Los Albores de La Historia

December 1, 2017 | Author: lopez14 | Category: Archaeology, Anthropology, Science, Knowledge, Western World
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Descripción: Prehistoria de España. Historia Antigua....

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Los Albores de la Historia Lineamientos para un estudio histórico de los fundamentos de “Prehistoria y Arqueología”

Diego E. Rivero, Gustavo M. Rivolta, Julián Salazar, Valeria L. Franco Salvi y M. Andrea Recalde

Cátedra de Prehistoria y Arqueología Escuela de Historia Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad Nacional de Córdoba

Indice

Introducción

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Capítulo I- Introducción a la Arqueología.

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Capítulo II- La Arqueología Argentina.

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Capítulo III- Los Orígenes.

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Capítulo IV- El Mundo de Los Cazadores.

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Capítulo V- Los Cazadores del Cono Sur.

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Capítulo VI- El tránsito a la producción de alimentos y el mundo aldeano.

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Capítulo VII- El Formativo en la región andina del NOA.

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Capítulo VIII- La Complejidad social y el origen del Estado.

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Capítulo IX- Sociedades Complejas en el NOA I: Aguada y el Período de Integración Regional.

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Capítulo X- Sociedades Complejas en el NOA II: El Periodo de Desarrollos Regionales.

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Capítulo XI- Sociedades Complejas en el NOA III: El dominio El dominio Inka del Noroeste Argentino.

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Anexo: ¿Cómo rendir un examen?

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Introducción Este pequeño libro debe interpretarse como una herramienta, un instrumento, que se les ofrece a los estudiantes del Profesorado y la Licenciatura de Historia para que puedan enfrentarse al estudio de los contenidos de la asignatura Prehistoria y Arqueología. No es un manual, un apunte o un resumen, del cual se pueda estudiar, es una guía para estudiar la bibliografía obligatoria que se detalla en el programa de estudios. Las experiencias que ha tenido el equipo de la cátedra en los últimos años han permitido identificar una serie de dificultades entre el alumnado. Entre ellas observamos problemas de lecto-comprensión y escritura, en la lectura crítica, reflexiva y jerarquizada de la bibliografía, sobre todo de textos extensos y complejos, en la incorporación y el manejo reflexivo de términos y conceptos propios de la disciplina, en la comprensión de la relevancia de problemáticas arqueológicas en la formación histórica y en la interpretación de consignas en distintas instancias (prácticas, teórico-prácticas, evaluaciones parciales y finales), lo que repercute en fracasos repetidos y en una preocupante deserción. Además de ese grupo de problemas, se observa una falencia en la escasez de bibliografía actualizada (y en español) apropiada para el nivel y las problemáticas analizadas en el contexto de nuestra carrera. Es por ello que planificamos la realización de esta pequeña obra, en formato digital y de acceso libre, que sólo trata de encausar el estudio de la materia. Otra alternativa habría sido reemplazar la bibliografía original por fichas de cátedra que resumieran y presentaran los temas abordados de manera sintética, lineal y uniforme, pero ello habría sido en perjuicio de la búsqueda de espíritu crítico en la formación histórica y de la lectura de distintos planteos de manera directa de los investigadores que los formularon. El objetivo principal de esta obra es fomentar la lectura reflexiva de la bibliografía obligatoria del programa de estudios, ordenando y sistematizando un contexto que los trabajos especializados obvian, pero que es necesario para la comprensión profunda de las problemáticas analizadas. Complementariamente se pretende: 1) Jerarquizar problemáticas y contenidos destacados dentro de cada tema analizado. 2) Familiarizar a los alumnos con las consignas y actividades que deberán resolver para aprobar la materia.

3) Introducir a los estudiantes en formas narrativas novedosas como son los trabajos científicos especializados. 4) Brindar una serie de conocimientos actualizados o no incluidos dentro de los trabajos analizados en la bibliografía del programa. 5) Acercar los fundamentos de cómo se construye el conocimiento científico en Arqueología. 6) Contextualizar a la arqueología dentro de las disciplinas sociales y de la historia. ¿Cómo usar este libro? “Los Albores de la Historia” se divide en once capítulos, que corresponden a una unidad teórica o práctica del programa de estudios vigente (Anexo 1). En cada uno de ellos se ha incluido una contextualización general de la problemática central en cuestión y un desarrollo de las distintas perspectivas que han tratado de incluirlas en su modelo explicativo, haciendo hincapié en contextualizar los trabajos que los estudiantes tienen que analizar en la materia. En este espacio se incluyen cuadros conceptuales, mapas históricos y esquemas cronológicos que tienen por fin brindar herramientas para incorporar conocimientos complejos sobre procesos que los alumnos no logran identificar de manera satisfactoria. El contenido de estos bloques debe ser leído lenta y atentamente antes de encarar el estudio de la unidad teórica o práctica de la materia que corresponda. Después de analizar profundamente la bibliografía obligatoria para cada temática se debe recurrir a la segunda parte de cada capítulo donde, mediante cuadros, se detallan los puntos que deben quedar claros y ejemplos de preguntas que pueden ser formuladas en las distintas instancias de evaluación. En esta instancia las dudas, confusiones o preguntas que surjan deben ser anotadas para formularlas a los docentes de la cátedra. Se recomienda aclarar todos los interrogantes antes de rendir prácticos, parciales o finales. Finalmente incluimos dos Anexos: I) Programa de estudios vigente; II) ¿Cómo rendir un examen? Estos dos anexos también deben ser cuidadosamente leídos para estudiar y rendir la materia.

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Capítulo I. Introducción a la Arqueología Este primer capítulo tiene como objetivo central dar algunos fundamentos de la disciplina arqueológica, es decir definir su objeto de estudio, las problemáticas que trabaja, los métodos que utiliza, los datos que construye y las diversas maneras en que los interpreta. Se intenta reconocer el modo en que la arqueología se ha ido transformando a través del tiempo para problematizar cómo se entiende y se practica en la actualidad. Finalmente se analiza de qué modos esta disciplina excede lo que se ha conocido como “prehistoria”, para abarcar prácticas correspondientes tanto a momentos históricos como a la actualidad. ¿Qué es la arqueología? Para explicar lo que es una disciplina científica se debe definir cuál es su objeto de estudio, las fuentes o datos utilizados, las metodologías aplicadas y los modos en los cuales se contrastan hipótesis. Como deja claro Binford (1988) la arqueología no consiste en el descubrimiento azaroso de yacimientos espectaculares u objetos valiosos. Lo que estudia la arqueología son prácticas sociales a través de su materialidad. En este sentido podemos ver una primera gran delimitación del campo de esta disciplina, como ciencia social preocupada por el estudio del hombre, sus prácticas y las circunstancias de las mismas. Dentro de esta gran área del conocimiento, la arqueología se caracteriza por abordar este objeto a partir del estudio de sus restos materiales. En su versión clásica, la arqueología (etimológicamente, conocimiento -logos- sobre los inicios -arké-) estudiaba prácticas humanas en el pasado. Al igual que el resto de las ciencias sociales modernas nació en un marco de múltiples contradicciones (políticas, sociales y económicas) a las que se enfrentaba el occidente durante el siglo XIX que habían sido definidas por la industrialización de los países centrales, la consolidación del capitalismo y la consecuente aparición del proletariado, el surgimiento de nuevas configuraciones políticas europeas, sobre todo los estados nacionales, y el establecimiento de nuevas relaciones con las colonias no occidentales dentro de lo que se conoció como imperialismo. Ante las preguntas que se generaban a partir de estas contradicciones, se generaron una serie de disciplinas, cada una ocupada de cierto aspecto de las mismas. Si trazáramos un cuadro de doble entrada para explicar la división clásica de las ciencias sociales, deberíamos establecer como dimensiones fundamentales cómo se distancian en espacio y tiempo desde el presente (Siglo XIX) y occidente los fenómenos que se pretenden analizar. De esta manera surgen 4 cuadrantes: el que se ubica en la porción superior izquierda define a los fenómenos más próximos en el tiempo y en el espacio, delimitando el

objeto de la sociología (es decir, estudia los problemas sociales que se observaban en la actualidad en los países centrales); en la misma distancia espacial, pero con mayor profundidad temporal se encuentra la historia (que en el siglo XIX se entiende grosso modo como el estudio de la formación de las naciones europeas); en la columna derecha observamos dos cuadrantes distanciados en el espacio del occidente, encontrándose en el superior los fenómenos de la actualidad de espacios lejanos al occidente, definiendo el objeto de la antropología (entendida en ese entonces como el estudio de la diversidad cultural observada en los diversos confines de las colonias); en el cuadrante inferior se definen los fenómenos del pasado de los pueblos no occidentales que constituyen el campo de la arqueología.

Figura 1. División clásica de las ciencias sociales. De esta manera queda claro que, en su versión clásica, la arqueología ha estado preponderantemente vinculada al estudio del pasado y, sobre todo, del pasado de los pueblos no occidentales. También se ha vinculado con la Prehistoria, la cual implica dos ideas distintas, aunque relacionadas. Por un lado, comprende una división arbitraria del devenir de la humanidad, tomando como criterio el manejo de la escritura. Por otro, consiste en el estudio de este período. Sin embargo el término ha sido criticado, ya que implicaría que los pueblos ágrafos, muchísimos grupos humanos alrededor del mundo, habrían permanecido fuera de la historia hasta que los occidentales llegaran para civilizarlos y empujarlos hacia la vida verdaderamente histórica. En América, y especialmente en nuestro país, la arqueología ha estado abocada, aunque no exclusivamente, al estudio de los pueblos que vivieron antes de la llegada de los españoles, a mediados del siglo XVI. El estudio de la historia de estos grupos ha

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permitido desde hace ya varias décadas, sino más de un siglo, empezar a levantar el telón que los cubría, un telón que sus conquistadores, tanto los que envió el imperio español como el estado nacional, tejieron con muchas ideas que los denostaron, como la de idolatría, salvajismo, atraso, y tantas otras más, que aún penden sobre los indígenas de nuestro país y de todo el continente. Cada vez que un arqueólogo se ha acercado al campo, visitado un museo particular o construido uno académico, cada vez que se recorre una región desconocida, se activa un cucharín en una estructura antigua o en un alero serrano, esas ideas peyorativas sobre los pueblos originarios quedan más alejadas de la realidad, y cercanas a un discurso de legitimación de proyectos violentamente alienantes bajo los lemas de la espada y la cruz primero y en el orden y el progreso después. Sin embargo la disciplina arqueológica también investiga el pasado en sociedades que manejaron la escritura, lo cual conocemos como arqueología histórica. La misma tiene por objetivo estudiar, a partir de vestigios materiales, procesos que conocemos a través de fuentes documentales, ampliando y enriqueciendo estas visiones. También tiene la posibilidad de acercarse a grupos que no accedían a la producción de documentos, y que quedaron “sin voz”, pero sí generaron vestigios materiales, que brindan acceso a sus modos y condiciones de vida. Esto es muy claro por ejemplo en los estudios sobre los grupos de esclavos negros en contextos coloniales de América, a los cuales la historia sólo da un acceso indirecto y mediado por las clases dominantes que los sometían a esa forma de vida (Orser 2000). En las últimas décadas la arqueología también ha expandido ampliamente sus fronteras hacia momentos y lugares insospechados: desde el análisis de contextos arqueológicos generados en la historia reciente, por ejemplo los centros de detención clandestinos (Nobile 2006), hasta el estudio de patrones de consumo de ciudades actuales, a través de la basura (Rathje y Murphy 2001). En conclusión, la arqueología no debe ser reducida al estudio del pasado ya que en la actualidad es el estudio de prácticas humanas, asociadas a cualquier espacio y tiempo, a través de los vestigios materiales que ellas generan, con metodologías particulares, las cuales se adaptan a fuentes o datos específicos, es decir las fuentes materiales. El registro arqueológico Toda práctica humana genera algún tipo de registro material, al igual que las circunstancias en las que se desarrollan tales prácticas. La arqueología se sirve de todos ellos para contrastar las hipótesis

con las que pretende resolver sus problemas de investigación. La resolución de tales cuestiones está separada por una gran brecha, la que separa a las prácticas que son dinámicas, del registro que es estático (Binford 1988, Jonson 2001). Tal como lo dejara claro Binford (1988) el registro arqueológico es un fenómeno del presente. El mismo está formado por las evidencias generadas por la actividad del hombre, por ejemplo, una casa pozo indígena, y todas las modificaciones generadas después de su incorporación al contexto arqueológico, de origen humano y natural. Por ejemplo, las numerosas reocupaciones sufridas por dicha estructura, y las alteraciones producidas en ella por la actividad de la lluvia, el viento, los insectos, etc., lo que conocemos como procesos postdepositacionales. La interpretación del registro arqueológico Como fenómeno estático y del presente, el registro arqueológico no puede hablar por sí mismo de los fenómenos dinámicos del pasado. Su interpretación está basada en las inferencias que puedan realizarse a partir de él. Por ejemplo, un conjunto de instrumentos y desechos líticos encontrados en un campamento no dicen por sí mismos muchas cosas. El arqueólogo debe desarrollar ciertas herramientas que le permitan interpretar qué tipos de prácticas dieron origen a ese conjunto. Una opción podría ser recurrir a la empatía, es decir imaginar, aplicando nuestro sentido común, qué acciones o circunstancias llevarían a las condiciones halladas en el registro. De hecho esta era la vía más común de interpretación utilizada hasta mediados de siglo XX y se enfrentaba a dos problemas: el sentido común de un científico de la modernidad no podía dar cuenta de la variabilidad de las prácticas humanas en una gran cantidad de contextos culturales a lo largo del mundo, llevando muchas veces a extrapolar prácticas y valores de la actualidad al pasado remoto1 y, por otro, la validez de las hipótesis arqueológicas residían en la autoridad de quien las formulaba, pero no en un sistema independiente de contrastación. A partir de la década de 1960, fue una preocupación de la nueva arqueología desarrollar herramientas que ayudaran a los arqueólogos a generar hipótesis contrastables acerca del registro. La herramienta principal fue la utilización de analogías 1 En el capítulo que Binford dedica al análisis del modo de vida de los primeros homínidos (Teórico Práctico 1) se puede observar cómo es que Dart interpretó el registro arqueológico de las cuevas de Sudáfrica utilizando su sentido común y cómo estas hipótesis fueron descartadas aplicando distintos conocimientos generados por la observación de fenómenos actuales.

Capítulo I. Introducción a la Arqueología

actualísticas las cuales se basan en la premisa de que la formación del registro se dio en el pasado de formas análogas a las cuales se da en el presente. Es decir, una actividad de la actualidad y una equivalente del pasado forman registros equivalentes. De esta manera, observando la dinámica del presente (las prácticas humanas) y los fenómenos estáticos que ésta generaba, se podían construir hipótesis contrastables sobre los fenómenos dinámicos del pasado que se pretendían conocer. Las dos herramientas principales para construir este tipo de analogías fueron la etnoarqueología y la arqueología experimental. La etnoarqueología analiza las prácticas de grupos no occidentales o tradicionales que viven en la actualidad observando particularmente el patrón que ellas generan en el registro arqueológico y proponer hipótesis sobre el comportamiento en el pasado a partir del registro arqueológico observado. Volviendo al caso del conjunto lítico, la observación de las prácticas de grupos que aún utilizan esa tecnología y el estudio de los desechos que generan puede ayudar a generar hipótesis acerca de qué comportamientos dieron origen al conjunto arqueológico bajo estudio. La arqueología experimental busca recrear con métodos disponibles en el pasado la confección de instrumentos o realización de tareas para observar cuál habría sido el resultado arqueológico de la misma. De esta manera se podría intentar replicar los instrumentos líticos que vemos en nuestro registro, utilizarlos, ver qué huellas de desgaste se generan, analizar los desechos y generar un cuerpo de hipótesis analógicas. Los cambios en la disciplina arqueológica La arqueología, como todas las ciencias, no ha sido siempre igual. Ha ido cambiando a través del tiempo a medida que se fueron modificando las ideas sobre la sociedad y el desarrollo humano, las concepciones del pasado, las metodologías y técnicas disponibles y las preguntas que son relevantes desde el presente.

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menos en el ámbito de los países centrales), fue un efectivo caldo de cultivo para las ideas evolucionistas que consideraban que la historia humana tenía una trayectoria universal, marcada por el progreso (estas trayectorias se plasmaron en la obra de L.H. Morgan, “La sociedad primitiva”, retomada por F. Engels en su clásico “El origen de la Familia, la Propiedad y el Estado”, donde se sistematizó el sistema de los tres estadios en la evolución de la humanidad: Salvajismo, Barbarie y Civilización). A fines de siglo XIX y principios del siglo XX, las expectativas de progreso se encontraron frente a las terribles consecuencias del capitalismo industrial, el nacionalismo y el colonialismo que explotaron en la primera guerra mundial, generándose una ruptura paradigmática con el evolucionismo decimonónico, que sustituyó la pretensión teleológica de una historia humana universal por una visión particularista y relativista que tenía poca confianza en la creatividad del comportamiento humano (uno de los antropólogos que plateó esto fue F. Boas). A partir de ese momento se consideraba que la importancia del estudio arqueológico radicaba en la construcción de historias particulares de distintas áreas culturales, consolidando lo que se conoce como arqueología cultural (Gamble 2002), arqueología tradicional o arqueología histórico-cultural. El objetivo principal de esta corriente era poner las cosas en orden cronológica y geográficamente. En un área cultural se definían distintos contextos arqueológicos (asociación recurrente de artefactos), que se consideraban correspondientes a pueblos o etnías, a los cuales se les daba una determinada adscripción cronológica. Ordenando en el tiempo los distintos contextos arqueológicos definidos, se podía conocer la secuencia cultural para un área determinada. La explicación del cambio, afincada en el escepticismo sobre la creatividad humana, recurrió de manera predominante al difusionismo, es decir el mecanismo por el cual un rasgo cultural es trasladado de un área cultural a otra.

Podemos decir que la arqueología2, practicada de manera sistemática, se consolida a mediados del siglo XIX de la mano de la antropología evolucionista, con personalidades como Lubbock. Ese momento, donde el occidente se sentía triunfante por el desarrollo económico en un marco medianamente pacífico (al

Esta práctica generó el desarrollo y refinamiento de distintas metodologías, destinadas especialmente a la construcción de cronologías relativas, como la seriación y la estratigrafía. También incorporó en el conocimiento arqueológico, construyendo la estructura general de los esquemas cronológicos, a casi todas las áreas del mundo.

2 En este capítulo al hablar de “Arqueología” hacemos referencia a la práctica de esta disciplina en el ámbito de los países centrales (Europa occidental y Estados Unidos de América, donde se han sentado las tendencias principales aplicadas en el resto del mundo occidental). En el próximo capítulo se hace referencia a la práctica arqueológica en Argentina.

Sus problemas principales fueron mantener a la idea de contexto cultural como una suma mecánica de objetos, sobredimensionar a la difusión como la explicación suficiente para la gran mayoría de los cambios ocurridos en la historia (en detrimento del desarrollo independiente y otros mecanismos

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por los cuales se pueden expandir las ideas o los conocimientos a través del espacio), mantenerse de manera predominante en el campo descriptivo sin elevarse hacia el explicativo y no desarrollar sistemas independientes de contrastar hipótesis, priorizando la autoridad del investigador que las formulaba.

riesgo por algún factor de stress externo al sistema. Para explicar los cambios de las sociedades a través del tiempo frecuentemente abrevó en un modelo universal que retomaba las ideas evolucionistas decimonónicas conocido como neoevolucionismo, el cual analizamos en el Capítulo VIII.

Hacia 1950, la arqueología tradicional no era ya satisfactoria para las pretensiones de la gran cantidad de jóvenes que se habían incorporado en la academia. Tampoco el particularismo histórico, ni una ciencia relativista, se adecuaba a los tiempos de postguerra, en los cuales EEUU se consolidó como una nueva potencia hegemónica con pretensiones de imperio universal. En este contexto la arqueología tuvo pretensiones de convertirse en una “verdadera” ciencia (considerando que el modelo para lograrlo eran las ciencias naturales). Adoptando el positivismo como modelo epistemológico, el objetivo de la arqueología ya no era generar conocimientos particularistas sobre el desarrollo cultural de una región, sino explicar estas trayectorias aplicando leyes generales del comportamiento. Una de las mayores figuras de esta corriente, conocida como Nueva Arqueología, o arqueología procesual, fue Lewis Binford.

La visión sistémica de la sociedad y el cambio, la reducción de las prácticas sociales de agentes al funcionamiento y adaptación del sistema al medio, el rechazo de la historia, la idea de la cultura como mecanismo de adaptación extrasomática, el uso excesivo del método hipotético deductivo y de la explicación en detrimento de la interpretación, llevaron a una serie de críticas a lo largo de las décadas de 1970 y 1980 donde la arqueología comenzó a distanciarse de ser una disciplina dominada por una corriente hegemónica o paradigmática. Surgieron una multiplicidad de arqueologías de las cuales entre otras pueden destacarse las arqueologías post-procesuales o interpretativas, la arqueología feminista, la arqueología marxista y la arqueología darwiniana.

Distanciándose de la historia, la arqueología abrazó a la antropología. Willey y Phillips sostenían que “La arqueología americana es antropología o no es nada” (1958:2). Ya no interesaba tanto dar cuenta de una secuencia de culturas sino detenerse en el funcionamiento de cada una de ellas, sobre todo en los aspectos que podían ser sometidos a explicaciones bajo leyes universales. Estos aspectos fueron preferentemente la adaptación al medio y las estrategias económicas en detrimento del estudio de las estructuras políticas o religiosas. Sin lugar a dudas, el objetivo central de la nueva arqueología fue construir una serie de herramientas que permitieran proponer y contrastar hipótesis de manera independiente de la autoridad de quienes las proponían. Como sostiene Binford (1988), se recurrió al estudio del presente para conocer el pasado, desarrollando fuertemente la etnoarqueología y la arqueología experimental. También se desarrolló fuertemente el estudio de distintos aspectos naturales que afectaban tanto a la vida del hombre como las características del registro aqueológico. En la explicación del funcionamiento de la sociedad la nueva arqueología adoptó la teoría general de sistemas. Esta mirada caracterizaba a las sociedades del pasado como sistemas formados por partes (o subsistemas) orgánicamente integrados, que se hallaban en equilibrio (homeostasis) y que se modificaban sólo cuando esta situación era puesta en

Según Shanks y Hodder (1995) las arqueologías interpretativas incluyen una gran cantidad de heterogéneas miradas sobre la práctica arqueológica que pusieron en el centro la idea de que la interpretación de lo social se relaciona menos con la explicación causal que con la comprensión. En este sentido, se distancian de la ciencia positivista aproximándose a una disciplina humanística donde el sujeto que interpreta, el contexto en el cual lo hace y las consecuencias sociales del conocimiento son reconocidas y puestas en crítica. Al distanciarse de la antropología como la ciencia madre, la arqueología busca sus fuentes en aportes de la sociología, la historia y la filosofía. Dejando de lado el estudio de los mecanismos adaptativos del sistema la arqueología postprocesual pretende ver a los agentes sociales actuando en ellos, como se insertan en las estructuras y la manipulan. En este sentido, la cultura material deja de verse como un mecanismo pasivo de adaptación para ser un conjunto de aspectos materiales con significado propio que tiene un papel activo en la construcción de relaciones sociales y que puede ser manipulado por los agentes que la producen. En el mismo sentido las arqueologías feministas abogaron por dos grandes problemáticas, una que hacía al modo en que se distribuía el poder por categoría de género en la academia, revisando de manera crítica el papel al que se habían relegado a las mujeres en la producción del conocimiento arqueológico (frecuentemente lugares de segundo nivel, siendo mayormente técnicas que aportaban

Capítulo I. Introducción a la Arqueología

datos para ser interpretados por los hombres, que eran quienes podían construir verdadera teoría). La otra, que se consideraba asociada a la anterior, era el papel al que se había relegado a las mujeres en el relato sobre procesos del pasado, lo que estaba cargado de afirmaciones apriorísticas sobre lo que es ser mujer y ser hombre y los roles de los géneros en una gran cantidad de sociedades. Uno de los aportes fundamentales de esta rama fue dar por tierra con la consideración esencialista de que el género es algo biológicamente determinado más que socialmente construido. Otro de los lineamientos que pretendió dar una alternativa al procesualismo, aunque retomando algunos de sus aportes, fue la arqueología neodarwinista o ecología evolutiva, la cual fue en busca de modelos hacia el campo de las ciencias biológicas, más que a las sociales. Uno de los grandes problemas que trató de explicar fue la transmisión cultural, entendiendo que la cultura material es un fenotipo de la especie humana y que al igual que otros aspectos fenotípicos está sometido a la selección natural. De esta manera se considera que se pueden dar explicaciones satisfactorias sobre por qué a través del tiempo la selección natural favorece la supervivencia de ciertos objetos y no la de otros. Como se puede apreciar, la arqueología, al igual que cualquier otra disciplina científica, no es estática y, en efecto, ha cambiado desde sus inicios de acuerdo a distintos factores, entre otros: paradigmas científicos vigentes, problemáticas consideradas válidas, datos disponibles, técnicas de análisis implementadas, renovaciones generacionales de los investigadores y contexto histórico de producción del conocimiento. La arqueología tampoco es homogénea dentro de cada momento, lo que puede evidenciarse en las numerosas discusiones y debates que han protagonizado los arqueólogos en torno a una gran diversidad de temáticas. Estas dos características, dinámica histórica y heterogeneidad interna, hacen que en arqueología sea difícil hablar de “verdades” o “conclusiones cerradas” de las problemáticas abordadas. Por ello es que las grandes discusiones que se presentan en este libro (y en la materia), deben ser estudiadas intentando comprender la diversidad de opiniones de los autores, sus hipótesis, los argumentos a favor o en contra de cada una, y no allanar estos debates en un discurso lineal. ¿Cómo se investiga en arqueología? Como toda disciplina científica, la arqueología no es una búsqueda acumulativa de datos, por los datos mismos. La investigación arqueológica es un

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largo proceso que se inicia a partir de problemáticas, es decir preguntas o interrogantes que se formulan acerca de las prácticas humanas. Esas preguntas no surgen de la nada. Siempre están formuladas dentro de un sistema de ideas o afirmaciones que pretenden explicar los fenómenos que son objeto de estudio, es decir la teoría. En este cuerpo teórico también descansa la formulación de la hipótesis, que es una respuesta inicial para el interrogante a resolver. Esa hipótesis se desglosará mediante una serie de herramientas que permitirán recolectar, construir y analizar los datos necesarios para contrastarla. Esas herramientas pueden englobarse en lo que conocemos como metodología. Una vez construidos los datos, estos deben ser analizados e interpretados, respondiendo a las preguntas formuladas al principio. Estas respuestas, resultado de la investigación, tampoco constituyen el cierre definitivo de las mismas ya que por un lado ayudarán a contrastar las hipótesis, comprobándolas o refutándolas. También permitirá ampliar los interrogantes o generar otros nuevos. Finalmente, abrirá la posibilidad de reformular la teoría, si no en su totalidad, al menos en alguno de sus presupuestos. Los vestigios materiales de prácticas del pasado se encuentran potencialmente en todos lados y no constituyen por sí mismos datos arqueológicos. Los datos deben ser construidos por el investigador a partir de la aplicación de diversas técnicas y considerando los materiales relevantes para resolver los interrogantes que se persiguen. De esta manera, cuando se acota espacial y temporalmente un problema de investigación, se delimita una espacio sobre el cual deberemos detectar los vestigios arqueológicos correspondientes al momento y temática analizados, mediante prospecciones. Una vez detectados los sitios, deben realizarse registros precisos de los mismos, en los cuales se determina la ubicación de concentraciones de artefactos, estructuras, arte rupestre y topografía, los cuales son una fuente invalorable para nuestras futuras interpretaciones. Recién cuando el arqueólogo tiene un buen conocimiento de su área de estudio y sobre todo de la diversidad de los vestigios que en ella se presentan podrá seleccionar los contextos a ser excavados. Sin embargo, la excavación es el último recurso al que se debe recurrir, y si puede ser evadida, mucho mejor. Esto es así porque la excavación implica destrucción. Al excavar un sitio arqueológico se destruye información que nunca podrá ser recuperada. Es por ello que esta tarea se debe dar después de un

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intenso trabajo de investigación y con las técnicas que permitan registrar de la mejor manera posible toda la información que sea posible. Los datos que produce una excavación exceden ampliamente a los artefactos (aquellos objetos que son el resultado de la transformación activa del hombre). Las excavaciones arrojan evidencias tan ricas como ellos, constituidas por los ecofactos (aquellos elementos que no han sido transformados por el hombre pero brindan información sobre sus prácticas como huesos de animales, restos vegetales, sedimentos, etc.). Sin embargo, lo más importante que se encuentra en una excavación son las relaciones entre todos los objetos materiales recuperados, es decir el contexto arqueológico. De esta manera queda claro que las técnicas arqueológicas son altamente complejas y no se reducen a hacer pozos buscando piezas valiosas: es un trabajo sistemático que implica tiempo, esfuerzo, experiencia y sobre todo conocimiento, por lo cual es totalmente contraproducente que individuos no capacitados lo lleven adelante. El paso del tiempo y su medición ¿Cómo construyen los arqueólogos sus cronologías? No siempre es esencial conocer con exactitud cuántos años hace que tuvo lugar un acontecimiento o un periodo concreto. El concepto de que algo es más antiguo (o más reciente) en relación a otra cosa, constituye la base de la datación relativa, y es ciertamente útil para analizar los cambios en el tiempo de las prácticas humanas. Uno de los métodos relativos más importantes es la estratigrafía, que consiste en la asignación de momentos anteriores y posteriores a través de la depositación de estratos superpuestos. El principio consiste en que los niveles inferiores se depositan primero y, por lo tanto, antes que los superiores. De esta forma una sucesión de estratos proporcionaría una secuencia cronológica relativa, desde los más antiguos (abajo), a los más modernos (arriba).

