Lukacs, Georg - Estética, tomo 2

March 12, 2017 | Author: Tomás Martín Arriaza Sáez | Category: N/A
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ESTÉTICA

GEORG

LUKACS

ESTÉTICA I I£Á PECULIARIDAD DE LO ESTÉTICO

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uc la iniincsis

Traducción castellana de N4ANUEL SACRISTÁN

EDICIONES GRIJALBO, S. A. BARCELONA - MÉXICO, D . F .

1966

Título original ASTHETIK. I. Tail. Die Eigenart des Asthetischen

Traducido p o r MANtTEL SACRISTÁN

de la !.»• edición de H e r m a n n Luchterhand Verlag GmbH, Berlín Spandau, 1963 © 1963, HERMANN

LUCHTERHAND

VERLAG

GMBH,

Berlín

© 1965, EDICIONES GRIJALBO, S . A.

Aragón, 386, Barcelona, 9 (España) Prinaera edición Reservados todos los derechos IMPRESO EN ESPAÑA PRINTED I N SPAIN

N." d e Registro: 6532/65 - Depósito legal, B . : 36.316, 1965 1966. Impreso p o r Ariel, S. A., Barcelona

Spandau

ÍNDICE

5.

PROBLEMAS DE LA MÍMESIS. I. LA GÉNESIS DEL REFLEJO ESTÉTICO

I. II. III.

6.

PROBLEMAS DE LA MIMESIS. I I . E L CAMINO HACIA LA MUNDALIDAD

I. II. III.

7.

Problemas generales de la mímesis . . . Magia y mímesis La génesis espontánea de las categorías estéticas a p a r t i r de la génesis mágica . . . .

La carencia de m u n d o de las pinturas rupestres paleolíticas Los presupuestos de la mundalidad de las obras de arte Los presupuestos del m u n d o propio de las obras de arte

7 34 68

105

108 134 175

PROBLEMAS DE LA MIMESIS. I I I . E L CAMINO DEL SUJETO HACIA EL R E F L E J O ESTÉTICO

I. II. III.

8.

7

Cuestiones preliminares de la subjetividad estética La alienación y su retrocapción en el sujeto . Del individuo particular a la autoconsciencia del género h u m a n o

PROBLEMAS DE LA MIMESIS. IV. E L MUNDO PROPIO DE LAS OBRAS DE ARTE

I.

Continuidad y discontinuidad de las esferas estéticas (obra, género, arte en general) . .

203

204 223 246

295

295

6

índice 11. III.

9.

PROBLEMAS DE LA MIMESIS. V. LA MISIÓN DESFETICHIZADORA DEL ARTE

I.

318 350

379

El m u n d o circundante natural del h o m b r e (espacio y tiempo) La objetividad indeterminada Inherencia y sustancialidad Causalidad, azar y necesidad

383 404 427 446

PROBLEMAS DE LA MIMESIS. VI. RASGOS GENERALES DE LA RELACIÓN SUJETO-OBJETO EN ESTÉTICA . . .

465

II. III. IV. 10.

El medio homogéneo, el h o m b r e entero y el h o m b r e enteramente El m e d i o homogéneo y el pluralismo de la esfera estética

I. II. III.

El h o m b r e como núcleo o como cascara . . La catarsis como categoría general de la estética El Después de la vivencia receptiva . . .

465 491 525

Advertencia Como se indicó en el vol. I de la presente edición española, la división de la Parte I de la Estética de Lukács en cuatro volúmenes, realizada con la autorización del autor, obedece sólo a razones técnicas editoriales. La Parte I forma un todo no dividido temáticamente en partes menores ni en volúmenes: la única división procedente del original es la división en capítulos. Las referencias en este volumen a obras ya citadas pueden remitir al primero, en el cual se encontrará entonces la mención bibliográfica completa. (N. del T.)

