Los Anticuerpos. La depuración ideológica del tercer gobierno de Perón..pdf

September 16, 2017 | Author: diegolatra | Category: Political Theories, Politics, Government, Politics (General)
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Diego Gabriel Dolgopol

Los anticuerpos La depuración ideológica del tercer gobierno de Perón, 1973- 1974

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Para Myriam, mi compañera de siempre. Para mis hijos, Julieta, Tomás y Mateo. Para todos los que aportaron a mi formación. A quienes bregaron por otro mundo, en su memoria.

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El material que esta a punto de leer es de libre circulación. Si así lo desea, compártalo, imprímalo y distribúyalo. Sólo se solicita que se cite la fuente.

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Índice

Introducción………………………………………………………………………………4 Capítulo I: El peronismo en el poder: ¿fin del empate?..................................9 Capitulo II: Soñar y despertar. Perón en la Argentina. De Ezeiza a la renuncia de Cámpora. ………………………………………………………………………………………14 Capítulo

III:

La

escalada

del

macartismo.

Brevísimo

estado

de

la

cuestión…………………………………………………………………………………………….32 Capítulo IV: Julio- setiembre de 1973. La JP, el cerco y la reorganización del movimiento………………………………………………………………………………………..39 Capitulo

V:

Hacia

la

tercera

presidencia:

los

refugiados

chilenos,

el

“Documento Reservado” y la cacería.. ……………………………..…………………..55 Capitulo VI: Noviembre – Diciembre de 1973…………………………………………62 Capitulo VII: Enero- marzo de 1974………………………………………………………84 Capitulo VIII: Marzo- Julio de 1974…………………………………………………….116 Epílogo. Por mencionar su nombre………………………………………………………162 Bibliografía………………………………………………………………………………………164

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Introducción.

“la Juventud Sindical Peronista es el brazo político que decide crear los anticuerpos necesarios para defender el movimiento” (El Caudillo, 23-11-1973).

Dos cuestiones vienen a mi mente al intentar explicar porqué me puse a trabajar en este libro. Allá, a mediados de los noventas, vi por primera vez el documental “Cazadores de Utopías”, de David Blaustein. Por supuesto abunda en críticas hacia Perón, pero la que llamó más mi atención fue la intervención de Martín Caparrós, cuando decía: Perón era algo que había que soportar porque bueno, porque era así. Estaba todo el tiempo semi cagándote. Entonces vos tenías que salir a explicar que te había dado una palmada en la espalda cuando en realidad te había dado terrible patada en el orto. Luego, en 2011, me encontraba haciendo un seminario de Historia Argentina del siglo XX en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, con un conocido historiador de la “Izquierda Nacional”. Daba esa clase uno de los profesores que colaboraba con él, y llegó, lógicamente, la cuestión de la violencia en el tercer gobierno de Perón: Villar, Margaride, López Rega, etc. Entonces pregunté si podían darse semejantes niveles de violencia desde el Estado sin conocimiento y consentimiento de Perón. Un fuerte murmullo recorrió el aula. El profesor –por otra parte, un muy buen profesor- dio considerables rodeos para terminar admitiendo que “no podían darse ese tipo de sucesos sin el conocimiento de las más altas autoridades”. Me llamó la atención cuánto le costó decirlo. El “no jodan con Perón” con el cual el sindicato La Fraternidad había empapelado Buenos Aires había pasado hacía rato; se suponía que venía de sectores más ortodoxos. Sin embargo, desde el “progresismo” peronista, en ese momento supuestamente encarnado en el kirchnerismo, el tema también producía una fuerte incomodidad. Es que se ha impuesto una forma de pensar absolutamente inmovilizadora. Si planteo que durante el tercer mandato de Perón de cometieron crímenes

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aberrantes que él no podía desconocer, y que además los avaló, me puedo encontrar con: a- La indiferencia. b- Que se me acuse de “ser funcional a la derecha”. c- Que se me acuse de “gorila”. d- Que se me enrostre la mejora en las condiciones de vida en la clase trabajadora en los dos primeros gobiernos peronistas, como si uno lo negase y como si una cosa justificase la otra. e- Que se me iguale con quienes sentían desprecio por las clases subalternas de 1946 en adelante, con mitos tales como que levantaban el parquet para hacer asado, etc. Nada de eso. Se trata de salir de la imagen del líder infalible. Este libro pretende

modestamente

hacer

visible

una

verdad

que

ya

creemos

irrefutable: Perón consintió e impulsó crímenes aberrantes contra la izquierda en general, contra la de su Movimiento en particular, y a veces contra simples opositores, como el caso de Hipólito Solari Yrigoyen. Tampoco estuvieron exentos quienes escapaban de furiosas dictaduras de países limítrofes. Este accionar fue el germen del genocidio del 76. Esto nos introduce en otro problema, que no podremos dejar aquí resuelto, pero



planteado:

¿puede

considerarse

al

período

73-

76

como

democrático? Si bien la llegada al poder de Perón por tercera vez es incuestionable ¿basta con el sólo funcionamiento formal de las instituciones para hablar de democracia? ¿Puede revisarse este concepto, cuando un gobierno elegido en comicios limpios echa mano a métodos ilegales de represión, y a legislación de una dictadura anterior? Queremos entonces, con el relato que sigue, poner en cuestión este punto: la inclusión del tercer gobierno de Perón y de su esposa como parte de los gobiernos democráticos de la Argentina del siglo XX. No sólo por los aspectos represivos más concretos –torturas, asesinatos, etc.- sino también por impulsar –aunque no eran una novedad- conceptos como el de infiltrado, subversivo, apátrida, que serían ampliamente utilizados por los golpistas del 76. Y no para quienes, en última instancia, violaban el código penal, sino para la simple oposición ideológica.

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No puede hablarse de “desbordes”. Ningún gobernante puede garantizar que sus fuerzas de seguridad no los cometan. Pero aquí entran a jugar dos cuestiones. Una: que actitud toma ese gobernante frente a ellos. Dos: si bien en la derecha fascista del peronismo en el período que estudiamos actuaron fuerzas policiales, actuaron también numerosos grupos que venían del sindicalismo o, directamente, de la delincuencia, y fueron reclutados para tal fin. Y se articularon entre sí. Tampoco se pretende cargar las tintas sobre Perón para exculpar a las organizaciones armadas. Simplemente no son ellas el objeto de estudio de este libro. Pero, en todo caso, sufrieron la violencia fascista entre el 12 de octubre de 1973 y el 1 de julio de 1974 muchas otras personas de la política, del sindicalismo y de la cultura, que simpatizaban, que colaboraban de forma absolutamente periférica, o que nada tenían que ver con ellas. Lo cual no justifica, de todos modos, el accionar para estatal y terrorista contra quienes si integraban organizaciones armadas. Somos también de la idea de que no se trata únicamente de algún tipo de perversión personal del viejo Líder o de algún integrante de su entorno más cercano. Entendemos que había una clase social que reclamaba orden, y que estaba dispuesta a ir cada vez más lejos para conseguirlo. Por supuesto somos conscientes que la violencia para- estatal no nació con Perón. La burguesía argentina ha echado mano a ella siempre que fue necesario, e incluye también al otro gran caudillo popular del siglo XX, Hipólito Yrigoyen. Basta mencionar solamente a la Liga Patriótica, actuando en verdaderos pogroms durante Semana Trágica, o los fusilamientos de la Patagonia. Cuando Kurt Wilckens atenta contra el Coronel Varela, éste no estaba ni encarcelado, ni siendo juzgado ni degradado. También fue dura la policía en los dos primeros gobiernos de Perón, y también fue usual el uso de la picana eléctrica, entre otras sutilezas. Pero – como señala Verbitsky- es uno de sus ejecutores, el Teniente Coronel Osinde, quien viene junto a Perón en el 73. ¿Podía Perón desconocer estos antecedentes de dicho personaje? Por otro lado, veremos cómo el general se recuesta en el sindicalismo que negoció con la dictadura, que lo traicionó y que hizo muy poco por su regreso. Lo hará también en notorios criminales que habían sido expulsados

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de las fuerzas policiales, y, en general, en un lumpenaje de todo calibre. Toda la que fue la plana mayor de la Triple A fue nombrada por él. El 18 de octubre de 2006, los restos de Perón son trasladados a la quinta 17 de octubre, en San Vicente. Más allá de la bochornosa batalla campal entre sectores del sindicalismo que precedió al acto, recuerdo que a la vera del camino, un hombre de avanzada edad, sostenía una pancarta. En ella se leía: “General, gracias por el Estatuto del Peón de Campo”. ¿Pretendemos desconocer o minusvalorar los avances en materia social que se verificaron durante el período 1943- 1955? Nada más lejos de ello. Pero creemos valioso poner en cuestión el hecho de que una figura de la importancia de Perón, que efectivamente significó un mejoramiento en las condiciones de vida de tantos argentinos, puede quedar intocada cuando se trata de su responsabilidad en torturas y asesinatos. ¿Justifican los años dorados de la clase trabajadora bajo el peronismo una muerte? ¿Justifican los beneficios sociales –sin duda inéditos en la Argentina de pos- guerra- la picana eléctrica en los testículos de un detenido? Mas que traer certezas –lo cual sería un poco soberbio de nuestra parte- se pretende generar preguntas para pensar el rol que jugó entre setiembre de 1973 y julio de 1974, nada más y nada menos que el hombre que partió en dos la historia argentina del siglo XX. Nos adentraremos en estas cuestiones entonces. El texto que el lector tiene en sus manos, fue pensado para una lectura ágil, que brinde un panorama claro del tema en cuestión, pero evitando en lo posible notas al pie y excesivas llamadas que entorpezcan el recorrido. No es, por lo tanto, -como se notará fácilmente- un texto académico, ni en su forma ni en sus pretensiones. Sin embargo, hemos sido muy respetuosos con las fuentes, y hemos consultado, sobre todo, la prensa de la época, como la mejor forma –a nuestro entender- de brindar de alguna manera una visión del espíritu del período que abordamos. Este trabajo fue realizado por alguien que vive de dar clases en enseñanza media y superior no universitaria. Por lo tanto, forman parte de su elaboración momentos de descanso en una sala de profesores, viajes en colectivo, visitas a bibliotecas públicas, etc. Esa forma de trabajo le da un sabor especial, ya que me ha implicado un esfuerzo extra. Pero creo que ha valido la pena.

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Ojala el ocasional lector opine lo mismo.

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Capítulo I

“el General Perón puede estar tranquilo, porque mientras nosotros tengamos la Juventud Sindical Peronista que tenemos, jamás entrarán en nuestro gremio los bichos colorados” Felix Cuello, vicegobernador de la provincia de Santa Fe. (Noticias, 17-12-1973). El peronismo en el poder: ¿fin del empate? Los años que van desde 1955 a 1973 son planteados, desde el peronismo, como los años del “empate”, en los cuales esta fuerza política no puede recobrar el poder, pero tampoco permite que se consolide. Por otra parte, cualquier partido que accediese al gobierno en esas condiciones, iba a ser irremediablemente ilegítimo con el partido mayoritario proscripto. Este punto de vista ha ganado terreno en la historiografía sobre el tema. Sin embargo, podemos plantear –y sostener- otra visión: la burguesía argentina ya ha probado diversas fórmulas para disciplinar al movimiento obrero y a sectores revolucionarios; ninguna ha sido exitosa. Sólo resta permitir el regreso de quien, con su prestigio y su autoridad dentro del peronismo, podía recrear las condiciones de “normalidad” para relanzar la acumulación capitalista. Las características del movimiento que vuelve al gobierno en 1973 no eran las anteriores al derrocamiento de Perón. Habían transcurrido dieciocho años de proscripción en el marco de la Guerra Fría y se ponía de manifiesto la radicalización de una parte importante de la sociedad, que percibía al capitalismo como esencialmente injusto y pensaba que debía y podía ser reemplazado. La variedad de vías y proyectos para ese cambio y sus características eran muchas y variadas. Por lo demás, podemos decir que el peronismo, fuera del poder, sea por la retórica del líder, o por las posiciones que van ganando esos sectores propensos al cambio –y que abrevaron en otras tradiciones ideológicas- se había corrido a la izquierda. Y el intento de eliminarlo de un plumazo de la vida política argentina se había mostrado del todo ineficaz.

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Uno de los caminos adoptados por quienes impugnaban el capitalismo era la lucha armada. Algunos creían que esta transformación era imposible sin el movimiento

mayoritario.

Otros,

fuera

del

peronismo,

desconfiaban

profundamente de su conductor. Tampoco todos los sectores –los que optaron por la violencia y los que nocoincidían en la profundidad del cambio. Unos, planteaban iniciar un proceso que finalmente llegase a “barajar y dar de nuevo”, ante estructuras sociales que consideraban caducas. Otros, apostaban a lo paulatino, y a que el itinerario de este cambio generase mejores condiciones de vida pero sin transformar radicalmente el lugar que cada uno ocupaba en la sociedad. Y otros –finalmente- detentaban posiciones de privilegio, que aspiraban a conservar y/o aumentar. Estos últimos se encontraban, por lo general, fuera del peronismo, oscilando sus sentimientos desde la preocupación hasta el pánico. Los más lúcidos, sin embargo, estaban resignados a tolerarlo, si esto significaba encauzar este verdadero hervidero que significaba el amplio abanico de expectativas y demandas insatisfechas, para que se desplegase sin poner en cuestión el orden social existente. Y es justamente esa amplitud uno de los pilares del problema. El Perón del exilio los necesitaba a todos –se hablaba jocosamente de su “abrazo eléctrico”, en referencia a la instantaneidad con que los prodigaba a personajes del más diverso pelaje ideológico- para que su movimiento retomase el poder. El tiempo demostraría que jugó con fuego de forma al menos irresponsable, teniendo una desmedida confianza en su autoridad. Y que, además, su objetivo era reencauzar el orden que la burguesía reclamaba. El general había explotado, en el exilio, el concepto “socialismo nacional”. Qué entendía Perón por eso, y qué interpretaban los demás, fue tema de interminables confrontaciones y debates. Richard Gillespie señala, con razón, que fue en este terreno, deliberada y Pablo

Feinmann

afirma

que,

en

la

prolijamente ambiguo. José

película

de

Getino

y

Solanas

“Actualización doctrinaria para la toma del poder”, hay enormes esfuerzos por arrancarle una definición revolucionaria que Perón no les da. Solamente lanza el famoso “para el enemigo ni justicia”, que utilizará luego para aplastar toda disidencia, sobre todo en su movimiento.

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En otro reportaje, realizado por Tomás Eloy Martínez, había dicho: Así fui parar en los años treinta a Italia. Elegí Italia porque allí, indudablemente, se estaba produciendo un… digamos, un ensayo de un socialismo nuevo en el mundo. Hasta entonces el socialismo había sido el socialismo dogmático, marxista. Allí, en Italia, se estaba produciendo un socialismo sui géneris, un socialismo nacional, un socialismo italiano, que era el fascismo. Ese mismo fenómeno se producía también en Alemania. Con esta cita no pretendemos caer en el reduccionismo de simplificar a Perón como un fascista. Creemos que no lo era; el peronismo no reunía todas

las

características

de

dicho

movimiento.

Aunque

no

tenía

inconveniente en codearse de fascistas de todo pelaje, si eso sumaba. Pero es evidente que de allí, a un proceso que pusiese en cuestión la propiedad privada de los medios de producción y diera el poder a la clase trabajadora, había distancias enormes. Tal vez quien planteó una definición más cercana, por oposición, fue Vicente Solano Lima, compañero de fórmula de Cámpora. Curioso: lo hace en plena euforia, con Dorticós y Allende flanqueando a Cámpora el día de la asunción: Con la expresión “socialismo nacional” salimos al cruce a otra cosa: salimos al cruce al socialismo marxista. Entre lo que el socialismo nacional es, está lo que no es: socialismo marxista. Imaginamos que esta definición de Solano Lima, en un clima de euforia como el del 25 de mayo del 73, no debe haber tenido amplia audiencia. Lo cierto es que, habiendo jugado con esta ambigüedad, Perón castigará duramente a quienes se aparten de la doctrina justicialista. Entonces, será éste un problema fundamental. Para decirlo en pocas palabras: para el sector más ortodoxo del peronismo, el objetivo de máxima era retornar a los años gloriosos. Un nacionalismo que redistribuya, un capitalismo con cierta tendencia a la autonomía, una alianza de clases donde la fuerte presencia del Estado fuese a conciliar y/o laudar en las inevitables contradicciones. Y allá, por encima de todos, un conductor, que

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ejercía una “conducción pendular”, es decir, inclinándose tanto a derecha como a izquierda, de acuerdo a las necesidades del momento, para mantener el frente unificado, con la burocracia manteniendo sus posiciones de privilegio. Recordemos, aunque no es objeto del presente trabajo analizar este punto, que es el esquema que hace eclosión entre 1954-55. Por otro lado, los sectores que – también desde el peronismo- apostaban al cambio más profundo, que se oponían a la derecha del movimiento, y que se habían visto alentados por las referencias del propio Perón en lo relativo a que el mundo marchaba inevitablemente a la liquidación de un capitalismo caduco, tomaban el esquema que describimos antes como la base, como la plataforma desde la cual partir para avanzar hacia el socialismo. ¿Por qué? Porque, entre otras cosas, este cambio radical no podía encararse desde afuera del movimiento mayoritario. Ahora bien, vemos que esta radicalización dentro del peronismo se da en la confluencia de una serie de organizaciones conocidas en conjunto como la “Tendencia”, por representar una tendencia revolucionaria dentro del movimiento. Estas organizaciones fueron creadas por Montoneros, de acuerdo con el sector social al que pretendían abarcar. Eran ellas la JP (Juventud Peronista, que ya había conocido una fundación anterior, a principios de los sesentas), la JTP (Juventud Trabajadores Peronistas), la JUP

(Juventud

Universitaria

Peronista),

el

MVP

(Movimiento

Villero

Peronista), el MIP (Movimiento de Inquilinos Peronistas), y la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Una de las características de la Tendencia era su gran poder de movilización, que venía con un gran impulso desde la campaña electoral, y, si vamos más atrás, desde el Cordobazo y el ciclo de luchas contra la dictadura del cuál éste forma parte. En el período que estudiamos, como veremos, tuvieron oportunidad de demostrar dicho poder de convocatoria en reiteradas oportunidades. Sin llegar a este grado de masividad, otros sectores de izquierda, desde afuera del peronismo, planteaban también la impostergable necesidad de terminar con el sistema capitalista y avanzar hacia el socialismo. El PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) y su brazo armado, el ERP (Ejército

Revolucionario

del

Pueblo)

constituyeron

los

intentos

más

13

acabados

del

momento.

Aunque

no

puede

soslayarse

a

la

OCPO

(Organización Comunista Poder Obrero). La Tendencia fue un problema para Perón. Mejor dicho, se constituyó en un problema que él mismo impulsó. Indócil, cuestionadora, con poder de convocatoria, y con elementos ideológicos que pretendían remozar la doctrina peronista, cuando vio que no podía manejarla, optó por eliminarla. Este era el panorama, a grandes rasgos, hacia setiembre de 1973.

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Capìtulo II. Soñar y despertar. Perón en la Argentina. De Ezeiza a la renuncia de Cámpora. Perón regresó el 20 de junio de 1973 y a los sucesos de violencia de Ezeiza, al día siguiente, no los mencionó, ni los impugnó, ni los investigó. Nadie fue preso por la matanza. Desde el Estado aseguró la impunidad de un sector del peronismo e inició una ofensiva para desplazar a los sectores radicalizados del movimiento. Así se produjeron las intervenciones federales. La expulsión de los Montoneros debe verse en ese proceso; llega el momento en que Perón se define claramente a favor de los sindicalistas. Alicia Servetto, LA VOZ DEL INTERIOR, 24/10/2010

Ezeiza –se suele afirmar- ha sido el verdadero comienzo del tercer gobierno de Perón. De todos modos, el clima se fue gestando con anterioridad. Una semana antes de la Masacre, El Descamisado denunciaba un clima macartista que de alguna manera anticipaba lo que iba a venir. Pero bastó la primera chispa de macartismo lanzada al aire por alguien, para que rápidamente esos hechos les fuesen atribuidos a infiltrados y provocadores. Luego, se quejaban sobre cómo la gran prensa comercial tomó el tema y avanzó en titulares planteando el enfrentamiento entre peronistas y trotskistas. Denunciaban la reaparición del Movimiento Federal, la Alianza Libertadora Nacionalista, la Confederación Nacionalista Universitaria, un autodenominado Consejo de Seguridad del Movimiento Peronista, etc., todas agrupaciones de ultraderecha. Así, los condimentos necesarios ya estaban presentes. Pero un elemento tan importante como la mayor movilización de masas de la historia argentina fue determinante para que, creada la atmósfera, se desarrollase el drama. Y en lo ideológico, la publicación planteaba el proyecto de la Tendencia, que sería durísimamente desmentido por el mismo Perón días después:

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Y nadie ignora que hace años que él (Perón, n/a) viene hablando de que la única posibilidad de avanzar es reemplazando este sistema caduco y explotador

por

un

socialismo

que

respete

nuestras

características

particulares. Es decir, el socialismo que construye el pueblo. El 20 de junio de 1973, la sangre que regó el suelo de Ezeiza mostró de manera descarnada cuál era el viraje que se había producido. Los hechos son bien conocidos, y el libro de Horacio Verbitsky los explican muy bien. Cabe consignar, simplemente –siguiendo a este autor- de quiénes vino rodeado Perón, en manos de quiénes dejó la organización del acto de masas más grande de la historia argentina. El teniente coronel Jorge Osinde tenía un largo recorrido como torturador, que venía de los primeros gobiernos del general. El uso de la picana eléctrica no fue excepción en ningún gobierno democrático. Tampoco entre el 46 y el 55. Utilizando este artefacto y todo tipo de golpizas a sus detenidos, Osinde los conminaba a que firmasen su culpabilidad ante atentados, actos opositores, etc. Luego de Ezeiza, será señalado por la tendencia como responsable, desde una pseudo secretaría de deportes. Pero se dejaba pasar por alto por pedido de quien pudo obtener ese cargo el ex jefe de la custodia del líder del justicialismo. José Ignacio Rucci ostentaba dos cualidades que corrían parejas: su peronismo y su macartismo, ambos a ultranza. Era muy firme en él, la idea de que el peronismo era la mejor barrera contra el comunismo. En realidad, si nos atenemos a las primeras manifestaciones de Perón entre el 43 y el 46, no estaba para nada equivocado. Con él –dice Verbitsky- se instala el macartismo como práctica diaria y decisiva

en

la

conducción

sindical.

Ongaro

y

Tosco

le

parecen

¨provocadores” o “bonetes”, Rodolfo Walsh “un sucio marxista”. Se rodeó de lo peor del matonaje sindical fascista, a quienes protegió y entrenó.

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Formaba parte del entorno también el general Iñiguez, de larga trayectoria golpista, incluso contra el mismo Perón, en 1951. Junto con ellos, veremos a otros personajes que saldrán a nuestro encuentro en estas páginas. Veinticinco años después de la masacre, un militante de la derecha sindical, recordaba para el diario Los Andes: Periodista: ¿Quién cree que disparaba desde los árboles? Raúl Bartolomé: En ese momento pensé que eran comunistas. P.: ¿Usted era anticomunista? R.B.: Si, si era anticomunista. P.: ¿Consideraba que Montoneros eran comunistas? R.B.: No sé si los veía como comunistas, sino como una oposición que había que limpiar… (…) Quiero que quede claro que Montoneros no fue el que abrió el fuego. Pensemos entonces en el grado de macartismo que estamos describiendo. Desde El Descamisado se denuncia que fueron torturados Victor Raúl Mendoza, Luis Ernesto Pollizón, José Britos, Juan Dardo Jose Gonzalez, Juan José Pedraza y José

Duarte, Alberto Formigo, Almada. Se pretendía

hacerles confesar su presunta relación con “el ERP, los bolches y Agustín Tosco”. Y estamos en el 20 de junio: aún no había sido asesinado Rucci, aún no había sido atacado el cuartel de la localidad bonaerense de Azul, que son dos hitos fundamentales en el despliegue de la furia olímpica de Perón. Semanas después, el secretario general de la CGT dirá que “yo pienso que no podemos imputar a la gente que estaba en el palco ninguna responsabilidad en los hechos”. Este tipo de declaraciones eran, además, una provocación. Pero la acusación de infiltrado –justo es decirlo- no era exclusividad de la derecha,

También

desde

la

izquierda

del

movimiento

–con

menos

intensidad- se profería este agravio, que tan dramáticas consecuencias tendría luego. Escribía Dardo Cabo, luego del frustrado retorno triunfal: Porque ellos son los infiltrados con sus fusiles y su salvajismo.

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Se percibe, de todos modos, que está respondiendo a acusaciones previas. Pero no eran infiltrados. Estaban avalados por el propio Perón. Tomemos uno de los testimonios de los torturados. Se trata de Alberto Formigo, integrante de la JP. Cuenta que luego de los cadenazos de rigor: Me quisieron hacer firmar el papel, que decía que yo era comunista y que había llevado una ametralladora casera. Pero no lo firmé. (…) habían roto un velador con el que me querían aplicar picana. Es decir, hacerla completa. A Formigo lo salva la intervención de Leonardo Fabio, muy discutida de todos modos. Luego, comienza a recibir llamadas intimidatorias en su casa. Como vemos, el método Osinde: torturar para que la víctima firme su culpabilidad. Como dijimos y diremos varias veces: ¿Podía desconocer Perón estos procedimientos, que se remontaban a sus primeros gobiernos? Cuando –como dice Abal Medina- le llegó la información que quien provocó los disturbios fue la tendencia: ¿No se le generó la más mínima duda sobre la veracidad de dicha información, y sobre cómo fue obtenida? Perón no era precisamente un iniciado o un ingenuo en política. Todo lo contario. Tal vez el político más astuto del siglo XX argentino, estaba, además, muy bien informado, y conocía al dedillo las prácticas policíacas y del lumpenaje sindical para hacer hablar a alguien. Una vez sucedida la masacre, desde el Descamisado, por ejemplo, se sostuvo un discurso que tendía a señalar a los grupos fascistas que no permitieron el reencuentro de Perón con su pueblo. Es decir, el líder justicialista era ajeno a esto. Sin embargo, ya desde ese momento, en el mensaje que el general dio luego de Ezeiza, comenzaba a plantear su posición con absoluta claridad. Los peronistas tenemos que retomar la conducción de nuestro Movimiento, ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo y desde arriba. Nosotros somos justicialistas, levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes. No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello significa. No hay nuevos rótulos que califiquen nuestra doctrina y a nuestra ideología.

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Es decir, se terminó eso del Socialismo Nacional, de que el mundo marcha al socialismo, etc. Es el retorno a la ortodoxia, a las “veinte verdades peronistas”. Y la señal de largada para que actúen los “anticuerpos”. (…) Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro Movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconquistado se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento por ingeniosos que sean podrán engañar a un pueblo que ha sufrido lo que el nuestro y que está animado por una firme voluntad de vencer”. “Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales que por ese camino van mal (…) Comenzaba, como ya señalamos, la utilización más profusa de un término de nefastas consecuencias en el período que se abría: el de infiltrados. El Descamisado, por citar un ejemplo, asimiló el golpe. Dijo que el discurso de Perón fue “claro. Preciso. Y sereno”. La CGT, que tuvo el rol principal en la masacre, dio a conocer luego un comunicado firmado por José Ignacio Rucci. Acusaba a un “minúsculo grupo de genuinos representantes de las fuerzas anti-nacionales, exponentes de la sinarquía internacional”, etc. A nivel regional, ya comenzaba a verificarse un giro hacia la derecha. Esto vehiculizaba una lectura diferente y más amplia desde la izquierda noperonista, concretamente desde el PRT. En su periódico El Combatiente, vinculaba los hechos de Ezeiza con el golpe de Estado en Uruguay, un intento de golpe contra Allende en Chile, y la articulación de la CIA. Es decir: Perón no era ajeno a este giro regional. Era un elemento activo más de la derechización en sudamerica. Lo que puede verificarse, revisando la prensa peronista de la época, es que Ezeiza fue un bocado imposible de digerir, por lo cual, una correcta lectura de lo allí sucedido no fue posible. Es razonable, si miramos con comprensión el asunto, que para quienes durante muchos años habían puesto en la figura de Perón y en su retorno tantas expectativas, la idea de que Ezeiza representaba el giro que el mismo Perón quería darle a las cosas fuese intolerable. El retorno parecía el final de un largo ciclo de frustraciones, y un camino hacia la liberación social, ya impostergable.

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Y de repente, Ezeiza. ¿Cómo procesarlo? Desde el editorial de Militancia, se señala como responsables de no permitir el reencuentro de Perón con su pueblo a la burocracia sindical y a Osinde. Dan cuenta de las duras palabras hacia la Tendencia que citamos más arriba, pero en un malabarismo increíble, creen ver un nuevo volantazo del estratega genial: Pero un análisis más frío, más definido, con la comprobación de los hechos posteriores que produjo el general Perón, permite comprender la estrategia global del Conductor del Movimiento y del Pueblo. Le corresponde a Perón la responsabilidad de velar por el conjunto del Pueblo, sea este o no peronista, sea o no revolucionario. Es una responsabilidad que nadie le endilgó, pero que el General asume, por propia decisión, porque comprende que o se salva todo el Pueblo o no se salva nadie. Así, no es que deje abandonados a los revolucionarios1, sino que desde su inmensa influencia, que hace que hasta sus hasta ayer (sic) enemigos más violentos se aferren al liderazgo de Perón para que los proteja, comienza un duro trabajo para ordenar al Estado argentino y reorganizar el Movimiento Peronista. Además –agregaba- el tono y el lenguaje utilizado por Perón, tenía como fin tranquilizar a todos los sectores, incluso los no peronistas, y abrir la instancia de una investigación sobre lo sucedido. Que, por otra parte, no se producirá nunca. La JP entendió que la derecha del Movimiento había sobre todo intentado evitar el contacto de Perón con el pueblo porque de allí saldría un proceso revolucionario.

Es curioso: al repasar las numerosas fotos de esa

impresionante movilización, se nota algo extraño en las imágenes de Perón que portaba la tendencia. La mayoría son de un Perón ya mayor, con ese aire algo más refinado que trajo de Europa, más delgado, charlando distendido, de traje. Se podría pensar que para quienes creían que era un líder revolucionario, encajaba más la imagen de un Perón de la década del cincuenta, en mangas de camisa, arengando al pueblo. Más cercano a Evita.

1

El destacado es nuestro.

20

Pero no. Por algún extraño motivo elegían una iconografía muy alejada de un proceso que se radicalizaría. ¿Estaba realmente desinformado el general? ¿Reaccionó como lo hizo porque estaba convencido de que en Ezeiza se lo quiso asesinar? Es difícil responder con certeza estos interrogantes, aunque ya reflexionamos sobre ellos más arriba. Pero, en todo caso su malestar hacia Cámpora y su gobierno venían desde el mismo 25 de mayo de 1973. Así lo relata el Dr. Pedro Ramón Cossio, hijo del médico de cabecera de Perón, y que a su vez realizaba guardias médicas en Gaspar Campos: Advierto que había una cierta desconfianza del medio y del general Perón hacia Cámpora. Porque estaba muy insatisfecho de dos o tres aspectos que habían ocurrido en la Argentina. Primero: la amnistía del 25 de mayo de 1973, cómo había sido llevada a cabo. La segunda: la presencia en el gabinete del Dr. Cámpora de dos figuras que él no aprobaba, que era el Dr. Esteban Righi y el Dr. Puig. Y la tercera situación que se mencionaba en esos días, fue de la manera, de cómo se organizó el acto del 20 de junio de 1973, donde se permitió, o pudo permitirse, que entraran infiltrados que pudieran haber matado al general Perón. Nosotros pensamos que la tesis de que Perón podía ser asesinado en Ezeiza es absurda. No se trataba de terminar con su vida, sino de que se incline hacia uno de los sectores del movimiento, como efectivamente hizo. También relata Cossio los desaires que Perón le hacía a Cámpora; cómo este anunciaba al país que salía a visitar al general, ingresaba a Gaspar Campos, y luego de un par de horas salía hablando a la prensa sobre el encuentro. La verdad era otra: Cámpora esperaba en vano, ya que Perón no salía de su habitación, mientras seguía todo el periplo por televisión. El Dr. Seara –otro de los médicos personales del líder justicialista-, narra esta conversación con Perón, el día que lo conoció: Perón: La verdad –dijo el general- es que yo le prestaba mucha atención a Evita. Mucha atención. Yo escuchaba mucho lo que Evita me decía acerca de la política. Y Evita me dijo que mi más fiel colaborador era el Dr.

21

Cámpora. Y yo le hice caso, entonces lo puse a Cámpora como presidente… ¡Y fíjese lo que pasó! Seara: ¿Qué pasó general? P.: Y… fíjese. Se dejó copar por los comunistas. Pero además de los comunistas,

¡Por

el

hijo!

Que

es

una

persona…

tiene

costumbres

desagradables… Y mire doctor, ¡mire con lo que me encontré! ¡Mire en el quilombo que me metieron! Juan Manuel Abal Medina, en ese momento secretario general del Movimiento, da su interpretación de los hechos. Pero no recurre a la teoría de la genialidad del estratega, sino que, solapadamente, adscribe a la del cerco: “Periodista: -Ya se preparaba el regreso definitivo de Perón y la tragedia: Ezeiza. Abal Medina: -Si. Después de la asunción de Cámpora, se armó el comando del “Operativo retorno”. Formaron una banda con Jorge Osinde, un hombre mediocre, una bestia, Norma Kennedy y Brito Lima2. Yo sostenía que no debía existir la comisión: el gobierno era peronista y debía ser el Estado el que preparase el regreso. Después sucedió lo que ya sabemos. Fue una provocación de la ultraderecha pero también de una estupidez de los Montoneros que se dejaron llevar a ese terreno. También muchos sectores sindicales se prestaron a la provocación. Hasta el 25 de mayo habíamos podido mantener un equilibrio interno, pero después el asunto se iba de las manos. Se lo dije al general antes del 20 de junio: el movimiento, con esos grupos sueltos, era incontrolable. ¿Cuáles grupos? me preguntó. Su secretario López Rega, concretamente, le dije… P: -¿Qué respondió Perón? A.M. – Me dijo: “Pero no doctor, son las locuras de siempre de Lopecito, no se preocupe”. Sin ese factor loco, Ezeiza no hubiese sido posible. Ezeiza fue

2

El destacado en nuestro. ¿Pudo armarse ese comando sin el visto bueno de Perón?

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un quiebre del cual no logramos reponernos. Yo logré juntar en mi casa a Lorenzo Miguel con Roberto Perdía (de Montoneros). Logramos parar a Rucci y a la CGT y que Montoneros enfriasen un poco el clima. Pactamos para desplazar a Osinde y a López Rega: conseguimos lo de Osinde y no juntamos fuerza política para echar a López Rega. Con Cámpora fuera de carrera, el proceso se encaminaba a nombrar a Isabel como vice… P: -Después de la masacre Perón le echó la culpa a la izquierda. A.M.: - La información que le llegaba era esa. P: -¿Todavía cree en la teoría de que Perón estaba aislado por López Rega? A.M.: -Por un lado el entorno tenía enorme influencia. Pero además los montoneros lo desafiaban. Me hace acordar a la famosa marcha a Olivos: ellos empeoraban las cosas cada vez más, le cuestionaban el liderazgo. Pero luego, al finalizar la entrevista, Abal Medina esboza una autocrítica: (…) tendríamos que haber sido más enérgicos en el uso del poder cuando fuimos gobierno con Cámpora: de haber evitado Ezeiza muchas de las cosas que pasaron después no hubiesen ocurrido. María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew, hacía un paralelo con Ezeiza. Los militares, al no poder resolver una situación políticamente, la controlan militarmente, es decir, a través de la violencia. Desde el palco, habría sucedido lo mismo. Ahora bien: decíamos más arriba que desde algunos sectores de la izquierda –concretamente el PRT- se vincularon los sucesos de Ezeiza con un giro a la derecha de carácter regional, por supuesto, impulsado por Estados Unidos. El 22 de junio, en la OEA, el subsecretario de Relaciones Exteriores argentino, Jorge Vázquez, da un discurso de fuerte tono antiimperialista, señalado por la prensa como el más radical de los allí escuchados. Hizo un

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vehemente llamado a la unión latinoamericana, pero que incluya a Cuba y excluya a Estados Unidos. Basta de ingerencias en nuestros asuntos internos –dijo Vázquez. Y propugnó por la abolición definitiva de todo tipo de instrumento que excluya a Cuba de la hermandad latinoamericana. Atacó, además, a las empresas multinacionales, puntualmente a la ITT. Como sabemos, esta empresa jugó un rol clave en la caída de Salvador Allende. ¿Se puede vincular el giro de Perón a la derecha con el hecho de desandar la política exterior de Cámpora? Sabemos, hoy, que uno de los grandes cuestionamientos de Perón era, justamente, a la cancillería. Al desastre de Ezeiza, le siguió una fuerte campaña antiizquierdista desde diversos sectores. Quedó de manifiesto que el gobierno no controlaba totalmente a sus servicios de inteligencia. Tal es así que se filtró a la prensa –no por casualidad- un informe que acusaba a FAR, FAP, ERP y Montoneros de ser quienes iniciaron el ataque contra el palco desde el que debía hablar Perón. Pero además, acusaba a Righi de haber ordenado el repliegue de la policía federal cuando los pobres muchachos de Osinde pedían ayuda para enfrentar a “los troskos”. Este informe fue desmentido por el mismo Righi, pero circuló, sin embargo, y desde el mismo gobierno. Es decir, se conspiraba contra Cámpora desde adentro. Repercusiones del discurso de Perón El discurso anti juvenil y macartista de Perón fue entusiastamente saludado por Balbín, sobre todo en lo referente a la “infiltración”. Alende lo apoyó en general, sin referirse a ese punto, lo mismo que Álvaro Alsogaray. El 23 de junio, Perón visitó a Balbín. Según el líder radical, más allá de las obvias expresiones sobre lo fructífero de sostener un diálogo, coincidieron – y lo harán muchas veces más-, en la necesidad de “pacificar el país”. Veremos más adelante que entendían por esto. Desde el justicialismo, en muchos casos las declaraciones eran una carrera por la obsecuencia. Deolindo Bittel –gobernador del Chaco, luego candidato a vicepresidente en el retorno democrático de 1983-, dijo que el discurso

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“disipa cualquier duda” –lo cual era cierto- y que Perón “se tutea con los más grandes héroes de nuestra República”. Por supuesto, recibió también el apoyo de fuerzas políticas de centro y de derecha, de la UOM y de la Iglesia. Mientras tanto, la presión en la región se hacía sentir cada día más. El 26 de junio, el presidente de Uruguay, Bordaberry, disuelve el parlamento, en un acto más del drama hacia el que se encaminaba el Cono Sur. Pocos días después, Salvador Allende enfrentaría un alzamiento militar, conocido como “El Tanquetazo”, que si bien fue sofocado, sirvió para medir la reacción popular en defensa del gobierno. El mismo ensayo se daría en nuestro país unos años después. Como dijimos, sería ingenuo pensar que la CIA era ajena a estos movimientos, y la presión comienza a hacerse sentir con más fuerza, en el sentido de “poner orden”. La burguesía latinoamericana reclama otras condiciones para su acumulación. Incluso esto se tradujo en acciones del mismo gobierno de Cámpora. Se convocó a la prensa para exhortarla a no publicar solicitadas de organizaciones armadas; Cámpora se reunió con el jefe de la SIDE, Righi pidió a la ciudadanía que denuncie “actos de intimidación pública por parte de individuos o grupos armados” y se dispuso a terminar con las numerosas ocupaciones de lugares de trabajo, universidades y colegios, que se venían dando. En tanto, desde medios vinculados al nacionalismo de derecha –como el diario Mayoría, publicación oficial- se hacía ya circular la versión de que el general Iñiguez reemplazaría a Righi. (Falta la ley de asociaciones sindicales) Preocupaba también la ola de secuestros, aunque nada se sabía sobre los verdaderos culpables de la Masacre de Ezeiza. Mientras desde distintos medios ligados a la Tendencia se ocupaban de López Rega, Osinde, Rucci, etc.,

desde

el

gobierno

se

hacían

vagos

señalamientos

hacia

el

“imperialismo”, pero sin ir más allá. Otro clásico del peronismo: el concepto “imperialismo” como forma de poner todas las culpas afuera. Este grado de movilización y de acción directa, será presentado por la derecha del Movimiento como un caos generado por la incompetencia de Cámpora y su elenco, y como muestra de que se iba muy a la izquierda. No nace allí la idea de un alejamiento del presidente: esta fue siempre una posibilidad. La cuestión era presentarla como un desplazamiento forzado, no voluntario.

