Mafud, Psicología de la viveza criolla
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La visión infantil del mundo EN EL PICARO El pícaro siempre viene al mundo a través de un srcen espurio. Caerá al mundo como arrojado. Y no como acondicionado para vivir. Su srcen ilegítimo, entreverado con la sospecha, lo inferiorizará para actuar socialmente. En el ámbito que lo rodea se sentirá extraño. Casi alienado. En el fondo, no cree con vehemencia que tiene derecho para vivir. Observa su contorno social en busca de un lugar vacío o deshabitado para ubicarse. Y poder ser de algún modo. Sus primeros años son brutales. Porque su débil resistencia física y mental no pueden resistir sin repercusión todos los embates o todos los cross de la adversidad. No tiene respaldo de hogar. Ni tampoco de familia. Sus padres se han escamoteado dé' su Infancia. Como barridos por algún ventarrón, sin dejar rastros. Se enterará luego que sus progenitores fueron individuos objetables. Entonces, no tendrá otra alternativa que ironizar o reírse casi a carcajadas de su srcen bastardo. El Lazarillo es hijo de padre ladrón y madre poco honesta. El Guzmán de Alfarache es hijo de un ladrón y madre no identificable. Pablos,- hijo de un barbero que murió ahorcado y de madre no reconciliable con la honestidad. El antecedente de su hogar o la falta de antecedente creará al pícaro la psicología del chico huérfano. Este antecedente de ilegitimidad lo apuntalará para actuar con "desenvoltura" en la actividad social. Para sustituir este déficit, usará el ingenio o estimulará la compasión. Pedirá kilos de lástima para su situación. Mantendrá a raya su crecimiento para que su vida quede prensada en su infancia. Toda su vida quedará como varada en sus años infantiles. Por temor a crecer y ya no despertar lástima o compasión. Todavía de grande será un niño adulto, buscando explotar su orfandad y su desamparo. Quiere ser siempre infantil, porque sabe que es la edad o la época de los privilegios y las ilusiones no frustradas. Se dirá a sí mismo; "(¿Crecer?, ¿para qué?" "Siendo niño uno siempre tiene el hándicap de la pequeñez". El ser adulto implica competir de igual a igual. Y él como hijo ilegítimo estará siempre imposibilitado para una competencia varonil u hombruna. De un modo o de otro, la sociedad se lo dirá a cada paso. necesidad de detener crecimiento se ve claro el Lazarillo. Se niega violentamente a reconocer el mundoEsta adulto. Lo espaldea y leelhuye. Sabe o palpita que en cuando lo descubra se ahondarán sus miserias y sus dolores. El mundo adulto siempre le llegará al pícaro como a través de un colapso. Como si ese mundo le fuera impuesto sorpresiva e imprevistamente. Por eso dirá el Lazarillo: "...desperté de la simpleza en que, como niño dormido, estaba". Esa sensación de inocencia también estará en el Guzmán de Alfarache, el personaje de Mateo Alemán, quien dirá: "Qué bien se disponen las cosas de noche a oscuras en la almohada. ¡Cómo, salido el sol, al punto las deshace como a la flaca niebla de estío!". Pablos, en El buscón, dirá: "Dióle al maestro tanta risa de oír mi simplicidad. . .". Antes de nacer el vivo, toda su familia se centraliza y se congestiona en él. Las comodidades y el confort ya están preparados para recibirlo. Los anhelos, las ansias o las esperanzas se apelotonan a" su' alrededor. Su madre que lo incuba ya lo comienza a mimar con sus alimentos y sus ejercicios. Lo acaricia desde adentro en su prehistoria fetal. Le anticipa el nuevo mundo de holgura y facilidad. El padre piensa en él y ya lo quiere hombre. Es decir, macho. En una palabra: el vivo nace "coronado". Sus padres lo van a inundar afectivamente. Sus primeros pasos estarán calzados por los cuidados y los mimos. Experimentará de inmediato un desconocimiento real de las cosas que lo rodean. En realidad, tampoco necesita tenerías. Sus padres, sus abuelos y otros mayores, satisfarán con rapidez babeante sus caprichos.-Irá creciendo como centro y eje de todo lo que lo rodea. Pensará que el mundo está hecho para él y no él para el mundo. Sus padres lo elogiarán en cada uno de sus actos y omitirán sus faltas o debilidades. Cuando dé sus primeros pasos o emita sus primeros balbuceos su padre dirá; "¡Es un hombre!". Esta idea de macho y hombre estará clavada en su alma. Por eso, nunca aceptará la humillación y el ridículo. En cierta ocasión, Mauricio Gómez Herrera, el personaje de Payró de las Divertida aventuras del nieto de Juan Moreira, el vivo argentino por excelencia, juntamente con otros, baña un gato con petróleo y luego le prende fuego: el gato es una quemazón. Algunos se arrepienten de la hazaña. Gómez Herrera confesará: "Yo también me arrepentí de semejante atrocidad, pero nunca quise exteriorizarlo ante mis subalternos, para no revelar mi flaqueza". Para el vivo, la humillación, el ridículo o el lloriqueo serán siempre tabú. Absolutamente prohibidos, por su machismo. La realidad para él nunca será un lugar en abstracto, sino un campo de acción para conquistar prerrogativas. Losélmimos las facilidades le dan padres, él se los exigirá a los otros.sus Enprivilegios especial, a ylasus vida. El mundo para no seráyalgo que hay queque vivir, sinolos algo que hay que aprovechar o conquistar. Los padres lo cuidarán celosamente. Le amortiguarán o le impedirán la pena y el dolor. Y sobre todo le evitarán el enfrentamiento con la realidad. Le fabricarán una "realidad" dócil y sumisa. El mundo será para él siempre una jalea donde se revolcará hasta hartarse de blandura y de sabor dulzón. Éste será el ideal de su cosmovisión Si no lo realiza, se resentirá violentamente. 1
La sociedad EN EL PICARO El pícaro no busca la vanagloria. Tampoco es ambicioso. No busca nada de los "grandes" valores sociales: el dinero, el poder, el privilegio. Sabe que todo eso le está vedado. Acondicionado_ desde su infancia a no poseer nada, cree que esto es la norma y la regla de su existencia. Su fortuna siempre adversa, lo ha lijado y lo ha ajustado dentro de un cuadro de "mishiadura". Su mala suerte se le ha hecho algo connatural. Dice el Lazarillo: "...cuando me pensaba ir del clérigo, diciendo que, aunque aquél era desventurado y mísero, por ventura toparía con otro peor". El Guzmán de Alfarache dice lo mismo: “¡Ved! ¡La fuerza del uso! Como siempre me crié sujeto a bajezas y estuve acostumbrado a oír afrentas, niño y mozo, también se me hacían fáciles de llevar, cuando era hombre". El pícaro piensa que dentro de esta línea está su destino inamovible. En realidad, nunca trata de salir de ella. No pide otra cosa, sino que lo dejen vivir. O que lo dejen digerir. Con eso le basta. Espera resignado que los otros le permitan existir. Ser de algún modo. Al primer encontrón, se encoge y se minimiza para pasar inadvertido para dejar paso. Enlauchado en un mundo de hambre, todo lo sopesa y lo tamiza por el embudo de la escasez. Tener algo lo hace capitalista rockefeliano. Porque la distancia que existe entre no tener nada y tener algo es enorme. Casi una distancia incalculable. Su visión interior económica, debe ser avasalladora para él. Cualquiera que tiene algo será rico. Y esto para él será lógico. Pues lo poco, barometrado por la nada, será todo. Cual- • quiera exigirá que lo dejen vivir. El pícaro sólo quiere que lo dejen estar. Luego, él se arreglará para usurpar, pedir o ratear el alimento. El, pícaro siempre será un desalojado social. Arañará el último nivel para subsistir. En último caso, pedirá lo que para él será una fortuna y para los otros una nadería: ¡Que lo dejen vivir! Aunque no lo dejen amar ni gozar. Para él le sobra y basta, el solo goce de roer, glutir y digerir. ¿Puede haber algo más deseado que mordisquear un pedazo de pan que se desea ardientemente durante horas o tal vez durante días? Su ubicación en la sociedad es una tromba invertida; es decir, desciende siempre. Los escalones sociales separa le zafan de entre los pies. Apenas los el palpa, y ya se"Digo van. verdad; Ayer tenía lo que hoy no tiene. Ahora lo memoriza poseerlo imaginativamente. Dice Lazarillo: si con mi sutileza y buenas mañas no me supiera remediar muchas Veces me finara de hambre". Confiesa Guzmán de Alfarache: "Yo estaba tan traspasado de hambre, que casi quería espirar, y no atreviéndome con palabras de vergüenza o cobardía, con los ojos le pedí que me dieseun bocado, por amor de Dios". En el Buscón recuérdese la descripción que hace Quevedo del licenciado Cabra. Dice Pablos: "Entramos primer domingo después de Cuaresma en poder de la hambre viva". Este estrujamiento económico es lo que crea en el pícaro ese estoicismo que resiste todo: golpes, ingratitud, miserias. El pícaro jamás rumea que la vida puede ser mejor. Cree saber que todo avance es inútil. A lo sumo, un des progreso. El ideal del pícaro es estar donde está y no descender. Quedarse aferrado a lo que tiene. Es decir: un lugar donde dormir y algo que comer.
La Sociedad EN EL VIVO El vivo se cree dueño de la sociedad. Olfatea que la sociedad se hizo para él, y no a la inversa. Cuando la observa, cree que es de su absoluta posesión. La palpa y la hociquea como a una hembra voluptuosa. Su amor tiene la misma identidad. La quiere para poseerla. No para comprenderla o elevarla. Su deseo es poseer todos los privilegios sociales. Y subir por los mismos hasta tocar fondo con la última cima. Sexualmente también siente que desde arriba se tiene una cosmovisión total de la posesión. Los habitantes de la sociedad sólo le interesan en la medida que entran dentro de sus proyectos y de sus intereses. Cuando no están dentro de esas esferas los excluye o los omite, como inexistentes. Su discipulación existencial nunca nacerá de la necesidad como en el pícaro. Jamás aceptará la necesidad por su maestra, como dice el Lazarillo. Para él el maestro será el privilegio. "Cuanto más se tiene mejor se pasa", será su principio social. Por otro lado, como dice Gómez Herrera, nosotros no somos "hijos del rigor". En última instancia, cuando se retobe la buena racha, estará la oportunidad, el amigo o el prestigio de la familia que lo tirabuzonearán hacia arriba. Para su ambición siempre desbocada no habrá resignación ni mala ser-te. Cada uno se re-crea a sí mismo. Y también se hace a uno mismo. Para un vivo, pasar hambre es una humillación y no una adversidad. £1 siempre andará habitando en lo grande. Bailoteando como un trapecista en busca de una oportunidad para trampolines. Por eso, por más abajo que descienda, siempre estará arriba del pícaro. Lo que mejor calibra la diferencia son sus aficiones o sus profesiones. El pícaro en todos los casos estará sirviendo a alguien. Será mozo de venta, criado de cocinero o criado dé cardenal, como Guzmán de Alfarache. O criado de un cura, de un hulero o un caballero, como el Lazarillo. El pícaro en casi todos los casos será criado de alguien. Esto en todo el sentido del vocablo criar: para que lo cuiden, para que lo amparen. Porque él siempre se siente huérfano. No podría vivir si no lo toman en servicio, aunque alguna vez también oficie de ladrón o de tahúr. El vivo no tendrá profesión fija. Aunque actúe y se profesionalice en las finanzas o en los negocios. Y sobre todo en la política, que es su oficio específico.
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La concepción del mundo EN EL PICARO Su eterno trajinar lo lleva a visualizar desde los tuétanos todas las acciones humanas. A husmearlas. No tanto porque las ve, sino porque las penetra. Su profesión de criado le da el salvoconducto para observar las zonas humanas que están detrás de la luz. Poco a poco va devorando sus observaciones en su conciencia. Todo lo que le puede ofrecer la vida desde afuera, exteriormente, no posee ningún valor. Sabe que los hilos que mueven al hombre están taponados en su interioridad. Su eterna miseria lo lleva a tocar fondo en las orillas íntimas o subjetivas de sus amos. Allí puede desmantelar todas las utilerías psicológicas. En ese choque o en ese desencuentro, el pícaro se encuentra trascendido en sus ilusiones o en su cosmovisión. En ese bucear manoteará las raíces de la falsedad y la impostura. Ahí, detrás de las bambalinas, concebirá su filosofía existencial. Su concepción filosófica será siempre una acusación contra la sociedad. El iluso o el idealista estarán siempre descarnado por el pícaro. Su bisturí escéptico (nacido de infinitas decepciones) cortará nódulos e imbricamientos. Desesperanzado y. sin ilusiones, será la acusación más violenta de ese organismo hipócrita y cínico. Uno a uno irán pasando los personajes; el señor, el cura, el aristócrata, el caballero, hasta que queden desmontados y reducidos a su propia naturaleza. El Lazarillo descubre en cada uno de sus amos, su falacia, su mentira. En el ciego: su maldad. En el clérigo: su avaricia. En el escudero: su fanfarronería. En el hulero: su falsía. Del escudero dice violentado en su decepción: ". . .escapando de los amos ruines que había tenido y buscando mejoría, víneme a topar con quien, no sólo no me mantuviese, mas a quien yo había de mantener". Guzmán de Alfarache ennegrece su pesimismo hasta esqueletizar a todos los que cruzan por su vida. Desfondado de todos los ideales elementales valederos antes de convertirse en pícaro confiesa: "Tenía trazadas muchas cosas, ninguna salió cierta; antes al revés y de todo punto contraria. Todo fue en vano, todo mentira, todo ilusión, todo falso y engaño de la imaginación, todo cisco y carbón como tesoro de duende". La trayectoria del la misma: primero es inocente, hasta que mansalva. Entonces, una pícaro ilusiónesensiempre su mochila se hace pícaro.cree, En esa transformación estáloladefraudan denuncia amás ilevantable contravasusin sociedad parapetada en las apariencias y en el cinismo. Después de su conversión, ya no existirán en su vida los valores ideales: amor, justicia, bondad. El pícaro siempre de primera instancia es inocente. Hasta casi puro en su inexperiencia vivencial. Luego, será devorado o corroído por la falsedad, por el materialismo o la hipocresía. El pícaro en todos los casos engañará. Porque es un ex iluso, un ex esperanzado. En su engaño lleva siempre el engaño de su defraudación. La concepción del mundo EN EL VIVO El vivo nunca cree ni creyó en la honestidad ni en la justicia. No se defrauda como el pícaro. Es un "ateo" perfecto. "Desde el vamos" no cree en nada. En lo único que cree (en el caso de creer) es en él mismo. De esa actitud egotista surge su pesimismo radical. Por eso no pregunta si perjudica con su acción social o no. Él cree in mente que si no "jode, lo joden". Por tal causa cree que todos los medios son buenos para conseguir sus fines. Él va a partir de un principio yoísta. "Su interés justifica y legaliza todo". En ningún caso se inmutará si lo nombran para un cargo u otro. Siempre creerá que se ha hecho justicia. Dice Gómez Herrera: 'Yo siempre he sido así, imperturbable, y aunque me nombraran papa, mariscal o almirante, no me sorprendería ni me consideraría inepto para el cargo". No tendrá nunca la valentía de desnudar o ahuesar a su sociedad. Pensará: "Más vale la suciedad tapada que vista". De cualquier modo, 'lo que no se ve no existe". Sólo lo hará si le conviene o no, si le interesa o puede "sacar tajada". La única vez que Gómez Herrera quiere mirar por los entretelones de su sociedad para balconear las inmundicias que en ella pululan le dirán: "¡Déjate de cuatreros!... Si te metes en eso te va a salir la torta un pan. ¡El chasco' que te darías si los descubrieses y supieses que eran don, y don, y otros que tampoco te quiero nombrar!". El vivo no es el fiscal acusador e su sociedad, sino su fiscal explotador. Acusará a su sociedad en la medida que no se entregue dócilmente a sus caprichos. El vivo nunca será el engañado. Porque ante cualquier acción aplicará la filosofía del engañador: el descreimiento.
