Manual de Antropologia Dental
June 20, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Manual de Antropología Dental Andrea Cucina EDITOR
Manual de Antropología Dental Andrea Cucina EDITOR
Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán Mérida, Yucatán, México 2011
D.R.© UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN, 2011 Obra con derechos reservados, prohibida su reproducción parcial o total sin el permiso escrito del titular de los derechos. SECRETARIA DE RECTORÍA Departamento Editorial Calle 61 núm. 526 entre 66 y 68 CP 97000 Tel. (999) 924-72-60, Fax (999) 923-97-69 Mérida, Yucatán, México ISBN: 978-607-7573-96-8
GN 209 .M36 2011
Manual de antropología dental / Andrea Cucina, editor.—Mérida, Yuc. : UADY, 2011. 206 p. : il. 1. Antropología dental. 2. Antropología física. 3. Dientes. I. Cucina, Andrea, 1996ISBN: 978-607-7573-96-8 Lib-UADY
Impreso y hecho en Mérida Yucatán, México. Printed and made in Merida, Yucatan, Mexico.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN................................................................. 11 Andrea Cucina Capítulo 1 ESTRUCTURA Y MORFOLOGÍA DE LOS DIENTES............. 15 Mónica Rodríguez Pérez Capítulo 2 HISTOMORFOLOGÍA DENTAL............................................ 31 Daniel Eric Fröhlich Sol / Andrea Cucina Capítulo 3 MADURACIÓN Y ERUPCIÓN DENTAL................................ 51 Belia Inés Rodríguez Casanova Capítulo 4 MORFOLOGÍA DENTAL....................................................... 75 Andrea Cucina Capítulo 5 LAS PATOLOGÍAS ORALES: CARIES, ABSCESOS Y PÉRDIDA DE DIENTES EN VIDA..................................... 107 Elma María Vega Lizama / Andrea Cucina
Capítulo 6 PATOLOGÍAS DENTALES DE DESARROLLO. HIPOPLASIA DEL ESMALTE DENTAL................................. 131 Christian Angélica Méndez Collí / Andrea Cucina Capítulo 7 EL DESGASTE DENTAL....................................................... 149 Julio Roberto Chi Keb Capítulo 8 ISOTOPOS ESTABLES Y ELEMENTOS TRAZA EN DIENTES........................................................................ 169 Andrea Cucina Capitulo 9 DECORACIONES DENTALES.............................................. 183 Vera Tiesler
Quiero dedicar este manual a la memoria de mi padre Attilio, por su apoyo, por haber siempre creído en mí, en mis capacidades, y haber aceptado, aun con dolor, mi alejamiento de mi familia y de mi tierra de origen, pero nunca de su corazón. ¡Gracias! ¡Descansa en paz!
INTRODUCCIÓN Andrea Cucina
El estudio antropológico del material dental humano permite obtener una cantidad muy amplia de información biológica y cultural. Es interesante notar cómo los estudiantes que por primera vez se enfrentan al estudio de los esqueletos, así sea para una asignatura en osteología, biología del esqueleto o bioarqueología, quedan "atónitos" al escuchar sobre el vasto abanico de datos biológicos y socioculturales contenidos en los dientes y lo que estas treinta y dos piezas blancas representan para los estudios antropológicos de individuos esqueletizados adultos (más las veinte deciduales), sean ellos procedentes de contextos arqueológicos o forenses. También, fuera de las ciencias humanas básicas, podría ser de mucho provecho la información que ofrecen nuestros estudios dentales, como aprendí de mis colegas odontólogos. Lamentablemente, estos dos mundos —la antropología dental y la odontología— aún mantienen muy pocos enlaces entre sí, pese a que el objeto de estudio o de trabajo sea el mismo (los dientes), condición que encuentra su explicación en las diversas inserciones académicas, cada una con objetivos y necesidades diferentes: la odontológica ayudará a definir e intervenir en el estado de salud de la población, la antropológica en el análisis biocultural de las poblaciones. Cuando comencé a estudiar antropología y a frecuentar el taller de osteología humana de la Universidad de Roma La Sapienza, no tenía idea de la potencialidad de los estudios dentales. De hecho,
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pensaba en desarrollar mi trabajo de tesis en un estudio total, holístico, de una colección arqueológica humana, siendo el esqueleto el núcleo básico y el enfoque principal de la investigación. En ese entonces yo formaba parte de un grupo de investigación y cada uno de nosotros dirigía su atención y su especialización a una temática específica; a mí me correspondieron los dientes, en particular la morfometría y la hipoplasia del esmalte (mi trabajo de tesis de Laurea terminaría centrándose en hipoplasia del esmalte, patologías orales y desgaste en una población mesolítica de Omán, en la Península Arábiga). En ese momento se iba definiendo la que sería mi línea de investigación: los dientes y la antropología dental (aunque no desdeño —y me fascina— también el estudio del esqueleto). Pese a que cuando se habla de un esqueleto se consideran los dientes como parte integrante del mismo, y muchas veces se definen los dientes como "esqueleto", en realidad los dientes son una entidad un tanto independiente de los demás segmentos óseos, y su estudio requiere de una especialización distinta a la del estudio esquelético. Con algunas excepciones, un investigador suele ocuparse principalmente de huesos y solo tangencialmente también de los dientes; y viceversa, aquellos que se dedican a estudiar los dientes no suelen tener el mismo grado de familiaridad con los segmentos óseos. Testigo de esta especialización temática dentro de la antropología física es el hecho de que la antropología dental tiene su propia asociación, la Dental Anthropology Association (DAA), que publica sus propias revistas (en principio fue la Dental Anthropology Newsletter y posteriormente Dental Anthropology). Es independiente de las otras asociaciones o revistas, aunque la DAA se reúna anualmente dentro del marco de la American Association of Physical Anthropology (AAPA). Internacionalmente, se ha publicado o editado un creciente número de libros y artículos sobre antropología dental, y siguiendo
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Introducción
este patrón, se publicarán muchos en el futuro. Este manual no pretende ser una copia en español de los que ya han aparecido en otros idiomas (especialmente en inglés). La idea de desarrollar este trabajo nació durante el desarrollo del proyecto de investigación CONACyT Ciencias Básicas 2005 n. 025798-50091-H "La Patología Dental en Área Maya: Análisis Macroscópico e Histoquímico" [cuyos fondos han contribuido a la publicación de este manual y, en particular, de los capítulos sobre edad (Rodríguez Casanova), caries (Vega Lizama y Cucina) y química (Cucina)], y después de haber dirigido o asesorado varios trabajos de tesis de licenciatura y posgrado. A pesar de la gran cantidad de publicaciones específicas sobre este tema, muchas muy profundizadas, percibí que al estudiante que se acerca por primera vez a la antropología dental (ya sea en el ámbito de una asignatura o para un trabajo de tesis) le falta un texto básico e introductorio que ofrezca una visión didáctica y general y que, por ende, reúna la mayoría de los temas que aborda esta temática. Reflexionando sobre la mejor manera para desarrollar y estructurar una obra de este tipo, consideré que un modo de acercamiento adecuado a este tópico podría ser a través de los ensayos de aquellos que acaban de pasar por este camino, es decir, los mismos estudiantes que han egresado de la Facultad de Ciencias Antropológicas con temas de tesis vinculados con la antropología dental. Por lo que, con las solas excepciones del capítulo sobre decoración dental de la Dra. V. Tiesler y los míos sobre morfología dental y sobre química dental (isótopos y elementos traza), me dirigí a quienes están contribuyendo a este manual, y les pedí que desarrollaran cada uno un capítulo introductorio y descriptivo, basado en la temática de su propio trabajo de tesis de licenciatura o de posgrado. Quise así aprovechar las experiencias que cada uno había acumulado y que ahora podrán transmitirlas a las futuras generaciones de estudiantes, empleando para ello las palabras y explicaciones que ellos mismos encontraron de utilidad. Las referencias bibliográficas se limitan (aunque no solamente) a
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las lecturas básicas, pero esenciales para el tema concreto. De esta forma, cada capítulo representa un punto de partida suficiente para la compenetración temática, sin que pretenda abarcar los conocimientos específicos en su totalidad. Por ende, este manual invita a quienes lo utilizan, a buscar más información ya publicada o pendiente por generar, para así profundizar en el conocimiento específico al que cada capítulo introduce. Agradezco y doy crédito al proyecto CONACyT Ciencias Básicas 2005 no. 025798-50091-H "La Patología Dental en Área Maya: Análisis Macroscópico e Histoquímica", que ha permitido financiar la investigación y la publicación de este manual, asimismo a la Universidad Autónoma de Yucatán por haberla llevado a cabo. Igualmente agradezco a las Mtras. Margarita Valencia Pavón (Semefo) y Lilia Escorcia Hernández (UNAM) por sus valiosos comentarios que han permitido mejorar este texto.
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Capítulo 1
ESTRUCTURA Y MORFOLOGÍA DE LOS DIENTES Mónica Rodríguez Pérez
LA ANATOMÍA DEL DIENTE Los dientes son estructuras de origen meso- y ecto-dérmico que, en conjunto con los huesos maxilares y mandibulares, forman el aparato masticatorio. Antes de caracterizar las piezas dentales es necesario definir los términos principales utilizados en la literatura referente al tema (Figura 1.1). Por ello, en primer lugar nos referimos a las tres áreas que conforman el diente:
Figura 1.1 Estructura y composición de los dientes. MANUAL DE ANTROPOLOGÍA DENTAL
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1 Corona: se define como la parte del diente que se proyecta por encima de la encía o línea gingival y que se encuentra cubierta con esmalte. Su función está relacionada con la masticación; tanto en los dientes anteriores como los superiores e inferiores la superficie oclusal se desempeña como un borde cortante que permite triturar y desmenuzar los alimentos (Hillson, 1986; Esponda Vila, 1994). La corona varía de forma según el diente. 2 Cuello: es una porción delgada ubicada debajo de la corona y el área conocida como la unión entre el cemento y el esmalte. 3 Raíz: se trata de la porción del diente que se encuentra debajo de la corona y el cuello. Está encerrado en el alveolo del diente y cubierta con una delgada capa de cemento. Su función es fijar y sostener la pieza dental en el alveolo a través de inserciones del ligamento periodontal y fibras de colágeno. El número de raíces varía de acuerdo con cada diente, todos los incisivos y caninos (superiores e inferiores) tienen una sola raíz (sin embargo podría presentarse el caso de caninos inferiores con dos raíces). Los premolares tienen una raíz (a veces los premolares superiores pueden tener dos raíces), mientras que los molares inferiores y superiores tienen dos y tres raíces respectivamente. En la porción apical de la raíz se encuentra el foramen apical que permite la entrada de nervios y vasos sanguíneos al interior del diente (Hillson, 1986; Esponda Vila, 1994).
En cuanto a la composición del diente, éste consiste en:
1 Esmalte: es una sustancia blanca, compacta y muy dura de origen ecto-dérmica que cubre y protege la dentina de la corona del diente. El esmalte está compuesto con 96 % de materia inorgánica (hidroxiapatita), y 4 % de materia orgánica y agua (Hillson, 1986; Esponda Vila, 1994). No se encuentran células de ningún tipo en el esmalte debido a que los ameloblastos,
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células responsables de la deposición y maduración de este tejido, mueren una vez terminada su función. 2 Cemento: es una capa de tejido de hueso cuya función es cubrir la raíz de un diente. Es de color amarillento, carece de sensibilidad a estímulos y es flexible en comparación con la dentina, por lo que recibe la inserción de las fibras que sostienen al diente adentro del alveolo. Este tejido se caracteriza por: 1) la neoformación del cemento que regula la adherencia de la raíz al alveolo; 2) las células en su formación tisular pueden estar aisladas o formando grupos, lo cual no sucede con los otros tejidos duros del diente y 3) la desmineralización o destrucción de este no afecta su vida (Esponda, Vila, 1994). 3 Dentina: es un tejido de origen mesodérmica que constituye la estructura esquelética del diente, formando la parte interna de la raíz y de la corona. Está cubierta por esmalte en la mayoría de las partes expuestas del diente y por el cemento en la parte implantada en el hueso. La dentina forma el volumen principal del diente. Está compuesta por 70 % de tejido inorgánico formado por cristales de hidroxiapatita y 30 % de materia orgánica (proteínas de colágeno). Se forma por la acción de los odontoblastos (Hillson, 1986; Esponda Vila, 1994) que, una vez depositados en la dentina, no mueren y forman la película celular alrededor de la cámara pulpar. 4 Cavidad pulpar: se refiere a la cavidad central de los dientes cubierta por dentina y se extiende de la corona al ápice de la raíz. La pulpa es el tejido suave en la cámara central del diente y consiste de tejido conectivo que contiene nervios, vasos sanguíneos, linfáticos y en la periferia los odontoblastos, las células que depositan la dentina y son capaces de reparar la misma protegiendo la cavidad pulpar del estrés mecánico externo (Burns, 1999:113). El torrente sanguíneo en la pulpa proporciona los nutrientes que ayudan a mantener la vitalidad del diente. El cuerno pulpar es la parte que se encuentra en la corona, siguiendo la parte elevada de las
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cúspides; mientras que el canal pulpar o canal radicular es la parte de la pulpa que se encuentra localizada en el interior de la raíz. En la cámara pulpar se consideran dos secciones: la porción coronaria y la radicular; la primera es un recinto o cavidad que toma la forma de la corona con algunas pequeñas variantes, según el tipo de diente; la segunda es el canal radicular que corresponde al espacio abierto en el centro de la raíz donde están contenidos los vasos sanguíneos y los nervios que entran al diente formando la pulpa. Cuando la pulpa se inflama, se infecta o ya no es capaz de nutrir al diente, se requiere tratamiento clínico del canal para preservarlo (Hillson, 1986; Esponda Vila, 1994). En la investigación dental existen términos que se hacen necesarios para referirse a las cinco superficies del diente: 1 Labial (labios) o bucal (cachetes), labial se refiere al lado de los labios, es usado con piezas como incisivos y caninos, mientras que el término bucal refiere al lado de los cachetes y se utiliza para premolares y molares. 2 Lingual: se refiere al lado de la lengua. 3 Oclusal: es la superficie del diente que entra en contacto con el diente de la arcada opuesta (la superficie masticatoria). 4 Mesial: es la superficie del diente que se encuentra en contra y adyacente al diente y hacia la línea media. 5 Distal: es la superficie del diente que se encuentra en contra o adyacente al diente y lejos de la línea media.
LOS DIENTES DECIDUOS Y PERMANENTES Hay cuatro tipos de dientes en el arco dental humano: incisivos, caninos, premolares y molares. Esta clasificación se basa en la morfología y función de los respectivos dientes (Baas, 1987:259).
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y morfología de los dientes
El hombre desarrolla dos conjuntos de dientes: los deciduos y los permanentes. Usualmente los dientes no son visibles al momento de nacer, pero aproximadamente a los 6 meses de edad el primer diente deciduo (incisivo central inferior), de un total de 20, emerge. La dentición decidua (Figura 1.2) consiste en 8 incisivos, 4 caninos, y 8 molares. Los incisivos y caninos deciduos son replicas en miniatura de los incisivos y caninos de adulto. Por lo tanto, pueden ser utilizados los mismos criterios para diferenciarlos (Baas, 1987:260). En cambio el primer molar deciduo no se parece a ninguno de sus homólogos permanentes, mientras que el segundo molar deciduo se acerca mucho en términos de morfología (pero no de dimensiones) al primer molar permanente. Los dientes deciduos se caracterizan principalmente por ser más pequeños que los permanentes, con una corona de menor grosor, color opaco, y una raíz corta y delgada. Esta dentición satisface las
Figura 1.2 Dentición de leche (o decidua). Cabe notar que la dentición presenta ya los primeros molares permanentes en posición distal a los segundos molares de leche. MANUAL DE ANTROPOLOGÍA DENTAL
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necesidades del individuo con respecto a la alimentación y posee un tamaño adecuado a la talla de cada persona (Hillson, 1996). Es hasta el quinto o sexto año de vida (±24 meses) aproximadamente cuando el niño empieza a mudar los dientes deciduos, o comúnmente denominados "de leche", dando paso a la erupción de los dientes permanentes (Figura 1.3), que empiezan a formarse antes del primer año de edad, a excepción del primer molar permanente que puede formarse a los siete meses de gestación (tiempo promedio, pues generalmente, el primer molar inferior permanente inicia su formación antes que los superiores), variando en cada individuo (Ubelaker, 1989).
Figura 1.3 Dentición permanente.
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Los dientes permanentes conforman el sistema masticatorio para los individuos adultos, que está constituido por 32 piezas (2 incisivos, 1 canino, 2 premolares y 3 molares en cada cuadrante, resultando en 16 piezas superiores y 16 piezas inferiores) caracterizadas por tener una talla mayor que los deciduos y textura más dura debido a la composición de los tejidos dentales. Esta dentición se desarrolla desde el nacimiento hasta aproximadamente los 12 años de edad (± 30 meses), y finaliza con la erupción del tercer molar (última pieza en emerger), a los 18 años aproximadamente (la edad de erupción de esta pieza es más variable que los demás dientes) (Ubelaker, 1989).
DESCRIPCIÓN DE LOS DIENTES La mayoría de los problemas de identificación radican en la dificultad de distinguir entre derechos e izquierdos, y entre superiores e inferiores. Según White (1991), una estrategia organizada de estudio facilita el análisis y el reconocimiento del diente individual. El criterio que recomienda este autor es (1) identificar cada diente con base en la morfología de su corona, (2) revisar el número y forma de las raíces, y (3) corroborar la identificación por medio del desgaste, incluyendo la presencia, posición y forma del contacto interproximal de las facetas, es decir, que las superficies pulidas que se observan en los bordes mesial y distal son iguales, debido a que se frotan uno contra el otro, por lo que las superficies pulidas de dos dientes adyacentes deberían coincidir. En el caso de especímenes arqueológicos recomendamos el uso de manuales de referencia, así como el manejo de una colección correctamente identificada como parámetro de comparación. Otro método recomendado para la identificación de piezas dentales viene de Buikstra y Ubelaker (1994), quienes recomiendan que, en primer lugar, se debe determinar si el diente es deciduo o permanente. El diente deciduo es más pequeño que su
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equivalente en el adulto y es de color más amarillo esto porque las capas de esmalte y cemento no son gruesas como en el diente del adulto. En segundo lugar, proponen una distinción entre incisivos, caninos, premolares o molares. El tercer paso consiste en distinguir si es inferior o superior, mientras que el cuarto paso se trata de la posición, lo que significa decidir si es un incisivo central o lateral. En el último paso se trata de distinguir si es derecho o izquierdo. Tanto en la dentición decidua como en la permanente se distinguen dos grupos de dientes, los anteriores y los posteriores, que reciben su nombre de acuerdo con la posición que ocupan en el arco dental. A continuación se describen los grupos de dientes según Esponda Vila (1994), Hillson (1996) y Burns (1999).
Los dientes anteriores Son los que están ubicados en el frente del arco dental, mirando hacia el exterior de la boca, en la sección donde se ubican los labios. Se clasifican dentro de este grupo los incisivos centrales, los incisivos laterales y los caninos de cada cuadrante para los dos tipos de dentición. Incisivos. Tanto en la dentición permanente como en la decidua encontramos dos incisivos en cada cuadrante. La función principal de estas piezas es la de cortar los alimentos. Se denominan "incisivos centrales" a los dientes que están inmediatamente después del plano sagital medial, uno al lado izquierdo y otro al derecho, siguiendo la misma disposición tanto en maxilar como en la mandíbula. Los "incisivos laterales" son los que siguen hacia la parte distal de cada una de las piezas centrales (Hillson, 1996) (Figura 1.4). En general, los incisivos permanentes presentan una corona ancha en el plano mesio-distal con forma de espátula y un borde incisivo afilado que puede presentar tres o más pequeños bultos que le proporcionan una apariencia serruchada (mamelones). La
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superficie labial tiene forma convexa, mientras que su parte lingual es cóncava y puede presentar crestas marginales y un abultamiento (tubérculo o cíngulo en la región cervical del diente) mucho más pronunciado y frecuente en las piezas maxilares. El borde mesial del diente es más aplanado que el borde distal. Los incisivos normalmente presentan una sola raíz (White, 1991; Esponda Vila, 1994; Hillson, 1996).
Figura 1.4 Incisivos permanentes superiores e inferiores. Vistas lingual y oclusal (de Hillson, 1996; modificado por el autor). Podemos distinguir que los incisivos superiores son más grandes que los inferiores, con una amplia y convexa superficie labial, mientras que los inferiores tienen forma de cincel con superficie labial más plana. Las piezas maxilares son amplias y proporcionalmente menos altas, y los inferiores son más altos y menos amplios (Esponda Vila, 1994; Hillson, 1996). Para poder distinguir los incisivos centrales de los laterales podemos tomar en cuenta que en los superiores el incisivo central es más grande que el lateral, su corona es más ancha y simétrica, siendo que el segundo incisivo presenta la esquina distal más
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redondeada formando bordes asimétricos y más variables. Por otra parte, en los inferiores, el primer incisivo tiene la corona más simétrica y ligeramente más angosta que el segundo, el cual presenta una raíz más curveada hacia distal que el primero; en general, los incisivos inferiores pueden generar mayor confusión al momento de identificarlos fuera de su posición anatómica, pues guardan mayor semejanza entre sí que los superiores (Hillson, 1996). Caninos. Los caninos (deben su nombre a su semejanza con los dientes de los perros, Canis canis) sirven para sujetar y desgarrar los alimentos complementando la función de los incisivos (Figura 1.5). En las dos denticiones se presentan cuatro caninos, uno en cada cuadrante, posicionándose al costado distal del segundo incisivo y marcando la curvatura de la arcada dental. Los caninos permanentes se caracterizan por tener forma semejante a espátula con un borde dividido en tres eminencias, siendo la más prominente la cúspide central de la que surgen crestas hacia mesial y distal (de mayor volumen) y pueden llegar a formar el cíngulo en la superficie lingual. Tienden a ser asimétricos en la superficie lingual y presentan el costado mesial más vertical y el costado distal abultado. Por lo general, las coronas de los caninos suelen ser más altas que la de los incisivos, y las raíces son las más largas para poder proveer firmeza a la mordida. Los caninos superiores se diferencian de los inferiores en que los primeros son más robustos y amplios que los segundos. Las crestas en la parte lingual son menos desarrolladas en los caninos inferiores que en los superiores, y presentan la superficie lingual más cóncava. La raíz del canino inferior tiende a estar más comprimida en dirección mesio-distal y puede, en algunos casos, presentar una bifurcación (canino biradicado) que no suele presentarse en los superiores. En estos últimos pueden verse extensiones del tubérculo que no se presentan en los caninos de la mandíbula (White, 1991; Esponda Vila, 1994; Hillson, 1996).
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Estructura
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Figura 1.5 Caninos permanentes superiores e inferiores. Vistas lingual y oclusal (de Hillson, 1996; modificado por el autor). Los dientes posteriores Son los que se ubican en la parte lateral de la boca, donde se encuentran las mejillas, después de la curva que forma la arcada dental, e inmediatos a los caninos. Los premolares y molares forman parte del grupo de los dientes posteriores en la dentición permanente, mientras que la dentición decidua solo consta de dos molares. Premolares. Son los dientes que sustituyen a los molares de la dentición infantil y se sitúan hacia el costado distal del canino y antes que los molares (a ello deben su nombre). En cada cuadrante de la dentición permanente se encuentran dos premolares. Son los primeros dientes encargados de la trituración de los alimentos por medio de sus dos cúspides, que forman la superficie oclusal o masticatoria. En general los premolares se caracterizan por constar de dos cúspides, la primera o bucal y la segunda que se encuentra en la superficie lingual. Los premolares superiores son diferentes de los inferiores por lo que se abordarán aparte (Hillson, 1996) (Figura 1.6).
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Figura 1.6 Premolares permanentes superiores e inferiores. Vistas lingua y oclusal (de Hillson, 1996; modificado por el autor). Los "premolares superiores" constan de las dos cúspides características, siendo más grande y alta la bucal, mientras que la cima de la cúspide lingual está ligeramente dirigida hacia el costado mesial. Las cúspides se unen en sus costados por crestas marginales, y entre ambas hay una ranura que las divide y tiene orificios profundos en su inicio y fin (fosas mesial y distal). Para poder distinguir entre el primer y segundo molar superiores podemos tomar en cuenta que el primer premolar superior presenta forma triangular ovalada, mientras que en el segundo la forma varía de cuboide a ovalada. En general, ambos tienen diámetros semejantes y en algunas ocasiones el segundo puede ser más pequeño. El contrastante tamaño de las cúspides es más notorio en los primeros que en los segundos; la ranura central en la superficie oclusal es más marcada en el primer premolar y presenta fosas más profundas que el segundo; en el primer premolar pueden desarrollarse dos raíces (por lo menos un ápice bifurcado), y en el segundo solo una raíz, aunque este rasgo varía entre poblaciones (Esponda Vila, 1994; Hillson, 1996), pues
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Estructura
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se pueden encontrar poblaciones en las que el primer premolar puede presentar una doble raíz (Hillson, 1996). Los "premolares inferiores" presentan principalmente dos cúspides, aunque a veces se pueden encontrar tres, siendo la cúspide bucal la dominante en altura y tamaño. Las crestas marginales van de la superficie bucal a la lingual conectando las cúspides, y en la superficie oclusal están separadas por una ranura mesio-distal que divide la superficie oclusal creando las fosas mesial y distal. La forma de la corona en los premolares inferiores es esferoidal debido a que los bordes mesial y distal tienen forma convexa, intensificándose cuando el premolar es bicúspide. Sin embargo, en los casos en que se forman tres eminencias, el diente puede mantener una apariencia ligeramente cuadrada, sobre todo el segundo premolar. Generalmente los premolares inferiores presentan una sola raíz sin ramificaciones. En la distinción entre primer y segundo premolar inferior la cara oclusal del primero es redonda, mientras que la del segundo es más cuadrada; la diferencia en el tamaño de las cúspides es más notoria en el primer premolar, ya que en el segundo, por el abultamiento de la corona en la cara oclusal, la diferencia de alturas de las cúspides es mínima (Esponda Vila, 1994; Hillson, 1996). La cúspide bucal del primer premolar ocupa prácticamente casi toda la superficie, mientras que en el segundo esta ocupa dos terceras partes de la superficie. Molares. Forman parte del grupo de los dientes posteriores y son los que completan la arcada dental. Tenemos 12 piezas en total en nuestra dentición permanente, 3 en cada cuadrante, e inician su secuencia hacia el costado distal de los segundos premolares. Se les denomina primero, segundo o tercer molar según su posición, siendo los primeros los más cercanos al plano sagital (Figura 1.7). Los molares son los dientes más grandes de toda la dentición. Su función es triturar y moler los alimentos; para ello están dotados de cuatro o más cúspides de las que derivan fosas y crestas
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Figura 1.7 Molares permanentes superiores e inferiores. Vistas lingua y oclusal (de Hillson, 1996; modificado por el autor). que forman una cara oclusal ancha, adecuada para la masticación. Estas piezas difieren en forma entre superiores e inferiores. En general, podemos observar que los "molares superiores" presentan la corona en forma romboidal con tres o cuatro cúspides, variando según la pieza y la población de procedencia (generalmente el primer molar superior puede presentar cuatro o cinco cúspides, el segundo molar tres o cuatro, mientras que el tercer molar, por su variabilidad puede presentar tres, cuatro y hasta cinco cúspides). Los "molares superiores" presentan tres raíces para su mejor adhesión y firmeza al hueso maxilar, dos en la cara bucal y una
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mayor en la superficie lingual o palatina. Podemos identificar cada molar superior tomando en cuenta criterios generales como que el primer molar superior es más grande que el segundo, y este último es normalmente de mayores dimensiones que el tercero; el primer molar superior tiene forma trapezoidal, el segundo es más cuadrado, y el tercero suele ser más triangular, aunque es muy variable. La cúspide disto-lingual (hipocono) es grande en el primer molar, de menor tamaño en el segundo, y puede estar ausente en el tercero (dándole la forma triangular); las raíces son más separadas en el primer molar, mientras que inician su convergencia en el segundo, y es común encontrarlas fusionadas en el tercero. Los "molares inferiores" tienen coronas con forma rectangular o cuadrada, constan de 4 cúspides principales que se tocan en el centro creando una depresión central a manera de fosa, de modo semejante a la de los molares superiores. Sin embargo, los molares inferiores pueden variar entre 4 y 5 cúspides principales, e incluso pueden presentar una cúspide adicional en posición disto-lingual lateralmente a la cúspide 5 (6ª cúspide) o lingual entre la segunda y la cuarta cúspide (7ª cúspide) (mayores detalles se encuentran en el capítulo 4 sobre morfología dental de este manual). El costado mesial de los molares inferiores es plano o cóncavo, y el plano distal es abultado (debido a la 5ª cúspide en la corona que se ubica en la sección disto-bucal), la zona bucal del molar inferior es más abultada y sinuosa que la superficie lingual. Los molares inferiores presentan dos raíces, una mesial (de mayor tamaño) y otra distal. Para distinguir los molares inferiores entre sí podemos notar que, usualmente el primer molar inferior tiene 5 cúspides con la superficie oclusal más grande, y una extensión distal en forma triangular; el segundo molar suele tener cuatro, cinco o seis cúspides; sin embargo presenta una forma rectangular y más definida, mientras que el tercer molar inferior es variable e irregular ya que puede presentar cualquier número de cúspides, lo que produce a una morfología extremadamente variable desde rectangular a oval; la
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separación de las raíces es marcada en los primeros, disminuyendo en los segundos y (generalmente, aunque no siempre) fusionándose en los terceros. Cabe subrayar que los terceros molares, superiores e inferiores, son los dientes más variables, por lo que se pueden encontrar terceros molares con una, dos o tres raíces (hasta cuatro). Como el lector podrá profundizar más adelante en el libro, existen variaciones poblacionales en la morfología de los dientes, debido a casos como el patrón de cúspides molares, cúspides accesorias, dientes en forma de pala, dientes de tamaño reducido etc., así también, modificaciones artificiales que son de fuente cultural.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Baas MW 1987. Human Osteology. A Laboratory and Field Manual. Missouri Archaeological Society, Special Publication No. 2, Springfield. Buikstra J, Ubelaker D 1994. Standards for Data Collection from Human Skeletal Remains. Arkansas Archeological Survey Research Series No. 44, Fayetteville. Burns RK 1999. Forensic Anthropology Training Manual. Prentice Hall, New Jersey. Esponda Vila R 1994. Anatomía Dental. Universidad Nacional Autónoma de México, México, D.F. Hillson S 1986. Teeth. Cambridge Manuals in Archaeology, Cambridge University Press, Cambridge. Hillson S 1996. Dental Anthropology. Cambridge University Press, Cambridge. White T 1991. Human Osteology. Academic Press, San Diego.
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Capítulo 2
HISTOMORFOLOGÍA DENTAL Daniel Eric Fröhlich Sol Andrea Cucina
La dentición humana está constituida por cuatro tejidos, uno blando, que es la pulpa dental y tres mineralizados, que son la dentina, el esmalte y el cemento. Este último, a su vez, junto con el hueso alveolar y el ligamento periodontal, forma parte del periodonto, que es el sistema de soporte y anclaje de los dientes (Hillson, 1996). La pulpa dental ocupa el centro de cada diente, consiste en un tejido conectivo suave. Cada órgano pulpar se aloja en una cámara rodeada de dentina que contiene extensiones periféricas de las células que la formaron. El volumen medio de una pulpa dentaria humana en el adulto es de 0.02 cm³ (Avery, 1990). La pulpa dental se puede dividir en pulpa coronal, que se localiza en la cámara pulpar, y en pulpa radicular, que rellena al conducto radicular. La pulpa contiene una diversidad de elementos estructurales como la sustancia intercelular, fibras colágenas, odontoblastos, fibroblastos, células mesenquimatosas, indiferenciadas, células de defensa, además de terminaciones nerviosas, vasos sanguíneos y linfáticos. La pared de la cavidad pulpar está revestida por una capa de odontoblastos (Türp y Alt, 1998). La pulpa desempeña varios papeles importantes; así pues tiene función inductiva, formativa, nutritiva, protectora y defensiva-reparadora. En individuos jóvenes la pulpa coronaria reproduce la forma de la superficie externa de la pieza dental. Debido al continuo depósito de dentina, con la edad la pulpa se va reduciendo (Avery, 1990).
