Lo que más nos conduzca al fin para el que fuimos creados (Programa MAGIS III)
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Descripción: Quienes han experimentado el Magis son laicos y laicas que atienden sus ocupaciones familiares, están ligad...
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David Martínez Mendizábal Coordinador de la publicación Ma. Esther Bonilla Corrección de estilo Clara Keys Diseño editorial
Publicación del Programa de Formación para Laicos y Laicas en América Latina y El Caribe. Noviembre del 2010.
AGRADECIMIENTOS
En los trabajos de índole comunitario es complicado resaltar la participación de algunas personas; sin embargo, extendemos un reconocimiento a las y los profesores del Magis que han puesto sus ideas y sus afectos al servicio de la formación laical y al Centro Ignaciano de Formación Humanista de la Universidad Iberoamericana León, por su apoyo durante todo el proceso de la tercera generación del Magis. En particular queremos agradecer a José Luis Caravias, S.J., Franklin Ibáñez y Mauricio López su trabajo en la dictaminación de los trabajos que les correspondieron. También a Clara Keys por el diseño del libro y a María Esther Bonilla por la corrección de estilo de los ensayos.
ÍNDICE
Introducción
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Cuando el «tú» y el «yo» se hicieron «nosotros» Érika Zárate Baca y Danilo Barragán Galarza
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Con el libro en las manos, los pies en el barro y el corazón abierto January N. Gómez V.
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Aprender a nacer desde el dolor Sofía Montañez
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Profesión y fe: mi experiencia Gloria L. Servín Barrios
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¿Por qué soy laico? Denis Coronado Pineda
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El amor y el servicio como proyecto laical de vida Palmiro Pável González
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La encíclica “Caritas in veritate” y el desarrollo económico en nuestro tiempo: ¿hay convergencias? Víctor Roca Buiza
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El compromiso político-social como punto de encuentro entre creyentes y no creyentes Clara Keys Alonso de Florida
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Los laicos y su necesidad de formación Luzmila Galván Huaman
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Liberándome para amar y servir Margoth Paguay Guacho
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El matrimonio: una opción para crecer juntos en el amor de Dios Sol Beatriz Bedoya de Palacio
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Sexualidad y espiritualidad Gloria María Soto Marín
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El espíritu de Dios en el amor de la pareja Boris Araujo
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Noviazgo y vida en pareja, una alianza de amor Mauricio Jesús Centeno Sánchez
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INTRODUCCIÓN
Pocos meses después del asesinato brutal de sus seis hermanos jesuitas y de dos trabajadoras, ocurrido en noviembre de 1989 en El Salvador, Jon Sobrino, S.J. concedió una entrevista a la televisión española. Sobre una pregunta expresa de la entrevistadora al respecto de la vigencia de la Teología de la Liberación en América Latina, el jesuita salvadoreño-español señaló que le repateaba la descalificación que se hacía desde Europa sobre la falta de sistematicidad de tal producción teológica porque “podía ser que nos faltara tiempo de reflexión, quizá no tengamos tantas bibliotecas y a lo mejor ni seamos tan inteligentes como allá, pero no se puede afirmar que la liberación es una moda que puede quedarse atrás”. Daba en el clavo Jon Sobrino y sirva esta remembranza para colocar en el horizonte adecuado los espléndidos trabajos que a continuación compartiremos. Puede que nos falte tiempo de reflexión o formación teológica más sistemática, pero de lo que no se puede dudar es de la necesidad en los laicos y las laicas de reflexionar, a la luz de la fe, la vida cotidiana. El extraordinario mundo del laicado es el lugar propio para encontrarnos con el Dios de la vida y maravillarnos de su obra. El punto de partida y de llegada en la construcción del Reino, para el laico y la laica, es la compleja interacción entre dimensiones tan variadas como la familia y el trabajo; la sexualidad y la política; el ocio y la economía. La realidad cotidiana como lugar de encuentro con Dios. Las reflexiones que integran este libro son los trabajos finales de algunos y algunas de los participantes de la tercera generación del programa
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de formación Magis, promovido fundamentalmente por las Comunidades de Vida Cristiana (CVX) de Latinoamérica, apoyado permanentemente por el Consejo Ejecutivo Mundial (ExCo) de las CVX y con auxilio de la Compañía de Jesús. Por estos días, este programa cumple trece años de haberse gestado en Santiago de Chile, con base en una iniciativa de los Consejos Nacionales de las CVX y con el acompañamiento cálido y exigente de Jose Luis Caravias, S.J. Hasta el momento ha habido tres generaciones de laicos y laicas, poco más de 180 personas, que han puesto como tema de discernimiento sus propias vidas. En unos meses, en Bogotá, Colombia, inicia la cuarta generación. El esfuerzo ha sido, en muchos sentidos, comunitario. El financiamiento ha recaído en las comunidades nacionales, particularmente las que han fungido como sedes de los encuentros intensivos y en las propias personas que han participado. Hemos recibido ayuda de Porticus, de la Compañía de Jesús, del ExCo y de varias personas generosas que de a poco, hicieron mucho. Magis no es un curso, ni tampoco una serie de momentos puntuales y aislados. Es un programa hecho de etapas intensivas y extensivas, que busca dar al participante la oportunidad de integrar en su vida las cuatro dimensiones de la formación ignaciana: la espiritual, la intelectual, la comunitaria y la apostólica. El proceso dura tres años y medio, y abarca todos los espacios de la vida humana y de fe. El programa Magis busca profundizar en los fundamentos de la identidad cristiana desde la perspectiva de las CVX, esto es, refuerza el carisma ignaciano, que consiste en conocer, amar y seguir más de cerca a Jesucristo y su Iglesia a fin de amar y servir mejor a los demás. La dimensión social de la fe y el compromiso con la justicia forman parte central de los contenidos, pues el talante propio de la espiritualidad ignaciana, el sentido apostólico, se encuentra en la base de la formación. ¿Cuánto ha pasado en América Latina durante estos años del Magis? Hemos visto golpes de Estado frustrados, el carrusel de la pobreza sin lógica alguna, triunfos electorales que avivan la esperanza, retornos al poder de los grupos desplazados, movimientos sociales que reclaman
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con toda justicia el abatimiento de la desigualdad étnica, racial, sexual, cultural y económica, el aumento —aún insuficiente— de la presencia de las mujeres en los espacios de decisión, los organismos de la sociedad civil que testimonian la emergencia del poder ciudadano —tan necesario en nuestros países— , el deterioro ambiental producido por un capitalismo enceguecido por la obtención de ganancias, las migraciones dolorosas que se enfrentan a riesgos cada día mayores, la disputa por la vinculación a través de diversos tratados comerciales, políticos y económicos que tienen detrás modelos de países y formas de interrelación humanas diferentes, en fin, los escenarios diversos donde se han movido nuestras vidas como laicos y laicas. La tercera generación del Magis se reunió en 2007 en Asunción, Paraguay; en 2008 en Lima, Perú, y en 2009 en Buenos Aires, Argentina. Durante estos tres años de convivencia humana, se abrieron espacios para compartir de forma muy profunda las vidas de decenas de personas que buscan de forma honesta seguir mejor a Jesús, desde su opción por la espiritualidad ignaciana. En estas vidas, como todas aquellas que se viven con intensidad, se han escrito páginas importantes. Divorcios, matrimonios, nacimientos, muertes, abandonos, graduaciones, reencuentros y más, han formado parte del vaivén de nuestro Magis. La frase más recurrente en las evaluaciones que se han hecho durante este tiempo es que “el Magis ha sido pieza clave en mi vida”. Quienes han experimentado el Magis son laicos y laicas que atienden sus ocupaciones familiares, están ligados a un grupo de inspiración ignaciana, generalmente las CVX y ejercen su profesión para vivir. Las edades oscilan entre los veinte y los setenta años, aunque la media de edad se sitúa hacia los cuarenta. Muchos jóvenes, ahora ya de edad madura, han visto fortalecida su vocación laical y se encuentran al frente de proyectos de intervención comunitaria, en un campo de lucha educativa o a favor de los derechos humanos. Desde esta condición el Magis ha invitado a que laicos y laicas magistas arriesguen sus ideas y las plasmen en blanco y negro. No es tarea fácil arrancar varias horas al estudio, al descanso, al trabajo que nos da el
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sustento o al cuidado de un hijo, para hacer los trabajos del Magis. Y más cuando las religiosas, los jesuitas y los laicos y laicas que han formado parte del profesorado, nos animan a utilizar marcos conceptuales adecuados a la hora de pensar sobre los problemas de laicos y laicas. Pierre Bourdieu propone el término habitus para aludir a un conjunto de relaciones históricas depositadas en los cuerpos individuales bajo forma de esquemas mentales y corporales de percepción, apreciación y acción. El habitus es un mecanismo estructurante, principio generador de las estrategias que permiten a los agentes enfrentar situaciones diversas y operar desde dentro de los agentes. A hacer teología sin sotana, nos ha dicho permanentemente José Luis Caravias. Habrá que deconstruir el habitus con el que nos acercamos a analizar nuestros nodos existenciales. La teología que se hace profesionalmente es necesaria, pero esto no sustituye los esfuerzos de laicos y laicas que con presupuestos vitales distintos hacen reflexiones teológicas a partir de los problemas de la vida cotidiana. Y esto es precisamente lo que el lector y la lectora encontrarán en las siguientes páginas. Frente a sus ojos desfilarán distintos planteamientos sobre sexualidad, identidad laical, relaciones de pareja, ética de las profesiones, formación y compromiso socio político. Lo importante es constatar que son diferentes dimensiones de la vocación laical. No son pedazos de historias aisladas de las otras dimensiones existenciales, son formulaciones que enfatizan un eje discursivo, pero ligadas al resto del todo que le proporciona sentido de unidad. Se notarán diferencias conceptuales y perspectivas incluso contradictorias, pero tenemos ante nosotros y nosotras básicamente a un grupo laical que con arrojo presenta sus reflexiones en el ánimo de colaborar a la construcción de una Iglesia más congruente, más al servicio de las realidades de dolor e injusticia y ante todo, más cercana a la que Jesús desea en esta primera década del siglo XXI. David Martínez Mendizábal Coordinador General del Magis III. Guanajuato, México. Noviembre de 2010.
CUANDO EL «TÚ» Y EL «YO» SE HICIERON «NOSOTROS» Érika Zárate Baca Danilo Barragán Galarza
Erika Zárate Baca Ecuatoriana. Estudió ingeniería comercial, está cursando un diplomado en gestión cultural. Actualmente coordina un programa de comercio justo en Pastoral Social Cáritas de Ecuador y además colabora en el programa de liderazgo ignaciano de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. Tiene 8 años en CVX. Danilo Barragán Galarza Ecuatoriano. Licenciado en Relaciones Internacionales, es director del Servicio Ignaciano de Voluntariado (SIGVOL). Tiene 10 años en CVX.
1. Introducción «De su boca oímos, de su vida aprendimos que quien no vive para servir no sirve para vivir». Leonardo Boff, Los sacramentos de la vida, 27-29 El desafío que la elaboración de este ensayo ha significado es considerable, sin embargo, no se compara con la gratitud y la alegría que también ha hecho brotar en nosotros. Hemos buscado construir un texto testimonial, que reúna nuestras experiencias, ideas y mociones sobre nuestra vida como cevequiana y cevequiano, tratando de «bajar» la fundamentación teológica a nuestras individualidades, pero también a nuestra vocación de pareja, que nosotros la distinguimos como parte importante de nuestra identidad laical. La motivación de realizar este trabajo en pareja es parte de esa vivencia. Las circunstancias de nuestra vida y el seguimiento, con aciertos y errores, con que hemos respondido al llamado de Jesucristo, nos han llevado a compartir experiencias profundas que marcaron esa vocación: el voluntariado ignaciano, la comunidad local e incluso la vivencia del programa Magis son espacios que hemos vivido conjuntamente y sobre
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los que siempre hemos dialogado, nos hemos acompañado y hemos interpelado nuestros puntos de vista. A partir de estos antecedentes, sentimos que podía ser un aporte significativo el redactar un ensayo que reúna esa vivencia que se hace en la persona individual y a la vez en la comunidad que formamos como pareja laical en la CVX, en la Iglesia y hacia la sociedad. Nuestro compartir sobre esta identidad, moldeada por el carisma de la CVX, es precisamente el punto de partida. Es la manera que encontramos de describirnos, de ubicarnos; no sólo desde nuestra particularidad como personas, sino como miembros de la Comunidad de Vida Cristiana. Una identidad que da un nuevo color a nuestra condición de pareja, pues le abre a la dimensión de una vocación laical claramente dirigida hacia el servicio, por y con la gente, como la realización de la existencia humana. A partir de los Principios Generales (PP GG) de la CVX, realizamos una descripción de los elementos que componen esta vocación que es nuestra. Luego de haber descrito lo que significa esta vocación CVX para nosotros, en la dimensión de pareja, pasamos a reflexionar acerca del sentido de su misión. El «en todo amar y servir» resume la finalidad de la persona ignaciana, la mediación por la que ésta, sea laica o religiosa, descubre su realización como creatura, su felicidad. En tal sentido, se entiende que la concreción de ese llamado al «...cambio de estructuras...», «...al estilo de vida sencillo...» y a tantos otros matices con que la CVX caracteriza esta vocación, tenga sus propios problemas y limitaciones, así como sus riquezas y retos, que al final terminan enriqueciendo y complementando al cuerpo eclesial. Por último, sentimos que es necesario aclarar que la intención de las mociones y reflexiones que compartimos en este ensayo no es la teorización o la instrucción, sino más bien el debate y la discusión, la oración y la interpelación, frente al llamado que recibimos y en compañía con nuestra comunidad. Sentimos que al ser parte de esta comunidad laical nuestras impresiones no constituyen el todo, pero sí un componente que puede aportar en su camino de servicio apostólico y seguimiento a Jesucristo.
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2. Nuestra identidad: el carisma de la CVX Nosotros reconocemos en la Comunidad de Vida Cristiana nuestra vocación laical. Compartimos además la manera en que comenzó a entrar en nuestras vidas: a través de la experiencia de voluntariado en realidades de marginación, donde vimos y reconocimos la divinidad que hay en la humanidad, especialmente, cuando ésta se presenta tan vulnerable como libre. Así mismo, la hemos ido conociendo y descubriendo en compañía de nuestra comunidad local, como un mismo cuerpo, con una historia común que se ha ido escribiendo en la frecuente convivencia. No obstante, tal vez el hecho de mayor fuerza es que compartimos un llamado cuyos caminos se juntan en la lucha por la dignidad de la persona y en la comprensión de que la defensa de la vida, en su integralidad, es el sentido más profundo de la misión cristiana. Estas experiencias, externas e internas, son la «carne» en que para nosotros se ha ido materializando la espiritualidad de San Ignacio y, más concretamente, el carisma de la CVX. Por esta razón, partimos de los Principios Generales (PP GG) de nuestra comunidad para ir encontrando esos vínculos que atan todas estas múltiples Gracias en cada una de nuestras vidas. Consideramos que el PG 4 nos ayuda mucho a abordar esta vinculación, para lo cual queremos compartir las mociones que nos surgen a partir de su lectura y reflexión: Nuestra Comunidad está formada por cristianos —hombres y mujeres, adultos y jóvenes, de todas las condiciones sociales—... Ser cristiana, ser mujer... Ser cristiana es la primera de las características que definen mi identidad. En palabras muy simples, que procuraremos ampliar a lo largo de este trabajo, ese Cristo no es más que la encarnación del más profundo Amor de nuestro Dios, que nos ha sido dado (de maneras muy diversas) y que nos llama a darlo y multiplicarlo.
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En un segundo momento, la afirmación «ser cristiana» me define como mujer, rasgo a partir del cual se han generado en mí varias reflexiones y mociones: desde el auto reconocimiento, la aceptación y el aprecio por mi feminidad, que han implicado la profundización y el afianzamiento de características propias —pero no exclusivas— de una mujer, así como el desprendimiento de otras impuestas o auto impuestas y que limitan mi crecimiento. Procura además el reconocimiento de la marginación que las mujeres han vivido —o siguen viviendo— por el hecho de ser mujeres; hasta los procesos de revalorización, inclusión y equilibrio no sólo en la sociedad sino dentro de la Iglesia. El objetivo de esta identificación no es el de buscar elementos diferenciadores para evidenciar superioridad, es simplemente un ejercicio de auto definición y ubicación que permite profundizar en mi integralidad para de esta manera proyectarme y complementarme con los y las demás. Ser cristiano, ser hombre... Ser cristiano para mí es una identidad descubierta a través de distintas experiencias de vida y que tuvo un punto de «quiebre» en el voluntariado con poblaciones indígenas, donde identifiqué un rostro humilde, marginado y empobrecido de Jesús, pero que a la vez es profundamente humano, libre y misericordioso. El mismo que está presente hasta hoy en mi vida, enriquecido por otras personas e historias que «encarnan» el Amor de ese Dios liberador. Ser cristiano, a la vez, también define mi identidad como hombre. Una característica que se convierte en un desafío ante el hecho de que el cristianismo ha sido por lo general etiquetado como una religión con «mentalidad» machista y que, aunque es muy triste, la Iglesia católica ha caído de hecho en muchas posiciones que sustentan esta definición. Por eso, ser un hombre y cristiano es para mí un reto ante la experiencia de un Jesucristo incluyente y misericordioso, cercano a las personas marginadas, incluso por sus propios fieles, entre quie-
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nes se encuentran mujeres muy cercanas a mi vida. Ante esto, ser un hombre en la Iglesia me exige aportar a la erradicación de esas lógicas de discriminación.
Mujer y hombre, jóvenes... Al momento en que escribimos este ensayo, tenemos 24 y 29 años, nos consideramos jóvenes, personas sujetas de derechos y deberes específicos. Sin embargo, más allá de las definiciones etáreas o políticas, «ser joven» es una especificidad que también define nuestra identidad cristiana. En este punto resulta interesante mencionar que la concepción que se tiene de la juventud responde a construcciones sociales y culturales, marcadas por la historia, los modos de vida, los sistemas económicos y los imaginarios que se generan alrededor. Aquí incluimos una noción de Adriana Soto: «La imagen que en la actualidad se tiene de los [y las] jóvenes hace de éstos, sujetos sin proyecto y sin futuro, nihilistas que atraviesan la vida adoptando la violencia y el rencor. Delincuencia, drogadicción, destrucción, irresponsabilidad, desesperanza, etc., son algunas de las palabras que en nuestra sociedad, acompañan y definen a la juventud1». Adriana Soto presenta estos estereotipos en contraposición a los imaginarios que en otras épocas se mantenían sobre la juventud como símbolo de valor (guerreros), arte, continuidad, contracultura y cambio. Por momentos, el tiempo de la juventud es el de «persona no-adulta», que hasta cierto punto define a los y las jóvenes como «seres incompletos» y que deben entrar a un determinado camino para poder completarse. Esta idea se fortalece cuando en un sistema como el nuestro —individual, racional, productivista— quienes no pueden aportar para este «fin social» se consideran como «no personas». 1
Soto Martínez, Adriana. Características psicológicas y sociales del adulto, 2001. http://www.
google.com/search?ie=UTF-8&oe=UTF 8&sourceid=navclient&gfns=1&q=adriana+soto +%2B+caracter%C3%ADsticas+psicol%C3%B3gicas+y+sociales+del+adulto.
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Si bien es en medio de este imaginario, por cierto bastante generalizado, en donde se define nuestra identidad joven; también encontramos otros acercamientos que lo complementan. Por un lado, está el comprender que la vivencia de la juventud al contrario de la adolescencia, se centra en proceso sociales, de interrelaciones, de retos y de descubrimientos. De ahí que se tomen como rasgos característicos de este tiempo la vivacidad y la fuerza, la creatividad y el entusiasmo, que desembocan en múltiples concreciones. Por otro lado, se encuentra también la noción de que éste no es un «no ser», es más bien un momento histórico-social en el que somos y vivimos. Sentimos que este proceso histórico-social, en lo concreto, puede definirse en lo que Jesús Corella entiende como «La edad del deseo2» en referencia al Itinerario Espiritual de Ignacio: «La edad del despertar del corazón, del dejarse enamorar por alguien». El terreno de los ideales, si se quiere. Esto es lo que comprendemos como nuestra juventud: este tiempo de salir, de encontrar, de probar, de aprender, de equivocarse, de enamorarse y, con base en ese amor, fundamentar el resto del camino, aunque el ideal inicial vaya transformándose por la fuerza de ese mismo amor. Un camino que no lo hacemos solos, sino que se alimenta de la interrelación con los y las demás, de la reflexión y la asimilación de esos encuentros y desencuentros. Un aprendizaje personal en el que el voluntariado ignaciano ha tenido un rol protagónico.
...que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con Él en la construcción del Reino...
En nuestra experiencia, el descubrimiento de ese «deseo» por el seguimiento a Jesucristo nace del descubrimiento de su causa primera: la persona de Jesús. Luego una formación religiosa tradicional, que no terminó de enraizar en nosotros esa imagen del Dios que castiga o del Dios 2
Corella, Jesús. Itinerario Espiritual de San Ignacio de Loyola. Formato digital.
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etéreo y todopoderoso, tuvimos la suerte de encontrar en los rostros de la gente al Dios de la vida y de la liberación: humanizado, misericordioso y creador. A través de testimonios de gente que vive situaciones difíciles que atentan contra su vida, pero que en esa misma realidad hacen visible toda la profundidad de su riqueza. Así como por medio de los testimonios de gente que, por vocación, acompañan a quienes sufren esta marginación, pero que en conjunto son testigos de Jesucristo y anticipan lo que en nuestra experiencia personal se ha ido delineando como «el Reino». Esta certeza en la vocación cristiana es una invitación a «conocer, amar y seguir a Jesucristo». Tres pasos que exigen «una entrega integral hacia ese amor». Lo que significa no sólo un entendimiento intelectual ni un seguimiento fundamentalista ni una experiencia romántica. No es una interpretación de estos verbos llevada al extremo y en total desarticulación. La vocación cristiana demanda un entrelazamiento profundo entre los tres; unión que, a su vez, requiere responder a esta pregunta como punto de partida: ¿a quién vamos a conocer, amar y seguir?
Al Jesús histórico... Al hombre de Nazareth, al hijo, al amigo, al carpintero, al bautizado por Juan, al Amor Encarnado. Al hombre que busca y encuentra a Dios en un contexto específico y en ese camino nos muestra actitudes, palabras y acciones concretas: amar, reconciliar, perdonar, servir, no juzgar. Así también, al Jesús que pone un especial acento en sus acciones para con las personas más necesitadas: pecadoras, marginadas, enfermas, niños y niñas, viudas. A quien nos enseña sobre la benevolencia, la misericordia, la comprensión y el acercamiento a cada uno de ellos y ellas. Además, solamente por la condición humana de Jesús sabemos que padece de verdaderos sufrimientos, interpretando con esto su pasión y muerte y el profundo significado de éstas para la Resurrección. Por
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tal motivo, entre Cristo y la persona cristiana existe un paralelismo de fondo: en Jesús el sufrimiento da paso a la Gloria, con lo que se alimenta de esperanza a quienes lo siguen, para iluminar su soledad y tristeza a partir de la resurrección en Jesús. La finalidad de todo cristiano debe ser vivir, morir y resucitar como Jesús, pero no se trata de «reproducir» sus acciones sino de «revivirlas» en nosotros. El conocimiento y seguimiento de este Jesús humano nos lleva a concluir que «...tan humano, sólo Dios...».
Al Cristo, el Mesías... Al Dios que por amor se hace hombre, que muere y Resucita. Verdades de fe como la afirmación de que «es Dios», de que dejó los cielos para habitar entre nosotros y de que en su Resurrección radica el misterio de la Salvación de todos nosotros y todas nosotras, son las que complementan nuestro seguimiento a Cristo. Centrarse en este misterio de Salvación fue lo que unió, fortaleció y profundizó la experiencia cristiana de las primeras comunidades, las que a través de su Fe, Esperanza y Amor difundieron el mandamiento de Cristo, aun en las condiciones más crueles de pasión y muerte. Ese Cristo no murió en la cruz, está presente y actuante en cada persona y en nuestra comunidad eclesial. Reconocer el Misterio de Dios y su encarnación en Jesucristo como elementos clave de nuestra fe implica el reconocimiento de una relación entre el Creador y la criatura que trasciende a la simple lógica sujetoobjeto. Es el Misterio del Amor, por el cual, quien crea, comparte con su obra su misma esencia y sentido último. Un acto de liberación que le descubre su existencia, compartiendo su condición de humana y que le invita a multiplicar esa vocación por el Amor hacia la integralidad de su creación, al ser humano como parte de la Naturaleza. Una comprensión del ser humano que se ubica cercana a la ecosofía de la que habla Leonardo Boff.
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...y que han reconocido en la Comunidad de Vida Cristiana su particular vocación en la Iglesia... ...para preparar más eficazmente a nuestros miembros para el testimonio y el servicio apostólico, especialmente en los ambientes cotidianos, reunimos en comunidad a personas que sienten una necesidad más apremiante de unir su vida humana en todas sus dimensiones con la plenitud de su fe cristiana según nuestro carisma... En verdad, reconocer a la CVX como nuestra vocación particular ha sido fundamental para encausar y asentar las experiencias vitales de «el Reino» y de Jesús que nos ayudaron a identificar en nuestro interior ese llamado a ser fieles activos de la Iglesia Católica. Retomamos lo expuesto sobre los testimonios personales que conocimos en nuestros primeros años de voluntariado, hombres y mujeres que desde un compromiso discreto en palabras pero muy elocuente en acciones mostraban su coherencia con el servicio como centro de su vocación. Cevequianos, cevequianas y jesuitas, con quienes empezamos a sentir una identificación en lo más esencial de ese «estilo de vida», que nos predisponía a ser sensibles ante la divinidad que existe en todo lo creado. A partir de ahí, iniciamos un proceso de asimilación sobre esta dimensión comunitaria que, como el PG 4 lo define claramente, no es fin en sí misma sino un medio privilegiado para adentrarse en la espiritualidad ignaciana y en consecuencia ser más eficaces en el servicio apostólico. Este llamado de amor que sentimos nos plantea la inquietud acerca de la manera en que vamos a concretar nuestra respuesta: ¿en dónde?, ¿cómo?, ¿con quién?, son las preguntas que enseguida se nos cruzan por la mente. En ese sentido, la espiritualidad ignaciana, fuente en el carisma de la CVX, es el medio que hemos recibido para ir encontrando las respuestas: el descubrimiento del paso y llamado de Dios en nuestro diario caminar. La formación seria, el compartir, el acompañar y el confrontar la vida en comunidad, a los que se añade la vida como misión apos-
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tólica, son los componentes que a diario nos retan, nos confrontan con nosotros mismos y con nuestro entorno. Es ésta la dinámica en la que vivimos nuestro encuentro diario con el Dios de la vida y con su amor. Este camino dentro de la CVX es también un desafío de creatividad que nos exige «hacer carne» todas las letras escritas en los Principios Generales, en Nuestro Carisma y en los demás documentos que definen nuestra identidad. Ésta es nuestra manera concreta, pero no reducida, de ser Iglesia, de vincularnos con el Cuerpo de Cristo. ...nuestro propósito es llegar a ser cristianos comprometidos, dando testimonio en la Iglesia y en la sociedad de los valores humanos y evangélicos esenciales para la dignidad de la persona, el bienestar de la familia y la integridad de la creación... ...como respuesta a la llamada que Cristo nos hace, tratamos de realizar esta unidad de vida desde dentro del mundo en que vivimos... Gracias al llamado que sentimos por esta «vocación particular» dentro de la Iglesia, fuimos asimilando un elemento clave en este camino eclesial: el compromiso y el testimonio de la gente de CVX que habíamos conocido no estaban fundamentados en una rígida interpretación de normas estrictas o en el seguimiento acrítico a una figura carismática. El seguimiento cristiano de estas personas partía más bien del discernimiento sobre la realidad, de la vivencia de los problemas e incoherencias del día a día, era una «vocación laical», vivida para el servicio y desde la libertad, que en esa condición sentía la ambigüedad entre riqueza y desafío, por vivir en favor de la dignidad de la persona y la integridad de la creación. Una vocación totalmente abierta a la cotidianidad, entendida como la frontera de «estar en el mundo, sin ser del mundo», ahí donde los valores humanos y evangélicos son más difíciles de mantener y, por lo mismo, más necesarios. Este aspecto, a nuestro entender, ilustra muy
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bien «las oportunidades apostólicas» que nuestra condición de laicos y laicas nos otorga, a las cuales hace mención Pedro Arrupe, S.J. , en su alocución a la Asamblea General de la CVX en 1979. «Estar en el mundo, sin ser del mundo» resume lo que estas líneas del PG 4 reflejan en nosotros. Nada más claro y más desafiante que este llamado a dejarse afectar por lo que pasa a nuestro alrededor, no por unas pequeñas salpicaduras, sino por una profunda inmersión que nos permite sentir y conocer las raíces y los frutos, las causas y las consecuencias del mundo en que vivimos. Al mismo tiempo, sentimos el reto por ser germen de esperanza para la transformación, desde nuestras pequeñas realidades familiares y locales hasta las más profundas estructuras sociales, culturales y económicas. La fuente de la que esta esperanza y esta transformación se nutren no es otra que el Evangelio de Jesús. La Palabra, que contrastada y con la realidad cotidiana, amplia y social, permite ir discerniendo las respuestas y acciones necesarias, inspiradas en los valores humanos y cristianos, que se resumen en ese mandamiento que parece simple pero del que solemos desviarnos con frecuencia: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado3». Una frase tan corta que «cuesta» una vida hacerla realidad. ...con particular urgencia sentimos la necesidad de trabajar por la justicia, con una opción preferencial por los pobres y un estilo de vida sencillo que exprese nuestra libertad y nuestra solidaridad con ellos. En nuestra experiencia, la apertura a dejarse «tocar» o interpelar por la realidad, como elemento fundamental en la espiritualidad ignaciana, se materializa en esta «particular urgencia» con la que sencilla pero directamente se identifica nuestra vocación cevequiana con la justicia. No una justicia «en el aire», sino vinculada explícitamente con la opción por 3
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los pobres, faceta del testimonio de Jesús que fue malinterpretada por largo tiempo, pero que toma un nuevo impulso desde el Vaticano II y, de manera especial, desde Medellín y Puebla. Esta posición fue luego ampliada, superando aunque no negando a la pobreza económica. Como lo señala Franklín Ibañez4, el concepto se extiende hacia toda clase de exclusión que atente contra la dignidad de la persona, o, en palabras de José María Castilo5, la propuesta de Jesucristo no se reduce a «ricos contra pobres», pues va en contra de quienes se sitúan o intentan situarse por encima de los y las demás. Es un mundo de tristezas y esperanzas como señala la Gaudium et Spes y en él estamos llamados a vivir y ser sal que defienda la vida en su integridad y su dignidad por ser creación del amor de Dios. Como hemos mencionado, ser cristianos y cristianas es ser testimonio del Amor de Cristo en el mundo, en esa realidad de profundo desequilibrio: abundancia y escasez, libertad y esclavitud, unidad y división, progreso material y retroceso espiritual. Pero en nuestro mundo no sólo habitan crisis temporales, sino también las aspiraciones profundas de la humanidad, de la «criatura política» que busca justicia social, cambios estructurales, dirigidos especialmente hacia los derechos de los grupos marginados o vulnerables y el reconocimiento que ante la desesperanza del hombre, nace la esperanza en Cristo. Estamos llamados a vivir nuestra vida desde la comprensión de que «...el ser humano no puede encontrarse plenamente a sí mismo más que en la entrega de sí...6». Por ello, el principal reto es comprender qué significa esa opción por los pobres: no es una prioridad en la lista de beneficencia, una actitud paternalista o benevolente o un gesto de caridad momentá4
Ibáñez, Franklin, charla sobre la Opción por los Pobres en la CVX, durante la tercera fase
de la etapa intensiva del programa Magis III en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis. 5
Castillo, José María, «La dimensión social de nuestra misión: ¿cómo responder». Artículo
del DVD Fe y Vida del programa Magis. 6
Encíclica Gaudium et Spes: La Iglesia y la vocación del hombre.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS
neo para luego regresar a la rutina. La vocación cevequiana nos llama hacia la actitud que Jesús mismo vivió: siendo con ellos, estando con ellos, dejarlos “ser” y aprender a “ser” desde su profunda humanidad. Así es que, en nuestra experiencia, esta opción por los pobres no se la interpreta como un «dar» a los pobres para que dejen de serlo, sino que, por el contrario, nos invita a vivir «...un estilo de vida sencillo...», muestra concreta de la libertad y de la solidaridad con la gente excluida. Es un «compartir» antes que un «dar».
3. El desafío: ¿cómo «hacer carne» esta vocación? En la sección anterior, hemos presentado una síntesis de lo que para nosotros ha significado el llamado y la experiencia de este «estilo de vida» que es la CVX. Es una representación de lo que ha fundamentado nuestra vocación y vivencia espiritual, apostólica y comunitaria, pero no es el fin mismo de nuestra vida, tan sólo es nuestra identidad. Una identidad transversal a todo lo que hacemos o dejemos de hacer; lo que define los medios para llegar a ese fin último que es la Plenitud del Amor de nuestro Dios. Ahora, queremos repasar tres aspectos por donde sentimos que puede irse construyendo esa misión desde la identidad laical que asumimos: Ser Pareja... Cuando el yo y el tú se hicieron nosotros7 7
Dos vidas. La tuya y la mía. dos vidas como dos riachuelos. cada una con su propia agua y su propia corriente.
Sobrado, Clemente. “Palabras para el camino”. Artículo del DVD Fe y Vida del programa
Magis.
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el uno buscando sediento el agua del otro cual si la propia agua no pudiese calmar nuestra sed personal... ...era ese algo que la gente llama amor. y que mejor diríamos era ese algo vital y existencial que se llama vocación. Nuestra común vocación de ser pareja...8
Partimos justamente con la afirmación de este último verso: ser pareja es nuestra vocación común, que se origina en el encuentro, en la necesidad humana de relacionarse, en la atracción recíproca y que a partir de ahí se vuelve un solo camino que encierra en sí un mundo nuevo, desafiante, profundo y multiplicador. Entender que «mi vocación» pasa a ser también la tuya, así como «tu vocación» pasa a ser la mía, no significa que se limitan, se cortan o se reparten; compartir la vocación laical significa multiplicarla, fortalecerla y potenciarla. La vocación de ser pareja, de ser matrimonio, no puede ser entendida de manera simplista desde la visión jurídica; es decir, no puede quedar reducida a un «contrato» con deberes y derechos para cada cual. El mutuo compromiso es el inicio de un proyecto común, de una vida compartida conyugalmente en la que estamos llamados a alcanzar un pleno desarrollo personal, humano y cristiano. Como señala la Gaudium et Spes sobre la pareja cristiana, que «...cumpliendo su misión conyugal y familiar, animados por el espíritu de Cristo... llegan cada vez más a su pleno desarrollo personal y a su mutua santificación, y por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios9». La vocación laical implica este entender, aceptar y sentirme a gusto en ser responsable y colaborar en el desarrollo pleno de mi pareja, que termina también por ser el mío y que es la manifestación de Dios en 8
Id.
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Gaudium et Spes, 48.
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esta unión. En la misma línea, vivir esta vocación común nos invita a reflexionar sus fines: al partir de la teología tradicional, vemos que el sentido de esta vocación era la procreación de los hijos, quedando el amor totalmente subordinado a la procreación y el matrimonio reducido a una institución legal necesaria para garantizar la supervivencia de la humanidad y para regular socialmente la actividad sexual10. Sin embargo, a partir del Vaticano II, el matrimonio se considera antes que nada como una comunidad de amor conyugal que se expresa, se realiza y crece en el encuentro sexual. Este amor conyugal tiene valor en sí mismo. Solamente después se dice que esta comunidad de amor conyugal está llamada a ser fuente de vida11. Es decir el fin último de esta vocación común es el Amor que vivificará y dará sentido a cada una de las dimensiones de la vida matrimonial. La definición de esta vocación como una «comunidad de amor» aclara totalmente el llamado que sentimos. No obstante, creemos que es muy importante señalar que esta comunión no diluye nuestras individualidades, que seguimos siendo una mujer y un hombre, con nuestra historia propia, con nuestras particularidades tanto pasadas como futuras, con nuestros propios «buen y mal espíritus» y con una relación personal con Dios. La vocación laical y en pareja no es en función de la otra persona aunque sí se realiza, en parte, con ella, pues la presencia de la otra persona en nuestra vida es una manifestación concreta de ese Amor divino y un don para alcanzar la plenitud de la vida, que tampoco sustituye la fuente del Amor que viene de Dios y la vinculación directa e íntima que nos une con la Trinidad. Así mismo, creemos que esta vocación común, esta vida compartida, no es una comunidad cerrada en sí misma. Encontramos el pleno sentido de nuestra unión cuando ésta se encarna en la comunidad que multiplica su amor hacia afuera, cuando ya no somos tú o yo sino somos nosotros 10
Pagola, José Antonio. La originalidad del matrimonio cristiano. Texto del DVD Fe y Vida del
programa Magis. 11
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para las demás personas. José Luis Martín Descalzo aborda este tema de una manera mucho más poética: «Felices los que se multiplican el uno por el otro, felices los que son estímulo y no freno. Y más felices aún quienes saben transmitir a sus hijos esta obligación de tener despierta el alma. Esas familias son, en rigor, las únicas verdaderamente dignas de la raza humana12». Además, al ser una vocación laical compartida es necesario también abrirnos a una vivencia espiritual común. El carisma cevequiano y la espiritualidad de Ignacio de Loyola, con sus principios y herramientas, que se fortalecen al ser vividos también en pareja: • Oración y discernimiento: la convivencia aquí se caracteriza por saber encontrar los espacios individuales y conjuntos, siendo apoyo el uno de la otra y viceversa, para sentir a Dios dentro de cada persona. También es necesario reconocer que cambiamos, que lo que fue primero no tendrá que volver a ser y, sobre todo, saber como proyectar nuestras vidas a la Vida de Jesucristo. • Indiferencia ignaciana: crecer individual y conjuntamente en libertad para nuestros discernimientos, es saber que poco a poco podamos liberaros de esos apegos que no nos permiten estar más cerca de Dios y ser conscientes de que éstos también pueden ser apegos «de pareja», que no nos dejan hacer el mayor servicio como comunidad. El ejercicio como pareja debe estar enfocado en «cultivar» esa libertad en la otra persona y en mí, al tiempo que debo reconocer las crisis que se dan en ese camino, sabiéndolas enfrentar y sobre todo superar. • Opción cristológica por la gente empobrecida: que parte de lo expuesto anteriormente sobre esta opción, pero que además adquiere el desafío de vivirla desde la vocación común de pareja, como fami12
Martín, José Luis. Blanco y Negro, del DVD Fe y Vida del programa Magis.
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Caravias, José Luis. Charla sobre la Espiritualidad laical, durante la tercera fase de la
etapa intensiva del programa Magis III en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis.
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lia. Que esta opción, como lo mencionaba José Luis Caravias, S.J., sea «también profesional13». Una opción que, como afirma José María Vigil, vacía su fuerza al pensarse en términos de «preferencial» y «no excluyente14», pues exige siempre de quien la realiza el tomar una posición reflexionada pero firme frente a la marginación.
Ser pareja en la CVX... Hemos mencionado ya que esta vocación de pareja está naturalmente vinculada con la vocación laical. El llamado individual a ser un laico y una laica en la Iglesia se complementa, y también se realiza, con el llamado a vivirlo como pareja. Es una Gracia que enriquece esa identidad, pero que recibe un valor agregado al poder hacerlo desde el carisma de la CVX. El laicado es un primer «lugar» eclesial que nos permite plantearnos nuestro «ser y hacer» ante la comunidad cristiana y la espiritualidad ignaciana nos aporta unas características y unas mediaciones específicas para dar nuestro aporte, como una de las partes de ese «cuerpo de Cristo» que es la Iglesia. Este aporte es de hecho un componente de nuestra misión como «comunidad apostólica y comunidad de apóstoles» que se realiza en varios niveles: desde la denominada comunidad pequeña, grupo o comunidad local hasta la dimensión eclesial más amplia. Son pequeñas contribuciones, concreciones específicas de nuestra vocación, pero que se concatenan de un nivel a otro haciendo «carne» ese llamado por el seguimiento a Jesucristo, que se proyecta, amplía y fortalece a través de ellas. En la línea de esta reflexión, nos parece válido abordar uno de los ámbitos más íntimos y concretos en los que sentimos el llamado como pareja dentro de nuestra vocación. Una situación del mundo eclesial que puede ser un «estereotipo» o un «lugar común» pero que a la vez nos 14
Vigil, José María et al. Sobre la opción por los pobres, versión digital incluida en el DVD Fe
y Vida de 2009.
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cuestiona bastante: esa percepción de que el matrimonio y la vida en pareja —opción propia del laicado— «eclipsa» la capacidad efectiva del testimonio apostólico. Jóvenes, con gran motivación y compromiso, que «se pierden» una vez que han ingresado «en el grupo de la gente seria». Estos casos, que no son el absoluto en la vida de la CVX, pero tampoco unas pocas anécdotas, mueven mucho en nuestro interior, pues, aunque conocemos con claridad la evolución de las circunstancias de la vida, nos deja la impresión de que aquel sentido último de nuestra vocación cristiana laical, enriquecida por la espiritualidad ignaciana, queda incompleto. Hemos querido tener mucho cuidado en la aproximación a este tema, pues reconocemos, aunque no estemos aún en ello, toda la dificultad que el construir una familia implica. Actualmente es un tema que nos sobrepasa, pero que en el discernimiento de esta vocación nos sentimos en la obligación de al menos planteárnoslo, para luego compartir nuestras mociones y reflexiones ante interrogantes como éstas: ¿cómo combinar la opción por la gente empobrecida cuando tengo que alimentar y educar a mis hijos?, ¿de dónde sacar tiempo para las responsabilidades del hogar y al mismo tiempo para participar frecuentemente en la comunidad?, ¿en qué tiempo formarme, orar, trabajar, compartir y descansar? Aunque no sea difícil concluirlo, nosotros no tenemos ninguna de las respuestas a estas preguntas y a muchas otras que pueden seguir surgiendo. Pero como dijimos, sí son cuestiones que se empiezan a cruzar en nuestro camino y que nacen del llamado común que sentimos. En tal sentido, lo que sí tenemos, son intuiciones, ideas y mociones, que se irán haciendo realidad —o no— a lo largo de nuestras vidas, pero que a la vez sentimos la necesidad de compartirlas en la línea de lo expuesto en este ensayo. La vocación a la CVX, en sus tres pilares, es la fuente a la que intuitivamente acudimos para ir abordando estas interrogantes. Partimos de la dimensión espiritual, cuyos elementos: la oración, la pausa y el discernimiento se entrelazan en la persona ignaciana. Sacar tiempo para un retiro es cada vez más difícil para la vida laical, incluso la modalidad
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de «vida diaria», por eso sentimos que la primera respuesta pasa por la actitud de «ver a Dios en todas las cosas» , por esa propuesta tan ignaciana de ser personas «contemplativas» en la acción, es decir, una actitud orante y discerniente en la cotidianidad, en el día a día, transformando cada momento en un espacio para el agradecimiento y la celebración de la vida, incluso aquellos momentos más rutinarios que consideramos intrascendentes. Esta propuesta de oración activa y aterrizada en la cotidianidad la desarrolla muy acertadamente Javier Uriarte, S.J. en un artículo dirigido específicamente para la CVX. Una propuesta de este tipo exige obviamente una rol complementario e importante de la comunidad. La dimensión comunitaria se convierte entonces en un espacio clave, que aterriza y contrasta el devenir de las mociones, que apoya ante las dificultades y abre un espacio para desahogarse y refrescarse emocionalmente. Ha habido experiencias de comunidades exclusivas de matrimonios y otras mezcladas con personas solteras, ambas propuestas con sus riquezas y sus limitaciones, pero desde nuestro sentir resulta muy provechoso que la dinámica e interrelación, que puede ir más allá del intimismo de la comunidad local, se fortalezca con la diversidad de las personas en CVX, característica que para nosotros es una de las fortalezas de nuestra comunidad. Compartir con parejas o personas solteras, pertenecer a la misma comunidad local o no, incluso acompañarse por una pareja de mayor experiencia, son las mediaciones que enriquecen nuestra identidad cevequiana y a las que vale la pena acudir en el proceso de transición que implica el iniciar una nueva familia. Esta dimensión exige, como es obvio, una participación y responsabilidad doble: de la comunidad ampliada y de la pareja que lo vive. Sin embargo, en la CVX, al reconocer la familia humana como uno de los puntos de partida para nuestra misión en el mundo, sí debemos sentir más responsabilidad por formalizar mejor los medios concretos con que respondemos ante ella. Propuesta por la cual, sólo por mencionar un ejemplo, se puede requerir mucha más motivación y formación para parejas que estén dispuestas a acompañar a otras más jóvenes.
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Fortalecer la dimensión espiritual y la comunitaria sólo cobra sentido en la respuesta que damos a través de nuestro servicio apostólico. Aquella dimensión por la que se cuelan esos estereotipos sobre las dificultades en el servicio que conlleva este cambio de estado de vida. Para el efecto, creemos que al menos son necesarias las reflexiones sobre dos aspectos: la familia como el «lugar» de nuestra acción apostólica y el sentido que cobra en esas circunstancias la opción por la gente empobrecida. El primer punto, centrarse en la familia como el «lugar» de nuestro apostolado, es una reacción natural de quien ha tomado esa opción, pero que puede generar una contradicción palpable debido a la fuerte demanda de tiempo y energías que exige. Es normal, humana y responsable esta concentración hacia la familia, pero puede también caer en una razón «buena aparente», de las que Ignacio de Loyola ubica en la segunda semana de los EE y que termina siendo un señuelo que nos encamina hacia una pérdida de conexiones con la «realidad externa», con el mundo injusto al que se nos llama a transformar. Si a esto añadimos una conciencia superficial previa sobre la injusticia y la exclusión, ocasionada por la ausencia de oportunidades de servicio en entornos de marginación, es comprensible por qué nuestra capacidad y testimonio apostólicos terminan por verse entorpecidos. En paralelo, los escrúpulos propios llevan a una lamentable pero habitual confusión: la opción por la gente empobrecida se mezcla con el llamado a un apostolado de contacto directo con esa misma gente, como si ambas fueran dos sinónimos en lugar de elementos distintos aunque concatenados. Este desconcierto interno termina enredando aún más las posibles soluciones y puede llevar a una actitud de culpa e impotencia o de acomodamiento y apatía, pero que en el fondo terminan por deteriorar más la capacidad y la motivación para el servicio apostólico. Con la reflexión sobre estos dos aspectos, hemos querido ilustrar mejor la importancia de la vivencia de las dimensiones espiritual y comunitaria para la vocación laical, que en este caso específico es la de pareja. La actitud cotidiana orante y discerniente junto con el acompañamiento activo y diverso de la comunidad se reconocen como las ayudas con-
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cretas con las que Dios, por medio de la espiritualidad ignaciana, nos facilita continuar con esta vocación de ser pareja laical y cevequiana, en la Iglesia, con una proyección apostólica hacia el servicio con los y las demás. Todos estos elementos no sirven de punto de partida para abordar el tercer y definitivo componente del sentido que encontramos en la misión laical de pareja.
