Marty, Travis y la chica de primero se lo estaban pasando de lo lindo en la pista de baile. Estaban dando bastante la nota y, para cuando Marty se hubo terminado la copa, Travis ya la había sacado de quicio quicio y la chica se alejó furiosa furio sa de él y se dirigió dirig ió a la barra. bar ra. Me miró con una media sonrisa y levantó un dedo. Yo saqué una birra, la abrí y la deposité delante de ella. Se bebió más de la mitad del botellín antes de que Travis volviese también a la barra. No era de extrañar que estuviese tan hecho polvo por ella. Yo aún no sabía ni cómo se llamaba la chica y ya me estaban agotando los dos.

Megan, el verificado y comprobado plan B de Travis, apareció a su lado.  —Vaya,  —V aya, vaya, si s i es Travis Tr avis Maddox. Maddo x. Aunque Megan no montaba nunca mucho lío, no era santo de mi devoción. Además Además de Tr Tr avis, había había dos o tres tíos más a los que le molaba andar persiguiendo. Eso sí, nunca cuando ellos la buscaban a ella y nunca si estaban sin novia. Le gustaba el reto de levantarle el novio a una chica. Y ese tipo de mujer es enemiga de las parejas, en cualquier lugar.  —¿Qué pasa? pa sa? —preg —pr eguntó untó Raegan Raeg an en voz vo z baja. baja . Justo en ese momento Travis cogió de la mano a Megan y se la llevó a la pista, y empezaron a sobarse exageradamente delante de todo Dios.  —Oh, Travis Tr avis —dije —dij e yo, decepcio decepci o nada—. ¿Pero ¿Per o qué coño co ño estás

 

haciendo? No hacía ni cinco minutos que Travis se había ido, cuando Ethan Coats se coló entre la gente y se adueñó del taburete y, activando automáticamente sus armas de seducción, se apoyó en la barra. A la estudiante de primero le gustó que le dedicara su atención. Y yo no habría podido r eprochárselo eprochár selo si dicha atención atención no hubiese procedido de Et Ethan. han.  —¡Ayy, por favor,  —¡A favo r, esto no puede ser! ser ! ¡Apar ¡Aparta ta a ese cer cerdo do de ella! ell a! —me susurró Raegan. Todos sabíamos lo que había hecho Ethan, y de lo que era capaz. Nosotras tratábamos de vigilarle cuando estaba en la barra. Pero no todas las chicas hacían caso de nuestras advertencias. Vi que Travis venía de nuevo hacia la barra este con la mirada fija en Ethan.  —Creoo que no va a hacer falta  —Cre fal ta —dije. Travis casi se interpuso entre ellos y, tras un cruce de palabras, Ethan se largó con el rabo entre las piernas y Travis y la chica de primero se marcharon marchar on del local, a punto punto de iniciar una guerra, guerr a, por lo l o que se veía. veía. Raegan Rae gan se sonrió. sonrió .  —Me parece par ece a mí que Travis Tr avis Maddox ha enco encontra ntrado do la hor ma de su zapato.  —Pues creo cr eo que tienes r azón azó n —dije —dij e yo. yo . Faltaba Falt aba aún una una hora para dar el aviso de cierre cier re y yo había bat batido ido ya mi récord de propinas para esa noche. Raegan estaba de buen humor, a pesar de que Kody se dejaba caer por allí de vez en cuando, para detenerse el tiempo justo que ella necesitaba para decirle que no podía hablar. Al levantar la vista, vi entrada. a lo lejos Trenton recibiendo Tuffy ely cambio por el pago de su Le asaludé asintiendo con de la cabeza sonreí. sonr eí. Con Con esos andares andares marca m arca de la casa, imposibles de obviar, se acercó tranquilamente a la barra este y se sentó justo delante de mí.  —¿Whisky?  —¿Whis ky? —le pr preg egunté. unté.  —Agua.  —¿Agua? —repuse, —r epuse, incr i ncrédula. édula.  —Yaa te lo dije.  —Y dije . E Estoy stoy intentando i ntentando ahor aho r r ar pasta.  —Pues nada, agua a gua —respo —r espondí. ndí. Trenton dio un sorbo y dejó el vaso en la barra para echar un vistazo a su alrededor.  —He visto a Travis Tr avis gr g r itándole itándo le a una piba en el apar apa r camiento. cami ento.

 

 —¿Sí? ¿Y cómo cóm o ha acabado la cosa? co sa?  —Pues ella ell a le r espondió espo ndió también a gr itos. ito s. No sé quién es, per peroo me cae bien.  —A mí también. Trenton clavó la vista en el hielo que flotaba en su vaso.  —Se me hace ha ce rar r aroo esto de verle ver le tratando tr atando de sentar la cabeza. ca beza.  —¿Tú cr c r ees que eso es o es e s lo que está haciendo haci endo??  —Te ha hablado habla do de ella, ell a, ¿verdad? ¿ver dad? Yo asentí.  —Pues eso. eso . Le observé unos minutos. Estaba raro, pero no tenía muy claro qué podía ser.  —¿Hay algo alg o de lo que quier as hablar habl ar?? Él sopesó la respuesta.  —No, es ig igual. ual. No sir ve de nada. —Dio o tro sor so r bo de su agua ag ua y al mirar hacia atrás reconoció a alguien en las mesas de billar—. Voy a acercarme a ver.  —Vale  —V ale —dije —dij e yo. No debí sentir decepción decepci ón al ver que no había mostrado mucho interés en hablar conmigo co nmigo.. Hacía Hacía tan tan solo unas semanas, semanas, había venido al Red Door a tomarse algo, a estar con sus hermanos o a buscar busc ar un rollo r ollo.. Pero viéndole ahora ahor a cruzar la l a pista pista de baile, baile, coger un taco taco de billar y flexionar los brazos para pulir la punta con la tiza, fue apoderándose de mí un curioso curio so sentimiento. sentimiento.  —¿Qué le l e pasa a ese? —preg —pr eguntó untó Raegan. Raeg an.  —Ni idea. Pero Per o me aleg al egrr o de no ser la única úni ca que lo l o ha notado. no tado.  —¿Y tú ?qué tienes? Menuda car c araa ponías po nías cuando estaba yéndose. yéndo se. ¿¿Te Te ha dich dicho o algo? algo  —No —respo —r espondí, ndí, moviendo mo viendo la cabeza—. Per o no te lloo vas a creer cr eer si te lo digo.  —Soy tu mejo m ejorr amiga ami ga.. A lo mejo mej o r ya lo sé.  —Pues es difíci dif ícill de explicar expli car pero… per o… Yo… Acaba de entrar entr arme me una especie de sentimiento superraro de… tristeza. Como si Trent y yo hubiésemos hub iésemos dejado de ser amigos. amig os.  —A lo mejor mej or es por po r que sabes que él final f inalmente mente se ha convencido co nvencido de que solo sois amigos.  —Puede ser. ser . O sea, no —repuse, —r epuse, cor co r r igiéndo ig iéndome me a mí misma. mi sma.  —Lo sabía. Qué perr per r a er eres. es. No sé ni cómo có mo se te ocur oc urrr e intentar intentarlo lo

 

siquiera. —Se puso detrás de mí y, rodeándome la cintura con los brazos, apoyó el mentón mentón en mi hombro. hombro . Nos quedamos mirando a un par de chicas que acababan de entrar en el local y que se dirigieron al lado oeste y se quedaron revoloteando alrededor de la mesa de billar donde estaba Trenton. Saltaba a la vista que las dos eran rubias de bote, pero por mucho que me fastidiase admitirlo, eran increíblemente guapas. A los veinte minutos se les unió una tercera amiga. Enseguida la recién llegada acaparó la atención de Trenton y al poco rato él la tenía acorralada contra la mesa de billar. La chica no paraba de enroscarse un mechón de su larga melena morena, y se reía como si Trenton fuese el tío más gracioso que hubiese conocido en su vida. Sus risas se oían o ían por encima de la música.  —Apaga y vámono vám onoss —dijo —di jo Raegan—. Y Yoo estoy ya para par a ir i r me a casita casi ta —  añadió, añad ió, volviend vol viendoo la cara car a para apoyar una sien en mi hombro. hombr o.  —Yoo también —dije  —Y —dij e mientr m ientras as veía que Trenton Tr enton se acer acercaba caba a la l a car c araa de la chica. Aun estando en la otra punta del local, vi que ella tenía unos labios de top model y unos ojos superseductores. Él la miraba desde arriba sonriendo. Verlos tan juntos me estaba resultando repugnante. Era la primeraa vez que primer que la veía, por lo que segur segurament amentee sería de la universidad de Southwestern State. Probablemente Trenton tampoco la habría visto antes, pero en solo media hora ya estaban estaban a escasos escasos centímetros centímetros el uno del otro. otro . Trenton apoyó las manos en la mesa de billar. El culo de ella quedó apretadoo entre ambas. Entonces apretad Entonces se estiró estiró para decirle algo al oído. oído . Cinco minutos antes de dar el último aviso de cierre, entró una panda de alborotadores se mayoría apostaron barra este pusieron bebidas, y eso que que la de en ellosla llevaba ya eny elsecuerpo másadepedir una copa. Mientras me ponía de nuevo manos a la obra, acerté a ver a Trenton llevándose de la mano a la chica fuera del local. Al instante noté que se me revolvían revol vían las tri tripas. pas.  —¿Estás bien? —me pr preg eguntó untó Raegan Raega n mientra mi entrass abría abr ía unas cuantas birr as a la vez. vez.  —Todo bien —respo —r espondí ndí yo. yo . No estaba segur seg uraa de si podía po día oí oírr me, pero per o era lo l o de menos. A Raegan Raegan no podía engañarla.

 

Capítulo Cap ítulo 10 10

 

despertó con co n un sobresalto el sonido de unos nudillos llamando a Me despertó la puerta. Y otro montón de golpecitos terminó de despertarme del todo. Luego empezaron a aporrearla y salí de la cama arrastrándome. Nada más asomarme al pasillo, la brillante luz de primera hora de la mañana me dio en la cara e hice una mueca mueca de dolor. dolo r. Crucé elcoño salón dando tumbos y abrí—pr la puerta.  —¿Qué co ño estás haciendo haci endo aquí? egunté. eg unté.  —  Domía con poca ropa —dijo Olive con su lengua de trapo y su dulce vocecilla. Bajé la vista vista pro prote tegiéndome giéndome los lo s ojos ojo s de la luz del del sol con co n la mano.  —Oh, hola, hol a, Olive. Ol ive. Perdona Per dona,, no te había visto ahí —dije, —dij e, incapaz de dejar de arrugar arr ugar la frent fr entee ni siquiera ante ante ella.  —No pasa nada —respo —r espondió ndió ella—. ell a—. Dice Dice Tuent  que  que soy bajita.  —Te hemos hemo s traído traí do cositas co sitas par paraa desayunar —dijo —dij o Trenton Tr enton sosteniendo so steniendo en alto una bolsa bol sa blanca de papel.  —Yoo no desayuno.  —Y desayuno .  —Sí que desayunas. Bagel de pasas y canela con co n mantequil mantequilla. la. Me lo sopló Kody. Los dos surcos que se me habían habían formado entre los lo s ojos ojo s se hicier hicier on aún más profundos. Fulminé a Trenton con la mirada y, mirando de nuevo a Olive con un gesto gesto menos duro, dur o, suspiré.  —La quiero quier o —dije, —dij e, a nadie en particular par ticular —. Olive, Oli ve, sabes que te quiero quier o pero yo me vuelvo a la cama. —Miré a Trenton entornando los ojos—. Esta vez vez no te va a dar r esultado. Llévala Llévala a su casa.  —No puedo. puedo . Sus padres padr es van a estar e star fuera fuer a todo el dí día. a.  —Pues llévatela ll évatela a la l a tuya.  —Mi padrlo padre acatar r ado. ado . Y—le noequerr quer runté. ás que pille pi lle un catarr catar r o, ¿ver ¿verdad? dad?  —¿Sabes leo está que acatarr no so sopo por r to? —l preg pr egunté.

 

Trenton me miró Trenton mir ó con desesper desesper ación.  —A mí. Lo sé. Es que… Soy un imbéci i mbécill iinseg nsegur uroo y eg egoo ísta.  —Exacto.  —Peroo so  —Per soyy un imbécil im bécil insegur inseg uroo y egoí eg oísta sta que está con co n una niña ni ña pequeña en la calle, con este frío, y que te pide perdón. Entonces me tocó a mí suspirar. Hice un gesto con la mano para indicarle a Olive que entrase en casa. Ella obedeció alegremente y fue a sentarse en el sofá, donde al instante encontró el mando a distancia, encendió la tele y puso los dibujos animados de los sábados por la mañana. Trenton dio un paso al frente y yo levanté la mano.  —Tú no. no .  —¿Cómo?  —¿Cóm o?  —Que tú no puedes entrar. entr ar.  —Pero…  —Per o… tengo que vigila vig ilarr a Olive. Ol ive.  —Puedes verla ver la po porr la ventana. Trenton cruzó los brazos sobre el pecho.  —¿Crees  —¿Cr ees que no lo voy a hacer? hacer ?  —No, sé que lo harás. har ás. —Le ar arrr ebaté la bolsa bol sa blanca de la mano y le di con la puerta en las narices. Eché el cerrojo. Y lancé la bolsa a Olive—. ¿Te gustan los bagels, nena?  —¡Sí! —exclamó —exclam ó ella ell a abriendo abr iendo la bolsa bo lsa de papel—. ¿De verdá vas a dejar a Tuent  fuera?  fuera?  —Sí, señor seño r ita —respo —r espondí ndí yo y me fui a mi cuarto cuar to y me dejé caer encima de la cama.    —¡Cami! —exclamó —exclam ó Raegan zarandeándo zar andeándome. me. Miré Mir é la hor ho r a en el r eloj elo j de la mesilla. Habían pasado casi dos horas desde que Trenton había llamado a la puerta de casa—. ¡Esa niñita está viendo dibujos en nuestro salón! —me susurró, evidentemente angustiada.  —Yaa lo sé.  —Y  —¿Y cómo có mo ha entrado entr ado??  —La trajo tra jo Trent. Tr ent.  —¿Y dónde dó nde está Trent? Tr ent?  —Fuera,  —Fuer a, creo cr eo —respo —r espondí ndí en medio m edio de un bostezo bo stezo.. Raegan fue al salón pisando ruidosamente con los talones y de nuevo

 

volvió a mi habitación. habitación.  —Está sentado en el suelo, suelo , debajo debaj o de la l a ventana, jugando jug ando al Flappy Fl appy Bird Bir d con el móvil. Yo asentí.  —Fueraa hay cero  —Fuer cer o gr ados. ado s.  —Genial  —Geni al —repli —r epliqué qué sentándome sentándo me en la cama—. Y o jal jaláá estuviera estuvier a granizando. El rostro ro stro de Raegan se contrajo en un gesto de desagr desagrado. ado.  —Me ha dicho hola hol a con co n la mano como co mo si fuese lo más nor no r mal del mundo. ¿Qué coño está pasando aquí?  —Pues que se trajo tra jo a Olive. Oli ve. Como Com o su padr padree está r esfriado esfr iado,, no se la puede llevar a su casa, y los padres de la niña van a estar todo el día en casa de no sé quién.  —¿Y por po r eso no podía podí a cuidar cuida r la en casa de ella e lla?? Pensé en eso unos segundos y a continuación salí a rastras de mi cama por segunda vez en el mismo día. Fui hasta el sofá.  —¿Porr qué Trent  —¿Po Tr ent no se ha quedado que dado contigo co ntigo en la casa de tus papás? —le —l e pregunté.  —Es que yo quería quer ía venir veni r a verte ver te —respo —r espondió ndió ell ellaa como co mo si nada. nada .  —Oh —dije—. —di je—. ¿Trenton ¿Tr enton no quería quer ía ver me?  —Sí, per o dijo di jo que no te haría har ía gr g r acia.  —¿Eh?  —Sí, y por po r eso yo le dije di je por po r fi, por po r fi, por fi. Y él dijo di jo que sí. Le sonreí, me fui hasta la puerta y abrí. Trenton se volvió y me miró desdee el suelo. Y se me borró desd bor ró la sonrisa. sonr isa.  —Entra. Trenton Trent on se levantó levantó y cruzó cr uzó el umbral, pero per o ahí se quedó.  —Estás cabreada cabr eada conmi co nmigo go.. Le miré entornando los ojos.  —¿Porr qué? —me pr  —¿Po preg eguntó. untó. Yo no respondí.  —¿Es por po r que me fui a casa con co n esa chica chi ca anoche? ano che? Tampoco respondí.  —No me m e la tir ti r é.  —¿Quier  —¿Qui eres es una gall g alleta? eta? Por que eso se mer m erece ece un premi pr emioo .  —¿Peroo qué te pasa? Cinco veces al día me dices que somo  —¿Per so moss ami amigo goss y ahora estás celosa de una tía con la que estuve ligando dos segundos.

 

 —¡Yo no  —¡Yo n o estoy e stoy celo c elosa! sa!  —¿Entonces qué te pasa?  —¿Es que no me puedo pr preo eocupar, cupar, como co mo ami amiga ga tuya, de que pil pilles les una ETS?  —¿Qué es ete ese? —preg  —pregunt untóó Olive desde nuest nuestro ro sofá de dos plazas. Cerré los ojos apretando los párpados.  —Dios.  —Dio s. Perdón. Perdó n. Olive, olvida ol vida que has ha s oído o ído eso. eso . Trenton Trent on dio un paso hacia mí.  —Sus padres padr es me la dejan para par a que sea su niñer niñera. a. ¿Cr ¿Crees ees que les preocupa mucho el lenguaje malsonante? malsonante? Levanté una ceja. Él bajó bajó el mentón y me miró mir ó a los ojos. o jos.  —Dime la verdad. ver dad. ¿Estás enfadada conmi co nmigo go por po r que aco acompañé mpañé a casa a esa chica, chica, o es por otra cosa? co sa? Porque estás estás enfadada enfadada conmigo conmig o por algo algo.. Crucé los brazos brazo s y aparté aparté la mirada. mir ada.  —¿Qué estamo es tamoss haciendo haci endo,, Cami? —preg —pr eguntó—. untó—. ¿Qué es esto?  —¡Somoss amig  —¡Somo ami g os! os ! ¡Te ¡Te lo he dicho ya!  —¡Y una mier mi erda! da! El dedo dedo índice de Olive asomó por encima del del respald r espaldoo del sofá.  —A echar una moneda mo neda de cinco ci nco en mi bote.  —Perdón  —Per dón —se disculpó dis culpó Trenton Tr enton juntando j untando las l as cejas. cej as.  —Entonces…, ¿no te la llevas l levaste te a tu casa? —preg —pr egunté. unté.  —¿Adónde la l a iba a llevar ll evar?? ¿A casa de mi padre? padr e?  —No sé, a un hotel, ho tel, ¿no? ¿no ?  —No me gasto ga sto la pasta en copas co pas por po r que estoy ahor aho r r ando ¿y crees cr ees que me voydeaconocer? gastar cien pavos en una noche de hotel por una tía a la que acabo  —Pues has hecho he cho cosas co sas meno m enoss intelig intel igentes. entes.  —¿Comoo qué?  —¿Com  —¡Como comer co mer pegamento peg amento!! Trenton pegó el mentón al pecho y miró hacia otro lado, obviamente disgustado y tal vez un poquito avergonzado.  —Yoo nunca he comi  —Y co mido do pegamento peg amento.. Me crucé cr ucé de brazos.  —Claroo que sí.  —Clar sí . En En clase clas e de la l a señor seño r a Brandt. Br andt.  —Es verdad ver dad —intervino —inter vino Raegan encogi enco giéndo éndose se de ho hombr mbros os..  —¡Pero si tú no estabas en mi m i clase, cl ase, Ray! —repuso —r epuso Trenton. Tr enton.

 

 —Tambié n com  —También c omías ías lápices lápi ces r oj ojos os con co n cier c ierta ta reg r egular ularidad, idad, seg según ún Cami Cam i —  añadió añad ió Raegan Raegan tratand tratandoo de aguantarse aguantarse la risa. r isa.  —¡Veng  —¡V engaa ya! —exclamó —exclam ó Trenton—. Tr enton—. ¿Y mi bagel? bag el? La bolsa blanca de papel asomó por encima del sofá. Los deditos de Olive agarraban la parte de arriba de la bolsa, arrugada y enrollada. Trenton se sentó junto a su pequeña amiga, luchó con la bolsa y, tras logrr ar sacar su desayuno, log desayuno, le qu quitó itó el envoltor envoltorio. io. Raegan me miró y se tapó la boca juntando tres dedos. Contuvo una carcajada, pero el cuerpo se le convulsionó como si le hubiese entrado hipo, y se marchó a su cuarto.  —Yoo nunca he comi  —Y co mido do pegamento peg amento —gr uñó Tr Trenton. enton.  —A lo mejo mej o r lo has bor r ado de tu mente. Si yo hubiese comi co mido do pegamento, pegament o, lo habría borr bor r ado de mi mente… mente…  —Que yo no he comi co mido do pegamento peg amento —repuso —r epuso,, mo molesto lesto..  —Que vale —repli —r epliqué qué a mi vez, y abrí abr í mucho los lo s ojo oj o s un instante—. Señor.  —¿Quier  —¿Qui eres…? es…? ¿Quier ¿Q uieres es la l a mitad mi tad de mi bagel? bag el? —me —m e preg pr eguntó untó él. él .  —Sí, por po r favor favo r —respo —r espondí. ndí. Me tendió la mitad y cada uno se comió su trozo en silencio mientras Olive, sentada entre los dos, veía los dibujos. Sus piececitos apenas sobresalían por el borde del sofá y de tanto en tanto los movía arriba y abajo. Después de dos episodios de dibujos animados, me quedé adormilada; me desperté al notar que la cabeza se me caía hacia delante.  —Hey —dijo —dij o Trenton, Tr enton, dándome dándo me unas palmaditas palm aditas en la r odill odi lla—. a—. ¿Por ¿Po r qué no vas no echar echandí, r te un unegando n rato? Nosotro marcharnos. mar charnos.  —No —respo —raespondí, neg andoNosotros tambiéns podemos con co n la cabeza—. No quiero quier o que o s marchéis. Trenton se me quedó mirando durante un minuto y entonces le indicó a Olive mediante gestos que quería que le cambiase el sitio. Ella se levantó de un salto, más feliz que unas pascuas. Trenton se sentó a mi lado, se inclinó ligeramente lig eramente hacia hacia mí y, señaland señalandoo su hombro hom bro con la barbill barbilla, a, dijo:  —Es cómo có modo. do. Eso dicen. Hice una una mueca. Pero en vez de discutir, discutir, rodeé ro deé su brazo con los lo s míos mío s y me apoyé encajando suavemente la cabeza entre su hombro y su cuello. Él descansó la mejilla sobre mi pelo y los dos hicimos a la vez una respiración profunda y nos relajamos uno contra la otra.

 

Después de eso ya no recuerdo nada hasta que pestañeé para abrir los ojos. Olive estaba roque, con la cabeza apoyada en el regazo de Trenton. Él la rodeaba protectoramente con un brazo y el otro lo tenía apresado entre los míos, apoyando la mano en mi pierna. Su pecho subía y bajaba con una apacible cadencia. Raegan y Brazil estaban sentados en el sofá grande viendo la tele con el sonido quitado. Cuando Raegan se dio cuenta de que me había despertado, sonrió.  —Hey —susurr —susur r ó.  —¿Qué hor ho r a es? —pr egunté eg unté yo en e n voz vo z baja.  —Las doce do ce del mediodí medi odía. a.  —¿En serio ser io?? —dije, —dij e, ir guiéndo gui éndome. me. Trenton Trent on se despertó despertó e inmediatament inmediatamentee comprobó compr obó cómo estaba estaba Olive.  —¡Ostras!  —¡Ostr as! ¿Cuánto rato r ato llevam l levamos os dor do r midos mi dos??  —Algoo más  —Alg m ás de tres tr es hor ho r as —dije, —di je, fr f r otándome otándo me debajo deba jo de los lo s ojo o jos. s.  —Ni siquier siqui eraa me había dado cuenta de que estuviese cansado —  comentó Trent Tr enton. on. Brazil sonrió sonrió..  —No sabía s abía que salías sal ías co conn la chica que pone po ne copas. co pas. Kyle y Brad Br ad se van a llevar un buen chasco. Le miré ceñuda. Ni siquiera sabía quiénes eran esos Kyle y Brad.  —Pueden alegr ale gr ar arse. se. Solo so somo moss amig am igos os —contestó —co ntestó Trenton. Tr enton.  —¿En ser io io?? —repli —r eplicó có Brazil Bra zil,, y se nos no s quedó que dó mir mi r ando por po r si hacíamo hacíam o s algún gesto que indicase indicase que era broma. bro ma.  —Yaa te lo dije  —Y dij e —intervino —inter vino Raegan, levantándose. levantándo se. Se desperezó desper ezó y, al hacerlo, la camiseta le rosa salióy de la cintura los partido minúsculos pantaloncitos cortos de secolor blanco—. Brazildetiene a las cuatro treinta. ¿Os apetece ver a los Bulldog?  —Yoo tengo que cuidar a Olive  —Y Oli ve —respo —r espondió ndió Trenton—. Tr enton—. Íbamos Íbamo s a preguntarle a Cami si quería venir con nosotros noso tros al Chic Chicken ken Joe’s. Joe’s.  —A Olive Oli ve a lo mejor mej or le gusta g usta el fútbol f útbol —dijo —dij o Brazil Bra zil..  —Jason…  —Jaso n… —respo —r espondió ndió Trenton, Tr enton, negando neg ando con co n la cabeza—. El Chicken Joe’s es como… mil veces veces mejor que un un partido de fútbol. fútbol.  —¿Cómoo lo sabes si  —¿Cóm s i no la llevas l levas a ver uno?  —Yaa la he llevado  —Y ll evado.. To To davía no me lo l o ha perdon per donado ado..  —¿Es tu prim pr imita ita o algo alg o así? —preg —pr eguntó untó Brazil Br azil—. —. ¿Por qué siempr si empree está contigo?

 

Trenton se encogió de hombros.  —Tuvo un hermano her mano mayor. mayo r. Hoy habría habr ía cumplido cumpl ido cator ce años. año s. Par Paraa ella era un ídolo. Unos meses antes de que se mudaran a vivir a la casa de al lado de la nuestra, un coche lo atropelló cuando estaba montando en bici. Olive se quedó junto a él mientras moría. Yo solo intento cumplir el papel que él habría hecho.  —Vaya,  —V aya, tío, eso es duro… dur o…,, pero… per o…,, y no pretendo pr etendo molestar mo lestarte…, te…, pero per o , tío, tú eres un Maddox. Maddox.  —¿Sí? ¿Y? —dijo —di jo Trenton. Tr enton.  —Sé que er eres es buen tío, pero per o también sé que eres er es un bronc br oncas as y un malhablado, que vas tatuado hasta el culo y que te gusta el whisky. ¿Sus padres la dejan subirse subirse en el coche co che contigo contigo??  —Pues la cosa co sa fue evoluci evo lucioo nando de maner mane r a natural, natur al, supong s upongoo .  —Pero…  —Per o… ¿acaso es tu r esponsabil espo nsabilidad? idad? —inquir —inqui r ió Brazil Bra zil—. —. No lo pillo. Trenton bajó la vista a Olive, que seguía profundamente dormida. Le apartó de los ojos un mechón de ralos cabellos rubios ceniza y, encogiéndose de hombros, respondió:  —¿Y por po r qué no? no ? Yo sonreí ante su sencilla muestra de cariño.  —Pues al Chicken Joe J oe’s. ’s. Per Peroo tendré tendr é que ir i r me temprano tempr ano par paraa que m mee dé tiempo a prepararme.  —Hecho —respo —r espondió ndió Trenton Tr enton con co n una sonr so nrisa, isa, como co mo si fuese lo más fácil del mundo.  —Bueno, yo tengo que hacer unos uno s recado r ecadoss —dijo —dij o Raegan.  —Y yo tengo que ir —dijo a por po r Brazil. hidratos hidr atosCuando de car carbono bono y lueg luego meunas iré ir é directamente al pabellón se levantó, le odio palmaditas a Raegan en la espalda, se inclinó para besarla y a continuación cogióó su carte cogi car terr a, el móvil y las llaves, l laves, y se fu fuee dando dando un por ta tazo zo al salir. Los ojitos de Olive se abrieron abrier on de golpe.  —¡Sí! —exclamó —exclam ó Trenton—. Tr enton—. ¡Se ha desper despertado! tado! ¡Ahora ¡Ahor a nos no s la l a podemo po demoss comer! —Se inclinó sobre ella y jugó a que le daba un mordisco en la tripa mientras le hacía cosquillas. Ella se se rio como loca. lo ca.  —Noooo  —Noo oooo oo.. ¡¡Que Que me m e hago hag o pis!  —¡Uy!  —¡U y! —exclamó —exclam ó Trenton, Tr enton, levantando l evantando las dos mano manos. s.  —Ven  —V en —le dije, dij e, y me llevé ll evé a Olive Oli ve de la mano al cuar cuarto to de baño que

 

te teníamos níamos en el pasillo. Sus Sus pies descalzos apenas apenas hicieron hiciero n ruido r uido al pisar el suelo de baldosas—. Papel higiénico, jabón, toalla —dije, señalándole uno por uno uno los lo s objetos. objetos.  —Vale  —V ale —r —respo espondió ndió ella. ell a. Parecía Par ecía tan chiquitina chiqui tina en medio medi o del cuarto cuar to de baño… Levantó Levantó las l as cejas y preguntó—: pr eguntó—: ¿Te vas a quedar quedar??  —¡Oh! No No . Perdona Perdo na —respo —r espondí, ndí, y r etrocediendo etro cediendo salí y cerr cer r é la puer p uerta. ta. Di media vuelta y me acerqué a Trenton, que se había quedado en la zona de paso entre la encimera del desayuno y el sofá pequeño.  —Es la bomba bo mba —dijo —di jo,, sonr so nriendo iendo..  —Tú sí s í que er e r es la l a bomba bo mba —dije —di je yo. yo .  —¿Sí? —pr eguntó. eg untó.  —Sí. —Nos quedamos quedamo s callado call adoss mir ándonos ándo nos uno unoss seg segundo undos, s, solo so lo observándonos mutuamente, sonriendo. Entonces, empezó a inundarme un sentimiento que ya conocía de antes: un cosquilleo en las tripas y una sensación de calor en los labios. Centré la mirada en su boca y él dio un paso hacia mí.  —Trent…  —Tr ent… Él negó con la cabeza, se inclinó y cerró los ojos. Yo hice exactamente lo mismo mism o y esperé a notar notar sus labios contra los míos. mío s. Se oyó el agua de la cisterna cisterna y nos no s separamos. separamo s. De De repen r epente te entre entre los lo s dos el aire air e se volvió denso, denso, cargado car gado de tensión. tensión. Al Al disiparse llaa expecta expectación ción de lo que estábamos a punto de hacer, en su lugar se instaló una sensación de corte horroroso. horro roso. Olive se detuvo en el pasillo y se quedó mirándonos. Se rascó un codo, luego la nariz.  —¿V  —¿Vamo s a comer co ? media sonrisa como Yo leamos so sonreí nreí con co mer? n una co mo para par a disculparme disculparme con ella.  —Antes tengo que ir a compr co mprar ar unas cosas. co sas.  —Buen plan —dijo —di jo Trenton, Tr enton, que dio una palmada palm ada y se frotó fr otó las mano m anoss a continuación—. ¿Vamo ¿Vamoss al súper? s úper? Olive sonrió sonrió de oreja a oreja. or eja.  —¿Y me puedo sentar en la cesta c esta que es cochesito? Trenton me miró para ver qué respondía, mientras ayudaba a Olive a ponerse pone rse el abrigo. abrigo .  —¡Claro!  —¡Clar o! —exclamé. —excla mé. Entendí perfectame per fectamente nte por po r qué Trenton Tr enton se dedicaba tanto a hacerla feliz. Ver sonreír a esa niña creaba adicción. Olive ejecutó un bailecito y Trenton se puso también a bailotear. Estaba

 

totalmentee ridículo, totalment r idículo, así que me uní a ellos. ello s. Y nos fuimos bailando todo el camino hasta el aparcamiento, sin ninguna música. Trent señaló su Intrepid, pero yo me detuve al llegar a mi Jeep.  —Siempr  —Siem pree conduces co nduces tú. Esta vez o s llevo lle vo yo. Además, me caben más cosas en el maletero maletero..  —Peroo si no tienes maleter  —Per m aleteroo —repli —r eplicó có Trenton. Tr enton.  —Tengo un equivalente equival ente a maleter mal eteroo .  —Es que llevo ll evo el asiento as iento de Olive. Ol ive.  —Es bastante fácil fáci l de ca cambia mbiar, r, ¿no? ¿no ? Trenton Trent on movió mo vió la cabeza para negar.  —Es que… yo lo paso mal… mal … cuando voy co c o n chicas que conducen. co nducen.  —¿Lo dices di ces por po r Mackenzie o es un comentar co mentario io puramente pur amente m machis achista? ta?  —Me pasa desde el accidente. accide nte. Asentí.  —Bueno, vale. va le. Pero Per o me dejar dej arás ás que te pague pag ue la gaso g asoli lina. na.  —Puedes poner po ner tú lo de la cena c ena —propus —pr opuso. o.  —¡Veng  —¡V enga! a! —respo —r espondí, ndí, y doblando dobl ando el codo co do levanté el puño co conn el dedo índice y el meñique estirados. Olive se miró la mano y trató trató de imitarme.  —¡Veng  —¡V enga! a! —exclamó —exclam ó a su vez con co n su vo vozz infantil infan til cuando hubo aprendido a hacer hacer el gesto. Fuimos a la tienda y mientras recorríamos los pasillos yo me sentía un poco como en familia, y aquello me produjo cierta ilusión. No era que deseara tener hijos (todavía no), pero hacer una actividad tan doméstica con Trentonnomeduró resultaba emocionante. Sin embargo, sentimiento mucho.curiosamente T. J. y yo nunca habíamos hecho nada así yese de pronto ese simple viaje al súper hizo que me avergonzara. Sentí que una oleada de resentimiento me recorría las venas, aun cuando no tuviese el menor sentido. Con T. J. no podía ser feliz y para colmo me estaba impidiendo saborear ese instante de felicidad. Por supuesto, no era culpa suya. Pero era más fácil echarle a él la culpa que reconocer mis propios fallos. Ya nada tenía sent sentido. ido. ¿Por qué seguíamos seguíam os juntos? ¿Por qué pasaba tanto tanto tiempo con Trenton? ¿Por qué continuaba en una relación casi inexistente, cuando tenía a dos palmos de mí a una persona a la que le gustaba —y que me gustaba a mí—, esperando esperando sin más a que le diera dier a luz verde?

 

Cualquier otra persona habría cortado sin pensárselo. Pero es que no tenían a T. J. Él había entrado una noche en el Red Door, una hora después me estaba estaba pidiendo pidiendo mi número de teléfono teléfono y a los pocos días quedáb quedábamos amos por primera vez. Ni siquiera había tenido que darle vueltas. Estar con él simplemente tenía sentido. T. J. se pasó gran parte de la siguiente semana y media en mi piso, y después, a lo largo de tres meses, estuvo cogiendo un avión cada dos fines de semana para venir a verme. Luego comenzó su proyecto y podían contarse con los dedos de una mano las veces que le había visto. Me detuve en mitad del pasillo de la tienda, fingiendo que comparaba sopas, pero en realidad me había quedado helada preguntándome por qué estaba tan comprometida con T. J. si ni siquiera estaba segura de que en esos momentos tuviésemos una auténtica relación. Hacía tres días que no recibía ningún mensaje suyo. Antes yo me decía que era porque estaba muy ocupado con su trabajo. Pero de pronto, al comprender lo que era pasar mucho tiempo en compañía de alguien (y estar encantada), eso de recibir un mensaje de texto o una llamada de vez en cuando, eso de mantener viva la esperanza de volver a vernos algún día, ya no era suficiente. Ni remotamente.  —¿Carne  —¿Car ne con co n trozo tro zoss de verdur ver duraa en salsa? sals a? —preg —pr eguntó untó Tr Trenton enton con co n una lata de sopa en la mano—. Para chuparse los dedos. Sonreí y así la barra del carrito de la compra.  —Échala dentro. dentr o. Vendrá endr á bien tenerla tener la a mano dentro dentr o de poc pocoo , cuando haga aún más frío por las noches.  —Me puedes usar a mí siempr siem pree que quier qui eras. as. Soy una estufa. es tufa.  —Ándate con cuidado cui dado.. Que igual ig ual te tomo to mo la palabr pal abra. a. me amenac amenaces coserio n alg aio? lgo g uay. —Se detuvo en mitad m itad del pasil pasillo lo  —. —No Espera, Esper a, ¿lo dicesesencon ser ?o tan guay. Yo me encogí de hombros. hombr os.  —Antes me has r esultado bastante cómo có modo. do.  —¿Cómodo  —¿Cóm odo?? Soy So y puro pur o cachemir, cachem ir, nena. Solté una carcajada y meneé la cabeza. Ambos empujamos el carrito que hacía de coche tamaño infantil, mientras Olive jugaba a mover un volantee imaginario volant imaginar io y a chocarse con todo.  —Me apuesto lo que quier as a que tu novio no vio el de Califo Calif o r nia no es tan cómodo como yo —dijo Trenton cuando nos metíamos por el pasillo de la charcutería.  —¡Qué frío fr ío!! —exclamó —exclam ó Olive, Ol ive, fingiendo fing iendo que tir tiritaba. itaba. Trenton Tr enton se quitó

 

el abrigo y se lo puso por encima a la pequeña. Yo estiré un brazo para coger un paquete de fiambre y lo eché en la cesta.  —No sé —dije—. —dij e—. Si te digo dig o la verdad ver dad no me acuerdo acuer do de lo suave que es.  —¿Y eso cómo có mo se lleva? lle va? ¿Lo de estar con co n alg alguien uien a quien casi nunca ves?  —Las mujer muj eres es de los lo s mili mi litar tares es viven eso constantemente. co nstantemente. La ver verdad dad es que no tiene sentido quejarse, para mí.  —Peroo es que tú no estás casada  —Per casa da con co n él.  —No estoy segur seg uraa de cómo có mo podr é lleg l legar ar a es estar tarlo lo si no nos vemos vemo s más m ás a menudo.  —Exactamente. Ento Ento nces, ¿qué te hace seguir seg uir co conn él? Me encogí de hombros.  —Pues no te sé decir deci r con co n certeza. cer teza. Tiene Tiene alg al g o.  —¿Te quier e? de Trenton, tan directa y tan personal, hizo que La pregunta automáticamente se me tensasen los músculos del cuello. Lo viví como si fuese un ataque contra nuestra relación. Pero a la vez sabía que esa actitud defensiva era tan fuerte porque Trenton me estaba planteando unas preguntas que yo misma me había hecho muchas veces.  —Sí.  —Peroo le gusta  —Per g usta más Califo Calif o r nia, ¿no? ¿ no? Está en la univer uni versidad, sidad, ¿verdad? ¿ver dad? Me estremecí. No me hacía ninguna gracia comentar datos concretos sobre T. J. Y a él tampoco le hacía gracia que yo diese datos concretos sobre él.  —Lo que le r etiene allí all í no es una carr car r era er a sino un trabajo tr abajo.. —Trenton —Tr enton se metió las manos en los bolsillos. bolsillo s. Llevaba Llevaba un brazalete de de cuero marr ón en la muñeca, una pulsera marrón de cuero trenzado y la pulserita que le había hecho Olive—. ¿Nunca te quitas la pulsera que te hizo Olive? —le pregunté.  —Le prom pr ometí etí que no me la l a quitaría. quitar ía. No cambies cam bies de tema.  —¿Porr qué quier es hablar  —¿Po habl ar de T. J.? J.?  —Por que tengo curio cur iosidad. sidad. Quier Quie r o saber qué te hace seguir seg uir en una relación así.  —¿Así cómo có mo??  —Pues una r elación elaci ón en la que tú no eres er es una prio pr iorr idad. Me da la sensación de que el tío no es idiota. Por eso estoy tratando de entender la

 

historia. Me mordí el labio. Trenton estaba siendo encantador y a la vez estaba consiguiendo que se me revolvieran r evolvieran las tripas tr ipas al pensar pensar en T. J.  —Es un poco po co como co mo lo que te pasa a ti con c on Oli Olive. ve. Puede que la l a ggente ente que no os conozca piense que lo vuestro no tiene ni pies ni cabeza, y hasta cuando él intenta explicarlo puede que suene raro, pero tiene unas responsabilidades que son impor importa tant ntes. es.  —Igual que tú. Me incliné hacia él y Trenton Trenton me r odeó con co n un brazo y me est estrechó rechó con más fuerza aún.

 

Capítulo 11

 

Después de unos sándwiches de jamón y queso, una peli y una visita corta al Chicken Joe’s, Trenton y Olive regresaron a su casa y yo me fui para el Red Door. Podía ver el vaho de mi aliento mientras me dirigía a la entrada lateral reservada para los empleados, y una vez dentro me dejé el abrigo puesto hasta que hubiese más gente y el aire se caldease un poco.  —¡Carajo,  —¡Caraj o, qué fr ío! ío ! —exclamó —exclam ó Blia, fr frotándo otándose se las l as mano m anoss al pasar a mi lado—. ¡Esto está más frío que el culo de una rana en enero!  —Y so solo lo es octubr o ctubree —gr —g r uñí yo. yo . La marabunta de los sábados por la noche se hacía esperar y tres horas después de haber fichado el local seguía muerto. Raegan se sujetó la barbilla con el puño y tamborileó con las uñas de la otra mano en la barra del bar. Un par de chavales jugaba al billar, al fondo, junto a la pared oeste. Uno llevaba una camiseta de Legend of Zelda y las prendas de vestir de su amigo estaban tan arrugadas que daba la impresión de que las hubiese cogido directamente del cesto de la ropa sucia. No eran el tipo de chicos que solía ir a ver una pelea clandestina, así que no era difícil adivinar adivin ar quién nos nos había robado la clientela. clientela. Marty, el cliente habitual de Raegan, estaba sentado a solas en su zona de la barra. Él y los chavales con la cara llena de granos que estaban en las mesas de billar eran nuestro nuestross únicos clientes y eran las diez de la noche.  —Qué putada. Malditas peleas. peleas . ¿Es que no podían podí an or ga ganizar nizar las entre semana,, y no fastidiarnos semana fastidiarnos las propinas? pro pinas? —se —se quejó Raegan.  —Vendr  —V endrán án después. Y entonces el local lo cal entero enter o ser seráá una gr an pelea y desearás que no hubieran venido —dije yo, mientras fregaba el suelo por te terr cera vez. Kody pasó por allí y miró de soslayo a Raegan. Necesitaba estar ocupado para poder soaporta sopor r una noche noche entera entrándose, era con co n Raegan Ra egan alsuotro lado deln local de copas. Llevab Llevaba dostarsemanas arrast arr astrándose, y sacaba frust fr ustració ración

 

con los lo s idiotas borrachos bor rachos que se atrevían a ponerse a pelear en su zona. E Ell miércoles anterior Gruber había tenido que sacar a Kody a la fuerza de la pelea. Hank ya había hablado con él en una ocasión y me daba miedo que, si no corta cor taba ba pront pro ntoo con aquello, acabase echán echándole dole a llaa calle. Raegan le lanzó una mirada fugaz cuando tuvo la seguridad de que él no la estaba estaba mir ando.  —¿Has hablado con co n él? —preg —pr egunté. unté. Raegan Rae gan se encog encogió ió de hombros. hombr os.  —Intento  —Int ento evitarlo evitar lo.. Cuando no estoy hablando con co n él ya me hace sentir como una cabrona, así que no tengo precisamente muchas ganas de entablar ent ablar conversación.  —Está mal. Te quier e. Raegan puso cara de tristeza.  —Lo sé. s é.  —¿Qué tal lecon coiluminó. n Brazil Br azil?? La car car a se  —Pues está liado li ado con co n el fútbol y la frater fr aternidad, nidad, per peroo va a haber una fiesta por San Valentín Valentín y me pidió ayer que fuese con él. Yo levanté una ceja.  —Oh. Entonces la l a co cosa… sa… va en ser s erio io.. Raegan Rae gan ladeó la l a boca, miró mir ó a Kody y entonces entonces bajó bajó la vista.  —Cami, Brazil Bra zil fue mi m i prim pr imer er amor. amo r. Estir Est iréé un brazo brazo y apoyé la mano mano en su hombro. hombro .  —No te envidio envi dio.. Menudo Menudo lío. lío .  —Hablando del pr prim imer er amor amo r … Me da que tú eres er es el suyo —dijo —dij o , indicando la entrada del local con un movimiento de la cabeza. Trenton entraba en esos momentos, andando parsimoniosamente y con una gran sonrisa en la cara. No pude evitar imitar su expresión. Aunque por el rabillo del ojo vi que Raegan nos estaba observando, me dio exactamente exacta mente igual. igual .  —Hey —dijo, —dijo , inclinándo incl inándose se para par a acodar aco darse se en la l a barr bar r a.  —Creíí que estar  —Cre e starías ías en e n la pelea. pe lea.  —Yo,  —Y o, a difer dife r encia de los lo s novio novi o s que se van a Calif Califor or nia, tengo clar as mis prioridade prio ridades. s.  —Muy gracio gr acioso so —repuse, —r epuse, per o sentí s entí cosquil co squillas las en e n el estóm e stómag ago. o.  —¿Qué haces ha ces lueg l uego? o? —preg —pr eguntó. untó.  —Dormi  —Dor mir. r.

 

 —Hace mucho fr frío ío.. Pensé que igual ig ual te venía bien esa capa extra extr a de abrigo. Traté de no sonreír sonr eír como una boba, pero pero no lo pud pudee evit evitar. ar. Últimament Últimamentee Trenton me causaba ese efecto.  —¿Dónde coj c ojone oness se ha metido Ray? —preg —pr eguntó untó Hank. Me encogí de hombros.  —Es noche no che de pelea, pel ea, Hank. Esto Esto está muer to. Yo Yo puedo oc ocupar uparme. me.  —¿Y a quién coño co ño le impo i mporr ta dónde está? e stá? —intervino —inter vino Kody. Cr Cruzado uzado de brazos, apoyó la espalda contra la barra para contemplar con cara de pocos amigos el local casi vacío.  —¿Conseg  —¿Cons eguiste uiste el empleo empl eo ese? —pr eguntó eg untó Hank.  —No —respo —r espondió ndió Kody, cambiando cambi ando de posici po sicióó n. Hank apoyó las manos a los lados de la boca con intención de amplificar lo que se disponía a decir decir a gritos gr itos y se llenó los pulmones.  —¡Hey,  —¡H Gruby! Gr uby! Mándame aquí a Blia para par a sustituir a Raegan Raega n mientr mi entras as ella estáey, fuera, ¿quieres? Gruber asintió y se dirigió al quiosco. Yo me estremecí y lamenté que Hank le hubiese recordado a Kody —y al resto del mundo— que seguramente Raegan Raegan estaría estaría fuera charlando charl ando con Brazil. A Kody se le contrajo toda la cara. Me sentí mal por él. Aborrecía el trabajo que antiguamente tanto le gustaba y nadie podía recriminárselo. Cuando Kody se había presentado al puesto que ofrecían en una ferretería, Hank le había dado una carta de recomendación.  —Lo siento s iento —dije—. —dij e—. Sé que esto es duro dur o par paraa ti. Kody se volvió para mir arme con semblante semblante herido.  —Tú no sabes una mier m ierda, da, Cami. Cam i. Si hubieses hubiese s quer ido ido,, habr ías intentado hablarr con ella para hacerle entr habla entr ar en razón. r azón.  —Hey —intervino —inter vino Trenton, Tr enton, volviéndo vol viéndose—. se—. ¿Qué narices nar ices te pasa, tío? tío ? A ella no le l e hables así. Le hice una señal a Trenton para que permaneciese sentado y, cruzando los brazos, me dispuse dispuse a hacer fr ente ente a toda la frust fr ustrr ación que K Kody ody estaba estaba a punto punto de soltar en mi dir ección.  —Kody, Ray hace lo que le da la gana. g ana. Tú lo sabes mejo m ejorr que nadie. nadie . Por debajo debajo de la piel su mandíbula se movió y acabó bajando bajando la vista.  —Es que… no lo entiendo. entiendo . Estábamos Estábamo s bien. No discutía discutíamo mos. s. La ver verdad dad es que no. A veces sobre gilipolleces sobre su padre, pero la mayor parte

 

del tiempo estábamos bien, nos lo pasábamos bien. A mí me encantaba pasar el rato con ella, pero también le dejaba su espacio cuando lo necesitaba. Ella me quería. quer ía. O sea…, decía que me quería.  —Y era er a verdad ver dad —dije. —dij e. No er eraa fácil fáci l mir mi r arle ar le mientra mie ntrass hablaba. hablaba . Estaba apoyado en la barra barr a como si le costase mantenerse mantenerse en pie. Estir Est iréé el brazo para par a apoyar una mano en su hhombr ombro. o.  —Vas  —V as a tener que aceptar que todo esto no tiene nada que ver contig co ntigo. o. Él se encogió encogió de hombr hombros os y aprovechó para solta sol tarr se de mí.  —La está es tá utilizando util izando.. Eso es lo peor peo r de todo. todo . Yo Yo la quiero quier o más que a mi vida y a él ella le importa impor ta una una mierda.  —Eso no lo sabes —dije. —di je.  —Sí que lo sé. ¿Crees ¿Cr ees que los lo s de la fr frater aternidad nidad no dicen cosas, co sas, Cami? ¿Crees que no están también comentando cosas sobre tu movida? Esos tíos son peores que las de la fraternidad de chicas. Se pasan el rato cotilleando sobre sobr quién seerarme está está tirando ando quién . Y. luego a mí me ll llegan egan esos rumor r umores es y te tengo ngoe que ent enterar metir de todo todoa quién. el rollo r ollo.  —¿Mi movida? mo vida? —Miré —Mir é a mi m i alr al r ededor ededo r —. Yo Yo no tengo ninguna ning una movida. mo vida. Kody señaló a Trenton.  —Pues vas de cabeza a mil mi l por hor a. Cami, Cami , no deber deberías ías meterte meter te en ese fregado fr egado.. Ya Ya han sufrido sufr ido bastante. bastante. Kody se largó y yo me quedé quieta, atónita, durante unos segundos. Trenton puso cara de extrañeza.  —¿Qué coño co ño se supone supo ne que ha quer ido decir eso? eso ?  —Nada —respo —r espondí ndí yo. Mantuve la expresió expr esiónn de que no pasaba nada, fingiendo que no tenía el corazón a punto de salírseme por la boca. Lo mío con T. J. no era exactamente un secreto, pero tampoco habíamos contado a los cuatro vientos que estábamos juntos. Yo era la única de nuestra pequeña ciudad que conocía la naturaleza de su trabajo y para él era importante que nadie más se enterara. El saber un poquito daba pie a preguntas, y para evitar las preguntas había que mantener las cosas en secreto. En realidad no había supuesto ningún problema porque nunca le habíamos dado motivos a nadie para hablar de nosotros. Hasta este momento.  —¿De qué estaba hablando habl ando,, Cami? Cami ? —preg —pr eguntó untó Trenton. Tr enton. Yo puse los oojos jos en blanco y me encogí encog í de hombros. hombr os.  —¿Y yo qué sé? Está chiflado chi flado.. Kody se volvió volvió y se tocó el pecho.

 

 —¿No sabes de qué estoy hablando? hablando ? ¡No eres er es mejo m ejorr que el ella la y lo l o sabes!  —Y volvi vo lvióó a marchar mar charse. se. Trenton Trent on estaba estaba hecho hecho un verdadero lío pero yo, en vez de queda quedarm rmee allí para explicárselo, levanté la parte abatible de la barra, pasé, la dejé caer ruidosament ruido samentee y me fui detrás detrás de Kody por el local.  —¡Oye! ¡Oye! ¡Oye! —exclamé, —excl amé, yendo ye ndo a la car c arrr era er a para par a darle dar le alcance. al cance. Kody se detuvo pero no se dio la vuelta. Le tir tiréé de la camisa para para obligar o bligarle le a mirarme mirar me a la car car a.  —No so soyy Raegan, Raega n, así que ¡deja de echarme echar me encima encim a tu ir i r a! He intentado hablar con ella. Yo apostaba por ti, joder. Pero ahora te estás comportando como un gilipollas insoportable, llorica y mohíno. La mirada de Kody se dulcificó dulcificó y fue a decir algo. alg o. Yo, que no tenía ningún interés en oír lo que seguramente sería una disculpa, levanté la mano. mano . Y señalé su ancho pecho.  —No tienes zor zo r r ame idea sohablado. bree mi vida pr ivada, así que ni se te ocur o currr a hablarme nuncanicomo hassobr ¿Te privada, enteras? Kody asintió y yo le dejé plantado en mitad del local para dar media vueltaa y regresar vuelt regr esar a mi lugar de ttrr abajo.  —Joder  —Jo der al cuadrado cuadr ado —comentó —co mentó Blia con co n los lo s o jos jo s como co mo platos—. plato s—. Recuérdame que nunca te saque de tus casillas. Hasta el gorila te tiene miedo.  —¡Camille!  —¡Camill e! —se oyó o yó a una voz vo z desde la l a otra o tra punta del bar. bar .  —Mierda  —Mier da —dije —dij e yo en voz baja. Por simple sim ple costumbr co stumbre, e, tra traté té de encogerme, encoger me, de hacerm hacermee invisible, pero pero era demasiado tarde. Clark Clark y Coli Colinn estaba esperándome pacientemente en la zona de Blia. Me acerqué hasta ellos y fingí fing í sonreír—. sonr eír—. ¿Sam ¿Sam Adams? Adams?  —Sí, por favor favo r —respo —r espondió ndió Clark. Clar k. Era Er a el menos meno s ofensivo of ensivo de mis mi s hermanos y la mayoría de las veces hubiese deseado que nos llevásemos aún mejor. Pero, por norma general, estar con uno de mis hermanos quería decir estar con todos ellos a la vez y no era una situación que estuviese dispuesta a seguir tolerando.  —Tíoo Felix  —Tí Feli x sigue sig ue molesto mo lesto contig co ntigoo —me — me info i nforr mó Colin. Col in.  —Colin,  —Col in, por po r favor. favo r. Que estoy esto y curr cur r ando. ando .  —Pensé que debías debí as saber sabe r lo lo,, nada más m ás —dijo —di jo con co n gesto g esto petulante. pe tulante.  —Peroo si siempr  —Per siem pree está molesto mo lesto conmi co nmigo go —repuse —r epuse yo, sacando del refrigerador un par de botellines, que a continuación abrí y deslicé por la barra hacia ellos.

 

Clark de pronto se puso muy serio.  —No, pero per o mamá mam á ha tenido que impedir im pedirle le que salier sali eraa dispar ado a tu piso cada vez que Coby y él vuelven al lío.  —¡Por favor favo r ! ¿Aún la tiene tomada to mada co conn Coby? —pr egunté. eg unté.  —La cosa co sa ha estado es tado bastante… bas tante… alterada alter ada últimam últi mamente ente en su casa. cas a.  —No me lo cuentes —repuse, —r epuse, negando neg ando co conn la cabeza—. No puedo escucharlo.  —No es ver ve r dad —inter —i ntervino vino Colin, Col in, ar arrr ugando uga ndo la frente—. fr ente—. M Mii padre padr e dijo di jo que Felix Felix le había jurado que no volvería volver ía a hacerlo. hacerlo .  —Comoo si eso fuese a cambiar  —Com cambi ar mucho las cosas co sas —gr —g r uñí—. Ella igualmente se quedaría.  —Bueno, eso e so es asunto de ello ell o s —dijo —dij o Colin Co lin.. Le taladré taladré con la mir m irada. ada.  —Fue mi infancia. infa ncia. Ella es e s mi madr e. Es asunto mío. mí o. Clark dio tr ago tr su hoy birr birra.  —Está cabruneado cabreado por pode r que ho y a. volvi vo lviste ste a faltar fal tar a la co c o mida en famili fam ilia. a.  —Nadie me invitó invi tó —repuse. —r epuse.  —Siempr  —Siem pree estás invitada. i nvitada. Mamá Mamá también tam bién se llevó lle vó una desilusi desi lusión. ón.  —Pues lo siento, siento , pero per o no puedo verle. ver le. Tengo o tras cosas co sas que prefi pr efier eroo hacer antes que estar con él. Las cejas de de Clar Clar k se arr arr ugaron. ugaro n.  —Eso es duro. dur o. Seguim Seg uimos os siendo tu famili fam ilia. a. Cualquier a de nos nosotr otroo s daría lo que fuera fuera por ti, Camille. Camille.  —¿Y qué me decís de mamá? mam á? —preg —pr egunté unté yo— yo—.. ¿Dar ¿Daríai íaiss lo que fuera fuer a por ella?  —Jo der, Cami.  —Joder, Cami . ¿Es que no puedes pue des dejar dej arlo lo estar, sin si n más? —dijo Colin. Col in. Levanté una ceja.  —No. Y Chase, Clar Clarkk y Coby tampoco tampo co deberían. deber ían. Teng Tengoo que traba trabajar jar —  dije, e hice intención intención de volver a mi zona de la barr barra. a. Una mano enorme me cogió del brazo. Al ver que Clark me agarraba, Trenton se levantó de su taburete. Pero moví la cabeza para indicarle que no hiciera nada y me volví. Clark suspiró.  —Nunca hemos hemo s sido de esas famil fam ilias ias en las que se airean air ean los lo s sentimientos como si nada, pero eso no significa que no seamos una familia. Tú sigues formando parte de ella. Sé que a veces se pasa tres pueblos, pero debemos mantenernos unidos. Tenemos que intentarlo.