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La dentina provee el mayor volumen y la forma en general del diente. Microscópicamente se caracteriza por conductillos conocidos como túbulos dentinarios que atraviesan su espesor (Figura 2.1), los cuales contienen las prolongaciones de las células especializadas en la formación de dentina, los odontoblastos. Los cuerpos celulares de los odontoblastos se organizan en la superficie pulpar, pero sus cuerpos están adentro del tejido dentinario (Avery, 1990). Los odontoblastos son las segundas células más prominentes en la pulpa. Tienen un diámetro aproximado de 5 a 7µm y una longitud de 25 a 40 µm, tienen una situación constante adyacente a la predentina, en lo que se define como "zona odontogénica de la pulpa" (Avery, 1990). La dentina es un tejido vivo, elástico, no vascularizado, de color blanco amarillento con menos brillo que el esmalte. Químicamente está constituida (en peso) por un 70% de materia inorgánica, principalmente calcio y fósforo en forma de cristales de hidroxiapatita. Contiene una red de colágena que le proporciona su elasticidad y resiliencia. Esa parte orgánica constituye aproximadamente el 20% de su peso. El 10% restante es
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Dentina Se aprecian los tubillos dentinarios Fracturas tafonómicas Camera pulpar
Figura 2.1 Corte histológico de un diente deciduo arqueológico que muestra los diferentes componentes estructurales. (Foto: D. Fröhlich) 32
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agua (Türp y Alt, 1998; Fitzgerald y Rose, 2000). Como el esmalte, la dentina es un producto segregado por células columnares, los odontoblastos, que producen una matriz inorgánica, que posteriormente se mineraliza. Los mencionados túbulos dentinales, en los cuales se alojan las prolongaciones citoplasmáticas conocidas como procesos odontoblásticos, le dan su aspecto típico de la dentina. Los túbulos comienzan en un ángulo recto en la superficie pulpar y terminan perpendiculares a las uniones amelo-dentinaria y cemento-adamantina. Cerca de la superficie pulpar de la dentina el número por mm² varía entre 50,000 y 90,000. Los túbulos dentinarios tienen ramificaciones laterales a lo largo de la dentina conocidos como canalículos o microtúbulos. Estos canalículos son de 1µm o menos en diámetro y se originan más o menos en ángulo recto del túbulo principal cada 1 a 2µm de su longitud. Algunos penetran en túbulos adyacentes, otros terminan en la dentina intertubular. El espacio periodontoblástico contiene el líquido dentinal. Los tubulillos dentinarios están rodeados por dentina peritubular, aunque la mayor parte de la dentina está constituida por la dentina intertubular (Skinner y Goodman, 1992). La densidad y el diámetro de dichos tubulillos decrecen de manera tal que se van alejando de la cavidad pulpar. La dentina es más dura que el hueso, pero más blanda que el esmalte, y a diferencia de este, puede mostrar regeneración. Cuando eso ocurre se forma lo que suele denominarse dentina secundaria o reparadora (Hollinshead, 1983).
PROCESO ODONTOBLÁSTICOS Y HUSOS ADAMANTINOS A veces las prolongaciones de los odontoblastos pasan a través del límite amelodentinario hacia el esmalte. Dado a que muchas de ellas están engrosadas en sus extremos se les denomina "husos adamantinos" (Figura 2.2). Parecen originarse en los procesos de los
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Husos adamantinos Prosesos odontobláticos
Figura 2.2 Microfotografía que muestra la unión amelo-dentinaria de un diente deciduo arqueológico. Nótese los tubulillos dentinarios que en el diente vivo contienen las prolongaciones odontoblásticas y los husos adamantinos en el esmalte. (Foto: D. Fröhlich) odontoblastos que se han extendido hasta el epitelio del esmalte antes de que se forme la sustancia dura. La dirección de los procesos de los odontoblastos y de los husos en el esmalte corresponde a la dirección original de los ameloblastos: en ángulo recto hacia la superficie de la dentina (Shawashy y Yaeger, 1990).
EL ESMALTE DENTAL La corona de los dientes se encuentra cubierta por el esmalte dental, una capa blanca brillante y muy dura. Está constituida en alrededor de 95% de su peso por materia inorgánica, 1% de matriz orgánica y 4% de agua. La parte inorgánica está formada principalmente por cristales de hidroxiapatita, un fosfato de calcio (Fitzgerald y Rose, 2000). Debido a su alto contenido de sales minerales y su organización cristalina, el esmalte es el tejido calcificado de mayor dureza en el cuerpo humano. La función del esmalte es formar una cubierta resistente en la corona de los dientes adaptándolos de
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forma conveniente a la masticación. No contiene células vivas; sin embargo es producido por células, los ameloblastos. El esmalte de los dientes humanos está formado por prismas de esmalte con una densidad de 20,000 a 30,000 por mm2 y un diámetro promedio de 5 micras. En los dientes deciduos y en un 70% de los permanentes, el esmalte superficial es aprismático (Türp y Alt, 1998).
DESARROLLO DEL ESMALTE DENTAL El desarrollo del esmalte de los dientes deciduos inicia en el tercer o cuarto mes in útero y concluye antes de la erupción del diente (Mahmoud et al., 1978). En una etapa muy temprana del desarrollo dental ocurre un proceso de histodiferenciación, resultando en la formación de células segregadoras de tejido duro, los odontoblastos —formadores de dentina— y los ameloblastos —formadores de esmalte—. Los odontoblastos comienzan a segregar dentina sobre la futura unión dentino-adamantina, en la porción incisal de los dientes incisivos, o en la punta de las cúspides en caso de los caninos, premolares y molares, en un momento genéticamente predeterminado (Skinner y Goodman, 1992; Fitzgerald, 1998). La influencia inductiva de los odontoblastos resulta en la diferenciación y formación de los ameloblastos, los cuales comienzan a segregar matriz de esmalte (Fitzgerald, 1998). Las prolongaciones de los ameloblastos dentro de la matriz de esmalte se denominan "Procesos de Tomes", a través de los cuales segregan una matriz proteica, la cual conforma la estructura básica del esmalte del diente en desarrollo, formando una barra hexagonal (Shawashy y Yaeger, 1990). Al ritmo que los ameloblastos y los odontoblastos van produciendo tejido duro se alejan gradualmente de la unión dentino-adamantina, en direcciones opuestas, hasta su destino final —las superficies dental externa para los ameloblastos y la cámara pulpar para los odontoblastos—, de esta manera la corona y la raíz van creciendo aposicionalmente, es decir, que crecen en
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grosor por aposición, mientras que crecen en longitud por diferenciación de nuevos ameloblastos y odontoblastos a partir de la zona apical (Shawashy y Yaeger, 1990). La mineralización del esmalte humano es un proceso que se desarrolla de manera continua. En la parte cuspidal de la unión amelo-adamantina, la deposición del material mineralizado es mayor y decrece en ritmo regular mientras se aproxima a la superficie. En esta etapa de formación, la matriz de esmalte neonatal y posnatal muestran una marcada variación en el contenido mineral (Allan, 1959). El esmalte está formado por miles de prismas densamente dispuestos que se extienden desde la unión dentino-adamantina hasta la superficie dental. Estas estructuras son creadas por la actividad de los ameloblastos, los cuales segregan cada uno una estructura en forma de cerradura que corre a lo largo de todo el grosor de tejido, el prisma de esmalte (Shawashy y Yaeger, 1990). Muy poco tiempo después de haber sido segregada, la matriz comienza a mineralizarse y a madurar el esmalte propiamente dicho (Fitzgerald, 1998). Se considera que la formación de este tejido inorgánico se da en dos pasos: la segregación de una matriz orgánica con calcificación primaria, seguida por una segunda fase de maduración con mineralización progresiva. Inmediatamente después de la segregación inicial de la matriz, esta se mineraliza en un 20%; siguiéndole tres fases de mineralización progresiva (etapas de maduración), desde la superficie hacia la unión dento-adamantina y regreso a la superficie, dejando la capa más externa hipermineralizada (Fitzgerald, 1998); sin embargo, la maduración completa de todo el esmalte puede tardar años e incluso suceder en el periodo poseruptivo (Fearnhead y Kawasaki, 1982). El esmalte madura hasta que la mineralización constituye 96% de su peso (Fitzgerald, 1998). La corona dental crece hacia afuera, de forma que se van alargando los prismas, hasta llegar al grosor normal del esmalte, que varía entre 1 y 2 mm en el humano. El esmalte se deposita en incrementos sucesivos que cubren completamente la capa previa. El periodo durante el cual los ameloblastos
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son activos y segregan matriz es variable, los ameloblastos situados cervicalmente son los que segregan matriz por menos tiempo. Generalmente el crecimiento va desde la punta del diente a la base en forma de incrementos aposicionales, siguiendo el patrón representado por las estrías de Retzius (Mahmoud et al., 1978). Después que los ameloblastos alcanzan la superficie dental, entran en una fase madurativa y se pierden durante la erupción dental. Por eso el esmalte no se puede autorreparar o regenerar durante la vida del diente (Fitzgerald, 1998). El cambio más aparente provocado por la edad en el esmalte es la atrición o desgaste de las superficies oclusales y los puntos de contacto interproximales como consecuencia de la masticación. Estos se manifiestan por la pérdida de dimensión vertical en la corona y aplanamiento del contorno proximal (Shawashy y Yaeger, 1990). Estudios efectuados sobre el primer molar permanente han evidenciado que existe una leve precocidad en el inicio de calcificación en niñas con respecto a los niños. Esta diferencia, que puede alcanzar hasta un año en algunas ocasiones (Hillson, 1996), resulta ser más marcada en individuos de etnia africana en comparación con sus homólogos europeos (Hillson, 1996). Esta misma precocidad ha sido descrita también para los huesos del carpo, los huesos cuboides y el calcáneo del pie (Gleiser y Hunt, 1955).
MARCADORES MICROESTRUCTURALES DE CRECIMIENTO DEL ESMALTE DENTAL La segregación de matriz está controlada por varios ritmos metabólicos, teniendo como resultado una variación en la cantidad o densidad mineral de la secreción, siguiendo esto un patrón de regularidad periódica, lo cual deja "marcadores de tiempo" o "crecimiento" microscópicos en los productos de segregación, en el esmalte y la dentina (Bromage, 1991; Fitzgerald, 1998). Las marcas incrementales en ambos se pueden dividir en dos tipos, visibles al
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microscopio bajo luz polarizada. Los marcadores de periodo corto se originan en un ritmo circadiano de 24 horas en la dentina o en el esmalte y se presentan como líneas finas paralelas, solo visibles con microscopio a gran aumento. Los marcadores de periodo largo son marcas más pronunciadas que pueden extenderse sobre secciones grandes de la estructura dental. Estas se producen cada 6 a 12 días —las estrías de Retzius en el esmalte y las líneas de Andersen en la dentina (Dean, 1998)—. Dado a que por las razones anteriormente descritas en el esmalte no puede ocurrir remodelación alguna, estos marcadores quedan preservados de forma permanente y pueden ser examinados e interpretados desde un punto de vista histológico (Fitzgerald, 1998).
LAS ESTRÍAS CRUZADAS (CROSS-STRIATIONS) DE LOS PRISMAS DEL ESMALTE Entre las estrías incrementales de Retzius se pueden localizar unas todavía más finas, las llamadas cross-striations o estrías cruzadas, que corren en la misma dirección que las de Retzius, y que corresponden a las formaciones circadianas de periodo corto. Asper (1916) fue el primero en contar las estrías cruzadas en dientes caninos humanos permanentes y concluyó que la sumatoria de estas estrías en el esmalte pueden proveer la base para una confiable estimación del tiempo que tarda la corona en formarse. Se acepta comúnmente que durante el desarrollo del esmalte los prismas crecen de cuatro a seis micras diariamente, siguiendo un patrón de crecimiento de 24 horas (ritmo circadiano), creando estas estrías características (Bromage, 1991; Skinner y Goodman, 1992). Por su acelerado ritmo de formación, las estrías cruzadas se consideran marcadores de periodo corto. Entre estos también se incluyen las líneas "von Eber" en la dentina (Dean, 1998). Asimismo, hay quien sostiene que las líneas de Retzius no son más que una serie de estrías cruzadas (cross-striations) bastante acentuadas
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(Gohdo, 1982). Dependiendo de la zona del diente, el ancho de una estría suele medir entre 3 y 5.8 µm (Reid y Beynon, 1998). Estas bandas se manifiestan como líneas claras y oscuras alternantes, las cuales se pueden clasificar por medio de tratamientos con ácido o bajo luz polarizada de un microscopio. Tienen secciones más anchas, seguidas por otras más angostas. Es probable que la causa de las estrías cruzadas sea una variación cíclica en la intensidad de la segregación de matriz de esmalte, en los que las partes anchas de los prismas representan secreción más acelerada y la parte angosta segregación más lenta. La apariencia estriada al microscopio es el producto de la diferente refracción de la luz por parte de las bandas más anchas y de las más angostas (Hillson, 1996).
LÍNEAS INCREMENTALES DE RETZIUS Las líneas incrementales de Retzius aparecen en forma de bandas parduscas en los cortes verticales del esmalte. Demuestran la forma como se desarrolla el esmalte, esto es, la sucesiva aposición de capas de tejido durante la formación de la corona. Estas, en cortes longitudinales, rodean la punta de la dentina, mientras en las porciones cervicales tienen un recorrido oblicuo (Hillson, 1996). En los cortes transversales de un diente se ven como círculos concéntricos, comparables con los anillos de crecimiento de un árbol. El término "líneas incrementales" es apropiado para designar estas estructuras, ya que las mismas reflejan variaciones en la estructura y mineralización, bien sea hipomineralización o hipermineralización que se produce durante el crecimiento del esmalte. No se conoce la naturaleza exacta de estos cambios de desarrollo (Shawashy y Yaeger, 1990), pero se presupone que se deben a un cambio en la segregación de esmalte por los ameoloblastos, resultando en un cambio en la dirección de los prismas y una refracción diferente de luz por los prismas, mostrándose de esta manera como bandas claroscuras (Goodman y Rose, 1990).
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Las líneas de Retzius en el esmalte, así como sus contrapartes en la dentina, las líneas de Andersen, parecen ser marcadores de periodo largos, con una causa subsecuente común. El tiempo que transcurre entre la formación de cada marcador de periodo largo en el humano suele ser de 6 a 12 días, pero más comúnmente entre 7 y 9 días (Dean, 1998). Debajo de la cúspide del diente, las estrías de Retzius se presentan en incrementos en forma de domo, una encima de la otra. Se conoce a esta región como la zona aposicional de la formación dental y contribuye al crecimiento en altura de las cúspides. Hillson (1996) define esta parte del esmalte como "esmalte escondido", debido a que las estrías de Retzius no alcanzan la superficie externa de la corona. La otra región de crecimiento es la zona imbricational. En esta área cada incremento está posicionado un poco más en la región cervical que su predecesor, el lado de la corona está formado por series que se sobreponen, desde la punta del diente hasta la unión cemento-adamantina en su base, formando las perikimatas en la superficie externa del diente (Hillson, 1996, Hillson y Bond, 1997). Las líneas de Retzius están separadas unas de las otras por espacios regulares, de 30 a 40 micras en la parte oclusal de la corona y de 15 a 20 micras en la mitad cervical, aunque el esmalte profundo suele ser menos regular. Un incisivo permanente humano contiene en promedio 150 estrías regulares, contando desde el primer esmalte depositado debajo del borde incisal hasta el último depósito en el margen cervical. Para incisivos y caninos, las primeras 30 o 40 estrías están ocultas bajo el borde incisal y se llaman estrías aposicionales. La cuenta de estrías cruzadas entre las líneas de Retzius permiten estimar su periodicidad y, como se mencionó anteriormente, varían entre 7 y 9 días (Hillson, 1996). La apariencia y expresividad de las líneas de Retzius son variables, incluso en un mismo diente, siendo algunas más anchas o delgadas que otras (Fitzgerald y Saunders, 2005).
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PERIKIMATAS Algunas estrías de Retzius se proyectan hasta la superficie externa del esmalte, dando existencia a estructuras llamadas perikimatas. Las perikimatas son rodetes transversales ondulados —las manifestaciones externas de las estrías de Retzius— y se continúan alrededor del diente. Por lo general son paralelas entre sí y con respecto a la unión cemento-adamantina. Por lo común existen alrededor de 30 perikimatas por milímetro en la región de unión cementoadamantina, y su concentración disminuye poco a poco hasta unas 10 por milímetro, cerca del borde oclusal o incisal (Shawashy y Yaeger, 1990, Hillson, 1996). Igual que las estrías cruzadas y líneas de Retzius, las perikimatas registran el crecimiento normal del diente, de manera que permite reconstruir de forma precisa la cronología del desarrollo de la corona de un diente (Fitzgerald, 1998; Reid y Beynon, 1998). Así como existen perikimatas de forma regular, también existen las "mal formadas" (p. ej. las hipoplasias del esmalte), con manifestaciones internas, las ya mencionadas bandas de Wilson, estrías resultantes de algún factor de estrés fisiológico o patológico durante el proceso de desarrollo normal (Fitzgerald y Saunders, 2005).
BANDAS DE WILSON O BANDAS PATOLÓGICAS Varios autores distinguen entre estrías patológicas y estrías rítmicas o fisiológicas. Para evitar confusión Rose (1979) redefinió las estrías patológicas con forma prismática alterada o estructura anormal como "estrías de Wilson" (Figura 2.3). Los defectos del esmalte se pueden dividir en dos tipos, hipoplasias en la superficie dental y en defectos internos. Estos útimos solo son visibles en dientes seccionados y puede ser difícil distinguir si son patológicos o no. Sin embargo, las hipoplasias son más anchas y largas que las estrías de Retzius, además de poseer una estructura prismática atípica (Fitzgerald y Saunders, 2005).
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Figura 2.3 Microfotografía bajo luz polarizada de un diente deciduo en formación. Se observan varias bandas de Wilson sobrepuestas en el esmalte. Las manchas oscuras en la dentina revelan severa afección tafonómica. (Foto: D. Fröhlich) Estas estrías irregulares, también llamadas "patológicas", han sido asociadas a varios tipos de estrés fisiológico durante el periodo del desarrollo dental. Las bandas de Wilson se utilizan en antropología como indicadores de estrés medioambiental (Magnusson y Nóren, 1978; Fitzgerald, 1998). Investigaciones clínicas han mostrado relación entre defectos en el desarrollo del esmalte y condiciones patologías como asfixia neonatal, hipocalcemia, síndrome nefrítico, hipotiroidismo congénito, desnutrición intrauterina, bajo peso al nacer, disfunción cerebral mínima y diabetes materna. También la diarrea por ablactación (destete) ha sido considerada como causa potencial de la formación de las bandas de Wilson (Fitzgerald y Saunders, 2005). La etiología aún no está clara, pero se asume que responde a los mismos factores que causan la hipoplasia (Skinner y Goodman, 1992; Hillson, 1996; Fitzgerald, 1998). Una afectación sistémica en cualquier momento durante el periodo del desarrollo dental resultará en una disminución o eventual cese de la actividad ameloblástica,
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dejando como resultado prismas de esmalte alterados. De tal manera que si suficientes prismas se afectan, se formará una línea, cuya intensidad depende de la severidad, naturaleza y duración del estímulo que afecta al diente ameloblásticamente activo (Mahmoud et al., 1978).
BANDAS DE HUNTER–SCHREGER Los prismas no recorren al esmalte en forma recta o lineal. Cada uno ondula de lado a lado de manera sinusoidal, a este fenómeno se le conoce como "decusación" (Hillson, 1996). El cambio más o menos regular en la dirección de los prismas puede considerarse una adaptación funcional que reduce el riesgo de segmentación en dirección axial por influencia de las fuerzas masticatorias oclusales. El cambio en la dirección de los prismas ocasiona la aparición de las bandas de Hunter–Schreger (Figura 2.4). Bandas de Hunter–Schreger en el esmalte de un diente perinatal
Alteraciones tafonómicas
Figura 2.4 Microfotografía con luz polarizada de un diente deciduo arqueológico. Destacan claramente las "bandas de Hunter–Schreger” de tonalidades alternantes en el esmalte. Se observan fracturas tafonómicas en el esmalte y la posible presencia de hongo en el espacio de la unión amelodentinaria. Nótese los tubulillos dentinarios en la parte inferior-izquierda de la imagen. (Foto: D. Fröhlich) MANUAL DE ANTROPOLOGÍA DENTAL
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Estas son bandas alternadas claras y oscuras de anchos variados que se observan mejor bajo luz polarizada. Se originan en el borde amelodentinario y se dirigen hacia fuera, terminando a cierta distancia de la superficie externa del esmalte. También se supone que las bandas de Hunter-Schreger podrían deberse a variaciones de la calcificación del esmalte (Shawashy y Yaeger, 1990).
LA LÍNEA NEONATAL EN EL ESMALTE El esmalte de los dientes deciduos inicia su desarrollo cuando el individuo todavía está in útero y continúa después del nacimiento, hasta que las coronas de los dientes concluyan su formación. El límite entre las dos porciones de esmalte en los dientes deciduos puede estar marcado por una acentuada línea de Retzius (Gustavsons y Gustavsons, 1967). Esta estructura se conoce bajo el nombre de "línea neonatal" (Figura 2.5) a veces también llamada "anillo neonatal" (Rushton, 1933; Shour, 1936). Esta marca parece ser el resultado del trauma sufrido durante el parto, de los cambios bruscos en el ambiente y en la nutrición que sufre el niño (Weber y Eisenmann, 1971), factores que antes del parto eran constantes para el bebé, a los que se encontraba habituado. Por lo común, el esmalte prenatal está mejor desarrollado que el postnatal. Esta variación se explica por el hecho que el feto se desarrolla en un ambiente bien protegido con un suministro adecuado de todos los materiales esenciales, aun a expensas de la madre (Shawashy y Yaeger, 1990). La línea neonatal se describe como una línea de incremento prominente que se forma poco después del nacimiento del niño en el esmalte de la corona de los dientes deciduos y en los primeros molares permanentes, en caso que estos empiecen su formación in útero, (Schour, 1936). Según Weber y Eisenmann. (1971) la línea neonatal suele estar presente en todos los dientes deciduos, y en algunas ocasiones esta estructura puede ser hallada en el primer molar permanente. La línea
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Figura 2.5 Microfotografía con luz polarizada de un diente deciduo arqueológico. Se evidencia claramente cómo se origina la línea neonatal en el esmalte (derecha). Nótese el trayecto oblicuo ascendente de los prismas de esmalte y el descendiente de los tubulillos dentinarios. (Foto: D. Fröhlich) neonatal básicamente representa la primera estría de Retzius, bien acentuada. El esmalte prenatal generalmente no presenta estrías de Retzius (Scott y Simons, 1974), solo en casos en donde hubo intenso estrés metabólico, frecuentemente asociado a defectos congénitos. La línea neonatal suele ser más anchas en bebés que sufrieron un parto traumático (Weber y Eisenmann, 1971; Hillson, 1996; Fitzgerald, 1998). Este marcador suele ser variable en su expresión, probablemente reflejando el nivel variado de estrés fisiológico durante el mismo (Weber y Eisenmann, 1971; Eli et al., 1989; Hillson, 1996). La línea neonatal y su respectiva formación han sido fenómenos relativamente poco estudiados hasta este momento, consecuentemente resultan escasas las publicaciones que abarcan estos temas. El primer investigador en describir la línea neonatal
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fue Rushton (1933), sugiriendo que su presencia se debe a una hipermineralización o hipomineralización de la sustancia interprismática dentro de la línea. En otro estudio, el mismo autor (Rushton, 1939) afirma que las secciones de los prismas de esmalte que se sitúan en el interior de la línea se encuentran más mineralizadas que las secciones de los mismos prismas que se encuentran en ambos lados de la línea. Por su parte, Gustavson (1959) describe un incremento en la cantidad de sustancia interprismática en la línea; por lo consecuente, las secciones de los prismas que atraviesan esta, se encuentran más delgadas. En la década de los sesentas se realizaron varios estudios por medio de radiografías, los que arrojaron como resultado que la línea neonatal manifiesta ser relativamente radio-lúcida, y por lo tanto hipomineralizada (Allan, 1959, Crabb, 1959; Silness, 1969). Weber y Eisenmann (1971) sugieren que en ella hay un cambio en la conformación de los prismas por una posible reducción en la concentración en la cantidad de cristales de hydroxiapatita. Asimismo sugieren la posibilidad de que algunos prismas de esmalte terminen en la línea neonatal. Lamentablemente, desde el comienzo de la década de los setentas en adelante, los estudios de la línea neonatal han sido muy escasos.
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Histomorfología
dental
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Capítulo 3
MADURACIÓN Y ERUPCIÓN DENTAL Belia Inés Rodríguez Casanova
El estudio de los restos humanos es de vital relevancia, pues nos brinda datos cercanos a la realidad de cómo vivieron los individuos y proporciona información de cómo cambian las sociedades a través del tiempo. Cuando se estudian poblaciones del pasado y del presente, podemos centrarnos en parámetros biológicos importantes, como el sexo, la edad y las patologías de los individuos encontrados, y de esta manera aproximarse al contexto de esas poblaciones. Un paso importante en el proceso de individualización biológica es la determinación de la edad de un esqueleto o de un cadáver; ya sea para auxiliar los procesos de identificación en los sistemas de procuración y administración de justicia, así como al estudio de las poblaciones pasadas (Ríos, 2001; Scheur y Black, 2000; Liversidge, 2008). Una ciencia involucrada en ello es la antropología física, que se encarga del estudio de la variabilidad biológica y la morfología humana (Tiesler, 2006). La antropología física cuenta con varias áreas de investigación; una de ellas es la antropología dental. En el caso específico de este capítulo se tratará la dentición humana como fuente de información para estimar la edad a la muerte de niños y subadultos, a partir del grado de formación, maduración y erupción dental (Alt et al., 1998; Hillson, 1996). Esto se debe a que la formación de la corona y la raíz dental están poco afectadas por las influencias hormonales, por factores
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medioambientales locales y generales, por factores nutricionales y sociales, desarrollo del esqueleto, peso y estatura (Demirjian, 1976). Una de las características más interesantes de la dentición humana es su estabilidad, por tener una alta tasa de heredabilidad, la cual se estima en 0.8, y que permite llevar a cabo estudios de filiación y dinámicas poblacionales (Liversidge et al., 1998). Además, su conservación suele ser mejor que la del esqueleto, a causa de la dureza que le proporciona la dentina y el esmalte (Ubelaker, 1978). Tomando en cuenta los estudios realizados en antropología dental, se hace una revisión de los factores que influyen en la maduración y erupción dental, así como de los estándares establecidos para la determinación de la edad en niños y subadultos.
CRECIMIENTO Y DESARROLLO EN NIÑOS Y SUBADULTOS El crecimiento y el desarrollo son fenómenos muy importantes y dependen en gran medida de la interacción biológico-social de los factores genéticos con los ambientales a través del tiempo (Bogin, 1991). El tamaño y la forma que un niño alcanza en la vida adulta serán representados por la interacción de la relación entre ambas características (Bogin, 1991). En la niñez y la adolescencia existen diferencias fisiológicas en el desarrollo del individuo, incluso con la misma edad cronológica; debido a tales diferencias se utilizan formas de medir la madurez fisiológica la cual tiene un rango de normalidad según cada población, estas medidas pueden estimarse mediante diferentes indicadores, entre los más importantes se encuentran la erupción y la maduración dental en niños, la maduración ósea, el pico de crecimiento puberal, como talla o estatura, el desarrollo gonadal y los caracteres sexuales secundarios (Moorrees et al., 1963; Bogin, 1991; Scheuer y Black, 2000).
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Hay diversos factores ambientales que pueden inducir estrés, el cual afecta al crecimiento y desarrollo del individuo; entre los más importantes se encuentran: la nutrición, las enfermedades, el estatus socioeconómico, la urbanización, la actividad física, los factores climáticos estacionales y el estrés psicológico; todos estos factores pueden afectar la genética del individuo (Goodman et al., 1988; Bogin, 1991; Luna, 2006), presentándose ya sea de manera individual o grupal y haciendo posible la pérdida de la homeostasis o la conservación de esta.
PRINCIPALES FACTORES QUE INFLUYEN EN EL CRECIMIENTO Y DESARROLLO Relación herencia-medio ambiente Es muy importante para entender está relación conocer la influencia de la variabilidad biológica en las poblaciones (Goodman et al., 1988; Bogin, 1991). La variabilidad intrapoblacional es la que está presente en el mismo grupo, y Ríos (2002) la define como el rango de valores que existe para un parámetro en un determinado grupo. En cambio la variabilidad interpoblacional la podríamos definir como la que se encuentra entre grupos, la cual, de manera general, se atribuye a la interacción de factores genéticos y ambientales durante el desarrollo y maduración (Ríos, 2002). Esta variabilidad sería complicada de explicar si solamente nos basamos en que la biología define las características del ser humano, sin tomar en cuenta el medio ambiente que lo rodea. Es importante considerar al medio ambiente como un modelador del individuo (Goodman et al., 1988), y no solamente el aspecto biológico como el único que impone características, ya que esto sería reduccionista y nos podría llevar al fracaso en cualquier investigación. En cuanto a la maduración dental, existen diferencias entre poblaciones, estas han sido publicadas en algunos estudios. Tompkins (1996) evaluó tal diferencia entre los franco-canadienses, negros
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sudafricanos y un grupo diverso de indios norteamericanos, observando que los niños franco-canadienses presentaban menor desarrollo dental con respecto a los otros dos grupos. Harris y Mckee (1990) observaron que los afroamericanos del sur de Estados Unidos presentan una mineralización adelantada en todas las piezas dentales, en comparación a la mineralización observada en los euroamericanos de la misma área. Chertkow y Fatti (1979) encontraron patrones de mineralización más avanzados en los negros sudafricanos en relación con los observados en los blancos sudafricanos, mientras que Demirjian et al. (1973), en una muestra franco-canadiense, observaron que la mineralización dental es más lenta en comparación con niños latinos, afroamericanos y euroamericanos. Owsley y Jantz (1983) mostraron evidencia de que los arikara (población arqueológica) presentan un desarrollo dental adelantado si se relaciona con el que presentan los blancos estadounidenses.
Nutrición La nutrición, a lo largo del curso de la vida, es una de las principales determinantes de la salud, del desempeño físico y mental y de la productividad. Sin una buena nutrición el individuo puede perder el equilibrio que tiene con el ambiente, afectando de esta forma su rol social (Goodman et al., 1988; Luna, 2006). Los trastornos en la alimentación llevan hacia un estado de malnutrición y, como consecuencia, a niños con valores de peso y talla no adecuados a su edad cronológica; siendo esto un factor a tomar en cuenta cuando se requiere la aplicación de métodos de estimación de la edad basados en los sistemas dental y esquelético, los cuales pueden ser afectados en diferentes grados por factores nutricionales (Liversidge et al., 1998; Liversidge, 2008). Se ha reportado que el desarrollo esquelético está fuertemente influenciado por este tipo de factores (Green, 1961; Lee, 1971; Fleshman, 2000), en tanto que con respecto al sistema dental, la información es
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Maduración
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controversial. Algunos investigadores afirman que la maduración de la dentición es independiente de los agentes externos como la nutrición (Nykanen et al., 1998). Liversidge et al. (1999), establecen que la edad dentaria está regida por una combinación de rasgos morfológicos, diversos elementos ambientales, tales como saliva, bacterias, dietas, adecuada higiene, posición y función de las piezas (Ossa et al., 1996; Koshy et al., 1998). Estudios como los realizados por Harris et al. (1993 en Liversidge et al., 1998) y Espina et al. (2007) demuestran que la dentición se retrasa en niños con bajo peso al nacer y que el desarrollo dental, al igual que el desarrollo óseo, se ven afectados por factores nutricionales, aunque el desarrollo dental en menor grado que el óseo (Ríos, 2002; Luna, 2006).
Enfermedades Diversos estudios mencionan cómo las enfermedades influyen en el desarrollo dental (Liversidge et al., 1998). Entre las más frecuentes se encuentran las deficiencias nutricionales, síndromes de mala absorción, alteraciones endocrinológicas y procesos infecciosos importantes (Liversidge et al., 1998). Entre algunas de las enfermedades que afectan la erupción y la maduración dental se mencionan: la anquilosis dental, la exodoncia temprana de dientes deciduos, la impactación y el apiñamiento dental, el hipopituitarismo, raquitismo, sífilis congénita, diabetes y síndrome de Down, otras pueden inhibir o acelerar los proceso de erupción y emergencia dental (Lewis y Gran, 1960).
Estatus socioeconómico Se han realizado estudios sobre la relación del estatus socioeconómico en relación con la erupción dental; la mayoría de los autores están de acuerdo con que el nivel socioeconómico sí afecta la erupción (Liversigde et al., 1998; Ríos, 2002); aunque otros en
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sus investigaciones realizadas han encontrado que el estatus socioeconómico no influye en esta (Sing et al., 2004). En cuanto a la maduración dental y la influencia directa que el nivel socioeconómico ejerce en ella, no hay trabajos específicos que aseguren que este factor determina la maduración dental. Sin embargo, es lógico considerar los efectos indirectos, porque el nivel socioeconómico afecta el poder adquisitivo, el consumo alimenticio, la atención a la salud entre otros factores.
