Ludueña-Más Allá Del Principio Antrópico

September 4, 2017 | Author: Nico Placer | Category: Metaphysics, Homo Sapiens, Science, Western World, Knowledge
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Fabián J. Ludueña Romandini

MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO ANTRÓPICO: HACIA UNA FILOSOFÍA DEL OUTSIDE

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Ludueña Romandini, FabiíR- 1

un3 filosofía del outside

d e l p r i n c i p io a n t ' o p n o 2012 M l a asallade|p e d . - B u e n o:indpioan^t£oübros,2012. s A i r e s : P r o m e t e o L ib ro ,

82 p. ; 15x21 cm. ISBN 978-987-574-556-8

I . Filo so fía. 2. M e ta física . 1. T í t u l o

CDD 110

Cuidado de la edición: Magalí C. Álvarez H o w lin Armado: Mabi Fraga C orreccio." Marina Rapetti

© Fotografía de la primera solapa: G uid o A dler, 2 0 1 2 .

© De esta ed ició n , P rom eteo L ib ro s, 2 0 1 2 Pringles 5 2 1 (C 1 1 8 3 A E 1 ), B u e n o s A ire s, A rg e n tin a Tel.: ( 5 4 - 1 1 ) 4 8 6 2 - 6 7 9 4 / F a x : ( 5 4 - 1 1 ) 4 8 6 4 - 3 2 9 7 ed ito rial@ trein tad iez.co m w w w .p rom eteoed itorial.com

H echo el d ep ó sito q u e m arca la Ley 1 1 .7 2 3 P rohibid a su re p ro d u cció n to tal o p a rc ia l D erech os reservad os

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índice Premisas.........................

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I. Schellingcomo síntoma: el reencuentro del mythos con el logos .. 13 II. Filología de la Vida.....................................

23

III. Hipótesis acerca de una topología de los mundos crepusculares.................................. IV Principio antrópico: cosmología.................................

53

Apostilla......................................................

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Bibliografía...............................................................

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Agradecimientos..................................................................

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Premisas Al menos desde que, en 1844,MaxStimerprofiriesesuestrienl:- &rito anti-humanista1—por otra parte, rápido y conve­ nientemente apagado por las fuerzas del orden del m undo- con e cual hizo tambalear las convicciones del grupo de los Libres de Berlín y, junto con él, todas las certezas de la gran especula­ ción occidental, una de cuyas coronaciones había sido enton­ ces, y continúa siendo todavía, el sistema hegeliano, la filosofía ha centrado su interés en glosar, de los modos más diversos y re­ finados, la sentencia de mueite delHombre proferida por Stirner. Incluso las ciencias —desde la biología evolucionista hasta la cosm ología- han cursado la misma deriva ontológica hacia un descentram iento del Hombre del substratum de sus elucubra­ ciones teoréticas. Desde Darwin hasta Einstein, desde HeidegSer hasta Foucault, la filosofía y las ciencias, lentam ente, co n & .

y re^ocesos pero en un camino certero, no han h ech o otra cosa que desprenderse del legado humanista y antropocéntrico con el que habían inaugurado su altisonante entrada en es­ cena a partir de la Modernidad temprana. Esta crítica de la antropología com o elem ento recto r del pensam iento especulativo y científico ha decantado, sucesiva­ m ente, en un^nueva atención2 por el carácter em inentem ente 1 S t i r n e r , M ax. D erE in z ig em d sein E ig en tu m . N eu eA u sgabe, mit ein er b io g r a p h is c h en u n d e r lá u te r n d en E in fü hru n gvon A nselm Ruest, Berlin, R o th g iesser& P o ssek iel, 1 9 2 4 ( 1 8 4 4 a)

2D ecim os, sin duda, “nu eva” atención dado que, la an im alidad del h o m b re, co n stitu y e, co m o v e ­ rem os, ,u _ n .p jin m d e 4 3 a i^ d e m ^ la íilo s o f ía prermoderna._Hn este sentid o, m e p e rm ito reen v iar a Ludueña Rom andini, F ab ián , L a co m u n id a d d e los esp ectros I. A n tr o p o te c n ia , M ad rid - B u e n ™ A ires, M iño y Dávila ed itores, 2 0 1 0 . '

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Fabián J. Luducftu Rowandinl

■ lM,n ín fprés creciente, en todos los animal del Homo sapiens y por unin ~ 7 ^ ' campos deLsabeí .por el iiroblcni^de la vida (e ía g ^-tem­ poráneo de la biopolíticao de las más avanzadas cienc as bioló­ gicas son sólo un síntoma tardío de un fenómeno que viene sedimentando sus capas desde, al menos, me ía os e sig o xix). La animalidad y las d Jv e ^ .d e c lin a d o n e s d e la & io s ^ a de la vida se han impuesto entonces como una garantía para todos aquellos que quieren nadar en las aguas, aparentemente seguras, del pensamiento post-metafísico o, en todo caso, mu­ ñidos de una confiada Destruktion de la tradición metafísica de un Occidente agotado de sus propias ensoñaciones teóricas. , En este libro, por el contrario, defenderemos implícitamente, la necesidad de una rehabilitación en pleno derecho de la meta­ física como forma suprema de la filosofía (más allá de la m ulti­ plicidad de modos y escuelas que dicho saber pueda engendrar) pero nos limitaremos aquí, en esta ocasión, a exponer lo que es­ timamos es el prolegómeno necesario a toda metafísica futura, esto es, una critica radical del principio antrópjrn^nlr> 1lnr, fr losofía verdaderamente no-antrópica será capaz de asu m irla ; lareadt' ProPoner una metafísica que sea cápasele postularse jí asumiendo los logros y señalamientos del periodo genealócriro ! sica post-deconstruccionista?

........

En este recorrido, será inevitable caer en algunas f esquematismo expositivo y, de hecho, ese es un nn

m etan,, ,

*

tivo buscado. Desde luego, todos los sistemas o pens H j6 ‘ aquí serán mencionados, tienen una enorme ría 65 qUe que no puede ser reducida a algunas proposiciones m ? , * 0 " 03 y. por esa misma razón, siguen siendofuentes necesa ■ antes filosofía futura. Sin embargo, nuestro objetivo c o n s ^ ^ toda mente, en tomar algunas proposiciones filosófica S1Ste’ ¡ustalcascom osm to10 Scanned by CamScanner

Premisas

mas de un cierto devenir del conjunto del filosofar así como del saber científico. Se trata entonces de un diagnóstico macroscó­ pico general que, por supuesto, podría ser matizado con análisis particulares en escala microtextual. Pero aquí nos interesa sólo llegar a concebir y tematizar lo que consideramos el hilo con­ ductor del devenir filosófico-científico hasta nuestros días. En cierto sentido, podríamos decir que queremos trabajar aquí con lo que nos gusta denominar los Urbegñfje de la filosofía y de la ciencia del Occidente; en particular, en este caso, el principio antrópico. . Todo concepto primordial tiene la propiedad de dar cuenta de alguno de los grandes ejes que estructuran las cosmovisiones filosóficas que han trazado el camino del pensamiento es­ peculativo en una determinada tradición. En ese sentido, si la filosofía (aunque también la ciencia) puede ser definida, en su vertiente occidental, como un pasaje del mythos al logos, o al (V m enos, como un aj usté de cuentas entre los p oderes sacros del „ mito y los ej ercicios domesticadores del logos dialéctico, postu- ,i laremos aquí que, más allá de dicha escisión aparente, entre una dimensión y la otra existe una línea subterránea de conti- % nuidad, un U rbegñjf que enlaza secretamente los destinos de las potencias del pensamiento occidental. Por m or de todo lo expresado anteriormente, elegiremos dn* parremos -aparentemente opuestos- del devenir occidental del pensamiento: el mundo arcaico de los misterios M a n t íg u c j^ quecreemqs habitar, algu- < nos de los postulados másaudaces de laj^ s m ^ g m c ^ n t^ m ^ poránea. En consecuencia, entenderemos sucesivamente por principw antropológico aquel que hace del Hombre el sustrato metafísico en cual se fundamenta un sistema filosófico. La “deconstrucción

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F abián Ludueña Rom andini

í \3? del fundamento” se ha encargado, como hemos ic o , e ata car fuertemente este principio parade fender laanirna i a sus tancial del hombre y el primado ontológico d eja v i_ a .