 

 —Vo so  —Vo sotro tross no estáis en su punto de mir mi r a, Clar Clark. k. Tú T ú no sabes lo que es eso. A Clark se le notaron no taron lo loss músculos de la mand m andíbula íbula bajo la piel.  —Cami, sé que tú er eres es la mayor. mayo r. Pero Per o hace tres tre s años año s que te fuiste. fuis te. Si crees que no sé lo que es llevarse lo más duro de su cólera, estás equivocada.  —Entonces, ¿po ¿porr qué seguir seg uir fingiendo fing iendo?? Pendemos Pendemo s de un hilo. hil o. Y ni siquiera estoy segura de que eso siga manteniénd manteniéndonos onos unidos.  —No impo i mporr ta. Es lo único que tenemos tenemo s —dijo —dij o Clar Clark. k. Le miré mir é largamente lar gamente.. Ent Entonces, onces, les puse otro par de botellines.  —Tomad.  —Tom ad. Estas Estas cor co r r en de mi cuenta.  —Gracias  —Gr acias,, hermani her manita ta —dijo Clark. Clar k.  —¿Estás bien? —me pr eguntó eg untó Trenton Tr enton cuando r eg egrr esé a mi m i puesto. pues to. Asentí.  —Dicen que mi tenido padre padr e sigue sig ue cabreado cabr eado por po r lo Mi de Coby. Supong que Coby y él habrán mogollón de broncas. padre Supongo amenazao con presentarse present arse en mi casa para ponerme po nerme en mi sitio. si tio.  —¿Poner  —¿Po nerte te en tu sitio sitio?? ¿Y eso qué quier e decir deci r exactamente? Me encogí de hombros.  —Cuando mis mi s hermano her manoss se insubor insubo r dinan, por po r alg alguna una r azó azónn me toca a mí pagar el pato.  —¿Y cómo có mo acaba la l a cosa co sa cuando se presenta pr esenta en tu casa hecho una fier fi era? a?  —Pues nunca lo ha hecho he cho.. Pero Per o supong supo ngoo que, ssii se cabrea cabr ea lo sufi suficiente, ciente, cualquier día de estos vendrá. Trenton se quedó callado. Pero parecía muy intranquilo y se rebulló en el taburete. Blia se acercó acercó y me mostró la pantalla pantalla de su móvil.  —Acabo de r ecibir ecibi r un mensaje mensa je de Laney. Dice que la pelea ha te terr minado y que la mayoría viene para para acá.  —¡Guay! —exclamó —exclam ó Raegan, Raega n, que se había vuelto a meter tras tra s la barr bar r a. Sacó su bote de propinas vacío, un vaso tipo huracán, y lo dejó encima del mostrador de la barra. Inmediatamente Marty sacó un billete de veinte y lo echó en el vaso. Raegan Rae gan le guiñó un ojo, ojo , sonriendo. Trenton Trent on dio unas palmadita palmaditass en la barra bar ra y dijo:  —Seráá mejo  —Ser mej o r que me vaya. No quiero quier o estar cuando los lo s ler lerdos dos de la pelea aparezcan aparezcan por aquí y acabe acabe casi cargándome carg ándome a alguno. Otra vez.

 

Le guiñé un un ojo. ojo .  —Don Responsable Respo nsable..  —Mándame luego lueg o un mensaje. mensa je. Quier Quie r o quedar mañana —dijo —dij o mientr mi entras as se marchab mar chaba. a.  —¿Otraa vez? —r epitió Raegan y sus cejas  —¿Otr cej as casi cas i llee lleg ll egar aroo n al nac nacim imiento iento de los cabellos.  —Cierrr a el pico  —Cier pi co —dije —dij e yo. yo . No No quería quer ía ni oí oírr su opini o pinión. ón. En un primer momento los espectadores de la pelea fueron llegando con cuentagotas, pero al cabo de un rato el Red Door estaba de bote en bote y, aunque el DJ estaba pinchando música superanimada, daba lo mismo porque los tíos estaban todos bebidos y se creían tan invencibles como Travis Maddox. Maddox. A la media hora Kody, Gruber y Hank no daban abasto interrumpiendo broncas. En un momento dado la mayor parte de la barra se había transformado una gran gresca y Hank puso había a echar a los alborotadores aenla calle de cinco en cinco. En elseexterior un par de coches de la policía y los agentes estaban echando una mano con la muchedumbre y arrestando a algunos de los más exaltados por encontrr arse bor rachos, para encont par a evitar evitar que se montaran montaran en sus vehículos. vehículos. Poco después el local volvía a parecer una ciudad fantasma. Volvió a sonar rock clásico y éxitos comerciales. Mientras, Raegan se puso a contar sus propinas, refunfuñando y soltando de tanto en tanto alguna palabrota suelta.  —Entre esta mier m ierda da de pr propi opinas nas y tu afán de ayudar ayuda r a tu her manito, mani to, este mes con suerte llegaremos a cubrir las facturas. Y necesito empezar a ahorr ar para un vestido vestido de fiesta en algún algún mo moment mento. o.  —Pues apuesta por po r Travis Tr avis —le suge s ugerr í—. Ganas cincuenta c incuenta segur seg uro. o.  —Paraa poder  —Par pode r apostar apo star por Travis Tr avis,, antes tengo que tener la pasta —  replicó. Alguien se sentó bruscamente en uno de los taburetes de la barra, delante de mí.  —Whisky —pidió—. —pidi ó—. Y que no pare. par e.  —¿Qué, Trav? Tr av? ¿Te pitaban los lo s oído oí dos? s? —le preg pr egunté, unté, poniéndo po niéndole le una cerveza—. cer veza—. Me par parece ece que no es noche no che para whisky.  —No seríai ser íaiss las l as únicas hembras hembr as que me m e estuviesen e stuviesen poniendo poni endo a par ir. —  Echó atrás la cabeza para que el líquido de color ámbar corriese por su garganta y se la bebió entera casi de un solo trago. El botellín impactó

 

contra la barr a y yo le abrí abr í el segundo y se lo dejé dela delant nte. e.  —¿Alguien  —¿Alg uien te está poniendo poni endo a parir par ir?? Pues no es muy intelige inteli gente nte de su parte —comenté —comenté mientras veía a Travis encende encenderse rse un cigar rillo. ri llo.  —La paloma palo ma —respo —r espondió ndió él, cr cruzando uzando los lo s brazo br azoss y apoyándo apo yándolo loss en la barra. Ensimismado, se encorvó sobre el mostrador. Me quedé mirándole unos instantes, sin estar segura de si estaba hablando en clave o si ya estaba est aba bor borracho. racho.  —¿Esta noche noc he te han pegado peg ado más fuerte fuer te que de co costumbr stumbre? e? —le pregunté, sinceramente preocupada. Otro grupo numeroso entró en el bar de copas. Seguramente serían rezagados de la pelea. Por lo menos estaban de mejor humor y parecían todos amigos. Travis y yo tuvimos que dejar en suspenso nuestra conversación. Durante los veinte minutos siguientes aproximadamente, estuve demasiado ocupada para charlar. Pero cuando el último de los asistentes peleadehubo salidodelante por la puerta rojay para su casa, dejé aunlavaso Jim Beam de Travis él se marcharse lo bebió dea un trago. Seguía teniendo cara de estar deprimido. Quizá más que antes.  —Está bien, Trav. Tr av. Te escucho. escucho .  —¿El qué? —pr eguntó, eg untó, retir r etirando ando el tor to r so de la barr bar r a. Negué con la cabeza y respondí:  —La chica. —Era —Er a la única explicació expli caciónn para par a el semblante sembl ante que lucí lucíaa Travis Maddox. Nunca le había visto así, de modo que solo podía querer decir una cosa.  —¿Qué chica? ch ica? Puse los ojos o jos en blanco.  —¿Qué chica? ch ica? ¿En ¿ En serio ser io?? ¿Con quién te crees cr ees que estás e stás hablando? habla ndo?  —De acuer ac uerdo, do, está bien —respo —r espondió ndió,, y mir ó a su alrededo alr ededor. r. Se inclinó incl inó hacia delante y añadió añadió—: —: Es Es Paloma. Palom a.  —¿Paloma?  —¿Palo ma? Estás de guasa. gua sa. Travis dejó escapar una leve risa.  —Abby.. Es una paloma.  —Abby palo ma. Una paloma palo ma endemoniada. endemo niada. Se me ha metido en la puñetera cabeza y no puedo pensar bien. Ya nada tiene sentido, Cam. Todas las reglas que me he impuesto se están rompiendo una a una. Soy un cobarde. cobar de. No.. No..,, peor, soy Shep. Me reí. r eí.  —Sé amable. amabl e.  —Tienes r azón. azó n. Shepley es un buen tipo. ti po.

 

Le serví otra copa y él se la bebió de un tr tr ago.  —Sé amabl a mablee también tam bién contig co ntigoo mismo mi smo —dije —dij e mientr m ientras as pasaba una bayeta ba yeta por la barra—. barr a—. Jesús, enamor enamorarse arse de alguien no es un pecado, Travis. Los ojos ojo s de Tr Tr avis saltaro saltaronn de un un lado a otro. otro .  —Estoy confundido co nfundido.. ¿Me ¿Me hablas habla s a mí m í o a Jesús? Jesús ?  —Hablo en serio ser io —contesté—. —co ntesté—. Sientes alg al g o por ell ella. a. ¿Y qué?  —Me odia. odi a.  —Qué va.  —La he oído o ído esta noche no che por po r casualidad. casual idad. Piensa que soy so y escor esco r ia.  —¿Ella ha dicho eso? eso ?  —Bueno. más o meno m enos. s.  —A ver, en par pa r te es verdad. ver dad. Travis arrugó arr ugó la frente. No se esperaba esperaba eso.  —Muchas gr acias. acias . Le serví copa. del Él serefrigerador. la bebió de golpe antes que me de diese tiempoy a sacar otraotra cerveza Dejé la birradeencima la barra levanté levan té las manos con las palmas hacia arriba. arr iba.  —Teniendo en cuenta cómo có mo te has por tado en el pasado, pasado , ¿no estás de acuerdo? Mi opinión es que tal vez por ella no lo serías. Tal vez por ella podrías ser un hombre mejor. Le serví otro trago. Él inmediatamente echó la cabeza hacia atrás, abrió bien la boca boca y se lo tomó de golpe.  —Tienes r azón. azó n. He sido un cabrón. cabr ón. ¿Podr ¿Po dréé cambiar cambi ar?? Joder, Jo der, no lo sé. Probable Pro bablement mentee no lo suficiente suficiente como como para merecerla. mer ecerla. A Travis se le estaban poniendo vidriosos los ojos, por lo que decidí dejar en su sitio la botella de Jim Beam, hecho lo cual me volví de nuevo hacia mi amigo. Él encendió otro cigarrillo.  —Pásame otra otr a cerveza. cer veza.  —Trav,  —Tr av, creo cr eo que ya has bebido suficiente sufi ciente —dije. —dije . Estaba demasiado demas iado borracho como para darse cuenta de que ya tenía una delante.  —Cami, tú hazlo, hazlo , joder. jo der. Cogí el botellín de vidrio que no estaba ni a quince centímetros y se lo puse directament dir ectamentee delante de la vista.  —Oh —dijo —di jo..  —Pues eso. eso . Que en el poco poc o r ato que ll llevas evas aquí, ya has bebido un montón.  —No hay suficiente sufi ciente cantidad de alcohol alco hol en el mundo que pueda

 

hacerme olvidar lo que ha dicho esta noche. —Hablaba con voz pastosa. Mierda.  —¿Peroo qué es lo  —¿Per l o que ha dicho di cho exactamente? —le —l e preg pr egunté. unté.  —Pues que no er eraa lo bastante bueno. bueno . O sea…, dicho de una maner maneraa menos directa, pero era lo que quería decir. Según ella soy una mierda pinchada pinch ada en un palo palo y yo…, yo …, yo creo cr eo que me estoy colando por ella. No No sé. Ya no puedo pensar con claridad. Pero cuando la llevé a casa después de la pelea y me di cuenta de que iba a quedarse un mes —se frotó la nuca—, oder, Cami, creo que nunca me había sentido tan feliz. Arrugué las cejas. Nunca le había visto tan hecho polvo.  —¿Vaa a estar un mes viviendo  —¿V vivie ndo contig co ntigo? o?  —Esta noche no che hicimo hici moss una apuesta. Si conseg co nseguía uía no llevar lle varme me ningún ning ún puñet puñ etazo, azo, ella te tenía nía que vivir conmigo conmig o un mes.  —¿Fue idea tuya? —preg —pr egunté. unté. Mierda. Mier da. El tío estaba ya enamo enamorr ado de esa chicaHasta y ni siquiera había enterado.  —Sí. hace unasehor a cr creía eía que er eraa un puto g enio enio.. —Ladeó el vaso  —. Otra.  —Nanay.. Tómate  —Nanay Tó mate tu dicho di chosa sa birr bir r a —repli —r epliqué qué yo yo,, empuj empujando ando el botellí botel línn hacia él.  —Sé que no la merezco mer ezco.. Ella es… —desenfocó —desenfo có la mir ada— increíbl incr eíble. e. Nunca había visto unos ojos como los suyos. No tienen nada que me suene, nada que que pueda conectar con co n algo de mi vida pasada, ¿entiendes? Asentí. Sabía perfectamente lo que quería decir. Yo sentía eso mismo antee dos ojos ant o jos que se parecían un montón a los de él.  —Entonces a lo mejo mej o r tendrías tendr ías que hablar con co n ella ell a —insinué—. —insi nué—. No caigáis en uno de esos estúpidos malentendidos.  —Tiene una cita c ita mañana maña na por po r la noche. no che. Con Parker Par ker Hayes. La nariz nariz se me arrugó. arr ugó.  —¿Parker  —¿Par ker Hayes? ¿No la has advertido adver tido sobr so bree ese tío tío??  —No me m e creer cr eería. ía. Pensará Pensar á que lo digo dig o por que esto estoyy celoso celo so.. Estaba meciéndose en el taburete. Iba a tener que llamar a un taxi para que se lo llevara. l levara.  —¿Y no lo estás? ¿Celoso ¿Celo so??  —Sí, per o es e s que además adem ás es un cerdo. cer do.  —Cierto.  —Cier to. Travis empinó el botellín de cerveza y le dio un trago largo. larg o. Le pesaba pesabann los párpados. No No estaba estaba contr contr olándose en absoluto.

 

 —Tr av…  —Trav…  —Esta noche no, no , Cami. Solo So lo quier o co c o ger ge r me una buena curda. cur da. Asentí.  —Por lo que se ve, eso ya lo has conseg co nseguido uido.. ¿Qui ¿Quier eres es que ll llame ame un taxi? Él movió la cabeza cabeza liger amente amente en gesto negativo. negativo.  —Vale,  —V ale, pero per o que alg al g uien te acerque acer que a casa. —Trató —Tr ató de dar otro otr o tra trago go de su cerveza, pero yo sujeté el botellín por el cuello hasta que él subió la vistaa hasta vist hasta mis ojos—. o jos—. Lo Lo digo dig o en serio. ser io.  —Yaa te he oído  —Y o ído.. Solté el botellín y le miré mir é mientras él se terminab termi nabaa la bebida.  —El otro o tro día Trent Tr ent estuvo hablando habl ando de ti —dijo —di jo..  —Ah, ¿sí?  —Voo y a compr  —V co mprar arle le un perr per r ito —dijo. —dij o. Al meno menos, s, estaba demasiado demas iado borracho para seguir hablando de Trenton—. ¿Tú crees que Trent querría guardármelo?  —¿Cómoo quieres  —¿Cóm quier es que lo l o sepa?  —¿No estáis es táis unido uni doss por po r la cader cad eraa últimamente? últim amente?  —Pues no, no , la ver ve r dad. La car car a de Travis se contr contr ajo.  —Jo,, qué pena —dijo,  —Jo —dij o, ligando lig ando todas las palabr as—. ¿Quién ¿Quié n coño co ño quiere quier e sentir sent irse se así? ¿Quiénes querr querrían ían hacerse esto a sí mismos mi smos aposta? aposta?  —Shepley —dije —di je yo sonr so nriendo iendo.. Él levantó las cejas.  —Ahí tienes toda la puta r azón. azó n. —Tras —Tr as un breve br eve silencio sil encio,, se puso superserio—. Cami, ¿qué hago? Dime qué puedo hacer, porque yo no tengo ni puta puta idea. Negué con la cabeza.  —¿Estás segur seg uroo de que no quiere quier e estar contigo co ntigo?? Travis levantó levantó la l a vista y me miró mir ó con co n tristeza. tristeza.  —Eso fue lo l o que dijo dij o . Me encogí de hombros.  —Pues entonces ento nces trata tr ata de olvida o lvidarr la. Travis bajó la vista a su botellín vacío. Las dos chicas de la State que Trenton había dejado solas la noche anterior decidieron empezar a pagarle a Travis más copas y al cabo de no mucho rat r atoo ya casi no podía ni mantenerse sentado en el taburete. Y se pasó la siguiente hora y media

 

totalmente resuelto a ver el fondo de todos los botellines a los que pudo echar el guante. Las amigas de la Southern State se sentaron en sendos taburetes, cada una a un lado de Travis. Yo me alejé de ellos un rato para atender a mis clientes. No me hubiese sorprendido que hubiesen tomado a Travis por Trenton. Los cuatro hermanos Maddox más pequeños se parecían muchísimo y Travis llevaba una camiseta blanca de manga corta muy parecida a la que había llevado llevado Trenton Trenton el día anterio anterior. r. Por el rabillo del ojo vi que una de las chicas apoyaba una pierna en el muslo de Travis. La otra le giró la cara y a continuación empezaron a mor rear rearse se de ta tall manera que me sentí sentí como una perver pervertid tidaa por mir m irarles. arles.  —¿Eh, Travis? Tr avis? —dije. —dij e. Él se levantó, arrojó un billete de cien dólares encima del mostrador y, llevándose llevánd ose un dedo dedo a los lo s labios, me guiñó un ojo. ojo .  —Ese so y yo. soy yo Pelillo Pelill o s a una la l a mar. mar . Las chicas se .colocaron a cada lado y él intentó a duras penas andar apoyándose en ellas.  —¡Travis!  —¡Travi s! ¡Será mejo m ejorr que te lleven ll even ellas ell as a casa! ca sa! —exclamé. —exclam é. Él hizo como si no me hubiese oído. Raegan se encogió de hombros y dijo:  —Oh, Travis. Tr avis. Pero Per o qué majo maj o es. Yo cr crucé ucé los brazos brazo s a la altura del estómag estómago. o.  —Esperoo que vayan a un hotel.  —Esper hotel .  —¿Porr qué? —preg  —¿Po —pr eguntó untó Raegan. Raeg an.  —Por que la chica de la que está enamor enamo r ado está en su piso piso.. Y si estas dos chavalas de la State se presentan en su casa con él, se va a odiar a sí mismo cuando se despierte mañana.  —Yaa se las  —Y l as apañar á. Siempre Siempr e encuentra encuentr a una soluci so lucióó n.  —Sí, pero per o esta vez es difer di ferente. ente. Estaba bastante desesper deses perado ado.. Si pier pi erde de a esa chica, no sé qué hará.  —Pues se cog co g er eráá un pedo y luego lueg o echará echar á un polvo. pol vo. Es lo que hacen todos los Maddox. —Giré el cuello estirándolo un montón para mirarla y ella me sonrió con cara de disculpa—. Ya te avisé hace siglos de que no te liaras liar as con ninguno de ellos. Pero nunca haces haces caso de mis consejos.  —Miraa quién  —Mir quié n habla habl a —repuse —r epuse yo. yo . Entonc Entonces, es, estir es tiréé el brazo br azo hacia arr ar r iba e hice sonar la bocina bo cina del último último aviso.

 

Capítulo Cap ítulo 12 12

 

No me puedo creer que te dejases convencer para guardarle el perro  —dij e, moviendo  —dije, mo viendo la cabeza. ca beza. Trenton Trent on se desperezó en mi sofá, so fá, ta tapánd pándose ose los lo s ojos ojo s con un brazo.  —Soloo serán  —Sol ser án un par de días más. Travis Tr avis le ha or ganizado ga nizado a Abby una fiesta sor sorpresa presa el domingo doming o y entonces le dar dar á el perr perro. o. La verdad verdad es que es una monada. Lo voy a echar de menos.  —¿Yaa le has puesto nombr  —¿Y no mbre? e?  —No —respo —r espondió ndió Trenton Tr enton haciendo una mueca—. Bueno, vale, más o menos. Pero no es para siempre, Abby le pondrá su propio nombre. Se lo he explicado. Me reí en voz baja.  —¿Y no me lo l o vas a decir dec ir??  —No, por po r que no es su nombr no mbre. e.  —Dímeloo de todos  —Dímel todo s modo mo dos. s. Trenton Trent on sonrió. sonr ió. Seguía Seguía con los ojos oj os tapados tapados por el brazo.  —Pillo.  —Pill o.  —¿Pillo  —¿Pil lo??  —Le ro r o ba los lo s calcetines cal cetines a mi m i padr e y se lo l o s esconde. esco nde. Es un ladronz ladr onzuelo uelo..  —Me gusta —dije—. —di je—. Dentro de poco po co será ser á el cumple cumpl e de Raegan Raeg an también. tambié n. Tengo Ten go que comprarle compr arle un regalo. reg alo. Pero Pero es superdifícil superdifícil acer acerta tarr con co n ella.  —Pues cómpr có mprale ale una de esas pegatinas peg atinas GPS G PS para par a las ll llaves. aves.  —No es mala mal a idea. idea . ¿Cuándo ¿Cuándo es tu cumple? cumpl e? Trenton Trent on sonrió.  —El 4 de juli j ulio. o.  —Y un cuerno cuer no..  —No me m e estoy esto y cachondeando cacho ndeando de ti.  —¿Es que te llamas ll amas Yankee Doodl Do odle? e?

  La prime pr imerr a vez que oig o igoo esa bro br o ma

respo r espondió ndió él en to tono no neutro neutr o[6] [6]..

 

 —¿No vas a preg pr eguntarm untarmee cuándo es el mío? mí o?  —Yaa lo sé.  —Y  —¿Qué dices? di ces?  —El 6 de mayo m ayo —dijo entonces sin aso a somo mo de duda. Mis cejas se levantaron de golpe.  —Camomi  —Camo mila. la. Te conozco cono zco desde cuar to, cr eo. eo .  —¿Cómoo puedes acor  —¿Cóm aco r darte dar te de algo alg o así?  —Tus abuelos abuelo s te mandaban g lobos lo bos el mismo mi smo día todos todo s los lo s años año s hasta que te graduaste. Mi mir ada se extravió extravió igual ig ual que mi mente mente divagó entre recuerdos. r ecuerdos.  —Un gl globo obo por po r cada año. año . El último últim o curso cur so tuve que meter como co mo pude dieciocho globos en el Pitufo. Les echo de menos. —De pronto, salí de mi ensoñación—. Espera un momento… Me estás tomando el pelo. ¿El cumpleaños de Travis no es el día de los Inocentes? [7]..la  —Eso el 1esdeelabril abr  —¿Y eles: tuyo díail[7] de l a Independencia?  —Sí, y el de Thomas Tho mas es el día de San Patrici Patr icioo y lo loss gemel g emelos os nacier on el 1 de enero enero..  —¡Pero qué mentiro mentir o so er eres! es! ¡Si el cumple cumpl e de Taylor Taylo r y Tyler cae en marzo!! ¡El marzo ¡El año pasado pasado lo celebraron celebraro n en el el Red Doo Door! r!  —No, el cumpleaño cumpl eañoss de Thomas Tho mas es en marzo mar zo.. Ello El loss fuer fueron on a ayudarle ayudar le con la celebración pero dijeron que era su cumple para que les pusierais copas gratis. Lo fulminé con la mirada. mir ada. Él se rio para sí.  —¡Te lo juro! jur o!  —La palabr a de los lo s Maddox no es de fiar. f iar.  —Eso no me ha gustado g ustado nada. n ada. Miré la hora hor a en mi reloj.  —Casi es la hor a de irnos ir nos a curr cur r ar. Más vale que nos po ponga ngamo moss las pilas. Trenton Trent on se incorporó incorpo ró para sentarse sentarse y apoyó los codos co dos en las rodillas.  —No puedo seguir seg uir yendo a verte ver te al Red cada noche no che y trab trabajar ajar al día siguiente el día entero. Estoy matado.  —Nadie ha dicho di cho que tengas tenga s que hacer hace r lo. lo .  —Nadie se s e mar m arca ca esta es ta agenda ag enda si s i no tiene que hacerlo hacer lo.. Solo Sol o si de ver dad quiere hacerlo. hacerlo . Y yo r ealmente ealmente quiero. quiero .

 

No pude pude evitar evitar la sonrisa so nrisa que asomó a mis mi s labios.  —Deberías  —Deber ías pr proo bar lo que es trabajar traba jar toda la noche noc he en el Red Door Doo r y luego te tener ner que trabajar todo el día.  —Deja de chinchar chi ncharme, me, bebé be bé gr g r ande —bro —br o meó él. Yo levanté los puños puño s y lo loss junté.  —Paraa ti soy  —Par so y Baby Doll. Doll . Alguien llamó a la puerta. Arrugué la frente, miré a Trenton y me fui hacia la entr entr ada de nuest nuestrr o piso. piso . Mir Miréé por la mirilla. mir illa. Al Al otro o tro lado había un hombre, más o menos de mi edad, con los ojos enormes, un pelo primorosamente peinado y un rostro tan perfecto que parecía recién sacado de un catálogo de Banana Republic. Llevaba una camisa de cuadritos de color verde menta, abotonada hasta el cuello, pantalones vaqueros y mocasines. Le había visto antes pero no recordaba dónde. Por eso, cuando abrí la puerta dejé puesta la cadena.  —Hol  —Hola —me saludó s aludó, , rriéndo iéndose ner vioso so..  —¿Enaqué puedo ayudarte? ayudar te? se nervio Él se inclinó hacia delante llevándose una mano al pecho.  —Soy Parker. Par ker. Mi amig ami g a Amber Jennings Jenning s vive en la casa de al lado. lado . Te vi llegar anoche cuando yo me marchaba a casa y pensé que a lo mejor te gustaría… La cadena tintineó al caer y Trenton abrió la puerta del todo.  —Oh —dijo —di jo Parker Par ker—. —. Ig Ig ual no. no .  —Igual no —repitió —r epitió Trenton—. Tr enton—. Lárg Lár g ate de aquí, Par ker.  —Que tengáis teng áis un buen día. Trenton Trent on bajó el mentón y volvió a subirlo y yo cerré cerr é la puer puer ta ta..  —Yaa decía yo que me sonaba.  —Y so naba. La gente ge nte no par parece ece la misma mi sma cuando la veo fuera del Red Doo Door. r. Trenton Trent on sonrió.  —He odiado odi ado a esa caga ca garr r uta desde el instituto.  —En el instituto i nstituto casi cas i no le cono co nocías cías..  —Eraa un niñito  —Er niñi to mimado mi mado,, so socio cio del club de campo. campo . Sus padres padr es son so n los lo s dueños de ese restaurante italiano del centro.  —¿Y?  —Pues que no quier o que q ue ande husmeando husm eando por aquí —r espondió espo ndió—. —. Lo Lo s tíos como él se creen que las las normas nor mas no van con ellos.  —¿Qué nor no r mas?  —Normas  —Nor mas de respeto r espeto..

 

 —¿De eso iba la l a cosa? co sa? —dije, —di je, señalando s eñalando la puer ta.  —¿De qué hablas? hablas ?  —De toda esa escenita esceni ta innecesar innecesa r ia que acabas de montar. mo ntar. Trenton Trent on cambió el peso de un pie a otro, agitad ag itado. o.  —¡Pero si estaba e staba a punto de pedir te una cita!  —¿Y? Trenton arrugó la frente.  —¡Es un chupóptero chupópter o !  —¿Y?  —¡Pues que no quería quer ía que te la l a pidiese! pidi ese!  —Yoo so  —Y soyy per fectamente fectamen te capaz de decir dec irle le que no a al algui guien. en. Sol Soloo quer querías ías acojonarle acojonar le para que no volviese por aquí.  —Te vio ayer cuando volví vo lvías as andando al piso de madr ugada. uga da. A mí eso me parece un poco depredador. Joder, perdona por hacerle creer que ya estabas con alguien. Crucésaliendo los brazos.  —Ah, ¿era ¿er a eso lo que estabas haciendo ha ciendo??  —Sí, er a eso. eso .  —Y no tenía nada que ver con co n querer quer er bor r ar a un pos posible ible competido co mpetidor, r, ¿no? Arr ugó la nariz, nariz, ofen o fendid dido. o.  —Eso sería ser ía dando por hecho que alguien alg uien pudiese hacerme hacer me la competencia. Cosa que no puede ser. Desde luego, no el puto Parker Hayes. Le miré entornando los ojos.  —Tienes r azón, azó n, por po r que solo so lo so somo moss amig am igos os..  —Joder,  —Jo der, Cami, Cam i, ya lo sé. No hace falta fal ta que me lo estés restr r estreg egando ando una y otra vez por la cara. Abrí lo loss ojos ojo s como platos. platos.  —Ostras.  —Ostr as. ¿Restregándo ¿Restreg ándotelo telo por po r la car ca r a? Vale. Vale. Trenton, Trent on, frust fr ustrr ado, soltó una carcajada. carcajada.  —¿Cómoo puedes no darte  —¿Cóm dar te cuenta? ¡Todo el puto mundo lo sabe ya menos tú!  —Lo sé. s é. Solo estoy tratando de no compl co mplicar icar las co c o sas. Trenton Trent on dio un paso hacia mí.  —Yaa están bastante compl  —Y co mplicadas icadas.. Mucho Mucho..  —No están compl co mplicadas icadas.. Están claras clar as co como mo el agua. ag ua. Sin marg mar g en de

 

error. Trenton me cogió por los hombros y me plantó un beso en la boca. Del susto, los labios se me pusieron duros, inclementes, pero el contacto de los suyos acabó ablandándolos y derritiéndome entera, de paso. Relajé todo el cuerpo. Pero la respiración se me aceleró y el corazón me palpitó tan fuerte que estaba segura de que Trenton podía oírlo. Su lengua se abrió paso entre mis labios y sus manos se deslizaron desde mis brazos hasta mis caderas, con sus dedos hundiéndose en mi piel. Pegó mis caderas a las suyas mientras me besaba y al separarse de mí tiró de mi labio inferior con su boca.  —Ahoraa están compli  —Ahor co mplicadas. cadas. —Cogió —Cog ió sus llaves l laves,, salió sal ió y cerr cer r ó la puer ta. Tendí Ten dí una mano hacia el picaporte picapor te y ap apoyé oyé todo el peso del cuerpo para tratar de no caerme. Nunca en mi vida me habían besado así y algo me decía que no era el mejor beso que Trenton Maddox era capaz de dar. Su forma moversisuhubiese lengua esperado contra la el míabeso. me habría provocado el mismo vértigodeincluso Y la manera en que se le movían los músculos de los brazos cuando sus manos tiraron de mi cuerpo hacia él… era como si no pudiese dejar de pegarse a mí, pero al mismo tiempo tiempo estaban estaban bajo bajo cont co ntro rol, l, como solo dos manos experimentadas experimentadas podían estarlo. Tenía el pulso acelerado y, cada vez que mi corazón bombeaba aprisionado dentro de mi pecho, notaba los latidos en todo el cuerpo. Me había quedado sin palabras, sin respiración, sin defensas. Se me hizo raro r aro estar estar así, de pie, sola en mi aparta apar tament mento, o, cuando treinta segundos antes había experimentado el beso de mi vida. Solo de pensar en él se me tensaron tensaron los lo s muslos. Respirando aún con dificultad, lancé una mirada al reloj de la cocina. Trenton había pasado por mi casa con tiempo de sobra antes de entrar a trabajar y ahora estaba de camino a Skin Deep. Yo debería haber estado ya en el Pitufo, dirigiéndome allí también. Pero no estaba segura de si iba a ser capaz. capaz. No solo sería incómodo. incóm odo. Además, Además, acababa acababa de de ponerle los l os cuernos cuerno s a T. J. ¿Por qué iba a querer un tío, y menos aún Trenton, a una chica que estaba engañando a su novio? Entre el tiempo que estábamos pasando juntos y el hechoo de no haberle soltad hech so ltadoo un puñet puñetazo azo en la nariz nar iz en el segund seg undoo mismo en que su boca rozó la mía, me sentía muy culpable. Él tenía razón. Acababa de complicar tanto las cosas que ya nunca más podríamos fingir que solo éramos éramo s amigos. amigo s. Nunca Nunca más despué despuéss de ese beso, de esa forma for ma de

 

tocarme y, por añadidura, nunca más después de cómo me hacía sentir. Saqué el móvil del bolsillo trasero de mis pantalones y marqué un número a toda pastilla. pastilla.  —Skin Deep —respo —r espondió ndió Hazel.  —Hola,  —Hol a, soy so y Cami. Hoy no voy a poder po der ir.  —¿Estás mala? mal a?  —No…, es… es … compl co mplicado icado.. Muy, Muy, muy compli co mplicado cado..  —Lo pillo pil lo.. No hay pr probl oblema, ema, pero per o me jode jo de que no vengas. veng as. Los domingoss son un coñazo, y ahora domingo ahor a este este va a ser aún más coñazo.  —Perdona  —Per dona,, Hazel.  —No te preo pr eocupes. cupes. Yo Yo se lo digo dig o a Cal.  —Gracias  —Gr acias —dije—. —dij e—. Con suer s uerte te no me despedir despedi r á por po r fal faltar, tar, llevando l levando tan poco tiempo en el curro. Hazel Ha zel soltó aire como com o so sopland plandoo entre los labios.  —La verdad ver es que los lo s doming do no nada. tenemos tenemo s tanto jaleo jal eo como co mo para par a necesitar unadad recepcionista. Nomingos va aos decir  —Vale.  —V ale. Hasta luego lueg o —dije. —dij e. Me puse los zapatos, cogí el bolso y me fui con el Pitufo al Red Door. El Jaguar XKR negro de Hank era el único coche del aparcamiento. Estacioné a su lado, dejando mucho sitio entre los dos vehículos, y crucé el aparcamiento aparcamiento co conn el abrigo abrig o bien ceñido ceñido al cuerpo. cuerpo . Cuando entré, sonaba Queen por los bafles y Hank estaba tumbado encima de la barr barr a este, este, mirando mir ando el techo. techo.  —¿Qué haces, ha ces, lo l o co? co ? —le pr egunté. eg unté.  —Relajarr me antes de que lleg  —Relaja ll egue ue Jor Jo r ie. Vo y a pedirle pedir le que se venga veng a a vivir conmigo hoy. Las cejas cejas se me levan l evanta taro ronn de golpe. go lpe.  —¿En serio ser io?? Enhor abuena, Hank, es una noticia no ticia eestupenda. stupenda. Él se incorpor incorporóó y suspiró suspiró..  —Soloo si dice  —Sol di ce que sí. sí .  —¿Y qué opina o pina tu ex?  —Hablé con co n Vickie icki e el viernes. vier nes. Por ella, ell a, bien. Jor Jo r ie se ll lleva eva genial ge nial con co n los chicos.  —Vaya  —V aya —dije; —di je; r espir é hondo ho ndo y me m e senté s enté en el taburete tabur ete que tenía al lado  —. Es Es un gr g r an paso. paso .  —¿Y si dice que no? no ? —preg —pr eguntó. untó. Su voz vo z denotaba deno taba una preo pr eocupació cupaciónn que no le había notado no tado nunca.

 

 —Pues ya ver ás lo que haces.  —¿Y si dice di ce que no y me deja? de ja? Yo asentí lentamente.  —Eso sería ser ía hor ho r r or oso. os o. Él se bajó bajó de la barra barr a dando dando un brinco.  —Necesito un trag tr ago. o.  —Yoo también.  —Y Hank sirvió dos vasos de whisky y me acercó uno deslizándolo por la barra. barr a. Di uunn sorbo sor bo y arrugué arr ugué la frente. frente.  —¡Ostras!  —¡Ostr as! ¿Qué es? es ?  —Magia —dijo —dij o él, y también dio un sor so r bo—. La quiero, quier o, Cami. No sé qué haré si me dice que no.  —Ella también te quier qui eree —le di dije—. je—. Concéntrate Concéntr ate en eso. eso . Las cejas de Hank se juntaron en el centro.  —¿Y por po rpuesto qué estás tú bebiendo? bebie  —Le he los lo s cuerno cuer nossndo? a T. J.  —¿Cuándo?  —Hace media medi a hor ho r a. Los ojos ojo s de Hank Hank se abri abriero eronn mucho durante durante unos segundos.  —¿Con quién? qui én? Guardé silencio un instante, dudando de si decirlo en voz alta.  —Con Trent. Tr ent. Sus ojos volvieron a abrirse muchísimo y murmuró algo en italiano.  —Eso mismo mi smo —dije yo. Bebí de nuevo, nue vo, apur apurando ando ya m mii copa. co pa. Entonces me sonó el móvil mó vil y le di la vuelta. vuelta. Era Trent Tr enton. on.  —¿Hola?  —¿Hol a?  —Me ha dicho Hazel que no ibas a venir. venir . ¿Estás ¿Estás bien? bi en?  —Eh…  —¿Estás mala? mal a?  —No.  —¿Entonces por qué no vienes a curr cur r ar ar??  —Me ha dado un ataque agudo ag udo de cor co r te.  —¿Porr que te besé? —pr eguntó,  —¿Po eg untó, indig i ndignado nado.. Oía a Hazel al fo f o ndo.  —¿La besaste? —chill —c hillóó Hazel—. Pero Per o qué cabrón cabr ón hijo hij o de pu…  —¡Tú lo compl co mplicas icaste te todo! todo ! ¡¡Ahor Ahoraa no te quejes! —respo —r espondí ndí yo yo..  —¿Peroo qué impo  —¿Per im porr tancia tiene que te haya besado? besado ?  —¡Porque!  —¡Por que! ¡Teng ¡Tengo! o! ¡Novio! ¡Novio ! —grité —gr ité poniéndo po niéndome me el móvil mó vil delante.

 

 —¿Es que se va a dar cuenta? ¡Si no hablas con co n él desde hace una semana!  —¡Eso no es asunto tuyo!  —¡Sí que lo es! ¡Tú eres er es asunto mío! mí o!  —¡Vete  —¡V ete a la mier m ierda! da!  —¡Vete  —¡V ete tú a la mier mie r da! —chill —chi llóó él. Nos quedamo quedamoss callado call adoss un r ato y al final Trenton dijo—: Iré a verte cuando termine.  —No —dije, —dij e, fr frotándo otándome me la sien—. Lo has li liado ado todo todo,, Trent. Tr ent. Y ahor ahora… a… es demasiado raro.  —Qué bobada. boba da. Todo sigue sig ue igua i guall —dijo —dij o él—. La úni única ca difer di ferencia encia es que ahora sabes que beso que te cagas. No pude evitar evitar sonreír. so nreír.  —No voy vo y a lanzar me so sobr bree tu boca boc a en plan ataque sor so r presa. pr esa. Solo Sol o quiero verte ver te —dijo. Lo ciertopasando era que metiempo había juntos, acostumbrado a su presencia. Peroa lo si seguíamos tanto necesitaba poner punto final mío con T. J., y no estaba segura de querer.  —No —dije, —di je, y co c o r té la llam l lamada. ada. Volvió a sonar el móvil. mó vil.  —¿Hola?  —¿Hol a?  —¿Acabas de colg co lgar arme? me? —pr eguntó eg untó Trenton, Tr enton, mol m olesto. esto.  —Sí.  —¿Porr qué?  —¿Po  —Por que había terminado term inado de hablar. hablar .  —¿No puedes puede s decir deci r adiós? adió s?  —Adiós…  —Adió s…  —¡Espera!!  —¡Espera  —Por eso colg co lgué ué antes. Sabía que no me dejar dej arías ías decir adiós. adió s.  —¿De verdad ver dad vas a elim e liminar inarme me de tu vida por po r que te di un puto beso? beso ?  —¿Solo  —¿So lo se trataba tr ataba de un beso? beso ? —preg —pr egunté unté a mi vez. Trenton Trent on se quedó quedó callado.  —Eso pensé. —Vo —Vo lví a pulsar puls ar la tecla tecl a de «Colg «Co lgar ar». ». Ya no vo volvió lvió a llamarme. llamar me. Hank estaba de pie, delante de mí, y juntos bebimos para olvidar nuestros respectivos problemas. Cuando nos terminamos una botella, abrió otra. Ya Ya estábamos estábamos muertos muer tos de risa ri sa y diciendo tonterías tonterías cuando cuando Jor Jo r ie entró por la puerta del local. Hank trató de fingir que estaba sobrio pero

 

fracasó estrepitosament estrepitosamente. e.  —Hola,  —Hol a, mi amor amo r —dijo. —dijo .  —Holaa —dijo  —Hol —dij o Jo Jorr ie sonr so nriendo iendo.. Se abrazó abr azó a él y Hank la tuvo co cogi gida da entre sus brazos un buen rato, de manera que las ondas de color perla de su larga melena quedaron apresadas contra su espalda. Jorie nos observó con atención pero no le llevó mucho tiempo llegar a una conclusión—. Lleváis aquí bastante rato los dos. Habéis echado mano del alijo, ¿eh? Hank sonrió meciéndose adelante y atrás.  —Nena, quería… quer ía…  —Hank —le interr inter r umpí yo, moviendo mo viendo la cabeza en g esto negativo neg ativo,, rápidamente, antes de que Jorie pudiese verme. Jorie se volvió hacia mí y yo le sonreí.  —¿Qué os o s traéis tr aéis voso vo sotro tross dos do s entre entr e manos? mano s? —preg —pr eguntó. untó.  —Botellita  —Botell ita y media medi a —respo —r espondió ndió joco jo coso so Hank, y se r io de su propi pr opiaa gracia. Jorie apartó de nuestras manos lo que quedaba de la segunda botella y la guardó en el armarito de abajo, lo cerró y se metió la llave en el bolsillo. Llevaba unos pantalones cortos negros que imitaban pantalones de esmoquin, con una blusa transparente de color champán tras la que se veía un sujetador negro de encaje. El tacón de sus zapatos era kilométrico y aun así no alcanzaba la estatura de Hank.  —Voo y a poner  —V pone r a hacer café. No nos conviene co nviene que los lo s empleado empl eadoss vean con buenos ojos que se puede venir borracho perdido a la reunión de personal de los domingos. Hank le dio un beso en la mejilla.  —Estás en todo. todo . ¿Qué haría har ía yo sin ti?  —Beberte  —Beber te el r esto de la l a botella bo tella —bro —br o meó. meó . Sacó de debajo de llaa barr bar r a la cafetera vacía y la rellenó con agua—. Ay, qué faena. Se me había olvidado que no nos quedan filtro filtros. s.  —No, lo loss han traído traí do esta mañana —repli —r eplicó có Hank con co n vo vozz pastosa—. pasto sa—. Estánn aún en la trastienda. Está  —Voo y a traer  —V tr aerlo loss —dijo —dij o Jor Jo r ie.  —Voo y contig  —V co ntigoo —se o fr freció eció Hank, y mientr mi entras as se alejaban alej aban juntos junto s él le puso la mano en el trasero trasero.. Yo deslicé la pantalla del móvil con el dedo y me quedé meditando sobre la llamada que me disponía a hacer. Pero antes de marcar los números, prefería abrir la pantalla de mensajes. Era una cobardía por mi

 

parte, pero lo hice de todos todos modos. mo dos.   Tienes un momento?

   

No puedo enrollarme mucho. Me muero por verte. Qué pasa? Tenemos que habla hablarr.

  Temí qque ue dij dijeses eses eso.

  Llámame en cuanto puedas.

  Ya lo había planeado.

  Siempre era un cielo. ¿De verdad iba a romper con él porque había estado muy ocupado? Él mismo me lo había advertido y yo estuve de acuerdo en intentarlo igualmente. Le prometí que no sería un problema. Pero, en fin, apenas si habíamos hablado y además había escasas esperanzas de que la cosa fuese a mejorar. Aparte de eso estaba el asuntillo de Trenton. En el fondo, daba igual que rompiese con T. J., porque yo seguiría sintiéndome mal por pasar de sus brazos a los de Trenton incluso si dejaba transcurrir seis meses. O seis años. Había estado viendo a Trenton a espaldas de T. J. Cualquier cosa que derivase de ahí estaba ya contaminada. Kody andaba muy desencaminado respecto a mí. Yo no estaba haciendo lo mismo que Raegan. Raegan. Lo mío era mucho m ucho peor. Al Al menos ella había tenido tenido la decencia de romper Kody antes empezar a salir nuevo con Brazil. No había tenido con engañados a dosdetíos a la vez. Habíadesido sincera con los dos, do s, y yo me había había permitido echarle a ella un sermón. sermó n. Me tapé los ojos con la mano. Estaba tan avergonzada que no podía ni enfrentarme a una sala vacía. Aunque pasar tiempo con Trenton me divertía y me consolaba de momento, sabía lo que significaba para él y me daba cuenta de cómo me sentiría si T. J. me estuviese haciendo lo mismo a mí. Estar con los dos a la vez, hubiese o no hubiese sexo, era una falta de honestidad por mi parte. T. J. y Trenton se merecían algo mejor.   Le he besado.

 

Pulsé «Enviar» e inmediatamente empezaron a temblarme las manos.

 

Pasaron varios minutos antes de que T. J. me respondiese.   A quién?

   

A Trenton. Tú a él o él a ti?

  Qué más da.

  Sí da.

  Me besó él.

  No me sorp sorprende. rende.

   

Y ahora qué? Dímelo tú tú..

  Ú ltim ltimamente amente le he visto much mucho. o.

  Qué quiere decir eso?

  No sé. Es lo que es.

  Tú todavía quieres estar conmigo?

  La pregunta es si tú aún quieres estar conmigo.

  De nuevo hube de esperar varios minutos hasta que respondió. Cuando me pitó el teléfono, tuve que hacer un esfuerzo para ver las palabras que aparecieron en la pantalla. Aunque me lo tuviese merecido, no quería que me dejase tir tirada ada como la l a basur basur a que era.   Te estoy reservando vuelo a California.

 

Capítulo Cap ítulo 13 13

 

Mi vuelo salía a las siete treinta. Me marché pronto de la reunión de la plantilla para poder hacer la maleta. Luego, mientras me dirigía al aeropuerto en el Pitufo, traté de que no se me colasen en la cabeza pensamientos sobre Trenton. Posé la vista en mi mano izquierda, apoyada en lo alto del volante. Al juntarse, mis dedos decían «DOLL». A T. J. no le iba a hacer ninguna gracia, y recé para que no me preguntara por qué se me habían habían ocurr ido esas dos palabras. Me pareció que tardaba tardaba una eternidad eternidad en aparcar, coger el microbús micr obús del aeropuerto y facturar. Me daba mucha rabia ir con prisas, pero T. J. me había sacado un billete en el último vuelo de la noche y, pasara lo que pasara, estaba decidida a subirme en ese avión. Necesitaba saber que no estaba simplemente desenamorándome desenamor ándome de T. J. por culpa de la distancia. Me puse en la larga cola del paso de seguridad y oí que alguien decía mi nombre desde la otra punta de la sala. Cuando me volví, vi a Trenton corriendo como una locomotora hacia mí. Un guardia de seguridad aeroportuaria un pasosehacia llegar hasta mí,dio el hombre relajó.él, pero, cuando Trenton ralentizó al  —¿Qué coño co ño estás haciendo? hacien do? —me preg pr eguntó untó Tr Trenton, enton, el pecho subiendo subien do y bajando después después de la carrer car rera. a. Apoyó Apoyó las l as manos en las caderas. Llevaba Llev aba unos unos pantalones pantalones cor tos de baloncesto, baloncesto, de color co lor rojo, ro jo, una camiseta blanca de manga corta y una gorra vieja, roja, con el emblema de la fraternidad universitaria. Viéndole, noté mariposas en el estómago. Más porque sentí que me había pillado que porque me sintiese halagada.  —¿Qué coño co ño estás haciendo hacie ndo tú? —repli —r epliqué qué yo, lanzando un vistazo alrededor, a la gent g entee que nos miraba. mir aba.  —¿Dijiste  —¿Diji ste que nos no s veríam ver íamos os mañana y ahor aho r a vas a coge co gerr un puto vue vuelo lo??  —Una mujer muj er que estaba e staba por po r delante de mí en la l a co cola, la, a var va r ias perso per sonas nas de

distancia, le tapó las orejas a su hijita—. Perdón —dijo Trenton.

 

La cola avanzó y yo con ella. Y Trenton conmigo.  —Fue una cosa co sa de última úl tima hor ho r a.  —Te vas a Califo Cal iforr nia, ¿no? ¿ no? —me pr eguntó, eg untó, con co n cara car a de sentir se dolido do lido.. No contest co ntesté. é. Avanzamos vanzamos varios var ios pasos más.  —¿Porr que te besé? —pr eguntó,  —¿Po eg untó, esta es ta vez con co n voz vo z más fuerte. fuer te.  —Él me sacó el bill bi llete, ete, Trent. Tr ent. ¿Tenía que decirle decir le que no?  —¡Exacto, haberle haber le dicho que no! ¿No se toma tom a la molestia mo lestia de venir a verte en tres meses y de golpe y porrazo te saca un billete de avión? ¡Vamos, hombre! —dijo, dándose una palmada en el muslo.  —Trent  —Tr ent —le —l e dije di je en voz vo z baja—, ba ja—, vete a casa. Esto es un cor co r te. —La cola co la volvió a avanzar avanzar y yo di vario varioss pasos. Trenton Trent on me siguió, siguió , andando andando de lado, hasta ponerse a mi altur altur a.  —No te subas a ese avión. avió n. —Dijo — Dijo esas palabr as sin emo emoció ción, n, pero per o me mir miraba aba con ojos ojo s suplicante suplican tes. s. de alguna  —¡Ja! —exclamé, —excla mé, tratando tra tando alg una maner a de quitarle quitar le hierr hier r o al asunto—. Volveré en unos días. Te comportas como si no fueses a volver a verme nunca más.  —Cuando vuelvas vue lvas sser eráá difer dif erente. ente. Lo Lo sabes.  —Para,  —Par a, po porr favor favo r —le r ogué, og ué, mir ando a mi alrededo alr ededor. r. La cola co la avanzó de nuevo. Trenton Trent on levantó levantó las manos.  —Solo…  —Sol o… piénsatelo piénsatel o unos un os días.  —¿Que me m e piense piens e qué? Se quitó la gorra y se rascó la coronilla mientras reflexionaba. La expresión de desesperación que lucía su rostro me obligó a tragar saliva para contener el llanto. Tenía ganas de abrazarle, de decirle que no pasaba nada, pero ¿cómo podía consolarle, si yo era la razón por la cual él sentía ese dolor? dolor ? Trenton volvió a ponerse la gorra en la cabeza y se bajó la visera sobre los ojos, o jos, en un gesto gesto de frust fr ustració ración. n. Suspir Suspiróó y dijo:  —Por favor, favo r, Cami, por po r favor. favo r. Yo no soy so y capaz. No puedo quedarme quedar me aquí, pensando que tú estás estás allí allí,, con él. La cola volvió vo lvió a avanzar. Me iba a tocar. tocar.  —¿Porr favor  —¿Po favo r ? —suplicó —supli có.. Y, Y, nervio ner vioso so,, soltando so ltando una co corr ta r isa prim pr imer eroo , añadió—: Estoy enamorado de ti.

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dijo dij o el guar gua r dia de segur seg uridad idad aeropo aer oporr tuar tuaria, ia, indicándo indi cándome me

 

con un ademán que me acercase a su plataforma. Tras un largo silencio, me estremecí al pensar en las palabras que me disponía a decirle.  —Si supieses supi eses lo l o que yo sé… no lo estarías. estar ías. Él negó con la cabeza.  —No quier qui eroo saberlo saber lo.. Solo te quiero quier o a ti.  —Trent,  —Tr ent, somo so moss amigo ami gos, s, nada más. m ás. Su car car a y sus hombr hombros os se hundiero hundieron. n.  —¡Siguiente!  —¡Sigui ente! —repitió —r epitió el guar gua r dia. Había estado obser obs ervándo vándono noss mientras mient ras conversábamos co nversábamos y no estaba estaba de humor humor para esperar.  —Tengo que irme. ir me. Te veo a la vuelta, ¿vale? ¿val e? Los ojos ojo s de Tr Tr enton enton miraro mir aronn el suelo suelo y asintió. asintió.  —Vale.  —V ale. —Empezó a alejar alej arse. se. Per o entonces se dio la vuelta—. Durante Dur ante un tiempo no hemos sido amigos y nada más. Y lo sabes. —Me dio la espald espalda a y yo le entreg ent regué uéuntó la tarjeta de embarque emba y el carné car né al guardia. guar  —¿Está bien? —pr —preg eguntó el e l hombr ho mbre, e, mientr m rque ientras as gar g arabateaba abateaba en dia. mi tarjeta tarj eta de embarque.  —No —respo —r espondí ndí yo. Contuve la r espir ación ació n y, mi mirr ando hacia arr ar r iba mientras los ojos se me llenaban de lágrimas, añadí—: Soy una gilipollas de campeonato. El guardia asintió asintió y me indicó que prosiguier pro siguiera. a.  —Siguiente  —Sig uiente —dijo, —dij o, llamando ll amando a la perso per sona na que vení veníaa detrás detr ás de mí. m í.   No quería moverme, por si aquello era solo un sueño. De niña, al ir a casa de mis amigas, empecé a darme cuenta de que los demás padres no eran como el mío y de que muchas de aquellas familias eran más felices que la mía. Desde entonces, mi sueño fue irme a vivir por mi cuenta, aunque solo fuese para tener un poco de paz. Pero incluso la edad adulta me parecía más una fuente de decepciones constantes que de aventuras. Por eso, para estar segura de que este instante de dicha no era una engañifa, me m e quedé quieta. quieta. Esta inmaculada y minimalista casa urbana era exactamente el lugar en el que deseaba estar. Sin nada puesto más que una sonrisa de satisfacción, metida entre sábanas revueltas de algodón egipcio blanco, en el centro de la cama extragr extr agrande ande de T. J. Él Él estaba tumbado junto a mí. m í. Respir Respiraba aba suave

la cama extragr extr agrande ande J. Él ÉlIba estaba tumbado junto a mí. m í.enRespir Repocos spiraba aba suave y profundamente porde la T. nariz. a tener que levantarse minutos

 

para prepararse para irse a trabajar y yo disfrutaría de unas vistas magníficas de su prieto trasero cuando saliese de la cama. Ese, desde luego, no era el problema. Las siguientes ocho horas que pasaría a solas con mis cavilaciones convertirían el nirvana nir vana de de esas vacaciones vacaciones caseras en deseos de subirme subirme por po r las paredes. Durante el viaje en avión mi cabeza había estado plagada de mil y un pensamientos que confluían en la gran pregunta de si esta sería la última vez. Y toda la angustia acumulada a lo largo de meses no cesó ni cuando le distinguí en la zona de recogida de equipaje. Pero entonces vi su sonrisa. La misma sonrisa gracias a la cual estar tumbada en aquella cama junto él no me parecía del todo todo un err or. Estaba Est aba pensand pensandoo que tal tal vez podía preparar prepar ar el desayu desayuno no para par a tomarlo tomar lo en la cama y celebrar así nuestras primeras doce horas juntos desde hacía meses. O quizá no. Ya estaba otra vez tratando de hacer el pino con las orejas. había de ser ese tipo de y nunca más querría volver aPero ser así. Ladejado noche anterior Raegan lo chica había clavado, mientras yo preparaba mi maleta hecha un basilisco: «¿Qué te ha pasado, Cam? Antes irradiabas seguridad. Ahora eres como un cachorrito apaleado. Si T. J. no es tu hombre, pues eso no lo puedes controlar. Así que a lo mejor podrías dejar de comerte el tarro». Yo no sabía qué había ocurrido para dejar de ser esa chica alucinante y segura de sí misma y convertirme en lo que era ahora. O, bueno, sí, sí lo sabía. T. J. había aparecido de repente en mi vida y yo me había pasado los últimos seis meses tratando de ser digna de él. O, en fin, la mitad del tiempo, en todo caso. Porque la otra mitad la había pasado haciendo precisamente lo contrario. T. J. volvió la cabeza y me besó en la sien.  —Buenos días. ¿Quier ¿Qui eres es que baje a compr co mprar ar alg algoo par paraa desayunar? desayunar ? —  dijo.  —Pues eso suena de perlas, per las, la verdad ver dad —respo —r espondí, ndí, y le l e besé en el pecho desnudo. T. J. sacó delicadamente el brazo de debajo de mí y se sentó para desperezarse durante unos segundos. A continuación se levantó y con ello me ofreció las vistas con las que llevaba fantaseando desde hacía más de tres meses.

Se enfundó los que estaban doblados en la silla y sacó una camiset camiseta a de manga man ga vaqueros cor ta del del armario. armar io.

