Los señores del aire: Telépolis y el tercer entorno
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Los señores del aire: Telépolis y el tercer entorno "Breve excursus sobre Ortega y la sobrenaturaleza" Javie...
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Javier Echeverría
Los señores del aire: Telépolis y el tercer entorno
::Breve excursus sobre Ortega y la sobrenaturaleza:: Javier Echeverría
En su Meditación de la técnica, técnica, Ortega y Gasset afirmó que “el hombre, merced a su don técnico, hace que se encuentre siempre en su derredor lo que ha menester—crea, pues, una circunstancia nueva más favorable, segrega, por decirlo así, una sobrenaturaleza adaptando la naturaleza a sus necesidades” 1. Y a continuación advertía: “la técnica es lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adaptación del medio al sujeto. Ya esto bastaría para hacernos sospechar que se trata de un movimiento en dirección inversa a todos los biológicos”.2 Retomaremos esta propuesta orteguiana desde nuestra propia perspectiva en este libro, sin entrar a fondo en el análisis del ser humano en tanto ser técnico ni en las relaciones entre biología y tecnología. Los varones y las mujeres han sido capaces de imaginar un medio ambiente más favorable para ellos y ellas que E13, y por eso construyeron las diversas modalidades del segundo entorno, del que nos ocuparemos en el apartado siguiente. Aunque aparentemente hemos partido de una tesis evolucionista, conviene aclarar que nuestra postura no es naturalista o naturalizadora, sino más bien artificialista, si se nos permite la expresión. El ser humano no es pasivo con respecto a las determinaciones que le impone el entorno natural, incluido su cuerpo, y ni siquiera lo es en relación a las propiedades topológicas, métricas y temporales antes apuntadas. Puesto que las palabras «determinación» y «determinismo» suelen suscitar alarma, diremos que el ser humano también determina el medio ambiente, y a veces en alto grado. Por eso nuestra postura es codeterminista, o interdeterminista, como se prefiera. En el fondo, la tesis central de 1
J . Ortega y Gasset, Meditación de la técnica, en Obras Completas, V (R evista del occidente, Madrid, 1970), p. 326.
2
Ibid.
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Se refiere al primer entorno, que es la adaptación del hombre al medio ambiente natulral.
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este libro consiste en mostrar que algunas tecnologías modernas (las telecomunicaciones, la informática, etc.) permiten generar un tercer entorno (E3) con propiedades topológicas, métricas, físicas y sociales distintas a las de E1. Veremos también que esta transformación del espacio social ya está anticipada por algunas formas técnicas del Segundo entorno (E2). Pero antes de pasar a ello, es preciso afirmar la necesidad del ser humano de adaptarse también a esos entornos artificiales (o sobrenaturalezas), y no sólo al entorno natural. La existencia de medios artificiales nos lleva a matizar la noción excesivamente simplificadora de «adaptación al medio natural»; veremos que hay muchas modalidades de adaptacion a medios artificiales. Por eso cerraremos este breve excursus resumiendo las principales tesis de Ortega, para tenerlas como referente y poder matizar nuestra propia postura a partir de ellas. Primera tesis de Ortega: una de las especificidades del hombre en el mundo natural consiste en no adaptarse al entorno, sino en confrontarse negativamente con él: “esta reacción contra su contorno, este no resignarse contentándose con lo que el mundo es, es lo específico del hombre”.4 Frente a las concepciones naturalistas ingenuas, que insisten en pensar al hombre como un producto de la evolución natural y de la adaptación al medio, Ortega tuvo claro que el hombre transforma el entorno para adecuarlo a sus necesidades. El ser humano no sólo es un producto de la adaptación al medio, sino que interactúa con ese medio, modificándolo en función de sus propias necesidades. Para ello recurre a la técnica, y por eso los actos técnicos “no son aquellos aq uellos en que el hombre h ombre procura satisfacer directamente directa mente las necesidades que la circunstancia o naturaleza le hace sentir, sino precisamente aquellos que llevan a reformar esa circunstancia eliminando en lo posible de ella esas necesidades, suprimiendo o menguando el azar y el esfuerzo que exige satisfacerlas”. 5 Para Ortega, el hombre es el ser técruco por antonomasia, y en ello radica una de sus notas diferenciales con respecto a los animales: “un hombre sin técnica, es decir, sin reacción contra el medio, no es un hombre”.6 Tesis ésta que podríamos glosar así: el hombre en estado natural no es un hombre, es simplemente un mono desnudo. La tendencia a transformar el entorno, incluido el propio cuerpo, es uno de los componentes constitutivos del ser humano. Por eso, además del pirimer entorno, se fueron generando diversas modalidades modalida des de entorno urbano (E2). Y por el mismo impulso se está generando en estas 4
Ibid . Ibid ., ., p. 326. 6 Ibid . 5
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décadas de finales de siglo un tercer entorno (E3), al que, a falta de mejores calificativos, denominaremos entorno telemático, o entorno electrónico, o entorno digital. No hablaremos, en cambio, de entorno virtual, porque el tercer entorno es una realidad social, o tiende a serlo cada vez más. Segunda tesis de Ortega: la sobrenaturaleza surge adaptando la naturaleza a las necesidades del hombre. Ortega analiza primero las necesidades más primarias (alimentarse, dormir, caminar, etc.), partiendo de la tesis de que “vivir, perdurar, es la necesidad de las necesidades” 7, pero rápidamente mejora esta tesis, al subrayar que “el empeño del hormbre por vivir, por estar en el mundo, es inseparable de su empeño de estar bien”.8 A partir de lo cual concluye que: “el bienestar y no el estar es la necesidad fundamental para el hombre, la necesidad de las necesidades”.9 El hombre no se limita a estar en el mundo adaptándose al mismo tal y como éste es, para lo cual conviene saber cómo es el mundo. Esta perspectiva naturalista resulta insuficiente porque el hombre intenta estar bien en el mundo, y para ello ha de transformar el entorno en función de lo que considera bueno para él. Diremos que el artificio tiende siempre a mejorar el entorno con respecto a los seres humanos, aunque a veces lo empeore. Ortega lo expresa en los términos siguientes: El hombre no tiene empeño alguno por estar en el mundo. En lo que tiene empeño es en estar bien. Sólo esto le parece necesario y todo lo demás es necesidad sólo en la medida en que haga posible el bienestar. Por lo tanto, para el hombre sólo es necesario lo objetivamente superfluo. Esto se juzgará paradójico, pero es la pura verdad. Las necesidades biológicamente objetivas no son, por sí, necesidades para él. Cuando se encuentra atenido a ellas se niega a satisfacerlas y prefiere sucumbir. 10
Como puede verse, esta tercera tesis de Ortega es la más radical: “el hombre es un animal para el cual sólo lo superfluo es necesario”.11 Pongan ustedes «telemático» o «digital» en lugar de sulperfluo, e irán entendiendo el sentido de este excursus orteguiano. Dicho en nuestros propios términos: las necesidades del hombre no sólo son naturales, sino ante todo artificiales, “y esto es esencial para entender la técnica. La técnica es la producción de lo superfluo, hoy y en la época paleolítica”.12 7
Ibid ., p. 327. Ibid ., p. 328. 9 Ibid. 10 Ibid ., p. 238 11 Ibid ., p. 329 12 Ibid ., p. 329. 8