EL ORIGEN SOCIOLÓGICO Al entrar el nativo criollo en la sociedad argentina "civilizada", se encontró con una violenta desventaja. La sociedad argentina estaba estructurada o se estructuró al tipo de la sociedad europea. Bajo la égida de las conquistas económicas. El inmigrante venía a "hacer la América" ante todo y sobre todo. Después, se quedaba o se volvía. Según lo que acumulaba y cómo le iba. Por tal causa el nativo-criollo quedó desalojado y fuera del diagrama. Todos sus antecedentes gauchescos, apaisanados e incluso aindiados no le servían ni tenían función en ese nuevo mundo. Vertiginosamente quedó amputada su vida social frente al nuevo estilo de vida. Aún más; todo su pasado histórico y psicológico era antieconómico. El tiempo para él no era oro, sino infinitud. Su alma hasta hacía poco no había caído cuadriculada por el alambrado. Ni tampoco la barrenaban los silbidos de las locomotoras. Todo su ser suelto y desbocado era justo lo opuesto a una vida diagramada y asfáltica. Rafael Obligado simbolizó ese drama en su Santos Vega. Lo peor fue que el aluvión inmigratorio lo enargolló en la nueva estructura social, sin permitirle un acondicionamiento previo ni mucho menos un ajuste. Esta frase de Carlos C. Bunge lo dice claro: "Y, poco a poco, la industria moderna lo va aislando en sus salvajes faenas de analfabeto. El inmigrante, más económico, más constante, más trabajador, lo sustituye entonces". Obligado a habitar en las vertientes de la vida contrabandeada y traída de Europa para su supervivencia económica y social, el nativo-criollo se encontró con un nuevo mundo de distinta sensibilidad y de distinta vivencia, cuya escala de valores estaba regimentada por el afán de riqueza. De este violento choque o desencuentro nace el "sentirse inferior" la posición "del hombre siempre a la defensiva" y "el no te metas". Nótese algo sustancial: estas características argentinas tan peculiares fueron observadas por. Ortega y Gasset y Keyserling en momentos en que ese choque o desencuentro daban sus resultados sociológicos. Nunca habían sido observadas anteriormente. Ni siquiera por los viajeros ingleses siempre tan buceadores de nuestros hábitos y costumbres. Todas estas actitudes de relegamiento se incubaron en ese tremendo desajuste social. nuevo status societario rechazaba con violencia al estilo de vida criollo. Todo esto quedó remachado por elEl total apoyo de los gobiernos al tipo de vida europeo y el abandono al hombre de aquí, al que siempre se consideró inferior para entrar en el mundo de las competencias económicas. Desde Sarmiento, pasando por Alberdi, hasta Agustín Álvarez y Carlos O. Bunge, esta idea de la inferiorización del nativo para entrar en las competencias económicas persiste con virulencia. Ante esa opresión social y económica los hombres de aquí tenían que reaccionar de algún modo y reaccionaron a través de la viveza. Al quedar fuera de competencia, el nativo recurrió a la viveza criolla como arma de lucha contra los que venían más allá del charco grande, que es el océano. Esto explica también por qué la reacción psicológica se expresó con toda su violencia en Buenos Aires, donde el nuevo tipo de vida fue más total y la lucha por la existencia más aguda. Prueba de ello es que la viveza criolla en la literatura gauchesca no existió. Hubiera sido considerada como una indignidad. Ni tampoco casi tuvo vigencia en las zonas del interior. Todavía hoy en las provincias del interior la llaman viveza porteña y no criolla por considerarla peculiar de la capital. El aluvión inmigratorio llegó a ser tan avasallador en la capital, que Sarmiento, eterno defensor de la inmigración, tuvo que salir en defensa del tipo de vida local en su libro ha condición del extranjero en América. En 1876, escribía Juan María Gutiérrez: "...nosot ros que somos ciudadanos de un país de inmigración". Oprimido y sofocado, el nativo-criollo reaccionó con encono y virulencia. Apuntalado por el hándicap que le daba el lugar, las costumbres y los hábitos, sacó ventaja desde el comienzo. Visualizó al que venía como candidato y "punto" de sus vivezas y sus "ranadas". Lo vio como usurpador de sus propios bienes. Como extraño en su país. Y hasta como ladrón e intruso. Los cuentos de Fray Mocho, las obras de Payró, los aguafuertes de Arlt y los sainetes de ese tiempo también hablan de esa revancha y ese desprecio. El rechazo y la exclusión se manifestaron con burlas, vivezas, embrollos y hasta cuentos del tío. Escribe José Ingenieros en su obra La simulación en la lucha por la vida: "En el cuento del tío, esa ingeniosa creación del ladrón criollo contra el gringo tonto todo el éxito depende de la habilidad con que uno de los astutos simula ser cándido desempeñando el rol de otario". Estas dos anécdotas citadas Dice por Fray Mocho y de Roberto Arlt fijan el tipo de reacción psicológica de ese período. un personaje Fray Mocho: "...Dígame ¿qué va a hacer uno cuando ve un tano —napolitano— que a fuerza de no comer junta unos marengos, y lo primero que hace es largarse a su' tierra?... ¡Quitárselos! "—¡Pero eso está mal hecho! "—Pero señor, ¿y uno va a tener la sangre fría de dejar que se lleve la plata del país? 5
"—¿Y acaso la plata es tuya? . "-¡Claro que es mía!... Cree que no soy argentino." Un individuo le escribe a Roberto Arlt: "...Me avergüenzo hasta llorar de que en mi tierra, y en plena calle Moreno, exista un antro que se llama Departamento de Policía ... Yo caí allí, siendo criollo, por un delito raro en nuestra nacionalidad. Hice lo que hacen los rusos en su gran mayoría diariamente, es decir, comprar mercaderías a un precio más bajo que lo normal. Hablando entre nosotros, hice de «reducidor»." Estas dos anécdotas indican con claridad que los de aquí veían a los que llegaban como, usurpadores e intrusos. Éste era el espíritu de la época. De esa actitud excluyente, nacieron las vivezas y las "cachadas" que indican de un modo inconsciente el rechazo y la separación de grupos. Observa el sociólogo belga Dupress; "Cada uno conoce una risa de exclusión, allí donde haya grupos que se opongan mutuamente". Y agrega casi inmediatamente: "Las bromas no hacen sino girar en torno a exclusiones permanentes". Bergson también adjudica a la risa y a la broma en su obra ya clásica, La risa-, una nota de exclusión al decir: "La risa castiga las costumbres". La viveza criolla, en su srcen, surgió como una legítima reacción contra una sociedad extraña y arbitraria. Los hombres de aquí, olvidados y apartados, buscaron el desquite y el rescate de sus derechos por medio del camuflaje de la viveza y la cachada. El proceso fue lógico: en situación en que es imposible otro modo de ataque o de defensa, la ironía, la burla o la viveza representan la lícita forma de agresión contra el yugo que oprime: en este caso, un nuevo tipo de sociedad. Escribe Alfred Stern en su obra Filosofía de la risa y del llanto con excepcional agudez: "El individuo no puede escapar a esas presiones, sociales (prohibiciones políticas, religiosas o sociales), puede violarlas pero con peligro de toda clase de sanciones sociales y aun penales. El individuo (entonces) se venga, buscando degradar por medio de bromas (vivezas, cachadas) y ocurrencias los valores morales que todas esas prohibiciones y convenciones religiosas, sociales y penales buscan salvaguardar. Degradando esos valores morales Su de lapropia vida erótica política o Social,a tan cuidadosamente protegidos por la sociedad, el individuo los ridiculiza. risa y lao de sus amigos, quienes cuenta con entusiasmo una liberación simbólica de una opresión social a, causa de la cual sufre". Si se observa que el nativo-criollo, con la viveza trata de degradar a su sociedad y los valores que ésta representa, la similitud de la viveza con la risa será evidente. Los medios de descarga que se usan para expresar las reacciones y las hostilidades psicológicas son siempre o casi siempre esbozados y ocultos. Son para evitar y eludir la agresión abierta. Las causas son claras: la agresión abierta o pública sería castigada por la ley o la fuerza pública. Por eso en estos casos, siempre se recurre a la viveza, a la risa o al chiste. El hombre que usa o recurre a estas reacciones psicológicas se encapucha en el anonimato para actuar y no ser descubierto. Todo el mecanismo mental de la viveza está montado sobre lo anónimo. Y toda su acción está en violar o burlar lo prohibido y lo convencional, sin ser visto, para sacar provecho. El vivo, en todos los casos, concretará una política oculta y secreta que le permitirá obtener "sin cargo" o "sin gasto" lo que persigue. O como dice Agustín Álvarez: "Conseguir de arriba por la viveza, sin pagar, aunque pueda"; lo que por norma se obtiene mediante retribución o pago.
DESARROLLO COLECTIVO DEL VIVO Y DEL PICARO La viveza criolla fue un hábito o vicio colectivo provocado por la inmigración. Lo espoleó por reflejo. Mejor dicho, lo estimuló y lo aguijoneó en el nativo-criollo. Éste comenzó a usarla únicamente contra el "extranjis". Pero luego se le invirtió contra sí mismo al hacerse norma. Los reflejos psicológicos condicionados ya estaban. Y se hicieron connaturales. Entonces, surgió la colectivización de la "avivada" o la "ranada". El proceso fue similar al que describió Freud del chiste: "Diríamos que la risa nace cada vez que una cantidad de energía psíquica, utilizada anteriormente para alimentar ciertos procesos psíquicos-, resulta inutilizable, de suerte que puede ser descargada libremente". Las energías psíquicas abastecedoras de la viveza no podían ya proyectarse sólo contra los que venían por una causa de acondicionamiento. Los que llegaban, después de una larga o corta estada ya conocían las costumbres y los hábitos del lugar. Los que habían asimilado a través del escarnio y la burla. Por otra parte, había algo esencial: los hijos de los inmigrantes ya acriollados habían aprendido el manipuleo de las vivezas y las bromas de los de aquí. Por un impulso psicológico del desquite, o compensación lo aprendieron vertiginosamente. Tal vez, para vengar a sus "viejos" siempre burlados y embrollados. O tal vez, y esto puede ser lo fundamental, para no ser ellos mismos motivo de burla o de escarnio. El hijo de inmigrante, prefería cualquier cosa antes de pasar por "gil" o "punto". Su infancia siempre •chacoteada, le había enseñado la "profesión" de vivo; madrugar antes de ser madrugado. Los calificativos de "tano", "ruso",' "turco", "galaico", "gallego", "polaco", motejaban aún su alma infantil.'. Había también entre los que venían una ruptura indudable entre padres e hijos. Los padres alguna, vez o casi siempre se enclaustraban en sus 'colectividades de origen. Las villas, los círculos, los clubes, las colonias, eran el país de origen contrabandeando en la nueva tierra. Pero los hijos estaban estrujados frente a los extremos. Por un lado, el mundo de los padres que no comprendían y, por el otro, el nuevo mundo inhóspito que debían habitar y conquistar de de algún modo. Tres autores 'agudeza esta metamorfosis: Ortiz, Roberto Arlt y Carlos la Púa. Scalabrini Ortiz observaron subrayó su con "apiolamiento" Dice: "Por eso elScalabrini hijo porteño de padre europeo no es descendiente de su progenitor, sino de la fisiología que lo supone engendrado por él. No es hijo de su padre, es hijo de su tierra". Escribe Emilio Daireaux, autor que sigue Scalabrini Ortiz: "Sorprende que el hijo criollo nacido de padre extranjero sea capaz de enseñar al padre la ciencia de la vida, tan difícil de aprender para el que se trasplantó a un país nuevo". Roberto Arlt apuntó con violencia el odio y la hostilidad de padres e hijos. Del padre tacaño e implacable que convierte a su hijo en un ser explotado sin derecho ni amor. "Es el muchacho, --dice Arlt— que se casa y no quiere saber nada con los viejos." Los detesta. Ellos le agriaron la infancia. Él no lo sabe. Pero los' detesta inconscientemente. "Lo he observado —continúa Arlt-, sobre todo entre las familias extranjeras." Carlos de la Púa habló de los inmigrantes pobres. De los que mordisqueaban su miseria en los cuartuchos ahumados del arrabal. De los padres que jadeaban sus entrañas en las fábricas y de las madres que esquinaban su espinazo en el ángulo de un piletón. Los hijos de estos padres, millonarios de pobreza,huían del umbilicamiento paternal. Alguna vez ocultaron la existencia de sus padres y otras la rechazaban. Anclaban en cualquier orilla antes que quedar fondeados en el viejo hogar, que les había chapuceado de pobreza el alma. Escribe Carlos de la Púa: “Vinieron de Italia, tenían veinte años, con un bagayito por toda fortuna; y, sin aliviadas, entre desengaños llegaron a viejos sin ventaja alguna. Mas nunca a sus labios los abrió el reproche. Siempre consecuentes, siempre laburando, pasaron los días, pasaron las noches: El viejo en la fragua, la vieja lavando. Vinieron los hijos, ¡todos malandrinos! Vinieron las hijas, ¡todas engrupidas!..” Trampolinados en el nuevo mundo, los hijos aprendieron las vivezas y las "ranadas". Zambullidos en ese cosmos inhóspito y cruel, fueron los primeros en conquistarlo y poseerlo. Lo hacían impelidos por una necesidad intrínseca: en sus espaldas se iban quemando las naves que los vinculaban con sus padres. Sin nada detrás y empedrado de vacíos su adelante, tenían que con quistar a codazos su espacio vital. Entonces, no pensaban en los medios. Ni tampoco, en las formas. La viveza siempre era el camino que los entubaba más rápido hacia su fin. En última instancia, la viveza los ponía en pie de igualdad con los otros y no los inferiorizaba. Ser vivo era lay mejor formadedesus acriollarse adquirir prestigio. renunciar a esa posibilidad. La incomprensión la miseria hogares yestaban trepados en No sus podían almas para recordarles el ayer siempre presente.
