Los tres dialogos y el relato del Anticristo - Soloviev, V.

May 7, 2017 | Author: Daniel Augusto García Porras | Category: N/A
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SCIRE SALMES distribuidora

Los Tres Diálogos y el Relato del Anticristo por Vladimir Soloviev

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Edición digital de @elteologo Septiembre de 2015

Vladimir Soloviev

Los Tres Diálogos y el Relato del Anticristo

Biblioteca Episcopal de Barcelona .

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TEXTOS

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CLÁSICOS

INDICE

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR ........................ 9 PREFACIO DELAUTOR .................................. 13 PRIMER DIÁLOGO ........................................... 27 SEGUNDO DIÁLOGO ...................................... 63 TERCER DIÁLOGO .......................................... 113 EL RELATO DEL ANTICRISTO .................. 157

8 LOS TRES DIÁLOGOS Y EL RELATO DEL ANTICRIS TO

VLADIMIR SOLOVIEV 9

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR

Vladimir Soloviev Vladimir Soloviev nació en Moscú el 16 de enero de 1853. Su padre, Serguei Soloviev, profesor y más tarde rector de la Universidad de Moscú, se hizo célebre por su magna obra Historia de Rusia, que alcanzó los treinta volúmenes. Por su rama paterna la familia abundaba en eclesiásticos, mientras que su madre, Poliksena Romanova, descendía de Grigori Skovorda (17221794), singular filósofo errante. El joven Soloviev recibió una cuidada educación his~órica, literaria, filosófica y científica. Con treces años pasó una crisis religiosa que le llevó a declararse ateo y materialista y que pronto superaría. Frecuenta la Academia eclesiástica y se convierte en un profundo conocedor de la Patrística griega y latina. En 1874 presenta su tesis sobre La crisis de la filosofía occidental, en gran parte inspirada en Komiakov, en la que defiende que la filosofía europea ya había agotado su ciclo, instalándose en un racionalismo estéril o en un positivismo superficial. En 1875 Soloviev empieza a dar clases de filosofía en la Univer- sidad de Moscú. Ese mismo año se traslada a Inglaterra para profundizar en sus estudios de filosofía oriental y medieval, ocupándose principalmente de la filosofía gnóstica y cabalística. Al retornar a Rusia, y tras publicar varias obras filosóficas, se enfrentó con las posturas nacionalistas eslavófilas predominantes en su país. Desilusionado, Soloviev se convence de que el pecado original de Rusia está en el cisma religioso que la alejó de la catolicidad y se consagra al acercamiento entre las

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Iglesias. Se interesa por los eslavos católicos, defien de a los polacos frente a la política de rusificación y traba amist ad con el arzob ispo de Zagreb, Mons. Josip Strossmayer. Comp rendiend o que los tiemp os de la plena unión están todav ía lejos, el 13 de febrero de 1896 comu lga de la mano de un sacerdote caá tólico, tambi én ruso, llama do Nikolai Tolstoi. Soloviev morir a los 47 años de edad el 13 de julio del 1900.

Los tres diálogos y el relato del Anticristo El último y más célebre texto de Soloviev, cuyo título comp leto es Los tres diálogos sobre la guerra, el progreso y el fin de la Historia universal, con un breve relato sobre el Anticristo reúne una refutación radical y apasio nada del progre sismo tolstoiano con la presen tación de una escatología que rechaza toda inman encia del progre so u optim ismo huma nitario . Sus protag onista s son y todos rusos: un General, un Político, una Señora, un Príncipe como decir, es Z., Señor e un Filósofo llama do significativament la última letra del alfabeto latino, indica ndo su prope nsión escatológica, y con el que Soloviev se identifica en gran medid a. y El texto viene preced ido de un Prefacio del propio Soloviev acaba con el Relato del Anticristo, atribu ido a un monje llama do Pansofij. Cuand o Soloviev escribió su obra Tolstoi se había conve rtido en un pensa dor de gran influencia, no sólo en Rusia, sino en el mund o entero. Su predic ación de una «purificación» del cristianis mo y de la socied ad en clave progresista, gnóstica y moralista, fueron contes tados tanto por Soloviev como por la Iglesia ortodo xa rusa, que lo excomulgó por su rechazo de la Encarnac ión y de la Resurrección. El «cristianismo» de Tolstoi se convierte en un conjunto de norma s éticas, entre las que destaca la de no opone rse al mal con la violencia, justam ente el punto de partid a de los Tres diálogos. Las tesis de Tolstoi se le irán á hacien do cada vez más inaceptables a Soloviev, que tomar conciencia de la neces idad de oponérsele, de combatirlo, sobre todo cuand o se presen ta bajo el aspecto de un bien falsificado. No hay duda de que, a los ojos de Soloviev, el cristianismo ar-

