Los Salmos, Un Libro Para Orar - Dolores Aleixandre Parra

May 5, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: N/A
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Descripción: Los Salmos, Un Libro Para Orar - Dolores Aleixandre Parra...

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LOS SALMOS, UN LIBRO PARA ORAR

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Colección MANÁ 1. Relatos desde la mesa compartida. Dolores Aleixandre 2. Vocabulario básico para el cristiano. Álvaro Ginel 3. Santos de leyenda. José Fernández del Cacho 4. Dios deformado. Enrique Martínez de la Lama 5. Iniciarse como catequista. Miguel Ángel Gil 6. Grupo y catequesis. Álvaro Ginel 7. Curso básico de pedagogía catequética. Eugenio González 8. Ser catequista. Álvaro Ginel 9. Dichosos vosotros. Dolores Aleixandre 10. Iniciar en la oración. Dolores Aleixandre 11. La fe de los grandes creyentes. Dolores Aleixandre / Juan J. Bartolomé 12. Esta historia es mi historia. Dolores Aleixandre 13. Bienaventuranzas. Ricardo Lázaro Recalde 14. Los Sacramentos. Manuel Bellmunt 15. Psicología y catequesis. Ana García / Mina Freire 16. Curso básico de Moral. Eugenio Alburquerque 17. Vocabulario Básico de Psicología y de Pedagogía. Crista Ruiz de Arana 18. Los salmos, un libro para orar. Dolores Aleixandre 19. Cuando vayas a orar… Mª Dolores López 20. Descubrir la Biblia. Cesare Bissoli / Jordi Latorre 21. El Credo de nuestra fe. Antonio Cañizares / Ángel Matesanz 22. La ética cristiana. Eugenio Alburquerque 23. Texto nacional para la orientación de la catequesis en Francia y Principios de Organización. Conferencia de los Obispos de Francia 24. ¡Dichosa catequesis! Gilles Routhier 25. Repensar la catequesis. Álvaro Ginel 26. Las diez palabras del Sinaí. Eugenio Alburquerque 27. Caminos para la fe. Josep Mª Maideu Puig 28. Repensar la formación de catequistas. Álvaro Ginel 29. Los nuevos catequistas. Henri Derroitte / Danielle Palmyre (coords.) 30. Querida madrina, querido padrino. Andrea Fontana 31. Un tesoro escondido. Dolores Aleixandre 32. Hacerse discípulo. Dolores Aleixandre 33. Acompañar a los catecúmenos. Secretariado Diocesano para la Iniciación Cristiana de los Adultos (Turín) 34. ¡Salgan a buscar corazones! Jorge M. Bergoglio (papa Francisco)

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Colección MANÁ

DOLORES ALEIXANDRE

LOS SALMOS, UN LIBRO PARA ORAR

EDITORIAL CCS

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Décima edición: marzo 2014.

Página web de Editorial CCS: www.editorialccs.com

© Dolores Aleixandre © 2005. EDITORIAL CCS, Alcalá, 166 / 28028 MADRID Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Diseño de portada: Olga R. Gambarte ISBN (pdf): 978-84-9842-967-1 Fotocomposición: M&A, Becerril de la Sierra (Madrid)

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UN LIBRO PARA ORAR

«Para mí, lo bueno es estar junto a Dios…» (Sal 73,28). Seguramente, en más de una ocasión, cada uno de nosotros hemos participado de la misma experiencia que hizo brotar es tas palabras en un creyente del pueblo de Israel. Y, como él, nos hemos sentido empujados a orar, a abrirnos a la presencia envolvente de ese Dios, a entrar en relación con él. Cuando ese momento de gracia llega a nuestra vida y nos urge la necesidad de «estar junto a Dios», comienza la búsqueda de cómo, cuándo y dónde hacerla. Porque, en el fon do de nuestro corazón existe, afortunadamente, la convicción secreta de que todavía no sabemos orar. Y es una ignorancia salvadora que nos ayuda a permanecer en la humilde ver dad de nuestra pobreza, a la vez que mantiene en nosotros el deseo de aprender y la necesidad de ser enseñados. Y esas actitudes nos dan acceso a la condición de discípulos, nos hacen parecernos a los niños que poseen el Reino y nos alejan de la necia suficiencia de creer, como el fariseo de la parábola, que ya somos capaces de mantener un diálogo de tú a tú con Dios. Leemos en el libro del Génesis un antiguo relato que puede iluminar nuestra búsqueda: «Jacob salió de Berseba y fue a Jarán. Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño: soñó con una escalera apoyada en tierra y cuya cima tocaba los cielos, y los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Y vio que Yahvé estaba sobre ella…» (Gén 28,10-13). Las claves simbólicas son claras y nos enseñan más sobre la relación con Dios que muchos tratados de teología: a ese Jacob que somos cada uno de nosotros se le ofrece un me dio de comunicación, una «escalera» que permite «subir» hacia Dios y a Dios «bajar» hasta donde estamos nosotros. La figura de los ángeles sugiere precisamente eso: la presencia comunicativa de un Dios que se hace cercano y accesible. Es una escalera bien plantada en tierra, asentada en el humus de nuestra carne tan opa ca, de nuestras necesidades, tan precarias. Su lugar de arranque no es ningún templo, 7

ningún santuario; su momento no es el de la oración litúrgica ni cualquier otro tiempo sagrado: el encuentro con Dios que ella favorece se da en una situación tan cotidiana como la de un hombre que, cansado de caminar, se ha echado a dormir bajo un árbol. Podría ser un símbolo para entender que, desde todos nuestros lugares y tiempos, desde todas y cada una de nuestras situaciones anímicas –alegría, preocupación, perplejidad, temor, confianza, queja…– la escalera está ahí esperando que nuestra oración suba por sus peldaños. Posibilitando, sobre todo, que llegue hasta nosotros el amor de un Dios que está bajando siempre a nuestro encuentro. El libro de los Salmos tiene mucho que ver con esa escalera: han sido, desde hace más de 30 siglos, el camino privilegiado de oración de millones de hombres y mujeres creyentes y cuando nosotros los acogemos, entramos en el diálogo ya comenzado entre Dios e Israel y nos introducimos en la oración misma de Jesús. Orar con los Salmos es reconocer nuestra pertenencia y nuestra vinculación a la fe de las generaciones que nos han precedido. Podemos preguntarnos por qué orar con oraciones del Antiguo Testamento. Chouraqui, un judío enamorado de la Biblia, nos recuerda: «El Salterio es más que un libro escrito en un pasado lejano: es un ser vivo que nos habla, que sufre, gime, muere y resucita, que habla fuera del tiempo, en el eterno presente del hombre. Cada nueva generación vuelve a este canto, se purifica en esta fuente, vuelve a preguntarse por cada verso, por cada palabra de las antiguas oraciones, como si sus ritmos golpearan la pulsación de los mundos. El mundo entero se reconoce en este breve libro y, como narra la historia de todos nosotros, se ha convertido en el libro de todos, en el infatigable y penetrante embajador de la Biblia en todos los pueblos de la tierra». Jesús oró con los Salmos, añadimos los cristianos, y nuestra oración, que es prolongación de la suya por el Espíritu que murmuraba el nombre del Padre dentro de nosotros, encuentra alimento, vocabulario, guía y dirección en las expresiones que él mismo pronunció. También para él tuvieron resonancias extrañas que no se correspondían a la realidad histórica de su tiempo y vivió, como nosotros, el descubrimiento de dirigirse a Dios en un lenguaje nacido de la fe de muchas generaciones. Cobijarnos en el lenguaje de los Salmos educa nuestra fe, ensancha nuestra experiencia, nos acostumbra a hablar con Dios y de Dios a través de imágenes, símbolos y palabras que nos hacen entrar en comunión con esa inmensa comunidad que es la Iglesia y que se reúne para cantar, suplicar, bendecir y alabar a su Señor. Acercarse a los Salmos es ponerse en presencia del Cuerpo de Cristo porque es a él a quien tocamos al tocar esa palabra que viene a nosotros. Es reconocer que existe una verdadera comunión entre el salmista, Jesús, los creyentes y nosotros. 8

A lo largo de estas páginas iremos, pues, descubriendo y saboreando algunos Salmos, paseando por sus senderos, sentándonos a su sombra, escuchándolos como un susurro o como un clamor, haciéndoles sitio en nuestro interior, dejándonos habitar por ellos hasta que se conviertan en voz de nuestra voz o en palabra de nuestro silencio.

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SUGERENCIAS PARA LA UTILIZACIÓN DEL LIBRO

– Procura tener a mano una edición manejable de los Salmos. Es excelente la de Ed. Cristiandad con la traducción de L. Alonso Schökel y J. Mateos. Es el texto oficial litúrgico y tiene buenas notas y comentarios. – Ten en cuenta que a la hora de agrupar los Salmos he escogido como criterio las actitudes que pueden hacer nacer en el orante. El primer capítulo abarca una serie de actitudes que podríamos considerar más activas: buscar (Salmos 1, 14 y 83), desear (Salmo 62), elegir (Salmo 15), convertirse (Salmo 13), crear fraternidad (Salmo 132), admirar (Salmos 8 y 104)… El segundo capítulo contiene Salmos que favorecen actitudes más receptivas: abandonarse (Salmos 120, 126 y 130), entrar en el misterio (Salmos 72 y 45), saberse conocido (Salmo 138), perdonado (Salmo 31), conducido (Salmo 22). En el tercer capítulo hay tres Salmos que pueden ambientar la oración en Navidad: Salmos 71, 84, 97; en Cuaresma: Salmos 31 y 50; y en Pascua: Salmos 21 y 150. – Antes de buscar el comentario del salmo, e incluso antes de leerlo, haz un espacio interior para acoger lo que te va a ser dado a través de sus palabras. Porque la iniciativa de orar no es nunca tuya, es el Padre quien va a dirigirte su palabra y lo que más importa es que te encuentre abierto, atento, silencioso. – Lee, después, el Salmo despacio más de una vez y subraya con colores diferentes las expresiones que más «conectan» con tu propia experiencia y aquellas que te extrañan, te chocan y te resultan difíciles de entender. Déjate sorprender, intrigar por el lenguaje que encierra la fe del salmista, dialoga con él, trata de descubrir la realidad existencial que es conde y de reconocer si es también parte de la tuya. – Una manera de leerlo que te ayudará es rezarlo desde los sentimientos y actitudes de Jesús. Quizá haya expresiones sobre Dios que no parecen compatibles con el Padre del que habla Jesús en el Evangelio: no tiene que extrañarte porque la revelación definitiva de Dios se nos ha dado en su Hijo y todo lo anterior es preparación y camino para llegar has ta Él. – Otra manera puede ser escuchar primero internamente, el Salmo, como si fuera el Señor el que lo pronunciara: por ejemplo en el Salmo 22 (23): «Yo, el Señor, soy tu pastor, nada te falta…». Ese primer momento puede crear en ti la actitud de receptividad 10

silenciosa de quien está acogiendo unas palabras que le están dirigidas personalmente. Vuelve a leerlo por segunda vez, poniéndolo ahora en persona TÚ: es como si asintieras repitiendo, como un eco, lo que acabas de escuchar: «Tú, Señor, eres mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me haces recostar…». Rézalo por tercera vez, ahora en plural, sintiendo que formas parte de un pueblo que pro clama ante el universo entero las maravillas de su Dios. – Cuando vayas a orar con un Salmo, no te sientas nunca solo. Vas a orar con Jesús y en nombre de tantos hombres y mujeres del mundo que no saben o no pueden orar. Siéntete, en ese momento, la voz de su alabanza o de su súplica, de su queja o de su acción de gracias. – Y no olvides nunca que, desde cualquier lugar en que estés, desde cualquier situación en que te encuentres, la escalera de esa comunicación con Dios que llamamos oración está plantada esperándote. Los Salmos pueden ayudarte a subirla y estando en tu casa o en la iglesia, en la ciudad o en el campo, en el silencio de la noche o en medio del bullicio del mediodía, en momentos de enfermedad o en plena salud, herido por la angustia o inundado por el gozo, puedes hacer tuya la experiencia de que, también para ti, «es bueno estar junto a Dios»…

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l. DESEO DE DIOS

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1 En busca de la felicidad

Salmo 1 Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados ni se detiene en la senda de los pecadores ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que su tarea es la ley del Señor y medita su ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; cuanto emprende tiene buen fin. No así los malvados: serán paja que arrebata el viento. En el juicio los malvados no se levantarán ni los pecadores en la asamblea de los justos. Porque el Señor cuida del camino de los justos, pero el camino de los malvados acaba mal.

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❥ En el fondo del corazón de cada uno de nosotros existe, seguramente, la convicción secreta de que todavía no sabemos orar. Y es una ignorancia salvadora que nos ayuda a permanecer en la humilde verdad de nuestra pobreza, a la vez que mantiene vivo en nosotros el deseo de aprender y la necesidad de ser enseñados. Y esas actitudes nos dan acceso a la condición de discípulos, nos hacen parecernos a los niños que poseen el Reino y nos alejan de la necia suficiencia de creer, como el fariseo de la parábola, que ya somos capaces de mantener un diálogo de tú a tú con Dios. ❥ «El salterio —dice Chouraqui, un judío enamorado de la Biblia— es más que un libro escrito en un pasado lejano: es un ser vivo que nos habla, que sufre, gime, mue re y resucita, que habla fuera del tiempo, en el eterno presente del hombre. Cada nueva generación vuelve a este canto, se purifica en esta fuente, vuelve a preguntarse por cada verso, por cada palabra de las antiguas oraciones, como si sus ritmos golpearan la pulsación de los mundos. El mundo entero se reconoce en este breve libro y, como narra la historia de todos nosotros, se ha convertido en el libro de todos, en el infatigable y penetrante embajador de la Biblia en todos los pueblos de la tierra. Los Salmos han atravesado todas las noches, todas las guerras, son como un milagro de comunicación universal.» ❥ Iremos, pues, descubriendo y saboreando algunos Salmos, paseando por sus senderos, sentándonos a su sombra, escuchándolos como un susurro o como un clamor, haciéndoles sitio en nuestro interior, dejándonos habitar por ellos hasta que se conviertan en voz de nuestra voz o en palabra de nuestro silencio.

Búsqueda de la felicidad ❥ Pocos temas tienen hoy tanta actualidad para nosotros como el de la búsqueda de felicidad. Es el gran discurso de nuestros días, el reclamo de la publicidad, aquello que nos ofrecen y pretenden vendernos bajo tantos nombres. Parece haber mil caminos para alcanzarla, pero quizá hemos probado mucho de ellos y hemos comprobado que no llevaban a ninguna parte. Un creyente del Antiguo Testamento nos ofrece su propia versión de en qué consiste ser feliz. Vamos a escucharlo detenidamente, recorriendo paso a paso sus palabras:

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❥ Leemos el salmo fijándonos en sus personajes: pertenecen a dos grupos diferentes, delimitados con mucha claridad. – De un lado, el hombre justo, que sólo es nombrado con ese calificativo. – Del otro, el grupo de los malvados, pecadores, cínicos… Subraya las veces que aparecen el justo y los malvados. ❥ Del primero se dice lo que no hace: «no sigue…», «no entra…», «no se sien ta…», «no parece interesarle lo que se dice o se hace en esas reuniones». Luego, como si se quisiera descubrir el porqué de esa actitud tan solitaria, tan distinta de lo que es habitual, se nos revela su secreto: es un hombre que tiene puesta su alegría en otro sitio, está constantemente vinculado al Señor y a su voluntad. Dos comparaciones nos hacen visualizar el destino de uno y otros: la imagen del árbol firme, frondoso, lleno de verdor, cargado de frutos, con raíces bien regadas, contrasta con la levedad de la paja, juguete del viento. ❥ Al final, el Señor toma partido por el justo y por su manera de vivir, por su «camino». El camino de los malvados no necesita ser descalificado por Dios: él mismo acaba mal, va a parar a un precipicio, sencillamente porque no tenía punto de destino.

Sugerencias de interiorización

1.

2.

Recuerda algunas frases publicitarias en las que se ofrecen distintos tipos de felicidad. –

Completa esta frase con tres o cuatro posibilidades, a partir de tu experiencia: que suerte tiene el que…



Si hacéis el ejercicio en grupo, tratad de describir el «retrato-robot» del hombre o la mujer que hoy, os parece feliz, al menos, que está en el camino de la felicidad.



Leed luego las bienaventuranzas (Mt 5,1-10) y comparad su concepto de felicidad con el vuestro.

Dice el Salmo hablando del hombre justo: «Su tarea es la ley del Señor». ¿Qué palabras del Evangelio podrían reemplazar a esta afirmación? (encontraréis pistas en Jn 4,34; 5,30…). –

Aquí parece estar muy claro quiénes son los buenos y los malos, pero si leéis 15

la parábola que propone Jesús en Mt 12,24-30, observaréis otro parecer diferente. Comprobadlo. 3.

La expresión «sentarse en la reunión de los cínicos» quiere decir algo así como «estar de acuerdo con ellos, entrar en comunión con ellos…». El Antiguo Testamento alaba la actitud de alejamiento de los pecadores, pero en el Nuevo nos encontramos con algo sorprendente: «Recaudadores y pecadores solían acercarse en masa para es cuchar a Jesús. Los fariseos y los letrados lo criticaban diciendo: Ese acoge a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,1-2). Saborea la novedad revolucionaria que nos trae Jesús. Haz un espacio de silencio para agradecer que se haya sentado a la mesa con nuestra humanidad pecadora, y siéntete tú de esos llamados a estar sentado junto a él, sin otro mérito que el de estar necesitado de perdón y salvación.

4.

Imagínate a ti mismo como un árbol: siente tus raíces, tus ramas y hojas, el circular de la savia… ¿Qué clase de árbol eres? ¿Con qué características (frondoso, me dio seco, alto, débil…)? ¿Dónde estás plantado? ¿Tienes alguna cerca?.. –

5.

En nuestro mundo se dan muchas situaciones en las que gente justa y buena sufre a manos de esos otros que el salmo llama «malvados», «pecadores», «cínicos…». –

6.

Escribe una oración como si ese árbol que eres tú, joven o viejo, bien regado o necesitado de agua, en invierno o en primavera, hablara con Dios.

Recuerda alguna de esas situaciones de injusticia y nombra ante el Señor a esas personas o grupos que sufren opresión o persecución.

Relee el salmo dejando que cambie tu mirada y tu propio concepto de felicidad porque, en el fondo, ser contemplativo es llegar a mirar la vida y la historia con la mi rada y el corazón de Dios. –

Ponte ante él en la actitud humilde de aquel ciego de Jericó que gritaba a Jesús (Mc 10,46-52) y a quien él devolvió la vista, y suplícale que dé luz a tus ojos para saber reconocer cuál es el camino de la verdadera felicidad.

«Este salmo formaba parte del ritual de la Alianza y debía cantarse en la fiesta de los Tabernáculos en la cual se renovaba la Alianza. Es un anuncio profético de las bendiciones que conlleva la fidelidad y de las maldiciones que pesan sobre aquellos que son infieles a la Alianza» (Noël Quesson, 50 Salmos para todos los días. Guías para la oración y la meditación cotidianas, Ed. Paulinas, Bogotá 1988, pág. 11.)

«El libro de los Salmos es como un árbol, que plantado junto a la corriente, da fruto en su sazón. La corriente es el río de la vida y el río de la historia. De vida humana y de historia humana chupa el árbol su savia. El río que pasa tendido se encarama hasta ser ternura en las hojas y zumo en la pulpa.

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Árbol arraigado en tierra: barro de los hombres que muertos han dado vida a este árbol milagroso, “no se marchitan sus hojas”. “Da fruto en su sazón”: un fruto para las cuatro estaciones de la vida –tierna primavera, fogoso verano, henchido otoño, deshojado invierno–; frutos para los cuatro sabores de la vida, con sus mezclas y variedades. El que coma de este árbol vivirá» (L. A. SCHÖKEL).

