Los satos exactos de la Guerra Civil, RAMON SALAS
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Descripción: Los datos exactos de la guerra civil española (1936-1939), por Ramón Salas Larrazábal....
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Ramón Salas Larrazábal, de origen vasco-castellano, nació en Burgos. Estudia Ciencias en Madrid. Al comienzo de la guerra civil se evade de Orduña (Vizcaya) y se alista en un Tercio de requetés. Ingresa en Aviación más tarde, siendo alférez provisional. Hace la campaña de Rusia. En 1946 encabeza la primera Bandera de Paracaidistas, de cuya Escuela —de nueva creación— es director. A título de historiador ha impartido cursos en las Universidades de Murcia, Central de Madrid, Menéndez Pelayo de Santander, Hispano-Americana de La Rábida. Miembro y colaborador en otros Centros de Estudio y Seminarios, entre ellos en el de Sociología del Area Mediterránea (Instituto de Estudios Estratégicos). Publica, entre otros libros, los siguientes: Aproximación histórica a la Guerra Española, en colaboración con V. Palacio Attard y Ricardo de la Cierva; The Republic and the civil war in Spain, editado por Mac Millan (existe una versión española de Ariel); Historia del Ejército Popular de la República , 4 vols. (Editora Nacional); Pérdidas de Guerra (Editorial Planeta).
FUNDACION
VIVES
D E
ESTU DI OS
SOCIALES
4
Colección Drácena
Edita: EDICIONES RIODUERO, EDICA, S. A. MADRID
Ramón Salas Larrazábal
LOS DATOS EXACTOS DE LA
GUERRA CIVIL
Colección Drácena MADRID 1980
INDICE Págs. Prólogo ..................................................................................ix Introducción .................................................................... 3 CAPÍTULO I.—Antecedentes del conflicto .................. 1. La España de los años treinta .............................. 2. La Iglesia y la República ........................................ 3. La República y el Ejército .................................... 4. La República, a prueba .......................................... 5. Las elecciones de 1936 .......................................... 6. La gran conspiración ................................................
21 21 26 28 34 40 51
C ap ítu lo II.—La relación inicial de potencia ....... 1. El medio .................................................................... 2. Los recursos militares .............................................. 3. Las armas y los medios de combate .................... 4. Los medios de movilización humana e industrial .. 5. Los alimentos ............................................................ 6. El comercio exterior ................................................ 7. La capacidad de acción colectiva ..........................
55 55 56 72 81 86 87 89
CAPÍTULO III. -Los Ejércitos enfrentados
95
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. B)
................
Desmantelamiento del Ejército ............................ 95 Se inicia la marcha atrás ........................................ ...101 Las columnas ...............................................................108 Largo Caballero forma Gobierno .............................115 La brigada mixta ..................................................... ...123 El equipo Martínez Cabrera-Asensio .....................126 Culminación de un proceso ................................. ...132 Prieto, ministro de Defensa Nacional ...................134 Negrín, presidente y ministro de Defensa ........ .. 145 El Ejército Nacional ....................................................153
Págs. O La 1. 2. D) La
Marina de Guerra ............................................. ..174 La flota republicana ....................................... ..174 Armada nacionalista ....................................... ..183 Aviación .................................................................186
CAPÍTULO IV.—La intervención extranjera y las ayudas exteriores .......................................................................199
1. 2. 3. 4. 5. 6.
El pacto de No-intervención ................................. ..199 La escalada del otoño ...............................................206 Del establecimiento del control al acuerdo de Nyon 210 Europa, al borde de la guerra, y final de la española 214 Las aportaciones materiales ................................... ..218 Los voluntarios extranjeros ................................... ..230 Epílogo ...................................................................... ..236
Cuadros estadísticos ...................................................... ..241
PROLOGO
El profesor Palacio Atard, en su discurso de apertura d el curso académico 1969-70, de la entonces llamada U niversidad de Madrid, se hacía cuestión del hecho de que entre los jóvenes universitarios se manifestara una clara preferencia p or los estu dios contemporáneos, preferencia que no se reducía a los estu diantes de H istoria; sociólogos, juristas, economistas y alum nos de Ciencias Políticas mostraban idéntica inclinación y esta marcadísima afición desbordaba nuestras fron teras hasta cons titu ir un fenómeno universal. Para el profesor, esta disposición de ánimo se debía, fundam entalm ente, a la valoración que se atribuye al fu tu ro en las sociedades que han alcanzado un de terminado grado de desarrollo, preocupación p or el p orven ir que busca en el pasado recetas válidas para «precisar el curso que tomará probablemente la evolución de los acontecim ientos» 1. Esta posibilidad de conjeturar acertadamente lo que ha de suceder —que es sumamente cuestionable incluso en el campo d el pronóstico puram ente técnico, donde el margen de probabilidad de errar es relativamente pequeño a corto plazo, como a diario nos demuestra la predicción meteorológica— resulta sumamente improbable en el terreno de la Historia, en el que surgen cons tantemente nuevas e imprevisibles variables que m odifican sus tancialmente el sis ierra introduciendo en él un factor, el azar histórico, que puede llegar a ser preponderante y aun decisivo. Aun así, la indudable dificultad del empeño y el riesgo que conlleva toda tentativa de predecir el fu tu ro no nos dispensan del deber de emprenderla. Es una tarea sugestiva en la que a l historiador le compete fa cilita r una amplia y correcta inform a ción de lo que fu e el pasado, dando un testimonio honesto y 1 K o n r a d A d e n a u e r , Memorias (1945-53) (Rialp 1965). Citado por Vicente Palacio Atard en el discurso aludido (Publicaciones de la Uni versidad de Madrid, 1969), p. 11.
correcto de lo que sucedió, contribución que perm itirá a los de más contar con unos datos precisos y de valor inestim able a la hora de planear un fu tu ro deseable y posible, pues «el pretérito permanece vivo en el porten ir», que es su continuación, y su estudio carecería de sentido si no nos aportara materiales apro vechables para su construcción. La historia no nos hará profetas ni nos perm itirá anticipar lo que ha de suceder, pero podrá decirle a l hombre actual, que ha aceptado la responsabilidad de labrar su fu tu ro, qué es lo que no puede hacer si quiere moldearlo de una form a determ inada; pero para que la historia pueda cum plir esa fu n ción es menester que los historiadores sean fieles testigos de su tiempo y exigentes no tarios del pasado, pues de otra manera ofrecerán versiones inco rrectas y valoraciones deformantes de la realidad que sólo servi rán para llevar, por caminos equivocados, a conclusiones erró neas. Algo y aun mucho de esto nos sucede a l estudiar la historia reciente de España. Lo que se nos ofrece comúnmente nos des orienta mucho más de lo que nos aclara, y se reduce a una inin terrum pida serie de relatos contradictorios de una permanente discordia que sólo tienen en común el que en todos ellos se prac tica con fru ición lo que Ju a n M anchal calificó de «autodifamación nacional». Jesús Pabón, el llorado presidente de la Real Academia de la Historia, glosaba esta cita diciendo: «Pienso que el morador de la España contemporánea nunca fu e humilde o sobrio a l hablar de su situación, de la suya, de aquella a que se sintió vinculado. Muy a l contrario: respecto a su situación fu e exagerado, ditirámbico, triunfalista. Precisamente en su si tuación España había conocido la plen itu d de los tiempos, y los españoles alcanzaron la tierra prometida. Para la demostración, el español contemporáneo había comen zado por una condenación de la situación anterior, por una difam ación del pasado inmediato» y..., «claro está, los autoelogios de cada situación dejaban escasa huella, borrada por la condenación de la sucesora. Y la autodifam ación nacional, es pañola y contemporánea, era el resultado de una serie de difa maciones sucesivas del pasado inm ediato»; y a modo de corola rio, resumía: «En la consideración de ese pasado contemporáneo
suelen fallarnos dos actitudes básicas, la solidaridad h istórica y el respeto del civilizado» 2. No creo necesario aclarar lo que el profesor Pabón expuso d e form a tan lúcida. La discordia que preside los doscientos ú lti mos años de la vida española se proyecta sobre la historia, h a ciéndola igualm ente beligerante y perturbadora. Esa querella, que en España puede decirse empezó con la guerra de la In de pendencia contra Napoleón, o si se quiere unos meses antes, con el motín de Aranju ez el 17 de marzo de 1808, que ocasionó la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV, comienza con algo que denotaba que en este país se había producido un cambio radical en el talante político y social de sus gentes. El pueblo, hasta entonces marginado y sujeto pasivo en las decisiones de los déspotas ilustrados, pasa a ser protagonista de los hechos y elemento vitalizador de la acción colectiva. Amane cía una nueva época, que se proyecta hasta estos días y que ha constituido para nuestros hombres un inacabado y torpe cam i nar hacia el hallazgo de la pieza de repuesto necesaria para sustituir el viejo régimen desaparecido y encontrar un nuevo sistema de convivencia que perm itiera a los españoles trabajar y vivir juntos para dar cima, solidariamente, a una ilusionada empresa común. Desde aquellas fechas, el pueblo español se debate en una constante vacilación sobre las bases en que ha de sustentar su futuro, y esta larga y dolorosa incertidum bre ha producido una paralela disensión sobre la raíz profunda en que debe nutrirse la vocación nacional y ha hallado su expresión en la guerra civil, mal endémico que ha asolado repetidas veces nuestros cam pos a lo largo de los últimos ciento setenta años. La singularidad esencial del período perm ite identificarlo con el que convencionalmente se conoce como «Historia Contemporá nea», pero es tan largo que no son pocos los historiadores que lo subdividen en dos, separados por el acontecimiento clave de la Restauración, hito importante aunque su contenido no sea s u fi ciente para romper la unidad interna que se descubre en ese otro
1 Jksús Pabón, Cambó t.2. p.Vlll/X.
ciclo, más amplio, cuya cronología, según el profesor Palacio Atard, se define con absoluta nitidez 3. Para Stanley G. Payne, la línea maestra que sirve de eje a todo el período es el lento cam inar hacia la libertad a través de una serie de etapas presididas sucesivam ente por el liberalismo convulsivo. el liberalismo elitista y la democracia oligárquica, y que concluirá finalm en te en una democracia estable, la que hoy estamos construyendo. Según el profesor norteamericano, todos los países del mundo han recorrido ese itinerario, aunque no todos ellos con el mismo ritmo. En España siempre se nos había dicho que nuestro caso era patológico, anorm al; pero Payne demuestra que no es así y que la trayectoria seguida por nuestro pueblo apenas difiere de la recorrida por los restantes países de la cuenca mediterránea y no se aparta demasiado de la seguida por los demás países europeos. A su parecer, sólo Rusia y Gran Bretaña ofrecen particularida des diferenciales que las distinguen del resto de los pueblos euro peos. En su opinión, el ritmo de la evolución viene determ inan temente influido, prácticam ente condicionado, por el nivel de de sarrollo social alcanzado en cada país y muy especialmente por el grado de progreso logrado en el sector industrial. Todos los p u e blos que m antuvieron una economía agraria y un status social rural, se vieron en notables dificultades para estabilizar un sis tema democrático y en todos ellos los avances del liberalismo fu e ron convulsivos durante décadas 4. En el caso español, el problema se vició por el sentimiento colectivo de decadencia que en el alma nacional produjo la pér dida y desintegración de nuestro Imperio ultram arino y que se reflejó en un hondo pesimismo que ponía plomo en las alas ante cualquier intento de alzar el vuelo hacia un fu tu ro promisorio. Apareció un auténtico complejo de inferioridad histórico del que aún no hemos curado. Nuestro atraso económico, nuestro hu n dimiento m ilitar, la pérdida de nuestro poderío naval, la po breza cultural de nuestras gentes y la anorm al repartición de nuestra riqueza, esterilizaron muchos nobilísimos intentos y p.28 a 32. Ejército y Sociedad en la España liberal 1808-1936
3 V i c e n t e P a l a c i o A t a r d , d i s c u rs o c ita d o , 4 S t a n l e y G. P a y n e , (Madrid 1977) p.5-13.
ocasionaron extremadas tensiones internas, que desembocaron, una y otra vez, en enfrentam ientos civiles. Todo ello hizo que en el mundo, y también ejitre nosotros, se llegara a p en sa r en la incapacidad congénita de los españoles para la convivencia civ i lizada. Los hombres de este país acumularíamos tales cargas de pasión, violencia y crueldad, que cualquier intento de consolidar un sistema pacífico estaría condenado de antemano a l fracaso, de no ser impuesto por la fuerza. Afortunadamente, la realidad es bien distinta, como se puso de manifiesto en los primeros siglos de nuestra historia en co mún, durante los cuales, aquellos turbulentos tiempos d el Me dievo y el Renacimiento, las querellas domésticas fu eron en Es paña mucho menos frecuentes y cruentas que en los restantes países europeos. Desde la creación del Estado N acional hasta el siglo XIX, éste presentó una notable estabilidad apenas turbada por pequeños conflictos interiores que no afectaron a l consenso general que las gentes prestaban a las Instituciones. El Estado y el Monarca eran expresión fi e l y colectivamente acatada de la voluntad nacional, y todas las energías libres d el hombre espa ñol, incluidas las derivadas de su violencia, particularism o y crueldad, se canalizaban hacia el cumplim iento de la empresa común sin necesidad de buscar su punto de aplicación en luchas intestinas. Evidentemente, no son los caracteres congénitos o adquiridos del temperamento español los responsables de nuestras guerras civiles. Las causas que las originaron habrá que buscarlas en otra parte. La dificultad no está en la convivencia. sino en de term inar por qué y para aué se convide, y en este camino creo que los historiadores pueden y deben aportar materiales su fi cientes para perm itir que los hombres de las nuevas generaciones encuentren el suyo. Sin embargo, para que puedan cum plir efi cazmente su labor es preciso que superen de una vez por todas los prejuicios que han condicionado buena parte de sus trabajos, a l incurrir en la tentación «de especular con la historia para fin es extraños a la misma». El profesor Palacio Atard, a quien se debe la fra se transcrita y la mayor parte de las ideas hasta aquí expresadas, ha d en u n ciado el hecho de que, las más de las veces, las interpretaciones de
los acontecimientos pretéritos están falseadas por el cálculo p olí tico e incluso por el mero afán polém ico, y el profesor Pabón ha escrito que «el tópico, aliado con la pereza mental, resulta abrumador. Se abre paso, entre libros que uno lee como si f u mase un cigarro puro hecho con las colillas de todos los lugares comunes» M ientras las cosas sigan siendo así, la inform ación que reci ban los hombres encargados de p la n ifica r el fu tu ro será inco rrecta y «o les sert'irá para efectuar una prospectiva inteligente. Lo malo es que impulsos idénticos a los que vician con tanta frecuencia el trabajo del investigador actúan sobre los lectores que no parecen dispuestos a aceptar otras conclusiones que aque llas que coincidan con sus prejuicios o deseos. El historiador honesto y desapasionado predica, como San Ju a n , en el desierto y no encuentra con fa cilid a d oídos y ojos dispuestos a escuchar y ver, todo lo cual dificulta notablemente su contribución a la construcción del futuro, pues cualquier intento de p lan ificar acertadamente el porvenir exige, como mínimo, el que se acepten como punto de partida datos contrastadamente exactos. El devenir histórico ni es necesariamente ascendente, ni sigue una curva de ecuación conocida, ni se atiene a ninguna regla concreta, pero una minuciosa investigación de los detalles puede conducirnos a encontrar la significación general de los hechos y, por tanto, a conseguir datos que enriquezcan nuestra experien cia y nos perm itan deducir qué es lo que probablemente sucederá si ante unos determinados acontecimientos, similares a otros p re cedentes, se reacciona en la form a en que lo hicieron nuestros antecesores. Aunque no debemos olvidar que jam ás se reproducen exactamente situaciones anteriores y que, por tanto, a l ser nue vas las causas, no tienen por qué ser iguales los efectos. Todas estas advertencias no tienen otra intención que la de situar las cosas en su verdadero lugar y lim itar la responsabili dad del historiador a aquello que le es propio, es decir, a ser veraz y honesto. El porvenir es una tarea común, y el acierto o desacierto en su forja será responsabilidad de toda una genera5 V i c e n t e P a l a c i o A t a r d , Cuadernos bibliográficos de la Guerra s erie 1, fa s c .l p.XIII; J e s ú s P a b ó n , Cambó t.2 p.IX.
paña
de Es
ción, que para labrarlo habrá de p lan ificar concienzudam ente y para hacerlo con éxito tendrá que m anejar datos numerosos y correctos que todos habremos de sum inistrar dentro de nuestros respectivos campos de investigación. En lo que respecta a l terreno de la historia, el diagnóstico deberá referirse a la enferm edad que padece o padeció el cuerpo nacional y a las causas que la produjeron. Si acertamos en él, estaremos en camino de encontrar el remedio adecuado. A pesar de las enormes dificultades que para establecerle suponen los f a llos historiográficos a que hemos aludido, y que se concretan en un deficiente conocimiento de nuestro próximo pasado, objeto reiterado de deformación y difam ación, parece evidente que la enfermedad es la discordia, y la causa, la d ificu ltad con que se encontraron los españoles para entenderse después de haber abandonado la fe común que les había sostenido desde su consti tución como Estado hasta la invasión francesa. Faltos de una nueva aspiración común, los españoles nos empeñamos en excluir sucesivamente a todos cuantos no pensaran como el grupo que eventualmente ejercía el poder, y estas mutuas exclusiones lleva ron a un particularism o feroz que afloró reiteradamente en la acción directa y que no puede ser superado más que en la solida ridad de un quehacer comunitario. Desde que el pueblo español se situó a l lado de Femando Vil. en contra primero de su padre Carlos IV y después de Napoleón, se inició en España un proceso revolucionario en el que. según Vicens Vives, lo decisivo era el deseo de reformas. El pueblo com batía por su suelo, por su Dios y por su Rey. y la elite aparecía dividida en cuatro grandes corrientes, que el notable historiador catalán identificaba así: «Los que aceptaban el estado de cosas anterior, los afrancesados, los tradicionalistas y los reformis tas» 6; tendencias que configuraban una actitud conservadora y otra avanzada flanqueadas por dos extremos, reaccionario el uno y aventurista el otro. Tales com entes son similares a las que operaban y operan en el resto del mundo occidental, y resulta poco menos que imposible Jaim e p. 1 3 8 .
V ICENS
V ives,
Aproximación a la Historia dt España (Salvat)
eliminarlas. Pertenecen a l pasado, a l presente y a l pon>enir y la dinamica de la historia parece exigir su presencia. En todo grupo social, incluido el fam iliar, coexisten y es de seable que asi sea. Los progresistas, con su deseo de cambio; los conservadores, como gran volante de inercia que absorbe una considerable energía e impone ritmo y cautela a las transforma ciones necesarias, impidiendo saltos en el vacío, riesgos temera rios y fracasos irreparables, Son fuerzas complementarias que deben armonizarse en toda sociedad saludable. Cuando m utua mente se excluyen, se asiste a una sucesión de movimientos pen dulares. de carácter patológico e histérico, que van de la pirueta inverosím il y trágica a la reacción inm ovilista y petrificadora. Como dijo Ortega, dan la imagen de una lucha entre paralíticos y epilépticos 1. Hubo en España un intento nobilísimo, pero inevitablemente condenado a l fracaso, de fu n d ir ambas tendencias superándolas en un movimiento integrador, pero esto resulta tan imposible como superar la división sexual llegando a l herm afrodita o a l «unisexo». Tan complementarios como el hombre y la m ujer en la tarea de perpetuar la especie, lo son izquierdas y derechas en la de labrar y continuar la historia. Todas las opciones políticas deben coexistir atemperándose mutuamente, y el consenso nacional en que su convivencia debe establecerse ha de ser lo suficientem ente amplio como para hacer innecesaria cualquier exclusión, salvo aquellas eliminaciones ejemplares de que nos hablaba Ortega y que se reducirían fe quienes voluntariamente se sitúen fuera de la Ley pretendiendo elim inar a todos los demás por la violencia. Esta creo que es la más importante lección de nuestra guerra. Una nueva opinión conservadora —derecha, centro o como se la quiera llamar— tiene la obligación de condenar de form a expresa, tajante y sincera a la extrema derecha, particularista y antisocial; e idéntica conducta debe seguir la izquierda con sus elementos más radicalizados, tan particularistas, antisociales y exclusivistas como sus oponentes del otro extremo, a los que se asemejan como dos gotas de agua. Como dije en otra ocasión, 7 Jo s é O r te g a y G asset,
La rebelión de las masas (Austral) p.35.
nada hay más parecido en España a un extremista de derechas que otro de izquierdas. Si todos los que acatan la lega lid a d con denan a los grupos marginales y automarginados, éstos m ori rán, asfixiados en un ambiente enrarecido para ellos, o se enquistarán como un elemento patológico y parasitario de escasa peligrosidad. A servir a este propósito es a lo que van destinados mis traba jos, en la idea de que sólo el conocimiento de la verdad nos ha rá salvos.
xvu 2■ Datos de ¡a guerra civil
LOS DATOS EXACTOS DE LA GUERRA CIVIL
INTRODUCCION*
La guerra mantiene, a lo largo de los años, toda su loza nía y vigor. Nuevos libros, monografías, artículos, comen tarios y memorias enriquecen cada día la ingente bibliogra fía en torno a ella. Cuando parece que todo está dicho, la confusión en cuanto a lo que realmente sucedió >igue siendo sencillamente pasmosa. Hace veinte años, en la década de los sesenta, una serie de beneméritos investigadores, al principio en su casi tota lidad extranjeros y posteriormente en su mayoría españo les, inició la tarea de acercarse, con rigor y seriedad, al estudio de la República y la guerra civil. Fruto de sus tra bajos fue una serie de obras importantes, que han permi tido la objetivización de los planteamientos básicos, aun cuando, como muy bien dice el profesor Palacio Atard, esto no ha de iograrse de un golpe ni por igual en todas las variadas facetas susceptibles de ser sometidas a análisis 1. Evidentemente, es más fácil objetivar aquellas de carácter más técnico y de las que existe una mayor y más puntual documentación, como las cuestiones de índole estricta mente militar y la proyección de los acontecimientos sobre la política internacional y la diplomacia, que otros aspectos poco susceptibles de ponderación o menos elaborados. Esa generación de historiadores nos hizo concebir la es peranza de que el estudio de nuestra guerra se vería pronto privado de toda esa ganga perjudicial del mito, la leyenda y el tópico. A ello parecía coadyuvar, dentro de nuestra Patria, el clima de mayor libertad que empezó a existir precisamente por aquellas fechas, y que permitía * Esta introducción resume la ponencia que el autor defendió en el sim posio celebrado en Londres entre historiadores españoles y británicos, a invitación del Comité Nacional Británico de Ciencias Históricas, en septiembre de 1979. 1 V . P a l a c i o A t a r d , Cuadernos bibliográficos de la guerra de España. Ser. 1.a fasc.l p.vm y íx (Universidad de Madrid, 1966).
una crítica tecunda de nuestro reciente pasado. Pero he aquí que estas mismas circunstancias produjeron poco después unos etectos contrarios —que aún subsisten—, aunque, evidentemente, serán transitorios. Desde hace más o menos cinco años, se ha producido una proliferación llamativa de publicaciones de todo tipo que tratan de res tablecer el mismo ambiente pasional, intransigente, parti dario, excluyente y fanático de los momentos más encona dos de la guerra civil española del 36. Es un resurgir de la beligerancia activa que realmente impresiona, especial mente porque no se circunscribe a nuestra Patria. En ella podríase ver una tempestuosa luna de miel con la libertad de expresión, que hallaría su desahogo en decir a borboto nes lo que se había callado durante mucho tiempo, y de cirlo aun cuando no fuese verdad; pero lo verdaderamente extraño es que sucede lo mismo lejos de nuestras fron teras. En fechas recientes se han publicado en Norteamérica, Inglaterra y Francia un número importante de libros que gana en energumenismo a cuanto se escribió durante la contienda —como arma de combate para predicar el odio al enemigo—, y ha merecido el honor de la reedición lo más cerril de todo cuanto entonces se escribió. De esta forma, cuando ya parecía que habíamos^ntrado en el sereno espacio reservado a la ciencia y que la guerra y las discordias españolas eran fruto de un pasado plena mente superado, comprobamos que las heridas que ésta produjo seguían abiertas o, lo que es peor, habían cerrado en falso y que existían gentes interesadas en que se abrie ran de nuevo. Bastó para que se iniciara el proceso que se planteara el problema de la sucesión, siempre candente en la España de aquellos años, y que apareciera ante los espa ñoles no como algo referido a un futuro nebuloso y lejano, sino como algo inminente, acuciante y perentorio. Desde entonces y a lo largo de una prolongada transición, toda la pasión política se desbordó, y nuevamente aparecieron, con virulencia inusitada, las posiciones antagónicas de an taño. En este clima era poco menos que imposible pedir moderación o mesura, y el tema, que volvía a reclamar ac tualidad, caía otra vez en las pecadoras manos de propa gandistas y sectarios, que sólo desean extraer de él argu mentos para sus especulaciones o btiguillos para sus aren-
gas. La serenidad se había perdido por completo, así como, con el acompañamiento inevitable de la pasión, todo respeto a la verdad. Aquello, aunque lejano, con una lejanía de casi medio siglo, seguía vigente, estaba aún presente y vivíamos en lucha con ello, sin que nos quedara serenidad para con templarlo y entenderlo. ¿A qué se debe este extraño fenómeno? ¿Por qué esta agudización del partidismo sectario? Ortega y Gasset es cribió que no resultaba aceptable el que ideas inexactas, sugeridas por la lucha y para la lucha, fueran tomadas en serio cuando intentáramos explicar o aclarar el pasado 2; y esto que nos parece tan evidente, se ignora por gran nú mero de escritores, entre los que se encuentran algunos a los que, por su formación intelectual, debiera exigirse ma yor rigor. Y así son muchos los que se niegan a reconocer la realidad, quieren vivir en su «teoría», y para no verse obligados a aceptar los resultados de una investigación concienzuda adoptan la postura del avestruz, esconden la cabeza debajo del ala, y tratan de desconocer lo que se impone con toda evidencia. En todos estos casos son con sideraciones políticas, mucho más que emocionales, las que provocan una actitud tan escasamente científica, y es curioso constatar que los que con mayor frecuencia caen en este pecado son los mismos que con más insistencia reclaman de los historiadores que supuren el pasado y ofrezcan una visión objetiva de lo que sucedió, aunque no estén dispuestos a aceptar otra visión que aquella que coincida con sus prejuicios o con sus intereses partidistas. Todo ello nos obliga a plantearnos el estudio de nuestra guerra con una disposición de ánimo que elimine cualquier influencia/W/Z/cv?, que será lo único que nos permita tratar el tema con la actitud mental y metodológica propias del oficio de historiador, lo que situará nuestro trabajo en un plano sosegadamente académico y despojado de muchas de las cargas pasionales aún dominantes. El profesor Palacio Atard, de quien tomo estas ideas, dice que los fundamentos en que tienen que basarse para lograr una interpretación histórica objetiva, deben ser, al menos, los siguientes. Primero: rehuir toda finalidad polé2
J. ORTEGA y G a s s e t ,
(Hspasa-Calpe, 1932).
La redención de ¡as provincias. Obras
p. 1 2 7 5
mica, renunciando al empeño preconcebido de defender cualquier postura a todo trance. Segundo: intentar com prender el acontecimiento histórico en toda su compleji dad, dando de lado a los simplismos elaborados por la pro paganda. Y tercero: tratar de penetrar en las razones de to dos los contendientes para procurar entenderlas desde cada uno de sus respectivos puntos de vista 3. En la inagotable bibliografía de nuestra guerra son esca sas las obras que basan su estructura sobre tan sólidos ci mientos. Hoy, los estudiosos que se acercan al tema —in vestigadores, recopiladores o simples curiosos— desean, fundamentalmente, llegar a conocer cómo y por qué suce dieron las cosas, y se dividen, según el citado Palacio Atard, en dos grandes grupos, que se diferencian básica mente por su edad. Los que vivieron la guerra, dice el pro fesor Palacio, buscan una evocación que les permita avivar sus recuerdos personales y ampliar la información que ad quirieron en otro tiempo; están más interesados, por tanto, en dilucidar, en aclarar, de una vez por todas, cómo suce dieron las cosas. Los más jóvenes, las nuevas generaciones, tratan de encontrar una explicación racional al p or qué, es tán menos interesados en la puntualidad o el rigor de la narración que en desvelar las causas que originaron un acontecimiento de tan extraordinarias dimensiones histó ricas. En mi opinión, mucho de lo publicado hasta ahora, con muy numerosas y valiosísimas excepciones, está grave mente deformado por el interés, la propaganda, la pasión o el rencor; y todo ello dificulta el ofrecer a estas nuevas generaciones los «porqué», si antes no nos ponemos de acuerdo en el cómo. No podemos olvidar que en la historia de nuestra guerra civil han entrado a saco, con alegre in consciencia, tirios y troyanos. Es una parcela en la que pa san por eruditos quienes no han hecho otra cosa que leer unas cuantas obras ajenas, a veces con pésima elección de su bibliografía, y de esta forma aceptado como verdades axiomáticas una serie de tópicos y mitos que la propaganda ideó como arma de combate, y que, increíblemente, se si gue tomando en serio. Estos tópicos descansan, fundamen talmente, en el supuesto de que la historia la hicieron los 3 V. P a la c io A t a r d ,
Cuadernos bibliográficos
ser. 1 .a fa s c .l p .ix .
vencedores a su antojo y conveniencia y que ya va siendo hora de deshacer el montaje establecido con el apoyo ofi cial durante y a lo largo de cuarenta años. Es cierto que la historia la hacen siempre los vencedo res, pero no es menos verdad que, en nuestro caso con creto, los que vencieron en el ámbito local fueron derrota dos en el más amplio del mundo internacional, y fue preci samente en éste donde se forjaron las tesis fundamentales en torno a lo sucedido en España de 1936 a 1939- En este marco fueron los vencidos los que encontraron eco amplio a sus razones y los que, en definitiva, han incorporado a la historia universal sus propios lemas propagandísticos. Tan es así, que incluso las obras más serias que aparecen en el mundo aceptan como incuestionables los esquemas clási cos de la propaganda frentepopulista. De esta forma, en el mundo entero se ha dado crédito absoluto a las versiones difundidas por los vencidos, anclados durante su prolon gado exilio en una paralizante postura de añoranza inmovilista que les hizo incapaces de la menor evolución y con tumaces en el imposible empeño de explicar su derrota como consecuencia de fallos, errores o agresiones exter nas. En una concepción tal de los acontecimientos, toda desgracia es producto de una oscura maquinación de pode res tenebrosos que, ante la culpable inhibición de quienes tenían la obligación moral de intervenir, logran sacrificar al inocente abandonado a sn suerte por el egoísmo suicida de éstos, que a corto plazo serían, a su vez, víctimas de su propia miopía y cobardía. No era muy diferente la postura mental de sus oponen tes, que también creyeron haber sido víctimas de un plan diabólico, al que lograron desbaratar, y que estaba urdido por una extraña y disparatada coalición en la que se daban cita todas las fuerzas interesadas en la destrucción de Es paña por razones tan opuestas como las del internaciona lismo marxista, el nacionalismo desintegrador, el judaismo capitalista y la masonería anticatólica. Estos pensaron siempre ser objeto de una interesada campaña antiespañola orquestada por el judaismo, el comunismo y la masonería; aquéllos están aún convencidos que fueron vencidos por las fuerzas coligadas del capitalismo, la oligarquía y el fas cismo internacionales. La realidad es que, como he escrito en otro lugar, nada hay en España más parecido a un hom-
bre de derechas que uno de izquierdas. Tal vez porque, como dijera Ortega y Gasset, «ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hom bre puede elegir para ser un imbécil» 4. Gabriel Jackson escribió en una ocasión que los histo riadores del régimen llevaban treinta y cinco años hipnoti zados con la versión de la guerra dada por los vencedores, y añadía: «Los exiliados se llevaron pocos documentos, y el pueblo consciente en el interior de España sabe que es mejor para su seguridad no hablar públicamente o escribir sobre los masivos asesinatos nacionalistas de sus oponentes políticos»; y seguía: «Me gustaría sugerir un enfoque serio y objetivo del problema global», a lo que yo le respondía que los historiadores que permanecíamos en España esta mos despiertos y bien despiertos, y lo venimos demos trando ampliamente desde hace quince años con estudios serios, concienzudos y documentados, que día a día apor tan nuevas pruebas y dan luz a los aspectos más controver tidos de nuestra historia contemporánea 5. Resulta evidente hoy en día que casi todo lo importante que se publica tiene, afortunadamente, nacimiento dentro de nuestras fronteras. Los nombres de Rafael Abella, Abellán, Alcofar, Andreu, Artola, Casas de la Vega, Castell, Cierva, Cornelias, Cuenca, Gárate, García Escudero, Marquina, Martínez Bande, Martínez de Campos, Montero, Palacio Atard, París Eguilaz, Pabón, Priego, mi hermano Jesús, Seco Serrano, Sevilla Lozano, Sevillano, Tusell, Vi ñas y otros muchos más han dado fehaciente prueba de ello, afrontando aspectos concretos ae nuestra guerra desde muy distintas posiciones ideológicas. Tanto es así, que durante los últimos años podría decirse que toda apor tación sustancial a la verdad ha tenido nacimiento en este país. Por el contrario, y como era, por otra parte, inevitable, el inmovilismo más cerrado y la cristalización más cerril en ideas superadas se da precisamente, como no podía ser menos, en los medios de los exiliados o en aquellos forá neos por ellos influidos. Es el grupo que pudiéramos 11a4 J o s é O r t e g a y G a s s e t , La rebelión le las masas (Col. Austral) p.24. N. A. La cita de Ortega sigue siendo válida aplicándola a los extremos. 5 Boletín de Orientación Bibliográfica, dic. 1974, n.100 p.8/28.
mar de los nostálgicos, incapaces de adaptación a las cam biantes situaciones históricas y anquilosados cerebral mente. No será de ellos, con la mirada fija en el pasado, con vertidos en estatuas de sal, inmovilistas y bunkerianos, que han querido parar el reloj de la historia con el designio im posible de hacerlo retroceder algún día al punto de partida, borrando los cuarenta años más decisivos de nuestro deve nir histórico como pueblo, de donde nos vendrá la luz. No voy a entrar en la cuestión de si el balance de esos años ha sido o no positivo; pero sí creo necesario subrayar que du rante ellos España cambió profunda y radicalmente, y pasó del subdesarrollo al desarrollo, y que por añadidura, fue durante ese tiempo cuando los españoles decidimos supe rar nuestras discordias internas con el fírme propósito de convivir en paz. De fuera nos venían las incitaciones a prolongar nuestra guerra civil e invertir su resultado; pero, afortunadamente, sólo hallaron eco en reducidos sectores de la izquierda y la derecha, posiblemente porque el número de insensatos se había reducido notablemente en nuestro país. Lamenta blemente, este número es todavía lo suficientemente alto como para producir confusiones y no es este terreno de la historia el menos sensible a sus indeseables efectos. En España se ha investigado mucho en los últimos tiem pos, y fruto de esa labor ha sido una serie de trabajos que suponen una aportación esencial, como ya hemos dicho, para el esclarecimiento de los hechos. A Ricardo de la Cierva se debe el mérito indudable de haber encabezado esa labor, abriendo camino con tesón de pionero. Detrás de él, en el tiempo, una serie de auténticos investigadores, que han dado luz a oscuros puntos de la historia, hoy defi nitivamente aclarados. Martínez Bande, Gárate y Casas de la Vega nos han desbrozado el terreno en el aspecto mili tar terrestre. Tusell ha puesto en nuestras manos la historia electoral de la República y muchos e importantes aspectos de la organización social y económica de la España de la preguerra. Viñas ha contribuido con una serie de mono grafías realmente excepcionales, a dar luz definitiva a in trincados aspectos de la política internacional y de la eco nomía en ambas zonas, tema este de la economía también tratado en aspectos esenciales, con magisterio indudable, por París Eguilaz, Velarde y Sardá. En los aspectos de la
intervención extranjera son muy de destacar los trabajos de Quintero, Sevillano, Schwarz, mi hermano Jesús, que también nos ha dejado un notable estudio de la guerra aé rea, Castell, Alcotar Nassaes, Martínez Bande y Aguilera. El propio Alcotar, González Echegaray, Bordejé y Cervera nos han aclarado muchos aspectos de la guerra en el mar. Rafael Abella nos ha ofrecido un magnífico retablo de lo que fueron ambas retaguardias. Javier Rubio nos ha desve lado lo que fue y significó, cuantitativa y cualitativamente, el exilio posterior a la guerra y los intentos que se hicieron por humanizarla. Abellán, Fusi, Pons, Diego Sevilla, Gar cía Escudero y Pabón nos han facilitado notablemente el estudio de diversos aspectos políticos, así como a Luis Ro mero debemos un retrato extraordinario de lo que fue el principio y el final de la contienda. Todos éstos y alguno más configuran un importante grupo de historiadores a los que tenemos que agradecer aportaciones tan extraordinarias como estimables. Los datos que nos han facilitado son susceptibles de las más múltiples y variadas interpretaciones, pero en sí resul tan inapelables. En conjunto, y emitidas desde posturas ideológicas muy variadas, tantas como las que abarca el pluralismo ideológico de la España actual, las obras de es tos autores suponen la máxima contribución al estudio de nuestra realidad contemporánea, con un peso específico muy superior a cuanto, con el prestigio de sus lenguas de origen, nos ha venido del extranjero y ha sido aquí acogido con la ingenua beatería del papanatismo habitual en tantos y tantos de nuestros sedicentes círculos intelectuales. A esta seducción, que presta el «pedestal de la gloria» de que habló Ramón y Cajal, se unía la gratuitamente ce dida por una estúpida política de censura practicada du rante años y años, y en la que se aliaban el horror al tema, el miedo a que se airearan aspectos desfavorables a quie nes la practicaban y su habitual estulticia. De esta forma, al impedir la difusión de lo producido fuera, casi siempre de leznable, lo valoraban en igual medida que desvalorizaban lo escrito dentro, a lo que el mismo hecho de ser permi tido restaba credibilidad. Si a esto se unía el secuestro o la retención de lo mejor de lo que se hacía en el interior del país, se llegaba a que el «aparato» estatal resultaba, a la postre, el mejor aliado de
la leyenda, y el que hacía más difícil conseguir que estas intervenciones extranjeras de las que hablaba Ortega y Gasset, que «irritan a una parte del pueblo intervenido, pero complacen a la otra» 6, dejaran de tener efecto a pesar de su habitual incongruencia. Por otra parte, en los tiempos modernos, el pensa miento historiográfico se inclina por dar más valor a la pura especulación teórica que a la minuciosa investigación documental, que algunos han denominado, peyorativa mente, «erudición estreñida». Para quienes así piensan, la objetividad en la historia no puede ser una objetividad del dato, sino de la relación entre dato e interpretación, entre pasado, presente y futuro. En definitiva, consideran que cualquier trabajo histórico debe basarse en la existencia previa de una teoría y que quien profesa la sumisión pura y simple a los hechos no pasa de ser un ayudante técnico, que puede ser excelente en su tarea, pero que de ningún modo es historiador. Para mí, el hecho mismo de estable cer una teoría basada en el prejuicio, pone en grave riesgo cualquier intento de realizar un auténtico trabajo histórico, y lleva al investigador, a partir de ideas preconcebidas, a establecer que las cosas sucedieron como necesariamente tuvieron que haber sucedido, elaborando por anticipado la historia bajo la decisiva influencia de consideraciones sec tarias, fundamentalmente políticas o sociológicas. Reconozco que la mera aportación de materiales, de pruebas, no es tarea suficiente para un historiador, que no puede ni debe limitarse a la recogida y registro de datos, lo que es pura técnica, sino además llegar a una correcta valo ración e interpretación de los mismos; pero sí afirmo que la minuciosa confirmación de los hechos es el único ca mino que conduce a la posibilidad de descubrir su signifi cación y que ninguna especulación dispensa de una inves tigación concienzuda y minuciosa. Creo, por tanto, que no hay más remedio que enfrentarse con la teoría, hacer de ella, eso sí, tesis de trabajo, pero poner en tela de juicio todas y cada una de sus afirmaciones hasta que no hayan sido suficientemente comprobadas. Sólo así podremos juz gar si los mitos y leyendas que alimentan las creencias hoy Josfi O rti-ga
y
Gasskt, La rebelión de las masas (Col. Austral) p.279.