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En cambio, llamaremos principio antripiQtfU clue tiene como base implícita la descentra 1 izaciónd e o urnano como como condición-sólo aparentemente paradojal—de aexp ica ción del hombre y de su m undoJOtra f o r m a de l l am ar a este principio podría ser finalism o an tw p icofu ertedado que a i erencia entre el principio antropológico y el antrópico consiste en que este último hace del hombre un fin ^ incluso n o -su ­ puesto o criptoteleológico—y nunca un fundam ento p ro p o si­ tivo. En cambio, denominaremos principio fW ffpplC0 d éb il a aquel cuya postulación implica un antropismo pero no h ace de este necesariamente un finalismo pleno en el que, v elad am ente, la presencia de lo humano se transforme en co n d ició n de posibilidad de la diagramación o funcionamiento de u n sis­ tema (m ítico, metafísico o cosm ológico). Así, en este ú ltim o Qaso, elhom bre puede ser pensado com o un eslabón n e c es a rio deuna cadenametafísica superior. La hipótesis que pondremos entonces a prueba es qu e la fi­ losofía ha podido deshacerse del principio antropológico (y, de hecho, no cesa de vanagloriarse de lo que considera u n triu n fo asegurado) pero no ha logrado ni identificar ni superar u n p rin ­ cipio antrópico subyacente y determinante del cual el p rim ero es subsidiario. Es hora, entonces, de sumergiros en la n o ch e de los tiempos.

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I. Schelling como síntoma: el reencuentro del mythos con el logos E W Schelling había estado gestando lentamente un viraje decisivo en su filosofía desde, al menos, el año 1804, pero sólo saldría públicamente a la luz -d e manera todavía esotérica- el nuevo rumbo de su filosofía cuando, el 12 de octubre de 1815, en calidad de director de la Academia de Artes, pronuncie un enigmático discurso en la sesión pública de la Academia Bávara de Ciencias en honor del rey Maximiliano IVJosé. El título de la conferencia que sorprendería el mundo filosófico alemán re­ zaba Ueberdie Gottheiten von Samothrake (.Acerca de las divinida­ des de Sam otracia). En este oscuro y hoy casi completam ente olvidado texto de Schelling se condensaban, como en una cifra inesperada, los destinos futuros de la filosofía occidental hasta nuestros días. La filosofía de la historia y la ontología se abraza­ rían nuevamente -e n un modo polémico respecto del sistema hegeliano- en este discurso de Schelling que sentaría las bases de un camino que aún la filosofía contemporánea sigue transi­ tando sin tener, quizá, plena conciencia, de la apuesta que ha aceptado. En efecto, Schelling decide, en~ este discurso,.»volcarse hacia -- - - ---.i-., J, - .fc.,.1»^,^ lo más remoto del pasado occidental griego, hasta el lím ite m ism o de lo que pueden brindar las huellas históricas, para abrir el cam ino hacia una ontología de los m isterios antiguos que -siem pre persistente mas alia de toda d econ stru cción-es13 Scanned by CamScanner

Fabián J. Ludueña Romandini

dos del giro m oderno de taba llamada a definir dperfiyiPS-m ñ ^ — mlffido griego era la filosofía: unviaje hacia, lo m a sjtn .ig^._ , posibilidad d e ja necesano_parajlefinir las nond ieiP ^ ---^ ■ ^ proponer al nueva vprovocativa filosofía,que.„c mundo en la cúspide de sudeveniri aliento de la gran metafísica europea (.c tiguos y modern os), el mundo arcaico

^ En esle últim o querella entre an-

vez más pero de un modo nuevo e m esp ¿ cual se reflejaba, paradójicamente, lo mas mode

riegos era, una e i eSp e jo e n e l d e[ esp{ritu

eUEnefecto, el interés de Schelling por S am o trad a se debe a que “un misterioso politeísmo fue establecido allí en u n güedad indeterminada”.3Si la Sam osjónica era recon ocid p la presencia legendaria de Pitágoras, en cam bio, la b a m Tracia es más espléndida en la historia humana e i o a cu o de los Cabiros, los más antiguos de toda Grecia”.4 E n los re có n ­ ditos templos de Samotracia, los enigmáticos Cabiros h a ce n su aparición en el texto de Schelling para abrir el acceso a lo s se­ cretos más celosamente guardados por el H om o s a p ie n s , u n saber primordial que le abriría las puertas a la co m p ren sió n ú l­ tima del cosmos. La interpretación de los m isterios ca b iro s n o constituye entonces para Schelling, sólo un e je rc ic io de filó ­ logo o de anticuario sino que, al contrario, en ese acto se ju e g a un destino esencial “para la entera historia de n u estra e sp e cie (fü rd ieg an ze Geschichteunseres G eshclechts)”.5

3 S ch ellin g , F ried rich W ilh elm , U cb erd ie G ottheitcn von S a m o th r a k e , S tu ttg a rt u n d T

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J.G .C o tta ’s ch en B u ch h an d lu n g, 1 8 1 5 . Seguim os aqut la edición de S c h e llin g k f.a (e d ito r) F ' '

drich Wilhclmjoseph vonSchcllingssámmtlicheWerke(1 4 vols),Suitgan und A ubsbure I r r

cherV erlag, 1 8 5 6 - 1 8 6 1 , vol. 8 , pp. 3 4 5 - 4 2 2 , c ita e n p . 3 4 7 .

* Ibidem. 5 S c h e llin g , Sam othrake, p. 3 4 9 .

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g .J-O . L o t t a s -

Schelling como síntoma: el reencuentro del mythos con el logos

En todo caso, la filología de Schelling no es una ciencia “neutra”, una mera disciplina de arqueología textual sino que expresa una relación fundacional con el lenguaje al que se le pide la revelación de los misterios últimos de la existencia hu­ mana. Un lenguaje que aún no es objeto de la atención propia de los forenses de la cultura sino que, al contrario, todavía es capaz de ser vehículo de las potencias que le dan sustento y que pueden ser aprehendidas como experiencias-límite por elfilo(sofo)logo. Schelling se apoya sobre el testimonio de Mnaseas para dar cuenta de los nombres secretos de las divinidades del culto cabiro que serían tres: Axieros,AxiokersayAxiokersos con la posi­ ble adición de un cuarto dios, Casmilo. La primera deidad es identificada con Deméter, la segunda con Perséfone y la tercera con Hades o Dionisios. De esta manera, todo el mundo de los misterios antiguos encuentra su surgente originaria en el suelo mítico del remoto pasado cabiro el cual, a los ojos de Schelling, no tiene un origen egipcio -com o sostenían algunos filólogos de su tiempo—sino que “estos nombres poseen raíces lingüísti­ cas fenicias o hebreas”. Así, los más antiguos misterios del mundo pre-griego se enlazan con la antigua sabiduría revelada del pueblo judío. Sin embargo, muy lejos de querer mostrar una especie de unidad monoteísta de dios en los períodos más arcaicos del mundo greco-hebreo, Schelling subraya el carácter politeísta y plurivalente de la manifestación de las potencias divinas como rasgo primigenio de la manifestación positiva de lo sacro en el mundo. En este sentido, en su interpretación filosófica de las fuentes del culto cabiro, Schelling establece que:

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Fabián J. Ludueña Romandini

i • .n^méter cuya esencia es el hambre y La [divinidad] mas ^ ¿ remQto origen de todo ser la búsqueda y que es el pn Y proserpina> la esencia u origen actual y revelado. Lasiff>»er‘ (dieganze sichtbaren fundamental de todalanat ^ espirUual ^ Natur). Luego viene Di . , yei mundo espiritual se derGeisterwelt). Por so re a £Stos últimos como suborhalla Casmilo o Hermes quie tre ejjos y lo trascendente.6 dinados tanto como es mediador entr y ]h , Más allá de todos está el demiurgo, el dios que yace libre por sobre el mundo. Así la doctrina de los cabiros era un sistema en[e desde las personalidades subordinadas o deidades de la aturaleza (Naturgottheiten) hasta la personalidad más a ta os go biema a todos, el dios trascendente (überweltlichen Gott). Así, Schelling se aleja de Warburton y de aquellos que p en ­ saban que los misterios antiguos revelaban algún tipo de d o c­ trina sobre la unidad de dios.8 Toda la religión de Sam o tracia derivaba, según la óptica de Schelling, de los p elasg os, “ese pueblo pre-histórico del cual parece provenir todo el p od er y el dominio griego (alie grieschiche Krajt und H errlichheit) ”.9 D e ese suelo más allá de la historia, proceden las divinas fuerzas cab iras cuyo origen es primordialmente mágico o teúrgico p u es se trata de “los poderes o naturalezas que procuran la realizació n de los dioses superiores”.10 De este m od o, “lo tra sce n d e n te es atraído hacia la realidad 11y, a partir de allí, “el iniciado se trans6Una teoría que puede constatarse tam bién en C o le rid g e , Sam uel Tavlor “I ermrV olum en se-

23A stori, Giovanm-Antonio, De diis C abirisdissertatioin cditionc hac a b a u c to r. n

, *

In: Utnusquc thesauri antiquitatum Romanarum, G raecarum quc nova s u p n lc m e Z m C n d a ta Poleno, Volumen secundum, Venetiis, Baptistae Pasquali, 1737, p. 8 8 3 tacon ^ a b Jo a n n e i h ^ NELU0’ Cataido, Tentamina hierographica, atquc etym ologi’c a NeaDolí r u , 1830, pars I: D ehicrographia, etpantheo ctruscorum, p. 3 y ss. ’ ’ RaPhaeletrt M iran d a