LEY. En el Antiguo Testamento significaba la fidelidad a la Alianza. La Ley es, sobre todo, el decálogo. Es la voluntad de Dios revelada en palabra de Dios con poder para establecer un orden religioso. El creyente se alegraba de conocerla (Sal 119) y su cumplimiento exactísimo llegó a convertirse en la esencia de la religiosidad, a pesar de que sólo unos pocos con seguían hacerla. Cristo es el final de la Ley (Rom 10,4). Él, que es el Camino, nos incorpora a sí como ca mino hacia el Padre. La historia entera de la Iglesia es la gran peregrinación por el camino de Cristo.

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2 Huéspedes del Señor

Salmo 14 (15) Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo? El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor, el que no retracta lo que juró aun en daño propio, el que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra, nunca fallará.

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❥ Una vez más, estamos tomando en las manos nuestra vida de compromiso con Jesús y su Iglesia y volvemos a hacernos las preguntas básicas de nuestra fe: ¿Cómo entrar en una mejor relación con el Señor, cómo provocar un encuentro con Él y ser mediadores entre la palabra del Evangelio y el corazón de los hombres? ❥ El pueblo que llegaba en peregrinación a las puertas de Jerusalén, leemos en el Salmo 14, tenía también preguntas a propósito de un encuentro con Dios, que califican como «hospedarse en su tienda» y «habitar en su monte santo». Curiosamente, y a pesar de estar en los umbrales del Templo, la respuesta que reciben de los levitas que los esperaban, no tiene que ver con el culto, sino con la calidad de las relaciones humanas: hacer el bien, ser justo, decir la verdad, ser discreto y fiel a la palabra dada, o tener apego al dinero… Al que procede así se le somete la solidez, el gozo profundo de una vida a salvo. Toda una lección para nuestra búsqueda de Dios. Toda una sabiduría para orientar correctamente nuestros pasos hacia Él.

Para rezar con el Salmo

1.

2.

Trata de hacer un chequeo al mundo de tus deseos porque, como decía Jesús, «donde esté tu tesoro estará tu corazón». Pregúntate si la interrogación por la que comienza el salmo es la tuya, es decir, si existe en ti el deseo sincero de tener una experiencia de encuentro con el Señor, de hacer más fuerte tu relación personal con él. Si constatas la frialdad de tus deseos no te desanimes, alégrate de poder reconocer tu pobreza y dedica un rato a pedir desarmadamente que el Espíritu venga en ayuda de tu debilidad. –

Lee después, en Lc 19,1-10, el encuentro de Jesús con Zaqueo y su petición: «Baja pronto porque conviene que hoy me quede yo en tu casa», y en Jn 14,23, su promesa de venir y hacer morada en el que quiera recibirle.



Ábrete al asombro de que sea el Señor mismo quien desea hospedarse en tu tienda y habitar en ti, y acoge con gozo la presencia del Huésped que está llamando a tu puerta.

Relee el pequeño decálogo del salmo y trata de traducirlo a tu lenguaje, o al de vuestro grupo, si lo hacéis en común. Fijaos en cómo queda comprometida toda la persona a partir de su corporalidad: los pies tienen que caminar por caminos de honradez, las manos tienen que practicar la justicia y abrirse con esplendidez, para alejarse del peligro de avidez ante el dinero; la boca tiene que aceptar la 19

disciplina difícil de no hablar mal de los otros y ser fiel a sus promesas; el corazón tiene que guardar limpia su intención e ir acostumbrándose a valorar y «arrimarse» a los que son rectos y cabales para aprender de ellos.

3.



Poned un papel continuo en el suelo y marcad la silueta de uno de vosotros que se ha tumbado sobre él. Id escribiendo, después, en las manos, pies, corazón, ojos, oídos… las cualidades que os parece que podrían completar el salmo si recorriera todos los miembros.



¿Cómo haríais la traducción al lenguaje de los niños o de los jóvenes?

Leed Mt 25,31-45 y pensad qué relación encontráis entre la parábola de Jesús y este salmo. Id escribiendo vuestros descubrimientos en una pizarra dividida en dos columnas.

«Ser huésped de Dios. Es la ambición del místico, entrar en ese círculo donde el len guaje del amor, por verdadero, es sencillo y directo, llegar a comprender las claves de la manifestación de lo divino, el lugar donde Dios se nos manifiesta. Pues aquí la fe cristiana se vuelve, una vez más, paradoja: Dios es nuestro huésped, él viene a nosotros y pone morada entre nosotros. Tremenda fe la nuestra en Jesús que hace de los contornos de lo humano los contornos mismos de Dios». Él está en la profundidad, él es nuestro huésped. Él: «Jesús de la historia en la historia del hombre de hoy» (F. AIZPURÚA).

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3 La vida como subida

Salmo 83 (84) ¡Qué delicia es tu morada, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume anhelando los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Hasta el gorrión ha encontrado una casa y la golondrina un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre; dichosos los que encuentran en ti su fuerza y la esperanza de su corazón. Cuando atraviesan el Valle Arido, beben de manantiales; la lluvia temprana lo cubre de albercas. Caminan de refugio en refugio hasta ver a Dios en Sión. Señor, Dios de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob; fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo, mira el rostro de tu Ungido. 21

Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir en la tienda del malvado. Porque el Señor es sol y escudo, Dios concede favor y gloria. El Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable. ¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!

Volver a Dios ❥ Comprendemos la importancia de los deseos para la oración. Pero sólo tenemos una manera de saber si deseamos algo de verdad y es si algo en nuestra vida cambia, se mueve, se pone en marcha para ir en busca de lo que deseamos. ❥ El Salmo 83 nos pone en contacto con la experiencia creyente de un pueblo que desea a Dios y vive en una situación de «subida». Una subida que expresa la coherencia entre sus deseos y su conducta. ❥ Se trata de una oración en la que sentimos la impaciente nostalgia de un pueblo que recuerda la felicidad de haber estado junto a Dios, «en sus atrios», «en su casa». Esa experiencia no lo ha dejado satisfecho y desea ardientemente otro encuentro. Por eso «se consume» en ansias de volver a gozar de la presencia que, en un momento de su pasado, quizá en su anterior subida al templo de Jerusalén, le llenó de alegría. ❥ Y evoca aquella experiencia gozosa a través de la imagen cálida y conmovedora de un gorrión y de una golondrina que han encontrado donde anidar a sus polluelos. Así de envolvente, así de maternal es la acogida del Señor para los que acuden a él, parece decirnos. ❥ Recurre también a otra imagen a la que todos somos sensibles, la del paso del tiempo: el día que pasó en la casa de su Señor, incluso en el más humilde de sus rincones, fue un tiempo denso y colmado, mil veces más pleno que los vividos en otros lugares. ❥ Pero la relación con Dios no es nunca para Israel una posesión definitiva. Se trata de un pueblo que se sabe siempre en camino y tiene que expresarlo simbólica mente cada año por medio de su peregrinación a Sión. La fuerza para su nueva subida no le viene de él: es el Señor mismo quien impulsa y es el deseo acuciante de encontrarlo lo que hace que la aridez de los valles sea como un 22

oasis para el peregrino. Por eso su paso por el erial se convierte en algo tan fe cundo como la primera lluvia de primavera. ❥ Al final, el salmista revela lo último de su secreto: ese Dios al que va buscando es alguien que le ha hecho gustar un poco de su identidad: es el Viviente, aquel que ofrece luz, calor y vida como el sol, y refugio protector como el escudo. Es un Dios comunicador de fuerza, gracia y dicha, un Dios cuyos dones están al alcance del hombre, no como una recompensa a su esfuerzo o a su conquista, sino como un don gratuito para el que se atreve a confiar. ❥ Es ese Dios el que nos busca y al que vamos buscando. Por ir a su encuentro va len la pena todas las subidas.

Para rezar con el Salmo

1.

2.

El peregrino encuentra su fuerza en la esperanza de alcanzar un día la meta que va buscando. Es lo que aparece en el Salmo bajo la palabra «casa» o similares. Subraya estas expresiones. –

La casa es el lugar en que se hace la experiencia de estar al abrigo y guardado por una protección envolvente, de estar centrado y a salvo. Es el lugar que nos defiende de la hostilidad de fuera y nos da estabilidad y permanencia.



Pregúntate dónde encuentras tú todo eso, qué es para ti «la casa», cuáles son los lugares en los que te rehaces y te sientes en plenitud.

La vida entera de Jesús aparece en los evangelios, como una constante subida a Jerusalén. Da la sensación de que Jesús siente que el Padre le ha dado una cita en la ciudad santa y allá sube el hijo fiel, le cueste lo que le cueste, al encuentro del querer de su Padre: «Iban de camino subiendo a Jerusalén y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo» (Mc 10,32). –

Trata de penetrar dentro del texto, de sentirte identificado con los sentimientos de miedo de los discípulos, con su resistencia a seguir a Jesús allí donde presienten que les espera el peligro.



Toma conciencia de cuál es «tu Jerusalén», es decir, ese lugar, situación o modo de vivir a los que quizá te sientes llamado, pero del que experimentas 23

la dificultad porque es «cuesta arriba» y te desanima el esfuerzo de subir hasta él. –

Acércate a Jesús y ábrele tu corazón, confiésale tus temores, pídele que te comunique algo de su fuerza y de su valor, que te dé la mano para que también tú te atrevas a seguirle en la subida.

Haz memoria de las personas, grupos o comunidades de las que podrías decir que han hecho de su vida «una subida hacia Jerusalén», una Jerusalén que personifica los valores del Reino: el amor solidario, la paz, la alegría, el servicio…

3.



Posiblemente no llamen mucho la atención, pero no están lejos de nosotros y podemos encontrarlos en nuestros barrios, en el tercer mundo, en los monasterios de vi da contemplativa



En la Iglesia todos somos responsables unos de otros y esa gente que se ha decidido a ponerse en un camino valiente de amor fraterno, necesita ser sostenida por la oración de todos.



Reza el salmo en su nombre, alegrándote y dando gracias por su ánimo y por su fortaleza.

El salmo nos ha puesto también en contacto con el tema del camino que es quizá el símbolo más universal de la existencia humana.

4.



Toma contacto con su situación actual, ponle nombres a partir del tema del «camino»: ¿te sientes «en marcha», caminando con ánimo y con meta? ¿O te ves a ti mismo como sentado en al cuneta, desanimado, desorientado, sin saber a dónde vas? ¿Qué nombres pones a los lugares por los que vas andando: áridos, frondosos, pedregosos, llanos, cuesta arriba o cuesta abajo, en soledad o en compañía…?



Desde esa situación concreta en que estás, escribe una oración que sea tu «salmo de peregrinación».



Si hacéis este ejercicio en grupo o si lo adaptáis a la catequesis, dibujad un ca mino en un mural y situad vuestra huella en algún lugar determinado explicando por qué.

Los salmos de peregrinación (89, 90, 121…) cantan la alegría de los peregrinos que llegan finalmente a las puertas del templo. Su estructura suele ser: 1.

Exclamación inicial de alegría.

2.

Intercambio de saludos entre los peregrinos y los levitas.

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3.

Catequesis a las puertas.

4.

Oración de los peregrinos por la ciudad.

5.

Fórmula de acogida de los habitantes de Jerusalén.

EL SALTERIO El salterio es un libro de oraciones. Aquí radica su originalidad respecto a los demás libros de la Biblia. También es verdad que en otros lugares de la Biblia nos encontramos con oraciones; puestas en labios de algún personaje, se presentan como un elemento más del relato. Podemos rezar con ellas, pero no fueron compuestas con esa intención. Los salmos sí que están destinados directamente a la oración de la comunidad. Y esto es lo que los sitúa de verdad. Al ser plegaria de la comunidad, toman a los fieles tal como son, con su vida de cada día, con sus esperanzas y sus pecados, con sus dificultades y su amor. Y también con su mentalidad y su forma de expresarse: imágenes concretas, representaciones mitológicas o mágicas. No pretenden, como la ley o los profetas, dar una enseñanza nueva. Y en ellos aparecen con toda claridad las lagunas doctrinales de los creyentes de aquella época, concretamente sobre la vida eterna. Su originalidad y su aportación consisten en algo distinto: no son doctrina, sino plegaria, nos hacen entrar profundamente en la relación entre Dios y el hombre (M. MANNATI, Orar con los salmos, Col. Cuadernos Bíblicos. Ed. Verbo Divino. Estella 1988, 6).

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4 En contacto con nuestros deseos

Salmo 62 (63) Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi garganta tiene sed de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agotada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu lealtad vale más que la vida, te alabarán mis labios; toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote, me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. Si en el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, es que fuiste mi auxilio; a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi aliento está pegado a ti, y tu diestra me sostiene. Pero los que buscan mi perdición bajarán a lo profundo de la tierra; serán entregados a la espada y echados como pasto a las raposas.

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Y el rey se alegrará con Dios, se felicitarán los que juran por tu nombre, cuando tapen la boca a los mentirosos.

❥ En el itinerario de oración que comenzamos, necesitamos, en primer lugar, to mar conciencia del oscuro mundo de nuestros deseos. Porque es de ahí, en lo escondido de nuestro ser, de donde nace el dinamismo que nos empuja a orar. Si nuestros deseos están adormecidos o engañadamente satisfechos, o entretenidos en mil peque ñas búsquedas, desempeñan el mismo papel que aquellas piedras y zarzas de la parábola de Jesús: ahogan el crecimiento de la semilla. ❥ Para encontrar a Dios hay que desearle, hay que ser consciente de cuánto necesitamos su presencia: como la tierra reseca grita ansiando el agua; como el centinela nocturno suspira por la llegada del amanecer. Son imágenes de los Salmos, son imágenes de nuestra verdad más honda. ❥ Una lectura detenida nos hace descubrir quién es el orante que habla: es alguien habitado por un deseo que lo transporta fuera de sí mismo y que aparece expresado con la hondura de dos símbolos universales: la sed y el hambre, en contraste con la saciedad. ❥ La ausencia sentida de Dios ha provocado en él una situación semejante a la de la tierra reseca y cuarteada por la falta de agua. Por eso lo busca y suspira por él, por eso se mantiene en la noche en una vigilia expectante. La presencia antes experimentada de ese Dios a quien llama «mi Dios», es evoca da en términos de una gozosa plenitud: la grasa y la médula (lo mejor del sacrificio que se ofrecía en el templo) empapando su ser, la sombra protectora de unas alas, una mano tendida para sostener y levantar. ❥ La alegría de la alabanza pone el fondo sonoro del encuentro evocado: «Mis labios te glorificaban», «te alababa mi boca con labios jubilosos». Es la vivencia año rada de ese encuentro lo que lleva a este creyente a hacer una afirmación asombrosa: «Tu amor vale más que la vida». Es una cultura para la que el valor máximo era la vi da presente y cuando faltaban siglos para empezar a descubrir la posibilidad de otra vida más allá de la de aquí y ahora, un creyente anónimo tiene la audacia de decir: «El amor de mi Dios es más precioso que la vida y lo prefiero incluso a esa vida que es la única que tengo». Una afirmación como esta desconcierta todo el sistema de valores de Israel y lanza el pensamiento bíblico mucho más allá de sus márgenes tradicionales.

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Una vez más, es la experiencia saboreada, y no la lógica reflexiva, la que rom pe los límites estrechos de la pura racionalidad. Dios es siempre mayor que nuestro corazón.

Para rezar con el Salmo

1.

Recorrer un camino de oración es recorrer el camino de los propios deseos, pero no podemos confundir deseos con necesidades. –

Cuando nos movemos desde ahí y buscamos en Dios la satisfacción de esa necesidad, identificamos su causa con la nuestra, le reducimos a nuestro tamaño y queremos que la oración nos dé respuestas tranquilizadoras.

¿Reconoces en tu oración algunos de estos rasgos? 2.

3.

En la narración de la aparición del Resucitado a María Magdalena (Jn 20,11-18), el Señor hace a María dos preguntas definitivas que van dirigidas también a cada uno de nosotros: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Es decir: qué es lo que año ras, lo que echas de menos, lo que te falta, lo que te ha puesto en movimiento para llegar hasta aquí… –

Deja que esas dos preguntas iluminen lo más hondo de tu ser. Trata de contestar las escribiéndolo si eso te ayuda: «Lo que en este momento más deseo es…»; «Lo que voy buscando creo que es…».



Una pista para comprobar la sinceridad de tus respuestas sería fijarte en los pasos concretos, en las actitudes tuyas que otros pueden verificar. Por eso podría ayudarte hablar de los propios deseos con otras personas que puedan servirte de espejo.

Si estáis en grupo, poned en un mural la frase: Buscar a Dios es… Id escribiendo debajo lo que eso significa para cada uno. –

4.

Al final, dialogad sobre ello expresando acuerdos y desacuerdos con lo escrito.

En el Evangelio encontramos muchos personajes que van en busca de Jesús. Puedes encontrar algunas de esas búsquedas en Mc 136; Mt 14,13,35; Lc 9,2-5. –

Lee en Jn 1,35-39 la narración sobre aquellos dos discípulos de Juan Bautista que se fueron detrás de Jesús. Revive la escena. trata de adivinar lo que 28

había de deseo secreto en el corazón de aquellos dos hombres y qué les hizo ponerse en camino. Siente que tú eres uno de ellos y trata de responder a la pregunta de Jesús: «¿A quién buscas?». 5.

Relee el salmo poniéndolo en boca de Jesús: ¿Qué expresiones te resuenan ahora de distinta manera? ¿Qué te revela de su relación con el padre? ¿Qué expresiones del salmo te parece que no «concuerdan» con lo que sabes de Jesús?

6.

Recorre con tu imaginación lugares, situaciones, personas o grupos que están hoy en especial necesidad, con hambre y sed de cualquier tipo. Mézclate con ellos, identifícate con su clamor y su deseo y repite una y otra vez el comienzo del Salmo: «Dios, tú mi Dios, yo te busco… Dios, Dios nuestro, te buscamos…».

7.

El Evangelio nos revela algo que nos cuesta mucho aceptar y es que Dios nos de sea a nosotros infinitamente más que nosotros a él. •

Es él quien nos ama el primero (1 Jn 4,7-11).



Es él quien sale a nuestro encuentro (Lc 15,20).



Es él quien se lanza a nuestra búsqueda cuando nos pierde (Lc 15,4-7).



Es él quien llama a nuestra puerta para compartir nuestra cena (Apoc 2,20).



Por eso también él podría, después de pronunciar nuestro nombre, decir el comienzo del salmo: «Yo te busco, tengo sed de ti como tierra reseca, agotada, sin agua».



Después de leer los textos señalados, haz un rato de silencio en el que, al ritmo de tu respiración, puedas acoger ese amor y dejarte encontrar por él que siempre anda en busca.

SALMOS DEL HUÉSPED DE YHWH: «EL EMMANUEL, DIOS CON NOSOTROS» Podemos designar como SALMOS DEL HUÉSPESD DE YHWH a doce salmos que presentan, en líneas generales, un revestimiento parecido. Israel, bajo los rasgos de un levita (Sal 5; 16; 23; 36; 63; 73), de un rey (Sal 27; 31; 61) o de un profeta (Sal 4; 4; 139), impresionado por la singularidad de su condición y la dificultad de su misión, tentado por el sincretismo e incluso por la apostasía, viene a consultar a YHWH. Y YHWH le hace descubrir que lo que él experimentaba como una eliminación brutal es, en realidad, una elección, que la suya es la mejor parte, porque es intimidad con Dios que le abre su casa, le acoge en su misterio y le convierte en un huésped estimado. Este revestimiento hace sensible el lado dramático, aparentemente absurdo, de la alianza, el precio incalculable de la intimidad con Dios y la ambivalencia de una misma situación, experimentada humanamente

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como obstáculo y exclusión hasta los límites de lo intolerable, pero que resultará luego una lección admirable y cariñosa. Antes de la renovación de los compromisos de la alianza, estos salmos advierten: «¡Cuidado! ¡La alianza es exigente!»; pero al mismo tiempo estimulan: «¡Es maravillosa!». Esta trama, que se encuentra en todos estos doce salmos (incluidos el salmo 5, que se encuentra en la periferia de este género), queda tratada con mucha libertad. No hay una estructura específica. Así, pues, el personaje central es un rey, un levita o un profeta (M. MANNATI, Orar con los salmos. Ed. Verbo Divino, Estella, 1988, 56).

