Lockhart, James, Los nahuas después de la conquista.

March 10, 2017 | Author: Gabriela Álvarez | Category: N/A
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Lockhart, James, Los nahuas después de la conquista. Historia social y cultural de los indios del México c...

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Traducción de

JAMES LOCKHART

R OBERTO RE YES MAZZON!

LOS NAHUAS DESPUÉS

DE LA CONQUISTA

Historia social y cultural

de los indios del México central,

del siglo XVI al XVIII

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Primera edición en inglés, 1992 Primera edición en español, 1999

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ELALTÉPETL CUADRO

n.5. Testigos del testamento de don fose! de la Cruz,

TlapitzahuaYl7n (valle de México), 1763

Don Lázaro Josef, alcalde actual Nicolás Hernández, fiscal mayor Domingo Antonio, alcalde pasado Josef Joaquín, alcalde pasado Matías Juárez, alcalde pasado NOTA: el "escribano de la república" que FUENTE: AGN, Tierras 2554, exp. 4, f. 23v.

Don Juan Eugenio, alcalde pasado Don Juan Luis, fiscal pasado Don Juan Francisco, alcalde pasado Andrés Ramírez, regidor mayor Don Juan de la Trinidad, alguacil mayor escribió el documento era Pedro Hilario.

retornar al cargo una y otra vez después de breves intervalos, y también ocupaban los diferentes cargos sucesivamente. Don Pedro de Santiago Maxixcatzin de Coatepec (entre Tenancingo y las minas de Sultepec, al sur del Nevado de Toluca) seguía un patrón común al servir primero como maestro del coro de la iglesia, luego alcalde, después fiscal y finalmente gobernador. 145 Sin embargo, llegar a lo alto de la escala como gobernador no impedía forzosamente repetir más tarde como alcalde o fiscal. Los funcionar-ios pasados, junto con las personas que ocupaban los car­ gos, eran los testigos más solicitados para los testamentos. Para un testa­ mento ordinario podían bastar dos o tres, ya fueran actuales o pasados; en el testamento de una persona importante pueden aparecer los nombres de todo el grupo (véase el cuadro IlS para un ejemplo). En los litigios se llamaba principalmente a los funcionarios pasados para que presentaran su testi­ monio.l 46 Las peticiones a las autoridades superiores solían llevar las firmas de los funcionarios pasados y de los actuales, y las delegaciones enviadas al corregidor o a los funcionarios españoles de mayor nivel en la ciudad de México probablemente hayan incluido las de ambos (véase como un ejem­ plo el cuadro 11.6). Todavía no he encontrado información sobre funciona­ rios pasados que actúen independientemente para emitir juicios, decretos o donaciones en nombre del pueblo, pero se les podía incluir en esas transac­ ciones en forma prohmda y formal. Así, en Calimaya en 1750, cuando un ciu­ dadano pidió una donación de tierras, el gobernador llamó a una reunión de los gobernadores y alcaldes pasados, les presentó el caso y cuando con­ testaron que la tierra se debía dar al soiícitante, procedió a tomar las medi­ das necesarias. 147 En la cercana Santa María de la Asunción (una parte cons­ 145 AGN , Tierras J 780, exp. 3. La fecha exacta no está clara; aunque se mencionan 1660 y 1680, el texto puede haber sido escrito mucho después (si bien se da a entender que se le escribió en una fecha muy anterior). Véase también la nota 97 dei capítulo VI. 146 Por ejemplo, véase Karttunen y Lockhart, 1978. Los testigos en los litigios en Coatlichan y Quauhtlalpan en 1762-1764 eran todos funcionarios pasados: gobernadores, alcaldes y un alguacil ma)'or; no aparece ningún regidor (AGN , Tierras 2338, exp. 8). AGN, Tierras 2555, exp. 14, If. 5-12 (Soyatzingo, 1774) se parece mucho, aunque además se menciona a los fiscales. 147 AGN, Tierras 25'1l , exp. 11, f. 3 (también en N&S, ítem 7). El gobemador también consultó al