25

El ex delegado, ya el 6 de julio, luego de reunirse con Perón, declaraba que los cargos de ministros Están siempre a disposición del presidente en lo que hace a dejar su tarea cuando este así lo considere conveniente. Esto comprende a todos los hombres del movimiento, incluyendo al presidente. Cabe la aclaración: cuando Cámpora habla de la disponibilidad de los cargos hacia “el presidente”, esta hablando de Perón. El 12 de julio, los rumores de renuncia ya son fuertes, y Rucci anuncia “hechos importantes”. Finalmente, todo se consuma el día 13. ¿Cómo interpretar la renuncia de Cámpora? ¿Era Cámpora el gobierno de La Tendencia? Dice la historiadora Ana Costilla:

“Cámpora no encabezó un gobierno de la Tendencia Revolucionaria, ni se radicalizó hacia la izquierda, obligando al propio Perón a recuperar el poder mediante un golpe de “palacio”. Fue su administración la que puso en marcha el corazón de la estrategia reformista de Perón para contener el proceso revolucionario abierto en 1969.”

Las principales tesis que plantea esta historiadora son:

a- La visión que se ha impuesto de Cámpora como un gobierno de La Tendencia viene sobre todo del exitoso libro de Miguel Bonasso sobre el tema. b- La Tendencia logra el 18% de los cargos, cuando le correspondía el 25. c- Perón da “libertad” a Cámpora para las designaciones, pero se reserva tres puestos claves: Bienestar Social (López Rega) Trabajo (Ricardo Otero) y Economía (Ber Gelbard)

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d- Los cargos que sí pudo elegir Cámpora, no pertenecían a la Tendencia y su “progresismo” podía ponerse en cuestión: Righi, que no provenía específicamente de la izquierda peronista, y puso como intendente de Buenos Aires a Leopoldo Frenkel, proveniente de la derecha; Ricardo Puig, de discursos antiimperialistas, había dado clases en la Escuela Superior de Conducción Peronista, un órgano de la ortodoxia; Jorge Taiana, al frente de Educación, promovió una Ley Universitaria con el fin de “poner orden” en los claustros. Robledo (Defensa) Benítez (Justicia) y Carcagno (Comandante del Ejército) no descollaban por sus antecedentes hacia la izquierda precisamente. e- En el caso de los “gobernadores montoneros”, ninguno lo fue. Perón había ordenado para gobernador de provincia un político y para vice un sindicalista. En ningún caso hay nadie con ligazón hacia la Tendencia, más allá de algún gesto de simpatía que pudo haberse dado después, pero que no modificó la sustancia del asunto.

Por

lo

demás,

su

breve

gobierno

combina

medidas

que

pudieron

presentarse como progresistas, con otras que buscan frenar la movilización popular y reencauzar el orden. El restablecimiento de las relaciones con Cuba, por ejemplo, suele ser presentado como un gesto antiimperialista; pero es la burguesía argentina la que está interesada en hacer negocios explotando mano de obra argentina. Y el “Pacto Social”, también se inicia en su gobierno, buscando disciplinar a la clase obrera, conteniendo y postergando sus demandas, incluso las reformistas. Finaliza Costilla:

Como acabamos de ver, Cámpora no encabezó un gobierno copado por la Tendencia Revolucionaria, ni se radicalizó hacia la izquierda propiciando un golpe interno por el propio Perón. El grueso de su personal político pertenecía a la llamada “ortodoxia” peronista y a lo más granado de la burocracia sindical. El elenco político más útil a Perón y a la burguesía en la etapa (Celestino Rodrigo, Lopez Rega, Otero, Osinde, etc.) llegó al gobierno

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con Cámpora, y no contra él. Más aún, fue su administración la que ejecutó la puesta en marcha del corazón de la estrategia reformista de Perón, el Pacto Social, para reencauzar dentro de los marcos institucionales una situación social que comenzaba a desbordarlos. Veamos ahora la versión que el mismo Cámpora dejó de su renuncia: Yo conservaba siempre la intención de culminar el mandato recibido: así me lo requerían las aspiraciones del pueblo argentino que permanentemente quiso verlo (a Perón n/a) en la primera magistratura del país. Pero debí postergar la adopción de medidas tendientes a posibilitar el traspaso del gobierno, porque lamentablemente padeció un trastorno bronco- pulmonar del que tardó varios días en recuperarse. Finalmente, el 4 de Julio, una vez mejorado de su enfermedad pasajera, tuvimos una entrevista a solas. En ella le expresé: “Señor, sé que si la ciudadanía argentina el 11 de marzo, en lugar de haber visto en las boletas electorales mi modesto nombre hubiera visto su dignísimo nombre, hubiera votado con más cariño, con más fe y, por ende, con más esperanza”. A lo que me respondió: “Yo, doctor Cámpora, siempre he estado a disposición de mi pueblo” (…) Algún amago irresponsable de medrar y colocarme en la cresta de un proceso que no les pertenecía, pretendiendo así empañar mi cristalina decisión con arteras sospechas de que ella respondía a otras presiones que no fueran las de mi conducta moral. Esteban Righi, citado por Jorge Bernetti, habla en el mismo sentido: Cámpora no se fue empujado por nadie, sino por su propia voluntad. Señala que estuvo con Lorenzo Miguel, y que no vio en él intenciones de sacar ventaja de la situación. Es que para eso estaba Rucci. Entonces, vemos cómo desde el camporismo se nos presenta la renuncia como una decisión voluntaria. Desde el sindicalismo, por el contrario, crecía el cuestionamiento y la intención de empujar al presidente hacia una salida forzada. El vice- gobernador de la provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró, declaraba:

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(…) con Perón se solucionaría un gran problema político- ideológico. Negar y dudar de que nuestro gobierno necesita una limpieza profunda sería un problema de tontos. Rucci había declarado: “se acabó la joda”. Sin embargo, con la brutalidad acostumbrada, quien más claras dejaría las cosas sería Luis Barrionuevo, Secretario de Prensa de la CGT. Retengamos estas declaraciones, porque echan luz sobre las verdaderas motivaciones de esta movida política: Los que tienen la torta quieren que Perón garantice que no habrá desborde por izquierda. (…) los hechos posteriores al 11 de marzo y al 25 de mayo de 1973 demuestran la necesidad de que el movimiento obrero asuma un papel protagónico y nosotros vamos a motorizarlos (…) Nadie discute que el único que puede poner orden en el país es Juan Domingo Perón. Paradójicamente, es lo que se planteaba desde la izquierda: Perón vino a poner orden y a salvar al capitalismo argentino. La renuncia de Cámpora puede ser vista, entonces, como una señal de largada para la derecha del movimiento, cumplida una primera etapa de reacomodamiento y “orden”. El partido justicialista de Córdoba se pronunció inmediatamente pidiendo la renuncia de Obregón Cano y de Atilio López “para facilitar la histórica gestión a emprender por el teniente general Juan Domingo Perón”. No explicaba, de todos modos, en que la dificultaba. Obregón Cano, días después, tuvo que negar que en su gobierno hubiese infiltración marxista. Ya es conocida la maniobra realizada: una vez producida la renuncia del presidente y del vice, correspondía que asumiese el presidente provisional del Senado, Díaz Bialet. Pero se lo envía en comisión al extranjero, nombrándolo embajador extraordinario y plenipotenciario en una misión de exploración para fijar la posición argentina en la IV Conferencia de los Países no- alineados, a realizarse en Argel. Esto facilitó el nombramiento de Raúl Lastiri, descripto por Miguel Bonasso como “un personaje de la picaresca, un hombre de cabaret, de voz aguardentosa…” Un personaje absolutamente menor, pero eficiente sin embargo para la depuración.

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Perón,

que

declaraba

permanentemente

respetar

la

institucionalidad

democrática, permitió, al menos, esta maniobra. FAR y Montoneros lanzaron sendos comunicados, reforzando la teoría del cerco a Perón por parte del imperialismo y su agente, López Rega. Lo curioso es que esperaban que quien detuviese esta conspiración fuese el mismo Perón. Señalaban: Estos conspiradores, agentes del imperialismo, son –entre otros- el ministro de Bienestar Social, José López Rega, que fue responsable de la comisión organizadora del acto del día 20 de junio y que logró ubicar a su yerno, diputado Lastiri, en el cargo de presidente provisional, desplazando a quien le correspondía legalmente, el Senador Díaz Bialet. Mencionaban también a Rucci, Osinde, Norma Kennedy y Alberto Brito Lima. Olvidaban consignar que, para el Ministerio del Interior, puesto clave debido al manejo de la Policía Federal, era designado Benito Llambí, militar de larga trayectoria golpista y anti- peronista. Decíamos más arriba que para la derecha había sonado una señal de largada. Y vimos también cómo el gobernador de Córdoba comenzaba a sufrir las primeras embestidas, acusado de tolerar una supuesta “infiltración marxista”. Pero también el sindicalismo combativo fue blanco de la avanzada fascista: la noche del 16 de julio fue tiroteado el edificio de Luz y Fuerza cordobés. Hombres parapetados en tres vehículos, tiradores desde techos cercanos, un gran despliegue de fusiles FAL, metralletas, pistolas y granadas, conformaron la modalidad del ataque. Luego serian ocupados los edificios del SMATA, ATSA (Sanidad) y la CGT local. En el caso de Luz y Fuerza, el ataque fue contestado desde el interior. Los retrocesos eran verificados también por la JP. Dante Gullo, delegado por la regional I, señalaba: Indudablemente en estos tres días de gobierno provisional ya han pasado algunas cosas que no estaban en el libreto. Se refería a la detención de ocho integrantes de la JP, y a la misma asunción de Lastiri. Y, en otro documento, señalaban que la única garantía

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de que los “gorilas infiltrados” en el movimiento no avanzasen era con Perón

presidente

cuanto

antes.

Imaginamos

que

no

podían

faltar,

seguramente, especulaciones sobre el hecho de que estos cambios “fuera de libreto”, no podían producirse sin la anuencia de Perón que llevaba adelante el programa de la burguesía. Pero se estaba aún lejos de proclamarlo con claridad. Rodolfo Ortega Peña y Luis Eduardo Duhalde se manifestaban en el mismo sentido: La toma del poder por el general Perón es un hecho revolucionario que sintetiza todas las aspiraciones del Pueblo. El acceso al gobierno por parte del conductor, no es más que una jugada táctica a la que debe apelar ante el avance incontrolable de los sectores traidores y burocráticos que rodean Gaspar Campos. Vemos aquí otro argumento, que se va a presentar asiduamente en paralelo con la “teoría del cerco”: la del Conductor Genial, el gran estratega que realiza movimientos que, si bien no se comprenden en el momento, serán indudablemente revolucionarios más adelante. Sin embargo, en la misma publicación, arremetían contra el Pacto Social que, como dijimos, era una herramienta fundamental para Perón ¿Se esperaba que criticando el plan económico, el general rectificase el rumbo? ¿Cómo entender, de otro modo, esta actitud luego de levantar la consigna “Perón al poder”? Evidentemente, se abrigaba la esperanza que, en algún momento, Perón fuese el revolucionario que dijo que sería. Desde el PRT, y en las páginas de El Combatiente, Mario Roberto Santucho, en tono fraternal, escribía: Los

compañeros

de

la

izquierda

peronista,

principalmente

de

las

organizaciones hermanas FAR y Montoneros, sostienen la tesis de que el General Perón es en realidad un líder revolucionario, que en estos momentos es ajeno al autogolpe apoyado por la CIA, que los verdaderos responsables de la eliminación de Cámpora, Righi, etc., de los hechos de Ezeiza, en una palabra, de la actual ofensiva contrarrevolucionaria, son López Rega, Osinde y Rucci que tienen rodeado y engañado, desinformado

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al general, que lo han encarcelado y lo obligan a avalar una política reaccionaria que él no comparte. Amplios sectores de las masas que quieren al general Perón, que lo consideran un genuino defensor de los intereses obreros, piensan también que el jefe del justicialismo no tiene nada que ver con lo que está pasando (…) (…) Y no porque él sea un traidor, sino porque es un consecuente defensor de su clase, la burguesía, a la que permanece completamente fiel a pesar de no haber sido comprendido en su tiempo por gran parte de sus hermanos de clase, por sectores de los capitalistas nacionales y extranjeros. Cuando la burguesía podía y necesitaba hacer concesiones a las masas Perón materializó generosamente esas concesiones. Hoy que la burguesía se encuentra en una profunda crisis necesita reprimir duramente al pueblo y Perón materializó y materializará sin vacilaciones esa represión. Desde la izquierda revolucionaria, se ubicaba al mismo Perón en el centro de esta política represiva, mientras desde la Tendencia –generalizando- se lo hacía víctima de una trama que sólo su acceso al gobierno y al poder podría romper. Otra publicación de Duhalde y Ortega Peña se titulaba: “El Pacto Social, los planes de la burocracia y otras intoxicaciones”. La argumentación era como sigue: hechos como el de Ezeiza se explicarían como parte de la necesidad de disciplinamiento de los sectores que podían resistir al Pacto, la disolución del contenido revolucionario del peronismo y hasta el liderazgo del propio Perón. Como vemos, la izquierda del movimiento no quería aún despegarse inculpando abiertamente al general por la política represiva. También es cierto que seguramente evaluaban –correctamente- que hacerlo implicaría, irremediablemente, alejarse de las masas.

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Capítulo III.

Los mecánicos hemos estado siempre en la defensa del país y nuestra organización (…) nosotros no vamos a esperar más sentados que la traición y la contrarrevolución marxista destruya nuestro pueblo. Estamos dispuestos a darles batalla en todo el país, estén donde estén, en las fábricas, seccionales, talleres, y con la movilización activa de los mecánicos auténticos, que sólo reconocen una bandera, la Azul y Blanca, y un Líder, el Teniente General Juan Domingo Perón y una doctrina, la Justicialista. SMATA eliminará para siempre de nuestras filas a quienes han actuado y actúan al servicio de la sinarquía internacional, con apoyo de adentro y de afuera. (…) La guerra está declarada contra los agentes del odio y la desunión (Noticias, 22-1-1974). La escalada del macartismo. Brevísimo estado de la cuestión. Veremos brevemente, apelando a algunos autores –selección por supuesto siempre arbitraria- cómo ha sido caracterizado el tercer gobierno de Perón desde distintas miradas historiográficas. Un elemento que llama la atención a quien se adentre en este período es el enorme esfuerzo justificatorio –que ya vimos cuando los hechos de Ezeizarealizados por la Tendencia. Como dijimos, la manifiesta intención de Perón de excluirlos –en el mejor de los casos- del Movimiento resultaba muy difícil de deglutir. Alejandro Guerrero en su libro El Peronismo Armado, señala la fantasía creada por FAR y Montoneros: Perón, que había tomado el poder con el objetivo nunca disimulado de echar a la izquierda del movimiento de todos los espacios, en realidad, venía a liquidar a la derecha. Ya vimos en el reportaje a Abal Medina cómo funcionaba la “teoría del cerco”, tal vez el producto más acabado de este esfuerzo intelectual. En la marcha de la JP a Olivos –que ya veremos más adelante-, y en el desaire de Perón a la hora de negarse a hablar con las ochenta mil almas allí congregadas, dejaba claro que no existía tal cerco, sino que era esta su

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voluntad. En una burla macabra, designó como contacto de la JP al mismo López Rega. Por supuesto que no todo se redujo a gestos políticos, sino a medidas concretas. Algunas de estas fueron el desplazamiento de funcionarios cercanos a la JP y Montoneros. Durante su interinato, Lastiri echa a Righi y a Puig, y los reemplaza por Llambí y Vignes. Guerrero señala que

las

“formaciones especiales” tenían margen de acción con Perón exiliado y una dictadura, pero No estaban ni podían estar preparadas para la presencia física en la Argentina de un Perón abiertamente hostil. No tenían manera de explicar el fenómeno.3 Hay un primer ensayo en Córdoba, para tantear que resistencias podían darse en el avance de la derecha. El 15 de julio son baleados los locales de Luz y Fuerza y Smata. Obregón Cano y Atilio López declaran que estaban dispuestos a renunciar. El poder quedaría en manos de gente vinculada a Obregón, pero, lo principal, es que no estaban dispuestos a oponer resistencia popular. Dice Guerrero: “No hacía falta saber más”. Obregón y López lograron un acuerdo momentáneo de paz con Lastiri, Llambí y Rucci. Era poner el primer pie en el centro de la rebeldía popular iniciada en el 69. Estos malabarismos justificatorios, sin embargo, no eran unánimes. Guerrero nos trae un ejemplo de la recientemente creada columna Sabino Navarro, que declaraba: Ninguno de los auténticos grupos revolucionarios ha sido recibido en Gaspar Campos y sólo la juventud, después de una concentración de 70 mil compañeros, es atendida breves minutos para luego designar representante de la juventud peronista a un tal Yessi, secretario privado de López Rega”. En lugar de la patria socialista, bajo cuyas consignas se reunieron multitudes y millones de votos, se proclama el Pacto Social, proyecto

3

Guerrero se refiere al fenómeno de que se los quisiera expulsar del movimiento.

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burgués caduco, inferior en forma absoluta a las relaciones nacionalistas y antiimperialistas de 1945. El ejército que nos subyugó con una tremenda dictadura es hoy elogiado por Lastiri y López Rega Luego pedía a Perón una rectificación de rumbo, a todas luces imposible. El 8 de setiembre de 1973 se realizó una reunión de una supuesta JP unificada, con sectores revolucionarios y fascistas. Fue allí (según Guerrero) que a las FAR se les ocurrió forzar la negociación con Perón mediante el cadáver de Rucci. En su velatorio declaró el Ministro de Trabajo perteneciente a la UOM, Ricardo Otero: Has muerto para que la patria sea peronista. Has luchado contra el zurdismo apátrida (…) Juramos sobre esta tumba que jamás ningún trapo rojo reemplazará a la bandera celeste y blanca. Veremos cómo pondrán en esto todo su empeño. Automáticamente, se lanza la cacería, y su primera víctima será Enrique Grinberg. El 26 de setiembre es tomada la casa de gobierno de Salta por la burocracia cegetista. Inés Izaguirre, en Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina, 1973- 1983, hace un breve recuento de lo que fue sólo el inicio de la escalada de violencia: Tan sólo entre el 26 de setiembre y el 31 de diciembre de 1973, son ejecutados o hechos prisioneros por estas bandas 23 militantes en distintos puntos del país, además de la realización de numerosos atentados: en Mendoza, contra el profesor de filosofía Enrique Dusell, que debió exiliarse; en Córdoba, contra una asamblea de obreros de la construcción realizada en la CGT local y contra el Banco Social de esa provincia; en Capital federal y el conurbano contra la Regional I de la Juventud Peronista (JP) y contra la Unidad Básica Mártires de Trelew.

35

Para esta autora, la ofensiva contra los gobernadores permeables a la Tendencia había comenzado con la renuncia misma de Cámpora. Es clave el rol de los vice- gobernadores en algunas provincias (eran sindicalistas burócratas) y de la CGT en general. Esto prueba que la decisión de la purga estaba tomada antes de lo de Rucci. Si bien la curva de muertos sube vertiginosamente a partir del fallecimiento de Perón, durante su mandato se verifica el lanzamiento del accionar de la Triple A. No es el objeto de este trabajo –que llega hasta el 1 de julio de 1974- pero justo es decir que, según Izaguirre, a partir de esta fecha “las bajas se multiplican por 25: los muertos por 17; los desaparecidos por 49”. Es interesante observar que las bandas nacionalistas de Argentina que en conjunto llamamos Triple A resultaron una vez más –como todos los nacionalismos burgueses y su versión extrema fascista- funcionales al capitalismo. Tenían el mismo enemigo que las Fuerzas Armadas estatales: el anticapitalismo. Las bajas en los meses en los que gobernó Perón, fueron, sobre todo, pertenecientes al mismo movimiento. La multiplicación en el campo marxista, vendrá después. En lo referente al desplazamiento de gobernadores cercanos a la tendencia, Alicia Servetto ha realizado uno de los estudios más completos. Señala que, además de la depuración ideológica, los objetivos eran “la desmovilización política y el disciplinamiento de los actores sociales”. Los gobernadores desplazados, en orden cronológico son: Antenor Gauna (Formosa), noviembre de 1973; Oscar Bidegain (Buenos Aires), enero de 1974; Obregón Cano y Atilio López (Córdoba), marzo de 1974. Esta autora, sin embargo, señala que la actividad de la triple A se inicia en los últimos meses de la vida de Perón. Nosotros la veremos accionar mucho antes. Las características comunes que habrían tenido estas embestidas contra los gobernadores, son: a- Dejar claro que, en cuanto a cargos públicos, primero estaba la voluntad del partido y luego la voluntad popular; b- Modificar las situaciones políticas provinciales para poner un límite a la movilización popular;

36

c- Llevar

adelante

la

“limpieza

ideológica”

y

terminar

con

los

“infiltrados”; d- Defensa de los sectores sindicales de su autonomía frente al poder político provincial. Marina Franco, por su parte, señala al período que comienza en 1973 como de estallido de los conflictos internos del peronismo, de la interpretación de cada sector sobre la naturaleza del movimiento como la verdadera, y del tironeo de la figura de Perón tanto para la derecha como para la izquierda. La falencia y la responsabilidad de Perón en este conflicto, es que no medió o arbitró previamente entre los distintos sectores. En el discurso post- Ezeiza, Perón traza una línea muy marcada de qué es el orden y qué el desorden. Y allí –señala también Sergio Bufano-, se pone punto final a la ilusión de que desde el peronismo se apuntaría a una salida al capitalismo. Franco entrevistó a Luis Aranda, asesor de Perón en defensa. Según él, ya en 1972, desde Puerta de Hierro El general había manifestado su intención de “poner orden” dentro del peronismo en referencia a la izquierda juvenil, así como había expresado su seguridad de que podría “controlar” tanto a López Rega como a los “muchachos”. Afirma que no rompió con Montoneros porque, en las elecciones4, había que llegar al 50%. Después se vería. Perón también participó de la visión que se expresaba en la Doctrina de la Seguridad Nacional, planteada antes por la Revolución Argentina y luego por el Proceso de Reorganización Nacional, sobre la defensa del modo de vida “occidental y cristiano”, al declarar que: “Todos estamos bajo una amenaza común y tenemos enemigos comunes”. No es ilógico pensar que este concepto fue compartido con Pinochet, en la entrevista entre ambos.

4

Se refiere a las del 11 de marzo de 1973.

37

Las herramientas, entonces, con las que se llevó adelante esta purga fueron: a- Constitucionales:

intervenciones

federales,

a

universidades

y

sindicatos, leyes y decretos, represión policial; b- Intrapartidarios: reestructuración del movimiento, intervenciones en los partidos justicialistas provinciales; c- Violencia para- estatal. Como organismos que actuaron en la violencia para- estatal podemos mencionar: patotas de la UOM; el Comando de Organización (C de O); la Concertación Nacional Universitaria (CNU); la Juventud Sindical Peronista (JSP); la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA); la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN); el Comando Libertadores de América (CLA); -según Franco vinculado al tercer cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba- el Comando Nacionalista del Norte de Tucumán; el Comando Moralizador Pío XIII o el Comando Anticomunista de Mendoza. Un día antes de que Perón asuma por tercera vez, son reincorporados a la Policía federal y a la custodia de López Rega, Rodolfo Almirón y Juan Ramón Morales, importantes engranajes de la Triple A. La autora cita una declaración de Perón en la cual puede verse con claridad su deliberada ambigüedad. Mientras actuaban todas las organizaciones antes mencionadas, decía: Hay una ley y hay una justicia y quien delinca se enfrentará a esa ley y a esa justicia por la vía natural que toda democracia asegura a la ciudadanía. Creer lo contrario sería asegurar la injusticia y andaríamos matando gente en la calle que ni merece ni tiene por qué morir. Yo no he de entrar por el camino de la violencia porque si a la violencia de esos elementos le agrego la violencia del Estado no llegaremos a ninguna solución. Son los hechos de Azul los que –para Franco- parecen haber terminado con cierta tolerancia hacia la guerrilla, y significaron una profundización de la depuración interna. La primera víctima sería Bidegain, y luego otros gobernadores.

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Guillermo Caviasca tiene una visión contraria: el ataque a la guarnición de Azul por parte del ERP no puede tomarse como determinante para la salida de Bidegain de la gobernación de la provincia de Buenos Aires; en todo caso, su gobierno –como el de otras provincias, de corte progresista- venía siendo

desgastado

por

la

derecha

desde

Ezeiza.

Las

permanentes

embestidas contra “los zurdos”, “los infiltrados”, “los comunistas”, así lo prueban. Creemos que ambos autores están en lo cierto, simplemente hay una diferencia en la intensidad de la embestida antes del ataque a la guarnición y después de él.

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Capítulo IV. Julio- setiembre de 1973. La JP, el cerco y la reorganización del movimiento.

Al cumplirse un mes de la Masacre de Ezeiza, la JPRA, a través de una solicitada, caldeaba aún más el ambiente macartista: Nunca olvidaremos la masacre de nuestros hermanos, realizada desde las sombras por los infiltrados en nuestras filas: ERP, FAR, Montoneros, con sus drogadictos, homosexuales, mercenarios vernáculos y extranjeros, todos protegidos desde arriba por la debilidad consciente y por la traición siniestra Este tipo de declaraciones, muy abundantes en la época, muestras otra tendencia del momento: la transformación del adversario político en otro absoluto, lo siniestro, lo infiltrado, lo extranjero. Por lo tanto, merece ser eliminado. Estas manifestaciones irán in crescendo con el tiempo, y preludian la dictadura militar. El ministro Taiana, en un libro que escribirá luego de algunos años “El último Perón”, citado por María Sáenz Quesada, también, al igual que la Tendencia, va a adherir a la teoría del cerco. Veamos, sin embargo, cómo Perón no necesitaba de la influencia de su entorno para realizar una broma macabra. El 21 de julio, una gran columna de la JP marcha a Olivos para, justamente, “romper el cerco”, es decir, restablecer el diálogo directo con Perón. Las estimaciones van de 30 mil a 80 mil personas, según la fuente. Sabemos que la JP tenía un gran poder de movilización. El Descamisado, titulaba triunfante: “Se rompió el cerco del brujo López Rega”. En tapa, Perón, con su eterna sonrisa, esta parado en el medio, flanqueado por Dante Gullo, Lizaso, Añón y Ahumada. Allí, el general les dice que son los primeros a los que recibe –había estado varios días en reposo por indicación médica- y promete asistir al acto de la JP para hablar personalmente a la juventud. Y –siempre según esta fuente- ordenó tener contacto con la juventud “sin intermediarios”.

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Esto no fue cierto. Perón, que los recibió por breves minutos, designó como enlace entre él y la JP al mismísimo López Rega. Este desprecio por la enorme cantidad de jóvenes que se movilizaron –una vez más- y que tenían cifradas esperanzas tan grandes en su persona, no podía provenir de un senil, al que llevaban de aquí para allá como un mueble. Por el contrario, estos gestos muestran gran lucidez a la hora de enviar inequívocas señales. Desde el radicalismo también las percibían, sólo que con matices: Balbín las saludaba, Alfonsín advertía el peligro de ellas. Mucho me temo que de aquí en adelante se pretenda marginar a los sectores más progresistas y más populares (…) Por otra parte, creo que se va a afirmar ostensiblemente la burocracia sindical. (…) las propias designaciones que se han hecho hablan también a las claras, juntamente con algunas renuncias aceptadas, de que el signo que se pretende imponer es marcadamente de derecha. Esta

etapa

del

interinato

de

Lastiri

puede

interpretarse

como

de

reacomodamiento de la tropa para una batalla importante. El 28 de junio, son reorganizados todos los organismos del Movimiento. Veamos algunos de los tenientes y coroneles que se preparaban para el combate: Rama política: José Humberto Martiarena. Nombrado por la Revolución Libertadora interventor de Tucumán en 1955, fundador del Partido Blanco de los Trabajadores, de orientación neoperonista. Ferdinando Pedrini: del peronismo ortodoxo, futuro interventor de Salta, cuando sea apartado el gobernador Miguel Ragone. José Manuel Camus: también ortodoxo, hoy desvincula a Perón de toda responsabilidad en la violencia de derecha desatada entre el 73 y el 74, minimiza el papel de López Rega y reduce todo a la “infiltración militar” Francisco Julián Licastro: Teniente Coronel, del círculo de mayor fidelidad a Perón. Rama Sindical: José Ignacio Rucci –ya hablamos de él en el apartado referido a Ezeiza- ortodoxo y profundamente macartista. Lorenzo Miguel: histórico de la UOM, continuador del vandorismo, será, unos años después, protegido por Massera para no caer en las garras de los grupos de tareas.

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Casildo Herrera: de las 62 Organizaciones, también proveniente del vandorismo. Rama Femenina: Silvana Roth, actriz, del peronismo histórico. Hilda Castiñeira: otra peronista histórica, incondicional de Evita. Rama Juvenil: Julio Yessi: dirigente de la “Juventud Peronista de la República Argentina”, denominación esta que tenía el evidente propósito de marcar el carácter estrictamente nacional de la organización, ajeno a “ideas foráneas”, como si lo sería la JP. Muy cercano a López Rega, y detenido en 2012 por su vinculación con crímenes de la triple A. En la constitución de estos organismos, la cual no pudo de ninguna manera ser ajeno Perón, vemos entonces cómo se privilegia a la ortodoxia peronista, a la influencia de López Rega, a la burocracia sindical. Este nuevo organigrama responde de alguna manera a la pregunta que se hacía Jorge Abelardo Ramos desde el periódico “Izquierda Popular”, en un editorial cuyo título era “Perón: ¿con quien piensa gobernar?” ¿Y Perón?, preguntará el lector. Bien sabemos que la historia universal no se agota en la historia menuda que complace a los periodistas burgueses. Perón, en camino de su tercera presidencia, deberá decidir si respalda las repugnantes acrecencias nacidas en los grandes sindicatos durante su largo exilio, bajo la protección de los regímenes oligárquicos. Del mismo modo el futuro gobierno de Perón deberá definirse ante peronistas liberales como Gomez Morales, que teme a la “inflación” pero no al hambre del pueblo, o ministros como Gelbard, que congela salarios como Krieger Vasena (…) Si bien es acertada la pregunta de Ramos, sobre con quienes gobernará Perón, en lo relativo al aspecto económico razonaba igual que la Tendencia. ¿Podía Gelbard plantear el Pacto Social, que efectivamente, congelaba salarios por dos años, sin la confianza de Perón? En julio de 1973, la revista El Peronista - cordobesa- denunciaba una avanzada de la derecha nacional e internacional al poco de asumir Cámpora. Las fotos de Rucci y Brito Lima ilustran la nota. En primer lugar se trataba de una ofensiva latinoamericana: hostilidad hacia Chile y disolución del Parlamento uruguayo. En el ámbito nacional, ya se contaba con el poderoso antecedente de la masacre en Ezeiza –que según

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un informe presentado en el Senado nacional por esos días daba un saldo de 114 muertos y más de 900 heridos-; y en el sindical, la conducción de la CGT intenta intervenir todas las seccionales, con el objetivo primordial de tener el control de la cordobesa, por su tinte antiburocrático. Pero, además, ya se daba cuenta de toda una avanzada que trascendía lo sindical y se insertaba dentro del peronismo: bien conocidos eran las solidaridades entre Rucci, el Secretario de deportes Osinde, el mencionado Lima y otros. Es paradójico que desde ambas fracciones se utilice la palabra infiltración: desde la derecha, obviamente infiltración de izquierdistas que en realidad no serían peronistas; desde la izquierda, serían “continuistas”, es decir, continuadores de la política pro- imperialista detentada por la Revolución Argentina. El objetivo era Córdoba, porque allí tenían enorme influencia nada menos que las figuras de Agustín Tosco y Atilio López, centrales en el Cordobazo, ícono de la resistencia a la dictadura. Y desde allí se respondió dando precisiones sobre el continuismo. Los sindicalistas de la conducción de la CGT habían colaborado con los militares. Un referente de la Tendencia Revolucionaria era Juan José Hernández Arregui; su teorización sobre el ser nacional, la cultura y la violencia bajo el imperialismo era ineludible para este sector. Decía por entonces: La lucha política y la lucha cultural son inseparables, cualesquiera sean las diferencias de los pueblos de Asia, África e Iberoamérica –o América Latina, como nos llaman los conquistadores-. A saber, ruptura con el imperialismo por medios pacíficos o violentos, pues en toda lucha de liberación, como ya he escrito alguna vez, la violencia es la respuesta patriótica de la conciencia nacional agredida por el colonialismo. Y ésta es una definición estricta de la violencia, no su apología.

Son los agresores internos y externos quienes

imponen la violencia económica y cultural no deseada por los pueblos. Con relación a otro aspecto del problema, dejando de lado las contradicciones de clase del peronismo, y apuntando a su carácter de movimiento nacional de masas, la lucha cultural se define, entonces, como exigencia de construir el Estado- Nación. Una vez conquistado el poder, ya vendrá –y recién entonces- la educación de las masas. Educación que no debe confundirse con cultura colectiva. Un provinciano analfabeto filiado a la tierra de sus

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antepasados es más culto que un universitario embobado por el tiranismo de EE.UU. Son

interesantes

aquí

las

reflexiones

de

Hernández

Arregui

para

comprender mejor el clima de época, que es lo que pretendemos. Es lícito utilizar la violencia –una violencia no deseada, impuesta por la violencia de arriba- para romper con el colonialismo, que es violento por definición. A la violencia, sólo se la puede derrotar con una violencia mayor. Respira también aquí el espíritu de Franz Fannon. Y aclara que no hace apología, sino que esta violencia, cuando impera el colonialismo, surgirá aunque no lo queramos, implícita en el orden natural de las cosas. Otro hito del giro hacia la derecha del peronismo en el gobierno fue la proclamación de Isabel Perón como candidata a vice presidenta, el 2 de agosto. Huelga profundizar sobre las enormes carencias personales de la tercera esposa del general. Ya en ese momento, la sorpresa se tornó estupor. Tal es así, que el número inmediatamente posterior a este hecho de El Descamisado no abordó el tema, sino que debieron pasar dos números para reaccionar. La semana pasada nos quedamos mudos. (…) Aún no sabemos si hicimos bien o mal en callarnos. Pero la sorpresa nos enmudeció. Preferimos pensar, reflexionar junto al movimiento, participar también del estupor. Y hoy íbamos a preguntar, a fijar nuestra posición frente a una candidatura que no entendimos ni entendemos. Pero, líneas abajo, aclaran: cualquier resolución del jefe será acatada. De todos modos, no ocultaban su desdén por lo que había sido un congreso del partido justicialista absolutamente libretado y orquestado para las cámaras de televisión. Quien proclamó a Isabel como vice fue Norma Kennedy. Pero antes hizo uso de la palabra Torcuato Fino, apoderado del Partido Justicialista, quien con razón hubiese sido condenado al eterno olvido de no haber

sido

por

pronunciar

la

siguiente

frase,

diciendo

que

Perón

representaba: Una bácula señera con ubérrimas frondosidades.

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Luego, por si alguien lo dudaba, aclaró que el general era un homo sapiens. Todo esto sería gracioso si no hubiese sido trágico. En estos personajes depositaba el hombre más votado de la historia argentina su confianza. Kennedy, que venía de la más rancia ortodoxia peronista, fue la única oradora que pudo hablar. La orden ya estaba dada; discutir más no tenía sentido. Según Juan Manuel Abal Medina, la real intención de Perón era integrar la fórmula con Balbín. Pero, si bien este veía la posibilidad con obvio entusiasmo, las resistencias dentro de la UCR se hicieron sentir. Así, coinciden varias fuentes- un Perón fatigado, manejado por su entorno, habría optado por Isabel. El terreno que se abre es el de las conjeturas. Creemos que cualquier otra opción que Perón hubiese tomado, inevitablemente hubiese sido hacia la derecha; nunca Cámpora, impulsado por la Tendencia. Como es sabido, la vicepresidencia de María Estela Martínez de Perón resultó trágica, y allanó el camino represivo para el genocidio que se iniciaría en 1976. La muerte de Rucci y sus derivaciones Todavía hacia el 1 de setiembre, Perón sostenía en parte su discurso del exilio, en lo referente al socialismo. Declaraba: Hemos sido feudales, demoliberales, hoy socialistas porque el mundo, indudablemente, va en esa dirección. En la prensa, ocupaba un importante lugar la confluencia de la tendencia y de la burocracia sindical en el desfile ante Perón en la CGT. Sin embargo, un detalle no debe haber escapado a los ojos del líder justicialista: el grado de movilización juvenil fue superior al del sindicalismo tradicional, medido este por los minutos que tardaba cada columna en desfilar frente al líder. De todos modos se buscaba, en ese momento, una mínima convivencia. Lorenzo Miguel se había entrevistado con líderes juveniles, buscando lo que el diario La Opinión denominaba “pacto de tolerancia”.

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Rucci, caracterizado por un discurso desbordado cuando de mostrar su macartismo se trataba, también exhibió prudencia: Los jóvenes y no jóvenes, unidos por lazos de indestructible solidaridad de hermanos, rodeamos a nuestro líder. Sin trampas, sin mentiras. Hasta Isabel Perón, de gira electoral por el interior, destacaba el rol de la juventud. Pero este aparente clima de concordia, no podía esconder proyectos que estaban

enfrentados.

