Los Pecadores Del Evangelio (Pepe Prado)

December 18, 2017 | Author: pepenador | Category: Forgiveness, Jesus, Perfume, Sin, Love
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JOSE H. PRADO FLORES

LOS PECADORES DEL EVANGELIO

Publicaciones KERYGMA México

CONTENIDO Introducción

1.2.3.4.5.6.7.-

La Mujer de la Calle La Adúltera Zaqueo Simplemente María Barrabás . Judas Iscariote El ladrón Robado

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31 45

65 81 91

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INTRODUCCION No ha faltado quien se escandalice al leer las páginas de la Biblia cuando descubre que aquellos personajes que son considerados como pilares de la Historia de la Salvación, mienten (Abraham), matan (David), desobedecen (Jonás) y hasta niegan reiteradamente a Jesús (Pedro). Ciertamente la Sagrada Escritura no es una selección de vidas de santos sino el escenario de la realidad humana donde peces buenos están aliado de malos, y el corazón de cada hombre es un campo donde crecen al unísono el trigo y la cizaña. Parecería más lógico que el Dios bueno prefiriera a los buenos, y que el tres veces Santo eligiera únicamente a los santos. Sin embargo, "la necedad de Dios" es superior a la más preciara sabiduría de los hombres. Sus caminos y criterios son siempre infinitamente mejores que los nuestros. 5

El Evangelio es contrastante: la gracia de Dios se muestra en su plenitud con los más necesitados. Donde abunda el pecado sobreabunda su amor misericordioso. Ahora presentamos siete pecadores del Evangelio; o mejor dicho, el Evangelio que pasa por el prisma de estas vidas para proyectar un arcoiris, como preludio de la alianza eterna que Dios ha hecho con todo el género humano. Los Pecadores del Evangelio abren una puerta de esperanza a todos los hombres, especialmente a quienes reconocen que ellos solos no pueden resolver el problema de sus vidas. Sólo espero que cada lector pueda un día encontrar en el Libro de la Vida la página de su experiencia personal de salvación, gracias a la muerte y resurrección de Aquel que derramó su sangre por el pecado del mundo.

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1 LA MUJER DE LA CALLE Causa cierta extrañeza encontrar a Jesús sentado a la mesa de los fariseos, sabiendo que ellos eran sus peores enemigos que continuamente buscaban ocasión para desprestigiarle, oportunidad para atacarle "omotivo para condenarle. San Lucas, evangelista que de una manera especial subraya el amor misericordioso y universal de Dios, narra tres comidas de Jesús con ellos: 7,36; 11,37; 14,1. En todos los casos se perdió la cordura y las normas más elementales de educación, terminando siempre con un desenlace tenso y a veces violento, pues nunca faltó una palabra inoportuna o una pregunta capciosa que acabara con el cordial ambiente de la mesa. Curiosamente no eran siempre los fariseos quienes estropeaban la reunión. En algunas ocasiones fue el 9

mismo Jesús quien se comportó totalmente en contra del sentir de sus anfitriones al no consentir sus hipocresías y legalismos. El primer encuentro de Jesús con los fariseos fue muy singular. Nos consta que la invitación que se le hizo no fue un simple y vago "haber cuando nos vemos" sino que se le pidió y hasta se le rogó expresamente sentarse a la mesa para compartir los alimentos y la conversación. Fue tan excepcional el origen de la invitación que el Evangelio ha conservado el nombre del valiente fariseo que, a pesar de las críticas de sus colegas, se atrevió a invitarlo. Se llamaba Simón.

Magdalena. Algunos identifican en una sola persona a las tres. La mayor parte las distinguen. También discuten si el hecho acaeció en Galilea o en Jerusalén. Unos dicen que el tal Simón fue el curado de lepra por Jesús, otros piensan que no es el mismo. Hay quienes aseguran que estamos delante de dos relatos diferentes que con el correr del tiempo fueron yuxtapuestos artificial mente. En fin, existe tal número de dificultades que lo único que ciertamente podemos concluir con tcx::fasellas es que siempre que aparecen pecadores junto a Jesús los problemas se multiplican no sólo para sus enemigos, sino también para sus críticos o los especiatistas de la fe.

El relato evangélico Estudiar a fondo este pasaje es internarse en un bosque de opiniones con el riesgo de confundirse y perderse. Este es uno de los relatos que más dificultades ofrece a la crítica textual e histórica. Los estudiosos discuten y se devanan la cabeza por esclarecer dudas y defender teorías. Los escrituristas de nuestro tiempo se preguntan sin encontrar unánime respuesta, si la célebre pecadora que aparece aquí es la misma que ungió los pies de Jesús en vísperas de su muerte. Incluso hay quienes afirman, frente a los que lo niegan rotundamente, que se trata de María 10

Fría bienvenida Al llegar Jesús a la casa del fariseo la puerta estaba semiabierta. La recepción fue cortés pero fría y diplomática. Aunque todo estaba perfectamente en su lugar y resplandeciente no hubo la menor muestra de afecto o de alegría por recibir al famoso predicador con sus discípulos. Las cosas no comenzaban de la mejor manera. El ambiente estaba tenso y se respiraba el nerviosismo de todos los invitados. No hubo el tradicional beso de bienvenida y ni una gota de agua para lavarse las sudorosas manos y refrescar los empolvados pies de los peregrinos. Mucho menos 11

apareció el típico aceite, tan característico de la legendaria hospitalidad de los orientales. En otras palabras, el tradicionalista Simón se olvidó de los ritos y costumbres ancestrales de los que era tan celoso como exigente. Jesús se reclinó en la mesa y tomó en sus manos una limpia copa de cristal. Mientras la observaba detenidamente dijo en voz alta: _Lo más importante de una cosa no es que esté limpia por fuera. Lo esencial es que esté limpia por dentro. Hay sepulcros blanqueados en el exterior, mas por dentro, putrefactos, despiden un asqueroso hedor de podredumbre y corrupción. Algunos circunstantes parecieron perde~, el apetito por lo inapropiado del tema de eorwersacon, pareciéndoles una gran incorrección hablar de asuntos inmundos frente a los apetitosos platos de comida Al darse cuenta Jesús que las miradas condenatorias de los fariseos se clavaban en sus manos sucias, continuó con más ímpetu. _Nada hay fuera del hombre que entrando en él pueda hacerlo impuro. Es de dentro, del corazón humano, de donde salen las intenciones perversas, los malos pensamientos, y el creerse mejor y superior 12

a los demás. En cambio, lo que comemos con las manos sucias después lo vamos a dejar al excusado... Los más escrupulosos de los fariseos, con ojos de indignación y cara de repugnancia, hicieron a un lado el alimento que tenían delante, mientras que a otros se les atoró el bocado a media garganta. No por eso Jesús fue más discreto y considerado, sino que continuó: - Para el puro todas las cosas son puras. Para el perverso todo está sucio porque es su conciencia la que está contaminada. No se debe juzgar según las apariencias, sino con recto juicio. La Intrusa El ambiente estaba tenso y el silencio había invadido como sombra espesa a todos los comensales. Ya no había ni chispa de la tenue cortesía que pudo manifestarse al principio. La guerra fría se había declarado y de un momento a otro explotaría la primera bomba. "De pronto ... " San Lucas usa la forma gramatical"Kai idou" (de pronto) para llamar la atención. Algo sorpresivo y totalmente inesperado rompería los cánones del programa. 13

Sin haber sido invitada a reunión tan selecta, entró a la casa una esbelta mujer con vestido tan entallado que más que cubrir su cuerpo hacía resaltar su voluptuosa y provocativa belleza. Amplio escote por el frente y su espalda casi desnuda por completo. Sus labios como sus uñas estaban pintadas con un vivo rojo carmesí, haciendo contraste con el negro brillo de su sedosa cabellera. Sus zapatos eran dorados y llevaba una pequeña bolsa plateada que cuidaba con especial esmero: era una prostituta. Los ojos de los fariseos se abrieron con asombro y sus dientes rechinaron de rabia por el atrevimiento de esa mujer que había entrado como a su casa. Algunos de ellos pegaron tensamente sus espaldas a los respaldos de los triclinos. Otros se encendieron de ira lanzando miradas de fuego infernal sobre la intrusa y no faltaron quienes disimularan sus rostros con sus largas túnicas, no tanto para no mirar a la tentadora mujer, sino para no ser reconocidos por ella... Nadie, ni los psicólogos ni los psiquiatras, conoce tanto a los hombres como una prostituta; porque delante de ella se dejan caer todos los mantos de dignidad y las túnicas de apariencias. Ante ella se presenta siempre el hombre desnudo, sin máscaras ni simulaciones. Ella es testigo, y a la vez víctima, del vacío del corazón humano que pretende apagar su 14

sed en una noche de desbordada pasión. Ella es cómplice de la infidelidad y al mismo tiempo conciencia de culpabilidad para todos aquellos que entregan su cuerpo sin jamás dar lo más íntimo de su ser. Ella, mejor que nadie, tiene conciencia de que todos hemos sido hechos del mismo barro, que todos somos pecadores, aunque con una leve ventaja: ella peca por la paga mientras que ellos pagan por pecar. Sin embargo, la prostituta, teniendo el triste conocimiento y experiencia de todo lo que no era amor, estaba más capacitada para reconocer el auténtico amor cuando éste tocara a las puertas de su vida. Exactamente eso fue lo que le sucedió frente a Jesús. Ella, había estado esa mañana perdida entre la multitud, escuchando las palabras del predicador de Galilea el cual ni hablaba como los escribas y fariseos, ni se parecía a ninguno de los muchos hombres que ella había conocido. Este hombre no la buscaba para servirse de su cuerpo, más bien todo lo contrario, pues afirmaba que él entregaría su cuerpo y su sangre por la salvación de los pecadores. El no había venido a ser servido, sino a servir, e invitaba a todos los que estuvieran cansados y agobiados a depositar sus cargas en él para aliviarlos. 15

Especialmente la impresionó hasta lo más profundo de su ser cuando Jesús afirmó categóricamente que él no había venido a buscar a los justos, sino a los pecadores. En esos precisos momentos ella se reconoció la más privilegiada y tomó inmediatamente la decisión de entregar toda su vida a ese hombre que era distinto a todos los demás. El no la buscaba por la sensualidad de su cuerpo, sino para quitarle el peso que ella cargaba en todo su ser. Ese era el verdadero amor que ella nunca había tenido y que, recién encontrado, no podía dejar pasar. Aceptó el perdón que Jesús ofrecía y experimentó en ese momento la liberación completa. Su cambio fue instantáneo y total. Ya no era la misma. Regresó a su casa no tanto siendo buena, sino nueva, una mujer totalmente renovada por la misericordia de Dios manifestada a través de ese hombre que no sólo amaba sino que era la misma personificación de amor.

contenía el más fino de los perfumes. Vendiendo su cuerpo y rematando su dignidad había ahorrado el producto de sus ganancias para comprar una exquisita esencia a unos mercaderes de las Galias con el fin de encantar y seducir a sus clientes. Ese perfume era como la pasión que concentraba la infidelidad de los hombres que habían despilfarrado su dinero para contribuir a su adquisición. En los relatos análogos del Evangelio, encontramos varios datos curiosos y significativos sobre dicho presente: San Marcos nos dice que el perfume era de "nardo puro" (14,3). Ella, la impura por profesión, usaba el delicado perfume de una bella flor que simboliza la pureza.

El perfume

Mateo aclara que "era de gran precio" (26,7). Había costado bastante dinero. Muchos pecados estaban concentrados en la fina esencia. Lo exquisito del perfume contrastaba con la pestilencia de los fomicarios denarios que había costado.

