LO GRUPAL 7

July 8, 2017 | Author: Florchu Furlan | Category: Space, State (Polity), Violence, Society, Existence
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Descripción: V.V.A.A. Análisis institucional. Publicación del campo grupal. Argentina. Vera Lucia Batista - Armando Baul...

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Colección "PROPUESTAS" Directores de la colección: Eduardo Pavlovsky (Coordinación General) Hernán Kesselman, Gregorio Baremblitt y Juan Carlos De Brasi Primera edición: abril de 1989 © AYLLU S.R.L Sede: México 355, Capital Federal Postal: Casilla 227, Sucursal 1 1401 Buenos Aires Todos los derechos reservados Impreso en la Argentina Hecho el depósito que marca la ley 11.723 I.S.B.N. 950-560-061-5

Vera Lucia Batista - Armando Bauleo Heliana Conde - Juan Carlos De Brasi Ana M. Fernández - Carolina Pavlovsky Marcelo Porcia - Osvaldo Saidón

LO GRUPAL 7

EDICIONES BUSQUEDA de AYLLU S.R.L. BUENOS AIRES - ARGENTINA

INDICE

HORIZONTE, J. C. De Brasi - E. Pavlovsky

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I. LABERINTOS, LINEAS, MULTIPLICIDADES. Un más allá de lo instituido y lo instituyente VIOLENCIA Y TRANSFORMACION. Laberintos grupales e institucionales en lo social-histórico, Juan Carlos De Brasi 11 Hacia una clínica institucional, Osvaldo I. Saidón..

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La dimensión institucional de los grupos, Ana María Fernández 49 Introducción al pensamiento grupalista en la Argentina y algunos de sus problemas actuales, Marcelo Percia 65 La disciplinación de la marginalidad, Carolina Pavlovsky 97 II. ORIENTACIONES INSTITUCIONALES. Institucionalización de una práctica y crítica de la profesionalización. Corredores terapéuticos, Armando Bauleo

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La idea y la práctica de "los corredores terapéuticos", A. Bauleo, J. C. Duro, R. Vignale 115 El análisis institucional y la profesionalización del psicólogo, H. de Barros Conde Rodrigues y V. L. Bautista de Souza 121

HORIZONTE En el campo de las producciones subjetivas y de las formaciones grupales, siempre nos hemos guiado por una idea sencilla: cuanto más sepamos sobre la complejidad de lo dado, más eficaces seremos para actuar. Casi una perogrullada, aunque sea, en realidad, un doble desafío. Por un lado, manejar la multiplicidad de situaciones, sus ocurrentes conexiones, sus relaciones constantes, sin restar fuerza a las peculiaridades que la caracterizan. Por otro, ir señalando los diferentes estratos por los cuales se deslizan los movimientos de análisis, sus direcciones posibles y las distintas creaciones instrumentales apresadas en un inestable acontecer. Desde él suena, como una vía para la investigación y el recuerdo, la admonición de Bachelard: "Una medida precisa es siempre una medida compleja". Vale sólo como una, lejana señal de humo, porque aquí no se trata de "medir", sino de algo más elemental: para nosotros, en estos tiempos de betunes y tinieblas, es más importante seguir pensando, que pensar de manera exacta, o sea: correcta, es decir, aséptica Hacia ese horizonte tiende "lo grupal", y el "7", como cada volumen anterior, lo ex-tiende en imprevisibles devenires. J. C. De Brasi - E. Pavlovsky

LABERINTOS, LINEAS, MULTIPLICIDADES. Un más allá de lo Instituido y lo instituyeme.

VIOLENCIA Y TRANSFORMACION. Laberintos grupales e institucionales en lo social-histórico

por JUAN CARLOS DE BRASI

Si Kafka hubiera nacido en la Argentina, sería un costumbrista. Alguien "Lo que se reivindica y sirve de objetivo es la vida...La vida, mucho más que el derecho, es lo que ahora está en juego en las luchas políticas, incluso si éstas se formulan a través de las afirmaciones de derecho. El derecho a la vida, al cuerpo, a la salud, a la felicidad, a la satisfacción de las necesidades..., ese derecho tan incomprensible para el sistema jurídico clásico". Michel Foucault "Todo parece obvio. Si parece obvio, no lo es. Su obvio, en cambio, es lo que parece: una coartada para la resignación". Jeancha Sibrade "Violencia y transformación" es un texto que se acopla tenazmente con "Apreciaciones sobre la violencia simbólica, la identidad y el poder"1. En éste indagaba la violencia en algunas constelaciones de las prácticas significantes, así como ciertas formas de su credibilidad e institucionalización. En la actualidad intento situarla en oposición a 1

Publicado en "Lo Grupal 3"

otro fenómeno, a través de los laberintos congelados e instituyentes de los más ocurrentes dibujos sociales.

Como un Alud Estamos viviendo tiempos en que "hasta los perros son desgraciados", como diría Paul Eluard. Creímos sacar el monstruo por la ventana, pero se había instalado en el lugar central de la casa, una casa, semi-hospicial, cuyo "orden" existía sólo en el tono persuasivo de una voz y en las "órdenes" atronadoras de las "voces de mando". Mientras tanto la realidad visitaba los andurriales de la miseria, a los niños escupidos por las mesas de dinero, las escuelas de cara al firmamento, a los hogares fatigados. Y la gente sufría las retorcidas volteretas de la sobrevivencia y los grandes caudales reducidos a pocos bienestares, la "especulación" con la que Hegel (o filósofo alguno) jamás pudo soñar, el "cholulismo", la ostentación del mandato como fin en si por representantes "de derecho" (y derecha). Y contemplaba atónita el "carnaval genocida", el traslado obsceno de la "acción comiteril" a la "gestión institucional", con el alto costo negativo que eso implica para los 'verdaderos generadores de recursos, las ocurrencias lastimosas confundidas con el "pragmatismo", la sordera con una estricta voluntad de (des) información y la indiferencia con el estilo de funcionamiento. Y padece hasta hoy las modalidades y tipos subjetivos —casi intactos— que se produjeron durante la dictadura militar, y la vigencia de los mismos en los espacios públicos e institucionales con su mentalidad de saqueo, arbitrariedad y feudalidad. Etcétera. Todo ello actualiza la reflexión sobre violencia y transformación, sus deslizamientos, tramados, hibridaciones y discriminaciones necesarias para evitar que el escepticismo sea el arma de dominación más eficaz. O algo peor aún, que, de manera indeseable, la vida se convierta en destino.

Convergencia Una mirada que intente abordar estos fugaces y permanentes fenómenos, en sus múltiples constelaciones (institucionales, grupales, interpersonales, etc.) exige ubicar, en primera instancia, su "matriz" generadora, las conexiones privilegiadas que mantiene con procesos de cambio, sus dimensiones imaginarias y sus repercusiones mitológicas. Coincidimos en este espacio, figura de un diálogo posible, para hablar conjuntivamente de violencia y transformación. Pero asimismo de aquello que constituye el "soporte" de cualquier variante autoritaria. Ignoro si todo está debidamente acotado, si emergió una provocativa sugerencia o un título para reflexionar. Seguramente podríamos jugar en infinitas especulaciones con los términos, sus estimologías y pregnancias^ No creo que este ajedrez nominalista sea muy serio. Y serio es lo opuesto de lo grave, carece de su peso y opacidad.

Ligazones inciertas Quizás la relación propuesta aquí no sea tan prístina, ni tan segura la conexión causa-efecto que más de uno supondría. Es probable que nos encontremos ante una forma enigmática, que debe haber desesperado a más de un historiador, quitándole de paso el sueño a muchos psicólogos, sociólogos, politólogos y ciudadanos del mundo. La conjunción desde sus inicios aparece como una relación cifrada. La Y más que unir cifra, esperanzas, disyunciones, implicaciones, rechazos, posibilidades e imposibilidades, exclusiones e inclusiones, lo deseable y lo legítimo, lo abominable y su exorcismo, o sea, las ramificaciones inagotables que una cifra encierra. Y más ésta que nos pone siempre en el camino de una historia vivida, trágica o grotescamente, en común.

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De ahí la necesidad de elaborar, descifrar y emitir un juicio que no deja impune ninguna proposición ni circunstancia vital. Sirvan esas metáforas, para marcar un suscinto espectro (disparador sin mayores fundamentaciones, para pensar en común) de !o que la relación condensa.

Interrogantes y Puntualizaciones Dejo planteadas algunas interrogaciones y puntualizaciones. Ellas pueden servirnos para aludir a un intercambio todavía en reposo. 1- ¿La violencia, se equipara a la transformación social? A menudo un cierto imaginario compartido concibe a los procesos de transformación colectiva como productoefecto de la violencia, mientras ésta es considerada motor de todo cambio estructural. Si la equiparación es reductiva y unilateral, es decir, sin observar la complejidad del ámbito donde se actúa, se cae en una posición ingenua (mecanicista) que supone a la "acción directa" como clave de las metamorfosis posibles. Esos mecanismos pierden su carácter "mecánico" sólo cuando funcionan como un movimiento repetido de desgaste, mediante contradicciones palpables (de explotación, raza, etc) y vienen encabalgadas en largas temporalidades históricas. Es el caso de la violencia que ejercen, justa y necesariamente, las mayorías sojuzgadas de Sudáfrica. O también en un nivel distinto es la canalización de duras tensiones y bloqueos de intensidades durante un trabajo grupal; o la forma de suponer las "cristalizaciones" con que somete una institución esclerosada a sus componentes. Situaciones todas donde sólo los diversos modos del accionar directo producen las reversiones buscadas. En cambio si lo esperado por el sistema en su globalidad y los distintos aparatos represivos, es la acción inmediata, responderá a ella con operaciones de mayor calibre para

justificar una "cirujía" de todos aquellos elementos que hacen peligrar la elemental "seguridad nacional", el "característico estilo de vida local", las "tradiciones intocables" o cualquier otra entelequia. Desde esta perspectiva la violencia sin mediaciones juega para fortalecer lo que parecería desarticular. 2- ¿Es la violencia una elección excluyente? Como contracara de la anterior, innumerables orientaciones perciben a la violencia como enemiga de las mutaciones sociales, pues su ejercicio conduciría a la disolución misma de la sociedad. Esta "butología negativa" de la violencia no resuelve el problema, ya que sólo lo plantea para anular su positividad. Los estados anímicos que la caracterizan son "reactivos", la argumentación de base apunta a que "se destruiría la naturaleza humana misma, si algún tipo de violencia la justificara", y el corolario que la define es totalmente "reaccionario" ya que los cambios se darán de una u otra manera en la historia, pero en una historia sin sujetos, distinta a la de las funciones y poderes que realmente la van constituyendo. 3- ¿Es la violencia una operación inclusiva? En ella se estima la validez parcial de la violencia en la metamorfosis de lo social. Pero tal violencia exige ser conceptualizada en términos de su dirección, propuestas, capacidad para revertir un estado de cosas, legitimidad, bloqueo en el uso de mecanismos existentes, única salida que dejan ciertos poderes, opresión absoluta de un estado clasista, de casta o de rasgos imperiales, etc., sobre el conjunto de la sociedad. A estos esbozos siguen otras preguntas que no intentan agotar cuestiones cuyo listado sería lo suficientemente grande como para quitarnos el aliento. Sólo anoto algunas antes de delinear el asunto primordial. ¿Con qué noción de ' social, sociedad, estamos operando? ¿Cuál es la categoría de violencia que ponemos en juego? ¿Qué concepto de trans-

formación aplicamos? Quedan abiertas a completamientos diversos, sin que ningún cierre sea probable. La cascada de interrogantes que se precipitó, quizás produzca, asimismo, las reacciones esperadas. La más conocida sería aferrarse a la seguridad de las definiciones. Sin embargo, ¿a qué definición de la definición (destino tautológico de la misma) nos atendríamos? Una nominal de sociedad por aquí; otra estipulativa de lo social por allá; o una contextual de violencia que nos permita interpretar de manera limitada el problema Obviamente nada de esto podría satisfacernos, pues donde una certidumbre se instala, un nuevo interrogante se ocupa de quitarle consistencia. Dejemos, entonces, la afinación de tales empresas para los sociólogos del conocimiento o sus partenaires empiristas, o quienes desmenucen "la sociedad" —objeto mimado del siglo XIX—, y cuyas resonancias siguen vigentes en las preocupaciones actuales.

En el mismo "Soclus" La noción "simple" que atraviesa este escrito se puede enunciar así: tanto la violencia rasa (y arrasante) como la violencia simbólica (que atraviesa las prácticas discursivas) son inmanentes y operantes en los diversos planos donde transcurrimos. Es por ello que la idea de violencia y violencia simbólica, van implicadas en la misma definición de "sociedad", o más precisamente de formación social, que estemos utilizando. Si borramos una borraremos, en consecuencia, la otra; o de forma inconsistente, renunciaremos deliberadamente a entender la composición -de las "realidades" que padecemos, sea en nombre de las "ficciones" íntimas o del velo que "un profundo deseo de paz" arroja sobre la historia como fábrica de infinitas desventuras. Es decir, la crudeza de las situaciones vividas, las conce-

siones habituales para sobrevivir, una angustia omnipresente por la falta de direcciones, la frustración permanente de casi cualquier proyecto, el acentuamiento de la dominación y la dependencia, y tantos otros fenómenos no ocasionales, pueden empujar a que el analista (interdependiente) en el dominio de la historia de las ideas, o el operador técnico-profesional en un campo determinado, se convierta en odalisca; breve lapsus que nos transporta de occidente a oriente y a distintas formas de concebir la violencia, sus asociaciones pertinentes o sus delicados equilibrios.

Hendiduras Anclemos para ponernos en movimiento. Las formaciones sociales en que vivimos están atravesadas por múltiples separaciones, asincronías, combinaciones y cambiantes mixturas. Existen divisiones fundamentales que operan en una constelación determinada de acontecimientos, tales constelaciones son las que aparecen, para quien las analiza, como niveles discriminados y diferenciados unos de otros. Pero los niveles no son más que simulacros de continuidades perdidas, que reniegan del armado explicativo causa-efecto, o sobredeterminación con causa jerarquizada, o de cualquier causación unificada. Sin embargo no es la dispersión de aconteceres—garantía deseante en otra dimensión— lo que importa establecer aquí, sino el hecho de que nuestras sociedades son paradigmas de cortes y desigualdades básicas, cuyas "suturas" son las vías regias para el esbozo de una teoría de las ilusiones. Son las mismas que alimentan ciertas formaciones grupales en sus redes metafóricas (el grupo análogo al "sueño" o captado como un "organismo viviente") y faníasmáíicas (el grupo como una "boca", un "pecho" o algo de ese registro). Pero más ilusionadas que nunca cuando tales formaciones son vividas

y concebidas dentro de una "totalidad" unificada en sí misma, denominada "grupo", siendo esta la ficción que la mayoría se traga al hablar de grupos estatuidos y precisamente respetados porque se les atribuye el saber de su propia constitución, es decir, de la eficaz promoción de sus fantasías consumadas. Lo que se busca, a partir de ahí, es que sus productos imaginarizados sean consumidos. Al "hecho consumado" se le alucina como contrapartida el "hecho consumido". El primero caracteriza el mecanismo clave de todo "poder de facto" (e infatuado). El segundo a los que "de facto" han sido arrojados de cualquier poder de decisión. Por eso la clave será tanto en un grupo, institución o coyuntura social-histórica reflexionar sobre las maneras en que los "hechos" —sean cuales fueren— deben ser "des-hechos" en el momento justo de su circulación e intentos de sacralización. El asunto reside en que el acontecer no se paralice en los glaciales de la creencia. Evoquemos un ejemplo inquietante y revelador por lo cercano. El conjunto de patéticos soldados amotinados en diciembre de 1988 en Buenos Aires surge como una "totalidad auténtica" que expresa un "fundamento idéntico" (fundamentalismo), y cuya última e infinita fuerza reside .en excluir cualquier rasgo diferencial. La verdad es, entonces, sólo aquella que pasa, como leit-motiv, por la "boca" de algunos de sus integrantes reales o potenciales, adscriptos o simpatizantes, y desde ella se emite. Así los que no se pliegan a ese "espíritu de cuerpo" (donde aparece la condensación "orgánica" del grupo-secta iniciática y de la institución-corpo-rativa) o sea: todos los demás, pueden, según la expresión de los carapintadas, "joderse por haber votado a los radicales", a los peronistas que "son peores", a los "liberales o comunistas" entre los cuales no hay distinción porque ambos "son ateos". Y la salvación social general vendrá cuando ellos sean dirigidos por un "tipo con huevos, que no sea chupamedias, ni manejados por un civil boludo que no sabe siquiera lo que es un FAL...". Pero ahí no termina el asunto. Toda la potencia del argumento reside en hacer de la exclusión un mecanismo sin fi-

suras (como corresponde a una postura integralista). Ya quedaron fuera de concurso millones de votantes, los principales partidos políticos, el gobierno y sus funcionarios que no merecen el nombre de tales puesto que no funcionan. Enseguida le toca el tumo a los sectores que parecían estar alejados de la iracunda enumeración. Las "figuras eclesiásticas" y los medios de comunicación quedan bajo la "mira" de un fusil imaginario, "Estos curas siempre chupando el culo. A esos también hay que barrerlos" y el miedo de la gente no es causado por el alzamiento militar, sino "porque el periodismo la engaña" respecto de las verdaderas intenciones que guian la asonada. Los otros, en esta falta de pensamiento, siempre son desconfiables o exterminares, simplemente por ser diferentes y no extensión de uno mismo. Sin embargo en el ejemplar de interlocución sin diálogo 2 que acabo de señalar no se carece de estrategias, ni de una lógica específica. Las primeras anticipan en el lenguaje mismo las acciones de "choque" físico por venir (en especial bajo la forma de "represalia" por no haberse comprendido el mensaje "esencial"). Por eso los intercambios son escuetos, terminantes, y los puntos de vista están despojados de todo intento defiindamentación,pues responden a un "fundamento" que no requiere explicitación alguna. Se supone como tal, y como tal se impone. Ese es su único objetivo. Así las estrategias referidas son operaciones concretas de una lógica "soldada", donde el número de sus elementos y combinaciones está fijado de antemano. Lógica "soldada" —y no sólo "cerrada" o "formal"— carne misma del "soldado mesiánico", sea del ejército o de cualquier otra M ti causa .

2 Cuya estructura es homóloga —y se puede probar— a la que encontramos en otros órdenes discursivos donde se estipula de modo inapelable: "esto es..." (grupal, individual, científico,etc.) o "aquello no es..." (idem). Los mecanismos responden a la lógica después mencionada.

Concatenaciones A las marcas previas se agrega la separación creciente del estado, sus instituciones y sus "representados".» El representante es representativo, ante todo, de la propia obra que el poder ubica en la escena imaginaria de lo político y sus concreciones. Espejo que se pone a sí mismo como modelo de lo que debe someterse a sus designios, si se quiere confirmar la marcha del orden representativo y sus emblemas, la ley, la justicia, en fin, el estado de derecho. ¿De qué hecho?. Mala pregunta, ninguno aparece para validar tales secuencias legislativas; se trata simplemente, de la concreción del poder central o periférico, y esto no es "hecho en otra instancia", sino apropiación, arrebato, forcejeo, en una palabra: acto de dominación. La escisión clave no puede pensarse fuera de su contrapunto: la sumisión. Las relaciones productivas y reproductivas se continúan en las relaciones de fuerzas, en las tensiones que conservan las alianzas, en las líneas de acuerdos, siempre realizadas sobre los recuerdos de mantener las diferencias. Así es como la desposesión y la desigualdad tqjante se tornan constitutivas, y la "obediencia debida" a los poderes instaurados conlleva el mandato explícito de la más realista obediencia de-vida. Apuntábamos que en un orden de derecho, las relaciones de dominio, los ejercicios de subordinación, los modos visibles e invisibles de dependencia, se confunden con la violencia como una de las tantas formas rutinarias que es preciso incorporar para insertarse en la vida cotidiana. El hábito de la coacción convierte a ésta en inobservable, la distribuye y redistribuye constantemente en lugares de s La disgregación y la virulenta autonojnización que mantienen entre si las instituciones estatales, hablan de dos tendencias difícilmente reversibles en el corto y mediano plazo. Una, la hegemonía de los modelos privados en el accionar del campo público. Otra, que este proceso de alienación institucional es deseado desde amplios sectores de la población e impulsado por cuadros tecnocráticos con amplio margen de manipulación.

explotación directa e indirecta, en espacios de poder ostensibles o esbozados, haciendo que los sujetos miren hacia lo alto, desde donde vendrá el consentimiento o sanción de la ley, al tiempo que permanecerán ocultas las proveniencias, servicios yfinesdel aparato legal mismo. Los avatares de la justicia argentina en este período de "retorno a la existencia" y reacomodación, evidencian las modalidades que señalo. Claros ejemplos son los bombardeos de tecnicismos legales que sufre la población, en función de convencerla sobre alguna "presunta" y oscura situación. O ante negociaciones políticas que después se rotulan como "imperiosas para el país", su "crecimiento", su "pacificación", donde la interpretación de un determinado operador o núcleo dirigente expresa la "necesidad objetiva de la sociedad global". La cuestión es totalmente antidemocrática. Cada interpretación del "representante" es el saber entero y lo que "más conviene al soberano". Ninguna grieta permite distinguir la representación de la cosa misma. Así los aparatos de gobierno se alienan progresiva e irremediablemente de sus referentes. Una muestra. El juez R. Basavilbaso, funcionario de la Cámara Especial Antisubversiva —El Camarón— es nombrado en 1988 miembro de la Cámara Federal de la Capital. Según la tintorería curricular el suyo es un "expediente higiénico, meritorio y honesto". El designado es el legista "Delfín" de los jefes del Estado Mayor del Ejército y la Armada. Otra muestra inversa (perversa). En 1977 una adolescente de 17 años es baleada por la espalda y a quemarropa sin decir agua va agua viene— por el jefe de un "grupo de tareas". Ella, Dagmar Hagelin. El, teniente Alfredo Astiz. Ella circulaba hilarante y apolítica por una provincial calle de ignominia, y fue confundida con otra (María Antonia Berger). El ensayó su cotidiano tiro al blanco y metió un sueño ensangrentado en el baúl de un taxi. Ella fue vista por otros secuestrados "semiparalítica (el balazo pudo haber tocado la médula) y atada con cadenas a una camilla".

El tiene prescripta su causa, deambula angelical, espera su ascenso y funge como jefe de operaciones de un homónimo de su temple, un destructor, que lleva el nombre ( Heroína") con el que seguramente droga sus fantasmas, t,lia, de ella ignoramos su causa, aunque sí sabemos que la tiene sesgada antes de haberla podido ensayar. Y con ella se ensañan dos veces. Ahora la justicia en un Supremo corte consigo misma caratula un expediente "Corte Suprema de Justicia contra Ragmar Erlan Hagelin", padre de aquella planetaria desesperación. Y con un rasgo de identificación genocida ordena "seguir adelante la ejecución contra Ragmar Hagelin". Claro que se trata de embargarle sólo un televisor, equivalente a las "costas" del juicio. Extraño juicio, éste de la gente juiciosa, donde contra las personas inocentes la justicia "sigue adelante" con sus ejecuciones. Decía el viejo Nietzsche, "el desierto va creciendo. ¡Desventurado el que alberga desiertos!". Y no es con los ojos vendados (símbolo de la justicia, pero también justo el^símbolo del que no quiere ver) como vamos a dejar de habitarlos. Una vida regida por el continente de los mandatos racionales y su observancia continua obviamente es más apetecible y tolerable que cualquiera de las variantes autoritarias, ciegas y destructivas que imperaron durante las décadas superinfames que atravesaron varias naciones y en especial la nuestra; pero ello no debe anular la capacidad critica y la discordancia creativa, situadas más acá de las imputaciones desligadas o los lemas estereotipados. Entonces, pensar nuestras ramificadas formaciones sociales desde sus relaciones (de fuerzas) contradictorias, en lucha sostenida, estructurada de mil maneras desde esa evidencia que discrimina muchos polos, ocasionalmente condensada como "central" y que se organiza en distintos subsistemas de tensiones, significa que es imposible considerarlas desde sus armonías, compensaciones o equilibrios sea cual fuere el grado de perfección que las caractericen.

Figuraciones Abordar desde otro ángulo nuestras formaciones sociales daría el cuadro tentativo siguiente: Como conjuntos divididos, ellas se mueven bajo la figura de los antagonismos. Por lo tanto la violencia es la condición de sus peculiares tipos de funcionamiento. Articuladas fallidamente como unidades parciales, juegan realmente en multiplicidades irreductibles. De ahí la necesidad permanente de conciliación, cuya instancia suprema la representa el estado, aunque otras —por ejemplo, la Iglesia—, puedan tener una demanda eventual en la mediación. Como totalidades aspiradas se definen desde la vigencia de las dispersiones. Por eso la ilusión de sutura se conjugará en tiempo pluscuamperfecto. La conclusión relativa de nuestro andar previo es que las nuestras son sociedades para la violencia. La paz, las fusiones coyunturales, y demás amalgamas son intercambios, arreglos o concesiones normalizadas, no constituyentes, entre distintos estratos, sectores, grupos, u otras formaciones específicas.

Derivas Algunas reflexiones nos permitirán ilustrar mejor la argumentación. El sistema de alianzas en nuestras sociedades es mutable en casi cualquiera de los niveles que deseemos analizarlo, sea en el político-institucional o en el profesional. Aquí es aceptado —no sin resistencias— como tal. Sin embargo es rechazado de plano en el interior de núcleos "juramentados" (familias, sectas, equipos, etc.), donde las alianzas toman la rocosa consistencia de los pactos de sangre, imago de la duración del vínculo per vitam. Las uniones ejercen un simulacro de "eternidad" porque no

circulan por calles desconocidas, sino por el torrente sanguíneo mismo. Sin él la muerte sería una presencia sentida. Cuanto más cerca esté el compromiso de sangre ("lo lleva en la sangre", "está firmado con sangre"), mayor será la fascinación de vencer, y la terrible experiencia de ser vencido (pues el otro llevará su victoria "en la sangre" y éste "sí tendrá sangre"). De modo idéntico al de las sociedades que creíamos en un "estadio inferior al desarrollo", las nuestras están constituidas a partir de la violencia. Pero en las primeras el cambio imprevisto de ligas y acuerdos no es un mero cambio de frente, un olvido efectivo que posibilita el recomienzo de otro ciclo, sino que lleva a la extinción social y personal del grupo de referencia. Así se le demarca el límite en el que puede operar. Un nuevo funcionamiento requerirá una formación colectiva y un escenario distintos, donde se ensayen diferentes uniones y se postulen objetivos inéditos. La semblanza muestra que la pugna precede a cualquier modalidad de alianza o juramentación que se ponga en circulación entre los miembros de una agrupación o entre círculos determinados. Inclusive ese nosotros al que arriban los pequeños grupos está desdoblado en el nos-otros que se manifiesta en unariñasorpresiva. Tampoco escapan de esa trama los grupos "autónomos", o sea, los que están focalizados desde su "pura autoafirmación"; no sólo mantienen a los demás como sus diferentes y potenciales antagonistas en ausencia, sino que señalan un intermedio, un "idilio" entre su esperanza (auténtica y quizás merecida) de aislamiento y el retorno forzoso al espectro de las contradicciones que los constituyen. Habría que considerar, en trabajos posteriores, cuáles son capaces de transfigurar una cierta imagen de "destino" en potente creatividad. Ello denunciará el destino como una extensión quimérica e ilegítima del "principio de sujeción". Es innegable que el sujeto ha muerto, y que un sujeto se extingue, aunque también lo es que uno siempre dará que hacer y que pensar.