F réret, Nicolas, “RecherchessurlesCabiresetlesdifferentessignificationc o p ales, 1) consideres com m e m inistres desciertam s divinités- 2 ) com m e d

^ Uesá lr° is p rin -

comme grands dieux dans lile de Samothrace”, Académic des Inscriptions H i^ t o r í^ SU^aR ern es 3 )

h96tóppas 1 77rUCU SChaUa rep,r0duCld0 en Fréret-Nicolas, Ocvres C0„ !pil“ “ 'p ^ 1»■P-j2 7 ré

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Filol ogta de la Vid a

Sainte-Croix piensa que los grandes dioses estaban consti­ tuidos por la Tierra y el Cielo (Axieros y Axiokersos) a los que su­ maron luego Axiokersa y Casmilo por una mezcla con los cultos egipcios y fen icios. Sólo más tarde entonces se confun­ dirían con las divinidades propias de Grecia (Ceres, Proser­ pina, Plutóny Mercurio). Con la introducción de las doctrinas órficas en Samotracia, un reordenamiento del panteón tuvo lugar para incluir a Venus como la tierra fecunda, a Faetón como el Cielo y a Cupido como el joven Casmilo. En una úl­ tima etapa, los Dioscuros tomaron el lugar de los Cabiros esta­ bleciéndose su culto en Pérgamo o Tesalónica.26 El propio orientalista Jablonski había también defendido la hipótesis de que el nombre cabiro no provenía de fuentes egip­ cias sino más bien fenicias y que estas últimas no hacían más que reflejar una denominación obtenida en Grecia.27La idea del ori­ gen semítico del nombre Cabiro es retomada por Petriciolo, aún si este último sostiene como base del culto una filosofía egipcia cuyo secreto último coincidía con “los principios mismos de la Naturaleza”.28Aunque la propuesta de Petriciolo fue contestada por Teller29, apoyándose enjablonski, la gran summa del saber sobre los cabiros estaría sólo disponible para Schelling a partir de los trabajos monumentales de Georg Friedrich Creuzer. En su Sym bolik este último coincidía en que los Pelasgos dan cuenta de la prim era época de la religión de los griegos pero, al mismo tiempo, su método consistía, precisamente en negar todo tipo de evolución histórica dentro del culto cabiro a la manera en que lo 26 S a i n t f - C r o i x G u i l l a u m e M ém oires p ou r serv irá l ‘histoire des la religion sect cte des anciens peuples a u R ^ e rd je s / n ito rq u e s c fc n íq ^ s s u ríe sn m fé rc sfíu p a g fln is m e .P a ris .N y o n JT D T p p .ló ^ S .

27 Iablon ski Paul Ernst Pantheon A egyptíorum sive de diis con im com m entanus cu m prolegom em s de religione et theologia aeg }rp tw ru in , Frankfurt J . C. Kleye, 1 7 5 0 Prolegomena pp. ü x-lxi

215P e tr ic io lo M D issertation sur les C abires” In: M ém oires de l A cadém ie R oyale des Setena s e t B e­ lles-Lettres B e r l i n , G eorge D ecker, 1 7 9 7 , pp. 1 2 -1 7 (cita p. 17). T f. i f r W ilh d m u sA b ra h a m u s "D e Diis C abins, cultuque religioso antiquissim orum p o p u l o Teller , W ilh elm u s ‘ u é m o o x s d e l ’A c a d é m ie R oyale des Sciences et B elles-L ettres, Berlin, m u n iv e rso co m c c tu ra e lr\. M im o u t s a c i y rum George D ecker. 1 7 9 7 , pp. 1 8 -3 0 .

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Fabián J. Ludueña Romandini

había hecho, por ejemplo, Sainte-Croix. De este modo, Creu asimila los Cabiros a los Dáctilos, los Coribantesy los Penates ^ teniendo la diversidad de nombres otra causa que diversidad de localidades y sus denominaciones respectivas. Creuzer postula un origen egipcio del culto cabiro, una po­ sición como hemos visto, que es rechazada por Schelling quien se alinea con la hipótesis fenicio-hebraica. De hecho, Creuzer mismo -q u e llegaría a leer la versión publicada de la alocución de Schelling- tuvo la deferencia de colocar una nota al pie en la segunda edición de su obra en 181 9 dando cuenta de la posi­ ción del gran filósofo alemán al respecto. Creuzer es la gran fuente de inspiración para Schelling dado que su interpreta­ ción del misterio cabiro implica des-historizar las etapas de su evolución en favor de una interpretación m etafísica del con­ junto de las fuentes: “cada número y cada com binación [de los nombres cabiros] eran, siguiendo todas las apariencias, tom a­ dos en sentidos diferentes conforme a los diversos sistemas de la doctrina (nach verschiedenen Lehrsystemen)”.30 De igual m odo, la cosmología y la vida se vuelven a fundir en forma majestuosa en la interpretación de Creuzer que no sólo re­ nueva la antigua tradición sino que abre el paso a m uchas de las futuras interpretaciones del problema (aún cuando todos sus ar­ gumentos filológicos hayan sido completamente refutados)“estos dioses son las supremas potencias cosmogónicas y el co n ­ junto es un gran símbolo de la armonía del mundo. Axieros o Hefesto, representa el Phtha egipcio, la fuerza primera (die erste Krcift), el primer aliento de vida (der erste Odem), Cabiro ñor celencia, padre de todos los demás [...] que han salido d * substancia”.31 £ SU 30 C r e u z e r , Friedrich, Sym bolikundM ylhologie der alten V óíherbesondcrsdcrG ricchen y Leipzígitnd Darm stadt:H eyerund Leske, 1 8 1 1 ,p. 293. ’ AveucrBand, ',! C r e u z e r , Sym bolik, p. 295.

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Filología de l t Vida

También de Creuzer se inspira Schelling para su teoría del Demiurgo y que este tiene una función decisiva en el desarrolio cíe la teona del primer o sobre fnn ¿ ^™ - r* ■ > t • 1 Ji)ODn euonciometafisico del miste no cabiro: el Demiurgo se contempla satisfecho en su ohva acabada (wohlgefalhg imgdungenen Wcrk) y sonrie ante la nueva creación’ . De todas maneras, Schelling también toma sus distandas respecto de Creuzer cuando, por ejemplo, considera que si bien es ciei to que Ceres es la primera de las divinidades cabiras, no es com o pensaba el filólogo, la más alta, dado que Schelling se opone a la visión emanantista de la metafísica cabírica' expuesta por Creuzer, colocando en su lugar, la teoría teúrgicaque hemos expuesto anteriormente. En efecto, la interpretación de Schelling suscitó no sólo el es­ cepticismo de quienes no comprendían su apuesta ontológica de fondo sino también la ironía de aquellos que la encontraban más enrevesada aún que los misterios mismos que pretendía explicar. Es el caso de Goethe, que aludiendo implícitamente al texto de Schelling, en su noche de Walpurgis, pondrá en boca de las sirenas: “ s e h a n ido en un abrir y cei raí de ojos [las Nerei­ das y los Tritones]. En dirección a Samotracia se han marchado con viento favorable. ¿ Q u é piensan hacer en el reino de los ex Celsos cabiros? Estos son unos dioses sumamente singulares que sin pausa se engendran ellos mismos sin saber nunca lo queson” 3 Sin embargo, aún los intentos más radicales de cuestionar las conclusiones de Schelling no dejarían de rele^ (f sus conceptos primordiales. Ya el arqueólogo ri M ulk chazó prontamente el origen fenicio u oriental del culto cabu o Creuzer, Sym bolik, p .2 9 S .



i n - w'crfee.

3‘G oethe, Joh an n W olfgang, FtW SíJh , ^ - -

Humbug Aunaban ¡ 4 fíá m h i. Tcxikntvxh Hamburg, Christian Wcguu-t.

durchgesehcn an d m itA n m a hunden v c i u ,K' ‘

Band3. p. 245 27

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Fabián J. LudueñaRomandini

considerándolo exclusivam ente pelasgo, es decir, la religióri originaria de los griegos que, tal vez, poseía alguna influencia lejana de la India.34 La hipótesis de Creuzer sobre el origen egipcio de una “teología cabira” de la vida todavía fue defen­ dida, sin embargo, por el escritor y bibliotecario Pierre Rolle.35 La única contestación de fuste que se erigió contra las argu­ mentaciones de Creuzer y Schelling provino, com o no podía ser de otra manera, del m onum ental A glaopham us de Lobeck que rechazó todo origen no griego de los m isterios cabiros así como toda interpretación que intentase develar una metafísica esotérica.36 Con todo, la hipótesis del origen n o-h elén ico del culto y su comprensión como una iniciación en los misterios de la vida y las potencias de la naturaleza persistieron con fuerza en las investigaciones al respecto durante el siglo x ix —siendo Dóllinger37 un buen ejemplo de e llo - y m arcaron duradera­ mente la investigación hasta la actualidad. La más antigua mención de estos enigmáticos dioses c o m ­ parece en una tragedia de Esquilo -h o y perdida- y que llevaba precisamente por título Kabeiroi y de la cual sólo se conserva un fragmento38 donde los Argonautas son recibidos por los ca b i­ ros39 con abundante vino en su desembarco en Lemnos, una de las islas en las que se registra la existencia de este culto De

34M uLLER,Karl .G eschichtenhellenischenStám m eundStádteO rchom enosunddirto; n sephMax, 1844 (1 8 2 0 a) pp. 443 -455 . £ Minyer, Breslau J o -

35R o l l e , Pierre Nicolas, Recherchessurle cuite de Bacchus, symbole de la force rem A consideré sous ses rapports particulars dansles dionysiaques et les triétériaucs p„ F 1, pp. 188-190.