No le costó ningún trabajo enterarse de que Jesús se encontraba en la casa de Simón el fariseo. Tomó la determinación y fue a encontrarlo. Pensando cuál sería el mejor presente que podría ofrecer no encontró nada tan valioso como aquel frasco blanco y bien pulido de alabastro que

San Juan no se refiere al precio (politelés) sino al valor (polítimos), y aclara "era de gran valor" (12,3). Es decir no sólo tenía alto costo monetario sino que especialmente tenía un valor incalculable para la dueña ya que era una de las herramientas más importantes en su profesión. Además, era como

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el símbolo de su vida: la síntesis de su pasado y la mejor inversión para el porvenir. Pero al entrar a la casa de Simón ya era otra. Quienes la juzgaron y se escandalizaron de su presencia se equivocaron rotundamente, porque ya no era la que ellos habían conocido antes, aunque todavía en el exterior quedaran las huellas de las manos que la habían profanado. Los que pensaban saber quién era esa mujer, aparte de estar completamente equivocados, eran perfectamente reconocidos por ella. Incluso, más de alguno de los presentes habían ido a buscarla ocultándose en las sombras de una sensualidad que se encendía sin lograr satisfacer la necesidad más profunda del corazón humano. Por esto, ella no encontró obstáculo para entrar como en su casa. Bien sabía que no se atreverían a echarla fuera pues ella sería capaz de levantar su mano y señalar a algunos de los presentes diciendo:

- y tú ¿por qué me acusas, si tus manos están manchadas de infidelidad y prostitución? .. y tú que te escondes bajo el manto negro ¿por qué te quedas callado haciéndote cómplice de mis acusadores si también tú has estado conmigo? Luego, con cierta ironía, podría diciendo al que estaba cerca de ella: 18

terminar

- Tú has limpiado perfectamente la túnica qtJe se te empolvó anoche cuando la tiraste aliado de mi cama deberías más bien limpiar tu conciencia . Por esta razón ninguno de los fariseos se atrevió a echarla fuera ni a enfrentársele cara a cara. Mas, ella no estaba allí por ninguno de ellos, ni mucho menos para acusarlos de sus pecados ocultos. Su motivo era muy diferente: encontrarse a ese Jesús de Nazareth que le había abierto la puerta de la esperanza, mostrándole el amor de Dios por los pecadores. Ella ya había experimentado la purificación interior ya sólo venía para hacer pública la manifestación de su agradecimiento.

Rompe el frasco La mujer abrió su plateada bolsa y con delicadeza fememina tomó entre sus manos el exquisito perfume que portaba. Golpeó repetidas veces y con suavidad el cuello del frasco contra la mesa hasta romperlo sin derramar gota alguna del preciado líquido. Luego, con maestría de experta y sin escatimar cantidad ni costo comenzó a verterlo amorosamente en los pies de Jesús. La fragancia inundó la casa completamente.

Al romper el frasco y dejar escapar su aroma percibió al mismo tiempo lo efímero y transitorio 19

que es un apasionado amor de una noche. Esa fragancia era el concentrado de su atormentador pasado. Pero en contraste, despedía ahora el olor de la más pura de las flores, porque cuando aun el más sudo y asqueroso de los pecados se pone a los pies de Jesús, ya no apesta, sino que perfuma, mientras que el pecado guardado en el frasco del corazón es como el agua que no corre: se pudre. Ella rompió el frasco de alabastro porque su corazón ya estaba quebrantado. El Maestro ya la había seducido con ese amor total y desinteresado. Jesús por su parte, se impregnó del perfume femenino, mientras que ella comenzaba a tener el más fino de los perfumes: el suave olor de Cristo. Ya no tenía necesidad del otro. Jesús cargaba con su pecado y lo transformaba. San Lucas nos describe la escena con rasgos tan vivos y elocuentes que es como si nosotros mismos estuviéramos sentados a la mesa. No somos expectadores, sino que formamos parte del cuadro. Teníamos una invitación personal al banquete y fuimos sentados a un lado de Simón. Casi nos parece estar mirando a la mujer y ser miradas por ella; nos estremecemos al contemplar la escena, alcanzamos a escuchar el susurro del murmullo de los fariseos y el rechinido de sus dientes por el coraje. Podemos hasta disfrutar el fino perfume que aromatiza todo el ambiente. 20

Sin duda que esta descripción tan vívida es intencional por parte del evangelista; para hacernos notar que cada uno de nosotros tenemos algo de fariseo cuando nos creemos mejores que los demás y los despreciamos o condenamos. Basta con creer que no somos fariseos para convertirnos automáticamente en el mejor representante de su gremio. Por eso, sentados junto a Jesús y compartiendo la mesa con nuestros colegas del fariseísmo es como debemos contemplar el desenlace de la escena evarqéíca La mujer guardó sllenclo por largos instantes. Luego comenzó a besar dulcemente los pies de ese alegre mensajero que había traído a su vida la Buena Noticia de que Dios la amaba. Alzó su mirada y al no encontrar rechazo alguno por parte del Maestro sus ojos se empañaron con lágrimas de agradecimiento. Jesús no sólo se dejaba acariciar y besar. El mismo posó suavemente su mano sobre ella aceptando de esa manera todo el amor que le era mostrado. Con esta expresión de cariño, el llanto de ella corrió como río de felicidad. Las lágrimas barrieron la pintura de sus ojos y negras gotas comenzaron a mojar los pies de Jesús. Entonces ella, con el ingenio de quien provee amor, improvisó la más original de las toallas: su seductora cabellera.

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ronla:

perdón fue total. En cambio tú has puesto límites al perdón de Dios. Para ti es mejor que Dios no tenga mucho qué perdonarte y no te das cuenta que para Dios cualquier cantidad siempre será poco, pues donde abunda el pecado sobreabunda su amor compasivo. Por otro lado, aunque según tus cálculos sea poco lo que se te debe perdonar, de todos modos ni eso puedes pagar: mereces la misma cárcel que quien debía quinientos.

_Piensas muy bien, Simón, muy bien ... A quien se había equivocado rotundamente al ,..:zgar a la mujer y a su person~, J?SÚSle .~ice que ::;"ensa muy bien. Cuando Slmon se fiJa en el e erior de la copa siempre acierta. Lo malo es que ~ tiene ojos para mirar adentro.

Tú no me diste agua para lavarme, pero sí me condenaste por comer con las manos sucias. En cambio ella regó mis pies con sus lágrimas. Tú no me besaste ni tampoco me ungiste con aceite. En cambio ella no ha dejado de besarme desde que entró y ~asta derramó todo su exquisito perfume sobre

ninguno de los dos tenía con qué pagarle, les perdonó la deuda a ambos. Tú, ¿cuálcrees que le amará más? Simón haciendo un gesto de absoluta seguridad añrmó con lógica matemática: _Supongo que aquél a quien más se le perdonó... Al darse cuenta Jesús que el fariseo había caído e las redes de su propia astucia le respondió con

írala y mírate LuegoJesús añadió: _Mira bien a esta mujer. Tú no la ves como yo, por la simple razón de que no me miras como ella. Yo soy para ella la manifestación de la misericordia de Dios con todos los hombres, especialmente los pecadores. A ella se le perdonó todo. Debía quinientos, y no se le perdonó cincuenta ni cien. Ni siquiera cuatrocientos o cu~trocientos noventa y nueve. El

mI.

Eres tú ,el que te has hecho diferente a ella , , P?rq~e s~gun tu, hay muy poco de qué perdonarte. símón, solo hay un pecado que Dios no te puede perdonar: el pecado que tú no reconoces. Si a ella se le ha perdonado tanto, ¿por qué te extraña que se comporte de esta manera? E"a es diferente a ti sólo en cuanto que su justicia no está basada en buenas obras ni el cumplimie~to de una Ley. Ella es justa no por la ley que siempre produce muerte sino por la 25

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isericordia de Dios. En cambio, la Ley que tú mples, puesto que tienes tu confianza puesta en hace que no reconozcasque me necesitas. Mientras la mujer levantaba su cabeza y ~eacomodaba su pelo sobre su espalda, Jesús se ~ rigió a todos los comensales afirmándoles: - En verdad en verdad les digo: las prostitutas y los pecad~res los aventajarán en el Reino de los Cielos porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja a que alguno que se cree justo se salve... Estas palabras parecieron. dema~iado duras y '" ensivas para algunos que ínmecíatamente se ousíeron de pie y dejaron violentamente la sa~a. Otros rechinando los dientes masticaban su rabl~, ientras Jesús permanecía mirando la copa que el ismo había ensuciado con sus manos sin lavar. En a casa entera se respiraba aquella traqancla de oerdón que contrastaba con la dureza de corazon de ()S que se decían buenos. Tus pecados están perdonados Jesús se volvió a la mujer. La veía diferente. Ella no esquivó su mirada y escuchó algo que ya sabía: - Tus pecados ya están perdonados. Sin embargo, Jesús hizo esta declaración en voz alta para que fuera escuchada por todo aquel que 26

tuviera oídos y se abriera al amor misericordioso y clemente de Dios. Mas fue contraproducente, pues al escuchar a Jesús hablar de esta manera, los fariseos comenzaron a murmurar con indignación. - ¿Cómo es que se le perdonan los pecados a ésta? ¿Por qué ésta que ha pecado tanto ahora ya está sin pecado? Si nosotros nos hemos esforzado en cumplir toda la Ley, ¿en qué está nuestra ventaja si Dios puede perdonar a cualquiera? Ellos no consentían que el amor de Dios se extendiera a los pecadores. Dios, según sus cálculos egoístas, pertenecía en propiedad exclusiva a los cumplidores de la Ley. Para ellos era inconcebible que el Dios tres veces Santo y Justo tuviera algo que ver con los pecadores, a no ser para castigarlos y cordenanos, Jesús venía a dar una imagen herética de Dios que estaba totalmente en contra de la mentalidad legalista y perfeccionista de ellos, pues presentaba un Dios que no condenaba, sino que salvaba, que no castigaba, sino que redimía; que buscaba y amaba a los pecadores para transformar/os ... Tu fe te ha salvado Esta mujer experimentó el perdón y la misericordia de Dios gracias a su fe. No fueron sus 27

obras, ni siquiera el llorar delante de Jesús. El fondo ~ la raíz por la cual Dios la justificó y le perdono la deuda completa que tenía, era su fe en aquel que era capaz de perdonar cualquier pecado.

cabellera humedecida por las lágrimas.

Sin duda que esta mujer ya había creído en Jesús desde antes de entrar en casa de Simón; por eso entró. Mas no era suficiente. Era necesario confe~ar de una manera exterior lo que creía en el corazon. En casa de Simón hizo la profesión pública de su fe.

.La p~z me~iánica no es un tranquilizante psicolóqico, smo la plenitud de todas las bendiciones. Es vida plena, abundante. Es fuerza y capacidad de superar cualquier adversidad. Es salud tanto interior como exterior. Sin embargo, esa paz no puede ser recibida, sino por quien se reconoce necesitado de ella.

No es suficiente pensar que se cree. Es indispensable también manifestarlo de una manera pública dentro de la comunidad de creyentes y confesar delante del mundo que nosotros tenemos a Jesús como nuestro único y soberano Salvador- y Señor. Hay muchos creyentes que nunca dan este segundo paso en su fe y por eso nunca crecen en su experiencia de salvación. Se contentan con creer dentro d~ su casa o en el templo los domingos. Oran nada mas en un cuarto cerrado donde nadie los ve. Es necesario, además de todo lo anterior, hacer pública profesión de su fe y dar razón de su esperanza ante todos los demás para que glorifiquen al Padre que está en los cielos.

Luegoañadió: - Vete en paz.

La mujer sale de casa de Simón con una fuerza que antes no poseía; la paz que la ha recOnciliadocon to~os: con .Dios, consigo misma y con los demás, y aun con quienes se consideraban mejores que ella. El perdón y la paz la restablecieron de tal manera, que la capacitaron para no volver a la misma vida de antes. El perdón restaura y la paz fortalece.

