Marafioti, Roberto. La Enunciación Del Discurso

December 4, 2017 | Author: sotomauro25 | Category: Verb, Pronoun, Communication, Word, Language Mechanics
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Roberto Mararioti

(1998) Recorridos semiológicos. Signos, enunciación, argumentación Bs. As.: EUDEBA. ANALISIS DEL DISCURSO

LA ENUNCIACIÓN DEL DISCURSO COMUNICACIÓN Es sabido que en la comunicación humana intervienen muchas veces en forma simultánea varios sistemas de signos: verbales, gestuales o entornos contextuales determinados. La relación interpersonal se hace no sólo median te la lengua sino también mediante los gestos, algunos ya convencionalizados, como indicarle a alguien con la mano que lo llamaremos por teléfono o pedirle al mozo de un bar, cuando se encuentra alejado, que nos sirva un café. Del mismo modo, decimos de las miradas que son tiernas o de odio porque tienen cierta particularidad que las hacen comprensibles a quien las ve. Estas maneras de comunicarse son dependientes de la cultura. En algunas sociedades, durante un diálogo, los hablantes suelen guardar más espacio entre sí que el que habitualmente conservamos en nuestra comunidad. También ciertos contextos actúan como entidades semióticas que condicionan la comunicación. Así un policía se dirige a un ciudadano cualquiera según determinadas normas posturales y lingüísticas en razón de lucir, si ése es el caso, su uniforme. Sus funciones no sólo están reflejadas por su atuendo sino que cualquier comunicación que realice como policía reflejará esa condición de múltiples maneras. Otro tanto ocurre con la comunicación escrita. Escribimos una nota con una letra menos cuidada y una relación diferente entre el texto y el espacio si tenemos que escribir una carta formal, una dirección en la agenda o un libro. Los códigos de comunicación no verbales los incluiremos globalmente en un conjunto denominado sistemas paralingüísticos, aun sabiendo que esta denominación resulta bastante vaga. Abordaremos en las próximas páginas únicamente el código verbal y no contemplaremos las otras condiciones situacionales a menos que incidan de modo muy evidente en el discurso verbal. El discurso y la comunicación Cuando alguien habla o escribe pone en acción un sistema lingüístico al servicio de la comunicación con otros individuos. Esto quiere decir que se produce un "acto comunicativo" que es mucho más que un acontecimiento en beneficio de la información referencial. La comunicación incluye la transmisión de información expresada por las frases, pero además proporciona datos acerca de los interlocutores, quienes pueden manifestar a su vez afectos, acomodación a ciertas normas de cortesía, a ciertos rituales sociales, o al revés, contravención a todo tipo de normas. Vemos entonces que la comunicación excede lo que habitualmente se considera el significado de la proposición que se expresa en una frase e incluso el significado de la frase misma. El estudio que nos proponemos aquí es justamente analizar esta compleja trama de significaciones cíe un enunciado, producto y registro de la enunciación que lo originó. Acompañamos este capítulo con una serie de citas de estudiosos de la lingüística que nos permitirán asomarnos al complejo mundo de la comunicación verbal. En primer término veamos qué dice D. Maingueneau acerca de la enunciación. "La descripción del funcionamiento de la lengua supone el estudio de esta 'puesta en ejercicio' del sistema que solamente permite la producción de enunciados; es decir, la conversión, por parte del enunciador, de la lengua en discurso. Así cuando se emplea el término discurso en el marco de la teoría de la enunciación no es para remitir a una unidad de dimensión superior a la frase ni para considerar los enunciados desde el punto de vista de sus condiciones de producción socio-históricas, sino para relacionar el enunciado con el acto de enunciación que lo sostiene.” Adaptación de L'énonciation en Linguistique Française de D. Maingueneau

E. Benveniste y R. Jakobson, entre otros, a fines de los años '50 se preocuparon por la lengua en tanto discurso y no ya simplemente como sistema de signos como lo había postulado F. de Saussure. A continuación presentamos un fragmento del libro de E. Benveniste Problemas de lingüística general, donde el autor sienta las bases de esta teoría que partiendo de los significados lingüísticos da cuenta de la producción de los discursos. El aparato formal de la enunciación 1

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En tanto que realización individual, la enunciación puede definirse, respecto de la lengua, como proceso de apropiación. El locutor se apropia del aparato formal de la lengua y enuncia su posición de locutor tanto por índices específicos como por medio de procedimientos accesorios. Pero inmediatamente, desde el momento en que se declara locutor y asume la lengua, implanta al otro enfrente de él, cualquiera sea el grado de presencia que atribuya a ese otro. Toda locución es, explícita o implícitamente una alocución, postula siempre un alocutario. La condición de esta movilización y de esta apropiación de la lengua es, en el locutor, la necesidad de referirse por el discurso al mundo y, en el otro, la posibilidad de co-referir idénticamente el consenso pragmático que hace de cada locutor un co-locutor. La referencia es parte integrante de la enunciación. Cada instancia de discurso constituye un centro de referencia interna. Esta situación se va a manifestar por un juego de formas específicas cuya función es poner al locutor en relación constante y necesaria con su enunciación. En primer lugar, la emergencia de los índices de persona (la relación "yo-tú") que no se produce más que en y por la enunciación: el término "yo" denota al individuo responsable de la enunciación, el término tú al individuo que está presente en ella como alocutario. En segundo lugar, los numerosos índices de ostensión (éste, aquí, etc.), términos que implican un gesto que designa al objeto al mismo, que se pronuncia la instancia del término. Una tercera serie de términos correspondientes a la enunciación la constituye el paradigma de las formas temporales, que se determinan respecto del ego, centro de la enunciación. De esta última procede la instauración de la categoría de presente, y de la categoría de presente nace la categoría de tiempo. El presente formal no hace más que explicitar el presente inherente a la enunciación, que se renueva con cada producción de discurso. Además de estos aspectos morfológicos y léxicos, la enunciación da las condiciones necesarias para las grandes funciones sintácticas. Desde el momento en que el enunciador se sirve de la lengua para influir de alguna manera en el comportamiento del alocutario, dispone para ello de un aparato de funciones. Primeramente la interrogación, que es una enunciación construida para suscitar una respuesta, por un proceso lingüístico que es al mismo tiempo un proceso de comportamiento con doble entrada. Todas las formas léxicas y sintácticas de la interrogación (partículas, pronombre, entonación, etc.) dependen de este aspecto de la enunciación. A ella remiten también los términos o formas que llamamos de intimación, órdenes o apelaciones concebidas en categorías como el imperativo y el vocativo, que implican una relación viviente e inmediata del enunciador con el otro. Menos evidente tal vez, pero tan cierta como las otras, es la pertenencia de la aserción a este mismo repertorio. En su construcción sintáctica como en su entonación la aserción tiende a comunicar una certeza, es la manifestación más común de la presencia del locutor en la enunciación: ella tiene incluso instrumentos específicos que la expresan o la implican: las palabras "sí" y "no" que asertan positiva o negativamente una proposición. La partícula asertiva 'no', sustituto de una proposición, se clasifica como la partícula "si", cuyo estatuto comparte, entre las formas que dependen de la enunciación. También, aunque de manera menos categorizable, se ubica aquí todo tipo de modalidades formales, algunas pertenecientes a los verbos, como los modos (optativo, subjuntivo) que enuncian actitudes del enunciador respecto de lo que enuncia (esperanza, deseo, temor); las otras a la fraseología ("tal vez", "sin duda", "probablemente") que indican incertidumbre, posibilidad, indecisión, etc., o, deliberadamente, rechazo de asertar. Adaptado de E. Benveniste, "El aparato formal de la enunciación", en Problemas de lingüística general, México, Siglo XXI, 1974.

