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Saga Haunting Emma #1

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Agradecimientos Agradecemos a todas aquellas personas las cuales con su interés, colaboración y apoyo incondicional se pudo sacar adelante este proyecto. Igualmente a todos los lectores, que con su entusiasmo nos dan el ánimo necesario para trabajar en nuevos libros. ¡Gracias chicas!

Traductoras:

Moderadoras:

Traductoras 911:

hanna Josez57 maia8 vero aLexiia_Rms LizC oihana ƘӜƷYosbeƘӜƷ kirara7 rodoni Aciditax alisadri

Josez57 y hanna

Josez57 hanna

Recopilación y revisión: hanna y Josez57

Diseño:

tamis11 maia8 curitiba Josez57 lavi Aciditax hanna

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Josez57

Staff de corrección:

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Índice

Capítulo 16………. Pág. 113 Capítulo 17………. Pág. 127 Capítulo 18………. Pág. 137 Capítulo 19………. Pág. 145 Capítulo 20………. Pág. 167 Capítulo 21………. Pág. 174 Capítulo 22………. Pág. 183 Capítulo 23………. Pág. 188 Capítulo 24………. Pág. 196 Capítulo 25………. Pág. 207 Capítulo 26………. Pág. 213 Capítulo 27………. Pág. 224 Capítulo 28………. Pág. 235 Capítulo 29………. Pág. 248 Capítulo 30………. Pág. 252 Acerca del Autor… Pág. 260 Adelanto Betrayal. Pág. 261

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Sinopsis..….…….. Pág. 4 Prólogo……..……. Pág. 5 Capítulo 1.………. Pág. 6 Capítulo 2.………. Pág. 11 Capítulo 3.………. Pág. 16 Capítulo 4.………. Pág. 21 Capítulo 5.………. Pág. 25 Capítulo 6.………. Pág. 30 Capítulo 7.………. Pág. 42 Capítulo 8.………. Pág. 48 Capítulo 9.………. Pág. 54 Capítulo 10………. Pág. 61 Capítulo 11………. Pág. 68 Capítulo 12………. Pág. 76 Capítulo 13………. Pág. 89 Capítulo 14………. Pág. 99 Capítulo 15………. Pág. 109

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Sinopsis Traducido por Josez57 Corregido por hanna

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uando los padres de Emma Vaile desaparecen en un viaje de negocios misterioso, esto le da la excusa perfecta para ser una adolescente rebelde. Hacerse un tatuaje (o tal vez sólo un piercing), y disfrutar de las primeras semanas de su primer año. A continuación, su mejor amiga no le habla más, los policías irrumpen en su fiesta, y Emma se encuentra en manos de un nuevo tutor de edad universitaria "el caballero de la armadura de J. Crew," Bennett Stern ― y en un avión al museo-mansión de su familia en Nueva Inglaterra.

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Después de matricularse en la Academia Thatcher, Emma se instala y hace amigos con la gente popular. Pero ella no puede desprenderse de las extrañas visiones que la atormentan. Tiene recuerdos de Thatcher que no puede explicar, como si estuviera volviendo a casa a un lugar que nunca había estado. Emma no se fía de nadie, excepto tal vez de Bennett. Pero él está a punto de revelarle un secreto fantasmal a Emma. Uno que le explicará sus visiones. . . y hará que Emma tema por su vida.

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Prologo Traducido por Josez57 Corregido por Aciditax

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o podía ver, no podía respirar. Atada a una silla bajo el agua, yo estaba temblando y me quemaban los pulmones. Un momento antes de desmayarme, alguien levantó la silla a través de la oscuridad helada y rompió la superficie del agua.

Di un grito ahogado y tosí, pero en el instante me quedé sin aliento, me sumí en la oscuridad otra vez, llegando al borde de ahogarme una y otra vez. ―¿Una vez más, Emma? ―preguntó él―, ¿o me vas a contestar ahora?

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Tenía ganas de decirle todo, para acabar con el miedo y detener el dolor. A continuación, la silla fue lanzada de nuevo en el agua helada.

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Capitulo 1 Traducido por Josez57 Corregido por tamis11

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ace seis semanas, mis padres desaparecieron. Yo los había dejado en el aeropuerto de San Francisco a las siete de la noche, nerviosos y expectantes. Estas fueron sus últimas palabras:

Papá: ―Hay dinero en el banco, usa tu tarjeta de cajero automático. Si te metes en problemas... ―Él me miró―. No te metas en problemas. Tenemos nuestros teléfonos celulares. Puedes llamarnos en cualquier momento. Mamá: ―Tú sabes, una bufanda no es una chaqueta, Emma. Hacia cuarenta y ocho grados de frío, a veces me preguntaba si realmente San Francisco estaba en California. Me había puesto un suéter negro, jeans negros, botas negras y una pashmina de color rojo bordada que mis padres trajeron de uno de sus muchos viajes de negocios. La bufanda se enrollaba firmemente alrededor de mi cuello y hombros. Yo: ―¿Eso es realmente lo último que me vas a decir? Mamá: ―Un gorro ayuda, también. Tocó mi corta, rubia y entrecortada melena, un corte de pelo que ella no había aprobado, como si estuviera a punto de decir algo más, pero en su lugar ella me abrazó.

En espera de la inspiración, paseaba por el mausoleo que tengo en casa. En serio, nuestra mesa de café era un sarcófago de piedra, era como que comíamos en la cabeza de Nefertiti. Mis padres eran demasiado aficionados a los muertos, o por lo menos a las posesiones de los muertos. Ellos venden antigüedades en una tienda debajo de nuestro apartamento en la calle Fillmore, y el apartamento estaba lleno de reliquias e íconos. Incluso el sofá tiene 150 años de edad, pelo de caballo, ácaros de polvo, y todo eso.

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Supongo que si hubiera sabido que iban a desaparecer, hubiese dicho: “Te amo” y "Te echaré de menos." En cambio, los dejé en la acera y regresé hacia casa en la antigua carreta con el Volvo, ya planeando mí caída en desgracia: discotecas hasta las 4:00 de la mañana, parrandas sin supervisión, muchas compras, y tal vez incluso un tatuaje si podía inventar algo bueno.

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Mi familia había sido dueña del edificio durante generaciones. Supongo que éramos ricos, a pesar del viejo coche, mi mesada patética y la educación pública. ¿Por qué más tendríamos un sistema de seguridad de alta tecnología, tanto para la tienda y departamento que requiere una huella digital para entrar? Cuando éramos más jóvenes, mi hermano, Max, y yo fingíamos que éramos agentes 007. Ahora era sólo una agravación cada vez que salía de la casa por un te rojo chai en la cafetería de al lado. Probablemente te estés preguntando qué clase de padres dejan a su hija de diecisiete años de edad sola en su casa Dios sabe cuánto tiempo. Habían dicho tres semanas, pero mis padres no siempre se adhieren a la planificación en lo que se refiere a viajes, de hecho, éste fue de última hora. Aun así, no estaba completamente sola. Tenía exactamente una empleada, Susan, que había trabajado en la tienda durante los últimos diez años, y se suponía que debía verme todas las noches. La hija de Susan, Abby, era mi mejor amiga―énfasis en era. Ella era dos años mayor que yo y dos años más joven que mi hermano, habíamos crecido juntas, salíamos después de la escuela, obsesionándonos con chicos y nuestra falta mutua de uñas bonitas. Abby y Max siempre fueron cercanos, incluso él la tutelaba en francés. Y con nuestros padres viajando con tanta frecuencia, Susan se convirtió en una madre sustituta para nosotros. Entonces, este verano, cuando Max estaba en casa al venir de la Universidad de Harvard, los descubrí a él y a Abby teniendo El Asunto. Yo acababa de regresar de la cafetería de al lado cuando escuché ruidos provenientes del cuarto de Max. Irrumpí sin tocar la puerta y los descubrí… lo que dio un giro totalmente nuevo a las clases de francés. Era más de la piel de Max de lo que yo había visto desde que era una niña, pero bloqueaba mucho de mi pasado, esto era sólo una imagen más que añadir en el archivo.

Abby estaba devastada, y no había nada que pudiera hacer salvo seguir entre pañuelos y chocolates. No tengo ni idea de cómo Max tomó la ruptura, o por qué la había terminado, porque al día siguiente partió para su primer año en el extranjero. Ahora estaba en el Tíbet o Timbuktu, en algún lugar que sólo se podía llegar con búfalos. Lo cual era tan Max―bastante guay, y del tipo frío. Rompiendo

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Ambos eran más felices de lo que había visto nunca a ninguno de ellos. Durante dos meses, las cosas fueron muy bien. A continuación, Max la abandonó.

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corazones en California para poder traer agua potable a las aldeas remotas de Asia. Así que no estaba completamente sola, porque yo todavía tenía a Susan. Salvo que Abby me culpaba de la ruptura, o al menos yo pensaba que ella lo hacía. Yo realmente no sabía porque no me había hablado desde que se fue a la Universidad de California en Santa Bárbara. Y su madre estaba haciendo lo mismo. Mientras que mis padres pensaron que estaría a salvo en manos de Susan, ella actuaba como si yo fuera el peor enemigo de su hija. Ella definitivamente no se preocuparía por mí como solía hacerlo. Una chica puede caer en un montón de problemas con tanta libertad. Yo no podía esperar para empezar. Pero yo no sabía muy bien cómo. Salir de parranda no era el tipo de cosas que haces solo, las tiendas estaban cerradas, y yo seguía debatiendo con el arte del cuerpo. Así que me quedé sola en la cama esa noche, solamente con mi ordenador portátil de compañía. En lugar de hablar a los seres humanos reales, perdí el tiempo en Facebook. Me puse al día de cómo le estaba yendo a todo el mundo en la universidad y salió mi obsesión actual, el dolorosamente inalcanzable Jared de la escuela. Luego le envié un correo electrónico a Max:

Me imagino que los búfalos corren sobre cintas de correr para generar electricidad suficiente para que puedas ver mis mensajes. Al igual que un episodio budista de Los Picapiedras. ¿Por qué dejaste a Abby? Tú sabes que la echo de menos. Emma. Mi diaria súplica senryu1 fue para Abby. Ella nunca respondió, pero yo no era nada más que otra cosa que tenaz:

Mi hermano es un idiota. Mientras tú, la roca Orgánica Química

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¿Háblame?

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Senryu: es una forma corta de poesía Japonesa. Se centra en la existencia humana, incluyendo a menudo humor negro y cinismo sobre las miserias mundanas

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Abby estaba estudiando premédica en la UCSB y preocupada por la Química Orgánica, por lo que, insultando a Max, pensé que me enviaría su energía positiva. No estaba segura si los signos de interrogación se permitían técnicamente en senryu, pero me encontré con ellos muchas veces. Probablemente porque mi vida se sentía como un gran signo de interrogación últimamente. Por ejemplo, ¿cómo iba a empezar a disfrutar de mi nueva libertad? Hacia la medianoche, estaba exhausta. Iba a tener que trabajar en mi resistencia si quería permanecer fuera hasta las cuatro. Hice clic en enviar, cerré mi computadora portátil, y me dormí.

Siete horas más tarde, sonó la alarma. A pesar de que me habían dejado sola muchas veces, nunca me acostumbré a la sensación de despertar a una casa vacía. ¿Sabes qué tan fuerte suena tu cuchara en contra de su tazón cuando eres sólo tú y tus copos de maíz en la mañana? Me duché y me vestí y noté una sensación de malestar en el estómago. Traté de identificar la ansiedad. No eran las calificaciones, tareas no, yo ni siquiera extrañaba a mis padres todavía. Lo que me hizo marear era mi falta de amigos. No era como si yo fuera una paria, no llevaba pantis, yo no era la niña que dibujó las telarañas en toda su cara, pero mi mejor amiga se graduó el año pasado y yo había sido la mascota no oficial de su clase. Por lo tanto, no sólo era Abby a la que había perdido, era todo el mundo. Aun así, me las arreglé para arrastrarme fuera de la puerta y mi pie dio una patada a algo en el tapete. Un sobre blanco. ¿Un admirador secreto? ¿Una carta de amor de Jared?

Hmm... ¿qué se supone que tengo que hacer al respecto? No hay razón para entrar en pánico. Tal vez mis padres ya habían contratado a un empleado de respaldo. O tal vez iban a volver a casa temprano, antes de que yo tuviera la oportunidad de disfrutar de su ausencia.

Caminaba por la cuadra de la parada de autobús, y luego corrí los últimos metros para atraparlo. Encontré un asiento, respiré hondo, y saqué mi celular para llamar a Susan.

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No, una carta de renuncia de Susan. Con efecto inmediato. Había dos páginas de remordimientos elocuentes, pero básicamente todo lo que dijo fue "Renuncio."

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Ella contestó al primer timbrazo. ―¿Tienes mi carta? ―¡No puedes renunciar ahora! ―dije―. Mis padres se marcharon a París. Estoy completamente sola. ¿Quién va a trabajar en la tienda? ―Tú lo harás. ―¿Yo? ―Pero entonces yo no tendría tiempo para salir de compras, vida nocturna, o incluso un tatuaje. Tal vez yo conseguiría hacerme un piercing en el vientre. ―Lo siento, Emma. Tengo otro trabajo. En Santa Bárbara ―dijo ella, con voz cálida y maternal e inflexible por completo―. Quiero estar más cerca de Abby. Tragué saliva. ―¿Se trata de Max? ―No ―dijo―. Se trata de Abby. ―No entiendo por qué no me habla. Después de un momento dijo: ―Yo creo que es mejor si dejas de enviarle correos electrónicos. ―Yo sólo la hecho de menos...― Si ella estuviera aquí, esta cosa entera de la libertad hubiera sido mucho más divertida. Susan dijo: ―Les dejé un correo de voz a tus padres y estoy segura de que vendrán enseguida. Lo siento, Emma. Realmente. Luego colgó.

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El autobús dejó escapar una parada en frente de mi escuela. Vi a otros estudiantes fuera, encontrándose con sus amigos en las gradas. Salí, no saludé a nadie, y entré en la sala principal sola, con el anhelo de estar en cualquier parte menos aquí.

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Capitulo 2 Traducido por Josez57 Corregido por tamis11

as próximas dos semanas pasaron volando. Cada mañana me despertaba en la casa vacía, presionaba el botón de la alarma, y llamaba por teléfono celular a mis padres. Ningún empleado misterioso de respaldo apareció, por lo tanto ellos nunca escucharon el correo de voz de Susan o decidieron que estaba bien por mi cuenta. Me habían dejado un mensaje diciendo:

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—No te preocupes, hemos decidido visitar a Max. Estaremos en contacto muy pronto. Yo no había oído hablar de ellos desde entonces. Mentiría por no escuchar "El cliente al que llama está fuera del área de servicio", sin imaginar todos los horrores que podrían sobrevenir. Largo una risita, porque sobrevendrá era una palabra divertida. A continuación, revisé rápidamente la larga lista de desastres: atormentar, falta de sueño, y el constante hilo musical de Celine Dion en mis células. Luego supongo que era bastante improbable que ellos hubieran terminado en Guantánamo. Podrían haber sido secuestrados, excepto que no habían llamado en demanda del rescate. Un ritual de sacrificio les serviría por haberme ignorado, arrojados a un volcán por alguna tribu andina preindustrial, gritando mi nombre mientras caían al mortal fuego. Excepto que probablemente, ellos gritarían:

Entonces, me forcé a mí misma a salir de la cama y desplazarme hasta la planta baja hacia la cocina, tomar el camino largo a la puerta principal, porque algunas de las antigüedades me estaban enloqueciendo. Yo no había estado cerca de la oficina de mi padre desde el día que se fue. En el pasillo, frente a la puerta histórica de la oficina, había una colección desordenada de urnas funerarias, y yo sabía que sonaba súper descabellado, pero se sentía como si ellos estuvieran desaparecidos. El área olía a nostalgia. Estas urnas tenían algo que siempre me había dado escalofríos, por lo que evitaba completamente esa parte de la casa.

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—¡Maaaaax!

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Me detuve en la cafetería gótica de al lado por mi expreso matutino, Red-eye chai.2 Tú sabes que estás en un problema cuando el mesero te saluda por tu nombre. Tú sabes que tienes otro problema cuando la interacción social es de la más cálida del día. Mis padres se hubieran horrorizado por la cantidad de dinero que estaba gastando, pero ellos no estaban aquí para detenerme, ¿o sí? Me arrastré a la escuela y juzgando como yo había podido entrar en Berkeley, aunque había aprobado mis PSAT, se veía como una apuesta arriesgada. Y desde el incidente—un poco de algo que ya nunca se discute—, mis padres nunca me dejaron salir de casa. Por lo tanto nunca los acompañé en sus viajes, y yo no estaba segura de que incluso me dejaran cruzar la bahía desde Berkeley sin esperar que me metiera en un gran lio. El latín era la única clase que me gustaba. La había tomado desde el séptimo grado. Por desgracia, los años fugaces escapan. Fue una de las pocas cosas que tenía en común con mis padres: el amor por una lengua muerta. La hora del almuerzo era miserable. Luego llegaba a casa y abría la tienda desde las 3:00 pm a las 9:00 pm. El sábado y el domingo yo estaba allí desde las 10:00 am hasta las 9:00 pm. Las ventas eran en realidad bastante buenas, pero no podía mantener el ritmo. Me quedaba dormida en el transcurso de las clases, quiero decir, más que de costumbre. Mis noches se pasaban enviando correos electrónicos quejumbrosos sin respuesta a Max, esperando algunas palabras de nuestros padres, y escribiendo en senryu a Abby sin enviárselos.

Entonces todo cambió. Tenía Química antes del almuerzo, que era un triunfo para bajar de peso debido a que los iones e isótopos realmente frenan el apetito. Cuando la clase terminó, yo recogí mis cosas pensando en coger un yogur en el camino a la biblioteca, cuando Natalie me preguntó si quería almorzar con ella. Natalie era nueva pero ya tenía una vida social que yo envidiaba. Creo que ella se sentó junto a mí su primer día, porque pensaba que podía copiarse de mí,

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Té indio con mucha leche y expresso de crema.