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bitrario, mutilado e influyente de Tolstoi constituye un mal real. El señor Z., al final del tercer diálogo, desenmascarará al Príncipe, seguidor de Tolstoi, como secuaz del «dios de este mundo». El Dios tolstoiano no es, pues, el Dios cristiano, sino la divinidad malvada de los gnósticos y de Marción. Pero el texto va más allá de la refutación de Tolstoi, que difícilmente posee lg;is características (omnicomprensivo, concilia en sí todas las contradicciones) de la obra del Anticristo. La comprensión de la naturaleza del mal sito en la Historia y la exposición del mensaje de la Sagrada Escritura acerca de los últimos tiempos pasan a un primer plano. El relato del Anticristo es esencialmente una elaboración narrativa de los datos escatológicos del Nuevo Testamento (el Apocalipsis, pero también Marcos 13, Mateo 24, II Tesalonicenses 2, I Juan). El superhombre-emperador y el mago-papa remiten a las dos Bestias del Apocalipsis (la primera es una potencia política que blasfema de Dios, se hace adorar y persigue a los verdaderos creyentes, la segunda es una potencia religiosa que realiza prodigios mágicos y seduce a los hombres para hacerles adorar a la primera Bestia), de donde es tomada también la gran apostasía de los cristianos y la «mujer vestida de sol» entre otras. El escenario de ficción escogido, que el propio Soloviev advierte que hay que separar del núcleo escritura!, recoge el temor que a finales del siglo XIX suscitaba en Rusia el auge de Japón y la posibilidad de que este país se pusiera a la cabeza de un Oriente «mongol», agresivo e invencible. La situación que nos presenta antes del advenimiento del Anticristo es conflictiva: luchas sociales y guerras planetarias~ debilitamiento de la fe y auge mágico-sincrético. La aparición del Anticristo significará el final de las grandes guerras, dando paso a un escenario que podríamos llamar con el tan manido término de «fin de la historia». El superhombre unificaría la humanidad, instaurando la «igualdad en la saciedad universal»; la sociedad de consumo como fin de la historia humana e integrada en una radical impostura religiosa. El interés siempre vivo de esta obra nace de la clarividencia con que Soloviev supo mostrar uno de los rostros del Anticris-

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to en la época modern a; en un mundo secular izado en el que la falsificación del bien y el olvido de Cristo se present an bajo el manto de la filantropía. Soloviev se centra en un aspecto de esta falsificación aparent emente menos destructivo que el ideológico-totalitario que ha devasta do el siglo XX. Su Anticristo parece ajeno a las ideologías, al menos en sus formas partitocráticas, pero en realida d posee una ideología que podríam os llamar postmo derna, en un mundo desacralizado, sin horizon tes trascendentes, no intenta impone r un sistema omnicomprensivo. Actúa en el vacío, entre la fragmentación religiosa y cultural. Acepta y respeta incluso a la Iglesia, pero sin Cristo. Su «utopía escatológica» es de signo iluminista, tecnocrático, gnóstico (el «hombre del futuro» es un capitalista, masón y progresista}. En este sentido, el Anticristo de Soloviev resulta hoy más actual y amenazador, en el desierto postmo derno, que en el pasado reciente. Actúa casi sin violéncia, trayend o la paz, mostrando un rostro bello y lumino so, promet iendo a todos aquello que desean, Paz, progreso, bienestar, pluralis mo se revelan seducciones diabólicas y mortíferas al separar nos de la Verdad. Sólo unos pocos cristianos, fieles a Cristo, y el pueblo judío, del que Soloviev reafirma su vocación mesiánica, se manten drán inmune s a dichas seducciones. Jorge SOLEY CLIMENT