imperantes son o no ciertos, responden o no a la realidad española de los años treinta. La leyenda, o las leyendas, tuvieron su origen en las ver siones, más o menos oficiales u oficiosas, de vencedores y vencidos, y es una auténtica paradoja que ambas coin cidan en puntos esenciales que, sin embargo, no resisten al análisis consecuente a una investigación minuciosa. De la mano de una eficaz propaganda, empezaron muy pronto a circular por el mundo interpretaciones de los he chos basadas en una información prejuzgada, que los dis torsionaba intencionadamente y lograba efectos aberrantes que aún no han sido corregidos. Ya en diciembre de 1937, José Ortega y Gasset dijo que sobre la guerra española «se habían dejado correr por el mundo la intriga, la frivolidad, la cerrazón de mollera, el prejuicio arcaico y la hipocresía nueva sin ponerles coto. Se han escuchado en serio —aña día— las mayores estupideces»: lo verdaderamente grave no es que en aquel ambiente pasional y encendido de los años de guerra circularan con franquicia por el mundo los supuestos de la propaganda, sino que hoy, más de cuarenta años después, siga sin establecerse la verdad. Para el maestro Pierre Vilar, desde su óptica marxista, lo importante no son los hechos ni las cifras, sino la impre sión psicológica que unas y otras, aun falsificadas, causa ron. En su opinión, es esto lo único que vale como factor para el porvenir. De esta forma, la leyenda se consolida. Como toda buena propaganda está urdida sobre un tejido de verdades entremezcladas con falsedades, es fruto de un intérés de grupo, y pervive gracias a la pereza mental, la antipatía po lítica, el prejuicio nacional o racial, el rencor o el miedo, y se extiende propagada por el papanatismo y la malevo lencia. En torno a nuestra guerra, ha escrito Casas de la Vega, «se ha leído bastante, se ha meditado poco y no se ha estudiado casi nada, y así se ha llegado a alegres intui ciones ideológicas por quienes no querían quebrarse la ca beza en el duro batacazo con los archivos». Viene siendo un lugar común afirmar que el recurso al documento ha sido inviable por las insalvables dificultades que la dictadura oponía a los investigadoras; pero la reali dad, mucho más modesta, es que esto no pasaba de ser en la mayoría de los casos, un buen pretexto para eludir el
ingrato trabajo de la búsqueda de información. Los archi vos españoles no han sido más herméticos que los de cual quier otro país, y sobre el tema, tan repetidamente esgri mido, volveremos en un apéndice, en que analizaremos someramente esta importante cuestión. En cualquier caso, las posibilidades de investigar eran, y siguen siendo, muy amplias, como lo demuestra el hecho de que podamos contar con espléndidos trabajos, pletóricos de información de primera mano y no siempre, ni la mayoría de las veces, salidos de los llamados, peyorativamente, «historiadores oficiales». Este es el camino a seguir; pero dentro de él, para no desorientarnos, habrá que mantener un rumbo, seguir un itinerario, adoptar un método. En mi concepto, éste puede y debe ser el de proponerse como tesis de trabajo los axiomas aceptados por la historiografía con curso legal y poner en cuarentena todas y cada una de sus afirmaciones, que se resumen, eliminando las menos transcendentales, casi siempre simple corolario de alguna de ellas, en las si guientes: Primera: el 18 de julio se produjo una agresión del fas cismo internacional contra el pueblo español, de la que fue agente el Ejército. El pueblo, Heno de entusiasmo y sin más medios que su heroísmo y su coraje, se opuso con éxito a los militares, monopolizadores de armas, organiza ción, profesionalidad y técnica. Segunda: el «aparato» estatal pasó al lado de los rebel des, y tuvo que ser suplido en la zona leal por órganos espontáneos surgidos del seno de la sociedad. tercera : a pesar de estas manifiestas inferioridades, el pueblo, carente de medios, armas, oficiales, estados mayo res y organización, puso en tal aprieto a los sublevados con su decidida voluntad de oponerse a la agresión, que éstos se vieron forzados a solicitar la ayuda de las potencias fas cistas de Alemania e Italia, con la que contaban de ante mano. Esta se produjo de forma masiva, continuada y per sistente, aumentando aún más la inicial desproporción de medios. Cuarta: frente a la creciente intervención de italianos y alemanes, el Gobierno, abandonado por las potencias de mocráticas a causa de la no-intervención, a la que siempre se califica de ominosa o de farsa, se vio obligado a echarse
en manos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, buscando el apoyo que no encontraron en franceses y bri tánicos. Sin embargo, la ayuda recibida, discontinua y par simoniosa, jamás compensó, y mucho menos en los mo mentos cruciales de la guerra, a la recibida por sus contra rios. Q uinta: aun así, la falta de arraigo de loS sublevados en el país y el carácter patriótico y de independencia que ad quirió la lucha agigantaron de tal forma la resistencia del pueblo español, que ésta sólo cedió cuando el debilita miento interno, ocasionado por las discordias intestinas y el abandono extranjero, se hizo total, lo que ocurrió a par tir de la Conferencia de Munich, que hizo imposible con tinuar la defensa. Sexta: los rebeldes, sin asistencia popular, sólo pudieron afirmarse en la zona que dominaban imponiéndose por el terror, terror continuado después de su victoria con una represión de alcances insospechados. También en zona re publicana se cometieron excesos, pero en un grado mucho menor y sin que la responsabilidad de los hechos alcanzara a los gobernantes. Séptima: huyendo de la represión, el terror y la tiranía, todo lo más valioso de la sociedad española se exilió al extranjero. Esta teoría resume los criterios hoy imperantes en el mundo, como se pone de manifiesto en el hecho de que, en los libros y publicaciones no dedicados específicamente al estudio de la guerra, se aceptan siempre corrp axiomáti cos. Podríamos multiplicar los ejemplos; baste señalar que hombre ponderado como Raymond Aron, en su libro Guerre et paix entre nations, afirma que «la victoria de Franco se debió más a su abrumadora superioridad material que a las discordias en campo republicano». En su análisis no se plantea la posibilidad de que pudieran ser otras las causas y no somete a crítica las que establece; las acepta sin más, y ello a pesar de que contradicen abiertamente las tesis que sustenta en el contexto. La excepción de España se debe ría, en su opinión, al carácter internacional que adquirió la lucha. Un nuevo tópico toma así carta de naturaleza 1. 7 R a y m o n d A r o n , Ciuerre et paix entre nations (Calman-Levy, París 1962) 3.a ed. Cf. p.42-48 y 168-173.
Por todo ello, creo que la tarea que hoy se nos ofrece a los historiadores es la de comprobar si los hechos fueron o no así, y para esto creo imprescindible emplear el m é t o d o estadístico, entendido a la manera de Vicens Vives: como el arte de aplicar porcentajes y constantes, promedios y coeficientes, sin desdeñar la que él denominaba historia interna. Es decir, hemos de poner coto a la improvisación con una imparcial crítica de las fuentes, rehuyendo el peli gro de caer en la beatería del papel impreso. No desdeñe mos, pues, ninguna fuente solvente, pero no aceptemos sin profundo análisis los datos, afirmaciones y cifras que se nos ofrezcan si no se encuentran debida y previamente comprobados y revisados. En esta tarea, única que nos permitirá llegar a la verdad por aproximaciones sucesivas, deberemos pasar revista a lo ya escrito para conocer el es tado actual de la cuesrión de forma descarnada, sin entrar en interpretaciones, sin hacer valoraciones; con el dato es cueto, limpio de polvo y paja. Lo que era la España de los años treinta, aquella en la que la quiebra de la convivencia enfrentó a unos españoles con otros, lo conocemos gracias a los estudios que sobre la República, los movimientos obreros y nacionalistas y los partidos políticos nos han ofrecido Robinson, Preston, Romero Maura, Fusi, Carr, Malefakis, Tusell, Payne, Pabón, De la Cierva, Palacio Atard, Romero y Velarde, así como de las estimables memorias de protagonistas tan destacados como Gil Robles, Chapaprieta, Gordón Ordax, Simeón Vidarte, Alcalá Zamora y, sobre todo, Azaña, no pudién dose desdeñar los testimonios d00 die ron la vida por su causa. Afirmar que todos los demás fue ron desleales o traidores, me parece indecoroso. La distribución por procedencias de este personal n° era, en modo alguno, homogénea. Quedaron con el Go
bierno una notable mayoría de los que ocupaban los em pleos superiores, generales y jefes, como consecuencia ló gica de su mayor concentración en Madrid —sede de la Administración Central Militar y de todas las dependencias y establecimientos centrales— y de su menor disposición, por razón de edad, para las aventuras revolucionarias. Por el contrario, fue abrumadora la mayoría de los que entre la joven oficialidad subalterna se unieron a los sublevados. Los oficiales procedentes de tropa, que eran muy num ero sos a partir de la ley de 5 de diciembre de 1935, mantuvie ron, en general, una actitud disciplinada, y en la inmensa mayoría de los casos se limitaron a obedecer a sus superio res, por lo que su distribución final respondió fielmente a su posición inicial. A la cabeza de las Fuerzas Armadas estaba el Estado Mayor General, constituido por tres tenientes generales, empleo declarado a extinguir por Azaña; 24 generales de división y 58 generales de brigada. El mando superior lo ejercían los ocho generales jefes de División Orgánica, el de la División de Caballería, los comandantes generales de Baleares y Canarias, el director general de Aeronáutica y los inspectores generales de la Guardia Civil y Carabineros estando al frente del ejército de Marruecos el jefe superior de las fuerzas militares de Africa. Teóricamente por en cima de ellos —pero sin mando—, el jefe de Estado Mayor Central y los tres generales inspectores; pero en realidad eran sólo 15 los que tenían mando directo sobre las tropas, y de ellos sólo cuatro se sumaron al alzamiento: el jefe de la 5.a División Orgánica, los comandantes generales de Ba leares y Canarias y el inspector general de Carabineros. En el Anuario militar de 1936 figura la situación del per sonal en activo a primeros de abril, y en él solamente existen 57 generales de brigada; pero es que entre la fecha de su publicación y la del alzamiento se produjeron las bajas de don Amado Balmes Alonso, que murió de accidente ortuito el 16 de julio, y de don Eduardo Augustin Ortega, pasó a la reserva el 12 de abril, y las altas de los coro neles de Infantería don Manuel García Benet y don Mifiuel Campins Aura y el coronel de Caballería don Antonio ■crrer de Miguel, con lo que se llega a los 58 generales de ''"fiada que había en activo el 19 de julio de 1936. demás de estos 85 generales figuraban en las escalas
activas cinco de la Guardia Civil, dos de Carabineros, uno del Cuerpo Jurídico, cuatro de Intendencia, dos de Inter vención y cuatro de Sanidad Militar, lo que elevaba el nú mero de oficiales generales a 103, y aún habría que añadir a Millán Astray a la cabeza del Cuerpo de Inválidos; pero el carácter especial de este Cuerpo no permite en rigor contabilizar a sus miembros como parte activa del Ejército aunque siguieran perteneciendo a él. De estos 103 generales* seis murieron en zona naciona lista al principio de la guerra. El general don Domingo Batet Mestre, jefe de la 6.a División Orgánica con cabecera en Burgos, que fue condenado a muerte en consejo de guerra celebrado en Burgos el 8 de enero de 1937 y fusi lado el día 12 del mes siguiente 2. El general don Enrique Salcedo Molinuevo, jefe de la 8.a División, con residencia en La Coruña, y fusilado en aquella misma ciudad. El gene ral don Miguel Núñez del Prado y Susvielas, director ge neral de Aeronáutica y desde el 19 de julio jefe de la 2.a Inspección General del Ejército, que fue hecho prisionero por los sublevados en Zaragoza, ciudad a la que se dirigió con ánimo de impedir que la 5.a División se uniera a los rebeldes, y que desapareció en circunstancias aún desco nocidas. El general don Miguel Campins, jefe de la 3.a Brigada de Infantería y comandante militar de Granada, fusilado en Sevilla. El general don Rogelio Caridad Pita, jefe de la 15 Brigada de Infantería en La Coruña, fusilado en esta ciudad; y el general don Manuel Romerales Quin tero, jefe de la Circunscripción Oriental Melilla-Rif de las fuerzas militares de Marruecos. Finalizada la guerra fueron juzgados en consejo de gue rra, sentenciados a muerte y fusilados don Toribio Martí2 En el inmoderado afán de dramatizar acontecimientos ya de por sí suficientemente dramáticos» se viene afirmando que el general Batet fue condenado a dos penas de muerte, y no falta quien dice que, con macabra ironía, le fue conmutada una. La verdad es que la sentencia dice textual mente: «Falladlos: Que debemos condenar y condenamos al Excmo Sr. General de División don Domingo Batet Mestre a la pena de muerte, con las accesorias en caso de indulto que determina el párrafo 2.° del artículo 185 del Código citado, y debiendo reintegrar, en concepto de r e s p o n s a b i lidad civil, los daños que en su día puedan ser fijados y atribuidos por ** participación que por esta se n t e n c ia se declara probada.» Firmaban Burgos a 8-1-37 todos los componentes del consejo de guerra. La cau*9 era la 1 30/36.
nez Cabrera, comandante militar de Cartagena al iniciarse la contienda, y don José Aranguren Roldán, jefe de la 5.a Zona de la Guardia Civil, con cabecera en Barcelona. Muchos autores, aunque cada vez menos, añaden a estos ocho hombres otros muchos, hasta un total que sobrepasa, en ocasiones, el doble de esa cifra. Habitualmente figuran en la lista de los asesinados o fusilados por los nacionalis tas los generales de división don Agustín Gómez Morato, don Juan García Gómez Caminero, don Nicolás M olero Lobo y don José Fernández de Villa-Abrille Calibara, y los generales de brigada don Julio Mena Zueco, don Víctor Carrasco Amilibia y don Julián López Viota. Don Agustín Gómez Morato, que era jefe de las fuerzas militares de Marruecos, fue detenido el 17 de julio en M e lilla, adonde llegó en avión procedente de Larache para tratar de abortar el recién iniciado alzamiento; pilotaba el avión su yerno, el capitán de Aviación don Santos Rubiano Fernández, que moriría el 3 de enero del 37 cuando su avión fue derribado en el frente de Madrid, sector de Po zuelo, por el fuego republicano. En las filas nacionales fi guraron, además de éste, tres de sus hijos. El general per maneció arrestado toda la guerra. Causó baja en el Ejército por decreto número 125, de 23 de diciembre de 1936, BOE número 67, y, finalizada ésta, fue procesado en la causa número 1/1940, compareciendo ante la sala de justi cia del Tribunal Supremo del 4 de julio de 1941. Fue con denado a la pena de doce años de prisión mayor, aunque pronto quedó en libertad, fijando su residencia en Valen cia, donde falleció el 1.° de febrero de 1952. El general García Gómez Caminero ocupaba la Jefatura de la 3.a Inspección General; en vísperas del alzamiento viajo por todas las divisiones sometidas a su inspección para tratar de disuadir a los que quisieran sublevarse. El 19 Je estaba en León y durmió en Astorga; y al com pro bar que la sublevación era inevitable, consiguió atravesar la rntera portuguesa, desde donde marchó a Madrid acom pañado de su jefe de Estado Mayor, el general Ramírez ríguez. bormó parte del tribunal que condenó a niucrtc al general Fanjul, fue jefe de la 3 a División, en la jluc sustituyó al general Miaja, y poco después fue nom- (> 'nsPector de la División de Albacete y de las provinlIANA, Doy fe (Londres 1939) p.65 (cit. por Hugh ornas y muchos otros). p 12 i " AI As U r ra x a h a l, HixJorta del Ejército Popular de la República 1.1
en libertad. Murió de enfermedad el 6 de diciembre de 1945. Finalmente, el general Víctor Carrasco Amilibia, al que dan por fusilado todos los autores comunistas y algunos otros, era el jete de la 6.a Brigada de Artillería y se sumó al alzamiento, pero tue destituido por García Escámez al entender éste que su actuación pecaba de debilidad y ne gligencia. Fue arrestado y trasladado a la ciudadela de Pamplona el 20 de julio. Causó baja por Decreto número 131 en la misma fecha que casi todos los restantes genera les y se le procesó en la causa número 9.087/38. Compa reció ante el consejo de guerra en Burgos el 14 de octubre de 1939 y se le condenó a tres años y un día de prisión correccional, quedando en libertad por tener extinguida la condena. En resumen, los nacionalistas dieron muerte a ocho ge nerales, de los que siete formaban parte del Estado Mayor General y uno de las fuerzas de O rden Público. En territorio republicano, los generales en activo muer tos fueron los tenientes generales don Pío López Pozas y don José Rodríguez Casademunt; los generales de división don Eduardo López de Ochoa y Portuondo, don Manuel Goded Llopis, don Rafael Villegas Montesinos y don Joa quín Fanjul Gómez; los generales de brigada don Gonzalo González de Lara, don Francisco Patxot Madoz, don José García Aldabe y Mancebo, don Federico de Miquel Lacourt, don Alvaro Fernández Burriel, don Manuel Lon Laga, don Jacinto Fernández Ampón, don Oswaldo Capaz Montes, don José Bosch Atienza, don Justo Legorburu Domínguez Matamoros, don Emilio Araujo Vergara y el general de la 1.a Zona de la Guardia Civil, don Luis Grijalbo Telaya. Además sufrieron esa misma suerte los in tendentes general don José Marcos Jiménez y don Fran cisco Jiménez Arenas y murió en la cárcel de las Ventas el día 28 de noviembre de 1936 el general jurídico don An gel García Otermín. El balance final se sitúa en ocho generales muertos en zona nacional y 21 en territorio gubernamental, lo que hace un total de 29, que representa un porcentaje del 28,15 por 100 de los que estaban en servicio activo. En la Armada, la situación era la siguiente: figuraban en los Estados Generales seis vicealmirantes y 13 contralifli-
rantes, pero el 18 de julio se habían reducido estos últi mos a 12, pues con posterioridad al 1 de junio pasó a la reserva el vicealmirante don Tomás Calvar y Sancho, falle ció el también vicealmirante don Sebastián Gómez Pablos y Rodríguez Arias y ascendieron a vicealmirantes en sus va cantes los contralmirantes don Francisco Márquez Román y don Indalecio Núñez Quijano y en las que éstos ocasionaron sólo el capitán de navio don Adolfo Leiría y López. Había, además, tres generales de Ingenieros, dos de Artillería, uno de Infantería, uno de Máquinas, tres de Intendencia, tres de Sanidad y tres jurídicos; es decir, 16 generales o asimilados, que, unidos a los 18 almirantes, totalizan 34 oficiales generales. Murieron en zona nacional el contralmirante don Anto nio Azaróla y Gresillón, comandante del arsenal de El Fe rrol; el igualmente contralmirante don Camilo Molins Ca rreras, que ocupaba el mismo puesto en Cartagena, y que fue condenado a muerte y fusilado después de terminada la guerra, y el general auditor don Fernando Berenguer y de Las Cajigas, que sufrió idéntica suerte. Azaróla murió en El Ferrol, Molins en Cartagena y Berenguer en Barce lona. En zona republicana fueron fusilados o asesinados ios al mirantes Márquez, Navia Osorio, Salas González, Del Río, Pascual de Povil, Fontenla y Cervera Valderrama; y los ge nerales González de Aledo, del Cuerpo de Ingenieros; Martínez Ayala, del de Intendencia, y García Parreño y Martínez Cabañas, del Cuerpo Jurídico; con lo que el ba lan final se establece en tres almirantes o generales fusi lados por los nacionalistas y 11 por los republicanos, en conjunto, 14 almirantes o generales de un total de 34, lo que supone más del 40 por 100; terrible porcentaje, que se eleva al 50 por 100 si nos referimos a los miembros del almirantazgo, de los que murieron violentamente °ueve de sus 18 componentes 6. Enorme sangría la del generalato, que perdió más del 30 Por 100 de sus miembros, con un índice de mortalidad (> r n ^m c r o 95, correspondiente a febrero de 1976, «Historia ” Public» un artículo mío con el título Los 40 generales víctimas *'uerra ftvtl. En el decía: «Abrigo dudas de la suerte que corrieron kunos generales». Hoy estas dudas se han disipado, y los 40 de entonV i n
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(cs suben a 43.
superior al doble de las más castigadas unidades de cho que. Los restantes generales, los que quedaron vivos, no sufrieron tampoco muy buena suerte. Ya hemos visto la que les deparó la fortuna a los generales con mando en zona nacional que no se sumaron al alzamiento. Los otros, en una u otra zona, fueron en su mayoría separados del servicio o pasados a la reserva; muy pocos se salvaron de la sanción y fueron muchos los castigados en ambas zonas. Quedaron en el servicio activo 17 generales en zona na cional y 22 en la republicana. De los sublevados, uno, Franco, alcanzó el puesto de generalísimo de los Ejércitos y jefe del Estado; cuatro: Mola, Queipo de Llano, Saliquet y Orgaz, mandaron ejército; dos: Varela y Espinosa de los Monteros, cuerpo de ejército. Los restantes se limitaron a ocupar puestos subalternos en la Administración civil o mi litar. En zona gubernamental, uno llegó a ser ministro de la Guerra: Castelló; otro, fugaz jefe del Estado Mayor Cen tral: Martínez Cabrera; otro, jefe de grupo de ejércitos y, al final de la guerra, generalísimo de Tierra, Mar y Aire, con funciones delegadas del Gobierno para la zona Centro-Sur: el general Miaja; y siete más mandaron, de forma más o menos continuada, ejército: Riquelme, Pozas, Martínez Monje, Bernal, Llano de la Encomienda, Gámir y Carde nal, éste accidentalmente. Resumiendo el capítulo de personal, podemos afirmar que, en cuanto a efectivos, se produjo una situación de equilibrio, que se rompía a favor del bando nacional por h superior calidad de las fuerzas africanas. El ejército territorial tenía sus unidades casi permanen temente incompletas por licencias y permisos. Muchas ve ces diseminadas en destacamentos alejados entre sí y de sus planas mayores; asimismo, una buena parte de sus efec tivos se distraía en rutinarios servicios de plaza y cuartel Como consecuencia de ello, un grado bajísimo de instruc ción y unos niveles de eficacia escasamente superiores a los de una fuerza irregular, como habría de ponerse de manifiesto apenas iniciada la guerra.
3.
Las armas y los medios de combate
Una vez que hemos visto cómo se distribuyó el pers°' nal, vamos a ver cómo se repartió su material:
Con arreglo a las previsiones de Azaña, los regimientos de Infantería disponían de una reserva de armas para cons tituir su tercer batallón; los batallones de zapadores, de la necesaria para armar a un 25 por 100 de soldados sobre sus efectivos de paz; los regimientos de Artillería, para constituir un tercer grupo, y, en general, todos los restan tes Cuerpos contaban con una reserva igual al 25 por 100 de la dotación de sus unidades. Todos los Cuerpos dispo nían de las reservas reglamentarias. Las dotaciones de armamento, municiones y material de los Cuerpos armados indican una existencia en los Cuerpos activos peninsulares e isleños de 105.160 fusiles, y en el Ejército de Africa, de 26.934 en las fuerzas regulares y de una cifra que desconocemos, pero que no sería inferior a los 10.000 mosquetones y fusiles, en las dependientes del Majzen. Disponían, por tanto, las unidades de un número de armas portátiles incluido entre un mínimo de 140.000 y un máximo de 145.000. En los parques divisionarios y de Cuerpo de ejército se almacenaba una ingente cantidad de armas de este tipo procedentes de los stocks previstos para la movilización y de los remanentes que había producido la drástica reduc ción de regimientos operada por Azaña. Desconocemos las cifras exactas de lo almacenado, pero todo hace suponer que ningún parque divisionario disponía de menos de 25.000 fusiles, siendo la cifra de los conservados en los * Parques de Cuerpo de Ejército, como poco, el doble de ésta; lo que eleva el número de estas armas en poder del Ejército a una cifra comprendida entre la 40U.000 y las 500.000. Las fuerzas de Seguridad y Orden Público eran deposita rías de las suyas propias y de las del antiguo Somatén, y, siendo 64.650 los suboficiales y guardias dotados de este armamento, no resulta aventurado asegurar que, con toda probabilidad, el número de armas de este tipo en poder de estos Cuerpos rebasaría la cifra de las 100.000. La Marina almacenaba sus propias reservas, y las del disuelto Cuerpo de Infantería de Marina y tenía a disposiCl()n inmediata las de dotación de la marinería y las de los 4íww\S a cxtmKuir de Infantería de Marina; como mínimo, ■■>'uM)() armas. Ll Servicio de Aviación, que contaba con 4.698 subofi-
dales y soldados, dispondría de un mínimo de 5.000 fus¡. les, y los Cuerpos locales de Cataluña y las Vascongadas, de cuando menos, un millar. El total general rebasaba, de largo, las 600.000 armas portátiles, cifra suficiente para equipar a 438 regimientos de tres batallones del tipo orgánico reglamentario. El Gobierno retuvo las pertenecientes a los Cuerpos armados que quedaron de su lado, las conservadas en los parques de Madrid, Barcelona y Valencia y las de las fuer zas locales. Las del Ejército eran 50.339, sin contar las del recién creado Batallón Presidencial, que disponía de no menos de 405. En los parques de Madrid, Barcelona y Valencia ha bría, como cifra mínima, 150.000. En Madrid, la cifra se sitúa, según las fuentes más solventes, entre 50.000 y 65.000. En Barcelona, el número sería muy semejante, aunque Ricardo Sanz —miembro de la Comisión organiza dora de las columnas catalanas y uno de los máximos diri gentes militares de la CNT— ha escrito que «en la Maes tranza de Artillería situada en los cuarteles de San Andrés estaban depositados 90.000 fusiles y grandes cantidades de ametralladoras, bombas y municiones y material» 1. En Va lencia hubo suficientes para dotar a las columnas que salie ron hacia Teruel, Andalucía, el Centro y Baleares, incluso para dejar en posesión de la CNT local una decena de mi les de fusiles; y aún se pudieron enviar a Madrid 20.000, según testimonio oficial del Partido Comunista 8. En el territorio de la 3.a División eran varios los miles de fusiles almacenados en los pañoles de la base naval de Cartagena, y si a ellos sumamos los de las dotaciones de la flota, la casi totalidad de los que tenían en su poder las fueras aéreas y todos los de los Cuerpos forales, llegamos a la conclusión de que el Gobierno dispuso desde el primer momento de unas 275.000 armas largas, lo que le hubiera permitido dotar a 205 regimientos de tres batallones del tipo reglamentario. Las dotaciones de fusiles ametralladores y ametralladoras 7 R i c a r d o S a n z , L os que fuimos a Madrid. Columna D urruti-26 Di
visión p.55. H Guerra y revolución en España. Comisión presidida por Dolores Iba rran, 1. 1 p.172.
ran de 2.247 y 1.458, respectivamente, para el ejército territorial y 528 y 220 para el de Africa. El G obierno con servó 879 fusiles ametralladores, 628 ametralladoras y 698 m orteros. Cifras reducidas que mejorarían notablem ente, pues las existencias en lo s parques eran cuantiosas, aunque
para mí desconocidas. Si suponemos que, como en el caso de los fusiles y mosquetones, lo almacenado doblaba en núm ero a lo m ante nido en las unidades, el G obierno hubiera podido dotar de fusiles ametralladores a 17 5 batallones; de ametralladoras a 234, y de morteros, a 123. Naturalm ente, las unidades que combatieron en la guerra en uno y otro campo se m antu vieron con dotaciones muy por debajo de las reglamenta rias de preguerra, lo que da una idea de las posibilidades de que dispuso el G obierno, que de lo que estaba más pobre, que era de morteros, los podía fabricar, pues tanto los morteros de 50 como los de 81 se fabricaban íntegra mente en España y su construcción no ofrecía ninguna di ficultad técnica especial. Las plantillas artilleras del ejército territorial ascendían a 1.124 piezas; de ellas, 128 cañones de Infantería, 788 ca ñones y obuses de campaña, 116 piezas en los regimientos de costa y 16 en los grupos antiaéreos. En Africa había 85 piezas, una en cada uno de los batallones de cazadores, tres en las legiones del Tercio, 28 en cada una de las agrupa ciones, tres en los grupos de fuerzas regulares indígenas y dos en el Sahara. Casi seguramente, las dotaciones del re cientemente creado batallón de Tiradores de Ifni sumarían otras tres piezas más, lo que elevaría el total a 88, de las que 32 serían cañoncitos de Infantería. El resumen se establecía en la forma siguiente: 157 pie zas de acompañamiento de Infantería, de las que 56 quearon en poder del Gobierno; 844 piezas de campaña, de ellas 788 en el ejército territorial, de las que el G obierno retuvo 328; 16 antiaéreas, de las que ocho quedaron en zona gubernamental, y 116 cañones de defensa de las cosas> e los que 92 conservó el G obierno; de esas 92 piezas, uando menos 24 eran antiaéreas. Gil ^ tas’ clue eran ^as dotaciones reglamentarias, el F ° f S ^ ^ asares Quiroga mejoraron las de Baleares y en 1 ^art'r ^935, cuando la tensión producida editerráneo como consecuencia de la aventura ita-
liana en Abisinia produjo una tensión internacional que nos obligó a reforzar esos puntos sensibles de nuestra geo grafía en previsión de un posible conflicto que nos forzara a la defensa de nuestra tradicional neutralidad. Sabemos con certeza que a Menorca fueron tres baterías antiaéreas de 105 mm. —que aumentarían a doce el número de estas piezas con que contó el Gobierno— y 30 piezas antiguas de Marina, que se instalaron en Mallorca. Los elementos artilleros que quedaron en poder del Gobierno fueron relativamente escasos: el 43,06 por 100 del poder actual del Ejército territorial y el 40,03 por 100 del conjunto de la masa artillera del Ejército español; pero esta proporción mejoraba notablemente, porque una frac ción importante del poder artillero de los sublevados se encontraba inmovilizado en Marruecos y en los archipiéla gos; porque existía gran número de piezas en los parques y porque más de 100 se encontraban en construcción avanzada en La Constructora Naval, de Reinosa, o en trance de modernización en Trubia y Placencia de las Ar mas. En Trubia se modernizaban los cañones de 75 y se fabri caban los de calibre 45, 105 y 155 mm. En Reinosa se encontraban en estado avanzado de fabricación 24 nuevas baterías, de las que por lo menos cuatro estaban total mente disponibles para su entrega; y en Placencia de las Armas se hallaban dispuestas las piezas ligeras que habrían de equipar a los nuevos cruceros Canarias y Baleares. Estas piezas de la reserva quedaron, en su totalidad, en poder del Gobierno. En Trubia pasaban del centenar las que se almacenaban o fabricaban, y así el Comité de guerra asturiano dispuso muy pronto de una neta superioridad ar tillera; de las 96 que se construían en Reinosa, 18 estuvie ron disponibles inmediatamente. En los parques de Ma drid, Valencia, Barcelona y Cartagena se custodiaban más de un par de centenares. Sólo en Madrid, el número de piezas existentes pasaba seguramente de 50, de las que 43 se pusieron en servicio inmediatamente. Con esta preci sión, la relación final de material artillero se establece así: En zona gubernamental, 484 piezas, de la dotación or gánica de los Cuerpos armados, y un mínimo de 200 piezas disponibles en parques y fábricas, con un total a corto plazo del orden de las 700, con posibilidades de increm efl'
tarlo por encima de las 800 en un breve período de tiem po. Como hemos dejado indicado, el total teórico que con arreglo a la ley debía existir en los Cuerpos era de 844 piezas d e campaña, independientemente de las reservas acum uladas en vistas a una eventual movilización.
El mariscal soviético Voronof, que fue consejero princi pal de la artillería del Ejército Popular, afirma que el nú mero de piezas con que contaba el Ejército el 18 de julio era de 756, exactamente el número correspondiente a las dotaciones de los regimientos del Arma, pero no se incluye las correspondientes a los grupos mixtos ni las piezas de Astu rias, y de ahí que su número difiera del indicado por noso tros exactamente en las 20 piezas de las dotaciones regla mentarias de los grupos mixtos de los archipiélagos, las 12 del grupo de montaña de la brigada de Asturias y las 56 de las dos agrupaciones del Protectorado, y, según él, de esas piezas sólo 220 quedaron con el Gobierno, pero su conta bilidad es tremendamente caprichosa. Sólo incluye 60 de las 63 baterías en armas que permanecieron en zona gu bernamental y se olvida de las 12 de la reserva de cada Regimiento, aunque no cuando hace el cómputo del con junto nacional; doble contabilidad que recuerda la de Azaña cuando comparaba las cifras del personal que en contró a su llegada al Ministerio y a las que lo redujo a través de su gestión. Así, a los regimientos enemigos con tabiliza no sólo sus 36 piezas reglamentarias, sino además las 12 de la reserva de los propios. Sin embargo, el mariscal soviético nos da algunas infor maciones interesantes; así, ai hablar de los regimientos de Costa y grupos antiaéreos, dice que contaban con unas 150 piezas de costa desde 101,6 hasta 381 mm. de calibre y cerca de 60 cañones antiaéreos de distintos sistemas y cali bres . Las dotaciones eran exactamente de 208 cañones de estos tipos, 192 en los cuatro regimientos de Costa y 16 en os dos grupos de Defensa contra Aeronaves, cifra coincientc también en este caso con las que nos indica el marisP l esc conjunto de piezas, 124 quedaron en poder del o cierno, las 116 de los regimientos de Cartagena y a ion y las ocho del grupo antiaéreo de Carabanchel. orno recapitulación general, subrayamos el hecho de después de haberse desprendido de los que consideraba derrotistas, mantiene a Rojo al frente del Esat o Mayor Central y se lanza a una tarea reorganizativa ° n a pretensión de rehacer, una vez más, al Ejército Po-
pular y situarle otra vez en paridad, y si es posible en supe rioridad, con el victorioso enemigo. Era una aspiración aparentemente utópica. A la destrucción absoluta del Ejército del Norte se aña dían el ingente desgaste sufrido por los Ejércitos del Este y de Maniobra y las numerosísimas reservas que acudieron a reforzarlos, el dislocamiento de gran número de unidades, la pérdida de decenas de miles de hombres prisioneros, muertos o heridos y una tremenda baja de moral. Pero ni Negrín ni Rojo eran hombres que se arrugaran ante las dificultades, y, apenas consumado el corte al mar, ya están en la tarea de levantar un nuevo ejército. Las Subsecreta rías del Ministerio de Defensa pasan a estar ocupados por el teniente coronel Cordón, el teniente coronel Núñez Mazas y el coronel Játiva. En Armamento continuaba el doctor Otero. Los relevados eran el coronel Pérez Salas, que había sus tituido en marzo a Fernández Bolaños; el almirante Fuen tes y el coronel Camacho. También cesó el comisario ge neral, Crescenciano Bilbao, solidarizado con Indalecio Prieto, y le sustituía Bibiano Fernández Osorio y Tafall, un republicano filocomunista. Los jefes de Estado Mayor de Aire y Mar fueron sustituidos por Martín Lunas y Pe dro Prado Mendizábal. Las disposiciones fueron acompañadas por el llama miento inmediato de tres reemplazos; los de 1928, 1927 y 1941, que fueron movilizados el día 13 de abril, y que seguían de cerca a los de 1929 y 1940, llamados a f¡las el 22 de febrero. Como complemento de ellas se decretaba la incorporación de todos los obreros y técnicos de la cons trucción comprendidos en los reemplazos del 26, 25, 24, 23 y 22, que debían incorporarse inmediatamente a filas para impulsar la construcción de las líneas defensivas que habrían de establecerse inmediatamente. Con toda esta gente se iba a levantar el Ejército. Se ex trajo un batallón veterano de cada una de las 92 brigadas que no habían participado directamente en la batalla, y que, por tanto, se encontraban intactas, y se ordenó orga nizar con ellos 23 nuevas brigadas, que con los reclutas y reservistas permitirían reconstruir los cuerpos de ejército perdidos en el Norte, el XIV, XV, XVI y XVII, restable ciendo la relación numeral sin solución de continuidad. Las
nuevas brigadas y divisiones cubrirían los números perdi dos en el Cantábrico o en Aragón. El día 16 de abril dic taba Rojo una orden general reservada en la que se dispo nía la constitución del Grupo de Ejércitos de la Región Centro-Sur, al mando del general Miaja, que cesaba en el Ejército del Centro, en el que le sustituía accidentalmente el general Cardenal, y definitivamente el coronel Casado, que dejaba el mando del Ejército de Andalucía al coronel Moriones, hasta entonces jefe del I Cuerpo de Ejército, del que se hizo cargo el teniente coronel Barceló. Miaja se lanza a una amplia y profunda tarea de reorga nización, que recuerda a la que llevó a cabo en circunstan cias anteriores, cuando le fueron confiados sus anteriores mandos en las fuerzas de defensa de Madrid, Cuerpo de Ejército de Madrid, II Ejército y Ejército del Centro. Si mala era la situación de Miaja, que había tenido que em pobrecer notablemente sus unidades para acudir en auxilio de los desmantelados Ejércitos del Este y de Maniobra, la de éstos era francamente deplorable. El Ejército del Este había dejado prácticamente de existir y el de Maniobra se encontraba disperso, disminuido y separado; la fracción de él que quedó al norte del río Ebro dio origen a la que inicialmente se llamaría Agrupación Autónoma del Ebro, y, al crecer, al Ejército de este mismo apelativo. Ambos Ejércitos, el del Este y el del Ebro reconstituidos, se inte grarían en una entidad superior que se creó el día 22 de mayo con el nombre de Grupo de Ejércitos de la Región Oriental, al mando de Saravia, que cesaba en el del Ejér cito de Levante. En esa misma fecha, H Ejército de Le vante absorbe al de Maniobra, que, al mando del general Menéndez, se mantenía defendiendo ásperamente los ac cesos a Valencia desde la Plana de Castellón. El Ejército en su totalidad debería quedar así: G
r u p o de
Ej é r c i t o s
de la
R e g ió n O
r ie n t a l
Ejército del Este: Cuerpos de Ejército X , X I, XVIII y XII, con 12 divisiones y 36 brigadas mixtas. Ejército del Ebro: Cuerpos de Ejército V y el nuevo XV, con cuatro divisiones y 12 brigadas mixtas. Unidades Autónomas: 43 División, con tres briga-
das, aislada en los Pirineos, y la Agrupación de costas Norte, con tres brigadas. Total de Fuerzas del GERO: Dos ejércitos y seis cuerpos de ejército, con 19 divisiones y 60 brigadas mixtas. G
r u p o de
Ejé r c it o s
de l a
R e g ió n C e n t r a l
Ejército del Centro: Cuerpos de Ejército I, II, III, IV y VI, con 15 divisiones y 45 brigadas. Ejército de Levante: Cuerpos de Ejército XIII, XIX, XXI y XXII, con 12 divisiones y 36 brigadas. Ejército de Extremadura: Cuerpos de Ejército VII y VIII, con cinco divisiones y 18 brigadas. Ejército de Andalucía: Cuerpos de Ejército IX y XXIII, con cinco divisiones y 15 brigadas. Defensa de Costas: Una brigada. T o t a l DEL GERC: 13 cuerpos de ejército, 38 divisio nes y 115 brigádas. R e s e r v a s g e n e r a l e s a constituir: Cuerpos de Ejér cito XVI, XVII y XX, con nueve divisiones y 27 brigadas, todas de nueva creación, que se organi zarían en las zonas de Tarancón, Segorbe-Sagunto y Manzanares-Linares. Con arreglo a estas disposiciones reaparecían los Cuer pos de Ejército XVI, XVII y XX, las Divisiones disuelta? o perdidas 29, 42, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 60, 68 y una mixta sin numeración todavía, y las Brigadas 21, 59, 60, 61, 84, 95, 128, 210, 224, 226, 227, las 180 a 208 inclu sive y dos sin número, que llevarían las letras C (Cuerpo de Carabineros) y M (Infantería de Marina). No renacían el XIV Cuerpo de Ejército, las Divisiones 55, 56, 57, 58, 59, 61 y 62, siendo la de mayor número la 73, y las Briga das 56 y 154 a 179 inclusive, siendo la última la 228. El plan no pudo llevarse a cabo como se había trazado, pero no se diferenció demasiado de él. Los cuerpos de ejército reaparecieron en su totalidad, pues el XIV era el llamado de guerrilleros, de composición especial. Las divi siones se rehicieron todas, excepto la 57, 58 y 59 y las brigadas, salvo las 166, 167, 168, 169, 170, 171, 172, 184, 185, 186, 187 y 188; es decir, todas menos 12.