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Dos semanas. Dos semanas desde que no había oído nada de mis padres. La libertad no era la clase vida que pensé que sería. Yo ni siquiera había tenido tiempo para hacerme el anillo en el vientre. Además, no era una de esas cosas que puedes hacer solo.

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yo parecía más inteligente de lo que era. Durante la primera prueba, ella seguía mirando a mi papel y garabateaba furiosamente, pero cuando obtuvimos las notas de los exámenes, ella recibió una B + y yo una C. Eso la sorprendió, pero al parecer no lo suficiente para volverse contra mí. —¿Quieres ir a fumar? —, me preguntó. —¿En lugar de almorzar? —Tal vez por eso estaba tan flaca. Ella también era de pelo oscuro con uñas bonitas y un bronceado natural, y yo dudaba que se volvería pálida este invierno ya que, inevitablemente, lo haría—. Yo estaba pensando en algo como un yogur. —Oh, pobre de ti. —Ella me acompañó a la puerta—. No tienes idea de lo que te has estado perdiendo. Salimos de la escuela y caminamos dos cuadras hasta un edificio gris entre una tintorería y una carnicería. No había ningún cartel, sólo una caja de plástico transparente sobre la puerta llena de—lo consigues—humo. Había caminado por allí un millar de veces y siempre había pensado que era un bar. En el interior, el lugar estaba pintado de un gris iridiscente, con las mesas y sillas de un gris más oscuro y el suelo de hormigón decorado con llamas de oro. No era un bar, era un restaurante llamado Smoke lleno de calientes jóvenes profesionales y algunos chicos de la escuela. Un chico riendo en una cabina en la esquina saludó a Natalie. Ella me arrastró de la mano hacia él. Excepto que él no era sólo un chico. Él era Jared, mi obsesión. El que yo acechaba en Facebook. Ayer por la noche él había publicado una foto de sí mismo surfeando y me puse a escribir un comentario: “Tío, ¡que sorprendente Rip Curl!”, entonces me di cuenta que no tenía idea de lo que un Rip Curl era, por lo que no dije nada. Otras cuatro personas se sentaron alrededor de la mesa. Daniel, un chico latino con el que yo tenía Latín (sé que suena ridículo); Primus, el completo poco original inconformista, y dos chicas, Maisy y Caroline, que no eran gemelas idénticas de verdad, a pesar de la forma en que se veían, actuaban y vestían.

—¿Conoces a Jared, no? Yo la miraba como si yo no estuviera segura. —Creo que nuestros armarios… ¿están cerca? —Oh, sí —dijo él—. Tú eres esa chica.

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Natalie se deslizó en un asiento y dijo:

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¿Qué significaba eso? Yo no podía adivinarlo por su expresión. —Emma se quedó atrás. Sus amigos ya se graduaron —dijo Natalie. Me había desahogado con ella una vez. En realidad, ella me preguntó por qué no tenía amigos y yo le expliqué. —Así que ella está con nosotros ahora —dijo Natalie. Eché un vistazo a Maisy y Caroline, a la espera de hostilidad. Ya había tres chicos y tres chicas. Me lancé en la mezcla de las probabilidades. Pero ellas sonrieron y Caroline dijo: —Espero que te guste ir de compras. —¿A quién no? —le dije. —Vamos a ir hasta el Urban Outfitters después de la escuela —dijo Daniel con una voz femenina. —¡No! —chilló Primus—. Abercrombie es muuuucho mejor. —Cállense, perdedores —dijo Maisy—. Tú sabes que sólo vamos a Saks. Natalie me preguntó de dónde saqué las botas. Jared las miró debajo de la mesa. —Sí, ellas son sexys. Esta fue la mejor conversación que había mantenido con chicos de mi edad desde que Abby se había ido, y rogué para no cometer un suicidio social trepando en la mesa al regazo de Jared. Murmuré algo sobre que mi madre me las había traído de Europa, y tomé un sorbo de agua del vaso delante de mí. —Sírvete tú misma —dijo Daniel. Oops, debe haber sido su vaso. —¡Oh! Ego rumex suma.3

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—Forsit Haud4—dijo él.

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Lo siento. No hay problema.

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—¿Pueden los fanáticos del Latín darle un descanso? —dijo Primus—. A menos que quieran hablar de togas. Estábamos hablando de que vamos a usar unas en nuestra fiesta. Le pregunté a qué venía la fiesta y Maisy me dijo que su hermano había prometido anotar un barril. Ellos realmente no necesitaban más razones que eso. Natalie sugirió la casa de Primus. —No después de la última vez —dijo Caroline. —¿Que sucedió la última vez? —Le pregunté, mientras que Primus se volvía rosa. —Sus padres y sus amigos hundieron nuestra fiesta —dijo Daniel. —Ellos se bebieron toda la cerveza —dijo Maisy. —Y ni siquiera pusieron dinero para los vasos —dijo Jared.

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Natalie y yo empezamos a reírnos cuando tres cestos de patatas fritas y siete Coca-Colas llegaron a la mesa. Y justo así, yo tenía un nuevo grupo de amigos.

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Capitulo 3 Traducido por Josez57 Corregido por tamis11

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a semana que vino no estuvo mal. Todavía me pasaba mis primeros momentos tratando de llamar a mis padres, esperando que su teléfono comenzara a funcionar. Todavía le enviaba correos electrónicos a Max en la noche y escribía sin enviar en senryu para Abby. Pero ahora realmente había dejado un mensaje a Jared en su página de Facebook. ¡Y él me contestó! La mayoría de las veces, mis fijaciones no tenían éxito. Una vez que llegaba a conocer al chico, me gustaba encontrar que tenía un problema de Wii o, decía la palabra pubis o —lo peor de todo— él simplemente desaparecía de mi vida por completo. Pero Jared todavía no había roto el acuerdo. Y a pesar de que no había hecho nada más romántico que sentarnos juntos en una sala de cine, se había convertido en mi amigo.

Todo el grupo lo era, de verdad. Daniel y yo escribíamos obras de teatro en clase de latín. ¿Quién creería lo divertido que Marco Aurelio podría ser? Maisy, Caroline y yo estábamos unidas como las bufandas, y Primus me introdujo a los placeres de un moka red-eye chai. Así las cosas estaban mejor... hasta que cerré la tienda una noche, subí por mi taza de manzanilla, y me di cuenta que había alguien en la casa. Cuando pasé por el pasillo que había estado evitando, en el que estaba la colección de urnas funerarias de mi papá, oí el crujido de una tela. Giré y vi una sombra de un hombre flotando entre las urnas.

No había nadie allí. ¿Se había deslizado en el estudio de mi padre? Una brisa flotaba hacia mí desde el pasillo. Tal vez yo había dejado una ventana abierta y el roce de la tela que había escuchado era la cortina, que podría sonar como una persona al acecho en el pasillo. ¿No? Yo no quería comprobarlo, pero no es como si pudiera dormir arriba preguntándome si había alguien en la casa.

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Me quedé helada. Sabes que eres una chica de ciudad cuando tomas una respiración profunda y das la vuelta a la luz, en lugar de huir gritando.

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Tal vez debería haber marcado al 911, pero si esto resultaba no ser nada y todo estaba en mi cabeza, la policía se enteraría de mi estancia aquí por mí misma. No estaba segura de lo que harían, pero yo sabía que no sería nada bueno. Especialmente desde el asesinato. Una pobre chica, cinco o diez años mayor que yo, había sido asesinada en su apartamento hace unos meses. Nadie sabía exactamente lo que sucedió—la policía no estaba diciendo nada al respecto—, pero el chisme en la escuela decía que el asesino había esculpido cada centímetro de su cuerpo sin vida con extraños diseños. Lo llamaban el asesino Curlicue. Todo esto sonaba como una leyenda urbana para mí, como los cocodrilos que se reproducen en las alcantarillas o los loros salvajes que viven en el parque Golden Gate—oh espera, eso era cierto. Sin embargo, si había algo de verdad, los policías no me dejarían quedarme aquí sola, así que tenía que manejar eso por mi cuenta. Además, yo estaba segura de que esto no era nada. Definitivamente nada. Totalmente y absolutamente nada. Un mantra corrió por mi mente: Nadie aquí. Nadie aquí. Ooohm. Nadie aquí. Cuando salí por el pasillo, voces susurraron detrás de mí, sonidos extraños, sin palabras. Hubo un hormigueo casi familiar en mi cuerpo. Grité y me volví pero no vi nada, excepto una voluta de humo flotando en una de las urnas funerarias, como una cobra de una cesta. Parpadeé y respiré y cerré los ojos, dispuesta a desaparecer mi imaginación, pero cuando los abrí una docena más de espirales de humo en dirección al techo salían de las otras urnas. Las espirales se tejieron en trenzas, formando una gruesa cuerda ondulante. Se retorcía hacia el final del pasillo y terminó en una misma figura, como una momia formada a partir de las serpientes de humo que se retorcían y engrosaban. Se desvió hacia mí con un objetivo lento, malicioso. Abrí la boca para gritar y sabía a cenizas, no podía emitir sonido alguno. El murmullo sonó como un silbido de miles de serpientes en mis oídos.

No me podía mover. Mis pies estaban enterrados en cenizas y me hundía más, las cenizas arrastrándome hacia abajo como arena movediza mientras la figura se acercaba más. Neosssss, neosssss ...

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Eosssss, eosssss ...

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El pánico se levantó en mi garganta cuando con furia traté de liberar las piernas. El olor de la momia de humo me ahogó, mientras se tambaleaba hacia mí. Contuve la respiración hasta que mi visión se volvió borrosa. Entonces me desperté en la cama. El reloj marcaba las 7:03 am. ¿Un sueño? Por supuesto, un sueño. Aquí estaba yo en pijama, mirando a mi taza de té vacía en la mesita de noche. Pero en el cuarto de baño, cuando me lavé los dientes, el sabor de la ceniza todavía estaba en mi boca. Giraba el agua en mi boca y escupí en el fregadero. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Me acerqué, temblando, en la ducha y el calor se volvió escaldadura, fingiendo que la figura de humo en el pasillo no me recordaba al terror de mi infancia, el hombre del incidente. Un hombre que no estaba allí cuando yo tenía siete años. Quién no podría estar aquí ahora. Fingí hasta que casi llegué a creerlo.

A la hora del almuerzo seguí a Natalie fuera de la escuela, deseando que ella fuera Abby. Realmente me gustaba Natalie, ella era divertida, inteligente y extrañamente segura de sí misma, pero no me sentía cómoda hablándole de mi pesadilla. Acerca de mis problemas y mis miedos. No sólo porque me parecía el caso de mi cabeza que realmente era, sino porque ¿qué podía decirle? ¿Qué tal vez había despertado en mi sueño y excavado en las urnas antes de regresar a la cama? ¿Y qué probé las cenizas de los muertos? Demasiado para considerar. Tal vez yo no sabía lo que era real ya, pero no había manera de que le dijera a alguien como Natalie sobre el incidente, o que estaba pensando en llamar a mi viejo médico. Que en realidad había buscado a través de los papeles de mi madre, en busca de su número, preguntándome si él me recordaría y me ayudaría o simplemente me drogaría. Ella no era Abby, por lo que no le dije esas cosas. Le hablé de mis padres y la madre de Abby dejándome en cambio, y ella me dio un abrazo reconfortante.

—Así que esta es una buena noticia. Emma está viviendo sola. —¿Por cuánto tiempo? —preguntó Daniel. —Indefinidamente —le dijo Natalie. —¿Fiesta? —preguntó Primus.

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En el interior del restaurante, lucia nerviosa, mi mente divaga hasta que Natalie dijo:

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—¿Fiesta privada? —dijo Jared con una media sonrisa. Yo me derretía por dentro, pero dije: —¡Nada de fiestas! Mis padres me matarían. Hubo una buena cantidad de engatusamiento y complots, pero yo no cedía. Y entonces pensé... ¿por qué no? Tal vez esto era exactamente lo que necesitaba para olvidarme de la escuela, la tienda, y mi pesadilla. Así que les dije: —Bueno, ¡a hacer una fiesta! —E inmediatamente me arrepentí. Yo vivía en un mausoleo, ¿recuerdas? Si algo le sucedía a uno de las reliquias de mis padres… bueno, por fin sabría a ciencia cierta lo poco que se preocupaban por mí. Todo el mundo estaba emocionado, así que tal vez no sería tan malo como yo pensaba. Por lo menos podía fingir que era una adolescente normal, haciendo una fiesta mientras sus padres estaban ausentes. Lo cual es exactamente lo que yo quería, ¿no? El sábado, me encontraba sola en la tienda, abriendo y catalogando los paquetes que llegaron durante la semana. No es exactamente un fin de semana emocionante, sin embargo, con impaciencia comprobaba cada dirección a cambio de alguna señal de la ubicación de mis padres. No hubo suerte, eran todos los envíos de un viaje anterior. Bueno, excepto por un paquete de antigüedades de Periwinkle en la calle Charles, en Boston, que contenía el papeleo para Max de unas pasantías que había terminado. Y había una caja de un distribuidor de Londres. Lo abrí y encontré una máscara oculta bajo capas de espuma de maní. Era dura y de yeso blanco, sin agujeros para los ojos o los oídos. La lectura de la factura decía: Máscara de la Muerte, 1700, Anónimo.

Me quedé mirando la máscara, preguntándome lo que la persona muerta iba a pensar de la liquidación como una escultura en una tienda de antigüedades. Algunas personas ricas macabras probablemente la colgarían sobre el inodoro en su tocador. La máscara se sentía sorprendentemente pesada. Froté el exterior con las puntas de mis dedos, las mejillas y la frente, luego el interior. La parte que tocó

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Al parecer, usado para hacer moldes de cera de cadáveres como recuerdos y, aunque pasaron de moda, por alguna razón inexplicable, las máscaras eran muy apreciadas por los coleccionistas de hoy. Bueno, algunos coleccionistas.

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el rostro muerto de la persona. Un escalofrío recorrió mi brazo, un estremecimiento de horror mientras sentía el impulso ascendiendo en mí. Entonces puse la máscara de la muerte en mi cara. La máscara succionó mi piel como una envoltura de plástico. Mi cuerpo empezó a temblar y me sentí mareada. Yo no podía ver y no podía respirar y el mundo giró lejos de mí. Hubo un sonido sibilante fuerte y me sentí como si estuviera dando vueltas. Vueltas y vueltas, hasta que de pronto me detuve y pude ver de nuevo. Estaba acostada en una cama antigua. Mis brazos eran como ramas marchitas lamentables y mi piel se había desvanecido como en un pergamino roto. Estaba en algún lugar en el pasado. El pasado de alguien más. Olí la putrefacción, el sudor y el perfume dulzón. No podía hablar ni moverme, y esto definitivamente no era mi cuerpo envuelto en el terrible peso de la memoria, de la fragilidad y la enfermedad. Sentí claustrofobia y sofocación. Arañé las mejillas y tiré la máscara de mi cara.

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Ese murmullo enorme otra vez, entonces yo estaba sola, aún en la tienda, respirando con dificultad, la máscara en mis manos temblorosas. Sumergí el yeso sin ojos debajo de los cacahuetes de espuma como si estuviera tratando de ahogarlo. Luego arrastré la caja en el rincón más alejado de la sala de almacenamiento y cerré la puerta.

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Capitulo 4 Traducido por Maia8 Corregido por tamis11

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staba todavía mareada cuando Natalie entró. Caminé de forma inestable desde la puerta del armario de almacenaje mientras ella deambulaba a través de la tienda, sus dedos arrastrándose sobre una rara estatua de bronce del dios persa Mithras.

Se detuvo allí, el interés centelleaba en sus ojos marrones, entonces me señaló y sonrió. —Así que aquí es donde te ocultas cuando no estás suspendiendo química. —Hola —dije, mi corazón aun martilleando desde lo que había pasado. Natalie saludó entre las cajas de muestras de jarrones romanos y antigua joyería griega En buenos días, el lugar parecía más una galería de arte que una tienda de antigüedades. Se detuvo en la momia de un gato. —Um ¿Es esto una momia de gato? —Sí —dije. —¿La gente paga por esta cosa? —Ajá. —Nunca volvería a dormir otra vez. —Ya. Finalmente notó mi incapacidad para decir algo, excepto monosílabos y cruzó la habitación en mi dirección.

No, no lo estaba. ¿Qué me estaba pasando? Deslizarme en el pasado de la vida de alguien más había parecido tan fácil, tan real. Pero era imposible. Traté de eliminar los pelos de punta de mis brazos. —Sólo tengo frío.

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—Emma, ¿estás bien?

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—Oh, aquí. —Se quitó su cárdigan negro y lo puso sobre mis hombros—. ¿Está mejor así? Asentí. —Gracias. —Me detuve por hablarte acerca de nuestra fiesta. —Ella ladeó su cabeza—. ¿Estás segura de que estás bien? —Um. ¿Sobre la fiesta? He cambiado de parecer. Natalie, mis padres me matarían y con todo he estado examinándolo… Los ojos de Natalie se estrecharon. —¿Qué más has estado examinando? —Nada. —¿Cómo se supone iba a explicar acerca de las cenizas y la máscara de la muerte? No me creería, incluso si se lo contaba. —Necesitas un descanso —dijo, tomando un folleto de propaganda de su mochila con las letras “CATSAWAY PARTY” cortadas de una revista. La fecha y mi dirección estaban escritas a mano en letras góticas. Reconocí la talentosa mano de Primus. —Bonito, ¿verdad? —Excepto porque deletrearon castaway5 mal —dije, intentado francamente imaginar cómo podría salir de esta—. Y no esperes palmeras. —No es castaway, Emma —dijo—. Es cat’s away. Con ello, los ratones jugarán. Ésta va a ser la mejor fiesta que nuestra escuela haya visto. Vendrán chicos de la Uni. —¿Qué? —Uni es la abreviatura para Unity, la escuela privada de Pacific Heights, llena de autoimportantes poseurs6. Max iba allí—. ¿Cómo es que incluso ellos saben sobre esto? —Los folletos están por todas partes. No hay vuelta atrás ahora, Emma.

