Los Libros Condenados - Jacques Bergier

March 19, 2017 | Author: Legión Kondor | Category: N/A
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Título original: LES LIVRES M A U D U ITS

Traducción do J. FERRER ALKU |

Portada do R. M UNTAÑ OLA

©

Edltlons J'nl Lu, 1971

© 1975, PLAZA & JANES, S. A.. Editores Virgen de Guadalupe, 21-33 Esplugas de Llobregat (Barcelona) P r ln te d

In S p a ln

Im p r e s o

D e p ó s it o IS B N :

en

E spañ a

L e jía !:

B.

1 G .0 1 9 -1 9 7 B

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G R A F IC A S G U A D A ,

S. A .

E sp lu ga s

—de

L lo b r e g a t

V ir g e n d e G u a d a lu p e , 3 3 (B a r c e lo n a )

PRÓLOGO LOS HOMBRES DE NEGRO

Parece fantástico imaginar que exista una Sania Alianza contra el saber, una sinarquía or­ ganizada para hacer desaparecer ciertos secre­ tos. Sin embargo, esta hipótesis no es más fan­ tástica que la de la gran < msplración nazi. Sólo ahora nos damos cuenta de hasta qué punió era perfecta la organización del Orden Negro, de hasta qué punto eran numerosos sus afiliados en lodos los países del mundo, de hasta qué punto estuvo esta conspiración a punto de triunfar. Por eslo no hay que rechazar a p rio ri la hi­ pótesis de una conspiración más antigua. Evidentemente, el lema del libro condenado, destruido por sistema a lo largo de la Historia, inspiró a muchos novelistas, como H. P. I.ovecrafl, Sax Rohmer y Edgar Wallace. Sin em­ bargo, este tema no es exclusivamente literario. Esta destrucción sistemática es tan real que podemos preguntarnos si no existe una conspi­ ración permanente que se propone impedir que; el saber humano se desarrolle con dema­ siada rapidez. Colcridge estaba conventillo de que existía esta conspiración, y llamaba «perso­ nas de Forlock» a sus miembros. Esto nombre le recordaba la visila d e un personaje v e n id o d el pueblo '.le PorlOck y que le impidió realizar un trabajo muy importante que estaba llevando a cabo. Encontramos huellas de esta conspiración,

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tanto en la historia de China o de la India, como en la de Occidente. Por esto hemos creído necesario reunir toda la información posible acerca de algunos de estos libros condenados y de sus adversarios. Vamos a dar, ante todo, a l g u n o s ; ejemplos de libros condenados. En 1885, el escritor SaintYves cl’Alveydre recibió la orden, so pena de muerte, de destruir su última obra: Misión de la India en Europa y Misión de Europa en Asia. La cuestión de los Mahatmas y su solución. Saint-Yves d'Aiveydre obedeció la orden. Sin embargo, un ejem plar escapó a la destrucción, y, gracias a este ejem plar único, en 1909 el edi­ tor Dorbon, el Viejo, reeditó la obra, con una tirada muy limitada. Pero, en 1940, los alema­ nes, desde su entrada en Francia y en París, destruyeron todos los ejemplares que encontra­ ron de esta edición. Es muy dudoso que quede uno solo de ellos. En 1897, los herederos del escritor Estanislao de Guaita recibieron la orden, bajo pena de muerte, de destruir cuatro manuscritos inédi­ tos del autor sobre la magia negra, así corno sus archivos. La orden fue cumplida, y nada queda de estos manuscritos. En 1933, en Alemania, los nazis quemaron la totalidad de los ejemplares del libro sobre los rosacruces, Die Rosenkreuzer, Z u r Geschiclite einer Reform ation. Una edición de este libro reapareció en 1970, pero nada demuestra que sea fiel al original. Podría multiplicar estos ejemplos, pero el lec­ tor los encontrará en número suficiente a lo largo de está obra. ¿Quiénes son los enemigos de estos libros condenados? Supongamos la existencia de un grupo al que llamaré los «H om bres de N egro». Esta denominación se me ocurrió al ver, en todas las conferencias sobre el tema a las que asistí, un grupo de hombres vestidos de negro y ele siniestro aspecto, que siempre eran los mismos. Creo que estos «H om bres de N egro»

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son tan antiguos como la civilización; opino que pueden citarse, entre sus miembros, al escritor francés Joseph de Maistre y a Nicolás I I de Rusia. A mi m odo de ver, su papel consiste en im­ pedir una difusión demasiado rápida y exten­ sa del saber, difusión que pudo provocar la destrucción de las civilizaciones que precedie­ ron a la nuestra. Al mismo tiempo que la hue­ lla de estas civilizaciones, nos ha quedado, creo yo, una tradición cuyo principio consiste en sos­ tener que el saber puede ser terriblemente pe­ ligroso. Las técnicas de conservación de la ma­ gia y de la alquimia comparten, al parecer, este punto de vista. Se puede comprobar, también, que la ciencia moderna confiesa, hoy, que, en ocasiones, pue­ de llegar a ser excesivamente peligrosa. Michel Magat, profesor del «Collége de Franco», decla­ ró no hace mucho, en una obra colectiva sobre los armamentos modernos (Flam m afion): «T a l vez hay que admitir que toda la ciencia está condenada.» El gran matemático francés A. Grothendicck escribió en el prim er número del boletín Survivre, refiriéndose a los posibles efectos de la ciencia: «/I fo rtio ri, si piensan ustedes en la de­ saparición de la Humanidad dentro de los pró­ ximos decenios (tres mil millones de hombres, tres mil millones de años de evolución bioló­ gica...;, es algo demasiado enorme para ser concebible, es una abstracción absolutamente nula en contenido em otivo y, por tanto, impo­ sible de ser tomada en serio. Se lucha por los aumentos de salario, por la libertad de expre­ sión, contra la discriminación en las Universi­ dades, contra la burguesía, el alcoholismo, la pena de muerte, el cáncer, el racismo; en rigor, contra la guerra cu Victnam o contra la gue­ rra a secas. Pero, ¿y la aniquilación de la vida sobre la Tierra? Esto rebasa la comprensión de todos y cada uno de nosotros; es algo "irreali­

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zable” . Casi nos avergonzamos de hablar de ello, para no parecer sospechosos de buscar efectos fáciles recurriendo a un tema que, sin embargo, es todo lo antiefectista que se pueda imaginar.» Y añade: «Actualmente, cuando nos enfrentamos con el peligro de extinción de toda vida sobre la Tierra, este mismo mecanismo irracional se opone a la comprensión de este peligro, y a las reacciones de defensa necesarias, por la mayo­ ría de nosotros, incluidas las "élites" intelec­ tuales y científicas de todos los países. Sólo podemos esperar que pueda ser vencido por algunos, gracias a un esfuerzo sostenido y a la toma de conciencia de tales mecanismos in­ hibidores.» Después de haberse escrito este texto, y en fe­ chas muy recientes, he oído muchas veces, en los congresos científicos, exponer la idea de que los descubrimientos demasiado peligrosos tenían que ser censurados o prohibidos. A prin­ cipios del corriente año, y en la reunión de la «Asociación Inglesa para el Progreso de las Ciencias», se citó, como ejem plo de descubri­ miento que había que censurar, la posibilidad de que las distintas variedades de la especie humana no tengan la misma inteligencia. Sa­ bios de primera categoría afirmaron- que este descubrimiento fomentaría el racismo en talos proporciones que era preciso im pedir por to­ dos los medios su publicación. Sería, pues, bien visto que algunos sabios eminentes de nuestros días se pasaran al campo de los «Hom bres de N egro». En efecto, parece que estos descubrimientos, demasiado peligrosos para ser revelados, exis­ ten t.'nto en las ciencias llamadas exactas como en l a ; llamadas ciencias falsas y a las que yo prefiero llamar paracicncias. Per i hace muchísimo tiempo que se practi­ ca la lestrucción sistemática de libros o docu-

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mcntos f obre descubrimientos peligrosos, miles o en el momento mismo de su publicación. Así ha sido, a lo largo de toda la Historia. Y esto es lo que vamos a intentar demostrar.

C a p ít u l o

p r im e r o

EL LIBRO DE TOTH

Sir M orlim cr Whcclcr, célebre arqueólogo in­ glés, pudo escribir: «La arqueología no es una ciencia, sino una vendetta.» Esta afirmación es sobre todo cierta en el campo de la arqueología egipcia, donde luchar» ferozmente los arqueólogos románticos contra los arqueólogos clásicos. Según los clásicos, la arqueología egipcia no plantea ningún proble­ ma, y se descubre en ella una transición conti­ nua del neolítico a una form a de civilización más avanzada, transición que. se efectúa de un modo absolutamente natural. En cambio, para los arqueólogos románticos y para los investi­ gadores independientes, que no pertenecen al clan de la arqueología oficial, el anticuo Egipto es mucho más importante, y los problemas no resueltos, mucho más numerosos de lo que se cree. Entre estos adversarios de la arqueología clásica egincia, elegiré dos nombres: Rcné Schwaller de Lubicz y C. Daly King. El prime­ ro, nacido en 1891 y muerto en 1961, escribió, entre otras, las siguientes y notables obras: Aor, Adam, Vhomme rouge (edición privada, no puesta a la venta, 1925); L'appel da /cu (edición privada, no puesta a la venta); Aor, sa \>ie, son

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aeuvre (Parí?, «í'.dilions de la Colombc», 1963); Le roí de la tháocrat ie pharaonique (París, «Flam m arion», 1961); I.e m irarle égyplieu (Pa­ rís, «Flamm nrion», 1963); Le temple, de l'liom m c Apet da Sud ¿i Luuksor (en depósito en la casa «D ervy», París, 1957, 3 vols.); Propos sur ésotérisme et symbolisme (París, «L a Colom be», 1960), así como diversos artículos cu los Cahiers du Sud, de Marsella, principalmente en el nú­ mero 358. En principio, fue pintor, discípulo de Matisse. Durante la Gran Guerra, fue químico militar, y la química le condujo a la alquimia. Entonces constituyó un grupo denominado la Fra lern ité des Veilleurs, del que formaron par­ te, como nombres principales, Henri de Régnier, Paul Fort, André Spire, Henri Barbusse, Vincent d’Indy, Antoine Bourdel, Fcrnand Léger y Georges Poli i. Dentro de esle grupo, un círculo esotérico ce­ rrado, ios «Hermanos de la Orden Mística de la Resurrección», estudiaba ciertos problemas, entre ellos el de las civilizaciones desaparecidas. Schwaller de Lubicz, que lijó su residencia en Sairit-M oril:, después en Palma de Mallorca y luego en Luxor, estudió los secretos de Egipto. Algunos egiptólogos, como Alexandre Varille, aceptaron su punto de vista; en cambio, otros se opusieron violentamente a él, y empezó una contienda que todavía dura. C. Daly King fue un sabio en el sentido li­ teral de la palabra, psicólogo materialista, autor de tres tratados clásicos utilizados en la enseñanza anglosajona: Beyoinl Bcltaviourism (1927), hitegralive Psychology, en cola­ boración con W. M. y H. E. H. Marstou (1931) y The psychology of conscionsness (1932). C. Daly King presentó en Yalc, en 1946, una tesis para el doctorado en Física, sobre los fe­ nómenos electromagnéticos que se producen durante el sueño. Después, se dedicó al estudio de los estados superiores de conciencia, estados en el curso de los cuales se está más despierto que en la vigilia normal, y ello Je llevó a es­

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cribir otro libro clásico: The staics o f human conscionsness (U niversily Books, Nueva York, 1963). Murió cuando estaba corrigiendo las pruebas de este libro y preparando una obra importan­ te sobre las ciencias del esníritu en el antiguo Egipto (1). Tal vez lo tínico que tuvieron en común Schvvaller de Lubiez y C. Daly King fue el ele­ vado nivel de sus conocimientos científicos. Sin embargo, estas dos mentalidades tan distintas coinciden en dos conclusiones esenciales. En primer lugar, la considerable antigüedad de la civilización egipcia, que se remonta al menos a 20.000 anos y tal vez a 40.000; en segundo lugar, la gran altura de los conocimientos en el anti­ guo Egipto, tanto en lo concerniente al univer­ so exterior como en lo locante al espíritu hu­ mano. Comparemos este punto de vista con el de la aiqucología oficial. Un portavoz serio y reconocido de los arqueólogos oficiales, Loo nard Cotlrel!, escribió, en The Pengnin books o f lost worlds: «A lgo ocurrió que, en un tiempo extraordinariamente corto, transformó el con­ glomerado de tribus semiárabes que vivían a orillas dol N ilo en un Estado altamente civili­ zado que duró 3.000 años. En cuanto a la na­ turaleza Je lo que sucedió, sólo podemos tratar de adivinarlo. Pero las pruebas arqueológicas nos proporcionaron numerosos indicios, y po­ demos esperar que futuros descubrimientos vengan a llenar las lagunas existentes.» Los arqueólogos románticos y los disidentes replican diciendo que jamás se produjo esta transformación brutal. Según ellos, la civiliza­ ción egipcia no tiene absolutamente nada que ver con los prim itivos que pertenecieron a su misma época, como los prim ilvos do Nueva Guinea pertenecen a la nuestra. Según ellos, los (1 ) fln y q u e d e c ir , c o m o d a t o c u r io s o , q u e C. D n lv K in i* e s ­ c r ib ió t a m b k n n o v e la s p o lic ía c a s q u e fu e r o n tr a d u c id a s en F r a n ­ c ia a n te s d e la g u e r r a y p u b lic a d a s e n la c o le c c ió n + l 'E m p r c i n t c ».

