Los 6 Secretos Para Tener Una Relación Duradera - Mark Goulston

September 23, 2017 | Author: Clint Benjamin | Category: Happiness & Self-Help, Love, Anger, Communication, Truth
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Descripción: La profunda sensación que produce enamorarse sólo puede ser superada por la angustia de perder ese amor. En...

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Los 6 secretos para tener una relación duradera Mark Goulston, M.D. con Philip Goldberg T raducción Elvira Maldonado G R U P O

EDITORIAL

norma Bogotá, Barcelona, Buenos Aires, Caracas, Guatemala, Lima, México, Miami, Panamá, Quito, San José, San Juan, Santiago de Chile, Santo Domingo

Goulston, Mark Los 6 secretos para tener un relación duradera / Mark Goulston; traductor Elvira Maldonado. - Bogotá: Editorial Norma, 2001. 268 p.; 23 cm. ISBN 958-04-6405-7 1. Matrimonio 2. Relaciones de pareja 3. Amor I. Maldonado, Elvira, tr. II. Tít. 306.81 cd 20 ed. AHG4713 CEP-Biblioteca Luis-Angel Arango Edición original en inglés: The 6 Secrets of a Lasting Relationship How to Fall in Love Again - and Stay There de Mark Goulston, M. D. con Philip Goldberg Una publicación de G. P Putnam’s Sons 375 Hudson St. New York, NY 10014 Copyright © 2000 por Mark Goulston, M.D. Copyright © 2001 para toda Latinoamérica por Grupo Editorial Norma, S. A. Apartado Aéreo 53550, Bogotá, Colombia. http://www.norma.com Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de este libro,

por cualquier medio, sin permiso escrito de la Editorial. Impreso por Imprelibros S. A. Impreso en Colombia — Printed in Colombia Edición, Lucrecia Monares Adaptación del diseño original de cubierta de Royce M. Becker Diagramación, Vicky Mora Este libro se compuso en caracteres Times ISBN: 958-04-6405-7

Para Lisa y Lori, que han si do la guia de nuestro profundo amor.

Contenido Introducción

1. Los seis pilares del amor duradero Cómo construir unas bases sólidas

2. Química Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar

3. Respeto ¿Qué significa para usted?

4. Goce Coma, beba y pásela bien

5. Aceptación Tú estás bien, yo estoy bien

6. Confianza Yo confío en ti, tú confías en mí

7. Empatia Póngase en el lugar del otro

8. Cómo hacer para que el amor perdure Guardar los seis secretos

Introducción Si sólo pudieras amar lo suficiente, serias el ser más feliz y poderoso del mundo. EMMETT FOX

La profunda sensación que produce enamorarse sólo puede ser superada por la angustia de perder ese amor. En mayor o menor medida usted ha enfrentado esta angustia, y por eso se interesó en este libro. ¿Enamorarme de nuevo? Una voz interior muy escéptica le dice: “Si sólo... pero ha corrido mucha agua bajo el puente como para que ello sea posible”. Quizá piense que la única manera de volver a enamorarse es encontrar a otra persona (una posibilidad con la que ha fantaseado y que tal vez, incluso, ha considerado). O es posible que se haya hecho a la idea de que nunca más experimentará ese maravilloso sentimiento. Se ha establecido, nunca pensó que su vida sería así, pero qué más da... comparada con otras, su relación no está mal. Sin embargo, y a pesar de su escepticismo, está leyendo este libro. Ansia de corazón recuperar aquello que un día tuvo con su pareja, y en esta ocasión no dejarlo ir. “Quizá, sólo quizá, esto es posible”. Sí, es posible. En más de veinticinco años de práctica como psicoterapeuta he ayudado a cientos de parejas a reparar, reconstruir y reiniciar su amor. También he ayudado a muchísimos hombres y mujeres a enamorarse de nuevo después que una relación los dejó con el corazón destrozado, llenos de suspicacia y escepticismo. Se puede lograr, y es más sencillo de lo que creemos. Basado en más de diez mil horas de terapia con parejas, he llegado a la conclusión de que éstos son los seis secretos de una relación perdurable: 1. Mantener la química funcionando. 2. Tratar a su pareja con respeto y merecer el de ella. 3. Nunca dejar de lado el goce 4. Aceptarse uno al otro a pesar de los mutuos defectos. 5. Merecer la confianza del otro.

6. Mantener siempre el contacto con empatia. La estructura de una relación íntima descansa sobre seis pilares, núcleo de cada uno de los seis secretos: química, respeto, goce, aceptación, confianza y empatia. Todos deseamos sentir que existe verdadera química entre nosotros y nuestra pareja, y saber que ésta siente lo mismo por nosotros. Todos deseamos ser respetados, y respetar. Todos deseamos disfrutar de la compañía del ser amado, y saber que éste disfruta con la nuestra. Todos deseamos aceptar a nuestra pareja, y ser aceptados por ella. Todos deseamos sentir una profunda empatia con el otro comprender qué piensa y qué siente y saber que también comprende lo que nos pasa. La causa de muchos de los problemas de pareja es, con frecuencia, la pérdida de uno o más de estos elementos indispensables. Si no los refuerza con cierta periodicidad, es inevitable que vayan cediendo bajo la presión del matrimonio y de la vida familiar; lo mismo sucede con las presiones de una larga relación de amistad entre dos personas. Si no logra identificar qué está fallando ni tomar las medidas necesarias para repararlo, el deterioro se acelerará y se encontrará con que las bases de la relación se han debilitado, lo mismo que su soporte emocional y el firmamento en el que se alojan sus sueños. Está en sus manos fortalecer la estructura de base. Sólo tiene que saber cómo hacerlo. Si lo logra, verá que los problemas específicos que han empezado a presentarse entre usted y su pareja se solucionarán espontáneamente o porque los dos están mejor preparados y más motivados para enfrentarlos en forma compartida. Y precisamente mientras trabaja en ello usted podría enamorarse de nuevo. “Está bien”, puede pensar. “Pero ¿cómo podemos recuperar el dulce romance y la desenfrenada pasión que vivimos un día, ahora que nuestros cuerpos flaquean y nuestro espíritu se doblega bajo el peso de esta dura carga?” Claro está que esos días de inocencia no volverán, pero podrá recuperar mucho más del romance y la pasión de lo que se imagina. Usted no recobrará su amor inicial como fue, pero logrará algo mejor, algo más duradero. Lo que ahora es una carga emocional puede transformarse en un amor nuevo, maduro, más intenso y profundo que el de sus románticos recuerdos. Los pasos para lograrlo son sencillos y claros. Pero, por favor, no confunda lo sencillo con lo fácil. No sera fácil. Volver a enamorarse y conservar este amor exige trabajo y un compromiso de continuar trabajando incluso cuando no tiene deseos de hacerlo. Es posible que esté pensando: “Ya he dedicado suficiente esfuerzo a esta relación. ¿Qué más

puedo hacer?” Primero, no ha hecho el trabajo que se detalla en forma sistemática en este libro. Segundo, el esfuerzo que ha estado haciendo puede proceder de un solo lado. Es posible que usted haya asumido la mayor parte del trabajo, e incluso que haya tratado de hacerlo solo. De hecho, puede estar pensando: “Voy a dejar que él lo enfrente por una vez” o, “Estoy cansado de tomar la iniciativa; ahora le toca a ella". Ahora bien, ¿qué sucedería si su pareja quiere corresponder a su esfuerzo con esfuerzo? ¿Y si quiere corresponder a su paciencia, perseverancia y compromiso con paciencia, perseverancia y compromiso? ¿No cree que las cosas serían diferentes? Cuando recibo parejas en la terapia, suelo formular estas dos preguntas: 1.¿Estarían de acuerdo en que si la química, el respeto, el goce, la aceptación, la confianza y la empatia son fuertes, la relación en conjunto se fortalecería? 2. ¿Estarían de acuerdo en que si alguno o todos estos elementos fundamentales se debilitan, la relación estaría en problemas? Casi sin excepción, tanto los hombres como las mujeres que vienen a consulta están de acuerdo con esto. Antes de acoger un concepto, algunas personas necesitan que éste tenga sentido. Otras necesitan sentir que es correcto. Si bien hay muchas excepciones, la mayoría de los hombres aceptan mi propuesta porque consideran que tiene sentido, y la mayoría de las mujeres, porque la consideran correcta. Esto es de gran importancia porque cuando los dos miembros de una pareja están de acuerdo en la premisa básica de una relación exitosa, la resistencia desaparece y los dos pueden empezar a trabajar en equipo, lo cual puede ser la gran diferencia. Lo insto a que deje de sentirse como una víctima. Deje de pensar que su cónyuge le debe algo. Este enfoque no ha funcionado todavía ni funcionará. Más bien, prepárese a trabajar con su pareja para crear el amor que merecen. ¿Cuánto tiempo más va a desperdiciar naciendo las cusas equivocadas o sin hacer nada? Si saca verdadero provecho de los seis secretos del amor perdurable, descubrirá: • un compromiso mutuo renovado. • nuevo entusiasmo por su relación.

• un sentido más fuerte de pareja y de compromiso. • una atmósfera de sanación, • mayor capacidad para solucionar los problemas en forma eficaz. • mayor intimidad y ternura. • un recobrado entendimiento mutuo. • liberación del sentimiento de culpa y del deseo de culpar al otro. • unos lazos más duraderos. • un renacer del amor. Si usted y su pareja hacen todo el esfuerzo posible de poner en práctica el enfoque que se plantea en este libro de no culpar ni sentirse culpable, es posible que se enamoren de nuevo. Si usted no tiene pareja en este momento, con la ayuda del libro aprenderá a identificar los errores del pasado y cómo hacerlo bien en el futuro. Y entonces (o la próxima vez) tendría que ser capaz de permanecer enamorado. Por lo menos, dése la oportunidad, e inténtelo. No hay cura para el amor, excepto amar más. HF.NRY DAVID THOREÁU

1 Los seis pilares del amor duradero Cómo construir unas bases sólidas Es humano amar para ser amado, pero amar por el placer de amar es angelical ALPHONSE DE LAMARTINE

Nuestra vida sexual está muerta”, dijo Jairo. Estaba allí sentado y silencioso. Le costaba ocultar la impaciencia que le producía escuchar a su esposa relatar por qué estaban frente a mí buscando asesoría de pareja. Ana, ejecutiva de mercadeo en un estudio cinematográfico, me estaba dando datos: seis años de matrimonio, dos hijos, vidas ocupadas hasta la locura. Insistía en la necesidad de una terapia porque últimamente se pelea- banmucho, y las peleas eran cada vez más frecuentes y desagradables. “Es muy hostil conmigo”, dijo. “Rehúsa comunicarse. Ni siquiera hace el más mínimo esfuerzo por comprenderme”. El relato de Ana continuaba y Jairo entornaba los ojos manifestando su rechazo a lo que más tarde calificó de “psicopalabrería sacada de revistas femeninas’. Finalmente soltó su preocupación básica: no había sexo. Ana manifestó su claro rechazo a la afirmación de su marido. “Tenemos un hijo de diez meses y una hija de tres años. Además, los dos tenemos vidas profesionales muy agitadas. ¿No le parece que él podría postergar por un tiempo su gratificación personal?” La frustración de Jairo era evidente. “¿Postergar? ¿Tú crees que nuestra química sexual está en suspenso o algo así? ¡Ya no existe!” Miró hacia mí y, apretando los dientes, dijo: “Sé que la llegada de los hijos cambia las cosas, pero esto es demasiado. Éramos una pareja ardiente”. Mirándolos pensé que no había razón para que ya no fueran una pareja ardiente. Estaban en sus treinta, eran atractivos y evidentemente apasionados, sólo que no entre ellos, por ahora. La discusión degeneró pronto en acusaciones y críticas mutuas, y ninguno de los dos escuchaba lo que el otro decía. Para empezar, Jairo no quería estar allí. Parecía como si quisiera salir corriendo cada vez que oía las palabras “comunicación” o “sentimientos”. Para lograr su atención, me vi obligado a orientar la discusión hacia su realidad, y tuve que hacerlo echando mano de su lenguaje, evitando los términos “sentimentales” que lo enfurecían. No se trataba de ningún insensato; se había abierto camino en la vida luchando para construir una gran agencia de empleo. “Tengo la impresión de que usted tiene una libido muy fuerte”, dije. “Si no encuentra suficiente satisfacción sexual con Ana, no tiene más opción que engañarla o masturbarse”. Tal como lo esperaba, logré conseguir de nuevo la atención de jairo. Se quedó boquiabierto tratando de encontrar qué decir. Ana también se sorprendió. Miró a su esposo con temor, preguntándose por qué él no había

reaccionado en contra de mi afirmación. No podía concebir que un hombre maduro se masturbara como un adolescente. ¿Tendría, entonces, un affaire?

Jairo extendió su mano derecha y con la izquierda la señaló, diciendo: “Les presento a mi amante”. Se había estado masturbando recurriendo a las páginas pomo de Internet. La vergüenza de haber reconocido su secreto sólo fue superada por el alivio que le produjo haber sido capaz de confesarlo. El peso que Jairo se había quitado de encima se transformó en una especie de montaña que se fue apoderando de la habitación. Tuve la sensación de que los dos estaban pensando: “Está bien, doctor, ya nos metió en este lío, ahora ayúdenos a salir de él”. “Póngase en el lugar de su marido, ahora mismo”, le dije a Ana. “Él es un padre, esposo y hombre de negocios respetable. Si yo le preguntase a Jairo en cuál de esos aspectos se siente más lastimado al tener que recurrir a la masturbación o al enterarse de que usted sabe que lo está haciendo, ¿cuál cree que sería su respuesta?” Ana trató de buscar una respuesta y de repente se echó a llorar. “Tiene que sentirse fatal”, dijo. “¡No sabes cuánto!”, dijo Jairo. La ira había desaparecido de su voz. La respuesta de Ana demostraba que ahora sí comprendía la frustración de su esposo y que de verdad le importaba. El alivio fue grande. Habíamos logrado algo de vital importancia: la empatia, la habilidad de ponerse en el pellejo del otro y comprender cómo se siente. Pronto se hizo evidente que Jairo también empezaba a sentir empatia por los sentimientos de Ana. Comprendió las presiones a las que se veía sometida su esposa al tener que ser una buena madre y ocuparse de su profesión simultáneamente. También comprendió que el estres había causado que ella fuera menos que receptiva a sus requerimientos sexuales. Habiendo logrado cierta empatia mutua, seguimos adelante. Para sorpresa de la pareja, yo no me centré en el componente sexual de su relación. De hecho, lo evité. Por experiencia sabía que no valía la pena

ahondar en ciertos detalles antes de visualizar el contexto emocional que había deshecho lo que solía ser la base de una buena vida sexual. ¿Cuándo fue la última vez que se sintió respetado por su esposa?”, le pregunté a Jairo. Lo pensó por unos momentos y luego respondió, descorazonado: “Hace tanto tiempo, que ya ni me acuerdo”. Como la mayoría de los hombres, Jairo necesitaba sentirse respetado, si no admirado, por la mujer que amaba. Como mínimo, necesitaba saber que no se le irrespetaba. A Ana le sorprendió mucho saber que Jairo no se sentía respetado por ella. “Es un hombre maravilloso”, dijo. “Hay cosas que le critico, pero lo admiro enormemente”. Ya no , murmuró Jairo. Temía que su confesión de que se masturbaba hubiera matado el respeto que Ana le terna. Y, por el contrario, ella admiró el valor que tuvo de admitirlo. “Yo no sabía qué tan herido estabas”, le dijo. “Deberías habérmelo dicho. ¿Es que ya no confías en mí?” Ella dio en el clavo. Jairo no confiaba en que Ana fuera capaz de escuchar su confesión sin perderle el respeto. Pensaba que sentirse lastimado no era cosa de hombres. En lugar de comunicar sus sentimientos directamente, se volvió taciturno y reservado y enfrentó su frustración en privado. Ana también confesó que mientras Jairo trataba de ocultar su secreto, ella percibió que algo estaba pasando y se preguntaba si él tendría una amante. Ahora se sentía culpable porque no había confiado en él. En las sesiones siguientes ahondamos en los temas de la confianza y el respeto, y también analizamos otras áreas, como la de la aceptación: tanto Jairo como Ana se habían sentido decepcionados a medida que descubrían características en el otro que tenían dificultad en aceptar. Cuando le pregunté a Ana cuánto hacía que había dejado de sentirse valorada por Jairo, admitió con cierta nostalgia: '‘Pasé de ser un premio a ser una carga”. También hablamos del goce. Hubo una vez en la que estar juntos les producía alegría y goce. Pero dejaron que su vida se convirtiera en algo tedioso y formal. Sólo después de haber analizado estas áreas dejé que Jairo y Ana volvieran al tema de la química sexual. Ahora estaban en condiciones de

enfocarse en este aspecto de su relación sin perder de vista todos los elementos que la estaban afectando y, por tanto, los que estaban siendo afectados por ella.