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Il.6. Delegación enviada para representar a Tepetlixpan en Tlalmanalco,

cabecera del corregimiento, 1724 Don Matías Gerónimo, alcalde actual Don Josef de Ávila, teniente de alcalde Juan Antonio, alguacil mayor Antonio Juan, regidor Nicolás Salvador, escribano

Don Diego Francisco, alcalde pasado Don Salvador Pacheco, alcalde pasado Don Domingo de la Cruz, alcalde pasado Don Nicolás Rodríguez, alcalde pasado

Nota: Tepetlixpan no parece haber tenido un gobernador en ese tiempo, aunque ya había obtenido uno para las décadas de 1780 y 1790 (f. 50). Tepetlixpan está en la región de Chalco, valle de México. FUENTE: AGN, Tierras 2549, exp. 1, f. 41.

titutiva de Tepemaxalco), en 1781 los alcaldes pasados se unieron a los fun­ cionarios que ocupaban el cargo para aclarar la situación de una parcela de tierra, y uno de ellos incluso firmó el documento con los demás. H8 Obsérvese que, si bien el alcalde de Santa María había sido parte del go­ bierno de Tepemaxalco en 1682 (cuadro 11.4), ahora la entidad tenía su pro­ pio conjunto de funcionarios (alcalde, regidor mayor, fiscal y escribano) que emitian los documentos por autoridad propia. El arreglo anterior hizo que esa transición fuera fácil y natural. Todo lo que se requería era que el alcalde se quedara en su lugar de origen y que, además, a algunos funcionarios del tlaxilacalli, que ya ayudaban a recaudar impuestos y a mantener la capilla local, se les llamara ahora regidor mayor, fiscal y escribano, respectiva­ . mente, De hecho, parece que en algunos casos los alcaldes pueden haber actuado parte del tiempo con la unidad más grande, y parte del tiempo con las más pequeñas en forma independiente, de modo que aunque se hubiera declarado una independencia formal en algún momento específico, es difí­ cil decir cuándo se convirtió en una realidad efectiva.

La evolución de las unidades y de los conceptos sobre las unidades Seguramente el aspecto que más destaca de todo el panorama de la estruc-l tura sociopolítica indígena del centro de México del siglo XVIII es el reco­ nocimiento de un número cada vez mayor de unidades independientes, muchas de las cuales eran partes constitutivas de unidades más grandes. Con el transcurso del tiempo, la idea española de cabecera había tenido un efecto sobre el pensamiento indígena y sus indicios empiezan a aparecer ocasionalmente en los textos en náhuatl, incluso en ausencia de cualquier muchi común, "a todos los de la comunidad", pero lo interpretó en el sentido de que fueron

sólo observadores.

148 AGN, Tierras 2533, exp. 3, f. 22. También firmó un escribano pasado.

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factor determinante como una congregación o una traducción directa de una orden española. La referencia puede ser a la cabecera de un corre­ g imiento que contiene varios altépetl independientes, o a la agrupación central de lm solo altépetl; puede implicar el uso de la palabra española o de su equivalente náhuatl. 149 Aún en el siglo XV lIl , el uso d e la palabra no parece implicar necesariam en te que el orador hubiera aceptado el concepto español de una ciudad principal que regía diferentes aldeas sujetas. En San Francisco Centlalpan (región de Chalco), en 1736, un testigo declara : "Tengo mi casa (soy ciudadano) en el Barrio de San Diego Chalcatepehuacan, y pertenezco al altépetl de San Francisco, nuestra cabecera ".150 En este caso, aunque aparentemente se hace una dis tinción entre la cabecera y las uni­ d ades circundantes, a esas unidades se les llama barrios en vez de sujetos, y se piensa en sus habitantes como si pertenecieran después de todo a la cabecera, como ocurre en el concepto indígena original de un altépetl que abarca todo. Indicios de la palabra española "sujeto " también se encuentran en los textos del siglo XVIll , más frecuentemente incorporados en el vocabu­ lario indígena como algo que implica ser jalado por otra cosa más grande, de modo que, incluso en este caso, los conceptos indígena y español pueden haber seguido siendo algo diferentes I 51 Desde mediados del siglo XV I, las partes constitutivas habían estado procurando, con éxito, lib era rse de las grandes unidades para que se les concediera la categoría de cabeceras independientes (en sus propios térmi­ nos , la ca tegoría de altépetl cabal, que no era parte de ningún esquema d e rotación más amplio) . Sin embargo, en el periodo inicial las entidades así afectadas eran ante todo las que los españoles llamaban estancias, ubicadas a una distancia muy considerable del principal grupo de asentamientos y, en muchos casos, ni siquiera contiguas al resto del territorio d el altépetl.* Esas unidades se habían originado, a veces, por medio de las conquistas y a veces por emigraciones desd e el grupo principal. En ambos casos, era pro­