Vete en paz Jesús posó suavemente 28

su mano sobre la 29

2 LA ADULTERA Especialmente durante las fiestas religiosas, la ciudad de Jerusalén se convertía en el centro de las aspiraciones y de peregrinaciones del pueblo de Israel. Miles y miles de piadosos judíos de todos los pueblos que hay bajo el cielo subían a la ciudad de David para celebrar la fidelidad de Yahveh para con su pueblo escogido. Cuenta el evangelio según San Juan al comienzo del capítulo ocho, que al día siguiente de la Fiesta de las Tiendas, Jesús bajó del Monte de los Olivos muy de mañana y se presentó en la amplia explanada del Templo. La llegada del célebre y controvertido predicador de Galilea motivó que la mayor parte de la gente que venía a la oración matutina no entrara en el Lugar 31

Sagrado, sino que permaneciera escuchando atentamente las palabras enseñandas con autoridad que salían de la boca del Maestro. Las cosas no comenzaban ortodoxamente. El Templo estaba vacío mientras que el atrio se encontraba abarrotado. Adentro estaban los letrados que no tenían a quién trasmitir sus profundos conocimientos. De esta forma el Templo del Dios de Israel se comenzaba a derruir. Sus paredes se caían y pronto no quedaría piedra sobre piedra. Dios no había soportado estar encasillado en cuatro muros, escondido atrás de una cortina, rodeado de oro, púrpura e incienso. Cansado de los sacrificios vacíos, se había escapado de su prisión y peregrinaba en Galilea, navegaba en el mar de Tiberíades, osaba entrar en la tierra de los samaritanos pecadores y salía de su escondite para respirar aire puro, perfumado de eucaliptos y olivos del Monte que quedaba al oriente, ya que el humo con olor a carne quemada le provocaba asco. Yahveh no soportaba más ser tratado como Dios de muertos. Renunciaba al trono de gloria que lo separaba de los hombres y venía a poner su tienda en medio de su pueblo. El no estaba de acuerdo en ser considerado detrás de una caja registradora

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contando los méritos y sumando las obras malas de cada persona para luego pagar a cada uno de acuerdo a sus acciones. El no tenía regla de cálculo para medir su amor. Los escribas y sacerdotes se habían convertido en prof?~ionistas autóm~~as que habían extinguido el Espírítu de la Elecclon y la Alianza. Ya no re~onaba vi~rante la voz de los profetas, sino las eXlg:ntes mlnu.cias del legalismo. La religión se habla convertido en ritualismo y formalismo meramente exterior. El mismo Templo se había transf~rmado en una cueva de ladrones y comerctantes, La religión de Israel agonizaba, al mismo tiempo que despuntaba una nueva era de gracia y de verdad para la humanidad. El lugar más sagrado motivo de legít.im.oorgullo para Israel, estaba a p~nto de ser sustítuído. El oro, la plata y las maderas preciosas no se comparaban con la gloria que habría de venir. Los sacerdotes con sus suntuosos ornamentos y sus continuos sacrificios estaban a punto de ser remplazados para siempre. Salomón había edificado un templo para ser lugar de encuentro de Dios con su pueblo. Pero tanta purificación y condición para entrara él, aparte de los diferentes muros o cortinas que había que traspasar, hacían prácticamente inaccesible la comunión de Dios con el hombre. 33

Sólo los puros, los santos y los cumplidores de toda la Ley merecían estar delante de la presencia de el tres veces Santo. El Templo, en vez de ayudar al encuentro parecía que lo dificultaba. Era necesario un nuevo Templo no hecho por mano humana. . . Jesús, Dios y hombre, era el Nuevo Santuario, único y verdadero lugar de encuentro de la divinidad con la humanidad. iJesús era el nuevo altar y el nuevo sacrificio, el nuevo, único y eterno Sacerdote! En dicho Templo no había muros de separación. Podían venir a él todos, especialmente los pobres y los pecadores, tanto los judíos como los griegos. Dios, repetía el predicador de Galilea constantemente, ama de manera particular a los pecadores. Con atrevimiento afirmaba: - No cambien su vida para venir a El.Vengan a El y su vida se transformará. Esta predicación chocaba diametralmente con las rigurosas enseñanzas de los escribas y fariseos, a la vez que encendía la ira y envidia de los sacerdotes que veían a Jesús como un elemento peligroso que atentaba y competía contra la primacía del Templo de Dios. Pero eso no- era todo, Jesús acostumbraba sentarse en el Pórtico de Salomón o frente a la Puerta Hermosa y desde allí proclamar que todos los 34

hombres, aun los pecadores, eran hijos amados de Dios y perdonados incondicionalmente por El. Este mensaje resultaba insoportable para los responsables de la fe y la pureza de la religión de Israel que eran tan exagerados y rigurosos respecto a la santidad y moralidad de los que entraban al Templo. EstabaJesús esa mañana rodeadode la gente más pobre y sencilla, de aquellos que eran despreciados por los fariseos, cuando de pronto un creciente alboroto interrumpió la enseñanza: varios hombres, jalonando a una mujer semidesnuda, con cabellera desordenada y pies descalzos, llegaron hasta en medio del grupo que los miró sorprendido. En un escondite improvisado esa mujer había pasado la noche con un hombre que no era su esposo. La luz del amanecer la había encontrado aún dormida y abrazada con él: lo que permitió que aquel~oshombres la sorprendieran, la condenaran y estuvieran a punto de ajusticiarla. Su desnudez fue cubierta por insultos y provocaciones de hombres necios que acusaban sin razón, siendo ellos la ocasión de lo mismo que culpaban. Inmediatamente todos ellos tomaron piedras de diferentes tamaños para arrojarlas contra la pecadora. Al ejecutar la pena de muerte por lo 35

menos se sentían mejores que "la culpable". Estaban ya a punto de hacerla, cuando los astutos enemigos de Jesús quisieron aprovechar el inesperado caso para poner a prueba al famoso predicador de Galilea, y de esa manera poder tener dos condenadosa lavez. Por esta razón fue que esa limpia mañana se precipitaron en tropel desordenado a la explanada del Templo donde se encontraba Jesús predicando el amor de Dios para los más necesitados. El relato evangélico nos transmite con rasgos vivos e impresionantes cómo le presentaron a Jesús aquel penoso caso, exigiéndole una posición definida. - Maestro. Lo llamaron con este título de manera irónica, pero al mismo tiempo con un acento de adulación. Y luego continuaron dando clase de moral y Ley a aquél a quien habían reconocido como "maestro": - Acabamos de sorprender a esta mujer en pleno adulterio ... Moisés nos mandó apedrear a este tipo de mujeres ... ---Citaron Libros con capítulo y versículos donde _ estaba grabada la ordenanza del legislador,(Dt 22,22ss; Lv 20,10); pues la sabían al pie de la letra. Luego, disimulando una sonrisa de satisfacción bajo sus blancas barbas, añadieron una

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pregunta que parecía inocente pero que encerraba una trampa mortal: - Tú ¿qué opinas? ¿La matamos o te opones a la santa Ley de Moisés? Mientras el más viejo de ellos le ofrecía una piedra para que iniciara la lapidación, el Maestro se dio cuenta que si absolvía a la pecadora esto significaría su oposición a la santa Ley del Sinaí. Sin embargo, el condenarla iba totalmente en contra de su mensaje de amor y perdón. Parecía pues, encerrado en un callejón sin salida. Sin responder palabra alguna se sentó y comenzó a escribir con su dedo en la tierra. Impacientes por la contestación del Maestro. También ellos se habían dado cuenta de la escabrosa situación y que no sería fácil salir bien librado de ella. Sin embargo, allí en la punta del dedo estaba la sabia y profunda respuesta que ninguno de los circunstantes comprendió; la tierra, el barro en el que Jesús escribía era la contestación que el Maestro les estaba dando; pero, ellos eran ciegos que necesitaban que alguien les abriera los ojos, tal vez untándoles ese mismo lodo en los párpados. Al señalar Jesús el polvo con su dedo, les estaba ya respondiendo. Pero ellos, incapaces de entender sus palabras, menos podrían interpretar su silencio.

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Lo que Jesús quería decirles cuando escribía en la tierra era: - Miren este polvo del que todos los hombres han sido formados. Esta mujer fue hecha de barro, por eso es débil y frágil. Tan pecadora como el hombre con quien pecó. No olviden que también ustedes fueron hechos de barro, ¿por qué, pues, acusan y quieren la muerte de alguien que es igual que ustedes? Condenarla, incluye la sentencia para cada uno de ustedes, y yo no vine para condenar, sino para salvar. Jesús esperó un poco de tiempo para que el Agua Viva de su mensaje penetrara en los corazones resecos de los acusadores. Sin embargo, aquellos hombres eran de roca, impenetrables, cerrados a la salvación. Ellos insistían con su actitud y presionaban aún más a Jesús para que les diera una respuesta concreta. Le forzaron de tal manera para que se definiera por alguna de las dos partes, que entonces se puso de pie, los miró de frente a todos y les dijo con solemne autoridad: - Aquel de ustedes que esté limpio de pecado, que le tire la primera piedra. Jesús volvió a inclinarse y, mientras acariciaba con sus manos la tierra, un tenso silencio inundó el 38

ambiente. Nadie se atrevía a iniciar la lapidación. Como ejército vencido en campo de batalla, escribas y fariseos emprendieron la retirada, comenzando por los más viejos. Todos se alejaban escondiendo bajo sus mantos las piedras asesinas, mientras sus dientes rechinaban de ira. Ninguno de ellos entendió el mensaje de Jesús. El Maestro jamás les dijo: "el que tenga pecado que se vaya". Por el contrario, él siempre había predicado: "yo no vine a buscar a los justos sino a los pecadores; vengan a mí los pecadores que yo los aliviaré y perdonaré en el Nombre de Dios". J.esús no acusó a nadie. Ni siquiera a los escribas. El no había sido enviado a condenar a los pecadores, sino a salvarlos. Fueron ellos mismos quienes se condenaron. Se reconocieron pecadores, pero en vez de quedarse donde podían recibir el perdón, se fueron a sus casa cargando las piedras de la acusación. ~na vez que todos se fueron se podía respirar un ambiente de paz y perdón. Jesús seguía mirando con ojos de mirsericordia y compasión aquella tierra de la que todo hombre había sido hecho. A unos cuantos pasos, de pie, inmóvil y con su vista en alto estaba la mujer que había sido salvada de morir apedreada. Jesús seguía agachado en el suelo sin mirarla, tal vez porque la estaba viendo en el espejo del barro del suelo. 39

Todo había cambiado. Los escribas habían llegado ante Jesús ofreciéndole el birrete de juez, cosa que él nunca aceptó. No le interesaba la presidencia del tribunal; él ya había tomado partido desde un principio, y no le estaba permitido ser juez y parte. El estaba del lado de la acusada. El tribunal se había disuelto; ya los acusadores habían retirado sus cargos y los testigos habían huido. La mujer había quedado sola frente a Jesús. No se había ganado el juicio. Simplemente nunca lo hubo. Luego, Jesús se incorporó. La miró de frente y le dijo: - Mujer. A ella que ya no era considerada mujer; ella la que había perdido su dignidad femenina; ella, juguete de hombres, sin dignidad y acusada por los que se creían mejores; ella, la pecadora, es llamada con el título más grande: mujer. Sólo cinco mujeres reciben de Jesús este glorioso nombre entre ellas su madre María. Si para otros la adúltera ya no era una mujer y merecía la muerte, para Jesús es una mujer con toda la dignidad y el significado de la palabra. El Maestro le devuelve la dignidad perdida y con una sola palabra suya, la transforma en mujer. 40