La red de los seis secretos Es curioso como se despierta en nosotros el anhelo de servir a los demás cuando estamos enamorados. P. G. WODEHOUSE

Las parejas suelen llegar en busca de asesoría con frustraciones, aflicciones y conflictos específicos. Sus quejas giran en tomo al sexo, la intimidad, la comunicación, el dinero, la paternidad y otros temas relacionados. Mi reto y responsabilidad como terapeuta es lograr que enfrenten la relación como un todo y que consideren sus problemas específicos dentro de un contexto más amplio. Aquí entran en juego los seis secretos del amor duradero: química respeto goce, aceptación, confianza y empatia. Todas las parejas que vienen en busca de consejo quieren hacer algo más que reparar o restaurar su matrimonio. No quieren sólo sobrellevar lo que pueden curar. Y no quieren sólo curar sino que anhelan prosperar- Quieren inyectar nueva vida, fojjar un modo nuevo de relacionarse el uno con el otro y construir algo más profundo y perdurable; en resumen, quieren crear un amor fuerte y duradero. Los seis secretos responden a esta necesidad creadora en forma comprensiva e integral. Comprensiva porque todos pueden entender su importancia; integral porque contienen todos los ingredientes necesarios para sanar y fortalecer cada aspecto de una relación íntima. Como las columnas que sostienen un arco o el techo de un templo, ninguno de los seis secretos es más importante que el otro para la estabilidad de la estructura en conjunto, y cada uno de ellos se ve profundamente afectado por lo que le pase a los otros. Cuando uno de estos elementos se debilita, el esfuerzo que tienen que realizar los otros es

mayor. Si uno se derrumba, los otros empiezan a caer uno sobro otra como fichas de dominó. La interdependencia de estos pilares también opera de modo positivo. Cuando uno de ellos se fortifica, se produce una onda expansiva que refuerza automáticamente a los otros y reduce la presión sobre cada uno para sostener la estructura en conjunto. Para cambiar de metáfora, pensemos en los seis secretos como órganos vitales del cuerpo. Si mejora el funcionamiento de su corazón, por ejemplo, espontáneamente está ayudando a los pulmones, los riñones, el hígado y a los demás órganos del cuerpo. Un ejemplo memorable de la interacción de los seis pilares lo encontramos en una de las películas de Rocky. En una de ellas Rocky Balboa se estaba entrenando para un nuevo encuentro con Clubber Lang practicando sprint en la playa. En su lucha por recuperar su vapuleada confianza después de haber perdido el primer encuentro, Rocky se detiene y mira al mar, aparentemente decidido a renunciar. Adrián, su esposa, lo confronta con firmeza. Insiste hasta que él decide confesar algo que le resulta por demás humillante: “¡Tengo miedo!” Una vez que Adrián logra que hable de sus temores, le dice que ella confía en él a pesar de todo. Una vez que recobra su confianza, Rocky está listo para luchar de nuevo y buscar la victoria, o Por cursi que parezca, esta escena es gratificante para la audiencia porque tiene resonancia en lo más profundo de la psique Humana: la necesidad de los seis pilares. Lo mucho que Adrián respetaba a su esposo la impulsó a ayudarle, y lo mucho que él la respetaba lo movió a prestarle atención. La profunda empatia que existía entre Adrián y Rocky le permitió a ella intuir que él estaba ocultando algo e insistir en que enfrentara la verdad. Gracias a la confianza que Rocky tenía en su esposa él fue capaz de comunicarle tal verdad, aun cuando ésta lo hacía vulnerable al rechazo y al ridículo. La inquebrantable aceptación de Adrián hacia su esposo a pesar de su reconocida debilidad le permitió a él aceptarse a sí mismo, respetarse y recuperar su confianza. Las bromas juguetonas que vemos después de su crisis emocional hacen patente el pilar del goce. En cuanto a la química, que había disminuido en directa proporción a la pérdida de confianza de Rocky, resurge con fuerza y se hace evidente en el apasionado beso con el que termina la escena.

Cuando nos enamoramos El éxtasis no puede durar, pero sí puede abrir la senda_ de algo duradero.

E. M. FORSTER

Es imposible recordar lo que sentimos en el vientre materno. Cualquier necesidad era satisfecha automáticamente. Todo pasaba directamente de la placenta a nuestro cuerpo en formación. Después nacimos e inmediatamente dimos un grito. Afortunadamente no podemos recordar el trauma del nacimiento ni la desagradable sensación de haber sido lanzados a un mundo en el que nuestros deseos no son automáticamente satisfechos, ni siquiera comprendidos. A medida que el tiempo fue pasando nos fuimos adaptando, nos ingeniamos cómo satisfacer nuestras necesidades y aprendimos a vivir sin gratificación inmediata. Pero nunca llegamos a recuperamos totalmente de lo que significó la ruptura con el Edén del vientre materno. Nuestro paso por la infancia y la adolescencia nos fue forzando a romper con nuestros padres. Este proceso aterroriza y excita a la vez, puesto que el precio que pagamos por la autonomía es perder el confort y la seguridad de la dependencia. Para ayudamos a seguir esta ruta desde el seno materno, estamos equipados con una serie de fuerzas emocionales, psicológicas y biológicas. Emocionalmente, echamos mano de una serie de bravuconadas (solemos llamarlas coraje) para rebelamos, rechazar y desafiar muchas cosas de las que nuestros padres dicen y en las que ellos creen. Psicológicamente, asumimos una presunción que nuestros padres apenas pueden tolerar y ruegan que desaparezca con el tiempo. : Biológicamente, no sólo nos hacemos más fuertes y autosuficientes, sino que el rechazo al sexo opuesto se transforma en atracción profunda y seducción irresistible. Así es posible que en la plena adolescencia nos enamoremos locamente. Aparte del impulso biológico que lleva a la reproducción de la especie, hay tres razones que hacen que nuestra atracción por el sexo opuesto sea tan intensa. Primera, la naturaleza echa mano de nuestros apetitos sexuales para alejamos de nuestros padres. En lo más profundo de nuestro ser, siempre añoramos el tipo de conexión que experimentamos en el vientre materno, y que no nos fue posible recuperar después del nacimiento. Cada caricia, cada beso, cada carta de amor evoca esa conexión, y coq nuestras primeras y apasionadas experiencias sexuales, con el primer orgasmo, experimentamos una especie de unicidad eufórica que equivale a un retomo al vientre materno. El problema es que, una vez experimentado el poder sobrecogedor de esa conexión, nos queda muy difícil reasumir la soledad en el mundo. Hay una tendencia casi adictiva a buscar la reconexión. Lo mismo que con cualquier otra adicción, nos sentimos abandonados al perderla. La segunda razón que nos impulsa a buscar la conexión es que eon frecuencia nos sentimos atraídos por personas que poseen cua lidades de las que nosotros carecemos. El tipo lógico y la chica emocional. El hombre

tímido y la mujer carismática. El intelectual y la artista. La soñadora y el pragmático. Uno y otro se comple- mentan. En lugar de desarrollar esas ansiadas cualidades en nosotros mismos (sería la opción más saludable, pero es la menos frecuente) nos usamos el uno al otro para obtener del mundo lo que deseamos pero que no podemos lograr por nuestra cuenta. La tercera razón que hace tan intensa la atracción sexual y romántica es que las dos cumplen una importante función en el desarrollo. Al enamoramos se acaba con cualquier posible tentación de seguir viviendo en casa de nuestros padres. De hecho, nos entremezclamos e implantamos nuestro ser en la otra persona. El amor nos ofrece ese confort ilusorio que nos asegura que no caeremos en el precipicio al separamos de nuestros padres. Tenemos la sensación de que todo va a funcionar bien, más que bien: todo va a ser glorioso y espectacular. No es por coincidencia que, justamente, cuando nos enamoramos por primera vez empecemos a detestar a nuestros padres. La profundidad de la química sexual que sentimos que existe entre nuestra novia, o novio, y nosotros es directamente proporcional al rechazo frente a la actitud sobreprotectora de nuestros padres. Cuanto más respeto experimentamos por -y despertamos en- nuestro ser amado, mayor es nuestra tendencia a irrespetar a nuestros padres y a pensar que ellos no nos respetan a nosotros. Cuanto más gozamos al estar con nuestro ser amado, mayor necesidad tenemos de alejamos de nuestros padres y la “detestable” casa en la que viven. Cuanto más aceptación compartimos con nuestra pareja, mayor es la tendencia a juzgar a nuestros padres y a creer que ellos nos juzgan. Cuanto más confiamos el uno en el otro, mayores suspicacias nos despiertan nuestros padres. Cuanta mayor empatia hay en la pareja, más claro vemos que nuestros despistados padres no parecen saber de dónde venimos. Estas tres razones pueden ser la explicación de por qué algunos individuos, especialmente los adolescentes y los adultos jóvenes, tienden al abatimiento e incluso al suicidio cuando termina una relación amorosa intensa. Una forma de comprender la desesperanza que produce una ruptura es pensar en ella como en una pareja que se ha separado después de haber experimentado la euforia que produce la unión.

Lo que es válido para el primer amor, a su

manera aplica también al segundo, al tercero, al décimo... Cuando conoce por primera vez ese nuevo, maravilloso, irresistible y soñado amor, no importa si tiene dieciséis o sesenta años, usted se siente impelido por esas tres fuerzas inconscientes a conectarse. Por supuesto ahora es mayor y tiene más experiencia. Por supuesto hace décadas que dejó la casa de sus padres. Pero ese deseo primordial que lo atrae a la feücidad del vientre materno, esa necesidad de encontrar su complemento y de reafirmar su independencia de las ataduras del pasado -no se trata ahora de sus padres sino de sus cónyuges o amantes anteriores- se hace cada vez mayor y lo precipita de nuevo en ese estado maravilloso que llamamos estar enamorado. :

Perder un amor Reparar los irreparables estragos que ocasiona el tiempo. JEAN HACINE

En realidad no perdemos el amor. Es el amor el que se aleja de nosotros, así como el piso de un edificio cuyos cimientos se desmoronan. Cuando nos unimos por primera vez, creemos que todos los ingredientes esenciales tienen una fuerza sorprendente. La química es una fórmula tan natural como la combinación de dos partes de hidrógeno y una de oxígeno que forman el agua; el respeto y la admiración mutua se dan por sentados; la mutua compañía genera tanto goce que nos cuesta no estar juntos; aceptamos y valoramos como somos; confiamos el uno en el otro con nuestros temores y sueños; buscamos alimentar la empatia con los ideales y sentimientos de cada uno. En realidad, la relación es demasiado joven como para que algunos de los ingredientes básicos -la confianza y el respeto en particular- tengan una base fuerte y sólida, pero la emoción del romance y la expectativa de una relación duradera es tan embriagadora que no hay espacio para la duda. Creemos que un amor que comienza es perfecto como los programas de software que vienen cargados en un computador nuevo. Pero toda luna de miel llega a su fin. La euforia enceguecedora y la esperanza sin límites de las primeras etapas del amor muy pocas veces resisten la realidad de permanecer unidos muchos años. Bien pronto, los efectos de las presiones de la vida diaria y el contacto permanente erosionan los seis pilares del amor del mismo modo que la exposición ál agua y al aire va erosionando los pilares de piedra. En algunos casos, el tiempo los pule y los suaviza hasta hacerlos brillar como si estuviesen recubiertos por una hermosa pátina. En otros, la desilusión, la insatisfacción y la frustración los cuartean, los agrietan y los desgastan. Cuando esto sucede, los dos miembros de la pareja perciben las heridas y

temen perder esa conexión profunda que siempre anhelaron. Si nos damos cuenta a tiempo del deterioro, hay posibilidad de reparar los daños y la relación no solo se puede salvar sino hacerse más fuerte que nunca. Desafortunadamente muchas parejas no saben dónde empezar. La negación suele apoderarse de ellas, o la resignación, la creencia equivocada de que el desgaste de la intimidad es normal y que no es posible hacer nada al respecto. Esta actitud prácticamente garantiza que la relación siga decayendo. Es aquí cuando los amigos, la familia y los terapeutas empiezan a oír afirmaciones como las que siguen: • “Ha cambiado”, • “Nunca me había tratado asf • “Le encantaba estar conmigo todo el tiempo; ahora apenas si puede incluirme en su agenda”. • “Solía mirarme con admiración; ahora me trata con desdén”. • “Encontraba divertida mi compañía; ahora es quisquillosa y me trata como si fuera un chiquillo tonto”. ¿Le parece haber oído alguna de estas quejas? Sin decirlo, a veces sin siquiera haber tomado conciencia de ello, cada uno de los miembros de la pareja tiene la secreta esperanza de que el otro haga algo para detener el deterioro y solucionar los problemas. Desean recuperar a aquella persona de la que se enamoraron, que vuelva a tener esa maravillosa personalidad que los cautivó un día. Al ver que sus deseos no se realizan, su frustración aumenta. Aquella persona que los hizo ser mejores, que trajo nuevo sabor a su vida, es ahora la que los hace sentir mal. Con el tiempo, la tristeza se transforma en herida, en reproche, en ira, en amargura y resentimiento. Ahora los aspectos menos atractivos de sus personalidades saltan a la vista. El hombre tiende a volverse taciturno, malhumorado y distante. La mujer tiende a criticar, atacar y exigir. Pronto, las almas gemelas se transforman en compañeras de celda en una prisión de negatividad. Alguna veces, ese dolor silencioso de la pareja que reclama una respuesta a los deseos y necesidades no expresados puede estar presente durante meses, incluso años. Sin embargo, llega el momento en que uno de los dos puede sentir tal desolación y desesperación que decide hacer esfuerzos unilaterales para llenar el vacío que se ha ido abriendo entre los dos. Es muy arriesgado cruzar ese abismo con la esperanza de encontrar una respuesta del otro. Si no hay respuesta, es posible que usted caiga en el

precipicio. Ahora la humillación está siempre presente y la amor perdido y de los sueños deshechos no se puede negar ni Ahora bien, si encuentra una respuesta positiva y tomados intentan superar la distancia que los separa, es posible que reconstruir la derruida estructura de su relación.

realidad del racionalizar. de la mano empiecen a

El éxito dependerá del deterioro que hayan sufrido los seis pilares y de su habilidad para restaurarlos.

Dilación y distracción El tiempo es la mayor distancia entre dos lugares. TIlA’A’ESSEE WILLIAMS

Cuanto más tardemos en tomar conciencia del deterioro inicial y prestarle atención, con mayor velocidad se producirá el daño y más difícil será encontrar la motivación para iniciar el trabajo de reconstrucción, Es lo mismo que cuando alguien se golpea la cabeza al hacer un clavado en la piscina o se cae de una bicicleta. Cuanto más tarde en volver a saltar del trampolín o montarse en la bicicleta, más difícil será volver a intentarlo.

Es típico, sin embargo, que en lugar de dedicarse a reconstruir la relación, los miembros de la pareja tiendan a tratar de llenar el vacío ocupándose en proyectos de uno u otro tipo. Pueden ser sus carreras profesionales, actividades recreativas, la construcción de una nueva casa; no importa qué, hay un nuevo interés en que centrar sus energías que reemplaza la pasión y la intimidad que una vez compartieron. Si no prestamos atención, esta actitud puede convertirse en una compulsión, es decir, un intento por llenar el vacío con amagos de intimidad. Si los dos asumen un proyecto juntos, la distracción crea la ilusión de que están tan unidos como siempre, quizá más unidos aún, y mientras tanto las heridas en sus corazones siguen creciendo y los resentimientos no atendidos degeneran en verdaderas tormentas. Cuando las nuevas actividades no son compartidas, la relación se deteriora más rápido y, obviamente, se hace más dolorosa, especialmente si el sustituto de uno de los miembros de la pareja es precisamente la distracción más antigua y más hiriente de todas: un affaire.

En muchos casos, los intentos por llenar el vacío se materializan en un hijo. Con frecuencia les digo a mis pacientes que, contrario a lo que reza la sabiduría convencional, los hijos son causa de divorcio. Cuando los lazos entre la pareja son fuertes, es evidente que un hijo los une más - pero si las bases de la relación se han debilitado, la llegada de un hijo puede acelerar la pérdida de la intimidad. Hay estudios que demuestran que dos tercios de las parejas experimentan una caída vertiginosa en la satisfacción marital después del nacimiento del tercer hijo. La paternidad es más envolvente que la profesión, los hobbies o cualquier otra distracción porque es exigente, plantea demasiados retos y es muy absorbente. También es tan gratificante en el aspecto emocional que hace más fácil ignorar el deterioro del amor. Nicolás y Margarita habían venido a consulta tres veces cuando empece a percibir que había algo que Nicolás no era capaz de confesar a su esposa. Le pregunté en privado, y protegido por esa aura de secreto me confesó que lo que lo estaba torturando era que estaba celoso de su hijo de diez meses. Le costaba tanto admitirlo, que no podía ni mirarme a los ojos. Apenas se escuchaban sus palabras. Me dijo que Margarita estaba tan entregada a su maternidad, que él se sentía abandonado. Nicolás, que hasta ahora había sido el centro de atención y la única persona a la cual dirigía su afecto, había sido desplazado. Si le costaba obtener un abrazo, mucho más mantener aquella pasión e intimidad que habían llegado a ser tan esenciales en su vida. Cuando veía a Margarita abrazar al niño, amarlo sin restricción alguna, él también ansiaba ser acunado, abrazado y amado incondicionalmente. Se sentía emocionalmente exiliado. Estaba enfadado con Margarita porque lo había relegado al olvido y era ciega a sus necesidades. Pero lo peor no era el dolor que le producía el rechazo de su esposa y la pérdida de la intimidad, sino la vergüenza. Nicolás estaba convencido de que era el único padre del mundo que experimentaba esos sentimientos tan horribles. ¿Acaso soy un desalmado?”, se lamentó. “Un hombre normal no siente celos de su bebé”. Fue un gran alivio para Nicolás que yo no me sorprendiera con su confesión. Incluso lo felicité por haber sido capaz de reconocer algo que la gran mayoría de padres sienten pero no son capaces de afrontar. Es el complejo de edipo freudiano, pero al revés: un padre que anhela deshacerse de su hijo para recuperar a su esposa. Gracias a la valerosa confesión de Nicolás, él y Margarita pudieron

solucionar el problema de raíz antes de que la presencia de su hijo destruyera por completo su matrimonio. Otras parejas no tienen tanta suerte. Cuando uno o los dos miembros de la pareja se ven tan absorbidos por la paternidad, la carrera, los proyectos u otros substitutos de la intimidad, no se dan cuenta de que las bases de su relación se están desmoronando y el abismo emocional se va haciendo cada día más grande. Se convencen de que su actividad compulsiva es necesaria y responsable, cuando de hecho buena parte de ella no es sino una forma de ocultar la tristeza y el dolor que experimentan por la falta de unión. Lo que un día fue un encuentro de dos almas gemelas se convierte en un mero contrato con asignación clara de tareas para cada uno de los socios; los elementos básicos de la atención del negocio crean la ilusión de una sociedad fuerte. Mientras tanto, los seis pilares siguen erosionándose, hasta que un día, con gran dolor y asombro, la pareja ve cómo toda la estructura se derrumba. Ninguna de estas situaciones es inevitable. Por supuesto, la luna de miel no dura toda la vida, y esperar que así sea es una vana ilusión, como si quisiéramos construir una catedral sobre columnas de papel maché como las de los escenarios de las películas. La clave de un amor maduro es levantar unos pilares fuertes y reforzarlos continuamente; esto no significa que la relación permanezca siempre igual ni que regrese a los días paradisíacos, sino que podemos continuar construyéndola, agregándole nuevas extensiones, embelleciéndola y creando constantemente algo nuevo,

maravilloso y grandioso, a medida que avancemos en nuestro camino como pareja

Compromiso y convicción Empieza ya, no importa qué quieras hacer o qué sueños tengas. El genio, el poder y la magia son propios de la audacia. JOHANN WOLFGANO VON GOETHE

El primer paso para enamorarse de nuevo es asegurarse de que ustedes están de acuerdo con el enfoque básico de este libro. Es extremadamente difícil progresar si los integrantes de la pareja tienen puntos de vista completamente diferentes sobre la naturaleza de sus problemas, o si alguno se resiste a luchar por la relación. Si la propuesta del libro no tiene sentido para ambos, sólo obtendremos resistencia, obstrucción y excusas.