bable que hubieran llegado a tener una organización compl eja propia y que hubieran desarrollado un sentido especialmente fuerte de independencia, de modo que, desde cualquier punto de vista, es taban listas para la sepa­ ración. Una segunda fuente de presión para la independencia, que se ejer- . ció desd e muy pronto, provenía de los altépetl complejos que habían sido miembros d e confederaciones imperiales, como ocurrió con Huexotla y otros que rodeaban a Tetzcoco; en esos casos, la separación d e hecho ya existía y sólo se requería un prommciamiento formal. Relativamente nueva en el periodo tardío (a unque como hemos visto, su germen existía desde tiempos tempranos) era la independencia obtenida por . alguno de los calpolli-tlaxilacalli en la sección nuclear de un altépetl sencillo, como en el ejem plo que se acaba de dar de Santa María de la Asunción y Te­ pemaxalco, pero ya en el siglo XV III era justo este tipo de movimiento el que se presentaba cada vez con más frecuencia. Como se dij o antes, está claro que las presiones internas para ese desarrollo están presentes en una estruc­ tura celular, esquemas de rotación y de jerarquía, y diferencias étnicas entre los tla xilacalli. El fin de la Triple Alianza y de las guerras endémicas eliminó dos de las principales presiones que operaban en sentido contrario yapoya­ ban la conservación de las unidades grandes. Entonces, podemos preguntar por qué la independencia de las unidades mínimas no se presentó en fechas más tempranas. Por el lado español, en el siglo XVI, a los individuos y funcionarios espa­ ñoles les interesaba mucho conservar las grandes unidades y preservar la integridad de las autoridades indígenas que ya existían. Las grandes uni­ dades significaban encomiendas de gran tamaño y lucrativas, y tod o se ca nalizaba p or medio del tlatoani principal. Al suced er los ca bildos a los tlatoque y el repartimiento a la encomienda en el reclutami ento de la mano de obra temporal, el altépetl grande continuó siendo un instrumento de canalización indispensable. Las campañas d e construcción de iglesias mo­ numentales a las que di eron tanta importancia los frailes españoles y sus feligr eses indios también requerían el empleo de los recursos totales de la unidad más grande. No obstante, en las primeras d écadas del siglo XV II , cuando ya se habían construido las grandes iglesias, el re par~miento estaba en d ecadencia, las empresas españolas cubrían el campo y negociaban con sus vecinos indios por sus servicios como individuos o en pequeños grupos, y había má s esañoles disponibles y dispu estos a cubrir los pu estos de pa­ rroquias adicionales o a servir como delegados del corregidor, la forma del

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149 En Kartunnen y Lockhart, 1978, los ciudada nos de Amaqu emecan, altépetl complej o (1746), se refieren a la cabecera del corregimiento como lotzo/1teconyocan, "nuestro lugar-de-Ia­ cabeza" (p. 166). ISO NMY, doc. 10, p. 117. )S) En Azcapotzalco en 1738 el término que se utiliza es -tlahuilanal, "algo que es arrastra do junto con otra cosa" (BC, doc. 17, p . 100); en Acaxochitlan (Tulanci ngo) en 1768 (UCI.A TC), el tér­ mino es tlatilat1fllli, "algo jalado" . • Véase Gi bson, 1964, pp. 53-57. Encuentro que la terminología de Gibson (seguida por Gerhard), de estancias para una parte constitu ti va separada, alejada, y de barrio para una parte constitutiva que pertenecía en forma contigua al agrupamiento princip al, hace una importante dis tinción que con frecuencia corroboran las fuentes españolas, y soy partidario de retener este vocabulario para algunos fines. Sin embargo, es convenien te tener en cuenta que los españoles de ninguna manera la hayan usado en forma consistente; "es tancia", en este sen tid o, es muy rara, probablemente por temor a una conf usión con el significad o mucho más com ún d e "s uperficie de tierra de propiedad privada para fines agrarios". Nunca he visto que "estanci a" signifique una unidad sociopolítica en un docu mento cotidiano náhuatl, ni corresponde a