El autor H. Parret, por su parte, aborda la enunciación enfatizando aspectos semióticos y analiza el funcionamiento del locutor con su palabra frente al mundo. La enunciación como deictización y modalización La teoría del discurso es una teoría de la instancia de enunciación, que es al mismo tiempo e intrínsecamente un efecto de enunciado. Que la instancia de enunciación sea un efecto de enunciado 2

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significa que no está presente el enunciado bajo la forma de marcadores morfo-sintácticos o semánticossintácticos sino que debe ser reconstruido o "descubierto" por un esfuerzo de interpretación. Este esfuerzo de interpretación que nos hace descubrir la instancia de enunciación se reduce, de hecho, a una transposición de sentido: se trata en cierta medida de llenar un espacio elíptico gracias a una operación de paráfrasis o de catálisis. Si bien existen ciertas marcas convencionales de la enunciación que pueden ser inventariadas, estas marcas "empíricas" son sólo una ínfima parte del iceberg enunciativo. No es contradictorio afirmar al mismo tiempo que el lingüista no debe interesarse por la enunciación más que en su dimensión discursiva (instancia de enunciación/efecto de enunciado) y, por otra parte, que la enunciación, aunque "marcada" en el enunciado, no es enunciada: la enunciación es transpuesta a partir del enunciado, es la elipsis que se abre "en abismo" por paráfrasis o catálisis. Corno decía Kant, hay conceptos que se pueden llamar "paralógicos" desde el momento en que no hay ningún predicado que agote su contenido. El concepto de enunciación es uno de estos conceptos y por eso es más conveniente desplazar la discusión al nivel de las estrategias operacionales o metodológicas. Ahora bien, si se trata de formular una metodología, el concepto de enunciación tiende inmediatamente a dispersarse en dos direcciones que se llaman deictización y modalización de la enunciación. Se trata evidentemente de una doble reducción pero las dos metodologías son felizmente complementarias. Una buena metodología deictizante presupone necesariamente una organización egocéntrica de la deixis, mientras que una buena metodología modalizante presupone en cambio una organización interactancial y por lo tanto ego-fugal: la organización de la deixis se hace a partir del yo (de la subjetividad egocéntrica) mientras que la organización de las modalidades está orientada a partir de una comunidad enunciativa (se podría decir también a partir de la subjetividad comunitaria). Adaptación de H. Parret, "L’ énonciation en tant que déictisation et modalisation", en Langages, 70, 1983.

Por último presentamos una obra de los autores O. Ducrot y T. Todorov, Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje; aquí se sintetizan posiciones semióticas y semántico-lingüísticas. El hablante y su enunciación La producción lingüística puede considerarse como una serie de frases, identificada sin referencia a una determinada aparición de esas frases (que pueden ser dichas, o transcriptas con escrituras diferentes, o impresas, etc.), o como un acto en cuyo transcurso esas frases se actualizan, asumidas por un locutor particular, en circunstancias especiales y temporales precisas. Tal es la oposición entre el enunciado y la situación de discurso, a veces llamada enunciación. Sin embargo cuando se habla lingüísticamente de enunciación se toma este término en un sentido más estricto: no se entiende por el fenómeno físico de la emisión o la recepción del habla (que pertenece al ámbito de la psicolingüística o de una de sus subdivisiones),-ni las modificaciones aportadas al sentido global del enunciado por la situación, sino los elementos que pertenecen al código de la lengua y cuyo sentido sin embargo, depende de factores que varían de una enunciación a otra: por ejemplo yo, fu» aquí, ahora, etc. En otros términos, lo que la lingüística retiene es la huella del proceso de enunciación en el enunciado. Los aspectos lingüísticos de la enunciación nunca han sido el centro de la atención de los lingüistas: de allí cierta vaguedad terminológica en los estudios que se le han consagrado. La categoría está muy presente en las gramáticas griegas y latinas; pero fue el semiólogo norteamericano Charles S. Peirce quien describió por primera vez su naturaleza ambigua: se trata a la vez de símbolos, es decir, de signos que pertenecen al código de la lengua (yo es una palabra del léxico español) y de índices es decir de signos que contienen un elemento de la situación de enunciación (yo designa a la persona que habla en este momento, en este lugar). Con gran frecuencia los lingüistas se refieren a la enunciación con el término de deixis. Sin embargo, esta palabra oculta una oposición importante, como ya lo había observado K. Buhler: una parte de las formas deícticas remite a elementos .anteriores del enunciado mismo (como los pronombres él, ella, le, la, etc.) y otra a los elementos del acto de habla (yo, tú, etc.); en otros términos, se confunde la deixis anafórica con la deixis inicial. Más recientemente, los trabajos de lingüistas como Jepersen, Jakobson y, sobre todo, Benveniste, han permitido iniciar el estudio preciso y sistemático de esos hechos. 3