Ser pareja en la Iglesia y hacia el mundo... La espiritualidad ignaciana, el carisma de la CVX, la realización de nuestra vocación laical y de pareja, junto con todos los demás elementos abordados hasta ahora, pueden quedarse simplemente en una experiencia intimista, limitada a un enriquecimiento personal profundo, a una rica vivencia espiritual, pero que no van más allá. No obstante, cuando volvemos a recordar los testimonios que encontramos en el voluntariado, revivimos la esencial «conexión» que entonces descubrimos entre el seguimiento a Jesucristo y el servicio por la gente, en especial por la más excluida, lo que lo ubica como la verdadera felicidad de la persona humana. Es por esta razón que nos causa una extraña desolación interna escuchar que la realización de esta vocación laical en la pareja, no termina de complementarse con la realización de la misma vocación laical en el servicio. Es como si en ciertos momentos la una «estorbara» a la otra. Sin embargo, nosotros creemos que, en este llamado laical, las dos dimensiones —pareja y servicio— encajan perfectamente, puesto que las dificultades no están en el llamado como tal, sino más bien en las interpretaciones que hacemos de él en nuestras vidas y también en las mediaciones que escogemos para ir haciéndolo realidad. Para profundizar en este punto, consideramos válido partir de algunas preguntas que aparecen de manera natural: ¿es que no me realizo en el servicio hacia mi familia?, ¿acaso mi esposa o mi esposo, mi hijo o mi hija, no son ya ese «prójimo» más cercano al que estoy llamado a ser-
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vir?, ¿por qué buscar a gente externa cuando ya tengo necesidades en mi entorno íntimo? En verdad, hay mucha razón en estas interrogantes. El ser humano tiene un llamado natural, podríamos incluso llamarlo instintivo, a cuidar de su familia, su círculo íntimo de personas, como parte de su realización. Esta felicidad encontrada en la familia, en su cuidado y bienestar, es natural, buena, responsable y positiva. Es un espacio de servicio apostólico que reconocemos y valoramos totalmente. Sin embargo, cuando analizamos las mismas preguntas desde los Evangelios, desde la espiritualidad ignaciana y desde la vocación cevequiana sentimos que Jesucristo nos pide ir mucho más allá. Como lo señala José María Castillo15, la familia es una de las instituciones sociales que Jesús cuestionó en su época por ser fuente de exclusión, y hay varios pasajes neotestamentarios que recogen posturas que mucha gente definiría al menos como «controversiales». En todo caso, sería un error interpretar esta postura de Jesús como una crítica a la familia como tal, el punto era que Jesús se centraba de tal manera en la defensa de la vida humana que incluso puede objetar los elementos excluyentes de la familia pero, a la vez, ampliar esa dimensión familiar a una comunidad de seguidores y seguidoras, yendo más allá de los lazos de consanguinidad y tradición que su sociedad imponía, precisamente como un signo de inclusión y aceptación total. En ese sentido, vemos que la misión de Jesús no se queda en la familia, ni siquiera en la familia ampliada que era su comunidad. Por el contrario, ésta era su punto de partida, su entorno de apoyo, desde donde él se dirigía hacia la sociedad, en una proyección totalmente universal, hacia la persona humana en su sentido más amplio. Así es como al sentir el llamado a seguirlo, desde la identidad de una pareja laical, tampoco nos invita a la resignación de limitar a nuestro círculo familiar el servicio apostólico. Podríamos decir que Jesucristo no actúa dentro de una lógica de «mínimos posibles» o de requisitos por cumplir. El amor siempre va mucho más allá y lo «puede todo» como lo afirma Pablo. En la misma 15
Castillo, José María. Teología para comunidades, Ediciones San Pablo, 2004.
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línea, Ignacio de Loyola desde una gran sensibilidad espiritual, nos da como referencia el Magis, como criterio de la búsqueda de la entrega total en el servicio apostólico. Por lo tanto, la pareja laical en la Iglesia, y muy claramente en la CVX, debe tener también esa proyección hacia el mundo, hacia la sociedad. Es ése el sentido de la imagen de la molécula de levadura que hace crecer y trascender a la «masa» eclesial. La familia cristiana debe ser ética en sus trabajos y educar en valores humanos a sus hijos, pero no como su razón de ser en la Iglesia, sino como el punto de partida, los «mínimos necesarios», desde los cuales partir para empezar a ejercer su misión, la cual debe construirse desde el discernimiento ignaciano y desde la lectura orante de los «signos de los tiempos». Además, el carisma de la CVX y la espiritualidad ignaciana nos da otro elemento, adicional al Magis, para esta acción apostólica: la opción por la gente empobrecida. Como mencionamos previamente, esta opción no nos lleva a acciones puntuales y paternalistas, sino a formas de vivir, transversales a todo lo que hacemos. Alguna vez, una amiga cevequiana se preguntaba sobre la mejor manera de educar a su hija en la opción por la gente empobrecida. Para la respuesta, tomamos prestada una frase que usamos en el voluntariado. La opción por la gente empobrecida no es una camiseta, que te la pones un momento y te la sacas según convenga. Es un «color de piel» y por lo tanto, caracteriza transversalmente todas las actividades, opciones e ideas que se tienen en el día a día, en la convivencia con la familia y la comunidad. Es el lugar donde se construyen los hábitos diarios, que deben ser inclusivos, no consumistas, sencillos, participativos, solidarios. Esta opción por la gente empobrecida es también el «lugar» en donde se fundamenta y proyecta el trabajo activo y preciso para el cambio de estructuras de marginación e injusticia. Un elemento presente e importante en los PP GG de la CVX. La opción por la gente empobrecida nos interpela y empuja a la erradicación de todas las prácticas, sean micro o macro, que atenten contra la dignidad del ser humano. Esa opción «amplia» nos lleva a acciones pequeñas y a decisiones mínimas en nuestra
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propia vida, que apuntan a la solidaridad y al «ser» sobre el «hacer» y el «tener». Y si bien hay testimonios de parejas que han vivido con sus familias experiencias de inserción profundamente inspiradoras, sabemos que esa vocación a vivir «con» y «como» la gente empobrecida no es generalizada y menos aún puede ser la norma. Sin embargo, para que esta opción pueda tener bases firmes sobre la realidad, sí es necesaria una convivencia con gente excluida, por lo cual nos parece muy pertinente la pregunta central del Día Mundial de la CVX en 2010: ¿cuántos amigos y amigas pobres tenemos? El estilo de vida sencillo necesita alimentarse de gente sencilla, de valores humanos, que no lejos de contradicciones y dificultades, nos facilitan plenamente el seguimiento de la vocación que descubrimos en nuestras vidas. Creemos que la vocación cevequiana pasa por asimilar esta opción como un «modelo» de vida y no sólo como la actividad «del tiempo que me sobra». Ser amigos y amigas en la exclusión, como una una forma de vida, principio ético personal y comunitario además de ser un método de educar en la «contracultura del Amor».
4. Para concluir Éste ha sido un recorrido de reflexión e interiorización de nuestras vivencias y mociones —individuales y comunes— sobre el reconocimiento de Dios en nuestras vidas y su llamado permanente a seguirlo. Este camino se inició por nuestra identidad, no como un patrón único o inamovible, más bien como una base: cristiana, laical, ignaciana; a partir de la cual se seguirá construyendo y enriqueciendo. Hemos necesitado además tener conciencia sobre las características individuales de género, de edad, así como sobre nuestras historias personales y comunes. Es decir reconocernos como criaturas de Dios, hechas a su imagen y semejanza, cada cual con sus particularidades, a quienes Él ha manifestado su constante y profundo amor de maneras distintas y a quienes ha llamado a ser parte en la Historia de Salvación.
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Así como este ensayo ha requerido de una revisión de las experiencias y procesos vividos, ha significado también una reflexión sobre los llamados hacia el futuro, como respuesta y reconocimiento de nuestra vocación común como pareja, dentro de la CVX y de la Iglesia y, con ello, proyectada hacia el mundo. En este trabajo se trata de poner sobre la mesa una reflexión constante sobre la dimensión apostólica de nuestra identidad —con todos los criterios eclesiales e ignacianos— dentro de la cotidianidad de la vida laical. La familia como «lugar apostólico», la opción por la gente empobrecida como criterio para ese mismo apostolado, la participación activa en la vida comunitaria de la CVX y la correlación de todos estos elementos son el centro de esta reflexión. Alcanzar esta noción apostólica pasa por reconocer en la familia a la «primera comunidad», en la cual formar y acompañar la vida, pero al mismo tiempo reconocerla inmersa en una comunidad eclesial más grande y que en nuestro caso se la vive desde dentro del carisma ignaciano de la CVX, a través del cual se confrontarán todas nuestras acciones que terminan por ser «sal y luz» para la sociedad. La participación activa en la vida comunitaria debe entenderse como el espacio necesario para el enriquecimiento de la vocación, y en ese sentido, el esfuerzo es tanto de las familias para que se inserten en la vida comunitaria, así como de la estructura de la CVX que facilite los procesos y mediaciones para esa inserción. Entendemos también que la acción apostólica no puede concebirse como una actividad «extra» a todo lo demás que tenemos en la lista de pendientes, sino más bien como un «color de piel»: una característica, interiorizada y asimilada, en nuestra identidad, marcada desde la ignacianidad por esa opción por la gente empobrecida que nos está permanentemente invitando a la defensa de la vida humana, en especial de aquella más vulnerada, una característica cuyo ejercicio debe darse a lo largo de toda nuestra vida y no solamente en ese ficticio «ahora, que tenemos tiempo». Esta opción no nos lleva a acciones puntuales y paternalistas, sino a formas de vivir, transversales a todo lo que hacemos, a la consolidación
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de un estilo de vida —personal y familiar— sencillo y coherente. De ahí que es dentro de la misma familia en la que debe formarse, fundamentarse y proyectarse esta opción por la gente empobrecida, pues es el lugar desde donde se construyen los «mínimos necesarios» a partir de los cuales se gesta y se compromete al cambio de esas estructuras de marginación e injusticia que vivimos en el mundo de hoy. Esta vocación común, laical y cevequiana, apunta según nuestra experiencia a la gestación de la «contracultura del Amor». El descubrimiento y formación de la vocación es un camino maravilloso. De alguna manera, significa sentir en carne propia ese «...ser barro en las manos del alfarero...16» y reconocerse creación para su «...mayor servicio y alabanza...17». La vasija por la que debe correr agua viva para ser y dar vida. Una Gracia similar, e incluso más profunda y sentida, es reconocer que esa vocación es común, que no es sólo un tipo de barro, sino dos, los que toma el Alfarero para realizar su obra. Es entonces reconocer que el «tú» y el «yo» se hicieron «nosotros» y es ahora una nueva creación para defender y acompañar la vida de las demás personas, desde el seguimiento de Jesucristo a la manera de Ignacio.
16
Jer. 18, 3 - 6.
17
EE, [98], [168], [183].
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS
Bibliografía Arrupe, Pedro. Alocución a la Asamblea Mundial de la CVX, Roma, 1979. Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis. Caravias, José Luis, charla sobre la Espiritualidad laical, durante la tercera fase de la etapa intensiva del programa Magis III en Buenos Aires, Argentina, 2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis. Castillo, José María. «La dimensión social de nuestra misión: ¿cómo responder». Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis. Castillo, José María. Teología para comunidades, Ediciones San Pablo, 2004. Corella, Jesús. Itinerario Espiritual de San Ignacio de Loyola. ENCICLICA Gaudium et Spes: La Iglesia y la vocación del hombre. Ibáñez, Franklin, charla sobre la Opción por los Pobres en la tercera fase de la etapa intensiva del programa Magis
III
CVX,
durante la
en Buenos Aires,
Argentina, 2009. Audio en DVD Fe y Vida del programa Magis. Martín, José Luis, Blanco y Negro, del DVD Fe y Vida del programa Magis. Pagola, José Antonio, La originalidad del matrimonio cristiano. Texto del
DVD
Fe y
Vida del programa Magis. Sobrado, Clemente, Palabras para el camino. Artículo del DVD Fe y Vida del programa Magis. Soto Martínez, Adriana, Características psicológicas y sociales del adulto, 2001. http://www.google.com/search?ie=UTF-8&oe=UTF 8&sourceid=navclien t&gfns=1&q=adriana+soto+%2B+caracter%C3%ADsticas+psicol%C3%B3gi cas+y+sociales+del+adulto. Vigil, José María et al. Sobre la opción por los pobres, versión digital incluida en el DVD
Fe y Vida de 2009.
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CON EL LIBRO EN LAS MANOS, LOS PIES EN EL BARRO Y EL CORAZÓN ABIERTO “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” (Jn 14,6) January N. Gómez V.
January N. Gómez V. Venezolana. Ingeniera en Computación. Coordinadora de proyectos en una empresa consultora de tecnología. Participa en las CVX desde de 1998. Actualmente forma parte de una nueva comunidad en Caracas, proveniente de varias comunidades adultas de esta región. Los primeros 10 años en CVX fue parte de la Comunidad Kerygma.
“Con el libro en las manos, los pies en el barro y el corazón abierto”, fue la frase con la que concluí la reseña de un libro titulado Laicos cristianos, Iglesia en el mundo1; más que una conclusión es una invitación que me hago a mí misma y a los demás laicos que viven este “título” (el de laicos), no como lo contrario a una definición (los no-clérigos), sino como una vocación que se define a sí misma, con funciones claras y que pueden vivir un carisma con la misma plenitud que cualquier otra vocación. Y, ¿qué quiere decir esta frase?, en realidad no es muy complicada, ni muy llena de filosofía, pero creo que es una buena síntesis de las actitudes que debemos tener los laicos para ser coherentes e integrales. Este ensayo mostrará con más detalle cada uno de los componentes de esta frase, desde mi experiencia y sin ningún ánimo de dar cátedra a quienes tienen más que enseñarme a mí y que leen pacientemente estas novatas líneas.
Con el libro en las manos “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” El libro2 en las manos es la invitación a la dimensión discipular que debemos tener los laicos. Una experiencia discipular que se entiende como 1
García de Andoín, Carlos. Laicos Cristianos, Iglesia en el Mundo. Ediciones HOAC. 2004
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Imagen del ensayo de fotográfico “Luz Trevas Luz” de Andreia Bichara. Magis III
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un aprendizaje activo, no un aprendizaje pasivo como el que estamos mal acostumbrados en nuestras aulas escolares. La actitud activa del discípulo implica un mayor esfuerzo, pues no existen dogmas sino realidades vividas, ni planificación de temarios, sino procesos personales, y exige además, una relación recíproca entre discípulo y maestro, no se trata de una relación jerárquica y como dije anteriormente no se trata de alguien que da (el maestro) y otro que recibe (el discípulo), tanto el discípulo como el maestro deben sentirse libres de aprender y enseñar, de “ceder su lugar” al otro3. Pero, además, el discipulado del cristiano, exige el componente emocional, no sólo el componente intelectual, exige algo así como “aprender con las entrañas”; no es sólo “comprender” la pobreza, sus fuentes y consecuencia (que es harto escuchado y conocido), es además, “compadecer-nos” con los pobres, dejar que toda esa comprensión del mundo nos afecte las entrañas, adentro, en lo profundo. En definitiva, el discipulado cristiano implica un proceso de transformación no sólo intelectual sino también “de entrañas”. Ése era uno de los grandes “jaleos” que había entre Jesús y sus “discípulos”. El discípulo no se queda solamente con un proceso de aprendizaje desde una única fuente y en un solo momento; entiende con humildad su condición de aprendiz en el mundo y se mantiene atento a la sabiduría del pueblo, y sobre todo de los pequeños “porque de ellos será el Reino de los Cielos”4. Pero la imagen de un libro en las manos no hace solamente referencia al consumo que hace el discípulo, es también la posibilidad de dar reflejo de lo aprendido de acuerdo con su experiencia y contexto histórico y cultural, es como si el lector se convirtiera en escritor, tal y como ocurrió con este trabajo: es una necesidad del discípulo fortificar sus músculos de expresividad para convertirse en “aprendiz de maestro”. 3
Cuando escribo esto, pienso en Mc. 7, 25-29, donde Jesús es aleccionado por la mujer
cananea. 4
Mt. 19, 14.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS
El libro en sí mismo referencia a nuestra fuente primordial: “las Escrituras”, es decir, la Biblia: como relato de Dios en la historia, hasta cumplirse en plenitud en el amor de Jesús Hijo Amado y la revelación de estar en los tiempos del Reinado de Dios. Vivir las Escrituras significa tomar la experiencia de los discípulos y hacerla nuestra, significa vivir en el mundo en los tiempos del reinado. Ésa era la verdad de Jesús, ésa debe ser nuestra verdad, y la verdad de Jesús era tan suya, que él era la Verdad.
Con los pies en el barro “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” ¿Alguna vez has sentido los pies desnudos en barro?... en un principio no los quieres meter, hay sentimientos de picardía y temor, luego, apenas al primer contacto viene la ansiedad de llenarse todos los pies y mantenerlos siempre llenos porque apenas algo sale, se endurece y seca, ¡y hay quienes no aguantan y llevan las manos a llenarlas de barro! ¿Alguna vez te has insertado en una comunidad realmente pobre?... son las mismas sensaciones de extraño arrojo y temor y luego del primer contacto... ¿cómo salir para secarme y endurecerme? Hay quienes, luego, meten las manos en el barro y comprenden la importancia de llenar los libros de barro, pues las frases parecen tomar nuevo y mayor sentido. Otros meten las manos para escribir y contagiar a otros de esa experiencia, a veces también para ser instrumento que transforme el barro en vasija, para transformar una comunidad con forma (formada) y presencia. Pero sigamos con los pies, no los pies que pisan, sino los pies que caminan. Al caminar, salimos, vamos (acudimos), cambiamos de posición (física y espiritualmente) y como dirían los psicólogos actuales “esto genera un estado de estrés latente en el sujeto”, para mí, eso está bien. La expectativa del misionero, bien lo expresa J.R.R. Tolkien a través de su personaje Frodo Bolsón, en El Señor de los Anillos: “El camino sigue y sigue desde la puerta. El camino ha ido muy lejos, y si es posible he de seguirlo
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recorriéndolo con pie fatigado hasta llegar a un camino más ancho donde se encuentran senderos y cursos. ¿Y de ahí a dónde iré? No podría decirlo”. Es Jesús Camino, pues es él quien nos desacomoda, sólo a través de él podemos llegar ciertamente a los pobres y sólo a través de los pobres podemos llegar al Padre, pero ¿por qué usamos a los pobres como medio para llegar al Padre? o ¿por qué Dios puso a los pobres para que nosotros consiguiéramos salvación?, ¡uy!, ¡qué preguntas tan raras!, pues ¡no!; llegamos al Padre por pura gracia y el primer signo de esa gracia es que lleguemos a los pobres, que son sus amados, jamás sus instrumentos. De modo escatológico, si un pobre ante el Padre me reconoce como alguien que se hermanó con él y quiso ayudarle a vivir su humanidad, inclusive desde mi pobreza, Dios me hará caro a su corazón, pues soy hermano de su amado5... el pobre, que fue mi meta del andar apostólico, se ha convertido en mi camino para el corazón de Dios6. Con el corazón abierto “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” Aunque la estructura de este ensayo no lo demuestra, lo que aquí digo sobre el corazón abierto fue lo último que escribí, pero ¡cuán difícil es tener el corazón abierto, que ni siquiera se puede escribir de ello! Aun así, éste es el elemento que le da completitud a los otros dos, le da sentido, le da “sabor”, porque si aprendo o enseño y camino o hago, pero no lo hago desde las entrañas, no lo hago con corazón abierto, no lo hago con los mismos sentimientos de Dios, entonces de nada vale, apenas semillas tiradas a orillas del camino. Tener el corazón abierto nos permite estar atentos a los tiempos ac5
Al escribir esto, pienso en Mt. 25, 31-46 y también en una charla de Pedro Trigo S.J., sobre
la Iglesia Sacramento durante el Magis Norte de 2003. 6
¡Ojo!, no es que Dios no me ama o está en trato de “business” conmigo, es que, como en la
parábola, me ha dado “talentos” que espera que use y multiplique... porque aunque Dios nunca espera más de lo que podemos dar, tampoco espera menos del todo.
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tuales, nos permite reconocer que estamos en los tiempos del reinado. Tener el corazón abierto nos permite entregar todo lo que hacemos con la conciencia y felicidad de que no nos pertenece en absoluto, que lo que hacemos son acciones de Dios, para Dios. Tener el corazón abierto está relacionado para mí, con la libertad: la libertad de cambiar, la libertad de equivocarnos, la libertad de perdonar y ser perdonados, la libertad de amar y ser amados. Para mí tiene que ver con lo que conocemos como “indiferencia ignaciana”, ¿no les suena?, “no desear más salud que enfermedad, más riqueza que pobreza... y así en todas las cosas”7. Estar con el corazón abierto permite la libertad de dejar todo y enlodarse los pies. Estar con el corazón abierto es quitarse las “humildades de garabato” y dar lo bueno que llevamos por dentro y es también admitir, que nunca podremos dejar de recibir, pues sólo cuando estemos junto al Padre estaremos plenos. Estar con el corazón abierto, es lo más abstracto de lo que se puede hablar, pero es lo que complementa y sella lo que podemos hacer, en el nombre de Dios. ¡Qué bien representado está el amor en el corazón! Si el corazón se detiene, si nuestro amor de detiene... todo muere. Me permito un cuento: Siempre me ha impresionado la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y recuerdo que cuando estaba pequeña, me parecía absurda la idea del corazón fuera del pecho, recuerdo que pregunté: - “¿Por qué tiene el corazón afuera y por qué tiene puyas?”, y me respondieron: - “Es una representación, así como dibujas corazoncitos en las tarjetas del día de la madre para decir que quieres a tu mami, entonces se dibuja el corazón de Jesús porque nos quiere mucho”. - “¿Y por qué las puyas, tenía puyas su corazón?” - “Porque le pusieron una corona de espinas en la cabeza cuando lo montaron en la cruz”... 7
Principio y Fundamento. San Ignacio de Loyola.
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La segunda respuesta fue para mí un dato histórico, pero ambas respuestas no tenían relación... el cuadro me parecía más a una autopsia y un “resumen” de lo que hizo el pobre Jesús. Tuve la suerte de que hicieron falta apenas, unos veinte años, para entender que el corazón abierto, allí, salido del pecho, entregado, nos permite ser heridos y curados, implica caridad, porque nos abre a la compasión. Nos asemeja a Dios, porque nos hace hermanos del Hijo... ¿Lo entendieron conmigo?, ¿ven, que las respuestas que me dieron eran de una teología de la encarnación profundísima, que tenían relación?... ¡que efectivamente su corazón, estaba tan abierto de amor por nosotros, que inclusive aceptó las “puyas”... ¡alégrense conmigo!, yo acabo de hacer el “clic” mientras escribía... Como dicen los jóvenes románticos modernos “Jesús era puro corazón”, y yo les digo que Jesús era tan representativo del Amor del Padre, que de Él brotaba la Vida misma, y esa Vida la entregó con tan absoluta libertad, que la muerte no fue capaz de arrebatársela, la muerte no tiene poder sobre el Amor del Padre, por ello no pudo triunfar en el Hijo8. Y ésta es la tercera invitación, que nuestro corazón esté tan abierto que de él brote Vida, que sea reflejo del Amor del Padre. Las invitaciones cada vez son mas difíciles, por gracia nos acompaña la Divina Ruah, por gracia todo lo envuelve lo próximo que les voy a contar. Aquel que es la cabeza, Cristo (Ef. 4, 15)9 “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” Existe un cuarto elemento. He hablado de pies, de manos y de corazón, pero existe un componente del cuerpo que Pablo nunca dejó atrás: la cabeza. Y la cabeza es Cristo. 8
Parafraseo de memoria de artículo de Pedro Trigo, S.J. “Jesús paradigma de la humanidad”.
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Vale la pena tener en cuenta el versículo completo: “Estaremos en la verdad y el amor e
iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo”.
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Igual que el cuerpo humano, hay personas con las dimensiones de los pies o de las manos o del corazón más desarrolladas que otros, pero nada de esto tiene sentido sin la cabeza. Permítanme esta “parábola” recientemente descubierta: Hay una ley en física que dice: “Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él”10. Simplifiquemos: si un objeto se mueve, seguirá moviéndose, al menos que alguna fuerza externa lo detenga (o cambie su curso); si algún objeto está detenido, seguirá así, al menos que alguna fuerza externa lo mueva (un empujoncito, pues). En resumen, ningún cuerpo puede cambiar por sí mismo su estado inicial. Siendo nosotros carne (en el sentido paulino), no estamos exentos de esta ley, sobre todo en su segunda instancia, estamos constantemente a merced del Mal Espíritu, que siempre tratará de mantenernos en reposo, con esto, parece que es nuestra tendencia natural el paralizarnos, los pies se detienen, las manos decaen, el corazón se cierra. Nosotros por nosotros mismos, no somos capaces de darnos movimiento, sentido o curso, ningún cuerpo se mueve por sí mismo; dependemos de una “fuerza” y ése, en nuestro caso, es Cristo, la cabeza11. Dios nos dio unos dones que nos hacen más aerodinámicos, más redondeados o más lisos para mejorar nuestra capacidad de movimiento, pero la fuerza viene de la gracia, el sentido viene de la cabeza. Este cuarto elemento es fundamental para cualquier cristiano (pues no es sólo para las vocaciones laicales), pues si bien, la invitación es a 10
Primera ley de Newton o ley de la inercia. Referencia textual tomado de: http://
es.wikipedia.org/wiki/Leyes_de_Newton. 11
Para los detallistas (y porque yo lo soy), podemos decir que la primera instancia de la ley
funciona también con nosotros, pero de manera inversa: el Mal, si ve que nos movemos, trata de detenernos o al menos nos cambia de curso y, como he dicho en varias oportunidades, es Cristo la fuerza “externa” que nos mantendrá en movimiento. No me extiendo en este caso, para no enredar.
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estar “con el libro en las manos, los pies en el barro y el corazón abierto”, todo esto es únicamente la respuesta a la invitación primigenia de Dios de que vayamos hacia Él, de tener una relación de Amor con Él, en definitiva, de este cuarto elemento, pues no podemos salvarnos por nosotros mismos. La invitación de Dios siempre está presente, siempre, la cabeza siempre está allí pendiente de la vida de su cuerpo, siempre empuja, atrae, incomoda, como lo queramos ver, siempre pendiente de que no nos atrofiemos. Siempre ese cuidado, ese amor, ese mandato de felicidad es tan grande, que solamente el crecimiento de estas tres dimensiones (discipulado, apostolado y caridad), que nos puede ocupar toda la vida, es un justo “sí” a la infinita invitación de amor de Dios. María comprendió esto desde el llamado del Ángel y su tierno y arriesgado “sí” permitió la llegada de Dios a este mundo. Dios siempre está llamando, invitando, siempre espera de nosotros un “sí” para hacerse presente en nuestra historia y ser nuestra cabeza, así nosotros podemos ver a través a sus ojos. He dicho que estas líneas son apenas una invitación para ustedes y un recordatorio de mi vocación para mí. ¿Y qué más?... no puedo hacer más; a ustedes, ojalá les haya movido alguna fibra que les refresque el Espíritu; a mí, sólo me queda continuar poniéndome en manos de Dios, confiar siempre, esperar siempre. Estas líneas se han convertido poco a poco en un proceso cada vez más íntimo de mi persona, más confesional con ustedes ¿y de qué otra forma iba a ser?, soy laica, ya no hablo de la revelación de la cristología, ni del amor difícil con nuestra Iglesia, ahora hablo de lo que soy, de lo que trato ser, de lo que deseo ser. Sólo hay un elemento que parece faltar y si no coloco este párrafo solamente estará registrado en mi corazón: es el elemento comunitario. ¿Recuerdan la cita que hice de Frodo cuando inició su travesía?, nada de lo que logró hubiese sido posible, si no hubiese estado acompañado de una comunidad y finalmente de su querido Sam. Si estas palabras han llegado a este número de páginas, ha sido justamente por mis hermanos
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en Cristo que me han hablado de su experiencia, de su amor, de su ánimo y desánimo, que me han leído y escuchado pacientemente, que sin querer (o queriendo) me han dado ideas y opiniones... gracias... con este ensayo han demostrado, una vez más, que lo cristiano y en particular lo laico, sólo es profundamente vivido en comunidad, que de ese modo se hacen acciones buenas, y así ha sido desde los primeros cristianos hasta el fin de los tiempos...
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APRENDER A NACER DESDE EL DOLOR Sofía Montañez
Sofía Montañez Colombiana. Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, con especialidad en el trabajo con empleados de servicio. Tiene seis años en CVX. Actualmente trabaja en el Secretariado Mundial de la CVX en Roma.
Una característica innegable de que vamos por buen camino en el seguimiento de Jesús es que aprendemos a nacer desde el dolor, experiencias felices traen alegría a la vida, experiencias penosas le dan profundidad y solidez. No se debe decir: “cuando pase esta tribulación, volveré a ser feliz” ¡No! Si no eres feliz con la realidad tal como está ahora, no lo serás nunca”1. Como vivimos en un mundo convulsionado, tenemos armado nuestro interior con desconfianza, desesperanza, sed de venganza, crueldad, etc. “Todos hemos sido entrenados en violencia y tendemos a entregarnos a la oscuridad de la violencia”2 a los poderes que amenazan la humanidad de lo humano. Al comenzar a hacer la exploración para este ensayo me sorprendió encontrar que actitudes tan cotidianas en las personas, cuando se presentan como una constante, como el mal humor, la queja de todo y por todo, la impaciencia, la dureza, el egocentrismo sólo son señales de que algo no está bien en nuestro interior, que hay afectos desordenados. Evidencias innegables de frustraciones, desilusiones, desesperanzas, apagamientos, etc., que no han sido adecuadamente tramitados y que por esta razón nos causan daño y por las que también causamos mal a los otros, por acción o por omisión. Mi ensayo es una invitación a que las personas reconozcan la raíz de esas aparentemente pequeñas e inocuas frustraciones cotidianas para que 1
Vallés, Carlos. “Sufrir para acabar de sufrir” en Ligero de Equipaje.
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Dear, John, The God of peace toward a theology of nonviolence, traducción personal.
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sean material de oración, de compartir con Jesús y puedan quedar así disponibles para la gracia que purifica y permite seguir con renovadas energías al Dios de Jesús, porque no hay nada más devastador para la fe, la esperanza y el amor que la experiencia de dolor que toca los afectos. Una invitación para que se cumplan las palabras del profeta “les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón nuevo” (Ez. 31, 26). Ahora, estoy convencida de que estamos jugando a la felicidad en los pequeños desafíos de la vida cotidiana, en el valor de lo pequeño y lo simple, porque también Dios (encarnado) está ahí y se interesa por mi bienestar y felicidad. Cuando desatendemos los pequeños y cotidianos eventos, cuando deseamos ignorar, por ejemplo, nuestros problemas, errores, sinsabores o pequeñas tentaciones y simplemente los asumimos sin ser conscientes de ellos ni de sus efectos, nos alejamos de la posibilidad de ser felices. En el peor de los casos, vamos acumulando frustración, pena, desilusión -que en lenguaje espiritual llamaríamos desolación- y corremos el riesgo incluso de llegar al sin sentido absoluto, a la falta de sabor a la vida. No descuidar la importancia de vivir a fondo y gozar cada minuto de la existencia asumida como don, para ser más generadores de vida en nuestro alrededor. Nos han enseñado a pensar en el futuro “como una tierra prometida que alcanzan los héroes privilegiados, no como algo que alcanza todo el mundo al ritmo de 60 minutos por hora, haga lo que haga, sea quien sea”3. Estamos invitados a pensar más en lo que hacemos que en preocuparnos por lo que pasará o lamentarnos con lo que pasó. Tenemos la experiencia del perdón que libera y la gracia de la esperanza que nos da la certeza que lo que viene después de mañana será mejor. ¿Cuál dolor? Que en nuestro mundo hay mucho dolor y sufrimiento que no debería existir ¡nadie lo duda! Se identifica la miseria, la injusticia y la guerra 3
Lewis, CS. Cartas del diablo a su sobrino.
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como los núcleos grandes que mantienen esta situación para muchos/ as. Sin embargo, más que considerar las causas estructurales del dolor y el sufrimiento, a mí me interesa profundizar en las huellas o consecuencias que se van quedando en el corazón de la persona que las padece, una desolación prolongada siempre deja huella. La presencia de estas heridas se puede evidenciar en la soledad, depresión, aburrimiento, sequedad, desesperación, inestabilidad, competitividad, etc. Nada parecido o precisamente lo opuesto a Gálatas 5, 22: amor, alegría y paz; paciencia, amabilidad y bondad; fidelidad, humildad y domino propio; que corresponden a los signos de la vida según el Espíritu. Muchas veces he considerado que en la “cultura light”, tan presente en nuestro tiempo, el problema no es la superficialidad sino la dificultad que hay para asumir la desilusión, la incertidumbre o el desamor, a los que estamos permanentemente expuestos y que en las sociedades contemporáneas están cada vez más presentes. Por eso muchas de las actitudes propias de esta cultura tienen que ver con la evasión, la indiferencia, la búsqueda de placeres inmediatos, la banalidad, la falta de compromiso y la frivolidad entre otros, que tienen que ver con el miedo al sufrimiento o la poca habilidad para asumirlo. Desde mi experiencia personal y como psicóloga he reconocido la trascendencia que tienen las heridas afectivas en la vida de la persona, en su relación con los demás y en su relación con Dios. “El dolor mental es menos dramático que el dolor físico pero es también más común y más fácil de soportar. El intento frecuente de ocultar el dolor mental, aumenta el peso del mismo, es más fácil decir “me duele una muela” que decir “mi corazón está roto”... si la causa no se enfrenta o no se reconoce, produce el estado deprimente del neurótico crónico”4. Se hace necesario aportar en este sentido para que las personas que tienen heridas afectivas o dolores del corazón/del alma puedan reconocer, enfrentar y superar esas situaciones agobiantes y desoladoras que poco a pocos van devastando y minando a la persona en muchos sentidos. 4
Lewis, CS. El problema del dolor.
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Para el común de la gente, la experiencia de sufrimiento afectivo la aleja de Dios, cuestiona sus creencias y la debilita en su fe y esperanza porque tal vez la imagen que tiene de Dios se hace incompatible con la experiencia de sufrimiento. Sin embargo, es precisamente en este aspecto en el que la fe cristiana significa un gran avance al presentar Dios y dolor conjuntamente en la persona de Jesús, en la cruz y la resurrección. Con frecuencia he encontrado que esta novedad y aspecto fundamental del cristianismo debería actualizarse permanentemente, profundizar en el misterio de la cruz-resurrección, lo cual implica necesariamente poner esperanza en la desesperanza...que no es más que identificar que mi dolor pasa por el dolor de Jesús y que así como Jesús venció la muerte yo también desde la fe puedo nacer desde el sufrimiento. Sólo así la realidad de la Resurrección se experimentaría como una realidad actual en mi mundo y mi vida cotidiana, y no simplemente como un hecho histórico que se rememora. En definitiva, quiero referirme al sufrimiento que nos hace mal, que consume, aísla, deprime y nos condena a la sensación de soledad y de olvido (abandono) muy distinta y opuesta a la promesa de Dios de amor por nosotros y con nosotros, quien quiere nuestra felicidad.
No se crea que “El tiempo cura todo...” Muchas veces me sorprendo al reconocer cómo una tentación grande que hay frente a la experiencia del dolor es creer que se sale invicto/a de las crisis. Hay una expresión muy conocida que es “yo ya superé eso”... pero ¿qué es superar?, ¿haber sepultado su dolor? En realidad eso sería haberse puesto una piedra (una lápida en el alma), pero no se ha superado nada, “se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros” (Ez. 36, 11). Hay una creencia muy arraigada entre la gente y es pensar que “el tiempo cura todo” y mientras tanto lo que pasa es que se entibia el corazón, se vuelve más defensivo para evitar mayor sufrimiento, por eso
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parece que ya no nos duele pero en realidad lo que ha pasado es que hemos creado una costra, somos más insensibles a nuestro propio dolor (y ni pensar en el dolor de los otros), nos volvemos más encerrados (enredados) en nosotros mismos. La expresión “el tiempo lo cura todo” es una respuesta para la resignación (que es bien diferente a la aceptación), es conformarse con la baja temperatura del espíritu y convencerse a sí mismo de que no está tan baja; porque no supera adecuadamente sus dolores y desilusiones, disminuye cada vez más su energía, interés, apasionamiento y motivación por la vida5. El tiempo hace olvidar la razón por la que nos sentimos ahora así, nos hace olvidar quizá las causas de nuestro malestar, pero nunca aliviará el corazón, ni sanará las heridas, ni mucho menos ofrecerá consolación a nuestras penas. A lo sumo, lo que pasa con dejar nuestro dolor en manos del tiempo es que vamos perdiendo lo mejor de nosotros o peor aún nos vamos haciendo más vulnerables al pecado (a lo que nos hace mal). “La única manera de tratar con el sufrimiento es mirarle a la cara, hacerle frente, observarlo, entenderlo. Pero en vez de eso, hacemos todo lo contrario: empezamos a echarle la culpa a todo el mundo, nos quejamos de los otros, de la sociedad, del gobierno, de Dios mismo: nos acogemos al fácil recurso de la autocompasión, la amargura, la depresión, o tratamos de ahogar nuestra desesperación en la diversión, el trabajo o el cinismo”6.
Falta convencimiento del amor de Dios Lo opuesto a la fe no es la incredulidad sino el fatalismo, “actitud predominante de la mayor parte de la gente en la mayoría de las ocasiones y se expresa en afirmaciones como ‘no hay nada que hacer’, ‘no se puede 5
Lewis, CS. Cartas del diablo a su sobrino.
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Vallés, Carlos. “Sufrir para acabar de sufrir” en Ligero de Equipaje.
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cambiar el mundo’, ‘hay que ser práctico y realista’, ‘no hay esperanza’, ‘nada hay nuevo bajo el sol’, ‘hay que aceptar la realidad’. Éstas son las formas de expresarse de la gente que no cree realmente en Dios, la gente que no espera realmente lo que Dios ha prometido”7. La fe está relacionada con la esperanza, con el convencimiento de que Dios es bueno; quiere lo mejor para nosotros porque el bien es más poderoso que el mal. El gran peligro de no darle el valor al dolor es que se corre el riesgo de que la vida se vuelva gris, fría o vacía, que comencemos a desconfiar o sospechar de Dios y en esa medida dudemos de sus promesas; si algo no sale como esperábamos siempre queda la duda ¿por qué Dios no me ayudó?, “no estuvo conmigo”, “no me favoreció en esta situación”. Acá el problema es que para entender el dolor desde Dios es necesario que evaluemos la imagen que tenemos de Él. Si ante el sufrimiento nos preguntamos ¿por qué Dios permite que pase esto?, podemos generar explicaciones equivocadas en el sentido que si Dios no puede evitar el sufrimiento eso quiere decir que no es omnipotente o por el contrario sí puede evitarlo pero no lo quiere hacer, entonces no sería tan bondadoso8. “Algunas personas han optado por negar la existencia de Dios porque no pueden imaginarse un Dios que permita la desgracia. Otros creen que Dios existe, pero no quieren nada con Él porque no creen que pueda ser bueno”9. Consideremos más claramente a qué nos referimos cuando a causa del dolor “rompemos” con Dios. Hay muchos que acuden a Dios en caso de necesidad o emergencia como un seguro contra cualquier tipo de peligro o problema. No han aprendido a reconocer a Dios en la acción de lo natural, no sólo en lo sobrenatural, es necesario evidenciar la presencia de Dios en el día a día, en los momentos especiales, pero sobre todo en el tiempo ordinario. Otro asunto es que se cree que Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Esperamos que al “bueno” le tenga que ir bien y al “malo” 7
Nolan, Albert. ¿Quién es ese hombre?, Jesús antes del cristianismo.
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Estrada, Juan. Desde el sufrimiento encontrarse con Dios.
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Yancey, Phillip. Cuando la vida duele.
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le tenga que ir mal. Ser parte de una premisa equivocada de un Dios intervencionista que no nos mira a todos con amor, como si participara discriminando, escogiendo, haciendo distinciones. Esta imagen equivocada es la que cree que Dios prefiere sólo a los justos, los comprometidos, los puros, los cumplidores de la ley; de esta forma es un ser trascendente que nos vuelve competitivos, escudriñadores, excluyentes y con una sensación de que tenemos que tener méritos para alcanzar su favor, su amor y su atención. ¡Explicaciones para el sufrimiento hay muchas! pero aún hay quienes consideran que detrás de cada sufrimiento hay un pecado que castigar, es el tipo de imagen de un Dios revanchista, no un Dios que perdona y es misericordioso. Una imagen de un Dios pasivo que espera nuestros resultados pero que no se interesa en nuestros procesos particulares. Corresponde a un ser distante que desprecia a la humanidad porque ninguno podría estar a su altura de perfección, un Dios que nos estuviera repitiendo permanentemente “no suficientemente bueno”, generando así altos sentimientos de culpa. Con estas imágenes erróneas de Dios se entiende más claramente por qué, ante el dolor, la gente puede presentar actitudes como éstas: • Sacar a Dios de su vida creyendo que ¡es Él quien pierde!, se cree que se puede vivir mejor sin Dios, “que no lo necesito”, “mejor así”, “me las arreglo solo/a”. • Volverse súper escrupuloso, extremadamente riguroso u obsesivo, inflexible y criticón. • Aparentar “demostrar” a los demás que se está bien, “que no fue nada”, que se es “invencible”, “a prueba de caídas, rayones y raspaduras”, más movido en sus relaciones por la vanidad y un egoísmo crecido. • Adoptar una actitud mediocre o derrotada porque igual da; si es mucho nunca será suficiente y si es poco de todas formas ya se encuentra condenado. Quedarse inmutable viendo pasar la vida, indiferente. De esta manera, nuestro modelo de humanidad se empobrece y por eso vemos en nuestro mundo actual tantas vidas desperdiciadas, mal
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aprovechadas, una humanidad que se autodestruye porque no se siente llamada a altos ideales y a grandes esperanzas. Con una actitud derrotada de aquel que no se siente amado, abandonado a su suerte y que arrastra una eterna condena.
Para los cristianos es claro que nuestro Dios sí sabe de dolor En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio10, al comenzar la Segunda Semana, Ignacio propone la contemplación de la Encarnación “cómo las tres personas divinas miraban la llanura o redondez de todo el mundo lleno de hombres, y cómo, viendo que todos descendían al infierno, determinan en su eternidad que la segunda persona se haga hombre para salvar el género humano...” (EE anotación 102). Nos muestra un Dios que quiere lo mejor para nosotros, aunque sepa que obramos mal, que hacemos mal uso de nuestra libertad, un Dios que están tan implicado con la humanidad que envía a su hijo porque Dios no pierde la esperanza en nosotros. Desde el nacimiento de Jesús Dios señala que su compromiso es con los que más sufren, los pobres, los excluidos, los que tienen profundas heridas, los últimos, los que no cuentan para la sociedad. “La mayor evidencia de la preocupación de Dios por nosotros se puede hallar en Jesucristo. Dios amó a nuestro afligido mundo de tal manera que envió a su Hijo a agonizar y a morir por nosotros, para liberarnos de ser sentenciados a una tristeza eterna (Jn. 3, 16-18). Gracias a Jesús, podemos evitar el peor de todos los dolores: el dolor de la separación de Dios... 10
Por Ejercicios Espirituales se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar,
de contemplar, de orar vocal y mentalmente, de otras espirituales operaciones. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, por la misma manera, todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman ejercicios espirituales. (EE anotación 1).
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para siempre. Y gracias a Cristo podemos sobrellevar hasta la peor de las tragedias en el presente debido a la fortaleza que Él pone en nosotros y a la esperanza que pone delante de nosotros”11. Con Jesús, la cruz puede considerarse como un nuevo espacio para el amor, de hecho el amor infinito de Dios no puede comprenderse en su totalidad sino se considera la cruz: “El cristianismo no evade el problema del mal, lo radicaliza. El mensaje de la cruz es claro: el que pretenda relacionarse con un Dios que le evite el mal en la vida, que lo busque en otro lado”12. Vivir el dolor con amor es la única forma de encontrarse con Dios en el sufrimiento. “El hijo de Dios sufrió hasta morir no para que los hombres no sufrieran, sino para que sus sufrimientos pudieran ser como los suyos”13. Por eso resulta necesario conocer a Jesús y sobre todo contemplar sus actitudes y respuestas frente a su propia experiencia de dolor, “en el caso de Jesús lo novedoso no es el mal (la cruz) sino la forma de abordarlo. El sufrimiento no le deshumaniza ni endurece. Muere como vivió (perdonando, alentando al bueno, preocupándose por los demás). El Jesús para los demás es coherente en la vida y en la muerte. Murió como vivió haciendo del mal una experiencia enternecedora, que suscita solidaridad y cercanía, en lugar de amargura, crispación interna y despecho”14. Jesús responde al mal con bien, el ofrecimiento del perdón en la cruz es la máxima representación del amor infinito de Dios. El camino de la cruz no sólo se refiere a identificarse con las víctimas de la opresión sino a la expresión de que Jesús murió de esa manera porque prefirió sufrir injusticia y violencia antes que ser su causa15. En su calvario Jesús sufrió azotes, humillaciones, burlas, insultos y así no se despojó del amor por los demás ni dudó del amor de Dios, tuvo una convicción profunda en 11
Yancey, Phillip. Cuando la vida duele.
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Estrada, Juan. Desde el sufrimiento encontrarse con Dios.
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George MacDonald.
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Estrada, Juan. Desde el sufrimiento encontrarse con Dios.
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Wink, Walter. Jesus and nonviolence. A third way.
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las promesas de Dios. Sufrió una condena injusta pero a pesar de eso agarró su cruz de madera con gran dignidad (Jn. 19, 17), sufría dolores muy fuertes pero aún así por ejemplo, tuvo una palabra de consuelo y consideración por las mujeres que estaban llorando en el camino (Lc. 23, 27-28). Algo que es característico del proceso de juzgamiento de Jesús es que Él no se defendió, guardó silencio: “A decir verdad no era Jesús el procesado, sino más bien los que le habían entregado y acusado (Pilatos, Caifás y el Sanedrín, los escribas y fariseos). Su silencio les confundía, les inquietaba, les cuestionaba y les sometía a prueba. Sus propias palabras se volvían contra ellos y ellos mismos se condenaban por su propia boca”16. Pilatos fue culpable por falta de interés en la verdad. Caifás no fue capaz de estar a la altura del reto que suponía Jesús. Los escribas y fariseos por rechazarlo sufrieron la catástrofe en el año 70 d.C., Judas lo entregó, Pedro lo negó y los demás huyeron. “Jesús murió en soledad, como el único hombre que había sido capaz de superar la prueba. Todos los demás fallaron y sin embargo a todos los demás se les dio otra oportunidad. La historia del cristianismo es la historia de quienes han llegado a creer en Jesús y han sido movidos a aceptar el desafío de su muerte, de una u otra manera”17.