Hacia complejas positividades Volviendo ahora de los senderos por los que nos deslizamos, afirmábamos que vivíamos en sociedades donde las dimensiones de la violencia eran constitutivas. Se comportan, entonces, como los requisitos básicos para que las mismas puedan subsistir. La violencia así considerada es dominantemente conservadora, enemiga de la tan ansiada transformación social. Antes de jugar con los espejitos y creer que bastaría oponerle a la violencia conservadora la revolucionaria para solucionar la cuestión, es necesario aclarar que eso incorpora dos asuntos paralelos que complican el panorama, en vez de simplificarlo. En primer lugar, traemos cierta noción a un campo conceptual, donde no tiene sus condiciones de esclarecimiento, ya que ella parecería ser la "solución" al problema planteado; pero con la dificultad de que participa de lo mismo (violencia) que intentamos despejar. En segundo término la violencia revolucionaria es una respuesta posible, ya que funciona en el límite de una mutación; con el agregado de que se desconoce, en la enunciación, su dirección, signo y sentido. Aquí se trata de otra cosa, de pensar desde los bordes del concepto de violencia un proceso de transformación efectivo. Las formaciones sociales en que estamos inmersos requieren ser cambiadas; lentamente la imagen aniquilada del otro debe ofrecernos algún trazo que indique su existencia; el balbuceo lanzado al azar debe prefigurar un interlocutor posible; la reconstrucción de la sociedad civil se torna un imperativo. Pero no se trata de ningún deber ser, sino de un poder hacer con los demás en un ámbito común y singular a la vez. Retomar una tradición valiosa, rehacer ciertas identidades colectivas, posibilitar condiciones de individuación crecientes, impulsar potencialidades creativas recuperar mitos vitales, criticar imaginerías de muerte' anudar valores deshilvanados, combatir carencias esen-

cíales, entronizar infinitos modos de solidaridad, implican una progresión que apunta a revertir, sin poder anular en el corto tiempo, la violencia fundamental. La transformación adquiere así un sentido propio e induce a enfocarla desde un análisis inmanente; cómo, por qué, en qué situaciones opera, orientada de qué modo, cómo distinguirla de otras ideas y prácticas, y las cuestiones éticoveritativas que desencadena. Además, con qué otra noción que la de la violencia se relacionaría, siendo esa unión más pertinente. Los mayéuticos ("la violencia es partera de la historia"), están condenados a la esterilidad; esterilidad mayor aún cuando se deslizan hacia la ventrilocuía, y con gran pasión no hacen otra cosa que hablar de sus anhelos. Por otro lado paz, no-violencia, etc., no parecen los conceptos más felices. Paz se define como ausencia de violencia. No-violencia se limita a hablar de la misma en términos privativos. Aspiraciones y desconocimientos sirven de garantía a retornos indeseados, y esto se da porque es lo mismo enseñoreado en el núcleo del sistema lo que insiste sin sosiego. Es preciso apartar las marcas negativas, no es como anti que algo ejerce su eficacia y un fenómeno acontece. La transformación social es un acto positivo, abierto, él mismo objeto de innúmeras matamorfosis, inclusive de la panacea optimisma que convertiría en superficial la formulación. Desde mi punto de vista, existe una cadena más cercana a lo que busco significar con los actos de transfiguración; ella se eslabona mediante una compleja práctica de consolidación de los vínculos socio-comunitarios, práctica pensada desde la realización de los agentes mismos que la llevan a cabo; el fortalecimiento de las identificaciones variadas con tales sujetos; la incorporación de las modificaciones operadas; la formación incesante de una conciencia interpersonal y social, y la construcción (no arquitectónica ni coactivo-legal) de nuevos valores práctico morales y analíticos que eviten cualquier reduccionismo. Esta "base" es

el punto de referencia constante tanto de las operaciones grupales, como de su lábil fantasmática. Desde estos punteos podrían arrojarse fluctuantes identidades, los siempre inquietantes sentimientos de patria, tierra, residencia, y los imprescindibles proyectos de nación. La trama que venimos desplegando no hace más qué volcar en su comienzo una reflexión a fondo sobre lo que es y entrañaría un proceso de participación y convivencia en estos tiempos. Lo dominante de la secuencia está recorrido por la idea de solidaridad vista como condición de existencia de lo social mismo. Todo voluntarismo de la acción comunitaria queda fuera de sus alcances, pues depende de situaciones históricas variables y no de constantes, sin las cuales la sociedad civil desaparece. Montadas sobre sus fragmentos brotan, entonces, caciquismos y autoritarismos difícilmente contenibles. Las acciones directas apuntan a pulverizar los macro y micro tejidos conjuntivos que se puedan armar como defensa contra los fantasmas operantes de la disolución y la impotencia colectivas. En oposición a ese espectro, funciona la solidaridad mencionada. Correlativamente a su ejercicio van decreciendo las formas individuales de apropiación de los bienes y el espacio común, el hundimiento de las ceremonias cotidianas o la coacción física, modos privilegiados de la violencia rápida, con sus mayores o menores grados de contundencia. Todos ellos, con sus conocidas situaciones (atropellos, altercados, imputaciones, etc.)4 surgen unos de otros sin que podamos diferenciar origen y originado. Si un mediador aceptado como tal indagara, por ejemplo, sobre el origen de la disputa que se da entre un número cualquiera de personas no obtendría ningu4 Tales modos no por fugaces son menos efectivos. Sobre su persistencia se reproduce sin cesar, por ejemplo, ese prototipo de sujeto (soberbio en la medida de su ignorancia, infantüizado, oportunista, virulento, competitivo en abstracto, fraudulento, desmemoriado, etc.) que intentó meter a presión, como "modelo" de argentino, el siniestro "Proceso de Reorganización Nacional".

na contestación acerca del mismo, sino un relato de descargo y de renovadas acusaciones. Por eso tales hechos están lejos de ser comprendidos cuando se los aborda como problemas, no requieren soluciones, exigen un corte, al que siempre precede, como forma de racionalidad, una interpretación situacional. La solidaridad vertebra la existencia de lo social, circulando por un recorrido que no tiene adentro ni afuera, se transforma en consolidación, movimiento inacabado que rechaza lo "felizmente consolidado", cuando ello reclama toda la energía disponible para su mantenimiento. En ese momento las instituciones deben ser modificadas o declaradas obsoletas, pues succionan sus fines y funciones para reciclar una insaciable iatrogenia. Al respecto la muerte de una estudiante ocurrida en un colegio religioso porteño, emblema del recato y la educación privada, constituye un paradigma de análisis del "deseo de morir" de la misma institución, así como el atravesamiento por todos los parámetros ideológicos que la dictadura militar deslizó en la sociedad, a costa de su eventual pulverización. Una niña aparece muerta en la piscina del "Santa Unión de los Sagrados Corazones". Típica escena de novela policial "negra". Interviene un juez de triste pasado cercano que dictamina: accidente. Las autoridades del colegio en conveniente ecolalia dicen lo mismo. El caso, desde las operaciones legales y del mencionado establecimiento, parece concluir, pero desde lo social recién se abre y comienza. El fiscal de cámara determina otra cosa. Quince diputados solicitan una revisión de la causa y de la conducta del juez interviniente. Diversos actores (alumnas, padres, profesores) concurren a la oficina del fiscal para declarar espontáneamente sobre pormenores del caso. Finalmente el Ministerio de Educación decide investigar el colegio en todas sus instancias, barajando la posibilidad de su cierre o desaparición. A la "sequía" de información por parte de los "sagrados corazones", le sigue una

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lluvia" de variadas amenazas (a la madre, a periodistas, a la comunidad) contra aquellos que se atreven a transgredir el "sagrado" legado de la impunidad. Y con éste término nos metemos en los tres items que signan el destino mortuorio de un "organismo perfecto". Primero. Las explicaciones son rápidamente sustituidas por las sospechas, acusaciones, atribuciones personales (sexualidad de la niña) y al núcleo familiar ("principal responsable de la conducta privada de nuestros hijos"). Obviamente la paradoja (lo que ocurre en el colegio no es asunto del colegio, sino responsabilidad de...), tiene un sentido, el loco sentido que late en el "corazón" de sus reglas de juego. Hace sospechar de aquello insospechable (la niñez). Ataca lo que debería defender (la familia). Dice a sus creyentes patrocinadores que no crean en ninguno de esos "pilares" de sustentación social, esgrimidos como "eternos" por la propia congregación. Pero las alternancias previas no son "dobles mensajes", sino mandatos autoritarios (como los objetos de dogma), supuestos de los mismos mensajes. Segundo. Se lateraliza por desdén (mediante complicidades y arreglos de facto que asegurarían la partida) el trastocamiento de la presunción (accidente) en hecho real (asesinato de la menor). A su vez la "humildad" de la vida religiosa se convierte en despreciativa soberbia de los poderes civiles. Como si un "carapintada" más habitara bajo las ceráficas máscaras. Tercero. La negación del crimen es, simultáneamente, renegación de la justicia, y repudiación de una prueba ("no hubo ningún delito") insoslayable. La impunidad es ahora carne de un estado conventual: nada debe alterar la paz divina del vicariato. Y si algo pasa, como es pasajero, entonces no sucedió. Un leve intercambio consonántico real y el vicario puede volverse sicario. Y a la "lógica soldada" le corresponderá una "lógica de clausura". El método de razonamiento es similar: si "desapareció" un sujeto civil o fue "asesinada"

una estudiante, por algo será, se trate de subversión, hostigamiento, distinta ideología, seducción, exceso sexual o mirada indiscreta. Extraños paralelos institucionales, donde la muerte reina como "valentía sin límites" o "amor al supremo", y por lo tanto infinito desprecio hacia los bienes terrenales (el Colegio es un castillo alzado en medio de varias manzanas), y aún más hacia las repudiables perturbaciones sociales. ¿Muerte de las instituciones?. Probablemente. ¿Establecimientos de la muerte?. Seguramente. Vemos, entonces, que la consolidación no es un dato de lo instituido, sino una lucha instituyente. Así la noción de lucha por la consolidación determina, limita y reviste a la de la violencia, reduciéndola a uno de los elementos plurales que juegan en los procesos globales de cambio. Por un lado le da su sentido dominante (legítima, ilegítima, orgánica, inorgánica, etc.); por otro su orientación (revolucionaria o burguesa, de derecha o izquierda, racional o irracional, etc.). De manera análoga el bregar por la consolidación puede tener, según el período, como uno de sus oponentes principales las formas de violencia más características y aceptadas, sean implementadas desde "arriba" o ejercidas desde "abtgo". En este registro, la puja instituyente se une con la libertad potencial que el sujeto va desarrollando aquí y ahora, a través del ser-con-otro en la consolidación efectiva. Esto nos lleva a plantear, más allá de cualquier posición política (sus máximos exponentes, los partidos políticos, siempre indican una escisión, están partidos, separados de los demás, ellos también son el síntoma de la división omnipresente que mencionaba al comienzo del trabajo), la relación entre libertad y verdad, a la vez que debemos redefinir en profundidad la función de la utopía, ese realizarrealizando (e irrealizando) los diferentes logros históricos —y cuestionar si son tales—, mediante una cambiante lucha por consolidar el espacio social donde se actúa. Un

ejemplo de esto lo da cierto periodismo combativo, la convocatoria a armar núcleos de resistencia civil no violenta frente a la impostura de las bayonetas caladas, las radios libres o comunitarias que difunden los acontecimientos diarios de una localidad, con el fin de orientar a sus habitantes, o las formas de organización fugaces e inéditas para subsistir, donde se aprovechan los mínimos recursos y los saberes tradicionales que circulan por esos pueblos, zonas periféricas o espacios barriales, y el saludable llamado a la transgresión de leyes inoperantes por algunos funcionarios que han decidido revertir desde sus puestos un Estado que, en los devaneos de muchos "expertos", se había tornado una extensión caprichosa de sus "estados de ánimo". Así podremos pensar una articulación novedosa entre moral, utopía y libertad, concebida ésta última como potencia infinita frente al poder como ejercicio de la división, dominación y captura fetichista de representación, es decir, como progresiva autonomización de los representados y sus realizaciones. Potenciación y singularización del sujeto humano entrañan, asimismo, la desmistificación creciente de las maquinarias terroristas y cómplices montadas como "guardianas" del estado, la fe o los destinos patrióticos, que conforman un verdadero y actual ser-para-la-aniquilación, siniestramente reactualizado en cada instante. . Buenos Aires, 5 de Enero de 1989

HACIA UNA CLINICA INSTITUCIONAL

por OSVALDO I. SAIDON "Una vea que nos damos cuenta de que lo que tenemos que estudiar no es la oración, sino el acto de emitir una expresión en una situación lingüística, entonces se hace muy difícil dejar de ver que enunciar esrealizarun acto." J. L. Austin

Sedentarios y nómades en la Institución Vamos a partir de un mito sobre los grupos y las instituciones que escribí a raíz de un trabajo de intervención institucional. "La institución está constituida por una articulación entre grupos nómades y grupos territoriales. Dentro de ella, los grupos-territorio tienen un objetivo, trazan un canino En cuanto a los grupos nómades, pasean, descubren posibilidades, realizan encuentros. El grupo-territorio organiza, acumula, trabaja y hace trabajar. El grupo nómade se dispersa, derrocha, rechaza las órdenes y es incapaz de dar órdenes. El grupo-territorio es genital o por lo menos quiere serlo. El goce está en la reproducción. Cuantos más sean, es mejor. La identidad de grupo, el espíritu de cuerpo una misma bandera para todos son su meta y la garantía de su sobrevivencia. El grupo nómade no tiene discurso sobre la sexualidad, no sabe donde colocarla. Para él sólo existen cuerpos, no entiende por lo tanto la idea de un espíri-

tu de cuerpo, sólo percibe diferencias. La identidad es un mero accidente, quiere combinar de Aferentes. maneras los colores y considera la restricción a una bandera un hecho por lómenos estéticamente pobre. El grupo-temtorio, tiene una política institucional, negocia, conspira, milita divide y agmpa en función de una estrategia de poder. Sabe fo que quiere y vive en crisis por no poder alcanzar su objetivo Observa con cuidado a sus enemigos, pero con muchísimo más cuidado todavía se observa a si mismo, la lucha ñor el poder, es un momento para el goce, pero la lucha interna porel poder lo apasiona como ninguna otra consigue hacerlo. Algunas veces, coloca sus lanzas para afuera, pero la mayor parte del tiempo, tienen dirigidas sus lanzas para adentro. El grupo nómade, tiene una p o l í t i c a anti-institurional, aun en el interior de las instituciones. Su estrategia es la generosidad para adentro y la guerra para afuera. Tiene un exacerbado sentimiento de grupo, pero confunde todo el tiempo quiénes lo integran, le gusta pertenecer a algo, pero T e s t ó dispuesto a ningún gasto para garantizar su permanencia. Su apatía, su cinismo y su desinterés son el modo en que consigue transformar la crisis en unpasaje un cambio de juego. Su crítica está siempre organización, nunca al deseo. La relación entre estos dos gSpos es difícil. Al grupo nómade le g u s t a muchas veces someterse, es su tendencia a la reterritorialización perversa se hace el interesado en colocar las cosas en orden. Se « L a de burócrata o de rebelde sin causa Levanta banderas: liberalización, espontaneísmo, autenticidad democratización. Juega a hacerse de esclavo o explotado y conduce una lucha contra los grupos territoriales montado en arcaísmos y en analogías fáciles: represión sexuales represión social, los alumnos son la clase obrera de la Unit f Í ^ t S t o r i o también tiene sus treta, Al observador se le aparece más melancólico que perverso, se autocrítica, siente la inutilidad de su sacrificio, a veces se fantasea de Dionisio y amenaza con acabar con todo. Pide análisis o

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psicoanálisis o socioanálisis o cualquier otro medicamento para espantar la tristeza. Pero es sólo un descanso. El grupo-territorio sabe que su actividad esta más allá de la mera subjetivización y el propio grupo nómade esta allí para recordárselo". El texto anterior no fue escrito para ofrecer un pensamiento verdadero sobre la institución, su intención fue ofrecer algunos signos que den para pensar lo que nos acontece en las relaciones entre los grupos y las instituciones por las que estamos permanentemente atravesados. Hasta aquí se han usado las denominaciones de nómade y territorial como modos de funcionamiento de lo grupal. Gilíes Deleuze nos habla también de estos dos modos como calidades de pensamiento que atraviesan toda la historia de occidente y en otro sentido, como dos modos de agenciamiento del deseo: uno sedentario-molar y otro nómade-molecular. Estas formas recorren a diferentes modos la historia social e individual y se van transformando en los diferentes modos de producción dominantes. Muchas de estas nociones orientan tanto nuestra escucha como las características de nuestra intervención. Pasemos a desarrollar algunas de estas nociones en su relación con las disciplinas que organizan el trabajo en los grupos y en las instituciones.

Especlallzación y espaclalizaclón en las instituciones El trabajo en y con instituciones nos plantea una serie de desafios que apuntan a un trabajo transdisciplinario. No se trata de un intento ecléctico de armonizar diferentes pensamientos y saberes ya reconocidos. Hacemos uso de terapias y técnicas parciales pero no con referencia a una totalidad que en realidad no está en ninguna parte, sino en cuanto a estrategias de paso dentro de saberes instituidos y diagramados. Consideramos a los saberes como instituciones sin esta-

blecimiento, sin espacio aparente y manifiesto. Esta característica es la que le permite a estos satures, todo el tiempo, diagramatizar el mundo, organizar los espacios, fijar los límites, así como por ejemplo la geometría euclidiana participa en el trazado de la segmentación de las ciudades a partir de su concepción del espacio. Entonces, hacer análisis institucional es cuestionar el lugar, el espacio del especialista, y atravesarlo por otras prácticas que la especialización 'y las disciplinas intentan recortar o dejar fuera de su campo. La geometría De Estado o mejor, la ligazón de la geometría con el Estado, se manifiesta en el primado del elemento teorema, que sustituye formaciones morfológicas flexibles por esencias ideales y fijas. Sustituye afecciones corporales por propiedades de los cuerpos, segmentaciones en acto por segmentaciones predeterminadas. La geometría adquiere así la potencia de un bisturí, un marcador, que graba y diagramatiza el espacio social. La propiedad privada implica un espacio escudriñado donde cada línea tiene sus segmentos y los segmentos de una se corresponden claramente con los segmentos de otra. Analizar, transversalizar, es pasar una línea que no se segmentariza o que por lo menos produce una segmentanzación que no está prefijada. Veamos por ejemplo el espacio urbano y cómo los saberes y las instituciones van marcando los territorios. El imperio romano impone a la ciudad una razón de Estado segmentarizada o geométrica que implica en un diseño general de los campos y las plazas-fuertes. Construye un arte universal de demarcar, una planificación de los territorios, una sustitución del espacio por territorialidades, una transformación del mundo en ciudad, una segmentaridad cada vez más endurecida. Varios autores (Foucalt, Deleuze, Senett) nos han mostrado cómo modernamente la planificación urbana tiene como objetivo simplificar y reducir a lo previsible y a lo visto, el movimiento y la sociabilidad en las grandes ciudades.

La ciudad en la actualidad es percibida como un contexto de caos y desorden, por lo tanto, es necesaria la organización institucional y la construcción de una personalidad conservadora en el uso del espacio que permita evitar y reducir el imprevisto. Así vemos por todas partes la aparición de territorialidades, segmentaciones duras, centralizaciones, que organizan nuestros trayectos de ocio y de trabajo, en un afán de capturar la expansión del deseo mas allá de lo previsible y controlable. Pero así como hay una geometría que llamamos De Estado, hay una geometría operatoria, una geometría nómade, primitiva, en que las figuras no son separables de sus efectos, las líneas de su devenir: hay curvaturas en lugar de círculo. Digamos entonces que en los márgenes del espacio instituido, se debate un espacio instituyente, no previsible, recorrido por líneas flexibles que entran en permanente contacto con las segmentarizaciones que impone lo instituido. Volvamos ahora al análisis institucional para ver cómo en el mismo se debaten estas diferentes concepciones del espacio que apuntábamos. Por un lado, el espacio institucional nos remite a la idea de establecimiento como el lugar que organiza las diferentes acciones e intercambios de los miembros de una institución. En especial el establecimiento hospitalario y el establecimiento escolar han sido objeto de estudio de diversas corrientes en psicología social y análisis institucional. Esta concepción ha sido criticada por la corriente socioanalítica que mostró la confusión que se produce cuando se trate analógicamente al establecimiento y la institución: se impide así captar el sentido de las fuerzas instituyentes. La institución no se define más como un lugar, sino como una relación entre lo instituyente y lo instituido que da lugar a la institución como un espacio inacabado y en gestación permanente. A partir de que el objeto de trabajo e intervención deja de ser la institución entendida como establecimiento, la no-

ción de espacio institucional comienza a ensanchar su sentido. La institución es captada como un espacio contradictorio, atravesado por fuerzas que escapan a los límites que le fija la física del establecimiento. Así no podremos investigar el quehacer institucional si no es en sus relaciones con otras instituciones. Comienza a definirse una física del espacio constituida por líneas de fuerza que se ejercen en un sentido centrífugo o centrípeto a la institución. Cuando ante una demanda institucional debemos definir nuestro campo de trabajo, necesitamos precisar la constitución de un campo de análisis por un lado y del campo posible de intervención por el otro. La propuesta del análisis institucional es extender el campo de intervención lo más próximo posible al campo de análisis. Así entendemos la liberación de la palabra en la institución. Otro concepto que nos obliga a cuestionar y mantener viva la reflexión sobre los límites o la extensión de nuestro trabqjo institucional es la idea de transversalidad. Esta se refiere a la necesidad de evaluar permanentemente hasta qué punto el índice de apertura que estamos usando en un grupo tanto para el análisis como para la intervención, es extremadamente conservador de sus formas instituidas de funcionamiento o por el contrario excesivamente dispersante hasta el riesgo de su demolición. El análisis institucional realiza su trabajo a través de los analizadores y no solamente a través de los analistas o especialistas. Los analizadores construidos o espontáneos son acontecimientos, situaciones, crisis, que producen espacios contradictorios y transversalizados donde los grupos van realizando el diagnóstico de situación y su práctica de intervención en un mismo acto. La estratificación del espacio que realiza una institución implica en una distribución de lo visible y lo enunciable que se produce en ella, por ejemplo hay un determinado modo de ver y de enunciar la locura como enfermedad mental que genera la institución manicomial. Analizar es recuperar un espacio, desterritorializarlo, conjurar los efec-

tos de sobrecodificación o rotulación, posibilitando así la creatividad o el surgimiento de otros efectos de sentido.

Las líneas, los diagramas y los estratos del poder Institucional Diversas líneas de investigación vienen desarrollándose entre nosotros a partir de estas nociones. Muchas de estas líneas varían en su desarrollo, en la velocidad que toman y en zigzagueos que enfrentan, según las viscisitudes institucionales y la conyuntura teórico-política que transitan. Cuando usamos la palabra línea, no lo hacemos como metáfora o representación, sino por concebir el propio pensamiento y la investigación que intenta darle plano de sustentación, como trazadora de líneas que encuadran, segmentan, centralizan o producen líneas de fuga según como se articulen con diferentes modos de funcionamiento en lo social. Se trata de una investigación que abriendo en lo social el camino del nómade, intente conjurar la prepotencia del estado, y sus figurones que en nuestro campo toman la forma del "discurso competente" o del "patrullamiento ideológico". Elegimos un camino de reversión donde el "pensar para hacer" lo desplazamos hacia un "hacer para pensar". Esto sería en nuestro caso un trabajo que nos lleva a partir de las innumerables prácticas y producciones que generamos en nuestra actividad grupal e institucional, ir trazando los diagramas que permitan ocupar esos espacios de trabtyo con una potenciación del pensamiento que al tiempo que produce denote los medios de esa producción. Desarrollemos algunas ideas en relación a la cuestión del poder, a los estratos que instala y a los diagramas que traza en el saber. Los estratos están del lado del saber y se constituyen a través del ver y el hablar. El poder actúa al agenciarse de

las fuerzas por donde pasa una cierta visibilidad o un determinado enunciado. El poder es ocupado de manera variable según las fuerzas en relación. Pensar el poder entonces es: pensar las formas compuestas que toman las fuerzas, como se agencian y como se diagraman. Esto puede ser realizado en los intersticios entre el hablar y el ver dominantes, entre la visibilidad y la enunciación. Cuando el poder se basaba en el modelo de soberanía, aparecía más clara su manifestación a través de la palabra del soberano o de la percepción de éste. Cuando abandona el modelo de soberanía, para proporcionar un modelo disciplinario, aparece una microfísica del poder, una normativa, una gestión institucional de la vida que va a dar lugar a una prepotencia de los enunciados. Los estratos (el saber) son donde lo instituido traza los diagramas, donde prepara su afirmación, pero también donde encuentra su contacto con el afuera que prepara los nuevos diagramas. Entonces, el diagrama es lo que siempre nos remite a una relación con el afuera, pero no se confunde con él. El desviante institucional o el dispositivo grupal a veces realizarían esta función. Un diagrama representa las fuerzas de las singularidades de poder y también a las resistencias, sus puntos de detención y sus nudos. Las resistencias son los puntos del diagrama que están en un contacto permanente con el afuera y del que proceden los nuevos diagramas. G. Deleuze lo dice en una bella frase: "La vida deviene resistencia al poder, cuando el poder tiene como objeto a la vida". Así, la vida, el pensamiento, sería la capacidad de resistir de la fuerza que no se detiene en espacios o en tal o cual diagrama. Pensar, no se refiere a una interioridad, sino que se realiza con una ingerencia del afuera que abre un intervalo, en el interior, lo fuerza y lo desmembra en nuevos diagramas. Surge toda una estrategia de desanudamiento de las relaciones entre poder y saber que llamamos de pensamiento nómade o transdisciplinariedad o clínica institucional.

¿Desde qué lugar usted habla? Cuando hablamos de tránsito o nomadismo como estrategia para recorrer los diferentes saberes que se articulan en lo grupal y lo institucional, ya estamos conjurando o inhibiendo una departamentalización o una especialización en la investigación. La transdiciplinariedad no puede funcionar, si no es trabándose allí donde encuentra un exceso de especialización o un regionalismo epistemológico que intenta imponerle su lugar. Ante aquella reiterada pregunta sobre "¿Desde qué lugar usted habla?" solo nos resta la risa o la fuga, si queremos sustentar un pensamiento expansivo que haga del accidente un desafío para la intensificación, en lugar de instalar un drama psicologizante. La afirmación de los elementos instituyentes en el trabajo de análisis institucional, nos ha llevado a una crítica del modelo sistémico de institución (Grupo de grupos). La institución debe dejar de ser considerada como un receptáculo vacío de las fuerzas sociales para poder observarla a ella misma en su permanente actividad, productora constante de nuevos agenciamientos que transforman efectivamente relaciones y prácticas en el espacio social. Se trata entonces no solo de realizar la tarea crítica a aquella concepción que considera a la institución como un mero receptáculo normativo donde se desarrollan los grupos y las diferentes fuerzas sociales, sino también producir los instrumentos y las técnicas que obliguen a las fuerzas instituyentes a afirmar su palabra y su acción. Una discusión teórica con enormes consecuencias en nuestra práctica es la que surge de la confrontación de la concepción de la escuela de análisis institucional con su conceptualización dialéctica y la corriente de pensamiento que nos indican los trabajos entre otros de Deleuze, Guattari o Foucault. Estos últimos, inscriptos en un movimiento que trabaja con las afecciones, las afirmaciones, la producción y el deseo, señalan una nueva concepción del inconciente abierto a lo social y con inmensas implicaciones en

el campo de la intervención. Este trabajo aporta una fuerte sustentación para nuestra práctica de intervención y de crítica al trabajo puramente interpretativo tanto en el dispositivo clínico como en el de formación. Por otra parte, los desarrollos actuales sobre el problema del poder, nos obligan a realizar una serie de consideraciones sobre el modo en que venimos trabajando con algunos operadores del análisis institucional. La relación entre instituyente e instituido, desde una perspectiva dialéctica, acaba anulando muchas veces la posibilidad de hacer hablar al poder. Eso porque a veces las relaciones contradictorias son el propio modo en que el poder se oculta para realizar su proyecto de gerenciar la vida. Así, el llamado "método de avanzar por las contradicciones" es ya una de las posibles estrategias que el mismo poder dispone. El instituyente no debe ser pensado como un determinante o una fuerza de la que resulta un instituido. El instituyente, el mismo es permanentemente diagramado como una relación de fuerzas que comportan frente a frente tanto su poder con sus singularidades como las singularidades de resistencia y de producción de nuevos sentidos.