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Los primeros elementos constitutivos de un proceso de enunciación son: el locutor, el que enuncia y el alocutario, aquél a quien se dirige el enunciado. Ambos se denominan indiferentemente interlocutores. A partir de aquí puede concebirse la organización de las formas lingüísticas indiciales de dos maneras, según se formen como categorías gramaticales o semánticas. En el primer caso, se distinguirán los "pronombres personales" de la 1a y la 2Q persona; los pronombres demostrativos; los adverbios y los adjetivos que Bally llamaba "relativos" (aquí, ahora, ayer, hoy, etc.): los tiempos del verbo organizados siempre en torno al "presente", es decir, en torno al tiempo de la enunciación. Se agregará ciertos verbos tomados en la primera persona del singular (creo que..., deduzco que...), los verbos performativos, es decir, los que en la primera persona del singular del presente efectúan por sí solos la acción que designan, por ejemplo: prometo..., juro..., etc.; este último grupo difiere del primero, en el cual la referencia de la palabra varía con el contexto; pero ambos nos dan informaciones sobre el proceso de enunciación. Tal es, asimismo, el caso de ciertos niveles de lengua, donde se observa la presencia de semas valorativos o emotivos (que implican un juicio a una actitud particular del sujeto de la enunciación). Los términos modalizantes como quizás, ciertamente, sin duda, suspenden la aserción del sujeto enunciante y así se vinculan a la enunciación. Por fin las funciones sintácticas (sujeto-predicado) se refieren a la enunciación según modalidades diversas: todos los elementos que expresan la actitud del locutor respecto de aquello de que habla están ligados al predicado, nunca al sujeto. Si se sitúan términos valorativos en el sujeto, los interpretamos como citas, como los nombres anticipados de las expresiones correspondientes. Los mismos problemas surgen cuando se parte de las categorías semánticas, que son de cuatro especies: la identidad de los interlocutores, el tiempo de la enunciación, su lugar y sus modalidades (o la relación entre los interlocutores y el enunciado). Nuestros pronombres yo y tú, permiten únicamente identificar a los protagonistas de la enunciación: pero en ciertas lenguas de Asia oriental, se añaden indicaciones sobre la condición social de éstos o sobre sus relaciones mutuas. Las indicaciones de tiempo y lugar se organizan siempre a partir de la enunciación misma, es decir, de los adverbios ahora y aquí', pero muchos otros términos léxicos se refieren a ellas: un ejemplo es el verbo venir. El problema de la referencia está estrechamente ligado a la enunciación: como ya había observado Peirce, para que un signo pueda denotar debe pasar por el intermedio de un "índice". El problema de la verdad, subordinado al de la referencia es igualmente inconcebible fuera de la enunciación: en sí mismo el enunciado no es verdadero ni falso; llega a serlo únicamente en el curso de una enunciación particular . O. Ducrot y T. Todorov, Diccionario enciclopédico de las Ciencias del lenguaje, México, España, Argentina, Colombia, 1986.

Por nuestra parte nos dedicaremos a los aspectos puramente lingüísticos y estudiaremos la naturaleza de ciertos mecanismos de la lengua, como es el caso de los deícticos, de los subjetivemas, cíe algunas frases creadoras de mundos y de la modalidad en general, que nos permitirán, partiendo del enunciado, reconstruir sentidos que se originaron en una enunciación determinada. Previamente es necesario señalar que toda vez que alguien enuncia un discurso crea un "mundo discursivo" semejante, o no, al que de ordinario consideramos real. El propio hablante se instaura dentro de ese discurso como un "hacedor" o "creador" del mundo, y en torno de su propia imagen puede situar los objetos que refiere. El hablante enuncia un discurso y dibuja el mundo con una voluntad comunicativa, con una intencionalidad explícita, que puede manifestarse en mayor o menor grado pero que siempre está presente. Y como el discurso es en sí mismo una producción de sentido, tal como lo plantea E. Verón, en cada enunciado queda la impronta, la huella, de esta actividad voluntaria que es la enunciación. Así, en esto que llamarnos enunciado podemos encontrar frases (o palabras) que revelen la actitud del hablante frente al mundo creado discursivamente y frente a la situación en la que se produce la enunciación. El locutor organiza su discurso como un juego de relaciones entre él y su alocutario, indicadas (señaladas) por ciertas marcas (yo, tú, esto, eso) y expresadas en el dominio semántico-pragmático por la interrogación, la aserción, o la intimación, entre otros posibles lazos. Este juego de relaciones no es arbitrario ni creado cada vez por los ha blantes, sino que se inscribe en una comunidad cultural e ideológica que se rige por ciertas normas que el locutor asume como válidas para sí y para su alocutario. En consecuencia, se comprueba que siguiendo estas huellas es posible leer no sólo la subjetividad individual sino principalmente una subjetividad socialmente compartida. 4

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Por otra parte, en su enunciado el locutor manifiesta valoraciones de su entorno cultural y/o ideológico que hacen que su discurso no sea nunca absolutamente objetivo, por el contrario, todo enunciado se desplazará entre dos polos a los que se acercará sin alcanzarlos plenamente casi nunca: la objetividad y la subjetividad. Ejemplos próximos a esos polos son el discurso de la ciencia (la matemática especialmente) y una carta de amor. Entre ellos anida una gama amplísima de discursos matizados con distinto grado de subjetividad (individual o social) y discursos con mayor o menor grado de pretensión de objetividad. Veamos a continuación cómo son y cómo funcionan estas marcas o huellas que deja el hablante en su discurso durante su actividad de enunciación. Las huellas que el acto de enunciación dejaren el enunciado Las huellas son, por un lado, frases, palabras morfemas o entonaciones particulares que permiten leer en un enunciado cómo el locutor selecciona, destaca u omite entidades de la situación comunicativa, llamadas deícticos (yo, ahora, venir). Por otro, también son marcas para ser leídas las valoraciones que el locutor haga del mundo que representa (maravilloso, desechable, corrupto) y que denominamos subjetivemas, o las valoraciones que destine a su propio discurso, afirmaciones rotundas, dudas o deseos que manifieste (modalidades: creo que..., lamentablemente, por suerte, ojalá), entre otras posibilidades. ¿Qué es un deíctico? Cuando una persona durante una conversación debe nombrar a su interlocutor, el sitio en el que se encuentra, el tiempo cronológico en el que se halla o a sí mismo, normalmente lo hará con un término o frase que funciona como deíctico. Deixis, palabra de la que deriva deíctico, significa mostrar. Por lo tanto, una frase o una palabra que es capaz de "mostrar" la situación de enunciación de un hablante en alguna medida es denominada frase o palabra deíctica. Según la clasificación peirceana de los signos, una frase deíctica es un signo índice pues está en relación de contigüidad con la cosa designada; es decir el término "hoy" enunciado en una conversación es naturalmente conti guo (simultáneo, en este caso) con la situación en la que se está llevando a cabo ese intercambio verbal, con las personas que intervinieron y con el espacio físico en que se desarrolla esa conversación. Los términos deícticos suelen ser lo que la gramática designa como pro nombres, pero no todos los pronombres son deícticos; y a la inversa, todos los deícticos no son pronombres. Veamos ejemplos de función deíctica en contraste con otras funciones no deícticas de los términos. Si alguien efectivamente dice: "Yo suelo levantarme temprano". En tal frase el "yo" es un termino deíctico pues es innegable que esta palabra fue pronunciada por el propio hablante en el mismísimo momento cíe su enunciación. Veamos otro ejemplo donde un hablante dice efectivamente: "Este no te lo puedo prestar". Donde vemos que el "éste" refiere de un objeto presente en la situación de enunciación y próximo al hablante, por lo tanto es deíctico; muestra dos objetos discursivizados: el objeto designado por "éste" y muestra además la proximidad del objeto con el hablante. Veamos otro ejemplo tomado de un periódico: "El ladrón fue detenido por la policía mientras cometía un asalto a mano armada. Sin embargo y a pesar de la evidencia, éste se declaró inocente frente al juez". En el ejemplo anterior el término "éste" no es un deíctico pues no muestra un objeto discursivizado presente (o vinculado) a la situación de enunciación sino que es un término que cumple con la función de aháfora de "ladrón"; es decir, reemplaza un término anterior. Como podemos observar, esta función del pronombre en general aparece por razones estilísticas y, sobre todo, lo que debe distinguirse es que su referencia está dentro del discurso mismo (un término anteriormente mencionado) y no refiere de un objeto vinculado a la situación enunciativa, pues el "éste" no menciona una entidad involucrada en la situación de enunciación: la comunicación se hace efectiva entre el periodista y sus lectores y se habla de alguien (un ladrón) ajeno a esta circunstancia. Dijimos antes que la deixis se puede manifestar también con términos o frases no pronominales. Veamos el caso de dos amigos que se despiden diciendo: "Chau, hasta el lunes". 5

