Los Orígenes Del Arte Operacional PDF

March 8, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Los Orígenes del Arte Operacional B ruce W. Me Menning nning El presente artículo estudia la evolución del arte operacional ante los cambios de contenido de las estrategias, de la naturaleza de las operaciones ci ones y del cará carácter cter evol evolutivo utivo de las las es tructura tructurass milita militares res . E l auto utorr s os tiene que "el " el sur g imiento de nue nuevos vos elem element entos os de importanci importancia a de dentro ntro del orden internacional y la constante inserción de nuevas tecnologías en los los conflictos milit militares" ares" también también ha han n contribui contribuido do a all de dess arr ol ollo lo continuo del arte operaci operacional onal des de la década de los años vei veinte. nte. E l Ma Manual nual de Campaña 100-5, Operaciones , en la ver s i ón actual actualii zada en el año 1998, constituye una vuelta al arte operacional, por cuanto asegura que el E jérci to ori orient ente e s us es fuerzos hacia e ell nivel o opera peraci ciona onall de la g uerra. Debido a la gran g ran importa importanci ncia a que revis te es te concept concepto, o, el E jérc jército ito deb debe e continuar vinculando los medios tácticos con los fines estratégicos,  s iempr e c ambiantes ambiantes,, es tableci tableciendo endo de es ta for ma un marc marco o para la conducc ión, s i fuera neces ari rio, o, de opera operaci ciones ones de m mayor ayor e enverg nverg ad adura. ura. 

DURANTE la década pasada, y especialmente desde la victoria de la coalición en la Guerra del Golfo Pérsico, el término "arte operacional" se ha popularizado dentro del Ejército y demás instituciones armadas. Sin embargo, a pesar de su creciente nivel de aceptación, aún persiste gran confusión respecto al significado de dicho término. Para muchos, no significa más que una flecha táctica trazada más grande que la normal. Otros lo consideran una traducción poco adaptable del léxico militar extranjero. Para otros, representa el concepto clave para el éxito en conflictos recientes y futuros, pese a sus orígenes oscuros y a su naturaleza y contenido difíciles de definir. El presente artículo constituye un esfuerzo para facilitar el entendimiento del arte operacional a aquéllos que lo enfrentan por primera vez, como asimismo a quienes aún dudan de su significado e importancia en guerras futuras. La discusión se centra en el concepto, con el énfasis en la evolución doctrinaria

 

como producto de la interacción a través del tiempo entre los factores de experiencia en combate, teoría, tecnología y circunstancia. El término "arte operacional" existía mucho antes de que fuera adoptado por el Ejército de Estados Unidos. Los soviéticos comenzaron a emplearlo unas seis décadas antes que captara el interés de los militares occidentales. Es posible que un término equivalente haya sido acuñado por los alemanes, cuya palabra operativ  apareció  apareció antes de la I Guerra Mundial. En todo caso, ni el término ruso ni el alemán se insertó en el lenguaje castrense de Estados Unidos, por dos posibles razones. Antes de la II Guerra Mundial y la Guerra Fría, no se percibía ningún requisito permanente, durante tiempo de paz, de prepararse para la conducción de operaciones militares en gran escala y en grandes espacios; es más, durante una época menos complicada, era posible —incluso conveniente—  aferrarse al patrimonio del siglo XIX, según el cual el arte militar consistía en estrategia y táctica.   Los muertos y los vivos en una posición apresuradamente preparada

por los británicos, cerca de Ypres, en Francia, 1917. Para la cultura militar soviética de las décadas de los años 20 y 30, ése no fue el caso. Habiendo recién salido de las experiencias aparentemente contradictorias de la I Guerra Mundial (1914-1918) y la Guerra Civil de Rusia (1918-1920), los teóricos y prácticos del Ejército soviético buscaban explicaciones sistemáticas de las complejidades en las que se encuentran las raíces tanto de la victoria como de la derrota en la guerra moderna. Armados de una ideología que acentuaba la teoría y el método científico en los asuntos militares, introdujeron una nueva perspectiva al estudio de la historia militar y un rigor estimulante a los pronósticos respecto a la naturaleza de una posible guerra futura, incluyendo la conducción de operaciones. 1 Ya para fines de la década de los años 20, habían desarrollado una percepción modificada de los componentes constitutivos del arte militar, y es precisamente en este período —una edad de oro del pensamiento militar — que se descubren los orí-

 

genes de nuestro entendimiento fundamental de lo que es el arte operacional. Para formarse una mejor idea del por qué los soviéticos desarrollaron este concepto y cuándo lo hicieron, el lector tiene que entender las perspectivas y preocupaciones militares en la Unión Soviética durante el referido período.

La Naturaleza Cambiante del Arte Militar Un problema principal que confundió a todos los teóricos militares de la época, era la naturaleza cambiante de las operaciones modernas. Históricamente, el término "operación" se remonta a fines del siglo XVII, cuando se empleaba para describir las acciones en campaña de los ejércitos europeos. Inicialmente, en conflictos desarrollados antes de la era industrial, los generales y reyes levantaron ejércitos profesionales para librar guerras limitadas en aras de lograr los objetivos limitados del Estado dinástico. Dentro del marco de la guerra limitada, la conducción de operaciones formaba una parte integral de la estrategia, la cual se concebía sencillamente como "la táctica de las operaciones a nivel de teatro". 2 Al final del siglo XVIII, Napoleón impartió una nueva dimensión a la ecuación tradicional cuando levantó ejércitos de mayores dimensiones, capaces de librar combates decisivos para lograr ob jetivos que exigían la aniquilación de las fuerzas enemigas y permitían el surgimiento de grandes imperios. Con todo, las tecnologías fundamentales seguían siendo las mismas, y con cierta libertad para hacer modificaciones e incluso un poco de licencia poética, la próxima generación de pensadores militares, dirigidos por Henri Jomini y sus discípulos, redefinió el paradigma tradicional previo a la era industrial en su descripción del arte militar napoleónico. A su modo de ver, la estrategia militar seguía siendo cuestión de operaciones de grandes unidades y la esencia del genio napoleónico se apreciaba mejor en su búsqueda de la "estrategia del punto único". Es decir, las columnas comandadas por Napoleón maniobraban en marcha dentro de un teatro, con el fin de obligar al enemigo

 

a concentrarse en un sólo punto de convergencia —un punto finito en lo temporal y espacial— para librar allí la batalla decisiva para determinar el resultado de la campaña de toda una estación, y quizás aun el resultado de la guerra misma. La estrategia describía un conjunto limitado de acciones, incluyendo aproximaciones, marchas, contramarchas y maniobras, que tenían lugar dentro de un teatro para concentrar a las fuerzas para librar una batalla decisiva. La táctica describía lo que sucedía dentro de los límites reducidos del campo de batalla.3  Durante la segunda mitad del siglo pasado, cuando la mayor parte de los pensadores militares ya habían aceptado esta interpretación de la estrategia y táctica, la revolución industrial comenzó a tener su impacto en la conducción bélica, trastornando el paradigma básico de maneras que no se pudieron entender cabalmente sino hasta después de la I Guerra Mundial:   La evolución del estado iindustrial ndustrial m moderno oderno durante el siglo XIX les po-



sibilitaba a los gobiernos disponer de vastas cantidades de efectivos para organizar ejércitos realmente de masas, basados en los principios de reclutamiento y organización de cuadros y reservas.   La aplicación del vapor y lla a electricidad para lograr fines militares les



permitió a los gobiernos movilizar a dichos ejércitos y proyectarlos a teatros potenciales con un nivel, sin precedentes, de velocidad y previsión.   La m magnitud agnitud de estos ejércitos y su preparación para el despliegue en conflictos futuros exigía la adaptación de métodos de planificación y



dirección del ámbito industrial.   La n nueva ueva potencia de fuego, basada primero en armas rayadas d de e re-



trocarga y posteriormente en la variante alimentada por cargador y pólvora sin humo, aumentaba la capacidad mortífera y el alcance de las armas y, con ello, cambió la escala del combate moderno. Estos cambios revolucionaron la conducción de la guerra y posibilitaron un entendimiento modificado del arte militar y sus partes componentes. Con ex-