Dispositivos y encuadre El trabajo clínico en las instituciones y los grupos en su relación con el psicoanálisis, encuentra su alimento, pero también sus límites. Ya hemos firmado, junto con Castel, su máxima: "Lo que el psicoanálisis nos cuesta, es lo que nos oculta." Pero esto no basta. Nuestro trabajo específico consiste en desarrollar esta idea viéndola funcionar detenidamente en las diferentes singularidades donde el psicoanálisis nos muestra su cara despótica y capturadora de sentidos, o por el contrario nos posibilita una interpretación de la relación entre subjetividad e historia. Aquí por ejemplo, el trabajo psicoterapéutico que se desarrolla en las instituciones de derechos humanos, nos ofrece un espacio concre-

to de discusión de esta problemática. Se plantea la cuestión de cuáles son los dispositivos, capaces de producir el despliegue de los diferentes esquemas que sustentan nuestra práctica clínica de formación e investigación. El término dispositivo, a pesar de haber sido tema de discusión, ha caído en un cierto vicio nominalista. Una especie de guiño para saber entre quienes estamos hablando, sin detenernos a reflexionar sobre si estamos diciendo lo mismo. Hay una cadena de términos que se disparan al hablar de dispositivo. Enunciemos algunos: dispositivo, encuadre, índice de transversalidad, analizador, técnicas de grupo, etc. Los dispositivos, en este momento, nos tienen que forzar a pensar nuestro proceso de institucionalización y contra-institucionalización. Nuestro desafío, particularmente en Latinoamérica es como escapar de un estatuto burocrático totalizador sin caer en la fragilización y la demolición. Vamos a referirnos, brevemente, a una cuestión concreta en nuestro trabajo con grupos para ilustrar estas observaciones: la cuestión del encuadre. El encuadre puede ser lo instituido, lo inmutable, lo que recubre las fuerzas instituyentes. También el encuadre puede ser el espacio necesario que posibilite la aparición de las fuerzas instituyentes sin la amenaza inminente de la demolición o de autodestrucción. En este sentido las crisis pueden ser momentos para la intervención o el análisis, si producimos los dispositivos que den ocasión a su enfrentamiento, superando el miedo a la represión directa o a la autorepresión, que acaban derivando en la apatía y la desmovilización de la acción y el pensamiento. Una serie de situaciones coyunturales nos indican espacios para la investigación, o por lo menos nos acercan algunas preguntas: ¿Cómo superar la apatía que la profesionalización creciente del espacio macropolítico produce? Cada vez más se incrementan las características mercadológicas de la producción cultural que tienen, como modelo de consumo el regimen televisivo, como productor de imágenes simuladas desde un centro coñcentrador.

¿Cuáles son los dispositivos para ir desarmando esa psicología social del sondeo de opinión que reemplaza a través de las llamadas encuestas e investigación de opinión pública el movimiento y la potencia posible de los agentes sociales, sus grupos y asociaciones? Cuando hablamos de dispositivo grupal: ¿De qué grupo se-trata y cual dispositivo promovemos? ¿Cuáles son los grupos que de hecho se han promovido y cuáles son los que no han hecho más que sumarse a los instituidos dominantes? ¿Cuáles son las técnicas de evaluación, de registro y de intervención que posibilitan mantener vivas estas cuestiones? Hoy es claro que no basta con pensar encima del lugar del coordinador de grupo. Se debe dar cuenta del lugar del representante, del monitor e inclusive del secretario u organizador. La tradición filosófica que transcurre entre otros por autores como Hume y Spinoza, nos señalan a la institución como simpatía de grupo, al grupo como encuentro de afecciones y nos ayudan a apartarnos del tedio estructuralista que domina muchos de los análisis en nuestro campo.

Simpatía y utilidad en las instituciones La mayoría de las concepciones dominantes en análisis institucional nos llevan a acercarnos a la institución con una mirada negativa. Se concibe a la institución como subsidiaria de un contrato, como fórmula negativa para doblegar las tendencias individuales y el egoísmo natural. Domina una concepción que nos remite a la necesidad de una estructura legal previa o a una Ley con mayúsculas que estaría en el origen de toda asociación. En algunas intervenciones, hemos observado que esta concepción llega al ridículo extremo de plantear un formuleo que acaba produciendo equivalencias que van desde la prohibición del incesto hasta la ley de prohibición de pisar el cesped.

Es bueno sospechar de las teorías cuando ellas pueden transformarse en tecnologías al servicio de la obediencia Toda una concepción diferente para entender la relación instituido instituyente, se abre cuando pensamos a la institución como un artificio, como una asociación y extensión de simpatías, como agenciamientos en permanente actualización. En este sentido, las tendencias, los instintos, no son opuestos a la institución como el malestar necesario La tendencia no se abstrae de los medios que se organizan para satisfacerla. El egoísmo, el individuo, solo pueden designar ciertos medios que el hombre organiza para defender sus tendencias, pero por oposición a otros medios posibles Asi, el egoísmo, el individuo, será puesto en su lugar estratégico, lo que no significa que es la estrategia más importante. Es preciso realizar una crítica a la idea contractual de institución, donde la esencia de la sociedad no estaría en la ley sino en la propia institución, en las conexiones que ella posibilita. La utilidad aquí se opone al contrato y la institución es concebida como expansión y no como pura limitación. La institución es un modelo de acciones, una verdadera empresa, un sistema inventado de medios positivos una invención positiva de medios indirectos para la realización de efectos singulares. El hombre no entra en sociedad para garantizar derechos preexistentes por una supuesta ley, entra porque no existen derechos preexistentes, para inventarlos. En esta perspectiva, lo social es profundamente creador inventivo y positivo. ' Cuando se concibe a la Ley como origen y como su consecuencia el contrato institucional y grupal, lo social queda del lado de la carencia, la limitación o Ja alienación. En otro sentido, podemos concebir a la institución como un conjunto de convenciones, fundadas en la utilidad y no un conjunto de obligaciones basadas en un contrato. La ley no es pues primera, supone una institución, prácti-

cas de grupo a las que la propia ley limita. Así igualmente, el legislador no es quien legisla, sino quien instituye. Estas reflexiones nos posibilitan una línea de entendimiento sobre la participación masiva en nuestras instituciones de salud y de formación de diversos profesionales sin ningún vínculo aparentemente instituido. Este fenómeno de adhesión al trabajo institucional de los concurrentes, visitantes, ayudantes ad-honorem, podemos verlo como una actitud positiva y expansiva de producción de encuentros en lugar de considerarlos puramente como víctimas o servidores de los aparatos ideológicos de estado. ¿Como explicar si no la insistencia, la pasión, y el fervor que ponen en su trabajo asociativo miles de colegas, psicólogos, médicos, educadores, trabajadores sociales, que están al margen de todo contrato institucional o ideológico? ¿Estarán todos alienados en el discurso del amo? ¿O estarán trazando en un lugar no previsto las líneas de simpatía y encuentro que consiguen realizar? Desconocer las pasiones que se agitan más allá de los contratos en nuestras relaciones institucionales es condenar a una fórmula negativa todas las instituciones y los modos de instituir agenciamientos que se desarrollan en el trabajo de salud, en el trabajo universitario y en el trabajo comunitario. No se trata aquí de desconocer el papel que juega la dimensión económica y organizacional. El intento es atravesarla por otros órdenes de pensamiento, que posibiliten y abran lo que llamamos clínica institucional. Estas nociones aquí planteadas tienen el sentido de llevarnos unos pasos al costado de un binarismo creciente en nuestro medio que se debate entre un psico-sociologismo por un lado y una especie de psicoanálisis aplicado a la institución por el otro. Este paso ha sido posibilitado teóricamente por la corriente de análisis institucional, pero su sustentación y desarrollo depende de nuestras intervenciones y del entendimiento que ellas generen. Una clínica en y de las instituciones es la que traza una

linea donde la multiplicidad de los acontecimientos que se debaten en el campo grupal e institucional puedan ser intensificados en lugar de caer en una totalización al servicio de una ilusoria teoría general.

Bibliografías y referencias: Las ideas de simpatía de grupo son de Hume, a través del encuentro que Deleuze proporciona en: "Empirismo y subjetividad", edit. Paidós. El libro "Foucault", de Gilíes Deleuze, nos permite leer de otro modo las relaciones de poder y su irradiación a través de las nociones de diagrama y de estrato. "La ética de Foucault", libro de reciente aparición, coordinado por Tomás Abraham, aporta una serie de artículos estimulantes para pensar el recorrido multiplicador del pensamiento de Foucault. Las caminadas con Juan Carlos De Brasi son siempre estimulantes para reflexionar sobre el campo de lo grupal, el problema de la escritura, y la transmisión y expresión en ese campo. Tanto nuestro trabajo en diferentes instituciones públicas de salud mental, como el recontacto con jóvenes colegas durante este año, nos han obligado a buscar la inteligencia de los signos que abran el pensamiento clínico de hoy. El trabajo en un centro de investigación en psicología social y grupal nos demanda la necesidad de trabajar el modo cómo la transdiciplinariedad puede orientar nuestro trabajo de investigación. Por último la urgencia de nuestra necesidad de agruparnos y publicar aquí en "Lo Grupal", organiza este trabajo, justifica su incompletud y posibilita ir tensando las líneas entre los que venimos trabajando en esta problemática.

LA DIMENSION INSTITUCIONAL DE LOS GRUPOS

por ANA M. FERNANDEZ

I. En artículos anteriores se ha reflexionado sobre la relación entre el espacio grupal y su contexto social*. A partir de las consideraciones de D. Anzieu** y E. Pavlovsky*** y los avatares propios en el trabajo con grupos durante los últimos años de represión política en nuestro país, se presentaron en los artículos mencionados algunas reflexiones críticas con respecto a ciertas formas habituales de pensar la relación entre "el adentro y el afuera grupal". Muy sintéticamente lo que allí se interrogaba era si la sociedad podía considerarse como un afuera grupal, como mero contexto exterior; es decir, si este contexto podía pensarse sólo produciendo un efecto de influencia sobre los movimientos grupales.

* FERNANDEZ, A. M. "Los grupos y su contexto", en Rev. de Psicología y Psicoterapia de Grupo Tomo IX N5 2, 1986, Bs. As. y "Re-uensar los grupos", en Temas grupales", Libro colectivo, Ed. Cinco, 1987. B A ** ANZIEU, D. "El grupo, proyección del imaginario social: observaciones psicoanalíticas sobre los acontecimientos de mayo de 1968" en "El grupo y el inconciente", Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1978. *** PAVLOVSKY, E. "Lo fantasmático' social y lo imaginario grupal, en "Lo Grupal 1", Ed. Búsqueda, Bs/As., 1983.

La cuestión queda replanteada en estos términos: el llamado contexto es en rigor texto del grupo; es decir que no hay una realidad externa que produce mayores o menores efectos de influencia sobre los acontecimientos grupales, sino que tal realidad es parte del propio texto grupal en sus diversas modalizaciones (metaforizaciones, formas metonímicas, etc.); es, por ende, fundante de cada grupo; más qué escenografía, drama grupal. Se utiliza el término texto aludiendo a las formas propias que un grupo construye; formas que —a su vez— producen múltiples sentidos. En tal multiplicidad de sentidos se organizan permanentes atravesamientos entre las producciones simbólico-imaginarias grupales y lo imaginario social. Es decir, se trata de desdibujar el adentro y el afuera grupal en tanto entidades sustancializadas y pensadas como pares de opuestos. De todos modos es importante distinguir dos niveles de análisis: la problematización teórica de tales modalidades antinómicas y las vivencias de "adentro-afuera" de los integrantes de un grupo, sus referencias al respecto, etc.*. Sobre la base de subrayar la importancia de esta distinción puede observarse que cuando el coordinador naturaliza estas referencias de los integrantes, refuerza la forma antinómica señalada, aportando la adecuada tecnología de constitución de un grupo-isla.

II. Sin duda las reflexiones señaladas líneas arriba con respecto a las relaciones entre las producciones simbólicoimaginarias grupales y lo imaginario social están referidas a situaciones políticas límite que constituyeron verdaderos traumas sociales. Podría abrirse una pregunta: ¿tan particular relación de texto y contexto es privativa de situa* BAULEO, A. Comunicación personal.

ciones sociales límite o, por el contrario, es una constante del funcionamiento de los grupos? Lo que se interroga es si tal ligadura del grupo con los acontecimientos de la realidad "exterior", se producen sólo cuando lo social adquiere un significativo nivel de turbulencia, o si hace a una constante de su funcionamiento. Más bien podría pensarse que este entramado es constitutivo de lo grupal. Si bien esta opinión deberá fortalecerse con futuras investigaciones, aún cuando se la mantenga como hipótesis, deberá reconocerse que esta no es una manera habitual dé pensar la relación de los grupos con su contexto; más bien opera, con mucha frecuencia, como un impensable de lo grupal. Tal vez, especularmente capturados en los grupos plegados sobre sí mismos sólo se hizo visible su presencia en las formas límites de lo social. Lo social siniestro no sólo comenzó a refutar con insistencia el artificio de los grupos-islas; también mostró la necesidad de reflexionar —más allá de situaciones coyunturales— sobre las formas permanentes de relación entre lo grupal y lo social. Una de ellas es, sin duda, la dimensión institucional* Es innegable que las instituciones cubren diversas necesidades de una sociedad; sin entrar aquí en la complejidad de lo arbitrario —no natural— de las necesidades sociales puede decirse que la dimensión institucional no se agota en sus aspectos funcionales. Tiende a normativizar el tipo de enunciados que es pertinente en cada una de ellas autorizando algunos y excluyendo otros;** por fuerte que sea su inercia burocrática, no es una cosa, sus límites son siem• Fue en este sentido que ya en "El dispositivo grupal" se afirmaba que loe grupos no son islas por cuanto están siempre inscriptos en institucione® y operan en ellos múltiples atravesamientos. Ver "El dispositivo crupal A. Fernández, A. del Cueto "Lo Grupal 11", Ed. Búsqueda Bs As 1986. "ALTAMIRANO, Ideología y sensibilidad post-modernas; sobre la condición post-modema de J. F. Lyotard", Rev. Punto de vista N» 25, Bs.

pre provisionales y siempre es posible desplazarlos en los juegos instituyentes. En ese sentido una institución es una red simbólica socialmente sancionada en la cual se articula'junto a su componente funcional un componente imaginario*. Desde esta noción de institución**, puede pensarse a los grupos desplegándose en lo imaginario institucional donde inscriben sus prácticas; lo imaginario institucional tanto puede promover como dificultar las actividades de grupo. En ese sentido es que se considera restrictivo leer todos los procesos que en un grupo acontecen sólo desde los llamados dinamismos propios de un grupo o desde el producto de las resonancias fantasmáticas de las singularidades que componen tal colectivo. Cuando en 1984, al retomar la docencia universitaria, se propuso como una de las primeras consignas para los trabajos prácticos de una cátedra que se estaba organizando, que los alumnos se sentaran en círculo y se presentaran, esta mínima consigna de comienzo de una actividad grupal produjo diferentes efectos de confusión y pánico, que configuraron una verdadera situación colectiva. Durante la dictadura el anonimato y la serialidad eran la forma de conservar la vida en las aulas universitarias; el peligro real había pasado, sin embargo, en lo imaginario institucional operaba manteniendo determinadas figuraciones simbólico-imaginarias que impedían cualquier agrupamiento, identificación individual, etc. Aquí tal vez fuera pertinente otra reflexión. El ejemplo que antecede tiene la impronta de lo social siniestro; sin embargo pueden encontrarse algunas cuestiones relacionadas a lo que en él se relata en otras situaciones más cotidia-

* CASTORIADIS, C. "La institución imaginaria de ,1a sociedad", Ed. Tu aqueta, Barcelona, 1983. ' ** Para ampliar las distintas nociones de Institución ver "Contextos de referencia y sentidos del término Institución", R. Montenegro, Fac. de Psicología, Dto. Publicaciones, U.BA., Bs. As., 1988.

ñas. Cuando se implementan dispositivos grupales en instituciones escolares primarias —y más frecuentemente secundarias— al dar la consigna de agruparse en círculo, suelen aparecer chistes, risas, miradas cómplices entre los alumnos, etc.; éstos suelen explicitar en tales casos el riesgo que el dispositivo montado les ofrece en tanto quedan todos bajo una mirada de control por parte del docente. Esta figura simbólico-imaginaria de "panóptico grupal", si bien esperable en instituciones disciplinarias, no deja de tomar por sorpresa a coordinadores de formación grupalista clínica. Se encuentran allí contrastadas dos dimensiones diferentes del referente institucional. En el grupalismo el propósito de la organización circular del espacio se sostiene en la intención de favorecer determinado tipo de enlaces-desenlaces de las subjetividades que se supone ha de propiciarse al estar todos a la vista de todos. Sin embargo, para los alumnos —integrantes de la institución escolar— esto se inscribe en un eventual propósito de vigilancia y control. Se abre aquí una pregunta obligada. ¿Esta figura del "panóptico grupal" será exclusiva de las formaciones simbólico-imaginarias de grupos inscriptos en instituciones disciplinarias? ¿Se formará también en los dispositivos clínicos? ¿De ser así, qué impensables de nuestras prácticas la vuelven invisible para el coordinador? ¿Qué violencia intangible silencia su enunciabilidad en los integrantes del grupo? Lo imaginario institucional puede promover o incentivar la producción grupal; así por ejemplo, un grupo en transferencia positiva con la institución en la que inscribe sus prácticas puede operar movimientos grupales que favorezcan o incentiven la productividad del mismo. En sentido contrario, puede observarse que hay grupos que alcanzan sus momentos de mayor despliegue productivo desde utopías grupales fuertemente contrainstitucionales. Muchos son los ejemplos al respecto en las instituciones manicomiales donde equipos profesionales "de avanzada" intentan transformar la situación de alguna sala. Sólo desde

una utopía de transformación de la institución, esos pequeños colectivos —habitualmente aislados— pueden enfrentar los paradigmas organicistas y las políticas sanitarias de la psiquiatría clásica. Sólo desde un proyecto severamente contrainstitucional con respecto al manicomio pueden sostenerse prácticas rodeadas de tanta adversidad. Líneas arriba se ha señalado que la dimensión institucional trasciende los edificios. En tanto red simbólica que articula componentes funcionales e imaginarios, su presencia en los grupos puede tener diferentes grados de visibilidad o invisibilidad. Así por ejemplo, podría suponerse que en aquellos grupos psicoterapéuticos o de formación que no inscriben su práctica en instituciones públicas, la dimensión institucional en el grupo no ofrece demasiada relevancia. Sin embargo, en el circuito profesional privado esta se constituye a partir del sistema de reglas que el coordinador instituye conformando un sistema simbólico. Coordinación y sistema de reglas operan como disparador de lo imaginario y crean algunas de las condiciones necesarias para que ese grupo comience a diseñar sus propias formaciones grupales. Por otra parte la membrecía del coordinador a determinadas instituciones teórico profesionales es una dimensión institucional en el grupo "privado" que no debe subestimarse. El coordinador es investido como el "representante" de ellas en el grupo. De tal forma el sistema de avales o descalificaciones a la coordinación suele operar como mediación de avales o descalificaciones a dichas instituciones. En este sentido, la coordinación soporta también allí no sólo los movimientos transferenciales clásicos estudiados por el psicoanálisis, sino también toda suerte de transferencias institucionales. Las instituciones forman parte de las redes del poder social. En circuitos macro o micro, la institución constituye un factor de integración donde las relaciones de fuerza se articulan en formas: formas de visibüidad como aparatos institucionales y formas de enunciabilidad, como sus re-

glas. En tanto figura intersticial, la institución será un lugar donde el ejercicio del poder es condición de posibilidad de un saber y donde el ejercicio del saber se convierte en instrumento de poder; en tal sentido es un lugar de encuentro entre estratos y estrategias, donde archivos de saber y diagramas de poder se mezclan o interpretan sin confundirse.* La inscripción institucional de los grupos constituye, al decir de Lapassade, su impensado, el negativo, lo invisible su inconciente. ' Quiere resaltarse que las producciones de un grupo nunca dependerán exclusivamente de la particular combinatoria de identificaciones, transferencias, resonancias fantasmáticas, etc. entre sus integrantes. Tampoco será mero reflejo o escenario donde lo imaginario institucional podrá desplegarse. En cada grupo, la combinatoria de sus diferentes inscripciones producirá un nudo propio singular irreductible. De esta forma, se pretende inscribir lo grupal en lo institucional, sin perder lo específico de la grupalidad. Es necesario sostener tal especificidad sin hacer de los grupos islas y, al mismo tiempo, tomar como vector de análisis la dimensión institucional. Se piensa más bien en un movimiento tal, donde grupo e institución se significan y resignifican mutua y permanentemente. Porque si bien no hay grupos sin institución, ¿qué institución podrá ser aquella que no sea habitada por grupos por momentos aliados o antagónicos; en conflicto, o naciendo a su vez a redes solidarias; vacilando entre los caminos de la burocratización, repetición, disolución, invención y nacimiento de lo nuevo?. En síntesis, un grupo se inscribe en un sistema institucional dado, de la misma manera que la institución sólo vive en los grupos humanos que la constituyen.

•MOREY, M. Prólogo a Toucault", de G. Deleuze. Ed. Paidós, Bs.

¿Cómo opera efectos la institución en un grupo? Es importante señalar que las normas de funcionamiento, la coordinación y el contrato son los indicadores del sistema simbólico-institucional en el que un grupo se inscribe. Este sistema: normas de funcionamiento, forma de coordinación y contrato, opera en un sentido explícito-funcional; sin embargo, su normatividad también operará eficacia como disparador de figuraciones simbólico-imaginarías grupales.

Normas de funcionamiento Las normas de funcionamiento si bien tienen una operatividad evidente en tanto permiten a un grupo organizarse, no es éste el nivel de eficacia que se desea aquí subrayar, sino que se está haciendo referencia a los efectos implícitos que laten-insisten, produciendo figuraciones simbólicoimaginarías donde se atraviesan diversas inscripciones (identificatorias, transferenciales, transgresivas, ideológicas, juegos de poder, etc.). En un montqje psicodramático con fines pedagógicos un grupo de alumnos elige para dramatizar una primera reunión de "un grupo de obesos anónimos". Cada uno se presenta, dice por qué está allí, qué expectativas trae a esa actividad, etc. Al cerrar la reunión quien ha tomado el papel de coordinadora da alguna idea de cómo van a trabajar, explícita las normas de funcionamiento: frecuencia de reunión semanal, duración de la reunión, lugar de la institución donde se realizarán las reuniones, etc.; solicita puntualidad, recomienda pasar a pagar los aranceles por secretaría, se despide "hasta el martes que viene" y levanta la reunión. Quien coordina la dramatización solicita un soliloquio a los participantes, quienes en su mayoría comentan aquello que esta última intervención de la coordinadora

del grupo de obesos ha disparado. Algunos explicitan impresiones de protección, otros de molestia frente a la mención de aranceles, ilusión de estar en un buen lugar, sensaciones muy variadas de desconfianza, de encierro, de contención, etc. Cuando la dramatización finaliza y se abre la ronda de comentarios al resto de los alumnos que habían estado observando el ejercicio psicodramático, sus intervenciones también se orientan mayormente en esa dirección. Los alumnos que se habían mantenido como observadores de la escena se sorprenden porque los efectos de la dramatización los alcanzaban como si hubieran participado de la misma. También los asombra que una misma intervención de la coordinadora hubiera generado tanto en los que dramatizaron como en los que observaron impresiones tan dispares. Como puede observarse, quien tomaba el papel de coordinadora del grupo de obesos al explicitar las normas de funcionamiento crea las condiciones operativas mínimas que disponen la posibilidad de organizar el funcionamiento futuro del grupo de obesos. Este es sin duda un nivel de eficacia de esta normativa. Junto a estas normas se disparan otros efectos que en el ejercicio relatado toman forma explícita dado el soliloquio solicitado, pero que habitualmente pueden circular en forma implícita produciendo figuraciones simbólico-imaginarias donde se atraviesan diversas inscripciones. Quiere resaltarse la coexistencia de posicionamientos singulares de los distintos integrantes. Que algunas impresiones pudieran cobrar cierto grado de generalidad o consenso en hipotéticas futuras reuniones no suprime las particularidades. Tampoco es condición para la construcción de una formación simbólico-imaginaria que las posiciones con respecto a ella por parte de los integrantes sean homogéneas. De los múltiples sentidos que los textos grupales disparan, los movimientos grupales suelen cristalizar algunos dando origen a los mitos, ilusiones y utopías de ese pequeño colectivo. Aún así esto no significa que se homogeinicen los posicionamientos; sólo sugiere que se han puesto

en juego dentro del grupo actos de nominación, procesos de producción y apropiación de sentido, narrativas, metaforizaciones, etc. Es decir que tal colectivo ha creado las condiciones para los pliegues y despliegues de sus acciones, sus relatos y sus afectaciones: sus invenciones y sus políticas.