 

 —¿Cualquie r cosa  —¿Cualquier co sa que se s e parezca par ezca a un bagel bag el con co n queso en crema? cr ema?  —Y un zumo de naranja. nar anja. Por favor. favo r. Se calzó las zapatillas zapatillas de deporte depor te y cogió las llaves.  —Sí, milady  —dijo—. Vuelvo enseguida —añadió ya en la puerta, y cerró. Obviamente, no era que no me sintiese digna de él porque T. J. fuese un gilipollas. Era justo lo contrario. Cuando una persona así de alucinante entra en el bar de copas en el que trabajas y te pide el número de teléfono antes de haberse tomado un trago, te dejas la piel para conservarlo a tu lado. En algún punto del camino se me había olvidado que yo le había enganchado a él, en primer lugar. Y después de eso me había olvidado de él por completo. Pero en el instante en que T. J. me rodeó con sus brazos, en la zona de recogida de maletas, de inmediato comparé su manera de abrazarme con la manera en quesume había Trenton. T. J. puso sobre los míos, boca eraabrazado tan increíble comoCuando la recordaba, perosus nolabios daba la impresión de necesitarme como Trenton. Me daba perfecta cuenta de que estaba haciendo comparaciones injustas e innecesarias, y traté de evitarlo nada más verlo, pero fracasé. Todas las veces y en todos los niveles. Fuese justo o no, Trenton era lo que yo conocía, mientras que T. J. se había convertido en un desconocido. Diez minutos más tarde T. J. regresó. Entró en el piso corriendo alegremente, me puso el bagel en el regazo y dejó el zumo de naranja en la mesilla de noche. Luego Luego me dio un beso r ápido.  —Te han llamado ll amado,, ¿a que sí? s í?  —Sí, una r eunión eunió n de pr prime imerr a hor ho r a. No estoy segur seg uroo de lo que está pasando, así que no te sé decir cuándo volveré a casa. Me encogí de hombros.  —No pasa nada. Te veré cuando sea. Volvió a besarme, se desvistió raudo, se puso una camisa blanca planchada y un traje de color gris oscuro y se calzó los zapatos, tras lo cual salió por la puerta ddel el piso a la carr erilla eril la con una corbata en en la mano. La puerta puerta se cerr cerr ó con co n fuerza.  —Adióss —dije,  —Adió —dij e, sentada en la l a cama, cam a, sola. so la. Volví a tumbarme y clavé la mirada en el techo mientras me quitaba

pellejitos de de laspiso uñas. El piso estaba absoluto silencio. No había ni compañeros ni mascotas. Ni un en mísero pececito. Me puse a pensar

 

en que probablemente en esos momentos Trenton y yo estaríamos sentados en mi sofá de dos plazas, en mi casa, viendo juntos algo en la tele mientras yo parloteaba sobre el trabajo o los estudios o ambas cosas. Qué agradable era simplemente tener a alguien que deseaba estar conmigo, en calidad de lo que fuera. Pero en vez de eso estaba mirando fijamente un techo blanco, dándome cuenta de lo bonito que hacía el contraste con las paredes de color beis oscuro. El beis era un tono muy T. J. Era un hombre fiable. Estable. Pero cualquier cosa vista a una distancia de varios miles de kilómetros podía parecer buena. Jamás reñíamos. Pero no hay nada por lo que reñir si nunca estás con el otro. T. J. sabía qué clase de bagels me gustaban, pero ¿sabía que no soporto los anuncios de la tele, o qué emisora de radio escucho, o que lo primero que hago cuando vuelvo a casa de trabajar es quitarme quit arme el sujetador? sujetador? ¿Sabía ¿Sabía que mi padre era er a un gilipol gilipollas las de primera, primer a, y que hermanos un amor y a sí.la Él vezsabía inaguantables? ¿Sabíaestar que nuncamis hago la cama?eran Porque Trenton todo eso y quería conmigo igualmente. Estiré el brazo para coger el móvil y comprobar si había novedades. Había entrado un mail de Solteros en Tu Zona Ya, nada más. Trenton me odiaba, y era de entender, porque me había pedido que escogiera y yo no le había elegido a él. Ahora estaba tumbada desnuda en la cama de otro hombre, hombr e, pensando pensando en Trenton. Trenton. Me tapé la cara y rabié por derramar las lágrimas ardientes que rodaron por mis sienes hasta colarse dentro de mis orejas. Yo quería estar aquí. Pero quería estar allí. Raegan me había preguntado si alguna vez había estado enamorada de dos hombres. Y en aquel momento no sabía que ya lo estaba. Dos hombres que no podían ser más diferentes entre sí y a la vez tan parecidos. Los dos amorosos, los dos insufribles. Pero por motivos completamente diferentes. Envolviéndome en la sábana, me levanté de la cama y me fui por toda la ordena or denada da y limpia vivienda unifamiliar unifamiliar de T. J. Parecía Parecía un decorado, decor ado, como si realment r ealmentee no viviese nadie allí. Supongo Supongo que así era, al menos m enos la m mayor ayor parte del tiempo. En una mesa estrecha pegada a una de las paredes del salón había varios marcos de plata, todos con fotos en blanco y negro de T. J. de pequeño, con sus hermanos, con sus padres y una de él y yo en el

puerto, del primer ice verle. verla e.distancia dejado perfectamente El televisor era viaje negro,que conhhice el para mando

 

recto encima de una mesita auxiliar. Me pregunté si tendría siquiera cadenas de pago. Rara vez dispondría de suficiente tiempo libre para sentarse a ver la tele. En la mesa baja, de cristal, había varios números de revistas como Men’  Men’ss Health y  Rolling Stone, St one, abiertas en abanico. Cogí una y la hojeé. De pronto me sentía inquieta y hastiada. ¿Por qué había ido? ¿Para demostrarme demostrar me a mí misma que quería a T. J.? J.? ¿O que no? El sofá apenas se hundió cuando me senté. Era de color gris claro, de tela de tweed, con ribetes de piel de color marrón. La funda del respaldo picaba. En aquel salón me m e sentía de un modo totalmente dist distinto into a la l a última vez que que había estado. estado. El El olor o lor a almizcle, aunque aunque era también olor olo r a limpio, limpio , no era atrayente. Las vistas de los ventanales, desde donde se atisbaba un trocito de la bahía, no eran tan mágicas; el tipo de perfección de T. J. ya no me hechizaba. Después de solo unas semanas con Trenton todo eso había cambiado. De pronto, no pasaba nada por querer menos orden y limpieza, defectos, esas otras cosas quecreía encarnaba Trenton… incertidumbre, o todas las cosastantas que yodeveía en mí misma y que que no me agradaban. Porque, por mucho que no estuviese resultando fácil, teníamos unos objetivos. Qué más daba que aún no los hubiésemos alcanzado. Lo que contaba era que tanto él como yo habíamos vividos reveses, fracasos sonados. Pero los dos nos habíamos levantado, nos habíamos sacudido el polvo de la caída y habíamos seguido adelante. Y estábamos haciéndolo lo mejor posible. Trenton no solo hacía que todas esas cosas me pareciesen aceptables, sino que con él el camino se volvía divertido. En lugar de sentirme avergonzada por las metas que no habíamos alcanzado, podíamos estar orgullosos de adónde íbamos y de lo que superaríamos para llegar allí. Me levanté y me acerqué a los ventanales alargados, que daban a la calle, abajo. Trenton había descubierto mis planes, había acudido corriendo al aeropuerto y me había rogado que me quedara. Si yo hubiese sido la que había estado al otro lado del precinto de seguridad, ¿le perdonaría? Al pensar en él, sintiéndose rechazado, solo en el coche de vuelta a casa, los ojos se me llenaron de ácidas lágrimas. Y mientras me hallaba allí, en la casa perfecta, cuyo dueño era el hombre perfecto, me ceñí más sus sábanas sábanas al cuerpo y dejé que salieran las lágri lág rimas, mas, anhe anhelando lando al esforzado artista de tatuajes que había dejado atrás.

Me había pasado la infancia soñando con el parte primer de mi libertad. Prácticamente a diario, entera a lo largo de la mayor de día dieciocho

 

años, mis deseos estaban estaban enfocados en el mañana. Pero por primer primeraa vez en mi vida sentí sentí el deseo de poder dar mar marcha cha atrás atrás en el tiempo.

 

Capítulo Cap ítulo 14 14

 

He dicho que lo siento —se disculpó T. J., mirándome fijamente, ceñudo.  —No estoy esto y enfadada. enfadada .  —Estás un poco po co enfadada.  —No. En serio ser io que no —insistí, —insi stí, mientra mi entrass paseaba por todo mi plato un trozo de la «Ensalada con carne en adobo» que tenía delante.  —¿No te gusta g usta la ensalada? ens alada?  —No, sí que me gusta gus ta —respo —r espondí, ndí, plenamente plenam ente conscie co nsciente nte de las caras car as que estaba poniendo y de todos los gestos que hacía con el cuerpo. Tratar de hacer ver que no estaba mohína me estaba resultando agotador. T. J. no había llegado a casa hasta pasadas las ocho y media de la tarde y en todo el día no me había mandado ni un mensaje de texto ni me había llamado. Ni siquiera cuando emprendió el regreso.  —¿Quier  —¿Qui eres es pr proo bar un poco poc o de mi pescado? pescado ? —Le quedaban do doss tro trozo zoss para terminarse su «Lubina del mar de Alaska», pero me acercó el plato empujándolo poco por la mesa. Yo respondí queapetito. no conPero la cabeza. Todo olía de un maravilla, pero simplemente no tenía no era por T. J. Habíamos cogido una mesa apartada, en el rincón del fondo del restaurante. Era el restaurante favorito de T. J., el Brooklyn Girl, en el mismo barrio. Las paredes pintadas de gris y la decoración sencilla pero moderna recordaban mucho a su apartamento. Todo limpio, todo en su sitio, y aun así así acogedor. acog edor. T. J. suspiró suspiró y se recostó en el r espaldo espaldo de la silla. sill a.  —Esto no está yendo para par a nada como co mo yo quería quer ía —dijo. —dij o. Se incli i nclinó nó hacia delante y apoyó los codos en la mesa—. Trabajo cincuenta horas a la

semana, Camille. Es que no me queda tiempo ni para…  —Mí —dije yo, termi ter minando nando por po r él la l a hor ho r r ible ibl e frase. fr ase.

 

 —Par a nada. Casi no veo a mi  —Para m i ffami amilia lia.. Hablo contig co ntigoo más que los l os veo a ellos.  —¿Y Acción Acció n de Gr acias? acias ?  —Pues pinta mejo m ejorr a medida medi da que va avanzando ava nzando el proy pr oyecto. ecto. Esbocé Esb océ una sonrisa. sonr isa.  —No me m e mol m olesta esta que hayas ha yas lleg l legado ado tarde. tarde . Sé que trabajas tr abajas un montón mo ntón de horas al día. Sabía que no te vería mucho cuando vine.  —Y viniste vinis te —dijo él, y estir e stiróó el br azo para par a co coge gerr me la l a mano. mano . Yo me eché hacia atrás y me puse las manos en el regazo.  —Peroo no puedo  —Per pu edo dejar lo todo cada vez que decides que quier es verme. ver me. Se le hundieron los hombros. Pero no dejó de sonreír. Por alguna razón, razó n, estaba estaba animado.  —Lo sé. s é. Y tienes razó r azón. n. Me incliné de nuevo hacia delante para pinchar la ensalada con el tenedor.  —Vino  —V ino al aer opuer opue r to.  —¿Trenton?  —¿Tr enton? Yo asentí. T. J. permaneció en silencio un buen rato y al final dijo:  —¿Qué está es tá pasando entre vosotr vos otros os?? Yo me rebullí en mi silla.  —Yaa te lo dije.  —Y dije . H Hemo emoss estado viéndono viéndo noss mucho. mucho .  —¿En qué sentido viéndo viéndoos os?? Fruncí el cejo.  —Pues vemos vemo s la tele juntos. junto s. Charlam Char lamoo s en el sofá. so fá. Salimo Sali moss a co comer mer.. Trabajamos juntos.  —¿Trabajái  —¿Tr abajáiss juntos? junto s?  —En Skin Deep.  —¿Has dejado el Red Door Do or ? ¿Por ¿Po r qué no me lo l o dijiste? diji ste?  —No me he ido. ido . Coby pasó apuro apur o s econó eco nómic micos os.. Cogí Cog í un segundo seg undo empleo hasta que él pueda remontar.  —Lo siento s iento.. Lo Lo de Coby. Asentí. La verdad era que prefería no ahondar demasiado en el tema.  —¿Eso te lo hizo Trenton? Tr enton? —me preg pr eguntó, untó, bajando la cara car a para par a mirarme mirar me los dedos. dedos.

Asentí. Él respiró hondo. Era como si estuviese asimilando la realidad de la

 

situación.  —Entonces, quieres quier es decir que estáis pasando un mo montonazo ntonazo de tiempo untos. Me estremecí.  —Sí.  —¿Ha dor mido mi do en tu casa? Negué con la cabeza.  —No. Pero Per o nos… nos … Me… T. J. asintió.  —Te besó. besó . Ya Ya me lo l o dijiste. dij iste. ¿Está con algui al guien? en?  —Pues la mayor mayo r parte par te del tiempo tiem po,, solo so lo conmi co nmigg o. T. J. levantó una ceja.  —¿Ha estado en el Red Door Do or ?  —Sí. Pero Per o no más de lo nor mal. mal . Puede que incluso inclus o menos. meno s.  —¿Y sig ue llevando ll evando a chicas chic as a casa? ca sa? —preg —pr eguntó, untó, medio m edio en brom br oma. a.  —No.sigue  —¿No? —pr eguntó eg untó entonces, ento nces, sor so r pr prendido endido..  —En absoluto abso luto.. No No desde…  —Desde que empezó a perseg per seguir uirte te a ti. —Yo —Yo negué neg ué de nuevo co conn la cabeza. T. J. bajó la vista—. Vaya. —Emitió una risa muy corta, en señal de incredulidad—. Trenton está enamorado. —Levantó la vista y añadió—: De ti.  —Lo dices di ces sor so r pr prendido endido.. Tú me amaste am aste un día, ¿te acuerdas? acuer das?  —Y sigo sig o queriéndo quer iéndote. te. Cerré los ojos y apreté los párpados.  —¿Cómo?  —¿Cóm o? ¿Cómo ¿Cóm o es posible pos ible que sientas eso después de todo lo que acabo de contarte? Él respondió, siempre siempr e en voz baja:  —Sé que en estos momento mo mentoss no te hago hag o ningún ning ún bien, Camille. Camil le. No puedo estar ahí como tú necesitas que esté y eso seguramente seguirá siendo así bastante tiempo. No puedo echártelo en cara, sabiendo que nuestra relación se basa en llamadas telefónicas de vez en cuando y mensajes de texto.  —Peroo eso ya me  —Per m e lo l o dijiste dij iste cuando nos cono co nocim cimos os.. Dijiste Dijis te que ser sería ía así y yo te respondí que estaba bien. Que quería intentarlo igualmente.

 —¿Y es lo haciendo? haciendo ? s¿Cumpliendo ¿Cumpli endo pal palabr abraa a nr ajatabl ajatabla? a?  —T. J. sondeó soeso ndeó mi que mir estás ada durante dur ante unos uno instantes y a tu co continuació ntinuación sol s oltó tó un

 

suspiro. Apuró su copa de vino blanco y la dejó a un lado del plato—. ¿Le quieres? Me quedé petrificada un segundo. Me sentía como un animal acorralado. Desde que la camarera nos había servido la cena, se había pasado el rato sometiéndome a un interrogatorio en tercer grado y estaba empezando a sentirme emocionalmente exhausta. Verle después de tanto tiempo y luego quedarme todo el día a solas con mis pensamientos… era demasiado. Era como una corredora sin ningún lugar al que ir. Mi vuelo de regreso no salía hasta la mañana siguiente. Al final me tapé la cara con las manos y, en cuanto cerré los ojos, las lágrimas escaparon bajo mis párpados párpa dos y roda ro daro ronn por mis mejillas. mejillas. T. J. suspiró. suspiró .  —Voo y a tomár  —V tom ármel meloo como co mo un sí.  —¿Sabes cuando notas que quieres quier es a alguien? alg uien? Pues es un sentim sentimiento iento que noodesaparece. sigo sintiendo poreti.supe que todo esto sería  —Yo  —Y me siento Yasíyotambién. Pero Per o eso siempr sie mpre ser ía demasiadoo duro demasiad dur o para par a ti.  —Pues es alg a lgoo que pasa todo to doss los lo s días. día s.  —Sí, per o otras o tras perso per sonas nas hablan habl an más de ocho o cho o nueve veces al mes. m es.  —¿O sea que tú sabías s abías que lo nuestro nuestr o había terminado term inado?? Entonces, ¿por ¿po r qué me haces venir hasta aquí? ¿Para decirme que no pasa nada por no haberr conseguido que funcionase? habe funcionase?  —Pensé que a lo mejor mej or si tú estabas aquí, co conmig nmigo, o, entre entr e los lo s dos do s podríamos entender mejor lo que de verdad te estaba pasando… Si simplemente estaba siendo demasiado duro para ti porque hacía tiempo que no no nos no s veíamos, o si de verdad sentías sentías algo por po r Trent Trenton. on. Me eché a llorar otra vez, tapándome con la servilleta. Sospeché que la gente nos estaría mirando, seguramente. Pero no me atreví a levantar la cara para para comprobarlo. compro barlo.  —Esto es de lo más humillante humil lante —dije, —dij e, tra tratando tando de no po poner nerme me a sollozar.  —Tranquil  —Tr anquila, a, mi niña. Solo Sol o estamos estamo s noso no sotro tros. s. Bajé las manos lo justo para poder echar un vistazo alrededor. Tenía razón, éramos los dos últimos clientes del restaurante. Estaba tan ensimismada que ni siquiera me había dado cuenta.

 —¿Se les l esNo ofr o frece ecehizo alguna al guna otrmirarla a cosa co sa más ma ás a tomar to mar,saber , señor seño rque ? —pr —preg eguntó untó la la camarera. me faltaotra la par cara para le picaba

 

curio sidad sobre lo que estaba curiosidad estaba pasando pasando en nuestr nuestr a mesa.  —Tráig  —Tr áigano anoss la botella bo tella —r espondió espo ndió T. J.  —¿Del blanco bla nco??  —Del blanco blanc o —dijo —dij o T. J. con esa es a for fo r ma de hablar suave y seg se g ura. ur a.  —M-muy bien, señor seño r —dijo —dij o la mujer. muje r. Mientras Mientr as se alejaba, alej aba, yo podí podíaa oír o ír el sonido de sus pisadas pisadas en el suelo.  —¿No cier ci errr an en breve? br eve?  —No hasta dentro de veinte minutos. mi nutos. Nos da tiempo a termina ter minarr nos una botella, ¿verdad que sí?  —Fácilmente  —Fácil mente —respo —r espondí, ndí, fingiendo fing iendo que me divertía. diver tía. En ese instante lo único que sentía sentía era er a tristeza, tristeza, rremor emordimient dimientos os y vergüenza. La sonr sonrisa, isa, leve y algo forzada, fo rzada, se le bor borrr ó de la cara.  —Mañana te vas. No es necesar io que tomemo tom emoss ninguna ning una decisió decis iónn esta noche. Ni siquiera mañana. Disfrutemos sin más el tiempo que estemos unt untos. os. —Acercó —A cercósilencio, su manoyo a laaparté mía ylaentrelazó mi s dedos con los lo s suyos. Tras un breve mano. mis  —Me parece par ece que a estas e stas alturas altur as los l os dos sabemo sabem o s lo que ha pasa pasado. do. Con pena en el semblante, T. J. asintió.   Cuando el tren de aterrizaje tocó la pista, los ojos se me abrieron de golpe y al mirar a mi alrededor vi que todas las personas del avión sacaban los móviles y se ponían a escribir mensajes de texto a amigos, familiares o compañeros de trabajo para informar de la llegada del vuelo. Yo ni me molesté en encender el mío. Raegan estaría en casa de sus padres y mi familia famil ia ni siquiera sabía que había había estado estado fuera. La noche anterior T. J. y yo nos fuimos a la cama nada más regresar a su casa, muy conscientes de que a la mañana siguiente teníamos que estar en pie antes del amanecer para que yo pudiera llegar a tiempo al aeropuerto. Él me tuvo en sus brazos toda la noche como si no quisiera dejarme ir. Pero horas después en el aeropuerto me abrazó y me dio un beso de despedida, aparentemente muy convencido. Fue una escena forzada, triste y distante. Puse la palanca de cambios del sistema automático de marchas de mi Pitufo en modo «Aparcar» y me bajé del coche. En parte, tenía la

esperanza depuerta encontrarme a Trenton delante de la de mi casa. Pero nosentado estaba. en el suelo de cemento de

 

En San Diego había hecho un tiempo superagradable, y ahora me encontraba de nuevo donde podía ver mi propio aliento flotar en el aire. De hecho, hecho, me dolía dolí a la cara de frío. frío . ¿Cómo puede doler doler la cara de frío? frí o? Abrí la cerradura, empujé mi puerta, dejé que se cerrara dando portazo detrás de mí y me fui arrastrando los pies hasta mi cuarto, donde me derrumbé derr umbé de nari narices ces en mi cama maravillosament mar avillosamentee revu r evuelta elta.. Oí las pisadas suaves suaves de los lo s pies descalzos de Raegan Raegan por el pasillo.  —¿Cómoo ha ido la cosa?  —¿Cóm co sa? —me preg pr eguntó untó desde la puerta puer ta de la habitación.  —Pues no sé. El suelo crujió bajo sus pies al acercarse hasta mi cama. Se sentó a mi lado y dijo:  —¿Seguís  —¿Seg uís juntos? j untos?  —No.  —Oh. Vaya… Vaya… Per bi en, ¿no? ¿ no? te Es besó decir, deci r,yaunque T. J. no hubiese dado señales de Pero vidao eso hastaestá quebien, Trenton de repente te compró billete para para Califor nia…  —Mañana hablamo hablam o s, Ray.  —Trenton  —Tr enton se s e pasó por po r el Red Door Do or esta noche. no che. Daba penita verle. ver le.  —¿Sí? ¿Y se fue con co n alguna alg una tía? —Asomé —Asom é la cara car a por po r encim encimaa de la almohada. Raegan titubeó.  —Justo antes de que diésem di ésemos os el último úl timo aviso. aviso . Iba Iba cie ciego go.. Asentí y dejé caer la cabeza para hundir la cara en la almohada.  —Pues… díselo dís elo —dijo —dij o ella ell a en tono to no de súplica—. súpli ca—. Cuéntale Cuéntale lo l o de T. J.  —Es que no puedo —respo —r espondí ndí yo—. yo —. Y tú tampoco. tampoco . Me Me lo pro pr o metiste.  —Sigoo sin entender a qué viene  —Sig vi ene tanto mister m isterio io..  —Ni falta fal ta que hace —repuse —r epuse yo, mir mi r ándola ándo la con co n la cabeza levantada para fijar la vista en en sus ojos—. Solo tienes que que guar guardar dar el secr secret eto. o. Raegan asintió.  —Vale.  —V ale. Prácticamente acababa de cerrar los ojos, o eso me pareció, cuando Raegan Rae gan me zar zarande andeóó para despertarme. Gruñí.  —¡Que vas a lleg l legar ar tarde tar de al trabajo tr abajo,, Cami! Cami ! ¡Mueve ¡Mueve el culo! cul o!

Yo me quedé como unados estatua.  —Acabas de coge co gerr te días libr li bres es casi sin avisar avisar.. ¡Cal te va a echar! echar !

 

¡Que te levantes! —Me asió por un tobillo y tiró de mí hasta que me caí de la cama con un buen golpe. gol pe.  —¡Ay!  —¡A y! ¡Jo ¡Joder, der, Ray! Ella se inclinó sobre sobr e mí.  —¡Son las la s once o nce y media! m edia! ¡Arriba! ¡Arr iba! Miré ir é el reloj relo j y, y, levan levantá tándome ndome de un brinco, me puse a corr er como co mo loca lo ca por mi cuarto soltando tacos cada dos por tres. Me cepillé los dientes a toda pastilla, me hice un moño rápido y me puse las gafas. El Pitufo también se hizo el remolón y, antes de arrancar por fin, lanzó un gañido como si fuese un gato gato mori mo ribun bundo. do. El reloj de la pared del Skin Deep indicaba las 12:07 cuando crucé la puerta. Hazel estaba ya atendiendo una llamada y Calvin, a su lado, miraba con cara de pocos amigos.  —¿Peroo qué coño  —¿Per co ño te has puesto? puesto ? —preg —pr eguntó. untó. Miré ami indumentaria: de izontales color ciruela y una camiset camiseta de manga larga larg a conmis estampado estavaqueros mpado depitillo rayas horizontales hor negr negras. as.  —Ropa.  —Te contra co ntraté té para par a que fueses f ueses la tía buenor bueno r r a que atiende a tiende a los lo s clientes cl ientes y vienes que pareces mi prima Annette. ¿De qué va ese look? —preguntó a Hazel.  —Hipster —dijo —dij o ella, ell a, interr inter r umpiendo umpi endo fugazmente fug azmente la conver co nversaci sación ón telefónica.  —Ya.  —Y a. Pues como co mo mi pr prima ima Annette Annette la hipster. El pró pr ó ximo día que vengas quiero ver canalillo y pelos sexis —me espetó, señalándome primero con un dedo y luego con dos.  —¿Y qué coño co ño so sonn los lo s pelos pel os sexis? sexis ? —repli —r epliqué qué yo. yo . Calvin Calv in se encogió encogió de hombr hombros. os.  —Pues ya sabes. sa bes. Revuelto, per o sexi. Como Com o si acabases a cabases de folla fo llar. r. Hazel Ha zel colgó el auricular con co n fuer fuer za.  —Todo lo que sale s ale por tu boca bo ca es of ofensivo ensivo.. ¿Tía ¿Tí a buenor bueno r r a? ¿Canalil ¿Canal illo lo?? ¡Tú lo que eres es un caso judicial de acoso sexual, con patas! Calvin Calv in no se amilanó.  —¿Es por mi calzado? calza do? —preg —pr egunté unté y bajé la vista para par a mir mi r arme ar me mis mi s botas favor favoritas, itas, unas unas negras de estilo militar.  —¡Es el pañuelo! pañuelo ! —exclamó —exclam ó él, señalándo señal ándome me con co n cuatr cuatroo dedos dedo s ya—.

¿De qué sirve qué sir ve tener un buen par de tetas si luego vas y te las tap tapas? as? Hazel sonrió.

 

 —Pues es un pañuelo bien mono m ono.. Yo Yo necesito necesi to uno neg negrr o ccom omoo ese. Calvin Calv in arrugó arr ugó la frent fr ente. e.  —¡Dee mono  —¡D mo no nada! ¡Yo ¡Yo no quiero quier o moner mo nerías! ías! ¡Yo ¡Yo contra co ntraté té a una camar cam arer eraa de bar de copas que era sexi y or iginal y me encuent encuentro ro con una hipster hipster con moño y cero tatuajes! Que te cojas días libres y que te presentes cuando te sale del coño, pase, pero no me hace ni puñetera gracia que te pasees por aquí con la piel como una paleta limpia. ¡No queda nada bien que tus propios empleados no se fíen de ti para que les tatúes!  —¿Has acabado ya? —dijo —dij o Hazel con co n tono y expresió expr esiónn totalmente totalm ente neutros. Entonces, me miró y dijo—: Le ha venido la regla esta mañana.  —¡Vete  —¡V ete a la mier mi erda, da, Hazel! —exclam —exc lamóó Calvin, y se fue muy enfadado a su despacho.  —¡A la mier m ierda da te irás ir ás tú! —chilló —chill ó ella. ell a. Calvin Calv in asomó la cabeza cabeza por la esquina esquina del pasillo.  —¿Haaldita lletagado llega do Bishop? Bisho  —¡M  —¡Maldi sea, Cal, p? no! no ! Por tercer ter ceraa vez hoy: ho y: ¡no ha ll lleg egado ado!! —Calvin asintió y volvió a desaparecer. Hazel arrugó el cejo medio segundo y se volvió hacia mí con una sonrisa. sonri sa.  —Creoo que hoy  —Cre ho y le voy a enseñar mis mi s dedos. dedo s. Podr ía calmar calm arle le los lo s ánimos.  —Ni hablar —respo —r espondió ndió ella—. ell a—. Déjale que bulla bull a a fuego fueg o lento lento.. —  Permaneció callada un minuto, durante el cual se hizo evidente que andaba tramando algo. algo . E Ent ntonces, onces, me dio con el codo co do y dijo—: dijo —: Bueno. Bueno. California. Califor nia.  —Sí —contesté, —co ntesté, y ladeé la cabeza para par a sacar la cor co r r ea del bo bolso lso po porr encima de ella. Entonces, lo arrojé encima del mostrador e introduje mi usuarr io y cont usua co ntraseña raseña en el ordena or denador dor—. —. Sobre ese tema… La musiquilla de la puerta sonó y Trenton entró en el local. Llevaba un abrigo azul marino, supergrueso, y una gorra blanca sucia con la visera tan bajada encima de los ojos que no se le veían.  —Buenos días, señor seño r itas —dijo, —dij o, y pasó por delante de nos nosotr otras as sin detenerse.  —Buenos días, so soll —le —l e saludó sal udó Hazel, sig si g uiéndole uiéndo le con co n la mir m irada. ada. Él se metió en su taller y Hazel me lanzó una mirada.  —Le has dejado dej ado para par a el ar arrr astre. astr e. Suspiré.

 —No fuebien. mi intención. intenció  —Le va Ningún Ning únn.tío deber debería ía llevar ll evarse se al huerto huer to a todas las mujer muj eres es

 

que se le antojen. Así el grado de cerdismo se mantiene a niveles aceptables.  —Voo y a… —dije,  —V —dij e, señalando señal ando hacia el pasill pas illoo . Hazel Hazel aasintió sintió.. Trenton estaba entretenido preparando su máquina cuando entré en su taller. Crucé los brazos y me apoyé en el quicio de la puerta, mientras él pasaba de mí. Durante los primeros minutos su actitud me pareció aceptable. Pero luego empecé a sentirme estúpida.  —¿Alguna  —¿Alg una vez vas a volver vo lver a dirig dir igir irme me la l a palabr a? —le preg pr egunté. unté. Él mantuvo la mirada clavada en su máquina y tras una breve risa respondió:  —Pues clar cl aroo que sí, muñeca. Voy Voy a dirig dir igir irte te la palabr pal abra. a. ¿Qué hay?  —Calvin dice di ce que tengo teng o que llevar ll evar más tatuajes.  —¿Y tú quieres quier es más? má s?  —Soloo si me  —Sol m e los lo s haces tú. Aunn asíno Au no no sé, meCami, mir ó., tengo el día  —Pues Cami dí a bastante liado li ado.. Me lo quedé mirando un ratito mientras él se afanaba organizando envoltor envolt orios ios blancos llenos de diversos utensilios est esteril erilizados. izados.  —Un día de estos. es tos. No tiene por po r qué ser hoy.  —Claro,  —Clar o, muy bien. bi en. No No hay pro pr o blema blem a —dijo —dij o él, r ebuscando dentro dentr o de un cajón. Transcurrido otro minuto más durante el cual Trenton siguió actuando como si yo no estuviera allí, regresé al vestíbulo. Me había dicho la verdad. Tenía un cliente detrás de otro. Pero solamente se acercó al mostrador una vez, cuando tuvo un hueco libre, y solo para charlar un momento con un posible cliente. El resto del día no salió de su taller o bien cruzó al despacho de Calvin para hablar con él. A Hazel no parecía preocuparle su manera de comportarse, pero ella nunca parecía alterarse por nada. Esa noche Trenton no apareció por el Red Door y al día siguiente tuvimos otras seis horas de la Operación Ignoremos a Cami, como sucedió también el día siguiente a ese y así uno tras otro durante tres semanas. Yo dediqué mucho más tiempo a preparar trabajos y estudiar. Y dado que Raegan pasaba más horas con Brazil, di gracias cuando de pront pro ntoo se present pr esentóó Coby a verme un lunes por la mañana. mañana.

En ladeencimera desayuno, él y yo, había dos cuencos iguales llenos humeantedel humeante sopa de pollo poll o entre con fideos chinos.

 

 —Tienes mejo m ejorr aspecto —dije. —dij e.  —Es que me siento sien to mejor mej or.. Tenías r azón: azó n: con co n un pro pr o gr ama ha sido más fácil.  —¿Qué tal va todo en casa? —preg —pr egunté. unté. Coby se se encog encogió ió de hombros. hombr os.  —Igual..  —Igual Pesqué Pesq ué algunos fideos largos larg os que flota flo taban ban en mi cuenco. cuenco.  —No va a cambiar cambi ar nunca y lo sabes.  —Sí. Solo Sol o pr etendo r eunir mis mi s cachivaches cachi vaches par a poder po der independizar independi zarme. me.  —Buena idea —dije, —di je, lllevándo levándome me la l a cuchara cuchar a a la l a boca. bo ca.  —Vamo  —V amoss al sofá so fá y nos tomamo toma moss la sopa so pa viendo una peli —propus —pr opusoo Coby. Asentí. Coby dejó mi cuenco de sopa a su lado encima del sofá mientras yo rebuscaba entre las cajas de los DVD. De pronto me quedé sin aliento al  La loca l oca histor historia… ia… encontrarme última vez quecon la habíamos visto.  Trenton la había dejado en mi casa la  —¿Qué? —pr — preg eguntó untó Coby. Co by.  —Trent  —Tr ent se dejó una peli. peli .  —¿Dónde ha estado últimamente? últim amente? Pensé que estaría estar ía aquí. aquí .  —Pues es que… que … ya no viene por po r aquí, la l a verdad. ver dad.  —¿Habéis cor co r tado?  —Soloo éramo  —Sol ér amoss amigo ami gos, s, Coby Co by..  —Eso so solo lo lo piensas piensa s tú. Levanté la vista hacia él y, caminando pesadamente en dirección al pequeño pequ eño sofá de dos plazas, cogí mi cuenco de sopa y me sent sentéé al lado de mi hermano.  —No me m e quier e.  —Antes te quería. querí a.  —Pues ya no. no . Lo Lo he jodido jo dido todo. todo .  —¿Cómo?  —¿Cóm o?  —No quiero quier o hablar de eso, eso , la verdad. ver dad. Es una histor histo r ia muy lar larga ga y aburrida.  —Nada que tenga que ver con co n los lo s Maddox es aburr abur r ido. ido . —Se ll llevó evó una cucharada cuch arada de sopa a la boca y luego esperó. Cuando Cuando estaba estaba limpio era er a otra persona. Se interesaba por las cosas. Escuchaba.

 —Puesparte habí habíamo estado viéndo noss prácticam pr ácticamente ente a diar io. io .  —Esa par te amos la conoz cosnozco co.. viéndono

 

Suspiré.  —Él me besó. besó . Yo Yo me cagué ca gué de miedo mi edo.. Y luego lueg o me di dijo jo que me quería. quer ía.  —Dos cosas co sas hor ho r r o r osas, os as, malí m alísim simas as —dijo —di jo él, asintiendo as intiendo..  —No te pong po ngas as paternali pater nalista sta conmi co nmigo go..  —Perdón.  —Per dón.  —Sí que so sonn cosas co sas malísi mal ísimas. mas. Cuando le conté co nté a T. J. J . lo del beso, beso , me sacó billete para para Califor nia.  —Tiene toda to da la lóg l ógica ica del de l mundo m undo,, desde el punto de vista vi sta de un tío. tío .  —Trent  —Tr ent me suplicó supli có que no fuese. En el aeropue aer opuerr to me dijo dij o que me quería y yo me marché. —Al rememorar la escena, los ojos se me llenaron de lágrimas. Entonces recordé la cara que había puesto Trenton  —. Durante Dur ante lo loss días en Califor Calif or nia T. J. y yo no noss dim dimos os cuenta de que no noss queríamos pero que sencillamente no había manera de que lo nuestro funcionase.  —¿O seoameno ro r s. o mpisteis? mpis teis?  —Mássea mque enos. En realidad real idad no. no .  —Veng  —V enga, a, Camil Camille. le. Que Q ue ya somo so moss mayor mayo r citos. cito s. Si eso era er a lo que se daba a entender…  —Qué más da —dije, —di je, mientra mi entrass empuj e mpujaba aba un u n taquito de zanaho z anahorr ia por la sopa—. Trent apenas me dirige la palabra. Me odia.  —¿Le has contado co ntado lo l o que pasó en Califo Cali forr nia?  —No. ¿Qué le iba a decir : «T. J. no me quiere, quier e, así que ya puedo ser tuya»?  —¿Se trata tr ata de eso? eso ?  —No. Es decir, deci r, más m ás o menos meno s sí. sí . Pero Trenton Tr enton no es un clavo que vaya a sacar otro clavo. No quiero que se sienta así. Y aunque de alguna manera me perdonase, siempre estará la cuestión de que sería una absoluta cagada pasar de los brazos de uno a los brazos del otro. otro .  —Yaa son  —Y so n mayor mayo r citos, cito s, Cami Cami.. Sabrán entender e ntenderlo lo.. Terminamos de comer en silencio. Entonces, Coby recogió los cuencos y los aclaró aclaró en el el fregadero.  —Tengo que marchar mar charme. me. Solo So lo quería quer ía traer tra erte te esto. esto . —Sacó un cheque che que de su billetera.  —Gracias  —Gr acias —dije. —dij e. Y al ver la cantidad que había escrito escr ito,, los lo s oj ojoo s se me salieron de las órbitas—. No hacía falta que me lo devolvieras todo de

golpe.  —He conseg co nseguido uido un segundo seg undo curr cur r o . Así no voy con co n r etraso etr aso en los lo s

 

pagos. Le abracé.  —Te quier o. Estoy superor super or gullo gul losa sa de ti y me alegr aleg r o un montón mo ntón por po r ti, porque por que te te va a ir genial. g enial.  —Nos va a ir genial ge nial a todos. todo s. Ya Ya lo verás ver ás —dijo —dij o con co n una sonr so nrisi isita. ta.   El sábado siguiente Trenton llegó una hora tarde a Skin Deep, con la cara colorada, aturullado. La furgoneta de su padre se había estropeado y él había intentado arreglarla y dejarla lista de nuevo. No fue muy explícito; explícit o; al igual que con todo lo demás en lo que a él se refer refería ía desde mi viaje a California, Califor nia, tuve tuve que preguntarle a Hazel Hazel para enterar enterarme. me. A finales de la primera semana de noviembre T. J. solo me había llamado un día para contarme que había venido por algo de trabajo pero que no iba poder pasarse a saludarme. Y Trenton y yo apenas cruzado unaa palabra. Él había ido al Red Door un puñado de veceshabíamos y había pedido sus copas a Raegan, Blia y Jorie, y todas las noches justo antes del último últ imo aviso se le podía ver saliendo del local con una chica diferent diferente. e. Yo intenté seguir comportándome como siempre en Skin Deep. Estrictamente, no necesitaba ese segundo trabajo. Pero me gustaba currar allí y el dinero extra me venía bien. Además, me gustaba ver a Trenton, demasiadoo como para renun demasiad r enunciar. ciar. Aunque Aunque él me ignorase. igno rase. Engañar a Calvin era fácil pero Hazel se daba cuenta de todo. Después de pasar un rato en el taller de Trenton, salía y me guiñaba un ojo. Yo no estaba segura de si lo hacía para tranquilizarme y darme ánimos o si era porque pensaba que compartíamos información privilegiada, una información infor mación de la que yo no tenía ni pajoler pajoleraa idea. Sonó el carillón carilló n de la puerta y aparecieron apareciero n Travis y Shepley. Shepley.  —Qué hay, chicos chico s —le —less saludé. sal udé. Y so sonr nreí. eí.  —¿Es que pr prestas estas tu bell belleza eza a todos todo s los lo s antros antro s de la ciudad? —me preguntó Travis, disparándome su sonrisa sonr isa más seductor seductora. a.  —Alguien  —Alg uien está es tá de buen humor humo r —señalé—. —señal é—. ¿Qué se os o s ofr o frece, ece, chico chi cos? s?  —No pr preg eguntes untes —dijo Shepley. Él desde luego lueg o no estaba de buen humor.  —Quier  —Qui eroo hacerme hacer me unos tatuajes. ¿Dónde se mete el mier mi erda da de mi

hermano? Trenton Trent on asomó aso mó la cabeza por por la puerta de su taller. taller.

 

 —¡Cabro nazo!!  —¡Cabronazo Yo apunté a Travis en la hoja de registro y él firmó los formularios, hecho lo cual los hermanos Maddox se marcharon juntos al taller de Trenton.  —¡Vamo  —¡V amos, s, hombr hom bre, e, no me jodas! jo das! —exclamó —excla mó Trenton, Tr enton, y soltó so ltó una sonor a carcajada—. ¡P ¡Pero ero qué nenaza nenaza eres!  —¡Cierrr a el pico,  —¡Cier pico , mamó mam ó n, y dale! dale ! Hazel fue por el pasillo hasta la puerta de Trenton. Al instante ya estaba riéndose también. La máquina tatuadora comenzó a zumbar y durante toda la hora siguiente las risas y los improperios cariñosos llenaron el taller de Trenton. Cuando volvieron a reunirse en el mostrador de la entrada, Travis llevaba la muñeca vendada. Estaba exultante. Shepley no.  —Esto lleva l leva años a ños jodiéndo jo diéndome me —gr —g r uñó. Trenton Trent ona,dioShep. una palmada pa lmada y agar agarró róavis a Shepley Shepley hom hombro  —V  —Veng enga, Saldrá Saldr á bien. Travis Tr obr ará ar áporsulosmagia mag ia bros. y s.a Abby le parecerá estupendo.  —¿Abby? ¡Yo ¡Yo me r efería efer ía a América! Amér ica! —repuso —r epuso él—. ¿Y si se mosquea mo squea porque no me tatué su nombre? ¿Y si a Abby no le parece estupendo, deja a Travis y luego la lía entre Mar Mar e y yo? ¡E ¡Estoy stoy jodido! Los hermanos soltaron una carcajada y Shepley se burló de ellos. Era evidente que su falta de empatía no le hacía la menor gracia. Trenton Trent on sonrió sonr ió a su hermano pequeño.  —Me alegr aleg r o por ti. Travis no pudo contener contener la gr g r an sonrisa que le iluminó la cara entera.  —Gracias  —Gr acias,, cabrona cabr onazo zo.. —Los dos do s fuer f ueroo n a dar se uno de eso esoss abr azos azo s de tíos en los que tocan hombro con hombro. Travis y Shepley salieron, se montaron en el Charger y se marcharon. Cuando Trenton se volvió, estaba sonriendo. Pero nada más cruzar su mirada mir ada con con la mía, la sonrisa se esfumó y él regr esó a su taller. taller. Me quedé a solas, sentada ante la mesa de la recepción. Les oía susurrar a Hazel y a él. Me levanté y me dirigí a su taller. Él estaba limpiando la silla con un trapo, y Hazel, que se había sentado, se irguió mucho, buscó con la mirada los ojos de Trenton y a continuación me miró a mí como para indicar que acababa de entrar.

 —¿Qué cu chicheabais? is?venía —preg —pr sonr s onr eír.Hazel.  —Mi siguiente sigcuchicheaba uiente cliente cl iente vení a egunté, ya,unté, ¿verintentando dad? —preg —pr eguntó untó Hazel .

 

Yo mir é la hora hor a en el relojito reloj ito metálico metálico de la pared.  —En once onc e minutos. mi nutos. Trenton, Tr enton, tú no tienes ninguna ning una cita ahor aho r a mismo mis mo.. Exceptuando alguna que otra interrupción, sería un buen momento para empezar a dibujar ese tatuaje del que hablamos. Él me miró mir ó sin dejar de limpiar con co n el tr tr apo y entonces entonces movió la cabeza cabeza en señal de negación.  —Hoy no puedo, puedo , Cami. Cami .  —¿Porr ? —preg  —¿Po —pr egunté unté yo. Hazel Ha zel salió discretamente discretamente y nos dejó a solas. so las. Trenton estiró un brazo para meter la mano en el tarro de caramelos que había encima del aparador más próximo a donde estaba. Quitó el envoltorio de un pequeño chupachús y se metió el dulce en la boca.  —Jasonn comentó  —Jaso co mentó que igual ig ual se s e pasaba esta tarde tar de más o menos meno s a esta es ta hor a si salía a tiempo del entrenamiento. Arrugué Arr ugué frente  —Di que lanofrente. quieres quier. es y ya está, Trent. Tr ent. No No mientas. mi entas. —Me fui de allí, al lí, y me me senté en el taburete de detrás del mostrador de la entrada, enfurruñada. No habían pasado ni diez minutos cuando una camioneta estacionó en la zona de aparcamiento aparcamiento y Jason Brazil entró por la puerta como una exhalación. exhalación.  —¿Trent  —¿Tr ent está libr e? —preg —pr eguntó. untó. Yo hundí los hombros y me recosté en el taburete. A medida que la abrasadora adrenalina de pura humillación me recorría las venas, sentí que la cara empezaba empezaba a arderme arderm e como si se hubiese pr pr endid endido. o.  —¿Estás bien? —preg —pr eguntó untó Brazil Br azil..  —Sí, sí —respo —r espondí—. ndí—. Está ahí dentro. dentr o. Trenton se tiró días ignorándome. Pero después de aquello yo no me atrevía a hacerle frente. Me resultaba especialmente doloroso porque su relaciónn con Hazel no había variado y cuando relació cuando iba al Red Doo Doorr est estaba aba más que parlanchín con Raegan. Estaba haciéndome el vacío con toda deliberación, y me sacaba de mis casillas. El segundo sábado de noviembre Trenton entró a solas en el Red Door y tomó posesión de su nuevo taburete favorito, delante de Raegan. Ella estaba atareada charlando con su cliente fijo, Marty. Sin embargo, Trenton aguardó pacientemente, sin mirarme ni una sola vez para que le sirviera una copa. Me hundí en la miseria. A raíz de esas últimas semanas

pululando alrededor de Trenton, habíade aprendido el sufrimiento que tenía que vivir Kody cada noche, miércolesa valorar a domingo, desde que

 

Raegan y él habían cortado. Miré a Kody y vi que él a su vez lanzaba una mirada hacia Raegan con semblante triste. Era un gesto que repetía cientos de veces cada noche. Mi cliente fijo, Baker, tenía delante una jarra llena, empañada por el frío. Así pues, me dirigí a la zona de la barra de Raegan, destapé un botellín de la cerveza favorita de Trenton y se la tendí. Él movió la cabeza arriba y abajo y estiró el brazo para cogerla. Pero entonces, ent onces, sin saber muy bien por qué, yo yo r et etir iréé el botellín rápida r ápidament mente. e. Los ojos de Trenton subieron una milésima de segundo para mirar los míos, con una mezcla de susto y extrañeza en la cara.  —Vale,  —V ale, Maddox. Maddo x. Ya Ya van cinco ci nco semanas. sema nas.  —¿Cinco semanas sema nas de qué? —preg —pr eguntó untó Trenton. Tr enton.  —¡Una  —¡U na Miller Sin! —pidió —pidi ó un tipo, tipo , detrás detr ás de Trenton. Tr enton. Yo acusé r ecibo de la comanda moviendo levemente la cabeza en señal de afirmación y a continuación el mentón paraamorosamente mirar bien a cogido Trenton, brazos, con subajé botellín de cerveza en cruzando el plieguelos de uno de ellos.  —Pues cinco ci nco semanas sem anas de teatro teatr o —dije. —dij e. Trenton miró atrás, moviendo la cabeza a un lado y otro, y luego a todas partes menos a mí. También meneó un par de veces la cabeza.  —No sé de qué me m e estás hablando habl ando..  —Vale.  —V ale. O sea, que me o dias. —Mis propi pr opias as palabr as me parecier par ecier on veneno saliendo de mi boca—. ¿Quieres que deje Skin Deep?  —¿Qué? —r — r epuso él, mir m irándo ándome me al fin por prime pr imerr a vez en semanas s emanas..  —Puedo marchar mar charme, me, si s i es lo que necesitas. necesi tas.  —¿Porr qué ibas a mar charte?  —¿Po char te? —preg —pr eguntó untó él. él .  —Responde  —Respo nde tú prime pr imerr o a mi pr preg egunta. unta.  —¿Cuál?  —¿Me odias? odi as?  —Cami, yo no podr ía odiar od iarte te nunca. Aunque quisi quisier era. a. Créeme, Cr éeme, lo he intentado.  —Entonces, ¿por ¿po r qué no me hablas? habl as? Su rostro se contrajo en una mueca de desagrado. Iba a decir algo pero cambió de parecer, encendió encendió un cigarri cigar rillo llo y dio una calada. calada. Yo se lo quité de los dedos y lo partí en dos.

 —¡V  —¡Veng a ya,, ¿vale? Cami! Cami?! ¿Podemo  —Loenga s iento, siento ¿vale ¿Po demoss al menos meno s hablar habla r lo? lo ?

 

 —¡No ! —respo  —¡No —r espondió ndió él, exaltándose exaltándo se po porr mo momento mentos—. s—. ¿De qué coño co ño serviría?  —Vaya.  —V aya. Gracias Gr acias..  —Cami, fuiste fuis te tú quien me di dioo la es espalda. palda.  —Y no mer ezco que me hables, ya entiendo. entiendo . Mañana avisar avisa r é a Cal de que me voy vo y. El rostro ro stro de Trenton Trenton se contr contr ajo.  —Eso es una gil g ilipo ipoll llez. ez.  —Los dos lo estamos estamo s pasando de puta pena. A mí no me hace más gracia que a ti pero lo que es de tontos es tener que estar cerca el uno del otro si no es necesario.  —Muy bien.  —¿Muy bien? —No estaba segur seg uraa de lo que había esperado esper ado oí oírr de él, pero no era er a eso precisamen pr ecisamente te.. Traté Traté de trag tragar ar saliva para desha deshacer cer el nudo nudo que se me había formado en la garganta. Sin embargo, solo conseguí que se hiciese más grande gr ande y que que se me saltaran saltaran las lágr lág r imas. Él estir estiróó un brazo hacia mí.  —¿Me das ya mi cerveza, cer veza, por po r favor favo r ? Incrédula, solté so lté un «¡Ja!», «¡Ja!», y añadí:  —Querías  —Quer ías ver ve r mi r eacción eacci ón cuando me besaste bes aste y la has tenido. tenido .  —Si hubiese hubi ese sabido s abido que unas hor ho r itas después de spués te mo montar ntarías ías en un avió a viónn a California para ir a follar con otro, me lo habría pensado.  —¿De verdad ver dad quieres quier es que llevemo ll evemoss la cuenta de quién ha folla fo llado do con co n quién últimamente? —Deposité su cerveza en la barra y me volví para regr esar esar a mi zona.  —¡Estoy tratando tra tando de llevar lle varlo lo como co mo puedo! puedo ! Me volví hacia él.  —¿Sí? ¡Pues lo l o estás haciendo haci endo como co mo el culo! cul o! Raegan nos miró atentamente, al igual que todas las personas que se encontrr aban a distancia encont distancia suficient suficientee para oír o ír nuestros nuestros gritos. gr itos.  —¡Yaa viste a Travis  —¡Y Tr avis en Halloween! Hallo ween! ¡Está comple co mpletamente tamente colado co lado por esa chica! La tía se piró a la mañana siguiente de que se acostara con ella por primera vez, sin decir ni adiós, y él se lio a palos con su maldito apartamento. Créeme, a mí también me encantaría poder atizar algo o a alguien. Pero no me puedo permitir ese lujo, Cami. ¡Yo tengo que

mantener control! poder dejarel de pensar pensar¡Y en no ti! necesito que me juzgues por lo que hago para

 

 —No te inventes excusas. Y menos meno s si son so n excusas baratas. bar atas. Resulta ofensivo.  —Tú… Yo Yo … ¡Ho ¡Ho stias ya, Camille! Camil le! ¡Creía ¡Creí a que eso era er a lo que querías! quer ías!  —¿Por  —¿Po r qué iba i ba yopor a quer eso? eso ?y ¡Eres ¡Ere s mi m i mejo m ejor r ami amig g o! —Noté —No lágr lágrima ima me rodaba r odaba la mejilla merejilla rápidament rápidamente e me la sequ sequé. é. té que una  —¡Porque  —¡Por que has vuelto vuel to con co n ese gili g ilipo polla llass cabrón cabr ón de Califo Cali forr nia!  —¿Que he vuelto con co n él? ¡Si te diera dier a la gana ga na de hablar conmi co nmigo go,, podríamos aclarar esto! Podríamos…  —Ahoraa me dirás  —Ahor dir ás que nunca has estado con co n él —farfull —far fullóó él, y co cogi gióó bruscamente el botellín de encima de la barra para darle un trago. Entonces Ent onces murmuró murm uró algo más entr entr e dientes. dientes.  —¿Qué? —le — le espeté. es peté.  —He dicho que por po r mí genial ge nial si lo l o que quier es es ser su plan B.  —¡Una  —¡U na Miller Mille r Sin, Cami! —volvi —vo lvióó a exclamar excla mar el tipo de antes, esta vez no tan pacientemente. Taladré Talad ré a Trenton Trenton con la l a mirada. mir ada.  —¿Plan B? ¿Ahora ¿Ahor a me estás tomando tom ando el puto pelo? pelo ? ¡Si todo lo que manejas tú son planes B! ¿Con cuántos de esos te has marchado de aquí en el último mes? Las mejillas de Trenton se pusieron rojas. Se levantó y, dando un puntapié punt apié hacia atrás, mandó m andó el taburete tabur ete casi hasta hasta la pista de baile.  —¡Tú no er eres es ningún ni ngún puto plan B, Cami! Cami ! ¿Por qué per mites que algui al guien en te trtr ate ate como si lo fueras?  —¡Noo está tratándom  —¡N tr atándomee como co mo nada de nada! ¡Hace semanas sem anas que no hablo con él!  —Ah, entonces, entonces , ahor aho r a que pasa de ti, soy so y lo bastante bueno par paraa ser tu amigo, ¿no?  —¡Discúl  —¡D iscúlpame, pame, cr creía eía que ya éramo ér amoss amig am igoo s!  —¡Una  —¡U na Miller Sin! ¿Quier ¿Qui eree alguna alg una de vosotr vos otras as atenderme atender me de una puta vez? —exclamó de nuevo el tipo de antes. Trenton Trent on se volvió vo lvió hacia él y señaló hacia su cara.  —Vuelve  —V uelve a dirig dir igir irle le así as í la l a palabr pala braa y te meto un puñetazo. puñetazo . El tío, poniendo una sonrisa ladina, fue a replicar algo pero Trenton no le dio oportunidad. Se abalanzó sobre él, agarrándole por el cuello de la camisa. Cayeron los dos al suelo y ya no pude verlos. Rápidamente la

gente se apiñó alrededor del lugarsedonde habíanalcaído y al cabo de unos segundos el público de Trenton estremeció unísono, tapándose la

 

boca y lanzando un «¡ «¡Oh!». Oh!». A los pocos segundos Kody y Gruber se echaron encima de ellos. De pronto, Trenton ya estaba en pie y con cara de no haber participado en una pelea en su subotellín, vida. Niy dio siquiera jadeaba. a laalgo barra, donde lea esperaba un sorbo. TeníaRegresó la camiseta desgarrada la altura del cuello, y este y la mejilla salpicados salpicados de un poco de sangre. sangr e. Gruber forcejeó con la víctima de Trenton para sacarlo por la puerta lateral late ral y Kody se quedó quedó al lado de Trenton, sin resuello. r esuello.  —Perdona  —Per dona,, Trent. Tr ent. Ya cono co noces ces las nor no r mas. Tengo que pedirte pedir te que abandones aban dones el local. l ocal. Trenton asintió una vez, dio un último sorbo y se marchó. Kody se fue con él al exterior del local. Yo abrí la boca para llamarle, pero no tenía muy claro qué más podía decir. decir. Raegan, acercándose, simplemente dijo:  —¡Qué fuerte! fuer te!

 

Capítulo Cap ítulo 15 15

 

Me temblaban las manos y, sin ningún motivo ni excusa, giré el volante de mi Pitufo para meterme en el acceso a la vivienda de Jim Maddox. Las calles estaban cubiertas de aguanieve y hielo y había sido un disparate coger el coche, pero cada calle que tomaba iba acercándome a Trenton. Apagué las luces para que no iluminasen la fachada principal de la casa y a continuación apagué el motor y dejé que el Jeep se deslizase hasta detener detenerse. se. Se oyó el tono de mi teléfono. Quien llamaba era Trenton, que quería saber si ese Jeep que había en su acceso era el mío…, como si hubiese podido ser de otra persona. Cuando confirmé sus sospechas, se abrió la puerta con pantalla y Trenton bajó los escalones. Llevaba puestas unas zapatillas peludas y pantalones cortos de baloncesto de color azulón, y había cruzado los brazos para cubrirse el torso desnudo. Tenía los hombros y el pecho totalmente cubiertos de tatuajes negros de trazo muy grueso, diseños étnicos que le recorrían toda la piel. Otros tatuajes a colo color, r, debrazos for mas diversas, iban superpo supe rponiénd niéndose medida m edida qumuñecas. e descendían descen por sus y se interrumpían interr umpían abr abr uptament upt amente eose al allegar a lasque muñeca s.dían Se detuvo al lado de mi ventanilla y aguardó a que la bajase. Se recolocó la gorra blanca de béisbol y apoyó las manos en las caderas, esperando a que yo dijese algo. Mis ojos recorrieron sus marcados músculos pectorales y entonces bajaron para contemplar apreciativamente los seis abdominales bellamente trabajados.  —¿Te he desper tado? —pr egunté. eg unté. Él negó con la cabeza.  —Acabo de salir sali r de la bañer ba ñera. a.

Me mordí mo rdí un labio, tratando tratando de pensar en alg algoo que decir.  —¿Qué haces ha ces aquí, aquí , Cami?

 

Yo miré hacia delante y, meneando la cabeza, apreté los labios antes de contestar.  —No tengo teng o ni idea. i dea. Él cruzó los. brazos en el borde de mi puerta y se apoyó para bajar un poco la cabeza. cabeza  —¿Y te impor impo r taría tarí a averig aver iguar uarlo lo?? Aquí fuer a hace un fr f r ío de cojo co jones. nes.  —¡Oh! ¡Dios! ¡Dios ! Perdo Per dona na —dije, —dij e, al tiempo que ponía po nía en marcha mar cha el Pitufo. Pitufo . Y encendí la calefacción—. calefacció n—. Monta. Monta.  —Échate a un lado —dijo —dij o él. Repté por encima de la palanca de cambios y de la consola y reboté al caer encima del asiento del acompañante. Trenton se montó en el coche de un brinco, cerró la puerta y subió la ventanilla hasta dejar solo una rendija.  —¿Tienes tabaco? —preg —pr eguntó. untó. Le tendí mi cajetilla cajetil la y él sacó dos do s cigarrillos, encendió los dos y me dio uno. Yo di una calada, exhalé el humo y me quedé mirándole hacer lo mismo. La tensión era más densa que el humo que ascendía formando volutas entre los dos. Empezamos a oír el tintineo de trocitos de hielo al chocar contra las ventanillas y la estructura metálica del Pitufo. Entonces, el cielo se resquebrajó por completo y el sonido del hielo dando golpecit go lpecitos os cont co ntrr a el vehículo vehículo se hizo más intenso. intenso.  —Tenías r azón. azó n. Es verdad ver dad que me llevé ll evé a casa a algunas alg unas chica chicass —dijo —dij o Trenton, alzando la voz en medio del ruido del chaparrón de granizo—. Algunas más que las que viste en el Red Door.  —No hace falta fal ta que me lo l o cuentes.  —Necesitaba dejar de pensar en ti. —Al ver que no decía nada, se volvió para mirarme de frente—. Pero aunque dejaba que una chica me rescatase de aquella tortura todas las noches de la semana, incluso estando con otra otr a persona solament so lamentee podía pensar pensar en tti. i.  —Eso no es precis pr ecisamente amente un… halag hal agoo —dije — dije yo. Trenton golpeó el volante con el filo de la muñeca y a continuación exhaló otro golpe de humo.  —¡Noo estoy tratando  —¡N tra tando de halagar halag arte! te! Creí Cr eí que iba a volver vo lverme me tarumba tar umba de tanto pensar en ti cuando te fuiste a California. Me juré que no te llamaría y que cuando volvieses aceptaría tu elección. Pero te has venido a mi casa

en —Es coche.so Estás Y no tomármelo. solo lo queaquí. ya no quería querséíacómo seguir seg uirnarices echándote echándo te de menos meno s —r —respo espondí, ndí, sin

 

saber muy bien qué más decir—. Es superegoísta, lo sé. No debería estar aquí. —Saqué todo el aire de mis pulmones de un soplido y me hundí todo lo que pude en el raído asiento del acompañante. Ser tan sincera me hacía sent sentir ir deloloque másacababa vulnerable. Era Era la primera pri mera vez que incluso para mí misma admitía de de decir.  —¿Qué coño co ño signifi sig nifica ca eso? eso ?  —¡Noo lo sé! —exclam  —¡N —exc lamé—. é—. ¿Alguna ¿Alg una vez ve z has querido quer ido alg algoo que sabes que no deberías tener? ¿Que era un error, lo miraras por donde lo miraras, y aun así supieras que lo necesitabas? A mí me gustaba donde estábamos, Trent. Pero entonces tú… Ya no podemos dar marcha atrás.  —Vamo  —V amos, s, Cami. Cami . Yo Yo no podía podí a continuar co ntinuar así.  —Sé que la l a situació si tuaciónn era er a injusta i njusta par a ti. Para Par a todo to do el mundo menos meno s para par a mí, a decir verdad. Pero aun así yo echo de menos aquello, porque era preferible prefer ible a las alternativas, alternativas, o sea: o estaba estaba contigo contigo de manera engañosa, o te perdía completamente —expliqué, y me sequé la nariz. Abrí la puerta, apagué el cigarrillo en el quicio y tiré la colilla en el suelo del coche—. Lo siento. Ha sido una gilipollez. Me voy. —Me disponía a salir a la acera cuando cuan do Trent Tr enton on me asió del brazo.  —Cami, espera. esper a. Lo que dices no tiene ni pies ni cabeza. c abeza. Prim Pr imer eroo vienes, vienes , ahora te vas. ¿Si no hubiese… eso, lo que sea…, qué harías?  —¡Ja! —exclamé —exclam é como co mo queriendo quer iendo r eírme, eír me, aunque sonó so nó más bien a llanto—. Te di la espalda en el aeropuerto y me marché. Y después me tiré los dos días siguient sig uientes es lamentando lamentando haberme ido. Una chispa de felicidad iluminó su mirada.  —Entonces vamo va moss a…  —Peroo no es solo  —Per so lo eso, eso , Trenton. Tr enton. Me gustar gus taría ía poder pode r decír decírtelo telo para par a quitármelo quit ármelo de dent dentro ro,, pero no me sale.  —No hace falta que me lo digas. dig as. Si necesitas necesi tas que te diga dig a que no me hago mala sangre por algo que ni siquiera sé qué es, te lo digo. Me importa impor ta un un comino —repuso, y sacudió sacudió la cabeza. cabeza.  —No puedes decir eso. eso . No No lo dirías dir ías si s i supier supi eras… as…  —Sé que hay algo alg o que quieres quier es decir me y no puedes. Y si sale más adelante, sea lo que sea, yo ya he optado por seguir adelante sin saberlo. Va de mi cuenta.  —En el caso cas o de cual cualquier quier otro otr o tema, eso bastaría. bastar ía.