^

^ ctlVe d e la nature

, a n s' Merlin, 1 8 2 4 , vol.

3ft L o b e c k , Christian Augustus, Aglaophamus sive de thcologiae m ysticae s r a e r

idem que poctrarum Orphicorum dispersas reliquias collegit Regimontii Pm 1Causis M>ri tres 1829, vol. II, pp. 1202-1295. * h ntU Pruss° r u m; Borntraeger,’ ■' D ó llin g er, Joh n , The Gentile and the Jew in the courts o f the tem ple o f Christ Mistery o f Christianity, London: Longman, 1 8 6 2 , pp. 163-176. n m tr° du^ io n t o t h e 38E s q u i l o , Fragmento 49 In: Plutarco, Quaestiones convivíales, 2 . 1.7632R 39 Este u s ic mito l i m o es camDien tr a n s m it id o p or D U io i od doo rr o o S iic cu l oo,, Bibliothcca Histórica Histnn 4 4 también transmitido por ul

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6.

Filología de la Vida

hecho, el testim onio de Heródoto ha sido fundamental para quienes han intentado -com o Schelling- identificar los ritos de Samotracia con los cabiros de los antiquísimos pelas0 g°s: “quien esté iniciado en los misterios de los Cabiros, que los sa_.. motracios celebran y que han recibido de los pelasgos, ese hombre sabe lo que digo, ya que esos pelasgos que convivieron con los atenienses, moraban antes en Samotracia y de ellos han recibido los samotracios los misterios”.40 De hecho, la presencia originaria de un culto cabiro en Lem­ nos es precisam ente atestiguada por Accio en su Filoctetcs de Lemnos donde se puede leer: “en torno a ti tienes los solitarios litorales de Lemnos, los prominentes santuarios de los Cabiros, los antiguos misterios celebrados con puros rituales”.41Y como indica el propio Varrón al transmitir estos versos, donde hay ritos m istéricos, “los hom bres se dedican a la contem plación (attuentur)”.42 Del mismo m odo, los orígenes egipcios del culto tienen en Heródoto uno de sus defensores: “entonces fue tam bién cuando Cambises entró en el santuario de Llefesto [por el dios egipcio Ptah] e hizo gran burla de su estatua [...] Asimismo entró en el santuario de los cabiros, donde no es licito entrar a otro que el sacerdote, hasta quemó las estatuas después de mucho mofarse. Estas estatuas también, son semej antes a las de Hefesto [esto es, con forma de pigmeos], de quien, según dicen, son hijos los cabiros”.43 Otras fuentes, como Aelio Aris­ tides , sitúan su culto también en Pérgamo. se dice que los más 40H eródoto, H istorial, II, 51 (traducción de María Rosa Lida). También Diodoro Sículo, Bibliotheca Histórica, 5 .4 8 .2 - 6 v i n c u l a a S a m o t r a c i a c o n l o s c a b i r o s . 41 Sobre Accius y esta pieza, cf. R ib b e c k , O tto, H istoircdclapoésic latinajusqu á la fm d é la Répubhque, Paris, Ernest Leroux, 1891 , pp. 221 -2 2 2 . C arró n ,D clingualatina,V , 58. H eród oto, H istorial, III, 3 7 (traducción de María Rosa Lida).

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Fabián J. Ludiieña Romandini

antiguos e s p í r i t u s , los Cabiros, aquí [enPérgamo] nacierouy también sus ritos y sus misterios”.^ 1 am bien otras referencias, como las de Lactancio, permiten situar un culto caoii o en Ma­ cedonia43 y Estrabón transmite la existencia de templos en Lemnos, Imbros, en Memphis, Hamaxitia y Skepsia. Una profunda significación política es también atribuida al culto cabírico en el testimonio de Plutarco quien supone que, ante el ataque de ios Galos, dando los romanos por perdida la dudad, los sacerdotesy las vírgenes huyeron de la ciudad con la gran fuente mítica y secreta del poder de la ciudad de Roma. La leyenda cuenta que fue Numa quien instituyó el fuego consa­ grado “como la imagen del Poder eterno que todo lo gobierna”. Otros, cuenta Plutarco, creían que el secreto que guardaban las vírgenes no era tanto el fuego de Numa sino el Paladio traído por Eneas a Italia. Sin embargo, los más osados creían que se trataba nada menos que de “los dioses de Samotracia y que re­ fieren que Dárdano, al llevarlos a Troya, hizo instituir allí sus misterios consagrados al momento de la fundación de la ciu­ dad y luego Eneas los retiró furtivamente al momento de la toma de ésta, salvándolos hasta su establecimiento en Italia”.47 Es decir que algunas leyendas vinculaban directamente el mito-motor político de la fuerza de Roma al culto secreto de los “Grandes dioses” cabiros que habrían sido traídos desde Trova por Eneas.48Es decir que también el rito cabírico es un relato mi­ tológico sobre el origen de todo poder y, consecuentemente, la

■^Ae l iu s A r i s t id e s , Discursos. L i l i , 5 .

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° LaCíAngo, Divinas Institutiones, 1 ,1 5 ,8 . ' E strabón, G roara piuca, 1 0 .3 .1 9 -2 1 . Plutarco,

Camilo, xx.



.

" Servio Honorato transm ite la misma leyenda. Cf M aurus Sekvhjs H o n o rato s, in V ew hi carmina t omentarii. Servu Granvnatici aui'./crunturin Vergiiij carm ina com m etitam ; recerisuenmt G totgu s Thilo et H am a n n u s H agen. Leipzig, B. G. Teubner. 1 8 8 1 , línea 6 7 9 a Encada va;

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i uutugia ue ia viaa

fuente de toda vida razón p o rk

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4

Olimpíada, se habrían visto llevad™ ’• men° S qUe FÜipo y Sin duda, si “los espléndido* a * milciarse en Samotracia.49 sultan todavía parcialmente aer ^ n l° S Cabiros”5° nos re' debe al gran santuario cabiro ^ ^ Slan pane eSt° se cual Pausan las ha í” ? V" sísimos corroborados por la más rp .°SeStU i0b0s datos valiotableceunaesfrprl-n * 1 reciente arqueología y que es­ tablece una estrecha vinculación entre los misterios de Ceresy los cabincos: los misr^rmc a, , Ceres a los Cabiros” El mismo PausT ” cuenta° también í Pr°que P' a ... 1 ,1 . , - Cimism°hausanias cuando Alejandro “hubo librado al fuego la ciudad de Tebas y todo el país, algunos macedonios entraron en el templo de los Cabiros como si fuese un país enemigo y fueron todos asesina­ os por e ray o y los relámpagos dado que este lugar siempre ha sido santo y venerable”.52 ~ L Ahora bien, más allá de los elementos que componen el mito y los rituales, ¿cuál ei a el secreto transmitido en el misterio ca­ biro? Una pregunta que, desde luego, resulta de difícil respuesta para cualquiera de los misterios antiguos y, consecuentemente, tanto más aún para este culto primordial y primigenio. Los testi­ monios que nos han llegado a través de algunos filósofos y poetas son de especial importancia en esta elucidación. Así por ejemplo, Aristóteles en su perdido fragmento juvenil sobre la filosofía nos informa que “en los misterios no se trata de aprender sino de ex­ perimentar y contactar”53 o bien que “el participante se impresio­ naba por la contemplación pero 110 era enseñado”.34 4sP lu ta rc o , A lejandro, II. 30 ORFEO.Árgonáu ticas órficas, 1 8 -2 8 . 51 Del m ism o m od o, Non*no d e Panópolis, Dionisiaca, x¡v, 17. establece una estrecha relación entre

los Cabiros y el ejercito de Dionisio. ^ Paus amias, C ra cc ia e D csciiptio, IX, 1 0 ,2 5 ,1 0 . 53A ristú i f u - Fr 15 se-mn la transm isión de Sínesio oe Cirene. Dio, 1 0 .4 8 a. 54A ristó te le s. Fr. 15 según M. Psel lo s, Escolio a O im aco 6 ,1 7 1 . (seguimos la traducción de San­ tiago González Escudero publicada en Edcasia. Revista de Filosofía, v /29, (2 0 0 9 ) 1-22)