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De todas estas citas de Ortega podemos inferir una cuarta tesis, particularmente relevante para la filosofía de la tecnología. Precisamente porque un ser humano siempre vive en un medio total o parcialmente artificializado, sus necesidades no sólo quedan definidas por su tendencia a adaptarse a ese medio, sino también por su impulso a transformarlo, con el fin de que el entorno satisfaga una serie de valores que definen y concretan esa noción de bienestar en cada circunstancia concreta. El hombre no sólo modifica el medio natural para adaptarlo a sus necesidades, sino que también transforma los medios artificializados, plasmando en ellos nuevos deseos que, algunos casos, llegarán a convertirse en necesidades. No sólo la naturaleza y la necesidad están mediatizadas por la artificialidad: también los deseos y las intenciones se van cargando de artificialidad. Así es como podemos explicarnos que en las sociedades desarrolladas se generen continuamente nuevas formas de objetivación del deseo (lo superfluo), algunas de las cuales pueden convertirse en auténticas necesidades para muchas personas, y en particular para las organizaciones y entidades colectivas. Podríamos resumir lo anterior formulando la cuarta tesis orteguiana así: el hombre transforma iterativamente el entorno. Suponiendo que en algún momento hubiera estado en medio exclusivamente natural, y recordando que entonces no era hombre, sino simio, el ser humano transformó ese entorno, llegando a una cierta artificialización del mismo, que definía nuevas necesidades, específicamente humanas. Ulteriormente, dicho entorno siguió siendo transformado por el esfuerzo humano, produciéndose un grado mayor de artificialidad. Y así sucesivamente, hasta llegar a los entornos urbanos y telemáticos actuales, en los cuales se siguen generando nuevas necesidades, que son las que tratan de satisfacer diversos artefactos tecnológicos. Lo importante es que el artificio no sólo se contrapone a lo natural, sino ante todo a un artificio previo, que se trata de mejorar, o que simplemente se deja de lado. Decir que este proceso de artificialización es iterativo no implica afirmar que sea lineal. Por eso no basta con hablar de un progreso acumulativo en el caso de la tecnología. Parafraseando a Kuhn, podríamos decir que, aunque haya etapas de progreso acumulativo en la historia de la tecnología, también hay momentos de cambio revolucionario. Muchos de los grandes progresos tecnológicos han quedado arrumbados por la historia precisamente porque las formas técnicas han cambiado. En términos más generales, y aunque aquí no vayamos a definir las nociones de forma social ni de forma humana, diremos que en todo
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el entorno humano hay una o varias formas sociales que lo conforman como ámbito de necesidades, valores y de deseos, y por tanto como espacio posible para un proceso de humanización y socialización. La técnica y la tecnología son dos ejemplos relevantes de formas sociales, que adoptan diversas modalidades a lo largo de la historia. Para nosotros, lo importante es señalar que esas formas de socialización, incluidas las técnicas, están cargadas de valores, de intenciones y de proyectos, y que dichos valores no son reducibles al valor único de la supervivencia, que suele ser considerado como predominante en los modelos naturalistas y evolucionistas. Aunque la supervivencia es una necesidad vital, no es una necesidad propiamente humana, como señala Ortega. La supervivencia y la reproductibilidad no tienen por qué ser los valores dominantes en las sociedades humanas avanzadas, por mucho que los sociobiólogos intenten naturalizar al hombre, reduciéndolo a sus genes. El segundo entorno Tras este paréntesis sobre la idea de sobrenaturaleza en Ortega, que ayudará a comprender el sentido de las páginas siguientes, retomemos el hilo de nuestro discurso, distinguiendo un nuevo entorno, esta vez social, al que inexorablemente debe adaptarse el ser humano si pretende lograr algún tipo de bienestar. El segundo entorno (E2) ya no es natural, sino cultural y social, y puede ser denominado entorno urbano. Sus formas canónicas son los pueblos y las ciudades en las que viven la mayoría de los seres humanos. En esos espacios urbanos se han desarrollado diversas formas sociales (como la vestimenta, la familia, la persona, el individuo, el mercado, el taller, la empresa, la industria, el dinero, los bancos, las escuelas, los cementerios, la escritura, la ciencia, las máquinas, el derecho, la ciudad, la nación, el estado, las iglesias, etc.), instituyéndose diversas formas de poder (religioso, militar, político, económico, etc.), que no se trata de analizar aquí. El desarrollo del segundo entorno no implica la desaparición del primero, pero sí su modificación, a veces muy profunda. Diversos conflictos y tensiones se suscitan entre las formas sociales provenientes del primer y del segundo entorno, surgiendo continuamente formas mixtas que intentan integrar y resolver esas tensiones y conflictos. De hecho algunas de las formas sociales que hemos considerado como características de E2 ya existían en E1 (por ejemplo la familia), pero no como formas específicas, sino subordinadas a otras formas sociales, como el clan o la tribu. La sociedad industrial, con sus grandes ciudades, metrópolis y megalópolis es la forma más desarrollada del segundo entorno. En una gran urbe, en efecto, se integran una gran
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pluralidad de formas humanas, que apenas si llegan a despuntar en un pueblo, en una aldea o en una casa perdida en la montaña. Así como el primer entorno se caracteriza por su capacidad para integrar una multitud de formas de vida animal y vegetal, el segundo entorno se distingue por su aptitud para el despliegue y la expansión de diversas formas humanas. Tanto los escenarios de E1 como los de E2 admiten grados de complejidad. En general, podemos considerar que esos escenarios están más desarrollados si la diversidad y pluralidad de formas que integran es mayor. Otro tanto diremos de las formas humanas del tercer entorno, aplicando el principio general de valoración formal enunciado en Telépolis: “Una forma humana es preferible a otra cuando es capaz de integrar mayor pluralidad de diferencias”.13 ¿Qué sucede con la forma canónica del primer entorno, el cuerpo, cuando está ubicado en el segundo entorno? Mírense ustedes en un espejo y tendrán una respuesta a esta pregunta. En los actuales escenarios de E2 es fácil que un cuerpo esté vestido, lavado, arreglado y médicamente controlado. Varias fotografías de su cara estarán insertas en diversos documentos y archivos, identificándolo con un nombre propio y una serie de datos personales. Independientemente de las diferencias culturales y de las opciones personales, siempre podemos distinguir entre el cuerpo natural de E1 y ese mismo cuerpo en E2. En el segundo entorno el cuerpo está recubierto por una sobrenaturaleza (la ropa, los zapatos, el sombrero, los tatuajes, el maquillaje, los pendientes, las gafas, la dentadura postiza, etc.), que ha sido producida gracias a la técnica y a la industria, que son formas de producción del segundo entorno. Sobre ese cuerpo gravitan una serie de formas humanas que lo convierten en persona: su nombre propio, su lugar de nacimiento y residencia, la lengua que habla, la casa donde habita, etc. Ese recubrimiento artificial, social y personal del cuerpo está Influido por una pluralidad de códigos sociales que determinan otras tantas imágenes canónicas del cuerpo, en función de las diversas culturas y épocas históricas. El segundo entorno actúa sobre la frontera del cuerpo natural, recubriéndolo y marcándolo con símbolos culturales y sociales, pero también incide sobre el interior (la mente, el cerebro) induciendo mecanismos de intelección y de expresión tan poderosos como las lenguas, las costumbres, la música, los números y los signos en general. A pesar de ello, E2 se manifiesta ante todo en el mundo exterior, por medio de las diversas construcciones que conforman las casas, las ciudades y los pueblos. Para no alargarnos, diremos que el mono desnudo es un cuerpo en E1, 13