Trenton Trent onnotiró el resto desentido. su cigarri cigar llouno. por po r la l a venta ventanilla. nilla.  —Eso tiene ningún ning ún sentido . Ning Nrillo inguno.

 

 —Lo sé. s é. Perdona Perdo na —respo —r espondí ndí yo, yo , conteniendo co nteniendo las lág l ágrr imas. ima s. Trenton Trent on se frotó fr otó la cara. car a. Estaba Estaba algo más que frust fr ustrado rado..  —¿Qué quieres quier es de mí? Te digo dig o una y otra otr a vez que me impor im por ta una mierda esepara secreto. Te estoy diciendo que quiero estar contigo. No sé qué más decir convencerte.  —Tienes que ser s er el que cor c or te de los lo s dos. do s. Dime que me m e vaya a llaa mier m ierda da y acaba con esto. Dejaré Skin Deep, y tú buscarás otro bar de copas. Yo no puedo… Tienes que ser tú. Él negó con la cabeza.  —Soy el que buscas, bu scas, Cami. Estoy Esto y hecho he cho para par a ti ti.. Lo sé por po r que la que yo busco eres tú.  —Eso no me ayuda nada.  —¡Genial!!  —¡Genial Le observé, suplicándole con la mirada. Anhelar que alguien me partiese el corazón era un sentimiento de lo más raro. Pero cuando comprendí que él iba a ser tan cabezota como yo estaba siendo débil, se activó act ivó un inter inter ruptor dentro dentro de mí.  —Muy bien, bi en, vale. Lo haré. har é. No me queda otra. otr a. Es mejor mej or eso eso,, que lueg luegoo me odies. Mejor Mejor que per per mitir que hagas algo que yo yo sé que no estaría bien.  —No sabes lo harto har to que estoy de todos todo s esto estoss mis misteri terioo s. ¿Sabes lo que opino yo sobre lo que está bien y lo que no está bien? —preguntó. Pero antes ant es de que que me diese tiempo tiempo a responde r esponder, r, me cogió cog ió la cara co conn las manos y pegó pegó los labios a los míos. Inmediatamente abrí la boca y dejé que entrase su lengua. Él se aferró a mí, me cubrió el cuerpo con las manos, tocándome por todas partes como si no pudiese saciarse de mí, y entonces estiró un brazo para accionar la palanca del asiento. El respaldo fue abatiéndose lentamente y, al mismo tiempo, Trenton pasó por encima de la consola de mandos con un movimiento fluido. Sin separar su boca de la mía, cogió mis piernas a la altura de las rodillas y las encaramó alrededor de sus costillas. Yo apoyé los pies en el salpicader salpicader o y levanté levanté las caderas hacia las de él. Él gimió sin apartar la boca de la mía. Sus pantalones de deporte no ocultaban su excitación y presionó su miembro erecto contra el punto exacto en el que ya deseaba que estuvier estuviera. a. Sus caderas se movieron y se mecieron pegadas a las mías mientras él

besaba y ymordisqueaba Mis sus braguitas se de empaparon al momento, cuando deslicémi los cuello. dedos entre pantalones deporte y su

 

piel, sus besos se ralent r alentizaro izaronn y finalmente finalmente cesaron. cesaro n. Los dos estábamos estábamos jadeando, jadeando, mir m irándonos ándonos a los lo s ojos. o jos. Las ven ventan tanillas illas del Jeep estaban totalmente empañadas.  —¿Qué? — preg —pr unté. miró abajo y entonces soltó una risa corta antes Él negó con laegunté. cabeza, de levant levantar ar la l a vista vista para mirarme mir arme de nuevo nuevo a los lo s ojos. ojo s.  —Sé que después de spués me m e arr ar r epentiré, epentir é, pero per o no pienso hacerlo hacer lo en un ccoc oche, he, y menos aún con zapatillas peludas de estar por casa.  —Pues quítatelas —dije yo, yo , dándole dándo le besitos besito s por po r todo el cuello cuell o y un hombro. Él medio tarareó, medio suspiró.  —Estaría  —Estar ía siendo tan canalla canall a como co mo todos todo s los lo s cretino cr etinoss que no te tratan tra tan como mereces. —Se apartó de mis labios y, dándome un último y dulce beso, añadió—: Voy Voy a calentar el Intrepid.  —¿Po r qué?  —¿Por  —No quiero quier o que vuelvas a casa conduciendo co nduciendo esta tartana. tar tana. Y el e l Intr Intr epid tiene tracción delantera. Se maneja mejor. Te acercaré el Jeep antes de que te despiertes mañana por la mañana. —Tiró de la manilla de la puerta y salió de un salto, corrió hasta la casa y al cabo de unos minutos volvió a salir, esta vez con zapatillas de deporte, sudadera con capucha y las llaves en la mano. Puso en marcha el motor del Intrepid y regresó corriendo al Pitufo, Pit ufo, se mont mo ntóó y, fr frotánd otándose ose las manos, m anos, exclamó:  —¡Mier  —¡M ierda! da!  —Está helando —dije —dij e yo, yo , asintiendo asi ntiendo..  —No me m e refer r efería ía a eso e so.. —Me —Me mir mi r ó —. Es Es que no quier quieroo que te vayas. Sonreí y él estiró el brazo para rozarme los labios con el pulgar. Unos instantes después, salió del Pitufo a su pesar y se subió en su coche. Si unas semanas antes había creído ser la mujer más feliz del mundo en la cama de T. J., estar sentada al lado de Trenton en su desvencijado Intrepid mientras me llevaba a casa era infinitamente mejor. Había dejado su mano sobre mi rodilla y durante todo el trayecto hasta mi piso no dejó de sonreír sonreír de oreja a oreja. or eja.  —¿Estás segur seg uroo de que no quieres quier es subir ? —le preg pr egunté unté cuando aparcó apar có el coche.  —Sí —respo —r espondió ndió,, pero per o er eraa evidente que no le hacía g r acia su prop pr opia ia

respuesta. respuest a. Se Seprimero inclinó hacia mí yyme besó con co n los los labios at atercio erciopelad pelados os del mundo, despacio a continuación dosmás comenzamos otra

 

vez a tirar mutuamente de la ropa del otro. Los pantalones cortos de Trenton estaban en posición de firmes, y sus dedos se enredaron suavemente entre mis cabellos, pero en un momento dado se apartó—. Maldita sea —dijo, jadeando—. Antes te voy a invitar a una cita como es debido, aunque me muera. Eché la cabeza hacia atrás con todo su peso, apoyándola en el reposacabezas, y clavé la vista en el techo, frustrada.  —Qué bien. bi en. A una chica chi ca cualquier cual quieraa te la llevas lle vas a casa desde des de el Red Door Doo r a los tres cuartos de hora hor a de conocerla, pero a mí me das carpetazo. carpetazo.  —Nena, esto no es e s darte dar te carpetazo. car petazo. Ni remo r emotamente. tamente. Le miré y las cejas se me juntaron. Quería fingir que no pasaba nada, que todo estaba bien y que era capaz de olvidar lo que sabía. Pero debía advertirle una última vez.  —No sé qué será ser á esto. Pero Per o sí sé que si supier as toda la histor histo r ia, Trenton, te alejarías de mí sin volver nunca la vista atrás. Él se apoyó también en el reposacabezas y entonces acercó su mano a mi mejilla.  —No quier qui eroo saber toda la l a histor his toria. ia. Solo Sol o te quiero quier o a ti. Sacudí la cabeza. Las lágrimas amenazaban con anegarme los ojos por tercera vez ese día.  —No. Mereces Merec es saberlo saber lo.. Hay algunas alg unas cosas co sas en esta vida que son so n muy frágiles… frág iles… ¿Y tú y yo, yo, Trent? Podríamos Podríamo s echarlo todo a perder. Él negó con la cabeza.  —Cami, escúchame escúcham e bien. Si se trata de una cosa co sa que me im impide pide estar contigo, ya sé qué es. Le miré abriendo mucho los ojos y con el corazón en un puño, palpitándome más fuerte aún que el granizo que chocaba contra el parabrisas o el runrún r unrún del silenciador silenciador del Int Intrr epid.  —Ah, ¿sí? ¿Y qué es?  —Es algo alg o que se interpone inter pone entre entr e nosotr nos otros os.. —Se inclinó incl inó sobr so bree mí y me tocó la mejilla al tiempo que sus labios labios se posaban sobre lo loss míos.  —Soloo r ecuerda,  —Sol ecuer da, después, después , que siento s iento mucho lo que pase después de esto y que siento mucho que cuando te marchaste, tal como te pedí, no te dejé ir  —dije.  —dij e.  —Ni me marcho mar cho ni me voy a marchar mar char en el futuro futur o . —Me mir ó

fijamente y laafinal piel delecontorno ojos se tensó.creerlo creía lo que acabab acababa de decir dec irme me hizo que de yo sus misma mism a quisiera crRealmente eerlo también. también.

 

Entré corriendo en mi piso, cerré la puerta y me quedé apoyada de espaldas hasta que oí que el Intrepid se alejaba. Aunque era irresponsable y egoísta, en parte quise creer a Trenton cuando había dicho que eso que él ignor no tendr tendr ía ninguna importancia.   aba no Justo antes Justo antes de que saliera el sol, so l, y ante antess de que se me abrieran abrier an los oojos, jos, sentí que algo cálido me recorría todo el cuerpo de la cabeza a los pies. Me desplacé apenas un centímetro hacia lo que quiera que fuese, tan solo para asegurarme de que la imaginación no estuviese jugándome malas pasadas. Pestañeé varias veces, enfoqué la vista y distinguí una silueta en sombra, tendida a mi lado. El reloj de mi mesilla de noche indicaba las seis de la mañana. El piso estaba a oscuras, en silencio, como estaba siempre a esas horas. Pero en el instante en que se colaron en mi mente los recuerdos de esa misma madrugada, todo cambió. Dios mío. ¿Qué había hecho? Se había pasado una frontera y desde allí no había vuelta atrás ni tampoco podría seguir adelante sin que hubiese consecuencias reales. Desde el día en que Trenton se había sentado en mi mesa en el Red Doo Door, r, creí que sería capaz de lidiar con cualquier cosa co sa que se le ocurr iese intent intentar ar conmigo co nmigo.. Pero er a como arenas movedizas: cuanto cuanto más me resistía, más me hundía. Estaba en el borde mismo de la cama, así que intenté meterme unos centímetros. Sin éxito.  —¿Porr qué estás en mi  —¿Po m i cama, cam a, Ray? —preg —pr egunté. unté.  —¿Eh? —dijo —dij o Tr enton con co n voz vo z gr g r ave y pastosa. pasto sa. Una sacudida convulsionó todo mi cuerpo y acabé por caerme de la cama dando un grito. Trenton corrió a asomarse por el borde para darme una mano, pero era demasiado tarde. Ya estaba en el suelo.  —¡Oh! ¡Mier ¡Mierda! da! ¿Estás bien? Me senté con la espalda contra la pared y rápidamente me aparté el pelo de la cara. Entonces, en cuanto entendí lo que había pasado, aporreé el suelo con los lo s dos puños a la vez.  —¿Qué coño co ño estás haciendo en mi cama? ¿Cómo ¿Cóm o has entrado entr ado en mi casa?

Trenton Trent on guiñ g uiñó loeps ojos. ojo  —Te tr aje traje tu óJeep Jelos haces. como co mo una hor a. Casualmente, Casual mente, Brazil Br azil acababa de

 

traer a Raegan Raegan a vuestra vuestra casa y ella me abrió. abr ió.  —Entonces acabas de… ¿meterte ¿meter te sigil sig ilos osamente amente en mi cama? —Mi voz salió muy aguda, casi casi como un chillido. chillido. que anodormir iba a entrar entr en tu casa, cas a, per entré. entr é.EsYque… entonces meque dije d ijeestar que me —Dije tumbaría en elar suelo, pero no opude. tenía cerca de ti. Estaba en la casa de mi padre sin poder pegar ojo. —Se inclinó y me tendió una mano. Sus músculos danzaron bajo la piel tersa y entintada de su brazo. Su mano asió con fuerza la mía y entonces tiró de mí para subirme a la cama junto a él—. Espero que te parezca bien.  —¿A estas altura al turass qué más m ás da? La mitad de la boca de Trenton se curvó hacia arriba. Estaba claro que le hacía gracia mi pataleta mañanera. Raegan apareció corriendo por el pasillo como una posesa, con los ojos muy abiertos.  —¿Po r qué gr  —¿Por g r itas?  —¿Tú le l e abriste abr iste la l a puerta? puer ta?  —Sí. ¿No hice bien? —preg —pr eguntó, untó, sin r esuello esuell o . Tenía el pelo albor albo r otado y restos de rímel debajo de los ojos. ojo s.  —¿Porr qué todos  —¿Po todo s me pr preg eguntáis untáis cuando ya está todo hecho? hecho ? ¡No, ¡No, no hiciste bien!  —¿Quier  —¿Qui eres es que me m e vaya? —pr eguntó eg untó Trenton, Tr enton, sonr s onr iendo aún. Le miré, miré mir é a Raegan Raegan y luego a él otra o tra vez.  —¡Noo ! ¡Pero no me hace ni pizca de g r acia que te cueles en mi cama  —¡N mientras duermo! Raegan puso los ojos en blanco, se fue por el pasillo a su habitación y cerró la puerta. puerta. Trenton me rodeó la cintura con un brazo, tiró de mi cuerpo para acercarme al suyo y hundió la cara entre mi nuca y la almohada. Yo permanecí quieta, mirando el techo, atrapada entre el deseo desesperado de enredar los brazos y las piernas con los suyos y la noción de que, a partir de ese momento, si hacía cualquier otra cosa que no fuese darle una patada en el culo y no volver a dirigirle nunca más la palabra, no podría echarle la culpa a nadie más que a mí.

 

Capítulo Cap ítulo 16 16

 

Con una oreja pegada al teléfono, mientras Trenton me besaba y me lamía la otra, hice lo que pude para apuntar en la agenda una cita para un dibujo de tinta tinta a las 15.30. 15.30. Por lo general Trenton Trenton solía so lía com compor porta tarse rse en el trabajo de un modo un poquito más profesional. Pero era domingo y la ornada avanzaba a paso de tortuga. Además, Calvin se había llevado a Hazel a comer para celebrar su cumple, por lo que Trenton y yo estábamos completamente solos.  —Sí. Ya Ya te he apuntado. apuntado . Gracias Gra cias a ti, Jessica. Jes sica. Colgué el teléfono y Trenton, sujetándome por las caderas, me levantó y plantó mi culo encima del mostrador. Enganchó mis tobillos a su espalda, a la parte inferior y, metiendo los dedos entre mis cabellos, me apartó la melena el espacio necesario para conseguir pista libre para recorrerme el cuello con la lengua hasta su lugar de destino: mi lóbulo. Entonces se metió en la boca ese pedacito carnoso de mi oreja y lo presionó delicadísimamente entre los dientes y la lengua. Eso se había convertido en mi pasatiempo favorito… de momento. Llevaba toda la semana torturándome con eso. Pero se resistía a desnudarme, o a tocarme en sitios interesantes, hasta que fuésemos juntos a cenar el lunes por la noche al salir de tr tr abajar. Trenton Trent on me estrechó hacia sí y presionó pr esionó su pelvis contra mi cuerpo.  —Nunca en mi vida había esperado esper ado tan ansiosame ansio samente nte que ll lleg egase ase un lunes. Sonreí, sin creérmelo del todo.  —No entiendo por po r qué te pones pone s estas extrañas extra ñas nor mas. Podr íam íamoo s saltárnoslas a solo unos pasitos de aquí, en tu taller. Trenton Trent on se lo imaginó imag inó y dijo:

 —Oh. Lo haremo har emos. s. Giré la muñeca para ver la hora en mi reloj.

 

 —No tienes a nadie hasta dentro dentr o de una ho horr a y medi media. a. ¿Por ¿Po r qué no empiezas a dibujarme ese tatuaje de hombro del que hemos hablado? Trenton Trent on reflexionó r eflexionó unos segundos.  —¿Las am las? Me bajéamapo delapolas? mostrador dando un saltito. Abrí un cajón y saqué el boceto que había hecho Trenton la semana anterior. Lo sostuve en alto para mostrárselo.  —Son pr eciosas ecio sas y r epresentan epr esentan algo. alg o.  —Eso me lo l o dijiste. dij iste. Pero no me has explicado expli cado lo que repr r epresentan. esentan.  —Es de El mago de Oz. Te ayudan a olvidar. ol vidar. Trenton hizo una mueca.  —¿Qué pasa? ¿Es una tontería? tonter ía? —repuse —r epuse yo a la defensiva defensi va inmediatamente.  —No. Pero Per o la conexió co nexiónn con co n el mago mag o de Oz O z me m e ha r ecor eco r dado el nombr nom bree que le ha puesto la novia de Travis a Pillo.  —¿Cómoo le ha llam  —¿Cóm l lamado ado??  —Toto.. Me dijo  —Toto di jo Travis Tr avis que ella ell a es de Kansas… Que por eso eligi eli gióó esa raza de perro, perr o, en primer lugar. Y que si esto esto y que que si lo otro… o tro…  —Estoy de acuer a cuerdo. do. Pillo Pil lo er eraa mejo mej o r. Trenton entornó los ojos.  —¿De verdad ver dad quier es esas esa s amapol ama polas? as? Yo respondí enfáticamente moviendo mucho la cabeza en gesto afirmativo.  —¿Rojas?  —¿Roj as? —preg —pr eguntó untó él. él . Yo sostuve de nuevo en alto al to su dibujo. dibujo .  —Comoo están aquí.  —Com Él se encogió de hombros.  —Vale,  —V ale, muñeca. Pues amapolas amapo las y no se hable más —sentenció y, cogiéndome cogi éndome de la mano, me llevó a su taller. Mientras Trenton ultimaba los preparativos, yo fui desvistiéndome. Pero entonces él se detuvo el tiempo suficiente para ver cómo me quitaba la camiseta, sacándola por encima de la cabeza, y me bajaba el tirante izquierdo del sujetador negro de lencería que llevaba puesto. Meneó la cabeza y sonrió con picardía, divertido con el estriptís para todos los públicos púb licos que acababa acababa de ofrecerle. ofr ecerle.

Cuando la máquina de tatuar contra comenzó a emitir su zumbido, ya estaba totalmente distendida, apoyada la silla. Sentir a Trentonyo tatuándome

 

la piel me pareció una escena superíntima. El hecho de tenerle tan sumamente cerca de mí, su manera de tocar y estirar mi piel mientras iba trabajando, trabajan do, y su cara car a de concentració concentraciónn al tatuarme tatuarme la l a piel para siempre si empre con co n una deque susme incproducía incr r eíbles obras obr assecundario. de arte, todo aquello era er a algo muy especial. especial. El El dolor era Trenton estaba justamente terminando de trazar el dibujo base cuando Hazel y Calvin regresaron. Hazel entró en el taller de Trenton con una bolsa de papel en la mano.  —Os he traído traí do un pedazo de tarta tar ta de queso —dijo —dij o y, viendo mi hombr ho mbroo , añadió—: ¡Ostras, eso va a quedar genial!  —Gracias  —Gr acias —respo —r espondí ndí yo, yo , encantada.  —¿Tan poco po co movim mo vimiento iento ha habido? habido ? —preg —pr eguntó untó Calvin—. Y supong supo ngoo que no no podías po días haber haber cogido cog ido la escoba, ¿no?  —Esto…, Cal, Cal , no está vestida —r eplicó epli có Tr Trenton, enton, cons c onsterna ternado do..  —La chica no tiene nada que no n o haya ha ya visto vis to antes —contestó —co ntestó él. él .  —A Cami no la habías habí as visto vi sto antes. Fuera Fuer a de aquí. aquí . Calvin simplemente nos dio la espalda al tiempo que se cruzaba de brazos.  —¿Es que no puede poner pone r se a or denar algo alg o cuando no tenemo tenemoss lí lío? o? Le pago por horas.  —Todo está or o r denado, denado , Cal —dije—. —di je—. Y barr bar r í. Y hasta li limpi mpiéé el polvo po lvo.. Trenton arrugó la frente.  —Despotricas  —Despotr icas por po r que no lleva lle va tatuajes y ahor aho r a también la r egañas eg añas porque estoy haciéndole uno. Aclárate, tío. Calvin estiró mucho el cuello para mirar a Trenton, subió un lado del labio superior para enseñar un poco los dientes y acto seguido desapareció desap areció por la esquina esquina del pasillo. Hazel Ha zel se rio r io por lo bajo. Er Er a evidente evidente que que no le l e preocupa preo cupaba ba nada nada que los chicos hubiesen tenido un enfrentamiento. Una vez que Trenton hubo desinfectado la zona que ocupaba mi tatuaje, volví a subirme subir me el tirant tir antee del sujetador sujetador —con mucho tiento— tiento— y a met m eterme erme la camiseta por la cabeza.  —Comoo sigas  —Com sig as enfadándo enfa dándole, le, te va a despedir. despedi r.  —Qué va —dijo —dij o Trenton Tr enton mientr m ientras as lim l impiaba piaba y reco r ecogí gíaa su ár á r ea de tr trabajo abajo  —. En En el fo f o ndo me ama. am a.

 —Calvin no ama a nadie —intervino —inter vino Hazel—. Está casado con co n su estudio.

 

Trenton entornó los ojos.  —¿Y Bishop, Bisho p, qué? Estoy Esto y casi segur seg uroo de que a Bishop Bis hop sí lloo ama. Hazel Ha zel puso los ojos o jos en blanco.  —Te vendra íasolas vendría bien bi enydejar deja r el tema. tema . Los dejé regresé al mostrador, donde percibí una vibración que salía del cajón donde guardaba el móvil. Lo abrí lentamente y me fijé en la pantalla. Era Clar Clark. k.  —¿Qué pasa? —preg —pr eguntó untó Trenton Tr enton aparecie apar eciendo ndo detrás detr ás de mí con co n un beso en una pequeña sección de mi hombro que no estaba ni irritada ni enrojecida enroj ecida por la aguja de tatuar. tatuar.  —Es Clar Cla r k. Le quier qui eroo mucho pero per o no estoy de humor hum or par paraa poner pone r me de mal humor, ¿entiendes? Los labios de Trenton Trenton tocar tocaron on el filo de mi oreja. o reja.  —No tienes que contestar co ntestar —dijo en voz vo z baja. baja . Cogí el móvil y, sosteniéndolo en la palma de la mano, di a rechazar llamada y a continuación co ntinuación tecleé un mensaje de text texto. o.   En el curro. No puedo hablar. ¿Qué pasa?

  Comida Comi da fami familiar liar.. No te ol vides.

  No puedo hoy. Intentaré prox semana.

  Mala idea. Papá está enfadado porque no viniste la semana pasada.

  Pues eso.

 

Val ale. e. Les avisaré en unas horas.

  Grcs.

  La única cita que tenía Trenton fue también el único cliente que tuvimos en todo el día. El cielo estaba encapotado. El invierno amenazaba con vomitarnos encima de un momento a otro. Con una capa de dos centímetros y medio de hielo y aguanieve en el asfalto, no muchas personas se atrevían a hacer frente al mal tiempo. Como el estudio no estaba lejos del campus, normalmente veíamos un tráfico constante de

coches en ambas direcciones. Pero con un tiempo tan horroroso, casi no pasaban vehículos.

 

Trenton estaba dibujando garabatos en una hoja de papel y Hazel se había tumbad tumbadoo en línea recta, en el suelo, delante delante del sofá sof á marr mar r ón de cuero que había justo al lado de las puertas de la calle. Yo estaba redactando un trabajo clase. Y Calvin aún no había salido de su despacho. Hazelpara lanzó un suspiro teatral.  —Me piro. pir o. No aguanto ag uanto esto. es to.  —De eso nada, monada mo nada —gr —g r itó Calvin desde de sde el fondo fo ndo del lloc ocal. al. Un grito amortiguado escapó de la garganta de Hazel. Luego guardó silencio durante unos instantes y entonces, incorporándose rápidamente, me miró mir ó con un brillo especial especial en la mirada.  —Cami, déjame déjam e que te haga hag a un pier pie r cing en la nar na r iz. Yo arrugué la frente y moví la cabeza en señal de negación.  —Antes muerta. muer ta.  —Ayy, venga,  —A veng a, mujer m ujer.. Te pongo po ngo un bril br illantito lantito supermi super minúsculo núsculo.. Elegante Eleg ante y a la vez osado.  —Soloo de pensar que me taladras  —Sol taladr as la nariz nar iz se me llenan lle nan los lo s o jos jo s de lágrimas —repuse.  —¡Es que me muer m ueroo de aburr abur r imiento im iento!! ¿Porfa? ¿Por fa? —suplicó —supl icó.. Miré a Trenton, parapetado tras su dibujo de lo que semejaba un trol.  —A mí no me mir m ires. es. Es tu nariz. nari z.  —No te estoy esto y pidiendo pidi endo permi per miso so.. Solo quiero quier o tu opi opinió niónn —dije. —dij e.  —Pues a mí m í me m e pone po ne —respo —r espondió ndió.. Ladeé un poco poco la cabeza, impaciente.  —Chachi, per o ¿duele?  —Sí —dijo —di jo Trenton—. Tr enton—. Me han dicho que duele una barbar bar baridad. idad. Reflexioné durante unos instantes y entonces miré a Hazel.  —Yoo también estoy  —Y e stoy abur r ida. Su radiante sonrisa le llegó desde una oreja hasta la otra. Y las mejillas se le subieron tanto tanto que los ojos ojo s se le quedar quedar on en apenas apenas dos rendijas. r endijas.  —¿En serio ser io??  —Veng  —V engaa —dije, —dij e, dirig dir igiéndo iéndome me ya a su taller. taller . Ella se levantó del suelo como un cohete cohete y vino conmigo. conmigo . Cuando ese día me marché de Skin Deep, llevaba en el hombro izquierdo un enorme dibujo en su fase inicial y un piercing en la nariz. Hazel tenía razón: era minúsculo, casi primoroso. A mí jamás se me

habría ocurmañana, ocurri rido do ponerme poner me nada nar nar iz,dir el r esultado esult me ta. encantó. encantó.  —Hasta Hazel —meendespedí, deslapedí, dipero r igiéndo ig iéndome me aado la puer

 

 —¡Gr acias por  —¡Gracias po r evitar que me volvie vo lviese se loca, lo ca, Cami! —exclamó —exclam ó ella, ell a, saludándome con la mano—. El próximo día que haya tan poco movimiento, te pongo dilatadores dilatadores en las or ejas.  —Eh… no poner —r espondí espo yo, yo , empujando empuj ando Trenton la puer taapareció para par a salir. sal ir. Nada más enndí marcha el Pitufo, corriendo en mi puerta haciendo señas para que bajase la ventanilla. Entonces, metió la cabeza cabe za y me besó en los labios. labio s.  —¿Ni siquier si quieraa me ibas i bas a decir dec ir adiós? adió s? —preg —pr eguntó. untó.  —Perdona  —Per dona —respo —r espondí—. ndí—. Estoy un tanto desentr de sentrenada enada en estas es tas cosas. co sas. Trenton guiñó un ojo.  —Yoo también. Pero  —Y Per o no tardar tarda r emos emo s mucho. muc ho. Enttor En orné né los ojos. o jos.  —¿Cuándo fue la l a última últim a vez que tuviste tuvis te novia? novi a? La expresió expresiónn de su semblante semblante me resultó imposible impo sible de descifrar.  —Var  —V ario ioss años. año s. ¿Qué? —dijo —dij o él. Yo había bajado la vista y me había reído entre entre dientes, dientes, y entonces entonces Trenton bajó el mentón mentón para par a acercar más su cara y obligarme a mirarle a los ojos.  —Ni siquier siqui eraa sabía sabí a que habías habí as salido sal ido con co n una chica. chi ca.  —En contra co ntra de la cr creencia eencia popular, popul ar, soy so y capaz de estar con co n una única mujer. Solo que ha ha de ser la mujer corr co rr ecta. ecta. La boca se me ladeó en una media sonrisa. sonr isa.  —¿Cómoo es que yo no lo sabía? Es algo  —¿Cóm alg o de lo que el campus entero enter o hubiese estado hablando.  —Por que fue una novedad. no vedad. Reflexioné unos instantes y entonces los ojos se me abrieron como platos.  —¿Fue Mackenzie?  —Durante  —Dura nte unas cuarenta cuar enta y o cho hor ho r as —respo —r espondió ndió Trenton. Tr enton. Desenfoc Desenf ocóó la mirada y al momento volvió a enfocarla rápidamente en mis ojos. Inclinándose hacia mí, me dio un besito en los labios—. ¿Nos vemos luego? —preguntó. Yo asentí, subí la ventanilla y salí del aparcamiento dando marcha atrás. Quince minutos más tarde entraba en el del Red Door. En vista de que las calles no habían mejorado, me pregunté si el bar de copas estaría tan muerto como co mo Skin Deep. Deep.

los vehículos el dedeJorie estaban aparcados conTodos un hueco libre entreexcepto los coches los empleados y el cocheendebatería, Hank.

 

Entré corriendo por la puerta lateral y me froté las manos mientras me dirigía a toda prisa a mi taburete habitual, en la barra este. Hank y Jorie estaban est aban al al otro o tro lado de la barr bar r a, abrazados y besándose besándose más de lo habitua habitual. l.  —¡Cami! —exclam ó Blia, ssonr onr iendo. iendo . mientras que Raegan ocupó el Gruber y —exclamó Kody estaban sentados juntos, taburete que quedaba al otro lado de mí. Enseguida percibí que estaba muy callada, pero no me atreví a preguntar estando Kody tan cerca.  —Jorr ie, cr  —Jo c r eía que no estabas —dije—. —di je—. No he visto vi sto tu coche. co che.  —Me ha traído tra ído Hank —respo —r espondió ndió sonr so nriendo iendo con co n mal malici icia—. a—. Desde luego, compartir compar tir coche es un plus ppara ara org o rganizarse anizarse bien. bien. Las cejas cejas se me dispararon. disparar on.  —¿En serio ser io?? —respo —r espondí, ndí, poniéndo po niéndome me de pie y abr abriendo iendo los lo s brazo br azoss de par en par—. ¿Dijo que sí? ¿Os habéis ido a vivir juntos?  —¡Sí! —exclamar —exclam aron on los lo s dos al unísono. uníso no. Y los lo s dos se inclinar incl inaron on po porr encima de de la barra barr a para abrazarse a mí.  —¡Bien! ¡Felicidades! ¡Felici dades! —exclamé —exclam é a mi vez, dándo dándoles les un achuchón achuchó n a los lo s dos. Mi cabeza estaba entre las suyas y, aunque los empleados del Red Door siempre habían sido para mí como una familia, me sentí más ligada a ellos que a mi verdadera familia. Todos los lo s demás les dieron diero n también también abrazos y los felicitaron. Debían Debían de haber estado esperando a que yo llegara para anunciarlo, y de ese modo poder comunicarnos co municarnos la noticia no ticia a todos todos a la vez. Hank sacó varias botellas de vino, de las buenas de su alijo personal, y comenzó a servirnos copas. Estábamos todos felices. Todos excepto Raegan. Al cabo de un rato me senté a su lado y le di un codazo suave en el brazo.  —¿Qué pasa, pa sa, Ray? —le —l e preg pr egunté unté en voz baja. Ella esbozó esbozó una sonrisa.  —Bonito  —Boni to tatu.  —Gracias  —Gr acias —dije, —dij e, y volviendo vol viendo la cara car a de perfil per fil le mostr mo stréé mi m i piercing pier cing—. —. También me he hecho esto.  —Ostras.  —Ostr as. A tu padre padr e le va a dar un patatús.  —Suéltalo —dije. —dij e. Ella suspiró.  —Perdón.  —Per dón. No quer ía fastidi f astidiar ar la fiesta. f iesta.

Yo hice ha unapasado? mueca.?  —¿Qué pasado

 

 —Pues que volvem vo lvemos os a las andadas —contestó, —co ntestó, y los lo s ho hombr mbros os se le hundieron—. Que Brazil anda muy ocupado. Que me ha dejado superclarito que prefiere estar con sus colegas de la fraternidad y en las fiesta fiestas s del equipo fút que en conmigo. conmig o. El mes pasado pasad organizó or ganizó fiesta de cumpleaños dede la fútbol talbol Abby su apartamento y ni osiquiera melainvitó. Me enteré anoche por Kendra Collins. A ver…, ¿en serio? Nos hemos dicho de todo hoy. Y me ha soltado prácticamente el mismo rollo que la última vez. Levanté una ceja.  —Pues eso es una mier m ierda, da, Ray. Ella asintió y bajó la mirada a sus manos, en el regazo, y entonces, apenas una milésima de segundo, miró a Kody. Soltó una risa corta, sombría.  —Mi padre padr e ador ado r a a Brazil Bra zil.. En mi casa solo so lo se oye decir —juntó las cejas y puso voz grave para imitar a su padre—: A Jason Brazil le aceptarían con los ojos cerrados en la Academia Naval. Jason Brazil tendría muchos puntos para ingresar en los SEAL, etcétera, etcétera, etcétera. Mi padre cree que Jason podría ser un buen militar.  —Yoo no dejar ía que eso  —Y es o me nublase el sentido. sentido . Puede que mandarle mandar le a la la Academia Acade mia Naval sea una buena manera de quitártelo quitár telo de encima. Raegan se echó a reír. Pero entonces una lágrima rodó por su mejilla y ella se apoyó en mi hombro. La rodeé con el brazo y la celebración que estaba teniendo lugar a media barra de distancia cesó de inmediato. Kody apareció al otro o tro lado de Raegan. Raegan.  —¿Qué ha pasado? pasado ? —preg —pr eguntó untó con co n una mir mi r ada de sincer since r a preocupación.  —Nada —dijo ella, ell a, secándose secándo se rápidam r ápidamente ente los lo s ojo o jos. s. Kody pareció pareció sentir sentirse se dolido.  —Me lo puedes contar, co ntar, lo sabes. Sigue Sig ue impor im por tándom tándomee verte ver te mal.  —Peroo no puedo hablar de esto contig  —Per co ntigoo —insi —insistió stió ella, ell a, y la cara car a se le contrajo de pena. pena. Kody apoyó el dedo pulgar de una mano bajo el mentón de Raegan y, levantándole la cara un poco, consiguió que ella alzara la vista para mirarlo a los ojos.  —Yoo so  —Y solo lo quiero quier o que seas feliz. fel iz. Es lo único que me impor im por ta.

Raegan silencio sus grandes ojos overdes y entonces se abrazó a sucontempló pecho. Él Él laenestr est r echó contra sí, apoyando apoyand la palma de su mano

 

de gigante delicadamente en su nuca, la besó en la sien y, sin decir ni una palabra, se quedó así, abrazándola simplemente. Yo me levanté y volví con el resto, mientras Kody y Raegan tenían su momento de intimidad.  —Caramba  —Car amba carambi car ambita. ta. ¿Eso signifi sig nifica ca que han vuelto vuelto?? —me preg pr eguntó untó Blia. Negando Ne gando con co n la cabeza, respondí:  —No. Pero Per o otra otr a vez son so n amig ami g os. os .  —Kody es un cielo ciel o —comentó —co mentó Jor Jo r ie—. Ella acabar a cabaráá dándose dándo se cuenta. Mi móvil mó vil vibró. vibró . Era Trenton.  —¿Hola?  —¿Hol a? —respo —r espondí. ndí.  —El maldito mal dito Intrepid Intrepi d se niega nieg a a ar arrr ancar. No sé si podr ías venir a buscarme busc arme al trabajo, ¿cómo lo ves?  —¿Termina  —¿Ter minass ahor aho r a? —preg —pr egunté, unté, mir mi r ando mi r eloj. elo j.  —Cal y yo hemos hemo s tenido una conver co nversaci sacióó n.  —Vale…  —V ale… Per Pe r o antes de entrar entr ar en mi turno de noche no che tengo teng o que ir pitando a casa a cambiarme… —No oí nada al otro lado de la línea— lí nea—.. ¿Trenton? ¿Trenton?  —¿Sí? O sea, sí. Per Perdona dona.. Es que estoy muy cabreado cabr eado.. Tiene uno de esos motores de dos litros coma siete, y sabía que iba a… Pero no entiendes ni una palabra de lo que estoy diciendo, ¿no? A pesar de que él no pudiera pudiera verme, sonreí. sonr eí.  —No. Pero Per o allí all í estar es taréé en quince quinc e minutos. mi nutos.  —Genial.  —Geni al. Gracias Gr acias,, nena. Tómate Tó mate tu tiempo. tiempo . El asfalto asfal to se está poniendo poni endo peor. Después de cortar la llamada bajé la vista y me quedé mirando mi móvil, que sujetaba entre los dedos. Me encantaba cómo me hablaba. Los apelativos. Los mensajes de texto. La sonrisa que le formaba ese hoyuelo increíble en la mejilla izquierda. Jorie me guiñó un ojo.  —Ese del teléfono teléfo no tenía que ser se r un chico. chico .  —Perdona  —Per donadme, dme, tengo teng o que ir me. Os veo a todos todo s esta noche. no che. Me dijeron adiós todos a la vez, agitando las manos, y yo salí a paso ligero hacia el Pitufo. Por poco no me caí de culo en el suelo al intentar parar. Habían Habían encend encendido ido el alumbrado de seguridad, seg uridad, unos focos foco s muy altos cuyos haces de luz perforaban la oscuridad. La lluvia gélida, que me

helaba de piel quecoches tenía aparcados. al descubierto, repiqueteaba al chocar los con centímetros las carrocerías de los No me extrañó que

 

Trenton hubiese dicho que el asfalto estaba poniéndose peor. No recordaba precipitaciones invernales así de abundantes tan al inicio de la estación. Aunque el pocos Pitufo minutos se resistió ratito antes de acceder a ponerse en marcha, a los de launllamada telefónica de Trenton estaba ya conduciendo cautelosamente en dirección a Skin Deep. Él me esperaba en la calle con su abultado abrigo azul, con los brazos cruzados delante del pecho. Se acercó hasta detenerse al lado de mi coche y aguardó, mirándome mir ándome con cara car a de expect expectación. ación. Yo bajé la ventanilla ventanilla hasta la mitad. mi tad.  —¡Sube! Él negó con la cabeza.  —Vamo  —V amos, s, Cami. Cami . Ya Ya sabes que se me m e hace r aro. ar o.  —Corta  —Cor ta el ro r o llo —repli —r epliqué qué yo yo..  —Tengo que conducir co nducir yo —insistió —insi stió él, tir itando. itando .  —¿A estas altura al turass todavía toda vía no te fías de mí? mí ? Él volvió a negar con la cabez cabeza. a.  —No tiene nada que ver con co n fiar fia r me de ti. Pero Per o es que… no puedo puedo.. Se me cruzan los cables.  —Vale,  —V ale, vale —respo —r espondí ndí yo, apartándom apar tándomee hacia un lado para par a pasar por po r encima de la consola hasta el asiento del acompañante. Trenton abrió la puerta y subió al coche y, una vez dentro, se frotó las manos.  —¡Joder,, qué fr  —¡Joder frío ío!! ¡Vámo ¡Vámonos nos a vivir vivi r a Califor Calif or nia! —Nada más decir esas palabras se arrepintió de haberlo hecho y me miró con una cara que era una mezcla de susto susto y remor r emordimient dimiento. o. Me habría gustado decirle que no pasaba nada, pero estaba demasiado entretenida manejando la inmensa oleada de sentimiento de culpa y vergüenza que me inundó hasta casi ahogarme. Hacía semanas que T. J. no se había puesto en contacto conmigo. Pero toda la situación, dejando a un lado el respetuoso paréntesis temporal entre el final de una relación y el comienzo de la otra, resultaba especialmente insultante. Para T. J. y para Trenton por igual. Saqué un par de cigarrillos de mi cajetilla y, poniéndomelos los dos entre los labios, los encendí a la vez. Trenton tomó uno y le dio una

calada. Cuando detuvo el coche enir:el se volvió hacia mí y empezó a decir dec : aparcamiento de delante de mi casa,

 

 —No era er a mi intención… intenció n…  —Lo sé —le interr inter r umpí yo—. yo —. De verdad, ver dad, no pasa nada. Vamo amoss a olvidarnos, olvida rnos, por favor. favor. Trentonescena. asintióÉl con al vercomo que yo no depensaba montar ninguna teníaevidente tan pocaalivio intención reconocer que algo había dejado con T. J. Era infinitamente más cómodo fingir que no éramoss conscientes éramo conscientes de ello.  —¿Peroo me dejas que te pida  —¿Per pi da un favor favo r ? —Trenton —Tr enton asintió y esper espe r ó par paraa oír qué quería pedirle—. No les digas nada aún a tus hermanos sobre lo nuestro. Sé que Thomas, Taylor y Tyler no vienen mucho por aquí ya, pero sinceramente no estoy preparada para tener esa conversación con Travis la próxima vez que se deje caer por el Red. Él sabe que T. J. y yo estábamos juntos. j untos. Y… Y…  —No, lo entiendo. entiendo . Por lo que r especta a Travis, Tr avis, no ha habido cambio cambi o alguno. Pero Pero algo sí que se va va a oler. Sonreí.  —Si le l e cuentas que vas a po porr mí, mí , luego lueg o no se sor so r prender pr enderáá tanto. Trenton Trent on rio r io para par a sí y asintió. asintió. Salimos del coche y fuimos corriendo hasta la puerta de mi apartamento. Metí a toda prisa la llave en la cerradura y, al oír el chasquido de apertura, empujé sin pensármelo. Trenton cerró al entrar. Subí la temperatura que marcaba el termostato y, al encaminarme hacia mi habitación, oí que alguien llamaba a la puerta con los nudillos. Me quedé petrificada. Lentamente, giré sobre mis talones. Trenton me miró en busca de alguna señal mía que le indicase quién podría ser. Pero yo me encogí de hombros. Antes de que cualquiera de los dos pudiese llegar hasta la puerta, la persona del otro o tro lado se puso a aporr apor r earla violent vio lentament amentee con un puño. puño. M Mee estremecí. Los hombros se me subieron al instante a las orejas. Cuando cesaron los lo s golpes, go lpes, eché eché un un vistazo vistazo por la mirilla. mir illa.  —¡Joder ! —susurr —susur r é, y mir mi r é a mi alrededo alr ededorr —. Es Es mi padre. padr e.  —¡Camille!  —¡Camill e! ¡Abr ¡Abree ahor aho r a mismo mi smo esta maldita mal dita puerta! puer ta! —chilló —chil ló.. Las palabras se le enredaban unas con otras. Había estado bebiendo. Giré el pomo de la puerta. Pero antes de que me diese tiempo a tirar para abrirla, mi padre empujó y se abalanzó sobre mí. Yo retrocedí

rápidamente, hasta que mi espalda chocó contra la jamba de la puerta que daba al pasillo pasillo. .

 

 —¡Estoy hasta has ta las narices nar ices de tus gili gi lipol polleces leces,, Camil Cam ille! le! ¿Crees ¿Cr ees que no sé lo que te traes entre manos? ¿Crees que no veo tus faltas de respeto? Trenton se colocó inmediatamente a mi lado y estiró un brazo entre mi padre y yo, apoyando la mano el marchar pecho dese.miInmediatamente. padre.atamente. —Su tono  —Señor  —Seño r Camlin, Camli n, tiene usteden que mar charse. Inmedi de voz voz era sereno pero firme. Mi padre, sorprendido al ver a otra persona dentro del piso, retrocedió apenas unos instantes y a continuación pegó su cara a la de Trenton.  —¿Y quién coño co ño te cr crees ees tú que er eres? es? ¡Esto es privado pr ivado,, así que ya puedes darte el piro! —exclamó, y bruscamente señaló la puerta de mi casa con la cabeza. Yo supliqué con la mirada a Trenton que no me dejase sola, al tiempo que le decía que no con la cabeza. De pequeña mi padre me había dado azotes y también un par de veces me había abofeteado, pero mi madre siempre estaba ahí para desviar su atención e incluso reconducir su ira. Esta era la primera vez desde secundaria que lo veía físicamente violento, cuando mi madre por fin le había plantado cara y le había dicho que la siguiente vez que empinase el codo sería la última. Y él sabía que lo había dicho en serio. Trenton arrugó la frente y bajó el mentón con la misma expresión en la mirada que cuando se disponía a abalanzarse sobre un contrincante.  —No quiero quier o pegar peg arme me con co n usted, señor, seño r, pero per o si no se marcha mar cha inmediatament inmediat amentee me veré ver é obligado oblig ado a hacerle salir de aquí. Mi padre se lanzó contra Trenton y los dos se estamparon contra la mesita de al lado del sofá. La lámpara cayó al suelo a la vez que ellos. Entonces, mi padre alzó el puño. Pero Trenton lo esquivó y cambió de postura para inmovilizarlo.  —¡Noo ! ¡Parad!  —¡N ¡Para d! ¡Papá, par a! —chillaba —chil laba yo. Y mientr mi entras as pelea peleaban, ban, me m e tapé la boca con las manos. Mi padre se quitó de encima a Trenton y, levantándose, vino hacia mí dando tumbos. Trenton logró levantarse del suelo. Lo agarró y tiró de él hacia atrás, pero mi padre siguió estirando los brazos para tratar de cogerme. Me miraba como un monstruo, y por primera vez comprendí lo que había tenido que sufrir mi madre. Estar en el lado equivocado de ese tipoo de furia tip fur ia result r esultaba aba aterr aterrador. ador.

Trenton lanzócon padr suelo delante de Trent él, loon señaló coanmi unpadre dedo dedoe yaldijo: dijo : de un impulso y, colocándose delante

 

 —¡Estese ahí y no se mueva, mue va, me cago cag o en todo! todo ! Mi padre jadeaba intensamente, pero, terco como una mula, se puso de pie como pudo pudo y, bamboleándose, bamboleándose, dijo: dijo :  —Vo  —V o y a matarte, matar te, hijo hijalo respeto. de puta. Y luego lueg o le voy a ense enseñar ñar a esa cría cr ía lo que pasa cuando me falta Tan rápidamente que casi no lo vi, Trenton retrocedió y empotró un puño en la nariz de mi padre. Él se fue hacia atrás dando tumbos al tiempo que empezaba a sangrar como si fuese un surtidor. Entonces, se cayó hacia delante. Golpeó el suelo con tal fuerza que rebotó. Durante muchos segundos todo quedó en absoluto silencio. Mi padre no se movía. Simplemente estaba tendido de bruces delante de nosotros.  —¡Dio  —¡D ioss mío! mí o! —exclamé, —excl amé, agachándo ag achándome me a toda pr isa. Me daba miedo mi edo que estuviese muerto. No porque fuese a echarle de menos, sino por los problemas que acarrearía a Trenton si le había matado. Zarandeé a mi padre por un hombro y acabó volviéndose, girando de costado. Sangraba profusamente por una brecha abierta en el puente de la nariz. La cabeza se le cayó hacia un lado. lado . Estaba Estaba inconsciente.  —Oh, gr g r acias a Dios. Dio s. Está vivo —dije. —dij e. De De nuevo, nuevo , me tapé la boca bo ca con co n la mano, y miré a Trenton—. Lo siento. Lo siento muchísimo. Él se puso puso de rodillas, r odillas, sin poder dar crédito.  —¿Peroo qué coño  —¿Per co ño acaba de pasar pas ar?? Yo negué con la cabeza y cerré los ojos. Cuando se enterasen mis hermanos, herman os, sería la guerra. g uerra.

 

Capítulo Cap ítulo 17 17

 

Dios mío! —exclamó mi madre cuando abrió la puerta—. ¿Pero, Felix, qué has hecho? ¿Qué ha pasado? Mi padre gimió. Con ayuda ayuda de mi madre madr e lo llevamos hasta el sofá. Cuand Cuandoo lo tumbamos, tumbamos, ella lo miró mir ó tapándose tapándose la boca; luego fue a por una almohada y una manta, manta, y se las puso. Después, me abrazó.  —Ha bebido —dije —dij e yo. yo . Ella deshizo el abrazo y, con una sonrisa angustiada, trató de negar el hecho:  —Yaa no bebe. Lo sabes.  —Y sabes .  —Mamá —insistí—. —ins istí—. Huélele. Está bor r acho acho.. Ella bajó la vista a su marido y, con dedos temblorosos, se llevó la mano a la boca.  —Se ha pr presentado esentado en mi casa. Me agr ag r edió. edió . —Ella r eaccionó eacci onó echando bruscamente la cabeza hacia atrás para mirarme con los ojos como platos  —. no hubiese estado Tr ent allí, all í,ymamá… mam intención intenció dar me una Si paliza. Trent tuvo queTrent sujetarlo aun á… así seTenía echólasobre mí. n de darme Mi madre miró mi ró otra vez hacia abajo, abajo, a mi padre.  —Estaba furio fur ioso so por que no viniste vini ste a la comi co mida. da. Ento Ento nces Chase empezó a liarla. Ay, Señor. Esta familia se rompe por todas partes. —Se inclinó y quitó de repente la almohada de debajo de la cabeza de mi padre, que golpeó contra el reposabrazos del sofá. Entonces, le dio con la almohada, una vez, otra otr a vez—. ¡Maldit ¡Malditoo seas! —exclamó. Yo le sujeté los brazos y ella, entonces, dejó caer la almohada al suelo y rompió a llorar. llor ar.

  ¿Mamá? Si los lo s chico c hicoss se s e enteran enter an de que Trent Tr ent ha dejado a papá así… así…,, me temo temo que irán ir án a por por él.  —Puedo con co n eso, eso , nena. No te pr preo eocupes cupes por po r mí —dijo —dij o Trenton, Tr enton,

 

tendiéndome una mano. Pero Pe ro yo me ret r etraje. raje.  —¿Mamá? Ellaoasintió.  —Y  —Yo me ocupar o cuparé. é. Te lo pr prom ometo. eto. —Por la expr exp r esión esió n de sus o jos, jo s, vi que lo decía convencida. Volvió a mirar a mi padre, casi enseñando los dientes en gesto gesto de ira. ir a.  —Seráá mejo  —Ser mej o r que nos no s vayamos vayam os —dije —dij e yo, yo , dir dirig igiéndo iéndome me a Trenton. Tr enton.  —¿Peroo qué coño  —¿Per co ño ha pasado aquí? —preg —pr eguntó untó Coby, entr entrando ando en el salón desde el recibidor a oscuras. Por toda vestimenta llevaba unos pantalones cortos. Tenía los ojos cansados, como si le pesasen los párpados.  —Coby —dije —dij e yo, extendiendo un br brazo azo hacia él—. Escúchame. Escúcham e. No ha sido culpa de Trent.  —Lo he oí oído do —respo —r espondió ndió Coby, ceñudo—. ceñudo —. ¿De ¿De verdad ver dad te agr ag r edió? edió ? Asentí.  —Está bor r acho —dije. —dije . Cobyy miró a mi madre. Cob  —¿Qué piensas pi ensas hacer hac er??  —¿Cómo?  —¿Cóm o? ¿Qué quier qui eres es decir deci r ? —repli —r eplicó có ella. ell a.  —Ha pegado peg ado a Camille. Camil le. Jo Joder, der, es un señor seño r hecho y der derecho echo y ha agredido agr edido a tu hija de veintidós veintidós años. ¿Qué coño piensas hace hacerr al respec r especto? to?  —Coby —le —l e advertí. adver tí.  —A ver si lo adivino adivi no —dijo —dij o él—. Le amenazar amena zarás ás co conn abando abandonar narlo lo y luego te quedarás. qu edarás. Csé omo  —Esta vez no loComo —respo —rsiempre. espondió ndió mi madre. madr e. Bajó la vista hacia mi padre padr e y se lo quedó mirando unos instantes. Entonces, volvió a pegarle con la almohada—. ¡Estúpido! —dijo, y la voz se le quebró.  —Coby, no digas dig as nada, por po r favor favo r —le supliqué—. supli qué—. No necesitamo necesi tamoss una guerr a de Maddox Maddox contr contr a Camlin par par a remat r ematar ar el pastel. pastel. Coby taladró a Trenton con la mirada y a continuación, mirándome a mí, asintió.  —Te debía una. una . Suspiré.  —Gracias  —Gr acias..

Me fui con Trenton en mi coche a la casa de su padre. Condujo él. Al llegar, entramo entramoss en el camino de acceso acceso y dejó el motor al ralentí.

 

 —Madre mía, mí a, Cami. Todavía Todaví a no puedo creer cr eerme me que peg pegase ase a tu padre. padr e. Lo siento.  —No te disculpes discul pes —respo —r espondí ndí yo. Y tuve que tapar taparme me los lo s o jos jo s con co n una mano, pues casivamos casi no podía po soporta soporartarrAcción el sentimiento sent de humillación. hu  —Este año vamo s adíacelebr Acció n imiento de Gr Gracias acias enmillación. casa. Es decir, decir , lo celebramos todos los años pero esta vez vamos a cocinar nosotros. Un pavo de verdad. Con su salsa, su postre y toda la pesca. Deberías venir. —  En ese momento momento me vine abajo y Trenton me estrechó entre sus br brazos. azos. Resoplé, Res oplé, me sequé los ojos oj os y abrí abr í la puerta del coche.  —Tengo que ir a trabajar tra bajar.. —Salí del coche. co che. Trenton Tr enton también salió sali ó , dejando abierta la puerta del lado del conductor. Entonces, tiró de mí para abrazarme abraza rme y protegerme así del frío. frío .  —Deberías  —Deber ías llamar ll amar para par a avisar avisa r de que no te enc encuentra uentrass bien. Quédate Q uédate eenn casa con mi padre y conmigo. Veremos pelis antiguas de indios y vaqueros. Va a ser la noche más muermo de toda tu vida. Negué con la cabeza.  —Tengo que trabajar tr abajar.. Tengo que mantenerme mantener me ocupada. o cupada. Trenton Trent on asintió. asintió.  —Vale.  —V ale. Pues iré ir é para par a allá all á en cuanto me sea posibl pos ible. e. —Me tomó tom ó delicadament delicad amentee la cara car a con ambas manos y me dio un beso en la frent fr ente. e. Yo me separé separ é de él.  —Esta noche no che no puedes venir. venir . Por si mis mi s her manos mano s descubr des cubren en lo l o que ha pasado.  —¡Ja! No les tengo miedo mi edo a tus hermano her manos. s. Ni siquier siqui eraa a los l os tres junto juntoss a la —Tr vez. ent, so  —Trent, sonn mi famili fami lia. a. Pueden ser unos gi gili lipol pollas, las, pero per o son so n lo único que tengo. Igual que no quiero que te hagan daño a ti, tampoco quiero que les hagan daño daño a ellos. ello s. Trenton me abrazó, esta vez con mucha fuerza.  —No son so n lo único que tienes. Ya Ya no. no . Hundí mi cara en su pecho. Él me dio un beso beso en la coronilla. cor onilla.  —Además, con co n eso es con co n lo único que no se jueg ju ega. a.  —¿Con qué? qué ? —preg —pr egunté unté yo, pega pe gando ndo la meji m ejill llaa a su pecho. pec ho.  —Con la l a famili fam ilia. a.