Sexo Diferentes estudios han identificado una diferencia en el ritmo ontogenético entre sexos, no solo en la erupción, sino también en la maduración dental (Moorrees et al., 1963; Havviko, 1970; Daito et al., 1990; Liversidge et al., 1998). El trabajo de Ramírez et al. (1994) sobre dentición temporal, muestra los resultados de un estudio longitudinal realizado sobre una muestra de 114 niños españoles de uno u otro sexo, observando un ligero adelanto en la erupción en varones respecto a las mujeres, lo que contradice lo observado en la mayoría de los estudios relacionados con la erupción dental entre niños y niñas, ya que estas tienden a erupcionar sus órganos dentarios con más prontitud que los niños (Moorrees et al., 1963). Un estudio desarrollado por Planells (1993) muestra las diferencias referentes al sexo y arcada dental para la erupción de dientes permanentes, observando una erupción adelantada para los dientes de la arcada inferior. Por todo esto, se puede concluir que la edad dental es afectada por múltiples variables, pero a pesar de estos, es considerada entre los indicadores de madurez fisiológica más exactos para la estimación de la edad en un individuo, ya que tales factores influyen en menor proporción al compararla con diversos indicadores de madurez aplicados para el mismo fin. Autores como
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Demirjian (et al., 1973) y Moorrees (et al., 1963) coinciden en que la maduración dental es mucho más confiable que la emergencia dental ya que los agentes, tanto externos como internos afectan menos la mineralización dental que el proceso de erupción (Bang, 1989).
MADURACIÓN Y ERUPCIÓN DENTAL La erupción dental ha sido el primero y más utilizado de los métodos para la estimación de la edad por medio de órganos dentarios. En un trabajo titulado The teeth: A test of age, Edwing Saunders propuso en 1837 al Parlamento inglés utilizar la erupción dental como método para determinar la edad en niños que eran empleados en fábricas ya que el mínimo legal para laborar en ellas era de 9 años (Liversidge et al., 1998). El desarrollo de estándares de erupción y maduración dental tiene diversos objetivos: a) para medir el crecimiento y desarrollo en diversos individuos ya que la variabilidad biológica es un factor que siempre se tiene que tomar en cuenta; b) para ayudar en los procesos de identificación humana y para fines paleodemográficos, cuando no hay registros del individuo, y c) en otros casos legales, para la determinación de la edad de inmigrantes juveniles, niños de la calle y delincuencia juvenil. El método a elegir debe ser el indicado ya que la cantidad de factores que influyen en el crecimiento y desarrollo de las distintas poblaciones son muy variables (Liversidge et al., 1998; Ríos, 2002; Liversidge, 2008). En 1941, Schour y Massler publicaron un estudio de estimación de la edad dental basándose tanto en la formación como la erupción de las piezas dentales. En su diagrama de edad (Figura 3.1) se observan 22 estadíos para el diagnóstico de edad. La edad puede ser diagnosticada en individuos prenatales desde los 5 meses in útero hasta individuos adultos de 35 años
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Figura 3.1 Diagrama de edad dental con base en el desarrollo y erupción de los dientes; de Schour y Massler, 1941, modificado por la autora.
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Maduración
y erupción dental
según los autores. Los primeros 5 estadíos del método esquematizan la formación dental del niño desde los 5 meses hasta antes del nacimiento; en ninguno de estos estadíos la erupción dental se encuentra presente. Los siguientes estadíos del método, que son los que se originan según los autores después del nacimiento, están determinados por la maduración y la erupción de los órganos dentarios; desde el estadío 6 (nacimiento) hasta el 20 se observa una serie de cambios tanto en la maduración como en la erupción dental de los dientes deciduos y permanentes. Los primeros órganos dentarios que erupcionan según el método son los incisivos centrales inferiores, a los 6 meses de nacimiento; los últimos órganos dentarios en madurar serían los terceros molares a la edad de 15 años. Los últimos 2 estadíos (21 y 22) esquematizan la erupción y maduración completa a una edad de entre 21 y 35 años. Un dato importante es que parte de la muestra estudiada fue de niños enfermos de la cripta de Spitalfields (Inglaterra), que murieron, en su mayoría, antes de cumplir 2 años, lo que al parecer ha hecho posible que en evaluaciones de este método de estimación de edad por órganos dentarios se encuentre la mayor confiabilidad en muestras arqueológicas para los niños menores (Klepinger, 2006; Krenzer, 2006). El esquema elaborado por Ubelaker en 1978 está basado en la investigación de Schour y Massler (1941). Ubelaker añadió rangos de variabilidad de edad para cada etapa y para reducir la variabilidad optó por no tomar en cuenta la observación de los dientes que se desarrollan de manera variable, como los caninos o los terceros molares (Figura 3.2), aunque estos se encuentran esquematizados en su diagrama. Ubelaker (1978) obtuvo en su estudio 21 estadíos para el diagnóstico de edad dental. Los primeros dos estadíos son para individuos prenatales y los dos últimos para individuos adultos en los cuales la erupción ya ha finalizado. Del estadío 3 al 19 se observa una serie de cambios tanto en el brote como en la maduración de los dientes permanentes y de los deciduos; en el estadío 3, que
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Figura 3.2 Esquema cualitativo de erupción y calcificación dental de Ubelaker (1978).
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Maduración
y erupción dental
representa el nacimiento, se observa la maduración de los dientes deciduos, mas no la erupción de alguno de ellos. La erupción de los órganos dentarios deciduos, según el autor, inicia con los incisivos centrales inferiores en el estadío 4, es decir, a los 6 meses de edad cronológica; a los 9 meses ya han brotado los incisivos centrales inferiores y superiores deciduos. A los 2 años la dentición decidua ya habrá completado el proceso de erupción y algunos órganos dentarios permanentes estarán en proceso de formación. A los 6 años los incisivos centrales inferiores estarán ya por exfoliarse y a los 7 años los incisivos centrales permanentes habrán erupcionado tomando el lugar de sus antecesores deciduos. A la edad de 12 años todos los órganos dentarios permanentes habrán erupcionado, con excepción del tercer molar, el cual brota según el autor después de los 15 años. Los últimos dos estadíos esquematizados son para individuos adultos en los cuales el proceso de erupción ha finalizado; el tercer molar ya se encuentra a nivel oclusal en estos estadíos. Es importante mencionar que este método es considerado el más recomendable para la determinación de la edad dental en casos de población amerindia, debido a la muestra representativa que dicho autor analizó (Krenzer, 2006). Otro método que se basa en etapas de maduración es el utilizado por Nolla (1960), en el que clasificó el desarrollo dentario en 10 estadíos de maduración desde el inicio de la formación de la corona hasta el cierre apical de la raíz; su muestra fue de 25 niños y 25 niñas estadounidenses, de los cuales estudió el desarrollo intraóseo de los dientes permanentes por medio de radiografías, estableciendo de esta manera normas para determinar la edad dental del paciente. Concluyó que la calcificación dental puede usarse como un criterio ya que provee un índice de madurez fisiológica de la dentición permanente (García et al., 2002; Krenzer, 2006). Nolla (1960) señaló que la mineralización dental comenzaba y finalizaba antes en los individuos de sexo femenino, aunque no parecían existir diferencias en la secuencia de finalización del desarrollo.
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Este método es uno de los más utilizados en la clínica como procedimiento fiable para la estimación del desarrollo de la dentición permanente (Krenzer, 2006). El método universalmente utilizado propuesto por Demirjian et al. (1973) valora el grado de desarrollo de la dentición permanente y fue desarrollado a partir del análisis de una muestra de niños de origen franco-canadiense. El método valora el grado de maduración del incisivo central, incisivo lateral, canino, primer premolar, segundo premolar, primer molar y segundo molar de la hemiarcada izquierda, a partir de análisis radiográficos. Los autores establecieron 8 etapas de maduración para los molares y premolares (A a H); y 6 estadíos de maduración para el canino y los incisivos (C a H) (Figura 3.3). Molares
Premolares
Caninos
Incisivos
Figura 3.3. Reproducción del sistema de maduración dental según Demirjiam et al. (1973). 62
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Maduración
y erupción dental
Al igual que en la mayoría de los métodos por maduración dental sus estadíos inician con la formación de la corona y concluyen con el cierre apical de la raíz. En los molares y premolares el inicio de la formación de la corona se produce en el estadío A, continúa con la superficie oclusal completa (B) y formación de la corona a ½(C), finalizando la formación de esta en la etapa D; la formación de la raíz comienza en el estadío E y finaliza con la G, el último estadío (H) es el que está determinado por el cierre completo del ápice. En cuanto al canino e incisivos sus estadíos de formación son los sigientes: estadío C o corona ½, estadío D o corona completa, estadío E o raíz ¼, estadío F o raíz 2/3, estadío G o raíz completa y estadío H o ápice cerrado. A cada diente se le atribuye un estadío de formación que se convierte en una puntuación según el sexo del individuo; a continuación se suman las puntuaciones de los siete dientes evaluados y se obtiene la denominada puntuación de madurez dentaria y esta puntuación se transforma, a partir de las tablas correspondientes, en edad dentaria. Cada diente tiene un sistema de puntaje que es convertido a un marcador; por ejemplo, para M2 el estadio D corresponde a 10.1, el E a 12.5, F a 13.2, G a 13.6 y H a 15.4 años en niños. En este estudio se encontró que la diferencia entre sexos no fue mayor de 0.7 años, siendo las niñas más aventajadas que los niños, exceptuando los caninos que alcanzaron el estadío H a los 12.2 en las niñas y a los 14.4 en los niños. El estudio de Moorrees et al. (1963) consistió en una muestra de 246 niños estadounidenses, y es utilizado para personas desde los 0.6 años hasta los 19.5 años de edad. Se caracteriza por 13 estadíos de desarrollo dental (Tabla 3.1) en los que según, la representación gráfica hecha por Moorrees et al. (1963), se dividen en 3 etapas: la formación de la corona, la formación de la raíz y el cierre apical. La formación de la corona se divide en 6 estadíos los cuales inician con la formación de las cúspides del diente observando los puntos de mineralización de este (Ci), seguido por la observación
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del contorno completo de las cúspides al unirse estos puntos de mineralización (Ccc), enseguida se observa de manera más homogénea el contorno completo de las cúspides (Coc), a continuación se puede observar la corona a la mitad (Cr ½), corona en tres cuartas partes (Cr¾) y el último estadío de corona completa (Crc). La formación de la raíz se divide en 5 estadíos los cuales inician con la formación inicial de la raíz (Ri), continúan con la formación de ¼ de la raíz (R¼), formación de ½ de la raíz (R½), formación ¾ de la raíz y finaliza con la formación completa de la raíz (Rc). El cierre apical se divide en 2 estadíos los cuales son: formación del ápice radicular a ½ (A½) y el cierre completo del ápice (Ac). Tabla 3.1 Estadíos de formación dental según Moorrees et al. (1963). Ci Formación inicial de las cúspides Puntos de mineralización Ccc Contorno completo de las cúspides Unión de los puntos de mineralización Coc Contorno completo de las cúspides Cr½ Corona a la mitad Cr¾ Corona a tres cuartos Crc Corona completa Ri Formación inicial de la raíz R¼ Formación de un cuarto de raíz R½ Formación de ½ radicular R¾ Formación de ¾ radicular Rc Raíz completa A½ Cierre apical ½ Ac Cierre completo del ápice
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Maduración
y erupción dental
Para el cálculo de la edad dental se analiza individualmente cada diente basándose en la observación del estadío en el que se encuentra, cada uno está representado por una cifra en tablas proporcionadas por Moorrees et al. (1963); estas tablas varían según el sexo del individuo ya que en su estudio encontró que las mujeres desarrollaban más tempranamente que los hombres. La edad dental con este método se obtiene del promedio de las calificaciones de edad dadas individualmente a cada diente y según el sexo del individuo, las cuales se suman y se divide entre el número total de dientes observados. El estudio de Moorrees et al. (1963) fue aplicado y evaluado en varias pruebas y se encontró que el periodo de corona completa en el primer molar, en los incisivos y en la formación de la raíz en el primer molar estaba subestimado (Krenzer, 2006). Se pudo observar una sobrestimación en niños menores y una subestimación en niños mayores; por lo que varios investigadores modificaron estos datos con base en su muestra bajo estudio, pero siempre basándose en las etapas establecidas por Moorrees et al. (1963). Las modificaciones hechas por Smith (1991) facilitan la aplicación de la predicción de la edad y muestran buena afinidad con muestras sudamericanas. En las tablas obtenidas por Moorrees et al. (1963) los resultados aplicados a poblaciones canadienses muestran una desviación estándar de ±0.56 años para un solo diente y de ±0.09 años cuando se promedian cinco o más dientes, aludiendo a que la edad de una persona joven se puede estimar con un margen de error cercano a los dos meses; aunque estas cifras pueden variar según la población estudiada (Smith, 1991; Krenzer, 2006). Smith (1991) modifica, según su criterio, las tablas y los estadíos propuestos por Moorrees et al. (1963) agregando un nuevo estadío a la formación de la raíz (el Cli), el cual se refiere a la formación inicial de la concavidad o furca; con esto facilita su aplicación como método de diagnóstico de la edad y muestra buena afinidad con muestras sudamericanas (Figura 3.4).
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Figura 3.4 Estadíos de formación dental según Smith (1991), modificado de Moorrees et al. (1963) por la autora. Gustafson y Koch (1974) elaboraron un diagrama del desarrollo y el brote dental basándose en radiografías de 41 niños. Su estudio se basó en 4 diferentes criterios para la determinación de edad según el desarrollo dental: el inicio de la mineralización del diente, la formación de la corona completa, el brote dental y la formación de la raíz completa. En su esquema dividen el crecimiento y desarrollo del niño en etapas que comprenden: el desarrollo fetal (1-9 meses), el primer año de vida (2-12 meses) y de 2 a 16 años de edad, relacionándolos con la presencia del inicio de la mineralización, la formación completa de la corona, el brote dental y la formación completa de la raíz, observando esto en los dientes deciduales maxilares izquierdos (61-65), dientes deciduales mandibulares derechos (81-85), dientes permanentes maxilares izquierdos (21-27) y dientes permanentes maxilares derechos (81-85). La aplicación de este método es sencilla cuando se puntualiza que los triángulos observados en el diagrama se refieren a los cuatro criterios de estudio: el inicio de la mineralización, formación de la corona completa, el
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Maduración
y erupción dental
brote dental y la formación de la raíz completa. Los ápices de los triángulos indican el promedio y las bases de estos el rango de edad en la que puede estar el inicio de la mineralización, la formación completa de la corona, el brote dental o la formación completa de la raíz según sea el caso. Gustafson y Koch (1974) llegaron a los siguientes resultados para la dentición de leche (Tabla 3.2) y para la dentición permanente (Tabla 3.3): Tabla 3.2 Dentición decidua, Gustafson y Koch (1974); 61-65) maxilares izquierdos deciduales; 81-85) mandibulares derechos deciduales. Órgano dentario
Inicio de la mineralización
Corona completa
Brote dental
Raíz completa
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4 meses 15 días in útero (+/- 10 días)
3 meses (+20/-28 días)
9 meses (+2/-3 meses)
1 año 6 meses (+4 /- 2 meses)
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4 meses 20 días In útero (+/- 4 meses)
4 meses (+28/- 45 días)
11 meses (+/- 5 meses)
1 año 11 meses (+2/-4 meses)
63
5 meses 15 días In útero (+/- 15 días)
7 meses (+/-15 días)
1 año 5 meses (+/-4 meses)
3 años (+6/-4 meses)
64
5 meses In útero (+15/-10 días)
6 meses (+28/-15 días)
1 año 4 meses (+/-4 meses)
2 años 6 meses (+1/-7 meses)
65
6 meses In útero (+/-15 días)
10 meses 15 días (+45/-15 días)
2 años (+7/-5 meses)
3 años (+0/-3 meses)
81
4 meses In útero (+28/-15 días)
3 meses 7 días (+28/-45 días)
7 meses (+/- 3 meses)
1 año 6 meses (+4/-2 meses)
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4 meses 15 días In útero (+15/-7 días)
4.5 meses (+15/-28 días)
83
5 meses 7 días In útero (+20/-15 días)
8 meses 20 días (+28/-35 días)
11 meses 20 días 1 año 10 meses (+6.5/-4.5 meses) (+2/-4 meses) 1 año 6 meses (+4/-6 meses)
3 años 3 meses (+3/-9 meses)
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5 meses In útero (+/-7 días)
6 meses (+45/-28 días)
1 año 5 meses (+1/-5 meses)
2 años 4 meses (+2/-7 meses)
85
6 meses 7 días In útero (+7/-10 días)
10 meses 15 días (+45/-15 días)
2 años 3 meses (+5/-6 meses)
3 años (+3/-2 meses)
Tabla 3.3 Dentición permanente, Gustafson y Koch (1974); 21-27) maxilares izquierdos permanentes; 41-47) maxilares derechos permanentes. Órgano dentario
Inicio de la mineralización
Corona completa
Brote dental
Raíz completa
21
3 meses 15 días (+15/-28 días)
4 años 6 meses (+10/-6 meses)
7 años 8 meses (+10/-23 meses)
10 años (+/-1 año)
22
11 meses 15 días (+157/-45 días)
5 años 2 meses (+6/-14 meses)
8 años (+2/-1.5 años)
11 años (+/-1 año)
23
4 meses 20 días (+/-20 días)
6 años 3 meses (+/- 9 meses)
24
1 año 9 meses (+/-3 meses)
6 años (+1.5/-1 año)
25
2 años 2 meses (+4/-2 meses)
6 años 9 meses (+21/-9 meses)
11 años 6 meses 13 años 9 meses (+/-30 meses) (+24/-21 meses)
26
9 meses Nacimiento (+/-15 días)
3 años 1 mes (+15/-8 meses)
6 años 7 meses (+17/-17 meses)
27
2 años 11 meses (+1/-5 meses)
7 años 8 meses (+4/-8 meses)
12 años 6 meses 14 años 11 meses (+18/-30 meses) (+13/-11 meses)
41
15 meses 20 días (+10/-20 días)
4 años 3 meses (+/-9 meses)
6 años 6 meses (+12/-18 meses)
9 años 2 meses (+10/-8 meses)
42
15 meses 20 días (+10/-20 días)
4 años 6 meses (+/-6 meses)
7 años 9 meses (+15/-21 meses)
10 años (+12/-5 meses)
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11 años 7 meses 14 años 4 meses (+7/-43 meses) (+6/-26 meses) 10 años 7 meses (+17/-31 meses)
13 años (+15/-12 meses)
10 años (+18/-12 meses)
Maduración
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16 meses 15 días 6 años 2 meses (+/-15 días) (+10/-20 meses)
y erupción dental
10 años 6 meses 13 años 9 meses (+18/-36 meses) (+15/-18 meses)
44
1 año 9 meses (+/-3 meses)
6 años (+12/-18 meses)
10 años 6 meses (+/-30 meses)
13 años (+/-12 meses)
45
2 años 3 meses (+/-3 meses)
6 años 10 meses 11 años 5 meses 13 años 6 meses (+14/-10 meses) (+10/-29 meses) (+/-18 meses)
46
9 meses Nacimiento (+/-15 días)
3 años (+12/-6 meses)
6 años 6 meses (+6/-18 meses)
10 años (+18/-12 meses)
47
2 años 10 meses (+2/-4 meses)
7 años 3 meses (+9/-12 meses)
11 años 8 meses (+22/-20 meses)
15 años (+/-18 meses)
En evaluaciones de este método se ha encontrado buena confiabilidad, también en hallazgos arqueológicos. Sin embargo, se documentó un alto error entre los investigadores (Hillson, 1996). No obstante, la metodología de Gustafson y Koch (1974) es útil para material antropológico porque funciona aun con ausencia de piezas dentales (Krenzer, 2006). Entre los métodos de estimación de la edad cronológica más destacados se encuentran los cuadros y gráficos de emergencia y formación de Schour y Massler (1941), modificado por Ubelaker (1978), y el gráfico de Gustafson y Koch (1974). El cuadro de Ubelaker (1978) es el más usado por su facilidad, aunque suele introducir un elemento subjetivo en la asignación de una etapa concreta. Este último es recomendado por el Whorkshop of European Anthropologists (WEA 1980) y por el texto Standards for Data Collection from Human Skeletal Remains (Buikstra y Ubelaker, 1994). El gráfico de Gustafson y Koch (1974) es interesante ya que su efectividad reside en tener en cuenta varios estudios y calcular una ‘media’ entre ellos y verse poco afectado por dientes perdidos (Hillson, 1996). El método ha sido probado y se observan márgenes de error bajos, de dos meses alrededor de la edad
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Belia Inés Rodríguez Casanova
cronológica (Crossner y Mansfield, 1983; Hagg y Matsson, 1985, citados en Hillson, 1996). El desarrollo de estándares de erupción y formación dental tiene diversos objetivos: uno de ellos es medir el crecimiento y desarrollo en diversos individuos, ya que la variabilidad biológica es un factor que siempre se tiene que tomar en cuenta en la identificación de un esqueleto, en la reconstrucción de perfiles paleodemográficos, así como en los contextos en los que no hay registros del individuo, tal es el caso de la aplicación en antropología forense, otro es en casos legales para la determinación de edad de inmigrantes juveniles, niños de la calle y delincuencia juvenil, ya que son problemas que se incrementan día con día en nuestra sociedad actual (Ríos, 2002). El método a elegir debe ser el más aplicable a la población de estudio, ya que la cantidad de factores que influyen en el crecimiento y desarrollo de las distintas poblaciones son muy variables.
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Belia Inés Rodríguez Casanova
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Capítulo 4
MORFOLOGÍA DENTAL Andrea Cucina
Los rasgos biológicos que en la naturaleza se utilizan para poder describir y caracterizar todas las especies vivientes se dividen en dos grandes categorías: los morfológicos y los morfométricos. Los primeros son también conocidos con el término de rasgos cualitativos, discontinuos, no métricos o epigenéticos, mientras que a los atributos morfométricos se les conoce también como cuantitativos, continuos o métricos. El elemento que caracteriza los primeros rasgos reside en la calidad del mismo, que no es medible a través de estándares exactos sino más bien el rasgo cualitativo (morfológico) se distingue por estar presente o ausente en una modalidad dicotómica. En cambio un rasgo métrico o cuantitativo es lo que puede ser cuantificado de forma exacta y presenta una variabilidad continua, sin solución de continuidad. Las piezas dentales varían entre poblaciones y dentro de las mismas (variación inter- e intrapoblacional), tanto en términos cualitativos como cuantitativos (Scott y Turner, 1997). Cabe subrayar que aquí el concepto cualitativo no responde a factores de "calidad" de las piezas dentarias (esmalte más blanco, o más resistente al desgaste o a la desmineralización por caries). Los elementos cualitativos responden a la forma de las piezas dentarias, a la presencia de raíces o cúspides adicionales, a la morfología de crestas, surcos, tubérculos, bordes, así como a la presencia o
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Andrea Cucina
ausencia congénita de piezas dentarias enteras. Aunque en algunos casos se puede confundir en número de algún elemento (por ejemplo, el número de las raíces o de cúspides) como la expresión de un rasgo cuantitativo; sin embargo, el número de raíces (o de otros elementos) debe ser entendido como la presencia (o ausencia) de elementos radiculares (una tercera raíz en los molares inferiores, una raíz única en lugar de dos o tres, etc.). Asimismo, el elemento cuantitativo de las piezas dentales no debe entenderse como el número de dientes presentes en las dos arcadas dentarias (la cantidad de dientes), más bien corresponde al tamaño (absoluto o relativo) de las piezas dentarias, expresado en una escala continua (normalmente en milímetros) o en una proporción entre diámetros, altura, espesor, etc. En este capítulo nos centramos en los rasgos morfológicos dentales como una herramienta para reconstruir dinámicas poblacionales, afinidades biológicas, variabilidad interna al grupo, es decir, ese conjunto de dinámicas poblacionales que responden, por lo menos en parte, a factores de índole genética (Dahlberg, 1949; Scott, 1973; Turner, 1987, 1990; Scott y Turner, 1997; Irish, 1998a, 2000; Coppa et al., 2007).
BREVE HISTORIA DE LA MORFOLOGÍA DENTAL El primer rasgo morfológico a ser identificado fue el tubérculo de Carabelli, una protuberancia que puede manifestarse en la porción mesio-lingual de los molares superiores, en particular el primer molar permanente. Fue descrita por primera vez por George Carabelli, dentista del emperador de Austria y publicada en 1842 (Hillson, 2002: 85). Aunque los rasgos morfológicos se manejan como dicotómicos y se definieron no métricos por la dificultad intrínseca de "medirlos"; sin embargo, la mayoría de los rasgos conocidos se manifiestan de acuerdo con un gradiente continuo de expresión. Esta expresión está
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Morfología
dental
sujeta a un sinnúmero de factores que podríamos aquí reconducir a dos grandes categorías: los factores genéticos y los ambientales. El control genético de los rasgos morfológicos de la dentición humana fue investigado desde un principio a partir de la expresión de los rasgos en gemelos monocigóticos, fundamentado en el hecho que este tipo de gemelos comparten el mismo pool génico. Cualquier diferencia entre ellos debería atribuirse a fenómenos ambientales (Biggerstaff, 1973; Townsend et al., 1992; Scott y Turner, 1997: 217-219). Estimaciones genéticas sobre la herencia sugieren que la influencia genética puede llegar hasta el 60% (Berry, 1978; Harris y Bailit, 1980). Hrdlicka (1920), al principio, y después Dahlberg (1945, 1949), fueron los primeros que entendieron la importancia de estos rasgos en los estudios antropológicos, y reportan diferencias significativas entre las mayores poblaciones geográficas. Recientes estudios han demostrado que los rasgos morfológicos dentales superan las limitaciones que caracterizan los rasgos métricos y brindan importante información sobre los procesos microevolutivos (Scott y Turner, 1997). Trabajos muy recientes han aplicado con éxito los rasgos morfológicos dentales para responder a preguntas de investigación sobre el desarrollo de la humanidad moderna (Scott y Turner, 1997; Stringer et al., 1997; Irish, 1998a), y el poblamiento de África, América, Asia y Europa (Coppa et al., 1998, 2007; Cucina et al., 1999; Irish, 1993, 1997, 1998b, 2000; Scott y Turner, 1997; Sutter y Sharrat, 2010). A diferencia de otros métodos de determinación de las relaciones biológicas entre grupos humanos, como por ejemplo los análisis del ADN, la potencialidad discriminatoria de los rasgos dentales deriva del elevado número de atributos que se pueden estudiar (Scott y Turner, 1997), la reducida tasa de evolución que permite estudios diacrónicos de amplia escala (Turner, 1969), la baja influencia que los factores ambientales ejercen en la manifestación de los rasgos, con la sola excepción del desgaste, en
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Andrea Cucina
comparación con otros tejidos (Dahlberg, 1971; Larsen y Kelley, 1991), y su elevado componente hereditario (Turner, 1967; Scott, 1973; Townsend et al., 1988, 1992, 1994; Nichol, 1989; Larsen y Kelley, 1991; Townsend y Martin, 1992). Junto con estos factores, los rasgos morfológicos dentales sobresalen por el reducido o escaso dimorfismo sexual (Coppa et al., 1998) y por ser completamente independientes de la edad del individuo. Estos, unidos con la característica intrínseca de los dientes que son la porción esquelética más resistente del organismo, permiten utilizar al máximo la muestra arqueológica a disposición reduciendo el sesgo introducido por el tamaño de la muestra. En algunas regiones, caracterizadas por un elevado nivel de acidez del terreno, la posibilidad de estudiar muestras de tamaño considerable representa la diferencia entre poder llevar a cabo o no un estudio confiable. Además, estos análisis pueden ser realizados en cualquier lugar o laboratorio sin necesidad de desarrollar una infraestructura particular y transportar, modificar o alterar las muestras. Los rasgos morfológicos dentales son expresados, en la mayoría de los casos, en forma casi continua y poligénica (Harris, 2008: 45). Debido a la naturaleza misma de estos rasgos, se tuvo de la necesidad de desarrollar estándares específicos que permitieran mediciones confiables. Hrdlicka (1920) fue el primero en definir una escala de variación (expresión) de un atributo (el incisivo superior en forma de pala), pero fue Dahlberg (1956) quien creó un sistema clasificatorio basado en placas de referencias para cada rasgo. Hace dos décadas, Turner et al. (1991), con base en el sistema creado por Dahlberg (1956), desarrollaron un método estandarizado ordinal más completo y detallado para registrar los numerosos rasgos morfológicos dentales. Este método, definido con la sigla ASUDAS (Arizona State University Dental Anthropology System) ha demostrado un elevado potencial discriminatorio en los análisis de afinidades biológicas micro- y macrorregionales (Scott y Turner, 1997).
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Morfología
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EL REGISTRO DE LOS RASGOS Es importante notar que el sistema ASUDAS (así como el sistema de Dahlberg) utiliza en la mayoría de los casos (aunque no en todos) una escala ordinal de grados de expresión de cada atributo dental, desde el menor (rasgo ausente) hasta el mayor (máxima expresión conocida en Homo sapiens). Pese a esto, debido al manejo no métrico que se da a este tipo de atributos, los grados de expresión son agrupados en las dos categorías dicotómicas de presencia y ausencia, de acuerdo con el valor de demarcación elegido. Scott y Turner (1997) indican dichos valores para los rasgos que describen en su obra, aunque no siempre los diferentes autores han utilizado estos valores en sus elaboraciones dicotómicas. Para entender mejor de este concepto, tomamos como ejemplo el rasgo de pala del incisivo central superior (Figura 4.1). Los valores de expresión de dicho atributo varían entre cero (pala ausente) hasta seis (6), que representa una pala muy bien formada y marcada. Normalmente se asigna el grado tres (3) como el valor mínimo para considerar presente la pala, por lo tanto los valores 0, 1 y 2 son establecidos todos a la categoría de "rasgo ausente", mientras que los grados 3 hasta 6 son todos considerados como "rasgo presente". Por ende, las frecuencias de ausencia y presencia se calculan de acuerdo con esta separación. Sin embargo, el investigador puede escoger otro grado como punto de demarcación entre ausencia y presencia, modificando así los valores finales de frecuencias. Esta flexibilidad tiene ventajas y desventajas al permitir, en el primer caso, maximizar las diferencias entre los grupos; sin embargo, como subraya Harris (2008), esto también permite que el investigador manipule los datos de acuerdo con los resultados esperados o que se quieran alcanzar. Normalmente los rasgos se registran en todos los dientes permanentes, independientemente de la edad a la muerte del individuo. Sin embargo, debido a la presencia de dos antímeros (mismo diente en el lado izquierdo y derecho), y para evitar repetir la
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medida, en la elaboración final se considera para cada rasgo el diente que presenta la mayor expresión, considerando esta la máxima expresión genética del individuo. El registro de cada rasgo se realiza usualmente utilizando una lupa de magnificación 4x o 10x (que sea de mano, de joyero, o de cabeza). El nivel de magnificación y el tipo mismo de lupa son criterios subjetivos y dependen de la necesidad y comodidad del observador. El uso de un sistema de magnificación óptica es necesario porque en muchos casos los detalles que deben evaluarse para un correcto registro del rasgo son muy particulares y pueden quedar desapercibidos (y por consiguiente malinterpretados) sin el apoyo de la lupa.
DESCRIPCIÓN DE LOS RASGOS A continuación se presentan los rasgos morfológicos dentales que conforman el sistema ASUDAS, con la descripción de cada uno y de sus propios niveles de expresión morfológicos. Las Figuras 4.1 y 4.2 presentan algunos de los rasgos que vienen descritos en seguida. Para ulteriores datos e información sobre los rasgos, véase Scott y Turner (1997).
Incisivo de pala (incisivo central superior) (Figura 4.1) (Grado mínimo de expresión para ser considerado presente 2 o 3) 0) No hay pala. La superficie lingual del diente es plana. 1) Débil. Una elevación muy ligera de los bordes está presente. Los bordes se pueden ver y sentir al tacto. 2) Trazas. La elevación es fácilmente visible (y alcanza alrededor de la mitad de la superficie lingual n.d.t.). Para muchos investigadores esta es la mínima expresión del rasgo. 3) Semipala. Una cresta más fuerte está presente y los bordes tienden a
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Morfología
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converger hacia el centro (aunque los bordes no llegan a entrar en contacto). 4) Semipala. La convergencia hacia el centro es mayor que en el grado 3. 5) Pala. Las crestas son muy marcadas y bien desarrolladas y están casi en contacto a nivel del cíngulo. 6) Pala. Los bordes son tan marcados y desarrollados que están en contacto a nivel del cíngulo.