PROBLEMAS DE LA MIMESIS. 1 LA GENESIS DEL REFLEJO ESTÉTICO

I

Problemas generales de la mimesis

Si pasamos ahora a la otra fuente del arte, la decisiva, o sea, a la «imitación», el cambio no significa, desde el punto de vista de la teoría general del conocimiento, ninguna irrupción en territorio nuevo. Pues nuestro análisis de las formas llamadas abstractas ha mostrado que incluso ellas son modos de reflejar la realidad objetiva. Por importante que sea, desde el punto de vista de la estética, la diferencia entre esas dos formas de comportamiento, éstas son de todos modos especies de un mismo género, a saber, del reflejo de la realidad. Precisamente en el caso de la «imitación» esa afirmación no requiere fundamentación especial, pues imitación no puede significar sino conversión de un reflejo de un fenómeno de la realidad en la práctica de un sujeto. Por eso es tan comprensible el hecho de que la «imitación» —en el más amplio sentido de la palabra— sea un dato elemental y universal en la vida de todo ser dotado de un grado de organización alto. Y efectivamente la encontramos como fenómeno universal en casi todos los animales superiores: en ese nivel biológico, la trasmisión de las experiencias de los mayores a los jóvenes no puede tener lugar sino por la vía de la imitación de aquella experiencia. No sólo los juegos de los animales jóvenes se basan en la imitación de los movimientos, los modos de conducta de los adultos en las dificultades de la vida, sino que incluso cosas como la educación de las golondrinas jóvenes al vuelo migratorio hacia el sur caen de lleno dentro de este capítulo. La imitación es pues el hecho elemental de toda vida de organización superior, que, puesta en intercambio

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Génesis del reflejo estético

activo con su mundo circundante, no puede ya limitarse a los reflejos incondicionados. Pavlov ha dicho al respecto «que el animal podría subsistir independientemente con ayuda simplemente de los reflejos incondicionados si el mundo externo fuera constante». Por eso la conservación y la trasmisión de las experiencias imprescindibles para la vida de la especie no pueden consumarse sino por medio de la imitación. Ésta es imprescindible para fijar los reflejos condicionados; pues es el procedimiento más eficaz para la adaptación al mundo circundante, para el dominio del propio cuerpo, de los propios movimientos y, en suma, uno de los medios más importantes para el dominio del mundo ambiente. Ésa es también en el hombre la base natural sobre la cual se yergue la imitación como hecho elemental de la vida y del arte, aunque, como es natural, ello ocurre en el caso del arte a través de mediaciones mucho más complicadas y dilatadas. La Antigüedad, para la cual la doctrina del reflejo no presentaba aún el estigma del materialismo sino que —como ocurre con Platón— constituía un elemento fundamental del idealismo objetivo, ha reconocido por sus grandes pensadores (baste con aludir a Platón y Aristóteles) y sin reserva alguna el hecho elemental de la imitación como fundamento de la vida, el pensamiento y la actividad artística. Sólo cuando el idealismo filosófico de la edad moderna se vio constreñido por el materialismo a ocupar una posición defensiva que le obligaba a rechazar la doctrina del reflejo para salvar frente al ser el dogma de la prioridad del ser-consciente —en el sentido de la producción de aquél por éste—, sólo entonces se convirtió la doctrina del reflejo en un tabú académico. Ante el carácter fundamental de esa posición, resulta indiferente para nuestra problemática el que se trate de un idealismo subjetivo o de un idealismo objetivo, el que la producción de la realidad por la conciencia se conciba al modo de Berkeley o al de Hume, al de Kant o al de Husserl. Las consecuencias de una tal actitud idealista son fácilmente estimables : en cuanto que el reflejo de la realidad objetiva e independiente de la consciencia deja de constituir el punto de partida epistemológico, la imitación se convierte en algo enigmático en parte y en parte superfluo. Todas las teorías modernas relativas, por ejemplo, a los juegos de los hombres y los animales se quedan a mitad de camino, bloqueadas precisamente en el punto decisivo. Hemos visto como Groos, por ejemplo, mixtifica esta cuestión para

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evitarse el problema de la imitación. Y así llega a constituir un misterio la procedencia de las premoniciones y otras manifestaciones de la sensibilidad, las reacciones innatas, la causa de que se manifiesten como imitaciones lúdicas de comportamientos luego útiles, como ejercitaciones lúdicas del dominio del propio cuerpo. Pero como el reconocimiento de la imitación podría implicar el del reflejo de la realidad objetiva, el idealismo moderno practica aquí una mística dogmática de la simple explicación racional. Hay otro motivo que obstaculiza la llegada a un planteamiento adecuado: se ignora en efecto, el papel del trabajo al estudiar las diferencias entre el animal y el hombre. La antropología moderna —a diferencia de los sucesores inmediatos de Darwin— subraya enérgicamente dicha distinción, y llega incluso a sobresíimarla. Pero si no se hace más que describir las consecuencias del trabajo —como la necesidad para el hombre de orientarse en situaciones cambiantes, a diferencia del modo de vida tendencialmente estable de los animales, incluso de los superiores— sin apelar a su fundamento, al trabajo, la reflexión, como veremos en otros contextos también, no puede ir más allá de la superficie y, precisamente por su exageración de las diferencias, tiene que ignorar los momentos más importantes de éstas. Esta debilidad se manifiesta tal vez del modo más acusado en las teorías aplicadas a la estética y que subestiman erróneamente el papel del trabajo en la evolución del hombre hacia la humanidad, su decisiva función en el ser-hombre. Aquí hay que citar ante todo la célebre teoría de Schiller sobre el juego como fundamento de lo estético: «el hombre no juega más que cuando es hombre en el sentido pleno de la palabra, y no es del todo hombre más que cuando juega»} No es demasiado difícil descubrir los motivos que han llevado a Schiller a esa teoría —motivos que son muy respetables y de peso—: ante todo, la crítica de la división capitalista del trabajo, con sus consecuencias cada vez más amenazadoras para la integridad del hombre. Subyace a esas consideraciones de Schiller un profundo humanismo y, al mismo tiempo, el temor, muy justificado, a las influencias de la producción y la división capitalistas del trabajo en el arte contemporáneo. Pero, a pesar de 1. SCHILLER, Über die asthetische Erziehung des Menschen [Cartas sobre la educación estética del hombre], Brief [Carta] XV.