Israel sabía que la VIDA como don de Yahvé y ante él era el sumo bien del creyente. Pe ro en la frase: «Tu amor es mejor que la vida» (Sal 62,4), el amor y la vida se separan y algo aparece totalmente claro: que la vida en cuanto tal no es el sumo bien. Para el sal mista es el amor de Dios el único y más preciado valor y eso supone una total inversión de la escala de valores. La vida tiene su origen y fundamento en el don de Yahvé, en su presencia, en su protección y salvación. Cuando la vida se deshilacha en la situación apurada y en la muerte, emerge la convicción comparativa: «Tu amor es mejor que la vida». Existe algo mejor que la vida: «El amor de Yahvé» (H. J. KRAUS).

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5 Dios mío y todas mis cosas

Salmo 15 (16) Protégeme. Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien». Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen. Multiplicad las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad. Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, 31

se gozan mis entrañas, y mi carme descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

❥ La vida nos va poniendo constantemente en trance de hacer opciones. Nuestras elecciones, pequeñas o grandes, van configurándonos y dejando su huella en nuestra personalidad, hasta en los días que nos parecen más intrascendentes. «Hoy puede ser un gran día, móntatelo bien…» canta Serrat, y a los creyentes la experiencia nos va dando que «montárnoslo bien» tiene mucho que ver con ir eligiendo los valores, gestos, acciones y palabras más coherentes con las opciones fundamentales de nuestra vida cristiana. ❥ Israel, después de su estancia en el desierto, se vio constantemente confrontado por las costumbres religiosas de los habitantes de Canaán y por el culto que daban a sus dioses, los baales. La tentación de dar culto a ídolos, de confiarles a ellos la fertilidad de sus tierras y la suerte de sus cosechas acechó a los israelitas que con frecuencia sucumbieron a ella. El Salmo 16 es un salmo de los llamados «de confianza individual» en el que un creyente celebra poéticamente su experiencia de felicidad por no haber caído en la idolatría y lo que ha supuesto en su vida el tener a Yahvé como único Señor.

Para rezar el Salmo

1.

Lee en un primer momento el Salmo desde una actitud «penitencial», es decir, dándote cuenta de aquellas expresiones de las que te encuentras lejos: «yo jamás formaré los nombres de los ídolos en mis labios», «mi heredad es preciosa para mí» (quizá tus valores van por otro lado…). 32

2.



Piensa cuáles son aún «tus ídolos», cómo los llevas en los labios, cómo vas corriendo detrás de ellos. Analiza tus deseos, tus preocupaciones, lo que vas buscando y persiguiendo, aquello a lo que dedicas tu tiempo… Quizá te encuentres con el ídolo de tener buena fama, del consumo, de la comodidad, de tu propio egoísmo. Todo eso que está impidiendo que de verdad el Señor sea tu único Señor.



Vuelve a rezar el Salmo, pero en forma de petición humilde: «Señor, quiero que tú seas mi Señor, que teniéndote a ti no eche de menos nada…; sé tú la parte de mi herencia y de mi copa…».

Lee ahora el Salmo subrayando solamente una o dos frases de las que puedas decir que coinciden plenamente con tu experiencia: «Fuera de ti no hay para mí felicidad…», «él está a mi derecha, no vacilo», «me enseñas el camino de la vida…». –

Nárrate a ti mismo el itinerario de fe por el que has accedido a esa experiencia: qué situaciones de tu vida te han ido llevando, quizá a través de las dificultades y el dolor («aún de noche me instruyes internamente…»), a poder decirle cualquiera de esas expresiones al Señor. Si hacéis este ejercicio en grupo, podréis enriqueceros mucho con la experiencia de otros y dar gracias y admirar las maravillas que Dios va haciendo en cada uno.

3.

Observa cómo el vocabulario del gozo recorre todo el Salmo. Subraya todas las palabras o frases que expresen ese gozo. Dedica un tiempo largo a rastrear la presencia de la alegría en tu vida y en qué relación está con la presencia del Señor.

4.

Fíjate en cómo está presente en el Salmo la dimensión corporal: los labios, la mano derecha, el corazón, las entrañas, el rostro… Intenta orar «corporalmente», incluyendo ese cuerpo que eres en la oración. Recorre cada parte de tu cuerpo, no tan to «pensando» en ella sino sintiéndola. Concentra tu atención ahí y vuelve a decir el Salmo experimentando cómo a tus ojos, tus manos, tu boca, tus pies, tu corazón, tus entrañas va llegando la vivencia de «ser del Señor» y ser transformados por su cerca nía y su presencia envolvente.

5.

Agradece profundamente el don de la fe que nos permite a los creyentes hacer esta experiencia consoladora de tener al Señor como Señor. Dedica un rato a nombrar ante él a gente no creyente o indiferente, acoge su situación con respeto, pero con el deseo de que también a ellos llegue el regalo de la fe. –

Piensa cómo puedes comunicar a otros tu propia vivencia de confianza y de gozo.

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«Los que han vivido su fe antes que nosotros y la han expresado a través de los Salmos, son personas vivientes, no muertas, ante Dios. Permanecen siendo lo que fueron. Y en esa memoria eterna están unidos a nosotros que vivimos del mismo don que ellos recibieron y participamos de su respuesta creyente que sigue dirigida a nuestro Dios» (A. KNOCKAERT).

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6 Cambiar de bando

Salmo 13 (14) Dice el necio para sí: «No hay Dios». Se han corrompido cometiendo execraciones, no hay quien obre bien. El Señor observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que busque a Dios. Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo. – Pero, ¿no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al Señor? Pues temblarán de espanto, porque Dios está con los justos. Podéis burlaros de los planes del desvalido, pero el Señor es su refugio. ¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! 35

Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo se alegrará Jacob, y gozará Israel.

❥ Hemos oído tantas veces que la Cuaresma es el tiempo penitencial que la frase nos suena casi a un tópico y lo mismo puede ocurrirnos con las palabras conversión y cambio de vida. Seguramente necesitamos ampliar nuestro campo de visión y des cubrir esas actitudes, no solamente como «propias» de un tiempo litúrgico determinado, sino como constituyentes esenciales de la vida de un creyente. El salmo 13 puede ofrecernos una plataforma para realizar ese ensanchamiento de nuestro horizonte. ❥ El desafío ateo del comienzo: «No hay Dios», nos hace zambullirnos de lleno en el pensamiento más descarado de la increencia. La «corrupción» y «abominaciones» que vienen a continuación dan cuenta de la situación de deterioro moral que es consecuencia de lo anterior, o que quizá lo han provocado. ❥ El creyente que contempla la situación (posiblemente durante el destierro de Babilonia) es presa de un hondo pesimismo: «No hay uno que obre bien, ni uno so lo». Predominan el extravío y la obstinación de los malhechores que devoran al pueblo, se burlan de él y no invocan al Señor. ❥ Y, sin embargo, el horizonte no está irremisiblemente cerrado y él mismo reconoce la existencia de «otra gente» que no puede ser calificada de necia: se trata del grupo que él llama mi pueblo, los justos, los desvalidos. De ellos se pronuncia la mejor de las afirmaciones: Dios está con ellos, él mismo se ha constituido en su refugio. ❥ Su oración termina con la expresión de un deseo ardiente de la salvación y de una declaración de serena seguridad: el Señor va a cambiar la suerte de su pueblo, el futuro está abierto a la alegría y al gozo.

Para rezar con el Salmo

1.

Vamos a buscar ahora los elementos del salmo que pueden iluminar algo nuestro camino hacia la Pascua. –

Posiblemente no entra dentro de nuestra perspectiva considerar el pecado 36

como la máxima estupidez y, sin embargo, la Biblia, especialmente en los libros sapienciales, nos da con frecuencia esta lectura de él. Puedes leer, en el capítulo 9 del libro de los Proverbios, la personificación de «Doña Sabiduría» y «Doña Necedad», y, en el capítulo 3, los preciosos consejos de un padre a su hijo para que elija y se abrace a la primera. –

Convierte estas recomendaciones en la expresión de tu deseo y de tu oración: «Señor, ayúdame a guardar en mi corazón tus mandatos… (v. 1), que no me abandonen la piedad y la lealtad, que las lleve grabadas en la tablilla de mi corazón… (v, 3); dame la felicidad de encontrar la sabiduría, que esa sea mi riqueza, más que la plata o el oro… (v. 13)».



Uno de los reproches que aparecen con más frecuencia en el Nuevo Testamento es, precisamente, el de in-sensatez o necedad, unido a la dureza de corazón. Los discípulos tenían la mente embotada (Mc 8,17); los de Emaús eran necios y tardos de corazón para creer to do lo que dijeron los Profetas (Lc 24,25); Pablo calificaba a los gálatas de insensatos…



Ponte delante del Señor consciente de tu propia necedad, «déjate regañar» por él y sentirás, con asombro, cómo eso no te culpabiliza ni te empequeñece, sino que te introduce en el espacio abierto y ensanchado de su perdón y de su ternura…

2.

La verdadera conversión que Dios nos pide es «cambiarnos de bando», dejar de ser «devoradores» de otros y hacernos «refugio» para ellos. Piensa cuáles son hoy las traducciones de esas dos actitudes de que habla el Salmo: porque quizá, sin darnos cuenta, podemos «devorar» el espacio de otros, o su fama, o sus iniciativas, o su tiempo, o su atención. Pero también podemos serles apoyo, acogida leal, escucha y ánimo en sus problemas y colaborar así a «cambiar la suerte» de ese pueblo del Señor que somos todos y especialmente los desvalidos. La liturgia de este tiempo nos invita también a mirar a Aquél que de verdad ha sido sensato y buscador de Dios: Jesús.

3.

«El Señor observa desde el cielo para ver si hay algún sensato, alguno que busque al Señor.» –

Puedes leer el capítulo 17 de san Juan en que Jesús nos pone en contacto con la oración que expresa el significado de su vida, siempre en busca de la gloria del Padre. En las «parábolas de la misericordia» del capítulo 15 de Lucas encontramos concretamente en qué consiste esa actitud: en buscar a todos los perdidos, en reunir y acoger en casa a los que andamos alejados.



Dedica un tiempo de oración a mirarle y a alegrarte de su amor fiel agradece al padre que nos lo haya dado.

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«Según la mentalidad del salmista, los sin-Dios no tienen remedio: están destinados al fracaso rotundo. La fe cristiana ha dado un paso mucho más adelante: Jesús se ha especializado en los sin-Dios. Los planes más queridos de su Reino han sido hechos para ellos y no se sabe muy bien si su muerte en cruz es un acto de confianza en el Padre o un supremo acto de confianza en el hombre malo, en que, aquellos que le están crucificando pueden también ser creyentes, hombres según el Reino» (F. AIZPURIRÍA).

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7 La alegría de la fraternidad

Salmo 132 (133) Ved: qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Es ungüento precioso en la cabeza, que va bajando por la barba, que baja por la barba de Aarón hasta la franja de su ornamento. Es rocío del Hermón que va bajando sobre el monte Sión Porque allí manda el Señor la bendición: la vida para siempre.

❥ «Ved qué dulzura y qué delicia»… El salmo comienza con una llamada de atención, una convocatoria que reclama nuestra mirada para atraerla hacia algo que despierta sentimientos de paz y de gozo, algo que vale la pena que desvelemos los ojos de 39

cualquier otra realidad, por hermosa e interesante que nos parezca. Se nos está anunciando algo que resulta extraordinario, raro, llamativo: existe un grupo humano que está viviendo una relación de fraternidad, con su consecuencia natural que es vivir unidos. Analicemos la expresión con más detenimiento. Ser hermano es estar ante el otro con una relación de igualdad, desde la negación de cualquier superioridad o desnivel. Es reconocer que formamos con él una comunidad, una familia, que por sus venas corre la misma sangre que por las nuestras, que estamos amasados del mismo barro, que nos vinculan lazos imposibles de romper. Saberse hermano desbanca los impedimentos que nos deterioran el amor: sentir al otro como un extraño, un inferior un competidor… Cuando saltan esas escamas de nuestros ojos, recuperamos la claridad de visión y vemos al otro como realmente es: un hermano. Entonces no hay que hacer esfuerzo para el amor o para la unidad. Las imágenes que usa el salmista nos resultan extrañas y tenemos que hacer un esfuerzo de «inculturación» en el mundo de Israel para saborearlas, aunque, en realidad, estamos más cerca de ellas de lo que creemos. Dice Noël Quessón: «Ninguna civilización ignora a su manera el lenguaje de los “perfumes”, la suavidad penetrante del “aceite” que da flexibilidad, ni la frescura bienhechora del rocío que descubrimos por la mañana, pasada la noche…». ❥ Lo que es importante es que la alegría de la fraternidad es puesta en relación con escenas y símbolos culturales: la consagración sacerdotal, las vestiduras sagradas, el monte Sión, lugar en el que está enclavado el Templo… Y es recompensada con lo que significaba los valores máximos para un israelita: la bendición de Dios y la vida para siempre. ❥ Se diría que la intuición teológica del salmista le ha hecho rozar la frontera del Nuevo Testamento: en él aprenderemos que el verdadero templo es el hombre, que no hay posibilidad de culto sin reconciliación fraterna y que la gloria de Dios consiste en reunir en un banquete a sus hijos dispersos. Esa es su bendición, esa es la vida eterna que se nos promete.

Para rezar con el Salmo

1.

Estamos acostumbrados a fijarnos en los aspectos negativos de la realidad más que en los positivos, pero hoy vamos a intentar contagiarnos de la mirada del Dios 40

creador que vio que su mundo «era bueno».

2.



Si estáis en grupo, haced una lista de «situaciones de fraternidad» que conozcáis y tratad de analizar y poner nombre a los «componentes fraternos» que ahí aparecen: cercanía, servicio, solidaridad, bondad, comprensión, aguante, ayuda, etc. Fijaos también en el «perfume» que produce ese tipo de relación, qué «huelen» los demás al acercarse a un ambiente donde la gente se quiere, por qué se puede comparar al «aceite» (facilidad, suavidad, desaparición de roces…) o al «rocío» (frescura, limpieza, gratuidad…).



Imaginad actitudes relacionales que pueden producir hoy esos efectos. Recordad canciones, poesías en las que se celebra la fraternidad. Cantad alguna y terminad rezando el Salmo teniendo delante esas situaciones que habéis contemplado.

Recordad palabras de Jesús que llaman a la fraternidad: «Todos sois hermanos»(Mt 23,28); «si tu hermano hace algo contra ti, perdónalo» (Mt 18,15); «¿por qué te fijas en la pajita en el ojo de tu hermano?» (Mt 7,3); «quien hace la voluntad de mi Padre es para mi un hermano» (Mt 12,50). –

Escribid cada una de ellas en una tarjeta y sacadlas a suertes. Después de un rato de silencio y reflexión, cada uno expresa qué significa para él esa palabra que le ha correspondido.

Cuando un hombre consigue un hermano, el cielo se hace sobre la tierra. Cuando dos o tres se unen sobre la tierra para implorar al Padre, el cielo los circunda y se despliega sobre su súplica… «Vamos a ver si es cierto que le amamos, vamos a mirarnos por dentro un poco. Hay cosas colgadas que a Él le lastiman, freguemos el suelo y abramos las puertas que salgan las lagartijas y entren las luces. Borremos los nombres de la lista negra, coloquemos a nuestros enemigos encima de la cómoda, invitémosles a sopa. Toquemos las flautas de los tontos, de los sencillos, que Dios se encuentre a gusto si baja.» Gloria FUERTES

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8 En el centro, el hombre

Salmo 8 Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde. Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos. la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para que cuides de él? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, 43

las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas.

Poco inferior a los ángeles ❥ «Veo a los hombres como si fueran árboles», decía al principio aquel ciego al que Jesús aplicó las manos. Cuando lo hizo otra vez, el hombre vio del todo: «Estaba curado y lo veía todo con claridad», dice Marcos 8,24. ❥ De alguna manera, todos nos sentimos un poco reflejados en ese modo tan defectuoso de mirar. Nuestros ojos resbalan por las apariencias de las personas, se de tienen en lo más trivial de su aspecto, no nos molestamos en preguntarnos por el misterio que se oculta debajo, y nos quedamos privados de aquello que constituye una de las dimensiones más ricas de nuestra personalidad: la capacidad de admirar. Pero también tenemos la experiencia de momentos fulgurantes de lucidez en la que llegamos a atisbar, deslumbrados, el secreto que esconde cada existencia humana. ❥ El salmo 8 es el reflejo de uno de esos momentos: un creyente, envuelto en el silencio sobrecogedor de una noche estrellada, se adentra en la vivencia polar de la grandeza y pequeñez. El himno comienza y termina con una exclamación de admiración deslumbrada: «Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!». ❥ Pero esa majestad sublime de Dios no la proclaman sólo los cielos: está en la boca de los pequeños, en el balbuceo de un niño que apenas sabe hablar. Y esa debilidad consigue, paradójicamente, vencer la rebelde soberbia de los hombres arrogantes. Y desde ese «abajo» que es el niño, la mirada se vuelve al cielo, obra artesanal de los dedos de Dios, al espectáculo de la luna y las estrellas. ❥ De nuevo, como atraído por una fuerza irresistible, la atención es concentrada en aquel que está en el vértice de todo el universo: el hombre. ❥ Es en él, más que en la majestad de la noche estrellada, donde el misterio de Dios se deja sentir, porque ese hombre pequeño y aparentemente perdido en medio de la inmensidad del cosmos, está envuelto y abrigado por el recuerdo y el cuidado de Dios. ❥ El mismo Dios, que lo corona de gloria y dignidad, le ha puesto al frente de su 44

mundo, le ha dado autoridad sobre la creación. Como el relato del Génesis, en que los seres vivos van desfilando ante Adán para ser nombrados por primera vez, aparecen en el salmo rebaños y bandadas de aves y de peces puestos ahora a su servicio. ❥ La grandeza del hombre, «pastor del ser», se convierte en un himno a Dios en medio de la inmensidad del cosmos.

Para rezar con el Salmo

(Ten en cuenta que lo que importa para orar no es «hacer actividades», sino de detenerte allí donde encuentres una pequeña puerta por la que puedas adentrarte en la relación con el Señor…) 1.

Dedica un primer tiempo a «entrar en la letra» del salmo: subraya los personajes y los verbos. Observa quién es el sujeto de cada, la insistencia en la repetición de la persona TÚ. Fíjate también en el escenario: la noche, el desfile de personas y de animales; en los contrastes: cielo/tierra; noche/luz de los astros; niño que alaba/adulto rebelde; hombre/Dios… –

2.

3.

Cuenta el número de versos y observa quién está en la frase central.

¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que cuides de él? –

Toma contacto con el fondo de ti mismo, trata de calar en la conciencia que tienes de ti. Escucha la palabra que te está dirigida: «Eres alguien de quien Dios se acuerda, eres alguien de quien él cuida…». No eres fruto del azar, no estás abandonado en me dio del universo: habitas en el centro del corazón de Dios, estás alijado en el cuenco de sus manos.



Respira profundamente, repite una y otra vez: « Señor, tú me recuerdas y me cuidas…».



Nombra a personas que conoces, míralas también envueltas en el cuidado y el re cuerdo de Dios. Contempla también rostros de gente hundida y degradada, privada de sus derechos, en los últimos escalones de la sociedad: drogadictos, prostitutas, alcohólicos, mendigos. Míralos, más allá de todas las apariencias «coronados de gloria y dignidad».