2 —- l o s

lib r o

;

c o n d en ad os

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orígenes de la civilización egipcia deben bus­ carse en otra parte y no han sido todavía des­ cubiertos. La mayoría de los arqueólogos del África li­ berada comparten esta opinión, y algunos de ellos piensan incluso que los antiguos egipcios eran negros y que hay que buscar en África los orígenes secretos de Egipto. Para estudiar el problema del Libro de Toth debemos situarnos en esta hipótesis de una an­ tiquísima civilización preegipcia. Toth es un personaje m itológico, más divino que humano, el cual, según todos los documen­ tos egipcios qi:e poseemos, fue anterior a Egip­ to. En el instante del nacimiento de la civiliza­ ción egipcia, hay que suponer que los sacerdo­ tes y los faraones poseían el L ibro de Toth, que era, probablemente, un rollo o una serie de hojas que contenían todos los secretos de los diversos mundos y daban un poder considera­ ble a sus poseedores. 2.500 años a. de ,T. C., los egipcios conocían ya la escritura y componían libros. Estos libros se escribían en papiros. La palabra biblia, que quiere decir libro, se deriva del nombre del puerto libanes de Biblos, que era el princi­ pal puerto de exportación de rollos de papiro. En la literatura egipcia del 2500 a. de J. C.¡ en­ contramos ya tratados de ciencia y de medi ciña, textos religiosos ¡e incluso obras de cienci a-ficción! Por ejemplo, el relato de las aventuras del faraón Snofru, padre de Kcops, es una verdade­ ra novela de anticipación, con extraordinarios inventos, monstruos y máquinas. Podría haber sido publicada en nuestros días. El Libro de Toth debía de ser, pues, un pa­ piro antiquísimo, copiado en secreto en sucesi­ vas ocasiones, v cuya antigüedad se remontaría a 10.000 ó quizás a 20.000 años. PerO un objeto material no es en modo alguno un símbolo. Un objeto material que podía ser destruido,

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principalmente, por el fuego. Veamos lo que fue de él. Pero lijém onos ante todo en el propio Toth. Éste es representado como un ser humano con cabeza de ibis. Tiene en la mano una pluma de caña y una paleta con la tinta que se utilizaba para escribir sobre pergamino. Sus otros dos símbolos son la luna y el mono. Según la tradi­ ción más antigua, inventó la escritura y actuó de secretario en todas las reuniones de los dioses. Está asociado con la ciudad de Hennópolis, de la que sabemos muy poco, y con unos reinos subterráneos de los que aún sabemos menos. Más tarde, Toth será identificado con Hcrtncs. Transm itió la escritura a la Humanidad y es­ cribió un libro fundamental, el famoso L ibro de Toth, el más antiguo de todos los libros an­ tiguos, que contenía el secreto del poder ili­ mitado. La primera alusión a este libro aparece en el papiro de Turis, descifrado y publicado en Pa­ rís, en 1868. Este papiro relata una conspiración mágica contra el Faraón, conspiración encami­ nada a aniquilarlo, junto con sus principales consejeros, por medio de hechizos practicados con figuritas de ceta construidas a su imagen y semejanza. La represión fue terrible. Cuaren­ ta funcionarios y seis encumbradas damas de la Corte fueron condenados a muerte y ejecu­ tados. Otros se suicidaron. Entonces, el libro condenado de Toth fue quemado por primera vez. Este libro reaparece más tarde en la historia de Egipto, en manos de Kanuas, hijo de Ramsés II. Por lo visto, éste poseía el original, escri­ to de puño y letra de Toth, y no por un escriba. Según los documentos, este libro enseñaba la manera de mirar al sol cara a cara. Confería poder sobre la tierra, el océano y los cuerpos celestes. Daba la facultad de interpretar los medios secretos utilizados por los animales para comunicarse entre ellos. Perm itía resuci­

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tar los muertos y obrar a distancia. Todo esto nos lo refieren los documentos egipcios de la época. Naturalmente, un libro como éste constituye un peligro insoportable. Kanuas quema el libro original, o pretende hacerlo. Como el mismo texto dice que el libro, nacido del fuego, es in­ combustible, el relato es contradictorio. Pero, si se produjo realmente esta «desaparición», la misma fue sólo provisional. El libro reaparece en las inscripciones de la «estela Metternich», llamada así porque fue regalada a Metternich por Mohamed AH Bajá. Fue descubierta en 1828, y data del año 360 p. de J. C. A escala de la historia egipcia es, pues, un documento mo­ derno. Parece, además, que protege contra la mordedura de los escorpiones, virtud difícilm en­ te comprobable, puesto que los escorpiones son muy raros en Austria. En todo caso, aparecen representados en esta estela más de trescientos dioses y, entre ellos, los dioses de ¡os planetas que giran alrededor de Otros astros. No inven­ to nada: la mayoría de los descifradores moder­ nos de la «estela Metternich» dicen que intere­ saría mucho a los autores de ciencia-ficción. El propio Toth anuncia, en esta estela, que hizo quemar su libro y que expulsó al demonio Set y a los siete señores del mal. Esta vez, la cuestión parece solventada. En el año 360 a. de J.C., el Libro de Toth es so­ lemnemente destruido. Sin embargo, la histo­ ria no ha hecho más que empezar. A partir del año 300 a. de J. C., vemos aparecer de nuevo a Toth, identificado esta vez con 1Termes Trismegisto, fundador de la alquimia. Todo mago que se respete, particularmente en Alejandría, alar­ dea de poseer el Libro de T o tli; pero este libro no aparece nunca: cada vez que un mago se jacta de poseerlo, un accidente pone fin a su carrera. Entre principios del siglo i a. de J. C. 3’ fina­ les del tt d. de J. C., aparecen numerosos libros que constituyen, en su conjunto, el Corpus her-

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metieran. A partir clcl siglo v, estos textos son coleccionados, y encontramos en ellos referen­ cias ni Libro de Toth, pero nunca mía indica­ ción precisa que permita encontrarlo. Los tex­ tos más célebres de esta serie son los titulados Asclepius, K oré Kosnwu y Poimandres. Tocios se refieren ai libro cíe Totli, pero ninguno lo cita directamente, ni dice cómo puede consul­ tarse. Sin embargo, el Asclepius nos brinda extra­ ñas imágenes del poder de las civilizaciones de­ saparecidas. «Nuestros antepasados habían descubierto el arte de crear dioses. Construyeron estatuas, y, como no sabían crear almas, llamaron a los espíritus de los demonios y de los ángeles, y los introdujeron, gracias al misterio sagrado, en las imágenes de los dioses, de modo que estas estatuas recibieron el poder do hacer el bien y el mal.» De este modo habrían sido creados los dioses egipcios y el propio Toth. Creados, ¿por quién? El texto no lo dice. Por la gran civilización que precedió a la de Egipto. Según el Asclepius, estos dioses estaban aún presentes y activos en tiempos de Cristo: «V i­ ren en una gran ciudad de las montañas de Libia, pero no diré más.» Este conjunto de escritos herméticos puedo encontrarse principalmente en el Corpus bcrmetiewn, publicado por «N o c k et Festugiorc» (serie Buclé, París, 1945-1954). Aun considerados como obras de ciencia-ficción, estos textos ex­ citan vivamente la imaginación. San Agustín y numerosos teólogos y filósofos se interesaron mucho por ellos. Sin duela alguna estos textos son los que pro­ pagaron el L ibro de Toth. Tísle aparece lan a menudo, desde el siglo v de la Era Cristiana hasta nuestros días, que podemos preguntarnos cómo fue reproducido antes de la invención de la imprenta y de la fotografía. La Inquisición lo quemó al menos treinta veces, y se nccesiI

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taría todo un libro para enumerar los extraños accidentes sufridos por los que se jactaban de poseer el Libro de Toth. Sea lo que lia sido visto impre­ so o reproducido de algún modo. En el siglo xv, empezó a circular una leyenda extraña. Según ésta, la sociedad secreta que poseía el L ib ro de Toth, vulgarizó un resumen del mismo, una es­ pecie de fichero accesible a todos. Este fichero no sería otra cosa que la famosa baraja de nai­ pes llamados tarots. Esta idea se encuentra ex­ presada sin ambages, por primera vez, en un libro de Antoiné Court de Gébelin: Le monde p rim itif. Court de Gébelin, hom bre de ciencia, miembro de la Academia Real de La Rochelle, publicó esta obra en nueve volúmenes, entre 1773 y 1783. En ella pretende haber tenido ac­ ceso a un antiguo libro egipcio, que Se libró de la destrucción de Alejandría, y declara, a su respecto: «Contenía, perfectamente conserva­ das, sus enseñanzas acerca de los intere­ santes temas. Este libro del antiguo Egipto es la baraja de los tarots, y nosotros lo tenemos por naipes de juego.» Este pasaje no me parece claro. ¿Quiere de­ cir el autor que había ya una baraja de tarots en la Biblioteca de Alejandría? ¿O bien quiere decir que un libro egipcio, salvado del desastre de Alejandría, afirmaba que el juego de tarots era un fichero, un resumen de las enseñanzas del L ib ro de T o th ? No lo sé. Lo cierto es que el juego de tarots ha sido objeto, particularmente en la época mo­ derna, de estudios muy interesantes, entre ellos el del pintor contemporáneo Baskine, que por desgracia permanece inédito. Limitándonos al campo de los hechos, obser­ vamos que. el juego de tarots aparece alrededor del año 1100. Se componía, y se compone aún en la actualidad, de 78 cartas, y suele decirse que la baraja de 52 naipes que sirve para ju­ gar, y la que se emplea para adivinar el porve­ nir son derivadas de aquél. Es una idea prc-

fuere, jamás

más

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concebida, falsa como la mayoría de las de su clase. En su origen, eslas cai tas se llamaban nabi, palabra italiana que significa profeta. En cam­ bio, no se conoce la etimología de la palabra tarot. Consideramos con el mayor escepticismo la hipótesis según la cual taró, pronunciación francesa de la palabra tarot, es un anagrama de orto, u orden del temple. Con los anagramas, se puede llegar a donde uno quiera. Es posible que los templarios conocieran los tarots y los poseyesen, pero nada demuestra que los difun­ diesen. El bibliotecario de Instrucción Pública en tiempos de Napoleón II I, Chrislian Pilois, dice en su H istoire de la Magie, publicada en 1876, que los más importantes secretos cientí­ ficos de Egipto, anteriores a la destrucción de su civilización, están grabados en los tarots, y que éstos encierran lo esencial del Libro ile Toth. Ojalá fuese así; pero yo quisiera que me die­ sen pruebas más convincentes. En símbolos sumamente Vagos, como son los tarots, puede encontrarse, y efectivamente se ha encontrado, cualquier cosa. Por consiguiente, y hasta que se demuestre lo contrario, la historia del L ibro de Toth resumido en los tarots me parecerá le­ gendaria. En el siglo XVTli, todo charlatán que se res­ petase alardeaba de poseer el Libro de Toth. Ninguno de ellos pudo mostrarlo, y muchos murieron en las hogueras de la Inquisición por esta causa, hasta el año 1825. En los siglos xix y xx, tampoco faltan char­ latanes que se jactan de poseer el papiro o el Libro de T o th (que, dicho sea de paso, vemos intervenir en la célebre novela de Gastón l.eroux, Le (aittcuil hantc). Pero nadie se atrevería a publicarlo, porque los accidentes sufridos por sus poseedores han sido demasiado numerosos. Si existe, como yo creo y como este libro in-

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tenia demostrar, una asociación internacional de «Hom bres de N egro», ésta debe ser contem­ poránea del F.giplo más antiguo y ejercer su actividad desde aquellos tiempos. Encontra­ mos referencias a este respecto en autores tan serios como C. Daly King, que alude a grupos contemporáneos que poseen y utilizan los se­ cretos del L ib ro de Toth. C. Daly King sostiene que Orage y G urdjieff formaban parte de ta­ les grupos. Y o no he conocido a Orage, pero sí a Gurdjieff, que era un farsante. La buena fe de C. Daly King pudo verse sor­ prendida en este punto particular. Escribe, sin embargo, que es imposible llegar a alcanzar la conciencia superior según el m étodo egipcio con sólo el trabajo personal, y añade que sería sumamente peligroso efectuar un intento de esta naturaleza sin dirección adecuada. Esto podría tener las más graves consecuencias y, sobre todo, producir lesiones. Según él, «sólo una organización de personas calificadas y eficaces puede enseñar esta téc­ nica, y sólo en el seno de una organización de esta clase puede aplicarse la disciplina apro­ piada. Aconsejo al lector, con la máxima serie­ dad, que no se entregue solo a tales experien­ cias. Sin embargo, esta técnica constituye un medio práctico para la activación de la con­ ciencia humana». Si existe tal organización, debe poseer nece­ sariamente el Libro de Toth, o lo que queda de él. Y, si los egipcios aplicaron al papiro las mismas técnicas de conservación que a las mo­ mias, no es en modo alguno absurdo pensar que un papiro pudiese conservarse hasta el si­ glo xix, a partir de cuya época pudo ser foto­ grafiado. A menos que la organización de que se trata conociese la fotografía mucho antes del siglo xix, hipótesis que no debe descartarse. Thurloe, cuñado de Crom well y jefe de su policía secreta, parece que empleó en su gabi­ nete negro una técnica análoga a la fotografía. Pexo, ¿se ha podido descifrar este texto? Yol-

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vemos a la disputa de los egiptólogos. Sax Rohm er escribió, refiriéndose a los egiptólogos ofi­ ciales: si los análisis del carbono que com pon e esta piedra diesen una fo rm a isotópica distin­ ta de la del carb on o terrestre, dem ostrando que la pied ra vien e de otra parte, todo el m undo se sen tiría aturrullado. La M ónada je ro g lífic a de Dce puede encon­ trarse o conseguirse en form a de fotocopias. Pero, sin las claves correspondientes a los di­ versos cód igos de la obra, y sin los o tros ma­ nuscritos de John Dce, quem ados en M o rtla k e o destru idos p o r orden del rey Jacobo T, 110 puede servirn os de gran cosa. Sin em bargo, la historia del d o ctor John Dee no ha term inado, y necesitaré otros dos capítulos para co n ta r su continuación.

C a p ít u l o V I

E L M A N U S C R IT O V O Y N IC II

El d octor John Dee Cite coleccionista em pe­ dernido de m anuscritos extranjeros. Fue él quien, entre 1584 y 1588, regaló al em perador R o d o lfo II el extraño m anuscrito Voynieh. La historia de este m anuscrito ha sido con­ tada reiteradas veces, en particular por m í mis­ mo en L ’H o m m e e te r n e l( 1) y en Los extrate­ rrestres en la H is to ria (2 ). Sin em bargo, creo que conviene record a rla desde el principio. E l duque de N orth u m berland saqueó gran núm ero de m onasterios durante el reinado de Enrique V I I I . En uno de estos m onasterios, encontró un m anuscrito que su fam ilia com uni­ có a John Dee, cuyo interés p o r los problem as exlraños y los Iex los m isteriosos era bien co­ nocido. Según los docum entos encontrados, el manuscrito en cuestión había sido escrito por el propio R o gcr Bacon. R ogcr Bacon (12141294) ha sido considerado por la posteridad com o un gran mago. En realidad, se interesaba sobre todo p o r la que nosotros llamamos ex­ perim entación científica, de la que fue pionero. (1 ) (2 )

Ü.ditions G nllim n rri. C o lección «O ír o s M u n d o s ».

Pinza

& Jnnés.

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P re d ijo el m icroscopio y el telescopio, los barcos propulsados por m otores, los autom ó­ viles y las máquinas voladoras. Se interesaba también por la crip tog ra fía , de la que habla en la E p ísto la sobre las obras se­ cretas del a rle y la nulidad de la magia. Dee pudo pensar, pues, perfectam ente, que un ma­ nuscrito in édito y cifrado de R o ger Bacon te­ nía muchas probabilidades de conten er asom­ brosos secretos. Su h ijo, el d octor A rth u r Dee, al hablar de la vida de John Dee en Praga, alu­ de a «un lib ro de incom prensible texto, que mi padre trató en vario de d escifra r». Dcc regala el m anuscrito al em perador R od olfo. Después de m ú ltiples aventuras, el docum ento va a pa­ rar al lib rero Ilan s P. Kraus, de Nueva Y o rk , que lo tiene en venta desdé 1962, p o r el m ódico precio de 160.000 dólares. N o es caro, si el libro contiene todos los secretos del m undo; p ero lo es mucho, si sólo se trata de un com pendio de los conocim ientos Científicos del siglo x in . Y a hemos hablado del papiro egip cio que de­ bía revelar, en principio, «to d o s los secretos de las tinieblas» y que resultó explicar únicam en­ te el m étodo para la solución de las ecuaciones de p rim er grado. P o r consiguiente, hay que m ostrarse desconfiado, aunque se trate del m anuscrito Voynich. P o r mi parte, pienso que este m anuscrito Voynich es un buen ejem p lo de lib ro condenado que se ha librad o de la des­ trucción por la única razón de que no se consi­ gue descifrarlo, m otivo por el cual no consti­ tuye un peligro inm ediato. Es un volum en en octavo, de 15 por 27 cm; fa lta la cubierta, y, según la num eración, se han p erd id o veintiocho páginas. El texto apa­ rece ilum inado de azul, am arillo, ro jo , castaño y verde. Los dibujos representan m u jeres des­ nudas de pequeñas dim ensiones, diagram as (¿astron óm icos?) y unas cuatrocientas plantas im aginarias. La escritura parece m edieval vul­ gar. E l exam en grafológico p erm ite sacar la conclusión de que el escribiente conocía el