Sin embargo en los últimos tiempos, se ha generado la posibilidad de establecer la edad exacta o absoluta en años de las distintas partes de la secuencia, a través de los métodos de “datación absoluta”. Son numerosos los métodos que pueden otorgarnos fechas en años (v.g. la dendrocronología , a través de los anillos de crecimiento de los árboles; la datación por termoluminiscencia, preferentemente para fechar cerámicas; la datación mediante potasio-argón; algunos métodos calibrados, como la hidratación de la obsidiana o la datación arqueomagnética, etc). Sistemas de medición del paso del tiempo Cualquiera sea el método de datación, se necesita establecer una medida de tiempo para reconstruir una cronología. La mayor parte de los sistemas humanos de medición se calculan en años. Aquellos también necesitan ciertos jalones para contabilizar el paso de dichos ciclos, los cuales pueden establecerse en eventos históricos especiales. En el mundo cristiano se usa como tal, el nacimiento de Cristo, supuestamente acaecido en el año 1 a.C. (no existe el año 0), contándose los años hacia adelante, después de Cristo (d.C., en inglés se usa AD, por las iniciales latinas de Anno Domini) y hacia atrás, antes de Cristo (a.C., en inglés se usa BC, por las iniciales de Before Christ). Para los musulmanes el momento fijado es la fecha de la salida del profeta Mahoma de la Meca, la Hégira (en el año 622 d.C. del calendario cristiano). El inicio del calendario maya equivale al año 3114 a.C. del calendario cristiano. En cambio, para el pueblo judío, las fechas estarían dadas en años a contar desde la creación (3761 a.C.). Los científicos que obtienen fechas por métodos radiactivos y que quieren un sistema universal, han optado por contar los años desde el presente (AP, en inglés BP por las siglas correspondientes a Before Present). Pero dado que también necesitan un punto de partida estable, cuando usan AP quieren decir “antes de 1950” el año aproximado en que Libby descubrió el primer método del radiocarbono.

Glosario Behaviorístico (Adj. Castellanización del término inglés behavioristic): Perteneciente o relativo al comportamiento. Extrasomático: externo al cuerpo. Cuando hablamos de adaptación extrasomática hablamos de mecanismos de adaptación que están por fuera del cuerpo. Por ejemplo, las condiciones climáticas frías pueden convertirse en un mecanismo de selección natural que produzca que los miembros de una especie que mejor se reproduzcan sean los que tienen pieles más gruesas. A lo largo de muchas generaciones esto puede traducirse en que la especie haya mutado hacia una versión con pieles gruesas. La adaptación extrasomática implica que los individuos de una especie utilicen pieles (externas a su cuerpo) para cubrirse del frío. Particularismo: perspectiva que, en oposición al evolucionismo, sostiene que cada pueblo posee una historia propia, comprensible sólo en sus términos y diferente a las trayectorias de otros, la cual no puede ser reducida a ningún modelo universal.

Bibliografía (Obligatoria para estudiar) Binford, L. R. 1988 En Busca del Pasado. Crítica, Barcelona. Capítulo 1. Gamble, C. 2002. Arqueología Básica. Ariel Prehistoria. Madrid. Capítulo 2.

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Capítulo I. Introducción a la Arqueología

Nobile, J. 2009. La antropología forense en el debate contemporáneo. Revista de la Escuela de Antropología Vol. XV: 11-20. Rosario, Argentina. Orser, Charles. 2000 Introducción a la Arqueología Histórica. Asociación de Amigos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, Buenos Aires. pp. 9-66. Politis, G. 2005 Arqueología de carne y hueso. Ciencia Hoy 15(89):44-50. Renfrew, C. y P. Bahn 1998 Arqueología: Teorías, Métodos y Prácticas. Ed. Akal, Madrid. Capítulos 3 y 4. Rivolta, G. 2010 Identidad, memoria y narrativa en la comunidad indígena de Amaicha del Valle (Valle de Yocavil, Pcia. De Tucumán, Rep. Argentina). En: Nastri, J. y Menezes Ferreira (Eds.) Historias de Arqueología Sudamericana pags. 211227. Editorial Azara, Buenos Aires.

Bibliografía (ampliatoria) Jonson, M. 2001 Teoría Arqueológica. Una introducción. Ariel. Rathje, W y C. Murphy. 2001 Rubbish!: The Archaeology of Garbage. University of Arizona Press. Shanks, M. y I. Hodder 1995. Processual, Post-processual and Interpretive Archaeologies. En Interpreting Archaeology. Finding Meanings in the past. Ed. Por I. Hodder, Shanks, Alexandri, Buchli, Carman, Last y Lucas. 3-29. Routledge. London. Trigger, B. 1992 Historia del pensamiento arqueológico. Editorial Crítica. Willey, G. y P. Phillips 2001 [1958] Method and Theory in American Archaeology. University of Alabama Press. Alabama.

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar la Unidad I? Arqueología como ciencia. Tratado por L. Binford (1988). La arqueología más allá del pasado. Arqueología histórica y de la actualidad. Tratado por C. Orser (2000), J. Nobile (2009) y G. Rivolta (2010). La arqueología a través del tiempo. Tratado por C. Gamble (2002). El diseño de investigación arqueológica. Tratado por Renfrew y Bahn 1996. La arqueología en la práctica. Tratado por Renfrew y Bahn 1996. La datación. Métodos relativos y absolutos. Tratado por Renfrew y Bahn 1996. Interpretación del Registro Arqueológico. Analogías etnoarqueológicas experimentales. Tratado por L. Binford (1988) y por G. Politis (1994).

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Preguntas de Examen a) ¿Qué es la arqueología? Explica qué propone Binford sobre la práctica del arqueólogo y la importancia del registro material. b) ¿Qué es la arqueología? Define su objeto de estudio destacando los aportes de la Arqueología Histórica y del Pasado Reciente. c) ¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre la Arqueología Cultural, la Arqueología Procesual y las Aqueologías Interpretativas? d) ¿Qué es el registro arqueológico? ¿Qué herramientas han desarrollado los arqueólogos para su interpretación? Explica, poniendo ejemplos, para qué sirve la etnoarqueología. e) ¿Por qué sostiene Binford que analizar el presente sirve al pasado? Explicitarlo definiendo qué se entiende por etnoarqueología y arqueología experimental. e) Describe paso a paso como sería una investigación arqueológica definiendo cada uno de ellos según la bibliografía. f) ¿Cómo se construyen las cronologías en arqueología? Define las dos grandes clases de metodologías de datación y explica un ejemplo de cada una de ellas. g) En una investigación se recupera una punta de flecha hecha de hueso, en la misma capa que un fogón y varios fragmentos de cerámica. Enumera los métodos de datación que emplearías para establecer su cronología, justificando por qué los usarías.

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Capítulo II. La Arqueología Argentina a través del Tiempo Este capítulo tiene como objetivo principal dar cuenta de las distintas modalidades en las cuales se ha desarrollado la arqueología argentina desde inicios del siglo XX hasta la actualidad. En este sentido resulta clave evaluar críticamente en qué contexto se fueron formando distintas narrativas sobre el pasado prehispánico sobre todo las que han permeado más fuertemente en el campo de los conocimientos instruidos en los sistemas de educación primaria y media. Complementariamente se pretende que se incorporen en términos generales las trayectorias históricas de los pueblos indígenas del Noroeste argentino previas a la Conquista española. Como se aclaró en el capítulo anterior, la arqueología, al igual que cualquier otra disciplina científica, no es estática dado que se transforma a través del tiempo y, con ella, los discursos sobre el pasado indígena. De la misma manera, la arqueología argentina, desde su conformación a inicios del siglo XX, se ha transformado por la influencia de distintos aspectos, como las tendencias científicas de los grandes centros de producción del conocimiento (especialmente Estados Unidos y, en menor medida, Europa occidental), el desarrollo propio del campo académico local y el contexto histórico particular de nuestro país. Los naturalistas decimonónicos La arqueología nació en la Argentina a fines del siglo XIX de la mano de naturalistas y sabios aficionados, en algunos casos influenciados por el evolucionismo reinante en la época. Uno de los más destacados fue Florentino Ameghino quien en su importante obra “La antigüedad del Hombre en el Plata” trazó el primer esquema evolutivo del hombre cuyo origen, según consideraba, se hallaba en las pampas argentinas. Si bien a inicios del siglo XX esta teoría respecto a la antigüedad del hombre en la región fue rebatida por Ales Hrdlicka, basado en lo que consideró una errada interpretación de la cronología de ciertos estratos y la procedencia dudosa de restos óseos, algunas ideas de Ameghino fueron bastante acertadas. Fundamentalmente él había propuesto una gran antigüedad de la presencia del hombre en el continente americano y, a partir de algunas excavaciones estratigráficas, como la realizada en el Observatorio de la ciudad de Córdoba, pudo establecer la existencia de una secuencia marcada por dos momentos en el desarrollo histórico de los pobladores de nuestro actual territorio. El más antiguo estaba caracterizado por la presencia de puntas de proyectil y la ausencia de cerámica, mientras que el más reciente era un momento donde predominaba la alfarería.

La caída de la hipótesis del autoctonismo del hombre americano de Ameghino llevó a que la totalidad de su obra fuera cuestionada y hasta negada. No obstante, la profundidad temporal en el proceso histórico precolombino pasó a ser una idea discutida en el ámbito académico, fundamentalmente para los grupos del Noroeste Argentino. Por un lado Ambrose#i y Uhle, aplicando técnicas estratigráficas y secuencias estilísticas, pudieron reconocer distintos momentos en el pasado prehispánico (Nastri 2010). Uhle propuso una secuencia cultural aplicando la periodificación que él mismo había realizado para el Perú, según la cual el proceso del noroeste presentaba una considerable profundidad temporal. Ambrose#i por su parte supuso que una cultura anterior a la Calchaquí era la responsable de la presencia de los menhires del valle de Tafí, postura en la que prevaleció una visión de “corta duración” del proceso histórico. En contraposición, Eric Boman proponía una historia menos profunda y más uniforme, dado que consideraba que todas las culturas de la región noroeste y centro del país eran apenas posteriores al siglo XI. En este contexto cronológico se formularon áreas culturales constituidas por la acumulación y dispersión de rasgos análogos, cuyas identidades eran determinadas en base a los relatos de los conquistadores registrados en las crónicas y en los documentos hispánicos. Los materiales que allí se documentaban eran asignados al mismo grupo étnico, como los “diaguitas”. Todos los procesos que se habían dado en cada área a través de miles de años, eran aplanados en un corto período, y todos los vestigios materiales de los mismos eran englobados y homogeneizados como “costumbres” de ese pueblo. En este marco, la arqueología prácticamente aportaba las ilustraciones o, en el mejor de los casos, la confirmación de distintos rasgos que se encontraban en las fuentes etnohistóricas. En nuestra provincia, por ejemplo, la arqueología se convirtió en una disciplina absolutamente dependiente de las categorías étnicas definidas a partir del análisis de los documentos

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generados por la conquista, es decir los “sanavirones” y “comechingones” 1 (Bixio y Berberián 2006). Así, se dio origen a entidades construidas a priori que redujeron el papel de la arqueología a respaldarlas “buscando” su correlato en la cultura material. Paralelamente, primaba en los trabajos un sesgo culturalista de las comunidades prehispánicas que consideraba que la cultura material permitía evaluar el nivel de desarrollo alcanzado por un pueblo. En este sentido, es posible identificar en algunos manuscritos, preferentemente hasta mediados del siglo XX, apreciaciones como “grupos culturalmente muy bajos” o “por debajo del nivel civilizado” que posicionaba a regiones, culturas o etnías (categorías que, como vimos, eran consideradas sinónimos) en un escalón inferior respecto a otras (por ejemplo los comechingones eran inferiores o marginales a los centros de desarrollo identificados en el Noroeste Argentino)2. 1 Hasta el momento no hay información en los documentos que se refiera al uso del término “comechingón” como autodenominación por parte de los grupos indígenas que ocuparon la región. Como plantea Bixio (1998) sólo se registra como un etnónimo que da cuenta de una entidad étnica colectiva y unificada por el español anterior a la fundación de Córdoba (1576). En otros documentos se le torga un sentido de “lugar en donde” (1998: 213), para hacer referencia la categoría de “provincia”. Con posterioridad a la fundación de la ciudad el término sólo se menciona en fragmentos puntuales de dos documentos bajo las categorías de espacio geográfico o identidad. 2 Esta postura se condice con la política estatal que veía “indios incivilizados” y “desiertos” entre los grupos que ocupaban aquellas tierras aptas para el desarrollo y expan-

En concreto, esta manera de investigar redujo la variabilidad espacial y temporal de las manifestaciones culturales del pasado, y fue la que tuvo mayor difusión a través de los materiales educativos, como los manuales de estudio. Extrañamente, si bien tal posición se abandonó en la arqueología científica hace unos 60 años, la misma se siguió impartiendo en todos los ámbitos de la educación general hasta la actualidad y es la que está en la base del clásico mapa de áreas culturales indígenas donde la historia de los pueblos americanos de nuestro país es aplanada en una sola imagen geográfica y casi el único conocimiento que se pretende obtener de los mismos es ¿Dónde estaban los…? A lo largo del dictado de la materia intentaremos brindar las herramientas necesarias para comprender estos múltiples procesos con la complejidad y riqueza que los mismos implicaron. La arqueología Normativa En momentos de posguerra, a mediados de siglo XX, cuando muchos de los capitales culturales y científicos que se habían orientado otrora a fines bélicos, se orientaron al desarrollo del conocimiento, se produjo una inflexión en la historia de la arqueología mundial. Como consecuencia de esto, en nuestro país y de la mano de Alberto Rex González, se iniciaron estudios sistemáticos en diversos espacios y regiones a partir de los cuales se construirían las líneas fundamentales del relato sobre sión de la civilización y el progreso, visión etnocentrista que justificó el exterminio y la expropiación a los grupos originarios.

Mapa de las “Areas culturales” indígenas del Norte de Argentina, que muestra un espacio sin profundidad temporal, sin historia. Tomado de hp://www.rumbojujuy.com.ar

Capítulo II. La Arqueología Argentina a través del tiempo.

el pasado prehispánico que en gran parte seguimos manteniendo hasta hoy (Olivera 1994). La idea de la profundidad temporal de la historia indígena fue revalorizada y actualizada mediante la importancia que adquirieron los trabajos de campo y junto a la aplicación de técnicas modernas como la excavación, la estratigráfica, la seriación tipológica y, posteriormente, las dataciones radiocarbónicas. Este cambio, buscaba establecer distintos momentos del pasado humano a partir de la identificación de conjuntos de materiales recurrentes, los “contextos culturales”, que correspondían a pueblos. La ordenación cronológica rigurosa de estos contextos permitía formular secuencias históricas para distintas regiones de nuestro país. De esta manera, donde anteriormente se veía sólo a los Comechingones, este enfoque permitió definir la primera secuencia cronológica constituida por tres grandes componentes con características materiales diferentes (González 1955). Así, se pudo reconocer la existencia de distintos pueblos que habían habitado las Sierras Centrales: los cazadores que utilizaban puntas lanceoladas o Ayampitín, con más seis mil años de antigüedad, seguidos por los cazadores de puntas triangulares u Ongamira, y finalmente las sociedades agroalfareras. Para el noroeste argentino Rex González planteó la secuencia cultural a partir de estudios intensivos en el Valle de Hualfín (Catamarca) y la seriación de las colecciones procedentes de este mismo lugar que habían formado Weiser y Volters para Muñiz Barreto en los años 20. La arqueología argentina era entonces concebida desde una perspectiva normativa y culturalista como la disciplina que se ocupaba del estudio y reconstrucción de las culturas del pasado en base a la recuperación y análisis de sus contextos arqueológicos. Estos contextos podían ser ordenados en secuencias y los cambios constituían indicadores de fases culturales, entendidas en términos de cambios evolutivos. En este marco se destaca la visión difusionista que caracterizó a toda esta etapa de la arqueología científica en nuestro país. Considerando que este aspecto ha sido acabadamente discutido en el capítulo anterior, se hará énfasis en un elemento implícito en él: la aceptación de una totalidad como agente principal de los procesos de cambio. Esa totalidad era la cultura. Cada cultura tenía maneras determinadas de vivir, de realizar sus artefactos y de organizarse socialmente. Hacia adentro, el grupo cultural aparece como un colectivo monolítico, que cambia en bloque. Asimismo, esta visión de totalidad de la cultura consideraba que toda transformación era el resultado de agentes externos a la sociedad (por ejemplo las migraciones de pueblos). Este es un elemento que ha impedido seguir la trayectoria de agencias alternativas, de actores sociales llevando

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adelante prácticas en otras escalas, desde distintas posiciones (signadas por género, identidad, acceso a capitales, etc.) en distintos campos. Este modelo comenzó a ser objeto de severas críticas pues, en la utilización de las culturas como compartimentos estancos y sumas mecánicas de rasgos, dejaba sin explicar el cómo y el por qué del cambio. Los objetos materiales (casi exclusivamente las vasijas de cerámica halladas en diferentes contextos del Noroeste Argentino) eran interpretados como entidades donde se imprimían normas culturales –maneras de hacer que anidan en la mente de quienes ejecutan esos artefactos y que se integran dentro de normas que definen a un grupo cultural y lo diferencian de otro. De esta manera, los objetos cargaban pasivamente reglas subyacentes en la mente de los individuos de una colectividad. Neoevolucionismo, entre el materialismo histórico y el materialismo sistémico A mediados de la década de 1970, comenzaron a plantearse modelos explicativos afincados en dos propuestas materialistas enfrentadas, la del materialismo histórico (Núñez Regueiro 1974) y la del materialismo sistémico (Raffino 1977), que adoptaron para explicar el cambio el modelo neoevolucionista. Aunque la primera fue sensiblemente afectada por las contingencias políticas establecidas por el gobierno de facto (con vigencia en el poder entre 1976 y 1983), en la década de los 80 las dos prosiguieron. En el contexto de los fuertes conflictos sociales que se estaban dando en toda América Latina, los arqueólogos de distintos países como México, Perú, Chile y Argentina, comenzaron a pensar en una práctica arqueológica comprometida con las contradicciones del presente. Sobre todo comenzaron a pensar en cómo se habían construido las desigualdades sociales en distintos contextos, cómo había surgido la lucha de clases y de qué manera la misma había sido enfrentada mediante la aparición de aparatos políticos represivos. Ante estos interrogantes la utilización de la cultura como unidad de análisis resultaba, al menos, poco productiva. Una gran generación de arqueólogos adoptó con variantes el materialismo histórico, sobre todo el que había sido aplicado al estudio de la prehistoria europea por Childe, sentando las bases de la llamada Arqueología Social Latinoamericana3. 3 Cabe aclarar que, en América Latina en general y en Argentina en particular, este marco teórico tuvo poca incidencia en el estudio de los grupos cazadores-recolectores. Entre otros argumentos, se plateó que la propuesta no tenía un correlato con el registro arqueológico, o en otros términos, que no permitía dar cuenta o explicar las evidencias dejadas por estos grupos. En su lugar, la línea de pensamiento adoptada fue la ecología del comportamiento humano o ecología evolutiva.

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En Argentina, Núñez Regueiro fue el arqueólogo más comprometido con este marco explicativo, influenciado fuertemente por algunas lecturas de Lumbreras, pero también por las críticas que nuevos arqueólogos como Binford, Clarke y Chang, realizaban a la arqueología tradicional de Norteamérica (Núñez Regueiro 1974). En su primitiva propuesta, Núñez Regueiro intentó analizar el desarrollo cultural en la subárea Valliserrana utilizando períodos, entendidos como categorías homotaxiales que dieran cuenta de la existencia de estructuras socioculturales compartidas que representan niveles de desarrollo semejantes, sin implicar variables cronológicas. En este esquema de periodificación Núñez Regueiro buscaba alejarse de las culturas como unidades de análisis y pretendía utilizar a las entidades socioculturales concretas, sobre todo la estructura socioeconómica que las caracterizara. El reemplazo de la cultura con esta otra totalidad, no resultó demasiado fructífero y rápidamente la misma comenzó a ser utilizada sólo como un sinónimo de la anterior, como él mismo afirmara en trabajos posteriores (Tartusi y Núñez Regueiro 2001). Si bien los cambios y las transformaciones no quedan explícitamente explicados, los mismos serían fruto de la evolución de las estructuras sociales, a causa de la introducción de nuevas fuerzas productivas, en base al desarrollo tecnológico. Por último en este marco interpretativo, el papel de la materialidad en teoría debería ser dividido según su participación en la producción. Lamentablemente esta postura teórica, que tenía la potencialidad de aportar a la comprensión del proceso histórico prehispánico mediante una profunda renovación teórica, fue truncada por la dictadura de 1976, a través de la persecución y consecuente exilio de muchos de sus representantes. Recién después de la restauración de la democracia estos volverían a reinstalarse en el país y podrían retomar su línea de trabajo y pensamiento arqueológico. Sin embargo sus propuestas se habían alejado ya del materialismo histórico más clásico de los setenta y se acercaban mucho más a visiones renovadas del neoevolucionismo, siguiendo por ejemplo a Renfrew (1973) y a Earle (1991). Tartusi y Núñez Regueiro, que habían enriquecido su experiencia trabajando la arqueología de cacicazgos en Venezuela, proponen una nueva visión de la aparición de la desigualdad social en el desarrollo sociocultural del Noroeste Argentino. Distanciándose del estudio de la infraestructura productiva, estos autores reorientan su mirada hacia algunos aspectos de la materialidad que antes asociaban a la superestructura, los espacios ceremoniales (Tartusi y Núñez Reguiero 2001).

Paralelamente a la postura anterior surge una visión de la historia prehispánica también afincada en distintas críticas a la arqueología normativa y con la intención de buscar explicaciones más materialistas a los procesos. Ésta adoptó un pensamiento más cercano al positivismo funcionalista, la teoría de los sistemas, la cual era una rama importante de la “nueva arqueología” que predominaba en los Estados Unidos (Raffino 1989), que ya hemos explicado en el capítulo anterior. Este modelo se inclinó preferentemente a dar explicación a los procesos adaptativos de los grupos culturales al medioambiente, y fundamentalmente a las estrategias de subsistencia implementadas por cada uno de ellos. La dimensión económica se volvió un aspecto determinante del resto de fenómenos sociales. La diversidad de procesos y lógicas localmente variantes fueron eclipsadas por la atención dada a los atributos comunes reconocidos en cada caso: las estrategias de adaptación basadas en opciones productivas, el alto grado de sedentarismo y la adopción de tecnologías novedosas. La arqueología en migajas, enfoques actuales sobre las prácticas sociales La ruptura paradigmática que viven todas las ciencias sociales en la actualidad, también se puede observar en la arqueología argentina. Ya no es posible encontrar grandes relatos comunes que pretendan tener el alcance para explicar una gran cantidad de fenómenos sino que se pretende analizar y comprender contextos más acotados a partir de marcos explicativos específicos, adecuados a cada problemática particular. En este sentido el análisis de distintos procesos se ha visto enriquecido por la diversidad de enfoques que permiten interpretar y reconocer multiplicidad de factores, actores, prácticas y condicionantes que antes se pasaban por alto. Sin embargo se debe reconocer, que muchas veces la falta de un espacio conceptual común impide el diálogo entre investigadores que están pensando en las mismas trayectorias históricas. Utilizando la metáfora de Dosse (2006), se podría sostener que la arqueología actual, de la cual somos partícipes, se encuentra en “migajas”, o mejor dicho, está conformada por pequeñas arqueologías que han generado una especie de torre de Babel, donde a veces es muy complicado entender las ideas y las propuestas del resto de nuestros colegas. Uno de los puntos centrales ha sido la deconstrucción de los relatos precedentes, relativizando el alcance de las periodificaciones fijadas en el noroeste argentino y que utilizaban la secuencia maestra de Hualfín para entender todos

Capítulo II. La Arqueología Argentina a través del tiempo.

los procesos sociales del resto de los espacios del área Valliserrana. En oposición al uso de la gran escala (estructuras y sistemas) se reconoce una intención recurrente a utilizar múltiples escalas y unidades de análisis. Muchos estudios ponen énfasis en la continua mediación entre la estructura y la práctica de los agentes, así como en agencias alternativas, que alcanzan mayores variables que los estudios anteriores: los campesinos, las mujeres, los difuntos, etc. La aplicación de elementos de la arqueología de género también le permitió deconstruir los roles que los marcos neoevolutivos asumían como naturales, como el de señor, curaca, sacrificador. La arqueología del paisaje, en tanto espacio socialmente construido, ha permitido modificar la visión del entorno como telón de fondo y como el contenedor material de los recursos de subsistencia. Por el contrario, es se ha incluido en las prácticas sociales (Curtoni 2000). Finalmente la materialidad adquiere, además del papel de evidencia arqueológica, un papel activo en la conformación de colectivos sociales. Los objetos ya sean estructuras de cultivo, espacios residenciales o ceremoniales, vasijas o placas metálicas, arte rupestre, se entienden como entidades que en cierto sentido tienen capacidad de agencia, o en otros términos la cultura material toda interviene activamente en las relaciones sociales posibilitando que le mundo social se construya y reproduzca.

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Por otra parte la arqueología ha reconocido que, en tanto ciencia social, los conocimientos que produce tienen impacto en el presente, y por lo tanto debe ser responsable por las consecuencias sociales de los mismos. Trayectorias históricas prehispánicas del Noroeste Argentino A partir de la breve síntesis realizada podemos afirmar que el estudio de las poblaciones originarias en el Noroeste argentino ha ido transformándose a través de más de un siglo en una complicada trayectoria en la que se entrecruzan, posiciones teóricas, eventos de la vida política del país y el mundo y discusiones específicas de la disciplina arqueológica. Estos condicionantes son los factores que han establecido los paradigmas dominantes, las problemáticas analizadas, el tipo de datos generados y las explicaciones construidas para los mismos. Asimismo se han configurado distintas periodificaciones para el desarrollo histórico del Noroeste Argentino, las cuales difieren según adopten criterios cronológicos, tecnológicos culturales o modos de vida. A lo largo del desarrollo del resto de Trabajos Prácticos iremos desarrollando y poniendo en crítica cada uno de estos bloques y la postura de los distintos investigadores.

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Glosario Homotaxial: dícese de desarrollos culturales análogos debido a su contenido funcional, independientemente de la posición cronológica que ocupe.

Bibliografía (Obligatoria) González, A. R. 1955 Contextos culturales y cronología en el área central del Noroeste Argentino. Anales de arqueología y etnología. N°11: 7-32. Olivera, Daniel. 1994 A corazón abierto: Reflexiones de un Arqueólogo del NOA. Rumitacana 1: 7-11. Catamarca. Tarragó, M. 2003 La arqueología de los valles calchaquíes en perspectiva histórica. Anales, Nueva época, 6:13-42. Instituto Iberoamericano, Universidad de Göteborg.

Bibliografía (Ampliatoria) Bixio, B. Identidades étnicas en Córdoba del Tucumán, 1573-1700. Córdoba. 1998 (Tesis doctoral en Letras Modernas). Universidad Nacional de Córdoba. Bixio y Berberián 2006 Huellas del pasado: diálogos -y polémicas- entre el registro arqueológico y el registro documental en la historia de la arqueología de Córdoba (Rep. Argentina) en: “Investigaciones y Ensayos”, 54, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires. Curtoni,R. 2000. La percepción del paisaje en y la reproducción de la identidad social en la región pampeana occidental (Argentina). Revista TAPA Traballos en Arqueoloxía da Paisaxe. Número 19. Instituto de Investigacións Tecnolóxicas. Universidade de Santiago de Compostela. Dosse, F. 2006 La Historia en Mijagas: De Annales a la “nueva historia” UIA, Departamento de Historia México. Earle, T. 1991 The Evolution of Chiefdoms. En Earle (Ed) Chiefdoms: Power, Econmy and Ideology: 1-15. Cambridge University Press. Nastri, Javier. 2010. Una cuestión de estilo. Cronología cultural en la arqueología andina de las primeras décadas del siglo XX. En: Historias de Arqueología Sudamericana. Nastri J. y L. Menezes Ferreira (Edit.), pp: 95-122. Fundación de Historia Natural. Núñez Regueiro, V. 1974 Conceptos instrumentales y marco Teórico en relación al análisis del desarrollo Cultural del Noroeste Argentino. Revista del Instituto de Antropología. Nº 5: 169-190. Córdoba. Raffino, R. 1989 Poblaciones Indígenas en Argentina. TEA. Renfrew, C. 1973 Monuments mobilization and social organization in Neolithic Wessex. En The Explanation of culture change: models in Prehistory Ed. Por Renfrew. 539- 558. Duckworth. Tartusi y Núñez Regueiro 2001 Fenómenos cúlticos tempranos en la Sub-región Valliserrana. En Historia Argentina Prehispánica. Editado por E. Berberián y A. Nielsen: 127-170. ED Brujas. Córdoba. ¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar el Práctico I?

A- Trayectorias históricas prehispánicas en Argentina. Profundidad temporal vs. áreas culturales. Tratado Por González (1955), Olivera (1994) y Tarragó (2003) B- Construcción de contextos culturales, secuencias y dataciones relativas. Tratado por González (1955) C- Las bisagras del pensamiento arqueológico en Argentina. Tratado por Olivera (1994) D- La práctica arqueológica y el contexto histórico. Tratado por Tarragó (2003). C- Líneas generales de los proceso históricos prehispánicos en el NOA. Tratado por González (1955) y ampliado en esta obra.

Preguntas de Examen a) ¿Cómo podría caracterizarse el conocimiento que se tenía de la historia de los pueblos indígenas antes de la década de 1950? b) Explicar el problema, las hipótesis y las metodologías implementadas por Rex González en sus investigaciones de mediados de la década de 1950. c) Según Olivera ¿Cuáles fueron las grandes “bisagras” en la historia de la arqueología argentina? d) Sintetice las propuestas arqueológicas que según Tarragó predominaron en distintas épocas y explique la vinculación de cada una con el contexto histórico.