J. Echeverría, Telépolis , p. 131.
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mientras que Adán y Eva expulsados del Paraíso ya están (potencialmente) en E2. No en vano su hijo Caín fundó la primera ciudad de la que queda una referencia histórica. Y diremos también que la distinción entre el cuerpo de E1 y de E2 es universal, sin perjuicio de que las representaciones de ambos varíen enormemente en función de las personas, las regiones y las épocas. Dicho esto, demos ahora un paso más, marcando distancias con las tesis evolucionistas de las que partimos. Salvo excepciones, y pensando en el mundo contemporáneo, cabe afirmar que los procesos de adaptación al segundo entorno ocupan mucho más tiempo y requieren más esfuerzo que los de integración en el primer entorno, en buena medida porque la sociedad y la familia ya han previsto buena parte de las dificultades que puede tener un recién nacido para sobrevivir en E1. Sobrevivir en E2 plantea grandes dificultades para cada individuo, y no digamos alcanzar un cierto nivel de bienestar. Para lograrlo hay que desarrollar gran cantidad de técnicas y habilidades, que ya no son de E1, sino de E2. Pongamos a Robinson Crusoe (o a Godzilla) en Nueva York y tendremos una buena ilustración de las múltiples dificultades que tiene un cuerpo natural para adaptarse al segundo entorno. E2 incluye muchas formas de sobrenaturaleza, por decirlo en los términos de Ortega. La más notable, quizá, es el parque natural, que es una entidad del segundo entorno que intenta reconstruir las condiciones auténticas del primero, como si la naturaleza fuera de verdad, sin ninguna sobrenaturaleza superpuesta. A pesar de sus grandes diferencias, el primer y el segundo entorno tienen entre sí algunos rasgos y propiedades comunes. Aquí destacaremos aquellas que sirven para distinguir al tercer entorno de los otros dos, centrándonos exclusivamente en las propiedades que son relevantes desde la perspectiva de la interacción entre los seres humanos, conforme al enfoque de esta obra. Matizando las tesis de otros autores que se han ocupado de temas similares (aunque no utilicen la denominación de «tercer entorno»), diremos de antemano que, de las veinte propiedades que vamos a resaltar, las más importantes son topológicas (recintos con interior, frontera y exterior) y métricas (dependencia de la vecindad y proximidad, tanto espacial como temporal). Las primeras permiten la proliferación de formas espaciales del tipo «recintos», «comarcas», «territorios», «países», etc., en cuyo marco tienen cabida y desarrollo otras muchas formas humanas. Las segundas posibilitan una serie de formas de interrelación (por ejemplo perceptivas, y en general corporales) basadas en la corta distancia espacial y temporal entre los agentes. Salvo algunas excepciones, que también señalaremos, las interrelaciones entre los seres humanos, y entre ellos y su entorno,
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están basadas en la vecindad y en la cercanía. De hecho, el propio término «entorno» conlleva esta significación. Por entorno entendemos aquello que está alrededor de nuestro cuerpo, de nuestra vista, o, en general, de las diversas implementaciones que se hayan creado para expandir nuestro espacio inmediato. En este sentido, diremos que las teletecnologías posibilitan la construcción de un tercer entorno estructuralmente distinto a E1 y E2. Pongamos un ejemplo típico de interacción corporal en el primer y Segundo entorno: la pelea, y en general la pugna violenta entre personas. De la lucha cuerpo a cuerpo, basada en el contacto físico (primer entorno), se ha pasado poco a poco a la lucha a distancia, aumentando por medio de las armas el alcance de las acciones de ataque o defensa. Tirar piedras implica aumentar el radio de acción violenta en E1, pero la espada, la honda, la lanza, el arco, la catapulta, la pistola, el arcabuz, el cañón y el misil son muestras más ilustrativas de la tesis que defendemos: el ser humano ha intentado actuar violentamente incrementando cada vez más la distancia entre él y su objetivo. Y lo que se ha dicho de las acciones bélicas en referencia al espacio, puede decirse de las bellas artes en relación al espacio y al tiempo: algunas técnicas del segundo entorno, como la escritura, la imprenta, la prensa, el grabado, la pintura, la escultura o la arquitectura, han abierto posibilidades de acción cultural que trascienden las fronteras de la contemporaneidad o de la época en que cada cual vive. Habiendo surgido en el segundo entorno, estas formas sociales son precedentes del tercer entorno, en el que, por otra parte, están hallando una nueva expresión (escritura, libro, arte o periodismo electrónico). El segundo entorno está profundamente imbricado en el primero, aunque difiera de él. E2 es artificial, pero se construye con materiales procedentes de la naturaleza y conforme a las propiedades de dichos recursos naturales. Por eso, la obtención, acumulación y control de las materias primas han tenido una importancia económica fundamental a lo largo de la historia. La madera, la piedra, el hierro, el ladrillo, el cristal, el cemento, el metal y el acero han sido los materiales que, manufacturados conforme a diversas técnicas, han posibilitado la construcción de casas, pueblos y ciudades, que son la modalidad de sobrenaturaleza más determinante de la vida cotidiana de los seres humanos. La materia la proporciona el primer entorno. La forma, los artesanos, los oficios, los arquitectos, los urbanistas y los ingenieros de caminos, canales y puertos. El segundo entorno es una mixtura de naturaleza y artificio, a diferencia del tercero, cuyo nivel de artificialidad es mucho mayor, desligándose casi por completo de su origen natural. Los relés, los transistores, los chips y la fibra óptica son «materiales» básicos para la