Como lo mencioné en la introducción, éste es un concepto fácil de compartir con su pareja. Es muy posible que él o ella se comprometan Por lo general, es obvio que si la química, el respeto* el goce, la aceptación, la confianza y la empatia son fuertes, la relación descansará sobre bases sólidas. A la mayoría de las personas esto les parece sensato.

El primer paso para utilizar este libro en pareja, por tanto, es constatar si los dos están de acuerdo en lo siguiente: • ¿Estos seis elementos juegan un papel fundamental para determinar el estado de una relación? • ¿Es necesario mejorar la calidad de estos ingredientes en su relación? • ¿Desean dar los pasos necesarios para reconstruir y restaurar estos elementos esenciales? Si la respuesta de los dos a estas preguntas es afirmativa, pronto notarán que la resistencia y la negación actual empieza a desapa recer. Por lo general el optimismo y la esperanza empiezan a resurgir. Algunas parejas encuentran que por primera vez en mucho tiem- ¡ po pueden estar realmente de acuerdo en algo. Esto posibilita unir de nuevo las manos para retomar una empresa conjunta. Estar de acuerdo en una estrategia básica proporciona los ingredientes básicos del compromiso. Piense que el compromiso es la base de granito sobre la cual descansan fuertes pilares. Tratar de crear un amor duradero sin esto es como tratar de construir castillos de arena. Una vez que los dos hayan llegado a la misma página y sean capaces de hablar de su relación en un lenguaje común, que ambos acepten, estarán en condiciones de trabajar en equipo, como dos exploradores que van en busca del amor perdido, listos y deseosos de aplicar las herramientas prácticas que ofrece este libro.

Las claves de la comunicación Hablemos, aunque veamos todas nuestras fallas y debilidades. HERMAN MELVILLE

Algunas veces las personas que oyen hablar de los seis secretos por primera vez, me preguntan: “Y ¿qué pasa con la comunicación; no es tan importante como los otros elementos de una relación sana?”

La respuesta es: sí, una buena comunicación es vital. La relación entre la calidad de ia comunicación y la fortaleza de los seis pilares es como la del huevo y la gallina. Sobra decir que cuando un hombre y una mujer se atraen, se respetan, gozan estando juntos, se aceptan, confían el uno en el otro y sienten mutua empatia, tendrán motivación para comunicarse abierta y sinceramente. También, un buen nivel de comunicación es crucial para controlar y mantener la fortaleza de los pilares, y para repararlos y reforzarlos cuando se debilitan. En los capítulos siguientes va a prestar atención a los aspectos más significativos de su relación. Es evidente que surgirán temas muy delicados, los cuales es necesario expresar y comprender. Así mismo, puede tener pensamientos importantes y, quizá, perturbadores, que debe plantear y es necesario prestarles atención. La calidad de su comunicación determinará en gran medida qué tan exitoso será en la restauración de su amor. He aquí algunos principios clave que la pareja debe tener en cuenta cuando trabaje junta en el material que se ofrece en este libro, y también en su comunicación como pareja.

1. En realidad es mejor dar que recibir.

Los hombres y las mujeres suelen centrarse en sí mismos y perder el sentido del “nosotros” y el “nuestro”. Esta tendencia, de modos diversos, ha empeorado debido a ciertos métodos de autoayuda que animan a las personas a centrarse en el “¿Qué quiero y qué necesito yo?” Si bien es de gran importancia asegurarse de que sus necesidades sean satisfechas y sus deseos se realicen, he podido constatar que cuando esa actitud se lleva a los extremos, lo que debería ser una relación de colaboración se convierte en una competencia entre dos personas centradas en sí mismas, individualistas en extremo. El egoísmo ha llevado al fracaso total a muchas relaciones en las que solamente es posible el triunfo de una de las personas cuando la otra pierde. “Un amor buscado es bueno”, escribió Shakespeare, “pero es mejor un amor que nos llega sin buscarlo”.

He podido constatar que los mejores matrimonios son aquéllos en los que el uno está pendiente de los deseos y necesidades del otro. La clave, por supuesto, es que los dos actúen de la misma forma, o de lo contrario uno de los dos terminará siendo un mártir o continuamente pisoteado. Mi experiencia demuestra que cuando una persona asume la posición de “el otro primero” en lugar de la de “yo primero”, con frecuencia logra la reciprocidad del otro. Cuando nuestros compañeros son generosos y bondadosos1 lajna- yoría de nosotros nos sentimos naturalmente inclinados a corresponder. Si usted permite que la comprensión, la consideración y la preocupación por el otro sean las guías de su comunicación, se ganará el derecho a ser tratado en la misma forma.

2. Póngase en el lugar del otro.

La clave de una comunicación generosa es plantearse siempre esta pregunta: “¿Qué le pasa a mi pareja en este momento?” La mayoría de las personas, presas de sus propias frustraciones y amarguras, no disponen del tiempo necesario para preguntarse qué pasa en el corazón y en la mente del ser que aman. Pero algo mágico sucede cuando uno se pone un rato en el lugar del otro. Cambiar la atención de uno mismo al otro abre no sólo los ojos sino el corazón. Nadie puede preguntarse qué le pasa a su pareja en este momento y seguir en pie de guerra. La tensión, la hostilidad, la actitud defensiva y la tendencia a culpar suelen dar paso a la calma, la ternura, la apertura y la comprensión. Además £S posible que descubra que su pareja no está buscando razones para dudar de usted o rechazarlo, sino que más bien está buscando razones que le ayuden a confiar en usted y a aceptarlo. Todavía más eficaz, pero extremamente difícil de hacer, es ampliar la pregunta un poco más. Pregúntese: “¿Cuál será la reacción de mi pareja después de que yo diga lo que estoy a punto de decir?” ¿Está a punto de decir algo hiriente? ¿Tiene la necesidad de descargar sentimientos reprimidos? Piense por un momento qué efecto causará. El descanso que siente al liberarse de lo que lo está molestando puede cegarlo frente al

hecho de que con ello puede herir a su pareja. ¿Será eso lo mejor para su relación? Preguntarse “¿Qué le pasa a mi pareja en este momento?” es la esencia de uno de los seis secretos de un amor duradero: la empatia, de la cual hablaremos ampliamente en el capítulo 7. Las técnicas de lo que yo llamo Terapia Empatogénica han demostrado ser tan eficaces en la consejería de parejas que he decidido utilizarlas a lo largo del libro.

3. Aprenda a escuchar.

Todo el mundo necesita ser comprendido. Pero es más importante aún saber que la otra persona quiere comprender y está tratando de comprender. Un sincero esfuerzo por entender lo que la otra persona está tratando de comunicar demuestra amor, compromiso e interés. Aprenda a escucharla con paciencia, con mente y corazón abiertos, y hágale saber que quiere comprender lo que piensa y siente. Ese esfuerzo será más eficaz para consolidar la relación que la comprensión misma. Julio era un ejecutivo joven e inteligente que se vanagloriaba de ser muy listo en el estudio y de ser capaz de llegar hasta el corazón de los problemas. Esto era muy ventajoso en los negocios, pero no en casa. Un día en la terapia, mientras Cristina, su esposa, se esforzaba por explicar lo que había pasado en su primer aniversario de bodas, Julio interrumpió: “Está bien, ya entendí. Quieres regalos más bonitos y te gusta que te sorprenda. Hecho”. Se necesitó que Cristina rompiera a llorar, y que yo interviniera un poco para lograr que él se calmara y escuchara un poco más. Al ver que su esposo se preocupaba por tratar de comprenderla, Cristina se calmó y fue capaz de articular sus ideas de forma más clara. Por último, Julio dijo: “Creo que lo que me estás diciendo es que quieres saber que todavía eres especial para mí, porque tú estabas convencida de que eras lo más importante en mi vida y últimamente no te sientes especial en absoluto. ¿Correcto?” La diferencia, tanto en sus palabras como en su

comportamiento, entre ésta y su respuesta anterior fue sorprendente. Preparó el camino para que Cristina y Julio trabajaran juntos en los problemas que habían surgido entre ellos. A menudo, cuando uno llega a una rápida conclusión acerca de la otra persona, esta conclusión lo satisface a uno pero no a ella. Cuando alguien está sufriendo mucho, la sensación de estar solo enfrentando el problema aumenta el sufrimiento. Para salir de esa detestable sensación, necesita contar la historia completa y saber que alguien lo escucha y está realmente interesado en escuchar. Demostrar que el dolor, la confusión, el temor y la ira de su compañero merecen su compromiso total hará maravillas para unirlos de nuevo. En los primeros pasos de un diálogo, por tanto, intente decir (tosas como las siguientes: “Como sé que esto es importante para ti, estoy haciendo lo posible por comprenderte. ¿Puedes tratar de explicarlo con otras palabras?” Esto suele ser más significativo que un simple “Comprendo”.

4. Dialogue. La comunicación puede darse en cuatro niveles distintos, desde el menos productivo hasta el más productivo: diatriba, debate, discusión y diálogo. Cuando se inicia una diatriba es como si la otra persona no existiera. Es un monólogo en el que el uno está despotricando o desahogándose, insistiendo en que su punto de vista es el correcto y el único, y en que no es negociable. La otra persona piensa que es invisible. En un debate los dos están tratando de probar un punto y de convencer uno al otro de la posición de cada uno. La actitud de los dos es: “Yo estoy en lo correcto, tú estas equivocado”. La atmósfera en una discusión suele ser placentera y tranquila, aunque en el contexto de una relación amorosa suele ser insatisfactoria emocionalmente y, hasta cierto punto, frustrante. Se trata de un proceso intelectual en el cual hay comunicación entre pares. El diálogo es mucho más satisfactorio. Es un proceso de corazón a corazón en el que se da una conexión tanto emocional como mental. Cuando se inicia el diálogo, la frustración y el resentimiento dan paso a la esperanza y la gentileza. Los dos sienten que el otro lo entiende y le importan sus sentimientos.

Cuando hay un trabajo en común para evaluar, restaurar y revitalizar una relación es clave que la comunicación pase de la diatriba al diálogo. Un primer paso que sugiero para lograrlo es tener una conversación acerca de las diferencias entre los cuatro estilos de comunicación -diatriba, debate, discusión y diálogo-para asegurarse de que los dos son totalmente conscientes de las diferencias. Luego, hagan un esfuerzo por mantener su comunicación en el nivel del diálogo o. al menos, la discusión, en lugar del debate o la diatriba.

5. Controle su comunicación. Traten de acordar unas reglas básicas que les ayuden a mantener su comunicación en la dirección correcta. Tengan un diálogo centrado en las siguientes preguntas:

* Si alguno de los dos quiere traer a cuento un tema que puede molestar al otro, ¿cuál es la mejor forma de hablar sobre ello? * Si alguno de los dos empieza a convertir la conversación en una diatriba o un debate, ¿cómo podemos cortarla antes de que se genere hostilidad? * ¿Qué debemos hacer para lograr un verdadero diálogo? El lenguaje corporal de su pareja le servirá para seguir la pista a los esfuerzos que están realizando para lograr una buena comunicación. Los gestos y las expresiones corporales dicen más que las palabras sobre el efecto que usted está causando en la otra persona. He aquí las señales típicas que se manifiestan en los diferentes niveles de conversación: En la diatriba. La otra persona tiende a mirar a lo lejos, como si estuviera buscando una salida. Sus gestos denotan irritación, molestia o ira. En el debate. Las personas tienden a reaccionar a un desafío en forma agresiva, suben el mentón, como si trataran de decir: “¿Quién diablos crees que eres para hablarme en ese tono?” Los que se intimidan bajarán el rostro, hundiendo el mentón con aire sumiso, como si estuvieran diciendo: “De acuerdo, ganaste, por favor no me hieras”. En la discusión. Uno y otro tratarán de mantener una expresión controlada, indicando que quieren comprenderse. Es posible que hagan

movimientos de cabeza con los que quieren decir: “Lo que dices tiene sentido”, o, “Entiendo tu posición”. Es posible que no haya un acuerdo, pero uno y otro escuchan lo que se está diciendo y no hay actitud de confrontación en sus rostros. Se razona, pero no se llega al corazón. En el diálogo. Los dos están hablando de verdad. Hay cierta viveza en la mirada y distensión y tranquilidad en los rostros. Los hombros y la parte superior del tronco también tienden a relajarse, como si bajaran la guardia y trataran de decirse: “Qué bien que me entiendes, aceptas y respetas lo que digo. Puedes decirme lo que quieras, y sé que puedo decirte lo que quiera”. Cuanto más pueda dialogar con la otra persona, mayor apertura encontrará en ella. Todos debemos aspirar a este nivel de comunicación, no sólo con los más íntimos sino con la mayoría de las personas. El único momento en que la diatriba o el debate son útiles es cuando las emociones no tienen cabida y solamente hay tiempo para concluir un trabajo.

6. Pregunte siempre: “¿Estoy siendo justo v razonable ?” Siempre llevamos cuentas. Incluso si no somos conscientes de ello, en nuestro inconsciente hay un récord que nos muestra quién está descargando sus culpas en el otro, quién no escucha, quién critica, quién hace de todo diálogo una diatriba, etc. Por tanto, trate de mantener el equilibrio en su comunicación. Si, por ejemplo, uno de los dos tiene la política de: “Quiero que me digas sólo cosas buenas, pero yo puedo decirte lo que quiera”* no pasará mucho tiempo antes de que el tablero del otro empiece a relampaguear y estallen los fuegos artificiales. El principio de lo justo y lo razonable se aplica tanto al contenido de su comunicación como al estilo de la misma. Las cosas que se exigen uno al otro tienen que guardar un equilibrio. Si uno de los dos siempre exige, manipula o da sin recibir un tratamiento similar, las bases de la relación se desharán como la miga de pan viejo. Por supuesto, puede haber ocasiones en las que usted quiere algo que no es especialmente justo o razonable. Siga adelante y pídalo, pero los dos deben ser conscientes de que se trata de un favor. Si su pareja esta de acuerdo en concedérselo, él o ella tendrá derecho a la reciprocidad.

7. No actúe basado en suposiciones. Suponer que sabe lo que su compañero está pensando y sintiendo sin

verificar si usted tiene razón no es sólo nido sino que puede ser el fin de una relación. También lo es suponer que el otro puede leer sus pensamientos y anticipar sus necesidades. En lugar de actuar basándose en suposiciones, pregúntele a su pareja qué está pensando y sintiendo. No espere que el otro sea más aventajado en este juego de adivinaciones: asegúrese de comunicar sus sentimientos más profundos en forma clara y explícita.

Hay muchas razones por las cuales evitamos expresar nuestros verdaderos pensamientos: no queremos molestar u ofender al otro; no nos gusta admitir que necesitamos algo; no queremos correr el riesgo de que nos rechacen pues esto nos hace vulnerables. Pero mientras esperamos que nuestro compañero responda a nuestras peticiones silenciosas, nos sentiremos cada vez más frustrados y resentidos. Si no podemos abrir nuestro corazón en nuestras más íntimas relaciones, las cosas verdaderamente están muy mal.

8. Utilice la pausa de los seis pasos. Lo que más lamentamos en la comunicación es cuando hablamos impulsivamente o respondemos en forma visceral. Para evitar decir o hacer cosas hirientes, actúe reflexivamente, no por instinto. Los pasos siguientes le permitirán tener cabeza fría en una situación acalorada y elegir en forma consciente qué debe decir o hacer:

Paso 1. Preste atención a sus reacciones físicas. Deténgase y observe qué siente y en dónde lo siente. Paso 2. Preste atención a sus reacciones emocionales. Relacione las sensaciones físicas con las emocionales. ¿Se siente tenso? ¿Enqjado? ¿Temeroso? ¿Herido? Paso 3. Preste atención a sus impulsos. Pregúntese: De acuer do con las sensaciones que acabo de notar, ¿cómo quiero actuar o qué quiero decir?

Paso 4. Preste atención a las consecuencias. “Si actúo impulsivamente, ¿qué me puede pasar y qué puede pasarle a mi pareja? Piense tanto en el corto como en el largo plazo. Paso 5. Preste atención a las soluciones. “¿Qué alternativas tengo y con cuál de ellas obtendré mejores resultados?” Paso 6. Preste atención a los beneficios. “¿Qué recompensa obtendré si busco esta solución?” Esta intervención puede parecerle artificial y molesta inicialmente. Trate de ser paciente. Con perseverancia y práctica, podrá aplicar el procedimiento tan rápidamente que le parecerá como si no hubiera realizado sino un solo paso. Toma unos treinta días convertir el cambio en su comportamiento en un hábito y seis meses como mínimo hacerlo parte de su personalidad.

Cómo construir el castillo del amor Si ha hecho castillos en el aire, no ha perdido su trabajo. Es allí donde deben estar. Ahora ponga las bases en la tierra. HENRYDAVID TllOREAU

Iniciemos el proceso de enamoramos de nuevo evaluando los seis ingredientes básicos de nuestra relación. En una escala de uno a cinco, en la que uno indica problemas muy graves y cinco algo cercano a la perfección, ¿qué valor le daría a cada elemento? (Deben hacer estos ejercicios cada uno por su lado, sin consultarse uno al otro.)