Para darse cuenta del esfuerzo que esto supuso, baste señalar que entre agosto y diciembre de 1937, en el gigan tesco esfuerzo de Prieto, aparecieron 10 nuevas divisiones,
las números 63 a 72; 16 nuevas brigadas mixtas, las nú mero 209 a 224, y cinco cuerpos de ejército, los numera dos del 19 al 23; en esta ocasión aparecerían otros cinco cuerpos de ejército, 12 divisiones y 32 brigadas mixtas. El resumen total es de 23 cuerpos de ejército, 70 divi siones y 202 brigadas mixtas. A ellas habría que añadir los efectivos del XIV Cuerpo de Ejército de Guerrilleros; pero la composición de éste era muy especial, y sus unida des no eran homologables a las de la misma designación del Ejército regular. Este Cuerpo de Ejército se creó en el mes de octubre de 1937 con seis divisiones, y en esta or ganización quedó reducido al Cuartel General, pues los guerrilleros pasaron a encuadrarse en los Ejércitos a razón de una división por cada uno de ellos, que se numeraron a partir de la 100, siguiendo los múltiplos de esa cifra; eran, por tanto, las Divisiones 100, 200, etc., todas ellas a cuatro brigadas, que llevaron los números 157 a 165 y 230 a 241. Las divisiones tenían 643 hombres; las brigadas, 160, y el total del cuerpo de ejército, 3.877. Es decir, todo el con junto tenía un volumen inferior al de una brigada mixta de línea, aunque, eso sí, con personal altamente cualifi cado. Pero toda esta ingente labor hubiera carecido de signifi cado sin medidas complementarias. No se trataba exclusi vamente de incorporar muchas personas v encuadrarlas había que levantar su espíritu. Y ésta es ia labor que de sempeñaría Negrín desde el Ministerio. La primera me dida, dictada el 11 de abril, fue la de creación de centros de recuperación de personal para recoger a todos los dis persos y devolverles la moral perdida. La segunda medida fue duplicar toda la organización de distribución, recupe ración, organización y reclutamiento, que tuvieron que en contrar su paralelo en la región catalana. Los CRIMS se ele varon a 19, de los que 13 radicaron en la zona Centro-Sur y seis en la catalana. Se amplió la instrucción premilitar que organizara Prieto, ordenándose que todos los muchac ios de dieciséis años recibieran instrucción militar en sus °calidades, impartida por comités de educación militar ^Ue en ellos se crearían por los consejos locales. Al cum-
plir los diecisiete pasarían a recibir instrucción militar completa en los CRIMS. De hecho era ampliar la movilización a dos reemplazos más de los llamados legalmente a filas. En la unificación de los servicios se dio un gran paso adelante cuando en mayo se integran los servicios sanitarios de Tierra, Mar y Aire, bajo la dirección del doctor Puche, y cuando en no viembre se hace lo mismo con los de Intendencia, nom brando intendente general, con categoría de Subsecretario, al diputado socialista Trifón Gómez. Las dificultades em pezaron cuando se quiso hacer lo mismo en el terreno de la movilización industrial. Al crear, por decreto de 18 de agosto, la Dirección de Industrias, vinculada al ministro de Defensa Nacional, se desencadena una grave tormenta política. Ya Prieto había disuelto la Comisión de Industrias de Guerra de Cataluña por considerarla innecesaria desde el momento en que el Gobierno se instaló en Barcelona; pero la Generalidad mantenía el control de sus industrias a través de la Conse jería correspondiente, y la medida de Negrín fue muy mal recibida por el Gobierno autónomo, lo que provocó una crisis ministerial. Nacionalistas vascos y catalanes, tan poco respetuosos con la letra de la Ley autonómica, la con sideraron como un ultraje, y los ministros Ayguadé e Irujo, que los representaban en el Gobierno, dimitieron. La crisis se quedó en parcial bajo la fuerte presión del Ejército, y se resolvió nombrando como representantes de los nacionalismos periféricos al catalán Moix, del Partido So cialista Unificado de Cataluña, y al vasco Bilbao, de Acción Nacionalista Vasca. Otra unificación que levantó ampollas fue la de los ser vicios de propaganda. También aquí el precedente lo había marcado Prieto con una comunicación que fue origen de la sustitución de Alvarez del Vayo al frente del ComisariadoFinalmente, todos los servicios, que antes estaban disper sos, pasan al Ministerio de Estado, que los unifica en la Subsecretaría de Propaganda. Todas escás medidas se complementaban con las que iban directamente al alma del soldado. Para rehacer la mo ral se usan dos procedimientos. Por un lado, extremar el rigor hasta el terror, y, por el otro, prodigar los premios hasta el abuso en ascensos y recompensas. Diferentes me-
didas van agravando las penas aplicadas a los delitos milita res, con lo que el Código de Justicia Militar, que Azaña calificara un día de arcaico y duro, quedó ampliamente su perado. Por otro lado, autorizan a los mandos militares a obrar sin contemplaciones para reprimir los casos de aban dono, deserción o flojedad. Las órdenes en estos aspectos eran tremendas, como tremendas eran las medidas disci plinarias a que dieron lugar. Por otro lado, generosidad a todo pasto, nuevo regla mento de recompensas, todavía obra de Prieto, en el que se instituye la «medalla del deber», la «medalla del valor», la «placa del valor» y subsisten la «medalla de la Libertad» y la «placa laureada de Madrid». Restablecimiento el 14 de octubre de las suprimidas categorías de general de división y teniente general. Derogación del decreto de Prieto que exigía acuerdo del Consejo de Ministros para conceder as censos a teniente coronel a los oficiales procedentes de las milicias y supresión de cualquier límite en su posterior ca rrera. Estos se prodigarían a manos llenas y beneficiarían a miles de suboficiales y oficiales, tanto procedentes del Ejército como de las milicias. En esta línea de magnanimidad se insertan el indulto el 19 de agosto de todos los prófugos y desertores que se presentaran antes del 15 de septiembre de 1938; el de los destinados a los Cuerpos de disciplina que hubieran obser vado buena conducta durante un período mínimo de seis meses; y el sobreseimiento de la causa que por presun ta traición se seguía contra los generales Martínez Monje, Martínez Cabrera, Asensio y coroneles Villaiba y Her nández Arteaga. Es curioso que el procesamiento de éstos estuviese en la base de la maniobra para expulsar del Gobierno a Largo Caballero y que su rectificación corriera a cargo de los mismos hombres que entonces le usaron como arma política. Negrín, como antes Largo Caballero, al que trató de imi tar, aunque desde posiciones más templadas y acordes con *a política que dictaban los comunistas, afirmaba cada día de forma más amplia su poder personal. Y para robuste cerlo creó lo que llamó «delegados especiales de mi auto piad», para ser empleados en actividades y servicios rela cionados con la Defensa Nacional. Tendrían las funciones V atribuciones que en ellos delegara y «las más amplias de
inspección y propuesta». El primer nombrado para puesto de tanta confianza fue el diputado socialista Manuel Alvar. Es un proceso que muchos han llamado contrarrevolu cionario y que iba acusando un creciente centralismo, una prepotente autoridad del jefe del Gobierno y un someti miento cada vez mayor de partidos y sindicales. Iniciado por Largo Caballero, se había consumado en dirección contraria a la que éste quiso. Circunstancias militares dis tintas provocaban, con las mismas causas, efectos dife rentes. Después las cosas irían precipitándose; la batalla del Ebro sería seguida de la de Cataluña, y el derrumbamiento del Grupo de Ejércitos de la Región Oriental tendría los efectos definitivos que debió causar y no causó la destruc ción del ejército del Norte. En esta fase final todavía se harían nuevos intentos dt recuperación; la batalla del Ebro es el punto de arranque para la creación del que podríamos llamar IV Ejército Po pular. Este nace de una orden circular de 1.° de octubre, que merece la aprobación del presidente del Consejo de Minis tros y ministro de la Defensa Nacional, y que en su artícu lo 1.° dice así: «El Ejército de la República que opera en la Península quedará constituido por las siguientes unida des: dos grupos de ejércitos de composición variable, seis ejércitos de composición variable, 23 cuerpos de igual composición, salvo el número de divisiones dependientes, que serán dos o tres según los casos, y un cuerpo de ejér cito especial; 70 divisiones de igual composición, salvo el número de brigadas dependientes, que serán dos o tres, según los casos; 200 brigadas de línea, de igual composi ción; dos agrupaciones de defensa de costas, dos divisiones de blindados y tanques, cuatro brigadas de la DCA, cuatro brigadas y dos regimientos de Caballería, unidades de es pecialistas diversas encuadradas en los ejércitos y grupos de ejércitos». Esta formidable fuerza aumentó todavía al hilo de los acontecimientos, y así, a lo largo de la campaña de Cata luña, aparecen, de forma más o menos cuajada las Brigadas 228, 229 y 241 a 245, ambas inclusive, y las Divisiones 74 y 77; este último aliento orgánico sería el canto de cisne del Ejército Popular.
Los sublevados llamaron a su instrumento militar Ejér cito Nacional, y realmente no era caprichosa la designa ción, porque sus Fuerzas Armadas no rompieron nunca la continuidad que las unía con las de la República. En la zona llamada gubernamental o republicana se produjo una ruptura total con las instituciones del pasado, que fueron absolutamente desmanteladas, y sobre el solar producido edificaron un nuevo ejército sobre unos supuestos absoluta y totalmente nuevos. No sucedió así en la «zona nacional». Los «rebeldes» se mantuvieron en una línea de absoluta y total continuidad en lo orgánico, lo jurídico y lo adminis trativo. En principio, no entraba en sus cálculos el modificar el régimen, sino simplemente cambiar el Gobierno. El ór gano ejecutivo que había de encargarse de esta tarea sería la denominada Junta de Defensa Nacional, que se consti tuyó en Burgos el día 24 de julio y cuyo decreto fundacional se publicó en el D tano Oficial número 1 del día siguiente. Inicialmente, la componían el general Cabanellas, como presidente, y los generales Saliquet, Ponte, Mola y Dávila y los coroneles Montaner y Moreno Calderón como voca les. Posteriormente sería ampliada el día 30 de julio para dar cabida al capitán de navio Francisco Moreno, que re presentaría en ella a la Armada, y al general Franco. El día 18 de agosto entraría a formar parte del orga nismo el general Gil Yuste, y mucho más adelante, el 19 de septiembre, los generales Queipo y Orga? El general Kindelán ya debía figurar como miembro d*» la junta en estas fechas, pero su nombramiento no aparece en el Bole tín Ofictal de la Junta de Defensa. Esta Junta, enormemente pragmática, no introdujo nin guna reforma en la estructura del Ejército, limitándose a acer los reajustes precisos para que la máquina continuara uncionando; y así, por los decretos números 2 y 3, publi cados en el Diario Oficial número 1, de 25 de julio, se ,esi8na a Mola jefe del Ejército del Norte, y a Franco, jefe c.e os Ejércitos de Marruecos y sur de España. Es una divi das* qUC venia *mPuesta por la separación de las respectis zonas. Dentro de los territorios de cada uno de estos ,erc'tos, los jefes de las divisiones orgánicas actuaban con
una gran independencia y atendían a todas las operaciones que en ellos se desarrollaban. Contaban con las unidades presentes en los cuarteles y con las milicias, principal mente requetés y falangistas, que se habían incorporado a la lucha desde el primer momento. Para controlar su desa rrollo se designa al general Manuel García Alvarez, que recibe el nombramiento de inspector de Reclutamiento, Movilización e Instrucción de Voluntarios. A estos milicianos se les reconoció el mismo haber que a la tropa: tres pesetas, de las que había que deducir el coste de la manutención y una pequeña cantidad que se dejaba para la organización política de la milicia respectiva. Los problemas a que tenían que hacer frente eran de idéntica naturaleza a aquellos con que se enfrentaron sus contrarios; los frentes exigían la presencia de contingentes cada vez más numerosos y existía enorme dificultad en vestirlos, armarlos y encuadrarlos. Para resolverlos se acude a la movilización, y el día 9 de agosto se llama a filas a los reservistas de los reemplazos de 1933, 1934 y 1935; para encuadrarlos se asciende, con carácter definitivo, a todos los suboficiales y tropa, consiguiendo así el número de oficiales subalternos y sargentos necesarios. Como aun así seguía existiendo déficit, se fue a la creación de los ofi ciales provisionales en los que hasta la adjetivación viene a probar la preocupación del legislador por no romper la legalidad establecida. La disposición obliga —dice— «a romper ciertos moldes reglamentarios», y, por ello, la medida tendría únicamente «una efectividad provisional»; fue en esta frase donde na ció un apelativo que se haría famoso, pues en principio se había hablado de oficiales de complemento. Al no cum plirse las condiciones legales establecidas para la formación de este tipo de oficialidad, era necesario señalar de un modo claro que se trataba de una medida transitoria, exi gida por una circunstancia extraordinaria y sin ningún ca rácter de permanencia. Oficialmente se crearon dos escue las: una, para atender a las necesidades del Ejército del Norte, en Burgos, y otra, para cumplir idéntica función frente al Ejército del Sur y Marruecos, en Sevilla. En este período sólo hay un indicio de que algo pf°' fundo está cambiando en la zona nacional: el día 30 de agosto se publicaba el decreto número 77, en virtud del
cual se declaraba bandera nacional la bicolor roja y amari lla. Los combatientes la habían elegido, muy especialmente los requetés, ya que salieron con ella desde el mismo día 19 de julio, y el pueblo de la zona nacional la había hecho suya. Él decreto no hacía sino sancionar un hecho clara mente manifiesto. Queipo de Llano la había izado solem nemente en el balcón de la Capitanía de Sevilla quince días antes. Durante este tiempo, la acción militar iba configurando el carácter que habrían de tener las unidades sobre las que recaería el esfuerzo militar. Las Divisiones Orgánicas con figuraron de hecho otras tantas regiones autónomas y diri gían la acción militar y política en sus demarcaciones res pectivas. La 6.a División, con cabecera en Burgos, pero con su jefe en Pamplona, lanzó sobre Madrid dos importantes columnas: la que al mando de García Escámez salió de Pamplona con dirección a Guadalajara y la que desde Bur gos encaminó el coronel Gistau sobre Madrid a través de Somosierra. Ambas columnas se reunirían en una sola, al mando de García Escámez, después de comprobar que Guadalajara ya estaba en poder del Gobierno. La 7.a División había, a su vez, lanzado otra importante columna al mando del coronel Serrador, teniendo también como objetivo Madrid, que debía alcanzar a través del puerto de Guadarrama. Estas columnas nacionales se en frentaron con las de los generales Bernal y Riquelme, que defendían los accesos a la capital, y, como ellos, tuvieron que cubrir sus flancos a intervalos con otras flanqueantes. En Somosierra esta tarea fue encomendada a las columnas de Rada y Cebollino, y a ambos flancos de la de Guada rrama aparecieron las de Navaccrrada y de Avila, ésta for jada por grupos sueltos hasta que sus fuerzas se unieron, al mando del coronel Monasterio, primero, y del general aldés Cabanillas, después. Más a la derecha, hasta los límites entre las provincias extremeñas de Cáceres y Badal°z, las guarniciones de Plasencia y el propio Cáceres. a 6.a División, por exigencias obvias, tuvo que distraer en el Norte parte importante de sus fuerzas. De Navarra Calieron en dirección a lrún y San Sebastián las fuerzas que abrían de constituir la columna Beorlegui, con fracciones ,r,fiidas por Los Arcos y Ortiz de Zárate y las de Cayuela
y La Torre, coordinadas después por Iruretagoyena; y desde Vitoria, las que taponaban los accesos a la ciudad, al mando del teniente coronel Alonso Vega, y de Burgos, las que al mando de Moliner y Sagardía atendieron a los fren tes que se establecieron en los límites con las provincias de Vizcaya y Santander. En tanto, el general Ferrer, desde Pa tencia, cubría los accesos a la Meseta a través de la carre tera de Reinosa con la columna mandada por el teniente coronel Faorie. En el territorio de la 8.a División se atendió a los frentes astur-leoneses, y de Galicia salieron sucesivamente con di rección al Principado, las columnas de Ceano, Gómez Igle sias, Olio y Arteaga, que avanzaron, frente a dificultades crecientes, por tierras asturianas. Desde León, el coronel Lafuente Baleztena cubría los puertos de la divisoria, donde estableció un frente sumamente sólido. En Aragón, el empuje de las columnas catalanas, que tienen tras sí el importante sostén logístico, material y hu mano de Cataluña y Valencia, pone la situación muy difícil; la 5.a División se apoya en una serie de guarniciones loca les y en un gran número de pequeñas columnas que van cerrando el paso a sus contrarios. En Huesca, por donde se desarrolla inicialmente el más importante esfuerzo proce dente de Cataluña, se suceden en la Comandancia Militar de la plaza el general De Benito y los coroneles Solans y Beorlegui; en Teruel es el comandante Aguado el que se ve en la necesidad de cortar el paso a las fuerzas que se lanzan contra él desde Valencia; y en Zaragoza, la guarni ción de la capital de la Región y de la División Orgánica. Poco a poco se va configurando una serie de sectores defensivos: el de Jaca, al mando del coronel Caso; el de A yerbe, al del coronel Solans; el de Huesca, al del coronel Adrados; el de Zaragoza, al del teniente coronel U rru tia; el de Belchite, al de los coroneles Sueiro y Perales alterna tivamente; el de Calatayud, al del teniente coronel Mari' ñas, y el de Teruel, al del coronel Muñoz Castellanos. Sec to re s que variarían muy poco con el tiempo y que pasaron a denominarse circunscripciones. Apoyando a todos, la c0' lumna móvil del comandante Galera, que representaba e elemento de maniobra indispensable para taponar cual quier brecha que se produjera en un frente tan prolongado como débil y discontinuo.
Por Andalucía, Queipo de Llano, jefe de la 2.a División, lanzaba en todas direcciones pequeñas columnas que iban despejando el terreno, dando continuidad al territorio y fijando los frentes. Eran las columnas dirigidas por Arizón, Navarrete, Gómez Cobián, Figueroa, Rementería, etc., y fundamentalmente las africanas, dirigidas por Varela, que fueron el elemento dinámico de maniobra que permitió la soldadura de todos los núcleos y el establecimiento de un frente. Finalmente, la guarnición isleña de Mallorca tuvo que atender al notable peligro que representaba su aislamiento en un mar hostil, y materializado en el desembarco de Bayo. Al frente de la guarnición, el coronel Díaz de Freijó, con el también coronel Ramos Unamuno en la dirección de las operaciones. Uno y otro fueron sustituidos por los coroneles Cánovas y García Ruiz por su escaso mordiente en la dirección de las operaciones. Todas estas columnas tenían una composición suma mente heterogénea, variable y heterodoxa. Grupos de sol dados, en núcleos normalmente no superiores a una com pañía; voluntarios, milicias y guardias, en una mezcla to talmente improvisada, daban al conjunto una fisonomía peculiar y una eficacia muy relativa. Su parecido con aque llas con las que se enfrentaban era manifiesto, como se puso de relieve en todos sus enfrentamientos. Lo que realmente las diferenciaba era su talante, que en los repu blicanos era el de hacerse perdonar no ser milicias, y en los nacionales, el de lamentar no ser ejército. Distinción más profunda era la del ejército de Africa, pero éste tenía una presencia muy reducida, aun cuando se fuera incremen tando día a día. El Estrecho seguía en poder de la flota republicana y constituía una barrera infranqueable. El cordón umbilical que representaba el puente aéreo era sumamente débil, aunque gozara de la seguridad que inexplicablemente le prestó la ausencia de la aviación republicana. Los hombres ^ue pasaban por el aire eran poco más del centenar por día; pero aun así y todo, el teniente coronel Asensio pudo •niciar su marcha hacia el Norte desde Sevilla, el día 2 de agosto. Tres días más tarde se le unía Castejón y poco des pués Telia. Cada uno de ellos dirigía una pequeña columna c°n una bandera de la Legión, un tábor de regulares y una
batería de artillería, que supusieron algo absolutamente desconocido en la Península: unas fuerzas regulares bien encuadradas, bien mandadas, provistas de sus dotaciones reglamentarias y conociendo su oficio. Su presencia se hizo notar rápidamente, y allí donde se materializó, se tradujo en una ruptura del equilibrio, hasta entonces inalterado, De todas maneras, el ritmo del paso era tan lento y el número de unidades de esa procedencia tan reducido, que su progresión tenía que quedar atemperada a sus posibilidades. En este aspecto ha exagerado mucho la propaganda; por un lado, los que querían beneficiarse del efecto moral cau sado por la presencia de estas tropas; por otro, los que deseaban magnificar sus dificultades haciendo creer que el puente aéreo había tenido un altísimo rendimiento, lo que naturalmente no fue así. El 10 de agosto, después de conseguida la increíble hazaña de hacer atravesar el estrecho de Gibraltar a un pequeño convoy, aquel que se llamó «convoy de la victoria», sólo se encontraban en la Penín sula cinco tábores de regulares, tres banderas completas y una incompleta de la Legión y un escuadrón de caballería mora. Toda la artillería que habían logrado poner al otro lado del Estrecho se reducía a una batería de la Agrupación de Ceuta. Cuatro días más tarde, la representación africana se elevaba en otro tábor, otra bandera y tres nuevas bate rías de artillería. El ritmo se mantendría hasta finales de septiembre. Fue entonces cuando el Canarias hundió al Ferrdndiz y el Cer tera puso en fuga al Gravtna, despejando la ruta del Estre cho y restableciendo definitivamente las comunicaciones en tre Africa y la Península. Es uno de los acontecimientos más decisivos de la guerra. En la primera semana de octu bre pasan a la Península casi tantas fuerzas como en los dos meses y medio precedentes, con lo que las fuerzas africa nas se elevan a ocho banderas de la Legión, 20 tábores de regulares, 10 de mehala y tres escuadrones de caballería. Son las tropas que conseguirían sacar del atasco a las co lumnas gallegas hasta conseguir su enlace con las del coro nel Aranda y las qae después de liberar al coronel Moscardó se lanzaron impetuosas sobre Madrid, pero su re traso de dos meses y medio había permitido la im p re s io nante reacción de Largo Caballero, y cuando llegaron a 1*
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capital se encontraron con un nuevo e j é r c i t o , d e valor muy superior al de las milicias, a las que hasta entonces habían desperdigado con tanta facilidad. Aun así, su éxito se tradujo en un optimismo ilimitado, que se extendió por toda la zona nacional, y d io como re sultado e l que se hiciera poco por mejorar el Ejército pe ninsular, carente de organización, instrucción y medios. En adelante todo se fiaría al Ejército de Africa, en el que se confiaba de forma absoluta y con el que se creía contar con un elemento resolutivo a corto plazo. Las restantes fuerzas se verían reducidas a la realización de tareas auxiliares, li mitándose su organización a la de aquellas columnas im provisadas, constituidas por unidades elementales en lo táctico y dependientes para su sostén de las divisiones te rritoriales. Los espectaculares triunfos de las ligeras unidades afri canas que constituyeron la agrupación de columnas del co ronel Yagüe, mandadas por Asensio, Castejón, Telia, D el gado Serrano y Barrón, fueron, junto a otras causas que no son del caso analizar, los que motivaron la elevación de Franco a la jefatura del Gobierno y al mando de las Fuer zas de Tierra, Mar y Aire. Previamente, el día 27 de agosto, una vez consolidado el enlace entre las fuerzas del Sur y el Norte, Franco había dejado de ser jefe del Ejér cito del Sur, confirmándose al general Queipo de Llano como jefe de la 2.a División e inspector del Cuerpo de Carabineros. Se consolidaba así la postura autónoma, pero limitada, de éste y Franco quedaba al mando de aquel ful gurante instrumento forjador de victorias que iba consoli dando la suya personal. Su presencia al frente del conjunto de los ejércitos no representó ninguna variación sustancial en su organización y dirección. Franco, orgulloso de sus tropas y con una mentalidad notablemente influida por su experiencia afri cana, se reafirmaba en su opinión de que las únicas uni dades con capacidad y moral eran sus banderas y sus rábores. Seguramente gravitaba en su recuerdo el escaso rendimiento que dieron en Africa los batallones procedentes de la recluta, y de ahí que todo lo fiara a las fuerzas de su confianza y jamás pusiera fe en las otras. Su recelo hacia ,as m‘licias no era menor, y consideraciones militares y po ic a s le hacían ser muy poco proclive a su desarrollo. Pero
legionarios y marroquíes se iban reduciendo al paso de Ja dura campaña que soportaban, y era absolutamente nece sario sustituirlos o cuando menos complementarlos. Cuantos intentos se hicieron durante el otoño del 36 para mantener el ritmo ofensivo inicial resultaron fallidos, y a lo largo de él se iba a restablecer el peligroso equilibrio que las tropas marroquíes habían conseguido romper con su presencia. Cuando esto sucedía, las fuerzas de Franco seguían empecinadas en sus esquemas orgánicos y tácticos del verano; el elemento esencial continuaba siendo la Divi sión Orgánica de Azaña. Los frentes de las divisiones se dividían en sectores y subsectores, de extensión variable, y no se había superado al batallón como unidad operativa. Con la exaltación de Franco se fueron perfilando unas estructuras que irían prefigurando lo que podría llegar a ser un nuevo Estado, a cuya forja parecía irse. Su primer decreto fue el de la creación de ios Ejércitos del Norte y del Sur, perfectamente acordes con la organización de pre guerra. Al frente del Ejército del Norte, el general Mola tendría a su cargo a las Divisiones Orgánicas 5.a, 6.a, 7.a y 8.a, a una nueva territorial que nacía en Soria y al Ejército de Marruecos. El Ejército del Sur, al mando de Queipo atendería a los territorios de la 2.a División y a la provincia de Badajoz, desgajada de la 1.a, en poder de los guberna mentales. La nueva División de Soria tendría a su cargo el frente desde Somosierra hasta Medinaceli donde enlazaría con las fuerzas del sector de Albarracín de la 5.a División, y a su frente se puso al flamante general Moscardó, recién liberado después de su gesta en el Alcázar de Toledo. El decreto número 2 designaba a Cabanellas inspector general del Ejército; a Dávila, jefe del Estado Mayor Ge neral, variando la nomenclatura tradicional de Estado Ma yor Central, y a Orgaz, alto comisario de España en Ma rruecos y jefe del Ejército de Africa, y se ascendía a Aranda. Días más tarde se constituía la Secretaría de Gue rra dentro de la Junta Técnica del Estado, que asumía las funciones del Gobierno. El general Dávila sería su presi dente, y el general Gil Yuste, el encargado de la S e c r e t a r á de Guerra. Completaban este incipiente Gobierno N ico lás Franco, encargado de la Secretaría General; el embajador Francisco Serrat, de Relaciones Exteriores, y el g en eral Fermoso, designado gobernador general, con funciones y
competencias normalmente atribuidas al Ministerio de ía Gobernación. El coronel García Pallasar era nombrado comandante general de Artillería del Ejército. Esta minirreforma se completó con la creación del A lto Tribunal de Justicia Militar, que, con otro nombre, hacía renacer ai des aparecido Consejo Supremo de Guerra y Marina, disuelto por Azaña. Se nombró presidente al general Gómez Jordana. Entre tanto, el general Mola, que veía extendida su ju risdicción a los frentes anteriormente de responsabilidad de Franco, organiza su nuevo y ampliado Ejército del Norte y establece las siguientes zonas de acción: la de la 5.a División, en la que el general Ponte había sustituido a Gil Yuste a mediados de agosto, se extendería desde la frontera hasta Medinaceli; la de la División de Soria, desde este punto al puerto de Reventón, con García Escámez en Somosierra y Marzo en Sigüenza; la de la 7.a División (ge neral Saliquet), desde el Reventón hasta la línea del Tajo, con los frentes serranos, mandados por Valdés Cabanillas, y los madrileños, por Varela; la de la 6.a División, a las órdenes del general De Benito; los frentes de Vizcaya, Palencia y Santander, al mando, respectivamente, de Solchaga, Mayoral y Ferrer, y la de la 8.a División (general Lombarte), los frentes de Asturias y León, a cargo del ge neral Aranda y el coronel Lafuente respectivamente. Cada división atendía a sus necesidades, y como éstas eran cre cientes, en septiembre y octubre se llamó a filas a los mo zos del reemplazo de 1932, y a finales de año, a los del 36 y 31. La presencia de Franco al mando de lo* Ejército? fue acompañada de la aparición de un parte general. Se pu blicó por primera vez, con el título de «Boletín de Infor mación», el 7 de octubre, y pasó a llamarse Parte oficial de guerra el día 3 de diciembre de 1937. Con anterioridad, la Junta de Burgos publicaba informaciones en las que resumia las noticias que procedían de las diferentes divisiones, y es de notar que en ellas se comienza a diferenciar a los )ercitos del Norte y del Sur, con exclusión del expediCj°nari° de Marruecos, el día 28 de septiembre, es decir, uia siguiente de aquel en el que se acordó que Franco Pasara a ser jefe superior de todos los Ejércitos. Dos días mas tarde, el último decreto de la Junta de Defensa de
Burgos ordena el reingreso a situación de actividad de los generales que no hubieran cumplido la edad de su pase forzoso a la reserva. En una linea coincidente con el espíritu reinante, se crean por decreto número 99, de 15 de diciembre, las Jun tas Superiores del Ejército y la Marina. La del Ejército la compondrían los generales Queipo, Mola, Gil Yuste, Orgaz y Dávila, a los que se incorporaría poco después Caba nellas; y la de la Marina, los almirantes Castro Arizcún, Ruiz Atauri, Moreno, Vierna y Cervera. Tendrían como misión fundamental la selección y depuración de los man dos, pudiendo proponer la baja de los desafectos o indeci sos. La primera consecuencia de su actividad fue una serie de decretos aparecidos en el Dtarto Oftctal del día 26 de diciembre, en virtud de los cuales se ascendía a los genera les Orgaz, Mola, López Pinto, Ponte, Valdés Cabanillas y Dávila; se daba de baja a Gómez Morato, Batet, Villa Abrille, Molero, Mena, Iglesias y Carrasco; se pasaba a la situación de reserva a Otero Cosío, Morales y López Viota; y a la de retirado, a un grupo numeroso de corone les, entre los que figuraban los dos que ostentaron la jefa tura de las fuerzas mallorquínas, a los que seguirían otros muchos. Ya dentro del año 37, el decreto número 83 permitía el reingreso en las escalas a los retirados que se hubieran in corporado a la lucha, en paralelismo con lo que medio año antes se había realizado en zona republicana. Los reservis tas que se iban incorporando a medida que se llamaban sus reemplazos, lo hacían en sus antiguos regimientos o en los más próximos a la localidad de su residencia, y de esta forma éstos se transformaron, de hecho, en centros de movilización y reclutamiento, de los que salían los batallo nes que sucesivamente se iban constituyendo. Las milicias se incrementaron de una manera considerable y crearon algunas dificultades, que exigieron una legislación para ha cerles frente. El carácter político de estas agrupaciones po día transformarlas, y de hecho lo hacían, en importantes grupos de presión. La Junta Central Carlista de guerra de seaba que se constituyeran unidades completas de requetés, dotadas de mandos propios y con material adecuado; aspiraba a la formación de columnas mixtas con artillería y otras armas y servicios y a la equiparación de sus oficiales y
clases con los del Ejército. Asimismo, Agustín Aznar, jefe de milicias de FE, tenía pretensiones similares. Fal Conde firmaba decretos; uno de ellos, el de 8 de diciembre, creaba la Real Academia Militar Carlista; asimismo, los fa langistas constituían una serie de centros de instrucción con oficiales alemanes, en los que se formaban jefes de falange y centuria, para los que pedía la asimilación de ofi cial de Infantería. La medida de Fal Conde motivó su de portación; la de los falangistas, una decisión concluyente: «terminantemente prohibidas las academias de oficiales de Falange». Para prevenir, en la medida de lo posible, todos estos hechos, muchos de los cuales se produjeron con posterio ridad, por decreto 112 , de 20 de diciembre, se militariza a estas fuerzas, que quedan sujetas al Código de Justicia Mi litar y bajo la dependencia de las autoridades militares res pectivas, y se dispone que queden al mando de personal militar. El decreto 186, de 24 de enero, nombra segundo je fe de Milicias al general Monasterio, con misiones inspec toras delegadas por el Generalísimo, que se reserva la Jefatura Nacional. Es un antecedente de la definitiva unificación; pero las milicias de una y otra procedencia mantenían su propia personalidad, aunque veían progresivamente dificultado su reclutamiento e incluso su permanencia, pues inicialmente los voluntarios pertenecientes a reemplazos llamados en fila debían incorporarse al Ejército. La cifra de éstos era creciente, y, arrancando de una inicial del orden de 30.000, se elevaba, al empezar el año, a una cantidad superior a los 100.000. En lo orgánico, el retraso se mantenía, pero la realidad se iba imponiendo en los frentes, y la presencia del Ejér cito del Centro, de Pozas, y del Cuerpo del Ejército de Madrid, de Miaja, imponía rápidas decisiones. Así, el día 5 de diciembre se reorganiza el frente, a cargo de la 7.a Divis,°n, y sus tropas se integran en un cuerpo de ejército or gánico mandado por Saliquet, constituido por las Divisio nes de Soria, al mando de Moscardó; de Avila, al de Serra. y la llamada Reforzada, de Madrid, que tendría como lete al general Orgaz, y cuyas 11 columnas se constituían cn tre^ brigadas, que tendrían por jefes a Várela, Monasten° V Fuentes. Finalmente, la antigua Comandancia Militar
de Cáceres se transformaba en brigada territorial, al mando del coronel Alvarez Díaz. Todavía estamos en las agrupaciones de columnas, en la división exclusivamente territorial, y en dar el nombre de una gran unidad a lo que hasta entonces no era más que un sector; pero todavía no aparecen fuerzas operativas real mente integradas en brigadas, divisiones o cuerpos de ejército. El frente de la División Reforzada de Madrid, del que parte el aliento orgánico, se divide el 12 de diciembre en sectores a cargo de Rada, García Escámez, Asensio, | Fuentes y Cebollino, y aparece una masa de maniobra constituida por las columnas de Monasterio, Buruaga y Barrón. En el Norte, la 6.a División también reorganiza su frente. Solchaga lo cubrirá desde el Gorbea al mar guipuzcoano, y sus tropas se estructuran en cuatro brigadas, las famosas «cuatro primeras brigadas de Navarra», mandadas por Los Arcos, Cayuela, Latorre y Alonso Vega; y el gene ral Ferrer, el de Burgos-Palencia, con los tenientes corone les Mayoral y Faorie al frente de los sectores de Burgos y Palencia respectivamente. La primera gran unidad que aparece en zona nacional es extranjera: el Cuerpo de Tropas Voluntarias, constituido por tres divisiones de la Milicia Fascista y una de ejército italiano. Se concentraría, a finales de febrero, en las altas tierras alcarreñas para intentar, por tercera y última vez, desbordar las defensas de la capital de España. Pese a su fracaso, su presencia y la de los cuerpos de ejército que iban naciendo en zona republicana fue un acicate para»de sarrollar una acción paralela en zona nacional. Esta fue la tarea que se encomendó al general Orgaz, nombrado jefe del MIR (Mando de Instrucción y Reclutamiento) por de creto número 249, de 25 de marzo. Dos días después se llamaba a filas al reemplazo de 1930, cuya incorporación se demoraba a los meses de abril y junio. Para entonces eran ya siete los reemplazos llamados a filas, pues desde no viembre a enero se incorporaron los del 31 y 36, y en febrero y marzo, los del 37. Estas medidas permitieron incrementar el número de unidades pertenecientes a las diferentes divisiones territo riales, y, a medida que esto sucedía, se fue ordenando $u articulación en escalones superiores. Así, el día 3 de abril-
la División Reforzada de Madrid se transformó en Cuerpo de Ejército de Madrid, y sus sectores, en las Divisiones j a 2.a, 3.a y 4 .a, que mandarían Iruretagoyena, Asensio, Barrón y Yagüe; la brigada de vanguardia de la Ciudad Universitaria, del teniente general Ríos Capapé, y la de Cáceres. Pocos días después, el 17, son las tropas de la 7.a Divi sión Orgánica las que se convierten en el VII Cuerpo de Ejército, al mando de Salíquet, y pasan a depender de éi las cuatro divisiones de Madrid \ la de Avila, que estaba al mando del general Várela, y la brigada de Cáceres, tras pasándose la División de Soria a la 5.a División, matriz, a su vez, del V Cuerpo de Ejército; éste tendría tres divisio nes: una, constituida por todas las circunscripciones al norte del Ebro; la otra, por las del sur del río hasta Medinaceli, y la antigua de Soria, con su demarcación habitual. Igual proceso se realizó el mismo día en la 6.a División, origen del VI Cuerpo de Ejército. Las fuerzas de Solchaga constituirían una división, las de Ferrer otra. Todas las nuevas divisiones se numerarían correlativa mente con una cifra de dos guarismos; el primero, indica tivo del cuerpo de ejército, y el otro, de la ordenación que le correspondía dentro de él. Así, las cinco del VII Cuerpo de Ejército fueron las 71 a 75; las tres del V, la 51, 52 y 53, y las dos del VI, la 61 y la 62. Quedaban autónomas las brigadas de vanguardia y de Cáceres, en el territorio del VII Cuerpo de Ejército, y la de posición de Huesca y la móvil de choque, en el del V Cuerpo de Ejército. En el Sur, Queipo de Llano propuso la creación de cua tro divisiones de línea y una de reserva, que se llamarían de Badajoz, del Sector Norte de Córdoba, del Sector Sur de Córdoba, de Granada y de reserva, y en mayo se consti tuye el II Cuerpo de Ejército con cuatro de las divisiones propuestas; es decir, con las de posición, que llevarían los números 21 al 24, y se ordenaba la organización de la de reserva, que, como todas las de este tipo, serían de la serie 00. A ésta le correspondería el número 102, pero esto no ^cedería hasta el mes de junio. I’ l cambio de dependencia produjo el de numeración, y las cuatro V V'siones Madrid pasaron a ser 7 1 , 72, 73 y 74; la de Avila, la 75, y la (k ‘ ^ o r i a ,
53.