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Capítulo III- Los Orígenes. El surgimiento y evolución de la especie humana Este capítulo reúne de forma actualizada y resumida los conocimientos básicos que los estudiantes deben conocer acerca del origen y desarrollo de la especie humana y de sus principales características de comportamiento. Resulta esencial conocer los principios de la Teoría Evolutiva para poder comprender el proceso de origen y desarrollo de nuestra especie, por lo que se esbozan los lineamientos generales y principales conceptos de esta teoría. También se presenta en forma esquemática una línea de tiempo con las principales especies de homínidos. Como epílogo de la evolución humana se discute la dispersión de la especie en el mundo, especialemente en América. ¿Qué es la Evolución? Desde tiempos remotos los seres humanos se han preguntado acerca del origen de la diversidad de la vida, ¿de dónde han surgido las innumerables especies animales y vegetales que habitan en nuestro planeta? Dejando de lado las explicaciones religiosas (de cualquier credo) que ofrecen un conocimiento de carácter dogmático acerca del origen de la vida, el concepto de evolución (que significa “desarrollo” o “transformación”) según el cual los seres vivos se desarrollaron a partir de formas preexistentes por medio de cambios graduales y continuos, ya estaba bien presente en el siglo XVIII en el conocimiento científico de la época, y era objeto de arduos debates. Sin embargo, recién a principios del siglo XIX, el naturalista francés Jean Baptiste Lamarck, a partir de la observación de las características de los restos fósiles de invertebrados marinos y su comparación con los vivientes, postuló la existencia de un proceso de cambio mediante el cual las formas de vida iban cambiando como resultado de tener que enfrentar desafíos naturales a los cuales debían superar para sobrevivir. Un clásico ejemplo de este tipo de explicación lo constituye el origen de las jirafas actuales, según esta forma de pensamiento los ancestros de las jirafas enfrentaron momentos de escasez de alimentos y para sobrevivir debían estirar su cuello para alcanzar a comer las hojas más altas de los árboles, por lo que al tener que utilizar el cuello constantemente de esta manera éste se iba estirando paulatinamente. Estos rasgos se heredaban a la descendencia, con lo que con el tiempo las jirafas habían llegado a ser lo que conocemos actualmente. Esta constituyó la primera teoría científica moderna de la evolución y estuvo vigente en algunos medios hasta principios del siglo XX. A mediados del siglo XIX, Charles Darwin presentó formalmente su teoría de la evolución, que fue desarrollando a lo largo de su vida desde el inicio de sus investigaciones en 1831. A Darwin le interesaba conocer el origen de la asombrosa diversidad de formas de vida que pudo registrar a lo largo de sus

numerosos viajes por distintas partes del mundo (que incluyó las pampas argentinas y la Patagonia). Luego de años de investigación, finalmente en 1859 publicó su famosa obra Sobre el Origen de las Especies por medio de la Selección Natural, y el mundo científico cambió para siempre. Darwin razonó que dado que nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, éstos deberían poseer alguna ventaja con respecto a los otros que les permitió sobrevivir. Los individuos transmitirán esas ventajas a sus descendientes dotándolos de mayores chances de sobrevivir a su vez y reproducirse. Por el contrario, aquellos individuos que carezcan de éstas variantes favorables o posean otras desfavorables tendrán menos chances de sobrevivir y reproducirse. Esta preservación de las variantes favorables y la eliminación de las desfavorables es lo que Darwin llamó selección natural. Para ilustrarlo en términos simples y retomando el ejemplo de la jirafa, aquellos individuos que poseen el cuello largo tienen más posibilidades de alcanzar las hojas más altas de los árboles, teniendo menos competencia por el alimento que las de cuello más corto, quienes deben competir con otros animales, por lo que las jirafas de cuello largo se reproducirán más que las otras y sus crías heredarán la variante “cuello largo”, y así, con el paso del tiempo, sólo quedarán jirafas de cuello largo. La selección natural es lo que permite que las especies vayan evolucionando con el tiempo, mediante la acumulación de pequeñas variantes favorables. Sin embargo, el éxito de estas variantes depende de que el ambiente continúe siendo el mismo, si este cambia las variantes que eran favorables tal vez ya no lo sean, y sus portadores pierdan las ventajas de las que gozaban y reduzcan sus posibilidades de supervivencia y reproducción. Por ello la evolución por medio de la selección natural no es un camino unidireccional que marcha siempre hacia formas cada vez mejores de una determinada especie, sino que el éxito de una especie depende de muchos factores, entre ellos el azar.

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Si bien la teoría darwiniana podía explicar cómo la selección natural guiaba el cambio evolutivo, mediante la acumulación de variantes que otorgaban ventajas a sus portadores, no alcanzaba a explicar cómo surgían estas variaciones y la manera en la que se transmitían a la descendencia. A principios del siglo XX, con el surgimiento de los estudios genéticos, pudo saberse que la clave para el origen de las variaciones estaba en la molécula ADN (ácido desoxirribonucleico) que está presente en todas las células formando estructuras llamadas cromosomas, y posee la información genética que determina todas las características de los seres vivos. Durante la reproducción, los cromosomas de ambos padres se combinan, por lo que los cromosomas que reciben sus hijos no son copias fieles

de los de sus progenitores, por lo que nunca hay dos individuos exactamente iguales (excepto los gemelos idénticos) y se genera la variación sobre la que actúa la selección natural. Además, durante la transmisión de la información genética de padres a hijos pueden producirse errores y así surgen las mutaciones, lo que incrementa la variación genética de una especie. Finalmente, a mediados del siglo XX se combinó la genética con la teoría darwiniana y surgió la Teoría Sintética de la Evolución que postula que la evolución se produce en base a dos fenómenos principales, por un lado la generación de variantes hereditarias gracias a la transmisión genética durante la reproducción y a las mutaciones, y por otro lado, la selección natural que se encarga de reducir esta variación seleccionando las más aptas. La evolución humana Los contenidos de esta subunidad presentan los distintos momentos de la evolución de los homínidos hasta el surgimiento de nuestra especie, poniendo especial énfasis en cómo han ido variando los patrones de conducta o modos de vida de las principales especies de homínidos y en cómo éstas han sido afectadas por los diferentes cambios ambientales que sufrió nuestro planeta desde finales del período Mioceno hasta el Pleistoceno superior.

Los Homínidos y la línea evolutiva que dio origen a la especie Homo sapiens. Tomado de Agustí y Antón 2011.

Capítulo III. Los Orígenes

Principales yacimientos de África, correspondientes a los primeros homínidos. Tomado de Lewin 2005:132.

Principales yacimientos correspondientes a los primeros Homo. Entre paréntesis se presenta la antigüedad en millones de años. Tomado de Lewin 2005: 161.

Principales yacimientos correspondientes a Neandertales. Tomado de Lewin 2005: 164).

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Principales yacimientos con arte rupestre del paleolítico superior. Se resaltan las zonas ocupadas por los hielos del Último Máximo Glacial. El poblamiento de América. Un vez que Homo sapiens “sale de África” se dispersa por todo el continente Euroasiático y finalmente alcanza Australia y el continente americano, ocupando todos los continentes excepto la Antártida. En esta sección se abordará el estudio del proceso de poblamiento de América, repasando la historia de las investigaciones sobre esta temática y las primeras hipótesis sobre la llegada de las poblaciones humanas a este continente, asimismo se estudiarán las evidencias arqueológicas actuales y las hipótesis y modelos de poblamiento vigentes en la discusión arqueológica. A partir del descubrimiento de América en 1492, y una vez que quedó claro que se trataba de un nuevo continente, los círculos intelectuales europeos se encontraron con el problema de explicar la presencia de estos seres humanos que ocupaban este nuevo continente, es decir cómo y cuando habían llegado. De acuerdo a las características de la sociedad de aquellos tiempos, donde la iglesia católica poseía una gran influencia sobre los Estados europeos y las personas, se intentó buscar la explicación en la Biblia. De esta forma, surgieron varias hipótesis que postulaban el origen de los pobladores americanos en supuestos descendientes de Noé o que provenían de las Diez Tribus Perdidas de Israel que fueron expulsadas de su territorio por los Asirios. Estas explicaciones concordaban en que estos pueblos eran primitivos y que se encontraban culturalmente más atrasados que los europeos, por lo que servían en parte para legitimar el proceso de apropiación de las riquezas y recursos del nuevo continente y de la evangelización de sus habitantes.

Posteriormente surgieron numerosas teorías carentes de sustento empírico, como aquellas que hablaban de sobrevivientes del cataclismo de la Atlántida que habrían alcanzado el continente americano y habrían sido los ancestros de las grandes civilizaciones americanas como los Aztecas y los Mayas. Hacia fines del siglo XVI el jesuita José de Acosta en su obra Historia Natural y Moral de las Indias, se mostró en desacuerdo con las teorías bíblicas y postuló el visionario pensamiento de que el continente americano fue poblado por sucesivas olas migratorias por habitantes del viejo mundo, que habrían ingresado por algún punto de la geografía terrestre, aún desconocido, donde las Tierras de Indias y las otras del mundo debían estar muy cercanas. Finalmente, hacia la segunda mitad del siglo XIX, se destaca la teoría del paleontólogo argentino Florentino Ameghino acerca del origen americano del Hombre. Esta teoría se basaba en años de investigación que Ameghino dedicó al estudio de varios yacimientos paleontológicos y arqueológicos en las barrancas del río Luján (pcia. de Buenos Aires) y sus afluentes. De acuerdo a estos estudios, se pudo demostrar la contemporaneidad de los seres humanos con animales extinguidos como gliptodontes, toxodontes, y caballos americanos, lo que indicaba que la presencia humana en América poseía una antigüedad hasta entonces impensada. Los principales resultados de estos estudios se publicaron en la obra La Antigüedad del Hombre en el Plata en 1880, y con la profundización de sus estudios, interpretó que los sedimentos donde se encontraban estos restos arqueológicos (huesos humanos y artefactos líticos asociados con fauna extinguida) poseían una

Capítulo III. Los Orígenes

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Principales vías de poblamiento propuestas.

Principales sitios arqueológicos cuya antigüedad supera los 10.000 años AP. En color claro se indica el área ocupada por las glaciaciones. Tomado de Lewin 2005: 243. gran antigüedad de edad Terciaria, por lo que este investigador concluyó que la especie humana se habría originado en las pampas argentinas, y desde allí se dispersó por el resto del globo. Esta teoría generó una gran discusión con seguidores y detractores de Ameghino, que siguió por varios años hasta que para 1910, el investigador checo-

norteamericano Ales Hrdlicka comprobó que la edad de los sedimentos era muy reciente, determinando la caída de la hipótesis de Ameghino. Asimismo, Hrdlicka aseguró que los humanos habían ingresado al continente americano desde el oriente de Asia a través del estrecho de Bering con posterioridad al fin de las glaciaciones con una antigüedad no mayor de 10.000 años.

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Recién en 1927, se encontró en el sitio Folsom (EEUU) una punta de proyectil entre restos de un bisonte extinguido, confirmando la coexistencia de los humanos con esta fauna y que la presencia del hombre en América era mucho mayor a lo sostenido por Hrdlicka. A partir de la década del ´30 se sucedieron los estudios dedicados a los más tempranos pobladores de América, y se propusieron varias hipótesis y modelos acerca de la antigüedad y la dirección del primer poblamiento de nuestro continente. Las principales líneas de estos estudios se presentan en la bibliografía obligatoria de la Cátedra.

Se han propuesto varias rutas de poblamiento, la mayor parte de las cuales se tratan en la bibliografía obligatoria (Lavallée 2000), sin embargo en los últimos años ha generado un gran debate una propuesta alternativa de los investigadores Dennis Stanford y Bruce Bradley acerca de una ruta atlántica para el arribo de los primeros pobladores de nuestro continente. Debido a ello, se ha incluido en este cuadernillo una traducción de un breve artículo de estos investigadores donde se resume su propuesta.

LA SOLUCIÓN SOLUTRENSE Dennis Standford y Bruce Bradley. The Solutren Solution. Did some ancient Americans come from Europe?. Discovering Archaeology 2:54-55. Año 2000. Traducción para uso exclusivo de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología, Universidad Nacional de Córdoba.

¿Vinieron desde Europa algunos de los antiguos americanos? Por medio siglo los arqueólogos han asumido que los ancestros del pueblo Clovis (considerados por muchos como los primeros americanos) cruzaron el puente terrestre de Bering desde el Noreste de Asia hace unos 12.000 años (14.000 años calendáricos AP) y se dispersaron con rumbo sur hacia el interior del continente. Pero algo está mal con esta representación. Largos años de investigación en el este de Asia y en Alaska han producido muy poca evidencia de alguna conexión histórica o tecnológica entre la gente del paleolítico de Asia y Clovis. Asimismo, en el sudeste de Estados Unidos se hallan más sitios Clovis que en el oeste, y unas pocas dataciones sugieren que algunos de aquellos son anteriores a los del oeste. Si esto es correcto, difícilmente se puede aceptar la noción de que la tecnología Clovis se originó en el noreste de Asia o en Alaska.

embarcación ha sido hallada, sabemos que hace al menos 40.000 años algún tipo de embarcación se utilizó para que los primeros humanos llegaran a Australia. Hace 28.000 años, los talladores obtenían materias primas desde islas alejadas de las costas japonesas. Finalmente, cerca de España la gente paleolítica ya habitaba algunas de las islas del mediterráneo desde hace al menos 14.000 años. Los pueblos solutrenses podrían haber empleado este conocimiento en el empleo de embarcaciones para viajar y explotar recursos marinos, los que habrían sido especialmente importantes durante el último máximo glacial, hace unos 18.000 años, cuando Europa estuvo cubierta con hielo y la competición por los escasos recursos terrestres puede haberse intensificado. Dado estos hechos, creemos que la hipótesis de que la gente de Clovis tuvo ancestros provenientes de Europa occidental debe ser considerada.

A través de los años, varios investigadores han notado similitudes entre las puntas de proyectil Clovis y las puntas “Solutrenses”, pertenecientes a una cultura del Paleolítico que habitó la costa norte de España entre hace unos 22.000 y 16.500 años. En general, se ha dado poco crédito a la sugerencia de una conexión directa entre estas tecnologías debido a la brecha de 4.500 años entre los últimos solutrenses y los primeros Clovis, y porque se duda de que la gente del paleolítico superior pudiera navegar por el océano Atlántico.

Para determinar si esta idea merece la realización de estudios adicionales, examinamos colecciones arqueológicas de España, Francia y Portugal, buscando afinidades tecnológicas entre el Paleolítico Superior Europeo y Clovis. Nuestro examen superficial reveló una sorprendente correspondencia entre el Solutrense y Clovis; en efecto, el Solutrense tiene más en común con Clovis que con las tecnologías del Paleolítico que le siguieron en Europa.

Sin embargo, existen evidencias para un posible viaje oceánico paleolítico. Aunque ninguna

Los talladores solutrenses y Clovis emplearon casi las mismas tecnologías del tallado de la piedra. Observamos un alto grado de correspondencia

Capítulo III. Los Orígenes

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Navegantes Solutrenses pueden haber seguido el borde de los hielos que cubrían el Atlántico Norte, durante la última era glacial, para alcanzar la costa este de Norteamérica. entre los instrumentos líticos y óseos, como así también placas de caliza grabadas y el almacenaje de bifaces extra grandes, entre otros instrumentos. El instrumental solutrense es, con pocas excepciones, casi idéntico al de Clovis. Sin embargo, aunque algunas puntas de proyectil solutrenses de base cóncava son muy delgadas, no hemos visto ninguna

que exhiba la típica acanaladura estilo Clovis. Por otro lado los conjuntos Clovis carecen de puntas con hombros y el cuchillo solutrense con forma de hoja de laurel. Un origen solutrense para la cultura Clovis parece una explicación más sobria que la evidencia de un ancestro asiático. Por cierto, si las industrias solutrenses fueran halladas en Siberia, ninguno cuestionaría su relación histórica con Clovis. El test definitivo de esta hipótesis puede hallarse en la investigación genética de los restos humanos más antiguos. Michael Brown y sus colegas anunciaron en 1998 que el ADN-Mitocondrial del haplogrupo X (un marcador genético de grupos de población) se halla en bajas frecuencias en las poblaciones europeas y de los nativos americanos, pero no entre los asiáticos. Esto les indica que alguno de los primero americanos pudo llegar desde Europa entre 36.000 y 12.000 años atrás.

Similitudes entre las puntas Clovis de Norteamérica (arriba) y puntas Solutrenses de Europa (abajo) apoyan la hipótesis que los antiguos europeos podrían haber colonizado el Nuevo Mundo.

Más allá de que la vinculación SolutrenseClovis sea eventualmente probada o no, explorar esta hipótesis debería incrementar nuestro entendimiento del desarrollo de las innovaciones tecnológicas y ampliar nuestro conocimiento de los primeros habitantes del Nuevo Mundo.

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Bibliografía (Obligatoria) Agustí, J. y M. Antón 2011. La gran Migración. La evolución más allá de África. Ed. Crítica. Barcelona. Págs. 41-184. Binford, L. R. 1988 En Busca del Pasado. Crítica, Barcelona. Capítulo 2. Champion, T, Gamble, C, Shennan, S y Whi!le, A 1988 Prehistoria de Europa. Ed. Crítica. Barcelona. Capítulo 3. Equipo de Cátedra 2012. Los Albores de la Historia. Lineamientos para un estudio histórico de los fundamentos de “Prehistoria y Arqueología”. Capítulo 3. Lavallée, D. 2000 The First South Americans. The University of Utah Press, Salt Lake City. Capítulo 2: Los Primeros Pobladores (pp. 31-70). Traducción de la cátedra. Politis, G.; Prates, L. y S. I. Pérez 2009 El poblamiento de América. Arqueología y bio-antropología de los primeros americanos. Colección Ciencia Joven, Eudeba, Buenos Aires. Capítulo 5.

Bibliografía (Ampliatoria) Lewin, R. 2005. Human Evolution. An ilustrated Introduction. Blackwell Publishing.

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar la Unidad II? Principales cambios geológicos y ambientales que afectaron a los homínidos. Tratado por Agustí, J. y M. Antón 2011. Principales especies de homínidos, relaciones filogenéticos, modos de vida. Tratado por Agustí, J. y M. Antón 2011 y Binford 1988. Dispersión de los homínidos desde África hacia Oriente Próximo, Asia y Europa. Tratado por Agustí, J. y M. Antón 2011. Desarrollo de las diferentes tecnologías líticas (Modos I, II, III y IV) empleadas por los homínidos. Tratado por Agustí, J. y M. Antón 2011. Innovaciones técnicas y de comportamiento que permitieron al hombre moderno habitar en el actual continente europeo durante el Último Máximo Glacial. Tratado por Champion et al. 1988. Principales hipótesis sobre la antigüedad del poblamiento de América (posturas conservadora y radical). Tratado por Lavallée 2000 y Politis et al. 2009. Registro arqueológico de las ocupaciones más antiguas de Norte y Sudamérica. Tratado por Lavallée 2000 y Politis et al. 2009.

Preguntas de Examen a) ¿Cuáles eran los modos de vida de los principales homínidos que habitaron nuestro planeta? b) Explique el desarrollo de las diferentes tecnologías líticas (Modos I, II, III y IV) empleadas por los homínidos, teniendo en cuenta con qué especie está relacionada cada una de ellas, cuál era su función y que ventajas le otorgaron a sus portadores. c) ¿Cuál fue el papel del arte rupestre en Europa durante el Paleolítico superior? d) ¿Cuáles fueron las innovaciones técnicas y de comportamiento que permitieron al hombre moderno habitar en el actual continente europeo durante el Último Máximo Glacial? c) Explique las principales hipótesis sobre el poblamiento de América (posturas conservadora y radical), considerando antigüedad, vías y modo de vida propuestos y el registro que las sustenta. d) ¿Cuáles son las principales vías de poblamiento de América propuestas en la actualidad? e) ¿Cuál es la importancia del registro arqueológico del Cono sur de América para el debate sobre el poblamiento americano?

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Capítulo IV- El mundo de los Cazadores-recolectores En este capítulo se discuten las transformaciones ocurridas en los modos de vida de los cazadores-recolectores a partir de la Transición Pleistoceno-Holoceno. Entre estos cambios de destacan el final del proceso de dispersión global por parte de la especie humana, iniciada durante el Pleistoceno, con el afianzamiento de las poblaciones humanas en el continente americano, el surgimiento de la diferenciación social y el aumento de la complejidad social, la incorporación de nuevas tecnologías para la captura y procesamiento de los alimentos, el contacto y/o competición con grupos agricultores, y a partir del siglo XIX con los estados industriales imperialistas. ¿Qué define a los cazadores-recolectores? El término cazadores-recolectores ha sido empleado en la antropología y arqueología para referirse, en general, a las comunidades que obtienen su sustento de la realización de actividades predadoras, sin ninguna clase de producción de alimentos. Asimismo, se lo ha utilizado para referirse a todas las sociedades humanas que habitaron el mundo durante el Pleistoceno y el Holoceno con anterioridad al surgimiento de la domesticación de plantas y animales. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XIX con la consolidación de la antropología como una ciencia social independiente, este término ha hecho referencia a distintas visiones, según la perspectiva interpretativa adoptada en cada época. Los principales modelos que fueron empleados para conceptuar y explicar a los cazadores-recolectores, pueden ser agrupados en dos principales: el evolucionista y el ecológico (Be!inger 1991). El primero de ellos concebía a los cazadoresrecolectores como primitivos, debido a la creencia de que la cultura se desarrolla escalonadamente a partir de formas simples hacia otras formas más avanzadas, siendo el escalón inferior el correspondiente a los cazadores-recolectores. Un ejemplo de este pensamiento es el evolucionismo social progresional, donde las sociedades “progresan” a través de una serie de estadios, tales como banda, tribu, jefatura y estado, o, salvajismo, barbarie y civilización (ej. Service 1962). En esta visión, la naturaleza era considerada un obstáculo para el desarrollo “cultural” del hombre, debido a que la búsqueda constante de alimento impedía contar con el tiempo necesario para el surgimiento de preocupaciones sociales, morales o religiosas. Únicamente, la aparición de avances técnicos como la agricultura o la domesticación, que reducían aquella dependencia de la naturaleza, habrían posibilitado el avance cultural (Be!inger 1991). Esta conceptualización de los cazadoresrecolectores cambió radicalmente a partir de la década

del ´60, con el advenimiento del modelo ecológico. En este sentido, la Conference on Band Societies realizada en Canadá en 1965 y la Man the Hunter Conference organizada en Chicago en 1966, tuvieron un gran impacto en la visión antropológica de los cazadoresrecolectores y lo que se consideró pertinente conocer acerca de ellos (Lee y De Vore 1968). El nuevo modelo consideraba estas sociedades como poblaciones que resuelven sus problemas adaptativos a través de medios novedosos y complejos (sociales, religiosos, técnicos y políticos). Fundamentales en esta perspectiva son los conceptos de adaptación y homeostasis, en el sentido de que las sociedades son consideradas como sistemas adaptativos que, en sintonía fina con el ambiente, reaccionan ante cambios en algunos de sus componentes compensándolos con cambios en otros componentes (Be!inger 1991). Los cazadores-recolectores eran considerados como personas afortunadas que disponían de mucho tiempo libre, vivían en armonía con el ambiente y lo explotaban para obtener lo necesario para la subsistencia, volcándose hacia la agricultura únicamente cuando eran obligados debido a circunstancias extremas imposibles de controlar mediante los ajustes tradicionales (Be!inger 1991; Binford 2001). Lee y De Vore caracterizaron el sistema económico de los cazadores-recolectores como basado en varios rasgos centrales que incluyen un campamento base, una división del trabajo –los hombres cazan y las mujeres recolectan- y un patrón centrado en compartir los recursos obtenidos (Lee y De Vore 1968). Esta caracterización del modo de vida de las sociedades de pequeña escala fue aceptada como la condición humana original, o como una forma arquetípica de esta persistente y bien adaptada forma de vida (Binford 2001). Los rasgos básicos de los cazadores-recolectores, entonces, serían los siguientes: 1- subsistencia basada en la caza y la recolección, 2- sociedades relativamente igualitarias, 3- alta movilidad residencial, y 4- propiedad comunal de la tierra.

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Los numerosos estudios etnográficos y etnoarqueológicos realizados a partir de la década del ´70, evidenciaron muy pronto que la variabilidad en los modos de vida de los cazadores-recolectores contemporáneos era mayor que la definida en las conferencias de mediados de los ´60, y que este modo de vida no era aplicable sino a un número limitado de casos. Entre los principales aspectos que no podían mantenerse empíricamente acerca de las características de los cazadores-recolectores, pueden señalarse, la existencia de grupos que poseían una marcada diferenciación social (y en algunos casos la presencia de esclavos, como en los grupos de la costa Noroeste de EEUU), escasa o nula movilidad residencial, y subsistencia basada en recursos no obtenibles mediante la caza y la recolección, como la captura de peces y/o mariscos (v.g. Kelly 1995; Arnold 1996; Binford 2001). Esta dificultad para conceptuar adecuadamente a los cazadores-recolectores, derivaba del empleo de una definición de tipo neoevolucionista en el sentido de que este modo de vida podía ser precisado por una serie de rasgos compartidos, en su gran mayoría, por todos los grupos. La gran variabilidad detectada, que dificultaba el empleo de esta definición, alentó el surgimiento de varios intentos por remediar esta situación. A partir de la década del ´80, se introdujo el concepto de cazadores-recolectores complejos (Price y Brown 1985) caracterizados por poseer movilidad residencial reducida o sedentarismo, prácticas de almacenaje, diferencias de riqueza, prestigio y/o status y territorialidad, entre otros rasgos. De esta forma, se intentó explicar las anomalías que se escapaban de la conceptualización tradicional de los cazadores-recolectores, dividiéndolos en “simples” y “complejos” (Price y Brown 1985). Sin embargo, el uso de estas categorías propias del evolucionismo cultural (Service 1962), posee importantes dificultades operativas y obstaculiza la investigación al impedir aprehender la diversidad cultural (Barrientos 2004), mientras que al mismo tiempo, dentro de cada una de estas categorías, la variabilidad entre los modos de vida cazadorrecolector es tan grande que no puede ser abarcada por este tipo de conceptos. Es una problemática que aún no se ha solucionado, ya que es extremadamente difícil, sino imposible, poder definir con pocas palabras, las principales características de su organización, los innumerables modos de vida que han existido y existen en el planeta desde el surgimiento de la especie Homo sapiens, y cuyo único rasgo en común es la dependencia de los alimentos silvestres.

Finalmente, se encuentra la propuesta de Politis y Gamble (1996), quienes emplean el término foragers para los modos de vida que se definen porque los patrones de movilidad y asentamiento están asociados a la explotación de recursos “forrajeados” y no con los productos domesticados. Esto permite incluir tanto a los grupos móviles como sedentarios, a sociedades igualitarias o con marcadas diferencias sociales, y no implica necesariamente que los grupos obtengan su sustento de la caza y la recolección exclusivamente, incluyendo otras actividades extractivas como la pesca y el marisqueo, o inclusive el consumo ocasional de productos agrícolas, obtenidos mediante intercambio o por cultivos de pequeña escala. Los Cazadores-recolectores del Holoceno Robert Be"inger (2001) aborda la problemática de los cazadores-recolectores holocénicos para, a través de un exhaustivo análisis arqueológico y paleoambiental de alcance global, enfatizar que la diversidad de condiciones que el Holoceno impuso a los cazadores-recolectores ha generado que los representantes actuales de esta forma de vida sean significativamente diferentes de los cazadoresrecolectores pleistocénicos. Aplicando los lineamientos de la ecología evolutiva analiza el registro arqueológico holocénico de distintas partes del mundo y explica, a través del modelo de viajeros y procesadores, cómo se fue desarrollando el cambio en las formas de vida pleistocénicas hasta llegar a la situación actual de los cazadores-recolectores. Modelos de optimización La ecología evolutiva utiliza los modelos de optimización como un puente entre los principios abstractos de la teoría de la selección natural y los hechos de cualquier caso de la vida real (Smith y Winterhalder 1992). Constituyen modelos generales y estáticos, en el sentido de que predicen resultados óptimos entre un conjunto de alternativas bajo condiciones internas y externas específicas. Se trata de instrumentos intelectuales, donde lo importante no es si sus postulados son ciertos o no, sino que sean útiles para los objetivos de una determinada investigación. Entre ellos destacamos el modelo de amplitud de la dieta y el de selección de parcelas. El modelo de amplitud de la dieta, es el más conocido y empleado. Se trata de un modelo de contingencia donde se asume que el objetivo del forrajeo o aprovisionamiento es maximizar la captura de energía o tasa de retorno (que es la energía obtenida por unidad de tiempo de búsqueda

Capítulo IV. El Mundo de los Cazadores-Recolectores

y procesamiento). Se considera la selectividad de un forrajeador que busca presas en una parcela de recursos y decide si captura un determinado tipo de presa cuando lo encuentra o, lo deja pasar y continúa buscando otro más provechoso. La decisión de capturar y procesar una presa particular cuando se la encuentra depende de la disponibilidad de la presa de mayor tasa de retorno que el forrajeador espera encontrar. Cuando la probabilidad de encuentro con las presas de mayor provecho desciende (v.g. debido a su agotamiento) el forrajeador ampliará su dieta para incluir otras presas de menor utilidad, en orden descendente según su tasa de retorno. Es importante señalar que la abundancia de un recurso no influye sobre su inclusión o no en la dieta; esa decisión depende exclusivamente de la abundancia de las presas de rango más alto, respecto de su rendimiento energético.

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Según este modelo, una disminución en la abundancia general de alimentos puede provocar que una parcela inicialmente excluida sea explotada, aumentando el rango de estas parcelas. Es decir que el forrajeador será menos proclive a dejar de lado parcelas poco productivas durante el viaje hacia otras más productivas. En consecuencia, en lugares acotados la menor disponibilidad de recursos genera una utilización más intensiva de varias clases de parcelas, aunque sean de poco rendimiento. Modelo Buscadores- Recolectores (Forager-Collector) Lewis Binford (1980) definió este modelo para ilustrar los extremos de un continuum de estrategias se movilidad y asentamiento de los cazadoresrecolectores para hacer frente a las incongruencias entre población y recursos, tanto en el espacio como en el tiempo.

Establecer un ranking o jerarquía de tipos de recursos es esencial para poder aplicar este modelo. Esta jerarquización puede realizarse empíricamente fijando las tasas de retorno a través del cálculo de los costos de búsqueda y procesamiento que posee cada tipo de presa (medidos en calorías consumidas para capturar y procesar cada ítem) y los beneficios obtenidos al consumirlos (medidos también en calorías).

Cuando los recursos son abundantes a lo largo del ciclo anual y están distribuidos homogéneamente en el paisaje, la estrategia más efectiva es la Buscadora, que implica una alta movilidad residencial, ya que el campamento residencial se traslada frecuentemente en el paisaje a medida que los recursos locales se van agotando. Un ejemplo de este tipo de estrategia sería la empleada por los bosquimanos !Kung san del África meridional.

El segundo modelo que incorporamos es el modelo de selección de parcelas. Establece que los recursos no son infinitamente abundantes ni están homogéneamente distribuidos en el paisaje, sino que se encuentran localizados en lugares específicos llamados parcelas o parches (por ejemplo, pastizales, bosques, praderas, deltas ribereños, etc.). Este modelo considera las decisiones que debe realizar un forrajeador ante una determinada cantidad de parcelas que difieren en cuanto a los tipos de recursos que contienen y al tiempo necesario para extraerlos y procesarlos (Smith y Winterhalder 1992).