Después, recuerde los días en que su relación era bien fuerte. ¿Cómo habría calificado cada uno de estos seis pilares entonces? Si necesita

refrescar su memoria, mire fotografías de los dos cuando había amor y gozo en abundancia. Aunque doloroso, echar mano de los recuerdos es útil. Ahora, trate de ponerse en el lugar de su pareja. Imagine cómo se siente él o ella respecto a su relación actual y escriba el puntaje que él o ella le daría. Luego escriba los puntajes que el otro habría dado en los mejores momentos de su relación. No evite este paso sólo porque no está seguro de cómo responder. Usted sabe más de lo que cree, y es muy importante adquirir el hábito de ver a través de los ojos de su pareja. Suponiendo que no está en un momento de negación total y que ha calificado con cinco cada uno de los pilares, su posición es envidiable. Está en condiciones de concentrarse en lo que podríamos llamar medicina preventiva. Este libro le ayudará a mantener una relación fuerte reforzando lo que está haciendo bien, manteniéndose siempre alerta para vislumbrar cualquier señal de debilidad y tomar medidas inmediatas que le permitan fortificar áreas que necesitan ayuda. Si calificó con menos de cinco cualquiera de las categorías, esto indica que el estado de su relación no es el mejor. Hay cierta insatisfacción y algo de desencanto. Este libro le ayudará a identificar las razones por las que estos ingredientes no son tan fuertes como podrían ser y le enseñará a reconstruirlos.

¿Qué nos espera? El matrimonio es nuestra última y mejor oportunidad para crecer. JOSEPtl PARTII

En los capítulos siguientes hablaremos de los seis secretos en orden secuencial. Cada capítulo explica por qué estos pilares son de vital importancia, qué los erosiona y, lo más importante, cómo restaurarlos. Al principio de cada capítulo encontrará un cuestionario breve que le ayudará a identificar qué tan problemático es ese pilar. Refiérase al cuestionario cuando esté haciendo los ejercicios que se proponen más adelante en el capítulo. Sus circunstancias particulares pueden llevarlo a trabajar más en un área que en otra. Sus preocupaciones específicas pueden incluso tentarlo a saltarse algunos capítulos. Por ejemplo, puede sentir la tentación de pasarde largo por el capítulo de la confianza porque la desconfianza es la que ha hecho trizas su amor. En realidad, cualquiera de las seis rutas lo conducirán a usted al camino del amor. Sin embargo, permítame insistir en que lea el

libro de principio a fin. Como parte de la información contenida en los capítulos finales hace referencia a algo que ya se ha mencionado en el libro, una lectura secuencial evitará confusiones. También le recomiendo especialmente que trabaje en todos los pilares, aunque considere que tiene más problemas en unos que en otros. Uno es tan indispensable como el otro, como las patas de una silla. Al fortalecer los más firmes, ayudará a reforzar los que recibieron calificaciones más bajas. Antes de iniciar la lectura del capítulo siguiente, tómese unos pocos minutos para reflexionar sobre el estado actual de su relación. Luego, imagine qué pasaría si fuera posible aumentar a cinco la calificación de cada uno de los ingredientes. ¿Cómo se sentiría? ¿Qué pensaría de su pareja, y qué pensaría ella de usted? ¿Qué sentirían al estar juntos? ¿Qué harían de modo diferente? ¿Qué significado tendría para su felicidad y disfrute de la vida el que todos los pilares fueran lo suficientemente fuertes? Esto es lo que le espera. Algo que de verdad se puede alcanzar. Dirija su mirada hacia la luz que está al final del túnel. Esa luz no es la de un tren que viene en la otra dirección. Es la luz de la esperanza. La esperanza de poder erradicar la hostilidad que ha surgido entre ustedes dos, curar las heridas que ninguno quiso causar al otro, y crear ese hogar emocional que los dos añoran tan profundamente.

2 Química Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar El amor llega a ser la respuesta fundamental a la pregunta primordial de la humanidad. ARCHIBALD MACLEISH

El amor es la repuesta, pero mientras la espera, el sexo plantea muchas preguntas interesantes. WOODY ALIEN

¿Qué tanto aplican las siguientes afirmaciones a lo que usted piensa o siente acerca de la química en su relación?

PUNTAJE: 0-6 Ustedes parecen más hermanos que amantes. 7-13 Después de tener sexo, usted piensa: “Tenemos que hacerlo con más frecuencia”. 14-20 Haga reservaciones para su próxima velada romántica.

Uno de los momentos más dolorosos en la terapia, y desafortunadamente uno de los más comunes, es cuando uno de los cónyuges confiesa que su pareja, que una vez fue irresistible, ahora no sólo carece de atractivo sino que su presencia le repugna. Su apasionada princesa parece un témpano de hielo que tiene dolor de cabeza siempre que él se le acerca. Su príncipe, encantador hace un tiempo, se ha transformado en un teleadicto cuya aproximación amorosa es decir “¿Tienes ganas?” mientras se rasca la cabeza. “Antes esperaba ansiosamente su llegada”, me dijo una de mis pacientes con los ojos llenos de lágrimas. “Solía desear su juego seductor. Hoy le temo. Traté de que reviviéramos esos momentos, pero no lo logré. Me harté de fingir”. Las confesiones suelen estar acompañadas de muchas emociones contradictorias, como: • culpa (“Me tortura sentir esto”) • temor (“¿Recuperaremos la química algún día?”) • confusión (“¿Por qué nos está pasando esto?”) • tristeza (“Solía ser tan maravilloso”) • frustración (“Ya no aguanto más”) • ira (“¡Odio a ese bastardo/esa bruja por dejar que esto sucediera!”) La pérdida de la química en una relación larga ha sido objeto de atención tanto de científicos como de comediantes, y hasta el momento los comediantes llevan la delantera. Según un chiste popular, en el noviazgo el sexo tiene lugar en cualquier parte de la casa. Recién casados, el sexo tiene

lugar en la alcoba. Después de unos años de matrimonio, todo el sexo que hay son los insultos que se gritan cuando se encuentran. Erma Bombéele dijo hace ya un par de décadas: “La única razón por la que salgo a trotar todas las mañanas es para oír mi corazón latiendo de nuevo”. Esto es hoy válido para muchos. Sabemos que no es realista pensar que esa pasión explosiva, eufórica, omnipresente del amor juvenil permanece intacta a medida que la relación madura y los cónyuges envejecen. Tampoco podemos esperar tener la misma energía en la mitad de un maratón que en el momento de la partida. Pero también hay buenas posibilidades de que usted añore esa pasión sin inhibiciones y que desee recuperar, al menos, una pequeña parte. Ésa no es una meta irrazonable. Es más, puede lograr algo mejor. Puede recuperar su pasión y combinarla con la sabiduría tranquila de un amor maduro. La química es algo más que simple lujuria. Miremos con más detenimiento de qué se trata.

El continuo de la química El hombre siempre quiere ser el primer amor de una mujer; la mujer quiere ser el último romance de un hombre. OSCAR WILDE

Piense en la química como algo que está dentro del continuo de la atracción, agua y aceite en un extremo y magnetismo puro en el otro. En el extremo magnético, la química opera como un adhesivo tipo velero, tan fuerte que es muy difícil separar a los dos miembros de la pareja. Usted dice cosas como: “No puedo esperar para verlo”, “No puedo dejar de acariciarlo”, “Me excito sólo con pensar en nuestro próximo encuentro”. Cuando esta química tipo velero madura, la relación física es más tranquila, ya no se trata de la combustión de la pasión juvenil. También conlleva el placer del beso, de la caricia, del mimo y de otras actividades que a veces calificamos de “mera” estimulación erótica pero que nos brindan un placer sensual ilimitado. En el amor maduro, la química equilibra la atracción mental, la emocional y la física. El tiempo pasa lentamente cuando uno espera al ser amado, y ya juntos, las horas parecen minutos. En su mayor intensidad, la química crea una sensación de euforia. Es como haber encontrado una parte de nosotros mismos de la que carecíamos. Es sentir que hay una conexión corazón a corazón, espíritu con espíritu, y cuando la separación es inevitable es como si le arrancaran a uno la piel.

Una fuerte química no es unilateral. No es uno solo el que se siente atraído. Al otro le gusta tanto mirarlo a usted, como a usted mirarlo a él; el otro disfruta tanto acariciándolo a usted, como usted acariciándolo a él, porque el contacto crea un sentido de unidad mayor que la suma de sus partes. En cada beso, cada caricia, cada mirada hay una sensación de que ambos están saboreando algo especial, tan especial que parece que nunca será suficiente. Usted quiere sumergirse y embriagarse en esa sensación. La presencia de su pareja le da una completa sensación de bienestar. Una buena química crea una sensación de unidad física, emocional y espiritual que nos hace ver que todo marcha bien.

La química puede llevamos del ardor de una pasión desaforada a una agradable sensación de afecto. Es apenas natural que la intensidad del amor temprano se vaya disipando pues nuestros cuerpos difícilmente pueden soportar ese permanente torrente de adrenalina. Ahora bien, no debemos confundir el sosiego natural que da la edad con el conformismo que hace que las parejas que llevan mucho tiempo juntas se transformen simplemente en muy buenos compañeros de cuarto. Si bien el deseo por sí solo no es química, en el mejor sentido de la palabra, una pasión profunda es fundamental, o de lo contrario la química permanecerá apenas como agua templada que nunca alcanza el punto de ebullición. Sin importar la edad, una buena química consiste de ternura y una fuerte atracción sexual. Nada inspira más que una pareja de viejos tomados de la mano, acunándose uno a otro y sintiendo que se erizan cuando se tocan como si fueran adolescentes. Desafortunadamente, una queja bastante frecuente de parejas que llevan mucho tiempo juntas es: “Somos como hermanos”. Se sienten a gusto, comparten valores, les gusta hacer cosas juntos, se complacen mutuamente, pero la energía sexual ha desaparecido. La frase “somos como hermanos” sugiere un lazo poderoso, positivo, irrompible, pero también implica que falta algo importante. Hace evidente que la pareja ya no siente lo que deben sentir los amantes. Sin embargo, la química de un beso en la mejilla de este tipo de pareja tiene todavía mucho más magnetismo que el que existe en el extremo del continuo en que sólo hay agua y aceite. Allí es donde vemos lo

opuesto a la atracción: la repulsión. Cuando la química es fuerte, el encuentro con el amante produce chispas; cuando no hay química, es como un balde de agua fría. Cuando hay química, uno piensa: “Qué afortunado soy por estar con esta persona”; cuando ésta desaparece, uno piensa: “¿Cómo diablos me metí en esto?” Si la química es fuerte, cuando estamos con nuestra pareja nos sentimos libres; si no existe, nos sentimos atrapados.

Si hay química, el amor es mejor El sexo con amor indudablemente es una de las mejores cosas de la vida, y lograr la satisfacción mental y física cuando lo disfrutamos es uno de sus puntos culminantes. SIGMUND FREUD

Además del placer sensual, de la permanente tensión-relajamiento del orgasmo y de la satisfacción emocional que nos produce la intimidad, una buena química nos proporciona muchísimos beneficios. “Con amor y entrega el encuentro sexual disuelve la ansiedad, la depresión, la soledad y la desesperanza”, escribe Felice Dunas en Passion Play [El juego de la pasión], “Eleva el espíritu y nos abre a la alegría, enriqueciendo nuestra capacidad de sentir y haciendo que nuestra vida sea plena”. En síntesis, la química del amor nos hace sentir mejor, física y emocionalmente; es como si una oleada de ternura envolviera nuestra relación y nuestra vida. Aunque todavía sabemos muy poco de la fisiología del amor, fuertes evidencias sugieren que incluso una simple caricia amorosa produce mejoría física. Investigaciones indican que los bebés que son privados de las caricias suelen presentar serios problemas de desarrollo. Otros estudios muestran que las señales bioquímicas del estrés se reducen en los adultos cuando son acariciados. La oxitocina, una sustancia de tipo hormonal asociada con la sensación de bienestar, aumenta cuando la madre está amamantando. También sube cuando una pareja que se ama se acaricia. De hecho, se eleva incluso con sólo pensar en ello, razón por la que se ha ganado la reputación de ser la hormona de la unión. También, en la euforia del amor temprano, el organismo distribuye adrenalina por todo el sistema, lo que produce esa sensación de poder y excitación que todos conocemos bien. También aumentan las endorfinas, los químicos analgésicos generados por el organismo. “El amor romántico es una enfermedad mental”, escribió el humorista Fran Liebowitz. “Es una droga. Distorsiona la realidad, de ahí su función”. Hablaba de la función de asegurar la perpetuación de la especie. Pero los beneficios de la química tienen también SU lado negativo. El amor apasionado tiende a pintar la realidad color de rosa, y esto nos lleva a

idealizar a la pareja. También puede impedir que seamos conscientes de sus puntos flacos y conducimos al futuro llenos de falsas expectativas. Ésta es la razón por la cual no es aconsejable casarse inmediatamente después de iniciar una relación apasionada. También sabemos de los bajonazos de adrenalina, es decir la depresión y el desespero que se apoderan de nosotros cuando nuestros sueños románticos se hacen trizas. Añoramos de tal manera esos momentos maravillosos que hacemos cualquier cosa por recuperarlos. Si lo logramos, parecería que el mundo hubiera recuperado su normalidad. Esto puede llevar a ttna especie de adicción a la excitación del amor temprano, lo que hace imposible mantener una relación madura. El desafío para preservar la química a largo plazo es combinar la excitación del amor temprano con la calma y el cariño que caracterizan al amor adulto.

¿Cómo se propaga la química? En el sexo dos y dos son cinco, no cuatro. MARTY FELDMAN

Como el concreto reforzado, la atracción sexual vigoriza cada uno de los otros cinco pilares sobre los cuales descansa la relación. Una mala química, por el contrario, es como un ácido que los corroe. Salta a la vista que una buena química es alimento para el goce mutuo. La pasión, y no sólo en la cama, es sazón indispensable para la relación. Cuando la pareja disfruta su contacto físico suele encontrar otros modos de recrearse. Cuando hay magnetismo en la relación, es más fácil aceptar al ser amado. Los rasgos que en otras condiciones podrían ser inaguantables no nos parecen tan fastidiosos, y quizá hasta nos parezcan divertidos. Por el contrario, cuando una persona está frustrada sexualmente o ha perdido el interés por su pareja, cualquier pequeña imperfección puede resultar muy irritante. Una buena (juímica tiene el poder de hacerle notar las cosas positivas y pasar por alto las negativas. La relación entre una buena química y el respeto es muy sutil. Veamos un ejemplo: el calor del fuego de una buena chimenea puede transformar el clima de toda la casa, pero la luz de una vela, con algo de suerte, calentará sus manos. Del mismo modo, el calor de un amor apasionado invade todos sus juicios y percepciones Su pareja, vista a la luz de este afecto, disfrutará siempre del beneficio de la duda. El respeto, por tanto, estará siempre en aumento.

La relación entre una mala química y el respeto es más evidente. La frustración incita el culpar al otro, y es difícil respetar a alguien que lo está privando a uno de su satisfacción. Una esposa se quejaba, diciendo: “A pesar de haberle dicho mil veces que me fastidia, él sigue aferrado a su forma de iniciar el acto* sexual. Se tira sobre mí como un adolescente enardecido y logra lo que quiere sin pensar en mí ni un momento”. A su vez él reaccionó, diciendo: “¿No le parece que al menos ella podría perder unos cuantos kilos y recuperar un poco de atractivo? Parecería que todo ha dejado de importarle”. No se trata de una mera insatisfacción sexual; hay indicios de una falta de respeto que ha invadido otras áreas de su vida. En la pareja él era visto como un adolescente egocéntrico, y ella como una tonta fastidiosa y dejada.

Una química madura suele conllevar un poderoso sentimiento de confianza. Cuando se siente seguro al dejar en las manos de su pareja tanto sus deseos como sus necesidades sexuales, cuando usted sabe que para él o para ella su satisfacción es algo importante, hay entre los dos una confianza que tiende a extenderse a otras áreas de la vida. Es muy posible que una persona delicada y sensible en la cama lo sea también fuera de ésta. Por el contrario, una mala química puede dar pie a la desconfianza. Unos novios que no lograban llegar a un acuerdo sobre si debían casarse o no, vinieron a verme cada uno por su cuenta. “Es tan impaciente y descuidado en la cama”, me dijo la mujer, “que temo que sea así en otros aspectos de la vida, como por ejemplo los hijos y el dinero”. “Es tan tímida sexualmente, que me pregunto si está en condiciones de arriesgarse en otros aspectos de la vida. También sé que miente cuando le pregunto si el sexo le produce placer. ¿Mentirá también en otros campos?”, dijo él. En lo que respecta a la empatia, imagine que entre usted y su pareja hay una fuerte atracción, una inmensa ternura y que la satisfacción sexual es total. ¿No estaría dispuesto a mirar las cosas desde el punto de vista del otro? Mucho más, por supuesto, que si usted no estuviera interesado en su pareja y se sintiera frustrado, sobre todo si cree que la culpa de que la química entre ustedes haya decaído es de ella. Una buena química es un

excelente motivador, y lo lleva a usted a preguntarse cuáles son las necesidades del otro, no sólo en la cama, sino en todas las áreas de la vida. Por el contrario, si su relación está amenazada por falta de química, lo más posible es que sienta ira, y cuando uno siente ira, es difícil sentir empatia. Es mucho más fácil asumir la actitud de víctima que tratar de suavizar su posición y comprender a quien usted responsabiliza de su frustración.

Por qué disminuye la química? El amor es fuego. Pero es imposible saber si éste va a abrigar nuestro corazón o a quemar nuestra casa. Esto es algo que nunca podremos predecir. JOAN CRAWFORÍ)

La química, esa fuerza misteriosa que inicialmente hace que dos personas se junten, con frecuencia es el primer ingrediente que se debilita, aunque a veces sólo lo parece, porque cualquier fisura en este ingrediente es mucho más visible que en los otros. Hay muchas razones que hacen que dos personas que fueron como dos llamas gemelas, con el tiempo se asemejen más a dos témpanos de hielo.