Revisad en el grupo, a la luz del salmo, cuáles son los criterios sobre el ser humano 45

que tratáis de comunicar. Discutid la pregunta central: ¿Qué es el hombre? Tratad de contestar teniendo en cuenta diferentes ámbitos: cómo se considera y se trata al hombre en la sociedad capitalista y de consumo; en los medios de comunicación; en la política, etc. –

Recordad situaciones de hombres y mujeres que no viven sometiendo el mundo, sino sometidos por el dinero, la fama, la manipulación, el poder de los más fuertes…



Discurrid cómo se podría «poner en calderilla» esta afirmación: «Los cristianos estamos llamados a crear contexto en los que la dignidad del ser humano pueda ser reconocida».



Compartid experiencias o caminos de búsqueda para conseguirlo.

«Nosotros no entendemos nada de nada. Hay tanto misterio en el crecimiento de un grano de trigo como en el movimiento de las estrellas. Pero sabemos bien que nosotros somos los únicos capaces de amar. Y por eso mismo hay que decir que el menor de los hombres es más grande que todos los mundos reunidos» (G. de LARIGOUDY).

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9 Dios mío, ¡qué grande eres!

Salmo 103 (104) Bendice, alma mía, al Señor. ¡Dios mío, qué grande eres Te vistes de gracia y majestad, la luz te envuelve como un manto. Despliegas el cielo como una tienda, construyes tus salones sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; los vientos te sirven de mensajeros, el fuego llameante, de ministro. Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas asaltaron las montañas; pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu trueno se precipitaron, mientras subían los montes y bajaban los valles; cada cual al puesto asignado. 47

Trazaste una frontera que no traspasarán y no volverán a cubrir la tierra. De los manantiales sacan los ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben las fieras agrestes, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto. Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierva para los ganados y forraje para las bestias de labor; así saca él, pan de los campos, y vino que le alegra el ánimo, y aceite que da brillo a su rostro, y alimento que le da fuerzas. Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó. Allí anidan los pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. Los riscos son para las cabras, las peñas son madriguera de tejones. Hiciste la luna con sus fases, el sol conoce su ocaso. Traes las tinieblas y se hace de noche y rondan las fieras de la selva; los cachorros rugen por la presa reclamando a Dios su comida. Cuando brilla el sol se retiran y se tumban en sus guaridas; el hombre sale de sus faenas, a su labranza hasta el atardecer. Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría, la tierra esta llena de tus criaturas. Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; lo surcan las naves y el Liviatán que modelaste para jugar en él. Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo; 48

se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes; escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento, y expiran, y vuelven a ser polvo; envías tu alimento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Cuando él mira la tierra, ella tiembla; cuando toca los montes, humean. Cantaré al Señor mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista; que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. ¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Aleluya!

❥ ¿Quién no ha sentido brotar de su corazón esta exclamación ante alguna maravilla de la naturaleza: un amanecer en el campo, el esplendor de la nieve sobre un monte, el poderío del mar o del viento, la fuerza vivificadora del agua…? El encuentro con la naturaleza es uno de los caminos más habituales de la experiencia religiosa. Vamos a escuchar cómo recorre Israel este camino a través del Salmo 103. ❥ Lo primero que observamos es que el Salmo está construido según el «patrón tipo» del relato de la creación del Génesis 1 y podemos leer los textos con esta correspondencia: – Primer día: Gén 1,3-5 → Sal 103,1-2 – Segundo día: Gén 1,6-8 → Sal 103,2-4 – Tercer día: Gén 1,9-13 → Sal 103,5-18 – Cuarto día: 49

Gén 1,14-19 → Sal 103,19-24 etc. ❥ Los dos son himnos litúrgicos, es decir, no una mera descripción física de un ecologista, sino la contemplación de un creyente a través de la naturaleza, la sabiduría y el poder de su Creador. ❥ Nada es estático: todo está en tensión dinámica, haciéndose, renovándose, re naciendo. El Dios de Israel es un Dios vivo que está actuando incesantemente en su creación: despliega, apuntala, asienta, cubre, encauza… Vale la pena recorrer el Salmo subrayando todos los verbos que tienen a Dios como sujeto. En el v. 30 encontramos una formulación que le es familiar al israelita y que expresa, para él, el modo concreto que tiene Dios de infundir vida: «Envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra». ❥ La fuerza creadora de ese Dios, cuya gloria dura para siempre, da pie al orante para reconocer su propia limitación, lo breve y caduca que es la existencia de cual quier criatura. Sin el aliento de Dios, nada puede seguir existiendo y la respuesta del hombre no puede ser más que la admiración, la alabanza y la canción agradecida. Ninguna voz puede desentonar en el concierto (v. 35).

Para rezar con el Salmo

1.

Este Salmo se presta mucho a una celebración de grupo. Sugerimos dos posibilidades: a)

En una excursión por el campo, cada uno de los participantes trae algo de la naturaleza que le haya llamado la atención y prepara una alabanza breve por lo que ha contemplado. –

b)

Se van poniendo todas estas «criaturas de Dios» en el suelo y un lector va leyendo el Salmo haciendo pausas de silencio en las que se va intercalando lo que cada uno quiere añadir. Todos repiten como estribillo: «Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para mi Dios mientras exista» (v. 33) (o un canto de aclamación).

Si no hay posibilidad de salir fuera de la ciudad, se puede elaborar un montaje audiovisual con diapositivas que correspondan a las secuencias del Salmo 103 y «Las cuatro estaciones», de Vivaldi, como fondo musical. Se 50

va leyendo el Salmo dejando espacios para la participación espontánea. 2.

3.

4.

En otros Salmos de alabanza, el estribillo que se va intercalando es este: Porque es eterno su amor. –

Lee de nuevo el Salmo repitiendo de vez en cuando esas palabras para caer en la cuenta de que la creación no es sólo obra del poder de Dios sino ante todo de su amor.



Y lo mismo que Pablo decía «me amó y se entregó por mí». Asómbrate ante la maravilla de poder decir: «Esto lo creó por mí». Deja un espacio interior para que te inunde el agradecimiento.



Pero ese «por mí» es también y, sobre todo, «por y para nosotros». Todos tenemos derecho a disfrutar de esos dones que Dios ha destinado a todos sus hijos. Sin embargo, la ambición, el deseo de acaparar, la codicia de muchos (y nosotros no es tamos libres de ese pecado) han instituido un orden injusto en el que una minoría se queda con lo que es de todos.



Piensa qué terriblemente contrario al Plan de Dios, sería que algunos pretendieran apropiarse del sol, de los ríos o del mar para disfrutarlo ellos solos. Y eso es en realidad lo que hacemos unos países, razas o grupos humanos al apropiarnos de las fuentes de energía, de grandes extensiones de tierras o de sus recursos naturales.

Piensa también en el problema ecológico que hoy vivimos: en la degradación de nuestro planeta, en la extinción de especies, la contaminación de las aguas y de la atmósfera, la desertización creciente… –

Siente que, aunque sea en una pequeña parte, depende también de ti conservar la naturaleza y hacer posible para que esos dones de la creación lleguen a todos los hombres. Trata de comprender un poco mejor cómo se rompe la armonía del mundo cuando unos hombres, al retener ávidamente lo que es de todos, impiden que otros se sacien de esa abundancia de bienes.



Reescribe el salmo (mejor si estáis en grupo) desde esta perspectiva, como una oración que os comprometa en la tarea de conseguir un orden más justo y de cuidar todo lo creado.

El hombre, cada hombre, cada mujer, es el centro de toda la creación, la mejor obra salida de las manos de Dios. Siente el milagro de estar vivo, de estar, en cada momento de tu vida, recreado, sostenido y renovado por las manos de Dios como la arcilla en manos del alfarero. –

Recorre en tu memoria las personas que te son más cercanas: admira el 51

misterio de su diversidad, siente sobre cada una de ellas, y sobre ti mismo, el impulso creador de Dios. Agradécelo y alégrate repitiendo el estribillo del Salmo: «¡Cuántas son tus obras, Señor y todas las hiciste con maestría!».

Inspirado en un modelo egipcio de himno al dios Sol, este himno canta la grandeza de Dios en la naturaleza, en lo grandioso y en lo sencillo. El gran descubrimiento de la belleza del mundo sucede alabando a Dios.

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10 Cuando los sueños se realizan

Salmo 125 (126) Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Hasta los paganos decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes de Negueb. Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares; al ir iba llorando llevando la semilla, al volver vuelve cantando trayendo sus gavillas.

❥ La vida humana es un entretejido de lágrimas y de risas, de cautividades y de libertad, de siembras penosas y de cosechas alegres. Unas veces domina uno de los aspectos y 53

otras otro, pero, en la alternancia de esas dos experiencias y en cómo vayamos integrándolas, se va configurando nuestra identidad. ❥ Hay quien dice que la diferencia entre una persona optimista y una pesimista está en cómo coloca los signos de puntuación: el pesimista, después de un fracaso, pone un punto final. El optimista, pone punto y seguido; deja a la vida la oportunidad de hacerle gustar una experiencia de felicidad. Más allá de optimismos o pesimismos, el creyente reconoce, en las diferentes experiencias de su vida, la acción de Dios, les pone nombre desde su fe y las celebra en la oración. ❥ La experiencia que el salmista tiene detrás es la del destierro de Israel en Babilonia. En el año 587 a. de C., Nabucodo nosor, rey de los caldeos, asedia con su ejército y conquista Jerusalén, llevándose cautiva a gran parte de la población a la capital de su imperio, Babilonia. Allí Israel vivió la amargura del destierro, el dolor de haber visto su ciudad santa en ruinas y el templo destruido. ❥ En otro salmo, el 137, canta la infinita nostalgia de la lejanía de Sión y de todo lo que le era más sagrado y más querido. En el salmo 125 encontramos la otra cara de esa situación: la alegría del retorno que tuvo lugar 40 años después, cuando el persa Ciro conquistó Babilonia y facilitó el retorno de Israel a su tierra. ❥ Dos imágenes expresan la felicidad de esa vuelta: la de torrentes de agua que hacen florecer el desierto en primavera y la de las semillas que mueren bajo tierra pero que renacen después en una cosecha abundante. La línea de insistencia está en la desproporción entre la vivencia del sufrimiento y la alegría final: el peso de las gavillas es mucho mayor que lo fue el de la semilla que se sembró entre lágrimas. ❥ Otro de los acentos está en el hecho de reconocer que todo ha sido obra del Señor; es él quien hace volver; es él quien cambia la suerte de su pueblo y provoca su alegría y el asombro de los gentiles. La sensación de plenitud que da una buena cosecha, la libertad recobrada, la tierra reencontrada, sólo son imágenes pálidas de la acción que Dios quiere seguir realizando con su pueblo.

Para rezar con el Salmo

54

1.

«Nos parecía soñar»… El salmista se atreve a decir que la realidad está siendo mucho más gozosa de lo que sus sueños le hicieron desear. Expresad en alto vuestros sueños sobre el mundo, haced el «retrato robot» de una humanidad feliz en la paz y en la justicia. Dejad un tiempo de interiorización acogiendo la afirmación creyente de que ese deseo siempre será tan inconsistente y frágil como un sueño en comparación con lo que Dios desea para nuestra historia y que en el Evangelio se llama «Reino».

2.

Recordad momentos o situaciones de nuestra vida, o de la vida de otros, de los que podemos afirmar: «En aquel momento, el Señor estuvo grande con nosotros».

3.



Haced un repaso de lo que ha supuesto este año para cada uno en particular o para el grupo; poned nombre a los momentos de siembra y esfuerzo. Reconoced también la «cosecha» que se ha conseguido, sabiendo que no siempre les es dado a los que siembran cosechar lo que sembraron y que quizá vayan a ser otros los que recojan frutos que ahora no están aún maduros.



Releed el Magníficat en el que María proclama que el Señor ha estado grande con ella y construir el propio Magníficat.

Releed el salmo desde la experiencia de la Resurrección de Jesús, poniéndolo en su boca en la mañana de Pascua. Él ha hecho la experiencia de aquello que se atrevió a decir: «Si el grano de trigo muere, da mucho fruto» (Jn 12,12) y supo en su propia carne lo que es «sembrar entre lágrimas». Repetir el salmo con él, sabiendo que es la fuerza de su Espíritu la que nos permite rezarlo hoy.

ERES EL QUE NO ERES El vacío es tu lleno, la pobreza, tu riqueza, la oscuridad, tu luz. La ausencia habla de Ti, el silencio pronuncia tu nombre, la nada lleva puesto tu vestido al revés. Te haces fuerte en lo débil, estás libre cuando te atan y dices verdad en el corazón de la mentira. Tu día en la noche, tu fruto en la esterilidad, tu calor en el invierno. No dices palabra: entonces sé algo de Ti. Responde la nada; entonces hablas Tú en el aguijón de la duda.

55

Por el ateísmo se pasa a tu alcoba; por el alarde de fe, al pozo del ateísmo. Te muestras en la falta de pruebas, afirmas en la negación y eres absurdo en la respuesta hallada. Cuando vienes no has venido; cuando no has venido, estás presente todo entero y todo lleno. En la santidad te pierdes; en el pecado, abres una vía hacia las estrellas. Estás donde no estás, eres el que no eres y no eres el que eres… Francisco LOIDI

La fe queda puesta a prueba en las dificultades que median entre la sementera y la cosecha. Pero para Jesús, en la vida del Reino sementera y siembra se dan al mismo tiempo (cf. Jn 4,34-38). Sembrar la fe es recoger ya. Se han superado las expectativas del salmista. Sembrar con Jesús es empezar a recoger: garantía total para quien siembra, para quien cree.

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11 El mundo al revés

Salmo 112 (113) ¡Aleluya! Alabad, siervos del Señor. alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre: de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor. El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre el cielo. ¿Quién como el Señor Dios nuestro que se eleva en su trono, y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa 57

como madre feliz de hijos. ¡Aleluya!

❥ La sociedad en que vivimos invadida de publicidad, nos lanza constantemente imperativos, sugerencias e invitaciones. Hace lo posible para que pongamos los ojos en objetos de consumo, o llama nuestra atención hacia los triunfadores del mundo: los que detentan el poder, la riqueza, la belleza… ❥ El Salmo comienza con un imperativo que nos llama a algo absolutamente di verso de lo que estamos acostumbrados: «¡Alabad!». Se dirige a un auditorio al que califica como «siervos del señor»; la alabanza comienza con el reconocimiento de que Dios merece ser bendecido en la totalidad del tiempo y del espacio: «Ahora y por siempre, desde la salida del sol hasta el ocaso». ❥ Si nos dejamos arrasar por la invitación, comenzamos a despegarnos de las mil ataduras que nos mantienen a ras de suelo y entramos en otro universo: el de la gratuidad, el gozo, la libertad, la admiración… Nuestra mirada se dirige hacia arriba, hacia esos cielos donde «tradicionalmente» se nos ha dicho que Dios tiene su morada: allí reina Él, allí tiene su trono, desde allí contempla su mundo… La exclamación brota entusiasmada y gloriosa, unida a la de los ángeles: «¿Quién como el Señor nuestro Dios?». ❥ Y ahí nos quedaríamos instalados (esa es nuestra tentación, como lo fue la de los discípulos embelesados en el Tabor), si no fuera porque la estrofa siguiente nos obliga a apartar los ojos del cielo para dirigirlos hacia la tierra, y dentro de ella, a los lugares más bajos: allí donde no hay tronos ni resplandor de gloria, sino polvo y basura y gente desvalida y doliente por su pobreza o por el fracaso de su vida estéril. Pe ro es precisamente ahí donde se revela el Dios de la bendición, y ahí tenemos que aprender a mirar su gloria y a contemplar la acción de sus manos.

Para rezar con el Salmo

1.

Piensa si tienes alguna experiencia de relación con Dios que invada tu vida «des de 58

la salida del sol hasta el ocaso»; es decir, si no la limitas a momentos fijos y estereotipados, sino que cualquier momento y lugar de tu día están abiertos al encuentro con Él y tu corazón dispuesto a cantar para Él, darle gracias, alabarle, confiarle tus problemas, ofrecerle tu trabajo, tus preocupaciones y tus alegrías.

2.



Recorre mentalmente los itinerarios de cada día, las situaciones que vives habitual mente; párate en cada uno de esos lugares y momentos e imagina que los estás viviendo «a dos», no en la soledad de tu propia conciencia, sino desde la cercanía de Alguien que, en palabras de san Agustín, es «más íntimo a nosotros que nuestra misma intimidad». Observa lo que cambia en tu manera de enfrentarte con la vida desde esa perspectiva.



Dedica un tiempo de oración a maravillarte de las posibilidades transformadoras que te abre la presencia del Señor en tu tiempo y en tu espacio. Intenta vivir así un día de tu vida y míralo por la noche, antes de dormir, haciéndote consciente de lo que ha sido diferente y si te «vale la pena» el procurar vivir siempre así.

Fíjate en los verbos de los versos 6 y 7; nos describen a Dios como alguien que «se abaja para mirar», «levanta del polvo» y «alza de la basura» al pobre y al humillado. –

3.

Trata de caer en la cuenta de que, para los cristianos, el acceso a Dios es imposible si no «simpatizamos» con lo que es su inclinación fundamental; si, de alguna manera, no hacemos nuestra su pasión por alzar y levantar a nuestros hermanos de situaciones inhumanas. Si no nos vamos contagiando de esta pasión de Dios por los pequeños y los débiles y no vamos intentando pequeñas acciones en esa dirección, nuestra oración es un engaño y, en vez de relacionarnos con el Dios de Jesús, lo estamos haciendo con un ídolo.

Una de las dificultades que tenemos para ello es lo que decíamos al principio: nuestro alrededor, a lo que nos empuja es a «mirar hacia arriba», donde está el brillo del dinero o de la fama; nadie suele atraer nuestra atención «hacia abajo». En general, tenemos todas las facilidades para desviar la atención del dolor, de la injusticia y de aquellos que la padecen; andamos tan distraídos o acelerados por llegar a no se sabe qué «templos», como el levita y el sacerdote de la parábola, que no miramos a la cuneta de los caminos donde yace tanta gente herida. –

Recorre con tu imaginación los «basureros» y «cunetas» de nuestro mundo en los que sigue habiendo gente «por los suelos», gente abatida, postrada, humillada, empobrecida y, ante cada uno de esos lugares, une tu deseo al deseo de Dios de alzar y levantar a esos que son sus hijos y tus hermanos.

59

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II. ABANDONO EN DIOS

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1 Dios es de fiar

Salmo 120 (121) Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? – El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. No permitirá que tropiece tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha: de día el sol no te hará daño ni la luna de noche. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu vida; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.

❥ «Cuidamos de su seguridad», «confíenos su porvenir», «viaje tranquilo con nuestra agencia», «velamos por su jubilación», «proteja su piel del paso del tiempo…». La publicidad nos bombardea con sus ofertas contando con que en cada uno de 62

nosotros anidan fácilmente el temor, las preocupaciones, el sentimiento de inseguridad. Blindamos nuestras puertas, nos hacemos seguros de vida, hay quien aprende judo para su defensa personal, instalamos alarmas, colgamos letreros: «Cuidado con el perro». ❥ No son temores nuevos: varios siglos antes de Jesucristo, los israelitas que iniciaban la subida anual al Templo de Jerusalén, tomaban conciencia de los peligros que les acechaban: caminos difíciles, inclemencias del tiempo, salteadores, animales al acecho… El peregrino se cuestionaba: «¿De dónde me vendrá el auxilio?». ❥ La confianza de este creyente descansa en una antigua tradición que ha recibido en su comunidad: desde los días iniciales del desierto hasta el momento presente, Dios ha hecho sentir a su pueblo su cercanía protectora. En los momentos de incertidumbre y de angustia, el recuerdo de la fidelidad de su Dios era la fuerza que sostenía el caminar de Israel. No se ocultan los temores: a tropezar y caer, a ser dañados por el solapar la luna, a ser alcanzados por el mal en cualquiera de sus formas. Peor, más fuerte que el miedo, resuena en el peregrino la voz de los que, antes que él, hicieron la experiencia de ir bien defendidos por un guardián solícito. ❥ Es el Dios creador el que va a auxiliar a aquellos que son su obra. ¿Cómo va a dejarlos de su mano? Es toda la vida del creyente la que está a salvo: todas sus entradas y salidas, es decir, toda su actividad, su hacer y su caminar.