En la 8.a División se producía una profunda transforma ción el día 4 de febrero al unificarse su organización y la de la Comandancia de Asturias al mando de Aranda, que reunía así al frente asturiano y su retaguardia gallega. Sus fuerzas se transformaron, también en mayo, en el VIII Cuerpo de Ejército, y en él nacerían las Divisiones 81 a 83 y la brigada de posición de Oviedo; la número 81 (general Mújica) atendería al frente de León; la 82 de Asturias (co ronel Ceano) cubriría el frente estabilizado y la 83 o móvil (general Martín Alonso) sería el órgano de maniobra. La brigada de Oviedo defendería la capital, teniendo a su frente al coronel García Navarro. Todas estas transformaciones se hicieron con enorme lentitud, y, cuando se iniciaron las operaciones del Norte y tuvieron lugar las de Peñarroya después de combatir en el Jarama y en Guadalajara, las tropas nacionales seguían di vididas convencionalmente e integradas en los viejos sec tores, aunque éstos se llamaran, sin el menor rigor, divi siones y brigadas. Fue al final de este período cuando se produjeron las profundas modificaciones políticas y milita res que iban a configurar un nuevo Estado y un nuevo Ejército. En el orden militar estuvieron preludiadas por el de creto que restablecía el ascenso por méritos de guerra, y del que fue corolario el nuevo reglamento de recompen sas. En la línea política, iniciada con el restablecimiento de la bandera bicolor, se declaraba himno nacional la antigua Marcha Real 22; pero el acontecimiento definitivo fue e! decreto 255, por el que se unificaban todas las fuerzas po líticas y las milicias que apoyaban al alzamiento. Los suce sos que se produjeron en los días inmediatamente anterio res y posteriores afirmaron de una manera definitiva la ca pitanía de Franco, quien, libre de trabas, se dirige hacia la institucionalización de su poder personal. Los decretos 262 y 263 establecen como saludo nacional el del brazo en 22 Los ascensos por méritos de guerra se restablecieron por decreto número 139 (BOE número 67, de 26 -12 -3 6 ). El nuevo reglamento^1 recompensan se promulgó por decreto número 192, de 2 4 -1-3 7 (BOE número 96), y el himno nacional, por decreto 2 2 6 (BOE número 131 28-2-37). El decreto de unificación se publicó en el BOE número 182,;^ 20-4-37, y los de los himnos y saludo, el 25 -4-3 7, aunque ya se habi^J1 declarado cantos nacionales en el decreto que restauró el himno nació*1,1
alto, y como cantos nacionales, los himnos de la Falange, el Requeté y la Legión, ratificando lo ya dispuesto en el decreto que restablecía la Marcha Real. Mientras tanto, las fuerzas de Solchaga habían iniciado su ofensiva hacia Bilbao, y sus antiguas brigadas de posi ción se transformaron sobre la marcha en auténticas uni dades de maniobra, las primeras verdaderamente tales del Ejército Nacional, surgiendo dos nuevas, la 5.a y la 6.a, al mando de los coroneles Sánchez González y Bertomeu. La muerte el 3 de junio del general Mola produciría otro cambio sustancial en la organización militar: su ejército se dividía en dos: el del Norte, que atendería a los frentes cantábricos y de Aragón, al mando de Dávila, y el del Cen tro al mando de Saliquet, con divisoria entre ambos en el alto del Tajo. Jordana pasaba a la presidencia de la Junta Técnica del Estado y la autoridad de Franco se veía aún más reforzada. El mismo día del fallecimiento de Mola, el Generalísimo había dictado una orden general en la que se disponía que cada cuerpo de ejército, orgánico todavía, formase una di visión de reserva, que se identificaría por un guarismo de tres cifras, de las que las dos primeras sería el 10, y la última la correspondiente al cuerpo de ejército respectivo. Serían, pues, la 102, 105, 106, 107 y 108, más dos con una numeración extraña, la 150 y la 15 1, que se denominarían Marroquí y Canaria, y que se organizarían en el Protecto rado y en el archipiélago. Estas Divisiones no estuvieron dispuestas para el com bate hasta julio; las definitivamente creadas fueron las si guientes: la 102 y la 112 , en el Ejército del Sur; la 105, en el V Cuerpo de Ejército; la 107 y la 117 , en el VII; la 108, en el VIII; la 150 y la 152, en Marruecos. Quedaron nona tas la 106, la 151 y la 154, cuya organización se inició, pero cuyos efectivos pasaron a engrosar las restantes. La 107 tuvo muy corta vida y la 117 se transformó en división de línea, con el número 73. Cuando al día siguiente nació el Ejército del Centro, sus Uerzas se reorganizaron. El antiguo Cuerpo de Ejército de Madrid quedó al mando del general Valdés Cabanillas, con as Divisiones 71, 72, 73 y 74 antiguas (Iruretagoyena, Asensio, Barrón y Yagüe), pero cambiaron su número, en coherencia con la nomenclatura aceptada, y pasaron a ser
las Divisiones 11, 12, 13 y 14. El VII Cuerpo de Ejército de Castilla la Vieja, al mando de Várela, se quedó con la División 7 5, antigua de Avila, y recuperó la de Soria, ante riormente 53, que pasaron a denominarse 71 y 72, aña diéndoseles la l l 7, con el número 73. Después, el general Yagüe sustituiría a Valdés al mando del 1 Cuerpo de Ejército, y en la 14 División era reempla zado por el coronel Carroquino; a su vez, Iruretagoyena era relevado por Bartomeu y se creaba un sector autóno mo en la cabeza de puente de Talavera. El día 16 de no viembre, ya a finales de año, aparece una quinta división enel l Cuerpo de Ejército, la 15 de García Escámez. En el V Cuerpo de Ejército, las divisiones quedaban reducidas a dos, la 51 y la 52; pero antes de terminar el año aparecen dos nuevas: las 53 y 54 (generales Sueiro y Marzo). En el Sur se había ordenado la división de sus fuerzas en dos cuerpos de ejército. El II o de Córdoba (general So lans) y el III o de Granada (general González Espinosa). Este III Cuerpo de Ejército se sentía sucesor y heredero de la 3.a División Orgánica de Valencia, aquella que ali mentaba a las columnas que a él se enfrentaban. El II lo originaron las Divisiones 21 y 22, y ésta se desdobló en junio, apareciendo la 23. El III se formó inicialmente con las Divisiones 23 y 24, que tomaron los números 31 y 32, y al desdoblarse ésta apareció la 33. Disponía además de una brigada de Caballería. El CTV había sufrido profundas transformaciones des pués de Guadalajara. Sus cuatro divisiones quedaron redu cidas a tres: la Litorio, Llamas Negras y Veintitrés de Marzo, y a ellas habría que añadir las brigadas de «flechas azules» y ^negras», en las que los cuadros eran mayoritariamente italianos, aunque su tropa fuera casi exclusivamente espa ñola. El mando pasó de Roata a Bástico, y en agosto a Berti. En Santander intervinieron las divisiones Litono, Llamas Negras y Veintitrés de Marzo, más un regimiento, una agrupación y la brigada de «flechas negras». La de "flechas azules» continuaba en el frente de Extremadura, donde nació. El l.° de agosto estas dos brigadas se reunie ron para formar una división, y, a su vez, la Veintitrés de Marzo absorbió a la Llamas Negras. A final de año, el CTV lo constituían las divisiones italianas Litorio y Veintitrés de Marzo y las mixtas de «flechas azules» y «flechas negras»*
en las que se desdobló la antigua división nacida en agosto, pero no reunida hasta septiembre. Durante este tiempo, el protagonismo estuvo centrado en el frente Norte y las disposiciones militares de carácter general fueron muy pocas; una de julio, por la que se regu laba el procedimiento judicial a que debían someterse los jefes y oficiales procedentes de zona «roja»; otra en laque se daban normas para los nombramientos de jefes y oficiales de complemento y honoríficos con criterios muy restricti vos; y la que, como consecuencia de la caída de Bilbao, reestructuraba las industrias militares, organizando la Co misión para Vizcaya, que se ampliaría más tarde a Santan der y luego a Asturias. Estas Comisiones se disolverían ya entrado el año 38 y serían sustituidas por Jefaturas Provin ciales Militares de Movilización Industrial, que clasificaron todas las industrias en militares, militarizadas, totalmente movilizadas, parcialmente movilizadas y disciplinariamente militarizadas. La Junta Superior del Ejército se amplió para dar en trada a Saliquet como vocal y a Martín Moreno, recién nombrado jefe del Estado Mayor del Cuartel General del Generalísimo, como secretario, sin voz ni voto. Esto suce día a primeros de julio del 37; más tarde, ya entrado el año 38, se nombraría vocal al general Kindelán. En el orden político se promulgan, el 4 de agosto de 1937, los estatutos de Falange Española Tradicionalista y de las JONS y se nombran los miembros del Consejo Na cional. De los 50 miembros que lo constituyen sólo siete eran militares: Queipo, Beigbeder, Dávila, Yagüe, Monas terio, Gazapo y Jordana; más adelante, Orgaz sustituiría a Fernández Cuesta, al ser éste nombrado secretario general, y serían, a su vez, designados vocales el general Cuesta Monereo y el almirante Bastarreche 23. Pero lo realmente importante es la reforma militar que Se produce al caer el Norte. Es entonces cuando el Ejér cito se estructura y se van a constituir divisiones y cuerpos de ejército de maniobra y batalla. El Norte ha dejado li ares a unas tropas curtidas, experimentadas y en las que se > d ecreto núm ero 33 3 (BOE núm ero 2 9 1 , 7-8 -3 7 ) y decreto número ^ de 1 9 - 1 0 - 3 7 (BOE núm ero 366, de 2 1 - 1 0 - 3 7 ). Orgaz fue designado f*or decreto núm ero 4 2 0 , de 2 - 1 2 - 3 7 , y Bastarreche v Cuesta, por deCretos de 2 1 -3 -3 8 .
ha roto el esquema clásico. Aquellas despreciadas unidades de línea y de milicias se han transformado en unas aguerri das y veteranas tropas de choque, con las que habrá que contar en lo sucesivo, en plano de igualdad, cuando me nos, con las procedentes de Africa. Es la gran herencia del general Mola: la creación de una fuerza operativa eficaz. Cuatro de las brigadas de Navarra se convierten en divi siones: la 1.a, la 3.a, la 4.a y la 5.a La 2.a, que ya había desaparecido, fundida con la 6.a, pasa a denominarse Divi sión 63, y se une a las 61 y 62, que heredaron las restantes fuerzas de las que habían sido Divisiones Territoriales 61 y 62. En el antiguo VIII Cuerpo de Ejército, además de las 81, 82, 83, ya existentes, aparecen la 84 y la 85, y en el V, la brigada de posición se convierte en la 55 División, y se crea la 50, con lo que sus divisiones son seis: 50, 51, 52, 53, 54 y 55. De las divisiones de la serie 100 han logrado sobrevivir la 105, 108, 150 y 152, y más adelante nacería la División 40, que se organizó ya muy entrado el año 38, a mediados de mayo, con batallones sobrantes del frente de Teruel. Su número es un misterio. Coincidiendo con esta reorganización desaparecen las antiguas Divisiones Orgánicas, transformadas en Regiones Militares, volviendo así a la organización de la Monarquía. Lombarte, nombrado jefe de la 8.a Región Militar, susti tuye a Aranda, que toma el mando del Cuerpo de Ejército de Galicia. López Pinto se queda al frente de la 6.# Región Militar y Várela toma a su cargo el Cuerpo de Ejército de Castilla, cesando en el VII Cuerpo de Ejército, en el que le sustituye Ferrer hasta su desaparición al nacer la 7.a Re gión Militar, de la que se nombra jefe a Barrón. Moscardó pasa a la Jefatura del Cuerpo de Ejército de A ragó n , cesando en el V Cuerpo de Ejército, que desaparece, y se crea la 5.a Región Militar, de la que se nombra jefe al general Rajoy; y en el Sur aparecen los Cuerpos de Ejército de Córdoba y Granada, antes II y III. Se cons tituye la 2.a Región Militar, y se nombra jefe de la misma al general Llaneras. El proyecto inicial, que fue el de constituir seis cuerpos de ejército de maniobra —dos con las tropas navarras, otro con las castellanas, otro con las gallegas, otro con las ma rroquíes y el CTV—, se vio realizado en noviembre con 1< 1
aparición de todos ellos. Se llamaron Cuerpos de Ejército de Aragón, Castilla, Galicia, Navarra, Marroquí y CTV, y constituían una masa de maniobra que quedaba libre y en disposición de actuar, sin estar ligada a ningún mando o r gánico o territorial, sino a disposición de los jefes de los ejércitos de operaciones. A retaguardia, como organiza ción logística y de apoyo, subsistían las viejas Divisiones Orgánicas, transformadas en Regiones Militares. A su frente, generales —normalmente, en situación de reserva—t que alimentaban a las fuerzas de vanguardia de personal, material, equipo y abastecimientos de todas clases. La movilización seguía su curso, y entre abril y finales de año se llamó a filas a los reclutas o reservistas del 30, 38, 39, 29 y, ya en el año 38, a los de 1940. Al comenzar otro año son ya once los reemplazos en filas, y con ellos se completan las plantillas de las nuevas fuerzas de maniobra. A lo largo de 1938, el Ejército va adquiriendo su fisono mía definitiva. En el Ejército del Centro, el I Cuerpo de Ejército, con las Divisiones 11, 12, 14 y 107, en Madrid, y dos agrupa ciones en las sierras: la de Avila-Segovia, con las Divisio nes 71 y 72, y la de Somosierra-Guadalajara, con las Divi siones 73, 74 y 75. En Cáceres, la División 152. El 29 de marzo aparecen tres nuevas divisiones en el I Cuerpo de Ejército: la 16, la 17 y la 18; y en mayo dos más, la 19 y la 20. Había perdido la 13 División; perderá después la 12 y la 1 5 2 ,y más tarde la 15, que se van a engrosar las fuerzas de maniobra. En el Ejército del Sur, en febrero del 38 aparece la 24, desdoblada de la 22; en marzo, la 122, y en noviembre, la 34. Las divisiones de Caballería son dos: la 1.a División, del general Monasterio; la 2.a del coronel Gete, y una brigada independiente, al mando de Jurado. En el Ejército del Norte, realmente ejército de maniora, a sus seis cuerpos de ejército se une en zona levantina a agrupación de enlace de García Valiño, que a partir de agosto se constituiría en cuerpo de ejército, con el nombre \c Cuerpo de Ejército del Maestrazgo; un poco más tarde, p mando de Muñoz Grandes, aparecería el Cuerpo de Krcito de Urgel, y durante la frustrada batalla sobre Va-
leticia, el Cuerpo de Ejército del Turia, al mando de Sol-1 chaga. Desaparecido éste, Solchaga regresó al de Navarra. Todos estos cuerpos de Ejército de maniobra tuvieron una composición variable en función de las circunstancias i de lugar y de tiempo; pero en la primavera, cuando se va a iniciar la batalla de Aragón, se encontraban así: Cuerpo de Ejército de Navarra: Divisiones 3, 61, 62 y 63; Cuerpo de Ejército de Aragón: Divisiones 51, 53, 54 y 55; I Cuerpo de Ejército Marroquí: Divisiones 5, 13, 15 y 150; Agrupación Valiño: Divisiones 1, 105 y 1.a de Caballería; C T V : Divisiones Litorio, Veintitrés de Marzo y Flechas; Cuerpo de Ejército de Galicia: Divisiones 4, 82, 83, 84 y 108; Cuerpo de Ejército de Castilla: Divisiones 52, 81 y 85. Más tarde, cuando se va a romper el frente de Cataluña, los Cuerpos de Ejército son los de Urgel, Maestrazgo, Aragón, CTV, Navarra y Marroquí, y están actuando au tónomamente las Divisiones 40 y 1.a de Caballería. Con el Cuerpo de Ejército de Urgel, las Divisiones 6 1, 62, 63 y 150; con el del Maestrazgo, la 1.a, 82 y 84; con el de Ara gón, la 51, 53 y 54; con el CTV, la Litorio y tres de «fle chas»; con el Cuerpo de Ejército de Navarra, la 4.a y 5.a de Navarra y la 12, y con el Marroquí, las Divisiones 13, 50 y 105. Después de hundida Cataluña y con la guerra práctica mente resuelta, se crea el Ejército de Levante, desgajado del Ejército del Norte. Toma su mando el general Orgaz, y lo van a constituir los Cuerpos de Ejército que cubrían su frente. El de Castilla, con seis Divisiones: 3.a, 15, 52, 81, 85 y 152, y el de Galicia, con las Divisiones 83, 55 y 108. En el Ejército del Sur aparece un nuevo cuerpo de ejér cito: el IV; en el II quedan las Divisiones 21 y 24; en el III, las 32, 33 y 34, y en el IV, que se intercaló entre ambos, las 22, 23 y 31. Como fuerza de reserva y manio bra, la División 60. En la fase final de la guerra, el ejército que habría de ser el de la victoria todavía había crecido algo como conse cuencia del llamamiento a filas del reemplazo de 1940 (en tre enero y marzo del 38), el de 1928 (entre julio y tiembre de ese mismo año, coincidiendo con la batalla de Ebro) y el de 1941, que se incorporó entre el final de est batalla y en los primeros meses del año 39. Todavía, ya dentro del año 39 y prácticamente finalizada la guerra,s(
incorporan a filas los reservistas del cuarto y tercer trimes tre de 1927, con los que el número de los llamados a filas comprendía 14 reemplazos y medio, y eran, por tanto, alrededor de 1.15 0 .0 0 0 hombres; pues si bien los prime ros reemplazos no aportaban más que unos 60.000, des pués de la caída del Norte, e incorporados los procedentes del viejo Ejército del Norte republicano, las quintas pasa ron a procurar contingentes del orden de los 80.000. El total de hombres que pasó por el Ejército oscila alrededor del millón y cuarto de hombres, incluidos ios extranjeros. Los voluntarios, que ya estaban en su práctica totalidad dentro de los reemplazos llamados a filas, no variaban el número total; únicamente habían anticipado el momento de su incorporación. Cuando el Generalísimo Franco pudo dar su último y famoso parte anunciando que la guerra había terminado, el Ejército de Tierra estaba constituido por las siguientes fuerzas: Ejército de Levante: con los Cuerpos de Ejército de Galicia, Castilla, Aragón, Urgel y las agrupaciones de divisiones de Albarracín y Guadalajara. En conjunto, cua tro cuerpos de ejército, dos agrupaciones de divisiones y 20 grandes unidades de este tipo. Ejército del Centro: con los Cuerpos de Ejército I, del Maestrazgo, Navarra, CTV y Toledo; las agrupaciones de divisiones de Somosierra y del Tajo y la 1.a División de Caballería; cinco cuerpos de ejército, dos agrupaciones de divisiones y una división de Caballería; en conjunto, 21 grandes unidades de este tipo. Ejército del Sur: con los Cuerpo» de Ejercito de Extre madura, Granada, Córdoba, Marroquí y una división inde pendiente; cinco cuerpos de ejército y 17 divisiones. El total del Ejército lo integraban tres ejércitos de ope raciones, con 14 cuerpos de ejército, cuatro agrupaciones ue divisiones y dos divisiones independientes de Caballe ra. Sus tuerzas rebasaban el millón de hombres, de los que *0.000 eran de Infantería, 15.500 de Caballería, 19 .0 00 ^ Artillería, 15.000 de Ingenieros, 68.000 de Servicios, 000 marroquíes y 32.000 italianos. En su estructura Az n\anecia Prácticamente idéntico al que organizara .aila' pero tenía unos efectivos diez veces superiores. Habría que esperar a que terminara la guerra para que
se restableciera el empleo de teniente general, que en zona republicana reapareció en octubre del 38, y a octubre del 39 para que aparecieran el Ejército del Aire 24. Durante la contienda fueron muchas las habilitaciones para el ejercicio de mandos superiores, pero pocos los as censos. A general de división sólo fueron promovidos ocho: Orgaz, Mola, López Pinto, Ponte, Valdés, Dávila, Kindelán y Várela. Y a general de brigada, 37, incluidos los de los Cuerpos Jurídico, Intendencia, Sanidad, Guardia Civil y Carabineros. En la Armada fueron cuatro los as cendidos a contralmirantes, y uno a general de Infantería de Marina. Al finalizar la guerra, el número de generales era muy inferior a cuando ésta empezó. C)
1.
La M a r in a de G u e r r a
La flota republicana
La Marina de Guerra fue objeto durante la República de reformas paralelas a las que en el Ejército introdujera Azaña, y que se plasmaron en la ley de Reorganización de la Armada, promulgada el 24 de noviembre de 1931, por la que se elevaba a ese rango, con ligeras modificaciones, el decreto de 10 de julio del mismo año. Este, obra de Casares Quiroga, y aquélla, de Giral. Fue una auténtica ley orgánica y constitutiva, y posiblemente la más completa de cuantas se redactaron y promulgaron en la época. Recoge de Azaña la supresión de los empleos de capitán general y almirante, de los departamentos marítimos y de la jurisdic ción de los almirantes; declara a extinguir los Cuerpos de Ingenieros y Artillería de la Armada, el de Infantería de Marina y el Eclesiástico, y detalla los principios en que ha de descansar la organización de la Marina. El Cuerpo General vio respetadas sus tradicionales atri buciones de mando y ampliadas sus funciones al declararse expresamente que el mando sería ejercido siempre por sus miembros y al recaer en ellos una parte considerable de 1# funciones de los Cuerpos disueltos. 14 El em pleo de teniente general y el de almirante, así como el general de división y asimilado para los cuerpos fue restablecido por 1*V de 11 de abril de 1939. El Ejército del Aire por Ley de 7 de octubre i'(> mismo año.
Completaba la reforma la creación de los Cuerpos auxi liares, que suponían mucho más de lo que fue en el Ejér cito la creación del Cuerpo de Suboficiales. Las reducciones en plantilla y los retiros fueron en la Armada mucho menores que en el Ejército, pues la flota mantuvo todos sus buques en servicio y no se interrumpió el plan de construcciones navales. Los problemas de la Armada eran bien distintos; el ejército de paz no tiene otra misión que dar tiempo a la movilización de las reservas; en la Armada, lo movilizable era la potencia a flote, y ésta sólo se podía incrementar de una manera muy limitada y a largo plazo, y, por tanto, el personal que habría de servir en los buques de guerra en tiempos de campaña era muy po co superior a aquel que exigía el servicio en tiempos de paz. En su conjunto, la Marina era relativamente poderosa y resultaba un elemento capaz de salvaguardar nuestra neu tralidad al poseer potencia suficiente como para poder re sultar, en cierto modo, determinante de inclinarse por uno u otro de los bloques potenciales en que previsiblemente habrían de dividirse las potencias europeas. Disponía de dos acorazados tipo España, proyectados en 1908, que en traron en servicio en 19 14 el España y en 1921 el Jaime l; tenían un armamento relativamente poderoso, pero eran muy anticuados. Para prolongarles la vida, según un in forme de la época del entonces capitán de fragata Fran cisco Moreno, sería precisa una completa transformación, que estuvo en estudio. Tres cruceros ripo Libertad, que fueron proyectados en 1921 y que entraron en servicio entre 1926 y 1929: el Libertad, el Miguel de Cenantes y el Almirante Certera; estaban los tres útiles para el servicio. Otros dos cruceros, el República y el Méndez Núñez, ante riores en su proyecto a la primera guerra mundial, habían sido botados en 1920 y 1922 respectivamente, y eran, por tanto, muy anticuados; el República, fundamentalmente, es taba destinado al desguace. El Méndez Núñez era algo más rápido y se consideraba que podía servir todavía como caH‘za de flotilla de destructores. e este tipo de buques existían tres, modelo Alsedo, de proyecto también de preguerra, que entraron en servicio entre 1922 y 1924, y cuya utilidad se limitaba a permitir el 'u ,es5ramiento del personal de las flotillas de combate. Esas a p o n ía n el 18 de julio de nueve destructores del tipo
Sánchez Barcaiztegui, que entraron en servicio entre 1926 y el propio 1936, y que eran unos magníficos buques, bien armados, veloces y marineros. De esta misma serie ya es taban botados otros cinco destructores: Gravina, Escaño, Ciscar, Jorge Ju an y Ulloa, de los cuales los tres primeros deberían entrar en servicio en el segundo semestre de 1936, y los dos últimos, en 1937. Se encontraban ya prác ticamente listos, pero razones presupuestarias retrasaban su salida a la mar. Los tres primeros navegaban ya en agosto del 36; el Jorge Ju an y el Ulloa no lo hicieron hasta la primavera del 37. Completaban la flota doce submarinos, seis del tipo C, entrados en servicio entre 1925 y 1930, que eran de cali dad, y seis tipo B, que lo hicieron entre 1921 y 1926; muy inferiores a los anteriores, se les consideraba ineficaces contra buques de guerra modernos, aunque útiles para la guerra de tráfico; dieron poco resultado en la contienda. Como medios de apoyo, con misiones especiales, auxilia res y de vigilancia de costas, una docena de torpederos de muy escaso valor militar y en el último tercio de su vida, y otros tantos cañoneros y guardacostas, muy desgastados en su mayor parte. Todos ellos, según el almirante Moreno, hacían su papel en los servicios corrientes. Transportes, buques-escuela, guardapescas, remolcado res, etc., complementaban el conjunto al que contribuían en escuelas, arsenales y zonas pesqueras. Además de los cinco destructores tipo Gravina estaban en construcción dos grandes cruceros: el Canarias y el Ba leares; pertenecían al tipo Washington, estando previsto que el Cananas entrara en servicio en el segundo semestre de 1936, en que pasaría a la flota como buque insignia y el Baleares al año siguiente. De hecho, el Canarias se hizo a la mar el 27 de septiembre, y el Baleares, dos meses más tarde, a finales de diciembre. También estaban en distintas fases de construcción cua tro minadores, de los que el Júpiter y el Vulcano, botados en 1935, se encontraban muy avanzados, y el Neptuno y el Marte, aún en grada. Como los cruceros, estaban en El Fe rrol, y su aparejamiento se aceleró notablemente, consi guiéndose que el Jú piter entrara en servicio a principi°s del 37; el Vulcano, a mediados de ese año, y el Neptuno , ya
dentro de 1938; el Marte no pudo hacerse a la mar hasta pocos días después de terminada la guerra. Completaban las construcciones un submarino tipo D en Cartagena, que no llegó a navegar, y cuya fabricación ter minó siendo suspendida. Durante los primeros días del alzamiento, a bordo de todos los buques a flote se produjo una rebelión de ele mentos de la marinería capitaneados por grupos de oficia les y suboficiales auxiliares, que consiguieron hacerse con el control de la práctica totalidad de los barcos a flote, que quedaron en manos de los comités que se nombraron a bordo. Una absoluta y total indisciplina redujo notable mente la capacidad operativa de la flota y de todos y cada uno de sus buques; pero el Gobierno, como en el caso del Ejército, intentó poner orden en el desorden. El Estado Mayor de la Armada quedó reducido a la Sección de Ope raciones, a cuyo frente se situó el teniente de navio Pedro Prado Mendizábal; se designó jefe de la flota al capitán de fragata Navarro Capdevila; jefe de la base naval principal de Cartagena, al teniente de navio Ruiz, y se enviaron al Cantábrico tres submarinos tipo C, al mando del capitán de corbeta Lara Dorda, investido de la categoría de jefe de las fuerzas navales del Cantábrico. La escasez alarmante de oficiales, consecuencia de la detención de la casi totalidad de los que ocupaban mandos a bordo, exigió el que se ha bilitara con la categoría correspondiente a la misión que se les confiriera a los oficiales designados para e! mando de los buques, al mismo tiempo que se ordenaba el reingreso condicional de maestres y cabos y la incorporación de los miembros de la reserva naval. Para incrementar el número de oficiales se suprimieron las categorías de oficial 3.°, y auxiliar 1.° y 2.° Todas estas medidas quedaron práctica mente inoperantes, pues el poder de hecho lo ejercían omnímodamente los comités, y lo emplearon de una ma nera muy desafortunada; a pesar de ello, la supremacía era tan absoluta, que controlaron el mar, no sin sufrir humilla ciones, como la del paso del convoy del 5 de agosto, que Permitió el traslado a la Península de algunos contingentes ce tropas africanas de escasa entidad, pero de importancia relativa grande 2S. 25 T qu
a ! ' ^an^era del Tercio y el 3 W Tábor de Melilla, la fracción quedaba en Marruecos del 3.° de Laraehe, una batería de obuses
Desde Madrid se intentó restablecer, en cierto modo, la disciplina, y el 31 de agosto se dictó un reglamento provi sional para el funcionamiento de los comandantes y de los comités de los buques, en el que se determinaba que los comandantes de los buques serían nombrados por el minis tro del ramo, el jefe de operaciones o el de la flota, con la previa conformidad de los comités de a bordo, que segui rían teniendo autoridad sobre ellos, hasta el punto de que en casos de discrepancia prevalecería su opinión. De esta forma se llega al final del período anárquico, que coincide con la elevación a la jefatura del Gobierno de Largo Caballero. El ministro de Marina y Aire en la nueva situación es Prieto, que, como el resto del Gabinete, in tenta institucionalizar la revolución. El capitán de corbeta Buiza es designado jefe de la flota, en la que cesa Navarro; Monreal sustituye a Lara en las fuerzas navales del Cantá brico, el oficial maquinista Játiva es nombrado jefe del ar senal de Cartagena, se hace un llamamiento de marineros y cabos y se crea el Estado Mayor Central de las fuerzas na vales de la República, poniendo a su frente al capitán de corbeta González de Ubieta. Poco después, Monreal, jefe de las fuerzas navales del Cantábrico, es sustituido por el capitán de navio Fuentes, hasta entonces comandante del Lepanto. Y, culminando toda esta labor organizadora, una disposición de 17 de noviembre legaliza los comités, esta bleciendo de una manera definitiva sus funciones. En la nueva articulación del mando ocuparía el vértice la jefatura de la flota republicana. Buiza sería la suprema au toridad en el orden técnico, con plenos poderes y ampli? facultades para cumplir las órdenes emanadas del Go bierno de la República, dispondría de un Estado Mayor Técnico, que le asesoraría en las operaciones, y, a través de ese Estado Mayor, dependerían de él los comandantes de todos los buques. A su mismo nivel, el delegado político de la flota, nombrado por el Gobierno y revestido de la máxima autoridad en el aspecto político; debiendo —se decía— tener la debida consistencia e íntima trabazón con el referido jefe para la utilización de todos los elementos que constituyen el conjunto. El mando de la flota radicaba. He 105, material de transmisiones, automóviles y sanidad y dos mill°ntS de cartuchos ( M a k t í n i -/ B a n d í :, La campaña de Andalucía p.42). fcl PerS° nal transportado serían unos mil hombres.
por tanto, en su jefe y en el delegado político, que, a su vez, sería presidente del Comité Central de la flota. El Comité Central de la flota estaría constituido por un representante de cada unidad del grueso, otro por cada una de las flotillas de destructores, y otro de las flotillas de submarinos. Llevaría un control perfecto sobre todas las unidades de la flota como resultado de la investigación e inspección que ejercieran en el orden político; controlaría políticamente al mando, auxiliándolo y aconsejándolo en caso necesario. Los comandantes de buque y flotilla serían nombrados por el ministro de Marina a propuesta del jefe de la flota, de acuerdo con el delegado político. El presidente de cada uno de los comités sería elegido por éstos y el comandante y el presidente constituirían y formarían el mando con junto del buque, debiendo estar identificados en todo. Se llegaba, pues, al establecimiento de una diarquía políticomilitar, pero los comités quedaban muy reducidos en sus funciones y en cierta medida se robustecía la autoridad de los comandantes. Como delegado político de la flota se nombró al diputado socialista santanderino Bruno Alonso, hasta entonces consejero de Guerra en el Comité mon tañés. Todas estas medidas se tomaron coincidiendo con el re greso de la flota, que, al mando de Buiza, había realizado un raid de dos semanas de duración por el Cantábrico; es pacio durante el cual se hizo a la mar en el bando contrario el crucero Canarias, que, en compañía del Certera lograría, después de un combate afortunado, despejar para siempre la ruta entre el Protectorado en Marruecos y la Península, rompiendo definitivamente el aislamiento en que se en contraban las fuerzas sublevadas en ese territorio, que a partir de entonces pudieron pasar a la Península sin ninguna dificultad. El período revolucionario había entrañado la pér dida del absoluto dominio que hasta entonces había ejercido la flota, aunque no la de su supremacía naval, que seguía s‘endo incuestionable. Al empezar el año se produce la reorganización de las '‘ases navales. Las bases navales constituirían un conjunto l itar al mando de un jefe único, con atribuciones sobre as berzas de tierra, mar y aire que las guarnecieran. Se n°nibró para el mando de la de Cartagena al capitán de
navio Fuentes, que cesó en el Cantábrico, donde fue susti tuido por el capitán de fragata Navarro Margatti; de la de Mahón, al coronel de Artillería Brandaris, y de la auxiliar de Málaga, al oficial de máquinas Baudilio Sanmartín. En esta época el teniente de navio Ruiz pasó a ser subsecre tario de la Marina, puesto en el que cesó Benjamín Bal boa, que lo ocupaba desde los tiempos del general Matz, ministro en el Gobierno Giral ¿b. Al caer Málaga se constituyó la base naval auxiliar de Almería y se crearon las flotillas de vigilancia y defensas submarinas de Cartagena, Almería, Barcelona y Valencia; asimismo, la Escuela Naval Popular, para la formación de nuevos mandos tanto del Cuerpo General como de los Cuerpos Patentados, de la Armada y de la Infantería de Marina. En las postrimerías del período de Largo Caballero, y enlazando con la política que habría de seguir su sucesor Negrín y el propio Prieto, que pasaría a ser ministro de Defensa, y, por tanto, de las tres ramas de las Fuerzas Arma das, un decreto de 10 de mayo suprime el Comité Central de la flota y todos los de los buques y dependencias de la Armada, dando fin al periodo revolucionario, con lo que se vuelve a una organización más acorde con la de la II República. El 17 de mayo, cuando Prieto pasa a ser minis tro de Defensa, se constituye el Estado Mayor Central de las Fuerzas Armadas, y aparecen cuatro Subsecretarías: las de Tierra, Marina, Aire y Armamentos; en la de Marina continuaría el teniente de navio Ruiz González y Ubieta seguiría al frente del Estado Mayor de la Armada. Las flotillas de submarinos habían ya desaparecido, la de submarinos B se disolvió en el mes de noviembre, y la de los C, el 3 de febrero. Los submarinos quedan afectos in dividualmente a la flota, excepto los tres que permanecen en aguas del Cantábrico, que pasan a formar parte de las fuerzas navales de aquel mar. El Comisariado también sufre una modificación: el dele gado político en la flota, ahora comisario de la flota, lo sería también de la base naval, y quedaría como la única autoridad política con representación del Gobierno en la Armada. 20 El cese de Balboa y el nombramiento de Ruiz se produjo P°r sendos decretos de 22 de enero (G.R. n.23).