Por el contrario, cuando los recursos están disponibles estacionalmente y/o se encuentran heterogéneamente distribuidos, la estrategia adecuada es la Recolectora, que consiste en establecer campamentos residenciales relativamente fijos, o con pocos traslados a lo largo del año, y desde estas bases, grupos de individuos emprenden excursiones logísticas a las zonas donde los recursos están disponibles para explotarlos y llevar los alimentos hasta el campamento residencial, estableciendo campamentos temporarios, llamados logísticos. Este

En forma similar al modelo de amplitud de la dieta, las parcelas son jerarquizadas, de mayor a menor, según su tasa de ingreso de energía por unidad de tiempo de forrajeamiento, es decir la suma de todos los tiempos de búsqueda y procesamiento pasados en cada una de aquellas. Entonces, se añaden tipos de parcelas al itinerario de obtención de recursos en orden decreciente de tasas de rendimiento energético según el tiempo de forrajeamiento, excluyendo las parcelas en el que esta tasa sea menor que la tasa general de rendimiento para el viaje entre todas las parcelas de mayor rango y el forrajeamiento en ellas.

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tipo de estrategia es la que caracteriza a los esquimales Nunamiut de Alaska. Modelo Viajeros-Procesadores (Travelers-Processors): Be!inger (2001) diseñó este modelo para poder aclarar la forma en que el aumento de la población y la reducción de los recursos disponibles afectan los modos de vida de los cazadores-recolectores a lo largo del tiempo. Para ello, combina los modelos de amplitud de la dieta y de selección de parcelas y define dos estrategias adaptativas: Viajeros y Procesadores. Una estrategia viajera es aquella donde los grupos humanos explotan pocos recursos de alta calidad y bajo costo de procesamiento (como los animales grandes), por lo que dedican más tiempo a desplazarse entre las distintas parcelas que a capturar y procesar los recursos dentro de ellas, implicando frecuentes desplazamientos del campamento residencial. Sin embargo esta estrategia sólo es viable cuando los recursos de alta calidad son abundantes y la densidad poblacional es baja. Para los cazadores que siguen esta estrategia, es importante reducir el tiempo dedicado a la búsqueda y procesamiento de recursos de alta calidad, por ello son reductores de tiempo. La estrategia procesadora surge como consecuencia del aumento poblacional y la reducción de los recursos disponibles. Consiste en explotar pocas parcelas de recursos, dedicando menos tiempo a la búsqueda de presas de alta calidad y más tiempo al aprovisionamiento y procesamiento de recursos de baja calidad pero más rentables si son apropiados en masa (como los vegetales o pequeños animales). Cuando las condiciones empeoran, ya no es posible desplazarse a otras parcelas, y los cazadores residen en las mismas parcelas explotando preferentemente recursos de baja calidad pero de bajo o nulo costo de búsqueda. En esta estrategia lo más importante es la adquisición y procesamiento de recursos, es decir que son incrementadores de energía. A modo de ejemplo, podemos imaginar que un grupo de cazadores-recolectores debe decidir si explota preferentemente un recurso A, de bajo costo de procesamiento (medido en tiempo dedicado a esta actividad), o un recurso B, cuyo costo de procesamiento es sustancialmente mayor. En la situación 1, el recurso A es muy abundante en el ambiente y se debe dedicar poco tiempo al viaje hasta la zona o parcela donde se lo puede obtener y a su búsqueda y captura. El recurso B está disponible en el área de residencia, o muy cercano a ella, y posee bajos o nulos costos de búsqueda, pero el tiempo requerido para procesar estos alimentos y hacerlos comestibles es demasiado comparado con el requerido por el recurso A. Por lo

Situación 1 tanto, en esta situación la opción más apropiada es centrar el esfuerzo de subsistencia en la captura del recurso A. Este tipo de situación es la que caracteriza a las estrategias viajeras, quienes invierten más tiempo y energía en capturar recursos de alta calidad y bajo costo de procesamiento y secundariamente explotan otros recursos más costosos de procesar. En la situación 2, el contexto general ha cambiado, hubo un gran aumento en la demografía regional y se ha producido un descenso en la disponibilidad de recursos de alta calidad (recurso A), implicando que hay que invertir mucho más tiempo en desplazarse hasta los lugares donde están disponibles para poder buscarlos y capturarlos. Aunque sus costos de procesamiento continúan siendo bajos, el costo total de explotar estos recursos ha subido hasta tal punto que se vuelve más rentable

Situación 2 centrar la atención en el recurso B, que si bien es más costoso de procesar no posee costos de viaje y los costos de búsqueda y captura son muy bajos o nulos (en el caso de los productos vegetales). Este tipo de situación es la que caracteriza a las estrategias procesadoras, quienes invierten más tiempo y energía en capturar recursos de baja calidad y alto costo de procesamiento, pero que pueden ser más rentables si son apropiados en masa. Explotando secundariamente otros recursos de bajo costo de

Capítulo IV. El Mundo de los Cazadores-Recolectores

procesamiento pero más costosos de buscar, ya que en algunos casos los cazadores deben recorrer grandes distancias y no tienen garantías de que al llegar a la zona de cacería ésta no se encuentre ocupada por otros grupos. Las transformaciones de los cazadores holocénicos Be!inger (2001) realiza un repaso sobre la evolución de la tecnología lítica a lo largo del Holoceno en Australia, la Gran Cuenca en EEUU y África del Sur y la vincula con variaciones en las estrategias adaptativas implementadas. Según el modelo de viajeros y procesadores, al aumentar la densidad poblacional en numerosas partes del mundo a comienzos del Holoceno, las estrategias viajeras, que habrían dominado durante el Pleistoceno, deberían haber sido sustituidas rápidamente por estrategias procesadoras, las que serían las dominantes en todos los cazadores-recolectores actuales. Este cambio efectivamente se produce, pero lo hace a un ritmo muy lento y en algunos lugares no se hace efectivo hasta hace 1500 años (como en la Gran Cuenca). Este retardo en el paso de una estrategia viajera minimizadora de tiempo a una estrategia procesadora maximizadora de energía, es contrario a las expectativas del modelo. Según éste, cuando la población se ha incrementado en forma que los costos asociados a la explotación de recursos de alta calidad vuelven poco provechosa una estrategia viajera, la solución óptima es cambiar a una estrategia procesadora. Ésta maximiza la cantidad de energía que se obtiene por parcela, explotando preferentemente recursos de alto costo de procesamiento, como los vegetales y pequeños animales. Sin embargo, este cambio no se da en forma rápida sino que toma varios milenios el surgimiento de las estrategias procesadoras y, una vez que se establecen, se dispersan rápidamente por todos los grupos de cazadores-recolectores del globo. Según Be!inger, este retraso se debe a la influencia de las relaciones sociales de los cazadores-recolectores viajeros, que son opuestas a la acumulación de recursos en forma de propiedad privada (ej. almacenamiento) y la delimitación de territorios, necesarios para defender los recursos que se almacenan. Por ello, cuando la población comienza a aumentar a principios del Holoceno, los grupos de cazadores-recolectores hacen frente a estas circunstancias intensificando las prácticas viajeras, reduciendo los tiempos dedicados a la búsqueda, captura y procesamiento de los recursos por medio de innovaciones tecnológicas y/o de comportamiento. Por ejemplo, el empleo de nuevos instrumentos líticos más efectivos para el procesamiento de grandes animales (como cuchillos bifaciales) permite reducir

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el tiempo dedicado a esta actividad y compensar el aumento en el tiempo de búsqueda de estas presas (debido a su disminución). Sin embargo estas tácticas no pueden mantenerse sostenidamente en el tiempo, ya que las poblaciones continúan aumentando y los recursos de hacen más escasos. El paso hacia una estrategia procesadora recién se logra cuando se produce un cambio en las relaciones sociales de los cazadores-recolectores, que permitan almacenar recursos y delimitar territorios posibilitando explotar tanto recursos de alta calidad como recursos costosos de procesar pero que pueden ser almacenados, como los vegetales. Esto hizo posible contar con alimentos para los momentos de escasez y alentar el aumento demográfico. Una vez establecida esta estrategia, se generaliza rápidamente, absorbiendo o reemplazando a los grupos viajeros, debido a que poseen una estrategia más eficiente para hacer frente a altos niveles demográficos que caracterizaron al Holoceno medio y tardío. Entonces, es importante explicar cómo fue que surgió originalmente esta estrategia procesadora maximizadora de energía, ya que sus beneficios con respecto a la estrategia viajera no son suficientes para explicar el cambio. De acuerdo a Be!inger, la competición por la obtención de parejas y por el prestigio puede ser la causa más plausible para el cambio en las relaciones sociales y el surgimiento de las estrategias procesadoras. Muy simple y sintéticamente este proceso puede ser explicado así: los cazadores que poseen más éxito en la cacería adquieren mayor prestigio que los “malos cazadores” y son vistos como buenos esposos por lo que obtienen mayor cantidad de esposas, las cuales al contar con un mayor ingreso de carne (que es el recurso principal que se comparte con el grupo) que el promedio pueden acaparar para su familia gran parte de los recursos de recolección (que son de alto costo de procesamiento), disfrutando de una provisión más constante de comida. A su vez, al aumentar el número de esposas el trabajo de procesar los alimentos en la familia se hace en menor tiempo, pudiendo las madres dedicar más tiempo al cuidado de sus hijos. Esta situación, generó que los cazadores compitieran entre sí para obtener más esposas (que a su vez obtenían más alimentos recolectados para la familia) y que las mujeres compitieran entre sí para obtener como pareja a los mejores cazadores, ya que permitía una mejor oportunidad de supervivencia para sus hijos, alentando el incremento demográfico. La intensificación de estos comportamientos habría producido, finalmente, el surgimiento de las estrategias procesadoras.

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Un interrogante que surge es ¿por qué las estrategias procesadoras no emergieron durante el Pleistoceno en momentos en que hubo reducción en los recursos disponibles? Como Be!inger señala, los estudios paleoclimáticos indican que el clima del Pleistoceno se caracterizó por una variabilidad extrema de alcance global y donde la cantidad de CO2 atmosférico era muy bajo por lo que la productividad vegetal no era muy importante. En este contexto ambiental y con densidades poblacionales muy bajas, cuando se producía un descenso en la disponibilidad de recursos la respuesta era desplazarse hacia un nuevo territorio donde estos recursos, u otros, estuvieran disponibles. Esta mayor movilidad y duras condiciones climáticas mantuvieron los niveles poblacionales muy bajos. La dieta estaba compuesta básicamente de recursos de alta calidad como los grandes animales gregarios (renos, caribúes, Mamuts, etc.), por lo que cuando estas presas ingresaban al campamento eran compartidas por todo el grupo y no existía la

necesidad de acaparar recursos, ni esto era posible ya que la carne era plenamente compartida y el uso de recursos vegetales (que están más exentos de las normas del compartir) era muy escaso en la dieta debido a su baja productividad y altos niveles de tiempo dedicado a su procesamiento. Con el inicio del Holoceno, se produjeron cambios climáticos muy importantes: por un lado la variabilidad climática fue mucho menor que durante el Pleistoceno (siendo más moderado) y por otro lado el aumento del CO2 en la atmósfera, incrementó la productividad de los vegetales, los cuales fueron mucho más importantes para los cazadores del Holoceno que en momentos previos. Asimismo, esta estabilidad y mejoramiento climático alentó el crecimiento poblacional que a medida que fue avanzando el Holoceno comenzó a afectar el desarrollo de estrategias viajeras minimizadoras de tiempo provocando su crisis y el posterior surgimiento de las estrategias procesadoras maximizadoras de energía.

Bibliografía Obligatoria Be!inger, R. 2001. Holocene Hunter-Gatherers. En: Feinman y Price (Eds.), Archaeology at the Millennium: A Sourcebook, pp. 137-195. New York, Kluwer Academic/Plenum Publishers. Traducción de Abel Orquera. Binford, L. R. 1988 En Busca del Pasado. Crítica, Barcelona. Capítulo 6. Price, D. y J. Brown 1985 Aspects of hunter-gatherer complexity. En: T. Price y J. Brown (eds.), Prehistoric Hunter-gatherers: The emergence of cultural complexity, pp. 3-20. Academic Press, Orlando. Traducción.

Bibliografía Ampliatoria Arnold, J. 1996. The Archaeology of Complex Hunter-Gatherers. Journal of Archaeological Method and Theory 3(2): 77126. Barrientos, G. 2004. ¿Es la complejidad un concepto útil para discutir la variación en el registro arqueológico pampeano (o cualquier otro)?. En: G. Martínez, M. Gutierrez, M. Berón y P. Madrid (eds.), Aproximaciones Contemporáneas a la Arqueología Pampeana. Perspectivas teóricas, metodológicas, analíticas y casos de estudio, pp. 11-27. Olavarría, Universidad Nacional del Centro de la prov. de Buenos Aires. Binford, L. 1980. Willow smoke and dogs tails: hunter.gatherer se!lement systems and archaeological site formation. American Antiquity 45:4-20. Binford, L. 2001. Constructing frames of reference: an analytical method for archaeological theory building using ethnographic and environmental data sets. Berkeley, University of California Press. Be!inger, R. 1991. Hunter-Gatherers: archaeological and evolutionary theory. New York, Plenum Press. Kelly, R. 1995. The Foraging Spectrum. Diversity in hunter-gatherer lifeways. Washington and London, Smithsonian Institution Press. Lee, R. y I. De Vore (Eds.) 1968. Man the Hunter. Aldine, Chicago. Politis, G. y C. Gamble 1996. Los Nukak y los límites ambientales de los foragers. En: Nukak, pp. 337-354. Sinchi, Centro Amazónico de Investigaciones Científicas, Bogotá. Price, T. y J. Brown 1985. Aspects of hunter-gatherer complexity. En: T. Price y J. Brown (eds.), Prehistoric Hunter-gatherers: The emergence of cultural complexity, pp. 3-20. Academic Press, Orlando. Service, E. 1962. Primitive Social Organization: An Evolutionary Perspective. Random House, New York. Smith, E. y B. Winterhalder (Eds.) 1992. Evolutionary ecology and human behavior. Aldine De Gruyter, New York.

Capítulo IV. El Mundo de los Cazadores-Recolectores

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar la Unidad III? Cazadores Recolectores. Conceptos fundamentales. Binford (1988) y Bettinger (2001).

Aportes de la etnoarqueología al estudio de los cazadores-recolectores del pasado. Tratado por Binford (1988) y Price y Brown (1985).

Diversidad de modos de vida y factores que la condicionan: ambiente y subsistencia, movilidad y tecnología. Tratado por Binford (1988) y Bettinger (2001). Cazadores recolectores complejos. Tratado por Price y Brown (1985). Cazadores-recolectores holocénicos. Tratado por Bettinger (2001).

Preguntas de Examen a) Qué significa el término cazadores-recolectores. Distintos empleos del término a través de la historia de antropología y arqueología. b) Considerando los aportes de Binford explique el modo de vida de los cazadoresrecolectores, organización social, patrones de movilidad y uso del espacio. c) ¿Qué se entiende por cazadores-recolectores complejos? d) ¿Cuáles fueron las principales estrategias adaptativas implementadas durante el Holoceno y cómo y por qué cambiaron? e) Según Bettinger durante el Holoceno los cazadores recolectores transformaron de manera sustancial sus estrategias adaptativas. Explique en qué consiste y cómo se explican esas transformaciones.

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Capítulo V- Los Cazadores del Cono Sur. Este capítulo discute los modelos arqueológicos que pretenden dar cuenta de las estructuras sociales y políticas de las sociedades de cazadores recolectores, tomando el caso del Holoceno Medio y Tardío en la puna argentina. Específicamente se discute el problema de la complejidad social a partir del estudio del registro arqueológico de Antofagasta de la Sierra. Cazadores-Recolectores ¿Sociedades Primitivas? Las ideas tradicionales sobre los cazadores se basan en dos estereotipos clásicos: 1) una visión peyorativa, que los caracteriza por una vida desagradable, brutal y corta, en un estado de precariedad y hambruna permanente. 2) una visión idílica que los asocia a un estado de naturaleza, previo a la civilización, la agricultura y la propiedad privada. La antropología evolucionista del siglo XIX adoptó una visión íntimamente relacionada a estas posturas. El modelo evolutivo, (el cual puede encontrarse en trabajos clásicos como “El origen de la Familia, la Propiedad Privada, y el Estado” de Frederic Engels o “La sociedad Antigua” de Lewis H. Morgan) que veía a las sociedades estatales occidentales como el nivel más avanzado de evolución social, como la realización de la civilización, ubicaba a las sociedades cazadoras recolectoras en el estado más primitivo del desarrollo de las sociedades humanas, el salvajismo. El estadio de salvajismo de los esquemas evolucionistas clásicos fue modificado (en base a cuantiosa información etnográfica) en las visiones neo evolutivas de 1950 y 1960, como la de Elman Service, construyendo un tipo social definido: “la banda”. Service estudió a las sociedades de cazadores como la antinomia de las sociedades civilizadas. En la introducción de su trabajo se pregunta: “¿Cómo podemos saber lo que es la civilización si no conocemos lo que no lo es?”(Service 1973). Esta obra está encarada a reconocer en los cazadores recolectores todo lo que no es la civilización. El modelo neo-evolucionista da exagerada centralidad a los determinantes materiales en la explicación del cambio. Las bandas son esencialmente grupos nómadas, lo que es determinado por su modo de vida cazador. Esto genera que su cultura material sea simple y pobre, y que el tamaño de las comunidades (variable que comenzaremos a llamar escala) sea muy reducido, y la integración se mantenga en niveles muy bajos. Los únicos lazos sociales son los generados por el parentesco. La sociedad en su conjunto es simple, es decir, no hay divisiones del trabajo (especialización), salvo por

esporádicas asignaciones de tareas por edad y género, ni diferenciaciones de autoridad (jerarquía). La sociedad de banda es definida por Service (1973) en términos negativos, es decir que se construye un modelo social en base a los rasgos que caracterizan a sociedades capitalistas occidentales, y se señalan los que no existen entre los cazadores. Así tendremos: " una economía sin división del trabajo, sin especialización, sin un intercambio que supere a la reciprocidad. " una política sin estructuras formales, ni gobierno; sin jefes que manden con más que su “influencia”. " una sociedad sin divisiones, más allá del género y la edad. " una ideología supernaturalística, sin la capacidad de entender a la naturaleza sin recurrir a principios que están por encima de ella La contraparte arqueológica a la categoría antropológica de “banda”, como se vio en el Capítulo IV, fue propuesta por Lee y DeVore, quienes en su obra “Man-The Hunter” sostienen que: los cazadores recolectores viven en grupos de demografías muy bajas (25-50 personas), son altamente móviles en busca de alimentos, manejan pocas posesiones y no conocen la propiedad privada. Todos estos elementos generaban relaciones sociales igualitarias con desigualdades efímeras. Esta idea de “cazadores recolectores = sociedades simples” fue reproducida en otras campos de las ciencias sociales. La gran obra de sociología histórica de Michael Mann (1986) “Las fuentes del poder social” sostiene que las sociedades cazadoras no pudieron generar desigualdades sociales ni jerarquías políticas, porque estos grupos no habrían conocido el concepto de poder. Por su parte Anthony Giddens propone que el nomadismo cazador no permite a las personas tener demasiados objetos como pertenencias personales lo que hace que no haya grandes desigualdades entre los individuos. Esto muestra que por buena parte de la historia de las disciplinas antropológicas y sociales se ha pensado en los cazadores recolectores en términos de

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pequeñas bandas de personas vagando en el paisaje en búsqueda de alimentos, incapaces de gestionar, conducir o alcanzar proyectos sociales de gran escala. Sin embargo, en las últimas tres décadas, siguiendo los planteos pioneros de Price y Brown (1985) los arqueólogos han comprendido que varios grupos de cazadores recolectores, en distintos momentos y regiones, hicieron las mismas cosas que sólo se habían asignado a sociedades productoras de alimentos: desarrollaron bases económicas estables e intensivas, redujeron su movilidad, establecieron asentamientos con jerarquías permanentes y grandes edificaciones, dividieron socialmente el trabajo, desarrollaron tradiciones artísticas y tecnológicas muy elaboradas, mantuvieron grandes conflictos, y en ocasiones estuvieron conformadas por heterogéneos grupos sociales con acceso diferenciado a los recursos y al poder. Estos grupos se han conocido como Cazadores Complejos. Los Cazadores Complejos El modelo de sociedades tecnológicamente simples, con organización flexible, viviendo armónicamente consigo mismas y con el medioambiente y teniendo como características fundamentales el igualitarismo, el reparto y la propiedad comunal de la tierra resulta insuficiente para explicar numerosas sociedades de cazadores socialmente heterogéneos y económicamente intensivos, registradas arqueológica y etnográficamente a partir de 1970 y en especial en los ´80. La categoría teórica se evidenció entonces como una camisa de fuerza para la empiria. Los fenómenos de emergencia de Complejidad Social comenzaron a ser estudiados en distintos casos arqueológicos a nivel mundial y uno de ellos fue el de los cazadores holocénicos de la puna argentina. Carlos Aschero y Daniel Yacobaccio (1998/1999) fueron los primeros en plantear, a partir de una serie de evidencias procedentes de la puna de Jujuy, la posibilidad de la existencia de grupos de Cazadores Complejos. ¿Qué se entiende por complejidad? La complejidad es una categoría teórica difícil de definir en ciencias sociales ya que ha sido utilizada de diversas maneras por una gran cantidad de investigadores. En primer lugar deberíamos realizar ciertas consideraciones que nos pueden ayudar a pensar a la complejidad como un concepto útil para el análisis social. La más importante sería que la complejidad no es una propiedad de algunas sociedades. De aceptarse esto deberíamos asumir que existen algunas sociedades que son complejas y otras que son

simples. Una visión dicotómica (simples - complejos), entonces no parece adecuada para estudiar al hombre. Tampoco son útiles las visiones que establecen ciertos atributos y que definen umbrales que al ser superados definen a una situación como compleja. La categoría “complejidad social” puede ser útil si es entendida como una propiedad de naturaleza escalar (Barrientos 2004), o sea que no va traspasando umbrales, sino que va cambiando gradualmente y nunca en un solo sentido. Dada la variabilidad y la naturaleza continua y multidimensional de los procesos de cambio social, lo mejor sería realizar estudios procesuales, tomando en consideración múltiples dimensiones de la variabilidad. Algunos arqueólogos han utilizado dos variables que deberían incrementarse para que crezca la complejidad social. Estas son la diferenciación (horizontal), es decir la multiplicación de distintos roles e identidades dentro de un grupo, y la jerarquización (vertical) es decir la aparición de diferencias en el poder que ostenta cada no de los grupos que se van diferenciando. Los atributos que definen a los cazadores complejos son: a) Movilidad residencial reducida/ sedentarismo; b) Territorialidad; c) Desigualdad Social; d) Redes de Interacción a larga distancia; e) Densidad poblacional; f) Tecnología; g) Intensificación de la producción; h) Ritual. Los Cazadores de la puna durante el Holoceno Estas herramientas teóricas fueron aplicadas al análisis de los cazadores Holocénicos de la Puna catamarqueña (Hocsman 2003). Desde los inicios del poblamiento humano, hace más de 10.000 años, las sociedades puneñas habrían estado organizadas en grupos no demasiado extensos, y que tenían una movilidad que podríamos llamar residencial, es decir que se trasladaban estacionalmente a grandes distancias. El predominio de tecnologías altamente conservadas, especialmente de algunos instrumentos como las puntas y los bifaces, así lo indica. Los asentamientos en general no se constituyen de sitios funcionalmente muy diferenciados, aunque que hay sectores más “residenciales”, puestos de caza, avistaje, etc. Las identidades, materializadas en aspectos simbólicos como el arte rupestre, parecen ser compartidas por gente habitando extensos sectores de la región. A partir de hace 5000 años, Hocsman (2003) registra una serie de cambios que permiten proponer la existencia de un proceso de complejidad creciente. Las transformaciones climáticas generaron un ambiente en mosaico, con la presencia de zonas

Capítulo V. Los Cazadores del Cono Sur.

de verdaderos oasis, estableciendo condiciones propicias para la circunscripción social. Consecuentemente las poblaciones habrían reducido su movilidad (fenómeno evidenciado a través del patrón de asentamiento, procedencia de materias primas, tecnología) e incrementado la territorialidad (inferida a partir del estudio del arte rupestre, los entierros humanos y el diseño de algunos atefactos). En este mismo periodo algunos aspectos del registro arqueológico permiten proponer la aparición de desigualdades sociales (arte rupestre, registro funerario y técnicas de caza), la existencia de redes de interacción a larga distancia (procedencia de materias primas), el aumento de la densidad poblacional (patrón de asentamiento) la aparición de estrategias

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casos los investigadores se abocaron a contrastar la existencia de una lista de rasgos para definir si una sociedad de cazadores era simple o compleja. Por un lado esta práctica no resultaba suficiente para explicar cómo se estructuraban los grupos de cazadores y cómo se transformaban en el tiempo. En cierto sentido, cabría formularse la pregunta de si existe algún tipo de relación humana que se pueda calificar como “simple”, y si el calificativo “complejo” es útil para aclarar algo. Por otro, el modelo teórico volvía a ser un “corset” demasiado duro para la variabilidad de la empiria. Los arqueólogos, muchas veces terminaron relegando el estudio de la variabilidad particular de cada caso para priorizar la definición del mismo dentro de la categoría de “complejidad”. En ese sentido, Aschero revisó sus propias ideas acerca de los cazadores de Holoceno medio de la puna para proponer una explicación más histórica y particularista que pudiera dar cuenta de la práctica de los agentes sociales que conformaron los grupos bajo análisis, teniendo en cuenta los aspectos materiales, pero también los medios simbólicos para la negociación del poder y la memoria social.

Ubicación geográfica de la Puna Argentina tecnológicas expeditivas (diseño de puntas y conjuntos líticos) y la intensificación de la producción (restos zooarquológicos y arqueobotánicos) y de las prácticas rituales (arte rupestre, ofrendas y registro funerario). Más allá de la Complejidad El modelo de los cazadores complejos, inicialmente propuesto por Price y Brown (1984) y aplicado a infinidad de casos a nivel global, sirvió para dar por tierra la idea esencialista que vinculaba de manera necesaria a la economía extractiva con relaciones sociales simétricas y posiciones de poder igualitarias. Sin embargo, este enfoque y su aplicación también resultaron ser tipológicos, ya que en muchos

Mapa de Antofagasta de la Sierra. Tomado de López Campeny et al. 2005:12.

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Aschero considera que en el periodo analizado se habría dado sin dudas un aumento efectivo de los sitios arqueológicos, la especialización de las técnicas de caza y la aparición de objetos exóticos. Sin embargo, plantea la posibilidad de interpretar estos fenómenos sin la necesidad de recurrir a la jerarquización. En principio, las evidencias de la desigualdad son aún bastante escasas, pero además pueden ser interpretadas como la materialidad de prácticas asociadas al culto a los ancestros, que tendría una gran profundidad temporal en la puna y se relacionaría a una circunscripción y territorialidad mucho más tempranas de lo supuesto en trabajos anteriores. También discute las evidencias del incremento poblacional, aduciendo que las mismas dan a entender un proceso de reorganización del asentamiento y de los circuitos de movilidad.

En consecuencia propone que más que hablar de un proceso de intensificación de la complejidad social habría que pensar en que los agentes sociales habrían dado lugar a la aparición de una serie de materialidades que permitían resolver los problemas que surgían de un territorio ocupado desde momentos tempranos, hace unos 8000 años. El hecho de marcar con cuerpos algunos espacios valiosos o de compartir ciertos elementos inconográficos en el arte (en la modalidad estilística Confluencia) habrían sido mecanismos para diferenciar apropiación y compartir identidad, respectivamente, surgidos en respuesta a los conflictos inherentes a este espacio social y ambientalmente circunscripto.

Glosario Estrategia Tecnológica de Conservación: está orientada a cuidar de los instrumentos y equipos. Ejecutándose, según las circunstancias, medidas tales como la manufactura anticipada, el transporte, la reformatización y el almacenaje. Existe una elevada inversión de tiempo o energía que se dedica a la manufactura, al transporte, al almacenaje, etc. Estrategia Tecnológica Expeditiva: dirigida a minimizar el esfuerzo tecnológico bajo condiciones de alta predictibilidad en lo que hace al momento y lugar de uso. Es un plan basado en un adecuado suministro de materia prima, ya sea de buena o mala calidad, de manera tal de minimizar el costo de manufactura cuando los materiales, el tiempo y la movilidad no constituyen serias preocupaciones.

Bibliografía Obligatoria Hocsman, S. 2003 ¿Cazadores-recolectores complejos en la puna meridional argentina? Entrelazando evidencias del registro arqueológico de la microrregión de Antofagasta de la Sierra (Catamarca). Relaciones XXVII: 193-214. Aschero, C. 2007 Iconos, huancas y complejidad en la Puna Sur Argentina. En Producción y Circulación Prehispánicas de Bienes en el Sur Andino, compilado por A. Nielsen, M. C. Rivolta, V. Seldes, M. Vázquez y P. Mercolli, pp. 135-165. Editorial Brujas, Córdoba.

Bibliorafía Ampliatoria Aschero, C. y D. Yacobaccio. 1998/1999 20 años después: Inca Cueva 7 reinterpretado. Cuadernos 18: 7-18 Barrientos, G. 2004 ¿Es la Complejidad un Concepto Util para Discutir la Variación en el Registro Arqueológico Pampeano (o Cualquier Otro)? En Aproximaciones Contemporáneas a la Arqueología Pampeana, editado por G. Martínez; M.A. Gutiérrez; R. Curtoni, M. Berón y P. Madrid, pp. 11-27. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro, Olavarría. López Campeny, S.M., D.E. Olivera, V. Fernández Varela y J. Peña 2005 Procesos tafonómicos, subsistencia y uso del espacio: análisis de la arqueofauna de un sitio agropastoril de la Puna Meridional Argentina (Punta de la Peña 9, Antofagasta de la Sierra, Catamarca). Intersecciones antropología. 2005, N°6: 11-28. Mann, M. 1986 Las fuentes del poder social I. Alianza Editorial. Price, D. y J. Brown. 1985 Aspects of hunter-gatherer complexity. En: T. Price y J. Brown (eds.), Prehistoric Huntergatherers: The emergence of cultural complexity, pp. 3-20. Academic Press, Orlando. Traducción. Service, E. 1973 Evolución y cultura. Pax. México.

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar EL Práctico II?

Complejidad social: escala, integración, jerarquización, complejidad. Tratado por Hocsman (2003) y Aschero (2007) Cazadores Recolectores Complejos Tratado por Hocsman (2003) Trayectorias históricas de los cazadores del Holoceno Medio y Tardío Tratado por Hocsman (2003) y Aschero (2007)

Capítulo V. Los Cazadores del Cono Sur.