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Cualquier hablante comprende que "el lunes" designa el lunes inmediato posterior a la enunciación y por lo tanto la expresión "el lunes" se halla vinculada a la situación de habla. Sin embargo, a pesar de ser deíctico no se trata de ningún pronombre. La deixis puede manifestarse también por la presencia cíe determinados rasgos semánticos de las palabras, tal el caso cíe ciertos verbos de movimiento que muestran o señalan la situación de enunciación como son: ir, venir, salir, entrar, llevar, traer, entre otros posibles. Pero en casi todos los casos, habrá que analizar en cada enunciado si las expresiones verbales efectivamente funcionan o no como deícticos. Veamos a continuación algunos de los casos más generales de deícticos. El texto ha sido tomado de La Enunciación. De la subjetividad en el lenguaje de C. Kerbrat-Orecchioni. Personas Los pronombres personales (y los posesivos, que amalgaman en la superficie un artículo definido y un pronombre personal en posición del nombre) son los más evidentes y mejor conocidos de los deícticos. En efecto, para recibir un contenido referencial preciso los pronombres personales exigen del receptor que tome en cuenta la situación de comunicación de manera: - necesaria y suficiente en el caso de yo y de tú (tú, vos, usted): son deícticos puros; - necesaria pero no suficiente en el caso de él, ellos y e//a(s), que son a la vez deícticos (negativamente: indican simplemente que el individuo que denotan no funciona como locutor ni como alocutario) y representantes (exigen un antecedente lingüístico, que puede estar implícito en virtud de ciertas determinaciones situacionales). El problema de los pronombres plurales Nosotros no corresponde nunca, salvo en situaciones, muy marginales como el recitado o la redacción colectivos, a un yo plural. Su contenido se puede definir de la siguiente forma: Nosotros = Yo + No Yo 1- Yo + Vos (singular o plural) = nosotros inclusivo 2- Yo + El (singular o plural) = nosotros exclusivo 3- Yo + Vos + El, Ellos El nosotros inclusivo es puramente deíctico. En cambio, cuando conlleva un elemento de tercera persona, debe acompañar al pronombre un sintagma nominal que funcione como antecedente del elemento "él" incluido en el "nosotros" (el antecedente en general es útil cuando el "nosotros" recibe su extensión máxima). En el caso del vosotros/ustedes: Ustedes = Vos + No Yo 1- Vos plural = deíctico puro 2- Vos + El, Ellos = deíctico + cotextual Los pronombres personales constituyen en el español de Buenos Aires el siguiente sistema: Personas

Locutor Yo

No Locutor

Nosotros (as) 6

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Alocutario(s) Vos/Usted, Ustedes

No Alocutario El, Ellos, Ella(s) Ustedes

Localizaciones espaciales y temporales Localizaciones espaciales Se pueden distinguir dos casos principales: 1) Los demostrativos espaciales, estructurados según un sistema ternario: o aquí/acá: próximo al hablante. o ahí: próximo al oyente. o allí/allá: en el campo de referencia de la tercera persona, el no-lnterlocutor. 2) Los adverbios, de los que analizaremos algunos casos importantes: o Cerca (de X) lejos (de X): cuando no está expresado en el contexto, el lugar que representan es el que coincide con la ubicación del hablante (*¿Está lejos tu casa?). o Delante de/detrás de; a la izquierda/a la derecha: pueden tener referencia deíctica y no deíctica; la referencia deíctica ocurre cuando el objeto no tiene una orientación definida. "El sillón está delante de la mesa" significa que el sillón está ubicado entre el hablante y la mesa, mientras que "La locomotora está delante del tren" significa que se encuentra (lógicamente) precediendo al primer vagón y en la dirección en que el tren se desplaza, sin importar la ubicación del hablante en este caso. Es una referencia no deíctica. "Pónete a la izquierda de Juan" es no deíctico, significa "del lado del brazo izquierdo de Juan". A la inversa: "Pónete a la izquierda del árbol" es deíctica, en tanto "la izquierda del árbol" se sitúa en referencia a la posición del hablante. 3) Una tercera posibilidad existe en1 el empleo de los verbos iry venir. En algunos casos, se oponen por los rasgos acercamiento/alejamiento: "Juan va/viene al Centro todos los días". En este ejemplo, el hablante no está (va) o está (viene) en el centro de la instancia de enunciación. Es distinto cuando estos verbos se combinan con una referencia temporal y/o una indicación de lugar que no sean simultáneas con la instancia de enunciación; es posible decir: "Venga acá", "Vas a venir acá", "Voy hacia tu casa", "Viniste aquí ayer". Pero no: "Vaya acá", "Vas a ir acá", "Vengo hacia tu casa", "Fuiste aquí ayer". Son intercambiables cuando el lugar en que se encuentra el locutor en el tiempo indicado por el verbo es el mismo que el que contiene la emisión: "Vino/fue a la conferencia" (a la que fui yo). 7

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En resumen, ir se puede emplear en todas las situaciones, excepto cuando el oyente se desplaza (en cualquier tiempo) hacia el lugar en que se encuentra el hablante en el momento de la enunciación. Venirse emplea en el caso en que el oyente se desplaza,hacia el lugar en que se encuentra el hablante en el momento de la enunciación o se encontraba/encontrará en el momento del hecho enunciado.