En ese período, Fuentes cesa en el mando de la base naval como consecuencia de la voladura en que se perdió el acorazado Jaim e I y vuelve a las fuerzas navales del Can tábrico. En los destructores, Ramírez de Togores es susti tuido por Federico Monreal, y, en el orden estrictamente judicial, se modifica, volviendo a criterios más tradiciona les, la jurisdicción de la Marina, hondamente transformada por las reformas judiciales de García Oliver durante el Gobierno de Largo Caballero. Se anula el decreto de diso lución de la Infantería de Marina, de 24 de noviembre de 1931, y se refunden las distintas secciones del Cuerpo de Máquinas. Dos medidas que serían también tomadas del lado nacional. La guerra iba modificando profundamente las cosas. En el Norte, el Ejército republicano sufría una tremenda de rrota, que dejaba en libertad a los buques de la creciente Marina nacional, que se trasladaban al Mediterráneo. La presencia en estas aguas de la flota nacionalista origina di versos encuentros con la republicana, hasta entonces dedi cada a la escolta de los convoyes procedentes de la Unión Soviética, y como consecuencia de ellos se interrumpe esta corriente de abastecimientos. Este hecho determina el que Buiza sea sustituido en el mando de la flota por González Ubieta, que, a su vez, es reemplazado por Valentín Fuen tes en el Estado Mayor de la Marina. Buiza pasa a la De fensa Móvil Marítima y a la Inspección de las Bases Se cundarias. Unos días antes, un decreto de 20 de septiem bre daba su nueva y definitiva fisonomía a la Armada. Cu riosamente, esta rama de la defensa nacional, la que más profundamente y de forma más amplia sufrió la borrasca revolucionaria, fue la que a la postre resultó más conserva dora y tradicionalista, hasta el punto de que nada sustancial cambió en ella. La nueva disposición, en su preámbulo, ya anuncia que la organización de los Cuerpos de la Marina «no es ni podrá ser otra que la actual»; refiriéndose no a las situaciones de hecho revolucionarias, sino a las situa ciones de derecho precedentes. Todo quedó como estaba, y lo único que cambió fue la •^entidad de los que ocuparon los puestos directivos. El uerp° General de la Armada vio confirmadas todas sus Adicionales prerrogativas, como, por otra parte, no podía Ser por menos, y la influencia política se redujo considera-
blemente desde la supresión del Comité Central de la flota y todos los demás de los buques y dependencias. La Es cuela Popular de Guerra Naval realizó varios cursos de transformación, en los que fueron alumnos oficiales de la reserva naval y auxiliares, que constituyeron tres promo ciones de alféreces de navio que se incorporaron con su nuevo empleo y con todas las prerrogativas al Cuerpo Ge neral de la Armada. Muchos de ellos llegaron a mandar buques en la flota, que también en estas fechas se vio re forzada con la incorporación de varias lanchas torpederas de origen soviético, que constituyeron otras tantas flotillas, con base principal en Portman. A finales del año 37 se produce un nuevo relevo en los mandos superiores de la Marina: Valentín Fuentes, ya al mirante, es nombrado subsecretario. Al Estado Mayor de la Armada va Buiza; a la base naval regresa Ruiz; a la floti lla de destructores, Barreiro, y a la Defensa de Costas, Monreal. Con esta estructura se llega a las postrimerías del primer Gobierno Negrín. El derrumbamiento del frente de Aragón coincidió en el tiempo con la notable victoria naval que originó la pérdida del crucero nacionalista Baleares, buque insignia de la flota de Franco; y poco después, Negrín, que sigue de presi dente del Gobierno, sustituye al frente del Ministerio de la Defensa a Prieto; a la Subsecretaría de Marina pasa Játiva, y Prado Mendizábal, a la Jefatura del Estado Mayor; Buiza queda relegado a un oscuro puesto en el Ministerio. Orga nización que se mantiene hasta que los acontecimientos del frente catalán ponen en crisis la efectividad del sistema; Buiza regresa a la flota, Ubieta es designado jefe de la base naval de Mahón, y el general de Ingenieros Bernal, de la principal de Cartagena; Ruiz vuelve a la Subsecretaría. La situación está prácticamente liquidada; la flota no sale del puerto de Cartagena hasta que el día 5 de marzo se hace a la mar con los cruceros Cervera, Libertad y Méndez Núñez, los destructores Ulloa, Escaño, Almirante Miranda, Lepanto,
Gravina, Almirante Antequera, Almirante Valdés, Jorge Juan y el submarino C4 y se interna en la base naval francesa de Bizerta, en Túnez, alejándose de una guerra que daba de finitivamente por perdida. Hasta entonces habían perdido al acorazado J a i w 1, hundido en el puerto de Cartagena por una voladura de su
santabárbara el 17 de junio de 1937; temporalmente, al crucero Cervantes , torpedeado el 22 de noviembre de 19 36 por un submarino italiano en aguas de Escombreras, que no volvió a la mar hasta el 11 de abril de 1938; al destruc tor Almirante Ferrándiz, hundido por el Canarias el 29 de septiembre del 36; al Churruca , que permaneció fuera de servicio desde el 15 de agosto del 37 como consecuencia de un ataque enemigo; al Alcalá Gahano, bombardeado el 15 de julio de 1937; al José Luis Diez , que quedó varado en la playa de los Catalanes en septiembre de 1938, y al Cis car, que, hundido en el puerto de Gijón el 20 de octubre de 1937, fue sacado a flote por los nacionales y vuelto a poner en servicio muy a final de la guerra; pero esta vez en el campo contrario. De los submarinos resultaron hundidos el B5, en octu bre del 36, en aguas de Estepona; el B6, el 19 de septiem bre del 36, en aguas del Cantábrico; el C l, hundido por la aviación el 20 de octubre del 38 en el puerto de Barce lona; el C3, hundido frente a Málaga el 12 de diciembre del 36; el C5, hundido en diciembre del 36 en el Cantá brico, y el C6, hundido en aguas de Gijón el 20 de octubre del 37, el mismo día que desapareció bajo las aguas el
Ciscar. 2.
A rm ada nacionalista
La constituyeron, inicialmente, el crucero Almirante Cer rera, el viejo destructor Velasco y los cañoneros Cánovas del Castillo, Canalejas, Dato y Lauria , a los que auxiliaban, en la medida de sus escasas fuerzas, los torpederos números 2, 7, 9, 16 y 19 y algunos pequeños guardacostas, que con otros bacaladeros y pesqueros armados formaron flotillas de defensa marítima de costas. Un conjunto que, salvo el crucero, carecía de valor militar teórico. Inicialmente, estas fuerzas dependían de los jefes de las bases navales de El Ferrol y San Fernando; a su vez, a las órdenes respectivas de los jefes del Ejército del Sur y Ma rruecos y del Norte, es decir, de los generales Franco y Mola. Esta situación perduró hasta que Franco fue nom brado Generalísimo, en cuyo momento todas las fuerzas navales pasaron a su dependencia. Se nombró entonces
jete del Estado Mayor de la Armada al almirante Cervera, que tuvo a sus órdenes a la flota, cuyo jefe, el capitán de navio Francisco Moreno, había sido miembro de la Junta de Defensa Nacional, y que fue habilitado de contralmi rante el 11 de noviembre del 36. La flota se reducía en aquellos momentos a los cruceros Almirante Cervera y Ca nanas y al destructor Velasco, pues las restantes pequeñas unidades disponibles debían limitarse a prestar servicios en aguas próximas a las bases navales y a los puertos marro quíes en actividad de patrulla. Los problemas de la Armada nacional fueron fundamen talmente tácticos y técnicos y la orgánica se dejó para más tarde; había que sacar el máximo rendimiento a los pocos medios disponibles e incrementarlos en la medida de lo posible. La actividad de los profesionales fue incesante, consiguiéndose reducir el tiempo de entrada en servicio de todos los buques en construcción, con lo que el tremendo desequilibrio inicial fue reduciéndose poco a poco. Como hemos visto, en septiembre entra en servicio el Canarias; en diciembre, el Baleares; en enero del 37, el minador J ú piter; en julio de ese mismo año, el Vulcano; al año si guiente, el Neptuno; el Marte no lograría hacerse a la mar antes de finalizar la guerra, pero para entonces ya estarían en servicio en la Armada nacional el cañonero Calvo Sotelo 27, cuatro lanchas rápidas torpederas de 45 toneladas adquiridas en Alemania, y que llevaron por nombre Oviedo, Badajoz, Requeté y Toledo; una de 28 toneladas: la Cándido Pérez; dos de 12, la Sicilia y Nápoles, todas ellas con en trada en servicio a lo largo de los años 37 y 38; los subma rinos General Sanjurjo y General Mola, adquiridos en Italia, y los destructores, de esa misma nacionalidad, Ceuta, Melilla, Huesca y Teruel, de muy escaso valor militar, seme jantes al tipo Velasco, de la primera guerra mundial, de poca protección, escasa velocidad y débil armamento, pero que, por supuesto, eran algo más que nada e iban a facilitar una ligera protección a los cruceros, que a partir de finales de año tienen una neta superioridad arti llera, de la que se hacen valer durante el día, ventaja que 27 Era el buque Zacatecas, que se construía por encargo del Gobierno mexicano, y que fue incautado y rebautizado, haciéndose a la mar en el verano de 1938.
pierden en cuanto al anochecer los rápidos y modernos destructores enemigos pueden hacerles objeto de cual quier ataque afortunado, como fue el que hundió al B a
leares. Con todas estas aportaciones, el desequilibrio iba redu ciéndose; para contribuir a ello, en los momentos claves de la guerra, la Armada nacional se vio beneficiada por el apoyo de información facilitada por los buques alemanes y la presencia activa de unidades italianas. Durante el se gundo semestre de 1936 y los tres primeros trimestres del 37, cuando la superioridad republicana en aguas del Medi terráneo era incuestionable, buques italianos, especial mente submarinos, protegieron la navegación propia y ata caron la enemiga, contribuyendo a hacer incómoda la nave gación a los barcos republicanos con destino a los puertos mediterráneos. Nunca llegaron a quebrantar decisivamente este tráfico, que siguió desarrollándose con mayores o me nores dificultades, como lo demuestra el hecho de que más del 90 por 100 del tonelaje encaminado a los puertos re publicanos alcanzara su destino, pero ocasionaban las mo lestias suficientes como para obligar a distraer medios cuantiosos en la protección del comercio republicano. Cuando cambió radicalmente la situación naval fue cuando después de finalizada la campaña del Norte, los barcos del almirante Moreno se concentraron en la base de Palma de Mallorca; se constituyó entonces la que se llamó flota del bloqueo, que logró interceptar el paso a los con voyes procedentes de la Unión Soviética. La nueva organización se plasmó el día 10 de octubre de 1937; las fuerzas navales quedaban a las órdenes de Fran cisco Moreno, habilitado para vicealmirante, y compren dían una división de cruceros con el Baleares, el Cananas y el Almirante Certera; la flotilla de destructores, con el Ceuta, Melilla, Huesca, y Teruel, próximos a llegar, y el Ve rseo; los minadores Jú p iter y V u lean o. los cañoneros Cano del Castillo, Dato y Canalejas y los submarinos Mola y anJurjo, más cuatro italianos, que se pusieron a disposi ción del mando nacional. Aparte de esos medios, un cruCero auxiliar, el Mar Cantábrico; las lanchas rápidas BadaOviedo y Requeté y algunos patrulleros y rastreadores. El ju ra n te Moreno era jefe de todas estas fuerzas y de las ^ ,rc y Tierra que se pusieron a sus órdenes. Un mando
conjunto que le daba autoridad para el empleo de los dis tintos medios que coadyuvaron a la tarea de controlar el tráfico marítimo en el Mediterráneo. El 17 de diciembre se votó el Neptuno y el día 31 se pusieron las quillas de dos pequeños minadores, el Eolo y el Tritón, ninguno de los cuales llegaría a intervenir en la campaña. Cuando el 31 de enero de 1938 se formó el primer Go bierno de Franco, ocupó la Subsecretaría de Marina el con tralmirante Manuel Moreu, que poco después pasaría a la Jefatura de la División de Cruceros al desaparecer el almi rante Vierna con el Baleares. Le relevó en el cargo el con tralmirante Estrada, y con esta organización se llegaría al fin de la guerra. La Marina nacional, partiendo de una situación de abso luta inferioridad, consiguió al final la supremacía en todos los mares a costa de la pérdida de dos de sus más impor tantes unidades: el acorazado España, que chocó con una mina propia el día 30 de abril de 1937 en aguas santanderinas, y el Baleares, que en la madrugada del 6 de marzo fue echado a pique por un ataque de los destructores re publicanos. D)
L a A v i a c i ó n 28
La aviación militar era en 1936 un servicio dependiente del Ministerio de la Guerra a través de la Dirección Gene ral de Aeronáutica; ocupaba el puesto el general Miguel Núñez del Prado y Susbielas, estando vacante la jefatura de la Aviación Militar. Las fuerzas aéreas, con un conjunto de 26 escuadrillas, se distribuían en tres escuadras y 1# fuerzas aéreas de Africa, con la siguiente composición:
Escuadra número 1.— Mando en Getafe: Una
unidad
trimotor, una escuadrilla Junkers, Grupo 11, caza Nieuport, y Grupo 21, de reco n o cim ien to * con Breguet XIX, en Getafe; Grupo 31, de BreguetX IX , en León. 2H Quien desee mayores precisiones las encontrará en los trabajos Jesús Salas Lar raza bal, y en especial en La Guerra de España desde el que ha inspirado esta breve síntesis.
Escuadra número 2. — Mando en Sevilla: G rupo 22, de Breguet, en Sevilla, y Grupo 12, de caza, en G ra nada, que pocos días antes del Movimiento se di solvió, pasando sus aviones a Getafe y Barcelona. Escuadra número 3-— Mando en Barcelona: G rupo 13, en Barcelona, de caza Nieuport, y G rupo 23, en Logroño, de Breguet X IX . Fuerzas aéreas de Africa. — Con sendas escuadrillas de Breguet X IX , en Tetuán, Melilla y Larache, más una escuadrilla de hidros Dornier, en Atalayón, y una escuadrilla mixta, en el desierto del Sahara. Escuadrillas de instrucción. — Y - l, en la Escuela de Observadores, e Y -2, en Los Alcázares, donde también estacionaba el Grupo número 6, de hi dros, con dos escuadrillas de Dornier. El material estaba en sus bases, pero días antes de la sublevación se ordenó la concentración de gran número de aviones en Madrid, donde afluyeron dos de las tres escua drillas de Logroño, una de León y una de caza de Granada. Otra rama de la aviación militar era la aeronáutica naval. Esta disponía de una base principal en San Javier, donde existían ocho escuadrillas de aviones muy diversos. Hidros Dornier y Saboya-62, cazas Martynside, aviones de entre namiento Hispano E-30 y torpederos Vickers-Vildebest, el más moderno material aéreo que teníamos en España, de los que había tres escuadrillas, con 26 aviones en vuelo. Además de estas escuadrillas, una novena repartida entre Marín y Mahón para el reconocimiento de las costas galle gas y baleares. En conjunto, 107 aviones, entre los que predominaban los Saboyas-62, de los que existían 35, si guiéndoles los Vildebest, con 27, y los hidros Macchi-18 y Dornier, con 10 29. Además de este conjunto de aviones militares existían erj España los comerciales de la LAPE (Líneas Aéreas Pos ta es Españolas), que contaba con 22 aviones de distintos •pos, de ellos cuatro Douglas DC-2, aviones de caracterísKas muy superiores a las de los militares; de ellos, tres on del lado del Gobierno y 5 trimotores Fokker R
r> i mi ,Al AIL D,; LA G u a r d i a , '
U|i / i . o n .
Crónica de la aeronáutica naval española
t 2
V il 30, transformados en bombarderos, dieron notable juego al principio de la guerra. Recapitulando, tenemos que en zona republicana queda ron: la unidad especial trimotor, la escuadrilla Junkers, el grupo de hidros, todas las escuadrillas de caza y nueve de las de reconocimiento. En zona nacional, una escuadrilla especial, la del desierto, y ocho de reconocimiento. Esto en cuanto a la Aviación militar se refiere. De la aeronáu tica naval, sus nueve escuadrillas quedaron en territorio republicano. En zona nacional, una patrulla, reforzada, de la tercera escuadrilla de reconocimiento. De los aviones comerciales, todos menos uno en zona republicana. En conjunto, todo esto suponía del orden de los 450 aviones, de los que más de 350 quedaron en territorio gu bernamental, y menos de los 100, aunque próximo a esta cifra, en zona nacional. La relación de potencia se estable cía en 3,5 a 1. Era, en general, material anticuado y de escaso valor militar, que contaba, por añadidura, con muy reduci das reservas de bombas y municiones; pero como esta si tuación era idéntica en ambos bandos, predominaba úni camente el número, porque, cuando se enfrentan aviones de similares características, es éste el que decide. Por aña didura, las fábricas aeronáuticas españolas se encontraban todas ellas en territorio gubernamental, y siguieron fabri cando al ritmo de un caza diario. Al estallar la guerra, las fuerzas aéreas no sufrieron los traumatismos que habían padecido sus compañeros de Tie rra y Mar, y apenas varió su organización, que siguió siendo la de preguerra, es decir, las escuadras 1.a, 2.a y 3.a, con los Grupos 11 y 13 de caza, 31 de reconocimiento y las escuadrillas de las Escuelas de Observadores, de Vuelo y Combate y de Tiro y Bombardeo; del Grupo 6.° de hi dros y las escuadrillas de los Grupos de Logroño y Sevilla, concentradas en Madrid. A medida que se iba recibiendo material extranjero, se formaron las escuadrillas España y Ia 30 Además de estos 10 aviones, un Breguet 26T, un B .A. Eagle, un D .H 89A , tres D ornier Wal, un Ford 4A T , tres Ju G -2 4 , un S-62 y l"J Ju F -1 3- Es decir, 12 bim otores y trim otores terrestres, que constituía0 e mayor fuerte potencial de bombardeo existente en España. El resto, trtS hidros bimotores, un de Havilland, también bimotor, y cinco m ooo^w ’ res, tenían un valor militar inferior. Salvo un D C-2 capturado en Scvil *>• todos formaron parte de la Aviación republicana.
2.a Lafayette, la «escuadrilla internacional» y los grupos de Potez y Marcel Bloch; y ya en el otoño, el Grupo 12, en el que se reunió todo el personal y material del cuerpo aéreo soviético del general Douglas. Al formar Gobierno Largo Caballero, se constituyó el Ministerio de Marina y Aire, y se encargó de la nueva Sub s e c r e t a r ía del Aire el coronel Angel Pastor Velasco; del mando de las fuerzas aéreas, el teniente coronel Ignacio Hidalgo de Cisneros, y de la jefatura de Estado Mayor, el teniente coronel Riaño Herrero. Es entonces cuando se inicia la transformación del viejo Servicio de Aviación en el nuevo Ejército del Aire. Las tres escuadras que compo nían las fuerzas aéreas dan origen a una organización te rritorial en Regiones Aéreas. La 1.a radicó en Madrid; la 2.a, en Los Alcázares, en sustitución de Sevilla, y la 3.a, en Barcelona. Las escuadras seguían existiendo, pero libres de toda servidumbre del terreno. La organización se diversifi caba; de un lado, las fuerzas operativas, y, de otro, el apoyo logístico y de infraestructura a las mismas. Cada una de estas Regiones Aéreas servía de asiento a las unidades operativas que actuaban en un determinado frente de combate. La 1.a atendía a los frentes del Centro y Extremadura; la 2.a, a los de Andalucía oriental y Teruel; la 3.a, al de Aragón. Exigencias geográficas impusieron la creación de las fuerzas aéreas del Cantábrico, que darían lugar a la aparición de una nueva Región Aérea, aunque allí seguían de momento fusionadas las organizaciones operativa y territorial, y el jefe superior aéreo en el Norte llevaba el título de jefe de las Fuerzas Aéreas del Norte. Ya en 1937, el 18 de enero, la 2.a Región Aérea se di vide. Conserva su responsabilidad de los frentes del Sur, y su cabecera radica en Los Alcázares; pero aparece una nueva, con sede en Valencia, para las necesidades de los rentes levantinos. Esta será la 4.a Región Aérea. Esas razones son las que aconsejan el nacimiento de la • Región Aérea, desgajada de la 1.a, para atender a los rentes del Sur-Tajo-Extremadura, y comprendiendo las provincias de Badajoz, Córdoba y Ciudad Real. La 6.a será a que sirve de asiento a las fuerzas aéreas del Norte. Y la a l i Una nueva’ con cabecera en Albacete, que atenderá nin\ZOna ‘nter‘o r> sin embargo, lo fue, y muy acusado, en noviembre y diciembre, aunque tampoco lo hubiera sido en octubre,
cuando llegaron a zona republicana fuerzas militares sovié ticas, tan encuadradas y tan regulares como las que un mes más tarde traería la Legión Cóndor. Los rusos no provocan la reacción airada que suscitan los alemanes con su presencia. Basta la existencia de una sola escuadrilla de hidros, con un valor militar escasísimo, en aguas de Mar Chica, en M e lilla, para que los franceses estén al borde de la invasión del Protectorado español. Es en ese momento cuando el asunto de los voluntarios pasa al primer plano, a pesar de que los internacionales rebasaban ya los 30.000 y entre alemanes e italianos no llegarían a ser en España más del millar. Tampoco despierta demasiadas preocupaciones en Lon dres la presencia de submarinos italianos en el Mediterrá neo, y esto es más de extrañar. El torpedeamiento del Cer vantes pasa discretamente inadvertido en las cancillerías, e incluso la multitudinaria presencia de «camisas negras» ita lianos a finales de año en los puertos del sur de España no provoca la reacción que podía esperarse. Quien inquietaba claramente era Alemania, y evidentemente había razones para ello, como luego la historia demostraría. Estos hechos son, sin duda, los que envalentonaron a Mussolini, que creyó, equivocadamente, que todo el monte era orégano, y de ahí su descarada actividad en aguas del Mediterráneo en la primavera del 37, frente a la no menos descarada actividad soviética, que desde el esta blecimiento del control incrementó notablemente los en víos a zona republicana. Por supuesto que el Gobierno, entonces en Valencia, no había aceptado el control, ni en principio toleraba limitaciones comerciales, por lo que no se sentía obligado en los términos del pacto. La presencia de los submarinos legionarios y de los dos que Italia vendiera a España, se hizo sentir, y aquí sí se provoca la reacción británica. Abanderada de siempre de la i ^ertad de los mares, la Conferencia de Nyon pone tér mino absoluto a la intervención italiana, que resultó mode radamente eficaz. En todos los momentos en que la situau°n resultó peligrosa para la paz europea, Inglaterra, con autoridad suficiente para ello, ponía coto, y su actitud deernunaba un parón en la escalada. Por supuesto, el co-
mercio continuaba, era inevitable, puesto que unos y otros precisaban de él para continuar viviendo, y no renunciaban a ningún procedimiento a su alcance para conseguir man tener abierta la espita a los abastecimientos que preci saban. Las entregas a uno y otro bando fueron muy similares, y se vencieron ligeramente del bando gubernamental; por razones evidentemente obvias, el Gobierno dispuso siem pre de mayores posibilidades de pago inmediato, lo que le permitía contratar con mayor libertad, y, además, su desfa vorable situación autorizaba rupturas del equilibrio del comercio exterior en favor de la recuperación del perdido equilibrio interno. El sistema, contra cuanto se ha dicho, tuncionó eficazmente tanto en cuanto a la cantidad y cali dad de lo comerciado como en cuanto al número de per sonas a las que de hecho se autorizó para incorporarse a uno u otro bando. En este problema del personal, la Nointervención funcionó más tardíamente; pero eso es todo. En cuanto a las entregas de material, el sistema se inició muy prematuramente; ya el 1 de agosto los franceses en viaron nota a las cancillerías europeas proponiéndoles el acuerdo de No-intervención, pero no sería hasta diciembre cuando se planteara sobre ei tapete el problema de la limi tación en el número de voluntarios, que hasta entonces había permanecido libre, y, por tanto, sin ser objeto del pacto. 5.
Las aportaciones materiales
A pesar de los notables trabajos que van enriqueciendo nuestros conocimientos sobre el tema, todavía quedan no tables lagunas por aclarar en cuanto al volumen que alcan zaron estas ayudas provenientes del exterior. La cuantía del comercio republicano nos es desconocida. Vamos te niendo una idea cada vez más exacta de las aportaciones soviéticas, y ello nos obliga, día a día, a situarlas en volú menes superiores a todo lo que de ellas se había escrito con anterioridad. Sigue en una densa bruma el conoci miento de lo que vino a la zona republicana procedente de Francia y los restantes países de la Europa occidental. Los testimonios de Juan Gisclon y Jules Moch, y más recién-
temente el estudio de Patrick Laurean, nos van sacando de dudas; pero éstas, aunque más limitadas, persisten. La falta de acceso a los documentos franceses y el silencio intere sado de los más directos implicados en el contrabando a través de la frontera franco-española, empezando por el propio Pierre Cot, mantienen la incertidumbre en torno al tema. Pero, como en el caso ruso, las cifras que vamos descubriendo indican que la cuantía de estas aportaciones fue superior a lo que cabía imaginar, cosa que hoy apa rece clara después de que Angel Viñas nos haya situado en su verdadera dimensión el volumen de los pagos efectua dos en el vecino país con oro de las reservas de nuestro Banco de España. Lo que a la España nacional aportaron alemanes e italia nos se conoce con una notable exactitud. Siempre nos queda un ligero margen de incertidumbre, pero éste re sulta muy reducido en este caso. Así como la estimación puede conducir a errores, incluso groseros, en las cifras francesas y la valoración de la aportación rusa todavía deja márgenes apreciables al error, en el caso de Alemania e Italia éstos quedan reducidos a una fracción práctica mente despreciable. D e todas las maneras, lo conocido nos permite asegurar, sin temor a equivocarnos, que las cuan tías de las aportaciones recibidas por uno y otro bando fueron muy semejantes, aunque claramente inferiores en el bando nacional. El comercio exterior de España, en regresión constante desde 1929, siguió descendiendo a partir de que se iniciara la guerra, y esto ya nos da una primera idea de lo que aconteció. España recibía menos aportaciones exteriores de las que habitualmente llegaban a sus puertos o aduanas, y como el volumen de las adquisiciones para el ramo de la guerra creció evidentemente, resulta claro que el país tuvo que renunciar a muchos artículos esenciales, que adquiría habitualmente en el exterior y que había dejado de recibir. Normalmente, se descargaban en los puertos españoles al rededor de los 10 millones de toneladas /año, cifra que en e a,^° 1929 rebasó los 13. De estos millones de toneladas, aproximadamente un poco más de la mitad correspondía al trafico interior de cabotaje, siendo las mercancías importa1 ds exterior del orden de los cinco millones, cifra que n° Se a^canzó en 1933 y que se rozó en los años siguientes,
en los que se produjo una ligera recuperación en nuestro comercio exterior con aumento en el volumen de las im portaciones, aunque no en el de las exportaciones. Estas descendieron desde más de 10 millones de toneladas en 1929 a aproximadamente las seis en 1933. Pues bien, los datos que poseemos respecto al volumen del comercio exterior durante la guerra se reducen a los publicados por los almirantes Cervera y Moreno. Según el almirante Cervera, llegaron a puertos republicanos 2.825 buques de un total de 3.240 que tenían ese destino, y, por tanto, el 87 por 100 largo de los que lo intentaron, y transportaron 7.035.000 toneladas, que representan el 90,65 por 100 de las mercancías despachadas, que fueron " . ‘’óO.^SS. La diferencia, es decir, 725.000 toneladas, fue ron hundidas, confiscadas o apresadas. Ello supone la arri bada a puerto de 2.638.312 toneladas anuales, cifra que se sitúa en algo menos de la mitad de la que habitualmente llegaba en ese período de tiempo a los puertos de la totali dad del litoral español. Por su parte, el tráfico marítimo nacional señala la lle gada a puerto de 8.543.768 toneladas entre el 18 de julio de 1936 y el 31 de diciembre de 1938; pero aquí los datos del almirante Moreno engloban la totalidad de los buques entrados en los puertos de la zona nacionalista, y, por tanto, las mercancías importadas y las mercancías en tráfico de cabotaje. En la preguerra, el tráfico de cabotaje era un poco superior al de importación, y de ahí debemos deducir honestamente que de esos ocho millones y medio de tone ladas es muy fácil que la mitad, o cerca de ella, se debnn al tráfico marítimo interior, muy especialmente al que desde el Protectorado y las islas Canarias se dirigía hacia la Pe nínsula, y viceversa; hecho que se pone de manifiesto en que la carga transportada por buque es únicamente de 223,9 toneladas, en tanto que la de los barcos que proce dentes del exterior alcanzaron los puertos republicanos es de 2.490,4; 11,12 veces superior. La razón estriba en que el tráfico del cabotaje se hacía en pequeños barcos, mu chos de ellos incluso con carga inferior a las 100 toneladas, en tanto la navegación de altura se hacía con grandes bu ques, con tonelajes casi siempre, superiores a las 3.000 to neladas de arqueo. Estas reflexiones reducen el volumen real de las impor-
taciones por puertos nacionales, que quedaron en una cifra similar a aquella que indican las aportaciones a los puertos republicanos. Es de advertir que en ambos casos se habla de toneladas de arqueo; las de carga serían sensiblemente in feriores. Las descargadas en puertos republicanos las eva lúa el almirante Cervera en 2.345.833 toneladas, y las apresadas y confiscadas, en unas 160.000, siendo 8 0 .0 0 0 las hundidas. A estas toneladas habría que añadir las que alcanzaron el suelo nacional a través de sus fronteras te rrestres. Portugal apenas comerció con España, primero por su escasa capacidad de producción y en segundo lugar por la presión británica. Sin embargo, la frontera francesa, sobre todo en determinados períodos de la guerra, fue el camino habitual para el suministro del Ejército Popular. Muy especialmente a partir de octubre de 1937, cuando la ruta del Mediterráneo se vio notablemente dificultada por la presencia de la flota del bloqueo en la isla de Mallorca. A partir de ese momento, apenas llegaron por mar otros recursos que aquellos que estaban al margen del acuerdo de No-intervención. El Mediterráneo se dedicó, casi ex clusivamente, al tráfico de mercancías no incluidas en las listas de material de guerra, reservando para estos suminis tros la ruta del Norte. Las armas procedían de Murmansk y su transporte se hacía en navios soviéticos o de la France Navigation, sociedad constituida por los comunistas fran ceses para burlar la vigilancia del control. Las mercancías eran desembarcadas en Francia y alcanzaban España por carretera o tren, con el beneplácito de las autoridades francesas,que para la ocasión inventaron el sistema que ac tualmente se conoce internacionalmente como T IR (trá fico international routier). Por este, sistema llegaron a Es paña los equipos bélicos, de tonelaje, naturalmente, muy inferior al de las materias primas, que seguían utilizando las rutas marítimas de Nyon, fundamentalmente bajo pa bellón inglés. El tráfico de exportación también disminuyó. No cono cemos datos del tonelaje exportado desde zona republi cana. El que salió de los puertos nacionales, según el almi rante Moreno, llegó a la cifra de 16.231.058 toneladas, con un promedio anual de 6 .602.464 y una carga unitaria c e *35,83 toneladas por buque, todavía baja, pero casi el c oble del promedie) en el caso de las entradas, lo que su-
pone que en este tráfico aumentaba considerablemente el porcentaje de la exportación, siendo muy reducido el de cabotaje. Ya antes de la guerra éste apenas era la quinta o sexta parte del total, y durante ella quedaría por debajo de esa cifra. Me aventuraría a afirmar que apenas llegaría a ser una décima. Lo que supone que se exportaron desde zona nacional del orden de los seis millones de toneladas anua les, en paridad a la totalidad de las mercancías salidas de España en los años precedentes, lo que da idea del enorme esfuerzo exportador que se hizo en zona nacional. El precio de estas mercancías, casi todas ellas minerales, era reducido, y, por tanto, el valor de las exportaciones no guardaba relación con su tonelaje. Este valor fue también inferior durante el tiempo de guerra, que en los años ante riores, incluso en el comercio con aquellos países que más traficaron con la España en guerra. Los niveles exportado res de España sólo señalan cifras superiores a las de pre guerra en el valor de las mercancías dirigidas a Francia en 1936, a Italia en 1938 y a Holanda también en 1936. El valor de las exportaciones hacia Alemania nunca alcanzó las cifras de 1935, y lo mismo ocurrió con nuestro comer cio con Gran Bretaña, USA y Argentina, que eran, con las citadas, las potencias que más comerciaban con España. Algo semejante sucedió también con las importaciones, a pesar del alto valor unitario que alcanzaron determinados artículos bélicos, como aviones, carros de combate, artille ría, direcciones de tiro, etc. Solamente en 1937 se aprecia un incremento en el valor de nuestro comercio con He landa y Portugal en relación con las cifras de preguerra; en todos los demás casos y con todos los demás países, el pre cio de nuestras importaciones fue inferior en los años 36, 37 y 38 al que habían tenido en el año 35 y precedentes. En fin, el año en que el comercio con Alemania fue más intenso, las importaciones procedentes de nuestro país no llegarían a rebasar el 74 por 100 de las realizadas en 1935, y las francesas de 1936 se sitúan únicamente en el 88 por 100 de las referidas al año anterior, siendo éstos los casos en que las cifras del comercio se mantienen en niveles mas próximos a los de preguerra. Naturalmente, nos falta co nocer cuál fue el incremento del volumen de tráfico con la Unión Soviética. Toda esta actividad comercial es indicativa de una mode-
ra d a c o r r i e n t e d e
abastecimientos en dirección a ios ban que alimentaban sus esfuerzos de guerra aquello que precisaban para continuar la
dos c o n te n d ie n te s ,
s u m in is trá n d o le s lu c h a .
_
Lo que recibieron los nacionales procedía, en su práctica to ta lid a d , d e Alemania e Italia. De Italia llegaron, en nú m e r o s redondos perfectamente válidos, 700 aviones de c o m b a t e , 1.000 cañones, 4 .2 5 0 camiones, 1.700 remol q u e s y tractores, 150 tanquetas, 270 vehículos ligeros, 1.200 motocicletas, 3.500 ametralladoras, 5.200 fusilesa m e t r a l l a d o r e s , 2 20.000 fusiles, varios millones de proyec tiles de artillería, un centenar de millones de cartuchos y 5.000 toneladas de pólvora y explosivos. De Alemania llegaron 593 aviones, una cifra similar de cañones — de los que aproximadamente la mitad, 290, eran piezas contracarros de 45 mm., y el resto cañones de cam paña de 77 mm., 40 excelentes piezas antiaéreas de 88 mm. y 84 más antiguas de 75 mm., 102 carros de com bate Panzer I, que posiblemente fueran algunos más, pero no por encima de 120— . La primera cifra es un mínimo comprobado, y la segunda, un máximo inalcanzado; 100 ametralladoras pesadas antiaéreas de 20 mm., 5.000 ame tralladoras y otros tantos fusiles ametralladores y 200.0 0 0 fusiles, además de materias primas para la fabricación de granadas, bombas y explosivos 7. Las aportaciones soviéticas dejan márgenes mayores a la incertidumbre; de forma oficial, los comunistas han decla rado que de la Unión Soviética llegaron a España 806 aviones, 362 carros de combate, 120 blindados, 1.555 pie zas de artillería, 500.000 fusiles, 340 morteros, 15.113 ametralladoras, 3 .4 0 0 .0 0 0 proyectiles de artillería, 500.000 bombas de mano, 826 millones de cartuchos y otros materiales, como lanchas torpederas, reflectores, ra diotransmisores, etc. Estas cifras, pese a su importancia, no resultan aceptables, y para analizarlas nos hemos de mover, en algunos casos, en el terreno de la conjetura razonable 8. La cifra de aviones es muy posible que sea exacta, si Para el lector que quiera entrar en detalles le recomendamos los lijros de Jesús Salas, Coverdale y Merkes. Especialmente el primero, tituauo Intervención extranjera en la guerra de España (Ed. Nacional, 1974).