Para rezar con el Salmo

1.

Subraya todas las palabras que se repiten. Observa quién es el sujeto de todos los verbos desde el verso 2. –

2.

No se nos dice nada de cuál es la actitud interior del fiel que es objeto de la protección de semejante guardián, pero no es difícil conectar con sus sentimientos. Trata de ponerles nombre.

Tomad conciencia en grupo de cuáles son vuestros temores: cuáles son las piedras del camino en las que teméis tropezar, qué oscuridades os asustan, de qué o de quién teméis recibir algún daño… Después de la intervención de cada uno, el grupo repite: «El auxilio te viene del Señor. Tu guardián no duerme…». 63

3.

Después de un rato de interiorización, compartid entre vosotros a qué montes levantáis la mirada cuando sentís miedo: es decir, a qué seguridades intentáis agarraos y qué «resultados» habéis constatado. –

Narrad alguna experiencia de haber vivido la presencia del Guardián en vuestro camino…

4.

Traed a la memoria personas, grupos o pueblos que viven en este momento situaciones de especial angustia ante la amenaza de la guerra, del hambre, de la pobre za extrema, de la invasión de otros pueblos, del resurgir del racismo, de la enferme dad… Id nombrándolos y pidiendo que el Señor sea su guardián. ¿Qué podéis hacer vosotros a niveles más cercanos para dar su seguridad y protección a otros?

5.

Leed en Gén 3,9: «El Señor dijo a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano?». Respondió: «No sé. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?». El Señor le replicó: «¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra». –

Dedica un tiempo a ver internamente si te sientes responsable o si te desentiendes de los demás. Ponte ante el Señor y pídele que te haga ver que nada de lo que les ocurre a tus hermanos te es ajeno; que de alguna manera, Dios te los ha confiado y que tú tienes que comportarte con ellos de una manera semejante a ese guardián del salmo que está atento y cercano para hacer más seguro el caminar de los otros…

Dios es un buen compañero de camino, no un vigilante amenazador. Es verdad lo de que «siempre nos ve», pero con la ternura de un Padre, no para coger nos en falta…

La Biblia emplea también otras imágenes para hablar de la presencia protectora de Dios: la nube que defiende de la quemadura del sol, el ave que cobija a sus polluelos o los lleva sobre sus alas, la montaña inaccesible en la que guarda a su pueblo de sus enemigos, el escudo que no permite que le alcancen las flechas…

«En este momento, Señor, Tú piensas en mí. En este momento, Tú no duermes. Y, cuando me uno a ti mediante la oración, desde mi conciencia intermitente, sé que Tú no has cesado de estar conmigo. Tu amor asiduo y continuado es lo que me mantiene la existencia.»

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(N. QUESSON)

El libro de los Salmos es como una casa grande con muchas habitaciones. Cada habitación tiene su propia llave, distintas todas. Para entrar en cada una de ellas hay que tener la llave precisa. Y la llave es la situación vivida por la persona o grupo que creó el salmo. Al conocer esa situación, podemos entender mejor por qué un salmo expresa alegría, o rebeldía, o un grito de desesperación, o una paz serena. Este es un «Salmo gradual» o «canto de subida». Forma parte de la colección de cantos de peregrinación que los judíos cantaban subiendo hacia Jerusalén.

MIRA NUESTRAS MANOS Señor, mira nuestras manos que quieren construir una sociedad más humana, donde la vida de todos sea posible. Mira nuestras manos, que se unen para crear confianza y más solidaridad en todo el mundo, donde los hombres trabajen juntos. Mira nuestras manos, que quieren hacer posible un tiempo libre más creativo, que fomente las relaciones entre los jóvenes y nos haga crecer como personas, cada vez más cerca de Jesucristo, Señor, estamos aquí, todos juntos, dispuestos a abrir los ojos hacia los otros con el deseo de hacerles llegar tu Espíritu. Él hará posible que nuestros pueblos y barrios, tanto en el trabajo como en el tiempo libre, aporten un lugar digno para el hombre, que haga posible unas relaciones fraternales y justas entre todos.

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2 Cuando los deseos se sosiegan

Salmo 130 (131) Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.

❥ No hay nada tan oculto en el ser humano como el mundo de sus deseos. Su última y secreta verdad se oculta casi siempre a nuestros ojos y, cuando creemos conocerlos definitivamente, nos desconciertan con su hondura de pozo sin fondo. Son el gran potencial de nuestra vida, pero si los dejamos en el nivel de la necesidad, nos quedaremos en una inmadurez infantil, y, si se nos disparan hacia el sueño de la omnipotencia, nos convertiremos en frustrados insatisfechos.

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Por eso, saber orientarlos e integrarlos es labor paciente de toda una vida, necesita remos para eso honradez, limpieza de corazón y ayuda fraterna. ❥ El creyente del salmo 130 parece haber encontrado esa integración aunque, a juzgar por los primeros versos, podríamos pensar que su paz le viene de que los ha ido reduciendo y disminuyendo hasta hacerlos inoperantes. ❥ ¿Consistirá en eso la solución? ¿En «acallarlos» y «moderarlos»? Los tres últimos versos nos hacen ver que no es así: ese creyente que es Israel, se define a sí mismo como un niño que acaba de mamar y que descansa satisfecho sobe el hombro de su madre. La preposición hebrea empleada «sobre» nos sugiere un dato precioso que cualquier madre sabe: cuando un niño ha terminado de mamar no se le tiene «en brazos», sino apoyado sobre el hombro para que expulse el aire… Si su deseo ha desaparecido, es porque el alimento que ha recibido le ha saciado de tal manera que ha acallado su necesidad. ❥ La exclamación final: ¡Espera Israel en el Señor, ahora y por siempre!, tiene tal fuerza de convicción rotunda, que aleja cualquier tentación de hacer del salmo una lectura espiritualista.

Para rezar con el Salmo

1.

Dedica un tiempo de oración a ponerte ante el Señor consciente de tus ambiciones y pretensiones de grandeza: deseo de sobresalir, dominar, poseer… Aunque sean pequeños, tienen el poder maléfico de romper la fraternidad porque nos empujan a situarnos por encima de los otros y a ser prepotentes a costa de ellos. Reza despacio el salmo transformándolo en súplica: «Señor, que mi corazón no sea ambicioso ni mis ojos altaneros; ayúdame a no pretender grandezas que superen mi capacidad…».

2.

Si queremos saber en qué consiste de verdad «acallar y moderar los deseos», podemos acercarnos a Jesús en Getsemaní. Al ponerse a orar, llega con una inmensa carga de angustia y todo su deseo concentrado en una idea fija: escapar de la muerte. A lo largo de su oración, «con gemidos y lágrimas», dice la carta a los Hebreos, ese deseo primero se va reconvirtiendo y re-orientando en otra dirección y vuelve a encontrar su centro de gravitación y de equilibrio: hacer lo que el Padre quiere. El «pase de mí este cáliz» desemboca en «hágase tu voluntad». El deseo de Jesús descansa ahora como un niño dormido entre los 67

brazos de su madre.

3.



Acércate a él y pídele que sea el amigo que te acompañe y te dé fuerza para recorrer su mismo itinerario. Dile todos tus miedos, tus resistencias, tus ansiedades; exprésale, en silencio, tu vacilante decisión de seguirle en ese mismo proceso de con versión de los deseos.



Piensa cuál es hoy tu traducción del «pase de mí este cáliz»: tentación de huida de las dificultades y problemas, temor al esfuerzo o al sufrimiento… Pon también nombre a «la voluntad del Padre» para ti aquí y ahora.

Dicen los psicólogos que la madurez de un adulto está en relación estrecha con la experiencia de «confianza básica» que haya tenido en su niñez, es decir, de la vivencia de sentirse acogido y querido incondicionalmente por alguien. –

El creyente del salmo expresa esta experiencia a través de la imagen de un niño a quien el alimento que le ha dado su madre le ha dejado saciado y no quiere ya nada más.



Cuando los discípulos dicen a Jesús: «Maestro come», él contesta: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis» (Jn 4,32). Y nos revela el secreto de un corazón apasionado por el Padre y el Reino y desinteresado («indiferente», diría Ignacio de Loyola) de sus propios asuntos.



Deja que tu deseo se sacie con el mismo alimento que saciaba a Jesús; para ello detente en cada petición del padrenuestro. Ahí se nos da a conocer qué es lo que es pera ardientemente Jesús y, al poner esa oración en nuestros labios, nos da la posibilidad de contagiarnos de su mismo fuego.

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3 Dichosos los des-preocupados

Salmo 126 (127) Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen! La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero los hijos de la juventud. Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.

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❥ Si hay una actitud que nos resulta difícil a todos nosotros, mujeres y hombres, es la de receptividad. Solemos pensar y decir que la entrega, el don, el esfuerzo, nos resultan trabajosos como postura de vida. Y, sin embargo, la realidad es que, mucho más que eso, lo que nos cuesta es acoger, consentir y recibir gratuitamente y sin es fuerzo por nuestra parte. Ser receptivos es difícil porque supone una «sinfonía de actitudes»: conciencia re conciliada de la propia pobreza, tranquilo abandono, confiada apertura en la acción de Dios. ❥ Tenemos una tendencia impulsiva a ser protagonistas y a sentirnos salvadores universales, a conjugar el verbo hacer en todos sus tiempos y modos, como si de ello dependiera la sentencia de nuestra vida. Procuramos presentarnos ante los otros re vestidos de las plumas de pavo real de nuestras obras, realizaciones y proyectos. Lle gamos a creernos que somos lo que hacemos. ❥ Por eso las palabras del Salmo 127 nos resultan escandalosas o, al menos, in comprensibles: sentimos que nuestros quehaceres y esfuerzos quedan relativizados por sus afirmaciones tajantes. «Son inútiles vuestros desvelos, tareas y madrugones», escuchamos con asombro. Su mensaje central nos desconcierta: lo que hacemos no parece servir de mucho, puesto que todo es un regalo de Dios. Y, encima, ni siquiera somos capaces de reconocerlo mientras nos lo está haciendo: nos lo encontramos al despertar. ❥ ¿Cómo aceptar semejantes disparates? Vamos a intentar penetrar en el secreto del Salmo por la vía de la oración. Pero antes, hay que hacer algunas observaciones previas. a) Un primer aspecto a tener en cuenta es que hay que leerlo como una pieza dentro de un conjunto y no como un absoluto. Ocurre con este Salmo algo parecido al pasaje evangélico de Marta y María: la defensa que hace Jesús de la actitud contemplativa de María no significa una condena de la actividad humana (¡el texto inmediata mente anterior es el del buen samaritano!). Como en el Salmo, se está señalando una prioridad, subrayando un acento. b) Hay textos del Nuevo Testamento en los que podemos encontrar luz para entender el Salmo. Uno es la recomendación de Lc 12,22 ss.: «No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis (…). No andéis buscando qué comer ni qué beber y no estéis inquietos…». Otro texto iluminador es la parábola de la semilla que crece por sí sola: «El Reino de los cielos es como un hombre que echa la simiente en la tierra: duerma o se levante de noche o de día, la simiente brota y crece, sin que él sepa cómo» (Mc 4,26). ❥ Y es precisamente eso lo que nos resulta difícil de aceptar: que exista un nivel en nuestra vida sobre el que no tenemos poder, en el que no cuentan nuestras 70

preocupaciones ni nuestras ansiedades, ni nuestros desvelos. Sólo el Señor «se ocupa» de él y lo único que espera de nosotros es que seamos tan confiados como los niños, que tienen la tranquila audacia de vivir des-preocupados porque se saben cuidados y protegidos. ❥ Es evidente que las palabras de Jesús no nos invitan a la pereza ni a la inconsciencia: van derechas a cambiar esa actitud tan nuestra de agobiarnos por el futuro, de querer solucionar por la vía de la acumulación o de las cavilaciones todo aquello que escapa a nuestro control.

Para rezar con el Salmo

1.

2.

Después de leerlo atentamente, ponlo en tu lenguaje, haz tu propia «traducción» de los primeros versos: ¿qué significa en lo concreto de tu vida «construir una casa», «guardar una ciudad»…? Prueba con diferentes posibilidades: asegurar el futuro, proteger tu salud, conseguir fama o prestigio, alcanzar éxito profesional o afectivo… ¿Qué es para ti «madrugar y velar hasta muy tarde, comer el pan de la fatiga»? –

Cuando encuentres y pongas nombre a tus situaciones, «las tuyas», escribe una nueva versión del salmo. Ponlo después en segunda persona del singular, como dirigido especialmente a ti: «¿Te ha servido de algo el agobio alguna vez? ¿Has solucionado alguna preocupación durante el insomnio?».



Sigue haciendo lo mismo con el resto del Salmo.

Trata de entrar internamente en lo que puede significar para ti la expresión: «Dios lo da a sus amigos mientras duermen». Búscate traducciones, piensa qué querrá decir eso del sueño. En el poema de Ch. Péguy puedes encontrar alguna clave de su significado. –

Después de leerlo, intenta ponerte en esa actitud delante del Señor, dejando que tu barca se deje llevar, sin esfuerzo ni tensión, por la corriente de su río…

Y sé que puede pedir al hombre mucho corazón, mucha caridad y mucho sacrificio y que tiene gran fe y gran caridad. Pero lo que no hay manera de lograr es un poco de esperanza,

71

un poco de confianza, de reposo, de calma, un poco de abandono en mis manos, de renuncia. Porque Yo no he negado nunca el pan de cada día al que se abandona en mis manos como el bastón en la mano del caminante. Me gusta el que se abandona en mis brazos como el bebé que se ríe y que no se ocupa de nada y ve el mundo a través de los ojos de su madre y de su nodriza. El que no duerme de preocupaciones es infiel a la esperanza, y ésta es la peor infidelidad. Yo creo que podríais despreocuparos durante una noche y que al día siguiente no encontraríais vuestros asuntos demasiado estropeados, a lo mejor, incluso, no los encontraríais mal, y hasta quizá los encontraseis algo mejor. Yo creo que soy capaz de conducirles un poquito. Pero Yo os conozco, sois siempre iguales: estáis dispuestos a ofrecerme grandes sacrificios a condición de que vosotros los elijáis. Preferís ofrecerme grandes sacrificios a condición de que no sean los que yo os pido. Sois así, os conozco. Haríais todo por mí, excepto ese pequeño abandono que es todo para mí. Por favor, sed como un hombre que está en un barco sobre un río y que no rema constantemente sino que, a veces, se deja llevar por la corriente. Ch. PÉGUY

«Llevamos una vida de vértigo. la sociedad occidental se ha lanzado a una carrera de senfrenada para producir más y más pero vamos comprobando que el trabajo, que sigue siendo un valor, no debe convertirse en una nueva forma de esclavitud. Hay que tomar tiempo para vivir sencillamente. Muchos de nosotros hemos superado el nivel de peligro y somos esclavos de nuestra profesión. Escuchemos, oremos con este salmo tranquilo que nos invita a disminuir el ritmo y a confiar más en Dios» (N. QUESSON).

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4 Entrar en el misterio

Salmo 72 (73) ¡Qué bueno es Dios para el justo, el Señor para los limpios de corazón! Pero yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas: porque envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados. Para ellos no hay sinsabores, están sanos y engreídos; no pasan las fatigas humanas ni sufren como los demás. Por eso su collar es el orgullo, y los cubre un vestido de violencia; de las carnes les rezuma la maldad, el corazón les rebosa de malas ideas. Insultan y hablan mal, y desde lo alto amenazan con la opresión. Su boca se atreve con el cielo. 73

Y su lengua recorre la tierra. Por eso mi pueblo se vuelve a ellos y se beben sus palabras. Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber, se va a enterar el Altísimo?». Así son los malvados: siempre seguros acumulan riquezas. Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón y he lavado en la inocencia mis manos? ¿Para qué aguanto yo todo el día y me corrijo cada mañana? Si yo dijera: «Voy a hablar como ellos», renegaría de la estirpe de tus hijos. Meditaba yo para entenderlo, pero me resultaba muy difícil; hasta que entré en el misterio de Dios, y comprendí el destino de ellos. Es verdad: los pones en el resbaladero, los precipitas en la ruina; y un momento causan horror, y acaban consumidos de espanto. Como un sueño al despertar, Señor, al despertarse desprecias sus sombras. Cuando mi corazón se agriaba y me punzaba mi interior, yo era un necio y un ignorante, yo era un animal ante ti. Pero yo siempre estaré contigo, tú tomas mi mano derecha, me guías según tus planes, y me llevas a un destino glorioso. ¿No te tengo a ti en el cielo?; y contigo, ¿qué me importa la tierra? Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna. Sí: los que se alejan de ti se pierden; tú destruyes a los que te son infieles. 74

Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio, y proclamar todas sus acciones en las puertas de Sión.

❥ Alguien ha escrito, y con razón, que «el mal es la roca del ateísmo». Ante el problema de la injusticia, del sufrimiento de los inocentes, todos nos sentimos llenos de interrogantes y nuestra fe en un Dios bueno parece tambalearse. ¿Dónde acudir entonces? Unos recurren a consultas, o a libros, o a la profundización teológica y pueden ser buenos caminos. Otros prefieren eludir las preguntas y viven sin muchos planteamientos, por miedo a que se les remuevan los cimientos de sus creencias. ❥ A otros, esas cuestiones sin resolver les van alejando de la fe y les imposibilitan dirigirse a Dios como Padre. El creyente que expresa su fe en el Salmo 72 ha hecho otra opción. Vamos a des cubrirla.

Para rezar con el Salmo

1.

Lee los versos 1-12 y, después de percibir los interrogantes que expresa, trasládalos a un lenguaje que responda a situaciones actuales: «Para la gente con dinero parece que no existen límites ni problemas…»; «¿cómo es posible que tanta gente bue na sea tan desgraciada y que a tantos sinvergüenzas les sonría la suerte?»; «se diría que cuantos menos escrúpulos tienen algunos, mejor les va, y acumulan fortunas más altas…»; «mucha gente rica, de esa que vive como “pachás”, se declara más católica que nadie, aunque se casan y descansa sin problemas…»; «y si dicen los curas que nos vamos a salvar todos, digo yo que para qué nos sirve luchar tanto por tener una vida evangélica…». El salmista descalifica, con cierta ironía, estas posturas. «Mi corazón se agriaba…», «era como un animal». ¿Cómo corresponderías tú a alguien que se expresara de esa manera?

75

2.

3.

Los versos 17 en adelante nos dan la clave de bóveda sobre la que se apoya la experiencia de fe del salmista: «Entré en el misterio…»; «yo siempre estaré contigo…»; «Dios, mi herencia eterna…»; «para mí lo bueno es estar junto a Dios…»; «me has tomado de la mano derecha, me conduces a un destino glorioso…». –

Son expresiones de una profunda experiencia relacional. Lo eterno, las circunstancias que provocaban las dudas no han cambiado; lo que ha cambiado ha sido la actitud del orante a partir de su decisión de no contentarse con la superficie de las cosas. Se ha atrevido a apostar por la confianza: debajo de las apariencias, existe un nivel para el que hacen falta otros ojos, otra escucha más profunda, porque pertenece a la esfera del misterio.



Elige una de estas frases en forma de oración y dedica un tiempo prolongado a repetirla una y otra vez dejando que te cale en lo más hondo de tu ser. Si te distraes, vuelve suavemente a repetir lo mismo, siguiendo el ritmo de tu respiración.