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MECANISMO DE LA CACHADA La cachada es lo que mejor define a la viveza. Es su consecuencia. La viveza inverna en la mente del vivo hasta que aflora en la cachada. El cachador excede en "cancha" al no vivo. También lo sobra en "ranadas". La etimología de la palabra lo indica: cachar viene de cazar, por agarrar, que por memorización itálica se hizo cachar. Cazar impone hacer caer a alguien. Cae la presa o se la captura. La prehistoria semántica del vocablo corresponde al arte venatorio. La cachada tiene casi todas las similitudes con la caza. Similitudes de profundidad y de periferia. Desde su srcen han estado entroncados cazar y cachar. No se sabe porqué hasta ahora no se las ha buscado. El cachar, al igual que el cazar, tiene sus propias leyes. Cuando se las omite, se anula su función. El que "carga" o el que cacha igual que el cazador tiene que accionar gradualmente. Tiene que racionalizar o dosificar su acción. Un ejemplo basta: el cazador no puede acumular todas las piezas porque se quedaría sin función. Luego, no tendría presas para cazar. Tampoco el cachador puede acumular todas las bromas o cargadas sobre un individuo, sino hasta cierto límite. Porque si no se carga racionalmente al "punto", la cachada degenera en violencia abierta, cuyo resultado sería la pelea. La pelea haría desaparecer mágicamente al "cargador" y al "punto", y surgirían dos rivales en el mismo pie de igualdad. O, en última instancia el "punto" huye. Otros excesos y similitudes son enumerables. Entre los más importantes cabe citar: no "relajar" demasiado al "candidato". Porque perdería su importancia para ser "cargado". Sería un contrincante muerto moral y psicológicamente. Cuanto mayor jerarquía tiene el "candidato" mayor efecto tiene la broma. El símil del cazador sería que en un exceso éste mate todas las presas con explosivos; entonces, 'no ejercitaría el arte de cazar, sino de destruir. Otro hecho necesario, aunque no imprescindible, es que el cachador esté rodeado por la "barra" ó simples observadores para que el resultado de la burla sea festejado. Los miembros de la "barra", además, al igual que los perros en la caza o la jauría, sirven para cercar o acorralar la presa. La sorpresa juega un rol esencial en la cachada y en la caza. En la caza, cuando el animal sorpresa razón inversa indica la habilidad en latoda cachada, al "caer"entré el "punto", se elevacae la por habilidad delpor cachador. Inexorablemente la caza ydellacazador. cachadaIgual excluyen reciprocidad ser cazador y ser cazado o ser cachador y ser cachado. Siempre tiene que existir un desequilibrio vital entre ambos. En caso contrario los dos serían vivos y no se "cargarían'' o serían ambos "puntos" y tampoco lo harían. En el ejemplo del arte de cazar, los dos serían cazadores o los dos cazados. Una variante interesante de similitud sería la idea de "cargar". La idea surge lógicamente de acumular. Al cargar (con burlas, ironías, bromas o vivezas) al "candidato", éste pierde agilidad porque queda como cargado materialmente.De esa actitud aflora el concepto de pasividad del "punto". El no dejarse "cargar" expresaría la necesidad de estar siempre libre para responder o retrucar con agilidad. El "punto", como el animal, tiene que poseer los medios para evitar ser atrapado de inmediato. Pues si la incapacidad del "punto" fuera absoluta, nadie se molestaría en "cargarlo" o cacharlo. Nadie va a "cargar" a un tarado o a un idiota (ambos en el sentido clínico), esto sería desmerecerse e inferiorizarse. Sería tan absurdo como si a un cazador se le ocurriera atrapar o cazar un animal -doméstico. Obsérvese que cualquiera de estos excesos u omisiones quebraría el mecanismo de la cachada o la caza.
PSICOLOGÍA DE LA CACHADA La cachada consiste en burlarse, sin que el burlado lo perciba ó lo compruebe. Para eso es lícito cualquier medio: aprovecharse de su confianza, mentir o imaginar situaciones, estimular sus debilidades. La finalidad es hacerlo "caer". Es decir, ridiculizarlo. Hasta que quede claro que se lo supera en viveza. En "cancha" o "carpeta", que es lo mismo. El candidato puede ser cualquiera: un desprevenido, un "gil" o un supuesto vivo! Lo importante es que "caiga", que "patine". Que sea posible chancearlo. Los motivos del engaño pueden ser varios: un cuento, una fábula, un "grupo". Lo necesario es que el "candidato" crea; que confunda fantasía por realidad. La cachada nace en cierto modo de una debilidad descubierta en la víctima. De una flaqueza o de un berretín íntimo. Por ejemplo, berrea o vocifera y él supone que canta. Se cree conquistador, y las mujeres lo engañan. Siempre se parte de una suposición, de una creencia. La cachada nace y se incuba en la impotencia, del "candidato" para ser lo que quiere ser. Sin impotencia y sin fanfarronería no habría cachada. Si se le cacha para que cante y canta bien, en realidad no hay cachada, hay aprobación. Lo esencial es que no logre lo que se propone, que sea naturalmente incapaz para lograr su berretín. La cachada en cierto modo es "pedagógica", obliga al sujeto a ocupar su justo lugar. Hasta aquí el sujeto que es cachado. Pero en el que "carga" o cacha el prisma cambia. Éste busca una satisfacción psicológica. El que cacha se constituye en ser superior al cachado. Como con secuencia, que es burlador y no burlado. Esto le da aplomo y firmeza frente al otro. Se siente respaldado en su tabla de valores-. Ésta es una de las causas por la cual el vivo necesita psicológicamente cachar y "cargar" con permanencia. La cachada es una manera, instintiva e inconsciente, de emitir un juicio de valor negativo que concurre a una degradación de valores. Real o pretendida. Actitud que, en todos los casos, implica una crítica y que da al cachador un sentimiento de superioridad que aprecia un valor positivo de hombría. Puestaeslainferior, situaciónélen el vivocarga. que "carga" es para elevarse. Se como eleva minimizando. Porque si el "cargado" es extremo: superior porque Si el "candidato" es superior, mejor. Porque el cachador se eleva aún más. Ésta es la piedra angular de la cachada: degradar valores. Un ejemplo confirmará lo expuesto. Un grupo de estudiantes "cargan" o cachan a un condiscípulo, convertido en "punto" por el fracaso de su examen. El "bochado" argumenta que no tuvo tiempo de estudiar. Que le dieron tarde los apuntes. Que estaba nervioso en la mesa. Que los examinadores con él fueron unos "perros". En el fondo, lo que quiere es salvar su dignidad. Mejor dicho, su tabla de valores, donde se apuntala su idgnidad de estudiante: su inteligencia, su talento, su capacidad mental. Los otros conocen su punto débil; entonces lo cachan y lo "cargan" por esa defección intelectual. La cachada, la risa o la ironía surge porque el 'bochado" no quiere reconocer su fracaso. En caso de reconocerlo no habría posibilidad de cachada. Faltaría algo esencial: la posibilidad de descubrirlo y de agarrarlo en falta, de degradar sus supuestos valores reales, El individuo no quiere reconocer su realidad por no caer en ridículo. Prefiere mentir o desfigurar los hechos antes que aceptar la verdad. Entonces, no le queda otra alternativa que "la pose" o "la parada" para fingir lo que no es. O trabajar para el papel que ha elegido representar. Su actitud mental también será lógica: su dinamita psíquica estará siempre pistoneada y sitiada por su temor a ser visto como es. Los otros vivirán agazapados, buscando descubrir o visualizar las flaquezas o los errores para reírse de ellos. La cachada tiene su srcen en el temor pavoroso del ridículo; sin este temor la cachada no existiría. Nadie se reiría de alguien que no tiene temor a ser descubierto. Si el estudiante del ejemplo citado no trata de camuflar su fracaso, no existiría motivo de cachada que degrade sus valores intelectuales. EL VIVO Y LA CACHADA El vivo enladrilla el esqueleto de su alma con apariencias. En esto no tiene límite. Hormiguea y trabaja desde adentro, para armar su andamiaje exterior. Se dedica con vehemencia a conservar, el decorado de su personalidad antespara quesí,lasino personalidad misma. su ser auténtico sido hipotecado o succionado suquiere ser ficticio. No vive para su pose. En Todo un ejemplo violento; ha suicida su ser natural por el papelpor que representar. Él es lo que quiere ser, no lo que es. Paradójicamente se puede decir: que se quema para alimentarse. Su vida misma se ha perfilado en una sola "profesión": evitar la cachada o en caso contrario hacerla, que es lo mismo. De cualquier modo no se convierte en "punto" o "candidato". El vivo ruleteará su existencia a cualquier número, menos al de zonzo o "gil". Ésta es su obsesión capital y tal vez única. El vivo olfatea, que para ser cargado tiene que estar siempre en relación con su valor superior real. Tiene que existir la 9
posibilidad de no ser lo que aparenta ser. Pues sólo ante un valor superior puede ser degradado por la cachada. En una palabra: su ser puede ser cachado siempre que se considere superior y no lo sea. Su lucha contra el cachador tiene que centripetarse en la posibilidad de ser descubierto. El vivo, en última instancia, siempre será un ser que tapona sus agujeros psicológicos. Todas sus energías ventean ese rumbo: impedir que vuelen las compuertas para evitar que se contrabandee en su interioridad. Esta actitud es decisiva. Porque visto desde el interior el vivo mostraría su frágil fachada. Kant fijó las cualidades de la risa: "La risa -escribió— es una emoción nacida de una súbita reducción a la nada de una intensa expectativa". Esta definición involucra justo el temor que tiene el vivo a la cachada: la demolición de su andamiaje psicológico. El vivo es siempre una expectativa, en elsentido de que su caparazón y su fachada exterior pueden caer en cualquier momento estrepitosamente. Como en toda lucha o en todo torneo, también la expectativa en la cachada es creada por la posibilidad de ganar y ser superior. Pero en la cachada hay un agregado esencial; el que pierde o es vencido queda desmontado en su utilería psicológica y no en su prestigio físico. En una lucha o en un torneo se puede ganar o perder, sin que exista ningún "desmontamiento". No así en la cachada, cuya finalidad última seria demostrar al vivo que no posee tanta viveza como él cree. Viveza en este caso debe ser entendida como sinónimo de valor: de hombría, de virilidad, de machismo. De esa causa, parte la tremenda desesperación del vivo por defender su papel o su pose y no ser desmantelado psicológicamente.