 

cepción de los prusianos, pocos practicantes entendían que la estrategia, en el conflicto contemporáneo, tenía que ver con el movimiento de fuerzas dentro del teatro de operaciones, al igual que con su movilización y traslado al teatro. Es más, se produjo otro fenómeno que sólo unos cuantos pensadores poco conocidos de Europa Oriental habían percibido: debido a que el conflicto moderno dependía cada vez más de la voluntad y de los medios de poblaciones enteras, las nociones de estrategia también tenían que considerar los vínculos que existen entre el frente de combate y la profunda retaguardia de apoyo. Un aspecto aún más confuso para el práctico era la combinación novedosa de los elementos de masa y potencia de fuego, lo cual significaba que la estrategia del "punto único", dentro del teatro, había perdido su importancia. Para evitar una mortífera confrontación frontal y al mismo tiempo aprovecharse de los factores de masa y velocidad en el despliegue, los comandantes pretendían extender el "punto único" de confrontación identificado por Napoleón, efectivamente estirándolo lateralmente en un esfuerzo por establecer una línea extensa. El objetivo era sujetar al adversario en el frente, para luego extender la línea de combate al flanco vulnerable, con miras a efectuar o bien un cerco o un movimiento envolvente. Fue así que a nivel de teatro de operaciones, la estrategia napoleónica del punto único se cambió por la estrategia de la "línea extendida". Tal evolución, desde ya evidente en las fases finales de la Guerra Civil de Estados Unidos, encontró su trágica culminación con las extendidas líneas de trincheras en el Frente Occidental durante la I Guerra Mundial.4  Por si tales desafíos no fueran lo suficientemente complicados, las ideas tradicionales de la batalla a nivel táctico también se sometieron a cambios fundamentales. Con el incremento en el alcance de las armas, los límites del campo de batalla aumentaban en forma geométrica, al mismo tiempo que disminuía notoriamente la capacidad del comandante para controlar a sus propias tropas. Aunque en esa época se desplegaron más tropas que nunca

 

en el campo de batalla, difícilmente se podían detectar porque se ocultaban en el terreno para evitar la potencia de fuego mortífera del enemigo. Las batallas comenzaron a perder toda la lógica y cohesión internas que habían tenido: dejando obsoleta la combinación de una mutilación controlada con el caos, dentro de una zona limitada, en un combate afortunadamente de corta duración —de sólo unas cuantas horas o, como máximo, varios días—, la evolución de las batallas había llegado a un punto que transcurrían a través del tiempo y espacio hasta llegar a un término que tal vez no implicara una victoria final ni siquiera para los vencedores. Así como indicara la matanza en el combate librado desde posiciones fijas estilo I Guerra Mundial, la suma de los éxitos tácticos no predecía con certeza un mayor éxito estratégico. 5  Un aspecto clave para formarse un entendimiento de lo sucedido era la percepción de cómo había cambiado la naturaleza de las operaciones militares en las postrimerías del siglo pasado y las décadas iniciales del siglo XX, aunque tal realidad no se hizo evidente sino hasta después del año 1918. En la perspectiva tradicional napoleónica, el término "operación" describía los acontecimientos dentro de un teatro como la concentración y maniobra de ejércitos previamente reunidos y desplegados uno contra otro, para forzarse mutuamente a librar una sola batalla decisiva. La logística siempre formaba una parte importante pero subsidiaria de la ecuación: las tropas debían subsistir con cuánto había sido almacenado antes de iniciarse la campaña, o bien con lo que podían obtener de una población poco dispuesta a ayudar dentro del teatro.  A principios del siglo XX, todo el cuadro anteriormente descrito comenzó a modificarse. Las campañas ya no se hacían según las estaciones del año. La naturaleza de las operaciones se determinaba cada vez más en función de las actividades de planificación y preparación en los más altos niveles, las operaciones propiamente dichas ya no eran acciones finitas que habrían de culminarse en una sola batalla decisiva. Las operaciones, un conjunto de acciones militares y batallas vinculadas por los factores de tiempo, lugar e in-

 

tención, bien podían prolongarse por varias semanas o más. El desarrollo de una operación quizás pudiera exigir la reagrupación de las fuerzas principales o bien un cambio importante de las disposiciones de comando, control y logística; todo lo anterior, dentro de límites temporales y espaciales considerablemente aumentados. Cada vez se reconocía más que la preparación y conducción de las operaciones habían trascendido de los límites tradicionales de la estrategia militar, permitiendo la inserción de nuevos contenidos, métodos y preocupaciones. El problema más importante giraba en torno a la cuestión de relación y, dentro del marco conceptual para la conducción de operaciones, el cómo establecer los vínculos necesarios para enfrentar cambios de tiempo, oportunidad, duración, apoyo, escala, alcance y distancia. La I Guerra Mundial sencillamente reforzó estas consideraciones tradicionales, al mismo tiempo que les agregó algunos aspectos nuevos. La experiencia de combate demostró convincentemente que una sola operación ya no era suficiente para determinar el resultado ni de una campaña ni de una guerra. Sólo a través de operaciones sucesivas, vinculadas por los factores de intención, lugar, distribución de medios y acción coordinada, era posible imponer una decisión. La experiencia de combate también puso de relieve la inutilidad de la estrategia de la línea extendida, pues una vez que se le negaba al adversario acceso a los flancos, a éste le quedaban dos opciones intolerables: efectuar una penetración o atacar en otro teatro. La primera presentaba desafíos formidables porque la experiencia había enseñado que las fuerzas defensoras podían recurrir al empleo de una combinación de elementos tales como reservas, una red ferroviaria relativamente poco dañada, y una retaguardia coherente con lo cual le era posible reconstituir una defensa viable en lo que luego se llamó "la profundidad operacional". Por consiguiente, después de limitados éxitos tácticos, obtenidos a gran costo, la fuerza en ataque tendría que hacer una pausa y prepararse para la conducción de operaciones ofensivas subsiguientes.

 

La I Guerra Mundial también produjo diversas soluciones desde fuera del teatro para superar una situación de empate sangriento. Una era pedir apoyo a un aliado potencial preparado para contribuir con vastas reservas humanas, con lo cual sería posible darle la ventaja a la fuerza propia en el último momento. Otra opción era atacar al enemigo en la profundidad en su retaguardia de apoyo, ya sea en forma indirecta, por medio de un bloqueo en la superficie, o bien mediante una guerra de corso con submarinos. Otra alternativa surgió con la innovación tecnológica: las aeronaves podían sobrevolar las trincheras, en tanto que los tanques podían aplastarlas y penetrar haciendo fuego en las defensas enemigas. Pero antes de que fuera posible emplear cualquiera de estas innovaciones con éxito en una guerra futura, los prácticos tendrían que entender lo que había acontecido durante dicha guerra y por qué había sucedido así, analizando sus implicancias para el futuro. En el proceso de reflexionar sobre tales cuestiones, los teóricos y prácticos comenzaron a formular no sólo un léxico común, incluyendo un entendimiento básico del arte operacional, sino también un marco conceptual común para la conducción de las operaciones.

Nuevo Vocabulario y Nuevas Soluciones He descrito el mundo de complejas realidades militares que arrostraban los pensadores militares soviéticos durante las décadas de los años veinte y treinta. Aunque no cabe duda de que otras culturas y pensadores militares, incluyendo Giulio Douhet, William "Billy" Mitchell, J.F.C. Fuller y B.H. Liddell Hart, también contribuyeron a la actividad intelectual y al "nuevo modo de pensar" durante la misma época, los soviéticos se destacaron por las siguientes razones:   Se ma mantuvieron ntuvieron permanentemente enfocados en la conducción de



operaciones en gran escala, con orientación terrestre.   Se preocuparon o obsesivamente bsesivamente por la viabilidad de vincular los aspec-



tos separados de su pensamiento acerca de la naturaleza cambiante

 

de las operaciones, con las realidades militares de mayor y menor trascendencia.   Produjeron toda una escuela de pensadores, y no sólo unos cuantos



individuos trabajando por su propia cuenta, unos aislados de otros y de sus culturas militares.   Emprendieron el estudio sistemático de la historia de las operaciones



desde la época de Napoleón, con el fin de obtener un cabal entendimiento de lo que había pasado y del por qué del desarrollo de las operaciones analizadas. Producto de esta búsqueda, los teóricos del Ejército soviético lograron identificar lo que consideraban las claves fundamentales para el buen entendimiento del cambio: el contenido cambiante de la estrategia militar, la naturaleza evolutiva de las operaciones mismas y del fraccionamiento de las estructuras militares. Una importante presunción básica era que la importancia de estos avances se debía al impacto a largo plazo de los adelantos tecnológicos.