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Fabiánj.LudueñaRomandini

Si bien entonces no existía una iniciación como transmisión de un tipo d e t e r m i n a d o de saber logológtco-algo q u e lleva al cristiano Hipólito a burlarse del “gran e innombrable misterio de Eleusis"55- no menos cierto es que el cm eton cultural coinci­ día con la experimentación de “la vida como iniciación y miste­ rio” 56Asimismo, Píndaro reconoce el hecho de que quien es iniciado “conoce el fin de la vida (bíou in) así como su co­ mienzo (archán) que por Zeus es otorgado , 5 7 Es decisivo en este contexto cuanto nos dice Cicerón para quien en la inicia­ ción podemos reconocer de modo compacto cómo se denomi­ naban los principios de la vida (principia vitae) , y no tenemos así sólo una razón para una vida alegre sino tam bién una espe­ ranza mayor ante la muerte”.58 • Ahora bien, ¿en qué consistían estos “principios de la vida” que se transmitían con toda probabilidad en el ritual cabírico? O , por lo menos, ¿qué tipo de concepción primordial de lo vi­ viente se ponía enjuego en el culto mistérico cabiro? Las inves­ tigaciones más recientes sobre los cabiros, posibilitada en un principio, por la gran recolección de fuentes posterior a Lobeck, como fue el trabajo de Kem59, comenzó con la reafirmación de la preeminencia del culto cabiro en Samotracia com o atestigua uno de los libros fundamentales del gran Franz Cum ont.60 Sin embargo, el trabajo pionero de Hem berg pudo demos­ trar que, por ejemplo, “el nombre de los Cabiros había sido ya aceptado en Macedonia antes de la diáspora de Samotracia H ip ólito de Roma, Refutatio omnium haeresium V 7 P lu ta r c o , M oralia, 4 7 7 . ’ ’ sh^ NDAR0, Fr. 1 3 7 a (en relación a los m isterios eleúsinos) ^ C iceró n , D ekgibus, II, 3 7 5 .

Kep.n ,O lio, “K a b ie ro su n d K a b e iro i"In -P auiv a i t t e , Kurt, M it t e l h a u s , Karl Z ie g l e r K n h m r t \\

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, G eorg, K r o l l , Wilhcirn, d c r d a w s c h c n Al-

Cum ont,Franz,tuxperpetua, París L ib rairil'n e^ er>Í 9 19, tom o 1 0 ,cois. 1399 - í 450­ ’ O nentaliste Paul G euthncr, 1 9 4 9 , p. 2 39. 32

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Filología de la Vida

(circa 260 100 antes de Cristo) Ivor der Samotrakischen Dias­ pora] , 61 por lo cual el nombre de los cabiros no era propio de Samotracia” (dafi d e r Kabirenname a u f Samothrake nicht heimisch w at ). Aún así, el carácter profundamente dionisíaco del culto es todavía subrayado por algunas investigaciones63 así como la interpretación predominante sigue asociando a los misterios de Samotracia con ‘el benigno carácter nutricio de la vida .64 Sin em bargo, con el discurrir del tiempo, el acento se fue posando sobre los restos arqueológicos del santuario de Tebas65 y la convicción se impuso de que era necesario distin­ guir entre el culto samotracio primigenio y el culto cabiro como dos fenómenos independientes. De este m odo, aunque hoy se considere que el culto de Sa­ motracia no coincide con el culto cabiro66, las interpretaciones que se han dado del cuito cabiro siguen siendo ampliamente deudoras del camino abierto por Schelling (aún si no se acep­ tan los supuestos metafísicos que animaban la búsqueda del fi­ lósofo alemán). De hecho, el origen no griego y pregriego del misterio cabiro es hoy un hecho establecido así como también de que se trata de un culto vinculado, al menos en Tebas, a Deméter com o la Gran Madre.67 El carácter antropogénico del

61H emberg, Bengt,DieKflW nen,Uppsala,Alm qvist&rW iksellsBoktryckeri, 1950, p. 2 1 0 . 62Ibid., pp. 7 3 -7 4 . A

ewi's , Naphtali, Samoí/iracc;

Tlie Ancient Líteraty Sources, New York, Pantheon 1 9 5 8 , p. 9 7 .

MLehmann, Phyllis, The P edim ental Sculptures o f theH ieron in S am othrace, Locust Valley, New York, ]J Augustin, 1 9 6 2 , pp. 1 7 -1 8 . A V o lte rs , Paul - B r u n s , Gerda, Das K abiren heiligtu m beiT heben 1 B erlin ,De Gruyter, 1 9 4 0A

.

asimismo, más recientem ente, el im portante libro de H e im b e rg , U .,D ie Kcram thdcs Kabinons, er-

56Para S

o

d í Sam otracia, cf. G u e t t e l C o l e , Susan, Theoi U tgaloi: The Cult o f the Great Gods at

Sam othrace,L eiden ,Brill, 1 9 8 4 . ,. í7S c h a c h te r, A lbert , 1E v o lu tio n so faM y 5tery Cult. T he'flrebattK abirot chaelBTed.XGreeJíMystehes.TlieArclweoIogyíttttlKiht iledge, 2 0 0 3 , pp. 1 1 2 -1 4 2 .

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Fabián J . Ludueña Romandini

culto cabiro parece gozar también de ciei to acuer o entre los estudiosos y, ciertamente, las divinidades de Samotracia se ha­ llan estrechamente relacionadas con la iniciación en os miste­ rios de la vida. Con todo, la interpretación más lograda de estos misterios luego del monumental intento de Schelling está constituida por las lúcidas indagaciones de Karl Kerényi que han mosti ado hasta qué punto el culto cabiro estaba estrechamente asociado a la adoración de la vida como producto de la femeneidad pri­ mordial por oposición al hombre guerrero, el cual, al contrario, debe elevarse, a través de los Cabiros concebidos como espíritus de la vida”hacia “la conciencia del origen de la vida (Bewufitheit des Lebensursprungsy’. 6 8 Por ello, en una línea de interpretación que tanto debe a la gran alocución de Schelling en Berlín, Kerényi señala que el sentido último del culto debe entenderse como “la transformación de los hombres en auténticas fuentes de vida, al servicio de lo viviente más frágil, del hom bre en su si­ ; miente, su conducción hacia una forma de hum anidad, tal vez ¡ la más temprana y, seguramente, en su forma más sim ple”.69 En los orígenes del espíritu helénico, en el m undo pregriego que daría sustrato a algunos de los misterios posteriores cue se­ llarían la morfología mitológica del mundo antiguo, los Cabiros expresaban la forma en que el hom bre, confrontado con la vida, la comprendió como iniciación en un m isterió'del cual era el protagonista privilegiado. Es decir, si algo m uestran lo s misterios cabirosesque, másalláde los matices interpretativ os" que puedan darse al respec to, la vida a la que el hom bre ' se m iciaba se hallaba regida no tanto p o n d p r in d ^ é m r n n o ! ogico r>

^ K e r é n y i , Karl, “M ystericnder Kabiren. Einleiiendes-um us- inquantum e t m oti, oportet quod in m otu relinquatur virtus m otoris et vi t m ° m nis motUs sit actu s motoris quod corpus est, habet virtutem movendi inferiora corpora ad H' S m ° autem m otoris, qui est substantia spiritualis, quaecumque sit illa T

u n d e e x ip so mobili, tÍOnes COrP orales. Ex parte

mas substantiales, secundum quas est esse specificum , quod d ’ vrinutem m ovendi ad forautem virtus spiritualis substantiae in motu corporis caelesti 1TmUm esse dicitur. Relinquitur linquiturin instrumento: etp erh u n c m odum om nesform aenat m,°dum qu ° n r t u s m otoris resunt sine materia” e Id ., Sum m a contra Gentiles, III, 8 2 , 8- “Sic U s descendunt a form is quae Deo per corpora caelestia reguntur”. erS ° P atetq u o d co rp o ra inferioraa

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p esis acerca de una topología de los mundos crepusculares

conjunto. Por cierto, como todo principio cosmológico es tam­ bién un principio político, entonces es posible sostener, como lo bacía Tomás de Aqumo que “lo que se da según la naturaleza se considei a o mej 0 1 , pues en cada uno obra la naturaleza que es lo óptim o, por eso todo gobierno natural es unipersonal”. De este modo, sostiene Tomás, tal como las abejas—en el mi­ crocosm os—tienen una reina, de igual m odo, “en todo el uni­ verso se da un único Dios, creador y señor de todas las cosas” según el principio de que “toda multitud se deriva de uno”.82 Por la m ism a razón entonces, en la societas humana, “lo m ejor será lo que sea dirigido por uno”.83 La misma idea enuncia Tomás cuando declara que las cosas del mundo humano deben estar “ordenadas unas en relación a las otras a semejanza del % orden que se encuentra en el universo”.84 De allí entonces que todas las com unidades humanas no sean sino un reflejo, por una parte, del orden cósm ico y angélico y, por otra parte, un fragmento com plem entario del conjunto constituido por la re-