MOTES El mote, sociológicamente, tiene la posibilidad de ser más leal que el nombre. E incluso más consanguíneo. Corresponde a la estructura psicológica del sujeto. El mote casi siempre simboliza exteriormente lo que es vital al individuo interiormente. Está relacionado siempre orgánicamente al grupo o a la sociedad donde el individuo vive. No nace por elección del sujeto, sino por imposición social. Viene impuesto desde afuera. No surge como el nombre por una decisión paterna, sino casi siempre por un consenso general, Y si el mote se conserva y queda, expresa con fuerza avasalladora cómo fue visualizado el sujeto por los otros. Los motes pueden ser inventados o creados por un solo individuo anónimo o por varios. Pero una vez que la elección coincidió con el "modus" del sujeto se hace rápidamente general. En una palabra: el mote o el apodo es siempre la imposición de una decisión colectiva. Los motes, la viveza y la cachada son la creación más peculiar del arte popular argentino. El arte, de "marcar" o motejar hombres es tan dominante en el alma argentina que en ninguna época ha disminuido. Y mucho menos ha desaparecido. El hábito o la costumbre del apodo en la Argentina viene por herencia colonial. Afirma Antonio Pillado, en Buenos Aires Colonial, que "decir refranes y aplicar motes a cualquier persona o cosa era común y corriente en la Colonia". Algo aún más decisivo. No sólo se aplicaba motes y apodos entre la gente de. Ambiente popular, sino a todos Tos habitantes de la Colonia. Al gobernador Josef de Garro lo apellidaban "el santo". Al virrey Cisneros, "el sordo". Al escribano Eufrasio Boiso, "siete pelos", A doña Francisca Alzaibar de Viana, 'la maríscala". A la señora O'Gorman, "la Perichona". Después de Mayo la costumbre pervive. Los españoles llamaban a los patriotas: "facciosos", "insurgentes", "sediciosos", "revolucionarios", "impíos", "herejes", "libertinos". Los patriotas a su vez llamaban a los españoles; "sarracenos", "godos", "gallegos", "chapetones", "matuchos", "maturrangos". Pero hasta la ascensión de Rosas los motes o los apodos no se hacen virulentos y agresivos. En esta época las injurias, las calumnias, adquieren rangoLa y eficacia de armas instrumentos motes y apodos de todo calibre. exageración es tane violenta que sepolíticos. pierden Federales los límitesydeunitarios lo real. elaboraban Cada uno era motejado con el término más ofensivo del momento; "mulato". Término éste que en esa época había adquirido su más virulenta potencia de ofensa. El Moreno de Martín Fierro en La Payada trata de deslastrarse de la acusación que palpita en el ambiente contra su color. Insistentemente dice el Moreno refiriéndose a su negrura: "... Cosas que ignoran los blancos las sabe este pobre negro". "Aunque sea negro el que canta...”. "Aunque es mucho pretender de un pobre negro de estancia". "Más soy un negro rudo". El término mulato tanto lo usaron los federales como los unitarios. Los primeros vociferaban su desprecio contra el "mulato" Rivadavia, que según José A. Wilde, era conocido con ese apodo en todo el país. Pero lo excepcional fue que los unitarios por reacción y odio llamaron "mulato" al rubio Rosas. Mansilla aclara en su ensayo Rozos, que "La primera vez que alguien dijo 'ese mulato de Rosas, no quiso referirse a su color, sino a sus hechos; en el Río de la Plata y en toda América española es preocupación que del mulato no hay que fiarse". Rosas en muchos aspectos fue un psicólogo agudísimo de las multitudes. Captaba y registraba sus deseos y sus sensibilidades con la exactitud de un sismógrafo. Barrenador profundo de los actos multitudinarios visualizó en seguida la importancia de los apodos y los motes en el alma colectiva. Es el primero que los usa en las luchas políticas. Se sabe que se conchababa largo tiempo en su "Diccionario Salvat" para extraerlos. Su capacidad para crear apodos llegó a ser excepcional. Dice Mansilla en la obra citada: "Nadie puso, por eso, apodos más expresivos, más clásicos, más inteligibles para la plebe; nadie como él". Sarmiento también apuntó esta cualidad. Escribe en Facundo: "Es admirable la paciencia que ha mostrado Rosas en fijar el sentido de ciertas palabras y el tesón de repetirlas". Los unitarios malquistados con Juan Pablo López le llaman por su rostro picaneado por la viruela con el sobrenombre cultísimo y libresco de "Mascarilla". Rosas lo llama con el mote que aún se conserva y que se usa en el lunfardo "Pelafustán". A Fructuoso Rivera, Rosas le pone "Padrejón" por su costumbre de procrear padrillamente hijos al azar. El gaucho entiende y saborea la expresión. Lo entiende como sinónimo de padrillo. Los unitarios lo llaman "pardejón" violando el srcen racial del caudillo. Rivera no era mulato sino blanco. Incluso Sarmiento lo llama así en Conflictos y armonías..., El periodismo de federales y unitarios alcanza vértices de violencia suma. Los epítetos y los calificativos van y vienen porMercantil" la vehemencia y la ironía. Nacional" de todo Montevideo, la pluma de José Rivera Indarte,encapsulados y "La Gaceta de Buenos Aires"El se intercambian tipo de bajo calificativos. La lucha arrecia como un terremoto en los años que van de 1840 hasta 1845, año de aparición de Facundo. Los federales llaman "loco" a Sarmiento, "espada sin cabeza" a Lavalle (calificativo que le había puesto Echeverría). Los unitarios llaman "Ancafilú" (cuerpo de serpiente) a Rosas, "Torquemada" al doctor Tomás Manuel de Anchorena, "Batata" a Felipe Arana, "La Peucelle" a Manuelita. Caído el régimen rosista en Caseros, la costumbre y los hábitos de motejar se conservan y afloran casi permanentemente en la convivencia 11
argentina. El campo más propicio para su proliferación es la política. Aunque modernamente los motes también proliferen en los deportes: el fútbol, el boxeo y el turf. Casi siempre en la historia argentina a los partidos políticos, en los ambientes populares, se les ha conocido por sus motes y sus apodos, y .muy poco por el nombre srcinal o real. Esta idea persiste en toda la historia política del país hasta nuestros días. A los alsinistas y a los mitristas se les identificaba por 'los cocidos" y los "crudos". En el gobierno antipopular de Juárez Celman, cada hombre conocido políticamente tenía su apodo. A Mansilla se le llamaba "Mantequilla". Al general Bosch, "Bosque". Al general Leyría, "Ley de Río". Al general Capdevila, jefe de policía,"Cabo de Vela". Al general Supisiche, "Chupichiche". A Luis Sáenz Peña por su obsecuencia a Pellegrini, Mitre y Roca, "El Pavo", A Nicolás Avellaneda, "Taquitos". A Pellegrini se le llamó "El Gringo". Los motes a los caudillos o a los hombres de trascendencia política persisten como en una línea recta. "El Mulato" Rivadavia, "Ancafilú" Rosas, a fines y principio de siglo se transforman en "El Zorro" por Roca y en el "Burrito Cordobés" por Juárez Celman. Luego, por "El Peludo", mote de Yrigoyen. "El Pelado" por Alvear, "El Orejudo" por Marcelino Ugarte, caudillo conservador bonaerense, Estos apodos individuales tuvieron también sus "desinencias" colectivas. Los radicales fueron conocidos por "Los Peludos" y los conservadores por "Los Orejudos". Más tarde, por dos apodos culinarios: "Los Radichetas" y "Los Conservas". En nuestra época. Perón monopolizó varios apodos: "Pocho", "El Hombre", "El General", "El Coronel", usados en su primera época. Eva Duarte, respondió al apodo de "Evita". El Peronismo puso en vigencia muchos motes extraídos de los estratos populares. Se pueden recordar entre los ya citados: "Descamisados", "Grasitas", "Cabecitas Negras", "Veinte y Veinte", "Contreras", por los opositores. La fórmula Aramburu y Rojas trajeron "El Vasco" y "El Petiso", "El Pingüino" o "El Negro" y los gubernamentales pasaron a ser "Los Gorilas".
FIACA El argentino ve su vida como enargollada de imposiciones. Atiborrada de cosas y obligaciones. Percibe y presiente que tiene que deslastrarse de un modo o de otro de ellas: huyendo, "tirarse a muerto" o haciendo fiaca. Por tal causa la sustancia de su vida es siempre la rebelión, el disconformismo o la indiferencia contra el trabajo o la obligación. Su impuntualidad se nutre de la misma raíz. Quiere tener el libertinaje de no llegar cronométricamente. El argentino es uno de los individuos que másproyectos de ser tiene. Por eso justar mente su vida siempre patina en el presente esperando el mañana. Un viajero que nos visitó a mediados del siglo pasado ya observó esta costumbre de eterna postergación' en la vida argentina. Escribe Thomas J. Hutchison, en Buenos Aires y otras provincias argentinas: "Todo aquel que haya vivido algún tiempo en la República Argentina, estará de acuerdo con mi experiencia, de que hay pocos países en el mundo en que se tenga más devoción por el principio de nunca hacer hoy lo que puede dejarse para mañana. El hereditario mañana domina todo el sistema social, político, comercial y militar". El argentino vive el presente desde el mañana. De ahí que su vocación existencial es siempre un querer ser postergado. Tendrá 20 años en un ministerio o 20 años en un oficio y siempre esperará ser lo que quiere ser "ontológicamente". Varado con 20 años de trabajo o de comercio, esperará un día tirar todo por la borda y empezar por fin a "vivir su vida". O a ser él. Éste es uno de los berretines más recónditos del ser argentino. Dice Scalabrini Ortiz en la obra citada: "así todos los individuos de la clase media (y los otros) tienen en su magín una idea, un proyecto, un invento, un plan de campaña, que si se realizara, lo dejaría 'podrido en plata'". Entre un extranjero, preferiblemente un europeo, y un argentino habrá siempre una diferencia fundamental. El extranjero sabrá el repertorio invariable de susactos. Su infancia, su adolescencia y casi toda su vida estará vinculada a su oficio o a su profesión. El argentino por el contrario separará su existencialidad de su trabajo. Sude vocación laboral estaráAl siempre de algún modo por es uncárcel. ser que perdido el sistema sus pautas sociales. encontrarse existiendo, se realizarse. encuentra El en argentino una pavorosa Nohasabe qué hacer: tiene él mismo que inventarse su mundo imaginativo para escaparse de sus ocupaciones. El hombre de aquí actúa como si su tiempo fuera infinito: ensaya una tras otra sus ocupaciones. Y cuando no puede resistir más ese "tren" de vida se rebela y hace fiaca. Que es un modo de rebelarse hacia adentro. Desconectarse del mundo. Amputar las antenas sensitivas del contorno. Entonces, es cuando se "tira a muerto". Es decir, que obligado a vivir la vida la vive como muerto. Fiaca es la palabra que expresa mejor ese estado de ánimo. El individuo se "engunfia". Y se vuelve un "squenún", un perezoso sempiterno como dice Roberto Arlt. Arlt definió con profundidad este estado fisiológico y psíquico al escribir: "Deseo de no hacer nada. Languidecer. Sopor. Ganas de acostarse en una hamaca paraguaya durante un siglo. Deseo de dormir como los durmientes de Éfeso durante ciento y pico de años". La fiaca es una rebelión del cuerpo. Como el surmenage es una rebelión de la mente. Las dos actitudes tratan de contrarrestar la excesiva presión y carga exterior. No se sabe muy bien en qué momento surge ese estado de "nirvana occidental". Un día o una noche envuelve al sujeto como una boa. Un bostezo o varios pueden ser el prólogo. En otros casos un intento de querer desperezarse. El sujeto con un ¡ah! infinito como una meta kafkiana comienza a anticipar el síntoma. Luego dice: 'Ya me está entrando la fiaca". En seguida remacha: "Tengo una fiaca de la madona". Y por último, denuncia su violenta voluntad de no hacer nada: "No tengo ganas de moverme". La fiaca se diferencia de la "angustia existencial" o de la náusea en casi todos sus aspectos. Y no coincide en ningún síntoma esencial El individuo que se nausea o se angustia deja de lado todas las motivaciones de su existencia. El individuo que le entra la fiaca se empina únicamente contra el trabajo o contra sus ocupaciones. Otra diferencia también esencial los separa: el existencialista en su náusea está incómodo, es un estado de crisis, casi de desesperación. Pero el individuo en la fiaca está gelatinosamente cómodo, es un estado de nirvana, de delectación. Algunos existencialistas, entre ellos Kierkegaard y Sartre, sostienen que la angustia es un estado natural del hombre o del ser. Que incluso está en su ontología. Para el individuo "engunfiado" la fiaca es un estado paradisíaco que anhela fervientemente. Y que muy pocas veces puede lograr. Su actitud confirma la tesis bíblica: "Que una vez conocida la existencia del paraíso nadie puede vivircayendo feliz sinuno entrar en otro, él". Eligual argentino ve su de vida de "laburante" un espacio de tiempo donde sussentido actos van sobre que pelotas trapo, sin sentido.como No quiere encontrar o no encuentra en trabajar. Lo que quiere ante todo es tener la idea de tiempo libre para hacer lo que quiere, aunque nunca haga nada. El ideal de su vida es un activo "estar ahí" o mejor un dinámico "dejarse estar". Le acogota el alma tener copada su vida por tareas, cosas u ocupaciones que no le interesan, que "no le van ni le vienen". En realidad, no siente que esas cosas o esas actitudes le llenan su vida, sino que se la roban. Por esa causa el argentino vive como viendo evaporarse su existencia en cada momento. Dice Ortega y Gasset en la obra citada; "En el 13
argentino predomina, como acaso en ningún otro hombre, la sensación de una vida evaporada sin que se advierta". El hombre de aquí palpa y percibe ese tiempo que se le va yendo, mientras él va estando. Siente esa fuga en el contorno que lo rodea. En cada instante ve que se va lo que ayer fue y lo que hoy es. Muy pocas cosas quedan eternizadas a su lado. Todo cambia y se escurre como en un desagüe: "La pucha, ¡cómo pasa el tiempo, ya hace diez años que nos casamos!" Y ante el recuerdo de cualquier momento vivido dirá: "A la... miércoles parece que fue ayer". En última instancia, el hombre que trabaja 6 u 8 horas, e incluso el que tiene dos o tres trabajos, vive esperando. ¿Qué espera? Su vida auténtica ha quedado en suspenso, como serie de episodios, en tanto sus ocupaciones le devoran las materias primas de su propia vida. En el fondo el hombre "yuga" o trabaja para ganar dinero suficiente y así poder concretar su otra vida" que tiene en su imaginación. El argentino, mientras está ocupado o mientras vive su vida exterior, que es lo mismo, está elaborando en su fantasía los capítulos de su "otra vida" que tal vez no vivirá nunca.
PALPITO El pálpito nació en el gaucho. Éste, enterrado en la pampa, como un náufrago, hundido en tierra tuvo que palpitar todo. Había que olfatear dónde conducían sendas sin principios ni fin. Había que esquivar; el sol que cargaba desde arriba con ráfagas de' fuego. En* invierno,' había que techarse para evitar las heladas que caían-de "arrase". En las noches fugadas de luna, se tenía que vivir con la epidermis abierta, como una esponja, palpitando a la india-da que venía con todo a malonear ya robar. En las secas, los remolinos barrían con ráfagas invisibles el suelo polvoriento. Y un poco más acá o más allá, las jaurías aullaban estirando el límite de las noches hambrientas. Todo aquel vivir llevaba al palpito, a la intuición, al tal vez. Sin alternativa, había que acertar o morir. Era algo así como jugarse uno mismo y no ganarse. Después, el país avanzó vertiginosamente. Los hombres entraron a centripetarse en un ascenso sin fin; Aquí también había que palpitar. No había tiempo para razonar o calcular. Los pueblos y las ciudades crecían. "Se edifican ciudades como se tejen paños", escribió Sarmiento. Apenas alcanzó a medio siglo la transformación de la campaña en aldea. Y sólo veinte necesitó la aldea para ser ciudad. La Plata nació a través de un decreto. Todos sus edificios y sus calles fue-ron construidos como por arte de birlibirloque. No había quietud, reflexión, o acción mental paya seleccionar, elegir o analizar. Ante cualquier silogismo de 'la realidad había que expresarse por sí o por no. Los hechos se amontonaban. Apenas se había perfilado el año 10, y ya se comenzaba a luchar contra el godo. En seguida comenzó a arrasar el salvaje. El gauchaje también se rebelaba contra el alambre civilizador. De inmediato, casi también el alud inmigratorio, que venía como una inundación. Y" ante todo eso había quehacer y realizar. Casi antes de que la acción pasara por la teoría había que hacer. Había que estructurar. Entonces, se consolidó el pálpito y la intuición. Los caudillos siempre improvisados eran una prueba de cómo se podía intuir y mandar. Facundo y López eran seres instintivos, casi carismáticos, según Paz. Ante todas esas urgencias, el tal vez y la incertidumbre a losTodo hombres. El azar y la erintuición hicieronLaconnaturales. Y se afincaron en lael mentalidad delinvadieron ser argentino. el accionar social a azar e se incerteza. política, el comercio, el amor, estudio, el trabajo tenían esa impronta. Se comenzaba siendo estudiante de medicina y se terminaba - siendo comisionista de bolsa, como Manuel Ordóñez. O se comenzaba siendo riquísimo y se terminaba en la ruina, como el doctor Glow, dos de los personales de La Bolsa de Julián Martel. Todo podía ser o no ser. La cuestión era palpitar y acertar. Toda esta falta de previsión se quiso taponar con frases espectaculares: "Somos un pueblo joven", "Somos un país audaz y pujante" o "Somos un país en evolución". Pero en el fondo no era otra cosa que apuro y precipitación para ser lo que en el ideal constitucional creíamos que éramos. Esa necesidad de querer ser pronto, urgentemente, no permitió un acondicionamiento o una adaptación sociológica. Todavía hoy seguimos siendo un país heraclitano en permanente devenir.