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lenguaje qu e u tilizaba: copió cíe un m odo se­ guido y n o letra p o r letra. La cla ve em pleada parece sencilla, pero nadie lia conseguido interpretarla. El m anuscrito aparece el 19 de agosto de 1666, .cuando el re cto r de la U niversidad de Praga, Joannes Marcus M arci, lo envía al céle­ bre jesu íta Atanasio K irch cr, que era, entre otras cosas, especialista en criptografía, en je ­ roglíficos egipcios y en continentes desapareci­ dos. Era e l h om bre más adecuado para enviar­ le este texto, pero no consiguió descifrarlo. El m anuscrito fue estudiado después por el sabio checo Johannes de Tepencez, fa vo rito de R o d o lfo II. Se ad vierte una firma de Tepcnecz en uno d e los m árgenes, pero tam poco él con­ siguió d escu brir el secreto. Fracasado, K irch cr deposita el m anuscrito en una biblioteca de los jesuítas. En 1912, un lib rero llam ado W ilfred Voynich com pra el m anuscrito al colegio jesuí­ ta de M ondragonc, en Frasead, Italia. Lo lleva a los Estados Unidos, donde num erosos espe­ cialistas ponen manos a la obra. La m ayoría de las plantas siguen sin posible identificación. En los diagram as astronóm icos, se identifican las constelaciones de Aldebarán y de las 1Nadas; p ero este no sirve de gran cosa. La opinión ge­ neral es que se trata de un texto cifrado, pero en una lengua desconocida. El Vaticano abre sus fam osos archivos para ayudar a la investi­ gación. Sin resultado. Se hacen circu lar numerosas fotografías, en­ viadas a los grandes especialistas en lenguajes cifrados. Fracaso total. En 1919, llegan unas fotocopias a manos del p rofesor W illiam É om ain e N ew b old, decano de ja U niversidad de Pensilvania. N ew b old tiene entonces 5>4 años. Es especialista en lingüísti­ ca y en crip togra fía . En 1920, Franklin R oosevclt, a la sazón auxi­ liar del M in isterio de M arina, le felicita por ha­ ber d escifra d o una correspondencia entre es­ pías, cuyo secreto no habían podido descubrir

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c rito V oyn ich debería ir seguido de una censu­ ra seria, antes de ser publicado. Pero, ¿quién e je rc e ría esta censura? Como dice el proverbio latino, ¿quién guardará a ios guardianes? Me pregu n to si se habrá m ostrado alguna vez una fo to co p ia del m anuscrito Voynich a un gran in tu itivo del tipo de Edgar Cayce, que habría p od id o traducirlo sin som eterse a los laborio­ sos p rocedim ien tos del descifrado. H abría bas­ tado con que encontrase la clavs, y los ordena­ dores hubieran hecho lo demás. Se puede en con trar una fotografía de una página del ma­ nuscrito Voynich en la página 855 del libro ya citado de David Kahn, edición inglesa de «W ciden feld y N icholson». Naturalm ente, nada pue­ de deducirse de e!Ja. Pero llama la atención el n úm ero de repeticiones. Repeticiones que, di­ gám oslo de paso, fu eron observadas por nu­ m erosos especialistas en criptografía, que saca­ ron de ellas conclusiones contradictorias. P ero el sim ple hecho de que se puedan en­ co n trar estas fotografías representa ya un con­ siderable fracaso para los «H om b res de N e g ro ». Y sería de desear que quienquiera que poseye­ se un docum ento de esta clase lo difundiese lo más posible por m edio de la fotogra fía , a fin de evita r su destrucción. Si la francm asonería europea hubiese lom ado esta precaución antes ele la guerra de 1939-1945, ciertos docum entos únicos no habrían sido destruidos. Esta des­ trucción de documentos masónicos fue reali­ zada p o r com andos especiales. Cada uno de estos com andos estaba dirigido por un nazi, ayudado p o r franceses, belgas u: otros ciudada­ nos del país en que se'realizaba la destrucción. Estos com andos estaban notablem ente bien in foim a d os. May que observar que los france­ ses que participaron en esto gozaron de una inmunidad muy extraña durante la depuración que siguió a la liberación de 1944. Inm unidad, desde luego, muy singular, puesto que sólo se aplicó a esta clase de colaboracionistas. M ien­ tras otros, puram ente intelectuales, com o el

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poeta R o b ert Brasillach, fueron duram ente cas­ tigados, los especialistas de la acción antim asó­ nica no su frieron el m enor ataque. V olvien d o ni m anuscrito Voynich, tengo bue­ nas razones para creer que se destruyó una ver­ sión en lenguaje norm al. En efecto, R o gcr Ba­ con tenía en su p o d er Un docum ento que, se­ gún él, había pertenecido al rey Salom ón, y que contenía las claves de los grandes m isterios. Este libro, com puesto de rollos de pergam ino, fue quem ado en 1350 p o r orden del Papa In o­ cencio V I. Esto se ju stificó diciendo que el docum ento contenía un m étodo para invocar a los dem onios. Si sustituim os dem onio p o r ángel, y ángel por extraterrestre, podrem os com prender muy bien los m otivos de esta destrucción. Pero ahora sabemos que estaba oculto en una abadía, y que, sólo cuando esta abadía fue sa­ queada p o r el duque de Northum berland, rea­ pareció el m anuscrito y fue puesto en conoci­ m iento de John Dee. Según ciertas notas de R ogcr Bacon, el docum ento que tenía en su p oder y que procedía de Salom ón no estaba escrito en clave, sino, sim plem ente, en hebreo. R oger Bacon observa, a este respecto, que el docum ento se refería más a la filosofía natural que a la magia. Bacon dice tam bién: «E l que escribe sobre cosas secretas de m anera que no se oculten al vulgo es un loco p elig ro so .» Esto lo escribió, aproxim adam ente, en Í250. A continuación, ex­ plica el m étodo de escritura secreta que requie­ re, en particular, el invento de letras que no existen en ningún alfabeto. Probablem ente lo em pleó para la traducción en clave del que podríam os llam ar docum ento Salom ón, peto que es más cóm odo den om in ar manuscrito Voynich. E l lenguaje básico de este m anuscrito es, probablem ente, la m ism a lengua enoquiana que tenía qu e aprender John Dee a través de su espejo n egro y de la que se hablai'á mucho

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en el capítu lo siguiente, a propósito de la O r­ den de la G olden Dawn. R astros de este lib ro se encontraban ya en F la vio Josefo. N o hay que con fu n dirlo con la Pequeña Llave de S alom ón, ni con el Testam en­ to de Sa lom ón, ni con el Lem egetón . Todas es­ tas com pilaciones datan, com o m áxim o, del si­ g lo x v j , y algunas del x v m . P o r lo demás, la m ayoría de ellas carecen p o r com pleto de interés y nos dan, sim ple­ m ente, listas de dem onios. El «lib r o de S alom ón », que perteneció a Roger Bacon y fue quem ado en 1350, era en ve r­ dad algo m uy distinto. Fue probablem en te esta obra, así com o cierto núm ero de otras «fu en tes insospechadas y proh ibidas», com o decía Lovecra ft, las que tradu jo R ogcr Bacon a una lengua desconocida, poniéndolas después en clave. E l desdichado N ew b old, quizás am ena­ zado y aterrorizado, tuvo que in ven tar m éto­ dos de descifrado y, sobre lodo, m antener la ficción de que el texto estaba en latín, cuando sin duda no estaba en latín, sino en lengua enoquiana. ¿C óm o consiguió Bacon hacerse con este do­ cum ento? De m om ento, sólo podem os presu­ m irlo e im aginar que los «H om b res de N e g ro » no constituyen Un grupo m onolítico, sino que en tre ellos hay algunos que quieren descu brir los secretos y lo consiguen, al menos en parte. Podem os im aginar tam bién que estos «H o m b re s de N e g r o » son una organización terrestre muy localizada, ayudada en ocasiones por seres ex­ traterrestres a título experim ental. A p ropósi­ to de esto, qu isiera llam ar la atención sobre el caso de C iordan o Bruno. Los racionalistas hicieron suyo este m á rtir y lo convirtieron en un hom bre de ciencia, v íc ti­ ma de las tendencias más reaccionarias de la Iglesia. Nada más falso. G iordano Bruno era, sobre todo, un ttiago, que amaba y practicaba apasionadam ente la magia. Com para ésta con una espada que, en manos de un h om bre exper-

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lo, puede h acer m ilagros, e insiste en el papel representado por las m atem áticas en la magia. Para él, la existencia de los otros planetas y la rotación le la T ierra a lred ed o r del Sol consti­ tuye una parte secundaria de su obra, com pues­ ta de sesenta y un libros, en su m ayor parte mágicos. La existencia de otros planetas habita­ dos eá, para él, parte de la magia. Y precisa­ m ente porqu e sabe dem asiado a este respecto es atraído a Venecia p o r un agente de la In qu i­ sición, llam ado Giovanno M ocenigo, y entrega­ do p or éste a sus dueños. P o iq u e creía en la m agia y en habitantes de planetas distintos de la T ie rra G iordano Bruno fue declarado h ereje contum az y quem ado en Rom a, en el Cam po dei F io ri, el 17 de feb rero de 1600. V ivió en In gla terra desde 1583 hasta 1585, y es p osib le que conociese los trabajos de John Dee y el m anuscrito Voynich. P o r ío que sabemos d e G iordano Bruno, era un hom bre confiado e im prudente. P o r lo visto, habló de­ masiado.

C a p ítu lo

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E L M A N U S C R IT O M A T H E R S

E l m anu scrito Mathers, com o la E steganogra­ fía y el m anuscrito Voynich, está en clave. P ero tiene la buena cualidad de estar cifra d o en una d ob le transposición relativam ente sencilla, que p erm itió qu e fuese d escifra d o con bastante ra­ pidez. Y o he visto varias hojas de esta in ter­ pretación, qu e m e parece correcta. Y lo cierto es qu e con d u jo a la aventura oculta más extra­ ordin aria de nuestros tiem pos: la de la O rden de la G olden Dawn. L le v ó tam bién a la redacción de un con ju n to de docu m entos m ágicos y condenados que, se­ gún creo, n o ha sido aún publicado pero ha ocasionado ya no pocas catástrofes. E m p ecem os por el principio. Un clérigo inglés, el reverendo A. F. A. Woodfo rd , pasea en Londres por Farrin gton S treet. E n tra en una tienda de libros de ocasión y en­ cuentra en ella unos manuscritos cifra d os y una carta en alemán. E sto ocurría en 1880. El reve­ rendo W oo d fo icl em pieza p or leer la carta en alemán. L i carta dice que quien d escifre el ma­ nuscrito p od rá com unicarse con la sociedad se­ creta alem ana Sapiens D o n a b itu r A s íris (S D A ), por m ediación de una dama llam ada Am ia

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Sprerigel. Después, se le ciarán otras in form a­ ciones, si es digno ele ellas. E l reveren do W ood ford , francm asón y rosacruz, habla de su descu brim iento a dos am igos suyos, el d o c lo r VVoodman y el d octor Vvinn W eslcott, am bos eruditos em inentes y, además, cabalistas. Ocupan puestos elevados en ta ma­ sonería. E l d o cto r Winn W estcolt es coro n er, cargo ju dicial muy con ocido p o r los lectores de novelas policíacas inglesas. E l coron er tiene algo de m édico fo ren se y algo de ju ez de instruc­ ción. En caso de m u erte sospechosa, convoca a un ju ra d o y éste dicta un veredicto que puede d eterm in ar la in terven ción de la Justicia y de la Policía. Uno de estos veredictos se hizo fam o­ so en el siglo x ix : el ju ra d o había llegado a la conclusión de que un desconocido encontrado m u erto en un parqu e londinense había sido ma­ tado « p o r personas o cosas desconocidas». M e gustaría p o d er a firm a r que fu e el d o clo r Westcott quien redactó este veredicto en una form a tan singular. N o tenem os pruebas de ello, pero verem os, más adelante, que el t.oclor W estcolt p erd ió su cargo de c o ro n e r en circunstancias m uy extrañas. En todo caso, W oodm an y W eslco tt han oído h ablar de la Sapiens D o n a b ilu r Astris. Se Ita la de una sociedad secreta alemana com puesta principalm en te de alquim istas. Y fue esta socie­ dad la que, gracias a m edicam entos alquíniieos, salvó la vida de G oethe cuando los médicos co­ rrientes habían renunciado a curarle. Es un hecho p erfectam en te dem ostrado, y la Universidad de O x ford pu blicó incluso un libro titulado Goethe, el alquim ista. La SD A parece existir aún en nuestros días; estuvo relacionada con los «círcu lo s có sm icos» organizados por Stcphan G eorgc y qu e lucharon contra H iller. E l conde V on S tau ffcn berg, organ izador del atentado del 20 de ju lio de 1944, form aba parte de estos círculos cósm icos. E l ú ltim o represen­ tante de la SDA fu e el barón Alexan der von Bcrnus, fa llecid o recien temen le.

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W estco tt y W oodm an consiguen d escifra r el m an u scrito con bastante fa cilid a d y escriben a la s e fo r a Anna Sprcngcl. Reciben instruceiones en el sentido de cinc continúen su trabajo. Entonces, buscan la ayuda de o tro francm asón, un p erso n a je m uy indefinido, llam ado Sam uel L id d e ll M athcrs, casado con la herm ana de Tlcnri B ergson. Es un h om bre de una cultura asom ­ brosa,' p ero tam bién de ideas bastante vagas. Redacta el conjunto, inédito, de los «ritu a les M a lh ers». Estos rituales se com pon en de extrac­ tos del docum ento alemán origin al, de otros docum entos poseídos por M athcrs y de m ensa­ jes recibidos p o r la señora M athcrs p o r cla ri­ videncia. El conju nto es som etido en Alem ania a la SDA, la cual autoriza al pequeño gru po in­ glés a fu n dar una sociedad ocu lta exterior, es decir, abierta. La sociedad se llam ará O rd e r o f lite G old en Da\\>n in (h e o u íe r : O rden del Alba D orada en el E xterior. El 1 de m a rzo de 1888, esta autorización os rem itida a W oodm an , Mac G regor, M athcrs y el d octor W cstcott. M ientras tanto, Sam uel Liddell M athcrs ha añadido a su n om bre e l título de conde de M ac G regor, y ahora anuncia que es reencarnación de más de m edia docena de nobles y m agos escoceses. En 1889, se anuncia oficialm en te la creación de esta sociedad. Es de. a d vertir que es ésta la única vez., en el curso de los siníos x ix v xx, que una autoridad esotérica calificada, la SDA, concede autorización para fundar una sociedad ex terio r Jamás ha vu elto a darse una autoriza­ ción co m o ésta, y no es de acon sejar que se funden sociedades de esta d a s e sin perm iso: quien lo hiciere se atraería graves disgustos. Después de la m uerte, al parecer natural, del d o cto r W oodm an , la Orden es dirigid a p or W eslco tt y M alh ers. En 1897, W estcott tiene la mala fortuna de dejarse olvidados en un taxi ciertos d ocu m en tos reservados de la Orden. Estos do­ cum entos llegan a manos cíe la Policía, la cual con sid eia que no es conveniente que 1111 c o ro n e r se ded iqu e a tales actividades, pues p o d ría ver­