Relee el Salmo a la luz de alguna de las narraciones de las tentaciones de Jesús (Mt 4,1-11; Lc 4,1-13). Él ha sido en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, y los evangelistas nos dan testimonio de cómo experimentó dudas, perplejidades y tentaciones. –

Date cuenta del nivel de profundidad que toman ahora las palabras del Salmo al leerlas como nacidas de la misma oración de Jesús, como dirigidas al Padre, en quien él puso siempre toda su confianza hasta en los momentos más oscuros.

«El creyente siempre estará con Dios porque es Dios quien siempre estará con él. Así la certeza de la fe queda reafirmada y aumentada la adhesión al Dios que hace parte de la persona. No se ha respondido a la cuestión sobre Dios de una manera definitiva, pero la fe ha salido de esta prueba más nueva y más fuerte.» (F. AIZPURÚA)

«En el salmo 72 el acento no recae sobre un acontecimiento de resurrección, sino sobre la confesión: ni siquiera la muerte puede separarme de Yahvé. Se afirma la inviolabilidad de la comunión con Dios, incluso frente a la muerte. El orante da testimonio de esta maravilla y no tenemos derecho a borrar ni siquiera una tilde de tal afirmación: la comunión con Dios se mantendrá inviolable incluso a través de la “esfera de la muerte” que separa de Yahvé.» (H. J. KRAUS)

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77

5 Cuando los puntos cambian de sitio

Salmo 45 (46) Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro; por eso no tememos aunque se altere la tierra y los montes se desplomen en el mar. Que hiervan y bramen sus olas, que sacudan los montes con su furia. El Señor de los Ejércitos está con nosotros; nuestro alcázar es el Dios de Jacob. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora. Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan, pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra. El Señor de los Ejércitos está con nosotros; nuestro alcázar es el Dios de Jacob, los prodigios que hace en la tierra: pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe, 78

rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos. –«Rendios, reconoced que yo soy Dios: más alto que los pueblos, más alto que la tierra». El señor de los Ejércitos está con nosotros; nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

❥ El Salmo 46 es un himno de alabanza a Dios por sus hazañas en la naturaleza y en la historia y es, a la vez, un canto de confianza en el poder de su amor. Israel ente ro se ve personificado en Sión, la ciudad de Dios, y proclama su convicción de que el Señor la guarda y la protege de todos sus enemigos. Ya pueden atacarla el mar, con sus fuerzas maléficas, o la hostilidad amenazadora de los pueblos amotinados: el Señor se muestra siempre como refugio y defensor, como un Dios guerrero que acude al instante a socorrer a Jerusalén y a librarla de cualquier peligro. ❥ Este himno es un testimonio claro de lo que podríamos llamar «el pensamiento sacral» de Israel antes de pasar por la prueba tremenda del exilio en Babilonia: Dios está incondicionalmente a favor de su pueblo, Sión es inaccesible para los enemigos. No hay nada que temer, todo está asegurado y todo es claro. ❥ Algo nos deja perplejos al leer este Salmo. Y es que nosotros ya estamos «en otro sitio», ya hemos pasado, como Israel, por muchas Babilonias y hemos hecho la experiencia sombría de que la vida es menos clara y menos incuestionable de lo que parece asegurarse en él. La realidad nos demuestra, un día tras otro, en nosotros mismos y en nuestro mundo, que existe el dolor, que esos enemigos que son el mal, la in justicia, la enfermedad, la opresión…, son los verdaderos triunfadores y no vemos por ninguna parte a ese Dios que «lanza truenos, rompe arcos y quiebra lanzas». La no che parece invadirlo todo y esa aurora, en la que Dios va a socorrer a su pueblo, se retrasa insoportablemente.

¿Está hoy con nosotros el Señor?

¿Quiere esto decir que no podemos ya proclamar con alegría: «El Señor de los Ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob»?

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Sí podemos y con mucha más intensidad de lo que podía hacerlo Israel, con tal de que estemos dispuestos a cambiar el sistema de puntuación, es decir, a no ser nosotros los que decidamos cuál es el momento de la intervención de Dios ni el modo cómo debe hacerla. ❥ El propio Israel empezó a aprenderlo, durante su exilio, cuando tuvo que hacer el esfuerzo enorme de encajar la destrucción de Jerusalén y del Templo y la pérdida de su rey y de su tierra. El dios del «auxilio automático» empezó a convertirse para ellos en aquel cuyos caminos no coinciden necesariamente con los que planifica el hombre (Is 55,8). ❥ También Jesús tuvo que aprender pacientemente que el Dios al que invocaba como «Abba» se hacía presente en su vida de un modo extraño: no acudió a bajarle de la cruz ni lo libró del fracaso ni de la muerte. Pero «el ser hijo» de Dios consistió en no ver en aquella situación un punto final, sino en aceptarla como un momento transitorio, como una «pascua» que le hacía pasar del sinsentido de la muerte a las manos de su Padre. Y es a partir de la resurrección cuando podemos proclamar desde la plenitud del gozo: «¡El Señor está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob!».

Para rezar con el Salmo

1.

Haz memoria de momentos en los que has hecho la experiencia de ver tu vida transfigurada por la presencia y la acción del Señor en ella. Pon nombre a «olas, peligros y enemigos» y también a las «las obras y prodigios del Señor» en los que has podido reconocer que él es tu Dios. –

2.

Observa «cómo colocaste los puntos», es decir, si aquellos momentos fueron para ti ocasión de no dar por definitivos tus problemas y dificultades, sino que te atreviste a fiarte de que, más allá de las apariencias negativas de la existencia, Dios es estabilidad, fortaleza, permanencia, solidez, amor fiel.

Dedica un tiempo a hacer oración de intercesión. Coge un periódico y lee las noticias desde las claves del Salmo: únete a tantas gentes amenazadas ya batidas, desea profundamente para todas ellas la experiencia de que el Señor es el refugio y la fuerza. Piensa también cómo podrías tú comunicar a alguien alegría, cómo llegar a ser, en lenguaje del Salmo, una pequeña acequia que lleve agua de ánimo y de esperanza a la vida de otros. 80

«Este río es el Señor, el Espíritu Santo: río de paz, torrente de gloria, flujo de felicidad, abundancia que desborda la ciudad de Dios. Porque es el amor del Esposo y la Esposa en la ciudad gloriosa. ¿Qué otra cosa es la dicha de esa vida y esa ciudad, si no es ese amor?» (Ruperto de DEUTZ).

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6 Saberse sabidos por Dios

Salmo 138 (139) Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda. Me envuelves por doquier, me cubres con tu mano. Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco. ¿Adónde iré lejos de tu aliento, a dónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; si vuelo hasta el margen de la aurora, 82

si emigro hasta el confín del mar, tu diestra llegará hasta mí. Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí» ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has formado portentosamente, porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos. Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra. Tus ojos veían tus acciones, se escribían todas en tu libro, calculados estaban mis días, antes que llegase el primero. ¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es tu conjunto! Si me pongo a contarlos, son más arena; si los doy por terminados, aún me quedas tú. Ojalá, oh Dios, mataras al malvado y ojalá se alejaran de mí los sanguinarios. Ellos se rebelan en tu contra, sin que nadie lo note, se levantan en vano contra Ti. Señor, ¿no debo odiar a los que te odian y aborrecer a aquellos que te atacan? De todo corazón los aborrezco y para mí también son enemigos. Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, 83

guíame por el camino eterno.

❥ Una de las experiencias humanas más universales es quizá la dificultad para conocernos a nosotros mismos. Es un problema que nos inquietó en la adolescencia y que no siempre sentimos resuelto en la edad adulta. Nos desconciertan nuestras reacciones, y el fondo de nuestro ser continúa siéndonos un misterio. Cuando otros opinan sobre nosotros y tratan de definir nuestra personalidad, nos sentimos extrañamente incómodos. Las afirmaciones críticas e incluso de alabanza, nos resultan un traje demasiado estrecho, una medida raquítica inca paz de abarcar nuestra verdadera identidad. Sólo esos momentos privilegiados de experiencia relacional, en los que nos sentimos incondicionalmente queridos y aceptados por alguien, nos iluminan con una luz repentina y nos devuelven, por un momento, la imagen de nuestro yo más auténtico. ❥ Esto fue lo que debió sentir ante Dios el autor del Salmo 138 y su oración ex presa el asombro desbordado al descubrir su existencia totalmente sumergida en Dios, al saberse sabido cabalmente por él. El Salmo comunica una vivencia de transparencia absoluta de serenidad gozosa ante la presencia acogedora y envolvente de un Dios grande y, a la vez, cercano.

Para rezar con el Salmo

1.

Léelo despacio y quédate con las palabras que te hayan llegado más adentro. Tradúcelas si quieres a tu propio lenguaje: –

«Señor, tú me conoces hasta el fondo…».



«Estás siempre presente en mí, todos mis caminos te son familiares…».



Repite estas palabras una y otra vez internamente hasta que calen en tu corazón silenciándolo.

84

2.

3.

A la sombra de una presencia. Nos han dicho desde pequeños que Dios está en todas partes, que estamos siempre en su presencia. Y, a veces, ha podido atemorizar nos la imagen de un gran ojo fijo dentro de un triángulo, o hemos tenido la idea de que Dios nos está mirando para sorprendernos en falta. –

El Salmo parte de la fe absoluta en la presencia de Dios y de su mirada, pero des de una confianza tranquila y una gozosa serenidad.



Reléelo dejando que se borren tus inquietudes y temores porque ese Dios que te mira lo hace con una ternura infinita.

Un prodigio de Dios. Trata de revivir internamente ese tiempo de tu existencia del que no guardas ninguna memoria: los nueve meses que pasaste en el vientre de tu madre. La experiencia de seguridad de esa etapa de nuestra vida se esconde en una zona desconocida de nuestra conciencia. –

Siéntate como un pequeño embrión envuelto y protegido por la calidez del seno materno para poder entender mejor las palabras del Salmo: «Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno… Cuando en lo oculto me iba tornando y entretejiendo en lo profundo de la tierra…».



Deja de lado, por un momento, lo que tú crees conocer de ti mismo, y «conecta» con ese conocimiento que el Señor tiene de ti.



Trae a su presencia tus zonas oscuras, todo eso que sientes en ti confuso, no clarificado, turbio o en desorden. Ponlo ante él y date cuenta de que tal como eres, eres una obra de Dios y, más allá de lo que tú puedas pensar y saber de ti mismo, puedes decirle: «Te doy gracias porque me has formado portentosamente, porque son admirables tus obras…».



Recuerda nombres de personas que te son conocidas y a las que crees conocer muy bien, a las que quizá tienes catalogadas y juzgadas. Lee ahora el Salmo en plural, como si lo estuvieras rezando con alguna de esas personas, y trata de entrar en el misterio. Estás junto a alguien que, como tú, es mucho más que su apariencia y de ese secreto último, sólo el Señor es testigo.



Adora esa verdad escondida, siente cómo crecen en ti el respeto y la admiración.

«Desde un principio, Israel se encontró inmerso por Dios en una historia. Más aún: se encontró incautado por Dios de tal manera que todos los intentos de escapar de esta incautación, ciertamente numerosos, fueron baldíos. Esta historia no fue algo mudo, anónimo, fatal, sino que Dios se aproximó en su palabra a esta historia de Israel; se aproximó personalmente, interpeló a Israel y lo convirtió en su interlocutor» (G. VON RAD).

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7 Una historia conducida

Salmo 22 (23) El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. 87

❥ Un día por estrenar despierta en nosotros una expectación esperanzada mezcla da con cierta inquietud: ¿qué irá a ocurrirnos? ¿Nos acechará algún peligro en nuestro camino o en el de las personas que amamos? ¿Llegaremos al final del año sin tropiezos? El Salmo 22 nos ofrece una alternativa a nuestro deseo de «un horóscopo de suerte». En vez de tratar de adivinar el futuro, nos invita a dirigir la mirada hacia lo que ya hemos vivido y a descubrir ahí la experiencia de haber sido conducidos, acompañados, guiados, por una mano segura y protectora. El pasado se convierte en referencia pacificadora, en posibilidad para recorrer la vi da con una serenidad agradecida y gozosa.

Para rezar con el Salmo

1.

2.

Léelo atentamente para familiarizarte con él. –

Observa las dos imágenes que emplea para hablar de Dios: del verso 1 al 4 se trata de un pastor que conduce a su rebaño, con una alusión velada al éxodo y la conducción por el desierto: a partir del verso 5 se convierte en alguien que acoge a un huésped, lo alimenta, lo trata cálidamente, lo defiende de sus enemigos, con una referencia a la entrada del pueblo de Israel en la tierra de Canaán.



Subraya los verbos que tienen a Dios como sujeto.



Fíjate en el paso de tercera a segunda persona: «El Señor es mi pastor…»; «Tú preparas…». Piensa si en tu oración hablas a Dios como un «Él» o como un «Tú»… Convierte el comienzo del Salmo en una oración directa: «Señor, tú eres mi pastor…». ¿Te cambia en algo el rezarlo así?

«El Señor me ha pastoreado desde mi nacimiento hasta hoy…», decía Jacob cuando estaba a punto de morir (Gn 48,15). Dedica un tiempo tranquilo a recorrer la historia de tu vida en esa clave. –

¿Qué situaciones y lugares de tu vida podrías calificar como «prados de 88

hierba fresca»; en qué momento te has sentido guiado, acompañado, cuidado y defendido, con tu copa llena hasta rebosar?

3.

4.



Recuerda también las etapas de «cañadas oscuras». ¿Qué vara y qué cayado del Pastor te ayudaron entonces a permanecer y a seguir adelante?



Escribe ahora tu propio salmo, primero en pasado y luego en futuro, como en una profesión de confianza: «Señor, confío en que tú serás siempre mi Pastor y que no me faltará nada…».

Trata de leer también el salmo desde la experiencia de Jesús. Él oraba con las oraciones de su pueblo y este salmo debía resonar con una especial fuerza para él, desde su relación filial con Dios Padre. –

Lee Ez 36,1-15 y el capítulo 10 de san Juan.



Sitúate junto a él en la cruz, como si se lo estuvieras oyendo susurrar precisa mente en ese momento.



Haz después lo mismo junto a Jesús Resucitado.

Todos tenemos a nuestro alrededor personas sobre las que tenemos cierta responsabilidad: en la familia, en la catequesis, en el trabajo… Piensa cómo puedes ser para ellas un poco como el pastor de que habla el salmo o cómo el huésped que ofrece acogida, comprensión, atención delicada al que llama a su puerta buscando ayuda y amistad. En el verso 6 leemos: «Tu amor y tu lealtad me siguen toda la vida… La palabra hebrea para decir «amor» hesed, pertenece al lenguaje típico de la alianza y de las relaciones que se derivan de ella y sirve para definir o cualificar las relaciones mutuas establecidas entre las dos partes de una alianza. Hesed significa, pues, lealtad, amor, gracia, bondad, ternura, fidelidad… Pero sin olvidar que aunque tenga que ver con la disposición interior que mueve a obrar, tiene una dimensión concreta de ges to de asistencia que se deriva de la solidaridad con la persona en favor de la cual se obra» (J. P. PREVOST, Diccionario de los Salmos, Ed. Verbo Divino, pág. 11).

Todo el poema está en movimiento hasta el verso conclusivo. Esto sucede de manera curiosa: dos veces el poeta interrumpe el descanso con el camino, no lo contrario. Di cho de otra manera: el descanso precede al camino: el rebaño se recuesta, bebe… y emprende la marcha incluso a oscuras; el refugiado come y bebe y emprende el camino escoltado por si acaso. Hasta llegar (o volver) a la casa del Señor. ¿Toda la vida es camino o una morada final en el templo? El poema termina con una ten sión no resuelta, como si una y otra vez se volviera a empezar, como si el salmo se hubiera de repetir toda la vida» (L. A. SCHÖKEL).

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III. SALMOS PARA TIEMPOS LITÚRGICOS

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1 El secreto de un niño: ternura y justicia

Salmo 71 (72) Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes: para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. Que los montes traigan paz para tu pueblo y los collados justicia; que él defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre y quebrante al explotador. Que dure tanto como el sol, como la luna de edad en edad; que baje como lluvia sobre el césped, como llovizna que empapa la tierra; que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra; que en su presencia se inclinen los beduinos, que sus enemigos muerdan el polvo; que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo; que los reyes de Sabá y Arabia le ofrezcan sus dones, que se postren ante él todos los reyes y que todos los pueblos le sirvan; porque él librará al 92

pobre que pide auxilio, al afligido que no tiene protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres; él vengará sus vidas de la violencia, su sangre será preciosa a sus ojos. Que viva y que le traigan el oro de Sabá, que recen con él continuamente y lo bendigan todo el día. Que abunden las mieses del campo y ondeen en lo alto de los montes; que den fruto como el Líbano y broten las espigas como hierba del campo; que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol: que para bendecirse se deseen su dicha todos los pueblos y lo feliciten todas las razas de la tierra. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas. Bendito, por siempre su nombre glorioso, que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén!

❥ Cuentan los evangelios sinópticos que, en un momento crucial de su vida pública: Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es este Hombre? Contestaron ellos: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los Profetas. Él les preguntó: Y vosotros: ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16,13-15; Mc 8,27 ss.; Lc 9,18-27). ❥ La realidad es que esa pregunta va dirigida a todos nosotros y, de la respuesta que demos a ella, va a depender toda nuestra vida cristiana y, por supuesto, nuestro modo de orar. Si nos la hacemos en los alrededores de la Navidad, inevitablemente el acento lo pondremos en esos aspectos de Jesús que se nos descubren en su nacimiento: está entre nosotros con la pequeñez y el desvalimiento de un niño, con la cercanía y la pobreza de alguien que ha venido a vivir entre nosotros.

Belén y nosotros

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❥ Belén despierta en nosotros sentimientos de ternura y fraternidad, nos descubre el misterio de un Dios poderoso que se hace débil, suscita en nosotros el deseo de fraternidad y de sencillez. Cantamos villancicos y nos sale muy de dentro aquello de: «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que Él ama…». ❥ Además de eso es momento oportuno para orar con un Salmo, el 71, que, a su manera, también os dice mucho sobre Jesús y sobre esa peculiar manera suya de dar gloria a Dios, su Padre, y traernos la paz a nosotros que andamos tan necesitados de ella.

Un himno para el Rey ❥ Es uno de esos Salmos que llamamos «reales», que nos ponen en contacto con la idea que se iba forjando en Israel en torno a la realeza. Cuando entronizaban a un rey, después del banquete con que lo festejaban, un poeta recitaba un poema que contenía los deseos de todos para su nuevo príncipe. En éste encontraban un signo de lo que era para ellos la médula de su fe: la presencia histórica de Dios en medio de su pueblo. Con el tiempo, los rasgos de ese rey se proyectan hacia un personaje futuro: el Mesías. ❥ Vamos a profundizar este Salmo, buscando en él una nueva luz que nos permita comprender mejor ese largo itinerario de búsqueda de un Mesías que colmará los deseos más hondos del corazón humano.

Para rezar con el Salmo

1.

Haz una primera lectura reposada de manera que te familiarices con su lenguaje y su estilo. –

Observa el tono de súplica apasionada dirigida a Dios; es Él quien puede «modelar» así al nuevo rey y darle, como se decía de David, «un corazón semejante al corazón de Dios».



Fíjate en qué dos direcciones van orientados esos de seos: la naturaleza y la historia. Subraya con un color todas las alusiones a elementos cósmicos; 94

montes, sol, lluvia, mieses, frutos…, y con otro las que hacen referencia a situaciones históricas. –

Encierra en un círculo a cada personaje o grupo y date cuenta de todas las veces en que aparecen nombrados los pobres, los humildes, los que carecen de protección.

También hay otros dos grupos de personajes: los explotadores de los pequeños que ejercen violencia sobre ellos y «los reyes» que son presentados rindiendo tributo al nuevo rey. 2.