La coordinación El tema de la coordinación rebasa ampliamente el nivel explícito funcional, operando desde múltiples eficacias simbólico-imaginarías. Este punto invita a re-pensar dos problemas: — la relación entre las formas de coordinación y sus posibles lugares de poder — la caracterización de los movimientos transferenciaIes en los grupos. Con respecto al primer punto debe señalarse que los posibles lugares de poder que la coordinación ocupe varían según la forma de coordinación adoptada. Es importante aclarar que la mención de este posible lugar de poder no presupone que este sea el único lugar de poder dentro de un grupo ni el más significativo. Es sólo uno posible. Haciendo un poco de historia, cuando el psicoanálisis inaugura dispositivos colectivos en la clínica incorpora al trabajo con grupos reglas técnicas y conceptos teóricos del dispositivo psicoanalítico, que —además de abrir el campo dé la clínica grupal— produjeron un importante descentramiento. Crearon las condiciones para hacer posible la separación del lugar de la coordinación de los liderazgos superando gran parte de los efectos de sugestión y del tipo de violencia simbólica que ella implica. Los resultados para tal descentramiento fueron precisados por Bauleo en 1973 cuando a las ya establecidas condiciones de neutralidad que el dispositivo analítico había aportado acentúa la exigencia hacia el coordinador en la devolución de los liderazgos, de la no apropiación de las producciones grupales por parte de

éste y la elaboración desde el momento mismo de la formación del grupo, de su pérdida. Advierte asimismo que expresiones tales como "mi grupo" por parte de un coordinador, más que alusiones identificatorias expresaban un deseo inscripto en criterios ideologizados de propiedad.* Estas sucesivas puntualizaciones redefinieron el lugar de la coordinación con respecto al coordinador-líder de la microsociología. De todas formas quedó abierto otro problema: al organizar la lectura de los acontecimientos grupales desde una teoría de la representación-expresión, crearon las condiciones para reinvestir en figura de poder al coordinador; desde tal perspectiva éste queda posicionado en un lugar de "saber lo que al grupo le pasa"; tal coordinador ya no era un líder, pero quedó transvestido en un coordinador-oráculo: sólo él puede leer el sentido de los efectos de estructura. Actualmente, otro descentramiento se vuelve posible en tanto la función interpretante se propone puntuar insistencias, interrogar rarezas, resaltar sinsentidos, enunciar paradojas, etc. Ellos laten-insisten en los textos grupales; el coordinador desde su implicación —y no fuera— sólo registra algunos. Por ende, función interpretante realizada desde un lugar de ignorancia. De tal modo, otro requisito se agregará a los ya enunciados: la renuncia al saber de la certeza. Múltiples sentidos y algún sinsentido que circulan entrecruzados en el acontecer grupal; la intervención interpretante al puntuar algunos de ellos intenta evitar el cierreobturación que toda evidencia de verdad produce. De esta forma la coordinación hace posible aperturas a nuevas producciones de sentido. Los integrantes compaginan así distintas formas de textos grupales y producen sus figuraciones simbólico-imaginaria8. El coordinador no es el poseedor de una verdad oculta, sino alguien interrogador de

lo obvio, provocador-disparador y no propietario de las producciones colectivas; alguien que más que ordenar el caos del eterno retorno*, busca aquella posición que facilite la capacidad imaginante singular-colectiva. No confundir esta renuncia al saber de la certeza con vacilaciones o ambigüedades en las intervenciones de la coordinación. Renuncia a una forma de certeza y no abandono de la intervención interpretante. Está en juego aquí otra manera de intervenir, otra noción de interpretación. Es desde este replanteo que se diseña una coordinación jugada desde otro lugar. ¿Por qué esta insistencia en no fijar sentidos desde la coordinación? La renuncia al saber de la certeza se funda, sin embargo, en una certidumbre. Aquella que otorga a las gestiones de los colectivos humanos la capacidad de imaginar y transitar sus propios senderos. Senderos a inventar en los cursos y recursos de su dimensión ilusional: repliegues en sus ficciones; despliegues de sus acciones a partir de sus utopías. Doble e incesante movimiento que novelará sus relatos, caracterizará sus prácticas y los implicará en la Historia Con respecto a la caracterización de los movimientos transferenciales en los grupos es obvio que la coordinación produce efectos de eficacia simbólico-imaginaría induciendo y ofreciéndose para la producción de amplios y variados movimientos transferenciales. Pero es importante detenerse un momento en este punto porque no sólo se mueven aquí —como se apuntaba líneas arriba— movimientos transferenciales, en el sentido psicoanalítico que habitualmente se da a este término. En realidad en la figura del coordinador no sólo se trásfieren imagos familiares, sino también transferencias institucionales; así muchas veces éste es vivido como el "representante" de la institución donde el grupo inscribe su práctica. Y lo que es más, estas transferencias institucionales no necesariamente actualizan fa* DELEUZE, G. "La lógica del sentido", Ban-al Ed., Barcelona, 1970.

miliarismos edípicos sino que transfieren dimensiones actuales del conflicto social. Este criterio amplio de transferencia suele quedar en invisibilidad en la lectura de los acontecimientos grupales; cuando así sucede se produce un particular reduccionismo; este "familiarismo transferencial" suele convertirse en uno de los principales instrumentos tecnológicos de los grupos-islas. Se instrumenta allí una noción de fantasma "privatizado", es decir vaciado de sus posibles afectaciones institucionales, sociales y políticas. De tal forma, se crean las condiciones para descontextuar al grupo; para que esto sea posible ha sido necesario denegar las dimensiones institucionales y sociopolíticas, es decir, lo público. Pero, si el contexto es texto grupal, en realidad, des-textúan, es decir vacían, exilian, desterritorializan del propio grupo la dimensión socio institucional que late en él —pese a todo- permanentemente. ¿Qué dimensión es así exiliada, desterritorializada, denegada? Se deniega lo que ilusoriamente se ha puesto en un "afuera" grupal, invisibilizando o interpretando familiarísticamente problemáticas tan específicas como por ejemplo las relaciones de poder dentro del grupo, en relación a la institución, la problemática del dinero, los conflictos surgidos en función de los niveles de apropiación de los bienes simbólicos y materiales que un grupo produce, los aspectos transformadores de los movimientos instituyentes grupales, fermento transformador y no mera transgresión a los equivalentes simbólicos de la prohibición del incesto. En síntesis, se exilia la política de los grupos —su política— familiarizando, edipizando sus rebeliones y sus sumisiones. La propia existencia grupal implica para subsistir reglas y obligaciones, lleva en sí la violencia que los dispositivos de las Relaciones Humanas han enmascarado, o que ciertas narrativas psicoanalíticas han reducido a espejismos edípicos. La emergencia de la irreductible violencia, cuando se vuelve visible a sus integrantes, define la dimensión política del grupo, es decir, la dimensión de sentido

con respecto del poder, cuyo ejercicio puede llevarse a cabo a través de diversas figuraciones y modalidades: la propiedad de los bienes —sean materiales o simbólicos— la economía de los intercambios, la localización de las instancias normativas ideales, los valores cognoscitivos, etc.*. El sentido se aliena en estasfiguracionesya que la política es -entre otras cosas— la incesante reapropiación tanto del sentido como de los puntos en los que se articula la alienación del sentido para cada cual. De tal manera, cuando se invisibiliza la política de los grupos —es decir sus propios juegos de poder— familiarizando, edipizando sus rebeliones y sumisiones, tras un aparente tecnicismo aséptico se ejerce una violencia: la apropiación de sentido, que politiza, despolitizando su lectura.

El contrato o la edad del capitán "En un barco hay 26 ovejas y 10 cabras. ¿ Cuál es la edad del capitán?". En una investigación realizada con alumnos que oscilan entre 6 y 12 años en escuelas primarias francesas** de 97 alumnos, 67 respondieron la posible edad del capitán realizando operaciones con los números del enunciado. Frente a esta respuesta "absurda" a un problema absurdo los investigadores construyeron luego una lista de problemas del mismo tipo agregándoles una pregunta: "¿qué piensas tú del problema?" De 171 alumnos encuestados, 121 respondieron, sin expresar duda sobre las características del problema planteado por el docente. Algunos reconocen que el problema es un poco tonto o raro, pero no dudan de la validez del mismo y rápidamente entregan su respuesta.

* KAES, R. "El aparato psíquico grupal". Ed. Gedisa, Barcelona, 1977. »« CHEVALLARD, Ivés "Remarques sur la notion de Contrat Didactique" IREM, D'Aix, Marseille, Facultad -de Ciencias Sociales de Luminy. (Agradezco a J.A. Castorina haber facilitado este material).

¿Qué sostiene este absurdo? El tipo de problema planteado pone dos lógicas en conflicto: la lógica del pensamiento operatorio de los niños, y la lógica del contrato didáctico. Una profana, lógica natural; la otra, sagrada, ritual, que está inserta en la trama del contrato. Sagrada en tanto organizada en el ritual escolar, profana en tanto abandonada en la puerta de la clase. Como puede observarse se necesita una intervención descriptiva —el problema "absurdo"— para que las dimensiones del contrato didáctico cobren visibilidad. De lo contrario, está ahí operando como un verdadero organizador institucional, pero también subjetivo de las prácticas de alumnos y docentes en la escuela. El contrato didáctico rige la interacción didáctica entre el maestro y el alumno a propósito de un saber; los contratantes despliegan sus prácticas en una institución inventada a tal efecto. El contrato organiza para los contratantes —dice Chevallard— una particular weltanschauung, una visión del mundo didáctica, excluyente y en varias maneras extraña a la visión del mundo donde evolucionan los individuos ordinariamente; se instaura allí una cierta concepción de las cosas del mundo pedagógico que no son las mismas fuera de ese mundo. En tal sentido, para comprender el problema de la edad del capitán es necesario pensarlo a partir del sistema generador de sentido que constituye el contrato didáctico. Sorprendente investigación. En nuestro campo también el contrato grupal al explicitar las normas de funcionamiento establece un acuerdo entre las partes, un código y sus rituales. Esta es su dimensión explícita funcional; a partir de ella se disparan diversas figuraciones simbólicoimaginarías (ver ejemplo dramatización de obesos anónimos). Nunca está todo dicho en un contrato. Sus dimensiones no dichas, implícitas operan sus efectos en latencia. A partir de allí puede inferirse que en el contrato grupal —podría hacerse esto extensivo ai contrato "psi"— se instala también una cierta concepción de las cosas que no son las

mismas fuera de ese mundo, es decir se produce un sistema de sentidos que construye —y da sentido- al contrato grupal. Es importante no apurar maniqueímos y saltar a imaginar posibilidades de agrupamientos por fuera de contratos. Así como sin contrato didáctico no hay enseñanza ni aprendizaje posible, no pueden pensarse dispositivos grupales por fuera de contratos. Estos normativizan enunciados y prácticas —como también sus lógicas— estableciendo qué es pertinente en determinada inscripción institucional y qué no lo es. Por lo tanto, al demarcarlo, hacen posible el campo de intervención. De todas formas ¿cuál será la edad del capitán en nuestros contratos "psi"? Buenos Aires, Enero de 1989

INTRODUCCION AL PENSAMIENTO GRUPALISTA EN LA ARGENTINA Y ALGUNOS DE SUS PROBLEMAS ACTUALES

por MARCELO PERCIA

I. CONDICIONES SUBJETIVAS DE LOS AÑOS SESENTA Y SETENTA: COMPROMISO Y RESPONSABILIDAD SOCIAL Introducción El pensamiento grupal en la Argentina no tiene una sola puerta de entrada: hay distintas introducciones posibles, pero no muchas para cada uno. Cada cual se conduce según una precisa (y a veces imprecisa) relación de intimidad. No se pretende instruir sobre un determinado recorrido ni hacer de este trayecto una única manera de pensar. Por eso, esta presentación debe leerse como una biografía de ideas*. De ningún modo se aspira a entregar una versión totalizadora de las prácticas grupales en nuestro país, sino más bien a señalar itinerarios y contradicciones de algunos pensadores de formación psicoanalítica que provocaron mi interés por el campo de lo grupal. * Pero una biografía no es una historia unitaria de vida. Se sabe, uno nunca escribe solo. Cuando se escribe se inscriben en singular relaciones plurales. Menciono, con Edgardo Gili el "trabajo" de la escritura, con Luis Herrera las experiencias grupales compartidas, con Ana Fernández las indagaciones sobre el saber grupal; y dejo aparte a J. C. De Brasi, para recordar algo que me decía: en los tiempos que vivimos, pensar bien no es lo que cuenta, pensar es lo que importa.

Es probable que, en algunos, estas notas produzcan nostalgia y pesar por el recuerdo de un momento histórico que parecía no presentar la incertidumbre del actual; o que otros sientan extrañeza frente a referentes desconocidos. Es también, para mí, un llamado a la memoria y al exámen crítico de una manera de trabajar en grupos. Pretendo recuperar de aquellos años la posición de compromiso y responsabilidad social del intelectual, y la vocación de inventar otras formas de intervención en salud. Y, aunque propongo un registro más modesto de esas palabras, rescato una ética en esos discursos. Pensar es encontrar la historia en el presente, y es, también, poner en cuestión los límites de lo actual para imaginar otro posible. Voy a diferenciar dos corrientes del grupalismo en nuestro país para la construcción hipotética de algunos sentidos que rigieron su desarrollo. A una la llamaré "tendencia de aplicación", a la otra "tendencia de ruptura o desvío". Aunque designaré brevemente a la primera y le daré más sitio a la segunda.

1. Tendencia de aplicación Era la década del cincuenta en Buenos Aires. Allí se encuentra un posible punto de comienzo. Los primeros grupalistas tenían una marca de origen: ser psicoanalistas y pertenecer —por lo tanto— al régimen de disciplinamiento institucional de la Asociación Psicoanalítica Argentina. A mi criterio, aquellos profesionales que se interesaron por la acción terapéutica en grupos se esforzaron de entrada por desplazar sobre la situación plural las referencias y métodos del psicoanálisis hegemónico de la época. Esta corriente puede describirse, aún reconociendo múltiples variantes, como de mudanza o de aplicación del psicoanálisis (sería mejor decir "cierto psicoanálisis") al grupo y de legitimización de las acciones en grupo ante la autoridad de

esa misma institución1. Creyeron que se trataba sólo de cambiar de territorio: pasaron a lo grupal con modelos del psicoanálisis y regresaron a su institución explicando que nunca habían dejado de ser psicoanalistas. Hacían así un viaje a ninguna parte. La intención de ampliar los marcos de sus acciones clínicas los llevó a pensar el trabajo en grupos como un psicoanálisis aplicado. La noción de aplicación admite, por lo menos, dos sentidos: uno, la idea de poner el saber psicoanalítico sobre otra cosa; otro, mostrar que se trataba de un buen psicoanálisis, "aplicado" como se suele decir de un "buen alumno" atento a los ademanes y deseos de la autoridad. Este intento contribuyó a uno de los equívocos más importantes que afrontamos los grupalistas: la propuesta de un psicoanálisis de grupo. Algunos todavía hoy se esfuerzan por demostrar que en la situación de grupo se observa la emergencia de formaciones del inconciente equivalentes a las que se estudian en la situación analítica. Creo que son pensamientos de la legitimidad o la aplicación. ¿Por qué? Porque pretenden ser aplicados y legitimar su condición de psicoanalistas en los grupos. Se advierte en esta tendencia una perspectiva que organiza su manera de pensar lo grupal: el rendir cuentas. Son ensayos regidos por la justificación, se piensa según un faro establecido como guía, y si el psicoanálisis se presenta como un dogma se interesa sólo por salvar su órden.

2. Tendencia de ruptura o desvío En primer lugar quiero señalar que ésta es una tendencia cultivada en la Argentina y que dio origen a una riquí1 La idea de "psicoanálisis aplicado a lo grupal" y traslación freudiana al grupo, es un efecto que también menciona Gregorio Baremblitt. Baremblitt, Gregorio. Notas Acerca de un Posible Programa de investigación sobre el Psicoanálisis y k> Grupal en la Argentina 1967. Lo GrupalS. Ed. Búsqueda, 1988. Bueno* Aires.

sima tradición grupalista. Pero marcar un origen no es lo mismo que abusar de la idea mítica de originalidad. Son muchos los equívocos que se suceden entre los argentinos para respaldar la obsesión de creernos los mejores en algo. No obstante, es válido en este campo subrayar una inventiva y estilo propio de lo grupal en nuestro país que nos diferencia de otras producciones europeas o americanas. Convengamos, entonces, en aclarar: tendencia de ruptura o desvío ¿de qué unidad, de cuál camino? Ruptura del encierro unificante dentro de la institución psicoanalítica oficial y de la esclerosis del pensamiento de la época. Intento de inaugurar lo grupal no subordinado a una legalidad o serie de principios explicativos únicos. Desvío del modelo de aplicación, salida de la dirección autorizada y entrada en otra encrucijada de sentidos. Pero si lo grupal es para esta tendencia la enunciación de una ruptura, urge decir quién la formula, desde qué lugar o cuáles son las condiciones de esa enunciación. Para actualizar este pensamiento y que aparezcan sus posibilidades de emergencia, hay que pensar que un enunciado es el resultado de una peculiar producción donde se trabajan múltiples factores; voy a tomar aquí tres: las figuras subjetivas de la intelectualidad critica argentina en los años sesenta y setenta, la vocación pública é institucional de esta corriente y su critica al disciplinamiento psicoanalítico de la época.

a) Subjetividad e intelectualidad crítica en los sesenta-setenta Situar un pensamiento es algo distinto a enumerar fechas, nombres, experiencias clínicas e institucionales. No se pretende una exposición ordenada (y en forma cronológica) de los "hechos" políticos y sociales en estas dos décadas. Las colecciones suelen quedar bien sobre un estante y hasta agradar a los curiosos; pero no sirven para esclare-

cer los procesos históricos de producción, ni la implicación social de sus protagonistas. Interesa más interrogar los discursos que trazar cursos de acumulación de datos. Importa más recrear el clima subjetivo que envolvía a la intelectualidad crítica en esos años antes que el vacío de una alabanza desarticulada del momento histórico. Por esa vía de riqueza y complejidad del mundo cultural y político de los sesenta se necesita pensar muchos de los enunciados de esta tendencia grupalista. Se reconoce en aquél período una notable vocación por la política y por el trabajo en los espacios públicos. Prevalecía la idea de que el cambio social era posible, que iba a ser profundo y que estaba inscripto en el sentido de la historia. Hasta enfatizaría más esa convicción: el cambio social no sólo era posible sino además necesario e impostergable2. Aquellos actores "psi", que formaron parte de la intelectualidad crítica, confiaban en el futuro y creían que los profesionales tenían un papel en la construcción de una sociedad más justa. Interrogación del lugar social del especialista y responsabilidad del intelectual como crítico es la fórmula que resume el clima subjetivo dominante. Porque aun cuando sea cierto que este relato cubre la intención de sólo una franja intelectual de aquellos tiempos, su poder expansivo fue tal que alcanzó a pregnar todo el campo cultural argentino de entonces. Tambalean muchos criterios establecidos como normas: por ejemplo en el espacio "psi", las ideas de apoliticismo y de neutralidad social del analista. El pensamiento de esa intelectualidad era irradiado tanto por las producciones culturales (nuevas corrientes ensayísticas nacionales, crítica histórica, expansión literaria y artística, el marxismo y las disciplinas sociales, la difusión de las prácticas psicoanalíticas, cierta liberación de las costumbres); como por los acontecimientos sociales e 2Sarlo,

Beatriz. "Intelectuales: ¿Escisión o Mimesis?". Rev. Punto de Vista. N8 25. Diciembre de 1985. Buenos Aires.

históricos que se daban a conocer en el mundo (Fidel Castro ingresaba en La Habana, adquiere mayor visibilidad el Tercer Mundo, la guerra de Vietnam, la revolución cultural china, la insurgencia estudiantil del mayo francés, y la renovación que tocaba inclusive las puertas del Vaticano durante el papado de Juan XXIII)3. En fin, se pensaba que seguramente la Argentina se iba a incorporar a las transformaciones que ya se habían iniciado en otros lugares. Los deseos no eran moderados y se requería un trabajo formativo en esa dirección. ¿Qué se leía por aquel entonces? Marx, Freud, Reich, Gramsci, Sartre, Bachelart, Marcuse, Lacan, Saussure, Levi-Strauss, Althusser, Foucault, Deleuze, Guattari. Con todos esos nombres se puede componer una instantánea fotográfica de la mesa de autores extranjeros en una librería de la calle Corrientes. Es cierto que el listado podría ser mayor e incluir a los autores nacionales, pero nunca menor o menos dispersivo. Para los lectores de los 60-70 no pasaban inadvertidas las diferencias entre estos discursos, pero lo que articulaba esas lecturas era el presupuesto de que el campo de las ideas debía servir para transformar las condiciones de la vida social. Leer no se parecía a un gesto de contemplación de lo escrito, era buscar fundamentos para la acción. Los discursos perseguían la implicación intelectual en el curso de la historia. La historia tenía un curso, como un río que se abre camino; y la dirección de sentido que regía esas lecturas conducía a la utopía: un pensamiento que impugnaba los límites de lo posible. El trabqjo intelectual, se decía por aquellos tiempos, era una práctica para la construcción de un otro lugar. Conservemos por ahora las palabras "acción" y "prácticas". Me anticipo: lo grupal se inició, entre 3 Teran, Oscar. "Filosofía y Cultura Política en la Argentina (19561966) Rev. Espacios 4/5. Universidad de Buenos Aires, 1986. Y "Modernización y Cultura Crítica en la Argentina del 60". Rev. Fahrenheit 450. Publicada por estudiantes de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. N® 2. Buenos Aires.

los psicoanalistas y las primeras carnadas de psicólogos universitarios, como una otra práctica posible en salud mental y de entrada se planteó el problema de la acción. El espacio cultural y universitario de los sesenta puede caracterizarse por la pasión, la convicción, la insistencia, y también, por la fuerza de su intención formativa. Golpeado en 1966 por la dictadura de Onganía, se reestructuró bajo una forma de resistencia intelectual que inauguró una particular red de pensamiento alternativo a las instituciones oficiales. Los docentes perseguidos y expulsados del sistema de enseñanza oficial recompusieron sus prácticas en una especie de red contrainstitucional que se conoció con el nombre de grupos de estudio.4 Los psicoanalistas no estuvieron al margen de esa tendencia. A principios de los años setenta se fractura la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA); y si bien aquella escisión comenzó por cuestiones estrictamente institucionales y de criterios respecto a la práctica del psicoanálisis o la ética formativa, muy pronto tomó formas no sólo "locales" sino históricas, políticas y sociales. Gilberto Simoes, uno de los protagonistas de ese movimiento relata así la situación institucional que vivían: "El poder acumulado por unos pocos fue generando un cúmulo de perversiones institucionales y de deformaciones de la ética psicoanalítica. El apoliticismo que se exigía a los psicoanalistas tendía a preservar ese poder. Por otro lado es necesario recordar el fervor político de aquellos días, a partir del Cordobazo, y del cual los psicoanalistas no pudimos —y algunos no queríamos— permanecer marginados. Se nos empezaron a plantear cuestiones gremiales y asistenciales a las cuales habíamos estado la mayoría ajenos. Empezó allí la presencia masiva de psicoanalistas en las instituciones públicas asistenciales. Hasta entonces el psicoanálisis sólo tenía aplica-

4 Vezzetti, Hugo. "Situación Actual del Psicoanálisis". En Cuestionamos. Ed. Búsqueda. 1987. Buenos Aires.

ción —salvo raras excepciones— cuatro veces por semana y en el diván".5 No hace falta insistir en la carnadura que esa ruptura tuvo con la subjetividad e intelectualidad crítica de la época. Sólo resta agregar que el cuestionamiento6 abrió el camino para autorizar a los psicoanalistas a pensar e inventar otras prácticas posibles en el campo de la salud.

b) La Vocación Pública: El trabajo institucional Una de las características de esta tendencia que importa subrayar (quizás porque hace falta repensar una ética) es la idea de que el discurso de los intelectuales del campo "psi" debía ser significativo para la sociedad y especialmente para los "sectores populares". Es importante detenerse, por un momento, en este rasgo: no se trata de un mero gesto de ayuda entendida como postura personal, sino de una posición respecto del derecho social. Hoy nadie imagina prestigiarse en Buenos Aires recuperando este discurso. Se lo confunde con un "revival" de las viejas concepciones de la beneficencia y asistencia pública como deber moral para con los pobres y necesitados7. Y, cuando se debate de qué modo el psicoanalista debe liberarse de tentaciones filantrópicas o de políticas de control social, se apela a fórmulas tales como que la ética del analista "debe respetar el deseo del paciente sin desearle el Bien". Sin duda, dejo de lado muchos de los sentidos presentes en los discursos de esas dos décadas. Pero uno que no pasa inadvertido es el que habla de ese algo tan evanescente como insidioso: el malestar de una cultura segmentada. De 5 Simoes, Gilberto. "La Fractura de la A.PA: El Grupo Documento". Rev. Psyche. N® 3. Octubre 1986. Buenos Aires. 6 Ver "Cuestionamos" I y II (1971 y 1973, respectivamente) Ed. Granica. Buenos Aires. 7 Tenti, Emilio. "Contra el estado pobre para los pobres". La Ciudad Futura N512. Octubre de 1988. Buenos Aires.

entrada estas nuevas prácticas "psi" (entre las que sitúo a esta tendencia grupalista) se configuran en una relación de contigüidad con los ideales políticos y sociales de la época. Lo grupal era uno de los modos de intervención que en el terreno de la salud y la educación podían producir lormas de subjetividad alternativas. Si el interlocutor de estos discursos era "el pueblo" este destinatario tensionaba las prácticas y presionaba para que ios actores "psi" ocuparan un lugar público y desempeñaran una función activa en un proyecto de transformaciones sanitarias y educativas. Instalarse en ese lugar era problematizar otro, ¿cuál?: el dominio privado, el ejercicio liberal de la profesión, el estudio de casos individuales, el modelo médico asistencial y el concepto de estado benefactor. La esfera pública interrogaba cualquier práctica. Hasta la resistencia que tenían estos profesionales a pensarse únicamente como psicoanalistas o especialistas respondía al mismo impulso: convertir el saber especializado en un patrimonio de toda la comunidad. Las denominaciones querían designar esta intención. Y la figura que mejor la ilustra es la de trabajadores de la salud mental"*. La razón es sencilla: interesaba más una definición del intelectual como actor productivo en el campo de las ideas. El criterio de validación de una práctica "psi" se medía por su capacidad de inserción en el medio político y social. Se prefería la visión global de la cultura a las perspectivas parcializadas de los técnicos y, si se admitía la especialidad de cada saber se rechazaba cualquier conocimiento que se apartara de su función social. No satisfacían los discursos que tenían únicamente como interlocutores a colegas.

tras" h , n t o n ^ Í 8 l B d A ^ a ® f ^ S Í ? ' ,la F e d e r a c i ó n Argentina de Psiquiátras, junto con la Asociación de Psicólogos y la Agrupación de Psiconeda gogos, constituyen la Coonünadora de Trabadores d f k S Mantel '

El trabajo en el espacio público gestó otro estilo. Tanto por el cruce con otros saberes, como por la necesidad de plantearse articulaciones prácticas con otras dimensiones de la experiencia social. El moverse en situaciones no tradicionales arrojó como resultado la detección de cuestiones como el trabajo institucional, el equipo de salud o la diversidad de las prácticas terapéuticas. No se desarrollarán aquí estos puntos, pero me permitiré tres breves comentarios. El primero es respecto a lo institucional. Aquello que Gregorio Baremblitt llamó el "Movimiento Institucionalista"9, o que Armando Bauleo designó como "Contra-Institución"!0 tuvo en nuestro país su gesto inaugural por aquellos tiempos. Lo institucional como "campo de análisis" y de "intervención" recién empezaba a ser esbozado y sus desarrollos fueron hechos después de 1975. Eran balbuceos que trazaban primeras relaciones entre psicoanálisis e institución. Algunas intersecciones eran casi previsibles, por ejemplo: psicoanálisis de la institución, o psicoanálisis en la institución. Pero lo común de esta corriente fue la crítica de cualquier forma de autoritarismo. No voy a detenerme ahora en los problemas que se inauguran con la vocación de este grupo para pensar la relación entre psicoanálisis e institución. El planteo de esta cuestión exige una exposición mucho más difícil que ésta. Pero si se levanta un poco la vista se observa una multitud de interrogantes desparramados en esos años y que aún no hemos tenido tiempo de mirar en detalle. Los analistas entran en relación con las instituciones porque era allí adonde llegaban los pedidos de asistencia de la población. Después de todo, como escribió una vez Octave Mannoni (y que sirve para ilustrar el razonamiento de la época): "si los

9Baremblitt, Gregorio. "Introducción" en el "Inconsciente Institucional". Ed. Nuevomar, México 1983. 1° Bauleo, Armando. "Contrainstitución y Grupos". Ed. Fundamentos. España.