Tragué saliva. Entonces, me puse de puntillas y le besé en los labios.  —Tengo que irme. ir me. —Y dando un salto para par a subir al asiento del

 

conductor de mi Pitufo, conductor Pitufo, cerr cer r é la puerta. Trenton Trent on aguardó ag uardó a que yo bajase la ventanilla ventanilla para responderme. r esponderme.  —Vale.  —V ale. Esta noche noc he me quedo en casa. Per o ll llamar amar é a Kody par paraa que no te —Por quite ojo. favor, favo r, no vayas a contar c ontarle le lo l o que ha pasado —le supli s upliqué. qué.  —No le diré dir é nada. Sé que él se lo contarí co ntaríaa a Raegan Raega n y ell ellaa a Hank y al final tus hermanos acab acabarían arían enterándose. enterándose.  —Exacto —dije, —dij e, valor valo r ando no ser la única que se daba cuenta de lo prote pro tect ctor or que era Hank Hank conmigo—. conmigo —. Luego Luego nos vemos.  —¿Te parece par ece bien bi en que me pase a ver ve r te cuando vuelvas a casa? Me lo pensé unos uno s instantes.  —¿Puedes estar es tar en mi casa par a cuando yo ll lleg egue? ue?  —Estaba esperando esper ando que me lo pidieses pidi eses —respo —r espondió ndió él con co n una gr an sonrisa—. Estaré en la camioneta de mi padre. Trenton se quedó mirándome desde el jardincillo delantero mientras yo salía marcha mar cha atr atr ás. Cuando Cuando llegué al Red Red Door, respiré r espiré aliviada al ver que teníamos por delante la noche de domingo más concurrida desde hacía mucho. Aunque el mal tiempo disuadía a los clientes del estudio de tatuajes, no disuadía en absoluto a quienes querían alcohol, ligoteo y mover el esqueleto. Las chicas iban aún en manga corta, con camisetas ajustadas o vestidos, y no pude por menos que menear la cabeza asombrada al ver entrar a todas y cada una de ellas castañeteando los dientes. Esa noche curré como una mula, sirviendo birras y cócteles a tutiplén, lo cual era un cambio muy de agradecer después de una jornada eterna en Skin Deep.estaba Luego me marché a casa y, tal como bronce me había prometido, Trenton sentado en la camioneta de color de Jim, al lado del hueco donde yo siempre siempr e aparcaba. Entró conmigo en casa y me ayudó a recoger el desbarajuste que habíamos había mos dejado cuando cuando nos llevamos a mi padre al Jeep. La lámpara rrota ota y todos sus añicos sonaron con estrépito al echarlos al cubo de la basura. Trenton levantó del suelo la mesa auxiliar, varias de cuyas patas se habían partido.  —Esto lo l o ar arrr eglar eg laréé mañana. maña na. Asentí y me fui entonces a mi cuarto. Trenton esperó tumbado en mi cama a que yo me lavara la cara y me cepillara los dientes. Cuando me

metí en la cama con él, me estrechó contra su piel desnuda. Se había quitado toda la ropa excepto los bóxers y, aunque solo llevaba menos de

 

cinco minutos en mi cama, las sábanas ya estaban calientes. Yo me estremecí est remecí de frío fr ío y me pegué a él, y él me abrazó aún más fuer fuer e. Al cabo cabo de unos minutos minutos sin si n decir nada, Trenton Trenton suspiró suspiró..  —He estado pensando nuestra nuestrMe a cena de que… mañanaBueno, por po r lano noche. nosé. che.Siento Creo Cre o que deberíamos esperar unenpoco. parece que deberíamo deberíamoss esperar. Asentí. Yo tampoco quería que nuestra primera cita se viese empañada por el peso del recuerdo de lo que había había ocurrido ocurr ido ese día.  —Oye —susurr —susur r ó en voz baja, con co n cansancio—. cansanci o—. Esos Eso s dibuj dibujos os de las paredes… ¿son tuyos?  —Sí —respo —r espondí. ndí.  —Son bueno bue nos. s. ¿Por qué no me dibujas di bujas uno? uno ?  —La verdad ver dad es que ya no dibujo. dibuj o.  —Pues deber debe r ías empeza empezar. r. Tú tienes obr as mías m ías en las l as par edes de tu cas casaa  —dijoo él, indicando  —dij indi cando un par de dibujo dibuj o s enmarcado enmar cados. s. Uno era er a un boc boceto eto a lápiz de mis manos, una apoyada sobre la otra; en los dedos se veía mi primer ta tatu tuaje. aje. El otro era un carboncillo de una chica chica demacrada con una calavera en la mano, que me empeñé en que me regalase cuando lo hubo te terr minado—. Me gustaría gustaría tener tener algunos dibujos hech hechos os por po r ti.  —Tal vez —dije —di je yo, yo , acomo aco modándo dándome me en la l a almoha alm ohada. da. Ni él ni yo dijimos mucho más después de eso. La respiración de Trenton se volvió más acompasada y yo me quedé frita con la mejilla apoyada en su pecho, subiendo y bajando lenta y rítmicamente.   A lo largo de una semana y media no hubo noche en que la camioneta de Jim no estuviera en uno u otro estacionamiento del exterior de mi piso. Y aunque debería haber estado angustiada pensando en que mis hermanos pudieran presentarse y empezar a molestarme, o incluso temiendo que regresase mi padre, jamás me había sentido tan segura. Después, tan pronto como le arreglaron el Intrepid, Trenton empezó a acudir al Red Door a la hora hor a del cierre cierr e para acompañarme hasta hasta el Jeep. Jeep. Al amanecer del día de Acción de Gracias, desperté tumbada de espaldas a Trenton, mientras él me recorría suavemente el brazo con una mano, arriba y abajo.

Resoplé y me sequé una lágrima que estaba a punto de caérseme desde la punta de la nariz. Mi padre seguía viviendo en casa. Los que estábamos

 

enterados de lo que había ocurrido habíamos decidido no contar nada a los demás hermanos y, a fin de preservar el ambiente de paz por lo menos hasta pasadas las vacaciones, yo iría a celebrar Acción de Gracias en otra parte.  —Siento mucho que estés triste. tri ste. Ojalá Oja lá pudiera pudier a hacer algo alg o —dijo —dij o Trenton.  —Soloo me apena mi madre.  —Sol madr e. Es el pr prime imerr día de Acció Acciónn de Gr Gracias acias que no estaremos juntas. Según ella, no hay derecho a que yo no esté allí y él sí.  —¿Y por po r qué no lo oblig obl igaa a mar m archar charse? se? —preg —pr eguntó untó Trenton. Tr enton.  —Lo está pensando. pensando . Pero Per o no quiere quier e hacerles hacer les eso a los lo s chicos chico s durante dur ante estos días festivos. Siempre ha procurado hacer lo mejor para todos nosotros.  —Peroo esto no va de lo que es mejo  —Per mej o r para par a todos todo s vos vosotr otros os.. En esta situación nadie va a salir ganando. Debería simplemente darle una patada en el culo y dejarte dejar te a titi pasar Acción Acción de Gracias Gr acias junto junto a los lo s tuyos. tuyos. Me tembló el labio.  —Trent,  —Tr ent, los lo s chicos chic os me echar ec harán án a mí m í la l a culpa. culpa . Ell Ellaa sabe lo l o que hace.  —¿Y no pr preg eguntar untarán án dónde dó nde estás?  —Hace semanas sema nas que no voy vo y a comer co mer con co n ell elloo s. Mi madre madr e da por po r sentado sent ado que mi padre no les permitirá permi tirá hacer demasiadas preguntas.  —Vente  —V ente a nuestra nuestr a casa, Cami. ¿Por fa? Vendr Vendrán án todos todo s mi miss hermano her manos. s.  —¿Todos?  —¿Todo s? —preg —pr egunté unté yo.  —Sí. Va a ser la pr prim imer eraa vez que estemos estemo s todos todo s junto juntoss desde que Thomas se pañuelo mudó fuera por ese trlaabajo. Cogí un de papel detr caja que tenía encima de mi mesilla de noche y me sequé la nariz.  —Es que ya me he of ofrr ecido para par a trabajar tra bajar en el bar de copas. co pas. Solo Sol o vamos a estar Kody y yo. Trenton Trent on suspiró. suspiró . Pero Pero ya no insistió más. Cuando Cu ando salió el sol, so l, Trenton se despidió despidió de mí con co n un beso beso y se marchó mar chó a casa. Yo me quedé durmiendo una hora más y luego me obligué a levantarme. Me encontré a Raegan en la cocina, preparando huevos. Por una milésima de segundo creí que iba a ver a Kody por allí. Pero solo estaba ella, con la mirada perdida.

 —¿Esta noche noc he irás ir ás a casa ca sa de tus padr es? —le —l e preg pr egunté. unté.  —Sí. Siento que te toque curr cur r ar.

 

 —Me ofr ecí yo. yo .  —¿Porr qué? ¿Y tu  —¿Po tu padre padr e no se ha puesto pues to como co mo un basilis basi lisco co??  —Es que va a ser el pr prime imerr Acción Acció n de Gracias Gr acias de Hank y Jor Jo r ie bajo el mismo techopues y, sí,eso Felix ha gener puesto como  —Vaya,  —V aya, es se muy ge neroo so de un tu basilisco. parte par te —dijo —dij o ella, ell a, mientr mi entras as vertía de la sartén a su plato los fetos de pollo convertidos en huevos revueltos—. ¿Quieres? —me preguntó, sabiendo ya la respuesta. Yo hice una mueca.  —Bueno —dijo, —dij o, cambiando cambi ando de tema, y se ll llevó evó el tenedor a la boca—. boc a—. Trenton prácticamente se ha venido a vivir aquí.  —En reali r ealidad dad solo so lo está… asegur aseg urándo ándose se de que estoy e stoy bien. bi en.  —¿Y eso qué narices nar ices quier e decir ? —preg —pr eguntó untó ella, ell a, mi mirr ándome ándo me con co n cara de reprobación.  —Que tal vez Felix Feli x se pr presentar esentaraa aquí el fin de semana sema na pasado cuando volví a casa después de la reunión de personal. Y que puede que intentase agredirme. El tenedor de Raegan se detuvo a medio camino entre el plato y su boca y su rostro ro stro fue pasando por varias fases: de de confusión a susto y finalmente finalmente ira.  —¿Cómoo has dicho  —¿Cóm di cho??  —Trenton  —Tr enton estaba es taba aquí. Pero Per o yo r ealmente ealm ente no…, no he hablado ni con co n mi padre ni con nadie de mi familia.  —¿Qué dices? dices ? —repuso —r epuso ella, ell a, enfureciénd enfur eciéndos osee por po r mo momento mentos—. s—. ¿Cóm ¿ Cómoo es que no no me m e lo habías habías contado? contado? —pregunt —preg untóó con co n voz agudísima.  —Por te lo tom asne todo trem acabas hacer.  —¿Y que cómo có mo se tomas supone supo quea la metremenda. lo enda. tengoComo que tom tomar ar?? de ¿Felix ¿Feli x estaba en nuestro piso, agrediéndote, lo que coño signifique eso, y tú decides no contármelo contár melo?? ¡Yo ¡Yo también vivo aquí! Arrugué Arr ugué la frente. frente.  —Tienes r azón. azó n. Joder, Jo der, Ray, Ray, perdona per dona.. No se me o curr cur r ió pensar que podrías podrí as llegar a casa y encontr encontr ártelo aquí. Ella apoyó la palma de una mano en la encimera del desayuno.  —¿Trent  —¿Tr ent se quedará quedar á esta noche no che aquí? aquí ? Yo r espondí negativament neg ativamentee con la l a cabeza. Las cejas se me juntaron. juntar on.  —No, sus hermano her manoss van a ir i r a verles. ver les.

 —Pues yo aquí no te dejo sola. so la.  —Ray…

 

 —¡Punto en boca!  —¡Punto bo ca! Tú te vienes vi enes conmi co nmigo go a la casa de mis m is padr pad r es.  —Ni hablar de eso… eso …  —Claroo que sí, y además te va a encantar, como  —Clar co mo escar miento mie nto por po r no haberme dicho que el apsicópata deanda tu padre entró en nuestro apartamento dispuesto dar te unamaltratador darte paliza paliza ¡y aún suelto! suelto!  —Mi madre madr e lo tiene contro co ntrolado lado.. No sé qué es lo que ha hecho con co n él, pero no ha vuelto aquí y Colin, Chase y Clark no saben nada de nada.  —¿Trent  —¿Tr ent le pegó? peg ó?  —Estoy casi segur seg uraa de que le partió par tió la nariz nar iz —dije —dij e yo, yo , estremeciéndome.  —¡Bien! —exclamó —excl amó ella—. ell a—. ¡Coge ¡Cog e tus bártulo bár tulos! s! Nos No s lar larga gamo moss en veinte minutos. Obedecí y me fui a preparar una bolsa con lo necesario para pasar la noche fuera. Metimos las bolsas de las dos en el maletero del coche de Raegan y, justo cuando ella empezaba a dar marcha atrás para sacarlo del aparcamiento, mi móvil pitó. Lo levanté para ver la pantalla.  —¿Qué? —preg —pr eguntó untó Raegan, Raega n, mir mi r ándome ándo me a mí y a la carr car r etera eter a alternativamente—. ¿Es ¿Es Trent? Negué con la cabeza.  —T. J. me preg pr egunta unta si le l e puedo acercar acer car mañana al aer opuer opue r to. Raegan arrugó el ceño.  —¿Y no le puede llevar lle var su padre padr e u otra o tra perso per sona? na?  —Yoo no puedo —dije yo, tecleando mi r espuesta en el móvil  —Y mó vil.. Hecho lo cual, lo dejé en mi regazo—. Si lo llevase, podría liarse todo de mala manera. Raegan Rae gan me dio unas palmadit palmaditas as en la rodilla. r odilla.  —Bien hecho. hecho .  —No me puedo cr creer eer que haya venido. venido . Estaba tan segur seg uroo de que no iba a poder escaparse por Acción Acción de Gracias. Mi móvil volvió a pitar. Bajé la vista.  —¿Qué dice? di ce? —preg —pr eguntó untó Raegan. Raeg an.  —«Yaa sé lo que estarás  —«Y estar ás pensando, pensando , pero per o no supe que vendr vendría ía hasta hace un par de días» —dije, leyendo el mensaje en alto. Raegan entornó los ojos mientras veía cómo tecleaba una breve

respuesta.  —Estoy hecha un lío. lí o.  —Yoo tampoco  —Y tampo co entiendo qué tiene que ver Eakins con co n su trabajo traba jo,, pero per o

 

probablemente lo que dice sea verdad.  —¿Porr qué piensas  —¿Po piens as eso? eso ? —preg —pr eguntó untó ella. el la.  —Por que, si no, no vendría. vendr ía. Cuando llegamos a casa dede los padres Raegan,con reaccionaron sorprendidos pero se alegraron verme y mede recibieron los brazos abiertos. Me senté en la encimera de color azul marino de la cocina, a escuchar el relato de Sarah de cuando Raegan era pequeña y no había forma de separarla de su mantita, y las historias de Raegan sobre Bo, su padre. La casa estaba decorada en tonos rojos, blancos y azules, con banderas de Estados Unidos y estrellas. En las paredes había fotografías en blanco y negro que ilustraban episodios de la carrera de militar en la Marina de Bo. Raegan y sus padres se despidieron de mí con la mano cuando me marché a hacer mi turno en el bar. El aparcamiento del exterior del Red Door era más asfalto que coches, y los escasos clientes no se quedaron mucho tiempo. Me alegré de ser la única camarera. Acabé con tan pocas propinas pro pinas que que casi no me compensó haber ido i do a trabajar. Trenton me mensajeó como media docena de veces, para pedirme aún que fuese a cenar con ellos. Estaban jugando al dominó y luego iban a ver una peli. Imaginé lo que sería estar acurrucada en el sofá de su padre junto a Trenton. Y me sentí un poquito celosa de Abby por poder pasar unas horas en compañía de los Maddox. Una parte de mí deseaba más que nada en el mundo mundo estar allí con ellos. ello s. Cuando comprobé mis mensajes entrantes nada más cerrar, vi que Trenton me había escrito para pensé darmeque la ya noticia de que Travismás y malas Abby habían cortado. Y justo cuando no podría soportar noticias, sonó mi móvil mó vil y apareció el nombre de Trenton Trenton en la pantalla. pantalla.  —¿Hola?  —¿Hol a? —dije. —dij e.  —Me siento de pena —dijo —di jo él en voz vo z baja. baja . Y r ealm ealmente ente lo parecía—. par ecía—. Me parece que no voy a poder escabullirme de aquí esta noche. Travis está hecho polvo. Yo tragué saliva para deshacer el nudo que estaba formándose en mi garganta.  —No pasa nada.

  No. Sí que pasa. pasa . Intenté sonreír, con la esperanza de que se me notara también en la voz.  —Mañana me lo l o podr ás compensa co mpensar. r.

 

 —Lo siento s iento muchísim muchí simo, o, Cami. No sé qué decir. deci r.  —Di que nos no s veremo ver emoss mañana. maña na.  —Te veré ver é mañana. maña na. Te lo pr ometo. om eto. Cuando Cu ando hubimos echado echado eldecierre cier al local, lo cal, Kody me acompañó hasta hasta mi coche. Bajo la iluminación losrefocos de seguridad, nuestro aliento se veía blanquísimo.  —Felizz día de Acción  —Feli Acció n de Gracias Gr acias,, Cami —dijo —dij o Kody, y me dio un abrazo. Yo rrodeé odeé con mis brazos brazo s lo mejor m ejor que pude pude su anch anchoo corpachón. co rpachón.  —Felizz día de Acción  —Feli Acció n de Gracias Gr acias,, amig ami g o.  —Díselo a Raegan Raeg an también. tambié n.  —De tu parte. Kody se puso puso a escribir escri bir algo en su móvil en cuanto cuanto nos no s despedimos. despedimos.  —No estarás estar ás escr esc r ibiendo ibi endo a Ray, Ray, ¿verdad? ¿ver dad? —dije. —dij e.  —No, no —respo —r espondió ndió él, ya lejos lej os—. —. A Trenton. Tr enton. Me pidi pidióó que le mandase un mensaje cuando te hubiese dejado en tu Jeep. Sonreí y subí dando un salto al asiento del conductor, sintiendo por dentrr o que lamenta dent lamentaba ba no estar a punto de dirigir dirig irme me a su casa. Cuando regresé a la casa de Bo y Sarah, tenía las ventanas iluminadas. Todos se habían quedado levantados para esperarme. Me bajé del Jeep y cerré con fuerza. Casi había llegado a la entrada de la casa cuando un coche se detuvo en el bordillo. Me quedé de piedra. Aquel coche no me sonaba de nada. De él salió T. J.  —¡Por favor favo ! —exclamé, —exclam so soltando ltando de golpe go lpe todo el aire air e que había r etenido—. Merhas dado dado un é,susto de muerte. m uerte.  —¿Estás nervio ner viosa? sa? Yo me encogí de hombros. hombr os.  —Un poco. poco . ¿Cómo sabías sabía s que estaba aquí? a quí?  —Soy bastante ba stante bueno a la hor ho r a de encontra enco ntrarr perso per sonas. nas. Asentí.  —Desde luego. lueg o. La mirada mir ada de T. J. se dulcifi dulcificó. có.  —No me puedo quedar mucho. mucho . Solo Sol o quería… quer ía… La verdad ver dad es que no sé

por qué estoy aquí. Solo necesitaba verte.

Como yo no decía nada,

añadió—: He estado estado pensando un montón mo ntón en nosotro noso tros. s. Hay Hay días que pienso que podemos conseguir que funcione, pero cuando la realidad se impone

 

me quito la idea de la cabeza. Arrugué Arr ugué la frente. frente.  —¿Qué quier qui eres es de mí, m í, T. J.?  —¿Quier es que te oísta diga dig ver dad? —preg —pr eguntó. untó. yendas él continuó code ntinuó  —: —¿Qui Soy uneres cabr ón egoí eg staa ylateverdad? quiero quier o para par a mí solo so lo..YAun Aounasentí a sabi sabiendas que no tengo tiempo tiempo para estar cont co ntigo igo.. No No quiero que estés estés con él. No No quiero que estés con nadie. Estoy tratando de comportarme como un tío hecho y derecho, pero estoy harto de aguantar el tipo, Cami. Estoy harto de ser el adulto. ¿Y si te vienes a vivir a California? No sé.  —Ni siquier siqui eraa así nos no s veríam ver íamos os.. Mira Mir a lo que pasó el último últim o fin de semana que estuve allí. Yo no figuro entre tus prioridades. —No me lo rebatió. No dijo ni pío. Pero yo necesitaba oírselo decir a él—. ¿Verdad que no? Él levantó el mentón. La mirada dulce había desaparecido.  —No, es verdad. ver dad. Nunca has estado entre ellas ell as y lo sabes. Per Peroo no es porque por que no te ame. Es Es así, y nada más. Suspiré.  —¿Te acuerdas acuer das de cuando estuve en Califo Calif o r nia, cuando te dije dij e que sentía algo que nunca desaparecía? Pues ha desaparecido. T. J. asintió. Mientras procesaba lo que acababa de decirle, dejó vagar la mirada. Me tendió una mano y me besó en la comisura de los labios. Entonces, volvió a su coche y se marchó. Cuando las luces traseras desaparecieron al doblar una esquina, me quedé esperando algún sentimiento de vacío, o lágrimas o sensación de dolor en algún punto de mi cuerpo. O Pero sucedió nada. Podía ser no fuesededel consciente. queno quizá llevase ya tiempo sin que estaraún enamorada él. todo Que quizá estuviese estuviese enamor enamorándome ándome de otra otr a persona. perso na. Raegan abrió la puerta antes de que yo llamase y me tendió un botellín de cerveza.  —¡Es Viernes ier nes Negro! Negr o! —exclamó —excla mó Sarah Sar ah desde el sofá, so fá, sonr so nriendo iendo.. Bo alzó su cerveza en señal de bienvenida.  —Soloo quedan cinco semanas  —Sol sema nas para par a las Navidades —dije, —dij e, levantando mi cerveza también para saludar a Raegan y Bo. La idea de pasar las fiestas yo sola me revolvía las tripas. Hank cerraría el local y no tenía la opción

de distraerme trabajando. Sentí curiosidad por cómo se las apañaría Felix para explicar mi ausencia a los chicos. A lo mejor no tenía esa oportunidad. A lo mejor mi madre lo ponía de patitas en la calle y para

 

entonces las aguas habrían vuelto a su cauce lo suficiente como para poder celebrar las fiestas con todos en casa. Nos sentamos en el salón a charlar un rato y después Raegan y yo nos fuimos suZac cama rosay llena volantes. paredes estaban forradasadedormir, póstersade Efron AdamdeLevine. NosLas pusimos en chándal las dos y nos tumbamos en la cama con los lo s pies apoyados en la pared, por encima del cabecero, cabecero, y las piernas cruzad cr uzadas as a la altura de nuestr nuestr os tobillos tobillo s enfundados en calcetines. Raegan hizo chocar suavemente su botellín de cerveza con el mío.  —Felizz Acción  —Feli Acció n de Gracias Gr acias,, compi co mpi —dijo, —dij o, y bajó el mentón mentó n para par a poder po der dar un sorbo.  —Igualmente  —Igual mente —respo —r espondí ndí yo. yo . Sonó un pitidito en mi móvil. Era Trenton, que quería saber si había llegado ya a casa. Yo tecleé esta respuesta: «Esta noche me quedo con Raegan en casa de sus padres». Y él contestó: «Bien. Me quitas un peso de encima. Llevo todo el día preocupado por ti». Yo le respondí con el emoticono de carita guiñando un ojo. No estaba muy segura de qué más poner, así que dejé dejé caer el móvil en la cama, cerca de mi cabeza.  —¿Trenton  —¿Tr enton o T. J.? —preg —pr eguntó untó Raegan. Raeg an.  —Ostras,  —Ostr as, cuando lo dices así suena s uena hor ho r r ible. ibl e.  —Bueno, es e s que me m e conoz co nozco co el per cal. ¿Cuál de los l os dos do s er era? a?  —Tr  —Trenton.  —¿Teenton. pr eocupa preo cupa el hecho de que T. J. ande por po r aquí?  —Todo esto es de lo más r ar aro. o. Estoy esperando esper ando que de un mo momento mento a otro me mande un mensaje diciendo que se ha enterado de todos los detalles det alles escabro escabrosos sos sobre so bre Trent Tr ent y yo.  —Esta ciudad es pequeña. Se entera enterarr á tarde tar de o tempr temprano ano..  —Soloo espero  —Sol esper o que el asunto que le ha traído tra ído aquí le tenga tan ocupado oc upado que no le dé tiempo a hablar con nadie. Raegan Rae gan volvió a hacer hacer chocar su botellín con el mío.  —Por lo loss impedim im pedimentos. entos.

  Gracias Gr acias

dije dij e yo, yo , y apuré apur é mi cerveza cer veza en unos uno s trag tr agos os..

 —De todos todo s modo mo dos, s, tampoco tampo co es que haya muchos mucho s detalles escabros escabr osos os,, ¿no?

 

Me estremecí. Trenton no era precisamente virgen ni inseguro, así que debía reconocer que estaba más que sorprendida de que ninguna de las noches que había pasado en mi cama hubiese tratado de desnudarme.  —Igual que deberías deber ías decirle decir que guar gua rde dasla en la mesill mes illa de noche no che unos uno s condones brillan en laleoscuridad, despedida dea soltera de Audra  —sugir  —sug irió ió,, dando un trag tr agoo a su cerveza—. cer veza—. Eso siempr siem pree ayuda a yuda a r omper om per el hielo. Me reí en voz baja.  —Tambiénn los  —Tambié lo s tengo nor no r males. mal es.  —Ah, sí. Los Magnum. Mag num. Par Paraa el tro tr o nco de árbol ár bol de T. J. Soltamos una carcajada las dos a la vez. Me tronché de risa, hasta el punto de que acabó doliéndome la tripa y terminé sintiéndome completamente distendida. Solté un último suspiro y, dándome la vuelta, apoyé la cabeza en la almohada. Raegan hizo lo mismo. Pero en vez de tumbarse de lado, se quedó echada boca abajo con las manos metidas debajo deba jo del pecho. Miró en derr derredor edor y dijo:  —He echado de menos meno s nuestros nuestr os cuchicheo cuchiche o s sobr so bree chicos chico s aquí, en mi habitación.  —¿Qué se s e siente? si ente? —preg —pr egunté. unté. Raegan me miró entornando un poco los ojos y sonriendo con curiosidad.  —¿A qué te refi r efier eres? es? —dijo —di jo..  —¿Qué se siente al haber tenido ese tipo de infancia? infa ncia? Yo no me puedo ni La imaginar sent ir nostalgia de hacia la mía.unNi Nlado. i por un día. boca desentir Raegan se estiró  —Me entristece entri stece oír o írte te decir eso. eso .  —No hay mo m o tivo. tivo . Ahor Ahor a soy so y feliz. fel iz.  —Lo sé s é —dijo —dij o ella—. ell a—. Y lo mereces, mer eces, ¿sabes? ¿ sabes? Deja Dej a de pensar pensa r que no. no . Suspiré.  —Lo intento. i ntento.  —T. J. debería deber ía dejar dej arte te decirlo decir lo.. No No hay derecho der echo a que lleves l leves esta carga car ga.. Y menos ahora.  —¿Ray?

 —¿Sí?  —Buenas noches. no ches.

 

Capítulo Cap ítulo 18 18

 

En

la madrugada del sábado Trenton me mandó de repente un mensaje de texto diciendo que estaba en la puerta de casa. Salté del pequeño pequ eño sofá de dos plazas y fui a abrir le.  —Tengo timbre, timbr e, ¿sabes? ¿sabe s? —dije. —di je. Él arrugó frente, se quitó el abrigo y lo colgó en el taburete que encont encontr r ó máslaa mano.  —¿Qué pasa? ¿Es que estamos estamo s en 1997? —Me agar ag arrr ó y, tir tirando ando de mí mí,, hizo que cayésemos en el sofá pasando por encima del respaldo de tal manera que él cayó de espaldas y yo aterricé encima de él.  —Qué fino f ino —le dije di je yo, yo , buscando sus labio l abioss con co n lo loss ojo o jos. s. Él levantó levantó el tronco tro nco y me besó y entonces miró hacia arriba. arr iba.  —¿Y Ray?  —Con Brazil Bra zil.. Habían quedado. quedado . Por Po r eso esta noche no che se ha ido pronto pr onto del local.  —¿Peroo no estaban peleado  —¿Per pel eadoss ayer mismo mi smo??  —Por eso han quedado. quedado . Trenton Trent on negó con la cabeza.  —¿Estoy chifla chi flado, do, o er eraa más feliz fel iz con co n Kody?  —Pues para par a ella ell a esta es su segunda seg unda o por tunidad con co n Jaso Jason, n, así que está tratando de limar asperezas, supongo. Me dijo que esta noche se quedaría a dormir dor mir con él en su casa. casa. Trenton Trent on se sentó en el sofá y tiró de mí.  —¿Termina  —¿Ter minaste ste de escr ibir ibi r el trabajo tr abajo??  —Sí —dije —dij e yo, yo , levantando la barbil bar billa—. la—. Y acabé los lo s deberes deber es de Estadística.

 —¡Oh! —exclamó —excl amó Trenton, Tr enton, r odeándo ode ándome me con co n los lo s brazo br azos—. s—. ¡Además de guapa, lista!  —¿Y eso por qué te choca cho ca tanto, cazurr cazur r o? —repli —r epliqué, qué, sintiéndome sintiéndo me

 

ofendida. Trenton se puso hacia atrás la gorra roja de béisbol y comenzó a darme besitos por todo el cuello mientras yo me desternillaba de risa. Pero al darme cuenta (y darse él)desvaneció de que estábamos estaríamo est aríamos s la noche enter entecuenta r a, se me desvan eció la risa. ri sa. solos y de que así Inclinándose hacia mí, Trenton fijó un instante la mirada en mis labios y a continuación continuación pegó su boca a la mía. Su Su manera de besarme besarm e era diferente a otras veces. Era lenta, llena de significado. Incluso me abrazaba de un modo que hacía que pareciese la primera vez. De pronto me puse nerviosa, sin saber saber por po r qué. Sus caderas se movieron contra las mías con un movimiento tan leve que me pregunté si no lo habría imaginado. Me besó de nuevo, esta vez con mayor firmeza. fir meza. Jadeó.  —Dios,  —Dio s, no sabes cuánto c uánto te deseo. dese o. Recorrí con los dedos su torso por encima de la camiseta, así el extremo inferior con ambas manos y tiré de la tela hacia arriba. Con un movimiento fluido, Trenton quedó desnudo de cintura para arriba, con su piel caliente pegada a mí. Y mientras su lengua se abría paso hasta la mía, yo acaricié su tersa piel y mis manos se detuvieron en el final de su espalda. Trenton se ancló a mí con los codos, evitando aplastarme con todo el peso de su cuerpo pero a la vez manteniendo presionado el bulto de debajo deba jo de la cremaller cremalleraa de los vaquero vaqueross contra la parte mullida de un un poco más abajo de mi hueso pélvico. Aunque se movía controlando sus impulsos, sentítanto claramente quemisma. deseabaRodeé eliminar la tela que interponía entre los dos, como yo su cintura con se mis piernas, enganchand enganch andoo los tobillos a la l a altur altur a de su trasero. trasero . É Éll gimió g imió y entonces entonces me susurróó sin alejar su boca de la mía: susurr  —No era er a así como co mo quería quer ía hacerlo hacer lo.. —Vo —Vo lvió a besarme—. besar me—. Prim Pr imer eroo quería llevarte a cenar.  —Tu novia nov ia es una camar er eraa de bar de copas co pas a la que le toca curr cur r ar todas las noches ideales para una cita. Haremos una excepción —dije yo. Inmediatamente Trenton se apartó de mí y buscó mis ojos con la mirada.

 —¿Novia?  —¿Novi a? Yo me tapé la boca con una mano, al tiempo que notaba que la cara entera me ardía entera ar día de vergüenza.

 

 —¿Novi a? —repitió  —¿Novia? —r epitió Trenton, Tr enton, esta vez más como co mo una preg pr egunta unta que como una expresió expresiónn de extrañeza. extrañeza. Yo cer cerré ré los ojos. ojo s. Mi Mi mano subió desde mi boca hasta hasta mi fr ente ente y luego mis dedos desliza n entr ent r e mis asieron a ellos. ello s.  —No sé se pordeslizaro qué loron he dicho. dicho . Me Mecabellos ha salido sal idoy se solo so lo. . El gesto de Trenton cambió de confuso a sorprendido y sonrió valorando mis palabras.  —A mí me par ece bien bi en si a ti también. tambi én. Las comisuras comisur as de mi boca se cur cur varon hacia arriba. arr iba.  —Creoo que esto es mejo  —Cre m ejorr que una cena. Me miró incrédulo.  —Camille  —Camil le Camli Cam linn es mía. m ía. Qué loc l ocur ura. a.  —En reali r ealidad dad no. no . Se veía venir hacía tiempo ti empo.. Él negó lentamente con la cabeza.  —No sabes cuánto. —Sonr ió exultante—. ¡Mi chica es un cañó cañón! n! —Su boca se pegó súbitamente a la mía y entonces me quitó la camiseta sacándomela sacán domela por la cabeza, cabeza, dejando dejando al descubierto descubierto mi sujetador sujetador r ojo. ojo . Pasó Pasó las manos detrás de mi espalda y con una abrió el broche, que soltó la prenda. Me bajó los tirantes por los hombros y los sacó por cada brazo y entonces dejó un reguero de besos calientes por todo mi cuello y mi escote. Suavemente pero con seguridad, Trenton cogió mi pecho y, llevándolo hacia su boca, lo chupó y lo lamió y lo besó hasta conseguir excitarme excit arme ta tant ntoo que apreté apreté con fuerza fuer za sus caderas caderas con mis muslos. Dejé De jé caer la l a cabeza cabeza sobre sobr e el reposabrazos r eposabrazos del pequeño pequeño sofá, mientras él continuaba y besándome hasta miyvientre y, con de las dos manos,lamiéndome me desabrochó los vaqueros me bajó la ayuda cremallera, descubriendo mis braguitas de encaje negro y rojo. Levantó la cabeza y mirándome a los ojos dijo:  —Si hubiese hubi ese sabido s abido que llevabas l levabas puesto esto, no habría habr ía podido po dido ag aguantar uantar tantoo tiempo. tant tiempo .  —Pues no esperes esper es más. má s. —Sonreí. —Sonr eí. Tras varios intentos frustrantes de maniobrar en el pequeño sofá, Trenton suspiró.  —A la mier mie r da —dijo y, tir ando de mí, mí , se sentó r ecto. Con mis piernas pier nas

todavía alreded todavía alr ededor or de su cintura, cintura, se levantó levantó y fue a llevarme a mi cuarto. cuar to. Oí unas voces amortiguada amor tiguadass al otro o tro lado de la puerta de casa y entonces entonces la puerta se abri abrióó de golpe, g olpe, chocando contra la pared.

 

Raegan traían las mejillas Raegan m ejillas sur surcada cadass de rímel r ímel cor co r rido. ri do. Llevab Llevabaa el vestido rosa de fiesta más bonito que había visto en mi vida.  —¡Noo lo entiendes! —exclamó  —¡N —excla mó—. —. ¡No puedes ll llevar evarme me de pareja par eja a una fiesta y luego dejarmedel toda la noche para irte ir te a beber beber con tus colegas de la fraternidad alrededor barril! Brazil entr entr ó y cerró cerr ó dando un porta por tazo. zo.  —¡Podrías  —¡Podr ías haber estado conmi co nmigo go allí all í pero per o no! ¡Tenías que pasarte pasar te la putaa noche empeñada put empeñada en poner poner mor ri ritos! tos! Trenton se quedó de piedra. Estaba de espaldas a Raegan y Brazil. Menos mal, porque en esa posición su cabeza tapaba mi pecho. Raegan y Brazil se nos quedaron mirando fijamente unos segundos y entonces ella rompió a llorar y salió corriendo hacia su cuarto. Brazil la siguió por el pasillo, no sin antes darle a Trenton una palmadita en el hombro desnudo. Trenton suspiró y me depositó en el suelo. Estiró un brazo en dirección al sofá para recuperar mi camiseta, mientras yo me ponía el sujetador. Raegan y Brazil seguían gritándose mientras nosotros nos poníamos las camisetas. No me apetecía que todo ese melodrama fuese el telón de fondo de nuest nuestra ra primera primer a vez, pero pero ta tampoco mpoco podía decirle eso a Trenton. Trenton.  —Lo siento s iento —dije. —dij e. Trenton rio para sí.  —Nena, hasta has ta el último últim o segundo seg undo de lo l o que acaba de oc ocur urrr ir ha ssido ido una pasada. No tienes nada de qué disculpar di sculparte. te. La puerta puerta del cuarto de Raegan Raegan se abrió abri ó de golpe gol pe y mient mientrr as ella gr itaba itaba «¿A «¿Adónde dónde vas?» vas? » Brazil ya estaba estab a saliendo por ella. Raegan Raegan cor ri rióó tras él y se interpuso entre la puerta de casa y su chico.  —¡Dee aquí no te vas!  —¡D  —¡Noo pienso pasarme  —¡N pasar me la l a noche no che entera enter a oyéndo o yéndote te echar echarme me la l a bronc br onca! a!  —¡Escúchame un momento mo mento,, por favor favo r ! ¿Por ¿Po r qué no oyes oye s lo que estoy tratando de decirte? Lo nuestro puede funcionar simplemente si…  —¡Tú no quieres quier es que escuche! ¡Lo que quier qui eres es es que obedezca! o bedezca! ¡En esa fiesta había más personas aparte de ti, Ray! ¡¿Cuándo se te va a meter en la cabeza que yo no soy so y de tu puta puta propiedad?! pro piedad?!  —Yoo no quiero  —Y quier o eso, eso , yo… yo …

 —¡Apártate  —¡Apár tate de la puerta! puer ta! —gr —gritó itó él. Yo arrugué la frente.  —Brazil  —Bra zil,, no le gr g r ites de esa es a maner mane r a. Habéis Habéis bebido los lo s dos do s y…

 

Brazil se volvió hacia mí. Nunca le había visto tan enfurecido.  —¡Noo necesito  —¡N necesi to que también tam bién tú me digas dig as lo l o que tengo que hacer, Cami! Trenton Trent on dio un paso adelante adelante y yo apoyé una mano en su hombro. hombr o.  —Y  —Yo o no te estoy dilaciendo que tienes que hacer —repli —r epliqué. qué. Brazil señaló condiciendo mano lo extendida a Raegan.  —Ella sí que me está chillando chil lando.. Pero Per o no pasa nada, supongo supo ngo,, ¿no ¿no?? ¡Las mujeres sois todas iguales! ¡Noso ¡Nosotros tros siempre siempr e somos los lo s malos!  —Nadie ha dicho di cho que fueses fues es el malo, mal o, Jason. Jaso n. Cálm Cálmate ate —dije. —dije .  —¡Yoo sí!  —¡Y s í! ¡Él es el malo mal o ! —saltó Raegan. Raeg an.  —Ray… —la reco r econvine. nvine.  —Oh, ¿yo soy so y el malo mal o ? —repli —r eplicó có Brazil Br azil,, tocándos tocá ndosee el pecho co conn ambas amba s manos—. ¡Yo no soy el que está medio en bolas con Trenton, aquí mismo, cuando anoche mismo estaba en el jardín de su casa besando a su ex! Raegan contuvo la respiración y yo me quedé helada. Brazil puso cara de estar estar ta tann sorprendido sor prendido como todos nosotros nosotr os de lo que acabab acababaa de decir. decir. Trenton cambió de posición, nervioso, y miró a Brazil entornando los ojos.  —Eso no ha tenido ni puta gr g r acia, acia , tío. tío . Brazil palideció. Toda su ira había desaparecido y había sido sustituida por arrepentimiento. Trenton Trent on me mir ó.  —Eso es una puta trol tr ola, a, ¿verdad? ¿ver dad?  —Joder,  —Jo der, Cami, perdóna per dóname me —dijo —dij o Brazil Br azil—. —. En estos momento mo mentoss me siento como un gilipollas. Raegan Rae gan es le por dior que un empujón. empu jón.—exclamó  —¡Eso po lo er eres! es! —excla mó,, y se hizo a un lado l ado—. —. ¡Culpa ¡Culpa mía! m ía! ¡Larg ¡L argoo de aquí, cerdo! Trenton no me quitaba los ojos de encima. Raegan cerró la puerta dando un portazo y entonces vino hacia Trenton y hacia mí. Ahora ya no estaba enfadada, pero sus ojos enrojecidos y todo el rímel corrido la hacían parecer parecer una reina psicótica de la fiesta de de gr adua aduación. ción.  —Oí tu coche co che pero per o , como co mo no llamabas lla mabas a la puerta, puer ta, me asomé aso mé a mir ar por la ventana ventana y vi… lo que vi. Se lo coment co mentéé a Brazil —reconoció, —r econoció, con co n la mirada clavada en el suelo—. Lo siento.

Trenton soltó Trenton so ltó una carcajada seca. seca. S Suu rostro ro stro se contrajo en una mueca mueca de repulsa.  —Maldita sea, Raegan. Raega n. ¿Sientes que yo me haya enterado enter ado?? Esto es la

 

monda. Raegan ladeó la cabeza en un gesto que quería decir que estaba dispuesta a aclarar el malentendido.  —Trent,  —Tr queno. vi fue f ue a T. J. rogá roél… gándo ndole a Cami que volviese vol con co n él. YPero Pernio ella le ent, dijoloque Entonces le ledio un beso de viese despedida. siquiera fue un beso beso —dijo, encogiéndose de hombros y meneando la cabeza—. Fue más como un beso en la mejilla.  —Es asunto mío, mí o, Ray. Ray. No No necesito necesi to que me m e eches ningún ning ún capote capo te —dije. —dije . Ella me tocó un hombro. Tenía la cara embadurnada, con el rímel corrr ido alreded cor alr ededor or de los ojos ojo s y por por las mejillas. Daba Daba pena pena verla. verla.  —Lo siento s iento,, lo siento mucho… mucho … La fulminé fulminé con la mirada mir ada y ella bajó los hombro ho mbros, s, asintió asintió y se marchó mar chó a su cuarto. Trenton me miraba de reojo. Saltaba a la vista que estaba haciendo esfuerzos esfu erzos por contro controlar lar los lo s nervios.  —¿La has oído o ído?? —le pr preg egunté. unté. Él se puso puso bien la gor go r ra y se bajó la visera para taparse taparse los ojos. o jos.  —Sí. —Estaba temblando. temblando .  —Yoo no estaba besándome  —Y besándo me con co n mi ex en el jardín jar dín de Raegan. Raeg an. No No fue as así,í, con que ya puedes quitarte de la cabeza esa imagen. imag en.  —¿Y por po r qué no me lo l o contaste? co ntaste? —preg —pr eguntó, untó, con co n voz vo z cr crispa ispada. da. Levanté las manos, con las palmas abiertas hacia él.  —Es que no había nada na da que contar. co ntar.  —Que otro otr o tenía sus putos labios labi os encima encim a de ti. Eso es digno dig no de co contar, ntar, Camille. Me estremecí.  —No me m e llames ll ames Camille Camil le cuando c uando estás cabr eado. eado . Te pareces pare ces a Colin. Col in. O a mi padre. Los ojos ojo s de Tr Tr enton enton se iluminaron iluminaro n de ira. ir a.  —No me m e compar co mpar es con co n ello ell o s. No No es justo. j usto. Me crucé cr ucé de brazos.  —¿Y cómo có mo sabía él que estabas e stabas allí? al lí? ¿Seguís ¿Seg uís hablando ha blando?? —me pr eguntó. eg untó.  —No tengo ni idea de cómo có mo lo sabía. Yo le preg pr egunté unté eso mismo mi smo.. Y no me lo quiso decir.

Trenton comenzó a caminar de un lado a otro, de la puerta del piso al arranque del pasillo. Se recolocaba la gorra, se frotaba la nuca y se detenía unos segundos con las manos en jarras, mientras los músculos de

 

la mandíbula se le tensaban y se le destensaban, y de nuevo volvía a empezar.  —Trenton,  —Tr enton, par pa r a. dedotratando índice. No estaba segura si estaba poniéndose unaLevantó furia ounbien de serenarse. Se de detuvo y, dando unos como pasos hacia mí, dijo:  —¿Dónde vive? vi ve? Puse los ojos o jos en blanco.  —En Califor Calif or nia, Trent. Tr ent. ¿Qué piensas pi ensas hacer ha cer?? ¿Coger ¿Cog er un avión? avió n?  —¡Pues a lo l o mejor mej or ! —aulló —aull ó . Todo su cuer cue r po se tensó y tembl temblóó al gr itar, y se le hincharon las l as venas venas del cuello y de la frent fr ente. e. Yo no me inmuté. Pero Trenton reculó. Haber perdido los nervios le había dejado atónito.  —¿Te sientes sie ntes mejor mej or ? —preg —pr egunté. unté. Él se dobló hacia delante, cogiéndose las rodillas con las manos. Respiró Res piró hondo varias var ias veces y a continuación continuación asintió. asintió.  —Comoo vuelva a poner  —Com pone r te un dedo encima encim a —se estiró estir ó y me mir mi r ó a los lo s ojos— le mato. —Cogió sus llaves, salió por la puerta y cerró dando un portazo. Me quedé inmóvil unos segundos, sin poder po der creer creerlo. lo. Entonces, Entonces, me fui a mi cuarto. Raegan estaba delante de mi puerta, en el pasillo, suplicándome perdón con la mirada.  —Ahoraa no —dije  —Ahor —dij e yo, entrando entr ando en mi habitaci habitación ón sin detener detenerme. me. Cerr Cer r é la puerta y me derrumbé de bruces encima de la cama. La de puerta se abrió apenas una rendija se había hizo elquedado silencio.enLevanté la cara la almohada para mirar. Raegany se el vano, nerviosa, sin atreverse a entrar, con el labio inferior temblando y retorciéndose retor ciéndose las manos a la altura del pecho. pecho.  —¿Puedo?? —suplicó  —¿Puedo —supl icó.. Esbocé una sonrisa ladeada y, levantando la manta, le hice una señal moviendo la cabeza abajo y arriba para indicarle que podía venir a mi cama. Ella entró corriendo, se metió bajo la manta y la sábana y se acurrucó en posición fetal a mi lado. La tapé con la manta y la abracé mientras mient ras ella llor aba hasta hasta queda quedarse rse dor do r mida.

  Me desperté al oír unos golpecitos suaves en la puerta de mi

 

habitación. Raegan entró con una fuente de tortitas untadas con crema de cacahuete y sirope de arce. En el centro de la pila de tortitas había pinchado un mondadientes con una banderita blanca hecha de servilleta de QUE TU COMPI SEA TAN GILIPOLLAS. papel, la que podía leerse: SIENTO Se laenveía apesadumbrada. Y me di cuenta de que lo que había hecho le dolía más a ella que a mí. Perdonar era algo que a una persona como yo no le resultaba fácil. Cuando perdonaba a alguien, la mayor parte de las veces era para darle a la otra persona una segunda oportunidad para hacerme daño. La mayoría de la gente no valía la pena. Y no se trataba de ningún efecto colateral de mi infancia, sino la pura verdad. Podía contar con los lo s dedos de una mano las personas per sonas en las que confiaba, y menos aún aquellas en las que estaría dispuesta a volver a confiar. Pero Raegan ocupaba un lugar destacado en ambas listas. Me reí entre dientes mientras me levantaba para sentarme en la cama. Entonces, cogí la fuente de sus manos.  —No tenías que haberte haber te molestado mo lestado.. Ella levantó un dedo, salió unos segundos de la habitación y regresó con un vasito de zumo de naranja. Me lo dejó en la mesilla de noche y entonces se sentó en el suelo con las piernas cruzadas. Se había lavado la cara y cepillado el pelo y se había puesto un pijama limpio de franela a rayas. Esperó Esp eró hasta hasta que me llevé a la boca el primer prim er trozo de tor tortit titaa y entonces entonces dijo:  —Ni por po r lo más r emoto emo to pensé pe nsé que Jason Jaso n fuese fues e a decir de cir nada, per o sé que

eso no es habérselo contado. Séhaberle cómo cuchichean los chicos en disculpa. el club deNo la debería fraternidad y no tendría que dado motivos para chismorrear. Lo siento muchísimo. He pensado ir contigo a Skin Deep para dar una explicación.  —Yaa has dado una explicació  —Y expli cación, n, Ray. Ray. Me par ece que sacar el tema en su lugar de trabajo trabajo es mala idea.  —Vale,  —V ale, pues pue s le esperar esper aréé a que salg sa lgaa de trabaja tr abajar. r.  —A esas hor ho r as estarás estar ás curr cur r ando tú.  —¡Maldi  —¡M aldita ta sea! ¡Necesi ¡Necesito to ar r eglar eg larlo lo!!  —Es que no lo puedes ar arrr eglar eg lar.. La he cag cagado ado de todas, todas. Ahora Ahor a

Trenton dice que se va a ir a California y que va a matar a T. J.  —Bueno, T. J. no deber ía haber habe r ido a casa de mis mi s padres padr es ni haberte haber te dado un beso. Él sabe que estás con Trent. Sea lo que sea lo que crees que estás

 

haciendo mal, T. J. forma parte de ello. Me tapé tapé la cara. car a.  —Es que no quier o hacerle hacer le daño… daño … Ni a él ni a nadie. na die. No quiero quier o causar ningún poroblema. pro  —Pero  —Per esblema. preciso pr eciso que les dejes a ello ell o s que se aclar en.  —La sola so la idea i dea me pone los lo s pelos pelo s de punta. Raegan Rae gan me tendió tendió un brazo br azo para apoyar su mano en la mía.  —Cómete  —Cóm ete las tortitas. tor titas. Y después levántate por que Skin Deep abre abr e en cuarenta minutos. Di un bocado y mastiqué de mala gana, y eso que era lo más rico que había comido en mucho tiempo. Apenas si disminuí un poco la altura de la pila de tortitas, cuando ya estaba metiéndome en la ducha apresuradamente. Llegué al estudio con diez minutos de retraso pero no importó porque Hazel y Trenton llegaron tarde también. Calvin estaba ya, pues el cerrojo cerr ojo de la puerta esta estaba ba quitado quitado y encendidos encendidos el ordenador o rdenador y las luces. Pero ni se molestó mo lestó en saludarm saludarme. e. Diez minutos después Hazel entraba por la puerta del local con varias capass de jerséis y envuelta capa envuelta en en una gruesa gr uesa bufanda bufanda de de colo colorr rosa ro sa chicle con topos negros. Llevaba puestas sus gafas de montura negra, unas mallas negras y bota bo tas. s.  —¡Estoy hasta las narices nar ices del invier invie r no! —exclam —exclamó, ó, y se fue hacia su taller andando pesadamente. Diez minutos minutos más tarde llegó lleg ó Trenton. Trenton. Llevaba Llevaba puest puestoo su abrig abrigoo grueso gr ueso de paño rizado de color azul, vaqueros y botas, a lo que había añadido un gorro holgado punto de color gris pasar por delante delantde e de mí para dirigir diri girse se aysugafas taller. taller.de sol, que no se quitó al Yo levanté las cejas.  —Buenos días —dije —dij e para par a mí. mí . Diez minutos después de eso, la puerta volvió a abrirse y el carillón tintineó al tiempo que entraba en el local un hombre alto y delgado. Llevaba unos enormes dilatadores negros en sendas orejas, y hasta el último centímetro de la piel que se le veía, de la mandíbula hacia abajo, estaba est aba cubierto cubierto de tatuajes. tatuajes. Tenía Tenía el pelo largo, larg o, r alo, castaño castaño claro con las puntas rubias quemadas. Aunque fuera debía de haber menos de un grado

de temperatura, él iba en manga corta y con unos pantalones cortos de múltiples múltip les bolsillos. bolsillo s. Se detuvo nada más franquear la puerta y se quedó mirándome con sus

 

ojos almendrados almendrados de color verde ppardo. ardo.  —Buenos días —me saludó—. saludó —. Sin ánimo ánim o de ofender o fender,, per pe r o ¿quién coño co ño eres tú?  —No mBisho ofendes o fendes — r espondí—. espo ndí—. Soy Cami. Cami . ¿Quién co coño ño eres er es tú?  —Soyme Bie shop. p. —r  —Pues ya er eraa hor ho r a de que aparecier apar ecier as. Calvin solo so lo ll lleva eva dos mese mesess preguntando preguntan do por ti. Él sonrió sonrió..  —¿En serio ser io?? —Se acercó acer có al mostr mo strado adorr andando par parsim simoo niosame nio samente nte y se apoyó con los codos—. Soy una especie de estrella cojonuda en el mundillo. No sé si ves los programas de tatuajes, pero salí en uno el año pasado y ahora viajo mogollón dando talleres por todas partes. Es como ganarse la vida haciendo haciendo vacaciones. vacaciones. Pero Pero es una vida solitaria… Trenton vino hasta el mostrador, cogió una revista y, todavía con las gafas de sol puestas, puestas, se puso a hojearla. hojear la.  —Está pillada, pil lada, cabron cabr onazo azo.. Vete a pr prepar eparar ar tu taller. taller . Tu tatuadora tatuador a está cubierta de telarañas.  —Yoo también te he echado de menos  —Y meno s —dijo —dij o Bishop, Bisho p, dejándo dejándonos nos ya a solas. Se dirigió hacia lo que di por hecho que sería su taller, al fondo del pasillo. Trenton pasó varias páginas más de la revista, la dejó encima del mostrador y se marchó otra o tra vez a su ta taller. ller. Me fui tras él. Al llegar a la puerta, me apoyé en el quicio con los brazos cruzados.  —¿Pero  —¿Per o de qué vas, uapo ? No vas a espantar a Bishop Bisho p par paraa larg lar g arte ar te después sin decirme nadag uapo? siquiera. Él levantó la vista hacia mí y se sentó en su taburete, delante de la silla para los lo s clientes. clientes. Por culpa de de las gafas de sol, no podía verle los lo s ojos. ojo s.  —Supuse que no querr quer r ías hablar conmi co nmigo go —dij —dijoo hoscamente. hos camente.  —Quítate  —Quí tate las gafas g afas,, Trenton. Tr enton. No sabes lo que molesta. mo lesta. Trenton vaciló y entonces se quitó las Ray-Ban de imitación, dejando ver unos ojos ojo s enrojecidos. Me erguí. erg uí.  —¿Estás malo? mal o?

 —Más o menos. meno s. Resaca. Estuve en Maker’s Maker ’s Mark bebiendo como co mo un cosaco hasta las cuatro de la mañana.  —Al menos meno s elegi ele giste ste un whisky decente dece nte para par a anular te.

 

Trenton arrugó la frente.  —Bueno…, adelante. a delante.  —¿Con qué? qué ?  —Con el asermó ser n «Seamos «Seamo s amigo ami gos». s». que Yo volví cruzar crmón uzar los lo s brazos. br azos. Notaba Notaba que la cara car a me ardía. ar día.  —No tenía dudas de que ayer te dio por po r proba pr obarr el agua ag ua del bidé… y ahora veo que te la bebiste toda.  —Soloo mi novia  —Sol novi a sería ser ía capaz de hacer una analogí analo gíaa así de asqueros asquer osaa y seguir sonand so nandoo sexi.  —¿En serio ser io?? ¿Tu novia? no via? ¡Porque ¡Por que pr prácticam ácticamente ente me pediste que co corr tara contigo!  —Yoo creo  —Y cr eo que después des pués del de l instituto la g ente no co corr ta, Cami… Cami … —dijo —di jo él, llevándose llevánd ose la mano a la l a sien y apoyando apoyando la muñeca.  —¿Te duele la cabeza? —preg —pr egunté. unté. Entonces cogí co gí una manzana del cuenco de fruta de plástico que había en el aparador de al lado de la puerta y se la lancé a la cabeza. Él la esquivó.  —¡Veng  —¡V engaa ya, Cami! Cami ! ¡¡Jo Joder der!!  —¡Últim  —¡Ú ltimaa hor ho r a, Trenton Tr enton Maddox! —dije, —dij e, y co cogg í un plátano del fruter fr uteroo  —. ¡No ¡No vas a carg car g ar arte te a nadie por que me haya tocado tocado,, salvo que yo no quiera que me toque! Y aun así, yo seré la que me lo cargue. ¿Lo has pillado? —Le lancé lancé el plátano plátano y él cruzó cr uzó los lo s brazos para pararlo. parar lo. La pieza pieza de fruta acabó acabó rebotando en el suelo.  —Vamo  —V amos, s, nena, estoy e stoy hecho hec ho una mier mi erda da —protestó —pr otestó.. Yo cogí  —¡Y no una te irás irnaranja. ás de mi apartamento apar tamento hecho una fur furia, ia, ni dar darás ás un por tazo al salir sali r ! —Apunt —Apuntéé directament dir ectamentee a su cabeza y di en el blanco. Él asintió, pestañeó y levantó las manos para intentar protegerse.  —¡Está bien! ¡Está ¡Está bien! Agarré un puñado de uvas de plástico.  —¡Y lo pr prime imerr o que me vas a decir al día siguiente sig uiente de haber haberte te compor tado tado como com o un autént auténtico ico mont mo ntón ón de mierda mier da NO  será una invitación a que te dé una patada en tu puto culo de borracho! —Estas últimas palabras las dije a voz en cuello, vocalizando exageradament exageradamente. e. Le Le arro ar rojé jé las uvas, y

él las cogió justo cuando chocaban contra su torso—. ¡Te disculparás y a continuación te portarás estupendamente conmigo el resto del día, y me comprarás donuts!

 

Trenton bajó la vista al suelo, donde había quedado tirada la fruta. Entonces, Ent onces, suspir suspiróó y me mir m iró. ó. Una Una sonrisa cansada se dibujó dibujó en su rrostro ostro..  —No sabes sabe s cómo có mo te amo. amo . Me quedé mirándole sorprendida halagada.  —Enseg  —Enseguida uida vuelvo vuel vo.. una Voy Voy eternidad, a por po r un vaso de agua ag ua yy una aspir as pirina ina par a ti.  —¡Tú también me amas a mí! mí ! —dijo —dij o a voces, vo ces, en brom br omaa pero per o solo so lo a medias. Me detuve, giré sobre mis talones y volví a entrar en su taller. Me acerqué, me senté a horcajadas encima de él y le acaricié un lado de la cara y luego el otro. Entonces, mirando largamente sus ojos enrojecidos, sonreí sonr eí y le dije: dije:  —Yoo también te amo  —Y am o . Sonrió de oreja or eja a oreja, mirándome mirándome a los ojos. o jos.  —¿Me lo estás diciendo dic iendo en serio ser io?? Me incliné y le besé, y él se levantó del taburete y se puso a girar como loco conmigo en bbrazos. razos.