Para

la

Tendencia,

Perón

debía

ser

el

líder

revolucionario que elevase el país al socialismo con ellos como vanguardia. El general, sin embargo, tenía otros planes. En un encuentro programado entre el líder y los dirigentes de la JP, les plantearía, en primer término, “quien es el dirigente”, y si fue elegido por las bases. Es decir, plantearía la cuestión de la legitimidad. Para señalar luego: Voy a tener contacto directo con todos los jóvenes y también voy a darles las directivas sobre las funciones que a ellos les corresponde y también luego, en el plano del gobierno, el rol que le corresponderá a la juventud en función de gobierno. En la acción, dentro de lo que podemos llamar escalafón generacional del país, los muchachos deben empezar de abajo, como se empiezan todas las cosas. Cuando tengan la capacidad, el aplomo, los años y la experiencia que se necesitan, entonces ellos tendrán que hacerse cargo de la cosa pública, como pasa en todas partes. ¿Escalafón? ¿Empezar de abajo? ¿Después de la lucha contra la dictadura, ahora había que hacer “la experiencia”? Algo empezaba a no encajar para la los sectores juveniles. El 6 de setiembre se produce el ataque al Comando de Sanidad del Ejército, por parte del ERP. En la acción, mueren dos soldados y un teniente coronel, Raúl Duarte Ardoy. Aclara el diario La Opinión que (…) recibió medalla de mérito del gobierno de los Estados Unidos y realizó el curso de Comando y Estado Mayor en la Escuela de las Américas, en la zona

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del canal de Panamá. En dicho instituto se instruye a los jefes militares en la utilización de armamento moderno y en la acción antiguerrillera. Es decir, capacitación en inteligencia y tortura que tan ampliamente sería utilizada después. En general, todo el arco político fustigó el hecho. Todos proclamaban llegada la hora de la “unión nacional”, y veían esta acción conspirando contra ella. Las voces que entenderían la caída de Cámpora, el interinato de Lastiri y el gobierno de Perón como un fuerte giro hacia la derecha, se harían oír después. El ataque era presentado como “antinacional”, no así las Fuerzas Armadas que, hasta ayer nomás, habían comandado una dictadura cuyo resultado fue la extranjerización de la economía desde 1966 en adelante. El mismo Perón decía: Intenta (el ERP) también vanamente herir a las Fuerzas Armadas, en este caso particular al Ejército, sin comprender que aquellas instituciones se han incorporado al afecto popular y al proceso nacional. Inclusive Montoneros cuestionó esta acción. Se encontraban embarcados en un proceso de diálogo con Perón, que los instaba, como vimos, a realizar elecciones internas en la JP. Por otro lado, manifestaban que su accionar, en tanto no fuese blanco el pueblo y ellos mismos de la violencia de arriba, se concentraría en lo político. Estaban a dos meses y veinte días de los hechos de Ezeiza, y algo menos de la caída de Cámpora. Decía Firmenich sobre los sucesos de Sanidad: Periodista: ¿Qué manifiestan ustedes con respecto a lo ocurrido en la Unidad Sanitaria militar? Firmenich: La opinión mía es que se trata de un hecho que no corresponde al momento. El accionar de una organización político militar tiene sentido en la medida en que está ligada a la acción y al proyecto que tienen las masas. Nosotros decimos, sin entrar a cuestionar más profundamente la política, y sobre esto vamos a dar un documento a publicidad, que el hecho en si cumple un rol contrarrevolucionario.

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Es decir: caracterizaban el retorno de Perón a la presidencia como una revolución. Y entendían que ya no podía ser el Estado un enemigo, porque se hallaba en manos del pueblo. El tiempo demostraría con crueldad cuán equivocados estaban. Su líder esgrimía ante ellos el argumento de usar el tiempo para ahorrar sangre, cuando en realidad era su propio entorno el que estaba bien dispuesto a derramarla. Los otros días me encontré con unos muchachos y me dijeron: “Hay que hacer esto”, “Hay que hacer lo otro”… y entonces les dije: “Si ustedes quieren hacer igual que Allende en Chile, miren cómo le va a Allende en Chile” Entonces, hay que andar con calma. No se puede jugar con eso, porque la reacción interna, y apoyada desde afuera, es sumamente poderosa (…) Visto a la distancia, y con la enorme ventaja de saber el final de la historia, se puede reflexionar sobre esta cuestión que planteaba Perón. Se puede incluso

decir

que

el

argumento

prudente

tenía

sustento,

y

que,

efectivamente, se veía un accionar reaccionario apoyado por la gran burguesía local y estadounidense en gran parte de América Latina. Y que tenía su lógica plantear, en términos futbolísticos, “parar la pelota” y pensar. Lo grave, es que la reacción a la que el general decía temer, anidaba en su propio movimiento, en su entorno más cercano, avalada por él mismo. Un personaje del elenco estable del neoliberalismo reaparecía en escena: Álvaro Alsogaray. Su prédica de un Estado mínimo, apertura económica irrestricta y subordinación a los organismos internacionales de crédito venía de larga data. Cuando celebraba que Menem aplicase recetas económicas que él venía predicando desde hacía treinta años, no mentía. En esos días, intuía que el momento de volver a actuar se acercaba. Y no se equivocaba: Estamos seguros que muy pocos se sentirán dispuestos por ahora a escucharnos y que la mayoría reaccionará en esta etapa en contra nuestra. Pero tenemos que cumplir un deber y queremos cumplirlo.

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Esa prédica, incomprendida en ese momento, se convertirá, diecisiete años después, en una devastadora realidad. Pero no era, lógicamente, la única manifestación reaccionaria. El Partido Demócrata Conservador aseguraba seguir “su tradición fiel a la línea de Mayo, Caseros y la Revolución Libertadora”. El 12 de setiembre, se leía en la tapa de La Nación: “Triunfó la revolución en Chile y ha muerto Salvador Allende”. Este diario, supuesto defensor de las tradiciones democráticas, habla de “Junta militar de gobierno”, no de dictadura. Al golpe lo llama sólo “revolución”, y reproduce testimonios de chilenos “esperanzados” con el cambio. A la experiencia socialista la llama “aventura”. Es decir, todo intento de modificar el orden social existente, y de poner las principales fuentes de riqueza en manos del pueblo es aventurerismo que sólo puede tener ese final. Un mensaje para quienes pensasen en alterar el “orden natural de las cosas” de este lado de la cordillera. En nuestro país, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó una declaración de repudio al golpe y un homenaje a Allende. Mientras tanto, Lastiri presenciaba un ejercicio militar. Perón, salió a dar un paseo en auto por Vicente López; consultado por los periodistas sobre los sucesos de Chile, se limitó a declarar que había que esperar la confirmación de los hechos. Los cuales ya estaban suficientemente confirmados: Allende estaba muerto. Quien si condenó el golpe fue Rucci, y la CGT a través de un comunicado.

También

manifestaron

su repudio

Obregón

Cano

y

el

gobernador tucumano, Amado Juri. La JP, a través de Jorge Obeid, si bien condenó el golpe, lo hizo con cautela y citando siempre las enseñanzas de Perón. Pero miles de jóvenes peronistas y otros sectores de izquierda se lanzaron a las calles y manifestaron su repudio. Tenemos, en este caso, el editorial de La Nación, como la voz de la burguesía argentina: La obstinación del sectarismo ideológico de llevar a cualquier precio adelante una política social y económica desestimada por una parte sustancial del pueblo chileno ha pagado su moneda cara. Nada habría que lamentar si el resultado de esa conducción equivocada de los destinos de

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Chile hubiera quedado reducido a la verificación de un fracaso, por vías que le fueran señaladas de antemano, de los sectores más radicalizados de la izquierda allí operante. En su propia miopía deben encontrar estos marxistas a ultranza la explicación del final abrupto al que ha sido sometida la experiencia fundada en bases tan restringidas como las de suponer haber sido nada más que la primera minoría del país. (…) Esto es lo que hay que lamentar de los sucesos del lunes: la quiebra al menos formal, de una continuidad constitucional admirable en América Latina (…) (…) Es un hecho objetivo que la insensibilidad sectaria llevó a Chile a la anarquía económica, fomentó el odio de clases y abrió las puertas a la arbitrariedad colectiva (…) Si este proceso, el que sus protagonistas prefirieron no calificar de marxista, sino como “una vía al socialismo” llegó hasta donde todos sabemos, nada digamos de lo que habría sido de Chile si el marxismo ortodoxo hubiera gobernado de cuerpo entero. Condenar la posición ideológica de este editorial sería absurdo porque no cabe esperar otra cosa de este diario. Sí señalar cómo, tres años después, no encontraremos allí, en referencia a nuestro país, la misma preocupación por la ruptura de la continuidad constitucional. Perón también hizo declaraciones. Condenó el golpe, diciendo que es una fatalidad para América Latina, sobre todo por haber sido ejecutado, una vez más, por fuerzas militares. Planteó que, si bien no lo podía demostrar, estaba seguro que allí había participado Estados Unidos. Pero, consultado a que se debió “el fracaso” de Allende, no dejará pasar la oportunidad para vincularlo con la situación local. Allende no fracasó, lo hicieron fracasar “los apurados de siempre”. Días después, tomó una prudente distancia, al decir que la Argentina debía mantener “absoluta prescindencia” ante el golpe en Chile. Más adelante, habrá gestos que negarán esa prescindencia. Las declaraciones de Balbín, días después, van en el mismo sentido. Al proclamarse la fórmula con De la Rúa como candidato a vicepresidente, en La Plata, dijo: Lo de Chile es una desgracia Latinoamericana, fruto de las incomprensiones, las rivalidades, incluso del propio frente que había llegado al gobierno. La

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impaciencia de los extremos infantilizados que perturban los que cantan al odio de los ingenuos y son nada más que destructores de la propia causa que ayudaron a llevar. Más allá de lo acontecido en Chile, los dos viejos líderes coincidían en enviar mensajes hacia los sectores de la política local que planteaban cambios sociales más de fondo. “Apurados”, “infantiles”, son adjetivaciones que, en poco tiempo más, darán lugar a otras que señalarán la creación de un enemigo interno, como bien señala Marina Franco. Es evidente al menos uno de los puntos de acuerdo entre Perón y Balbín: hay que parar la movilización popular iniciada en 1969, y alejar del horizonte todo peligro de impugnación al sistema capitalista. El 19, el gobierno argentino reconoce oficialmente a la dictadura chilena, al responder a la nota donde se informaba sobre el derrocamiento de Allende y la constitución de nuevas autoridades. Los sectores juveniles con militancia política, tenían otra visión. El 16 de setiembre, las Juventudes Políticas Argentinas organizaron una importante manifestación –entre 100 mil y 200 mil personas, varía según la fuentebajo el lema “Marcha de la liberación latinoamericana y solidaridad con la resistencia del pueblo chileno y en repudio del golpe gorila del 16 de setiembre de 1955”. En tanto, ya se preparaban los comicios del 23. Una encuesta, daba a Perón alrededor del 64% de los votos. Un día antes, el general habla para todo el país por radio y televisión. Allí repite varias de sus fórmulas conocidas –“tan lejos de uno como de otro de los imperialismos”, etc.- pero también plantea, en tono amenazante, que hay que terminar con la “subversión”. Por supuesto, puede encontrarse una lógica en el hecho de que un gobierno constitucional pretenda que la lucha armada

ha terminado, porque

justamente las organizaciones podrán moverse en la legalidad, y porque ha desaparecido el móvil principal, que era luchar contra la dictadura. Lo curioso es que sea el mismo Perón el que renuncie a mencionar siquiera los orígenes de esa violencia. Además, llama a la colaboración de toda la población, es decir, a la delación.

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Si, como ya hemos dicho, cada argentino tiene el derecho de vivir en seguridad y pacíficamente y el gobierno tiene el irrenunciable deber de asegurarlo, no es menos cierto que la ciudadanía ha de cooperar, en lo que de ella dependa, para que tales circunstancias puedan cumplirse en orden y tranquilidad. Por eso ni es concebible, ni puede aceptarse como natural, la existencia de fuerzas organizadas para imponer designios de sectores extraños por medios violentos, en tanto el resto de la ciudadanía desarmada debe asistir inerme al atropello y al delito en su perjuicio. En tales casos, no puede esperarse de la acción gubernamental sino la imposición de la ley por el medio que sea. De ello se infiere que tales organizaciones han de colocarse cuanto antes dentro de la ley o han de someterse, aunque sea por la fuerza, como deber ineludible del gobierno. Da la sensación, como dijimos, que esta violencia hubiese surgido de la nada. Por otro lado ¿cómo pedirle a la izquierda peronista que se desarme luego de Ezeiza, para no abundar en otros hechos? Evidentemente, si bien las organizaciones armadas cometieron delitos y graves errores políticos en el período constitucional, durante el tercer gobierno de Perón –tomando como una unidad desde mayo del 73 hasta julio del 74- no podían confiar que, incorporándose a la legalidad, no fuesen atacadas por la derecha fascista que rodeaba al general. Perón obtuvo en esa elección, casi un 62% de los votos. Decía, consultado por los periodistas, no tener aún en mente cambios en el gabinete. Sin embargo, ya se daban algunos movimientos estratégicos: renunciaba el jefe de la policía federal para ocupar el cargo el general Iñiguez, cuyos hombres estuvieron a cargo de los móviles del Automóvil Club Argentino el día de la masacre de Ezeiza. El martes 25, la portada de todos los diarios del país trae la noticia del asesinato de José Ignacio Rucci. El carácter criminal de la acción y la enorme torpeza política de la misma, cuarenta y ocho horas después de que Perón obtuviese un apoyo popular de una contundencia fenomenal, quedan, para nosotros, fuera de toda duda. La reacción que provocó confirma este juicio. Inmediatamente se declara ilegal al ERP, a quien, en primera instancia, se le adjudicará el asesinato. Horas después, Perón y la militancia montonera, se enterarán de que fue esta organización. En el entierro, ya se

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escuchaban consignas como “Bolches, mazorcas, todos a la horca” y “vamos a reventar, a los del ERP y a los de FAR”. Un Rambler estaciona en la calle Blanco Escalada al 3400. Bajan de él cuatro hombres. No es inverosímil pensar que están armados. Al llegar al número 3422, tocan el portero eléctrico: tercero B. Cuando el dueño de casa sale, recibe, sin más, una lluvia de balas. Quien cae es Enrique Grinberg, dirigente de la JP, y primera víctima de la venganza que se desata tras a muerte de Rucci. Julián Licastro, secretario político del general, decía: Estamos en guerra contra el Ejército Revolucionario del Pueblo, no le tenemos miedo ni a ese ni a ningún otro, pues estamos armados de las sólidas verdades del justicialismo, de la ortodoxia y de la lealtad que nosotros le debemos al jefe de ese justicialismo, el general Perón. En Salta, una columna de manifestantes convocados por la CGT local, en el marco del paro en repudio al asesinato de Rucci, se desprende y ocupa la casa de gobierno, para manifestar su repudio al gobernador Miguel Ragone, al grito de “el gobierno esta lleno de comunistas”. En el Congreso se sesionó en homenaje a Rucci. Transformado en un héroe de la clase trabajadora, abundaron los discursos condenando la violencia, pero sin hacer mención ni a Ezeiza ni a la violencia sindical. Tal vez siempre sean pocos quienes son capaces de tales valentías en momentos como ese; tal vez sea injusto exigirles actitudes de ese tipo a todos. Sólo unas pocas voces, en diputados y en el senado, se animaron a mencionar también a Grinberg, o a extender el repudio a los muertos “por todo tipo de violencia”. En el sepelio de Grinberg, Dante Gullo dijo que “no hemos perdido un compañero, sino ganado una experiencia”, frase que debió sonar insólita ante la esposa y los familiares del muerto. Y luego continuó con el autismo: los asesinos serían sectores que “no quieren a Perón”; extraña conclusión cuando Perón se manifestaba profundamente dolorido por la muerte de Rucci –no por la de Grinberg- y cuando sus asesinos provenían del lumpenaje sindical, pertenecientes al sector en el que el general había dado muestras de apoyarse con más fuerza.

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Como reacción al asesinato de Rucci, el Justicialismo convoca a una reunión de gobernadores. Cada uno tendrá que elaborar informes sobre la situación de su provincia para la futura gestión del general. En realidad, se trata de un movimiento para cohesionar tropas, preparándose para la batalla que viene. Ya el 29 de setiembre, comienza a hablarse de la reforma al Código Penal, para endurecer las penas hacia el accionar armado en particular y hacia la protesta social en general. Así también, Perón se reunió con los máximos dirigentes del justicialismo. Según el senador Martiarena, se trató de una reunión de camaradería. El rostro de Perón en las fotos indica otra cosa. Allí, el general expresó los siguientes lineamientos básicos a seguir, que luego serán confirmados en otros documentos: 1- El crimen de Rucci es un ataque alevoso al peronismo y al país todo; 2- Es necesario trabajar en todas las organizaciones del movimiento, en todas las ramas y en todos los niveles para cumplir una tarea de depuración ideológica; 3- Para que se sepa quiénes son peronistas y quienes no lo son, los dirigentes y afiliados deben definirse públicamente y con claridad. No hay manera de eludir una definición: esta debe producirse en términos que no admitan ambigüedad. “Yo soy peronista, por lo tanto no soy marxista” y, consecuentemente, en este terreno no es válido ampararse en un rótulo dudoso como el de “socialismo nacional”. Se es o no se es justicialista. 4- La reorganización del partido y del Movimiento Justicialista es una tarea imperiosa, pero no se puede realizar si el movimiento no depura sus filas. En consecuencia la depuración es la tarea prioritaria. No nos podemos organizar con los nuestros y con quienes no lo son; 5- El peronismo ha sido objeto de un ataque frontal de la izquierda que ataca en el pueblo argentino. El pueblo argentino no es marxista; 6- Es necesario trabajar dentro del movimiento cara a cara en una tarea que, necesariamente, debe efectuarse de persona a persona y en la que dejan de ser válidas las declaraciones por escrito y los slogans.

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Perón traza aquí, con absoluta claridad, los lineamientos de la acción futura. No podemos afirmar que la idea de la depuración interna no estuviese ya rondando, o realizándose en forma paulatina. Lo que podemos decir es que aquí, en esta reunión con dirigentes del movimiento, el 28 de setiembre de 1973,

tiene

origen

como

política

prioritaria,

a

llevar

a

cabo

implacablemente.

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Capìtulo V. Hacia la tercera presidencia: los refugiados chilenos, el “Documento Reservado” y la cacería. Quinientos veinte refugiados chilenos obtuvieron su salvoconducto para pasar a nuestro país. Es lo lógico y razonable que un país con un gobierno constitucional ofrezca asilo a quienes huyen de una dictadura. Pero veremos más adelante, cómo el paso por la Argentina se transformará en algunos casos, para estos refugiados, en una verdadera odisea. Llegados a Ezeiza, se encontraron con un operativo policial que los rodeó, los condujo al Hotel y no les permitió tomar contacto con familiares. Luego de arduas tareas de identificación, ya que muchos carecían de documentos, algunos fueron saliendo. Un periodista argentino que llegó entre los refugiados, Luis Di Paola dijo: Lo sucedido sobrepasa los límites normales de comprensión. Fusilaron a niños y mujeres embarazadas. En el estadio nacional hay todavía más de 10.000 presos hacinados. No hubo mayores comentarios oficiales sobre esto, desde el gobierno argentino que había reconocido a la dictadura chilena. De todos modos, estaban ocupados en cosas más urgentes. Aquellos lineamientos que vimos más arriba, van a plasmarse en un documento de amplias consecuencias, conocido como el “Documento Reservado” que ya tuvimos oportunidad de ver. Allí estarán las directivas sobre cómo llevar adelante la depuración ideológica planteada por Perón. El peronismo ortodoxo y el sindicalismo se pondrán manos a la obra, con particular entusiasmo. El asesinato de Rucci les brindó la excusa perfecta para llevar adelante algo que ansiaban desde hacía tiempo: una cruzada contra el marxismo –o todo lo que van a englobar arbitrariamente en este concepto- al interior del movimiento. El 1 de octubre es la fecha oficial del comienzo de la purga. Ese día, se da a conocer dicho documento –que de reservado tuvo poco- del Comando Superior Peronista, que lanza la persecución hacia la infiltración marxista en

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todos los ámbitos, sean partidarios o estatales, y por todos los métodos. La Historiadora Marina Franco da el ejemplo del sindicato de municipales de Río Negro, que envía un telegrama al ministerio del Interior denunciando “infiltración ideológica” en Cipolletti. El diario La Opinión, en su portada del martes 2 de octubre de 1973, decía: Drásticas instrucciones a los dirigentes del Movimiento para que excluyan todo atisbo de heterodoxia marxista. En la reunión convocada ayer por el presidente provisional, señor Raúl Lastiri, y el ministro del Interior, embajador Benito Llambí, a la que asistieron todos los gobernadores, fue dada a conocer una “orden reservada” para los delegados del Movimiento Nacional Justicialista en las provincias y que está suscripta por el Consejo Superior peronista. El propio general Perón –que asistió en su carácter de Presidente electoanunció el documento, que fue leído por el senador José Humberto Martiarena, miembro del Consejo y luego repartido a los mandatarios provinciales. La Opinión pudo acceder a una copia del mismo, que transcribimos más abajo. Comienza con un cuadro de situación, que se caracteriza como de “guerra contra nuestra organización y nuestros dirigentes, llevada adelante por grupos marxistas terroristas y subversivos”. Juntamente con el pedido de renuncia, por parte del ministro de Educación, doctor Jorge Taiana, el Rector interventor en la Universidad Nacional de Buenos Aires, doctor Rodolfo Puigross –que se conociera indirectamente ayer-. Constituye el punto más alto de la radicalización del proceso de depuración ideológica iniciado por el justicialismo luego del asesinato del ex secretario general de la CGT, José Rucci. El documento comienza con un racconto de los ataques que venían sufriendo los dirigentes del movimiento: ridiculización, acusaciones de traición,

amenazas,

atentados,

etc.

Es

la

“infiltración

marxista”

la

responsable. Por lo tanto, en sus directivas, expresa:

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1- Movilización: el Movimiento Nacional Justicialista entra en un estado de movilización de todos sus elementos humanos y materiales para afrontar esta guerra. Quien rehúya su colaboración para esta lucha, será separado del Movimiento. 2- Reafirmación doctrinaria: Debe realizarse una intensa campaña para difundir y reafirmar los principios doctrinarios del Movimiento, esclareciendo sus diferencias fundamentalmente con el marxismo. En esta campaña no se admitirá intromisión alguna de elementos pro marxistas, con pretexto de polémica u otro similar, y se les excluirá de toda reunión y del acceso a todos los medios de difusión del Movimiento. 3- Información: Se debe hacer saber a los dirigentes de todos los niveles y a la masa peronista la posición que toma el Movimiento en relación a los grupos marxistas, explicando las circunstancias determinantes llevando a su convicción la necesidad de participar en forma activa en la lucha contra nuestros enemigos. 4- Definiciones: Los grupos o sectores que en cada lugar actúan invocando adhesión al peronismo y al general Perón, deberán definirse públicamente en esta situación de guerra contra los grupos marxistas y deberán participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar adelante esta lucha. Asimismo, deberán acatar las directivas. 5- Se prestará apoyo solidario a todo compañero o grupo que pueda ser afectado a raíz de actos de lucha cumplidos en razón de la campaña que se inicia. 6- Inteligencia: En todos los distritos se organizará un sistema de inteligencia al servicio de esta lucha, que estará vinculado con el organismo central que se creará. 7- Propaganda: Se impedirá toda propaganda de los grupos marxistas máxime cuando se presenten como si fueran peronistas, para confundir. Se impedirá la difusión por todos los medios. 8- Participación popular: Se esclarecerá ante la población de cada lugar cuál es la posición del Movimiento y las motivaciones y sentido de esta lucha; todo ellos para suscitar el apoyo y la participación de todos en la misma. 9- Medios de lucha: Se utilizarán todos los que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad. La necesidad de los medios que se propongan, será apreciada por los dirigentes de cada distrito.

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10- Acción de gobierno: La actuación de los compañeros peronistas en los gobiernos nacionales o provinciales o municipales, sin perjuicio de sus funciones específicas, deben ajustarse a los propósitos y desenvolvimiento de esta lucha, ya que a ellos compete la principal responsabilidad de resguardar la paz social. En tal sentido: a- Deberán impulsar de inmediato el cumplimiento de medidas tendientes a dar vigencia a los principios del justicialismo. b- Deberán actuar en permanente comunicación con los sectores populares y velando por la solución de los problemas. c- Deberán participar en la lucha iniciada, haciendo actuar todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor. d- Deberán prestar la mayor colaboración a los organismos del Movimiento movilizados en esta lucha. 11- Sanciones: La defección en esta lucha, la falta de colaboración en la misma, la participación de cualquier clase en actos favorables al enemigo y aun la tolerancia con ellos, así como la falta de ejecución de estas directivas, se considerará falta gravísima, que dará lugar a la expulsión del Movimiento, con todas sus consecuencias. El lenguaje deja entrever a un general movilizando sus tropas para una pronta batalla a muerte. No deja lugar a dudas, porque hasta la duda será sancionada, como sucede en la guerra con quienes vacilan. Y la tropa obedece. Ya veremos cómo. El mismo 1 de octubre se le solicita la renuncia a Rodolfo Puigross, rector interventor de la UBA desde el 31 de mayo del 73. Es evidente que se da en el marco de la depuración interna planteada por el Documento Reservado. Sin embargo, para la Revista Militancia, era parte del Ataque sostenido por parte de la derecha infiltrada en el Movimiento, en combinación con “La Nación” y “La Prensa” y elementos continuistas y reaccionarios desplazados (…)

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Vemos de que manera se hace un enorme esfuerzo para ocultar lo que ya era evidente: que Perón impulsaba una política de derecha, que por otra parte, no se tomaba el trabajo de disimular. El día 2, Atilio López debe salir a desmentir los rumores sobre una posible intervención a Córdoba. Lo cual indica que ya desde temprano era vista como un nido de marxistas. El 4, matones fuertemente armados irrumpen en una asamblea de trabajadores de la construcción. Abren fuego y es asesinado el obrero Juan Ávila.

El 5 es un día de furia: explotan bombas en un local del Partido

Comunista, en la unidad básica “Héroes de Trelew” – o “Mártires de Trelew”, según la fuente, ambas en Buenos Aires- y en los domicilios de dos diputados en Córdoba. “López los va a organizar” El nacimiento de la Triple A tiene fecha precisa. Es el 8 de octubre de 1973, cumpleaños de Perón. La casa de Gaspar Campos rebalsa de gente. Osinde se ha encargado de todos los detalles: el general está a cuatro días de asumir la presidencia por tercera vez. Están presentes, sobre todo, suboficiales del ejército, cerca de quinientos5. Las crónicas periodisticas hablan de un grupo numeroso, denominado “Suboficiales con Perón”. También hay civiles. Perón habla para todos, y les dice que va a precisar de sus servicios, para tareas “que el momento exige”. Es un general arengando a la tropa. Y dice también que hay alguien que se va a ocupar de organizarlos, que es López Rega. No todos acceden, muchos se retiran, y quedan alrededor de doscientos, que pasan a un salón aparte. “Daniel” y Osinde les hablan. Necesitan gente, les dicen. Necesitan grupos para custodiar a Isabel, para resguardarla de la izquierda, de los zurdos. Dos testimonios sobre estos hechos coinciden. Y desde campos bien opuestos. Uno, el de Jorge Castro militante del ERP e hijo de un suboficial del ejército presente esa noche, al historiador Carlos del Frade, El otro, de Horacio Salvador Paino, teniente primero y uno de quienes serían los

5

Hay disparidad en este dato. La agencia Télam habla de 5000.

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fundadores del Comando Libertadores de América, antecedente directo de la Triple A. Aislada, esta hipótesis podría cuestionarse. Pero, en el contexto que venimos viendo, en el cual, siguiendo las directivas del Documento Reservado, se organiza un verdadero ejército para dar batalla a la izquierda, el dato cobra sentido. Veamos el raíd alucinante que desde aquí se inicia. El mismo 8 de octubre, es hallado Oscar Arca, delegado de Costera Criolla, con las manos atadas en la espalda y quemaduras en todo el cuerpo. Las fuentes señalan que balbuceaba incoherencias. Cuando se realice una marcha en repudio a este hecho, varios periodistas serán secuestrados y conducidos al Ministerio de Bienestar Social por custodios de López Rega. Al día siguiente, una poderosa bomba explotará en la redacción de Militancia, dejando varios heridos. El 10 es interrogado y torturado en una comisaría de San Miguel Alberto Casariego. Es acusado de tener militancia sindical en la municipalidad. El 11 aparece el cadáver de Nemesio Aquino, miembro de la JP y dirigente villero de General Pacheco. La cultura también fue objeto de persecución, en este período que suele ser considerado por los historiadores como “democrático”. Mediante un decreto, el presidente interino Raúl Lastiri prohíbe la venta y distribución de unos 500 libros. La excusa para esta medida antidemocrática es que estos títulos, supuestamente, atentaban contra el sistema republicano. Además de los secuestros, la tortura, la desaparición y el asesinato, tenemos aquí otro elemento en germen de la dictadura: la censura. El mismo día de la asunción de Perón por tercera vez, el 12, en Buenos Aires son durísimamente reprimidos obreros de la recolección de basura que, ante el cierre de la empresa, habían ocupado un basural. Se encarga de la tarea la guardia de Infantería. En Rosario, es asesinado el dirigente de la JP Constantino Ruzzetti. El 22 explota una bomba en el mismo despacho del gobernador de Mendoza, Martínez Baca, que era apoyado por la JP. Hemos hecho aquí un recorte, donde citamos los hechos que consideramos más graves. Casi en forma diaria, se registran atentados contra unidades básicas ligadas a la Tendencia y agresiones contra trabajadores, incluso de

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la prensa. Volvemos a la pregunta de la Introducción: ¿puede considerarse democrático este período?

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Capitulo VI. Noviembre – Diciembre de 1973 El 17 de noviembre, Fidel Castro reflexionaba sobre los escollos que se le presentaban a la Revolución, no sin recordar el sufrimiento de miles de latinoamericanos que huían de sus países acosados por dictaduras. Ofreció destinar una vivienda de cada edificio obrero que se construía, para una familia latinoamericana que se encontrase huyendo. No tenemos mucho pero lo poco que tenemos lo compartimos gustosa y revolucionariamente con nuestros hermanos latinoamericanos perseguidos. Aquí, como vimos, la actitud hacia quienes huían de las dictaduras latinoamericanas era bien distinta. Se cumplía un año del retorno de Perón al país, luego de 18 años de exilio. Se pretendía, en ámbitos cercanos a la Tendencia Revolucionaria, equiparar la fecha a la otra de carácter esencial: el 17 de octubre de 1945. Sin embargo, el contexto es bien diferente. La junta de comandantes presidida por Lanusse buscaba una retirada ordenada y una institucionalización en la que participasen los elementos más digeribles del peronismo; y esto con el aval de Perón, a quien se le saldarían todas las deudas: salariales, devolución de su grado, del cadáver de Evita, etc. El país estaba atravesado por un grado de movilización popular nunca visto en la historia argentina, y Perón dejaba de conducir todas las contradicciones desde la distancia y se insertaba en ellas. También conmemoraba esta fecha la JPRA (Juventud Peronista República Argentina), intento de contrapesar a la JP desde la derecha. Realizaban un acto en el estadio de Ferrocarril Oeste, en el que sólo se habrían congregado algo más de seis mil personas. El único orador, Juan Muciacia, dijo: Vivimos la etapa dogmática del proceso revolucionario; el enemigo es el neoperonismo de izquierda que se autotitula “tendencia”. La función de la

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Juventud Peronista de la República Argentina es construir el nuevo hombre sin el cual no habrá de lograrse el continentalismo . Según este orador, en esta revolución se estaba entrando entonces a la etapa de las purgas. Pero esta “revolución” confunde la contradicción principal, y el enemigo está dentro del Movimiento y no fuera. De todos modos es el lugar común de muchas revoluciones. El enemigo ya no es la oligarquía el capitalismo o el imperialismo y sus aliados internos en cualquiera de sus variantes. El enemigo es la izquierda. Es la doctrina de la Seguridad Nacional, fuera de los ámbitos castrenses. Más lógico era el temor

al

peronismo

en

círculos

históricamente

antiperonistas.

Una

integrante del directorio del Fondo Nacional de las Artes, renuncia ante la incertidumbre que le producen “los tiempos venideros”. Este hecho no tendría mayor relevancia si no se tratase de la fundadora de la revista Sur, la escritora y ferviente antiperonista Victoria Ocampo. Perón sufriría una recaída de su “problema bronquial” de junio. Isabel informaba que pronto estaría nuevamente en la Casa Rosada, y López Rega sobreactuaba: “bastante nos cuesta ahora mantenerlo en su residencia”. El diario La Nación mencionaba una gran improvisación en torno al cuidado de la salud del General: Se ha tomado conciencia de que el Presidente no puede ser sometido a la intensidad del trabajo acometido por él en los últimos 10 o 15 días” (…) “se cometieron algunas ligerezas de magnitud insospechable (…) desde una línea de valor vital desconectada hasta el hecho de recurrir a centros asistenciales no sólo alejados de Vicente López, sino carentes de los recursos más aptos existentes en Buenos Aires para tratar a Perón en estas circunstancias. Pero, aclarando, habla de “errores de buena fe”. Hacia el día 19, Perón visitaba el Uruguay. Se cancelaría, en esa oportunidad, el único conflicto limítrofe que quedaba con ese país, por la demarcación política sobre el Río de la Plata. La crónica señala las características de ese Uruguay: con Bordaberry como presidente de una

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dictadura cívico militar, en crisis económica y bajo la órbita brasilera, bastión de los intereses norteamericanos en el Cono Sur. El 20, una protesta contra promesas incumplidas de López Rega golpeaba la misma Plaza de Mayo. Alguien lanzó premonitorio:”el gobierno está lleno de gorilas”. Evidentemente esta consigna ya flotaba en el ambiente antes del 1 de Mayo de 1974. Octavio Getino, de 37 años, e interventor del Ente de Calificación Cinematográfica, corría peligro de ser procesado por permitir la proyección de “Ultimo tango en París”, de Bertolucci. El film –según los acusadores- transgredía del artículo 128 del Código Penal. Esa semana se estrenaban “El hombre que burló a la mafia”; “El primer círculo”; “Pozo de odio” y “Confesiones de una azafata sueca”. La censura, que ya vimos en los libros, también llegaba al cine. El 21 de noviembre explota una bomba en el auto del senador Hipólito Solari Yrigoyen, que lo hiere gravemente en una pierna. Del sector “Renovación y cambio”, liderado por Raúl Alfonsín, Solari Yrigoyen se destacó, ya desde la época de la Revolución Argentina, (1966 en adelante) por la defensa de los presos políticos, sin anteponer jamás la tendencia ideológica a la cual perteneciesen. Abogado entre otros de Agustín Tosco, se había trasladado personalmente a Rawson una vez acaecido el fusilamiento de los guerrilleros, el 22 de agosto de 1972. Un año después, pronuncia un encendido discurso a modo de homenaje, que no cae bien en los sectores del radicalismo ligados a Ricardo Balbín. Al fin y al cabo, el ministro del Interior de Lanusse, en el momento de la masacre, era un radical, Arturo Mor Roig. Cuestionó también, desde el recinto, el proyecto de ley de Asociaciones Profesionales, que favorecía a la CGT y aislaba a los sindicatos no alineados con la burocracia. Era evidente de donde podía venir el atentado, aunque aún no se conocía con certeza la denominación exacta de la organización que la produjo. Alfonsín advertía que “todos tenemos que estar muy atentos ante los brotes de fascismo que puede haber en el país”. Días después, Yrigoyen sería visitado por la vicepresidenta Isabel Martínez y el mismísimo López Rega. En la ocasión, el senador manifestó no tener elementos para levantar sospechas contra nadie, pero no le cabían dudas que se trataba de sectores fascistas. Tosco, en declaraciones al diario El Mundo –perteneciente al PRT-

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por supuesto repudiaba el hecho y, de paso, la embestía contra la Ley de Asociaciones Profesionales y el Pacto Social. En Córdoba, en la fábrica “Imeco”, un grupo de izquierda ingresa armado, y realiza pintadas, volantea y arenga a los trabajadores; una bomba estalla frente a un local del Partido Comunista en el barrio porteño de Belgrano; la policía detiene a once guerrilleros en La Pampa; el ERP manifestaba intenciones de canjear al coronel secuestrado Florencio Crespo por el conscripto Hernán Invernizzi, preso por el copamiento del Comando de Sanidad. El clima de violencia va creciendo. Perón se reintegraba a sus tareas. Una ola de rumores y preocupación recorría el país, lo que indicaba una fuerte intuición sobre el verdadero estado de su salud. Ya con anterioridad, sus médicos personales, Taiana, Cossio y Liotta, le habían aconsejado reducir sus horas de actividad. En Córdoba, es asesinado el gerente de la empresa norteamericana Transax, John Swint. Dicha empresa fabricaba diferenciales, cajas de cambio y otros componentes con los que abastecía entre otros a Ika Renault y General Motors Argentina. El móvil habría sido el secuestro, pero el final fue el asesinato de Swint y sus tres custodios. Por otro lado, desaparecía un sindicalista de la Unión Tranviarios Automotor

(UTA) Miguel Mars. Era

dirigente de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), ligada a la Juventud Peronista (JP) Ya en varias oportunidades, en la crónica, se sucedían voladuras de Unidades Básicas con explosivos plásticos, que no se fabricaban en el país. El Ministro de Economía, José Bel Gelbard, líder de la Confederación General Económica

(CGE)

–firmante

del

Pacto

Social

junto

con

la

CGT-

absolutamente respaldado por Perón, daba una conferencia de prensa. El Pacto Social exigía congelamiento de sueldos y salarios por dos años; en palabras de Perón “para repartir primero hay que juntar”. Este Pacto era resistido desde los trabajadores, y desde la Tendencia, porque quienes lo firmaron en nombre de la clase trabajadora no eran representativos. Pero a estas alturas, y respaldado por el Presidente, tenía el ministro margen de maniobra. Decía: Cuando recibimos el país, los argentinos no podíamos siquiera decidir que debíamos hacer dentro de nuestro territorio porque el poder de decisión

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estaba en otras manos. Vivíamos en la estructura de la dependencia, que se sentía tanto en lo económico, como en lo social y lo cultural. Comenzamos un ataque a fondo contra las viejas estructuras y lo hicimos en paz y en orden, a pesar de todos aquellos que, empujados por el dolor y la frustración de tantos años de dependencia, nos exigían cambios violentos y transformaciones cruentas. Esta “revolución” “no podía hacerse cargando sobre las espaldas de los trabajadores el alto precio de la transformación. Esta vez el esfuerzo principal debió ser soportado por los sectores que más tienen y que más ganan”. Los trabajadores, afirmaba Gelbard, ya habían realizado bastante esfuerzo. Sólo les quedaba contribuir con su vida, y eso es lo que se pretendía evitar. Asimismo, mostraba como logros haber contenido la inflación y haber bajado el desempleo. En La Rioja, el obispo Angelelli recibía el apoyo del Papa Pablo VI a su labor orientada hacia los pobres. Como suele suceder, cuando se pretende favorecer a los que menos tienen resulta inevitable tocar a los sectores del privilegio, y esto le estaba sucediendo al obispo. Esta tendencia –le decía el Papa- era la de la iglesia universal. Es que Angelelli tenía ya un amplio frente de enemigos: quienes explotaban el juego en la provincia y que también eran dueños del diario El Sol, por la oposición del obispo a los juegos de azar; y los terratenientes, por su exigencia de reparto de tierras. Ya se lo acusaba de tráfico de drogas y de liderar una conjura marxista en la provincia, e incluso había sido agredido por familiares del gobernador Menem. La verticalidad era una virtud esgrimida por los sectores ortodoxos. Justamente, les era constitutiva, en oposición a la Tendencia, que si bien manifestaba adherir con fervor a la conducción de Perón, se permitía críticas y plantear modificaciones del rumbo. Lo grave es que se fomentaba, desde la ortodoxia, la teoría de la infiltración, que debía ser eliminada. Perón, muy afecto a comparar al Movimiento con un organismo vivo, gustaba decir que contra el “virus” de la infiltración, se activaban “anticuerpos” que tendían a exterminarlos. La cuestión de los métodos no era un asunto relevante en la época, y tampoco para el general, cuyas aclaraciones sobre el modo en que actuaban estas “defensas” eran

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inexistentes. El ministro de trabajo Otero –de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM)- decía en la Escuela de Adoctrinamiento Peronista: Hemos soportado muchas cosas: volver de Madrid con instrucciones de no hacer nada, enfrentarnos con las bases de nuestro gremio, con los congresos de delegados y explicarles que si, que tenemos razón, pero que Perón dice no y es no. Tanto Otero como Lorenzo Miguel, se refirieron en términos muy duros a la juventud. Al salir del evento, se coreó por las calles “Rucci, leal, te vamos a vengar”; “Ni yanquis ni marxistas, peronistas” y “si Evita viviera, sería peronista”. Era asesinado a golpes Miguel Ángel Miño, integrante del Movimiento Villero Peronista. En la facultad de Arquitectura de La Plata, se produce un tiroteo, cuando

integrantes de la

Concertación Nacional Universitaria

(CNU)

irrumpen en la elección para el centro de estudiantes de la Facultad. Desde la recuperación de la democracia, al asumir Cámpora, no se había dado una elección estudiantil. Se da por sentado que la Juventud Universitaria Peronista (JUP) desplazará a los comunistas. Pero el péndulo está decididamente hacia la derecha, y una patota daba a entender que siempre estaba ahí, observando, con pitadas como “Ojo Bolches, CNU vigila”. A la tarde, una patota ingresa y comienza a los tiros y la emprenden a hachazos contra un retrato del Che Guevara. Pese al miedo por lo ocurrido, los estudiantes, en señal de repudio, toman la facultad. El diario El Día de La Plata atribuye el hecho “a un entredicho” entre la CNU y agrupaciones de izquierda, y luego reproduce un comunicado de la agrupación de extrema derecha que acusa a la izquierda peronista y al ERP de tener tomada la facultad desde dos meses atrás. El 27 de noviembre, en la estación de San Miguel, Antonio “Tito” Deleroni, abogado de presos políticos y militante del Peronismo de Base, es acribillado junto a su esposa. El asesino es Julio Ricardo Villanueva, ex custodio del Ministerio de Bienestar Social y miembro de la JPRA. Ante el juez manifiesta ser “un depurador de marxistas dentro del Movimiento” actuando “según las directivas del Documento Reservado”.