82 La escolástica reinterpreta, de u n m odo teológico cristiano, el célebre pasaje de A ristóteles , M e­ tafísica, X II, 1 0 7 6 a que se apoya, a su vez, en una interpretación filosofico-polmca de Hom ero, íli“ T o Itó D E A quino

regim cnepríncipum , 1 ,2 ,9 : A d h u c: ea, quaesuntad

De

b e n t in s i n t á i s eni'm operatu r natura, quod optim um esl. Om ne autem naturale regim en ab uno est In m em b ro ru m en im m ultitudine unum est quod omnia movet, scilicet cor; e tin p am bu sam est. ln m em oro rum en im m u Est etiam apibus unus rex, et m tolo universo m a e u n a v is p r in c tp a lic e r p r a e s id e s c ih c e . . m nlsenim m ulütudodetivarara b u n 0 . unus D eu sfactorom rau m el.recto r. Et hoc Quare si ea quae sunt secu n d u m artera,am opus artis est m eliu s, q u a n to m agts assequttur

aesuntsecu ndu m natu ram , e u a m 0 magis q ^ jn natur¡> necesse £St rath M

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quod in hu m ana m u ltitu d in e op tim u m si q P enoir “Mátaphysique et politique auxin' ción entre u n p rin cip io co sm o ló g ico y otro politico, of. V Lenoir, Metap ) q F siécle et de n o sj o u rs”, R évue A pologétupie 4 9 ( 84ToMASDEAQUiNO,SummacontraGcn£iies ,

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^^ hom o h ab elct intenectum et sen^ ntursecun d um d ivin aeprovld en liae

sum et corp oralem virtu tem , haec in ipso a :verso invenitur, nam virtus corpórea subditur dispositionem , ad sim ilitu d in em ordim s quii iniun rium; ipsasensitiva potentia intellecsensitivae et in tellectivae virtuti, velut exequens eai

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tivae subditur, eteiu s im perio co n tin e tu r .

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43

publica g en eris h u m an i»e sto g s ,jg

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único gobierno del Dios in n o. La E n carn ación del M esiss en cuanto h an tbas estab lece en­ tonces una disrup ción c q sm o - : gica entre el m u n d o de los cie­ los y el m undo de los hom bres, ore anuo u n p u en te de pasaj e A.P

entre lo supra-lunarvie terrenal. P o r esta ra -ó n , toda la cosm o­ logía m edieval se sustenta, también, segú n u n p rin cip io antróp ico tuerte que hace del hom bre ei resu ltad o y el o b jetiv o de todo cuanto ha sido creado. En ese sen tid o, la teo lo g ía es tam ­ bién una ciencia que traía acerca del universo y p o r ello no debe sorp rend er entonces que, cuando Tomás de A q u in o realiza su co m en tario al D e C áelo de A ristóteles, exp rese c o n to d a clari­ dad que los “argum entos [cosm ológicos] n o atacan e n nad a la fe cató lica”.S5 La situación con respecto a la vida, más allá de las apariencias, n o será m uy distinta en la filosofía contem poránea. B u en a parte de las investigaciones sobre la'vida-y particularm ente los in ten ­ tos llevados a cabo durante el siglo x x y en la actualidad de co n stru iru n a ontología de la v id a - parecen haber olvidado el dictara heid eggeriano, o m ejor dicho, el desafío que H eid egger lan za a toda filosofía de lo viviente. Para Heidegger, hay q u ien es to m a ­ ron en cuenta el problema de la vida en toda su agudeza •P ablo de T arso en el co m ienzo de los tiempos cristianos o, m ás c e rca de n o so tro s, D ilthey en D as Erlebnis und d ie D ichtiing. E n ca m b io h ab ría otros estu d io so s-co m o G eo rg S im m el- qu ien es sem ín

Heidegger, no habrían distinguido apropiadamente los proble11 mas óntico-biqlógicosy los existenciario-ontológicos

85 T o m á s d e A q u i n o , In D e c á e lo , lib ro 1 , I , 2 9 n . 1 2. S ic ig itu r p a tu q u o d ra d o n e s p raem is™ n u llo im p u g n an t sen ten tiam C ath o licae fidei .

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Hipótesis acerca de una topología de los mundos crepusculares

Más aún, precisa Heidegger, “la exegesis existenciaria de la muerte es anterior a toda biología y ontología de la vida (vor allerBiologie und Ontologie des Lebens). Pero es también el único fundamento de toda investigación historiográfico-biográficay piscológico-etnológica de la muerte”.86Para Heidegger, “el aná­ lisis ontológico del ser relativamente al fin” (die ontologische Analyse des Seins zum Ende) no debe fundarse en ningún a priori respecto de la ontología posible del Dasein una vez postulado su fin como existente en el mundo. Por lo tanto, no es la tarea de la filosofía el interrogarse, al menos prima fa cie, acerca de la cuestión de si es posible un “después de la muerte inach dem Tode) ” o sobre si el Dasein “sobrevive (fortlebt:)” en un “más allá (Jenseitsy, que lo torne inmortal.87 Así, todo análisis de la muerte se mantiene, por ello mismo, dentro del mfcxicá. (rein diesseitig) ya que la exégesis existenciaria^ hace de la m uertela condición ontológica de todas las posibili­ dades del Dasein. Por lo tanto, “la exégesis ontológica de la muerte dentro del más acá es anterior a toda especulación ón tica sobre el más allá (vor jeder ontisch-jenseitigen Spekulation) . Por esta razón, para Heidegger, existe una libertad relativa­ mente a la muerte (Freiheit zuñí Tode) que puede superar las ilu­ siones “estado de anticipación” (das Vorlaufen) e impedir que el Dasein se entregue, en forma definitiva, a alguna

determinaciones.

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degger , Martin, SeinundZ eit, degger , M a r tin ,

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Tübingen, MaxNiemeyerVerlag, 2 0 0 6 (1 9 2 7 * ), p. 2 4 7 .

Sein undZeit, p . 2 4 8 .

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Fabián J. Ludueña Romanclini

De acuerdo con esta perspectiva, que resulta paradigmática en cuanto a los caminos seguidos por buena parte de la filosofía contemporánea, tres conclusiones se im ponen com o corola­ rios del razonamiento recorrido por Heidegger (las cuales, constituyen también, la perspectiva opuesta del cam ino que queremos seguir aquí): 1)- La analítica existenciaria de la muerte tiene el efecto, sólo en apariencia paradójico, de transformarse en una fenom eno­ logía de la vida al abandonar, por propia decisión, toda indaga­ ción sobre la topografía de los mundos crepusculares de la m uerte. Es el camino, en efecto, muy bien ejem plificado por de Tarso Para quien sólo a través de la consideración de la muerte puede comprenderse la esencia de la vida terrenal y tamm en de aquel misterio denominado “vida eterna (zoé áto­ mos) que no consiste tanto en un “más allá de la vida” sino en la intensificación perpetua de la vida gracias a su investim iento glorioso que hace del triunfo sobre la muerte la con d irió a posibilidad del auténtico vivir. cond ición de

2 ) - La muerte de la que se habla es, en ú l t i m a m e • , muerte individual del ascin Ddando , por supuesto q i S T ' L caso la vida continúa antes y después de su m u e n e’e T bajo la formade laespecie como unidad totalizante n perspectiva, es todavía unDascin o este Dasein quie a su propio influjo destinal que lo confrontation la f i n i ^ P ™ 3 existir para retro-proyectarlo sobre el devenir de u. , ¡ CSU lo desborda cronológica y conceptualmente puesto a f r •ue serta siempre en una cadena vital pre-existente y subes &se ^ insu propia desaparición. Ufente j

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Hipo ti sis ace rea de una topología de los mundos crepusculares

^y Coitio consecuencia de la focalización sobre la fenpme0l0gía de la vida , no existe entonces la posibilidad de hablar ¿el despup^ de la muerte^:omP|Cpndición autónoma respecto ¿el vivir y conceptualm ente independiente de todo modo de existencia bajo la forma óntico-ontológica de la vida. Por esta m is ® ® ó n , una categoría -p o r sí misma muy problemáticacómo la de supervivencia (emparentada con el Nachleben warburguiano), introduce una impureza que debe ser rechazada del análisis puesto que establece una continuidad y una pre­ sunta indiferencia entre la vida y la muerte. _

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Apartir de estos postulados, puede constarse, de hecho, que el último refugio del principio antrópico es la noción de vida en cuanto tal puesto que, cada vez que el animal humano decide explorar el origen, despliegue o significación filosófica de la ruda lo hace, no obstante, con el hilo conductor subyacente que lo lleva a explicitar y explicar la singularidad absoluta de lo hum ano aún si este quiere ser concebido de manera subrep i cía com o D asein o incluso como el asiento de un campo dem-,| ' cía com AbnAual De allí que toda crítica radical del * y p rincip io m 4 a o e s c m i >rioal» legitimidad misma de la vida, som eter a un s aut0_fundante de un orden metaen cuanto ta

lícito) en el cual se inscribe lo humano.