psicoanalistas deben, como todo el mundo, militar en sus lugares de trabajo, no se ve como podrían hacerlo en sus gabinetes con cada uno de sus analizados. Ni cuál podría ser el rendimiento de este curioso militantismo. Pero la cuestión podría plantearse de otro modo en las instituciones."" Es cierto, la sensibilización respecto a lo público hizo que muchos se sintieran encerrados en los consultorios privados. Además es posible que algunos confundieran el discurso político de lo público, con la política. Es decir, que se renunciara a los desarrollos singulares de cada saber en nombre de la transformación social. Pero que en esta corriente se deslizaran actitudes en extremo ideologizadas, no significa necesariamente que esta postura deba extenderse hasta cubrir la originalidad del problema que inauguraba: la cuestión del psicoanálisis y el espacio público. Entre la seducción del militantismo o la tradición asistencialista, entre el heroísmo moral, la dádiva o la gestión de control, es posible encontrar en aquella tendencia una nueva significación para el concepto de solidaridad que no se deja atrapar por la solidez de ninguna ilusión unificante. Porque, en definitiva, el trabajo institucional no aparece en la Argentina como una moda (ademán que imita un modo de vestirse pasajero) sino como vocación de una transformación imaginada. A esta altura, uno se acuerda de Enrique Pichón Riviere y de José Bleger, y simplemente los nombra porque clasificarlos como los primeros institucionalistas argentinos empobrece tanto como no citarlos. El segundo comentario corresponde al equipo de salud. Aparto este punto como otro de los efectos de la entrada en las instituciones. Estos profesionales se encontraron desde el inicio de sus prácticas hospitalarias y comunitarias con

"Mannoni, Octave. "Un Comienzo ,Que no Termina". Ed. Paidós España. 1982.

una obviedad: nadie podía concebirse trabajando solo. Había que cuidarse respecto a la autonomización de las prácticas sanitarias y el problema que se planteaba era cómo producir un equipo de salud que no fuera un mero agregado de actores diversos. Dominaba una convicción: el valor de los espacios de trabajo colectivos. El tercer punto se refiere a la diversificación de las prácticas. La entrada en otro lugar implicó transformaciones. El cambio de perspectiva estimuló las críticas presentes en los debates de la época sobre el modo de trabajo en el circuito privado. No servía la trasposición mecánica de unos dispositivos ideados para otras realidades. Instalarse en el espacio público obligó a dar respuestas en situaciones inéditas: familias, parejas, grupos de padres, grupos terapéuticos, grupos de prevención, grupos diagnósticos, grupos de reflexión de trabajadores de la salud. Era un campo abierto en el que entraban en crisis las fronteras y divisiones impuestas. El trabajo en las instituciones los impulsaba a inventar otras figuras y dispositivos para la acción. Si ningún modelo previo daba cuenta de la nueva situación de trabajo, lo único que podía posibilitar un lugar para los profesionales era la innovación, la diversificación de las experiencias y el desarrollo de nuevos instrumentos.

c) Crítica de la institucionalización del psicoanálisis Debe reconocerse que muchos de los autores de la tendencia de ruptura participaron de una estrategia distinta en relación con la tradición psicoanalítica argentina de los años sesenta. Todos sus trabajos plantean la puesta en cuestión de los límites que imponía el pensamiento dogmatizado. Son escritos en los que se advierte un desafío y un intento inagurador. En todas estas producciones se mezclan dos temas: las relaciones de poder en la situación clínica, formativa e

institucional y las relaciones entre psicoanálisis y otras teorías. Uno y otro son, en la época de estos trabajos, complementarios. En el caso de los grupalistas, por ejemplo, la crítica del psicoanálisis oficial se realizó primero por la ampliación del campo de perspectivas de la intervención y segundo por el desvío o ruptura con las relaciones de poder. El teatro, el arte, la poesía, el surrealismo, el juego, las teorías sociales y el entusiasmo por las producciones solidarias en grupo, son algunos títulos de las zonas que frecuentaban estos autores. La inauguración de una práctica es, para esta tendencia, una de las formas de rebeldía y resentimiento ante la religiosidad de la cultura de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Aquellos grupalistas escriben a partir de un varío que deben llenar con sus experiencias novedosas: grupos de psicoterapia, grupos operativos, psicodrama psicoanalítico en grupos, tratamientos familiares, intervenciones institucionales, acciones comunitarias. Antes que ellos nada que autorizara sus acciones fuera de la figura de Pichón. En su origen se trataba de un grupo de jóvenes que hablaban el psicoanálisis como lengua, aunque como era de rigor en aquellos tiempos, casi exclusivamente cotejada con el dialecto kleiniano. Voy a decir que lo grupal se inaugura en nuestro país sobre un varío y en contra del dogmatismo que siempre llena con certezas inútiles. Los grupalistas argentinos, que valoraban ante todo la experiencia y la intervención clínica, podrían hacer suyas —en una autobiografía imaginada— las palabras con que Roberto Arlt explicaba su literatura: "Me he hecho solo. Mis valores intelectuales son relativos, porque no tuve tiempo para formarme. Tuve siempre que trabajar y en consecuencia soy un improvisado o advenedizo de la literatura." Destaco de lo grupal en nuestro medio su salida del sendero autorizado. Marginalidad que posibilitó un manejo propio e irreverente de las verdades consumidas en la época. La urgencia de prácticas innovadoras en los espacios públicos de la salud y la ruptura con

una institución que limitaba el pensamiento, son dos de los factores que influyeron en el estilo y la riqueza de sus producciones. Y si uno se atiene al afecto o la seducción de las primeras lecturas, se atreve a nombrar a Armando Bauleo y Hernán Kesselman, apasionados por la concepción operativa de los grupos. Atravesando la calle del psicodrama y dejando una huella diferenciada, a Eduardo Pavlovsky, Martínez Bouquet y Fidel Moccio. En la señalización y la lectura de experiencias muchas veces desarticuladas, a Juan Carlos De Brasi. Contorneando el campo a Gregorio Beremblitt y Fernando Ulloa. Y si se recuerda la labor formativa en los años de la dictadura a Luis Frydlewsky, Olga Albizuri de Garría, e incluso Ana Quiroga y algunos miembros de la Asociación de Psicología y Psicoterapia de Grupos. O en el caso de indagar en las fronteras escurridizas de los grupos y el pensamiento de Lacan, a Pacho O'Donnell y Leonardo Satne. No estoy privándolos de Pichón Riviere, Bleger, Rodrigué o Mane Langer, simplemente los doy por sentados. La acumulación de estos apellidos deja afuera a otros muchos. En descargo de las posibles exclusiones del listado, sería necesario mencionar junto a esta nómina "grupalista" a cada uno de los participantes de la ruptura del 1971 con la Asociación Psicoanalítica Argentina: los grupos Plataforma y Documento. No pretendo sugerir que todos esos nombres hagan el orgullo de lo grupal entre nosotros. Sí que sus diferencias producen, precisamente, aquello que los une: una misma convicción de que el trabajo intelectual era parte del campo de batalla social y de que lo grupal tenía algo de insidioso: la insidia penetrante de un cuestionamiento. Una disgresión. El lacanismo entraba en la misma época pero por otro lado. Se fundaba también en la crítica a esa misma institucionalización del psicoanálisis. En los años cincuenta Jacques Lacan había tenido el acierto (al menos a los ojos de la intelectualidad critica) de dirigir un cuestio-

namiento vigoroso a las diferentes formas de terapias y curas, sobre todo al psicoanálisis americano, denunciando sus funciones adaptadoras e integradoras a través de su giro teórico en el sentido de una psicología del yo. Pero en nuestro país el tiempo histórico fue penosamente amputado durante la mitad de la década del setenta y estas producciones no tuvieron, hasta el momento, oportunidad de encontrar muchas mediaciones. No puedo aquí llevar más lejos esta reflexión. Sólo quiero retomar el hilo que la orienta. Nos quejamos del dominio de un pensamiento no crítico, de los ademanes teóricos que imitan gestos de otros, de las reververaciones de una moda. Y no nos damos cuenta de que son formas actuales de nuestra subjetividad. En este sentido la crítica me parece una de las tareas más difíciles pero más importantes de nuestro tiempo: el pensamiento avanza contra el tedio de la Verdad, si puede desnaturalizar, temporalizar e historizar Pero ¿qué es la crítica? En primer lugar es interrogación. La tradición grupalista argentina, lejos de haber sido interrogada, apenas ha sido desechada, transformada en prácticas de segunda. Casi no hace falta insistir en que es necesario recuperar la memoria. » El pensamiento de los sesenta-setenta que denominé tendencia de ruptura, protagonizó parte de un desvío respecto a la dirección del psicoanálisis oficial en la Argentina. Más allá y más acá de lo grupal, se trataba de psicoanalistas, psicólogos, psicodramatistas y psiquiatras dinámicos que participaron de la crítica de esa institución y pensaron los vínculos entre prácticas "psi" y la ideología, la política, las instituciones del estado y la sociedad. Voy a decir que tenemos ante nosotros un problema: ¿hay alguna forma de revivir en nuestra labor actual las intenciones de los sesentasetenta, o tenemos que reconocer que el mundo ha cambiado mucho y que cualquier deseo de promover justicia o felici dad entre los hombres es una causa perdida? Pero que nadie se apresure a optar, esa'sería una mala manera de plantearse la cuestión.

II. TRANSFORMACIONES DE LA SUBJETIVIDAD EN LOS AÑOS OCHENTA Y ENCRUCIJADAS DE LO GRUPAL "Sueño con el intelectual destructor de evidencias y universalismos, el que señala e indica en las inercias y en las sujeciones del presente, los puntos débiles, las aperturas, las líneas fuerzas; el que se desplaza incesantemente y no sabe a ciencia cierta dónde estará ni que pasará mañana, pues tiene centrada toda su atención en el presente." M. Foucault.

(desvío) Propongo de entrada hacer un apartado. No quiero salirme del camino o que alguien se pierda en el intento; imagino un rodeo a través de la subjetividad de los años ochenta que nos devuelva a la ruta de los grupos enriquecidos con otras referencias. Me conduzco según esta idea: lo grupal tiene que pensar su encrucijada, el punto en el que su saber es asediado por la densidad de los diferentes discursos que habitan el mundo cultural. Ninguna práctica descansa sobre sí misma. Urge preguntarse con qué red nuestro pensamiento se protege de caer en el vacío. En los últimos años, la sensibilidad de la intelectualidad crítica vivió conmociones. El alcance de esta crisis aún no se localiza del todo en las prácticas "psi". Pero, para que sus consecuencias no queden sólo expresadas de manera alusiva o en sordina, es necesario interrogarse sobre cómo algunas posiciones que dominan el horizonte de nuestra época inciden en la manera de pensar y actuar que tenemos.

(recaudo) Presiento un lector impaciente por escuchar algo sobre grupos. Pero distingo entre esa comprensible inquietud y la miopía intelectual. Tomo una precaución contra ese defecto del pensamiento, tan parecido al que tiene la vista cuando permite ver sólo los objetos próximos al ojo. Tengo la impresión de que, en esta última década, predomina entre los protagonistas del campo "psi" un particular proyecto intelectual marcado por una actitud estrictamente profesionalista. Puede que esto responda, por lo menos, a dos razones: por un lado, es posible que se trate de una reacción contraria a la franja del pensamiento de los sesenta-setenta que al insistir en la función social del intelectual, en algunos casos, disolviera la especificidad de su práctica profesional; pero por otro lado, creo que expresa cierta indiferencia hacia problemas que no son vistos como propios de la actividad. Circunstancia que pone de manifiesto la pérdida de una intención transformadora y el desencanto con una perspectiva del intelectual como crítico de la sociedad. (conjetura) Ensayar la crítica es interrogar nuestra manera de pensar. Ni murmuración, ni desaprobación o censura. Crítica. Inflexión que desacomoda. Un cuestionamiento puesto sobre uno mismo. El pensamiento, hoy, valora la paradoja y la vacilación antes que la afirmación de una idea. Invade a la conciencia una sensación de que se han quebrado las nociones vinculantes entre el hombre y las condiciones de la historia social; entre el sujeto y el acontecimiento. Me gustan las palabras con que Santiago Kovadloff expresa esto mismo: "Al parecer —dice—, la sensibilidad del presente, ya no reclama rígidos principios, ni normas petrificadas para poder convivir consigo misma. Mejor identificados con lo hipotético que con lo inequívoco; con la insinuación y el indicio antes que con la evidencia de inten-

ción inamovible, preferimos al autor francamente expuesto a sus vaivenes y reservas, a aquél que niega su fragilidad bajo la pretensión de haber pisado, de una buena vez, tierra firme. Nos conmueve, en suma, mucho más la lucha del primero con el oleaje en que vive, que la cristalizada transparencia del presuntuoso que se adjudica un saber exento de conflicto."" (utopía) Pero estas ideas interesan más por lo que posibilitan que por lo que anuncian. ¿Qué quiero decir? No se avanza mucho si en lugar de un pensamiento fundado en la certidumbre, se adopta el esquema de la incerteza. Casi nadie se ubicaría a favor de la intolerancia, el autoritarismo o el dogmatismo. Ni los intolerantes, los autoritarios o los dogmáticos lo harían. Declararse en contra no es lo que cuenta. Importa, en cambio, la duda sobre nosotros mismos, sobre la propia inercia que busca seguridad en la verdad o detrás de algún héroe intelectual. No es suficiente decir que el pensamiento no puede estar obligado a nada, o que interesan hoy las perspectivas teóricas y prácticas menos compulsivas, los paradigmas más laxos o la modestia. Tampoco se trata de una sospecha trágica que siempre nos halle culpables de jactarnos de poseer la verdad. Es, en cambio, una propuesta de acción que imagina que siempre es posible pensar y obrar de otro modo. Es un pensamiento de la resistencia que aspira a fundar otra relación con la ilusión. (nómades) En estos años asistimos a una transformación de la figura del héroe. Ilustro el problema tal como lo presenta Octavio Paz en la literatura. La novela moderna, inaugurada por un héroe que sueña ser caballero andante del pasado mí12 KovadlofT, Santiago. "Por Un Futuro Imperfecto". Ed. Botella al Mar. Buenos Aires, 1987.

tico, un mensajero de la verdad superior, de la justicia y del amor —Don Quijote— es clausurada por otro tipo de héroe que despierta y se descubre convertido en un repulsivo insecto: Gregorio Samsa. Entre Cervantes y Kafka se hacen narrar las transformaciones históricas de la subjetividad. Tanto Quijote como Samsa son héroes, pero la aventura subjetiva elige expresarse por medio de otras referencias. Propongo pensar en el agotamiento de una concepción del saber y del héroe intelectual, que nos replantea nuestro lugar en la escena clínica. El cuestionamiento alcanza, por ejemplo, al lugar del sujeto en el análisis, el del psicoanalista o el del coordinador en situación de grupo. Al desvanecerse el lugar del saber, el poder se vuelve molesto (y no sólo más modesto). Se ejerce con la interrogación antes que con la afirmación, con la conjetura antes que con la constatación del modelo. Por eso, por momentos, la labor es frustrante. Siempre nos arroja a la palabra del otro, pero no se le arroja la palabra de ninguna autoridad. Es como el ensayo que arriesga, que explora y que no impide el encuentro con lo que no se buscaba)3. (umbrales) Si el pensamiento grupal quiere contribuir a la propuesta de un espacio alternativo para el posicionamiento subjetivo, el análisis de las instituciones y las relaciones de poder, tiene que darse tiempo en el presente para examinar numerosas cuestiones. Elijo tres: la legitimidad de su saber, su crítica y la distinción entre lo grupal y los grupos. ¿Los grupalistas tenemos un saber y un discurso o simplemente un discurso, es decir una manera de hablar, de relatar o de ficcionalizar lo que pasa en situación de grupo? El rechazo de los grupos sin más, es tan inútil como el 13 Grilner, Eduardo. "Sartre, un idiota sin familia". Revista Sitio 4/5. Buenos Aires.

festejo irreflexivo de lo grupal. Ambas son posiciones que no practican la crítica. Distinto es intentar hablar de la subjetividad (la nuestra y contra la nuestra) o proponerse indagar con intención crítica los dispositivos empleados (llámense grupo-formación, grupo de psicodrama psicoanalítico, grupo operativo, grupo terapéutico, grupo de reflexión, grupo de análisis institucional o taller comunitario). Pero dar cuenta de un saber no es atenerse a las fórmulas preestablecidas que disciplinan un pensamiento. Por el contrarío, es imaginar fundamentos para acciones grupales que participen de opciones que, en salud, se necesitan inventar. Lo grupal, así entendido, comienza por ser declaradamente utópico: elige situarse más allá del horizonte de posibilidades al que remiten los grupos conocidos hasta el momento. (lecturas) Quiero llamar la atención sobre una cuestión: leer es tropezar, trabarse en la palabra de otro y estar uno en peligro de caer. Leer es aventurarse a dar un paso en falso. Pero no se trata de decir que la interpretación es imposible. Se reconoce el valor de un acto de lectura, de un ensayo de significación, cuando estos no caen en la ilusión de la certeza. Si una interpretación se confunde con lo cierto se supondrá un acierto, cuando —en rigor— sólo se tratará, en el mejor de los casos, de una dirección de sentido posible. Jorge Luis Borges, en un ensayo que integra su libro "Otras Inquisiciones" y que está fechado en 1943, presenta una reflexión sobre los inconvenientes del método biográfico. Su punto de partida es una idea paradojal: una biografía de Miguel Angel que careciera de alguna mención de las obras de Miguel Angel. Dice en aquel texto Borges: 'Tan compleja es la realidad, tan fragmentaria y tan simplificada la historia, que un observador omnisciente podría redactar un número indefinido, y casi infinito, de biografías de un hombre, que

destacan hechos independientes y de las que tendríamos que leer muchas antes de comprender que el protagonista es el mismo. Simplifiquemos desaforadamente una vida: imaginemos que la integran trece mil hechos. Una de las hipótesis biográficas registrará la serie 11, 22, 33...; otra, la serie 9, 13, 17, 21...; otra, la serie 3, 12, 21, 30, 39... No es inconcebible una historia de los sueños de un hombre, otra de los órganos de su cuerpo; otra, de las falacias cometidas por él; otra, de su comercio con la noche y con las auroras." La paradoja le sirve a Borges para criticar cierto método biográfico que privilegia la idea de un autor sobre su obra. Se cuestiona con ello cualquier intención totalizante, lectura del todo o descubrimiento de la verdad. Quiero, ahora, acentuar una idea: esta imposibilidad es la misma que se trabaja en el pensamiento clínico actual. En nuestra actividad cotidiana encontramos muchos sentimientos, vivencias, imágenes, palabras y conductas que se resisten a cualquier traducción que pretenda anticipar sus sentidos. Y aún cuando intentemos cazar esas "mariposas" con la red de las teorías, las taxidermias sólo conservan una apariencia de la vida. Lo cuestionado no es la lectura, sino una manera de leer que copia en el pensamiento aquellas figuras que el ojo ve impresas en la página escrita. Leer es desviarse, tanto .como escuchar es dejarse conducir por los desvíos de la palabra. Por eso hay que prevenir que nuestra conciencia vacilante, ante la complejidad, justifique el retiro del sujeto en la contemplación, o que el registro de la infinita posibilidad nos excuse en el silencio, o que la captación vertiginosa de los diferentes nos conduzca a la indiferencia. No se impugna la lectura, tampoco la intervención, estas quedan afirmadas en el campo de lo diverso y de lo plural. (fronteras) Son muchos los que creen que la Postmodernidad ofrece una imagen para la subjetividad que domina el pensamien-

to de los ochenta. Examinar la cuestión es difícil en medio de la agitada actualidad del sur. Pero, si hay que optar, prefiero la perspectiva que Jürgen Habermas presenta en su texto "Modernidad: Un Proyecto Inconcluso"». Cito, al respecto, palabras de Norbert Lechner que nos preparan para una inflexión que alcanza al acto de lectura de una producción grupal. 'Ta vimos —dice Lechner— la valoración de la heterogeneidad por parte de la cultura posmoderna; ella permite enfrentar la complejidad social sin pretender reducirla de inmediato. Hoy no se trata tanto de tolerar el discurso (que remite a un sentido común y mayoritario) como de fomentar una multiplicidad de sentidos, sin presuponer una instancia última. Desde este punto de vista, la incertidumbre es un rasgo distintivo de la posmodernidad. No obstante esa nueva disposición por asumir la ausencia de certezas, ello tiene un límite. Más allá de cierto punto, el desencanto deja de ser una benéfica pérdida de ilusiones y se transforma en una peligrosa pérdida de sentido."'6 (espera) En un grupo terapéutico formado por cinco integrantes que tienen entre diecinueve y veinte años de edad -desde la fecha de su inicio, cuatro semanas atrás— se presenta como una rareza la misma situación de comienzo: llegan a horario todos menos Carmen, quien lo hace un poco después. Hasta su llegada nadie habla. Si el coordinador, al rato, exclama "¡Que silencio!"; alguien responde: "Esperamos a Carmen" y el resto confirma lo dicho. 14 Habermas, Jilrgen. "Modernidad: un proyecto inconcluso". Revista Punto de Vista. N® 21. Agosto de 1984. Buenos Aires. Habermas afirma, en este texto, el valor de lo "moderno" y cuestiona las posturas llamadas "postmodernas". El riesgo del posmodernismo es, para este autor, su efecto despolitizador. Intenta, en cambio, rescatar el poder esencialmente crítico, utópico y negativo de los modernismos clásicos. 15 Lechner, Norbert. "Un Desencanto Llamado Posmodernidad". Revista Punto de Vista. N® 33. Diciembre de 1988. Buenos Aires.

La pregunta que me hago es ¿por qué esperan a Carmen? ¿se trata de un efecto que revela algo de una estructura grupal subyacente? Se propone demorar el deseo de captura de un significado. La lectura se inicia como aplazamiento de un saber que se deja provocar por lo inesperado. Se elige leer la rareza y expandir una interrogación que vaya a su encuentro. Se trata de lanzarse a un trabajo sin contar, en principio, con otra orientación que las respuestas que vamos a escuchar. Una intervención es un paso que interesa si posibilita la llegada de algo: "¿Por qué cada uno de ustedes espera a Carmen? Las respuestas: Lucía, "Porque me salva. Para ella es fácil empezar a hablar y, entonces, yo encuentro como seguir"; Patricio, "Porque me parece que tenemos que estar todos para empezar... Aunque no me gustaría que, en el caso de que yo no llegue, no empiecen por mi"'; Felisa, "Esperar me inquieta. Me recuerda a una sala de espera. Esperar me embola... como cuando mi mamá estaba enferma y esperaba en la clínica."; Joaquín, "¡Yo espero! Si fuera por mí... espero toda la hora..." (llegada) La primera consecuencia que tiene esta indagación es el extravío de una razón unificante. La multiplicidad de sentidos incomoda, inaugura nuevas preguntas y nos sitúa en la inestabilidad de lo problemático. Hay que eludir la conciliación apresurada que conduce a la idea de un "sentido de grupo". Propongo decir que nos encontramos ante un complejo entramado que, durante cuatro sesiones, promovió unafigurasimilar de comienzo. Pero el problema es el siguiente ¿esta particularidad responde a una necesariedad que debe buscarse en una esencia de lo grupal? ¿o se ofrece como una rareza que interroga sobre el sentido que para cada cual tiene la espera en esa situación grupal? Quiero poner la fuerza de la argumentación en la cuestión de la singularidad. Para elío diferencio entre un senti-

do de grupo y los sentidos que se juegan en situación de grupo; entre la búsqueda de una esencia de lo grupal y la pregunta que se interesa por la relación que une a una rareza con la afectación singular. No pretendo decir que ésta sea la única interrogación autorizada. Ni que el acento puesto en cómo cada uno se halla afectado sea la nueva panacea de los grupos. Tampoco aspiro a encontrar una zona equidistante entre un enfoque centrado en el conjunto y otro interesado por lo que lé pasa a cada participante. Nada de eso. Presento la preocupación por la singularidad como uno de los problemas de la situación grupal y destaco sus condiciones. A propósito, recuerdo que De Brasi escribe que un grupo "puede referirse como un proceso desencadenado por los cruces y anudamientos deseantes entre miembros singulares". Y explica que dice singulares, y no individuales, porque "mientras el individuo marca el acabamiento del self como noción doctrinaría y, por lo tanto, irrealidad concreta, una singularidad existe sólo a partir de sus conexiones, vecindades y relaciones. No es significable ni pasible de ser absorbida en el plano categorial. Una singularidad es real cuando se practica y realiza como tal."16 Pongo a este escrito de nuestro lado, porque me sirve para hacer una aclaración: ocuparse de la singularidad es distinto a fijarse en la individualidad. La singularidad, recuerda De Brasi, se practica. Y si la subjetividad es un posicionamiento, o (como diría Foucault) una ejercitación de uno mismo en el pensamiento; la singularidad es la huella que queda dibujada en el sendero de lo subjetivo. Es una posición realizada. Interrogarse sobre esta dimensión, en situación de grupo, no busca la detección simplificadora de lo personal, persigue —en cambio- el tanteo de su afectación. Cuando lo grupal conmociona al individuo ensimismado y lo arran16 De Brasi, Juan Carlos. Desarrollos sobre El Grupo-Formación". En "Lo Grupal 5". Ed. Búsqueda, 1987. Buenos Aires.

ca de su aislamiento, de sus idas y venidas, y lo sitúa fuera de lugar, ofrece la oportunidad para que esa relación de intimidad que une al sujeto con su deseo quede figurada, y no sólo desfigurada por lo que alguien piensa sobre sí mismo. No importa tanto lo que los participantes dicen de su espera, como lo que esa espera puede decirle a cada uno. Retomo la secuencia del grupo para confrontar esta idea. Ante el mismo suceso "esperando a Carmen" se despliega una espera diferente. El sentido interrogado no es la espera de Carmen, sino lo que a cada uno le llega con esa espera. El grupo es la producción de un espacio común en el que se realiza una implicación diferente. Hay convergencia ("todos esperamos a Carmen"), pero la manera en que cada cual es afectado por esa espera es singular. El deseo puede coincidir sobre una misma figura, pero no se ¿gusta según una forma general de articulación. (herencias) La voluntad de síntesis de lo grupal, cuando no contempla las diferencias o el recorrido de las singularidades existentes, se manifiesta como un acto de violencia sobre el conjunto. Un error frecuente es la imposición de la unidad: la unificación de afectaciones diversas. Pero esta idea no es del todo nueva. En los escritos de Pichón se encuentran muchos términos que tensionan esta misma discusión: heterogeneidad y homogeneidad; rol adscripto y rol asumido; vocación del sujeto (verticalidad) y necesidad del grupo (horizontalidad); grupo interno y grupo externo; emergente y portavoz. Son palabras que tratan de localizar la manifestación de la singularidad y su relación con la situación plural. Y, aunque hay otras muchas que deliberadamente no menciono, porque trabajan en el sentido de la unificación, pienso que uno de los mayores méritos de Pichón es haber dejado planteado el problema. ¿Se puede hablar de una representación de la unidad? ¿Las palabras singulares representan una palabra, no pro-

n un ciada, del conjunto? ¿Está en crisis la idea de representación de grupo o se trata de una crisis de nuestra concepción de la representación grupal? Las contradicciones de la unidad, sus diferencias, pueden muchas veces apresurar la unificación. Es difícil pensar en términos de la fragmentación y sostener la perspectiva de la unidad. El desafío que tenemos por delante es pensar en una situación grupal que no aplane las diferencias, niegue la singularidad o reduzca la diversidad. El grupo como espacio de articulación discursiva en el que cada uno dice lo suyo, pero no en un desierto o en una cámara de eco; tampoco en un coro regido por la adhesión al director o a una partitura con la que hay que sintonizar o idenficarse. Unidad que se funda, a su vez, en un lugar distinto: el entrecruzamiento de múltiples discursividades no sólo grupales, sino institucionales, históricas y sociales. El pensamiento crítico del campo intelectual de estos últimos años nos invita a pensar de otro modo. Insistir en las diferencias nos lleva a inventar otra perspectiva: en lugar de preguntarnos a partir de una unidad supuestamente dada, nos preguntamos cuánta diversidad soportamos, cuánto caos y cuánta heterogeneidad. (condicionales) Nos equivocamos si creemos que lo grupal está dado por un principio de esencialidad, pero también erramos en el caso de no poder fijar las condiciones que posibilitan su trabajo. Ya se criticó una teoría que pensó al grupo centrado en sí mismo, como un todo autorregulado y autónomo: los grupos islas17.