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PIROPOS El comer ocupa en la mentalidad argentina un ángulo de privilegio. Es casi una voracidad hambruna. Pero como dato de importancia esta obsesión no ha nacido de hambres endémicas o de épocas de escasez. Alberdi en su tiempo dudaba de que en la Argentina se planteasen los problemas sociales.' Prefiguraba 'que la riqueza de la tierra era por demás pródiga y que iba a abastecer con exuberancia a todos sus habitantes: "Entre nosotros, hasta los mendigos piden a caballo", escribió. La idea de Alberdi nacía de -una "realidad objetiva. En su tiempo la carne era abundantísima. A los hombres de hoy les parece un banquete barroco que en sus Comidas abunde la carne. Pero esa abundancia carnívora ayer era alimento de la jauría y de las aves de rapiña. El hombre de hoy come casi todo lo que el hombre de ayer desechaba. El racionamiento, actual hubiera sido inconcebible hace 60 u' 80 años. Hubiera sido lo mismo que racionar o limitar el aire, el sol o el agua. Casi consideraba el habitante de entonces que el alimento carnívoro fluía naturalmente de la tierra sin esfuerzo humano. Lo fundamental es que esa obsesión por el comer ha persistido. Y hoy la idea de comer bien y abundante es la misma de siempre. El concepto satura muchas pautas argentinas y entre ellas la amorosa. No es excepción en general la relación del comer y del amor. Ya Buda observaba en su tiempo: "El hambre y el amor constituyen el germen de toda la historia humana". Pero lo excepcional aquí es que el argentino identifica excesivamente el amor con el comer. Esta identificación está gráficamente expresada en su forma de hablar o de piropear. Muchos de sus piropos e incluso los más conocidos pertenecen al arte culinario o al proceso digestivo Se pueden citar entre otros algunos vocablos: "papa", "budín", "churro", "churrasca", "bombón", "uva" (¡qué uva!), "bomba" (en el sentido de bomba de crema). La identificación con órganos u órganos sexuales: banana, zanahoria por falo, limones por senos, pan dulceuna pormujer trasero.está Esta"aactitud innumerables variaciones que se nutren la se misma culinaria. Cuando punto impone de caramelo" para una relación amorosa o de de sexo dice:raíz "¡Est á para comerla!". O si no con otra frase más hambrienta: "¡Me la comería!"."La belleza y la lindura parece que tampoco se miden por valores estéticos sino culinarios. Una mujer que es bella: "¡Está un kilo!" O una transeúnte que irrumpe con violencia en el horizonte visual del sujeto es espetada con una frase que suma muchos gramos: "¡Qué kilo y medio!". El entroncamiento del comer con el amor en el argentino puede estudiarse en profundidad. Los elementos abundan. Desde un ángulo psicoanalítico se puede anticipar que la obsesión por comer en el argentino se debe a una falta cultural, satisfacción sexual y afectiva. Escribe Gustave Richard, en su Psicoanálisis del hombre normal: "Hay que reconocer que nuestra vida afectiva, nuestras emociones, tienen una acción importante sobre nuestro apetito y nuestras funciones digestivas". Luego agrega: "Comemos con más afán y más glotonería cuando no recibimos la atención o el afecto de que tenemos necesidad". Y más adelante: "Uno engulle con glotonería como para compensar lo que su corazón no recibe". En ningún otro país el umbilicamiento del amor y el comer parece más unitivo y relacionado. Comúnmente, los piropos tienen una relación con el sexo o con lo estético (en la Argentina en cierto modo también la tienen). Pero casi nunca con el comer. Incluso se oponen estéticamente. Como se oponen un hecho crudo o real y un hecho romántico o de ficción. Tal vez la falta de afectividad amorosa que el argentino padeció en todo su proceso lo haya llevado a compensarla con la satisfacción alimentaria. No es la primera vez que una falta psíquica se suple por una satisfacción física. O a la inversa. Toda la psicología de Adler está apuntada por esta reciprocidad o esta necesidad de compensación.
REBUSQUE El rebusque ya es un hábito, una costumbre, una "institución" en, el país. Es una actitud social que todos realizan de un modo u otro. El rebusque está relacionado al trabajo como la mente al cuerpo. Alguna vez también se habla de un rebusque en el sentido de conquista femenina. Aquí se tratará el rebusque vinculado con el trabajo. En una sociedad como la actual, el rebusque es tan necesario como digerir. Todo el mundo intenta ocuparse en algo. En un "trabajo extra" cualquiera. Cada uno explota sus habilidades manuales y alguna vez intelectuales. Se dragonea o se chapucea de carpintero, de electricista, de mecánico, de contador o de empleado a secas. El confort en la vida argentina en los últimos años se alzó como un tirabuzón al revés hasta tocar las nubes. Todo el mundo quería adquirirlo. Las comodidades embriagaban como una borrachera. Apenas se ganaba para comer. En un cálculo matemático: cada sueldo alcanzaba sólo para vivir. Entonces, nacieron los rebusques. El hombre trataba de conseguir una "ganga" o "algo extra". El rebusque se constituyó en sinónimo de "trabajo extra". El ritmo de vida cambió radicalmente. Como la gente se la rebuscaba en una o en varias tareas también gastaba. Gastaba más de lo que ganaba. El supuesto standard de vida fue vertiginoso. Alguna vez ráfagas de inflación hacían real la irrealidad. Con este afán de quererlo todo el hombre se anteojo su propia visión. La propaganda de todo tipo espoleó los deseos quietos. El hombre quería adquirir todo. Ahora, en el filo de este espejismo que se diluye, se advierte la imposibilidad de seguir así. La rebelión inconsciente que se ve en la vida argentina lo dice a gritos; el disconformismo, los conflictos, la insatisfacción. El hombre poco a poco observa que no emerge ninguno de sus sueños. Pero sí surgen las frustraciones y sus fracasos. Si ayer trabajaba 14 ó 15 horas, porque tenía dos o tres trabajos, hoy tiene heladera, televisión y a sus hijos enrolados en los movimientos de los rebeldes con causa. El punto más trágico de este proceso es que el hombre argentino ha perdido el sentido exacto del término vivir. Supone quepregunta: vivir es simplemente estar.contesta Obsérvese nuestra época. ". El..hombre supone que vivir casi una maldición. A la "¿Cómo te va?", invariablemente Y, vamos tirando". Y enesúltima instancia, a la interrogación sobre su existencia, contestará: "¡Y, vamos luchando!". No se observa por ninguna mirilla el logro, la plenitud, el gozo de vivir. En realidad, el tipo de vida argentina actual no puede dar otro resultado que ése. En la sociedad argentina no hay nada que ayude o estimule el vivir. El hombre que trabaja 16 6 18 horas luego viajará mal. No tendrá, lógicamente, tiempo para convivir con su mujer y con sus hijos. En algunos casos, hasta trabajarán la mujer y sus hijos. Lo único positivo que puede dar este estilo de vida es crear hábitos de trabajo. Pero tarde o temprano el hombre comprobará su explotación de gleba. Ya no trabaja 8 horas sino 14 y 18 horas. Sólo que si quiere, aparentemente, puede dejar de hacerlo. Tiene la libertad de decidirlo. Pero dejar de hacerlo es volver a arañar mínimamente el sustento. El hombre, interiormente, se va desfondando dentro de ese tipo de vida que lo acogota. La mejor frase que expresa ese estado de ánimo, por su resignación, es una frase mahometana ". . .Y qué vas a hacer". Su cansancio se le ve en sus ojos. Le pesa como una mole. Su agresividad le exuda por todos los poros. Es un hombre demasiado agobiado por sus cargas físicas y psíquicas. Podrá tener confort o comodidades. Pero su vida ya no es de él, la tiene hipotecada en el crédito o en la deuda. Es el Fausto moderno que ha pactado su vida única e intransferible por dos o tres chucherías. El rebusque corresponde sociológicamente al tono mental del inmigrante recién venido. Éste quería trabajar y acumular en foco tiempo para gozar en su fots de srcen las riquezas ganadas. El hombre argentino actual igual que el tipo de inmigrante citado no piensa en una defensa sindical y hasta revolucionaria para un mejor nivel de vida. Sólo piensa resolver su cuestión económica trabajando solo y a ocultas.
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FARRA
La alegría como todas las cosas que tiene que exteriorizar el argentino no tiene posibilidad de ser con amplitud. El argentino se niega sistemáticamente a exteriorizarse. A ser hacia fuera. Por eso, la tristeza le es más peculiar, más íntima, más consanguínea casi. Ésta puede habitar individualmente. La otra, la alegría, casi sólo puede existir socialmente. Bergson apuntó mucho de sil teoría de la risa sobre la expresión colectiva. Las causas que le impiden ser en lo social al argentino son varias: su desarraigo, su miedo al ridículo, su temor a la cachada, su "no te metas". Obsérvese una diversión argentina. Todos los individuos hacen preparativos. Los días anteriores son de aprontes, de espera. Pero al llegar a la fiesta se encuentran con algo imprevisto. No saben cómo hacer para divertirse. Todos los prólogos de fiestas argentinas son intentos o búsqueda de motivaciones. Siempre escaramuzas. Cada uno se -observa, se radiografía. Hasta que por fin la alegría que no existe se aburre. El ambiente presente se desintegra. Van formando grupos aislados. No hay nada que los unifique, que los amalgame. No tienen para ello canciones ni juegos colectivos. El tango es la canción del "hombre que está solo". Es un canto individual para hombre solo. A lo sumo para dos, para cantar a dúo. En caso de existir mujeres, la diversión colectiva se hace más imposible. Cada uno tratará de hacer una conquista. No se sabe cuáles pueden ser las causas de estas conquistas. Tal vez las motivaciones amorosas, o tal vez el "no querer ser menos". O el no querer pasar el ridículo de estar solo. De cualquier modo de una u otra forma la alegría no surge.Queda siempre en prólogo. Laalegría argentina parece morir de aprontes Hasta que en un momento imprevisto, vertiginoso, se visualiza la motivación. La piedra filosofal. Se descubre a un "candidato", a un "punto". Un individuo convertido en punto de mofa o de burla salva la noche o la fiesta. ¿Por qué se elige a ese individuo y no a otro? Las causas son varias. Porque el individuo ya tiene fama de "gil" o zonzo. Porque tiene esa noche su agilidad mental varada. O porque se trajo a la fiesta un traje extravagante. Por esas causas u otras el individuo sirve para que los otros se hagan el "plato". La fiesta seguirá luego en la oficina, en la fábrica, en el café o en la esquina: "¡Qué farra de la madona nos hicimos anoche con N!". O si no; "¡Qué plato nos hicimos ayer a costillas de fulano!". Estoenes"candidato''. lo que va a caracterizar la alegría argentina: encontrar un motivo paraviolentos. reírse. UnE.hombre o una mujer convertidos Esta agresividad en muchos casos va a llevar a excesos Martínez Estrada relata en su Radiografía de la 'pampa, cómo en un carnaval, entre broma y broma, se quemó una mascarita humana. Ebelot, en su obra ya citada, registra cómo se divertían las "barras" de antaño en carnaval: "Los muchachos—escribe— rellenaban con agua un diario de gran formato arreglado en forma de bomba, y lo largaban sobre la cabeza de un transeúnte. Por lo general, felizmente erraban el golpe. Siacertaban, el hombre se caíalargo a largo, desmayado. El peso del proyectil no bajaba de cuatro kilos".- Roberto Giusti observa en su libro Momentos y aspectos de la cultura argentina, cómo en 1892 un pelotón de jóvenes alegres la "indiada" de los "niños bien" adueñados de la calle hicieron fracasar el corso oficial. Al otro día, la prensa protestaba violentamente contra la nueva "excursión de los indios ranqueles". Al argentino le cuesta divertirse. Está demasiado amordazado por él miedo al ridículo y cargado de agresividad para hacerlo. Cualquier acto nimio estimula la violencia. En cualquier acto colectivo hay un recelo: "Un esperar para ver qué pasa" Ebelot conoció a la ciudad de Buenos" Aires cuando era una ciudad plena. Escribe: "Hubo una época cuando Buenos Aires era una ciudad gozosa". Lo mismo opinaba José A. Wilde del Buenos de ysulas tiempo. Ebelot despuésque trató deciudad buscar tiene: las causas decivitas, la tristeza y desolitudo, la soledad ciudadana. Excluyendo las Aires tristezas soledades naturales toda magna magna como decían los latinos. Ebelot lo adjudica a que "la Capital había sido invadida por cuantohambriento cabía..., sin contar la multitud innumerable de los desdichados de todo el universo". Es muy difícil asir ahora las causas que conformaron el espíritu de tristeza de Buenos Aires y en cierto modo también el espíritu argentino. Lo que se impone con evidencia es que Buenos Aires es una ciudad que vive como si estuviera bajo un toque de queda. No hay exteriorizaciones auténticas en sus calles o en sus locales. No se canta, no se ríe ni se baila espontáneamente. Existen cabarets, boites, confiterías donde se baila. Pero no son lugares de diversiones. A Guedalla ya le pareció excepcional esa unión de placer camal y "alegría" que existía en el Buenos Aires de su tiempo. Es posible que las prohibiciones y reglamentos de todo tipo que sufrió la ciudad hayan ultimado cualquier forma de espontaneidad. Hubo una época en que las imposiciones reglamentarias, cayeron como un alud sobre el alma de la ciudad. Escribe Ebelot en la obra citada: "Reglamentos, decretos, multas, cuantas "armas contra la alegría almacena el arsenal administrativo han sido sacadas". Ortega y Gasset observó ese estado de ciudad ocupada o sitiada que da Buenos Aires al extranjero. Todo eso fue conformando también falta aspectos, de ejercitación la diversión. puede poseer pero no tener canales de exteriorización. En una muchos éste espara el caso argentino.SeDivertirse para la el alegría argentino implica un los esfuerzo demasiado violento. Casi una nueva adaptación psíquica. No está habituado a ser alegre Su estado "natural" es la soledad y la indiferencia en un ámbito social que no lo comprende, que le hace casi imposible el convivir En el fondo, para el argentino divertirse es dejar de ser triste.