^ h i en el propio Heidegger admite que “la investigación ° ra ' dica del dejar de vivir es capaz de lograr resultados biológico-m e ^ ficación también ontológicamente una que pueden

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vez asegur 89E ria de la muerte . r.

bás¡ca de una exégesis existenciafecto es posible aceptar esta premisa y .

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l-abián J Luducña Rom andini

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*-*•> pero el dato biológico que nosotros tomarnos com o punto de partida no es, como Heidegger, la muerte individual si no la ex­ tinción de la especie humana misma, es decir, el punto en el que ya ningún Dasein podrá hacer la experiencia de muerte asumiendo la persistencia de la vida humana más allá de la ani­ quilación individual. Ya no es esta o aquella muerte lo que inte­ resa como prospectiva sino la filosofía que podría surgir de la consideración -a l menos como G edan ken experim en t— de la

desaparición completa de la especie humana. En la Houghton Library de la Universidad de Harvard, más precisamente en su servicio fotográfico, se hallan 3 2 rollos de microfilms de los manuscritos conservados de Charles Sanders Peirce.90Allí, en un apunte esencial para com prender la situa­ ción existencial de la obra de Peirce, podemos encontrar un texto titulado precisamente—en un sentido profundamente m e­ dieval- “Formas de vida”, escrito probablemente entre 19 0 5 y 1906. Allí Peirce aclara la situación epocal de la filosofía que se asienta sobre el resquebrajado y resbaladizo suelo de nuestro presente y sostiene que es razonable pensar que la especie h u ­ mana ha recorrido ya la mayor parte de su trayectoria y puede estar cerca de la extinción. No son pocos los biólogos que estiman que la especie h u ­ mana deberá tarde o temprano pero, en todo caso, en un hori zonte temporalmente ineluctable, hacer frente a la “sexta extinción”y a su desaparición sobre la faz de la Tierra Por ello ya np es la. muerte individual del Dasein lo que define la tonali * dad fundamental de n tiempo filosófico, sino más b ien ' y de manera aún más decisiva, la desaparición del Homo sani ’

90 Peirce, Charles S .. The Charles S. Peirce Papers, Cambridge (ma), Harvard University Library Ph0

tographic Service, 1966.

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Hipótesis acerca de una topología de los mundos crepusculares

como especie. Para Darwin los brotes esporádicos de extinción que parecían sacudir el suave devenir de la historia de la vida sólo se debían a las deficiencias del registro fósil y de ningún modo podían ser el resultado de un acontecimiento real. Sin embargo, ya Georges Cuvier había mostrado el camino de una dirección distinta. Cuvier se consideraba a sí mismo un anticuario de un tipo enteramente nuevo llamado a “restaurar los m onum entos de la historia del globo”.91 Su misión, había declarado, consistía en “recoger en las tinieblas de la infancia de la tierra (dans les ténébres deVenfance de la ierre) las huellas de las revoluciones anteriores a las existencia de las naciones”.92 Para Cuvier, era un hecho que la vida había sido sacudida por acon­ tecim ientos terribles: “un sinnúmero de seres vivientes han sido víctim as de catástrofes”.93 El naturalista francés fijó la fecha de la última catástrofe en el Cenozoico, hace 65 millones de años. El error de Cuvier, sin embargo, residía en el hecho de que consideraba que cada catástrofe hacía nacer la vida com­ pletamente desde cero con nuevosi m p u t e Por esta razón, Darwin se sumaría al razonamiento de geó­ logos como Charles Lyell que sostenía que “la mayorparte de las sustancias exteriores de la Tierra no fueron producidas ni i n s t a n t á n e a m e n t e , ni en el estado en el que las percibimos ahora (in the estate in which we now behold them ) smo que a con­ trario ellas han adquirido progresivamente su configuración y su condición de existencia actuales”. En este y r i ^ d e r n a de evolucionismo progresivo, el “catastrofismo de Cuv.ei Pa-

« C m a , G e a r g a , R e A e r d , e s s u r ^ ^ ^ ^ ^ ‘^ cfcplurtars « ( . t a i d ' a n i m a w * - '

tcnantleD iscou rsprélim m aireet l S 1 2 ,p. 1 . 92C u vier, G eorges, Recherches,p-

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raiogi, „ ed « cnvironS.l1:P ó g i c a de Einstein fuese c o n s . d e t a b l e . e ^ ^ valor que tiene, entonces, el Homosapiens no estaría aquí. C oinojuedM preaarse, la cosmología moderna es priorita­ riamente no antroppcéntrica pero profundamente antrópica. Aún descartando, en este diseño inteligente", la existencia de un Dios disenador (utilizando, por ejemplo, la teoría de los multiversos) y proponiendo un diseño inmanente que en­ cauce , por así decii lo , accidentalmente la necesariedad antró­ pica, la relación fundamental que la cosmología ha tejido entre el Universo, la vida y el hombre (por no mencionar la tempora­ lidad) , aseguran el primado del principio antrópico (ya sea en su versión débil o fuerte) que existía ya en la Naturphilosophie del idealismo alem án. Sin embargo, todavía no hemos sacado todas las conse­ cuencias que se encierran en el principio antrópico fuerte el cual se expresa, con todo su esplendor, en las implicancias fi­ losóficas de la teoría cuántica. En febrero de 1949, Niels Bohr pronuncia su conferencia Steensen (sumándose a una tradi ción instituida, precisamente, en honor del anatomo-fisiólo&o danés Niels Steensen) en la Sociedad Médica de Dinamarca^ Su alocución llevaba por título, sugestivamente, a ^ y

problema déla vida”. En esa ocasión, Bohrno dejo de señalar, je s d e lu e g o .lo s p r o g r e s o s ^ la ^ - — ducído en el saber biológico. Sin y mas profundo de su conferen c°ntra el pensam iento de Einstei y . con sumo cuidado, y en atenci lc^s del asunto, el problema de

» en poiémica

ba dad0 porintrodu^ j licancias filosoen mecánica

Cuántica. 57 Scanned by CamScanner

Fabián J. LudueñaRom andini

Como manifiesta Bohr, “sean cual fueren las diferencias entre las condiciones de observación , ni las exp osicion es de los re­ sultados obtenidos en biología, m las d escrip cion es de expe­ riencias físicas hacen alusión a la observación subj etiva”.103 Sin embargo, las relaciones múltiples que existen entre los acon­ tecimientos de conciencia presentan rasgos que recuerdan las condiciones de una síntesis de experiencias de la física ató­ m ica” Es decir, de un modo críptico, Bohr hace alusión aquí al papel decisivo que desempeña la conciencia observante (aún a través de la mediación délos dispositivos m ecánicos de registro

esta perspecUva^üósó^fca abierta por la na ^ ^ ^ ahínC° 3 cual trató de destituir de toda l e g i t £ aJ , T ™ ™ *h hoy conocido como EPR. Allí Einstein estal 1 e a m cu l° “los elementos déla realidad física no pueden s e ^ T PnnCÍpÍ0: por consideraciones filosóficas a priori Serde,t erm inados considerations) sino que deben ser encontr h ™ ’ ‘ p n Io s o Ph ica ¡ (appeal) hacia los resultados experimemal P,°rU n Ín terés n es’ •10’ Por lo tanto, era imposible para E in s te 7 m e d ici° vador produzca la realidad observada tal v c qU£ d observersión más conspicua de la teoría c u á m ic b b Pre? ° nÍ2aba la prefiriese hablar de la “incompletud” de la m b - 6 clue éste los fines de salvar la realidad m d e p e n d ie m e b T 3 CUánt¡ca a observante. F e la c°n c ie n c ia Ahora bien, el teorema lógico de Bell c u e s ta mente la realidad y la separabilidad de los ob ! " a d e d d id a JeLOS del m undo ' B o h r , Niels. “La p h y siq u e et le p r o b lé m e de la v ie ” Irr Id

. P an s,Gauthier-VÜlars, 1 9 7 2 ,p. 154. ' ' i mn, Albert, Podolsky, B o ris Rosen N a t h m « r