Localizaciones temporales Expresar el tiempo significa localizar un acontecimiento sobre el eje antes/después con respecto a un momento (T) tomado como referencia. Según los casos T puede corresponder a: 1) Una determinada fecha, tomada como referencia en razón de su importancia histórica para una determinada civilización (el nacimiento de Cristo, por ejemplo). 2) T1, un momento inscripto en el contexto verbal: se trata entonces de referencia cotextual ("Juan llegó dos días después"). 3) T0, el momento de la instancia enunciativa: referencia deíctica ("Juan llegó antes de ayer").

Deíctico Referencia: T0

Relativos al cotexto referencial y expresado en el cotexto

Simultaneidad

en este momento; ahora

en ese/aquel momento; entonces

Anterioridad

ayer; anteayer; el otro día; la la víspera; la semana anterior; un semana pasada; hace un rato; rato antes; un poco antes recién,* recientemente

Posterioridad

mañana; pasado mañana; el año al día siguiente; dos días próximo; dentro de dos días; desde después; al año siguiente; dos ahora; pronto (dentro de poco); en días más tarde; desde entonces; seguida* un poco después; a continuación

Neutros"

hoy; el lunes (= el lunes más otro día próximo, antes o después, a T0); esta mañana, este verano

* No obstante, estos adverbios pueden -mucho más raramente- ser relativos al contexto. ** Expresiones que son independientes a la oposición simultaneidad/anterioridad/posterioridad (hoy rrie aburro/me aburrí/me voy a aburrir) o a la oposición anterioridad/posteridad (el lunes; otro día).

En español la localización temporal se realiza en el doble juego de las formas temporales de la conjugación verbal, que explota casi exclusivamente el sistema de localización deíctica, y de los adverbios y locuciones adverbiales, que se reparten muy parejamente entre la clase de los deícticos y los relaciónales (cotextuales). El uso de los tiempos verbales La elección de una forma de pasado, presente o futuro es de naturaleza eminentemente deíctica. Aunque a menudo se los llame tiempos absolutos son, en realidad, deícticos, porque el tiempo pasado es el proceso concomitante a T0, y tiempo futuro es el proceso posterior a T0. Ahora bien, en cada esfera pasado/presente/futuro el emisor puede elegir la manera de enfocar el 8

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proceso, al cual puede dilatar o puntualizar, considerar en su desarrollo o en su acabamiento, vinculado al pasado o por el contrario al presente. Esta elección no está automáticamente determinada por los datos concretos de la situación de enunciación sino que se debe atribuir a lo que en el sentido más amplio se llama subjetividad lingüística. Adaptado de C. Kerbrat-Orecchioni, op. cit.

¿Qué importancia tiene el reconocimiento de los deícticos? Hacemos hincapié en el reconocimiento de la presencia o ausencia cíe los deícticos porque éstos pueden generar sentidos adicionales a la mera designación referencial. No se trata de un simple mecanismo obligatorio del hablante sino que, en la libertad de expresarse que tiene todo sujeto mediante una lengua, se incluyen los posibles sentidos agregados por los deícticos. Veamos el siguiente ejemplo: Carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno: "A primera vista, parece esta ciudad'mucho más culta que Soria, porque la gente acomodada es infinitamente discreta, amante del orden, de la moralidad administrativa y no faltan gentes leídas y coleccionistas de monedas antiguas. En el fondo no hay nada. Cuando se vive en estos páramos espirituales, no se puede escribir nada nuevo, porque( necesita uno la indignación para no helarse también. Además esto es España más que el Ateneo de Madrid. Yo desde aquí comprendo cuan a tono está con la realidad, esa desgarrada y soberbia composición de usted". Aquí podemos organizar los deícticos como dos conjuntos isotópicos (remiten al mismo sentido). Por un lado están los que designan los lugares: "esta ciudad", "esto es España". Estos lugares resultan además asociados a la conducta de quienes viven allí: "gentes leídas, coleccionistas de monedas antiguas. En el fondo no hay nada". Y se iguala esta visión negativa que se tiene de los habitantes de Soria con la esencia de lo español "esto es España" criticado por Miguel de Unamuno "la realidad esa desgarrada y soberbia composición de usted". De este modo, Soria y España son dos entidades discursivas presentadas a través de una desvalorización. Por otro lado, es posible observar que el sujeto del enunciado "yo" soportado físicamente por el hablante, Antonio Machado, se manifiesta como un crítico de Soria (a través de sus evaluaciones) y de España a través de su solidaridad con Unamuno "Yo desde aquí comprendo cuan a tono está usted..." y sobre todo, con la inclusión de su "imagen de hablante" (sujeto del enunciado) en una isotopía que lo distingue de los españoles "Cuando se vive en estos páramos espirituales, no se puede escribir nada nuevo, porque necesita uno la indignación para no helarse también". Por último, digamos que esta imagen de Machado está construida para esta ocasión y no significa que en otro discurso el mismo autor no pueda haber generado de sí mismo una imagen diferente, por ejemplo, ferviente defensor de lo español. Recomponer el sentido de la presencia o ausencia de los deícticos en un texto contribuye a la realización de una lectura interpretativa que no sólo identifica objetos pertenecientes a la situación de enunciación del discurso sino que interpreta las valoraciones que el hablante le adjudica a dichos objetos. Los tiempos verbales 9

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Además del sentido deíctico que ciertos verbos-o tiempos verbales son capaces de expresar, existen algunos usos de los tiempos verbales que generan, a partir de su aspecto o de su modo, perspectivas discursivas más o menos ligadas a la voluntad del hablante según el entorno verbal que lo acompañen o el contexto en que se presentan. Algunas de estas formas temporales están regidas gramaticalmente y son obligatorias de la producción, pero otras suelen usarse con valores expresivos. "¿No me prestarías tu libro por unos días?" es equivalente a "¿Me podes prestar tu libro por unos días?" o "Préstame tu libro por unos días", sin embargo, los hablantes distinguen matices de sentido que son dependien tes de la relación entre los participantes y de la situación en la que ocurre la comunicación. Veamos a continuación algunos usos que claramente manifiestan significados en los enunciados en los que aparecen. Enfoques temporales No basta con distinguir entre elementos deícticos y no deícticos. Hay que tener en cuenta también el enfoque temporal, es decir, cómo el tiempo es considerado: se lo puede considerar como una repetición, un punto o una duración. En el esquema siguiente a cada enfoque corresponde una pregunta: enfoque temporal

(+Iteración) (frecuencia)

(+Iteración)

(+extensión) (durativo)

(-extensión) (puntual)

¿cuántas veces? ¿cuánto tiempo hace? ¿durante cuánto tiempo? ¿dentro de cuanto tiempo?