A los que aman a Dios, todas las cosas son para bien (Rm. 8, 28) Reconocer el sufrimiento de Jesús también nos permite a nosotros visualizar diferente nuestro propio dolor para que junto con Jesús podamos resucitar a la muerte. “El día que Cristo pendió de la cruz se conoce hoy como Viernes Santo. En aquel tiempo fue cualquier cosa menos un día «santo», ni bueno. Fue un día de intenso sufrimiento, angustia, tiniebla y desaliento. Fue un día en que Dios pareció estar ausente, silente, cuando 16
Nolan, Albert. ¿Quién es ese hombre?, Jesús antes del Cristianismo.
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el mal pareció triunfar sobre el bien, y las esperanzas se desvanecieron. Pero luego vino el domingo. Jesús resucitó de la tumba. Aquel impresionante acontecimiento colocó al viernes bajo una luz diferente. La resurrección dio un significado completamente nuevo a lo que sucedió en la cruz; en lugar de ser un momento de derrota, se convirtió en un día de triunfo. Nosotros también podemos mirar al futuro, podemos soportar nuestros tenebrosos «viernes» y verlos como «santos» porque servimos al Dios del domingo18”. Muy contrario a la tendencia de ojo por ojo, la alternativa es el amor, hasta el extremo. Jesús con su vida y sus enseñanzas ofrece una alternativa para enfrentar el mal y romper los círculos de violencia que generan dolor y sufrimiento. Jesús actuaba por compasión y misericordia por el que sufría (Mt. 14, 14; Mc. 1, 41; Mt. 9, 36; Lc. 7, 13; Mt. 20, 34; Mc. 8, 2), trabajaba por restituir la dignidad perdida de la gente (Jn. 9, 1-7; Lc. 15,2; Jn. 8, 1-11; ; Mc. 2, 1-12; Lc. 4, 18; Lc. 19, 1-10), defendía que el hombre estaba por encima de la ley (Mc. 2, 27; Mt. 12, 11-12) y anunciaba las bienaventuranzas a los pobres y sufrientes (Mt. 5, 1-12). La enseñanza de Jesús va por el orden de: “amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan” (Lc. 27-28). Ya que ésta sería la única manera de romper con los círculos de odios y de agresión y liberarse del dolor y sufrimiento que éstos traen consigo. A este punto me gustaría ilustrar con un pasaje del evangelio (Jn. 8, La mujer adúltera), un claro ejemplo de cómo la acción de Jesús llega a los corazones que sufren y les sigue ofreciendo su salvación con su perdón y su amor. [La mujer adúltera Cada uno se fue a su casa. Pero Jesús se dirigió al monte de los Olivos, y al día siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él, sentándose, comenzó a enseñarles. 18
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Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús: -Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices? Preguntaron esto para ponerle a prueba y tener algo de qué acusarle, pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió: -El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra. Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó: -Mujer, ¿dónde están?, ¿ninguno te ha condenado? Contestó ella: -Ninguno, Señor. Jesús le dijo: -Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.] Durante mi propia experiencia de EE, tuve la oportunidad de hacer la oración de contemplación de este pasaje y éstas fueron algunas de las impresiones que me quedaron. Como había pasado por una situación de desamor, tenía el corazón roto, para mí fue muy fácil identificarme con la mujer condenada (la adúltera), porque yo me sentía la víctima, la sufriente, la indefensa. Pero ¡oh sorpresa! que mi sentimiento más se identificaba con los fariseos que estaban poniendo a prueba a Jesús. Rápidamente me di cuenta de que “buscaba justicia”, “acabar” con el que me había causado dolor, no le deseaba el bien (como me habían enseñado), no podía aceptar mi sufrimiento, estaba invadida por el odio, el resentimiento y la amargura. Identifiqué que tenía una piedra en la mano, esperando mi turno para “vengarme”, “desquitarme”. Y peor aún, dudaba de Jesús, no podía creer en sus palabras y en su mensaje como si Él fuera simplemente un idealis-
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ta, por eso era mejor presentarle hechos reales, a ver qué iba a decir, cómo iba a responder al mal, si iba a seguir con “su mismo discurso”. La reacción de Jesús me sorprendió, primero porque casi no le dio trascendencia a mi reclamo (a mi pregunta: ¿y tú qué dices?, Jesús se puso a escribir en la tierra con el dedo, mostrándome que responder eso no era lo que importaba); segundo por lo que me dijo: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” y justo ahí cambió todo lo que mi orgullo no me había permitido considerar, yo creía que tenía dolor, pero lo que más sentía era rabia por la dignidad maltrecha, por el dolor causado y comencé a llorar, pude aceptar mi fragilidad, se disiparon los condicionamientos que hacían más dura mi pena. Después, sí me puede identificar con la mujer que se siente salvada, que se siente arrepentida y necesitada del perdón... “Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?”, claro, ¡si después de este paso ya todo se ve con nuevos ojos! y otra vez las palabras de Jesús “Yo tampoco te condeno. Vete y no peques más” y bueno ya lo que quedaba era reconstruir con los pedazos rotos, sin perder la confianza y la esperanza en el único amor verdadero. Entonces, recuerdo que Jesús cuando lograba un milagro decía: “Tu fe te ha salvado”. Ante toda evidencia que parece inútil hay que seguir creyendo. Es un acto de confianza en Dios, creer con toda certeza que el futuro será mejor, sentir que no importa el sacrificio ni el esfuerzo, éstos habrán valido la pena. La experiencia de la redención es necesaria, porque si no comprendo mi pecado (lo que me está haciendo mal), no comprendo nada del mundo que está lleno de sufrimiento por causa del pecado, por la gracia de Cristo nos sentimos distintos y nos llenamos del convencimiento que eso que nos ha pasado puede pasarle al mundo19. Nunca dejar un dolor sin un consuelo, por más pequeño que éste parezca20, no dejar que el mal profundo envenene el alma. Hay que resucitar cada día, salir del propio dolor a una vida nueva, para ser testigos 19
Antoncich, Ricardo. Charla impartida en Magis III, Lima 2008.
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del Dios que vence la muerte por la fuerza del amor y sentirse como en el texto de Mt. 4, 23-25: “la gente que vivía en la oscuridad ha visto una luz muy grande; una luz ha brillado para los que viven en lugares de sombra, de muerte”.
El sufrimiento nos puede conectar más con Dios Para finalizar, quiero presentar algunas guías que pueden ser de utilidad para afrontar el propio sufrimiento y que pueden llevar luz a la vida de las personas porque: “El sufrimiento siempre trae una lección consigo, y si sabemos aprovecharnos de eso estamos en camino de madurez y desarrollo”21, esto invita a preguntarse ¿dónde estoy poniendo el énfasis de mi vida?, ¿en qué me fijo?, ¿a qué metas o valores le apuesto? Examen de Conciencia: como recomienda la Espiritualidad Ignaciana es fundamental el examen para reconocer a dónde nos están conduciendo nuestros sentimientos. Se identifican dos grandes estados del Espíritu: la Consolación (todo aumento de fe, esperanza y amor) y la Desolación, opuesta a la anterior expresándose en “oscuridad del alma, turbación en ella, inclinación por las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a desconfianza, sin esperanza, sin amor, hallándose el alma toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor” (EE anotación 317). Cuando la consolación desaparece también desaparece el deseo y la voluntad por hacer algo bueno, signo característico de que estamos dejándonos dominar por la desolación. San Ignacio expresa claramente que la desolación está al servicio de la consolación porque el objetivo último de la desolación es darnos a conocer y sentir que todo es don y gracia de Dios, para que internamente sintamos que no es de nosotros tener devoción crecida, amor intenso o alguna otra consolación espiritual. No tengo nada que antes no me haya sido dado por Dios. 21
Vallés, Carlos. “Sufrir para acabar de sufrir” en Ligero de Equipaje.
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“Tres son las causas principales por las que nos hallamos desolados: • La primera es por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales y así por nuestras faltas se aleja la consolación espiritual de nosotros. • La segunda, por probarnos para cuánto valemos y hasta dónde nos extendemos en su servicio y alabanza, sin tanta paga de consolaciones y crecidas gracias. • La tercera, a fin de darnos verdadera noticia y conocimiento, a saber, para que sintamos internamente que no depende de nosotros traer o tener devoción crecida, amor intenso, lágrimas, ni alguna otra consolación espiritual, sino que todo es don y gracia de Dios nuestro Señor; y para que en cosa ajena no pongamos nido, alzando nuestro entendimiento a alguna soberbia o vanagloria, atribuyendo a nosotros la devoción o los otros efectos de la consolación espiritual”22 Oración de Gratitud: Una actitud que como cristianos debemos mantener es la gratitud, debemos esforzarnos por reconocer todo el amor que hay en nuestra vida. Ya desde la celebración eucarística se nos recuerda “Dar gracias a Dios siempre y en todo lugar. Es nuestro deber y salvación”. La gratitud nos renueva porque nos hace reconocer que siempre hay motivos para dar gracias. Un corazón agradecido nos permite cambiar el modo de ver la realidad, reconocer que Dios continúa actuando en el mundo, abrirnos a la contemplación del amor de Dios en la vida. Hay una tendencia en nosotros de darle más importancia a lo malo que a lo bueno, de fijarnos más en lo negativo que en lo positivo, por eso nunca será suficiente el reconocimiento de tanto bien recibido. Perdón: No hay hecho más desafiante en la vida del creyente que el perdón, pero Jesús ya nos señaló el camino; en la cruz presentó la bondad frente a la gran maldad. Para sanar el dolor y el sufrimiento no hay mejor cura que el perdón que se ofrece y que también se reci22
EE anotación 22, novena regla de discernimiento.
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be: “Muchas veces en el fondo de una depresión hay una falta de perdón. No se puede vivir odiando o resentido largo tiempo. La mente se obsesiona con pensamientos negativos que van asfixiando progresivamente a la persona humana, por más fuerte que sea. La psiquis de la persona se deteriora, se resquebraja. Es que fuimos creados para el amor y no podemos vivir dignamente y crecer como personas equilibradas, sin amor. Eso supone perdonar y perdonar muchas veces”23. Durante sus enseñanzas Jesús había referido que había que perdonar hasta 70 veces 7 y no hasta 7 veces como indicaba la ley (Mt. 18, 21-22), pero es en la cruz al expresar: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34) cuando Jesús encarna el amor a los enemigos y sus palabras en Lc. 6, 28 hacen eco: “bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan”. Jesús mantuvo la difícil determinación de amar en lugar de odiar24. El perdón es una decisión y aunque a veces parezca difícil, para Dios es suficiente con que tengamos las ganas/deseo de perdonar para recibir la gracia de la experiencia del perdón que incluye un elemento externo (perdonar a alguno) pero también interno (perdonarse, reconciliarse con uno mismo). El valor de la comunidad. La experiencia de dolor y sufrimiento tiende a hacernos encerrar dentro de nosotros mismos, nos vuelve más egoístas y con más defensas frente a los demás, por eso una comunidad de compartir la vida es fundamental, pues unos a otros nos abrimos a otras realidades más grandes que nuestro dolor, nos preocupamos más por los otros y aprendemos a considerar más las necesidades del otro antes que las propias. “El dolor y el sufrimiento parecen tener la habilidad especial de mostrarnos cuánto nos necesitamos los unos a los otros. Nuestras luchas nos recuerdan lo frágiles que somos realmente. Incluso la debilidad de los demás puede 23
Cálcena Stj, Rosa Elena. Retiro psicoespiritual.
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Taylor, Richard. Love in Action, a direct action handbook for catholics using Gospel nonviolence
for reform and renew the church.
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sostenernos cuando nuestra propia fortaleza se agota. Esta verdad se hace muy real cada vez que me reúno con un pequeño grupo de amigos de la iglesia para orar y tener comunión. En esos momentos que pasamos juntos regularmente, compartimos nuestras cargas por un hijo enfermo, la pérdida de un empleo, tensiones en el trabajo, un hijo rebelde, la pérdida de un embarazo, hostilidad entre miembros de una familia, depresión, tensiones de la vida diaria, un pariente que no es salvo, decisiones difíciles, delitos en el vecindario, batallas con el pecado y mucho más. Muchas veces, al final de esas reuniones, he alabado al Señor por el aliento que hemos recibido los unos de los otros. Nos hemos acercado más y nos hemos fortalecido al enfrentar juntos las luchas de la vida”25. Compromiso de asumir el dolor de otros. Cuando se experimenta el consuelo de Dios en las propias situaciones de dolor y sufrimiento se tiene la capacidad de identificarse con las personas que pasan por situaciones similares a las propias o realidades peores, porque se ha recobrado la “salud del alma”. El verdadero indicio de la consolación de Dios es que nos saca de nuestro propio amor, querer e interés. Nos comprometemos más con el dolor del mundo porque hemos despertado nuestra sensibilidad y compasión, hemos sido restituidos en nuestro propio dolor y por eso podemos ahora sentir con el otro y buscamos crear espacios donde nadie tenga que sufrir. Entonces se comprende más claramente el texto de Isaías 58, 1-12 que señala cuál es el ayuno que agrada a Dios (romper las cadenas de la injusticia, acabar con toda tiranía, compartir el pan con el hambriento, socorrer a los semejantes, etc.) y cuál es la promesa de Dios: “Entonces brillará su luz como el amanecer y sus heridas sanarán muy pronto” (Is. 58, 8). Creo que es una invitación a abrir nuestro corazón, no quedarnos sólo en la preocupación por nosotros mismos y nuestros pequeños malestares, darles la importancia que requieren pero únicamente en función de que, en la medida que estemos bien 25
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en nuestro interior, podemos tener consideración por los otros, servir más y mejor a quienes más lo necesitan. El amor que sentimos de Dios, que nos restaura, sana nuestras heridas, nos libera, nos llena de esperanza y confianza, se convierte en servicio, en ofrecimiento agradecido al Dios que nos retorna a la vida.
PROFESIÓN Y FE: MI EXPERIENCIA Gloria L. Servín Barrios
Gloria L. Servín Barrios Paraguaya. Odontóloga con Especialidad en Prótesis Fija, tiene estudios de Maestría en Rehabilitación Oral. Docente universitaria en pregrado y posgrado. Dice de su experiencia: “descubrir la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) ha sido una de las tantas gracias que he recibido del Señor de mi historia. Él la ha ido convirtiendo gradualmente, en estos 9 años, en una de las piedras fundamentales en relación con mis afectos, con mi espacio laboral, con mi sociedad y mi país”.
«A través de las obras de Gaudí y del toque divino que tiene su arquitectura, me convencí de la existencia de Dios y me convertí al catolicismo». Jun Young-Joo, budista coreano1. Introducción Hablar desde la profesión es hablar desde mi persona. Al decir “mi profesión” o “soy odontóloga” toda mi persona se integra a ella dándome una fuerte identidad y pertenencia. Junto con mi profesión soy un todo indivisible conformado por mis cualidades y posibilidades, mi carácter, mi temperamento, mi inteligencia, mis obstinaciones, mis miedos, mis apegos, mis dudas. Mis cansancios, mi fe y mis sueños también. Soy una mezcla de intelectualidades y afectos, realidades y fantasías, caminando y haciendo mi historia. En mi experiencia, el trabajo profesional ocupa un importante sitial en el interés y en la afectividad, en la lucha y en las opciones diarias de 1
Jun Young .Joo , coreano, budista , devoto y convencido, director de la Cámara de Co-
mercio e Industria de Pusan (Corea), confiaba, en octubre de 1998, a la edición española de la Revista Paris Match. Extractado de Laicos Cristianos, la iglesia en el mundo. Carlos García Andoin, pág. 232.
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muchas personas. Es una instancia de gran demanda emocional desde el mismo inicio, pues no es fácil acceder al nivel universitario profesional. Para ello hemos leído interminables horas y renunciamos a mucho por lograrlo. Y cuando ya la hemos conseguido, y sin hacerlo consciente, la profesión se convierte en el centro alrededor del cual vamos conformando la familia, los amigos, el ocio y el descanso; además de los sueños y metas. Luego, mantenernos en ella también requiere esfuerzo y dedicación. La balanza de las priorizaciones e inversiones a menudo suele inclinarse hacia el lado de la “permanente formación” con la justificación de ocupar un cargo mejor remunerado. Por la profesión, dejamos la casa con niños pequeños, seguimos con el auto viejo por pagar una maestría, postergamos una caminata por asistir a un seminario y aceptamos horarios extras haciendo a un lado la salud física. Olvidamos cumpleaños de amigos y delegamos vacaciones por construir un proyecto laboral. Y dentro de toda esta espiral de vida cotidiana en que nos sumerge el trabajo, llevado adelante a veces con inmensas satisfacciones personales y otras como un pesado equipaje de frustraciones y desconsuelos, ¿dónde encaja la espiritualidad cristiana? Dicho de otra manera, ¿Cómo seguimos siendo cristianos en ese ritmo laboral?. Son preguntas que me surgen desde mi encuentro más cercano con Jesús. El crecimiento de mi fe me va exigiendo una existencia cada vez más coherente con mi identidad cristiana, una fidelidad extendida a todas mis actividades, una integración de la oración a mi vida profesional. Hallar a Dios en todas las cosas y personas que coexisten en mi vida es un gran reto. Los laicos de hoy no sabemos cómo ni que hacer para congeniar la fe con la profesión. La idea es salir en la búsqueda, atreverse, aventurarse a experimentar un Evangelio lleno de respuestas por descubrir. El proceso de maduración de mi fe me ha llevado a descubrir aspectos importantes en relación a mi profesión. Aspectos que han tocado con fuerza todas las dimensiones de mi ser. Siento que hubo un cambio en mi manera de vivirla y desde esa nueva cosmovisión surgen reflexiones y descubrimientos que intentaré ir compartiendo en estas líneas. Hoy la profesión para mi es un servicio, un medio, una misión, una oportunidad.
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La profesión es servicio que trasciende Tratando de explicar la propia trascendencia desde la profesión me encuentro con dos lecturas de Mateo. Una es la parábola de los talentos en Mateo 25, 14-30, donde Jesús nos habla del “encargo de una hacienda” y de “talentos entregados a cada uno según su capacidad”, con la intensión de la fructificación de los mismos. Llevando esta parábola al campo de la profesión, entiendo que los talentos son las habilidades, destrezas, fortalezas y potencialidades que cada uno de nosotros individualmente posee, regalo del Padre para que los desarrollemos en plenitud y lo pongamos al servicio de los demás. Porque a cada uno y a todos juntos, se nos ha encomendado la hacienda, o sea, la responsabilidad de construir el Reino. La otra lectura, Mateo 20,28 en la que Jesús pronuncia la frase fundamental que rige su accionar: “no vine para ser servido, sino para servir“, me dejó en claro que toda profesión, llámese trabajo, labor, empleo, profesión diferenciada, especialista, etc. se convierte en un servicio que realiza mi persona para los demás. Así, juntando ambas reflexiones; el compartir de dones y talentos, de acontecimientos, encuentros y experiencias más la actitud constante “de ánimo y liberalidad” para el servicio, la profesión adquiere un sentido diferente, deja de ser una simple actividad para mi provecho y pasa a ser un estado permanente de profunda interrelación con el otro. A mi entender es la disposición de dar, de compartir, la que permite el salto del umbral hacia la trascendencia de la propia persona, porque no es un dar cualquiera, es entregarse en libertad, dando “todo lo que es y todo lo que tiene” a decir de Ignacio. Tratando de explicar de otra manera podemos decir que de la relación laboral puede surgir una mayor humanización, tanto para el que sirve como para el que recibe el servicio. Sucede en dos niveles, primero a nivel individual, porque de una interrelación, de un intercambio de sentimientos y de sensibilidades, de entrega, confianza y agradecimientos, del vinculo que se da, pueden surgir mejores personas. En el segundo nivel ya hay un paso hacia lo social, porque el profesional con su saber especifico y diferenciado, es capaz de transformar su medio y
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contribuir al desarrollo social y público de su entorno. En este movimiento de intensa vida humana, individual y social, es donde la pluralidad, la diversidad, la inclusión y la solidaridad provocan visiblemente una dinámica de creación, de amor que trasciende personas, sociedades, generaciones y tiempos. Resumiendo, lo que nos hace trascender, es continuar con la actitud de gratuidad del padre, con la actitud de servicio de Jesús que invita al replanteo constante del sentido de nuestra propia existencia, en relación con los demás. Y la profesión, es una actividad humana que genera todo eso.
La profesión es un medio para alcanzar la felicidad A cada uno le fue dada la manifestación del Espíritu para provecho nos dice Pablo en 1 corintios 12,6-7. Creo, sin temor a equivocarme que todos, elegimos una profesión con la ilusión de ser felices y realizados a través de ella. Soñamos que será un medio para alcanzar un sustento económico y una cómoda y pacifica vida. Pero ocurre que en cotidiano y vertiginoso andar todo se mezcla y confunde sigilosamente y, la profesión pasa de ser un medio a ser un fin que dirige y domina toda nuestra existencia. Cuando la profesión pierde de vista su condición de “medio” para alcanzar la felicidad y comienza a centrarse en un trabajismo sin tregua persiguiendo prestigio, vanagloria, honor, poder económico y superioridad sobre los demás; los dones pierden su sentido del Reino ya que los objetivos personales casi siempre terminan oscureciendo el sueño del Padre. Indudablemente el ser humano esta llamado a desarrollarse y perfeccionarse mediante su profesión, pero sin olvidar que es un lugar de encuentro con Dios y que por ello está fuertemente invitado a hacer crecer además de lo técnico y científico su espiritualidad, su diálogo con Dios, para ir reconociendo lo divino que hay en las cosas y en las personas y, para que a través del discernimiento destine responsablemente sus talentos, con el intentando constantemente diferenciar
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medios y fines, tanto-cuanto lo acerquen al proyecto amoroso que tiene Dios para con él. A mi modo de ver, crecer en la profesión es ir avanzando con la confianza del sembrador, que realiza eficientemente su trabajo, pero reconoce la fuerza trasformadora y misteriosa que no depende de él, que hace germinar las semillas. Es así como que en libertad poner todo el esfuerzo, el entusiasmo y luego dejar a Dios ser Dios.
La profesión como misión La profesión entendida como misión, es continuar la obra de Jesús. Su estilo, sus reflexiones, sus dudas, los destinatarios, la forma de leer la realidad de su tiempo y la manera de actuar movido por la sensibilidad nos alumbran el camino y nos anima a seguirlo. Hay algunos criterios que pueden ayudarnos en la misión, sobre todo aquel basado en la ética que marcó la conducta de Jesús; “una ética fundada en criterios de necesidad, de lo débil, en la lucha por los nadies, por los de más abajo”, mencionados por José María Castillo2. Con los parámetros de Cristo, nos damos cuenta que fácilmente caemos en una ética profesional individualista que nos hace creer que basta con ser profesionales competentes y honestos, y no es así. Es bueno ser un profesional calificado pero más bueno aun es no limitar nuestra ética al campo de la moral individual nada más. La ética profesional va mas allá, es mucho más amplia puesto que abarca toda nuestra condición ciudadana, nuestra corresponsabilidad en el mantenimiento del orden público, en la distribución de conocimientos y recursos con justicia social, en la trasformación de la sociedad hacia una vida mejor y más humana para todos. Entonces, dejarse configurar por la misión de Cristo es la gran tarea. Entrar en su proceso histórico y en la opción preferencial por los pobres y adecuarla a nuestra manera de plantear la profesión. Y es allí donde 2
José María Castillo. La ética de Cristo.5a. ed., 2008.
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me quedan resonando algunas preguntas: ¿Cómo aplico a mi profesión la experiencia del fariseo que cree en la salvación, la oración y la pureza personal nada mas? .¿Me comporto como aquel que enterró sus talentos y no los fructificó ni en beneficio de si ni de los demás ?. ¿Reacciono habitualmente como el sacerdote y el levita, hombres puros que no sintieron compasión por el herido?. No sería lo mismo decir ¿En mi relación con Dios, existe el otro . ¿Pongo todos mis conocimientos profesionales al servicio del mejoramiento de la vida de mi comunidad?, ¿Soy un profesional que hace su trabajo pero no mira a la personas como hijos de Dios? Creo que después de sentir a Jesús, nos queda claro que cuando el amor, la compasión, la caridad no es puesto en las obras, cuando las concepciones de vida buena para mí y para todos no son los objetivos de la profesión, ella termina corrompiéndose, transformándose y fortaleciendo estructuras sociales pecaminosas donde se pierde el sentido que legitima y santifica los dones. Ser cristianos profesionales es trabajar el día a día ayudando a la buena vida de todos, es continuar la misión en la creación de un aquí y ahora digno, justo, solidario, donde no haya un hermano que sufra, que tenga hambre, que no tenga donde dormir. Somos los profesionales la elite intelectual de las sociedades, los privilegiados por tener acceso al mundo del conocimiento, los que conocen la tecnología y las ciencias por lo tanto los responsables de hacer realidad el acceso a los beneficios socioculturales que estos conocimientos conllevan a los que están más lejos. Se trata de devolver tanto bien recibido, porque en el tema de la igualdad de oportunidades no es lo mismo ser profesional por un estudio superior, es tener conciencia del compromiso de dar a la sociedad lo que recibimos y más si se trata de una universidad estatal.
En mi experiencia de profesión Debo reconocer que mi experiencia de profesión puesta al servicio de los más necesitados y excluidos tardó en encontrar definición. El asisten-
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cialismo y la búsqueda rondaron mi vida por años sin poder congeniar profesión y fe como un servicio que no sea el privado y, que ya sabemos tiene connotaciones diferentes. Fue hasta mi segunda semana de EE.EE, coincidente con el Magis III en que tuve la visión más clara de quién es el pobre en mi vida laboral. Soy odontóloga y docente universitario de muchos años de carrera y siempre creí ejercer ambos roles muy éticamente. Sin embargo, mi encuentro más cercano con Jesús me señaló una ruta más precisa, más afinada para ayudar a construir desde mi trabajo diario y sin esperar grandes ni certeras ocasiones para intentar hacer algo por la causa del Reino. Los criterios “del más débil”, me ayudaron a enfocar mi modo de educar en la práctica clínica. Sentí como el lema “opción preferencial por el paciente”, que al principio era un cliché plagiado, causó un pequeño impacto inesperado. Noté que promovía el debate científico, la búsqueda de alternativas de tratamiento y mayor consideración a los aspectos de la persona a ser tratada. Fui testigo de entrevistas donde el paciente era escuchado con atención inusual mientras exponía una enfermedad que iba más allá del dolor de muelas. Su afección pasaba por toda su vida, abarcaba sus temores y dudas, su seguridad emocional, su autoestima, su vida de pareja y familiar, sus relaciones sociales, sus necesidades de esparcimientos y sus escasísimos recursos económicos. Todo esto daba cabida a una suerte de complicidad afectiva entre el estudiante y su paciente, momentos de verdaderos encuentros con “el sentir y gustar de las cosas internamente.” Pero sobre todo, comencé a notar en algunos alumnos una mejora en el interés por aprender y luego evidenciados en los resultados evaluativos cuantitativos. Pude sentir en varias ocasiones la conversión que provocaba en nosotros el pobre. Los cuestionamientos que surgían acerca de pobreza de la población, de lo que podemos hacer nosotros, y porque no decirlo, tal vez en alguno de ellos se haya sembrado la inquietud mayor: crear posibilidades de alcance de la salud bucal para los marginados del sistema, producir pensamientos alternativos incluyentes y proyectos de desarrollo social que en algún momento el Espíritu habrá que guiar
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Por mi parte, en mi interioridad se fue creando un nuevo orden: paciente-alumno-docente-institución que sustituyó al jerárquico vigente: institución-docente-alumno-paciente. El escalafón de mayor a menor, de arriba abajo, de grande a pequeño, de poderoso a desvalido sustituido por los criterios del “más débil” aclaró muchas dudas éticas en el manejo de mi práctica. El paciente de bajos recursos, el pobre y excluido de la salud pública y privada, que acude a nuestro centro asistencial como única y última alternativa de alivio a su enfermedad pasó a ser la vara de medida de nuestros actos y de nuestra perspectiva. Los criterios en los cuales el paciente pobre es el que delinea, marca, encamina, ordena, delimita todos los conceptos éticos de educación y de servicio, provocan un cambio en la persona del alumno, pues dirige su mirada de tratamiento sanador a una dimensión más integral , a aquella que es capaz de afectar la vida toda del enfermo, de hacer el milagro de trasformación, de devolver la dignidad social al prójimo, del comprometerse e involucrarse con la persona misma, del respeto a sus sentimientos, de dejarse tocar con su vida, del descalzarse ante terreno sagrado que es el cuerpo del otro, de sufrir con él, de compadecerse, y de la responsabilidad de poner lo mejor del conocimiento científico especializado para dar sin distinciones, el mejor servicio. El proceso de enseñanza -aprendizaje donde el alumno es el eje sobre el cual se basan todos los delineamientos académicos, científicos, técnicos y doctrinales terminan configurando modelos educativos que por un lado, sustentan el “mercado” de producción de materiales y por el otro, promueven la acumulación de méritos académicos e incitan competencias por prestigios intelectuales y materiales y reconocimientos sociales. Esto termina formando profesionales altamente capacitados pero insensibles y distanciados del ser humano, desvirtuando el fin educativo universitario, que es el de formar profesionales para el servicio competente y eficaz. Encontrar la manera de repartir recursos con justicia social, servir al más desvalido, al excluido del sistema de salud, al más pobre de la cadena, de esta estructura académica en particular, fue una gracia y una gran consolación para mí.
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La profesión es una oportunidad Ser laicos profesionales y comprometidos con la causa de Padre se convierte hoy en un gran desafío por la complejidad de los espacios y circunstancias en los que nos toca actuar. La vida laical con identidad cristiana no tiene formulas ni esquemas preestablecidos, es un constante llamado a la creatividad y a la vida comunitaria basada en la solidaridad, en la ayuda mutua para ir descubriendo juntos, los modos, caminos y formas eficaces que aporten y promuevan cambios hacia una sociedad más humana. La reflexión teológica todavía está muy lejos de abarcar todo el espectro laical, por lo tanto no resta otra que salir en la búsqueda, a riesgo de equivocarse, si hace falta, a contramano como lo hacía Jesús. El gran desafío es buscar y mantener el deseo de desear para seguir buscando. Ciertamente los laicos de hoy nos encontramos ante inéditos momentos de la historia de la humanidad, que exigen y provocan desafíos, enfrentamientos e innovaciones. Aunque todo esto se asemeje a una hecatombe, tiene un lado positivo, “la otra cara de la moneda , pues tenemos la oportunidad planetaria de sentir dolores de parto y de generar una nueva fase de la humanidad”3, y apuntando esto a la visión profética que tiene toda profesión, podemos decir que está en manos de los tienen sensibilidad para ver y oír , hacer sonar las campanas de alarma , y anunciar a gritos si hace falta lo que de antihumano esté vislumbrando , para que retomemos los caminos de construcción del Reino. Hoy, varias profesiones enfrentan grandes retos, de gran responsabilidad hacia la construcción de un mundo mejor .Los grandes cambios de paradigmas en la economía, la ecología, la ciencia y la técnica, la genética, ética de las profesiones, etc. que requieren de una acertada actuación del laico para no desviar rumbos. Más que nunca es necesario tener ideas claras acerca del núcleo del mensaje cristiano. José 3
Diego Irarrázaval. “En un cambio de época ¿Qué misión?”. Revista Teológica Amerindia
on line. 08.10.08 Mundo.
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A. Pagola,4 con su maravillosa visión cristocéntrica nos dice: “ser cristiano es creer que se nos está llamando a un proceso de cambio, y quien no esté cambiando y no esté trabajando para que cambie el mundo, podrá vivir correctamente una religión, pero no está en la dinámica del reino de Dios que quería Jesús de Nazaret.” Como miembros de la iglesia católica, el sector laical es llamado a protagonizar y a producir cambios fecundos desde la profesión. Aparecida5 retoma la Cristología y define tres puntos fundamentales para el caminar del laico, delineamientos de los cuales la profesión no puede quedar exenta: “con fe, leer la realidad, evangelizar integralmente y optar por el pobre”. Es decir, No podemos ser buenos profesionales ejerciendo la disciplina y la ciencia sin involucrarnos con el bien común. No podemos separar a Dios de la vida. Como miembros de la CVX, llevar la misión profesional dentro del estilo de vida que pide nuestro carisma, ser contemplativos en la acción, siguiendo las resonancias del espíritu, para ir asumiendo el compromiso de salir de “mi casa a la calle”, y más aun, “hacia las fronteras”, con el riesgo de caer, de ensuciarme. Para concluir, solo me queda decir que uno es fruto de su proceso, y esto es lo que yo pude descubrir hasta ahora. Pienso que el ir exponiéndome a la acción del Espíritu me irá llevando a más en mejor subiendo hacia lo que Dios espera de mí. En mi espacio laboral hay mucho por hacer, no solo por la salud de la colectividad sino por la profesión misma. Hay muchos pendientes, muchos rubros que claman ser evangelizados. En el gobierno central faltan reprogramaciones estructurales por el derecho a la salud de todos, los estamentos de la educación universitaria requiere la actualización de los enfoques en base la realidad, los vicios de las líneas corruptas de la profesión exigen una mirada ética para dar respuestas la masificación incontrolada de los últimos tiempos y el derecho al 4
José Antonio Pagola. Conferencia impartida en el curso 2005, en el Aula de Teología de la
Universidad de Cantabria. 5
Aparecida. V Conferencia General de Episcopado de América Latina.
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trabajo de los mismos, eliminación de los sub empleos, a la dignificación de la profesión dentro de la salud general, etc. En fin, creo que la gran tarea es propiciar, colaborar y participar en una revolución sociocultural del paraguayo y paraguaya que permita la vuelta a los valores esenciales de identidad y autoestima, para que dentro de la dinámica creacional sean ellos, los más débiles, los marginados, los pobres los que nos recuerden, a cada paso, nuestro compromiso profesional con el mundo. A decir de Jesús, son ellos la fuente de inspiración, los que dirigen los rumbos de las sociedades. Son ellos nuestra oportunidad de reivindicarnos, de en entrar en plan de Salvación. “Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños» (Mateo 11,25).
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¿POR QUÉ SOY LAICO? Denis Coronado Pineda
Denis Coronado Venezolano. Contador Público (Universidad Central de Venezuela UCV) 2005. Ocupación: Consultor Financiero en el Servicio Jesuita a Refugiados - Latinoamérica y El Caribe (SJR-LAC) Pertenence a la CVX desde 2003, en la Comunidad Maranathá, Caracas-Venezuela. Actualmente miembro de la Comunidad Raíces, Bogotá-Colombia.
Un poco de historia personal Mi vida como católico empezó quizás antes de nacer, ya que mi núcleo familiar cercano (Papá-Mamá-Hermana mayor-Hermano mayor) son católicos también. ¿Qué tan católicos? Bueno, lo “normal”: creer en Dios, ir a misa de vez en cuando, bautizar a los chamos, mandarlos a hacer la primera comunión, encomendarse siempre a la “Virgen Santísima”, asistir a los novenarios de los familiares difuntos, no hacer cosas malas, ayudar a la gente que se pueda... Lo normal, pues. Crecí en un ambiente católico, me bautizaron el 28 de agosto de 1982 (no crean que me acuerdo de eso, no tenía todavía ni un añito, lo que pasa es que hace poco me dieron mi partida de bautismo en la Arquidiócesis de Caracas). Cuando tenía como 4 o 5 años, recuerdo que decía frases feas sobre Dios y la Iglesia porque a mi hermano mayor lo mandaban a catequesis los sábados por la mañana y a misa los domingos por la mañana y no podía jugar con él (¿me perdonas, Señor?) Unos 6 años después me tocó a mí hacer la catequesis, en la misma capilla del barrio (la que se derrumbó luego de las lluvias de diciembre del 1999, cuando la tragedia de Vargas1) y al año siguiente la confirmación. En esos tiempos, recibí una catequesis tradicional, enfocada a 1
Ése fue el día que la montaña bajó al mar: http://es.wikipedia.org/wiki/Tragedia_de_
Vargas_%281999%29
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aprenderse de memoria los mandamientos, los sacramentos, y cualquier otro conjunto que terminara en “entos”. Lo que más me gustaba eran los dibujitos de los personajes bíblicos para colorear, creo que me resultaban más cercanos y me ayudaban a ver en algún lado un rostro humano de Dios, que no aparecía en la teoría que nos mandaban a copiar en los cuadernos, ni en los párrafos que nos mandaban memorizar. De cualquier modo, creo que la catequesis (o la catequista, que era una chama bien linda, creo que estaba terminando el bachillerato y todos los chamitos comentábamos lo bonita que era) sembró en mí una semilla de curiosidad por “estas cosas de dios y de iglesia” como dice la gente por ahí. Luego, entré al bachillerato y allí me vinculé con el Movimiento Juvenil Cristiano Huellas2, un grupo juvenil fundado por los jesuitas y con cierta inspiración “ignaciana”. Corría el año de 1994 y mientras atravesaba esa difícil etapa de la adolescencia, poco a poco mi visión iba cambiando y madurando: “...una ilusión de hacernos hermanos / y un perdón desde la cruz / todo el amor del Dios más humano / ése es Jesús...”3. Descubrí una faceta de Dios que no conocía, se manifestaba vibrante entre tantos chamos que aprendíamos a ser líderes para servir a los demás y no para someterlos y que empezábamos a sentirnos orgullosos de reconocer que creíamos en Jesús. Así me fui haciendo adulto, siendo cada vez más consciente de que “...nuestra fe no puede descansar / hasta desterrar del continente / el hambre, la tortura, la miseria y el terror / porque éste es el mandamiento del amor...”4. De alguna manera, ser parte de esa “otra Venezuela” la de los barrios populares, donde el sueldo no alcanza, los servicios públicos no funcionan bien, donde las drogas y las balas compiten pa’ ver 2
http://www.huellas.org.ve/
3
Canción: “Ése es Jesús”. Compositor: Miguel Matos, sj.
http://www.youtube.com/watch?v=8i2tf3ra3no 4
Canción: “Vaya esta canción”. Intérprete: Miguel Matos, sj
http://www.youtube.com/watch?v=k738mBxOKUc
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quien alcanza primero a los chamos, era una espina en el corazón de la fe. Allí también vi otro rostro de Dios: El que es solidario con los pobres y los discriminados. Hacia 2003 ingresé en la Comunidad de Vida Cristiana (CVX)5. Sacando cuentas, ya llevo más de la mitad de mi vida en este tipo de actividades. Durante este tiempo he crecido tanto como persona y me siento profundamente agradecido a Papá Dios por colocarme en este camino. Y también me siento profundamente desafiado a corresponder a tanto amor. A tal punto que me cuestiono y me pregunto mucho acerca de la actual circunstancia por la cual está atravesando la Iglesia... No nos “hagamos los locos”, que mucho se han publicado en la prensa y en la televisión los escándalos sobre pederastia de algunos sacerdotes y la complicidad de muchos obispos al respecto. Sí, es verdad que los medios de comunicación han “agarrado de sopita” a la Iglesia y en particular al Obispo de Roma6, presentando dichas noticias de la manera más sensacionalista y polémica posible, percibiéndose en muchos casos sus intenciones negativas. Sin embargo, estos casos de abusos sexuales (que además de ser pecados, son también delitos y por lo tanto deberían ser juzgados por las autoridades civiles) son apenas “la punta del iceberg”. No porque alguien quiera argumentar que “podría tratarse de casos aislados”, ni 5
CVX a nivel mundial: http://www.cvx-clc.net/l-sp/index.php CVX en Latinoamérica: http://lacvx.blogspot.com/ CVX en Venezuela: http://www.cvxvenezuela.org.ve/ CVX en Colombia: http://www.cvxcol.org/portal/
6
“El Obispo de Roma es el Vicario de Pedro en la Iglesia (...). Más que sucesor de Pedro
(Pedro, en algunos aspectos, no tiene sucesores), es Vicario de Pedro, que actualiza la autoridad de Pedro que habla a través del Obispo de Roma (...) hace las veces de Pedro en la Iglesia. Otras denominaciones sobre el papado (...), son medievales. Para Tertuliano, el Vicario de Cristo no es el Papa, sino el Espíritu”. Víctor Codina. Comprender la eclesiología desde América Latina, pp. 44 (Ver también Lc. 18, 18-19).
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porque hay aspectos positivos que durante siglos la Iglesia ha aportado a la humanidad que “compensarían esos daños colaterales”. No. El problema va más allá de lo que muestran los medios y de lo que se discute entre la “opinión pública”. Va más allá de si se reforman las normas sobre el celibato obligatorio7 o sobre el papel de las mujeres en la Iglesia8. Esto es apenas una pequeña muestra del deterioro moral y ético de la Iglesia católica y de la humanidad. Es el deterioro de una institución cuya jerarquía se niega a adaptarse a los nuevos tiempos, que mantiene como ley “sagrada e inmodificable” aspectos que no constituyen la esencia de nuestra fe. Una jerarquía que se embriagó de poder y se hizo adicta a éste de forma tal que niega la posibilidad de diálogo con el resto de los creyentes y con la sociedad en general. Es el drama de los líderes que perdieron la brújula y cambiaron los fines por los medios, lo que hay que salvar es la dignidad humana, no la imagen de la institución. 7
Refiriéndose a los cambios de la Iglesia en la edad media, Hans Küng escribe: “...Una igle-
sia de hombres célibes establecía la prohibición del matrimonio. En las iglesias orientales el clero, obispos aparte, seguía casándose y, por lo tanto, estaba mucho más integrado en las estructuras sociales. Por el contrario, el clero célibe de occidente quedaba totalmente separado del pueblo cristiano, sobre todo por su situación no matrimonial: disfrutaban de una posición social preeminente y distintiva que, debido a su «perfección» y a su moral más elevada, era en principio superior al estado laico y quedaba única y totalmente subordinada al papa de Roma...” Hans Küng, La Iglesia Católica pp. 57. 8
“La preocupación de la Iglesia porque la mujer adquiera «un más amplio papel en los
diversos ámbitos del apostolado eclesial», y porque los pastores «acepten y estimulen de buen grado la colaboración de la mujer en la actividad eclesial» requiere que en el futuro no se limite a las mujeres a servicios auxiliares; debería establecerse también dentro de la Iglesia la igualdad ya conseguida por la mujer en el campo social; la autoridad eclesiástica deberá procurar que se frene el incipiente y silencioso alejamiento de las mujeres de la Iglesia poniendo en práctica su plena igualdad jurídica sin excluir la ordenación de mujeres.” Hans Küng, Cambios de modelo de Iglesia en la marcha del Pueblo de Dios pp. 12.
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Pero es también el deterioro de una institución cuyos fieles “huyen por la derecha” cuando se trata de problemas en la Iglesia. Somos los mismos creyentes, los mismos bautizados, quienes muchas veces criticamos a la institución como si no formáramos parte de ella. No sólo no le reclamamos nuestro espacio al clero, es que ni siquiera estamos interesados en asumir nuestro papel en la Iglesia. “Eso es asunto de curas” dice la gente en la calle. Y ciertamente, hay aspectos que les corresponden a ellos resolver. Pero, ¿y los laicos? Nos conformamos con decir “amén” a lo que venga del clero, y si no nos gusta o no nos parece fiel al Evangelio, simplemente “no le paramos”.
¿En qué (o quién) creo? Hace poco escuché una canción de un grupo venezolano cuyo estilo podría calificarse como “neo-folklore alternativo”, que me hace reafirmar muchas de mis creencias. A continuación transcribo la letra de esta canción “Creo”, del grupo “Dame pa’ matala”9: Creo en el amor porque el calor de una mujer me enseñó amar, amar la tierra que nos da vida. Creo en la confianza como base elemental para vivir, vivir en familia, familia unida. Creo en la justicia absoluta en esta vida y en esa justicia como base elemental para la paz. Creo en la premisa de que el amor es el camino para vivir, vivir feliz y en la felicidad como éxito final. 9
http://www.youtube.com/watch?v=dinO-13nhz4
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Y en el andar las heridas cicatrizan para llevarnos a reflexionar Creo en la tierra, en la gente y el amor Creo en la tierra, en la gente y el amor Creo que en el alma están sembradas esas semillas de verdad debería si la cultivas. Yo creo que el dolor es necesario experimentarlo para entender y ser más grande, es indudable. Creo que el destino lo forjamos día a día al caminar por los caminos sabios de esta vida. Creo en nosotros, creo en mi tierra, creo en ti y creo en mí, creo en mi pueblo luchador. Y en el andar las heridas cicatrizan para llevarnos a reflexionar. Creo, creo en la patria buena, Creo, creo en el canto necesario, Creo, creo en la unión de los pueblos, Yo creo, creo en las sonrisas de los hijos Creo... Creo en mi tierra Creo... Creo en los sueños
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Creo... En tus ojos mi vida yo Creo... La libertad Creo... Latinoamérica unida Creo en Pachamama Creo... Creo en ti, creo en mí Creo... En el amor Creo, creo... Creo, creo... Creo, creo... Creo en el amor, es lo primero que puedo confesar como cristiano. Creo en el amor y no sólo como una emoción o como un sentimiento; para mí el amor es también una decisión10, porque podemos plantearnos asumir la vida desde dos perspectivas: la del amor o la de la indiferencia11. Contrariamente a lo que piensa la mayoría de la gente, yo diría que lo opuesto del amor no serían propiamente el odio o el rencor, sino más bien la indiferencia. Me explico: el amor mueve a la compasión (com-padecer = padecer con el/la otra), el odio y el rencor mueven a la crueldad, mientras que la indiferencia no mueve a nada, es neutra (o pretende serlo). Ciertamente, la mayoría de nosotros somos “buenagente”, trabajamos lo mejor que podemos, queremos a nuestra familia y de vez en 10
Hasta donde sé es una cita anónima. La leí en un aviso colgado de la pared en una Casa
de Retiros de los jesuitas en Los Teques, y nunca olvidé esa frase. 11
“Lo que me preocupa no es el grito de los malos, sino el silencio de los buenos” Martin
Luther King.
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cuando ayudamos a una que otra persona, casi siempre de nuestro pequeño entorno más cercano; pero diariamente vemos gente viviendo en las calles, niños maltratados, obreros malpagados, jóvenes asesinados, etc. y nos acostumbramos a ello, nos conformamos con “no hacer nada malo” pero tampoco hacemos lo suficiente para cambiar la situación, en ese sentido terminamos siendo indiferentes, neutrales. Y es en esa neutralidad que permitimos las injusticias a nuestro alrededor, es esa indiferencia ante el dolor de otros la que mata el amor y permite el actual desastre de sociedad en que vivimos. La vida de Jesús de Nazareth fue una apuesta decidida por el amor, por mostrar el verdadero rostro de Dios Padre/Madre tierno-amorosojusto-cercano-respetuoso-de-la-libertad-humana-hasta-el-extremo frente a una sociedad acostumbrada a una visión de Dios Padre castigadorlejano-soberbio-exigente-conforme-con-las-injusticias-humanas. Jesús, que no era clérigo, ni monje, ni sacerdote, sino que era un simple artesano12, vivió en una sociedad que justificaba la existencia de gente rica y gente pobre diciendo frases como: y los sacerdotes de la época aprobaban esa forma de pensar13. Frente a esa situación, Jesús tiene dos alternativas: a) justificar teológicamente el estado de cosas, es decir que tanto el dominio de los romanos sobre los judíos, como el de la jerarquía religiosa-política judía 12
En lenguaje “eclesial”, es decir de la Iglesia actual, diríamos que Jesús fue un laico. En
su definición tradicional (anterior al Concilio Vaticano II 1962-1965), laico es todo aquel que no pertenece a la jerarquía ni está ordenado. En la definición moderna del Vaticano II (de pronto más fiel con el espíritu de los primeros cristianos) laico es todo aquel bautizado cuya vocación y misión corresponde construir el reino de Dios gestionando los asuntos temporales (vale decir los no-religiosos) y ordenándolos según su Voluntad. Nótese el paso de una definición negativa (aquel que no es/pertenece/hace/está/parece...) a una definición positiva (aquel cuya misión/vocación/esencia/función es...). 13
Ver Job capítulos 29 al 31.