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,Pp777-78o

Principio antrópico: cosmología

Al no cum plirse, por otra parte.de rnodoexDerimem i i , nominada “desigualdad de Bel 1“ quc está en el centro £ s n eo ' rema se torna e n to n ce s postble sostener que las proptedades de todo o b je to n o son producto de un atributo real sino que son, al co n tra rio , la ci eación directa -aunque no aleatoria- del observadoi c o n s c ie n te . Esta aparente paradoja fue. explorada alendo poi Jo h n W h e t let, quien ha podido ser denominado, con toda ju sticia , el últim o Titán de la física moderna al realizar la pregunta que subyace a todo el problema: considerando ver­ dadera la facticidad del Big Bang, “mirar atrás ‘ahora’, ¿dare ali­ dad a lo que o cu rrió ‘e n to n c e s ? ”.103 Llevada hasta sus últimas consecuencias, el desafío de W heeler implica que la efectua­ ción del m u n d o - s u actu alitas- se constituye retrospectiva­ mente por nuestra observación contemporánea del Universo. Es clecir que, p or u n lado, es necesario admitir—en esta hipóte­ sis- que la m uy reciente llegada del Homo sapiens fue necesaria para que su actividad com o ser consciente y observacional po sibilitase retroactivam en te la materialización de un universo postulado com o habiendo comenzado hace trece mil setecien­ tos millones de años bajo los efectos de la exp osionpnmige (esta hipótesis, co n algún ajuste teónco,^pue^eex^qui^rc^ o ^ cilmente al registro entero de la vid supone en su grado m ínim o la vi^ máximo la co n cien cia especi fie

^ su gr¡jdo aún puede otras concien_

también admitir que, en el futuro, p nfl fundadas en el carcias no-hum anas —y, por consiguien e ^ ^j¿c¡0) bono- com o ordenadores inte igente ^ lSmc>logía pps-hegePodemos ver así q t w s i ja f i í o s o jt X - ^ ^ intento de “des­ u n as se han construido c o m o ui1

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ffltropologzar" la f i l o s o g g ^ - ^ * * * > « * « * , Bruce - M x 0rd U niversity Press, 2 0 0 6 , p- 20^-

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de ;a declaración

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Fabián J. LudueñaR om andini

de la muerte del hom bre y del h u m a n i s m o -,dc ° j QH~ cault pasando por Heidegger) o bien con la [m riu U m m t un post-hum anism o (de Kojéve a Sioterdijk pasando po, [ %/mond Kurzweil), lo cierto es que la em bestida lie vada c,o Ja n te , en definitiva, contra la antropología filosófica y sus deriyadps sob re la animali­ dad) no ha podido todavía desprenderse del c o n cepos pr ■]rm genio que determ ina la e p ís tem e occidental qu e, o e ningún (a través, por ejem plo, del acento

c o l o c a d o

modo es el principio antropológico corno suele cree me smiojap diversas variantes del principio antrópico que la alim en tan com o sus raíces nutrientes, las cuales, com o h em o s visto, si­ guen más activas que nunca. C onsiderem os, com o síntom a filosófico, el libro p o stu m o de Derrida: Lanim al que donejesuis. En ese texto D errida se en­ frenta con la analítica existencíaria de la m uerte que h em o s analizado más arriba. Para ello, toma un desvío, no o b sta n te necesario, por el problema del animal. El animal, en la p ersp ec­ tiva de Heidegger no puede “dejar a la cosa ser tal y c o r n o ella es”. Pero, Derrida se pregunta, ¿puede hacerlo el hom bre?: “¿es posible liberar la relación del Dasein (por no decir del h o m b re) con el ente de todo proyecto viviente, utilitario, de p u esta en perspectiva, de todo diseño vital, de forma tal que el h o m b re pueda dejar ser (laisserétre) al ente?”.106 Para un p en sam ien to antrópico com o es todavía el de Derrida, es ju s to so sten er co n él, que la objetividad se construye sólo con la m uerte; “para tener una relación con el sol tal y com o éste es, es necesario que de cierta m anera, yo pueda tener una relación con el sol tal y

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Paris, Galilée, 2 0 0 6 ,

p. 2 1 8 ,

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106 D e r r i d a J a c q u e s , Lanim al que donejesuís,

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com o es en mi ausencia” (es decir, com o caso extrem o , en la | m uerte). Sin embargo, por ello m ism o, en este pasaje, D errida

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a P1Qantrópico; cosmología

eStllvo a punto de hacer un movimiento ^tropismo-

ePentmomásalládel

‘ En este m om ento, Derrida, sin embara , degger para seguir a Nietzsche y dec„- que *ba? d(ma a H« tividad más alia de un Dasa n y , por 10 ta La aF ™a objeel movimiento de lo viviente, de la vida v° ’ PU£de eludlr de lo animal. Claro está, en lugar de concebir ni™3 'ns|ariC’a■ ■•privado de”, es necesario ver en el oronínK ammal como lo viviente sin esencia. Finalmente otra w , , i r~i vi i 5 ¿ i como puede verse cuando Démela estuvo a punto de abrir la puerta que le oerm t tiría escapar del principio antrópico, la cerró para tornar de nuevo a la vida destinada a explicar al hombre que encuentra en el animal un Otro de Sí mismo que nunca coincide consigo mismo en un m ovim iento de perpetua de construcción de los límites. Aún los contradictores más acérrimos del humanismo clá­ sico, no pueden deshacerse de un principio antrópico que guía, subterráneam ente su concepción de la naturaleza como es el caso del p royecto “G reat Ape" mediante el cual se busca eliminar, precisam ente, la explotación de los grandes simios, buscando su ex clu sió n de la categoría jurídica de propiedad pero, nada m e n o s , inclu yénd olos en la de persona con dere­ chos (a la lib e rta d , a la vida) aún si la asignación de obligacio­ nes resulta im p o s ib le .107 Lo m ism o ocurre con muchísimas filosofías que se reclam an de una superación del humanismo 8 través de u n a p u esta en cu estión de una supuesta escisión entre lo h u m an o y lo anim al que atravesaría la historia de la

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d m in l.tuhinui Roiiuvutini

Pero aún en estos casos, el descent ram iento de lo humano ermina desembocando en el reino de la ética donde al hombre le le reconoce, finalmente, la única característica que losani males no pueden tener: el nosce te ipsum. Es decir, todo el gesto de la crítica antropológica sólo puede desplazar el centro de in­ terés desde la gnoseología a la ética para hacer de esta última el reino propio de lo humano al cual ningún otro anim al puede i acceder.108Aún unas de las formas metafísicas más radicales del siglo xx -qu e mostró una imprescindible atención respecto de lo no-hum ano-no puede evitar proponer, siguiendo los pasos ele Fichte, la superación de “las apollas del sujeto y del objeto” incluso del Ser y del Acto, si no es bajo la forma de “una vida [que] es la inmanencia de la inmanencia, la inm anencia abso­ luta: es potencita y beatitud completa” 109

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a.-.n ci reconocién51 esta visli espectral el cual no consiste ya en una mera vida postuma o superviviente (Nachichen ) , una segunda forma de la vida sino, al contrario , en lo que existe más acáy más allá de toda vida-e independientemente de ésta—aún si no existe ninguna forma de vida que no tenga que confrontarse, de un modo decisivo, con este abismo.

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Hieronymus Bosch (El B osco) Eljardín de las delicias (exterior). 1 4 8 0 -1 4 9 0 Madrid, Museo Nacional del Prado.

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Vrin, 1970. ___________ ^l a mythologie comprise. Schellinget Vinterprelation du paganisme,Paris, Vrin, 2 0 0 2 . L a m etam orphose dans les Métamorphosesd'Ovide. Élude s»r I’a l d e la vanaí ion. Paris, Les Belles Lettres. 2010.

V ial H é l é n e

W o l t e k Pa u l , - B r u n s . G e . d a , d «

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1., Berlin, D eG ru y ter, 1940.

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Agradecimientos No es siq u iera posible com enzar a escribir sin entrar ya en una p acien te dialéctica con una multiplicidad de voces. Es por ello que deseo expresar aquí mi deuda de gratitud con la lectura crítica del m anu scrito llevada adelante por Alexandre Nodari, Flávia Cera, Leonardo D ’Avila, y Emmanuel Taub quienes me han ap ortad o, cada uno, riquísimos comentarios a partir de sus a ctitu d es ante el desafío lanzado en estas páginas. Marcelo Burelio m e re ce , asim ism o, un agradecimiento especialísimo por h a b e r ap o yad o e im pulsado este libro desde el inicio. Eman u e le C o ccia , de la escuela averroísta, ha sido un interlocutor p riv ilegiad o co n quien discutir este proyecto filosófico. A Raúl A n telo le debo la posibilidad de haber podido presentar en pú­ b lic o u n a p rim era versión de este texto en el posgrado de a U F S C en Florian óp olis, Brasil, tanto como soy deudor de sus

com entarios y beneficiario de sus e s t í m u l o s intelectuales, c o m e n ta r a ‘O T ° m 1

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Manuel Garrido me han r r h o ¿ . aM a d ,„ ,e lt c 1 U!,l y h u ,,» m

P ” H o C d e Í C „ C r S1 dadD ,ego Portales p ar, pode.-discutí, e n el ID H de la investigaciónjunto a los colegas de Chile.

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1 a s t b u t not least, isaui re s ie m p r e ,su irrem plaaabic saprencra.

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Impreso por TREIN TA D IEZ S.A. en julio de 2 0 1 2 Pringles 5 2 1 1( Cl 1183 A EI) Ciudad Autónom a de Buenos Aires Teléfonos: 4 8 6 4 -3 2 9 7 /4 8 6 2 -6 2 9 4 [email protected]

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