Preguntas de Examen a) ¿Qué elementos caracterizan a un proceso de complejidad creciente? Ejemplificar brevemente cada uno de ellos en el caso de la emergencia de complejidad entre Cazadores Recolectores de Antofagasta de la Sierra entre 5000 y 2000 AP. b) Analizar los argumentos arqueológicos que brinda Salomón Hocsman para proponer que en Antofagasta de la Sierra se dio un proceso de crecimiento de la complejidad entre 5000 y 2000AP. c) Compare las posturas de Aschero y Hocsman sobre las desigualdades sociales entre los cazadores recolectores de Antofagasta de la Sierra, analizando escala, integración, jerarquización, complejidad. d) ¿Cuál es la explicación de Aschero acerca del registro arqueológico correspondiente a los Cazadores Recolectores del Holoceno en Antofagasta de La Sierra?

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Capítulo VI- El tránsito a la producción de alimentos y el mundo aldeano. En el presente capítulo vamos a explorar la historia de plantas y animales que fueron domesticados por los humanos, es decir, especies vegetales y animales que han sufrido modificaciones por la intervención humana. Las preguntas formuladas son diversas pero nos centraremos en dos: ¿Cuándo se hicieron dependientes los hombres de los animales/plantas y viceversa? ¿Es posible que esa nueva interacción generara profundos y hasta irreversibles cambios en la historia?

Los animales y plantas han intervenido y cambiado la historia no sólo en los procesos de iniciación de prácticas agrícolas-pastoriles sino también durante la Edad Media, Moderna y procesos contemporáneos. Se pueden rescatar numerosos ejemplos: la importancia del arroz para las sociedades orientales, del maíz para los Aztecas, el rol de la llama en el funcionamiento del imperio Incaico y para los intercambios a larga distancia en las sociedades Tiwanakotas. Trasladándonos a la Era Moderna se observa el papel central del caballo en la conquistas imperiales, del algodón en la revolución industrial, la participación del opio en la expansión del capitalismo y las guerras que este produjo entre las grandes potencias y llegando hasta discusiones actuales acerca del cáñamo, la coca para los que viven en la región andina, los alimentos transgénicos, el bio-diesel y las discusiones acerca del hambre y el uso de los alimentos para fines no alimenticios, etc.

humanas y a ser apreciados por lo que ofrecían en vida. Una interacción provechosa se desarrolló beneficiando tanto a los grupos humanos como a las especies animales. Si bien los grupos humanos obtenían de las especies que domesticaban alimento, transporte, tracción para trabajos pesados y materias primas para artefactos, las mismas al ser protegidas de sus predadores naturales comenzaron a crecer en un modo sin precedentes. Las vacas, bueyes, cabras, ovejas, cerdos, caballos y camellos pasaron a jugar un rol importante, no sólo en la economía, sino también en otras esferas de la vida social.

De esta manera, el paso hacia la agricultura y el pastoreo implicó un importante cambio en la forma de organización socio-económica de los grupos, llevando cientos de años para que se convirtieran en las actividades centrales para la subsistencia y reproducción. Esto fue acompañado por modificaciones en el ambiente y en determinadas plantas y animales los cuales, Esta observación, de cómo las plantas y durante un largo proceso, fueron cambiando su animales han incidido en la historia nos lleva a morfología. reflexionar acerca de los orígenes ¿Las plantas Para que la agricultura y el pastoreo y animales que actualmente consideramos “domésticos” son producto del hombre o de existiesen fue necesaria la domesticación: ¿A qué la naturaleza o ambos están implicados? En hacemos referencia con este término? qué lugar, fecha y en qué contexto social se empezaron a manipular ciertos seres vivos. Domesticación ¿Cuándo empezamos a ser dependientes de La domesticación implica modificaciones plantas y animales domésticos? en los vegetales o animales por la intervención En esta unidad se profundiza acerca de humana. Este proceso se logra mediante selección los vegetales y animales que existen gracias artificial de caracteres, tanto genotípicos como fundamentalmente a los seres humanos y las fenotípicos, que el hombre selecciona mediante implicancias que éstos trajeron en los procesos exhaustivos cruzamientos y una serie de lentas sociales. Hace unos 10 mil años comenzó en modificaciones acumuladas en el tiempo. Fue algunas partes del mundo una transformación Darwin en sus dos obras “On the origin of inédita, ya que poblaciones de cazadores- species by means of natural selection, or the recolectores empezaron a cambiar su relación preservation of favoured races in the struggle for con plantas y animales. Éstos, que eran presas, life (1859) y “The variation of plants and animals pasaron a convivir con las comunidades under domestication” (1868), quien planteó

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Un primer cambio observado en el proceso que la selección artificial en plantas y animales se produce cuando el ser humano permite de domesticación de plantas es la pérdida de y favorece la supervivencia de las variantes mecanismos de dispersión, relacionado con la falta de una abscisión. También se suelen reconocer deseables eliminando las indeseables. modificaciones en las características de historia La domesticación depende de una limitación de vida, por ejemplo, en el tipo de germinación fisiológica de la planta que puede ser aprovechada por selección disruptiva en ambientes agrícolas por el agricultor. Es importante aclarar, que contra ambientes naturales. Se observa una gran cultivar una planta no es domesticarla pero sincronización de la maduración de frutos y también que una planta doméstica sólo existe semillas, permitiendo cosecharlos en un período mediante el cultivo. Las primeras comunidades determinado (Díaz Guillén 2010). que manipularon vegetales cultivaron plantas Un animal domesticado es aquel que ha que poseían un alto valor alimenticio, y al concentrarse exclusivamente en ciertas herbáceas sido criado en cautividad estableciéndose un silvestres o leguminosas de semilla grande, completo control humano sobre la reproducción, pudieron haber observado algunas plantas organización del territorio y alimentación. anómalas en sus campos. Estas especies habrían El criterio básico de la domesticación es el sufrido una mutación genética, proceso que se da mantenimiento de un rebaño en cautiverio a menudo en la naturaleza pero a un ritmo muy aislado genéticamente de sus parientes lento, en una proporción de uno a más de un silvestres y cuyo resultado es un cambio en el millón. En estado natural, las mutaciones suelen comportamiento y en el fenotipo del segmento ser suprimidas por el resto de las plantas de su poblacional domesticado. especie original. Sin embargo, una mutación que Cuando los humanos usan por primera vez aparece en un campo cultivado puede tener un gran valor económico, por lo que se debe tratar las plantas o animales de sus hábitats naturales de manera que mejor garantice su supervivencia. y empiezan a cuidarlos, estos organismos no Con ello se suprimen las principales presiones se diferencian genética ni físicamente de los de competición y selección, tanto natural como especímenes silvestres. Este es un problema artificial. Su supervivencia, en caso de que no cuando nos enfrentamos por ejemplo, con las se interrumpa la manipulación, permanecerá etapas tempranas de la agricultura. Después de ligada a la de los seres humanos, con lo que los las generaciones, quizás siglos, de manipulación productos de mutaciones se transforman de esta humana y selección de las características deseadas, como semillas grandes, semillas con manera en especies domésticas.

Centros de domesticación.

Capítulo VI. El tránsito a la producción de alimentos y el mundo aldeano

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Agricultura” se convirtió en un campo de investigación en sí mismo. Florecieron diversos interrogantes dirigidos conocer en profundidad las razones que llevaron a que las personas produjeran alimentos. De esta forma, se escribieron numerosos trabajos que discutían su origen mediante el planteamiento de conjeturas, entre las más importantes se destacan “la Hipótesis del Oasis” propugnada por Childe (1928:2. Citado por Trigger 1982) la cual colocaba a los cambios medioambientales que se habrían producido en Próximo Oriente a mediados del 10 mil a.C como motores que impulsaron la producción de alimentos.

Esquema que resume la evolución del trigo (Roaf 1996).

vainas delicadas o tallos menos quebradizos, la planta puede experimentar cambios genéticos y morfológicos que la diferenciarían de las formas silvestres. En este punto se vuelve un “cultígeno”. Algunas plantas pueden haber sido cultivadas durante siglos sin desarrollar tales mutaciones diferenciales, un ejemplo, es la Setaria: que fue más recolectada que el maíz durante las fases del Riego y Coxcatlán en el valle de Tehuacán, pudo haber sido plantada artificialmente y cuidada, pero sus semillas retenían su apariencia de salvaje. El origen de la agricultura En la actualidad, la agricultura puede definirse como una forma de obtención de alimentos y recursos que involucra cultivar plantas. Sin embargo, en el pasado la introducción de la agricultura tuvo implicancias que fueron mucho más allá que la simple domesticación de especies. Trajo consigo cambios a largo plazo en la estructura y en la organización de las sociedades que adoptaban una nueva forma de vida, así como una nueva relación con el ambiente (Hastorf 1993). De esta forma, durante muchos años se ha enfatizado la importancia de la introducción de la agricultura en la historia pero fue recién hacia la década de 1950 que el tópico “Origen de la

Posteriormente, Robert Braidwood (1958) propuso una nueva teoría denominada “Hipótesis de la zona nuclear” la cual planteaba que a finales de la última glaciación existió una zona en el Próximo Oriente donde coexistieron una gran variedad de ancestros silvestres de plantas y animales potencialmente domesticables. En base a sus estudios y de otros colegas sugirió que en los últimos doce mil años no se produjo un cambio climático significativo en Próximo Oriente, y que la invención de la agricultura debía buscarse en aquellos lugares donde todavía existen dichas especies en estado silvestre. Postuló que las regiones donde se conjugaban dichas características correspondían a las de piedemonte y a los valles de los Montes Zagros y del Taurus. Binford (1998) propuso la “Hipótesis de la Zona Marginal” la cual fue posteriormente matizada por Flannery (1969). Esta teoría intentaba explicar los orígenes de la agricultura en Próximo Oriente como respuesta a una presión demográfica cíclica en la periferia de la zona óptima. Para estos autores, la introducción de la agricultura fue un intento de atajar la crisis alimentaria surgida cuando los grupos humanos se vieron obligados a habitar en la zona de tensión y a producir artificialmente los elevados índices de cereal característicos de la zona óptima. El desplazamiento de las semillas fuera de su hábitat natural habría incrementado las presiones selectivas, favoreciendo el crecimiento de los nuevos tipos de plantas. El control de esos procesos desembocaría rápidamente en el

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desarrolllo de especies vegetales más adaptables y productivas (Redman 1990). Estas conjeturas fueron ampliamente aceptadas en su momento aunque con el tiempo fueron contrastadas mediante nuevas investigaciones arqueológicas que incorporaron nuevos datos y teorías (Redman 1990). Se trata de una problemática que se encuentra en discusión de manera constante y que cambia día a día. El origen de la agricultura en el área Andina de América.

selección no deliberada, la “verdadera” agricultura nació en la costa, sacando ventaja de la evolución preliminar del medio sociotécnico, gracias sobre todo al sedentarismo temprano que fue posibilitado por la explotación de bienes marinos. En la costa, la aparición de la agricultura esta vez implicó una elección inteligente en la cual la explotación de las especies elegidas era indisociable del desarrollo de las técnicas que hicieron posible no sólo su explotación sino también la supervivencia de la población basada en esa explotación” (Lavallée 2000: 13). Por otra parte, otros científicos sostienen que las áreas intermedias –entre la alta montaña o meseta y la llanura- habrían sido, por sus condiciones ambientales, las más aptas para el desarrollo de cultivos iniciales no-tropicales. Fue el ambiente propicio para que tal proceso fuera exitoso. Esas zonas podrían ser los valles altos, más húmedos que los valles bajos, y quizás algunos sectores del piedemonte oriental (Korstanje 2005).

En el área andina los procesos de domesticación se produjeron de manera autóctona e independiente de otros sectores del continente americano. Las últimas investigaciones han reconocido profundos cambios alrededor del 5000 y 4000 AP: el cultivo del maíz se intensifica, aparecen nuevas tecnologías como la cerámica y la textilería y se inicia un proceso de urbanización (Ver capítulo VIII). Asimismo, la alimentación de estas sociedades se diversifica aunque el poroto, Los estudios efectuados en el Noroeste el zapallo y el maíz fueron cruciales para el Argentino no se han focalizado en la búsqueda desarrollo económico y cultural. de las causas del origen de la agricultura. Sin embargo, se han realizado importantes avances En la agenda arqueológica del área andina se en referencia a la domesticación de plantas y encuentran escasos trabajos dirigidos a conocer el animales. El muestreo paleoetnobotánico se origen de la agricultura. Lavallée (2000) sostiene encuentra en desarrollo y los microfósiles ya que por el momento, ninguno de los modelos muestran una gran diversidad de cultígenos que han sido propuestos- cambios climáticos (Babot 2004) con la preponderancia de tubérculos (Wright 1968), crecimiento demográfico (Binford y pseudocereales. 1998), incluso súper población (Boserup 1965) Las divergencias acerca del origen de la han provisto una explicación satisfactoria para agricultura en el viejo y nuevo mundo persisten la aparición de la agricultura en el área andina: también en referencia a su concepción y, a “(…) es dudoso si la región andina, incluso sus pesar del intento de proveer una definición más favorables nichos ecológicos, experimentaron inclusiva, hay persistentes desacuerdos sobre una verdadera saturación demográfica en esos qué constituye la agricultura. Hastorf (1993) momentos. En la visión de Cauvin (quien también sostiene que la agricultura no implica sólo un se refiere al Cercano Oriente, pero aparece un sistema económico, es a la vez un sistema social paralelismo autoevidente aquí), después de milenios donde el alimento es producido por personas de recolectar y cazar, fueron los humanos quienes que trabajan en grupos de familia, que cuidan la sufrieron un cambio. Las plantas siguieron luego: tierra y el agua, intercambian trabajo y quizás la “A fin de que las personas comenzaran a explotar cosecha. Asimismo, plantea que la economía y su medio, especialmente las plantas, de manera la producción agrícola no son causas suficientes diferente, ellos primero tuvieron que percibir a ese de la transformación de sistemas políticos, ambiente y a ellos mismos, de manera diferente” aunque pueden participar en ella. Si crean o (Cauvin 1992: 266). En el caso andino, uno puede no la desigualdad política parece depender de imaginar que, mientras que unas pocas especies las necesidades percibidas y las construcciones domésticas aparecieron más temprano en las tierras sociales de la población, el tipo de agricultura altas como consecuencia de la manipulación y de la practicada y en la existencia de canales mediante

Capítulo VI. El tránsito a la producción de alimentos y el mundo aldeano

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los cuales algunos grupos o individuos adquieren de la importancia que tiene el cultivo1 en la control sobre otros actores en una sociedad vida de las personas. La ausencia de cambios (Hastorf 1993). morfogenéticos no es necesariamente signo de ausencia de agricultura (Vrydaghs y Denham Debido al carácter cambiante de la 2007), por ejemplo, algunas plantas como el mijo agricultura a lo largo del tiempo y el espacio perla (Pennisetum glaucum) no han experimentado se recalca la idea de hablar de “agriculturas una domesticación por completo a pesar de un andinas”. Al mismo tiempo se rescata la idea milenio de cultivo y crianza. de que este sistema productivo, a diferencia de otros, está sujeto a heterogeneidades y 1 El concepto cultivo se refiere en un sentido amregularidades por las características biológicas plio a todas las actividades humanas que se ocupan de del proceso involucrado (Vessuri 1980). Como se cuidar las plantas. Sin embargo, en este caso se hará remencionó anteriormente, la presencia de plantas ferencia específicamente al proceso de siembra y cosemorfológicamente “domesticadas” no asegura la cha de plantas domésticas o salvajes (Piperno y Pearsall presencia de agricultura, esto depende también 1998; Hastorf 1999). Bibliografía Obligatoria Fiedel, S. J. 1996 Prehistoria de América. Ed. Crítica, Barcelona. pp. 190-211. Lavallée, D. 2000 The First South Americans. The University of Utah Press, Salt Lake City. pp. 121-146 y 169-190. Traducción de la cátedra. Redman, Charles 1990 Los Orígenes de la Civilización. Ed. Crítica, Barcelona. Capítulos 4 (pp. 119-184).

Actividad Para Reflexionar

¿Es un artefacto cultural o un producto de la naturaleza? ¿Es posible plantear esta dicotomía para el estudio de la domesticación?

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar la Unidad IV? La domesticación de plantas y animales en el viejo y nuevo mundo. Tratado por Redman (1990). La adopción de la agricultura y el pastoreo: conceptos y trayectorias. Tratado por Redman (1990). Modelos explicativos del tránsito hacia la producción de alimentos. Tratado por Redman (1990). El surgimiento de la vida aldeana y la domesticación del paisaje. Casos de estudio: el Cercano Oriente, Mesoamérica y los Andes. Tratado por Fiedel (1996) y Lavallée (2000).

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Preguntas de Examen a) ¿Por qué se domesticó? ¿Para qué se domesticó? ¿Qué implicancias trajo la domesticación de plantas y animales en el viejo y nuevo mundo? b) ¿Qué teorías se plantean para explicar el origen de la agricultura? ¿Qué falencias presentan? c) ¿Cómo fue el proceso que dio lugar al surgimiento de la vida aldeana? Ejemplificar mediante los casos de estudio mencionados por los autores. d) ¿Qué importancia tuvieron según Lavallée los recursos maritimos para la introducción de la agricultura en sociedades pesqueras? e) Explicar el proceso de domesticación de animales en el área andina. Especifique acerca de las implicancias de la introducción de camélidos en esas sociedades.

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Capítulo VII- El Formativo en la región andina del NOA. Este capítulo tiene como objetivo fundamental discutir las consecuencias sociales y culturales de la adopción del pastoreo, la agricultura y el sedentarismo en el Sur Andino. Como se planteó en la unidad VI, la incorporación de estrategias productivas para asegurar el sustento, junto a otros cambios que en general estuvieron asociados (sedentarismo, incorporación de tecnologías novedosas, modificaciones en las relaciones sociales), fue una de las transformaciones más importantes vividas por la humanidad. En América este periodo fue interpretado utilizando el concepto de Formativo, equivalente aproximadamente al Neolítico del Viejo Mundo. Intentaremos contextualizar las reflexiones de los arqueólogos que utilizaron esta categoría, las problemáticas inherentes a su aplicación y algunas propuestas alternativas. Introducción Como revisamos en la Unidad V, hace aproximadamente 5000 años los grupos de cazadores recolectores que habitaban distintos paisajes del NOA y del norte de Chile comenzaron a generar una serie de transformaciones en muchas de sus prácticas, entre ellas la reducción de los circuitos de movilidad, la intensificación de la explotación de recursos de caza y recolección, la diversificación de estrategias de subsistencia, tecnologías de obtención y procesamiento de recursos y la complejización de identidades y relaciones que se entramaban entre ellos. En el marco de estos fenómenos sociales es que, varios siglos antes del inicio de la era, en distintas áreas, pequeños grupos que basaban su subsistencia en diversas estrategias productivas (agricultura y pastoreo) o cierta mixtura entre las mismas, comenzaron a instalarse en los primeros poblados permanentes. Estas sociedades, en virtud de su sedentarismo y de las estrategias productivas, comenzaron a alterar fuertemente el entorno en el que habitaban. Los asentamientos se constituyeron a través de múltiples estructuras con diversas funcionalidades. Los espacios residenciales eran delimitados por muros construidos con materiales perecederos en algunos casos y no perecederos en otros. La superposición de viviendas y depósitos de basura conformaron a través del tiempo, en ciertas regiones, túmulos o montículos elevados. El acondicionamiento de campos de cultivo implicó la construcción de muros de contención del relieve, terrazas y cuadros, montículos de despedre y recintos asociados a la agricultura. El pastoreo también involucró la construcción de corrales y estructuras para el manejo de animales. Todas estas actividades generaron además cuantiosas masas de desechos, que se acumulaban en basureros formales. La permanencia en el mismo lugar por períodos prolongados generaba la posibilidad de ampliar la diversidad de objetos que se producían y utilizaban. De la misma manera, el aumento de tecnología y de los artefactos poseídos se convertiría en un limitante

en sí mismo a la movilización de las poblaciones. El incremento de las tecnologías manejadas se vería fomentado por la diversificación de los recursos consumidos, especialmente los vegetales que necesitaban de tiempos de procesamiento y cocción prolongados (Olivera 1991). La alfarería fue la materialidad mayormente ampliada en este momento, convirtiéndose en una variable que no sólo respondía a necesidades funcionales, sino también a numerosas dimensiones sociales, políticas, religiosas y estéticas. Los distintos grupos que se asentaron en la variabilidad de ambientes que caracteriza a los Andes del Sur, se diversificaron notablemente entre ellos, no sólo por las condiciones físicas que posibilitaban o impedían determinadas prácticas, sino también por las diferentes trayectorias históricas de cada uno de ellos. Parecen ir surgiendo identidades diferenciadas, que se pueden haber plasmado e intensificado en distintos modos de construir viviendas, confeccionar vasijas o venerar a los ancestros, generándose un complejo cuadro de poblaciones, que compartían algunos principios básicos de organización, pero se diferenciaban bastante entre sí. Sin embargo, las intensas relaciones entre las distintas sociedades y las prácticas de movilidad que mantuvieron siempre los pueblos andinos, hacen que aún nos encontremos lejos de comprender acabadamente cómo se habían constituido dichos patrones identitarios y las relaciones entre los mismos. De esta manera la evidencia arqueológica generada por las poblaciones a través de los últimos siglos a.C. y el primer milenio de la era, permite pensar en sociedades productoras de alimentos, sedentarias, que manejaban múltiples tecnologías, como la alfarería, la arquitectura, la textilería y la metalurgia (Tarragó 1999, Albeck 2000, Olivera 2001). La clave de este proceso es la aparición y afirmación de la vida aldeana, un modo de existencia novedoso, que generaría cambios sustanciales en las maneras de vivir de las personas y, sobre todo, en los modos en que se relacionaban con el mundo, con los demás seres con los que convivían.

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Los Albores de la Historia

La aplicación del concepto de Formativo en la Arqueología Argentina En nuestro país, el estudio de las sociedades productoras de alimentos más tempranas se inició de la mano de Alberto Rex González, quien practicaba lo que hemos denominado “arqueología normativa” (ver Unidades I y II). Este autor había logrado identificar la asociación recurrente de ciertos objetos en distintos espacios (los “contextos culturales”) a los cuales se le había asignado una cronología relativa (fundamentalmente mediante la seriación tipológica y la estratigrafía) o absoluta (a través de la utilización del Carbono 14). Esto le había permitido proponer la existencia de una serie de culturas que ocupaban distintos momentos en el desarrollo prehispánico de cada área. Por ejemplo, para el valle de Hualfín se propuso una secuencia constituida por Ayampitín, Ongamira, Condorhuasi, Ciénaga, Aguada, Belén e Inka (González y Cowgill 1970-75). Sin embargo, la periodificación de González no quedaba allí. Esas culturas fueron incluidas en periodos más abarcativos según atributos tecnológicos, económicos o políticos, a saber: Pre-cerámico (Ayampitín y Ongamira); Agroalfarero, a su vez subdividido en Agroalfarero Temprano (Condorhuasi y Ciénga), Medio (Aguada) y Tardío (Belén); Imperial (Inka). En este esquema las primeras sociedades productoras de alimentos se incluían entonces dentro del Agroalfarero temprano. Paralelamente en la arqueología norteamericana se gestaba la aplicación del concepto de “Formativo” que fue entendido inicialmente como un estadio en la historia cultural americana, en el cual se había difundido la cerámica y la agricultura (o el maíz específicamente). Tras esta idea subyacía un pensamiento normativo de la sociedad y difusionista acerca del cambio. El compendio de Ford (1969) es un ejemplo claro de lo que la arqueología de la época consideraba como Formativo Americano: desde áreas nucleares se difundían la agricultura y la cerámica junto a ideas y religiones, lo cual se fundamentaba arqueológicamente en similitudes registradas en distintas materialidades, en especial la cerámica. En este contexto se fueron delineando áreas centrales y áreas periféricas. Todo devenir histórico estaba relacionado con cambios generados en otro lugar y prestados por mecanismos de difusión al resto de las regiones. El rasgo que también estaba implícito era que el Formativo no constituía un verdadero proceso histórico en sí mismo sino en tanto que se constituía como la base de (literalmente, “formaba”) los desarrollos posteriores, es decir las “altas culturas”. Dentro de esta imagen, el Noroeste Argentino fue concebido como área periférica. Aunque González planteaba la autonomía del Área Andina Meridional con respecto a los Andes Centrales, afirmaba que los desarrollos de las culturas agroalfareras del NOA

habían sido movilizados por pulsos de difusión de conocimientos desde áreas nucleares como el Altiplano boliviano (González 1963). En efecto, el Formativo del Noroeste argentino tenía también que formar algo, y ese algo fue la cultura Aguada, que habría sido la síntesis superadora de las “culturas” –menos desarrolladasCondorhuasi-Alamito, Ciénaga, Tafí. Desde distintos enfoques, esta visión profundamente arraigada en la arqueología normativa y difusionista, fue dejándose de lado, aunque no todas sus ideas implícitas. Desde distintos programas de investigación materialistas, las sociedades formativas en el NOA empezaban a ser reinterpretadas. Ya no sería el Formativo un período histórico cultural sino una etapa, caracterizada por una serie de atributos con valor homotaxial. Se abandonaba así un esquema particularista, donde el formativo constituía un momento particular del desarrollo histórico para convertirse en una categoría ahistórica aplicable a cualquier grupo social que cumpliera con la lista de rasgos que la definían. En las perspectivas neoevolutivas, que tuvieron gran impacto en la década de 1970, y en las procesuales, en 1980, el concepto pasó de ser un estadio cargado de valor histórico cultural, a dar cuenta de un tipo de sociedad con rasgos específicos. La arqueología Neoevolutiva lo plasmó en la identificación implícita del Formativo del NOA con sociedades en la etapa de “Tribu”. Por ejemplo, Núñez Regueiro sostenía que las sociedades Formativas basaban su economía en la producción agrícola y pastoril, con una organización social simple y fundada en el parentesco teniendo en cuenta para formular su propuesta tanto los elementos que se relacionan con el modo de producción como la forma en que se refleja la superestructura para formular dichos cambios (Núñez Reguiero 1974). La arqueología procesual, por su parte, utilizó el término Formativo para hacer referencia a un tipo de sociedad que posee una serie de estrategias determinadas para proveer a su subsistencia en relación al medio externo considerando que existen elementos básicos a tener en cuenta para su estudio: ambiente (con especial referencia a la disponibilidad de recursos), demografía, tecnología disponible y sistema de asentamiento. Desde esta perspectiva, Olivera (2001) propuso que el Formativo debería ser entendido como un tipo de sociedad caracterizado por una economía de base predominantemente productiva (agropastoril), un modo de vida sedentario, el manejo de diversas tecnologías (cerámica, textiles, metales, etc.) y estructuras sociales igualitarias.

Capítulo VII. El Formativo en la región andina del NOA

El concepto Formativo fue despojado de su contenido temporal resultando aplicable a infinidad de sistemas culturales. Adquirió carácter de presupuesto general, adscribiendo a la idea de que el mundo social se rige por mecanismos causales externos a los actores que lo conforman. En este sentido, se gesta una tendencia a considerar que la conducta humana es el producto de fuerzas no comprendidas ni gobernadas por los agentes y que la realidad social es algo exterior y en ningún caso obra de los individuos. Limitaciones del concepto de Formativo: críticas y propuestas alternativas La aplicación de enfoques procesuales ha sido altamente productiva en la arqueología argentina. Se logró adquirir una sensibilidad a la causalidad estructural y una apreciación de la interconexión de variables sociales y ecológicas. Sin embargo, su comprensión de las ciencias antropológicas, interesada más por la construcción de leyes generales del comportamiento que por la comprensión de fenómenos particulares, y de la sociedad, centrada más en las totalidades que en la agencia de los actores sociales, han imposibilitado el desarrollo de una interpretación de los procesos históricos durante el primer milenio, en especial del cambio. En este sentido, al intentar aplicar las expectativas teóricas del formativo a distintos casos de estudio, los investigadores han podido reconocer una variabilidad que supera este restringido esquema. Las sociedades productoras de alimentos pueden ser más o menos móviles, pueden ser más o menos igualitarias y pueden incorporar o no tecnologías complejas. Es decir que la riqueza de los casos particulares contradice las expectativas esencialistas que los pretende subsumir en un solo tipo de sociedad, como apunta Muscio (2009). Interpretado en una escala mayor el formativo parece implicar fenómenos muy distintos: en los Andes Centrales por ejemplo, se caracterizó por, además de la producción de alimentos, la aparición de la monumentalidad arquitectónica, la producción agrícola intensiva, la especialización artesanal, etc. El noroeste Argentino heredó de la arqueología normativa el carácter de periférico y, en esa periferia, el contenido de la etapa se estableció de una manera particular: sociedades simples, de muy pequeña escala, sin desigualdades sociales marcadas, con sistemas productivos rudimentarios y distribución igualitaria de recursos materiales y sociales. Otro aspecto que se puso en cuestión es la fuerte importancia de las variables ambientales

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y la adaptación en la explicación del cambio que aplicaron los arqueólogos procesuales, lo cual reduce las prácticas de los primeros campesinos del NOA (cargadas de sentido económico, social, político y simbólico) a respuestas de la relación con el ambiente. Finalmente, considerando las consecuencias políticas de la práctica científica, habría que apuntar que al quitar historicidad al concepto y hacerlo generalizable a cualquier momento se abre la posibilidad de que los campesinos actuales de pequeña escala, como los que habitan la puna argentina, puedan se incluidos en esta categoría, interpretándose como una especie de estructura social fosilizada fuera del tiempo y del cambio. Actualmente, la investigación arqueológica empieza a interesarse en los aspectos históricos y la diversidad de los procesos vividos en diferentes regiones, otorgando protagonismo a los actores sociales en la estructuración de la sociedad. Distintos análisis casuísticos ponen en crisis las expectativas del modelo hipotético deductivo de la arqueología procesual. Analizando el caso particular de Laguna Blanca, en la puna catamarqueña, Delfino et al. (2009) sostienen que la variabilidad observada en el registro arqueológico, donde se detecta la existencia de jerarquías de asentamientos no relacionadas con variables de funcionalidad de sitios y la larga duración de las relaciones espaciales domésticoproductivas, implican la necesidad de formatear la categoría formativo y recurren al concepto de “modo de vida agrocéntrico” (Delfino et al. 2009: 132). Desde la perspectiva evolutiva darviniana, Muscio (2009) plantea una fuerte crítica al uso del concepto de formativo por considerarlo una categoría propia de un análisis evolucionista teleológico y esencialista. Con el primer término hace referencia a que esta unidad de análisis segmenta el tiempo arqueológico a partir de la idea de evolución progresiva de la historia de sociedades simples a complejas. Con el segundo se refiere a que el uso de formativo suprime el estudio histórico de la variación arqueológica. La propuesta de este autor es alejarse del uso de leyes invariables para construir periodificaciones y, en su lugar, recurrir a sistemas de segmentación del tiempo donde los patrones del cambio material y la historia tengan un sentido explicativo rescatando la diversidad arqueológica. Considerando que la periodificación normativa de González no era una definición esencialista sino histórica de los procesos analizados, retoma el uso de Agroalfarero Temprano, en el caso de Matancillas, Inicial.