- ¿Nadie te ha condenado? - Nadie, Señor. - Ni yo tampoco. Ni uno solo. Ni los jóvenes y menos los viejos, tampoco Jesús ni sus discípulos. A Jesús y a los suyos no les tocaba condenar, mucho menos a los escribas y fariseos. Pero hay algo más: tampoco la mujer pecadora debía ser juez y verdugo de su propio caso: ella no podía acusarse ni condenarse a sí misma, sino que así como Jesús le devolvió la dignidad perdida, ella había de recobrar su propio valor ante sí misma. Ella, perdonada por Jesús, se debía perdonar a sí misma; nunca reprocharse ni menos condenarse. Ya era una mujer nueva y todo lo viejo había pasado. - Vete, y no peques más. Este imperativo no es un mandato como los de la antigua Ley de Moisés, sino una fuerza y una capacidad para no volver a pecar. Jesús le ha cambiado el corazón para que nunca manche su dignidad recobrada. Al hacerla mujer la hace como Eva en el paraíso, como María su madre. Jesús tiene plena confianza en ella para que también ella tenga confianza en sí misma. Los fariseos no habían traído una mujer sino una pecadora. Jesús por su parte, no recibió una pecadora, sino una mujer. Los escribas venían 41

cargados de ambas manos: en una, portaban la Ley, letra que mata; y en la otra, las piedras para la ejecución. Siempre que una persona es puesta frente a la Ley, invariablemente recibirá sentencia de muerte. Pero si se coloca frente a la misericordia de Dios el resultado será siempre perdón y restauración. El perdón es la fuerza que Jesús concede para no volver a pecar. El perdón no sólo limpia la ofensa, sino que capacita al perdonado para no volver a cometerla. Por el contrario, la acusación y condenación, siempre cierran la puerta a la recuperación. El perdón sin juzgar es no sólo un acto de amor, sino un poder divino que capacita al perdonado para no volver a caer en la misma falta. La mujer perdonada ya no podía pecar. Habiendo recibido amor en plenitud, ya no tenía que mendigar los cálidos amores de una noche pasajera. Ya no tenía necesidad de parches de amor, puesto que llevaba un vestido todo nuevo. Conociendo el verdadero amor ya no podía aceptar disfraces ni falsificaciones. Ella había hecho de su cuerpo un juguete, tal vez obligada por circunstancias que desconocemos, tal vez por pasión, tal vez por soledad, tal vez porque la sociedad la empujó a ello, tal vez. .. Pero en el 42

fondo fue porque había sido hecha de barro, de polvo de la tierra, y no podía reflejar sino lo débil y frágil del corazón humano. Y ese polvo y ese barro fue presentado ante Jesús. Ella no se excusó, ni se justificó ni le echó la culpa al otro. La que era tierra estaba frente al que era Agua Viva para convertirse en barro tomado en las manos de Dios para ser nueva criatura por el Espíritu Santo. Ella, enlodada por el pecado del mundo, era lavada y santificada en el nombre de Jesús y el Espíritu Santo de nuestro Dios. Ella, que estuvo a punto de ser apedreada, se encontró con la Piedra Angular para reconstruir su vida. Jesús no sólo le había salvado la vida, sino que le había dado un nueva vida. Allí donde abundó el pecado sobreabundó la gracia porque esta mujer tuvo un encuentro personal con Jesús que no vino a condenar a nadie, sino a traer vida y vida en abundancia. Benditos acusadores que la llevaron a Jesús. Tal vez sin ellos nunca se hubiera dado este maravilloso encuentro. Ellos también entraron en el plan de Dios. Sin embargo, ellos, los acusadores, regresaron acusados y nunca perdonados, mientras que la acusada fue perdonada por Jesús y por sí misma.

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3 ZAQUEO Había un hombre llamado Zaqueo "En aquel tiempo" había en Jericó, ciudad de palmeras y perfumes, un hombre pequeño y controvertido más allá de las murallas de su ciudad, a quien nada le faltaba, excepto estatura. Tenía abundancia de riquezas, de pecados y hasta de enemigos que continuamente lo criticaban. Aliado con el poder imperialista del invasor romano, consiguió un modesto puesto como recolectar de impuestos, lo cual le mereció inmediatamente ante todo el pueblo el título de "publicano" sinónimo de traidor y pecador. Desde temprana edad se había propuesto ser feliz

y para ello optó por el camino de adquirir todo lo que el mundo ofrece. Consiguió riquezas, se casó con 45

una bella y noble mujer, compró una mansión junto a la Fuente de Eliseo, pero jamás logró la paz que brota como fruto de la justicia, ya que tras su inmensa fortuna se encondían, clamando urgente venganza, el sudor y el hambre de muchos pobres que habían sido explotados por su codicia, abusos y extorsiones.

Por todas estas razones y otras más que desconocemos Zaqueo se había convertido en un pecador empedernido y un hereje sin remedio, por lo cual fue considerado como pagano, apátrida y renegado. Por tanto, lo expulsaron de la sinagoga y ya nunca más se le podría rconocer como miembro del pueblo elegido.

Jefe de un grupo de recolectores de impuestos.. . y rico

Trataba de ver quién era Jesús

El nunca se peocupó por desmentir la opinión pública, al contrario, trabajando horas extras destacó pronto entre sus colegas, y por su lealtad incondicional al imperio del César rápidamente tuvo un considerable ascenso. "Jefe de un grupo de recolectores de impuestos", lo cual le aumentó, como él aumentaba los impuestos, su ya triste y penosa fama en toda la región, de tal forma que hasta los perros le ladraban y ningún niño se le acercaba. Este ascenso, como todos los ascenos políticos de "aquellos tiempos", le hacían trabajar menos pero ganar más dinero. Curiosamente, por extrañas coincidencias de la vida, no había recolector que no fuera rico; lo cual demuestra que en "aquellos tiempos" los impuestos no eran siempre usados para el beneficiio común o el bienestar social, sino para satisfacer intereses particulares e individualistas. 46

La gran riqueza del pequeño Zaqueo era contrastante, pues había algo que todavía le estaba haciendo falta ... En cuanto supo que el buen Jesús volvía otra vez a Jericó se llenó de esperanza su corazón. Desde esos momentos tomó la firme determinación de que habrfa de verlo, ahora que regresaba con su caravana de amor, paz y alegría. El organizado y previsor comité de recepción dio con tiempo todos los detalles: Jesús llegaría exactamemte al medio día. Entraría por la puerta norte y atravesaría la ciudad por la calle recta que iba desde la puerta occidental hasta la sinagoga. Zaqueo se levantó más temprano que nunca, pero su esposa no pudo prepararle el desayuno, ya que "en aquellos tiempos" las esposas hermosas se embellecían muy lentamente y se cambiaban tres vestidos antes de decidirse por otro diferente. Además, aquella mañana, el pequeño hombre estaba 47

nervioso y con más prisa que nunca. Arregló rápidamente los asuntos más urgentes y no quiso ni escuchar a un hombre pobre que le reclamaba por una injusticia en su contra. .. según Zaqueo, si atendía todos los reclamos no terminaría nunca. Habiendo dejado claras instrucciones a sus subalternos, Zaqueo se dispuso para encaminase a la avenida central. El sol brillaba intensamente en las desiertas calles. Viejos y niños, pobres y ricos, mujeres y hombres, habían dejado casa y oficio para ir a recibir al famoso taumaturgo. Llegó a una esquina y dio vuelta a la derecha para encontrar un lugar desde donde pudiera ver pasar al Maestro de Galilea. Desgraciadamente todos los sitios estaban ocupados por la inmensa multidud. Zaqueo, por su pequeña estatura, sólo necesitaba un reducido espacio, pero ni ése le fue concedido, ya que desde temprana hora todo mundo había salido de su casa para ganar el mejor lugar y muchos habían cargado con sus enfermos en camillas y los habían colocado a los largo de la calle. En fin, toda la ciudad se había dado cita en un solo tramo y era del todo imposible tener un lugar reservado. Zaqueo estaba en la última fila. Esto no hubiera importado mucho, pero el rico Zaqueo era exageradamente bajo de estatura y lo único que podía ver eran las espaldas y cinturas de los que estaban adelante. Aunque se paraba de puntitas y 48

alzaba el cuello, todo era inútil; absolutamente nada podfa contemplar.

nada,

Sin embargo, no se desanimó. No bajó la vista al suelo como un derrotado. La solucón estaba en el cielo y hacia allá dirigió su mirada, ... aquel frondoso árbol grande que estaba en la esquina de la calle era la solución.

Se adelantó corriendo Describe deportivamente San Lucas que en cuanto Zaqueo vio aquel sicómoro, se arremangó la túnica para correr velozmente, levantado el polvo de la calle hasta que llegó al pie del árbol. Zaqueo, como todos los hombre importantes de "aquellos tiempos" , tenía prisa para todo y por eso siempre corría; pero esta vez había roto todas las marcas.

Se subió a un sicómoro Como un niño que se propone hacer una travesura, dio antes un vistazo alrederor para percatarse si alguien lo veía. Todos los ojos etaban fijos en él esperando que hiciera cualquier cosa para condenarlo. Si Zaqueo quería en verdad ver pasar a Jesús tenía que subirse hasta arriba de aquel frondoso árbol. Pero, ¿que diría toda esa gente? Había que desafiar al ridículo, la crítica y la burla de la multitud expectante que ni parpadeaba.

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Mas, Zaqueo ya estaba decidido desde antes. Por eso, se quitó el manto de seda importada y lo dejó tirado en el suelo. Es decir, se desprendió de su dignidad y su prestigio. Se olvidó que era el famoso "Don Zaqueo" para convertirse en el niño Zaqueito que se subía descalzo a los árbles a ver los nidos de los pajarillas. Al despojarse del manto del respeto humano dejó las apariencias mundanas por los suelos. Para ver pasar a Jesús tuvo que hacerse como un niño. Rompió con el mundo y sus apariencias; y arremangando su túnica con una mano, comenzó a ayudarse con la otra para trepar al sicómoro. El viejo sicómoro extendía generosamnte sus largas ramas por en medio de la calle como dando una gran bienvenida a Jesús. Arriba y sentado a su fresca sombra, precisamente en la rama que daba al centro de la calle, estaba un hombre que había ganado el mejor lugar para contemplar el desfile. Como un niño, columpiaba sus pies y aplaudía con sus sandalias de cuero, mientras ofrecía gratis el poco discreto espectáculo de enseñar a todo el mundo sus calzones "Petrus Cardin". Zaqueo previamente se había desafiado a sí mismo y habieno ganado esa batalla, que era la más difícil, podría afrontar a la multitud entera que no tardó en comenzar a señalarlo con el dedo. 50

Inmediatemnte, según costumbre de "aquellos tiempos", las mujeres comenzaron a criticarlo y los hombres a burlarse de él con sarcasmos. A Zaqueo ya no le importaba nada de eso, pues había roto con "el qué dirán". Prefiriró quedar mal ante todo el pueblo que quedar mal ante sí mismo, pues se había propuesto ver a Jesús a cualquier precio. Zaqueo ya había muerto a su prestigio, su dignidad y asímismo. Era ya el medio día y Jesús se acercaba. Los gritos le anunciaban, los aplausos le precedían. El Maestro llegaba a tiempo, todo según el programa. La gente se olvidó de Zaqueo y se asomaba al centro de la calle por donde Jesús venía con sus apóstoles, entre los cuales, claro, Pedro estaba en primer lugar, delante de todos. Nunca se había presenciado fiesta igual en todo Jericó.