Factores físicos Algunas veces la palabra química puede tomarse literalmente: lo que se asume como un elemento emocional o como mera incompatibilidad es realmente producto de una reacción bioquímica. La sexualidad puede verse afectada por una serie de factores físicos, entre ellos la salud cardiovascular, problemas endocrinos como la diabetes y el nivel de ciertas hormonas y peptonas en el cuerpo. Es común que las parejas piensen que algo no está bien en su matrimonio cuando en realidad sus cuerpos están sufriendo ciertas transformaciones fisiológicas. Esto es particularmente cierto en la mediana edad, cuando la predecible declinación de las hormonas sexuales puede ser un poco desconcertante. La depresión y la ansiedad también afectan negativamente a la sexualidad. Si bien estas dos condiciones pueden originarse por razones emocionales, sus causas bioquímicas, bastante conocidas en la actualidad, pueden ser tratadas con medicamentos (la combinación de los medicamentos y la psicoterapia suele ser el tratamiento más eficaz). Desafortunadamente, lo que se inicia como un problema físico no detectado puede convertirse en

una tormenta emocional e interpersonal. Los individuos frustrados empiezan por culparse a sí mismos o mutuamente, lo que suele dar paso a una serie de conflictos profundos. Se inicia así un círculo vicioso. Los problemas son tan abrumadores que no es posible relajarse en la cama, lo que erosiona aún más la química sexual de la pareja. Los factores médicos están fuera del alcance de este libro. Si usted sospecha que la química de su relación puede estar siendo afectada por una condición física, le recomiendo que consulte cuanto antes con su doctor. El componente físico de la química también está relacionado con los estragos causados en nuestros cuerpos por el tiempo. A los .cuarenta años no respondemos sexualmente del mismo modo que a los veinte. Lo que no es necesariamente negativo. Hay ciertos placeres que podemos disfrutar cuando somos mayores si comprendemos lo que nos está pasando y sabemos adaptamos a nuestra nueva biología. Los hombres, por lo general, se convierten en amantes más diestros, más dispuestos a disminuir el ritmo y a gozar más la /estimulación erótica previa al acto sexual que solían abreviar movidos por el afán de llegar al momento de la gratificación plena. Las mujeres tienden a ser más lanzadas, a confiar más en sí mismas y a ser más agresivas sexualmente. Estos factores, junto con el crecimiento del afecto y la ternura producto de una intimidad de vieja data, pueden dar origen a una química más poderosa cuando nos hacemos mayores. Desafortunadamente, muchas parejas insisten en compararse con esos amantes jóvenes que solían ser -esos que vemos todos los días en los medios-, lo que los lleva a concluir que su química está en condiciones críticas. Nuestros cuerpos tampoco se ven iguales a los cuarenta. Pocos de nosotros somos como Sean Connery o Susan Sarandon, que con el paso de los años son más atractivos sexualmente. Puede ser triste decirlo, pero las cada vez más prominentes barrigas, las papadas dobles y los senos un poco caídos no suelen excitar lo mismo que los cuerpos delgados y firmes. En muchos casos, aunque parezca mentira, un cuerpo maduro representa más obstáculo para la persona que se mira en el espejo que para su pareja. El amor y todos los factores emocionales que hacen parte de la química pueden hacer caso omiso de las preferencias estéticas de una persona, pero la autoimagen de alguien que se ve gordo, horrible y poco atractivo puede ahogar una pasión incluso antes de que ésta se encienda.

Los elevados costos del estrés Las presiones del trabajo, el dinero, la paternidad y tener mucho que hacer y poco tiempo pueden causar estragos en la química. El estrés puede

aumentar el nivel de sustancias que reducen el deseo y el rendimiento sexual. El cansancio físico tampoco es compatible con la pasión. A veces la tensión que se va acumulando debido a un estrés muy prolongado puede hacer que una persona se sienta enormemente excitada y que su cuerpo pida a gritos el placer y el alivio que le produce el clímax sexual. Pero esto también puede interferir la química de una pareja cuando no está sincronizada. Una queja común de las mujeres tiene que ver con compañeros hambrientos de satisfacción sexual que dejan totalmente de lado cualquier sutileza para lograrla. Hay pocas cosas que enfrían más a una mujer que un torpe y desabrido “hagámoslo”. El impacto psicológico y emocional del estrés no es sino un elemento más que se añade al probléma. Cuando la tensión es muy fuerte, las cosas que normalmente evocan la ternura y el afecto pueden ahondar la problemática y generar hostilidad. Esto es particularmente cierto cuando usted tiene la percepción -justificada o no- de que su pareja es la causante de su estrés. El estrés es particularmente dañino cuando ataca su autoestima. Si teme perder su trabajo, por ejemplo, es posible que empiece a sentirse incompetente, lo cual, por lo general, es como un balde de agua fría para la química de una pareja. Los hombres suelen ser especialmente vulnerables a esto, porque su autoimagen tiende a medirse de acuerdo con sus logros profesionales o el dinero que producen. Camilo era un agente de bienes raíces de cuarenta y siete años cuyo negocio estaba sufriendo una crisis muy fuerte. Incapaz de mantener el ritmo de costos al que había acostumbrado a su familia, reaccionó con un enorme abatimiento. La idea de tener que vender su casa y enviar a sus hijos a una escuela pública hizo que se sintiera como un fracasado. Estaba convencido de que Sandra, SU esposa, lo consideraba algo menos que hombre, y entonces se encelló en un amargo silencio. En realidad, para Sandra su marido Seguía siendo el mismo hombre estupendo de siempre y lo quería tanto como cuando se casaron. Pero la autoestima de Camilo estaba tan baja como sus ingresos. Se consideraba indigno y proyectaba estos sentimientos en su esposa. La idea que albergaba su subconsciente era: “¿Por qué querría ella hacer el amor con un perdedor Como yo?” En la terapia, cuando Camilo se atrevió a revelar su vergüenza, Sandra rompió a llorar. “Pero si sigues siendo el hombre más sensual que he conocido en la vida”, le dijo. Esa noche hicieron el amor por primera vez luego de muchos meses, y la actitud derrotista de Camilo cambió de repente: el que la química con su pareja se hubiera restablecido le dio un gran impulso a su autoestima y él empezó de nuevo a trabajar en la reconstrucción de su negocio.

La familiaridad: caldo de cultivo de la monotonía

El amante pronto se acostumbra a la belleza, Ésta palidece ante sus ojos y pierde atractivo para sus sentidos. JOSEPH ADDISON

Se han realizado experimentos con animales en los que encierran en una jaula a un macho y una hembra en calor y miden el tiempo que le lleva al macho tratar de copular. También miden el tiempo que transcurre entre la eyaculación y el siguiente encuentro sexual. Este intervalo, denominado el período de refracción, se hace cada vez más largo entre cópula y cópula, hasta que el macho parece exhausto y abandona los intentos. Los humanos, sin duda, están familiarizados con esto. Pero aquí está el problema: si una nueva hembra es introducida en la jaula, el macho vuelve a responder rápidamente. El período de refracción vuelve a ser igual al de la primera vez. Este fenómeno, denominado el Coolidge Ejfect [efecto Coolidge] parece tener cierto paralelo entre los humanos. Cuando el viagra apareció en el mercado, surgieron muchos chistes; uno de los más populares fue: “Un hombre de edad madura le pide al médico alguna medicina que le permita, al menos, volver a hacer el amor con su esposa. El médico le dice que se tome la píldora y se vaya a casa. El tiempo que tarda en llegar será suficiente para que la pastilla haga efecto. Llega, ansioso de empezar... pero su esposa no está en casa. Entra en pánico y llama al doctor para preguntarle qué hacer. El doctor sospecha que el hombre quiere encontrar un sustituto para su esposa y le pregunta si la empleada no está en casa, a lo que el hombre responde: “Oiga, doctor, si quisiera tener sexo con la empleada, no necesitaría una píldora”.

Un buen número de maridos angustiados -en menor proporción pero también muchas mujeres- me han confiado en terapia sentimientos similares. “Cuando miro a otras mujeres tengo fantasías con ellas”, confesó un hombre confundido de cuarenta años que estaba luchando por serle fiel a su esposa, con la que llevaba casado catorce años. “Objetivamente, la mayoría son menos atractivas que mi esposa y sus personalidades no son tan interesantes, pero me excitan. He llegado a pensar que quisiera no

haberla conocido porque si fuera una extraña sería la persona que encontraría más sexy”. Una de las razones de la disminución de la química es la familiaridad y la monotonía. El recuerdo de un erotismo fuertemente estimulado por un amante nuevo frente a la monotonía sexual de la mayoría de las parejas que han convivido muchos años difícilmente puede compararse. El período de la luna de miel es el más irreal de la vida, pero desafortunadamente lo convertimos en la norma, en lugar de verlo como una excepción, una aventura cargada con muchos voltios y que sólo puede repetirse en momentos muy especiales. Esto nos decepciona, e incluso nos lleva a culpar a nuestra pareja por arruinar la diversión; no somos capaces de apreciar esa clase de química más tranquila y tierna que trae el amor maduro. La solución para este caso particular de disminución de la química no es buscar a otra pareja. Como lo veremos más tarde, el problema puede solucionarse con un poco de imaginación.

Desgaste emocional En las primeras etapas del romance, cuando la llama de la pasión arde con fuerza, su vida gira en tomo a su relación. Nada es más importante que la emoción de estar con el ser amado, exceptuando, quizá, la emoción que le produce saber que para esa persona lo principal es compartir su vida con usted. Con el tiempo, las exigencias de la vida diaria van retomando importancia y la ecuación se transforma: es necesario buscar lugar para su relación. Es como si uno y otro empezaran a ser menos importantes. En incontables ocasiones he escuchado esta queja: “Él solía hacer malabares en su vida para poder estar conmigo. Ahora hace malabares para que yo no interfiera en su partido de fútbol o su agenda de trabajo”. (Por supuesto, en las quejas de los hombres no están los partidos de fútbol sino los compromisos sociales, los hijos o las presiones profesionales que les roban la atención de la esposa.) La sensación de que uno ya no es tan importante para el otro puede producir efectos negativos en la química. Por otra parte, todas las pequeñas imperfecciones que usted solía pasar por alto al comienzo, con el paso del tiempo se convierten en obstáculos en su camino. Al principio, esas costumbres molestas de su compañero -la rudeza en sus caricias, la torpeza de sus movimientos al hacer el amor- son como ese ruido de la ciudad que llega a su habitación a través de las ventanas: no lo oye cuando el equipo de música está funcionando, pero la enloquece cuando no hay música. La carga emocional se va haciendo mayor en una relación larga. No hay nada mejor para matar la química que la acumulación de resentimientos y críticas.

La ansiedad en la relación sexual Bien sea que una mujer tema no excitar a su amante, o que un hombre tema por su erección, el miedo es un asesino de la química. Y no se necesita mucho para que esto se convierta en un círculo vicioso. Una o dos situaciones dolorosas o embarazosas, que pudieron ser causadas por alguno de los factores mencionados, pueden suscitar ansiedad sobre qué pasará la próxima vez, ansiedad que puede ser recurrente si el temor de fallar se convierte en una autoprofecía del fracaso. El círculo vicioso continúa. Suponga que un hombre experimenta momentáneamente una eyaculación precoz o una disfunción eréctil. Su pareja puede reaccionar amorosamente, pero sus esfuerzos por tranquilizarlo lo hacen sentir cada vez más infeliz. Su ansiedad aumenta y lo hace sentir menos atractivo, porque para la mayoría de las mujeres un hombre seguro de sí mismo es excitante y uno inseguro no lo es. No pasará mucho tiempo antes de que la pareja esté cavilando y angustiándose en lugar de abandonarse al placer. Cuanto más permitan que la tensión afecte su relación sexual, más se contaminará la química total entre ustedes. El paso siguiente, con seguridad, será evitarse uno al otro, y lo que antes era placer se transformará en una obligación. Es posible que teman excitarse porque esto los enfrentará de nuevo con el problema y se abrirán las puertas a la frustración.

Otros asesinos ele la química Cualquier cosa que disminuya el respeto, el goce, la aceptación, la confianza o la empatia repercutirá en la química. Veamos unos ejemplos:

Respeto. Cuando Raúl e Inés empezaron a salir juntos se admiraban muchísimo. Pero después de seis años de matrimonio, el joven audaz del que Inés se enamoró se había convertido en un ser retraído, que exa objeto permanente del maltrato de su jefe. Raúl, a su tumo, veía que su vital esposa se había convertido en una persona temperamental y cruel bajo los efectos del alcohol. Llegó eL momento en que el respeto mutuo desapareció y su dormitorio, que antes era su nido de amor, se convirtió en una zona de guerra fría. “A veces llego a casa con ganas de hacer el amor”, me dijo Raúl, “pero esa mirada de alcohólica dispara mis sueños eróticos en otra dirección”. Inés solamente dijo: “Los peleles me congelan”. Goce. En el noviazgo Diego y Beatriz solían pasarla maravillosamente, y ese disfrute surgía espontáneamente en la alcoba. Pero las presiones resultantes de la llegada de los hijos y del progreso en sus can-eras profesionales hicieron estragos en la pareja. También

desarrollaron nuevos intereses, que no compartían. El poco tiempo del que disponían para divertirse juntos los separó. En privado, cada uno de ellos me dijo lo mismo: la relación había dejado de ser divertida, y hacer el amor era otra de las mtinas domésticas. Obviamente, cada uno culpaba al otro. La risa que un día fue un afrodisíaco para ambos, ahora estaba tan ausente como el juego amoroso.

Aceptación. Entre Juliana y Roberto se había generado tanta hostilidad que les era imposible encontrar de qué hablar. Los dos tenían una lista de lo que no podían aceptar del otro. Todavía se sentían atraídos sexualmente, pero como les era imposible dejar las críticas a un lado, les costaba excitarse. Cuando las temperaturas de sus cuerpos empezaban a subir, una crítica por algo que el otro había hecho ese día, o una semana antes, arruinaba el juego amoroso. Así, en lugar de encontrar el sueño unidos en un abrazo cariñoso, buscaban la forma de dormirse contando ovejas, cuando no rencores, y se aseguraban de guardar prudente distancia entre uno y otro. Confianza. La desconfianza asfixió el fuego del amor entre Carolina y Pablo. Cuando la pasión agonizaba, Pablo desarrolló la tendencia a tratar bruscamente el cuerpo de su esposa. “Es como si olvidara que soy una mujer de carne y hueso”, dijo Carolina. “Me lleva y trae como si fuera una muñeca de trapo o algo parecido”. Cuando se enamoraron, ella encontraba fascinante el desenfreno de Pablo. Un año más tarde, estuvo tentada a romper el compromiso porque temía que llegara a hacerle daño. Entre tanto, Pablo empezó a evitar el encuentro sexual, porque Carolina había traicionado su confianza. “Solía contar a sus amigas cómo era yo en la cama”, dijo. “Ya no estoy seguro de poder confiar en ella”. Empatia. El resentimiento acumulado trajo a Jaime y a Constanza a la terapia. Estaban intentando evitar el divorcio. “Hace tres años que no hacemos el amor”, dijo Jaime. “A veces tenemos sexo, pero no hacemos el amor”. La rutina se había apoderado del sexo, al cual ahora llegaban por costumbre y porque servía para calmar las tensiones. “Solíamos sintonizamos maravillosamente”, se quejó Constanza. “Queríamos complacemos mutuamente y sabíamos cómo hacerlo”. Pero la ira los volvió egoístas y vengativos. La empatia había muerto. Ya no les era posible pensar en las necesidades del otro. En lugar de tratar de complacerse mutuamente, lo que buscaban era la satisfacción personal. Ninguno de los dos volvió a encontrarla. En cada uno de los ejemplos anteriores, la pareja tuvo que identificar cuál era el pilar más lastimado, el que había destruido su vida sexual. Antes de que pudieran revivir la química, era necesario reparar las heridas.