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Los Albores de la Historia

Bibliografía Obligatoria Olivera, Daniel 2001 Sociedades agropastoriles tempranas: el Formativo Inferior del Noroeste argentino. En Historia Argentina Prehispánica, compilado por E. Berberián y A. Nielsen, pp. 83-125. Ed. Brujas, Córdoba. Delfino, Daniel; Valeria Espiro y Alejandro Díaz. 2009 Modos de vida situados: el formativo en Laguna Blanca. Andes 20:111-134. Salta. Muscio, Hernán 2009 El Formativo es una Unidad de Análisis Inadecuada en la Arqueología del Noa. En Arqueología y Evolución. Teoría Metodología y Casos de Estudio. 197-213. Buenos Aires.

Bibliografía Ampliatoria Albeck, M. E. 2000 La vida agraria en los Andes del Sur. En Nueva Historia Argentina Tomo I. Editado por M Tarragó: 187-228. Ford, J. A. 1969 A comparison of Formative Cultures in the Americas. Difusion or the psychic unity of man. Smithsonian Institution Press. Washington. González, A. R. 1963 Desarrollo Cultural en el Noroeste Argentino. En Aboriginal Cultural Development in Latin America: An interpretive Review. Smithsonian Miscellaneous Collections. Vol 146, N 1, Washington. Traducción de Osvaldo R. Heredia. González y Cowgill 1970-75 Cronología del Valle de Hualfín, Pcia. de Catamarca, Argentina, obtenida mediante el uso de computadoras. Actas y trabajos del Primer Congreso de Arqueología Argentina. Bs. As. 383-404 Núñez Reguiero 1974 Conceptos instrumentales y marco Teórico en relación al análisis del desarrollo Cultural del Noroeste Argentino. Revista del Instituto de Antropología. Nº 5: 169-190. Córdoba. Olivera, D. 1991 Tecnología y Estrategias de adaptación en el Formativo (Agroalfarero Temprano) de la Puna Meridional Argentina. Un caso de Estudio: Antofagasta de la Sierra (Catamarca, RA). Tesis Doctoral Inédita. U.N. La Plata. Tarragó, M. 1999 El Formativo y el surgimiento de la complejidad social en el Noroeste argentino. Formativo Sudamericano: una reevaluación. Ed. por: Ledergerber-Crespo, P: 302-307.

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar El Práctico II? Transformaciones sociales implicadas en la adopción de las estrategias productivas. Tratado por Olivera (2001), Delfino et al. 2009 y Muscio (2009). Características principales del formativo. Tratado Olivera (2001). Limitaciones de la aplicación del concepto de formativo. Tratado por Delfino et al (2009) y Muscio (2009).

Preguntas de Examen a) ¿Cómo podría caracterizar el modo de vida de las primeras sociedades productoras de alimentos en el Noroeste Argentino? b) ¿Qué cambios se producen en las formas de interacción e integración social a diferentes escalas: la comunidad, la región y las relaciones a larga distancia? c) ¿Qué es el formativo? Defina sus características principales según el planteo de Olivera. d) Defina los conceptos de sedentarismo y producción de alimentos y explique qué relaciones existen entre ellos según Olivera (2001). d) ¿Cuáles son las dificultades de aplicar el concepto de formativo a los procesos sociales vivido por los primeros productores de alimentos en distintos contextos cronológicos y ambientales de los Andes?

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Capítulo VIII- La Complejidad social y el origen del Estado. En las condiciones actuales el sentido común podría encontrar que el mundo urbano y las estructuras políticas estatales son entidades naturales que han existido siempre. Sin embargo, constituyen dos fenómenos relativamente recientes para la historia humana que han transformado para siempre los modos en los que se construyen y negocian las relaciones sociales y la vida cotidiana de la gran mayoría de la población mundial. Esta unidad aborda uno de los problemas más importantes para las disciplinas históricas ¿Cómo surgieron las estructuras sociales cuyos miembros poseían desigual acceso a capitales económicos, políticos y simbólicos y cómo esas desigualdades fueron institucionalizadas? Se sitúa este debate en el campo de la antropología y la arqueología, desde las explicaciones del evolucionismo decimonónico hasta las posturas postestructuralistas de la actualidad. Las herramientas teóricas analizadas se aplican en las trayectorias históricas de los pueblos indígenas de Mesoamérica y de los Andes Centrales. El surgimiento de los primeros estados y las explicaciones de las ciencias sociales En determinadas regiones del mundo, en circunstancias específicas, se desarrollaron sociedades económicamente diferenciadas a partir de grupos levemente heterogéneos, aparecieron ciudades densamente pobladas donde existían pequeñas aldeas, se estructuraron sociedades clasistas donde antes dominaban las relaciones definidas por el parentesco y la distribución del poder fue reorganizada bajo nuevos tipos de liderazgos centralizados, a la par que se crearon nuevas ideologías que sostenían no sólo que ese liderazgo era posible, sino que era la única posibilidad. Estos procesos, neurálgicos para el desarrollo histórico de la humanidad, han sido englobados teóricamente dentro del problema de la aparición de los estados arcaicos (Yofee 2004). Evolucionismo clásico A mediados de siglo XIX, cuando el capitalismo imperialista se expandía a todo el mundo y se iniciaba la división internacional del trabajo, el occidente estudiaba, analizaba y clasificaba los diversos aspectos de las realidades que encontraba en el resto del orbe, definiéndose formalmente los campos de distintas ciencias modernas (ver Unidad I). Uno de los principales fenómenos bajo estudio fue el “otro”, es decir, las sociedades no occidentales que tenían un modo de vida que distaba mucho del de occidente. En ese contexto surgieron los primeros esbozos de la Antropología evolucionista, en oposición a las teorías que incluían en el centro de sus explicaciones a las fuerzas supernaturales y a la teoría creacionista de la teología judeocristiana (Trigger 1992). El esquema evolutivo de Morgan dio un “orden preciso a la prehistoria de la humanidad […] según los progresos obtenidos en la producción de los medios de existencia” (Engels 1970: 19), definiendo tres períodos étnicos: salvajismo, barbarie y civilización. Dos fueron los elementos superadores de la secuencia planteada. En primer lugar se consideró a la sociedad evolucionando como un todo y se dejó ya el rastreo

del desarrollo de instituciones individuales aisladas (como la religión, el sistema de parentesco, o el régimen político). En segundo término, se tomaron criterios tecnológicos, superando el subjetivismo y el idealismo. Sin embargo, la idea de que las distintas etapas representaban niveles superadores de los anteriores y que el progreso hacía transcurrir a la humanidad en una sola trayectoria se convirtió en una idea legitimadora de procesos de colonización en los cuales, mediante violentos mecanismos de expoliación, se llevaba a los pueblos que se habían quedado en etapas menos desarrolladas (salvajes y bárbaros) hacia la etapa que se consideraba más avanzada: la civilización. Las consecuencias del imperialismo llevaron a las ideas de evolución y progreso a un descrédito generalizado entre los antropólogos, que se abocaron, durante la primera mitad del siglo XX, al estudio de desarrollos históricos particulares. Neoevolucionismo Amediados del siglo XX las líneas fundamentales del evolucionismo decimonónico volvieron a tener aceptación en un contexto histórico en el que los Estados Unidos consolidaban su rol de potencia hegemónica, al menos en el mundo occidental, y que la idea de progreso retomaba su legitimidad en los círculos intelectuales. Esta corriente teórica parte de dos supuestos fundamentales: a) las diversas maneras de organizarse que ha tenido la humanidad puede reducirse a un limitado número de tipos; b) los pueblos etnográficos actuales representan las etapas prehistóricas que atravesó la humanidad en su evolución. Considerando estos supuestos, el neoevolucionismo trabajaba definiendo tipos sociales y estableciendo rasgos o atributos para cada tipo, a

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Los Albores de la Historia

Escala

Banda Menos de 100

Organización social

Igualitaria Liderazgos informales

Organización económica

Caza recolección

Patrón de asentamiento

Campamentos estacionales

Organización religiosa

Shamanes

Tribus Menos de 1000 Sociedades segmentarias Acuerdos tribales Producción de alimentos (agricultura, ganadería) Aldeas permanentes Consejos de ancianos, rituales calendáricos

Jefaturas Entre 5000 y 20000 Rango basado en el parentesco bajo líderes hereditarios Economía con acumulación centralizada y redistribución. Especialización Centros ceremoniales Jefes hereditarios con tareas religiosas

Estados Más de 20000 Jerarquías basadas en clases bajo un rey o emperador Economía centralizada basada en tributos Ciudades, territorio, caminos Clases sacerdotales Religiones formales

Tabla que resume los rasgos fundamentales de cada tipo social según el enfoque neoevolucionista (Modificada de Renfrew y Bahn 1995). partir de lo cual se describían líneas simplificadas de desarrollo evolutivo. Estas líneas se resumieron en cuatro etapas o tipos fundamentales: bandas (Unidad IV y V), tribus (Unidad VII), jefaturas (Unidad IX y X) y estados.

siglo XIX, pero especialmente en el materialismo histórico de Engels y Marx y el esquema de Morgan, ya que comprendían a la sociedad en su conjunto y utilizaban criterios materialistas para definir su desarrollo (Trigger 1992).

Cada uno de ellos estaba definido por un conjunto de atributos vinculados de manera esencialista. Por ejemplo, como se analizó en la unidad IV, el tipo social “banda” se caracterizaba por una economía extractiva, a la cual correspondía un sistema de asentamiento caracterizado por gran movilidad que sólo permitía una escala demográfica muy reducida, lo cual impedía la división social del trabajo y la aparición de desigualdades sociales (para el neoevolucionismo banda = sociedad de pequeña escala, cazadora, nómada e igualitaria).

Para Childe la aparición de la civilización implicaba una gran transformación: la revolución urbana, en la cual grandes poblaciones se empezaron a agrupar en espacios reducidos, en los cuales se diferenciaron las personas por sus actividades, especializándose en distintas tareas y apareciendo grupos que concentraron el poder económico y político, y también construyendo símbolos convencionales para registrar y transmitir información (escritura), normas de peso y medidas de tiempo y espacio (Childe 1964). Este cambio fue conceptualizado por Childe como una verdadera revolución social, una transformación significativa en el modo de vida, que no se reducía a cambios tecnotipológicos ni a aspectos concretos de la subsistencia, sino que implicaba la aparición de nuevas formas de organización social y un punto de inflexión global en la historia humana.

Según esta postura las transformaciones de una etapa a otra se daban de manera puntuada (saltos extremadamente rápidos) y holística (de todos los aspectos definitorios en bloque). ¿Cuáles son las características del estado? El estudio de las transformaciones que se habían producido para que aparecieran las sociedades estatales y la definición tipológica de las mismas fue desarrollado por primera vez, y de manera paralela al neoevolucionismo norteamericano, por Gordon Childe. En el contexto del nacimiento de los fascismos de la década de 1930 Childe se preguntaba por la evolución de la humanidad, por la manera en que había surgido la civilización occidental y por el papel que habían tenido en el progreso distintas áreas, como el Oriente. Alejado de las ideas históricoculturales de su juventud, para él se volvió necesario concebir un modelo capaz de conceptualizar a la historia de la humanidad en términos de tendencias económicas generales (Trigger 1992). Eso lo llevó a buscar en la olvidada bolsa del evolucionismo del

La aparición de las ciudades fue entonces conceptualizada como el rasgo determinante para poder hablar de sociedades estatales. En unidades anteriores hemos visto distintos modos de asentamientos humanos: desde los circuitos de movilidad residencial de los grupos cazadores recolectores muy móviles, los sistemas de movilidad logística de los cazadores complejos; las aldeas, asentamientos permanentes de actividades múltiples de agricultores y pastores; y los centros ceremoniales en los cuales aparecían espacios públicos y edificios monumentales. En estos últimos habitaban grupos de personas que ya no se dedicaban a tareas productivas sino que oficiaban ceremonias religiosas para pobladores aldeanos que vivían en aldeas dispersas en amplias áreas. Esto es lo clave de los centros

Capítulo VIII. La Complejidad social y el origen del Estado

ceremoniales: en ellos no hay una gran población que habite permanentemente, sino que se acude allí en procesiones o para la realización de determinados eventos rituales. Los centros urbanos están caracterizados por la aparición en el mismo lugar del centro cívico y religioso y de la población civil, lo cual implica el asentamiento de grandes grupos humanos en espacios muy restringidos. Esto hace necesaria la generación de un excedente social lo suficientemente importante, no sólo para aumentar la población, sino también para ampliar la división social del trabajo. Una sociedad capaz de apartar a algunos de sus miembros de la lucha por el alimento cotidiano, para orientarlos hacia una especialización de tiempo completo, puede, simultáneamente, liberar capacidades y conocimientos del estrecho círculo de las preocupaciones domésticas, y acelerar su desarrollo en multitud de oficios y ocupaciones. El crecimiento del excedente económico y la diversificación del trabajo van acompañados de un tercer fenómeno, la aparición del especialista en política, quien emplea todo su tiempo en coordinar los esfuerzos crecientes de una población cada vez más diversificada, y en arbitrar las querellas entre los grupos de intereses recién formados. Esta especialización constituye un momento crucial en la mayor parte de las sociedades ya que las tareas de coordinación y de arbitraje, significan poder y éste se traduce en derechos específicos sobre bienes y servicios. De esta manera los elementos que caracterizarían a la aparición de una ciudad serían: • el nucleamiento de enormes grupos humanos en espacios bastante reducidos • la aparición en esos espacios de ámbitos y edificios públicos, generalmente asociados a residencias de elite, cuya estructura espacial evidencie un alto grado de planificación • el diseño de trazados organizados con espacios funcionalmente delimitados y vías de comunicación como calles o calzadas • aparición de la población “civil”, en torno a los centros cívicos, caracterizada por cierta diferenciación dada tanto por la actividad a la que se dedican, como la jerarquía que tienen dentro del grupo social: por ejemplo pueden aparecer “barrios” de artesanos, de comerciantes, de nobles etc. • existencia de una amplia población dependiente, periferia o “hinterland” que será la que aporte los alimentos para la población dedicada a tareas diferentes a la producción de alimentos (artesanos, guerreros, sacerdotes, soberanos).

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Además de los atributos característicos de la vida urbana, los estados deben poseer una escala que supere los 20.000 habitantes, base económica muy fuerte en la cual los excedentes se extraigan de los productores mediante tributos. Éstos serían destinados a gestionar obras públicas y la vida distinguida de los gobernantes. Arqueológicamente esto se podría ver en la ampliación de obras relacionadas a la producción, como sistemas de regadío o preparación de campos cultivables, y al almacenaje de los productos, como silos o depósitos estatales. Asociado a la estructura política institucionalizada se espera que se consolide una ideología estatal frecuentemente asociada a una religión sistematizada, con su clase sacerdotal. Por otro lado también surgirán sectores dedicados a las armas, tanto para realizar conquistas como para establecerse como fuerza de coerción social interna. El estado tendrá el monopolio de la fuerza legítima. Si un grupo social cumple con todos estos elementos, un enfoque tipológico asumiría que nos encontramos frente a un estado. Lo interesante de este esquema es que brinda un marco general, para poder comparar distintas formaciones sociales que presentan de manera amplia estos elementos. Sin embargo, el evolucionismo social ha sido criticado por construir una ilusión histórica teleológica, una profecía hegeliana de un proceso racional que culminaba en el estado burgués moderno, las economías capitalistas y el avance tecnológico. La construcción de tipos sociales y el establecimiento de líneas evolutivas, que van de las formas más simples a las más complejas, eliminó del análisis los fenómenos más trascendentes e interesantes de las sociedades antiguas. En esta operación, creó categorías de progreso humano intentando incluir dentro de ellas tanto a sociedades prehistóricas como a grupos modernos tradicionales, relegando a estos últimos al basurero de la historia. Los pensadores neoevolucionistas adoptaron explicaciones rupturistas para dar cuenta de la aparición de los primeros estados y, según la adscripción de cada uno de ellos a las narrativas sociales, como el marxismo o el funcionalismo, pusieron más énfasis al conflicto o la integración funcional. De esta manera, surgieron teorías voluntaristas (ponen énfasis en los procesos voluntarios de cesión de autoridad a fin de obtener mejores condiciones de vida) y coercitivas (ponen énfasis en los procesos coercitivos por los cuales la autoridad es impuesta por los más fuertes sobre los más débiles). Si bien cada una tiene sus puntos fuertes y sus correlaciones con elementos empíricos, en todo proceso de complejidad creciente deben considerarse tanto los aspectos conflictivos, inherentes a todo proceso de crecimiento de desigualdades, como la necesidad de algún tipo de

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Los Albores de la Historia

consenso que de otra manera generaría colapsos permanentes. Por otro lado, también podemos referirnos, a teorías monocausales, que serían aquellas que ponen hincapié un motor inicial (por ejemplo, la circunscripción social, el aumento demográfico, la necesidad de organización, etc.) o pluricausales (es decir, a la interrelación dinámica entre múltiples factores retroalimentándose uno a otro). Enfoques postestructuralistas Ante el excesivo interés en discutir y definir los “umbrales” que definían a distintas sociedades como estados o no, las preguntas de investigación han virado del campo de qué tipo de sociedad es un determinado grupo a qué hace ese grupo, quiénes lo conforman, cuáles son las prácticas que llevan al surgimiento de grandes estructuras centralizadas, qué estrategias desarrollan diversos agentes en ese contexto. Es de gran interés investigar cómo surgieron nuevos roles sociales y formas de relacionarse y hasta qué punto suplantaron a las reglas basadas exclusivamente en el parentesco. Si bien se podría asumir que en los estados actuales se puede ver una variedad de características homogéneas, los estados prístinos o estados antiguos variaron muchísimo y esa variación requiere el desarrollo de análisis comparativos. Como plantea Yoffee (2004), uno de los mitos más grandes de la antropología y la historia es que los estados prístinos hayan sido una sola cosa: sistemas territoriales de gran escala gobernados por déspotas totalitarios que controlaban todo flujo de bienes, servicios, e información e imponían la ley y el orden a sus súbditos. En general las narrativas han enfatizado el papel de algunos grandes hombres fundadores de los estados, dejando de lado a los múltiples agentes que fueron parte de su constitución. Esto ha traído una visión de totalidad de los sistemas estatales sin diferenciar las trayectorias variables de los múltiples y diferenciados agentes que los componen. Por ello es que creemos interesante pensar estos fenómenos en los términos de Blanton et al. (1996) que proponen estudiar, dentro de los procesos de complejidad creciente, las distintas lógicas mediante las cuales se negociaron posiciones y relaciones entre posiciones. Blanton et al (1996) sostienen que para superar el esquema evolutivo tipológico (que puso todo el esfuerzo en desentramar el proceso de incremento de centralización política) hay que aplicar una teoría adecuada para entender el comportamiento humano, sobre todo en torno a la competencia política. En general este trabajo intenta apartarse de hipótesis “automáticas” o “necesarias” de aparición del estado y abordar las prácticas de agentes históricos que están construyendo esas formaciones. Es por ello que

parten del supuesto de que en las sociedades hay gente que busca poder y status, y en esa búsqueda se generan conflictos, ya que ese poder y ese status no es infinito, sino escaso. Esos conflictos son los que en gran medida dan forma a las instituciones sociales y políticas que se van creando en los estados. Sin embargo, hay que considerar que los agentes sociales no son individuos racionales universales, sino que son personas sociales propias de un momento y lugar dado, con todas las particularidades que ello genera. Esas lógicas pueden ser muy variables. Estos autores proponen dos polos extremos entre los cuales se puede dar una variedad de estrategias intermedias: las estrategias corporativas y las reticulares o exclusivistas. En la estrategia de poder exclusivista los actores de poder apuntan al desarrollo de un sistema político construido alrededor de su control monopólico de las fuentes de poder. En estas últimas primaba la capacidad de acumular poder en personas, que se constituían como individuos competitivos. En las estrategias políticas corporativas el poder es compartido entre diferentes grupos y sectores de la sociedad de manera de inhibir estrategias exclusivistas. Habrían primado las estrategias de acumulación de poder en torno a grupos o corporaciones, limitándose la capacidad de los individuos de acumular libremente. Esquema que sintetiza los dos polos de estrategias sociales y políticas planteadas por Blanton et al. (1996). Otra variación notable sería la escala de los estados, ya que también en este sentido puede registrarse gran variabilidad: podemos ver estados expansivos, que en poco tiempo habrían anexado grandes espacios y diverso grupos étnicos, mientras que también podemos ver formaciones del tipo sociedades estado, donde tendremos todos los elementos de los estados, pero la soberanía de los mismos no superará el espacio de una ciudad, algunos otros centros importantes y el hinterland productivo. En el caso intermedio, se ha postulado actualmente la existencia de “culturas de ciudades estados”, donde numerosos estados de pequeña escala autónomos comparten características culturales, ideologías, lengua, etc. Trayectorias analizadas El tema es discutido en dos grandes casos de evolución social: Mesoamérica y los Andes Centrales. Los arqueólogos desde fines de siglo XIX intentaron periodificar el desarrollo histórico en América: Spinden distinguió tres niveles: Nómada

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Capítulo VIII. La Complejidad social y el origen del Estado

(caza y recolección), Arcaico (agricultura) y Civilización, mientras que Willey y Phillips (1958) asignaron todas las culturas a cinco estadios de complejidad creciente: lítico (caza mayor), arcaico (recolección intensiva), formativo (agricultura de poblados), clásico (primeras civilizaciones americanas) y posclásico (últimas civilizaciones americanas). Esta división témporo-cultural de la historia mesoamericana prehispánica se propuso considerando que había existido un momento de máximo apogeo de la cultura, el arte y la civilización. Ese momento había sido el período “clasico” del desarrollo mesoamericano y estaría representado por los núcleos mayas clásicos (Palenque, Copán, Tikal, entre otras), el momento de esplendor de Teotihuacan, en la cuenca de México, y Monte Albán en Oaxaca (200/300 d.C. a 1000d.C.). A partir de definir ese momento de máximo apogeo de la cultura, los arqueólogos definieron, en relación a él, los otros momentos: el preclásico, (1200 a.C a 1 d.C.) constituido por los momentos previos a esa “explosión civilizatoria”, donde muchos elementos del clásico se estarían gestando (por ejemplo, los desarrollos de Los Olmecas, entendidos como la “madre de las culturas mesoamericanas”); y el postclásico (1000 a 1500d.C.), momento donde todos esos

patrones culturales y artísticos entrarían en decadencia (lo cual estaría representado por la fragmentación política de mesoamérica después de la caída de Teotihuacan en unidades como la de los Toltecas). Epiclásico a veces se usa para llamar al último tiempo del clásico. El uso de esta periodificación es bastante problemático para entender procesos históricos, ya que tiene una lectura teleológica de los procesos previos al clásico (como si toda la gente anterior a ese momento en vez de vivir su vida, estuviera preparando la llegada de ese período), y muy peyorativa de los pueblos posteriores (ya que serían sólo una versión arruinada de los logros realizados en su período anterior). Por ello, y por no adecuarse a muchos otros elementos de la variabilidad del registro esa periodificación se dejó de usar. Otra periodificación se basó en la existencia de ciertos jalones temporales llamado horizontes. Estos consistían en ciertos momentos en los cuales un conjunto de rasgos de la cultura material se había dispersado por amplios territorios. Esta gran dispersión de ciertos estilos de la cultura material implicaba también la existencia de algún tipo de integración de esos espacios. Los horizontes, estaban a su vez separados por períodos intermedios donde se daba una gran fragmentación regional.

Mesoamérica

Períodos 1519d.C. 1300d.C 900d.C. 100d.C.

Posclásico

Clásico

Horizonte Medio

Formativo

Intermedio temprano Horizonte temprano

200d.C. 200ª.C. 1200a.C.

Horizontes Horizonte tardío Intermedio tardío

Altiplano

Golfo de México

Azteca Tula

El Tajín

Area maya Mayas postclásicos (Chichen Itzá, Uxmal, Mayapan)

Mayas clásicos

Teotihuacan

Oaxaca

(Palenque, Copán Tikal, kalakmul)

Monte Albán

Cuicuilco Olmecas

¿?

Cuadro que resume muy esquemáticamente las trayectorias de las sociedades complejas en Mesoamérica, considerando el Altiplano Mexicano el Golfo de México, Oaxaca y el área maya.

Mapa de regiones mesoamericanas con los principales sitios arqueológicos.

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Los Albores de la Historia

Períodos 1533d.C. 1350d.C

Posclásico

1000d.C. 400d.C.

Clásico

200d.C. 200ª.C.

Formativo

1200a.C.

Horizontes Horizonte tardío Intermedio tardío Horizonte Medio Intermedio temprano Horizonte temprano

Sierra

Huanca Huari

Costa Norte Chimú

Costa Sur

Altiplano

Inka Chankay, Reinos Pachacamac Qolla Tiwanaku

Moche Nazca Gallinazo?

Chavín

Vicús?

Paracas

Wankarani, Chiripa, Pukara

Cuadro que resume muy esquemáticamente las trayectorias de las sociedades complejas en Mesoamérica, considerando el Altiplano Mexicano el Golfo de México, Oaxaca y el área maya.

Corte transversal de los Andes centrales (tomado de Sandweiss y Richardson 2007:95)

Mapa que muestra los principales sitios de los Andes centrales. Tomado de McEWAN (2006: 32). Bibliografía Obligatoria Blanton, R., G. Feinman, S. Kowalewski y P. Peregrine 1996 A Dual-Processual Theory for the Evolution of Mesoamerican Civilization. Current Anthropology 37:1-14. Traducción de la cátedra. Burger, Richard 2008 Chavín de Huantar y su esfera de influencia. En Handbook of South American Archaeology, Ed. por H. Silverman y W. Isbell. Pp: 681-703. Springer. Nueva York. Campaño, M. 2007. El origen de los primeros Estados. La “revolución urbana” en América Precolombina. Eudeba. Buenos Aires. Pp: 67-91. Covey, R. 2008 El Imperio Inca. En Handbook of South American Archaeology, Ed. por H. Silverman y W. Isbell. Pp: 809-830. Springer. Nueva York. Traducción de la cátedra. Fiedel, S. J. 1996 Prehistoria de América. Ed. Crítica, Barcelona. pp. 293-344.

Capítulo VIII. La Complejidad social y el origen del Estado

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Isbell, W. 2008. Wari y Tiwanaku: Identidades internacionales del Horizonte Medio de los Andes Centrales. En Handbook of South American Archaeology, Ed. por H. Silverman y W. Isbell. Pp: 731-759. Springer. Nueva York. Traducción de la cátedra. Moseley, Michael 1992 The Incas and their Ancestors. Thames & Hudson, London. Capítulo 3. Traducción de la cátedra.

Bibliografía Ampliatoria Engels, Federico1970 El origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado. En relación a las investigaciones de L H Morgan. Editorial Progreso. Moscú. Renfrew, C. y P. Bahn 1998 Arqueología: Teorías, Métodos y Práctica. Ed. Akal, Madrid. McEwan 2006. The Incas: New perspectives. ABC Clio. California. Sandweiss Daniel H. y James B. Richardson III Central Andean Environments En Handbook of South American Archaeology, Ed. por H. Silverman y W. Isbell. Pp: 91-104. Springer. Nueva York. Trigger, Bruce 1992 Historia del Pensamiento Arqueológico. Ed. Crítica, Barcelona. Willey, G. y P. Phillips 2001 [1958] Method and Theory in American Archaeology. University of Alabama Press. Alabama. Yofee, Norman 2004 Myths of the Archaic State Evolution of the Earliest Cities, States, and Civilizations. Cambridge University Press.

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar La Unidad V? El surgimiento de los primeros estados. Tratado por Bolanton et al. (1996). Evolución social. Tratado Blanton et al. (1996). Desarrollo de las sociedades complejas en Mesoamerica. Tratado por Fiedel (1996) y Blanton et al. (1996). Los Olmecas. Tratado por Fiedel (1996) y Blanton et al. (1996). El periodo Clásico: Teotihuacan y núcleos Mayas. Tratado por Fiedel (1996) y Blanton et al. (1996). El Posclásico: Toltecas, Aztecas y núcleos Mayas. Tratado por Fiedel (1996) y Blanton et al. (1996). Desarrollo de las sociedades complejas en los Andes Centrales. Tratado por Campaño (2007) Chavín de Huantar. Tratado por Burger (2008) Núcleos Mochicas. Tratado por Campaño (2007) El Horizonte Medio: Tiwanaku y Wari. Tratado por Isbell (2008) y Campaño (2007). El desarrollo de un Estado imperial. Los Inkas. Tratado por Covey (2008) y Moseley (1993)

Preguntas de Examen a) Explicar las diferencias entre las estrategias reticulares y corporativas y aplicarlas a un caso de estudio analizado en la bibliografía de esta unidad. b) Justificar por qué se considera que entre los Olmecas predominaron las estrategias de acumulación del poder reticulares. c) ¿Cómo se puede caracterizar a la estructura social que caracterizó al proceso conocido como Chavín de Huantar? d) ¿Constituyó Tiwanaku un estado expansivo? Justifique comparando con Wari. e) Analice el desarrollo de Teotihuacan utilizando las herramientas teóricas de la teoría procesual dual. f) Comparar los desarrollos de Teotihuacan y de los núcleos maya clásicos desde la perspectiva de la teoría procesual dual g) ¿Cuáles fueron las bases sociales del imperio inka? h) Analice la estructura social y política del Imperio Inka.