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El día anterior, los trabajadores de la Petroquímica Mosconi logran desarmar a cuatro matones. La Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), advertía proféticamente que estos hechos de violencia tenían la intención de provocar una sensación de caos que propiciase un golpe. Los culpables eran “el Imperialismo, la oligarquía y la CÏA (que) aceleran sus planes para derrocar al gobierno”. Es que, como vemos, la violencia de la derecha era cotidiana: el 28 de noviembre moría asesinado el abogado José Antonio Pastor Deleroni y su esposa Nélida Florentina Arana, de 30 y 26 años respectivamente. El asesino dio como domicilio el de la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Justicialista. La policía, a escasos metros del lugar, nunca se haría presente, lo cual da la pauta de que conocían la intención de matar a Deleroni y que liberaron la zona. La situación chilena prefiguraba el horror argentino. La crónica del diario Noticias decía: Fusilamientos. Torturas. Campos de concentración. La persecución del enemigo derrotado. Todo un catálogo de violaciones a los derechos humanos. Porque no basta, según la Junta Militar, con haber derrocado al gobierno de Salvador Allende, disolver los partidos de izquierda, suspender a los de centro o derecha y prohibir las actividades sindicales. Se trata de la eliminación física de los opositores, a los que se acosa hasta en los refugios diplomáticos

convertidos

en

prisioneros

desde

que

no

se

otorga

salvoconducto a centenares de asilados. La Ley de Asociaciones Profesionales seguía levantando revuelo. Raúl Alfonsín la criticaba, señalando que todo el poder iba a quedar en manos de las burocracias sindicales. Refiriéndose a la explotación que sufrían los trabajadores argentinos, y tratando de sumar sectores juveniles, declaraba que “el capitalismo es un sistema agotado”. La

Junta

militar

encabezada

por

Pinochet

en

Chile,

rechazaba

el

nombramiento de un agregado militar norteamericano en ese país. ¿La razón? ¿Se plantaba ahora el dictador chileno ante el país del Norte? No, el problema era de pigmentación: el agregado era negro. En tanto, un Comité para una Sociedad Abierta denunciaba que el pinochetazo era utilizado por

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las derechas para presionar a gobiernos progresistas de la región. El panorama internacional no era alentador. El día anterior, 30 de noviembre, Perón se reintegraba a sus funciones, anunciando un aumento para los jubilados de un 30% a partir de enero de 1974. Retomando lo mejor de su bagaje redistributivo, y recordando su llegada a la Secretaría de Trabajo y Previsión, allá por 1943, decía que Los obreros, especialmente los de campaña, atravesaban una situación dolorosa. El salario real era, término medio, de treinta pesos por mes” Los peones, explicaba Perón, estaban “peor que en la época de la esclavitud”. El objetivo entonces era que (…) en la comunidad nadie quedara abandonado a su propia suerte y que un sentido de solidaridad social permitiera que todos los hombres que trabajaban para la grandeza del país pudieran, en un momento de infortunio, tener cubiertos los riesgos para poder seguir viviendo dentro de un margen de felicidad y tranquilidad que es consustancial a la vida humana. Luego de esto, explicaba Perón, ya no veíamos a alguien pidiendo limosna. Recordamos a Discépolo y su Mordisquito, cuando nos contaba que ya no se estiraba la mano para pedir un acto de caridad sino para ver si llovía. Pero luego vino la Libertadora, y el saqueo de todo lo construido por el peronismo. Y naturalmente, después de este asalto, los pobres jubilados comenzaron a sufrir las consecuencias de una inflación que no podía paliar ningún salario ni ninguna jubilación. Este decreto, decía, era un complemento del Pacto Social. Ese mismo día, el Presidente recibía a Cámpora. Si bien se negó a que su ex delegado fuese expulsado del Movimiento, hacía un mes que no tenían contacto. Como forma elegante de sacárselo de encima, Perón lo había nombrado embajador en México. Iba a despedirse.

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El estado de salud del General mostraba debilidad. Al día siguiente, aún convaleciente de su problema bronquial –y cardíaco- , se limita a pasear media hora por los jardines de Olivos, mientras Isabel y López Rega se ocupan de las cuestiones de Estado, retornando él a Gaspar Campos. Su médico personal le recomienda reducir las tareas presidenciales en Casa Rosada a tres horas diarias. ¿Pudo esto constituir una especie de aislamiento del General con la realidad? Dice la crónica: “La recomendación médica

habría

llevado

a

Perón a descargar

cada

vez más en la

vicepresidenta Isabel Martínez los asuntos presidenciales” También en ese mes de diciembre del 73, y con los informes de Taiana, que daban poca vida a Perón, Montoneros tuvo una importante reunión con el Estado Mayor de las FF.AA. Allí, teniendo en cuenta la lucha que se vendría con la derecha del movimiento tras la muerte del general, se acordó buscar mayores apoyos con los países del Tercer Mundo en lo exterior, y profundizar la relación con el Ejército en lo interno. La reunión llegó a oídos de Perón, que se enfureció, lo que demuestra que no estaba tan aislado. Poco después, Carcagno pedía su paso a retiro. Perón se deshacía, así, de un integrante de la cúpula del Ejército que había adoptado posiciones progresistas. No recibían tantas buenas noticias como los jubilados los emigrados chilenos; confinados en Corrientes por el gobierno de Perón, sufrían constante asedio, de la Gendarmería por un lado, y la desatención de los abogados defensores por el otro. Dos de ellos habitaban su celda con presos comunes, y se les denegó la excarcelación; sus letrados no apelaron ni lo primero ni lo segundo. ¿Sentía Perón que realmente éste era el trato que merecían quienes habían acompañado a Salvador Allende, los asimilaba con las organizaciones armadas argentinas y era un guiño hacia las dictaduras del exterior? Es evidente que si. Sergio Bufano transcribe declaraciones suyas al diario italiano Domenica dell´Corriere. Consultado sobre si brindará o no asilo a los emigrados chilenos, dice: Por supuesto, obraremos de acuerdo con el derecho internacional. Pero también es cierto que serán confinados en Misiones, en el norte y en el medio de la selva.

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Perón se inclinaba cada vez más a la derecha. ¿Era para evitar un posible golpe, o se expresaba el anticomunismo del general? Bufano adhiere a esta segunda hipótesis. Como ya sabemos de sobra, detrás de estas dictaduras estaba el gran capital. Otra señal Vassena,

aquel

internacional es el nombramiento de Adalbert Krieger

ministro

de

economía

de

Onganía

que

iniciara

la

extranjerización de la industria argentina, al frente del Banco Mundial. En el ámbito académico hay estupor. En relación a los exiliados chilenos, otros abogados se preocupaban por su suerte, pero no sería gratis para ellos. Al letrado Viaggio, le balean la casa y producen una explosión con un elemento plástico. La crónica aclara que se trata de un material importado, no hallable en el mercado local. Se daba a entender que sólo alguien muy poderoso -¿el Ministerio de Bienestar Social?- podía haberlo conseguido. Viaggio había solicitado judicialmente que los exiliados no quedasen confinados en el Litoral, sino que pudieran moverse libremente por el territorio nacional. Las sospechas recaen entonces en la Triple A y en la Juventud Sindical Peronista. Así, el gobierno toma medidas cada vez más reaccionarias: se aprueba una nueva Ley de Asociaciones Profesionales, que beneficiaba a los sindicatos tradicionales y perjudicaba a los combativos. Los diputados de la JP, por disciplina partidaria y con cara de circunstancia, votaron la medida. El 28 de noviembre, es detenido y torturado en periodista cordobés Roberto Raúl Reyna. El 2 de diciembre cae el avión en el que viajaba el gobernador de Misiones, Juan Manuel Irrazábal. Su colega chaqueño Deolindo Bittel señala que tiene la firme sospecha de que se trata de un sabotaje, y, por otra parte, el gobernador misionero había recibido amenazas. Irrazábal había detectado contrabando de harina y soja a Brasil, descubrió irregularidades en la empresa de Papel Misionero y se negó a entregar créditos a sectores de la especulación. Perón sería representado en el velatorio por el Secretario de la Presidencia, Solano Lima. El General no estaba para esos trotes. Entretanto, Balbín aportaba su grano de arena al abonar aún más la teoría de la infiltración ideológica. Se preguntaba:

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¿Qué derecho tiene una infiltración absurda a dividirnos ahora que estamos encontrando la República? (…) hemos hecho el esfuerzo moral de vencer muchas circunstancias dolorosas para proyectar el rumbo de una nueva Argentina (…) Ahora, en nombre de lo nuevo, cuando Rusia regresa, Yugoeslavia medita, Mao Tse Tung conversa con Nixon y en Medio Oriente está todo el mundo buscando la paz, puede ser que todo esto sea, pueda ser, malogrado por hombres que vienen levantando banderas de una revolución cultural… De una infiltración extraña. (…) No sabemos quienes son, de dónde vienen, pero lo que está perdido allá lo quieren importar aquí. Con este discurso se acercaba entonces Balbín a la derecha peronista –de Perón ya estaba cerca- y a los sectores del ejército que ya rumiaban sus planes para salir a la defensa del modo de vida “Occidental y cristiano”. El pasado de violencia en el que había crecido la juventud argentina, y el hecho de que, tanto como él, era genuinamente argentina, no entraba en los cálculos del inveterado Chino. Por otra parte, sorprende que hablase de “encontrar la República”, cuando a Solari Yrigoyen casi lo matan en un atentado. En tanto el ERP, sufría la detención del contador Juan Manuel Carrizo, militante de la organización; la negativa del ejército a canjear al coronel Ernesto Crespo por el conscripto Hernán Invernizzi, que había participado del asalto al Comando de Sanidad. Recordamos que el ERP había sido declarado ilegal: los diarios se referían a él no por su nombre, sino “una organización guerrillera declarada fuera de la ley”, y otros eufemismos. Además del golpe en Chile, también en Uruguay, el 27 de junio de 1973, había

caído

el

sistema

democrático.

Juan

María

Bordaberry,

había

clausurado el Congreso y resultaba la fachada civil de una dictadura militar. Pero

habría

de

avanzar

más:

finalizando

el

mismo

año,

disuelve

organizaciones políticas –Partido Comunista, Socialista, Revolucionario Obrero entre otros- y estudiantiles, y clausura los diarios Crónica y El Popular, además de prohibir el derecho de reunión y toda actividad política. Como mencionamos más arriba, estaban de moda las bombas plásticas. Ese 1º de diciembre, explotaba la tercera.

73

En reemplazo del Almirante Carlos Alvarez, asume la conducción de la Armada el contralmirante Emilio Eduardo Massera. La situación chilena, la asunción de Massera y las muertes que diariamente registraban las crónicas periodísticas –sobre todo de los periódicos de las organizaciones- de militantes populares cercanos a la Tendencia, bien pueden relacionarse con la denuncia que realizaba Amnesty International, sobre la existencia de tortura a opositores políticos en 14 países latinoamericanos. Donde la tortura se ejercía sistemáticamente era en Bolivia, Brasil, Paraguay, Nicaragua y Uruguay. Sobre Chile no se contaban aún con los últimos datos. De todos modos, Amnesty no hacía mención sobre cuál era el país que impulsaba estas prácticas en América latina. Cuando estas líneas se escriben, buena parte del mundo tiene una pobre opinión sobre la entrega de los Premios Nobel de la Paz, ya que últimamente fueron distinguidos Barack Obama y la Unión Europea. Pero la cosa no es nueva: en diciembre de 1973, el premio es entregado a Henry Kissinger,

criminal

de

guerra

y

siniestro

secretario

de

Estado

norteamericano. Que también tiene relación con la ola de violencia de derecha que sacudía a América latina. El 2 de diciembre, como ya señalamos, Héctor J. Cámpora partía como embajador a México. Es una muestra del vértigo político de esos años: hacía poco más de 24 meses que había arribado, en otro avión, junto a Perón en el retorno. La revolución y el socialismo parecían estar al alcance de la mano –así lo pensaban al menos la izquierda del movimiento- en aquel ya lejano noviembre de 1972, con la dictadura en plena retirada. A fines de 1974, el panorama era diferente. No es que Perón no plantease transformaciones; pero como ya veremos, una de las diferencias estaba en los tiempos. Esta diferencia –en cuanto a la cercanía o no de las transformaciones deseadas- no sólo obedecía a causas internas, sino también externas. Y si bien el fracaso de la “vía pacífica” al socialismo intentada por Allende no parecía, en general, provocar grandes replanteos en el país –por lo menos que tuvieran que ver con algún tipo de “reflujo”-, sí influía y pesaba en otras latitudes. Por ejemplo en Italia, donde el Partido Comunista, de una estructura muy importante, planteaba una alianza con su tradicional contendiente: el partido Demócrata Cristiano. Es decir,

74

católicos y comunistas en una coalición de gobierno, con la finalidad de aglutinar entre ambos un 80 % del electorado y aislar a la extrema derecha. Esa derecha, que se gestaba como nunca, no crecía por generación espontánea. La revista española Actualidad Política Extranjera señalaba el enojo de militares argentinos con una misión militar norteamericana, debido a que esta impulsó y financió la creación de grupos paramilitares destinados a combatir a la guerrilla. Combate del cual las fuerzas armadas pretendían ostentar el monopolio. Decía la publicación: (…) fuentes muy responsables sostienen que deja (la misión militar) en Buenos

Aires

a

los

C.I.D.G.

(Grupos

Civiles

e

Irregulares

de

Contrainsurgencia) por ella reclutados y adiestrados, y toda la estructura logística necesaria para apoyarlos. Esto constituye una seria preocupación para las autoridades nacionales, empeñadas en una tarea de pacificación nacional, y que no ignoran la existencia de un sector muy influyente que quiere activar la lucha contra la subversión de izquierdas. Este artículo revela entonces dos cosas: que los militares argentinos custodiaban celosamente su derecho a la represión, formados como estaban en la Doctrina de la Seguridad Nacional (tan celosamente que llegaban a ofenderse incluso con una misión norteamericana) y que la represión de la incipiente triple A venía de un sector “muy influyente”. Esto reafirma los vínculos entre López Rega y la C.I.A., y se liga con el artículo comentado más arriba de la revista El peronista, con Brito Lima, Rucci y Miguel como personajes centrales de la avanzada de la derecha. El jueves 6 de diciembre era secuestrado en la localidad de Campana el gerente administrativo de la ESSO, Víctor Samuelsson. Con gran prolijidad y celeridad, doce integrantes del ERP lo raptan mientras almorzaba en el comedor del Club ESSO. Ni Samuelsson ni la custodia tuvieron tiempo de reaccionar. La madre del gerente norteamericano, señalaba que le daba tranquilidad saber que el secuestro había sido llevado a cabo por gente profesional. En este contexto de la vida nacional, en el que casi todo el vaivén político esta marcado por el enfrentamiento entre los dos sectores en pugna del peronismo, algunas de las valoraciones más ajustadas a la realidad no

75

provenían –en las declaraciones públicas- ni de la JP ni de Montoneros, que seguían hasta ese momento sosteniendo la lealtad a Perón, sino del alfonsinismo. En Mendoza, el líder de Renovación y Cambio señalaba que En el peronismo, como en otros partidos, se está produciendo una concentración de la derecha, que desplaza a los grupos progresistas. Solía coincidir en general, con este análisis, el diario El Combatiente y más concretamente, Mario Roberto Santucho desde sus editoriales. El 12 de diciembre, el presidente norteamericano Richard Nixon nombra embajador en la Argetnina a Robert Hill. Sus antecedentes no eran alentadores ni para nosotros ni para la región: toda su carrera estuvo vinculada a la CIA. En 1953 fue embajador en Costa Rica, donde desarrolló todo tipo de actividades para favorecer a la United Fruit & Co., y trabajó para el golpe que derrocó a Jacobo Arbenz en 1954. Luego de algunos cargos en Estados Unidos –desde los cuales siempre favoreció sus negocios privados-, fue nombrado embajador en México en 1957. Hacia el 58 ya andaba por allí Fidel Castro y sus compañeros tramando la revolución contra Batista: Hill fue muy activo en la persecución de Fidel. Ya derrocado Batista, en 1960 Hill aconseja a EE.UU. que no compre más azúcar cubana. Permanentemente se involucra en los asuntos latinoamericanos: impulsa la creación de sindicatos anti- comunistas, e interviene indirectamente en el golpe de Brasil (1964) y la invasión a república Dominicana (abril de 1965) . En 1969 fue nombrado embajador en España, con el fin de lograr la instalación de bases militares. Y para finalizar,

fue

Secretario

de

Defensa

para

Asuntos

de

Seguridad

Internacional, donde trabajó para el derrocamiento de Allende. Kissinger decía que “su nombramiento es el símbolo de la importancia que la Argentina tiene para nosotros”. No había dudas. De las pocas voces que se levantaban del peronismo, destacaba la de Rodolfo Ortega Peña, a quien el giro a la derecha iba desplazando. Fue declarado “prescindible” como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, al amparo de la Ley de prescindibilidad, creada supuestamente para depurar de administración estatal de agentes provenientes de la anterior

dictadura,

pero

utilizada,

en realidad,

para

la

persecución

76

ideológica. Lo mismo sucedía a Eduardo Luis Duhalde. En noviembre, en la revista Militancia, decían: A partir del 25 de Mayo comenzó una nueva etapa en la lucha revolucionaria de la clase obrera y el pueblo peronista por el poder. Hoy la marcha del proceso nos impone la necesidad de analizar también al enemigo enquistado dentro del movimiento, al peronismo de arriba (…). Identificaban dos formas que se estaban dando de aislar a la Tendencia: (…) por un lado, los que conscientes del estado de conciencia masivo y de la fuerza o poder desarrollado por los sectores de la tendencia, buscan instrumentar una

canalización´ de esa rebeldía juvenil o impulsos

revolucionarios dentro de marcos institucionales, encuadrándola dentro de la verticalidad del movimiento y reduciéndola a una rama del mismo. Así, sin obstaculizar cierta verborragia revolucionaria, encauzar sus esfuerzos hacia la tan mentada e impulsada “Reconstrucción Nacional”. Las relaciones, diálogos, pactos de no agresión etc., con los sectores de la tendencia se plantean como una forma de comprometerla y a la vez de encorsetarla dentro de un “juego limpio” (o dentro de reglas de juego determinadas), donde la burocracia mantendría su hegemonía en lo superestructural y a la tendencia sólo le quedaría la posibilidad de funcionar como su “ala izquierda” radicalizada. (…) Si uno lee estas líneas con atención no parecen estar refiriéndose a otra persona que no sea el mismo Perón. ¿No era él acaso el que había planteado que la juventud tenía que ser la cuarta rama del movimiento, que les daría el manejo de la Fundación Evita, y que luego de hacer esa experiencia política “tendrían la manija”?. Sin embargo Militancia no llegaba a tanto en ese momento –por la indudable dificultad de las condiciones del momento- y señalaba a otros responsables: Lorenzo Miguel en primera línea, y toda la llamada burocracia detrás. Eran señalados por este editorial como los responsables de

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(…) el cierre de Unidades Básicas, Ezeiza y los demás asesinatos y atentados (…) Este sector derechista de la burocracia es el gestor y ejecutor principal del golpe del 13 de julio que impuso al yerno en la Presidencia y que coherentemente hoy impulsa la “depuración”, documento reservado mediante, que de llevarse a cabo terminaría con la expulsión de la clase obrera y del pueblo del Movimiento. Tampoco se menciona aquí a López Rega, incluso se habla “del yerno” sin decir el yerno de quién. Puede haber sido un error involuntario o una omisión voluntaria, para no profundizar el enfrentamiento y rozar al mismo Perón. Aunque, obviamente, todos sabían a quién se referían. Lo mismo vemos, por ejemplo, en la revista quincenal cordobesa El peronista. En el editorial de la 1º quincena, hablaba del susto por la salud del General, que esta ocasión había sido aprovechada por la burocracia para avanzar, y titulaba con un expresivo “¡Viva Perón, carajo!”. Perón,

entonces,

que

no

era

rozado

públicamente

por

estos

cuestionamientos, se encontraba abocado, hacia el final de ese año 1973, a una reforma constitucional. Ésta daría cuerpo institucional a las políticas de “liberación” por él planteadas. Para ello, se proponía el diálogo con todos los sectores políticos. La primera reunión, lógicamente, sería con Balbín. Pero también la marcha del Pacto Social lo ocupaba, y en esta oportunidad, hablando en la CGT, ponía todo el peso de su autoridad para contener los reclamos de los trabajadores. Primero recordó a los líderes sindicales – parafraseando al cómico Fidel Pintos- que “las paritarias las inventé yo”, para luego agregar que En un período de abundancia, aseguran justicia, pero en un período de miseria provocan lucha, que a nadie le sirve. No es posible dar pasos más largos que lo que permiten los pantalones. Era evidente que estaba pidiendo a los trabajadores esfuerzo, y que éste era mayor que el que haría el empresariado. Pero también tenía que dar una esperanza:

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Los trabajadores tienen mi palabra. Yo les aseguro que volveremos a los tiempos en que todos estábamos felices y tranquilos, cuando el pueblo tenía sueldos para vivir en tranquilidad y felicidad. Aquí Perón interpretaba el sentir de un sector muy importante de la clase trabajadora argentina. Lo repetimos: que no quería tomar el poder. Quería dárselo a Perón para que vuelvan “los días felices”. La consigna era Trabajar tranquilos y sin apuro. Trabajar despacio, sin sacrificar a una generación para que otra pueda disfrutarlo (…) como dice el tango, para juntar chirolas hay que laburar. Y dejaba claras sus ideas con respecto a los sindicalistas que no se sometían a adoptar este ritmo moderado, y a la juventud: (tengamos) fe en nosotros, fe en el gobierno y en los dirigentes sindicales, que siempre han mostrado un cumplimiento honesto y capacitado de su misión (…) Si alteráramos esto, haciéndole el gusto a los que quieren Lola, no tendríamos mucho que agradecer. Al día siguiente profundizaba más sobre el asunto. Antes de 1972, Perón hablaba del “trasvasamiento generacional”, mediante el cual los jóvenes tendrían

“la

manija”.

Pero

ahora

hablaba

más

de

la

“generación

intermedia”. Los muchachos están verdes y los viejos demasiado maduros. En estas circunstancias se necesita una capa media, que es la equilibradora de todos los procesos y fenómenos de este tipo (…) no puede ser (el trasvasamiento) de un hombre de 78 años a un muchacho de 20, porque se va a caer en el vacío. El trasvasamiento generacional debe realizarse de a poco y normalmente. Esta claro entonces que hay una cuestión de tiempos: despacio, la acumulación necesaria para luego repartir; despacio, la llegada al poder de

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la juventud; despacio, el proceso de liberación. En un reportaje había señalado que Todos queremos la revolución, pero no se puede hacer tirando todos los días un viejo por la ventana. En la anunciada reunión con Balbín, se tocaron temas referentes a la reforma constitucional y a la violencia entre otros. La nota de color la puso el dirigente radical, al aclarar, por si Perón no lo sabía, que “Le ratifiqué al Señor Presidente que el radicalismo es reformista”. Luego de esta imprescindible aclaración, señalaba que coincidieron en el hecho de encontrarse falencias en la legislación penal para juzgar a la guerrilla. Más adelante surgirá con fuerza este tema, y veremos repetidas veces a Balbín, desde su lugar, agitar la purga. El ministro de trabajo Otero, de la UOM, proseguía con su catarata verborrágica, que no podía producirse sin conocimiento y autorización de Perón. En Rosario, señalaba que No usamos la estrella roja, los distintivos que usa una juventud que no sabe lo que hace, mal aconsejada y mal conducida por ideólogos que prefieren el retrato del Che Guevara al de Perón, como si fuera posible reemplazar a Perón por un renegado. Este tipo de declaraciones aportaba poco para la “evolución en paz” que tanto proclamaba Perón; en la atmósfera cargada de esos días; expresiones de este violento tenor poco podían contribuir a la supuesta pacificación que el gobierno decía buscar. Caracterizar al Che como un “renegado”, y que lo haga alguien que en su momento apoyó a Vandor en contra del mismo General, debía resultar, a los oídos de la juventud, doblemente insultante. Perón, que al conocer la muerte de Guevara habría escrito que “ha muerto uno de los nuestros, quizás el mejor” no lo desautorizó. Nótese como. En un encuentro con los partidos políticos, el general decía que “no queremos reprimir violentamente porque sería agregarle una violencia a otra violencia.” Sin embargo, un acto en el que iban a estar presentes Agustín Tosco, sectores alfonsinistas, el FAS (Frente Antiimperialista por el

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Socialismo) y el Partido Comunista debe ser levantado por amenazas. Dos días antes, también Tosco había advertido sobre un avance fascista que se venía verificando. Perón negaba por supuesto que esto se impulsase desde el gobierno. Todavía mantenía al menos la sutileza del doble discurso. Ya veremos cómo la dejará de lado. El 20 de diciembre, con una sorprendente liviandad, decía que Muchas veces me han dicho que creemos un batallón de la muerte como el que tienen los brasileños, o que formemos una organización parapolicial para hacerle la guerrilla a la guerrilla. Pienso que eso no es posible ni conveniente. Llama la atención la seguridad que tenía el General de no ser cuestionado, al reconocer que tenía cerca suyo o prestaba oído a colaboradores que le daban semejantes recomendaciones. ¿O eran ideas propias? Mientras, otro ejecutivo, esta vez inglés, era secuestrado en La Plata, donde también era quemada una Unidad Básica que se utilizaba para dar clases de apoyo a los niños. En sus paredes aparecen pintadas de la JPRA. En Capital, era secuestrado un militante comunista, aparentemente por personas pertenecientes al Sindicato de Sanidad. En la revista Estrella Roja –órgano de difusión del ERP, mientras que El Combatiente lo era del PRT- se entregaba una crónica detallada de las acciones que iban realizando. Veamos las más destacadas de diciembre: 3- Córdoba. Comando copa la fábrica ILASA PBC, subsidiaria de la IKA Renault, después de desarmar a la guardia. Se lee una proclama dirigida a los obreros que están en conflicto con la patronal.” (…) 4- Santa Fe. Un Comando del ERP copa un ómnibus del ejército contrarrevolucionario, desarma a sus tres ocupantes y lo incendia.” (…) 6- Campana. Un Comando del ERP secuestra al ejecutivo yanqui Victor Samuelsson, gerente de operaciones de la empresa imperialista ESSO.” (…)

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16- Lomas de Zamora. Bs. As. ERP. El Comando Clarisa Lea Place expropia mil doscientos pollos de la empresa San Sebastían y los reparte en barrios humildes. Santa Fé. ERP. Los Comandos Maderiyc, Silva y Tettamanti, copan dos camiones de la empresa Sancor, expropiando leche y distribuyendo en barrios pobres, etc. El ERP señalaba que la tregua planteada a Cámpora –no atacar a fuerzas policiales, sólo al ejército y a las multinacionales- fue rota por el asesinato de militantes, por lo cual comienzan las represalias. Por otra parte, advierte a los legisladores que voten leyes que reformen el Código Penal –aquellas sobre las cuales coincidieron Perón y Balbín- “se los considerará reos de la justicia popular” El 22 de diciembre, Perón anunciaba el Plan Trienal, con el cual pensaba encarar la reconstrucción nacional. Ambicioso y optimista, preveía un crecimiento del PBI cercano al 8%, gran cantidad de obras públicas y viviendas, y un fuerte aumento de las exportaciones. Para 1977, se esperaba que los trabajadores participasen en un 47,7% del ingreso nacional. Era la vuelta al fitfty- fifty. Esto acompañado de un incremento en la producción siderúrgica, petroquímica, maderera, celulosa, etc. Todo en un marco de mejora del nivel de vida, alta participación política y recuperación

de

la

independencia

económica.

Era

un

capitalismo

redistributivo, con tendencia a la independencia económica, pero siempre asentado en la exportación de materias primas, aunque también las había industriales. No estaba mal para el deterioro que se venía verificando luego de 1955. Pero era también un desafío: el contexto económico internacional no era el de 1946, y el panorama político latinoamericano era difícil. Pero si era ambicioso el Plan en el terreno de la economía, comenzaban a plantearse incertidumbres en lo político: se hablaba ya en la prensa qué sucedería si moría Perón. En el diario “Noticias”, se reproducía un artículo de Mariano Grondona en La Opinión, en éstos términos: Una emergencia sucesoria podría llevarnos a una troika argentina: Isabel, presidente en nombre del sistema de partidos y las instituciones; cúpula militar y cúpula sindical como triunviros colectivos”, afirmó ayer el ganadero

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Mariano Grondona con un editorial publicado por el matutino La Opinión, de la ciudad de Buenos Aires. El ex subsecretario de Interior del gobierno militar que presidió el senador José María Guido señaló que esta troika que comparó con el sistema soviético de gobierno, era imaginable “sin que se nos imponga como antes, la visión del caos total”. Indicó Grondona que el poder adquirido por Isabel Martínez en los últimos meses eliminaba “el vacío absoluto de una eventual enfermedad de Perón”. El periodista, a quien se sindica como autor de la proclama militar del general Juan Carlos Onganía en 1962, alega que mientras Evita era “el corazón de Perón”, Isabel es “su sombra” y señala como una paradoja que “el poder de la sombra sea comparable en algunos aspectos superior al poder del corazón”. Según Grondona ello es así porque en 1951 Perón tenía 56 años y Evita nunca tuvo lo que tiene ahora Isabel: “una dimensión sucesoria”. La sonada reforma del Código Penal logra sancionarse en el Senado. Se aumentaban las penas por secuestros, amenazas, tenencia de explosivos y asociación ilícita. Pero las FAL (Fuerzas Armadas de Liberación) secuestran a Miguel Ángel De Bonis, acusándolo de ser proveedor de armas para el CO (Comando de Organización), la CNU, La Juventud Sindical Peronista y otros grupos de extrema derecha. Entretanto, la derecha internacional mostraba sin tapujos su alineamiento. El Bank of América estimaba como positivo el giro producido en Chile. “Murió gente”, señalaban, “pero prácticamente son extremistas que no quisieron rendirse”. Ante la claridad que brinda la distancia en el tiempo, se puede observar un cerco que se va cerrando: aumento de la actividad de extrema derecha en lo interno, dictaduras y el gran capital, más la CIA, actuando con gran celeridad en lo externo. Como contraste, el Gobernador de Santa Cruz, Jorge Cepernic, esperaba que el Parlamento de su provincia le aprobase la expropiación de 650 mil hectáreas de tierra en la Patagonia, hasta ese momento en manos de compañías inglesas. Hacia el día 30, se conoce que los diputados de la JP se oponen al tratamiento de las reformas al Código Penal. Un gobierno popular no podía

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proponer una legislación similar a la de la dictadura, y no se solucionaba la violencia con medidas represivas sino atacando sus causas. Así terminaba ese año fundamental que fue 1973. Sin el más mínimo diálogo entre Perón y la Tendencia, con el ERP de realizando nuevamente operaciones, con un enfrentamiento sangriento entre la derecha y la izquierda del Movimiento peronista, con el Pacto Social muy cuestionado y sostenido solamente por la enorme autoridad de Perón, y con un clima de violencia verbal y física alarmante. La salud de Perón preocupaba a todos, y comenzaban a tejerse todo tipo de elucubraciones –como ya vimosreferentes a la sucesión. Se estaba lejos del clima de euforia de Mayo, y Perón estaba dispuesto –tanto dentro del Movimiento como fuera de él- a poner orden.

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Capitulo VII. Enero- marzo de 1974 Desde la Habana, el secretario general del Partido Socialista de Chile, Carlos Altamirano, alertaba con gran lucidez, sobre la voluntad de Estados Unidos de seguir desestabilizando la región. Decía: Transitoriamente nadie duda que el triunfo del golpe militar fascista importa una gravísima derrota para el movimiento popular chileno y revela un retroceso momentáneo de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas en relación con la estrategia continental del imperialismo. Esta estrategia ha logrado otros éxitos transitorios. Además de Chile, en Brasil, Uruguay, Bolivia, y se propone como objetivos inmediatos derrocar a los gobiernos de Argentina, Perú y Panamá. La grave crisis que afronta Estados Unidos, crisis que se expresa en los planos político, militar y también moral: Watergate, Vietnam, la guerra del Medio Oriente, la crisis de la energía, la crisis monetaria, la crisis de la sociedad de consumo, las contradicciones crecientes entre las grandes potencias capitalistas occidentales, han obligado a los Estados Unidos a replegarse sobre su ´patio trasero´. Pretenden conservar su poder a través de regímenes dictatoriales. La forma más extrema la constituye la dictadura fascista de Chile, puesto que allí también se encontraba el eslabón más débil de su cadena, dado el alto grado de desarrollo y conciencia de las fuerzas populares y revolucionarias. El principal error del socialismo chileno, decía Altamirano, fue creer que la burguesía podía moverse por carriles democráticos, que el ejército se mantendría en una posición profesional y que el imperialismo sería neutral. Y agrega profético: “la reacción chilena y el imperialismo norteamericano han dado una nueva lección a las fuerzas progresistas, democráticas y revolucionarias del mundo. Estas han de recordarla y valorarla en toda su inmensa proyección histórica”. Podemos conjeturar que Perón quería “parar la mano”, teniendo en cuenta esta avanzada imperialista en Chile. Pero lo imperdonable es que haya

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querido hacerlo apoyándose en lo peor de la derecha del peronismo y en métodos ilegales. La revista El Descamisado, hacía un balance de ese vertiginoso año 73. Señalaba las contradicciones –por decirlo livianamente- que en los últimos meses se habían dado con respecto al proceso iniciado el 25 de mayo de 1973, en que asumió Cámpora. Algunas revelaban, en efecto, que el peronismo se estaba yendo a la derecha. Por ejemplo, la designación del General Alberto Cáceres al frente de la Gendarmería Nacional. Cáceres había sido, durante el gobierno de Levingston, director de la “Coordinación federal”, una sección de la Policía federal dedicada a la persecución de “elementos disolventes”, eufemismo con el que solía caracterizarse a toda postura opuesta a la Doctrina de la Seguridad Nacional y a la entrega de la economía al gran capital transnacional. Luego fue nombrado jefe de la Policía federal, pródiga en el arte de torturar. Y Pomar, nombrado jefe segundo del Estado Mayor Conjunto, fue el responsable de la represión del 17 de noviembre de 1972, que tenía como finalidad impedir un contacto masivo del pueblo con Perón. Por supuesto, se incluye también en esta lista las modificaciones al Código Penal que restablecía penas de la época de la dictadura. Y estos tres elementos eran unidos, en el editorial que comentamos, por la necesidad de control social ante la apertura a los capitales extranjeros que buscaba el ministro de economía José Bel Gelbard. El Descamisado no deja de mencionar un acto organizado por la burocracia sindical, destinado a la rama femenina, en la que dio un discurso “hueco” Isabel Martínez –nunca esta revista la llamará Isabel Perón, ya que para los Montoneros, y para la tendencia en general, esposa de Perón hubo una sola- ante escasa concurrencia. Y se denunciaba que el Consejo Superior del Movimiento

pretendía

eliminar

del

peronismo

unidades

básicas

y

representantes de la JP. Lo curioso, es que este cuadro francamente desalentador para la tendencia, no se roza –en forma pública- a Perón. Ya lo señalamos, y con el correr de los meses, seguimos verificándolo. Es como si el Líder fuese ajeno a estas decisiones. Como señalaron Ivancich y Wainfeld “, la duplicidad no tiene mucha sobrevida cuando se intenta una política de masas.”

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En ese mismo número, un artículo es revelador de la postura de los años subsiguientes. Habla de Chile y se titula: “Una dramática lección: no hay vía pacífica sin combate”. El argumento entonces es claro: la llamada “vía chilena” o la “vía pacífica al socialismo” era inviable para enfrentar al imperialismo y a sus socios locales, capaces de recurrir a la más cruda violencia. Sólo podía enfrentarse a estos enemigos, con otra violencia. Ni bien llegado al gobierno, Allende había aplicado sin vacilaciones su programa: nacionalización de los recursos naturales, reparto de la tierra, dignificación del trabajador. También desde el primer momento, marchaba la conspiración. Se hace hincapié, entonces, en la falta de una conducción unificada para presentarse a la lucha desde los sectores populares, contra los militares golpistas. Ante una oleada inaudita de represión, el pueblo debe retroceder en una situación de evidente desigualdad. Son muchas las voces que plantean el interrogante de cómo

las

organizaciones armadas no tomaron nota del ejemplo chileno y no bajaron la intensidad de sus acciones hasta ver mejor cómo venía la avanzada derechista. José Pablo Feinmann afirma en una entrevista que Estábamos en un momento en que Perón podía haber hecho un país, si los Montoneros hubieran entendido que tenían que retroceder. Incluso ya se había producido el golpe en Chile, sinceramente no se que mierda tenían en la cabeza. Lo que Feinmann no dice es que a la Tendencia se la atacó ya en Ezeiza, antes de que Perón volviese al poder. Daba, en ese entonces, muestras de absoluto alineamiento. ¿Qué significa retroceder? ¿No buscar espacios de poder, cuando se palpitaba una transformación significativa y se salía de una dictadura? Hoy sabemos que el corolario fue, para nosotros, un gobierno dictatorial –el del 76- que llevó adelante un nivel de represión inaudito, pero nadie podía preverlo entonces. Tanto miembros de las conducciones como militantes manifiestan que se conversaba la posibilidad de un golpe si Perón moría, pero se lo esperaba, como mucho, un poco más represivo que los anteriores. Nadie imaginó las palabras que Harguindegui le dijo a Roberto

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Perdía “las anteriores fueron dictablandas”. En la dinámica de la época, luego de un año como el 73, y con la enorme movilización popular que venía experimentando nuestro pueblo, consideramos lógico que no se halla pensado en un reflujo, en un “desensillar hasta que aclare”. Al contrario, se pensó en profundizar el accionar y organizarse cada vez mejor para afrontar esta posibilidad. En La Plata, era descubierto un arsenal de la CNU. En tanto, los últimos días de diciembre, Perón había enviado un sentido saludo al general Stroessner, feroz dictador paraguayo. Llama la atención como “el general herbívoro”, que planteaba reformas en un estricto marco institucional, repartía elogios y abrazos con dictadores latinoamericanos. Mi esposa se une a mi para valorar y agradecer los buenos augurios que nos han hecho llegar con motivo de las festividades de fin de año. Al retribuirlos muy especialmente, les renovamos las seguridades de nuestro mayor aprecio y afecto, con los mejores votos por la prosperidad y bienestar de la hermana nación paraguaya, un abrazo, Juan Perón, presidente de la Argentina. La ciudad de Córdoba experimentaba un fuerte crecimiento del accionar represivo por parte de la policía provincial, que se independizaba incluso de la autoridad del gobernador Obregón Cano. A esto se sumaba un conflicto con la municipalidad de Córdoba y con los empresarios del transporte, con clara

finalidad

desestabilizadora,

como

ya

veremos.