—No te preocupes, tenemos seis horas para estar listos.

5

Castaway significa naufrago, por eso Emma dice que no habrá palmeras.

6

persona afectada y vanidosa, falso intelectual, persona que adopta poses de entendida y culta, presumido, pseudo-intelectual, que imita lo que no es.

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—Espera —dije—. ¡Esto es hoy!

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Me imaginé que seis horas fueron suficientes, porque por la medianoche la casa estaba llena. Me gustaría pensar que era porque era popular, pero estaba bastante segura que eran los barriles de cerveza. Realmente no estaba segura, porque estuve saludando toda la noche en la puerta delante, con mi pulgar presionando el punto de seguridad. Cada vez que intentaba alejarme y valorar los daños, el timbre sonaba de nuevo.

La cuadrilla de Natalie llegó primero con los barriles de cerveza. No había visto a ninguno de ellos desde que se instalaron en la cocina. Uno pensaría que al menos Daniel habría intercambiado versos latinos conmigo. Y, ¿dónde estaba Jared? Yo llevaba puesta mi minifalda negra sin medias sólo para que el notase mis botas nuevamente. Pero el único que lo notó fue un sénior que dijo, “Unas botas sexys”, justo antes de que hablara con el resto. Fue entonces cuando dejé mi puesto en la puerta y busqué a Natalie. La encontré en el salón. Con Jared. Haciéndolo. En la cabeza de Nefertiti. Mientras estaba allí, boquiabierta, una mano serpenteó alrededor de mi cintura. —Cariño, todos estamos con alguien. Te quiero a ti. Me giré y encontré a Primus mirándome. Le empujé. —No, tú no. —Vamos. Jared tiene a Natalie, y Daniel a Maisy. —Eso te deja a Caroline —dije.

Y en todo ese tiempo, el timbre estuvo sonando y repicando, conduciéndome a la locura y Natalie de repente se separó de Jared y me miró. —¿Por qué no estás abriendo la puerta? —¡Se acabó la fiesta, Natalie! —No seas tonta, todos estamos teniendo un gran momento. —Natalie deslizó una protectora mano sobre Jared—. Especialmente yo.

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Primus señaló la esquina donde Daniel, Maisy y Carolin estaban cerrados en un trío. Quise ser indiferente y descarada con ello, pero me sentí un poco… asco.

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Jared no me miró, estaba demasiado concentrado en Natalie. Siempre había odiado sus Rip Curls, de todas maneras, o lo que quiera que fuesen. El timbre continuó tintineando. —Déjalos entrar —me dijo Natalie. —No. —Entonces yo lo haré —contestó. La seguí a la entrada. —¿Cómo vas a abrir sin la huella de mi pulgar? —Eso puede ser solucionado. —Evitó pisar un vómito—. Ew. —En la puerta se giró para enfrentarme—. Sé que no querías esta fiesta, Emma, y lo siento. Acerca de todo. —¿Lo sientes? —Sí, pero no del todo.

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Abrió la puerta y la alarma sonó, y afuera estaba la policía esperando.

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Capitulo 5 Traducido por hanna Corregido por Aciditax

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os policías no estaban aquí por la fiesta. Vinieron porque tenían un informe de que yo estaba viviendo sola. De pie junto a mí en la puerta, Natalie se convirtió en otra persona. Esa chica perra que inexplicablemente siempre te ha odiado.

―Así es ―confirmó―. Ella ni siquiera sabe cómo ponerse en contacto con sus padres. ―Lo hago ―solté-. ¡No están más que de vacaciones! ¡Natalie! ―¿Por qué me estaba haciendo esto? ¿Qué había hecho yo para merecerlo? Natalie sonrió con tristeza. ―Oh, Emma, no mientas. Se puede comprobar. ―Nosotros ya lo hicimos ―dijo el policía―. Servicios de Protección Infantil está en camino. Dejaron que me quedara el tiempo suficiente para limpiar el suelo y asegurarme que nadie se fuera con una muñeca del Día de Muertos de mamá. Pero no me dejaron pasar la noche. En su lugar, me llevaron a una casa intermedia. ¿Intermedia de qué? No quería ir a ningún lugar. Lo único bueno era que no soñé, no sobre máscaras de la muerte o cenizas o figuras fantasmales.

La tarde siguiente, me reuní con un trabajador social de SPI, un cadavérico hombre que se parecía más a un muerto que cualquier cosa en nuestro apartamento. Además, su oficina olía a formol, como si el embalsamamiento hubiera comenzado recientemente. ―Tiene dos opciones, señorita Vaile ―dijo, su voz carente de inflexión―. La primera es…

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Probablemente, porque ya estaba en el infierno.

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―¿No puedo llamar a mis padres? ―pregunté. ―Usted puede realizar una llamada, señorita Vaile, pero de acuerdo con el archivo, usted no tiene información de contacto de sus padres. ―¡Pero la tengo! No es que me hayan abandonado ―decir las palabras me hizo sentir mal. Exactamente era que me habían abandonado. Pero convoqué una débil sonrisa―. Solamente están de vacaciones. Cadáver abrió un sobre de papel manila y sacó mi teléfono celular, confiscado en la puerta de la casa intermedia. Supongo que les preocupaba que ordenara una pizza…o lo rompiera. Marqué, luego hice una pausa como si estuviera escuchando la marcación, y luego dije: ―¡Mamá! Soy yo, No, las cosas están bien. ¿Cómo está la playa? ¿Qué? No, ese es Max, ya sabes que no me gusta volar en parapete. ―¿Cómo es que mi madre prefería a Max, incluso durante las conversaciones imaginarias?―. Escucha, he perdido la información… ¿cuándo vuelven exactamente? ¿Mañana por la noche? Eso está muy bien porque…―Tapé el micrófono y le susurré a Cadáver―. No tengo que decirle todo esto, ¿verdad? Voy a estar en un gran problema. ―Páseme el teléfono ―dijo cadáver. ―Está bien, lo diré ―le dije―. Mamá, no te preocupes… Cadáver arrancó el teléfono de mi mano. Y escuchó: “El cliente al que está llamando está fuera del área de servicio”. ―Creo que ella se fue a través de un túnel ―le dije. No se molestó en discutir.

―De ninguna manera. Y los otros chicos no deberían tener que quedarse allí, tampoco. ¿No tienes mejores opciones para ellos? ―Sí, allí está la calle ―dijo. ―Bueno, no creo que esa es una mejor…oh. ―La ironía de cadáver. ―La segunda opción es ser colocado con una familia de acogida.

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―Su primera opción es quedarse en la casa intermedia hasta que sus padres la encuentren.

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―Mis padres van a regresar. ―Empecé a puedes entender eso?

sentir

pánico―. ¿Por qué no

Cadáver acomodó unos papeles en su escritorio. ―Estás de suerte. La familia Belcher está disponible. Ellos se especializan en chicos con problemas de conducta. ¿Problemas de conducta? ¿Qué exactamente estaba mal con mi conducta? No es que prendiera fuego a la casa intermedia. ―¿Se trata de la llamada falsa de mi mamá? ―Si no es consciente de lo que…―Se detuvo cuando el teléfono sonó en su escritorio. Levantó el auricular y escuchó un momento―. ¿Para la señorita Vaile? Me parece difícil de creer. ¿Trámites? Bueno. Envíalo. ―Colgó y me dijo―. Hay alguien aquí por usted. Dice que es su tutor legal. ¡Papá! ¡Volvieron por mí! Salvo que cadáver hubiera dicho que mi padre estaba aquí, no mi “tutor”. O tal vez era Max ―fingiendo que era mi tutor―. A menos que realmente fuera mi tutor, porque mamá y papá estaban… tragué duro, luchando por contener las lágrimas, y me volví cuando la puerta se abrió. No era Max. Era Bennett. ―Hola, Emma ―dijo―. Yo… ¿estás llorando? ―No. ―Me sequé mis ojos―. Sólo las últimas veinticuatro horas…no han sido buenas. ―Veré que puedo hacer para mejorar las cosas ―dijo Bennett. ―Mi héroe.

Conocí a Bennett hace dos años, cuando llegó a casa con Max en vacaciones de primavera. Él era mi imagen ideal de como un estudiante de primer año de Harvard debería lucir: medianamente de buen gusto, medio bohemio en polos desteñidos y pantalones caqui rotos. Su pelo oscuro y ondulado cayendo perfectamente por su frente, y cada vez que me miraba, parecía estar sonriendo. Max, por el contrario, había llevado camisa marrón a cuadros y pantalones de pana de tubo ―un look que no le convenía a nadie.

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Me hubiera enamorado de él allí mismo. Excepto que ya lo estaba.

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La reunión con Bennett era como un destino de reuniones. Cuando había aparecido detrás de Max, algo hizo clic. Yo no podía apartar la mirada. Yo sólo sabía. Tal vez no estábamos destinados a estar juntos en ese mismo momento, pero un día nuestras vidas se unirían. Sólo estuvo una semana, pero mi interior resonaba cada vez que entraba en la habitación, como la cuerda derecha de un piano. Así que en cierto modo, su repentina aparición se sentía bien, después de dos años de fantasías. Por supuesto, en mis sueños Bennett no me estaba salvando de una familia de acogida, pero no era el tipo de chica que rechaza a un caballero en armadura de J. Crew. Excepto que no era mi tutor. No era más que un amigo de mi hermano. Ni siquiera un familiar lejano. Un ángel de la guarda, tal vez, con un halo inclinado, no se veía tan inocente como lo hacía antes. ―Voy a tener que examinar sus papeles ―le dijo Cadáver. ―Por supuesto. ―Bennett se los entregó y me miró. La sonrisa seguía ahí, al igual que su buen gusto, estilo hippie. Llevaba un saco harapiento blanco abotonado, jeans oscuros deslavados y mocasines. Sus ojos eran de color azul brillante y de disciplinado espesor, y me obligué a mirar a otro lado antes de que Cadáver se diera cuenta de que estaba derretida por él. Él no iba a dejar que me fuera con el tutor sexy, cómo en una ardiente novela romántica. ―¿Eso quiere decir…? ―Me detuve. No quería decir mucho delante de Cadáver―. ¿Has visto a mi mamá y a mi papá recientemente? ―No. Emma, lo siento. Dispusimos la tutela antes de que salieran. Has sabido de ellos, ¿no? de

recepción,

así

que no

les

puedo

El gesto de Bennet me detuvo, y me recordó por qué desapareció hace dos años. Él y Max tuvieron una explosiva pelea, algún apocalíptico argumento, y Max se negó a hablar de él nunca más ―a pesar de que cierta hermana lo molestaba, hasta que la encerró en el baño. Nunca me había enterado sobre lo que ellos habían discutido. Ahora era mi oportunidad.

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―Bueno, el teléfono está fuera llamar. Están ahora con Max.

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―Hablando de Max. ¿Por qué ustedes dos…? Cadáver interrumpió. ―El papeleo parece estar en orden. Sin embargo, no se demasiado cuidadoso. ―Me mostró los papeles―. Écheles señorita Vaile.

puede ser un vistazo,

Revisé las firmas de mis padres. La de mi papá se veía absolutamente real, pero me di cuenta de un punteado débil en el Vaile de mi madre. Ella nunca salpicaba las íes. Sin embargo, los papeles habían sido certificados ante el notario, por lo que Cadáver no tenía ninguna razón para dudar de ellos, y yo no iba a vivir con los Belchers. Además, no tenían ninguna razón para no confiar en Bennett. Todavía no. ―Esas son definitivamente sus firmas ―dije―. Todo se ve bien para mí. ―Ahora tiene una tercera opción. ―Cadáver me dijo―. La casa intermedia o la casa de acogida, como se mencionó anteriormente, convirtiéndose en la tutela temporal del Estado hasta que… Me desconecté mientras miraba a Bennett. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Cómo había sabido traer papeles falsos de tutela? ¿Había falsificado las firmas él mismo? ¿Y qué era exactamente esa sombra azul en sus ojos…cobalto? La voz de Cadáver penetró en mi sueño. ― ¿Y su decisión?

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―Elijo a Bennett.

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Capitulo 6 Traducido por Oihana Corregido por Aciditax

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e camino a casa planeé la forma en la que podría desarrollarse todo: Bennett se transferiría de Harvard a Berkeley y se mudaría a la habitación de Max. Nos encontraríamos en los descansos y en las cenas con velas. Su familia incluso vendía antigüedades así que me ayudaría con la tienda y en poco tiempo mis padres regresarían y Bennett y yo nos enamoraríamos. En realidad le adoré como a un dios en todo el camino de vuelta a casa en su Taurus de alquiler y aparentemente él sabía que era divino porque me rechazaba como Apollo rechazando a una humilde pastora, aunque después de pasar la noche en una casa intermedia me veía como si me hubiese enrollado con una oveja. Aun así, a pesar de la urgencia de retirar la paja de mi pelo, me sentía aliviada por estar en casa, aliviada y agradecida, sólo que… él, ¿cómo había sabido ir? Sintiéndome de repente insegura, mantuve mi pulgar parado encima del botón de seguridad. —¿Por qué estás aquí? ¿Cómo sabias que estaba metida en un lio? Sonrió. —Siempre eres una apuesta segura. —¡Hey! Nunca me meto en problemas… quiero decir, excepto ahora y no es a lo que me refiero. ¿Cómo sabías que dónde encontrarme? Y los papeles falsos… El teléfono de Bennett sonó:

Me quedé ahí parada, pasando el rato, mirándole. Me miró como si yo estuviera escuchando a escondidas, lo que era cierto, así que entré en casa e intenté escuchar desde allí. Le escuché murmurar pero no pude entender los detalles. Dijo algo así como “te quiero” o “tú también” antes de colgar. ¿Estaría hablando con su novia? Entró en la casa y dijo: —Tengo que irme. —La última vez que te fuiste —dije—, tardaste dos años en volver.

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—Salvado por el IPhone —dijo y se alejó.

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Cogió mi mano y me miró con sus ojos azul cobalto —Así que me has echado de menos —Eso no es… —Vale, sí, es exactamente lo que quería decir. Sonrió. —No voy a volver a dejarte Emma. Después me dijo que me mantuviese alejada de los problemas –como si tuviese diez años– y desapareció. Mi mano sentía el hormigueo allí donde él me había tocado. Después de quedarme soñando despierta frente a la puerta unos minutos, me obligué a calmarme. ¿Qué me pasaba con él?

Pasé la tarde recogiendo todo de la fiesta y evitando el pasillo del estudio de mi padre, continuaba sin querer pensar en el atemorizador humo o en la máscara de muerte de la tienda de debajo de las escaleras. Lo cierto era que no estaba segura de que de alguna forma no perteneciese a casa. Realmente, ¿me estaba volviendo loca? Me comí las patatas fritas que habían sobrado y la salsa para cenar, preguntándome cuándo volvería Bennett. No encendí las velas de la mesa, imaginándome que parecería desesperada. En cambio sí ideé una vengativa estrategia para la traidora de Natalie que involucraba afeitar su perfecto cabello. Yo sólo no estaba segura que me dejara acercarme lo suficiente con una cuchilla. El timbre sonó tarde aquella noche, mientras mi infusión maceraba. Llevé conmigo mi taza hasta la puerta principal y dejé a Bennett entrar. Parecía cansado y serio, con su chaqueta arrugada y su pelo despeinado. En cambio yo me había aplicado un poco de gloss discretamente y me había puesto mi bata color gris plateado, tratando de parecer chic sin esfuerzo de camino a la cama. Intenté decir algo sensual y sofisticado pero en vez de eso, espeté:

—¿Por qué? —preguntó él, sus ojos mostrando un interés repentino—. pasado algo? ¿Estás bien?

¿Ha

—Umm…—Mi mente se quedó en blanco, sobresaltada por su arranque de interés. Dios, era guapísimo cuando se preocupaba—. No, estoy bien, no ha pasado nada, bueno, excepto que alguien ha convertido la lámpara de aceite india de mi padre en bong.

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—¿Dónde has estado?

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—Eso es algo muy típico de Bollywood —dijo de forma inexpresiva aunque parecía aliviado por que no se tratase de algo más serio—. Duerme un rato, mañana será un gran día. —Ugh, mañana era lunes, ¿cómo iba a enfrentarme a Natalie y a todo el mundo?—. Nuestro vuelo sale a las dos, así que puedes hacer las maletas en la mañana —continuó diciendo Bennett. —¿Nuestro qué? —Directo y sin escalas a Boston, puedes llevar tres maletas. —¿Massachusetts? —Creo que es allí donde está localizado, sí. Ignoré su sarcasmo. —Cuando accedí al asunto ese del tutor, no sabía que ibas a arrastrarme a Boston. —Bueno, no has podido pensar que iba a mudarme yo aquí. —No —dije con la boca pequeña—, ¿qué pasa con el colegio? Me miró por un instante y pensé que quizás me volvería a coger la mano, pero en vez de eso sus ojos se tensaron. —Has sido aceptada en la academia Thatcher, una escuela privada en Echo Point, donde mis padres son miembros del consejo. Está justo al norte de Boston y tenemos una casa en los alrededores. Puedes quedarte allí. —¿Contigo? —Quizás esta pequeña fantasía mía podría seguir funcionando. Sacó su IPhone y comenzó a pasar los mensajes de la pantalla. —No. Asentí, intentando mantener mis lágrimas acorraladas. —Sólo para que conste, esto es una mierda.

—Sí. ¿Era más un fastidio o una locura? ¿Más que vivir en una casa intermedia? No, no lo era, así que decidí dejar de ser tan emotiva e irme a la cama. Dormí mejor que en años. Él podía resultar distante y dictatorial pero la idea de tener a Bennett durmiendo al otro lado del pasillo me reconfortaba.