Solidaridad de los pueblos con la República española. p.302 de la ed. ital. ° reproduce de la Retista btstónco-militar soviética n.7 p.7 *)).
hacemos abstracción de la última y cuantiosa entrega efec tuada ya en 1939. Como es muy bien conocido, los sovié ticos enviaban los aviones en grupos de 31 unidades, y la cifra reconocida por ellos corresponde a 26 de estos módu los. Hasta agosto de 1937, es decir, durante el primer año de guerra, entregaron 465 aviones, es decir, 15 módulos completos, que se distribuían así: 62 «katiuskas» SB-2, 124 «natachas» y «rasantes» RZ; 155 «chatos» Y - 15 y 124 «moscas» Y - 16, cuya recepción está confirmada por los documentos de Hidalgo de Cisneros, relación valorada número 5, comunicación de Prieto a Federica Montseny y documentos exhumados por el profesor Viñas 9. Hidalgo de Cisneros relaciona los aviones llegados hasta el 20 de diciembre de 1936. Prieto añade a éstos, que incluye en parte, los que vinieron entre el 17 de diciembre y el 17 de marzo de 193*7, y Viñas nos prolonga los datos hasta el 10 de agosto de este año. Hay pequeñas discrepancias entre ellos, que se resuelven al contrastar las cifras. A Hidalgo se le escapa uno de los «katiuskas», y reduce a 30 los 31 que con toda evidencia llegaron; a Prieto, que relaciona 233 aviones, se le escabullen estos 31 «katiuskas» y un «chato» al limitar a 30 los 31 que, sin duda, arribaron al Norte e incluye 19 de otras procedencias (Francia y Suiza). Las lle gadas hasta marzo tuvieron que ser las siguientes: 31 «ka tiuskas» (los indicados por Hidalgo de Cisneros, añadién dole el que éste omite), 62 «natachas» (los 31 que llegaron en octubre del 36 y los 31 que trajo el Aldecoa el 14 de febrero) y 124 «chatos» (Prieto los reduce a 122 y no nos aclara qué buques los transportaron. Fueron los 25 inicia les, los seis que descargó en Alicante el Rarmond, que fondeó el 21 de febrero, y que completan el módulo de 31; los 31 que llegaron al Norte, y que Prieto reduce a 30 y la mayoría de los autores a 15, y que fueron descargados en dos lotes, uno de 15 en Bilbao, transportado por el Andreu el 1.° de noviembre de 1936, y el resto, en el puerto de '* El documento original de Hidalgo Cisneros en AHM, arm.55 Ieg.532, cap. 5 doc.18. El documento de Prieto, en el mismo archivo, donde igualmente se conserva la relación valorada número 5. Los datos de identificación de ambos son: AHM, arm.47 leg.71 cap. I a 9 d o c.1 -6 . Con estas indicaciones subsano la omisión que detecta el profesor Viñas en su libro El oro español en la guerra civil, p.266, en el que en texto y cuadros nos facilita una preciosa documentación oficial.
durante el mes de enero, sin que haya constan cia d e si viajaron en el Sil, que atracó el 13 de enero, o en el Radmond o Rumbón, que lo hizo el 27 del mismo m es10. L o s 62 restantes llegaron a Cartagena también a principios d el a ñ o 37. Laureau afirma que 31 lo hicieron en febrero, m ie n tr o s 62 lo efectuaron a lo largo del mismo año; y c o m o s a b e m o s que los últimos 31 llegaron el 1.° y 8 de ju lio a b o r d o del Artea-Mendi (23) y Cabo de Santo Tomé ( 8 ) , q u e d a únicamente por dilucidar en qué barcos viajaron los r e s t a n t e s ; seguramente, en el propio Cabo de Santo Tomé, en el viaje que rindió en Cartagena el 6 de marzo. P o r último, los «moscas» se reducían a los 31 que llegaron e n tr e o c t u b r e y noviembre, de lo que dan fe Hidalgo de C is n e r o s y Prieto, y de los que 15 fueron descargados en C a r t a g e n a el día 4 d e noviembre del buque soviético Kipch. Luego llegarían los que nos relaciona el profesor Viñas, y que fueron: 31 «katiuskas» SB (21 en el Aldecoa el 24 de junio y 10 en el Artea-Mendi el 1.° de julio) n , 62 «natachas» (31 en el Cabo de Santo Tomé el 1 de mayo y otros tantos en el Cabo de Palos el 7 del mismo mes), 31 «cha tos» (23 en el Artea-Mendi y ocho en el Cabo Santo Tomé los días 1.° y 8 de julio respectivamente) y 93 «moscas» (17 en el Antonio Satrústegui el 21 de mayo, 14 en el Cabo Santo Tomé el 8 de julio y 62 en el Cabo de San Agustín el 10 de agosto), lo que hace un total, hasta esta última fecha, S a n ta n d e r
Los 31 aviones llegados al Norte no terminan de ser aceptados por los autores, pese al testimonio oficial de Prieto, que los reduce a 30 Un testigo presencial me ha relatado que en fecha que no recuerda con exac titud, pero dentro del mes de enero del 3 7, presenció en el puerto de Santander la descarga de 12 aparatos Y - 15, que fueron depositados en el seminario de Corván, donde fueron montados, constituyéndose una es cuadrilla totalmente rusa en mandos, intérpretes, técnicos, mecánicos y pilotos. El jefe de la escuadrilla se vio obligado a lanzarse en paracaídas en uno los vuelos de prueba, estrellándose el «chato» que pilotaba en e barrio de Cazoña. Por añadidura, el comandante Martín Lunas, jefe de aviación republicana en el N orte, indica la presencia de dos escuadrillas '-e «chatos», una en Bilbao, al mando del español Felipe del Río, y otra lusa en la Albericia (Santander). El profesor Angel Viñas los reseña como SB y CB. La razón es que en un caso el indicativo está en caracteres latinos y en el otro en cirílicos. trata del mismo avión «katiuska». Cf. El oro español en ¡a guerra civil P-27-1-276
y
285.
de 465 aviones; de ellos, 62 «katiuskas», 124 «natachas» o rasantes, 155 «chatos» y 124 «moscas». A partir de esa fecha vendrían cinco nuevos envíos de «moscas»; de ellos, uno dentro de 1937 y cuatro en 1938, que elevan el total global a 279; uno de «superchatos», que sumados a los Y -15, hacen 186; tres de «katiuskas», que hacen 155 de este tipo, y otros tantos de «natacha», que sitúan al conjunto de «rasantes» y «natachas» en 186. Llegamos así a los 806 aviones admitidos, que no incluyen todos los librados en 1939, de los que la mayoría no fueron desembalados o no llegaron, ni los construidos en España. El último pedido se elevaba a 200 «moscas», 60 «chatos» y 90 «katiuskas», además de 31 Y-17, 20 de gran bombar deo, seis de transporte y 21 de entrenamiento avanzado, algunos de los cuales llegaban a volar en España; los mate riales enviados eran los precisos para construir 400 Y-15 y 200 Y - 16, de los que se entregaron 287 «chatos» y 10 «moscas». Contabilizando únicamente éstos, el número de aviones soviéticos se elevaría a 1.103, que es una cifra mí nima que no contempla el último envío, a pesar de que hay testimonio irrefutable de que en parte rindió viaje y de que algunos ejemplares llegaron a actuar en la guerra 12. Las 1.555 piezas de artillería también deben ser conside rados como una cifra mínima, indicativa de las entregadas hasta fines de 1938; hay constancia de la recepción, con anterioridad al mes de agosto de 1937, de 1.204 piezas (el profesor Viñas detecta 889), de las que 555 se recibieron en 1936; 278 entre diciembre de este año y marzo del 37 (según testimonio de Prieto), 194 entre marzo y agosto y 177 en el Norte, de acuerdo con los datos del Parque de Artillería de Bilbao y Sancho Beurko. Voronof, el mariscal soviético, que fue asesor principal de la artillería republi cana, afirma que el Ejército Popular disponía en el mes de mayo de 1.681 piezas de campaña, lo que nos obliga a pensar en la existencia de otras fuentes de abasteci miento 13. El pedido final de Negrín, transmitido por Hi dalgo de Cisneros, incluía 1.908 cañones de campaña, 176 para carros de combate, 104 de marina, 24 de costa y 120 12 Guerra y revolución en España t.4 p. 328-329. 1 Hay constancia de la llegada a la España republicana de más de 2.000 cañones (véase cuadros).
antiaéreos, con un total de 2.332, y no resulta creíble el que fuera superior a todo lo recibido con anterioridad. Los 500.000 fusiles también pueden admitirse con idén ticas salvedades; el pedido final amparaba 400.000, y hay c o n s ta n c ia de que en enero se repartieron varias decenas de millares, que situarían el mínimo por encima de los 600.000. Los 482 vehículos acorazados (362 carros y 120 blinda dos) es inadmisible; Viñas registra 4 4 6 (406 carros y 40 blindados) 14, y la suma de las cifras que arrojan el docu mento número 5, Prieto, Beurko y el profesor Viñas sube a 632. El cónsul alemán en Ankara detectó el paso de 731 15, y la dimensión que alcanzaron las fuerzas blindadas republicanas — que inician su vida con la Agrupación Krivosheim, la continúan con la Brigada Pavlov, se refuerzan con el regimiento pesado de B T , del coronel Kondratiev; llegan a constituir dos divisiones, sin contar con el regi miento del Ejército del Norte, y alimentan en gran medida a las fuerzas nacionales, que llegan a tener cuatro compañías de carros rusos y tres de autoametralladoras cañón— elimi nan toda posibilidad de aceptar las cifras soviéticas. El número de carros de esa procedencia tuvo que estar muy próximo al millar en más o menos. Las ametralladoras pudieron ser las 15.113 que aceptan los soviéticos, pero siempre que no incluyan los fusiles ametralladores, que serían algunos más; el pedido final era de 6.000 de éstos y 4.000 de aquéllas, por lo que la cifra global de 30.000 armas automáticas no resultará en forma alguna exagerada. En enero se recibieron muchas de estas armas, con las que se equiparon las cuatro agrupaciones de batallones de ametralladoras constituidas en Cataluña 16. El valor de todas estas partidas es el que justifica la con sunción total del oro español depositado en Rusia. El pro fesor Angel Viñas nos ha demostrado que el Gobierno de 14 Angel Viñas, El oro españolen la guerra civil cuadro n.23 p .282-283. os 446 vehículos blindados a que se refiere son los detectados en el Periodo octubre 36/agosto 37. H, Intervención extranjera en la guerra civil española p.471. la i cuatro agrupaciones se componían de 20 batallones y al final de a '>atalla se organizó una quinta con cuatro. Las mandaron los tenientes oroneles 1 rigueros, Marenco y Capdevila y el comandante Guarner. La Etelvino Vega.
Negrín dio orden de venta de todo el depósito, pero esto no desvanece la duda, que permanece en el aire y que im pide cerrar el expediente. Sabemos que está justificada la venta del oro y conocemos las divisas papel que produjo la enajenación, pero sigue siendo una incógnita la contrapar tida de la inversión. Mientras no se presenten las cuentas y sigan siendo desconocidos al detalle la cantidad, calidad y precio de los artículos servidos y no se abra una negocia ción sobre este último extremo, el contencioso seguirá abierto. El precio mínimo que exige su cierre es el cono cimiento exacto de cada una de las partidas y la aceptación de su importe. Hoy podemos afirmar que las entregas supe raron los 1.000 aviones (806 entregados antes del invierno de 1938, y el resto después); materiales para montar en España, otros 600; 1.000 vehículos acorazados, 2.000 ca ñones, 30.000 armas automáticas, 12 lanchas torpederas y por encima de los 600.000 fusiles, entregas que se comple taron con centenares de millones de cartuchos, millones de proyectiles y cantidades indeterminadas de otros materia les, entre ellos 8.000 camiones. Si de la Unión Soviética pasamos a Francia, nación donde se canalizó, a través de la Comisión de Compras establecida en París, el tráfico de material de guerra con destino a España y procedente de todo el resto del mundo, la incertidumbre crece de forma abrumadora. No hay ma nera de saber, ni aun aproximadamente, lo que vino por ese conducto. Sólo que fue cuantioso. Nos sirve como in dicativo su elevado costo, detectado por mi h e r m a n o Jesús y definitivamente determinado por Angel Viñas. La cuan tía del oro depositado y vendido en Francia y de la plata enajenada en este país y los Estados Unidos alcanzó cotas muy altas, y su valor representa, cuando menos, la tercera parte del total, es decir, unos 250 millones de dólares; pero si conocemos ese dato, ignoramos qué es lo que con esa fabulosa cifra se pagó y desconocemos cuántos fueron los cañones, tanques, ametralladoras y fusiles que con él se adquirieron. Algo, sin embargo, nos va siendo revelado, y ese algo es el volumen real del número de aviones que la República adquirió en los mercados mundiales, y que nos era desco nocido, aunque ya se hubieran hecho evaluaciones tan
acertadas como las de Jesús Salas 17. La impenetrabilidad de los archivos franceses y la extrema discreción de los protagonistas envolvían en una densa bruma todo este co mercio. Gisclon, Jules Moch y más recientemente Pierre L a u r e a u nos han facilitado una preciosa información, que aclara mucho de lo que velaba Pierre Cot, el máximo pro tagonista francés, que en sus libros oculta mucho más de lo que dice. De acuerdo con los datos de Laureau, a la España repu blicana llegó un heterogéneo y numeroso material aéreo de las más diversas procedencias. Este localiza la llegada a nuestro país de 440 aviones no soviéticos, de los que 98 eran cazas, 132 bombarderos, 56 de reconocimiento y asalto, 27 de transporte, un hidro y 126 de entrenamiento y escuela, aunque incluye entre estos últimos a 29 Koolhoven, que fueron operativos. En resumen, 343 aviones de combate, haciendo abstracción de los de entrenamiento y escuela, que carecían de significación militar directa, y que tampoco hemos contabilizado en los casos anteriores. El valor de esta cuantiosa aportación fue bastante infe rior al que pudiera deducirse de su volumen y precio, pues la enorme diversidad de modelos y sus características, normalmente inferiores a las del material soviético, le hi cieron poco rentable. Contra lo que es opinión muy difun dida, la República hubiera hecho mucho m ejor invirtiendo sus recursos financieros en un único mercado, dando a la Unión Soviética el monopolio de su comercio exterior. Razones de política internacional movieron a la Repú blica a mantener ese comercio. El prestigio casi mítico que gozaban las democracias occidentales a los ojos de los re publicanos españoles y su ingenuo convencimiento de que su ayuda era imprescindible para ganar la guerra, fomenta ron unas adquisiciones que, salvo en casos muy aislados, como el de los Gruman norteamericanos, no dieron nin gún juego. Los socialistas se dejaron arrastrar por los re publicanos, que, aunque con escasa influencia en la base, disponían de cuadros con personal muy cualificado, y que influyeron notablemente en esta descabellada política, a la que únicamente se opuso Prieto, a pesar de que también él ,
17 Ji'SUs T-
Sai.as, ¡ntenvndón extranjera en la Guerra de España p.446-
creyera que atraer a franceses y británicos era razón de vida y supervivencia para el Frente Popular. Las entregas de artillería, material blindado y armamento de infantería de procedencia europea y americana nos son absolutamente desconocidas, pero tuvieron que ser nece sariamente coherentes con las de material aéreo. En conjunto, y como ya dijimos al principio, las entregas a uno y otro bando fueron muy similares, aunque algo su periores las recibidas por el Gobierno aun excluyendo los materiales que se libraron y no llegaron a su destino. La acción naval fue muy importante y afectó, como hemos visto, al 10 por 100 de los envíos por vía marítima; pero aun así, lo que alcanzó puerto y fue entregado al Ejército Popular de la República fue superior a lo que llegó a su destino en el bando contrario. 6.
Los voluntarios extranjeros
El sistema del acuerdo, expreso o tácito, que equilibraba las entregas para impedir cualquier desequilibrio que pu diera entrañar una competencia desenfrenada que condu jera a la guerra generalizada, quedó sancionado por la práctica y el sistema funcionó tanto en lo referente al ma terial como al personal. Es creencia general de que fue mucho mayor el número de extranjeros en el bando nacional, y así se ha repetido y se sigue repitiendo con insistencia. Los autores más en boga, por no decir los más solventes, vienen dando cifras abultadas de italianos, alemanes y portugueses, que elevan a centenares de millares, reduciendo, en igual medida, la de rusos e internacionales. Siempre me asombró, sin em bargo, el que esos mismos autores admitieran que el nú mero de extranjeros muertos en las filas gubernamentales fuera superior al de los que cayeron en las nacionales, si tuándolo por encima de los 10.000 internacionales, frente a 4.000 italianos. Los rusos dicen haber perdido 157, y los alemanes 271, de los cuales 174 en combate y los otros 97 restantes en accidentes de distinta naturaleza. ¿Cómo era esto posible? ¿Es que los extranjeros del bando nacional sesteaban en retaguardia? Jackson afirma lo contrario; para él Franco era el que tenía absoluta necesi'
extranjeros para conseguir una base humana de carecía. Era y son contradicciones tan acusadas, que no e s posible resolverlas más que poniendo en cuarentena la o p in ió n hasta hoy sustentada. Para la cifra de internacio nales s e ha admitido, generalmente, la de 35.000 en total, co n u n máximo de 15.000 en el momento de superior a flu e n c ia d e extranjeros. Son números que no resisten el análisis, pero que han hecho fortuna. En mi Historia popu lar del Ejército de la República afirmé que el número de hombres alistados en las brigadas fue superior al de 120.000, y que de ellos eran extranjeros no menos de 70.000. Basaba mi estimación en los efectivos que tuvie ron las brigadas a lo largo de su existencia, en las cifras de vivos y muertos de sus unidades y en los números conoci dos de personal filiado. Mis presunciones vienen siendo confirmadas día a día; en 1974 aparecía el magnífico libro de Andreu Castell Las Brigadas Internacionales de la guerra de España, y en él se contabilizan de manera irrefutable 61.582 extranjeros, de los que 59.380 serían interbrigadistas. D e estos volunta rios —siempre según Castell— , 9.934 resultaron muertos, 36.541 heridos y 7.686 desaparecidos, con un total de 55.161 bajas. Es decir, que el 92,89 por 100 de los brigadistas habrían sido bajas, y el 22,81, bajas definitivas, pues a los 9.934 muertos habría que añadir el 47 por 100 de los 7.686 desaparecidos, ya que Andreu Castell fija en el 53 por 100 los que lograron sobrevivir. Estas cifras resultan claramente incoherentes; ninguna unidad en la guerra de España, ni aun la Legión, ni aun la más castigada de las unidades de la 1.a División de Navarra o de la 13 División llegaron a esos porcentajes, y las internacionales es impo sible que los alcanzaran, habida cuenta de que eran unida des mixtas, en las que el porcentaje de los que servían en los servicios era muy alto. Millares de extranjeros estuvie ron siempre en puestos de escaso peligro; más de 3.000, permanentemente en el cuerpo de tren, y no menos de esa cifra en los servicios sanitarios, y fueron numerosísimos los que sirvieron en intendencia, ingenieros y artillería, en lu gares en los que el castigo resultaba muy reducido. Si en el conjunto se llegaba a esas cifras de bajas, querría decirse que en las unidades propiamente de Infantería se habrían canzado porcentajes de muertes metafísicamente imposidad d e lo s
la q u e
bles. El propio Castell nos confirma esto cuando se decide! a hacer el balance final; los números no le encajan, y la¡ suma de muertos, desaparecidos, evacuados y los que, se gún él, habían permanecido en España alcanzaba la cifra de 61.582; 2.200 más que los que tenía fichados, lo que le obliga a introducir una partida adicional de extranjeros no incluidos en las Brigadas, cuando realmente debiera de ha ber dicho «no detectados en las Brigadas». Cualquier investigación, por prolija que sea, no llega nunca a identificar a la totalidad de los miembros de los j que sirvieron en una unidad, algunos de los cuales apenas j si estuvieron horas, porque fueron bajas prematuramente í por enfermedad, por herida o por muerte, porque pasaron ! inadvertidos o porque no tenían historia. Castell, suma- j mente meticuloso, puede haber alcanzado cifras de apro- ! ximación muy elevadas, seguramente próximas al 90 por J 100; pero nada más y para el cómputo final comete el ¡ error de aceptar la cifra de 12.673 como la de internacio nales en la fecha en que fueron retirados del frente. Es una cifra muy repetida; dicen que la dio la Comisión Interna cional que envió la Sociedad de Naciones, pero no hemos podido comprobarla nunca y los testimonios son muy con fusos en este extremo. El general Gámir, que presidía la Comisión española, dice textualmente que «partiendo de los ficheros de las Brigadas Internacionales y del Nego ciado de Extranjeros del Ministerio de Defensa, para los no enrolados en aquéllas se viene a deducir que de los 24.000 hombres que en su totalidad pasaron por las filas del Ejér cito republicano, han sido retirados 12.000 aproximada mente en la zona catalana y unos 2.000 en la Centro-Sur», lo cual supone 14.000, y, por tanto, 1.540 por encima de los que acepta Castell 18. Antonio Cordón, subsecretario de Guerra, dice que «de los frentes fueron retirados 24.000 voluntarios en 13 con voyes durante los meses de noviembre y diciembre del 38, y un único convoy en febrero del 39, de los que sólo pu dieron ser embarcados 6.202», cifra que difiere muy poco de la que da Gámir, que es de 6.206; y el propio Castell nos indica que en enero de 1939 aún tenían las Brigadas Internacionales 25.099 hombres, con un 40 por 100 de JM
G
en eral
G
ámir,
De mis memorias. La guerra de España (París 1939)-
extranjeros 19. Es decir, que acepta que, después de la eva cuación, el número de éstos era, cuando menos, de 10 .0 0 0 , y si ésta afectó a 6.000, evidentemente el total mínimo en octubre no podía ser 12.673, sino otro bastante más elevado. Es muy probable que esos 12.673 fueran los que se quedaron ei 6 de enero del 39 después de la salida del último convoy que pasó la frontera y que, por tanto, los extranjeros en octubre pasaran de 1 9 0 0 0 . En este caso, y si se dan por buenas las cifras de retirados de Gámir y Cordón, los internacionales habrían sido 67.784, muy cerca ya de los 70.000 aventurados por mí, que sigo considerando un mínimo. Los soviéticos dicen que los voluntarios en octubre eran 32.109, de los que quedaron 12.144, y si esta cifra es real, el total de los internacionales ascendería a 81.018; entre ambas está la auténtica . Las cifras de Castell, las más fiables de todas, base de partida para cualquier investigación posterior, resultan cor tas de una manera evidente. En su cuadro contabiliza, por ejemplo, 1.512 voluntarios yugoslavos, y éstos, en su mo numental obra en cinco tomos Spanija 1936-39. nos ofre cen una relación nominal de 1.626, 114 más de los locali zados por Castell. Antonio Zambonelli, en Reggiani in difesa de la República espagnola, escribe en 1974 que los vo luntarios antifranquistas en su provincia, que siempre ha bían creído que fueron 45, eran 62. Y en fecha aún más reciente, Baumann eleva.a 43 los 32 peruanos que figuran en el cuadro de Castell 21. En los tres casos, las relaciones son nominales, y nos confirman que las cifríiG de éste son únicamente un mínimo comprobado. Por otra parte, la de 15.400 franceses que objeta Thomas no puede ser exage rada en modo alguno, si de verdad tuvieron 4.709 muer tos. La 14 brigada internacional se pasó cerca de un año en frente serrano estabilizado, en el que apenas tendría baja alguna. Con toda evidencia, el número de los internaciona19 A n t o n i o C o r d ó n ,
Trayectoria
(C o l. E b r o ,
197 1) p.435; A n d r e u
^-Astei.i, Las Brigadas Internacionales de la guerra de España p.374.
La sol¡dar teta dei popoli con la República spagnola (Moscú 1974) p.315 ed. ¡tal. A n t o n io Z
a MBONH.LI,
Reggiani in difesa de la República spagnola
(Recgio Emilia 1974); G e ROLD G iN O B a u m a n n , Extranjeros en la guerra (>nl apañóla. Los peruanos (Lima 1979).
les tuvo que ser necesariamente superior a los 70.000. De momento, aceptemos los 61.582 de Castell, con las reser vas indicadas. Más ditícil de establecer es el de los soviéticos que llega ron a España. Ellos confiesan la cifra de 2.064: 772 aviado res, 351 carristas, 222 consejeros e instructores, 77 mari nos, 100 artilleros, 52 militares de otros Cuerpos, 130 in genieros y operarios aeronáuticos radiotelegrafistas y 204 intendentes Evidentemente, la cifra no habla más que de oficiales y especialistas. Tenemos el testimonio de Lacalie, jefe que fue de toda la aviación de caza republicana, en el que nos afirma que las escuadrillas de caza soviéticas eran íntegramente rusas en la totalidad de su personal, excluidos, dice, los centinelas que prestaban servicio de protección en los aeródromos. En las cifras citadas no se habla para nada de armeros, de mecánicos, de soldados de manteni miento, de ningún tipo de personal de esta naturaleza. La Agrupación Krivoshein trajo dos batallones, con personal totalmente soviético; posteriormente, la brigada de Pavlov lo fue exclusivamente en todo su personal, y eran más de ^00 hombres, y el regimiento de TB-5, del coronel Kondratiev, que llegó en agosto del 37, era asimismo íntegra mente soviético; hasta esas fechas, prácticamente la totali dad de la aviación de caza y una fracción muy mayoritaria de la de bombardeo era soviética; soviético era el perso nal de las baterías antiaéreas de la defensa de las principa les ciudades españolas. El volumen del cuerpo soviético en España en número de escuadrillas, compañías de carros y baterías fue superior hasta muy adelantado el 37, al que en su momento mejor tuviera la Legión Cóndor. Resulta ab solutamente inaceptable el que la cifra de rusos fuera per manentemente inferior a la de alemanes, y éstos, se sabe perfectamente, fueron del orden de los 5.000. También algún día tendremos acceso a los archivos del Ejército Rojo, y conoceremos con exactitud esas cifras; no las que ellos nos facilitan, sino las reales, y en ese mo mento veremos que el número de soviéticos en E sp añ a, ” Solidaridad de ¡os pueblos con la República española (Moscú 1971) p M)l-302 de la ed. ital. (Milán 1976). Solamente la Brigada Pavlov, en su fracción combatiente, la componían 54 jefes y oficiales y 518 tripu lantes y sirvientes, sin contar personal de mantenimiento. S e is c ie n t o s setenta y dos hombres que casi duplican el aceptado por las fuente* soviéricas para roda la guerra.
que estaban en todas partes, tuvo que ser varias veces su perior al que ellos reconocen. El número de italianos está perfectamente establecido por Coverdale; del orden de los 70.000, de los que no más de 60.000 llegaron a figurar en las filas de las unidades com batientes, porque los restantes llegaron a España des pués de noviembre del 38, y, por tanto, sin oportunidad para participar en la guerra. Esos italianos dejaron en suelo español 4.157 de sus hombres, de los que 3.785 yacen en Zaragoza y 372 en El Escudo, cementerio italiano en trance de desaparición. Alcofar Nassaes añade a éstos 175 pilotos que perdió la aviación legionaria; en total, 4.332 bajas definitivas, que se corresponden muy bien con los 70.000 italianos participantes en la guerra. Comparemos estos números con los de los internacionales, y veremos que la contribución de éstos fue notablemente superior, pero que su cifra total no pudo ser inferior a la de los ita lianos, pues no es explicable que éstos, si fueron más, tuvie ran la tercera parte de pérdidas mortales que aquéllos 23. Los alemanes fueron del orden de los 15.000; Manfred Merkes contabiliza 15.999 pasajeros en dirección de Ale mania a España en 163 barcos que enumera, pero algunos de ellos serían efectivamente tales: pasajeros. En cualquier caso, aunque por exceso, resulta válida. Como éstos reali zaron tres relevos, resulta claro que el número de alema nes osciló entre 5.000 y 6.000. Los moros fueron 62.271, llegando a estar simultánea mente en la Península un máximo de 34.759. Una y otra cifra deben tomarse como aproximadas por defecto. En cualquier caso, es digno de señalar que estos marroquíes pertenecían al Ejército español, que estaban encuadrados en unidades regulares del mismo, y, por tanto, no podría calificárseles como jurídicamente extranjeros a efectos mi litares. Su pertenencia al Ejército español era anterior al estallido de las hostilidades, y, aunque durante ésta se es timulara de modo notable la recluta y aumentara hasta tri plicarse el número normal de sus tábores, el carácter de la C.overdale aún las reduce dejándolas en 3.8 W muertos, otras oti1wles italianas de la época y evidentemente cortas, lo que es normal en t ste tipo de documentos que contabilizan únicamente las correspondientes >i los partes que recibían en CTV. Muchos italianos murieron en hospitales españoles y de estos fallecimientos tendrían noticia tardía sus autoridades nacionales.
presencia en España de estas tropas resulta eminentemente distinto al que supone la llegada a la Península de unidades regulares de los ejércitos soviético, alemán e italiano 24. Finalmente, y echando un vistazo a los cuadros de hom bres movilizados en ambas zonas, comprobaremos que en ningún momento de la guerra, ni aun en la primavera del 37, llegaron los extranjeros a ser el 10 por 100 de los efec tivos de los ejércitos en lucha. Sus bajas fueron superiores a las correspondientes a su volumen, muy especialmente en zona republicana; lo que no es de extrañar, pues tanto las fuerzas indígenas marroquíes como las internacionales fueron unidades de choque. Los muertos extranjeros fueron el 17,7 por 100 del to tal, porcentaje que subió al 18,2 por 100 en zona republi cana y descendió al 16,8 por 100 en la nacional. E p íl o g o
A lo largo de las páginas precedentes hemos echado un vistazo a aquellos puntos que mayor trascendencia pueden tener para aclarar hasta qué extremos el mito y la leyenda se corresponden con la realidad. En todos los casos nos hemos apoyado en trabajos monográficos que ofrecen la máxima credibilidad y que aportan documentación irreba tible, consecuencia de trabajos profundos y meticulosos. Y hemos dejado de lado, por razones de espacio fundamen talmente, los puntos finales, aquellos que se refieren a la represión y el exilio. * A la represión, porque me remito al libro que tengo es crito sobre el tema, y al que realmente, de momento, no me encuentro en condiciones de hacer rectificaciones sus tanciales. Lo que en él dije sigo creyendo que es lo que más se aproxima a lo que sucedió, y ninguna nueva aporta ción permite modificar las conclusiones que con carácter provisional allí establecimos. En lo referente al exilio, por que Javier Rubio ha dejado prácticamente zanjado el tema con sus espléndidos trabajos 25. 24 J. M. GÁKATfi, La guerra de las dr.i Españas p.220/221. 75 J
avikk
R u b io ,
La emigración de la guerra civil de 1936-1939
(San
Martín, 1977;; lo., Asilos y canjes durante la guerra civil española (P laneta, 1979;; l a . La emigración española a Francia (Ariel, 1974); R a m ó n SALAS, Pérdidas de la guerra (Planeta, 1977).
Como resumen de unos y otros, incluimos unos cuadros que pueden servir de orientación aJ lector. El título de esta obra, pretencioso y hasta pedante, debe ser tomado en su justo valor, que no es otro que el de ofrecer no los datos exactos, a los que posiblemente no llegaremos nunca, sino los datos actuales. Datos que ya van siendo próximos a los reales. Con errores cada vez meno res, que van entrando en la zona de los prácticamente des preciables. Las diferencias entre las cifras absolutas y exac tas y las que aquí damos con el carácter de provisionales son ya muy pequeñas. Este es un hecho que todavía mo lesta a muchos, porque no son pocos los que se acercan al tema no en busca de la verdad, sino en busca de razones en que apoyar sus opiniones y sus prejuicios. Estos, de fraudados por lo que la investigación va desvelando, vie nen afirmando y haciendo un lugar común de esa afirma ción, que hay que desconfiar de los resultados de la inves tigación, pues ésta les ha sido negada a los más; sólo han podido efectuarla los menos, y éstos la han afrontado con un talante claramente partidista. Así se ha dicho que el documento ha resultado inaccesi ble para quienes honestamente se acercaban a aclarar los hechos y que las insalvables dificultades que puso el régi men franquista no han sido aún superadas. La realidad, mucho más modesta, es que, en la inmensa mayoría de los casos, estas afirmaciones no pasaban de ser un buen pre texto para eludir el ingrato trabajo de la búsqueda de in formación. Nuestro Ramón y Cajal ha dicho que, «para la obra científica, los medios no son casi nada, y los hombres lo son casi todo» 26. Y ya denunciaba a los quejumbrosos, a los que echaban de menos el local adecuado, la posibili dad de acceso a la documentación, la falta de bibliografía; a los que repiten una y otra vez la misma cantinela para jus tificarse con sus lamentaciones. Esto no dice, ni mucho menos, que sea fácil investigar en los archivos españoles; en los españoles ni en ningún otro, pues los nuestros no han sido más impenetrables que los foráneos. Es un debate que está abierto desde hace doscientos anos el de cómo llegar a un punto de equilibrio entre los 2h ~
S a n tia g o Ramón y C a ja l, Los tónicos de ¡a voluntad (Col. Austral)
derechos contrapuestos del acceso a la documentación cus tediada en los archivos, de un lado, y el de la conservación de los documentos, protección del tesoro documental y garantía de la tama de las personas en su honor, en su in timidad y en los de sus descendientes, de otro. Hoy día se está abriendo camino la tendencia de que estos intereses antagónicos deben conciliarse en unas nor mas que fijen los límites de unos y otros. En la actualidad se tiende a disminuir las restricciones, y, por lo general, los documentos se hacen públicos a partir de unos treinta años desde la fecha en que se produjeron, siempre que su mate ria no sea reservada, en cuyo caso los plazos se prolongan hasta por encima del siglo, y a degradar estos documentos reservados en plazos decrecientes en su duración. La UN ESCO aconsejó a sus países miembros, la reducción de éstos a veinticinco años para la documentación no clasifi cada, y a cincuenta para la reservada. Pero dejando libre el portillo para que se conceda el acceso, incluso a la docu mentación reservada, a determinadas personas que por su solvencia y discreción merezcan un permiso especial de la autoridad competente o de las personas afectadas. Es decir, pese a la tendencia a un claro aperturismo, resulta suma mente difícil acercarse a los documentos esenciales en pla zos inferiores a los cincuenta años. En España esto resulta particularmente confuso, puesto que no existe ninguna norma de carácter general que regule este derecho, y sub siste únicamente la de necesita^ una autorización expresa para acceder a la documentación reservada, aspiración limi tada a personas que ofrezcan garantías de competencia mo ral e intelectual. Desde hace años, esto es lo cierto, este tipo de autoriza ciones se están concediendo con notable liberalidad y pro digalidad; pero bueno será añadir que, dada la naturaleza de nuestra guerra civil, muchos de los fondos más impor* tantes a ella referidos se encuentran en manos privadas o de partidos y sindicales, y éstos, particulares o entidades, han sido tan celosas o más que el Estado en la protección de su propia documentación. Aun así, y enlazamos de esta forma con las frases de Ramón y Cajal, las posibilidades de investigar eran y siguen siendo muy amplias, como lo de' muestra el hecho de que podamos contar con espléndidos trabajos, pletóricos de información de primera mano con-
seguida por toda o frece la vida, en huellas escritas u
la rica multiplicidad de canales que nos dinámico desarrollo, y la proliferación de orales que permanecen en la sociedad a disposición de quien las busque con tesón y asiduidad. Esto no excluye el que vaya teniendo en nuestra Patria un carácter de urgencia y prioridad la promulgación de una Ley General de Archivos que regule la clasificación y con servación de los fondos y el acceso a los mismos de los investigadores, haciéndolos, en la medida de lo posible, transparentes y diáfanos para la sociedad en los plazos más breves compatibles con las exigencias de la discreción en el orden de la política y la administración o en la esfera de la intimidad de las personas. Entre tanto, y con el vehemente deseo de que la espera sea corta, no desdeñemos ninguna fuente de las que toda vía manan a nuestro alrededor y explotémoslas hasta su última veta. Nadie se verá defraudado, y todos los investi gadores encontrarán campo adecuado, fructífero y amplio para su trabajo, para su dedicación y para su participación en la tarea fecunda y común de encontrar la verdad.
CUADROS
ESTADISTICOS
Cuadro número 1 MOVIMIENTO
NATURAL CIFRAS
LA
POBLACION
ABSOLUTAS
DEFUNCIONES
NACIMIENTOS AÑO
DE
Matrimonios Varones
Mujeres
Total
Varones
Mujeres
Total
Crecimiento vegetativo
1931
175.233
3 3 5.439
313.837
649-276
209.805
199.172
408.977
2 4 0 .2 9 9
1932
158.772
346.489
324.181
6 70.670
199.717
189.183
388.900
2 8 1 .7 7 0
1933
148.175
3 4 4.036
323.830
6 6 7 .8 6 6
201.985
192.765
3 94.750
273-116
1934
146.178
327.665
310.256
637.921
199.848
188.977
388.825
2 4 9 .0 9 6
1935
150.648
325.065
307.470
632.535
197.710
186.857
384.567
24 7 .9 6 8
155.801
33 5 .7 3 9
315.915
6 5 1 .6 5 3
20 1 .8 1 3
191.390
3 9 3 .2 0 4
2 5 8 .4 5 0
Prom edio del quinquenio
PO BLA CIO N ESPAÑOLA QUE H ABITABA EN MUNICIPIOS DE MAS DE 2 0.000 HABITANTES Y EN CAPITALES DE PROVINCIA SEGUN LOS CENSOS OFICIALES DE 1900, 1910, 1920 Y 1930 POBLACION DE HECHO
TAN TO POR 1.000
G R U PO DE M UNICIPIOS En 1900
En 1910
882.921
9 5 2 .8 6 9
5 0 .000
563.503
De 50.001 a 100.000 De 100.001 a 50 0 .0 0 0
8 56.723 603.513 1.072.835
586.497 9 3 4 .8 5 0
De
2 0 .001 a
30.000
De
30.001 a
De más de 5 0 0 .0 0 0 P o b la c ió n
to ta l
los censos
867.303 1.187.218
En 1920
En 1930
En 1900
En 1910
En 1920
En 1930
1.122.133
4 7 ,4 8
47,82
1.391.325 1.163.036 1.555.435
30,30 46,07 32,46
29,43
36,97
5 9 ,0 4
1.213.629 1.106.083
46,91 4 3 ,5 2
56,97 51,92
4 9 ,3 6 66,01
1.461.231
1.958.397
57,70
59,59
6 8 ,6 0
83,11
214,01
227,27
1^8,44
174,37
2 60 ,2 3 191,25
2 1 8 ,9 2
9 7 5 .1 1 9 7 87.618
4 5 ,7 7
4 7 ,6 2
que arrojan
................................ 18.594.405 19 9 2 7 .1 5 0 2 1 .3 0 3 .1 6 0 25.563 867
%0 de habitantes en poblaciones de más de 20 .0 0 0 habitantes En c a p ita le s d e p r o v in c ia . .
3.132.171
FU E N T E : A nuario eitadiitico Je España. 1954
3-474.897
4 .0 7 4 .3 3 5
5 .0 8 7 941
Apéndice antológko de la primera mitad del siglo
305,14
K) 4^ 4^
Cuadro número 3 MOVIMIENTO EMIGRACION — AÑO
NU M ER O DE EM IG RAN TES
MIGRATORIO INMIGRACION —
SALDO DE LA MIGRACION
N U M ER O DE IN M IG R A N TES
—
En total
Por 100.000 hab.
En total
Por 100.000 hab.
1926
4 5 .183
201,2
39.949
177,9
-
5.234
1927
43.867
192,2
41.517
181,9
-
2.3 5 0
1928
48.555
209,8
38.563
166,6
-
9.992
1929
50.212
213,4
36.623
155,6
-1 3 -5 8 9
1930
41.560
176,4
41.563
176,4
3
1931
14.355
60,6
53.937
227,8
39.582
1932
10.152
42,7
47.528
199,8
37.376
1933
6.742
28,1
31.669
131,9
24.927
1934
15.655
64,4
20.013
82,3
1935
16.901
68,7
15.238
61,7
EM IG R A N TES
4.358-
1.723
COMERCIO ESPECIAL DE IM PORTACION Y DE EXPO R TA C IO N DE ESPAÑA
Valores de la importación y exportación entre los años 1926 y 1935
AÑO
EXPOR TACION
IMPOR TACION
EXCESO DE IMPOR TACION
EXCESO DE EXPOR TACION
Valor en miles de pesetas oro 1926 1927 1928 1929 1930 1931* 1932 1933 1934 1935 *
, ........... ........... ... ......... , ........... ......... .. .................. .................... .................... ....................
2 .1 5 3 .5 2 2 2.585.521 3 .0 0 4 .9 9 1 2 .7 3 7 .0 4 8 2 .4 4 7 .5 3 3 1.175 .8 9 9 9 7 5 .7 1 2 836.633 8 55.0 4 4 8 7 6 .1 4 0
1.60 5 .5 8 9 1.895.282 2 .1 8 3 .4 7 8 2 .1 1 2 .9 4 9 2 .4 5 6 .7 5 4 9 9 0 .3 0 9 7 4 2.314 6 7 3 .0 4 2 6 1 2 .5 3 4 588.220
547.933 6 9 0 .2 3 9 8 21.513 6 2 4 .0 9 9 — 185.590 233-398 163.591 2 4 2 .5 1 0 2 8 7 .9 2 0
— —
— — 9.221 — — — —
—
Hasta 1930, valores unitarios calculados; desde 1931, valores declarados según factura
FUENTE: Anuario estadístico de España. 1 9 5 1 .
RESUMEN DEL COMERCIO ESPECIAL DE IMPORTACION Y EXPO RTACIO N DE MERCANCIAS, AGRUPADAS SEGUN SU CLASE. AÑO 1935 VALOR EN MILES DE PESETAS ORO CLASE DE MERCANCIA
EXCESO Importación
I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX . X. X I. X II. X III.