General William "Billy" Mitchell Los soviéticos percibían que la evolución de la teoría y práctica militares había desembocado en una situación por la cual la estrategia de toda una nación en estado de guerra se había convertido en una especie de cadena continua intelectual y organizacional, a través de la cual un amplio frente de combate se vinculaba con una vasta retaguardia de apoyo. Es decir, la estrategia era lo que permitía a una nación orientarse hacia la preparación y conducción de la guerra contemporánea y futura, en tanto que la conducción de operaciones rápidamente iba asumiendo una identidad propia suficiente para llamar la atención por sí misma, aunque no en forma aislada de la estrategia y la táctica. Se llegó al reconocimiento consciente de que la estrategia —más precisamente, la estrategia militar — se había incrementado tanto que ya englobaba una gran diversidad de actividades, incluyendo la planificación y

 

preparación en los más altos niveles, la orquestación y priorización de todos los medios disponibles, y la identificación de objetivos, elementos todos que culminaban con la aplicación directa de la potencia militar para el logro de los objetivos del Estado.6 En pocas palabras, la estrategia asumió un significado parecido a lo que el Coronel Alfred F. Lykke, hijo, posteriormente definiera como la orquestación y enlace de los "fines, modos y medios" para alcanzar los objetivos de seguridad nacional.7  Tal desarrollo, junto con la aumentada complejidad de las operaciones, provocó la apertura de una brecha entre lo que tradicionalmente se entendía como estrategia y la táctica. Algunos comentaristas llenaron esta brecha con el término "gran táctica", en tanto que otros pretendían descubrir términos análogos, incluyendo la "estrategia aplicada" y operatika  (un término ruso que apareció en el año 1907), para definir lo que la interpretación tradicional de la palabra "estrategia" describía como todo lo que acontecía dentro del teatro.8 Por cierto tiempo, bajo la influencia del teórico militar Sigismund W. von Schlichting, los alemanes consideraron adoptar el término operativ ; pero tal parece que no lo elaboraron con persistencia ni consistencia. 9  Otros comentaristas, influidos por variadas perspectivas y preocupaciones, no percibían tal brecha y por lo tanto no veían motivo alguno para estudiar el asunto, pues continuaban insistiendo en el vínculo directo de la táctica con la estrategia. Los soviéticos, por contraste, ya para el año 1922 comenzaron a llenar la "brecha de la terminología" con algo que ellos denominaron el "arte operacional", y resultó que dedicaron gran parte de las dos décadas siguientes al desarrollo de una definición más completa de este concepto y sus implicancias.10 En un principio, era un término empleado por los pensadores del Ejército soviético para describir con más precisión la disciplina que gobernaba la preparación y conducción de las operaciones. En el año 1926, un teórico soviético y antiguo oficial del Estado Mayor General del Ejército Imperial Ruso,  Aleksandr Svechin, captó la esencia de los vínculos entre las tres partes

 

componentes de la nueva interpretación tridimensional del arte militar, al escribir: "La táctica comprende los peldaños que en su conjunto representan los saltos operacionales. La estrategia señala el camino".11 No es de sorprender que un nuevo departamento, el de la Conducción de Operaciones, apareciera junto con los departamentos más convencionales de Estrategia y Táctica en la Academia de Estado Mayor del Ejército soviético. El nuevo entendimiento de la relación entre los tres componentes del arte militar dio el ímpetu necesario para que surgiera otro factor: el enfoque permanente en la naturaleza evolutiva de las operaciones, y sus implicancias para la guerra en el futuro. De acuerdo con la precedente discusión, los soviéticos entendían que la revolución industrial había cambiado la naturaleza de las operaciones modernas. Sabían que existía la necesidad de establecer una distinción consciente entre las operaciones y las batallas, siendo éstas más cortas de duración, más limitadas de alcance y resultado, y más episódicas por naturaleza. Es más, la I Guerra Mundial había puesto de manifiesto el hecho de que una sola operación en raras ocasiones puede producir una decisión estratégica; ésta se alcanza más bien como resultado de una serie compleja de operaciones sucesivas, simultáneas y relacionadas entre sí. Los soviéticos también percibían que incluso en operaciones tan dispares como eran aquéllas libradas durante la I Guerra Mundial y las de su propia guerra civil, había mucho en común. Este entendimiento se basó primordialmente en su reconocimiento de que la logística y las redes de carreteras y ferrocarriles desempeñan un papel clave en la determinación de la escala, envergadura y profundidad de las operaciones militares modernas. 12  A mediados de los años 20, el jefe del estado mayor soviético, Mikhail N. Tukachevskiy, ordenó a los instructores en materia "conducción de operaciones" en la Academia de Estado Mayor, incluir la logística en sus ejercicios a nivel operacional. Algunos comentaristas rusos aseveraron posteriormente que esta consideración de los medios de apoyo en el estudio de las operaciones, fue lo que realmente provocó el surgimiento del concepto del arte operacional soviético. 13 

 

El teórico soviético Georgiy S. Isserson ofreció la siguiente observación perspicaz: desde el estallido de la I Guerra Mundial los ejércitos habían presenciado la "separación de las fuerzas". Es decir, en el período entre 1914 y principios de los años 30, el continuo avance de la tecnología provocó la evolución estructural de fuerzas armadas cuyas organizaciones, ya para ese entonces, reflejaban una mayor diversidad y cuyas armas se habían vuelto más diferenciadas de acuerdo con su alcance y sus efectos en combate. Para los ejércitos estilo continental, estas fuerzas se parecían sólo superficialmente a sus homólogos de antaño. Considérese por ejemplo, que en el año 1914 las armas de infantería y caballería, a pesar de sus diferentes técnicas de movimiento y combate, representaban dos aspectos de una fuerza relativamente homogénea que avanzaba con fuerza en el campo de batalla y contaba con el apoyo de medios de artillería similares. El radio operacional y los efectos de combate de estas fuerzas aún eran relativamente limitados en cuanto a profundidad y alcance. Sin embargo, a finales de la década de los años 30, las estructuras y armas militares habían evolucionado, al mismo tiempo que se introdujeron aeronaves, blindados y artillería de largo alcance en las batallas y operaciones, dando como resultado una fuerza más heterogénea y, de mayor importancia, una fuerza cuyas cualidades y atributos implicaban un nuevo modo de pensamiento y de preparación antes que fuera posible aplicarla en forma sistemática para lograr fines militares. Isserson entendía que un propósito fundamental del arte operacional era integrar los distintos efectos y características operacionales de estas fuerzas, ya sea en forma simultánea o sucesiva, a través de un teatro de operaciones de combate mucho más amplio. 14 

Soldados soviéticos cruzan un río en tanques T34 , en el invierno de 1944-1945. Estos impulsos y otros afines convergieron durante los años 30, sentando así la base del concepto soviético de operaciones hacia la profundidad. Ante la

 

aplicación masiva de nuevas tecnologías, los soviéticos eliminaron las formaciones obsoletas de punto y línea para concentrarse en sacar las ventajas de proyectar un vector de la fuerza hacia la profundidad. Esto les exigía movilizar una fuerza de combate diversificada compuesta de elementos de infantería, blindados, paracaidistas, artillería de largo alcance y potencia aérea, para luego orquestar los múltiples efectos de tal disposición tanto sucesiva como simultáneamente en tres dimensiones durante el desarrollo de una operación. El objetivo en la ofensiva era lanzar ataques contra las defensas enemigas tan simultáneos como fuese posible en toda su profundidad, con el fin de producir una desintegración catastrófica de todo su sistema de defensa. El concepto era lograr una penetración, abriendo un camino a través de la zona táctica por la fuerza, para luego insertar un elemento móvil con la misión de explotar hacia las profundidades operacionales. Para lograr el máximo efecto decisivo, los soviéticos consideraban que estas operaciones debían ser manejadas desde los niveles superiores, iniciándose en el de frente (grupo de ejércitos) y pasando de ahí a los niveles de ejército y cuerpo de ejército.15  Si bien los soviéticos no pasaban por alto otros asuntos operacionales, la teoría y conducción de operaciones en la profundidad constituían el foco central del arte operacional soviético durante la década de los 30. El arte operacional le exigía al práctico:   Identificar los objetivos estratégicos dentro del teatro.   Visualizar un teatro en tres dimensiones.