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cualquier término especial del vocabula ri o indígena. Sólo la he visto un a vez en los escritos

históricos nahuas, en los anales anónimos de Tenochtitl an de la década de los 1560 (MNAH AH,

CO 14), en una entrada pa ra 1566 en la que se dice que la gente había llegado para una ocasi ón

especial yn ipan Estancia in ima altepetl, "de las es tancias, las dependencias del al tépetl". Como

puede verse, el autor si nti ó la necesidad de explicar el signi fi cado.

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EL ALTÉPETL

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altépetl grande ya no tenía una ventaja marcada sobre las pequeñas uni­ dades desde el punto de vista de los españoles y había menos razón para oponerse a la presión indígena en favor de la fragmentación . Desde el punto de vista de los nahuas, el altépetl grande perdió sólo parte de su utilidad después de la conquista. Las unidades mayores todavía podían desempeñarse mejor que las pequeñas para compartir las cargas y representar los intereses de la comunidad ante las autoridades hispanas. Aunque los españoles hicieron cambios drásticos en la economía general pocos años después de haber llegado al país, los mercados subregionales organizados por los altépetl siguieron siendo de gran importancia para los nahuas. Las interdependencias de todas clases que se habían désarrollado en el transcurso de siglos, entre ellas los patrones de matrimonio entre los diferentes grupos, no desaparecieron inmediatamente. El principal factor que unía al altépetl, el tlatoani, con el que cada subunidad tenía una re­ lación directa e igual, siguió en su puesto por algún tiempo, y tanto la relación estructural como el sentido de alianza fueron transferidos con éxito a los gobernadores y cabildos, que disfrutaron de su máxima importancia a finales del siglo XVI. En ese tiempo, cuando los nahuas todavía no se habían visto expuestos a toda la fuerza de las influencias culturales españolas, los individuos y las pequeñas unidades frecuentemente tenían gran necesidad del cabildo bien organizado del altépetl grande como un intermediario en los tratos con funcionarios o patrones españoles. Más tarde, al contar con una mayor experiencia y aculturación, serían más capaces de operar por cuenta propia. Como ya se dijo, no sólo eran los españole:; los que deseaban ver una espléndida iglesia con su monasterio construida en cada altépetl. Así como todos los tlaxilacalli tenían la misma relación con el tlatoani y lo veían como uno de los suyos, también tuvieron, en los tiempos prehispáni­ cos, un dios étnico común y un templo central que representaba la sobe­ ranía y el poder del altépetl; no sólo los informes sesgados de los frailes que los aprobaban sino también la lógica interna de la situación llevan a pensar que las personas de todo el altépetl deben haber visto favorablemente la construcción de una iglesia general del altépetl en el siglo XVI, y la propia tarea debió ser un factor unificador. Una vez que se terminó esa labor, se procedió a la construcción de iglesias en cada tlaxilacalli, lo que ayudó a reorientar la energía y la lealtad hacia la unidad más pequeña. Aunque no puede haber duda de que en el periodo tardío muchas comunidades cons­ truyeron una iglesia específicamente para reforzar sus pretensiones de in­ d~pendencia , 152 el momento en que se presentaron los movimientos sepa­ ratistas puede haber tenido una relación significativa con la secuencia natural de la construcción y el momento en que se construyeron las iglesias