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sobre el pueblo, era algo querido por Dios; o b) decir lo que Dios quiere es justicia social y sinceridad religiosa, no más pobreza económica, no más discriminación socio-política, no más hipocresía religiosa. Mientras la primera opción implica ser indiferente a la situación de los pobres y marginados, Jesús optó por la segunda, demostrándole a los pobres que Dios los ama y que si son pobres no es por su deseo sino por el egoísmo y la indiferencia de quienes los gobiernan. Jesús decidió amar preferentemente a los que eran vistos con indiferencia, optó por los que la sociedad no tomaba en cuenta14, haciendo ver de este modo las injusticias, lo cual constituyó un desafío a las autoridades religiosas y políticas que pagó con su propia vida. Por eso creo en el amor, como decisión y como opción. Decido amar y opto por los pobres.
Sin justicia no habrá paz También creo que sin justicia no puede haber paz. Las democracias liberales en Latinoamérica han producido un adormecimiento en las conciencias e ideales y ha creado una masa de personas satisfechas. Sobre todo entre quienes tenemos garantizado nuestro “quince y último”, sentimos una estabilidad gratificante en la que no sólo atendemos nuestras necesidades familiares y personales, sino que nos permiten cierto grado de confort. A pesar de no ser millonarios, ni “oligarcas” o “pelucones”, somos los afortunados del sistema. Comida no nos falta. Ni ropa, aunque no vistamos siempre a la moda. Ni celular, aunque deseáramos tener un Blackberry. Fuimos a la universidad, así fuera pública. Vamos a cines, discotecas o restaurantes “finos”, aunque sea una vez al año; o más veces si tenemos una tarjeta de crédito. Por eso, aunque nos quejemos un poco, en el fondo nos sentimos satisfechos. 14
Ver Lc. 6, 20-26.
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Y esta satisfacción nos hace insolidarios y cómplices. Insolidarios con los marginados de la vida; cómplices con el mal del mundo15. ¿Cómo así? Me explico: aunque nos indignen las injusticias, en el fondo deseamos que la situación no cambie: “con mi bolsillo no te metas” dirían por ahí. O peor aún que las cosas cambien, pero que nuestra situación no se vea afectada. Nos indigna que los artistas/deportistas famosos derrochen “plata” en estupideces cuando dos tercios de la población mundial viven en pobreza16, pero en el fondo deseamos ser como ellos, tener tanta “lana” como ellos. También toleramos a los políticos corruptos: nos quejamos de que siempre se roban el dinero y nos indigna ahora más que lo hagan invocando a Bolívar, pero si nos “pusieran donde hay” haríamos lo mismo. Porque nadie lo dice pero todo el mundo lo piensa: “el que tiene un puestazo en el gobierno y no se agarra unos reales es un pendejo”, “si ellos roban, nosotros también deberíamos hacerlo”. Nos acostumbramos a ver la pobreza en las calles de nuestras ciudades y pueblos. Tanto que nos fastidia ver a la gente pidiendo, ver a los niños de la calle, ver jóvenes drogadictos, ver gente viviendo bajo los puentes. Y todo esto lo toleramos siempre y cuando no nos toque a nosotros. La fe que practicamos no es un sentimentalismo estéril y fugaz: “pobrecitos ellos”, “Dios los ayude”, “cónchale vale, están pasando las de Caín”. No. La fe cristiana exige justicia, por lo tanto no podemos sentirnos satisfechos con nuestro bienestar personal y el de los que nos rodean. Es hora que dejemos de girar alrededor de nuestro ombligo. Debemos exigir justicia a nuestros representantes políticos. Y para exigir te15
Adaptado de Amar a la Iglesia para cambiarla. Reflexiones críticas y sugerencias. Matías Cas-
taño, p. 73. 16
“¿Quién se hará cargo de los dos tercios de la humanidad, huérfanos del actual proceso
de globalización a través del mercado total?” tomado de Dívida externa e neocolonialismo, por uma globalização da solidariedade. Aghenor Brighenti, p. 129.
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nemos que dar. Justicia en la forma que administramos nuestro hogar. Participar en nuestro barrio, en el bloque, el condominio, consejo comunal, junta de vecinos. Aportar ideas, ponerlas en práctica. Proponer soluciones, crear conciencia en otros. Reconocer lo positivo aunque no sea de mi grupo, denunciar las injusticias así sea de mi bando. Dejar a un lado los colores partidistas y pensar en el beneficio de todos y cada uno. Por eso creo que sin justicia no habrá paz, pero sólo puede construirse en paz, es decir, sin violencia17.
Ser laico implica asumir la vocación Con respecto a la Iglesia, este siglo XXI presenta grandes desafíos, el mayor de todos quizás sea el que demos respuestas del ayer a las preguntas del mañana, como bien lo expresó el P. Pedro Arrupe, S.J.18 hace unos años. Posiblemente, la crisis vocacional que estamos viviendo actualmente se agudice a mediano plazo, lo cual podría obligar a la jerarquía a reconsiderar el papel del laicado. Si ello ocurriera, sería más por necesidad que por convicción. En todo caso, a nosotros los laicos nos corresponde la misión de construir el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales. 17
“La Iglesia no tiene un afán, una pretensión de estar aquí denunciando por denunciar.
Soy yo quien siente, más que todos, la repugnancia de estar diciendo estas cosas! Pero siento que es mi deber, que no es sensacionalismo, sino simplemente una verdad. Y la verdad tenemos que verla con los ojos bien abiertos y los pies bien firmes en el suelo, y también con el corazón lleno del Evangelio y de Dios, para buscar soluciones, no con inmediatismos violentos, estúpidos, crueles y criminales, sino con la solución de la justicia. Sólo la justicia puede ser la raíz de la paz” Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, 27 de agosto de 1978, citado en A forca espiritual da palavra do Dom Romero. Pablo Richard, p. 23. 18
Padre General de la Compañía de Jesús y Asistente Eclesiástico Mundial de la Comuni-
dad de Vida Cristiana CVX durante los años 1965-1983.
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No podemos eludir esa responsabilidad, independientemente de la situación en los templos. El mundo necesita ser testigo del amor de Dios, en todos los ámbitos. No cabe duda de que el principal sea la familia. Siendo ésta la célula fundamental de la sociedad, es nuestro deber y salvación como lo dice la liturgia, erigir familias sanas y santas. Familias sanas, no sólo porque no se consuman drogas, sino también porque practiquen la solidaridad y el compartir en vez de la competencia y el egoísmo. Y santas, no tanto porque recen mucho, sino también porque construyen la paz a su alrededor a través de la justicia. En este sentido, bien podríamos decir que la casa es como el templo de los laicos, allí mora Papá/Mamá Dios en el mundo, en medio de su pueblo. Y la cama sería el altar de los laicos, allí donde se aman los esposos, donde se concibe la vida, donde se descansa la fatiga del trabajo y se comparten las alegrías, tristezas, sueños y decepciones de la vida. Hay dos elementos que han fortalecido mucho mi identidad como cristiano-católico: la espiritualidad ignaciana19 y la teología de la liberación20. La primera, le dio sentido a la devoción y a la mística: realmente podemos comunicarnos con Papá/Mamá Dios, no mágicamente, sino a través de nuestras mociones. Es un Dios que no esta lejos y allá arriba sino que esta cerca y dentro de cada uno. La segunda le puso los pies sobre la tierra a la vida espiritual: más que la salvación en el “más allá” (que también es necesaria) se necesita la liberación en el “aquí y ahora”, porque es un Dios que quiere que los bienes de la creación los disfrutemos todos por igual. De esta manera, mi identidad en la Iglesia se ha construido con base en acuerdos y desacuerdos, ha sido un “tira-y-encoge”, un discernimiento constante entre las imágenes de Dios que imperan en la sociedad actual, desechando imágenes distorsionadas y descubriendo otras mas humanas, posiblemente mas cercanas a su realidad. En definitiva soy laico. No porque no me “haya metido a cura”, sino porque toda mi vida me he sentido llamado a “amar, hacer reverencia y 19
http://es.wikipedia.org/wiki/Espiritualidad#Espiritualidad_jesu.C3.ADtica
20
http://es.wikipedia.org/wiki/Teolog%C3%ADa_de_la_liberaci%C3%B3n
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servir a Dios nuestro Señor”21 haciendo de mi entorno y de este mundo uno más fraternos y solidario, más parecido a un mundo en el que Él reinaría. Ahora dejo a mi padre y a mi madre, a mis hermanos, amigos y a mi país para unirme en una sola carne con una mujer. Con ella sueño construir una familia en algún lugar del mundo, tener hijos que amen a Papá/Mamá Dios y que le canten a la paz22.
21
Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales Nº 23.
22
“...el Orinoco y el Magdalena se abrazarán
entre canciones de selva y tus niños y mis niños le cantarán a la paz...” La Guerra del Petróleo. Alí Primera. http://www.youtube.com/watch?v=jTRGqJc8KyM
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EL AMOR Y EL SERVICIO COMO PROYECTO LAICAL DE VIDA Palmiro Pável González
Palmiro Pável González Guatemalteco. Licenciado en Humanidades, con especialización en Psicología Académica. Tiene formación en Teología y Filosofía. Pertenece a las CVX desde hace tres años; es acompañante de Ejercicios Espirituales; catedrático de la Conferencia de Religiosos de Guatemala para Postulantes y Novicios. Actualmente trabaja en la Municipalidad de Guatemala, como asistente de la Juventud y de Desarrollo Económico Local.
El hombre es el ser capaz de leer el mensaje del mundo e interpretarlo. Cuando las cosas comienzan a hablar y el hombre a escuchar sus voces, emerge el edificio sacramental: Todo lo real no es sino una señal. ¿Señal de qué? Leonardo Boff. A modo de introducción: la vida como sacramento Dios, dice Leonardo Boff, se va revelando en la historia que es donde Él se realiza en toda su magnitud, porque ve en el hombre el agrado que esto le representa. Cada una de las etapas de la revelación de Dios son encuentros que ayudan al hombre a entender cómo todo lo sagrado va teniendo fuerza y sentido de ser, en cuanto ello fortalece su relación íntima. Los sacramentos que recibimos a lo largo de la vida invitan al servicio y al amor, pero especialmente el del bautismo, que implica renunciar al egoísmo y orientar la existencia para ser hombres y personas de bien para los demás. Hace muchos años, decía Alberto Morataya, un dirigente del movimiento de emproístas (encuentro para jóvenes) que la tarea más difícil
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es ser cristiano, con todo lo que eso implica de responsabilidad ante la Iglesia y especialmente para los demás. Y confirmaba que ser cristiano es pasar por el mundo haciendo el bien y entender que el sacramento, como signo de la presencia de Dios en la vida nuestra y de los demás, es la principal invitación evangélica. Hacer el bien es una expresión genérica que no lleva normalmente una carga específica de contenido, pues es del uso común. Sin embargo, si se pone en el horizonte la opción cristiana del evangelio, de la experiencia de Jesucristo, hacer el bien tiene algunos requisitos fundamentales. De esto trata el presente ensayo: compartir lo que el Magis provocó en mi ser laico, que en resumen se podría formular del siguiente modo: tener como proyecto de vida el amor y el servicio a los demás, al modo de Jesús, desde una comunidad comprometida. El lector encontrará pequeñas formulaciones, en lenguaje de oración algunas veces, que van reestructurando mi andar laical en una Iglesia, que como comunidad seguidora de Jesús, no ha —hemos— hecho lo suficiente para merecer el apellido de cristiana. El Magis me proporcionó las herramientas para trabajar una teología más ubicada en el contexto latinoamericano de hoy y propició la necesidad de una reingeniería en mi caminar como laico comprometido; particularmente reafirmé la importancia de mi propia formación intelectual como herramienta básica en mi trabajo con jóvenes marginados de la municipalidad de Guatemala. Desde mi experiencia con esa porción mayoritaria de la juventud guatemalteca, que ha sido desplazada de la satisfacción de sus derechos sociales fundamentales, es desde donde comparto algunas ideas sobre la invitación para vivir mi vocación laical de una forma mucho más comprometida.
La sacramentalidad del amor Los laicos tienen que ser sembradores del amor; sin amor ¿para qué existir?, sin amor ¿para qué la fe? No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Jn.15,12-13).
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Ser cristiano es estar dispuesto a dar la vida por el pueblo, venciendo todo egoísmo. Este amor es un signo de haber pasado de la muerte a la vida; es por ello que los mártires son testigos vivos de la prueba máxima de amor, ellos resucitan en aquellos por quienes mueren. Primero Cristo, el Mártir de Dios, resucitó y vive, en la comunidad. Después, unidos a él, los demás. Si me matan, decía al Santo Obispo Óscar Romero, resucitaré en mi pueblo. Yo resucitaré entre los jóvenes a quienes sirvo, en la medida que haya sembrado amor y justicia en mis semejantes. La fe sin obras de amor y servicio es fe muerta. Si a un hermano o a una hermana les falta la ropa y el pan de cada día, la respuesta de los laicos de hoy generalmente sería, caridad —entendida en su sentido tradicional como asistencia— pero si no son capaces de ver que este pan, como la ausencia de vestido, de salud, de casa, de trabajo, son un asunto de justicia social, seguirá repitiéndose cotidianamente a través de los mecanismos del capitalismo salvaje, pues la desigualdad social es fruto de una estructura social de pecado. Para nuestra América Latina (el Cristo mutilado) los laicos tienen que ir más allá de obras de caridad y trabajar por un mundo más humano, más equilibrado, más justo. Por eso, amar es servir. Es esencial en el ser cristiano estar en constante actitud de servicio al pueblo, a los más pobres.
El sacramento de saber servir La espiritualidad laical invita a servir a los demás, no como yo quiero servir o me gusta servir, sino como Cristo me enseña. El Evangelio nos dice “busquen ponerse al servicio de los demás” (Jn. 9, 33-35). Jesús platica como maestro y llama a los doce y les dice terminantemente: “Quien quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y el servidor de todos”. Esto no lo decía Jesús como una lección sacada de otro maestro; eran las ideas a las que daba vueltas constantemente en la oración, en la intimidad con el Padre; ésta era la lección que Él mismo iba viviendo en ese momento de opciones decisivas.
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En Jn. 10, 35-45 se lee dense al servicio a los demás. Jesús les dice, ¿cuándo van a entender que el Reino del Padre no se impone por el poder, sino que se ofrece gratuitamente y que busca cambiar esta historia construyendo, la igualdad, el amor, la preocupación por los otros, el servicio a los despreciados, a los pobres?, el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, que se distinga en servir, quien de entre ustedes quiera ser el primero, que se haga esclavo de todos y se ponga a sus pies; no fui enviado para que me sirvieran, sino para servir a todos. Pretender servir a los demás como a mí me gusta ¿no será buscarme egoístamente, es decir, autosatisfacerme? Los laicos tienen el peligro de querer hacer el bien, no tanto pensando en los demás sino por la satisfacción que ello nos reporta. Están llamados a servir a los demás como ellos necesitan y requiere una actitud de disponibilidad, capacidad de entrega, amor auténtico. Esto es realmente vivir para los demás, al modo de Jesús, sirviendo al Reino del Dios de la vida. Los laicos dentro de la Iglesia van aprendido a servir, por eso las funciones que cada uno va desarrollando fortalecen el sentido de estar para los demás y así ofrecer un servicio fraternal, humilde, que busque la participación del pueblo en su propio proceso de liberación. En la situación de injusticia, de explotación y de hambre que vive una inmensa mayoría de la población latinoamericana ¿qué significa hoy amar y servir al pueblo? Cualquier respuesta que se dé, necesariamente está atravesada por una perspectiva comunitaria. Es importante profundizar en lo que nos enseña el documento de Aparecida, en el que se habla de los laicos como cuerpo comunitario comprometido, en una doble dinámica: el cuerpo laical es presencia del mundo en la Iglesia y presencia de la Iglesia en el mundo, sobre todo en aquellas realidades de injusticia y de opresión. En particular Aparecida subraya el compromiso ineludible de la vida laical en el mundo de lo político; las estructuras de poder deben ser transformadas en estructuras al servicio de la justicia y los derechos humanos. Miremos con más esperanza la misión continental de los laicos, anunciada en el mensaje final y presente en el documento de Aparecida.
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La misión, en ese sentido, abarca fe y vida, contacto personal y promoción humana, renovación del corazón y trasformación de las estructuras sociales. Es una Misión Ad Gentes pero también Inter Gentes, puesto que la sociedad entera es su campo de actuación.
La sacramentalidad de la fe desde la comunidad La fe del laico es personal y posee una dimensión comunitaria, se celebra, se vive, se comparte y se sufre junto con otros. No se puede ser laico por cuenta propia. No vale decir: mi fe está entre Dios y yo y nadie más. Eso puede significar ser creyente o devoto, pero no cristiano. Cristo es el modelo, se hace presente en la comunidad que ora, en la comunidad que comparte, en la comunidad de la vida y los bienes (Hech. 2, 44-47). Una comunidad así libera a los ricos de su riqueza y libera a los pobres de su pobreza. ¿Podrá haber comunidad cristiana integrada por ricos explotadores junto con pobres explotados? Siendo sinceros y consecuentes con la Palabra de Dios, tendremos que decir que no; la disputa entre el rico Epulón y el pobre Lázaro no puede ser reeditada en la vida de la comunidad cristiana. Aquí hay una interrogante fuerte para la comunidad cevequiana no sólo sobre su servicio sino para el estilo de vida y su postura ante el consumo irracional que es una de las claves para la reproducción del sistema capitalista salvaje. Al respecto, las CVX están invitadas a ejercitar el discernimiento, para buscar la mejor manera de proceder y actuar. No hay vida cristiana sin comunidad, sin Iglesia. Sin embargo, la comunidad cristiana no puede seguir quedándose encerrada en sí misma; las necesidades del mundo tocan a su puerta, debe estar atenta a los problemas del mundo actual para hacerse servidora de los demás. De ahí que las CVX tengan discernimiento para la misión. El laico no se anuncia a sí mismo, su misión es anunciar el Reino de Dios, ser testigos del Reino en medio del mundo. ¿Seremos laicos de la Iglesia cristiana, cuando por temor o falsa prudencia permanece-
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mos pasivos cuando vemos los graves problemas que vive el mundo de opresión, de explotación, de hambre, de represión y de proliferación de armamento bélico? La Iglesia de Cristo se caracteriza por el papel de los laicos a favor o en contra de los pobres, ellos son los primeros evangelizados y a su vez se convierten en evangelizadores (Lc. 4, 18). A primera vista puede dar la impresión de que la misión evangelizadora es sólo para algunos cristianos elegidos por Dios, independientemente de la comunidad. Pero no, es toda la comunidad quien recibe la misión. Bernabé y Saulo no fueron a evangelizar a título personal, fueron en nombre de la comunidad, se sentían apoyados por la comunidad. La evangelización es un compromiso de la comunidad, por eso la espiritualidad laical tiene que estar impregnada de este carisma de la comunidad para sentirse vinculada a su Iglesia local y universal. Ser laico es asumir comunitariamente la llamada profética para anunciar la Buena Nueva de liberación, anunciar la vida y la esperanza, y denunciar con libertad y valor el pecado del mundo que impide el desarrollo de la justicia y de la vida. El laico y la comunidad profética vive insertada en la realidad, conoce los problemas del obre, camina con el pueblo, asume y defiende el proceso de liberación humana que el pueblo escoge y está dispuesta a dar la vida por Él. La comunidad de Solentiname, en Nicaragua, en los años más duros de la dictadura de Somoza, desde una opción de fe y como signo profético, se involucró como tal en el proceso de liberación del pueblo; varios de sus miembros derramaron su sangre. Los laicos están llamados a responder al modelo de Jesucristo cuando oraba por la unidad: “Padre, que todos sean uno como Tú y Yo somos uno, así el mundo creerá que me has enviado” (Jn. 17, 21). Cristo nos pide que la comunidad cristiana sea una, que sea signo de unidad en un mundo dividido. “Así seré yo en ellos y tú en mí, y alcanzaran la unión perfecta” (Jn. 17, 23). En esta unidad integrada entre el Padre y el Hijo se manifiesta un mismo Espíritu, y Cristo invita a ser un solo Cuerpo y así poder compartir la Eucaristía en una mesa donde haya igualdad.
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Para los laicos es importante constatar que la inmensa mayoría del pueblo latinoamericano está bautizado. Fue sepultado junto con Cristo. Vemos su muerte, pero ¿dónde está la resurrección? El pueblo todavía no ha resucitado, todavía yace sepultado en la explotación y en la opresión, en el hambre y en la miseria, por eso los laicos tienen que avanzar hacia la resurrección, la insurrección, porque eso dará la fuerza del cambio. Ser cristiano es vivir el servicio a los demás al modo de Jesús en una retroalimentación del amor de la Vida, por construir el Reino de Dios. El desafío de todo laico es ser un cristiano hoy en América Latina y responder a los signos de los tiempos. Esto implica analizar la realidad, compartir discernimiento, saber construir familias con pilares valorales distintos y edificar una Iglesia más acorde con la propuesta evangélica. Habrá que recuperar la esperanza de que podemos vivir de otro modo en Iglesia, como dice Franklin Ibáñez: “Debemos vivir entre nosotros, laicos y laicas, religiosos, religiosas y clérigos, relaciones basadas en la caridad de modo que podamos algún día recuperar el atractivo y fascinación que ejercían las primeras comunidades” (Cuadernos de Espiritualidad 107, agosto 2004).
La sacramentalidad de la construcción del Reino de Dios (la aurora de la utopía) Los laicos debemos tener puesta la mirada en el futuro. El tipo de ser humano que surge de la fe en la resurrección es el ser humano que cree en el futuro de la vida y de la historia. Por eso tiene su mirada puesta en el futuro, más que en la nostálgica consideración del pasado. Pero teniendo presente que no se trata solamente del futuro último, el futuro que trasciende a toda historia, sino el futuro histórico, el futuro de la tierra y de la creación, que es el futuro de cuantos trabajan por una humanidad mejor y un mundo más habitable. Cuando los laicos, desde nuestra espiritualidad, confesemos nuestra fe en Jesús de Nazaret y en el hombre-mujer, en el Dios Padre de Jesús y
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en la nueva humanidad, cuando confiesan que la vida y la historia tiene sentido, estaremos ya creyendo en el Reino. Ser cristiano es vivir en la dinámica del Reino de Dios. Viven dentro de la dinámica del Reino los hombres que se aman, los que son liberados, los que entran en diálogo con Dios, los que tienen un corazón trasparente, los que sirven a los más pobres y marginados, los que son perseguidos injustamente, los que viven y luchan por la utopía de un mundo nuevo, los que comparten y crean fraternidad. Para los laicos, vivir en la dinámica del Reino es vivir las Bienaventuranzas del Evangelio; los hijos del Reino son gente feliz, por lo que tienen que vivir desde la radicalidad su compromiso. La opción preferencial por los pobres implica un proceso de discernimiento a la luz de la espiritualidad ignaciana y sólo desde ahí los laicos cevequianos podremos dar una respuesta evangelizadora a nuestra América latina. Quiero terminar con esta poesía tan tremendamente humana y trascendente de León Felipe:
Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol. . . y un camino virgen Dios. Mi Credo no ha terminado; mientras viva con esperanza y camine por la vida buscando siempre horizontes, mientras viva gozando cada día la belleza del nuevo amanecer, creyendo en cada instante lo que amo
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y amando lo que creo, voy forjando mi credo, porque mi credo es un camino abierto.
Nota final Este trabajo lo dedico especialmente al grupo de señoras de Cursillos de Cristiandad “Esperanza”, que desde hace más de 25 años son una pequeña comunidad que va haciendo camino en su Iglesia local, sirviendo y amando, para construir un Reino más humano, justo, equitativo, en donde Dios es el centro de todo su obrar (Parroquia San Juan Bautista, Amatitlán, Guatemala). También lo dedico a los cevequianos guatemaltecos que van discerniendo su caminar en comunidad para la Misión.
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Bibliografía Cuadernos de Espiritualidad 107,119. Lima, Perú, agosto de 2004, 2007. Varios. El desafío de ser cristiano. Cuadernos populares para laicos. Catequistas, Ministro, s/f). Bermúdez, Fernando. El credo de la vida, s/f. Diálogo con laicos comprometidos. Parroquia de San Juan, Amatitlán, Guatemala, s/f. Bravo, Carlos y Carlos Mester. Con Jesús a contramano en defensa de la Vida: Galilea, 30 años de historia de un conflicto, s/f.
LA ENCÍCLICA “CARITAS IN VERITATE” Y EL DESARROLLO ECONÓMICO EN NUESTRO TIEMPO: ¿HAY CONVERGENCIAS? Víctor Roca Buiza
Víctor Roca Buiza Peruano. Economista con una Maestría en Administración por ILADES-Georgetown University, trabaja en el Banco Central del Perú y es docente universitario en Lima. Pertenece a la CVX desde hace 9 años y colabora en el acompañamiento personal y comunitario.
Introducción El presente trabajo busca explorar si existen posibles convergencias entre las propuestas recientes de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y los últimos avances en la teoría económica y la perspectiva de los organismos multilaterales. La motivación ha sido comprender mejor los aportes del magisterio eclesial en materia de DSI y revisar los ámbitos de acción que podemos tener las personas que trabajamos en el mundo de la economía y de las ciencias sociales, y que a la vez intentamos acoger el sueño de Dios para los hombres, desde nuestra particular vocación CVX. Para tal propósito, en el apartado I he optado por considerar la encíclica “Caritas in Veritate” (CV), la cual resumo y analizo circunscribiéndome básicamente a sus aportes vinculados al desarrollo económico. Luego, en el apartado II realizo un análisis exploratorio no exhaustivo de destacados avances en la teoría económica la que, a nuestro entender, en alguna medida coincide con los postulados de la DSI. Asimismo, en el marco de la reciente crisis financiera internacional, se revisan las perspectivas de los organismos multilaterales, las cuales también muestran una perspectiva más amplia de la economía y del desarrollo. El trabajo concluye con una breve reflexión señalando que existen elementos de esperanza hacia una economía al servicio de todo hombre en sus diversas dimensiones.
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I. El desarrollo económico desde la perspectiva de la encíclica “Caritas in veritate” 1. Fundamentos teológicos La encíclica “La caridad en la verdad” es un documento fundamental de la doctrina social de la Iglesia, en el cual su base teológica se aprecia desde el inicio: La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor -caritas- es una fuerza extraordinaria que mueve a las personas con valentía y generosidad en el campo de la justicia y la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el Proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esa verdad, se hace libre. Por tanto, defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. Jesucristo purifica y libera nuestras limitaciones humanas en la búsqueda del amor y la verdad... En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (CV 1). La caridad es la vía maestra de la DSI. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesucristo, es la síntesis de toda Ley. Igualmente, sólo en la verdad puede resplandecer plenamente la caridad y ser vivida auténticamente; la verdad es luz que da sentido y valor a la caridad; esta luz es simultáneamente la de la razón y la de
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la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural. La verdad, rescatando a los hombres de las opiniones y sensaciones subjetivas, les permite llegar más allá de las determinaciones culturales e históricas y apreciar el valor y la sustancia de las cosas. La caridad en la verdad supone el promover la justicia y el bien común, como pilares de la DSI. Justicia: La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo mío al otro; pero nunca carece de la justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es suyo. Así, no puedo dar al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás es ante todo justo con ellos. Bien común: Es el bien de ese “todos nosotros”, formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en una comunidad social. No es un bien que se busca en sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad social, que sólo en ella pueden conseguir su bien y de modo más eficaz. Desear el bien común y esforzarse por él es una exigencia de justicia y caridad. Así, se ama al prójimo tanto más eficazmente cuanto más se trabaja por sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esa caridad, según su vocación y posibilidades a incidir en la polis, entendida como el conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política, económica y culturalmente la vida social.
2. El desarrollo humano en nuestro tiempo El desarrollo ha sido y sigue siendo un factor positivo que ha sacado de la miseria a millones de personas y que, últimamente, ha dado a muchos países la posibilidad de participar efectivamente en la política internacional. Ha habido un proceso de interdependencia planetaria llamado comúnmente globalización, marcado por el desarrollo tecnológico y de las comunicaciones.
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Sin embargo, este desarrollo ha estado, y aún lo está, aquejado por desviaciones y problemas dramáticos: • La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero también aumentan las desigualdades. • La economía real ha sufrido los efectos de una actividad financiera mal utilizada y en buena parte especulativa. • Hay imponentes flujos migratorios de alcance mundial. • En muchos lugares se han explotado, sin mayores reglas, los recursos de la tierra. • Ha ocurrido, en general, una reducción de las redes de seguridad social. • Se evidencia una alta movilidad laboral que aumenta la incertidumbre del mercado de trabajo. • En muchos países persiste, y aún puede acentuarse, la extrema inseguridad de la vida a causa del hambre de sectores significativos de su población. Todos estos factores requieren de esfuerzos de comprensión unitaria y de una nueva síntesis humanista a partir de dos grandes verdades de la DSI: • Toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, tiende a promover el desarrollo integral del hombre cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad. • El auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones. Este desarrollo exige una visión trascendente de la persona, de una experiencia de Dios.
3. Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil Comienzo señalando que la gratuidad está presente en la vida del hombre de muchas maneras. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente.
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En este marco, el pecado se manifiesta en creerse autosuficiente para eliminar el mal de la historia que inducía al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y actuación social. Además, la exigencia de la economía es a ser autónoma ante injerencias de carácter moral. Estas posturas han desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales y que, precisamente por eso, no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían. Por el contrario, la esperanza cristiana, que es un don absolutamente gratuito de Dios, irrumpe en nuestra vida como algo que no es debido, que trasciende a toda ley de justicia. Por su naturaleza, el don supera al mérito, su norma es sobreabundar. La comunidad humana puede ser organizada por nosotros mismos, pero nunca alcanzar la plenitud que nace de Dios amor. Así, el desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio a la gratuidad como expresión de fraternidad. Su perspectiva acerca del mercado Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre personas como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula principalmente la relación entre iguales. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir fielmente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave. La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más ni más la lógica mercantil; debe estar ordenada
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a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica (a la que correspondería únicamente producir riqueza) de la acción política (que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución) es causa de graves desequilibrios.
Aspectos normativos para el mercado desde la perspectiva de la DSI El mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil. El mercado puede orientarse en un sentido negativo, pero no por su propia naturaleza, sino por una cierta ideología que lo guía en este sentido. La DSI sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad, de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o después de ella. Plantea que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral; lo confirman las tendencias modernas de la economía contemporánea. Es necesario que el mercado dé cabida a actividades económicas de sujetos que opten libremente por ejercer su gestión movidos por principios distintos al del mero beneficio, sin renunciar por ello a producir valor económico. Muchos planteamientos económicos provenientes de iniciativas religiosas y laicas demuestran que esto es realmente posible. En la época de la globalización, el comportamiento económico de las empresas tiene como su pilar fundamental el respeto de la justicia conmutativa. La economía privilegia la lógica del intercambio cultural, pero directa o indirectamente demuestra que necesita a las otras dos, la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida. En todos los ámbitos de la vida económica, el mercado, el Estado y la sociedad civil deben estar presentes en medidas diferentes y con
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modalidades específicas, complementándose la lógica del contrato, de la política y de la gratuidad. La lógica de la gratuidad fomenta y extiende la solidaridad y la responsabiliza por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. Debido a la solidaridad todos se sientan responsables de todos; por eso no se le puede dejar solamente en manos del Estado. En su encíclica el Papa insiste en que, junto con la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poder establecerse y desenvolverse aquellas organizaciones que persiguen fines mutualistas y sociales. Es más, señala que el binomio exclusivo mercado-Estado es insuficiente para vencer al subdesarrollo. La lógica del don no debe circunscribirse al ámbito de la sociedad civil, sino extenderse a todos los ámbitos de la actividad económica.
Cambios en la lógica de la empresa Buena parte de las empresas han adquirido dimensiones de carácter global, dependen cada vez menos de un territorio. Esto hace que los gestores de las empresas no se sientan parte de un entorno específico pues la respuesta que debe dar depende de criterios externos a su hábitat inmediato. Sin embargo, también se está extendiendo la necesidad de una responsabilidad social más amplia de la empresa, en el sentido de que la gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de los propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen a la vida de la empresa: trabajadores, clientes, proveedores de los diversos elementos de la producción, la comunidad de referencia. El Papa también alerta respecto de las consecuencias de los movimientos de capitales sobre las economías de los países, enfatizando que se ha de evitar que el empleo de los recursos financieros esté motivado por la especulación, sin medir las consecuencias sobre las economías en su conjunto.
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Plantea que la iniciativa empresarial tiene un significado polivalente y se debe entender de modo articulado, pues el empresario es, ante todo, un ser humano; luego, citando a Pablo VI señala que, considerando que todo trabajador es un creador, los modelos empresariales deben apoyar esa dimensión creadora. Señala que la globalización no es solamente un proceso socioeconómico, pues tras él hay realmente una humanidad cada vez más interrelacionada. La superación de las fronteras no sólo es un hecho material sino también cultural, que es fruto de diversas corrientes culturales, las cuales deben ser sometidas a un proceso de discernimiento. Plantea que hay que esforzarse para favorecer una orientación personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria. En principio, la globalización no es buena ni mala, pues ofrece una posibilidad de crecimiento y redistribución de la riqueza a escala planetaria. Para ello, es necesario corregir tanto las disfunciones proteccionistas y separatistas, como aquellas que surgen de perspectivas ético culturales de carácter individualista y utilitarista.
II: Perspectivas contemporáneas del desarrollo económico 1.
Desarrollos teóricos recientes
Nuevo enfoque del desarrollo con base en las capacidades y fundamentación de los derechos de Sen y Nussbaum1 Amartya Sen, en su enfoque con base en las capacidades (capability approach), señala que, además de los bienes básicos para la subsistencia fisiológica, las personas necesitan otros factores para desarrollar vidas valiosas: educación, acceso a la cultura, oportunidades de participación política, confianza en las relaciones familiares y sociales. 1
Ver Ricardo Arrieta Castañeda. Amartya Sen y Martha Nussbaum, un nuevo enfoque del desa-
rrollo y la fundamentación de los derechos, Santa Marta, enero de 2001.
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El indicador clásico del PIB per cápita es insuficiente, pues no considera estos factores fundamentales del desarrollo. Una forma más apropiada de medir el desarrollo consiste en una evaluación de las posibilidades de acceso a las oportunidades que se requieren para alcanzar un nivel completo de realización. El enfoque se basa en la libertad de las personas de acceder a las oportunidades necesarias para desarrollar vidas valiosas. Cada persona es única y tiene un conjunto de realizaciones propias; la mayoría son comunes, pero se adaptan a las circunstancias de cada uno. Así, el enfoque de las capacidades se construye sobre una concepción de la persona en toda su individualidad, mientras que los objetivos valiosos de la sociedad se construyen a través de un diálogo democrático y razonamiento práctico. Sen propone evaluar el desarrollo mediante las capacidades de la gente para realizar las actividades valiosas que ha decidido llevar a cabo en su vida. Martha Nussbaum ofrece un listado provisorio con las capacidades básicas que deberían ser aseguradas a cada persona en virtud de su dignidad humana: Una vida de duración normal; condiciones adecuadas de salud, alimentación y vivienda; gozar de libertad de movimientos y seguridad; sentidos, imaginación y pensamiento; capacidad de amar, de estar agradecido en las diversas formas de asociación humana; ser capaz de formular una concepción del bien y un plan de vida; capacidad de vivir con otros, de establecer relaciones sociales, de ser respetado y no discriminado; ser capaz de respetar a los animales, las plantas y demás especies del mundo natural; ser capaz de jugar y reír; y gozar de oportunidades de participación política, derechos de propiedad y del trabajo. El alcance del enfoque de las capacidades permite enriquecer conceptos claves como el desarrollo humano, los derechos humanos, el sentido de la igualdad, las necesidades básicas, la calidad de vida y el capital humano, aspectos que preocupan tanto a la ética social como a la filosofía política.
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Nuevas convergencias entre ética y economía2 Sen también nos ha ayudado reconocer, a nivel práctico y teórico, que el divorcio entre ética y economía produce un impacto negativo para ambas. Considera que esta separación no representa la tradición teórica primigenia de los economistas clásicos. El problema surge de una errónea lectura de un texto de Adam Smith sobre la conducta de los comerciantes, pues la relectura del mismo texto, en su contexto original permite una reinterpretación de la postura de Smith, quien consideró que es muy importante para el éxito de una economía la pluralidad de valores y motivaciones, así como el desarrollo institucional. Con esta lectura, abre un espacio para reconstituir la unidad entre economía y ética, para enriquecimiento de ambas. Ese espacio abierto es el de heterogeneidad de las motivaciones humanas, entre las cuales el propio interés individual es sólo una de ellas. Sen realiza la aproximación a la dimensión ética de la economía desde la discusión de una teoría del comportamiento humano, de acuerdo con la misma metodología que se usa en la construcción de la disciplina económica. Este enfoque es de gran valor para propiciar el reencuentro entre ética y economía, y para la propia ampliación de los límites de la economía moderna, al introducir la consideración de motivaciones, distintas del propio interés, para explicar el comportamiento de los agentes económicos. Esta aproximación permite subrayar la importancia de la cultura y de las instituciones, como marco dentro del que se desarrolla la actividad económica, de modo que sin el funcionamiento de éstas no puede entenderse adecuadamente. Así, la influencia del marco institucional, cultural e incluso moral en la economía permite una contextualización de la teoría económica para la elaboración de políticas públicas y de estrategias de desarrollo, acordes con las variadas realidades nacionales y regionales, en los diversos estadios de desarrollo de los países. 2
Ver Jorge Arturo Chaves. Ética y Economía: La Perspectiva de Amartya Sen.
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Algo significativo de destacar es que los nuevos caminos que Sen ha planteado para la economía como disciplina científica, investigaciones sobre temas de elección social, bienestar y desarrollo, que le hicieran merecedor del Premio Nobel, fueron estructurados gracias a su perspectiva antropológica de la economía, donde la ética tiene un valor central. Existen varias perspectivas que abordan la relación entre ética y economía, y la mutua conveniencia de su acercamiento y complementariedad3.
Análisis de la organización económica Ostrom y Williamson Elinor Ostrom y Oliver Williamson han ganado el Nobel de Economía del año 2009, por sus análisis de la organización económica, tanto en la economía de la propiedad común como la que concierne a las empresas; son autores que sentaron las bases para la investigación del rápido crecimiento en las organizaciones económicas. Elionor Ostrom desarrolló la teoría sobre cómo los fondos y recursos públicos deben ser controlados y empleados para la supervivencia del estado de bienestar con un régimen de seguridad social4; trata principalmente de recursos públicos compartidos, entre los que se encuentran bosques, bancos de pesca, yacimientos petrolíferos o sistemas de irrigación: lo que importa para preservar un bien no es la propiedad sino la administración. Oliver Williamson ha impulsado una visión integrada de la teoría económica, de la teoría de la organización (industrial) y de la doctrina jurídica5. 3
Ver Alejandro Ferreyro. “Ética y Economía”, revista Testimonio, Lima, noviembre de
2009. 4
Ver Elinor Ostrom. Governing the Commons. The Evolution of Institutions for Collective Ac-
tion, 1990. 5
Ver Oliver Williamson. The Economic Institutions of Capitalism, 1998.
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Bajo su perspectiva, para asignar los recursos no basta el mecanismo de los precios, sino que la organización es aún más importante. En otras palabras, no es la propiedad, sino la organización y la administración, los factores clave que permiten gobernar eficientemente la producción de bienes. Williamson crea una teoría de la empresa incluso más allá de las teorías de la organización industrial. Descubrió que la empresa es un contenedor de “transacciones”, es decir, operaciones mediante las cuales un bien o servicio tecnológicamente separable en fases de producción pasa de un agente a otro. Las transacciones económicas pueden estar alojadas dentro de una empresa (transacciones internas) o fuera de ella. En el proceso del transar se incurre en costos de transacción. En la propuesta de Williamson, la empresa no es un aparato técnico para aprovechar economías de escala y reducir costos, sino una particular forma de gobernar las transacciones económicas, cuyo objetivo es reducir los costos de transacción. Otra forma de gobernar las transacciones económicas es el mercado y otra, los contratos. Así, empresas, mercados y contratos son tres formas alternativas de gobernar la actividad económica a efectos de reducir los costos de transacción. La eficiencia de la organización económica se basa en la correcta asignación de cada transacción a la mejor forma de gobernarla: Algunas transacciones serán gobernadas más eficientemente por el mercado, otras por las empresas y otras por contratos. Las empresas son más eficientes para gobernar transacciones que implican inversiones específicas en bienes y servicios esenciales para su propio proceso productivo. El mercado es más eficiente para gobernar aquellas transacciones que no impliquen inversiones cuya recuperación no es inmediata. El contrato es más eficiente para gobernar transacciones intermedias.
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2. La perspectiva de los organismos multilaterales
PNUD: las personas primero6 El concepto de Desarrollo Humano responde a un paradigma de desarrollo que va mucho más allá del aumento o la disminución de los ingresos de un país. Comprende la creación de un entorno en el que las personas puedan desarrollar su máximo potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa de acuerdo con sus necesidades e intereses. Las personas son la verdadera riqueza de las naciones, por lo tanto, el desarrollo implica ampliar las oportunidades para que cada persona pueda vivir una vida que valore. El desarrollo es entonces mucho más que el crecimiento económico, el cual constituye sólo un medio -si bien muy importante- para que cada persona tenga más oportunidades. Para que existan más oportunidades lo fundamental es desarrollar las capacidades humanas: la diversidad de actividades que las personas pueden hacer o ser en la vida. Las capacidades más esenciales para el desarrollo humano son disfrutar de una vida larga y saludable, haber sido educado, acceder a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida digno y poder participar en la vida de la comunidad. Sin estas capacidades, se limita considerablemente la variedad de opciones disponibles y muchas oportunidades en la vida permanecen inaccesibles. El objetivo principal del desarrollo es ampliar las opciones de las personas. En principio, estas opciones pueden ser infinitas y cambiar con el tiempo. A menudo las personas valoran los logros que no se reflejan, o al menos no en forma inmediata, en las cifras de crecimiento o ingresos: mayor acceso al conocimiento, mejores servicios de nutrición y salud, medios de vida más seguros, protección contra el crimen y 6
Tomado del PNUD: Informes sobre desarrollo humano.
Link http://hdr.undp.org/es/desarrollohumano/
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la violencia física, una adecuada cantidad de tiempo libre, libertades políticas y culturales y un sentido de participación en las actividades comunitarias. El objetivo del desarrollo es crear un ambiente propicio para que la gente disfrute de una vida larga, saludable y creativa. Mahbub ul Haq, Creador del Informe sobre Desarrollo Humano Aunque este modo de concebir el desarrollo es con frecuencia olvidado en el afán inmediato por acumular bienes y riquezas financieras, no se trata de algo nuevo. Los filósofos, economistas y líderes políticos destacan desde hace tiempo que el objetivo del desarrollo es el bienestar humano. Como dijo Aristóteles en la Grecia antigua: “La riqueza no es, desde luego, el bien que buscamos, pues no es más que un instrumento para conseguir algún otro fin”. La búsqueda de ese otro fin es el punto de encuentro entre el desarrollo humano y los derechos humanos. El objetivo es la libertad del ser humano. Una libertad que es fundamental para desarrollar las capacidades y ejercer los derechos. Las personas deben ser libres para hacer uso de sus alternativas y participar en la toma de decisiones que afectan sus vidas. El desarrollo humano y los derechos humanos se reafirman mutuamente y ayudan a garantizar el bienestar y la dignidad de todas las personas, forjar el respeto propio y el respeto por los demás.
La perspectiva del FMI Oliver Blanchard, haciendo referencia a su artículo “Rethinking Macroeconomic Policy” señala que: A medida que la crisis retrocede lentamente, creemos que ha llegado el momento de revaluar lo que sabemos sobre la ejecución de la política macroeconómica. Los macroeconomistas y las autoridades económicas tuvimos la tentación de atribuirnos gran parte del mérito por
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el aumento sostenido de las fluctuaciones cíclicas desde principios de los años ochenta y de concluir que sabíamos cómo aplicar la política macroeconómica. No resistimos esa tentación. La crisis nos obliga naturalmente a cuestionar nuestras conclusiones anteriores y eso es lo que tratamos de hacer en este estudio. Igualmente, el FMI7 en su Informe “Perspectivas de la Economía Mundial”, de abril de 2010, señala que luego de la crisis iniciada en 2008, la economía mundial se ha venido recuperando, pero a distintos ritmos: con debilidad en muchas economías avanzadas y con fuerza en la mayoría de las economías emergentes y en desarrollo. A medida que la recuperación ha cobrado impulso, los riesgos sobre la estabilidad financiera mundial se han moderado, pero la estabilidad aún no está garantizada. Luego, desarrolla en detalle las perspectivas de corto plazo de la economía mundial, señalando luego implicancias de política económica que consideramos relevante destacar: Una de las tareas principales será reducir las vulnerabilidades soberanas. Muchas economías avanzadas necesitan formular e implementar con urgencia estrategias fiscales creíbles con plazos claros para recortar las relaciones deuda bruta/PIB a mediano plazo, así como medidas de contingencia si el deterioro de las finanzas públicas es mayor de lo esperado. Si la evolución macroeconómica ocurre según lo previsto, la mayoría de las economías avanzadas debería emprender una consolidación fiscal en 2011. Entretanto, en vista de que la recuperación aún es frágil, el estímulo fiscal planificado para 2010 debe implementarse a pleno, excepto en algunas economías que ya necesitan comenzar la consolidación, como las que enfrentan grandes aumentos de las primas por riesgo soberano. Otros desafíos de política están relacionados con la reducción del grado de acomodación monetaria en todo el mundo y la gestión de los flujos de capital hacia las economías emergentes. En las principales eco7
Ver FMI: Informe Perspectivas de la Economía Mundial, abril de 2010.