 

Capítulo Cap ítulo 19 19

 

alegree y achispada achispada entró entró en tromba en el Red Doo Doorr y Un mar de gente alegr la fiesta alcanzó su apogeo. Raegan y yo íbamos de un lado para otro a toda velocidad, detrás de la barra, con nuestros vestidos metálicos y nuestros nues tros taconazos. taconazos. Los Los botes de las propinas estab estaban an a rebosar r ebosar y el ggrr upo de estabaaceptable tocando de en Hungry directo like interpretaba en esos unamúsica versiónque bastante habíamomentos formado the wolf. Se una cola kilométrica que daba la vuelta a la manzana, con la gente esperando para poder entrar en cuanto otros salieran. El aforo estaba completo y la cosa parecía par ecía que que iba a ir a buen r itmo hast hastaa la hora hor a de echar echar el cierre. cier re. Lo típico de las Nocheviejas. Nocheviejas.  —¡Sí! —exclam —e xclamóó Raegan, Raega n, moviendo mo viendo la cabeza al compás co mpás de la música músi ca  —. ¡Me ¡Me encanta esta canción! canció n! Yo neg negué ué con la cabeza y serví ser ví un cóctel en una copa. Trenton, Travis y Shepley se abrieron paso entre la muchedumbre para poder llegar l legar a la barra. barr a. Me sentí sentí feliz nada más verlos. verlo s.  —¡Lo habéis conseg co nseguido uido!! —exclamé. —exclam é. Saqué del r efrig efr iger erado adorr sus cervezas favoritas, las abrí y se las dejé encima de la barra. barr a.  —Te dije di je que vendría vendr ía —respo —r espondió ndió Trenton. Tr enton. Se inclinó incl inó sobr so bree la barr bar r a y me dio un beso en los labios. Luego Luego mir é a Travis.  —¿Decías alg a lgo? o?  —Nada —respo —r espondió ndió él, guiñándo g uiñándome me un ojo o jo.. Un tío que estaba una fila por detrás de Trenton pidió un Jack Daniel’s con Coca-Cola y yo empecé a ponérselo mientras hacía esfuerzos para no seguir con la mir m irada ada a Trenton, Trenton, que se alejaba de la barra. barr a. Las va vacaciones caciones

eran siempre divertidas. A mí me encantaba trabajar en noches así de bulliciosas, peencontraron ro por primera primer a vez lamenté lament é noon estar estasiento. ar al otro o troShepley lado deylaTrenton barra. barr a. Los chicospero encontrar on una mesa y tomaron tomar Shepley Trenton parecían estar estar pasándolo pasándolo fenomenal, mientras mientras que Travis se limitab lim itabaa a dar

 

sorbos a su cerveza, intentando aparentar que estaba feliz y contento en vez de hecho polvo.  —¡Jorie!  —¡Jor ie! —exclam —e xclamé—. é—. Por Po r favor, favo r, o cúpate de que en esa e sa mesa no fal falten ten birr as y chupitos. chupitos. —Preparé —Preparé una bandeja bandeja y ella la cogió. cog ió.  —Sí, milady mi lady —dijo —dij o . Al alejar alej arse, se, fue meneando menean do el culo al r itmo de la música. Una pelirroja despampanante se aproximó a la mesa de los hermanos Maddox y saludó a Trenton dándole un abrazo. Un sentimiento extraño e incómodo se adueñó adueñó de mí. No No estaba segur seguraa de qu quéé era per peroo no me gustó. La chica estuvo hablando con él un ratito y entonces se puso entre los hermanos. Tenía en la mirada esa expresión esperanzada que tantas veces había visto yo cuando las mujeres hablaban con Travis. Al poco, la aglomeración de gente me impidió seguir viéndoles. Tuve que cobrar unas copas, marqué el dinero en la caja registradora y, al devolver el cambio al cliente, este echó en el bote de las propinas las monedas sueltas. Pasé a ocuparme de la siguiente comanda. Entre lo que sacáramos Raegan y yo esa noche, íbamos a poder pagar tres meses entero enteross de alquiler. La banda dejó de tocar y los clientes que se encontraban en la zona de la barra se volvieron para mirar. El cantante comenzó a dar la cuenta atrás. Todo el mundo se le unió. Había varias chicas tratando de abrirse paso entre el mogollón de gente, apresurándose a colocarse junto a sus novios para el primer beso del nuevo nuevo año.  —¡Cinco! ¡Cuatr ¡Cuatr o! ¡Tres! ¡Tre s! ¡Dos ¡Dos!! ¡¡Uno! Uno! ¡Feliz año nuevo nuevo!! Inmediatamente, empezaron a caer del techo confetis y globos plateados yHank; dorados. Levantéunlabar mirada para de contemplarlo. Mepequeña, sentí orgullosa de aun siendo de copas una población él siempre trataba trata ba de superar superarse. se. Mir iréé hacia la mesa de Trenton y vi que la pelirroja pelirr oja le plantaba plant aba un beso beso en los lo s morr mo rr os. Se me revolvieron revolvier on las tripas tr ipas y durante durante una fracciónn de segundo fracció segundo me dieron diero n ganas de salta saltarr por encima de la barra barr a para separarla de él. De pronto, la cara de Trenton apareció justo delante de mis narices. Él Él vio que estaba estaba mirando mir ando hacia su mesa y sonrió. sonri ó.  —Iba como co mo loca lo ca detrás detr ás de Travis Tr avis antes incluso incl uso de que mi hermano her mano pusiese el pie aquí.  —Comoo todas —señalé  —Com —señal é yo, suspir ando ali aliviada. viada. Malditos hermano her manoss

Maddox y su ADN idéntico…  —Felizz año nuevo,  —Feli nuevo , nena —dijo —di jo Trenton. Tr enton.  —Felizz año nuevo —dije  —Feli —dij e yo, y deslicé desli cé por la barr bar r a el botellí bo tellínn de

 

cerveza que me habían pedido. Él movió bruscamente la cabeza hacia un lado para darme a entender que quería que me acercase. Yo me incliné por encima de la barra y él me besó en los labios al tiempo que me cogía la nuca delicadamente con una mano. Sus labios estaban calientes, suaves, increíbles, y cuando me soltó me sentí sentí algo mareada.  —Ahoraa la he jodido  —Ahor jo dido —dijo —dij o él.  —¿Y eso por po r qué? —preg —pr egunté. unté.  —Por que el r esto del año no va a poder pode r estar a la altura altur a de los lo s treinta tre inta primeross segundos. primero segundos. Yo apreté los labios.  —Te amo —le dije. di je. Trenton miró atrás y vio que Travis volvía a encontrarse a solas en la mesa.  —He de irme ir me —dijo, —dij o, aparentemente apar entemente contrar co ntrar iado—. iado —. Yo Yo también te amo a mo.. Pero formo for mo parte del equipo equipo de apoyo de corazones cor azones rotos. ro tos. ¡V ¡Volver olveré! é! No había pasado ni un minuto cuando vi que Trenton me hacía señas como loco. Travis tenía la cara muy roja. Estaba hecho polvo y se marchaban. Yo le dije adiós con la mano y me volví para continuar atendiendo a la gente que no paraba de pedir copas. Me alegré de poder tener algo con que distraerme del recuerdo de los labios de Trenton Maddox. Cuando terminé de trabajar, Trenton estaba esperándome en la puerta de personal y me acompañó al Pitufo. Mientras yo abría con la llave, él se metió manoso del en los bolsillos los óvaqueros ocuparlas el asiento asient conduct conductor, or, élde arrug ar rugó la fr ente. ente.y cuando me subí para  —¿Qué?  —¿Porr qué no me dejas  —¿Po dej as que te lleve ll eve a casa? cas a? Yo mi mirr é por encima de su hombr hombro, o, en dirección dir ección al Intrepid. Intrepid.  —¿Quier  —¿Qui eres es dejar dej ar aquí tu coche? co che?  —Es que quier quie r o llevar ll evarte te a casa.  —Vale.  —V ale. ¿Y quieres quier es explicar expl icarme me por po r qué? Él negó con la cabeza.  —No sé. s é. Es solo so lo que m mee da mal r o llo que te vayas vaya s sola so la a casa. cas a. Cada vez

que te te veo mont mo ntar ar en el coche, co che, se me pone pone la mosca mo sca detrás detrás de la oreja. o reja. Le observé unos instantes.  —¿Nunca te has planteado hablar con co n alguien? alg uien? ¿Sobr ¿ Sobr e lo que pasó? pasó ?

 

 —No —respo —r espondió ndió él r estándole estándo le impo i mporr tancia.  —Pues da la l a impr im presió esiónn de que sig s igues ues teniendo algo alg o de ansi ansiedad. edad. Igual te ayudaría.  —No necesito nece sito ir al loque l oquerr o, nena. Solo necesito necesi to llevar l levar te a casa. Yo me encogí de hombros y me pasé al asiento del acompañante. Trenton Trent on gir g iróó la llave ll ave de de contacto contacto y apoyó apoyó la l a mano en mi muslo mientras aguardábamos a que el motor se calentara. calentara.  —Travis  —Tr avis me ha pr eguntado eg untado por po r ti esta noche. no che.  —¿Sí?  —Le he dicho dic ho que seguías seg uías con co n tu novio novi o de Califo Cali forr nia. Por po poco co no echo la pota por decir eso. Me incliné hacia él y lo besé en la boca, y él me estrechó en sus brazos.  —Siento que hayas tenido que mentir le. Sé que es una idio idiotez, tez, pe perr o eso daría pie a una conversación que no estoy preparada realmente para tener aún. Si tuviésemos algo más de tiempo para…  —No me m e hace gr g r acia mentir a mis mi s hermano her manos, s, pero per o me r eventó tener que decir siquiera que estabas con otro tío. Me hizo pensar en cómo sería perderte. Me hizo pensar realmente en lo mal que lo está pasando Trav. —  Negó con la cabeza—. No puedo perderte, Cami. Me llevé los dedos a los labios y también yo moví negativamente la cabeza. Trenton estaba mostrando su confianza en mí, y eso le ponía en una situación muy vulnerable. Yo en cambio le estaba ocultando muchas cosas.  —¿No puedes puede s quedarte quedar te conmig conm igoo esta noche? no che? —le —l e preg pr egunté. unté. Él se llevó mi mano a la boca, le dio la vuelta y besó la fina piel de mi muñeca.  —Me quedaré quedar é contigo co ntigo todo el tiempo que tú me dejes —dijo, —dij o, co como mo si yo hubiese debido debido ya saberlo. saberlo . Salió marcha atrás del sitio en el que había aparcado el coche y, una vez fuera de la zona de aparcamiento, condujo en dirección a mi casa. El ceño de Trenton de hacía un ratito casi había desaparecido del todo y ahora se le veía ensimismado en sus pensamientos, conduciendo con una mano apoyada en la mía.  —Cuando consig co nsigaa ahor aho r r ar suficiente sufi ciente pasta, he pensado que igual ig ual

podrí as ayudarme podrías ayudarme a buscar piso. Yo sonreí.  —Claroo que sí.  —Clar sí .

 

 —Y a lo mejor mej or te gusta gus ta tanto que te animas anim as a m mudar udarte te conmig conm igoo . Me lo quedé mirando unos segundos, esperando a que me dijese en cualquier momento que me estaba tomando el pelo. Pero no dijo nada. En lugar de eso, juntó juntó las l as cejas y preguntó: preguntó:  —¿Es una cagada cag ada de plan? pl an?  —No. No necesar necesa r iamente. iam ente. Sol Soloo que para par a eso queda mucho muc ho aún.  —Sí. Sobr e todo cuando acabo de perder per der una cuar cuarta ta parte par te de mis mi s ahorr os con la ex de Travis. Me reí en voz baja.  —¿Qué? ¿Lo ¿ Lo dices di ces en ser s erio io?? ¿Cómo ¿Có mo ha pasado eso? eso ?  —Pues juga j ugando ndo una noche no che al póquer. pó quer. La tía es una especie espe cie de fenómeno fenó meno.. Nos dio una buena paliza.  —¿Abby? Él asintió.  —Te lo juro. jur o.  —Pues tiene gr g r acia.  —Supongoo que sí.  —Supong sí . Si te gustan los l os ladrone ladr ones. s.  —Bueno…, su s u perr per r o se llama ll ama Pill Pi llo. o. Trenton se rio y me apretó suavemente la rodilla, justo cuando llegábamos a mi casa. Apagó las luces del coche. La fachada de mi apartamento quedó a oscuras. Con los dedos de Trenton entrelazados con los míos, entramos en mi piso y a continuación puse la cadena de seguridad seguri dad de la puerta.  —¿Ray no va a venir veni r a casa? Neguéqueda con laa dor cabeza.  —Se do r mir mi r en casa de Brazil Br azil..  —¿Peroo no habían r oto?  —¿Per oto ?  —Eso pensaba ella ell a también. Pero Per o cuando al día siguiente sig uiente r ecibió ecibi ó un enormee ramo de flores, enorm flor es, ente entendió ndió que no. Fui caminando hacia atrás en dirección a mi cuarto, tirando de las dos manos de Trenton. Él sonreía, sabiendo por mi cara lo que estaba maquinando. Me detuve en el centro de mi habitación, me quité los tacones, eché las manos hacia atrás atrás par paraa bajarme la cremallera cr emallera del vestido vestido y dejé que cayera cayera

al suelo, alrededor de mis tobillos. Trenton se desabrochó la camisa blanca y a continuación el cinturón. Me acerqué a él y le desabotoné los vaqueros y le bajé la cremallera. Nos

 

mirábamos a los ojos con esa mirada seria y desmayada que hacía que me doliesen los muslos. La mirada que quería decir que estaba a punto de ocurrir algo alucinante. Trenton se inclinó hacia mí y me besó rozándome apenas los labios, dejando que toda la suavidad dejando suavidad y tersura de los suyos acariciase mi boca, y a continuación bajó por mi mandíbula hasta mi cuello. Cuando llegó a mi clavícula, clavícu la, levantó levantó los ojos o jos hacia mí. Yo Yo le recor r ecorrr í el torso tor so con las manos y bajé por su plexo solar, para arrodillarme a continuación y, cogiendo la cintura de sus vaqueros, tirar de ella suavemente hacia abajo. Sus bóxers negros quedaron directamente delante de mi cara. Y una vez que Trenton hubo sacado los pies de los vaqueros caídos, levanté la mirada hacia él, cogí la cinturi cinturilla lla elástica y le quité quité los lo s calzoncillos ta también. mbién. Su pene estaba ya totalmente erecto. Me alegré de tener los Magnum en el cajón de mi mesilla de noche, porque estaba claro que íbamos a necesitarlos. Besé su tripa, y tracé un camino con mi lengua desde su ombligo hasta la base de su sexo. En el instante en que me lo metí en la boca, él enredó sus dedos dedos en mi pelo y gimió. gim ió.  —Oh. Joder. Jode r. Mi cabeza subió y bajó, y alcé la mirada hacia él. Estaba observándome con esa misma mirada increíble y seria en sus ojos. Mis dedos y la palma de mi mano se deslizaron suavemente por su piel delicada y cuanto más adentro metía su pene hasta el fondo de mi garganta, más alto gemía él y más tacos decía. la mano atrásaún para agarrar su culo conLlevé las dos manosdeydelante empujarle más dentrocon defuerza mi boca. Sus prieto dedos estaban enredados en mi pelo y durante diez minutos gimió, gruñó y me suplicó que le dejase penetr penetr arme. Cuando parecía que ya no podía soportarlo más, me separé de él y me tumbé boca arriba en la cama, separando las rodillas. Trenton se tumbó entonces ent onces pero, pero , en vez de colo colocarse carse entre mis piernas, pier nas, me dio la vuelta para para dejarme boca abajo y apoyó el pecho en mi espalda. Su pene mojado quedó apoyado entre mis nalgas, y acercó su boca a mi oreja. Se lamió el dedo índice y el corazón y entonces metió la mano entre el colchón y mi

vientre de modo que sus dedos calientes y húmedos quedaron justo encima del punto de carne rosada e hinchada de mi pubis. Gemí mientras él me acariciaba y me besaba la suave zona de piel de

 

detrás del lóbulo. Entonces, al notar húmeda la tela de la sábana debajo de mí, estiré un brazo para abrir el cajón. Trenton sabía exactamente lo que iba a coger y se detuvo el tiempo justo para alcanzar un paquetito cuadrado, abrirlo con los dientes y deslizar con toda facilidad la funda de látexx en su rígida láte ríg ida erección. Cuando sentí de nuevo en mi espalda el calor de su pecho y de sus abdominales, la sensación estuvo a punto de llevarme más allá de mi límite. Él me cogió por detrás, tiró un poco de mi cadera para levantarme el trasero unos centímetros y lentamente, con control, fue penetrándome. Los dos gemimos y yo arqueé la espalda para pegar aún más mi cadera a la suya, de modo que pudiese entrar más adentro. Entonces comenzó a moverse rítmicamente, empujándome, y yo agarré con fuerza la sábana. Estiró un brazo para tocarme de nuevo con los dedos, lo que me hizo dar un grito. La sensación de sus caderas y sus muslos contra mis nalgas era increíble y lo único que deseaba era que entrr ase más y más, con más y más fuerza, más y más pegado a mí. ent Trenton apartó de mi cara y de mis ojos los mechones sueltos de mi pelo. Todo mi cuerpo estaba poseído por la intensidad más deliciosa imaginable, que me envolvía por entero. Y al sentir su recorrido por todo mi cuerpo como una corriente eléctrica, grité.  —Dios,  —Dio s, no dejes de gemi g emirr así —dijo —dij o él, jadeando j adeando.. Yo ni siquiera estaba segura de cómo gemía, pues me sentía completamente sumergida en las sensaciones del momento, sumergida en él. Él movió la pelvis aún más fuertemente. Cada empellón disparaba oleadas de con placer desde ymidelicadeza pelvis hasta puntaexactamente de mis pies.como Me mordió una oreja, firmeza a lala vez, estaba follándome. Sus dientes soltaron mi oreja y sus dedos se hundieron entre mis caderas. Entonces lanzó un gruñido al empujarme por última vez y todo su cuerpo se convulsionó co nvulsionó al tiempo que él gemía. Se derrumbó a mi lado, jadeando, sonriendo, con la piel brillante de sudor. Sé que yo también tenía esa cara de satisfacción con las mejillas encendidas. Trenton Trent on apartó apar tó delicadamente delicadamente mis cabellos húmedos de mi m i cara. car a.  —Joder,  —Jo der, er es una pasada. pas ada.

 —Puede. Pero lo que sí sé es que q ue estoy esto y enamor enamo r ada de ti. Trenton Trent on dejó escapar escapar una risa r isa corta cor ta..  —Qué loc l ocur ura, a, sentir se así de feliz… fel iz… ¿Tú ¿T ú eres er es tan feliz fel iz como co mo yo? yo ?

 

Sonreí.  —Superfeli  —Super feliz. z. Y ahí fue cuando cuando todo empezó a desmoronarse. desmor onarse.

 

Capítulo Cap ítulo 20 20

 

Firma aquí y aquí y ya te puedes ir —dije. Landen Freeman garabateó su firma encima de cada línea indicada y a continuación se apoyó en el mostrador hincando los codos. Aunque le había visto por el minúsculo campus de la Eastern State en los tiempos en que matricularme más asignaturas, hacía más de un año que no me lopodía encontraba y no medesorprendió sor prendió que no no me reconociese. r econociese.  —¿A qué hor ho r a cerr cer r áis? —Me mir mi r ó a los lo s oj ojos os a la vez que me dedicaba una sonrisa seductora que imaginé llevaría perfeccionando delante del espejo desde la pubertad. Yo indiqué con el boli el letrero de la puerta y a continuación me puse a organizar or ganizar sus formulario for mularios, s, concentrándome concentrándome mucho mucho en la labor, aposta. aposta.  —A las once. o nce.  —¿Te impor im por ta si me paso a esa hor a? Me encantaría encantar ía llevar lle varte te al Red Door.. ¿Has Door ¿Has estado?  —¿Y tú? —le preg pr egunté. unté. Aquello me hacía hací a cier cie r ta gr acia.  —Alguna  —Alg una que otra otr a vez. Es que he cogi co gido do veinte crédito cr éditoss por po r seme semestr stre. e. Quiero terminar cuanto cuanto antes antes y salir de este este agujero. agujero .  —Sé lo que se siente s iente —dije —dij e yo. yo .  —Bueno, ¿qué ¿ qué me dices de esa copa? co pa?  —¿Qué copa? co pa? —preg —pr egunté. unté.  —La copa co pa a la l a que quier quie r o invitar invi tarte. te. Trenton Trent on apareció a mi lado, cogió cog ió los l os impresos impr esos y les echó un vistaz vistazo. o.  —Si quieres quier es que te lo hag hagamo amoss a mano alzada, alzada , Calvin es la mejo mej o r opción y hoy no tiene a nadie.

Landen Lan den se rio. rio .  —Me vaeres bien cual cualquier a.aYyo? hace ha ceeguntó falta faluntó ta que a mano m ano alzada. alzada .  —¿Quier  —¿Qui es que te quier lo l o haga hag yono? —preg —pr Trenton. Tr sea enton.  —Estupendo. O sea, es que he visto tu tra trabajo bajo en la pág página ina web. Es la

 

caña.  —Vale,  —V ale, pues yo te lo hago, hag o, pero per o tú tendrás tendr ás que dejar de mir m irar arle le las tetas a mi chica. Estiré el cuello hacia él. Yo no había pillado a Landen mirándome el pecho ni una sola vez.  —Eh… —respo —r espondió ndió Landen, balbuciendo balbuc iendo..  —O, pensándo pens ándolo lo bien, mejo m ejorr llama ll ama por po r teléfono teléfo no para par a que te den ci cita ta con Cal. Yo estoy ocupado. —Trenton arrojó al aire los impresos de descargo de responsabilidad, que cayeron a nuestro alrededor como una lluvia de papeles. Se colocó la gorra para centrarla perfectamente y me lo quedé mirando, impávida, mientras él regresaba a su taller. Andaba con esos andares chulescos de cuando se disponía a darle una paliza a alguien. Landen me miró, miró el pasillo y volvió a mirarme a mí.  —Esto… Lo siento mucho —dije, —dij e, tendiéndole tendiéndo le una de nuestras nuestr as tarjetas tar jetas  —. Ahí Ahí tienes tiene s el número númer o del estudio e studio.. Calvi Calvinn trabaja tr abaja los lo s miér m iérco coles les y jueves, jueve s, solo con cita pr pr evia. Landen Lan den cogió la tarjeta.  —No lo sabía —respo —r espondió ndió,, sonr so nriendo iendo avergo aver gonzado nzado.. Al marchar mar charse, se, las notas del carillón quedaron suspendidas en el aire. Yo di media vuelta y me fui como una furia al taller de Trenton.  —¿A qué coño co ño ha venido eso? eso ?  —¡Te estaba pidiendo que salier sal ieras as con co n él!  —¿Y?  —¿Y? ¡Deber ¡Debería ía haber habe r le par tido la car ca r a! Suspiré Su spiré cerr cerr las é losestaba ojos. ojo s. ar  —Tr  —Trent, ent,y me arrr eglando eg lando sola. so la. No puedes ahuyentar a los lo s clientes cada vez que intentan ligar conmigo. Para eso es para lo que me contrató Cal.  —Él no te contrató contr ató par a que lig l igar aran an contigo co ntigo.. Él Él co contrató ntrató… …  —A una tía buenor bueno r r a para par a atender la r ecepción. ecepci ón. Tr Trabajo abajo que me ofrecist ofr ecistee tú, tú, no lo olvides.  —¡Si ni siqui siquier eraa te ha pr preg eguntado untado si tenías novio no vio!! Por lo menos meno s ese cerdo habría podido empezar por ahí.

  Tenía domi do minada nada la situación situaci ón dije. dij e.  —Pues yo no te oí decirle decir le que no… Se me arr arrugó ugó la nariz.  —¡Pero si estaba dándole dándo le larga lar gas! s! ¡No ¡No iba a cerr cer r arle ar le el pico mientr mi entras as

 

estaba ahí fuera, en el vestíbulo! A eso se le llama ser profesional.  —Ah, ¿se llama ll ama así? as í? Le miré entornando los ojos.  —Podías  —Podí as haberle haber le dicho di cho que tienes novio no vio..  —¿De eso es o va todo? todo ? ¿De que no llevo ll evo visible visi ble mi nueva etiqueta co c o mo si fuese la pancarta pancar ta de un piquete? piquete? ¿Y si ya puestos me m e tatúo tatúo dir di r ectament ectamentee SOY LA NOVIA DE TRENTON  en toda la frente? Sus facciones facciones se distendieron distendieron y rio r io para sí.  —De buena gana g ana te tatuaba eso en otro o tro sitio. sitio . Gruñí Gr uñí de pura frust fr ustrr ación y volví a la entrada. Trenton vino detrás detrás de mí a paso paso ligero. ligero .  —No es una idea tan hor r ible ibl e —dijo, —dij o, medio medi o en brom br oma, a, medio medi o en serio ser io..  —No pienso tatuarme tatuarm e tu nombr no mbree —repuse, —r epuse, molesta mo lesta con co n el mero mer o hecho de que se le hubiese hubiese ocurr o currido ido semejante gracia. gr acia. Trenton ya había había rellenad r ellenadoo el dibujo de las amapolas durante los días libres que habíamos tenido la primera semana de las Navidades, coloreándolas con un tono rojo cereza muy llamativo. Luego, dos días antes de Navidad, había añadido en ese mismo brazo unos motivos étnicos y unos remolinos en color negro y verde brillante. Y más tarde, una semana después de Año Nuevo, ya tenía una preciosa rosa roja con matices en amarillo. Me faltaba poco para acabar con el brazo entero cubierto de unos tatuajes impresionantes e intrincados. Habíamos empezado a llamar a nuestras sesiones «Terapia de dolor». Mientras Trenton dibujaba en mi piel, yo le contaba cosas. Me encantaba compartir esos ratos con él y saber que llevaba conmigo sus preciosas o encima bras de arte allá donde apoyando iba. Se sentó sentóobras del mostrador, las palmas de las manos en la superficie de formica.  —Igual uno de estos días te lo tatúo camuflado camuf lado entre entr e alguno alg uno de tus tatuajes.  —Igual yo te parto par to en mil m il pedazos pedazo s la máquina máqui na tatuadora tatuador a —repli —r epliqué. qué.  —¡Ostras!  —¡Ostr as! Sí que te ha sentado mal —dijo —dij o él, y se s e bajó b ajó dando un saltito s altito para colocarse a mi lado—. Siento que te hayas enfadado porque echase a ese tío. No lamento haberlo echado, pero sí siento que te hayas cabreado

tanto. Pero piénsalo: no iba a tatuarle yo, después de haberle tirado los te tejos jos a mi chica. Tenlo Tenlo claro. clar o. Er Er a lo mejor mejo r para todos.  —Deja de decir deci r cosas co sas sensatas s ensatas —le —l e espeté. Trenton Trent on me abrazó la cintur cintur a desde detrás detrás y pegó la cara a mi nuca.

 

 —Per o casi no me ar  —Pero arrr epiento de haberte haber te cabreado cabr eado.. Me pones pone s a mil cuando te enfadas. Yo le di con los codos en las costillas para castigarle en broma. Entonces el carillón de la puerta volvió a sonar y Colin y Chase se acercaronn al mostrador. Chase acercaro Chase cruzó los lo s brazos delante delante del del pecho.  —¿Unos tatuajes? tatuaje s? —les —le s preg pr egunté. unté. Pero Per o ello ell o s estaban muy m uy serio ser ios. s. Trenton Trent on aflojó afloj ó las manos en mi cintura.  —¿En qué puedo servir ser viros os,, chicos? chico s? Colin arrugó la frente.  —Tenemoss que hablar  —Tenemo habl ar con co n Camille. Camil le. A solas. so las. Trenton Trent on negó con la cabeza.  —Eso no va a poder po der ser. Chase Ch ase entornó entornó los l os ojos o jos y se inclinó hacia hacia nosotros. nosotro s.  —Es nuestra nuestr a hermana, her mana, coño. co ño. No tenemo tenem o s que pedir pedi r te permi per miso so,, Maddox. Trenton levantó una ceja.  —Sí que tenéis, tenéi s, per peroo aún no lo sabéis. sabéis . El ojo de Colin Colin se movió mo vió con un tic.  —Chase ha venido a hablar con co n su hermana. her mana. Es un asunto de fami famili lia, a, Trent. Debes Debes quedarte al mar margen. gen. Camille, fuera. fuer a. Ya. Ya.  —Puedes hablar habl ar conmi co nmigg o aquí, a quí, Colin. Co lin. ¿Qué es lo que quier es? Él me fulminó con la mirada. mir ada.  —¿De verdad ver dad quier es que hablemo habl emoss del tema aquí? aquí ?  —¿De qué quieres quier es hablar ? —preg —pr egunté, unté, mientr mi entras as intentaba mantener la calma. Estaba segura de que, si salíamos del estudio, o Colin o Chase acabarían perdiendo nervios y se desataría una trifulca. Me sentía más a salvo si me quedabalos donde estaba.  —No te pr presentaste esentaste por Acción Acció n de Gracias Gr acias.. Papá dijo dij o que tenías que currar. Es igual. Pero tampoco viniste por Navidad. Y después tu silla volvió a estar vacía en la comida de Año Nuevo. ¿Qué coño está pasando, Camille? —preguntó Chase, sulfurado.  —Tengo dos trabajo tra bajoss y además ademá s estoy estudiando. estudiando . Las cosas co sas han salido sali do así este año, nada más.  —La pr próxi óxima ma semana sema na será ser á el cumple cumpl e de papá —dijo —dij o Chase—. Más te

vale estar, ¿entendido?  —¿O qué? —intervino —inter vino Trenton. Tr enton.  —¿Qué coño co ño acabas de decir, decir , Maddox? —le —l e espetó Chase. Trenton levantó el mentón.

 

 —Que más m ás le vale ir i r o , si no, ¿qué? ¿Qué ¿Q ué piensas piens as hacer si no aparece? apar ece? Chase Ch ase se apoyó en el mostrador. mostrador .  —Venir  —V enir a por po r ella. ell a.  —No. No vendrás vendr ás —repuso —r epuso Trenton. Tr enton. Colin se inclinó también hacia delante y dijo sin levantar la voz:  —Soloo voy a decir esto una vez más. Es un asunto de fam  —Sol famil ilia, ia, Trent. Tr ent. Quédate Quéda te al margen, ¿oído? ¿oído ? Los músculos de la mandíbula mandíbula de Trenton Trenton se moviero mo vieronn bajo su piel.  —Cami es asunto mío. mí o. Y que los lo s soplapo so plapoll llas as de sus her hermano manoss aparezcan en su lugar de trabajo intent intentando ando acojonarla acojo narla es asunto muy mío. Colin y Chase fulminaron a Trenton con la mirada y tanto uno como otro dieron un paso atrás. Como de costumbre, Colin fue el primero en responder:  —Camille,  —Camil le, sal con co n noso nos o tros tro s ahor aho r a mismo mi smo o me veré ver é ob oblig ligado ado a destro dest rozar zar el chiringuito mient mi entras ras le l e pateo pateo el culo a tu coleg coleguit uita. a.  —No soy so y su coleg co leguita. uita. Soy su novio nov io.. Y o s voy vo y a par partir tir la puta car ca r a antes de que os dé tiempo a hacer un rasguño r asguño en la pintura. Calvin apareció a mi lado. Bajé la vista y vi que llevaba los puños apretados.  —¿Has dicho que vas a destroz destr ozar arme me el negoc neg ocio io??  —¿Qué piensas pi ensas hacer hac er para par a impedir im pedirlo lo?? —Chase escupió esc upió en el ssuelo uelo..  —¡Chase, por lo que más quieras! quier as! —exclamé—. —exclam é—. ¿Per o qué te pasa? —  Trenton me sujetó, aunque yo no tenía intención de ir a ningún sitio en absoluto. Bishop ysalieron Hazel, dea sus quienes todo talleres. aquel barullo despertado curiosidad, respectivos Bishop había se colocó al lado de Calvin y Hazel en el otro extremo. Hazel, Ha zel, cruzando cruzando los lo s brazos, dijo: dijo :  —Puede que parezca par ezca poquita po quita cosa, co sa, pero per o , cuando uno de estos grandullones os esté agarrando bien contra el suelo, yo os arrancaré los ojos con las uñas y entenderéis por qué estoy aquí plantada. Pero, mirad una cosa: no quiero arrancaros los ojos, porque sois los hermanos de Cami. Y no queremos hacerle daño a ella. En la vida. Porque ahora ella

forma parte también de nuestra familia. Y uno. No. Lastima. A los suyos. Así que aprended de nosotros, borrad esas caras de malas pulgas que lleváis y largaos a casa. Y cuando te hayas serenado, Chase…, llamas a tu hermana por teléfono. Y le hablas bien. Salvo que no quieras conservar

 

los ojos.  —O los l os br brazo azoss —agr —ag r egó eg ó Trenton—. Tr enton—. Por Po r que si vuelves a dir di r igir ig irte te a ella el la con un tono menos que respetuoso, te los arrancaré de cuajo y te zurraré con ellos. ¿Nos hemos entendido? Colin y Chase contemplaron nuestro grupo con mirada cautelosa, paseando la vista desde Trenton hasta Hazel, uno por uno. Les superr ábamos en número y vi en los supe lo s ojos oj os de Colin Coli n que no estaba estaba dispuest dispuestoo a vérselas con todos a la vez. Chase Ch ase me miró y dijo:  —Te llamar ll amar é dentro dentr o de un rato. r ato. Merecemo Merec emoss que nos no s des una expli explicació caciónn de por qué nuest nuestra ra familia f amilia está rompiénd rom piéndose. ose. Yo asentí asentí y ellos ello s dieron diero n media vuelta vuelta y salieron salier on por la doble puerta. Cuando Cu ando oí el rugido rug ido del motor mo tor de Colin, bajé la vista, vista, avergonzad avergo nzada. a.  —Te pido disculpas, discul pas, Calvin. Calvi n.  —El estudio está bien, niña. Estamos Estamo s bien —dijo, —dij o, y se marchó mar chó a su despacho. Hazel se acercó a mí y deslizó los brazos entre los míos para apoyar la mejilla mejill a en mi pecho. pecho.  —Te hemos hemo s cubier to las espaldas espal das —dijo —dij o simplem sim plemente. ente. Yo Yo seg seguí uí co conn la mirada en el suelo. Pero cuando se hizo evidente que Hazel no iba a soltarme, la estreché con fuerza. Bishop nos observó unos instantes.  —Gracias  —Gr acias —dije. —dij e. Bishop levantó una ceja.  —Yoo no iba a pelear  —Y pe lear me. Solo Sol o había sali s alido do a mir mi r ar. —Regresó —Regr esó a su tall taller er y yo reí Hazel Ha zel para me soltó somí. ltó y dio un paso atrás.  —Muy bien. El numer num erito ito ha termina ter minado. do. A trabajar trabaj ar —dij —dijo, o, y se mar marchó chó a su taller. Trenton Trent on me cogió cog ió entre sus br br azos y ac acercó ercó los labios a mi pelo.  —Acabarán  —Acabar án entendiéndolo entendiéndo lo.. Yo levanté la mirada hacia él. No estaba segura de lo que quería decir.  —No pienso pi enso dejar que vuelvan a intimidar intim idarte. te. Apoyé la mejilla en su pecho otra vez.

  Es que no saben hacer otra otr a cosa, co sa, Trent. Tr ent. La verdad ver dad es que no puedo recriminárselo.  —¿Porr qué no? Ellos  —¿Po Ello s te lo r ecrimi ecr iminan nan todo a ti. Y no son so n r o bots. Son unos tíos hechos y derechos y saben tomar sus propias decisiones. Ellos

 

han elegido quedarse con lo conocido. conocido .  —¿Un poco poc o como co mo lo que o s pasa a ti y tus hermano her manos? s? —No levanté la mirada mir ada y Tr Tr enton enton tampoco respondió r espondió enseguida. Al final, final, respirando respir ando hondo, dijo:  —Noso tross no r eaccio  —Nosotro eacci o namos namo s ante las l as cosas co sas por que so solo lo co conoc nocemo emoss esa manera de ser. Es precisamente lo contrario. Que no tenemos ni puta idea de lo que estamos haciendo.  —Peroo tú lo intentas —dije  —Per —dij e yo, yo , acurr acur r ucándome ucándo me en su pecho—. pecho —. Tú intentas ser buena gente. Tú te lo curras para hacer las cosas mejor, para ser mejor, más paciente y comprensivo. Pero solo porque puedas partirle la cara a alguien… alg uien… no no quiere quier e decir que tengas tengas que hacerlo hacerlo.. Trenton Trent on rio r io en voz baja.  —Pues claro clar o que sí. —Intenté, —Intenté, con co n poco po co ahínco ahínco,, empuj empujar arle le para par a separarlo de mí. Pero él me m e sujetó sujetó con co n más fuerza.  —Esta noche te voy a pr prepar eparar ar terner terne r a en tacos taco s con co n ar arrr oz —dij —dije. e. Trenton hizo una mueca.  —Nena, me m e encantan e ncantan tus platos plato s pero per o no puedo seguir seg uir cenando a las l as tre tress de la madrugada. madrug ada. Me reí. r eí.  —Vale,  —V ale, pues te lo l o dejar é listo li sto para par a cuando llegue lle gues. s. Hay una llave ll ave debajo debaj o de la piedra que hay frente a la columna de al lado de mi puerta. Te la dejaré allí.  —¿Y no me puedes g uardar uar dar el o fr frecim ecimiento iento para par a otro otr o día? Le había prometid pro metidoo a Olive que la llevaría al Chicken Chicken Joe’s. Sonreí.momento Pemento. ro no. me hacía de feliz per perme derme esos rat r atos con n Olive.  —Un moPero ¿Acabas ¿Acabas decir dónde dó nde está la los a llave llco ave extra? extr a?  —Sí, ¿por ¿po r ?  —Entonces, ¿puedo usarla usar la cuando cua ndo sea? Yo me encogí de hombros. hombr os.  —Sí. Unaa leve sonrisa Un sonr isa tiró de una de las comisuras de la boca de Trenton y a continuación contin uación se extendió extendió por po r toda su cara.  —Voo y a apostar  —V apo star en la siguiente sig uiente pelea de Tr Travis. avis. Para Par a ver si r ecupero ecuper o la

pasta que me sacó Abby y algo más. La próxima semana empiezo a buscar casa. Quiero que vengas vengas conmigo. conmigo .  —Vale  —V ale —dije, —dij e, sin estar muy segur seg uraa de por po r qué tenía ese semblante semb lante tan serio. Yo ya sabía que estaba moviéndose para encontrar casa.

 

La sonrisa sonri sa de Trenton era er a deslumbrant deslumbrante. e.  —Seráá la pelea de cierr  —Ser cier r e del año. año . Un pastizal. pastizal . Proba Pr obablem blemente ente traer tra erán án a algún luchador luchador de artes marciales mixtas mixtas como el que consiguieron consiguiero n el año pasado.  —¿A quién trajer tr ajeroo n el año pasado? pasado ?  —A Kell Kellyy Heaton. Perdió Per dió el título hace cuatro cuatr o años. año s. Travis Tr avis le metió una de impresión. —Era evidente que a Trenton le traía buenos recuerdos—. Saqué mil quinientos dólares. Si este año puedo ganar como mínimo eso, lo habremos conseguido.  —Tú lo l o habrás habr ás conseg co nseguido uido.. Yo Yo ya tengo casa.  —Sí, vale, pero per o a lo l o mejor mej or uno de estos es tos días decides quedarte quedar te a pasar pas ar la noche y ya no vuelves más m ás a tu casa.  —No te hagas hag as ilusi i lusione ones. s. Me Me encanta tener mi propi pr opioo espacio espaci o .  —Y puedes tener tu espacio. espacio . Puedes tener lo que quier as. Me puse de punt puntillas, illas, le rodeé r odeé el cuello con co n los brazos y besé los suaves labios de Trent Tr enton. on.  —Yaa tengo lo que quier o.  —Y Él me abrazó con más fuerza.  —Veng  —V enga. a. Sabes que lo estás deseando dese ando..  —No, gr g r acias. acias . De De momento mo mento no. El rostro de Trenton se puso serio por un instante y entonces me guiñó un ojo y cogió mis llaves.  —Voo y a poner  —V po ner en mar cha el Jeep. Ahora Ahor a vuelvo. vuelvo . Se puso puso el abrigo y salió a pas pasoo ligero. lig ero. Hazelenton acudió al vestíbulo y meneó la amor cabeza.  —Tr  —Trenton te ama, am a, kaigiban.  En plan del bueno, del de para toda la vida. Nunca le he visto así, nunca le he visto hacer estas cosas por una chica. —Me —Me lo dijo casi susurr ando, como arrullando arr ullando cada ppalabra. alabra. Me volví hacia ella.  —¿Cómoo me has llamado  —¿Cóm lla mado?? Ella sonrió sonrió..  —Te he ll llamado amado «amiga «ami ga», », perr per r a. En tagalo tagal o . ¿Tienes algún alg ún probl pr oblema ema con eso?

Me reí y le di un empujoncito apenas lo bastante fuerte para desplazar mínimamentee su cuerpecillo. mínimament  —No. Con lo que tengo teng o un probl pr oblema ema es co conn el hecho de que casi no me queda tabaco y no quiero gastarme la pasta que cuesta otro paquete.

 

 —Pues deja dej a de fumar. fum ar. Además, es asquero asquer o so. so .  —¿Tú no fumas? fuma s? —preg —pr egunté. unté. Como Com o todos todo s los lo s demás del estudio fumaban, di por hecho que ella también. Hazel hizo una mueca.  —No. Y ya solo so lo por eso, eso , no te pedir pedi r ía salir sali r en la l a vida. vi da. Es repug r epugnante. nante. A nadie le agrada morrearse con un cenicero. Yo me puse un pitillo en la boca. Trenton entró corriendo, tiritando.  —¡Lo tienes a punto, nena! —Me quitó qui tó el cigar cig arrr ill illoo de los lo s labi labios os y me besó, inclinándome inclinándome ligerament liger amentee hacia atrás. Cuando Cu ando me liberó, liber ó, me volví hacia Hazel. Hazel.  —Pues hay uno al que ssí.í. Hazel me sacó la lengua.  —Mañana ven temprano tempr ano.. Empezaré Empezar é con co n tus dilatador dila tadores. es.  —No, guapa, g uapa, de eso es o nada.  —Sí, señor se ñor ita —respo —r espondió ndió cantarina, cantar ina, mar m archándo chándose se ya haci haciaa su taller. tall er.  —¿Quier  —¿Qui eres es que te acerque acer que al Red Door Doo r ? No me haría har ía ninguna ning una g r acia que los zoquetes de tus hermanos se presentasen en tu piso. Y fuera hace un tiempo tiempo de perros. perr os.  —Brazil  —Bra zil está en e n mi m i casa y me m e las l as sé apañar con co n un po poquito quito de ni nieve. eve. —  Aunque en las aceras había un palmo de nieve sucia en proceso de derretirse y soplaba un viento de mil demonios, era preferible al hielo. Y mantener limpias la mayoría de las calles era algo que a nuestra pequeña urbe se le daba bien. Trenton tenía las mejillas y la nariz de color rojo brillante y seguía tiritando.  —Brazil  —Bra zil no va a poder pode r vérselas vér selas con co n tus her manos mano s —dijo, —dij o, arr ar r ugando ug ando la frente. Yo me reí y cogí mi pesado abrigo negro y mi bolso.  —Gracias  —Gr acias por ar arrr ancar el Jeep. Quédate aquí dentro, dentro , que se está calentito. Él me devolvió devolvió el cigarr cigar r illo, no sin antes antes darme un último último beso.  —San Valentín Valentín es dentro dentr o de una semana. sem ana.  —Sí. Exactamente dentro dentr o de una semana sema na a partir par tir de hoy. Así que cae en

sábado. Genial sábado. Genial para todo el mundo menos para par a nosotros. nosotro s.  —Pues pídete píde te la noche no che libr li bre. e. Ya Ya trabajas tr abajaste te en Acción Acció n de Gr acias. acias .  —Lo pensar pens aré. é. Trenton Trent on se quedó quedó en la l a puerta mientras mientras yo sacaba el coche marcha mar cha at atrr ás.

 

Durante el trayecto a mi casa no encontré complicaciones. Al entrar en el piso, cerré la puerta y dejé las llaves en la encimera y me fui derecha al cuarto de baño. La ducha caliente me sentó de maravilla, pero nada más cerrar el grifo oí a Brazil y Raegan riñendo. Y cuando me cepillé los dientes y me puse mi albornoz blanco de rizo grueso y salí al pasillo, habíann trasladado la bronca había br onca a la entrada. entrada. Brazil me vio y suspir suspiró. ó.  —Voo y a ir,  —V ir , Ray. Ray. Les dije que iría ir ía y vo voyy a ir. ir .  —Peroo teníamos  —Per teníamo s planes. planes . ¡No ¡No está bien darme dar me plantón plantó n para par a irte ir te a beber con tus colegas de la fr aternidad! aternidad! ¿Por ¿Por qué no lo entiendes entiendes?? Brazil se caló el gorro hasta las cejas, se subió la cremallera del abrigo y se marchó. Raegan fue derecha a mi habitación y se sentó en la cama. Yo me senté en el suelo, delante del espejo de cuerpo entero, y abrí mi neceser de maquillaje.  —¡Pero qué gil g ilipo ipoll llas as es! —dijo, —dij o, golpeando go lpeando el colchó co lchónn con co n lo loss puños. puño s.  —No está pr prepar eparado ado para par a una r elació elaci ó n. Qui Quier eree las ventajas de tener novia pero sin comprometerse. Ella negó con la cabeza.  —Entonces que se ponga pong a en e n plan pl an Travis Tr avis Maddox y se s e tir tiree a todo lo que tenga vagina, hasta que encuentre lo que busca, en lugar de empeñarse en intentar que funcione lo nuestro. Yo levanté una ceja.  —Es que no quiere quier e que seas sea s feliz fel iz con co n nadie más. m ás. El enojo me en elllamó semblant Raegan Raepr gan se transformó transfor tristeza. tristezdel a. asfalto  —Kody llasemblante mó hoy.e de Está preo eocupado cupado por po rmó el en estado asfal to y quiere venir a buscarme para llevarme al local. Tuvimos nuestras estúpida est úpidass broncas, br oncas, pero le echo de menos. Me pinté pinté los ojos o jos y los lo s labios, enchufé enchufé el secador y lo encendí.  —¿A qué esper as, Ray? —dije —di je alzando al zando la voz vo z para par a que m mee oyer o yeraa a pes pesar ar del ruido. No respondió. Simplemente se quedó mirándome mientras el pelo se me levantaba por todas partes por el chorro de aire. Cuando terminé, se

encogió de hombro encogió hombross y dijo:  —Brazil  —Bra zil me dejó el año pasado más o menos meno s por estas fechas, antes de la fiesta de parejas de la fraternidad. Tenía el vestido comprado y le había dicho a todo el mundo que me había pedido ir con él. Pues este año pienso

 

ir a esa puta fiesta. Clavéé la mirada Clav mir ada en el el espejo, atónita, atónita, para verle la cara en el reflejo. r eflejo.  —¿Me estás tomando tom ando el pelo? pelo ? ¿Vas ¿Vas a trag tra g ar todas esas memeces mem eces de fraternidad de tíos, con tal de ir a una fiesta?  —¡Tengo el vestido ves tido!! —exclamó—. —exclamó —. Tú no lo entiendes.  —Tienes r azón. azó n. No No lo entiendo. entiendo . Sonó el timbre y Raegan y yo nos mir amos.  —Igual es Brazil Br azil —dijo —dij o ella. ell a.  —Colin  —Col in y Chase se pr presentar esentaron on hoy ho y en Skin Ski n Deep. Por poco po co no se lían l ían a puñetazos con Trenton… y con todos los demás.  —¡Mier  —¡M ierda! da! ¿Pueden ser ell ellos os,, crees cr ees tú? —preg —pr eguntó. untó. Me levanté, me acerqué sigilosamente a la puerta de nuestro piso y miré por la mirilla. Puse los ojos en blanco y, tras quitar la cadena de seguridad, abrí la puerta. Era Kody, envuelto en un abrigo de lana, bufanda, bufan da, guantes guantes y gor go r ra.  —¿Qué haces ha ces tú aquí? —preg —pr eguntó untó Raegan, Raeg an, asomando aso mando la cabeza ca beza para par a ver quién entraba en el salón.  —Ray,, la cosa  —Ray co sa se está poniendo poni endo chunga. chung a. Creo Cr eo que no es buena idea que vayas en tu coche. Ninguna Ninguna de las l as dos. dos . Ella bajó bajó la l a mirada. mir ada.  —Yoo aún no estoy lista.  —Y lis ta. Kody se sentó en el sofá de dos plazas.  —Te espero esper o . Dejaré Dejar é la furgo fur go con co n el motor mo tor en marcha mar cha para par a que esté calentita cuando cuando entres. entr es. Raegan una sonrisa. Entonces, se fue pitando a su cuarto y cerró la puerta. puereprimió rta.  —Voo lví a casa hace  —V h ace menos me nos de veinte minuto m inutos. s. N Noo está tan mal —dije —dij e con co n mirada pícara.  —Shh —hizo Kody—. No hace falta f alta que se entere. enter e.  —Eres  —Er es bueno —dije yo, y me fui f ui hacia haci a mi cuarto. cuar to.

 

Capítulo Cap ítulo 21 21

 

El sábado por la noche, después de una jornada extenuante en el Red Door, llegué casi arrastrándome a mi piso. Al entrar en mi cuarto y encender la luz, me encontré con Trenton tumbado encima de mi cama, con unos bóxers de color colo r azul marino y… calcetines. calcetines. Me con desnudé, apagué para la luzpoder y memeterse subí a gatas en conmigo la cama, ay su lado. Élme se peleó las sábanas dentro entonces estrechó est rechó contra su cuerpo, pegando la l a cara a mi m i cuello. Nos Nos quedamos así una eternidad, quietos, calentitos. Era la primera vez en mi vida que al llegar a casa después de trabajar había alguien esperándome. Pero no era desagradable, sino todo lo contrario: me hallaba en una cama caliente untoo al cuerpo caliente unt caliente e increíblement incr eíblementee difícil de resist r esistir ir del hombre hombr e que me amaba más de lo que me había amado antes ningún otro. Había cosas peores. Mucho Mucho peores. peor es.  —¿Qué tal Olive? Ol ive?  —¿Hmmm??  —¿Hmmm  —Olive.  —Oli ve. ¿Está bien?  —Te echa de menos. meno s. Le he pr prom ometido etido traer tra erla la mañana para par a que pueda verte. Sonreí.  —¿Y qué tal el Chicken Joe’s? Jo e’s?  —Graso  —Gr asoso so.. Ruido Ruidoso so.. Bestial Bestial.. Apreté más aún contra mí la parte de su brazo que me cruzaba por encima del pecho.  —Veo  —V eo que encontras enco ntraste te la llave. l lave.

 —Qué va, no conseg co nseguí uí encontra enco ntrarr la, así que me colé co lé por po r la ventana de vuestro cuarto baño. Me quedé que dé dede piedra. piedr a. ¿Sabías que estaba cerrada sin pestillo? Trenton se rio r io,, lentamente, lentamente, en voz baja. Yo Yo le l e hinqué el codo. codo .

 

La puerta de casa se abrió de golpe con gran estrépito y Trenton y yo nos sentamos. sentamos.  —¡Corta  —¡Cor ta el r ollo ol lo!! ¡Ni se te ocur oc urrr a decir le adiós adió s co conn la mano! mano ! ¡Raegan! ¡Raeg an!  —dijoo Brazil  —dij Bra zil a gr g r itos. itos .  —¡Haa sido un cielo!  —¡H ciel o! ¡No ¡No quiso que cogi co giese ese el coche co che con co n esta nieve, nada más!  —¡Pero si no hay nieve en las calles! call es! ¡Solo están mojadas mo jadas!!  —¡Claro!  —¡Clar o! ¡Aho ¡Ahorr a! —repli —r eplicó có ella. ell a. Cruzó Cr uzó el pasillo pasil lo haciendo hacie ndo mucho ruido al andar y Brazil fue tras ella y cerró la puerta del dormitorio dando un portazo. Yo gruñí.  —Esta noche no. no . Necesi Necesito to dor do r mir. mir . La voz amortiguada amor tiguada de de Brazil se oía oí a a través de la par par ed.  —¡Porque  —¡Por que no puedes ir i r con co n tu exnovio exnovi o en e n su fur g o por ahí, po porr eso eso!!  —¡A lo mejor mej or si me m e hubieses hubies es llevado l levado tú al local…! lo cal…!  —¡Ah,  —¡A h, no! no ! ¡No ¡No me carg car g ues a mí con co n la culpa! ¡Si yo hubiese hecho lo mismo…!  —¿Y quién dice di ce que no lo hayas hecho? hec ho?  —¿Qué signifi sig nifica ca eso? eso ? ¿Qué quieres quier es decir, decir , Raegan? ¿Alguien ¿Alg uien te ha dichoo algo? dich algo ?  —¡Noo !  —¡N  —¿Entonces qué?  —¡Nada!  —¡N ada! ¡No ¡No tengo ni idea i dea de lo l o que haces cuando no estás! ¡Ni ¡Ni siquier si quieraa estoy est oy segura segur a de si me impor ta ya! ya! En ese momento todo quedó bastante Entonces, al cabomás de varios minutos, continuaron hablando en en vozsilencio. más baja. Diez minutos tarde no se oía ninguna voz y, justo cuando pensaba acercarme a ver si Raegan estaba bien, oí sus gemidos y jadeos, y su cama empezó a golpear contra la pared.  Puaj.

 —No me m e lo puedo cr creer eer —dije. —dij e.  —Lo de ir irno noss a vivir vivi r juntos junto s va so sonando nando cada vez mejor mej or,, ¿no crees? cr ees? —  dijo Trent Tr enton on pegando la cara a mi cuello.

Yo me acomodé a su lado.  —Llevamos  —Llevam os menos meno s de cuatro cuatr o meses. mese s. Vayamo Vayamoss con co n calm calma. a.  —¿Porr qué?  —¿Po  —Por que son so n palabr as mayo ma yorr es. Casi no te conozco cono zco..

 

Trenton apoyó su mano en mi rodilla y fue subiéndola suavemente hasta que sus sus dedos tocaron la parte de algodón de mis br braguitas aguitas..  —Yoo te conozco  —Y cono zco bastante íntimamente. íntim amente.  —¿De verdad? ver dad? ¿Es que quieres quier es alar gar ga r la escena de Buffy y Spike que se ha montado ahí al lado?  —¿Eh?  —Prim  —Pr imer eroo se tiran tir an los lo s trastos tr astos a la cabeza c abeza y lueg l uego… o… pelill peli llos os a la mar.  —No tienes ganas, ga nas, ¿no? ¿no ? —preg —pr eguntó untó él. él . Los gr ititos ititos de Raegan Raegan eran cada vez más agudos.  —No. En estos mom m omentos entos no. n o.  —¿Ves?  —¿V es? Prácticam Pr ácticamente ente es como co mo si fuésem f uésemos os marido mar ido y mujer. muj er.  —¡Te ha dado por hacerte hacer te el g r acioso acio so!! —dij —dijee yo, hundiendo los lo s pulgares entre sus costillas. Él intentó defenderse, gruñendo y riéndose mientras yo le hacía cosquillas. Acabó imitando los grititos agudos de Raegan. Yo me tapé la boca, tronchándome de risa sin poder parar. Raegan se calló y Trenton me dio con un puño. Entonces los dos volvimos a tumbarnos. Media hora después, Brazil y Raegan pasaron sigilosamente por el pasillo y se oyó que la puerta de casa se abría y volvía a cerrarse. Unos segundos después, la puerta de mi cuarto se abrió de golpe y se encendió la luz.  —¡Cabrones!  —¡Cabro nes! Yo me tapé los ojos. Entonces, oí que Raegan contenía la respiración como si se hubiese asustado.  —Jo  —Joder, der, Trenton, Tr enton, ¿qué ¿q ué te ha pasado? pasado Me volví para mirarle. Encima del ?pómulo tenía tres arañazos rojos de sangre, y uno de sus labios estaba partido. Me levanté dando un respingo y me quedé sentada.  —¿Qué te has hecho en la car c ara, a, Trent? Tr ent?  —Todavíaa no tengo pensada una mentir  —Todaví m entiraa que pueda colar. co lar.  —Pensé que esta es ta noche no che habías ha bías estado en el Chicken Joe’s Jo e’s con co n Oli O live. ve. ¿O es que otra vez fuiste a ese bar de moteros? —le pregunté, con innegable tono de acusación.

Trenton rio para sí.  —No, sí que fui al Chicken Joe’s. Jo e’s. Pero Per o Chase y Colin Col in estaban allí all í también. Raegan se quedó perpleja, igual que yo. Los ojos se me llenaron de

 

lágrimas.  —¿Y esos eso s cabrone cabr oness se tirar tir aroo n a por ti? ¿Estando con co n Ol Olive? ive? ¿Ella está bien?  —Lo intentaro i ntentaron. n. La La niña está bien. Salimo Sali moss del local lo cal y no vio gr an co cosa. sa. Raegan dio un paso hacia la cama.  —¿Qué pasó pa só??  —Pues diga di gamo moss simpl s implemente emente que se les l es han ha n quitado las ga ganas nas de volver vol ver a tirarse tirar se encima de mí. Yo me tapé la cara. car a.  —¡Maldi  —¡M aldita ta sea! ¡Maldi ¡Maldita ta sea, jjode oderr ! —Cogí —Cog í mi m i móvi m óvill y mandé el mism m ismoo mensaje a Colin y a Chase. Contenía solo una palabra:   GILIPOLLAS

  El móvil de Trenton vibró y lo cogió. Al ver la pantalla, puso los ojos en blanco. También le había mandado a él el mensaje.  —Oye, que fuero fuer o n ellos ell os los lo s que vinier vi nieroo n a por po r mí mí..  —¿Están bien? —quise —qui se saber. saber .  —Algoo magulla  —Alg mag ullado dos. s. Y más les va a doler dol er por la mañana. Pero Per o se terminó. La car car a se me contrajo contrajo..  —¡Trent! ¡Joder! ¡Joder ! ¡¡Esto Esto tiene que acabar! acabar !  —Te lo acabo de decir, deci r, nena: ne na: se ha terminado term inado.. Coby es estaba taba con co n ello el los. s. Él no se me tiró encima, sino que trató de disuadirles. Yo les partí la cara y ellos retirarse. Mi accedieron móvil pitó. aEra Chase.   Lo siento. Ya lo hemos arreglado. Está todo bien.

  ¿Qué tal tu cara?

  Mal.

  Estupendo.

  A Raegan se le abrieron un poco más los ojos y entonces salió de espaldas y se fue a su cuarto. Yo fulminé a Trenton con la mirada.

 

 —¿Qué quer que r ías que hicier hici era? a? ¿Dejar que me machacase m achacasen? n? Distendí Dist endí el rostro rostr o y respondí: r espondí:  —No. Pero Per o me parece par ece hor ho r r ible ibl e que ocur oc urrr iese algo alg o así estando Olive Oli ve delante. Me preocupa cómo có mo esté. Trenton salió de la cama para apagar la luz y entonces volvió a meterse a mi lado.  —Mañana la verás. ver ás. Está bien. Le expliqué expli qué lo que había pasado y lueg luegoo se lo expliqué a sus padres. Yo me estremecí. estr emecí.  —¿Se enfadar enfada r o n mucho mucho??  —Un poquill poqui llo. o. Pero Per o no conmi co nmigg o.  —¿Necesitas hielo hi elo o algo? alg o? Trenton Trent on rio r io en voz baja.  —No, nena. Estoy bien. bi en. Duér Duérmete. mete. Relajé los músculos, pegada a él, pero tardé un rato en conciliar el sueño. No podía parar de pensar. Y por su manera de respirar, me di cuenta de que Trenton tampoco conseguía dormirse. Al final, me pesaron los párpados pár pados y me dejé dejé vencer vencer por po r el cansancio. cansancio.   Cuando finalmente abrí los ojos, el reloj marcaba las 10:00 y Olive estaba de pie al lado de mi cama, mirándome. Al darme cuenta de que bajo la ropa de cama estaba casi desnuda, sujeté bien la sábana contra el pecho.  —Hola,  —Hol a, Olive Ol ive —dije, —di je, pestañeando—. pes tañeando—. ¿Y Trent? Tr ent?  —Está metiendo la compa.  —¿La compr co mpra? a? —dije, —dij e, incor inco r por po r ándome—. ándo me—. ¿Qué compr co mpra? a?  —Fuimoss a hacer la compa esta mañana. Él dijo que te faltaban dos o  —Fuimo tres cosas, pero ha llenado seis bolsas. Me incliné para para mir ar pero per o solo so lo vi la puerta de casa casa abierta. Brazil salió al pasillo. Lo único que cubría su piel bronceada eran unos calzoncillos de tela de cuadros escoceses en tonos verdes. Bostezó, se rascó el culo y entonces, al darse la vuelta, vio a Olive. Cruzó las manos para taparse la ingle, que estaba también despertándose.

 —¡Ostr as! ¿Qué hace  —¡Ostras! hac e aquí?  —Ha venido con co n Trent. Tr ent. ¿Y tú ya has vuelto? vuel to?  —Llegué  —Lleg ué cuando Trent Tr ent se iba.  —Ponte alg al g o de r o pa, maldita mal dita sea, que no vives aquí. a quí.