Incisivo de pala (incisivo lateral superior) (Figura 4.1) (Grado mínimo de expresión para ser considerado presente 2) 0) No hay pala. La superficie lingual del diente es plana. 1) Débil. Una elevación muy ligera de los bordes está presente. Los bordes se pueden ver y sentir al tacto. 2) Trazas. La elevación es fácilmente visible (y alcanza alrededor de la mitad de la superficie lingual). Para muchos investigadores esta es la mínima expresión del rasgo. 3) Semipala. Una cresta más fuerte está presente y los bordes tienden a converger hacia el centro (aunque los bordes no llegan a entrar en contacto). 4) Semipala. La convergencia hacia el centro es mayor que en el grado 3. 5) Pala. Las crestas son muy marcadas y bien desarrolladas y están casi en contacto a nivel del cíngulo. 6) Pala. Los bordes son tan marcados y desarrollados que están en contacto a nivel del cíngulo. 7) Pala extrema. La corona alcanza la forma de un cilindro (rara). Nota: aunque la descripción de la pala del incisivo lateral es la misma que en el incisivo central, en realidad el registro del rasgo más bien debe tomar en cuenta la profundidad de la superficie lingual y el grosor de los bordes. La forma de pala del canino superior puede ser registrada utilizando la placa del incisivo lateral; sin embargo este rasgo es raramente registrado por los investigadores.
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Además, debido a la correlación existente entre incisivo central, lateral y canino superiores, de preferencia se utiliza la pala del incisivo central para caracterizar la población.
Curvatura superficie labial (incisivos superiores) (Grado mínimo para ser considerada presente 1) La placa ha sido desarrollada para el incisivo central superior; sin embargo puede utilizarse también para el incisivo lateral y el canino superior. 0) La superficie labial es plana. No hay convexidad a nivel de 1/3 de la corona a partir del margen oclusal, o a 2/3 a partir del margen de juntura con la raíz. 1) La superficie labial presenta una muy leve curvatura. 2) La superficie labial presenta una curvatura débil. 3) La superficie labial presenta una curvatura moderada. 4) La superficie labial presenta una curvatura marcada.
Doble pala (incisivos superiores) (Figura 4.1) (Grado mínimo para ser considerada presente 2) La superficie labial del incisivo central superior (diente para el cual se desarrolló la placa), el incisivo lateral, canino y premolares superiores pueden presentar bordes de la misma manera que la superficie lingual. 0) La superficie labial es lisa. 1) Un borde muy leve puede verse en luz rasante. El borde distal puede no estar presente. 2) Trazas de bordes que pueden ser vistos y sentidos al tacto. 3) Semidoble pala. La doble pala puede ser fácilmente sentida al tacto. 4) Doble pala. Los bordes son pronunciados en por lo menos mitad de la corona.
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Morfología
dental
5) Doble pala marcada. Los bordes son prominentes y pueden alcanzar la juntura cemento-esmalte. 6) Doble pala extrema.
Surco de interrupción (incisivos superiores) (Rasgo dicotómico sin escala). El surco de interrupción se registra en los incisivos superiores. Se manifiesta como un surco que interrumpe la corona y la raíz, normalmente en la cara lingual del diente. No existe una escala de expresión, por lo que es un rasgo puramente dicotómico. Se registra solo la posición, aunque esta no influye en el cálculo de la frecuencia (0=Ausente; M=Mesio-lingual; D=Disto-lingual; MED=Medial; MD=Dos surcos, uno mesial y uno lingual).
Tubérculo dental o tubérculo del cíngulo (incisivos superiores) (Figura 4.1) (Grado mínimo para ser considerado presente 2) Este rasgo se registra en los incisivos y caninos superiores. La placa se desarrolló para el incisivo central. 0) Rasgo ausente. 1) Crestas o arrugamiento muy débiles en el centro de la superficie lingual del diente. 2) Dos (o más) crestas leves en el centro de la superficie lingual del diente. 3) Las dos crestas son más marcadas que en el grado 2. 4) El arrugamiento es muy marcado. Una cresta se presenta de tamaño marcadamente mayor que la otra. 5) Una pequeña cúspide sin ápice libre está presente en la superficie lingual. 6) Una pequeña cúspide con ápice libre se encuentra en la superficie lingual del diente.
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La placa del sistema ASUDAS muestra solo los grados de 0 a 4. Los grados 5 y 6 se aprecian en la placa del DAR del canino superior, en correspondencia respectivamente de los grados 4 y 5 del DAR.
Borde mesial (canino superior) (Bushman Canine) (Grado mínimo para ser considerado presente 1) Normalmente el borde mesial del canino superior es del mismo tamaño que el borde lateral. Sin embargo, a veces (aunque es un rasgo bastante raro) dicho borde se presenta más grande que el distal. Por el hecho que es bastante frecuente entre los !kung del Kalahari (Bushmen), se utilizó este nombre, aunque el nombre anatómico es más correcto. 0) Los bordes son del mismo tamaño. 1) El borde mesial es más grande que el distal y puede estar débilmente pegado al tubérculo. 2) El borde mesial es más grande que el distal y puede estar moderadamente pegado al tubérculo. 3) El borde mesial es mucho más marcado que el distal e incorpora completamente al tubérculo.
Borde Distal Accesorio (DAR) (canino superior e inferior) (Figura 4.2 para el DAR del canino inferior) (Grado mínimo para ser considerado presente 2) El Borde Distal Accesorio (DAR) se manifiesta como un borde (o cresta) adicional ubicado entre el ápice de la corona y el borde distal en la cara lingual. Debido a la posición, se pierde fácilmente a causa del desgaste occlusal, sobre todo en los caninos inferiores. Su presencia favorece el posicionamiento del diente debido a que indica el lado distal de la corona. En casos extremadamente raros se ha encontrado este borde adicional de
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Morfología
dental
manera simétrica en ambos lados de la cara lingual del canino superior. 0) Borde distal ausente. 1) El DAR es débil. No está presente en la placa del canino superior. 2) El DAR es débilmente desarrollado. 3) El DAR es moderadamente desarrollado. 4) el DAR es muy pronunciado. 5) El DAR es marcadamente pronunciado. Cabe notar que el desarrollo del DAR empuja hacia abajo el verdadero borde distal del diente.
Borde disto-sagital (premolar uto-azteco) (primer premolar superior) (Rasgo dicotómico sin escala) El borde disto-sagital se encuentra (raramente) en algunas poblaciones. El nombre deriva de la población azteca. La peculiaridad de este rasgo reside en que el eje de la cúspide bucal del primer premolar superior está rotado distalmente aproximadamente 45 grados. No existe una escala.
Número de cúspides (premolares superiores) (Rasgo dicotómico sin escala) No existe una placa para este rasgo. Sin embargo, tanto el primer como el segundo premolar superior pueden presentar una pequeña cúspide accesoria ubicada en el surco que separa mesio o distalmente las dos cúspides normales. El desgaste oclusal puede borrar esta cúspide, por lo que se recomienda registrarla en premolares no desgastados.
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Borde accesorio (premolares superiores) (Grado mínimo para ser presente - 1) Recientemente, Burnett et al. (2010) han propuesto un nuevo rasgo, denominado borde accesorio de los premolares maxilares, que corresponde a un borde en la cara interna de la cúspide bucal. Los autores han notado una variabilidad en la manifestación de este rasgo en diferentes poblaciones. Una nueva placa ha sido realizada por el sistema ASUDAS. 0) Ausente. No se detecta ningún borde accesorio. T) Borde truncado. El borde no se extiende de manera continua desde el borde bucal hasta el surco medial. 1) Trazas. Un borde continuo es ligeramente visible bajo una luz fuerte. 2) Pequeño. Un borde delgado está presente y se puede palpar. 3) Medio. Un borde continuo con grosor intermedio. 4) Pronunciado. Un borde ancho, grueso, continuo que predomina en el lugar de la cúspide.
Metacono (cúspide 3 – distobucal) (molares superiores) (Grado mínimo para ser considerado presente —varía dependiendo del molar—. En el tercer molar, el valor mínimo es 3.5) 0) El metacono está ausente. 1) Un borde está presente allá donde debería encontrase el metacono; sin embargo no tiene un ápice libre. 2) Una cápsula ligera está presente con ápice libre. 3) Una cúspide ligera está presente. 3.5) Una cúspide de tamaño intermedio se aprecia distobucalmente. Este rasgo no está representado en la placa; sin embargo ha sido necesario introducirlo debido a la gran diferencia existente el grado 3 y el 4. 4) El metacono es grande, pero su borde es tendencialmente redondo. 5) El metacono es muy grande y tendencialmente cuadrado.
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El metacono expresa su mayor variabilidad en el tercer molar superior. Sin embargo, puede ser registrado también en los dos otros molares, tomando en cuenta el tamaño y no la forma.
Hipocono (cúspide 4 – distolingual) (molares superiores) (Figura 4.1) (Grado mínimo para ser considerado presente —varía dependiendo del molar—) 0) El hipocono está ausente. El molar tiene tres cúspides. 1) Un pliegue débil está presente. 2) Una débil cápsula está presente con ápice libre. 3) Una débil cúspide está presente. 3.5) Una cúspide de tamaño intermedio se aprecia disto-lingualmente. Este rasgo no está representado en la placa; sin embargo se ha tenido la necesidad de introducirlo debido a la gran diferencia existente entre el grado 3 y el 4. 4) El hipocono es grande, pero no rebasa el eje mediano del diente. 5) El hipocono es muy grande e invade el espacio del metacono.
Metacónulo o cúspide 5 (molares superiores) (Grado mínimo para ser considerado presente 1) 0) No hay cúspide distal. Existe solo un surco entre metacono e hipocono. 1) Una ligera cápsula está presente. 2) Una pequeña cápsula está presente. 3) Una cápsula está más marcada. 4) una pequeña cúspide se puede apreciar. 5) Una cúspide de tamaño mediano está presente. Normalmente dos surcos distales indican, en un molar desgastado, la presencia de una cúspide; sin embargo, en el tercer molar son frecuentes surcos no asociados a cúspides, por lo que no es
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aconsejable registrar la presencia de está cúspide en terceros molares con desgaste oclusal.
Túberculo de Carabelli (molares superiores) (Figura 4.1) (Grado mínimo para ser considerado presente 2 o 3) Se manifiesta en la cara lingual de la cúspide mesio-lingual (protocono), aunque en sus expresiones menores empieza cerca del margen entre cara lingual y mesial de dicha cúspide. 0) La superficie mesio-lingual del protocono es lisa. 1) Un surco vertical está presente. 2) Una pequeña fosa o agujero está presente. 3) Una depresión en forma de Y ocupa la superficie. 4) La depresión en forma de Y es aún más grande y el borde empieza a moverse hacia distal. 5) El borde forma una pequeña cúspide sin ápice libre y no alcanza el borde entre protocono e hipocono. 6) La cúspide sin ápice libre alcanza el margen entre protocono e hipocono. 7) Una cúspide grande, con ápice libre, cubre el protocono.
Parastilo (molares superiores) (Grado mínimo para ser considerado presente 1) El parastilo representa una de las cúspides paramolares de Bolk. Normalmente se expresa en la cara bucal de los molares superiores, a nivel del paracono. A veces es posible registrar una estructura parecida también en la cara lingual de los terceros molares. Debido a la escasa frecuencia de este rasgo, se considera presente en cualquiera de sus expresiones. 0) La superficie bucal de paracono y metacono es lisa. 1) Una pequeña fosa está presente, normalmente a nivel del surco entre paracono y metacono. 2) Una pequeña cúspide
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sin ápice libre está presente, normalmente a nivel del paracono. 3) Una cúspide de tamaño medio con ápice libre está presente. 4) Una cúspide grande está presente. 5) Una cúspide muy grande está presente. 6) Una corona con forma de estaca totalmente libre y con propia raíz que corre pegada a la raíz del molar está presente. Este rasgo es extremadamente raro y no se encuentra en la placa de Turner et al. (1991)
Extensión del esmalte (molares superiores) (Grado mínimo para ser considerado presente 2) La extensión del esmalte representa una proyección del borde cervical de la corona en dirección apical. No existen placas de referencia. 0) No hay extensión. El borde de la corona es parejo. 1) Una extensión aproximadamente de 1 mm se proyecta apicalmente. 2) Una extensión aproximadamente de 2 mm se proyecta apicalmente. 3) La proyección del esmalte en dirección apical es larga, hasta 4 mm o más. Puede extenderse hasta la intersección de las raíces. Cada uno de estos grados de expresión puede asociarse a una perla de esmalte. Las perlas no están contempladas como parte de la extensión. Si la extensión se interrumpe para después, empezar de nuevo, se considera solo la porción en contacto con la corona.
Número de raíces (caninos y premolares superiores) Los caninos y premolares superiores usualmente presentan solo una raíz. Normalmente se encuentran raíces múltiples en el primer premolar superior. Incisivos y caninos superiores no presentan más que una raíz. El primer premolar superior es el elemento clave para este tipo de rasgo en premolares.
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1) Una sola raíz. La punta puede bifurcarse. 2) Dos raíces. La separación entre las dos raíces debe ser de ¼ hasta 1/3 de la longitud total de la raíz. 3) Tres raíces. La longitud es la definida en el punto 2. En caso de que falte la pieza dentaria, se puede evaluar el número de raíces a partir del alveolo abierto y completo.
Número de raíces (molares superiores) El primer molar superior normalmente presenta tres raíces. La mayor variabilidad se encuentra a nivel del segundo molar superior, que debe ser considerado el elemento clave para este rasgo en molares superiores. El tercer molar superior normalmente presenta una o dos raíces, aunque en raros casos se han contabilizado hasta cinco. No hay placa de referencia. 1) Una sola raíz. La punta puede bifurcarse y los surcos de demarcación pueden ser profundos. 2) Dos raíces. La separación entre las dos raíces debe ser de ¼ hasta 1/3 de la longitud total de la raíz. Para evaluar la longitud de la corona es necesario tomar en cuenta la curvatura de la misma que, en los terceros molares puede ser marcada. 3) Tres raíces. La longitud es la definida en el punto 2. 4) Cuatro raíces. La longitud es la definida en el punto 2. En el caso de molares en sus alveolos, la evaluación del número de raíces es un poco difícil. Si estos pueden ser removidos, entonces se aconseja hacerlo cuidadosamente para no dañar la pieza ósea o dental. A veces es posible levantar un diente solo por una pequeña parte de su raíz. En este caso, proyectando una luz a través de la raíz, si la luz pasa por las raíces significa que estas están separadas. En otros casos en posible, aunque no siempre,
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aprovechar si la porción ósea está rota para detectar las bifurcaciones entre las raíces.
Dientes en forma de estaca El incisivo lateral superior y el tercer molar pueden pasar por un proceso de reducción de su tamaño cuya expresión máxima está representada por la ausencia congénita de la pieza dental. No existen placas de referencia.
Incisivo lateral superior: 0) Incisivo de tamaño y forma regular. 1) Incisivo cuya forma es normal, pero cuyo tamaño es reducido. 2) Incisivo cuya forma y tamaño son muy reducidos y se presentan como una estaca o en forma de cono.
Tercer molar superior: 0) Molar de tamaño y forma regular. 1) Molar cuya forma es normal o casi normal, pero cuyo tamaño es reducido (entre 7 y 10 mm) el diámetro buco-lingual. 2) Molar cuya forma y tamaño son muy reducido y se presentan como una estaca o de cono. El diámetro buco-lingual es inferior a 7 mm, y tendencialmente presenta una forma redonda y solo dos cúspides. Cabe mencionar que el grado 1 de expresión debe ser tomado con cuidado cuando se utilizan las medidas, porque un individuo con dientes generalmente pequeños puede presentar un tercer molar pequeño sin que esto implique efectivamente una forma de estaca.
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Ausencia congénita Los incisivos laterales superiores, los segundos premolares superiores, el tercer molar superior, el primer incisivo inferior, el segundo premolar inferior pueden no manifestarse debido a una ausencia congénita, por lo que el diente no se forma nunca en el aparato masticatorio. Esto difiere de dientes que se forman, aunque de manera vestigial, pero no logran brotar. La evaluación se realiza con base en el hueso maxilar y mandibular, y no en la presencia de la pieza dental. Esto se debe a que, en contextos arqueológicos, las porciones óseas son fácilmente destruidas, por ello el registro a partir de la pieza dental generaría una marcada y significativa subestimación de la ausencia congénita de los dientes. Cuando se tiene a disposición la pieza ósea, es necesario evaluar si en correspondencia de un diente "supuestamente" ausente existe un espacio (diastema) entre dientes, lo que indicaría más bien una pérdida de la pieza dental antemortem. En el caso del tercer molar, es importante averiguar si la superficie distal del segundo molar presenta una cara de desgaste interproximal; de ser así, significa que el tercer molar brotó y se perdió antes de la muerte. También es necesario analizar la morfología del hueso, porque un hueso en correspondencia de un diente agenético se presenta continuo y sin alteraciones particulares, mientras que un hueso que se haya reabsorbido en seguida a una pérdida de la pieza dental presenta una morfología porosa e irregular. 0) Alveolo presente. 1) Diente ausente por cuestiones congénitas.
Incisivo de pala (incisivos inferiores) (Figura 4.2) (Grado mínimo de expresión para ser considerado presente 2 o 3) La placa de las formas de pala de los incisivos inferiores reporta cuatro grados de expresión:
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0) No hay pala. Los bordes no son visibles. 1) Los bordes son muy leves y la pala es muy poco pronunciada. 2) Los bordes linguales son más visibles y pronunciados. 3) Los bordes son muy pronunciados y visibles. Normalmente, en las elaboraciones estadísticas se utiliza la pala del incisivo lateral inferior. Número de cúspides (primer y segundo premolares inferiores) (Figura 4.2 para el segundo premolar) (Grado mínimo para ser considerado presente: 3) La metodología para describir el número de cúspides de los premolares inferiores es la misma para el primero y el segundo. Considera el número de cúspides presentes en la porción lingual de la corona y su tamaño relativo. En la evaluación y análisis se considera el segundo premolar inferior como la pieza dental clave para este rasgo. El registro de este rasgo está sujeto al nivel de desgaste oclusal del diente, por lo que se recomienda cautela en la evaluación de este en presencia de desgaste, aun mínimo. En caso de no estar seguros, es preferible no asignar ningún grado y considerar la pieza dental como faltante. Debido a la diferente morfología del primero y del segundo premolar inferior, el registro del número de cúspides linguales es más fácil y confiable en los segundos premolares, debido a que las cúspides adicionales se manifiestan de manera más clara. A) No hay cúspide lingual. Está presente solo un borde sin una cúspide verdadera. Este grado no está presente en la placa debido a que se juntó después. 0) Una sola cúspide lingual. Su tamaño puede variar, pero es observable un ápice. 1) Una o dos cúspides linguales. Esta clase no precisa debería utilizarse para dientes afectados por desgaste y por lo cual no es posible definir el tamaño relativo de la(s) cúspide(s).
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En este caso sería conveniente considerar el diente como no registrable. 2) Dos cúspides linguales. La cúspide mesial es mucho más grande de la distal. 3) Dos cúspides linguales. La cúspide mesial es más grande de la distal. 4) Dos cúspides linguales. La cúspide mesial y la distal son del mismo tamaño. 5) Dos cúspides linguales. La cúspide distal es de mayor tamaño de la mesial. 6) Dos cúspides linguales. La cúspide distal es mucho más grande que la mesial. 7) Dos cúspides linguales. La distal es aún más grande que la mesial. 8) Tres cúspides linguales. Las tres cúspides son aproximadamente del mismo tamaño 9) Tres cúspides linguales. La cúspide mesial es más grande tanto de la medial como de la distal.
Fóvea anterior (primer molar inferior) (Grado mínimo para ser considerado presente: 2) La fóvea anterior corresponde a un surco en dirección bucolingual, ubicado mesialmente en la superficie oclusal del primer molar inferior entre la primera y segunda cúspide. 0) La fóvea está ausente. El surco que separa mesio-distalmente la primera y segunda cúspide es continuo y llega hasta el borde mesial de la cara oclusal de la corona. 1) Un borde ligero y poco pronunciado conecta la porción mesial de las cúspides 1 y 2, produciendo un pequeño surco. 2) El surco es más profundo y más largo que en el grado 1. 3) El surco es más largo y profundo que en el grado 2. 4) El surco es muy largo y el borde resultante es muy pronunciado. Debido a que el primer molar brota alrededor de los 6 años de edad, este diente está sujeto a un discreto nivel de desgaste oclusal que modifica y oblitera la fóvea anterior. Sería conveniente
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registrar este rasgo en subadultos para evitar confusión e interpretaciones erróneas en adultos.
Patrón de surcos (molares inferiores) (Grado para ser considerado presente: Y) El patrón de surcos en los molares inferiores describe el modo en que los surcos que separan las primeras cuatro cúspides se unen entre ellos. Las cuatro primeras cúspides tienden a converger hacia el centro de la corona. Se define como patrón: Y cuando las cúspides 2 y 3 están en contacto, alejando del centro las cúspides 1 y 4. X cuando las cúspides 1 y 4 están en contacto, alejando del centro la 2 y 3. + cuando las cuatro cúspides se tocan todas en un único punto y ninguna pareja aleja la otra. La numeración de las cúspides es la siguiente: 1 – Cúspide mesio-bucal 2 – Cúspide mesio-lingual; 3 – Cúspide disto-bucal; 4 – Cúspide disto-lingual Normalmente, en el primer molar inferior el patrón prevalente es el Y. El segundo molar es la pieza que más variación manifiesta, por lo que se considera clave para la caracterización poblacional de este rasgo. Se aconseja registrar este rasgo por medio de una lupa de 10x magnificaciones, sobre todo en caso de desgaste oclusal. En este caso, un análisis cuidadoso puede permitir reconstruir el patrón a partir de los restos de surcos disponibles. Desgaste avanzado y caries oclusales borran este rasgo. En el caso de los terceros molares, cuando estos se presentan con multiples cuspides o en forma de estaca, el registro del patrón de surcos puede ser complicado, por lo que se recomienda no registrarlo.
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Número de cúspides (molares inferiores) (Grado para ser considerado presente: 4/>4; 5; 6) El número de cúspides se refiere a cuántas cúspides están presentes en la superficie oclusal de los molares inferiores. Esta evaluación no toma en cuenta la expresión máxima del protostílide (que puede alcanzar en tamaño y forma de una cúspide), ni la cúspide 7, por lo que el número oscila entre 4 y 6. 4 – Están presentes cuatro cúspides (1 protoconide; 2 metaconide; 3 hipoconide; 4 entoconide). 5 – Están presentes cinco cúspides (5 hipoconulide) 6 – Están presentes seis cúspides (6 entoconulide). En algunos casos los molares inferiores pueden presentar una cúspide 7, ubicada oclusalmente en la porción lingual de la corona entre las cúspides 2 y 4. Esta cúspide no se contabiliza en el número de cúspides y se maneja separada e individualmente. No puede existir la sexta cúspide (entoconulide) sin estar presente la quinta (hipoconulide). En el caso de desgaste oclusal, a veces es difícil poder registrar el número de cúspides, debido a que el surco que separa la quinta de la sexta puede borrarse. En todos los casos que el investigador detecta estructuras de cúspides adicionales a las primeras cuatro, sin poder definir el número exacto (o sea 5 o 6), es conveniente registrar el dato como >4 (más de 4 cúspides). Esta información, aunque no pueda ser utilizada en la contabilización del número de cúspides, permite emplear el dato cuando se contabiliza la frecuencia de 4 o más de 4 cúspides (4/>4).
Arrugamiento (cresta) desviado (primer molar inferior) (Grado mínimo para ser considerado presente: 2) El borde medial de la cúspide 2 puede asumir diferentes orientaciones.
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0) El borde medial de la cúspide 2 es recto, el arrugamiento está ausente. 1) El borde medial de la cúspide 2 es recto, pero presenta un restriñimiento en su porción central. 2) El borde medial es desviado distalmente, pero no alcanza a entrar en contacto con la cúspide 4. 3) El borde medial es fuertemente desviado hacia distal, forma un codo muy recto y alcanza a contactar la cúspide 4. Este rasgo normalmente se registra en el primer molar permanente debido a que es muy raro en el segundo y tercero. No involucra la dentina, por lo que el desgaste puede obliterarlo fácilmente.
Cresta trigónide distal (molares inferiores) (Expresión dicotómica – presente o ausente) La cresta trigónide distal conecta la cúspide 1 y la 2 de los molares inferiores. 0) Ausente. El surco entre las dos cúspides en continuo. 1A) Una cresta bien definida conecta las cúspides 1 y 2. 1B) Un amplio puente comunica las cúspides 1 y 2. El desgaste borra la cresta. Este rasgo, cuando está presente, se encuentra normalmente en el primer molar inferior.
Protostílide (molares inferiores) (Figura 4.2) (Grado mínimo para ser considerado presente - 3) El protostílide es una cúspide paramolar, ubicado en la superficie bucal de los molares inferiores. Normalmente empieza a nivel del surco entre la cúspide 1 y 3, y se desarrolla en dirección mesial, ocupando la superficie bucal de la cúspide 1.
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0) La superficie bucal es lisa. No hay ninguna expresión. 1) Un agujero caracteriza la parte final del surco intercuspidal. Este hoyo es considerado en la literatura también con el nombre de foramen cieco molaris. 2) El surco intercuspidal tiende a curvarse en dirección distal. 3) Un surco leve y débil empieza a separase desde el surco intercuspidal en dirección mesial. 4) El surco es más pronunciado. 5) El surco es muy fuerte y se puede apreciar fácilmente. 6) El surco empieza a asumir forma de cúspide sin ápice libre y abarca toda la superficie de la cúspide 1. 7) El protostílide es una cúspide con ápice libre pegada a la superficie bucal de la cúspide 1. En numerosos casos la fosa bucal (grado 1) puede estar afectada por una caries, la cual destruye el rasgo. En poblaciones actuales, dicho foramen puede ser sellado por los dentistas con el fin de reducir el riesgo que pueda hospedar una caries. Muchos trabajos consideran el grado 1 como grado mínimo para considerar presencia. Sin embargo, quien escribe ha notado la coexistencia del grado 1 con el grado 3 (o más), lo que implica que el grado 1 podría no estar vinculado con el protostílide. Algunos autores fijan a 2 el grado mínimo. Sin embargo, para ser considerado 2 (curvatura hacia distal), el surco debe curvarse claramente.
Cúspide 5 (molares inferiores) (Figura 4.2) (Grado mínimo para ser considerado presente - 2) La quinta cúspide (hipoconulide) se presenta en la porción oclusal-distal de los molares inferiores. Se registra su tamaño en ausencia de la cúspide 6 (entoconulide). Cuando se manifiesta solo una cúspide distal, es difícil averiguar si esta es la 5 o la 6; sin embargo, se considera a priori que esta sea la número 5, debido a que la 6 es considerada una cúspide extranumeraria
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(en otras palabras, no puede existir la cúspide 6 sin que esté presente la 5). 0) La cúspide 5 no está presente. El molar tiene solo 4 cúspides. 1) La cúspide 5 está presente y es muy pequeña. 2) La cúspide es pequeña. 3) La cúspide es de tamaño medio. 4) La cúspide es grande. 5) La cúspide es muy grande.
Cúspide 6 (molares inferiores) (Figura 4.2) (Grado mínimo para ser considerado presente - 2) La sexta cúspide (entoconulide) se presenta en la porción oclusal-distal de los molares inferiores, ubicada lingualmente a la quinta cúspide (hipoconulide). Su grado de expresión se registra de acuerdo con el tamaño relativo al tamaño de la quinta cúspide. Para estar presente la cúspide 6 debe estar presente también la 5. 0) La cúspide 6 no está presente. El molar tiene 5 cúspides. 1) La cúspide 6 está presente y es mucho más pequeña que la cúspide 5. 2) La cúspide 6 es más pequeña que la 5. 3) La cúspide 6 es del mismo tamaño de la 5. 4) La cúspide 6 es un poco más grande que la cúspide 5. 5) La cúspide 6 es mucho más grande que la cúspide 5.
Cúspide 7 (molares inferiores) (Figura 4.2) (Grado mínimo para ser considerado presente - 1) La séptima cúspide (metaconulide) se presenta en la porción lingual-oclusal de los molares inferiores, ubicada entre las cúspides 2 y 4). La cúspide 7 no entra en la cuenta del número de cúspides de los molares inferiores.
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0) La cúspide 7 no está presente. El molar puede tener 4, 5 o 6 cúspides, dependiendo si están presentes (o ausentes) los hipoconulides y entoconulides. 1) La cúspide 7 está presente, es muy pequeña y se aprecia sobre todo por la presencia de dos (en lugar de uno) surcos linguales. 1A) Una débil cúspide 7, sin ápice libre forma una protuberancia en la superficie lingual de la cúspide 2. 2) La cúspide 7 es pequeña. 3) La cúspide 7 es de tamaño medio. 4) La cúspide 7 es grande.
Número de raíces de los dientes inferiores Para el número de raíces de los dientes inferiores se aplican las mismas metodologías de los dientes superiores. Cabe mencionar que, mientras los premolares inferiores normalmente no presentan más de una raíz, el canino inferior puede aparecer con dos raíces en hasta un 6-8% en algunas poblaciones. Los molares inferiores normalmente presentan dos raíces. Una raíz (dos fusionadas) es bastante común en el segundo molar inferior. El tercer molar inferior puede presentar una, dos o hasta tres raíces. A veces, muy raro, tres raíces pueden estar presentes en el primer molar inferior. En este caso, normalmente, la raíz accesoria está ubicada a un lado de la raíz distal. En otros casos, la raíz distal puede ser bifurcada.
CONCLUSIÓN En conclusión, el análisis de los rasgos morfológicos dentales permite caracterizar epigenéticamente poblaciones pretéritas y relacionarlas con otras coevas anteriores o más recientes. El nivel de variabilidad en la expresión de los rasgos permite detectar procesos de miscegenación (hibridación, mestizaje) y así reconstruir la historia biológica de poblaciones (tanto arqueológicas como actuales). La marcada diferencia existente entre individuos de etnias
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Figura 4.1 Algunos de los rasgos del sistema ASUDAS del maxilar superior.
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Figura 4.2 Algunos de los rasgos del sistema ASUDAS del maxilar inferior.
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diferentes (por ejemplo, un negroide y un causasoide) permite que a través del análisis morfológico dental se pueda identificar la presencia de personas "étnicamente" foráneas. Muchos de estos rasgos son utilizados en antropología forense para confirmar o rechazar la pertenencia étnica de un individuo encontrado en estado de esqueleto. Normalmente los análisis de morfología dental emplean elaboraciones estadísticas multivariadas. Por esta razón, como para cualquier tipo de elaboraciones estadísticas, el tamaño de la muestra es muy importante para la caracterización de la colección esquelética procedente de un sitio arqueológico. Muestras de pocos individuos (menos de treinta) usualmente son sesgadas por el efecto de variaciones estocásticas, casuales de la muestra. Por esto, siempre es recomendable ampliar la muestra a analizar para no tener que interpretar resultados que son el producto de un sesgo en la fuente de datos.
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Capítulo 5
LAS PATOLOGÍAS ORALES: CARIES, ABSCESOS Y PÉRDIDA DE DIENTES EN VIDA Elma María Vega Lizama Andrea Cucina
Entre las múltiples manifestaciones patológicas que atañen al humano se conocen las patologías orales, que varían tanto en el mismo individuo como entre otros, y cuya presencia se debe a múltiples factores (Ortner, 2003a). En este caso hablaremos de la caries, abscesos y pérdida de dientes en vida como consecuencia de procesos dinámicos que afectan la homeostasia de la cavidad bucal y, en ocasiones, la salud general de los individuos afectados. La caries dental (Figura 5.1) ha afectado a los humanos desde los inicios de su existencia, como señala Brothwell (1963). Con el paso del tiempo se ha reportado en diferentes periodos, en diferente ubicación y en creciente intensidad (Walker, 1990; Larsen et al., 1991; Lukacs, 2008). Además, ha aumentado y se encuentra presente hasta nuestros días.
Figura 5.1 Caries oclusal en un molar mandibular. MANUAL DE ANTROPOLOGÍA DENTAL
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Debido a la estricta asociación entre caries y dieta rica en carbohidratos, comparando las diferentes poblaciones, se puede notar cómo esta patología empezó a dañar cada vez más a los grupos de agricultores sedentarios, afectando menos a los pobladores del pasado (en modo particular los cazadores-recolectores) que a poblaciones más recientes (Larsen et al., 1991). La transición en el estilo de vida de pobladores recolectores a agricultores se encuentra claramente asociada a una amplia y bien documentada declinación de la salud oral debido a lo blando, pegajoso y dulce de la comida (Goodman et al., 1984; Lukacs, 1989, 2008). Por lo tanto, la prevalencia de caries dental es un reflejo de los cambios dietéticos, principalmente de alimentos blandos y azúcar refinada (Brothwell, 1963; Hartles y Leach, 1975; Burt e Ismail, 1986; Hillson, 1996).