Minerales, materias térreas y sus derivados ........................... Maderas y otras materias vegetales empleadas en la industria y sus manufacturas ............................................................................ Animales y sus despojos .............................................................. Metales y sus manufacturas .......................................................... Maquinaria, aparatos y vehículos ............................................... Productos químicos y sus derivados ........................................ Papel y sus manufacturas .............................................................. Algodón y sus manufacturas ........................................................ Cáñamo, lino, pita, yute y demás fibras textiles vegetales y sus manufacturas ................................................................................ Lanas, crines, pelos y sus manufacturas ................................. Sedas y sus manufacturas .............................................................. Productos alimenticios, comestibles y bebidas .................... Varios .................................................................................................... Artículos de comercio oficial y monopolizados .................. T
otal
Exportación
Importación
DE
Exportación
57.628
4 4 .1 0 9
13.519
—
35.593 30.339 53.215 161.902 139.443 27.802 9 7 .4 4 6
30.789 22.968 32.323 3-797 4 0 .3 8 0 8 .17 6 2 0 .9 1 0
4.8 0 4 7.371 20.892 158.205 99 .0 63 19.626 76.536
_ -------
18.526 13.456 21.00 0 122.355 23.537 73.898
2.749 5.612 1.213 37 3.808 1.381 5
15.777 7.844 19.787
---
22.1 5 6 73.893
—
8 76.140
588.220
2 8 7 .9 2 0
__
—
2 5 1 .4 5 3 —
I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX . X. XI. XII. X III.
Minerales, materias férreas y sus derivados ........................... Maderas y otras materias vegetales empleadas en la industria y sus manufacturas ............................................................................ Animales y sus despojos ............................................................... Metales y sus manufacturas ................................................. Maquinaria, aparatos y vehículos ............................................... Productos químicos y sus derivados ........................................ Papel y sus manufacturas .............................................................. Algodón y sus manufacturas ........................................................ Cáñamo, lino, pita, yute y demás fibras textiles vegetales y sus manufacturas ................................................................................ Lanas, crines, pelos y sus manufacturas .................................. Sedas y sus manufacturas ............................................................... Productos alimenticios, comestibles y bebidas .................... Varios .................................................................................................... Artículos de comercio oficial y monopolizados .................. T o tal
.................................................................................................
FU E N T E : Anuario estadístico di España. 1911. p. 3^5
ISJ
1.905.954
4.0 4 4 .2 6 7
4 1 7 .1 5 5 34.783 179.802 66.425 8 4 3 .1 9 8 171.454 101.864
91 .6 7 8 14.373 59.070 3.274 6 9 1 .1 8 4 19.859 8 .3 8 0
32 5.477 20 .4 1 0 120.732 63.151 152.014 151.595 9 3 .4 8 4
6 2.7 3 2 8.303 7.939 333.503 27.202 91 5 .6 7 2
2 .9 7 9 2 .7 8 3 109 1.425.564 438 14
59 .753 5.520 7 .8 3 0
5.0 7 5 .9 8 6
6 .3 6 3 .9 7 2
2 .1 3 8 .3 1 3
1.092.061 2 6 .7 6 4 9 1 5 .6 5 8 1 .2 8 7 .9 8 6
IMPORTACIONES (Millones de pesetas oro)
Alemania Francia ................ . . Gran Bretaña Italia USA
1929
1930
1931
1932
1933
1935
287,8 350,7 356,4 9 3 ,6 4 3 5 ,8
283,8 270,0 301,3 9 7,9 41 1,9
146,7 106,7 131,8 40,5 201,3
99,8 74,4 99,0 33,1 161,1
96,1 63,9 83,5 22,0 137,4
130,5 61,0 79,7 23,6 126,8
59,6 132,4 157,2 23,1 53,8
146,0 68,6 167,0 28,1 61,1
E X PO R T A C IO N ES (Millones de pesetas oro) Alemania Francia ................ .. Gran Bretaña Italia USA .................... . .
157,3 457,4 339,2 94,1 2 5 7 ,6
181,3 4 70,3 387,1 134,9 227,1
87,2 193,7 211,7 67,4 73,9
66,4 133,1 191,6 29,1 52,3
FU E N T E : El comercio exterior de 1 9 2 9 a 1 9 3 3 : Anuario estadístico 1934, p. 295-2 9 6 . Ibid., 1935; A N G EL VIÑAS y otros, Política comercial exterior de España, t. 1, p. 244. Cuad. 16 (reducido de R.M. a pesetas).
Cuadro núm ero 7 RENTA NACIONAL REN TA NACIONAL ANO
1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935
.... . ...
. ...
RENTA POR H ABITAN TE
Miles de
RENTA POR INDIVIDUO ACTIVO
Pesetas de cada año
Pesetas de 1929
Pesetas de cada año
Pesetas de 1929
Pesetas de cada año
Pesetas de 1929
2 3 .1 3 6 23-804 21.891 25.213 24.0 0 3 2 4 .2 0 4 2 5 .5 6 6 22.011 2 5 .4 6 5 2 4 .7 5 9
2 2 .1 8 8 23.781 22 .5 7 0 25.213 24.104 24.0 2 8 25.742 2 3 .1 9 6 26 .1 4 6 2 5 .2 8 9
1.033 1.051 957 1.092 1.029 1.027 1.075 917 1.051 1.012
99 0 1.051 987 1.092 1.033 1.020 1.083 967 1.078 1.033
2.720 2 .7 7 6 2.534 2.896 2.736 2.738 2.871 2.453 2.817 2 .7 1 9
2.608 2.774 2.612 2.896 2.747 2.719 2.891 2.585 2.890 2.776
l-l; F.NTF.: Anuario eitadistico de España. 1911, p. 139.
PRESUPUESTOS GENERALES DEL ESTADO 1931 Ley 3-1-31 Clases Pasivas Presidencia .................................. Guerra ........................................... Marina militar ........................... Gobernación ............................. Comunicaciones ......................... Marruecos .................................... Africa Occidental ....................
............. .............
2 1 9,64 4 ,9 0
............. 1.331,20 ............. 3 .690,94 de gastos militares sobre 1931 ( % ) ••• de gastos generales sobre 1931 {%) 209,86 Pública .................. ............. en gastos de educación (% ) ..................
T o tal
T otal g en era l
Incremento Incremento Instrucción Incremento
............. ............. ............. .............
145,28 29,99 459,33 180,36 291,70
............................. ......................
FU E N T E : A n u ario tuattiutco
1 2 8 15 13 3
— — —
« d .
3
m
.............
3 6
O -
1 10 r
39
1 5 8 2i
1 19 21 #
31
13
*
8
35
"2
46
25
30
8
*
561
Cuerpo General Intendencia Sanidad .................................. Cuerpo Jurídico ................ Cuerpo de Máquinas Auxiliares navales ........... Auxiliares artillería ......... Auxiliares R .T ....................... Auxiliares electricidad . . . Auxiliares torpedos ......... Auxiliares máquinas ......... Auxiliares O .M ..................... Auxiliares Sanidad ........... Auxiliares serv. técnicos . Auxiliares buzos ................ Marinería ............................. Almaceneros ...................... Músicos ............................... Infantería ............................. F.N. Africa ......................... T o ta l
639 120 109 30 76 272 234 90 157 95 320 291 177 1.013 35 13.976 62 159 179 170
almirantes, generales, generales, generales, generales, oficiales y oficiales y oficiales y oficiales y oficiales y oficiales y oficiales y oficiales y oficiales y oficiales y
jefes y oficiales. jefes y oficiales. jefes y oficiales. jefes y oficiales. jefes y oficiales. suboficiales. suboficiales. suboficiales. suboficiales. suboficiales. suboficiales. suboficiales. suboficiales. suboficiales. suboficiales.
18.204
Hay que sumar los efectivos a extinguir de los Cuerpos de Ingenieros, Artillería, Infantería de Marina, Farmacia (leyes de 24-11-1931 y de 7-12-1934). Ingenieros Artillería . . . Infantería Farmacia . . . T o ta l
40 40 89 4
173 + 1.451 soldados de I.M. (2 gru pos + Bon.). RESUMEN
Cuerpos patentados Cuerpos a extinguir
generales, jefes y oficiales. generales, jefes y oficiales. generales, jefes y*oficiales. jefes y oficiales.
MARINA
9 7 4 generales, jefes y oficiales. 173 generales, jefes y oficiales. 1.147 generales, jefes y oficiales.
Cuerpos auxiliares Marinería y tropa
2.684 jefes, oficiales y suboficiales. 14.546 en presupuesto. 1.451 infantería, a extinguir.
Cuadro número 23 LA POBLACION ESPAÑOLA AL INICIARSE LA GUERRA P O B L A C IO N U R B A N A . C E N S O D E 1930
Ciudades Ciudades Ciudades Ciudades
e n tre 3 0 .0 0 0 y 5 0 .0 0 0 habit. e n tre 5 0 .0 0 0 y 1 0 0 .0 0 0 habit. e n tre 1 0 0 .0 0 0 y 5 0 0 .0 0 0 habit. d e m ás de 5 0 0 .0 0 0 h ab itan tes .
T otal
....................................................
37 18
1.391.325 1.276.264 9 1.555.435 2 1-958.397
66
Porcentaje: 26,1 % de la pobla-' ción total.
6.181.421
C IU D A D E S D E M A S D E 1 0 0 .0 0 0 H A B IT A N T E S
•Barcelona ................................................ •Madrid .................................................... •Valencia .................................................. Sevilla .................................................... •Málaga .................................................... Zaragoza ................................................ •Bilbao ...................................................... •Murcia .................................................... Granada .................................................. Córdoba .................................................. •Cartagena ................................................
1.005.565 95 2.8 32 320.195 22 8.7 2 9 188.010 173.987 161.987 158.724 118.179 103-106 102.518
Ciudades que quedaron en poder del G obierno.
D ISTRIBUCIO N DE LA POBLACION ESPAÑOLA EN JU LIO DE 1936 ESTIM ACION P O R E X C E S O D E LA P O B L A C IO N D E LA Z O N A G U B E R N A M E N T A L
Alava ......... Albacete Alicante . . . Almería . . . Avila ......... Badajoz . . . Baleares . . . Barcelona Cádiz ......... Castellón . . Ciudad Real Córdoba Cuenca Gerona Granada . . . Guadalajara
16.987 3 3 2 .6 1 9 5 4 5 .8 3 8 3 4 1 .5 5 0 7 7.00 0 7 0 2 .4 1 8 3 7 .9 3 9 1 .8 0 0 .6 3 8 6 8 .5 2 7 3 0 8 .7 4 6 4 9 1 .6 5 7 158.2 7 0 3 0 9 .5 2 6 3 25.551 3 1 7 .0 8 9 2 0 3 .9 9 8
Guipúzcoa ................ Huesca ...................... Jaén ........................... Lérida ......................... Madrid ...................... Málaga ...................... Murcia ...................... Oviedo ...................... Santander ................ Tarragona ................ Teruel ...................... Toledo ...................... Valencia .................... Vizcaya .................... Zaragoza .................. T o t a l .....................
302.329
168.216 67 4.415 314.435 1.383.951 61 3 .1 6 0 64 5 .4 4 9 716.392 364.147 3 5 0.668 185.163 4 8 9 .3 9 6 1.04 2 .1 5 4 4 8 5 .2 0 5 54.2 6 0
K>
Cuadro número 24 RECLUTAMIENTO Y REEMPLAZO DEL EJERCITO
Resultados generales del reclutamiento y reemplazo del Ejército. Años de 1924-1933 AÑO 1927
1926
1925
1924
1928
T otal de mozos comprendidos en el reemplazo *
2 4 4 .4 3 1
absoluta...
absoluta...
absoluta...
absoluta...
15 0 .1 1 6
6 1 ,4 9
153-885
6 4 ,5 3
1 3 9 .1 3 9
6 0 ,9 8
58,45
1 4 0 .2 7 5
59,9 0
1 5 0.116
6 1 ,4 9
15 3 .8 8 5
6 4 ,5 3
139139
6 0 ,9 8
6 ,18 5,43 5,43
7.8 3 3 3.1 6 8 3 .1 6 8 36 .3 5 2 4 4 .4 6 0 2 .0 8 9
3,35 1,35 1,35 15,52 18,99 0 ,8 9
7 .6 0 4 3.4 9 5 3 .4 9 5 37 .561 4 3 .4 3 8 1.938
3,11 1,43 1,43 15,39 1 7,79 0 ,7 9
6 .2 2 6 3.027 3.0 2 7 3 5 .0 0 1 3 8 .1 5 0 2.1 7 1
2,61 1,27 1,27 14,68 16 0,91
8 .3 4 9 5.851 1 1 .1 1 4 2 7 .2 0 1 3 5 .1 0 6 1.422
3,66
13,26 16,62 0 ,0 6
100
2 3 4 .1 7 7
100
2 4 4 .1 5 2
: Proporción por 100 alistados...
59,9 0
Cifra
140.275
Proporción por 100 alistados...
58,45
Cifra
Cifra
15.095 13.263 13.263 3 2 .4 0 2 4 0 .6 1 6 154
Proporción por UX) alistados...
N úm ero de mozos excluidos totalmente .................................................... Idem id. excluidos tem poralm ente .................................................................. Idem. id. aptos exclusivamente para servicios auxiliares ..................... Idem. id. exceptuados .......... N úm ero de prófugos ............ N úm ero de mozos excluidos y exceptuados por otros conceptos .
Cifra
D el reemplazo .......................................... N úm ero de mozos útiles . . . < | 142.901 kD e otros reemplazos ............................... & T O T A L ............ 142.901
Proporción por 100 alistados...
absoluta...
C O N C E P T O D E C L A SIFIC A C IO N
Cifra
00
100
2 3 8 .4 6 0
100
2 2 8 .1 8 2
^
c
,g « u — ir-a 2 o —
CL
2 ,5 6 4 ,8 " 1 1 ,9 2 15,39 0 ,6 2
100
AÑO 1930
1929
1932
1931
1933
................................................................................................
14*1.615
6 1 ,6 0
N úm ero de mozos excluidos totalmente Idem. id. excluidos temporalmente Idem. id. aptos exclusivamente para servicios auxiliares ..................... Idem íd. exceputados N úm ero de prófugos ............................................................................................... N úm ero de mozos excluidos y exceptuados por otros conceptos
8 .5 8 5 5.5 0 7
Total de mozos comprendidos en el reem plazo #
14 3 .9 3 2
6 0 ,7 0
1 5 0 .8 7 0
6 2 ,5 2
2,02
5 .2 0 8
2 ,1 9
6 .4 7 9
2,68
1 4 8 .5 2 2
6 2 ,6 6
1 1 8,123
6 1 ,1 2
1 4 9 .1 4 0
6 2 ,8 9
1 5 7 .3 4 9
6 5 ,2 0
8 .9 1 9 5 .2 0 9
3 ,7 6
8.122
2,20
11.122
4 ,6 9 11,56 14,72
5.651 20*917 2 5 .5 4 3 3 6 . 11 5 1.419
3*48 2,34 8 ,6 7 10,57 14,95 0 ,5 9
7 .6 9 8 5 .6 2 5 2 0 .9 4 5 2 5 .8 0 4
3,25 2 ,3 ? 8 ,8 3
8 .1 2 4 6 .0 P 19.993 2 5 .5 0 8 2 9 .0 5 9 1 .7 4 0
M 7 2 ,4 9 8 ,2 9 10,57 12,04 0 ,7 2
/
.................................
11.122 26 .4 2 2 3 5 .7 9 0 2.7 1 5 2 3 4 .7 5 6
3 ,6 6 2,35 4,74 1 1,25 15,24 1,16
100
2 7 .3 9 6 3 4 .9 0 3 968 2 3 7 .0 3 9
0,11 100
2 4 1 .6 5 0
En los años anteriores a 1931 se incluye en este rotal el número de mozos útiles de otros reemplazos.
100
31.806 1.329 2 3 7 .1 3 9
10,88 1 3 ,4 1 0 ,5 6
100
2
3 15 JS « c
0
2 4 1 .3 U
Proporción por 100 alistados...
Proporción por 100 alistados...
5 9 ,4 0
absoluta...
f 14 3-553 6 2 ,6 6 « ( 1 .8 7 0
Cifra
Cifra
TOTAL
Proporción por 100 alistados...
I D e otros reemplazos
absoluta...
148.5 22
t
Proporción por 100 alistados...
6 1 ,6 0
JD e l reem plazo N úm ero de mozos útiles
absoluta... Cifra
............................... ) 1 1 4 4 .6 1 5 ...............................
Cifra
Proporción por 100 alistados...
absoluta...
C O N C E P T O D E C L A SIF IC A C IO N
100
K> O
00
Cuadro núm ero 25 RELACION EN TRE BILLETES EN CIRCULACION Y EXISTENCIAS METALICAS AL 18 DE JU LIO DE 1936 Billetes en circulación: 5 .4 5 1 .5 5 6 .2 5 0
Garantía necesaria hasta 4 .0 0 0 millones Idem de 4 .0 0 0 a 5 .4 5 1 .5 5 6 .2 5 0 ........... T o t a l d e la r e s e r v a
m e t á l ic a
n e c e s a r ia
................................
Existencias metálicas: O ro en Caja .................................................... Oro en poder de corresponsales extranjeros en garantía de créditos ........................... Saldo de corresponsales y agencias
ORO
PLATA
1 .600.000.000 (al 40 %) 7 2 5 .778.125 (al 50 % )
2 0 0 .0 0 0 .0 0 0 (al 5 % ) 145.155.625 (al 1 0 % )
2 .3 2 5 .7 7 8 .1 2 5
345.1 5 5 .6 2 5
Sobre la reserva necesaria: 2 .1 9 8 .0 1 1 .0 1 4 ,4 7
Exceso oro ...................................................... Exceso plata ......................................................
1 1 2 .6 9 1 .5 9 5 ,4 3 3 1 1 -5 5 3 .0 7 7 ,5 9
..............
4 2 4 .2 4 4 .6 7 3 ,0 2
2 0 4 .1 8 6 .7 8 0 3 6 .2 7 1 .9 2 5 ,9 6 T o ta l
2.438*469.720,43
T o ta l o ro T o ta l pla ta
.........................................................
6 5 6 .7 0 8 .7 0 2 ,5 9
F U E N T E ; A G B E , Operaciones leg.944. D e Angel V IÑ A S , El oro español en la guerra civil, p.23-
V A L O R E S T IM A D O D E LA P R O D U C C IO N A G R ÍC O L A EN LO Q U E F U E Z O N A G U B E R N A M E N T A L
1932
Albacete ......... Alicante ........... Almería ........... Barcelona . . . . Castellón ......... Ciudad Real Cuenca .............. Gerona ........... Guadalajara . . . Guipúzcoa . . . . Jaén .................. Lérida ................ Madrid .............. Málaga .............. Murcia .............. Santander . . . . Tarragona Valencia ........... Vizcaya ........... Alava: 10 % Badajoz: 50 % Córdoba: 50 % Granada: 70 % Huesca: 8 0 % Oviedo: 70 % Teruel: 70 % . Toledo: 70 % Zaragoza: 1 0 %
P o r c e n t a je
2 2 0 ,1 2 2 8 ,1 1 11,2 3 5 4 ,7 2 1 5 ,4 3 1 8 ,9 2 7 6 ,9 1 1 5 ,9 13 3 ,8 4 4 ,4 355,7 208 1 5 8 ,8 2 2 6 ,1 244,8 3 1 ,2 2 5 1 ,7 4 6 8 ,3 6 9 ,3 5,2 157 ,5 158 ,7 192 1 38.1 1 23,7 1 0 6 ,7 2 26,1 3 1 ,8 5 .1 6 2 ,4 1 0 .4 1 4 ,8 4 9 ,5 6
193 3 187 1 9 4 ,9 107 ,5 3 5 5 ,1 1 4 9 ,2 2 0 7 ,7 2 2 7 ,3 102 ,2 1 1 2 ,6 38 ,2 1 7 7 ,8 2 1 3 ,5 1 4 3 ,6 1 9 1 ,6 2 5 4 ,9 3 0 ,8 244 ,6 431 ,3 65,1 4 ,8 1 3 2 ,9 9 9 ,5 168,7 133 .3 1 6 1 ,9 98 ,8 182,1 27,3 4 . 8 4 4 ,2 8 . 9 4 2 ,5 5 4 ,1 7
P R O D U C C IO N D E T R IG O EN Z O N A
G U B E R N A M E N T A L EN Q m 3
1932
Albacete .................................... ...................... Alicante .......................................... ........................ Almería .......................................... ........................ Barcelona ...................................... ...................... Castellón ........................................ ........................ Ciudad Real ................................. ........................ Cuenca ............................................................ Gerona .......................................................... Guadalajara ............................................................ Guipúzcoa .................................... ........................ Jaén ......................................................................... Lérida ............................................. ........................ Madrid .......................................... ........................ Málaga .......................................... ........................ Murcia .......................................... ........................ Santander ................................ .................... Tarragona ................................ ........................ Valencia .................................... .................... Vizcaya .................................... ........................ Alava: 10 % ............................ ........................ Badajoz: 50 % ............................. ........................ Córdoba: 50 % .......................... ........................ Granada: 7 0 % ......................... ........................ Huesca: 8 0 % ............................. .................... Oviedo: 7 0 % ........................ .................... Teruel: 70 % ............................. .................... Toledo: 7 0 % ......................... .. .................... Zaragoza. 1 0 % ...................... ........................ ...................................................... .................................... .......................................... P o r c e n t a je
T o ta l
T o ta l gen eral
(estimada) 1933
1 .7 5 6 295 2 0 4 ,5 487 3 2 9 ,2 1 .9 2 9 ,9 2 .7 1 3 4 0 0 ,3 1 .228,2 99 1.3 12,5 1.3 2 4 ,4 6 8 4 ,8 8 7 4 ,8 87 5 4 4 ,3 4 3 7 ,2 4 2 1 ,8 114,5 3 9 ,9 9 4 1 ,2 9 5 0 ,5 1 .4 3 5 ,7 1 .1 67,7 80,5 5 8 3 ,4 1 .5 1 7 ,6 1 8 6 ,9
1.650,5 3 22,5 3 1 6 ,6 519,2 337,2 8 1 6 ,4 2 .0 6 3 ,8 2 8 9 ,3 8 7 1 ,6 71,9
2 2 .4 3 4 ,8 50 .1 33 ,6 44,75
17.647,2 37.621,7 46,9
M e d ia :
742,7 1 .2 80,4 571 741,7 1 .2 3 5 ,8 4 4 ,6 4 2 3 ,9
444 121,1 34,2 6 72,1 376 1 .1 7 3 ,6 9 3 0 ,8 8 9 ,6 4 57,9
912,8 136
4 5 ,8 2 %
P R O V IN C IA S D E M A X IM A P R O D U C C IO N
Vid
Olivo Millones ptas. 1932
1933
•Ciudad Real . . . . 9 3 ,9 59,2 •Barcelona ......... •Tarragona ......... . 37,8 3 1,8 •Valencia ........... •Toledo ................ . 25
76,07 56,75 31,53 21,43 3 5 ,5 4
Millones ptas. 1932 •Jaén Córdoba Sevilla ‘ Tarragona •Badajoz .
Vino
1933
178,76 61,42 89,07 56,42 56,54 67,47 31,53 28,51 26,91 33,03 Aceite
Millones Hl. •Ciudad Real .. . •Barcelona . . . . •Tarragona ......... •Toledo ................ T o ta l n a c io n a l
3 .4 3 4 ,9 2 .6 1 2 ,2 1.251,9 1.140,7
..
19.763,7
Hortícola árboles
Qm. •Jaén Sevilla •Córdoba •Málaga
389,6 382,9 356,5 213,1
T o t a l n a c io n a l
116.66 6 9 ,2 4 62,72 4 3 ,8 0 6 3 ,6 3 55,44
Millones ptas.
•Barcelona •Tarragona •Valencia
1932
1933
70,6 45.2 34 ~
7"T,24 4 2 ,! 8 4 4 .3~
Limón
Naranja
Qm.
Qm. 'Valencia 'Castellón Alicante 'Murcia 'Málaga N A C IO N A L
...
3-101,7
Hortícola plantas
Millones ptas. ‘ Valencia ......... 146,26 ‘Castellón ......... 127,77 ‘ Alicante ........... 7 0,76 Tenerife ......... 6 8 ,0 3 ‘ ^furcia . . . 6 2,61 ‘ Barcelona . . . . 5 4,28
...
4 .6 6 3 ,3 2 .0 9 6 ,7 1.198,6 914,5 266,1
•Murcia •Málaga ‘ Alicante •Valencia •Barcelona
9 .6 7 1 ,8
T o t a l n a c io n a l
2 7 2 ,' 1 0 ',1 58.9 55.9 30,8 . •.
599,33
* ,ov|nuas que quedaron íntegram ente o en forma mayontaria en poder del G o b iern a
•
PROVINCIAS DE M AXIM A PRO DUCCION
ganado
BO VIN O
DE c a r n e (m iles de cabezas)
O VIN O
PORCIN O
716,7 449,3 353,8 240,0 203,7 198,4 193,0 146,7 137,9 99,2 97,8 95,4
‘ Badajoz 1.611,6 ‘ Teruel . . . . 769,5 719,7 Zaragoza Salamanca 701,5 665,5 ‘ Guadalajara Burgos . . . . 648,9 635,5 T o le d o . . . . 612,4 León ......... 606,7 Soria ......... 564,2 ‘ Huesca . . . Navarra .. . 538,2 ‘ Ciudad Real
T o ta l n a . 4 .214,7
T o t a l n a . 17.325,5
‘ Oviedo . . . Coruña Lugo ......... Orense . . . ‘ Santander Pontevedra León ......... Salamanca Cádiz . . . . *Gerona ‘ Guipúzcoa ‘ Vizcaya
g a n a d o d e t ir o
T o t a l n a c io n a l *
515,7 312,6 259,1 248,0 208,0 185,3 184,3 181,1 174,5 166,8
T o t a l n a . 5.141,4
(miles de cabezas)
MULAR Sevilla Córdoba ‘ Badajoz ‘ Toledo ‘Jaén ........... ‘ Ciudad Real Zaragoza ‘Teruel . . .. Granada ‘ Oriiadalaiara
‘ Badajoz Lugo ......... Córdoba Coruña Sevilla ‘ Oviedo .. . ‘ Valencia . . Orense . . . ‘ Barcelona Huelva . . .
CABALLAR 97,3 89,5 82,2 71,6 70,5 65,9 56,3 51,7 50,8 48,4 1.479,2
Sevilla ‘ Oviedo ‘ Barcelona ‘ Valencia Coruña Córdoba Lugo . . . ‘ Badajoz ‘Jaén ----Navarra T o ta l n a c io n a l
51,1 47,0 *8,8 J3,5 38,2 37,3 33,4 32,8 31,1 28,3 808,5
Provincias que quedaron íntegram ente o en forma mayoritaria en poder del G obierno.
LA R IQ U EZA ESPAÑOLA Y SU DISTRIBUCION EN T R E AM BAS ZO N AS (Datos del «Anuario estadístico» 1934) INDUSTRIA
PESQUERA
CAPTURAS
% Cantábrica ............ Surmediterránea Levante ................. . • ... Tramontana T otal
.......... . . .
30 ,2 9 7,09 3,01 10,19
% Noroeste ................ Suratlántica ........... Balear .................... Canaria .................. T otal
5 0 ,5 8
27,64 17,94 1,48 2,27
............
49,33
EXPORTACIONES
Miles ptas.
Miles ptas. Cantábrica ............ . . . Surmediterránea
Levante ................ Tramontana . . . . T otal
13.998,4 6 7 9 ,9
__
95
........... . . .
15.018,7 12.906,4
Noroeste ................ Suratlántica ........... Balear ......... Ganaría .............
14.7 7 3 ,3
T otal
_
3.216
............ . .
31-141,1
VALOR PESCADO ELABORADO
Miles ptas.
Miles ptas. Cantábrica ............ Surmediterránea . . . Levante ................. Tramontana ___ T otal
.......... . . . .
1 5.674,3 1.205,4 12,3 4 2 7 ,7
31.509.4 16.861,8
Noroeste ................ Suratlántica ........... Balear .................... Canaria ..................
17.319,7
T otal
__
2.995,2
............ ..
51.366,4
VALOR TOTAL Miles ptas.
Miles ptas. Cantábrica ............ . . .
... ... ...
7 8 .5 3 1 ,7 18.379,7 8 .0 3 3 ,1 2 6 .4 2 2 ,7
.......... . . .
131.367,2
Surmediterránea Levante
............
Tramontana T otal
Noroeste .................. Suratlántica ........... Balear .................... Canana ................ T otal
............ ..
Miles ptas. Exportación de conservas ........................... Pescado elaborado ........................................ Valor total ........................................................
45.914,4 68.686,1 259.228,3
71.643,4 46.501.4 3.830,7 5.885.6 127.861,1
Cuadro núm ero 31 ACEITUNA
Y
ACEITE
(Millones pesetas oro)
‘Jaén .................... ‘ Lérida Sevilla ................ “Tarragona ......... 'Toledo ‘ Valencia ^Córdoba 'H u esca .............. Zaragoza ‘ Murcia ................ ‘ Alicante ........... Cáceres ‘ Castellón ‘ Cuenca +Granada ........... ‘ Ciudad Real Huelva ‘ Teruel
... ... ...
... ... ...
...
1931
1932
1933
Total de los 3 años
Media anual
19,4 35,9 17,6 18,2 11,7 10,5 9,2 8,2 7,1 7,4 4,13 2,90 2,33 5,32 4,54 5,58 1,86 4,42
178,7 19,2 56,5 28,5 10,2 18,6 89,7 5,4 10,75 5,28 11,25 8,34 13,90 8,13 18,42 11,53 6,55 4,65
61,4 30,26 67,4 32,8 30 15,3 56,4 6,7 12,9 9,1 8,3 14,4 12,3 15,6 19,5 17,6 10,9 10,1
259,5 85,3 141,5 79,5 51,9 44,4 155,3 20,3 30,7 21,7 23,6 25,6 28,5 29 42,4 34,6 19,2 19,1
86,5 28,4 47,1 26,5 17,3 14,8 51,7 6,7 10,2 7,2 7,8 8,5 9,5 9,6 14,1 11,5 6,4 6,3
FU EN TE: A u n a r id estadístico de E spañ a cío 193^ y 19 3 I. N O TA Las provincias con * formaron parte íntegramente cié la zona gubernamental; las marcadas con lo hicieron en su mayor superficie.
Cuadro número 32 MOZOS DISPONIBLES PARA DESTINO A CUERPO REEMPLAZO DE 1933 *
(7)
( 1) Meseta Norte
(con Alava y Navarra) Alava ....................... Burgos .................. Logroño ................ Navarra ................ Soria ....................... Segovia .................. Avila ....................... Valladolid .............. Palencia ................ León ....................... Zamora .................. Salamanca .............. Cáceres ..................
841 2 .7 1 2 1.509 2 .7 0 3 1.173 1.476 1.587 2 .1 8 6 1.519 3-203 1-983 2 .6 1 7 3-012
___
2 6 .5 2 1
T otal
(2)
Galicia La Coruña ........... ...... 3-905 Lugo ............................. 3-792 Orense .................. ...... 3-338 Pontevedra ........... ...... 2.8 6 2 T otal
(3)
—
13-897
Andalucía Occidental Sevilla .................... ......5.362 Cádiz .............................2 .8 0 8 Huelva .................. ......2 .4 7 4 T otal
___
10.644
(4) Andalucía Central Córdoba Granada
(5)
Guipúzcoa Vizcaya .................. Santander .............. Asturias ................
13-257
Zaragoza ..............
3-972 2.022 1.891
Aragón Huesca Teruel .................... ....
7.885
Barcelona Tarragona Lérida .................... Gerona ..................
9.438 1.934 2.231 2.112
T otal
Cataluña
T otal
....
15.715
Albacete Alicante ................ Murcia .................. Castellón .............. Valencia ................
2.461 3.249 4 .0 ” 1.818 6.562
T o tal
18.167
Levante
....
Andalucía Oriental Almería ................ Jaén . . . . Málapa
4 .9 8 2 4 .4 6 2
T otai...........
9.444
Meseta Sur
Baleares ................ Tenerife ................ Las Palmas ...........
2 .3 3 8 2 .4 4 8 2 .0 2 0
___
6 .8 0 6
Madrid ............. Toledo ............. Ciudad Real Cuenca ............. Guadalajara Badajoz ...........
Archipiélagos
T otal
T otal
Africa Ceuta y Melilla
687
1.948' 2.967 2.611 5.731
....
T otal
................ ................
T otal
(6)
Cantábrico
T otal
g en era l :
....
.. ..
2.159 4. vi o 3-903 10.602 7 .383 3.641 3-6^8 2.243 1.591 5 .1 9 8 2 3 .7 3 4
157.359.
IH l-N lU : Anuario estadhttco de España. 1934. Si' toma com o testigo, por ser el reem plazo central de la totalidad de los m oviluados
20
Datos dt la guerra civil
MOZOS COM PRENDIDOS EN LOS LLAMAMIENTOS DE CADA REEMPLAZO APTOS PARA EL SERVICIO EN AMBAS ZONAS A LO LARGO DE LA GUERRA (citras promedio) Fecha Julio 1936 .................................... Noviembre 1936 ...................... Febrero 1937 ............................. Octubre 1937 ............................. Abril 1938 .................................. Julio 1938 .................................... Febrero 1939 .............................
.............. ............. ............. ............. ............. ............. .............
ZN
ZR
Incor porados
67.39 2 7 6 .399 81.081 9 2 .3 9 0 9 5 .667 98.527 113.193
89.967 8 0 .9 6 0 76.278 6 4 .9 6 9 61.6 9 2 58.832 4 4 .1 6 6
157.359 157.359 157.359 157.359 157.359 157.359 157.359
D e la situación inicial a noviembre la Z R pierde panes importantes de las provincias de Bada joz, Toledo, Avila, Madnd, Guadalajara, Córdoba, Granada y toda Guipúzcoa. D esde noviembre de 1936 hasta febrero de 1937, Málaga y otra parte de Córdoba. De febrero a octubre de 1937, todo el N orte. De octubre del 3 7 a diciem bre del 38, el Aragón republicano. D e marzo a julio del 38, Castellón y comarcas de Lérida y Tarragona. D e julio del 38 a febrero del 39, toda Cataluña. FU E N T E: IN E. Incorporados con el reemplazo del 33 que tomamos como base.
Cuadro núm ero 34 LA M O V IIIZA C IO N EN ZO N A REPUBLICAN A (Estimación del personal incorporado a filas) Reemplazos movilizados
Fechas
35-34 32-33-36 31 37 Vizcaya: 24-38 Asturias: 21-39 38-39-30 40-29 28-27-41 26-25 24-23 21-20-19-1817-16-15
Agosto 1936 Sep. 36-feb. 37 Mayo 37 Julio 37
J
Incorporados 180.000 2 4 0 .0 0 0 75.000 75.000
NORTE
80 .000
Sep. 37 Feb. 38 Abr. 38 Mayo 38 Julio 38
22 5 .0 0 0 130.000 180.000 120.000 120.000
Enero 39
300.000
T o t a l m o v il iz a d o s
...................
Totales parciales
4 2 0 .0 0 0 ♦ 6 5 0 .0 0 0 1 .005.000 ( - )
1.425.000 ( - )
1.750.000
Cifras por defecto, al estimar que las poblaciones de las comarcas perdidas quedaran en ellas en su totalidad, lo que no fue cierto ni en el N orte. La correspondiente a julio-agosto de 1937 sefl** cuando menos, de 8 0 0 .0 0 0 incorporados. Luego la pérdida d-;i N orte y la derrota de Ara#*111 reduciría los efectivos reales en 2 5 0 .0 0 0 hombres, sin contar muertos, heridos y d e s e r t o r e s
PERSONAL INCORPORADO A FILAS
(Estimación del autor) Reem plazos llamados*
Fecha de incorporación
Incor porados
33-34-35 32-36-31 37 30-38 39 29
Agosto 36 Sept. 36-feb. 37 Enero-abril 37 Abril-julio 37 Julio-agosto 37 Sept.-nov. 37
1 9 5 .0 0 0 2 2 5 .0 0 0 8 0 .0 0 0 1 6 0 .0 0 0 8 0 .0 0 0 9 0 .0 0 0
Dic. 37-enero 38 Feb.-marzo 38 Julio-sept. 38 Ag. 38-enero 39 Ag. 38-enero 39
1 0 0 .0 0 0 9 0 .0 0 0 9 5 .0 0 0 9 5 .0 0 0 5 0 .0 0 0
SU M A S P A R C IA L E S
4 2 0 .0 0 0
7 4 0 .0 0 0
R ecuperado
Norte 40 28 41 1/2 27
1 .0 2 0 .0 0 0
1 .2 6 0 .0 0 0
* El ejército nacional tenía en filas el día de la victoria 1 .0 2 0 .5 0 0 soldados; sum ados a ellos muertos, desaparecidos, prisioneros, mutilados y licenciados por diversas causas, incluidos los d e sertores y descontados los ex tran jero s en ese m om ento (6 0 .0 0 0 ), se llega a una cifra muy próxim a, lo que demuestra la validez de ésta.
C uadro n úm ero 3 6 ANEJO N U M ERO 2 A LA O R D EN C IR C U LA R C O M U N IC A D A (RESERVADA) DE 1.° DE O C T U B R E DE 1938 Plantilla de una brigada mixta , con expresión de las modificaciones
efectuadas con relación a la actualmente v ien te Je fe s
Cuartel general (a) Servicio D C G ......................... Cuatro batallones de Infante ría (b) .................................... Compañía de Depósito . . . . Sección de Caballería (c) Batería de acom pañam ien to (d) ....................................... Compañía de Transmisiones . Compañía de Zapadores Compañía de Sanidad (e) . . Compañía de Intendencia . . Servicio de Municionamiento ^rvicio de tren automóvil (f) .______ T o t a l
...................................
Oficíales
1 —
4 1
4
100 3 1
—
—
C A SE
2 —
20 —
—
— __ __ __ __ —
2
l
—
1
5
127
43
3
4 5 2
Sar
gentos 1 4
T ropa
37 28
__
__
---
—
244 2.944 200 4 250 --24 1 26
1
4 7
1 3
8 4
__
16
l 3
—
2
40 67 152 ll7 41 24 58
283
3 .7 8 2
__
G a- V e h íc u nado los
---
— __
— —
7 26
_
. __ ---
39
259
39
AN EJO N UM ERO 3 A LA ORDEN CIRCULAR COMUNICADA (RESERVADA) DE 1.° DE O C TU BR E DE 1938
Plantilla resumen de división, con expresión de las modificaciones efectuadas con relación a la actualmente vigente
T otal
O fi. . cíales
3
8
—
1
12
—
—
—
3
—
5
150
—
—
—
4
—
10
93
— — —
1 1 2
3 — —
3 — 2
60 1 15
— — —
33 — —
1
4
—
4
38
—
—
—
2
—
2
—
—
1
26
7
47
—
56
1
12
7
22
276
—
23
15
381
129
851
11.346
751
130
21
444
146
947
12.575
760
247
,- íc c C A SE
Sargentos
_ Tropa
— 00 4^
Cuartel general (a) .............. Compañía de tropas del Cuartel General (b) . . . . Compañía de Transmisio nes (c) .................................. Sección tren automóvil divi sionaria ............................... Estafeta postal ...................... Servicio DCG ...................... Base de instrucción divisio naria ...................................... Centro instrucción (sargen tos) ........................................ Batallón ametralladoras mo torizado (d) ...................... Grupo artillería divisiona ria (e) .................................. Tres brigadas mixtas (o dos, según casos) ......................