GRITOS El argentino por naturaleza es un ser silencioso. Pero, paradójicamente, cuando habla grita. No se sabe muy bien si grita para ser notado. Cosa posible. O grita para romper su propio silencio. Otra motivación o suposición más común y más psicológica es que el argentino grita para imponerse. Para avasallar. Por otra parte, hay un miedo en las vértebras del ser argentino que juega un rol fundamental; el miedo a la autoridad. Obsérvese esa constante en la sociedad argentina. Todos los individuos que poseen autoridad se consideran con facultad para gritar. E incluso para vociferar. Piénsese en la autoridad de un simple empleado o de un burócrata con la jerarquía que le da una ventanilla o una oficina. En el colectivero que apenas tiene autoridad dentro de su coche. Hay una palabra que expresa magistralmente ese estado anímico: el vocablo "basurear". Nadie quiere ser basureado y todos quieren basurear. Los arquetipos argentinos fueron casi todos silenciosos. Desde el indio hasta el gaucho. Los personajes de la literatura también lo son. Se puede citar a Don Segundo Sombra, de Güiraldes; Erdosain, de Arlt, y Chaves, de Mallea. A pesar de que el grito es una característica porteña, ya se ha generalizado. Rivadavia en su tiempo, según Mansilla, calificaba al pueblo de Buenos Aires de pueblo gritón e italiano. La inclinación a decir malas palabras que posee el hombre argentino también tiene la misma motivación. Es un intento de avasallar para llamar la atención o imponerse. La fanfarronería, mejor conocida en el exterior que aquí, también tiene la misma raíz psicológica: llamar la atención, sobresalir, imponerse. Obsérvese que entre nosotros, las malas palabras difícilmente provocan la pelea o la disputa. Cosa peculiar ésta. En otro país, latinoamericano o europeo, produciría de inmediato la pelea o la violencia. Esto indica que las malas palabras integran ya el repertorio de nuestro lenguaje común y que nos son vulgarmente familiares. Es posible que el argentino actúe a través de un temor de no ser notado. De no ser visto. Esta actitud ha sido persistente en el proceso argentino. Varias de sus peculiaridades enfilan en la misma dirección: desde el ansia de figuración, el cada deseofamilia de querer serpara o hacerse llamar doctor, las manías de losdediplomas que que antiguamente quería sus hijos, hasta el vestido y el cuidado la figura.universitarios, A todo esto habría hacer un agregado excepcional. El uso y el abuso de la interjección ¡Che!, argentinismo que en todos los casos sirve para llamar la atención. Sumados a todo esto los gritos, las propinas y las malas palabras sería la "escala de valores" que necesita el argentino para no pasar inadvertido. La clave de todas estas pautas es el deseo constante de no ser pasado por alto. Hay frases que expresan concretamente esta actitud: "¡De qué la vas!", "¡No te mandes la parte!", "¡No hagás teatro!", "¡N... hizo flor de papelón!", "Fulano se quemó con X", indican claramente el deseo de descollar, de señalarse. El caos interior del ser argentino es una variedad asombrosamente rica, de necesidades, tendencias e inclinaciones de querer ser hacia afuera. Pero sin tener el coraje de salir definitivamente. De ahí que le cueste tanto sostener y elaborar su fachada exterior.
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MEMORIA La Argentina no tiene continuidad espiritual. Su alma se constituyó con rupturas. Exterminado el indígena, quedó una ruptura y un vacío que no se llenó. Hasta que se repitió el hecho con el gaucho. Éste fue desalojado del proceso argentino y arrojado a la pampa, Luego, vino el inmigrante y con ello se pretendió llenar los dos vacíos: el dejado por el indígena y por el gaucho. No éramos un país indígena porque no queríamos al indígena que habíamos ultimado. Y tampoco queríamos ser un país gaucho, Porque lo habíamos desalojado y arrojado a la llanura. Después, por una ironía o por una paradoja, tampoco pudimos ser un país europeo. Así quedamos proyectados como país inconcluso. Desde el status social indígena hasta el del argentino de hoy no hay continuidad. Existe una estructura de mundos cerrados. Mucho de esto nos llevó a constituir nuestro egocentrismo y nuestro yoísmo. El hombre sin respaldo social espiritual se refugió su yo. no El yoísmo no solo sustituyó en la mente del argentino a "lo interior, social", sino que lo devoró.o En la medida que elenhombre podía vincularse a su mundo real, exaltaba su mundo su imagen idealizada. Las pautas sociales que dio esta impronta fueron vacíos. Los vacíos que dejaron los status destruidos. Entre ellos apareció el caudillo que surgió fatalmente, como lo afirmaron Sarmiento, y Agustín García. Esta relación, de hombre y caudillo, fue y es una relación de afectividad como lo dijo Freud. Esta convivencia entre hombre y hombre o de líder y masas estimuló y des' arrolló gran parte de la sentimentalidad y sensibilidad argentina. El hombre no veía a su sociedad representada en una amalgama de instituciones o en una escala de valores sociales, sino la veía y la sentía en un hombre. A esta afectividad sensiblera se agregó la nostalgia de la tierra natal que trajeron los que venían. Estos dos factores afectivos —el amor o la admiración al caudillo y la nostalgia o la añoranza por la tierra natal— conformaron un inconsciente colectivo, que sólo asimilaba, reaccionaba y registraba lo sensible y lo afectivo. De aquí parte la peculiaridad esencial de la memoria colectiva argentina: la sentimentalidad. Nuestra memoria social sólo capta y vibra ante los hechos sentimen tales y sensibles. Por ser sentimental también es inconsecuente, emocional y eufórica. Ama mucho, intensamente. Pero también por esa ley de intensidad, no persiste. Un solo hecho o pocos hechos la agotan y la desfondan. La memoria argentina ama a hombres solos. A hombres sin familia, sin hijos. La mujer tienetres tampoco en su recordación. No interviene no se la hace Yrigoyen, Gardel y Justo Suárezno fueron ídolosvigencia que los argentinos siempre recordarán. Sinoque exista a su intervenir. lado una compañera. Incluso el tercero de ellos fue traicionado por una mujer. Obsérvese que las tres vidas terminaron en tres frustraciones. A Yrigoyen lo traicionaron los amigos. Esta idea coincide con la idea argentina del culto de la amistad y del amigo falluto. A Justo Suárez lo traicionó la mujer, idea ésta también cara a la psicología argentina. A Gardel lo frustró la tragedia. Los tres han sido recordados como seres en cierto modo fracasados. En la medida en que fueron traicionados o frustrados. La memoria argentina no recuerda a un ídolo triunfante, logrado totalmente. Cada mito argentino tiene una historia de frustración escrita en esa literatura sin libros que es el tango. Para una mayor confirmación se puede citar en la actualidad a Julio Sosa y José María Gatica, los dos muertos repentinamente. La historia argentina es una historia que hoy se vive y se palpa, y luego se olvida. No pervive ni se mantiene. Excepción puede ser Carlos Gardel. No tiene el plasma germinal que la conserve o la mantenga viva. La memoria argentina es cíclica.' registra, recuerda y olvida'. Roberto Payró escribió en sus Evocaciones de Viejo que la memorización argentina es igual al tejido de Penélope. Para ella "las reputaciones tienen que rehacerse todos los días". En nuestro quehacer espiritual o social no tenemos la continuidad que algunos pueblos jóvenes o viejos tienen. Las generaciones no trabajan hacia una finalidad común, sino hacia una finalidad particular. Cada uno pretende realizar su propia historia. También como ' consecuencia él sólo la recuerda. Cada uno parte de cero e intenta, ir hacia adelante. En una sociedad de continuidad y de persistencia, todo lo que, existe tiene un sentido, un engarce. Esconde una voz del pasado unificadora; como pensaba Marcel Proust, que puede palpitar en un camino, en una piedra o en una casa. No se comienza a cada instante de la nada siempre sin continuidad. "Modus" éste general en las dos Américas. En especial en los EE. UU y la Argentina. Se demuele un teatro o un café. Para construir un rascacielos o un edificio de departamentos, y el hombre que un día quiere recordar su pasado amoroso o infantil vuelve al lugar, pero no encuentra nada. Nada que lo vincule a ese hecho vivido. Ni el lugar, ni la casa, ni la calle... Entonces, el hombre se encuentra marginado en ese mundo que le ha robado y le ha usurpado el hábitat de su experiencia existencial. No es que haya sido 'la piqueta del progreso" como se dice modernamente. Sino esas rupturas y esos vacíos que surgen en una sociedad por falta de continuidad y arraigo. En Europa no existe lo mismo. Frente a las ciudades vertiginosas y modernas subsisten las aldeas, las calles o las plazas de siempre. Hay una vinculación más profunda y sanguínea con el contorno en que se vive. Jules Huret, ya en el Centenario, llamó la atención por nuestros hábitos de construcción, escribió: "Por doquier se demuele y se reedifica". En realidad, es un sistema arquitectónico de guerra y posguerra: se demuele primero y luego se construye. Es una estructuración de mundos separados y cortados entre sí. De un mundo que se va y otro que viene. Cada habitante tarde o temprano descubre el contorno que lo rodea cambiado, destruido o reconstruido. Siente en su interior el cercenamiento de su cordón umbilical por donde le llegaba a su psicología la experiencia vivida o existencial.
TIEMPO No es por azar que el tiempo tiene tanta importancia en la vida y en la conversación argentina. Hay tres causas fundamentales que lo determinan. Primera causa, el clima permanentemente variable. Segunda, somos o seguimos siendo un país agrícola y ganadero. Tercera, las frases temporales permiten fugarse de los temas íntimos o personales. La primera causa es la más esencial de todas, Al ser el tiempo tan cambiable, permite varias opiniones sobre el tema. Más que opiniones permite palpitarlo orgánicamente. El hombre argentino puede pensar o suponer que mañana hará frío o calor. O que será "un lindo día"... Ésta permanente variabilidad es lo que permite la adivinación. El pálpito. Una de las cualidades de la mentalidad argentina es palpitar y no racionalizar. Ya Echeverría había notado esta improvisación. Para la conciencia común o cotidiana lo que importa es que el clima cambie o varíe. Que permita opinar, suponer y hasta acertar. Juan Álvarez dijo "que es la naturaleza quien hace jugadores a los argentinos". De ser poco variable el clima, nadie podría opinar y mucho menos palpitar. En una temperatura atmosférica consecuente, no habría posibilidad de hablar sobre el tiempo. Sino sólo aceptarlo con fatalidad mahometana. Es sabido que en los países de clima riguroso el habitante es más resignado a los fenómenos atmosféricos. En tanto que en los países de climas inestables el habitante se considera con derecho y con atributos a opinar. Como si el individuo de esta forma influyese en un modo u otro con su opinión. El pueblo inglés también es un gran palpitador de la nebulosidad de sus días. En el fondo, todo palpitar es una rebelión. Permite suponer el predominio de la subjetividad sobre la realidad objetiva. Autoriza casi a violar las leyes de la realidad para ajustarías a la de los deseos. Lo primero que llama la atención- a los extranjeros es la variabilidad del clima en algunas zonas argentinas. Especialmente, el de Buenos Aires Un viajero francés observó que en Buenos Aires había que andar con la ropa de verano puesta y con la de invierno en la valija para no dejarse sorprender por las repentinas variaciones climáticas. La segunda causa tiene demasiada historia en el país para que paseyainadvertida. Desdelalos primeros tiempos, sobre casi desde siempre, hemos sidoy antecedentes un país agrícola y ganadero. Azara había anticipado riqueza cuadrúpeda la metálica. Las dos actitudes, la ganadera y la agrícola, están imbricadas en todos los casos al tiempo. El gaucho o el paisano argentino olfateaba y olfatea la posibilidad de lluvia venteando el horizonte. O rayando el cielo con su vista. El baqueano o el rastreador extrae axiomas matemáticos de las hipótesis atmosféricas. En el mundo campesino el hombre vertebraliza su pensamiento hacia el tiempo. Trata de vislumbrar la existencia de ese absoluto en el parpadear de una hoja, en el sabor a lluvia que paladea en el viento o visualizando el cielo alto. . Hay un interés colectivo profundo en el estado acuoso del tiempo: la lluvia ahoga la miseria o la sequía o las. hace brotar. El sol calcina el campo o lo vitaliza. El ganadero o el agricultor en última instancia tienen siempre proyectado su ser y su existencia • en la frecuencia temporal. Él hombre de campo es un sintonizador del tiempo. La tercera causa y última en este caso, corresponde más al clima porteño que al nacional. El habitante de Buenos Aires habla del tiempo con la única finalidad de fugarse o escamotearse frente a su interlocutor o a sus interlocutores. En pocas palabras: partiendo del principio de que hay que hablar de algo elige el tema más neutro. Lo lógico sería que la conversación se realice en momentos en que el calor ahogue con sus ráfagas de fuego o el clima invernal cargue con sus ráfagas de frío. Pero no sucede así. Se habla en todos los momentos; Inclusive en los momentos en que el clima no perturba ni física ni psíquicamente. Ante un día o varios de regularidad climática el habitante de Buenos Aires dirá: "¡por fin tenemos lindos días!". O si no con más expresividad: "¡Qué días bárbaros!". Lo excepcional es que aun cuando los días anteriores no hayan sido días "malos" el habitante dirá lo mismo. En los "lindos días" el argentino dirá, buscando un motivo de conversación sobre el tiempo: "Tal vez se descomponga". O, en caso contrario, se extrañará de la regularidad: "¡Qué raro!, ya van varios días que no hace humedad". Pero la visión íntima e intrínseca del argentino es que el tiempo' necesita una internación de urgencia en un instituto para enfermedades mentales. Algunas de sus frases favoritas son: "¡Qué tiempo loco!”Este tiempo está más loco que un caballo". Otras veces cambia el animal: "Este tiempo está más loco que una cabra". Hace algunos años se había perfilado una frase que expresaba en síntesis esa calificación psiquiátrica: "Tiempo loco ¡y no refresca!". En el primer intento de buceo psicológico enconversación; el habitante argentino, se notará queal eltiempo tiempopara actúa más como humo aque motivo auténtico de Él argentino recurre evadirse comocortina otros de recurren uncomo barco o a un avión. Escamotea sus problemas o sus conflictos como otros su físico o su cuerpo. Bastaría citar un hecho gramatical: las frases temporales (que hablan del tiempo) no poseen sujeto. Dice Gil y Gaya', en su Curso superior de sintaxis española: "En los verbos que expresan fenómenos naturales, como llover, nevar, tronar, relampaguear, granizar, amanecer, etc., es muy difícil personificar un sujeto agente distinto de la acción misma", "Tal vez 'va a hacer mucho frío", "Se viene el calor" o "Ya no se puede vivir por la humedad que hay", son todos 21
lugares comunes que no se dirigen ni provienen de ningún sujeto o individuo. El argentino al hablar del tiempo supone inconsciente o conscientemente que es el mejor modo de humear o "hacer humo" sus problemas ante el oyente o el hablante. El interlocutor o los interlocutores también lo saben, por eso continúan la conversación. Los dos se hacen cómplices en su fuga. En verdad, es una huida mutua. Los dos se camuflan para hablar y no decir nada. Una conversación que puede comenzar con "¡A la pucha, qué frío hace!" y termina "¡Y en Siberia que hace 40 grados bajo cero!" pretende buscar todas las variaciones del motivo impersonal sin ninguna referencia a las intimidades de los individuos que dialogan. Históricamente, el clima siempre vapuleó al argentino. Los prejuicios sociales jugaban a favor del primero y en contra del segundo. Hasta hace pocos años el habitante de Buenos Aires no se quitaba el saco ni la corbata en ningún acto o diversión pública. Tal vez lo hacía para no desgarbar su figura. O tal vez por pudor. Pero en realidad, había prohibiciones estrictas al respecto. No se podía entrar en los cines en mangas de camisa. Ni tampoco asistir a los bailes o a otros espectáculos públicos sin saco, En la institución policial sólo en el verano más violento argentino, en los días que el termómetro levantó su presión a 43,3°, se permitió que los agentes trabajaran con camisa y sin saco. En algunos casos, como en los conductores de ómnibus, de tranvía, de "subtes" o en los "Correos" fueron verdaderas conquistas gremiales. Sólo en ciertos momentos que coincidió la moda política con la moda de siempre se afianzaron las nuevas costumbres. En los tiempos que quedaba bien ser "Descamisado" y no "Oligarca". Una de las obsesiones climáticas argentinas, en especial del porteño, es la humedad. En el verano aumenta el calor, y en invierno sube el frío. La humedad en la mentalidad argentina se ha constituido en un chivo emisario necesario. Casi imprescindible. Sobre ella carga el habitante las causas de su malhumor ya insociabilidad. También carga sobre ella un gesto violento, una interjección inesperada o un dolor imprevisto. Head creía que la tristeza de Buenos Aires brotaba del clima y de la humedad del ambiente. Pensaba el viajero inglés que nada resistiría a esa acción disolvente y chorreante.