¿cuándo?

Adaptación de Approche de l'enontiation en linguistique francaíse, París, Hachette,1981.

Observaciones sobre casos temporales o Cuando se asocia la primera persona con el pretérito indefinido, el locutor da a ese yo el estatuto de 10

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una no-persona del relato, de un yo narrativo distinto de su yo de enunciador actual o La selección del indefinido y del relato no está intrínsecamente ligado a la narración de hechos pasados, aunque para ello sirva en general el relato. Este se define antes que nada como un plano de enunciación "cortado" de la instancia de enunciación: estarán entonces en indefinido no sólo las narraciones históricas sino también las obras de ficción, incluso aquéllas de ciencia ficción que sin embargo supuestamente se desarrollan en un futuro lejano. o El discurso epistolar, la carta constituye un caso interesante ya que es un discurso que verbaliza la situación de enunciación e instaura un juego de correspondencias muy precisas entre el mensaje propiamente dicho y las indicaciones "externas" suministradas por el entorno textual. El yo es interpretado por la firma (si la escritura no es reconocible) y/o por el encabezamiento y/o por la parte posterior del sobre. El tú es interpretado gracias a la indicación, en el sobre y a veces en el encabezamiento, del nombre del destinatario. Los deícticos espaciales y temporales se decodificán; en general, correctamente gracias a la fecha y lugar de enunciación indicadas en la parte superior de la carta. o El discurso científico: los textos teóricos son discursos que no parecen presentar, en la mayoría de los casos, huellas de operaciones de determinación situacional. Puede aparecer un yo (que remite al autor), predomina el nosotros (autor + lectores), la comunidad científica, o el autor que alterna con construcciones impersonales; la segunda persona en general está ausente. Los deícticos espaciales y temporales frecuentemente remiten a otras publicaciones, etc. (La situación de enunciación se define fundamentalmente en este tipo de discurso como un "campo de textos", de allí la equivalencia entré referencia espacial y temporal.) Como tiempo verbal predomina el presente con valor genérico. Un presente con valor deíctico remite al momento mismo de la exposición, un futuro a la continuación de la exposición, un pasado a io anteriormente expuesto (o a obras contemporáneas, anteriores o posteriores). Presente y futuro El presente: tiempo de base del discurso y forma cero El presente es a la vez tiempo de base del discurso definido por su coincidencia con el momento de enunciación, y término no marcado del sistema del indicativo. Por eso es polivalente; posee tanto un valor deíctico que lo opone a los otros tiempos, pasados y futuros, como valor no-temporal, ligado a su estatuto de forma cero del sistema. En tanto que forma no-marcada del indicativo, el presente es susceptible de integrar enunciados que expresan el pasado o el futuro (los adverbios suministran la información temporal): "Mariana viajo". * El presente genérico: es una forma a-temporal (no se opone al pasado ni al futuro) propia de enunciados correspondientes a ciertos tipo de discursos: máximas, textos teóricos, textos jurídicos, etc. El presente permite construir un universo de definiciones, de propiedades, de relaciones extrañas a la temporalidad o planteadas como tales. * El presente histórico: es el empleado en un relato, en lugar del pretérito indefinido, con el cual alterna sin dificultad. El locutor narra como si comentara. El inconveniente que presenta es que, como no puede explotar la alternancia indefinido/imperfecto, achata el texto y pierde la posibilidad de todo escalonamiento en profundidad. Valores modales del futuro o

o

La combinación de la primera persona con el futuro es a menudo interpretable como un acto de promesa. El locutor no sólo informa de su intención de hacer algo sino que asume la obligación moral de hacerlo. Cuando un político dice en un discurso electoral "Construiré escuelas" asume cierto compromiso. La combinación de la segunda persona con el futuro es generalmente comprendida como una orden, a veces como una predicción. Esto deriva de las relaciones entre enunciador y alocutario: la posibilidad de decir a alguien "Harás tal cosa" remite ya sea a un poder (orden), ya sea a un saber (orden), ya sea a un saber (predicción), del enunciador. 11

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La asociación de la tercera persona con el futuro recibe en general tres tipos de interpretación modal: necesidad y, a veces, posibilidad. La necesidad puede corresponder según los casos a una predicción o a una orden: "La decisión se tomará en este recinto". Expresada por las formas del futuro la modalidad de lo probable no tiene el valor deíctico de un futuro sino de un presente: "Ahora estará ganando lo mismo", "Serán las ocho". La modalidad de lo posible puede también ser expresada por el futuro, aunque se trate de una modalidad menos frecuente que las otras: "La aparición de este fenómeno obedece a las leyes mal conocidas: se lo observará muchas veces durante un mes y no se lo verá más durante dos años". (No se debe olvidar que la forma más frecuente del futuro en el español rioplatense es la perifrásica: ir a + infinito ("voy a salir" por "saldré", "te voy a matar" por "te mataré".) o

Adaptado de D. Maingueneau, op. cit.