DEFINICIÓN La caries dental es definida por Pindborg (1970:256) como una enfermedad infecciosa y transmisible en la que existe una destrucción progresiva de los tejidos del diente abarcando ya sea la corona o raíz o ambas; esta es iniciada por actividad microbiana sobre la superficie del diente (Ortner, 2003a). Es un proceso de destrucción (desmineralización) localizada de los tejidos dentales, causado por los productos ácidos generados por los microorganismos presentes en la placa dental (Hillson, 1996). Todos los tejidos dentarios son de injerencia para esta patología.
FACTORES CAUSALES Por muchos años se intentó buscar la causa de la caries dental y esta era atribuida al consumo de azúcares o a la infección por Streptococcos mutans. Miller, en 1882, propuso la etiopatogenia de la caries dental indicando como factor más importante la
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capacidad de gran número de bacterias bucales de producir ácidos a partir de hidratos de carbono de la dieta (Marcantoni, 2001). Hartles y Leach (1975) mencionan que la caries dental es iniciada por la placa dental en la interfase de la superficie del esmalte con su medio ambiente. Esta es constituida por una masa adherente formada por microorganismos, saliva y los productos del metabolismo de los microorganismos presentes; recientemente es conocida como biofilm (bio= biológico, film= película, es decir, una película de origen biológico que se adhiere a los dientes). Es considerada el principal factor causal de la caries dental (Hillson, 1996; Magennis, 1999; Marcantoni, 2001). Entre las diferentes teorías que intentan explicar las causas o etiología de la caries dental se encuentra el modelo de Paul Keyes, de 1960 (en Marcantoni, 2001), que consiste en la tríada epidemiológica formada por el huésped (los dientes), el agente (microorganismos) y el medio ambiente (sustrato). Posteriormente, Newburn (1982) y Caselitz (1998) citan estos tres mismos factores los cuales se encuentran involucrados en la aparición de la caries dental; más recientemente, Larsen et al. (1991) consideran que estos mismos son los "factores esenciales" en la ocurrencia de la caries dental; además, citan el trabajo de Rowe (1975), quien enlista una serie de "factores modificadores" que pueden afectar el sitio y la velocidad de esta enfermedad. Entre estos últimos factores podemos mencionar la morfología y tamaño de las coronas dentarias, grado de atrición oclusal, defectos de desarrollo del esmalte, edad, enfermedad periodontal, textura y procesamiento de los alimentos, presencia de fluoruros, entre otros factores geoquímicos. Actualmente la teoría más aceptada es la del modelo multifactorial (Burt e Ismail, 1986; Marcantoni, 2001) que se centra en la tríada, pero que además considera otros factores que incluyen, pero no se limitan, a los "modificadores". La cultura, nivel socioeconómico, composición y cantidad de placa, componentes del esmalte,
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composición y cantidad de saliva, respuesta inmunitaria, patologías sistémicas, entre otros, son apreciados, ya que se considera al individuo como un ser social, por lo que no podemos aislar la cavidad oral de su cuerpo y entorno. Para Goodman y Leatherman (1998) la salud se ve condicionada por tres factores que interactúan entre sí: el organismo, el medio ambiente y la cultura; cuando el individuo sufre a causa de algún factor de estrés se puede observar una respuesta fisiológica, la cual repercute en el individuo como ente biológico, induciendo, de una manera u otra, el registro de estas influencias en el esqueleto humano. El tipo de alimentación trasciende en la mayoría de los casos en los cambios ocurridos en las piezas dentales provocando patologías como la caries, abscesos o, en el peor de los casos, la pérdida de las mismas. No se observa a la caries como consecuencia pura y estática de la acción de los microorganismos constituyentes de la placa sobre los tejidos dentarios sino que, contradictoriamente a esto, veremos un dinamismo en el que participa de forma muy importante el componente social de los mismos. Los factores culturales y socioeconómicos son muy importantes porque engloban el estilo de vida que condiciona hábitos dietéticos y de higiene oral que son propios y significativos; son los que determinan el tipo de dieta, los hábitos alimenticios y de higiene (Lukacs, 1989; Tiesler, 1993; Marcantoni, 2001). Además, las fuerzas productivas y, como consecuencia, la especialización y la diferenciación, ya sea entre individuos o grupos sociales, varían en cada población. Así, el sujeto interactúa en las diferentes esferas y grupos sociales como parte de su posición entre el proceso productivo y reproductivo (Tiesler, 1993), lo que se verá reflejado definitivamente en el estado patológico dental (Cucina y Tiesler, 2003). El modelo etiológico de la caries dental se encuentra organizado en el siguiente esquema (Figura 5.2) donde se pueden apreciar todos los factores que en diferente forma intervienen en ella.
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Figura 5.2 Esquema de factores que influyen en la presencia de la caries dental. La caries es una enfermedad compleja y multifactorial causada por la interacción entre los factores intrínsecos que son los que constituyen a los individuos, y los factores extrínsecos que provienen del exterior y que son necesarios para su subsistencia.
FACTORES EXTRÍNSECOS Dieta. Iniciaremos con la dieta ya que es el resultado del conjunto de factores extrínsecos y de esta dependerá en gran medida la aparición de la caries dental. Una de las principales funciones de la cavidad oral, y quizás la que realiza en primera instancia, es el procesamiento de alimentos. La composición y consistencia de los alimentos consumidos determina el tipo de microorganismo que domina la flora de la cavidad bucal y la naturaleza de las fuerzas biomecánicas afecta a los dientes y mandíbula (Hartles y Leach, 1975; Burt e Ismail, 1986; Marcantoni, 2001).
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El incremento en la caries tanto en contextos arqueológicos como en poblaciones más recientes se ha relacionado con la introducción de azúcares y otros alimentos a base de carbohidratos refinados en la dieta de los pobladores afectados (Larsen et al., 1991; Lukacs y Minderman, 1992; Hillson, 1996; Magennis, 1999; Lukacs, 2008). Específicamente, si nos referimos a los carbohidratos, la sacarosa es la que principalmente se ha relacionado con la aparición de la caries dental (Hartles y Leach, 1975; Burt e Ismail, 1986). Sin embargo, se ha reportado la presencia de la caries dental antes de que algún carbohidrato refinado estuviera presente en la dieta de poblaciones antiguas que nunca estuvieron expuestos a la sacarosa. Por otro lado, se han encontrado altos niveles de caries en poblaciones cuya dieta se basaba en el consumo de cereales como el trigo o el arroz, propiciando el medio adecuado para la presencia de esta patología (Linsgstrom y Borrman, 1999). La composición de los alimentos también influye en la aparición de caries ya que el calcio y el fósforo presente, por ejemplo en los lácteos, favorecen la mineralización del diente y además disminuyen algunos factores (como la acidez del medio) que también favorecen la acción bacteriana (Volker y Russel, 1973; Burt e Ismail, 1986; Hillson, 1996; Marcantoni, 2001; Monterde-Coronel et al., 2002). Las condiciones que influyen en el desarrollo de la caries también dependen del balance bioquímico intraoral, es decir, cuando el pH es neutro (normal) los microorganismos no son capaces de afectar a los tejidos dentarios, pero una ingesta frecuente de azúcares provocará la metabolización de estos alimentos induciendo la acidez intraoral con lo que se iniciará la desmineralización de los tejidos dentarios (la caries) (Caselitz, 1998; Marcantoni, 2001; Monterde-Coronel et al., 2002). Los hidratos de carbono fermentables son el alimento ideal para las bacterias que producen la caries. Entre estos encontramos azúcar (también dulces, miel, golosinas, etc.), cereales, frutas y jugos
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de frutas, bebidas endulzadas, galletas. Los hidratos que forman parte de estos son la sacarosa (azúcar), fructosa (presente en las frutas y jugos), glucosa (en bebidas endulzadas como las gaseosas), maltosa (presente en cereales y almidones), y lactosa (hidrato presente en la leche, aunque esta es la que tiene menor poder cariogénico). Todos estos elementos serán usados por las bacterias en algún momento idóneo para producir ácidos que llevarán a la aparición de las caries (Volker y Russel, 1973; Larsen et al., 1991; Hillson, 1996). Según Jenkins (1966), citado por Hartles y Leach (1975), no hay duda de que las harinas no refinadas y el jugo de la carne cruda, en investigaciones in vitro, contienen sustancias que reducen la solubilidad del diente en comparación con su contraparte refinada. Si son consumidas en forma natural, sin procesamiento ni uso de conservadores químicos, no deberían perjudicar a la salud de los individuos. Durante la Segunda Guerra Mundial, en varios países existió desabasto de los azúcares y harinas refinadas; en consecuencia, ocurrió una mejoría en la salud oral debido a que se vieron obligados a consumir papas y vegetales en lugar de los azúcares mencionados anteriormente, marcándose un cambio drástico en su alimentación, por lo que en las investigaciones realizadas en países como el Reino Unido y Japón en los siguientes años se encontró una disminución de la caries dental en comparación con los años anteriores (Hartles y Leach, 1975). El modo de preparación y los componentes de los alimentos influye; no será lo mismo prepararlos con azúcares refinados que con azúcares puros. Mientras más natural sea el alimento menos perjudicará a la salud bucal. También se ha creído que los alimentos duros y ásperos pueden ejercer una acción detergente durante la masticación y que esta es de gran valor para contrarrestar la presencia de la caries dental. Se ha argumentado que el incremento de los fluidos salivales con los alimentos ásperos debería ayudar al arrastre o neutralizar la acción
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de los alimentos indeseables, junto con la placa dental, y además ejercería un efecto extra de limpieza en las distintas superficies bucales por fricción mecánica directa. Se ha demostrado que consumir manzanas ayuda a la limpieza bucal ya que se ha mostrado que remueve las partículas alimenticias y acelera la eliminación de los azúcares en la superficie dentaria. Además debería existir una mayor reducción de la acción cariogénica de los alimentos si se consumieran zanahorias crudas y apio en lugar de alimentos azucarados en momentos de apetito (Volker y Russel, 1973; Burt e Ismail, 1986; Monterde-Coronel et al., 2002). Las investigaciones reportan que se ha relacionado un incremento de la caries dental con un elevado consumo de azúcar, pero que este efecto no se presenta solo. Si se ingieren altas cantidades de azúcar a la hora de las comidas el efecto es leve, pero si se ingieren azúcares entre comidas, se nota un gran aumento en la patología, sobre todo si se consumen caramelos. Los chocolates parecen ser menos cariogénicos que los caramelos (Hartles y Leach, 1975). De este modo, se puede decir que existe una importante correlación entre el incremento de la caries dental y el consumo de alimentos azucarados entre comidas (Newbrun, 1989). Por otro lado, la presencia del flúor en poblaciones antiguas abrió un panorama en cuanto a la relación entre los fluoruros y la caries dental que comenzó a establecerse a mediados del siglo XX (1928-1932) cuando se mostraron datos, obtenidos a lo largo de 4 años de estudio, acerca de casos de caries dental en 8,257 niños de raza india de Estados Unidos. Se encontró que la gravedad de la caries era mayor en los estados del noroeste que carecían del elemento, a diferencia de los habitantes del suroeste donde sí se encontraba y prevalecía una menor afectación (Burt e Ismail, 1986). En un estudio realizado por Dean en 1938, en el que se relacionaban los niveles de fluoruros en el agua potable y la caries dental, se estableció el efecto preventivo de los fluoruros en el desarrollo de esta. Se encontró un 50% más de niños libres de caries en aquellas
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comunidades con 1.7 a 2.5 ppm de fluoruro en el agua de consumo, en comparación con los que vivían en áreas con 0.6 a 0.7 ppm de fluoruros en las aguas (Volker y Russel, 1973). Según Hartles y Leach (1975), el flúor es el único elemento que ha sido probado que incrementa la resistencia de los tejidos dentarios contra la caries. Otros estudios también mencionan al flúor como agente que actúa contra las caries (Volker y Russel, 1973; Hartles y Leach, 1975; Burt e Ismail, 1986; Hillson, 1996; Marcantoni, 2001). Además existen varios oligoelementos como el molibdeno, vanadio y estroncio que son considerados cariostáticos y que se oponen a otros cariogénicos como el selenio, magnesio y cadmio (Hillson, 1996; Marcantoni, 2001). Cultura. Se consideran tres niveles o tipos de estatus social. El primero es el estatus alto; este se relaciona con una mejor educación, mejores hábitos de higiene, mejor acceso a los recursos y mejor alimentación, principalmente. Luego le sigue el estatus social medio, el que se asocia a mejor educación que el bajo, hábitos de higiene regulares, recursos con ciertas limitaciones y alimentación mediana. Por último encontramos el estatus social bajo, que es el menos deseable, ya que se encuentra directamente relacionado con una educación deficiente, recursos limitados y alimentación pobre. Por lo que, en términos generales, el estatus en el que se encuentren repercutirá en la salud general de los pobladores. El distinto acceso a los recursos se encuentra ligado al poder adquisitivo correspondiente al estatus. Tendrá una mejor alimentación un individuo que consuma más variedad y cuanto más naturales sean los alimentos. Aquí se aprecia una controversia en pobladores contemporáneos, los de mejor acceso a los recursos se encuentran consumiendo alimentos refinados que poseen un valor comercial elevado, probablemente influenciados por la mercadotecnia televisiva, por lo que, contrario a ser un beneficio el hecho de contar con recursos económicos que sustenten una
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buena alimentación y con ello una buena salud oral, observamos una deterioro al presentarse mayor cantidad de caries dental en estos individuos. Al usar dicho medio de comunicación masivo, entre otros como el internet, desafortunadamente se está mal orientando a la población. Aparentemente los productos anunciados son mejores que los naturales, es decir, no existe una relación directamente proporcional entre el costo del alimento y la salud bucal. Aunque los alimentos consumidos entre poblaciones pudieran ser semejantes, varía según la cultura del lugar, los alimentos típicos de cada región y el modo de elaboración de los mismos. Por lo que cambia su composición, presentación, frecuencia de ingesta, etc. (Lukacs, 1989). En las grandes ciudades se tiene acceso a gran diversidad de alimentos más procesados, con conservadores, que son altamente cariogénicos. Todo lo contrario se puede observar en poblados arraigados donde las personas consumen alimentos mucho más naturales, no procesados y sin conservadores y no tienen el mismo acceso a la gran variedad de alimentos disponibles en las ciudades. La caries dental aumentó en los niños de Norteamérica junto con el incremento en el consumo de azúcares (Burt e Ismail, 1986). La aparición de la caries dental se relaciona también con la división de las labores ocupacionales. El rol que desempeñan las mujeres al dedicarse a las labores del hogar se encuentra ligado a la preparación de los alimentos, lo que conlleva a una ingesta más frecuente durante el día, ya que estas generalmente preparan y sirven los alimentos, por lo que están más tiempo en contacto con ellos, es decir, aumenta la frecuencia de ingesta. Todo lo contrario ocurre si las comparamos con los individuos de sexo masculino, quienes por lo general se encuentran trabajando fuera de la casa, lo que les limita la cantidad de veces que ingieren sus alimentos durante el día (Larsen, 1983; Larsen et al., 1991; Burt e Ismail, 1986; Lukacs, 2008). El hecho de que las mujeres consuman alimentos frecuentemente facilita la aparición de las caries, porque es más
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probable que dichos alimentos permanezcan por más tiempo en su boca, además de que son más perjudiciales los azúcares consumidos entre comidas (Hartles y Leach, 1975); esto aumenta el riesgo de iniciación y avance de la caries si no se realiza la higiene adecuada y, sobre todo, si se consumen carbohidratos.
FACTORES INTRÍNSECOS La malposición dentaria, el apiñamiento, la profundidad de las fosas y fisuras de los dientes, así como la complejidad en la morfología de los mismos facilitan la producción de la caries. Las zonas del diente de difícil limpieza tendrán más predisposición a padecer caries que las zonas de fácil limpieza (Lukacs, 1989). Los dientes posteriores, molares y premolares, son más susceptibles a la caries ya que su morfología es más sinuosa que los dientes anteriores y además presentan una cara oclusal donde abundan los surcos, fosas, puntos y fisuras, superficies que la lengua no limpia tan fácilmente como las planas o incisales de los dientes anteriores; las zonas que pueden ser limpiadas por las mucosas y por la lengua se denominan zonas de autoclisis. Los incisivos inferiores son los menos sensibles, pero suelen afectarse en casos de caries muy grave (Lukacs, 1989; Esponda, 1994; Hillson, 1996; Magennis, 1999). En relación con el tipo de dentición, temporal o permanente, la caries dental tiende a ser más frecuente en dientes con esmalte inmaduro, con bajo contenido en materia inorgánica, que en dientes con esmalte maduro y alto contenido en materia inorgánica. Por ello la caries dental es más frecuente en el paciente infantil (esmalte inmaduro) que en el paciente adulto (esmalte maduro) (Volker y Russel, 1973; Hillson, 1996). La presencia de caries puede observarse por clase de diente, debido a la susceptibilidad de cada uno a esta u otras patologías. En el caso de los incisivos y caninos, estos presentan un registro reducido de la patología en comparación con los dientes posteriores como
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los premolares y molares. Una respuesta a esta susceptibilidad se encuentra en la morfología dental debido a que las superficies lisas no retienen alimentos, a diferencia de las superficies de los dientes posteriores donde, como ya se mencionó arriba, las fosas, fosetas y fisuras de las caras oclusales, por su anatomía, son más propensos a retener alimentos (Lukacs, 1989; Caselitz 1998, Esponda, 1994; Hillson, 1996). Otros factores intrínsecos que contribuyen a la aparición de la caries y abscesos son los microorganismos presentes en la cavidad oral; también el pH salival que, al mantenerse neutro no repercute en la iniciación y avance patológico. Además, ciertas enfermedades sistémicas u otras deficiencias nutricionales pudieran afectar la salud general de los individuos y actuar como agentes influyentes para la aparición de estas patologías (Lukacs, 1989). Sin embargo, estos factores dependen en gran medida de la ingesta, frecuencia y tipo de alimentos, como se mencionó con anterioridad.
ABSCESOS En general, la caries sin tratar podría implicar la destrucción total de la corona y partes importantes de la raíz; esto provoca la exposición de la cámara pulpar. La infección de la cámara pulpar causa la aparición del absceso a nivel apical, seguido de un proceso de destrucción del hueso alveolar, lo que llevará a la pérdida del diente (Lukacs, 1989; Whittington, 1999; Hillson, 2001; Ortner, 2003b). El absceso se define como un proceso infeccioso que resulta en la exposición de la pulpa a consecuencia de un desgaste severo o, en muchas ocasiones, de una caries extensa la cual produce una inflamación o muerte de la pulpa (Lukacs, 1989; Ortner, 2003b) (Figura 5.3). Autores como Lukacs (1989) y Hillson (1996) han relacionado los abscesos con la caries, tomando en cuenta que son a menudo la condición resultante de un proceso incesante de destrucción dental que puede derivar precisamente de una
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caries dental. Estos se observan a nivel óseo, ya que constituyen una destrucción de los tejidos periapicales adyacentes al diente causal (Ortner, 2003b).
Figura 5.3 Absceso osteolítico a nivel del segundo premolar y del primer molar inferior. Notar que el segundo premolar presenta una caries que ha destruido casi completamente la corona. PÉRDIDA DEL DIENTE ANTEMORTEM Cuando la presencia de caries dental u otro factor provocan la exposición de la cámara pulpar, microorganismos que se encuentran en los dientes entran en la cavidad y ocasionan la inflamación de la pulpa. Esto permite que las toxinas bacterianas atraviesen el foramen e inicien una reacción en los tejidos alrededor del ápice radicular (inflamación periapical) que se convertirá posteriormente en absceso, el cual conlleva una osteítis y, finalmente, una destrucción del hueso alveolar; todas estas condiciones son fundamentales para que se produzca la pérdida del diente en vida (AMTL – Ante Mortem Tooth Loss) (Lukacs, 1989, 1992; Hillson, 1996, 2001) (Figura 5.4).
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Figura 5.4 Primer molar permanente perdido en vida (AMTL). Se aprecia como el hueso alveolar se cerró una vez que se perdió la pieza dental.
Estudios anatómicos y patológicos de la cavidad oral proveerán evidencia directa para hacer inferencias acerca de la dieta de poblaciones pasadas así como de su probable acceso a los recursos. (Hillson, 1996; Cucina y Tiesler 2003; Lukacs, 2008) Además, la observación de dichas patologías dentales nos provee de información sobre la dieta y enfermedades que padecieron las poblaciones antiguas, ya que nos informan sobre una serie de factores biológicos y socioeconómicos que favorecen una distribución diferencial de dichas patologías orales (Cucina y Tiesler, 2003).
ANÁLISIS Y REGISTRO Para la realización del registro de la caries, abscesos y pérdida de dientes en vida se sigue un orden de acuerdo con la colección a estudiar. Se selecciona cada una de las cajas que contienen a los individuos y se prepara una hoja de registro. Se revisan en busca de individuos que presenten dientes permanentes y hueso en
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maxilar y mandíbula. Posteriormente, cada una de las piezas dentales pertenecientes al individuo se identifican e inmediatamente se registran en una cédula. Inicialmente la caries era reconocida únicamente como presente o ausente; luego se documentó una manera de describirla según la superficie afectada haciendo una diferenciación entre caries de la corona y de la raíz del diente. Más recientemente se realizó otra clasificación que es más específica, pues se divide el registro según las superficies afectadas de la estructura dental: superficies oclusales, puntos de contacto interproximales, superficies lisas libres cercanas al cuello dentario y caries en superficies radiculares (Hillson, 1996, 2001; Ortner, 2003a). También existen otras formas de realizar el registro de la caries dental por medio de los odontogramas y clasificaciones más detalladas según la coloración y grado de desmineralización de la corona en seis estadíos en esmalte y seis estadíos para dentina según su profundidad, así como su localización en el diente, pero estos no serán abordados ya que son indicados para uso odontológico (Esponda, 1994; Hillson, 1996). Para ser certeros en muestras esqueléticas es necesario estar seguros de la presencia de la patología así como su grado de aparición (profundidad), por lo que podemos emplear la siguiente clasificación: • El número 0 (cero) es asignado a todos los dientes que no presenten patología, es decir, en los que no existía desmineralización alguna. • El número 1 (uno) corresponde a los dientes que presenten caries en el esmalte. • El número 2 (dos) se emplea para las caries que pasaron por el esmalte y avanzaron hasta la dentina. • El número 3 (tres) para las caries más profundas que las anteriores y afectaron el tejido pulpar.
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• El número 4 (cuatro) para la caries que han afectado tanto los tejidos y en los que solamente quedan los restos de las raíces dentarias (Esponda Vila, 1994, Hillson, 1996, 2001). Para una mejor ubicación de las lesiones cariosas se deberá anotar la superficie afectada tanto por sus caras perpendiculares al eje longitudinal del diente, que son incisal (para los dientes anteriores) u oclusal (para los dientes posteriores), y sus caras axiales afectadas que son: mesial, distal, bucal y lingual (para dientes mandibulares) o palatina (para dientes maxilares) (Esponda Vila, 1994). Cabe resaltar que para los estudios antropológicos solamente consideraremos la caries que corresponda al número dos, tres y cuatro ya que estaremos analizando muestras esqueléticas y difícilmente podremos asegurar la presencia del grado 1 en estas colecciones, pues en esta fase es claramente observable solo en poblaciones actuales (vivas) (Cucina y Tiesler, 2003).
MÉTODO DE IDENTIFICACIÓN DE PATOLOGÍAS DENTALES Para el análisis de las patologías dentales como la caries, abscesos y AMTL se usa la técnica de observación macroscópica en las piezas dentales y en el hueso dental con la ayuda de la microscopía de una lupa de magnificación para identificar y determinar la profundidad de cada padecimiento. Para que dichas patologías dentales puedan ser registradas sin ninguna duda, cuando la pieza dental, o en el caso del hueso, no permita la visibilidad, se procura la limpieza del diente o hueso empleando un cepillo de dientes suaves y un frasco de alcohol (diluido en agua al 50%) para facilitar la visión de los defectos que se pueden esconder o pasar desapercibidos debajo de la tierra; además de ello se utiliza un explorador dental (instrumento # 5) para remover la tierra y determinar la profundidad de cada una
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de las lesiones, conjuntamente se usa un tipo de luz oblicua para mejorar dicha visibilidad. Para el análisis de la caries en la cédula de registro se anota el número de defectos en cada pieza dental y el grado de afectación de cada uno, así como su localización en la pieza dental. Cabe aclarar que la caries se registra en todos los dientes permanentes, y los pequeños hoyos que se encuentren en el esmalte deberán ser excluidos automáticamente ya que podrían ser confundidos con el estado temprano de la caries (Cucina y Tiesler, 2003). En cuanto a los abscesos, solo se registra la presencia o ausencia, tomando en cuenta que para ser contado como un absceso el agujero necesita ser de morfología característica, basándose en los márgenes redondeados y definidos. Cada absceso se distingue por la destrucción del hueso adyacente a la raíz en forma circular y por la exposición de la raíz del diente relacionado (Ortner, 2003b). Los datos recolectados para la pérdida del diente en vida se obtienen, de igual manera que los abscesos, por medio del análisis del hueso alveolar (Whittington, 1991; Hillson, 1996, 2001). Se considera diente presente cuando se localiza el alveolo, y la pérdida del diente es reconocida cuando el hueso alveolar se encuentra completamente reabsorbido, lo que indica una completa clausura del alveolo dental. Se evalúan cuatro categorías entre la presencia del diente y alveolo para determinar la cantidad de AMTL: • Primera categoría: Alveolo absorbido (diente perdido en vida). Indica que el diente fue perdido en vida y el hueso y los tejidos periapicales tuvieron el tiempo suficiente para la cicatrización. • Segunda categoría: Ausencia de diente, alveolo presente. Significa que el diente se perdió posteriormente a la muerte quizás por los procesos tafonómicos o de manipulación durante el levantamiento, donde pudo haberse perdido el diente correspondiente.
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• Tercera categoría: Ausencia de alveolo, diente presente. Indica que el componente óseo se perdió (destruyó) por causas tafonómicas y solo queda presente el diente que, por su naturaleza, es más resistente que el hueso. Debido a que el objeto del registro está en el hueso alveolar esta combinación no se puede tomar en cuenta para considerar presente o perdido el diente (a pesar de la presencia de la pieza dentaria) porque su registro conllevaría una drástica subestimación de la verdadera tasa (frecuencia) de dientes perdidos en vida. • Cuarta categoría: Alveolo y diente presentes. Indica que los tejidos de soporte del diente se encontraban en condiciones normales al momento de la muerte.
CONCLUSIONES La caries dental ha estado presente en la civilización humana desde sus inicios hasta nuestros días y, contrario a lo que se esperaría ante los múltiples estudios realizados al respecto, parece afectar más a las poblaciones actuales (vivas) que a las más antiguas. Esta situación es alarmante puesto que la patología, de no ser atendida a tiempo, terminará en un absceso (que es muy doloroso y afecta la salud general del individuo) o causará la pérdida del diente con lo que se verá disminuida la calidad de vida de la persona afectada. Como hemos notado, la etiología de la caries es multifactorial; no podemos aislar la cavidad oral de los individuos del resto de su cuerpo ni de su entorno. Tampoco podemos atribuirle la causa de esta patología a un solo factor (como los microorganismos o la sacarosa). Se debe comprender que para que la caries dental se presente se necesita la conjunción de varios factores. Sin embargo, las condiciones para el desarrollo de la caries dependen en gran medida del balance químico entre el pH de la superficie dentaria y la disponibilidad de carbohidratos. La acidez bucal provocará la
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mayor susceptibilidad para su iniciación y por consiguiente el consumo elevado de azúcares refinados será un factor preponderante, aunque no el único. Definitivamente la dieta tiene un papel fundamental; depende de los factores extrínsecos, como la cultura de los individuos, y esta varía de acuerdo con los estilos de vida y el nivel socioeconómico de la población, y todos estos interactúan con los factores intrínsecos así como de las condiciones de salud-enfermedad general. Por otro lado, encontramos las diferencias sexuales; la caries dental ha afectado más a las mujeres que a los hombres. Esta aseveración se encuentra sustentada firmemente y es atribuida, además de todos los factores mencionados, al rol de la mujer como cuidadora del hogar ya que se encuentra mucho más tiempo en contacto con los alimentos puesto que se encarga de la elaboración de los mismos, lo que aumenta su frecuencia de ingesta. Además, por su condición de mujer le corresponden estados fisiológicos (hormonales y de embarazo) que también constituyen factores de predisposición a la aparición de la caries dental, a diferencia del rol de los hombres, quienes generalmente salen a trabajar, lo que se refleja en una menor frecuencia de ingesta de alimentos, además de no verse afectados por estados fisiológicos. Por otro lado, el cambio de forma de subsistencia que ocurrió en el paso de pobladores cazadores recolectores a agricultores sedentarios también se encuentra bien sustentado en el aumento de las patologías dentarias, ya que modificaron su ingesta balanceada de proteínas y carbohidratos por una muy marcada de carbohidratos, misma que se reflejó en una intensificación de las patologías en pobladores agricultores y aumentó el deterioro de la salud oral de los mismos. Lo que llama la atención es que, a pesar de todos los conocimientos adquiridos, la mayoría de los pobladores actuales (vivos) que habitan en las grandes ciudades prefieren consumir azúcares refinados en vez de productos naturales; todo esto ocurre por la
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globalización o quizás motivados por la mercadotecnia, o simplemente la facilidad de adquisición de cualquier tipo de alimento, lo que ha incrementado el deterioro de la salud oral. Los azúcares son metabolizados más rápidamente por las bacterias bucales que las proteínas, por lo que un elevado consumo de estos y la falta de higiene oral ayudarán al detrimento de los dientes. La caries presente en los pobladores más antiguos generalmente aparecía en la porción radicular como resultado del desgaste que presentaban los dientes a causa de los alimentos abrasivos que consumían; posteriormente fue avanzando a las superficies oclusales de molares y premolares con la introducción de la agricultura, pero actualmente la caries sigue afectando a gran parte de la población y se presenta en cualquier zona dentaria, llegando a afectar superficies libres, y este es un claro ejemplo del consumo de alimentos azucarados y pegajosos ya que de otra forma no podrían adherirse a estas superficies. La recopilación de los datos patológicos observables en poblaciones pretéritas, como son la caries, abscesos y pérdida de dientes en vida, son indicadores directos del estado de salud oral de las poblaciones estudiadas. Estas patologías han sido vinculadas principalmente a la alimentación, porque el alimento es un componente esencial para la supervivencia humana y la presencia o ausencia y el grado de afectación ayudan al entendimiento de las poblaciones en cuestión. Se pueden inferir las costumbres y la calidad alimenticia, lo que manifiesta una serie de aspectos socio-culturales que permiten entender las condiciones de vida de los individuos que nos antecedieron. También se puede deducir la homogeneidad o heterogeneidad en el acceso a los recursos de las diferentes poblaciones y épocas en las que existieron, dependiendo de la ubicación geográfica de los individuos dentro de un sitio, así como hacer comparaciones entre dos o más sitios (por ejemplo, si se ubican en la costa, o tierra adentro, o en elevaciones, o a nivel del mar).
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Se pueden hacer inferencias entre los sexos y edades tales como el rol que desempeñaron en su participación individual, familiar y en sociedad, así como hacer diferenciaciones en el estatus social al que pertenecían y hacer asociaciones a otros trastornos del desarrollo o sistémicos que pudieran haber padecido. Para concluir, hay que considerar que por medio de estas patologías es posible entender a los individuos como seres dinámicos tanto en un plano biológico como en lo sociocultural, por lo que es importante reconocerlas, así como lograr interpretarlas para poder hacer inferencias y obtener una mejor comprensión de lo que aconteció en vida a los pobladores del pasado.