Jesús, llegando a aquel sitio, alzó la vista Todo hubiera continuado según el programa previsto por las autoridades civiles y religiosas de la ciudad, a no ser que cuando Jesús llegó al árbol en donde estaba encaramado Zaqueo, se detuvo bajo su sombra. Algo importante se presentía en el ambiente. Todo mundo guardó un respetuoso y atento silencio ... Jesús volteó la vista a lo alto del árbol, como buscando alguna fruta madura ... y, allí 51

precisamente en la rama del centro, descubrió los alegres ojos de Zaqueo que eran como dos dulces y frescas uvas. Por primera vez en su pequeña vida, el rico veía a alguien debajo de él. Jesús también lo miraba ... Luego con voz imperativa le ordenó:

- Zaqueo baja pronto porque conviene que hoy me quocJeen tu casa. Jesús le llama por su nombre: Zaqueo, el cual, irónicamente, significa "el justo, el puro". El pecador es llamado justo, porque a los ojos de Jesús no es un pecador, sino un redimido. Ante Jesús todo pecador se transforma en un rescatado. Así siempre lo ve él. Si se pudiera sintetizar el Evangelio con tres palabras sería: "Jesús y Zaqueo", ya que éste siendo pecador ante los hombres, es justo ante Jesús. Jesús justifica siempre al pecador. Bájate aprisa: Zaqueo, no te andes por las ramas. Pon tus pies en el suelo y deja los árboles para los pajaritos del cielo. Baja a esta tierra de la que fuiste hecho y a la cual un día tornarás sin lIevarte cosa alguna de lo que tienes. Sólo hay una cosa importante en esta vida y por eso no conviene que te andes por las ramas ... Zaqueo ya era fruta madura en el árbol de la conversión; por tanto, debía descender aprisa, ya que fruta madura que no se desprende del árbol, se pudre. Para Jesús, Zaqueo ya estaba maduro; había 52

renunciado a las complacencias del mundo y a quedar bien ante los demás. Zaqueo ya había muerto a sí mismo para dar oportunidad a una nueva vida. Estaba maduro y había que cortarlo inmediatamente. Jesús llevaba mucha prisa. Conviene

que hoy me quede en tu casa

Jesús no le pidió permiso. El mismo se autoinvitó. El Hijo del hombre había sido enviado a buscar y salvar a los pecadores y se encontraba frente al peor de todo Jericó. Por tanto, no había tiempo que perder. El Maestro no preguntó si había hospedaje o comida para él y su comitiva, porque seguramente se le hubiera respondido que no. Prefirió decidir él: me voy a tu casa. Zaqueo no tenía opción. Jesús bajó del árbol a Zaqueo para lIevarlo a su realidad, a su casa, donde estaba su hermosa mujer; sus hijos y sus riquezas. Jesús tenía un plan que iba a realizar dentro de aquellos muros con tapices persas, jarrones de alabastro y porcelanas importadas. Bajó rápidamente De un birnco, saltó y descendió, mientras su túnica se le abría como paracaídas. Sacudió el polvo de sus sandalias y recogió su manto tirado y pisoteado por la gente; sin doblarlo se lo puso bajo 53

el brazo y encabezó el desfile junto con Pedro y Mateo, antiguo colega del mismo oficio. Sonriente y entusiasmado, con pasitos rápidos y cortos, llegó a la esquina y para dar vuelta a la izquierda se abrió camino entre la valla humana. Naturalmente que cuando el desfile cambió de rumbo todo el mundo se contrarió. La gente comenzó a criticar tanto a Zaqueo que se llevaba al Maestro como al mismo Jesús, por la clase de gente con la que se juntaba. Jesús ya no iría a la sinagoga donde lo esperaban noventa y nueve justos puestos de pie; prefirió ir a buscar una oveja perdida ... Por eso, el jefe de la sinagoga se puso verde de coraje ya que esa mañana estrenaba una amplia y larga túnica con filacterias de oro, había puesto nuevas las siete velas del candelabro y hasta tenía preparados unos grandes cestos para la colecta de esa mañana que prometía ser más abundante que nunca.

bella mujer de alta estatura que gustaba de los perfumes de las Galias y que portaba un rico vestido recamado con una banda de lino blanco que abrazaba su delgada cintura. Vestía manto de seda de Damasco y zapatos de cuero, adornada con joyas y brazaletes, un collar de perlas finas y un anillo de oro en la nariz, aparte de los pendientes de marfil y el velo de seda que hacía más misteriosa y femenina su belleza. Sus negros ojos se clavaron fijamente en su marido exigiendo una pronta y satisfactoria explicación del hecho. Zaqueo, levantado su vista le contestó lleno de alegría y entusiasmo. - Querida, Jesús, el de Nazareth, viene a casa ahora mismo. '.. Doña Zaquea permanecía muda con silencio de insatisfacción. - ... pero, te juro por el oro del Templo que yo no lo invité. El se invitó solito ...

_Lo recibió con alegría Z~queo abrió las puertas de sucasa de par en par; entro sonriente y dando brincos de alegría. Era el día más feliz de su larga vida y su corta estatura.

Doña Zaquea, no se oponía a una visita de tal naturaleza. Pero, ¿toda esa gente de la calle? Por eso laqueo continuó su explicación:

Podemos imaginar el susto que se llevó doña Zaquea 1 cuando se dio cuenta de la invasión de su casa. La señora, en contraste con su esposo, era una

Según las últimas excavaciones genealógicas del padre Diego Jaramillo,éste era el nombre de la esposa de Don Zaqueo.

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- Es que él nunca viene solo. Si lo recibimos, tenemos que acoger también a los suyos... Doña Zaquea, que bien sabía lo avaro que era su marido, se maravilló de lo espléndido que se comportaba. De una cosa sí estaba segura: munca lo había visto tan feliz! Quedando ella satisfecha, su esposó continuó con más confianza: - Te presento a Mateo; es un excolega que ahora es de los incondicionales del Maestro ... Con la sopresiva llegada de Jesús, inmediatamente toda la casa se convirtió en actividad y los preparativos se comenzaron a toda prisa. Zaqueo, acompañado de Mateo, fue a llamar a los otros recolectores de impuestos mientras la señora daba órdenes en la cocina, de donde salió corriendo un criado cuchillo en mano, tras el cordero cebado para matarlo.

- No se afanen ni se preocupen por los quehaceres. No hay necesidad de todo eso. Es mucho más importante lo que yo voy a hacer en ustedes que lo que ustedes quieren hacer por mí ... Ellos obedecieron humildemente. Zaqueo no se sentó en el brocal del pozo, pues le colgarían los pies; prefirió desamarrar las correas de sus sandalias y acomodarse en el suelo, recargándose en el brocal del pozo de piedra. La elegante señora se sentó en un banco de cedro de Líbano, junto a una de las estatuas griegas que había en el jardín. También allí estaban los dos pequeños, llamados Zaqueito y Zaqueita. Mateo se sentó. junto brevemente y en voz baja:

a Zaqueo

y le dijo

Jesús, por su parte, descendió la escalinata de mármol que le conducía al jardín y se sentó en el brocal del pozo, el cual era un poco alto. Bien pronto la servidumbre trajo aceitunas y dátiles en unas bandejas de plata. El aperitivo era un fino vino de las Galias servido en copas de cristal cortado.

- Yo era igual que tú; pero una mañana que estaba sentado en el despacho de impuestos entró este carpintero. Yo pensé que venía a pagar impuestos pero se quedó mirándome y simplemente me dijo: "Sígueme". Esa tarde comió en mi casa y allí entendí que él no había venido por los justos, sino por nosostros, los pecadores. No son los sanos los que necesitan del médico, sino los enfermos ...

Jesús llamó a Zaqueo y a su esposa, y le dijo en voz baja:

También allí estaban los colegas de Zaqueo y otros más de la mafia y la política que, por extrañas

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coincidencias de "aquellos tiempos", solían trabajar juntos en algunos negocios.

cerca; no hilan ni tejen, y ni el riquísmo rey Salomón se vistió como uno de ellos...

Todo estaba fríamente calculado por Jesús. Su plan no era convertir a Zaqueo cuando se encontraba encaramado en el sicómoro de la esquina de la calle. Prefirió lIevarlo a la sombra de aquel árbol de mostaza donde cantaban alegremente las aves del cielo.

Tanto Zaqueo como doña Zaquea estaban profundamente conmovidos por las palabras del Carpintero de Galilea que no hablaba como los

Cuando ya todo mundo estaba en silencio y atención expectante, Jesús comenzó a decir con claridad y autoridad: - La vida de ninguno está asegurada por las riquezas que posea. Por eso no connviene amontonar tesoros para esta vida, donde la polilla los corroe y los ladrones roban. ¿No se dan cuenta que donde está su tesoro allí está su corazón? Mientras, colocaban delante un exótico platillo oriental con hierbas amargas y miel silvestre con dátiles. Jesús continuó: - No se preocupen por lo que van a comer. Miren los pajaritos que están cantando arriba de este árbol. Ellos no siembran ni cosechan y mi Padre celestial todos los días los alimenta. Tampoco se preocupen por los bordados damasquoos las sedas y los encajes de Tarsis. Miren aquellos lirios del campo más allá de la 58

escribas ni como el jefe de la sinagoga. En seguida, Jesús, poniendo su mano derecha sobre la cabeza de Zaqueo, dijo: - Nadie, por más que quiera centrímetros a su estatura ...

añadir

unos

Zaqueo asintió con su cabeza, dándole toda la razón a Jesús, el cual continuó: - Entonces ¿por qué se angustian? Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se le dará por añadidura. Zaqueo, ten cuidado de toda tu codicia. No te precupes por llegar a ser rico. Preocúpate porque ya lo eres. Es mejor atesorar para las etemas moradas: vende tus bienes, da limosna y entrega tus tesoros a los pobres. De esta manera obtendrás un tesosro en el cielo. Zaqueo volteó a ver a su mujer la cual estaba igualmente en un rápido proceso de conversión. Jesús le había tomado también el corazón y comenzaba a desprenderse de sus anillos y collares. 59

Puesto en pie

Hoy ha llegado la salvación a esta casa

El rico de Jericó tomó en esos precisos momentos otra inmediata decisión que no podía esperar más. Se levantó del suelo donde estaba sentado. Sin siquiera sacudirse la túnica, se subió de un brinco al brocal del pozo desde donda pudiera ser visto y oído por todos, dirigiéndose a Jesús, dijo en voz alta:

Cuando Jesús escuchó la confesión sincera y decidida de Zaqueo le dijo:

- Señor, ahora mismo doy lamitad de mis bienes a los pobres. Y de la otra midad que me queda, si es que en algo defraudé a alguien, le daré cuatro veces más de lo que le quité. Jesús había logrado su cometido: que el peor de todos lo pecadores de Jericó se abriera al amor misericordioso y providente de Dios. Por su parte, doña Zaquea ya se había quitado sus brazaletes que eran como grillos que la encadenaban experimentando así la libertad de no depender de las cosas de este mundo. Cuando la vio su esposo le dijo: - Nunca me había dadocuentaque tú eras más hermosa que los collares de oro y marfil que llevabas. El resplador de tus joyas no me dajaba descubrir la luminosidad de tu mirada. Ya no necesitastodo eso. las estatuas griegas del jardín estaban mudas de asombro y si parpadeaban era de pura incredulidad. 60

- Hoy, este día, al entrar yo en tu casa, entraba la salvación a tu hogar. Quien me recibe a mí ya los míos encuentra la salvación. Jesús no rechazó ni al rico Zaqueo ni a su riqueza. Se fue con él y entró a su casa. Se sentó en los cojines importados y comió la exquisita comida frente a los tapices persas y las estatuas griegas. Jesús amó tanto al rico Zaqueo que éste renunció libremente a sus riquzas. ¿De qué hubiera servido que Jesús rechazara las injustas riquezas de Zaqueo si éste continuaba apegado y dependiendo de ellas? Aceptó tanto al rico,que fue el mismo Zaqueo quien prefirió a Jesús, Perla preciosa, más que a sus riquezas. Cuando Zaqueo percibió que no era posible servir a dos señores escogió sin titubear al Señor de las cosas, renunciado voluntariamente a ellas. Ese día, como casi todos, no hubo ningún convertido en la sinagoga, mientras que en la casa del rico de Jericó se convertía no sólo un hombre, sino una comunidad familiar. Jesús no convirtió a Zaqueo cuando estaba encaramado en las ramas del sicómoro columpiando 61

sus pies en el aire. Quiso lIevarle hasta su casa, al lado de su esposa y junto a sus hijos. El plan de Jesús no era sólo tansformar a un individuo, sino a una comunidd, ya que si la hermosa señora seguía con las mismas exigencias de la vida de antes, Zaqueo hubiera tenido que volver a robar y hacer trampas en las cuentas para satisfacer todas las superfluas necesidades de la belleza femenina. Por eso Jesús actuó de la forma más inteligente: no convirtió a un hombre aislado, sino a toda la familia.