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Me rozó al pasar a mi lado por el pasillo.

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Me desperté temprano y comencé a hacer las maletas. Después de ver a mi madre haciéndolas muy a menudo, llenar mis propias maletas era mi segunda naturaleza. Estaba ridículamente excitada por el viaje en avión –no había salido de San Francisco desde el incidente, cuando tenía siete años. Antes del incidente, por mi pasaporte parecía que había sido adoptada por la familia Jolie-Pitt pero un doctor había dicho: “necesita estabilidad” y mis padres me habían anclado en la ciudad. La idea de Bennett sentado a mi lado me entusiasmaba. Había estado frío y hastiado sobre lo de volar y yo no pretendía parecer asustada durante el despegue para que no pensara que me comportaba como una niña. Además, su conducta de estos días –fría y educada– se estaba haciendo pesada.

Mi armario parecía incompleto al meter las cosas en la maleta, así que decidí asaltar el de mi madre. Encontré unas cuantas bufandas y enganché un par de jerséis de casimir antes de detenerme frente al joyero. Mi madre tenía unas joyas increíbles. Intenté levantar la tapa pero estaba cerrada con llave. Lo bueno era que sabía que la llave estaba pegada a la parte trasera del vestidor. Lamentablemente, sólo había dejado gemas brillantes acurrucadas en satén color rosa y eran demasiado elegantes para llevarlas todos los días. Miré por todos los lados buscando algo que me recordase a ella pero no encontré nada. Mi dedo llegó al fondo del joyero, el satén se resbaló y encontré un colgante esculpido debajo. Hmm. ¿Se habría caído por los laterales o estaba escondido allí? Era del tamaño de un cuarto de dólar, un delicado diseño en art nouveau en jade verde. A pesar de que nunca se lo había visto a mi madre, por alguna razón me recordaba a ella, así que lo colgué de una cadena y me lo sujeté al cuello. Sonreí sabiendo que tenía algo de ella para llevarme a Massachusetts, cerré el joyero y volví a mi habitación.

En la habitación parecía que había algo fuera de lugar pero no sabía qué era. Eché una mirada a los rancios tomos sobre los derechos de los entierros de las estanterías, séances y nigromancia. Todo parecía estar en orden, bueno, excepto por la obsesión con la muerte. Deseaba que mis padres hubiesen cambiado un poco todo aquello y hubiesen mostrado un poco más de preocupación por la vida de vez en cuando. Incluso la muerte hubiese sido una

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Al pasar por el pasillo escuché a Bennett susurrando algo en el estudio de mi padre. Pasé por las urnas y le encontré de pie en mitad de la sala con los brazos en posición defensiva. Llevaba un polo negro, unos kakis desgastados y los mocasines de ayer. Su piel estaba un poco bronceada, probablemente de haber estado navegando en Nantucket todo el verano. Dios, apuesto a que estaba guapísimo en el velero, genial sin su camiseta. Genial con… –se movió, se detuvo y respiró profundamente.

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mejoría. Max había leído todos y cada uno de aquellos libros pero me dijo que esperase a leerlos hasta que fuese más mayor, como si fuese una entusiasta que fuese a asaltar la biblioteca. Si quería comunicación intima con la muerte iría al cementerio a los saltos con mis amigos, bueno, si todavía me quedaba alguno. Bennett me vio en la entrada de la puerta y bajó los brazos. —¿Tai chí? —pregunté. —¿Qué? —Estás haciendo taichí, ¿verdad? —Arqueó una ceja—O Qigong7 o algo así — dije. —Cierto, tai chí. —E hizo el gesto de estar sujetando una bola de energía y lanzarla en el aire—. Esa es la postura del balón de playa Reí. —No, en serio, ¿qué estás haciendo aquí? —Pero la pregunta que realmente quería hacerle era, ¿te sacan de quicio las urnas de funeral? —Escuché algo aquí y… —¿También le has oído? —¿A quién? —preguntó Dudé en revelarle la historia de mi imaginario tío-serpiente-humo por razones obvias pero si a Bennett le había parecido escuchar algo, entonces quizás… ¿quizás qué? ¿También tenía pesadillas? —Umm, sólo las cortinas con la brisa, estoy bastante segura de que es eso lo que he visto, quiero decir que con nuestro sistema de seguridad… —No juegues conmigo Emma, ¿qué aspecto tenía? ¿Qué juegos? No sabía qué era lo que Bennett quería escuchar, no podía saber nada del incidente, ¿no? Si él lo sabía y se estaba burlando de mí… eso era simplemente cruel. De todas formas no iba a decirle nada sobre mis pesadillas, así que dije:

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—¿Cuándo nos vamos? Bennett comprobó su reloj:

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Qigong. Método chino que combina suaves movimientos de cuerpo, concentración mental y respiración para aumentar la energía del hombre.

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—Ahora mismo. —Genial —dije. Despegar no fue nada especial, no me emocioné ni nada de eso, dije: —¡Oh Dios mío! Aquí vamos… woo-hoo… las ruedas delanteras se despegan del suelo, estamos sólo con las traseras… estamos oficialmente en el aire, estamos en el cielo, mira los minúsculos edificios, ¡hey! Hay barcos y campos y… ¡estamos en las nubes! Oops, no, estamos sobre las nubes. Guau, hay todo un mundo nuevo aquí arriba. Bennett no dijo nada más que monosílabos durante todo el viaje, como si algo le estuviese molestando, posiblemente yo, pero ya que no decía nada más que “sí” “no” y “mmm” no había forma de estar segura. Ya sabía que la gente volaba todos los días pero me seguía pareciendo increíble el despertar en San Francisco y dormir en Boston. Por supuesto, no tan increíble como ponerse la máscara de la muerte de alguien y vivir los pensamientos de su muerte, o ser asfixiado en tus sueños por las cenizas de la colección de urnas de tu padre, pero eso eran engaños, ¿no?

Llegamos tarde a Boston, bueno, quizás sobre las diez de la noche por mi horario pero parecía la una de la mañana, imagino que me estaba poniendo a punto con el horario. Nunca había estado en Boston, realmente tenían ese loco acento que más o menos adoraba. —¿Dónde has apagcado? —pregunté a Bennett. Finalmente me miró, mientras yo luchaba con el carrito del equipaje—. Espero que no hayas apagcado el coche muy lejos —le dije. Por fin una pequeña sonrisa se escapó de su cara de piedra. —Ese es el peor acento de Boston que he oído en mi vida.

—¿Conduces esto? —pregunté —¿Qué hay de malo? —Parece malhumorado e irritable —dije mostrándole una significativa mirada mientras él metía mi equipaje en el maletero.

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Sentí una cálida satisfacción con aquella minúscula sonrisa y una mayor cuando me liberó del carrito del equipaje. Caminamos hacia el parquin de largas estancias donde Bennett había aparcado su destartalado Land Rover.

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—Para nada —dijo—.Totalmente digno de confianza. Me fui a meter al asiento del pasajero y me paré de bruces. — ¿Cómo es que tiene el volante en el sitio equivocado? Fue al lado derecho y me mandó a mí al izquierdo: —Vengo de Inglaterra —dijo colocándose en su sitio—, es mi coche de la suerte. —¿Por qué? ¿Por qué es ahí donde tuviste suerte? —Eché una mirada al asiento trasero tratando de no imaginarme el tipo de chicas que le gustan, modelos de Abercrombie&Fitch sin sus tops. —Bueno… —Había un brillo en sus ojos antes de darse cuenta de dónde estaba y fruncirme el ceño— ¿cuántos años dices que tienes? —Diecisiete. —Solo una cría. —Tú sólo tienes veinte, ¿verdad? —Yo no diría “sólo”. Yo lo haría porque aquello significaba que no era demasiado mayor para mí. —Te he matriculado en tercero —dijo—. Si tienes diecisiete años, ¿no deberías estar en último curso? —Comencé tarde la escuela. —En realidad repetí un año pero eso requería más explicaciones y hablar sobre el incidente. En vez de eso, apoyé la cabeza contra el asiento y miré por la ventana. Conté cinco Dunkin’ Donuts –que nunca había visto en San Francisco– antes de sentirme exhausta y cerrar los ojos. Cuando me desperté, estábamos entrando en una carretera con arces alineados en los bordes.

Detuvo la casa frente a un museo, una casa de cuatro pisos con columnas, un solárium, múltiples chimeneas y amplios jardines. Un letrero en la parte delantera decía: Bienvenidos a la Casa Museo de Stern Una Casa del Periodo Federal. Diseñada por Adam McIntyre

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—Ya hemos llegado —dijo Bennett.

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—¿Hemos llegado a dónde? —pregunté—. Pensé que me llevabas a tu casa. —Ésta es. — ¿Vives en un museo? Resopló: —Como si tú pudieses hablar, he visto tu casa. —Salió del coche y le seguí hasta el maletero del Land Rover donde estaba cogiendo mi equipaje. —Pero… en realidad esto es un museo —dije. —Sólo durante el verano, ya te habrás ido para entonces. ¿Ido dónde? Todo me sacudió de repente. ¿Qué estaba haciendo en Massachusetts, quedándome en el museo de Bennett? Realmente no le conocía, ni sabía el motivo por el que Max le odiaba ahora y, ¿dónde estaban mis padres? ¿Por qué no habían llamado? Había estado ignorando mis sentimientos de abandono, el pánico y el rechazo, rehusando pensar sobre ello de la misma forma en la que me negaba a pensar en muchas otras cosas. Ahora todo me había golpeado y me desplomé en casa detrás de Bennett, sintiéndome más sola que nunca. Mi único consuelo era que no tenía que seguir evitando las urnas fúnebres de mi casa. Eso y bueno, el hecho de que aquel lugar era espectacular. Había unas amplias escaleras con relucientes pasamanos color caoba, dos adorables salones, una acogedora librería y más dormitorios de los que era capaz de contar. La decoración era sobre todo de verdes mar, amarillos y azules que invocaban clásicas escenas de sol y océano allá donde iba. —Y esto te gustará —dijo Bennett abriendo una puerta doble en mitad del pasillo. Entré. —¿Un salón de baile? —Revoloteé por la habitación—. Esto es genial, ya sabes, puedo celebrar una gran fiesta aquí.

—¡Estoy bromeando! Me miró de forma sospechosa. —Nunca estoy seguro de eso contigo.

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—No —dijo—, no, no, no.

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Caminamos hasta la sala norte y después de admirar los blancos bajo relieves de los manteles y los mosaicos de azulejos del suelo, miré a los ojos de Bennett en un espejo de oro que había sobre una chimenea. —¿Crees que estén muertos? —pregunté ya que se estaba complicando el buscar cualquier otra excusa para la falta de comunicación de mis padres. —Por supuesto —dijo él. —Eso no tiene gracia. —¿De qué otra forma puede ser? Cuando vi que hablaba en serio, me desmoroné en un sofá bordado con plata. —¿Cómo, cómo lo sabes? — ¿Saber qué? —Que mis padres están… —¡No, no! ¿Tus padres? No. —Se sentó a mi lado—. Emma, no tengo ni idea de donde están pero sé que no están muertos. — ¿Cómo, cómo lo sabes? Después de una pequeña pausa dijo: —Simplemente lo sé. Su tono de voz era tan seguro que la tirantez de mi pecho desapareció. —Entonces, ¿a quién te referías? ¿Quién está muerto? Se encogió de hombros. —La gente que vivió aquí en aquellos tiempos, mis ancestros, sus sirvientes.

—¿Por qué has pensado que estaba hablando sobre ellos? Se levantó. —Estás cansada. —Pero… —Te enseñaré tu habitación.

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Eché una mirada por la habitación buscando fotografías, portarretratos o alguna evidencia de que realmente alguien residió alguna vez allí. No había nada excepto cuadros del mar y goletas.

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Mi nueva habitación esperaba al final de un amplio pasillo en la segunda planta. Detrás del fino suelo de madera de cerezo encontré una increíblemente clara habitación incluso a estas horas de la noche con grandes ventanales de cristal y cortinas amarillas claras. Un vestidor verde azulado alineado en una de las paredes a conjunto con un ropero que se ajustaba perfectamente en la esquina contraria. Había una adorable y minúscula chimenea y una lazada cama de cuatro columnas, marcos con dibujos de piñas y sábanas de lino blanco. Salté en la cama y la habitación pareció de repente inundada por la presencia de… no lo sé, historia, imagino. El antiguo mobiliario, los pomos de níquel lustrados por cientos de manos durante cientos de años. Generaciones de la familia Bennett habían dormido en esa cama pero principalmente, era consciente de la proximidad de Bennett. Parecía tan rígido como su apellido – “Severo”– y tan poco feliz de estar allí, o simplemente quizás poco feliz conmigo. — ¿Por qué piñas? —pregunté mirando el marco de la cama. —Son un símbolo de hospitalidad en Nueva Inglaterra. —No tienen ningún sentido —dije—. No se cultivan en Massachusetts, no pertenecen aquí. Pero realmente no estaba hablando de piñas. Bennett metió mi equipaje en la habitación. —Te esperan mañana en la escuela. Hay un uniforme en el armario, imagino que de tu talla, no tienes ninguna obligación hasta entonces. Asentí, exhausta como para pensar en comenzar un nuevo colegio mientras llevaba un horrible uniforme, aunque tenía una pregunta: —Bennett, ¿por qué? ¿Por qué viniste por mí? Se apoyó en el marco de la puerta con sus kakis arrugados y los ojos cansados.

Me quedé dormida en el instante en el que mi cabeza tocó la almohada. La habitación estaba totalmente a oscuras cuando me desperté por un ruido que sonaba a alguien rascando algo en la esquina de la habitación. — ¿Bennett? —murmuré. —Soy yo, avivando el fuego. Descansa tranquila.

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—Todavía no lo sé.

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Volví a dormirme y al volver a despertarme horas mas tarde, los brasas resplandecían en la pequeña chimenea de la habitación y recordé la voz en mitad de la noche. No era Bennett, era una mujer.

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Capitulo 7 Traducido por Maia8 Corregido por Aciditax

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a luz del sol despuntando a través de la ventana me despertó. El reloj de bronce dorado marcaba las 9:25 y no podía recordar cuándo dijo Bennett que necesitaba estar en la escuela. ¿A las diez? Me tropecé en el salón.

—¿Hola? ¿Bennett? Sin respuesta. Probablemente estaba escaleras abajo, untando el desayuno de crepes de arándonos tibios con sirope de arce, y no podía oírme sobre el chisporroteo del pan. Encontré el baño y tome una muuuy congelada ducha. —No hay agua caliente —grité escaleras abajo mientras regresaba a mi habitación Me puse la ropa interior y corrí al armario. Agarré el uniforme y temblé frente a lo que quedaba del fuego. Me deslicé en mi minúscula falda marinera de cuadros escoceses, y el blazer marinero, abotonado y ajustado de lana. Oh Dios, Bennett pensó que era una preadolescente. Había una corbata a rayas, pero no tenía ni idea de cómo atarla, así que la anudé alrededor de mi cuello como una bufanda. Incluso con el calor de las brasas, mis piernas tenían los pelos de punta. Miré hacia el frío y nublado día en la ventana, preguntándome si se templaría de nuevo.

Me deslicé en mis botas y me examiné en el espejo del armario. Me veía como una puta de la escuela católica. Pero no había tiempo para preocuparse por ello. Mis crepes se estarían enfriando. Cuando bajé las escaleras no encontré crepes. Tampoco a Bennet. Ni a ninguna extraña mujer atendiendo el fuego. Nada excepto una nota en la mesa: “Requerido. No quise despertarte. Ve a la escuela. Haz amigos”

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Encontré mis medias altas hasta los muslos en mi maleta y me las puse. Finalizaban a un centímetro debajo de la falda.

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Bennet

¿Ningún “con cariño” antes que Bennett? “Requerido”8. Cada persona en mi vida había sido requerida, y nadie me había dicho porque, y entonces ellos nunca regresaban. Sólo por una vez quería ser la razón de que alguien fuese requerido en vez de la persona de la que se alejaban al ser requeridos. Hice trizas la nota y la dispersé en partes sobre la mesa de la cocina, lo que me hizo sentir mejor. Encontré un yogur de fresa en la nevera y agarré una cuchara, y mi abrigo de lana de camino a la puerta. La noche anterior, Bennett me dijo que la escuela estaba sólo a tres bloques más arriba en la colina. Engullí mi yogur y empecé a caminar. El vecindario era dulce. Las casas eran coloniales con contraventanas que se empujaban demasiado juntas con vallas de hierro torneado rodeando pequeños jardines con tardíos pensamientos y crisantemos. Arces perdían sus hojas y maíz indio era hilvanado en las puertas delanteras. Todo parecía una imagen perfecta de Nueva Inglaterra. Me detuve para acariciar un labrador negro y preguntarle a su dueño por la dirección de la escuela. El perro babeó mi cuchara y el hombre me dijo que debía seguir caminando. —Lo sabrás cuando la veas. El hombre continuó, consciente de que su perro ahora tenía el recipiente de mi yogur en su boca y fui dejada sola en el frío con la cuchara babeada por un perro. ¿Qué estaba haciendo allí? Mis padres se habían ido, mis amigos se habían ido, volviéndome loca y atascándome a tres mil millas de casa.

Ese pequeño aún me empujó hacia adelante. Le daría una razón para rescatarme, mantenerme fuera de una casa intermedia. Iría a la escuela. Haría amigos. Y viviría en el museo de Bennett hasta que supiera que valía la pena salvarme.

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Requerido. (To Call Away). Ausentarse por ser requerido en algún lugar.

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Quería enroscarme en una bola y nunca desenrollarme. Pero recordé a Bennett diciendo “Aún… no lo sé”.