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se te n ta d o ' a u tiliza r los cadáveres que tiene a su disposición para operaciones de n igrom an ­ cia. W eslco tt sale de la Orden, considerando que es lo m e jo r para él. La sociedad empieza a crecer y atrae a perso­ nas de inteligencia y cultura indiscutibles. Cita­ rem os a Yeats, que había de ganar el P rem io N o b el de Literatu ra, a A rthur Machen, A lgernon B lack w ood, Sax Rohm er, el h istoriad or A. E. W a ite y la célebre actriz F loren ce Farr, en tre otros muchos. Los hom bres de más in teligen cia e im aginación de la época, en In glaterra, forman p a rte de la Golden Dawn. L a logia p rin ci­ pal está en Londres. Su jete, el Im p e ra to r, es W . B. Yeats. H ay otras logias en la provin cia inglesa y en París, donde pasa Mathers largas tem poradas. La Orden tiene dos niveles: — el p rim ero, divid ido en doce grados y de­ dicado a la enseñanza; — el segundo, sin grados ni categorías, ded i­ cado a la investigación. La enseñanza versa sobre la lengua enoquiana de John Dee, del que se da una traducción desde el p rim er grado de! p rim er nivel. Desgra­ ciadam ente, estas traducciones han sido des­ truidas u ocultadas. P ero se conservan algunos textos enoquianos y en particu lar uno que per­ m ite hacerse invisible: «O I sonuf vaorsag goho iad balt, lonsh calz vonpho. Sobra Z-ol r o r I la nazps.» L o cual no presenta la m enor sem ejan ­ za con ninguna lengua conocida. Se decía que, si se pronunciaba correctam en te esta fórm ula ritual, uno era rodeado por una elip soid e de in visibilidad a una distancia media de 45 cen tí­ m etros del cuerpo. N o veo nada que objetar. La enseñanza versaba, pues, sobre la lengua enoquiana, la alquim ia y, sobre todo, el dom i­ nio de uno mismó. A p a rtir del segundo grado del p rim er nivel, el candidato era tratado de. m anera que elim i­ nase todas las enferm edades m entales v todas las flaquezas. Conocem os unos cincuenta trata­

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mientos cíe esta clase que parecen haber sido m uy eficaces. Durante cin co o seis años, la Orden satisface a todo el mundo, y todos sus m iem bros dicen que han progresado m entalm ente, Después, Mathers em pieza a hacer de las suyas. El 29 de octubre de 1896, publica un m anifiesto en el que afirm a qu e existe un tercer nivel de la O r­ den. Éste está constituido, según él, p o r seres sobrehumanos, de los que dice: « P o r mi parte, creo que son humanos y que viven en esta Tierra. P ero poseen terribles po­ deres sobrehumanos. Cuando los vi en lugares frecuentados, ni su aspecto ni sus vestidos los distinguían de las personas corrientes, salvo una im presión cié salud trascendente y de vig o r físico. »E n otras palabras, el aspecto físico que debe dar, según la tradición, la posesión del elixir de larga vida. En cam bio, cuando los encuen­ tros tenían lugar en sitios inaccesibles desde el exterior, llevaban túnicas sim bólicas y las in­ signias de su rango.» Naturalm ente, se puede pensar lo que se quie­ ra del contenido de este m anifiesto, y atribu irlo a la locura de M alhers, p eto también es posible que no m intiese. T o d o lo que podem os decir es que habría hecho m e jo r en callar. En p rim er lugar, fue o b jeto , a p a rtir de aquel m om ento, de una persecución que le llevó a la m uerte en 1917. En segundo lugar, su manifiesto atrajo a personajes m uy «poco recom endables, com o el célebre A leistcr C row ley. Personaje sin iestro y sin duda m egalóm ano, y en todo caso extravagante, C row ley apareció un buen día de 1900 en la Logia de Londres. Llevaba a n tifaz negro y tra je escocés. D eclaró haber siclo en viado p o r M athers, para asum ir la dirección cíe la Logia. La reacción fue violenta. Yeats, Im p e ra to r de la Logia, hizo destitu ir a Mathers y expulsar a C row ley. A. E. W aite puso en duda la existencia del tercer nivel y de los superiores desconocidos.

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En 1903, W aite y cierto núm ero de am igos suyos dim itieron y fundaron una nueva Orden, llam ada también Goklen Davvn. Esla O rden se m antuvo hasta 1915 y, después, desapareció. Los restantes m iem bros de la Goklen Dawn con­ tinuaron hasta 1905; después, Yeats, A rthur Machen y W inn VVcstcott dim itieron. La Orden continuó, dando trom picones, b a jo la dirección de un tal d octor Felkin; después, fu e de mal en peor y se extinguió poco a poco. Así term inó lo que Yeats había llam ado «p r i­ m era rebelión del alma contra el intelecto, pero no la ú ltim a». Parece qué M athers re tiró el con­ ju n to de fórm ulas rituales que perm itían rep ro ­ ducir ciertos fenómenos. Todas las tentativas de publicarlas fracasaron, debido a que los manus­ critos ardían o el propio Mathers' caía enferm o. M u rió en 1917, com pletam ente destrozado. A l­ gunos. dicen que C row ley fue su principal per­ seguidor; pero, en realidad, parece que C row ley no fue más que un m egalóm ano poco peligroso. Si la m ayor parte de los rituales de M athers han desaparecido, se han publicado algunos de ellos, así com o cursos dados por la Goklen Dawn. Los principales Son los contenidos en cuatro volúm enes publicados en los Estados Unidos por el d octor Israel Regardie, v en The G olden Dawn ils inner teaching, de R. G. Torrens BA, aparecido a principios de 1971 (e d i­ tor, N e ville Spearman, Londres). E ste ú ltim o libro tiene la doble ven taja de estar escrito de un m odo racional y de dar, al final de cada uno de sus cuarenta v ocho capí­ tulos, una bibliografía breve y precisa. Adem ás, poseem os muchos testim onios sobre la Golden Dawn. Es, pues, posible sacar conclusiones: Lo pri­ m ero que llama la atención es el notable nivel de inteligencia y de cultura de la m ayoría de sus m iem bros. La Goklen Dawn contaba no sólo con grandes escritores, sino también con físicos, m atem áticos, expertos m ilitares, médicos. Pode­ mos dar por cierto que todos los que conocie­

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ron la G olden Daw n salieron enriquecidos de ella. Todos insisten en el em bellecim ien to de su vida, en la nueva plenitud, en el sentido de la belleza que les d io la G olden Dawn. Gustav M cy rin ck escribió: «Sabem os que existe un despertar del yo in m ortal.» Parece seguro que la G olden Dawn sabía pro­ vocar este despertar, y que había realizado el sueño etern o de los alquim istas, los gnósticos, los cabalistas y los rosacruces, p or no c ila r más que algunas tendencias investigadoras: la trans­ mutación del h om bre m ism o. P o r m uy escéptico que sea uno con respecto a la magia — y m i escepticism o personal es bas­ tante considerable— , no es menos cierto que la Golden D aw n consiguió una experiencia má­ gica inigualada, que yo sepa, en toda la historia de la Hum anidad. Y 110 sólo la'Consiguió, sino que tam bién fu e capaz de enseñarla. Durante m ilenios, el h om bre soñó con un es­ tado de conciencia más despierto que la propia vigilia. La G olden Dawn lo alcanzó. Esto es cierto. L o qu e no es seguro, aunque sí muy pro­ bable, es qu e la Golden Dawn consiguiera tra­ ducir el a lfa b eto enoquiano de .Tohn Dee y que sus d irigen tes leyesen la obra de John Dee, la de T rite m o y tal vez el m anuscrito V oynich, si poseían una copia de él. Posibilidad que no hay que descartar, pues John Dee debió de hacer varias de estas copias. A d m itid o esto, se plantea la evidente cuestión de saber p o r qué una acumulación tal de cono­ cim iento? y de p o d er no alcanzó a constitu ir una verd a d era central de energía, una resplan­ deciente cindadela que dom inase al siglo xx. Sabem os que la G olden Dawn p rovocó mucha hostilidad, pero tam bién es cierto que se des­ com puso desde dentro, más que ser destruida desde el exterior. Se. qir'so a trib u ir a A leister C row ley la res­ ponsabilidad de esta destrucción. Es absoluta­ mente cie rto que este presunto m ago estaba loco de rem ate. P ero, además de su locura, con­

Jacqties Bergier sistente en un tipo bastante clásico de d elirio sexual, C ro w ley tenía el don extraordin ario de m ezclarse en asuntos inverosím iles. Durante la P rim era Guerra Mundial se colocó al lado de A lem an ia y acusó violen tam ente a In glaterra. Algunos pretenden que fu e ¿1 quien, gracias a in form aciones sum inistradas al S ervicio Secre­ to alem án, h izo p osib le que un subm arino ale­ mán torpedease al transatlántico am ericano Lu sitania, cuyo hundim iento precipitó la entrada de los Estados Unidos en la guerra. C row ley tuvo bastantes disgustos en los Estados Unidos y se trasladó a Sicilia, donde erigió una abadía m aldita en Cefalú (actualm ente, en aquel lugar hay una aldea del «C lu b M ed iterrá n eo»), En la abadía de C row ley se produ jo un hecho deplorable. Un poeta de O xford, llam ado Raoul Loveday, b eb ió la sangre de un gato durante una m isa negra y m u rió instantáneam ente, se­ gún tenía bien m erecido. Su viuda arm ó un gran escándalo, y, presionado p o r la Prensa, C row ley fue expulsado de Sicilia en 1923. Después viv ió en Inglaterra, donde pleiteó contra la Prensa p or difam ación. Los jueces re­ solvieron que C row ley era el personaje más detestable que jam ás hubiesen conocido y se negaron a concederle la m enor indemnización. Entonces cayó en la más negra m iseria y mu­ rió, en 1947, en una pensión fa m ilia r de Hastings. La im presión que se desprende de su vid a y de su obra es que se trataba de un des­ graciado, m ereced or de u n 'tratam ien to m édico, más que de un personaje peligroso. P o r otra parte, C ro w ley no fue el único truhán que abu­ só de M athers. A lred ed o r del año 1900, este fu e víctim a de una p a reja llam ada llo ro s , que se decían rep re­ sentantes de los S uperiores desconocidos y que fueron condenados, un año después, com o vul­ gares estafadores. Entonces, la Prensa habló mucho de la Golden Dawn, y esto provocó al­ gunas dim isiones. La Prensa se ocupó igualm ente de la G olden

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Davvn en 1910, cuando M athers trató de im pe­ d ir la aparición de E q n in ox, p eriód ico editado p or C row ley sin autorización de la Golden Dawn. El tribunal inglés com peten te levantó el secues­ tro, y el núm ero salió a la calle. Desde luego, esto no sirvió para aum entar el prestigio ele Mathers; fu eron muchos los que d ije ro n que, si M athers hubiese tenido poderes extraordin arios, habría p od id o destru ir a C row ­ ley, o que, si los hubiese ten ido C row ley, habría podido liq u id a r a Mathers. P o r lo demás, abun­ dan los ejem p los de duelos m odernos entre bru jos que no han dado, en general, resultados espectaculares. Es seguro que la ingenuidad de M athers p erju d icó mucho a la G olden Davvn, pero no parece que lu ese ésta la causa princi­ pal de su decadencia. P o r los datos que pude recoger personalm en­ te, parece que el ejercicio de cierto núm ero de poderes, y en particu lar de la clarividencia, llegó a ser una verdadera droga para los m iem ­ bros ile lít Orden, y, a p a rtir de 1905, cesó toda clase de estudio. Creo que hay que buscar aquí la causa del fracaso de una aventura que pudo ser mucho más extraordin aria de lo que fue e n . realidad. Las diversas sociedades secundarias fundadas p o r los disidentes, sin autorización, com o la S íc lla M atutina, fundada p o r el d o ctor Felkin, la A rgen lew n A strinn, fundada p o r A leister C row ley, y la Sociedad de la Luz In te rio r, fun­ dada p o r la escritora Dion Fortune, seudónim o de V io lctte F irlh , no parecen haber prosperado mucho. Esta últim a sociedad existe aún, y la señora Firth ha escrito cuentos y novelas m uy intere­ santes. H ay que decir, para trazar un cuadro com ­ pleto, que la G olden Dawn con tó con elem entos cristianos pertenecientes a la iglesia católica anglicana, principalm en te el gran escritor Char­ les W illiam s, autor de La G uerra del G rial, y el m ístico E velyn Underhill.

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Algunos docum entos de la Golden Dawn se refieren al esoterism o cristiano y son conside­ rados bastante serios p o r los especialistas en estos asuntos. Tenem os, p o r o irá parte, obras m ísticas o traducciones de Mathers: La Cabala (1889), Sa­ lom ón , rey (1889), La magia sagrada de Abram e lin (1898). E ste últim o libro es traducción de un m anuscrito que encontró M athers en la B ib lioteca del Arsenal, verdadera mina de do­ cum entos extraños. Recientem ente, alred ed or d el'a ñ o 1962, se editó en París un texto bastan­ te com pleto. Ten em os, pues, a nuestra disposición, muchos elem entos interesantísim os; pero nos falta el ritu al co m p leto de Mathers. Este ritual debía ser el co lm o de los libros condenados, resumen de la m a y o r parte de ellos v reveladores de co­ sas extraordinarias. N o parece absurdo que M athers hubiese conseguido, de este m odo, una fo rm a de conciencia superior, que él in terpretó com o contacto con unos superiores desconoci­ dos. Y tam poco es de extrañar que la gente se cebase en Mathers. Pero toda esta historia discurrió en nuestra época, cuando M athers podía u tilizar la fo to ­ grafía. P o r tanto, no es im posible que sacase un núm ero suficiente de fotos y que no todas éstas fuesen destruidas. En \%1, pudo esperar­ se el descubrim iento de los rituales com pletos de M athers. Aquel año, se hundió una colina de la o rilla del canal de la Mancha, minada p or las aguas, y o b jetos procedentes de la Golden Dawn, que habían sido enterrados en aquélla, cayeron al borde del mar. Desgraciadam ente, el exam en de estos objetos dem ostró que se trataba de instrum entos de trabajo v de textos de lecciones, así com o de notas tom adas en el curso de estas lecciones. Ninguno de los docu­ m entos procedía de Mathers. Se ha discutido mucho sobre las influencias que ju garon en la redacción de los diversos cursos de la G olden Dawn. H em os citado ya las

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influencias cristianas. Se encuentran también muchas ideas de Blake, sin duda introducidas p o r Yeats. Y , natu ralm enl , se hallan muchísi­ mas referencias a la cabala, derivadas visible­ m ente de los estudios de Mathers. En cam bio, no se encuentra la traducción de la lengua enoquiana al lenguaje corriente, ni su aplicación a los experim entos. La palabra «etioqu ian a» es, por sí sola, bastante curiosa. Los diversos «lib ro s de E n o c » son apócrifos y rela­ tivam ente recientes, y explican los viajes m ila­ grosos del p rofeta Enoc a otros planetas e in­ cluso a o íro s universos. E ncontram os ediciones que data;i ele 1883 y de 1896. La lengua enoquiana de John Dee es una cues­ tión com pletam ente distinta. Dee conocía la le­ yenda de Enoc, conducido a otros planetas por una criatura luminosa, y dio el nom bre de len­ gua enoquiana a la qu e hablaba el ser luminoso que se le apareció. P ero no existe ningún libro de Enoc contem poráneo de la Biblia, com o creen algunos ingenuos. Tam p oco hay razones serias para creer que los dos libros de Enoc procedan de los gnósticos. N o se conoce ningún ejem p la r a n terior al siglo x v n i, ni siquiera en form a de m anuscrito. Los pocos testigos supervivientes de la Golden Dawn refieren cosas m uy curiosas, pero que nadie está o b liga d o a creer, acerca de las apli­ caciones del lenguaje cnoquiano. Hablan, por ejem plo, del «a je d re z cn oqu iano», un ju ego pa­ recido al ajedrez, pero cuyas piezas eran pare­ cidas a dioses egipcios. § e jugaba contra un adversario invisible, y las piezas de una mitad del tablero se m ovían solas. Aunque considerem os este experim en to com o una m ezcla de escritura autom ática y teleci­ nesis, tiene de todos m odos cierta belleza poé­ tica. Y esto nos hace lam entar aún más la de­ saparición de los rituales de Mathers. Lo único que podem os esperar es que esta desaparición no sea definitiva. Si Mathers lom ó precauciones, debió ocu ltar en Londres o en 7 — LOS LUIROS CONniiNAIlOS

Jacques Bergier París ju egos de fo tog ra fía s que algún día vol­ verán a la luz. A m enos que la m isteriosa socie­ dad alem ana SDA intervenga p o r su parle. A leja n d ro von Bernus parece indicar, en Al­ q u im ia y M edicina, que esta sociedad sigue con vida. Tal era, tam bién, la opin ión de mi m alo­ grado am igo Ile n r i H uridw ald, el europeo que m ás sabía de este tipo de cuestiones. T a l vez, un día, se dará una nueva autorización para fu ndar una sociedad exterior.

