Los Usos Sociales Del Cuerpo

September 3, 2017 | Author: Montag Burgess | Category: Behavior, Sociology, Medicine, Society, Theory
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Introducción: La dimensión social de los comportamientos corporales. Luc Boltanski aclara como la sociología del cuerpo no posee un objeto de estudio sistemáticamente firme. En primer lugar, se ocupa de rechazar a aquellos estudios que explícitamente tienen por objeto la ‘sociología del cuerpo’ y la relación de los individuos con su cuerpo, acusándolos de no exponer estudios empíricos o de formular esquemas teóricos que los fundamentaran erróneamente como tales. Adentrándose más a definir el objeto de estudio, expresa que la sociología del cuerpo parece condenada a reproducir el objeto de las ciencias de las cuales se nutre y de las que, sin embargo, pretende liberarse. Dando un giro racional, el sociólogo expresa que aquellas reproducciones estarán vacías y estériles si no se las asocia con la construcción del objeto en el esfuerzo por recuperar la lógica sociológica, según la cual se organizan los movimientos corporales. Esta tarea de construcción, al estar constituida en torno a determinadas exigencias sociales, no puede ser efectuada por una simple yuxtaposición de los esquemas teóricos y de las herramientas técnicas empleadas por otras disciplinas. El autor pone en claro que esas disciplinas -que tienen por objeto el estudio del cuerpo- solo pudieron engendrar teorías parciales de los cuerpos y que su surgimiento fue producto de un esfuerzo generalizado de moralización y control de las clases populares. Solamente rompiendo con la relación ‘practica’, es posible ubicarse como observador en un punto donde se aprecie a los cuerpos en su pluralidad de facetas y así, elaborar la construcción del sistema de relaciones entre el conjunto de comportamientos corporales de los miembros de un mismo grupo y del sistema de relaciones que enlazan estos con las condiciones objetivas de existencia de ese grupo. Ya dejando en claro esto, Boltanski entra de lleno en su estudio. Primer capitulo: La necesidad médica. Se enfoca en dar cuenta las variaciones observadas en el consumo de la necesidad médica según las distintas clases sociales. Para esto, relaciona a través de una tabla, dos indicadores comunes: el coeficiente de mortalidad por mil a los 35 por categoría socioprofesional y el consumo médico en francos por persona y por año, según la categoría socioprofesional. La idea de esto es observar que la brecha entre el riesgo de salud corrido por los sujetos sociales y los medios sanitarios de que se valen para prevenirse contra ese riesgo es muy desigual en las diferentes clases sociales. Luego el análisis se centra en ‘La sensibilidad digestiva según la clase

social’, y de ahí desprende el concepto de los llamados ‘enfermos funcionales’, a los cuales no son aplicables los procedimientos típicos de investigación por los cuales un médico se vale para diagnosticar la lesión. La proporción de enfermos funcionales varía según la aptitud para verbalizar las sensaciones corporales. De este modo, las clases superiores presentan una descripción detallada y estructurada de las modificaciones de su estado mórbido y enumeran en orden cronológico o en orden de importancia creciente los signos. En cambio, las clases populares, poco diestros para la descripción, se conforman con la repetición de lo que recuerdan haberle escuchado al médico –fragmentos de palabras y de términos científicos- o se limitan a describir ‘lo que les hizo el médico’. De estos análisis muy interesantes y producto obvio de unos datos casi inéditos, se va a desarrollar el segundo capítulo, que se va a basar principalmente de esta última distinción. Capitulo segundo: La capacidad médica. Este lenguaje por el cual las clases superiores se valen mejor, tiene que ver con la experiencia que los sujetos sociales tienen de la enfermedad al mismo tiempo que la expresa. Las taxonomías mórbidas corrientes en una sociedad poseedora de una cultura científica son un producto de la medicina científica. Según Boltanski, en la observación de nuestra sociedad, no existen taxonomías populares organizadas, sino solamente taxonomías científicas formuladas según reglas explicitas y deliberadamente utilizadas por los especialistas. Se observa como las clases superiores tienen más afinidad con los médicos ya que estuvieron sometidos a la influencia de la misma ‘fuerza de formación de hábitos’, constituida en este caso por el sistema educativo. Las clases populares, por el contrario, juzgan que el examen médico es demasiado rápido, que lo más importante es consagrar tiempo al enfermo, y que las palabras usadas por los médicos son muy complicadas. Con estos últimos, la relación es asimétrica, ya que los médicos tienen una ventaja estratégica porque sus funciones le otorgan la posibilidad material y el derecho legal de manejar física y moralmente al enfermo en nombre de un saber que éste ignora. Dejando en claro el papel según el capital cultural de cada clase, el análisis se enfoca en los médicos. El único modo por el cual se transmite la información médica es a través de la consulta. En ella, los médicos son muy precavidos a la hora de divulgar el conocimiento, hacen todo lo posible para que se reconozca el valor de su servicio y también, para limitar en lo factible

el control que el enfermo estaría en condiciones de ejercer sobre sus actos. De lo anterior, el sociólogo deduce que esta actitud es para que no lo sustituyan y, por consiguiente, para que el enfermo no pueda prescindir de sus servicios, en otras palabras, para asegurar su papel social.