17 Del Cueto, Ana María y Fernández, Ana Marta. "El Dispositivo Grupa]". En lo Grupal 2. Ed. Búsqueda. 1985. Buenos Aires. Y Fernández, Ana Marfa. "Apuntes Para Una Genealogía de lo Grupal". Seminario Interno de la Cátedra de teoría y técnica de Grupos. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. 1988.

Voy a insistir sobre la cuestión. Todo grupo está situado, determinado como posición por la coordinación, las consignas y las reglas que encuadran su trabajo, el espacio institucional en el que se desenvuelve y la coyuntura social en que se inscribe. Por ello el análisis de la relación de un grupo con el dispositivo de su conformación es imprescindible. El dispositivo f\ja una posición y asigna determinadas condiciones de producción. Es un ordenamiento "necesario"en un universo caótico y contingente. Pero ¿por qué poner comillas a necesario? Para subrayar que la calidad de lo necesario debe entenderse como punto de partida y no como trayecto forzoso e inevitable. Situar debe sortear el riesgo de sitiar. Sin un dispositivo, no se funda un grupo; pero ese mismo esquema puede cercar sus producciones cerrándole todas las salidas que conducen a lo impensado. La misma acción que inaugura el espacio de producción colectiva puede rodearla como un vallado y, en ese caso, las formas instituidas operar como un muro o una pared, y no como un horizonte siempre abierto. Para que un grupo pueda instituir sus acciones como propias, es necesario un trabajo crítico sobre su dispositivo de producción. Se quiere decir, una crítica que revele como problema el poder productor de los dispositivos grupales. El encuadre, por tomar un ejemplo, no configura sólo el nivel de delimitación de las variables que entran en juego en la situación grupal, sino que produce variaciones. (tentativa) La "multiplicación dramática", que no tiene que entenderse sólo como una técnica, es una de las propuestas que mejor orientan al trabajo grupal en los últimos años. Hay en esta idea "una línea de fuerza" que muestra una de las maneras en las que el pensamiento crítico de los ochenta ancló en lo grupal. Más de dos décadas de trabajo en gru-

pos, en nuestro país, están sintetizadas en esta perspectiva1». Con la "multiplicación dramática", se traza hoy un trayecto diferente a aquel que recorrió lo grupal cuando iba detrás de la unificación. En el actual enfoque se revaloriza otra condición de la subjetividad: la disidencia. Y no se quiere imponer una razón unánime allí donde insiste lo diverso. Pero conviene no tomar el término "multiplicación" en el sentido compacto que le otorga la aritmética. Es mejor deslizarse hacia la idea de multiplicidad que no define sólo un procedimiento, sino que solicita la captación de lo uno en lo diferente. Es cierto, la "multiplicación dramática" es una técnica que puede describirse simplificadamente así: un protagonista presta una escena, es decir, relata algo que lo involucra y lo ofrece para que sea dramatizado. Luego, cada integrante improvisa otra escena que asocia a la primera por resonancia o consonancia con algo que lo impactó. Pero es más que eso: despliega una concepción del trabajo en grupos. Permite pensar lo grupal como "obra abierta i» y al grupo como un espacio en el que multiplicidad de sentidos se imbrican en una superposición de voces y actos, de tonos y modulaciones; en cuyo contrapunto se construye una unidad de lo múltiple. Por esa razón conforma una experiencia que sirve para pensar cualquier producción grupal como juego de multiplicidades. (vecindades) El sujeto no se conoce a través de la información que el • ' L * ^ 1 ™ 1 1 ' . , H ; J Pavlovsky E.; Frysdlewsky, L. "Escenas TemíE d " B ú 8 < l u e d a . W84- Buenos Aires. Ver £ü.M? V ^ S o también, Smolo^di Renée "Apuntes sobre la multiplicación dramática . Lo Grupal 2. Ed. Búsqueda. 1986. Buenos Aires. F ^ ^ S r ? ' Pavlovsky y Frydlewsky "La Obra Abierta de Umbero Eroy La Multiplicación Dramática". En lo Grupal 5. Ed. Búsqueda. 1987.

otro le da, sino en la producción de sí que hace por medio de las palabras que el otro pronuncia por resonancia con su discurso inicial. ¿No se capta por identificación? Sin duda, pero la captación de lo semejante es sólo un momento en el trazo de otra cosa: la vacilación. Me explico: yo narro algo que creo representa aquello que me pasa. Cada cual narra aquello que cree que le pasa cuando le pasa algo que guarda relación con lo que cree que me pasa. Otra cosa se produce: una narración entremezclada y compuesta de una multitud de creencias. De pronto, todos se sorprenden arrojados por delante de sus creencias y encuentran otras formas de pensar eso que les pasa. Vacilan. Y el porvenir, como diría Sartre, se piensa no labrado sino proyectado por la historia. Es la diferencia que hay entre el pasado, que se carnaliza en el presente con la imagen perversa de un destino, y la historia cuando se presenta como posibilidad de abrir dimensiones, escenas desapercibidas o síntomas racionalizados. La multiplicidad, actualizada, reinscribe relaciones que al sujeto se le escapan, entonces, aturdido, duda. La multiplicidad no es una operatoria sofisticada en la que alguna sumatoria se produce. La multiplicidad provoca la soledad y el silencio. Soledad que no es igual al aislamiento, sino presencia simultánea con otros que están solos. Silencio que no se define tanto por el callar, como por el escuchar la llamada de su deseo.

(comunicación) Aquello que pensadores contemporáneos llaman "barreras comunicativas" (Habermas); o que designa la distinción entre "el sujeto de la enunciación y el sujeto del enunciado" (Lacan); o que se enfatiza como "paradoja pragmática, doble vínculo y dependencia situacional del enunciado" (Bateson, Waztlawick); o que se debate respecto a "la intencionalidad del lenguaje" (Chomsky o los teóricos de los

actos del habla, Searle, Ducrot); o que se expresa en "la teoría de los juegos del lenguaje" (Wittgwenstein, Lyotard); insiste, desde sus diferencias, como una preocupación de la época: la idea de transparencia en la comunicación se ha vaciado de contenido. La teoría de la comunicación perdió la estridencia explicativa que tuvo en los primeros años de este siglo. Y si en el pensamiento actual se critica la concepción del diálogo como un recorrido lineal que va de uno hacia otro; para el campo grupal esto se traduce como el cuestionamiento de la teoría de la interacción, aún cuando estuviese —de entrada entre nosotros— mediatizada por las hipótesis psicoanalític&s de la identiñcación, la transferencia y la fantasía. Pero, poner en crisis la idea de transparencia de la comunicación, no equivale a decir que es una valla que ataja o impide el contacto directo con el semejante, ni que es imposible, o que es una forma vinculante que conduce irremediablemente al engaño. Advertimos, en cambio, la superposición de enlaces comunicativos en situación de grupo. Problematizar la comunicación no es lo mismo que desestimarla. La perspectiva que propongo entiende que la comunicación es la acción de un desvío, la oportunidad o la excusa para realizar un salto, una rotación hacia otra conexión del sujeto con su propio discurso. Para este criterio el otro es necesario. Y si decimos, por ejemplo, que comunicarse es extraviar la propia palabra y recuperarla en la del otro, no lo hacemos tanto por acentuar la idea de distorsión comunicativa o de deformación del interlocutor, como por fundamentar la producción de imágenes a partir de los fragmentos comunicativos dispersos y actualizados en el campo grupal. El trabajo de lectura se presenta, entonces, como la reconstrucción de la singularidad de cada trayectoria, en medio de la simultaneidad de enlaces y desvíos.

(impaciencia) La fuerza de la crítica que impregna la subjetividad de los ochenta tiene consecuencias que no sabemos medir todavía. Todo el tiempo nos enfrentamos con lo impensado. Mientras tanto, intentamos hallar en lo grupal otro modo de trabajar en situación de grupo. Y, aunque no es fácil precisar nuevos argumentos para esta labor, ni imaginar desarrollos para los problemas planteados; no podemos dejar de interrogarnos. Pero, no hay que tener prisa por dar con las respuestas, resta todo un año para quefinaliceesta década. Buenos Aires, enero de 1989.

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LA DISCIPLINARIZACION DE LA MARGINALIDAD

por CAROLINA PAVLOVSKY

La propuesta del presente trabajo es intentar abordar determinados focos de una realidad socio-política, económica, específicamente coyuntural, a partir de una lectura de líneas centrífugas; de acercamientos aproximativos, no de equivalencias; de interrogantes, no de certezas. Una lectura que apele a saberes múltiples, locales, contra la coacción de los discursos unitarios y hegemónicos. Esfuerzo de elucidación crítica dirigido a luchar contra las formas y los efectos de poder, allí donde éste es a la vez objeto e instrumento en el orden del saber, de las prácticas, de la ciencia, de los discursos. Interrogando las concepciones y principios que penetran nuestra educación, nuestros sistemas de gobierno, nuestros modos de producción y consumo, nuestras inscripciones a lo social, llámese familia, grupo de trabajo, clase social, etc., nuestros cuerpos, nuestras formas de enfermar y de curar.

¿Víctimas de lo social? Lo social somatiza a través de sus víctimas, sean éstos seres individuales, grupos humanos, instituciones, sectores sociales. La somatización de lo social: "brotes" de lo social: focos de concentración de fuerzas; juegos, estrategias

de fuerzas que anudan puntos neurálgicos del cuerpo social. Dentro del amplio dominio de las prácticas sociales, asistimos a una llamativa proliferación de iniciativas, campañas de prevención, organismos e instituciones, proyectos de investigación (sean todos estos de carácter oficial o no oficial, público o privado), políticas administrativas (o sus esbozos), proyectos de ley, eventos científicos y/o culturales, programas sanitarios y de enseñanza, tecnologías, especializaciones profesionales, noticias periodísticas, mensajes publicitarios, consensos de opinión, etc. alrededor de ciertos focos de "sufrimiento" social. Lo social sufre por sus zonas más sensibles, por sus nudos neurálgicos; no tanto por. sus límites más débiles, sino por sus "urgencias": alta concentración de peligro por desplazamientos, movimientos, estallidos, concentraciones, efervescencias; "temblores" que superan el umbral de tolerancia social. La INFANCIA, la ADOLESCENCIA, zonas de urgente intervención asistencial científica, política, administrativa, gubernamental, profesional, tecnológica. Asistimos a una suerte de amplificación y diversificación de aparatos de intervención institucional, que no parece corresponderse necesariamente con aumentos estadísticos de las poblaciones de riesgo, sino más bien con lo que se ha acertado en llamar la diversificación de estrategias de control social. (Para las cuales no dudan en prestar sus servicios especialistas y técnicos profesionales de todos los ámbitos y orientaciones de la psicología en la actualidad).

La colaboración entre estrategias Debería ser consecuencia de las libertades democráticas el que una sociedad pueda ejercer la problematización de sus actos, sus principios, sus determinaciones en todos sus dominios. Sin embargo, somos testigos de que los sistemas democráticos, a diferencia de los totalitarios, parecen pro-

ducir sus propios instrumentos de defensa frente a todo aquello que desestabilice sus bases más sólidas; mediante mecanismos de poder más finos y sutiles. En efecto, los dispositivos de dominio social no se reducen ya a procedimientos represivos; hoy por hoy parece que se asiste a una valoración de recursos más "neutros": se trata de la implantación de sofisticados dispositivos de control y normativización, que lejos de operar mediante comandos criminales entrenados en la represión, neutraliza los focos de problematización social a través de una infiltración, en el tejido social, de tecnologías manipuladoras y esquemas de intervención adoctrinantes. Estrategia que lo social se da para coaccionar sobre todo aquello que considere energías inútiles y conductas irregulares. Y no será casual que sean la DELINCUENCIA y la PATOLOGIA MENTAL los dos terrenos de mayor urgencia sociotécnico-científico actual. Pero es interesante observar que lo que vemos producirse hoy es un desdibujamiento de las fronteras entre sus respectivos campos. Frente a la misma emergencia social, llámese "chicos de la calle", "barras bravas", "abuso de drogas": formas de intervención, esquemas de prevención alarmantemente similares: la normativizarión, por encima de todo, borrando los límites entre patología individual y condición colectiva. Se trata de una interpenetración de espacios, funciones y métodos que pertenecen a los aparatos sociales de control represivo, por un lado, y a los aparatos de control sanitario, por otro (a la cabeza de los cuales se alzan como paradigmas las dos instituciones más totalitarias de todos los tiempos: la cárcel y el manicomio). Pero no parecen ser los dos únicos dominios afectados por su mutuo entrecruzamiento: la "persuación psicológica" ha sido una herramienta hábilmente manipulada por las Fuerzas Armadas en sus gestiones, como lo evidencian los últimos episodios militares acontecidos; los aparatos de la Educación y los de la administración de la Justicia, se ven atravesados por procedimientos y discursos cuyos móviles, semejantes entre sí parecen ser la detección

y el control de cada vez más novedosas y variadas nosografías patológicas. Al respecto, un ejemplo coyuntural, es el peso consensual que logran las "consideraciones psicológicas" impuestas desde los medios de difusión y las opiniones especializadas, que, denunciando el daño psíquico causado a una familia adoptiva, legitiman, de esta manera, el secuestro y robo de menores.

La singularidad de lo marginal La marginalidad es otra cosa que el síntoma de lo social: es la manifestación singular por la cual lo social padece sus cuestionamientos al orden establecido. No hay que olvidar que, en última instancia, se trata de grupos marginales; grupos que quizás no encuentren razones objetivas para oponerse a la normatividad instituida, pero que son masas de alta proclividad al cambio social, y que "muerden" en las zonas más frágiles del sistema. La drogadicción, la delincuencia infanto-juvenil, el vagabundeo urbano de menores: víctimas y victimarios se confunden. Un menor de doce años, integrante de una patota de púberes y adolescentes, baleado en un intento de asalto, es ¿víctima o plaga social? El adicto adolescente nos enfrenta con nuestros más íntimos principios, porque cuestiona descaradamente la ética de su familia y la de la comunidad en la que vive, pero presa de mecanismos de segregación, termina siendo considerado, tras la fachada de humanitarismo asistencial, como un verdadero enemigo público. Lo social conjura el peligro expulsándolo, proyectándolo en un objeto externo: la droga (aunque no las que la sociedad sí se permite) y de esta manera, la familia conserva su status de institución incuestionable (a pesar de que el entorno familiar del drogadicto suele caracterizarse por una impúdica complicidad con ciertas transgresiones a su mismo código moral: el robo, el fraude, la mentira, el adulterio en sus formas más promiscuas, el alcoholismo y otras adic-

ciones, etc); o bien la calle o la patota, y de esta forma, quedan entre paréntesis los factores políticos y sociales de la miseria, y la desintegración familiar que conlleva. (Vale la pena recordar que la única violencia que se denuncia es aquella generada en los sectores marginales más pobres, mientras que en las "márgenes" de los barrios más ricos, los hijos ociosos de las clases pudientes, se entrenan, al amparo de modas importadas, en la altiva y moderna violencia neofachista). Paradójicas formas de abordaje que se da un sistema para neutralizar los riesgos: por un lado, defendiendo a rajatablas los valores de la familia; por otro, permitiendo la desintegración moral y social de familias y comunidades enteras, cuyos lazos simbólicos se ven pulverizados frente a las necesidades de supervivencia. La marginalidad: estallido por donde irrumpe el sin sentido en el cuerpo social, agujero de lo social por donde se desbarranca todo el universo de significaciones de la sociedad (vacío que los intereses en juego están siempre listos a obturar con imposiciones de sentidos). Forma extrema de adaptación a una sociedad violenta, adicta, hipócrita, inmoral, injusta, que sólo está dispuesta a asumirse como tal a costa de inmolar sus más sensibles sectores sociales. Y lo que se impone a la atención es la sutileza de las tácticas: no de la exclusión lisa y llana de lo "aberrante", sino mediante su clasificación, su categorización, su señalamiento, su denuncia, su etiquetamiento, su sometimiento a exámenes e intervenciones. El poder se ejerce así individualizando disfunciones, patogeneizando todo aquello que caiga en el dominio de lo diferente. Poder que ya no se ubica en las instancias superiores de censura, sino que se hunde y penetra toda la malla social; poder que tiene que ser analizado como algo que circula, nunca definitivamente localizado, sino que funciona y se ejercita a través de elementos de conexión estratégicas. Pero, por sobre todo, lo marginal se convierte en amenaza cuando empieza a basar su fuerza en su vocación de grupo. Grupo, quizás, sin ninguna lucidez de

sus contingencias situacionales e históricas, que se niega a reconocer el carácter precario y transitorio de su existencia, en tanto se cierre sobre sí mismo. Pero, como todo grupo humano, lleva en sí mismo el germen de una potencialidad transformadora: aún desde su impotencia, el grupo puede ser portador de algo que decir y hacer, aunque más no sea, hablar juntos de su impotencia. Entonces, ninguna estrategia para conjurar esta amenaza es más efectiva, que alienar la fuerza de lo marginal en la vulnerabilidad de los seres individuales. El resultado es la producción de series de individuos desguarnecidos, enfermos, expuestos fácilmente a las contingencias de la vida y la historia. Individuos modelados por la máquina social dominante, para desconocer sus condiciones respecto de los procesos de producción, distribución y consumo, respecto de su lugar en la sociedad, y el de sus semejantes.

Disciplinar, no reprimir En todo caso, lo que resulta significativo es la cantidad y variedad de discursos y prácticas que han empezado a fomentarse como dispositivos de detección, prevención y tratamiento de las desviaciones. Pero pecaríamos de complaciente ingenuidad si no reconociéramos que la "asistencia" de todas las formas de marginación está absolutamente implicada en estas políticas higienizantes de control. Las tendencias y criterios "terapéuticos" tanto de la administración pública, como de las iniciativas privadas para el tratamiento de estas perturbaciones sociales, y el matiz que han adquirido la publicidad del tema y el manejo de la información, están adoptando un manifiesto corte adoctrinante. Todos los dispositivos de prevención, educación, información pública, en el marco de estas nuevas gestiones frente a los sectores marginales, comienzan a caracterizarse por una voluntad disciplinante y correctiva. La vocación terapéutica que proclaman, no excluye, en efecto, una función represiva, y opera mediante el mecanismo de violenta-

ción simbólica, imponiendo significaciones y definiciones como legítimas y disimulando sus relaciones con intereses económicos y políticos de poder. (Fundaciones y campañas financiados con capitales extranjeros, que importan metodologías ya comprobadas como ineficaces en los países más industrializados). Efecto complementario de un conjunto de estrategias que inventa y define para sí tantos modos de enfermar, delinquir, o marginarse de la sociedad como nuevos métodos para curar, castigar, o "asistir" a los marginales que produce.

A manera de cierre: abrir Interrogantes Es claro que no podemos comprender totalmente dónde y cómo estamos parados cada uno de nosotros en estas políticas, adónde nos dirigimos, cuándo pretendemos, desde nuestra práxis, modificar algo del sufrimiento humano, ni tampoco podemos visualizar lo que las nuevas maquinarias sociales se aprestan a hacer de los enfermos mentales, los drogadictos, los delincuentes, los sin techo, en suma, de todos los marginales improductivos y otros indeseables. Pero que este desconocimiento no paralice el intento de elucidación. El re-equilibrio de las relaciones de poder que se efectúa en la actualidad, nos obliga a preguntarnos respecto del lugar que nos toca ocupar dentro de las redes de esta nueva forma de distribución del poder. ¿Al servicio de qué concepciones de la sociedad, de la enfermedad, de la salud, comprometemos nuestras prácticas? ¿Cuáles son las condiciones desde las cuales nos insertamos en la cadena productiva, en lo que atañe a nuestras especializaciones profesionales? O, llendo más allá, de qué manera, estas implicancias afectan nuestro modo de vida, nuestra ética, nuestros actos? La era de la "persuación psicológica" nos toca también a nosotros, país dependiente y afecta todas las instituciones y organizaciones, desde la enseñanza a la Iglesia, y hasta

las Fuerzas Armadas. Redes más ñnas de control social, listas a patogeneizar todo aquello que pueda ser susceptible de convertirse, en algún momento, en instrumento cuestionador. Y en este juego de fuerzas, no hay neutrales: desde una u otra trinchera, ya estamos implicados hasta los huesos.

Bibliografía ROB?RT .CASTEL: "El Psicoanalismo: el orden psicoanalftico y el poder", Editorial Siglo XXI. R. CASTEL, FRANCOISE CASTEL, ANNE LOVELL: "La sociedad psiquiátrica avanzada: el modelo norteamericano", Editorial Anagrama. FOUCAULT, MICHEL: "La microfíaica del poder", Ed. La Piqueta. DE BRASI, JUAN CARLOS: "Apreciaciones sobre la violencia simbólica, la identidad y el poder", Lo grupal 3. Ediciones Búsqueda. ANA FERNANDEZ: Clases teóricas de la Facultad de Psicología de la U.B.A. J. BAUDRILLARD: "Cultura y Simulacro". Ed. Kairos. GRIFFTIH EDWARDS: "Un enfoque más equilibrado de la toxicomanía". Correo de la Unesco, enero de 1982. F. GUATTARI: "Psicoanálisis y Transversalidad". Editorial Siglo XXI.

ORIENTACIONES INSTITUCIONALES. Institucionalización de una práctica y Crítica de la profesionalización

Los tres escritos de este apartado son valiosas colaboraciones generadas en otros países (en el eje Italia-España y Brasil). Ellas no son sólo elaboraciones conceptuales e instrumentales que pueden prestar un servicio definido, sino entrañan la posibilidad de enriquecer indefinidamente las constelaciones de lo grupal. Sus senderos deben ser abiertos en cada nueva operación, porque después de un tránsito la maleza vuelve a cubrirlos. Y un nuevo surco es preciso para hacerlos despertar de sus sueños vegetales.

La carta-artículo de Bauleo incorpora distintas perspectivas para una reflexión en continuidad, y amplios esbozos de un dispositivo de intervención: los corredores terapéuticos. La pregunta lanzada por Pavlovsky, sirve a Bauleo para desarrollar ciertas líneas genealógicas, orientaciones de trabajo grupal y múltiples aconteceres que respaldan la validez y utilidad del mencionado dispositivo, impulsado por él y sus discípulos europeos. Pero simultáneamente la carta-artículo funciona como una introducción al texto escrito en conjunto con J. C. Duro y R. Vignale. En el mismo se enfatizan y sintetizan aspectos particulares de los corredores terapéuticos; así como su aplicación en un ámbito comunitario determinado (Getafé, Madrid), donde se muestra la complejidad históríco-institucional que debe atravesar la implementación de una herramienta de intervención.

CORREDORES TERAPEUTICOS Esbozo de carta abierta a un querido amigo discutidor

ARMANDO BAULEO

El Dr. Pavlovsky me dijo en Buenos Aires que había leído con gusto el artículo sobre los Corredores Terapéuticos (1) pero que se había sentido no totalmente satisfecho porque no estaba explicitado "el cómo se hacía" —Conozco de años a Tato y sé que cuando pregunta eso, no se ciñe solamente a los elementos formales de la experiencia, sino también a los fantasmas que la habitan, a las ilusiones que estaban en juego, a las probabilidades que se están ensayando, a mis motivaciones y, en último caso, a los proyectos ideológicos que van tiñendo las diversas circunstancias de la realización. Comenzaré con mi historia personal. La idea de Corredor Terapéutico se me fue configurando a partir de la experiencia de psicoterapia Múltiple (2) ensayada junto a Pichón Riviére, hace muchos años atrás. En ella participé como encargado clínico y supervisor, de los médicos de guardia, y pude estar implicado en una organización terapéutica que era pensada como un vínculo entre dos grupos, el de los pacientes internados y el equipo terapéutico. En esos años 1964-65 he conversado durante horas, y en largas noches, con Pichón Riviére sobre las posibilidades de la psicoterapia hospitalaria ya que un problema de siempre, en la asistencia pública, fue el del número de pacientes. El había practicado un modelo de psicoterapia breve, en

este caso por la duración de las sesiones que era de 15 minutos, casi diarias, en las cuales el terapeuta trabajaba con una ficha en la cual anotaba las circunstancias significativas relatadas por el paciente, para luego de algunas entrevistas el terapeuta tuviese material para interpretar. También Pichón Riviére señalaba lo valioso de un sueño, como nudo central de las problemáticas del paciente yTíe ía relación terapéutica, en este tipo de tratamiento. Dentro de mi historia debo incluir los tratamientos prolongados y espaciados (3 a 3 1/2 hs. mensuales) con familias de esquizofrénicos (incluido el paciente que a su vez estaba en terapia individual o grupal) durante largos tiempos, que en algunos años llegaron a tres y cuatro años de duración. Agreguemos las experienciás tanto en Psiquiatría de Urgencia (en servicios públicos y privados) como las psicoterapias en situaciones excepcionales (3), que contribuyeron a la construcción de psicoterapias que "acompañan" las vicisitudes de la vida cotidiana — La noción de "corredor" denota justamente lo de estar "al lado" —es la posición del copensor— aquel que acompaña a reflexionar; también indica el sinuoso e inconsistente margen entre la salud y la enfermedad. Vayamos, ahora, desarrollando como si fuesen pasos sucesivos lo que en realidad es un conglomerado de circunstancias, demandas, interrogaciones, problemáticas, fantasmas, que van ligadas con la labor psicoterapéutica Lo primero que está explícito en el trabajo con corredores terapéuticos es que al mismo entran y salen terapeutas y pacientes, lo implícito es que el trabtgo es conjunto. Aclaremos: En un curso de psicoterapia en Servicios Públicos, con Psiquiatría Democrática (en Sicilia), se discutía sobre las dificultades de organización de los grupos terapéuticos. Les respondí que para que un servicio pueda organizar un grupo terapéutico tiene que tener como base djg ideas, o dos deseos, el de organizar un grupo psicoterapéutico y el de organizar un equipo. Quería decir que si los trabajadores

en salud mental (psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas, enfermeros, etc.) no han pasado y no se encuentran en una situagón grupal (equipo de trabajo) difícilmente pueden organizar en grupos a otros. En diversos países, Italia incluida, se puede observar que el mantener un servicio como agrupación o conjunto de profesionales y no como equipo (con un esquema de referencia logrado en común, un código y una tarea explicitada grupal) hace que pierdan gran parte de su potencial personal e instrumental. Además eT pensamíento actual sobre Tos grupos ha dado un salto de cualidad sobre todo cuando se ha entendido que efectuar una psicoterapia de grupo no es un problema (solamente) técnico, sino y ante todo de concepción, en el sentido de "asumir" y "entrar" en una dimensión de grupalidad. Digo "asumir" y "entrar" como figuras gráficas para diferenciar entre aquellos que reducen toda situación a una técnica individual, y los que intentamos que una situación exponga todas sus cualidades a pesar de que, para apreciarlas sea necesario un proceso interne de cambio y una elaboración de nuestros estereotipos/Por otro lado el encuadre o setting deja de ser una mera cuestión formal y externa a la situación terapéutica para transformarse en una "disposición mental" que nos permite colocarnos eiT una posición. ¿En que posición? En la de las fantasías, ser un objeto entre los cuatro de las transferencias (Bejarano), estar en la posición de continente (Bion); el desde dontje interpretar Es aquí que debo aclarar que la primera experiencia en Getafe (Madrid) se pudo realizar gracias a la posibilidad y disposición del personal a trabajar en equipo. (4) Entonces para comenzar a organizar un corredor terapéutico será necesario tener, o poder contar o que existe un ^fiaeojdejrgfeaiar. enfiquipo-Mi experiencia me enseña que se insume más tiempo en organizar un equipo (para que luego trabaje con grupos) que un grupo de pacientes. Las resistencias están fundadas no sólo en sus historias personales, sino también en sus historias profesionales. las concepciones de salud y enfermedad, las fantasías de tratamiento, la

idea psicoanalítica de individualidad, el poco trabajo sobre sujDropia grupalidad (por ej. la familia como grupo), falsas ideas de "profundidad de los conflictos", las confusiones entre setting, continente y maternaje; las dificultades en la comprensión del lugar del tercero. Además, cuando hablamos de equipo lo estamos también haciendo de un esquema de referencia que permita elaborar las intertransferencias, por ej., el famoso análisis mutuo de Ferensci, que les posibilita dialogar y entender lo que sucede. Aquí surge la cuestión de la Supervisión y de la Formación como pasos imprescindibles (es decir periódicos) para trabajar con una idea de lo grupal en las instituciones. Con los pacientes, en tanto, estamos estudiando también otras posibilidades de recepción y del establecimiento de una situación de diálogo con ellos. Estamos realizando primerasentrevistas grupales. Es decir, cuando el paciente pide una consulta se Te indica un horario en el cual será entrevistado en forma conjunta con otros pacientes. De esta manera, desde el inicio, su demanda y nuestra vinculación con él tiene un comienzo en un contexto grupal. Muchos me han preguntado sobre cómo se organiza y se detalla la hjstoria clínica. La anamnesis se va estructurando durante las primeras entrevistas con los pacientes, y lo hace uno de los terapeutas ya que son varios, pero también aquí debemos decir que será desde el equipo que saldrá la historia del paciente, pero en este caso dentro de la dinámica grupal. No poseo la suficiente cantidad de protocolos para dar una idea de como seria pero aquí tengo dudas al pensar si es posible o no un protocolo standard, ya que los equipos y las circunstancias son variadas, y el tema ofrece una serie de problemáticas a pensar. Ya el psicoanálisis había puesto en juego la idea de historia clínica y cuales serían sus funciones. Creo que siguen siendo las mismas cuestiones pero ahora en un plano diversó, ya que es difícil hablar de procesos y sobre todo dinamizar la noción de diagnóstico.