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Mi recién encontrada resolución no flaqueó hasta que me encontré delante de una ordenada casa azul en la cima de la colina. Alcancé el timbre al lado de la lacada puerta negra y me paré. ¿Qué estaba haciendo aquí? Esto no era una escuela. Mis pies sólo me dirigieron a la puerta de la manera en la que no tenías que pensar que estas caminando a casa. Excepto que no había estado allí nunca antes. Nunca había estado en Massachusetts. Sin embargo, había algo demasiado familiar en ello. El frío me tocó. Quizás había algo realmente mal en mí. Me refiero a más de una pesadilla y a una demasiada vívida imaginación. Mis padres me abandonaron, luego Natalie me traicionó y luego Bennett me hizo desaparecer. Era suficiente para desconcertar a una sola persona, permitirle ser la única que estaba excavando en las cenizas de la muerte. Quizás tenía un tumor cerebral. Eso explicaría mucho. Mientras debatía mi salud mental, la puerta se abrió y una mujer alta con el pelo corto y negro y una pequeña sonrisa dijo: —¿Emma Vaile? —¡Oh! Sí. Umm… hola. —Soy la Decana Grant. Bennett Stern me dijo que te esperara. —Ella frunció el ceño un poco—. ¿Está el timbre roto? —No, yo sólo..., ¿es esta la escuela? —Porque se veía más como una casa de campo que una escuela. Si iba a ser educada en casa, ¿Qué estaba haciendo en este uniforme?

Señaló la siguiente puerta, hacia una pared de piedra con una puerta de entrada. No podía ver nada excepto las puntas de los árboles tras la enorme pared, que implicaba que al menos la escuela era de tamaño medio. Desde afuera, se veía como un pequeño lugar que requería uniforme. Y un vehículo con chófer. —Mi pasante te llevará —dijo la decana. Desapareció en la casa de campo y volvió un momento después con un chico alto de pelo oscuro que vestía la versión masculina de mi uniforme, sólo su

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—Es la oficina del decano —dijo—. Esa es la escuela.

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traje, y su fibrosa apariencia y ojos verde profundo le hacían verse bien. Bennett solía ir allí. Me pregunté si él se habría visto tan guapo. —Este es Coby Anders —dijo la Decana Grant—. Él te dará tu horario y se asegurará de que llegues a clase. Si tienes alguna pregunta, ya sabes donde encontrarme. Coby tendió su mano hacía mi. —Encantado de conocerte, Emma. Bienvenida a Thatcher. —Uh —repliqué, estupefacta. Los chicos en casa, la mayoría, me daban un medio audible “Hey” y nunca un apretón de manos. Y Coby ni siquiera estaba actuando para impresionar a la decana, sino presentándose, ella había cerrado la puerta detrás de ella. Tomé su mano y dije: —Encantada de conocerte. —Sintiéndome como una completa impostora. Le seguí a la puerta central, preguntándome si todos los chicos iban a ser como este. Si así era, iba a tener un tiempo bastante difícil con la solicitud de Bennett de “hacer amigos”. Había dejado mi copia de Emily Post9 en San Francisco. —Este es tu horario. —Coby me dio una hoja de papel de una carpeta que llevaba—. Thatcher no oferta todos los cursos que estabas tomando y tenemos diferentes requerimientos, así que podrían parecen un poco raros al principio. No respondí. Porque si estábamos hablando de rareza, quería saber por qué me había sentido como lo había hecho antes. Caminamos por un paseo de adoquines, pasando un césped en expansión y torcidos manzanos, y recordé el crujiente gusto de la fruta, el suave toque de un césped perfecto para un picnic, y el beso robado en la sombría glorieta. —¿Está todo bien? —preguntó Coby—. Te ves un poco ruborizada. —Es la glorieta.

— ¿Qué glorieta? —Justo es... —Miré de nuevo y el cenador se había ido—. Ese. Parece un buen lugar para uno. ¿Qué piensas?

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Emily Post. Famosa autora norteamericana de libros de etiqueta.

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Él giró hacia la esquina del césped.

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—Para una glorieta. —Su tono era de burla. —Sí, pienso que realmente... um... empataría la hierba —reí, un poco histéricamente—.Quizás tengo un poquito de jet-lag. Y hambre. Un perro me robó el yogur de camino aquí. Coby tiró de una manzana de una rama que colgaba sobre el sendero. —¿Quieres una manzana? Una al día mantiene… Bueno, mi padre es doctor. Dice que te mantiene en forma. —Se aclaró la garganta—. No sé por qué dije eso. —Gracias —dije. Tomé un mordisco mientras rodeábamos una curva y vi la escuela: una pálida piedra y ventanas con paneles, con paseos de mármol dirigiéndose a una gran entrada. No una casa de campo, no una casa, una mansión. Aumentamos los pasos y el crujido de la manzana sonó en mis orejas; el dulce jugo fluyendo en mi boca sabía tan familiar. Y mis pies en el paseo lo eran incluso más, como si hubiera caminado por ellos cientos de veces antes. Entonces hubo un gran sonido sibilante... El mundo dio vueltas alrededor de mí, como un tiovivo, cuando todo se acelera y gira, y no puedes ver nada excepto un borrón de color y movimiento. Entonces todo se detuvo. Presioné mi mano contra mi mejilla y me encontré a mi misma vistiendo un traje azul con acolchadas mangas y una larga falda. Me sentí mal, coartada y falta de respiración. No podía respirar. Con el pánico elevándose, empecé a jadear. Toqué mi caja torácica y descubrí un corsé. El día repentinamente fue noche, con antorchas iluminando el sendero y familias en sofisticados vestidos bajando de carruajes, a través de un guantelete de hombres no uniformados en la mansión. Había sido trasportada al pasado otra vez, justo como lo había sido con la máscara de la muerte. Tiré de mi vestido, luchando por respirar, desesperada por volver a mi misma. No podía arrancarme esa cosa. Empecé en el botón de arriba y…

Caí al suelo, con Coby arrodillándose sobre mí. —¿Está todo bien? —preguntó. —Estoy de vuelta. Asintió. —Te desmayaste. Bueno, antes empezaste a desabotonarte la camisa.

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¡Whooosh!

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—Oh, Dios. La blusa que vestía debajo de mi uniforme demasiado pervertido estaba desabotonada hasta mi ombligo. Me sentí enrojecer y agarré firmemente la camisa junta sobre mi sujetador, luego rápidamente me la abotoné. —Deberíamos ir a la enfermería —dijo Coby—. O si lo prefieres, llamaré a mi padre. Negué con la cabeza. —No, yo sólo… — ¿Qué iba a decir? Que fui transportada atrás en el tiempo. — Es sólo el jet-lag. Y estoy un poco nerviosa por empezar en una nueva escuela. —De hecho te ves un poco… ¿Asustada? Estaba aterrorizada. ¿Qué me estaba pasando? ¿A quién debía contárselo? ¿A la decana? ¿A Bennett? ¿A un psiquiatra? —... pálida —terminó. —Estoy bien —dije—. Sólo principalmente avergonzada. —Sí —dijo, ayudándome a levantarme—. Nadie quiere pasar su primer día desmayándose en la escalera de la entrada. Eso es para la noche de la promoción. —Oh Dios —dije—. Piensas que soy una drogadicta. —No, no. Sólo una borracha —¡No lo soy! Él río. —Estoy bromeando. —Llevó una mano sobre su corazón y destelló una juvenil sonrisa—. Prometo no contárselo a nadie. Por alguna razón le creí.

Entramos en un vestíbulo que ascendía a dos plantas de alto, un candelabro iluminando el pálido resplandor del blanco mármol. Dos tapices medievales franceses colgaban de la pared, describiendo escenas de un campo pastoral con casas señoriales en la distancia. Un reloj de abuelo estaba al pie de las escaleras, el más grandioso que había visto.

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—Vamos —dijo—.Te enseñaré tu primera clase.

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A la izquierda había un rincón de lectura con sillas y sofás dispuestos en torno a una alta chimenea. Estaba muy lejos de la escuela pública. Coby notó mi expresión —Guay, ¿verdad? —Podrías asar un cerdo en esa cosa —le dije, mirando la chimenea. —Mi amigo Harry y yo lo intentamos una vez. —¿Qué? ¿En serio? —No fue bien —suspiró—. El cerdo escapó. Mi risa resonó en las paredes. —¿Estaba vivo? —No teníamos el corazón para matarlo. —Así que fue más un ejercicio teórico —dije. —Exactamente. —Coby me dirigió a través de la entrada—. Sabes, creo que esto te gustará. —Creo que tienes razón —dije.

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Porque mientras seguía a Coby a través de los históricos salones de Thatcher, me sentí como si estuviera en casa.

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Capitulo 8 Traducido por Maia8 Corregido por Aciditax

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l sentimiento no duró. Vagando por los pasillos de mi nueva escuela, me sentí como si me hubiera extraviado en una obra y estuviera claramente no preparada para el papel principal.

El set de rodaje: la Academia Thatcher. Una vez una gran mansión, una institución que aún mantenía su encantadora decoración georgiana, habitaciones abiertas, distinguidos retratos y marmóreos suelos. Las clases y los pasillos eran elegantes y refinados, los cuerpos de los estudiantes incluso más. Entra Emma Vaile, la nueva chica. Mi madre me llevó a una obra hace unos pocos años, una pieza de época que planteaba problemas de clases sociales. El personaje principal, una joven criada, siempre vestía diferente al resto del elenco. Si estaban haciendo la cena, ella vestía su ropa de noche. Cuando vestía un traje de gala, estaban zurciendo trajes. Así fue como me sentí caminando hacia mi primera clase de Trigonometría. No estaba preparada para la falta de… bueno, estudiantes. Había sólo diez, además de mí y de Coby, quien me dirigió a un pintoresco escritorio de madera antes de encontrar uno él. ¿Estaba siendo mi sombra todo el día? No era exactamente una invalida quien necesitara ser llevada de clase a clase, aunque dado mi periodo de desmayos, podía ver porqué pensaba que quizás debía mantenerse pegado a mí. —No necesitas quedarte —le susurré—. Estaré bien.

Coby sonrió y sacó una libreta de su mochila. Pasó su tarea al estudiante delante de él quien la transmitió a otro. —Oh —dije. Él estaba en la clase. —Y vamos a darle la bienvenida a Emma Vaile —dijo el señor Sakolsky. —Oh —dije, más alto, mientras todos se giraban para mirarme.

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—La tarea, por favor —dijo el profesor, el señor Sakolsky.

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Sí, todos vestíamos el mismo uniforme, pero de alguna manera yo parecía lista para una fiesta de disfraces, vestida como una pervertida estudiante, mientras las otras chicas parecían listas para sus primeros planos en Elle. Y no era sólo mi minúsculo uniforme. Ellas eran el epitome de lo chic, con sus peinados cuidadosamente alineados, sus corbatas anudadas artificiosamente, ecléctica joyería y sus bolsos sobredimensionados de cuero en lugar de mochilas. Y los chicos no eran tampoco tan diferentes, bueno, menos por la joyería. —¡Hola! —dije con un saludo idiota—. Soy Emma. —Sí, entendimos eso —dijo una pequeña rubia con una mueca muy educada. —Britta —le advirtió Coby—. No muerdas. —Nunca muerdo —ronroneó—. Sólo mordisqueo. Así que ya la odiaba. Por dentro, suspiré. ¿Cómo llegas cuando empiezas en una nueva escuela si no puedes convertirte de repente en otra persona? ¿Más elegante, o bonita o más popular? Quizás un imán para chicos guapos en vez de idiotas titubeantes. Miré el reloj en la pared. Me tomó veinte minutos volver a ser la misma chica que siempre había sido. Realmente me gustaba Matemáticas, así que intenté concentrarme, pero todo conspiraba para distraerme. Como de diferentes parecían los chicos y como unos pocos de ellos lo eran. Sería imposible desaparecer en una multitud allí, lo que me puso más nerviosa. Y las clases parecían como algún sofisticado club Inglés: paredes de oscuros paneles de maderas, el cristal tallado recargadamente, y una alfombra oriental debajo del antiguo escritorio del profesor.

Miré las ecuaciones en la pizarra y noté otro profesor de pie en la parte delantera de la habitación, un hombre alto en un desfasado traje marrón, mirándome intencionadamente. Era alto, un poco encorvado y tenía unas radicales entradas en la cabeza. Como frunciendo el ceño, sus cejas se arrugaron cuando vio que le noté, y me saludó con un pequeño gesto. Levanté mi mano de vuelta.

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Mientras el señor Sakolsky parloteaba sobre las funciones inversas, intenté tomar notas, pero ninguna de ellas adquiría sentido. No podía parar de pensar sobre lo que había pasado afuera. Como me había sentido, como si hubiera estado allí antes. La glorieta de la visión de un tiempo anterior. ¿Qué estaba pasando? Prefiero ser la vieja y aburrida yo que la chica que se volvió loca en su primera semana de escuela.

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—¿Sí, Emma? —preguntó el señor Sakolsky—. ¿Tienes alguna pregunta? —No, yo sólo… —Me detuve cuando el hombre del traje marrón movió su cabeza vivamente y se dio cuenta de que nadie más en la habitación le veía. Perfecto. Esta vez, ni siquiera había sentido ese sibilante sentimiento o sido transportada a una visión. Estaba sólo sentada allí en la clase con Coby, Britta y los otros chicos girándose para mirarme. Quería gritar “¿No lo ves? Está de pie justo ahí. ¡Me está saludando!”. En cambio, apreté mis dientes. Completamente decidida a no arruinar mi primer día en la escuela. —Yo, um, no, yo... —¿Necesitas el baño de niñas? —preguntó Britta, burlándose dulcemente. El hombre del traje marrón señaló una palabra en la pizarra: Tarea. —Ando un poco perdida con la asignación —dije, y el hombre del traje marrón asintió con satisfacción. —Sí, “hacer los problemas de las páginas cuarenta y cinco y cincuenta y seis” es bastante complejo —dijo Britta. —Emma ha estado trabajando con otro libro —dijo el señor Sakolsky, un poco ácidamente—. Quizás tú podrías ayudarla, Britta. Britta rodó sus ojos y Coby dijo: —Yo le enseñaré. Las chicas de la clase intercambiaron significativas miradas, pero Sakolsky parecía inconsciente. —Bien, bien —dijo.

En el vestidor, fuera de la clase, Coby me llevó a un lado y dijo: —Esta es la parte difícil. —Pasó a la página cuarenta y cinco de mi libro—. ¡Aquí vamos! Y estoy bastante seguro de que la página cuarenta y seis está en algún lugar cerca. —Muy divertido.

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Era sólo mi primera clase y ya estaba haciendo malos movimientos. Podría haber estado más atenta si no me hubiera preocupado por mi salud mental desfijándose en partes lentamente.

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—¿Quieres que las domestique para ti? —preguntó inocentemente. Le miré. Sonrió. —Parecía más como si estuvieras distrayéndote a que no entendieses. Probablemente no estarías tomando Trigonometría si no pudieras encontrar los números de las páginas en el libro. Sí, si no me hubiera distraído, mirando al imaginario hombre del traje verde, me habría lanzado en orbita. Fui salvada de contestar cuando una sorprendente chica de pelo castaño apareció en la esquina. —Hey Sara —la llamó Coby —. ¿Tienes esgrima ahora? Ella se acercó, su falda moviéndose sigilosamente sobre sus muslos. —Sí —dijo, su voz profunda y áspera, como una de esas sexys sirenas de viejas películas—. ¿Por qué? —Esta es Emma. Emma, Sara. —Encantada de conocerte —dije. Su risa, también profunda y áspera, era quizás un poquito demasiado brillante. —Igualmente, estoy segura —contestó. No pude decir si estaba simulando mi intento de modales o siendo políticamente correcta, así que le di una incierta sonrisa. —¿Puedes llevarte a Emma contigo? —Coby se giró hacia mí—. Luego tienes el almuerzo. Sólo sigue a todo el mundo. Hay sólo una cafetería. —Espera, ¿dijiste esgrima? Como... —Moví una espada imaginaria en el aire, una palabra que sólo sabía porque mi padre era un obseso de las palabras cruzadas—. ¿Espadas y esas cosas? —Los llamamos floretes —dijo Sara secamente.

—El entrenador me matara si llego tarde a la práctica. Te veo después. —Y corrió pasillo abajo, dejándome colgada con la guapa de voz sexy, Sara. —¿Cómo es que está en mi horario? No practico esgrima. —Es una tradición —dijo, andando sin prisas por el pasillo.

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Coby miró su reloj.

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No se molestó en esperarme, así que marché detrás de ella con mis grandes botas, tratando de mantener mi falda más alta y que mis medias cayeran hacia mis rodillas. —Todos aprenden esgrima en Thatcher —dijo, dirigiéndome alrededor de la esquina. —Me imagino que debo estar agradecida de que no sea montar a caballo —dije. Me miró. —¿No montas? —No si quiero caminar al día siguiente. —Ella se rió, esta vez sin el filo de desdeñosa educación. ―Eres muy divertida. —¿Gracias? —No estaba muy segura de si eso era un cumplido, así que cambié de sujeto—. ¿A qué juega Coby? —Fútbol americano. —¿Practican en la mitad del día? ¿Y él no es del tipo de talla normal para ello? —No si eres el quarterback. Y consiguen créditos de EF por ello. Cuando se acercan los juegos practican después de la escuela también. —Déjame ver si entendí bien. —Hice marcas de aprobación con mis dedos—. El pasante de la decana, un perfecto caballero, hijo de un doctor, un quarterback. ¿Coby es el típico chico americano? Sara sonrió, aunque no parecía muy feliz.

Ella me dirigió hacia otro pasillo y me presentó a una multitud de chicos descansando en una habitación que lucía como si se necesitará una afiliación para entrar. Había sillas de cuero estilo club, estanterías con libros y palmeras en macetas. A lo largo de una pared había una hilera de taquillas de madera de caoba. Todos me saludaron con la misma fácil comodidad que Coby tenía, y sonreí, asintiendo e inmediatamente olvidando el nombre de cada uno. Colocando y mirando alrededor cautelosamente para buscar a gente que realmente no estuviera allí, me sentí completamente fuera de mi elemento. Al final del pasillo con un arqueado techo, bajamos por un tramo de estrechas escaleras a un vestuario, que sorprendentemente, se veía como un vestuario

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—Sí.