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nomías avanzadas, en la medida en que las expectativas inflacionarias permanezcan bien ancladas, la política monetaria puede seguir siendo acomodaticia, conforme progrese el saneamiento de las finanzas públicas, incluso mientras los bancos centrales comienzan a retirar el apoyo de emergencia que brindaron a los sectores financieros. Es probable que las grandes economías emergentes y algunas economías avanzadas sigan encontrándose más adelantadas en el ciclo de fortalecimiento, dado que están experimentando recuperaciones más rápidas y una reanudación de los flujos de capital. Aunque existe poca evidencia de presiones inflacionarias y burbujas de precios de los activos, las condiciones actuales justifican mantener un cuidadoso seguimiento y actuar sin demora. En las economías emergentes, con posiciones externas relativamente equilibradas, la línea de defensa contra una apreciación excesiva del tipo de cambio debe ser una combinación de políticas macroeconómicas y prudenciales. Otro desafío de política económica es luchar contra el desempleo, ya que continuó siendo elevado en las economías avanzadas, por ende, una inquietud apremiante es la posibilidad de que el desempleo temporario se transforme en desempleo a largo plazo. Más allá de aplicar políticas macroeconómicas que respalden la recuperación a corto plazo y políticas del sector financiero que restablezcan la salud del sector bancario (y la oferta de crédito a los sectores de uso intensivo de mano de obra), se podrían implementar medidas específicas que contribuyan a limitar los daños al mercado de trabajo. Concretamente, es fundamental que existan prestaciones por desempleo adecuadas para apuntalar la confianza entre los hogares y evitar fuertes aumentos de la pobreza. Además, la educación y la formación pueden contribuir a que los desempleados se reintegren a la fuerza laboral. También deberán aplicarse políticas para apuntalar la estabilidad financiera, de forma que la próxima etapa del proceso de apalancamiento evolucione sin tropiezos y dé lugar a un sistema financiero más seguro, competitivo y dinámico. La rápida resolución de las instituciones no viables y la reestructuración de aquéllas con un futuro comercial serán
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fundamentales. Es necesario garantizar que las instituciones demasiado importantes (para quebrar de todas las jurisdicciones) no utilicen las ventajas de financiamiento derivadas de su importancia sistémica para consolidar aun más sus posiciones. De cara al futuro, debe alcanzarse un acuerdo con respecto al plan de reforma regulatoria. La orientación de la reforma está clara -mayor cantidad y calidad del capital y una gestión más adecuada de la liquidez-. Existe incertidumbre con respecto a los riesgos sistémicos y esto provoca dificultades en la planeación. Las autoridades económicas deben lograr un equilibrio adecuado entre fomentar la seguridad del sistema financiero y garantizar su eficiencia y capacidad de innovación.
Conclusión Hay convergencias sobre dónde están los retos y cuál es nuestra colaboración La DSI social de la Iglesia busca el desarrollo de todos los hombres en todas sus dimensiones; siguiendo una larga tradición, se reafirma en sus propuestas de justicia, bien común y solidaridad. Además, la encíclica “Caritas in Veritate” plantea que: 1) la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona; 2) en las relaciones mercantiles, el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Es necesario que el mercado dé cabida a actividades económicas de sujetos que opten libremente por ejercer su gestión, movidos por principios distintos al del mero beneficio, sin renunciar por ello a producir valor económico; 3) alerta respecto de las consecuencias de los movimientos de capitales sobre las economías de los países, enfatizando que se ha de evitar que el empleo de los recursos financieros esté motivado por la especulación, sin medir las consecuencias sobre las economías en su conjunto; y 4)
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plantea que la iniciativa empresarial tiene un significado polivalente y se debe entender de modo articulado, pues el empresario es, ante todo, un ser humano. Al respecto, existen diversos avances en la teoría económica y en las perspectivas de los organismos multilaterales que coinciden con esas perspectivas, en el sentido que: 1) existe mayor consenso respecto a que el desarrollo es un tema multidimensional; 2) es importante la ética para el desarrollo económico; 3) existe una perspectiva más amplia de la gestión de las empresas que valora su impacto sobre su entorno; 4) se reconoce la necesidad de mayor regulación económica, especialmente en lo que se refiere a las finanzas internacionales; y 5) nuevos enfoques teóricos y empíricos indican que las motivaciones económicas van mucho más allá del bienestar personal. En mi opinión, éstos son signos de esperanza que deben observarse y, de acuerdo con las situaciones y discernimientos particulares, podrían apoyarse.
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EL COMPROMISO POLÍTICO-SOCIAL COMO PUNTO DE ENCUENTRO ENTRE CREYENTES Y NO CREYENTES Clara Keys Alonso de Florida
Clara Keys Alonso de Florida Mexicana. Licenciada en Diseño Gráfico, egresada de la Universidad Iberoamericana León (UIA León), exvoluntaria del Servicio Jesuita de Jóvenes Voluntarios 9a generación. Trabaja en la UIA León en la Dirección de Vinculación y Comunicación Institucional. Pertenece a la CVX desde hace 6 años.
No somos seres para la muerte, sino seres para aquello que viene después de nosotros. Emmanuel Levinas Introducción Este trabajo surge de la inquietud de compartir una experiencia que ha sido de lo más iluminador en mi camino como laica y que me ha dado herramientas sobre la manera en la que se pueden tender puentes con aquellos que aparentemente son diferentes a mí. Hace poco más de cinco años, en una Misión a la Sierra Michoacana de México, conocí a quien es actualmente mi pareja: Fernando, en esa ocasión tuve oportunidad de acompañarlo a él y a otros ocho jóvenes provenientes del Instituto Lux1 en el proceso de “encontrarse” con la realidad de pobreza y sufrimiento humano que muchas veces es el resultado de estas experiencias: San Isidro, el lugar que visitamos, es una comunidad indígena tarasca que, como muchas otras, hace patente la gran marginación de los más de 50 millones de personas en nuestro país 1
Colegio de inspiración ignaciana ubicado en León, Gto. México. La mayoría de los estu-
diantes de este instituto son de clase media alta y alta que no tienen contacto con situaciones de pobreza, las misiones y otras experiencias que promueve el colegio buscan acercar a los muchachos a dicha realidad.
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que viven en pobreza extrema: sin sistema de salud ni agua potable, altos niveles de desnutrición, hacinamiento, etc. Esta experiencia, aunada a algunas anteriores, detonó en Fernando la inquietud de trabajar como voluntario durante un año dentro del Servicio Jesuita de Jóvenes Voluntarios (SJJV) con migrantes centroamericanos en paso por México. Yo por mi parte ya había tenido esta experiencia dos años antes con la misma institución trabajando en proyectos de educación popular en la sierra de Guerrero. Ambos encontramos en las misiones y el voluntariado un fuerte vínculo. Desde que lo conozco Fernando no cree en Dios, ni en ninguna figura “trascendental”, cuestiona de manera profunda la fe, las instituciones eclesiásticas y los ritos religiosos. Al contrario de él, yo creo en Dios, en Jesús y aunque no soy una católica ortodoxa, rescato algunos sacramentos y principios de la Iglesia. A pesar de estas diferencias de fe hemos construido una relación honda, basada en principios comunes, de los cuales el más importante es el compromiso con los olvidados de nuestro mundo, cada quien desde su formación y sus plataformas profesionales, pero siempre unidos en lo profundo. Desde ahí es que surge esta inquietud por hacer una reflexión más honda entre los puntos de encuentro entre creyentes y no creyentes. En este trabajo no pretendo agotar las opciones, ni dar recetas o mucho menos dictar principios universalizables, simplemente es un caso que tal vez pueda ayudar a otros a reflexionar y a tender puentes que puedan encontrarnos en lo que para mí es la tarea fundamental de cualquier ser humano: optar por el otro, buscando que éste sea un mejor mundo que cuando llegamos a él.
La ruptura entre creyentes y no creyentes A partir de la Revolución Francesa y la industrialización se produjeron cambios fuertes en las sociedades occidentales que afectaron de manera esencial al fenómeno religioso, pues desataron un proceso de seculariza-
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ción que sigue hasta nuestros días: separación Iglesia y Estado, desarrollo e implementación de los derechos humanos entre los que se incluye la libertad religiosa; el desarrollo económico y sus costos humanos provocaron que el modelo de intervención social de la Iglesia, basado en el asistencialismo y la caridad, resultara insuficiente. La Iglesia respondió a estos cambios con una actitud de hostilidad y añoranza del “antiguo régimen”, tardó en comprender el significado de este proceso y reaccionar positivamente ante él. El Concilio Vaticano II ha sido el gran intento de la Iglesia católica de adaptarse a estos cambios y abandonar el antimodernismo como postura global; a pesar del aporte que representa este acontecimiento, de su criticidad, creatividad y novedad muchas de las tareas, inspiraciones y dinámicas del Vaticano II están aún por encontrar su concreción en la realidad, además de que en los dos últimos decenios se ha impuesto en la Curia Romana una corriente que busca reducir al mínimo la alternativa esperanzadora que proponía el Concilio, por lo que éste puede ser el punto de partida de un nuevo paradigma de lo católico en relación con el mundo o una oportunidad perdida, la historia lo dirá. Por su parte, en esta misma fracción de tiempo de la que hablamos respecto a la Iglesia (s. XIX a la actualidad), el mundo está inmerso en constantes crisis, múltiples guerras, corrupción, desigualdad creciente, deterioro del ambiente; se cuestionan los deseos, proyectos y valores humanos a partir de la muerte, del sufrimiento sin sentido y de la injusticia de las víctimas, Auschwitz emerge como el símbolo del mal del s. XX dándole el papel al ser humano como único agente transformador de la historia y cuestionando al Dios creador silencioso ante tanto sufrimiento, el mundo comienza a percibir a la Iglesia como guardiana de sus propios intereses, tarda en respuesta y a considerar a la fe como un instrumento vacío para encontrar consuelo y solución a sus problemas... surge la ruptura y creyentes y no creyentes comienzan a ser grupos encontrados2. 2
José Antonio Estrada, “Dios como problema en la sociedad contemporánea” en Razones y
sinrazones de la creencia religiosa, Trotta, Barcelona, 2003, pp.199-221.
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Sin embargo, ante este proceso de ruptura y caos, a pesar de la evidente presencia del mal en el mundo, surgen una serie de posibilidades, búsquedas y prácticas que hablan de una manera diferente de responder a las problemáticas globales: las mil formas actuales de solidaridad, la proliferación de movimientos y asociaciones pro derechos humanos, el surgimiento de nuevos paradigmas que permiten construir sociedades cuyo valor fundamental sea la dignidad humana, expresan que la humanidad se rehúsa a aceptar la realidad de maldad como última. Es la maldad en el mundo la que abrió la brecha entre creyentes y no creyentes, pero paradójicamente puede convertirse también en el punto de encuentro.
Agentes de transformación En este ensayo hablamos de dos grupos de personas, creyentes y no creyentes, que se sitúan ante una realidad mundial de muerte y sufrimiento, con algunas posibilidades esperanzadoras desde diferentes plataformas. Ahora bien, se esperaría que el creyente, por su fe en Dios y por su noción fundada y revelada del bien, respondiera a esta realidad de manera profunda y comprometida, optando por el otro antes que por uno mismo, teniendo como guías de vida la solidaridad y la caridad; sin embargo, estos fundamentos no impiden a muchos creyentes hacer daño a otros, llevar a cabo prácticas e iniciativas que perjudican de manera evidente a los que llaman “prójimo” a favor de los propios intereses. Del mismo modo, se esperaría que un no creyente, a falta de una fe en lo trascendente, careciera de esta noción de bien, de la tendencia a la solidaridad y el compromiso, sin embargo no es así, hay muchos ejemplos de no creyentes que han entregado la vida por los otros, dando testimonio de un profundo compromiso con la humanidad y con los más necesitados. Naturalmente, también hay casos de creyentes verdaderamente compro-metidos y de no creyentes que no se preocupan por el bienestar de
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otros, es así como surge la pregunta: ¿qué impulsa a que creyentes y no creyentes respondan ante la realidad desgarrada del mundo con compromiso y entrega?, ¿de dónde les viene la motivación más allá de las creencias personales?
El compromiso En esta sección hablaremos de creyentes comprometidos y de no creyentes comprometidos, tratando de ahondar en lo que en cada caso puede ser el detonante de dicho compromiso, cabe recordar que este ensayo está construido desde una experiencia particular y que no pretende agotar todas las opciones, sino presentar lo que es producto de una reflexión sobre eventos concretos. Buscamos aquello que es previo al compromiso, a la praxis militante, antes incluso de la conciencia de la necesidad que existe en el mundo de un cambio, nos referimos a la experiencia fundante3 que provoca todo este proceso detonando la vocación transformadora. Dicha experiencia fundante no viene desde lo conceptual, sino desde lo más visceral y emotivo, revisemos por qué: El proceso para el compromiso con los más oprimidos inicia con el estar físico4 de la persona en cuestión, en la realidad de los más necesitados: comer, vivir, trabajar, dormir con ellos; esto genera un vínculo que provoca la “irrupción”5 del otro con rostro y nombre. Como cuando de pronto el chofer del taxi resulta ser un amigo y nos dice, estando nosotros desprevenidos: -”¿Cómo te va?”. La pregunta inesperada surgida de un horizonte de entes nos impac3
Luis Alfonso González Valencia, S.J. Riquezas y desafíos de la postmodernidad al cristianismo,
Cuadernos de Fe y Cultura, Guadalajara, 2009, p. 27. 4
Xavier Zubiri. Inteligencia sentiente: inteligencia y realidad, Alianza, Madrid, 2003.
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Emannuel Levinas. Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca, 2002.
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ta: ¡Alguien aparece en el mundo! Mucho más cuando se nos dice: -”¡Una ayuda por favor!”, o -”¡Tengo hambre; deme de comer!”-.6 Más allá del obrero o del campesino o de la prostituta, surge un “otro”7 sufriente que nos interpela, El rostro del hombre se revela como otro cuando se recorta en nuestro sistema de instrumentos como exterior, como alguien, como una libertad que interpela, que provoca, que aparece como el que resiste a la totalización instrumental. No es algo; es alguien.8 Desde la irrupción del otro, desde su salida de la gran masa de gente, se crea un vínculo que rescata la dignidad de aquel “nadie” que sufre y se hacen más evidentes las condiciones humillantes a las que está sometido, provocando indignación hacia aquellos o aquello que le provoca el sufrimiento, es este enojo que viene de lo profundo el que se convierte en el móvil final para el compromiso. Esta experiencia fundante del compromiso traspasa toda creencia, todo sistema de conceptos, para llegar a lo más profundo de la persona que se reconfigura ante el surgimiento del otro sufriente, es así como puede interpelar tanto a creyentes como a no creyentes y constituir un punto de encuentro para la transformación de la realidad desgarrada del mundo. En la traducción posterior de esta experiencia es donde se pueden encontrar las diferencias: el creyente retomará elementos de su fe en Dios y de su religión para continuar conformando el compromiso, mientras que el no creyente lo sustentará en su fe en la humanidad o en alguna teoría política o social. Me atrevo a decir que esta experiencia es la que hace la diferencia también entre un creyente comprometido y uno que no lo es, hace falta 6
Enrique Dussel. Filosofía de la liberación, Edicol, México, 1979.
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Levinas, op. cit.
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Dussel, op. cit.
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una profunda experiencia del sufrimiento humano en el descubrimiento del otro para que, aunado a la fe, detone un compromiso importante que movilice a la persona a dar su vida por amor al “otro”, al prójimo.
Conclusiones Leyendo todo lo anterior podemos darnos cuenta de que existen razones de peso que pueden separar a creyentes y no creyentes, cuestiones ideológicas y de estructura, decisiones que toma la Iglesia como institución que afectan su relación con el mundo y que pueden de alguna manera dificultar los vínculos con aquellos que se encuentran fuera de ella, estas barreras muchas veces no son fáciles de esquivar. Ojalá la Iglesia católica pudiera pasar a través de los intereses institucionales y rescatar iniciativas tan creativas como el Vaticano II y las conferencias de Medellín y Puebla, intentos de construir con otros, sean o no integrantes de la misma, condiciones mejores para los “nadies” de nuestras sociedades. Más allá de las grandes esferas de los poderosos de nuestro tiempo este ensayo busca presentar una experiencia interpersonal que apela a lo humano, el fundamento de lo que puede ser un compromiso hondo de vida: a través del estar físico del sujeto compartiendo la vida con los oprimidos, se construye un vínculo que lleva al descubrimiento del otro con rostro y nombre, esta irrupción rescata su dignidad haciendo evidentes las condiciones humillantes a las que está sometido, causando indignación y movilizando al compromiso. Esta experiencia fundante puede convertirse en un punto de encuentro que puede conectarnos a muchos, rompiendo las barreras categoriales de “creyente” y “no creyente. Es así como dos personas o un grupo de personas con ideologías distintas pueden hacer comunidad centrando su atención en algo que en estos tiempos resulta mucho más importante que la ideología o las creencias: la situación crítica de muchos seres humanos en este mundo que viven en condiciones de miseria extrema.
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Bibliografía Dussel, Enrique. Filosofía de la liberación, Edicol, México, 1979. Eco, Humberto; Martini, Carlo María. ¿En qué creen los que no creen?. Taurus, México, 2000. Estrada, José Antonio. “Dios como problema en la sociedad contemporánea” en Razones y sinrazones de la creencia religiosa, Trotta, Barcelona, 2003. González, Luis Alfonso. Riquezas y desafíos de la postmodernidad al cristianismo, Cuadernos de Fe y Cultura, Guadalajara, 2009. Levinas, Emannuel. Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca, 2002. López Calva, Martín; de Regil Vélez, Rafael Coord. En la apuesta por el ser humano. Humanismo cristiano y humanismos del siglo XX. Universidad Iberoamericana Puebla, Puebla, 2007. Segundo, Juan Luis. Teología abierta para el laico adulto. Esa comunidad llamada Iglesia. Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1968. Zubiri, Xavier. Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad, Alianza, Madrid, 2003.
LOS LAICOS Y SU NECESIDAD DE FORMACIÓN Luzmila Galván Huaman
Luzmila Galván Huaman Peruana. Licenciada en Educación con Especialidad en Ciencias Sociales y Religiosas por la Universidad Marcelino Champagnat. Bachiller Profesional en el Área de Música. Actualmente es Jefa de la Unidad Académica en la Escuela Superior de Formación Artística Pública Condorcunca de Ayacucho. Pertenece a la CVX de Ayacucho desde 1992, en la Comunidad San Ignacio.
Ayacucho, a pesar de ser un pueblo que ha sufrido mucho, en el que la mayoría de las personas han permanecido en el “viernes santo”, es un pueblo que cree, que busca, que espera; es un pueblo que vive toda clase de influencias, por un lado sus estudiantes tienen una visión política e histórica diferente a la de estudiantes de otros sitios, sus dirigentes sindicales con posiciones a veces radicales, con organizaciones no gubernamentales que reciben y dan apoyo a comunidades, con proyectos que algunas veces no son muy significativos para ellas. Un pueblo que todavía vive una religiosidad popular tradicional, sus parroquias y sus párrocos, aún encuentran dificultades en aceptar a los laicos como parte importante de la Iglesia y trabajar con ellos, con agentes pastorales con carencias en su formación humana, doctrinal y espiritual, pero con mucho interés y dedicación, un Centro Pastoral Arquidiocesano que todavía no ofrece los servicios suficientes y necesarios. Ante esta realidad, como personas y como miembros de CVX... ¿Estamos dispuestos a reconocer estas inquietudes... estas necesidades?, ¿nos sentimos lo suficientemente preparados y comprometidos para hacerlo y responder a ellas, según la voluntad de Dios? En este trabajo pretendo en un primer momento descubrir y/o reflexionar, con base en documentos de la Iglesia, textos relacionados con la formación y en un segundo momento re-descubrir los documentos y textos que como CVX debemos tener presente en nuestra formación,
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porque si no nos sentimos lo suficientemente preparados, nada o muy poco podemos hacer. I. Formación permanente “La misión primaria de la Iglesia es anunciar el Evangelio de manera tal que garantice la relación entre fe y vida en la persona individual como en el contexto socio-cultural en que las personas viven, actúan y se relacionan entre sí...” (DA 331). Uno de los retos y desafíos que tienen las diócesis, las congregaciones religiosas, los movimientos eclesiales de laicos, y otras personas o instituciones interesadas en trabajar con los laicos, o colaborar con ellos, es contar con Programas de Formación bien estructurados y sobre todo que respondan a los desafíos y necesidades de la realidad (Ch. L. n. 57). 1. Definición de laico n. 31: “Con el nombre de laicos se designan aquí a todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia, es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde...”. En el 209 de Aparecida encontramos: “Los fieles laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el Bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”. A diferencia de la primera definición, los Obispos en Aparecida, dan importancia a nuestra incorporación al Pueblo de Dios a partir del bautismo, desde el que nace nuestro compromiso cristiano, y para que sea LG
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fecundo, es necesario pertenecer a una comunidad cristiana, tener una intensa vida de oración y una vida sacramental frecuente. 2. Objetivos de la formación Según el. n. 58 de la Ch. L. “La Formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental “el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y la disponibilidad siempre mayor para vivirla en el cumplimiento de la propia misión. Dios me llama y me envía como obrero a su viña; me llama y me envía a trabajar para el advenimiento de su Reino en la historia. Esta vocación y misión personal define la dignidad y la responsabilidad de cada fiel laico”. Descubrir la propia vocación es un don y una tarea, pero es necesario que, a nivel de parroquias, grupos y/o movimientos laicales, se proporcionen los medios necesarios para que los laicos, al descubrir su vocación de laicos, asuman un compromiso real y efectivo traducido en la disponibilidad para una entrega a la tarea evangelizadora con... en... y por...una Iglesia fiel a la misión de Jesucristo. No podemos dejar de lado otros objetivos complementarios, necesarios a tener en cuenta, si tomamos en serio nuestra formación de como laicos, y son: a) Formación para una presencia misionera en el mundo de hoy, para que viva simultáneamente su crecimiento en Cristo, su comunión eclesial y su inserción en el mundo. ¿Cómo ser misionero en el mundo de hoy? b) Formación para una Nueva Evangelización, que sea fiel a la Buena Noticia de Jesús y atenta a los dramáticos desafíos de la historia, con la necesidad de interiorizar contemplativamente a la persona de Cristo, de leer en el mundo “los signos de los tiempos” y el paso del Señor de la historia, anunciar con coraje la justicia del Reino y llamar a los hombres a la conversión. c) Formación para el testimonio y la profecía, siempre apoyados en la oración, la fidelidad y la esperanza: “Cada laico debe ser ante el mundo un
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testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo...” LG. n. 38. 3. Criterios para la formación de los laicos Es necesario tener en cuenta, principalmente dos criterios: los eclesiales y los pedagógicos. 3.1. Los criterios eclesiales consisten en: a. Una formación que integre el ser miembros de la Iglesia y de la sociedad humana, que supone la formación en varias dimensiones. b. Una formación que además de “saber...” lleve al “hacer...” y a “ser capaz...” y hacerse cada vez más capaz. c. Una formación por la Iglesia y en la Iglesia en una recíproca comunión y colaboración de todos sus miembros: sacerdotes, religiosos y fieles laicos. d. Tener en cuenta que la formación es un derecho y un deber de todos. e. Asumir la autoformación como proceso de crecimiento. 3.2 Criterios pedagógicos Teniendo en cuenta que la mayoría de los laicos ya comprometidos y los agentes pastorales son adultos que tienen responsabilidades y toman decisiones, es preciso: a. Partir de sus necesidades y aspiraciones. b. Asegurar que los conocimientos que se comparten, se articulen con su experiencia. c. Tener metas claras, concretas y realistas. d. Mantener un nivel alto de motivación para asegurar la permanencia y el apoyo necesario para lograr cambios.
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e. Conformar los grupos de “estudio” con personas de características similares y complementarias. f. Fomentar un ambiente cálido y acogedor, que los hagan sentirse apreciado y valorado. g. Respetar el ritmo de cada uno, sus habilidades y limitaciones. h. Mantener la motivación para un proceso de Formación Permanente. Alcanzar el compromiso de los laicos no sólo en la vida de la Iglesia, sino en lo social, político, cultural, etc. se hará realidad siempre y cuando esta formación se entienda como una tarea colectiva y exista un proyecto pastoral bien estructurado y de acuerdo con la realidad; que los presbíteros y/o párrocos ya no vean a los laicos como “cristianos de segunda” o “sólo como sus ayudantes”, sino que conozcan y “acepten” a las personas que frecuentan sus parroquias, “conozcan y acepten” la realidad de su zona en todos sus aspectos, y sobre todo que tengan “una profunda experiencia de Dios”. 4. Aspectos de la formación Todos los campos de la vida entran en el designio de Dios, todos son ocasión para un continúo ejercicio de la fe, de la esperanza y de la caridad. “Los fieles laicos han de formarse para vivir aquella unidad con la que está marcada su ser miembros de la Iglesia y de la sociedad humana. En su existencia no puede haber dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida “espiritual”, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida “secular”, es decir la vida de la familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura” (Ch L n. 59). Los aspectos de la formación, los encontramos explícitamente en el n. 60 de la Christifideles Laici. 4.1 La formación espiritual “ha de ocupar un puesto privilegiado en la vida de cada uno, llamado como está a crecer ininterrumpidamente
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en la intimidad con Jesús, en la conformidad con la voluntad del Padre, en la entrega a los hermanos en la caridad y en la justicia”. 4.2 La formación doctrinal “se revela hoy cada vez más urgente, no sólo por el natural dinamismo de profundización de su fe, sino también por la exigencia de “dar razón de la esperanza” que hay en ellos, frente al mundo y sus graves y complejos problemas... para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político, es necesario un conocimiento más exacto de la doctrina social de la Iglesia”. 4.3 Crecimiento personal en los valores humanos: “... los laicos tengan también muy en cuenta la competencia profesional, el sentido de la familia y el sentido cívico, y aquellas virtudes relativas a las relaciones sociales, es decir, la probidad, el espíritu de justicia, la sinceridad, la cortesía, la fortaleza de ánimo, sin las cuales ni siquiera puede haber verdadera vida cristiana”. 4.4 La formación pastoral, “los laicos están llamados a participar de la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores....” (DA n. 211). En el Decreto Apostolicam Actuositatem, n. 30, encontramos que “la formación para el apostolado debe comenzar desde la infancia, en el seno de la familia y ha de proseguir durante toda la vida...”. 4.5 “Adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y cultural” (DA n. 212). 5. Proceso de la formación No debemos olvidar que en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe, los obispos nos presentan cinco aspectos fundamentales de la formación que, sin necesidad de ser correlativos, se presentan en el proceso de formación de los discípulos misioneros:
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a) El encuentro personal con Jesucristo: Jesús nos llama por nuestro nombre y nos invita a un “encuentro personal con Él”, para... “Conocerle..., amarle... y seguirle...”, que en la medida en que nos consideremos comprometidos, vamos a estar “disponibles” para no dejar pasar las oportunidades que se nos presenten para este seguimiento. b) La conversión: Si aceptamos el llamado... y en la medida en que “vivamos el Encuentro con la persona de Jesús”, cambiaremos nuestra “forma de pensar, de vivir y de estar... en el mundo”. c) El discipulado: hoy, la Iglesia nos da más oportunidades, no sólo para “perseverar en la vida cristiana y en la misión”, sino también en el compromiso de pertenecer a los Consejos Pastorales Arquidiocesanos o parroquiales, en conducir Asambleas Arquidiocesanas, Parroquiales, asesorar grupos juveniles, etc., de acuerdo con el lugar y el ambiente donde nos desenvolvemos. d) La comunión: nuestro “ser cristiano” debe reflejarse en el modo en que vivimos y nos relacionamos en la familia, en el trabajo, con los amigos, en el compromiso social, político si lo tenemos, en nuestras comunidades o movimientos, etc. e) La misión: “Buscar y hallar la voluntad de Dios” para anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, compartir la alegría de ser enviado, y aventurarse por los más necesitados, es necesario para construir el Reino de Dios, aquí... ahora. II. Formación de los laicos en la CVX de Ayacucho Mi pertenencia a la CVX de Ayacucho, el proceso vivido hasta el momento, incluyendo la experiencia de los Ejercicios Espirituales, no puede dejarme indiferente para ver el tema de la formación en mi comunidad local. “Dentro del estado de vida laical se dan diversas “vocaciones” o sea diversos caminos espirituales y apostólicos que afectan a cada uno de los fieles laicos...el comportamiento espiritual de los laicos debe asumir una peculiar característica del estado de matrimonio y familia, de celi-
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bato o de viudez, de la condición de enfermedad, de la actividad profesional y social” (Ch L n 56). Las numerosas formas de espiritualidad se expresan en diferentes movimientos, que son el lugar de encuentro de los laicos: Todos los bautizados tienen necesidad de formar comunidades que se puedan localizar, que sean públicas y fácilmente accesibles, donde puedan compartir su fe, hacer que enraice su experiencia cristiana, donde celebre su relación con Dios y con los hermanos puedan vivir su vocación cristiana. Las CVX, son uno de estos caminos espirituales, que a través de la espiritualidad ignaciana quiere conocer más a fondo a Jesucristo, para amarlo más intensamente y seguirlo siempre más de cerca y trabajar con Él en la construcción del Reino. Vivimos una espiritualidad que se centra en la fe en un Dios activo, creador, que trabaja sin cesar y pone el amor en un continuo y mutuo compromiso. La experiencia de los Ejercicios Espirituales y el descubrir que tenemos una nueva relación con la vida, con el mundo, con sí mismo, hace que se asuman compromisos nunca antes pensados, que se nos revelan posibilidades de acercarnos a personas con necesidades diferentes a las nuestras, y desde la vocación particular seguir más de cerca a Jesucristo, pero estas experiencias deben ser vividas con amor, con... “alma, vida y corazón”, porque: “No el mucho saber harta y satisface el alma, más el sentir y gustar de las cosas internamente”. La espiritualidad de los Ejercicios Espirituales se ha sintetizado en los Principios Generales y en Nuestro Carisma CVX. Los Principios Generales “expresan el modo en que deseamos responder a la llamada de Cristo. Son nuestro pacto con Dios, con la Iglesia y con todos los hombres...”, éstos nos ayudarán a cumplir nuestros deseos más profundos de servicio a la Iglesia y a los hombres. Nuestro Carisma CVX es un documento complementario donde se expresa más claramente la vocación del laico CVX, su proceso de crecimiento, se proporcionan orientaciones para enriquecer los planes de formación de las comunidades y se escribe como resultado de un proceso de validación, a partir de la Asamblea Mundial de Hong Kong, en el año
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de 1994, y la experiencia vivida y comentada en cada una de las comunidades locales. Pero, para que estos documentos tengan algún sentido, no sólo deben ser estudiados, analizados y orados en las comunidades de CVX, sino que deben ir acompañados de una experiencia profunda de los Ejercicios Espirituales, una experiencia que nos prepare para la misión personal y comunitaria.
¿Qué clase de persona esperamos que sea el miembro de la CVX?: “Comprender nuestra vida como respuesta a la vocación del Señor significa liberarnos del fatalismos resignado ante las situaciones en que nos encontramos. Nos lleva a reaccionar contra el conformismo que trata de imponernos un estado y un estilo de vida” (NC n.16). La vocación especial a la CVX define la vocación universal del cristiano mediante 3 características principales: 1. Vocación Ignaciana: “El carisma de CVX y su espiritualidad son ignacianos. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio constituyen la fuente específica de este carisma el instrumento característico de esta espiritualidad...” NC n. 28. “Nuestra vocación nos llama a vivir esta espiritualidad que nos abre y nos dispone a cualquier deseo de Dios en cada situación concreta de nuestra vida diaria” (PG 5). 2. Vocación Comunitaria: “Los miembros de la CVX viven la espiritualidad ignaciana en comunidades de 6 a 12 miembros cada una, en la que se recibe la ayuda de otros hermanos y hermanas que comparten la misma vocación, es un factor esencial para la creciente fidelidad de cada uno a su propia vocación y misión...” (NC, 38). 3. Vocación Laical: “Nuestra comunidad está formada por cristianos, hombres y mujeres, adultos y jóvenes, de todas las condiciones sociales...” (PG 4).
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“La persona ignaciana aprende a descubrir a Jesús en su Palabra, en la Eucaristía y también en los necesitados: “cómo padece Cristo en la humanidad (EE 195)”. Como laicos, de espiritualidad ignaciana, nos descubrimos personas “pecadoras pero perdonadas”, lo que hace que vivamos con alegría y con esperanza, aun las situaciones difíciles o aquellas que en un inicio, ni las comprendemos, pero que nos llevan más lejos, nos ayudan a salir de nosotros mismos y de nuestra comunidad local. “El sentido de discernimiento es un distintivo de nuestro modo de proceder. Según Pedro Arrupe S.J.: Discernir es aprender a mirar la sociedad, a la historia y a nosotros mismos desde los ojos de Dios” (Espiritualidad laical ignaciana hoy de J. L. Caravias p. 8). La oración practicada por los miembros de la CVX es contextuada, quiere decir, una combinación de la historia de la salvación articulada con la historia de la propia conversión, al modo de San Ignacio, la biografía espiritual. “Una formación constante en la Vida del Espíritu nos da la libertad interior necesaria para poder discernir acertadamente y cumplir cabalmente los proyectos amorosos de Dios” (Ibid., p. 9). La oración se realiza de diferentes modos, por ejemplo se emplea la “meditación”, la “contemplación”, la “aplicación de los sentidos”¸ además, como es necesario descubrir “... por donde pasa mi Señor...”, ésta se evalúa y se comparte con el acompañante. “La espiritualidad ignaciana impulsa a efectuar una opción preferencial por los pobres, contribuyendo a la construcción de una sociedad más justa y solidaria; no se trata de servicios periféricos paternalistas, sino de servicios cualificados profesionales que busquen ante todo un desarrollo de las personas y la construcción de políticas solidarias” (Ibid., p. 10). El “servicio de la fe y la promoción de la justicia” llevan a la búsqueda de nuevas formas de convivencia humana, vivificadas y vivificantes en Cristo Resucitado a favor de la vida y contra todas las formas de muerte.
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Enviados en Misión Para buscar y hallar la voluntad de Dios en nuestra vida nos beneficiamos de los Ejercicios Espirituales y con la ayuda de la comunidad, el discernimiento personal y comunitario somos enviados en misión porque los de CVX nos sentimos pecadores perdonados, llamados y enviados por Jesús a una misión de acuerdo con la vocación personal de cada uno. La misión tiene que ver con el encuentro personal con Jesucristo en los Ejercicios Espirituales y surge del proceso de la primera semana, porque al sentirnos valorados, queridos y deseados desde el principio, a pesar de nuestras limitaciones e infidelidades, nos llevan a desear transformaciones que se hacen realidad a través del acompañamiento, la vivencia comunitaria, la oración, la vida sacramental y por qué no decirlo, el reto de aprender a formar una Comunidad Apostólica con el: discernir-enviar-apoyar-evaluar. “Sentir con la Iglesia”, como esposa de Cristo “San Ignacio amaba profundamente a Jesús y por ello amaba también a la Iglesia, esposa de Jesucristo. Pero su amor, como siempre era realista, veía y le dolían las enfermedades y las suciedades del cuerpo eclesial, pero no por eso dejaba de quererla, sino que dolorido se acercaba a ella con cariño, ofreciendo lo mejor de él para ayudarla a sanar... Ignacio ayuda a su Madre Iglesia a caminar de nuevo con sinceridad y autenticidad hacia Jesús, su única razón de ser. Amor hecho de apertura y respeto profundo hacia todo creyente. Amor que hace vivir y sufrir como propios los problemas y limitaciones de la Iglesia, ejerciendo con libertad y humildad de hijos el caritativo servicio de la crítica que edifica y es fundamentalmente, autocrítica” (Id.). En la Asamblea Mundial en Nairobi (2003), la CVX declaró: “Nos sentimos confirmados en nuestra vocación de hacernos un cuerpo apostólico seglar que comparte la responsabilidad de la misión de la Iglesia”.
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Conclusión Como parte de nuestra formación como laicos CVX, es importante llegar a ser Comunidades Proféticas y me parece necesario tener presentes las palabras del P. Adolfo Nicolás, S.J., General de la Compañía de Jesús y asistente mundial de la CVX, manifestadas en la Asamblea Mundial de Fátima y transcrita por el P. José Luis Caravias, S.J., en su publicación Espiritualidad laical ignaciana hoy y publicadas en Progressio Nº 63: “Hubo un tiempo en que correspondía a los sacerdotes, religiosos y otros ministros oficialmente nombrados marcar el paso de la vida eclesial y dictar normas para cada sector relevante de la Iglesia y de la Fe”. Pero también aquí han cambiado las cosas. Nos estamos acostumbrando a vivir la fe con una mayor espontaneidad, que brota de nuestra experiencia y formación en el discernimiento de los movimientos del Espíritu. Respetamos a los líderes seglares como en el pasado hicimos a los clérigos; leemos escritos de teólogos seglares y nos sentimos inspirados por la vida y testimonios de parejas seglares y personas seglares comprometidas...Al laicado y a los grupos que forman se les escucha y sigue con estupor en los numerosos nuevos caminos que han abierto... La generación actual cuenta con mucha gente que está cansada y engañada con palabras vacías, promesas de campañas. Homilías mortecinas y anémicas, palabras y palabras y palabras que, citando a San Pablo, no son más que ruido, metal que suena... Hoy la gente quiere “ver” lo que “oye”. Quiere ver “palabras vivas”. Por eso hay en la actualidad tanto interés en el testimonio viviente de un laicado comprometido, parejas que han transformado años de dificultades, diferencias y conflictos en testimonios de un amor mayor, fidelidad cristiana y esperanza creativa. El ojo se ha hecho un compañero inseparable del oído. Éste es tiempo para Comunidades Proféticas. Si tal es el caso, podemos de nuevo decir que San Ignacio es el Maestro que necesitamos en este tiempo.
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Para ser proféticos, todos debemos ser personas que escuchan. Que escuchan a la gente, que escuchan la Palabra de Dios, que escuchan las suaves reflexiones del Espíritu Santo. Para ser proféticos, todos debemos buscar. No hay profecía sin discernimiento. Conclusiones del tipo “comida rápida” no son más que una expresión de la profecía falsa. Una comunidad apostólica y profética es una comunidad de creyentes humildes que siempre están buscando. Todos los miembros están invitados a tener ojos para ver. Sabéis también que como laicos veis con frecuencia lo que los sacerdotes no vemos o no podemos ver. Todos los miembros están invitados a oír lo que los sacerdotes y clérigos no pueden con frecuencia oír. Todos están invitados y llamados a sentir la pena y sufrimiento de otros. La tercera semana de los Ejercicios nos adiestra a sentir el dolor de Cristo, el Otro. Todos están llamados a discernir, decidir y servirse de manos y pies para la acción, el servicio y la compasión. Llegar a ser una comunidad profética para la misión compartida se hace posible si tenemos el valor de aceptar el reto y movernos al estilo ignaciano hacia la voluntad de Dios”.
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LIBERÁNDOME PARA AMAR Y SERVIR Margoth Paguay Guacho
Margoth Paguay Guacho Ecuatoriana. Ingeniera Comercial, Gerente de Proyectos para IBM, miembro de CVX desde 1995, actualmente miembro de la Comunidad Hessed, donde realiza el servicio de tesorería.
Objetivo Por medio de este ensayo pretendo motivar a las mujeres a conocerse desde lo más profundo de su interior para autoliberarse y despertar, para descubrir la verdad sobre sí mismas, la espiritualidad real de su ser y la libertad que nos lleva amar y servir. Así mismo compartir la experiencia sobre cómo las parejas pueden amarse y servirse comprendiendo el sentido de lo humano que Jesús rescató del hombre y mujer al unirse en matrimonio.
Introducción ¿Te has preguntado alguna vez si eres feliz?, ¿si estás cumpliendo el fin para el que Dios te ha creado? Yo, muchas veces, y más aun en momentos de oración y de conflicto. La experiencia como cevequiana y participante del Magis me ha hecho vivir momentos muy profundos de la espiritualidad que es parte de mi estilo de vida, sin embargo, cuando en mi proceso de estudio del Magis llegué a la etapa de misión laical, sentí que en mi ser existía un hueco, un vacío que hacía que cada vez que pasaba por allí me caía y se derrumbaba todo lo que había aprendido y necesitaba nuevamente de ayuda para trabajarlo y ponerlo perspectiva desde mi realidad.
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Este ensayo comparte mi experiencia, que he calificado como: claves para despertar y descubrir cómo amar y servir desde tu autoliberación interior. Se trata de la profundización de la propia vida para liberarse de las propias cadenas interiores que nos impiden vivir intensamente “a veces hasta la misma religión, mal entendida es fuente de trabas psicológicas para vivir la libertad interior que nos aleje de los intensos dolores y las extensas depresiones que caracterizan al mundo moderno”1 Cuando empecé la tercera etapa del Magis “Misión Laical”, mi expectativa fue unir todo lo estudiado en estas 3 etapas: en Biblia, Jesús e Iglesia a fin de encontrar el referente para un modo de actuar en respuesta al llamado de ser más para servir mejor. Sin embargo, al transcurrir el proceso identifiqué que el tema de sexualidad me despertaba un elevado grado de inquietud por conocerme más, a través de preguntas como: ¿cuál es mi relación con la Teología?, ¿en dónde se interconecta este tema con la construcción del Reino que Jesús trajo al mundo?, ¿cómo puedo hablar sin miedo y sin escandalizarme, juzgarme o culparme de mi vida para la realidad?, y finalmente ¿hay forma de convertir todo este proceso en una misión? El Magis Argentina preparó una temática muy buena que abrió mis venas cuando empezó la temática de sexualidad, y más aún porque lo presentaba un sacerdote jesuita. También quiero brindar mi experiencia al descubrir mi Ser en la misión conyugal, considerando que lo acompañan otros valores, que no son directamente desde un apostolado de contacto con otra gente necesitada o con los llamados “pobres” o con una actividad que la Iglesia califica como obra social, sino el ir descubriendo mi libertad en sus formas reales, tales como: escuchar, identificar apegos, entrega, compromiso, miedos, exigencias, compartir la vida, el tesoro que está dentro de mí y el desarrollo de mi propio ser como camino a la plenitud que es lo que vale para encaminar una opción de misión como laica. Autoliberación interior, Anthony de Mello S.J.
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Experiencia Claves para despertar Frente a Dios y a mí misma Por muchos años viví con un concepto muy equivocado acerca de la sexualidad. Hace muchos años, tuve la oportunidad de asistir a una charla sobre sexualidad, donde entendí lo maravilloso del humano al comprender su ser y cómo lo puede explorar para la vida misma. El día a día no me permitió darme el tiempo para profundizar y se quedó en una experiencia de conocimiento superficial y como una pastilla relajante, o mejor dicho como un sentir inicial de que no era tan malo hablar de este tema con los demás. De pronto, fue la educación, la tradición y lo que uno sabe y vive de la realidad actual, lo que me fue programando para pensar que es un tema del que no es tan fácil hablar; esto sucedió por el temor de la reacción de la sociedad, del estar fuera de foco, o más aun, de pecar de ignorancia. Es así como se ha vuelto un tema tabú o del que es mejor no hablar para no escandalizar. Hay otras culturas que tienen tradiciones diferentes como bailar al enterrar un muerto, que nos puede escandalizar o hacernos pensar que están locos, pero esta reacción es sólo una respuesta desde cómo se nos ha programado en la vida. Si nos detuviéramos a pensar a dónde va el espíritu después de la muerte, de pronto también celebraríamos y bailaríamos de felicidad. Viví en un mundo de cristal con las enseñanzas del hogar y de la tradición de una religión muy conservadora, misma que no me permitía preguntar ni saber mas allá de lo que yo misma veía o leía. Desde la misma limitante de leer sólo el catecismo, la Biblia, y las hojitas de la misa, de ahí no pasaba. El siglo de las comunicaciones como le han llamado al siglo XXI ha permitido desarrollar mayor tecnología que genera acceso a la información, misma que ahora no es considerada escandalosa. El conocerme como soy internamente me puede llevar a entender por qué reacciono de cierta forma ante las diversas situaciones de vida.
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Una de las inquietudes para mí fue conocer ¿qué tanto me amo como para entender mi propia capacidad para amar a los demás? La esencia de mí está en mi sexualidad humana, es decir en mí ser corporal que se une a mi ser espiritual. ¿Soy feliz?, la respuesta depende de la situación actual que viva y buscando siempre la respuesta en mi entorno o porque así es la voluntad de Dios. Muchas veces he buscado ser una fotocopia de otros, incluso del mismo Jesús, pero madurando esta reflexión me vuelvo a preguntar en serio y en lo profundo, ¿yo, quién soy?, soy yo (Jn. 6, 20) dijo Jesús cuando le preguntaron, entonces me despierta la pregunta interior sobre: ¿por qué buscó respuestas fuera de mí, si las he tenido siempre cercanas?, ¿es porque estoy muy alejada de la realidad?, ¿aún sigo en la burbuja de lo que me programaron en mi vida y de mi religión?, todo lo nuevo me espanta, me cuestiono si será bueno o malo, me juzgo porque puede ser pecado, y eso limita la expresión de mi verdadero ser. Dios creó al ser humano, hombre y mujer, a su imagen y semejanza, y los creó para ser plenos, por lo tanto ¿cómo puedo pensar que Dios creó una obra mala cuando me juzgo tan severamente?, sigo respondiendo entonces sólo basada en lo que me programó la vida, mi contexto y mis propias elecciones y eso muestra cómo me he marcado y enmarcado a mí misma hoy. Con tanta gracia recibida, como el Magis, parecería que estoy loca por compartir esta experiencia que se ha dado como un proceso de despertar; acepto que la manera en que me transmitieron y enseñaron mi religión me afectó y me ha marcado para la construcción de la persona que soy hoy, pero aún estoy a tiempo, estoy viva; Dios aún me está concediendo una oportunidad de cambio.
Despertarme movida en la fe Los cristianos creemos que el que se sacrifica más, el que sufre más, el que se azota más, el que muere por los demás es el más santo; hoy
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pienso y siento que si sentimos dolor, si sufrimos, si tenemos problemas, si no somos felices, es porque estamos dormidos, pero ¿cómo saber si estoy dormido? Jesús lo dice en el Evangelio Lc. 11, 9-11 “Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán”. Si no hacemos lo que Dios quiere y nos dedicamos a fabricarnos un Dios tapa agujeros, es porque estamos dormidos; lo importante es responderle a Dios con el corazón2 desde dentro de nuestro ser y nuestros anhelos profundos que se expresan en nuestro discernimiento. En este momento necesité despertar, estar despierta es aceptar las cosas como son, no como ley, ni como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación del espíritu de Dios que está viviendo siempre en mí, como felicidad que está dentro de mí, y que fue puesta en mi ser por la mano de Dios desde el momento en que me creó. Me dio la libertad para amarme y para ser luz para los demás. El ir observándome a mí misma, cómo reacciono, mis hábitos, la razón del por qué respondo de una forma u otra, pero sin juzgarme, sin justificarme, sin miedo a descubrir la verdad, es conocerme a fondo. “La importancia es el evangelio, no la persona que lo predica ni sus formas3”. No siempre la interpretación que dan otros es lo válido para la propia vida, por más canonizados que fueren o más formados, el mensaje es personal, el que encierra para ti en el ahora. Pensando en Dios amor, el enemigo del amor no es el odio sino el miedo, el odio es sólo consecuencia del miedo; este descubrimiento me significó también un aprendizaje y un llamado que me dice que debo eliminar el miedo malsano y paralizador si quiero amar a los demás. La sencillez de Jesús al vivir y compartir con todos, con el ladrón, con el político, con la viuda, con el pastor, con la pecadora, etc. me enseña que Jesús no tuvo un miedo paralizador en el encuentro con otros. Sabía el riesgo de la cultura en la que vivía, pero Jesús amó; incluso, 2
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cuando estuvo en la cruz, pidió al Padre que perdonara a quienes lo crucificaron porque no sabían lo que hacían. Para Jesús nadie es naturalmente malo, ni siquiera los que lo mataron. Él entendía al prójimo y se dolía al ver que estaban como dormidos, encerrados en su programación y sin deseos de despertar, ver y actuar como el Ser que Dios los había llamado a ser en la plenitud. Jesús nunca vio a los “pecadores” como malos, sino que se dolía por ellos y por ser presos de sí mismos. Fue muy importante ir observando lo que me perturba para entender lo que anda mal en mí; ese afán de defender mi imagen, mi esfuerzo ¿para qué? sólo para que me valoren, para que me quieran. Pero no más, ¿para que me sirvió esto a lo largo de mi vida?, en este ejercicio interior lo he podido desechar y he sentido la paz. Cuento con el amor de Dios en mí, como me lo ha demostrado siempre con lo que tengo, y con la oportunidad de vivir, y hoy confirmo que eso es lo más importante. El amor va siempre unido de la verdad y la libertad, y por eso nunca es débil. Jesús fue siempre un ser que llevó consigo el amor y en su vida lo manifestó de diversas maneras; unas veces desde su expresión brusca, dura incluso, y otras tierna, dulce, y sensible. El amor da siempre la respuesta acertada, no se equivoca. Jesús fue auténtico, por eso seguirlo es ser uno mismo, Jesús lo fue hasta el fin, por eso cuando lleguemos a ser nosotros mismos no tendremos que imitarlo, en cada momento sabremos lo que hay que hacer y ésa es la más fuerte expresión de su seguimiento: Amar. “Sólo si amas serás feliz y sólo amarás si eres feliz. Y amar es un estado que no elige a quién amar, sino que ama porque no puede hacer otra cosa, porque es amor”4. La felicidad es la esencia del ser humano, es su estado más pleno. Entender que yo no puedo cambiar al mundo pero sí puedo cambiar yo, fue el inicio de esta experiencia.