C a p í t u l o V III E L LTBRO QUE V U E L V E LOCO: E X C A L IB U R

En el m om ento en que escribim os esto, un yate muy lu joso recorre los océanos del globo. Enarbolá un pabellón que no es de ningún país conocido o desconocido. Ila y , a bordo, unos cuantos guardias armados, pues, en varias oca­ siones, alguien ha intentado fo rz a r la caja fu er­ te del capitán; esta caja fuerte contiene un li­ b ro muy p eligroso, cuya lectura vu elve loco y que se titula E xca libu r. Para que esta historia sea com prensible, de­ bem os re ferirn o s a la vida del p rop ieta rio del yate, un am ericano llam ado L afayette Roía Hubbard, y a sus dos descubrim ientos: la dianélica y la cien tología. La historia de Ilu b b ard ha sido contada, generalm ente en tono hum orístico, p or M a rtin Gardner, en Los b ru jos desenm ascara­ dos, y p o r m í m ism o, en R e ír con los sabios. P ero algunos hechos nuevos, acaecidos en el curso de los dos últim os afios, parecen indicar que hay algo más que una h isloria graciosa. T ra ta ré de re fe rirla con la m ayor im parcialidad posible. La fa yette Ron Hubbard es, sin duda, un ex­ p lo ra d o r y un oficial de M arina am ericano su-

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m ám ente valeroso. Fue tam bién — ya no cultiva este género— uno de los m ejores autores am e­ ricanos de obras fantásticas y de ciencia-ficción. E n tre sus novelas traducidas al francés, citare­ mos Le hras d ro it de la m o r t ( t i l brazo derecho de la m u erte) («H ach c-tte»). Lo m e jo r de su obra, en el cam po de lo fan­ tástico y de la cien cía-ficción, fue escrito antes de la guerra de 1940. Durante esta guerra, y a consecuencia d e una h erida sufrida en un co m ­ bate con los japoneses, H ubbard pasó por la experiencia de la m u erte clínica. Le reanim a­ ron; pero parece que conservó la conciencia, cuando esto era n orm alm en te im posible, y que tuvo percepciones y sensaciones que jam ás ha explicado p or com pleto. Lo cierto es que, después de la guerra, em ­ pezó a m editar sistem áticam ente sobre el siste­ ma nervioso humano. Y acabó concibiendo y com unicando a John Cam pbell, el célebre edi­ tor de obras de ciencia-ficción, una nueva teoría a la que puso el n om bre de dianética. La dianética era una especie de, psicoanálisis adecuadísim o para seducir a los americanos. En efecto, éstos son m uy aficionados al «hágalo usted m ism o», y la dianética p erm ite ejercita r el p rop io talento sobre alguien, sin haber hecho previam en te ningún estudio. La teoría general de la dianética adm ite, com o Freud, la existencia de un inconsciente; pero, así com o el inconsciente freu dianó es extraor­ dinariam ente astuto — cop ia d o del diablo— , el inconsciente de Ilu b b a rd es absolutam ente es­ túpido. N os im pulsa a co m eter las m ayores es­ tupideces porqu e lo tom a todo al pie de la le­ tra, es incapaz de captar lo significativo y se com pon e de una serie de registros o engramas (H u b b a rd em plea este térm ino cien tífico en un sentido que nada tiene que ve r con el que se le da n orm alm ente). El inconsciente de H ubbard se form a muy pronto, principalm en te durante la vida del Teto. Basta, según Hubbard, que se diga a una m u jer

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encinta: « t e em peñas en conducir p o r la iz­ q u ierd a », para que su hijo, una vez adulto, ¡caiga en e l izquierdism o más extrem ado! Si se consigu e lib rar a un cereb ro de todos sus engreirías, anunció, triunfal, H u bbard, se p rodu cirá un su jeto perfectam ente «c la r o ». E ste su jeto «c la r o », desprovisto de tod o com p lejo, en teram en te sano de espíritu, constitu irá el em b rió n de una especie humana nueva, próxi­ ma a la superhum anidad. Esto puede conseguir­ se m edien te una sim ple conversación con el su jeto, em pleando las técnicas que Ilu b b a rd describe :n sus artículos de A stonnding S cicn ccF ic lio n o en su lib ro D ianctics, que recién pu­ blicado, :;e co n virtió en un best-seller. llu b b a -d em pezó p o r tratar a su m u jer. En cuanto ésta adqu irió la «cla rid a d », p id ió el di­ vo rcio , y lo obtuvo. Después, Ilu b b ard trató a 1111 am igo suyo, el cual, una vez se hubo con­ vertid o en «c la r o », m ató a su esposa y se sui­ cidó. Entonces, la popularidad de la dianética llegó a ser inmensa. En el año 1955, eran a m iles los am ericanos que se trataban p o r la dianética. L o s resultados no fueron tan sensa­ cionales co m o al principio, pero este pequeño ju ego de salón tardó muy poco en hacer la com ­ petencia al psicoanálisis. E l psicoanálisis tiene la evidente ven taja de p o d er aplicarse a los animales. En los Estados U nidos, hay psicoanalistas para perros, mien­ tras que n o se conocen técnicos de dianética para los canes. En cambio, la dianética tiene la ven taja de ser rápida y poco costosa, y de presen tar el psiquism o humano, no en térm i­ nos com plicados, sino en form a de diagram as bastante p ----talar un Y esto resulta mucho más cóm odo. H ubo, adem ás, psicoanalistas que se som e­ tieron al tratam ien to y que, sin vo lverse abso’ u tam ente «c la ro s », reconocieron que éste ha­ bía sido m uy beneficioso. Cuando leem os a Hubbard. no sacamos la im presión de que esté

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m ás loco qu e Reich o que Ferenczy. Más bien diríam os que lo eslá menos. En lo que respecta a los recu erdos form ados durante la vida del feto, H u bbard parece tener razón. El fen óm en o parece h ab er sido com probado clínicam ente, y plantea un problem a que sigue sin resolver: ¿cóm o puede el feto, que aún no tiene sistem a au ditivo, o ír lo que se dice a su alred edor? Sin em bargo, lo oye, y esto está actualm ente co m ­ probado. Sea lo que fuere, no puede decirse que la dian ética sea una locura m ayor o m en or que el psicoanálisis. Am bos «m a rch a n », no tan bien com o los m étodos del p rim itivo chamán, pero marchan. T od a psique realiza un esfuerzo tal para consegu ir el equ ilibrio, que cu alquier téc­ nica puede m e jo ra r tem poralm ente un psiquism o defectu oso. Desde luego, esla m ejoría no es duradera, pues sólo los m étodos quím icos pue­ den cu rar de veras. La dianética parecía destinada a no ser más que uno de tantos m étodos curiosos, y así fue considerada p o r tod o el mundo. P ero la h istoria sólo acababa de em pezar. Después de reflex io ­ nar sobre los defectos de la dianética, H u bbard llegó a la conclusión de que ésta sólo curaba las cicatrices psíquicas debidas a los acon teci­ m ientos de esta vida terrestre, y en ningún caso las heridas producidas en vidas anteriores. En­ tonces, creó una nueva disciplina: la cientología. La dianética fu e un fu ego de h ojarasca; en cam bio, la cientología, con un desarrollo len to y progresivo, conoció un crecim iento constante que h izo que, en 1971, el m ovim ien to cien tológico constituyese una fu erza m undial capaz de in qu ieta r a muchas personas. E ste m o vim ien to cuenta con m uchísim o dinero, de origen poco conocido. Se dice que H u bbard ven dió su par­ ticipación en el n egocio origin al p or una suma en orm e; se habla de decenas de m illon es de dólares. H u bbard escribió otros libros; entre ellos, S cien lo log y . Y redactó, para in form ación de al-

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günos am igos íntim os, recu erdos de sus vidas anteriores. Estos recu erdos proceden, según él, de una gran civiliza ción galáctica, de la que no som os más que una co lon ia perdida. Reunió sus recu erdos en un lib ro titulado E x ca lib tir, qu e dio a leer a algunos voluntarios. Éstos se v o lv ie ro n locos y, qu e yo sepa, siguen internados. La dianética, el psicoanálisis, la cien tología, c incluso los m edicam en tos conocidos, son inca­ paces de rem ed ia r a aquellos hom bres; H ubbard sigue navegando p o r los océanos y tom ando notas, m ientras unos desconocidos tratan de fo r­ zar su caja fu erte y de leer E x ca lib u r. M ientras tanto, Ir. cien to lo gía se desarrolla hasta un punto que p arece m uy in qu ietan te a num erosas personas. Charles Manson, el asesino de Sharon T a le, d eclaró que era el representante local de la cien tología. Los cicn tólogos lo niegan, y llu bbard llega a afirm a r que había denunciado a Manson al F B I, p o r con siderar que constituía un p eligro diabólico. Se acusa a los cicn tólogos de d om in ar a la gente, de controlarla, de leledirigirla, y de aspirar a la posesión del mundo. E llos responden tranqu ilam ente que lo m is­ m o se decía de los p rim eros cristianos. Son num erosísim os, aunque no podem os citaicifras. Pero, en 1969, una asociación inglesa, que luchaba p o r una m edicina más racionalista y p o r una condena más scv era .d e las m edicinas paralelas, los denunció. Inm ediatam ente, todos los cicn tólogos ingleses em pezaron a in scribir­ se en la asociación, y pron to consiguieron la m ayoría. L o cual dem uestra que deben ser bas­ tante num erosos. Algunos países hablan de p roh ib ir la cientologia; p ero, que y o sepa, esto no se ha hecho en" parte alguna. Los enorm es m edios m ateria­ les de que disponen los cicn tólogos les perm i­ ten inundar litera lm en te el mundo de periód i­ cos, revistas y docum entos. La m atrícula de un curso de cien tolo gía no es cara; por tanto, los recursos del m ovim ien to tienen o tro o ri­

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gen. E l con sejo de adm inistración de la socie­ dad, registrada en ios diversos países según la legisla ción local, confiesa que es un n egocio m uy bueno. P ero sin precisar exactam en te cóm o fu n cion a este buen negocio. U no de los dirigentes de la cien tología in gle­ sa declaró a la Prensa: «S i alguien trata de ata­ carnos, hacem os pesquisas a su respecto y des­ cu brim os, con toda seguridad, alguna nota des­ fa vo ra b le, que ponem os en con ocim ien to del p ú b lico .» E sto se lia produ cid o efectiva m en te, e im p lica que, o bien la cien tología posee una m agnífica red de espionaje, o bien dispone de m ed ios para valerse de las m ejores agencias de d etectives privados. I-a cien tolo gía no parece h acer p olítica, aun­ qu e se la acuse periódicam en te de ser un nue­ v o nazism o o, al menos, una variedad del rear­ m e m oral. Esto no está dem ostrado. En cam bio, sí qu e parece perfectam ente establecido que la cien tolo gía atrae, no sólo a m iem bros de cultos m argin ales y de pequeñas sectas ocultas, sino tam bién a creyentes de religiones tan arraiga­ das com o el cristianism o o el m arxism o. P ro ­ gresa constantem ente, tanto en núm ero com o en poder. Los que se burlaron de H u bbard, y yo en tre ellos, tal vez rieron dem asiado pronto. E l fen óm en o de la cien tología es m uy cu rioso y no ha sido aún suficientem ente estudiado. La cien tología ha atraído a m uchos autores de ciencia-ficción, entre los que destaca Van V o g t ( l ) , quien, durante algún tiem po, abando­ n ó la ciencia-ficción para ocuparse sólo de la cien tología. Ésta no reniega de la dianética, p ero le añade un contenido suplem entario que sólo podem os calificar de vision ario. Y es evi­ den te que Hubbard, b a jo su aspecto ex terio r de aven turero positivo y de in gen iero instruido, es un visionario. Parece ser que tuvo una visión cuando se hallaba en estado de m u erte clínica, (1 ) A u to r del fa m o s o b est-seller Le monde des A (E l M u n do d e los A ) (J 'a i L u n.° 362**).

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y que tuvo otras con posterioridad. P o r desgra­ cia, no d ijo gran cosa sobre ello, com o tam poco sobre lo:; dirigen tes de la cien tología, entre los que parecen figurar ciertos hom bres de nego­ cios, p ero tam bién, quizás, otras clases de per­ sonajes. A nive d el contacto con el público, y tam bién a nivel ele la enseñanza elem ental de la cicntología, encontram os personas extraordin ariam en ­ te convencidas y, según todas las apariencias, sinceras. N o sabría d ecir con exactitud lo que ocurre a nivel superior. Siguiendo al filósofo Max W eber, suele llam arse «e fe c to carismático>' a la influencia de un ser humano sobre otro. La cien tología agrupa a personas que po­ seen un e fe c to carism ático muy elevado. Sea lo qu e fuere, los lazos que unen a los m iem bros de un grupo cien toló gico con su je fe , y la causa de la cien tolo gía en general, tiene un carácter fan ático. Hasta el punto de que lian sido form u ladas num erosas denuncias contra los grupos. C on trariam en te a la G olden Dawn, la cientologia se lia co n vertid o en una central de energía que ejerce un p o d er real bastante inquietante. Cosa que jam ás había bocho la dianética. Algo ha sido in yectado en la estructura de un m o­ vim ien to qu e estaba decayendo y que no pare­ cía más qu e una secta disidente y sim plificadora del psicoanálisis; y este m ovim ien to lia sido tra n sform a d o en un instrum ento u tilizado con fines qu e aún no podem os discernir. El períod o de las brom as ha term inado, y podem os pre­ guntarnos qué es lo que se ha in troducido en la dianética para co n vertirla en un m ovim iento tan din ám ico co m o la cientología. Com o en el origen de todas las religiones, existe un L ib ro . Con la diferen cia de que este lib io , E x ca lib u r, en vez de ser difundido, se m antiene cuidadosam ente oculto, com o el ta­ lism án secreto de la nueva religión. El fenóm e­ no es e rrio s o , pues, en casos análogos, com o el de los rio rm o n e s o el de los babistas, el libro

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fundam ental — lib ro de Josepli Sm ith, para los m orm ones; p rofecía s de Bab, para los babistas— ha sido profu sam ente difundido. En lo que concierne a la cien tología, asistim os, a la vez, a un esfuerzo de propaganda extraordinaria­ m ente m oderno y a una organización que ocul­ ta un lib ro secreto que podríam os llam ar con­ denado. N o sabem os bien qué les ocu rrió a las personas que lo leyeron: ¿se volvieron locas sólo por leerlo, o in tentaron ciertos experim entos? (A h o ra vo y a respon der a una pregunta que m e ha sido form ulada con frecuencia: ¿poi­ que no he intentado tran sform ar el m ovim iento surgido de E l retorno. de los b ru jos ( 1) en una especie de pararreligión ? Diré, sim plem ente, que, dada nuestra ignorancia total de la diná­ m ica de los grupos humanos, m e parece muy peligroso im pulsar nuevos m ovim ientos pararreligiosos. En un cuento adm irable de Catherine M cLean, E l e fecto bola de nieve, que tradu­ je al francés, vem os a un grupo de solteronas que se dedican, en una pequeña ciudad ame­ ricana, a recoger prendas de vestir, arreglarlas y darlas a los pobres. Unos sociólogos im pru­ dentes inyectan a este grupo una estructura di­ námica que actúa com o una bola de nieve y atrae otros grupos. Y este m icrogrupúsculo aca­ ba p o r conquistar el mundo. En m i opinión, esta clase de cosas es posible, y p or esto he tenido buen cuidado en evita r toda tentativa de form ación de una pararreligión partiendo del m ovim iento surgido de E l re to rn o de los b ru jo s .) A nivel popular, la enseñanza cien tológica se parece bastante a la dianética prim itiva, aun­ que b a jo una form a más razonable. Pretende aum entar la intensidad de la conciencia en las personas tratadas, y tal vez lo consigue. Pero esto no ocu rre siem pre. P o r ejem plo, el autor de obras de ciencia-ficción am ericano, Barry ( ! ) P u b lica d o en esta e d ito ria l M u n d o s » y « A r c a d e p a p e l».