Además,

se

aprovechaba la ocasión en que el gobernador se encontraba en Buenos Aires por una internación de su hija. Los empresarios se negaban a pagar los aumentos salariales acordados; la provincia

amenazaba

con tomar medidas enérgicas

–incautación de

colectivos, quita de permisos- mientras la Municipalidad hacía tiempo –con la evidente intención de que la situación se deteriore aún más-, y el intendente Ávalos no se hacía presente en la negociación entre los trabajadores del transporte y los empresarios. Era evidente que se pretendía utilizar este conflicto para desgastar al gobierno de Obregón Cano y Atilio López.

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De esta intención de erosionar solía participar también la CGT, orientando sus baterías hacia los gobernadores ligados a la Tendencia –o simplemente progresistas, lo cual era sinónimo de marxismo-, en el marco de la disputa que sostenían ambos sectores, muy fogoneada por el asesinato de Rucci. Habíamos visto cómo el gobernador de Santa Cruz, Jorge Cepernic, planteaba la expropiación de 650 mil hectáreas a grandes propietarios ingleses. La regional de la central obrera se oponía, con el insólito argumento de que Se caería en el gravísimo error de tratar de enfrentar al imperialismo inglés para caer en el imperialismo estatal. Pero al clima de violencia se sumaba, como una dificultad al planteo económico de Perón, la crisis internacional desatada por la cuestión del petróleo árabe. Es que estos países, luego de la Guerra de Yom Kippur, enfrentamiento entre Israel contra Egipto y Siria, del que salió victorioso el primero. Decidieron no exportar más petróleo a los países que apoyaron al estado israelí, es decir, Estados Unidos y sus aliados. En un mundo fuertemente industrializado –veníamos de lo que Hobsbawm llamó “los años dorados”esta medida trajo fuertes efectos inflacionarios. En la Argentina –seguimos aquí a Mario Rapoport- las consecuencias fueron un incremento del porcentaje que las importaciones de petróleo representaban en el PBI, que pasa del 3,1 al 15%. La producción local era insuficiente, había que desembolsar más divisas y subían los costos empresariales. Generalmente los empresarios suelen trasladar estos incrementos de los costos a los precios, pero por el Pacto Social estos estaban congelados. Actualmente vivimos una avanzada norteamericana sobre los países donde hay petróleo. Pero esto no es nuevo: ya en esos años, 73- 74, Estados Unidos amenazaba con tomar por la fuerza lo que se les negaba en uso de la soberanía. El secretario de defensa, James Schlesinger, decía que los países árabes corrían el riesgo de sufrir una intervención armada, si la opinión pública norteamericana así lo exigía. Se explica, ante esta agresividad, la necesidad de muchos países del tercer mundo de vivir a la defensiva. Es el caso de Cuba, que en enero del 74 realizaba una

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importante exhibición militar en el desfile del XV aniversario de la revolución, y daba a conocer que contaba con 300 mil soldados y el pueblo organizado y armado, lo que podía llevar a una movilización de 4 millones. Estados Unidos no solamente atravesaba una crisis económica, sino política. El caso Watergate ponía en jaque a su presidente Richard Nixon, y 44 de cada 100 norteamericanos pensaba que debía ser destituido. Pero, más allá de las dificultades del contexto internacional, la avanzada del macartismo peronista seguía a paso sostenido. El 8 de enero, a la madrugada, sufría un atentado la imprenta Cogtal, donde entre otras publicaciones se imprimía el diario El Mundo, perteneciente al PRT. Ese mismo día, publicaban una solicitada en Noticias, en estos términos. El fascismo contra EL MUNDO: el pueblo y EL MUNDO contra el fascismo En la madrugada del día de la fecha, una banda fascista ocupó la imprenta de Cogtal, en la que se imprime nuestro Diario, destruyendo la rotativa, y poniendo en serio riesgo la vida del personal de la referida imprenta y de nuestro vespertino. Este atentado forma parte de una campaña desatada contra EL MUNDO, y que se expresó en las solicitadas de la llamada JPRA y de la dirección pactista del SUPA y en el último número de EL CAUDILLO. Cuando EL MUNDO ganó la calle se planteó ser el órgano de expresión de las luchas de la clase obrera y del Pueblo, combatiendo con energía al imperialismo, a los monopolios, a las empresas multinacionales, a la dependencia cultural y política, a la burocracia política y sindical, al macartismo y al fascismo. En los cuatro meses de vida, desde nuestras páginas hicimos conocer los reclamos de nuestro Pueblo, contra una sociedad de injusticia y explotación. Esta prédica consecuente con los principios y las movilizaciones de las masas populares, determinó una injustificada e ilegal clausura dispuesta por el entonces presidente Lastiri, la decisión del equipo económico de ahogarnos financieramente, no otorgándonos la publicidad que legalmente nos corresponde, y las continuas amenazas y agresiones por parte de las bandas armadas de la burocracia sindical y política.

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Es que el fascismo es irreconciliable con la clase obrera y con toda opinión democrática. Constituye la forma de expresión de la política del capital financiero e internacional para América Latina, como lo demuestran las experiencias de las naciones hermanas de Chile, Brasil, Uruguay y Bolivia. En nuestra Patria, esta corriente hegemoniza el proyecto oficial, promueve la “depuración ideológica”, impulsa el Pacto Social y se asienta en invocaciones pretendidamente “nacionalistas”, como las de “Argentina Potencia”, “Reconstrucción Nacional”, que ocultan el real objetivo de mantener la dependencia y la explotación. También preparan las bandas armadas que intentan frenar el avance del Pueblo mediante el asesinato de militantes populares como los casos de Colombo,

Fredes,

Aquino,

Razzetti,

Delleroni,

etc.,

los

atentados

dinamiteros a los Sindicatos, Unidades Básicas, Comités de Bases Vecinales. Por otro lado, tratan de obtener los instrumentos legales para agudizar la represión, como por ejemplo la pretendida Reforma del Código Penal. Frente a esta escalada, el Pueblo responde con la intensificación de sus luchas, el repudio a los asesinos. A su vez, EL MUNDO ante este atentado ratifica su decisión de combatir los planes

fascistas,

siendo

un

instrumento

consciente

de

la

lucha

antiimperialista y por la PATRIA SOCIALISTA. Dr. Manuel j. Gaggero Director interino Gaggero señalaba, además, que la policía acudió al llamado con absoluta displicencia, que se limitó a llamar a los bomberos, y que estos arrojaron mucha más agua de la necesaria arruinando, de paso, todo el papel. De la solicitada se desprenden varios aspectos. En primer lugar, que esta avanzada de la derecha no podía ser ajena a Perón. Sobre este particular nos vemos obligados a volver con frecuencia. Otro, es el cuestionamiento al Pacto Social. Más allá de los resultados de éste, de la gestión de Gelbard, etc., tengamos en cuenta que siempre, desde el marxismo, en cualquiera de sus variantes, si es consecuente, habrá oposición a todo lo que pueda significar conciliación de clases. Y es justamente la bandera que siempre levantó Perón.

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Sin embargo, el calificativo “fascista”, que en el terreno político se utiliza muchas veces como un epíteto, consideramos que, en la solicitada, es ajustado. Para comprobarlo, sólo hace falta consultar la revista El Caudillo de la tercera posición. Como venimos viendo, en esta época de violencia, el lenguaje utilizado está a tono con los tiempos. Sin embargo, la exacerbación de esta revista de la derecha peronista no deja de sorprender. Ahora quieren (la izquierda) hacer fracasar el proyecto de Perón, no nos asustan. Al contrario, nos afirman en la lucha. Que tengan por cómplices a toda la maffia periodística del país no nos desespera (…) Todos tendrán su merecido. Primero será la guerrilla antipopular y antiargentina, luego el exterminio frío y sistemático de todos los medios de difusión que constantemente se prestan a la prédica de la destrucción y que sabotean – desde 1810- todos los proyectos de patria que florecieron en el país. (…) Tenga claro el enemigo que nuestra lucha no es una mera afirmación doctrinaria, tiene también la implicancia práctica de una guerra llevada hasta el exterminio contra todos los que atentan contra las verdades del pueblo y de la patria. Porque somos machos y porque Perón manda. Así, con esta aterradora simpleza se amenazaba con el exterminio final a – otra vez- quienes están con los enemigos del pueblo. Hacia el 9 de enero se produce el tercer secuestro de 1974. Esta vez le tocó al industrial Francisco Ventura, en manos de las FAP. Y se iba dibujando más definidamente la figura de la triple A. Los legisladores de la JP que se negaban a votar el proyecto de ley de Reforma del Código Penal, recibieron una carta de esta organización –en ese momento se pensaba que las siglas significaban “Alianza Antiimperialista Argentina” –que les advertía que Comenzaremos a actuar en consecuencia, lo que será muy lamentable para ustedes” (…) “creíamos haber sido claros con nuestra anterior advertencia y la experiencia del bolche Solari Yrigoyen les indica que no hablamos en vano, pero por lo visto ustedes no conocen el refrán que dice que un botón para muestra basta.

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Recordemos que esta amenaza, al cumplirse en caso de que los legisladores no votasen dicha ley, se sumaba a la del ERP, en caso de que la votasen. Entretanto, la ofensiva contra Córdoba seguía avanzando: el día 10 a la noche, Perón convocó una imprevista reunión de gabinete, donde ya se habría hablado de intervenir la provincia. Si bien desmentida unos días después –Perón habría aconsejado “no tomar medidas enérgicas ni apresuradas”- la idea estaba en danza. El conflicto del transporte se prolongaba y las empresas del sector estaban intervenidas. Varios hechos políticos tuvieron al general en el centro de la escena en esos días: una reunión con empresarios de la CGE donde expresó que el Pacto Social era inamovible; laudos del gobierno a favor de los trabajadores en varios conflictos, el avance por las reformas al Código Penal, y el tratamiento

–expectante-

del

conflicto

cordobés.

En

tanto,

las

62

Organizaciones peronistas de la provincia mediterránea expulsaban a Atilio López. Luego Perón hablaría por radio y televisión. En el mismo sentido en el que se dirigió a la CGE, lo hizo esta vez para volver a defender el Pacto Social. Denunció a algunos “agentes que desde el gobierno y las organizaciones gremiales atentan contra el Pacto Social”. Este había permitido Establecer las bases indispensables para un lanzamiento coherente y racional. La crisis del petróleo que ha provocado el problema del combustible en el mundo, ha sido el comienzo de una nueva etapa en la lucha mundial por la subsistencia y el desarrollo. Su continuación llegará también a amenazar decisivamente el futuro de una humanidad encaminada a

su destrucción mediante sistemas que ya

no coinciden con las

necesidades creadas por la evolución. En consecuencia, se trata de un problema de fondo, que no ha de solucionarse con aspirinas. Es que los que no han tenido buena cabeza para prever, necesitan ahora buenas espaldas para aguantar. Y agregaba en tono profético: Esta crisis ha sido el primer aviso que la providencia ha hecho al mundo. Dudo que todos lo comprendan y dudo todavía más que los poderosos

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comiencen a comprenderlo en forma que los influya como para entrar en la buena senda. Si como sospecho, el mundo no se pone de acuerdo en la defensa común de la humanidad, nos espera una etapa de nuevas luchas cruentas cuyas consecuencias son difíciles de prever. En tanto, la escasez de algunos productos alimenticios básicos –carne, pollo, aceite- ya se hacía sentir. Numerosos comercios eran sancionados por no cumplir con los precios máximos. Donde más irregularidades se detectarán es en la comercialización de carne. Siguiendo la línea independiente que caracterizó a los gobiernos de Perón en relación a la política exterior, la Argentina rompe el bloqueo de Estados Unidos hacia Cuba y vende a ese país material ferroviario fabricado en Córdoba, por un monto de 81 millones de dólares. Dicha venta se suma a otra anterior de camiones, por 120 millones de dólares. En esta misma línea, nos visitaba en esa primera quincena de enero, el líder de la revolución panameña Omar Torrijós, muy apreciado por la izquierda por su impronta antiimperialista. Calurosamente recibido por la JP, declaraba que Cuando anoche vi al pueblo argentino apoyando nuestra lucha, se me hacía muy difícil mantener la calma y no romper el cordón de seguridad y las reglas del protocolo. Pidió dar un mensaje “a los militantes de la Juventud Peronista (de) lo agradecidos que estamos”. En tanto, referido al reclamo de Panamá para ejercer la soberanía sobre el canal, Perón afirmaba: Panamá tiene todo el derecho de reclamar la soberanía absoluta y total del Canal y disponer de él, porque es parte de su territorio (…) Pensamos que América Latina debe tener conciencia de sus responsabilidades frente a lo futuro. Irse integrando en forma de hacer frente al destino, unidos y solidarios. En cuanto al Canal decía: “es un territorio que hay que descolonizar (…) Latinoamérica debe estar unida, organizada y lista para defenderse, porque si no, nos van a quitar todo por teléfono.

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El 20 de enero el país amanece con la noticia del intento de copamiento de la guarnición de la localidad de Azul, por parte del ERP. En tres camiones, entre 60 y 70 hombres vestidos de militares, comenzaron el ataque alrededor de las 23, 45 horas. Pero el operativo había comenzado antes, cerca de las 22, a través de copamientos de puestos de guardia. El cuartel general que utilizó el ERP, fue la casa del doctor Miguel Angel Inza, también tomada por la fuerza. En la calle Guaminí, roban un fiat 800 coupé. Iniciado el tiroteo, la guarnición comienza a recibir refuerzos y hacia las 2 de la madrugada el intento de copamiento era ya una derrota. Mueren el coronel Camilo Gay y su esposa. A las 21 horas, Perón habló al país. En su discurso, responsabilizó por el hecho al ejecutivo de la provincia de Buenos Aires: (…) Hechos de esta naturaleza evidencian elocuentemente el grado de peligrosidad y audacia de los grupos terroristas que vienen operando en la provincia

de

Buenos

Aires,

ante

la

evidente

desaprensión

de

sus

autoridades. Luego vuelca todo su apoyo al ejército, al mismo que torturaba y fusilaba peronistas sólo unos años atrás. Se percibe aquí que Perón habla de “su” institución: Nuestro ejército, como el resto de las fuerzas armadas, que han demostrado su acatamiento a la Constitución y a la ley en provecho de una institucionalización, no merecen sino el agradecimiento del pueblo argentino que, frente a lo ocurrido, debe sentirse herido en lo más profundo de sus sentimientos patrióticos. ¿Merecían las fuerzas armadas el agradecimiento del pueblo argentino por acatar la Constitución? Pero hay más. Perón repitió en esa oportunidad un argumento erróneo que alguien le había dado y que sostenía desde tiempo atrás: la conducción del ERP era “foránea”. Y por si no había quedado clara su acusación hacia Bidegain:

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No es casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones. Es indudable que ello obedece a una impunidad en la que la desaprensión e incapacidad lo hacen posible. O lo que sería aún peor, si mediara como se sospecha, una tolerancia culposa. Las gobernaciones habían sido armadas con un esquema tal que donde había un gobernador ligado a la Tendencia, o a sectores progresistas del peronismo, y el vice estaba ligada a la burocracia sindical. En el caso de Buenos Aires el vicegobernador era Victorio Calabró, hombre de la UOM, que le habría acercado a Perón la versión de que el copamiento se produjo con complicidad de Bidegain. Este, ahora, era acusado de cómplice e incapaz en unos pocos renglones y por cadena nacional. Y para finalizar, condicionaba su permanencia en el cargo al apoyo del pueblo argentino. “Ha pasado la hora de gritar Perón, ha llegado la hora de defenderlo”. Perón daba este discurso ante las cámaras con uniforme militar. Decíamos que buscaba hacer notorio el apoyo a la institución. Pero viendo el contexto regional, la designación de Hill como embajador –un experto en golpes- y los problemas económicos, también es probable que no quisiera “rifar” al ejército a los planes estadounidenses. También cabe remarcar cómo se sube a este hecho para forzar la salida de Bidegain y hacerle perder a la tendencia su influencia en la provincia más importante del país. Es ineludible, así mismo, señalar el profundo error del ERP. Daban pie a que las reformas al Código Penal lograran consenso y enfrentaban a un gobierno que, gustase o no, había sido votado por 7 millones de argentinos. Esta acción aportó mucho más al deterioro general y –en todo caso- alejó más las posibilidades de condiciones revolucionarias buscadas por el ERP. Si bien es cierto que la consigna de la hora era acumular armamento para el “pinochetazo” que se creía ineludible –lo cual fue cierto- el sentir general no los acompañó. Decía Noticias: (…) para hoy o mañana estaba previsto un encuentro de los legisladores de la Juventud Peronista con el Líder. Es claro que el golpe de Azul puede frustrar ese diálogo”.

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Ya veremos hasta donde esto fue cierto. Las repercusiones fueron amplias. La CGT declaró estado de alerta y movilización permanentes, las 62 Organizaciones llamaron a estrechar filas en torno a Perón, la JTP repudió el intento de copamiento, al igual que SMATA y los telegrafistas. La UBA, Balbín, el resto de los partidos de oposición, todos repudiaron. Veinte mil ejemplares del diario El Mundo fueron quemados por la policía federal. Veamos cómo se explicaba el asalto desde las páginas de El Combatiente: La primera exigencia que nos planteó esta lucha fue la resistencia, el señalar que era posible enfrentar militarmente al enemigo, iniciando una guerra que se desarrollaría de lo pequeño a lo grande, de una manera ininterrumpida y creciente, hasta culminar con la victoria final. La exigencia de la hora actual es pasar a una nueva etapa para iniciar el choque abierto con las fuerzas armadas enemigas, atacarlas en sus propios reductos. ¿Por qué? Porque ante la repulsa total que recibiera la Dictadura Militar, estos peligrosos enemigos se plantearon dar un paso atrás táctico, replegarse a sus cuarteles, para preparar cuidadosamente el momento en que se lanzarán a un nuevo y más feroz ataque contra el pueblo. El deber de la guerrilla –núcleo de acero de las fuerzas populares- es tratar estos planes, atacar al enemigo cuando no esta preparado, mantener la iniciativa de la guerra en manos del pueblo. La argumentación es clara, y no era errada en cuanto a las previsiones del futuro. Pero es indudable que, además de que no se sopesó la reacción popular, se subestimó el poder de fuego del ejército. Durante el copamiento fue hecho prisionero el Teniente coronel Irarzábal. En ese número del Estrella… se reproducía una declaración suya de puño y letra que decía:

Al Pueblo Con relación al copamiento de que fue objeto la Guarnición de Azul por parte del ERP la noche del 19 de enero de 1974, pongo en conocimiento del Pueblo lo siguiente:

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1- Que durante los sucesos fui hecho prisionero conjuntamente con la señora esposa del coronel Gay, una hija y un hijo de éste, un joven amigo del hijo del coronel y dos soldados. Así permanecimos hasta que se produjo la retirada, período en el cual fuimos tratados correctamente. 2- Con posterioridad, fui trasladado a la cárcel del Pueblo en calidad de prisionero de Guerra de un ejército enemigo y sujeto a las normas establecidas en Ginebra para estos casos. 3- En la cárcel del Pueblo me tratan con corrección y mi estado de salud actual es bueno. Jorge R. Ibarzábal. T.cnel. Las consecuencias de estos hechos no se harán esperar. La JP había decidido un acto para el 23 de enero frente al Congreso, pero deberá levantarlo al ser prohibido por la policía federal. El día anterior los diputados que se negaban a votar las leyes represivas acudieron a la reunión acordada con Perón, encontrándose con la artera sorpresa de que ésta iba a ser televisada. Perón fue categórico: Si no tenemos ley, el camino será otro, y les aseguro que puestos a enfrentar la violencia, nosotros tenemos más medios posibles para aplastarla, y lo haremos a cualquier precio, porque no estamos aquí de monigotes. Luego de esta escalofriante amenaza, se refirió a la disciplina partidaria: No es el objeto mío conversar sobre estas cosas, porque no corresponde a mí. Toda discusión debe hacerse en el bloque. Y cuando el mismo decida por votación lo que fuere, esta debe ser palabra santa para todos los que forman parte de él; de lo contrario, se van del bloque. Esta es la solución. (…) En esto se debe actuar de la misma manera que actuamos en el orden político. Nadie está obligado a permanecer en una fracción política. El que no está contento, se va. En este sentido, nosotros no vamos a poner el

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menor inconveniente. Quien esté en otra tendencia diferente a la peronista, lo que debe hacer es irse. En este aspecto hemos sido muy tolerantes con todo el mundo. El que no está de acuerdo o al que no le conviene, se va. Lo que no es lícito, diría, es estar defendiendo otra causa y usar la camiseta peronista. Veamos el diálogo que se produjo entre Perón y los diputados: D: Nosotros estamos resueltos a acatar lo que el bloque decida. Lo que si queremos es que podamos hacer un aporte a ese proyecto de ley, que va a resultar en su mejoramiento en el orden técnico y en el orden político P: ¿Y que dice el bloque? D: No hemos tenido la oportunidad concreta de poderlo discutir, no hemos tenido tiempo; porque el bloque, en su conjunto, decidió cerrar la discusión. P: Entones, hijo, ¿Qué quiere que yo le haga? Yo no soy el presidente del bloque, ni represento al bloque, ni puedo ordenarle al bloque, como tampoco puedo ordenarles a ustedes, porque tienen una tarea específica. Yo puedo ordenarle a ustedes como hombres del Movimiento, pero no como hombres del bloque… porque allí ustedes… D: Nosotros estamos convencidos, señor, que con unos retoques el proyecto de ley… P: ¿Pero se lo ha dicho al bloque? D: Si, señor P: ¿Y que ha dicho el bloque? D: Ha decidido no discutir más el tema P: ¿Se ha votado, ha habido una mayoría? ¿Qué quiere que yo le haga? El individualismo en los cuerpos colegiados tiene un valor comparativo y proporcional: uno frente a todos los demás. No hay más remedio (…) Yo estoy totalmente de acuerdo con el bloque que ha resuelto eso. Ahora, lo que hay que hacer después eso sólo ustedes lo deben resolver. Decíamos que Perón solía incurrir en un error al referirse al origen y la conducción del ERP. En esa oportunidad:

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Ese movimiento se dirige desde Francia, precisamente, desde París, y la persona que lo dirige se llama Posadas, de seudónimo. El verdadero nombre es italiano. Lo he conocido naranja, como dice el cuento del cura. Sé que persiguen y que buscan. He hablado con muchísimos de ellos en la época en que nosotros también estábamos en la delincuencia, diremos así. Pero jamás pensé que esa gente podría estar aliada con nosotros, por los fines que persigue. Esto ustedes no lo van a poder parar de ninguna manera, porque es un movimiento organizado en todo el mundo (…) Y ellos son los culpables de lo que le ha pasado a Allende (…) Para nosotros es un problema bien claro. Queremos seguir actuando dentro de la ley y para no salir de ella necesitamos que la ley sea tan fuerte como para impedir esos males. Si no contamos con la ley, entonces tendremos también nosotros que salirnos de la ley y sancionar en forma directa como hacen ellos. ¿Y nos vamos a dejar matar? Lo mataron al secretario general de la Confederación General del Trabajo, están asesinando alevosamente y nosotros con los brazos cruzados, porque no tenemos ley para reprimirlos. ¿No ven que eso es angelical? (…) Nosotros no somos dictadores de golpes de Estado. No nos han pegado con saliva. Nosotros vamos a proceder de acuerdo con la necesidad, cualquiera sean los medios. Si no hay ley, fuera de la ley también lo vamos a hacer y lo vamos a hacer violentamente. Los diputados renunciaron. Luego fueron expulsados del Justicialismo. Perón estaba decidido a poner orden. En realidad, estaba proclamando a los cuatro vientos que estaba dispuesto a utilizar eso que hoy llamamos terrorismo de Estado. Cosa que, de todos modos, ya se venía produciendo, como vimos. De todos modos, puede entenderse hasta dónde el impacto de la acción de Azul fue negativo. Los curas tercermundistas manifestaban en un comunicado que “lo que podía ser heroísmo frente a la dictadura, hoy en hechos como este, supone un desprecio de la voluntad del pueblo”. Los militares manifestaban su preocupación por el hecho de que Perón utilizaba este conflicto para saldar cuentas dentro del justicialismo, lo cual agudizaría el enfrentamiento de la izquierda y la derecha del movimiento. También mostraba preocupación Balbín: ante la renuncia de Bidegain, le parecía un remedio peor el ascenso de Calabró. El alfonsinismo coincidía. Al día

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siguiente, como para que se entienda que Perón estaba decidido, son allanadas las oficinas de la revista El Descamisado. Desde su editorial, el semanario se quejaba de pagar los golpes del ERP, y de ser el blanco de la derecha en vez de apuntar sus cañones hacia el imperialismo. Lo firmaba Dardo Cabo. Luego del discurso televisado de Perón, se suceden una serie de atentados contra locales de la JP. Diecinueve dirán desde la Tendencia. Desde un comunicado, la JPRA amenazaba con Volver a la clandestinidad en todo el territorio de la provincia de Buenos Aires e iniciar todo tipo de hostilidades hasta derrumbar a la camarilla marxista del títere Bidegain. El dirigente gremial Armando Jaime –entrevistado por Caviasca- señala un aspecto que sí fue muy negativo, en cuanto a la intentona de Azul. Se produjo pocos días antes de la entrevista que los diputados de la JP tuvieron con Perón, esperando frenar –o al menos atemperar- el paquete de leyes represivas que impulsaba el justicialismo. El efecto es imaginable: un Perón más enfurecido y con más argumentos es el que esperó para estar públicamente a los diputados. El día 24, era descubierta una cárcel del pueblo. Según la información dada por la policía federal, pertenecía al ERP. En tanto, el 25 de enero de 1974, Perón convoca a las Fuerzas Armadas a combatir la subversión. ¿Desconocía la gravedad de incluir a los militares en la seguridad interna? Evaluamos esto como imposible. Perón tenía que conocer perfectamente el hecho de que los franceses habían adoctrinado a las Fuerzas Armadas en métodos de tortura para obtener información. Al manifestar que “contra el enemigo público, todo hombre es beligerante”, Perón convocaba al terrorismo de Estado. Prometió exterminar “uno por uno” a quienes llamó “psicópatas”. Luego de varias idas y venidas, el 26 asume la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró. La derecha avanzaba en el primer Estado argentino. En este contexto eran sancionadas las leyes represivas, y ya se barajaba el reemplazante del jefe de policía Iñíguez por Villar y Margaride, dos reconocidos represores. En tanto, eran atacadas con fusiles FAL, metralletas y bazokas –así lo consignó el Diario “Noticias”- 18 Unidades

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Básicas de la J.P. y la J.T.P. La pregunta que surgía era la siguiente: si Perón deja fuera del Movimiento a la J.P. ¿a quién recurrirá cuando necesite movilización popular? Ante un contexto latinoamericano de avance de la derecha ¿Podría esperar esta movilización exclusivamente de la CGT? Sin embargo, la situación no parecía tener retorno. Mas allá de que se pueda discutir el mayor o menor grado de progresismo de Perón, el giro a la derecha de un proceso que se había iniciado ocho meses antes era espectacular. El 29 de enero eran, efectivamente, nombrados los comisarios Alberto

Villar

como

subjefe

de

policía

y

Luis

Margaride

como

superintendente de seguridad de la Policía Federal ¿Quiénes eran? Dice Sergio Bufano: El 29 de enero de ese año el presidente designó subjefe de la Policía Federal y Superintendente de la misma fuerza a los comisarios Alberto Villar y Luis Margaride respectivamente. Ambos eran responsables de la represión durante la anterior dictadura militar, y autores de gravísimas violaciones a los derechos humanos. En agosto de 2007, en el marco de la causa sobre la triple A, declaraba Antonio Viana Acosta, ciudadano uruguayo. Su testimonio es contundente a la hora de sostener nuestra afirmación de que el terrorismo de Estado –en el período que analizamos- comenzó durante el gobierno peronista y con Perón presidente. Dice: Hacía varios días que percibía que me estaban siguiendo. Eran las tres y media de la mañana cuando me desperté con el ruido de vidrios de las ventanas que se quebraban y vi que estaban empujando la puerta de mi habitación. Me encañonó el comisario (Juan Ramón) Morales. Con él estaban (Alberto) Villar y (Luis) Margaride. Me sacaron a la fuerza y la lluvia de puntapiés no terminaba más. Como yo tenía un taller de reparaciones de radios para hacerme un manguito, ahí mismo agarraron la punta de los cables y me picanearon. Me llevaron a Coordinación Federal y me siguieron picaneando durante dos semanas.

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La patota le gritaba: “¡Sos tupa, sabemos que sos Tupamaro y te venimos a llevar!” El 29 de enero la J.P. se entrevista con Perón. Se trataba de una reunión en la cual la juventud esperaba plantear sus inquietudes y su preocupación por los atentados de la derecha de su gobierno. Perón, luego de nombrar a Villar y Margaride y de pedir a las Fuerzas Armadas que intervengan, les dice

que

estos

hechos

son

producto

de

grupos

de

derecha,

desentendiéndose del asunto. Cuando Dante Gullo le dice que el peronismo es el socialismo nacional, Perón responde que quienes gustaban del socialismo, podían irse a los cinco partidos socialistas existentes. Lo mismo hacia el partido Comunista. Es decir, seguía abonando la teoría de los infiltrados. Siguiendo la crónica de esos días puede apreciarse que la depuración encabezada por Perón venía por varios frentes. El primero era él mismo, afirmando la ortodoxia ideológica e insistiendo, cada vez que se le ponía un micrófono,

que quienes pugnara

por

el socialismo

debían irse del

Movimiento. Luego, como vimos, el frente represivo. Y en tercer lugar, el sindical, creándoles situaciones caóticas a los gobernadores cercanos a la tendencia. Si bien el caso de Bidegain puede parecer diferente –se aprovechó el ataque a la Guarnición de Azul- a sus espaldas, listo para el reemplazo, estaba Calabró, hombre de la UOM. Pero vimos las dificultades que debieron afrontar Obregón Cano y Atilio López. Nótese que esta es la única provincia en que el vice gobernador, si bien es sindicalista, no es de derecha. Y tiene que ver con el hecho de que estamos hablando de la provincia del Cordobazo, donde era muy fuerte el clasismo. Hacia los primeros días de febrero era el turno de Martínez Baca, gobernador de Mendoza. Con un condimento más: la policía salía a pedir un urgente aumento salarial. Si bien se intentaba matizar las críticas a Perón, desde el PB (Peronismo de Base) se hablaba con más claridad. En una conferencia de prensa, la agrupación decía que: “la actual política del gobierno es la implementación del proyecto corporativista desarrollista de renegociación de la dependencia”. Cuestionaban el Pacto Social, la Ley de

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Asociaciones Profesionales, la ley de Prescindibilidad –que costó más de 700 puestos de trabajo-, y las leyes represivas. En nombre del peronismo se están desvirtuando 18 años de lucha de los trabajadores y el pueblo peronista (…) no hay gobierno popular aún con Perón presidente, cuando la manija la tienen los burócratas y los explotadores, con el auxilio de los verdugos Margaride (represor de la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre) y Villar (apaleador de obreros durante la dictadura militar). Y estaban en lo cierto: comenzaban a sucederse las detenciones de militantes de la J.P. y a desconocerse su paradero. Incluso desde el radicalismo manifestaban preocupación. Antonio Tróccoli, señalaba que si a la juventud le cerraban los caminos habituales para hacer política, se corría el peligro de que se recurriera a otros. Y no hablaba sólo de la J.P., sino que temía también por la juventud radical. En el P.J., algunos sectores también mostraban inquietud. Raúl Matera, el “neuroperonista”, a decir de Perón, en un reportaje radial, decía: Necesitamos a la Juventud Peronista como vanguardia revolucionaria del Movimiento porque no quiero que pase lo que ocurrió en 1955, cuando los dirigentes se aburguesaron y, como decía un amigo mío, tenían la mina, la boiserie, el auto y la quinta . Hasta Claudio Escribano y Mariano Grondona advertían sobre el peligro de aislar a la juventud. El acorralamiento alcanzaba también a otros sectores de la Tendencia, como por ejemplo el Movimiento Villero Peronista. Persecuciones, ingresos intempestivos a sus domicilios, amenazas con armas, estaban a la orden del día. Los curas tercermundistas de Rosario advertían: atentados contra unidades básicas, secuestros de obreros peronistas, torturas

y

ensañamientos

inauditos

en

algunos

casos,

incontables

asesinatos, y todo cuando el Movimiento Peronista está en pleno vigor y ha dado muestras, más que nunca en nuestra historia, de una disciplina,

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adhesión y acatamiento sin límites a un líder. Y se preguntaban: por que el blanco de esos golpes brutales e inhumanos son precisamente aquellos sectores que desempeñan un papel decisivo en la lucha por la liberación, que provocó el derrocamiento de la dictadura militar y el advenimiento del gobierno popular. Pero Perón, en un mensaje en cadena nacional, el 4 de febrero, volvió a hacer observaciones sobre la juventud. Antecedido por la ya recurrente condena a la violencia de izquierda y de derecha –a estas alturas, difícil de creer en esa condena en el caso de la derecha- decía que: “tanto vale el número en que se congreguen como la calidad de los dirigentes que los encuadren”. Luego insiste en los consabidos elogios a las Fuerzas Armadas, pero a la vez, trata de comprometerlos: “las Fuerzas Armadas son y serán puntal de la institucionalización nacional. Así lo afirma su deber y lo garantiza su honor”. Y por supuesto, elogiaba a la dirigencia sindical. Es que, como dijimos, el sindicalismo era parte importante en la depuración que Perón pretende llevar adelante. Ahora era el turno de Miguel Ragone, gobernador de Salta. La CGT local lanzaba paros generales en “repudio al gobierno provincial”. Las 62 organizaciones lo acusaban, sin más, de marxista. En Córdoba, el sindicato de Luz y Fuerza recibía amenazas. Era una gran purga. El 8 de febrero, el general da una conferencia de prensa. En ella se encontraba la periodista del diario “El Mundo”, perteneciente al PRT, Ana Guzzetti. El Presidente se explayaba con su consabido argumento de la amplitud del Movimiento y de la infiltración. Entonces la periodista dijo: P: En dos semanas hubo exactamente veinticinco unidades básicas voladas, que

no

pertenecen

precisamente

(se refiere

a

las acciones)

a

la

ultraizquierda; hubo doce militantes muertos, y ayer, se descubrió el asesinato de un fotógrafo. Evidentemente, todo esto está hecho por grupos parapoliciales de ultraderecha Perón, visiblemente irritado, le contestó: ¿Usted se hace responsable de lo que dice? Eso de parapoliciales lo tiene que probar. Se dirige a su edecán: Tomen los datos necesarios para que el Ministerio de Justicia inicie una causa contra esta señorita

105

P: Quiero saber que medidas va a tomar el Gobierno para investigar tantos atentados fascistas Perón: Las que está tomando; éstos son asuntos policiales que están provocados por la ultraizquierda, que son ustedes (señala con el dedo) y la ultraderecha, que son los otros. De manera que arréglense entre ustedes; la policía procederá y la justicia también. Indudablemente que el Poder Ejecutivo lo único que puede hacer es detenerlos a ustedes y entregarlos a la justicia; a ustedes y a los otros. Lo que nosotros queremos es paz. Y lo que ustedes no quieren es paz. P: Le aclaro que soy militante del movimiento peronista desde hace trece años… Perón: ¡Hombre, lo disimula muy bien! Según la periodista Laura Di Marco, Guzetti tuvo luego otro encuentro cara a cara con Perón, que le habría dicho “mientras yo viva, no te va a pasar nada”. Consultada por mí a fin de saber de dónde proviene ese dato, Di Marco nunca tuvo la deferencia de contestar. Ana Guzetti pagó cara su pregunta. Fue secuestrada, torturada y liberada más tarde. La experiencia le dejó marcas anímicas para toda la vida. Murió el 26 de mayo de 2012. Es que los periodistas también padecían la violencia desatada. Pocos días antes, había aparecido muerto de 28 balazos, en los bosques de Ezeiza, Julio César Fumarola6, fotógrafo. Asimismo, se intentó secuestrar al delegado de la Asociación de Periodistas en La Razón. Perón recibiría al dictador uruguayo Juan M. Bordaberry. Como dato puede decirse que ambos mandatarios estaban embarcados en una lucha contra la izquierda. En el caso de Uruguay, las detenciones, torturas y asesinatos estaban a la orden del día. El 10 de febrero de 2010, Bordaberry sería condenado por la justicia uruguaya a treinta años de prisión por violar la Constitución de su país, pero también por haber dado el puntapié de un proceso que terminó con cerca de 200 desapariciones en Uruguay. En ese contexto, era detenido el escritor Juan Carlos Onetti, por haber integrado un jurado de un concurso de cuentos organizado por el semanario Marcha,

y

por

haber

premiado

uno

considerado

“pornográfico”

y

6

En 2008, se le rindió homenaje, y se le puso su nombre a una plazoleta, en Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Queda en Jean Jaurés y –paradójicamente- Juan Domingo Perón.