 

Olive meneó la cabeza, cabeza, reprobándole repr obándole con sus destellante destellantess ojos o jos verdes. Brazil se refugió en la habitación de Raegan. Señalé la puerta con un movimiento de la cabeza y le dije a Olive: Oli ve:  —Largo  —Lar go,, peque. Que Q ue yo también tengo que vestir ves tirme. me. —Le guiñé gui ñé un oj ojoo y ella sonrió y salió a todo correr cor rer en dirección dirección al salón. Tras cerrar bien la puerta de mi cuarto, saqué de mis cajones unos calcetines y un sujetador y a continuación me puse unos vaqueros y una sudadera de color crema. Mi pelo seguía atufando como a cuarenta paquetes de cigarrillos después de la noche de trabajo en el Red Door, así que me lo recogí en una mini coletita, lo rocié con un poco de desodorant desodor antee y lo di por bueno. bueno. Cuando entré en la cocina, Trenton estaba bromeando con Olive mientras guardaba en los armarios latas de comida, entre otras cosas. Todos estaban estaban abiertos y r epletos. epletos.  —¡Trentonn Allen! —exclamé,  —¡Trento —exclam é, atónita, atóni ta, y me tapé la boca—. boc a—. ¿Por ¿Po r qué lo has hecho? ¡Se suponía que tenías que estar ahorrando!  —Paso un montó m ontónn de tiempo aquí, como co mo mucha comi co mida da vuestra vuestr a y tengo un margen de trescientos dólares, sobre todo después del combate de fin de año de Travis.  —Peroo ni siquier  —Per siqui eraa sabes cuándo lo van a hacer ni si lo van a hacer. Travis ahora solo tiene ojos para Abby. ¿Y si se raja? ¿Y si el otro tío se echa atrás? Trenton Trent on sonrió sonr ió y me estrechó entre entre sus brazos. br azos.  —Deja que yo me pr preo eocupe cupe de eso. eso . Puedo hacer algo alg o de compr co mpraa de vez en cuando. cuando. También También he comprado cosas para mi padre. Le abracé abracé y entonces entonces saqué eell último cigarr cig arr illo de mi cajetilla. cajetilla.  —¿No habr ás compr co mprado ado tabaco, por po r un casual? casual ? Trenton Trent on me mir ó con co n cara de chasco. chasco.  —No. ¿No te queda? Puedo acercar acer carme me otra o tra vez y te traig tr aigo. o. Olive cruzó los brazos. br azos.  —Fumar es malo m alo para par a la salús. Yo me quité eell cigarri cigar rillo llo de los lo s labios y lo dejé en la encimera.  —Tienes r azón. azó n. Perdona. Perdo na.

 —No te hag hagas as la buenecita conmi co nmigg o. Deberías Deber ías dejar de fumar. fuma r. Y Tuent  también. Trenton se quedó mirando a Olive unos instantes y a continuación me miró a mí.

 

Yo me encogí de hombros. hombr os.  —De todas fo f o r mas, se estaba poniendo po niendo por las nubes. Trenton sacó su cajetilla del bolsillo del abrigo y la aplastó con una mano. Entonces yo cogí el último cigarrillo de la encimera y lo rompí en dos. Trenton tiró su tabaco a la basura y yo también. Olive estaba plantada en mitad de mi cocina, feliz como no la había visto antes. Pero entonces sus preciosos ojos verdes comenzaron a llenarse de lágrimas.  —¡Ew,, no llor  —¡Ew ll or es! —dijo —dij o Trenton, Tr enton, cog co g iéndo iéndola la r ápidamente ápidam ente en brazo br azos. s. Ella se abrazó a él y su cuerpecillo empezó a temblar. temblar. Se irguió, me miró y se secó un ojo con la mano.  —¡Es que me siento si ento tan feli fe liz! z! —dijo, —dijo , y sor so r bió el air ai r e por po r la nar iz. Yo abracé a Trenton, de manera que la pequeña quedó emparedada entre los dos.deAdiversión Trenton ylas cejas nseal le gesto mezcla emoción emoció verdispararon la reacción r eacciónendeun Olive. Olive . que era una  —Joli  —Jo lines, nes, Ew, Ew, de haber sabido que er eraa algo alg o tan impor im por tante para par a ti, los lo s habría tirado a la l a basur basur a hacía tiempo. tiempo. Ella le apretó las mejillas con las palmas de las manos para arrugarle la boca.  —Mamá dice que está más or gullo gul losa sa de haber dejado de fumar fuma r que de cualquier otra cosa del mundo. Después de mí. Trenton Trent on la miró mir ó con dulzura y la abrazó abrazó.. Olive estuvo viendo dibujos en la tele, sentada en el pequeño sofá, hasta que Trenton tuvo que marcharse a casa para prepararse para ir a trabajar. Yo llegué antes que él a Skin Deep, así que decidí limpiar el polvo y pasar el aspirador, pues Calvin, que había abierto ya el estudio, se había ocupado de dar las luces y de encender el ordenador, que era lo que yo solía hacer al llegar. Hazel Ha zel entró entró como una exhalación exhalación por la puerta del local, lo cal, prácticamente prácticamente oculta bajo bajo su gr an abr abr igo naranja y su gruesa bufanda. bufanda.  —¡Perdón!  —¡Perdó n! ¡Lo siento hor r o r es! —se disculpó, discul pó, y se fue pitando a su taller. Me picó la curiosidad cur iosidad y me fui tras ella.

Hazel roció la silla con desinfectante y a continuación limpió todo lo demás. Estaba rebuscando en sus cajones, sacando y colocando una serie de envases, envases, cuando cuando se volvió para mirarme. mir arme.  —¡Mee lavo las mano  —¡M m anos, s, me m e pong po ngoo lo loss guantes g uantes y estoy esto y lista! li sta!

 

Arr ugué la frente. Arrugué frente.  —¿Lista? ¿Par a qué? Esta mañ mañana ana no tienes a nadie. nadi e. Unaa sonrisa Un sonr isa pícara se le dibujó en la cara. car a.  —¡Claroo que sí!  —¡Clar Salió y al cabo de unos cinco minutos regresó mientras se enfundaba los guantes. guantes.  —¿Bien? —dijo —di jo,, mir mi r ándome ándo me con co n cara car a expectante.  —¿Bien, qué?  —¡Siéntate! ¡Pongámo ¡Pong ámonos nos a ello! ell o!  —Que yo no quiero quier o dilatador dil atador es, Hazel. Ya te lo he dicho. dicho . Infinida Infinidadd de veces. Ella sacó el labio inferior.  —¡Pero si ya me he puesto los lo s guantes! gua ntes! ¡Estoy li lista! sta! ¿Viste ¿Viste los lo s nuevos nuevo s dilatadores ¡Son ¡Son la l a caña!que recibimos la semana pasada, con pintitas de leopardo?  —Es que yo no quiero quier o que las or ejas me cuelg cue lguen. uen. Es asquero asquer o so. so .  —No hace falta fal ta que te ponga po ngass de los lo s gr andes. Podemos Podem os empezar empeza r simplemente con un dilatador de uno coma dos. ¡Es supermini! Una cosa así… —Curvó el pulgar y el dedo índice hasta formar un agujerito en el centro. Yo negué con co n la cabeza.  —No, cor co r azón. azó n. Ya me puse un piercing pier cing en la nariz. nar iz. Me encanta. Estoy bien así.  —¡Pero si te mol m olan an los lo s mío mí o s! —exclamó —exclam ó , desinflá desi nflándos ndosee por po r mo momento mentos. s.  —Sí. Los tuyos. tuyo s. Pero yo no n o quier qu ieroo eso e so en mis mi s or o r ejas. ejas . Hazel se quitó los guantes con rabia y los tiró en la papelera. Luego, soltó una retahíla de tacos en tagalo.  —Trent  —Tr ent está a punto de lleg lle g ar —dije—. —dij e—. Que te haga hag a un tatuaje nuevo. nuevo . Para desahog desahogarte arte un poco poco..  —Eso vale par pa r a ti. Pero yo necesito necesi to clavar cl avar cosas. co sas. Es lo que me da paz.  —Coño —comenté, —co menté, y reg r egrr esé a la l a recepci r ecepcióó n. Trenton entró a paso ligero, meciendo las llaves en un dedo. Saltaba a la vista que estaba de buen humor.

 —Nena —dijo —di jo,, cor co r r iendo a mi lado. lado . Me cog c ogió ió por los lo s brazo br azoss y añadió  —: He dejado el coche co che en marcha. mar cha. Necesito que veng vengas as conmi co nmigo go un momentito.  —Trent,  —Tr ent, el estudio es tudio ha abier abie r to, no puedo… puedo …

 

 —¡Cal! —exclamó Trenton. Tr enton.  —¿Sí? —r espondió espo ndió Calvin desde de sde el fo fondo ndo del lloo cal.  —¡Mee llevo  —¡M ll evo a Cami para par a que lo l o vea! v ea! ¡Vol ¡Volvemo vemoss en meno m enoss de una hor ho r a!  —¡Lo que tú digas! dig as! Trenton me miró con los ojos brillantes.  —¡Vamo  —¡V amos! s! —dijo, —dijo , cogi co giéndo éndome me de la mano m ano.. Yo m mee resistí. r esistí.  —¿Adónde vamo va mos? s?  —Yaa lo verás  —Y ver ás —respo —r espondió ndió mientra mie ntrass tiraba tir aba de mí hasta el Intr Intr epid. Me abrió la puerta y yo yo me m e subí. Entonces Entonces él él rodeó r odeó el coche co che a paso paso liger li gero, o, por detrás, y se metió rápidamente en el asiento del conductor. Condujo a gran velocidad hacia el misterioso lugar al que nos dirigíamos, con la radio más alta de lo habitual y llevando el ritmo con los dedos en complejos el volante. Nos metimos en la más zona bonitos privada de Montes Altos, uno de los de apartamentos la ciudad, y aparcamos delante de las oficinas. Una mujer de mi edad aproximadamente, vestida con traje de chaqueta y tacones, esperaba en el exterior.  —Buenos días, señor seño r Maddox. Y usted debe de ser Camille Camil le —dijo —dij o , tendiéndome la mano—. Yo soy Libby. Estaba deseando que llegase el día de hoy. —Yo le estreché la mano, sin entender muy bien de qué iba todo aquello. Mientras nos dirigíamos con ella hacia un bloque de pisos de la parte posterior de la propiedad privada, Trenton me cogió de la mano. Subimos las escaleras y Libby sacó un llavero lleno de llaves, ll aves, con una de las cuales cuales abrió la puerta. puerta.  —Bueno, pues este es el de dos do s habitaciones. habitacio nes. —Estiró —Estir ó un brazo br azo hacia delante delan te y giró gir ó lentament lentamentee el cuerpo trazando trazando un semicírculo. semicír culo. Me Me recor r ecordó dó a una de esas mujeres de  El precio justo —. Dos baños, baño s, dos dosciento cientoss metro metr o s cuadrados, toma para lavadora y secadora, frigorífico, triturador de basura, lavaplatos, chimenea, totalmente enmoquetado, y hasta dos mascotas permitidas con fianza por mascotas. Ocho ochenta al mes, con fianza de ocho ochenta. —Sonrió—. Es el precio sin mascotas, que incluye

el gasto de agua y recogida r ecogida de basuras. La basura basura se recoge r ecoge los lo s martes mar tes.. La La piscina está está disponible de mayo a septiembr septiembr e, el club social el año ente entero ro,, el gimnasio las veinticuatro horas, siete días a la semana, y por supuesto plaza asignada de aparcamiento cubierto.

 

Trenton me mir ó. Trenton Yo me encogí de hombros. hombr os.  —Una pasada.  —¿Te gusta? g usta?  —¿Cómoo no me iba  —¿Cóm i ba a gustar g ustar?? Le da mil mi l vueltas vuel tas a mi piso. piso . Trenton Trent on sonrió so nrió a Libby. Libby.  —Nos lo l o quedamo que damos. s.  —Esto… Trenton, Tr enton, ¿podemo ¿po demos…? s…? —Me lo ll llevé evé a uno de los lo s dormitorioss y cerré la puerta. dormitorio puerta.  —¿Dime, nena? Este piso pis o no va v a a estar disponibl dispo niblee mucho tiempo. tiempo .  —Creía  —Cre ía que no tendrías tendrí as el dinero diner o hasta después del co combate mbate de Travis. Tr avis. Trenton Trent on se rio y me rodeó ro deó con sus brazo brazos. s.  —He estado ahor aho r r ando el equivalente equival ente a un año a ño de alqui alquiler ler más r ecibos, ecibo s, contando incluso con la mitad para que podamos mudarnos ya.que pagaré a mi padre. Tengo suficiente  —Espera,  —Esper a, esper a, esper a… ¿Has dicho dic ho «poda « podamo mos»? s»?  —¿Y qué iba a decir ? —preg —pr eguntó untó Trent, Tr ent, co confuso nfuso—. —. Acabas de responder que te te gusta y que que era mejor mejo r que tu tu piso.  —¡Pero no he dicho que fuese a venirme venir me a vivir aquí yo también! ¡Anoche ¡A noche te dije dije justo lo contrario! contrari o! Trenton se quedó mirándome boquiabierto. Entonces, la boca se le cerró de golpe y se frotó la nuca.  —Vale,  —V ale, pues… Yo me quedo con co n una llave lla ve de tu piso y tú con co n una del mío.. Y a ver qué tal. Sin presio mío pr esiones. nes.  —No hace falta fal ta que me des una ll llave ave de tu piso pis o enseguida. enseg uida.  —¿Porr qué no?  —¿Po no ?  —Es que… que … No la necesito. necesi to. No sé, se me hace r aro. ar o. ¿Y ¿ Y para qué quieres quier es un piso de dos habitaciones? Trenton se encogió de hombros.  —Dijiste  —Diji ste que necesitabas necesi tabas tu espacio espaci o . Esa o tra habitaci habitación ón es para par a lo que tú quieras. Me dieron diero n ganas de abrazar abrazarle le y de decir decirle le que sí y hacerle hacerle feliz, pero lo cierto era que yo no quería irme a vivir con mi novio. Aún no. Y si lo

hacía, serí seríaa una pr pr ogr og r esión natural, natural, no esta esta mierda mier da de emboscada. emboscada.  —No.  —¿No qué?  —No todo. todo . No quiero quier o que me des una lla llave. ve. No me voy a mudar

 

contigo. No No me voy a poner po ner dilatadores en las orejas. or ejas. Simplemente… Simplemente… ¡no! ¡no!  —Dilatadorr es… ¿Qué?  —Dilatado ¿Q ué? Salí corriendo. Pasé por delante de Libby a todo correr, bajé las escaleras y me metí en el Intrepid. Trenton no me dejó mucho tiempo esperando en medio del frío. Se metió en el coche, a mi lado, y puso el motor en marcha. Mientras esperaba a que se calentase, suspiró y dijo:  —Escogg í una mala  —Esco m ala semana s emana par pa r a dejar deja r de fumar. fum ar.  —Dímeloo a mí.  —Dímel mí .

 

Capítulo Cap ítulo 22 22

 

estuvo uvo con la mudanza, no no le l e vi mucho el pelo A  Trenton, liado como est a lo largo de la siguiente semana. Yo le eché un cable cuando pude, pero las cosas estaban raras. Trenton se había tomado bastante mal que no me fuese a vivir con él. Disimulaba sus sentimientos tan mal como yo, lo que no siempre era algo bueno. El sábado por la noche Raegan estaba sentada en nuestro sofacito, zapeando, con un vestido de fiesta de los de cortar el hipo. Llevaba un solo tirante, como una tira hecha de brillantes. El resto del vestido era de satén ro rojo, jo, totalmente totalmente ceñido y marcand mar candoo tipazo. tipazo. El El escote corazón cor azón lo hacía aún más sexi. Llevaba también unos taconazos plateados de vértigo y se había alisado la melena, muy brillante, con unos mechones recogidos y el resto suelto.  —Me encantaría encantar ía que Blia estuviese aquí. Desde luego lueg o esta image ima genn merece una de sus frases personalizadas. Estás perfecta. Su brillo de labios en tono beis destelló destelló en sus lab labios ios al sonreír. sonr eír.  —Gracias  —Gr acias,, Cami. ¿Qué planes pl anes tiene tieness esta noche? no che?  —Trenton  —Tr enton iba a deshacer cajas un r ato al salir sali r de Skin Deep. Pero Per o dijo dij o que vendría para las siete. Últimamente Travis lo está pasando mal. Va a ir a verle y luego vendrá para acá.  —¿Entonces esta noche no che libr li bras? as? Asentí.  —Brazil  —Bra zil pasará pasar á a buscar me a las l as siete si ete y media. medi a.  —No parece par ece que te haga hag a muy feli f elizz la idea. i dea.

Ella se encogió de hombros. Me fui a mi cuarto y abrí las puertas correderas de mi armario. Tuve que cuidado al deslizar organizada la de la izquierda, porque se salía del riel.y Teníaponer la ropa esmeradamente por categorías, subcategorías colores. Las sudaderas las tenía colgadas en perchas en la parte de más a la

 

izquierda, y a la derecha estaban las camisetas, las prendas vaqueras y los vestidos. No tenía muchos, pues vivía más concentrada en hacer frente a las facturas que en rellenar mi armario ropero, y además Raegan me dejaba cogerle prestadas un montón de cosas. Trenton iba a llevarme a un elegante restaurante italiano del centro y luego iríamos a tomar unas copas al Red Door. Se suponía que iba a ser una velada relajada. Había dejado encima de la cómoda la tarjeta y el regalo que le había preparado, dentro de una bolsa roja de regalo. Era bastante soso, pero estaba segura de que que él valoraría valor aría el detalle. detalle. Saqué del armario lo único que más o menos podía resultar apropiado: un vestido negro de ganchillo con forro blanco y mangas tres cuartos. Con su recatado escote en U, era el único vestido que tenía que no resaltaba mi busto y que no llamaría la atención en un restaurante fino. Me calcé un osisfecha. tacones rojos ro jos y me puse collar y pendient pendientes es rojos ro jos a juego, juego , y me di porunos satisfecha. sat Justo antes de las siete alguien llamó con los nudillos y salí a paso ligero a abrir abrir la puerta. puerta.  —No te levantes. le vantes. Debe Debe de ser se r Trent. Tr ent. Pero no er a él. Era Brazil. Mir iróó la hora hor a y dijo: dijo:  —Perdón  —Per dón por lleg ll egar ar tan pronto pr onto.. Es Es que estaba es taba en casa sin s in nada que hacer y… Raegan se puso de pie y durante unos segundos Brazil se quedó sin habla. Entonces esbozó una sonrisa sesgada.  —Qué mona m ona.. Yo fruncí el ceño. Raegan estaba impresionante y no me cupo duda de que Brazil se estaba haciendo el indiferente aposta. No lo hacía por putear, pero en su mirada se apreció un puntito de pesar. Raegan no protestó por su falta de expresividad, simplemente imitó su reacción y cogió su bolso de la encimera del desayuno.  —Mejor ll llévate évate abrig abr igo, o, Ray —sugir —sug irió ió Brazil Br azil—. —. Hace Hace un fr ío que pela. pela . Abrí el armario de la entrada y le tendí a Raegan el abrigo negro de vestir. Ella me lo agradeció con una pequeña sonrisa y a continuación salieron y cerraron la puerta.

Regresé a mi cuarto para terminar de arreglarme el pelo. Dieron las siete y luego las siete y media. A las ocho cogí mi móvil y miré la pantalla. Nada. Probé a llamarle pero automáticamente saltó el contestador. A las nueve menos cuarto estaba sentada en el pequeño sofá de dos

 

plazas, jugando a un estúpido plazas, estúpido juego de pajaritos en el móvil. mó vil. Que Que Trenton no hubiese telefoneado para explicarme su tardanza no estaba ayudando nada a contener el enfado que iba creciendo dentro de mí. Alguien llamó a la puerta con los nudillos y me levanté de un brinco. Al abrir la puerta, me encontré con Trenton. O con la mitad de Trenton, porque estaba oculto detrás de un jarrón con varias docenas de rosas de color rojo oscuro. Contuve Cont uve la respiración respir ación y me tapé la boca con las l as dos manos.  —Madre mía. mía . ¿Son para par a mí? mí ? —preg —pr egunté. unté. Trenton entró y dejó el jarrón sobre la encimera. Iba con la misma ropa que había llevado a trabajar y de pronto me sentí demasiado arreglada en comparación. Cuando Cu ando se dio la vuelta, vuelta, no sonreía. so nreía.  —¿Qué patosa?estaba ¿Está aparcada bien bie ncada Travis? Tr avis? —preg —pr egunté.  —Su moto mopasa? apar delante delunté. Ugly Fixer Liquor Liquo r ’s, co conque nque seguramente no. Le abracé con fuerza.  —Gracias  —Gr acias por po r las flor flo r es. —Cuando me di cuenta de que no había movido las manos de los costados, costados, me aparté. Vi claramente que Trenton estaba haciendo esfuerzos por mantener el semblantee sereno. semblant  —Las trajer tr ajer on al estudio a última úl tima hor ho r a, cuando c uando ya te habías ido. ido . No son s on mías.  —¿Y de quién so son? n? —preg —pr egunté. unté. Él señaló el jarrón.  —Hay una tarjeta. tar jeta. Me acerqué y saqué de un pequeño soporte de plástico un sobrecito de color rojo. Cuando extraje la tarjeta, moví los labios leyendo el texto a toda velocidad, velocidad, pero sin emitir ningún sonido.   Más de una vez esta semana he tratado de convencerme para no hacer esto, pero tenía que hacerlo. Siempre te querré, T.

  Cerr Ce rr é los ojos.  —Maldita sea. —Tendí la tarjeta tarj eta boca bo ca abajo en la superfic super ficie ie de for fo r mi mica ca verde claro y allí la dejé, debajo de mi mano, mientras miraba a Trenton

 

 —. Sé lo que estás pensando. pensa ndo.  —No, no lo sabes.  —Yaa no hablo con  —Y co n él. Hace semanas semana s que no hablamos hablam os..  —Entonces er eran an de T. J. —concluyó —co ncluyó Trenton, Tr enton, y llaa cara car a y el cuello cuell o se le pusieron pu sieron rojísimos. ro jísimos.  —Sí, per pe r o ni siquier siqui eraa entiendo por qué me m e las l as manda. m anda. Hagamo Hagam o s… —Le te tendí ndí las manos, pero él se apartó—. Hagamos Hagamos como si no exist existieran, ieran, nada más —dije, señalando las rosas con un gesto de desdén—, y pasemos un rato agradable esta noche. —Trenton se metió las manos en los bolsillos, de mala gana, al tiempo que apretaba los labios—. Por favor —le supliqué.  —Te las ha mandado para par a mar earte. ear te. Y para par a mar earme ear me a mí. m í.  —No —dije—, —di je—, no es su estilo es tilo..  —¡No  —¡N le defi defiendas! endas! ¡Estodeesnuevo de g ilipo ilisepolla llas! s!para —exclamó, —exclam ó, volvié vo lviéndo ndose se ya hacia lao puerta. Entonces, giró mirarme—. Llevo todo este rato sentado en el estudio, mirando esas putas flores. Quería tranquilizarme antes de presentarme aquí, pero esto es… Es una puta falta de respeto, ¡eso es lo que es! Me dejo la piel tratando de demostrarte que soy mejor para ti de lo que él lo fue nunca. Pero sigue sacándose de la manga estas gilipolleces, y presentándose aquí y… Yo no puedo competir con un niño bien con título de California. Yo a duras penas voy tirando adelante, sin ningún título, y hasta hace unos días todavía vivía con mi padre. Pero, Cami, estoy jodidamente enamorado de ti —dijo, tendiéndome las manos—. Llevo enamorado de ti desde que éramos unos críos. La primera vez que te vi en el recreo, entendí lo que era la belleza. La primera vez que pasaste de mí fue la primera vez que se me rompió el corazón. Pensaba que estaba haciéndolo bien esta vez, desde el momento en que te vi sentada en tu mesa en el Red Door. Nunca nadie te ha querido como yo te quiero. Durante años yo… —Le costaba respirar y apretó la mandíbula—. Cuando me enteré de lo de tu padre, quise rescatarte —dijo, y se rio entre entre dientes, pero pero no por que le pareciese pareciese gr acioso—. Y esa noche en tu piso pensé que por fin había hecho algo bien en la vida. —Señaló el suelo—. Que mi propósito en la vida era amarte y protegerte… Pero no

me preparé prepar é para tener tener que compartirte. No sabía cómo iba a poder arreglar aquello. Era nuestro primer San Valentín juntos y él estaba furibundo. Pero era consciente de que esas flores no tenían nada que ver con Trenton y sí todo que ver con que T. J.

 

estaba destrozado. Me quería pero, simplemente, no habíamos sido capaces de hacer que lo nuestro funcionara. Trenton no lo comprendería porque por que cualquier cualquier intento intento de explicación explicación por po r mi parte par te darí daríaa pie a pregunt pr eguntas. as. Preguntas que yo no sabía cómo contestar. Me costaba horrores enfadarme con alguno de los dos y me resultaba más fácil enfadarme conmigo misma por haberno habernoss metido a todos en semejante semejante situación. situación. Entrr é en la cocina, saqué Ent saqué el cu cubo bo de la basura, agarr é el jarr ón y lo solté en línea recta para que se hundiera hundiera en el fondo. Trenton me observó con una mueca de dolor en la cara. Entonces, todo su rostro ro stro se distendió. distendió.  —¡Noo tenías que hacer  —¡N ha cer eso! eso ! Corrí hasta él y, rodeándole la cintura con los brazos, apreté mi mejilla contra su hombro. Ni siquiera cuando me ponía tacones era tan alta como él. —No  —No quiero quier o esas flor flo r es. —Alcé la vista hacia él—. Pero Per o te quiero quier o a ti. No eres un tío con el que prefiero quedarme porque no haya conseguido al que quería en primer lugar. Si crees que te has enamorado de dos personas, escoges a la segunda, ¿verdad? Porque si realmente yo amase a T. J. no no habría habr ía podido enamorarme enamorar me de ti. Trenton Trent on bajó la mirada mir ada hacia hacia mí, una mirada mir ada cargada de tristeza.  —En teoría teor ía —r espondió espo ndió,, y soltó so ltó una risa r isa cor co r ta.  —Ojalá  —Oja lá pudieras pudier as verte ver te como co mo te veo yo. Todas las tías que te han conocido quieren tenerte. ¿Cómo puedes siquiera imaginar que eres un premio de consolación? Trenton me acarició la mandíbula con la palma de la mano y entonces se alejó de mí.  —¡Maldi  —¡M aldita ta sea! ¡He jodido jodi do nuestra nuestr a noche! no che! ¡Qué gil g ilipo ipoll llas as soy, so y, Cami! Yo Yo estaba agobiado porque quería regalarte flores, pero son tan caras… y de pronto llega ese ramo gigantesco. Soy un lerdo. Un lerdo irracional, egoísta egoí sta e insegur inseguroo que se caga de miedo al pensa pensarr que podr podría ía perder perderte te.. Me Me cuesta mucho creerme que ya eres mía. —Me miraba con tal tristeza que se me partía el alma.  —¿Desde que ér éramo amoss unos cr crío íos? s? Pero Per o si nunca hablabas conmi co nmigg o.

Pensaba que no sabías ni quién era. Soltó una r isa corta cor ta..  —Me aterrabas. aterr abas. Levanté una ceja.

 

 —¿Un Maddox? ¿Asustado? ¿Asustado ? Contrajo Cont rajo los músculos de la cara.  —Yaa habíamo  —Y habí amoss per dido a la l a prime pr imerr a mujer m ujer a la l a que habíamo habíam o s amado am ado en nuestra vida. La sola idea de pasar de nuevo por eso nos paraliza de miedo. Al instante los ojos se me llenaron de lágrimas y no pude contenerlas. Así la tela de su camiseta entre mis puños y tiré de él hacia mí, le besé con todas mis fuerzas y salí corriendo a mi habitación para coger la bolsita con la felicitación. Regresé junto a él y le tendí la bolsa.  —Felizz día de San Valentín.  —Feli Valentín. Trenton Trent on se puso pálido.  —Soy el e l gili g ilipo polla llass más má s gr g r ande de la l a histor histo r ia de los l os g ili ilipol pollas. las.  —¿Porr qué?  —¿Po  —Estaba tan preo pr eocupado cupado por po r las flor flo r es que me he dejado tu reg r egalo alo en el estudio.  —No pasa nada —dije — dije,, rrestándo estándole le impor im por tancia con co n un ge gesto sto de la l a mano m ano  —. Esto Esto es e s una chor cho r r ada. Él abri abrióó la tarjeta, la leyó y me miró. miró .  —La tarjeta tar jeta que te he compr co mprado ado yo no es tan guay. g uay.  —Déjalo ya. Abr Abree el r egalo eg alo —dije, —dij e, un poco po co ner nervio viosa. sa. Él metió la mano en la bolsa y sacó algo envuelto en papel de seda blanco. Lo abrió y sostuvo en alto la camiseta de manga corta. Con ella así cogida, cogi da, asomó asomó la cabeza cabeza por un lado.  —Pues tu reg r egalo alo tampoco tampo co es para par a tirar tir ar cohetes. co hetes.  —No es para par a tirar tir ar cohetes. co hetes. Solo es una camiseta. cam iseta. Le dio la vuelta y señaló con un dedo la parte delantera con el logo de Star Wars.  —¿«Que la l a suerte suer te te acompañe»? acom pañe»? ¡Esta camiseta cami seta es llaa poll po llaa en vinagr vina gr e! Pestañeé.  —Entonces…, ¿eso es bueno? bueno ? Alguien llamó a la puerta con los nudillos y Trenton y yo dimos un respingo. Me sequé los ojos, mientras Trenton iba a ver por la mirilla. Al volverse, su gesto era de confusión.

 —Es… Kody.  —¿Kody? —pr eg egunté, unté, abriendo abr iendo la puer ta.  —Ray ha estado intentando llamar ll amar te —dijo —di jo,, angustiado ang ustiado—. —. Brazil Br azil y ella ell a han vuelto a las andadas y necesita que alguien vaya a recogerla. Pensaba

 

ir yo, pero a ella le parece que todo irá mejor si venís conmigo.  —Mierda  —Mier da —dije, —dij e, cor co r r iendo a poner po nerme me el abrig abr igoo .  —Tengo la fur f urgg o en mar cha —dijo —dij o Kody—. Conduzco yo. yo . Señalándole con un dedo, le advertí:  —Ni se te ocur o currr a liar li arla. la. Kody levant levantóó las l as manos y yo salí por po r la puerta. Nos metimos los tres en su furgoneta furg oneta y nos nos dirigim dir igimos os hacia la sede de la fraternidad universitaria. universitaria. Había coches aparcados a ambos lados de la calle. La casa estaba decorada con luces rojas y guirnaldas de latas de cerveza y corazones de cartulina. Aunque fuera se veía a algunas personas, la mayoría corrían de la calle al interior de la casa para resguardarse del frío. Trenton me ayudó a bajar desde el metro y pico de altura de la furgoneta elevada de Kody, y fuimos con él, que estaba en el lado del conductor. Los Doo graves deolacuando músicameretumbaban de mienpecho. Me recorr dó al Red reco D oor. r. Just Justo disponía a dentro dar un paso dirección dir ección a la casa, Trenton me retuvo. Estaba mirando atentamente el estacionamiento de delante de la furgo de Kody.  —Joder  —Jo der —dijo, —dijo , echando la cabeza ca beza bruscam br uscamente ente hacia la l a casa. La Harley de Travis estaba aparcada allí, en la calle, y a su lado había una botella de whisky de un cuarto de litro, vacía, sujeta verticalmente gracias gr acias a la hierba muerta y tiesa. tiesa. Unaa chica gritó: Un gr itó:  —¡Bájame! ¡Bájame! Era Abby, que colgaba por un hombro de Travis y le aporreaba con los puños con todas sus fuerzas mientras pataleaba. Él llegó dando tumbos hasta un coche y la metió por las bravas en el asiento trasero. Tras una breve conversación conversació n con el tío que estaba estaba al volante, Travis se metió detrás unto a Abby. Abby.  —¿Vamo  —¿V amos…? s…? —empecé a pr preg eguntar, untar, pero per o Tr Trenton enton me interr inter r umpió umpi ó moviendo la l a cabeza en gesto gesto negativ negativo. o.  —Llevan semanas sema nas con co n este tira tir a y aflo afl o ja. Y yo no quier quieroo ver verme me atrapado atr apado en medio de ese desastre.

El coche arrancó y nosotros nos metimos en la casa. Cuando entramos en el salón principal, la gente se miraba atónita y cuchicheaba entre sí.  —¡Trent! —exclamó —exclam ó Shepley, con una gr g r an sonr so nrisa. isa.  —Acabo de ver a Travis Tr avis —dijo —dij o Tr enton, indicando i ndicando hacia atrá a trás. s. Shepley rio entre dientes.

 

 —Ya, sí.  —Ya, sí . Esta Esta noche no che volver vo lverán án a hacer las paces. Trenton sacudió la cabeza.  —Están loco lo cos. s. Kody dio un paso adelante.  —Buscamoss a Brazil  —Buscamo Br azil y Raegan. Raega n. ¿Los has visto? vi sto? Shepley She pley miró a su alreded alr ededor or y se encogió encogió de hombr hombros. os.  —Hace rato r ato que no. no . Buscamos abajo, miramos por la planta principal y a continuación subimos a la planta de arriba. Kody no se dejó ni una sola habitación sin rastrear, mirando incluso dentro de los armarios. Cuando llegamos al balcón, nos encontramos encontramos con co n Brazil.  —Jasonn —dije.  —Jaso —dij e. Él se volvió vol vió y saludó a Trenton Tr enton moviendo mo viendo apenas la cabeza. cabe za. Pero a Kody lo miró mir ó de hito en hito.  —Chicos,  —Chico s, esto es una fiesta fies ta de la fr frater aternidad. nidad. Lo siento pero per o no podé podéis is quedaros.  —Yoo so  —Y soyy de la fr frater aternidad nidad —puntualizó —puntual izó Tr Trenton. enton.  —Sin ánimo áni mo de ofender o fender,, tío, tío , ya no. no . Kody se puso de lado respecto a Brazil, haciendo claros esfuerzos por contener las ganas de atacarle.  —¿Dónde está e stá Ray? Brazil meneó la cabeza y bajó la vista. A continuación me miró a mí.  —He intentado que lo l o nuestro nuestr o funciona funci onase. se. Realmente Realm ente lo l o intenté esta vez. Pero no soporto a las lapas. Kody se acercó un poco más a él y Trenton lo detuvo poniéndole la mano en el pecho.  —Ella no es ninguna ning una lapa —dijo —dij o apretando apr etando los lo s dientes—. Deberías Deber ías dar gracias gr acias por por el tiempo tiempo que ella quiere quiere estar estar cont co ntigo igo.. Brazil se disponía a r eplicar cuando levanté levanté una mano.  —Jason,  —Jaso n, no hemos hemo s venido veni do aquí par a juzgar juzg arte. te.  —Habla por po r ti —me cor co r r igió ig ió Kody, gruñendo gr uñendo.. Moví rápidamente la cabeza hacia su corpachón.  —No estás colabo co laborr ando mucho que se dig di g a. Cier Cierrr a el pico pi co..

  ¿Sabes dónde está? pr preg eguntó untó Trenton Tr enton . Solo Sol o hemos hemo s venido para par a llevarla a casa. Él negó con la cabeza.  —No la l a he visto. vi sto. Dejamos a Brazil a solas y bajamos por las escaleras a la planta

 

principal. Salimos de la casa y Trenton me agarró fuertemente con un brazo para protegerme del del frío. frío .  —¿Y ahor aho r a qué hacemos hacem os?? —pr —preg eguntó untó Kody Ko dy..  —Prueba  —Pr ueba a llam l lamar arla la —dije —di je yo, yo , tiritando tir itando.. Volvimos a la furgoneta. Entonces, nos quedamos inmóviles al ver a Raegan sentada en el bordillo, al lado del neumático trasero de Kody.  —¿Ray? —dijo —dij o Kody. Ella se levantó y, dándose la vuelta, nos mostró su teléfono en alto.  —No tiene batería bater ía —dijo —di jo,, llor ll or ando. ando . Kody la cogió con sus brazos de gigante y ella se abrazó a él sin dejar de llorar. Él subió a la furgo con ella aún en brazos y entonces Trenton y yo rodeamos el vehículo hasta el otro lado. Curiosamente, Raegan no quería hablar de su pelea con Brazil. El tema de conversación fue Travis. ent o nces élcomo dijo: dij o:para «¡Y por po r la mier mie r da perder per dero aalgo tu mejor mej ami amigg a por polar ser —Y tan ento estúpido enamorarte dedeella!», así.or—Apoyó palma de la mano en el pecho de Kody—. Me morí. Miré a Trenton. Pero en lugar de la cara de risa que yo me esperaba, vi que se había quedado pensativo.  —¿Estás bien? —le pr egunté. eg unté.  —Eso último últim o casi ha dado en el blanco —comentó —co mentó.. Le besé en la mejilla.  —Nene. Par Para. a. Estamo Estamoss bien. bie n.  —Ni siquier siqui eraa hemos hemo s podido po dido ir a cenar. cenar .  —Vamo  —V amoss al súper —pro —pr o puso Kody—. Compr Com premo emoss algo alg o de comer co mer.. Yo cocino.  —Yoo te echo una mano —dijo  —Y —dij o Tr enton.  —Ah, pero per o si tengo teng o de todo —dije —dij e yo—. yo —. Teng Tengoo víver víveres es para par a lar g o.  —¿Tienes conchas co nchas de pasta? pa sta? —preg —pr eguntó untó Kody. Ko dy.  —Sí —respo —r espondim ndimos os Raegan Raega n y yo al uníso uní sono no..  —¿Mantequilla? —preg —pr eguntó untó Kody. Nosotra Noso trass asentimos asentim os—. —. ¿Harina? ¿Har ina? ¿Salsa texana? —Miré a Trenton, que dijo que sí con la cabeza—. ¿Leche? ¿Queso Monterr Monterr ey Jack?

Dije que no con la cabeza. Entonces Trenton intervino.  —Peroo tenéis queso  —Per ques o a la pimie pi mienta. nta. Kody movió afirmativamente la cabeza.  —Vale  —V ale también. tam bién. ¿Tomates? ¿Tom ates? ¿Frij ¿Fr ijol oles es verdes? ver des? ¿Pan r allado all ado??  —Pan rall r allado ado no —respo —r espondió ndió Trenton. Tr enton.

 

Kody dio un volantazo a la derecha y nos dirigimos a su piso. Entró y salió al cabo de menos de un minuto, y de nuevo nos pusimos en marcha con nuestr nuestr o envase envase de pan rallado.  —Estoy muer m uerta ta de hambre hambr e —dije —dij e yo—. yo —. ¿Qué nos no s vas a prepar pr eparar ar??  —Una exquisita exquisi ta r eceta de San Valentín —respo —r espondió ndió Kody, exager exag erando ando teatralmente—. Macarrones con queso a la salsa texana. Los cuatro soltamos una carcajada. Pero a mí me rugieron las tripas. El plato sonaba so naba alucinante. alucinante. Trenton Trent on me susurró al oído:  —Siento no haberte haber te llevado lle vado a cenar. cenar . Abrr acé su brazo. Ab  —Esto es mucho mejo mej o r que lo que habíamo había moss planeado plane ado.. Me dio un beso en la mejilla y me estrechó contra su co costa stado. do.  —Totalmente  —Totalm ente de acuerdo. acuer do.

 

Capítulo Cap ítulo 23 23

 

A unque tenía pocas asignaturas, los parciales del semestre estaban siendo un suplicio. Kody, Raegan, Gruber, Blia y yo aprovechábamos para estudiar en el Red Door antes de que empezara el lío o cuando no había mucho movimiento. Y Trenton me estaba ayudando a empollar en Skin Deep. Dentro de nada llegarían las vacaciones de primavera y estaba deseando tomarme esos días de respiro y ganar la pasta adicional que conseguiría con las horas extras. Pero antes tenía que terminar los exámenes. La primera semana de marzo pasó en un visto y no visto, y la semana siguiente con los parciales del semestre fue peor aún. Pero aunque necesité emplear todo el tiempo asignado para cada examen, acabé todos y me sentí lo bastante satisfecha de mi desempeño como para saborear las vacaciones. El domingo por la noche, después de trabajar, en vez de volver a mi piso me dirigí a la casa de Trenton. Si Kody no pasaba la noche en nuestro piso, Raegan iba al de él. Después de los primeros días de «¿estamos o no estamos?», retomaron su historia donde la habían dejado. Yo nunca había visto a Raegan tan feliz. Pero su temporada de luna de miel estaba resultándome incómoda, aunque estaba volviendo a cogerle el gusto a los desayunos de Kody. Así pues, por mucho que fuese una delicia verla sonreír, dormir en casa de Trenton era un alivio por varios motivos. El lunes por la mañana rodé de costado y lentamente empecé a despertarme. El cuerpo de Trenton me envolvía por completo. Alternar

entr e cuchara entr cuchara gr grande ande y cuchara cuchara pequeña, pequeña, a medida que que nos gir g irábamos ábamos a un lado y a otro, se había convertido en un ritual nocturno. Yo dormía más a gusto sobre el ladoy derecho Trenton movíamos movíamo s mucho dábamosyvueltas vuelta s sinsobre parar.el izquierdo, por lo que nos Bostecé Bost ecé y, y, por puro hábito, hábito, Trenton Trenton me arr ar r imó hacia él. El color blanco

 

de sus paredes estaba salpicado de viejos retratos enmarcados en bronce: fotos de su familia, de su madre; y muchas fotos de nosotros dos: en el Red Door, en Skin Deep y esa foto ridícula de cuando celebramos que Trenton terminó de pintarme el sexto tatuaje, un complicado pavo real de intensos tonos amarillos, azules, verdes, rojos y morados, que me subía desde la cadera hasta las costillas. Trenton dijo que era el mejor que había hecho en su vida, y por las noches antes de dormirnos lo acariciaba tiernamente. Mi cuerpo estaba transformándose en una obra de arte con patas. Yo estaba encantada. Trenton me había preguntado en varias ocasiones por qué seguía trabajando en el estudio, incluso después de que Coby hubiese terminado el programa de rehabilitación y estuviese al día con sus obligaciones. oblig aciones. Yo le l e decía, en br br oma, que era por po r los tatuajes tatuajes grat gr atis. is. Pero Pero a decir verdad meartista. los a. habría hecho gratis de todos modos. Era un plus por ser laTrenton novia del artist Entre cliente y cliente, Trenton se venía a mi mesa a garabatear y dibujar bocetos y, cuando veía uno que me gustaba especialmente, le pedía que me lo pintase en la piel. Yo enmarqué los originales y los puse en mi cuarto, y Trenton tenía tenía las recreaciones r ecreaciones en su lecho. Salí de la cama y me fui medio dormida aún al cuarto de baño. La luz del sol iluminaba con tanta fuerza las brillantes paredes blancas que no podía abrir los ojos. Me di en los dedos de los pies con el toallero que yo misma le había ayudado a elegir y abrí el armarito para coger el cepillo de dientes que guardaba allí. Todo resultaba de lo más doméstico y, aunque nunca habría creído que fuera capaz de hacerlo, lo hacía y… saboreaba sabor eaba cada instante. instante. Me senté senté en el sofá de color naranja brillant bril lantee y me froté fr oté los ojos. ojo s. A esas horas de la mañana, si las persianas estaban abiertas, el sol daba directamente en el mosaico hecho con cristalitos y trocitos de espejo que decoraba la pared justo encima del sofá, proyectando un millón de arcoíris en la pared de enfrente. Me encantaba sentarme allí a disfrutar de las vistas con una taza de café. Solo en casa de Trenton tomaba café.

Raegan y yo no teníamos cafetera y aquí podía prepararme una sola taza cada vez. Trenton Trent on salió del dormitor dor mitorio, io, dando tumbos, tumbos, y se se fro frotó tó la cara.  —No sé por qué pero per o estoy matado —dijo, —dij o, co conn voz gr ave y r o nca. Se sentóó a mi sent m i lado y apoyó la cabeza en mi regazo. r egazo. La noche noche anterio anteriorr le había

 

cortado el pelo con la maquinilla, por lo que cuando se la acaricié con los dedos estaba especialmente áspera.  —No te olvi o lvides des —dijo —di jo..  —Ya.  —Y a. La pelea de Travis Tr avis está al caer y tendrás tendr ás que irte ir te en cuanto te llame para que vigiles a Abby.  —Esperoo que ese cerdo  —Esper cer do que la agr ag r edió la última últim a vez aso asome me la jeta. Deseará que sea Travis el que le parta la crisma en vez de yo.  —Comoo le des más fuerte  —Com fuer te de lo que ya le dio Travis, Tr avis, te lo carga car gas. s. Así que esperemo esperemoss que no aparezca.  —Puedes usar mi piso mientra mie ntrass estoy esto y en la cárcel. cár cel. Puse los ojos o jos en blanco.  —¿Y qué tal si dir directamente ectamente no vas a la cár cárcel? cel? A mí están empezando empezan do a gustarme las cosas co sas tal como están. están. Él levant levaserio ntóóio? los lo?s ojos ojo s hacia mí.  —¿En ser  —Mucho.  —Tengo una llave ll ave con co n tu nombr nom bree puesto. puesto .  —Es demasiado demas iado pr pronto onto,, chaval, chaval , no empieces empi eces —gr —g r uñí. Él se se incor incorporó poró..  —Uno de estos es tos días dí as voy vo y a dejar deja r de pedír telo y lo vas a ec echar har de menos. meno s.  —Lo dudo. dudo .  —¿Dudas que vaya a dejar de pedírtelo pedír telo o que vayas a echarlo echar lo de menos?  —Las dos do s cosas. co sas. Frunció el ceño.  —Eso no ha sido si do agr ag r adable. Miré mi reloj. r eloj.  —Entramoo s a trabajar  —Entram tr abajar en un par de hor ho r as.  —No exactamente. exac tamente. Pedí el día dí a libr li bre. e.  —Vale,  —V ale, pues pue s entonces ento nces yo entro entr o a trabajar tr abajar en un par de hor ho r as.  —Es que pedí el día dí a libr li bree para par a los lo s dos. do s. Junté las cejas.

 —¿Po r qué?  —¿Por  —Por que estoy esto y pendiente pendi ente de que me m e llame ll ame Trav Tr av y por po r que pensé que a lo lo mejor te gustaría venir.  —Trenton,  —Tr enton, no puedes pedir mis mi s hor as libr lib r es sin co consultar nsultarme. me. Y Cal tampoco debería consentirte semejante estupidez.

 

 —Sol o es un día. Además, tampoco  —Solo tampo co es que necesites necesi tes un seg segundo undo empleo.  —Me gusta g usta trabajar trab ajar y, al marge mar genn de que lo necesite necesi te o no, te has pasado de la raya. Es mi dinero, Trenton. No tiene gracia —dije, poniéndome de pie. Su cabeza cayó sobre los almohadones y a continuación vino detrás de mí hasta hasta el dormit dor mitor orio. io.  —Vale,  —V ale, pues pue s entonces ento nces llam l lamar aréé a Cal par a decir deci r le que tú sí vas.  —No, yo y o ll llamar amar é a Cal. ¿Desde cuándo necesi necesitas tas hablar habl ar co conn mi jefe jef e por po r mí? —dije yo, poniénd po niéndome ome ya los lo s vaquero vaqueross y una camiseta. camiseta. Trenton bajó los hombros.  —No te vayas, nena, venga. veng a. Estaba deseando pasar el día contigo co ntigo.. Perdóname. Me calcé y me puse el abrigo y después de reunir móvil, llaves y bolso, meTrent dirigon dirigí í aapoyó la entrada entrada del piso. Trenton la palma de la mano en la puerta.  —No te mar ma r ches enfadada. enf adada.  —No estoy enfadada. Estoy supercabr super cabreada. eada. Por esto precis pr ecisamente amente es por lo que no quiero mudarme a vivir contigo, Trenton. Tú a mí no me odes la vida.  —¡Pero si no pr pretendo etendo joder jo derte te nada! ¡Estaba ¡Estaba intentando hacer algo alg o agradable!  —Vale,  —V ale, ¿per ¿ peroo entiendes por po r qué pienso piens o que te has pasado de la r aya?  —No, me m e parece par ece que estás es tás sacando las cosas co sas de madr m adre. e. Suspiré.  —Me largo lar go.. Apar Aparta ta la mano. ma no. Él no la quitó.  —Trenton,  —Tr enton, por po r favor, favo r, apar ta la mano m ano.. Quiero Quier o irme ir me a casa. Él se estr estr emeció.  —A casa. Esta es tu casa. Has estado aquí la semana sema na enter entera. a. ¡Te ha encantado! No sé por qué eres tan cabezota. ¡En menos tiempo del que nosotros llevamos juntos ya te habías planteado irte a vivir a la puta California con ese mierda mier da de tío! tío!

 —¡T. J. llevaba lle vaba dos do s años año s viviendo vivi endo en su apar apartamento! tamento! ¡Era un poqui poquito to más estable! Trenton Trent on se quedó boquiabierto, como si le hubiese descerr descerrajado ajado un tir tiro. o.  —Joder,  —Jo der, nena. No te calles cal les nada. Me horroricé.

 

 —No deber ía haber habe r dicho eso. eso . Perdona. Perdo na. Dio un paso hacia mí y yo me asusté. Y por mucho que mi comparación con T. J. le hubiese dolido, ese pequeño acto reflejo le dolió todavía más. Entonces Ent onces dijo dij o lentament l entamente, e, en voz baja:  —Jamáss te pondr  —Jamá po ndría ía la l a mano encima. encim a.  —Lo sé. s é. Ha Ha sido la costumbr co stumbre… e… Yo… Yo… Se apartó de mí, se fue al dormitorio y cerró la puerta de un portazo. Los hombros se me subieron hasta las orejas y cerré los ojos. Tras unos segundos de silencio, se oyó o yó un ruido r uido muy fuerte detrás detrás de su puerta, como si hubiese volcado la cómoda, aunque no podía saberlo con certeza. No me quedé para averiguarlo. Salí por la puerta, bajé corriendo las escaleras y me monté de un salto en el Jeep.   Con los estudiantes universitarios de vacaciones, el estudio estaba muerto. A medida que las horas iban transcurriendo lentamente sin que entrase ningún cliente, el sentimiento de culpa fue consumiéndome. Trenton sabía que nos aburriríamos como ostras en el estudio, por lo que tenía lógica pedir el día libre. Aun así, no podía pedir perdón por cómo me sentía. Había trabajado duro para preservar mi autonomía y no había nada malo en querer defender mi independencia todo el tiempo que pudiese. Estaba sentada encima del mostrador, balanceando las piernas adelante y atrás. Hazel estaba sentada en el sofá, junto a las puertas de la entrada, limándose las uñas uñas en forma for ma de garras. garr as.  —Ahí tenía razó r azónn —comentó —co mentó..  —¿A qué te refi r efier eres? es? —preg —pr egunté, unté, hundida.  —Tú pensabas mudar te con c on T. J. ¿Por ¿Po r qué co conn Tr Trent ent no? no ? Es tan eestable stable como cualquiera.  —No me hagas hag as sentir peor peo r de lo que me siento. siento . Estaba enfadada, nada más.  —Lo sabe. s abe.

 —Entonces, ¿por ¿po r qué no ha llamado ll amado??  —A lo mej mejor or él también se siente si ente culpable. culpa ble. A lo mejo m ejorr se es está tá mur muriendo iendo de vergüenza verg üenza al ver que te te asustaste. asustaste.  —Fue un acto r eflejo efle jo.. No No pude contro co ntrolar larlo lo..  —Lo sabe. Muy en el fo fondo ndo él lo sabe. Cr Creo eo que le l e dejaste dej aste de una pieza. pi eza.

 

Él ha dicho alguna vez que se siente como si su misión fuese protegerte, ¿no es así?  —Eso me dijo di jo..  —Y luego lueg o va y te asusta.  —Peroo no lo  —Per l o hizo aposta. apo sta.  —Igualmente.  —Igual mente. Puedo entender que se lo haya tomado tom ado tan a pecho. pecho . ¡Calvin! ¡C alvin! —gr —gritó, itó, haciéndome haciéndome dar un brinco.  —¿Qué? —br — bramó amó él a su s u vez.  —¡Echemos el cier r e a este antro! antr o! No ha entrado entra do ni un alma alm a en todo el día y además Cami tiene que irse al Red Door. Calvin se acercó a la entrada, su semblante carente por completo de emoción.  —¿Acabas de llam l lamar ar antro a mi negoc neg ocio io??  —Sí —respo —r espondió ndió ella—. ellp? a—. ¿Estoy despedida? despedi da?  —¿Ha venido Bisho Bishop? —preg —pr eguntó. untó. Hazel asintió.  —Sí, per pe r o r ecibió ecibi ó un mensaje me nsaje de texto hace quince qui nce minutos m inutos.. Tiene pel pelea ea esta noche.  —¿Qué? —dije — dije yo, plantándome plantándo me en el suelo sue lo—. —. ¿Es allí adonde ado nde iba? Hazel asintió.  —¿Sí? ¿Por ¿Po r ?  —Por que Trent Tr ent va a estar allí all í esta noche. noc he. Ha apostado apo stado un pastó pastónn y se supone que tiene que cuidar de Abby por Travis. Creo que la última vez un tío la agr edió. edió.  —¡Noo jo  —¡N jodas! das! —dijo —dij o Hazel, abr ab r iendo como co mo platos plato s sus o jos jo s con co n fo forr ma de almendra.  —Podemo  —Pode moss cerr cer r ar si r etiras etir as lo que has dicho sobr so bree el estudio y si podemos tomar una copa en el Red Door —añadió Calvin mirándome a mí— gratis. Negué con la cabeza.  —Yoo pago  —Y pag o la pr prime imerr a r onda. onda . Pero Per o poner po ner copas co pas gr atis es motivo mo tivo de cancelación de contrato, así que ni hablar.

 —Lo r etiro etir o —dijo —dij o Hazel—. Este es el estudio más bonito bo nito y más maravilloso del mundo y no quiero irme nunca de aquí. Excepto en este preciso instante. Calvin asintió.  —Os veo allí. all í.

 

Hazel aplaudió.  —¡Tengo el mejor mej or ! ¡Cur ¡Currr o ! ¡Del ¡Del mundo! mundo ! —Se puso en pie pi e y cor co r r ió a su cabinaa a recoger cabin recog er sus bártulos. Yo cerré el libro de registro y el ordenador, y Calvin apagó las luces desde la trastienda. Al ir hacia el Jeep, me detuve cuando divisé a Trenton llegando con el Intrepid. Aparcó rápidamente y salió del coche. Me arrebató las llaves de la mano, abrió la puerta del del conductor, conductor, arrancó ar rancó el motor mo tor del Jeep y salió.  —Noche de combate. co mbate. En el Keaton Hall. Tengo que ir, ya lle llego go tar tarde, de, pero solo quer quer ía verte. —Me —Me besó en la mejilla. Un pánico extraño se apoderó de mí, como si estuviese diciéndome adiós. Lo agarré agar ré por po r la camiseta camiseta para que no no se alejara alejar a y dije:  —¿Estamoss bien?  —¿Estamo bie n? Él pareció pareció sent ir alivio.  —No, pero per osentir estaremo estar emoss bien. —Me dedicó una medi medioo sonr so nrisa isa tri tristona stona,, que hizo hizo que se le formase for mase ese ppro rofundo fundo hoyuelo.  —¿Qué quier qui eree eso decir ?  —Quier  —Qui eree decir que so soyy un gi gili lipol pollas, las, pero per o que voy a arr ar r eg eglar larlo lo.. Lo uro.. Tú… solamente no uro no tires tir es la toalla conmigo, conmig o, ¿vale? Negué con la cabeza.  —Espera.  —Esper a.  —Tengo que ir me, nena. —Me dio un beso en la l a fr ente y a ccontinua ontinuació ciónn se fue a paso paso ligero lig ero a su coche. coche.  —Llámame  —Lláma me cuando cua ndo hayas acabado acaba do.. Teng Tengoo un extr extraño año presentim pr esentimiento iento.. Él me guiñó un ojo.  —Yoo también. Eso quiere  —Y quier e decir deci r que voy vo y a ganar g anar un pastizal esta noche. no che. Salió marcha atrás del aparcamiento y yo me monté en el Jeep. Estaba calentito. Me abracé al volante, abrumada de cariño por el hombre que siempre cuidaba tan bien de mí. Hazel tocó el claxon de su Eagle Talon negro y yo la seguí directamente directamente al al Red Doo Door. r.

 

Capítulo Cap ítulo 24 24

 

Todo

el mundo ha desaparecido. Es una tragedia de narices —  comentó com entó Raegan—. Dichosas Dichosas peleas. ¡Dichosas ¡Dichosas peleas!  —Te pones pone s muy dr dramática amática —dije —dij e yo, yo , mi mientr entras as la veía echar muy enfadada una moneda de cuarto de dólar en su bote vacío de las propinas  —. ¿Te acuerdas acuer das de la última últim a vez que te cagaste cag aste en el Círculo Cír culo?? Después vinieron todos, curr amos como com o bestias y los echaron echaro n a todos todos a patadas patadas a la calle antes de que les diese tiempo a pedir una copa.  —Me acuerdo acuer do —respo —r espondió ndió Raegan, Raega n, apoyándo apo yándose se con co n tanto desmayo desma yo en la palma de la mano que la mejilla se le arrugó hacia arriba. Hizo una pedorret pedorr etaa y se le levantó levantó el flequillo.  —¡Noo pongas  —¡N pong as tan mala m ala cara, car a, nena! —exclamó —excl amó Kody desde la o tra punta de la sala. Una chica entró corriendo y Kody se sobresaltó por una milésima de segundo. La chica chica fue a decir decirle le algo a toda prisa a uno de los cinco chicos que estaban en las mesas de billar, tiró de su brazo y los dos salieron corrr iendo a toda cor toda velocidad. A continuación me di cuenta de que la gente se ponía a mirar sus móviles para ver mensajes entrantes o bien para responder llamadas, y luego salían todos todos pitando. pitando. Raegan Rae gan también también se fijó. Se Se irguió ir guió y arrugó arr ugó la frente.  —Qué… r ar aro. o. —Hizo una señal a Kody co conn la mano—. mano —. ¿Hay movida mo vida fuera? Él se inclinó hacia atrás para intentar que le mirase Gruber, quien se

encontraba apostado en la entrada.  —¿Pasa algo alg o ahí fuera? fuer a? —le pr preg eguntó untó con co n un vo vozar zarrr ón que incluso incl uso acalló local.n—. Entonces, cabeza la en música signo dedel negació negación—. Nada. volviéndose a Raegan, movió la Blia entró corriendo con el móvil cogido en alto.