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normal. Sara me encontró un traje de esgrima y un casillero y me dejó con mis propios dispositivos. Me deslicé en una chaqueta de lona, bragas, y calcetines hasta las rodillas y, una vez que me había colocado el chaleco protector alrededor de mi pecho y ajustado la máscara en mi cabeza, me sentí bien. Formidable. Estaba lista para asesinar al dragón errante o a dos, cuando Sara volvió al vestidor y se rió. —Acércate —dijo. Ella recolocó mi chaleco y lo abrochó por delante y el velcro en la espalda. Aparentemente tenía la máscara al revés, también. Ella, por supuesto, se veía completamente estilosa en su uniforme, como si lo hubiera hecho a medida. —Vamos —dijo, conduciéndome a través de las puertas del gimnasio—. Esto va a ser divertido.

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Si su idea de diversión era ser apuñalada repetidamente por una punteada espada que incluso aunque tuviese una pequeña bolita protectora al final dolía, entonces tenía razón.

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Capitulo 9 Traducido por *ƘӜƷYosbeƘӜƷ* Corregido por Maia8

A

tendí mis moretones en la hora del almuerzo, apartada en un salón de clases vacío. No podía soportar la multitud en el almuerzo, no mientras intento suprimir mi pánico acerca de la rareza terrorífica que es mi vida.

Además se me había olvidado traer el almuerzo. Después de mi última clase, Literatura Mundial, en la cual la mitad de los chicos leen los libros en su lenguaje original, me escabullí por la puerta y, en vez de dirigirme directa a casa, vagué por el bonito pueblito costero. No llegué al museo hasta después de las cuatro. Al empujar las puertas, vi un destello de movimiento entre los arces. Detrás de un viejo árbol, me encontré con un parche de tierra desnuda. Había un círculo dibujado en el suelo, limpio de hojas caídas, pero salpicado de bellotas. No, no, bellotas. Me agaché y cogí una. Canicas, bolitas de canicas. Yo ni siquiera sabía que las canicas se producían en la arcilla. Al lado del círculo estaba un anticuado tirachinas, dejado atrás por algún chico. Lo recogí, junto con las canicas, calculando que el museo tenía una sección de objetos perdidos. Iba a medio camino de la puerta cuando lo vi. Un niño pequeño, tal vez de diez años de edad, al acecho en los arbustos, mirando con ojos tristes. No podía ver mucho más que su rostro delgado y pálido, pero eso fue suficiente, tenía miedo de que confiscara sus juguetes y nunca los viera de nuevo. —¿Son tuyos? —exclamé. El arbusto crujió, pero no dijo nada.

Sin embargo, no respondió. Niño tímido. Así que dejé las canicas y el tirachinas en el suelo, y me dirigí hacia la entrada. Me volví en la puerta a tiempo para verlo agarrando sus juguetes. Él me dio una sonrisa enorme en su carita sucia. Ahora bien, si tan sólo pudiera encantar a un tutor errante.

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—No te preocupes —dije, sonriendo para tranquilizarlo—. Sé lo que es perder tus canicas.

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Entré y en vez de gritar “¡Estoy en casa! ¿Me extrañaron?”, repasé la casa silenciosamente en busca de Bennett. No estaba aquí, pero encontré más pruebas de que pensaba en mí como una niña en la mesa de la cocina, había dejado un bocadillo de queso, galletas y una manzana en rodajas. Incluso había pelado la manzana, al igual que mi mamá. Tomé el tentempié y bebí un gran vaso de leche. —Gracias —le dije a la cocina vacía—. A pesar de que me pudiste haber preparado una comida. Fui a tropezones al piso de arriba para dormir la siesta que tanto necesitaba. Trigonometría y Esgrima habían sido sólo el comienzo. No comenzaba con Latín hasta mañana, lo que en realidad estaba esperando, pero había recibido una paliza en Biología Avanzada y Civilización Occidental, en la que sospechaba era la única estudiante que se identificaba con los plebeyos. En mi cuarto, descubrí la cama perfectamente hecha, con las almohadas ahuecadas y la colcha vuelta hacia abajo. Extraño, porque Bennett no parecía del tipo que hacía la cama. Y a pesar de querer abrazarme a él bajo las sábanas, se sentía extraño que él la hiciera primero. Arrojé mi uniforme escolar en el sillón de la esquina, me metí en unas mallas negras y mi suéter de lana favorito, luego me dejé caer en la colcha color crema. Cerré los ojos y esperé al olvido del sueño, así que por supuesto mi mente daba vueltas. La pesadilla de las cenizas en San Francisco. La máscara de la muerte. La visión de hoy, cuando me había puesto el vestido viejo y el corsé, y el hombre del traje marrón. Finalmente, me admití a mí misma lo que había sabido todo el tiempo: esto estaba todo relacionado con el incidente.

El Incidente. Tres semanas después de cumplir siete, mis padres me confinaron al Poof10. Esa es la manera dulce, mejor maquillada de decir “hospital mental para niños”. No recuerdo mucho acerca de ese tiempo, unas

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Poof: Es una institución donde se hacen cargo de niños con problemas generalmente relacionados con trastornos psicológicos. La palabra connota un lugar apacible, pero, objetivamente, es un organismo de gravedad.

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Pero eso terminó hace diez años. ¿Por qué está pasando otra vez esto ahora?

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cuantas imágenes dispersas e inquietantes, pero sabía por qué había pasado tres meses de formación allí. Porque había tenido muchos amigos imaginarios. ¿Cuánto es mucho? Los veía en todos lados. No podía caminar al supermercado sin empleados fingidos que me ofrecían Chips Ahoy. Una abuela china me correteaba hasta el baño por la noche y chasqueaba la lengua hacia mi cuerpo escuálido. Por lo menos dos veces a la semana tuve una fiesta de pijamas con una pelirroja de doce años llamada Katie. Y siempre permanecía de pie en el tranvía, evitando los asientos "vacíos" ocupados por personas que nadie más veía. Luego un día mi imaginación fue muy lejos. Había estado dibujando un arco iris de tiza en la acera de enfrente de la tienda cuando un par de zapatos negros se pararon cerca de los míos de color púrpura y azul. Alcé la mirada hacia el hombre, alto y con ojos negros, con los labios húmedos y brillantes, como un cuervo. Me acordé de sus manos largas y entretejidas con las venas, acariciando una correa de cuero marrón de un perro. Lucía más viejo que su cara. ―¿Has visto a mi perrito? ―preguntó—. ¿Mi perrito blanco? Negué con la cabeza. —Lo siento. —Mi pequeña Bola de Nieve, totalmente sola. —Su voz sonaba triste—. Ella está muy asustada. ¿Me ayudarás a encontrarla? Dije:

Me sacudí la tiza de las palmas de mis manos, dejando rayas de colores pastel en mis pantalones vaqueros, y lo seguí por la calle... dentro de una tienda abandonada. Había sentido una sensación enfermiza en el estómago. En el momento que estuvimos en el interior, rodeada de estantes vacíos y manchas ominosas en el suelo, había sabido que no había perrito blanco. El hombre se paró entre la puerta y yo. —Tienes algo que necesito —dijo. Gemí y sacudí mi cabeza. —Debes quitarte la ropa —dijo.

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—Seguro.

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—No quiero. El levantó su mano y extendió sus dedos delgados. —Entonces, yo te ayudaré. Se acercó, tapando la luz del día. Un hedor se levantó, comida podrida y lodo mohoso. Sus dientes blancos brillaban mientras sacaba una navaja brillante del bolsillo y la agitaba hacia mí. Levanté los brazos para protegerme, y su cuchillo me golpeó en el antebrazo, dejando un helado dolor consigo. Una salpicadura de mi sangre se curvó en el aire. Él agarró mi sangre en un cáliz de su mano izquierda, uno de color rojo y negro brillante que se disolvió en su carne mientras gimió con hambre animal y… —¡Emma! —estalló en el interior mi madre, de alguna manera luciendo tanto vacilante como feroz—. Dime, ¿qué ves? —¡El… el hombre! ―Temblé de miedo―. ¡El hombre! Estudió las ruinas. —¿Dónde? ¿Dónde está él, Emma? —Tiene mi sangre. —Yo lloraba y señalé al hombre, sabiendo que ella no podía verlo, sabiendo que no me podía ayudar. ¿Cómo se puede proteger a alguien de una pesadilla? El hombre sonrió a mi madre con un placer terrible, hambriento. Luego dijo: —Tu sangre sabe a poder. ―Él ya no puede herirte ―dijo mi madre, acercándome―. Él ya se ha ido. —No. —Escondí mi rostro en su contra—. Está justo ahí. Se está riendo.

Ella me arrastró a la carrera de vuelta al apartamento, a través del sistema de seguridad, en el despacho de papá. —¡Nathan! Nathan, no podemos seguir así. —Recuerdo las líneas de lágrimas en su cara. Para la noche siguiente, había sido internada. Recuerdo el elefante de peluche que enviaron conmigo al hospital, el sabor de paletas heladas de limón, y el

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—Que Dios me ayude —dijo mi madre, con verdadero miedo en su voz. Nunca olvidaré eso.

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olor del hombre en la tienda. El médico les dijo a mis padres que yo necesitaba estabilidad y que necesitaba medicamentos para no hacerme daño a mí misma. Y ellos me arreglaron.

Pero ahora, diez años después, me siento cayendo en la misma pesadilla. Me acuesto en la cama del museo de Bennett mirando a través de la ventana hacia el frío cielo azul. Mi mente se llenaba de muchas preguntas: ¿Dónde estaban mis padres y Max? ¿Por qué todos me dejan? ¿Cómo sé que Bennett estaba en problemas, y por qué me ha traído aquí? Y lo más importante… ¿por qué estoy viendo cosas otra vez? Sentí una certeza sombría de que no quería saber la respuesta. Comienzas a ver cosas, luego empiezas a escuchar cosas, y luego te mandan de nuevo al Poof. Había sido lo suficientemente malo mientras era niña, no quería pensar en un hospital de salud mental para adolescentes. Por un lado, es probable que no te den paletas de limón. Por lo tanto, me repuse. Me olvidé de la locura. Fui a la escuela. Hice amigos. Así como Bennett dijo.

Me desperté en la oscuridad, aturdida y confusa. Me tomó un momento darme cuenta de que estaba en mi habitación en el museo… y que había alguien en el cuarto conmigo. Me senté abruptamente y prendí la luz, pero estaba sola. Luego escuché ruidos escaleras abajo. Finalmente, Bennett había regresado, esperemos que con pizza.

En la cocina, no encontré ni a Bennett ni a la pizza, aunque podía oler algún tipo de asado que hizo que mi estómago hiciera un estruendo. La luz brilló en el contestador pasado de moda en el mostrador y presioné el Play. —Emma —dijo la voz de Bennett—. Siento no estar allí. Las cosas me están tomando más tiempo de lo que había pensado, así que le pedí a Martha que cuidara de ti hasta que vuelva, te gustará ella. Por favor no destroces la casa. No destroces a Martha tampoco.

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Entré en el cuarto de baño para arreglarme. Me eché agua fría, la única disponible, sobre mi cara y traté de ocultar las sombras bajo los ojos con el corrector. Sólo parecía ponerlas en relieve, por lo que me lavé la cara otra vez, luego peiné mi flequillo hacia mis ojos, esperando que Bennett no se diera cuenta de los aros de mapache por debajo.

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Beeeep. ―También te extraño ―le dije al contestador. ¿Qué cosas? ¿No se suponía que iba a estar en la escuela? Tengo la clara impresión de que Bennett estaba tratando de evitarme, precisamente cuando yo no quería nada más que sacarle algunas respuestas. Por lo menos él no se había olvidado de mí por completo. Por otro lado, ¿Martha? ¿Quién era ella? ¿Una anciana que me cuidaría? Probablemente querrá hacerme la leche caliente, leerme unos cuentos antes de dormir, y arroparme en la noche. En realidad, eso no sonaba mal. Luego me di cuenta que ella es la que debe de haber hecho la cena. Grité: —¿Martha? Ninguna respuesta. Seguí el olor de la comida casera en el comedor y me encontré la cena esperando. Mi comida descansaba en porcelana blanca y dorada con patrones en espiral. Los utensilios eran de plata real, con la pátina suave por el uso constante y una copa de cristal grabado estaba llena con agua helada. El fuego bailaba en la chimenea de ladrillo grueso, iluminando suavemente las paredes de verde suave y muebles de madera color crema. La mesa era de caoba y parecía como si fuesen a sentarse treinta personas. Estaba completamente sola. —¿Martha? Revisé toda la planta baja, y luego miré la calzada. Ningún auto. No, nada.

La cena era curiosamente anticuada: carne asada, guisantes y patatas cocidas. Había vinculado a Bennett más como el tipo de hombre que pedía sushi para llevar, de ninguna manera él había elegido el menú. Yo no sabía por dónde empezar, esto no era exactamente la comida de California. La devoré. Cuando terminé, llevé mis platos sucios a la cocina y abrí el lavamanos con agua jabonosa. Dejé todo en remojo e hice mi tarea en el salón cerca de la puerta principal, así podría escuchar a Bennett cuando llegara a casa.

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Así que me senté en un extremo de la larga mesa, sintiéndome como un cliché de una película ridícula, el multimillonario solitario cenando solo en su castillo. Aunque dada mi vida últimamente, era más como si me hubiera metido en el País de las Maravillas. No podía decidir si era Alice o el Sombrerero Loco.

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Mi tarea de Trigonometría era la más difícil. Uno pensaría que dos páginas no llevarían cuarenta y cinco minutos, y fue después de las diez antes de que terminase la tarea de Sófocles para la Literatura Mundial.

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Con horas de sueño atrasado y llena de carne asada, sentí que mis ojos comenzaron a decaer. ¿Dónde estaba Bennett? Me había jurado saltar sobre él antes de ir a la cama, con preguntas, eso es todo, pero no podía esperar más. Subí la escalera majestuosa, me lavé los dientes, y me dormí como un tronco.

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Capitulo 10 Traducido por rodoni Corregido por Maia8

A

la mañana siguiente, la pálida luz del alba brillaba a través de las cortinas de mi habitación. Era demasiado temprano para estar despierta, demasiado temprano para salir del caliente capullo de mis mantas.

Mientras me acurrucaba para volver a dormir, vi a una mujer delgada colgar mi uniforme en el armario, su pelo rojo iluminado por el amanecer. La misteriosa Martha. No era en absoluto cómo me la imaginaba. Ella me vio mirando y se llevó un dedo a su generosa y sonriente boca, callándome para volver a dormir. Le devolví la sonrisa soñolienta y de alguna manera me reconfortó su presencia, cayendo inmediatamente dormida. Cuando me desperté de nuevo, el amanecer se había convertido en mañana y un fuego ardía en el pequeño hogar. Encantador y romántico, pero desearía que alguien encontrara la calefacción central. Me estremecí frente a las llamas antes de salir corriendo al baño para otra ducha helada. ¿Alguna vez Bennett se quedaba aquí? ¿Habría notado que no había agua caliente? Me prometí buscar la caldera cuando regresase de la escuela. En la planta baja, encontré el fregadero de la cocina vacío, los platos a un lado y una comida esperando en el rincón de desayuno. Después de perder diez minutos en busca de Martha… o Bennett... o alguien, me senté a comer. El café recién calentado, con tostadas de pan blanco y un huevo pasado por agua en una huevera pintada a mano. En realidad, no supe que era pasado por agua hasta que traté de quitar la cáscara dura y las entrañas brotaron por todo el plato.

No es que hubiera alguien allí para escucharme. Completamente sola, como de costumbre. Puse mantequilla en mi tostada y traté de poner en marcha un sueño romántico de Bennett cocinando para mí e iniciando una cena, y poniendo velas en la mesa y rosas. Pero era, indudablemente, la evasiva Martha quien estaba haciendo todo el trabajo.

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―¡Qué asco! ―Dejé mi plato en el fregadero―. Sólo me gustan revueltos. ―Arrugué la nariz al café―. Y el té.

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Terminé mi tostada, abrí la nevera para prepararme el almuerzo, y encontré una pequeña cesta de mimbre en el estante superior. Embalado ordenadamente en el interior había un poco de tarta de tomate, rebanadas de queso, uvas y una rodaja de bizcocho. ―Bueno, ¡hola! ―dije―. Mucho mejor. Salí de la casa con mi ridículo uniforme apretado, mallas negras y las necesarias botas. Jugueteé en frente del espejo de mi armario durante veinte minutos con accesorios, tratando de emular el aspecto chic de las otras chicas, pero fue inútil. Mi madre tenía razón acerca de que mi cabello era demasiado corto. Y nunca había sido buena con el maquillaje, así que sólo había colocado un producto a través de mi pelo y pintado mis labios. Mi única joya era el colgante de jade de mi madre oculto en mi blusa, una especie de piedra de lidia para el hogar y la familia y todo lo que había perdido. Mi estado de ánimo se agrió al pensar en eso y caminé las tres manzanas a la escuela, molesta por el sol, un día flamante para no reflejar mi oscuro genio. Encontré a Coby y Sara sentados en los escalones de la oficina del decano con un hombre con un cabello de fregona oscuro que de alguna manera parecía completamente bien arreglado y totalmente descuidado al mismo tiempo. Se quedaron como si hubieran estado esperando por mí. ―Hey ―dije. ―Hola, Emma ―dijo Coby, mientras nos dirigíamos a las puertas de la escuela―. Te ves… ―Enojada ―terminó Sara ―. ¿O esa es la forma en que siempre te ves en la mañana? Si fuera posible, su voz era incluso más dura hoy, como si no se hubiera despertado todavía. Su pelo y el maquillaje, ¿sin embargo? Impecables. Junto con el abrigo rojo de lana, las botas negras de gamuza, y la bolsa adecuada para una estrella de Los Ángeles.