Lee una segunda vez el Salmo «desde Jesús», teniéndole a él como trasfondo. Subraya todos los verbos que se atribuyen a ese personaje mesiánico: regir con justicia, defender a los humildes, socorrer a los hijos del pobre, quebrantar al explotador, librar y salvar al pobre que pide auxilio… Piensa cuáles te parece que puedan aplicar se a Jesús y en qué momentos de su vida lo encontramos en los evangelios. –

Reflexiona sobre los elementos nuevos que te ha aportado este pequeño estudio para tu conocimiento de Jesús. ¿Te es fácil verle en relación con el mundo de la justicia, de los pobres y oprimidos, defendiéndolos, tomando partido por ellos, o prefieres mirarle más desde la misericordia, el perdón, la no parcialidad…?



En tiempo de Jesús, se consideraba «gente de bien», «un buen judío», a aquel que era puro de raza, puro de cuerpo, varón adulto y buen conocedor y cumplidor de la Ley de Moisés. Por lo tanto, en el margen de la sociedad se encontraba toda esa gen te que vemos en el círculo de fuera.



Recordad escenas de la vida de Jesús en las que se acerca a los del margen y también algunas otras en las que se relaciona con «los de dentro» (fariseos, gente rica, etc.).



Releed después el Salmo desde esta nueva comprensión.

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2 Nuestro tiempo está en buenas manos

Salmo 84 (85) Señor, has sido bueno con tu tierra, has restaurado la suerte de Jacob, has perdonado la culpa de tu pueblo, has sepultado todos sus pecados, has reprimido tu cólera, has frenado el incendio de tu ira. Restáuranos, Dios salvador nuestro, cesa en tu rencor contra nosotros. ¿Vas a estar siempre enojado, o prolongar tu ira de edad en edad? ¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón. 97

La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra; la misericordia y la felicidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.

❥ Al leer despacio el salmo 84, nos sorprende el ir y venir por el tiempo de sus afirmaciones. Comienza reconociendo con agradecimiento que la situación que gozan en el presente se debe a una acción del Señor en el pasado: ha sido él quien ha hecho volver a su pueblo de la cautividad; su «furor» y su «cólera», merecidos por el terco comportamiento de Israel, han dejado paso a la misericordia; la fecundidad de la tierra se ha convertido en el símbolo de la felicidad para los que gozan ya de la alegría del retorno. Sin embargo, los versos 5 a 8 suplican, con urgencia y para el futuro, lo mismo que ya se cantaba antes como poseído: «¡Haznos volver, muéstranos tu amor, danos tu salvación!». El verso 9 nos devuelve al presente: es ahí donde hay que escuchar el susurro de un Dios cercano que habla con un lenguaje de paz, como un amigo habla a otro amigo. ❥ Al final, la atención se desplaza de nuevo hacia el futuro y la expectativa se di rige, como una flecha, hacia un horizonte que ya se intuye, aunque sea de lejos. Dios va a entregar aquello que es el objeto de la espera y la esperanza de todos y que sólo él tiene en su mano: la felicidad. La tierra, entonces, responderá humildemente con lo que ella sabe y puede producir: el fruto de su cosecha. ❥ Como un centinela que da la voz de alerta, anuncia la futura llegada de la escolta que precede y acompaña al Dios que viene: la justicia y la paz marchan delante de él y siguen sus huellas. ❥ ¿Cómo entender estos aparentes vaivenes por el tiempo? Quizá porque existe un modo de orar en Israel: el futuro de confianza. Aquello que se espera, se convierte, anticipadamente, en motivo de acción de gracias y de alabanza. Vivenciar la propia existencia, pasada, presente y futura, como inmersa en la 98

misericordia y en la gracia, pertenece a una vieja manera humana, común al pueblo de la Biblia y a nosotros, de comunicar la experiencia de desbordamiento que acompaña a la presencia y a la acción de Dios en nuestras vidas.

Para rezar con Dios

1.

Relee tu historia personal a la luz de este salmo: forma conciencia de las situaciones pasadas en las que puedes reconocer que el Señor «ha sido bueno contigo», te «ha hecho volver», «ha borrado tu pecado». Convierte el salmo en una oración de acción de gracias: «Te doy gracias, Señor, porque has sido bueno con mi tierra, me has dado vida, me has hecho negociarme en ti, me has mostrado tu amor, me has hecho experimentar tu salvación, me has hablado de paz…». –

2.

Amplía tu agradecimiento a la gente que quieres, a la Iglesia, al mundo entero y vuelve a rezado en plural, sintiendo que eres, en ese momento, una «pequeña con ciencia despierta» a quien se le encomienda la tarea de agradecer en nombre de otros hermanos, el amor torrencial de Dios por su mundo.

Lee ahora el salmo desde la nueva luz que recibe del nacimiento de Jesús. Observa cómo cada palabra, cada frase, se cargan de un significado más hondo y más pleno. Porque es a partir de Jesús y de su presencia entre nosotros como podemos comprender qué quiere decir hasta el final cada una de sus afirmaciones. –

Si queréis hacer una celebración en grupo, haced pequeños carteles en que aparezcan expresiones del salmo, mientras cantáis: Has sido propicio con tu tierra, has vuelto a darnos la vida. Nos has mostrado tu amor. Nos has hablado de Paz. Tu salvación se ha hecho cercana. 99

La gloria mora en nuestra tierra. El amor y la lealtad se han dado cita. La justicia y la paz se han abrazado. La lealtad ha brotado de nuestra tierra. La justicia se ha asomado desde el cielo. Dios nos ha regalado su dicha. Nuestra tierra ha dado su cosecha.

«Dios se pone de nuestro lado. El orante del salmo, el hombre de toda religión cree sublimar su postura religiosa haciendo oblación de su vida al dios en el que cree: el hombre se pone de parte de Dios. La fe cristiana cambia radicalmente los esquemas. Dios es el que se pone radicalmente del lado del hombre. Y al creyente sólo le queda aceptar la salvación que Dios le da, su amoroso e increíble ponerse a nuestro lado, su salvación para nosotros» (F. ARIZPURÚA).

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3 Dios se ha dado a conocer

Salmo 97 (98) Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo; el Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su lealtad y fidelidad para con la casa de Israel; los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclamad al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tañed: tañed la cítara para el Señor, la cítara con los demás instrumentos con los clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor. Retumbe al amor y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes al Señor que llega para regir la tierra. Regirá al orbe con justicia y a los pueblos con rectitud.

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❥ Cuando oramos vamos buscando siempre conocer un poco más quién es ese Dios que nos ha llamado. «Dime, por favor, tu nombre», pedía Moisés a Dios (Éx 3,13). Pero la respuesta de Dios no es una definición ni la contestación del catecismo, si no un nombre que remite, al que lo escucha, a lo que va a ocurrir, a los acontecimientos de la historia. «Yo soy el que estaré contigo.» Esa podría ser una buena manera de traducir aquello de «Yo soy el que soy». Es como si Dios dijera: «No me busques mirando al cielo ni con los ojos cerrados, mira la vida, porque es ahí donde me doy a conocer». ❥ El salmo 97 nos pone en contacto con la reacción de un pueblo orante que re conoce lleno de alegría a Dios en medio de su historia. Con esa alegría acrecentada podemos nosotros celebrar la llegada de Jesús que viene a vivir entre nosotros.

Un canto nuevo

El salmo comienza con un imperativo: alguien, que podría ser un director de coro, ordena entonar una alabanza que vaya más allá de lo acostumbrado: «Cantad un cántico nuevo». A continuación se da el motivo fundamental: el Señor ha actuado una vez más, de un modo maravilloso, en favor de su pueblo. Una serie de verbos describen esa acción suya en el pasado: – ha salvado «con su diestra», – ha dado a conocer, «ha revelado» su justicia, – se ha acordado de su «misericordia y de su amor fiel». ❥ Son acciones que el salmista califica de «maravillas» y, a través de ellas, apare ce como el «perfil de identidad» de Dios. – Es alguien que, desde siempre, mantiene una relación de amor y de fidelidad con ese pequeño pueblo que es Israel. – El que Dios «se acuerde» significa que ha sido coherente consigo mismo, que ha tenido en cuenta sus compromisos, que es un Dios que mantiene sus promesas y su palabra. – Es alguien que no se queda escondido en el misterio inefable de su divinidad, si no que toma la iniciativa de darse a conocer, de revelar su nombre; un nombre que no puede ser otro que «Salvador», Jesús. Y, aunque su salvación alcance en primer lugar a 102

Israel, está ofrecida a todos los pueblos, está queriendo llegar a «los confines de la tierra». – Es alguien que en este momento no realiza su acción salvadora a través de un mensajero, de un enviado, sino que se presenta él mismo. Es un Dios «que llega», que «se acerca a su pueblo» con un proyecto, la justicia, y que tiene el significado pro fundo de una humanidad reconciliada y fraterna. ❥ El salmista busca un público que aprecie y valore la presencia y la intervención de Yahvé y trata de despertar asombro y admiración. Ese público es Israel, y son también el resto de las naciones y la creación entera cuya respuesta no puede ser otra que una ovación inmensa, una explosión de júbilo. Pero la atención, que en un primer momento iba dirigida a cantar un acontecimiento pasado, se dirige ahora hacia el futuro, hacia una acción que, aunque inacabada, ya está en marcha: «El Señor regirá el orbe con justicia y a los pueblos con rectitud».

Para rezar con el Salmo

1.

Si lees este salmo en las fechas de Adviento o Navidad se ensancha el volumen de su significado y se carga de una densidad nueva: –

Reléelo desde la perspectiva de un himno de la comunidad de los creyentes que canta el nacimiento de Jesús. Piensa en qué consisten esas «maravillas» que el Señor ha hecho encarnándose en nuestra humanidad.



Cuando Israel hablaba de «la diestra del Señor» se refería, ante todo, a su poder, a su fuerza, a su triunfo sobre sus enemigos. ¿Cómo da a conocer «su victoria» en Belén? ¿Cuál es ese nuevo modo de omnipotencia que se nos muestra en la debilidad de un Niño?



Quédate en silencio un rato pidiendo que te sea revelado ese misterio de no poder, no dominio, no triunfo que sólo se aprende junto a Jesús en el pesebre.



«Llega para regir la tierra.» Medita el significado de esta frase a la luz de la vida de Jesús, de la definición que dará él mismo del sentido de su presencia entre nosotros. «El hijo del hombre no ha venido para que le 103

sirvan sino para servir y para dar su vida en rescate por todos» (Mc 10,45). – 2.

Trata de penetrar internamente en ese nuevo modo de «regir», de ejercer la autoridad que Jesús inaugura.

«Se acordó de su misericordia y de su fidelidad…» Dedica un tiempo a sentirse objeto de ese recuerdo de Dios, acogido dentro de esa memoria suya que reside, según la misma Biblia, en su corazón. Tú no eres alguien «echado al mundo» y abandonado en medio de él: tu vida está sumergida en ese recuerdo del Señor, tu nombre está vinculado a su misericordia y a su amor fiel. –

Siente tu existencia cuidada, protegida, mirada por ese amor vigilante que nunca te olvida.



Haz también tú un ejercicio de memoria: recuerda rostros y nombres de personas y grupos de personas con las que tienes relación, gente que quizá no conoces personalmente, pero por las que sientes compasión, quizá pueblos enteros que en este momento sufren hambre, guerra, opresión… Recuérdalos en la presencia del Señor, rodéalos también tú de toda la ternura y toda la solidaridad de que seas capaz.

Los salmos del Reino ponen en escena la entronización simbólica del Señor-Rey. Hay aplausos, gritos de alegría, agitación de palmas, cantos de coros y resonar de trompe tas. Un cortejo de fieles celebra el homenaje a su Dios, lo mismo que veían hacer a pueblos con sus reyes. Las victorias de Dios son acciones salvadoras en la historia. El brazo de Dios se manifiesta con poder irresistible rescatando al oprimido y desvalido: Sal 23, 28, 46, 67, 92, 95, 96, 97, 98.

LOS SALMOS Y EL CULTO Los salmos reflejan las preocupaciones y la psicología de sus autores. Reflejan sobre to do los usos, costumbres, hábitos de la época y aluden con frecuencia a la historia re ciente. Sin embargo, ningún salmista los ha compuesto para expresar su propia oración; ya desde su redacción se concebía al salmo para uso de la comunidad (1). Pero vayamos más lejos todavía: los salmos bajo la forma de nosotros que dibujan el cuadro de un desastre, no han sido ciertamente compuestos en función directa de ese desastre: podía muy bien suceder que se pronunciasen ciertas plegarias al ver aproximarse un peligro (véase, por ejemplo, 2 Crón 20,1-19) pero esto no lleva como consecuencia necesaria el que toda súplica nacional haya sido provocada por la inminencia de una catástrofe. Como todos los demás, esos salmos están destinados, desde su composición, al uso litúrgico, tal como nos lo hacen pensar muchos indicios convergentes (aunque no todos los comentadores se muestran de acuerdo con este punto). Los salmistas son buenos servidores de la vida cultural del pueblo y se preocupan de ofrecerle textos utilizables en la oración pública. Este uso primordial (pero no exclusivo, ya que sin duda los salmos sirvieron también en seguida para la oración individual), no excluye de ciertas plegarias culturales de algunos individuos, como los formularios para la curación de los leprosos o los de acción de gracias, hayan servido

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de modelo (de ahí la fórmula yo que dramatiza a la oración de Israel); pero no salterio. En efecto, no han sido recogidos en él un grandísimo número de salmos, textos colectivos. Los encontramos en otros libros de la Biblia. La versión siriaca figuran en el texto hebreo y los LXX tienen un salmo 151 (M. MANNATI, Orar Bíblicos, n. 11, Ed. Verbo Di vino, 1988, 10-11).

fueron conservadas en el formularios individuales o contiene 5 salmos que no en los salmos, Cuadernos

(1) No todos los exegetas opinan lo mismo, impresionados por el yo. Sin embargo, es difícil comprender cómo un texto escrito para fijar una experiencia personal haya pasado tan rápidamente a la liturgia del segundo templo.

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4 La alegría de ser perdonado

Salmo 31 (32) Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han enterrado su pecado, dichoso el hombre a quién el Señor no le apunta el delito y cuya conciencia no queda turbia. Callase o rugiese todo el día, se consumían mis huesos, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí, secando mi savia como el bochorno estivo. Te manifesté mi pecado, no te encubrí mi delito propuse: «Confesaré al Señor mi culpa» y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Por eso, que todo fiel te suplique en la desgracia, la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará. Tú eres mi refugio, me libras del peligro, a mi grito de socorro me proteges. Te instruiré, te enseñaré el camino que has de seguir, te aconsejaré, no te perderé de vista. Pero tú no seas irracional, como caballo o mulo cuyo brío hay que domar con freno y bocado antes de acercarse. 106

Los malvados sufren muchas penas, al que confía en el Señor su lealtad lo protege. Alegraos, los honrados, gozad con el Señor, aclamadlo, los hombres sinceros.

❥ No es fácil aprender a relacionarnos con nuestros propios fallos. O nos negamos a reconocerlos, o trivializamos, o nos sentimos paralizados por la culpabilidad. En ninguno de esos casos hemos hecho la experiencia salvadora de sentirnos peca dores perdonados pero, sin ella, difícilmente llegamos a conocernos de verdad a nosotros mismos ni conocemos a nuestro Dios. El Salmo 31 nos enseña esa difícil relación con el propio pecado. ❥ El comienzo del salmo es sorprendente. Lo que esperaríamos leer es: «Dicho so el hombre que está libre de pecado y que vive alejado de los delitos». Y sin embargo, la declaración de felicidad va dirigida a alguien que ha pecado y se le felicita no por lo que ha hecho, claro está, sino porque ha sido perdonado por Dios. Es decir, la experiencia de dicha va asociada a la situación en que ha quedado alguien después de haber acogido la misericordia de su Señor. Se le felicita no por él mismo, sino por la acción maravillosa que ha permitido a Dios realizar en él. ❥ La conclusión del salmo es también una exhortación a la alegría, a gritar de gozo. Misteriosamente, por lo tanto, la música de fondo que acompaña a la experiencia de pecado es el júbilo y no la tristeza. ❥ Pero esa alegría no es inmediata, ha tenido un proceso. El salmista recuerda que, cuando se resistía a dar nombres a su pecado, vivía agobiado por un gran peso, como si su culpa, al quedarse como enquistada, resecaba y estragaba su corazón. De pronto algo cambió. Desaparecieron los ocultamientos y autoengaños: el reconocimiento de la propia rebeldía provocó una situación de liberación de ataduras y angustias, una nueva experiencia de Dios como cobijo, como amor envolvente, como el único capaz de rehacer y reconstruir desde dentro. Como aquel que puede devolver al hombre «un corazón recto» y «un espíritu sin fraude».

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Para rezar con el Salmo

1.

2.

3.

Recuerda las palabras o imágenes que vemos asociadas a la palabra pecado: culpa, maldad, traición, infidelidad, ingratitud, ruptura, tristeza… Y las expresiones de «contrición», arrepentimiento, penitencia, llorar los pecados, etc. –

Lee en alto el Salmo 31 y date cuenta de las dimensiones que te faltaban: dicha, alegría, salvación…



Cae en la cuenta de qué caminos nos señala para alcanzar esa alegría: abrirse con humildad a Dios, aceptar no ser maravilloso ni inchable, reconciliarse con los propios fallos, saberse querido a pesar de todo eso, acoger un perdón que nos desborda.

Lee las tres parábolas sobre el perdón de Lc 15,1-31 y observa todas las veces que aparecen los términos: alegrarse, alegría, celebrar una fiesta… Y lo más llamativo es que, el que se llena de alegría, no es el que ha sido encontrado (se supone que la dracma y la oveja no pueden, pero sí el hijo que vuelve a casa…), sino Dios mismo, bajo las figuras del pastor, la mujer y el padre. –

En las dos primeras, aparece muy subrayada su insistencia incansable: el pastor y la mujer buscan lo que han perdido hasta que lo encuentran.



Haz un rato de silencio agradeciendo al Señor interiormente su perdón, su paciencia con nosotros, tantas veces experimentada.

Por otros muchos textos evangélicos entre ellos el Padrenuestro, sabemos que la experiencia de ser perdonados, si es verdadera, lleva irremediablemente a perdonar a otros, a intentar tener con ellos las mismas actitudes de indulgencia y de misericordia. –

Piensa que esas expresiones que leemos en el salmo «eres un cobijo para mí», «me guardas de la angustia», «estás en torno a mí para salvarme…», Dios busca hacérselas experimentar a otros a través de nosotros.



Por eso, pregúntate cómo puedes tratar a los demás de manera que se sientan también cobijados, guardados y envueltos en un amor que, como dice Pablo, «disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre» (1 Cor 13,7).



Saborea el recuerdo de personas por las que te has sentido querido así y que te han ayudado a experimentar el amor perdonador de Dios. Agradécelo y 108

pide a Jesús aprender tú también a querer y a perdonar.

San Agustín tenía predilección por este salmo y se hizo un «póster» con él, clavándolo en la pared enfrente de su cama. Lo leía con lágrimas en los ojos y encontró mucho con suelo en él cuando su última enfermedad.

Este salmo, junto con el 18, 22 y 30, es de «acción de gracias». En los cuatro hay una estructura semejante: a)

una invitación hímnica para que los acompañantes alaben a Dios,

b)

un relato de la intervención divina, que contiene la descripción del peligro, el grito lanzado a Dios y su respuesta,

c)

una lección que se saca del suceso.

Por su contenido, este salmo es también penitencial.

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5 ¡Ten compasión de mí, Señor!

Salmo 50 (51) Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado; contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio, lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, 110

que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

❥ Muchas veces hemos leído la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14) y nos hemos alegrado de su final: Dios toma partido por aquel hombre a quien la con ciencia de su condición pecadora ha vuelto humilde y pobre y que, desde un rincón del templo, ora pidiendo a Dios que tenga compasión de él. Su oración es una petición desvalida, pero que consiguió conmover el corazón de Dios y, gracias a ella, desde hace veinte siglos, seguimos aprendiendo los cristianos cómo hay que orar.