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Génesis del reflejo estético

eso, el resultado final de sus reflexiones es inevitablemente erróneo. No sólo porque —como se ha mostrado ya repetidamente— esa doctrina hace imposible aclarar la génesis del arte y, consiguientemente, su esencia, sino también porque el total aislamiento, practicado por Schiller, del arte y la actividad artística respecto del trabajo, la grosera contraposición de ambos, tiene que dar lugar a una drástica reducción del arte, a su pérdida de contenido. Frecuentemente ha percibido Schiller con profundidad ese peligro en sus exposiciones concretas; y el que no siempre haya podido superarlo —ni siquiera en todas sus aplicaciones a temas concretos— se debe a la dañina y hostil contraposición de arte y trabajo. El ejemplo de Fourier muestra la importancia que tiene el conceptuar acertadamente la conexión real. Partiendo de los mismos fenómenos sociales que Schiller —aunque desarrollados ya a un nivel subjetiva y objetivamente más alto—, Fourier llega, en la crítica de Ja división capitalista del trabajo y en su contrastación con la socialista, a conclusiones que en apariencia se contraponen irreconciliablemente a las de Schiller, pero que metodológicamente están muy emparentadas con ellas. Se trata de la tesis de que en la sociedad socialista el trabajo se convertiría en juego. Con esto se suprime incorrectamente la diferencia fundamental entre autorreproducción y autogoce, entendidos ambos conceptos en sentido social; y así se trivializa precisamente el rasgo específico esencial del trabajo, el rasgo que fundamenta su importancia central en la evolución humana, y el error se debe a una acertada crítica de los modos de manifestación necesaria del trabajo en la sociedad capitalista: pero esa crítica se esfuerza erróneamente por superar no ya sólo la sociedad capitalista, sino incluso la esencia del trabajo. Al rechazar esa concepción de Fourier —«El trabajo no puede convertirse en juego, como quiere Fourier»—, Marx, en sus notas y observaciones, no deja, sin embargo, de aludir, al mismo tiempo que subraya los méritos teoréticos de Fourier, a las consecuencias reales previsibles en base a una correcta comprensión del trabajo: «El tiempo libre —que es tanto tiempo de ocio cuanto tiempo para actividades superiores— ha trasformado, como es natural, su sujeto en otro sujeto, y éste entra entonces, con esa alteridad, en el inmediato proceso de producción. Éste es ya al mismo tiempo disciplina —considerado respecto del hombre en formación— y ejercitación, ciencia experimental, cien-