Estar alerta para identificar las primeras señales La voluntad es infinita y el desempeño limitado... el deseo no tiene límites y el acto es un esclavo que se debe domesticar. Til LIA M SHA K ¡ISPEA RE

“José y yo somos ahora como hermanos”, me dijo Diana. “Compartimos valores, nos preocupamos de verdad el uno por el otro, hacemos un equipo maravilloso cuando emprendemos una empresa. Pero algo falta”. Lo que faltaba era el sexo. Diana y José se ¡ habían convertido en amigos cariñosos que se trataban como si fueran familiares cercanos. Pero hacer el amor se había vuelto algo del pasado desde el nacimiento de su tercer hijo, que era aurista. Diana se había visto obligada a dejar su trabajo para cuidar a los niños, y al llegar la noche estaba tan cansada que apenas tenía energía para cepillarse los dientes. Un par de veces se entregaba a José por cumplir su deber, pero la relación no era satisfactoria para ninguno de los dos. José, sometido a una presión terrible para ganar el dinero suficiente para mantener a la familia, estaba harto de oír “estoy demasiado cansada” cada vez que quería tener una relación sexual, aunque sabía que era cierto. Simplemente dejó de intentarlo. No sólo evitaban el sexo, sino cualquier contacto excitante, porque temían enfrentar otra frustración. Como ya se ha dicho, cuando usted hace mucho esfuerzo durante mucho tiempo para evitar algo potencialmente desagradable, empieza a transformarse en una fobia. Eso fue precisamente lo que Sucedió en la vida sexual de José y Diana, patrón por demás común en parejas que conviven muchos años. Les aconsejé buscar un lugar romántico y privado para tratar de reencontrar la chispa del amor. Esta estrategia suele hacer maravillas en parejas cuya química se ha visto ahogada por los problemas de la vida diaria. Pero las cosas habían ido demasiado lejos para Diana y José. Durante dos noches, después de cenas encantadoras en un paraje campestre, bebieron tanto que hacer el amor fue imposible. Ninguno de los dos era realmente bebedor, pero ese fin de semana se concedieron permiso para disipar la ansiedad que les producía el contacto sexual. También habían empezado a percibir ciertas señales adicionales de que la química se estaba perdiendo. Ciertos celos infundados, por ejemplo. José descargaba a veces su agresividad contra el perro de la familia, pero no era consciente de por qué lo hacía. Cuando hablamos de esto en la terapia, se dio cuenta de lo que estaba pasando: “Ver a Diana deshacerse en

caricias con el perro lo hacía sentirse más abandonado”. Una cierta actitud compulsiva también empezó a hacerse evidente. Para llenar un vacío doloroso, las personas suelen asumir obsesivamente alguna actividad que les produce placer momentáneo o les sirve para no pensar en aquello que les causa dolor o que no se atreven a enfrentar. José empezó a jugar. Diana se volvió compradora compulsiva y llevaba a sus hijos a todas las rebajas de la ciudad. José y Diana estaban dejando erosionar las bases del continuo de la química. Afortunadamente, no habían tocado fondo. Como quien identifica la primeras señales de una enfermedad cardíaca y logra evitar el infarto, ellos pudieron detener el deterioro y restaurar su química en forma gradual. Otras parejas no son tan afortunadas, pues se encuentran en el extremo opuesto al de la atracción química: sienten repulsión el uno por el otro. En el peor de los casos, cuando la química desaparece por completo, lo que viene a la mente son ideas como: “Aléjate de mí”, “No te acerques” y “No te atrevas a tocarme”. No se trata sólo de una repulsión sexual, sino de una total animadversión. Cualquier cosa que hace o dice su compañero se asemeja al chirrido de la uña contra una pizarra. Antes solía esperar con ansiedad el regreso de su pareja de un viaje o del trabajo; ahora anhela que se quede unos días más. Experimentar rechazo por una persona que un día le era irresistible puede ser tan doloroso y atemorizante que usted va a buscar distraerse haciendo algo diferente, bien sea trabajar en exceso, navegar en Internet, dedicarse a los niños o a la cocina. Así nacen las obsesiones y las actitudes compulsivas. También se da cuenta de estar evitando cualquier momento de intimidad, no sólo la sexual. Cuando hay una química fuerte es difícil no tocar al otro; cuando la química desaparece usted empieza a dejar de lado ciertos detalles de afecto como un abrazo fuerte cuando se saludan, caminar tomados de la mimo, o dejar que su mano descanse sobre las piernas del otro cuando miran televisión. Es posible, incluso, que eviten besarse en los labios. Hay una buena razón por la cual las prostitutas dicen que nunca besan a sus clientes en los labios, y es que este contacto es, en muchos sentídos, algo mucho más íntimo que tener una relación sexual. He sido consejera de docenas de parejas que se envían el beso por los aires o intercambian besos rápidos en la mejilla para despedirse pero que no se han besado en los labios por mucho tiempo, ni siquiera, en algunos casos, cuando tienen una relación sexual, a la cual llegan simplemente buscando alivio a las tensiones. Lo mismo que con los chequeos del colesterol, los exámenes de la tensión arterial o las mamografías, cuanto más pronto identifique las primeras señales de que la química se está perdiendo, más posibilidades

existen de corregir la situación. No espere a que ésta llegue al extremo de la aversión mutua. Piense en su relación para ver si alguno de estos indicadores está presente: • No desea ver a su pareja al final del día o después de un período de separación. • Se molesta con el otro por pequeños detalles. • No disfrutan mirándose uno al otro. • No se abrazan, ni se tocan, ni se besan en los labios con frecuencia. • Evitan la intimidad. • Con frecuencia se sienten molestos el uno con el otro, o rechazados. • Se está escudando en algún comportamiento compulsivo para compensar la falta de pasión. • Bebe o recurre a las drogas para adormecer el dolor. • Tener sexo con otra persona se ha convertido en una de sus fantasías frecuentes. • Se masturba más que antes.

Hablar de sexo El sexo es una conversación que se sostiene de distintas maneras. Si cuando salen de la cama se sienten bien, la mitad de los problemas de alcoba están solucionados. PETER USTINOV

El primer paso para restaurar el pilar de la química es sentarse en un lugar cómodo y tener un diálogo abierto y franco. Antes de empezar, cada uno de ustedes debe releer las líneas dedicadas a una buena

comunicación en la página 23. Asegúrense de aplicar los principios sugeridos para lograr un diálogo verdadero. Los temas que van a tratar son delicados. A veces pueden ser dolorosos. Les prometo que si logran pasar por estos momentos con espíritu amoroso, respeto y consideración mutua, encontrarán una comprensión mucho mayor de la que pueden imaginar. El resultado final será un resurgimiento de la ternura, un compromiso renovado y una fuerte convicción de que unidos podrán alcanzar su objetivo. Lo más importante, quizá, es que una comunicación profunda da paso a una poderosa química emocional, ingrediente indispensable para reencontrar el amor maduro que va más allá de los aspectos meramente físicos de la pasión sexual. Un diálogo profundo e íntimo les da a los dos la oportunidad de ser escuchados. Cuando el dolor, el resentimiento y el culpar al otro interfieren, es vital que esos sentimientos se expresen y se solucionen. La comprensión y la sensibilidad, alimentadas por un diálogo verdadero, disminuyen la actitud de enfrentamiento que lesiona la intimidad, y abren paso a una renovada sensación del nosotros. Ese nosotros puede haberse perdido porque cada uno de ustedes luchaba por su cuenta para satisfacer sus necesidades. El proceso del diálogo les ayudará a sentir de nuevo que nosotros estamos juntos en esto, nosotros creamos unos problemas y nosotros los tenemos que solucionar, y nosotros tendremos éxito si nosotros trabajamos en equipo. Ese “Si él o ella quisiera cambiar, nuestra química podría mejorar” puede convertirse en “Nosotros podemos hacer que nuestra química funcione mejor que nunca”. Entonces, pónganse cómodos, respiren profundo y prepárense para deshacerse de los demonios que se interponen entre sus sueños y ustedes. Los pasos siguientes han demostrado ser muy eficaces en el diálogo sobre la química. Para lograr los mejores resultados, en lo posible sigan fielmente las orientaciones:

Escríbanlo... En lugar de iniciar una conversación de inmediato, tómense cierto tiempo para hacer una revisión personal de su historia sexual. Cada uno deberá completar las siguientes oraciones, sin edición ni censura (si alguna no aplica a su relación, pásenla por alto): 1. Lo que más disfrutaba de nuestra vida sexual en las primeras épocas de nuestra relación era____________________. 2.

La primera ocasión en que sentí angustia en relación con

nuestra vida sexual fue_________________________________. 3.

La primera vez que no experimenté excitación alguna fue_________________________________________________.

4.

Lo primero que me molestó fue_________________________.

5.

Lo primero que me asustó fue__________________________.

6.

Lo que me enojó fue__________________________________.

7.

Lo que me decepcionó fue_____________________________.

8.

Más adelante, mis peores temores fueron_________________.

9.

Eso me hizo sentir___________________________________.

10. Me recordó_________________________________________. 11. Lo que aún me atormenta es____________________________. 12. Cuando estamos a punto de tener una relación sexual siento___. 13. Lo que me angustia cuando estamos a punto de tener una relación sexual es____________________________;_________. 14. Cuando estamos haciendo el amor, lo que más me gusta es

Cuando estamos haciendo el amor, lo que más me molesta 15. es

.

16. Después de que hacemos el amor, lo que más me gusta es 17. Después de que hacemos el amor, lo que más me molesta es

.

18. Espero que cuando mi pareja lea esto __________________ . 19._____________________________________ Temo que cuando mi parej a lea esto__________________________________________. 20. He contribuido a nuestros problemas de química al ___________ 21. Ahora que por fin me he liberado de lo que me atormenta, quisiera que los dos__________________________________________. (Hay muchas personas que se sienten más relajadas y se les facilita más expresarse utilizando una grabadora que escribiendo. Este método también permite mayor espontaneidad y la posibilidad de expresar ciertos matices con tonos de voz, o haciendo énfasis en algunos puntos. La misma sugerencia sirve para cualquier ejercicio escrito que se proponga en este libro.) Lean y reaccionen El paso siguiente es leer y releer lo que acaban de escribir (o escuchar la grabación). Es posible que sus palabras den salida a emociones fuertes. Pueden experimentar tristeza, ira, vergüenza, temor o simplemente dolor. Dense permiso de experimentar los sentimientos que surjan. Los sentimientos negativos que se hacen presentes son como el pus acumulado en el absceso que está infectando su vida amorosa. Es tiempo de drenarlo. Si sienten deseos de llorar, dejen que sus lágrimas corran. Se lo debían hace tiempo. Hay un proverbio que dice que las lágrimas son al alma lo que el jabón al cuerpo. Permitan que esos sentimientos dolorosos los motiven a hacer los cambios necesarios para recuperar la química. No la han perdido por siempre como lo habían temido, simplemente estaba en el lugar equivocado.

Intercambien las respuestas Ahora están a punto de leer o escuchar los pensamientos y sentimientos del otro. Antes de inicial' el intercambio, asegúrense de haber expresado lo que ustedes quieren que su compañero escuche, nada más ni nada menos. Editen o reescriban si lo consideran necesario. Del mismo modo en que escribieron sus respuestas espontáneamente, sin edición ni censura, lean las palabras de su pareja sin analizarlas y

tratando de no reaccionar emocionalmente. Traten de pensar en su compañero como si fuese un niño que les ha ocultado secretos durante mucho tiempo, que teme confesarlos pero que se siente muy infeliz manteniéndolos en secreto. Después de leer las respuestas del otro una vez, léanlas de nuevo lenta y cuidadosamente. Trate de imaginar lo que ha significado guardar dentro esos sentimientos. Si sienten deseos de llorar, está bien. Lo más posible es que sus lágrimas contengan una mezcla de sentimientos, incluso pesar por el dolor del otro y sentimientos de culpa por haber contribuido a él (consciente o inconscientemente). Si, por otra parte, experimentan ira, traten de calmarse y recuerden que lo que está leyendo no es un ataque. Su tarea en este ejercicio no es defenderse, ni convencer al otro de nada. Lo que buscan es comprender lo que el otro está pensando y sintiendo. Traten de no tomar las cosas como una agresión personal. Pregúntense qué será lo mejor para su relación: conservar la ira o echar mano de esa energía para hacer lo necesario para recuperar la química.

Fijen el momento para dialogar Ahora que han leído lo que el otro escribió, es tiempo de iniciar la conversación. Dispongan al menos de una hora en un lugar tranquilo y confortable donde no los interrumpan. Los dos deben estar descansados y sin preocupaciones que exijan su atención inmediata. Es normal sentir cierta aprehensión y extrañeza. No permitan que éstas interrumpan el procedimiento, a menos que sientan tanta angustia que les sea imposible iniciar un diálogo verdadero. Para algunas parejas, especialmente las que nunca han profundizado en sus emociones, es muy difícil compartir sus sentimientos relacionados con algo tan delicado como la sexualidad. También puede ser tremendamente difícil exponerse a temas que pueden molestar al otro o poner en descubierto sus propios temores, vergüenza o dolor. Si creen que les es imposible realizar este diálogo por su cuenta, les sugiero buscar la ayuda de un consejero calificado que los pueda orientar y apoyar en forma abierta y comprensiva. También es posible hacer lo siguiente: utilicen los principios de una buena comunicación, hablen de lo difícil que es comunicarse el uno con el otro. Con esto no se va a romper el hielo, pero sí se pondrán de presente ciertos temores y ansiedades ocultos que pueden estar interponiéndose en el camino de un buen diálogo. Édgar y Alicia, por ejemplo, eran muy reservados. Los dos crecieron en familias de clase relativamente alta que valoraban el estoicismo y consideraban que los problemas personales debían mantenerse en privado. En ocho años de matrimonio nunca habían intentado analizar sus problemas a fondo. Pero cuando una capa de hielo emocional cubrió su habitación y amenazó con congelar su vida sexual, decidieron buscarme.

Después de varios intentos fallidos en los que fue imposible lograr que hablaran abiertamente, por fin les pedí que hablaran acerca de las dificultades que tenían para comunicarse entre ellos sincera y honestamente. “Me gustaría hablarle francamente”, dijo Alicia. “Sé que a los dos nos convendría expresar nuestros sentimientos y muchas cosas más. Pero yo no aprendí a hacerlo”. Después se atrevió a mencionar la verdadera razón: “Creo que temo hablar abiertamente porque, si lo hago, él no me va a comprender y se molestará tanto que la situación sólo empeoraría”. Pude percibir que el corazón de Édgar empezaba a derretirse ante tal demostración de vulnerabilidad. Con un poco de ayuda, por fin se atrevió a seguir los pasos de Alicia y puso en evidencia su propia debilidad. “Las emociones son como una lengua extranjera para mí, no sé cómo hablar de los sentimientos”. Luego demostró que, de hecho, sí podía hablar el lenguaje de las emociones. Se volvió hacia Alicia, y dijo: “Creo que temo perder valor ante tus ojos si demuestro mis sentimientos”. Este corto y sencillo intercambio era justo lo que necesitaban para iniciar un diálogo más profundo y significativo sobre los temas que estaban interponiéndose entre ellos.

Recuerden cuando la química funcionaba Dios nos dio la memoria para que pudiéramos tener rosas en diciembre. J. M. BARRI!:

Cuando ya hayan hecho todo lo que necesitan para sentirse a salvo, es hora de empezar el diálogo. Inicien la conversación tratando de elaborar un poco más esa primera oración que completaron “Lo que más disfrutaba de nuestra vida sexual en las primeras épocas de nuestra relación era ………… He podido constatar una y otra vez que no importa qué tan desilusionada esté una pareja, o qué tan pesimistas se sientan los dos frente a las posibilidades de recuperar la química, todo cambia cuando se permiten recordar las épocas en las que las cosas funcionaban bien. Hablando con Bárbara y Carlos, por ejemplo, todo lo que oí durante los primeros veinte minutos fue: “Es una bruja”, “Es un /estúpido”, “Ella tiene la culpa”, “Nunca va a cambiar, es incapaz de controlarse” y “No hace sino criticarme”. Eran socios en una Oficina de relaciones públicas, llevaban seis años viviendo y trabajando juntos. En los últimos dos años sólo tuvieron una relación sexual y habían bebido muchísimo para tratar de ahogar sus diferencias.

Después de un aluvión de insultos mutuos, les pregunté cómo se habían conocido. El clima cambió de inmediato y empezaron a recordar lo mucho que los había decepcionado la cita a ciegas debido a las tonterías que habían armado sus amigos. Poco a poco fui orientando la conversación para llevarlos a describir cómo se sintieron Ja primera vez que hicieron el amor, las experiencias más apasionadas que tuvieron durante el noviazgo, y esos pequeños detalles románticos y divertidos de su luna de miel y de su vida en común como recién casados. Lo que más recordaban no eran escenas de cama. Carlos empezó a ponerse nostálgico describiendo la forma en la que Bárbara solía hacerle masajes en la espalda cuando llegaba a casa después de un día de trabajo fuerte, y cómo cuando ella iba sintiéndose más y más cariñosa le besaba el cuello y los hombros mientras hacía el masaje. Bárbara se acordó del joven confiado que después de bailar en la sala la tomó en los brazos y la llevó a la alcoba. Cuando terminó la sesión, sus manos estaban entrelazadas. Aunque habían sucedido demasiadas cosas como para lograr una total recuperación de su vida sexual, los recuerdos inspiraron a Bárbara y Carlos a hablar seriamente de los problemas emocionales que habían contaminado su química. Resueltos los conflictos y calmado el dolor que se habían causado mutuamente, lograron encontrar de nuevo su intimidad sin necesidad de recurrir al alcohol. En nuestro último encuentro pude verificar que no habían recuperado el altísimo voltaje que animaba su química inicial, pero eso los tenía sin cuidado. Estaban felices, habían redescubierto su mutua atracción y la estaban alimentando con la ternura del perdón. A veces es necesario dar marcha atrás, revivir las primeras etapas y recordar qué fue lo que los unió. Es necesario recordar esos momentos en los que costaba separarse y la ilusión del reencuentro estaba siempre presente. Es importante revivir los momentos en los que el sexo era estupendo. Es posible que los recuerdos abran heridas y den paso a la tristeza y añoranza de lo que ya no se tiene. Pero si usted da un paso adelante después de escudriñar en los rincones y de deshacerse de la basura emocional que ha acumulado con el tiempo, posiblemente descubrirá que dentro de cada uno todavía existen un hombre y una mujer que quisieron estar juntos y no soportaban la idea de la separación. Por tanto, compartan sus recuerdos más queridos, los detalles. Las viejas historias pueden alegrarlos o entristecerlos. Traten los recuerdos con el mayor respeto. Cuando hablen de los buenos tiempos no caigan en la trampa del “Sí. pero...” Sencillamente, hablen de las cosas que los emocionaban y excitaban, las caricias, los besos, la relación sexual. Tener presente que una vez fue maravilloso puede ser inspirador. Ahora, es muy importante que no intenten revivir la excitación de los viejos tiempos, porque ustedes son mayores y diferentes. Sus cuerpos han cambiado y sus personalidades también. Lo que sí es posible, sin embargo, es crear una química nueva. Tomen los elementos del pasado que todavía puedan

recuperar y mézclenlos con la madurez y la sabiduría de la que ahora disponen. Sirvan la mezcla en la mesa, o llévenla a la cama.