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construcción de E3. Difícilmente pueden ser considerados como materias primas. En todo caso serían formas primas, a partir de las cuales se construyen otras formas más complejas. Ello no equivale a decir, sin embargo, que el tercer entorno es inmaterial. Como recalcaremos a lo largo de esta primera parte, las propiedades diferenciales de E3 con respecto a E2 y E1 son graduales, por mucho que, incluido yo mismo, tendamos a considerarlas como diferencias cualitativas. Ni la distinción entre los tres entornos ni las veinte propiedades que vamos a usar para discernirlos tratan de proponer una compartimentación estanca Los límites entre E1 y E2 y los interfaces entre E3 y los otros dos entornos son porosos, difusos. Aun así, esas distinciones nos parecen pertinentes y clarificadoras. Por eso son la base teórica desde la que se elabora esta obra. La expansión del segundo entorno por todo el planeta compendia la historia humana, a diferencia de la prehistoria, caracterizada por el largo proceso de adaptación del ser humano a la naturaleza. Desde este punto de vista, la emergencia del tercer entorno supone una gran inflexión, porque no solo modifica la categoría de espacio, sino también la de tiempo. Además, la materialidad propia de los dos primeros entornos pierde relevancia en el tercer entorno, como muchos teóricos de la información han afirmado.14 El funcionamiento del tercer entorno es informacional, más que material. Pero eso no basta para definirlo. Aparte de sus características físicas y matemáticas, el tercer entorno tiene una serie de especificidades en tanto espacio social, y no sólo como espacio físico o matemático. En lugar de distinguir E3 de E1 y E2 por su carácter informacional, electrónico, digital o global, como muchos autores hacen, aquí subrayaremos su estructura espacio-temporal, que depende ante todo de sus propiedades métricas y topológicas, pero también de algunas propiedades físicas y sociales muy generales. Al afirmar que las teletecnologías posibilitan la construcción de un nuevo espacio social, que difiere del entorno urbano y del entorno natural, se plantea un problema inmediato: ¿es posible que ese entorno tecnológico llegue a ser un espacio adecuado, e incluso satisfactorio para el ser humano? Como veremos en la parte final de este libro, se trata de investigar cómo es posible humanizar el tercer entorno, del mismo modo que el ser humano ha intentado humanizar, con mayor o menor éxito, los otros dos. 14
Negroponte, por ejemplo, contrapone el mundo material de átomos al mundo informacional de bits, o mundo digital. Esta distinción es pertinente, aunque, a nuestro modo de ver, no es más que una de las transformaciones suscitadas por la emergencia del tercer entorno. Por otra parte, Negroponte no se atiene al principio de gradualidad en las distinciones, que para nosotros es una regla metodológica básica para el análisis conceptual.
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El tercer entorno En este apartado nos limitaremos a hacer una primera descripción de E3, que irá siendo completada a lo largo de esta obra. Obvio es decir que, tratándose de un nuevo espacio social en fase de construcción, todas las consideraciones que siguen habrán de ser matizadas y mejoradas conforme ese proceso de construcción avance. Esta nueva forma de sobrenaturaleza depende en gran medida de una serie de innovaciones tecnológicas. Conforme surjan nuevos avances tecnocientíficos, las propiedades del tercer entorno se irán modificando, por ser un espacio básicamente artificial. Aun así, algunas de las características de E3 que vamos a comentar son estructurales, e indican el rumbo que puede tomar el desarrollo del tercer entorno. Hecha la salvedad anterior, digamos que, en su estadio actual, E3 está posibilitado por una serie de tecnologías, entre las cuales mencionaremos siete: el teléfono, la radio, la televisión, el dinero electrónico, las redes telemáticas, los multimedia y el hipertexto. La construcción y el funcionamiento de cada uno de esos artefactos presupone numerosos conocimientos científicos y tecnológicos (electricidad, electrónica, informática, transistorización, digitalización, óptica, compresión, criptología, etc.), motivo por el cual conviene subrayar que la construcción del tercer entorno solo ha comenzado a ser posible para los seres humanos tras numerosos avances técnicos y científicos. El tercer entorno es uno de los resultados de la tecnociencia, y por ello ha emergido en aquellos países que habían logrado un mayor avance tecnocientífico: sobre todo en los Estados Unidos de América, en donde se descubrieron, o cuando menos se implementaron y difundieron la mayoría de esos avances tecnocientíficos. Las siete tecnologías mencionadas presuponen otras muchas para su buen funcionamiento, de modo que, aunque aquí nos centraremos en esos siete cánones tecnológicos del tercer entorno, en realidad estamos ante un sistema tecnológico muy complejo, que nosotros sintetizamos en esos siete artefactos. Para tener una primera aproximación a lo que es el tercer entorno retomaremos las consideraciones que hicimos en I.1 sobre la estructura sensorial del ser humano. Empezaremos por el teléfono, por ser una tecnología muy característica de E3, aunque hasta hace poco sólo haya sido un artefacto unisensorial. Vimos que las capacidades del cuerpo humano para la emisión y captación de sonidos están limitadas por la distancia. En cuanto a la transmisión, el límite principal es la barrera del sonido, y resulta
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característico del primer entorno. Los seres humanos desarrollaron en E1 y E2 una serie de instrumentos para aumentar la extensión de su espacio fónico-auditivo (tambores, eco, altavoces, trompetillas, bóvedas, etc.), pero la velocidad de transmisión de las ondas sonoras nunca pudo ser superada por las técnicas clásicas. El teléfono supone un salto cualitativo porque permite una comunicación bidireccional, simétrica, interactiva y simultánea entre dos interlocutores situados a distancia y porque, además, las redes telefónicas transmiten los impulsos sonoros a mucha mayor velocidad que el aire. El teléfono genera una métrica distinta para los actos comunicativos, pero también un nuevo medio, las redes de cobre, que presenta propiedades «sobrenaturales», en el sentido de que se superan los límites naturales para la transmisión de estímulos sonoros, y en concreto la velocidad de transmisión. Los teléfonos digitales conectados a satélite suponen un paso más en ese avance hacia velocidades de transmisión más próximas a la velocidad de la luz, que hoy por hoy sigue siendo un límite físico insuperable. En tanto nuevo espacio para la interrelación humana, el teléfono posibilitó una relación: —bidireccional: intervienen dos interlocutores que emiten mensajes en ambas direcciones. —simétrica: el emisor E y el receptor R pueden intercambiar por completo sus papeles, convirtiéndose el receptor en emisor y recíprocamente. —interactiva: las respuestas de E y R se producen en función de las emisiones previas de ambos, y este proceso es iterable tantas veces como se desee, estableciéndose un diálogo a distancia (telediálogo, teleconversación). —simultánea: dicho intercambio de mensajes tiene lugar en tiempo real independientemente de la distancia a la que ambos interlocutores estén situados. —privada (o íntima): aunque se produzca en locutorios públicos, las personas que están en el entorno próximo de quien telefonea no oyen (en principio) lo que dice quien está al otro lado del hilo. Resulta inútil insistir en la enorme difusión que ha tenido el teléfono a lo largo del siglo xx y hasta qué punto ha transformado las relaciones entre empresas, instituciones, familiares y amigos. La correspondencia epistolar y el telégrafo supusieron un primer paso en dirección hacia las telecomunicaciones, pero esos medios de comunicación no son interactivos ni sincrónicos, aparte de depender de la escritura, que requiere una alfabetización previa. El teléfono, pese al handicap de transmitir únicamente sonidos, permitió la reproducción
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exacta de uno de los principales recursos comunicativos del ser humano, la palabra, superando los límites métricos y físicos del primer y del segundo entorno. Por ello hay que considerarlo como el primer gran ejemplo de tecnología del tercer entorno. Conviene recalcar, aunque sea obvio, que el teléfono adoptó una estructura reticular, y aunque inicialmente sus redes fueron centralizadas, la ulterior automatización del servicio ha implicado una amplia descentralización de la red. Desde el punto de vista de su estructura topológica y métrica, el teléfono es el gran precedente de las redes telemáticas, máxime tras la digitalización de la señal (inicialmente analógica) y la aparición de las redes telefónicas sin cable, es decir, vía satélite. Si nos hemos detenido en recordar hechos de sobra conocidos es porque las redes telefónicas prefiguran la estructura de lo que aquí llamamos «tercer entorno». En lugar de transmitirse a través del aire, como sucede en el entorno natural y urbano, el sonido circula a través de un medio tecnológico, y por ello el nuevo medio de comunicación es ante todo artificial. Podríamos seguir analizando sucintamente las propiedades de cada una de las seis tecnologías que posibilitan la creación del tercer entorno, pero ello ocuparía excesivo espacio escrito. Más interesante será comentar algunas de las diferencias entre las cinco primeras (teléfono, radio, televisión, dinero electrónico y redes telemáticas), dejando el estudio del hipertexto para un apartado ulterior. Para ello tomaremos como referente la red Internet, que hoy por hoy es la expresión más desarrollada del tercer entorno, y estudiaremos algunas de sus propiedades como medio, con el fin de distinguirla de las otras cuatro tecnologías. Suele decirse que Internet es un nuevo medio de comunicación, y ello es muy cierto. Sin embargo, Internet posee otras cualidades «mediáticas», y por ello diremos que esa red es:
1. Un medio de comunicación. De hecho, el libro, la prensa, la radio y la televisión se van integrando en Internet. Pero lo esencial es que también el teléfono puede operar a través de Internet, por lo que no sólo es un medio público de comunicación, sino también privado e íntimo. 2. Un medio de información, pero no sólo en el sentido periodístico, sino también como instrumento que transforma las ciencias de la documentación, y en general la obtención, procesamiento, recuperación y transmisión de datos, documentos, etc. 3. Un medio de memorización, lo cual es distinto a ser un medio de información en el sentido periodístico del término. La posibilidad de almacenar y memorizar todo tipo de mensajes en formato
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digital permite introducir procedimientos automáticos de procesamiento, organización y recuperación de dichos mensajes, sean éstos de interés público, privado o íntimo. Esta modalidad electrónica y digital de memoria artificial tiene una importancia enorme, como iremos mostrando a lo largo de estas páginas, por ello es importante distinguir la comunicación y la información de la memorización, aunque haya solapamientos entre ellas. Un medio de producción, como muestra el teletrabajo. La llegada de las empresas a la red y la creación de Intranets está específicamente ligada a la actividad productiva, y no sólo a la publicitaria. Obviamente, Internet es un medio excelente para la producción, elaboración, compraventa y distribución de información. Un medio de comercio (e intercambio), porque posibilita la compraventa de numerosos productos, e incluso la distribución de mercancías por la propia red. La progresión del comercio en Internet es considerable durante los últimos años, y las expectativas de futuro son enormes. Un medio para el ocio y el entretenimiento, como muchos cibernautas saben bien En este sentido, Internet tiene la doble vertiente de la televisión y la radio: por una parte es un medio de información, por otra un entretenimiento. Dada la importancia que tiene la industria del ocio en las sociedades más desarrolladas, esta faceta de la red merece una consideración específica. Si jugamos a la ruleta o a un videojuego colectivo a través de Internet, sin duda nos comunicamos y transmitimos información, pero hacemos algo mucho más específico: jugar. Si reducimos algunas actividades humanas (jugar, comerciar, guerrear, amarse, etc.) a una pura transmisión de información o a un simple acto comunicativo, estamos sesgando y simplificando enormemente nuestro análisis. Un medio de interacción. Aquí radica, a nuestro entender, la posibilidad mayor de las redes telemáticas. Aunque cabe hablar de acciones comunicativas, la interacción posible en redes tipo Internet abarca acciones de mayor envergadura: militares, financieras, médicas, educativas, lúdicas, etc. En esta obra consideraremos que las redes telemáticas son, ante todo, medios de interacción humana, y no simplemente medios de información o de comunicación.