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¿Cómo se expresa el amor en mi vida cotidiana? En mi fe El trabajar en mí fue una experiencia llena de sorpresas, descubrí debilidades y fortalezas que nunca había identificado; ubiqué cómo tengo un problema de reconocer mis valores, de reconocer mi trabajo, de reconocer que mi nombre es bonito, de reconocer que tengo actividades importantes en mis espacios sociales y mi trabajo, aunque estos no parezcan un apostolado, entre otros; pero es esta realidad interior la que hay que sanar y compartir. Despertarte es despertar a la realidad de que no eres el que crees ser, es decir es un llamado a des-identificarse con lo que nos limita para salir de mí misma y poder ver el mundo desde fuera. Conocerme fue ir reconociendo que el pasado, es decir lo vivido, ya pasó. De ello ahora puedo reconocer que hubo etapas lindas de mi vida, pero que también hubo otras que me enseñaron y dejaron huellas, buenas y no tan buenas. La felicidad siempre estuvo en mí y yo la buscaba fuera; darme cuenta de esto, representó un gran paso para mí, de pronto la cultura, el medio social en que me desarrollé, los deseos, sueños, retos, los miedos con sus mecanismos de defensa fueron parte de mi personalidad. He sido una persona exigente conmigo misma y con muchos problemas que no me permitían amar, ni encontrar la felicidad, estuve muy preocupada de auto defenderme de lo que creía me estaba atando, atacando y limitando. Ahora les invito a que hagan este ejercicio, leer el pasaje de la mujer pecadora (Jn. 8, 1-11), identifíquense con la mujer pecadora y pregúntense, ¿qué me diría Jesús a mí? En mi experiencia, me dijo: “Margot ¿quién te acusa?, ninguno de ellos se atrevió a condenarte”. Y le respondí: “Sí Señor, mi dolor, mi angustia, mi estrés, mi sufrimiento, ¿de dónde sale todo esto en verdad?”, Jesús toca mi herida, me llama a darme cuenta enseguida de dónde nace este sentir, y de pronto puedo reconocer que tantas veces el problema es que sólo estoy reaccionando al comportamiento de otro, observo más
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a fondo y veo que estoy reaccionando como una máquina de hábitos inculcados. Es decir, a tal contrariedad, tal reacción, sé que no es mi reacción, fue programada por mi entorno esta reacción, y nuevamente Jesús me dice “tampoco yo te condeno, anda y no vuelvas a pecar”, un Jesús que de pronto ríe de mi pecado, de la inocencia de mi vida, porque para Él nadie es malo por naturaleza, siento su mirada amorosa y sonriente que me da seguridad y me dice: pero si no hay maldad en ti, no hay nadie que te acusa, despierta a la realidad, a tu esencia, a tu ser mujer y sé feliz. Me doy cuenta de que lo importante es el Ser, tengo que despertarme antes, para así lograr comprender que lo que me hace sufrir no es la vida, sino mis miedos y mi falta de Fe; hoy sé que tengo un Jesús que sana mi herida. Dios es tan misericordioso con el mundo, que envió a su hijo Jesús a levantar al ser humano, a reconocerlo, a valorarlo, a hacerle sentir hijo amado de su Padre. Si yo no estoy bien conmigo misma, mal podría ayudar al prójimo. Y es precisamente conociendo mi Ser completamente que me permitirá ser yo para los demás. En mi familia Ahora, me veo cómo soy yo en mi vida diaria con mi familia, con mi marido, con mis compañeros de trabajo, con mis hermanos de la CVX, con mi sociedad. Me considero una mujer preocupada por los demás, sufro con lo que le pasa al resto, hago míos los problemas que no lo son, los vivo y obviamente termino afectada; eso, más la carga de trabajo por mi sentirme “responsable en mi trabajo”, me llena de estrés que hace que no viva en esencia mi hoy. Me he olvidado de mí misma y trato de solucionar los problemas del resto. Los EE (Ejercicios Espirituales) han sido la salida más propicia para regresar la paz al ser humano en su espíritu. Esta experiencia nos da fuerza para seguir, pero se puede incurrir en el error de buscar la respuesta de Dios en el exterior, cuando en realidad está dentro de mí, siempre.
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Dios creó a cada persona a su imagen y semejanza, y los creó con un fin en el mundo, como buen Padre siempre está pendiente de cada uno y cada una, entonces preocuparse por los otros antes de uno mismo es dudar del amor de Dios. Poner mi felicidad siempre en función de otros: familia, hijos, amigos, marido, etc., es un gran error, pues ¿qué pasaría si ellos no estuvieran? Nos pasamos la vida buscando la felicidad en otro lado, eso es poner por delante los apegos, el ego, etc.: “Pon tu felicidad en la vida y te darás cuenta de que, cuando quedas libre, es cuando eres capaz de amar5”. Jn. 6, 57 dice: “Como el Padre que me envió posee la vida y yo vivo por él, así también, el que me coma vivirá por mí”. Por lo tanto lo primero es reconocerme hija amada por Él, con Él y para Él, entonces cada persona descubre en su interior una misión, por lo tanto necesitamos propiciar un ambiente de seguridad personal, evitando culpas y condenas, necesitamos vernos interiormente como hijos perfectos de Dios, con una luz muy grande que nos da la seguridad necesaria para salir de cualquier dificultad. No necesito ir a la misa, al lugar de oración para encontrarlo, sólo por el hecho de ir. Dios no pondrá en nuestras vidas cruces que no podamos aguantar. “Cumplir la voluntad de Dios es meterse a la batalla de la vida, pero con el corazón en paz6”, viviendo la realidad de la vida, el primer paso entonces es reconocer con sinceridad los bloqueos y obstáculos, el segundo es mirar la causa, sin culparse ni justificarse al ser, y el tercero es liberarse y actuar con amor real para ser feliz. Mi realidad interna fue siempre la de una búsqueda aprendida y asumida por ser perfeccionista, sin embargo, al meditar la causa encontré que fue mi miedo a no defraudar a mis padres lo que desde niña me volvió exigente conmigo misma, salir de este sufrimiento es un proceso, salir de este egoísmo es el verdadero amor, amarme a mí misma para amar a los demás. 5
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Por lo tanto en cualquier situación que te encuentres, es necesario primero analizar el estado de tu autoestima y qué prioridad tienes en tu vida y luego, sin sentirlo, podrás regalar con tu vida esa luz a los demás; despertar es dejar de seguir soñando en el pasado y el futuro, es vivir el presente, el hoy. En mi autoestima y sexualidad Quien soy yo en realidad, no mi cuerpo, ni mis pensamientos, ni mis actitudes, ni mi forma de expresarme, ni mi modo de andar, todo es cambiable y no me identifica, yo soy el ser, pues el hecho de buscar lo que no soy y de apartar las añadiduras, me ha permitido liberarme de ideas equivocadas sobre mí misma y ha dejado que surja mi ser profundo. Es importante no identificarse con las formas que cambian de la propia vida, hay que reconocerlas y llamarlas por su nombre, pero ver más allá de ellas. La temática del Magis fue muy útil en esta etapa final, cada tema fue tocando mi ser, ya no era solamente estudiar la Biblia, la historia y misión de Jesús, el descubrir lo que Dios quiere del mundo, sino que entré a preguntarme ¿qué quiere Dios de mí para el mundo? pero como lo escribí antes, me quedé en el ¿quién soy yo?, ¿cómo soy en el mundo?, ¿por qué soy tan sensible con los pobres? Y me di cuenta de que hubo un vacío muy grande en mi autoestima, que la sensibilidad venía porque yo me siento pobre. El Magis alimentó mucha esperanza por permitirme aceptar que soy una seguidora de Jesús con y para los demás, pero también comprendí que para ser servidora, tengo que ser más, y para esto debo ser yo hija amada para servir mejor. Luis Valdez, S.J. en sus apuntes menciona que es muy importante integrar también la sexualidad a nuestra religión y espiritualidad Ignaciana. La autoestima, como uno de los puntos más importantes de la sexualidad humana, es tratada por Gerardo López en su libro La fe como confianza, en la cual compara la actitud de Jesús frente a este valor: Él trataba
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a los demás como personas y no como enfermos y menciona 3 aspectos a trabajar para levantar la autoestima de la persona: • Aceptación incondicional como persona • Empatía, poniéndose en los zapatos del otro • Congruencia entre el auto-conducto y la experiencia interior, no usar máscaras Esta sugerencias más las compartidas en el Magis, rescató las siguientes pautas prácticas para ayudar la autoestima: aprender a poner límites en mi vida y la de los demás, hacerme cargo responsable de las necesidades afectivas mínimas de mi cuerpo, escuchando a mi cuerpo, es decir querer mi cuerpo, alimentarme bien, hacer ejercicio, dormir, vestirme bien para favorecer mi ambiente, hacer oración con ejercicios espirituales reconociendo la experiencia de Dios en mi cuerpo como una joya preciosa digna de atención y finalmente hacer las cosas del día a día pensando en mí hoy, lo cual generará mi mirada del futuro, y qué mejor que hacerlo compartiendo con otros. Nathaniel Branden, en su conocido libro Los 6 pilares de la autoestima indica que “todos los problemas psicológicos se pueden atribuir a la existencia de una baja autoestima en la persona... hay que incrementar progresivamente la conciencia de cada uno de nosotros y la efectividad personal, y aplicando los 6 pilares de la autoestima podremos entender a la autoestima y su relación con las exigencias de este mundo actual, excluyente y competitivo y entender la felicidad y economía se sustentan en la propia forma de comprender y fomentar la autoestima7”. Creo que el ser humano en el mundo actual, por el ritmo de vida, no se da cuenta de que su autoestima se ve afectada y la tapan con máscaras para no mostrar debilidad o la expresan como estrés. Mi autoestima ha sido un tema con baja prioridad de atención en mi vida, pues el día a día de mi trabajo, el cargo, la responsabilidad, las exigencias de la empresa, etc. me hicieron creer que es lo prioritario, que cuando estaba con estrés hacía falta sólo un par de días de descanso y nada más; esta percepción 7
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se ha probado como un gran error, ya que hoy comprendo que el cuerpo humano necesita descansar no sólo físicamente sino también espiritualmente, darse el momento y espacio para encontrarse con la fuerza espiritual que lo mueve y levanta al ser humano. Descubrí que como mujer fuerte ante el mundo, tenía la gran debilidad de reconocerme como el ser más importante del universo; ahora veo que el mundo fue puesto por Dios para aprovecharlo tanto cuanto sea para alabar al creador y servir con amor. Prueba verte a ti con ojos nuevos y luego a las personas más cercanas, luego a la naturaleza y así estarás más cerca de poder ve a Dios. El ser humano se afana en descubrir a Dios, pero no se afana en descubrirse a sí mismo. “Conócete bien a ti mismo y de dónde proceden tus motivaciones antes de juzgar malo o bueno nada ni a nadie, si no te conoces a ti mismo, no podrás conocer a nadie8” La verdadera religión tendría que liberarnos, quitarnos miedos y no esclavizarnos. Si eres capaz de perdonarte a ti, sin más sentido de culpabilidad ni resentimiento, comprendiendo de verdad tu papel en ello, no habrá remordimiento ni rechazo alguno al recordarlo. Otro punto importante de la sexualidad humana es la ética y como definición principal la ética abarca pautas que ayudan a la vida, va encaminada a la liberación, no está basada en prohibiciones, pero para ser libres hay que poner normas y no se trata de fastidiar con regulaciones donde lo importante no son los actos, sino deben ser mecanismos para la persona y su plenitud, y esto precisamente es resultado del amor. Gal. 1.5: “Para ser libres, nos ha liberado Cristo”, invitándonos a que superemos cualquier obstáculo que nos ate al mal y nos aparte de Dios, pues contamos con su gracia. La temática de sexualidad en el Magis III Argentina, fue presentada por Luis Valdez, un sacerdote jesuita mexicano con mucha experiencia en este tipo de análisis, y es precisamente su literatura la que me movió a escribir sobre cómo las mujeres podemos vivir la sexualidad en los diferentes ámbitos sociales; los invito a leer el siguiente tema: 8
Autoliberación interior, Anthony de Mello, S.J.
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Desde mi sexualidad Inicio con la definición de sexualidad: es la persona en su conjunto, incluye lo genital, los valores, la responsabilidad de la persona y cómo es desde su interior hacia el mundo. Sólo con esta definición ya sentí tranquilidad en que es un tema del que se puede hablar con todo el mundo y que es algo con lo que se vive el día a día. El mundo actual nos ha llevado a relacionar la sexualidad solo con la genitalidad, es decir con el sexo, y a mal interpretar ciertos términos, como “tener relaciones”; ¡uy! esto es acostarse con alguien, es pecado. Pero no es así, todo mundo tiene relaciones interpersonales con diferentes fines, como para conocerse, para dialogar, para trabajar, para jugar un partido de fútbol, etc. Realmente esto creo que ya no es escandaloso para los jóvenes de la actualidad, pero sí para aquellos que hemos vivido una educación religiosa y social muy conservadora. En la sociedad que vivió Jesús el tema también era muy conservador, incluso los ministros evitaban hablarlo pensando que esto era una solución. Ya estaba la ley para condenarlo, tanto así que condenaba brutalmente cualquier error como falta contra Dios; pero ¿por qué usar a Dios como escudo para resolverlo o evitarlo? Ante eso la mirada de Dios se nos revela en la actitud de Jesús ante el error de la mujer adultera o de la vida de una prostituta o de un enfermo de lepra, fue Jesús quien rompió con estos falsos entendimientos, aclarando que tras de toda falta legal está el ser humano como tal, como persona con dignidad, con responsabilidades, con deberes y obligaciones. El conocer la vida de Jesús en su contexto y su paso entre nosotros, me ha permitido entender su misión en el mundo. Jesús no fue quien se deprimía por cualquier problema que tenía, que de hecho los tuvo muchos desde muy pequeño, no ocupó su principal atención la ley que limitaba la mirada sexual a lo genital en la gente, sino su esencia humanitaria como tal. Nos enseñó que a la persona se le ama, se le valora, se le atiende, se le consiente, etc., con esas expresiones se pueda transformar la realidad y expresar amor para los demás.
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¿Es posible encontrar a Dios en la sexualidad?, claro, si la sexualidad es la esencia del ser, esta pregunta me invita a conocerme mejor, pues mi sexualidad se ha quedado truncada en miedos y temores sobre lo que soy capaz de dar a los demás, sin auto-conocerme y auto-valorarme estoy lejos de amar, por lo tanto negando la posibilidad de que Dios esté en nuestro ser. Ver a las personas como seres nuevos y escucharles desde adentro de tu corazón abierto de par en par permitirá comprenderlas, amarlas, y ésta es la mejor oración.
Valores para el matrimonio Mi prójimo más cercano ahora es mi pareja, por eso es que quiero brindar mi experiencia de descubrir mi ser como misión conyugal. Los valores tales como el amor, la entrega, el compromiso, el compartir la vida, son dones de la sexualidad en el matrimonio, pero más allá del contexto, ¿cuáles son los valores que hay que vivir en pareja? Y vuelvo a lo que ya mencioné al inicio, una vez que me reconozco como el ser más importante del universo, brotará desde mí el amor real a mi pareja y de allí a los otros. Es decir, en cuanto uno reconoce lo propio de uno mismo, ya no molesta verlo en los demás, es decir los valores y normas que se pueden llamar ética sexual en la pareja ya no cuesta hacerlo o seguirlo, ya no se ve como limitar la libertad, se vuelve un amar y servir. El yo desde el punto de vista egoísta, con limitaciones, con sufrimientos y con obligaciones marcadas por la programación cultural de la vida matrimonial, es un impedimento para amar, porque si estoy considerando a mi marido como pertenencia al que debo amar y este amor no sabe de deberes ni gratificaciones que existen, estoy siendo egoísta, porque no debo apegarme al amor de mi marido porque llena mis necesidades y mi apego, el amor existe aunque no haya nadie allí, es nuestra esencia y “se manifiesta en una manera de ser, un estado del alma y está en consonancia con la capacidad de ver y existir y en cuanto veamos y seamos nosotros mismos libremente no podremos ser otra cosa que amor9”.
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La ética sexual en el hogar para mí cumple un papel muy importante pero desde el punto de vista del amor, pues no es solamente cumplir normas básicas o morales, sino compartir la experiencia de hacerlo en función del servicio del otro. La responsabilidad en el matrimonio es la común unión, creo que va ligado mucho con el compromiso y es precisamente porque la forma de actuar de la persona debe tomar un rumbo diferente al que estaba acostumbrado cuando era soltero (a); en esta nueva fase matrimonial la responsabilidad ya no es sólo de uno, ahora es de dos, pero no como una responsabilidad patriarcal, sino más bien desde el servicio libre que se construye como una sola comunidad de amor. Luego vendrán los hijos y la responsabilidad debe hacerse más libre, generosa y grande, pues hay un fruto de este amor libre con el encargo más grande de Dios. El fuego es el amor, lo que la sociedad nos enseñó atesorar ya no vale nada, pues hay que vivir libremente el ahora, separado del pasado que ya está muerto, sin dejar de lado las lecciones de vida. En Dios tú no puedes tener el amor, es el amor el que te tiene a ti, te cambia y te motiva a actuar más allá como ruta a una verdadera felicidad. El amor incondicional es el que te ama así como eres, hagas lo que hagas, sin buscar cambiar al otro.
Conclusión La vida es un regalo de Dios, nos hizo a su imagen y semejanza, por lo tanto somos seres perfectos creados para el bien con un don grande que se llama amor. Jesús fue un refuerzo que Dios envió al hombre para que despertemos nuevamente, todo el evangelio lo dice, pero aún estamos muy lejos de entenderlo, porque hemos dejado que la vida nos programe y nos aleje de este descubrir el camino a la felicidad. Jesús nos invita a despertar, 9
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a descubrir a Dios dentro de nosotros mismos, a desprogramarnos de lo externo que nos limita y reduce, es un llamado a vivir una plenitud de amarte a ti para amar a los demás, pero hoy, día a día: “Estar despierto es no dejarse afectar por nada, ni por nadie, y eso es ser libre10”. Las tres señales de estar despiertos son: perdonar, aceptar y responder ante todo con amor. Cuando amas de verdad a una persona, ese amor despierta el amor a tu alrededor. Sólo el día que no nos importe lo que piensen de nosotros las personas, comenzaremos a amarlas como son y darles la respuesta adecuada. Con autoestima se empieza a experimentar el gozo, cuando actúo pensando en mí misma por el gran amor que hay dentro de mí; llegar a eso nos libera de pedir factura a nadie en el futuro, esto es, que no nos llenemos de las migajas de los otros, sino que actuemos sembrando confianza, salud, respeto, valores, porque eso nos fue dado al nacer. Ser más auténticos en todas la dimensiones de vida, despertando cada vez más el deseo interior de un estilo de vida más libre, sin condenarse ni criticarse, conociéndose y aceptándose en lo que se expresa desde su cuerpo y amándolo; asumiendo con responsabilidad las acciones, decisiones propias y la práctica de la integridad personal, reconociendo que cada ser humano en este mundo es único y amado por Dios, y por lo tanto podemos demostrar el amor en el mundo entero. Sólo encontrando el amor en nuestro interior podremos realmente amar y servir.
Bibliografía De Mello, Anthony. Autoliberación interior. Valdez, Luis. El Don de la Sexualidad.
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EL MATRIMONIO: UNA OPCIÓN PARA CRECER JUNTOS EN EL AMOR DE DIOS Sol Beatriz Bedoya de Palacio
Sol Beatriz Bedolla de Palacio Colombiana. Enfermera profesional. Coordinadora del Programa de Formación y Acción Social del Colegio San Ignacio. Acompañante de Ejercicios Espirituales.
Introducción Abordar este tema en el momento que estamos viviendo, con todas las creencias, actitudes y tendencias que se presentan ante la vida de pareja y de la familia es bastante complejo y al mismo tiempo me exige un gran reto. Al atreverme a realizar este ensayo con esta temática, deseo no sólo llevar a buen término lo iniciado con el Magis III, sino además aportar, de una manera sencilla y vivencial, algunos elementos que nos den luces para vivir plenamente, como cristianos, nuestra opción laical. Me impacta el aumento de divorcios y separaciones que se están presentando en la actualidad, pero me impactan mucho más las reacciones de tristeza, dolor y frustración que se producen en los jóvenes, niños y niñas que sufren las consecuencias de estas decisiones. Sin pretensiones de sentar cátedra y mucho menos de juzgar o de ser paradigma, quiero a través de este ensayo invitar a todas las personas que ya optaron o que van a optar por la vocación matrimonial a creer que es posible vivir “hasta que la muerte nos separe” con esa persona que elegimos para hacerlo. Creo que la espiritualidad es una dimensión esencial para crecer integralmente como personas y al hacerlo enriquecer la vida de pareja. Existen muchos caminos, cuantos carismas espirituales hay, para crecer en la espiritualidad y mi propósito no es invalidar ninguno de ellos. Sin
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embargo, la experiencia que se vive a través de los Ejercicios Espirituales, esencia de la espiritualidad ignaciana, genera procesos que permiten alcanzar una plenitud humana y espiritual.
1. Ser “mucho mas que dos...” Cuando dos personas deciden conformar un hogar, compartir sus vidas y construir juntos un presente y un futuro, pueden tomar varias opciones: unión libre, matrimonio civil, o bendecir su unión de acuerdo a los ritos de su religión. Cualquiera que sea la opción que se tome es importante, para crecer con una relación estable y duradera, la decisión firme de amarse para siempre pase lo que pase. Por encima de la tendencia de una época que favorece lo desechable, yo creo que es posible conservar la relación de pareja “hasta que la muerte los separe”. Sin duda esto puede percibirse difícil pero hay actitudes, condiciones y estrategias que lo pueden permitir. La vida está en permanente cambio y la relación de pareja no está exenta de esto, ya están identificadas diferentes etapas por las que se pasa. Según la escritora Ibis Schlesinger1 son cinco: el romance, la rutina, el conflicto, la desilusión y la transformación. Es necesario estar consciente de estas etapas y como actuar en cada una de ellas para ser fieles a nuestro compromiso y asumir la decisión de “amarse para siempre” y así superar la intolerancia, el tedio, el desánimo y todo lo que se presenta después de los momentos de conquista, de seducción, del primer enamoramiento con las “luces de colores” y “mariposas en el estómago” y que tienden a confundirnos y a creer que eso es el amor. A medida que crecemos en la relación, como personas y como pareja, vivimos al otro (a) con mayor sentido de realidad sin que se pierda la admiración, el encanto, el respeto, la comunicación, la pasión entre otros 1
Fundadora y presidenta de la Fundación Ties To The World
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valores. El amor es mucho más profundo y puede estar en permanente construcción, pero requiere de una aceptación incondicional del otro, a la manera del amor del Padre Misericordioso por cada uno de nosotros. La psicoterapeuta norteamericana Virginia Satir lo expresa bellamente así: “Quiero amarte sin asfixiarte, apreciarte sin juzgarte, unirme a ti sin esclavizarte, invitarte sin exigirte, dejarte sin sentirme culpable, criticarte sin herirte, y ayudarte sin menospreciarte. Si puedo tener lo mismo de ti, entonces nos podemos realmente encontrar y enriquecernos mutuamente”. En este momento de mi vida le encuentro un sentido muy profundo a vivir la relación de pareja desde la opción sacramental del matrimonio. No entro aquí a juzgar a las personas que deciden vivir su relación de pareja desde otras opciones, pues creo que lo más importante es el compromiso de sostener esa relación pase lo que pase, desarrollando la dimensión espiritual de cada uno, en una actitud de permanente encuentro con el sentido de la vida y por ende de su propia relación. Una pareja que sólo vive en la superficie de la vida, en función del tener, de la imagen y de las apariencias, no tiene futuro. Sin espiritualidad será muy difícil, por no decir imposible, sostener la decisión de amarse para siempre. Sin embargo, para quienes encuentran en la religión un apoyo para crecer en su dimensión espiritual, el sacramento del matrimonio, vivido desde la experiencia del amor de Dios, le da un sentido y una fuerza especial a este compromiso.
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2. ¿Que es el matrimonio? Desde tiempos atrás se ha entendido el matrimonio desde una concepción jurídica: como un contrato entre dos personas que trae consigo derechos y obligaciones. Antes del Concilio Vaticano II tenía como objetivo fundamental la procreación de los hijos y como objetivo secundario, la mutua ayuda, la complementación sexual y la comprensión recíproca. Afortunadamente el Vaticano II y la teología moderna tienen la concepción del matrimonio como una vocación, según la Gaudium et Spes: Los esposos cristianos «cumpliendo su misión conyugal y familiar, animados por el espíritu de Cristo... llegan cada vez más a su pleno desarrollo personal y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios» (GE, 48). El Padre Jesús Antonio Pagola hace alusión a este cambio de concepción de una manera muy clara: “Si olvidamos el diálogo amoroso de la pareja y entendemos el matrimonio eclesiástico exclusivamente como una institución jurídica, estamos destruyendo la realidad más profunda del matrimonio cristiano, ya que el matrimonio sólo puede ser sacramento si el amor de Dios es expresado, encarnado y sacramentalizado en el amor mutuo de los cónyuges”2. Esta apreciación actualizada del matrimonio realmente inspira a vivir con profundidad esta opción vocacional. Ya no es sólo un contrato jurídico o una justificación para la procreación, sino una invitación a ser plenamente felices transmitiéndose el uno al otro el amor de Dios, entregando la vida por el otro y realizándose en la construcción de un proyecto común. Es una opción laical que nos permite desarrollar todas las dimensiones del ser humano de una manera integral: “como convivencia sexual, comunidad de amor, realidad social, comunidad abierta a la fecundidad.”3. Al tomar la opción de unir sus vidas en el sacramento del matrimonio una pareja se compromete a vivir su relación de pareja como signo, 2
Pagola Jesús Antonio. Originalidad del matrimonio cristiano, Idatz, Navarra, 1994.
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como expresión del amor de Dios que se nos ha revelado en Cristo. La pareja le dice a la comunidad: «Nosotros queremos vivir nuestro amor matrimonial como un signo, una manifestación, una encarnación, un sacramento del amor de Dios. Todos los que veáis cómo nos queremos, podréis intuir de alguna manera cómo nos ama Dios a todos. Queremos que nuestro amor y nuestra vida matrimonial os recuerden a todos cómo os quiere Dios»4. Los esposos cristianos no solamente reciben el sacramento, sino que viven en un estado sacramental, pues todas las vivencias y expresiones de la vida matrimonial: la entrega incondicional, el salir de cada miembro de la pareja en función del otro (a), el perdón, la aceptación, los momentos de intimidad y disfrute de sus cuerpos, entre otros se constituyen en un lugar de gracia, en una experiencia profunda de revelación del amor de Dios. La pareja en el matrimonio hace sagrada toda su vida con sus expresiones afectivas; me identifico con estas palabras de Jesús Antonio Pagola: “Este carácter sacramental da una hondura y plenitud diferente a su abrazo conyugal. Los esposos cristianos no “hacen el amor”, sino que lo celebran. El acto del amor es una celebración, una fiesta, donde los esposos con su propio cuerpo, con su capacidad erótica, con la fusión de sus cuerpos y sus almas, con el disfrute compartido, hacen presente en medio de ellos a Dios. Es sobre todo en esa experiencia íntima donde mejor pueden entender y saborear su amor matrimonial como sacramento del amor de Dios.”5 Ojalá, en las parejas que unen sus vidas en la opción del sacramento del matrimonio, existiera la plena conciencia de lo que implica su carácter sacramental pero así mismo creo que es una gracia que se recibe y 4
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hay que estar abierto, a través de la oración, a recibir ese regalo del amor de Dios.
3. La vida conyugal: una permanente contemplación para alcanzar amor Vivir la espiritualidad laical desde el carisma ignaciano me ha aportado una gran riqueza. Me ha llevado a encontrar en ella un “modo de proceder” en las diferentes dimensiones de mi vida y de una manera muy especial nos ha permitido a Iván, mi esposo y a mí, crecer en nuestra relación de pareja. Iván y yo nos conocimos siendo aún unos niños y siempre tuvimos un proyecto en común que íbamos construyendo, cada uno con las particularidades propias de su personalidad. Atravesamos etapas de estudio del existencialismo, de militancia en el socialismo, de dedicación a la crianza de los hijos, entre otros. Un buen día nos cuestionamos sobre el sentido de nuestra vida y comenzamos una intensa búsqueda espiritual que nos llevó a vivir la experiencia de los Ejercicios Espirituales hasta terminar el proceso y a responder el llamado a ser acompañantes espirituales. El comprender cómo llegamos hasta este momento de nuestra vida, con la gracia de un matrimonio integral, disfrutándonos como amigos, amantes, compañeros y compinches me remite al itinerario de los Ejercicios Espirituales, en los que tan magistralmente nos lleva San Ignacio, desde que comienzan hasta que terminan, a una experiencia del amor de Dios: “Los ejercicios, desde el comienzo hasta el fin, son una auténtica y progresiva contemplación para alcanzar amor.”6 Quiero apoyarme precisamente en el texto citado de esta religiosa para explicitar cómo los Ejercicios desarrollan un dinamismo de amor transformante que nos lleva a fortalecer nuestra vocación laical en el 6
Dolores Aleixandre, R.S.C.J. El itinerario para alcanzar amor.
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compromiso del matrimonio. Pretendo seguir los pasos que ella plantea, en una visión de conjunto de los Ejercicios aplicándolos al matrimonio y específicamente, a manera de testimonio, a mi vida matrimonial. En la consideración del Principio y Fundamento: En el inicio mismo de los Ejercicios, esta consideración me lleva a sentirme creación amorosa de Dios, que me hace partícipe de su vida, me regala su obra creadora y me invita a cocrear permanentemente. Mi respuesta a la gratuidad de este amor es la de ordenar mi vida, plantear inicialmente cuál es el sentido de ella, manifestando el deseo de amarlo exclusivamente y relativizar los medios que me llevan al fin para el cual fui creada. Aquí puedo reconocer a mi pareja como un medio, muy importante para llegar a ese “fin”, de esta manera experimento procesos de desapego para amar en libertad y con libertad y al elegir lo que “más me conduzca...” me lleva a un deseo de aplicar ese “magis” en el ser mejor para el ser que amo y cada día crecer en la hondura de ese amor. La experiencia de la primera semana: Experimentar la fuerza del pecado, sentirse limitado y débil, conduce a sentir la grandeza del amor misericordioso de Dios Padre Madre. Quizás fue uno de los momentos más difíciles en mis primeras experiencias de Ejercicios; un duro golpe para mi orgullo y pretensión de ser “muy buena”, validación que recibía frecuentemente de la familia y amigos, que me consideraban la “buena” de la pareja. Pero, qué importante fue esta gracia de sentirme pecadora y amada incondicionalmente para aceptarme y perdonarme; aceptar y perdonar a mis seres queridos y particularmente a mi amada pareja. Tomar conciencia de que tanto Iván como yo, somos seres débiles y limitados pero por esa misma debilidad, como lo dice San Pablo, fuertes por el obrar del amor de Dios en nosotros. Con el llamamiento del Rey Eternal: Esta puerta de entrada a la segunda semana, en donde al sentir toda la fuerza del pecado se experimenta el amor misericordioso del Padre, se siente también el llamado a seguirle. “La respuesta de quien se quiere afectar y señalar en todo servicio de su rey eterno y señor universal”, es una decisión de entrega incondicional de la vida en manos de Jesucristo, para caminar tras Él,
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en una creciente identificación, como colaborador suyo en la realización del proyecto del Padre”7. ¿Cuál mejor carta de garantía, sino este deseo de construir una vida en el amor de pareja, creciendo en la identificación con Jesús? La segunda semana: Esta etapa de los Ejercicios Espirituales que nos invita al “conocimiento interno” de un Dios que se ha humanado, que no es un ser inalcanzable, que se asemeja en todo a nosotros menos en el pecado y que como amor encarnado nos dice que es posible vivir la vida en íntima comunicación con Dios Padre, en fidelidad total a su voluntad, en entrega generosa y total. Dejarme llevar por esa petición de la segunda semana del conocimiento interno para más amarle y seguirle, es permitir que toda mi vida esté permeada y quiera ser coherente con ese deseo, que expreso tomando las palabras del Padre Gustavo Baena, S.J.: “hacer lo que hizo Jesús: salir de mí misma en función del otro”, superando mi tendencia egoísta. En el momento de hacer mi elección o reforma de vida, renuevo mi compromiso de velar por el cuidado de mi matrimonio, de amar a Iván “hasta que la muerte nos separe”. La tercera semana: Esta etapa de seguimiento de Nuestro Señor Jesucristo en la pasión y en la muerte que nos devela la locura del amor y nos lleva a contemplarle desde la solidaridad y la compasión nos compromete aun más en la decisión del amor fiel, en el amor de renuncias y en la decisión de amar en medio de la tristeza, el desengaño, el dolor y el sufrimiento. Durante estos treinta y cuatro años de casados Iván y yo hemos aprendido a no derrumbarnos ante las dificultades que se nos presentan, a relativizar y a salir fortalecidos ante las situaciones injustas y dolorosas que nos ha presentado la vida. La cuarta semana: Nos permite vivir el gozo por los efectos de la presencia del Resucitado. Es un gozo que no se queda encerrado en sí mismo sino que quiere comunicarse e irradiarse a los otros. Puedo ver la presencia del Resucitado en Iván y el así mismo verla en mí. Y es tal 7
Dolores Aleixandre, R.S.C.J. El itinerario para alcanzar amor. Revista Vida Nueva, julio
29, 1995.
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su fuerza que nos impulsa a proyectarnos a otros, a formar comunidad y a trabajar especialmente por aquellos que sufren y que necesitan ser consolados en nuestra comunidad, en el sitio de trabajo, en nuestra familia, entre otros. Contemplación para alcanzar amor: Al llegar a este momento, San Ignacio muy sabiamente nos invita a cerrar con broche de oro para que todo este itinerario de amor quede sellado en el compromiso de amar a Dios en todo lo creado y a ver en esa creación a su Creador. Realmente es una oración que exacerba el amor por todo y por todos y de una manera especial aumentó la calidad de mi amor por Iván y de él por mí. No tuve mucha conciencia inicialmente, pero poco a poco mi vida se ha ido transformando al igual que la de Iván. Sentimos que nuestro amor es profundo y se expresa “más en las obras que en las palabras”. Hay un compromiso que brota espontáneamente y que no implica un esfuerzo extraordinario pues nace del abandono y la confianza en Dios. Contemplar nuestra vida, orar juntos todos los días para reconocer que es la presencia del infinito e incondicional amor de Dios el que nos permite superar nuestra fragilidad y estar atentos cada día a escuchar que es lo que Dios quiere de nosotros para seguir su voluntad.
Conclusión Cuando opté por la vida matrimonial, no tuve mucha conciencia de los compromisos cristianos que estaba adquiriendo, en ese momento me declaraba atea y quise celebrar el matrimonio por no defraudar a mis padres. Este caminar por la espiritualidad ignaciana me ha dado la maravillosa oportunidad de darle sentido a mi vida y por ende a mi matrimonio. Tener como centro de nuestra vida el seguimiento de Jesús nos fortalece en nuestra decisión de amarnos cada día como si fuera el último que estamos viviendo. Aunque desde que celebramos nuestro vigésimo aniversario, renovamos cada cinco años nuestros votos matrimoniales,
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somos conscientes de que es cada día de nuestra vida cuando nos comprometemos a amarnos, pase lo que pase. Estoy convencida de que si no hay vida espiritual, es muy difícil sostener la decisión de amarse para siempre. Enfrentar los antivalores que nos presenta la sociedad actual requiere de personas decididas, que vivan en permanente búsqueda y crecimiento para superar su egoísmo y soñar juntos y con ilusión construir un proyecto común.
SEXUALIDAD Y ESPIRITUALIDAD Gloria María Soto Marín
Gloria María Soto Marín Colombiana. Psicóloga con Especialización en Sexualidad, Asesora y Orientadora Sexual. Actualmente se desempeña como psicóloga en la Secretaría de Salud de Medellín, colaborando en el plan de Salud Mental vinculado al tema de Violencia Intrafamiliar y Violencia Sexuales. Coordina el Comité de Violencias Sexuales en la ciudad de Medellín.
En el presente ensayo abordaré el tema de la sexualidad, con un enfoque espiritual. Desde que inicié mi formación profesional en este campo, quedaron en mí algunos vacíos conceptuales, de apreciación y vivenciales, que a partir de la espiritualidad ignaciana he podido eliminar, pues ésta integra a la persona en todas sus dimensiones incluyendo la sexual, con una visión optimista y científica, pero en donde la espiritualidad es el eje articulador. Desde esta posición también quiero abordar que no en todos los espacios que llamamos espirituales se tiene la misma posición, pues en ocasiones identificamos argumentos arcaicos cuyo único fundamento es la represión y no la liberación de culpas innecesarias. El tema de la sexualidad sigue siendo muy conflictivo y ausente en los espacios más cotidianos, como los cultos religiosos, las misas, las meditaciones o los currículos formativos de la comunidad, por eso quiero con este pequeño ensayo mostrar cómo en la profesión en la que me desarrollo veo la necesidad, tanto a nivel familiar como comunitario, de dialogar sobre los temas que relacionan al ser con su propia sexualidad y la confrontación de los integrantes de su núcleo familia, donde en ocasiones se adoptan posiciones discriminatorias, casi siempre por desconocimiento. Otro aspecto que me motivó fue que la última etapa del Magis incluyó la sexualidad como un tema de trabajo, hacia el cual yo tenía muchas expectativas. Como le he invertido tiempo y dedicación al tema, pensé iba a significar todo un revolcón de conocimiento y aproximación a una sexua-
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lidad laical, pero fue todo lo contrario, no encontré fundamentación teórica, pero sí muchos juicios de valor, una mirada pecaminosa de la sexualidad (aspecto que debemos abolir, sobre todo en un espacio tan importante como éste); en fin quedé muy decepcionada, pero al mismo tiempo muy motivada para lograr plasmar en un ensayo la causa de mi queja. Quiero abordar la pregunta ¿cuál es la conducta sexual normal?, tal como la definen los códigos morales sexuales que fueron también la base de la ley eclesiástica, de la cual derivan nuestras leyes relativas a lo sexual. Al pensar que definiendo la conducta sexual como “lo que es legal” (normal) y “lo que es ilegal” (anormal) podríamos descubrir las mismas restricciones y los mismos permisos que se encuentran en el código moral. De allí deducimos que la cultura e idiosincrasia del lugar donde uno vive determina la normalidad legal de una conducta sexual específica. Aquello que tú puedes hacer legalmente en un país, en un estado o en una provincia, bien podría ser ilegal en la región vecina. Puede afirmarse que, desde el punto de vista legal, las distinciones entre normal y anormal dependen de la geografía y de la religión. La mayoría de los países occidentales tienen leyes contra el sexo extramatrimonial -contra la infidelidad marital-, por lo tanto, si te preguntas ¿cuáles son los comportamientos sexuales normales de acuerdo con la ley?, la respuesta será otra pregunta: ¿dónde vives? Siento que el ámbito de lo espiritual no debería incluir ni el lugar geográfico, ni la etnia, ni las costumbres, ni la procedencia, sólo una actitud de acogida y de respeto, pero no con el discurso de doble moral que acoge y respeta, siempre y cuando no se refiera a alguna práctica sexual, porque eso ya es “malo” y “pecado”, esto nos aleja de cualquier práctica sacramental. Hay personas que tienen prácticas sexuales a escondidas y cuando son evidenciados por cualquier circunstancia son discriminadas, rechazadas y apartadas, ya que los programas de la Iglesia no parten, en muchas ocasiones, de las verdaderas necesidades de las comunidades y generalmente se imponen desde las autoridades de poder, sobre todo en el tema de la diversidad sexual que es tabú, desconocido, poco estudiado y motivo de conflicto para los lineamientos eclesiales.
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Desde una posición excluyente y homofóbica se permite la presencia de los homosexuales y de otras preferencias genéricas en las comunidades, pero con una negativa a la práctica sexual y alejándolos de la posibilidad de que ocupen algún puesto directivo en las estructuras sociales. Igualmente pesa el silencio y, con él, la imposibilidad de desarrollar un diálogo abierto y rico sobre el tema. Como creyentes, debemos apoyar espacios públicos de discusión y actuar desde la labor formativa, académica y comunitaria, a favor del respeto a la diversidad. Ahora formulo la pregunta ¿por qué desarrollar el tema de diversidad sexual? La respuesta es: porque no podemos enmarcar la sexualidad sólo entre hombre y mujer, existe diferentes preferencias con las que convivimos, trabajamos y “padecemos” terapéuticamente, sin mucha formación, pero sí con muchos estereotipos culturales, familiares; además, la sexualidad no es estática sino que la caracteriza un continuo en el que los seres humanos nos movemos en un momento determinado, lo cual me da la posibilidad de entenderme y entender a los demás. Claro está que también quiero relacionar estos temas con el mensaje de Jesús, con su proceder, forma de desenmascarar la doble moral de los fariseos, sus actitudes de acogida, respeto, amor por las personas que eran discriminadas, rechazadas y anuladas por su condición, actitudes que tienen que ver con el campo amplio de la sexualidad. Quiero que veamos a los demás como seres con los que interactuamos y que no sean valorados por lo que su apariencia o por lo que hacen, dejar de darle importancia a la preferencia genérica de las personas, su conducta sexual, modificar nuestro lenguaje y terminología de homofobia, ver en el otro a un ser humano total e integral.
1. Normalidad y anormalidad En épocas pasadas, la enfermedad era considerada como un acontecimiento maligno que afectaba a los seres humanos y casi siempre producto de la acción de un Dios o un espíritu nocivo o malo. Conforme ha
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evolucionado la investigación en el campo biológico y médico, se han aclarado conceptos anatómicos importantes para llegar a un mejor conocimiento de la fisiología humana. Este hecho trajo como consecuencia el diseño de técnicas y aparatos para la medición de constantes fisiológicas como: frecuencia cardiaca y respiratoria, temperatura, presión arterial y muchas otras. A lo largo de la historia ha existido la dicotomía entre cuerpo y alma, los cuales han recibido varios nombres: forma y función, materia y energía, materialismo y espiritualismo. En un libro, por ejemplo, las palabras que cubren la página son el cuerpo y las ideas detrás de ellas, el alma. Lo mismo puede decirse de cada aspecto de nuestro universo, porque el universo mismo está compuesto de un cuerpo y un alma: sus componentes materiales y los componentes espirituales que le dan vida. De ahí que el primer paso hacia la creación de la unidad en el universo, hacia la espiritualización de lo material, es unir nuestros propios cuerpo y alma, el alma manifiesta la razón misma de nuestra existencia, es la única parte de nuestro ser que refleja directamente nuestra conexión con Dios, nuestro creador. Aun cuando no es tangible y se oculta dentro del cuerpo, el alma es el tejido mismo de lo que somos. Mientras el cuerpo abarca los aspectos materiales de nuestras vidas, el alma abarca lo espiritual. El cuerpo es impulsado primordialmente por la satisfacción de sus necesidades físicas; esto no implica que el cuerpo sea malo en sí; no lo es, fue creado por Dios y es inicialmente neutral, con un gran potencial para el bien; pero es el alma la que da energía y guía al cuerpo para hacer buenas obras y conectarse con lo divino. El alma es trascendente por naturaleza, pues “... la llama de Dios es el alma del hombre...” (Proverbios 20:27). Si seguimos revisando la diferencia entre cuerpo y alma, así como sus funciones se piensa que una es el motor de la otra o una es más importante que la otra, que es donde caemos en errores, pues nos dejamos atrapar por discursos sin sentido y continuamos viendo la división entre el cuerpo y el alma, cuando la realidad es que no somos divididos, somos seres integrales, totales, que sentimos en unidad psico-físico-espiritual.
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Pero... ¿y la diferencia entre lo normal y lo anormal? Esa diferencia no existe, porque cuando entendemos que cualquier manifestación de la sexualidad humana se circunscribe al mundo de las expresiones comportamentales de la sexualidad, nos damos cuenta de que resulta imposible tipificar desde esa perspectiva y comprobamos que sólo podemos hablar de manifestaciones típicas o atípicas, comunes o poco comunes, pero nunca normales ni anormales, pues no existe “norma” ni a quién se le adjudique el valor moral de imponerla. Por tanto, observamos la normalidad en la sexualidad enmarcada en el ámbito espiritual que le ha dado un valor de pecaminoso, perverso, enfermo o depravado, pero recorriendo la historia y la evolución que hemos tenido desde las diferentes perspectivas espirituales, le podemos dar una valoración y un entendimiento desde la subjetividad de la persona, cada uno vive en un marco cultural que le permite tener unas vivencias particulares sexuales y de su entorno que le permiten tener un repertorio base de su conducta. Respecto a este punto, se ha de tomar en cuenta lo que implica la satisfacción para cada persona, y que dicha satisfacción no necesariamente concuerda con los estándares sociales. Es importante aclarar que, no porque ésta sea la concepción, se está de acuerdo en que se transgreda la ley, pues el cometer actos ilícitos o causar daños a terceros no se puede justificar bajo el esquema de que “lo más importante es mi satisfacción personal”. Considero de gran utilidad relacionar algunos de los estándares que se manejan en la Sexología y creo que concuerdan perfectamente con el respeto a la vida de todos los seres humanos y se refieren a que en una relación: • Las personas involucradas estén de acuerdo con el comportamiento sexual. • En el compartir no se dañe a la persona, a la pareja, ni a terceros. • No se proceda contra la voluntad de los y las participantes, ni se aproveche el desconocimiento e inconsciencia de otros. • No se acuda a mentiras, amenazas o engaños para obligar a alguien a hacer algo que no quiere hacer.