111

❥ Jesús no tuvo que inventar la fórmula para el personaje de su parábola: la encontró en la tradición orante de su pueblo porque es el comienzo del Salmo 50 (51): «Ten compasión de mí, Señor…». Podríamos decir que los 21 versos de este Salmo están contenidos en la breve invocación del publicano: «Ten compasión de mí, Señor, que soy un pecador…». ❥ Al estudiar su «textura», encontramos que es como un tejido en que se van trenzando hilos de dos clases y colores: uno de ellos es oscuro y áspero y aparece cada vez que el orante alude a su pecado, su culpa, su delito, sus huesos quebrantados, su condición de pecador desde el seno de su madre. ❥ Para definir al otro habría que recurrir a metáforas, como el evangelista Marcos al tratar de explicar cómo era la túnica de Jesús en la transfiguración: «Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero de la tierra se ría capaz de blanquearlos de ese modo» (Mc 9,3). Lo encontramos en cada una de las expresiones que hacen referencia al amor, a la ternura, a la misericordia, a la acción de recrear, re-novar, re-construir, salvar, perdonar, acoger de Dios. ❥ Este salmo es uno de los preferidos de la liturgia y con su experiencia reconciliadora seguimos aprendiendo nosotros, después de tantos siglos, qué frágiles somos, qué envueltos estamos en nuestra culpa, qué incapaces de salir de ella por nosotros mismos. Pero aprendemos sobre todo, cómo es el corazón de Dios, cómo su misericordia va mucho más allá de nuestro pecado, cómo éste queda anegado y blanqueado por su perdón, cómo podemos experimentar, una y otra vez, la maravilla de ser liberados y rehechos por un amor capaz de devolvernos la alegría y la alabanza y de crear en nosotros mujeres y hombres nuevos. ❥ La historia del Salmo 50 es nuestra historia. Cada uno de nosotros estamos dentro de ella y, aunque aún la estemos viviendo en medio de la lucha y de la opacidad del pecado, sabemos cómo es el final a través de otra imagen bellísima del Apocalipsis: «Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, engalanada como una novia ataviada para su esposo…» (Apoc 21,2). Y del vestido de la novia ya han desaparecido los tonos sombríos del sayal de luto, ya no queda ni recuerdo de su pecado porque ahora «tiene la gloria de Dios y su resplandor es como el de una piedra preciosa, como jaspe cristalino» (Apoc 21,11). ❥ Ese es el final de nuestra historia, esa es la reconstrucción y el esplendor que Dios sueña y prepara para nosotros. Es él quien teje nuestra nueva vestidura y quizá lo único que nosotros podemos hacer es acoger esa buena noticia con un «corazón contrito», que es lo mismo que decir pobre, silencioso, agradecido y, por lo tanto, fraterno, comprensivo, capaz de perdonar a los otros como él mismo ha sido perdonado. Y aguantar humildemente a que se manifieste por fin nuestra condición de salva dos, 112

mientras suplicamos como el publicano de la parábola: «Ten compasión de mí, Señor, que soy un pecador…».

Para rezar con el Salmo

1.

2.

3.

Lee despacio el salmo subrayando con dos colores diferentes (o escribiendo en dos columnas en una hoja) los dos «hilos» de que hablábamos más arriba: todas las veces que aparecen palabras como «delito», «culpa», «pecado», «malo»…; y por otro lado los términos referidos a Dios: «amor», «inmensa ternura», «salvación» y los verbos con que aparece reflejada su acción: «tener piedad», «borrar», «lavar», «purifi car», «amar la verdad», etc. –

Cuando tengas hecha la lista, recuerda que esa es tu propia historia y haz memo ria de algunos momentos de tu vida en que has hecho la experiencia de pecar y de ser perdonado, acogido, rehecho por la ternura de Dios.



Reza entonces el Salmo como testimonio de agradecimiento por pertenecer al grupo de los «pecadores perdonados», que son los que únicamente pueden recibir la salvación de quien ha dicho que «no ha venido para los sanos, sino para los enfermos».

Observa todas las alusiones a la interioridad aludidas en el Salmo: «La verdad en lo íntimo del ser», «en lo secreto», «un espíritu firme dentro de mí», «un corazón contrito y humillado», y trata de conectar en ti mismo con ese fondo último de tu persona, donde se da la conciencia de pecado junto con la confianza en la misericordia de Dios, que es siempre mayor. –

Piensa qué sería lo contrario de «un corazón contrito y humillado»: ¿La insuficiencia?, ¿la soberbia?, ¿la falsa convicción de no necesitar ser perdonado?…



Haz un rato de oración desde ese fondo último de tu ser pidiendo la gracia de conocer tu propia fragilidad y pequeñez, pero desde la alegría de que, tal como eres, eres querido y acogido por la ternura de Dios.

Hoy necesitamos rezar este salmo también en una dimensión colectiva, teniendo como horizonte el pecado del mundo en que vivimos inmersos. Repasa esas manifestaciones de pecado: tanta injusticia, tanta violencia contra los débiles, tantas agresiones a los derechos y a la dignidad de hombres y mujeres, tanta 113

insolidaridad por par te de los países ricos hacia el Tercer Mundo. Pasea por tu ciudad contemplando lo que te rodea: el lujo de unos, frente a la miseria de otros: las situaciones de abandono, de soledad, de paro, de explotación… Vete repitiendo una y otra vez las palabras del Salmo, pero en plural: «Ten piedad de nosotros Señor, según tu amor; por tu inmensa ternura borra nuestro delito…». 4.

Si estáis en grupo, dedicad también un tiempo a celebrar el gozo de haber experimentado la reconciliación con el Padre a través de Jesús, tanto en el sacramento de la penitencia como en otras ocasiones de vuestra vida. –

Ambientad ese rato de oración con elementos que os inspiren el sentido de fiesta: música, flores, luces… Podéis leer la parábola del hijo pródigo (Lc, 15,11-32) o alguno de estos textos proféticos: Is 54; Jer 31,1-20,31-34; 33,14-26; Bar 5…



Compartid, después de leer alguno de esos textos, vuestras experiencias de salvación y cantad un canto de alabanza que exprese vuestra acción de gracias al Dios que os ha devuelto «el son de gozo y la alegría».



Pensad juntos cómo llegar a ser instrumentos del amor de Dios para que, a través de vosotros, pueda seguir devolviendo a otros ese gozo y esa alegría y hacer que «exulten los huesos quebrantados» de tanta gente…

114

6 Confiar hasta el fin

Salmo 21 (22) Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito y no respondes; de noche, y no me haces caso; aunque tú habitas en el santuario, esperanza de Israel. En ti confiaban nuestros padres; confiaban, y los ponías a salvo; en ti gritaban, y quedaban libres, en ti confiaban, y no los defraudaste. Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere». Tú eres quien me sacó del vientre, 115

me tenías confiado en los pechos de mi madre; desde el seno pasé a tus manos, desde el vientre materno tú eres mi Dios. No te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre. Me acorrala un tropel de novillos, me cercan toros de Basán; abren contra mí las fauces leones que descuartizan y rugen. Estoy como agua derramada. tengo los huesos descoyuntados; mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas; mi garganta está seca como una teja, la lengua se me pega al paladar me aprieta contra el polvo de la muerte. Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte, mi túnica. Pero, tú Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. Líbrame a mí de la espada, y a mi única vida, de la garra del mastín; sálvame de las fauces del león a este pobre, de los cuernos del búfalo. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel. Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia hacía el pobre desgraciado; no le ha escondido su rostro: cuando pidió auxilio, le escuchó. 116

Él es mi alabanza en la gran asamblea, cumpliré mis votos delante de fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan: viva su corazón por siempre. Lo recordarán y volverán al Señor hasta los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos. Porque del Señor es el reino, él gobierna a los pueblos. Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, ante él se inclinarán los que bajan al polvo. Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá, hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: todo lo que hizo el Señor.

❥ «El israelita ora porque algo ha pasado o porque algo va a pasar.» Esta afirmación clásica expresa una característica muy peculiar de la oración bíblica: su relación con la vida como historia. Cuando lo que le ha ocurrido al creyente de Israel es algo duro y difícil: enfermedad, sufrimiento, persecución, desgracia de cualquier tipo… ese dolor no levanta una muralla de silencio entre él y su Dios. La oración que ex presa su fe se vuelve queja, lamento, protesta o súplica que sigue saliendo en busca de ese Dios, aparentemente lejano, y le persigue, le acosa, le cuestiona. ❥ Una lección para nuestra vida cristiana, una manera sana de reaccionar cuando la angustia nos oprime y amenaza con bloquear nuestra relación con Dios. ❥ Leyendo el Salmo 21 aprendemos a orar también en esos momentos, a derramar nuestro corazón herido en presencia de Dios, a quejarnos sin miedo, cuando sen timos que nuestro dolor, o el de aquellos a los que amamos, está llegando más allá de lo que pensamos que son los umbrales de resistencia.

117

Para rezar con el Salmo

1.

2.

3.

Lee el Salmo y subraya con un color toda la serie de desgracias tanto de su cuerpo como de su espíritu, de las que se queja este hombre. Fíjate en cómo califica su situación «gusano, no hombre, vergüenza, objeto de burla, acorralado, derribado…». –

Con otro color marca los reproches que hace a Dios: «me has abandonado», «no respondes», «no haces caso…». Observa la comparación entre una situación pasada en la que Dios salvaba, no defraudaba, y la presente.



Fíjate también en algo misterioso: el tono confiado y de paciente esperanza que impregna toda la oración y que desemboca en alabanza y agradecimiento precediendo el paso de la misericordia de Dios por la propia vida.

Piensa en tu propia vida: ¿Tienes tú también motivos para quejarte a Dios? No te los ocultes, sácalos a la luz de tu conciencia, atrévete a nombrarlos y expresarlos. Derrama tu corazón confiadamente delante de tu Dios. –

El evangelio de Mateo (Mt 27,45-50) pone el comienzo de este salmo en boca de Jesús en la cruz. Lee también Jn 19,16-37 y Lc 23,44-46: observa las semejanzas entre los textos evangélicos y el Salmo: burlas, sed, manos y pies taladrados, túnica re partida… Es evidente que los evangelistas quieren hacer un paralelo entre el justo sufriente del Antiguo Testamento y Jesús. Sitúate internamente ante él en el Calvario y continúa recitando el salmo tratando de unirte a sus sentimientos.



«Desde el seno pasé a tus manos», dice el salmista; «en tus manos encomiendo mi espíritu», son las últimas palabras de Jesús, según san Lucas. Permanece un rato en silencio repitiendo estas palabras y dejando que el abandono filial de Jesús cure tus propios miedos.

Acércate con la imaginación y la memoria a personas o grupos de personas que estén en situaciones límite: una sala de hospital de enfermos terminales, una cárcel, un albergue de transeúntes, un país azotado por la guerra o por el hambre. Acoge en tu corazón todo ese dolor y reza después el Salmo junto con Jesús presentando a Dios todo ese dolor.

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7 Creados para la canción

Salmo 150 Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su fuerte firmamento. Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza. Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras, alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas, alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes. Todo ser que alienta, alabe al Señor.

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❥ El último Salmo, el 150, es una invitación jubilosa a la alabanza. Con la fuerza significativa que le da el ser el colofón y la coronación final de esa escuela de oración que es el salterio, insiste, subraya, vuelve de nuevo a esa actitud orante que es la más fundamental, la más genuina del creyente. ❥ A pesar de ello, experimentamos, con demasiada frecuencia, muy amenazada la fuente de la alegría y del agradecimiento, esos manantiales de donde brota la alaban za. Hay demasiado sufrimiento, pensamos; demasiada injusticia en el mundo como para entregarnos a la canción. Nos parece que vivir lúcidos y conscientes de la opresión de tantos hermanos nuestros es incompatible con la alabanza y podemos sentir como una evasión el dejarla subir hacia nuestro Dios en los momentos de oración. ❥ Pero lo que comprobamos una y otra vez, es que sofocar la alabanza en nuestros labios no hace nuestro corazón más compasivo ni nuestra vida más fraterna. Lo único que conseguimos con ello es encorvarnos bajo el peso de nuestra desesperanza y, con palabras del salmista, vivir sombríos hostigados por el enemigo. ❥ Israel vivió también esa tentación, pero aprendió, en el transcurso de su historia, que Dios quería hacer de él un pueblo de alabanza y que cantar a su Señor era, en último término, el sentido definitivo de su elección. Más allá de sus fracasos, de sus derrotas, de sus destierros y de sus sufrimientos, dejó que su corazón y su boca se inundaran de las actitudes más gratuitas que pueden surgir de la existencia humana: alabar, bendecir, ensalzar, glorificar, cantar, proclamar, batir palmas, exaltar, engrandecer, confesar, danzar, aplaudir… Y su alabanza subió hasta su Dios en su templo y en su fuerte firmamento; le cantó por sus obras magníficas y por su inmensa grande za; echó mano de trompetas, arpas, cítaras, tambores, trompas, flautas, platillos sonoros y vibrantes… Y, por si le faltaba todo aquello, expresó el deseo de que su misma respiración se convirtiera en un himno ininterrumpido y jubiloso. ❥ Los seguidores de Jesús heredamos esta tradición de nuestros antepasados en la fe, pero poseemos, gozosamente, el motivo más hondo para la alabanza: Cristo Resucitado hace de la vida de cada hombre una fiesta continua, decía san Anastasio, un padre de la Iglesia. ❥ Nuestra existencia de cristianos consiste en vivir continuamente el misterio pascual; pequeñas muertes sucesivas, seguidas de tímidos bosquejos de una resurrección. Ahí radica el origen de la fiesta (Hno. ROGER, de Taizé).

Para rezar con el Salmo

121

1.

Dedica un tiempo de «preparación a la alabanza», siguiendo internamente la pis ta a tus motivos de agradecimiento. Empieza por los que te vengan a la memoria en un primer momento, pero trata de ir más abajo, hasta encontrar los más verdaderos, los que iluminan tu vida a la luz de la fe. Sírvete, si te ayuda, de algunas afirmaciones que te ofrece la Palabra de Dios para poner nombres a la gracia que, cuando se acoge, hace nacer en nosotros el agradecimiento: •

«No temáis, mirad que os traigo una buena noticia, una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador…» (Lc 1,10).



«¿Quién podrá separarnos del amor que Dios nos tiene?» (Rom 8,35).



«Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca, no os inquietéis por nada» (Fil 4,4).



«Acuérdate siempre de Jesucristo, resucitado de la muerte; esta es la buena noticia que anuncio. Si morimos con él, viviremos con él; si perseveramos con él, reinaremos con él; si somos infieles, él permanece fiel porque no puede negarse a sí mismo» (2 Tim 2,10-13).



Puedes leer también despacio la cuarta plegaria eucarística e ir haciendo tuyas ca da una de sus expresiones de alabanza. Únete a la Iglesia universal que proclama en cada Eucaristía, unida a Cristo, su alegría y su canto de alabanza: «Te glorificamos, Padre santo, porque eres grande, porque has hecho todas las cosas con sabiduría y amor…».



Escoge la frase que te haya llegado más adentro, repítela varias veces y trata de acomodarla al ritmo de tu respiración; conviértela en tu forma personal de aceptar la invitación del Salmo a que todo lo que respira alabe al Señor.

2.

«Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza.» Párate a reconocer, a proclamar interiormente y a confesar también con tus labios las «obras magníficas» que el Señor ha hecho contigo y con cada uno de sus hijos e hijas. Únete a esa «pedagoga de la alabanza» que es María y que no separa su canción de la historia concreta de los hombres: canta, con ella, el Magníficat.

3.

Si estáis en grupo, escoged una música que exprese para vosotros una explosión de júbilo: una cantata de Bach, el himno de la Alegría, el Aleluya de Haendel… Compartid entre vosotros los motivos de vuestra alabanza, y escuchad después la música, no como algo que viene de fuera, sino como naciendo de lo más profundo de vuestras entrañas. –

Terminad rezando el Salmo 150, intercalando cada estrofa con el canto de algún Aleluya que sepáis. Sentid que, en este momento y en medio de un mundo amenaza do de perder el sentido de gozo y de la fiesta, sois 122

«responsables de la alabanza» y que esa es nuestra vocación más honda y nuestra mejor suerte.

123

Sumario

Un libro para orar Sugerencias para la utilización del libro I. DESEO DE DIOS 1.

En busca de la felicidad. SALMO 1

2.

Huéspedes del Señor. SALMO 14 (15)

3.

La vida como subida. SALMO 83 (84)

4.

En contacto con nuestros deseos. SALMO 62 (63)

5.

Dios mío y todas mis cosas. SALMO 15 (16)

6.

Cambiar de bando. SALMO 13 (14)

7.

La alegría de la fraternidad. SALMO 132 (133)

8.

En el centro, el hombre. SALMO 8

9.

Dios mío, ¡qué grande eres! SALMO 103 (104)

10.

Cuando los sueños se realizan. SALMO 125 (126)

11.

El mundo al revés. SALMO 112 (113)

II. ABANDONO EN DIOS 1.

Dios es de fiar. SALMO 120 (121)

2.

Cuando los deseos se sosiegan. SALMO 130 (131)

3.

Dichosos los des-preocupados. SALMO 126 (127)

4.

Entrar en el misterio. SALMO 72 (73) 124

5.

Cuando los puntos cambian de sitio. SALMO 45 (46)

6.

Saberse sabidos por Dios. SALMO 138 (139)

7.

Una historia conducida. SALMO 22 (23)

III. SALMOS PARA TIEMPOS LITÚRGICOS 1.

El secreto de un niño: ternura y justicia. SALMO 71 (72)

2.

Nuestro tiempo está en buenas manos. SALMO 84 (85)

3.

Dios se ha dado a conocer. SALMO 97 (98)

4.

La alegría de ser perdonado. SALMO 31 (32)

5.

¡Ten compasión de mí, Señor! SALMO 50 (51)

6.

Confiar hasta el fin. SALMO 21 (22)

7.

Creados para la canción. SALMO 150

125

Index Portada Créditos Un libro para orar Sugerencias para la utilización del libro I. DESEO DE DIOS 1. En busca de la felicidad. SALMO 1 2. Huéspedes del Señor. SALMO 14 (15) 3. La vida como subida. SALMO 83 (84) 4. En contacto con nuestros deseos. SALMO 62 (63) 5. Dios mío y todas mis cosas. SALMO 15 (16) 6. Cambiar de bando. SALMO 13 (14) 7. La alegría de la fraternidad. SALMO 132 (133) 8. En el centro, el hombre. SALMO 8 9. Dios mío, ¡qué grande eres! SALMO 103 (104) 10. Cuando los sueños se realizan. SALMO 125 (126) 11. El mundo al revés. SALMO 112 (113)

II. ABANDONO EN DIOS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

13 18 21 26 31 35 39 43 47 53 57

61

Dios es de fiar. SALMO 120 (121) Cuando los deseos se sosiegan. SALMO 130 (131) Dichosos los des-preocupados. SALMO 126 (127) Entrar en el misterio. SALMO 72 (73) Cuando los puntos cambian de sitio. SALMO 45 (46) Saberse sabidos por Dios. SALMO 138 (139) Una historia conducida. SALMO 22 (23)

III. SALMOS PARA TIEMPOS LITÚRGICOS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

2 6 7 10 12

El secreto de un niño: ternura y justicia. SALMO 71 (72) Nuestro tiempo está en buenas manos. SALMO 84 (85) Dios se ha dado a conocer. SALMO 97 (98) La alegría de ser perdonado. SALMO 31 (32) ¡Ten compasión de mí, Señor! SALMO 50 (51) Confiar hasta el fin. SALMO 21 (22) Creados para la canción. SALMO 150 126

62 66 69 73 78 82 87

91 92 97 101 106 110 115 120

Sumario

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