Vistas algunas propiedades de las redes telemáticas tipo Internet, retornemos a las restantes tecnologías que posibilitan la construcción de E3. El dinero electrónico permite teleactuar económicamente (transferencias electrónicas, órdenes bancarias, cobros, pagos,
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ingresos, etc.), pero es limitado en tanto medio de comunicación y de información. La televisión y la radio, en cambio, son medios informativos, comunicativos y de entretenimiento, pero no son interactivos, por mucho que la propaganda lo pretenda. Los radioyentes y los televidentes no ocupan un lugar simétrico con respecto a las emisoras correspondientes. La estructura actual de estos medios de comunicación es vertical y asimétrica,15 lo cual imposibilita una interactividad en el mismo medio. Cuando se busca una mayor presencia de los usuarios, tanto la prensa como la radio y la televisión recurren a otros medios (cartas, llamadas telefónicas) que son mucho más interactivos que los medios periodísticos. El teléfono, como vimos, es plenamente interactivo, pero su limitación consiste en que sólo transmite mensajes sonoros, como la radio, al menos hasta hace pocos años. Otro tanto cabe decir de las redes telemáticas bancarias, por las que se mueve lo que llamamos teledinero, es decir, datos, números, órdenes, transacciones, etc. Internet y la televisión, en cambio, son audiovisuales, o mejor, bisensoriales. A través de las redes correspondientes pueden transmitirse sincrónicamente mensajes multimedia, que integran texto, sonido, imágenes y datos. Desde otro punto de vista, el teléfono y las redes de dinero electrónico funcionan ante todo en ámbitos privados e íntimos. En cambio, la televisión y la radio valen principalmente para espacios públicos, sin perjuicio de que pueda haber asociaciones de radioaficionados que creen redes privadas o que haya circuitos privados de televisión (por ejemplo para la televigilancia y el telecontrol y televisıón por cable). La gran ventaja de Internet es que, siendo una tecnología del tercer entorno, vale igual para los ámbitos públicos que para los privados y los íntimos. Este es uno de los motivos por los que consideramos que ese tipo de redes representan el máximo desarrollo actual del tercer entorno. Esta última diferencia proviene, en el fondo, del carácter bidireccional del teléfono y del dinero electrónico, frente al carácter multidireccional de la radio y la televisión (o de la prensa). Internet también es un medio multidireccional y por eso el ciberespacıo se revela cada vez más competitivo con los medios de comunicación clásicos (prensa, radio y 15
Ello no obsta para que pudiera ser distinta. De hecho, los radioaficionados mantienen redes horizontales y simétricas, y las redes locales de televisión, así como las videoconferencias, pueden sustentar ese mismo tipo de relaciones. Observamos con ello algo importante: las tecnologías no generan espacios sociales por sí mismas, puesto que, de hecho, pueden posibilitar espacios comunicativos de estructura muy distinta. Será imprescindible, por tanto, tener presente que esas estructuras son resultado de acciones humanas, y no sólo de propiedades internas a las nuevas tecnologías.
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televisión). Pero Internet también es un medio interactivo, y por eso el teléfono y la banca electrónica tienden a integrarse en la red. Otra diferencia importante entre todas estas redes tecnológicas (el teléfono, la radio, la televisión, los cajeros automáticos y las redes telemáticas tienen una estructura reticular) proviene de su mayor o menor grado de centralización. Desde la automatización de las redes telefónicas, su descentralización es alta, aunque sigan existiendo centrales telefónicas locales y nacionales. La radio partió de una estructura centralizada, pero se ha ido descentralizando por medio de las emisoras locales. Aun así, su estructura es básicamente centralizada, lo mismo que la de la televisión, que en muchos países sigue siendo un monopolio estatal. El poder político de los medios centralizados de ámbito público ha sido muy grande durante todo este siglo (mass media), pero los medios descentralizados han tenido una gran Influencia sobre la vida civil, como muestra el ejemplo del teléfono, y en menor medida la radio y la prensa local. En cuanto a las redes telemáticas, pueden ser centralizadas (como las redes bancarias, o las redes militares), pero también pueden estar estrictamente descentralizadas, como muestra el ejemplo de Internet. Desde este punto de vista, lo notable ha sido el éxito de Internet. Numerosas grandes empresas, e incluso un país como Francia (con su red Minitel), crearon redes telemáticas centralizadas: todas ellas se han ido integrando poco a poco en Internet, aun guardando sus propias especificidades. Volveremos ulteriormente sobre esta cuestión, que es «central» (valga la paradoja) para el análisis y la prognosis del tercer entorno. Una última diferencia atañe a la memoria, cuya importancia suele ser infravalorada. En tanto medio de memorización, el teléfono es efímero, porque lo que se dice por teléfono no queda almacenado en el teléfono mismo, sino a lo sumo en otro medio (bloc de notas, grabación, memoria mental). La radio y la televisión incorporan programas pregrabados en sus centros emisores, lo cual supone una mayor incorporación de la memoria al medio (discotecas, videotecas, etc.). Desde el punto de vista de los receptores, también es posible grabar los programas en casetes, en vídeos o CD. Aun así, los programas no quedan grabados en el mismo medio, sino en otro. Las redes bancarias e Internet, en cambio, tienen la notable propiedad de que todo cuanto circula por ellas queda o puede quedar grabado en el mismo medio, al menos en principio. Los discos duros de los grandes servidores de Internet, en efecto, forman parte constitutiva de la red y en ellos se memorizan y almacenan automáticamente una gran cantidad de datos y mensajes. Esta propiedad, que también poseen el libro y la prensa (bibliotecas, hemerotecas), tiene muchas consecuencias políticas, económicas y sociales, como veremos en la
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tercera parte de esta obra. Con todo ello hemos comprobado que las cinco tecnologías que estamos comentando, el teléfono, la radio, la televisión, el dinero electrónico y las redes telemáticas, tienen propiedades estructurales comunes, pero también profundas diferencias entre sí, muchas de las cuales son de grado, y otras cualitativas. En lo que sigue insistiremos en las propiedades que tienen en común, que son las definitorias de lo que aquí llamamos tercer entorno. Precisamente porque en el apartado siguiente buscamos lo común, y no las diferencias, prescindiremos de algunas de las diferencias de grado, a pesar de que existen. Unificando esas cinco tecnologías (más el hipertexto y los multimedia) en lo que hemos denominado E3, lograremos una definición más precisa del tercer entorno si buscamos las notas comunes a las cinco tecnologías mencionadas y oponemos la nueva entidad, E3, a E1 y E2. Este será el objetivo del apartado siguiente.