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Cuestionarte si tus actos sexuales son plena y legalmente consensuados, si te producen placer y se lo producen a tu pareja, si se pone en riesgo la integridad física y emocional de alguien... De tus respuestas dependerá la normalidad o anormalidad de tu vida sexual, no hay que cargarnos de culpas y de prejuicios que nos han impuesto arquetípicamente e históricamente desde la religión, donde cualquier expresión sexual comportamental que no tenga un fin procreador será rechazado y juzgado como un acto de pecado. Darle a la sexualidad un valor opuesto a su carácter espiritual es colocarlo en niveles primitivos e instintivos, es reducir el sexo a lo puramente animal, material; darle la vuelta al aspecto de la sexualidad como un valor del ser humano donde tiene la posibilidad de interactuar, de crecer, amar, de entregarse, de comunicarse, de respetar en el otro lo que prefiere, y cuando ese sentimiento y compromiso es recíproco, eso genera la posibilidad de integración, porque la sexualidad es la forma peculiar que nuestra vida asume desde todos los aspectos incluyendo la corporalidad. No debemos reducir la corporalidad al nivel de simple piel, pues hay que tener claro que esa piel siente, piensa, valora, recuerda y sobre todo sufre, cuando la utilizamos al servicio del placer y no del ser. Quiero ahora enfocarme a la postura que como personas podemos asumir o nos permitimos asumir frente a nuestra propia sexualidad. Considero somos responsables de informarnos, cuestionarnos y preguntarnos por la forma como adquirimos algunos conocimientos o por la manera como aprendimos a relacionarnos desde la vida afectivo-sexual, que es la que nos quiebra a la mayoría de los seres humanos. Veo desde mi experiencia profesional cómo, debido al machismo, el feminismo o los controles sociales, las personas no cuentan con su propia libertad sexual. Hemos cargado desde hace mucho tiempo algunos estereotipos culturales que debemos romper y construirnos a partir de las experiencias vividas; sé también que no es fácil romper con esto, pero cuando tengo la posibilidad de revisarme a la luz de mi historia (sea la que sea), para no seguir repitiendo los errores de pasado, puedo entablar un diálogo
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con mi ser y me libero de las ataduras que llevo como un karma en mi vida sexual y son las que no me permiten actuar, pensar de una manera libre, autónoma y tranquila. La sexualidad es unos los temas que más llaman la atención en nuestras sociedades, a pesar de ser una expresión natural, espontánea y que enriquece tanto nuestras vidas. Muchas veces se ve marcada por creencias equivocadas, por ideas erróneas, por mitos que nos han sido transmitidos de generación en generación, en la escuela, por la religión e incluso por la sociedad en general que maneja conceptos y formas de ver la vida que no siempre van de la mano con la objetividad y la información veraz. ¿Cuántas veces has dejado fluir tu sexualidad espontáneamente, sin pensar si lo que estás haciendo está bien o mal?, ¿por qué te preocupa lo que los demás puedan pensar sobre cómo vives tu sexualidad?, siempre estamos buscando que nos aprueben nuestro comportamiento o tememos ser criticados, enjuiciados o recriminados por lo que hacemos, pensamos o decimos frente a la sexualidad Siempre que asumamos que somos nosotros únicamente los que identificamos lo que es adecuado para cada uno de nosotros, lo que nos brinda placer (sin permitir que el otro sea el que tome las decisiones sobre lo él quiere conmigo), lo que llena todos mis espacios espirituales y lo que cubre mi ser dese el afecto -obviamente sin pasar por encima de los derechos de los otros con los que me relaciono-, estaremos asumiendo de manera activa y responsable nuestra vida sexual. Entiendo perfectamente que es muy difícil no caer a todas las presiones que ejercen las cargas sociales y religiosas que recibimos arquetípicamene, simplemente por nombrar un ejemplo: en ocasiones pensamos que una acción es “pecado” cuando yo soy el sujeto que lo hace, pero cuando los demás me hacen algo, pienso que “está bien”. Todo esto genera un ejercicio culposo de la sexualidad. Por el contrario, si eres capaz de pensar, decidir, cuestionarte sobre lo que te gusta, deseas, prefieres o por lo que no eres capaz de vivir, y también reconocer aquello que te disgusta y no se ajusta a tu forma de ser, estarás en camino de descubrir
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lo que mejor va de acuerdo con tus intereses y preferencias; tendremos entonces la oportunidad de hacer nuestro el derecho a sentir sin presiones, sin influencias ni distorsiones. La información es una herramienta fundamental que te permitirá descubrir las diferentes miradas de la sexualidad. La única manera de desmitificar comportamientos sexuales considerados como ‘malos’, ‘inadecuados’, ‘impropios’, ‘errados’ o ‘ilegales’ es a través del conocimiento. Las experiencias forman parte de tu vida, lo vivido quedó en el pasado y no es posible de ser modificado, no sabes lo que el futuro te depara, por lo tanto vive tu presente intensamente con libertad de experimentar, de descubrir la infinita gama de posibilidades que él te ofrece a través del placer, de la sensación de satisfacción y de gratificación para ti y para quien la comparta contigo. Nuestra atención debe estar dirigida al ser humano individual, y no al irrelevante, ilógico y psicológicamente dañino encasillamiento de las conductas sexuales en ‘normales’ o ‘anormales’. Deberíamos tener siempre presente esta reflexión del filósofo estoico Epicteto.
2. Diversidad sexual Como todos los temas sobre sexualidad la diversidad sexual no deja de ser polémico y universal además, se remonta como temática a épocas remotas, tanto como la existencia de los seres humanos. Todos somos seres integrales que manifestamos nuestra expresión de uno u otro sexo en lo que hacemos y pensamos, por lo que tanto hombres como mujeres somos seres sexuados, lo que quiero decir es que permanentemente se expresa la sexualidad a través de su condición genérica. Sin embargo, la historia por la que ha atravesado la sexualidad está llena de tabúes y prejuicios, tanto que si se hace referencia a una parte
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del cuerpo humano, por ejemplo las manos, difícilmente existan otros muchos «apelativos» que enmascaren su nombre, cuando mucho a la mano derecha se le ha llamado «diestra». Sin embargo, cuando de genitales se trata son múltiples los «sobrenombres»; si la referencia es a los genitales femeninos en el caso de la vulva existen incontables formas de nombrarla desde los más infantiles, hasta otros que llegan a la vulgaridad y que no vale la pena mencionar. Si se trata de los genitales masculinos al pene, por ejemplo, se le conoce con otros muchos nombres, en fin, esta situación se ha generado desde nuestras pasadas culturas, como una forma de ocultar el nombre real o esa parte del cuerpo por considerarlo obsceno. El nivel de tolerancia, respeto y aceptación de las diferentes formas en que los individuos expresan su sexualidad son un modo de expresión de la cultura en una sociedad dada. Por ejemplo, entre los Kukukuku de Nueva Guinea la relación homosexual orogenital es prescrita entre adolescentes y jóvenes, pues el ingerir semen se estima esencial para la fortaleza, virilidad y crecimiento en la masculinidad adulta; en bandas juveniles francesas son aceptadas las relaciones de penetración anal de parte de los jefes, mientras que los subordinados la aceptan voluntariamente como una muestra de cariño; si nos vamos a otro extremo, los beduinos rwala del desierto nórdico de Arabia condenan a muerte a cualquier hombre o mujer descubierto en actos homosexuales. Hay diversas culturas y algunas de ellas son inflexibles, no encuentran más que la actitud condenatoria para con los individuos que se salen de ciertos patrones sexuales establecidos, otras en cambio crean un papel social que obviamente presupone aceptación o tolerancia para con las variedades de la conducta sexual. Desde esta perspectiva, en los diferentes países y comunidades se expresa la sexualidad de acuerdo con las tradiciones y costumbres que practican. Dicha afirmación fundamenta la variedad de manifestaciones que ocurren en esta esfera de la vida. Lo mismo vemos que cada una de las religiones tiene una forma particular de ver y direccionar a sus feligreses, según los lineamientos derivados de sus creencias, fe y cultura.
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La diversidad sexual enfocada desde el humanismo coloca a las personas en el centro de su análisis. Si se parte de considerar al individuo como irrepetible, se está asumiendo la amplia gama de expresiones que podría manifestar cada uno. Vale reconocer que el comportamiento sexual forma parte de una ética que surge del intercambio cotidiano de los miembros de una y otra comunidad. Las normas que conforman y regulan el comportamiento social van condicionando lo que es aceptado por cada sociedad. No existen reglas ni normas absolutas que condicionen las expresiones sexuales. La legitimidad en esta esfera tiene mucho que ver con los patrones de comportamiento asumidos. Calificar como bueno o malo determinado comportamiento estaría en función de lo que cada sociedad asume como adecuado o no. Las normas en cuanto al comportamiento humano están sometidas a los cambios del contexto, por lo que las sociedades varían de acuerdo con su evolución histórica. La diversidad no sólo abarca las expresiones sexuales, dentro de ellas se focaliza lo relacionado con la orientación sexual, asociada a la dirección erótica de cada persona, es decir, hacia la atracción en cuanto al sexo y considera la identidad sexual como otra de sus dimensiones. La orientación ha sido objeto de polémicos análisis; ésta se manifiesta en tres direcciones: la heterosexual que responde a la atracción afectiva y erótica de un sexo por el otro (del hombre hacia la mujer y viceversa), la homosexual que ubica a las personas que se sienten atraídas afectiva y eróticamente por otras personas del mismo sexo (del hombre hacia otro hombre o de la mujer hacia otra mujer), y la bisexual, que identifica a aquellos cuya atracción afectivo erótica se inclina tanto hacia el hombre como hacia la mujer. Existen muchos análisis sobre este asunto, lo cierto es que los científicos aún no llegan un acuerdo sobre la naturaleza y origen de estos comportamientos. Se reconoce que tanto la homosexualidad como la bisexualidad no son enfermedades y por tanto no hay nada que curar. Sin embargo, en términos de aceptación o rechazo social (en relación
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con la homosexualidad y la bisexualidad), existen diferentes actitudes de acuerdo con el grado de homofobia de la comunidad. El respeto a la diferencia es un principio humanista que no es asumido por todas las personas en el mundo, es un asunto de reciente discusión. No obstante, las sociedades necesitan avanzar hacia la comprensión de que la aceptación de la diversidad favorece la integración de los pueblos y sobre todo el acercamiento de los individuos que por sus singularidades resultan minorías. Los homosexuales, bisexuales y transexuales constituyen una minoría frecuentemente cuestionada, son incomprendidos por su preferencia genérica, suelen ser marcados como personas de «dudosa moral», al valorarlos se les asocia por lo general, sin malas intenciones, a personas sin ética, sin vergüenza, sin escrúpulo, antisociales, débiles de carácter, violadores y muy dudosa reputación, son aceptados en unas culturas y en otras totalmente estigmatizados. En nuestras instituciones religiosas este asunto es asumido desde el doble discurso, por un lado son acogidos como hijos de Dios, pero ya en la práctica existe rechazo, discriminación y falta de respeto. La Iglesia no sólo condena históricamente prácticas sexuales diferentes a la heterosexual sino todas aquellas formas de sexualidad que no tienen su principio y su fin dentro del matrimonio heterosexual, con su primordial función procreadora y donde el placer nunca puede ser un fin en sí mismo sino un medio para metas más elevadas, ha contribuido a que la única práctica sexual legítima sea la que tiene lugar en la alcoba de los padres (además casados). La Iglesia ha hecho de la “familia tradicional” (claramente estructurada, de roles muy definidos, monógama y patriarcal) su gran bandera. En torno a la familia como “célula básica” se han articulado todos los miedos y fobias acerca de las sexualidades no ortodoxas, considerando que éstas debilitan los vínculos familiares y traen inevitablemente consigo todos los males sociales. La familia ha sido el eje de los más brutales procesos de exclusión articulados por la Iglesia. La ausencia de modelos dentro de la familia ha sido clave en la interiorización de la homofobia.
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La preferencia genérica no tiene necesariamente una relación directa con la conducta moral de los individuos. Existen múltiples ejemplos de personalidades destacadas por su quehacer cotidiano, bien sea por su cultura, por su obra literaria, porque son excelentes profesionales de la medicina o cualquier otra profesión u oficio y muchos suelen ser excelentes personas. Sólo cabría llamar la atención por los que siendo heterosexuales (que son mayoría), tienen un comportamiento social denigrante y éste no tiene relación con la preferencia sexual. No se justifica la discriminación sexual, sigue sólo un camino donde se desvirtúa la naturaleza misma del ser humano. Marginar sólo por preferir sexualmente a alguien del mismo sexo, lo cual no daña a nadie y sí proporciona placer y equilibrio emocional a quienes así lo prefieren, no favorece a ninguna sociedad, ni ejerce presión alguna para un intento de cambio en este sentido. El libro ¿Hacia un clero gay? escrito por el padre Germán Robledo Ángel nos narra perfectamente y de primera mano cómo algunos sacerdotes celebran el viernes penitencial con remate incluido. En el año 2001, uno de ellos se fue de celebración un Viernes de Dolores, día que precede al Domingo de Ramos, y terminó en un motel, sin carro, sin plata, sin ropa y trasladado a otra parroquia para evitar el escándalo. Menciona también el caso de un vicario que convivía con un sicario, quien aprovechaba la relación con el criminal a sueldo para amenazar a la dueña del apartamento y con ello evitaba que la propietaria denunciara el hecho o les pidiera el inmueble. En el capítulo X titulado “Un secreto a las puertas de la muerte” revela que, por orden de un obispo, los restos de Joaquín de Cayzedo y Cuero, el prócer caleño, de monseñor Heladio Posidio Perlaza, el primer obispo de Cali y del general Alfredo Vásquez Cobo fueron retirados de la catedral de San Pedro, donde reposaban y arrojados a una fosa común. El mismo autor del libro lo pudo comprobar cuando se desempeñó como párroco de la catedral y excavó las catacumbas. Lo que existe hoy son sólo placas que indican que ahí reposan los restos, pero abajo no hay nada.
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La oportunidad de hombres y mujeres, independientemente de su orientación sexual, de participar sin discriminación alguna en los cambios sociales, en la construcción de una sociedad mejor, exenta de miradas cuestionadoras, pecaminosas y discriminatorias facilitaría un ambiente social más saludable. La juventud constituye un sector que promueve nuevos valores, acepta el reto de lo innovador, están en mejores condiciones de promover la tolerancia y el respeto a lo diferente. A fin de cuentas, la identidad sexual es otra dimensión de la diversidad en esta esfera en la que se agrupan los travestis, los transgénero, los transexuales que presentan una discordancia entre el fenotipo y el genotipo, es decir, una discordancia entre el sexo y la identidad de género, referida como “estar atrapado en un cuerpo al que no pertenece”. Sobre estas personas también recae cierto rechazo cultural, religioso, familiar y social, por las mismas razones de intolerancia hacia los homosexuales. En este tema hay mucho que esclarecer y debatir. Buscar información al respecto ayudaría a encontrar el camino más adecuado para que todos y todas sientan que están incluidos en la sociedad a la cual pertenecen, a su religión y que en ella pueden crear y aportar todo lo que produzca bienestar a los demás y hacer posible un mundo mejor.
3. Continuo de la sexualidad Sin duda el estudio más citado de nuestro tiempo sobre la sexualidad es el realizado por Alfred Kinsey, biólogo y sociólogo norteamericano, quien publicó dos informes: uno sobre el comportamiento sexual del varón (1948) y el otro sobre el comportamiento sexual de la mujer (1953). La obra de Kinsey revolucionó las visiones occidentales, particularmente norteamericanas, sobre la sexualidad humana y norma sexual, y abrió caminos para nuevas construcciones teóricas, algunas décadas después. Uno de sus aportes más notables es la concepción del continuo hetero-homosexual en la conducta sexual humana. Para Kinsey, la homosexualidad no es una cuestión de todo o nada. No se debería dividir a los
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seres humanos en homosexuales por un lado, y heterosexuales, por otro. En todo ser humano podría haber un cierto grado de homosexualidad y un cierto grado de heterosexualidad. Después de entrevistar a 5,300 sujetos masculinos y 5,940 femeninos, propusieron la existencia de mujeres y hombres en un continuo hetero-homosexual en el que todos los seres humanos se colocan en algún punto. Lo expresaron en una gráfica con siete columnas numeradas de cero a seis y cruzadas por una diagonal, de uno a cinco. Había, así, un continuo hetero-homosexual. El grado de heterosexualidad-homosexualidad de una persona podía variar en momentos diferentes de la vida o de acuerdo con circunstancias determinadas. Este investigador estableció una escala entre 0 y 6 para expresar el grado de heterohomosexualidad en una persona en un momento definido de su vida. He aquí la escala de Kinsey y la explicación que él daba a la misma: 0 1 2 3 4 5 6 Heterosexualidad-Homosexualidad 0. Exclusivamente heterosexual, sin ningún elemento homosexual 1. Predominantemente heterosexual, sólo accidentalmente homosexual 2. Predominantemente heterosexual, pero algo más que accidentalmente homosexual. 3. Igualmente hetero y homosexual. 4. Predominantemente homosexual, pero algo más que accidentalmente heterosexual. 5. Predominantemente homosexual, sólo accidentalmente heterosexual. 6. Exclusivamente homosexual. Esta escala podía aplicarse a tres dimensiones distintas de la sexualidad: el comportamiento sexual, el deseo sexual y los contenidos de las fantasías sexuales. El equipo de investigadores del Instituto Mexicano de Sexología (IMESEX), dirigido por el Dr. Juan Luis Álvarez-Gayou y sus colabora-
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dores, propuso modificaciones al cuadro del continuo de Kinsey, no asignando números a cada grupo para evitar la tendencia generalizada y de valorar en forma numérica. Sugirieron la siguiente denominación: Cada uno de estos niveles significa grados de atracción. De esta manera, una persona puede ser: Fundamentalmente heterosexual: Persona que sólo es atraída por una del otro género y no es capaz de reconocer belleza en personas del propio. Básicamente heterosexual: Reconoce elementos estéticos agradables o llamativos en personas de su mismo género, sin que implique de manera necesaria búsqueda o realización de actividad erótica. Preferentemente heterosexual: tiene más atracción por personas del otro género, pero siente también atracción por personas del mismo. Bisexual: Es el que presenta “no preferencia”, es decir, que la atracción es igual por uno u otro género, aunque no siempre al mismo tiempo. Preferentemente homosexual: tiene más atracción por personas del mismo género, pero siente también atracción por personas del otro género. Básicamente homosexual: Reconoce elementos estéticos agradables o llamativos en personas del otro género, sin que implique de manera necesaria búsqueda o realización de actividad erótica. Fundamentalmente homosexual: Persona que sólo es atraída por personas del mismo género y no es capaz de reconocer belleza en personas del otro género. Debe quedar claro que no hacemos justicia a la preferencia genérica de las personas cuando nos referimos a ella en singular. Existen homosexualidades, así como existen heterosexualidades, incluyendo en cada una de estas características una diversidad de dimensiones interrelacionales. Se entiende mejor a los hombres y a las mujeres cuando se les considera como seres humanos completos y no únicamente en términos de su comportamiento sexual; no podemos decir que la sexualidad es estática y no cambia, en un momento determinado de la vida o por circunstancias ajenas a nosotros mismos, podemos movernos en nuestra preferencia genérica.
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La preferencia probablemente no es una realidad diferenciada y rígida, muchos creen que nuestra sexualidad y nuestra preferencia se encuentran en algún lugar a lo largo de un continuo físico y emocional desde 100% homosexual y 100% heterosexual. No sólo podría estar en cualquier lado a lo largo de un continuum de la sexualidad, también podría tener el elemento de ser “fluida”, es decir, dependiendo de nuestra educación, el desarrollo, las emociones, las necesidades de intimidad... en la medida que transcurre la vida, nuestra preferencia sexual puede moverse a lo largo del continuo. A veces, los terapeutas utilizan este concepto continuo para las personas que identifican qué preferencia afectiva y sexual puede ser distinta a la heterosexual.
4. Jesús Después de preguntarme durante tanto tiempo por los temas de sexualidad y su relación con los demás, también me hago ahora la pregunta ¿y la sexualidad de Jesús?, me respondo que Él fue un hombre y por lo tanto un hombre que tuvo sexualidad (la sexualidad corresponde a todos los aspectos psicológicos, biológicos, sociales, antropológicos y espirituales que acompañan al individuo y que le permiten relacionarse con las demás personas) un sujeto sexuado como lo que son todos los hombres. Claro está que visto desde un enfoque angelical no se nos permitiría pensar que Jesús pudiera tener sexualidad y por tal motivo estaría alejado de este panorama (verlo como un ser sexuado); sin embargo, en las escrituras se nos dice que Jesús fue totalmente un hombre, verdadero hombre en todo, menos en el pecado (Heb. 4,15). Siempre y durante toda su existencia Jesús tuvo la necesidad de relacionarse con los otros, de tener necesidades afectivas, no fue un Dios que se viste de hombre durante una temporada y luego se quita sus prendas y se va al cielo. Ni es uno de esos dioses orientales, inconmo-
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vibles e inalterables que ni sienten, ni sufren, ni gozan, ni se ríen. Jesús, como todos nosotros, necesitó la compañía de unos amigos y tuvo sus predilecciones entre la gente que conocía. Él sintió todo el mundo rico y complejo de la sexualidad y no le tuvo miedo, ni se dejó arrastrar por ella. Nunca aparece como obsesionado por la amenaza de la sexualidad ni aparece con corazón morboso, viendo obscenidades por todas partes. No tiene miedo, como le ocurre a los reprimidos, de tratar con todo tipo de personas. De ahí que alguna vez lo acusaron de estar reunido con gente de mala vida, como eran los publicanos y pecadores; incluso le llamaron también comelón y borracho (Mt. 11,19). Tampoco tuvo miedo a las mujeres, ni se sintió obligado a mantenerse lejos de ellas, algunas le solían acompañar de pueblo en pueblo. Y ello a pesar del ambiente opuesto que existía en aquel tiempo, fue siempre en contra de las discriminaciones y con sus actitudes de acogida nos dio lecciones de amor.
5. Denuncia Nadie puede negar que el terreno de lo sexual es un espacio propicio para hipocresías, mentiras, engaños, doble moral y para muchas personas lo más importante es “guardar las apariencias”, a pesar de tener una doble vida oculta a los ojos de los demás, un discurso de simulación y otro en la intimidad de su doble vida. Todo está bien si los demás no se dan cuenta, no se ve, no se conoce o no se hace público, parece ser la vida de algunos. En cambio, para Jesús, esto no era permitido, él no aceptaba la hipocresía de muchas personas religiosas de su época. Por eso se indigna ante la hipocresía sexual de los fariseos, que además eran bastante reprimidos. Y lo vemos revelado en (Lc. 7,36-50) la mujer de mala vida que se acercó a él estando comiendo en casa de un fariseo. Jesús, dándose cuenta de lo que estaba sucediendo, permitió que ella se le acercara, le bañara sus pies y los secara con sus cabellos (lo que para muchos aún en nuestros días sería un escándalo). El evangelio sitúa
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a Jesús entre el fariseo y la pecadora para mostrar que Jesús se queda con la sinceridad de la segunda, y no con la hipocresía y dureza de corazón del fariseo. Jesús no solamente la salva, sino que condena con una terrible ironía al fariseo. A Jesús no le importa lo que aparece, ni le importa tanto lo que se hace o no se hace, sino lo que se es profundamente en el corazón. Otro claro y palpable caso es el de la mujer que le llevan a Jesús la cual había sido encontrada en adulterio (Jn. 8,1-11). Jesús no puede aguantar la hipocresía de aquellos hombres y lo que dice cuando levanta su cabeza después de escribir en la tierra es “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra” a lo que todos respondieron actitudinalmente -se retiraron, empezando por los más viejos-, claro está que ahora que reflexiono sobre esta situación pienso que otra cosa que Jesús pudo decir también frente a este caso es: -¿y dónde están los hombres que estuvieron con esta mujer, ¿no serían también responsables y podrían llevados ante el señor, para ser juzgados por adulterio? Si la sexualidad es un asunto tan importante, de ninguna manera podía estar olvidada en los Evangelios. Lo que pasa es que la enfocan de un modo correcto, sin caer en las trampas que tiende a crear ella misma. En realidad, el silencio del Evangelio sobre la sexualidad es un grito que expresa una verdad más profunda sobre ella. La sexualidad no debe ser considerada aislada, separada, hay que comprenderla como una totalidad, no es un asunto particular de lo que hay que hacer, no son posturas ni formas del kamasutra. Hay que ubicarla en el conjunto y totalidad de la vida de las personas y esto que estoy hablado lo vemos reflejado en el Evangelio, no se ocupa del sexo como tal, pero sí por la integralidad de la sexualidad, por todo lo que conlleva el ser humano, su corazón, la ternura, el cariño, su afectividad, sus deseos íntimos, su forma de pensar, de ser y actuar... A esto estamos poco acostumbrados, pero resulta que así es el enfoque del Evangelio. No se trata de lo que el hombre hace o no hace con “sus partes”, sino de lo que el varón y la mujer son, de cómo orientan su vida, de qué es lo
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que les resuena en el corazón. La sexualidad, para la psicología moderna y para el Evangelio, hay que situarla en el contexto total de la persona. Es el hombre completo el que interesa; un hombre que no es que tenga una sexualidad, sino que es “sexuado”. En definitiva, lo que al Evangelio le interesa es dónde está nuestro corazón.
6. El Espíritu Lo fundamental de un cristiano es poder estar siempre en sintonía con el Espíritu de Jesús, estar concentrado en la construcción de su reino nos ayuda a vivir de un modo pleno y satisfactorio con nosotros mismos, y por ende vivir también plenamente nuestra sexualidad canalizándola en un proyecto de ayuda en el reino de Dios. Siempre hemos sido reprimidos y amenazados por grandes peligros del alma que son, el demonio, el mundo y la carne, a lo que de inmediato hacemos una relación carne=sexo, pero cuando el nuevo testamento habla de este tema se refiere al enfoque con el que ven el mundo las personas que no conocen a Jesús y sobre todo que no les interesa la construcción de su reino poniendo el dinero, el prestigio social y todo lo material como lo más importante en sus vidas; ésa es la carne que se opone al espíritu. Por ello, cuando Pablo habla de las obres de la carne (Gál. 5, 19ss; Col. 2, 18), se refiere a las cosas que encierran al hombre en lo que se opone a Jesús; y esto puede ser la lujuria, pero también la rivalidad, la envidia, la vanidad y orgullo, la idolatría... Que la carne se opone al Espíritu no se refiere, pues, al sexo, sino a todo lo que es contrario a una visión cristiana de la vida. Ser coherentes con nuestra fe en Jesús es optar por la construcción de su reino; es fundamental ser libre en todo, por lo tanto también frente a la sexualidad (lo que significa vivir cristianamente la sexualidad), el cristiano tiene que lograr su libertad frente a ella. Lo importante es el amor auténtico: si sabe amar de veras se sentirá libre.
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7. El ídolo Hay que estar vigilantes, alertas para no caer en las sutiles trampas que nos puede poner la búsqueda del placer, el cual se puede convertir en un absoluto, en algo tan poderoso que tampoco nos deja ser libres y cuando menos pensamos estamos completamente atrapados. Gran parte de la sexualidad funciona en el orden inconsciente y por eso es fácil engañarnos. En muy pocos aspectos de su vida el hombre es tan capaz de engañarse a sí mismo como en éste; algunos son tan esclavos que incluso desconocen sus cadenas. Encontramos muchas dificultades internas que pueden dar respuesta a estos comportamientos: una mala educación, una mala orientación, disfuncionalidad familiar, presión o explotación sexual infantil. Algunos espacios que buscan intereses propios utilizan la sexualidad y todos sus componentes como un arma poderosa para conseguir los fines que a ellos les interesa. No tienen inconveniente en manipular la sexualidad, pues necesitan el control de los instintos para mantener a la gente dentro de sus intereses. El caso más típico es el de la publicidad. Con ella la sociedad utiliza y manipula la insatisfacción sexual. Ellos estudian muy bien cómo hacer usar un producto asociándolo a la insatisfacción o necesidades sexuales. A nivel inconsciente, nos hacen creer que tomando una bebida específica o usando una loción especial o someterse a una cirugía plástica nos hará acceder al hombre o mujer que no se ve sino en revistas de farándula, que no son reales del todo porque lo que vemos es mucho de maquillaje y cuando nos confrontamos con la realidad esto es totalmente diferente. Todo esto está muy bien estudiado, responde a un conjunto de técnicas para hacernos comprar y consumir, todo ello aprovechándose y manipulando nuestras necesidades afectivas. Lo que a ellos les interesa es que el hombre produzca y consuma, y para ello utilizan la sexualidad como medio para que este sistema de producción y de consumo se mantenga. De este modo, la sexualidad, esa realidad buena y profunda creada por Dios para el encuentro con los demás, se convierte en un ídolo que
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esclaviza y aliena profundamente. Deja de ser un medio para encontrarse con el otro en profundidad y se convierte en algo que atonta y embrutece a la vez. Cuando convertimos al sexo en ídolo, es imposible servir auténticamente a Dios. El cristiano no puede dejarse manipular por nada ni por nadie. Hay que luchar en contra de todo proceso publicitario de manipulación para vivir auténticamente nuestra vida como seres sexuados y en relación amorosa con nuestro Dios Jesús.
Conclusiones • No hay comportamientos sexuales universales. Alfred Kinsey fue el primero en demostrar que, dentro de un mismo grupo social, el comportamiento sexual es modificado y matizado por diversos factores, como el sexo, la edad, la religión, la religiosidad, el nivel educativo, el estado civil y el contexto cultural de desarrollo de la persona. Del mismo modo, Asayama, Simon y otros investigadores han encontraron diferencias importantes en el comportamiento sexual de las personas, desmitificando que la sexualidad puede ser normal o anormal, tenemos que tener presente en qué cultura, religión y medio social nos encontramos para asignar el calificativo de normal o anormal. • Las actitudes de aceptación o rechazo de los comportamientos sexuales en un mismo grupo humano se modifican con el tiempo y los sucesos histórico-sociales, asimismo son modificados de una época a otra; por ejemplo, hace algún tiempo era imposible hablar en público sobre temas relacionados con la sexualidad, nombrar palabras como anticoncepción, masturbación, vagina, pene, entre otros conceptos que ahora son más comunes. • La conducta sexual está marcada por la cultura, la religión, la época; el ejercicio de la sexualidad es aprendido y está notable
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y relativamente libre del control grandular u orgánico. No hay leyes absolutas que determinen, según la naturaleza biológica, las pautas sexuales de la conducta. En tema de la diversidad sexual, la Iglesia debe abogar por una nueva perspectiva, que incluya desde lo pastoral una visión más evangélica, de aceptación de la diversidad de un ser humano integral, de un ser visto como Jesús, no ser fariseo en el modo de proceder. No manejar el doble discurso: por un lado los acepta y por el otro los rechaza. En nuestra cultura occidental de origen judeocristiana, la Iglesia ha intentado suprimir las preferencias genéricas distintas a la heterosexual, al considerarlas pecaminosas y merecedoras de censura; además castiga cualquier forma de actividad sexual que no sea con fines reproductivos. En algunos países, los legisladores han juzgado las preferencias como delito perseguible, los cuerpos policíacos las reprimen con propósitos de extorsión y algunos psiquiatras las han “etiquetado” como enfermedades mentales que pueden ser curadas. Jesús nos dio siempre grandes lecciones de aceptación y amor hacia los demás; sus enseñanzas, su vivencia y sus ejemplos, nos muestran una vida libre, auténtica, respetuosa de la diferencia, sin prejuicios sobre los comportamientos de los otros, nunca juzgó, criticó o rechazó a alguien por lo que hacía. La sagrada escritura nos ofrece bases sobre las cuales podemos construir una teología moderna de la sexualidad humana. A pesar de las circunstancias y perspectivas históricas cambiantes, los autores de la Biblia, consistentemente, se presentan como testigos de la naturaleza bondadosa y amante de Dios, de la idea de la fidelidad como la máxima expresión de nuestra amorosa respuesta: “Aunque la Biblia no nos provee dictados absolutos sobre prácticas sexuales específicas, si declara que la relación sexual es buena, aunque siempre vista dentro del más amplio contexto de la persona humana de la comunidad” (Kosnik).
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• Vivir auténticamente nuestra vida es vivir libres para decidir y optar por una vida compartida en el espíritu del Señor. Tampoco es el propósito de Dios el hacernos buenos. ¡Él quiere hacernos completos, únicamente al punto que nuestras acciones, estilo de vida y relaciones nos aporten tranquilidad, paz y armonía con nosotros mismos y con los seres que nos rodean. • Los preceptos sin fundamento, los prejuicios, las creencias erróneas y los mitos anacrónicos, pueden reprimir nuestra sexualidad. Dejar de hacer algo sin saber bien por qué, nos limita; que encerremos nuestros deseos, que pongamos barreras a la posibilidad de sentir placer es responsabilidad nuestra; si somos capaces de investigar, de probar, de comprobar y de aprender, tendremos entonces la oportunidad de hacer nuestro el derecho a sentir sin presiones, sin influencias ni distorsiones.
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Bibliografía Alfred Kinsey et al. (1953). Comportamiento sexual. Saunders, Pa. W.B. Saunders. Álvarez-Gayuo, Juan Luis (2007). Educación de la sexualidad: ¿en casa o en la escuela? Paidós Educador, México. Crollks Robert y Karla Baur (2001). Nuestra sexualidad. México, Editorial Opsis, S.A de C.V. Giraldo Neira Octavio (2002). Sexualidades. Editorial Litocencoa, Cali. Kinsey, A. C., Pomeroy, W. B., Martin, C. E. (1954). Conducta sexual del hombre. Buenos Aires, Editorial Médico Quirúrgica Master, W., & Johnson, V. (1978). Respuesta sexual humana. Buenos Aires; Editorial Intermédica. McCary James Leslie (2007). Sexualidad humana. Edt. Manual Moderno, México. Murillo Gamboa, Margarita (2007). Cómo enseñar sexualidad. Edt. Pax México, México. Priego, Tomás y Cosme Puerto (2001). La sexualidad integral de la pareja. España, Editorial San Pablo.
EL ESPÍRITU DE DIOS EN EL AMOR DE LA PAREJA Boris Araujo
Boris Araujo Guatemalteco. Licenciado en Química, especializado en Recursos Hidráulicos. Actualmente Jefe de Laboratorio del Ingenio La Grecia, Honduras. En Guatemala pertenece al grupo Ignaciano Ministerio Sígueme desde 2004 y CVX comunidad sur desde 2007.
Introducción Hay muchos temas que hasta cierto punto se desarrollan y discuten con más holgura; sin embargo, el tema de la sexualidad implica una dimensión que causa movimiento en las entrañas y no es tan fácil de llegar a acuerdos ni salir con desacuerdos. Siendo una fuerza vital en todos nosotros encontramos que, en toda la historia de la humanidad, la misma relación social, cultural, económica, política y religiosa de los pueblos ha enfocado parte de sus funciones a controlar, castigar o normar las relaciones sexuales. El cristiano no es un ciudadano a merced de las fuerzas de la naturaleza o la moda implantada por otros, puede y debe actuar según el amor de Dios y para definir la base de discusión en el tema sexual, debemos tomar en cuenta a Dios, quien no creó al hombre castrado ni a la mujer estéril, la relación sexual es parte de su plan. El hombre no ha tenido la fuerza de quitar su egoísmo y pensar que este tema también es un tema divino. Sabemos que Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, pero luego de un camino de revelaciones, Dios también ha manifestado su deseo de amor para ambos y que se realicen en el amor, para que descubramos realmente qué es ser a imagen y semejanza de Él. Cristo trajo la expresión vívida de cómo dignificar a la mujer y sobre todo conocer el carácter femenino de Dios como padre y madre de nosotros
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de tal manera, que la sexualidad es parte integral del amor de Dios, no un tema humano que se define según las pasiones del hombre. No es fácil vislumbrar cómo realmente Dios quiere que la sexualidad del hombre sea plena; en 5 mil años de historia humana registrada hay muchos sesgos, en todas las culturas y ubicaciones geográficas, pero la revelación de Dios es única y plena, es nuestra libertad recibirla y acogerla, con ello, tomar el camino más cercano al que Dios nos revela.
Experiencia o frustración Siendo laico y preocupado por ver cómo la doctrina eclesial no ha guiado a muchos jóvenes que se dejan convencer por el consumismo y el post-modernismo disfrazado de satisfacción tanto física como virtual, trato de entender mis propias experiencias, hasta tal vez podría decir frustraciones, trato de entender el punto de vista femenino, y trato de entender también cómo la publicidad y el dictamen de la moda hace más impacto sobre el comportamiento de muchos adolescentes que las normativas que la catequesis tradicional puede darles. Aunque estoy convencido de que un hogar integrado es consecuente con una vida que busca amor y a Dios, sigue siendo más poderoso que todo el imperio del capital y el consumo. ¿Cómo le puedo decir a mis hijos “Sí, ve, puedes tener relaciones sexuales porque eres libre y es tu decisión...” o podría decirles “No, no debes tener relaciones sexuales si no es dentro del matrimonio, no es para andar experimentando...”? A lo largo de mi experiencia de vida encontré esas opciones de actuación: ¿hacerlo o no hacerlo?, ¿es correcto o incorrecto? Puedo hacerlo pero no es correcto, tengo oportunidad y quiero hacerlo pero hay cierto temor y muchas interrogantes más... Además, mis padres nunca tuvieron una conversación conmigo sobre este asunto, ni jamás discutimos abiertamente acerca del tema. Durante toda mi formación temprana recibí una especie de doble catequesis: una restrictiva con muchas normas y prohibiciones, y otra muy libre
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que invitaba al compromiso en seguir lineamientos pero que por propia libertad debo seguirlos porque es “lo correcto”. Comencé a vivir en el último tercio del siglo veinte, aun siendo el tiempo del Concilio Vaticano II y la Teología de la Liberación; como un contraste, experimenté en mi entorno social y familiar mucha vida del cristianismo ortodoxo, dogmas y tradicionalismo, rituales y catequesis del castigo de Dios, el que todo lo ve y siempre vigila y sabe que cometí pecado: “Aunque lo hayas hecho a escondidas, Dios te vio, él ya sabe de tu pecado”, me decían. Había una relación directa entre una mala acción cometida y luego venía el castigo de Dios. También me dieron a conocer a un Dios que me protege y me cuida, pero porque después me va a pedir cuentas: “Dios me ha cuidado, porque después quiere que yo esté listo para hacer algo que él quiere”, llegaba a pensar. Particularmente a mí en secundaria y en el tiempo de la universidad, a pesar de muchos peligros sociales y políticos en los que viví, no sufrí ninguna experiencia trágica en mi persona, aunque no escapé de vivenciar muchos sucesos desagradables de mi familia y amigos cercanos: la represión y corrupción política del final de los años 70 y todos los 80; el conflicto armado interno de Guatemala, la guerra de guerrillas. Miembros de mi familia fueron injustamente acusados y encarcelados por un delito ficticio, del que salieron bien librados y legalmente demostrada la verdad, quedando libres de toda sospecha y antecedentes limpios, pero no evitamos pasar algunos meses de angustia injusta. En otras palabras, “pruebas” fuertes en la vida no han sido mi experiencia, pero sí controversias e interrogantes continuas por tratar de saber qué es “lo correcto”. Siempre fui libre de salir y regresar a casa para cualquier actividad de estudio, social o familiar. No tuve prohibiciones para algo en especial, lo que yo decidía, mientras fuera factible, lo hacía. En la mayoría de ocasiones, si mis padres podían apoyarme lo hicieron así. Sin embargo, a pesar de esa libertad junto con mis hermanos no fuimos , muy al contrario, lo normal para nosotros fue estar dentro de casa la mayor parte del tiempo, muy raras veces salir a buscar a algún amigo o vecino.
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Luego, a partir de mi gusto por la música y de empezar a estudiarla formalmente, comencé una vida social más abierta; antes de entrar al Conservatorio de Música, salir de casa para visitar amigos no era común, en el vecindario no visitaba a nadie y todos mis compañeros de colegio vivían lejos; ellos tampoco me visitaban. Mi acercamiento a nuevas amistades fue con mujeres, es decir, siempre busqué nuevas amigas. En el conservatorio de música, en el bus urbano y en la calle hice muchas amistades femeninas. En la parroquia de nuestra colonia un vecino compró un órgano electrónico (gran novedad para la época) y como yo era el “músico”, fui el llamado a tocar en la misa. A partir de esa primera misa con la novedad de música de órgano, el párroco salesiano convocó a formar el coro de jóvenes y eso significó para mí conocer a todas las chicas de la colonia, lo que no había podido hacer en todos los años pasados. Sin embargo, como grupo de jóvenes de iglesia nos estigmatizaron de “hacernos los santos” y pensar en lo religioso, no para hacernos curas, pero sí en el comportarnos con un respeto explícito, sobre todo en el tema sexual. Mi manera de acercarme a quien me interesara no fue apasionado y conquistador, precisamente por la doctrina religiosa aprendida. En el colegio, con jesuitas, se nos insistió en no hacer noviazgos, porque dejábamos de relacionarnos con todos los demás por estar sólo con la pareja, nos decían que perdíamos la relación más cercana con todos los demás por andar de novios. De hecho, esa manera de socializar me hizo estar “formateado” en este aspecto: no hacer un grupito exclusivo y sólo relacionarme con ellos, todo lo contrario, si en un tiempo estuve con un grupo de amigos, la próxima vez buscaba otro grupo con el que no me había relacionado. En concreto, era fácil distinguir el grupo de fulano y el grupo de sutano, y así todos tenían su grupo, pero si preguntaban a qué grupo pertenecía yo, no se podía decir con exactitud. El grupo alcanza un nivel de intimidad que se cuentan cosas, se dicen ideales o expectativas del futuro, etc., y se comparten sentimientos personales muchas veces, pero esto no lo llegué a vivir en forma directa. El caso es que en dos ocasiones, una primero y un año después la segunda, buscando cómo trascender de amigos a novios, tenía dos amigas
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y me ocurrió el mismo resultado; fui tal vez muy despacio y al modo del muchacho cristiano y agreguémosle no tan extrovertido, buscaba tener muchos atributos, de estudio, de inteligencia, físico jugando algún deporte, etc., pero sin ser más impulsivo o digámosle “abusivo” para llegarle a la muchacha; de pronto, apareció otro muchacho más extrovertido y sin limitaciones de si está bien o no cómo habla, qué malas costumbres tenga, etc., y llega a conquistar a la primera. Por supuesto tenía carro, moto, dinero para gastar, ropa de marca, etc., (yo no) y la toma por novia, al poco tiempo la embaraza y desaparece porque no se hace responsable de esto. Yo no tuve un contacto directo con ella cuando sucedió, porque de pronto dejé de verla y no sabía de su vida. Varios meses después supe lo que había ocurrido. En el segundo caso sucedió lo mismo, pero en esta ocasión, sí se casaron, ella perdió el bebé a los pocos meses y más adelante se divorciaron porque ya no había bebé que los comprometiera. Paralelamente, tuve muchas otras amigas con quienes siempre pensaba si les decía algo o no. Conocí una muchacha muy bonita, atractiva y bastante liberal, quien irónicamente era de nombre Sida, por supuesto esto fue mucho antes de 1986 cuando se conoce del síndrome y del virus. Teníamos ya algunas semanas de conocernos, ella me encantaba y gustándole también yo a ella, me invitó a su casa un día de regreso del Conservatorio por la tarde, ella quería que tuviéramos sexo. Pero no me lo dijo directamente ni con erotismo, sino insinuándose, jugando, y luego acostándonos en su cama. La verdad había sido muy agradable, pero yo no me atreví, seguramente porque “era pecado”. Empezando el bachillerato, estuve un año en un colegio indisciplinado y de bajo nivel, donde sólo éramos seis alumnos en la clase, regularmente llegábamos únicamente cuatro, y la conversación normal de todos era de a qué hora o cuándo podían salir a buscar sexo con las prostitutas o conseguir a alguna muchacha de otro colegio en la calle, en una kermesse o en una mañana deportiva de otros colegios, por supuesto conseguirla para el sexo. Esto se consideraba como un éxito entre los hombres, sobre todo al poder contar que “ya lo había hecho” y con quién. En las conversacio-
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nes hablábamos de varios institutos y colegios donde las muchachas eran más fáciles que en otros. Me consideraron como el geniecito que siempre sacaba buenas notas y respetaron que yo no me atreviera a salir a mujerear con ellos. Se salían por la ventana para escapar del colegio e irse a quién sabe dónde; ahí conocí mucho de pornografía y dónde quedaban las casas de citas y el vocabulario apropiado para este tema. Por otro lado, en el Conservatorio también fallé con varios intentos de novia, porque otros más “románticos” se las conseguían y las tenían de novias en los saloncitos de estudio del segundo y tercer piso del edificio, donde vi y oí a dos amigas que conocía que las encerraron ahí para tener relaciones, voluntariamente o no, no lo sé, pero sucedió y ellas seguían su vida normal en las semanas siguientes en las clases donde estudiábamos, como si nada hubiera sucedido. En el vecindario también conocí de casos donde jóvenes se metían con señoras y muchachas del servicio doméstico, señores con vecinas y otros etcéteras, sucedían de manera semi-oculta. Pero luego, saludando y platicando con las mismas personas, no aparentaban nada de lo que habían hecho, días antes o semanas antes. En ese momento no entendía si estaban en pecado y por qué no actuaban de una forma diferente (?) en otras palabras, aparentaban como si nada hubiera sucedido, y yo no entendía cómo lograban hacerlo. En la universidad tampoco podía creer de algunas compañeras que fueran tan fáciles como lo que me contaban, hubo una que me gustaba mucho y me encantaba en todo, pero tenía una famita de saltar de cama en cama que no me hizo acercarme a ella. En la universidad desde un principio sabemos que se da un libertinaje total, el que quiere estudiar lo hace, el que no, no lo hace y no hay profesores o el director diciéndole que se porten bien. Hay una mezcla de estratos económicos y sociales, diferentes niveles educativos y morales, ateos o religiosos. Tal vez aquí era más fácil aceptar que cada quien hacía lo que mejor le parecía. A pesar de todo, un buen número de compañeros llegaban con el entusiasmo de graduarse, pensé que con ellos debería de juntarme. Mi primer trabajo, en la agro-industria, involucraba a la familia, la casa, la diversión, las vacaciones, la educación de los hijos, etc., todo
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está vinculado con el trabajo, es básicamente un modo de vida. Es un buen empleo que enseña mucho y demanda mucho pero, no es: mi vida y mi trabajo algo separado, sino que mi vida es parte de mi trabajo. Pues en este clima, y característicamente está en clima cálido en diferentes países alrededor del mundo, las aventuras sexuales son parte de la vida. Es tan común conseguir una novia para tenerla de amante y vivir con varias parejas, que no sorprende conocer las historias que se cuentan en las borracheras, los rumores en los eventos sociales de la empresa, los chismes entre los empleados y familiares y, sobre todo, en su mayoría estas historias son ciertas. Una diversión tradicional del grupo de hombres del trabajo era, o es, salir a beber licor y terminar la noche o la madrugada visitando una barra-show para ver mujeres desvestirse y si se tenía el dinero disponible, pasar a disfrutar a una de las chicas del bar. Conocí a un dueño de una empresa y a otro, un dueño de finca, que tenían el poder de decidir sobre la vida de los trabajadores y escoger cuál quinceañera de la finca quería disfrutar esta semana. Disfrutar sexualmente de las niñas y adolescentes que estaban bajo su dominio era, o es, una práctica normal. En este contexto, me llamaba la atención que los mismos empleados aceptan ignorantemente la autoridad del dueño, y su derecho a hacer lo que quiera porque es “el patrón”. De hecho, tuve una desagradable experiencia con uno de ellos, quien inventó de la nada que yo hablé mal de él y me retó a pelear a golpes en su oficina, puso la escuadra 45 mm en el escritorio y dijo que no la iba a usar porque quería ver si yo era hombrecito, afuera dos de sus pistoleros esperaban el resultado de la pelea. Yo tenía ciertos respaldos, como amigos influyentes, ser profesional y conocer abogados que trabajaban conmigo, ser conocido de su tío, tener estudios y cierto carácter, pero en ese contexto, él podía dominarme y podía dominarme con el pleno conocimiento de quién era yo y mi relación de poder en el gremio. Reflexiono entonces: ¿qué oportunidad puede tener la hija adolescente de un obrero, sin estudios, pobre, atrapada a vivir en la finca, y sin oponerse a los deseos de este “patrón”?