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PREFACIO DEL AUTOR1

¿Qué es el mal? ¿Sólo un defecto de naturaleza, una imperfección que se desvanece al crecer el bien o, por el contrario, una fuerza real que domina nuestro mundo mediante sus seducciones de forma que, para derrotarlo, es necesario tener un punto de apoyo en otro orden del ser? Este problema vital solamente puede ser examinado con claridad y resuelto dentro de un sistema metafísico integral. A pesar de haber abordado ya esta cuestión para aquellos que están predispuestos e inclinados a la especulación2, comprendo, no obstante, en qué medida el problema del mal es importante para todos los hombres. Hace casi dos años un particular cambio de mi disposición psíquica -sobre el que no es necesario extenderse aquí- suscitó con fuerza dentro de mí el deseo de mostrar de forma indiscutible y universalment e accesible los aspectos principales del problema del mal, aquellos que deben interesar a cualquier hombre. Durante mucho tiempo no conseguí encontrar una forma ajustada a la realización de este proyecto. Finalmente, en la primavera de 1899, mientras me encontraba en el extranjero, el asunto se encarriló y en el transcurso de unos pocos días acabé el primer diálogo sobre esta cuestión. Después, ya en Rusia, escribí los otros dos. Esta forma literaria de conversación ocasional y mundana se me presentó, por así decirlo, por sí misma, como la expresión más sencilla de lo que quería decir. Una for1

Este prefacio fue publicado en su forma original en el peiiódico Rossije con el título:

Del verdadero bien.

2 Un primer acercamiento a esta cuestión se encuentra en los tres capítulos iniciales de mi Filosofía teórica: (N. del A.)

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ma que ya de por sí demuestra que aquí no se deben buscar ni investigaciones científico-filosóficas ni una predicación religiosa. El objetivo que me he propuesto es apologético y polémico: he querido, en el límite de mis fuerzas, exponer los aspectos vitales de la verdad cristiana ligados al problema del mal y sobre los que, sobre todo en los últimos tiempos, existe una gran confusión. Hace muchos años leí que había nacido una nueva religión en alguna de nuestras regiones orientales. Esta religión consistía en el hecho de que sus adeptos -llamados «creyentes en el agujero» (vertidyrki) o «adoradores del agujero» (dyromoljai)- practicaban en un ángulo oscuro de la pared de la izba 3 un agujero de tamaño mediano sobre el que aplicaban los labios, repitiendo con insistencia: «¡casa mía, agujero mío, sálvame!». Creo· que nunca antes el objeto de la veneración humana había alcanzado un nivel tan extremo de simplificación. Pero si la divinización de una común izba y de una simple fisura abierta en la pared por manos humanas constituye un evidente error, hay que decir, no obstante, que se trata de un error de alguna forma verdadero: esos hombres, de hecho, habían perdido gravemente la luz de la razón, pero no inducían a error, ya que llamaban a la izba por su nombre y la fisura que practicaban en una de sus paredes la llamaban, correctamente, agujero. La religión de los «adoradores del agujero» ha experimentad o, no obstante, una rápida «evolución» y una profunda «transformación». En su nuevo aspecto conserva la pasada debilidad de pensamiento religioso y la estrechez de intereses filosóficos, pero ha perdido su primitiva veracidad: la izba recibe ahora el nombre de «reino de Dios sobre la Tierra», el agujero ha empezado a ser llamado
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