en

las

co leccio n es

«O tr o s

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M alzbcrg, refirió, a principios de 1971, que, al v e r en el M etro de Nueva Y o rk unos carteles de propaganda de la cientología, resolvió lo ­ m ar unas lecciones. Estas no le p rodu jeron el m en or efecto; pero tal vez carecía de las bue­ nas vibracion es iniciales... Ig n o ro lo que se enseña a n ivel superior. La literatura de prom oción alardea de in form a cio­ nes procedentes de la época en que la Tierra no era todavía una colonia perdida, sino que form aba p a rte del gran caudal de la Humani­ dad galáctica. Desde luego, esto parece cosa de ciencia-ficción, pero la bom ba de h idrógen o y el v ia je a la Luna también lo parecen. H abría que estu diar el asunto más de cerca. Tam bién es interesante observar que la cicntología se dice perseguida p o r personas que, en el fondo, son bastante sem ejantes a los que yo llam o «H o m b res de N e g ro » y cuya existencia pretendo dem ostrar en este libro. A parte de Hubbard, que parece haberse reti­ rado del circuito, por propia voluntad o invo­ luntariam ente, no se ve m uy claro quién está detrás de la cientología. Aquí tropezam os con una curiosa paradoja: ¿p or qué los hom bres y las m u jeres de la Golden Dawn, tan brillantes y a veces tan geniales, no consiguieron crear una cen tral de energía? ¿ Y p or qu é lo consi­ guieron los individuos anónimos de la cien tolo­ gía? Pueden ex istir razones derivadas de la diná­ m ica de los grupos. Tal vez no se pu ede fo r­ m ar un grupo reuniendo personas que tengan, todas ellas, una poderosa personalidad. Quizás es precisa una jerarq u ía que parece ex istir en la cien tología y que tal vez 110 consiguiese hacerse respetar en la Golden Dawn. Tam bién podem os decir, con cierta ironía, que la G olden Dawn se d irigía a una é lite muy lim itada de gentes excepcionales, m ientras que la cien tología va encaminada a personas absolu­ tam ente corrientes. Algunos m iem bros de grupos cien tológicos

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m e dieron una tercera respuesta: según ellos, la cientología triu n fó p o rq u e es científica, m ien­ tras que la G olden Dawn no era más que un re vo ltillo de supersticiones y de prácticas má­ gicas. M e resulta d ifícil aceptar com o válida esta respuesta, porqu e la lectura de la docum enta­ ción que difu n de la propia cien lología demues­ tra que no se trata en absoluto de ciencia, al menos en el sentido que solem os dar a esta pa­ labra. Es una m ística bastante parecida al freu­ dism o. Igual que cu éste, hay que aceptar sin discutir afirm aciones de las que no tenem os ninguna prueba. P o r otra parte, así com o la Golden Daw n pa reció haber resuelto el gran m isterio del despertam iento, no vem os nada se­ m ejan te en la cientología. Sin em bargo, ésta prospera, y lo hace según una estructura que se asem eja a aquella hacia la cual tendía la Golden Dawn. Com o en la Golden Dawn, se trata de apelar a fuerzas profu n das y desconocidas que existen en ciertos cam pos que no puede alcanzar la psi­ cología corrien te, ni siquiera después de p erfec­ cionada p o r Jung, y de los cuales ésta niega incluso la existencia. Para la Golden Dawn, eran «plan os su p eriores» que existían por encima del estado de vigilia. Para la cientología, se trata de un supcr-hiper-inconscientc que se extiende en el pasado hasta una antigüedad que no pue­ de explicar ningún código de genética razona­ ble. Algunos docum entos cientológicos hablan de setenta y dos m illon es de años. Lo cual pa­ rece m ucho tiem po. N atu ralm ente, es m uy fácil lachar de aberra­ ción este gén ero de idea, y yo m ism o m e sien­ to tentado a hacerlo. Sin em bargo, la existen­ cia del fen óm en o es indudable, y podem os pre­ guntarnos basta dónde llegará en su desarrollo. La dinám ica m arxista de la H istoria tam poco tiene base científica, según acaba de dem ostrar p o r enésim a vez c1 P rem io N obel Jacques Monod, en E l azar y la necesidad. Pero eslo no

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im p ide que la mitad de los h om bres vivan bajo regím enes marxistas. Un ocasión de una mesa redon da sobre los v ia jes a la Luna, o í afirm ar a un eru d ito islám i­ co que la Luna eslaba habitada. E l v ia je lunar no lo ha dem ostrado así, p ero tam poco ha que­ brantado el Islam . En cuanto un grupo hum ano ha em pezado a h acer bola de nieve b a jo el e fe c to de fuerzas dinám icas de las que nada sabem os, es suma­ m ente d ifíc il, y tal vez im p osib le, deten erlo. En tod o caso, no puede excluirse la posibilidad de que la cien tología dé a cierta ju ven tud lo que no han p od id o darle el izq u ierd ism o y la LSD, y que, eventualm ente, la veam os extenderse pol­ la fuerza de las armas. P o r esto, la cuestión de saber con exactilud lo que hay en E xca libu r, de saber hasta qué pun­ to la doctrin a secreta de la cien tología, si es que hay tal, se deriva de un lib ro condenado, m erece ser estudiada. Y no creo qu e se pueda resolver un problem a de esta clase diciendo sim plem ente que Dios ha m u erto y que hay que en con tra r algo o alguien que lo sustituya. Creo que hubo quím icos antes de que se descubriese el átom o y la teoría exacta de la quím ica fun­ dada en la m ecánica ondulatoria. De la m ism a manera, estoy persuadido de que hay practicantes de la dinám ica de grupo inca­ paces de explicar lo que hacen, p ero que a pe­ sar de todo obtienen resultados, m ientras que el sociólogo-científico sería com pletam en te in­ capaz de hacerse eleg ir en un pu eblo de cin­ cuenta habitantes. Creo qu e ílitle r o H u bbard form an parte de este gru po de sociólogos aficionados que oblienen resultados sorprendentes de una manera a b so lu tm ien te em pírica. Sin em bargo, opino que estos practicantes sólo pueden actuar con eficacia si están respal­ dados p o r un grupo de organ izad ores o planifi­ cadores. Ahora, sabem os bastante bien cuál era el grupo que se encontraba detrás de Hit 1er; en

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cam bio, nacía sabem os clcl gru po que está de­ trás de H ubbard y, sobre lodo, de la financia­ ción de la operación y de sus o b jetivo s defin iti­ vos. Si existe realm ente un lib ro condenado de­ trás ele H ubbard, convendría qu e éste sacase una buena cantidad de fotocopias y las deposi­ tase en lugares seguros y repartidos en tod o el m undo. Si no lo hace así, no m e sorpren dería que, el clía menos pensado, su yate su friese un accidente. La falsed ad de la teoría de H u bbard es casi segura; p ero es posible que sus resultados sean exactos. N o sería la p rim era ve z qu e ocu rriese una Cosa así. T o d a vía 110 se ha hecho ningún estudio socio­ ló gico sobre las personas atraídas p o r la cicntología. La dianética, com o el psicoanálisis, atra­ j o sobre todo a los locos. E l p ro p io Freud p arece h aber estado loco cíe atar, durante la p rim era fase dé su carrera: practicaba la num ero log ía y creía en las más toscas su persticio­ nes. Se ha dicho que re co b ró la salud m ental durante una segunda fase, después de haberse analizado él m ism o; aunque eludo m ucho de que esto sea cierto. C om o d ijo acertadam ente G. K . Chcsterton: «E l loco no es aquel que ha p erd id o la razón; el locci es aquel que lo ha p erd id o todo, salvo la ra zó n .» ¿E m pieza la cien tolo gía a en tra r en una fase en la que atrae a masas de personas qu e podríam os llam ar norm ales? ¿ Y en qué p ro ­ porción ? S ería m uy interesante saberlo. Y m e gustaría m ucho echarle un vistazo a E x ca lib u r, p o r m i propia cuenta y riesgo.

C a p ít u l o I X

E L CASO D E L PR O F E S O R F IL IP O V

En la noche del 17 al 18 de octubre de 1903, el sabio ru so M ija íl M ijá ilovich F ilip ov fue ha­ llado m u erto en su laboratorio. Sin duda habla sido asesinado p o r orden de la Ojrana, la P o li­ cía especial del zar. La Policía confiscó todos los papeles del sabio y, en particular, el ma­ nuscrito de un lib ro que había de constituir su 301.a publicación. E l zar N icolás II exa­ m in ó person alm en te el legajo y, después, el la b o ra torio Fue destru ido por com pleto, y que­ m ados los papeles. El lib ro incautado se titulaba: La rev olu ción p o r la cien cia o el fin de las guerras. N o era un lib ro exclu sivam ente teórico. Filip ov había esc r ilo a sus a m igos — y sus cartas debieron ser abiertas y leíd a s p o r la Policía secrela— diciéndoles que había hecho un descubrim iento p rod i­ gioso. En e fe c to : había encontrado la m aneta de tra n sm itir p or radio, en un haz d irigid o de ondas cortas, el efe cto de una explosión. En una de las carias que fueron encontradas, decía tex­ tualm ente: «P u e d o tran sm itir en un haz de on­ das cortas toda la fu erza de una explosión. La onda explosiva se transm ite íntegram ente a lo

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largo de la onda electrom agnética portadora, y esto hace que un cartucho de dinam ita que es­ talle en Moscú pueda lleva r su efecto hasta Constantinopla. Los experim entos que he rea­ lizado demuestran que este fenómeno puede produ cirse a m iles de k ilóm etros de distancia. El em pleo de un arm a sem ejante en la revolu ­ ción hará que los pueblos se levanten y que las guerras sean com pletam ente im p osib les.» Se com prende que una amenaza de esta clase im presionase al zar y que se tom asen las m e­ didas necesarias con las m ayores rapidez y e fi­ cacia. Pero, antes de en trar en los detalles del asun­ to, conviene dar algunos datos sobre el propio F ilipov. Sabio a todas luces em inente, había publica­ do el trabajo de Constnntin Tsiolkovslci titula­ do E xp lora ción del espacio cós m ico p o r apa­ ratos de reacción. Sin F ilipov, Tsiolkovski ha­ bría perm anecido desconocido, y bien puede decirse que el «Spu tn ik 1» y la astronáutica m o­ derna son debidos in directam ente a Filipov. Éste tradu jo igualm ente al francés, dándola a co n o cer al mundo entero, la obra capital de M endéleiev, Bases de la Q uím ica, donde se ex­ presa la fam osa ley de M en déleiev acerca de una tabla periódica de los elem entos. F ilip ov fundó también una im portantísim a re­ vista de vulgarización cien tífica de alto nivel, la prim era que se publicó en Rusia, y que se titu­ laba Revista de la Ciencia. Era marxista convencido y se esforzaba en di­ fu n dir las ideas marxistas, p o r muy peligroso que esto fuese a la sazón. T o lstó i dice en su D iario, en las notas correspondientes al 19 de n oviem bre de 1900: « H e discutido con Filip ov sobre m arxism o; es m uy convincente.» P ero F ilip ov no se lim itó a ser un sabio, sino que fu e también uno de los grandes escritores rusos. A lred edor de 1880, publicó E l s itio de Se­ bastopol, novela que tanto T o lstói com o Gorki consideraron adm irable.

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Cabe pregu n tar cóm o una vida tan b reve — FiJipov fu e asesinado a tos cuarenta y cinco años de edad— pudo ser tan fecunda. Filip ov redac­ tó una en ciclopedia entera, fundó una revisto que reagru p ó a lodos los sabios rusos y publicó tam bién artícu los de escritores com o T o lstói y G orki. T ra b a jó durante toda su vida, no sólo p o r la difu sión de la ciencia, sino tam bién p o r la del m é to d o científico. Su liijo , B oris Filipov, que vive aún, publicó una b io g ra fía de su padre: FA ca m in o sem bra­ do de espinas, reeditada dos veces p o r «E d ic io ­ nes de ia Ciencia», de Moscú, en 1960 y 1969. F ilip o v había estudiado tam bién estética, en el plano m arxista, y su obra, en este cam po com o en muchos otros, es considerada com o clásica. In llu yó mucho en I.cnin, y existen m o­ tivos para creer que fue el autor de la famosa frase: « E l com unism o es los S oviets más la electrifica ció n .» Despertó en Lenin el interés por la in vestigación científica avanzada, y a él se debe, en parte, la expansión de la ciencia so­ viética. Éste es, pues, el personaje: vu lgarizador cien­ tífico, gran escritor, experim entador, teórico de las relacion es entre ciencia y m arxism o, revo­ lu cion ario convencido, vigilad o p or la Policía desde el asesinato del zar A lejan d ro II. ¿Qué pensar de la realidad de su invento? Rec o rd e iro s , ante lodo, que un invento muy pa­ recido acaba de hacerse efectivam en te en los Estados Unidos: la llamada, im propiam ente, bom ba de argón. El p rin cip io de este invento es conocido: la energía producida p o r la explosión de un car­ tucho de dinam ita o de un pedazo de plástico en un tu bo de cuarzo com p rim e el argón gaseo­ so, que se hace intensam ente luminoso. Esta cncrgí? lum inosa es concentrada en un rayo lá­ ser y tran sm itida de este m odo, en form a de luz, a gran distancia. Y a se ha conseguido incendiar una m aqueta de avión , de alum inio, a una altura de m il nic8 — IBS LIBROS CONMINADOS

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tros. Actualm ente, los aviones tienen proh ib id o sob revola r ciertas regiones de los Estados Uni­ dos, porqu e en ellas se realizan experim entos de esta clase. Y se confía en poder instalar esle disp ositivo en cohetes y servirse de él para in­ cen diar oti'os cohetes, lo que constituiría un arm a defensiva eficaz, incluso contra el cohete m ú ltiple, p o rta d o r de la bom ba II. S e ha realizado, pues, efectivam ente, una fo r­ m a in com pleta del aparato de Filipov. D esde luego, Filipov no conocía el láser, pero estudiaba las ondas ultracortas, de una longitud aproxim ada de un m ilím etro, que producía p o r m edio de un generador de chispas. Pu blicó va ­ rios trabajos a este respecto. Ahora bien, inclu­ so en la actualidad, las propiedades de esa clase cíe ondas son parcialm ente desconocidas, y F i­ lip o v pudo m uy bien encontrar la m anera de co n v ertir la energía de una explosión en un haz estrecho de ondas ultracortas. Puede parecer sorprendente q u 2 un sabio ais­ lado pudiese hacer un descubrim iento tan im ­ portante, descubrim iento que se ha perdido por com pleto. Pero existen varios argum entos con­ tra esta objeción. E n p rim er lugar, F ilip o v no era un sabio ais­ lado. M antenía comunicación con las más gran­ des m entes científicas del m undo entero, leía todas las revistas y poseía una m ente en ciclo­ pédica, capaz de operar en la fron tera de va­ rias ciencias y sintetizarlas. P o r otra parle, y a pesar de tod o lo que se cuenta sobre Jos equipos científicos, sigue sien­ do cierto que son los individuos los que hacen los descubrim ientos. Com o decía W inston Church ill: «U n cam ello es un caballo puesto a pun­ to p o r un com ité.» Los grandes descubrim ientos de nuestra épo­ ca, sobre tod o en el cam po de la Física, han sido obra de personas solas: el efecto Móssbauer, qu e perm ite la m edición de longitudes m u y pequeñas p o r m edio de la radiactividad; el p rin cip io de no conservación de la paridad,