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En los congresos profesionales en general, ¿qué mejor oportunidad de conseguir aventuras sexuales con las edecanes y acompañantes de las casas comerciales que invitan a beber licor y a fiestas privadas? Si los proveedores van a tratar bien a los clientes, significa que mi aventura me sale de gratis... me pregunto ¿seré yo el marciano que no supo disfrutar cuando tuvo su oportunidad?, ¿sirvió de algo no tener ese tipo de experiencia? Mi propio matrimonio ha sufrido crisis muy fuertes por esta tormenta de reclamos del subconsciente, he actuado de forma irresponsable en varias ocasiones. Pero ¿hay alguna excusa?
Algunas respuestas Muchos planteamientos psicológico-sociales describen que el fracaso de los matrimonios (más de 50% termina en divorcio, EE.UU.) radica en una activa vida sexual no lograda o falta de una efectiva comunicación en la práctica sexual de la pareja. El post-modernismo empuja mucho sobre la necesidad de apoyar la vida sexual previa al matrimonio para evitar su fracaso, el consumismo usa el gusto por el sexo para apoyar el negocio y las ventas. Frecuentemente se escuchan en la publicidad las fórmulas que lleven a la “vida plena”. Si ya se es mayor de los 50 años: hay que mantener el vigor y disponemos de tratamientos... la fórmula básica está en que si no hay sexo, la vida del matrimonio se acabó. Los supuestos programas televisivos y escritos sobre sexualidad se centran en dar fórmulas mágicas que logran un sexo exitoso para que la vida de pareja sea plena y feliz; se plantean opciones para el hedonismo pero también hay opciones médicocientíficas donde el “experto” explica médicamente cómo alcanzar el orgasmo. Una excusa del hombre que tiene relaciones fuera del matrimonio muy utilizada es la de buscar lo que su pareja no le da. Todo esto lo expongo de manera muy fría, pero al principio comienzo diciendo que soy laico preocupado... entonces, tiene que ser más importante para mí preguntarme: ¿está Dios presente y vivo cuando una pareja está teniendo relaciones sexuales?, ¿es la relación sexual el centro del
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amor de una pareja?, ¿por qué es tan trascendental la atracción sexual del hombre hacia la mujer?, ¿trascendental porque implica acciones del hombre en ámbitos políticos, sociales, económicos, religiosos, familiares por causa de esa atracción a la mujer deseada? Existen novelas épicas y realidades históricas que han movido guerras y cambios sociales por causa de la pasión de un hombre con poder hacia una mujer que le atrae y quiere conquistar (¿conquistar?, ¿es un premio poseer a una mujer?). Respuesta importante y el principio de todo para el cristiano: Dios es amor y el principio de todo, la vida viene del amor de Dios y por amor Dios nos dio la vida. Dios amó primero y por amor nos llama a él. Cristo es imagen de Dios encarnada en la tierra y fue el testimonio del amor de Dios, ejemplo de lo que Dios pide como amor al prójimo, aproximarme al otro, ser prójimo del otro por amor. Entonces, si hay una relación de amor ahí está Dios, y Dios bendice esta relación porque fruto de su amor, es esta entrega total de cuerpo y espíritu. Amor no es recibir o pedir, amor es darse, y la alegría de darse es tan grande que hace experimentar al espíritu de quien da, el amor de Dios. El amor de Dios es donación total, esto es, la gratuidad que Dios ha dado al hombre desde el principio y a la que es fiel. Cristo, por ser fiel al Padre en dar amor a los demás, fue ejemplo de llegar a dar su propia vida por amor. La relación del Padre y el Hijo nos enseña la total gratuidad del Padre al Hijo y la respuesta del Hijo en total gratitud al Padre, de ahí surge la presencia del Espíritu Santo como la total donación de amor. La actuación del Espíritu en nosotros será entonces de donación de amor, si somos testimonio de la total gratitud al Padre, siguiendo el ejemplo de Cristo. Erich Fromm plantea un error en la teoría materialista sexual de Freud, al no considerar que la atracción sexual implica una manifestación del deseo de amor y de unión, y en consecuencia si no llegó a la profundidad de la atracción sexual, la explicación fisiológica se queda en que la satisfacción es aliviar una tensión generada por el cuerpo al tener el deseo. De modo que nuestro cuerpo siempre va a tener deseos, como hambre y sed, al comer y beber aliviamos esta tensión fisiológica, lo mismo sucederá con el deseo sexual. Esta teoría es una buena base
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explicativa para el post-modernismo y el mercado del capital y consumo. Si los jóvenes necesitan explorarse y desenvolverse sin inhibición, se les pueden dar los medios: hay condones en cada esquina de todos los pueblos y ciudades para que puedan tener todas las relaciones que quieran (sin compromiso) y protegerse contra enfermedades de transmisión sexual como el VIH, hay opciones de fiestas, clubes, discotecas y viajes que les permita ser libres en su sexualidad. Si un matrimonio se está enfriando en su relación, se les pueden dar los medios: juguetes eróticos, drogas y productos para mejorar el momento del coito, hay viajes a lugares románticos, hay Kama-Sutra (no critico que éste sea negativo, porque sí tiene sus virtudes por la filosofía en la que se origina). Si un matrimonio de adultos mayores ya no tienen relaciones frecuentes, se les pueden dar los medios: hay drogas para volver a la vitalidad, hay centros de rejuvenecimiento, hay tratamientos médicos, etc. Aliviar el deseo sexual para que lo demás funcione bien, es sólo un slogan del consumismo. Cualquier relación entre hombre y mujer que viene motivada por el entusiasmo y la alteración hormonal fisiológica del cuerpo, menos por el amor, no puede estar bendecida por Dios. Fromm nos dice que la profundidad del deseo sexual es manifestación de la necesidad de amor y unión. El deseo por sí mismo no es amor, el amor debe primero nacer, crecer y madurar. En cada etapa va a tener diversas manifestaciones en el hombre y la mujer. Hay un gravísimo error (entre otros) en los planteamientos de la igualdad de la mujer en la sociedad post-moderna y es que tenga derecho a ver hombres desnudándose, (show para mujeres), se emborrache, fume o se drogue porque es igual a los hombres. La dimensión femenina sexual que experimenta es diferente a la machista del hombre, por eso no puede ser igual su sexualidad; no obstante, sí debe ser libre de vivirla y desarrollarla. Dios sí está presente entre dos cónyuges que están fusionados en una relación sexual y lo hacen por amor, si hay donación total de amor, Dios está presente en este acto sexual, no es un mero acto material, es una fusión de espíritus que dan su amor al otro, no piden, dan.
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Fisiológicamente hay muchas explicaciones que pueden surgir para identificar por qué es tan relevante la excitación sexual; hay mecanismos que priorizan lo más importante en la conducta humana, la conservación de la vida se dice que es lo que impera y una persona reacciona bajo esa necesidad haciendo proezas físicas para sobrevivir en un momento dado de peligro o una situación extrema. De hecho el intelecto humano ha desarrollado su sociedad con regulaciones legales y culturales para preservar la vida y establecer leyes que protejan al ciudadano; sin embargo, más fuerte que la conservación de la vida es la conservación de la especie. Hay mecanismos que sacrifican inclusive a la madre para que el hijo sobreviva o que sacrifican a los más débiles para conservar a los más fuertes. La fuerza vital que nos energiza hace que el acto sexual, como acto de reproducción humana, y por tanto, preservación de la especie, enfoque su energía a lograr la fecundación del óvulo, inhibe todo lo demás y el sexo es lo más importante. Nuestra mente confundida ha concluido que la relevancia del deseo es debido a que es lo más importante en la vida. Sepamos que el deseo es manifestación o consecuencia de algo más grande. La necesidad de unirnos a nuestra pareja es para crecer juntos en amor, lo demás es consecuencia de esto. El poema el Cantar de los Cantares no hace sino enaltecer el placer sexual vivido como centella de fuego y llamarada divina, las expresiones de la pasión vivida por la Sulamita y su amante son consecuencia de un amor profundo que ha nacido, crecido y madurado en ellos y su única necesidad ahora es unirse (amor y unión), pero no por pasiones fisiológicas sino por la entrega total de amor, de darse y nuevamente encontramos expresado con mucha belleza literaria que si hay total entrega de amor, darse, esta relación estará con la bendición de Dios. Hay un largo camino de vivencias que una pareja de novios habrán de ir descubriendo para confirmar que su necesidad de unión es por amor. El sacramento del matrimonio manifiesta visiblemente el amor invisible que ambos espíritus han desarrollado y vivido a lo largo de cierto tiempo, este amor que les une, ya es una realidad y su relación ya está con Dios presente; ambos descubren que el amor ha madurado porque son
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capaces de olvidarse de sí mismos por el bien del otro, o los otros. La confianza de un amor maduro realiza la unión de la pareja como hombre y mujer y Dios entre ellos, su deseo de llegar a la pasión no es un mero acto hormonal, es más trascendental. Dios está presente porque Dios es Amor, el matrimonio entonces visualiza algo que ya existe, por eso es Sacramento. También es cierto que la astucia del mal espíritu hace actuar al ser humano cegado por el egoísmo, entregado al consumismo, el mercantilismo, el materialismo y todos aquellos fenómenos del post-modernismo que nos lleva a un mundo de sólo imágenes. Una imagen es conocer externamente algo, y si es una persona la sola imagen no permite ver la profundidad de su dimensión completa, ver su espíritu. En la psicología moderna, si conocemos la motivación humana debido a una pulsión primaria como el sexo, o si conocemos la activación en el sistema límbico en la parte profunda del encéfalo para crear una emoción, podemos controlar con la publicidad al público a quien la dirigimos, para que por esas activaciones las personas consuman y actúen de cierta manera. Es un indignante mecanismo aumentar las ventas dirigiendo la publicidad sobre activaciones que son fisiológica y psicológicamente controlables en las personas. El sexo, como una fuerza vital en los seres vivos, lleva a tomar decisiones y actuar de manera que se busque aumentar el estado de activación, o de reducirlo en ciertos momentos. Si nos bombardean insistentemente sobre algo que nos active sexualmente, terminaremos siendo manipulados, y en un “foro” de discusión sobre el tema sexual, caemos en defender motivaciones que no van por el camino del amor.
Luces en el camino ¿Quién nos puede guiar sobre cuál es el camino de verdad y libertad? Hay un solo mediador para esto, que es Cristo, Dios Hijo. Ir contracorriente es ilógico para todas las explicaciones descritas por una evolución materialista y la fisiología fría, sin la trascendencia del espíritu. Lo
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que la ciencia atea no considera es la presencia del espíritu como parte esencial del cuerpo. Hay funciones del cuerpo que no tienen razón de ser sin el espíritu y hay necesidades del espíritu que no se pueden alcanzar si no interviene el cuerpo. El ser humano es en esencia cuerpo y espíritu, es un todo que involucra a los dos. El ejemplo dado por Cristo lo vemos replicado en la vida de los santos a lo largo de la historia de la iglesia. Hombres y mujeres que han entregado la vida entera para dar amor y muchos han dado la vida misma por amor a los demás. La sola selección natural de la teoría evolutiva no es capaz de explicar por qué a lo largo de la historia de la salvación de la humanidad hayan existido tantos hombres y mujeres que dan la vida por los más débiles, cuando el más fuerte debía haber sobrevivido. El acto de amor (darse) es más relevante en el hombre-imagen de Dios que cualquier otra explicación. La mujer y el hombre son cuerpo y espíritu y la trascendencia del amor de Dios los hace uno solo en comunidad con él. Tal vez la Iglesia en su caminar a lo largo de 2000 años tuvo que reflejarse en el contexto que vivía para conservar el camino de mediadora hacia Dios y hasta hoy nos ha dejado conceptos que el hombre en su imperfección no ha seguido a cabalidad el ejemplo de Cristo. La Iglesia ha marcado una catequesis que respondió a su contexto en un momento dado, pero el amor es dinámico y la Iglesia deberá ser dinámica para asimilar las revelaciones del amor. El tema sexual debe ser retomado en su grandeza y dimensión espiritual como un camino a la verdadera virginidad. Una pareja de matrimonio puede ser virgen si dejan que Dios actúe en ellos y a través de ellos; dejarse ser instrumento del amor de Dios es ser imagen de Dios encarnado, y si Dios actúa a través de ellos, su relación sexual es virgen, porque sólo es una manifestación de tanto amor presente. Cuando se expresa en el matrimonio que serán “uno solo”, es claro que la unión de amor hace testigo a Dios mismo y si cada uno es imagen de Dios, un matrimonio es sacramento de Dios trinitario, Dios comunidad. Dios es fiel a su Iglesia y esto se manifestará en el matrimonio sacramentalmente si la pareja es fiel por amor, no por un contrato humano.
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Una pareja de adolescentes emocionados por su primer beso o un cruce de miradas, es la manifestación humana del acercamiento entre ellos hacia el nacimiento de un amor, pero nunca estarán preparados para una relación sexual en ese momento, sólo porque así lo dice la psicología postmodernista para tener un matrimonio exitoso en el futuro. La enorme responsabilidad de los adultos recae en no juzgar por preceptos lejanos al amor de Dios y condenar una relación de acercamiento de dos enamorados. En los adultos recae la enorme responsabilidad de acompañarlos y ser ejemplo de respeto y entrega, darse sin el egoísmo de esperar recompensa. Es muy fácil señalar (y yo lo viví muchas veces) que ofrecí mi amistad, que sacrifiqué cosas y que expresé mi enamoramiento y no recibí nada a cambio; por ello reclamé a la otra persona que no correspondió lo que yo esperaba. Si no amo, si no doy y actúo con gratuidad, no merezco la gratitud de la otra persona. Esto no contradice que amo sin esperar recibir algo a cambio, sino que describe que la otra persona, si me ama, actuará igual, con gratuidad. Yo recibiré amor, pero no porque me lo merezco, lo recibo porque la otra persona lo da sin esperar recompensa. La libertad de mi actuación debe entenderse como Cristo nos la trajo, ser libre de mis pasiones; si mi egoísmo por sentir orgasmos me motiva a buscar pareja, el amor que doy no es libre de pasiones y el sexo que puedo tener no es por amor, por tanto, esta relación no tendrá como testigo a Dios. La maduración de nuestra vida es paulatina, como la revelación del amor de Dios. Dios se fue revelando al hombre a lo largo de toda la historia de la salvación, y del mismo modo se me va revelando a mí durante mi vida; no puedo comprender, ni lo comprenderé nunca, el amor de Dios en reflexiones cognoscitivas ni formulaciones o teoremas; el amor de Dios sólo puedo recibirlo y agradecerlo. En mi gratitud, estoy llamado a amar del mismo modo; cuando actúe como Dios me ama, empiezo a ser libre de pasiones y mi propia libertad me lleva a conquistar el amor de una futura pareja, si es mi decisión por estado de vida es matrimonial. Un ejemplo maravilloso de darse lo tengo muy cerca, mi propia esposa es alguien que me ama cuando yo he sido irresponsable en muchos aspectos, y ella sabiendo
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que no recibiría recompensa por una ingratitud mía, me sigue amando y me vuelve a dar amor. Las relaciones sexuales prematrimoniales sólo podrán concebirse si la pareja sabe a dónde va y esto no lo conocerán en un “amor a primera vista”, habrá de existir un camino de maduración, un camino de experimentar DAR amor. Al sentir la alegría de darse y saber que reciben amor del otro porque éste también da como Dios da, entonces descubren que, a imagen y semejanza de Dios, pueden fusionarse en un amor más profundo; han madurado su amor y saben que no es simplemente pasional u hormonal, es algo que trasciende más. Una estadística reportada en EE.UU. en 1994 indicaba que en una población de 3480 personas entre 18 y 59 años la práctica sexual era de 90%, conservadora, sin hedonismos y que los casados se declaraban estar más satisfechos que los solteros, lo que nos da luz sobre dos hechos: el primero es que la publicidad y el bombardeo consumista nos impone una imagen falsa sobre esta sexualidad mostrada en películas y anuncios, pues en la búsqueda de vender mercancías sexuales, crearnos una imagen de que la única forma de ser un gran amante es aquel que hace cosas locas en la intimidad, y el segundo es que podemos preguntarnos, con la intuición de que debe ser cierto, ¿los casados se satisfacen más porque se aman? El amor verdadero hará que una relación sexual sea plena y no los segundos que dure un orgasmo. Las endorfinas que se liberan para la sensación de placer se alcanzan por muchas formas diferentes como beber y consumir licor, hacer una terapia especializada en un SPA, dormir una siesta en la playa sin preocupaciones, consumir drogas, hacer un relajamiento mental profundo, desarrollar una meditación mística, tener un orgasmo sexual, llegar a una risa a carcajadas, etc. Todos, son medios para experimentar placer y relajación, es decir, son bienestares pasajeros, medios físicos que producen la sensación de bienestar, pero que como a todos nos sucede, al regresar de vacaciones al trabajo el estrés hace olvidar el bienestar anterior y crea una ansiedad por disfrutarlo de nuevo. Sólo el amor verdadero lleva a una plenitud de placer y enfatizo que no es recibir amor, es la alegría de DARSE.
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Tanto nos ama Dios que respeta nuestras decisiones, pero se revela de diferentes maneras para enseñarnos que somos libres y por esa libertad es que podemos escoger su amor, libre de pasiones, una decisión libre en este sentido está en el plan de Dios. Hijo/Hija: tener relaciones sexuales queda a tu decisión, sí, porque no puedo vigilar tu vida 24 horas al día, ni puedo controlarla y es más valioso que aprendas a tomar decisiones con libertad, libertad de pasiones y egoísmos y porque no soy yo quien debe tomar la decisión del no o del sí. Busca el amor, busca que nazca, que crezca, que madure y si hay amor de Dios, esa relación será bendita.
Conclusión La sexualidad es una parte integral de la persona como su respiración y su latir del corazón, pero debido a que implica la relación con otra persona, se diferencia de todo lo demás en que no es una función vital individual, incluye a otro ser individual. Si una pareja se une y hace comunidad para formar una familia, su vínculo natural más relevante está en las relaciones sexuales, sin ellas no hay reproducción ni crecimiento de la sociedad, pero el hombre y la mujer no son materia animada, tienen el soplo divino y trascienden sobre todo lo creado por poseer espíritu; de tal manera que la unión de una pareja no es sólo estar juntos o reproducirse, es la fusión de sus espíritus. Dios, como principio de todo y fuente primaria y única de amor pleno, hace al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, por ello también pueden amar y sus espíritus son parte del amor infinito de Dios. La unión de una pareja es trascendental en el principio del amor, porque es el amor quien los une. Como resultado del amor viene todo lo demás; por tanto, las relaciones sexuales son naturales y benditas, con Dios mismo como testigo. Tanto en la vida social de pareja como en las relaciones sexuales íntimas se manifestará la acción de darse, porque es fruto del amor.
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Si el egoísmo nos invade y buscamos nuestro propio bienestar sin importar el otro, cualquier relación en cualquier ámbito carecerá del amor y a su expresión podrá llamársele de cualquier forma, menos amor. El mercantilismo que vende a costa de crear emociones en las personas y aprovechan la relevancia vital de la sexualidad, es fruto del egoísmo. Sí es permisible tener relaciones, sí es bello tener esa intimidad con la pareja, sí es bueno alcanzar placer sexual, pero todo es más pleno y bendecido por Dios, si estas relaciones son fruto de un amor completo; el amor pleno en pareja que se dan a sí mismos por el otro es el marco de permisividad para las relaciones sexuales. El amor debe nacer, crecer y madurar. Si hay amor de Dios, todo lo permisible tiene la bendición divina.
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NOVIAZGO Y VIDA EN PAREJA, UNA ALIANZA DE AMOR Mauricio Jesús Centeno Sánchez
Mauricio Jesús Centeno Sánchez Nicaragüense. Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Nicaragua (UNAN-Managua); profesor de Filosofía para Educación Media por la Universidad Católica de Nicaragua (UNICA). Actualmente docente horario en la Universidad Centroamericana (UCA). Miembro de CVX desde hace seis años.
El éxito o el fracaso del matrimonio dependen de la forma en que se vive la relación durante el noviazgo. Así como se va formando un carácter, una manera de ser, disciplinado, honrado, sincero, responsable, servicial, amable, ordenado o por el contrario, displicente, deshonesto, irresponsable, indiferente a la necesidad humana, egoísta o desordenado, sucede también con la vida en el noviazgo. Es posible hablar entonces, de un carácter en el noviazgo. Sobre esto último quiero desarrollar este modesto escrito. Abordar el noviazgo como tema de reflexión nace de una motivación personal, producto de la reciente experiencia de fracaso matrimonial vivida en carne propia hace un año, donde se movieron no sólo los afectos, emociones y deseos, sino también el intelecto. Una vez que el oleaje interno fue amainando, estaba claro que podía escribir desde la reflexión que dejaba toda esta experiencia. Aunque no se trata propiamente de un testimonio, en este escrito recojo intrínsecamente las propias preocupaciones y conclusiones del por qué fracasan tantos matrimonios cristianos hoy día. La raíz, a mi juicio, está en la forma, el modo o el carácter con que se vivió la relación de noviazgo. Lo que mal inicia, dice el dicho, mal acaba. Se trata de una temática con carácter eminentemente laical, cuya vigencia e importancia ha sido reconocida por la teología cristiana de hoy. Parto de los hechos, de los datos y casos en que se suelen encontrar los matrimonios y de forma indirecta los noviazgos. Posteriormente, llego a
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sostener los factores que han provocado el errado carácter que el joven ha ido reproduciendo durante el noviazgo; trato el tema de la familia, ambiente, amigos, educación en general. Desde allí, reflexiono sobre una adecuada construcción sólida y duradera de la relación de noviazgo y el futuro matrimonio.
El carácter en el noviazgo: los hechos Salta a la vista el crecimiento porcentual que ha tenido el número de divorcios en todo el mundo, encabezado por Rusia y Estados Unidos, seguidos de España; este fenómeno se ha mundializado tanto como futbol. De cada tres matrimonios, fracasan dos. Quien no se divorcia pasa, en promedio, el setenta y cinco por ciento de su vida unido a una tercera persona, aspecto que todo joven enamorado debe detenerse a meditar. Es común escuchar a parejas casadas expresar “¿cómo fue que me casé con esta persona?”, “mi marido ya no es el mismo, se ha descompuesto mucho” o “ella ha dejado de ser como era”. Sin embargo, estas afirmaciones tienen muy poco de verdad. La persona no cambia al momento de casarse. Muy conocido es el anónimo aforismo latino: Quod natura non dat, Salmantica non praestat (lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta). En otras palabras, la persona ya era así antes, no porque naciera con ese comportamiento, sino porque se habituó al mismo. El jesuita José María Díaz Moreno advertía en esta misma línea, que quizá buena parte de las situaciones irregulares que puedan presentarse posteriormente en la vida conyugal, «están ya incubadas en el punto de partida»1. Podrá sonar duro, pero es la realidad: la mayoría de malos matrimonios son producto de malos noviazgos. En este sentido, debe haber una preocupación de los jóvenes por vivir un enamoramiento adecuado y en donde puedan crear el mejor carácter 1
Díaz Moreno, José M. Situaciones irregulares de la familia. Citado por José Vico en Liberación
Sexual y ética cristiana, DVD Fe y Vida, 2009, p. 2.
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para el noviazgo. En las relaciones de noviazgo se aprecian situaciones extremas en medio de las cuales se producen una variedad de reacciones de acuerdo con el modo de ser al que se habían habituado estos jóvenes. Una persona acostumbrada a la diversión malsana, a vivir relaciones pasajeras por puro placer sexual, al desenfreno insano o acostumbrado a parrandear, tomar licor sin medida, durante sus problemas maritales la tendencia será huir por la puerta del libertinaje. En cambio, si antes de casarse vive de manera equilibrada, divirtiéndose limpiamente y con medida, será muy difícil que después de unirse a una mujer o un hombre se corrompa. Como puede verse, el noviazgo aunque suele tomarse con ligereza, es la etapa básica que asegura el éxito de una futura relación.
Factores que inciden en la formación del carácter sexual Las irregularidades que vivimos en el seno de la familia serán, en primera instancia, las que también afectarán las relaciones sociales y, particularmente las de noviazgo. Cuando alguien en su niñez presencia un buen modelo de amor conyugal, adquiere gran aprecio y estima por el sexo opuesto, por la pareja. En cambio, si el niño observa discusiones, maltrato físico, verbal, fiestas de adultos en el que al calor de los tragos realizan escenas obscenas, o bien primos, tíos y parientes utilizando un cuarto o baño de la casa para alguna aventura sexual, crece la idea de menospreciar las relaciones íntimas y de cultivar aventuras superficiales. En la etapa adolescente, también se van construyendo, con más conciencia los hábitos y formas de relación con la persona que se establece un noviazgo. Las relaciones con los grupos de amigos suelen influir grandemente en esta etapa de la vida, sobre todo, cuando en el hogar el tema de cómo tratar el noviazgo está ausente, pues tocar este tema para los padres es abordar también las demás incógnitas del mundo de la sexualidad que comienza a experimentar el adolescente. En el hogar, por lo general, hay una carencia de información con respecto al ejercicio digno y honrado de la sexualidad que es suplido por la
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información que se recibe de amigos y algunos profesores. En las clases de ciencias naturales se explica el funcionamiento hormonal, las razones biológicas del coito, el proceso de embarazo y la importancia de una planificación familiar a través del uso de anticonceptivos. Esto en sí mismo no está mal, antes bien, es necesario tal conocimiento. El asunto es que no se les explica la dimensión ética que debería tener una relación sexual-coital dentro del noviazgo. El problema no estriba, entonces, en si tener o no sexo, sino cuándo y cómo. De manera que, aunque se ha avanzado, sigue habiendo una carencia de educación sexual en los hogares. Los padres no se dan cuenta de la importancia que tiene este tema para sus hijos adolescentes. La invitación del Vaticano II de “formar a los jóvenes, a tiempo y convenientemente, sobre la dignidad, función y ejercicio del amor conyugal, y esto preferentemente en el seno de la misma familia”2, se vuelve cada vez más en un imperativo categórico para nuestros días. La educación de género que se le brinda en el hogar y que la sociedad aprueba, van forjando un modo de ser al joven que vive la etapa de enamoramiento. Al varón, inconscientemente se le ha educado desde el cuerpo, a través de la realización de actividades de fuerza, catalogadas por sociedad y el hogar como “sólo para hombres”. Así, el varón, vive una sexualidad más superficial, más orientada al placer corporal. De aquí que el orgasmo del hombre tenga un origen preponderantemente físico: puede llegar a sentir el mismo placer haciendo el amor con una jovencita, con una mujer madura, con una amiga, con una desconocida o manoseándose mientras hojea alguna revista. La única diferencia es que una le provocará mayor excitación que otra, pero al momento de llegar a clímax, la convulsión será la misma. Por su parte, la mujer, que es educada más en virtudes morales y afectivas, desarrolla un proceder idealista y afectivo. Su orgasmo tiene un origen fundamentalmente psicológico. La mujer vive con mayor plenitud una relación sexual por integrar el cuerpo con su mente, de Vaticano II. Gaudium et Spes, no. 49. En DVD Fe y Vida.
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manera que accede a las seducciones del hombre no por el placer físico que ello le reportará, sino por motivaciones emocionales: enamoramiento, deseo de ser aceptada, admirada, amada, deseada, sentirse atendida, cortejada, tratada con cortesía, amabilidad, por la actitud caballeresca y gentil, por los detalles y elogios a su vanidad femenina. El placer femenino está conectado directamente a su psique. Sobra decir, la influencia que ejercen los mensajes publicitarios, las pláticas de amigos con mayor edad tratando temas de sexualidad de forma obscena, la oportunidad de ver revistas y películas pornográficas manoseándose mientras las observa, con el fin de obtener un orgasmo. El mensaje de fondo de quienes inician una sexualidad como adicción es un epicureísmo mal entendido: “vive la vida mientras seas joven”, “juventud, divino tesoro, te vas para nunca más volver”. He aquí la forma en que, por lo general, el muchacho y la muchacha llegan a una relación de noviazgo. Normalmente, el joven no suele reparar en este sentido de su estructura sexual, ni de las irregularidades con que ha sido revestido en su inconsciente, producto de la experiencia infantil. Llega entonces a enfrentar el noviazgo y más tarde el matrimonio con un carácter débil, con una mal formación del sentido del amor, que responderá, en la mayoría de los casos, a impulsos de deseo sexual, más que a un acto de voluntad revestida de entrega oblativa y desinteresada.
El carácter ético de las relaciones sexuales en el noviazgo Un modo particular de ser y proceder que debe dirigir la vida en las relaciones de pareja es sobre el cuándo y el cómo tener relaciones sexuales previas al matrimonio. Y no es que con esto se esté invitando al desenfreno y permisividad sexual, puesto que no es para nadie desconocido que la relación de noviazgos de hoy, es pan de cada día. La respuesta a esta incógnita, se intentará iluminar desde una reflexión ética sobre las relaciones sexuales en el noviazgo, es decir, desde un criterio racional y
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razonable, iluminado desde una interpretación del amor brindada por Erich Fromm en su libro El arte de amar3. El sexo en la juventud es la emoción más fuerte que pueda sentirse; sería osadía tratar de censurarlo y poner reglas, como hacían los moralistas del pasado que veían la sexualidad entre los novios como algo peligroso e indigno, frente a lo cual se presentaba como ideal un amor puro, que se abstiene de toda sensación corporal, puesto que se entendía la castidad como contrapuesta a cualquier ejercicio de la sexualidad. Alguna manifestación erótico-sexual entre novios era considerada inmoral4. Cada uno es responsable de decidir su postura frente a las relaciones coitales antes del matrimonio, sin embargo es conveniente iluminar el carácter ético de las relaciones íntimas durante el noviazgo, conviene identificar cuáles son los criterios éticos que deberían regir el ejercicio de la sexualidad durante ese tiempo de preparación al matrimonio. Todo acercamiento sexual prematuro debe ir precedido por la experiencia de un crecimiento de amor mutuo. Sólo el amor daría a la experiencia su dimensión adecuada, además, en caso de alguna complicación, sólo el verdadero amor le permitiría a la pareja tomar la mejor decisión. Entiéndase, sin embargo, que el amor no consiste en la mera atracción física, éste es sólo el enamoramiento. El amor no es mero sentimentalismo sino un asunto de voluntad. Erich Fromm, lo define de la siguiente manera: El amor debe ser esencialmente un acto de la voluntad, la decisión de dedicar toda nuestra vida a la otra persona [...] Amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa. Si el amor no fuera más que un sentimiento, no existirían bases para la promesa de amarse eternamente. Un sentimiento comienza y puede desaparecer ¿cómo puedo yo juzgar que durará eternamente, si mi acto no implica juicio y decisión?5. Fromm, Erich. El arte de amar, una investigación sobre la naturaleza del amor. Ediciones Paidós.
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Barcelona, 1980. 4
Cf. Vico, José. Liberación sexual y ética cristiana, DVD Fe y Vida, 2009, p. 5.
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La finalidad del noviazgo es profundizar en el conocimiento recíproco y verificar, con madurez psicológica y humana, la capacidad de mutuo complemento y entrega libre. Por tanto, la pareja debe discernir con madurez, después de un tiempo prudencial, si en su noviazgo existe o no amor. Para ayudar a tal discernimiento se presentará a continuación un análisis del amor, haciendo énfasis en el hábito de amar y en las formas engañosas en que se presente el amor durante el noviazgo. Para que el amor de noviazgo sea capaz de ir más allá del enamoramiento es necesario que la persona se haya educado en el arte de amar. En el hogar, la escuela, el barrio, la comunidad, el individuo ha desarrollado antes el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento hacia otro ser humano. Es capaz de percibir, más allá de las diferencias, que todos somos iguales, por el hecho de nuestra humanidad. Para Fromm, este amor a los otros “sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales”6, es decir, a través de la solidaridad con el desvalido, el pobre, el desconocido, el necesitado. Sólo aquel que tiene compasión por el desvalido ha comenzado a desarrollar el verdadero amor a su hermano y estará listo para amar desde la voluntad a su futuro cónyuge. Ahora bien, el amor desinteresado no es innato al ser humano, sino como la tabula rasa que explicaban los filósofos empiristas, se edifica a partir de la experiencia de amor que cada uno recibió durante la infancia. El cuidado y responsabilidad que toma la madre para con el hijo le afirma y prepara en su capacidad de amar. Es el amor materno el que suele impregnar al niño un carácter altruista y generoso7. He aquí la explicación por la cual la psicología también enfatiza la importancia del cuidado, atención y amor que todo niño debe recibir, sobre todo en los primeros años de su infancia. En función de ese cuidado y trato dulce o no, se marcará el carác5
Fromm, Erich. El arte de amar, una investigación sobre la naturaleza del amor. Ediciones Paidós.
Barcelona, 1980, pp. 60-61. 6
Ibid., p. 54.
7
Ibid., p. 55.
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ter de amor que pueda desarrollar el niño, que su la juventud establecerá relaciones de noviazgo. Aunque el carácter del amor haya sido aprendido adecuadamente, el noviazgo viene cargado de un nuevo objeto de amor: el eros. Y he aquí donde los jóvenes deben reparar en analizar sus noviazgos de cara a un diagnóstico adecuado del amor. El amor en el noviazgo es la forma más engañosa de amor que existe, por eso los novios deben estar atentos a discernirlo. La pareja experimenta el amor como un anhelo de fusión completa, de unión con una única persona: la pareja. Sin embargo “cuando la mayoría de la gente une el deseo sexual a la idea del amor, con facilidad incurre en el error de creer que se ama cuando se desea físicamente”8. La unión sexual, en este caso, será sólo de tipo orgásmico y transitorio, una ilusión de la que se disfruta, pero sin amor. Por lo general, este tipo de unión deja a la pareja tan separada como antes. El mero deseo sexual termina convirtiendo la relación en algo mecánico. El clímax físico, vivido así, es como la muerte. Algo poderoso y enajenante pero efímero y corto. Después de experimentarlo, el encanto desaparece, sólo quedan los cuerpos. Éste es el modo en que muchos noviazgos se acostumbran a vivir, sin darse cuenta de que del modo como viven su noviazgo dependerá la felicidad o desdicha de su vida matrimonial. Proceder de esta forma hace que la sexualidad humana, según Kasper, se convierta “en mero sexo, en mercancía, en artículo de consumo y de negocio, no raras veces de explotación o simplemente de placer superficial”9, que terminan llevando a la cosificación y despersonalización del ser humano. Otro signo que permite desenmascarar la engañosa forma en que el amor aparenta existir entre los novios, es cuando la relación entre ambos deja de ser egoísta. Es común encontrar dos personas enamoradas la una de la otra, pero encapsulados en “su amor”, no sienten amor por nadie más. Si 8
Ibid., p.59.
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Kasper, Walter. Teología del matrimonio, Editorial Sal Terrae, España, 1984, p. 22.
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bien es cierto que el amor de novios es exclusivo, en el sentido que sólo se puede fundir plena y exclusivamente con una sola persona, no puede vivirse como separado y enajenado del resto de la humanidad. La experiencia de amor es entonces una ilusión. El amor entre los novios, para que sea amor humanizante, debe estar estimulado por la fraternidad: cuidado, respeto, responsabilidad, ternura que se expresan tanto en las actitudes como en las conductas de la pareja para con la misma y para con el resto de personas que les rodean. En este sentido, la relación puede ser considerada éticamente aceptable cuando es el amor, y no el mero instrumento de desahogo y de libre circulación de las fuerzas pasionales, el que exige la plena comunión sexual. Una relación de intimidad en este sentido, no podría ser catalogada como fornicación, porque existe la presencia de un amor mutuo. Cosa distinta pasaría si la relación fuese mantenida con una persona extraña10. Las personas, estarán viviendo de acuerdo con su vocación humana de no vivir la intimidad por el goce físico, no sólo para procrear, sino para poder sentir con la pareja la magnitud máxima del amor.
El carácter de construir los pilares del amor Ahora bien, como el centro de esta reflexión es posibilitar que los novios de hoy puedan encubar una adecuada relación para el éxito de una futura vida matrimonial, se presentará a continuación tres ejes, tres cimientes, tres pilares fundamentales del amor. El primer pilar a construir en toda relación es el de la intimidad emocional; ésta se logra sólo a través de una comunicación profunda que consiste en hablar con el corazón, exteriorizar las dudas, temores, ambiciones, sueños, preocupaciones, alegrías, penas; confesar los yerros del presente y del pasado; descubrir ante la persona amada el lado oculto de nuestro ser. Es confianza absoluta, complicidad, integración, alianza. 10
Vico, José. Ética sexual y ética cristiana. DVD Fe y Vida, 2009, p. 8.
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Cuando existe intimidad emocional se interpreta rápida y correctamente el lenguaje corporal, se detecta el verdadero estado de ánimo del compañero. Y cuando se usan las palabras, se hace de forma única y especial, en un nivel de fraternidad, distinto al que se da en la comunicación con el resto de la gente. Las riñas se disuelven cuando aún son pequeñas porque, al discutir se procura no causar daño, no herir. La “verdad” es el común denominador. En su trato, la autoestima de ambos se ve grandemente favorecida, pues saben darse su lugar el uno al otro, saben demostrarse aprecio y confianza sin límites. La comunicación profunda les permite no volver a sentirse solos, les da sentido a su mundo interior y, finalmente, cuando se alejan, ambos piensan y hablan de su pareja. Los novios deben cuidar esta comunicación. No cualquier comunicación como ha quedado dicho antes, sino profunda, es decir que va más allá del plano de lo superficial, evitando caer sólo en la plática acerca de los otros: cómo te fue en clases, cómo va el trabajo, cómo sigue tu mamá. Antes bien, es compartir y transmitir las propias emociones. La intimidad emocional implica hablar de la propia historia de vida, de los sueños y anhelos, las razones de los gustos y disgustos, de las reacciones desproporcionadas, en otras palabras de las propias virtudes y defectos. Es dejar que la persona conozca el lenguaje corporal y verbal de la pareja, esto es comunicación a profundidad. Un segundo pilar es la afinidad intelectual o espiritual. Las personas pueden tener la capacidad de comunicarse íntimamente, pero si no poseen una forma similar de raciocinio respecto a los conceptos fundamentales de trabajo, los valores, la religión, el sexo, la educación de los hijos, el tiempo libre, la organización familiar, etc.; si no, se enriquecen mentalmente durante su convivencia, terminan excluyéndose el uno al otro de gran parte de sus actividades. Muchos matrimonios se construyen bajo la falta de este pilar. El esposo le niega a su pareja el derecho de trabajar o bien de salir con amigas, ella asidua a la visita de sus padres, él indiferente y relativista. Nótese que también en el ámbito religioso se ha de cuidar de mantener la afinidad. Saltan a la vista los casos de esposos pertenecientes a distintas iglesias cristianas y
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que no son capaces de lograr acuerdos sobre el tipo de fe en que deberá ser educado y bautizado el hijo, católica o evangélica, por decir algo. Finalmente, se encuentra el pilar de la atracción química. En caso de existir entre la pareja intimidad emocional se tendría de frente sólo una amistad, y si además se crea una afinidad intelectual, también serían colegas y compañeros Sin embargo, haría falta un elemento fundamental: ser amantes, hecho que provoca la atracción química; no se trata del mero gusto corporal, pues se puede considerar hermosa a una persona sin sentir ningún interés por ella. Lo que enciende el magnetismo entre dos individuos no es un fenómeno físico sino químico; sólo se da entre algunos. Tal vez no se trate de gente bonita, pero la química les permite ver más allá de los visible y arder con la belleza que sólo ellos detectan. Cuando hay este tipo de hechizo, a las personas no les importa lo que los demás piensen respecto al físico de su pareja; se besan y se tocan con gran espontaneidad, con verdadera pasión. Hay esa magia que los impulsa a estar cerca, agrado mutuo por el estilo, la voz, las acciones, el andar, la legitimidad, la forma única y especial de ser del otro. Cuando existe la atracción química la pareja no puede evitar esa gran identificación sexual que se da, simplemente, sin que la planeen. A estos tres pilares abría que agregar un cuarto pilar: la fidelidad, que consiste en vivirse como una manifestación de la fidelidad que Dios ha tenido para su pueblo, la humanidad. La alianza de Yavé con su pueblo está sostenida por un amor que la hace única e indisoluble, donde la fidelidad es el signo de esta alianza que deberá reproducir, como en un espejo, las cualidades del amor de Yavé. El profeta Malaquías, remitiéndose al plan originario de Dios, pone en cuestión la infidelidad, en la que Dios manifiesta su repudio y condena: «El Señor es testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que tú traicionaste, siendo así que ella era tu compañera y la mujer de tu alianza. ¿No ha hecho Él un solo ser, que tiene carne y aliento de vida? [... ]. No traicionéis a la esposa de vuestra juventud porque yo odio el repudio, dice Yavé Dios de Israel» (Mal 2,14-16). Y Oseas verá en sus sucesos matrimoniales, que él padece vivencialmente, la imagen de la
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relación de Yavé con su pueblo. Dios proclama abiertamente su carácter fiel, en la que afirma su amor: «¿se puede olvidar a la mujer de la primera juventud?» (Is. 54, 6; Jer. 2,2; 3,4; Ez. 16, 43ss). En la vida de pareja y, en este caso, en la de noviazgo, se es seguidor de Dios en la medida en que se imita la fidelidad de Dios, sabiendo esperar, perdonar y reanudar una y otra vez el compromiso de reconstruir su propia alianza: «yo haré contigo como has hecho tú, que menospreciaste el juramento, rompiendo la Alianza, Pero yo me acordaré de la Alianza que pacté contigo en los días de tu juventud y estableceré en tu favor una alianza eterna» (Ez. 16, 59-60), precisamente porque el amor es tan fuerte como la muerte11. El divorcio es el problema más agudo en la actualidad, debido a la falta de fidelidad. Se puede afirmar que la carencia de fidelidad trastoca no sólo a la vida conyugal sino a los muchos modos de proceder de la sociedad moderna. En la sociedad feudal, donde se necesitaba proteger a los individuos contra los riesgos de invasiones y constantes guerras intestinas, aparece la idea de fidelidad como un compromiso adquirido, de mantener la palabra dada de brindar protección. En la sociedad postmoderna se ha creado un clima desfavorable para la fidelidad. La sociedad de consumo con su lema “úsese y bótese”, ha dado origen a una mentalidad que se muestra opuesta a la estabilidad y compromisos estables12, de tal manera que el «El futuro no se vive como un compromiso de la voluntad (ahora) que soy capaz de mantener (después), sino como una situación impredecible en la que no sé si entonces querré lo que ahora quiero»13. Una de los hechos que están claros es que el divorcio no es ningún ideal para ninguna pareja de novios y futuros cónyuges. Más bien representa un fracaso: un hecho lamentable y doloroso para la pareja tanto desde el punto 11
Cf. José Vico, DVD Fe y Vida, 2009, pp. 134-135.
12
Cfr. Botero, Silvio. Divorciados vueltos a casar: un problema humano, una tradición eclesial, una
perspectiva de futuro. Editorial San Pablo, Bogotá, 2002, pp. 78-79. 13
Martínez Cortes, E. J. Sociología y psicología de una fragilidad del matrimonio. En Liberación
sexual y ética cristiana. José Vico, DVD Fe y Vida, 2009, p. 130.
REFLEXIONES DE LAICAS Y LAICOS DESDE LOS DESAFÍOS COTIDIANOS
de vista humano como desde el punto de vista cristiano. Por muy obvio que parezca, es necesario reconocer que el ideal al que ha de tender la vida conyugal es a la fidelidad permanente; la fidelidad es fruto de una exigencia de amor por el otro. Sólo aquellos que sienten la necesidad de envejecer juntos, suceda lo que suceda, pueden saborear una auténtica fidelidad14. Ésta es la actitud que Dios toma para con su pueblo Israel y que los novios deben de tener como modelo a seguir. Un noviazgo vivido bajo estos criterios también estará formando el carácter que necesita la pareja de cara a una futura vida conyugal. Estarán, además, listos, en caso de quererlo, de vivir una relación sexual completa que estará revestida de amor fraterno y altruista. En resumen, el ser humano, a diferencia de los animales, no tiene una naturaleza definida y se ve obligado a formarse un carácter en su noviazgo, un modo de ser. En la relación de noviazgo revestirse de un adecuado modo de proceder y vivir la relación será esencial para asegurar un matrimonio exitoso, pues del tipo de relación que se siembre en el noviazgo, será la misma que se cosechará durante el matrimonio. En este sentido, el amor, como acto de voluntad y compromiso, debe ser el motor que mueva la relación de amor sexuada que viven los novios. De manera que, más allá de los prejuicios, la pareja pueda construir una ética de la sexualidad desde el amor, desde la humanización que esa misma relación le reporte. Sólo en una relación de amor mutuo la pareja podrá esperar el lugar y el momento adecuados para la intimidad, para ser llevada en buenas circunstancias, sin prisas, sin peligros, fuera de temores y de experiencias traumáticas. La pareja entonces podrá estar libre, exenta de remordimientos o sentido de culpa; estas últimas frustran el momento y vida posterior de la relación. Con esto el carácter del noviazgo habrá adquirido el verdadero valor ético y se estará asegurando el éxito de una vida matrimonial.
14
Cf. Vico, José. Liberación sexual y ética cristiana, en DVD Fe y Vida, 2009, p. 133.
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Bibliografía Caravias, José Luis. Fe y vida, DVD, 2009. Fromm, Erich. El arte de amar, una investigación sobre la naturaleza del amor, Ediciones Paidós, Barcelona, 1980. Kasper, Walter. Teología del matrimonio, Editorial Sal Terrae, España, 1984. Mesters, Carlos, Frigerio Tea y Francisco Orofino. “Amor casero en el libro de Oseas”. Resistiendo las injerencias del sistema, Centro Bíblico Ecuménico Asociación Civil, Buenos Aires, 2006.
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