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“decadente” por la dictadura. El cuento relataba la muerte de un inspector de policía en manos de los Tupamaros. En nuestro país, el comisario Margaride acusó a Carlos Caride, uno de los fundadores de la J.P., con Envar El Kadri y Jorge Rulli, de complotar para matar a Perón, a Bordaberry, a Isabel Martínez y a López Rega. Como en el cuento de Onetti, este supuesto complot pertenecía al terreno de la ciencia ficción. Con el correr de las horas, pasaron a formar parte de la conjura, además de Caride, Esteban Righi, los hijos de Cámpora, ex funcionarios de Bidegain, etc. La maniobra era evidente: tratar de presentar a todo lo que tuviese que ver con la tendencia en contra de Perón. Desde la J.P.R.A., justamente, abonaban esta tesis: Caride y la J.P. se oponían al proceso de liberación, eran instrumentos de la sinarquía internacional, y todo sucedía por el “desgobierno” de Cámpora. En una conferencia de prensa, Envar el Kadri denunciaba que Caride estaba en Coordinación Federal incomunicado, y que no se le brindaba atención médica por una dolencia cardíaca, fruto de las torturas sufridas en 1969. En esa conferencia estaba Julio Troxler. Luego, más dirigentes saldrían a desmentir este supuesto complot. En Mar del Plata desaparecen cinco militantes de la J.T.P., J.P. y J.U.P. Dos mochileros demorados en una celda contigua a la de uno de ellos pudieron escuchar cómo era golpeado. Pocos días después, la víctima apareció. Era José Rosemberg, trabajador bancario y militante de la J.T.P. Dirá: Allí (en el lugar de detención) varias personas de civil me interrogaron y me golpearon brutalmente. Después me encerraron en una celda hasta la madrugada del jueves. Me sacaron esposado y con los ojos vendados, me introdujeron en otro coche y me llevaron a un lugar del que no puedo dar referencias precisas. Recuerdo, en cambio, que me encerraron en un cuarto chico, similar a una celda, ya que tenía una puerta metálica con un visor pequeño que sólo podía abrirse desde afuera. Después de un tiempo entró en el cuarto una persona con la cara tapada por una polera y con anteojos oscuros. Luego entraron otros: me vendaron fuertemente los ojos, me desvistieron, me ataron los pies y las manos a los elásticos de una cama y me empezaron a meter picana por todo el cuerpo. En un momento, uno de ellos me retorció los testículos. No sé bien cuánto duró ese interrogatorio. Al

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terminar me vistieron, me dijeron que íbamos a dar un paseo y me volvieron a meter en un coche boca abajo en el piso de la parte de atrás. Mientras el coche circulaba, me seguían interrogando y me golpearon con algo muy duro en la cabeza, al compás de la música de la radio. Yo los escuchaba comentar entre ellos que no había órdenes, que no podían encontrar a los jefes. En determinado momento, después de haber viajado creo varias horas, me cambiaron de vehículo. Yo seguía con los ojos vendados, pero pude darme cuenta que en ese coche viajaban 3 personas adelante y otras 2 conmigo. La depuración avanzaba y seguía haciendo foco en la juventud. Se trataba de dejar fuera del movimiento a sectores juveniles, universitarios y villeros, pero cercanos de forma directa o indirecta a alguno de los grupos armados que cuestionaba el rumbo del gobierno, o a toda orientación progresista, que ya era incluida en una gran bolsa llamada comunismo o marxismo. O un término muy usado en esos días por el fascismo peronista: “bolche”. Y, por otra parte, de solidificar la ortodoxia justicialista, lo que Perón llamaba “la etapa dogmática”, en desmedro de cualquier planteo orientado al socialismo nacional. Perón apuntaba a un tipo de joven: trabajador, insertado en un sindicato y atrincherado en la ortodoxia. Otro tema del que yo quería conversar –decía hacia el 20 de febrero ante gremialistas- con ustedes es sobre el problema de la juventud. La juventud trabajadora es sin duda la juventud más poderosa que hay en el país, por eso hace cuatro o cinco años les decía a los dirigentes que formasen en los sindicatos a su juventud. Nunca olvido que el 17 de octubre lo hizo la juventud de los sindicatos; otros chicos que gritaban en las calles estaban contra nosotros, estaban del otro lado. El 17 de octubre fue obra exclusivamente de la juventud trabajadora. Fueron los trabajadores los que lo hicieron posible. No fue la clase media ni la oligárquica. De modo que esto hay que pensarlo también, porque hay un proceso dentro del país, y todo el mundo está tratando de atraerse a la juventud. Esto nos debe hacer pensar en la necesidad de que esa juventud trabajadora se debe cristalizar dentro de los sindicatos para que no ande desorientada.

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Es llamativa la distinción que hace aquí Perón sobre la juventud. De ella se trasluce que la juventud de clase media, del sector estudiantil, o militantes de organizaciones de base –villeros, desocupados, etc.- es la que está desorientada. Los interlocutores de la juventud eran los que Perón desea escuchar, es decir, quienes actuaban la ortodoxia. En una reunión, el representante de la J.P.R.A. de Córdoba, Carlos Cassone, dijo: “la Juventud Peronista cordobesa vive una realidad: vive inserta en una provincia dominada por un grupo, yo diría un grupo de gorilas y marxistas”. Así iba terminando ese febrero de 1974, por un lado, con atentados a locales de la J.P., con un dirigente montonero preso, con desbordes represivos permanentes sin ninguna condena por parte de Perón. Y por otro, el gobierno estrechando relaciones con Cuba y rompiendo el bloqueo. Y era el mismo gobierno que maltrataba a los exiliados chilenos y ejercía el macartismo dentro del Movimiento. Cuando estas líneas se escriben, se debate fuertemente en el país y en América Latina el rol del periodismo. Aquí, dos medios de comunicación, el grupo Clarín y el diario La Nación, son fuertemente cuestionados por su apoyo a las clases dominantes y a las potencias extranjeras –sobre todo EEUU- en desmedro de “los populismos”. Pero no es nuevo. En su edición del 28 de febrero de 1974, en su página 10, el diario “Noticias” titulaba: “Cada cual atiende su juego. “La Prensa” ignoró la misión argentina en Cuba.

“Clarín”

defiende

las

inversiones

norteamericanas…”.

La

nota

consigna cómo el Buenos Aires Herald y La Prensa ignoraron olímpicamente el viaje a la Habana del ministro de economía José Bel Gelbard. Clarín dedica “32 centímetros de las 48 páginas de su edición”. Su visión era, al menos, curiosa: crítica al gobierno norteamericano –por permitir estos acuerdos comerciales- y “defiende a las empresas multinacionales alegando que

incurren

en

esas

prácticas

“contra

sus

propios

intereses…

episódicamente y contra su voluntad” (¡?) La Nación, sin recurrir a imbricadas interpretaciones, hace una breve crónica de esta importante visita de sólo 38 centímetros. Pero en el último día de este mes de febrero, se inicia una de las más impresionantes avanzadas de la derecha avalada por Perón: el Navarrazo.

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El 27 de febrero, en horas de la tarde, el jefe de policía de Córdoba, teniente coronel retirado Domingo Antonio Navarro es exonerado. Con el correr de las horas comienza a hablarse de un autoacuartelamiento. Por supuesto el hecho tenía su historia: se vinculaba a Navarro en varios atentados y hechos represivos –entre ellos al domicilio de Atilio López, como así también de mantener reuniones con sectores de ultra- derecha. Luego, miembros de las 62 Organizaciones sacan una solicitada apoyando al jefe de policía saliente. A eso de las 20 horas., Navarro ofrecía una conferencia de prensa y la policía tomó una radio y transmitió una proclama. Otras que se transmitirían después, tenían como fondo musical la Marcha Peronista. La CGT local, con las firmas de Roberto Tapia y Agustín Tosco, convocaba a defender al gobierno provincial. Pero era tarde. A las 23 horas, Ricardo Obregón Cano y Atilio López son detenidos a punta de metralleta. Con las manos en alto, el Gobernador pregunta al policía que lo apunta quién es el jefe del operativo. “Usted se calla, en su momento se le informará”, fue toda la respuesta. Luego, son conducidos al comando Radioeléctrico, siendo alojados más tarde en la Guardia de Infantería. La acción estuvo coordinada por un grupo llamado “Comando Peronista de Rebelión Civil de Córdoba”, que fue reponiendo, con el correr de las horas, el suministro eléctrico necesario para transmitir diversas proclamas y órdenes a otros grupos. En un mensaje a los trabajadores de la electricidad, dijeron que “vuestro valiente jefe Agustín Tosco se ha fugado a Tucumán”. En sucesivas proclamas exhortaban al pueblo a “evitar otra Hungría, otra Siberia, otra Rusia”, que era el destino que, según ellos, les hubiese reservado Obregón Cano y López a los cordobeses. “Aquí flameará la bandera azul y blanca y no el asqueroso trapo rojo de los bolches”. Tanto el radicalismo cordobés como su Comité Nacional, a través de Ricardo Balbín, manifestaron su apoyo al gobierno legítimamente electo. En tanto Julio Troxler, Envar el Kadri, Dante Gullo, Jorge Obeid y Raimundo Ongaro, entre otros, entregan una nota en Presidencia de la Nación, manifestando su preocupación por la “escalada de violencia”, manifestada, por un lado, en las detenciones de Caride y Quieto, y por otro, en los sucesos de Córdoba.

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El complot existe –decía El Kadri-, es el de la subversión de la policía de Córdoba, que atenta contra el Teniente General Perón en la medida que viola el orden constitucional. Ongaro, en tanto, caracterizó el navarrazo como “el anticordobazo”. Lo que parecía estar prefigurándose, es lo que luego conoceríamos como Plan Cóndor. No todavía en la forma de una colaboración tan sistemática y estrecha, pero sí en un espíritu de extrema derecha, macartista y terrorista desde el mismo Estado, que se va apoderando de toda la región. En Chile, moría a causa de la tortura el líder del MIR, Bautista Van Showen. En Buenos Aires, una importante manifestación juvenil que pedía por la libertad de Quieto y Caride fue reprimida, con cerca de trescientos detenidos. La ciudad de Córdoba era una ciudad tomada. El coche en el que se trasladaba Obregón Cano fue tiroteado, y se intercambiaban disparos entre simpatizantes de éste y fascistas de Navarro. El calificativo no es caprichoso: ya veremos porqué. El sábado 2 de marzo, el gobernador depuesto y López reasumen en algún lugar de la sierra cordobesa, y desde allí solicitan el auxilio del gobierno nacional. Perón, al conocer este hecho, envía al Congreso un pedido de intervención. Pero quien asumió luego del alzamiento, Mario Dante Agodino, devuelve la jefatura policial a Navarro. La cuestión debía dirimirse, en primera instancia, en el Senado. Veamos la repercusión, desde distintos sectores, de este hecho. El arco político ajeno a la ortodoxia peronista respaldaba a Obregón Cano y López. Frondizi dice que “las únicas autoridades de Córdoba son las que emanaron de la consulta popular…”. Una mirada mucho más global, y si se quiere profética, tuvo Oscar Alende, del Partido Intransigente: Lo troncal en esta coyuntura es que, frente a la solidaridad que evidencian entre sí los representantes del cerco pro- imperialista, cuyos máximos exponentes se reunirán en el acto de asunción del nuevo presidente brasileño, en nuestro país se producen estos hechos, que evidentemente forman parte de una escalada, que intentan empujar hacia un golpe militar,

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frente a los cuales las fuerzas populares se muestran sin poder superar su desunión… Desde la Izquierda Popular, ligada a Jorge Abelardo Ramos, se señalaba que el movimiento sedicioso cordobés fue impulsado por la ortodoxia sindical, en la pretensión de barrer con todo resto de “camporismo”, o lo que llamaban “jacobinismo democrático”. Pero también se señalan errores de Obregón Cano. Late, en todo esto, un error conceptual fundamental: plantear al peronismo como socialista cuando se trata de un movimiento nacionalista burgués, que jamás planteó salir del capitalismo. Desde “El Descamisado” se habla del accionar de Navarro como pieza de una maniobra más amplia, básicamente encarada por el “vandorismo”, encarnado en el ministro de Trabajo Otero y Lorenzo Miguel. Es el sector que viene impulsando la caída de los gobiernos de Buenos Aires, Mendoza, San Luis, Santa Cruz, Salta. Y, por otra parte, señala una abierta contradicción entre lo que sería una política internacional independiente – marcada sobre todo por la ruptura del bloqueo a Cuba- y por otro lado, el maltrato a los refugiados chilenos y la purga interna. Y la contradicción era cierta. Perón envía una carta a Fidel donde le dice: La responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros no es ya la de realizar la revolución que cada uno de nuestros ideales concibe como lo mejor para su pueblo, sino enseñar a nuestros descendientes a consolidarla. Para ello tenemos dos caminos: tiempo o sangre. En la carta lo llama “mi amigo Fidel”, y la misión de Gelbard puede catalogarse como muy importante para los cubanos. En tanto, los golpistas cordobeses que proclamaban la ortodoxia mientras se hacía buenas migas con Cuba, señalaban: (…) Sepa porqué el marxismo internacional trata de hacer una cabecera de puente en Argentina. Porque Argentina tiene petróleo. Porque Argentina tiene uranio. Porque Argentina tiene energía hidráulica. Porque Argentina tiene hierro. Porque Argentina tiene carbón. Porque Argentina tiene trigo. Porque Argentina tiene carne… ¡Argentina! La sinarquía internacional quiere

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todo lo que Argentina tiene. Para ello se dedica a destruir sistemáticamente el Ser Nacional fomentando el odio y el desencuentro y se vale para eso de mercenarios apátridas, resentidos sociales que son el caldo de cultivo propio para desarrollar y transmitir el virus marxista. Hoy el alma argentina encarna en el pueblo cordobés y en el heroico accionar de su policía ha logrado desbaratar los planes de quienes pretendían mantener esclavizada a la provincia encabezada por los marxistas Obregón Cano y Atilio López. Si al leer estas líneas recordamos aquella publicidad de la dictadura instalada en 1976, en la cual la Argentina estaba representada como una vaca a la cual la subversión hacía enflaquecer, notaremos pocas diferencias. ¿No pudo este texto estar, con pocos matices, en boca del mismo Videla? ¿No es entonces la derecha peronista respaldada por el mismo Perón un adelanto de la mentalidad procesista? Sin embargo, en muy pocos ambientes se ligaba a Perón con su ala derecha. En marzo de 1974, se realizaba el Congreso Villero Peronista, y se expulsaba a un miembro de la conducción nacional por su verticalidad. “Que sepa el compañero –se le responde- que a Perón lo seguimos hasta la muerte, pero no seguimos a burócrtas, traidores y oportunistas. Lo acuso al señor Vidal de oportunismo político en esta coyuntura”. Pero era difícil desligar al general de los sucesos cordobeses. Un militar retirado, enviado por el Ministerio del Interior, había estado haciendo inteligencia en las semanas previas, al igual que el Teniente Coronel Osinde, como sabemos, muy cercano a Perón. Finalmente, para Córdoba, se vota la intervención en Diputados. En el Senado, son los radicales los que cuestionan la purga. Por el PJ, culpan a Obregón Cano y a López; entre ellos, Ítalo Lúder. Alfonsín, por ejemplo, era bastante claro a la hora de distribuir responsabilidades. Le reprochaba al Gobierno Nacional haber instigado el Navarrazo, ante la imposibilidad de una acción de semejante envergadura en forma inconsulta; no haber reprimido la sublevación y no reponer en su cargo a las autoridades elegidas por el pueblo. También le reprochaba a Balbín su cercanía con Perón, desdibujando así su rol opositor. En el marco de esta purga, y sin resolver la situación cordobesa, el Consejo Superior del Movimiento Peronista contempla la posibilidad de expulsar a

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Obregón Cano y López. Córdoba –decía Humberto Martiarena- “va a reencontrar sus programas de progreso”. Desde la revista “Córdoba acusa”, editada por el Partido Comunista, se hace una ajustada descripción de los hechos. Contra el gobierno de Obregón Cano y Atilio López se organizó una instrumentada campaña, en la cual se utilizó la misma metodología empleada en Chile. Desabastecimiento, especialmente de carne, conflictos con los empresarios del transporte, campañas psicológicas, etc. La culminación fue un hecho insólito: el jefe de la policía, Teniente Coronel Navarro, destituye mediante un golpe de mano al gobierno y lo encarcela. Maltrata y golpea a las autoridades prisioneras, el tableteo de las armas de fuego cubre la ciudad. Bandas de civiles armados actúan junto a policías uniformados -¿se trata de las tres A?-; se detiene y golpea brutalmente a militantes peronistas, comunistas, radicales y de otras tendencias. Los métodos estaban ya consolidados dentro del peronismo. Un metalúrgico integrante de la Agrupación Felipe Vallese, perteneciente a la JTP, es secuestrado por matones de Lorenzo Miguel y sometido a una larga sesión de picana eléctrica. En Mendoza, en tanto, se conoce que un matutino chileno da a publicidad declaraciones del delegado nacional del justicialismo, Eleuterio Cardozo, que manifiesta su intención de “neutralizar la infiltración ideológica y los contactos entre marxistas de uno y otro lado de la cordillera”. El 8 de marzo se aprueba la Ley Universitaria. En ese ámbito, quedaba prohibida la actividad político partidaria “contraria al sistema democrático”. Es evidente la intención de coartar la actividad juvenil y estudiantil. El mismo Perón, hablando de la democracia argentina ante una delegación paraguaya decía: En la Argentina todo marcha bien en base a una democracia política donde quedó plenamente integrada la oposición. En este momento tengo más problemas con mis muchachos que con los otros.

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Seguramente quienes atravesaban la experiencia de largas sesiones de picana eléctrica y golpes en nombre de la ortodoxia peronista no sentían ese trato paternal que implicaba ser “mis muchachos”. Luego, prometió ir a matear con su “gran amigo” Stroessner. En la semana en la cual se cumplía el año del triunfo de Cámpora explotó una bomba en la redacción del diario Noticias. En varios puntos del país, sin embargo, la juventud celebró el aniversario. Imaginamos que no sin un dejo de nostalgia. El escenario central fue el Estadio de Atlanta, y básicamente nucleó a lo más representativo de la JP, más algunos legendarios de la Resistencia, como Andrés Framini y Sebastián Borro. Cerca de 40 mil personas corearon consignas como: “A la lata, a latero/ sindicatos peronistas/ sindicatos montoneros”. “Vamos a hacer la patria peronista/ vamos a hacerla montonera y socialista” y “Rucci, traidor/ saludos a Vandor”. Ya en ese acto se cantaba el “que pasa, que pasa general/ que está lleno de gorilas el gobierno popular”. Rodolfo Galimberti, orador en el acto, afirmó que “no puedo olvidarme de lo que sucedió el 20 de junio en Ezeiza”. A lo que el público respondió: “Cinco por uno, no va a quedar ninguno”. Continuó: “nosotros, cuando teníamos que luchar contra la dictadura, éramos la juventud maravillosa. Ahora somos infiltrados” Como cierre, habló Mario Eduardo Firmenich. El 20 de junio nos cortaron el chorro los agentes de la antipatria (…) la conspiración de los vicegobernadores vandoristas, que cuando no pudieron seguir adelante dejaron paso a la conspiración de los policías. Luego, se manifestó en contra de cómo se venía llevando adelante el Pacto Social. El día 13 de marzo, ante la renuncia como diputado nacional por la Capital Federal de Diego Muñiz Barreto, se incorpora Rodolfo Ortega Peña. En el juramento, respondió: “si, juro, y que la sangre derramada no será negociada”. Luego, en rueda de prensa, aclara que no se incorpora al bloque del FREJULI, ya que esta estructura impedía la realización del

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programa votado el 11 de marzo. El diputado Brito Lima, en tanto, reconocía que “paramos el 20 de junio a esos tigres de cartón que se dicen Montoneros, (y) estamos dispuestos a pararlos en cualquier momento”. Lorenzo Miguel afirmaba: “Parece mentira que en el año 74, haya alguien que quiera conducir a Perón, como si él fuera un improvisado. Están equivocados”. En tanto, Otero tomó el guante de las consignas de Atlanta: Lanzaron ataques contra nuestra organización, profirieron insultos e hicieron mención que a Lorenzo Miguel le iba a pasar lo mismo que a Rucci. Nosotros los invitamos a que vengan por Miguel que nos van a encontrar.

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Capitulo VIII. Marzo- Julio de 1974 Finalmente el 14 de marzo, es liberado el gerente de la ESSO Víctor Samuelsson, tras 97 días de cautiverio, pagando al ERP un rescate de 14 millones 200 mil dólares. Nada se sabía aún de los coroneles Crespo e Irarzábal. El diario del PRT- ERP, “El Mundo”, dirigido por Mario Gaggero, es clausurado por orden de Perón, afirmando que alentaba el accionar subversivo. En él editorializaba a veces Santucho, con el seudónimo de A. Bompla. Los

ánimos en Córdoba estaban lejos de aquietarse. Ya asumida la

intervención, el 17 de marzo vuelan “LV”, radio vocera del levantamiento de Navarro. Otras siete explosiones se produjeron en puntos estratégicos para la reacción. Pero, a su vez, la JP denunciaba que Navarro había destruido numerosos locales peronistas. En Villa Constitución, los obreros de Acindar, tras cinco días de ocupación, lograron la victoria, celebrada en la localidad. El conflicto había estallado cuando la UOM a nivel nacional no convocó a elecciones a la seccional de Villa Constitución. Allí, a quien se pretendía dejar de lado era Alberto Piccinini, y lo que se reclamaba era la normalización de la comisión interna. Las crónicas resaltan el alto grado de organización alcanzado por los obreros, que rondaban los 6 mil. En el directorio de Acindar estaba José Alfredo Martínez de Hoz. Retengamos este detalle. El 19 de marzo se detiene sin motivo a Firmenich. Esto es una aberración –decía el diputado Bettanin- Firmenich ocupa un lugar de privilegio dentro del Movimiento y se ha jugado en este proceso, pero ahora se nos va a acabar la paciencia. Es que en la Argentina del 74 la paciencia era un bien escaso, y las amenazas provenían tanto de uno como de otro sector, o inclusive dentro

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mismo del peronismo de izquierda. Esto ni los iguala ni desmiente el hecho de que es la Tendencia la que esta a la defensiva. Por lo pronto, desde la burocracia, Lorenzo Miguel prometía escarmiento. Pero desde las páginas de Militancia, hay un duro ataque hacia el Padre Mugica. La revista tenía una sección llamada “Cárcel del Pueblo”, donde, supuestamente, iba a parar algún traidor, gorila, torturador, militar, etc. Allí se decía: Dos mil años de política terrena ha enseñado mucho a la Iglesia Católica. Una institución que es la negación del democratismo interno, sin embargo, comprendió hace muchos siglos, las ventajas de tolerar las distintas corrientes que se forman en su seno. A un ala conservadora y retrógada se opone siempre un ala liberal y progresista. Una jerarquía pro oligárquica, convive con sacerdotes del pueblo. Están los curas humildes y silenciosos, y están las estrellas publicitadas. A esta última especie pertenece Carlos Mugica super star. El “Padre Carlos” (como lo conocen las feligresas de su antigua parroquia de Santa Elena), o el “Cura Mugica” (como le dicen en los ambientes políticos) o “Carlitos” (como lo llaman los vecinos de Copérnico y Gelly Obes, corazón del barrio norte), siempre ha sido un movimientista nato. Como queriendo resumir en su persona todas las corrientes internas de la Iglesia, trata de ser al mismo tiempo un conservador progresista, un oligarca popular, un cura humilde y bien publicitado, un revolucionario y defensor del Sistema. Y así le va con el resultado. Lo dicho no es una acusación gratuita. Con su defensa apasionada del celibato eclesiástico y del acatamiento sin protesta a la jerarquía, es tolerado por los pre- conciliares como un “muchacho rescatable”. Su pertenencia al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, lo refiere a los sectores avanzados. Su habitat en el barrio norte y sus amistades le permiten no romper los lazos creados en su carácter de Mugica Echague. Su labor religiosa, en la Villa Comunicaciones lo emparenta con el pueblo. Su condición de colaborador de Bernardo Neustadt en la revista Extra, le abre las puertas de la contrarrevolución, avalado por su círculo de relaciones (aunque

ha

perdido

algunos

amigos

como

Hermes

Quijada)

Todo

mezclado, como en el programa de Guillén. La Biblia y el calefón, diría

118

Discépolo. Ayer, una misa por Carlos Ramus, luego un responso a Bianculli, guardaespaldas de la UOM y hoy un oficio religioso para Isabelita. (Siempre queda la excusa que la religión no hace distingos políticos, como si él fuera el único cura de la aldea) Como si fuera un corcho siempre flotando aunque cambie la corriente. Montonereando en el pasado reciente, lopezregueando sin empacho después del 20 de junio. Carlitos Mugica, cruzado del oportunismo, ha devenido en: ¡depurador ideológico! Desde las páginas de “Mayoría”, órgano de los ultramontanos Jacovella, con el mismo desparpajo con que escribía en “Cristianismo y Revolución”, pontifica sobre la alienación ideologista” de nuestra juventud. Con citas a Pascal y del burócrata Zorila, rebate en cuatro líneas a todo pensamiento revolucionario y termina preconizando “la reconstrucción del hombre argentino”. Y si esto fuera poco, tiene la osadía de negar el aporte de una juventud que desde hace muchos años riega a diario con su sangre el suelo de nuestra patria, dándole el siguiente consejo de pavo infautado: que “renuncie a buscar la revolución en los libros (con el peligro de morirse de un error de imprenta) y ascienda al pueblo asumiendo sus problemas reales (…) (Mayoría, 19- III- 1974) Por todo lo expuesto, quede Carlos Mugica preso en la Cárcel del Pueblo, aunque se quede sin asistir al casamiento de la hija de LLambí con Sergio Patrón Uriburu”. Varios son aquí los cuestionamientos a Mugica. Pero sobre todo su colaboración como asesor en el Ministerio de Bienestar Social, -a la que más tarde iba a renunciar- y otra a estar ligado o compartir opiniones con la JP Lealtad, desprendimiento

de la

JP que no acordaba con enfrentar

directamente a Perón. La revista que se menciona más arriba, Mayoría, es justamente perteneciente a este sector. Finalmente, Mario Eduardo Firmenich es liberado, aunque continúa preso Carlos Caride. Ya ese día 21 de marzo, plantea ir el 1º de mayo a la Plaza; las consignas son por un movimiento peronista, montonero y socialista. Tanto en sus palabras como en las de Roberto Quieto, se trasluce el hecho de la movilización de masas como herramienta fundamental para disputar espacios en el Movimiento.

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Las purgas, que continuaban sin tregua, no ocultaban, en absoluto, el hecho de tratarse de una cruzada ideológica, tal como se había planteado en aquel documento del Consejo Superior del Movimiento Peronista. Se realizaban detenciones que eran declaradas por la policía cuatro o cinco días después, lo cual motivó un pedido de informe de un grupo de diputados. La policía justificaba estas detenciones diciendo que se trataba de la “prosecución de la lucha contra las agrupaciones ideológicas ilegales”. Los diputados se preguntaban ¿quién facultó a la policía para esta lucha? ¿Quién califica de ilegales a agrupaciones de determinada ideología? ¿Existen ideologías ilegales? La Policía argumentaba, en el caso de uno de los detenidos que: Viajó a Brasil trabando vinculaciones con estudiantes izquierdistas de San Pablo y Río de Janeiro, (que) integró el Instituto de Psicología de tendencia izquierdista de Rosario, el Movimiento de Solidaridad con la Revolución Cubana y el Movimiento de Reafirmación y Progreso de la Cultura, de origen izquierdista. Los diputados se preguntaban: ¿Desde cuándo es delito pertenecer a asociaciones culturales de origen izquierdista? El 23 de marzo es asesinado el sindicalista Rogelio Coria. De relación conflictiva con Perón, había sido expulsado del Movimiento en 1967, presionado

para

que

renuncie

a

la

Secretaría

General

de

las

62

Organizaciones en 1973, en ambos casos por ir a contra mano en cuestiones centrales para el peronismo. En el primer caso, aceptar un convenio a la baja, en el segundo, por negarse a la candidatura de Cámpora. Coria era el paradigma del sindicalista que trepa exprimiendo su cargo, que se eterniza en la conducción, que vive en el lujo de la clase dominante y que antepone estos privilegios a cualquier ideología. Dice Gillespie: Durante su decenio en la cumbre, mientras según él representaba a los obreros de la construcción, se había convertido en un magnate de aquel ramo y en terrateniente, adquiriendo un fabuloso apartamento en el

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elegante Barrio Norte y gastando parte de su dinero en un coche a prueba de balas, guardaespaldas y otras medidas de seguridad. Es decir, el estilo de vida que era profundamente repudiado por los sectores revolucionarios. El Descamisado, en su editorial “Porqué murió Coria”, señala no sólo dicho estilo de vida, sino el desvío del programa votado el 11 de marzo de 1973: justicia social y castigo a burócratas y participacionistas. Si el gobierno de Perón se desviaba

de ese programa, el

pueblo debía

aplicar

sus

“correctivos” –como había dicho Firmenich- por su cuenta. Aquí vemos que no sólo se pone en cuestión el rumbo elegido por Perón, sino también su autoridad para decir sobre quién sí debían recaer los anticuerpos y sobre quien no. El general, al haber planteado que los muchachos debían esperar cuatro años para “tener la manija”, señalaba su falta de fogueo en la política, causada sobre todo por los años de dictaduras y proscripciones. Pensaría no solamente que estando él en vida nadie más tenía derecho a aplicar correctivos, sino que a los muchachos les habían sacudido la rama estando aún verdes para estos menesteres. En el mismo número de dicha revista, hay una nota sobre el sindicato de los mecánicos SMATA, y su conductor, José Rodriguez. En ese momento había surgido una lista opositora para las elecciones de la organización. Allí se decía: La conducción del sindicato - encabezada, desde la muerte de Dirk Koosterman, por José Rodríguez- estará representada, en los próximos comicios, por la Lista Verde, que desde hace cuatro años, y gracias a los consabidos manejos fraudulentos, no ha tenido oposición electoral alguna. Consecuentemente “oficialista” –son conocidos los sucesivos idilios con Onganía, Levingston y Lanusse- la directiva del SMATA, erigida ahora en árbitro y modelo de ortodoxia peronista, ha sabido convertirse en blanco del repudio generalizado de los trabajadores mecánicos. También los bancarios, muchos en huelga de hambre, reclamaban por despidos. Quienes quedaron fuera del Banco Nación fueron calificados por sus autoridades como “agentes perturbadores”. Estuvieron, entre otros,

121

para solidarizarse con los huelguistas, los legisladores Hipólito Solari Yrigoyen y Mario Amaya. Ya a esta altura varios sectores políticos comienzan a pronunciarse sobre la purga interna. El Partido Revolucionario Cristiano, liderado por Horacio Sueldo, en un documento señalaba que En los últimos tiempos se ha acelerado el deterioro del clima de convivencia política que se iniciara con el infausto episodio de Ezeiza, y que alcanzara su más grave exteriorización en Córdoba (…) Oscar

Alende

califica

a

Navarro

como

“delincuente”;

Balbín

como

subversivo, y la JP se congraciaba de que Haya un conjunto de fuerzas políticas que tomen conciencia de lo que nosotros hemos denunciado: el avance de la ultra- derecha –y la derecha en general- que se registra en el país, y que pretende desvirtuar las aspiraciones populares de liberación Los provocadores señalados por la JP eran Alberto Brito Lima y Alejandro Giovenco, que había muerto accidentalmente al explotarle una bomba que trasladaba en su portafolios. En la madrugada del 23 de marzo es ametrallado desde un automóvil el ex secretario general del Movimiento Nacional Justicialista, Juan Manuel Abal Medina. Por obvias razones no permanecía siempre en el mismo domicilio, y fue interceptado cuando llegaba a la casa de Julio Mera Figueroa, legislador salteño. Los disparos se efectuaron desde un Falcon verde, y cuando Abal Medina, herido, logra ingresar al domicilio, le arrojaron dos granadas. En el aspecto económico, la marcha del Pacto Social se mostraba dificultosa. La CGT no estaba dispuesta a aceptar el 12 % ofrecido por el empresariado, planteando un piso del 15%. Sin embargo, el gobierno parecía decidido a imponer ese aumento y no otro, razón por la cual la CGT apelaría ante Perón. En tanto, numerosas fábricas y organismos estatales iban al paro por su cuenta. Los delegados que no aceptaban la ortodoxia cegetista, sufrían amenazas, en el mejor de los casos. Como condimento a

122

esta coyuntura, debía tratarse en el Senado la prórroga de la Ley de Prescindibilidad. En una solicitada en el diario Noticias, trabajadores de PAMI, Correos, Bancos Nación, Galicia, etc., entre otros, presentaban el siguiente balance de tres meses de aplicación de esta ley: 

150 despidos en IME Córdoba. Entre ellos, la Comisión Gremial Interna;



90 cesanteados en el Banco Nación, Casa Central;



3 despidos en el Instituto de Ayuda Financiera;



4000 despedidos en Santiago del Estero y 1000 en Corrientes;



Listas negras y amenazas de cesantías en masa en varios organismos estatales y provinciales.

En algunos casos los cesanteados son activistas, delegados y miembros de Comisiones internas que han estado en la primera línea de combate contra las dictaduras militares de Onganía, Levingston y Lanusse. En otros casos la inmensa mayoría de los despedidos se trata de TRABAJADORES. Vemos cómo la purga no alcanzaba solamente a la “infiltración” en la JP, o a los “troskos” de otras organizaciones armadas, sino también a sectores del mundo del trabajo. Lo mismo denunciaba Gonzalo Chávez, miembro de la Mesa Nacional de la Juventud Trabajadora Peronista: intimidaciones, persecuciones, suspensiones y cesantías a trabajadores de la administración pública de la provincia de Buenos Aires, por parte de Calabró. Civiles armados recorriendo los pasillos, amenazando a los militantes y ex detenidos durante la dictadura por Villar y Margaride. Era el caso de Haydeé Díaz Nieto. Además, este escenario de amedrentamientos y persecuciones se traducía en abierta represión. La noche del 25 de marzo de 1974, una manifestación de habitantes de diversas villas, que pretendían elevar un petitorio expresando disconformidad sobre un plan de erradicación, es violentamente reprimida. Resulta muerto Alberto Oscar Chacolán, de 22 años de edad. 7 Patrulleros y carros de asalto fueron dispuestos para dispersar a la multitud. Un itacazo a dos metros de distancia, terminaría con su vida. La policía

7

Al día siguiente, el Diario Noticias le daría 33 años.

123

afirmó que se trataba de “un villero borracho que fue atropellado por un automóvil”. Su hermano Roque, ahijado del propio Perón, fue detenido. Evidentemente, todos estos aspectos –purga interna, amenazas, despidos, etc.- confirmaban una conducción del movimiento hacia la derecha que buscaba imponer por la fuerza el Pacto Social y la ortodoxia. Ello explica las leyes represivas y las designaciones de Villar y Margaride: no sólo para combatir a los sectores armados, sino a toda resistencia social. En

este

contexto,

gobernadores,

otro

continúa.

aspecto Perón,

que

era

como buen

la

embestida

militar

y

contra

los

estratega,

no

descuidaba ningún frente en la batalla. En Salta, varias organizaciones sindicales –aunque no la CGT local en su totalidad- lanzaban una ola de huelgas

por

tiempo

indeterminado.

En

Mendoza,

distintos

sectores

comenzaban a exigir la renuncia de Martínez Baca. En Córdoba, no había fecha –ni apuro- para llamar a elecciones. En tanto, desde el exterior llegaban rumores de un posible golpe de Estado –caracterizado en esos días como “pinochetazo”- esta vez, desde el diario Pravda, órgano oficial del Partido Comunista Soviético. No debía ignorar Perón estos rumores, y por supuesto no era ajeno al cerco que se iba perfilando alrededor de la Argentina, de gobiernos militares. Querría, seguramente, dar una imagen de energía ante la izquierda –en el marco de la Guerra Fría- y aventar toda sospecha de posible radicalización de su gobierno. Pero ¿a que costo? El presidente peruano, general Juan Velazco Alvarado señalaba que: “el golpe de Estado de Chile ha modificado la relación de fuerzas en América Latina”. Se refería a la presión que se hacía sentir con más fuerza sobre el Perú, luego de la caída de Allende y del pseudogolpe uruguayo. De hecho, Pinochet estaba reforzando las fronteras y adquiriendo armamento, el cual Washington, por ejemplo, le negaba al Perú, pero sí le vendía a Chile. Velazco Alvarado, por su parte, debió volcarse a adquirir armamentos en la Unión Soviética. Desde la Moneda, se contaba, además, con la segura neutralidad del gobierno boliviano, presidido por el General Banzer, con quien, por supuesto, Pinochet tenía afinidades ideológicas. Volviendo a la política doméstica, - aunque íntimamente relacionada con la latinoamericana- hacia el 29 de marzo, la izquierda del peronismo –JP, Montoneros, JUP- hacían llegar, por intermedio del Secretario Militar de gobierno, coronel Damasco, un documento a Perón. Ante las quejas sobre

124

las persecuciones –según Dante Gullo- Damasco guardó silencio. Vale la pena una cita extensa para apreciar mejor los señalamientos que la Tendencia le hacía a Perón. Enumera, en primer lugar, la “ofensiva vandorista”: Bandas armadas, masacre de Ezeiza, persecución de trabajadores en general, ubicación en puestos claves del Estado de elementos reaccionarios, como por ejemplo “el mayor del Ejército Benito Pedro Llambí, que en junio de 1955 proponía “liquidar inexorablemente” a Perón y sus colaboradores, y desatar una guerra civil como en España, fue designado Ministro del Interior Que Margaride, proveniente de la UDELPA de Aramburu, fuese designado Superintendente de Seguridad Federal, que Villar, que asaltó con tanquetas la sede del justicialismo donde se velaban a los muertos de Trelew, fue designado a la Subprefectura de Policía; el General Cáceres, que había dirigido la policía en tiempos de Lanusse –con las consiguientes torturasdirigía ahora la Gendarmería Nacional; que Otero “que en 1965 se burlaba de Isabel Martínez de Perón y hacía proselitismo a favor de los candidatos de Vandor en Mendoza” ahora era Ministro de Trabajo; que Miguel y el senador Martiarena, “quien en 1965 pedía a la justicia la ilegalización del Partido justicialista porque recibía órdenes del exterior”; la forzada renuncia de Bidegain, el Navarrazo, el Pacto Social firmado por el vandorismo y la burguesía desertora en 1955; la ley de Asociaciones Profesionales, elecciones

fraudulentas

e

intervenciones

en

distintos

sindicatos,

allanamientos en locales de la JTP, ley de Prescindibilidad, negociados de López Rega, etc. Por supuesto, los firmantes del documento piden la remoción de los personajes antes mencionados. Fue acertada y valiente la denuncia de este documento dirigido al mismísimo Perón. Es de imaginar el profundo malestar que le habrá causado este cuestionamiento tan exhaustivo, en momentos en que el general se recostaba e intercambiaba puntos de vista solamente con quienes, en alguna medida –no sabemos cuánto- consideraba sus pares, es decir, los políticos profesionales dirigentes de los partidos de oposición. Pero la cuestión es: ¿albergaba aún alguna esperanza la juventud, de que con ese panorama, fuese él mismo a modificar el rumbo?

125

En Mendoza, con sus matices, se repetía el panorama de acoso y desgaste ya visto en otras provincias hacia el gobernador Martínez Baca., que habían padecido Obregón Cano y Bidegain. Esta vez es a través del juicio político que se pretendía llevar adelante por un supuesto negociado con la bodega estatal Giol. La cosa quedaba en suspenso, pero sólo momentáneamente. En Santa Fé se daba un panorama similar. El punto conflictivo era la aprobación del presupuesto provincial. Lorenzo Miguel y el vice- gobernador –también de la UOM- plantearon el rechazo al proyecto presentado por el Gobernador Sylvestre Begnis. La excusa del rechazo era que violaba el Pacto Social. Montoneros reclamaba el respeto por las autoridades que el pueblo había elegido el 11 de marzo de 1973. En Salta, las 62 Organizaciones declaraba “persona no grata” al Gobernador Ragone “en vista que el gobernador no depuró ideológicamente a su equipo de gobierno. Su accionar está en contra de la doctrina justicialista”. Y – faltaba agregar- del “Documento Reservado”. Balbín, bregando por la pacificación y la concordia, aportaba su granito de arena a la purga: No nos van a venir a enseñar ahora –afirmaba en un acto en Caseros- los portadores de libros extraños, los universitarios que rompen los laboratorios que construyó el esfuerzo de los argentinos, portando filosofías de distintas ideas. Otro de los focos donde apuntaba la purga eran las Universidades, y la punta de lanza era el Comando de Organización. El 31 de marzo, un estudiante que se dirigía a la toma de la Universidad de Lomas de Zamora, que repudiaba al rector normalizador designado fue baleado. Otras trece ocupaciones de facultades se sucedían en la Universidad Tecnológica, por el mismo motivo. Al día siguiente era enterrado el estudiante Hugo Hanssen, y el rector normalizador de Lomas renunciaba. La JUP acusaba al senador Alberto Ponrouge por el crimen. Jorge Todesca, de la Regional I, denunciaba además que dicho rector –Dr. Bezzi- formó parte del plantel de Francisco Imaz, Ministro del Interior de Onganía. También se tomaba el rectorado de la Universidad del Litoral.