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cia materialmente creadora, objetivadora de sí misma, considerada desde el punto de vista del hombre ya hecho, en cuya cabeza existe el saber acumulado. Y para ambos, en la medida en que el trabajo exige manejo práctico y movimiento libre, así como, en la agricultura, exercise».^ Las consecuencias más importantes son las que se producen fuera del trabajo propiamente dicho, en el tiempo de ocio, pero no con independencia del trabajo y, además, con consecuencias importantes para el trabajo mismo. No tiene relevancia para nosotros el que en ese paso Marx aluda sólo al aspecto científico de la cuestión y no diga explícitamente nada sobre el estético: la interacción esencial entre el trabajo y las «actividades superiores» queda de todos modos suficientemente iluminada. La recusación de la teoría del reflejo por el idealismo filosófico de la edad moderna, fundamento último de la deformación considerada de los problemas, tiene, por último, para nuestras actuales reflexiones, la consecuencia importante de que el reflejo de la realidad objetiva se identifica dogmáticamente, sin fundamentación real ni análisis, con una mecánica fotocopia de la realidad. Se comprende que la teoría de la copia mecánica de la realidad en la consciencia fuera efectivamente proclamada por el viejo materialismo adialéctico. Pero el que se identifique la teoría del reflejo propia del materialismo dialéctico, inadvertidamente y sin documentación, con la tesis de la reproducción fotográfica de la realidad muestra sólo la categoría de las corrientes «argumentaciones» contra la dialéctica materialista. Hemos aludido ya a una afirmación polémica de Lenin contra dicho fotografismo. En otro contexto desarrolla Lenin ese pensamiento, con más resuelta dedicación al tema mismo: «El conocimiento es el reflejo de la naturaleza por el hombre. Pero no se trata de un reflejo simple, ni inmediato ni total, sino del proceso de una serie de abstracciones, formulaciones, construcción de conceptos, de leyes, etc., los cuales conceptos, leyes, etc. (pensamiento, ciencia = "idea lógica") abarcan sólo condicionada, aproximadamente la legalidad universal de la naturaleza que se mueve y desarrolla en sí misma... El hombre no puede comprender = reflejar = refigurar la naturaleza entera, ni plenamente, ni en su "totalidad inmediata"; lo único que puede

1. MARX, Grundriss der pulitischen política], cit.. I, págs. 599 s.

Okonomie

[Esbozo de la economía

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Génesis del reflejo estético

hacer es aproximarse eternamente a ese conocimiento, creando abstracciones, conceptos, leyes, una imagen científica del mundo, etc.».' De acuerdo con sus dogmas, la reflexión burguesa sobre el arte identifica el realismo con el naturalismo, muchas veces de un modo ingenuo y declaratorio, pero otras muchas con la intención de evitar, con el fantasma del naturalismo, toda investigación concreta del arte como renejo de la realidad. Pronto atenderemos al aspecto que toma el problema del naturalismo a la luz de una auténtica doctrina del reflejo. Pero para comprender rectamente esta cuestión es imprescindible contemplar más de cerca el dogma de la fotocopia de la realidad tal como se presenta en la vida cotidiana, con la mayor independencia posible de toda actividad artística. Para poder aclarar ese problema —que en nuestro contexto es un problema epistemológico— aunque no sea sino en sus rasgos más genéricos, tenemos que empezar por eliminar la cuestión fisiológica, la que pregunta en qué medida las impresiones sensibles —por ejemplo, las imágenes de los objetos vistos en la retina— son realmente fotocopias de la realidad visualmente fenoménica. Esta cuestión, en sí misma muy importante, no tiene para nosotros sino una relevancia secundaria, porque lo que importa epistemológicamente es saber cómo se comporta respecto de la realidad objetiva la imagen producida en la consciencia. Y en esto el carácter objetivo de las impresiones sensibles no tiene más que un papel de componente —aunque sin duda fundamental, por determinante del contenido de las percepciones sensibles. Pero la imagen de la realidad en la consciencia es resultado de un proceso muy complicado (y lejos de estar totalmente aclarado hoy en día). El hombre no puede limitarse a dejar que obren sobre él las impresiones de la realidad; so pena de ruina catastrófica, tiene que reaccionar a ellas, y muchas veces instantáneamente, espontáneamente, sin tiempo para reflexionar o para conseguir una interpretación representacional o conceptual de las impresiones sensibles. Esto tiene como consecuencia el que ya al nivel de la percepción tenga lugar, en el reflejo consciente de la realidad, una selección en armonía con la interacción entre hombre y mundo circundante; o sea: el que determinados momentos se subrayen intensa1. LENIN, Philosophischer Nachlass [Cuadernos filosóficos], cit., pág. 299.