Mundo comentado / Mundo narrado H. Weinrich destaca en su obra Estructura y función de los tiempos en el lenguaje que los tiempos verbales significan no sólo temporalidad sino que organizan mundos discursivos ya codificados en la comunidad lingüística. Tal el caso de "había una vez"para introducir un mundo narrativo infantil o "vos eras supermanyyo..."donde el imperfecto no manifiesta un pasado sino un mundo de juego que va a iniciarse. Las formas temporales son signos obstinados (los valores de recurrencia, expresados en términos de frecuencia por línea, son elevados) mientras que las localizaciones temporales (fechas, adverbios, etc.) son débilmente recurrentes, es decir no obstinados. Las formas verbales integran constelaciones donde predomina un tiempo o grados de tiempo. Podemos afirmar entonces que el fenómeno general de la obstinación es acompañado por el fenómeno más específico del predominio temporal. Si examinamos textos correspondientes a diversos géneros podremos comprobar que el tiempo dominante es, el presente, o el indefinido asociado con el ¡imperfecto. En relación con el presente aparecen el pretérito perfecto y el futuro; los tres integran así un primer grupo de verbos. El segundo está compuesto por el indefinido, el imperfecto, el pluscuamperfecto, el pretérito anterior y el condicional. Los tiempos del grupo pueden caracterizarse como tiempos comentativos, y los del grupo II como tiempos narrativos. La obstinación de los morfemas temporales en señalar comentario o relato permiten al locutor influir en el alocutario, modelar la recepción que desea para su texto. Al emplear los tiempos comentativos hago saber al interlocutor que el texto merece de su parte una atención vigilante (grado de alerta II). Es esta oposición entre el grupo de tiempos del mundo narrado y el mundo comentado la que caracterizamos globalmente como actitud de locución (por supuesto que la actitud del locutor exige del alocutario una reacción correspondiente, de tal manera que la actitud de comunicación así creada les es común). Géneros representativos de los tiempos del mundo comentado son: el diálogo dramático, el memorándum político, el editorial, el testamento, el informe científico, el ensayo filosófico, el comentario jurídico y todas las formas del discurso ritual, codificado y realizativo. Todo comentario es un fragmento de acción; por poco que sea, modifica siempre la situación de los interlocutores y los compromete mutuamente. A los tiempos del mundo narrado corresponden otras situaciones de locución: una historia de juventud, un relato de caza, un cuento inventado por uno mismo, una leyenda piadosa, un cuento muy escrito, un relato histórico o una novela; pero también una información periodística acerca del desarrollo de una conferencia política, aunque ésta tenga gran interés. (Lo que cuenta no es que el objeto de la información sea importante en sí, sino que el locutor, por la manera como la presenta, haya querido o no provocar en el alocutario reacciones inmediatas.) El tiempo del texto y el tiempo de la acción pueden coincidir o no. Los tiempos verbales son en general los encargados de señalar la coincidencia o divergencia entre los dos. En el grupo de los tiempos comentativos, el pretérito perfecto representa la retrospección y el futuro marca la prospección. En el grupo de los tiempos narrativos, el pluscuamperfecto y el pretérito anterior expresan la retrospección y el condicional es el que permite anticipar una información no sancionada aún por la realización de la acción. Retrospección y prospección (información referida e información anticipada) son reunidas bajo el concepto 12

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de perspectiva de locución. Esta incluye igualmente en los dos grupos temporales un grado cero: el presente, en el comentario, y el imperfecto y el indefinido en el relato. En todos los casos el locutor renuncia a su poder de atraer la atención del alocutario sobre la separación entre los dos tiempos. El futuro y el condicional compuesto, por su parte, combinan retrospección y prospección; se los puede definir, cada uno en su grupo, como los tiempos de la retrospección anticipada. A las dos dimensiones hasta ahora señaladas en el sistema de los tiempos hay que agregar una tercera: la puesta en relieve. Este concepto intenta dar cuenta de la función que a veces los tiempos cumplen, de proyectar a un primer plano algunos contenidos y empujar otros hacia la sombra del segundo plano. El imperfecto es, en el relato, el tiempo del segundo plano. En el comentario, gestos,'deícticos y diversos datos situacionales permiten diferenciar el primer plano. Cuando éstos están ausentes las palabras se alejan del primer plano y retroceden hacia lo general. Adaptado de Estructura y función de los tiempos en el lenguaje, Madrid, Credos, 1975.

Perspectiva

Retrospección

Grado Cero

Anticipación

Pretérito Perfecto

Presente

Futuro

Actitud Comentario Narración Puesta en relieve

Pretérito Pluscuamperfecto

Pretérito Imperfecto

Pretérito Indefinido

Segundo Plano

Primer Plano

Condicional

La subjetividad en la valoración de los objetos del mundo Ciertas frases y aún palabras manifiestan la valoración que el hablante hizo durante su enunciación de ciertos objetos o hechos del mundo que refiere. Así "la estrecha y lóbrega callejuela " manifiesta tres evaluaciones para el mismo objeto "calle"; la nombra como "callejuela" es decir algo diferente y según el contexto verbal puede resultar elogioso o desvalorizador, además "estrecha" y "lóbrega" son calificativos del objeto "calle". El nombrar es una actividad no puramente designativa sino que en muchos casos es también evaluativa. La lengua admite sistemáticamente ciertas desinencias que convierten una designación también en una evaluación "niñita", "hombrote". En otros casos, es el hablante quien asigna evaluaciones intencionalmente; en Buenos Aires suele decirse de alguien que actúa de modo "policial" para significar que es excesivamente controlador pero en otros contextos, aplicados a la policía, por ejemplo, el adjetivo policial no entraña evaluación alguna. Subjetivemas El sujeto de la enunciación, cuando debe verbalizar un referente cualquiera (real o imaginario), seleccionando ciertas unidades del repertorio de la lengua, se enfrenta a dos opciones: * el discurso objetivo, que intenta borrar toda huella del enunciador * el discurso subjetivo, en el que el enunciador: - asume explícitamente su opinión: "me parece horrible", - se reconoce implícitamente como fuente evaluativa de la información: "es horrible". Los rasgos semánticos de los elementos léxicos que pueden considerarse subjetivos son los siguientes: - afectivo 13

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- evaluativo, que pueden dividirse en dos: a. axiológico, un rasgo bueno/malo, que afecta al objeto denotado y/o a un elemento asociado contextualmente. b. modalizador, que atribuye un rasgo del tipo verdadero/falso, también en cierta forma axiológico, ya que verdadero implica bueno. Consideramos los elementos léxicos en sus clases tradicionales, para mostrar cómo se realizan estos rasgos. Sustantivos La mayor parte de los sustantivos afectivos y evaluativos son derivados de verbos o de adjetivos, por lo que los consideraremos en el análisis de éstos (amor/amar, belleza/bello, etc.). Hay, sin embargo, un cierto número de sustantivos no derivados, que se pueden clasificar dentro de los axiológicos como peyorativos (desvalorizadores) o elogiosos (valorizadores). * a. El rasgo puede estar representado en un significante, mediante un sufijo: - acho: comunacho - ete: vejete - ucho: pueblucho b. El rasgo axiológico está en el significado de la unidad léxica: no son fijos, sino que dependen de varios factores: fuerza ilocutiva, tono, contexto, etc. Por ejemplo: "La casa de José es una tapera". "Tapera" tiene casi siempre el rasgo peyorativo, lo que no impide que alguien muestre su casa y diga: - ¿Te gustó la tapera? donde el rasgo puede ser elogioso mediante la ironía. Por lo general, en todas las lenguas los sustantivos relacionados con lo escatológico o sexual tienen rasgo peyorativo, aunque puede variar en ciertos contextos. Adjetivos Se puede dividir según los siguientes rasgos: a.