Propiedades diferenciales de E3 con respecto a E1 y E2 Aunque el entorno natural y el entorno urbano son muy diferentes entre sí, ambos poseen una serie de propiedades comunes, que son distintas en el caso del tercer entorno. Analizando siempre los tres entornos como espacios para la interrelación humana, y dejando de lado otros aspectos que también tienen interés,16 distinguiremos veinte diferencias estructurales entre E3 y los dos primeros entornos, algunas de las cuales son matemáticas (las dos primeras), otras físicas (las propiedades 3 a 12), otras epistémicas (las propiedades 13 a 16) y otras sociales, como las cuatro últimas. La tesis central de esta obra consiste en afirmar que estas últimas propiedades dependen en gran medida de las primeras, que son las que definen la estructura espacial de E3, y en particular su estructura con respecto a las interrelaciones humanas y sociales. Veámoslas una por una a título general, porque a lo largo de estas páginas volveremos una y otra vez sobre estas veinte propiedades.
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Autores como Antonio Rodríguez de las Heras abordan el espacio digital desde una perspectiva ontológica distinta a la nuestra. Rodríguez de las Heras se interesa por las propiedades de los objetos en el espacio digital, como él lo llama, y no por el espacio digital como ámbito de relaciones entre personas y agentes, que es la perspectiva de este libro. Su perspectiva de análisis tiene gran interés, y es complementaria a la de esta obra. Véase su libro Navegar en la información (Fundesco, Madrid, 1990).
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Proximalidad versus distalidad Para tener sensaciones o para poder intervenir en El y E2, un agente A tiene que estar situado a corta distancia del objeto O que llama su atención. Si A manipula (o percibe) el objeto O con ayuda de unos instrumentos I, esos utensilios también han de estar a corta distancia de A. Esta proximidad o vecindad entre A, O e I define lo que aquí denominamos proximalidad.17 Esta propiedad vale asimismo para las interacciones, y en concreto para las interacciones comunicativas, en las que el objeto O es otro agente, B.18 Ejemplos de acciones proximales en el primer entorno hay muchísimos: cazar, pescar, arar, cosechar, coger fruta de un árbol, pastorear, andar, tejer,acariciarse, besarse, pegarse, hablar, percibir, etc. Y en el segundo entorno también: manipular herramientas y máquinas, lanzar objetos, operar con instrumentos, leer, escribir, comprar y vender, trabajar, jugar, andar en bıcicleta, conducir un coche, intervenir en un mitin o en un espectáculo, votar, etc. Todas estas actividades, así como otras muchas que podríamos mencionar, sólo son posibles si A, O e I están próximos entre sí. La inmensa mayoría de las actividades que hacemos en E1 y en E2 son proximales. Por supuesto, unas acciones son más proximales que otras, por ejemplo las que requieren contacto físico. La proximalidad admite grados, como la mayoría de las propiedades que vamos a distinguir. Numerosos inventos técnicos han ampliado el radio de acción de los seres humanos: el microscopio y el telescopio ilustran bien esta tendencia a ampliar la capacidad natural de percibir de las personas, como la palanca y la polea aumentan su capacidad de actuar. Algunas invenciones, como la imprenta, han posibilitado acciones como la de publicar, que genera relaciones a gran distancia entre personas. Cuando leemos un libro impreso, estamos accediendo a los pensamientos elaborados por otra persona a mucha distancia física y temporal. En este sentido, la imprenta, el libro y la prensa son precedentes del tercer entorno. Pero las tele-relaciones posibilitadas por la publicación no son interactivas, debido a que el emisor y el receptor no están en posición simétrica, y por ello podemos considerarlas como anticipos parciales del tercer entorno, mas no como realizaciones completas del mismo. 17
Tanto este término como su opuesto, distalidad han sido utilizados por Norbert Bilbeny.Véase su obra Revolución en la ética (Anagrama, Barcelona, 1997). Aun tratándose de un anglicismo, que podría ser reemplazado en muchas ocasiones por el vocablo «proximidad», hemos optado por usarlo para oponerlo a «distalidad». 18 La ley mosaica referida a una acción muy específica, la de amar, instituyó esta propiedad en forma de ley: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Esa ley debería ser reformulada para el tercer entorno: «amarás a tu prójimo y a tu lejano como a ti mismo».
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Decir que E1 y E2 son proximales no equivale a afirmar que en ellos no haya relaciones ni acciones a distancia. Tanto en el entorno natural como en el urbano hay entidades distales, que inciden a distancia sobre los seres humanos. Los ejemplos más obvios de E1 son el sol, la luna, las estrellas y los cometas, así como la atmósfera y los meteoros (el huracán, el rayo, etc.). La mayoría de las culturas han divinizado dichas entidades, atribuyéndoles un carácter sobrenatural. Ello muestra hasta qué punto lo natural está marcado por la proximalidad: en cuanto hay objetos distales que ejercen su influencia sobre las personas, inmediatamente se tiende a ubicarlos en otro espacio, al que genéricamente hemos designado como EO. Los diose suelen estar situados a distancia infinita cuando son imagina dos en el mundo exterior (en el origen de los tiempos, en otro mundo...), o bien dentro de nosotros mismos, en lo más proundo del corazón y de la mente, es decir, a distancia también infinita (pero negativa) de la frontera que delimita lo interior y lo exterior al cuerpo. En el caso de E2, también hay entidades distales. Valgan únicamente dos ejemplos, uno religioso, el otro político. Las grandes religiones siempre han ubicado a gran distancia algunos lugares sagrados a los cuales deben peregrinar los fieles (La Meca, Santiago de Compostela, los Santos Lugares de Jerusalén, los recónditos monasteries tibetanos, etc.). Retirarse del mundo, estar a gran distancia de la ciudad, es una de las reglas básicas para la meditación y el ayuno. Desde el punto de vista político, el lugar del poder siempre está muy lejano, y hay que traspasar innumerables umbrales para acceder a él. No insistiré en este aspecto, que he desarrollado más ampliamente en otra obra.19 Estas entidades distales de E1 y E2 han surgido en todas las culturas, dando origen a la distinción entre lo inmanente y lo trascendente. Tradicionalmente han sido consideradas como ideas y las polémicas sobre su existencia han sido constantes a lo largo de la historia. Para la tradición platónica esas ideas están ubicadas en un mundo eidético (el cosmos noetós, mucho más auténtico y real que el mundo sensible) para los racionalistas del siglo XVII eran innatas y eternas, es decir, eran imaginadas a distancia infinita del sujeto que las piensa, porque le son infinitamente internas, constitutivas. Popper distinguió entre los estados físicos, los estados mentales y «el tercer mundo», en el que incluyó los conceptos universales, las ideas, las instituciones, etc. Por nuestra parte situaremos todas esas idealizaciones en E0, cuyos objetos son divinidades, arquetipos y trascendentales en general y entenderemos lo trascendental como aquello que no está en un entorno proximal, ni en el espacio ni en el tiempo, y tampoco está sujeto a cambio. 19