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Capítulo 6
PATOLOGÍAS DENTALES DE DESARROLLO. HIPOPLASIA DEL ESMALTE DENTAL Christian Angélica Méndez Collí Andrea Cucina
A lo largo de la vida el ser humano está sujeto a un sinnúmero de episodios que alteran, modifican o afectan el equilibrio fisiológico (conocido como homeóstasis), sean estos enfermedades, carencias nutricionales, vitamínicas y más. La respuesta fisiológica y adaptativa del organismo tiende a reestablecer dicho equilibrio modificando o adecuando algunas de sus actividades y parámetros por el tiempo y con la intensidad necesaria a responder al fenómeno de estrés (Goodman et al., 1980). El estrés se define como "la disrupción fisiológica de la actividad metabólica normal de un organismo, como resultado de una perturbación ambiental", es decir, el desequilibrio en el funcionamiento uniforme del ser vivo (HussAshmore et al., 1982). Como ya se ha mencionado ampliamente en los capítulos anteriores, los dientes se forman y mineralizan durante los primeros años de vida del individuo y por su naturaleza y características intrínsecas, a diferencia del tejido óseo, no cambian ni se remodelan a lo largo de la vida (Hillson, 1996). Por esta razón, cualquier evento que modifique la morfología o la estructura del diente durante su formación queda como marca indeleble en la misma pieza dental. Solo una caries destructiva o el desgaste pueden cancelar esta marca al destruir la corona o la raíz del diente. Por tanto, a través del estudio de la dentición es posible conocer los elementos relacionados con la carga de estrés a la que estuvo expuesto
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cada individuo durante sus primeros años de vida (en general, la primera década de vida o poco más). Esto se debe a que el organismo humano está en constante actividad metabólica, y los eventos estresógenos pueden interferir con, o interrumpir, el desempeño normal del organismo. En el caso de los dientes, la respuesta a esta disrupción consiste en una disminución o interrupción de la actividad de los ameloblastos (células responsables de la deposición y maduración del esmalte), y esto se refleja en un reducido grosor del esmalte mismo (si el estrés afecta la deposición) o en un esmalte cualitativamente menos puro (en caso que el estrés actúe durante la fase de mineralización) (Goodman et al., 1980; Larsen, 1997). Esta afectación funge como indicador de procesos de estrés a los que estuvo expuesto cada individuo, permitiéndonos interpretar las condiciones de vida y salud del grupo, así como inferir las causas de estas condiciones en las que pueden converger los factores causales del estrés (Larsen, 1997). Derivando de la premisa anterior, Goodman et al. (1984a) proponen que el estrés puede ser producido por tres grupos de factores: 1) las constricciones medioambientales; 2) los sistemas culturales; 3) la resistencia del huésped al estrés. El primer factor (medioambiental) abarca todos los eventos producidos por el medioambiente (clima, nutrición, características patológicas del entorno). La intervención de las condiciones medioambientales, por su naturaleza, incluye recursos limitantes y factores estresógenos, entre los que se encuentran el tiempo y espacio en el que se desenvuelve el grupo humano, las condiciones climáticas, y los factores naturales que derivan de estas (Goodman et al., 1984a). Los sistemas culturales, en cambio, pueden actuar como agente amortiguador del impacto de las condiciones medioambientales, por ejemplo, con la higiene del grupo y las estrategias para evitar enfermedades, esto es, los factores antropogénicos que protegen el individuo (tecnología, medicina). En ocasiones, sin embargo, el mismo sistema cultural puede incrementar la carga de estrés, e incluso producir nuevos
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Patologías
dentales de desarrollo.
Hipoplasia
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factores estresógenos, como en los casos de grupos con una densidad poblacional excesiva que comúnmente puede ocasionar una dieta carente de nutrientes o el acceso limitado a estos (Goodman y Rose, 1991), contribuyendo así al decremento de la calidad de la salud de un grupo específico. A esto se suma que el impacto de estrés no es el mismo en toda la población, pues varía entre los grupos de sexo y edad, debido a la variabilidad en la resistencia de cada individuo, en donde los factores genéticos también son de influencia en la susceptibilidad de cada organismo hacia el estrés, resultando en grupos de la población que son más susceptibles que otros, como por ejemplo los niños menores de 5 años y las personas de edad avanzada (Goodman y Armelagos, 1988). Además, adentro de las mismas categorías (edad, sexo), la resistencia del huésped corresponde a la capacidad (resistencia) intrínseca de cada individuo, entre los cuales, los fisiológicamente más débiles son más propensos a sufrir por fenómenos de estrés, en cambio organismos más fuertes resisten más y mejor al impacto de su entorno. Dependiendo de la fuerza de cada uno de estos factores, el organismo humano puede reaccionar de tres formas: la disrupción del crecimiento normal, el padecimiento de la enfermedad y, finalmente, la muerte.
PATOLOGÍAS DENTALES DE DESARROLLO Dentro de las enfermedades dentales vinculadas con el proceso de desarrollo del ser humano se encuentran las que afectan específicamente al esmalte dental. Como sabemos, el esmalte es parte importante del tejido dental y es la estructura de mayor dureza en el organismo humano (véase capítulos 1 y 2 de este manual). Este componente, a simple vista, puede presentar una superficie lisa, blanca y traslúcida, pero bajo una inspección minuciosa podemos encontrar tres tipos de defectos en la estructura de la corona
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dental, generalmente relacionados con disturbios generados durante el desarrollo del individuo (Hillson, 1996). Dentro de los defectos más comunes que afectan el esmalte encontramos: 1) la hipoplasia del esmalte, que es una deficiencia en el grosor de este tejido debido a algún tipo de disrupción durante la formación de la superficie de la corona; 2) las opacidades o hipocalcificaciones, que se deben a la interrupción del proceso de mineralización del esmalte durante la fase de maduración del tejido; y 3) las decoloraciones o depósitos de pigmento, resultado de desórdenes metabólicos o deficiencias en la mineralización del esmalte. En este contexto, ahondaremos en el padecimiento de la hipoplasia del esmalte (Figura 6.1), definida como una deficiencia en el grosor del esmalte (del griego hipos=reducción y plasis=formación, desarrollo, crecimiento), la cual se debe, como ya se mencionó arriba, a una disrupción en el proceso de amelogénesis (proceso de formación del esmalte dental). El término disrupción se entiende como la interrupción de, o una disminución en, el proceso de secreción (fase secretora) por parte de los ameloblastos, que llegan a perder su habilidad funcional y producen menos matriz, lo que resulta en la formación de un esmalte reducido en su grosor o espesor (Goodman et al., 1980).
Figura 6.1 Hipoplasia del esmalte en dientes inferiores. 134
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Hipoplasia
del esmalte dental
Esta deficiencia se manifiesta como orificios, concavidades lineales (líneas, surcos) horizontales o verticales, o ambas, y en casos extremos, por la pérdida o deformación parcial o total del esmalte, y se ha asociado a una amplia variedad de padecimientos y deficiencias nutricionales (Kreshover, 1960), por lo que se encuentra dentro de la clasificación de marcadores no específicos de estrés (Goodman et al., 1984a; Hillson, 2000). Debido a que el esmalte es un tejido inorgánico, una vez que finaliza su formación no puede ser alterado, reabsorbido o remodelado durante la vida del individuo, por lo que nos provee de una memoria cronológica permanente e inalterable (siempre y cuando contemos con la corona y esta no haya sido afectada por algún tipo de estrés físico traumático o patológico) del estrés sufrido durante el desarrollo de cada persona (Goodman y Rose, 1990, 1991). El término hipoplasia del esmalte dental fue aplicado por primera vez en 1893 por Zsigmondy, para referirse a las alteraciones en el espesor de la estructura tisular de la corona (Hillson, 1986). En la actualidad se pueden identificar tres tipos de agentes que pueden causar estos defectos (Goodman et al., 1980): 1. El desequilibrio hereditario. Las anomalías hereditarias son poco frecuentes, pueden afectar la totalidad de la corona, su observación permite seguir la línea familiar y las posibles relaciones biológicas. 2. Los traumas locales. Los traumas localizados alteran una sola pieza dental, y probablemente a sus adyacentes, se identifican con facilidad, pero no son frecuentes. 3. Los factores sistémicos. Las alteraciones sistémicas, que dependen del metabolismo del individuo, pueden afectar a todas las piezas dentales que estuvieron en proceso de formación durante la etapa de estrés o interrupción del funcionamiento normal. Por esta razón estas lesiones (sistémicas) son más frecuentes que las anteriores y funcionan como marcadores
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episódicos (Hillson y Bond, 1997). Mientras que los dos primeros factores afectan una o pocas piezas, los sistémicos son los de interés para estudios antropológicos con el propósito de averiguar los problemas de desarrollo ontogenético en las poblaciones esqueléticas. Además, a diferencia de los otros factores y debido al patrón de formación del esmalte, los disturbios metabólicos sistémicos producen bandas o surcos lineares horizontales, conocidos en la literatura como LEH (Linear Enamel Hypoplasia) (Goodman et al., 1980). Las marcas de hipoplasia linear en el esmalte pueden ser medidas, tanto en dentición permanente como decidua, según su posición y altura en la corona dental; esta medición ayuda a tener una aproximación al momento cronológico en el que se presentó cada evento de estrés en cada persona, debido a que el crecimiento de las coronas dentales de cada diente presenta un ritmo y tiempo determinado, más o menos estables para el ser humano (Goodman y Armelagos, 1985a; Reid y Dean, 2000). Los elementos analizados usualmente son las piezas anteriores —incisivos y caninos—, siendo los últimos los que presentan una mayor susceptibilidad al estrés y poseen un largo proceso de desarrollo (Goodman y Armelagos, 1985b). Este procedimiento hace posible una aproximación cronológica del desarrollo y la ocurrencia de los eventos de estrés a los que se expone un individuo y una población (Goodman y Rose, 1991).
CRITERIOS PARA UN ANÁLISIS DE HIPOPLASIA En el análisis de hipoplasia en la dentición adulta es recomendable la observación y registro de todas las piezas permanentes disponibles (Goodman et al., 1984a), ya que este tipo de análisis puede proporcionar las siguientes ventajas, al permitir encontrar que el estrés subyacente es de origen sistémico y no local, resultando en
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el registro de un mismo episodio de estrés en dientes diferentes, y ampliar la cronología y el registro de periodos cortos, al utilizar dientes que se desarrollan en tiempos diferentes. Con esto nos referimos a que, debido a que cada diente presenta un ritmo y momento de crecimiento, podemos obtener el registro de varios episodios de edad y posible afectación; a su vez nos proporciona el acercamiento al desarrollo total de la dentición, desde el primer molar permanente (diente que inicia su formación durante el primer año de vida) hasta aproximadamente la adolescencia, con la erupción de los dientes premolares y molares (Goodman et al., 1984a). Entre las metodologías propuestas es recomendable aplicar un análisis complementario que conjugue la información de carácter cualitativo y cuantitativo en donde se efectúa un análisis de la presencia o ausencia, o ambos casos, de cada defecto en todos los elementos dentales disponibles de cada individuo. Es importante, en este sentido, registrar no solo si el diente presenta defectos, sino, junto con la intensidad del mismo, el número de defectos que se han manifestado en cada pieza dental. Si en términos de frecuencia de afectación es suficiente que un diente tenga un solo defecto para ser considerado positivo, en cambio no es lo mismo si cada tipo de pieza dental presenta una o múltiples evidencias de estrés (Figura 6.2). A mayor número de marcas hipoplásicas en la misma pieza dental corresponde un igual número de fenómenos que, en su tiempo, afectaron el individuo durante su crecimiento. Un mayor número de defectos (y por tanto una mayor presión ambiental) se puede relacionar con la debilidad intrínseca del individuo que es más propenso a sufrir por cualquier fenómeno adverso (Goodman y Armelagos, 1988) o, en cambio, individuos que manifiestan muchos defectos pudieron ser debilitados por los eventos estresógenos (Duray, 1996) y en consecuencia tener menores oportunidades de sobrevivir (Cook y Buikstra, 1979; Méndez et al., 2009). Lógicamente, no es posible saber cuál de las dos opciones sea válida en cada caso. La edad a la muerte del individuo y el
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Figura 6.2 Canino mandibular que presenta múltiples evidencias de defectos hipoplásicos, evidenciados por las flechas. patrón de afectación hipoplásica en la muestra en su totalidad es lo que permite entender la interacción entre ambiente y los seres humanos, así como el modo en que estos últimos respondieron y se adaptaron a su entorno. Cabe subrayar que a la fecha no existe una metodología estandarizada para registrar la intensidad del defecto. Además, un estrés de la misma intensidad puede dejar marcas diferentes de acuerdo con su posición en la corona (Hillson y Bond, 1997). La metodología corriente de registro de los defectos consiste en evaluar morfoscópicamente la superficie bucal del esmalte de la corona con el apoyo de una lupa de 4x hasta 10x de magnificación, preferiblemente bajo una luz tangencial que hace resaltar las anomalías de grosor de la superficie (Cucina, 2002). Siempre a nivel metodológico, el análisis de hipoplasia permite reconstruir las edades de padecimiento por estrés. En este caso, aplicamos la metodología desarrollada por Reid y Dean (2000), la cual está basada en la medición de la distancia entre la juntura esmalte-cemento y cada defecto presente a lo largo de la corona.
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Para poder inferir sobre la edad en la que ocurrió el estrés se mide además la altura de la corona de los dientes anteriores no desgastados; esto con el objetivo de calcular una regresión que tome en consideración tamaño de la corona, posición del defecto y cronología de desarrollo de la corona, para estimar la edad a la que ocurrió cada evento de estrés, expresado como un defecto hipoplásico. Los investigadores presentan una cronología de crecimiento de referencia desarrollado en la formación de la corona dental, el cual ellos consideran que presenta un ritmo de crecimiento no linear, por lo que no puede ser estandarizado (además de que al querer determinar un ritmo de manera estricta va en contra de los factores de variabilidad inter- e intrapoblacional). Para esto, Reid y Dean (2000) proponen la división de la altura de la corona en 10 partes o zonas (consideradas el 10%) iguales en proporción, y relacionan el tiempo de formación de cada zona con la edad a la que se formó la misma. Esta división, como ya mencionamos, no sigue un patrón lineal o continuo estandarizado, sino que presenta periodos diferentes en cada décima parte de la corona, y este tiempo es medido en meses de edad; de ese trabajo obtuvieron una aproximación al comportamiento que sigue la formación y crecimiento de la corona dental, que estimaron en 4 años aproximadamente para los incisivos centrales inferiores; y alrededor de 6 años para completar la formación de los caninos inferiores (Reid y Dean, 2000). Debido a que la edad está relacionada con la posición del defecto en la corona, y depende también del tamaño final del diente, además de contar con el esquema de crecimiento para estimar la edad en la que cada individuo padeció una lesión o evento de estrés, es necesario elaborar un parámetro (aproximado) del ritmo de desarrollo que concierne únicamente a la población que se estudia. Este parámetro se obtiene calculando, como se mencionó arriba, la altura promedio que presentan las coronas sin desgaste de las piezas dentales anteriores de los individuos que conforman cada
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muestra. Para esto es necesario el registro de la altura en milímetros de la sección de la corona dental de las piezas correspondientes, tanto superiores como inferiores, desde la línea amelo-cementaria hasta el punto más alto de la corona (superficie oclusal, que corresponda a los bordes incisales para los dientes incisivos y a la cúspide de los caninos). Es altamente recomendable contabilizar para este parámetro únicamente los dientes que conservan la corona en su totalidad, es decir, que no presentan ningún parche de dentina, el cual es signo de desgaste por atrición, esto con la finalidad de evitar un error por subestimar la altura promedio de las coronas dentales de los individuos estudiados. La tabla 6.1 presenta la escala de edad en relación con la décima parte de cada pieza dental anterior presentada en forma de figura por Reid y Dean (2000). Superior
Inferior
Área
I central
I lateral
Canino
I central
I lateral
Canino
1a
1.1
1.8
1.7
1.0
1.0
1.5
2a
1.3
2.0
1.9
1.1
1.1
1.7
3a
1.6
2.2
2.2
1.3
1.3
2.0
4a
1.8
2.4
2.4
1.5
1.5
2.3
5a
2.0
2.7
2.7
1.7
1.8
2.7
6a
2.4
2.9
3
2.0
2.1
3.1
7a
2.9
3.3
3.4
2.3
2.4
3.6
8a
3.4
3.7
3.8
2.6
2.8
4.2
9a
3.9
4.1
4.3
3.0
3.3
4.9
10a
4.4
4.6
4.8
3.4
3.7
5.6
Unión C-E
5.0
5.1
5.3
3.8
4.2
6.2
Tabla 6.1 División de zonas de crecimiento en los dientes anteriores, y la edad en la que sucede cada una, modificado de Reid y Dean (2000). 140
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ANTECEDENTES DEL ESTUDIO DE LA HIPOPLASIA La hipoplasia, como marcador de estrés, ha sido relacionada principalmente con carencias nutricionales, desnutrición, diferencias en el acceso a los recursos con base en el estatus socioeconómico y a preferencias sexuales, padecimiento de enfermedades infecciosas, cargas de estrés por factores medioambientales, entre una diversa gama de elementos que pueden provocar esta disrupción. Precisamente a esta amplia gama de elementos relacionados con su presencia se debe su carácter no específico (Sarnat y Schour, 1941). Es por eso que este tipo de estudio en el diente está presente en la mayoría de los estudios relacionados con el estatus nutricional y de salud de las poblaciones tanto actuales como pretéritas. Algunas de las investigaciones de mayor relevancia de esta línea están relacionadas con las deficiencias nutricionales de los individuos, asociadas también a procesos y eventos patológicos. En un principio, la hipoplasia del esmalte fue definida como un "indicador de estrés nutricional", siendo la nutrición un elemento de importancia primaria en la salud y desarrollo de un organismo. Sin embargo, esto ha provocado una generalización en la interpretación de la información dental, siendo la nutrición solo uno de los factores involucrados, y que normalmente actúa de manera sinérgica con las enfermedades en un contexto medioambiental y cultural preciso (Méndez et al., 2009). Debido a la edad en la que se forman los defectos hipoplásicos, sobre todo cuando estos son analizados en los dientes permanentes anteriores (incisivos y caninos), frecuentemente se ha relacionado este padecimiento con la etapa del destete en los niños, un momento muy delicado en el crecimiento del organismo, en relación con los otros factores nutricionales, sociales, económicos, culturales (Clark, 1980; Corruccini et al., 1985; Goodman et al., 1987; Blakey et al., 1994; Katzenberg et al., 1996; Cucina e Iscan, 1997; Cucina, 2002).
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Pese a que la hipoplasia del esmalte se conoce desde el siglo XIX y ha sido utilizada durante la primera mitad del siglo XX (Sarnat y Schour, 1941), el auge en su aplicación en el ámbito antropológico es la década de los ochenta del siglo pasado. Goodman et al. (1980) siguen una línea de investigación enfocada en los procesos sociales y medioambientales que pueden contribuir al padecimiento de estrés y, por ende, a la aparición de la hipoplasia. Entre los primeros estudios realizados en poblaciones del pasado están los correspondientes al estrés sufrido durante la niñez en las muestras de amerindios. Goodman et al. (1980) abordan la presencia de hipoplasia del esmalte como indicador de estrés en las tres poblaciones de este sitio, con el fin de analizar si los cambios sociales que vivió el grupo repercutieron en la incidencia de defectos hipoplásicos. En un trabajo posterior (Goodman et al., 1984b), los autores aplican el análisis hipoplásico como parte del estudio paleopatológico en conjunto con otros 9 indicadores de estrés y, paralelamente, el mismo año presentan una distribución cronológica de hipoplasia del esmalte, con el fin de mostrar los cambios que implica la transición de cazadoresrecolectores a población agrícola (Goodman et al., 1984c; Smith y Peretz, 1986; Hutchinson y Larsen, 1988). Los dientes anteriores son las piezas más susceptibles al estrés fisiológico (Goodman y Armelagos, 1985a) debido a factores específicos involucrados en esta diferenciación (Goodman y Armelagos, 1985b), tal como la estabilidad del diente durante el crecimiento que le hace menos flexible para responder y adaptarse a los cambios en la homeostasis del organismo. Que la disrupción fisiológica puede comprometer la salud del individuo y ser (indirectamente) responsable de una menor expectativa de vida es una temática abarcada por Cook y Buikstra (1979), quienes analizan la relación entre el estrés sufrido durante la niñez con el decremento en la longevidad de una población esquelética, así como por Goodman y Armelagos (1988, 1989) y Duray (1996). Después de esa década, los trabajos sobre hipoplasia del esmalte dental se vuelven más aplicados a reconstruir las condiciones
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Patologías
dentales de desarrollo.
Hipoplasia
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de vida (Hutchinson y Larsen, 1990; Goodman y Capasso, 1992; Wood, 1996; Storey, 1997; Danforth, 1997; White, 1997; Cucina e Iscan, 1997; Cohen et al., 1997; Wright, 1997, 2006; Cucina, 2002), más bien dirigidos a mejorar las metodologías de análisis e interpretación de los datos (Goodman y Rose, 1990, 1991; Skinner y Goodman, 1992; Hillson y Bond, 1997; Reid y Dean, 2000), o a recopilar la información existente en la relación entre hipoplasia y sexo (Guatelli-Steinberg y Lukacs, 1999). En los últimos años, la hipoplasia ha sido analizada en conjunto con otros indicadores de estrés, debido a que es un indicador no específico y por esto no permite enfocar la discusión en algo que no sea generalizado y vinculado exclusivamente al contexto cultural (mayor estrés igual a peores condiciones de vida o nivel socioeconómico bajo). Sin embargo, recientemente Méndez et al. (2009) critican esta interpretación generalizada al analizar un elevado nivel de estrés en una población de nivel socio-económico medio-alto y con una aportación nutricional muy buena, y se enfocan en lo que es el entorno ecológico medioambiental que la investigación antropológica en el pasado ha dejado a un lado, prefiriendo abocarse a aspectos estrictamente culturales.
CONSIDERACIONES FINALES A lo largo del presente capítulo presentamos una breve introducción al campo del análisis e interpretación de la hipoplasia del esmalte como indicador de cargas continuas de estrés. El objetivo de este trabajo es demostrar que este tipo de investigación puede ser aplicada no solo en complemento de otros indicadores y patologías, sino también como un elemento diagnóstico que por su carácter de indicador no específico puede manejarse como elemento multivariable. Otra de las ventajas es que el análisis y manejo de datos de la hipoplasia pueden manejarse tanto de manera cuantitativa como cualitativa.
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del esmalte dental
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Patologías
dentales de desarrollo.
Hipoplasia
del esmalte dental
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Capítulo 7
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Durante el transcurso de su vida el ser humano realiza actividades que producen rasgos o marcas, los cuales pueden definirse como aquellos atributos osteológicos o dentales que materializan las condiciones de vida, costumbres y prácticas pretéritas. Estos rasgos son producidos de manera intencional, en vida o posmortem (Tiesler, 1999). En este caso, las formas de subsistencia se refieren a las relaciones que establece el individuo con el medio ambiente que lo rodea y con otros individuos para satisfacer sus necesidades. Los modos de vida, por su parte, se refieren a las particularidades de una determinada formación social, tomando en cuenta en este caso las condiciones técnicas (los recursos y el ambiente) y sociales (relaciones de parentesco, sistemas políticos, etc.). El material dental, por sus características, es el elemento del esqueleto que mejor se conserva en el registro arqueológico, a diferencia de otros segmentos óseos, el diente resiste la acción destructora de agentes físicos y químicos del medio en los que son hallados. En la actualidad, como ya se ha podido notar en los capítulos anteriores de este manual, existe abundante literatura sobre el estudio de ellos para obtener información relacionada con la salud (caries y abscesos), la edad, la dieta (desgaste oclusal), la morfología dental (Molnar 1971, 1972; Brothwell 1978; Lovejoy 1985; Buikstra y Ubelaker 1994; Larsen 1997; Tiesler 1999, 2000; Chi 2006; Chi et al. 2007; Chi y Tiesler 2009) y otros.
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El objetivo de este capítulo es definir el desgaste dental tanto como indicador de dieta (uso masticatorio de los dientes), como de patrones ocupacionales (uso extramasticatorio) en poblaciones pretéritas y actuales, además de señalar su aplicación como herramienta en la estimación de la edad del individuo al momento de la muerte. Este capítulo comprende la definición del desgaste dental, sus diferentes aplicaciones en la antropología esquelética y los métodos utilizados para evaluar los grados de desgaste.
EL DESGASTE DENTAL Y SU APLICACIÓN El desgaste del diente se define como la pérdida gradual de la sustancia dental durante la masticación debido a la fricción de una superficie dentaria con otra, así como al efecto abrasivo de las sustancias duras que pueden contener los alimentos al momento de la masticación (Brothwell, 1987; Larsen, 1997; Tiesler, 2000). En la literatura se pueden identificar dos términos para referirnos al desgaste: la abrasión y la atrición. El primer término describe la acción del contacto que se da entre el diente y las sustancias que se introducen a la boca; la atrición define a la acción del contacto entre diente y diente sin que exista alimento o cualquier otra sustancia de por medio entre ambas superficies oclusales (Larsen, 1997; Tiesler, 2000). El desgaste de la superficie oclusal de los dientes deja un patrón y forma que se pueden observar macroscópicamente; ambos elementos (patrón y forma) están directamente relacionados con el tipo de alimentación y el modo de utilizar los dientes en diversas actividades. Su estudio nos proporciona una evidencia importante para reconstruir la dieta y el método de preparación de los alimentos en poblaciones prehistóricas (Molnar, 1972; Bass, 2005). Algunos autores como Brothwell (1987) proponen que el estudio del desgaste dental tiene tres usos principales: a) facilitar la estimación de la edad (a mayor edad normalmente corresponde mayor
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nivel de desgaste); b) ayudar a determinar el número de individuos representados en una muestra, esto siempre y cuando evidencien diferencias en el grado de desgaste; c) establecer un patrón alimenticio generalizado.
EL DESGASTE COMO INDICADOR DE DIETA El alimento también desempeña un papel importante en la evolución de las culturas. El desarrollo alimenticio en el ser humano se refleja en su anatomía, esto es, en el desarrollo físico del individuo, en la salud o enfermedad que manifiesta la persona. En un sentido más amplio, la diversidad alimenticia, así como la calidad y cantidad de alimentos incluidos en la dieta, nos conducen a reflexionar sobre la adaptación cultural del ser humano para satisfacer sus necesidades alimenticias (Tiesler, 2000). Tanto el comportamiento alimenticio y la necesidad de comer articulan con la identidad cultural, ya que el comer constituye un acto de transformar el medio ambiente en una selección de alimentos y, por otro lado, establece relaciones sociales para obtener los medios de subsistencia que el hombre necesita para poder vivir (White, 1999). En el área maya los estudios sobre dieta y nutrición de los antiguos pobladores hacen referencia a cuestiones medioambientales y descripciones de la flora y la fauna que rodean a los sitios. Otros se basan en las evidencias óseas halladas en el registro arqueológico y proponen que el estudio de estos materiales es un indicador de la salud y enfermedad (White, 1997; Wright, 1999). Algunos autores proponen que los estudios osteobigráficos son importantes para comprender las condiciones de vida, y utilizan el desgaste dental para la determinación de edad, mientras que la caries y los cálculos dentales son relacionados con la dieta (Cucina y Tiesler, 2003). Otros autores encuentran fuertes evidencias de desgaste en las piezas dentales y sugieren tres causas que pudieron provocar dicho desgaste: 1) el uso de metates con alto contenido de arena;
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2) el probable uso de los dientes como herramientas y 3) relacionado con el consumo de alimentos no blandos en la dieta (Peña, 1985; Márquez, 1991; Gómez Ortiz, 2000). Como ya se mencionó antes, hay una escasez en el estudio de desgaste dental en el área maya. Sin embargo, en el plano general, según Larsen (1997), el análisis en muestras arqueológicas que provienen de un sitio particular permite apreciar que el ritmo y los patrones de desgaste varían en la población. Normalmente los individuos de clase privilegiada presentan un desgaste menor en comparación con el resto de la gente común, ya que los primeros pueden contar con mejores recursos y una dieta más variada que los segundos. Entre los primeros estudios de desgaste dental enfocado a la alimentación destacan los trabajos de Murphy (1959 a, b), en los cuales se detallan los criterios de identificación de la atrición dental. El autor establece ocho grados (desde la letra A hasta la H), y en sus diagramas se detallan los criterios para identificar los grados de afectación. En cambio, considero que los estudios de Molnar (1972) son los más indicados para aplicar en el área maya. El autor sugiere que los tipos y los grados de desgaste, además de estar relacionado con la alimentación, también pueden proporcionar evidencia sobre diferencias entre los estratos sociales, así como entre sexos. Según el autor, en sociedades cazadoras-recolectoras, las mujeres usaban los dientes para tratar y procesar los alimentos recolectados, desarrollando así un patrón que no corresponde a uno normalmente registrado solo por alimentación. En sociedades donde existe una marcada división social del trabajo, la diferencia sexual podría ser evidenciada a través del desgaste dental, basándose en que las mujeres consumirán alimentos de menor calidad con relación a los hombres, ya que ellas desempeñan menores actividades, por lo que no emplean mucha energía, a diferencia de los hombres que requieren mayor consumo energético para cazar y realizar diversas actividades (Lovejoy, 1985; Molnar, 1971, Larsen, 1997).
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Desde una perspectiva antropológica, el estudio del desgaste dental representa un registro del proceso de evolución biocultural humano, incluyendo evidencias de recursos, desarrollo del fuego y de la cocción, invención y evolución de los procedimientos y procesamiento de los alimentos por medio de la molienda o bien de otras formas de tratamiento; más aún nos proporciona evidencias para establecer diferencias en las prácticas culturales así como entre edades, sexo o la morfología orofacial (Molnar, 1971, 1972, Smith, 1984; Larsen, 1997). Como se mencionó arriba, el desgaste dental materializa los patrones alimenticios, pero también su estudio aporta evidencias de patrones de actividad que haya realizado en el pasado una población, tal como, por ejemplo, el trabajar por parte de los antiguos Neandertales la piel de animales, tendiéndola entre una mano y los dientes, y así dejando la otra mano libre para manejar un instrumento. Dicha acción produjo un fuerte desgaste oclusal-bucal en los dientes anteriores superiores, sin afectar los correspondientes inferiores. El desgaste de la superficie oclusal da una perspectiva del comportamiento dietético y masticatorio de las poblaciones pasadas, así como información sobre las relaciones de subsistencia y procesamiento de los alimentos. Lo anterior, se basa en el principio de que los alimentos blandos o de origen animal producen menor desgaste en comparación con los alimentos de origen vegetal, los cuales producen un desgaste más acelerado y evidente (Molnar, 1971; Turner, 1983; Larsen, 1997; Tiesler, 2000; Chi, 2006; Chi et. al., 2007; Chi y Tiesler, 2009). Sin embargo, algunos autores mencionan que, por lo menos en algunas ocasiones, el desgaste dental puede no estar directamente relacionado con la alimentación, es decir, que el diente pudo desempeñar la función de tercera mano o como herramienta, como por ejemplo usar la masticación para el ablandamiento de pieles y fibras, esto por solo mencionar algunas actividades (Molnar, 1972; Turner, 1983; Smith, 1984; Larsen, 1997; Indriati y Buikstra, 2001).
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Para analizar el desgaste dental y relacionarlo con la alimentación se recomienda emplear el método de Molnar (1971), que fue aplicado en tres colecciones de individuos (nativos del área de Norteamérica: California, el Suroeste y el Valle de México), y donde se pudieron evidenciar diferencias significativas en los tipos y grados de desgaste entre los tres grupos; el mismo resultado se halló entre hombres y mujeres. En dicho método se puede hallar las descripción de las facetas de afectación que sufren los dientes, en el que se establecen valores de desgaste que va desde el grado 1 como valor mínimo, en el que no se aprecian facetas de uso, hasta el grado 8 como valor máximo donde el desgaste ha eliminado por completo la corona, dejando la raíz como superficie oclusal; la tabla de referencia es muy fácil de emplear ya que en ella no se establecen diferencias entre los dientes superiores e inferiores, ni entre hombres y mujeres (Tabla 7.1). La figura 7.1 es una representación del grado de desgaste avanzado en el que se puede observar el parche de dentina secundaria que se forma para proteger la intrusión a la cámara pulpar del diente.
Figura 7.1 Aspecto de un diente con afectación con Grado 4. (Molnar 1971; foto Julio Chi) 154
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desgaste dental
Tabla 7.1 Desgaste oclusal tomado de Molnar 1971 y modificado por el autor (redibujado por C. Méndez). Molnar (1971) Grado
Descripción
1
El diente no presenta facetas de uso que puedan registrarse.
2
Se empiezan a marcar las facetas de uso en tamaño mínimo, la dentina no es observable.
3
El diente presenta desgaste de patrón de cúspide (la cúspide del diente se encuentra borrada), pequeños parches de dentina pueden estar en dientes posteriores.
4
El desgaste de dientes anteriores es mínimo, en dientes pueden estar presentes más de dos parches de dentina.
Incisivos
Premolares
Molares
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Grado
Descripción
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En dientes anteriores el parche de dentina ya es extenso, en dientes posteriores la dentina secundaria puede estar ligeramente presente.
6
En dientes anteriores la dentina secundaria puede estar presenta de moderada a extensa, en dientes posteriores la dentina secundaria es fuerte y el diente tiene un aro de esmalte.
7
El parche de dentina secundaria es extenso tanto para los dientes anteriores como los dientes posteriores, la corona del diente se encuentra disminuida en tamaño.
8
En este último grado de desgaste la corona del diente desaparece y la raíz funciona como superficie oclusal.