secundarias. Ya en la época en que el repartimiento de la mano de obra ter­ minó, los ciudadanos de los tlaxilacalli tenían un contacto económico más directo con los españoles; como ya no estaban protegidos o recibían orien­ tación del gobierno del altépetl en lugares que le fueran poco familiares, podían empezar a verlo ahora principalmente en términos de los cargos que les significaba. A mediados del siglo XVII, las condiciones para el separa­ tismo ya estaban en cierto sentido totalmente dadas, tanto para los españo­ les como para los nahuas; a la vez, todas las tendencias eran acumulativas, de modo que las presiones para separarse aumentaron durante cada dé­ cada hasta 1800 e incluso posteriormente. A medida que cambió gradualmente la situación, los conceptos y el vo­ cabulario españoles relativos a las organizaciones indígenas evolucionaron correspondientemente y esto, a su vez, facilitó aún más el camino hacia la fragmentación y tuvo una influencia sobre las nociones indias. Como se dijo al empezar el capítulo, los españoles, aunque concedían mucha impor­ tancia a la cabecera y el sujeto, también usaron el término "pueblo" desde los primeros años, principalmente para los grandes asentamientos, de modo que frecuentemente el "pueblo" español coincidía con el altépetl, y cada término se refería a la misma organización y grupo de personas, si bien imaginados en forrnas muy diferentes. Pero la coincidencia nunca fue per­ fecta ; los españoles estaban dispuestos a referirse a cualquier agrupamiento discernible y a sus alrededores como un pueblo, sin importarles o sin saber que eran parte de un gran altépetl. Desde los últimos años del siglo XVI es posible encontrar españoles que hacen viajes de inspección en el campo y que llaman a las cabeceras pueblos simplemente y utilizan el término pue­ blo o barrio para las subunidades.153 Con el transcurso del tiempo, " pueblo" llegó a dominar el uso español ordinario (incluso el de los funcionarios) , lo que disminuyó la distinción terminológica entre "cabecera" y "sujeto", palabras que ahora se utilizaban más cuando se trataba de la relación de las partes del altépetL En la segun­ da mitad del periodo colonial, toda legislación como la que establecía un área de 600 varas de tierra, dentro de la cual no se podía impugnar la pose­ sión de un pueblo indio, se expresf simplemente en términos de pueblos.1 54 Cualquier entidé\d que pudiera lograr ser reconocida como pueblo sería una candidata para que se le confirmaran las 600 varas. Es más, mientras que en las campañas separatistas del siglo XVI un "sujeto" que lograba liberarse de su "cabecera" se convertía a su vez en una" cabecera" (es decir, en térm.inos indígenas se creaban dos conjuntos independientes de calpolli-tlaxilacalli, que constituían dos altépetl completos), el gobierno español empezó ahora a reconocer a las entidades indias como "pueblos", cierto es que indepen­

152 Véanse Gibson, 1964, p . 54, Y Wood, 1984, pp. 222, 226, 278 (val le de To lu ca, final es de los siglos XV II y XV III) . Véa se tambi én el cap . VI.

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Véase N&S, ítem 12.

Gibson, 1964, p. 285 Y notas; Wood, 1984, pp 183-1 90.