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Capítulo IX- Sociedades Complejas en el NOA I: Aguada y el Período de Integración Regional. Este capítulo tiene por objetivo reconocer los procesos de intensificación de la complejidad social en los grupos que habitaron los valles del centro de Catamarca entre los siglos V y XI d.C. Se procura hacer una revisión de las diferentes líneas de análisis a fin de comprender de qué manera los cambios de paradigma permitieron modificar las interpretaciones sobre el registro arqueológico. Se presentan las discusiones actuales respecto a las distintas explicaciones de los cambios sociales ocurridos en la región a partir del 400 d.C. en lo que se denominó Período de Integración Regional (PIR). Esto nos permitirá discutir el uso de categorías y tipos para dar cuenta de los procesos de cambio social (i.e. jefatura o señorío). Finalmente, la revisión de las limitaciones del estudio de las sociedades desde una perspectiva tipológica será el marco a partir del cual analizar dos líneas teóricas respecto a lo ocurrido en el valle de Ambato durante el PIR, que podríamos resumir en el binomio jerarquía vs. heterarquía. La adopción de la vida aldeana y de estrategias de subsistencia productivas en el NOA fue un fenómeno que transformó diversos aspectos de la historia de las sociedades que habitaban esta región. Los grupos humanos fueron ampliando sus bases demográficas, intensificando el uso de los recursos y diversificando sus identidades. A inicios de la era, los Andes del sur se configuraban como un complicado cuadro de poblaciones pujantes que estaban vinculadas entre sí por heterogéneas relaciones de interacción (movilidad, intercambio, redes de parentesco, etc.). Hacia el 400 d.C. los pobladores del Valle de Ambato comenzaron a transformar las relaciones que los vinculaban con el medio, con la materialidad, con grupos de otras regiones y entre ellos mismos, dando surgimiento a un fenómeno que despertó el interés de los investigadores desde principios del siglo XX. Éste se caracterizó fundamentalmente por el manejo de tecnologías muy sofisticadas para la producción de cerámica y metales, que posibilitaron la aparición de objetos de alto valor estético, con representaciones complejas de personajes antropomorfos, zoomorfos o mezclas imaginarias de ambos. Asimismo estos pueblos comenzaron a construir edificaciones novedosas: espacios públicos de grandes dimensiones con plazas abiertas, plataformas elevadas y sectores residenciales reservados a determinadas personas. Este proceso fue conocido bajo el nombre de cultura de la Aguada y ha generado unas de las discusiones más ricas en la historia de la Arqueología Argentina. Aguada, algunas consideraciones sobre tiempo y espacio. Las definiciones iniciales de Aguada datan de fines del siglo XIX y podemos decir que fue la particularidad de su iconografía la que despertó el interés entre los investigadores del noroeste argentino. Los primeros datos fueron dados por Lafone Quevedo en 1892, en base a la caracterización de una alfarería negra grabada de fina confección

hallada en la provincia de Catamarca. Fue quien identificó entre sus motivos la figura de lo que consideró un dragón, lo que le valió la denominación de “alfarería draconiana”. A partir de la década del treinta se sucedieron una serie de trabajos que llevaron a reemplazar una denominación centrada en el diseño zoomorfo (cerámica draconiana) y optar por definiciones que procuraron darle una identidad cultural a los materiales encontrados: Cultura de los Barreales1 primero y Cultura Aguada después. Así, al repertorio inicial dominado por la cerámica y su decoración se incorporó, a medida que se ampliaban los contextos excavados, otros objetos materiales y rasgos iconográficos. Las definiciones de Aguada desde la perspectiva normativa Indefectiblemente, hablar de Aguada remite a Alberto Rex González dado que fue quien definió y caracterizó por primera vez su contexto cultural, a partir de trabajos de campo desarrollados durante los cincuenta en el valle de Hualfín (Catamarca) y análisis de colecciones de la misma procedencia. Así, en su trabajo de síntesis “La Cultura de la Aguada” (1961-63) plantea líneas de indagación que aún hoy se discuten y sostienen. A partir del marco metodológico propuesto por la arqueología normativa (Capítulo 2), el estudio de asociaciones de materiales en las tumbas -excavadas por Weiser y Volters- y su seriación, el análisis de las superposiciones estratigráficas y la consideración de sitios superficiales distribuidos en Catamarca y La Rioja, se subdividió la cultura de los Barreales en dos fases sucesivas Ciénaga y Aguada (denominación elegida en función de los sitios más representativos; 1 Tiene esa denominación porque se trata de áreas cubiertas por depósitos sedimentarios, a menudo loéssicos, que por erosión se han convertido en barreales.

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Los Albores de la Historia

Incluso deja abierta la posibilidad de la existencia de sacrificios humanos vinculados a algunos personajes, lo que reforzaría la existencia de desigualdad en el interior de la sociedad. Asimismo, el hallazgo de cráneos que acompañaban a esqueletos completos, constituía para González una evidencia del uso de cabezas trofeo, imagen repetida en la decoración cerámica y en otros soportes como el arte rupestre, y que se identifica en la figura del denominado “sacrificador” (Figura 2). Este contexto de violencia estaría respaldado y justificado por la ideología religiosa, materializada en el denominado “complejo felínico”. El origen de Aguada: entre la influencia Tiwanku y el desarrollo local. Los diferentes planteos respecto al origen o la formación de Aguada han puesto énfasis en procesos de difusión desde otros centros culturales del área andina o alternativamente en procesos Ubicación de los sitios Ciénaga y Aguada y dispersión de la denominada históricos locales. Cultura Aguada. Tomado y modificado de Bárbara Balesta et al. (2009). Figura 1)2. Finalmente, las dataciones radiocarbónicas le proporcionan las bases de contrastación necesarias para respaldar esta secuencia inicial. Aunque hay ciertos elementos que son típicos de la primera fase, González plantea que Aguada “evolucionó” de Ciénaga (1961-63; 1998), lo que implicó tanto el abandono de algunas prácticas como la continuidad de otras. Asimismo considera, que Aguada presenta elementos que resultaron del aporte de otros centros andinos, específicamente los provenientes del período Clásico de Tiwanaku.

En base a la evidencia arqueológica recuperada en sus trabajos de campo, González definió algunos fenómenos que se convirtieron en disparadores para el pensamiento y siguen vigentes en las discusiones actuales. En primer lugar sostuvo que las diferencias halladas en los ajuares funerarios asociados a las tumbas eran la evidencia de diferencias sociales (como vimos en el capítulo 2, la interpretación de los objetos como el reflejo pasivo y directo de las prácticas sociales es una noción cuestionada en la actualidad). 2 González eligió el nombre de Aguada para designar al complejo cultural porque este sitio constituyó un contexto excepcional para la época, dado que de allí se recuperaron las doscientas tumbas que fueron excavadas por las expediciones financiadas por Muñiz Barreto a fines de la década de 1920.

Respecto a la primera línea, durante varias décadas prevaleció una mirada macroregional andina que procuraba distinguir horizontes en función de la presencia de algunos rasgos comunes en un marco cronológico preciso. Así, la entidad cultural identificada en el Noroeste argentino con posterioridad al 400/500d.C. constituía una expresión cultural “menos desarrollada” del principal núcleo definido para los Andes Meridionales: Tiwanaku. Estas influencias se inferían de la réplica de diseños como las representaciones humanas con cabeza de contorno casi cuadrado o el uso de cabezas trofeos por un personaje que porta un arma, la abundancia de la decoración felínica, las representaciones de serpientes con dos cabezas y, finalmente, el denominado “sacrificador”. Fue González quien planteó dos líneas para dar cuenta del origen de Aguada. Por un lado sostuvo que constituyó claramente una cultura de raíces andinas y fijó su origen en la cuenca del Titicaca, durante el Período Tiawanaku Clásico (1963-64). No obstante, aunque la perspectiva difusionista seguía presente en su narrativa sobre el proceso histórico, desestimó las explicaciones que hacían hincapié en los mecanismos intrusivos que generaban cambios o innovaciones repentinas (i.e. invasión o conquista), y propuso que algunas de las particularidades de Aguada eran el producto de un contacto indirecto, a partir del período final de Ciénaga, con culturas de

Capítulo IX. Sociedades Complejas en el NOA I: Aguada y el Período de Integración Regional

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diferentes a la arqueología normativa (ver capítulos 1 y 2), las interpretaciones respecto al período posterior al 400/500 d.C. generaron una profusión de trabajos orientados a comprender el proceso de complejización social y política. En este contexto, las visiones tradicionales que identificaban una influencia unidireccional de Tiwanaku hacia Aguada fueron superadas por una propuesta que hacía hincapié en el desarrollo local y que apuntaba a entender la profundidad temporal y la amplitud regional de los diferentes cambios. Así, se planteó la existencia de una ideología andina mantenida a partir de interrelaciones durante el Formativo, que generaron una integración macroregional entre poblaciones del norte de Chile, Bolivia y el NOA. En consecuencia, Aguada era el resultado de una historia regional que siempre tuvo vínculos con el resto del área andina a la que incluso aportó elementos originales (Pérez 1992; Tartusi y Nuñez 2001).

Detalle de la figura del sacrificador en diferentes soportes (Arriba en cerámica, tomaa de González 1962-63) y abajo en arte rupestre, Fotografía de Marta Bonofiglio) la Puna chilena (San Pedro de Atacama). Esto habría generado un proceso paulatino de adquisición de rasgos (por ejemplo la figura del sacrificador con máscara felínica), al que denominó “infiltración progresiva”. Por otro, sostenía que era necesario tener presente que el origen de cualquier cultura es el resultado de la interacción de factores como la aculturación y a la adaptación al medio. En este sentido sostenía que era preciso reconocer cuáles fueron las culturas que precedieron a Aguada. Este planteo se enmarca, como vimos en el capítulo VI, en la noción dominante de que Aguada fue la expresión superadora de “culturas” previas y menos desarrolladas (Condorhuasi-Alamito, Ciénaga, Tafí), incluidas dentro del Formativo. Aguada y el Período de Integración Regional Las investigaciones en torno a Aguada, como sucedió en otras áreas del país, se vieron interrumpidas por los golpes de estado y el exilio de algunos investigadores. Con la vuelta de la democracia y el afianzamiento de líneas teóricas

Esta búsqueda de las raíces locales para el fenómeno llevó a Pérez Gollán (1992) y sus colaboradores a plantear un proceso de complejización con respecto a las aldeas formativas ubicadas en Ambato. Así, desde una línea neoevolutiva propusieron modelos económicos para dar cuenta del surgimiento de Aguada y de la complejidad social. El punto de partida fue considerarla como resultado de la conjunción de una serie de factores: a) su ubicación geográfica, que permitió que las comunidades asentadas en Ambato actuaran como intermediarios en el intercambio con áreas vecinas y el control del mismo por parte de algunos grupos sociales; b) sus condiciones ambientales que propiciaron la oferta de recursos (i.e. potencialidad agrícola) y concomitantemente con esto c) la producción de excedentes. En este punto la religión se constituyó como el elemento integrador. Todos estos factores habrían permitido la organización de una sociedad fuertemente religiosa de carácter expansivo y claramente desigual dentro de la cual las jerarquías se convirtieron en hereditarias. Asimismo, y siempre desde una mirada materialista, este proceso de complejidad y desigualdad social estaría asociado a “desarrollos similares previos en otras zonas con las cuales mantenían importantes relaciones socio-económicas” (Pérez Gollán et al. 1996-97: 118). Por su parte Tartusi y Nuñez Regueiro (2001), como vimos en el capítulo II, plantearon que los orígenes de Aguada se debían comprender también en un contexto de creciente complejización, pero hicieron hincapié en la conformación de los centros cúlticos o ceremoniales tempranos de CondorhuasiAlamito (Catamarca) durante el Formativo Inferior (450 a.C. al 500 d.C.). En este sentido, la hipótesis

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Los Albores de la Historia

principal es que el tránsito hacia Aguada, ocurrido alrededor del 500 d.C., se dio cuando en estos centros de poder se fue operando un proceso paulatino de cambio, probablemente debido a la interacción con poblaciones de distinto origen, como Ciénaga, que se tradujo en una competencia que llevó a que algunos centros fueran primando sobre otros. En concreto, la evidencia indica que los sitios Condorhuasi-Alamito fueron abandonados hacia el 500 d.C. y que es en ese momento que se origina en el valle de Ambato un nuevo núcleo de poder. El resultado de este proceso de complejización se manifiesta en la conformación de lo que se ha dado a llamar Período de Integración Regional (PIR) que se entiende como un momento de integración a partir de la consolidación y expansión de una ideología en una extensa región habitada por sociedades con desigualdades incipientes (Perez 1992). No obstante, y de la misma manera que con respecto al período Formativo (capítulo IV), no podemos plantear la existencia de un bloque compacto y homogéneo, dado que esta integración se dio con poblaciones de distinto origen y modalidades culturales, razón por la cual en cada zona se observan respuestas concretas y diferentes (por ejemplo en algunos casos la “adopción” de diseños generados en Aguada de Ambato no parecen cambiar sustancialmente las prácticas cotidianas, ni las estrategias de producción y reproducción de algunos pueblos agricultores entre los que se registra este repertorio). Durante el PIR se materializaban aquellos rasgos que dan cuenta de cambios notorios y abruptos respecto al Formativo Inferior. Tradicionalmente, este proceso de complejización fue planteado como la formación en Ambato de una jefatura o señorío (Perez 1992; González 1998). A grandes rasgos, toda jefatura involucra la institucionalización de un jefe, cargo hereditario y sostenido por medio de los lazos de parentesco. Esta institucionalización de la jerarquía lleva implícita la desigualdad social y la necesidad de legitimar constantemente esta posición por medio del control y conducción de actividades comunales como la actividad ritual y religiosa (por eso la noción de sociedades teocráticas) o el comercio de bienes suntuarios. De la misma manera, presupone la existencia de una sociedad redistributiva, para la cual es necesaria una economía excedentaria, organizada por este jefe. Esta economía posibilitaría el surgimiento de especialistas (por ejemplo los ceramistas) al tiempo que permitiría al señor contar y manejar mano de obra para la edificación de grandes construcciones (obras de regadío, monumentos o centros ceremoniales). Es decir que, en concreto, el hallazgo en el registro de evidencias que apuntaran

a dar cuenta de algunos de los rasgos propios de una jefatura y su vínculo inmediato con otros que, aunque ausentes, se podían inferir a partir de la presencia de los primeros (por ejemplo el hallazgo de tumbas con ajuares suntuarios y alóctonos era un indicador de la presencia de un jefe y de su control sobre el intercambio, comportamiento necesario dado que legitimaba su posición en la pirámide social) se constituyó en la prueba suficiente de su existencia. Pero ¿es posible subsumir el cambio social a estos tipos preestablecidos?, ¿no es acaso simplificar el proceso de complejidad social, de por sí intrincado y variable histórica y regionalmente, a una manera única? En concreto el problema es que adoptar el concepto de jefatura implica partir de una categoría escencialista y universalizadora que entiende que sólo basta con “encontrar” en el registro los atributos diagnósticos apropiados (Nielsen 1998) y conlleva forzar los datos arqueológicos para dar cuenta de comportamientos o prácticas acordes a la definición de jefatura. Dos interpretaciones para la misma materialidad: entre las jerarquías y las heterarquías. Las discusiones actuales sobre la complejidad social están comenzando a replantear algunos de los supuestos más arraigados respecto al fenómeno Aguada. En este sentido, la lectura crítica de los trabajos de Laguens (2006) y Cruz (2007), nos van a permitir discutir estas ideas y, fundamentalmente, analizar los datos empíricos que las refuerzan o las cuestionan. En esta oportunidad, sólo dejaremos esbozados algunos de los lineamientos generales de cada uno de los planteos. Por un lado Laguens (2006, 2007) propone un análisis del PIR en base a una línea neoevolutiva que procura entender este momento como un período de mayor complejidad respecto al Formativo. Este proceso se habría originado de manera revolucionaria, dados los cambios abruptos que observa en el registro arqueológico de ambos períodos y el poco tiempo transcurrido. De esta manera, siguiendo las propuestas iniciales de Pérez (1992), plantea esta complejidad en términos de jerarquías y desigualdades sociales, de una institucionalización del poder y su manifestación material en la centralización política e ideológica en un grupo determinado por medio de la conformación de una jefatura3. Concretamente, en Ambato el proceso de complejización se materializa arqueológicamente a través de un marcado crecimiento demográfico, un 3 Aunque es válido aclarar que este autor no emplea explícitamente el concepto de jefatura, y plantea la noción de sociedades más complejas que las del Formativo Inferior anteriores al siglo IVd.C.

Capítulo IX. Sociedades Complejas en el NOA I: Aguada y el Período de Integración Regional

incremento en la producción agrícola que permitió maximizar la economía y generar excedentes, una sociedad internamente jerarquizada tanto política como socialmente y que originó en su seno el surgimiento de especialistas que desarrollaron una producción estandarizada4 y la existencia de jerarquías políticas en el valle que permitieron la centralidad de determinados sitios en el valle (Laguens 2006 y 2007). Así, la integración regional estaría representada por la circulación de algunos elementos que formaban parte del denominado “complejo felínico”, integrado también por otros motivos zoomorfos (ofidios) y antropomorfos (el “sacrificador”); en tanto que la visibilidad material de la jerarquización y desigualdad política estaría marcada por la existencia de los centros “complejos”, que conceptualmente condicen con los clásicos centros ceremoniales, dada la organización interna y disposición en el espacio de las estructuras arquitectónicas. Uno de estos sitios complejos es “Rinconada” o “Iglesia de los Indios” (Gordillo 2010), a través del cual se ha planteado una fuerte centralización político-religiosa para ese valle (Laguens 2006). Aquí montículos, plazas y plataformas se integran a una narrativa ceremonial que permite comprender, en palabras de Gordillo, la comunicación ritual en tanto “acción crítica para la transmisión ideológica y reproducción del poder social” (Gordillo 2010: 180). Esta disposición cargada de sentido se refuerza con la existencia de ofrendas y sacrificios humanos presentes en los montículos. Por otro lado, el planteo de Cruz (2006, 2007) propone una relectura de la evidencia partiendo de presupuestos diferentes respecto al concepto de 4 La identificación de producción estandarizada se usa para establecer la presencia de especialización, ya que grandes cantidades de productos altamente estandarizados se interpretan como los productos de una o de un número limitado de unidades de producción.

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complejidad, ya no en términos de desigualdades y de dominación, sino a partir del planteo de relaciones y vínculos complejos entre los hombres, el medio y el cosmos, expresados por la omnipresencia de un discurso iconográfico cargado de simbolismo que se extiende en todos los espacios de lo cotidiano (Cruz 2006). Por lo tanto, y a partir de los trabajos de campo genera una serie de líneas de indagación que le permiten cuestionar algunos supuestos, que podemos resumir en las siguientes preguntas: ¿Maximización de la economía o respuesta al riesgo?; ¿Centralización política o heterogeneidad de la sociedad?; ¿Religión y prácticas centralizadas o descentralizadas y domésticas, donde la figura del chamán cobra significación? En este sentido, todas esto cuestionamientos apuntan a poner en duda la visión tradicional que interpretan a Aguada como la expresión de una jefatura o señorío en la cual se manifiestan todos los elementos y rasgos de este “tipo de sociedades”. Por lo tanto Cruz piensa al PIR y a los grupos Aguada no en base al concepto de jerarquías, sino de sociedades heterárquicas, que en términos generales son entendidas como sociedades en las que la cooperación y la negociación constante, como estrategias superadoras del conflicto, constituyen los mecanismos que aseguran su reproducción –no su jerarquización y competencia. Para Cruz, su propuesta no implica negar la existencia de autoridades, sino la institucionalización de una en los términos tradicionales de las jefaturas. De la misma manera, niega la posibilidad de programas expansivos con los que tradicionalmente se ha vinculado al modelo de jefatura, centrado en evidencias como la ocupación acotada del territorio y en la existencia de una cierta autarquía económica. Así, propone una lectura diferente de la evidencia arqueológica que es, en concreto, desde donde se posiciona para fundar su interpretación.

Bibliografía Obligatoria Equipo de Cátedra 2012. Los Albores de la Historia. Lineamientos para un estudio histórico de los fundamentos de “Prehistoria y Arqueología”. Capítulo 9. Laguens, Andrés. 2006 Continuidad y ruptura en procesos de diferenciación social en comunidades aldeanas del valle de Ambato, Catamarca, Argentina (s. IV-X d.C.). Chungará (Arica). Vol.38, n.2, pp. 211-222. Cruz, Pablo. 2007 Hombres complejos y señores simples: Reflexiones en torno a los modelos de organización social desde la arqueología del Valle de Ambato (Catamarca). En Procesos Sociales Prehispánicos en el Sur Andino: La Vivienda, La Comunidad y El Territorio, compilado por Nielsen, A. E., M. C. Rivolta, V. Seldes, M. M. Vázquez y P. Mercolli, pp. 99-122. Editorial Brujas, Córdoba.

Bibliografía Ampliatoria González 1961-63. La cultura de La Aguada del Noroeste Argentino. Revista del Instituto de Antropología 2-3: 283-297. Cruz P. 2006. Complejidad y heterogeneidad en los Andes meridionales durante el Período de Integración Regional (siglos IV-X d. C.). Nuevos datos acerca de la arqueología de la cuenca del río de Los Puestos (Dpto. Ambato-Catamarca, Argentina). Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines 35 (2): 121-148. Gordillo M.I. 2010. De piedra, tierra y madera. Arquitectura y prácticas sociales en la Iglesia de los Indios (Ambato,

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Catamarca). En El Hábitat Prehispánico. Arqueología de la arquitectura y de la construcción del espacio organizado, editado por Albeck M.E., Sca!olin M. C. y Korstanje M. A., pp. 155-185. Universidad Nacional de Jujuy. Laguens A. 2004. Arqueología de la diferenciación en el Valle de Ambato. Relaciones XXIX: 137-159. Perez Gollán J. 1992. La Cultura de la Aguada vista desde el Valle de Ambato. Publicaciones del C.I.F.F. y H. Arqueología 46:157-174 Pérez Gollán, J.A., M. Bonnin, A. Laguens, S. Assandri, L. Federici, M. Gudemos, J. Hierling y S. Juez. 1996-97 Proyecto arqueológico Ambato: un estado de la cuestion. Shincal 6:115-124. Tartusi M. y V. Nuñez Regueiero 2001. Fenómenos cúlticos tempranos en la subregión Valliserrana. En Historia Argentina Prehispánica, dirigido por Berberián E. E. y Nielsen A., pp. 127-170. Editorial Brujas. Córdoba

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar la Unidad IX? Diferencias e implicancias de las discusiones de Aguada. Tratado por Equipo de Cátedra (2012), Laguens (2006) y Cruz (2007). Características del Período de Integración Regional en el contexto Andino. Tratado por Equipo de Cátedra (2012). Aguada y la estructuración de una sociedad jerárquica. Tratado por Laguens (2006) Aguada como una sociedad Heterárquica Tratado por Cruz (2007). Preguntas de Examen a) ¿Cómo se define el Período de Integración Regional? ¿Qué papel juega la ideología en su delimitación? b) Explica las diferencias entre la arqueología normativa y la neoevolutiva respecto al origen de Aguada y sus implicancias para comprender el proceso de complejización social. c) ¿Qué cambios y continuidades se pueden identifican entre el Formativo Inferior y el período de Integración Regional? ¿Cuáles de estos cambios fundamentan la noción de una mayor complejidad? d) ¿Qué evidencias arqueológicas permiten identificar y respaldar la noción de complejidad social y política a partir del 400 d.C. y cuáles se oponen? e) ¿Cómo interpreta Laguens la complejidad social y la emergencia de jerarquías entre las comunidades que ocuparon el valle de Ambato? ¿Qué evidencias arqueológicas le permiten respaldar esta propuesta? f) ¿Cómo entiende Cruz la complejidad social y la emergencia de jerarquías entre las comunidades que ocuparon el valle de Ambato? ¿Cómo se entiende el concepto de heterarquías en este contexto?

Capítulo X. Sociedades Complejas en el NOA II: El Periodo de Desarrollos Regionales

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Capítulo X- Sociedades Complejas en el NOA II: El Periodo de Desarrollos Regionales. El fin del primer milenio de nuestra era dio inicio a cambios significativos en las características, tamaño y distribución de los asentamientos humanos, un fenómeno que deja entrever importantes transformaciones en la sociedad que se advierten en toda la región de los Andes Circumpuneños. En este capítulo intentamos analizar estos procesos y poner en discusión la utilidad del concepto de jefatura para dar cuenta de los mismos. Características generales del Período de los Desarrollos Regionales Los últimos quinientos años de historia indígena del Noroeste de Argentina, entre los siglos X y XV d.C., se conocen como la época de los “Desarrollos Regionales” y se caracterizan por un fuerte crecimiento demográfico, la aparición de conflictos endémicos y por la estructuración de sociedades pujantes que poseían territorios bien controlados y defendidos. Al producirse en el siglo X el colapso de las sociedades que concentraban el poder político y religioso de La Aguada en la zona central del Noroeste, y el poder económico y político de Tiwanaku en el gran ámbito “Sudandino”, la situación general de la región fue de profundos cambios y transformaciones. Nuevas formas económicas y políticas se gestaron dando lugar a entidades sociales que entraron en competencia con otras organizaciones semejantes, tanto por pastos, agua y rebaños, como por otros factores. A mediados del siglo XIII estaban en funcionamiento “centros poblados” de varios cientos de habitantes y hasta miles, en los valles apropiados para la explotación agropecuaria y en los oasis de la Puna. Estos poblados permanentes podían ser pukaras o pseudopukaras, ubicados en las cimas de los cerros aprovechando la fragosidad del terreno para su estratégico emplazamiento (Rivolta 2002) o “pueblos viejos”, ubicados en terrenos bajos y planos. Con esos núcleos como cabeceras se inició el climax de crecimiento de las poblaciones en el Noroeste en el interior de cada una de las grandes unidades espaciales. Se ampliaban las diferencias en los aspectos sociales dentro de cada unidad espacial, y se gestaban sistemas políticos tendientes a la centralización del poder. Estos procesos ocurrieron en el marco de una intrincada red de alianzas. La delimitación de los espacios no impidió el intercambio, un tráfico regional a corta y larga distancia que articulaba todos los Andes meridionales, estableciéndose un tránsito y tráfico caravanero de llamas (Nielsen 2001). Las sociedades de esta época utilizaron al máximo los recursos disponibles y las posibilidades

productivas, la agricultura hidráulica estaba plenamente desarrollada. Se utilizaron los terrenos cultivables hasta límites superiores a los actuales, al igual que la colonización de otras franjas ambientales más bajas desde los núcleos densamente poblados de los valles. Se había explotado estas zonas gracias al desarrollo tecnológico que había incorporado el regadío en forma sistemática y el control de la erosión edáfica por medio de intrincados sistemas de terrazas y parcelas de cultivo. La población dispuso de una dieta más balanceada que en épocas anteriores, dado que podían cultivar variedades de maíz de buen rinde y practicaban una actividad ganadera intensiva, con abundante provisión de carne de camélidos. Se cultivaban además del maíz, papas, frijoles, quínoa y zapallos, variedades de ají y maní. Un complemento valioso fue la recolección de la algarroba y de los frutos del chañar. El excedente agrícola era almacenado en silos de varias clases. En el pastoreo de la llama, medio de subsistencia básico, las poblaciones combinaban el alimento de los rebaños en los pastizales de altura y los ciénagos (vegas) de fondo de valle. Durante este período se habrían acentuado las relaciones sociales desiguales, tanto en la organización del trabajo como en la distribución y el consumo de bienes. Hubo adelantos tecnológicos como en las obras de irrigación, y en el trabajo de fundición de los metales, realizando objetos de metalurgia con técnicas refinadas. Esto se ve reflejado en la instalación de talleres para la producción de objetos de alto valor social y simbólico por parte de artesanos especializados, que parece vincularse con el refuerzo y la consolidación de elites dentro de la sociedad (Tarragó 2000). Para Myriam Tarragó, las unidades mínimas estaban dadas por un asentamiento tipo pukara en lugares altos, desde el cual se ejercía un control del espacio agropecuario circundante, de los recursos de agua y pastos y de las viviendas de los campesinos que se distribuían en los terrenos bajos cercanos a los ambientes productivos.

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¿Cómo y por qué se dieron estos cambios? Muchos autores dividen al Período de Desarrollos Regionales en dos fases, la que abarca su etapa más Temprana que va desde ca. 900-1250 d.C., en donde hay un incremento gradual en el número y tamaño de los poblados, que abarcaban entre una y dos hectáreas de superficie con construcciones densamente apiñadas y que pudo albergar hasta un centenar de habitantes. Durante el siglo XIII se produjeron cambios dramáticos en la distribución y localización de los sitios que marcan el inicio de la segunda fase o Tardía de este período, que va desde ca. 1250-1430 d.C., en donde se emplazan distintos asentamientos estratégicamente ubicados en lo alto de los cerros, ejerciendo un dominio visual sobre su entorno y con dificultades de acceso. Estas características fueron a veces reforzadas mediante la construcción de murallas o parapetos. En tanto que estos sitios fueron aldeas o pueblos ingeniosamente emplazados y diseñados para facilitar su defensa, pero habitados en forma permanente. Muchos de estos sitios se encuentran a la vista uno de otro, lo que permitiría a estas comunidades comunicarse rápidamente y coordinar eficazmente sus acciones. El giro hacia una estrategia de asentamiento defensivo implicó muchas desventajas, entre las que cabe mencionar el hacinamiento o el distanciamiento de los campos de cultivo y de las fuentes de agua, cuyo acarreo cotidiano hasta las viviendas debió significar un esfuerzo enorme. Estos asentamientos llamados “pukaras”, no volvieron a ocuparse después de la conquista española, lo cual demuestra lo desfavorable que eran estos sitios para vivir. Por ello, es razonable inferir la inseguridad, asociada a un estado de guerra endémica, fue la principal causa del cambio en los modos de asentamiento. Esta conclusión se encuentra avalada por otros indicios de violencia, como los esqueletos con traumas o puntas de flecha incrustadas y los cráneos mutilados para facilitar su exhibición como trofeos. Otras evidencias podrían interpretarse como expresiones de preocupación por el conflicto, como sucede con la proliferación de armas y los cambios en su diseño, o con la insistencia en representar guerreros o escenas de combate en el arte rupestre. A esta época, siglos después, se la denominó de los Auca Runa o grandes guerreros. Existen diversas opiniones entre los arqueólogos sobre quienes se enfrentaban, ¿Por qué? y cuanta hostilidad existía realmente. No tenemos los elementos necesarios para responder a esta última cuestión, pero creemos que había suficiente violencia

Gráfico de Guamán Poma de Ayala que representa su mirada sobre la época previa a la unificación andina bajo el imperio Inka, la cual se caracterizó por los conflictos y que por eso denomina de los “Auca runa”, es decir de los guerreros. como para convertir la inseguridad y el temor en fuerzas determinantes de las decisiones cotidianas. Entre los factores que alimentaron los conflictos probablemente se encuentre un ciclo de pronunciadas sequías que, según investigaciones realizadas en los Andes Centrales, azotó el área andina durante los siglos XIII y XIV. Recientes estudios paleoclimáticos sugieren que ésta fue una época de mayor aridez hemisférica, avalando la idea de que se trató de un fenómeno climático generalizado. Un deterioro de estas características hubiera afectado la producción agrícola local, obligando a hacer un uso más eficiente del riego. Modelos y conceptualizaciones teóricas utilizadas para comprender el período: Por mucho tiempo los proyectos de investigación que abarcaban éste y otros períodos tomaban en sus programas los modelos neo-evolucionistas, poniendo énfasis en el concepto de “Jefatura”, y su aplicación a las sociedades del Noroeste Argentino. Se encuentra allí la idea de que la variabilidad de la organización

Capítulo X. Sociedades Complejas en el NOA II: El Periodo de Desarrollos Regionales

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de los grupos humanos puede ser reducida a un número limitado de tipos (definibles mediante un conjunto de rasgos sociales, políticos y económicos funcionalmente articulados) y que el cambio consiste en el tránsito reiterado, en diferentes lugares y épocas, de poblaciones concretas de un tipo de organización a otro. Estas tipologías socioculturales se formulan cada vez más acabadas y se identifican principios universales que rigen la transformación de un tipo de sociedad a otro (Service 1962, Fried 1967).

aceptado y sin mayor discusión su formación política centralizada, el control firme de la economía por el jefe y sus allegados, principalmente por la producción artesanal especializada y el tráfico caravanero, al igual que la producción agrícola intensiva, y que los asentamientos principales se organizaban según modelos urbanos con “sectores de elites”, con mejores técnicas constructivas y características de sus materiales en sus viviendas, uso de bienes de prestigio, etc.