126

Es llamativo como Perón, en esta tercera presidencia, echó mano a buena parte del elenco de segunda y tercera línea que actuó en las dictaduras que se sucedieron desde 1955. Y lo más doloroso seguramente para quienes realmente creían que con la vuelta de Perón al poder se iniciaba un proceso transformador, es que ese elenco estable se había destacado, justamente, por su extrema dureza hacia el peronismo perseguido. Es como si Perón quisiese enviar un mensaje a esos sectores políticos, como si quisiese hacerles notar que, pese a ciertos toques reformistas del peronismo, no debían asustarse, que era uno de ellos, y que frente al enemigo común –la “infiltración marxista”- las diferencias se diluían. Pero volvamos a aquel documento que la Tendencia entregara a Damasco. Las crónicas señalan el profundo desagrado que causó en Perón. El “Secretario de Prensa y Adoctrinamiento del Consejo Superior Justicialista”, Eloy Camus, se sintió autorizado a decir que La Tendencia no integra el peronismo, como tampoco ninguno de sus líderes, en cuyo caso las negociaciones con Damasco constituyen sólo una tratativa más con otra organización política. Ya no se trataba de que los querían echar: nunca estuvieron adentro. El 2 de abril, finalmente, salía en libertad Carlos Caride. Pero no apuntó contra Perón por su detención, sino contra una difusa “ofensiva proimperialista”, y denostó a Villar y a Margaride. Nada sobre quien los nombró. Al día siguiente, es detenido el hermano de Chejolán, aquel villero muerto en una manifestación. Incomunicado, había sido llevado por la policía mientras recolectaba basura. Pese a estos hechos, Alfonsín declaraba que En el marco de la democracia y dentro de un gobierno elegido por un amplio margen de votos por el pueblo, resulta absurdo seguir el camino de la subversión. Puede decirse que se refería al ERP, que continuaba con su política de secuestros a empresarios, pero nada decía sobre la violencia que emanaba del seno mismo del Estado.

127

El día 4, Perón anunciaba por cadena nacional, un aumento para los jubilados. Hablando del esfuerzo y la honestidad en el manejo de los fondos previsionales, el general se emocionó. “Perdonen –dijo- pero cuando nos ponemos viejos nos ponemos llorones”. Luego se despachó con una serie de elogios hacia José López Rega, que estaba a su lado. Recordemos: en el documento a que hicimos referencia, la JP lo cuestionaba por corrupción. Villar y Margaride seguían actuando con total impunidad. Sin orden judicial, allanaron una sede de la JTP, con un despliegue de cien efectivos y deteniendo a quienes encontraron en el camino. El dato curioso de esos días lo da Carlos Saúl Menem, en ese momento Gobernador de La Rioja. Como fiel reencarnación de Facundo Quiroga, impulsa la idea de quitar de su provincia la sombra terrible de Sarmiento, para así comprender mejor las convulsiones internas que desgarraban al pueblo riojano. Su idea es quitar el nombre del temible sanjuanino de toda avenida, plaza o paseo público. Años después, y siendo un presidente de patillas recortadas, se abrazará con el máximo perseguidor de la “barbarie”: el Almirante Rojas. Sabido es que, a la hora de crear consenso para la eliminación de un determinado sector, una de las herramientas a las que se suele recurrir es a la extrema simplificación y a la estigmatización del otro, que crean sentido común. Una vez más Balbín; ya a esta altura podemos afirmar que, más no sea desde el aspecto ideológico, era un estrecho colaborador de Perón en la purga. Lo vemos llevar adelante esta tarea una y otra vez, sabiendo que era visto –y así quería presentarse- junto a Perón como los patriarcas de la política argentina. Y como tal también era escuchado. Al referirse a una juventud que –bien sabía él- no había conocido la democracia, y con su lenguaje siempre florido, la describía diciendo: Está armado el brazo de una minoría alocada. ¿Qué desean, a que aspiran, quién les ha dado el derecho de perturbar la mente y el razonamiento de nuestra juventud? Son destructores sin convicciones, y yo los invito a exponer sus argumentos antes de arrojar la bomba asesina. Debe enseñarse con el ejemplo de arriba para abajo, para que la juventud recoja basamentos sólidos.

128

¿El ejemplo que debía recoger la juventud era el de dirigentes que en su momento apoyaron persecuciones y fusilamientos hacia sectores populares? Además, puede verse como aquí Balbín ensaya una defensa de las jerarquías: de arriba hacia abajo. De quien sí fueron sorpresivas las declaraciones fue del Gobernador de la provincia de Buenos Aires Victorio Calabró. Así respondió a la revista Cuestionario, dirigida por Rodolfo Terragno. Cámpora es un peronista. Lo del marxismo de Cámpora es un cuento. Cuando yo pedí que renunciara fue porque, estando Perón en la Argentina, nadie podía achacarle (sic) la presidencia. Además, eso fue lo que se pactó en España, y yo fui testigo: Cámpora tenía que abrirse para que subiera Perón. Eso era lo convenido y era lo lógico. ¿O ustedes creen que con Perón en la Argentina puede gobernar otro? Pero eso no significa que Cámpora sea un infiltrado. Lo de Córdoba no debió hacerse, y además, se hizo mal Eso de la infiltración es un cuento. Siempre hubo, en el peronismo, izquierda y derecha. Ahora no nos podemos asustar de eso. Yo no voy atrás de las viejas vizcachas. La caza de brujas no es para mí. (…) Hay que parar la mano con la violencia. Aquí hay gente de los dos lados que siguen dando manija y esto puede terminar en una guerra (…) Según el diario de Terragno, Calabró buscaba congraciarse con la izquierda, afirmación que nos genera ciertas dudas. ¿Por qué esa necesidad, ante un sector que estaba sufriendo un brutal embate y se hallaba –dentro del peronismo- en franco retroceso? En Córdoba, la salida de Obregón Cano había dejado secuelas. Hacia el 6 de abril, aún había presos políticos, detenidos durante el Navarrazo. Se hallaban en huelga de hambre, y denunciaban que “quien ahora nos detiene y acusa, es la policía brava de Navarro, que se levantó contra las autoridades constitucionales de Córdoba”. El titular del bloque del FREJULI, Héctor Bruno, decía al salir del penal donde fue a visitar a los presos que “nunca nos hubiéramos imaginado que bajo un gobierno popular tendríamos

129

presos políticos”. Un dirigente de la JP, como si Perón no hubiese avalado el Navarrazo, exhortaba a recuperar el gobierno “para el pueblo y para Perón”. El día anterior, el general apela a un asado en Olivos para estrechar filas con los políticos profesionales y, de alguna manera, buscar apoyos para aislar a sus muchachos díscolos en particular, y a la izquierda en general. Allí adelantó un plan para erradicar la violencia (¿toda violencia?) y su intención de avanzar en una ley de Prescindibilidad, que le daría luz verde para una depuración en la administración pública. Todos los asistentes pidieron que no se reitere el proyecto presidencial de esta Ley. Pero Perón insistió. Rodolfo Ghioldi, del Partido Comunista, planteó a Perón su preocupación por la “escalada fascista”. Es decir, el tema llegaba a oídos de Perón; queda descartada la posibilidad de alegar desconocimiento sobre la cuestión. El día 7 de abril, podía verse en Noticias una solicitada de los bancarios, titulada:

“106

trabajadores

bancarios

esperan

el

pronunciamiento

comprometido por el gobierno de la Nación”. Allí expresaban que: El Congreso Nacional sancionó la Ley 20549 de Prescindibilidad, para desterrar el continuismo gorila de la Administración Pública según se dijera. En abierto desacato a esos fundamentos de la ley, Juan Carlos Paz y sus funcionarios en el Banco Nación la aplicaron a los trabajadores, aduciendo motivaciones de índole gremial, sumadas a un conjunto de acusaciones calumniosas, y a referencias a “pruebas secretas” nunca demostradas ni demostrables (…) en el octavo día de conflicto, con los prescindibles en la calle o detenidos, armaron un operativo dentro del Banco, por el cual, mediante el

señalamiento

a dedo de venales funcionarios,

algunos

compañeros eran separados y detenidos por la policía, quedando el libertad al siguiente día, porque el Banco ningún cargo tenía para hacerles. Así se castigaba a quienes no acordaban con el Pacto Social. Ya para esa fecha, se venía hablando de la organización del tradicional acto cooptado para la

liturgia peronista, el del 1 de mayo. No se sabía si

hablaría o no Perón, pero ya trascendía que la organización correría por cuenta de la CGT y de la UOM, junto con el Ministro de Trabajo Otero. Ante el asesinato del titular de la Central Obrera de San Nicolás, Antonio Magaldi,

130

ocurrido días antes, el consejo nacional de la CGT señalaba el peligro de “una escalada de terror y violencia destinada a convertir en un Primero de Mayo “rojo” la tradicional fiesta de los trabajadores”. La Juventud Sindical Peronista textil, advertía sobre quienes “pretenden sustituir nuestras banderas y nuestra Doctrina, les haremos tronar el escarmiento”. Magaldi fue muerto la noche del 4 de abril, por el Comando Columbo- Elena del ERP. En el comunicado decían que: Ha sido uno de los principales responsables del permanente ataque, persecución y vejámenes que sufrieron los trabajadores y sectores populares de San Nicolás por parte de las bandas de matones fascistas, armados por la burocracia sindical, por los directivos y dueños de las grandes empresas, en especial SOMISA, por el ejército y la policía federal. Lo acusaban, a su vez, de haber instigado el asesinato de José Domingo Colombo, jefe de redacción del matutino El Norte; fue ultimado en la misma redacción, por negarse a publicar un manifiesto de la CGT de San Nicolás. Según El Descamisado, fueron comprobados matones a sueldo de la UOM y de la UOCRA, y pertenecían al “Comando de Resistencia Peronista”. En todo caso, lo que señalaba el comunicado del ERP es que Colombo no pertenecía a la organización. Pero también denunciaba que el 16 de mayo había sido baleado el Dr. Rogelio Elena, radical y hermano de un militante del PRT- ERP. Vemos entonces en que clima y desde cuándo se venía gestando lo que luego sucedió el 1 de mayo. Más arriba habíamos hablado de la situación de los presos políticos. En otra solicitada, sus familiares explicaban el motivo de la huelga de hambre: 1- Se encuentran alojados en un pabellón totalmente insalubre, carente de la más elemental higiene, plagado de chinches y otros insectos. 2- El techo del pabellón está constituido por un enrejado, desde dónde son permanentemente vigilados por guardias armados, este aspecto implica un estado de intranquilidad y nerviosismo que no encuentra explicación alguna, como no ser la de estar sometidos a una intimidación constante.

131

3- Esta intranquilidad ha sido agravada por un tiroteo producido dentro del penal, en la madrugada del día 30, sobre el que nadie ha proporcionado explicación alguna. 4- Permanecen en un estado de casi total incomunicación, sólo pueden ser visitados por sus defensores, salvo el sábado 30 que se permitió una visita de excepción a familiares, que previa entrada y salida fueron objeto de una requisa vejatoria. No se les concede el recreo diario, no reciben diarios, ni revistas, ni material de lectura alguno. 5- No les han sido entregados los efectos personales, que les fueron requisados durante el arbitrario traslado. 6- El Director del Penal se niega a entrevistarse con los familiares, pese ha habérselo solicitado reiteradamente. 7- A consecuencia de la huelga de hambre, dos detenidos se encuentran internados en la enfermería del penal, sin que se haya permitido la visita de familiares, no conociendo el estado en que se hallan. Este tipo de violencia a erradicar no figuraba en los planes de Perón. Él se refería

–trascendió

concretamente

a

luegola

JP,

exclusivamente donde

–pensaba-

al

accionar

había

guerrillero.

muchos

Y

marxistas

infiltrados. Yo les dije que se vayan a alguno de los partidos marxistas y que si quieren les puedo presentar a los del partido comunista, que son amigos míos. Los comunistas –como vimos- plantearon su preocupación por la violencia emanada desde el mismo Estado. Luego, la información sobre el plan de Perón para erradicar la violencia fue desmentida por un comunicado del Partido Intransigente. En la Universidad del Sur, de Bahía Blanca, se da un hecho que se va a reproducir en otras: el ingreso violento de integrantes de la CNU y la JSP, amenazando a los estudiantes con armas y destrozando instalaciones. Formaba parte de las directivas del “Documento Reservado”. El 9 de abril trasciende la voz de alarma sobre la violencia que se cernía sobre América Latina. En Roma, se leen las conclusiones del “Segundo Tribunal Russell”.

132

Recordemos que el tribunal Russell surge hacia 1966-67, con el fin de denunciar los crímenes de lesa humanidad cometidos por Estados Unidos en Vietnam. En 1973, surge el Segundo tribunal, ante la escalada golpista en América Latina. Al leer las conclusiones, su presidente, el senador Lelio Basso decía: Hemos visto levantarse la sombra de un Leviatán sin precedentes en la historia. Ni las viejas dictaduras militares de caudillos, ni el fascismo italiano, ni el mismo nazismo alemán, sino algo que podría ser todavía peor: la tentativa de someter a los pueblos de todo un continente a la explotación de algunas sociedades multinacionales, de transformar a todos los hombres en esclavos de un aparato todo poderoso, misterioso y lejano, se someter sus conciencias y reducirlas a mecanismos insignificantes del sistema implacable del beneficio. Luego de tan proféticas palabras, condenaron por violaciones a los derechos humanos a los gobiernos de Chile, Brasil, Uruguay y Bolivia, y se planteaba por un lado la difusión por todos los medios posibles de lo que acontecía en esos países, y por otro, ayuda a refugiados, pedidos de salvonconductos a presos políticos y boicots para que pudiesen adquirir armas. Entre otros formaban parte del Tribunal Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. En la Argentina, que aún no llegaba a los niveles de brutalidad que expresaba el informe –en cuanto plan sistemático como veremos luego en la dictadura del 76, aunque había habido muestras de ella –existía también preocupación por la libertad de prensa. Una larguísima lista de sindicatos y organizaciones cercanas a la Tendencia, pedían la reapertura del diario El Mundo y el cese de la represión fascista. Y justamente, en relación con la libertad de prensa, en la noche del 8 de abril es clausurada la revista “El Descamisado” en forma definitiva, mediante el decreto 1100 del Poder Ejecutivo. El diputado Leonardo Bettanin decía que: Cuando suceden estas cosas siempre me encuentro con las mismas caras: los gorilas enquistados en el gobierno peronista.

133

Tal vez Bettanin veía siempre las mismas caras, pero el decreto venía directamente de Perón. Lo que planteaba el director de la revista, Dardo Cabo, es que la clausura era un paso más en el camino de enrarecer el clima para el 1 de mayo. ¿Buscaban Perón y la derecha otro Ezeiza? En tanto, hacia el 10 de abril se reclamaba por una desaparición. El titular del diario Noticias dice así: “Reclaman por un desaparecido”. Teniendo en cuenta

que

hablamos

de

1974,

seguramente

nadie

imaginaba

las

connotaciones que el término tendría años después. Era el caso de Francisco Reynaldo Alvero, por quien se presentó un hábeas corpus. Alvero era militante de la JTP, y se encontraba detenido en Villa Devoto a causa de un allanamiento a un local de esa agrupación. El lunes 8 se dispone su libertad, y se lo traslada a la Superintendencia de Seguridad Federal, donde se le pierde el rastro. Además, un militante de la Vanguardia Comunista, Antonio Iglesias, es secuestrado, golpeado y sufre luego un simulacro de fusilamiento en el Parque Pereyra Iraola. Otro hábeas corpus fue presentado, pero esta vez por los periodistas Enrique Nosiglia y Susana Viau, a favor de Juan Eduardo Gómez, periodista uruguayo. Cabe destacar la renuncia de Iñíguez, Jefe de la Policía Federal, y su reemplazo por Villar, hasta la asunción del General Cáceres. Todo indicaba que se trataba de un reordenamiento de piezas a favor del ala más dura, que luego cristalizaría formalmente en la triple A, aunque, como vemos, ya venía actuando. Iñiguez había sido cuestionado por “moderado” frente a la “subversión”. Un dato de color, es que hacia el 17 de abril es detenido el diputado Carlos Kunkel, por averiguación de antecedentes. Era una mas de las detenciones que se venían dando contra militantes de la izquierda del movimiento, sin que

Perón

jamás

dijese

una

palabra

de

desaprobación

a

estos

procedimientos. Sin embargo, ya durante el gobierno kirchnerista, Kunkel desestimó que Perón, e incluso Isabel tuviesen algo que ver con la triple A, o que supiesen algo. La nota se titula “Perón ni remotamente tuvo que ver con la Triple A; Isabel, no creo”. El artículo es de la época de los carteles “no jodan con Perón”. Allí, si bien decía que no iban a frenar las investigaciones sobre el tema, remarcaba que “Está absolutamente claro que para nosotros es perjudicial que se debatan este tipo de cuestiones”.

134

Luego, increíblemente, dice que “ese tipo de estructuras empezaron a operar después de la muerte de Perón”, refiriéndose a la Triple A. Sobre el Documento reservado del Comando Superior Justicialista, Kunkel dice “no lo conozco, no lo leí”. Puede que la organización haya adquirido otra dimensión y otra dinámica luego de la muerte del general, pero que ya operaba con su conocimiento queda absolutamente claro en las páginas que anteceden. Vemos aquí cuánto cuesta aún revisar la figura de Juan Domingo Perón. Volviendo a 1974, Kunkel quedó en libertad al día siguiente. Aquí encontramos una frase que puede ilustrarnos muy bien sobre el enorme abismo que se abría entre quienes querían, por la vía del peronismo, un cambio radical de la sociedad –es decir, una sociedad sin clases- y la concepción de Perón. El general agradece los mensajes de reconocimiento que recibió por el aumento a los jubilados y pensionados. Entonces expresa en una frase su filosofía política: “justicia social, en la medida armoniosa que permitan las circunstancias”. En los aspectos doctrinarios su posición era más dura. Volvió a reiterar ideas que venía expresando desde hacía varios años –“el mundo marcha al continentalismo”- pero obvió, esta vez, señalar como lo había hecho, por ejemplo, en la película de Getino y Solanas, que “el mundo marcha al socialismo”. Por supuesto, una mirada al contexto latinoamericano bastaba para desestimar esta idea, pero el general va más allá: “todas esas excrecencias políticas que han nacido en el seno del peronismo…” No pudo terminar, ya que el auditorio –sindical- estalló en un “ni yanquis ni marxistas, peronistas”. Luego, prosiguió, diciendo que al crearse el Movimiento Pensamos en ponerle socialista, pero hubo repulsa general. Desde que nació el socialismo en la Argentina, fue siempre un partido intrascendente e inoperante. Yo no expulsé jamás a nadie, y jamás reté nadie, porque los movimientos populares como el nuestro sólo se enriquecen con las nuevas ideas sino que crean autodefensas.

135

Aquí está el núcleo ideológico de la purga. Perón quiere minusvalorar al socialismo como ideología, y no específicamente al partido de Juan B. Justo, aunque lo mencione. Dos ideas centrales: 1- el socialismo es una idea ajena al peronismo, que es auténticamente nacional. El socialismo no es nacional. Luego, el socialismo es repudiable; 2- la violencia que se ejerció desde el Estado o con su anuencia, era análogo a un proceso orgánico, el de los anticuerpos actuando. Había que dejarlos actuar, para que el cuerpo se inmunice de esos elementos extraños y “exerecientes”. Y los anticuerpos actuaban, cómo no. El 19 de abril desaparecen el hermano de Juan Pablo Maestre –asesinado durante la Revolución Argentina, en 1971- y Alberto Camps, sobreviviente de la masacre de Trelew. Todos estos arrestos, en los cuales luego se desconocía el paradero de los detenidos, eran llevados adelante por la Superintendencia de Seguridad Federal, que luego sería conocido como centro clandestino de torturas. Se lo llamaba comúnmente “Coordinación Federal”, o “coordina”, y será uno de los centros del terror. Volviendo a Maestre, al día siguiente se le entrega a su madre la camisa ensangrentada de éste, con la lógica reacción de desesperación. Se inician gestiones de todo tipo, incluso ante Solano Lima. Los anticuerpos actuaban también desde lo simbólico. El Superintendente de Seguridad Federal, Luis Margaride, rindió homenaje y colocó una corona de flores a los cinco años de la muerte del Oficial Principal Jorge Alfredo Mato, experto represor y torturador de militantes peronistas. En un intento de allanamiento, en 1969, fue recibido a balazos por Carlos Caride, que luego fue detenido y salvajemente torturado. Recordemos que Perón, en ese entonces, enviaba calurosos saludos a quienes estaban presos por peronistas. Dijo la madre de Maestre: Yo creo que ya es suficiente el baño de sangre que ha caído sobre mi familia, mi otro hijo fue asesinado por la dictadura del general Lanusse, mis

136

hijos han luchado para que Perón vuelva, no me explico cómo los pueden perseguir si luchan por él. Por otra parte, numerosos locales de la JP seguían volando por los aires. Y en ciertos sectores de la oposición había un silencio cómplice ante estos hechos: no se escuchaba, por ejemplo, con la misma vehemencia, la verba florida de Balbín contra la “bomba asesina”. El hecho de que Maestre había recibido torturas era ya una certeza, al igual que Luisa Galli –que trabajaba en el diario Noticias- ;se libraba una orden de captura contra Envar El Kadri, y se presentaba un nuevo recurso de hábeas corpus, esta vez por Adriana Lesgart, dirigente de la Agrupación Evita y hermana de Susana Lesgart, fusilada en Trelew. El ciudadano uruguayo Carlos Antonio Rodríguez era raptado de su lugar de trabajo desconociéndose luego su paradero. Otros uruguayos eran detenidos, sin que la policía aclarase de qué juez emanó la orden. Así mismo, refugiados chilenos y de otros países latinoamericanos, alojados en un hospital de Buenos Aires, fueron notificados por la policía que serían expulsados del país. Evidentemente había una concepción macartista amplia, que excedía el marco del enfrentamiento de Perón con la izquierda de su Movimiento. El 25 de abril Perón recibe a la Juventud. En la reunión defendió la Ley de Prescindibilidad, habló sobre su heredero -el pueblo, es decir “no ustedes”y sobre el acto del 1º de mayo, un tema muy abordado tanto en el ámbito político como en la prensa de esos días. El diario Noticias, reproduce lo expresado por el dirigente montonero Alberto Molinas en la reunión: Hemos asistido a esta reunión por la necesidad de aportar criterios positivos para la organización del acto del 1º de mayo. Este es el motivo por el cual hemos revisado nuestra actitud de no concurrir a estas reuniones. El pueblo argentino ha sido cortado constantemente en los intentos de dialogar con su jefe, nuestros enemigos no quieren el diálogo de Perón y su pueblo, que es el único modo de que el pueblo pueda exponerle lo que piensa de su gobierno. La demostración más elocuente sucedió el 20 de junio, cuando un banda de delincuentes entre quienes estaba el diputado nacional Brito Lima masacró

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al pueblo que había ido a recibir al líder y de lo que el mismo Brito Lima se ufanó según sus propias declaraciones en la UOM. La JP y la JTP deben participar en la comisión organizadora del acto, como forma de la intervención de organizaciones representativas del pueblo. Nosotros deseamos tener parte para aportar criterios constructivos. Según el matutino, Perón le respondió escuetamente que debía remitirse a “las comisiones organizadoras del acto”. Estas eran la CGT, la UOM y el Ministro Otero. En cuanto a dicha organización, dijo simplemente que éste debía correr por parte de la policía. Continuó entonces Molinas: Desde hace tiempo el pueblo peronista viene aguantando las arteras provocaciones de grupos no representativos y de gente que encaramada en cargos oficiales como Villar y Margaride de neta trayectoria gorila y asesina, que nos somete a persecuciones, cárcel y malos tratos. Villar y Margaride son la penetración del continuismo imperialista dentro del aparato policial. No es casual que hayan detenido y torturado a militantes de pública trayectoria. Perón –siempre escueto- habría respondido que: La policía es un aparato del gobierno y debe defenderlo. Villar y Margaride no son más que policías que cumplen con esa función, por lo tanto todo aquel que ande armado que se cuide. Mientras los demás no cambien de actitud la policía no va a cambiar la suya. No solamente Perón defiende el accionar policial, sino que incluye una amenaza: más aprietes, más torturas. Molinas continuó denunciándolas, con el agregado del procedimiento de plantar armas, etc. Increíblemente, Perón expresó: Los que hemos sido delincuentes sabemos que muchas veces se las inflan (a las torturas) para llamar la atención.

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Es realmente difícil afirmar, luego de este diálogo, que Perón no estaba al tanto del accionar represivo y que no lo avalaba. Hemos sabido algo de Maestre. Pero hay más: además de aplicarle picana eléctrica se violó a su esposa en su presencia. ¿Qué sucedía con Alberto Camps? También se le realizarían simulacros de fusilamiento. Mientras se lo torturaba, contó que lo increpaban sobre porqué se atacaba tanto a López Rega. Quienes los detuvieron, mientras los sometían a todo tipo de vejaciones, les decían que podían hacer con ellos lo que quisieran, porque tenían “tiempo de sobra”. Aquí ya hay un concepto que luego denunciará Walsh: la tortura sin límite en el tiempo. El relato de Maestre es un tour por el horror que prefigura el 76 en el 74. Al mismo tiempo, el Comando de Organización, secuestra, tortura y asesina de dos balazos a María Liliana Ivanoff. Tenía 20 años y realizaba una pintada invitando al acto del 1º de mayo. Pertenecía a la Agrupación Evita. A medida que pasaban los días, la cuestión del acto del 1º de mayo, como dijimos, ocupaba cada vez más espacio en la prensa. Montoneros seguía en la misma línea que venimos viendo; es decir, reconocer la conducción de Perón, asistir al acto, pero plantear allí la disconformidad por los “gorilas infiltrados” en el gobierno, como si éstos hubiesen entrado por la ventana. Montoneros decidió tomar en serio las tradicionales palabras de Perón de que el 1º de mayo era una gran asamblea –cosa que nunca fue- y aprovecharlo. Sin embargo, otra agrupación, el Peronismo de Base 17 de octubre –agrupación a la que estaba ligado Envar El Kadri –difunde un texto en el que explica por que no va a concurrir a la plaza el 1º de mayo. (…) porque la política que está llevando a cabo este Gobierno peronista, con Perón presidente, no es la política por la que votamos los trabajadores el 11 de marzo y el 23 de setiembre. En cuanto al acto, señalaban: (…) estarán presentes nuestros enemigos de estos 18 años: los patrones, las FFAA, represores, los políticos gorilas, los burócratas políticos y sindicales y sus matones y asesinos.

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Asimismo, Rodolfo Ortega Peña, declaraba a la revista Movimiento –revista de la JP Lealtad- que: La

rendición de

cuentas

del

1º de mayo

se

presenta

totalmente

insatisfactoria. Las moderadas “pautas programáticas” del FREJULI de marzo de 1973 surgen como incumplidas. El proyecto que se ejecuta desde el gobierno es el del capital monopolista, por lo que el pueblo peronista se siente, ya, a esta altura de los acontecimientos, enteramente defraudado. A partir de la continuación del proyecto económico del sistema, es lógico el avance de la derecha y la pérdida de las libertades democráticas. Las clases sociales opresoras se sienten reconocidas en la acción de gobierno, se vuelven “peronistas” y asisten alborozadas al llamado de la “unidad”. UNIDAD que ha comenzado a practicar la CGE con la UIA. La hegemonía de la

política

del

gobierno

recae,

principalmente,

en

cuanto

a

poder

superestructural, en la burocracia sindical, que se presenta al acto del 1º de mayo con las banderas de la Patria Metalúrgica desplegadas a todo vuelo. Carlos Flaskamp señala que, independientemente de si Perón echó de la Plaza a la Juventud, o si esta se fue sola, pudo ver a dirigentes de columnas montoneras, muy respetados y muy acostumbrados a dirigir a la gente en las manifestaciones, en una llamativa pasividad mientras gruesas columnas se retiraban. Es el caso de Arturo Lewinger, que ante la sorpresa de Flaskamp le dijo ¿Y qué le vamos a hacer, flaco? Si la gente se va, tenemos que irnos también. No nos podemos despegar. Pero otra dirigente, estaba alborozada, y le dijo “¡Lo hicimos ,flaco!” Creemos que, más allá de lo sucedido el 1º de mayo en la Plaza, la ruptura ya estaba consumada para amplios sectores, esa fue solamente su puesta en escena, y su fecha simbólica. Días más tarde, desde el Peronismo Auténtico Andrés Framini, Sebastián Borro y Armando Cabo entre otros, hacen pública una carta abierta a Perón, “De sus viejos amigos y leales soldados peronistas”, donde expresaban:

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La mayoría de los que concurrimos a la Plaza de Mayo el día de los Trabajadores, fuimos respondiendo a la convocatoria formulada por usted, General, el día 12 de Octubre pasado, cuando asumió, por tercera vez la Presidencia de la Nación. Nos citó para que dijéramos “si estábamos conformes con su gobierno”. No nos invitó solamente a ver números artísticos. Esa fue la invitación y esas las reglas del juego. Pidió públicamente que fuéramos a decirle nuestra verdad. A eso fuimos y cuando comenzamos a exteriorizar nuestras convicciones al respecto, recibimos como respuesta calificativos injustificados. Escuchamos además con estupor, que aquellos que negociaron, pactaron, fueron colaboracionistas, participacionistas o dialoguistas con los gobiernos de turno, especialmente los alcahuetes de la dictadura militar, esos que convirtieron al Movimiento Obrero Organizado en instrumento a su servicio personal, ésos eran, ahora, “dirigentes sabios y prudentes” grandes patriotas. Entonces no pudimos evitar, que volviera a nuestra memoria el contenido de aquella carta que usted nos enviara General, donde decía de estos mismos dirigentes que, comprometidos hasta los tuétanos con la Dictadura Militar, dejaron sin efecto un paro general desoyendo sus expresas directivas, que eran “traidores a la clase trabajadora” y que “había que tirarles por la ventana del cuarto piso de la C.G.T.”. También recordamos a su vez y volvimos a escuchar la cinta magnetofónica que certificando su carta nos enviara desde Madrid. Parece que ahora, por el retorno de Perón, que ellos sabotearon consecuentemente, se ha producido el milagro de convertir traición en lealtad y los usurpadores de cargos, en dirigentes representativos. Fíjese cómo serán de representativos esos dirigentes que precisamente en el día de los Trabajadores, ninguno de los que ocupan la cúpula sindical se atrevió a presentarse en la Plaza para hablarle a los trabajadores. Conviene aclarar que no sólo eran jóvenes los que fueron a decirle su verdad al General Perón en la Plaza de Mayo. Habíamos millares de hombres y mujeres ya maduros que también pensamos como los jóvenes. Que no estamos conformes con muchas cosas que están pasando. Íbamos a decirlo, a pedir una respuesta que nos esclareciera, que nos permitiera mantener la fe. Lo que sucedió, no sólo no nos dio una respuesta, sino que nos aumentó la

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confusión y nos desalentó profundamente. Quienes le escriben esta carta, General, hemos sido protagonistas de la historia de estos casi treinta años de lucha peronista; nuestros nombres los conoce el pueblo y también los conoce usted General porque juntos hemos estado en las buenas y en las malas y estamos ligados al sacrificio, la fe y la resistencia del pueblo peronista. Si nos quedáramos callados frente a todo esto que ocurre no sólo traicionaríamos nuestra lucha sino la responsabilidad que tenemos de hablar por muchos compañeros que sienten como nosotros que no sólo se desvía el rumbo, sino “que está lleno de gorilas el gobierno popular” y que los traidores manejan la cúpula del Movimiento Peronista. Este 1 de Mayo será considerado uno de los más tristes para los trabajadores. Porque no es cierto que, como dice el aparato de difusión oficial, se hayan ido de la Plaza unos pocos o que sólo fueran jóvenes. Se fue, General, más de la mitad de la gente que allí estaba mientras usted hablaba. Se fue la gente que no fue llevada allí por el fabuloso aparato de los burócratas sindicales protegidos por la policía y apoyados por grandes cantidades de dinero. Esta gente que se fue, había ido a preguntarle a su líder que pasaba, y quería una asamblea, quería el reencuentro con Perón y el diálogo peronista. Cuando preguntaron, fueron calificados con sorpresiva dureza y su entusiasmo y su fe, se convirtió en dolor, porque habían ido allí a expresarle a usted sus angustias y sus preocupaciones para que se les respondiera y se los tranquilizara. Pero cuando llegamos a la Plaza, una enorme bandera nos tapaba el sitio desde donde usted iba a hablar; además servía como excusa y telón de fondo para que los enfoques de las cámaras de televisión no pudieran abarcar más allá, y que se viera lo que los burócratas querían mostrarle. Vimos un 1 de Mayo donde una mediocre Comisión Organizadora quería ocultarle con escenografía la expresión del pueblo. Habían prohibido ir con carteles; y no se podían cantar las consignas populares; no se podía entrar encolumnados. Este escenario no se monta para recibir al pueblo, para preguntarle si está conforme o no. La gente que venía del interior, fue trabada durante todo el camino. Infinidad de compañeros fueron parados por la policía y hechos regresar. Llegaron las columnas más numerosas, pero sufriendo horas de

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manoseo antes de poder entrar en la Plaza. Los burócratas encargados de la organización, crearon tal ánimo en la multitud que la predispusieron para cualquier reacción. Los “pesados” de los sindicatos hacían guardia junto a la policía; los matones de Bienestar Social pretendían esconderse detrás de los sachéts de leche que sólo contenían agua. Todo un dispositivo intimidatorio hizo que sólo los más decididos llegaran a la Plaza. Cuando abrimos la boca para decir lo que pensábamos, recibimos una respuesta tan insólita como injusta. Íbamos a decir lo que pensábamos del gobierno. Que aprobábamos la política exterior del gobierno, porque es consecuente con la posición del peronismo de hacer respetar la autodeterminación de los pueblos y defender la hermandad continental. Y también íbamos a decir que no estábamos conformes con la política económica. Porque no es cierto que la inflación esté controlada. Es inexacto que haya desaparecido o disminuido notoriamente la desocupación. Los salarios siguen siendo insuficientes y no alcanzan para cubrir las necesidades más mínimas. No se ha avanzado en el cuidado y la atención de la salud. Se ha agravado el problema de la vivienda, porque la propiedad sigue concentrada en unos pocos que regulan especulando los alquileres por encima de las leyes. El índice de mortandad de nuestros chicos sigue siendo alarmante. La especulación con los artículos de primera necesidad que hacen las grandes fábricas no es controlada ni castigada. Las empresas monopólicas y multinacionales siguen vaciando el país. Pero este no es el problema principal, porque sabemos que de un día para otro no se puede hacer milagros. Nosotros los trabajadores, estamos dispuestos a dar salarios, sacrificios y privaciones para la reconstrucción. Este era el estado de conciencia cuando asumió el gobierno el peronismo luego de dieciocho años. Pero el pueblo ha sido rechazado del gobierno. Su participación cerrada y en su lugar hay una gran mayoría de burócratas, hay viejos traidores y conocidos represores de la causa popular. Y nadie nos dice porqué las cosas no cambian y por qué tenemos que aguantar todo esto, quedándonos callados. Odiados represores y torturadores durante la dictadura neo-colonial, han sido llamados a conducir los organismos de seguridad, han sido ascendidos en vez de pedirles cuentas por sus crímenes.

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En las Cámaras Legislativas con maniobras ya insoportables hasta por condescendiente oposición se eluden sin vergüenza las denuncias por torturas. En cuanto al Movimiento Peronista, pretende ser conducido por personeros sin representatividad. Algunos de ellos traicionaron abiertamente al Pueblo y a su Líder, negaron su peronismo durante los años duros de la Resistencia y pactaron con cuanto enemigo de turno hemos tenido. Otros, que han sido puestos a dedo, no tienen más mérito militante que el de tener un papá gobernador. Nunca han estado en la lucha ni al lado del Pueblo. Han parado, sistemáticamente todo intento de organización para llevar la participación popular al gobierno que no sólo ha sido desechada sino reprimida. Se ha ordenado descabelladamente el cierre de Unidades Básicas donde el pueblo concurre a organizarse, se ha suspendido la afiliación y se trata de demoler con terrorismo cualquier condición para que el gobierno tenga una organización popular que lo sustente. Y todo esto no nos gusta. Con respecto a los “entupidos”, “imberbes” y “mercenarios” es necesario recordar que no nacieron por generación espontánea. Son nuestros hijos. Los hijos de los trabajadores, muchos de los cuales estudian y trabajan. Los hijos de los hombres leales y combatientes que durante dieciocho años no escatimaron esfuerzos ni sacrificios para rescatar al país de las manos de la antipatria. Y saben más de peronismo que la mayoría de esos personajes arribistas que hoy lo rodean, General. Y esto, porque han mamado el peronismo desde chicos. Lo aprendieron con lágrimas y privaciones, cuando siendo niños los despertó bruscamente el allanamiento de los comandos civiles, militares o policiales que los encañonaban mientras arrestaban al padre, al hermano o la madre; que luego serían encarcelados, torturados o fusilados. Son los que durante años los días domingos tenían un sólo paseo: la cárcel donde estaba el ser querido preso. Son los que aprendieron de nosotros lo que era el peronismo y qué significa para el país. A los que les inculcamos a toda hora y todos los días que el Líder es un hombre sabio, prudente, ecuánime, comprensivo, humano, justo y patriota. Son los que arriesgaron la vida peleando contra la dictadura. Son los torturados, los perseguidos de todos estos años, los sobrevivientes de la

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masacre de Trelew. Son a los que apaleaba la policía de la dictadura cuando salían a la calle a gritar “Viva Perón”, “Perón Vuelve”. Son los amigos, los padres, las novias, los compañeros de los que murieron por la patria y por su regreso, General. Son, General, como usted mismo lo dijo, el futuro, la esperanza y “la juventud maravillosa”. Son los que el 1º de Mayo llegaron a la Plaza gritando “Perón o Muerte”. Son los que no aflojan, los que no se entregan, los que no claudican. Argentinos orgullosos de su estirpe que ya han aprendido a diferenciar la paja del trigo. Son los que están seguros que no hay liberación sin revolución y que la revolución no se hará jamás con traidores, cipayos y gorilas. Son los que se retiraron de la Plaza llorando su amargura y su frustración. Los que nos preguntaban con lágrimas en los ojos porque el Líder los había abandonado y prefería a los burócratas, a los traidores, a los agentes del antipueblo. Los viejos y auténticos peronistas estamos al lado de ellos. Porque son honestos, son leales, auténticos, desinteresados y sobretodo, como lo han demostrado, peronistas hasta la muerte. Que podrán equivocarse, pero que son incapaces de una traición y una deslealtad. Estamos al lado de ellos y con ellos en el Movimiento Peronista. Porque ser peronista no es una filiación ni una patente que da un burócrata, no es una adherencia. Es un compromiso, un estilo de vida, algo que como la honestidad sólo se pierde cuando se delinque. Ser peronista es servir al pueblo y hacer lo que el pueblo quiere. General, como viejos soldados, hemos querido decirle estas cosas. Porque hemos peleado duro para recuperar el gobierno. Porque seguiremos peleando para que el peronismo logre el poder y pueda hacer de esta patria una gran Nación con un Pueblo feliz. Porque derrotaremos de una vez por todas a los enemigos de afuera y de adentro, esos que al servicio de intereses antinacionales pretenden impedir que el peronismo sea la vanguardia de la gran revolución nacional que concrete la liberación definitiva de nuestra Argentina.