 

 —¡Qué fuerte! fuer te! ¡Toda ¡Toda la l a peña lo l o ha subido subi do a Facebo Facebook! ok! —exclamó —excl amó—. —. ¡El ¡El Keaton Keat on Hall está en llamas!  —¿Qué? —dije, —dij e, sentándome sentándo me y notando que hasta el último últim o músculo múscul o del cuerpo se me ponía en tensión. tensión.  —¡Apag  —¡A pagaa esa es a mier m ierda! da! —gr —g r itó Hank al DJ. La música músi ca cesó ce só.. Hank sacó el mando a distancia y encendió la pantalla de plasma que normalmente emitía retransmisiones deportivas. Fue pasando de canal hasta que aparecieronn las noticias. apareciero noticias. La imagen era oscura y se movía mucho, pero finalmente quedó bien enfocada. Del Keaton salía una columna de humo y por el césped de alrededor se veía correr a estudiantes aterrorizados. El pie de pantalla rezaba: «Vídeo tomado con dispositivo móvil en los exteriores del pabellón Keaton Keaton Hall de la Eastern State Univer University». sity».  —No. ¡No! —g r ité,para y, cogi cosalir. giendo endoPero r ápidamente ápidam ente mis mi s llaves l laves, , levanté l evanté la l a par te abatible de la—gr barra no bien había dado dos zancadas cuando Hank me sujetó.  —¿Adónde vas? va s? —me pr preg eguntó. untó.  —¡Trent está ahí dentro! dentro ! ¡Está en la pelea de Travis! Tr avis! —Intenté —Intenté soltar so ltarme, me, pero él no aflojaba aflo jaba las manos. manos. Jorie Jor ie apareció a nuestro nuestro lado, parpadeando. parpadeando.  —Cami, no puedes p uedes ir. i r. ¡Es ¡Es un incendio i ncendio!! Luché contra Hank. Hank.  —¡Suéltame! ¡Suéltame! —grité. —gr ité. Kody se acercó. Pero en lugar de echarme una mano, ayudó a Hank a retenerme. Gruber apareció por la esquina. Entonces, mirándonos con los ojoss muy abiertos, se detuvo ojo detuvo a unos palmos.  —Shh —trató —tr ató de calmar calm arme me Raegan, Raega n, separándo separ ándome me delicadame deli cadamente nte de los lo s chicos—. Llámale —me dijo, y me tendió su móvil. Yo lo cogí. Pero me temblaban tanto las manos que no era capaz de pulsar los números. número s. Raegan Raegan lo cogió co gió y tecleó tecleó por mí.  —¿Cuál es su teléfono teléf ono??  —Cuatro,, cero,  —Cuatro cer o, dos, do s, uno, uno , cuatro, cuatr o, cuatro, cuatr o, oc ocho ho —dij —dije, e, mi mientr entras as me

esforzaba en no ponerme más histérica de lo que ya estaba. El corazón quería salírseme del pecho y, después del enfrentamiento con Hank y Kody, me habíaNadie quedado resuello. Esperamos. se sin movía. Nadie decía nada. Raegan miró a su alrededor hasta hasta posar la mirada mir ada en mí. Negó Negó con la cabeza cabeza..

 

No les di la oportunidad de volver a retenerme. Salí corriendo a toda pastilla en dirección a la entrada y abrí de par en par las puertas dobles para correr hasta mi Jeep. Como todavía me temblaban las manos, me costó varios intentos lograr introducir la llave en el contacto. Pero en cuanto cuan to el motor mo tor arr ancó, salí escopetada escopetada de dell aparcamiento. El campus quedaba a menos de diez minutos. Para adelantar a otros coches me subí varias veces por los bordillos. Finalmente llegué al aparcamientoo más próximo aparcamient pr óximo al Keaton. Keaton. Vista Vista en primera primer a perso persona, na, la escena resultaba aún más espeluznante. El agua de los camiones de bomberos había empapado ya la tierra y había llegado hasta el asfalto. Crucé corrr iendo el césped, cor césped, chapotean chapoteando do con mis m is botas por la hierba encha encharr cada cada.. Las luces rojas y azules de los vehículos de emergencias se reflejaban en los edificios de alrededor. Desde las bocas de riego salían lo que parecían miles delosmangueras dirección a varias ventanas y puertas Keaton, adonde bomberosen habían acudido corriendo sin reparar endel el peligro. Había gente gritando, llorando o llamando a voces a otras personas. Docenas de cuerpos yacían en línea, tapados con mantas amarillas amarill as de lana. Pasé por delante delante de la hilera fijándome en el calzado calzado de aquellas personas, rezando por dentro para no encontrarme con las botas de trabajo amarillas de Trenton. Cuando llegué al final de la hilera, me retraje. Allí vi un par de pies. A uno de los zapatos le faltaba el tacón. El otro pie estaba descalzo y se le veían los dedos perfectamente cuidados, con las uñas pintadas. En el pulgar llevaba dibujado un diseño en forma de galón, en blanco y negro, con un corazón rojo. Quienquiera que fuera esa chica, cuando se pintó las uñas aún estaba con vida, y ahora se hallaba te tendida ndida ine inerte rte en el suelo frío frí o y empapado. empapado. Me tapé la boca. Entonces, me puse a mirar atentamente todos los ro rostros stros que tenía tenía a mi alrededor.  —¡Trent! —gr ité—. ¡Trenton ¡Trento n Maddox! —Cuanto más tiempo pasaba, más víctimas sacaban y menos gente salía con vida. Aquello parecía un campo de batalla. A esas peleas acudía un montón mo ntón de gente que yo conocía, cono cía, compañeros de clase tanto de la facultad como del instituto. Desde que

había llegado al lugar de los hechos, no me había cruzado con ninguno de ellos. Tampoco vi a Travis ni a Abby, y me pregunté si estarían también entre los había fallecidos. Aunque Trenton hubiese Al logrado su hermano perecido estaría destrozado. cabo sobrevivir, de un ratosifue extendiéndose un silencio que ponía los pelos de punta. Los llantos

 

quedaron reducidos a gimoteos, y los únicos sonidos que se oían eran el zumbido de las mangueras y, de tanto en tanto, alguna voz entre los bomberos. Sentí un escalofrío; fue entonces cuando me di cuenta de que no había había cogido el abrigo. abrigo . Mi móvil sonó y al tratar de llevármelo a la oreja casi se me cayó al suelo.  —¿Hola?  —¿Hol a? —dije, —dij e, llor ll or ando. ando .  —¿Cami? —dijo Raegan—. Raega n—. ¡No ¡No te muevas de do donde nde estás! ¡Trent va para allá!  —¿Qué? ¿Has ¿ Has hablado con co n él?  —¡Sí! ¡Está ¡Está bien! ¡Quédate allí! all í! Colgué y, temblando sin poder controlarme, me llevé el móvil al pecho y miré a mi alrededor, deseando que Raegan tuviese razón. Trenton apareció poco menos de cien metros, corriendo a toda velocidad en dirección aa mí. Las rodillas no me sostuvieron y me derrumbé, sollozando. Trenton se dejó caer delante delante de mí y me ro rodeó deó con los brazos. br azos.  —¡Te teng tengo! o! ¡Estoy aquí! aquí ! Yo no podía articular palabra. No podía hacer nada más que llorar desconsoladamente y aferrarme a su camiseta. Trenton se quitó rápidamente el abrigo y me lo echó por los hombros, y de nuevo volvió a rodearme con los brazos y estuvo meciéndome hasta que recuperé la calma.  —Está bien, nena —dijo —di jo con co n voz vo z ser ena y tranquil tra nquilizado izadorr a. Tenía la l a car a llena de chur chur retones de hollín hollí n y sudor y la camiseta completament completamentee negra. negr a. Olía a humareda. Aun así, hundí mi cara en su pecho.  —¿Travis  —¿Tr avis y Abby? —logr —lo gr é fi finalm nalmente ente preg pr eguntar. untar.  —Están bien. bie n. Vamo Vamoss —dijo —di jo,, pr eparándo epar ándose se par paraa llevantar evantarse—. se—. Te llevar l levaréé a casa; ahí estaremos más calentitos. Trenton condujo el Jeep hasta mi apartamento. Hank había cerrado el local en señal de respeto. Por eso, Raegan y Kody estaban acurrucados en el pequeño pequeño sofá, donde se que quedaro daronn viendo las noticias no ticias mient mientras ras Trenton Trenton y

yo nos turnábamos en la ducha. En mi habitación, ya con mi chándal gris limpio y unos calcetines gruesos, mecostado. abracé aMi Trenton. Le estreché todas mis la fuerzas, pegando la sien a su pelo mojado estaba con empapándole camiseta de La loca historia,  pero no le importó. Todo aquello era demasiado difícil de

 

asimilar. Así pues, nos quedamos sentados en silencio, abrazados, hasta que yo yo me derrumbé der rumbé de nuevo nuevo sin poder evitarlo. evitarlo . Kody llamó a mi puerta con los nudillos. Entonces, entró seguido de Raegan. Rae gan. E Ella lla mir aba a todas partes partes menos a mis ojos. o jos.  —Acaban de entrevistar entr evistar a la madr m adree de Baker. Él ha muer m uerto. to. Yo estaba ddest estro rozada zada pero pero ya no podía llorar llo rar más. Me limité a cerrar cerr ar los l os ojos. El labio me tembló. Trenton me abrazó más fuerte. Entonces sonó su móvil y los lo s dos dimos un bote. Miró ir ó la l a pantalla. pantalla. El móvil volvió vo lvió a sonar. so nar.  —No cono co nozco zco el númer núm eroo .  —¿Es de aquí? aquí ? —preg —pr egunté. unté. Sonó Sonó por po r tercer terc eraa vez. Él asintió— asi ntió—.. Có Có ge gelo lo.. Trenton Trent on se llevó el teléfono a la or o r eja, vacilando. vacilando.  —¿Hola?  —¿Hol a? —Al cabo de un br breve eve sil s ilencio encio,, bajó baj ó el móvil mó vil hasta su s u reg r egazo azo  —.Kody Han colg Han co ado.. se fueron a la cama. Pero yo me quedé hecha un ovillo y lgado Raegan en el regazo de Trenton. No quería apagar la luz. Quería verle, verle con mis propios ojos y saber que estaba vivo y que estaba bien. Trenton Trent on me acarició el pelo. pelo .  —La dejé allí a llí —dijo. —dijo . Me incorporé.  —¿A quién?  —A Abby. Travis Tr avis no conseg co nseguía uía lleg ll egar ar hasta nosotr nos otros os.. Así que decidió decidi ó salir por donde todos los demás entraban, mientras Abby y yo íbamos hacia la parte de atrás. Nos perdimos. Nos cruzamos con un grupito de chicas que también se habían perdido. Iban siguiendo a un chico pero él estaba tan desorientado como ellas. Me entró pánico. —Movió la cabeza en signo de negación, con la mirada fija en la pared de enfrente—. Y la dejé allí, hostia. —U —Una na lágrima lágr ima rodó r odó por su mejilla y bajó la vista.  —Logrr ó salir  —Log sali r —dije, —dije , apoyando apo yando mi mano en su muslo m uslo..  —Le pr prom ometí etí a Travis Tr avis que cuidar ía de ella. ell a. Y cuando fue cuestión cuestió n de vida o muerte, me rajé. Le sostuve sostuve la barbilla y le moví mo ví la cara para par a que me mirase.

 —No te r ajaste. ajas te. Tienes un instinto muy fuerte fuer te y vuestr vuestraa madre madr e está al otro lado velando por vosotros. ¿Qué le pasó a ese grupo con el que os cruzasteis?  —Rompí  —Rom pí una ventana y aupé al chico y lueg l uegoo aupé a las chicas para par a que pudiesen salir por allí arriba.

 

 —Les salvas s alvaste te la vida. Ese chico no habría habr ía podido podi do hacer hacerlo lo sin tu ayuda. Vuestra madre ayudó a Travis a encontrar a Abby y te ayudó a ti a salvar más vidas. Eso no es rajarse r ajarse precisamente. precisamente. Eso Eso es echarle huevos. La boca de Trenton se curvó ligeramente hacia arriba. Se inclinó hacia mí y me besó en los labios.  —Estaba acojo aco jonado nado pensando que nunca más m ás volver vo lvería ía a vver erte. te. El labio empezó a temblarme otra vez y, apoyando la frente en la de él, moví la cabeza en gesto gesto de negación.  —Yoo no paraba  —Y par aba de pensar en ese extraño extr año presentim pr esentimiento iento que teníamos teníamo s los dos esta tarde. Y entonces, cuando te marchaste, me dio la sensación de que era una despedida. Nunca he pasado tanto miedo en mi vida. Que ya es decir, por porque que mi padre puede puede dar mucho miedo. m iedo. El móvil de Trenton sonó. Lo levantó y leyó un mensaje de texto.  —Escompañeros. de Brad, Bra d, que está en la fr frater aternidad. nidad. Hasta ahor aho r a ya hemo hemoss per perdido dido a tres Los hombros hombro s se me hund hundiero ieron. n. Trenton miró su móvil con la frente arrugada, pulsó una tecla y se acercó el teléfono a la oreja. or eja. Me miró. miró .  —Tengo un mensaje mens aje de voz del númer núm eroo ese. No me había h abía pitado. pi tado.  —¿A lo mejo mej o r por que casi r espondiste espo ndiste la l a llamada? ll amada?  —Es de ese númer n úmeroo r ar aro. o. Una voz de mujer dijo: «¿Eh?», y nada más. Trenton arrugó las cejas y a continuación pulsó una tecla. Oí que la señal de llamada sonaba varias vecess y a continuación vece continuación la misma voz vo z de mujer respondió. r espondió.  —¿Hola?  —¿Hol a? —chill —chi llóó ella—. ell a—. ¿Trent? Trenton Trent on se quedó confuso y sorpr so rprendid endidoo a la vez.  —¿Abby? ¿Está todo bien?  —Sí, estamo es tamoss bien. bie n. ¿Cóm ¿Cómoo estás tú?  —Me he quedado con co n Cami. Está muy afectada por el incendio. incendi o. Ha perdido a varios conocidos. Me recliné de nuevo en su regazo. De Abby solo conseguía oír su tono agudo al hablar. hablar.

 —Sí —dijo —di jo Trenton—. Tr enton—. El luga l ugarr parece par ece un campo c ampo de batalla. batall a. ¿Qué es ese e se ruido? ¿Estáis en un sitio con máquinas tragaperras? —le preguntó de repente. Yo me incor poré. por é.  —¿Qué? —dijo —dij o él, aún más alterado alter ado.. No era er a posible pos ible.. No podían podí an estar

 

haciendo eso—. Vale, ¿con qué? —preguntó—. Abby, deja de jugar y respóndeme. —Los dos estábamos extenuados y fuese cual fuese el juego al que estaba jugando Abby, Trenton no iba a seguírselo. Me arrimé al teléfono para escuchar mejor. Trenton se lo apartó un poco de la oreja para que pudiese pudiese oír oír..  —Anoche había mogo mo goll llón ón de gente g ente en la pelea. Ha muer m uerto to mucha gente ge nte y alguien tendrá tendrá que ir a la cárcel. Me eché hacia atrás y Trenton y yo nos cruzamos una mirada. Abby estaba en lo cierto. Travis podía haberse metido en un buen lío.  —¿Y piensas pi ensas que va a ser Travis? Tr avis? —repuso —r epuso Tr Trenton, enton, con co n voz vo z gr ave y seria. En esos momentos Abby le escuchaba con total atención—. ¿Qué vamos a hacer hacer ? Me acerqué para escuchar.  —Le he pedido Travis Trenton, avis que selvió case cas eaconmi co go.  —Esto… —dijo —dij oaTrenton, Tr y volvió vo mir mnmigo irar arme. me.. Las cejas se me subier on casi hasta el nacimiento del pelo—. Vale, ¿y cómo coño le va a ayudar eso?  —Estamoss en Las Veg  —Estamo Vegas… as… Me retiré un poco para ver la reacción de Trenton. Ahora era él el que tenía las cejas muy arriba, y una serie de arrugas profundas le surcaba la frente.  —Abby.. —Soltó  —Abby —Sol tó un suspir suspi r o. Ella añadió algo alg o , co conn una vo vozz aún más aguda, casi desquiciada. Iban a casarse con la esperanza de que resultase disparatado que los investigadores creyesen que Travis se encontraba en Las Vegas en vez de en el Keaton Hall. Se me partió el corazón al imaginármelos. Yo lo había pasado fatal temiendo que el hombre al que amaba hubiese podido morir, pero ellos tenían los mismos miedos, sumados al temor de haber podido perecer ellos mismos. Y para colmo ahora se enfrent enfr entaban aban a la posibilidad de volver volver a perderse el uno al otro—. otr o—. Lo siento —dijo Trenton—. Tampoco él querría obligarte a algo así. Él desearía que te casaras con él porque de verdad quieres. Si alguna vez se entera, se le romperá el corazón.

Me incliné hacia él.  —No te pr preo eocupes, cupes, Trent. Tr ent. Saldrá Saldr á bien. Al menos meno s así tendrá tendr á alguna alg una opción. ¿Es una opción, verdad? Mejorderr suerte que hasta gahora.  —Supongo  —Supong o que sí —dijo —dij o Trenton, Tr enton, der r otado. otado . Abby uar uardó dó silencio sil encio—. —. Enhorabuena.

 

 —¡Enhor abuena! —dije  —¡Enhorabuena! —dij e yo, yo , ansios ansi osaa por po r dejar de sentirme sentir me hundida. hundi da. Abby Ab by dijo algo alg o y Trenton movió afirmativ afirm ativament amentee la cabeza.  —Saldráá bien…  —Saldr bi en… Y es de puta coña co ña que nuestro nuestr o her hermani manito to pequeño vaya a ser el primero primer o en casarse. casarse. Abby se rio. Pero se notaba que estaba agotada.  —Supéralo  —Supér alo..  —Vete  —V ete al cuer cuerno no —dijo —dij o Trenton—. Tr enton—. Y te quiero. quier o. —Cor —Cortó tó la llamada lla mada y echó el teléfono a los pies de la cama. Después de contemplar durante unos segundos las puertas rotas de mi armario, soltó una risa corta—. Tengo que arreglarte eso.  —Sí, por po r favor. favo r.  —Travis  —Tr avis se casa antes que yo. yo . No No sé cómo có mo tomár tom ármel meloo .  —Pues les l es deseas des eas todo to do lo mej mejor or.. Puede que duren dur en cas casado adoss toda to da la l a vida vi da y que diez niños, que se divorcien el año que viene. Y nada más,tengan si es que Travis nopuede acaba… Trenton me miró desde arriba.  —Yoo apuesto por la hipó  —Y hi pótesis tesis de los lo s diez niños. niño s.  —Yoo también —dijo  —Y —dij o él. Apoyó la cabeza en el cabecero cabecer o de la cama y cerróó los cerr lo s ojos—. ojo s—. Algún día día me casar casar é contigo contigo.. Sonreí.  —Cuando las l as ranas r anas críen cr íen pelo pel o . Se encogió de hombros.  —Puedo poner po nerle le peluca pel uca a una r ana. No No hay probl pr oblema. ema.  —Vale,  —V ale, pues entonces cuando te marques mar ques un bail bailee a lo Br Britney itney Spears Spear s delante de tu padre, en tanga. Él se llenó de aire los pulmones pulmo nes y lo soltó.  —Reto aceptado. aceptado .

 

Capítulo Cap ítulo 25 25

 

Se

hizo raro volver al campus el lunes por la mañana. Había crespones negros atados a los árboles y habían cercado Keaton Hall con precinto amarillo de la policía. En todos los pasillos, ascensores y escaleras se oían murmullos. La gente hablaba del incendio, de quién había muerto, quién había sobrevivido y quién sería el culpable. También cotilleaban sobre las alianzas que lucían Travis y Abby, y empezaron a circular rumores sobre un supuesto embarazo. Yo les dejaba que hablaran. Se agradecía escuchar algo que no fuese únicament única mentee teorías y conspiraciones conspiracio nes en torno al incendio. La La policía ya se había pasado por el domicilio de Jim y habían hablado con Trenton, así que yo no iba a dar a entender que estaba al tanto de algo. Después de clase, me dirigí hacia el Pitufo, andando trabajosamente por el césped embarrado. Y me quedé de piedra cuando vi a T. J. apoyado en un lateral de la trasera del Jeep, tocando la pantalla de su móvil. Al reparar en a unos seis metros de distancia, se puso recto. Yo continué andando, solomí,que más despacio. de spacio.  —Me preguntaba pre guntaba si s i vendr ías —dije — dije..  —Cogíí el pr  —Cog prime imerr vuelo que salió sal ió..  —¿Qué, com c ompr proba obando ndo que todos todo s están bien? bi en? Él asintió.  —Controo l de daños.  —Contr daño s.  —¿Y qué puedes hacer ha cer tú?

Él negó con la cabeza.  —Son lo l o s dos. do s.  —Deja a Trent Tr ent al mar ma r gen ge n —le espeté. es peté. Él soltó una risa cor ta ta,, no porque por que le hubiera hubiera hecho hecho gr g r acia precisament precisamente, e, sino con obvia sorpresa sor presa ante ante mi enojo.  —Yoo no he dicho nada, Camill  —Y Cami lle. e.

 

 —Si no estás aquí por po r motivo mo tivoss de trabajo tr abajo,, entonces entonce s ¿por ¿po r qué estás aquí? aquí ?  —No puedo darte dar te detalles, detalles , Camille, Camil le, lo sabes. Per Peroo estoy aquí, aho ahorr a, para verte ver te.. Yo negué con co n la cabeza.  —T. J., ya hemos hemo s hablado habla do de esto. esto . Tus aparici apar icione oness repentinas, r epentinas, ssin in previo pr evio aviso, están haciendo las cosas más difíciles de lo que tienen que ser. Así que, a no ser que estés estés dispuesto dispuesto a aclararlo aclarar lo todo… Él negó con la cabeza.  —No puedo en estos esto s momento mo mentos. s.  —Pues entonces ento nces deber ías marchar mar charte. te.  —Soloo quería  —Sol quer ía decir deci r te hola. hol a.  —Holaa —dije  —Hol —dij e yo, yo , y sonr so nreí eí apenas. ape nas. Él se inclinó para darme un beso en la mejilla y yo me aparté. Por mucho que él que deseara fingir dos sabíamos no era así. que todo era inocente y en plan amigos, los  —Soloo iba a despedir  —Sol de spedir me.  —Adiós.  —Adió s. T. J. asintió asintió y, hecho esto, dio media vuelta y se alejó. alejó . Me fui en coche a casa para coger algo rápido de comer antes de irme al estudio. Estaba triste. Preparé un par de bocadillos de jamón y queso y me fui comiendo uno por el camino, pensando en los peluches y en las flores que habían comenzado a amontonarse delante del Keaton. Cuando entré con el Jeep en la zona de aparcamiento de Skin Deep, el Intrepid y el Talon de Hazel estaban ya allí. Entré en el local, pero no había nadie ni en el mostrador ni en la zona de recepción. Di unos pasos por el pasillo e inmediatamente vi las botas amarillas de Trenton. Uno de sus pies rebotaba arr arr iba y abajo. abajo.  —¡Hazlo  —¡H azlo de una puta vez, Hazel! ¿Estás esperando esper ando el r egr eg r eso de Jesucristo? ¡Hostia!  —No —dijo —dij o ella ell a dulcemente, dulcem ente, levantando la vista hacia mí—. mí —. Estaba esperándola a ella. Hazel le atravesó la carne de la oreja y él contuvo un gruñido, a lo que

siguió una retahíla de tacos, algunos de los cuales no había oído en mi vida.  —¡Precios  —¡Preci oso! o!?—exclamó —excl amó ella. ell a. endo los  —¿En serio ser io? ¿Me estoy poniendo poni lo s putos dilatador dila tadores es por ti y tú me dices que estoy estoy precioso? pr ecioso? ¿Qué tal tal varonil? var onil? ¿Machote? ¿Machote? ¿Tío bueno? bueno?

 

 —¡Monísi  —¡Mon ísimo mo!! —dijo Hazel, plantándol pl antándolee un beso en la frente. fr ente. Trenton gruñó.  —Te he traído tr aído un bocadil bo cadillo lo de jamó ja mónn y queso que so —dij —dijee yo, yo , m mientr ientras as cog co g ía con la punta de los dedos algunos trocitos pequeños de jamón que había en lo que quedaba quedaba del mío—. mío —. Está en la guant g uanter eraa de delante. Trenton Trent on me guiñó un ojo. ojo .  —Te amo, amo , nena.  —¡Siguiente!  —¡Sigui ente! —exclamó Hazel. La sonrisa de Trenton Trenton desapareció. Hazel volvió a ensartarle la piel, y aunque los dos pies de Trenton se despegar desp egaron on del suelo, él no no emitió sonido so nido alguno.  —Por eso estaba esperando esper ando yo a tu chica. Par a que qu e no llo llorr ases. JJode oder, r, a Cami la taladras con tu polla todas las noches y es mucho más grande que unYo dilat dilatador ador delauno unfrente. o coma co ma dos. arrugué  —Eso so sobr braba. aba. A ver si echas un polvo pol vo,, que últim últimamente amente estás de lo más procaz. Hazel sacó el labio en un mohín.  —¡Nii que lo  —¡N l o jures! jur es! Trenton Trent on esbozó una sonrisa sonr isa pícara.  —Pues tiene r azón, azó n, muñeca. La tengo mucho más gr ande que un dilatador dilat ador de uno uno coma co ma dos. Me atraganté.  —Me largo lar go —dije, —dij e, y volví vo lví a mi mesa, mesa , donde do nde dejé el r esto de mi bocadillo y me puse a clasificar formularios, contándolos para ver de cuáles íbamos a necesitar más copias. A continuación me dirigí a la fotocopiadora. Pero no tuve que dedicar mucho rato a buscarme tareas con las que matar el tiempo, porque enseguida la tarde se llenó de estudiantes que querían tatuarse el nombre de sus compañeros fallecidos, de sus colegas de la fraternidad, de compañeras de hermandad. Hasta vino un padre pidiendo que le hiciéramos un tatuaje en recuerdo de su hija. Yo me pregunté si alguna de las personas que cruzaron las puertas del

estudio conocería a la chica de las uñas de los pies pintadas. Apreté los párpados, tratando de llenar mi mente con algo más agradable. A la hora de cerrar estábamos Pero ido ni Trenton ni Bishop quisieron marcharse hasta quetodos todo agotados. el que había para hacerse su tatuaje de recuerdo hubo hubo salido con co n él.

 

Cuando el último cliente salió Cuando salió del local, apagué el or denador denador y estir estiréé un poco las caderas, balanceándolas hacia un lado y hacia otro, para intentar aliviar un poco mi dolor de espalda. La moqueta del estudio estaba puesta directamente sobre el suelo de hormigón y estar de pie todo el día en ella era una tor tortu tura. ra. Hazel ya se había marchado y Calvin salió del aparcamiento con su coche cinco minutos después de que se hubiese marchado el último cliente. Bishop Bish op y Trenton recogiero recog ieronn todo todo y vinieron vinier on a la entrada entrada para esperarme. esperar me. Bishop me miraba fijamente, y no tardé mucho en darme cuenta.  —¿Qué? —pr — preg egunté, unté, un tanto bor bo r de. Estaba Estaba cansada cansa da y no me enco encontraba ntraba con ánimo para sus rarezas. rar ezas.  —Te vi hoy. ho y.  —¿Sí?  —Te ho y —repitió hoy —r epitió,, haciendo haci endosi énfasis énfas is en elchiflado, ver bo. y Trenton hizo lo Me loviquedé mirando como estuviese mismo.  —Te he oído oí do —repli —r epliqué, qué, molesta, mo lesta, haciendo a mi vez hincapié hincapi é en el verbo.  —Tambiénn vi a T. J. Por que ese tío era  —Tambié er a T. J., ¿no ¿no?? —respo —r espondió ndió co conn énfasis en las iniciales. Bishop lo sabía. Joder, no. Al instante, la cabeza de Trenton se movió bruscamente para mirarme.  —¿T. J.? J.? ¿Ha venido? venido ? Yo me encogí de hombros, tratando de mantener un semblante impávido como si de ello dependiera dependiera mi vida.  —Ha venido a ver cómo có mo está su fami fa milia lia.. Trenton Trent on entornó los l os ojos o jos y apretó la mandíbula.  —Yaa apago  —Y apag o yo las luces —dije, —dij e, y me fui por el pasillo pasil lo hasta el cuadro cuadr o general. Bajé todos los interruptores y regresé al vestíbulo. Bishop y Trenton Trent on seguían allí plantados, plantados, solo que ahor ahoraa Trenton miraba mir aba fijamente fijamente a Bishop.  —¿Qué fue f ue lo que viste? vis te? —preg —pr eguntó untó Trenton. Tr enton.

 —Te lo diré. dir é. Pero Per o pr prom ométeme éteme que usarás usar ás el co coco co antes de r eacciona eacci onar. r. Prométeme que me dejarás que te lo explique. —Yo sabía perfectamente que no iba a poder explicárselo todo, pero necesitaba ganar algo de tiempo.  —Cami…

 

 —¡Pro métemelo  —¡Prométeme lo!!  —¡Te lo pr prom ometo! eto! —gr —g r uñó él—. ¿De qué está hablando habla ndo Bisho Bishop? p?  —Cuando salí de clase clas e le vi apoyado apo yado en mi Jeep. Hablamos Hablamo s un momento. mo mento. No No fue f ue nada. Bishop Bish op negó con la cabeza.  —Pues eso no fue lo l o que yo vi, desde des de luego. lueg o.  —¿Peroo qué coño  —¿Per co ño te pasa? —le —l e espeté entre entr e dientes. Él se encogió de hombros.  —Soloo creo  —Sol cr eo que Trent Tr ent debería deber ía saber sa berlo lo..  —¿Saber qué? —chillé—. —chil lé—. ¡No ¡No pasó nada! ¡Quiso darme dar me un beso y yo me aparté! ¡Si dices que viste otra cosa, entonces eres un puto mentiroso!  —¿Quiso  —¿Qui so besarte? besar te? —preg —pr eguntó untó Trenton Tr enton en voz baja, con co n tono amenazador.  —Pero  —Per o es verdad ver dad que ella ell a se apar apartó tó —intervino —inter vino Bisho Bishop—. p—. Me pir piro. o. Hasta luego.  —¡Que te den! —gr —g r ité yo, yo , y le ar arrr o jé la carpeta car peta entera enter a ll llena ena de papeles papeles.. Me puse el abrigo rápidamente, hecha una furia, y salí del estudio, pero Bishop estaba ya sacando su coche del estacionamiento. Trenton salió también, y yo eché el cerrojo del local, girando la llave varias veces antes de sacarla. Trenton Trent on negó con la cabeza.  —Yaa no puedo más, Cami. Se acabó.  —Y acabó . Los músculos del pecho se me te tensaron. nsaron.  —Se acabó, acabó , dices. dice s.  —Sí, se acabó. acabó . ¿O esperas esper as que siga si ga tragando trag ando con co n esto? Unas lágrimas abrasadoras me inundaron los ojos y rodaron por mis mejillas formando for mando un tor torrente rente continuo. continuo.  —¡Nii siquier  —¡N si quieraa le besé! be sé! ¡No ¡No pasó nada de nada!  —¿Porr qué llor  —¿Po ll or as? ¿Llor ¿Ll or as por po r él? ¡Esto es e s la puta pera, per a, Cami! Cami !  —¡Noo , no llor  —¡N llo r o por él! ¡No quier o que esto se acabe! acabe ! ¡Te ¡Te amo! amo ! Trenton Trent on guardó g uardó silencio sil encio unos segundos y meneó la cabeza.  —No he acabado con co n lo nuestro, nuestr o, nena. Estoy harto har to de él. —Su voz

volvió a sonar so nar baja y aterr aterr adora—. ador a—. Lo suyo contigo se acabó.  —Por favor favo r —dije, —dij e, tendiéndole tendiéndo le lo l o s brazo br azos—. s—. Se lo he explicado expl icado.. Ahora Ahor a ya Él lo asintió, sabe.ió,Quería despedirse, supongo. asint furibundo.  —Supones.  —Supone s.

 

Yo asentí a mi vez, moviendo la cabeza arriba y abajo rápidamente, con una mirada suplicante suplicante en los ojos. ojo s. Trenton sacó las llaves de su coche.  —¿Todavía  —¿Toda vía no se ha ido? i do? Yo no respondí.  —¿Dónde se s e aloja? alo ja? Junté los dedos de una mano a la altura del pecho y a continuación me los llevé a los labios.  —Trenton,  —Tr enton, estás agotado ag otado.. Estos días han sido una locur lo cura. a. Estás sacando las cosas de quicio.  —¿Dónde coño co ño se aloja? alo ja? —gr itó. itó . Las venas del cuell cuelloo y de la frente fr ente se se le marcaron marcar on muchísimo y comenzó a temblar.  —No te lo puedo decir —dije, —dij e, negando neg ando a la vez con co n la cabeza. ca beza.  —Noque s erás ser ás capaz c apaz —r onos epuso, epusode , rrespir espir ando con co n dificul dif icultad—. tad—. Vas Vas a… ¿Vas ¿Vas a dejarle siga jo diéndonos jodiénd esta esta manera? Yo me quedé callada. No podía contarle la verdad, de modo que no tenía sentido hablar.  —¿Me amas? —pr —p r eg eguntó. untó.  —Sí —respo —r espondí, ndí, llo l lorr ando, ando , tendiéndole tendiéndo le los l os brazo br azos. s. Él se apartó.  —¿Porr qué no se lo dices,  —¿Po dices , Cami? ¿Por ¿Po r qué no le dices que estás conmigo?  —Yaa lo sabe.  —Y Trenton Trent on se frotó fr otó la punta punta de la nariz con el dorso dor so de la mano y asint asintió. ió.  —Entonces no hay más má s que hablar h ablar.. La única for f or ma de hacer que se alej alejee de ti es que vaya a dar dar le una paliza. Sabía que esto esto iba i ba a pasar. Lo sabía, y aun así lo l o hi hice. ce.  —Me lo pr prom ometiste. etiste.  —¿Vas  —¿V as a jug j ugar ar a esa baza? ba za? ¿Por ¿Po r qué le proteg pr oteges? es? ¡No lo l o entiendo! entiendo !  —¡Yoo no le estoy pr  —¡Y proteg otegiendo iendo!! ¡Te estoy proteg pr otegiendo iendo a ti! —repli —r epliqué, qué, sacudiendo la cabeza.  —Pienso encontra enco ntrarr le, Cami. Vo y a buscarle buscar le donde hag hagaa falta, y cuando

dé con él… Mi móvil, en mi bolsillo, emitió un zumbido. A continuación otro más. Lo saqué paraque verme de ar se trataba. Trenton debió de reparar en el gestorápidamente gesto de mi cara car a porque por aqué r rebató el teléfono teléfono de las manos.  —«Tenemoss que hablar  —«Tenemo habl ar»» —leyó en voz vo z alta. Era un mensaje mens aje de T. J.

 

 —¡Me lo has pro  —¡Me pr o metido! metido ! —grité. —gr ité.  —¡Y tú! —bramó —br amó él. Su voz vo z r esonó eso nó en mitad de la noche, no che, haciendo eco en el aparcamiento vacío. Tenía razón. Había prometido guardar el secreto de T. J. y amar a Trenton. Pero no podía cumplir las dos promesas. Me reuniría con T. J. Era hora de convencerle de que me librase de esta carga. Pero no podía arriesgarme a que Trenton viniese detrás de mí, y no podía reunirme con T. J. sin que Trenton me odiase. Que yo supiera, T. J. se marchaba al día siguiente. sig uiente. Tenía que verle verl e inmediatamente.  —Cami, no te compr co mprendo endo.. ¿Es que no has termi ter minado nado con co n él? ¿Es eso? eso ? Yo fruncí los labios. No podía soportar el sentimiento de culpa que tenía.  —No es eso en absoluto abso luto.. El pecho Trenton Estaba punto estallar. Lanzó mi móvil por losdeaires hastasela agitaba. otra punta de la acalle y ade continuación se puso a andar a un lado y al otro, dando fuertes pisadas, con las manos en las caderas. Mi teléfono cayó en un rectángulo de hierba, justo al pie de la farola del otro lado.  —Vete  —V ete a buscarlo buscar lo —dije —dij e contro co ntrolando lando mi ira. ir a. Él negó con la cabeza.  —¡Que vayas a buscarlo buscar lo!! —chillé —chill é yo, yo , señalando señal ando la far f arol ola. a. Cuando Trenton se alejó, furibundo, para ir a buscar el telefonito negro en medio de la oscuridad, aproveché para correr hasta el Jeep. Me monté, cerré la puerta con fuerza, el motor petardeó unos instantes y finalmente arrancó. Trenton estaba pegado a mi ventanilla. Llamó varias veces con los nudillos, suavemente, con el semblante sereno de nuevo.  —Nena, baja la l a ventanilla. ventanil la. Yo agarré el volante con fuerza y le miré bajando la barbilla, ceñuda y con las mejillas bañadas en lágrimas. lágr imas.  —Lo siento. siento . Encontrar Encontr aréé tu teléfo teléfono. no. Pero Per o no puedes irte ir te con co n el coche co che estandoo tan alterada. estand

Arr anquéé de nuevo Arranqu nuevo el motor y solté el freno de mano. Trenton Trent on apoyó la palma de la mano en el vidrio. vidrio .  —Cami, quier qui eres esque darir.una vuelta, vale, val e, pero per o pásate al otro otr o asie asiento. nto. Yo Yo te llevo adondesi tengas Negué con la cabeza.

 

 —Lo descubrir descubr irás. ás. Y cuando lo hayas descubier descubi erto, to, todo se echará echar á a perder. Trenton arrugó la frente.  —¿Descubrir  —¿Descubr ir qué? ¿Echar a perder per der qué? Me volví hacia él.  —Te lo contar co ntaré. é. Quier Qui eroo contár co ntártelo telo.. Per Peroo no en estos momento mo mentos. s. —Pisé —Pis é a fondo el embrague, metí la marcha atrás y moví el coche mientras, bajando bajan do la barbilla, lloraba llo raba unos segundos. Trenton seguía dando toquecitos en mi ventanilla.  —Mírame,  —Mír ame, nena. ne na. Respiré Res piré hondo y metí primer pr imera, a, y a continuación continuación levanté levanté la cabeza y miré al frent fr ente. e.  —Cami, no puedes conducir co nducir así… así … ¡Cami! —dijo —dij o alzando alzan do la voz mient mientras ras yohasta me alejaba. Llegué la entrada del aparcamiento, cuando la puerta del acompañante se abrió de golpe. Trenton entró de un salto, jadeando.  —Nena, para par a el coche. co che.  —¿Qué estás es tás haciendo? haciendo ?  —Paraa el coc  —Par c oche he y déjame déja me conducir co nducir a mí. mí . Salí a la calle y me dirigí hacia el oeste. No había planeado ir a ver a T. J. y, ahora que Trenton estaba en mi coche, no sabía realmente qué hacer. Entonces se me encendió la bombilla. Le iba a llevar a ver a T. J. Que se aclarara todo abiertamente. T. J. se lo había ganado. Si me hubiese dejado en paz, no me hallaría en esta situación. Pero antes tenía que darle tiempo a Trenton para que se calmara. Necesitaba conducir un poco.  —Paraa el coche,  —Par co che, Cami. —La voz vo z de Trenton Tr enton tenía un tono que nunca le había oído antes. Estaba angustiado y sereno al mismo tiempo. Resultaba inquietante. Sorbí aire por la nariz y luego me enjugué las lágrimas con la manga del abrigo abrigo..  —Me vas a odiar o diar —dije. —dije .  —No te voy a odiar. odi ar. Para Par a el coche co che y yo me pasaré pasar é la noche noc he entera enter a

conduciendo si quieres. conduciendo quier es. Podemos hablar de ello. Negué con la cabeza.  —No, mle, me e vas a odiar ono diarmey vas yos lo perder perr der. deréé¡Me todo. todo . o en todo,  —Camille,  —Camil a mí va a per pe ¡M e cago cag todo , vas por el ccentr entroo de la carretera! Estamos saliendo de la población y dentro de nada nos

 

saldremos al campo. ¡Para ¡Para el puto puto coche, co che, joder! En ese momento dos luces brillantes convergieron en una. Casi no me dio tiempo a divisarlas por el rabillo del ojo, cuando mi cabeza golpeó contra la ventanilla ventanilla haciendo haciendo estallar estallar el vidrio en miles de añicos. Algunos Algunos trocitos salieron disparados hacia el exterior, pero la mayoría cayó en mi regazo o flotó por la cabina del Jeep mientras el coche derrapaba por el cruce de carreteras en dirección a la zanja del otro lado. El tiempo se detuvo durante lo que me parecieron varios minutos. Entonces, el Jeep comenzó a dar vueltas de campana y volamos por los aires. Una vuelta. Dos. Luego Luego perdí la cuenta, cuenta, porque por que todo todo se volvió negro. negro .   Desperté en una habitación que tenía las paredes blancas y unas persianas también blancas no entraba sol. Parpadeé varias veces mirando en gracias derredor.a las La cuales televisión estaba elencendida, sin volumen, en un soporte sopor te alto; alto; est estaban aban poniendo poniendo una reposición r eposición de Seinfeld. Cables y tubos salían de mis brazos hasta un par de goteros puestos en sus respetivos palos, colocados cerca cer ca de mí. Los monitores monitor es conectados conectados a ellos emitían unos suaves pitidos. En un bolsillo delantero de mi camisón habían metido una cajita de la que salían más cables, que se seguían unos a otros hasta unos adhesivos redondos pegados a mi pecho. De uno de los palos había colgadas unas bolsas con un líquido transparente de las que caía un goteo continuo que recorría mi vía intravenosa. El entubado acababa en unas pequeñas tiras de esparadrapo pegadas en el dorso de mi mano. Justo donde ya no alcanzaban mis dedos había una cabeza cubierta de una capa de cortísimo pelo castaño. Era Trenton. Tenía la cara vuelta hacia el otro lado, con la mejilla apoyada en el colchón de mi cama. Su brazo izquierdo reposaba encima de mis piernas, y el otro estaba apoyado entre el borde de la cama y su silla, enyesado con una escayola gruesa de color verde lima. Ya tenía varias firmas. Travis había firmado debajo de una

dedicatoria de una sola palabra: Nenaza . Otra era de Hazel, acompañada de un beso perfectamente marcado con su carmín rojo brillante. Abby Abernathy había firmado como «Sra. Maddox».  —Es c omo com o mento, si fuese unque mini m inili libr broel o de visi Trent Tr enta no se le haha alej a lejado de tu lado ni un mo moment o, así todo quevisitas. hatas. vvenido enido verte firmado firado mado la escayola.

 

Al entornar los ojos, distinguí vagamente a T. J. sentado en una silla, en un rincón oscuro de la habitación. Miré de nuevo la escayola. Habían firmado todos los hermanos de Trenton, su padre (Jim), mi madre, todos mis hermanos. Hasta se veían los nombres de Calvin y Bishop.  —¿Cuánto tiempo llevo ll evo aquí? —preg —pr egunté unté en un susur susurrr o. Mi voz sonó so nó como si hubiese hecho gárgaras con gravilla.  —Desde ayer. Tienes una buena brecha br echa en la l a cabeza. Levanté la mano para tocar delicadamente el vendaje que me envolvía la cabeza. En la sien izquierda tenía un cúmulo de gasas y, al presionar ligeramente, un dolor agudísimo me llegó hasta la base del cráneo. Me estremecí.  —¿Qué ha pasado? pasado ? —preg —pr egunté. unté.  —Un bor bo r r acho se saltó el STOP  casi a cien por hora. El tipo huyó, pero lo han hasta detenido. Trenton te llevó en brazos más de cuatro kilómetros y medio la casa más cercana. Miré ir é a Trenton fruncie fr unciendo ndo el ceño.  —¿Con el br brazo azo r oto? oto ?  —Por dos partes. par tes. No sé cómo có mo lo hizo. hizo . Debió de ser la adrenali adr enalina. na. Tuvieron que ponerle la escayola en tu habitación de la unidad de Urgencias. Porque no había manera de separarlo de ti. Ni un segundo. Ni siquiera cuando te hicieron el escáner. Todas las enfermeras están loquitas por él. —E —Esbozó sbozó una media sonrisa sin alegría. alegr ía. Me erguí. Pero, al moverme, empecé a ver chiribitas. Volví a recosta reco starm rmee y noté náuseas. náuseas.  —Tranquil  —Tr anquilaa —dijo —dij o T. J. poniéndo poni éndose se de pie. pi e. Yo tragué saliva. Tenía la garganta seca, arenosa. T. J. se acercó a la mesilla que había al lado del pie de mi cama y vertió agua en un vaso. Lo cogí de sus manos y di un sorbito. Al tragar, la garganta gar ganta me abr abr asó, y eso que era agua ag ua helada. helada. Toqué la coronilla coro nilla de Trenton. Trenton.  —¿Lo sabe s abe él?

  Todo el mundo lo sabe. Lo tuyo. Lo nuestr nuestro. o. Per Peroo de mí no saben nada. Y prefiero que siga siendo así. De momento. Bajé la vista y noté que se me hacía un nudo en la garganta a punto de transformarse  —¿Entoncesen cómo cóllanto. mo es que él está aquí?  —Por la mism m ismaa razó r azónn por po r la que estoy yo y o aquí. a quí. Por Porque que te ama.

 

Una lá lágr grima ima rodó ro dó por mi mejilla.  —Yoo no quería  —Y quer ía que… T. J. sacudió suavemente la cabeza.  —Lo sé, s é, cariño car iño.. No No llor ll or es. Todo saldr á bien.  —¿Sí? Ahora Ahor a que todo el mundo lo sabe, ¿crees ¿cr ees que alg al g ún dí díaa llas as cos c osas as dejarán de ser incómodas, incómo das, tensas tensas y…?  —Está en nuestras nuestr as manos ma nos.. Sabremos Sabrem os hacerlo hacer lo bien. Los dedos de la mano derecha de Trenton se movieron con un leve espasmo. El brazo escayolado se deslizó de la cama y bajó al costado. Él se despertó con un sobresalto y rápidamente se agarró el hombro con la otra mano, con cara de dolor. Cuando se dio cuenta de que yo tenía los ojoss abiertos, inmediatament ojo inmediatamentee se levant levantó, ó, se inclinó hacia mí y me tocó la mejilla con la mano izquierda. Tenía el puente nasal hinchado y debajo de los —¡Estás do s ojos dos oj osdespierta! lucía dos medias m ediasiólunas lun idént idénticas. icas. despier ta! —Sonrió —Sonr deasor o rmor eja adas a o r eja, mir ándome ándo me em emoc ocio ionado nado..  —Estoy despier des pierta ta —dije yo en voz vo z baja. baja . Trenton soltó una breve risa y bajó la cabeza hasta que su frente tocó mi regazo. Me rodeó los muslos con el brazo y me estrechó delicadamente. El cuer cuer po entero entero se le agitó por el llanto. llanto.  —Lo siento mucho —dije, —dij e, mientra mi entrass unas lágr lág r imas im as ardientes ar dientes me ro rodaba dabann por las mejillas mejill as y caían caían por por el filo de mi cara. Trenton Trent on alzó la vista vista y movió la cabeza cabeza a un lado y al otro. otr o.  —No. No fue culpa tuya. Un hijo hij o de puta bor bo r r acho se saltó un STOP y se empotró empot ró contra contra nosotros.  —Peroo si yo hubiese estado más atenta… —dije, gimo  —Per g imoteando. teando. Él volvió a negar con la cabeza, suplicándome con la mirada que no siguiese diciendo diciendo eso. eso .  —Shh, no. no . No, nena. Aun así, así , nos no s habr hab r ía pasado po porr encima. encim a. —Se llevó l levó la mano a la coronilla y adoptó una mirada de forzada indiferencia para calmarse—. No sabes lo feliz que estoy de ver que estás bien. Sangrabas muchísimo por la cabeza y no despertabas. —Cerró los ojos al revivir la

escena . Estaba como loco. Volvió a apoyar la cabeza en mi regazo y levantó mi mano hasta su boca para besarla delicadamente alrededor del esparadrapo. T. J.las seguía de piededetrás de de él, Trenton. observando con una en al el rostro muestras cariño Trenton se sonrisa dio la fija vuelta percibir la presencia de alguien a su espalda.

 

 —Hey —dijo, —dijo , y se ir i r g uió—. uió —. Yo, Yo, esto… Lo siento s iento..  —No pasa nada. Ya Ya no es mía. m ía. No estoy esto y segur seg uroo de si alguna alg una vez lo l o fue.  —La amo —dijo —dij o Trenton, Tr enton, mir ándome ándo me un instante con co n una sonr so nrisa. isa. Entonces, se secó los ojos enrojecidos y añadió—: No estoy de coña. La amo de verdad.  —Lo sé s é —contestó —co ntestó T. J.—. J.—. He He visto cómo có mo la mir m iras. as.  —¿Entonces queda todo clar o entre noso nos o tro tros? s? —preg —pr eguntó untó Trenton. Tr enton. Las cejas de T. J. se juntaron al tiempo que me miraba, pero sus palabrr as iban dirigidas palab dirigi das a Trenton. Trenton.  —¿Qué quier qui eres es decir deci r ? Los dos se volvieron hacia mí. Yo miré a T. J. Muy despacio, alargué el brazo por encima de la ropa arrugada de la cama y cogí la mano de Trenton. Él se sentó a mi lado, se llevó mi mano hasta los labios y besó misMdedos ded os cerrand cerrelando o los lo s ojos. e tembló labio.  —Te mentí. Él negó con la cabeza.  —Por r azones azo nes que no tienen nada que ver conmi co nmigo go.. Ni Ni co conn noso no sotro tros. s. Respiré Re spiré aliviada aliviada y las las lágrimas volvieron a rodar r odar por mi rostro. r ostro.  —Te amo. amo . Suavemente, Trenton me cogió la cara entre la manos y, acercándose a mí, me besó con ternura.  —No impo i mporr ta nada más. más .  —A mí sí me m e impo im porr ta —dije—. —dije —. No No quiero quier o que… T. J. carraspeó. Fue su manera de recordarnos que no estábamos solos en la habitación.  —Si eso es lo que deseas, Cami, haremo har emoss que todo salga salg a bien. No ser seréé un estor estorbo. bo. No No seré ser é un problema. Trenton dio varios pasos para acercarse a T. J. y le dio un abrazo inmenso. Estuvieron abrazados varios segundos. Entonces, T. J. le susurró algo a Trenton al oído y él asintió. Era tan surrealista verles relacionarse

bajo el mismo techo después de haber mantenido la existencia de T. J. en secreto durante tanto tiempo. T. J. se acercó lentamente a mi lado, se inclinó hacia delante y me dio un beso en laecharé parte frente nole. tenía cubierta la venda.  —Te echar é de de lamenos, meno s, que Camille. Camil —Vol —V olvió vió acon besar el mismo mis mo punto, dejando sus labios apoyados unos segundos sobre mi piel, y a

 

continuación se marchó continuación mar chó de la habitac habitación. ión. Trenton Trent on suspiró aliviado y me apretó la mano.  —Ahoraa todo tiene sentido.  —Ahor sentido . —Sacudió —Sacudi ó la cabeza y soltó so ltó una r isa cor co r ta, sin alegría—. Ahora que lo sé, no puedo creer que no lo hubiese pillado antes. California. Tú sintiéndote mal por estar conmigo, incluso después de haber roto con él. Lo tenía delante de mis narices. Aprr et Ap etéé los labios. l abios.  —No todo to do.. Trenton apoyó en la cama el brazo escayolado y entrelazó los dedos que asomaban por por el yeso con los míos. mío s.  —No siento si ento ni r astro astr o de remo r emorr dimiento dim iento.. ¿Y sabes por po r qué? Yo me encogí de hombros. hombr os.  —Por que ll llevo evo enamor enamo r ado de ti desde el coleg co legio io,, Camomi Camo mila. la. Y todo el mundo loo sin sabía. Todo  —Sigo  —Sig estar es tar segur segel uraamundo. de creer cr eerme me eso. es o.  —Durante  —Dura nte años año s llevaste ll evaste coletas co letas todos todo s los lo s días. Eran Er an per perfectas. fectas. —La sonrisa se le fue borrando—. Y esa mirada triste. Lo único que he deseado siempre ha sido hacerte sonreír. Pero luego, cuando ya fuiste mía, la cagué una y otra vez.  —Toda mi vida ha sido una cagada cag ada tras tra s o tra. Tú eres er es lo único que ha salido bien. Trenton sacó algo de su bolsillo y agitó una llavecita plateada que colgaba de un llavero. Este era un trozo de fieltro negro con las letras C, A, M, I en vivos colores, pespunteadas con hilo negro. Apreté los labios y arr ugué la boca boca a un lado. lado.  —¿Qué dices? di ces? —preg —pr eguntó untó con co n cara car a de esper anza.  —¿Que me m e mude conti c ontigo go?? ¿Que r enuncie a mi piso? piso ?  —Con todo incluido incl uido.. Tú y yo. yo . Brindar Bri ndar por chif chifladur laduras as después de trabajar, ir los lunes por la noche al Chicken Joe’s con Olive. Cosas sencillas, justo como a ti te gusta. Había tantas cosas en las que pensar, pero después de lo que

acabábamos de pasar (por segunda vez), lo único en lo que podía concentrar mi atención era en lo que había dicho Trenton. Que solo había una cosa que importa impor taba. ba.  —Dig  —Digo o que qu e sí. Él pestañeó.  —¿Sí?

 

 —Sí —dije, —dij e, empezando empeza ndo a r eírme eír me al ver su cara. car a. Entonces me estremecí estr emecí de dolor. Me Me dolía todo el cuerpo.  —¡Ostras,  —¡Ostr as, sí! —exclamó —exclam ó él, y entonces, entonces , cuando le hice un g esto para par a que no gritase, puso cara de cordero degollado—. Cami, estoy tan enamorado de ti… ti… Me hice a un lado en la cama, torpe, lentamente, para que Trenton pudiese tumbarse y él, con mucho cuidado y mucho esfuerzo, fue metiéndose bajo las sábanas. Estaba tan magullado como yo. Luego, pulsó un botón de la barandilla lateral lateral para que la cama se abatiese abatiese poco a poco, hastaa que quedamos hast quedamos tumbados tumbados del todo, mir m irándonos ándonos cara a cara.  —Sé que no me cr crees, ees, pero per o es verdad ver dad que te he amado desde que éramos unos críos —dijo en voz baja—. Y ahora voy a poder quererte hasta que seamos viejecitos. Sentíél.un cosquilleo en el estómago. Nunca nadie me había querido como  —¿Me lo pr proo metes? Trenton Trent on sonrió. sonr ió. Su mirada mir ada denotaba denotaba cansancio. cansancio.  —Sí. Y lueg l uegoo volver vol veréé a pr prom ometér etértelo telo cuando haya bailado bail ado a lo Britney Bri tney Spears, en tanga. Conseguí que me saliera una risilla, pero el dolor me hacía muy difícil cualquier movimiento. Él se recolocó varias veces hasta que por fin se sintió lo bastante cómodo para cerrar los ojos y quedarse dormido. Yo estuve observándole muchísimo rato. Le veía respirar suavemente, con una pequeña sonrisa en la cara. Ahora todo se había aclarado y también yo podía respirar tranquila. Entrr ó una enfermera. Ent enfermer a. Pareció sor so r prenderse al vernos verno s tumbados tumbados juntos. juntos.  —Hay que ver —susurr —susur r ó. De alguna alg una maner a sus ojo oj o s neg negrr os parecían par ecían ver perfectamente en aquella penumbra—. Este muchacho tiene a todas las mujeres de la planta suspirando por él. Ha sido tu ángel de la guarda. No se ha alejado de tu lado.  —Eso me han ha n dicho. dicho . No No sé cómo có mo he tenido tanta suerte, suer te, pero per o me aaleg legrr o .

 —Me incliné incli né hacia él y acer ac erqué qué mi sien a su fr ente.  —Desde luego lueg o , la suerte suer te está de tu parte. par te. Vi vuestro vuestr o co coche che abajo, abajo , en el patio. pat io. Parece un papel papel arrug ar rugado. ado. Es Es un milagr o que hayáis hayáis salido con co n vida losArrugué dos. el ceño.  —Echaréé de menos  —Echar me nos ese Jeep. Je ep.

 

Ella asintió.  —¿Cómoo te encuentras?  —¿Cóm encuentr as?  —Me duele. Todo. Todo . Ella agitó un vasito de plástico para que sonaran las pastillas que contenía.  —¿Crees  —¿Cr ees que podr po drás ás trag tr agar arte te un par de compr co mprim imido idos? s? Asentí y me eché las pastillas a la garganta. La enfermera me tendió un vaso de agua y las tragué, no sin esfuerzo.  —¿Tienes hambre? hambr e? —preg —pr eguntó untó mientr mi entras as co compr mproba obaba ba mi miss constantes co nstantes vitales. Yo negué con co n la cabeza.  —Está bien —dijo, —dijo , al tiempo que se quitaba el fonendo fo nendosco scopio pio—. —. Si necesitas cualquier cosa, no tienes más que pulsar ese botón rojo de la cruz. Salió de la habitación y yo me volví hacia el hombre que dormía a mi lado.  —No hay nada más que pueda necesitar neces itar —susur —susurrr é. La escayola de Trenton estaba entre él y yo. Acaricié con los dedos los diferentes nombres garabateados, pensando en todas las personas que nos querían y que habían venido a mi habitación. Me detuve al encontrar la firma de T. J. y, en silencio, dije adiós definitivamente a aquella letra sencilla y sofisticada a la vez.   «Thomas «Thom as James Maddox Maddox». ».

 

Notas de la traducción traducción

 

[1] [1] «No  «No pienso romperle el corazón para darte gusto a ti». [2] [2]   Ew Ew  en inglés es una palabra onomatopéyica para expresar repulsa o desagrado, equivalente a nuestro «puaj». [3]  Gruby,  alteración de grubby: «mugriento». Booby: «bobo». [3] [4] [4] Literalmente,  Literalmente, «¿Tragas?». Juego de palabras intraducible. Swallow tiene el doble significado de «tragar» y «golo «g olondri ndrina». na». [5] «Tan solo mira  es porun encima dea tus hombros». [5] [6]  «Tan  Yankee Doodle una a antigu antigua ca canci nción ón popular ddee Estado Estadoss U Uni nidos dos de connotaciones patri patrióticas. óticas. [6] [7] [7] En  En el mundo mundo anglosajón anglosajón,, el día de llos os Inocent Inocentes es (Apr (Apriil’s Fool Fool)) se celeb celebra ra el 1 de abril.

 

Sobre la autora

 

Jamie McGuire  nació en Tulsa y creció con su madre en Blackwell,

donde acabó la secundaria en 1997. Asistió al Northern Oklahoma College, la Universidad Central de Oklahoma, y al Autry Technology Center, donde se graduó en Radiografía. Jamie vive ahora con sus hijos y su marido, Jeff, enster. Enid, gato llamado Roo Rooste r. Oklahoma, junto a tres perros, seis caballos y un   www.jamiemcguire.com

 

  Título origi original: nal: Beautiful Oblivion © 2014, Jamie McGuire © Inés por la traducción © 2015, 20 15,Belaustegui, ddee llaa presen presente te edici edición ón en castellano para todo el mu mundo: ndo: Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U. Travessera de Gràci Gràcia, a, 47- 49. 0802 080211 Barcelo Barcelona na

  ISBN ebook: 978-84-8365-860-4 Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L. www.mtcolor.es

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