  Determinar qué secuencia de acciones militares —incluyendo las de



preparación, organización, apoyo, dispositivo para las batallas y estructura de mando— posibilita el logro de dichos objetivos. Después de analizar las operaciones anteriores, y presumiendo inmensos aumentos en el blindaje y la potencia aérea, los soviéticos estimaron que las operaciones futuras bien podrían realizarse en un frente de 300 kilómetros, con una profundidad de aproximadamente 250 kilómetros y una duración de

 

30 a 45 días. Por consiguiente, tales operaciones tendrían que estar estrechamente vinculadas con el logro de objetivos determinados por los requisitos estratégicos más amplios, en tanto que el éxito general dependería de la capacidad para integrar los medios logísticos y la táctica en el plan general. Los vínculos entre el frente de combate y la retaguardia de apoyo también quedaron claros. Por diversas razones, incluyendo la lectura cuidadosa de la obra de Carl von Clausewitz, el estudio de las lecciones del frente doméstico durante la I Guerra Mundial, y una sensación cada vez más intensa de que la victoria en futuros conflictos requeriría el empeño de los recursos totales del Estado, los soviéticos se inclinaban a creer que una guerra futura sería sistémica y prolongada. Durante los años 30, las políticas de José Stalin —a saber, la colectivización agrícola y la industrialización masiva —  se constituyeron en una movilización de la sociedad soviética durante tiempo de paz. Una serie sucesiva de planes quinquenales estableció la infraestructura necesaria para la ejecución de una guerra futura y produjo gran parte del equipo militar requerido para desarrollar operaciones hacia la profundidad. La transformación —incluso la militarización—  de la sociedad soviética dio un testimonio sombrío de los lazos entre la visión estratégica y la capacidad a nivel operacional.16  Los adversarios potenciales de Stalin en Alemania heredaron otro patrimonio militar y partieron desde otra base filosófica. Después de sus rápidas victorias sobre Francia en 1870 y 1871, gran parte del raciocinio fundamental de la planificación militar de los alemanes giraba en torno a la planificación de operaciones iniciales con el alcance y velocidad suficientes para obligar al enemigo a capitular luego de una breve campaña de aniquilación. Esto se basaba en la presunción de que la sociedad moderna era tan frágil que no podía soportar los desequilibrios inevitables, producidos en un conflicto militar prolongado. La experiencia de la I Guerra Mundial parecía confirmar las aprehensiones previamente planteadas: al prolongarse el conflicto, surgieron los peligros cual "cabeza de hidra" amenazando con el desgaste, la fatiga de

 

la población interna y la inestabilidad política, que podría concluir hasta en una revolución. Cuando a finales de la década de los años 30, el Reichswehr  alemán   alemán surgió del "capullo" impuesto por el Tratado de Versalles para transformarse en la Wehrmacht   de de Hitler, la doctrina alemana renovó el énfasis en la prevención.

Basándose en un entendimiento casi intuitivo de las mismas tecnologías que estaban desarrollando los soviéticos, los alemanes concibieron la  Blitzkrieg , lo cual constituía una respuesta abrumadora a los desafíos inherentes y a la naturaleza prolongada de la guerra desde posiciones fijas. La combinación de la potencia aérea y de los medios blindados con una perfeccionada técnica de combate produjo un concepto de armas combinadas con una inmediata aplicación táctica e importantes implicaciones operacionales. Una vez más, los llamados de las sirenas de la aniquilación y de la decisión rápida llevaron a los alemanes hacia costas militares peligrosas. 17  Retrospectivamente, resulta evidente que la visión alemana de la "guerra relámpago" ostentaba al menos dos defectos importantes, uno de los cuales se impusieron los mismos alemanes. El primero residía en que los operadores y planificadores habían dejado de intercalar el concepto de la Blitzkrieg   en una visión coherente de la conducción de las operaciones, lo cual bien podrían haber hecho si los alemanes se hubieran tomado el tiempo de desarrollar su propio patrimonio de operativ .18 Éste fue un problema que podían superar una vez obtenida más experiencia. El segundo defecto, y el más grave, era que los alemanes dejaron de profundizar el análisis de los importantes lazos sistémicos que existen entre el frente de combate y la propia retaguardia de apoyo. Sin embargo, esta nueva visión estaba de acuerdo con el entendimiento de la estrategia que tenía Hitler, al mismo tiempo que los éxitos alcanzados desde 1939 a 1942 ocultaron las más profundas dificultades que implicaba movilizar al frente interno. 19  Por contraste, la visión soviética se caracterizaba por una coherencia impresionante, aunque cabe acotar que inicialmente Moscú tampoco había desa-

 

rrollado una visión adecuada. La misma naturaleza de la cultura militar soviética, junto con los requisitos de una guerra estilo continental, significó que los soviéticos tenían un entendimiento muy limitado de los componentes aéreo y naval del arte operacional. El propósito central de la potencia aérea era apoyar la operación terrestre, en tanto que las fuerzas navales debían empeñarse principalmente en defender la costa y extender los límites geográficos de teatros convencionales con orientación terrestre. Además, otras circunstancias singulares de la situación soviética les impedían a ellos mismos beneficiarse oportunamente de su entendimiento del arte operacional. Debido a una serie de circunstancias —incluyendo la purga del cuerpo de oficiales ba jo Stalin en los años 1937 y 1938, la mala interpretación de las lecciones aprendidas de la Guerra Civil de España (1936-1939), la necesidad de asimilar inmensas cantidades de tropas y nuevas tecnologías y la capacidad de Hitler para lograr el factor sorpresa en el año 1941 — los soviéticos salieron mal en las fases iniciales de la II Guerra Mundial en el Frente Oriental. 20  No fue sino hasta 1943 que lograron aprender las duras lecciones de la experiencia, perfeccionando su versión del arte operacional con consecuencias devastadoras para la Wehrmacht . Desde Stalingrado hasta Berlín durante el período de 1943 a 1945, los soviéticos perfeccionaron su capacidad para realizar operaciones sucesivas y simultáneas en un frente y en múltiples frentes. Los mariscales bajo Stalin aprendieron a comandar y controlar tales operaciones en la profundidad y en amplios espacios al mismo tiempo que coordinaban el apoyo aéreo con ataques de blindados. A partir de 1944, la movilidad y la maniobra asumieron cada vez más importancia, debido por una parte a que los alemanes ya no podían reemplazar sus bajas y, por otra, al aumento de la capacidad logística de los soviéticos, producto del empleo de camiones obtenidos a través del acuerdo de préstamo y arriendo. La doctrina y la práctica evolucionaron paulatinamente para realzar la más compleja de las operaciones terrestres modernas





el cerco  ejecutada con éxito por los soviéticos unas 50 veces en

 

el Frente Oriental. Los soviéticos lograron cambiar decisivamente la suerte de los alemanes y, al hacer eso, demostraron un dominio del arte militar que se podía comparar con los éxitos anteriores de los alemanes.21 

El Legado de la II Guerra Mundial y la Guerra Fría La II Guerra Mundial también dejó a las Fuerzas Armadas estadounidenses con mucha experiencia en la conducción de operaciones modernas. Sin embargo, el dominio del arte operacional no les había resultado fácil ni rápido de obtener, debido en parte a que el período de entre guerras produjo poco estímulo intelectual, doctrinario y organizacional. En la Escuela de Comando y Estado Mayor durante los años 30, las operaciones de teatro se enseñaban como "estrategia militar", acorde con el precedente del siglo XIX. El manual de campaña fundamental del Ejército, el FM 100-5, Operaciones, apareció en borrador en 1939, con un enfoque principalmente táctico, lo cual es el más adecuado para una reducida fuerza terrestre durante tiempo de paz. Las Maniobras de Louisiana en 1940 y 1941, ofrecieron experiencia práctica limitada

y tardía en las operaciones de grandes unidades. 22  El Cuerpo Aéreo del Ejército, a su vez, tenía la misión de apoyar las operaciones terrestres, pero gran parte de su atención se concentraba en adquirir la habilidad y equipo necesarios para conducir campañas de bombardeo estratégico. 23  La Armada, sacando las lecciones de su experiencia en la I Guerra Mundial y previendo la posibilidad de una guerra prolongada en dos océanos, analizó detenidamente los desafíos inherentes a la planificación y conducción de operaciones en todas las dimensiones a lo largo de extensos períodos de tiempo y sobre grandes distancias. 24 Sin embargo, las fuerzas estadounidenses por lo general eran iguales a las fuerzas disgregadas descritas por Isserson, y traducidas en los términos estadounidenses. Desafortunadamente, las instituciones y sus dependencias seguían buscando responder a sus propias perspectivas, problemas e intereses creados. Por éstas y otras razones, los antecedentes existentes para la preparación y conducción de operaciones