SUERTE El argentino ruleteó su suerte desde su srcen. Nuca tuvo un horizonte fijo y consecuente. La pampa se le escurría lo trampeaba. Lo venteaba con el pampero, lo despistaba con sus brillazones y guadales o lo "tragaba" con sus fauces de tier. Pero su habitante —gaucho o paisano— sabía sus secretos y las cábalas: olfateaba al duraznillo para buscar agua, visualizaba el movimiento de los animales para anticipar la llegada del fuego pegaba el oído en la tierra para percibir el ruido del galope, el azar de la naturaleza al azar del juego no había más que un solo paso. Sólo era necesario omitirlo u ocultarlo para que hubiese igualdad e identidad. Apostar la vida o la hacienda en los recovecos de la pampa o apostarla en la taba o en los naipes era lo mismo. Naipes y tabas, lluvias y sequías funcionaban igual en la mentalidad argentina. Las dos permitían "pararse para toda la cosecha') "quedar varados por el resto de la existencia". Las hipótesis atmosféricas también estimulaban el acertijo como las hipótesis del juego. Colgar un sapo para que llueva es lo mismo que apostar a1 número de los años que se tienen para ganar. Son dos cábalas. Ir el acertar que llueve ó que no será "taba culera" existe la misma esperanza y desesperación. Por tal causa, tal vez el paisano argentino sea el único jugador que pierde o gana con naturalidad, sir Iharaca y sin lamentación. Los suicidios con mise en scéne o la desesperaciones espectaculares por el juego son de "cajetillas" porteños o de habitantes ciudadanos. El paisano pierde o gana con cierta fatalidad. Como ve llover o calcinarse el campo. Sabe que el mecanismo de esas leyes las maneja el diablo o mandinga. Qué tarro, viejo, ando derecho!" o "¡Ando más torcido que la miércoles!". O si no "¡Ando de yeta, no pego ni una!" o "¡Qué mala pata, viejo!" son expresiones de porteño gritón. Obsérvese que los personajes de mala suerte: Jettatore o Fulmine son personajes de ciudad y no de campo. El paisano o el gaucho a lo sumo dirá: "Otra vez será". La suerte en la ciudad tuvo otra estructura; fue más independiente de la naturaleza. Sus leyes fueron determinadas por el caudillo o el político. Éstos comenzaron a sustituir a la naturaleza. Ser amigo o enemigo, acomodarse o encularse confrases o contra el hombredel influyente equivalía a unaelbuena oa una violenta sequía. Todavía existen que,—trasladadas campo adelaturno ciudad, conservan mismolluvia sentido. Sólo hay que transformar su significado real por el metafórico: "Pasó la época de las vacas flacas" o "vinieron las buenas cosechas" en el campo o en la ciudad hablan de momentos de prosperidad. Alguna vez, el caudillo o el político eran más crueles y más despiadados que la naturaleza... De un solo zarpazo destruían familias y posición, sin ofrecer luego la compensación que casi siempre ofrecen los fenómenos naturaleza. Una sequía o una seca pasan, luego llegan las lluvias o los tiempos de bonanza. Pero un desalojo o un despojo terminan con todo. Este avasallamiento y este despojo están magistralmente captados en todo el Martín Fierro, en Barranca abajo de Florencio Sánchez, El guaso de Alberto T. Weisbach y Madre tierra de Alejandro Berruti. Otro elemento insistente que incide en la buena o mala suerte argentina son los negocios o el comercio. Casi nunca el capitalista argentino "trabaja" sistemáticamente para hacer fortuna. Busca lograrla en uno o en varios "golpes de furca". En casi todos los casos se aprovecha de una situación económicamente anormal; de una inflación o una relación política. Por esta misma causa, el contrabando, la evasión de impuestos, los enriquecimientos ilícitos son tan permanentes en el país. En esas actividades, las fortunas nacen o se esfuman vertiginosamente. Julián Martel en su obra La Bolsa registra esa fiebre de querer enriquecerse rápidamente sin importar los medios. Todos sus personajes hacen fortuna con cualquier recurso. El doctor Luis Glow deja de ser periodista y abogado para ganar dinero en "tongos turfísticos". Granulillo, director del Banco, comienza a ser "cuentero de fuste". Guillermo Peña "regentea garitos". Don Eleazar, de La gran aldea, también "era ante todo un especulador". Sus medios lindaban con la piratería.
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FERIADO El domingo para el argentino es elpost coitum triste del sábado. Las únicas horas de ese día que vive son las horas de la mañana: las horas en que duerme y ha cortado todo contacto con la existencia. También es su día de balance semanal. Pero justamente por eso su domingo es triste. Es la prueba más violenta de que su vida no tiene sentido enmarcado dentro de ese trajinar mecánico, cronometrado e involuntario. Es el día en que se levanta hasta su conciencia el absurdo de su existencia. Su feriado dominical está siempre peloteado y vapuleado por dos extremos: el sábado y el lunes. En el sábado está dada la existencia volcada hacia afuera: como tirada. Es uno de los pocos intentos de salir al exterior que hace el argentino. Cualquier fracaso o frustración de ese día: un baile "donde no pasó nada", una espera inútil o un "bodrio" en un cine está amortiguado o neutralizado por un; "Total mañana es domingo". Estas mismasfrustraciones en el día posterior lo dejan groggy. Su sensibilidad no las resiste. Lo acogotan como una marea en suba. Las causas son claras: el "podrido" del lunes está cerca. Se ve ya su "trucha" inhumana que le historia la historia de siempre: levantarse temprano, empezar la semana, comenzar el círculo. . . lunes. . . martes.... miércoles. Una semana, sin un hecho dominguero trascendental, se hace despiadada. Le vacía el alma como un ventarrón. Si el domingo no hubo una cita, un picnic o un partido de fútbol vive la semana como si tuviera dos lunes. La vive en blanco. El domingo para el argentino es el día en que la vida "para" su ajetreo. Y el centro queda desfondado como si la vida fuera arrollada por un malón de soledad. El que vive en la ciudad se, queda sin saber adónde ir. Veletea su existencia por las calles sin motivo ni meta. En "el campo" es otra cosa con pocas diferencias: se juega a la taba, se asiste a cuadreras, se pasa el día en un asado o se pasa la tarde esperando al que no llega en una estación de ferrocarril. Los picnics son los actos colectivos que mejor muestran al argentino el sin sentido de ese día. A la mañana temprano, parte después de preparar los bártulos el día anterior o momentos antes. Se va al picnic con la alegría de quien se va a Europa o a fugarse de la existencia. Si la vaprueba en grupo llevade más de lasirque víveres va a en digerir. Como si ésta fuera mássecabal quecosas se quiere y nonecesita, volver. Y Almás picnic se vade enlos un que camión, colectivo, en auto o en tren. Pero de cualquier modo el argentino viajará por un túnel humano, defendiendo la existencia a codazos y a dentelladas. El viaje es el primer cross que le sacude el domingo contra su alegría eufórica e insuflada. Los otros cross los darán "el lugar que no es cómodo", la avivada del dueño del recreo que cobra como si hachara los bolsillos o "el tipo ese que andaba en pedo y jodía todo el día". El regreso es el de siempre. Viene como después de una batalla o un terremoto. Si viaja solo, vendrá "podrido" y cargando desolación. Si, excepcionalmente, viaja con su familia regresará con "los hijos muertos de sueño" y la mujer como una mártir neutralizando todo: la "bronca" del marido, el lloriqueo de los hijos y su propio cansancio que le pesa como una barra de plomo. Al retomar sin esperanza, ya no piensa en volver: "a mí no me agarran más". La lucha ha sido demasiado denodada para recordar que fue a divertirse y a alegrarse. La medida de toda esa desesperación es el imperativo de cantar "Para estar alegre y no pasar el ridículo de ir a un picnic y volver triste". No se canta por alegría, se canta para no aparecer triste: "¡Cantemos, muchachos!, que estamos por llegar, si no van a decir que todo se acabó. En realidad, ya no es feriado, sino lunes. Las imposibilidades y las frustraciones han anticipado la rotación del calendario.
CAFÉ El café, la barra y la esquina son las "instituciones" más contundentes de que el argentino no está estructurado en su casa o en su hogar. Las causas de ese desencuentro pueden ser varias: "que el viejo no me entiende", "que mi mujer vive en otro mundo" o "que la hermana lo pudre hablándole siempre de su novio". La única que se salva de esa exclusión absoluta es la madre. El argentino de la ciudad en el café cumple una vocación "ontológica" irresistible: poder estar solo viviendo en rumia consigo mismo. ¡Rodolfo Kuch definió esta actitud nuclearmente argentina con una frase magistral: "No hay quizá—escribe—experiencia más porteña que la de estar acodado en la mesa de un café, contemplando el paso de la gente a través del ventanal". Esta necesidad de fugarse de los otros define muchas pautas del ser argentino. El café casi siempre es el domicilio de esa huida social. En sus mesas se arrincona para vivenciarse más a sí mismo. Se manotea más, casi. Su vida se le presenta más entubada en sus sueños. Allí, calcula que todo está más cerca de sus deseos que de la "podrida" realidad. Hay que subrayar en el argentino una ensoñación casi absoluta de su existencia. Varios actos o escenas de su ser en el café parecen apuntalar este embotellamiento solitario: congestionado de parroquianos, estará siempre aislado, escamoteado en su mesa; solo o con gente a su alrededor, humeará (no fuma) cigarrillo tras cigarrillo, tratando de visibilizar sus berretines o sus ansias detrás de la polvareda de humo; nervioso o impaciente, tamborileará con sus dedos en la mesa tratando de poner compás y ritmo a su soledad; sentado frente a la ventana rectangular, quedará fijo y enmurado del mundo que pasa, que va y viene, como si estuviera proyectado en una foto o un cuadro. Otra experiencia aún más esencial: casi siempre un sábado o un domingo e incluso un día cualquiera el hombre se "empilcha" y sale "con todo". Contra todas las suposiciones, no va a ninguna parte: no va a una fiesta, tampoco va a una cita. ¿Adonde va, entonces? Va a "podrirse" al café. Esto barómetra su tremendo metejón de estar solo. Cualquier mínimo gesto o mínimo acto que le deshilache este encanto estar solo tamaño lo perturba. De esta presencia imprevista nacerán"un muchas de sus individuodeque cometa sacrilegio o profanación será "un hincha", secante", "unfrases latero".violentas. En frasesElmás violentas y sexuales: "un hinchapelotas", un "rompeforros". Su asfixia social estará siempre gambeteando al inoportuno, al que llega imprevistamente. Sólo al amigo, al amigo íntimo, permitirá que lo saque de ese estado de ensoñación. Pero, en realidad, es un hándicap gratuito, el amigo también sabe que no debe romper ese enclaustramiento psíquico y, por lo tanto, no se hace ver en esos momentos de delectación. Habrá que subrayar que el argentino, en oposición con el europeo y el norteamericano, no trata de escapar a su estado de soledad emborrachándose o buscando compañía, sino que se queda, se deja , estar con él. Está en él como si fuera en su residencia fija. La nueva relación de sexos perfila otro estilo de vida.