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dientes de cualquier otro, pero sin ninguna implicación de que contuviera algún conjunto grande o complejo de partes constitutivas. De manera simi­ lar, el "formal y vigoroso pueblo" de finales del siglo XVIJ y del XV III podía carecer de gobernador, y su funcionario de mayor ni vel era el alcalde que ya había tenido cuando sólo era barrio o tlaxilacalli . lss Aunque es difícil demostrarlo filológicamente para casos específicos, no podemos evitar la impresión de que en el siglo XVIII la entidad denotada por pueblo probable­ mente era pequeña, el mismo significado que la palabra traería consigo al siglo xx . Los nahuas parecen haber entendido muy bien la evolución del término español pueblo y sus implicaciones. Obtener la confirmación del derecho a , las 600 varas fue uno de ios motivos para muchos de los movimientos del siglo XVIII en que los barrios buscaban ser reconocidos como pueblosI 56 Los barrios también tend ieron a utilizar la percepción española de mucha s unidades indígenas separadas para dar la apariencia de una independencia total, incluso cuando en realidad no existía . En 1720, los solicitantes de Tequixquinahuac, en la región de Tetzcoco, se presentaron en el tribunal en la cabecera del corregimiento, encabezados por su alcalde, para quejarse de que el fiscal del (aparentemente vecino) pueblo de Tezon tla le había estado qui­ tando a Tequixquinahuac tierra para dársela a personas de su propio pueblo. Sólo cuando se realizaron investigaciones adicionales se encontró que Te­ quixquinahuac seguía siendo un barrio (en los documentos náhuatl rela­ tivos al caso, tlaxilacalli ) de Tezontla, la que tenía categoría de pueblo (en náhuatl se le llamó altépetl)IS7 No obstante, aunque parecía que entendían y adoptaban el concepto de "pueblo", los nahuas muy raras veces usaron la palabra en los documentos escritos en su propia lengua. IS8 Siempre que se encuentran documentos náhuatl continúa apareciendo "altépetl ". No solamente se denomina así a las pequeñas entidades (como Tocuillan, cerca de Tetzcoco, en 1722),159 sino incluso a entidades que seguían permaneciendo dentro de otras más gran­ des. En 1786, Sacaquauhtla, que sólo tenía alcaldes y admitía ser un tlati­ lanalli (sujeto) de Acaxochitlan, que a su vez había sido originalmente una de las subdivisiones de la mitad norte de Tulancingo, se presenta como "el 155 Como es el caso con Sula en la región de Tlalmanalco /C halco; véase Lockhar t, 1982, p . 375 (también N&S, ítem 3). 156 Wood, 1984, en especial pp. 186-187. Véase tambi én la discusión de Wood (pp. 238-294) sob re la fo rm a en que la hacienda y los asen tami entos mineros, aunque aglome.aciones nuevas, con frecuencia no indios en su tot alidad, a menudo log rar on ser reconocidos como pueblos indios. 157 AGN, Tierras 2338, exp. 6. 158 Un ejemp lo se encuentr'l en el tardío " título primordial" de Atlauhtlan (región de Chalco) ; los antecedentes en Lockhart, 1982, p. 374 (también en N&S, ítem 3).

159 AGN, Tierras 2338, exp. 1, f. 14.

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precioso y honrad o altépetl de nuestra preciosa y honrada Madre Santa María de la Natividad"1 60 Ejemplos como éste tienen una doble impli­ cación. Por una parte indican que los nahuas aplicaron el término clave de la organización sociopolítica indígena al nivel de las nue vas unid ades inde­ pendientes, frecuentemente más pequeñas y menos complejas, considerán­ dolas igual que habían considerado a su predecesor más grande. Por otra parte, parece posible que el significado de "altépetl " haya sido influido de alguna manera por el término español "p ueblo", aunque sin duda siguió conservando muchas de sus implicaciones. En donde la s sub unidades per­ manecieron unidas bajo un solo conjunto de funcionarios y compartían o al­ ternaban los deberes igual que antes (y así ocurrió en un gran número de altépetl, con o sin mutilaciones), " tlaxilacalli " siguió vigente ha sta el final del periodo colonial,161 pero "barrio" aparece como una palabra tomada en préstamo por el náhuatl con creciente frecuencia durante todo el siglo XVIII. Es posible que se usen ambas palabras en el mismo documento, incluso al referirse a la misma entidad, de modo que es difícil percibir cualquier cam­ bio conceptual implicado por la introducción dei término español.1 62 En la medida de lo que podemos observar por la forma en que se les usa en los textos, el significado de las dos era idéntico. El sentido parece que no sufrió ningún cambio desde los tiempos más antiguos, aunque en algunos altépetl complejOs los tlayáca tl o subaltépetl, que origina lmente eran entidades soberanas con tlatoque separados, aparentemente se habían red ucido al nivel de los tlaxila call i.163 Ya en 1746 se llama " tlaxilacalli y barrios" a los cinco "tlayaca tl altepetl" de Amaquemecan mencionados por Chimalpahin; el único ind ic io de una mayo r complejidad es el empleo ocasional de un nombre doble, como ltztlaco
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