 

eran, cuando mejor, una mezcla de factores positivos y negativos. Producto de lo anterior, las fuerzas militares de Estados Unidos desplegadas durante la II Guerra Mundial tuvieron que aprender las lecciones obtenidas en el desempeño de sus tareas, instruidas por el maestro exigente de la experiencia. Cabe atribuirles el crédito merecido a los comandantes y sus estados mayores que poco a poco iban perfeccionando el arte de conducir masivas operaciones conjuntas y combinadas, a través de vastas distancias, para el logro de objetivos estratégicos. Sería difícil, en retrospectiva, reclamar que las principales operaciones desarrolladas por el almirante Chester W. Nimitz en el Pacífico central, por el general Douglas MacArthur en el Pacífico del sudoeste, por el general Dwight D. Eisenhower en Europa y por el general George S. Patton en el norte de Francia, no igualaran en magnitud e importancia a las operaciones soviéticas durante la II Guerra Mundial.  A pesar pes ar de las abundantes experiencias obtenidas obtenida s en la conducc conducción ión de operaciones durante la II Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética siguieron diferentes caminos de evolución doctrinaria y organizativa en los años de postguerra. Durante cierto tiempo, ninguno de estos antiguos aliados se concentró en operaciones en gran escala. La Guerra Fría les imposibilitaba todo intercambio de doctrina, al mismo tiempo que la desmovilización y el advenimiento de armamentos nucleares provocaron una variedad de reacciones que afectaban la percepción que las superpotencias tenían de sus respectivos papeles y la naturaleza de una eventual operación militar. En el Ejército de Estados Unidos, los ejércitos de teatro y comandos de apoyo se disminuían o incluso desaparecían ante la apresurada desmovilización, dejando al Ejército sin apoyo extrainstitucional en su análisis de cuestiones planteadas a nivel táctico. Durante la primera década de la Guerra Fría, Estados Unidos pretendía aumentar su potencia militar a través de una mayor dependencia de dispositivos nucleares estratégicos y tácticos, lo cual disminuyó el interés doctrinario en operaciones de grandes unidades. 25 

 

Cuando estalló la Guerra de Corea, el carácter improvisado de la respuesta y las dificultades asociadas con la geografía de aquel teatro, inicialmente imposibilitaron la conducción de operaciones abrumadoras en gran escala. El único momento prometedor, tal como fue el desembarco de MacArthur en Inchon, al poco tiempo quedó olvidado ante el empate táctico en el paralelo 38. Mientras tanto, los soviéticos comenzaron a reconsiderar su propia desmovilización apresurada posterior a II Guerra Mundial. Debido a que Stalin no poseía la bomba atómica desde un principio, no podía hacer otra cosa que modernizar a las fuerzas soviéticas para poder desplegar una variante mejorada de lo que había sellado la victoria soviética en el Frente Oriental. Hasta su muerte en el año 1953, la presencia de Stalin dificultó el análisis de las lecciones aprendidas de la II Guerra Mundial. Subsecuentemente Nikita Kruschev, en su afán de reducir la fuerza militar soviética a través de una estrategia basada en la potencia nuclear, también restó gran parte de la importancia anteriormente atribuida al arte operacional. 26  Para el Ejército estadounidense, la convergencia de tres circunstancias importantes dieron ímpetu a una evolución doctrinaria que culminó en la adopción del arte operacional como concepto doctrinario. La primera fue la Guerra de Vietnam, en la cual las fuerzas en campaña alcanzaron una larga serie de éxitos tácticos pero no pudieron transformarlos en resultados estratégicos. El debate sobre las razones de tal fracaso, junto con la necesidad de reconstruir al Ejército de Estados Unidos, finalmente provocó una serie de cambios doctrinarios y organizacionales de largo alcance, los cuales se hicieron sentir en el mismo marco conceptual de la conducción bélica. Cuando el Ejército logró rehacerse y vislumbrar el futuro, algunos oficiales se fijaron en los escritos militares clásicos, especialmente las obras de Clausewitz, tanto para sacar de ellos algún entendimiento de sus fracasos recientes como para extraer de ellos la inspiración y el vocabulario necesarios para hacer lo que se debía hacer en ese momento. Mientras tanto, el análisis de la amenaza identificó la magnitud de la tarea potencial: una confrontación con las fuerzas soviéticas y

 

del Pacto de Varsovia en Europa asumía una importancia trascendental, pues se veía como la versión más desafiante de una posible guerra futura. La misma naturaleza y escala de esta amenaza produjeron inevitablemente un renacimiento del interés en la conducción de operaciones de grandes unidades.27 

Integrantes de la 101ª División de Paracaidistas preparan el lanzamien-  to de un misil Li ttl ttle J ohn, desarrollado especialmente para las divisiones Pentómicas. El sistema era capaz de lanzar proyectiles nucleares o convencionales a una distancia máxima de 10 millas. Otro factor importante en la evolución doctrinaria del Ejército fue el papel de la tecnología en una posible guerra futura. En la Guerra de Vietnam se presenció la introducción de sofisticadas armas guiadas con precisión, pero aún faltaba una comprensión coherente de las implicancias generales que tal recurso y las tecnologías afines podían significar para la guerra convencional. Gran parte de ese entendimiento nació a raíz de la Guerra del Oriente Medio en el año 1967, conflicto en el cual la aplicación en masa de nuevos tipos de proyectiles parecía cambiar la creencia convencional relativa a la forma correcta de calcular la superioridad aérea, a cuál debería ser el papel de los medios blindados en el combate terrestre y cuáles eran las relaciones entre los diferentes componentes de la fuerza, en el contexto de la conducción de operaciones. Entre tanto, una nueva organización, el Comando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército, intentaba concretar las lecciones de la Guerra del Oriente Medio y contestar el desafío de un posible conflicto contra las hordas del Pacto de Varsovia en las planicies del norte de Europa. El resultado fue la versión de 1976 del Manual de Campaña 100-5 y su énfasis en la "defensa activa".28  El descontento con tal concepto y la búsqueda de alternativas constituyeron el tercer factor principal en la evolución de la doctrina del Ejército durante el período posterior a la Guerra de Vietnam. Por una parte, las realidades geo-

 

políticas de la OTAN exigían tanto una defensa adelantada como contribuciones de elementos de magnitud de Cuerpo de Ejército por parte de los estados miembros, factores que demostraban un fuerte interés en mantener a la alianza orientada hacia el nivel táctico. El manual de campaña 100-5 de 1976 reflejaba este enfoque. Por otra parte, la presencia de nuevas consideraciones cada vez más evidentes, incluyendo la necesidad de poder defender en la profundidad y el requisito de aplicar e integrar tecnologías sofisticadas en los niveles más altos, requería de nuevos modos de pensar y organizar. Cuando los críticos y redactores de la doctrina volvieron su atención a la promesa inherente en la conducción de una guerra futura con unidades de gran escala, buscaron antecedentes históricos y doctrinarios. Anteriormente, los defensores de la llamada "defensa activa" se habían fijado en la tenaz defensa alemana contra la embestida soviética desde 1943 hasta 1945, percibiéndola como el secreto doctrinario de cómo "combatir contra una fuerza numéricamente superior y vencerla". Cayeron en la cuenta, tardíamente, de que los alemanes habían luchado contra una fuerza numéricamente superior y habían perdido. El próximo enfoque de quienes abogaban por la guerra de maniobra era la Blitzkrieg y los éxitos inicialmente logrados por los alemanes en la II Guerra