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que tra n sfo rm ó tod o nuestro concepto del mun­ do, dem ostrando que la derecha y la izquierda Son realidades objetivas en el mictotmivcrso: el efecto Ovshanski, que p erm ite fab rica r cris­ tales dolados de m em oria. En cam bio, grandes equipos com o la C.E.A. o la C.E.R.N. no han descubierto absolutam ente nada, aunque hayan gastado cientos de m iles de m illones. F ilip ov no andaba sobrado de din ero, pero tam poco tenía que som eterse a form alid ad es adm inistrativas para fa b rica r un aparato, y esto le perm itió avanzar de prisa. Téngase en cuenta, adem ás, que Filip ov tra­ ba jó en una época en que la ciencia de las hiperfrecuencias estaba sólo en sus com ienzos, y los pioneros tienen, muchas veces, una visión muy clara de cam pos que no serán descubiertos has­ ta varios siglos después. P o r m i parte, estoy convencido de que F ili­ pov realizó en el la b o ra torio experim entos con­ cluyentes qu e dem ostraban que su procedim ien­ to podía ser generalizado. H agam os, p or un m om ento, el papel de abo­ gado del diablo, y preguntém onos si el zar de Rusia, N icolá s I I , al o rden ar el asesinato de F ilip ov y la destrucción de su lib ro y sus pape­ les, no salvó al mundo de la aniquilación. La cuestión m erece ser examinada. Filipov fue asesinado en 1903. Si hubiese publicado su procedim iento, éste habría estado a punto y en condiciones de ser u tilizado durante la guerra de 1914-1918. Y todas las grandes ciudades de. Europa, y tal Vez de Am érica, posiblem ente ha­ brían sido destruidas. ¿ Y qué hubiera pasado durante la guerra de 1939-1945? Si H itle r hubiese conocido el proce­ dim iento de Filip ov, ¿no habría destruido com ­ pletam ente In glaterra? Y los americanos, ¿no habrían aniquilado el Japón? Mucho es de tem er qu e tengam os que respon­ der afirm ativam ente a estas preguntas. P or con­ siguiente, es posible que el zar N icolás II , ge­ neralm ente vilipendiado, deba figurar entre los

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salvadores de la Humanidad. ¿Qué pasaría hoy si alguien descubriese la m anera de u tilizar el procedim ien to de F ilip ov para transmitir a distancia la energía do las ex­ plosiones nucleares, de las bom bas A y II? Se­ ría, evidentem ente, el apocalipsis y la destruc­ ción total del mundo. E ste punto de vista, ya se trate del in ven to de F ilip o v o de otros inventos, em pieza a ser co m p a rtid o p o r muchos. La ciencia m oderna confiesa que se ha vuelto, hoy, dem asiado peli­ grosa, y ya hemos citado en el p ró lo go las ad­ vertencias form uladas por sabios em inentes. Son unas advertencias muy graves. P o r lo dem ás, los dirigentes del m ovim ien to «S o b re ­ v iv ir », profesores Grothendieck y Chevalley, no se co n form a n con esto, sino que pretenden ais­ la r com pletam ente la ciencia e im p ed ir toda colaboración entre sabios y m ilitares. Puestos en esta tesitura, habría que im p ed ir tam bién la colaboración de los sabios con los revolu cio­ narios, sea cual fuere el m atiz p olítico de és­ tos. ¡Im agin em os a unos contestatarios que, en vez de co locar bom bas de plástico en las puer­ tas de las casas, hiciesen vo la r por los aires, gra­ cias al procedim ien to de Filip ov, el E líseo o M atignonl E l invento de Filip ov, em pleado con fines m i­ litares o revolucionarios, m e parece ser de aque­ llos que pueden aniquilar por en tero una civi­ lización. Los descubrim ientos de este orden no deben d ifu n d irle. Y , sin em bargo, pueden tener tam bién apli­ caciones pacíficas. G orki publicó una en trevista que sostuvo con Filip ov, y lo que más le había im p resion ad o era la posibilidad de tran sm itir la en ergía a distancia y, de este m odo, industria­ liza r rápidam ente los países que tenían nece­ sidad de ello. Pero no hablaba en absoluto de una aplicación m ilitar. Glcnn Seaborg, presidente da la com isión am ericana de energía atóm ica, anunció recien­ tem ente posibilidades análogas: una energía

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que ven d ría d el cielo en un haz de ondas y que p erm itiría in du strializar casi de repente un país en vías d e desarrollo, sin produ cir la m enor contam inación. T a m p oco habla él do aplicacio­ nes m ilitares, p e ro esto se debe sin duda a que no está au torizado para hacerlo. La extraordin aria personalidad de F ilip ov in­ teresa cada día más al pú blico soviético y a los escritores. E l gran poeta Leónidas M artin ov le dedicó, no hace mucho, un poem a titulado La balada de San P etersb u rgo. C onstantem ente se producen hechos nuevos. Uno de ellos, realiza d o en 1969, destruyó una herm osa leyenda. En la Revista de la Ciencia, aparecieron unas críticas de libros firm adas por V. Ul, y se pensó qu e e s t i firm a correspon d ía a V la d im ir ( Mia­ ño v, es decir, al p rop io Lenin. H abría sido inte­ resante establecer, de este m odo, una relación directa en tre Lenin y F ilipov. Desgraciadam en­ te, la in vestigación m oderna ha dem ostrado que tales críticas fu eron obra de cierto V. 1). Ulrich. U ra verdadera lástim a, pues la revista ha­ bría podido enorgu llecerse de haber contado con la colaboración de Lenin. P ero Lenin conocía a fo n d o la obra de F ili­ pov, que, ciertam en te, influyó mucho en él. El célebre pasaje de M a te ria lism o y e m p iro c ritic is m o, sobre el carácter inagotable del electrón, procede d irectam en te de un trabajo de Filipov. Filip ov. adem ás de sabio deseoso de publicar, era un revolu cion ario. C om o ya hemos indica­ do, habría revelado su descubrim iento sobre la transm isión de la en ergía de la explosión, que había de con stitu ir el tem a de la 301." publica­ ción, y lo hubiese hecho sin darse cuenta de que, con ello , iba a d estru ir el mundo. Pues pensar, co m o parecía pensar él, que los pueblos, p rovisto s del arm a que se aprestaba a darles, iban a d estron a r a los reyes y los tira­ nos, y a establecer, gracias al m arxism o, la paz universal, parece una idea bastante ingenua. Actualm ente, estam os b a jo la amenaza de una

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gu erra entre los dos colosos m arxistas: la U RSS y China. Si am bos disponen de una bom ba H transportada por cohete, los daños serán consi­ derables. Si ambos vuelven a inventar el dispo­ sitivo de F ilip ov, se destruirán mutuamente. Ahora bien, el paso no es muy largo entre la bom ba de argón y el d isp ositivo de Filipov. P o r esto hay que esperar que el conflicto en­ tre la URSS y China, que algunos consideran inevitable, no llegue a produ cirse nunca. P ero el problem a de la aplicación de las cien­ cias y las técnicas a la guerra conserva toda su im portancia. La m a yor p a rte de los congresos científicos llegan, cada vez con más Frecuencia, a la conclusión de que hay qu e so fo ca r ciertos descubrim ientos y volver- más o menos, a la actitud de los antiguos alquim istas. En o tro caso, el mundo perecerá. Esto no es ju stificación de la idea de los «H o m b res de N e g ro », sino recon ocim ien to de un problem a existente. Frcd H oyle, abordan do el problem a desde o tro ángulo, escribe en Des liom m es et des galaxies («B u c h e t C h a stel»): «E s to y persuadido de que se pueden escri­ b ir cinco líneas, y no más, que destruirían la civiliza ción .» En la actualidad H o yle es, sin duda alguna, el h om bre m e jo r in form a d o del planeta en todo lo referen te a la ciencia m oderna y a lo que ésta es capaz de hacer. Creo, pues, que el caso F ilip ov constituye una nueva fase, im p ortan te, de la historia de los libros condenados. En vez de rem ontarse a un saber muy antiguo, el m anuscrito de F ilip ov daba la clave de des­ cubrim ientos m uy m odernos, fundados en la ex­ periencia y también en las teorías generales de Marx. F ilip ov era una m entalidad realm ente en­ ciclopédica, que sabía tod o lo que podía saber­ se sobre ciencias en 1903. P o r esto hizo su des­ cu brim iento, descu brim iento que fu e causa de su m uerte.

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Podem os preguntarnos si otros descu brim ien ­ tos análogos no han sido deliberadam ente di­ sim ulados y destruidos. E l presiden te Richard N ixon ord en ó recien ­ tem ente la destrucción de todos los depósitos de arm as b acteriológicas fundadas en la u tili­ zación de m icrob ios y virus. ¿O rdenó tam bién que se destruyesen los archivos sobre estas ma­ terias? N ada menos seguro, y tal vez su rgirá un día un sabio am ericano que escoja la lib ertad y pu bliqu e sus trabajos, perm itien d o de este m odo fa b ric a r lo que S ir R itch ie C alder bau tizó con el n om b re de « e l m icrobio del ju ic io fin al». H a y que recon ocer que quienes destruyesen este m anuscrito serían unos bienhechores de la Hum anidad. L a gente se ha burlado m ucho del secreto m ilita r. É ste es a veces ridículo, pero, en ocasio­ nes, puede im p ed ir la divulgación de arm as ex­ traordin ariam en te peligrosas. P o r la m ism a razón, es evidente que no de­ ben d ifu n d irse los secretos alquím icos. Si se puede fa b rica r una bom ba de h idrógen o en un h orn illo de gas, cosa que personalm ente creo posible, es p re fe rib le que el p roced im ien to de fa b rica ción n o sea dado al público. Pues es buena cosa v iv ir en un p eríod o con­ testatario, a condición de que los daños que pueda p ro d u cir la rebelión sean lim itados. Si cada grupo o cada pequeño país contestatario es capaz de d estru ir París o Nueva Y o rk , para expresar su protesta, la civilización durará poco tiem po. Y a que no debem os o lvid a r que, en nuestros días, cu alqu ier persona puede, con inversiones m ínim as, m o n ta r un lab ora torio que habrían en vidiado Curie o Pasteur. Hay quien ya fabrica en su casa la LSD o la fcnilciclidina, droga que es aún m ucho más peligrosa. Si alguien conociese, en la actualidad, el se­ creto de F ilip ov, encontraría sin duda alguna en el co m ercio todas las piezas sueltas necesarias p ara con stru ir el aparato, y podría, sin ningún

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riesgo personal, h acer saltar p o r los aires, a mu­ chos k ilóm etros de distancia, a las personas que le resultasen antipáticas. Personalm ente, tengo tam bién mi lista de per­ sonas que m e disgustan y de edificios que m e parecen odiosos y qu e m e gustaría mucho eli­ minar. Pero, si cualquiera pudiese conseguir este resultado, con plástico robado en las obras de construcción y con im p ro y ecto r F ilip o v de con­ fección casera, nos resu ltaría d ificilísim o sobre­ vivir. Existen, según se dice, listas de inventos de­ m asiado peligrosos. Una de ellas, establecida p o r m ilitares franceses, se cree que contiene no menos de 805 artículos. Si alguien redactase un texto com pren sivo de todos ellos, y lo publi­ case, batiría la m arca de los libros condenados. Tam bién cabe im aginar un m anuscrito a lo F red H oyle, que no contendría inventos p elig ro ­ sos, sino ideas peligrosas, esas «fra ses de cin­ co lincas» que pueden cam biar el mundo. Si al­ guien lo redacta, puede ded icarlo a la m em oria de M ija íl M ijá ilo v ich Filipov.

C a p ít u i.o

X

LA D O B LE H É L IC E

L a o b ra del p rofesor James D. W atson, T,n doble h élice ( l ) , ha sido traducida a muchos idiom as. Entonces, ¿por qué he escogido esta obra para term in ar un ensayo sobre los lib ros con­ denados? Porqu e ha estado dos veces a punto de desaparecer de la circulación: la prim era, porqu e nadie quería editarla; la segunda, por­ que nadie se avenía a com entarla. Y tam bién porqu e la aventura de esta obra nos ilustra sobre la naturaleza de la censura, los m otivos de las prohibiciones e incluso la natu­ raleza de la misma ciencia. E m pecem os por el personaje. El p ro fe s o r Ja­ m es D. W atson nació en Chicago, en 1928. En 1950, consigue el doctorado en ciencias, en la U n iversid ad de Indiana, y, seguidam ente, traba­ ja en Copenhague y en Cam bridge, donde hace extraordin arios descubrim ientos en el cam po de la herencia. En 1962, com parte el P rem io Nobel con los profesores Francis C rick y M au rice Wilkins, p o r su descubrim iento de la estructura (t )

Colección «La vida es río». Piara & Janés.

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m olecu lar del ácido «h e re d ita rio » A D N . La m o­ lécula de este ácido form a una doble hélice (h a y que advertir, y esta observación es mía y no hay que atribuirla al p rofesor W atson, que esta hélice guarda un extraño parecido con el caduceo, antiguo sím bolo de la M edicina). Este descubrim iento es considerado general­ m ente com o uno de los más im portan tes del si­ glo. C ondujo a una in terpretación del código genético y abre la puerta al con trol de la heren­ cia y de las mutaciones por la inteligencia hu­ mana. R efirién dose a esta clase de investigaciones, clasificadas bajo el título de biología m olecu­ lar, Fred H oyle pudo escribir: «D en tro de vein­ te años, los físicos, que sólo hacen inofensivas bom bas de hidrógeno, trabajarán en libertad. En cam bio, los biólogos m oleculares trabajarán detrás de alambradas electrificadas.» El relato de este gran descubrim iento, hecho p o r uno de sus autores, hubiese debido, según todas las probabilidades, constituir un éxito fo r­ m idable. Sin em bargo, cuando aparecieron frag­ m entos del libro en el A tla n tic M on th ly , los lec­ tores parecieron volverse locos, y, cuando circu­ ló el manuscrito, la locura se co n v irtió en fu ror. Pues el p rofesor W atson m etía los pies en el plato y los agitaba sin consideraciones. En su lib ro, la clase científica, lejos de aparecer com o una agrupación de almas nobles én busca de la verdad, parecía una guarida de bandidos, don­ de cada cual hacía víctim a a su vecino de los trucos más detestables. Uno se habría creído en el seno del partido bolchevique o de la ma­ fia, más que en el de la ciencia, según se im a­ ginaba a ésta. C ierto que las teorías de esta clase no eran nuevas; Georges Duhamel y Julcs Rom ains ya habían hecho descripciones p o r este estilo. Pero era la prim era vez que un sabio auténtico y ge­ nial, prem io Nobel, prendía fuego a la mecha. P o r añadidura, el lib ro no term inaba con una