Recuerden cuando la química perdió su fuerza... Hay algo en mí que detesta las paredes y busca derribarlas. ROIlFh’ l' FROf T

Ustedes están a punto de escudriñar en los recuerdos menos placenteros. Hablen por tumos y escuchen, sin interrumpir, cómo describe cada uno cuándo y cómo la química empezó a decaer. Esto puede ser incómodo. Pueden sentirse tentados a dejar las cosas ahí. Persistan. “Un clavo saca otro clavo”, dice un proverbio indio. Hablar de los momentos desagradables es como empujar el clavo, pero el clavo más grande es ése que lleva dentro. Sacarlo no sólo es terapéutico sino que también puede abrir horizontes. Es importante, a veces, enfrentar ciertas verdades con el fin de curar heridas del ¡pasado y seguir adelante para buscar un futuro nuevo, i Amparo y Jorge llevaban sólo seis meses de casados cuando finieron a buscarme. “Algo anda mal en nuestra vida sexual, ya no nos divierte. Es como una obligación más”, dijo Jorge. Él percibía Cierta resistencia en Amparo, y consideraba que debía esforzarse mucho más para excitarla que antes. “Ya no disfruta ni se apasiona como antes”, protestó. “¿Quiere decir que antes era atrevida y apasionada?”, le pregunté. “Vaya que sí lo era”, dijo Jorge. Le pregunté cuándo habían empezado a cambiar las cosas. En sus recuerdos, el cambio había ocurrido por los días de la boda. Antes, su relación sexual era desenfrenada. No sabía qué había producido el cambio. Amparo prácticamente no abrió la boca. Cuanto más hablábamos del pasado, más retraída parecía, jugando todo el tiempo con su pulsera. Era evidente que estaba conteniéndose. Después de un rato, vio que no íbamos a llegar a ninguna parte si ella no intervenía. Sabía exactamente qué había pasado y cuándo. Fue en su noche de bodas. Jorge había sido un desastre ese día. Como era más bien tímido quería una boda sencilla, relativamente íntima. Pero la familia de Amparo insistió en una gran fiesta. Para mantener la calma en medio del barullo y el gentío, Jorge bebió mucho más de la cuenta. Ni siquiera el alcohol le ayudó a distensionarse, no logró decir bien lo que le correspondía durante la ceremonia y estuvo tenso todo el tiempo. Una vez solos, en la habitación del hotel, Jorge explotó de forma inusitada; fue algo más que un simple desahogo, violó todas las reglas posibles. Cuando terminó se quedó profundamente dormido. Amparo, claro está, esperaba

otra cosa, algo un poco más romántico. En su borrachera, Jorge la besuqueó y la baboseó e incluso la lastimó porque terminó con un moretón en el pecho y una inflamación en la vagina. Desde entonces, el temor se apoderaba de ella cada vez que empezaban a hacer el amor. Ésa era la resistencia que Jorge percibía. “¿Por qué no me lo dijiste?”, fue la respuesta de Jorge. Él no recordaba nada de lo que había pasado. “Fue demasiado duro y temía que traerlo a cuento solamente serviría para empeorar las cosas. Yo tenía la esperanza de que a mí se me pasara esto”. Jorge no lo podía creer. Entonces Amparo dijo algo que lo afectó profundamente. “No creí que te importara”. Claro que le importaba. Empezó a llorar y a pedir disculpas como si todo hubiera ocurrido la noche anterior. Para Jorge la confesión de Amparo fue tan sorprendente como lo fue para Amparo el hecho de que Jorge no recordara en absoluto el incidente. Ella pensaba que Jorge no se había disculpado porque no le importaba el dolor que le había causado. Por esto esta conversación fue tan importante para los dos, y por esto la suya lo será para ustedes dos. Amparo no tuvo problema alguno para creer en la promesa de Jorge de que algo así nunca volvería a ocurrir, y también le resultó fácil dejar de estar a la defensiva cuando volvieron a hacer el amor. Como Amparo, ustedes pueden temer que hablar sobre ciertos incidentes dolorosos del pasado haga que el presente sea más difícil aún. De hecho, esto suele mejorar las cosas; limpiar el camino les permite salir del atasco. Cualquier cosa, tenga que ver con la higiene personal, los celos, actitudes inadecuadas o sentimientos lastimados, puede haber contribuido a enfriar la química. Es de vital importancia que hablen de lo que haya lastimado su relación sexual. Si no salen de eso, será algo que se enquistará dentro de ustedes. Cuando hablen, digan la verdad lo más suavemente posible, teniendo en cuenta que el otro está escuchando malas noticias. Cuando deban escuchar, recuerden que no les están tirando piedra. Contrólense, no respondan ni entablen debate alguno. Traten más bien de comprender al otro. Tampoco intenten acelerar las cosas. De hecho, hagan lo contrario. Hagan preguntas, promuevan una mayor reflexión, traten de llegar al fondo. Por ejemplo, un hombre llamado Francisco le dijo a Andrea, su esposa, que la primera vez que su vida sexual lo había hecho sentir inseguro fue una ocasión en la que ella no pudo llegar al orgasmo y él se sintió incapaz de satisfacerla. Andrea le preguntó: “¿Cómo te sentiste?”

“Un fracaso”, dijo Francisco. “¿Te afectó eso la siguiente vez que hicimos el amor? ¿Te preocupó no ser capaz?” Andrea confesó, cuando le llegó el tumo, que la primera vez que no pudo responder sexualmente fue en un viaje a San Francisco. Su esposo tenía tantos deseos de hacerlo que le rogó insistentemente. “Accedí a pesar de que estaba exhausta, pero lo hice como una autómata, y eso no pareció importarte”. “¿Cómo te sentiste?” “Usada y sucia”. “Tenías que estar enfurecida. ¿Por qué no dijiste nada?” “No quería dañar el paseo. Incluso traté de olvidarlo, pero no pude”. “¿Cómo afectó eso tu actitud frente al sexo?”, continuó Francisco. Bueno, creo que ya tienen la idea. Al ayudar a su compañero a completar los hechos, ustedes están posibilitándose una mayor comprensión y a la vez deshaciendo la muralla que se levanta entre los dos.

Discúlpense y perdónense No arruinen las bases de la reconstrucción discutiendo por pequeños detalles; eviten acusar y defenderse. El primer punto en la agenda de los dos debe ser pedir disculpas por el dolor y la frustración que han podido causar en el pasado y por no haber comprendido los sentimientos del otro. Un buen comienzo sería lograr compartir cómo se malinterpretaron mutuamente. Andrea le dijo a Francisco: “Pensé que ya no te atraía. No me di cuenta de que te ponía ansioso no poderme llevar al orgasmo todas las veces. Lamento no haber entendido lo que sentías”. Francisco, a su tumo, dijo: “Creí que ya no te interesaba el sexo, pero lo que en realidad estaba pasando era que la forma en la que yo me acercaba no te excitaba. De verdad, lo siento. Me encantaría haber sido capaz de comprender lo que estaba pasando”. Después deben perdonarse uno a otro. Como todas las parejas, ustedes han acumulado una buena carga que va desde traiciones serias

hasta pequeños descuidos. Quizá no es fácil hacerlo, pero sólo si están dispuestos a perdonar, sus corazones se abrirán al calor que necesita la reacción química. El primer paso para el perdón es dejar de lado la actitud de víctimas. Muy pocas veces una sola persona es culpable de la pérdida de la química. En tanto que ustedes permanezcan en el papel de víctimas van a pensar que se les debe algo, y ese sentimiento paraliza cualquier actitud positiva. Dos personas con esta misma actitud se estacionan en un punto muerto inmodificable. Los dos deben estar deseosos de revisar en qué forma contribuyeron a que la química entre ustedes se deteriorara y de asumir la responsabilidad de salvar la relación. Ángela y Alberto siempre habían sido algo más que amantes. Desde que se conocieron en la universidad fueron los mejores amigos y defensores mutuos, formaban un equipo fuerte y creativo. Ella estaba en la escuela de leyes y él estaba haciendo una maestría en administración. Cuando los conocí, llevaban ocho años de casados y habían pasado de ser una pareja amorosa a contrincantes que oscilaban entre el jaque mate y el punto muerto. Estaban estancados, paralizados, demasiado amargados debido a ofensas reales o imaginarias. Nada funcionaba entre ellos, ni siquiera el sexo. Cuando hablaron juntos de su historia, pronto se hizo evidente que su pasión estaba naufragando en las arenas movedizas de la culpa. Alberto era un banquero cuya capacidad intelectual sólo podía equipararse con su ambición. Era un hombre tímido para los asuntos emocionales, que fue seducido por la energía y encanto de Ángela. Ella era una mujer muy conversadora, tenía un agudo sentido del humor y era capaz de cautivar al grupo más difícil. Alberto iba a las fiestas, que normalmente evitaría, sólo para ver a Ángela y dejarse envolver por su encanto. Lo hacía sentirse vivo. Su rápido ascenso en la empresa, según él, se debía tanto al encanto social de su esposa como a sus propias capacidades. Sin ella, nunca habría podido participar en el juego de las conexiones sociales. Ángela también despertó en Alberto el deseo sexual. Hasta que ella lo introdujo en ciertas prácticas que sólo conocía por lecturas, su actitud en la cama había sido desabrida y predecible. Ángela, por su parte, valoraba la humildad de Alberto, su autoconfianza, amabilidad, generosidad y muchas otras cualidades. Para ella sus diferencias los hacían seres complementarios. Alberto le daba fortaleza a ella. Su sentido común y visión aguda atenuaban su impulsividad y le ayudaban a mantener su equilibrio en su ascenso en el bufete de abogados en el que trabajaba.

Pero sus diferencias no pudieron soportar la presión de sus muy ocupadas vidas. Cuando Alberto empezó a trabajar en una compañía con una cultura corporativa conservadora, la naturaleza festiva y alegre de Angela no sólo estaba fuera de lugar sino que resultaba más bien un estorbo. Para empeorar las cosas, había empezado a beber mucho después de que por un error suyo en el tribunal un asesino quedó en libertad. Empezaron a criticarse mutuamente. Ángela criticaba a Alberto por ser frío y aburrido. Él la llamaba ordinaria y vulgar. La animadversión alcanzó un nivel tal que tuvieron que dormir en habitaciones separadas. Si bien había un mutuo rechazo, el estilo de Ángela era decir las cosas abierta y francamente, mientras que Alberto era moderado y circunspecto. Esto se hizo evidente en los primeros minutos de nuestra sesión inicial. Ángela era la agresora; sin piedad abrió el caso contra su marido. Cuando Alberto por fin habló, fue para presentarse como la víctima. “Ella no es capaz de perdonar”, dijo. “No deja pasar ni un detalle”. “Yo hago todo mal”. Con expresión abatida, describió cómo Ángela, aquella aventurera sexual que un día lo introdujo en las deücias eróticas, rechazaba cualquier insinuación suya con desaires degradables. Con su franqueza típica, Ángela admitió todas las acusaciones de Alberto. Luego, como la brillante abogada que era, puso de presente el otro lado. En su descripción, esa personalidad calmada y cortés de Alberto era solamente una máscara. Mientras que ella era despiadadamente honesta, él era un taimado. Sus insultos y críticas eran solapados; sabía disfrazarlos con amables sugerencias. Dijo que en los últimos meses cuando ella trataba de iniciar el juego amoroso, él tenía siempre una excusa lista. Pronto se hizo evidente que Alberto era tan rencoroso, crítico y vengativo como su esposa. Rechazar las insinuaciones de Ángela era su venganza. “Ahora te toca a ti sufrir”, era su mensaje oculto. Como la sesión estaba a punto de terminar, la dignidad básica dé los dos y el profundo anhelo de encontrar de nuevo el rumbo de su matrimonio empezó a entreverse en medio de tanta animosidad. Ahora parecían más tristes que enojados. Fue Alberto el que rompió el hielo: “Tienes razón, yo vengo guardando tantos reclamos por tanto tiempo como tú. La verdad es que estoy actuando como un quejica”. Luchando por controlar sus lágrimas, añadió un comentario que nunca olvidaré: “Lo único que odio más que a ti es odiarte a ti”.

Estaba cansado de la ira y de todo lo que la ira había hecho con ellos. “¿Qué quiere hacer ahora?”, le pregunté. “No sé”, dijo Alberto. Angela llenó el vacío. “Creo que debemos empezar por perdonamos uno al otro”. Sin ese gran avance los diálogos enriquecedores que sostuvieron en las siguientes sesiones habrían sido imposibles. Fue el primero y el más necesario de los pasos para la restauración de su química.

Seamos prácticos Ya es tiempo de mirar hacia delante. Compartan sus ideas sobre cómo lograr que su química mejore. Una buena fórmula para empezar es preguntar al otro “¿Qué quieres que haga para facilitarte el camino?” y “¿Qué quisieras que haga de ahora en adelante?” Esto los animará a pensar en las necesidades del otro, no sólo en las propias. Después de intercambiar las respuestas, vean si hay la posibilidad de indagar un poco más. Pregúntenle a su pareja: “¿Hay algo que no hayas mencionado que sea realmente importante para mejorar nuestra relación y que no te atreves a plantear?” En esta parte de la conversación, orientada a la búsqueda de soluciones, no hay lugar para los descargos, los rechazos o las peleas.. Simplemente acepten lo que se dice, no importa qué tan poco realista les parezca, pues_es la expresión de un profundo deseo de encender una luz que ilumine su vida sexual. De hecho, es posible que se sorprendan con ideas maravillosas.

Hagan un compromiso Comprométanse a dejar de hacer aquellas cosas que enfriaron la química entre ustedes, y a hacer lo que la mantendrá viva. No dejen esto al azar. Planeen una salida en el transcurso de las dos próximas semanas. Consigan

quien les cuide los niños. Reserven una habitación en un hotel. Hagan los arreglos necesarios para lograr una atmósfera que favorezca la intimidad. Terminen la conversación con un abrazo fuerte y tierno. Sellen el momento con un beso. Pero deténganse ahí; reserven la excitación sexual para la cita que acaban de hacer. Hubo una época en la que era un sacrificio esperar el fin de semana en el que se encontrarían, ¿se acuerdan? Parte de la química es esperar con ansiedad el placer. (Nota preventiva: No esperen que esa cita sea una maravilla. No sólo hay la posibilidad de que se sientan aprehensivos, sino que lleva tiempo romper los viejos hábitos y consolidar unos nuevos. Simplemente relájense y disfruten. Para más sugerencias, consulten la sección “Denle tiempo al tiempo”, en las páginas siguientes.)

Vamos cariño, enciende el fuego No hay placer mayor ni más intenso que aquel del amor corporal. PLATÓN

Han hecho una revisión de las razones que llevaron al deterioro de la química en su pareja. Han tenido el valor de confesarse uno al otro sus sentimientos. Han hecho el compromiso de mejorar las cosas. Han hablado acerca de cómo lograr que esto suceda. Para complementar el trabajo realizado hasta el momento, a continuación encontrarán unas sugerencias que han tenido efecto muy positivo en la reestructuración de la química en cientos de parejas que han venido a mi consulta y que han realizado el proceso de este diálogo.

Valoren y admiren En mis veinticinco años de práctica con parejas, una de las constantes que he observado es que la mayoría de las mujeres anhelan ser valoradas y la mayoría de los hombres quieren ser admirados. Todo el mundo quiere las dos cosas, claro está, y siempre hay excepciones, pero en términos generales la diferenciación es válida. Desafortunadamente, en el transcurso de una relación larga no sólo encontramos razones para valorar y admirar menos, sino que nos volvimos descuidados y olvidamos demostrar a nuestros compañeros cuánto los valoramos y admiramos. Esforzamos para hacerlo puede descongelar cualquier atmósfera emocional paralizada porque vuelve a poner en marcha esa calidez que conduce a una buena química. Volveremos a retomar este

tema en un capítulo posterior. Pero lo que quiero ahora es ofrecerles una técnica sencilla que puede hacer maravillas. Lo más posible es que con ella abran paso a una de las conversaciones más íntimas que hayan tenido nunca. Reserven un momento tranquilo del día en el que puedan poner de lado las exigencias de la vida diaria. Inviten a su compañero o compañera. Siéntense en un lugar agradable, acaricien su mano, diríjanle una mirada amorosa y háblenle con el corazón. El hombre puede decirle a su pareja: “¿Alguna vez te he hecho sentir como si no valiera la pena escucharte?” Posiblemente ella se sorprenderá. Esté dispuesto a oír un comentario sarcástico, un chiste agudo o una actitud de sospecha, incluso un: “En realidad pareces sordo. Me haces sentir como si lo que menos te importara en el mundo es escuchar lo que yo digo”. Cualquiera que sea su respuesta, conserve la ecuanimidad y continúe hablando con sinceridad: “Traigo esto a cuento porque sé que no soy el mejor escuchando a los demás. Algunas veces estoy preocupado e impaciente. Yo sé que esto puede hacerte sentir fatal. Yo sólo quiero que sepas que vale la pena escucharte. No dejes que nadie, ni siquiera yo, te haga sentir que no. Si alguna vez lo hice, por favor, perdóname”. En todos mis años de experiencia no he visto a ninguna mujer que no baje la guardia cuando su esposo o compañero le dice esto. Muchas rompen a llorar. Su ternura las sorprende, lo mismo que su interés y afecto. Aunque no estaban seguras de que en realidad su pareja fuera consciente de haberlas ofendido, creían que no les importaba haberlo hecho. En lo que a la química respecta, el efecto puede ser espectacular. Y usted, mujer, lleve a su compañero a un lugar tranquilo y dígale: “¿Alguna vez te he hecho sentir que no te admiro y respeto tanto como el día en que nos enamoramos?” Lo más posible es que se quede boquiabierto y no encuentre palabras para responder. Mírelo a los ojos y continúe: “El que a veces descargue mi estrés sobre ti no quiere decir que no me considere afortunada por tenerte. Si alguna vez no he logrado hacértelo sentir, quizá ha sido por descuido. Perdóname. Eres el hombre más estupendo que he conocido”. Si esto no lo enternece, pierda las esperanzas. ¿Cómo suelen sentirse los hombres cuando sus esposas o novias les dicen esto? Un hombre dijo que era como ir al cielo. Hay muchas otras maneras de hacer saber a su cónyuge que es valorado y admirado. Si logra hacer esto con cierta frecuencia reforzará el pilar de la química y lo mantendrá sólido.

Una de las formas de hacerlo es tratar de ponerse en el lugar del otro y preguntarse lo siguiente: ¿Qué querría él/ella que yo hiciera para hacerlo/a sentir muy especial en este momento? Éste es un sencillo ejemplo: A la esposa de Juan le gustaba salir a caminar en la noche, pero a Juan no. Como siempre rehusaba acompañarla cuando Spnia lo invitaba, ella dejó de invitarlo. Una noche que Sonia estaba con el ánimo por los suelos, abrumada por la maternidad y por sus responsabilidades profesionales, Juan se le acercó y le dijo: “Vamos a caminar”. Sonia se quedó perpleja. Él insistió, con una sonrisa: “Vamos a caminar, y la única decisión que tienes que tomar es si vas a llevar una chaqueta o un suéter”. Ella no podía creer lo que estaba oyendo y dijo: “Pero si odias caminar”. Él le respondió: “Pero a ti te encanta, y una caminata te vendría estupendamente en este momento, así que vamos”. Sonia, conmovida, lo único que dijo fue: “Creo que llevaré un suéter”. Ella no necesitaba que yo le dijera cómo reaccionar. Se sintió valorada y mimada por su marido. Eso era suficiente. Cuando estaban caminando se atrevió a decirle algo muy importante: “De veras admiré tu actitud frente a tus socios cuando te opusiste a que atraparan a ese cliente violando todas las normas”. Esa noche Sonia y Juan hicieron el amor por primera vez después de cinco meses.