145

AGRUPACIÓN

DEL

PERONISMO

AUTENTICO

Andrés FRAMINI – Sebastián BORRO – Armando CABO – Dante VIEL – Arnaldo LIZASO”

Según Juan Manuel Abal Medina, vio a Perón dos días después y estaba con la idea de que en el acto “se le había ido la mano”. Pero al mismo tiempo señalaba: “son insoportables”. La silbatina intensa a Isabel y el “no rompan más las bolas, Evita hay una sola”, parece ser lo que lo sacó de quicio. Es probable, pero como vimos, la invitación a que la juventud o parte de ella se fuera del Movimiento venía de mucho antes. Sólo basta recordar aquel discurso luego de la Masacre de Ezeiza. En ese acto Perón también hizo una defensa de los dirigentes sindicales “sabios y prudentes”, que habían sabido sostener las organizaciones sindicales durante los dieciocho años de proscripción. En noviembre de 1973, al año del regreso de Perón, El Descamisado publica una nota realizada al general en su vuelta a Madrid después de su primera estadía en el país. Al planteársele que la Juventud venía acusando de burócratas a los dirigentes sindicales, decía: Si bueno pero hace treinta años que yo vengo notándolo hijo. En la acción sindical hay mucha burocracia. Por otra parte, nadie tiene una experiencia más dolorosa que yo sobre eso. Porque yo los he visto defeccionar a muchos en el momento más decisivo de toda nuestra historia política, los he visto defeccionar a ellos, a los dirigentes sindicales. Para contemporizar luego elogia a Rucci. Pero de todos modos, vale ver la diferencia de conceptos entre una y otra oportunidad. En la plaza, los sectores de izquierda del movimiento eran infiltrados que trabajaban adentro y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera. Sin contar que la mayoría de ellos son mercenarios pagados por el dinero extranjero. El hecho de identificarlos con fuerzas o intereses extranjeros, y de una agresión tan encendida marca el grado de irresponsabilidad con que Perón manejó la jornada. Puede verse el video del acto, puede percibirse el clima

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tenso de una plaza partida en dos. Evidentemente, esa dialéctica Perónmasas que había señalado Cooke,, si es que alguna vez había existido, ya no existía. Pese al enorme poder de movilización de los sectores revolucionarios, Perón había optado decididamente por la derecha del movimiento y legitimaba la depuración. Lentamente –señala GillespieMontoneros va entendiendo que ya no puede seguir poniendo los muertos, mientras Perón da semejante giro, y que se impone algún tipo de resistencia. Trascendieron luego opiniones de otros dirigentes políticos sobre la ruptura el 1º de mayo. Oscar Alende evitó pronunciarse sobre lo que consideró una cuestión interna del justicialismo, pero reveló que Perón, con respecto al problema de la juventud, le habría dicho que “a veces es necesario lavarles la cabeza”. Ortega Peña, señaló que notó, en la plaza, “un marco de ausencia total de la clase trabajadora” en contraposición con la “presencia cuestionante de la organización peronista montoneros”. Perón perdió el control de su mensaje y mostró que la lucha que recorre el país se manifiesta de una manera inconciliable, entre el proyecto de la patria metalúrgica y el proyecto peronista revolucionario de la patria socialista. Una cuestión que tomaba cuerpo y comenzaba a trascender en la prensa era la de las torturas. El Ministerio del Interior, en tanto –y de alguna manera contradiciendo a Perón, que había dicho que eran exageraciones- se compromete a investigar, hasta las últimas consecuencias, las denuncias por tormentos que, como vimos, eran ya más que evidentes. Pero todo eran declaraciones altisonantes. Los diputados justicialistas dejaron sin quórum la sesión en la que debía ser interpelado el Ministro del Interior Benito LLambí. Al levantarse la sesión, los legisladores opositores reaccionaron y la cosa terminó en un escándalo. Fue así que dieron una declaración que expresaba: Particularmente grave, es la insensibilidad (del bloque oficialista. N.A.) ante las torturas como sistema de represión, no sólo anti-

jurídico sino

fundamentalmente antihumano. Esto implica un agravio a una función

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irrenunciable del Congreso y, por otro lado, ubica a la mayoría en la apariencia de una solidaridad con esos abusos o de un temor a afrontar el esclarecimiento de las responsabilidades consiguientes. El texto contiene un elemento gravísimo: ya en ese momento se habla de las torturas “como sistema”, como método planificado y coordinado por las fuerzas represivas. Ya no se está pensando en simples desbordes, o en vaguedades como “agentes del imperialismo, del continuismo”, etc. Pero cabe una observación más. En el hecho de que el bloque justicialista decidiera

no

dar

quórum

en

esa

sesión:

¿pudo

estar

ausente

el

conocimiento y la voluntad de Perón, teniendo en cuenta su enorme autoridad? Nos estaba faltando, por supuesto, el análisis de Balbín. Curiosamente, no se hacía eco de esta preocupación por la utilización de torturas, e insistía con su obsesión referente a que los jóvenes buscaban ideas foráneas. Se evidencia entonces una abierta complicidad del líder radical, que si bien no estaba con responsabilidades de gobierno, sí las tenía como opositor. Una semana después, Perón recibe a Pinochet y declara que las relaciones con Chile son excelentes. Del otro lado de la cordillera, los obispos chilenos manifestaron su preocupación por el salvajismo del régimen. Un general respondió: Tengo gran respeto por la Iglesia, pero como muchos hombres, sin darse cuenta, ellos son vehículos del marxismo. Se pueden observar similitudes en el lenguaje, en el macartismo, entre los militares chilenos y la derecha peronista. Es el contexto de la Guerra Fría, y de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Así como encontramos –como apunta Verbitsky- el gérmen del horror del 76 a partir de Ezeiza, nos parece que también puede verse el gérmen del Plan Cóndor. Los diarios del 8 de mayo dan cuenta de la expulsión de cuatro uruguayos a su país de origen. La denuncia surge de diputados opositores y de abogados. En los dos roles se encontraba Ortega Peña. Antes de la expulsión habían sido detenidos en Villa Devoto, donde uno de ellos enfermó. Un observador de Naciones Unidas se presentó allí, preocupado

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por la situación de los detenidos. Sin embargo, lisa y llanamente, se negó que los uruguayos se encontrasen en dicha cárcel. Luego fueron subidos a un avión y enviados a Montevideo. Allí, la dictadura de Bordaberry y las torturas de su policía los estarían esperando. Para asegurar la estructura represiva, y seguir dando forma a lo que luego sería conocido como Triple A, mediante un decreto del Poder Ejecutivo, se reforma el Estatuto de la Policía Federal. Ésta permitía la designación en la jefatura de alguien que no fuese militar de carrera. El objetivo evidente era –como luego trascendió- dejar el camino libre para el encumbramiento de Villar. Pero tal vez el aspecto que además de trágico, resulta grotesco, fue el ascenso a comisario general de “Daniel”: José López Rega. En 1962 se había retirado de la fuerza como sub oficial. De un plumazo, y como mérito –dice el decreto – “a la brillante carrera policial”, Daniel asciende trece grados en el escalafón. Evidentemente Perón tenía la sensación de que podía hacer lo que se antojase sin que esto repercutiese en su apoyo popular. Hay un componente de profundo desprecio por el pueblo en esta medida, al afirmar, sin que se le mueva un músculo, que López Rega había realizado una brillante carrera. Al mismo tiempo, tenía una reunión de gabinete donde se trataría un reordenamiento del servicio civil de la Nación. La reunión tuvo la inusitada duración de tres horas – poco frecuente teniendo en cuenta el nivel de actividad presidencial en ese momento- lo que evidencia la importancia que tenía la depuración ideológica en la Administración Pública. El mismo día 10 de mayo, trasciende el pedido de pase a retiro del general de Brigada Manuel Haroldo Pomar. Era, en ese momento, jefe de Inteligencia

del

Estado

Mayor

conjunto.

Los

motivos

parecían

ser

desinteligencias con el Ministro de defensa, Ángel Federico Robledo. Según circulaba entonces, había disgustado la presencia de Pomar en un acto sindical en el SUPE, y cómo fue aplaudido allí. Miguel Bonasso relata un encuentro con él. Pomar estaba preocupado por si el diario Noticias –que dirigía

Bonasso-

pensaba

linchar

periodísticamente

a

Diego

Ibáñez,

Secretario General del SUPE. Despejado este punto, Bonasso transcribe el diálogo que sigue:

149

-Se viene algo terrible acá. Algo terrible. Una verdadera carnicería. Va a morir mucha gente Bonasso. Le aseguro que va a morir mucha gente. Y lo peor es que nadie va a saber quién empezó ni cómo va a terminar. Y yo no quiero estar cuando ocurra. ¿Me entiende? No quiero hacerme cargo de lo que viene, porque no tengo nada que ver. ¿Me sigue? Me agarra un hombro y me escruta, -dice Bonasso- quiere asegurarse de que he copiado puntualmente sus palabras, que no hay confusión. -No quiero estar cuando ocurra –insiste-. Me voy. No sé si soy claro: yo me voy. Pese a que el agobiante clima represivo que impuso Perón pretende ser silenciado por historiadores, que en la actualidad militan en el campo “nacional y popular”, hemos visto que, poco a poco, políticos que actuaban en aquel momento señalaban el peligro que implicaba el ala fascista. Un ejemplo son estas declaraciones del diputado nacional del Partido Revolucionario Cristiano, Horacio Sueldo, que señalaba prudentemente “cierta involución” en el programa del gobierno, y la consiguiente insatisfacción popular. Uno de los motivos era El incremento de una política represiva, encabezada por funcionarios que adquirieron esa misma notoriedad durante la última dictadura militar. Indudablemente se refería a Villar y Margaride. Confirmando las apreciaciones de Sueldo, Villar y Margaride son nombrados Jefe y Subjefe de la Policía federal. La Triple A se seguía delineando. El 11 de mayo el país se conmueve con el asesinato del Padre Mugica. Salía de dar misa en la Parroquia de San Francisco Solano, en Mataderos. Una ráfaga de ametralladora lo sorprendió, y junto a él, fue herido el padre Ricardo Capelli. Mugica sobrevivió dos horas, en las que alcanzó a darle palabras de aliento a Capelli: “Fuerza Ricardo que salimos”. Mugica había estado colaborando en el Ministerio de Bienestar Social de López Rega, creyendo que desde allí, y pese a lo nefasto de esta repartición, podía lograr avances para los sectores más desposeídos. Capelli, en el documental sobre Mugica, relata una reunión con López Rega:

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“Yo me acuerdo en una reunión, que estaba José (López Rega) justamente, era un grupo de gente, y empezó a hablar de una manera muy terminante, López Rega. Una mesa larga, con un cristal arriba. Y… yo lo que no me olvido más, que dice: “está todo claro, ¿no? Porque ¡ojo aquel que se haga contra porque hago “así”, y desaparece!” Su ruptura con Bienestar Social fue en malos términos. Fue muerto por la triple A, en pleno gobierno de Perón. Durante mucho tiempo –y aún- se instaló la idea de que Mugica había quedado “entre dos fuegos”, por sus desacuerdos con Montoneros, por un lado, y con López Rega, por otro. Incluso se alimentó la teoría de que fueron los Montoneros: Antonio Cafiero llegó a afirmarlo en televisión. Como sea, nunca se presentó a la justicia a incriminar a nadie. En el documental “Padre Mugica”, su hermano Alejandro desmiente terminantemente esta tesis, señalando que el cura le había pedido que, si le pasaba algo, él saliera a denunciar que había sido responsabilidad de López Rega, porque tenía la plena certeza que era quien quería asesinarlo. Veamos este testimonio, en la reunión Nº 11, 9na sesión Ordinaria de la Cámara de Diputados de la Nación, el 12 de mayo de 2004. Decía Inés Pérez Suárez, Diputada por la Capital federal: “Como señalé, nadie se atribuyó la muerte del padre Mugica. Recuerdo que se hicieron muchas suposiciones, hasta que en 1984 el señor Juan Carlos Juncos –ex

custodio de López Rega- confesó ante el juez Eduardo

Hernández Agramonte que él había realizado ese operativo por orden de José López Rega, quien le había entregado diez millones de pesos ley 18.188, ya que según sus propias palabras “este curita lo estaba molestando políticamente”. El autor de los disparos habría sido Rodolfo Almirón. Cafiero coincide con la versión que se dio en su momento en la revista El Caudillo. Mugica estaba amenazado de muerte por los Montoneros. Y esto no lo decimos nosotros, sino que lo afirmaron personas cuyo pensamiento político

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está diametralmente opuesto al nuestro. Este bárbaro crimen tiene otras connotaciones paralelas a los conflictos internos de la tendencia. La escalada de violencia desatada contra el Gobierno Justicialista no es improvisación. Desde antes del 25 de mayo empezó a articularse un frente de oposición a Perón, por parte de las organizaciones guerrilleras de ultra izquierda. En el Nº 5 de El Peronista –que vino a reemplazar a la clausurada El Descamisado- Firmenich confirmaba que Mugica había recibido amenazas de muerte a nombre de Montoneros. En una solicitada en la misma revista, la organización señalaba que sus diferencias políticas con Mugica eran públicas, pero el hecho de que el último gesto político del cura hubiese sido oficiar misa ante el cuerpo de Alberto Chejolán –recordemos, muerto en una manifestación villera por la Policía federal- demostraba de qué lado estaba Mugica y de que lado sus enemigos. En la revista De frente, de Duhalde y Ortega Peña –que reemplazó a la clausurada Militancia- si bien no negaban las críticas a Mugica, compartidas en general en la tendencia, de ninguna manera se lo podía ubicar entre los enemigos. Y deslindaban de responsabilidades a Montoneros. Una cosa – decían- era la mala práctica de no firmar una operación –cosa sucedida con Rucci-, pero nunca las organizaciones armadas tuvieron la actitud de realizarlas y luego desmentirlas tajantemente. Mugica ya había sufrido atentados. El 2 de junio estalló una bomba en su domicilio, y al mismo tiempo, cuatro hombres entraron a la Villa 31, sin encontrarlo. Luego dos personas subieron al edificio donde vivía, pero, por error, ingresaron a la vivienda del encargado, al que casi arrojan al vacío. Lo que me duele –dijo Mugica en esa oportunidad- y en cierto modo me escandaliza

es

que

altas

personalidades

de

la

Iglesia,

quienes

sistemáticamente han condenado toda forma de violencia, pero sobre todo la violencia insurreccional, hayan guardado silencio. La misma actitud tendrá Perón luego de su muerte. Lo mantenían más preocupado, en esos días, “minúsculos sectores con sistemas ajenos al

152

sentir argentino”, mientras diputados de diferentes sectores manifestaban su repudio por la muerte del cura. El 16 de mayo llega

a la Argentina, en escala hacia Chile, el dictador

Pinochet. Perón, con Isabel y toda una comitiva lo esperó para saludarlo al pie de la escalera del avión, lo invitó luego a pasar revista a las tropas, para después trasladarse a conferenciar al casino de oficiales. Según el embajador

chileno,

Perón

había

accedido

gustoso

a

la

entrevista.

Recordemos que hemos hecho referencia varias veces a la situación de los refugiados chilenos. Hacinamientos, malos tratos y expulsiones del país fue la respuesta. Señala Sergio Bufano, que Perón fue el único presidente constitucional latinoamericano que accedió a entrevistarse con Pinochet. La excusa eran los hielos antárticos Pero es poco creíble que dos militares anticomunistas que afrontaban problemas con la izquierda en cada uno de sus países, se juntaran para hablar de cuestiones territoriales. En ambos lados de la cordillera la guerrilla y la represión para- estatal cobraba numerosas víctimas y el clima de violencia se acrecentaba día tras día. Perón no era afecto a desairar a dictadores por cuestiones que tuvieran que ver con sus crímenes. Vimos cómo había recibido a Bordaberry antes, y veremos luego, en el viaje que le será fatal, irá a encontrarse con toda la pompa con Stroessner. Cuesta no pensar en un gérmen del Plan Cóndor. En este sentido – no lo desarrollaremos aquí, ya que sería tema para otra investigación,

aunque bien vale plantearlo-

llama poderosamente la

atención el enorme descuido que había en torno a la salud de Perón. Se puede especular que, si bien el general inició una feroz campaña contra la izquierda para preservar el capitalismo argentino, cuesta imaginárselo aplicando un neoliberalismo feroz, como el que ya se perfilaba en Chile. Pareciera ser un viaje por etapas: la burguesía acepta traer a Perón para que haga el trabajo sucio contra la izquierda, y luego acelerar su muerte para que el tándem Isabel- López Rega comience a torcer el rumbo económico hacia políticas neoliberales. De acuerdo con el grado de

153

resistencia, se vería si hacía falta algo más, como finalmente sucedió. Pero es sólo una hipótesis. Volviendo a la entrevista con Pinochet, Perón era conciente de la mala impresión que ella causaría. Él siguió sosteniendo que dicho encuentro se debió a una escala técnica. Fue Pinochet quien reveló que se debió a la “gentil invitación del General Perón”. Según un funcionario chileno, uno de los temas que Perón quería tratar con Pinochet era “la normalización de las relaciones con el presidente boliviano Hugo Banzer, que es un gran patriota”. No queda del todo claro si lo de gran patriota corrió por cuenta del chileno o de Perón. Pero recordemos que,

también

en

Bolivia,

se

registraban

asesinatos,

torturas

y

desapariciones. El canciller argentino Alberto Vignes, condecoró a su par de la sangrienta dictadura chilena con la Gran Cruz de la Orden del Libertador San Martín. El diario Noticias reproduce parte del editorial de La Nación, referido a esta visita. No podemos privarnos de estos párrafos: La presencia del general Pinochet no debe ser dimensionada más allá de su verdadero significado. Es un miembro del gobierno y representante de un país hermano, reconocido por la Argentina. Quienes quieran darle otro alcance yerran, a veces por escasa hondura en el análisis o excesiva simplificación de los hechos, sus causas y consecuencias; por la ceguera de la pasión partidista, entre otras. Es de imaginar, para quienes pocos meses antes pensaban que la vuelta de Perón significaba el camino a la revolución, y que habían sufrido por la muerte de Allende, lo difícil que habrá sido intentar digerir el recibimiento a Pinochet. O tal vez todo estaba ya mucho más claro. Hacia el 20 de mayo, se dan a conocer operaciones en Tucumán, donde se ha detectado un foco guerrillero en el Monte. Ya en ese momento, desvirtuando su rol natural, interviene el Ejército, en apoyo a la Policía Federal,

lo

cual

constituye

también

un

antecedente

del

Operativo

Independencia, aunque en menor magnitud. Pocos días antes, es detenido Martín Guevara, hermano del Che. Se lo acusa de utilizar documentos falsos

154

y de asociación ilícita. La policía –una tradición de siempre- acostumbraba a plantar las pruebas. El jueves 30 de mayo son asesinados a balazos tres militantes Partido Socialista de los Trabajadores. Mientras se realizaba una reunión partidaria en El Talar, irrumpieron al local 15 personas con sacos de cuero negro y brazaletes

blancos.

Sin

más

trámite,

dispararon

varias

ráfagas

de

ametralladoras. Llegaron en automóviles con radiotransmisores, provocaron destrozos y secuestraron a otros militantes, a los que luego de golpearlos dejaron en libertad. En cambio, Antonio Moses, Mario Zida y Oscar Dalmacio Mesa son introducidos en los baúles de varios coches, para luego ser ejecutados. Pero ya este partido había sufrido atentados anteriormente en los locales de Córdoba y Mar del Plata, y el asesinato de Inocencio Fernández, delegado de la empresa metalúrgica Comarsa. El 1 de junio la JUP denunciaba en un comunicado agresiones por parte del Comando de Organización, la Confederación Nacionalista Universitaria y la Alianza Libertadora Nacionalista, siendo asesinados Dalmacio Mesa, obrero de Astarsa, Carlos Zita, de Alfa y Antonio Moser, obrero metalúrgico de Wobron. Pero recordemos: el documento reservado ordenaba utilizar todos los medios posibles contra la izquierda. Si bien era utilizado el peor de todos, que era el terror, no se escatimaba de otros, como la censura. El 5 de junio la policía secuestra los ejemplares próximos a salir de la revista El Peronista, vocero de la JP y que reemplazaba a El Descamisado. Censura, terror, leyes represivas y de persecución laboral… ¿podemos hablar, por el sólo hecho de que funciona el Congreso, de un gobierno democrático? ¿No sería calificado hoy, por cualquiera, como dictadura? En tanto, el Diario Noticias denuncia “Ola de atentados” contra la juventud peronista. Estos se produjeron en Río Negro: se ametralló el local del Sindicato del Personal de Industrias Químicas, el frente a la casa de un dirigente de la JP, una bomba en una Unidad Básica y en el domicilio de otro militante. En Capital y Gran Buenos Aires, en la madrugada del jueves 16 de junio, explotaron cinco bombas. Lo mismo que antes: domicilios particulares y Unidades Básicas. Pero además, en un acto más de este proto- Plan Cóndor, la Policía organiza una redada espectacular en la que detienen a 98 uruguayos que preparaban

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un acto en un local. El lógico primer destino fue la Superintendencia de Seguridad Federal. También es acribillado a balazos Ruben Poggioni, joven de 20 años perteneciente a la federación Juvenil Comunista, mientras pegaba carteles de propaganda partidaria. El Ministro Llambí esgrimió la fantástica hipótesis de que fueron “agentes provenientes del exterior”. Dos días después, estalla una bomba en la Facultad de Derecho. Da la sensación de que el asesinato de Mugica hubiese sido una señal de largada para una segunda etapa de la represión, más profunda aún. También las grandes fábricas eran objetivos, lo cual prefiguraba la madrugada del 24 de marzo de 1976. Fueron asesinados trabajadores del Astillero Río Santiago, y otros amenazados. Deciden, entonces, solicitar una entrevista con el Ministro Llambí. Éste la concede pero, como suele suceder, luego los atiende el secretario del secretario. Con inusitada franqueza, les recomienda no iniciar acciones legales porque los demandados recuperarían pronto su libertad y “les van a hacer la boleta”. El 5 de junio es suspendido, por juicio político, el gobernador de Mendoza, Martínez Baca. Igual que en la provincia de Buenos Aires, asume su vicegobernador, de la Unión Obrera Metalúrgica. Lo que sorprende es con la meticulosidad con la que se va cumpliendo lo indicado por el Documento Reservado. Con la meticulosidad de un general que ha planificado el ataque, y va en varios frentes hacia su enemigo, para no permitirle concentrar fuerzas en ninguno. Y en esta batalla, Perón crea un nuevo organismo, que si bien tendrá sus marchas y contramarchas, revela su voluntad de ir a fondo y cercar aún más al enemigo: es el Comité de Seguridad. Presidido por el mismo Perón, tendrá a su cargo una secretaría de seguridad el general Alberto Cáceres, jefe de la policía federal en la dictadura de Lanusse. El Comité, además, lo integrarían el Ministro del Interior Llambí, de defensa Robledo, de justicia Benítez, el general Anaya por el ejército, el brigadier Fautario por la aeronáutica y Emilio Eduardo Massera, ya en ese momento en el rango más alto en la marina. Esas fuerzas armadas que se habían retirado de la represión el 25 de mayo de 1973, son convocadas a ella por el mismo gobierno peronista en 1974, y no como se afirma, en 1975. Por supuesto que en este último año las facultades son amplísimas, pero no deja de ser el mismo el objetivo: la aniquilación del enemigo.

156

El terror se expandía. Gloria Moroni, estudiante de medicina y militante de la Juventudes por el Socialismo, fue secuestrada, torturada y violada. Su relato prefiguran los centros clandestinos de detención de la dictadura del 76. Al llegar a la estación de Once me tomaron fuertemente de los dos brazos, me apuntaron con un arma y me obligaron a subir a un auto que esperaba en la calle, y a tirarme en el piso. Después de una hora y media de recorrido, me bajaron del auto a empujones y me hicieron entrar en una vivienda donde esperaban otras personas. Allí empezó un interrogatorio sobre mis actividades y sobre mi supuesta participación en el ERP. Mientras me sometían a vejámenes escuchaba los gritos de otra mujer que estaba en la habitación contigua. Después fui obligada a desvestirme y me violaron dos de los que me interrogaban, hasta que me desmayé. Cuando recobré el conocimiento, continuó el interrogatorio durante el cual me quemaban con cigarrillos y me amenazaban con que si no hablaba le iba a pasar algo a mi hermano. Más tarde, me dieron mi ropa para que me vistiera, me vendaron los ojos, me introdujeron en el mismo coche y me abandonaron en un lugar donde había un puerto. El diario Noticias, en su edición del día 9 de junio, publica una foto titulada “Así viven los refugiados chilenos.” Allí denunciaban que, en el barrio de Constitución, viven 160 personas en 12 habitaciones con sólo tres baños para todos. Pero más allá de la precariedad, producida por la ausencia de ayuda del gobierno argentino, los asilados contaron al diario cómo eran hostigados por la policía, cómo se los detenía hasta 24 horas sin motivo, y lo peor, cómo los policías chilenos, brasileños y uruguayos operaban con total libertad en el país. En Córdoba, intervenida por el gobierno nacional luego del Navarrazo, a los hechos de violencia y eliminación de opositores le siguió una vasta depuración en la administración pública. Sólo en el Ministerio de Bienestar Social de esa provincia se produjeron 2000 cesantías. Según se informaba, la presión para que se efectivicen los despidos se había originado en el Consejo Asesor del Partido Justicialista. Desde los sindicatos, manifestaban

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que “esta drástica medida respondía a una depuración de tipo político que afectaría principalmente a las designaciones hechas durante la gestión del gobernador Obregón Cano”. Fruto de la fuerte reacción gremial, la medida quedó en suspenso, pero sería evaluada para implementarse más adelante. Sin embargo, la voluntad de una depuración de carácter ideológico estaba intacta. En el Arroyo de Las Piedras, en Quilmes, es hallado flotando el cadáver del sindicalista Remo Crotta, perteneciente al Sindicato de Obreros del Papel. Presentaba signos de salvajes castigos, entre ellos picana eléctrica. Se puede constatar, entonces, una violencia fascista absolutamente desatada en este gobierno de Perón. Si los muertos, o quienes sobrevivieron a torturas, fueron trasladados a casas –y no exclusivamente a comisarías-, ya tenemos, también en gérmen, los futuros centros clandestinos de detención, el infierno por donde pasarían miles de argentinos a partir de 1975 en Tucumán, y luego del 76 en todo el país. Tengamos en cuenta que gran parte del “personal” dedicado a estas actividades, pasarían a formar, en 1976, parte de los grupos de tareas de la dictadura. En el camino a Punta Lara, entre La Plata y Ensenada, es hallado el cadáver del militante de la JP, Francisco Oscar Martínez, con un tiro en el pecho. El martes 12 de junio, Perón recibe, sin reservas, el apoyo de la Iglesia Católica. Uno de los que estuvo allí fue el arzobispo de Paraná, Adolfo Tórtolo, quien luego de 1976, bendecía las armas de los militares para la represión y visitaba centros clandestinos de detención. Un testigo de uno de estos centros clandestinos, recuerda: Recuerdo una noche de tortura, que fue corta. Me llevaron a los calabozos y sentí muchas voces en el trayecto. Era algo normal (…) Vi cómo sacaban a un muchacho que estaba a la izquierda de mi calabozo. A los 15 o 20 minutos lo trajeron y le pregunté: “¿Qué pasa que hay tanto revuelo, para que te sacaron?.” “Vino Tórtolo a verme” Y le pregunté: “¿Vos denunciaste lo que está pasando acá?” Me respondió que no, me dijo solamente: “Si estás acá, por algo será”. Al día siguiente el muchacho desapareció. Dijo que, si alguien deseaba hablar con él, podía hacerlo. Yo le conté lo que sucedía y le pregunté porqué mataban gente. Tórtolo me dijo: “Si ellos matan gente, las armas están bendecidas. Ustedes matan con armas sin

158

bendecir”. Le aclaré que no había matado a nadie, y me dio dos cachetadas porque no había dicho la verdad. Si alguien recibía una cachetada, era porque había dicho la verdad.” Viendo la medida de este personaje, entendemos que era absolutamente imposible que tuviesen algún reparo en la ola de terror desatada por Perón. También estaba allí el cardenal Primatesta, que sería parte de la dictadura con igual fervor. Lo mismo puede decirse del entonces arzobispo de La Plata, Antonio Plaza. El 12 de junio, Perón, ante las inocultables dificultades que afrontaba el Pacto Social, da un discurso en cadena nacional. Por primera vez en mucho tiempo,

apuntó

sus

cuestionamientos

en

mayor

medida

hacia

el

empresariado y sectores de su propio partido, que a la izquierda. No habló de infiltrados, ni de marxistas movidos por la Cuarta Internacional, ni de que había cinco partidos socialistas a los que podían irse, etc. Amenazó con renunciar. Tanto el sindicalismo, como la JP llamaron a movilizar. Una multitud escuchó a Perón desde el balcón de la Casa Rosada decir que no se dejaría tironear ni por la derecha ni por la izquierda. Es que la derecha no lo había tironeado. Había sido organizada y protegida por él. Escuchando el audio de ese discurso, se puede asegurar, de acuerdo a las consignas que se oyen del público, que había una mayoría del movimiento obrero ortodoxo. Incluso hubo vivas para Isabel, y el clásico “ni yanquis ni marxistas, peronistas.” ¿Qué lecturas se hicieron del discurso? En general se coincide en que allí Perón buscó rectificar el rumbo y no confrontar tan abiertamente con la izquierda, sino atacar a los enemigos de siempre: el imperialismo y la oligarquía. Es cierto también que en este discurso no volvió a atrincherarse en cuestiones doctrinarias, como las veinte verdades peronistas, etc. El problema es que una vez que se soltó a una jauría a ejercer la represión indiscriminada y con garantía de impunidad, es difícil que estos defensores de la ortodoxia peronista capten las sutilezas de un hipotéctico giro discursivo y táctico. Las torturas y los secuestros no cesaron. El 14 sufren un raíd similar a otros ya descriptos Mercedes Albariños y Rafael Cifaldi. A Albariños, por ejemplo, mientras la picaneaban le preguntaban “cuando fue

159

la última vez que te acostaste con Firmenich.” En tanto, seguía habiendo presos políticos, como el caso de Alberto Camps. Sin embargo, Firmenich leyó un documento firmado por toda la tendencia en

el

que

apoyaban

al

“gobierno

popular”,

contra

las

maniobras

especulativas que dificultaban el Pacto Social, denunciadas por Perón. El 18 de junio, Perón se reúne con la cúpula de la CGT. Toca allí diversos temas económicos, para luego llegar al de la violencia. Si bien es ambiguo, y habla de violencia “de bandas de un lado y bandas del otro”, afirmó: Tenemos que erradicarlo de una u otra manera, e intentamos hacerlo pacíficamente con la ley, pero si esto no fuese suficiente, tendríamos que aplicar una represión un poco más fuerte y más violenta también. A continuación, y luego de las clausuras de El Mundo, El Descamisado y El Peronista, entregó a la CGT el diario Democracia. Veamos cómo ya no había ninguna probabilidad de controlar el uso de esos medios “un poco más violentos”. En esos días, custodios del Sindicato del Calzado asesinan a José María Herrera y Juan Carlos Pereyra, ambos estudiantes de escuelas técnicas. El crimen fue, simplemente, por nada. Los jóvenes se acercaron al sindicato donde había un baile, y al no alcanzarles el dinero se retiraban. Uno de los custodios los detuvo, los subieron a una camioneta y luego de golpearlos los balearon. Uno de los asesinos tenía el carnet de Secretario de Movilización del Sindicato del Calzado, y luego se supo que estaba ebrio y que había sido internado dos años en un neuropsiquiátrico. Aquí no hay móviles políticos. Sin embargo, lo que podemos apreciar es el perfil general de los matones que pululaban en los sindicatos en esos días, a qué tipos de personajes se les proveían armas para la lucha contra el marxismo, y la absoluta impunidad de la que gozaban. Esa era parte de la mano de obra que debía cumplir con el Documento reservado del Comando Superior Justicialista. La violencia cotidiana, y ya sin control, no alcanzaba solamente a activistas, guerrilleros o militantes juveniles. Iba –por el mismo hecho de estar desatada- extendiéndose a todos los ámbitos de la sociedad. Veamos un ejemplo de gente anónima y común, con simples inquietudes sociales, como

160

defender

sus

derechos

como

inquilinos,

o

luchar

contra

el

desabastecimiento. El lugar es un hotel, el “Libertad” -paradojalmente-, los damnificados: los inquilinos. Sólo por estas actividades, sufrían el permanente acoso policial. Después de amenazarnos de diversos modos, se llevaron preso a un compañero. Lo llevaron a la Superintendencia de Seguridad federal, donde también fue sometido a un interrogatorio. Nos movilizamos de inmediato y por medio de abogados logramos que finalmente fuera puesto en libertad. Otra inquilina relataba: Entran a cualquier hora del día o de la noche en las piezas, armados con fusiles y ametralladoras. Revuelven todo sin motivo ninguno. Yo tengo seis chicos, imagínese el estado de pánico en que se encuentran al ver entrar a cada poco (sic), a hombres armados hasta los dientes He aquí, entonces, otro elemento que se profundizará en la dictadura: cualquier persona con algún tipo de inquietud social, es ya un subversivo. Todos son culpables. Otro hecho policial, el mismo día, nos ilustra el grado de impunidad con el que la derecha fascista se movía en esos últimos días de vida de Perón. Un automóvil Torino circula a 180 kilómetros por hora por las calles de Palermo. Son las 20. 30 horas del jueves 20 de junio de 1974. El conductor pierde el control del vehículo y el auto vuelca. ¿Un accidente más? Podría ser, pero hay un detalle. En el vehículo iba Patricio Fernández Rivero, integrante de la Concertación Nacionalista Universitaria (CNU). A causa del accidente, pierde su brazo derecho. Pero hay más. Según la agencia Télam, se hallaron en el interior del auto “armas largas, granadas y una escopeta Itaka, según un vocero policial”. Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal, en sus investigaciones sobre la CNU, dan cuenta del encubrimiento de la Policía federal sobre el hecho, más concretamente, del propio Villar. La CNU –afirman los autores- pasarían a ser un engranaje más del terrorismo de Estado. En varias fotos aparece

161

abrazado a José Ignacio Rucci. El 18 de noviembre de 2010, fue detenido en Alta Gracia, imputado por delitos de Lesa Humanidad. En Mataderos, dos jóvenes, Mario Peña y Oscar Gonzalez, son acribillados a balazos por la policía. El detalle es que Margaride había sido comisario de la zona. Según los vecinos, vivían en un clima de terror generado por la policía. El 28 de junio Noticias titulaba: “Una nube misteriosa cubre la Argentina”. Era una información meteorológica, pero en tapa y con grandes letras. ¿Señal de los tiempos por venir? Lo cierto es que era difícil imaginar una nube más negra que la que cubría al país en ese momento. Los rumores sobre el agravamiento de la salud de Perón crecían pese a que se intentaba minimizarlos. En tanto, se intentaba el desafuero de Rodolfo Ortega Peña por “desacato” hacia el ministro de trabajo Otero. Pero ya todo lo domina la certidumbre de lo que se viene: mientras el país contiene el aliento, Isabel Martínez asume la presidencia el 30, con el respaldo de todo el arco político, y con continuidad en lo referente a la violencia fascista. El final. Basta un recorrido por cualquiera de los diarios y revistas de la época, cualquiera sea su orientación política, -salvo La Prensa- para tomar dimensión del enorme dolor popular por la muerte de Perón, el 1º de julio. Pero es indudable que, más allá del apoyo generalizado a la figura de Isabel en un primer momento, subyacía la incertidumbre. El futuro se presentaba enormemente incierto para el país. Pero Walsh lo dejó traslucir en una línea “(…) Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional”. Y era cierto que lo envolvió una lucha política. Que lo desbordó, y que eligió resolver de la peor manera.

162

Epílogo. Por mencionar su nombre. -Rodolfo, estuvimos pensando que habría que reforzar tu seguridad. -¿Y en qué pensaron? -Conseguir un departamento frente al Congreso para evitar que te sigan, que uses algún tipo de disfraz, gorras… -Muchachos, les agradezco en el alma la preocupación, pero no va a pasar nada, así que déjense de joder… -No es joda, Rodolfo, van a atentar contra vos en cualquier momento. Ya lo intentaron y zafaste de casualidad. Tenés que entender que no es joda. -Ustedes tienen que entender que nos quieren empujar a la ilegalidad. No voy a renunciar a la banca, no les voy a hacer el juego. Retroceder es autoderrotarnos. Cada uno debe estar a la altura de sus responsabilidades y si me matan no es lo más grave que puede pasar. La muerte no duele. Luis Eduardo Duhalde relató a Waisberg y Celesia, cómo, luego del asesinato de Mugica, Antonio Benítez, Ministro de Justicia, organizó una reunión casi clandestina con Ortega Peña y Duhalde, cómo les contó, con enorme preocupación, que López Rega le había presentado a Perón un “Plan de eliminación del enemigo” y cómo en las diapositivas que le proyectaron estaban los dos abogados. Perón se limitó a guardar silencio. Ese silencio pudo ser o no una aprobación. Lo que inclina por la primera tesis, es que si no fue una aprobación, y fue mal interpretado, el general no hizo nada para frenar lo que se desató. El perfil de Ortega Peña fue único, y para el fascismo, imperdonable. “Era un hinchapelota profesional”, dice Marcelo Stubrin. “Pedía la palabra, se metía, molestaba, era un tipo muy activo y de una inteligencia única”. Eduardo Paredes, cronista parlamentario de “La Opinión” lo caracteriza como “el hombre más culto y talentoso en la izquierda peronista”. Era muy irónico y no se repetía nunca. Cuando tomaba la palabra, sus fundamentos eran políticos, no técnicos. Tenía un gran coraje para meterse en aquella cámara con treinta por ciento de diputados de extracción sindical

163

. En una sesión, por ejemplo, se refiere a Ramón Falcón como “el Margaride de aquella época”. En la matanza de militantes del PST que señalamos más arriba, Ortega Peña va a fondo en sus conceptos: pide que los sectores populares se armen para la autodefensa, y luego dispara: Señalo al responsable directo de esta política… que ha abandonado las pautas programáticas, que ha dejado de ser peronista y que es el general Perón. Sin ánimo de concentrar lo que sucedió con Ortega Peña en un solo suceso, es tentador pensar que estas palabras le costaron la vida. Pero la misma Triple A involucra a Perón. En el comunicado en el que adjudican la muerte del abogado, decían: La AAA se había mantenido inactiva, como organización de acción directa, desde el atentado intimidatorio contra el seudo radical Solari Yrigoyen, hasta el día 31 de julio, en que se ejecutó al agente del imperialismo ruso castrista, Ortega Peña (…) Habiendo cesado la poderosa fuerza de contención constituida por el caudillo (Perón), la AAA ha reiniciado las operaciones consciente de que el acuerdo amplio concertado en la reunión multipartidaria del 29 de julio, tras la figura de Isabel de Perón, no basta. Este no era el inicio del accionar de la Triple A, como a veces se afirma. Es el cambio de pasar de una acción embozada, dirigida principalmente a militantes populares, a una a la luz pública, y con más cantidad de objetivos que tenían mayor reconocimiento. Pero es sólo un cambio de calidad. La semilla del árbol que Perón cobijo, daba ya numerosos frutos.

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