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n oble prosop op eya de la verdad en marcha, ¡sino con la im agen del d octor W atson dispo­ niéndose a ra strea r en Saint-Germain-des-Pres! Se trató de e je rc e r todas las presiones posi­ bles sobre los editores. Trabajo perdido. Enton­ ces, los sabios h icieron circu lar la consigna de no com en tar el libro. Un cien tífico em inente de­ claró a la gran revista inglesa N a ta re : «L e s se­ ría más fá cil en contrar un clérigo dispuesto a com en tar un lib ro porn ográfico que un sabio que accediese a hablar de La doble h é lice .» Hay que le e r La doble hélice. P o r esto, no cita ré p rolija m en te el libro. O bservem os, sólo, que el p rofesor James D. W atson dice, con mucha razón: «C o n tra riam en te a la idea popular sostenida p o r los p eriód icos y p or las m adres de los sa­ bios, un nú m ero considerable de estos sabios son, no ya m ezqu in os de espíritu y nada gra cio­ sos, sino tam bién com pletam ente idiotas.» Lo cual m e recu erda el com en tario de un em inente am igo que había participado en tina reunión de la Fundación N o b el en la que estaban pre­ sentes 18 P rem io s N ob el, y que me elijo al re­ gresar: « E l porcen taje de cretinos entre los Prem ios N o b el es el m ism o que en cualquier otra parte.» En La d o b le hélice, no vem os sólo cretinos. Vem os tam bién personas sin escrúpulos que luchan p o r el poder, que deslizan pieles de plá­ tano b a jo los pies de los que tienen ideas nue­ vas y que dan más im portan cia a sus odios per­ sonales que a los intereses de la ciencia. L o úni­ co que cuenta para ellos son los honores y las recom pensas. En cuanto al jo ven p ro fe s o r W atson — tenía vein ticin co años en el m om ento de su descu­ brim iento— , n o oculta que lo esencial de su ac­ tividad está consagrado al trato de las encanta­ doras jóven es que llegan a In glaterra. Conozco a muchos científicos que de buen grado retorcería n el cu ello al p ro fe so r W atson; pero, desgraciadam ente para ellos, ya es dem a­

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siado tarde. Las tentativas de h undir el lib ro fracasaron, y W atson pudo expresarse con toda franqueza. En el prólogo, S ir L a w ren ce Bragg, em inen te especialista en rayos X e lu jo del sa­ bio que descubrió la d ifra cció n de esios rayos, trata de salvar la situación: «Q uienes figuran en el lib ro — escribe— deben le e rlo con esp íri­ tu m uy indulgente. Las cuestiones eran a m e­ nudo más com plejas, y los m o tivo s de quienes tenían que en frentarse a ellas eran m enos tor­ tuosos de lo que se creyó en el m om en to .» Es m uy posible que fuese así. P ero esto no em pece que el lib ro sea de una fran qu eza que desarma. W atson escribe de su co lega Francis C ride: «Jam ás le he visto en un m om en to de h u m ildad.» Y , más adelante, refirién d ose tam­ bién a Crick: «H a b la más ele,prisa y con v o z más fu erte que cualquier o tro , y basta con que se ponga a hablar para qu e se le o iga en todo C am bridge.» Desde luego, unos cuantos retratos de esta clase agraciaron a todo el m undo; p ero para em ­ p lea r una frase de la je rg a pu blicitaria, fue sobre lo d o la m arca de fábrica ele la ciencia y ele los sabios la que recib ió un golp e del que se repon drá difícilm en te, si es qu e llega a rep o ­ nerse. En otra época, o en otras circunstancias po­ líticas, o b a jo o tros regím enes, el lib ro no se habría publicado y W atson se habría encontra­ do en un cam po de concentración, com o le pasó en la U RSS al genético V a vilo v. W atson destruya de pasada c ie rto núm ero de tópicos. P o r ejem p lo, el m ito del tra b a jo en equ ipo: dos o, com o m áxim o, tres sabios, con p oco m aterial y pocos diplom as (F ra n cis C rick no era siquiera d o ctor cuando descu brió con W atson la estructura del A D N ), realizaron uno ele los más grandes descu brim ientos de todos los tiem pos. E l m ito de las m atem áticas aplicadas se de­ rrum ba igualm ente: C rick y W atson utilizaron cálculos que no pasaban de la regla ele tres,

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m ucho sen tid o com ún y unos cuantos m odelos estilo m ecano que hacían construir p o r un m e­ cánico. N i que d ecir tiene que no em plearon ningún tip o de ordenador. El p r o fe s o r W atson enseña ahora b io logía m o­ lecular y b io q u ím ica en la Universidad de H ar­ va rd (E sta d o s U nidos), donde sigue, probable­ m ente, h acien d o de las suyas. H a descu bierto el in stru m en to más poderoso de que dispone en la actu alidad la H um anidad. Pues se puede confiar en m o d ifica r la estructura del A D N y, m ediante la in trod u cción del A D N m odificado en un organ ism o humano, produ cir seres hu­ m anos m e jo re s desde el punto de vista fisio ló ­ gico. Un ra sgo sim pático de W atson es que se abs­ tiene de toda falsa modestia. Escribe, con sen­ cillez: «H e m o s descubierto el secreto de la vid a .» Y tien e razón; es, sin duda alguna, el gran secreto que p erm itirá a la especie humana con trola r su propia herencia. Cierto:; sabios consideran que, no sólo el lib ro de vu lga riza ción de W atson, sino tam bién su tra b a jo propiam ente científico, hubiesen deb i­ do ser destruidos. Un em inente b ió lo g o S ir M cF arlan e Burnet, escribe: «H a y cosas que no deberían ser conocidas, porqu e son dem asiado peligrosas para el ser.» En cam bio, o tros gené­ ticos sostienen la opinión de que hay que se­ gu ir adelan te a toda máquina. E l Prem io Nobel Marshall W . N iren b erg escribe: «C re o que, den­ tro de vein ticin co años, se program arán célu­ las hun n nas con m ensajes sintéticos, y, den tro de sólo cin co años, células bacterianas.» E sto lo escrib ió en 1969, ¡y todo se deriva de tra b a jos realizados p o r dos jóven es que dispo­ nían de m uy pocos m edios! P ero tenían va lo r e ideas. P o r esto La d ob le hélice p rop in ó un golpe ir t iy du ro a la ciencia respelable y al big buslness cien tífico, llam ado tam bién niegaciencia. E ste lib r o dem uestra que lo que cuenta no son los créd ito s — W atson no dispone casi nun­

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ca de más de cien dólares— , sino la in teligen ­ cia. Y uno no puede d eja r de preguntarse por qué las en orm es organizaciones de la mcgacicncia, que gastan los dólares a miles, de m illones,

no obtienen resultados, mientras unos cuantos jóven es tran sform an el mundo desde un labo­ ra to rio venerable, que lleva el nom bre ilustre y m isterioso de Cavendish. Crick iron iza a propósito de esas reuniones a las que asisten 2.000 bioquím icos que hablan, hablan sin parar, m ientras todo el mundo se duerm e. Y , entre los raros académ icos que no son som n íferos, m enciona al francés Jacques M onod, que, más tarde, obtuvo el Prem io N o ­ bel y escrib ió una obra notable: E l azar y la necesidad, que ya he tenido ocasión de citar. O bservem os que W atson descubrió tam bién algo com pletam ente nuevo: los sexos de las bacterias, cuya existencia había perm anecido hasta entonces ignorada. Todos sus libros, to ­ das sus publicaciones, están llenos de ideas nuevas. I Y aquí es donde se plantea el verdadero p ro ­ blem a, su perior incluso a la propia doble héli­ ce'. el p rob lem a del aplastam iento y la censura de los descubrim ientos, el problem a de los «H o m b res de N e g ro ». Bertrand Russell escribe, con mucha razón: «L o s hom bres temen al pen­ sam iento origin al más que a nada en el mundo, más que a la ruina, más que a la propia m uer­ te.» Pues bien, este pensam iento original se manifiesta en La doble h élice con más energía que en cu alqu ier o tro libro reciente, y yo creo que esto, más que la descripción de los odios y las luchas del mundo científico, es lo que ha in qu ietado y sigue inquietando a la gente. Las consecuencias del descubrim iento de W atson y sus am igos han sido estudiadas p o r grupos cíe especialistas que han redactado una tabla, la cual puede verse en el libro de G. Rattray T a y lo r La rev olu ción biológica. Una tabla bastante parecida ha sido también fijada por los expertos de la «R a n k C orp oration».

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P rim e ra fase: hasta 1975:

— Trasplante sistemático de miembros y de órganos.

— Fertilización de óvulos humanos en tubos de ensayo. — Im plantación de óvulos fertilizados en la m ujer. — Conservación indefinida de los óvulos y los esperm atozoides. — Determ inación del sexo a voluntad. — Retraso indefinido c': la m uerte clínica. — M odificación del pensam iento p o r m edio de drogas y regulación de los deseos. — Elim inación de recuerdos. —

P l a c e n l a a r t i f i c ia l .

— Virus sintéticos.

Segunda fase: hasta el año 2000: — Reconstrucción de la personalidad. — Control de la m em oria y nueva im planta­ ción de recuerdos. — Organism os com pletam ente reconstruidos. — Hibernación. — Prolongación de la juventud. —- Organism os m onocelulares fabricados sin­ téticamente. — Regeneración de los órganos.

Tercera fase: después del año 2000: — — — — — —

Supresión de la vejez. Síntesis de organism os vivos com pletos. Cerebros separados del cuerpo. Asociación del cereb ro con el ordenador. E xtracción e in jertos de genes. Enlaces en tre cerebros.

La paranoia o m anía persecutoria es una en­ ferm edad mental que nos amenaza a todos. Por esto no hay que pecar de im prudente al ima­ ginar vastas conspiraciones de ám bito mundial y a lo largo de toda nuestra H istoria. Sin em bargo, creo que, si existieron otras c i­ vilizaciones antes que la nuestra, y si fueron destruidas p o r un abuso de los poderes de la ciencia y de la técnica, el recuerdo de estas ci­ vilizaciones y de su m u erte puede inspirar muy bien una conspiración encam inada a evitar que se repitan tales catástrofes. lin a ideología de esta naturaleza puede en­ contrarse sin dificultad en los escritos de ,1oscph de M aistre, de Saint-Yves d 'A lvcyd re o de René Gucnon. Esta ideología consiste en ad­ m itir Ir existencia de una Trad ición más anti­ gua que la H istoria, y de centros poseedores de esta Trad ición , fu ertem en te protegidos; para ella, la ciencia, las técnicas y los conocim ientos de toda clase constituyen un peligro perm a­ nente. Es una ideología totalm ente reaccionaria. Pero hay sobrados ejem plos, en la H istoria, de hom bres u organizaciones en el poder que sos­ tuvieron estas teorías hlpertradicionnles, para que podam os im aginar que una organización secreta los pone en m ovim iento. Podrían en contrarse m anifestaciones visibles

Jacques Bergier de esta organ ización en la Inqu isición, el na­ zism o y el lysenkism o. S obre este últim o punto, conviene leer el lib ro de M advedev, Grandeza y caída de Lysenlco. L ib ro condenado en su prop io país, pues no sólo se proh ibió su publi­ cación, sino que su au tor fu e detenido el 29 de m ayo de 1970 e internado en un hospital psi­ quiátrico, a pesar de que estaba ¡mentalmente sano. Fue puesto en libertad el 18 de junio del m ism o año, gracias a la acción conjunta de todos los sabios soviéticos. Y esto ocu rre en nuestros días, en 1970, y no en el pasado más o m enos rem o to en el que se sitúan la m ayoría de los acontecim ientos relatados en este libro. Com o vem os, los «H o m b re s de N e g ro » no care­ cen de m edios de acción. E l crim en de .Tauros M advedev, em inente b ió log o soviético, fue, según ellos, denunciar el lysenkism o. ¿Qué era esto? T. D. Lysenko, char­ latán autodidacta y Fanático, apoyado p o r los políticos y prin cip alm en te p o r Staíin, había fo r­ ja d o una biología tan com pleta com o falsa, in­ ventada p o r él, y destru ido la ciencia genética en la U RSS. S ob re todo, im p id ió el descubri­ m iento en la U R S S de la dob le hélice del AD N del cual estaban m uy cerca los rusos. L os gené­ ticos soviéticos fueron exterm inados en los cam ­ pos de concentración. Un destino que muchos habrían qu erido para e l p ro fe s o r W atson y sus amigos. S ólo m uy rec.icn temen te ha em pezado a re­ nacer la genética soviétiba y han sido rehabili­ tadas las víctim as de Lysenko. En cuanto a éste, goza de libertad y jam ás ha tenido preo­ cupaciones. En los tiem p os de su gloria, la Coral del Estado so viético cantaba este him no en su honor:,

Los libros condenados

135

Toca alegrem ente, acordeón, Que yo ca n to con m i amiga La g lo ria eterna del académ ico Lysenko M itc h u rin , que abrió el cam ino Y lo sigue con paso resuello. G racias a él, no volverán A em baucarnos los m endelianos-m organistas. En la m ism a época, se asesinaba a los gené­ ticos eri los campos de concentración stalinistas. N o podría afirm ar con certeza que Lysenko fuese m iem bro de una organización de los «H o m b res de N e g ro ». En todo caso, es un buen ejem p la r de éstos. Y estoy convencido de que tal organización existe. En la actualidad, investigo una m anifestación relativam en te reciente del p o d er de esta orga­ nización, y, aunque los resultados que he ob ­ tenido hasta ahora no son com pletos ni d efi­ nitivos — ¿lo serán algún día?— , están, em pe­ ro, llenos de interés. Desde finales d e 1943 hasta el arm isticio del 8 de m ayo de 1945, existió en Ita lia una repú­ blica d irigid a por Mussolini. La historia secreta de esta república es mucho menos conocida que la del I I I Rcich. Mussolini, com o llit le r , tenía a su disposición consejeros ocultos, ma­ gos negros. Éstos viven aún, pero las leyes con­ tra la difam ación im piden citar sus nom bres. P o r orden de dos de ellos, una unidad espe­ cial fascista quemó, en 1944, 80.000 libros y ma­ nuscritos pertenecientes a la Sociedad Real del Saber, de Nápoles. La operación tuvo p o r o b je ­ to im p ed ir que documentos m ágicos d e consi­ derable im portan cia cayesen en m anos de los Aliados. Algunos de estos docum entos eran antiguos; otros, m odernos, se referían a investigaciones m ágicas realizadas en tiem pos de Mussolini, y lo que he podido averiguar sobre estos estudios es lo bastante apasionante com o para hacerm e

INDICE P^ps. P rólogo

LOS H O M B R E S .D E N E G R O ...................

7

C a p ít u l o p r im e r o

E L L IB R O DE T O T H ................................ 15 C o m p le m e n t o : COMO E N C O N T R Ó NEF E R K A P T A II EL, LI13R0 D E T O T U . 27 C a p ít u lo

LO OUE D R ÍA

II SE D E S T R U Y Ó E N A L E J A N ­ ........................................................29

C o m p le m e n t o :

¿ Y LAS T IR A M ID E S ? .

III L A S E S T A N C IA S DE D Z Y A N .

39

C a p ít u lo

,

,

.



41

IV E L S E C R E T O D E L ABAD T R IT E M O .

.

53

C a p ít u lo

C a p ítu lo

V

LO Q U E V IO JO H N D E E E N E L E S PE ­ JO N E G R O ...............................................63 C a p ítu lo

VI

E L M A N U S C R IT O V O Y N I C H ...................75 C a p ítu lo

V II

E L M A N U S C R IT O M A T I I E R S ....................87

C a p í t u l o V III E L LTBRO QUE V U E L V E LOCO E X CA­ L I B U R ........................................................99 IX E L CASO D E L P R O F E S O R F IL IP O V .

C a p ít u lo

. 111

L A D O B L E H É L I C E ............................

.

121

E p íl o g o

.

131

C a p ítu lo X

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D z y a n , d e l H h á ttÜ t

Excalibur, él libré Éstas obras son t

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Liíttádáé bqlil por I cuál éxáiniria é las deétrücfcltK bras esotéricas,

Jacques Bergiei

dé Toth», de Id

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