―Incluso mejor ―le dije. Sara se rió. ―Eso salió peor de lo que significaba. ―Está bien. ―En realidad, tenía una especie de satisfacción de que alguien notara mi humor―. Todavía estoy resolviéndolo.

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―Iba a decir valiente ―dijo Coby.

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―¿Estás viviendo en el Sterns? ―preguntó el chico nuevo. ―Él es Harry ―dijo Coby. ―Harrison ―corrigió él, a diferencia de todos los demás en Thatcher, no ofreció un apretón de manos. En su lugar, metió las manos en los bolsillos del pantalón, luciendo como un melancólico poeta de clase alta con resaca. ―¿Harry Harrison? ―pregunté. ―Harrison Devereaux Armitage el decimoséptimo ―dijo Sara. ―El cuarto ―dijo Harry. ―Sólo dile Harry ―dijo Coby―. Todo el mundo lo hace. ―Él es tan Harry. ―Sara apretó su dedo contra el pecho de Harry, como si le pegara algo. ―Enfréntalo, estas atrapado con ello. Harry arqueó una ceja y meditó en silencio. ¿Eran los tres sólo amigos? Sara era demasiado caliente para Coby y Harry no estaba interesado. ―Espero que no estés herida ―me dijo―. Por la esgrima de ayer. ―Oh, ¿cómo fue eso? ―preguntó Coby. ―Fui un alfiletero ―le dije. ―Lo siento ―dijo Sara con una sonrisa torcida―. Todos la hemos estado tomando desde el primer año. ―No puede haber sido peor que Trigonometría ―dijo Coby―. ¿Hiciste la tarea? ―Sí. ―Fruncí el ceño―. ¿Cuánto tiempo te tomó? ―Una hora ―gimió―. Sakolsky siempre asigna demasiado. No es como que no tuviésemos otras clases.

Pasamos por el huerto de manzanas, y noté a Coby mirándome, probablemente preguntándose si comenzaría a desabrocharme la camisa otra vez. Sin embargo, nada sucedió: ni silbidos, ni recuerdos, ni nada. Y caminando con los tres en el gran vestíbulo, mi ánimo comenzó a mejorar. Brillando con la luz del sol.

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Yo sólo había tardado cuarenta y cinco minutos. Veríamos si tendría alguna respuesta correcta.

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Resultó que Harry tenía latín conmigo, así que lo seguí a clase. Mostró su primera evidencia de cortesía por medio de gestos conmigo en el salón de clases antes de él, pero no pude evitar la sensación de que se burlaba de mí. Luego se asoció conmigo para los diálogos y de inmediato comenzó una conversación que no tenía nada que ver con los tiempos verbales que estamos destinados a estar practicando. ―Vestri velitatio est brevis11. ―Ego non animadverto12. Y fue allí. Mi camisa estaba demasiado apretada que parecía que un botón pudiera salir volando, tenía buenas piernas, pero debía aprender como atar una corbata. Ni siquiera repetiré lo que dijo sobre mis labios. Debería haber estado ofendida, pero estaba un poco contenta en su lugar. De vuelta a casa, no era la chica con la que un hombre coqueteaba de esa forma, y yo definitivamente no habría coqueteado después. Pero ahora jugaba con mi pelo y apenas me detuve a mordisquear seductoramente la tapa de mi pluma. Con mi suerte, la tinta se hubiera derramado por toda la cara. A pesar de todo, Harry mantuvo su actitud de hastío, ausente tomando notas en una hoja de papel rayado. El profesor, conocido como el señor Z, caminaba entre los escritorios, revisando las conversaciones, ofreciendo sugerencias y correcciones. Entonces se detuvo y miró por encima del hombro de Harry. ―¿Y de qué habéis estado discutiendo? Me entró el pánico, pero Harry simplemente se encogió de hombros y mostró al señor Z su trabajo. ―Sólo conociéndonos el uno al otro. Oh, Dios mío. No había escrito todo lo que hacía debajo, ¿o sí?

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El señor Z frunció el ceño ante la página, y me incliné hacia delante para leer las notas de Harry. En perfecto latín había detallado una conversación acerca de mi vida en San Francisco y la suya en Massachusetts. Al parecer, me gustaba dar largos paseos en la playa mientras él estaba navegando. Todo era perfectamente banal e inocente.

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En latín: Tú falda es corta. En latín: No me había fijado.

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Le sonreí, ahogando una risa. Fuerte, grosero, y algo brillante. Tan bueno como yo lo era en latín, no podría haber tenido una conversación y haber escrito otra. Me pareció imposible que no me gustase. Después de la clase, me acompañó hasta el segundo piso, murmurando un flujo constante de comentarios sobre los estudiantes que pasaban. Un niño de primer año enamorado sin remedio de la hermana mayor de su mejor amigo, a pesar de que ella sólo salía con universitarios. Un estudiante que se escapó de su casa cuando sus padres se divorciaron. Un chico sin rostro que había ido a rehabilitación el año pasado. ―Un desmayo de borracho ―dijo Harry con veneno característico―. Un verdadero desperdicio de espacio. ―¿Quedó limpio? ―le pregunté―. Eso es lo que importa. ―Tú no lo conoces. ―Cierto. Y como alguien sin un sólo fallo, estoy feliz de juzgarlo. Harry inclinó la cabeza, como si me concediera la razón, y me dejó fuera de mi salón de clase de Trigonometría. Lo observé por un momento, luego fue al interior y me detuve un momento. El hombre del traje marrón estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia el huerto de manzanas. La luz de sol de la mañana se convertía en rayas a lo largo de él, a través de las persianas. Miré al suelo por su sombra. Sin sombra, las rayas de luz eran interrumpidas. Luego, de vuelta a él. Luego, de vuelta al suelo otra vez. ―Te ves como un cabeza de globo ―dijo Britta la rubia quebradiza, desde su escritorio. ―¿Qué? No, sólo estoy pensando.

El hombre del traje marrón me vio mirando, y me dio una reverencia formal. Me senté en mi escritorio, saqué mi tarea, y lo ignoré. Si no lo supiera mejor, diría que era un fantasma. Pero yo lo sabía mejor. Al menos, creo que lo hacía. No estaba segura ya de nada. Coby se sentó a mi lado.

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―Yo también. Estoy pensando que necesitas un cuello ortopédico.

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―¿Cómo estuvo Latín? ―Ego sum rabidus13. ―No tengo ni idea de lo que acabas de decir. ―Bien. ―Echó un vistazo hacia el hombre del traje marrón―. Um, sólo hay un maestro en esta clase, ¿verdad? ―Correcto ―dijo Coby―. A menos que tengan otro escondido en un mirador en alguna parte. ―Es gracioso ―le dije, sin reír. Mantuve mis ojos apartados de la ventana. Si el hombre del traje marrón no dejaba de aparecer, suspendería esta clase. No me podía concentrar con él flotando allí. Así que no le hice caso, ya que el señor Sakolsky empezó a mirar las tareas. A medio camino, eché un vistazo hacia la ventana, y el hombre del traje marrón se había ido. Suspiré de alivio, y cuando terminamos de dar nuestras respuestas, sólo un estudiante había anotado un 100%. ―Emma Vaile ―dijo el señor Sakolsky―. Una buena adición a nuestra clase. No sabía qué decir. Eso nunca me había pasado antes. ―Oh, así que eres esa chica ―dijo Coby con una sonrisa rápida. ―Sí ―dije―. Tengo mucho de eso.

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En la clase de esgrima, la profesora, una mujer de mediana edad increíblemente musculosa, me asoció con Kylee, una niña corta de vista con brazos como ramas, que sólo pesaba cuarenta kilos y sólo me llegaba a la barbilla. Me dio una paliza a pierna suelta. Ella realmente parecía divertirse. De hecho, su risa triunfante era tan contagiosa que pronto toda la clase se reía.

En latín: Estoy loca.

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Cuando todo terminó, Sara me despegó de mi chaleco y me arrastró hasta el comedor para el almuerzo, con la promesa que me mostraría algunos movimientos. ―Por lo menos un poco de defensa ―dijo―. Así puedes evitar que un niño te apuñale con una paleta. La cafetería era una habitación grande, de techos altos y una pared de ventanas con vistas a los campos de juego. Las mesas redondas con manteles blancos salpicaban el suelo, y en vez del roce de las bandejas de plástico, oí el tintineo de los cubiertos contra porcelana china. No había ni si quiera una máquina expendedora. Todos traían sus propios almuerzos gourmet en fiambreras techno y pequeñas encantadoras cajas de bento, al menos yo tenía mi canasta de picnic. Sara y yo nos sentamos con Coby y Harry, y ellos tres fueron ingeniosos y elegantes y cálidos. Me gustaban demasiado, pero no sentía que pudiera confiar en ellos. No después de lo que sucedió con Natalie. Quería ser parte de la facilidad que compartían con los demás, pero la amistad era demasiado nueva y tenía miedo de quemarme de nuevo.

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Además, ¿cómo podía confiar en ellos, cuando ni siquiera podía confiar en mí misma?

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Capitulo 11 Traducido por rodoni Corregido por Maia8

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o podía hacer frente al museo vacío, así que después de la escuela sólo abrí la puerta principal para dejar mi mochila en el interior. Entonces me detuve en seco. El niño pequeño con los mármoles y la honda estaba en el interior, tallando un palo.

Me vio y se quedó inmóvil, como si lo atrapara haciendo novillos, y luego me lanzó una sonrisa descarada. Me eché a reír. ―¿Andas mucho por aquí? Al parecer, esto le pareció a la altura de su humor, y estalló en una risa silenciosa. ―¿Lanzarías mi mochila a la puerta? Él asintió con la cabeza, así que le entregué mi mochila y lo vi trotar hacia la casa. No sé por qué confié en él, pero lo hice. Cerré la puerta detrás de mí y me dirigí a la ciudad. El pueblo estaba bien apretado con casas coloniales y me recordaba a los barrios de San Francisco con casas victorianas ajustadas una contra la otra como si estuvieran apiñados para darse calor.

Montones de hojas se apilaban junto a los columpios y los huertos familiares, y la mitad de las casas tenían placas que databan de 1700, construidas por hombres con nombres como Elbridge, Jeremías y Abner. Las antigüedades estaban por todas partes. Tal vez por eso me sentía tan como en casa, serpenteando a través de calles adoquinadas hacia el puerto. O tal vez era más que eso. Pasé una tienda de juguetes de lujo, un restaurante italiano, y una tienda de alimentos en la esquina antes de que mis pies se detuvieran frente a la

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Las casas en Echo Point eran menos adornadas, pero acogedoras y coloridas, en tonos amarillos y azules y verdes.

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panadería Black Sheep. No sé por qué hice una pausa, tal vez me identificaba con el nombre. La puerta se abrió con una melodía, y una ola de nostalgia me golpeó mientras entraba. Antes de que pudiera detenerme, mi cuerpo comenzó a temblar, mi visión se emborronó, y sentí el silbido. A continuación, la panadería giró a mí alrededor y me encontré de pie en el centro de la tienda, pero no en el momento actual. No sentí pánico, tal vez porque todavía estaba en mi estúpido uniforme de escuela en vez de un corsé, pero examiné la sala cuidadosamente. Un mostrador de madera había reemplazado a la caja de cristal, el suelo estaba cubierto de aserrín y las paredes eran blancas en vez de lavanda, como habían sido cuando entré, y había una mujer diferente a la chica que había visto antes detrás del mostrador. Tenía las mejillas sonrosadas y un delantal cubierto de harina, y sonrió antes de ofrecer su ayuda. Pero estaba demasiado aterrada para responderle. Di marcha atrás, abrumada por las sensaciones. Cerré los ojos, deseando que los recuerdos me llevaran de nuevo al presente. Cuando abrí los ojos de nuevo, la muchacha frunció el ceño por detrás de la vitrina de la pastelería. ―¿Estás bien? ―preguntó. Eché un vistazo alrededor de la tienda. Las paredes eran de nuevo lavanda, el piso de un pulido pino. ―¿Siempre fue una panadería? Señaló una placa en la pared. ―Doscientos cincuenta años. Todavía tenemos el horno de ladrillos detrás. ¿Qué te sirvo? ―Nada ―dije con voz ronca―. No quiero nada de esto.

Me dejé caer sobre un banco y me quedé mirando el agua ondulante. Esto tenía que parar. No podía seguir huyendo.

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Me empujé por la puerta principal y bajé las escaleras, corriendo a ciegas por las estrechas calles. No me detuve hasta que llegué a un pequeño y lindo estanque, no lejos del puerto, con los patos nadando cerca de una escultura.

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Algo andaba mal en mi interior, algo profundamente roto. Todo a lo que había sobrevivido cuando niña, todo lo que había superado, había regresado por venganza. Y esta vez, no tenía a nadie que me protegiera. Ni a mi padre. Ni a mi madre. Nadie. Después de un rato, me acerqué a inspeccionar la escultura. No era una escultura en absoluto, sino una pesada silla de madera enganchada a una viga que pivotaba sobre el agua, subiendo y bajando en el estanque. Leí una placa por debajo:

“Bienvenido a Redd’s Pond, nombrada por Echo Point, presidente de Elizabeth Redd, acusado en 1682 de “Detestables actos de brujería y conjuros malignos, maliciosos y abominablemente usados, practicados y ejercidos”. Redd y otras cuatro mujeres fueron ejecutadas en este lugar, 1682-1697.”

Todo el asunto fue cerrado por seguridad, pero sólo mirando, sentí una carga en el aire. ¿Habían utilizado esta silla para torturar a las mujeres? ¿Las ahogaron? Me estremecí y seguí caminando, tratando de evitar la sensación de la muerte. Caminé durante horas por las sinuosas calles de Echo Point, hasta que el sol se inclinó hacia los tejados, y las sombras se volvieron completamente negras. Y en la creciente oscuridad, el mundo cambió de repente. Mi cuerpo se estremeció de miedo, mientras sombras negras se arrastraban hacia mí desde todos los rincones. Seguí caminando, fingiendo que las sombras no me recordaban al humo arrastrándose hacia mí desde las urnas de mi padre en el pasillo de regreso a casa. El viento aumentó desde el puerto y arrojó una masa de hojas contra la puerta del garaje. El rumor sonó como un silbido extraño. Eossss.

Las sombras me seguían de calle en calle, con gemidos sin cuerpo: no Eos, sino Neos, Neos, Neos. Empujé a las sombras con mi mente cuando empecé a correr. Corrí durante casi un kilómetro, en una colina a través del pueblo, en busca de signos, hasta que me di cuenta de que la oscuridad era oscuridad, las sombras, sólo sombras.

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Una veleta chirriante girando en una azotea: Eossss.

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Reduje el paso y contuve el aliento. Me di cuenta de que estaba a sólo una manzana del museo, así que aceleré de nuevo hasta que entré por las puertas delanteras y sentí una sensación de seguridad global. Exhalando, entonces respiré el aroma de las hojas de arce y la hierba recién cortada. Las ventanas del museo brillaban dándole la bienvenida a la luz. Mi mochila estaba sobre la mesa en el vestíbulo del museo, y la visión me hizo sentir como un niño de secundaria de nuevo. Los libros, las tareas y todo lo aburrido, rutinas estables y reconfortantes de la vida normal. Agarrando el paquete, llamé: ―¿Bennett? Sin respuesta. ―¿Bennett? ¿Martha? ¿Alguien? Todavía nada, mientras cruzaba a la cocina. Una olla de estofado burbujeaba en el horno Wolf14. Un plato de galletas posado en el mostrador. ―No quiero comida ―dije para mis adentros―. Quiero compañía ―elevé mi voz: ―¡Bennett! Bennett, ¿estás aquí? Silencio mientras cruzaba hacia el comedor. La mesa estaba muy bien situada, con porcelana china de lujo, velas, y plata pulida. Preparada para mí de nuevo. Para mí. Sola. Grité en la frustración. ―¿Cómo es posible que él no esté aquí?

Me quité mi miserable uniforme y recogí mis mantas, algo impropias, pero realmente reconfortables. No sería atrapada muerta en ellas frente de Bennett, pero ya que estaba completamente fuera de cuestión, me envolví en ellas.

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Marca de electrodomésticos.

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Subí las escaleras y encontré mi cama hecha y mi pijama colocado claramente en la parte superior, como si alguna sirvienta lo hubiese colado mientras yo no estaba. ¿Podría ser? Pero, ¿no podría la misteriosa Martha, al menos dejar una nota?

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Aún continuaba el frío. ―Me gustaría poder tomar un baño caliente ―murmuré. Cuando bajé de regreso, me serví el guiso y me senté a la cabecera de la formal mesa de comedor, fingiendo ser normal. Sólo una chica promedio, comiendo guiso en porcelana china y plata monogramada. Después de la cena, cogí un par de galletas y entré al salón de baile para hacer mi tarea. Las paredes eran de un cálido color amarillo, el parquet del piso fue pulido con alto brillo, y las altas ventanas estaban perfectamente proporcionadas. Tiré de las cortinas de seda azul pálido cerrándolas contra las sombras de la noche, mi preocupación aún se cernía fuera de las puertas. El museo no era tan reconfortante, ahora que había oscurecido completamente afuera. Crucé el piso hasta el piano y toqué algunas notas. El sonido se desplomó alrededor de la habitación, rico y resonante. Era el lugar perfecto para una boda, un cuarteto de cuerdas tocando, las puertas francesas abriéndose al jardín de rosas... Me sacudí, preocupada por un zumbido repentino y encontrándome a mí misma en la boda de una persona muerta. Así que tomé una almohada de plumas de seda del sofá y lo arrojé al suelo. Luego vacié mi mochila y me tiré sobre la almohada mientras terminaba mis tareas. El reloj dio las nueve, pero no estaba lista para dormir. A pesar de todas las antigüedades y la historia, había descubierto que la casa tenía conexión inalámbrica, así que encendí mi portátil.