Véase J.Echeverría, Sobre el juego, Destino,Barcelona, 1999, segunda edición
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Los autores realistas, como Aristóteles, y en general los materialistas han solido afirmar que E0 no existe y que todo lo que existe está materializado en E1 o es una idealizacion, un constructo social: es decir, una entidad de E2. Desde la perspectiva que adoptamos en esta obra no es preciso entrar en ese debate. Lo que nos interesa es mostrar las diferencias del tercer entorno con respecto a E0, E1 y E2, independientemente de que E0 esté subsumido o no en los otros dos entornos. Es importante subrayar que, a diferencia de las entidades de E0, existan éstas o no, el tercer entorno no es trascendente a los seres humanos, sino completamente inmanente a ellos, por ser una construcción social. La distalidad de la que hablamos se distingue netamente de la alteridad 0 de la infinita distancia con respecto a los seres humanos que caracteriza a las entidades trascendentes. Hecha esta aclaración, retornemos a nuestro asunto. La diferencia principal del tercer entorno con respecto a los dos primeros consiste en la distalidad. El teléfono nos permite oír y ser oídos, la televisión ver, el dinero electrónico comprar y hacer transacciones y las redes telemáticas tipo Internet posibilitan todo tipo de intercambios audiovisuales, independientemente de la distancia a la que estén situados los agentes entre sí. En el tercer entorno, los objetos y los instrumentos también pueden estar muy alejados entre sí. La base de datos, la película que cargamos en nuestro televisor digital o en nuestro ordenador, el mensaje electrónico que recibimos o el libro que consultamos ya no tienen por qué estar a nuestro alcance, sobre nuestra mesa, en nuestra estantería. De alguna manera son ubicuos, pero ello no implica trascendencia alguna Podemos utilizar un ordenador para nuestros calculus por acceso remoto y muchos otros instrumentos (de observación de media) pueden estar físicamente distantes, y sin embargo a nuestra disposición a través de las redes telemáticas. La distalidad del tercer entorno es tecnológica y real, no imaginaria ni ideal. El tercer entorno se desarrolla a partir del segundo, y en último término del primero, hasta el punto de que no hay solución de continuidad entre ellos. Quienes piensen que, en el fondo, todo procede de E0, en donde residen Dios, los ángeles y los arcángeles, o cualquier otro tipo de entidades sobrenaturales, incluyendo las almas de los muertos, preferirán hablar de cuatro entornos, en lugar de tres. Por nuestra parte, nos atendremos a la distinción entre E1, E2 y E3, dejando de lado el problema de la existencia de un entorno cero transcendental (inmaterial, eterno, no evolutivo,etc.). Los tres entornos de los que aquí hablamos cambian, se transforman. En ellos hay diversos tipos de entidades (orgánicas e
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inorgánicas, naturales y artificiales, materiales e informacionales) sujetas a procesos de generación y corrupción, por decirlo en terminos aristotélicos. El entorno cero suele ser pensado como un mundo eterno e invariable, y por eso no sera tenido en consideración en este libro.
Recintualidad versus reticularidad Aunque la palabra «recintualidad» sea infrecuente y parezca poco elegante, resulta adecuada para definir la propiedad topológica inherente a casi todos los escenarios de E1 y E2 en los que los seres humanos actúan y se interrelacionan. Esos scenarios son recintos con un interior, una frontera y un exterior. Un agente A actúa sobre O mediante los instrumentos I en el recinto R, que tiene un interior, un borde y un exterior. Cabe afirmar que la topología de interiores y exteriores impregna por completo al primer y al segundo entorno. Tanto si andamos por el campo como si paseamos por una ciudad, continuamente traspasamos mojones, cercas, umbrales, límites y fronteras que separan parcelas, fincas, habitaciones, casas, edificios, barrios, pueblos, ciudades, regiones y países entre sí. Para ir de casa al trabajo, salimos de nuestra habitación, salimos de casa, salimos de nuestra manzana o barrio, atravesamos encrucijadas, parques y barrios y llegamos finalmente a nuestro recinto laboral, sea éste una huerta, un barco pesquero, una mina, una fábrica, una oficina, una tienda, una escuela o un banco. Vivimos y trabajamos en el interior de recintos, y a lo largo del día iteramos una y otra vez la acción de traspasar diversos límites o fronteras (puertas, portales, vestíbulos, atrios, etc.) para ir de un interior a un exterior, y así sucesivamente, hasta llegar al recinto en donde vayamos a intervenir. Como ya indicamos, esta topología afecta también al modo de inserción de nuestro cuerpo en el espacio físico de E1 y en el espacio social de E2. Por eso resulta constitutiva del mundo en el que actúan y
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sienten los seres humanos. Una de las grandes novedades que aporta el tercer entorno consiste en crear un nuevo espacio de interacción e interrelación en base a una topología reticular, no recintual. Para hablar por teléfono, para ver la televisión, para usar un cajero electrónico o para usar un ordenador por acceso remoto ya no es preciso desplazarse a un local determinado, sino que basta con estar conectado a una red. Las redes eléctricas, telefónicas, televisivas, bancarias y telemáticas posibilitan el funcionamiento de E3, y todas ellas tienen en común su estructura reticular. Si quiero ver los Juegos Olímpicos, puedo desplazarme a la ciudad donde se celebran, pero también puedo contemplarlos desde el tercer entorno: para ello he de estar conectado a la red de televisión que transmite ese acontecimiento deportivo. Y otro tanto ocurre si quiero disponer de mi dinero cuando estoy de viaje: en lugar de acudir a una sucursal bancaria o llevar los billetes físicamente conmigo, me basta con disponer de un artilugio electrónico (la tarjeta de teledinero) que me conecte a la red adecuada. El dinero llueve desde E3 a E2 gracias a las redes electrónicas mantenidas por los bancos. En una estructura reticular, lo importante es tener acceso a alguno de los nodos de la red: a partir de ello, las acciones posibles en la red son factibles, independientemente del lugar geográfico en donde uno esté. El ordenador portátil conectado al telebanco correspondiente expande el bolsillo propio a través de una red, convirtiéndolo en un telebolsillo, y no en una faltriquera con interior, frontera y exterior. Por eso la topología básica del tercer entorno es reticular, no recintual.
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