Mundial, pues a través de ello pensaban promover innovaciones doctrinarias que pondrían el énfasis en la combinación de la tecnología con la técnica en la conducción de modernas operaciones móviles. Casi como una especie de "posdata", otros pensadores comenzaron a analizar en serio la doctrina y las fuerzas armadas del adversario soviético, el cual había logrado derrotar a los "discípulos del diablo". De la historia militar soviética emergía paulatinamente un entendimiento más acabado de la naturaleza tridimensional del arte militar soviético, junto con nociones sobre el por qué los soviéticos optaron por caracterizar al "arte operacional", como la teoría y práctica en la conducción de las operaciones. El término en sí tenía resonancia entre los redactores de la

 

doctrina estadounidense, quienes se habían sensibilizado a los matices y complejidades de las operaciones modernas. 29  Los soviéticos, por su parte, estaban saliendo del letargo producido por la inflexibilidad de la época stalinista y los años iniciales de la era nuclear. Desde mediados de la década de los años 70 hasta bien entrada la próxima, mientras los soviéticos poco a poco avanzaban a zarpazos hasta alcanzar una situación de paridad nuclear con Estados Unidos, los teóricos del arte militar llenaron las páginas de las publicaciones militares soviéticas con escritos que en su conjunto representaban un renacimineto del arte operacional y su legado contemporáneo. Bajo condiciones de paridad nuclear, surgió la presunción de que en una futura guerra en Europa, la naturaleza de las operaciones quizás continuara siendo convencional, ya fuera durante un período inicial o bien por un período prolongado. Por consiguiente, era necesario de nuevo concentrarse totalmente en la preparación y conducción de operaciones convencionales en gran escala, bajo condiciones que bien pudieran provocar una escalada hasta desembocar en una guerra nuclear. 30 En las postrimerías de la década de los años 70 y principios de los 80, este modo de pensar sentaba las bases de la evolución conceptual de la operación ofensiva estratégica a nivel de teatro. Esta serie de operaciones integradas implicaba una ofensiva masiva que giraba en torno a la introducción escalonada de fuerzas, cuyos ataques facilitarían la proyección de grupos de maniobra operacional para explotar los éxitos dentro de la retaguardia poco profunda de la OTAN.

El Arte Operacional de EE.UU. Con la difusión, a los públicos norteamericano y de la OTAN, de material contenido en fuentes no secretas sobre el arte operacional soviético, y diversos informes de inteligencia sobre las operaciones estratégicas a nivel de teatro, se intensificó el afán de la innovación doctrinaria y la inspirada por la tecnología. Desde ya a principios de los años 80, los líderes de la OTAN comenza-

 

ron a adoptar el concepto del ataque a las fuerzas del segundo escalón, viéndolo como una manera de atacar en la profundidad a las formaciones altamente escalonadas del Pacto de Varsovia, a través del empleo de nuevas armas de precisión más potentes y de mayor alcance. La promesa de la nueva tecnología, junto con el aumento de fuerzas orientadas hacia la OTAN y el énfasis cada vez más fuerte en la guerra de maniobra, fueron los factores que incitaron a los redactores de la doctrina a cambiar de enfoque, analizando los lazos existentes entre los diferentes niveles de la conducción, y enfrentar los problemas complicados de escala, contenido, alcance y duración en cada nivel. 31 Como resultado de lo anterior, la comunidad doctrinaria del Ejército de EE.UU. reconoció que el arte operacional era necesario dentro del teatro, para poder vincular los nuevos conceptos y tecnologías tanto con los intereses existentes en los niveles más altos (los estratégicos) como con aquéllos de los niveles más bajos (los tácticos). No es de sorprender que la versión de 1982 del Manual de Campaña 100-5, afirmara los tres niveles de la guerra y aseverara que "el nivel operacional de la guerra emplea los medios militares disponibles para lograr los objetivos estratégicos dentro de un teatro de guerra". La misma edición de dicho manual destaca la agilidad, la iniciativa, la profundidad y la sincronización. También analiza el problema de la integración, reconociendo la necesidad de mantener una estrecha cooperación con la Fuerza Aérea de EE.UU. en la conducción de la Batalla Aeroterrestre. Pese a las resonancias tácticas implícitas en la palabra "batalla", el manual militar del 82 claramente promovía un enfoque en el nivel operacional de la guerra, pues era en dicho nivel que se efectuaba la planificación y conducción de las campañas. Éstas, a su vez, se concebían como "operaciones sostenidas, concebidas con el fin de derrotar a una fuerza enemiga en un lugar y momento específicos, mediante la conducción de batallas simultáneas y sucesivas".32  Cuatro años después, el Manual de Campaña 100-5 difundido en el año 1986 profundizó y amplificó el entendimiento que tenía el Ejército de las ope-

 

raciones contemporáneas, y por primera vez en el léxico militar, el manual fundamental del Ejército definió el arte operacional. Bajo la rúbrica estadounidense, el arte operacional era "el empleo de fuerzas militares para lograr objetivos estratégicos en un teatro de guerra o teatro de operaciones, a través de la elaboración, organización y conducción de campañas y operaciones principales". Dicha definición era más que la mera copia del precedente soviético, ya que constituyó un esfuerzo por aplicar el concepto a las futuras operaciones de Estados Unidos desde la perspectiva de un entendimiento actualizado y bien informado. La elaboración del arte operacional desde la perspectiva estadounidense reflejaba muchas de las inquietudes y ansiedades intelectuales que habían acosado a los redactores de la doctrina estadounidense desde la Guerra de Vietnam. De una mezcla curiosa de conceptos modificados de Clausewitz y de Jomini, nacieron los conceptos de diseño operacional, incluyendo centro de gravedad, líneas de operaciones, puntos decisivos y culminación; ideas éstas que sentaban las bases del arte operacional y su aplicación al proceso de la planificación de campañas.33 De la sensación de que la tecnología y las circunstancias iban cambiando la misma naturaleza y el contenido de las operaciones, brotaba un entendimiento genérico de las funciones correspondientes al nivel operacional —a saber: la inteligencia, el empleo de los fuegos, la maniobra, la logística, la protección a la fuerza propia y los elementos de mando y control—  que ingresaron, ya sea en forma sucesiva o simultánea, en la planificación de las operaciones y campañas principales. Del reconocimiento de que el arte operacional no sería otra cosa que un concepto vacío si no se lo vinculara estrechamente con la educación y la aplicación, vino gestándose, poco a poco, la introducción de la planificación de las campañas en los planes de estudio de la Escuela de Guerra y de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército de EE.UU. 34 

 

Impacto Conjunto  Aunque el Ejército había desarrollado con éxito cuestiones de concepto, vocabulario y aplicación, aún no se contaba con una garantía inmediata de que la comunidad conjunta habría de compartir su obsesión por el arte operacional. De las demás instituciones armadas, sólo la Fuerza Aérea de Estados Unidos se dejaba persuadir por la evolución doctrinaria del Ejército, lo cual se debía a las implicancias explícitas e implícitas del ataque a las fuerzas del segundo escalón y de la Batalla Aeroterrestre. En efecto, la evolución doctrinaria bien podría haberse detenido a mediados de la década de los 80, si no hubieran ocurrido varios eventos subsiguientes y casi simultáneos.

El Acta Goldwater-Nichols de Reorganización del Departamento de Defensa, promulgada en el año 1986. Esta legislación acarreó varias consecuencias importantes que inicialmente pasaron desapercibidas por las instituciones de defensa de Estados Unidos. La nueva legislación del Congreso realzó las funciones y el prestigio de los comandantes en jefe de las unidades de combate, otorgándoles mayores responsabilidades en la planificación y conducción de las futuras operaciones militares de fuerzas conjuntas y combinadas.