Este también es hijo de Abraham Según el implacable juicio de la Ley, al asociarse con Zaqueo al poder del invasor pagano se había convertido automáticamente en enemigo del 'pueblo de Dios, desheredado de la Promesa. Sin embargo, Jesús lo lleva hasta su raíz, hasta el padre de la fe. Si laqueo no era considerado miembro del pueblo de Israel Jesús le dice que ciertamente es un hijo de Abraham, porque ha tenido fe en él y creído en su palabra de Vida eterna. O sea, que aunque no se pertenezca al pueblo de Israel se puede pertenecer a la familia de Abraham, constituyéndose así un pueblo nuevo, una nueva familia.

azul y blanca con una estrella de seis picos. Todo el que cree en Jesús forma parte de la descendencia de Abraham.

El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. La familia de Abraham no está compuesta por los cumplidores de la Ley, sino por los pecadores que han sido buscados y encontrados por Jesús, y le responden con un valiente y decidido acto de fe. Jesús permaneció todo e I día y la noche en la casa del neoconvertido, participando de la paz y alegría que brota de la justicia. Si Jesús había entrado a una cueva de ladrones, al día siguiente salió del templo de una familia convertida. Jesús no fue a la sinagoga, pero sí estuvo en un templo no fabricado por mano humana, donde en Espíritu y en Verdad se le reconoció como Señor.

Al nuevo pueblo de Israel no se pertenece por la sangre ni por la carne, tampoco por una credencial

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5 BARRABAS Nadie, ni en este mundo ni en el otro, ha hecho tantas barrabasadas como Barrabás. Todo lo que hacía y decía siempre era una auténtica e infalsificable barrabasada. Si unimos los relatos del Nuevo Testamento donde encontramos noticias sobre él, nos damos cuenta que fue asesino, salteador, amotinador, revoltoso y sedicioso; aunque sin dudas es mucho más lo que se calla de este hombre bárbaro de aquellos tiempos. Como es de suponerse tenía un amplio registro en los archivos de la policía y siempre ocupaba los primeros lugares de la lista negra de los delincuentes más buscados. Hasta se había ofrecido una valiosa recompensa por su captura; o, de preferencia, por su cadaver. 81

camaradas de campaña. Estaba dispuesto a morir ......rellos. Barrabás fue aprehendido por luchar y buscar la eración de su pueblo. Por esta razón, sin juicio ~. defensa, fue inmediatamente condenado a la más ergonzosa de las muertes: la muerte de la cruz. Estaba irremediablemente destinado a morir y o había quien pudiera salvarlo. No existía caudillo capaz de incendiar el cuartel de la Fortaleza Antonia , así liberarlo. Estaba preso y no saldría de allí sino rumbo al patíbulo. Sería vergonzosamente crucificado y su cadáver expuesto para escarmiento de todos los que se atrevieran a soñar en la liberación de Israel. Así castigaba Roma a todo aquel que trataba de escaparse de su dominio y opresión. El no sabía cuándo, pero tarde o temprano, sería ejecutado. En cualquier momento lo sacarían de la cárcel cargando un pesado madero que llevaría hasta fuera de los muros de la ciudad. Su estancia en los calabozos hizo crecer más y más su odio a Roma y a su sistema imperialista, especialmente al representante del poder extranjero en su patria: Poncio Pilato. Las nauseabundas comidas como los insultos y escamios de la guardia, le hicieron aún más insoportable lo poco que le quedaba de vida. Pero lo que más le

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hacía sufrir no era la espera de su muerte inminente, sino que ya no podía luchar y combatir por lograr la liberación de su pueblo. Iba a dar la vida, pero prefería haber dado la libertad a los suyos. Por ello, ansiaba que llegara pronto el momento de la ejecución pues no soportaba ni la esclavitud de los demás ni su falta de libertad en ese mundo. Sus compañeros de prisión le oían cantar con rabia una canción que decía: "Si me han de matar mañana, que me maten de una vez". Por fin le anunciaron que sería ejecutado la víspera de la Pascua. Antes de que llegara la fiesta que celebraba la gloriosa liberación de Israel de manos egipcias, él moriría, ahora que se sufría una opresión peor que aquélla. Pensó que no habían podido escoger mejor fecha que esa, pues él no quería estar presente en su tierra cuando se celebraba con todo júbilo una liberación que ya no existía. El líder prefería estar muerto ese día de Pascua; Pascua que había sido uno de los focos de inspiración para su lucha. Después de haber combatido, había perdido la batalla y le esperaba el suplicio de la cruz. El no era el libertador que Dios había prometido para salvar a su pueblo, pero estaba seguro que bien pronto aparecería el que se habría de sentar eternamente en el trono de David. 85

Así llegó el fatídico día de su ejecución por un lado, y de la ansiada muerte por el otro. Aún no comenzaba a salir el sol cuando cuatro guardias se presentaron frente a la sala común de la prisión. Uno de ellos, con voz potente, despertó a todos gritando: - ¡Barrabaaás ... a la reja! Estaba tan profundamente dormido que nada escuchó hasta que un segundo gritó, aún más fuerte, lo conmovió y le hizo estremecer. Creyó que había llegado su última hora y que venían por él para lIevarlo a cumplir la pena capital. Como de antemano él ya la había aceptado, se levantó, no buscó objeto alguno para llevarse consigo pues bien sabía que no habría viaje de regreso. Se encaminó lentamente a la puerta, arrastrando los pies, con la cabeza escondida entre los hombros. El guardia levantó la lámpara de aceite para identificarlo y reconocerlo mientras que los presos: unos lo despedían y otros lo maldecían. El carcelero aprovechó la misma tenue luz para encontrar las llaves que colgaban de una gruesa cadena en su cinturón. Abrió las puertas de hierro y entonces el soldado le dijo: - ¡¡¡Fuera!!! ¡Por órdenes superiores quedas completamente libre! 86

Barrabás, sin comprender cosa alguna se frotó los ojos y con la boca abierta de asombro pedía alguna explicación. ¿Qué había pasado? - Pilato acostumbra liberar a un preso cada Pascua. Entre tú y Jesús el de Nazareth, el pueblo te ha escogido a ti. El otro morirá por ti este mismo día ... Así, de un momento a otro, el asesino se encontró solo y fuera de la cárcel que era su única casa en este mundo. Como todavía estaba oscuro se sentó en una piedra mientras aparecía la luz del día y así convencerse completamente que todo aquello no era un sueño, sino que en verdad había sido liberado de la muerte en el último momento. Después de algún tiempo, las primeras luces del amanecer aparecieron tras las densas tinieblas de la noche. Cuando ya se levantaba para irse a cualquier lugar, aparecieron de nuevo los cuatro soldados que llegaron trayendo atado a otro hombre, a Jesús de Nazareth, que venía vestido de blanco y púrpura, con una corona de espinas en la cabeza: él era el nuevo condenado a muerte que le acababa de salvar la vida. Barrabás se le quedó mirando detenidamente, como queriendo saber quién era y qué maldades habría hecho como para que lo hubieran sentenciado a muerte en vez de él. El asesino estaba admirado y 87

hasta escandalizado al darse cuenta que existía otro hombre que había cometido más crímenes que él. - ¿Qué males haría este colega para que sea merecedor de muerte y yo salga libre? ¿Quién será este hombre que me sobrepasa en barrabasadas? .. de seguro que ha de llevar todos los pecados del mundo ... ¿o será acaso otro que buscaba la liberación de su pueblo ... El ladrón bien sabía todas las fecharías y crímenes que había cometido. Era conscien~ed~ gu~ merecía la muerte. Por eso se le hacía difiCil concebir que hubiera alguien peor que él. ¿Quién era entonces ese hombre cuyos crímenes y males le habían salvado a él la vida? ¿Quién era ese Nazareno a cuyos pecados le debía su existencia y su libertad? Según un antiguo manuscrito, el nombre completo del asesino era "Jesús-Barrabás". Jesús significa "Yahvéh salva". Barrabás se traduce como el hijo del padre". Barrabás, sin duda inspirado en su nombre, pensaba que su misión era como la de Josué o los Jueces (cuya etimología viene de la misma raíz hebrea): salvar a su pueblo. Allí había otro Jesús, verdadero "Hijo del Padre", el cual moriría para que el asesino encontrara la vida. Jesús de Nazareth era el Hijo . nico del Padre que había venido a este mundo, no

para condenarlo, sino para salvarlo. Allí, frente a frente, estaban dos hombres con el mismo nombre que se sentían llamados por Dios para manifestar su salvación. Dos hombres dispuestos a dar su vida para que el pueblo fuera libre. Tan parecidos y tan distintos a la vez. Barrabás no tenía a su mano sino la violencia y las armas. Jesús había usado un método totalmente opuesto: asumir en su persona toda la violencia y el mal del mundo para hacerla morir en su misma cruz. Ambos estaban absolutamente convencidos de que sólo mediante el derramamiento de sangre se sembraría la libertad; pero mientras Barrabás pensaba que era la sangre de los opresores romanos la que germinaría la liberación, Jesús estaba seguro que sólo por la sangre de un justo -él mismo- se cosecharía la justicia. Jesús-Barrabás usaba la violencia que sólo engendra violencia. Jesús de Nazareth tomaba sobre sus hombros toda violencia y agresión del mundo para destruirla con su muerte. Eran dos hombres con el mismo nombre y con la misma misión. ¡Qué parecidos y qué diferentes al mismo tiempo! Barrabás realmente no podía ser libertador por la simple razón de que él no era libre; por tanto, no

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era capaz de liberar. ¿Cómo pO,dría.liber~r a todo un pueblo si antes él no habla sido liberado? Jesús-Barrabás quería liberar a su pueblo, pero antes tenía él que ser liberado por el Hijo único del Padre, ya que la libertad en este mundo sólo puede ser implantada por hombres libres; y e} hombre ~s libre sólo por Jesús de Nazareth. Jesus-.Barrabas buscaba la justicia, pero antes necesitaba ser justificado por el Justo por excelencia.

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Barrabás, el frustrado libertador, fue liberado por la condena de Jesús. El tuvo vida gracias a la muerte de Jesús. Barrabás era llamado "Hijo del Padre", pero no vivió como tal. Fue Jesús el que ganó para él la ñbertad de hijo de Dios.

JUDAS ISCARIOTE Existe un hombre del que todos hablan con desprecio y cuyo nombre se ha convertido en el símbolo de la traición, la desesperación y el pecado: Judas. Más le valiera ser totalmente olvidado que completamente repudiado y condenado por el implacable juicio de la historia de la humanidad. Todos condenan a Judas, y no hay alguno que al compararse con él no se sienta mejor, amordazando así la voz de su conciencia. Pero, afortunadamente, yo no veo las cosas como las ve el mundo, ya que mi Padre no me envió a este mundo para conderarle sino para salvarle. Después de una larga y profunda noche de oración yo le escogí para que estuviese conmigo. Para mí era exactamente igual que cualquier otro de

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los Once. Antes de que él me amara, yo le amé; y le amé tanto que di mi vida por él.

Recuerdo que un día se me acercaron dos de mis discípulos en plan de hablarme en privado sobre cierto asunto íntimo de la comunidad:

Todos mis discípulos eran oriundos de Galilea, excepto Judas que nació en Queriot, pequeño pueblecito meridional de Judea. Así, él fue el único "judío" entre todos mis apóstoles. Yo también había nacido en uno de los más pequeños pueblos de Judá: Belén. Sólo Judas y yo teníamos el legítimo orgullo de pertenecer al pueblo de Judá, herederos de una rica tradición y de la promesa de bendición que Jacob había dado a su hijo Judá entre todos sus hermanos. Con ninguno de los otros tuve esta identidad étnica, lo cual nos hacía afines en muchísimas cosas.

- Judas-me dijo uno de ellos en voz baja- se está robando el dinero de la comunidad.