En servicios públicos y en la práctica privada ese inicio grupal ha tenido menos problemas de los que los prejuicios hacían temer. En realidad la investigación clínica y la busqueda de contextos de observación (y de escucha) diferentes tropieza no solo con obstáculos epistémicos sino también con bloqueos afectivos ligados ambos a la historia de la formación profesional de los técnicos. Es necesario repetir que tanto en la entrevista individual como en aquella grupal cada persona no tiene para relatar mas que "una historia personal" por lo tanto será ella el argumento de sus participaciones durante la entrevistalas variaciones no están en si existen varias o una historia personal, sino en el modo, tiempo, silencio, de cómo narra e inserta su relato en relación a los otros, las dificultades que van surgiendo están ligadas y dan una medida de los trastornos que ocasiona al paciente diferenciar esta situación de su grupo familiar, pasado o actual ¿Brusca apari * ción de una forma de regresión? ¿Serían las entrevistas individuales una dosificación de la misma regresión? Pero, ¿cuál sería el por qué o el para qué de esta dosificación'' ¿Problemas del paciente o del terapeuta? En ningún momento hemos pensado que no son necesaOflaJas entrevistas individuales, lo que no sigrú&lüre sean imprescindibles. Nuestra actitud será la de ubicar la utilidad que el uso de ambas puede brindar. Por'ejemplo hemos comprobado que los pacientes que habían comenzado con nosotros a partir de entrevistas grupales les era habitual estar en grupo", por lo tanto la entrada en psicoterapia de grupo como en un corredor terapéutico les era menos dificultosa. No podemos negar que las entrevistas individuales se convierten, en innumerables ocasiones, eq.,obstáculospara la organización posterior de un grupo terapéutico En relación a "lo individual", el privado que se ha asimilado a lo individual, debemos revisarlo nuevamente * No se puede escamotear la idea de que lo individual surge de lo grupal (y en lo grupal), por lo tanto las circunstancias de sincretismo o confusión que se pueden originar en las si-

tuaciones grupales no hacen más que revivir las circunstancias familiares desde las cuales se inició la individuación. Deseo expresar que los grupos funcionan gracias a sus mecanismos de diversifkación, es decir que son las diferencias las que hacen funcionar los grupos y no las similitudes. Las fantasías de igualdad son las máscaras para ocultar esas diferencias que provocarnos amores u odios contrastantes de los distintos momentos grupales. La multiplicación de fantasmas entreteje un film de suspenso, en el cual los comunes denominadores estipulan cual será la escena fantasmática que, como emergente, señala el transcurso de la organización grupal. Para finalizar, la idea de corredor terapéutico me es más simpática porque nos pone en la situación de clínicos "arremangados" para intervenir en diversas situaciones conectivas o momentos de crisis. Las diferencias con los grupos abiertos serían (al menos hipotéticamente) las siguientes: En los corredores la evaluación de los pacientes se realizaría cada cuatro a seis meses, y estaría estipulada en el encuadre To~seTtíng) general. El grupo se mantiene cerrado hasta ese momento y a partir de él se estipula quien se queda, quienes salen, y aquí no solo son los terapeutas sino también los pacientes los que participan (se abren las problemáticas en torno a la decisión o a la responsabilidad, a la participación, a la cooperación, etc.). Los terapeutas (dos o tres) continúan o ellos también pueden salir. La recomendación dada por la experiencia es que al menos uno continúe para dar permanencia al setting. Los horarios y el lugar se mantienen.fijos. La confección de las recetas como el ajuste de la medicación se realiza dgntro del grupo; Uno de los terapeutas la realiza al inicio de la reunión de grupo y luego se ubica en el lugar del observador. Creo queche podido dar una visión general del proceso grupal, o mejor "dicho del marco" necesario para que este proceso se pueda desenvolver. '

También creo que así no se termina esta problemática de los corredores terapéuticos, sino que ella ofrece una apertura sobre las cuestiones que giran en torno a la teoría y a la práctica de la psicoterapia (en este caso grupal) en las instituciones públicas. He acentuado el polo de las estrategias y tácticas terapéuticas, dejando en suspenso, no olvidando, el que la institución desempeña alrededor de la terapia. También debemos pensar el hilo que une la contratransferencia, implicación y encargo social, elementos institucionales que juegan en la función del terapeuta. Algunos de ellos se pueden vislumbrar en lo antes dicho, otros será necesario desarrollarlos en otro lugar.

Citas bibliográficas (1) Bauleo, A.: "Apuntes sobre los corredores terapéuticos". Notas de psiquiatría y psicología social. Atuel. Buenos Aires. 1988. (2) Bauleo, A.: Psicoterapia Múltiple e Institucional". "Psicoterapia de la niñez a la senectud". N5 230 Paidós. (3) Pavlovsky, E.; Bauleo, A.: "Revista de Clínica y Análisis Grupal", N* 1, Madrid. 1976. (4) Duro, J. C.: "Salud Mental: contribuciones a nuevas prácticas comunitarias".

LA IDEA Y LA PRACTICA DE "LOS CORREDORES TERAPEUTICOS"

por ARMANDO BAULEO JUAN CARLOS DURO ROSINA VIGNALE

En el II Congreso del C.I.R.*, celebrado en París en 1984, presentábamos una primera comunicación sobre "El dispositivo grupal en la investigación clínica", con el compromiso explícito de ir haciendo un avance de una experiencia de trabajo asistencial comunitaria. Hoy queremos plantear otro aspecto de la problemática trabajada por nosotros en los últimos años: la aplicación del dispositivo grupal en la práctica asistencia-terapéutica en un servicio público de salud mental comunitaria. Hablamos de aplicación de un dispositivo grupal en la terapia y no de grupos terapéuticos ni de grupo operativo. Intentamos pasar, empujados entre otras cosas por la necesidad de dar nuevas respuestas asistenciales a los "viejos" problemas psiquiátricos y psicológicos, del grupo operativo, entendido como modalidad técnica, a una concepción operativa de grupo, entendida como una tendencia en la psicolo/ gía grupal. La C.O.G. (concepción operativa de grupo) nos v permite disponer de algunos elementos teórico-técnicos para su aplicación en los distintos ámbitos de intervención de las instituciones. El pasaje de la técnica a la concepción * Centre International de Recherches en Psychologie Groupale et Socia-

operativa de grupo exige un nuevo replanteamiento de la discusión grupo operativo-grupo terapéutico. Si pensamos en las connotaciones que para nosotros han tenido ambos términos, tenemos que asociar el grupo operativo con prácticas privadas de formación cuya tarea es el aprendizaje y coordinados (coordinador-observador) con técnica operativa a partir de la información dada en el grupo (perdón por la simplificación). Por el contrario, los grupos terapéuticos se han asociado más a la aplicación del psicoanálisis a los individuos en grupo, a integrantes con patología psíquica, etc. Es decir, que en la práctica estaba escindido lo que en la teoría decimos que va unido: la terapia y el aprendizaje (afecto y pensamiento). Lo terapéutico venía aprisionado por "lo psicoanalítico" y "lo operativo" se veía "forzado" a no traspasar determinadas parcelas de intervención. Parece momento de pensar una redefinición de lo terapéutico abarcando la extensión teórica psicoanalítica, redefinición que no ha de ser ajena a las nuevas prácticas que están surgiendo en los procesos de cambio de las estructuras asistenciales (del manicomio al territorio o comunidad) y a la necesidad de dar nuevas respuestas asistenciales en estos servicios. Para nosotros la vieja diferencia entre grupo operativo y grupo terapéutico se cuestiona. Desde la C.O.G. el grupo cobra significado en y por su tarea; ésta será la que proporciona singularidad y especificidad. Es en la diferencia de los encuadres, desde donde podemos observar el singular desarrollo grupal y sus efectos en los integrantes, en los coordinadores y en la institución donde se enclava. Desde esta perspectiva, queremos plantear nuestra experiencia en grupos en una institución pública de salud mental comunitaria en Getafe, una población de 130.000 habitantes cercana a Madrid. En una breve historia de nuestra institución podemos afirmar que la puesta en marcha de diferentes dispositivos grupales en el programa de atención ambulatoria ha ido

paralelo y, en muchos casos, ha sido efecto de la propia constitución grupal del equipo de profesionales, hecho favorecido por el desarrollo conjunto de la tarea de atender en salud mental a la población de Getafe (trabajo en equipo) y por la existencia de la crítica y autocrítica permanente (supervisión del trabajo en equipo). Es desde ahí que fuimos pasando en la práctica asistencial de lo que podríamos denominar un esquema de atención individualista (entrevistas de diagnóstico, tratamientos individuales) a un esquema de atención más grupalizado, más comunitario (P.E.G.*, grupos terapéuticos). Los corredores terapéuticos constituyen sin duda, junto a las P.E.G., nuestro principal objeto de curiosidad (de investigación, por tanto) y han ido variando en el tiempo según nuestra experiencia y su posterior reflexión. Actualmente, definimos a los C.T. como dispositivos grupales con elementos fijos en su encuadre institucional y por los que transitan personas que requieren ayuda psicoterapéutica. Estos elementos estables del setting son: — La terapia como tarea grupal, es decir, la elaboración de conflictos en el transcurso grupal. — Los coordinadores como roles fijos. — Un espacio permanente y un tiempo definido (sala de grupos y una hora y media semanal). El aspecto más diferencial de los corredores respecto a otro tipo de estructura terapéutica lo constituye la entrada y salida de integrantes en unos períodos fijados en el encuadre. Estos períodos, llamados de evaluación, se realizan cada 3 o 4 meses y sirven para repensar la situación de cada integrante en el grupo, los cambios conseguidos, la necesidad de continuar la ayuda terapéutica o la disponibilidad para continuar su vida por sí solo, siendo dado de alta en el C.T. y en la propia institución. El método para efectuar esta evaluación consiste en fijar •Primeras Entrevistas Grupales: dispositivo de pasaje para evaluación y derivación.

unas sesiones (4) a tal efecto donde las personas individualmente, los otros integrantes del grupo y los coordinadores, reflexionan sobre todos y cada uno de los integrantes con el fin dSToíhar la decisión de permanecer o terminar su experiencia grupal. Una vez decidido quién se va de alta, se incorporan nuevos integrantes empezando una nueva etapa hasta el siguiente período de evaluación.* Este setting general de los C.T. se ve matizado según las características de los integrantes. Las variaciones más significativas las tenemos en los C.T. de adolescentes, en los cuales se realizan mensualmente entrevistas grupales con los padres y en las que se les pide también su opinión sobre el proceso terapéutico de los chicos, opinión que se tomará en cuenta para el alta. En los otros corredores de jóvenes y adultos, hemos incluido en nuestro proceso de investigación algunas variaciones, siendo la más interesante el control de la medicación por parte de los propios coordinadores dentro del grupo, para no mantener la clásica escisión: tratamiento medicamentoso/tratamiento psicoterapéutico. Como ya indicamos, consideramos la situación actual como transitoria, ignorando nosotros mismos las futuras variaciones que podemos introducir en base al análisis de los efectos conseguidos.

Algunas líneas de reflexión acerca del setting La aplicación de este dispositivo grupal constituye ün proceso de investigación que exige un análisis continuo y una permanente readecuación del setting en base al momento en que se encuentra la institución. Hay que tener presente que el setting oscila entre las condiciones institucionales y la contratrasnferencia de los coordinadores. •Esta es la diferencia fundamental con los grupos abiertos en que la entrada y salida de integrantes se realiza de forma individual y sin contar oon el grupo.

Un encuadre de estas características exige una internalización, clarificada, en los coordinadores y en el equipo, que evite la ambigüedad generadora de confusión en los integrantes. Este encuadre, para su correcto funcionamiento exige una coherencia global de todo el dispositivo asistencial y un buen nivel de ECRO común en el equipo, cuestiones ambas que permiten transmitir a los pacientes un continente suficiente para la elaboración de sus conflictos. Como ya hemos dicho anteriormente, este dispositivo ge^. completa, para los pacientes, con la P.E.G. y los grupos j n la comunidad, y para los miembros del equipo con la supervisión. Es decir, es la .aplicación de la misma concepción, tanto hacia afuera (la comunidad) como hacia adentro (el equipo).

Acerca de la curación Algunas hipótesis que nos sirven para aproximarnos sobre qué entendemos por curación circulan alrededor de la relación entre experiencia grupal y el insight individual. Coincidimos con Foulkes en que en un grupo se persigue la acejri^cién, por cada uno de los participantes, de su individualidad y la de sus iguales, o dicho de otra manera, la "curación" vendría por la aceptación de la diferencia frente a la ilusión de la igualdad. Los C.T. plantean un modelo más cercano a la vida cotidiana que los grupos terapéuticos en sus modalidades clásicas (con duración limitada o grupos abiertos). El hecho de las altas periódicas de miembros del corredor y de otros nuevos integrantes manteniéndose fijo el dispositivo, permite la elaboración en lo real de las continuas separaciones con la pertinente contrastación de las diferencias. Otro aspecto que se consigue con los C.T. es evitar la excesiva repetición del grupo primario (familiar) en el grupo

terapéutico, favoreciendo así la socialización y el proceso de maduración de los individuos. Por último, y en relación con esto, se fomenta jnás la trasnferencia con la tarea, y entre los integrantes (opinión sobre las altas) que con el coordinador, que es un elemento más en el proceso de curación pero no el único ni el más importante. Nos acercamos más al modelo de autoayuda^ autggestión (aunque sigan siendo utógicos) que a las formas yatrogénicas de la dependencia infantilizada de los pacientes con los técnicos.

Acerca de la contratransferencia Si denominamos contratransferencia a la historia grupal del coordinador que se pone en juego en' cada sesión, nos tenemos que preguntar por los grupos por los que hemos transitado en nuestro recorrido terapéutico, de formación e incluso organizaciones grupales de otro tipo (políticas, profesionale, etc.). No podemos dejar de señalar que, para nosotros, atrapados a su vez por los modelos individualistas sobre todo en lo terapéutico, ha sido y está siendo difícil^poner en marcha estos nuevos dispositivos grupales que nos intranquilizan y nos obligan permanentemente a repgnsaj- nuestra ubicación en el grupo, en el equipo y en la institución. La experiencia va modificando la contratransferencia. Los C.T., al igual que otras experiencias realizadas en Italia sobre rotación de la coordinación o grupos terapéuticos en el territorio, permiten la lucha contra la estereotipia y el burocratismo en el rol de coordinador, a la elaboración continua del setting, y al tiempo, potencia un mayor descentramiento del coordinador del liderazgo dando un énfasis m^yor a la tarea como líder del grupo.

EL ANALISIS INSTITUCIONAL Y LA PROFESIONALIZACION DEL PSICOLOGO

por HELIANA DE BARROS CONDE RODRIGUES y VERA LUCIA BATISTA DE SOUZA

Actualmente el término institución parece ser omnipresente en los discursos "psi". Hace cerca de 6 ó 7 años se viene tornando cada vez más común en el lenguaje del psicólogo debido, inicialmente a la influencia de los argentinos —Bleger, Malffé, Ulloa, etc.— y más tarde a la de les franceses —básicamente Lourau y Lapassade—Si limitáramos nuestro análisis al discurso universitario, docente y discente, tal vez pudiéramos comparar su penetración con aquella que el término "estructura" tuvo en las décadas del 60-70. A propósito de dicho término, un autor como Kroeber* ya afirmaba en su ANTROPOLOGY: "La noción de

1 La Psicología Institucional, de origen argentina, resultó de la necesidad de los psicoanalistas argentinos de influir con su práctica en el momento político de su país. Constituye un movimiento que parte del Psicoanálisis para la Política y que encuentra en el trabajo con grupos, en las organizaciones, su forma de intervención por excelencia. De los franceses recibimos el Análisis Institucional: también con perspectiva política y transformadora, pero valiéndose principalmente de conceptos sociológicos y políticos y sin el propósito de un análisis "psicológico". Su dispositivo preferido de intervención es la "asamblea general". 2 Citado por Bastide, R. Usos e Sentidos do Termo ESTRUCTURA, Editora da USP, S. Paulo, 1971, p. 7.

estructura probablemente no es más que una concesión a la moda... no acrecienta absolutamente nada a lo que tenemos en mente cuando la usamos, salvo un estímulo agradable". Este texto de Kroeber, a su vez, se ha tornado tan famoso cuanto el propio término que abordaba. Y ello en un momento en que los estructuralistas ya se debatían en una desesperada tentativa por circunscribir un uso conceptual para el término estructura, en la cual millares de páginas fueron usadas. Nuestro objeto con el presente trabajo no es repetir tal historia. Pensamos que si el término institución está de moda, y es moda en el contexto universitario en el cual nos encontramos, no podemos conformamos con señalar el modismo e intentar combatirlo conceptualmente. Necesitamos penetrar en esta moda, explicitar los discursos y ámbitos en los cuales surge. Dichos ámbitos remiten a diferentes prácticas concretas, históricamente situables. A su vez, los usos conceptuales necesitan, para tener algún sentido, intervenir de algún modo sobre tales prácticas, caso contrario nos veremos envueltos en un debate puramente nominal, epistemológico o teoricista. Vamos, entonces, a la moda, a la historia y a las intervenciones concretas.

Institución ¿un modismo más? No es difícil percibir la moda y reconocernos en ella. ¿Quién de nosotros ya no escuchó o pronunció frases como estas?: "Debemos tener en cuenta la dimensión institucional"; "Hay que trabajar la institución y no a sus integrantes", "¿Cómo es la estructura institucional?"; "El SPA3, en 3 La sigla SPA significa Servicio de Psicología Aplicada. Loa fragmentos de discurso citados, se refieren a nuestra experiencia en la Universidad Santa Ursula, en Rio de Janeiro. Se trata de un servicio universitario en el cual los estudiantes de Psicología realizan su práctica profesionalizante ("stage"). Pensamos, que la problemática aquí levantada, pueda ser común a otros contextos universitarios.

calidad de institución..."; "¿Cómo es la estructura institucional?" (¡desesperación modística conceptual!); "Departamento de Psicología y SPA son dos instituciones bien diferentes"; "¿Cabe o no que haya una heladera en el consultorio de una institución?"4; "La institución escuela, la institución familia, la institución sujeto... (¡epa!), la institución capitalismo... (¿y ahora?)"; "La dialéctica permanente entre lo instituyente y lo instituido en las instituciones, nos lleva a pensar...". Pero, ¿pensar cómo, en medio de esta multiplicidad de sentidos, en la cual el término ya no acrecienta nada, salvo un cierto "tono", o una cierta sensación de estar aprisionado, tal vez, entre "la heladera" y "la dialéctica? ¿Cuáles son las relaciones que existen entre dichos usos del término y las prácticas concretas de los agentes? ¿Qué significa por ejemplo "estar en institución"? ¿Significará simplemente limitar las fantasías profesionales? (Después de todo, quizá la heladera no podría ser removida...) ¿O apenas tener en cuenta que en un determinado lugar existen reglas, horarios, jerarquía, y que se debe, por ejemplo, "usar reloj"8 porque también otros trabajan ahí? ¿Algo únicamente restrictivo, limitativo, camino de segunda categoría a recorrer, especie de purgatorio donde se pagará por los pecados para poder alcanzar el cielo del "allá, afuera" en el que

f

4 En cierta ocasión presenciamos una prolongada discusión sobre la viabilidad técnica de atender pacientes en un consultorio del SPA de la Universidad Santa Ursula, en el cual habla una heladera. La conclusión • la que se Uegó, fue que se trataba de un "problema institucional"... 8 Este punto causó una cierta polémica entre los alumno* que realizab u su práctica en el SPA de la Universidad Santa Ursula, cuando en una reunión de entrenamiento fue colocada en discusión la necesidad o no de disponer de reloj para atender a loa clientes.

cada uno podrá ser "dueño de su nariz"? (De su consultorio privado por ejemplo, donde según este razonamiento no estaremos "en institución"...) ¿"Estar en institución" solamente "instaura la falta" que produce el deseo de escapar de ella...o, quien sabe, de siempre retornar a ella para lamentarnos de todo lo que no nos permite? En otro sentido, parece ser "la institución" la que debe "ser trabajada" ]\¿Y en este caso, es ella quien demanda y a atehdemos? De pronto, quien pensaba escuch«*sujeío8"t supuestamente opuestos a dicha "institución") debe aprender a "escuchar la institución", "hablar a la institución", "tratar (!!!) a la institución"... No» vemos de repente rodeados de organogramas, de flujogramas, jefes y subordinados, relaciones de trabajo, relaciones de poder... ¡la palabra mágica! Nos vemos transformados en el cordero que "entiende las relaciones de poder", disfrazado del lobo feroz de la psicología de las organizaciones. Pues a veces parece realmente que el psicólogo es el único inmune a dicho poder, el único capaz de señalarlo, de denunciarlo, de escucharlo, de verlo, aunque difícilmente consiga realmente tocarlo o modificarlo. En cuanto a aquel que le delegó el poder, poco importa: trafaga la institución, es ella su objeto, su "cliente" original. Aunque aparezcan reglas. En la escuela, por ejemplo, huya del trabajo con el alumno que "huele a modelo clínico". En la empresa, no trabaje con los subordinados que recuerdan "la adaptación del sistema". Institución remite a los directores, profesores, jefes, gerentes y documentos... Un poco "public relations", un poco "archivista curioso", disfrázese ahora de cordero para esconder al lobo feroz que existe adentro suyo: está contratado para organizar, corregir, tratar. Pero cuando descubra por donde anda el tal poder... Sin embargo hay en estos discursos de moda, algunos que se destacan por la complejidad. Las instituciones se tornan vagas, parecen fluctuar o estar en todos los lugares, poseer dimensiones, momentos, fuerzas... Infelizmente en este caso la impresión es que no hay mucho para hacer porque

¿cómo trabajar lo que no se ve, oír no se sabe qué o a quién? Si hasta el sujeto —antes supuestamente tan concreto y visible— se tornó una "institución"...De pronto no estamos más en una institución, no tratamos más a la institución pero somos, por ejemplo, atravesados por la institución. Desprofesionalizados, dislocados de nuestro campo discursivo habitual, cuestionados en cuanto a nuestro referencial teórico, mezclados con otros trabajadores de especialidades diferentes... ¿será que no perderíamos demasiado por ganar apenas un discurso bonito? El tono irónico de las descripciones anteriores pretende ser provocador de una necesidad: la de investigar y explicitar la historia del término institución en su articulación necesaria con las prácticas concretas que a cada momento le son asociadas. Esto porque nuestra "moda" actual parece condensar, en el presente, momentos y prácticas diferentes, con presupuestos diferentes y consecuencias distintas para la acción del profesional.

La moda tiene historia Una historia europea, eminentemente francesa, se nos impone aquí*. No la recorremos necesariamente en el mismo orden ni con el mismo ritmo, no la vivimos de igual manera, pero la heredamos o la importamos pagando, por eso, el precio de la confusión, de la ambigüedad y, a veces, de la paralización. No nos proponemos aquí describir nuestra historia —trabqjo aún a ser emprendido— sino pensar las consecuencias, en nuestra práctica, de la importación masiva de un recorrido conceptual y de intervención ajeno.

8 Optamos por la historia de los usos del término institución en su versión francesa porque en este contexto aparece de forma más clara la preocupación con su elaboración conceptual. La corriente argentina parece haberlo empleado principalmente en los dos primeros sentidos que explicitamog en el texto.