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Premolares
Molares
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EL DESGASTE COMO INDICADOR OCUPACIONAL De acuerdo con Capasso et al. (1999), los marcadores de estrés ocupacional son: (1) morfologías distintivas, (2) verdaderas alteraciones patológicas que pueden desarrollarse como resultado de actividades relacionadas con el trabajo. Una modificación específica del tejido óseo o dental puede no ser atribuido a un solo patrón de actividad, sino a un amplio rango de comportamientos habituales, y deben ser entendidos dentro de su configuración de prácticas culturales. Es necesario considerar que las manifestaciones del desgaste pueden variar en apariencia y grado de acuerdo con la reacción individuo ante el agente etiológico, medioambiente, y a la genética. Ciertos patrones de desgaste muy particulares pueden ayudar a relacionar actividades/trabajo/ocupación de los individuos que los presentan. Por ejemplo, la masticación de objetos duros y la masticación de materiales como piel o cuerdas produce un patrón de desgaste marcado en las coronas de los dientes, posiblemente con surcos lineares oclusales (Larsen, 1985). La pérdida dental puede estar asociada a una actividad ocupacional cuando el diente es utilizado para sujetar, ya que la fuerza se aplica directamente al eje del diente de una sola raíz y es transmitido a través del alveolo y el hueso facial. Sin embargo, pueden haber fuerzas aplicadas directamente en la superficie labial o lingual cuando se sujetan objetos y estos son jalados súbitamente; esta acción produce un estrés intenso en el alveolo delgado que se traduce en la pérdida del diente (Capasso et al., 1999). Los surcos oclusales han sido registrados en poblaciones prehistóricas y actuales en donde los dientes son utilizados en la manipulación de materias primas (fibras) para producir canastas, cuerdas, bolsas funerarias entre otros productos. Esta labor también puede ser indicativa de división de labores por sexo (Capasso et al., 1999). Un caso actual es el de los sastres
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y las costureras que presentan en sus dientes incisivos un borde aserrado; esta forma es el resultado de cortar hilos y sujetar agujas (Capasso et al., 1999). Otro ejemplo es un estudio de caso en el que se analizó la dentadura de un hombre de 30 a 40 años con abrasión dental marcada. El individuo medieval de Kent presentó cambios severos en los dientes anteriores del maxilar; los incisivos derechos muestran una forma de cuña, pérdida superior de esmalte y dentina en la unión distal cemento-esmalte, así como abrasión cóncava del aspecto mesial de las coronas. Este patrón de abrasión maxilar puede relacionarse con la carpintería y el hábito de sostener clavos con los dientes durante muchos años (Capasso et al., 1999). Las costumbres culturales deben tomarse en cuenta cuando se analiza el desgaste dental, un ejemplo presentado por Torres-Rouff (2003) involucra un entierro de la fase Solcor 3 (400-900 d.C.), proveniente de Concón, Chile. La dentadura de este individuo evidencia un patrón de desgaste y pulimento en la superficie labial de ambos caninos inferiores, y gingivitis. Asociados al contexto se encontraron un par de bezotes (labrets). El patrón de desgaste (superficie labial de la raíz de ambos caninos inferiores) inusual, erosión de encías y padecimiento gingival implican el uso de bezotes por un tiempo prolongado, una práctica de tendencia masculina. La comparación de problemas de salud oral actuales permitió la interpretación de este caso.
ESTIMACIÓN DE LA EDAD A TRAVÉS DEL DESGASTE El desgaste dental se produce por la acción directa del contacto de dos superficies oclusales, o bien por la acción de la masticación de los alimentos. Este mecanismo de masticación y fricción del diente provoca una reducción paulatina de la superficie oclusal,
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prosigue destruyendo el esmalte, posteriormente la dentina, en algunos casos abarcando la cavidad pulpar, y en los casos más severos termina con la destrucción total de la corona, dejando, en otros casos, la raíz como superficie oclusal. El mecanismo de desgaste tiene dos componentes: atrición, que es el resultado del contacto directo diente contra diente y depende en gran medida del grado de robustez del aparato masticatorio y de la intensidad y duración del contacto; la abrasión, producida por el contacto con materiales extraños, y depende del grado de abrasividad de los alimentos. Además de los factores genéticos que condicionan el grado de dureza del esmalte, inciden el pulido durante el sueño (bruxismo), los hábitos alimenticios y las costumbres culturales (masticar tabaco, fumar pipa, destapar botellas con los dientes, preparar materiales o sostener objetos mientras se pesca, caza o trabaja). A pesar de que el desgaste dental ocurre durante la vida del individuo, la naturaleza de su variación ha dificultado la medición y correlación con la edad de la persona (Molnar, 1971; Lovejoy, 1985; Larsen, 1997). Generalmente se toma como punto de referencia la variación intraindividual en las tasas de desgaste, teniendo en cuenta la diferencia de aproximadamente 6 años entre la erupción del M1 y M2, y entre M2 y M3. Para comparar las muestras en relación con la tasa de desgaste se computa el rango medio de diferencia o área entre M1-M2, M2-M3 y M1-M3, generalmente de los molares inferiores, calculando su correlación dentro de la misma población que se va a evaluar (Scott y Turner, 1997). Por tal razón, se recomienda medir el grado de desgaste de individuos juveniles dentro de la misma población, calculando el gradiente de destrucción de la corona entre los 6 años, cuando brotan los primeros molares, hasta los 12 años, cuando erupcionan los segundos molares, y entre esas edades y el tiempo trascurrido hasta la aparición de los terceros molares.
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Los parámetros de edad pueden ser sobrestimados o subestimados considerablemente, asignándose una edad superior o inferior a la real. En poblaciones contemporáneas la edad se subestima, pues la dieta alimenticia es más blanda y produce poca abrasión. Por lo que es necesario comparar los resultados con otros indicadores de edad como la sínfisis púbica y la superficie auricular. Molnar (1971) propuso un sistema de evaluación del desgaste que tiene en cuenta la intensidad, la dirección y la forma de la superficie oclusal de la corona, en rangos que varían de 1 a 8. Este gradiente sirve para correlacionar la función asignada a los dientes según la variabilidad cultural, en el contexto de la dieta especializada y la división del trabajo, así como el grado y el tipo de desgaste. Lovejoy (1985) describió el gradiente de desgaste de una población de cazadores-recolectores procedente del yacimiento arqueológico del sitio de Libben en Ohio, Estados Unidos. El patrón de desgaste de esta población es muy regular en forma y gradiente, además de pertenecer a un grupo homogéneo. Inicialmente cada dentición fue seriada dentro de su grupo (dientes anteriores, premolares y molares); posteriormente se midió la tasa de desgaste funcional en los molares con un gradiente de edad de 6,0: 6,5: 7,0 en los individuos subadultos entre 6 a 18 años de edad (132 de 332 especímenes). El autor encontró una serie de regularidades en el patrón modal de desgaste: 1) el desgaste en los dientes anteriores se acelera después de la exposición total de la dentina, con una tasa de pérdida de corona superior después de los 30 años; 2) la tasa de desgaste es ligeramente superior en la mandíbula que en el maxilar; 3) predomina el desgaste bucal en premolares, tanto mandibulares como maxilares, hasta el aplanamiento de las coronas; después de esta situación no se aprecian diferencias; 4) el desgaste lingual es más rápido en los molares maxilares, mientras que el bucal predomina en los mandibulares;
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5) el desgaste es simétrico y generalmente uniforme con relación a los lados, excepto cuando existe enfermedad temporo-mandibular, pérdida unilateral de dientes o enfermedad periodontal, etc.; 6) la exposición secuencial de las cúspides de los molares mandibulares es protoconido-hypoconido-metaconido-(hypoconúlido)entoconido. El hypoconúlido es una cúspide variable en su desgaste; 7) la secuencia de exposición de las cúspides de los molares maxilares es protocono-hypocono-paracono-metacono; 8) el desgaste molar es más variable en el maxilar que en la mandíbula; 9) el desgaste es regular y simétrico y refleja claramente el incremento de la edad cronológica en la población. La mayor predominancia en el desgaste es consecuencia del proceso masticatorio de los alimentos. La revisión de las propuestas metodológicas para la evaluación del desgaste dental y su aplicación en la estimación de la edad de un individuo o de una población, cabe subrayar que su diagnóstico constituye solamente una aproximación, requiere del conocimiento del contexto poblacional del grupo en cuestión con el fin de evitar el sesgo producido por distintas dietas alimenticias, prácticas culturales, diferencias de sexo y factores genéticos. Con el fin de obtener un diagnóstico de edad más aproximado a la realidad, se recomienda aplicar la seriación y el método complejo, es decir, utilizar todos los indicadores esqueléticos para la estimación de la edad del individuo, para posteriormente promediar los resultados y con ello tener una mayor probabilidad de aproximación de la edad real del individuo. La asignación de edad por medio del desgaste dental se basa en la observación del resultado de la fricción y abrasión del diente, producto de la actividad masticatoria. La evaluación del desgaste permite la asignación sistemática de la edad, en las muestras en donde el material dental es el mejor o el único preservado. Esta
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seriación se realiza según los parámetros propuestos por Lovejoy (1985), en donde el grado de desgaste se indica en series de patrones de desgaste de acuerdo con la mandíbula y el maxilar que van de la letra A (12-18 años) a la H (40-50 años). Cuando esta técnica es aplicada se deben considerar factores como la pérdida dental, que por lo tanto ya no hace fricción con su homóloga y por lo mismo no produce desgaste; también se considera el desgaste excesivo en algunas piezas para la edad esquelética o de acuerdo con el crecimiento dental, ya sea por patrones de trabajo o por problemas al masticar que pudieran errar la asignación de la edad. Una vez obtenidos los valores por pieza dental se promedian para obtener un valor por individuo (ver Tabla 7.2 y Tabla 7.3). Zuhrt (1955) realizó un estudio de desgaste dental en una colección alemana fechada entre los siglos VIII y XIV; efectuó observaciones del desgaste del primer molar cuando el segundo molar estaba por salir (esto sucede aproximadamente seis años después del primero), lo mismo hizo con el tercer molar, analizó el grado de desgaste de ambos molares (M1 y M2) cuando el tercero estaba por salir a los 18 años (Zuhrt, 1955 en Brothwell, 1987). Tabla 7.2 Criterios de evaluación del desgaste en dientes maxilares según Lovejoy (1985), modificado por el autor. Lovejoy (1985) (Maxila)
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Fase
Descripción
Edad/Años
A
El diente no presenta marcas de uso en dientes anteriores, pero en dientes posteriores las cúspides son afectadas ocasionalmente por pequeñas facetas de uso.
12–18
B1
Los dientes anteriores pueden estar afectados por pequeñas líneas de uso, en los posteriores el M1 presenta un pequeño parche de dentina.
16–20
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El
desgaste dental
Continúa
B2
De los dientes anteriores, son los caninos los que presentan más parche de dentina, de los dientes posteriores el M1 presenta un pequeño parche de dentina.
16–20
C
En dientes incisivos aparecen líneas de desgaste, en el canino la cúspide se encuentra borrada, en los posteriores el M1 presenta dos parches de dentina, los premolares ya tienen marcas de uso.
18–22
D
En dientes anteriores, las líneas de desgaste ya son más marcadas, la cúspide del canino se encuentra borrada, en los dientes posteriores el M1 y M2 el parche de dentina ya es marcado, el M3 presenta pequeñas facetas de uso.
20–24
E
En los dientes anteriores, el desgaste abarca casi por completo la superficie oclusal, en el canino no hay mucha diferencia de la anterior Fase D, los molares 1 y 2 presentan parches de dentina, en el M3 las cúspides se encuentran borradas.
24–30
F
El desgaste de los dientes anteriores reduce a casi la mitad el cuerpo de la corona, el M1 y M2 tienen un desgaste mayor que la Fase E, el M3 ya presenta un pequeño parche de dentina.
30–35
G
La corona de los dientes anteriores tienen un desgaste de más de la mitad, en M1 y M2 el desgaste ya es pronunciado, en el M1 la atrición cubre la mayor parte de las cúspides; el M3 no tiene diferencia de la Fase F.
35–40
H
El desgaste de los incisivos y caninos cubre más de la mitad del cuerpo de la corona, los presentan un mayor grado de afectación desde los dientes anteriores hasta los dientes posteriores.
40–45
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Tabla 7.3 Criterios de evaluación del desgaste en dientes mandibulares según Lovejoy (1985), modificado por el autor. Lovejoy 1985 (Mandíbula)
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Fase
Descripción
Edad/Años
A
En los dientes anteriores no presentan marcas de uso, pero en dientes posteriores las cúspides son afectadas ocasionalmente por pequeñas facetas de uso.
12–18
B1
Los dientes anteriores ocasionalmente pueden estar afectados por pequeñas líneas de uso, en los dientes posteriores ya empieza a aparecer las marcas de uso.
16–20
B2
De los dientes anteriores, son los caninos los que presentan más parche de dentina, de los dientes posteriores el M1 presenta un pequeño parche de dentina.
16–20
C
En dientes incisivos aparecen líneas de desgaste, en el canino la cúspide se encuentra borrada, en los posteriores el M1 presenta dos parches de dentina, los premolares ya tienen marcas de uso.
18–22
D
En dientes anteriores, las líneas de desgaste ya son más marcadas, la cúspide del canino se encuentra borrada, en los dientes posteriores el M1 y M2 el parche de dentina ya es marcado, el M3 presenta pequeñas facetas de uso.
20–24
E
En los dientes anteriores, el desgaste abarca casi por completo la superficie oclusal, en el canino no hay mucha diferencia de la anterior Fase D, los molares 1 y 2 presentan parches de dentina, en el M3 las cúspides se encuentran borradas.
24–30
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El
desgaste dental
Continúa
F
El desgaste de los dientes anteriores reduce a casi la mitad el cuerpo de la corona, el M1 y M2 tienen un desgaste mayor que la Fase E, el M3 ya presenta un pequeño parche de dentina.
30–35
G
La corona de los dientes anteriores tienen un desgaste de más de la mitad, en M1 y M2 el desgaste ya es pronunciado, en el M1 la atrición cubre la mayor parte de las cúspides; el M3 no tiene diferencia de la Fase F.
35–40
H
El desgaste de los incisivos y caninos cubre más de la mitad del cuerpo de la corona, los presentan un mayor grado de afectación desde los dientes anteriores hasta los dientes posteriores.
40–45
I
El desgaste de los dientes anteriores es más marcado, la corona se encuentra reducida cas al cien por ciento, en los caninos se reduce a la mitad, la corona de los molares se reduce casi al cincuenta por ciento, lo que propicia que los parches de dentina sean extensos, el tercer molar no tiene mucha diferencia del anterior.
45–55
PROCEDIMIENTO Y METODOLOGÍA PARA LA EVALUACIÓN Y EL REGISTRO DEL DESGASTE DENTAL Técnicas de observación, limpieza y registro. Las técnicas de estudio del desgaste dental consisten en la observación macroscópica complementada con la microscopia de lupa bajo luz oblicua. Para una adecuada observación de la superficie oclusal se recomienda cepillar los dientes con cepillos de cerdas suaves agregando una solución de alcohol al 10% diluido en agua, también es recomendable usar instrumental fino de dentista, esto con el fin de evitar dañar la muestra.
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Para el registro y captura de la información se recomienda elaborar una cedula o ficha biográfica, una para individuos infantiles y otra para individuos adultos. En cada cédula deben aparecer los siguientes datos: de forma ordenada se deben identificar todos los dientes superiores e inferiores, nombre del sitio, el número de entierro, número de estructura, temporalidad, pozo, cuadro, capa, edad y sexo (en el caso de los adultos). El elemento mínimo que se debe considerar para el registro de un individuo es un diente.
CONCLUSIONES Al ser el diente el mejor material preservado en las muestras esqueléticas, el estudio del desgaste dental nos provee de información acerca de dieta, patrones ocupacionales y costumbres culturales que no podríamos saber de otra forma. Sin embargo, se deben tomar en cuenta factores que influyen en la interpretación, ya que existe escasa información sobre las fuerzas y patrones de masticación, hábitos orales, posición del diente, pH oral, y otros factores los cuales interactúan durante las acciones dinámicas y recíprocas de dientes superiores e inferiores. Como se mencionó anteriormente es necesario considerar que las manifestaciones del desgaste pueden variar en apariencia y grado según a cómo el individuo reacciona ante el agente etiológico, medio ambiente, y a su característica genética.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Bass WM 2005. Human Osteology. A Laboratory and Field Manual. Missouri Archaeology Society, Springfield. Buikstra JE, Ubelaker D (editores) 1994. Standards for Data Collection from Human Skeletal Remains. Arkansas Archaeological Survey Research Series 44, Fayetteville.
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El
desgaste dental
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Capítulo 8
ISÓTOPOS ESTABLES Y ELEMENTOS TRAZA EN DIENTES Andrea Cucina
Los estudios químicos de los tejidos óseos y dentales han alcanzado hoy en día un nivel de sofisticación muy alto y la información que podemos obtener de estos estudios es muy valiosa para entender procesos tales como la dieta, procedencia u origen de los individuos (Katzenberg, 2008). Debido a las diferencias intrínsecas entre hueso y dientes, su periodo de formación, recambio completo del tejido óseo aproximadamente cada 10 años contra la falta total de recambio en el esmalte dental (el esmalte depositado durante la formación de la pieza dental es el mismo que el individuo tendrá al momento de su muerte, independientemente de la edad en la cual eso ocurra), la información química que se obtendrá del hueso y del diente no será la misma y deberá ser interpretada de acuerdo con esas diferencias entre tejido óseo y esmalte. En otras palabras, la evidencia química a partir del esmalte dental nos informará sobre dieta, migraciones u origen del individuo en el periodo en que se estaba formando el diente analizado (por ejemplo, un primer molar permanente nos informa sobre los tres primeros años de vida que es la edad durante la cual se forma la corona de esmalte de esta pieza dental); en cambio los mismos análisis realizados en un hueso nos brindarán el mismo tipo de información (dieta, movimientos etc.), pero de los que ocurrió durante la última década de vida del individuo.
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Andrea Cucina
En este capítulo abarcaremos lo que es el estudio químico únicamente de las piezas dentales (isótopos y elementos traza) y sus aplicaciones, teniendo presente el hecho que en este tipo de análisis la información completa se obtiene solo a través del estudio combinado de dientes y huesos.
ISÓTOPOS ESTABLES Los isótopos son átomos de los mismos elementos químicos, que son químicamente idénticos, pero difieren en peso atómico. Debido a que el peso atómico se mide por medio del número de protones y neutrones, los isótopos son átomos que tiene el mismo número de protones, aunque varían en términos de neutrones (Katzenberg, 2008). En el caso del carbono (C), por ejemplo, se conocen dos formas isotópicas, el 12C y el 13C (respectivamente de peso atómico 12 y 13): se definen isótopos "estables" porque no decaen a lo largo del tiempo, transformándose en otros elementos (es decir, son estables), a diferencia de los isótopos radioactivos (el 14C), que tienen una vida relativamente limitada y decaen formando otros elementos (el 14C se transforma en 14N). El tipo de información que se puede recabar del estudio de los isótopos estables depende del tipo de elemento que se analiza. Algunos elementos son indicadores del tipo de alimentación (dieta), mientras que otros permiten detectar la presencia de individuos que no nacieron en el lugar donde fueron enterrados, y hasta identificar la región de procedencia del individuo (Katzenberg, 2008). Cabe subrayar que en el caso de los estudios de paleodieta, estos se dirigen principalmente al tejido óseo debido a que, como ya se mencionó antes, este tejido informa sobre la última década de vida del individuo; lógicamente, aspectos de paleodieta tienden a reconstruir lo que el individuo comía en su vida, no durante los primeros años de su infancia. Por esta razón, por lo que abarca la temática de isótopos estables, en este capítulo nos dirigiremos
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Isotopos
estables y elementos traza en dientes
principalmente (aunque no exclusivamente) a la discusión de esos elementos que se centran en el estudio de los dientes. El estroncio (Sr) es un elemento muy parecido al calcio (Ca), es relativamente abundante en la Naturaleza, y por esto puede ocasionalmente reemplazar el Ca en la formación de la hidroxi-apatita del esmalte y de los huesos. Existen cuatro formas isotópicas de este elemento: el 84Sr, 86Sr, 87Sr y 88Sr. Esta última, el 88Sr es la más abundante, siendo la forma que aparece en 82.56% de los casos. El 84Sr se encuentra en (aproximadamente) 0.56% de los casos, el 86Sr en 9.86% de los casos, y finalmente el 87Sr en 7.02% de los casos (Katzenberg, 2008). A diferencia de las demás formas, el 87Sr deriva del decaimiento radioactivo del 87Rb (rubidio). Estos valores porcentuales son aproximados, y pueden variar ligeramente dependiendo de la antigüedad del contexto geológico. El rubidio tiene una semivida de 50 billones de años para decaer en 87Sr, por lo que regiones geológicamente más antiguas tendrán una mayor cantidad de 87Sr. En cambio, la abundancia del 86Sr es fija (Price et al., 2002). Por esta razón, la proporción entre 87Sr y 86Sr varía entre regiones con una diferente historia geológica y, por ende, la abundancia del 87Sr se expresa, normalmente, como 87Sr/86Sr (Price et al., 2002). La cantidad de estroncio se calcula por medio de espectrómetros de masa (TIMS – Termal Ionization Mass Spectrometry; o ICP-MS Inductively Couples Plasma- Mass Spectrometry), y sus mediciones son precisas y confiables hasta la tercera o cuarta cifra decimal. Hoy en día los valores de 87Sr/86Sr varían entre 0.702 hasta 0.740; el valor del agua de mar es de 0.7092 (Veizer y Compston, 1974; Veizer, 1989). Diferencias a nivel de la tercera cifra decimal permiten identificar regiones o áreas diferentes (Price et al., 2002). Para poder caracterizar la abundancia isotópica del entorno geológico de una región, para así compararla con los valores registrados en muestras esqueléticas, es necesario evaluar el mismo a partir de elementos que efectivamente sean representativos del contexto hidrogeológico del ambiente. Price et al. (2002) aconsejan utilizar
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los restos esqueléticos de pequeños mamíferos (como ratones o conejos) o las conchas de moluscos terrestres, como son los caracoles de tierra. La razón reside en que estos son animales cuyo radio de acción es muy corto, por lo que la composición química de su endoesqueleto o exoesqueleto (el caracol) es representativa del lugar donde fueron encontrados. En cambio, utilizar animales de amplio radio de acción (animales migratorios) puede fácilmente proporcionar un valor que no corresponde al del área o de la región. Sin embargo, otros medios tales como estalactitas o estalagmitas pueden ser útiles para esta medición (Hodell et al., 2004) (Figura 8.1). Es
Figura 8.1 Distribución de algunos valores de 87Sr/86Sr en área maya. Modificado por el autor de Price y Burton, 2010. 172
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Isotopos
estables y elementos traza en dientes
importante mencionar que el estroncio es poco sensible a la dieta, siendo constante entre los niveles tróficos o entre los tipos diferentes de plantas, a diferencia de los isótopos del carbono o del nitrógeno (Price et al., 2002), por lo que su análisis refleja la composición geoquímica del lugar. Para la aplicación de este tipo de análisis al esqueleto humano es necesario tener en consideración el tipo de tejido que se analiza y el tiempo de formación del mismo. Como ya se mencionó, el hueso es un tejido que cambia durante toda la vida, ya sea por un constante crecimiento, ya sea por los procesos internos de remodelación (Tiesler et al., 2006). El tiempo promedio de recambio es alrededor de 10 años, por lo que cualquier información química en este tejido refleja los acontecimientos ocurridos durante la última década de vida del individuo. En cambio el esmalte dental no se remodela una vez formado, por lo que su análisis refleja el periodo en que cada tipo de diente se desarrolló. Los dientes permanentes abarcan el periodo desde el nacimiento (la corona del primer molar se forma durante los primeros tres años de vida) hasta aproximadamente los 12 años (entre 12 y 15) cuando termina la formación de la corona del tercer molar permanente (Hillson, 1996). Por esta razón, la edad de formación de estos tejidos es un elemento clave para poder identificar el lugar de origen de un individuo. En caso de que un individuo nazca, crezca y muera en el mismo lugar, los valores de estroncio 87Sr/86Sr serán los mismos en huesos y dientes, y serán iguales al valor isotópico del área. Al contrario, si el valor medido en el primer molar permanente difiere del valor característico del lugar, mientras que el valor calculado en el esqueleto coincide con el valor del lugar, significa que el individuo nació en otra región y mudó al lugar en el cual fue sepultado, por lo menos una década (o más) antes de morir. Una tercera combinación posible es que el valor del esmalte del primer molar permanente sea igual al valor de la región, pero el valor calculado en el hueso difiere. En este caso, es posible
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Andrea Cucina
formular la hipótesis que el individuo nació en el lugar donde murió, pero migró a otras áreas y regresó a su lugar de origen poco tiempo antes de morir. Por último, si ambos valores del esmalte y del hueso no coinciden con los valores de la región, implica que el individuo nació y vivió en otras áreas y mudó poco tiempo antes de morir al lugar donde falleció y fue enterrado (véase la Tabla 8.1) (Price et al. 2000, 2008; Wright 2005). Una esquematización como la reportada en la Tabla 8.1 permite formular hipótesis acerca del lugar de origen del individuo; sin embargo no debemos olvidar que el valor isotópico 87Sr/86Sr puede ser igual en regiones muy distantes entre sí, dependiendo de la naturaleza y origen del substrato geológico. Por esta razón, valores del esmalte diferentes al valor local, claramente indican una migración hacia la región donde el individuo será enterrado, pero no siempre la semejanza entre valores del esmalte y locales significa origen autóctono, porque no se puede descartar la procedencia desde lugares con el mismo valor de 87Sr/86Sr. Tabla 8.1 Esquema de las combinaciones de valores del isótopo de 87Sr/86Sr entre huesos y dientes en relación con el valor local. "Local" indica que el valor corresponde a lo registrado en la región, "foráneo" indica que los valores no coinciden. Esmalte --------------------------
Local
Foráneo
Local
Nació y vivió en el lugar donde falleció
Nació en otro lugar, y mudó al lugar donde falleció mucho tiempo antes de morir
Foráneo
Nació en el lugar, mudó a otras regiones y regresó a su lugar de origen poco tiempo antes de fallecer
Nació y vivió en otras regiones y mudó al lugar donde falleció poco tiempo antes de morir
Hueso
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Isotopos
estables y elementos traza en dientes
Price et al. (2000) analizaron la composición de estroncio en una colección del barrio de los comerciantes en Teotihuacan, en el altiplano de México, y descubrieron que muchos de ellos no eran nativos del lugar, habiéndose mudado a esta metrópoli del altiplano desde diferentes regiones. Un estudio geográficamente más amplio, que abarca Mesoamérica, es el que realizaron Price et al. (2008), mientras que por otro lado, Price et al. (2006) detectaron la presencia de los primeros esclavos africanos en el Nuevo Mundo en la muestra esquelética de Campeche (Campeche, México). Allá los autores encontraron individuos, determinados como africanos a partir de rasgos dentales y bioculturales, cuyos valores de isótopo de estroncio eran tan alto (hasta 0.730) que no correspondía a ningún valor encontrado en todo Mesoamérica. Entre los pocos lugares conocidos en el mundo por tener valores tan altos de 87Sr/86Sr está la región occidental del continente africano, que corresponde a la parte del Viejo Mundo, de donde salían los esclavos africanos en dirección de las Américas. Por último, la historia residencial de las víctimas sacrificiales del templo de la Luna en Teotihuacan fue abarcada por White et al. (2007) utilizando los isótopos de estroncio y de oxígeno. El uso del oxígeno como indicador de migraciones nos lleva a la siguiente temática de esta sección del capítulo. El oxígeno se presenta en tres formas isotópicas: el 16O, el 17O y el 18O. La forma más común, presente en un 99.759% de los casos, es la de peso atómico 16, mientras que el 17O se encuentra en 0.037% de los casos (muy rara) y el 18O en 0.204% de los casos (Katzenberg, 2008). Los isótopos de oxígeno están directamente vinculados con la calidad de las fuentes de agua. Debido a la abundancia relativa, los isótopos 16O y 18O son los que brindan información útil para estudios bioarqueológicos. A diferencia del estroncio, que mide una proporción, el oxígeno mide un valor "delta" (δ) que se calcula: δ18O = [(18O/16Omuestra - 18O/16Oestándar)/ 18O/16Oestándar] por mil.
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Andrea Cucina
El valor estándar del oxígeno está representado por el valor estándar promedio de las aguas del océano (Katzenberg, 2008). La aplicación del oxígeno a estudios de dieta se centra en los altos o bajos valores del δ18O antes y después del destete. Durante la lactancia, el infante recibe y almacena una mayor cantidad de isótopo 18O, debido a que el 16O viene más fácilmente metabolizado y expulsado por el organismo de la madre, por lo que la leche materna es más alta en δ18O. Una vez terminado el destete, el infante recibe una alimentación externa cuyo valor de δ18O es menor, por lo que también el δ18O del infante será reducido en comparación con lo que era antes de que terminara el amamantamiento (Katzenberg, 2008). A diferencia de la aplicación de paleodieta, el δ18O está también vinculado con procesos migratorios y de origen. La abundancia del δ18O varía tanto en relación con la calidad de las fuentes de agua como también en relación con el clima. El δ18O disminuye al aumentar la latitud, la distancia desde la costa y a alturas mayores. Sin embargo, el nivel de humedad y el tipo de plantas y de animales consumidos influyen en los valores del δ18O (White et al., 2004). Un ejemplo de valores de δ18O en Mesoamérica se encuentra en la Tabla 8.2. Tabla 8.2 Valores del δ18O en cuatro sitios mesoamericanos. Los valores son expresados en por mil (partes por miles). δ18O (rango en por mil)
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Tikal
-0.5 a -3
Copán
-4 a -6.5
Kaminaljuyú
-3.5 a -5.8
Teotihuacan
-7 a -8
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Isotopos
estables y elementos traza en dientes
ELEMENTOS TRAZA Los elementos traza, a diferencia de los isótopos estables, son elementos que se presentan en los diferentes tejidos en cantidades muy reducidas —de allá el término "traza"—, y no toman en consideración las proporciones o los valores de delta, más bien son analizados de acuerdo con la cantidad absoluta que usualmente se mide en partes por millones (ppm). El análisis de los elementos traza de hecho mide la composición química del tejido. En las décadas de los años setenta y ochenta del siglo XX, los elementos traza tuvieron su auge en los estudios bioarqueológicos de paleodieta, siendo considerados como indicadores para poder reconstruir el tipo y calidad de dieta, y con este fin se tomaban en cuenta elementos como el Sr (estroncio), Ba (bario), Zn (zinc), Mn (manganeso) Mg (magnesio) y otros, cada uno siendo indicador de un tipo u otro de dieta (Sanford y Weaver, 2000). El estroncio era considerado un indicador del consumo de vegetales, mientras que el bario o el zinc indicaban la cantidad de alimentos proteicos de origen animal. Sin embargo, en consecuencia de un mejor y más profundizado conocimiento del comportamiento de los elementos traza, el mundo científico se dio cuenta de que los elementos traza no eran tan buenos indicadores de paleodieta, siendo en muchos casos su concentración alterada por los procesos diagenéticos (Sanford y Weaver, 2000), o porque existían procesos fisiológicos de absorción y biopurificación que necesitaban ser entendidos para poder interpretar correctamente los valores de concentración de los elementos traza (Ezzo, 1994). Por estas razones, poco a poco los elementos traza perdieron su atractivo como indicadores de paleodieta (Burton y Price, 2000) y fueron paulatinamente abandonados para dirigir la atención hacia los isótopos estables. Sin embargo, el interés sobre los elementos traza no desapareció completamente. Numerosos estudios sugirieron que los elementos traza pueden proporcionar útiles evidencias sobre procesos migratorios, amamantamiento o destete (Curzon, 1983;
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Lappalainen et al., 1981; Molleson, 1988; Vrbic et al., 1987). Burton et al. (2003) intentaron determinar la procedencia y origen geográfico de individuos en poblaciones maya y tarasca utilizando Ba y Sr, y concluyeron que sobre todo el Ba explica mejor la variabilidad entre poblaciones, a diferencia del estroncio cuyos resultados son equívocos. En la primera década de este nuevo siglo, la aplicación de la LA-ICP-MS —Laser Ablation-Inductively Coupled Plasma-Mass Spectrometry (espectrometría de masa por plasma acoplado inductivamente y por ablación láser)— ha abierto un nuevo mundo a la exploración química de tejidos humanos, sobre todo el tejido dental —esmalte y dentina— (la LA-ICP-MS es una metodología aplicada desde mucho tiempo en contextos geológicos y petrográficos). En particular, la aplicación de la LA-ICP-MS permite tener un blanco de investigación muy preciso, pequeño y bien delimitado, posibilitando un control cronológico preciso y detectar cambios en la absorción de elementos trazas específicos durante el proceso de destete o el estatus nutricional de la madre (Goodman et al., 2003; Dolphin et al., 2005, 2009), en detectar elementos tóxicos (Budd et al., 1998; Uryu et al., 2003), reconstruir los perfiles de elementos (Cox et al., 1996; Kang et al., 2004; Lee et al., 1999; Lochner et al., 1999), o detectar la presencia de individuos foráneos en una población esquelética (Cucina et al., 2007, 2011). A esto se suma el hecho de que la técnica de ablación láser no es destructiva, por lo que cada espécimen puede ser analizado repetidamente y en diferentes ocasiones, a diferencia de las técnicas "clásicas" que necesitan destruir la pieza a analizar. Los estudios de elementos traza iniciales tradicionalmente han utilizado como elementos de referencias la composición química de animales herbívoros y carnívoros para poder ubicar en la cadena trófica la composición dietética de los individuos esqueléticos analizados (Sandford y Weaver, 2000). Este procedimiento es el único que permite hacer cualquier tipo de inferencia sobre
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paleodieta. En cambio los estudios sobre destete (Goodman et al., 2003; Dolphin et al., 2005, 2009) se centran en los cambios que ocurren en la concentración de algunos elementos (normalmente el zinc) a lo largo del desarrollo de las piezas dentales, y no necesitan de un parámetro externo. Similarmente, la detección de componentes tóxicos (por ejemplo el plomo – Budd et al., 1998) no necesita parámetros, porque dichos elementos no tiene una razón fisiológica para estar incorporados en el tejido humano, a menos que no sean contaminantes. Por último, Cucina et al. (2011) emplean una estrategia para poder detectar la presencia de individuos foráneos en un grupo humano. A diferencia de los isótopos de estroncio, cuyo valor es específico para cada área, los elementos traza no siguen el mismo patrón. Sin embargo, la composición elemental es, en muchos casos, producto del contexto hidrogeológico del entorno. Por esta razón, los autores utilizan la información química obtenida desde el primer molar permanente de los infantes y niños del mismo sitio, considerando que es muy probable que estos individuos hayan nacido y vivido sus pocos años de vida en el mismo lugar y, por tanto son representativos del lugar.