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mente como esenciales, mientras que otros se descuidan total o parcialmente y pasan reprimidos al último término de la consciencia. Ya en los reflejos incondicionados hallamos esas reacciones espontáneas al reflejo de un hecho real, lo que quiere decir que su presencia es comprobable en el mundo animal. Piénsese en la reacción de un hombre cuando un objeto se le acerca velozmente a los ojos. El hombre cierra los ojos espontáneamente y aparta la cabeza para evitar el choque con el objeto que se aproxima. ¿Qué significa eso desde el punto de vista del reflejo? Significa sin duda que en el sistema nervioso central se ha hecho la distinción entre lo esencial y lo inesencial contenido en la imagen del reflejo. Se ha captado como esencial el objeto que amenaza al ojo; todo lo demás, incluso las demás propiedades del objeto que no pertenezcan a ésa su función amenazadora, se han catalogado como cosa secundaria, como mero trasfondo. Es claro que la «esencia» tiene en ese caso una acusada acentuación subjetiva, hasta el punto de que acaso parezca impropio designarla con ese término. Pero el hecho es que también considerando fenómenos más complicados de la vida cotidiana encontramos una análoga selección. Como hemos visto, es una característica de la vida cotidiana el que sus modos de manifestación tengan necesariamente un carácter práctico inmediato. Eso tiene sin duda como consecuencia, por una parte, determinadas limitaciones de los modos de comportamiento posibles —la sociedad humana ha desarrollado precisamente los reflejos científico y estético para superar esas limitaciones—, pero, por otra parte, la praxis que así se produce contiene el momento que es decisivo para el dominio del mundo circundante por el hombre, aunque de un modo que sobre esa mera base no puede desplegarse completamente, a saber, el principio correcto: el reflejo aproximadamente adecuado de la realidad objetiva y sus imprescindibles criterios veritativos, con la puesta a prueba del conocimiento conseguido mediante la piedra de toque de la práctica. Ya en el más primitivo nivel del ser-hombre tiene que producirse una captación de la realidad que sea al menos groseramente aproximada y consciente; de no ser así, aquellos seres vivos no habrían podido ni afirmar su existencia ni menos desarrollarse hacia estadios superiores. El carácter subjetivo que tiene la selección de la realidad reflejada —repetimos: ya incluso al nivel de la simple percepción— tiene pues que conté-

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ner tendencias a una objetividad más auténtica, y ello precisamente en la selección, la distinción entre lo esencial y lo inesencial, pues se comprende sin más que los hechos singulares tienen que reflejarse de un modo aproximadamente correcto. El principio subjetivo presente en la selección se basa en los intereses vitales elementales de los hombres, los cuales, ciertamente, no se imponen siempre de modo tan espontáneo como en el anterior ejemplo, sino que muchas veces son resultados de la reflexión, la recolección de experiencias, la ñjación de reflejos condicionados, etcétera. Como es natural, la selección practicada en base a ese principio no capta siempre la esencia real objetiva de los objetos o complejos objetivos. Pero cuando no afecta ni siquiera a algún momento de lo esencial, es imposible que se realice la finalidad subjetiva del hombre; éste fracasará o tendrá que practicar, si puede, una selección mejor adecuada a la realidad objetiva. Por eso la práctica se impone como criterio veritativo ya a un nivel en el cual no puede haber aún en la consciencia humana ni siquiera una aproximación lejana a las categorías auténticas. Precisamente desde ese punto de vista es decisivo el papel del trabajo. Pues en él, y como ya antes hemos dicho,* se suspende la determinación inmediata de la posición de fines y la acción. En el trabajo está la superación de esa inmediatez. El trabajo puede satisfacer cada vez mejor las finalidades del hombre en el dominio del mundo circundante precisamente porque rebasa la subjetividad espontánea —la cual contiene sin duda elementos también espontáneos de objetividad—, porque emprende un rodeo para la realización de los fines y suspende la inmediatez de éstos para investigar directamente la realidad objetiva tal como ella es en sí. Por eso en el trabajo la distinción entre lo esencial y lo inesencial tiene que aparecer ya objetivamente, y reflejarse en la consciencia humana tal como objetivamente es. Vemos pues aquí, desde una nueva perspectiva, cómo el reflejo científico (objetivo, desantropomorfizador) de la realidad nace necesariamente del trabajo, a diferencia de lo que ocurre en estadios más primitivos de la existencia (incluso de los animales superiores), en los cuales la corrección impuesta por la realidad no corrige nunca más que un particular

* Las alusiones del autor a pasos anteriores se refieren frecuentemente a los capítulos que en la edición española forman el vol. I. (N. del T.)

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y concreto comportamiento erróneo respecto de ella, sin poder alterar esencialmente la estructura de los modos de comportamiento respecto de la objetividad. (Más adelante hablaremos del correspondiente desarrollo estético). El gran mérito de Engeis consiste en haber visto con claridad y descrito con precisión, frente al idealismo y al materialismo mecanicista, la situación que aquí se presenta: «Lo primero que nos llama la atención al contemplar la materia en automovimiento es la conexión de los movimientos particulares de los cuerpos diversos, su condicionamiento recíproco. Pero no sólo observamos que un movimiento se sigue de otro, sino también que podemos producir un determinado movimiento produciendo las condiciones en las cuales tiene lugar en la naturaleza, y hasta que podemos producir movimientos que no tienen lugar en la naturaleza (industria) o, por lo menos, no de ese modo, y que podemos dar a esas
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