Según Lapassade7, podemos remontar el énfasis actual del término institución a la noción de Psicoterapia Institucional. Esta, aunque elaborada desde la década del 40, aparece "oficialmente" en 1952 en una comunicación de Daumezon y Koechlin. En el mismo año, Maxwell Jones define a las Comunidades Terapéuticas y no resulta difícil percibir las analogías entre los dos movimientos dado que, en este primer momento, institución es pensada como ESTABLECIMIENTO de cuidados, en un sentido doble: un establecimiento que merece ser cuidado (terapeutizado) y que, de este modo, puede ser movilizado al servicio de la acción terapéutica —los enfermos serían curados por la institucionalización o mejor, por la participación activa en las transformaciones institucionales. La ampliación del sentido de esta primera concepción, originaria del movimiento de Psicoterapia Institucional, responde por la mayor parte de los usos que hacemos actualmente del término. Son instituciones, entonces, todos los ESTABLECIMIENTOS u ORGANIZACIONES, con existencia material y/o jurídica: escuelas, hospitales, empresas, asociaciones, etc. Dicho sentido se encuentra presente en afirmaciones tales como: "trabajo en una institución"; "es* tamos en una institución" o, en nuestro contexto universitario particular, "el SPA es una institución" (afirmación que más adelante discutiremos). Eh un segundo momento, aún según Lapassade, se llegó a la idea de que las instituciones serían DISPOSITIVOS instalados en el interior de los establecimientos, y no más los propios establecimientos. El trabajo institucional consistiría en este caso, en una actuación que hiciera uso de tales dispositivos. Como ejemplo, podríamos pensar en instituciones tales como grupos operativos, grupos de discusión, asambleas, equipos de trabajo, consejos de clase, etc., insta-

7 Lapassade, G. El Encuentro Institucional, in Lourau y otros: Análisis Institucional y Socioanálisis, Nueva Imagen, Méjico, 1977, p. 202.

ladas en el interior de establecimientos como escuelas, hospitales, empresas, etc. A primera vista no parece que dicho uso del término haya tenido reflejos evidentes entre nosotros, al menos en cuanto al hecho de llamar tales dispositivos de instituciones. Esto raramente ocurre. Sin embargo, el sentido de institución-dispositivo está presente, transformado en "técnicas de trabajo institucional". Aprender a trabajar en instituciones Restablecimientos) sería, así, adquirir informaciones y prácticas en cuanto a tales dispositivos. Las técnicas grupales, en sus diferentes modalidades, acostumbran surgir aquí como "ideales para el trabajo institucional". O mejor, en nuestra "babel terminológica", conocer tales técnicas y saber manejarlas calificaría, al menos parcialmente, al "trabajador institucional", el "perito" o "especialista" en instituciones. En nuestro contexto universitario específico, por ejemplo, tal concepción surge en afirmaciones como: "la terapia de grupo es ideal porque estamos en el SPA, una institución", "trabajo en una escuela (u hospital) y hago por lo tanto grupos". El trabajador es aquí un "técnico en dispositivos", y la institución permanece identificada con el establecimiento o la organización. Este simple hecho demandaría el uso de ciertas técnicas en detrimento de otras. Pero el tercer momento citado por Lapassade nos trae sorpresas; son los movimientos anti-institucionales (antipsiquiatría, anti-escuela, etc.), en su opinión, los que introducen en la actualidad, un sentido conceptual y no meramente empírico del término institución. Por ello considera que son esos movimientos los primeros que podrían reivindicar, en un sentido estricto, la práctica (conceptual y concreta) de un Análisis Institucional. Acompañemos la argumentación del autor»: "Cuando Ivan Illich, por ejem-

pío, cuestiona la forma general, mundial de la Universidad, la adopción en todas partes de esta forma general de las relaciones de formación, llamada Escuela, no habla de los establecimientos escolares y universitarios sino de un dato más fundamental, de una elección general y estructural que surgen en un determinado momento de la historia, y que aparece más tarde en todas partes. Y eso es institución, ese producto de la sociedad instituyente en un momento dado de su historia. Lo mismo ocurre con el enclaustramiento de la locura, que es institución de la enfermedad mental y de la separación entre los "locos" y las "personas normales", y que no es realizada en todas las sociedades (así; el "poseído" no es ni un "loco" ni un "enfermo mental" en el sentido que nosotros lo entendemos). También en este caso es la antipsiquiatria la que hace al análisis institucional de la locura que el establecimiento psiquiátrico instrumentaliza". Encontramos en el texto una conceptualización del término institución, que escapa al empirismo (institución=establecimiento) y al pragmatismo y profesionalismo (institución=técnica). La institución aparece como algo inmediatamente problemático, como algo no localizable: FORMA que produce y reproduce las relaciones sociales o FORMA GENERAL de las relaciones sociales, que se instrumentaliza en establecimientos y/o dispositivos. Volvamos a Lapassade con la intención de explicitar otras notas distintivas del concepto9: "Si en estas condiciones el término institución es conservado a pesar de todas las dificultades que provoca...(es) sobre todo porque este término conserva en el propio uso el sentido que la etimología le da; su sentido activo de mantener en pie la máquina social y hasta de producirla (vertiente de lo instituyente) y también vertiente de lo instituido, no para significar el esta-

blecimiento sino porque la noción de lo instituido remite a formas universales de relaciones sociales que nacieron originariamente en una sociedad instituyente y que nunca son definitivas sino que, por el contrario, se transforman y hasta pueden entrar en el tiempo de su ocaso". Dentro de esta concepción, las corrientes anti-institucionales serían institucionalistas (en sentido conceptual) porque revelan que la institución no es una NATURALEZA. Ciertas prácticas tomadas como universales (por ejemplo en el campo de la psiquiatría y de la educación) instrumentalizan determinadas hipótesis de base (separación enfermos mentales-normales, maestro-alumno, por ejemplo) que precisan ser interrogadas en primer lugar, a propósito de las condiciones históricas de su producción y reproducción. En un intento personal de definición, diríamos que institución es producción, es actividad. Esto se torna rápidamente algo problemático debido a que tal producción no es algo localizable empíricamente. Dentro de esta línea de pensamiento, podría ser concebida como una especie de inconciente político que instituye nuevas realidades, siempre separando, siempre dividiendo. En este movimiento, transforma relaciones y prácticas que se presentan como forma general y natural, en otras relaciones y prácticas que se presentarán (se mostrarán) de la misma manera, y a través de las cuales la institución se instrumentaliza. El objetivo del Análisis Institucional sería traer a luz esa dialéctica instituyente-instituido, de manera generalizada (en todos los ámbitos y realizada por todos). Para conseguirlo, puede intervenir EN establecimientos y CON dispositivos, pero siempre intentando entender a la institución como algo activo. En este punto cabe indagarnos acerca de los efectos de esta conceptualización sobre nuestras concepciones y nuestras prácticas. Volvamos, para tomar un ejemplo, a la expresión "el SPA es una institución". ¿El SPA será realmente una institución considerada en este tercer sentido?

¿O sería mejor indagar acerca de las instituciones que se instrumentalizan en la organización o establecimiento SPA, y en sus prácticas? En este caso, aparecen nuevas preguntas: como sub-organización de una organización de enseñanza, ¿cuáles son las relaciones que allí se producen y se reproducen?; en tanto que organización dentro del aparato de salud mental, ¿cuáles son las relaciones que allí se producen y se reproducen? Pensado de esta manera, el campo de instituciones (en sentido conceptual) parece casi infinito: allí se instrumentalizan instituciones como la formación, la supervisión, la evaluación, la psicología, el psicoanálisis, el dinero, el contrato, la subjetividad, la salud mental, el dominio de lo privado, etc. Lógicamente, no todas de la misma manera ni con igual énfasis. Es necesario pensar en jerarquías, en direcciones, en agentes, en vínculos entre instituciones (en sentido conceptual) y entre organizaciones en procesos de producción y de reproducción, en puntos de resistencia mayores y menores, en movimientos instituyentes y prácticas instituidas, en acontecimientos reveladores y en rituales ocultadores. Todo un nuevo campo de reflexión se abre, una nueva problemática está puesta en discusión. Teniendo en cuenta que nuestra situación específica es la de docentes en un establecimiento que instrumentaliza, entre otras,' la institución formación-profesional-en-psicología, nos gustaría dedicar la sección siguiente de este artículo a dos problemas específicos: ¿cómo se articula el sentido conceptual de institución (y por lo tanto de Análisis Institucional) con la práctica profesional concreta del psicólogo? ¿En qué se distingue dicha articulación de aquellas que estarían implicadas por los otros sentidos (institución=establecimiento, e institución=dispositivo)?

Analista Institucional: ¿profesión imposible? En la sección anterior establecimos una comparación

entre dos sentidos que podrían estar implicados en la expresión: "El SPA es una institución". En un primer sentido, la afirmación indicaría que el SPA es una organización que ocupa un espacio físico determinado, tiene sus normas y sus leyes, y reúne a un grupo de personas que trabajan en él con un objetivo determinado (institución=establecimiento). En un segundo sentido, el SPA aparece como organización (o establecimiento) que INSTRUMENTALIZA una serie de instituciones, entre las cuales se destaca la institución formación profesional. A su vez aparecen en esta instrumentalización, una serie de dispositivos y de prácticas como por ejemplo la evaluación y la supervisión. Si abordásemos una escuela, un hospital o una empresa determinada, podríamos hacer consideraciones semejantes. Mediante esta reflexión se torna claro, por ejemplo, que la clásica división de las "áreas" de la psicología (clínica, escolar e industrial), remite al primer sentido del término (institución=establecimiento), y puede o no implicar un abordaje institucional (institución como concepto, según como es pensada por el Análisis Institucional). Esto porque, si hablamos de Análisis Institucional, en todos los casos se impone una reflexión sobre la demanda y sobre el cliente. Respecto a este aspecto, Lapassade afirma10: "Se puede decir entonces, que si el análisis institucional toma al pie de la letra demandas de intervención que son análisis de establecimientos, se convierte en un análisis organizacional en el sentido más trivial del término, o mejor dicho en un sentido que ni siquiera tiene en cuenta la organización como proceso captándola solamente como product to, sistema y disposición instrumental, como conjunto práctico organizado para determinados fines. Para que exista un análisis institucional distinto de las otras operaciones de intervención, es necesario que el albo sea la institución

que se instrumentaliza en una organización social determinada, en un establecimiento-cliente". O sea que en este sentido, para el Análisis Institucional no hay institución-cliente, dado que el cliente (aquel que demanda) siempre es un grupo, un establecimiento, una organización. Paradojalmente, por otro lado, no hay Análisis Institucional cuando se atiende a la demanda del cliente, lo que hay en este caso es un trabajo de Desarrollo Organizacional, Psicología Institucional, Psicosociología o como sea que se llame. Y ello, sea cuales fueran las técnicas o dispositivos —por más grupales que sean— que se utilice en el trábajo. Estas reflexiones sugieren que se coloque en discusión la posibiliad del analista institucional en cuanto profesional, y la especificidad de su práctica. ¿Qué sería por ejemplo practicar análisis Institucional a partir de la demanda de una organización-cliente determinada (como el SPA)? ¿Qué demandaría el cliente? ¿Cuál sería el objetivo del analista institucional? Como hipótesis podemos decir que el cliente demandaría: mejoría o cambio en las relaciones organizacionales, mayor eficacia en la obtención de los objetivos propuestos, mayor flexibilidad en las orientaciones teóricas, alteración en las relaciones supervisores-estudiantes practicantes, modificaciones en los criterios de selección y de evaluación. A su vez el analista institucional tendería a intervenir no a nivel de la organización-producto (dispositivos y objetivos naturalizados), sino a nivel de la (s) institución (es) que se instrumentaliza (n) en la misma. En este caso específico, problematizando la formación profesional, la supervisión, la evaluación y la selección. Es por esto que Lapassade, al levantar los problemas del Análisis Institucional, afirma11: "En su punto límite, en su principio mismo,

la intervención institucionalista es un emprendimiento imposible; en efecto, contrariamente al trabajo de los psicosociólogos intervencionistas y consejeros en organización, su objetivo no es una terapia social, un mejoramiento, sino por el contrario una subversión de lo instituido. ¿Quién puede pedirla?" ¿Emprendimiento "en su límite imposible"? ¿Será entonces que lo que en realidad practicamos no es el Análisis Institucional, que él nos está vedado en cuanto profesionales? ¿Se tratará más de una "revolución" conceptual que en caso de ser concretamente instrumentalizada, estará irremediablemente condenada a tornarse no "la peste" pero sí "la moda"? Analista institucional, ¿más una profesión imposible? También "en su límite" quizá sean afirmativas las respuestas a todas esas preguntas. Incluso pensamos que es necesario formularlas para poder responderlas. La paralización del pensamiento y de la práctica que este procedimiento parece implicar —es decir la conclusión de que después de todo el "Análisis Institucional" no sirve para nada"— se torna APENAS APARENTE en caso que logremos realizar el análisis (institucional) de estas mismas preguntas y respuestas. Entonces veamos: preguntamos acerca de la posibilidad, eficacia o utilidad del Análisis Institucional a partir del lugar de "organizaciones-cliente", es decir como corporación de profesionales o aspirantes a profesionales de psicología. A través de estas preguntas formulamos algo comparable a la demanda de un establecimiento que pidiera una "terapia social", un "mejoramiento". Las respuestas afirmativas toman esta demanda "al pie de la letra", dentro de una línea que procura exclusivamente el desarrollo organizacional, y nos dicen: sin duda el Análisis Institucional no profesionaliza. Intentemos ahora abordar las preguntas en tanto que analistas institucionales. En este caso preguntaríamos: ¿qué instituciones son instrumentalizadas en tales pregun-

tas e incluso en las respuestas que se mantienen al nivel de la demanda del "cliente"? En una primera aproximación, responderíamos: la institución profesión-psicólogo, sus especializaciones, la delimitación de sus áreas de competencia; la institución formación-profesional-psicólogo, la producción de sus especializaciones y áreas de competencia. Gracias a estas nuevas preguntas y respuestas, podemos percibir que en las primeras preguntas y respuestas se instrumentalizan algunos instituidos resistentes, a sa-ber: que la profesionalización de todo saber y de toda práctica es una especie de hecho natural (luego, el Análisis Institucional debe y sólo puede ser una profesión); que según esta línea de pensamiento, lo que no es profesionalizable o profesión atizador debe ser inmediatamente criticado y abandonado; que solamente se puede levantar una pregunta si da origen, inmediatamente, a la implementación pragmática d» su solución, o mejor, que su valor como pregunta sólo es mensurable por la eficacia inmediata de tal respuesta. Sería útil recordar en este momento —si queremos tornar más amplio y claro este argumento— una pregunta dirigida con enorme frecuencia a los anti-psiquiatras: "¿Qué van a hacer, concretamente, por los enfermos mentales?" Esta pregunta es en todos sus aspectos, semejante a la formulada al Análisis Institucional: "¿Qué van a hacer, concretamente, por los psicólogos en tanto que profesionales?". En lo que se refiere a la pregunta propuesta a los antipsiquiatras, para Lapassade13 ella "no es solamente respondida por las comunidades terapéuticas anti-psiquiátricas, sino por la inscripción de esta problemática institucional en el movimiento de la historia; por el hecho de que los escritos y las prácticas publicados por los anti-psiquiatras engendran entre los jóvenes psiquiatras interrogaciones

que no son efectos de la moda y la barbarie, sino por el contrario, una interrogación necesaria acerca de la institución de la enfermedad y de las prácticas que le son asociadas". Retomando la consideración realizada anteriormente, o sea de que son los anti-institucionalistas los más claros analistas institucionales, podemos, por analogía, decir: la pregunta formulada al Análisis Institucional no es respondida solamente por intervenciones concretas relativamente bien sucedidas, sino por el hecho de que engendran entre los psicólogos, indagaciones necesarias sobre nuestra profesión en tanto que institución, sobre su aparecimiento histórico en un momento determinado, sobre nuestro lugar de pericia en el contexto social, en suma, sobre nuestra implicación13 en la práctica y en la investigación. ¿Qué significa este análisis sobre la implicación del profesional que se dice "analista ainstitucional"? Podemos partir del hecho de que se trata de un "profesional", o sea alguien que ejerce una determinada actividad de la cual depende para su sobrevivencia, en otras palabras, alguien cuyo trabajo debe ser PAGO. ¿Quién paga el Análisis Institucional? ¿Cuál es la dependencia que se establece en relación a quien paga? ¿Cuál es la dependencia que nuestro supuesto analista institucional tiene en relación a su trabajo? La cuestión del DINERO, señalado como "analizador de base"14 por los analistas institucionales franceses, apare13 El Análisis Institucional oontrapone la implicación del analista al distanciamiento con relación al objeto ("neutralidad analítica"), propuesto por el cientificismo positivista. Para un tratamiento detallado de este concepto, consúltese Loureau, R. Objeto y Método del análisis institucional, in Lourau, R. y otros El Análisis Institucional, Campo Abierto, Madrid, 1977, págs. 23-41. 14 Analizador acontecimiento, individuo, práctica o dispositivo que revela, en su propio funcionamiento, lo impensado de una estructura social (tanto el no conformismo con lo instituido, como la naturaleza de lo instituido mismo). Los honorarios de los analistas negociados en el interior de la intervención, se convierte en analizador de base tanto para la organización-cliente como para el staIT analítico. Sobre este concepto, ver Lapassade, G. El analizador y el analista, Barcelona, Gedisa, 1979.

ce como elemento fundador en este análisis de implicación. (Recordemos que estos analistas proponen, por ejemplo, la auto gestión del pago, y que muchas veces no reciben nada por su trabajo, consiguiendo recursos para sobrevivir, a través de otras fuentes, como la docencia, los derechos autorales, etc.). "Aceptar ser especialista de Análisis Institucional, significa aceptar su lugar en la división del trabajo..."15 ¿Por qué aceptamos, en cuanto psicólogos? El hecho de ser psicólogos define, aparentemente, como PSICOLOGICAS las demandas que atendemos, pero como bien sabemos, el Análisis Institucional tiene un contenido casi exclusivamente POLITICO. ¿Por qué razón, dentro de nuestro contexto, el Análisis Institucional viene siendo "apropiado" principalmente por los psicólogos? ¿Qué inquietudes, insatisfaccciones, y carencias de la Psicología nos revela, o quizá hasta nos oculta, este intento de apropiarnos de él como forma privilegiada de intervención? ¿Podemos suponer que haya un cierto cuestionamiento de la propia división del trabajo, una resistencia a detenernos dentro de los límites instituídos como "psi"? ¿O se tratará más bien de una tentativa de atraer las cuestiones políticas para el área de intervención "psi"? Pensamos que la mayor dificultad consiste —como el Análisis Institucional lo propone— en llevar este tipo de cuestionamiento al cliente, en realizar CON él el análisis de nuestra implicación, en cuestionar EN NUESTRA PRACTICA nuestro rol de peritos. Y esto, porque el problema fundamental que de inmediato se colocará, será el siguiente: ¿seremos capaces de soportar el riesgo de la desprofesionalización a la cual este cuestionamiento nos conduce? Como conclusión parcial, podemos decir que si el Análisis Institucional no profesionaliza, éste no es un DEFECTO sino su EFECTO: al exigir un permanente análisis de la

16

Ville, P. El analicismo, in Lourau, R. op. cit., pág. 101.

implicación del psicólogo en la intervención que realiza, provoca el cuestionamiento de la "naturalidad", tanto de su lugar de perito como también de su supuesto "objeto natural" (ya que, "lo psíquico" o "el individuo", no podrían también ser considerados instituciones?). "Profesión imposible" en su límite último lo es. Pero también es, por definición y propuesta, PROFESION PERMANENTEMENTE EN CRISIS o LUGAR DE LA DESPROFESIONALIZACION INMINENTE. Y esto en los más variados ámbitos organizativos: de la investigación, de la práctica, de la formación. Una óptica, un desafío, una propuesta. Y no simplemente un lugar, algunas técnicas o un conjunto de términos teóricos.

¿Quiénes son los institucionalistas? El argumento que hasta aquí desarrollamos, se debe en gran parte, a nuestra inserción en los conflictos —paradójicamente llamados "profesionales"— que se dan en nuestra práctica universitaria (de docencia y de supervisión). En ella venimos observando, la constitución —aunque tímida y de fronteras bastante inestables de un grupo de "formadores", que podríamos llamar "institucionalista" y en el cual nos incluímos. Ya por concluir el presente trabajo, nos proponemos la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que hace que nos digamos "institucionalistas"? En nuestra opinión, nos decimos institucionalistas no tanto por claridad conceptual (como este artículo lo demuestra...) sino por un cierto grado de acuerdo respecto a ciertos puntos, llamados por ello "puntos de convergencia". Lo que desarrollaremos a continuación constituye una tentativa de sistematizar algo que, en la práctica cotidiana de cada uno de nosotros, en realidad es asistemático y que es vivido más como "clima de acuerdo" que como profundización realizada efectivamente y de manera colectiva por los "institucionalistas". ¿Qué nos une entonces? Quizás —solo

en tanto que hipótesis provocadora— sea una cierta convergencia respecto a los cuatro puntos que siguen.

1. El cuestionamiento de las formas de investigación clásicas, tradlcionalmente aceptadas como "científicas" ¿Qué ha considerado la Universidad en general —y en particular, los cursos de Psicología— como INVESTIGACION? Sin duda un conjunto de TECNICAS que llevan, embutidas como sus presupuestos, las ideas de la separación entre teoría-investigación, y especialista neutro. Sin embargo, en ciertas prácticas docentes y de supervisión del mismo modo que en propuestas curriculares nuevas, también asistimos a la crítica de esta "política positivista de investigación", a través de la prioridad atribuida a la INVESTIGACION-ACCION o INVESTIGACION-INTERVENCION. La antigua propuesta lewiniana está siendo resignificada a la luz del pensamiento institucionalista: actualmente no se trata de una metodología con justificativos epistemológicos, sino de un dispositivo de intervención en el cual se afirme el acto político que toda investigación constituye. Esto porque en la investigación-intervención se acentúa continuamente el vínculo entre el origen social y el origen teórico de los conceptos, el cual es negado implícita o explícitamente, en las versiones positivistas "tecnológicas" de investigación. Y si bien es cierto que también surgen nuevos modelos o paradigmas basados en la investigación-acción, también es cierto que estos se alejan cada vez más de los "neutralismos" y "artificialismos". Inspirados en la clínica y en la antropología, se aproximan de los movimientos políticos: dentro de esta perspectiva, el investigador se torna un dispositivo que intenta dar voz al acontecimiento político, al experimento social.

2. El cuestlonamiento de los especlallsmos profesionales Instituidos En "El Psicoanalismo", R. Castel afirma algo que es obvio: "La Psicología psicologiza". Ya lo sabemos: se produce el perito psicólogo del mismo modo que se produce el "individuo" de la "vida íntima". Pero también podemos preguntarnos: si bien es cierto que trabajamos con niveles psicológicos (o psicologizados) o, para ser más complacientes, con niveles micro-sociales —individuos, grupos, organizaciones— y que es a ese nivel que se da nuestra INTERVENCION, no es tan claro que sea a ese nivel que nuestro ANALISIS deba situarse. A partir de aquel lugar que nos fue histórica y legalmente designado, ¿no será posible realizar un desplazamiento estratégico? Ejemplificado: ¿Quién demanda nuestra intervención?, Individuos determinados, grupos específicos, la Escuela X, la Comunidad Y, etc. ¿Qué aparece en nuestra intervención?, ¿el nivel de lo existencial, de lo vivido, de lo cotidiano, de lo...psicológico? ¿Cómo actuamos?, analizando, coordinando el análisis, provocándolo, instrumentalizándolo. Pero... ¿este análisis se situará necesariamente en el nivel —digámosle "psi"— en el que se da la intervención? ¿Tendremos siempre que psicologizar y despolitizar porque éste es nuestro especialismo instituido?

3. El énfasis en el análisis de la implicación Casi la totalidad del presente artículo explora cierto concepto de institución en el que ella no se confunde con la organización en la que trabajamos (determinada escuela, cierta comunidad, por ejemplo) ni con las técnicas particulares con que intervenimos (dramatizaciones, grupos de discusión, etc.). Definimos institución (en el sentido que le

ha dado el Análisis Institucional stricto-sensu) como ciertas formas de relaciones sociales, tomadas como generales, que se instrumentalizan en las organizaciones y en las técnicas, siendo en ellas producidas, re-producidas, transformadas y/o subvertidas. También los institucionalistas (o analistas institucionales) instrumentalizan instituciones (produciéndolas, reproduciéndolas, transformándolas y/o subvirtiéndolas). El análisis de esta instrumentalización constituye el análisis de la implicación, ¿de qué modo? ¿Qué relación tiene esta idea de implicación con el concepto propuesto de institución? No nos parece, al contrario de lo que piensan ciertos autores, que la cuestión principal pueda resumirse a la necesidad de analizar la manera de relacionarse de aquel que interviene, con los individuos, grupos y organizaciones con los que trabaja. Nos encontramos aquí en el nivel de las identificaciones, de las rivalidades o, como máximo, de las alianzas y conflitos políticos dentro, por ejemplo, de cierta organización. Esto constituye lo que acostumbra llamarse contratransferencia del analista que, llevada a un nivel más político se denomina contratransferencia institucional (nosotros la llamaríamos organizacional). Cuando hablamos de análisis de implicación no nos referimos apenas, y ni siquiera principalmente, a esto. Nos referimos al análisis de los vínculos (afectivos, profesionales y políticos) con las instituciones en análisis en aquella intervención, en una u otra organización y, de un modo más general, al análisis de los vínculos (afectivos, profesionales y políticos) con todo el sistema institucional. Ejemplificando: si un grupo de practicantes en Psicología de una universidad particular realiza una intervención en una escuela pública determinada, ¿qué se incluiría en el análisis de la implicación? Sin duda que las identificaciones, rivalidades, etc. entre los analistas y los alumnos, los profesores, la dirección, etc. Pero, según nuestro punto de vista, fundamentalmente los vínculos con las instituciones en análisis

(la institución universidad y la institución escuela, de manera más evidente) y los vínculos con todo el sistema institucional (el público y el privado, el dinero, la comunidad científica, el Estado... e, inclusive, la propia institución del análisis institucional!!!) Cuando esta idea de implicación es generalizada a todos los agentes y grupos sociales envueltos —y no se limita solamente a los llamados "analistas"— ella deriva en la idea de transversalidad. Individuos, grupos y organizaciones se vinculan de un modo u otro, tanto con las instituciones en análisis como con todo el sistema institucional. De este modo se rompe la ilusión de la totalidad cerrada. Nadie es más, solamente lo que aparenta ser ("miembro" de "un" grupo, por ejemplo). Quizás ésta sea una manera de entender la enigmática afirmación de que "estamos atravesados por las instituciones", como también de pensar el "coeficiente de transversalidad"16 alcanzado en nuestras intervenciones y análisis.

4. El análisis de la institución del Análisis Institucional Este "punto de convergencia" constituye una necesidad, que se instaura a partir de una evidencia: al menos dentro del contexto de Río de Janeiro, las prácticas auto-denominadas de Análisis Institucional vienen siendo desarrolladas casi exclusivamente por profesionales "psi". Psicólogos, psicoanalistas (a veces ex-psicoanalistas...) y fundamentalmente, profesionales "psi" ligados a la institución escuela (los antiguos "psicólogos escolares"). lfi En el artículo "La Transversalidad", publicado en Revolución Molecular, F. Guattari utiliza, para ilustrar la noción de coeficiente de transversalidad, la siguiente analogía: "Coloquemos en un campo cerrado caballos con viseras regulables y digamos que el "coeficiente de transversalidad" será justamente la regulación de las viseras... A medida que vayamos abriendo las viseras, podemos imaginar que la circulación se irá realizando de manera más armoniosa" (pág. 96).

mente, profesionales "psi" ligados a la institución escuela (los antiguos "psicólogos escolares"). ¿Por qué motivo? ¿En qué direcciones funcionan? ¿Qué demandas producen? ¿A cuáles intereses atienden? ¿En qué contextos intervienen? ¿Con qué nivel de poder y prestigio? ¿A cuáles grupos se alian y a cuáles se oponen? Estas preguntas no son simples ni pueden recibir respuestas totalizadoras y "a priori". Solicitan que sean realizados análisis de implicación contextualizados y al interior de intervenciones concretas. Por ejemplo: ¿Cómo comparar "a priori", digamos, una investigación-acción institucional realizada en una guardería comunitaria a pedido de una asociación de moradores por maestros de psicología, la postura dicha institucional de los psicólogos del municipio de Río de Janeiro en su actuación junto a las escuelas de la red pública, y las intervenciones realizadas por grupos privados, en calidad de empresas o asociaciones de analistas institucionales, a pedido de la dirección de establecimientos públicos o privados? Rechazados los análisis totalizadores y apriorísticos, percibimos que los conceptos que podamos llegar a producir teóricamente sobre este punto, son inseparables de su origen social. Ellos piden análisis de nuestra implicación en tanto que profesionales "psi" llamados "institucionalistas", en los cuales podamos poner en práctica cierta capacidad de interrogación social, en vez de adherirnos a formas determinadas de corporativismo o de "defensa de intereses profesionales comunes". Ya que, si el Análisis Institucional a veces aparece como una valiosa "propiedad" de los psicólogos, el análisis de esta institucionalización constituye el. más nuevo desafío con el que nos confrontamos.

Bibliografía Lapassade, G. El analizador y el analista. Barcelona, Gedisa, 1979. Lapassade, G. Socioanálisis y Potencial Humano, Barcelona, Gedisa, 1980. Lourau, R. A Análise Institucional, Petrópolis, Vozes, 1975. Lourau, R. y otros. El Análisis Institucional, Madrid, Campo Abierto, 1977. Lourau, R. y otros. Análisis Institucional y Socioanálisis, Méjico, Nueva Imagen, 1977. Lourau, R. y otros. La intervención Institucional, Méjico, Folios, 1981. Sai don, O. y otros. Práticas Grupais, Rio de Janiero, Campus, 1983.

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