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MATE El mate es el puente de comunicación no visible más desesperado que hace el argentino para vincularse con los otros. En todos los casos, es un vector auxiliar para la comunicación social: empalma a los espíritus, hacha las distancias, arrima a los hombres. En la "rueda", a excepción de la pava, la calabaza o el mate, la bombilla pasa de mano en mano y de boca en boca. Se chupa permanentemente de la misma bombilla y se toma permanentemente de la misma calabaza o mate. Compárese el mate con el café o el té; cualquiera de estos dos brebajes sirven para un acto, individual, no compartido, No se participa ni del continente ni dé contenido: ni de la bebida ni de la taza. Todo es individual, la dosis es para uno y la taza también. En el mate se comparte todo: desde el fogón hasta la yerba, desde la bombilla hasta la calabaza. Casi todos los órganos del ser comparten esa fundición. La boca succiona el líquido, la mano comparte la calabaza o el mate, el cuerpo percibe el calor. Otra diferencia tajante. El café o. el té se ponen sobre la mesa o una bandeja y muy pocas veces se ofrece directamente en la mano del bebedor. El mate, por la conformación de la calabaza, que casi nunca por su estructura permite apoyarla directamente sobre la mesa u otro punto de a-poyo, tiene que darse u ofrecerse en la propia mano del tomador. E incluso, alguna vez, posee asa o manija, para acercar la intimidad y hacer palpar la amistad. Esta causación intrínseca es otro de los motivos que permite afirmar que es un elemento de vinculación. De acercamiento. En la etiología del mate han aparecido calabazas o mates con pie o base de metal: históricos son los viejos mates de plata de la Colonia o del viejo Buenos Aires. Hoy se vuelve a insistir con los recipientes de hojalata o material plástico. ¿No será la conformación natural de la calabaza un elemento esencial en la metafísica del mate? Causa ésta que no permite en ningún caso desvirtuar su finalidad de comunicar. La bombilla es otro elemento de esa esencialidad. Nada hay más íntimo e interior que pasar la bombilla de boca, en boca. Es la mayor entrega que hace el hombre a los otros. No sólo el mate o la calabaza queda calzado en la mano, que alalos bombilla trata de y entra en el cuerpo y en lade fisiología tomador. Justamente lo que sino "choca" extranjeros. Lasentrar razones expuestas son siempre higiene.del Pero el argentino nuncaesto las es percibe ni las entiende. Para el argentino tomar mate, en cierto modo, equivale a un acto de entrega espiritual. Como dar o entregarse en un beso amoroso. En esa actitud de intensidad no tiene cabida la finalidad o prevención calculista. Tanto el acto de tomar mate como el de besar son dos actos de espiritualidad. De ahí que nunca se perciben las consecuencias materiales. Para el extranjero el acto de tomar mate es inaceptable porque él supone un hecho automático, no de entrega, de amistad. Otro .de los argumentos contundentes es que, entre nosotros, en todas las épocas, han aparecido los picos de bombillas, individuales y cambiables, sin ningún resultado. Cualquier acto preventivo de esta índole es una profanación y hasta una ofensa: cambiar o limpiar el pico de la bombilla es crear distancia y ajenidad entre el que ceba y el o los que toman. La sensibilidad criolla ha creado una cantidad de proverbios entre cebador y tomador en ese difícil arte de cebar mate. Algunas frases los denuncian: "el agua o la pava está chiflando", significa que el agua está a punto; 'la pava está bailando", el agua está por hervir; "el primer mate es para los zonzos", 'los primeros mates casi nunca son sabrosos; "quemar la yerba" significa echar a perder la cebadura; "el mate está que peía", el tomador no debe solicitar más mate. El café o el té son la bebida del tiempo vertiginoso, rápido, veloz. No permite el quedarse, el "pararse" en el tiempo. Se comienza y casi se concluye. No hay dilación. A lo sumo, se permite beberlo en cuatro o cinco sorbos, aunque uno puede quedarse en la mesa charlando o sentado. Y hasta compartiendo. Pero el café y el té ya sin contenido comienza a ser ajeno, distante. En algunos casos, su presencia persiste porque se le convierte en cenicero o se in-visibiliza en un rincón de la mesa. El mate trae otra cosmovisión. Exige establecimiento de una instrumentalización: fogón o fuego, pava, calabaza o mate, yerba, bombilla, "yerbera" y, alguna vez, azúcar. Anímicamente hay que "pararse" y dejarse estar. Un afirmarse en la pereza. Una frase de Borges, dice: "Y el mate compartido mide horas vanas". De este dejarse estar surgen algunas de las acusaciones virulentas contra el mate: "mate, pasatiempo de ociosos y vagos"; "mate, bebida de haraganes y perezosos". No hay ninguna razón para que un "matero" no replique a"cafeteros" o "teteros": "café, bebida de neuróticos" o "té, bebida de flemáticos hombres fríos".está Depende del cristal con queque se mira. Un individuo deindividuo un sorbo que atraganta su el café para noy perder tiempo, más cerca del neurótico del hombre normal.que Y un sacrifica saboreo de su té por la formalidad, el qué dirán o por el modo de tomarlo, está más cerca del mecano o del robot que del hombre palpitante y vivo. Otra confirmación de esta filosofía del esfuerzo de comunicación está en el lenguaje que encierran las cebaduras. Acá el mate habla sin palabras y sin voz. Lo hace sólo a través de jeroglíficos criollos. Hay un lenguaje amoroso y un lenguaje de comunicación a través del mate. Esto coincide con muchas pautas del ser argentino: decir y hablar usando expresiones y vínculos indirectos. Se pueden citar entre los más sobresalientes: la mirada, el "vesre", el lunfardo, los motes y la cachada. El mate y las
bebidas alcohólicas también tienen sus vinculaciones extrínsecas e intrínsecas. Los unen y las entroncan las confidencias íntimas. Las confidencias que fluyen "entre mate y mate" o "entre copa y copa". Pero entre ellas existe una diferencia fundamental. En la primera, la confidencia matera aflora naturalmente, sin esfuerzo. En la segunda, la alcohólica, aflora tironeada por el alcohol. Confesarse tomando mate es confidenciarse voluntariamente. Confesarse con alcohol es "cantar", como dentro de una comisaría o una sección policial, "bajo presión exterior". El alcohol, para mostrar el mundo exterior levanta las compuertas de la censura royendo las energías defensivas. Lo hace como trampeando. El mate lo hace emborrachando de intimidad la subjetividad del sujeto. Lo hace, en una palabra, en colaboración con éste El mate es siempre entrañable e íntimo. Nunca hay un motivo ajeno a su arte, como lo puede haber en el que bebe brebajes alcohólicos: se puede beber para olvidar, para emborracharse o simplemente para hacer pinta. El rito sagrado del mate en la Argentina en casi todos los casos se realiza en un lugar interior: la casa o el hogar. Algunas veces, excepcionalmente, también en público: en un picnic o en un campo raso. El gaucho o el paisano, por su vida y sus tareas, lo realizaban en campo abierto o en la, pampa sin límites. Pero siempre en uno u otro caso poseía la intimidad del fuego o de las brasas de un fogón. El argentino sistemáticamente se ha negado a exteriorizar, en subasta pública, los chirimbolos de su instrumental matero. No ocurrió lo mismo en Uruguay, como lo puntualizó Amaro Villanueva. En el otro lado del charco ha habido un invento revolucionario muy poco percibido todavía: el termo con asa o manija. Sólo Amaro Villanueva ha sacado las consecuencias de este hecho trascendental. Allí, el termo "despichó" al mate dejándolo a la luz. Éste comenzó a caminar por las playas, calles y hasta en ómnibus. El nuevo artefacto suprimió la pava, el fogón y el brasero. Y si el tomador bebe sólo amargo, corno ocurre en este caso, con calabaza, bombilla, yerba y termo le basta. ¿¡Cuáles son las causas del argentino para no aceptar esta nueva costumbre? Tal vez el miedo al ridículo o tal vez su falta de ejercitación social para actuar hacia el exterior con el lostemor otros.dePero hay que apuntar unaexterior característica que coincide con otras pautas de suo ser: quede sucualquier intimidadmodo sea profanada por la luz o desgarrada por la mirada de los otros.
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LA BARRA La barra es una estructura que parte del individuo, pero que no llega a la sociedad. Queda como bailoteando entre esos extremos. El individuo, para integrarla, debe omitir su egoísmo y bloquear su inclinación social. Su existencia societaria, para el argentino, es una estación de afincamiento. Tal vez la única que posee. En ella descarga su temor de quedar solo (no de andar solo) y su imposibilidad de comunicación social. Su prehistoria es de soledad y aislamiento, de violencia y amistad. Cambió de nombre a través del tiempo. "Barras bravas" era el nombre que le sentaba mejor. En el campo, era el malón desbocado y sin caciques que arreaba con la civilidad siempre incipiente. En la ciudad, era la indiada de los niños bien o de los cajetillas salidos de vaina. Su existencia social está hachada de las fuerzas sociales que ajustan y acondicionan. Acorazada en su agresividad, "mantiene a raya" a la sociedad y excluye al individuo independiente. Sólo acepta al hombre disconforme, al hombre solo o al hombre incomprendido. Desfondada de sociabilidad, bombea savia y se construye sobre el machismo ya perfilado y exagerado en el adolescente o el muchacho. Sin ejercitación social entra en contacto golpeando. Busca de algún modo romper los diques psicológicos de la contención. Su srcen sociológico está apuntado por tres pautas de soledad. La soledad que trajo la inmigración con su desproporción de sexos: siempre fondearon en nuestros puertos más hombres que mujeres. La soledad que da la insatisfacción afectiva. Y la soledad que arroja la incomprensión familiar: la incomprensión que surge de ser hijos de extranjeros y tener que vivir en contornos y mundos nativos; T. N. Thirasher fijó sus límites sociológicos. "Nace -escribe del «esfuerzo» espontáneo de los jóvenes por crear una sociedad para sí donde, no existe ninguna adecuada". El término "barra" cuadra justo a esas fugas e incomunicaciones. El término memoriza la idea de que los individuos están fundidos, entre si, como una barra de hierro. En consecuencia, cualquier barra es siempre un pequeño grupo de individuos solos, estructurados entre sí, que están alejados de la órbita familiar, amputados socialmente y sitiados por lassus "ganas" sexo. Como no participan los otros, ni comparten nadaencon otroso grupos, tienen que constituir propiasdel"instituciones" y sus propioscon motivos existenciales. Habitan el café en la esquina, que son los mundos donde "paran" y se desarrollan. Estas "instituciones" burilan sus modos de ser, sus vocabularios y sus gestos. Son normas pautadas que pasan a integrar su personalidad. De ahí que muchas veces la conducta y el comportamiento de sus miembros son distintos y desarrollados en estancos independientes. En la familia, pueden ser el buen hijo, frente a su noviazgo o a su matrimonio, el buen novio o el buen esposo. Pero, estructurado en su barra, vira verticalmente. Tiene que responder a los tabúes y a los ritos que ésta impone; conducta machista, vocabulario violento y sexualizado, vapulea a la mujer. Sus motivos existenciales nacen dentro de la vida interior del grupo o la barra y no tienen proyección hacia los otros. Por tal causa, sus actos muchas veces son insociales. No es que el sujeto los piense y los realice conscientemente. Lo que define su conducta y sus gestos es que la estructura desde donde actúa y se desarrolla es, por sí misma, aisladora y separativa. Enargollado en este círculo, no le queda mucho campo de acción para volcarse o salir afuera para hacer una sangría a su tensión interior. El enclaustramiento con seres del mismo sexo le ha privado o le ha oxidado los órganos de relación. Por lógica, siempre su virulencia se dispara o se gatilla contra el otro sexo. Su agresividad, en esencia, casi siempre es sexual. Sus actos sociales o sus diversiones pueden ser perfectamente sociales: integrar un equipo de fútbol, salir en grupo a fiestas o a bailes, realizar "comilonas" o asistir a "asados". Pero en muchos otros casos son violentas: romper vidrios, apedrear transeúntes, insultar parejas. Y en otras situaciones más extremas: ratear, asaltar o violar. En suma, el individuo que actúa en una barra no actúa determinado por sus ideas, sino por las ideas del grupo. El integrante es casi siempre un ente o un ser solitario, que necesita de los modus de la barra para actuar en comunidad. Su hábitat natural es el grupo de amigos donde él es una fuerza que actúa y es reconocida. La fidelidad a su barra resulta luego, como su intimidad o su subjetividad, un estado natural. Tiene la necesidad intrínseca de no arrancarse a ese pequeño mundo. Todo lo que hace es por fidelidad sin interés ni intenciones cuestionables. En sus actos secretos está siempre la oculta simpatía por el primer lugar o mundo en que encontró comprensión y entroncamiento. Toda su vida social se ha desarrollado y se desarrolla entre esas cuatro paredes de amistad. Ilusiones y esperanzas, adversidades y dolores, fueroncompartido. y son compartidos, como laesprimera prostituta que"Che, los inició en esa el acto sexual. Todo enhay ese que cosmos está dado, Un mal metejón un asunto colectivo: la mujer lo tiene medio loco, buscar la forma de darle una mano. ..". Trotar por un mal camino también es ansiedad de todos: "Che, el pobre Juan agarró por mal camino... Hay que salvarlo...", La escasea y la necesidad económica exaltan la amistad y la entrega: "¡Tomá, viejo! Es todo lo que tengo... Mañana te consigo más...". Pasan los años; el hombre se casará y tendrá hijos. Pero siempre su fervor estará con sus amigos de ayer en el café o en la esquina. La vinculación secreteada será la "piedra del escándalo" arrojada sobre su hogar. Su mujer no podrá comprender nunca esa lealtad. Se angustiará buscando las causas inútilmente. No comprende por que el nuevo hogar no acondiciona ni
enclaustra a su hombre. Hay en su visión un error de perspectiva. Ella construyó en su mente otra cosa, otro mundo: pensó siempre que de su soltería al hogar se va en línea recta. Él también lo soñó ocultamente. Pero no creía que eso lo amputaba o lo cortaba de su barra. Por eso lo resiste secretamente con una tozudez de mula muda: "Está bien, ¡acabala! No voy más". O si no, luchando abiertamente como un defensor de ciudad sitiada: "Aquí el que manda soy yo y voy cuando quiero, ¡qué carajo!". Todo eso lo hace como el que defiende un mundo íntimo condenado a muerte: no lo comparte porque le está vedado, y no lo destruye porque no puede olvidarlo ni existir sin él. Si alguna vez el hombre falla frente a ese cosmos "sagrado", sus acciones de fidelidad caen vertiginosamente. Ya no podrá continuar en él. Lo compartirá sólo con algunas escapadas que luego desaparecen, barridas por las exigencias del hogar y el accionar cotidiano inexorable. En su mente se establecerá un triste recuerdo de todo aquello. Será una página negra de su vida: los amigos ya no lo verán como el viejo amigo, sino como el nuevo desertor. Poco a poco se irá metiendo en su hogar como una ostra, sitiado por una acusación ilevantable; "¡Vos también fallaste!". Ahora, de regreso, ya no le queda otra disyuntiva que nostalgiar, En los días de lluvia o de añoranza, historiará a su mujer y a sus hijos los días soñados, como vividos. En caso contrario, si no se casa y permanece célibe, la barra cumplirá para él la función de familia o de hogar. Entonces, se aferrará a ella con desesperación de náufrago. Ella le sustituirá su necesidad de compañía y de comprensión. Su actitud final puede bifurcarse en dos conductas: o se hace resentido porque los amigos no se entregan como él a su "hogar permanente" o se convierte en consejero paternal de los nuevos integrantes, contando con nostalgia y exageración las calaveradas ya idas: "¡Qué tiempos aquellos, muchachos!". O si no frente al viejo amigo: "¡Ya vamos quedando solos, hermano!". Para, el argentino, siempre todo tiempo pasado fue y será mejor. Porque el tiempo presente y el futuro le van socavando los sueños y las idealizaciones no cumplidas. El tango, mejor que la literatura, captó esta pauta social argentina.
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