. , Je fes
G a- Vehicu, . nado los
9
5
ANEJO N U M ERO 4 A LA O R D EN CIRCU LA R C O M U N IC A D A (RESERVAD A) DE 1.° DE O C T U B R E DE 1938 plantilla-resumen de cuerpo de ejército con todos sus eUmntos, expresándose
las modificaciones efectuadas con relación a la actualmente vigente CA SE Je fe s
Cuartel General (a) ----Compañía de tropas del Cuartel General (b) Compañía de asalto (c) . Batallón disciplinario de combate ......................... Grupo de artillería pesada y PM de agrupación (d) Grupo SIA (e) ................ Un batallón de zapado res (a) ............................ Grupo de Transm isio nes (0 ........................... Tres divisiones (o dos, se gún los casos) (g) . . . Parque móvil de artillería y columna m unicio nes (c) ........................... Un batallón de Obras y Fortificaciones (i) . . . . Grupo de Intendencia Escalón sanitario de C. de E. (c) ....................... Servicio DCG ................ Compañía de TA o jefatu ra del s e rv ic io ................ Compañía de transportes .............. Hipomóvil (j) Central postal (incluidas carterías y estafetas) (h) Banda de música ............ Centro de instrucción (oficiales) . . . . T o ta l
..........................
O fi ciales
y even tual
Sar gentos
32
Tropa
G a nado
V eh ícu los
8
145
—
1
7 12
250 211
— ---
26
5
50
625
3 2
18 18
17 9
30 31
369 3 86
— ---
32 36
1
26
6
46
1.078
---
10
1
6
25
180
63
1.332
438
1
9
9
8
285
—
88
1 1
16 11
5
1.000 2 48
— —
7
—
20 13
7 —
40 2
25 —
19 1
540 15
__ —
56 —
1
9
6
13
238
—
122
—
—
13
29
— ---
4 5
1
—
__
—
—
---
2
4
—
97
1.560
567
---
2.841 37.725 2 .280
741
__
14 —
61
16
—
3 2
— ---
8
—
—
23
—
22
9
159 17
— —
— —
1
12
—
—
3.134 43.483 2 .349 1.153
BU Q U ES DE LA ARMADA EN 1936 Y SU D ISTRIBU CIO N EN AMBAS ZO N AS EN S E R V IC IO B U Q U E S P R IN C IP A L E S
EN R E P A R A C IO N O C O N S T R U C C IO N
total
ZN
ZR
ZN
ZR
ZN
ZR
Acorazados .................................. 1 Cruceros ...................................... 1 Destructores ................................ Submarinos .................................. .......... — Minadores .................................... ........ —
1 3 11 12 —
1 3 — — 4
— 5 1 —
1 4 1 — 4
1 3 16 13 —
7 1 4
—
—
— —
— —
4 4 5
7 1
—
—
1
—
—
—
—
2
—
—
1
1
—
—
—
2
—
—
—
— —
— —
—
—
—
1 1 8 4'
BU Q U ES APOYO (servicios especiales, protección de costas y aguas jurisdiccionales; elem entos auxiliares y de instrucción)
4 Torpederos .................................. 4 Cañoneros .................................... Guardacostas ............................. . 5 Guardapescas ............................. 1 Lanchas ........................................ Buques hidrógrafos .................. .......... — 1 Buques escuela ......................... Transporte ............................................ — Buques salvamento .................. .......... — Pontoneros ................................ ............ — Remolcadores ........................... ........... 3 Aljibes ...................................... .......... —
— 2 1 2 1 1 8 4
3 —
4
N O T A — D urante la guerra entraron en servicio en Z N el acorazado España inmediatamente. El crucero Canarias, el 27 de octubre de 1936. El crucero Baleares, el 26 de diciembre. Los minadores Júpiter, Vulcano y Neptuno, en enero de 1937, el verano de ese año y p r im a v e r a de 1 9 3 *, respectivam ente; el Marte, ya acabada la guerra; el crucero República, rebautizado Navarra, se hizo a la mar en junio de 1938. En Z R , los destructores Gravtna y Escaño entraron en servicio en septiem bre de 1936; el Ciscar, en octubre; el Ulloa, en abril de 1937, y e lJ o ^ e J u a n , en agosto de ese mismo año.
FUERON HUNDIDOS ZN Acorazadlo España, al chocar con una mina ............. 3 0 -4 -1 9 3 7 Crucero ..B aleares, torpedeado por un destructor 6-3 -1 9 3 8 ZR Destructor Ferrándiz, cañoneado por el C anarias .2 9 -9 -1 9 3 6 Submarino B-5, hundido en Estepona .........................Sep. 1936 Submarino B-6, hundido en el N orte .........................19- 9 -1 9 3 6 Submarino C - l , hundido en Barcelona ....................... 9 -1 0 -1 9 3 8 Submarino C-3, hundido en Málaga ............................. 12-12-1936 Submarino C -3, hundido eri el Cantábrico ................Dic. 1936 Submarino C-6, hundido en Gijón ................................2 0 -1 0 -1 9 3 6 Destructor Ciscar, hundido en Gijón ........................... 2 0 -1 0 -1 9 3 6 Acorazado Jaim e I, hundido en Cartagena . . .......... 17- (>1937 FUERON ADQUIRIDOS ZN Submarino Submarino Destructor Destructor Destructor Destructor Cañonero Lancha Lancha Lancha Lancha Lancha Lancha Lancha ZR Lanchas Lanchas Lanchas
Sanjurjo (Archimedes) ....................................Abril 1937 Mola (Torricelli) ................................................Abril 1937 Ceuta .................................................................... D ic 1937 Melilla ..................................................................Dic. 1937 Huesca ..................................................................Dic. 193". Teruel .................................................................... Dic. 1937 Calvo Sotelo (antiguo Zacatecas) ................Verano 1938 Requeté, 45 toneladas .................................... Enero 1937 Badajoz, 45 toneladas ..................................Enero 1937 Oviedo, 45 toneladas .......................................Enero 193" Toledo, 45 toneladas .......................................Enero 1939 Cándido Pérez, 28 toneladas ...................... Marzo 1937 Sicilia, 12 toneladas ...................................... Finales 193" Nápoles, 12 toneladas .................................... Finales 193" Dos GS-9 rusas ........................................... 1-5-193" Dos GS-9 rusas ........................................... 24-6-1937 Ocho más posteriormente.
Cuadro núm ero 4 0 AVIONES
SOVIETICOS
EN
ESPAÑA
(Según Jesús Salas y actualizado por el autor)
1936 1937 su m a -------------------------------------------------------------------- P A R .
Y -1 5 «Chatos» «Superchatos» Y -1 5 3 ............................................. Y -1 6 «Mosca» SB «Katiuska» R-5 «Rasante» R -Z «Natacha» ........................... T o ta l
Los núm eros romanos indican trimestres.
19 37
1938
1939
-------------------------------------------------------------------------------------
PAR-
III
IV
I
II
III
C 1AL
IV
I
II
III
IV
I
— —
40 —
84 —
31 —
— —
155 —
31 31 31 —
— — 31 31
93 31 _ 31
31 — — 31
155 62 62 93
30 — _ 31 31 — 16
60 — — — — — —
60 — — 93 62 — 15
60 — — 4 — — —
17 31 2 12 — — —
287
— — — —
60 — — — — — —
—
133
146
186
62
527
60
108
60
230
64
62
584
su m a TO TAL C IA L
140 93 31
442 3131 22 295 155 — 62 124 1.111
AVIONES DE PROCEDENCIA NO SOVIETICA QUE OPERARON EN ZO N A REPUBLICAN A (mínimo) 1936
193K
W
i9.w ----- t o t a l
TIPO DE AVION 11
i
IV
III
111
IV
1
II
III
IV
Observaciones
i
Cazas Blerior-Spad 51 Bristol-* Bulldog» D w -371/372 D w .510 ................................................ Fokker D .X X I y G .l .................. G .L.32 ............................................... Letov S-231 Loire-46 ............................................ .. To tal cazas
l 11 30 2 14 22 18 5
1 26
11 4 2
10 8 5
10
50
27
2
9
1
2
9
1
2
12
2
12
103
9
28
Compró licencia para 50 D .X X I y y cursaron pedido para 26 G. 1
Bombarderos 19
Aero 101 M .B 200/210 Breguet 4 6 0 ...................... Grumam * Delfín/* Fokker C .X G .L 6 3 3 .................... Northrop -Gamma»» Pote* 25 Leo 21 Potez 540/542 Vultee
7
7 1
\ 28
12 2
1 3 16 1 12
O tros 22 fueron capturados por k>s nacionales.
8
7 10
3
40 2 1 .3 16 l 20 13
Se contrataron 14.
Compraron 17. Perdieron 4 en el «Mar Cantábrico».
Koolhoven FK5 1
NJ NO
T o ta l bo m bardero s
21
24
10
18
17
51
28 3
37
14
167
(Continúa.)
AVIONES DE PRO CEDEN CIA NO SOVIETICA QUE OPERARON EN ZO N A REPUBLICAN A (mínimo)
NJ
VO C\
TIIH) OI AVION
- TOTAL
í >bsc rv¿u iones
Reconocimiento 6 Bellanca 28/96 ................................... Beechcratc ............................................ Caudrou «Goeland» ........................ F arman ................................................... Monos par ................................... Lockheed (diversos tipos) ............. Percival ................................................... Potez 5 & 58 .......................................... Severs Kg ............................................ Spartan .................................................. T o t a l r e c o n o c im ie n t o
.
l 2
1 l
l 5
M .B 300 .............................................. Breguet 470 y Wibanet .................. Pügnm 150 .......................................... Consolidated 17 ................................. Couzinet 101 .....................................
Dw.333 ............................................... Douglas D C1-D C 2 ........................... Fokker F1X y F X ............................. Latecoere 28 ........................................ Lockheed 5 .......................................... Northrop «Delta» ............................. T o ta l tra n s p o rte
..........
9
6
......................................
3
25
2
11
1
4
1
13 1 1 5 2 11 17 1 3 1 4 59
1 1 1 2 1 3 1
1
1
2
2 2
3 2
10 1
4 10
1
4
16
3
Hidros Sikorsky RS-1
3
1
................................................
Blerioc 111 .......................................
1
4
Transporte Avia 51
l 2 l 5 12 1 3
5
1
Contratados 20 y después 22.
Cuadro núm ero 42 AVIO NES ITALIANOS EN ESPAÑA (Según Jesús Salas) 1936
1937
AVIONES
Savoia S-79 - . . Romeo Ro-37 . Savoia S-81 . . . Fíat B R -20 Caproni C a-310 Breda Ba-65 Fiat G -50 ......... C ant-Z -50l C ant-Z-506 . . .
III
IV
I
II
36
33
—
—
—
35 4 21 15
46 10 10 13
---
—
—
—
-------
—
10 18
--1 ---
3 3 T otal
N> 'O '-J
..................................
71
9
SUMA - PAR III CIAL
15 22
IV 86 34 10 9
1939
I
II
III
28
42 8 4
27
— — — — — — — —
6 7
—
_____
—
____
_
IV
I
12
10
_____
_____
SUMA PAR TOTAL CIAL
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
— — — —
— — — —
—
—
—
—
—
139
36
54
59
12
22
322
656
8
—
3 6 —
— ■ l —
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
82
91
47
43
1938
3 48 100 68 64 13 16 15 12 10 4 3 3
4
3
165 36 50 49 6 12
1937
- 4
1
10 —
3 3 334
— —
—
4 — —
4
—
_____
_____
—
_____
—
_____
15
—
---
—
—
12
—
—
_____
—
4
183 64 18 15 7 4 15 12 4
NJ VO
Cuadro núm ero 43
00
AVIONES ALEMANES EN ESPAÑA (Según Jesús Salas)
1936 A
V
I
O
N
E
S
III Messersch. M e-109 .................. ... — Heinkel He-51 ........................... ...15 Heinkel H e-111 ............................— Junker Ju -52 ............................... ...24 Dornier D o-17 ..............................— Heinkel H e-45 ..............................— Heinkel H e-46 ........................... ...20 Heinkel H e-70 ..............................— Heinkel H e-59 ........................... ...— Heinkel H e-112 ............................— Junker Ju-87 ............................... ...— Henschel H s-126 ..........................— Henschel H s-123 ..........................— Junker Ju -86 ...................................— Heinkel H e-60 ........................... ...— T o ta l
..................................
1937
59
IV
I
II
III
2 41 — 36 — 15 — 12 7 — 1 — — — *—
12 30 3 — 3 — — 3 2 1 — — 6 4 —
— — 5 — 9 15 — 10 — — — — — — 8
15 — — — — — — 20 — —9 — — — —6 —4 —8
114
64
47
1937
su m a
----------------------------------------------------------------- p a r -
15
c ia l
29 86 8 60 12 30 — 25 2 1 1 — — — — 299
1938
1939
su m a
------------------- --------------------------------------------------------------------- p a r -
IV 23 23 50 — 9 3 3 — 7 —
120
I
II
— — — — — — — — — — — — — — —
24 16 — — — — — — — — — — — — —
—
40
III 10 — 25 — 10 — — — — — 3 — — — — 48
IV 10 — — 3 — — — — 4 2 — 6 — — — 25
I 40 — 10 — — — — — — 11 — — — — — 61
tota l
c ia l
107 39 85 3 19 3 — 3 6 13 10 6 — — — 294
136 125 93 63 31 33 20 28 15 14 11 6 6 4 8 593
Cuadro núm ero 44 AVIONES IMPORTADOS POR ESPAÑA AMBAS ZONAS
(Según Jesús Salas)
1937
1936 AVIONES DE O RIG EN
T o ta l
1937 IV
I
II
36 —
57 40
59 48
12 25
22 61
322 294 —
656 593 4
97
107
37
83
616
1.253
IV
I
II
III
71 59 4
43 114
82 64
91 47
47 15
334 299 4
139 120
13¿
157
146
138
62
637
259
III Italiano Alemán ......................................... Otros países ..............................
SUMA PAR CIAL
1938
36
1939 SUMA III
IV
I
PAR- TOTAL CIAL
(4 5 ,9 % ) Ruso ............................................. Otros países T o ta l
__ 96
133 61
146 48
186 67
62 18
527 290
50 5
128 53
50 2
220 14
96
194
194
253
80
817
55
181
52
234
54 —
54
82 —
82
584 74
1.111 364
658
1.475
(5 4 ,0 7 % )
sO sO
BU Q U ES EN TRA D O S
1929
Buques entrados (navega ción exterior) ................ 22.094 Buques entrados (navega ción cabotaje) ................ 39-917 Mercancías importadas (mi les de toneladas) ......... 7 .0 4 9 Mercancías entradas (miies de toneladas) .................. 6.347
19 3 0
1931
1932
1933
20.897
19.404
18.068
18.166
—
31-982
32 .3 8 6
32.340
5.134
5.082
4.523
5-661
5.517
5-551
6 .3 0 8 —
BUQUES SALIDOS
Buques salidos (navegación exterior) ........................... 19.534 Buques salidos (navegación cabotaje) ........................... 39-917
2 0 .0 4 8
18.060
18.412
18 104
—
31-982
3 2 .3 86
32.340
9.747
6.383
5.625
5.923
1.276
1.269
1.276
1.200
TOTAL Mercancías salidas (miles de toneladas): exporta ción .................................... 10.965 Mercancías salidas (miles de toneladas): cabotaje . 1.232 FU EN TE: A nuarto estadístico del Ejército. 1934.
Cuadro número 46 LA GUERRA AL TRAFICO (ZR) BUQUES
TONELADAS# P orcen
P orcen to ta l
Barcos que llegan a puerto
.
2 .8 2 5 92 225 98
.
3 .2 4 0
Hundidos .................................. Apresados .................................. Confiscados ................................
*
to ta l
taje 8 7 ,1 9 2 ,8 4 6 ,9 4 3 ,03 100
taje
7 .0 3 5 .5 0 0 2 4 1 .8 8 8 3 3 2 .7 6 7 1 5 0 .8 3 3 7 .7 6 0 .9 8 8
9 0 ,6 5 3 ,12 4 ,2 9 1,94 100
Toneladas de arqueo. Las de carga entradas en puerco fu eron 2 .3 4 5 .8 3 3 ; las apresadas y
confiscadas (aproximadam ente un tercio del to n elaje), 160 .0 0 0 , y las hundidas, 8 0 .0 0 0 .
FUENTE: Alm irante C E R V E R A , Memorias de guerra, p .4 2 2 .
C uadro núm ero 4 7 TRAFICO M ARITIM O N A C IO N A L (1 6 -7 -1 9 3 6 a 3 1 -1 2 -1 9 3 8 )
E N T R A D A S
Año
Buques
1936 . . . 1937 . . . . 1938 . . . . T o ta l
..........................
3 8 .1 4 9
Carga
Pasajeros
5 9 0 .1 1 2 3 .0 2 5 .1 4 1 4 .9 2 8 .5 1 5
1 1 .0 9 6 6 3 .4 9 6 1 0 0 .6 7 2
8 .5 4 3 .7 6 8
1 7 5 .2 6 4
1 .2 8 3 .9 2 5 6 .0 3 6 .3 6 4 8 .9 1 0 .7 6 9
1 5 .1 2 4 4 4 .9 5 7 7 8 .7 0 6
1 6 .2 3 1 .0 5 8
1 3 8 .7 8 7
S A L I D A S
1936 . 1937 1938 T o ta l
....................
ENTE: Alm irante M O R E N O , La gutrra en ti mar, p ,2 8 7 .
COMERCIO EXTERIOR DE ESPAÑA SEGUN LOS PART MAS IMPORTANTES (Millones de pesetas/100* IMPORTACION 1935
Alemania ................................ 130,5 Francia .................................... 6 1 ,0 Gran Bretaña ........................ 79,7 Italia ........................................ 2 3 ,6 4,1 Estados Unidos .................... 126,8
1936
1937
85,5 6 7 ,4 54,1 52,8 44,2 36,3 9,1 6 5 ,9 18,4
1938
9 6 ,6 34,4 51,1 17,1 37,5
Media
1936/38
8 3 ,1 6 4 7 ,1 0 4 3 ,8 6 10,10 4 0 ,6 0
EXPORTACION 1935 1936
Alemania ................................ 146,0 Francia .................................... 6 8 ,6 Gran Bretaña ...................... 167,0 Italia ........................................ 28,1 Estados Unidos .................... 61,1
1937
120,6 88,7 160,1 9 ,8 5 7 ,6
,938
124,8 39,5 129,2 19,5 43,7
,93^
114,1 119,8 17,0 48,4 85,7 124,9 2 8 ,6 27,5 29,2 4 3 ,5
FUEN TE: Angel V IÑ A S, Política comercial exterior en España. 1. 1 p.233 (en el original,
‘^V
SUMINISTROS A Z O N A R E P U B L I C A N A
H A STA
A G O STO D E
1937
(Mínimo identificado)
Datos de la guerra civit
Armas automáticas
Cañones
Vehículos acorazados
69.100 60.183 50.000
2.900 3.727 3.00
109 7 500
120 196 100
15 148 (30)
de Armamentos ...........................................
179.283
9.627
609
4 16
Suministros desde 17-12-1936 a 17-3-1937, según Prieto 4 . . . . * ...............................................
161.330
4.054
278
...............................
340.613
13.681
887
Suministros desde 17-3-1937 a 10-8-1937, según Viñas5 ......................................................................
75.000
4 .6 2 3 + 6 6
415.613
18.304
Fusiles
A Bilbao hasta enero de 1937 (Beurko) 1 ......... Suministros en 1936 Viñas)2 ................................ Suministros adicionales en 1936 (Viñas) 3 ..........
Aviones
Proyectiles (millares)
Municiones (millones cartuchos)
545 525
146,4 168,9
163
1.070
315,3
116
132 (19)
1.021
356,4
532
295
2.091
671,7
100
221
823
161,9
632
516 (4 9 )6
2.914
733,6
TOTAL hasta la creación de la Comisaría
T o t a l hasta 17-3-1937
TOTAL hasta 10-8-1937
...............................
194+65* 1.081 + 6 5 ’ •10
1 Tomamos de la relación de Sancho de B eu rk o lo transportado en los siete prim eros barcos, pues ninguno de ellos figura en la relación de Prieto. 2 v ’ Material .que figura en los cuadros 20 y 21 de Angel V IÑ A S , El oro español en la guerra civil, descontando la carga del Escoiant. * Suma de lo transportado en los buques "ela :iona/los por Prieto, deduciendo de los 233 aviones que consigna éste los que ya se incluían en la relación. de Beu rk o o en los cuadros del profesor Viñas. * Carga de los buques llegados con pnsteri indad al I 7 de marzo y que relaciona el profesor Viñas en el cuadro 23 de su obra citada y en las notas 107 a) 130. h Sólo figuran 49 aviones de procedencia no soviética, cuando éstos pasaron de 2 00 (mínimo, 205). (Son los que figuran entre paréntesis.)
7 Las piezas descargadas en Bilbao fueron I2)f y no 109, com o dice Beurko, según se com prueba en los partes de entrada en el Parque de Artillería de Bilbao. * Los 100 cañones del 45 que figuran com o transportados por el Cabo de Palos en su viaje de 7 de mayo, en la nota 123 del profesor Viñas, fueron 11 5 , según com unicación de Grigorovich a Largo Caballero, de 14 de mayo de 1937, confirmada por otra de V oronov en la que indicaba el destino que se había dado a todas ellas. Am bos docum entos se conservan en S.H M. L-542 - C .4 Y 5, respectivamente. ' FJ 11 de mayo llegaron a Cartagena 40 piezas de 107, según Grigorovich en el documento citado, en el que no consta el barco del que fueron descargadas, descargadas. 10 El Cabo de Santo Tomi desembarcó el 8 de julio, no 4 4 piezas, coftio indica el cuadro núm ero 23 del profesor Viñas, sino 56 (24 de 15,24, con las que se formaron i l baterías de 2 piezas, enviándose las 2 restantes a l orea y Valencia, y 32 de 1 5,5, que constituyeron 1 5 baterías, remitiéndose las dos piezas restantes a to rca y Valencia. — C on estas precisiones, el total de piezas recibidas por los republicanos hasta agosto de 1937 se eleva a un mínimo com probado de 1 .2 3 2 , cifm más en consonancia con las 451 baterías y 1.681 piezas que, según el Mariscal V oronov, dotaban a la artillería gubernam ental en mayo de 1937.
AVIONES LLEGADOS A LA ESPAÑA REPU BLICA N A LIQUIDADOS MEDIANTE PAGO EN MOSCU (Hasta 17-3-1937) Y -1 6
R-5 y R-Z
SB
25
31
31
30
122
31
61
124
31
62
Y - 15
Hasta 27-1 2-1936 (según Hi dalgo) ...................................... H asta 17- 3 - 1 9 3 7 (según Prieto) .................................... C if r a r e a l *
.........................
Otros
19 31
19
* Hidalgo J e Cisneros om ite un S B ; Pneco om ite dos Y -1 5 , tirv R -Z y los 31 SB . F I E N T E : D ocum ento H ID A L G O D E C IS N E R O S , A H M , arm "33 leg. 532 cap. 5 doc.18; P R IE T O , A H M . arm .-T leg.-71 cap.?.
Cuadro número 51 AVIONES SOVIETICOS DESEMBARCADOS EN PUERTOS REPUBLICANOS (Entre 17-3-1937 y 10-8-1937) Y -15 1-5-1937 21-5-1937 21-5-1937 24-6-1937 1-7-1937 8-7-1937 10-8-1937
Cabo Santo Tomé . Sac-2 .................... A. Satrústegui . . . Aldecoa .................. Artea-Mendi . . . . Cabo Santo Tomé . Cabo San Agustín.
Y -1 6
R-5 y R-Z
SB
Otros
31 31 17 23 8
21 *0 14 62
4*
......................................
31
93
62
31
4
221
gen eral desde 18-7-36 a 10-8-37 .
155
124
124
62
4
469
T o ta l T o ta l
FU E N T E: Angel VIÑ AS, PJ oro español en ia ^//erra i/t/l c.2.V Las cuatro que figuran en «'Otros» son los U T I, «moscas» biplazas de escuela.
BU Q U ES ID EN TIFICAD O S Q UE DESCARGARON MATERIAL DE G UERRA EN PUERTO S REPU BLICA N O S HASTA 10-8-1937
Fus.
1-11-36 4-11-36 20-11-36 20-11-36 17-12-36 13- 1-37 13- 1-37 14- 1-37 16- 1-37 18- 1-37 27- 1-37 2- 2-37 14- 2-37 17- 2-37 21- 2-37 3- 3-37 4- 3-37
O
A. Andreu (Bilbao) ..................... ................... Kipch (Cartagena) .......................... ................... York Brook ....................................... ................... Artea-Mendi (Gijón) . . ............. Warrod (Alicante) .......................... ................... Blanco (Cartagena) ........................ ................... Sil (Santander) .............................. ................... Dobesa (Alicante) .......................... Sac-2 (Cartagena) .......................... ................... Elaie (Alicante) .............................. Rambon (Santander) ..................... ................... Sarkain (Alicante) ........................ ................... Aldecoa (Alicante) .......................... Dovesa (Alicante) .......................... Rarmond (Alicante) ....................... Auton (Santander) ........................ Janu (Santander) ............................
Am et.
25.725 7.000 4.000
413 150 740
13.000 24.580 2.000
130 3 100 91 3 362 27 665 36
25.500 2.000 9.600
Cañones
46 6 57 9
cc
C artuchos (m illones)
120
38 24 2 20 11 4 20 56 24
Proyec. m illares
30
20,5
30,8 30,8 15
12 30 8 10 20 10,5 0,2 19
0,7 44 86 10
16
80 52,3 30,5
29 0,05 16
A viones
15 15
12? 50? 16? 31 8? 6 8?
O
G\
BUQUES IDENTIFICADOS QUE DESCARGARON MATERIAL DE GUERRA EN PUERTOS REPUBLICANOS HASTA 10-8-1937 (Continuación)
Fus.
6- 3-37 n 3-37 12- 3-3'’ 13- 3-37 13- 3-3"’ 17- 3-37 1- 4-37 29- 4-37 1- 5-37 7. 5-37 21- 5-37 21- 5-37 24- 6-37 1- 7-37 8- 7-37 10- 8-37 10- 8-37
Cabo Santo Tomé (Cartagena) .......... ............. Darro (Cartagena) .............................................. York-Brook (Bilbao) ................................. A. Satrústegui (Cartagena) ..................... Moma (Santander) ............................................ Sarkani (Santander) .......................................... Tagfe (Santander) .............................................. Escolano ......................................................... Cabo Santo Tomé ........................................ Cabo Palos ........................................................... Sac-2 ............................................................. A. Satrústegui ............................................ Aldecoa ......................................................... Artea-Mendi ................................................ Cabo Santo Tomé ........................................ Darro ............................................................. Cabo San Agustín ..............................................
T o ta l gen eral
.....................................................................
29.270 20.720
Amet.
Cañones
cc
60 40
1.077 1.923
Proyec. millares
Cartuchos (m illones)
353 17
65 43,5
264,6 12 25
56 15,4 21,6
Aviones
1.000
14.460 20.200 17.000
50.000
3.007
17 48 32 25 7 125 6 6 8 6 56 8 12
2 9 0 .0 .055
11.443
673
25.000
1.601 15
50
381,5 300 50,3 13 78
50
336
33,3 67,9 51,1 1,5 2,3 1,7 0,9 3,1 0,1
3?
31 31 17 21 33 26 62
1 .9 0 4 ,5
538,75
384
En los cañones se incluyen 10 piezas de marina y 55 ametralladoras navales (de calibre 37 o superior), lo que introduce una pequeña diferencia con el cuadro de suministros totales. Además de estos buques, sabemos que otros siete arribaron con anterioridad al 27 de septiem bre, fecha en que se hizo cargo de la Com isión de Compras Luis Araquistáin, según testim onio de éste; además llegaron, cuand a menos, tres a Bilbao, uno a Santander y otro a G ijó n , sin contar los que en octubre llevaron a los puertos del M editerráneo, al Cuerpo aéreo de Douglas y a la Agrupación de tanques de Krivosheim, por lo que las cantidades indicadas resultan inferiores a las del cuadro de su m in istro s, q u e, a su v ez, in dica un m ínim o. EY n ú m e r o d e a v i o n e s d e s c a r g a d o s s e c o r r e s p o n d e c o n e l d e la s u m a , p e r o p u e d e n o c o in c id ir c o n la fe c h a y b u q u e q u e in d ic a m o s c o n ¿ n re r r o g a c íó n . P ñ e r v o n o a c l a r a e ste e x tre m o . ___________________ ________ _______ ___________
45 2 4 -1 2 -1 9 3 7 1-1938 26- 1-1938 1- 2 -1 9 3 8 19- 2 -1 93 8 2-1 9 3 8
.................................. .................................. .................................. .................................. .................................. ..................................
75
76,2
77
__
100
V°7
115
127
150
152
155
170
45 — 1
__
__
__
__
__
--12
--9
--16
-----
—
to tal
90 40 14
__
__
--2
' ---
1
20 — 7
— —
--15 54 — 54
— 90
20 25
—
—
—
—
—
—
---
—
20
123
234
47
1
27
46
12
9
16
---
i
536
--
—
36
—
—
— 24
—
—
—
—
---
__
48
—
21
—
27 135
36 24 48 27 186
21
—
198
—
—
54
—
—
—
—
48
—
321
41
123
432
47
1
81
46
12
9
16
48
i
857
20 — —
—
i
175 40 78 54 20 169
T o t a l trim estre diciem
bre 37/febrero 38 . . . 13- 3-1938 1- 4 -1938 4- 5-1938 24- 6-1938 4-1 2 -1 9 3 8 T o t a l resto de 1938 T o ta l gf. nf. ral
.
30
FU E N T E : S.H .M . Documentación de la Inspección General Artillería, armario 55, legajos 541 y 5 12. N o indica medio de transporte ni procedencia, sino fecha de recepción, y las cifra» resultante* son mínimos comprobados Independientem ente, hay constancia de* la llegada de 10 A. A. de 20 mm. el 6 de abril* de 6 de I2 0 el 9 de mayo, de 12 de 40 y 7 de 155 el 27 de mayo y de í de 76,2 el 19 de julio. Sesenta y seis piezas más que elevan el total a 9 2 y a 387 las recibidas de marzo a diciem bre de 1938. ' El total general comprobado desde octubre de 1 9 *6 a diciembre de 19^9 asciende a 2.15 5, cifra que señala, por tanto, un mínimo
Uo O
Cuadro número 54
00
MATERIAL DE GUERRA ENVIADO A LA ESPAÑA NACIONAL POR ITALIA Y ALEMANIA (Según John F. Coverdale) Periodo
Hasta 28- 8-36 Hasta 28- 8-36 Hasta 28- 8-3 6 Hasta Hasta
1-12-36 1-12-36
Hasta
1-12-36
Hasta 18- 2-37 Hasta 18- 2-37 Hasta 18- 2-37 Hasta el final Hasta el final
Nación
Aviones
Cañones
Carros y blindados
Armas automáticas
Fusiles
Proyectiles í millones)
M uniciones (m illones;
40 50
8 .0 0 0
n. c. n. c.
n. c. n. c.
5
90
8 .0 0 0
n. c.
n. c.
54 166
35 60
102 300
n. c. n. c.
n. c. n. c.
16,5 37
280
220
95
4 02
8 .0 0 0 +
n. c.
53,5
130 60
4 88 276
46 60
3.3 2 0 n. c.
105.000 58.000
1,3 0,5
140 117
T o t a l ' ......................... . . .
190
764
106
3.722 +
163.000
1,8
257
Italia ...................................... . . . Italia (según J. Salas)
759 700
1.801 1.000
157 150
3-436 8.700
n. c. 2 2 0 .0 0 0
7,7 4 de art. + 3,5 carret. AA
320 320
Italia ...................................... Alemania .............................
39 41
12 20
5
80
32
118 162
.........................
Italia ...................................... Alemania .............................
T o ta l
Italia .................................... Alertiania ............................. T o ta l
N O T A S .— Las citras alemanas correspondientes a febrero de 1937 no son entregas, sino «material que se proponían enviar a España» (C O V E R D A L E , p .167). Figuran
12 dragaminas que jamás se entregaron. La cifra final de cañones italianos (1 .8 0 1 ) es inadmisible, salvo que incluya a los de los aviones, que, llamados así, eran ametralladoras pesadas de 12,7 mm. Lo mismo diríamos de la de proyectiles. La de aviones presenta los siguientes inconvenientes: Los R o - i l no fueron operativos, sino de escuela y los desconocidos í í aviones de ataque son difíciles de idenot'icar, oo así los 68 de reconocimiento, que eran R o -3 l (CO V ERD A LE, bebiendo en fuentes oficiales italianas, cita S í S -S l, 100 S-79, 13 B R -20, 16 Ca-3 10, 3 76 C R -32. R o- i l , 10 de otros tipos, 68 de reconocimiento, il de ataque y 10 hidros, cifras válidas con esas salvedades: los 10 otros serán Jos G -50).
28
Las arm as au tom áticas tu viero n que ser m ás; del o rd en de las 8 .5 0 0 .
C uadro núm ero 55 MATERIAL ALEM AN R EC IBID O POR LOS NACIONALES
Aviones Cañones '^metra lladoras
Hasta 5 -1 1 -3 7 Hasta 1- 4 - 3 9
.. 424 .. 593
441 737
1 .0 2 6 3.026
Fusiles
1 5 7 .3 0 6 2 0 7 .30 6
Tanques C u to ch o t ^ (millones)
91 111
Proyectiles (millares»
257 —
1,5 —
* La cifra de cañones es máxima, siendo más probable la de 702. D e ellos, 202 antitanques de 37 rnm. y 123 ó 112 antiaéreos de 20 mm. La verdadera artillería, la de calibres superiores a 45 mm., no superó las 4 0 0 piezas. FUEN TE: Jesú s SA LA S, l riten ención extranjera en la guerra de España, p. 330-3 39, y anejos 24 y 25, p.5 5 0 -5 8 3 .
C uadro núm ero 56 NIVELES DE REFU G IA D O S ESPAÑOLES EN FRANCIA Y DE REPATRIADOS DESDE D IC H O PAIS HASTA FINES DE 1939
EP O C A
Fines de 1 9 3 6 .................................... Agosto de 1 937 .................................. Octubre de 1 937 ................................ Primeros abril de 1938 ................. Fines de 1 938 .................................. Mediados febrero de 1 9 3 9 ......... Primeros marzo de 1 9 3 9 ............ Primeros abril de 1 9 3 9 ............... Mediados mayo de 1 9 3 9 ............ Primeros agosto de 1 9 3 9 ............ Mediados diciembre de 1 9 3 9
Núm ero de refugiados
. . Cerca de 1 0 .0 0 0 45.000 6 0.000 3 5 .0 0 0 De 4 0 a 4 5.000 475.000 44 0 .0 0 0 4 3 0 .0 0 0 4 1 0 .0 0 0 2 5 5 .0 0 0 1 4 0 .0 0 0
I I IF.NTF, Javier R U B IO , L a emigración de la guerra cu il 19 S6- >C). t i p. 12 4.
Repatriaciones desde 1-2-1939
__ — — — —
4 0 .000 "5 .00 0 85.000 1 0 5 .0 0 0 250.000 3 6 0 .0 0 0
BALANCE FINAL DEL TO TAL DE MUERTOS A CO NSECUEN CIA DE LA G UERRA CIVIL, INCLUIDAS LAS PERDIDAS SUFRIDAS EN LA SEGUNDA G UERRA M UND IAL Y EL MAQUIS (Cifras redondeadas por exceso) GUERRA Pérdidas nacio nales
Pérdidas gubernamencales
TOTALES P A R C IA LES
Porcentajes N
G
Desde 18-7-36 al i-4 -3 9 M ilita re s e s p a ñ o le s muertos en campaña Combatientes extranje ros muertos en cam paña ............................. Civiles muertos en ac ción bélica ................ Ejecuciones y homici dios ............................. T ota l g u erra
..
5 9 .5 0 0
6 0 .5 0 0
120.000
4 9 ,6 0
50,40
12.000
13.500
25 .5 0 0
4 7 ,0 6
52,94
4 .0 0 0
11.000
15.000
2 6 ,6 6
73,33
7 2.5 0 0
35.500
108.000
67,13
32,87
148.000
120.500
26 8 .5 0 0
55,12
44,88
2 3.00 0
23.0 00
6 .50 0 2 .50 0
11.000 3.000
40,91 13,21
1.000
100,00
Desde 1-7-39 al 31-12-61 Ejecuciones en la re presión ...................... Caídos en la segunda guerra mundial . . . . Caídos en la guerrilla . Homicidios en las gue rrillas ........................... T o ta l po sg u err a .
4.500 500 1.000
100,00 59,09 83,33
6.000
32.000
38.0 00
15,79
84,21
154.000
152.500
306.500
50,25
49,75
T o ta l de m u erto s DE G U E R R A
....
ENFERMEDAD •
(Sobremortalidad desde 18-7-36 al 31-12-43) ZONA ZONA G U BERN A N A C IO N A L M EN TA L
Porcentaje TOTAL ZN
ZG
Del 18-7-36 al 31-12-39 Del 1-1-40 al 31-12-43
16.000 75.000
149.000 84 .0 00
165.000 159.000
9,70 47 ,17
90,30 52,83
Sobremortalidad total por causas naturales .
9 1 .0 0 0
233 0 00
3 24 .0 00
28,1
71,9
2 4 5.0 0 0
3 85.500
6 3 0 .5 0 0
38,86
61, 14
T o ta l g en era l
...
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ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE VOLUMEN DE «LOS DATOS EXACTOS DE LA GUERRA CIVIL», DE LA COLECCIÓN DRACENA, EL DÍA 4 DE JUNIO DE 1980, EN LA IMPRENTA FARESO, S. A., PASEO DE LA DIRECCIÓN, 5. MADRID
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