Énfasis mandatorio en lo conjunto. El carácter de "conjunto" de las operaciones futuras les obligó a las instituciones armadas a redactar una doctrina con miras a alcanzar un entendimiento compartido para su conducción, aunque fuera en forma conjunta o separada. Con la creación del J7, siendo éste una nueva Dirección del Estado Mayor Conjunto, el énfasis en el desarrollo de la doctrina empleada a nivel de fuerzas conjuntas recayó cada vez más en el desarrollo de vocabulario y conceptos comunes en dicho nivel. Bajo tales circunstancias, no fue por casualidad que la Armada de EE.UU. comenzó a considerar el arte operacional en teatros marítimos. Tampoco fue por accidente que la Publicación Conjunta 3-0, Doctrine for Joint Operations (La doctrina para las operaciones conjuntas) y la Publicación 5-0, Doctrine for Planning Joint Operations  (La doctrina para la planificación de operaciones

 

conjuntas) se orientaran más clara y frecuentemente hacia el arte operacional.35 

El término de la Guerra Fría.  Otro factor en el desarrollo de la doctrina contemporánea fue el final de la Guerra Fría. Uno de los resultados principales del desvanecimiento de la bipolaridad anteriormente prevaleciente fue un renovado esfuerzo para integrar diferentes perspectivas y prioridades regionales dentro de las estrategias de seguridad nacional y de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Estos conceptos dieron la debida orientación al mismo tiempo que fomentaron una sensación de que existía un contexto más amplio. Los mismos conceptos reforzaron el impacto del Acta GoldwaterNichols, causando que los Comandantes en Jefe se avocaran más estrechamente en el desarrollo de estrategias a nivel de teatro, con un énfasis concomitante pero muchas veces tácito en asuntos relacionados con el arte operacional. La planificación de campañas entraba en juego, por cuanto servía para incluir los elementos del arte operacional y de la estrategia a nivel de teatro y, con el tiempo, evolucionó de tal forma que permitía enfrentar amenazas regionales. De ahí que otra consecuencia de la Guerra Fría incidiera en el desarrollo de la doctrina y de conceptos: el surgimiento, o posiblemente el redescubrimiento, de importantes amenazas regionales fuera del contexto del conflicto ideológico tradicional. Otra consecuencia más fue el reducido énfasis atribuido a la probabilidad de estallar una guerra nuclear, realidad ésta que les forzó a todas las instituciones armadas de Estados Unidos a contemplar los desafíos inherentes a la conducción de operaciones convencionales prolongadas dentro del contexto de un conflicto militar regional.

Reducción de fuerzas.  La época de posguerra fría acarreó los fenómenos de reducción de las fuerzas, proyección de la fuerza y escasez de recursos, factores todos que indicaban que el conflicto del futuro no permitiría que las distintas instituciones se aferraran a sus lealtades tradicionales ni dejaría mucho tiempo para la capacitación luego del despliegue, tal como sucedió

 

durante la II Guerra Mundial. Los componentes claves de las operaciones modernas, especialmente la logística y el sostenimiento, de repente asumieron mayor importancia. Así como el Ejército en los años 70 se preocupaba por las "batallas iniciales" de una guerra futura, la fuerza conjunta contemporánea tenía que concentrarse en las "operaciones iniciales" en futuras campañas y guerras.36   A modo de prueba del punto anteriormente señalado, la Guerra del Golfo Pérsico estalló en los años 1990 y 1991, dando un importante ímpetu al renacimiento doctrinario del arte operacional en el ámbito conjunto. Las operaciones conducidas en D esert Shield/Storm reforzaron el proceso evolucionario de varias maneras. Primero, recordaron —sin querer — el legado dejado por Isserson, por cuanto prestaron atención a las complejidades de la planificación y de las acciones requeridas para efectuar una integración de los efectos de combate dentro de un teatro de operaciones, por fuerzas armadas dispares y dotadas de capacidades también dispares. 37  Tal reconocimiento se encuentra en el mismo corazón de la guerra conjunta moderna y sigue siendo terreno fértil para el continuo desarrollo doctrinario. Segundo, los instrumentos conceptuales inherentes en la aproximación estadounidense al arte operacional, incluyendo el centro de gravedad, jugaron un papel importante en el cálculo que finalmente posibilitó la victoria de las fuerzas aliadas. Tercero, con toda la atención dirigida a las armas de "alta tecnología", la Guerra del Golfo Pérsico recordó tanto a los militares como al público en general que una revolución en asuntos militares continuaba su rápido desarrollo, con importantes implicancias para el futuro. 38 Una forma de emplazar dicha revolución dentro del contexto de la aplicación a nivel de teatro, sería considerarla dentro de la perspectiva intelectual y doctrinaria del arte operacional. Después de todo, el concepto del arte operacional nació en una época cuando el advenimiento de la potencia aérea y de la mecanización de las fuerzas terrestres contribuyó al desarrollo de una orientación específica a nivel de teatro, y no existe ningún motivo para creer que el arte operacional,

 

según su uso en el léxico militar de Estados Unidos, no pueda servir de catalizador doctrinario para concebir la conducción de futuras operaciones. La presente síntesis de la evolución del arte operacional demuestra algunas de las verdades e ironías inherentes en la historia de cualquier concepto. Los conceptos se basan en ideas que, con el pasar del tiempo, pueden ser adoptadas o rechazadas, pueden renacer o reconfigurarse para adecuarse a nuevas circunstancias y situaciones cambiantes. En un sentido general, el arte operacional apareció durante la década de los años 20, a modo de reacción al cambiante contenido de la estrategia, de la naturaleza de las operaciones y de las estructuras militares. El contexto más amplio incluía el surgimiento de nuevos elementos importantes dentro del orden internacional y la constante inserción de nuevas tecnologías en el conflicto militar. A fines de los años 80 y principios de los 90, imperaron de nuevo las mismas condiciones y, en una de las ironías de la historia intelectual y militar, provocaron un renacimiento del interés en el arte operacional bajo circunstancias diferentes. La elaboración productiva de este concepto en el contexto contemporáneo sustenta la convicción de que los pensadores militares y los redactores de la doctrina deberían siempre inspirarse en el pasado, sin dejarse circunscribir dentro de sus límites. De hecho, la futura utilidad del término "arte operacional" reside en la voluntad de los teóricos de seguir ampliando y ajustando sus límites. Éste y otros conceptos afines son dinámicos, y el dinamismo, a pesar de ser en ciertas ocasiones una fuente de confusión, también es un indicio significativo de vitalidad y crecimiento. MR  MR   1.  Los eventos de la década de los años 20 se sintetizan en James J. Schneider , The Structure of Strategic Revolution: Total War and The Roots of the Soviet Warfare State (Novato, California: Presidio Press, 1994), capítulos 5 y

6. 2. R.A. Savushkin, "K voprosu o zarozhenii teroii postedovatel'nykh operatsiy", Voyenno-istoricheskiy zhumal   (Mayo de 1983), págs. 79-81.

 

3. Un análisis excelente de la cambiante naturaleza de la estrategia dentro de un teatro se encuentra en Georgiy S. Isserson, Evolysutsiya operativnogo 2ª edición (Moscú: Gosvoyenizdatm 1937), págs. 18-28.

iskusstva,

4.

págs.

Ibíd.,

34-37.

5. Las percepciones astutas de un observador contemporáneo aparecen en Freiherr Hugo F.P. von Freytag-Loringhoven, Deductions from the World War (Nueva

York:

G.P.

Putnam's

Sons,

1918),

pág.

101-06.

6. Un ejemplo clásico de esta tendencia fue el texto de Aleksandr A. Svechin,   Strategiya, 2ª edición (Moscú: Voyennyy Vestnik, 1927), el cual ha sido edi-

tado por Kent D. Lee y traducido al inglés con el título, Strategy  (Minneapolis,  (Minneapolis, Minnesota: East View Publications, 1992); el primer capítulo describe la "estrategia

en

varias

disciplinas

militares".

7. Arthur F. Lykke, hijo, "Toward an Understanding of Military Strategy", en Cnel. Arthur Lykke hijo, editor, Military Strategy: Theory and Application (Carlisle Barracks, Pennsylvania: Escuela Superior de Guerra del Ejército de EE.UU.,

1989),

págs.

3-7.

8. A.A. Kersnovskiy,  Filosofiya voyny (Belgrado: Izd. Tsarkogo Vestnika, 1939),

pág.

31.