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Capitulo 9
DECORACIONES DENTALES Vera Tiesler
La morfología de los dientes humanos no es tan solo el resultado de factores genéticos, fisiológicos y ambientales, sino además expresa una serie de actividades culturales o "bioculturales" que resultan en la modificación de su forma o en la pérdida (Tabla 9.1). Para su investigación en poblaciones pretéritas adquieren especial importancia aquellas características dentales que materializan condiciones de vida, actividades y costumbres corporales. Algunas son el producto fortuito de ocupaciones o —en general— actividades habituales que involucran el aparato masticatorio, por ejemplo, al ser utilizado como herramienta de trabajo. Otras modificaciones son intencionalmente producidas, para fines rituales, estéticos y terapéuticos. Este capítulo se dirige a estas últimas, para lo cual se refieren antecedentes de su estudio, aspectos clasificatorios y culturales, así como sus expresiones en el ámbito cultural maya.
CONSIDERACIONES MORFOLÓGICAS BÁSICAS Las características morfológicas dentales constituyen factores importantes que deben ser tomados en cuenta en toda evaluación, marcas culturales y de sus efectos secundarios. En la dentición, la intervención afecta de manera diferenciada a cada sustancia dental, interactuando con su estructura y acorde con la distribución topográfica de sus componentes. Teniendo una dureza de 5 en la
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Tabla 9.1 Clasificación de modificaciones dentales culturales (retomado de Alt y Türp, 1997). MODIFICACIONES DENTALES ARTIFICIALES MODIFICACIONES ACCIDENTALES Dietario\parafuncional Ocupacional\traumático
Habitual
Abrasión • desgaste oclusal (desgaste mecánico debido a la masticación; efecto de estrategias de subsistencia) • desgaste interproximal (masticación) • patrones de microdesgaste (característicos de dietas específicas)
Dientes como instrumentos • defectos de tejidos duros en los dientes anteriores (p.e. trabajo de pieles, LSAMAT) • defectos de tejidos duros en dientes aislados o particulares (indicador de actividades específicas: cestería, desollamiento de tendones, etc.; incluye también actividades profesionales modernas: zapatería, música)
Hábitos higiénicos • Extensos defectos de tejidos duros (defectos en forma de cuna, causados por el uso de cepillos de dientes)
Atrición • desgaste de contacto (atrición fisiológica de la fricción de contacto) • bruxismo (atrición no fisiológica causada por factores de estrés, etc.)
Trauma dental • fisuras • dientes resquebrados • cúspides fracturados • dientes partidos Erosión dental • fracturas verticales en la raíz • prácticas en el cuidado • dientes lasqueados infantil (dispositivos • dientes fracturados de alimentación, • pérdida traumática de chupetes) dientes • vómito crónico
Erosión dental • alimentos erosivos (p.e. frutas citrícas) • bebidas erosivas (p.e. jugo de limón)
MODIFICACIONES INTENCIONALES Mutilaciones dentales (orales) Mutilaciones dentales • limado • lasqueo • adorno • ablación • blanqueado • teñido • cambio de posición • amputación • germectomía
Marcas dentales individuales • defectos aislados en tejidos duros • defectos en tejidos duros no específicos (p.e. defectos por Mutilaciones orales romper semillas, • body piercing facetas de desgaste por moderno succionar cantos)
Terapia dental Prótesis • dentaduras • puentes • fundas Ortodoncia conservadora • empaste metálico • empaste no metálico Cirugía oral • extracción dental • trepanación dental • reimplantación dental • tratamiento de fractura Tratamiento periodonal • ligadura de oro
Erosión dental • defectos de tejidos duros afectando la dentadura completa (mineros, canteros, trabajadores de cantera, químicos)
Escala de Mohs, el esmalte de la dentición permanente es el material más duro del cuerpo, gracias a su alto grado de mineralización (Esponda Vila, 1994; Mata, 1998:472). El espesor varía según la pieza y parte estructural y llega hasta 2 a 2.5 mm en la región del borde oclusal. Su matriz orgánica se calcifica y mineraliza por completo antes de la erupción dental. Debajo del esmalte se encuentra la dentina que, en su porción inferior, está cubierta por un tercer material, el cemento. Al igual que la adamantina, la dentina constituye un tejido altamente calcificado, más duro incluso que el
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hueso. No obstante, a diferencia del esmalte, es altamente sensible a cualquier estímulo de tacto, el cambio en la temperatura y el pH (Hillson, 1986; Esponda Vila, 1994; Alt et al., 1999). Los cambios causados por la masticación o el desgaste gradual de la dentina primaria, resulta en una formación de dentina secundaria —diferente de la primera por su aspecto, consistencia y funcionamiento— a expensas de la cavidad pulpar. Por último, la pulpa dental contiene el paquete vásculo-nervioso que sensibiliza y nutre el diente. Aparte de la pérdida funcional que sufren las piezas en aquellas intervenciones o lesiones que no son terapéuticas, se señalan posibles secuelas de orden inflamatorio o infeccioso, más frecuentes y graves en los casos con afectación de la dentina y aún más cuando la cavidad pulpar queda expuesta (Dembo y Vivante 1945; Alt, 1993; Mata, 1993, 1998; Figura 9.1). Entre las patologías asociadas a la mutilación se mencionan la caries, la pulpitis, la gangrena y la necrosis, así como los diversos procesos inflamatorios alveolares y perialveolares. Entre las molestias que la acompañan se cita la sensibilización al tacto y el cambio de temperatura, ante todo en las modificaciones que implican la dentina y la pulpa.
Figura 9.1 Infección pulpar de incisivo central maxilar sufrido por un individuo con incrustación y prolongado tiempo de desgaste (Entierro 4, Temp. ‘73, Jaina, Camp./ DAF-INAH). MANUAL DE ANTROPOLOGÍA DENTAL
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LA DECORACIÓN DENTAL EN EL MUNDO En el mundo son realmente diversas las técnicas de decoración dental. Entre ellas cuentan la coloración, el teñido y la cauterización dental, la modificación en la posición del diente y la modelación de la corona mediante la fractura, la evulsión, la perforación y el limado (Dembo e Imbelloni, 1938; Feest y Janata, 1989; Alt, 1999; véase la Tabla 9.1). Algunos investigadores incluso incluyen en esta categoría las modificaciones dentales temporales, como son aplicaciones sobre las piezas, prótesis y pinturas aplicadas sobre el esmalte. Históricamente pueden distinguirse tres regiones de mayor presencia de la práctica. Corresponden a África (con la excepción de África del norte); a Centro y Sudamérica, así como Asia lejana con las Filipinas y el archipiélago malayo (Java, Sumatra, Célebes, Borneo; véase Alt et al., 1999). Tal parece que el limado es la técnica con mayor distribución. Por otra parte, la evulsión, que se define como la extracción del diente en vida del sujeto, es observada particularmente en cráneos procedentes del norte de África. Parece remontar al Mesolítico, si bien es difícil determinar de manera contundente el aspecto de intencionalidad (Brothwell, 1987). Evidencias americanas de la práctica dental proceden del Perú, Ecuador y Argentina, así como de Mesoamérica, donde la costumbre alcanzó su mayor expresión (Saville, 1913; Dembo e Imbelloni, 1938; Ubelaker, 1989). También al norte, como en sus franjas desérticas fueron documentados casos de limado dental. Otros proceden de los estados americanos de Arizona, Illinois, Tennessee, Georgia y Texas, donde la práctica se observa incluso desde tiempos arcaicos (Ubelaker, 1989:99; Milner y Larsen, 1991). En este punto importa señalar que las modificaciones dentales, como medidas terapéuticas o puramente estéticas o de moda, están a la orden del día también en nuestra propia sociedad occidental, valiéndose los practicantes dentistas para este efecto de las amplias posibilidades de la odontología de restauración dental. Modernidad
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aparte, las decoraciones tradicionales mediante mutilación, aunque cada vez menos populares, todavía se siguen practicando en algunos grupos étnicos. Entre los grupos actuales que aún conocen los procedimientos tradicionales cuentan los bantu, los acholi, los kigezi y los bugisu en África (Dembo e Imbelloni, 1938; Paúl y Fragoso, 1938; Pindborg, 1969; Hirschberg, 1988), los tegulu en la India, así como algunas comunidades en el archipiélago malayo. Para la reducción de la masa dental, practicada mayormente en adolescentes y adultos jóvenes de uno y otro sexo, hoy se emplean biseles, martillos, piedras lijadoras, láminas de sílex y otros implementos improvisados (Proell, 1932; Dembo e Imbelloni, 1938; Dembo y Paulotti, 1942; Pindborg, 1969; Scott y Turner, 1997). La importancia étnica de las reducciones dentales reside en el ámbito de la tradición y la ritualidad, como medio ornamental y expresión de identidad cultural. De este modo, la extracción de caninos o incisivos puede indicar la nubilidad en la mujer o la madurez en un hombre, el duelo o hasta el castigo. En muchas comunidades los adolescentes y adultos jóvenes la protagonizan como requisito para el ritual de iniciación, todo lo que puede traducirse a una medida de integración sociocultural y signo visible de pertenencia grupal. Al lado, los practicantes tradicionales refieren vagamente fines estéticos o propósitos prácticos, tal como la prevención de la caries.
TÉCNICAS Y FORMAS DE DECORACIÓN ENTRE LOS ANTIGUOS MAYAS Entre los primeros testimonios coloniales sobre la práctica, tal como se dio en el ámbito cultural maya, cuenta una afirmación de fray Diego de Landa sobre los mayas yucatecos: Tenían por costumbre aserrarse los dientes dejándolos como dientes de sierra y esto tenían por galantería y hacían este oficio unas viejas limándolos con ciertas piedras y agua (Landa, 1982 [~1566]:55).
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Aún más que de las referencias coloniales, puede aprenderse sobre las modificaciones culturales de la dentadura a través del estudio de los vestigios esqueléticos, ya que permiten reconstruir las técnicas y formas en cada territorio cultural y su evolución a través de los siglos y milenios. Sabemos por eso que los antiguos mayas empleaban las técnicas de limado, esgrafiado y de perforación parcial de las piezas dentales para obtener un resultado dental visible (Tiesler, 1999, 2000). Estas técnicas podían aplicarse por separado o combinarse, sobre todo en el caso de los mayas del Clásico. Valga recordar que la incrustación, procedimiento relativamente complejo, requería —aparte de la preparación de una cavidad circular diminuta— un ajuste preciso de la piedra a incrustar y su fijación con pegamentos especiales. Por otra parte, la técnica del limado implicaba la reducción selectiva de la pieza mediante materiales abrasivos que entraban en contacto con el esmalte y la dentina. En algunos casos incluso llegaban a crear daños en la pulpa dental. Las características propias del crecimiento y la maduración dental favorecen el ejercicio de la práctica en el adulto medio o maduro más que en el infante mayor o adolescente, puesto que permitía una mayor penetración sin dañar las estructuras dentales internas. Probablemente es por ello que las edades en que las personas fueron intervenidas coinciden con la edad casadera, más allá de los 15 años. En esta misma línea de razonamiento, la reducción artificial de dientes infantiles o deciduos resultaría todavía más delicada a causa del reducido grosor del esmalte y de la delicadez de las piezas. Muy contadas son por ello las referencias a dientes infantiles mutilados. Por ejemplo, Rosa María Peña (1989, 1992) describe un caso excepcional de limado prehispánico en un niño de cinco años de edad, procedente de Tamaulipas y de probable filiación huasteca (aunque la autora no asigna una cronología precisa al caso). Su dentición muestra, según Peña, una reducción artificial en el borde
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oclusal del grupo A, según la clasificación de Javier Romero (1958), en tres incisivos. Regresando a nuestro tema de las técnicas dentales, se empleaban probablemente piedras abrasivas para la reducción mediante limado, tal como ya lo señaló Landa. Análisis recientes con microscopio electrónico de barrido, efectuados en piezas procedentes del área maya (Havill et al., 1997; Ramírez et al., 2003), han podido aclarar el proceso implicado en el desgaste cultural y agregar información sobre los materiales utilizados para la abrasión. Las imágenes muestran estrías regulares de diferentes grosores sobre los ángulos, bordes y las superficies dentales, evidenciando una abrasión sistemática con un instrumento lítico filoso o plano que comúnmente actuaba en dirección anteroposterior para producir limados o esgrafiados del grupo A, B, C y D de la tipología de Romero (Figuras 9.2 y 9.3). Guillermo Mata (1998:473), quien ha indagado a profundidad sobre los procedimientos implicados
Figura 9.2 Esquema de estrías del desgaste artificial sobre la dentición frontal maxilar y mandibular. MANUAL DE ANTROPOLOGÍA DENTAL
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en los trabajos dentales, detalla al respecto: "Para efectuar los desgastes selectivos en el borde, cara o ángulos de un diente, probablemente se contó con utensilios especializados hechos de piedra (pedernal, obsidiana, jadeíta, cuarzo, serpentina, etcétera), de madera u otro material duro. No hay que descartar, sin embargo, la posibilidad de que se hayan usado también cuerdas de cuero, o de alguna fibra vegetal como el henequén que, acompañado de sustancias abrasivas, como el polvo de cuarzo mezclado con agua mediante frotamiento continuo, desgastaban la superficie dental que se deseaba eliminar". Estudios recientes con la misma técnica microscópica se han abocado también a la técnica de perforación e incrustación dental entre los antiguos mayas (Gwinnett et al., 1979; Ramírez et al., 2003). Los resultados confirman que las horadaciones se lograban con delgados taladros, aunque no existe acuerdo entre los autores si las brocas se confeccionaban de madera tropical, para actuar con arena abrasiva, o con piedras afiladas, duras y abrasivas, como podría ser el pedernal. Teniendo un diámetro variable, las perforaciones solían penetrar la capa del esmalte y también una parte de la dentina, alcanzando en raras ocasiones incluso la pulpa de la pieza intervenida. Para lograrlas, los practicantes —seguramente artesanos especializados y experimentados y con conocimientos anatómicos— procedían con una serie de pasos. Hemos denominado el primero como arranque o "fase de inicio" (Ramírez et al., 2003:994). Correspondía en la ruptura inicial de los prismas del esmalte de la superficie dental a perforar, para así posicionar la broca y propiciar un punto de entrada que daría pie al siguiente "paso de acceso", es decir, la perforación de las sustancias dentales en sí hasta llegar a la profundidad deseada. La "fase de conformación de la cavidad" consistía en adecuar la cavidad para darle las dimensiones deseadas, enderezar su fondo y las paredes y propiciar así su característica cilíndrica final.
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Acomodada de esta manera, debía recibir primero el cemento (pegamento) para después fijar la incrustación, hecha de piedra, o rellenarse con preparados de pastas coloridas (Tiesler, 2000). Autores como Samuel Fastlicht (1971:39-40) y Guillermo Mata (1998) se han dedicado a estudiar con detenimiento los varios cementos y materiales incrustados en Mesoamérica. Entre estos últimos cuentan la pirita de hierro, la hematita, la jadeíta, la turquesa, el cuarzo y la serpentina, además de una serie de pastas amorfas cuyo color variaba entre blanquecino y grisáceo, sepia, anaranjado y rojo (Romero, 1986a; Lagunas, 1989:42; Mata, 1998; Tiesler, 2000). El material destinado a mantener la incrustación en su lugar consistía en un cemento preparado con base en fosfato de calcio, combinado o no con algún aglutinante orgánico (Fastlicht, 1951, 1971). En lo que atañe las formas artificiales de los dientes que resultan de la reducción cultural, la literatura ha formulado varias clasificaciones y tipologías. Hoy en día recibe amplia aceptación la taxonomía estructurada por Javier Romero (1958), sobre todo en el ámbito mesoamericano para el cual fue desarrollado originalmente. Así, esta clasificación surgió en principio como parte de una comparación de artificios dentales en el ámbito regional. La versión original (1958) distingue 51 formas, ordenadas en siete grupos, a los que el autor agregó posteriormente otros ocho (Romero, 1970). Recientemente se sumaron a esta lista otras tres formas genéricas, que no habían sido descritas (véase Tiesler, 2000:30) (Figura 9.3). Dentro de este esquema, los tipos, designados con un número, están agrupados en siete categorías básicas, clasificadas con letras que van de la A a la G. La clasificación tiene la ventaja de remitir, a través del aspecto formal, a la técnica empleada. Así, los tipos que integran los grupos A, B, C, D y F son logrados exclusivamente mediante el limado y esgrafiado. El grupo E implica la técnica de perforación, destinada a contener las incrustaciones,
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Figura 9.3 Tabla de clasificación, propuesta por Romero (1986b y modificada por Tiesler, 2000). Aparecen en gris todos los tipos documentados en área maya. Los asteriscos señalan tipos adicionales reportados y las cruces identifican tipos recientemente encontrados en área maya. 192
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mientras que el último grupo "G" designa las formas, resultados de una combinación de ambas técnicas. Estructurado de este modo, el sistema de clasificación está basado en los criterios de ubicación y extensión de las lesiones. Los primeros tres grupos implican la modificación solo del contorno de la pieza dental: las mutilaciones comprendidas en el grupo A afectan el borde incisal, las formas del grupo B implican únicamente un ángulo de la pieza, en tanto que las del grupo C afectan a ambos. Una modificación de la cara vestibular de la pieza mediante incisiones puede clasificarse como D. El grupo E integra los dientes que muestran sobre su cara anterior perforaciones o una reducción en forma de banda, ambas destinadas a acoger incrustaciones circulares o rectangulares. Los últimos dos grupos integran formas mixtas. El grupo F consiste en las formas resultantes de la reducción conjunta del contorno y de la cara vestibular de la pieza, esta última mediante incisiones o remoción de partes. También la modificación combinada del borde incisal y uno o dos ángulos cabe en este grupo. Cuando la modificación mixta implica la incrustación, se clasifica como G. En lo que considera la forma de las piezas incrustadas, Romero (1958:75) distingue además cuatro tipos de contornos (Figura 9.4). Identifica primeramente las superficies incrustadas planas (de piedras o pastas), las cuales dan continuidad visual al contorno fisiológico de la pieza (a). De estas se distinguen las incrustaciones planas, pero elevadas (b). Existen incrustaciones también que se levantan por encima de la superficie labial en forma de cúpula plana o elevada (c). En unos casos, aunque de escasa distribución, se han documentado piedras incrustadas en forma de hongo (d). Presentándose a la vista como botones planos, estas piezas fungiformes llegan a cubrir gran parte de la dentición visible en la boca (Figura 9.4; véanse Romero, 1987; Tiesler, 2000:58-60).
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Figura 9.4 Formas genéricas de incrustaciones dentales, observadas en el área cultural maya (clasificación adaptada de Romero, 1958:75; Tiesler, 2000:44). El resultado global de las intervenciones en la dentición está dotado de especial importancia cultural. El último paso en el estudio de la decoración dental corresponde por tanto a la reconstrucción del aspecto visual externo de cada dentición (Figura 9.5). Evidentemente, los antiguos practicantes no concebían la práctica y su resultado visible como una simple sumatoria de tipos formales por diente, sino que intentaban dar un efecto visual en conjunto a las denticiones que intervenían. Aunque de modo aproximado, la iconografía cerámica permite hacer distinciones de patrones visuales genéricos que se basan en la distribución de las marcas dentales (véase Romero, 1958:180). Algunos de los retratos señalan muescas dentales únicamente sobre los bordes incisales (Patrón "A"), en tanto que otros ilustran la reducción conjunta de dos ángulos dentales adyacentes (Patrón "C"). Otras denticiones más se representan con una serie de muescas incisas ya no sobre el borde oclusal sino sobre el ángulo lateral de cada pieza (Patrón "B5"). Aparte de las muescas, distribuidas uniformemente sobre la dentición frontal, aparecen en el registro iconográfico también formas centradas. Entre sus variantes destacan los patrones en forma de "Ik", término que alude al dios solar que la ostenta (Patrón "Ik"). Menos representadas que las denticiones con limado aparecen en el registro las dentaduras con incrustaciones que hemos reunido en la Figura 9.5 en el grupo del Patrón "E" o "E compuesto" cuando
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Figura 9.5 Patrones visuales básicos de las decoraciones dentales. (Tiesler, 2000:47)
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se combina con limados (Figura 9.6). En esta clasificación puede encontrarse un 80% de las formas observadas en el ámbito cultural de los mayas prehispánicos (Tiesler, 2000:46-48).
Figura 9.6 Decoración dental que combina la incrustación de piezas de jadeita y pirita con un limado de las esquinas distales de los incisivos superiores centrales (Entierro 2, p. 24, Dzibanché, Proyecto Sur de Quintana Roo, INAH). LAS DECORACIONES DENTALES A LO LARGO DEL PASADO PREHISPÁNICO A diferencia de otras esferas culturales americanas, las decoraciones dentales mesoamericanas cuentan como una práctica muy difundida. Allí los antiguos practicantes daban las formas dentales deseadas mediante incisiones, limados y perforaciones, con resultados estéticos que aparecen ampliamente retratados en la iconografía prehispánica y están igualmente presentes en el registro esquelético. En particular, en el área maya destaca la abundancia
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de denticiones modificadas artificialmente e indicando que, como tradición biocultural, formaba parte íntegra del repertorio cultural al igual que la costumbre de la modificación cefálica. Ahí, como en el resto de Mesoamérica, fueron los dientes frontales (incisivos, caninos, y escasamente también primeros premolares) el lugar anatómico donde se efectuaban las decoraciones. Lucían, claramente visibles, en la boca de sus portadores quienes constituían un 20% de toda la población (Tiesler, 2000). Preferentemente fueron mutilados los incisivos centrales, seguidos por los incisivos laterales y los caninos. Solo ocasionalmente las decoraciones involucraban los primeros premolares y solo en un caso un segundo premolar. Tanto la dentición maxilar como la mandibular presentan mayores intervenciones en su centro, con la dentición maxilar siendo parte preferida de aplicar las reducciones artificiales, al verse más que doblemente afectada que la mandibular. Curiosamente existía una preferencia también por el lado derecho, que se manifiesta en la comparación de frecuencias entre piezas homólogas, tendencia más notable en la mitad maxilar. Esta predilección por el lado derecho implica que no todas las decoraciones se infligían de forma simétrica. Como hemos señalado líneas arriba, parece que en la Mesoamérica prehispánica solo se conocían las técnicas del limado, esgrafiado y de perforación parcial; la última destinada a acoger las incrustaciones de relleno o de piedras. Primero aparece el limado en el registro arqueológico, el cual se remonta al Preclásico Temprano (Tiesler, 2000). Durante la siguiente fase comienza a estilarse la incrustación dental, de la que tenemos evidencias tempranas procedentes de Uaxactún y Tikal, Guatemala. Interesa saber que la mayoría de los tipos observados en el área cultural de Mesoamérica también llegaron a estilarse entre los mayas. Ahí, las técnicas compuestas y siluetas dentales complejas dominan más
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que en otros territorios culturales, sobre todo durante el Clásico. Allí, las incrustaciones consisten principalmente en jadeíta, turquesa, hematita, pirita, así como una amplia gama de rellenos de diferentes colores. Respecto al marco cronológico, se aprecia una mayor variedad de formas durante el Clásico Medio y Tardío (Tiesler, 2000). En este tiempo la decoración dental llega a constituir una práctica muy popular entre los mayas, la cual afecta a más del 60% de la población adulta, y de todas las esferas sociales y tanto entre hombres y mujeres. La costumbre se presenta con una gran variedad sobre todo en las áreas centrales y sudorientales de las Tierras Bajas. Aparecen nuevos tipos formales que reflejan las preferencias locales y regionales, aunque interesa observar que en Toniná y Chiapa de Corzo, en el occidente del área suscrita, la mutilación dental está presente en una variedad de formas y técnicas que asemeja la del área central. De Kaminaljuyú, en las Tierras Altas, proceden ejemplos de limado y de incrustación, al igual que en las Tierras Bajas. Junto con la popularidad de la práctica se observa una diversificación en formas, al presentarse todos los patrones básicos, tendencia más patente durante el Clásico Tardío. Los patrones más representados en las esferas sociales privilegiadas corresponden a las formas de Ik y las incrustaciones, aunque ninguno de los patrones denota exclusividad de los sectores protagónicos de la sociedad. También al comparar las predilecciones entre hombres y mujeres decorados, se nota una preferencia por limados entre las mujeres y por incrustaciones entre la población varonil. A lo largo del último horizonte, el repertorio de las técnicas de modificación dental disminuye notablemente, al desaparecer del registro la incrustación y la mayoría de los tipos formales. En el tiempo inmediatamente anterior a la conquista casi solo se estilan formas dentales en punta y aserradas. Una preferencia por
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el patrón "C" se observa ante todo en la franja costera de Yucatán, teniendo similitudes con los resultados visuales de la práctica dental descritas por Romero (1986a, b) y Peña (1989) en el marco cultural de la Huasteca posclásica. Incluso aparece el término xah en la lengua maya yucateca colonial (Barrera, 1995:931) para referir específicamente a "dientes en forma de sierra", aludiendo a este patrón dental. Junto con las técnicas disminuye la popularidad de la costumbre, puesto que solo una tercera parte de los adultos y jóvenes es sometida. Son mujeres sobre todo que la siguen practicando, de hecho en la misma proporción que durante el primer milenio d.C. (un 52% de las mujeres posclásicas), mientras que su popularidad desciende radicalmente entre los hombres (solo un 18% de los individuos masculinos luce su dentición artificialmente modificada; Tiesler, 2000:67-69). Solo podemos especular acerca del papel social que las decoraciones dentales habrán desempeñado a lo largo del curso de la vida prehispánica. Tal como lo expresan los grupos de edades con modificación, pensamos que la práctica cumplía con un papel social mayormente entre las personas en edad productiva y reproductiva, sobre todo durante los primeros años de la vida adulta. También es de notar que la mutilación se realizaba de manera diferente en el ámbito femenino y el masculino. Con todo ello es probable que hubiera un rango de edad determinado o un estadío social dentro de la vida maya, sobre todo para la realización de las incrustaciones, practicadas en los hombres entre los 20 y 30 años a lo largo del Clásico. Esta edad correspondía a la etapa del desenvolvimiento familiar, el criado de los hijos, posterior al matrimonio y quizá paralelo o ulterior al servicio obligatorio a los mayores. Sin embargo, el hecho que también hay denticiones femeninas incrustadas sugiere que lo arriba expuesto únicamente constituía una regla que no estaba normada.
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En términos de su dimensión ideológica prehispánica existen abundantes referencias que pudieran remitir a los motivos y significados particulares que se tenían a lo largo de su aplicación. Por ejemplo, el patrón que hemos designado aquí como "Ik" identifica al Dios Solar Kinich Ahau o Dios G, venerado desde el Horizonte Preclásico entre los mayas. Durante el Clásico, el Dios Solar patrocinaba los meses Yaxkin y Pax; su retrato era empleado como variante de cabeza para designar el numeral de cuatro y el signo del día Kin (Miller y Taube, 1993). Como título de gobernantes, el Dios Solar, y con ello el signo de "Ik" aparece en forma del Dios GIII, o como reencarnación directa de ancestros en las secuencias dinásticas de Palenque, Tikal o Yaxchilán. Con lo expresado, el signo de "Ik", retratado en las dentaduras prehispánicas, pudiera haber constituido una expresión más del culto gubernamental dinástico, aunque su uso no sea exclusivo de los grupos dirigentes. Sin duda, el portador más conocido del limado en el patrón "Ik" fue Janaab’ Pakal, ilustre gobernante de Palenque. Dos muescas laterales en los incisivos superiores del personaje representan la forma señalada. Finalmente, con la conquista española, al imponerse los patrones culturales cristianos y al suprimirse las tradiciones autóctonas mayas, la decoración dental comenzó a abandonarse. Si antes era señal visible de pertenencia e inclusión cultural, en el nuevo tejido social de la Colonia estaría destinado a sufrir una transformación para denotar exclusión y otrariedad. Probablemente es por ello que hay pocos ejemplos del limado maya que sobreviven en las series esqueléticas coloniales. Tal es el caso del atrio de la iglesia colonial de Campeche, de donde solo procedió un único ejemplo de limado en una población funeraria que rebasa los 200 individuos evaluables. El individuo en cuestión lucía muescas sobre el borde oclusal de ambos incisivos centrales (Figura 9.7; véase también Tiesler y Oliva, 2010). Interesa saber
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Figura 9.7 Incisivo central con surcos sobre la superficie incisal (Entierro 71 asociado). que para lograr la decoración, los practicantes ya no emplearon el instrumental lítico de antes sino recurrieron a un cuchillo metálico, tal como evidencia la inspección de las marcas del desgaste que dejaron sobre la superficie de las muescas (Ramírez et al., 2003). Mientras que la costumbre dental nativa se abandona gradualmente, hacen la aparición otras mutilaciones dentales de origen foráneo, mostrando técnicas (como el cincelado, véase la Figura 9.8) y formas nunca antes vistas en el Nuevo Mundo. Sus portadores muy probablemente eran esclavos de primera generación que arribaron en las costas de Campeche desde África durante los siglos de la Colonia, de forma similar que comenzaron a trasladarse a otras partes del Golfo de México, el Caribe y de Sudamérica, todos lugares donde igualmente se
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Figura 9.8 Muescas de cincelado en incisivo central izquierdo, Entierro 19 (foto: V. Tiesler). han documentado decoraciones africanas en series esqueléticas (Ortner, 1967; Milner y Larsen, 1991). Resulta que tampoco las costumbres dentales africanas lograron establecerse en el lugar del arribo, al menos en Campeche. Al dejarse de practicar por las generaciones de yucatecos afrodescendientes, llegó a compartir el destino de las prácticas dentales indígenas.
Reconocimientos. Esta revisión didáctica se funda principalmente en un estudio regional sobre series dentales mayas (Tiesler, 1999, 2000). Remito a estas obras para consultar los créditos a aquellas instituciones y proyectos arqueológicos que autorizaron el trabajo con las colecciones óseas. Mi reconocimientos también al personal del Centro INAH Campeche por hacer posible nuestra participación en el rescate y estudio de los restos humanos hallados debajo del subsuelo del actual Parque Central de la ciudad de Campeche; y a la Dirección de Antropología Física (dirigido por el Mtro. José Antonio Pompa y Padilla, INAH), por dar acceso al estudio de la colección de dientes mutilados (2007-2010).
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La edición del Manual de antropología dental se realizó en el Departamento Editorial de la Universidad Autónoma de Yucatán. La impresión se hizo en los talleres de Impresos Alamilla, calle 74 núm. 383-B x 41, CP 97000, Centro, con un tiraje de 500 ejemplares en papel bond blanco de 75 g en interiores y cartulina couché de 250 g en portada. Se terminó de imprimir en julio de 2011 en Mérida, Yucatán, México.
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