Cuando comenzó a organizarse la comunidad de los Doce hubo necesidad de nombrar un encargado del dinero que teníamos. En realidad era más un título honorario que un cargo efectivo, ya que nunca contábamos con más de lo necesario, lo cual nos obligaba hasta a multiplicar panes y peces para darle de comer a la gente que nos seguía. Algunos opinaron que Mateo, antiguo recaudador de impuestos, era el más indicado y capaz. Yo me incliné por Judas, el hijo de Simón. Tuve plena confianza en él y le dejé la bolsa. Aunque hubo quienes se pusieron celosos de esta distinción. 92

- Habrá que quitarlo y poner a otro inmediatamente -añadió el segundo con mucha seguridad y decisión. - Pero, ¿cuál dinero? -les pregunté- si nunca tenemos ni para lo más indispensable ... - Precisamente por eso-contestaron los dos a coro- es porque Judas se lo está robando... De ninguna manera yo cedí ante sus presiones. Pensé que era mejor y más positivo el perdonarlo y darle una segunda oportunidad renovándole la ~ confianza total y sin ponerle condiciones. Había algo que Judas no podía entender;aunque a decir verdad, tampoco ninguno de los otros; sin embargo, él tenía la valentía de protestar en voz alta lo que los demás sólo pensaban y no se atrevían a manifestar: creía que la solución era dar dinero a los pobres. No se daba cuenta que yo no fui enviado a este mundo para darle dinero a algunos, sino para ser el Señor del dinero de todos. Yo, siendo rico, me hice pobre, y no vine a repartir bienes, sino a 93

entregarme yo mismo. Mi misión no era solucionar la pobreza, fruto de la injusticia, con dádivas, cupones o vales, sino quitar la raíz que origina la miseria entre los hombres: el egoísmo y la ambición de tener más. Judas nunca me hubiera entregado si antes yo mismo no me hubiera entregado voluntariamente. Judas nunca me hubiera entregado, si antes mi Padre no hubiera amado tanto al mundo que entregó a su Hijo único. Todos los evangelistas le llaman "el traidor". Aparte de que yo nunca les enseñé a lIamarle así, quiero aclarar que no fue su traición la que me llevó a la cruz; fue su pecado por lo que yo me entregué voluntariamente. Judas nunca me hubiera entregado sin mi consentimiento. ¿Acaso no pude llamar doce legiones de ángeles que vinieran en mi ayuda y me libraran de la muerte? ¿Acaso no podía pedirle a mi Padre que me librara de esa hora? Mas, no, para esa hora había venido yo al mundo. No fue Judas el que me llevó a la cruz,sino mi amor por todoslos pecadores. Ciertamente yo no quiero excusar el pecado de Judas. ¡Ay de aquel que se sienta limpio de pecado! Al contrario, quiero subrayar que morí precisamente por el perdón de su pecado, pero igualmente por el de todos los hombres. No quiero 94

decir que Judas no pecó al entregarme, sino que yo me entregué para quitar el pecado de él y del mundo. El mayor .pecado no ha sido el entregarme, sino el no recibirme, no creer ni necesitar de mí; sentirse limpios, buenos y mejores que los demás. El peor de los pecados no es traicionar al Hijo del hombre con un beso, sino el pecado contra el Espíritu Santo: intentar salvarse a sí mismo por el cumplimiento de obras buenas. Judas cometió un pecado que sí tiene perdón. Por eso, yo no entiendo porqué todas las generaciones han condenado a Judas; hasta mis cuatro evangelistas ... Yo oraba todos los días por aquellos que el Padre me había dado, para que no se perdiese uno solo. De esta manera mi petición se elevaba especialmente por Judas de Queriot. Muchos me han preguntado si Judas se alcanzó a salvar o se condenó. Yo nunca he querido responder esta pregunta. Primero, porque nadie alcanza la salvación por sus propios méritos. Eso no dependía de Judas, como tampoco dependió de Pedro ni de Juan. En segundo lugar prefiero que mejor le pregunten a mi Padre si escuchó la oración de su Hijo amado, cuando desde la cruz, antes de entregarle el Espíritu, le exclamó: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen... "

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CONCLUSION Entre los pecadores del Evangelio, Judas los sobrepasaba a todos, ya que cuando de él se habla se le vitupera, condena y se le manda hasta el más oscuro y profundo de los infiernos. Nadie duda que San Pablo fue derechito al cielo; y sin embargo, él afirma con toda certeza y verdad que es el peor de todos los pecadores. Y "todos" incluye también a Judas ... ¿Por qué se asegura que Judas no se arrepintió y que no confió en el perdón? ¿Acaso entre el momento que se echó la soga al cuello y el instante en que murió no estaba Jesús en el calvario muriendo para que él viviera eternamente? ¿Judas no será de aquellos pecadores que el Evangelio afirma que nos aventajarán en el Reino de los Cielos? Judas, siempre el último en la lista de los Doce ¿no será de los primeros?

7 EL LADRON ROBADO Fui un hombre sin nombre. Cuando el autor d~1 tercer evangelio habló de mí, se le olvidó cómo me llamaba. Sin embargo, con mi anonimato doy oportunidad a todos los nombres, hasta al tuyo. Es más, tUve muchos nombres, ya que a menudo me los tenía que cambiar porque la policía me andaba siguiendo. Yo fui uno de los vagos y desocupados de mi tiempo. Nunca tuve ni estudios ni educación; sin embargo, llegué a tener "mi profesión", de la que me hice todo un especialista. Me resolví por el camino más fácil para llegar a obtener dinero: robado, Para ello usé de todos los medios y no dudé en golpear y herir a más de alguno para poder vivir más o menos cómodamente.

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Muchas veces fui apresado, me flagelaron otras tantas con los treinta y nueve azotes. Yo conocí muy bien los calabozos y mi espalda está marcada por los latigazos de mis verdugos. Al cumplir cada una de mis conden,a~~r?metía no volver a robar, pero siempre resulto inútll porque yo no sabía hacer otra cosa. Robar y robar fue .toda mi vida. Condenas y castigos para correqurne resultaron ineficaces. Aunque me lo propusiera y lo prometiera. Los jueces me condenaban por transgredir la Ley, pero nunca fueron capaces de ayudar~e a guardarla, porque ni ellos ni sus padres ni sus hijos la cumplían. Yo nunca conocí a un hombre que guardara la Ley o que le fuera perfectamente fiel. Ciertamente sí conocí a un hombre bueno, que nunca hizo nada malo, pero tampoco él guardaba la Ley: comía con las manos sin lavar, curaba a los enfermos en sábado, era amigo de ladrones y prostitutas y hasta hablaba de que el Santo Templo de Jerusalén iba a ser destruido ... Yo nunca conoc a un hombre que guardara la Ley; yo, menos; ni por equivocación. El ejercicio asiduo de mi profesión me enseñó que las mejores oportunidades para ~urtar erc:~ los grandes tumultos de las fiestas, reuniones pol~tlcas o religiosas. Un día de "trabajo" me encontre con

un hombre que atraía a multitud de personas hacia sí. Enseñaba con autoridad; no como los escribas y fariseos. Sus palabras no eran huecas. Había en él algo distinto que lo hacía especial. Recuerdo muy bien que esa tarde comenzó a decir que el Reino de los Cielos era semejante a un hombre buscador de perlas finas que, habiendo encontrado una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y compró aquella perla. Dijo también que el Reino de los Cielos era semejante a un hombre vago que andaba paseándose por un campo ajeno, y de pronto se encontró con lo que nunca había buscado: un gran tesoro. Esto captó totalmente mi atención porque todo lo que fueran perlas y tesoros atraía poderosamente mis intereses. Realmente eso era lo único que me importaba. - ¡Cómo me gustaría encontrarme este tesoro! ¡Cómo cambiaría mi vida si yo tuviera esa perla! -dije-o Estaba yo todavía imaginándome el tesoro y la perla cuando sentí que la mirada de Jesús, el predicador de Nazareth, se clavó en mí y continuó diciendo: - Estén siempre velando porque la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre: como un ladrón sin avisar; así será la venida

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del Hijo del hombre. Esto fue lo más curioso y significativo para mí. jesús se estaba comparando a mí y a mis colegas: a los ladrones. Desde ese momento sentí que en algo nos parecíamos y desde entonces ,tuve una gran simpatía por él. Confieso que es~ día hasta ~e me olvidó robar. Creo que no me hizo falta: mi alma había recibido la paz y esperanza que siempre había buscado. Sin embargo, después de ese maravilloso día, todo volvió a ser como antes. Volví a robar y regresé a la cárcel. Otra vez me azotaron, y nuevamente volví a salir bajo formal promesa de que me iba a enmendar. _ Ahora eres libre -me dijo el alguacil-. Que ésta sea la última vez que estás por aquí. .. Yo le prometí con falsas lágrin:'a~ en. mis ojos que iba a cambiar y que toda mi vida Iba a ser diferente. Pero yo no era capaz de dejar de robar porque no era libre, y por tanto, seguí robando. Por más que lo intentaran, la cárcel y los azotes no eran capaces de cambiarme. Mi perdición quedó firmada el día que para robar tuve que matar. Desde ese momento yo sabía lo q~e me esperaba. Estaba ya dictada mi sentencia definitiva: me condenarían a muerte el día que me volvieran a apresar. Desde entonces comencé a 100

huirle a la muerte ya que siempre le había huído a la vida. Vivía escondiéndome, me disfrazaba, y por eso me cambié muchas veces de nombre. No tardó mucho en llegar el fatídico día en que los policías me apresaron, me golpearon y atado me llevaron ante el juez, el cual al escuchar las acusaciones y cargos simplemente le dijo él! alguacil: - Esta es la última vez que este maldito ladrón pasará por nuestra cárcel. Nunca más volverá a entrar en ella. La prisión no tiene lugar para bandidos y asesinos de esta cobarde categoría. Así entré a la prisión, tan maldecida en mis anteriores visitas, pero ahora la veía con cierta nostalgia y cariño, sabiendo que era la última vez que estaría allí. Solamente una vez volvería a salir, pero no libre, sino con una cruz a cuestas para nunca más regresar. Jamás pensé que me absolvieran, ni en indultos ni en perdones. Sabía que por la Pascua liberarían a un prisionero, pero estaba igualmente seguro que ese no sería yo. Todos eran mis enemigos porque yo antes me había hecho enemigo de todos. No había quien pudiera dar su vida por mí. Tal vez sólo uno: mi colega, pero él como yo era asesino y ladrón, y estaba también condenado a muerte en el mismo

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suplicio. Para mí, pues, no había ya ninguna esperanza de salvación. Estaba seguro que pronto me iban a matar y no tardó en llegar el día. Me lo comunicaron la víspera y yo no pude dormir aquella interminable noche. La luz de la luna llena, hacía más oscura la última noche de mi vida. Por primera vez me di cuenta que amaba la vida y que me resistía a morir. .. y sin embargo, ya no había ningún otro remedio. La Ley del Sinaí que me había condenado era irrevocable Y la ley romana jamás se retractaba. No había salvación. Llegó el amanecer Y con él la oscuridad a mi alma. Cuatro guardias romanos me sacaron de la prisión a empujones Y maldiciones y luego cargaron una pesada cruz de madera sobre mis espaldas. Sudoroso y abochornado atravesé toda la ciudad de Jerusalén mientras la gente me insultaba. Más pesada que la dura cruz de madera eran las burlas e ironías de mis enemigos _ ¿De dónde te robaste esa cruz, maldito ladrón? -me gritaban, _ iHasta que haces algo bueno! -me decían otros-o Me llevaron hasta afuera de la ciudad. Allí me encontré con mi colega que, pálido y demacrado como yo, iba a morir crucificado. Juntos habíamos 102

vivid?: j~ntos ~abíamos robado y matado, ahora t~mblen ~un~osíbamos a morir. Ninguno de los dos olamos ni velamos nada. .Nuestras miradas estaban perdidas, nuestros labios r.esecos y partidos, mientras un frío sudor se transpiraba po~ nuestra piel, era el frío del sepulcro que seotíamos ya cerca. ~ero, no éramos los únicos condenados ese día Había otro ajusti,ciado por la Ley: era el predicado~ de N~areth. A el no le mataban ni por ladrón ni por asesln~ ', En una tablilla de madera estaba escrito en cuatro Idiomas su crimen: ''Jesús Nazareno Rey de los Judioe". Nos desnudaron a cada uno de los tres. Luego nos ?.'ayaron en las.respectivas cruces con la alegría y Jubilo.de los CUriOSOS y enemigos que nos rodeaban. Yo,. ciertamente '!1aldecía porque me sentía maldito, al Igual que mi otro colega, mientras que los soldados nos escupían y se mofaban de nosotros. Mientras ~anto, Jesús estaba tranquilo. Parecía como que a el no le estaban quitando la vida Estaba sere.no con la fortaleza del que tiene dominio sobre la misma muerte. A las doce del día las tres cruces fueron levantadas en alto. En el centro estaba el Nazareno el rey de los judíos, a su derecha estaba yo y has~ la otra esquina mi colega. 103