9. Ver el comentario en Freiherr Hugo F.P. von Freytag-Loringhoven,  Heerfuerung em Weltkriege, 2 tomos (Berlín: E.S. Mittler, 1920-1921), págs. 1, iii,

41, 45 y 46; John English, "The Operational Art: Developments in the Theories of War", en B.J.C. McKercher y Michael Hennessy, editores, The Operational Art: Developments in the Theories of War   (Westport, Connecticut: Praeger,

1996),

pág.

13.

10. N. Varfolomeyev, un estudioso del arte operacional, le atribuye el origen del término a Svechin en "Strategiya v akademicheskoy postanovke", Voyna I (Noviembre

de

1928),

pág.

84n.

11. Svechin, Strategy, pág. 269. Ver también Jacob Kipp, "Two Views of Warsaw: The Russian Civil War and Soviet Operational Art", en McKercher y Hennessy,

editores, 

The

Operational

Art,

págs.

61-65.

 

12. El oficial más frecuentemente asociado con el análisis comparativo de operaciones era V.K. Triandafillov, cuya obra seminal Kharakter operatsiy sovremennykh armiy (La naturaleza de las operaciones de ejércitos moder-

nos), 3ª edición (Moscú: Voyenizdat, 1936), ha sido editada por Jacob Kipp y traducida al inglés con el título, The Nature of Operations of Modern Armies (Ilford, Essex, Reino Unido: Frank Cass and Co., Ltd, 1994); véase especialmente

la

segunda

parte.

13. Varfolomeyev, "Strategiya v akademicheskoy postanovke", págs. 84-85. 14. Este argumento está claramente planteado en George S. Isserson, "Osnovy glubokoy operatsii", citado por Cynthia A. Roberts, "Planning for War: The Red Army and the Catastrophe of 1941", Europe-Asia Studies (Diciembre

de

1995),

pág.

1323n.

15. R.A. Savushkin,  Razvitiye sovetskikh vooruzhyennykh sii I voyennogo iskusstva v mezhvoyennyy period (1921-1941 gg.) (Moscú: VPA, 1989), págs.

90-100.

16. Schneider, The Structure of Strategic Revolution, págs. 231-65. 17. Un relato exhaustivo y provocador de éstas y otras constantes en el desarrollo militar alemán en la época moderna se encuentra en Jehuda L. Wallach, The Dogma of the Battle of Annihilation: The Theories of Clausewitz and Schlieffen and their Impact on the German Conduct of Two World Wars

(Westport, Connecticut: Greenwood Press, 1986), especialmente las páginas 229-81. 18. Ver la discusión, por ejemplo, en John Keegan, Six Armies in Normandy (Nueva

York:

Viking

Press,

1982),

pág.

243.

19. La crítica más reciente de la  Blitzkrieg desde la perspectiva operacionalestratégica se encuentra en Karl-Heinz Frieser,  Blitzkrieg-Legende, 2ª edición (Munich: R. Oldenbourg Verlag, 1996), capítulos 1 y 2; para la perspectiva comparativa soviético-alemana, véase Shimon Naveh,   In Pursuit of Military Excellence: The Evolution of Operational Theory (Londres: Frank Cass,

1997),

págs.

221-238.

 

20. Los logros y las dificultades de la época anterior a la guerra se sintetizan en Georgiy S. Isserson, "Razvitiye teori sovetskogo operativnogo iskusstva v 30-ye gody",  Voyenno-istoricheskiy zhurnal (Marzo de 1965), especialmente las

páginas

54-59.

21.El análisis más reciente del Frente Oriental en la II Guerra Mundial es David M. Glantz y Jonathan M. House, When Titans Clashed  ,   , (Lawrence Kansas: University Press of Kansas, 1995); el relato clásico del período entre 1943 y 1945 sigue siendo John Erickson, The Road to Berlin (Bouldor, Colorado:

Westview

Press,

1983).

22. Christopher R. Gabel, The US Army GHQ Maneuvers of 1941 (Washington

DC:

Centro

de

Historia

Militar,

1992),

págs.

185-94.

23. Un resumen elocuente con un énfasis en la geografía militar es John Keegan, Fields of Battle: The Wars for North America (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1996), págs. 325-33. 24. Ver también la síntesis en James J. Schneider, "War Plan RAINBOW 5",   Defense

Analysis

(Diciembre

de

1994),

págs.

289-92.

25. Teniente General L.D. Holder, "Educating and Training for Theater Warfare" en Clayton R. Newell y Michael Krause, editores, On Operational Art (Washington, DC: Centro de Historia Militar, 1994), págs. 171-72. 26. Thomas W. Wolfe, Soviet Power and Europe (Baltimore, Maryland: Johns Hopkins

Press,

1970),

págs.

32-49

y

128-56.

27. El análisis más reciente es de Roger Spiller, "In the Shadow of the Dragon: Doctrine and the U.S. Army after Vietnam",   RUSI Journal (Diciembre de 1997). 28. Mayor Paul H. Herbert, Deciding What Has to be Done: General William E. DePuy and the 1976 Edition of FM 100-5 ( Fuerte Fuerte Leavenworth: Instituto de

Estudios

de

Combate,

1988),

págs.

25-36.

29. Un resumen absorbente del desarrollo doctrinario entre 1976 y 1982 se encuentra en Richard Swain, "Filling the Void: The Operational Art and the U.S. Army", en McKercher y Hennessy, editores, El Arte Operacional , págs.

 

154-65. 30. Para un indicio del renovado énfasis atribuido al arte operacional, véase el entonces jefe de estado mayor general soviético M.V. Zakharov, "O teorii glubokoy operatsii", Voyenno-istoricheskiy zhurnal (Octubre de 1970), págs. 10 y 20; el contexto general lo proporciona David M. Glantz, "The Intellectual Dimension of Soviet (Russian) Operational Art", en McKercher y Hennessy, editores, 31.

The

English, 

Operational The

págs.

Art,

Operational

Art,

págs.

135-39. 17-18.

32. Para un resumen, véase John L. Romjue, From Active Defense to AirLand Battle: The Development of Army Doctrine 1973-1982 (Fuerte Monroe,

Virginia: Comando de Adiestramiento de Doctrina del Ejército, 1984), pág. 66-73. 33. General William R. Richardson, "FM 100-5: The AirLand Battle in 1986"  Military Review (Marzo de 1986, edición en inglés), págs. 4-11. 34. Véase, por ejemplo, Coronel William Mendel y Teniente Coronel Floyd T. Banks, hijo,  Campaign Planning (Carlisle Barracks, Pennsylvania: Escuela Superior de Guerra del Ejército de EE.UU., 1988), págs. 5-15. 35. David A. Sawyer, "The Joint Doctrine Development System", Joint Force Quarterly

(Invierno

de

1996-97),

págs.

36-39.

36. Véase el capítulo 5, "Doctrine for a New Time" en John L. Romjue,  American Army Doctrine for the Post-Cold War (Fuerte Monroe, Virginia: Coman-

do de Adiestramiento y Doctrina del Ejército de EE.UU., 1996). 37. Para información sobre el legado dejado por Isserson, véase Frederick Kagan, "Army Doctrine and Modern War: Notes Toward a New Edition of FM 100-5";

Parameters

(Primavera

de

1997),

págs.

139-40.

38. Véase, por ejemplo, James K, Morningstar, "Technologies, Doctrine, and Organization for RMA",  Joint Force Quarterly (Primavera de 1997), págs. 139-40.

 

Bruce W. Menning es instructor en la División de Estrategia, del Departamento de Operaciones Conjuntas y Multinacionales, en la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército de EE.UU. en el Fuerte Leavenworth, Kansas. Recibió el grado de Bachiller en Artes en la Universidad de St. John y los de Maestría y Doctorado de la Universidad de Duke.También es graduado de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército. Entre sus posiciones anteriores se destacan su designación como asistente especial al Subdirector de la Escuela de Comando y Estado Mayor; Becario del Secretario del Ejército,  para realizar estudios en Moscú; director de la Oficina de Estudios Militares Soviéticos, en el Centro de Armas Combinadas en el Fuerte Leavenworth; Profesor Titular en la Cátedra John F. Morrison de Historia Militar, en el Instituto de Estudios de Combate, Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército; profesor asociado de historia en la Universidad de Miami, en Ohio; y es un oficial retirado de la Reserva del Ejército de EE.UU. Es autor del libro, Ba-

yonets Before Bullets: The Imperial Russian Army, 1861-1914.

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