El modelo de Jefatura, Cacicazgos, Chiefdom, Señoríos, Sociedades de Rango o “Sociedades Complejas”, es uno de los más utilizados por los programas de estudios sociales, antropológicos y arqueológicos, para explicar el cambio social, aludiendo a sociedades centralizadas y dotadas de desigualdades sociales institucionalizadas que integran a poblaciones del orden de miles o decenas de miles de personas (Carneiro 1981, Earle 1978).

El planteo de Sociedades Corporativas:

Para financiar las políticas y prácticas que sustentan la centralización y desigualdad social, controlan la producción y/o distribución de recursos económicos estratégicos, bienes de subsistencia y/o riqueza. Los liderazgos centralizados surgirían a través de la capacidad de los jefes por administrar el bien común, por ejemplo, coordinando la defensa, el tráfico a larga distancia o las obras de irrigación y acumular para distribuir en épocas de escasez. El evolucionismo cultural y sus tipologías ingresaron en la arqueología del Noroeste Argentino en la década del 70`, y se establecieron las bases de las secuencias cronológicas regionales. Se intentaron interpretar los contextos arqueológicos prehispánicos, utilizando las tipologías “Banda-Tribu-Jefatura-Estado” y “Sociedad Igualitaria-Sociedad de Rango”. De esta forma entonces, el Período de Desarrollos Regionales fue asociado con sociedades del tipo de Jefatura, en donde los fundamentos arqueológicos de esta atribución son: la existencia de relaciones jerárquicas entre asentamientos, inferidas principalmente en base a sus diferentes tamaños, que sugieren procesos de integración multicomunitaria que comprenden a poblaciones de considerable magnitud; y a variaciones en el registro funenrario, como indicadores de desigualdad social, bajo la premisa de que el tratamiento mortuorio es un reflejo de la posición que tuvo el difunto en la estructura social. Se utilizan también, referencias etnohistóricas de la existencia de “curacas”, con autoridad sobre varias comunidades o regiones enteras como el Valle Calchaquí o la Quebrada de Humahuaca. Una vez establecidas su pertenencia a las Jefaturas, se da por

En sus primeras formulaciones el modelo de jefatura estuvo fuertemente basado en la formulación etnohistórica polinésica, ignorando el rico acervo etnográfico y etnohistórico existente sobre vastas porciones del planeta como África, Asia y América donde se registran sociedades con formaciones políticas segmentarias que permitían integrar a vastas poblaciones mediante instituciones complejas pero descentralizadas. Los europeos interpretaron las estructuras de liderazgo que encontraron en los Andes a partir de las categorías del modelo de organización medieval, con cadenas descendentes de delegación de autoridad a partir de un monarca, incorporándolas así a las concepciones que presidían las jerarquías nobiliarias en la Europa de entonces. De allí la imagen de los curacas o dirigentes étnicos registrada en la documentación es similar a la de los señoríos feudales europeos y por eso se alude a las formaciones sociales andinas como “Señoríos”. La literatura etnohistórica sin embargo, indica que estas sociedades tenían una marcada orientación corporativa y estaban dotadas de múltiples mecanismos institucionales que regulaban el ejercicio del poder político y restringían la acumulación económica por parte de los individuos o linajes particulares. Estas estructuras se constituyen entonces en lo que se ha dado en llamar “modo corporativo de acción política” (Blanton et al. 1996) o “comunalismo complejo” (McGuire y Sai#a 1997), caracterizados por la formalización de “comportamientos igualitarios”, estrategias que sin negar la desigualdad social, intentan nivelar dichas inequidades. La base de las formaciones segmentarias andinas estaba constituida por el ayllu, grupo de personas que se concebían como parientes por descender de un antepasado común (real o mítico) y administraban corporativamente recursos estratégicos asociados a la tierra como parcelas de cultivo, agua y pastos. En un nivel mínimo estas unidades incluían a centenares de familias, a menudo residentes en distintas comunidades, siendo ayllus menores y los ayllus mayores que abarcaban hasta miles de personas, en

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un grupo étnico o confederaciones. Las coaliciones resultantes eran capaces de contener a varios grupos étnicos y decenas de miles de integrantes, sin que estas “parcialidades” o “unidades constitutivas” perdieran su identidad ni autonomía política relativa. En el mundo Andino los ayllus y sus relaciones políticas, tuvieron ligadas dos lógicas a sus experiencias y prácticas de los actores, una es el territorio y la otra es el parentesco. El territorio se ancla en la experiencia común de un lugar y en la voluntad de defenderlo y administrarlo, pero también en la de acceder a zonas productivas diferentes en los Andes, que se distribuyen a considerable distancia como en toda zona montañosa, asociadas al control de territorios continuos y discontinuos, en fajas altitudinales y zonas de concentración de recursos (Nielsen 2006). En cuanto al concepto de parentesco, la línea de linaje se centraba en el ayllu, en torno a un conjunto de creencias referentes a orígenes comunes y a una jerarquía de antepasados concebidos como propietarios últimos de la tierra y fuentes de toda autoridad. Los recursos y el rango que usufructuaba cada linaje o ayllu eran los que les correspondían como descendientes de determinadas figuras ancestrales, reales o míticas. Esto estaba ligado a ciertos rasgos del entorno natural, como por ejemplo, cerros, rocas, o también a objetos como emblemas de mando, el cuerpo del ancestro u otras materialidades que lo representaban como sepulcros, monolitos, imágenes o textiles (Duviols 1979; Isbell 1997; Kaulicke 2001).

En cada nivel de la jerarquía segmentaria el poder político era ejercido por una autoridad jilaqataayllus menores, o mallku-ayllus mayores o mitades, capac mallku para el grupo étnico o confederación. Eran asistidas a menudo por una “segunda persona” cuyas atribuciones podían abarcar desde el cogobierno hasta el reemplazo o sucesión. En ciertos contextos estas autoridades masculinas debían oficiar conjuntamente con sus esposas o t´allas (Pla" 1987; Rasnake 1989). Conclusiones Se presentaron a grandes rasgos dos conceptualizaciones teóricas, los lineamientos neoevolucionistas y las estrategias corporativas, que tratan de definir en forma diversa el carácter de las formaciones políticas que gobernaron los destinos de las comunidades del Noroeste Argentino durante este período del siglo X al XV, denominado de los Desarrollos Regionales. A través de formas distintas de interpretar al registro arqueológico y su contexto, se dan ejemplos de cómo los diferentes programas de investigación abordan su objeto de estudio, sitios, artefactos, fuentes documentales, etc., intentando dar cuenta para construir el relato de la narración histórica prehispánica.

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar la Unidad X? Diferencias e implicancias de las discusiones del Periodo de Desarrollos Regionales. Tratado por Equipo de Cátedra (2012), Tarragó (2001) y Nielsen (2007). Marcos interpretativos de los proceso de evolución social. Tratado por Equipo de Cátedra (2012), Tarragó (2001) y Nielsen (2007) Las sociedades del Periodo de Desarrollos Regionales como jefaturas. Tratado por Tarragó (2001). Las sociedades del Periodo de Desarrollos Regionales como organizaciones corporativas. Tratado por Nielsen (2007).

Capítulo X. Sociedades Complejas en el NOA II: El Periodo de Desarrollos Regionales

Preguntas de Examen a) ¿Cuáles son los principales procesos sociales que se dan en el Período de Desarrollos Regionales? b) Explica las diferencias entre la arqueología neoevolutiva y post-procesual respecto a las formaciones sociales y políticas del Periodo de Desarrollos Regionales. c) ¿Qué evidencias arqueológicas permiten identificar y respaldar la noción de complejidad social y política entre los grupos humanos del sur andino entre 1000 d.C. y 1470 d.C. y cuáles se oponen? d) ¿Cómo interpreta Tarragó la complejidad social y la emergencia de jerarquías entre las comunidades del Periodo de Desarrollos Regionales? ¿Qué evidencias arqueológicas le permiten respaldar esta propuesta? e) ¿Cómo entiende Nielsen a las formaciones sociopolíticas del sur Andino del Periodo de Desarrollos Regionales? ¿Cómo se entiende el concepto de corporativismo en este contexto y cuál es el aporte de la información etnohistórica al mismo?

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Capítulo XI. Sociedades Complejas en el NOA III: El Dominio Inka del Noroeste Argentino

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Capítulo XI- Sociedades Complejas en el NOA III: El dominio Inka del Noroeste Argentino. Se intenta en este capítulo reconocer las estrategias de expansión que implementaron los Inkas para incorporar los territorios al sur de su imperio el “Tawantinsuyu”, que denominaron “Kollasuyu”, o región de los Kollas. En esta zona geográfica se incluye al norte grande de Chile, al altiplano y sur de Bolivia y al Noroeste de Argentina. También se exploran las probables respuestas que llevaron adelante las sociedades locales preinkas a esta invasión, como analizar las diferentes evidencias arqueológicas que prueban la presencia efectiva del Imperio Inka en estas tierras. Caracterización del poder Imperial Inka: Se ha intentado explicar el proceso que llevó al Estado Inka a controlar y administrar los territorios y poblaciones localizados al sur del Cusco, que corresponden a las regiones del extremo norte de Chile, extremo sur de Perú y noroeste Argentino. Durante años, se trabajó con modelos emanados de la etnohistoria, construyendo una historia andina basada en documentos escritos, quedando como desafío implícito y explícito su verificación y complementación arqueológica, respuesta que en los últimos años la arqueología regional ha intentado dar cuenta. El área aunque presenta espacios marginales en relación a los Andes Centrales. Septentrionales y Circumtiticaca bajo el control del Estado Inka, fueron integrados al sistema imperial macro andino. La anexión y administración de nuevos territorios presenta diferencias substanciales en los niveles de inversión estatal y sus efectos en las sociedades locales. En este mosaico ecológico y político del Área Andina necesitamos preguntarnos si existieron políticas estatales generales que se negociaron y acomodaron a las condiciones ecológicas y sociales de las provincias, y a la resistencia o anuencia de las comunidades conquistadas. La expansión ocurrió en algunos casos, bajo un sistema de administración efectivo, lo que significó que las poblaciones locales fueron integradas alas estructuras políticas, económicas e ideológicas del Inka. Fue en este proceso en donde las sociedades locales vivieron en tensión de aceptar las políticas del estado, ya fuera por adhesión voluntaria o por imposición del estado debido a circunstancias de resistencia social. En otros casos es posible que cierto tipo de mecanismos ideológicos fueran los que pudieron suceder. La arquitectura inka, tomada como indicador, fue además de una decisión constructiva o monumental, un acto simbólico de apropiación de la “tierra”. Esto permitió reformular el espacio preexistente e introducirlo materialmente en el

reino de lo político y simbólicamente inka. En este sentido consideramos apropiados los conceptos de exclusión y de asociación, para plantear las lógicas de la organización espacial. Sin embargo, la dominación en lo puramente simbólico a través de las construcciones, seguramente no habría podido ser ejercida sin un dominio simultáneo en lo social. Por ello debió ser sumamente importante la toma de decisiones sobre la ubicación de los emplazamientos inka en relación a una arquitectura local ya existente. Pero este concepto de asociación involucra a su vez un doble juego o contradicción, por un lado la aparente armonía entre lo inka y no inka y al mismo tiempo una segregación de lo inka a través de sus expresiones materiales. Son ejemplos de asociación la presencia de sectores con arquitectura inka en poblados preexistentes como ocurre en los sitios de Pucará de Tilcara, La Huerta, La Paya, etc. Pero junto a este principio de asociación se dispone otro de exclusión que marca diferencias en el manejo de la espacialidad entre el dominio de lo inka y lo local. En ambos casos el Inka se mezcla con local pero al mismo tiempo se separa estableciendo una distancia social (Williams y D´Altroy 1998). Entonces, la construcción de una infraestructura física para facilitar la administración estatal en los espacios conquistados fue un factor importante para la expansión del Estado Inka, sumado esto a la pacificación de territorios intermedios al interior de la región andina controlada para contener posibles grupos hostiles. El Estado debía reducir al mínimo la posibilidad de levantamientos contra el sistema, ya fuera en forma de asaltos a caravanas, áreas de almacenaje u otras instalaciones estatales (Nuñez y Dillehay 1995). Se ha postulado, que el Estado Inka tuvo una intervención política, económica e ideológica con distintos matices en el norte de Chile, sur de Perú y Noroeste de Argentina (Santoro et al. 2000; Williams et al. 2008). Por un lado el control indirecto de estas regiones, y por el otro el intento de control mediante la construcción de instalaciones para manejar

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la administración y la seguridad del territorio conquistado, por ejemplo: evitar las incursiones de los chiriguanos al interior del Noroeste Argentino. Sin embargo, la mayoría de estas instalaciones imperiales no presentan características defensivas, o se registraron eventos de destrucción de grandes poblados preincaicas, como La Paya, Tolombón o Rincón Chico, excepto en el sitio de Los Amarillos en la quebrada de Humahuaca; lo que podría sugerir que se recurrió a otras estrategias para la conquista como la negociación con las elites locales y no a un enfrentamiento armado a gran escala (Nielsen y Walker 1999; Uribe 1999-2000; Uribe et al. 2000). Los resultados de las investigaciones arqueológicas presentadas por Williams, nos introducen un panorama diverso y versátil al referirse al modelo de expansión y dominación de territorios del Kollasuyu por parte del Estado Inka. Las diferencias sustanciales en los niveles de intervención imperial nos presentan una ocupación por momentos intensiva en algunas áreas, de corta duración en otras y que estuvo sujeta tanto a un control administrativo organizado por el Cusco conformando provincias administrativas como a través de alianzas con jefes étnicos. Estas formas alcanzaron esferas políticas, económicas e ideológicas. Como por ejemplo: santuarios de altura localizados en cumbres de cerros, pukaras con mayor y menor visibilidad, para producir no solo la defensa como en sitios preinkas, sino un recordatorio de la imponencia imperial. Otros sitios son construidos en forma separada de las poblaciones locales es decir en un esfuerzo por segregar al espacio estatal. Podemos afirmar entonces, que el modo de dominación Inka, se presenta variable en cuanto a adecuar sus políticas generales a las condiciones locales, con el objeto de asegurar sus intereses y demandas centrales. Analizando casos de resistencia a la dominación: En cuanto a las respuestas por parte de las comunidades locales preinkas, se sabe que muchas articularon sus producciones y características de sociedades complejas, a los requerimientos del poder invasor del Tawantinsuyu, no solo aceptando directivas emanadas del poder imperial inkaico, sino con un espacio de resistencia y de doble influencia entre sociedades dominadoras y dominadas (González y Tarragó 2004). En ciertos territorios por ejemplo en el valle de Yocavil, en su extremo meridional, se han observado numerosas evidencias arqueológicas que llevan a pensar en un papel activo y de no sumisión automática a los lineamientos e influencias del poder

inkaico; más bien la persistencia en motivos cerámicos y metalúrgicos nos llevan a pensar en cambios y en continuidades históricas que incluyeron motivos iconográficos de representaciones preinkas propios de las sociedades locales, sin incluir mano de obra extraña al valle y de zonas aledañas, utilizando a los artesanos idóneos –ceramistas y metalurgistaspropios de la región, plasmando en sus producciones motivos ya existentes y realizando resistencias simbólicas. Esto se puede observar en las producciones de pucos en épocas inkaicas de la cerámica de estilo santamariano bicolor, con correlación a la alfarería Famabalasto Negro Grabado, gozando de un reconocimiento cultural cuzqueño y por ello de sumo interés por parte de las autoridades imperiales que difundieron estas piezas hacia asentamientos estatales externos al valle de Yocavil. Algo similar ocurrió con la producción metalúrgica, si bien con la irrupción del Tawantinsuyu se produjeron objetos del catálogo imperial, también continuaron grandes discos y las campanas ovales. Se introdujeron cambios en la organización de la producción metalúrgica, todos ellos tendientes a promover un aumento en la escala de salida de productos, se fue manteniendo el estilo tecnológico de procesamiento de los materiales y del personal idóneo para llevarlos a cabo, siendo posible su traslado a otros centros metalúrgicos fundados por el inkario en los Andes del sur (González et al. 1999). A la vez, que se han registrado cambios en la arquitectura de ciertos sitios como en Ampajango por ejemplo, en otros como en Rincón Chico se observa que el amplio escenario ceremonial preinka no se ha modificado, sino más bien profundizado, es en este esfuerzo por enfatizar las huancas del piedemonte que continúan operando como en los tiempos anteriores, lo que podría señalar que algunos segmentos de la población reprodujeron y mantuvieron el sistema de creencias ancestral. Es en este contexto, que analizando tanto los cambios como las continuidades que se advierten en la cultura material y en los espacios rituales, nos están hablando de la multiplicación de fenómenos de resistencia cultural y señalan no sólo las estrategias desplegadas para la adecuación de un nuevo orden, sino también los esfuerzos para mantener y subrayar una diferenciación social y simbólica, representando el territorio de Yocavil meridional en un interesante caso para el estudio de los mecanismos de resistencia a la dominación por parte de las sociedades locales al Tawantinsuyu.

Capítulo XI. Sociedades Complejas en el NOA III: El Dominio Inka del Noroeste Argentino

Diferentes Hipótesis Utópicas de la dominación Imperial Inkaica: La conquista, anexión y dominio administrativo de los Andes del Kollasuyu, se produjo durante el reinado de Thopa Inka Yupanki, que de acuerdo a la cronología del cronista Pedro Sarmiento de Gamboa, corresponde al año 1471. Existen diferentes teorías utópicas sobre el devenir de los inkas como imperio y su hecatombe final. La primera utopía glorificaba un imperio pacífico, dond la bondad de los gobernantes y gobernados hacía imposible la injusticia. Este imperio ponía orden sobre los pobladores atrasados y generaba una protección en donde la abundancia eliminaba el hambre. Análogo al menos en parte al crecimiento del estado moderno sobre la anarquía feudal, narrada por los autores renacentistas. El segundo planteo, también utópico definía el avance del estado inka con violencia y con guerra cruel. Así gobernaba a otros pueblos entre la opresión y la injusticia. Ni una postura ni la otra, fueron sustentadas con verdaderas fuentes documentales, al igual que la comparación con un “imperio socialista inka”. Una tercera teoría trataba sobre el avance conquistador y su legitimación sobre la versión de la evangelización y de la civilización, a modo de justificación frente a la invasión y dominio en suelo americano. Se coincide actualmente en el planteo de que estas posturas son extremas y se vuelve la mirada científica sobre el registro arqueológico, más precisamente en el patrón de asentamiento arquitectónico del kollasuyu, que cubría un territorio de 800.000 Km2, habitados por comunidades locales, sobre un total de 1.700.000 Km2, del Tawantinsuyu. Evidencia del registro arqueológico con características imperiales: Las pruebas arqueológicas que constatan la presencia inka en el Kollasuyu, se pueden inscribir en una larga lista de diversas tecnologías, artesanías e instalaciones edificadas con arquitectura en piedra y adobe que tapizan los Andes en todos sus paisajes. El estilo alfarero inkaico, que se caracteriza por diseños geométricos ejecutados con tonalidades rojas, negras y blancas se extendió lo largo y ancho del imperio por ejemplo en vasijas cerámicas que poseen un cuello muy estrecho, una forma de media esfera y una gran asa lateral, con una funcionalidad de transportar líquidos como agua o chicha, al igual que en las comunidades andinas actuales, denominados

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“aríbalos”, estas vasijas, se ubicaban en las espaldas o en el lomo de una llama. También platos planos denominados pucos con imágenes que sobresalen en el borde con forma de animales como aves llamados “pucos patos”. O también vasos con formas de base plana y paredes levemente abiertas, que los Inkas heredaban de la vieja tradición cultural Tiwanaku, denominados “keros”. Existen también artefactos de bronce, que si bien continuaban una tradición metalurgista por parte de las comunidades locales pre-inkas, incrementaron una producción en serie, como por ejemplo en las armas como las macanas, porras, hachas en formas de “T”, cuchillos llamados tumis, bolas de lanzar y mazas estrelladas, de plata, cobre y algunas de oro, y otros objetos de oro como los idolillos, etc. La industria textil en tiempos de los Inkas fue prácticamente monopolizada por el Estado, estableciendo un geometrismo iconográfico, que se observa en la alfarería. Se presentaba como elemento de redistribución popular, cómo dádivas o como pago a los ejércitos y como tributo exigido a los pueblos conquistados. Se observan prendas hechas en este arte milenario como ropas finas, “cumbis”, camisetas “uncus”, gorros y ropas pequeñas utilizadas para vestir a los idolillos, que acompañaban a las ofrendas en los nevados andinos. El arte textil se presenta también en una forma de contabilidad llamado “Kipu o Quipu” elaborado con un intrincado sistema de nudos de diferentes tamaños y colores. Arquitectura y Urbanismo Inka: La diversa evidencia del registro arqueológico establece la influencia inkaica en el kollasuyu, pero ninguna prueba es tan certera como la impronta arquitectónica que nos aporta importante información sobre la funcionalidad de los distintos sitios en donde los Inkas realizaban sus actividades cotidianas y plasmaban su cosmovisión, es decir su manera de ver el mundo. Se presentan a continuación diferentes instalaciones con variadas funcionalidades construidas y fundadas por los inkas, como por ejemplo: 1-Las Tamberías: eran unidades de asentamiento ubicadas a la vera de los caminos, funcionaban como verdaderos hoteles que servían para el descanso y aprovisionamiento de hombres y animales. Allí se refugiaban caravanas de funcionarios, servidores y de llamas cargadas, que transitaban continuamente por la red vial inka.

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2-Los sitios con arquitectura militar-Pukaras: eran sitios con infraestructura militar, estas guarniciones se ubicaban en lo alto de los cerros y mesetas, delimitando por un lado las fronteras geopolíticas de la avanzada Inka en el Kollasuyu, es decir pukaras fronterizos; y por otro lado los internos en donde se necesitaba la reafirmación de la presencia inkaica, asociados a centros administrativos y a enclaves de explotación económica. 3-Los Santuarios Inkas: fueron la única comunidad en el mundo que ocupó aunque transitoriamente altitudes por encima de los 4000 metros, en estas cumbres se presentan condiciones desfavorables al asentamiento humano y marcan el simbolismo profundo que daban al culto solar y a la fertilidad. Estos santuarios de altura presentan construcciones circulares y otras a manera de montículos de piedra o una piedra como sacrificios humanos-niños adolescentes y adultos- con ricas vestimentas confeccionados en textiles. 4-Los Centros tributarios y administrativos: estos sitios cumplieron las funciones más relevantes dentro del Estado y están representados por sitios que poseen mayores estructuras. Poseían un trazado urbano en menor escala que el del Cuzco, habían sido Cuentan con edificios más representativos de la redistribución de bienes y servicios realizados por el Estado Inka, cuentan con una arquitectura inka, como la Kallanka grandes galpones de almacenaje y lugar de ceremonias en épocas de lluvias. El Usnu o trono en donde se sentaba a juzgar y legislar el

gobernador provincial, las Collcas o depósitos, las Aklla-Huasi o casa de las tejedoras, etc. Fueron construidos en lugares estratégicos, sin ocupaciones previas y están próximos a recursos como son los de explotación minera de cobre, oro, plata, estaño, galena, etc. En su seno, vivían las autoridades locales en donde se realizaban la redistribución y tributo. Existen en sus inmediaciones evidencia arqueológica de mano de obra transferida desde otros ámbitos como son los mit maq. 5- Los Caminos Inkaicos: la red vial inka fue la poseedora de los elementos fundamentales sostenedores del andamiaje del Imperio. Verdaderas vías de penetración, circulación y tráfico, que se extienden a lo largo de dos ejes, uno de la costa que transcurría por Chile y el otro por el altiplano de Bolivia y de Argentina, o “camino de la Sierra”, junto a otros transversales que unían a los dos tramos. Poseían alrededor de 20.000 km, de extensión por todo el Tawantinsuyu, y fue imprescindible para unir a todo el imperio, y potenciar la movilidad y la transmisión de información, el desplazamiento de grandes grupos humanos con diferentes fines, transportes de bienes, especias, desplazamientos de ejércitos, etc. Así afianzó sus territorios, pudo prevenir cualquier intento de levantamiento de otros grupos y consolidó su dominio y transporte hacia el Cuzco de metales, granos, piedras semipreciosas, en fin hombres y camélidos necesarios para tantos servicios y tributos.

¿Qué temas deben quedar claros después de estudiar la Unidad X? El imperio inka en el kollasuyu. Tratado por Equipo de Cátedra (2012), Williams (2010), Berberián y Raffino (1991) y González y Tarragó (2006). Infraestructura impeial en el Sur Andino. Tratado por Equipo de Cátedra (2012), Williams (2010) y Berberián y Raffin0 (1991) Transformación de trabajo durante la conquista inka del kollasuyu. Tratado por González y Tarragó (2006).

Preguntas de Examen a) ¿Qué es un estado expansivo? ¿Cómo puede entenderse, dentro de esta categoría, al estado inka? b) ¿Qué estrategias utilizaron los Inkas para someter a los pueblos surandinos? c) ¿Cómo se resistieron las poblaciones locales? d) ¿Cómo se estructuró materialmente el estado?

anexo - ¿Cómo se rinde un examen final de prehistoria y arqueologia? En este breve escrito intentamos presentarles algunas sugerencias básicas de cómo rendir un examen final en Prehistoria y Arqueología. •

Un examen final es la instancia clave de cada materia donde se evalúa el conocimiento global que ha adquirido el estudiante en la misma. Su nota se computa en el análitico, por lo que un mal resultado repercutirá en el promedio general de la carrera. Éste puede convertirse en una herramienta fundamental para acceder a puestos laborales, por lo que es necesario tener buenos resultados, los cuales se logran estudiando sistemáticamente. Si se presentan dificultades al preparar la materia se debe recurrir a los docentes de la misma en horarios de consulta.



El examen final incluye TODOS los temas del programa de estudios vigente en el momento en que se regularizara la materia. Los alumnos libres deben conocer el contenido total del programa vigente al momento de rendir. Por lo tanto este último debe servir como guía permanente de estudio.



Para alumnos regulares, el examen se inicia con el desarrollo de un tema elegido por el estudiante, después del cual se abre una serie de preguntas del programa de estudios. Por ello es muy importante presentarse al examen con un buen tema preparado correctamente problematizado, acotado y desarrollado.



¿Cómo se prepara el tema? El tema debe estar bien problematizado. Es decir que se deberá intentar responder a una pregunta relevante, la cual se debería formular en la introducción de la exposición, en la cual también se debería acotar el problema espacial y temporalmente. El desarrollo debe contener las reflexiones y datos relevantes por lo cual hay que realizar una selección de los contenidos a desarrollar, que no sean insuficientes, pero tampoco irrelevantes. Este desarrolo debe tratar de incorporar también, y si fuera correspondiente, los debates vigentes en torno a la temática discutida. Finalmente se debería llegar a una breve conclusión o reflexión final.



Para alumnos libres el contenido del examen es exactamente el mismo, pero el examen consta de una primera parte escrita, que debe ser aprobada para pasar al examen oral, en el cual los docentes de la mesa realizarán una serie de preguntas abiertas. Por lo tanto, el examen libre no es imposible de aprobar, pero debe considerarse que la nota resultante de esa evaluación también va al analítico.



¿Cómo se responden las preguntas de un examen? ante una pregunta en un examen hay que reflexionar bien qué se está interrogando, ordenar mentalmente las ideas que se tratarán y la vinculación entre ellas. Recién después de este análisis hay que empezar a hablar, en tranquilidad, exponiendo las ideas, no repitiéndolas sin escucharse a sí mismo.



¿Se preguntan detalles en arqueología? NO. Los arqueólogos no estudiamos detalles de memoria, tratamos de entender los mismos procesos analizados por los historiadores, a partir del registro material. Por ello al estudiar, hay que tratar de retener los procesos generales analizados, las discusiones teóricas en torno a ellos, y si es necesario, qué papel juega tal o cual aspecto del registro arqueológico en determinadas explicaciones.



El examen final se rinde en mesas que dispone el despacho de alumnos de la facultad siete veces al año (febrero, marzo, mayo, julio, septiembre, noviembre y diciembre). Las inscripciones a las mismas, obligatorias para poder ser examinado, se hacen en el despacho de alumnos o a través Guaraní, con varios días de anticipación. Por lo tanto se debe considerar ese aspecto administrativo que no podrá ser modificado por los docentes el día del examen.



Como en todo acto público un examen final implica la generación de algunos documentos de constancia. Acta de examen: el acta de examen debe incluir al alumno examinado y los miembros del tribunal examinador. En ella el docente incluirá la nota de la evaluación y el alumno su firma. Libreta de estudiante: como documento del alumno, la misma deberá ser puesta a disposicón del tribunal para corroborar la regularidad en la materia y colocar la nota de la evaluación firmada por el profesor a cargo de la mesa. Sin esos dos documentos, un examen no puede ser desarrollado.

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