Pongan a funcionar su imaginación La imaginación es la voz de la audacia. HENRY MILLER ¿Recuerdan los experimentos con animales que mencionamos antes? Pues bien, parece que el macho aburrido no sólo vuelve a reaccionar cuando introducen una nueva hembra en su jaula sino cuando la apariencia o el perfume de la vieja hembra son renovados. No estoy sugiriendo necesariamente que se compre un perfume o un pijama de chifón, aunque valdría la pena intentar cualquier cosa : que pueda aumentar la química. Lo que quiero decir es que la novedad es importante. Su química puede haber desaparecido por culpa de la monotonía. Los humanos fuimos hechos de forma tal que no necesitamos demasiado para volver a sentir ese corrientazo inicial. Pero con el paso del tiempo, las mismas caricias y la misma forma de besar, o la mera vista del cuerpo desnudo de nuestra pareja ya no bastan. Ahora bien, el desgaste sexual no es inevitable si ustedes : se dan la oportunidad de ser creativos. ¿Por qué ser prisioneros de la rutina? Den rienda suelta a su imaginación.

Pregúntense qué desearía el otro que ustedes hicieran para seducirlo. ¿Qué nuevos gestos o palabras pueden excitarlo? ¿Qué han querido hacer siempre en la cama pero no lo han hecho? ¿Qué tipo de juegos sexuales no han ensayado? ¿Qué actividades románticas podrán revivir la vieja pasión

y traerles de nuevo su espíritu de aventura? Si necesitan ayuda, hay muchos libros y vídeos disponibles en el mercado que servirán para estimular su imaginación y poner en funcionamiento sus hormonas. Lo más seguro es que no escuchen siempre las mismas canciones, ni que se den el mismo regalo todas las Navidades; entonces, ¿por qué amarse siempre de la misma manera? Arriésguense. Sorprendan a su pareja con algo nuevo y diferente. Unas veces tendrán éxito, otras no. El mero esfuerzo puede servir para activar su química. Los intentos demuestran su interés. Una mirada hacia aquéllos que tienen un affaire puede servir de estímulo a su imaginación. En esos casos las personas empiezan a cambiar, y por esta razón es que las pillan. Un hombre al que ya no le interesaba su figura empieza a hacer dieta y ejercicio para perder esos centímetros de más en su estómago. Una mujer que se ha descuidado, ahora se interesa por nuevas cremas y maquillajes y va de compras para buscar nuevas prendas como una adolescente enamorada. En secreto están dedicados a la seducción, enviando cartas y flores, escribiendo tiernos correos electrónicos y escogiendo los regalos adecuados. Entonces, ¿por qué no hacen de cuenta ustedes que tienen un secreto y tratan a su pareja como si estuvieran teniendo un affaire con ella? Ahí están el romance, la sensualidad, la generosidad. Conviértanse en la fantasía del otro. Irene, una mujer que vino a buscar mi ayuda, hizo eso exactamente. Después de unos pocos días en los que lucía preciosa y sonreía con picardía, su marido le dijo en broma que si estaba teniendo algún affaire o algo parecido. Ella le contestó: “Todavía no, pero me gustaría. La verdad estoy loca por alguien”. Él se quedó boquiabierto. No pudo conservar su compostura y le dijo: “Muy bien, ¿quién es él?” “Tú”, respondió Irene. Fue un momento decisivo en el matrimonio que estaba naufragando en las aguas turbias de una química estancada. ¿Cuál sería la mejor manera de sugerir algo nuevo y sexy a su pareja? ¿Cómo encontrar respuesta y no rechazo? La respuesta es sencilla: digan lo que quieren como se expresa un deseo, no como una sugerencia. Tampoco como una recomendación. No presionen. Simplemente digan: “Quisiera que los dos. o “Me gustaría que pudiéramos______________________Es fácil decir que no a una exigencia, pero todos tratamos de satisfacer un deseo.

Denle tiempo al tiempo Muchos de nosotros creemos que las relaciones sexuales son siempre espontáneas. Esta concepción equivocada suele limitar nuestras vidas sexuales. Con mayor razón si la química entre los dos está en baja forma y evitarse uno al otro ha llegado a ser parte de la ecuación. Sería, por tanto, un poco tonto esperar que en medio de las exigencias de la vida diaria se prenda la chispa de un momento a otro. Una intimidad programada puede parecer poco romántica, pero, así como una idea brillante en los negocios no se cristaliza sin una planeación previa, la química no se va a restaurar sólo porque sí, o porque estaría bien, o porque hay esperanzas. Hagan una cita muy especial. No había problema alguno para programar salidas juntos cuando estaban solteros y no le quitaba romance al encuentro el haberlo programado con antelación. De hecho, sucede todo lo contrario. Algunas veces vale la pena recordar ese “querer es poder” de la sabiduría popular. Organizar las cosas con inteligencia y entusiasmo puede dar paso al deseo. Dispongan las cosas para encontrarse sin distracciones, sin niños, sin diligencias pendientes, sin teléfono que moleste. Temas relacionados con la rutina diaria deben estar terminantemente prohibidos. Puede ser en casa (si están solos) o en algún lugar romántico. Dense un espacio íntimo, no se trata sólo de intimidad para el sexo. Estén abiertos, no fuercen las situaciones. Si la chispa se enciende y logran hacer el amor, estupendo. Pero no lleguen con una actitud obsesiva. La presión sería demasiado fuerte, especialmente si algunos intentos fallidos y frustrantes hacen parte del panorama actual. Es una cita en la que el goce y la ternura tienen un lugar muy especial. Lo más importante es reestablecer el contacto y tratar de recordar por qué se enamoraron un día. La intimidad emocional da paso a la intimidad sexual madura. Que el afecto y aprecio mutuo que todavía los une estén presentes en esa cita. Si no es posible evitar temas espinosos, traténlos teniendo siempre en cuenta los principios para una buena comunicación que ya se discutieron. No arruinen la noche con una pelea, con descargos, con acusaciones. Guarden esto para otra ocasión. Mi recomendación es que, si es posible, traten de salir de la ciudad. Puede ser una noche, un fin de semana o unos cuantos días más. Ojalá encuentren un lugar hermoso al que no hayan ido antes. La falta de familiaridad puede agregar una sensación de aventura, y esa excitación compartida suele ser la llama que posibilite un renacimiento de la química sexual; en un espacio nuevo y diferente lo único que tienen en común es el

uno al otro. Otra posibilidad es ir a algún lugar que los dos quieran mucho porque les trae memorias entrañables. El problema en este caso sería que podrían abrirse heridas que todavía no han sanado. Una pareja, por ejemplo, fue al hotel en el que pasaron su luna de miel, plena de sexo ardiente. Pero de eso hacía doce años, y el sueño irrealizable de recuperar ese ardor perdido dio paso a una profunda depresión. Regresaron a casa más tristes, descorazonados y pesimistas que antes. Fue muy difícil convencerlos de que no se trata de revivir exactamente la química de los viejos tiempos sino de dar forma a una química más madura y acorde con las personas que son ahora. Incluso si lo único posible es disponer de una tarde, salgan juntos y hagan algo nuevo, algo diferente. No vayan a su restaurante favorito. Vayan a ese que hace tiempo quieren conocer. Si se quedan en casa, no alquilen una película, si es eso lo que suelen hacer. Pueden bailar, leer poemas, practicar un juego nuevo. Lo importante es romper la rutina. La novedad puede estar en el lugar, en la actividad que lleven a cabo, en los vestidos que lleven. Si los dos sienten el deseo, por favor hagan el amor. Pero no lo hagan sólo porque creen que deben hacerlo. Algunas veces, antes de que la química vuelva a funcionar es necesario recuperar la confianza, la tranquilidad, la ternura. Eso puede llevar tiempo. No siempre es sabio correr a la cama en la primera “cita”.

Olviden la meta fija Muchos de nosotros estamos condicionados a pensar que hacer el amor es un único medio para lograr un fin. Creemos que el orgasmo es el fin único y el objetivo final del sexo, y cuando no llegamos a él pensamos que estamos acabados. Esta actitud minimiza todo el placer adicional y hermoso de la sexualidad humana. Despreciamos los besos, las caricias, los masajes y otras delicias del encuentro físico. El énfasis en el acto sexual y en el orgasmo no sólo nos priva de ciertos placeres sensuales y la vinculación emocional, sino que puede también significar una gran presión para la pareja. Esa idea preconcebida de lo que es el “buen sexo” puede haber contribuido a la erosión de la química. Todos podemos permitimos que el sexo signifique para cada pareja eso que los dos quieren y desean. Disfruten el placer de la sexualidad sin pensar cómo ni cuánto ni con qué frecuencia. De hecho, si la ansiedad y la frustración han estado erosionando su química pueden dar un paso más y comprometerse a no

llegar al acto sexual la próxima vez que logren una atmósfera de intimidad. Pasen un tiempo sólo acariciándose uno al otro. Muchas parejas se acarician sensualmente sólo cuando están buscando excitarse. Pero acariciar y ser acariciado no sólo es algo placentero, también es una necesidad humana. Regresar durante un tiempo a los aspectos más simples, menos complicados de la sexualidad puede ser un excelente camino para restaurar la ternura y, con el tiempo, prender de nuevo la chispa de la pasión.

¡Sonrían! Si su única riqueza es su sonrisa, compártala con los seres que ama. MAYA ANGBLOU

La recomendación que viene es tan sencilla que ustedes creerán que es absurda. Inténtela de todos modos. Ésta es mi sugerencia: cuando' se encuentren en la noche, no importa qué tan estresante haya sido el día, no importa qué tan irritables o preocupados se sientan, lo primero que deben hacer es sonreír. Eso es todo. Sólo sonrían. Que parezca que disfrutan del encuentro, aunque no sea del todo cierto. Hay quien dice que uno debe fingir hasta que sienta. Muchas parejas piensan que esta recomendación es tonta. Pero los que deciden seguirla suelen venir a la siguiente sesión de la terapia con una extraña sensación, no porque el experimento no haya funcionado sino porque funcionó de maravilla. Afirman que han llegado a sentir mayor ternura el uno por el otro. Dicen que hay menor predisposición a la pelea ahora que se saludan con una sonrisa. Suelen agradecer la sugerencia, pero también se sienten molestos. ¿Por qué? Porque sienten que son demasiado sofisticados y complejos para que una medicina tan simple tenga efecto. Hay investigaciones que demuestran que el simple esfuerzo de mover los labios para sonreír, por mecánico que sea el movimiento, lo hace sentir a uno mejor. Evidentemente reímos cuando estamos felices, pero también es cierto que nos sentimos más felices cuando sonreímos. Este gesto produce algún efecto en la bioquímica del cerebro. También hace maravillas en la persona que recibe nuestra sonrisa. Hagan el ensayo y verán.

¡Mujeres! Permitan que sus hombres

las usen para el sexo ¿Les choca este título? ¿Se enojaron al leerlo? Sé que es una afirmación que da pie a muchísima controversia, pero antes de descartarme como un macho sexista, por favor escúchenme. El feminismo, con razones muy valederas, acabó con los días en que los hombres podían usar impunemente a las mujeres como objetos sexuales. También puso fin a la creencia de que el deber de la mujer era estar dispuesta y al servicio del hombre siempre (acuéstese y hágalo por Inglaterra, como dijo una vez una renombrada mujer inglesa). Tanto los hombres como las mujeres están mejor ahora que cuando el hombre tema derecho a hacerlo cuando y como quisiera. Pero aceptemos que un orgasmo con frecuencia es una de las mejores formas para descargar las tensiones. Hay veces en las que acumulamos tanto estrés que necesitamos darle salida. Trotar, dar puños contra una bolsa de boxeo o hablar de los problemas no es suficiente. Esto parece ser particularmente válido para los hombres. Ellos no pidieron que las cosas fueran así, la naturaleza se encargó de hacerlos como son. Y cuando no pueden satisfacer sus necesidades sexuales con la mujer a la que aman, tienen dos alternativas: tratar de ocultar la urgencia y dejar que las tensiones lleguen a su más alto nivel, o encontrar otra vía de escape: un affaire pasajero o, lo que se da con más frecuencia, la masturbación. James Joyce expresó una vez su asombro ante “la sorprendente disponibilidad” de la masturbación. El Internet ha hecho las cosas más fáciles que nunca antes, y por esta razón se está convirtiendo en una especie de epidemia entre los hombres casados. Cuando necesitan descargar sus tensiones es mucho menos complicado que negociar el sexo con una pareja con la que lo que se comparte es una carga emocional negativa. En el contexto de una relación amorosa entre iguales, posibilitar que el hombre descargue su tensión no es degradante. Cuando se hace en la forma adecuada, puede incluso responder a las necesidades de los dos y ayudar a restaurar esa conexión que venimos llamando química. El primer paso es acercarse con dignidad y respeto. Hombres, cuando necesiten el sexo para aliviar tensiones no sean traicioneros ni abusivos. No exijan ni fuercen. No agobien ni recurran a manoseos desagradables. Pero, ante todo, nunca fuercen ni obliguen. En otras palabras, no hagan nada que pueda considerarse invasivo o degradante o que pueda disminuir la confianza que su compañera les tiene. En lugar de esto, digan franca y abiertamente: “Cariño, tuve un día agotador. La presión fue espantosa. Soy consciente de que el sexo necesita ciertas condiciones de intimidad entre los dos, pero la verdad en este momento necesito liberarme de esta tensión. Me pregunto si podríamos tener sexo esta noche”.

Una solicitud en estos términos es algo que casi todas las mujeres comprenden. Es posible que ella tenga sus buenas razones para decir que no, pero también que lo haga con espíritu amoroso y no con disgusto y malestar. Mujeres, tampoco les estoy pidiendo que sean unas mártires. No dejen que hagan con ustedes nada que pueda causarles daño físico o frustración emocional. Hay muchas formas para ayudar a un hombre a alcanzar ese orgasmo que lo libere de las tensiones. Y si el momento para nada les conviene a ustedes, no se sientan obligadas a decir que sí. Pero díganlo con suavidad, sin quejas ni reconvenciones. No reaccionen como si la propuesta las ofendiera. Quizá lo mejor es proponer una alternativa: “Me gustaría decirte que sí, pero en realidad estoy exhausta y les prometí a los muchachos ayudarles con su trabajo. ¿Por qué no lo posponemos para el viernes?” Hombres, si ésta es la respuesta, agradézcanla. No se enfurruñen, no se quejen, no hagan mala cara. Acepten la propuesta y procuren que el viernes sea también agradable para su pareja. La segunda clave para que esto funcione es más importante que la primera: la reciprocidad. No están en un camino de una sola vía. Es necesario corresponder. Una posibilidad es permitirle a ella que lo use a usted cuando sienta que lo necesita. Aunque es poco posible que la mujer busque el sexo exclusivamente para dar salida al estrés, tampoco es algo totalmente fuera de lo común. Y, a pesar de la mitología del macho, los hombres no siempre están listos y deseosos. Aun así, el hombre también debe estar dispuesto a ayudarle a su pareja a liberarse de sus tensiones, y esto incluye una relación rápida. Pero la verdad es que la mayoría de las mujeres prefieren algo diferente: la promesa de que la próxima vez harán el amor como a ella le gusta. Ese amor relajado, sensual y gentil, incluso si esto contradice su inclinación natural como hombre. Hay otra forma de dar a la mujer algo que ella necesita. Así como los hombres tienden a buscar sexo cuando están bajo un fuerte estrés, el instinto femenino es quemar energías hablando. Entonces, dejen que su pareja los utilice para liberarse del estrés hablando del trabajo, de los chicos, de su madre, de lo que sea. Déjenla hablar hasta que se canse. Que despotrique todo lo que quiera. Ustedes no tienen que hacer nada, ofrezcan una pequeña sugerencia, traten de ayudar en algo, pero sobre todo, estén ahí y escuchen. Mujeres, cuando necesiten desahogarse, déjenlo al menos llegar a casa. No lo reciban con una lista de quejas e injurias contra todo ni esperen que simplemente deje todo junto a la puerta y les preste atención a ustedes. Prevénganlo, concédanle al menos un par de minutos. Si es posible,

llámenlo a su oficina y díganle: “Cariño, tuve un día terrible. Mi jefe me está exigiendo más de lo normal y mi mamá me tiene loca. Siento que voy a explotar. ¿Te importaría dedicarme unos diez minutos esta noche para que pueda desahogarme contigo?” Una solicitud de este tipo suele tener como respuesta: “Claro que sí, te daré todo el tiempo que necesites”. Dejarse usar como escape del estrés del otro no es rebajarse, especialmente si uno lo hace como una especie de regalo para alguien a quien ama. De hecho, mejor que dejarse usar es ofrecerse. Cuando vean a su pareja demasiado estresada, ofrézcanle la oportunidad de relajarse, bien sea a través del sexo o de otro modo. No es que esto, por sí solo, vaya a devolverles la relación sexual ideal de la que solían disfrutar, pero la sinceridad y el afecto comprensivo de una reciprocidad amorosa pueden acercarlos emocionalmente y modificar las cosas considerablemente cuando están tratando de restaurar el pilar de la química. Considero que la química tiene que ser el primer pilar sobre el que hay que hablar y trabajar. La razón es que la química es la principal preocupación de la mayoría de las parejas y el más complejo de los seis secretos de un amor duradero (el que éste sea el capítulo más largo del libro no es un mero accidente). También es el área que despierta más pesimismo en las parejas cuando empieza a debilitarse. Temen que nunca puedan recuperar su vida sexual. Por tanto, trabajar en la química antes que nada, aunque el progreso sea lento, ayuda a recuperar el optimismo en todos los aspectos de la relación. Es posible que empiecen a ver ciertos progresos en este campo sólo con leer y empezar a aplicar las recomendaciones de este capítulo. Continuarán viendo más progresos a medida que avancen en los capítulos siguientes. La química se intensifica increíblemente cuando se fortalecen los otros cinco elementos indispensables.

3 Respeto ¿Qué significa para usted? Parque tú eres para mí el mundo entero: ¿Cómo, entonces, podría decirse que estoy solo, si el mundo entero está aquí para cuidarme? W1LUAM SíM KESPEA RE

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