Capítulo tercero: La cultura somática. Dar cuenta de la desigualdad de la necesidad médica en las diferentes clases sociales sobre la base de las variaciones de la capacidad médica y exclusivamente por ellas, significa olvidar que la adquisición de la capacidad médica misma está sujeta a normas específicas. Estas normas determinan el grado de interés y de atención que conviene prestar a las sensaciones mórbidas, y, a la vez, el grado en que conviene hablar del cuerpo propio, es decir, de comunicar las sensaciones corporales. De este modo está claro que el interés y la atención que los individuos atribuyen a su cuerpo aumentan a medida que se sube en la escala social. Ahora bien, son ellas las que definen la manera en la que deben cumplirse los actos físicos, constituyendo una suerte de código de buenos modales de la relación con su cuerpo (éste último profundamente arraigado y común a todos los miembros de un grupo social determinado). Luc Boltanski tiene interés de profundizar en el estudio de este llamado código, para eso, la reconstrucción de éste puede ser efectuado tomando como partida diferentes aspectos de las conductas sexuales, sanitarias, indumentarias o alimenticias, ya que esas reglas poseen suficiente generalidad como para aplicarse a una infinidad de casos particulares, permitiéndoles adoptar comportamientos acordes con la cultura somática de su grupo. A partir de este momento, empieza la reconstrucción ya explicada, tomando como primer momento el pudor según el nivel de instrucción y las actitudes respecto de la educación sexual según la clase social. Luego se detiene en lo mismo pero aplicado a los cuidados corporales y a los tratamientos de belleza y, citándolo, expresa evitar la siempre arraigada cuestión económica: ‘’…las mujeres de las clases populares se maquillan menos y van mucho

menos a la peluquería que las mujeres de otras clases. Es necesario evitar la explicación económica, por importantes que sean las diferencias de esa índole. Porque expresan también las normas y los valores que, en cada clase social, rigen las relaciones que los individuos mantienen con sus cuerpos. ’’ Al final del capítulo, se encuentran las conclusiones más interesantes. Remiten a la concepción de dolor según la clase social. Los miembros de las clases populares invocan las conductas médicas con razones referidas meramente a la necesidad. Estas clases toman a la enfermedad o a la sensación mórbida como una traba en la rueda de su vida cotidiana. Como que estas dificultan las tareas diarias, el trabajo físico que se le exige continuamente al cuerpo. Por contrario, las clases superiores declaran con orgullo que prefieren el dolor, el ‘combate al dolor’ a la absorción de remedios. Los primeros toman al cuerpo como una herramienta y le piden que funcione siempre. La enfermedad se manifiesta brutalmente porque no hay medicina preventiva y siempre esperan hasta ‘último momento’ para darse al médico. En cambio, en las clases superiores, la invocación a conductas médicas es radicalmente distinta. Ellas se valen de una percepción aguda de su cuerpo, de sus mensajes. La enfermedad en este caso se presenta como que tiene una historia, un principio invisible, una evolución, un fin, prolongaciones. Adoptan, sin dudas, una actitud previsora. Están dotados, si se puede decir de ese modo, de una concepción más prolongada de la vida, de la planificación a largo plazo de las más diversas decisiones. En las clases populares, cómo ya se ha explicado, la enfermedad interrumpe en el tiempo, corta el desenvolvimiento normal de la vida, lo que destruye por completo el futuro. Capitulo cuarto: El uso del cuerpo. Profundizando este último punto desarrollado, Boltanski establece la siguiente variable: A medida que se sube en la escala social, que aumenta el nivel de instrucción y disminuye proporcional y progresivamente la importancia del trabajo manual en beneficio del trabajo intelectual, varia también el sistema de normas que rigen la relación de los individuos con su cuerpo. De ese modo cuando la actividad profesional es esencialmente una actividad intelectual que no exige fuerza ni competencia física especial, los sujetos sociales tienden a establecer una relación conciente con su cuerpo y a entrenar sistemáticamente la percepción de sus sensaciones físicas y la expresión de estas sensaciones

Capitulo quinto: Necesidades físicas y consumo. En el último capítulo desarrolla el concepto de habitus corporal, solo entendido dentro de los miembros de un grupo. Es un sistema de normas profundamente interiorizadas que, sin expresarse nunca total ni sistemáticamente, rigen implícitamente la relación de los individuos de un mismo grupo con su cuerpo y cuya aplicación a situaciones diferentes permite determinar distintas conductas físicas, que se adaptan de diferente manera a esas situaciones, pero cuya unidad profunda radica en el hecho de ajustarse siempre a la cultura somática de lo miembros que las realizan. Dar cuenta de este habitus corporal, permite comprender la forma en que el consumo médico evoluciona con el tiempo. Como ya se analizó, las diferencias que separan a los miembros de las clases populares de las clases altas, parece reproducir la evolución en el tiempo de la relación de los sujetos sociales con su cuerpo.

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