Entonces, todas las burlas y miradas se centraron en el crucificado del centro: - A otro salvó, ¡que se salve a sí mismo! _ Bájate de la cruz y creeremos en ti -le retaban los legistas. Pero Jesús callaba y no respondía. La gente que pasaba movía la cabe~a y se burlaba. Los escribas se mofaban y hasta mi colega crucificado se sumó a los escarnios de los otros: - Eh, tú, bájate de la cruz y bájanos a nosotros. Entonces Jesús tomó aire en sus pulmones. Parecía que iba a hablar. Yo pensé que respondería a las agresiones e insultos de sus enemigos, mas, no fue así. Levantó los ojos al cielo y con voz pausada y firme de quien se sabe siempre escuchado dijo: _ Padre, perdónales hacen...

porque no saben lo que

Sinceramente yo nada entendí. ¿Cómo era capaz de pedir perdón por sus verdugos? ¿Por qué ~raba por ellos? ¿Por qué intercedía por sus enemigos y luego todavía los excusaba? Fue entonces que comprendí que nada malo había hecho en toda su vida: le habían condenado injustamente. Recordé en esos momentos sus parábolas del tesoro y de la perla y cómo se había comparado él mismo a un ladrón que llega de 104

improviso. Yo sabía que era un hombre bueno ... Le seguí contemplando por largo rato sin decirle palabra alguna, simplemente viéndole junto a mí. Fue allí, levantando en alto sobre la cruz, donde pude ver lo que era invisible para los ojos. - Vi un hombre azotado, pero comprendí que había sido azotado por mis rebeldías... - Vi a un hombre maldito porque era mi maldición la que él cargaba ... - Vi un ser débil y abandonado que parecía más gusano que hombre porque él llevaba el castigo que a mí me correspondía ... - Vi un moribundo, pero era mi pena de muerte la que él sufría ... - Vi un hombre abandonado por Dios porque era mi delito y mi pecado lo que él soportaba. Luego volví a leer el letrero que estaba sobre su corona de espinas: "Jesús Nazareno. Rey de los Judíos". Fue en ese preciso momento cuando creí con todo mi corazón que Jesús era verdaderamente un rey, el Rey. Jesús levantado en alto en el trono de la cruz me atrajo hacia él. Jesús crucificado era Rey. Lo vi y creí. Para mí no había la menor duda. Su trono era una cruz y su corona de espinas ... ¡pero seguía siendo el Rey! Fue entonces cuando le reproché a mi colega sus burlas e ironías: 105

- [Calla! -le ordené. ¿No temes tú a Dios ni estando en el suplicio de muerte? Nosotros estamos sufriendo el justo castigo. Pero, éste, nada malo ha hecho. Nosotros

sufrimos

un justo castigo

Yo nunca creí ni sentí que mi suerte fuera a causa de venganzas o injusticias. Mi ejecución era justa; por tanto, debía morir. Mi vida no tenía ya otra solución. Ni cárceles ni amenazas me habían podido cambiar. Sufría la justa condena que según la santa Ley del Sinaí merecen los ladrones y asesinos. VA estaba totalmente convencido que mi castigo era justo: que la muerte era la única solución para mi vida: yo no tenía remedio ni había esperanza para mí. Este nada malo ha hecho Mientras Jesús estaba crucificado, todo mundo le insultaba. Ni sus amigos ni sus discípulos se atrevieron a defenderle de las burlas de los soldados, las ironías de los sacerdotes y los escarnios de la turba. Yo fui el único que salí en su defensa. Como ladrón y condenado a muerte en nada contaba realmente lo que yo dijera: pero mientras los hombres que se decían justos en Jerusalén condenaban injustamente a un hombre bueno, sólo un ladrón le defendió. VA fui el único que habló bien 106

de Jesús crucificado. Nadie, excepto Jesús, tomó un cuenta mis palabras. Entonces él se volteó y me miró. Nuestras miradas se cruzaron y yo alcancé a ver cómo sus ojos estaban nublados de lágrimas. Tomé aire para hablarle y simplemente le dije: - Jesús. El se extrañó de que yo le llamara solamente por su nombre, sin títulos y reconocimientos que todo mundo le hacía: Todos le llamaban "Señor", "Maestro", "Cordero de Dios", "Cristo" y no sé qué más. Pero, los ladrones tenemos tanta "confianza" con toda la gente que hasta metemos nuestras manos en sus bolsillos. Por eso le dije "Jesús" a secas. Yo fui uno de los tres que en todo el Evangleio tuve la familiaridad de lIamarle por su nombre. Percibí que le agradó mi franqueza y mi espontaneidad. Me estaba prestando atención. Volví a tomar aire y, sin cortesías pero lleno de confianza continué: - Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino. Sabía que era Rey y así lo reconocí. Estaba seguro que esa corona de espinas pertenecía a un rey de verdad y nunca dudé que su Reino no era de este mundo. Mientras todos se burlaban del letrero que proclamaba la muerte del rey de los judíos yo sabía que su trono era universal y eterno. 107

En verdad te digo

Yo, ciertamente, no le pedí, como mi colega, que e bajara de la cruz. Sabía que no lo merecía y por eso ni lo solicité. Simplemente le dije que se acordara de mí en su Reino. Jesús se me quedó mirando por unos instantes y -novó la cabeza dárdome a enterder que no estaba de a uerdo con todo lo que yo había dicho. A través de s mirada amorosa y compasiva me estaba q' eriendo decir: - No estoy de acuerdo en que tu condena sea justa, porque tu vida sí tiene remedio y hay una esperanza para ti. No creas que todo está perdido, porque precisamente yo estoy muriendo en estos momentos por todos los pecadores para que tengan Vida eterna. Jesús no estaba de acuerdo con mi pena de muerte. Fue el único que no lo estuvo, a pesar de e yo mismo sí lo estuviera. Sobre todo, Jesús no aceptaba que yo consintiera mi condena. Para Jesús o sí tenía remedio. El estaba muriendo para que yo ivlera. Jesús tampoco estaba de acuerdo con mi petición, a cual se limitaba a un simple recordatorio para cuando estuviera reinando. Por eso me contestó con soberana: - En verdad, en verdad, te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Jesús hablaba muy en serio. Es más, se estaba comprometierdo formalmente en lo que decía Hoy mismo Su perdón no estaba condicionado, ni yo tenía nada que esperar o purgar. Al perdonarme estaba él pagando todo lo que yo debía. El pagaba la cuenta completa. Estarás conmigo

Jesús no sólo se iba a acordar de mí,'sino que me estaba invitando a compartir con él su reinado. Me estaba dando algo que yo nunca le había pedida: el mismo día de mi muerte iba a reinar con él. En ese momento comprendí que el Tesoro y la Perla, el Reino y el Rey eran él mismo. Yo acababa de encontrar la Perla preciosa y el Tesoro escondido que jamás imaginé. Mi vida sí tenía sentido y se me abría un futuro glorioso. Sin embargo, esa palabra no la dijo sólo para mí. La había dicho tan fuerte como para que fuera escuchada por sus enemigos que estaban un poco más lejos. A él le habían condenado por ir en contra de la Ley del Sinaí, más que por cualquier otra cosa; por hablar de una Ley distinta y un mandamiento nuevo, por no estar de acuerdo con la letra que 109

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'""'ata, etc. Y., paradójicamente, en el momento de estar muriendo protestaba contra la muerte que la ...ey había decretado contra mí. La Ley no había sido capaz de corregirme, me coooenó a muerte. La Ley no produjo sino muerte en -'o Jesús, al contrario, absolviéndome, me dio vida. _ que era importante para la Ley fue posible por la "e en Cristo Jesús crucificado. Después de un rato, que para mí fue eterno, Jesús levantó los ojos al cielo y con fuerte grito darnó: - Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu. Yo le vi morir en la confianza y la paz. Su rostro iaba la serenidad del que sabe que ha cumplido :eiectamente su misión. r_

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ra bien, su muerte no me hizo perder la fe en lo contrario. Cuando murió no sólo entregó lda por mí, sino que me entregó su vida y encé a vivir con su muerte.

.,..000

o ni siquiera alcancé un nombre en el Nuevo Tesameoto. Cuando San Lucas escribió su evangelio - '"' se acordó cómo me llamaba y los otros tres ;:: elistas ni me mencionan como persona. Por ese uchos me han puesto sobrenombres o apodos. ::;_ '"' ·nguno me gusta, prefiero permanecer en el .mato para que todos puedan llegar a pensar que

se llaman como yo y que lo que a mí me pasó les puede también suceder a ellos. - Algunos me llaman "el buen ladrón'; Se lo agradezco, pero nunca fui bueno. Nada más fui ladrón y asesino. El bueno fue Jesús conmigo. Yo sólo fui un ladrón que experimentó la bordad de Jesús. - Otros me Ilaman"elladrón arrepentido". Yo les quiero confesar que nunca supe si me arrepentí. Yo simplemente creí y me entregué a Jesús. Ello hizo todo. Yo nunca cambié de vida para entregarme a él. El fue quien cambió mi vida. Fue su perdón lo que me transformó. Por otro lado, quiero darle gracias a Dios que no me h~n canonizado ni tengo fiesta, ni misa en el calendario, a pesar de que soy el único del cual Jesús aseguró que estoy en la Gloria. Tal vez si estuviese mi imagen crucificada sobre un altar la gente se distraería conmigo en vez de centrarse en aquel que me amó y murió para que yo tuviera vida en abundacia. Por último, otros, me han dicho que yo viví rob~ndo y, morí robándome la Gloria. Yo quiero decirles a estos que ni me morí, ni me robé nada. Y digo que, no me morí porque creí en Jesús, y el que cre~ en el aunque haya muerto vivirá. Tampoco me robe nada porque ni siquiera pedí la Gloria que

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ahora tengo. Jesús me la dio. Yo no hice nada. No me robé la Gloria porque la Gloria no se puede robar; si no, seguros estén que hasta eso hubiera intentado: es un regalo que Jesús crucificado concede a todo aquel que cree en su corazón y confiesa con su boca que él es el Señor, el Rey. Más bien sucedió todo lo contrario: yo fui robado ... cuando menos pensaba vino el Hijo del hombre a mi vida; cautelosamente, como el más fino de los ladrones, sin previo aviso, se metió hasta el fondo de mi corazón y no me robó o que traía, puesto que nada tenía; me robó a mí ismo. Ahora estoy con él. Yo el ladrón condenado a uerte estoy vivo con Jesús porque me robó en la cruz.

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ESTA OBRA SE IMPRIMIO EN LOS "TALLERES DE DIBUJOS E IMPRESIONES, S.A. AV. 6

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COL. IGNACIO ZARAGOZA. MEXICO, D.F. TEL. 5 71 90 22 7 62 35 76

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