Afectivos: además de una propiedad del objeto enuncian una reacción emocional del hablante: "Fue una escena terrible". b. Evaluativos no axiológicos: implican una evaluación cualitativa o cuantitativa del objeto, sin enunciar un juicio de valor ni un compromiso afectivo del locutor. Su uso es relativo a la idea que tiene el hablante de la norma de evaluación para la categoría de objetos. "Esta casa es grande." "El camino es bastante largo." c.

Evaluativos axiológicos: además de la referencia a la clase de objetivos al que se atribuye la propiedad, al sujeto de la enunciación y sus sistemas de evaluación, aplican al objeto un juicio de valor. "Se dirigió a mí un hombre ambicioso." Adjetivos

Objetivos Soltero/casado 14

Subjetivos

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Macho/hembra Adjetivos de color

Afectivos Desgarrador Alegre patético

Evaluativos

No axiológicos Grande Lejano caliente

Axiológicos

Adverbios Los más importantes de los adverbios subjetivos son los modalizadores. Se pueden clasificar en los siguientes términos: a. Modalizadores de la enunciación o del enunciado i. de la enunciación: remiten a una actitud del hablante con respecto a su enunciado: "Francamente, no sé si vendré mañana". //'. del enunciada remiten a un juicio sobre el sujeto del enunciado: "Posiblemente, Juan no lo sepa". b. Modalizadores que implican un juicio i. de verdad: "Quizás pueda curarse pronto", "Sin duda me casaré con ella". //'. sobre la realidad: "En efecto, Juan no vino ayer", "De hecho estuve totalmente equivocado". Finalmente, se pueden mencionar los adverbios restrictivos y apreciativos: "Apenas me alcanzó para hacer la torta", "Resultó casi perfecto". Verbos Algunos verbos están marcados subjetivamente de forma muy clara, por ejemplo gustar. Su análisis implica una distinción triple: a. ¿Quién hace el juicio evaluativo? Puede ser: i. El emisor: es el caso de verbos del tipo pretender. ii. Un actuante o participante del proceso, por lo general el agente, que en algunos casos puede coincidir con el sujeto de la enunciación ("Deseo que...). En esta medida, los verbos del tipo desear, querer, se incorporan a esta clase como subjetivos ocasionales. b. ¿Qué es lo que se evalúa? La evaluación se refiere en primer lugar al proceso denotado (y, de contragolpe, a uno y/u otros de sus actantes): "Déjate de rebuznar". Un verbo de este tipo implica una evaluación hecha por el emisor sobre el proceso denotado (y de rebote sobre el agente que es responsable de este proceso). ii. Tipo verdadero/falso/incierto * verbos de decir: - cuando el emisor no prejuzga de la verdad/falsedad de los contenidos enunciados encontramos verbos del tipo: decir, afirmar, declarar. 15

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"Juan afirmó que Pedro tenía razón." - cuando el emisor toma implícitamente posición encontramos verbos del tipo: pretender, confesar, reconocer. "Juan pretendió que Pedro tenía razón." * verbos de juzgar: - cuando el emisor emplea la estructura "Juan critica a Pedro por lo que hizo" está admitiendo como verdadera la proposición "Pedro es responsable de haberlo hecho". - cuando el emisor emplea la estructura "Juan acusa a Pedro de haberlo hecho" no se pronuncia sobre la verdad de esta imputación. * verbos de opinión: Enuncian una actitud intelectual de X frente a P, por ejemplo: imaginarse. Adaptado de La enunciación..., op. cit. Caso particular en que se nombra al destinatario Durante la comunicación oral es común que aparezca designado el destinatario. En este caso se trata de un deíctico como hemos visto, pero además aparecen rasgos de expresividad que lo asocian a lo que anteriormente hemos llamado subjetivema. Por lo tanto, vemos que las frases o términos que designan al alocutario, llamados apelativos, cumplen con la doble función de indicar y de valorar. Los apelativos Cuando un término del léxico es empleado en el discurso para mencionar a una persona, se convierte en apelativo. Existen apelativos usuales; son los pronombres personales, los nombres propios, algunos sustantivos comunes, los títulos ("mi general"), algunos términos de relación ("compañero"), los términos de parentesco, los términos que designan a un ser humano ("muchachita"). Otros términos, empleados metafóricamente para designar a un ser humano, constituyen igualmente apelativos usuales ("mi gatito"); también algunos adjetivos son empleados con la misma función ("mi querido"). Los apelativos se usan como la primera, segunda y tercera persona para designar la persona que habla, el locutor, aquélla a quien se habla, el alocutario; y aquélla de la cual se habla, el delocutor. Se los llama respectivamente locutivos, alocutivos (o vocativos) y delocutivos, Todo apelativo: a. Tiene un carácter deíctico: permite la identificación de un referente, con la ayuda de todas las indicaciones que puede aportar la situación. b. Tiene un carácter predicativo: el sentido del apelativo elegido, incluso si es pobre, permite efectuar una cierta predicación explícita. c. Manifiesta las relaciones sociales: por eso permite efectuar una segunda predicación, sobreentendida, que remite a la relación social del locutor con la persona designada. El vocativo, en particular: a. Llama la atención del alocutario por la mención de un término que lo designa, y le indica que el discurso se dirige a él. Por el término elegido, el locutor indica también qué relación tiene con él y le atribuye una caracterización y un rol que tienden a hacerle interpretar el discurso de cierta manera: compañeros, argentinos, ciudadanos, hijos valientes de la patria. A veces el vocativo constituye un enunciado: "el que toca el bombo". b. La predicación efectuada con la ayuda del sentido de la palabra constituye un juicio acerca del alocutario. El juicio es fácilmente reconocible en las injurias vocativas, donde constituye la principal motivación de la enunciación del vocativo. La riqueza semántica varía en función de la riqueza del léxico de los apelativos usuales. Pero apelativos inusuales son también posibles, ya que el léxico injurioso constituye una serie léxica abierta. c. La enunciación de un vocativo predica una relación social que puede ser conforme a la relación considerada determinada, como no serlo, y puede tener entonces como única motivación la predicación de esta relación. Se llama en general constitutiva toda predicación de una relación que no ha sido nombrada antes, incluso si se espera que sea predicada de esa manera. 16

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Traducción y adaptación de "Les appellatifs", en Langages, 17, París, 1970.

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