Cuando me aburrí de los blogs de celebridades, di la vuelta a mi ordenador y salí de la habitación. Me moría de ganas por algo de música, pero los altavoces de mi ordenador portátil sonaban ridículamente metálicos en ese salón de baile descomunal. Hojeé rápidamente a través de los gabinetes incorporados a lo largo de una pared y encontré un equipo de sonido casi intimidante por su avanzada tecnología. Había un iPod Bose también, pero mis padres se negaron a conseguirme un iPod, diciendo: “Ya tienes una ordenador”. Sé que no tiene sentido, pero se habían negado a ceder. Ni siquiera me refiero a mi teléfono móvil, que bien podría haber sido morado y verde. Y llamado Barney.

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Cada vez que revisaba mi correo electrónico esperaba que hubiera un mensaje de Max o de mis padres, o que Abby hiciera un tratamiento silencioso. Pero no encontré nada más que recuerdos de la escuela y spam.

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Elton John era la única cosa que no fuera música clásica en todo el gabinete, por lo que de forma aleatoria, elegí Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Puse el Concierto N º 3 ("Otoño") y escuché a los violines resonar a través de la habitación. Sentí una sensación extraña en mi cara, y me di cuenta de que estaba sonriendo. Esta música, en este salón de baile, me hizo feliz. El miedo que había coloreado todo últimamente se comenzó a disipar. Me deslizaba por el suelo de parquet, soñando con fluidos vestidos de seda y trajes de fantasía, un momento en que los chicos no sólo caminaran de delante a atrás mientras se movían a tientas. Hice una reverencia a un pretendiente de fantasía, agitando mi falda mientras él me tomaba en brazos y me hacía girar por la habitación, dando vueltas sin aliento. Derecha a los brazos de Bennett. ―¿Cuánto tiempo estuviste aquí? ―escupió. ―No es lo que piensas. Yo estaba... ―Por supuesto cuando finalmente regresaba me encontraba bailando como una idiota, vestida con pijama a cuadros rojos con las migas de galleta en el frente. Tal vez él estaba pensando que era inmadura y una niña. Tal vez era peor. Él sonrió y me tocó la boca con su dedo índice. Me callé. Estábamos tal vez seis pulgadas de distancia, y sentí el calor de su cuerpo a través del espacio que nos separaba. Mis labios palpitaron donde los tocó. Lo mismo hizo mi cuerpo mientras él me ponía una de sus manos en mi cadera y me jalaba más cerca.

La música se puso a nuestro alrededor, y en una señal que no oí, Bennett se movió y me llevó con él. Me hizo girar alrededor de la habitación en un vals europeo. Mi mano libre se posó en su hombro y sentí su calor y el músculo a través del fino algodón de su camisa.

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Me tomó de la mano derecha con su izquierda, mientras que su otra palma se deslizó a lo largo de mi cadera, de la cintura a la espalda. Me estremecí, respirando su olor, como el frío aire fresco. No podía apartar la mirada de sus ojos azules y quería nada más que besarle y empujarme más contra él.

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Nunca nos habíamos tocado antes. No como esto, no como si fuéramos las únicas dos personas en el mundo. Girando y girando y girando. Entonces la música se detuvo, y un momento después, así lo hicimos nosotros. Nos quedamos allí en el silencio. No estoy segura de por cuánto tiempo. No quería que el momento finalizara nunca. En ese salón de baile, en sus brazos, todo se sentía bien. Bueno, hasta que Bennie and the Jets de Elton John comenzó a sonar. Así que tal vez se había deslizado en cambiador de CD. Tonta de mí. Nos apartamos y dije: ―Eso fue... ―Inesperado ―concluyó. Yo había estado esperando “increíble” o “sexy”, pero tal vez él estaba hablando acerca del cambio en la música. ―Sí. ―Se está haciendo tarde ―dijo―. Es mejor ir a la cama. ―¿Contigo? Quiero decir, te quedas conmigo esta noche, quiero decir, aquí. En la casa, en tu habitación. ―Ugh. ―¿Has estado sola? ―bromeó―. Lo siento, he estado fuera tanto tiempo. ―¿Qué has estado haciendo? ―Tratar de hacerme cargo de algunos... ―El calor desapareció de sus ojos―. Algunas empresas familiares. ―Bueno, tengo que hablar contigo. Un repentino silencio se lo llevó.

No, no estoy bien. ¿Dónde has estado? ¿Por qué viniste por mí a San Francisco? ¿Por qué me has traído aquí? ¿Qué me está pasando? ¿Estoy perdiendo la cabeza? Pero se veía tan cansado y gastado que no lo presioné. Bueno, también dudé de arruinar el momento brillante que acabábamos de compartir, cuando todo lo que quería hacer era holgazanear en la cama y dormir. ―Estoy bien. Podemos hablar mañana.

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―¿Estás bien?

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Apagué la radio mientras metía mis libros y ordenador portátil en mi mochila. Subimos por las escaleras juntos, y maldije mi desaliñado camisón de franela de PJ que me hacía ver de diez años. No estaba segura de hasta qué punto quería que las cosas pasasen entre nosotros, al menos no en este momento, pero definitivamente quería que él quisiera que las cosas fuesen bastante lejos. ―¿Dónde está tu habitación? ―le pregunté en la parte superior de las escaleras. Había buscado y encontrado la habitación de sus padres, él había dicho que estaban en el sur de Francia, pero nunca había encontrado la de Bennett. ―La puerta al final del pasillo ―me dijo. ―¿No es el ático? ―Sí. ―Él se encogió de hombros―. Se está tranquilo allá arriba. ―Esto es literalmente un museo ―le dije―. Nunca se puede estar demasiado tranquilo. ―Bueno, cuando mi hermana vivía aquí... ―Él sacudió la cabeza, sonriendo suavemente―. Nunca había un momento de paz. ―¿Tienes una hermana? ―La tenía ―dijo. Nos habíamos quedado fuera de mi puerta, y creo que había estado esperando un beso de buenas noches. Pero ahora no sabía qué decir. ¿Él tenía una hermana? ¿Y... ya no más? ¿Se había ido? ¿Desaparecido como mi familia? ¿Muerta? Antes de que pudiera responder, él me besó. En la frente.

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―Buenas noches ―dijo, y se alejó.

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Capitulo 12 Traducido por maia8, Josez57 y hanna Corregido por Aciditax

M

e desperté temprano la mañana siguiente y realicé mi ritual diario. Mis padres estaban todavía fuera del área de cobertura, ―te puedes imaginar mi sorpresa―, así que envié un mensaje SOS a Max en un e-mail.

Por primera vez en mucho tiempo, envié un mensaje de texto a Abby. “¡¡Te Ncsito!!” Esperé un momento, pero no obtuve respuesta, probablemente porque eran sólo las 3:00 de la mañana en su huso horario. “Chk tu eml”15. Y empecé a escribir. Le hablé de todo, desde Natalie a Bennett, desde las cenizas a la máscara de la muerte, de San Francisco a Echo Point, de las visiones a las pesadillas, de lo que yo realmente pensaba que me estaba pasando. Estaba viendo fantasmas. Loca, ¿verdad? Sin embargo, tumbada en la cama la noche anterior, todavía sentía como si estuviera girando en el salón de baile con Bennett, había reconstruido todo. Mis amigos imaginarios cuando era niña eran demasiado reales, demasiado complejos de inventar para un niño de siete años. Además, mis padres se desentendieron, pero alguien en la casa movía las cosas, abría las duchas, y hacía tazas de té que nadie había pedido.

Me sentí bien, todas las piezas hicieron clic, pero era una locura. Es por eso que envié un correo electrónico a Abby. Ella me conocía mejor que nadie, mejor que yo, a veces. Ella sabría qué pensar de todo esto. Tal vez todavía me

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Chk ur eml. Modo de abreviar la expresión Check your email –Revisa tu correo electrónico- en los mensajes de texto

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Y todo lo que había sucedido: el humo y las cenizas en casa, la máscara de la muerte, los flashbacks de la vida de alguien que había estado teniendo desde que había llegado a Echo Point, el hombre del traje marrón que no proyectaba sombra. Todos ellos me llevaron de nuevo a una cosa.

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culpaba de la ruptura con Max, pero cuando leyera el e-mail, respondería. Mientras hacía clic en Enviar, oí agitación en la planta baja: definitivamente era Bennett esta vez. No podía enfrentarme a él en mi pijama a cuadros, así que me deslicé de la cama y me calenté junto al fuego por un momento antes de salir corriendo al baño. Abrí la ducha y me preparé para el frío helado, y una nube de vapor de agua me envolvió. ¡Agua caliente! Me reí de placer y me estuve duchando durante veinte minutos. Un lujo total. Así que, después de revelarme finalmente la verdad, sentí la tensión que había acumulado durante las últimas semanas comenzaba a aflojarse. Después de la ducha, hice lo mejor que pude con mi cabello y maquillaje, y luego hice una mueca a mí misma en el espejo. Si tan sólo me pareciese más a Sara, o incluso a Brittle Britta. De vuelta en el dormitorio, me vestí con mi uniforme, añadiendo medias negras y, por supuesto, mis botas negras. Harry se preguntaba abiertamente si yo tenía otros zapatos, o si estaba escondiendo unos pantobillos.16 Para que constara, usé otros zapatos, pero no me gustaba ninguno de ellos. Y mis tobillos eran finos, muchas gracias. Caminé escaleras abajo hacia la cocina y me encontré a Bennett en el rincón del desayuno. Estaba leyendo un libro mientras comía huevos revueltos y pan tostado. Puede que haya estado viendo fantasmas en cada esquina de la calle, pero la ducha de agua caliente y la vista de Bennett por primera vez en la mañana hizo milagros en mi humor. —¡Buenos días! —dije. Se detuvo en seco, con las tostadas a medio camino de sus labios. —Dios mío.

Hizo un gesto con su tostada ante mi escaso uniforme. —Eso.

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Pantobillos. (Canckle) Se refiere a un tobillo gordo de forma que el tobillo parece una simple continuación del gemelo, y parece que el pie está unido al gemelo sin que haya tobillo entre ellos.

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—¿Qué?

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—No culpes a nadie más que a ti. De todos modos. —Hice una pirueta, permitiéndole ver cuán corta era mi falda en realidad—. Ya soy conocida como la zorra de la escuela. —No te ves como una zorra —dijo, represivamente—. Te ves juvenil Estreché los ojos hacia él, pero volvió a su libro. Malvado. Me serví un poco de café. Tomé un sorbo e hice una mueca, a continuación, coloqué la taza debajo. Metí la mano en un armario alto por un plato para el desayuno y en el reflejo de la puerta de cristal, capté a Bennett mirándome. ¡Ja! Cuando me volteé, él estaba inocentemente leyendo su libro. Yo tarareaba una melodía mientras llenaba mi plato y me sentaba a su lado. Tomé unos pocos bocados y luego miré el título de su libro: “Métodos de Investigación Integrativa en Criminología”. —¿Estás estudiando criminología? —pregunté. —No —dijo. —Estás de mal humor por las mañanas. Él me miró. —Te encuentro una distracción. —Bien —dije—. Ahora, deja el libro, tenemos que hablar. —Suena siniestro —dijo él, dejando a un lado su libro. —Sí. Bueno. —Ahora que estaba escuchando, de repente me sentí nerviosa. ¿Cómo le dices a alguien que piensas que ves fantasmas?—. Vas a pensar que estoy loca. —¿Más loca que por bailar en el salón de baile sola?

—Veo a una chica en un uniforme que es demasiado pequeño. Negué con la cabeza. —No, quiero decir cosas que no estén allí. Cosas que no podrían estar allí, como ¿visiones...?

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—Eres tan reconfortante. —Me tomé un respiro—. Está bien. ¿Alguna vez... ves cosas?

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—Caramba, no —dijo, chorreando sarcasmo—. Eso nunca me pasa, pero gracias por preguntar. —¿Qué? Yo sólo... no tienes que ser cruel —le dije en voz baja. —No estoy siendo cruel, sólo me pregunto cuando vas a empezar a confiar en mí. ¿Qué pensaba que estaba tratando de hacer? Esto era difícil para mí. Debería saber que no tenía a nadie más a quien recurrir, incluso si él no sabía que yo iba a decirle que veía fantasmas. Su iPhone sonó y lo sacó de su bolsillo. —No contestes —le dije. Echó un vistazo al mensaje de texto. —Hablaremos más tarde. —Metió el libro en su bolso, y estuvo fuera del rincón en un instante. —Bennett. —Lo seguí hasta el vestíbulo—. No te vayas. No he terminado. Se puso una chaqueta de tela color negro sobre su camiseta. —Esto no puede esperar. ¿Cuándo volverás? Me están sucediendo cosas que no puedo explicar. Que... —¿Qué cosas? —No lo sé. Cosas que no son, que no deberían ser, no lo sé, ¡ese es el problema! —Ven aquí —dijo, y tomó mi mano. ¿Ahora iba a darme un beso? Probablemente sólo para callarme, pero no me estaba quejando.

Poco a poco quitó la corbata del cuello. —¿Te gusta esta? —dijo. Él puso la corbata sobre mis hombros y me mostró un intrincado lazo y nudo. Había algo tan sensual sobre la forma en que manipulaba el trozo de seda en mi cuello al descubierto. La forma en que atrapó mis ojos en el espejo.

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Me llevó frente al espejo del pasillo y se puso detrás de mí, mi espalda contra su pecho. Yo contuve la respiración y vi su reflejo: la ola de color marrón oscuro del pelo, sus ojos increíblemente azules.

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Me apoyé en él y sólo me derretí. —Mucho mejor —dijo, enderezando el nudo—. Vamos a hablar más tarde, ¿vale? Asentí con la cabeza sin decir nada, y me quedé allí mientras salía. Escuché el motor de su Land Rover antiguo impulsarse y aplastar las ruedas sobre el camino de grava. Cuando logré reponerme, regresé a la cocina para el desayuno. Me senté en el pequeño rincón contemplando lo que había sucedido. En primer lugar él es sarcástico, entonces está coqueteando. ¿Tenía Bennett sentimientos hacia mí? Probablemente estaba tratando de distraerme. Cualquier cosa para evitar el hecho de hablarme. —Bueno, no va a funcionar —dije en voz alta—. Va a ver que ese tipo de comportamiento no le lleva a ninguna parte. —Pero sabía que era una mentira antes de que hubiese terminado de decirlo. Mordí mi tostada y vertí una taza de té de la olla pequeña en el centro de la mesa. Esperé un minuto. Huevos revueltos, ¿en lugar de hervidos? Y té, ¿además de café? Por lo menos alguien me estaba escuchando. —Gracias —le dije a la cocina vacía, elevando mi taza de té en un brindis.

En el camino a la escuela, pasé a través de las puertas de la escuela y Harry se puso a caminar a mi lado. —Oye —le dije. Me miró críticamente.

—¿Qué? Cierra la boca. —Furtivamente comprobé mi pelo—. ¿Dónde están Sara y Coby? —¿Por qué?

17

Bedroom Hair. Cabello de dormitorio, el que tenemos todos cuando nos acabamos de levantar.

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—Bedroom hair17.

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Debido a que coqueteé contigo ayer en latín y ahora quiero un amortiguador. Pero no puedes esperar que yo te diga eso. Él sonrió con malicia. Esperaba que le dijera eso. —No importa. —Puse mi brazo a través del suyo—. Dime algo que no sepa. —¿Cualquier cosa en particular? Cualquier cosa para ocupar mi mente a través de los manzanos, porque no estoy de humor para un corsé imaginario. —Sólo algo interesante. —Mi querida Emma —dijo—. ¿Podría ser cualquier otra cosa? Muy bien, ¿ves la chica con la cinta en la cabeza? Está enamorada de Maddy –allá- no, la amazona con el desafortunado corte de pelo. Maddy, por desgracia, está enamorada de sí misma. Y ese es Pedro —concluyó—, el tercer lado del triángulo... Mantuvo una murmurada recitación todo el camino a la clase de latín, y me encontré con que no podía dejar de sonreír. Incluso había empezado a verlo menos torpe y desgarbado. Tal vez era su voz, que era baja y llena de confianza en sí mismo, o tal vez fue sólo cuestión de acostumbrarse a la buena educación. —¿Cómo es que sabes todo acerca de todo el mundo? —le pregunté, mientras ocupamos nuestros asientos. —Tal vez estoy mintiendo. —Hizo un gesto con la mano alegremente—. ¿Quién ató la corbata? —preguntó, cambiando de tema. Toqué el nudo en mi garganta. —¿Qué?, ¿esto? —Estás ruborizada

—Ese es un nudo oriental —dijo, arreglándoselas de alguna manera para acomodarse en su silla de madera—. Más allá de tus capacidades, me temo... —Hay esta cosa llamada Internet. —Me tiré el farol—. ¿Tal vez has oído hablar de ella? Reflexionó un momento.

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—No, no lo estoy. —Sentí el rubor volverse tres tonos más brillante—. ¿Cómo sabes que no la até yo?

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—Estoy pensando en Bennett Stern. —¿Qué? No. Bueno, sí. Él me ayudó un poco. ¿Cómo lo sabes? —¿Tenía Bennett la costumbre de atar los corbatas de las niñas? Harry arqueó una ceja de manera significativa. —Solía salir con mi hermana. —¡Y supongo que también le ató las corbatas! Odio a tu hermana. —Ah, así que eso es. —Harry sonrió a mi celoso arrebato—. Sólo pregunté porque Bennett siempre llevaba el suyo con uno oriental. —No lo sabría —dije con amargura. Genial. Ahora sabía que me gustaba Bennett. —Por lo tanto, un amor no correspondido, ¿verdad? —Ni siquiera voy a fingir que sé de lo que estás hablando. —Oh, estás fingiendo, está bien. Mi único recurso era hacerlo callar ferozmente cuando la clase comenzó. El hombre del traje marrón no apareció hasta después de trigonometría. —Lo siento, no te devolví la llamada ayer por la noche. —Le estaba diciendo a Sara, quien había dejado un mensaje en mi celular. Estábamos de pie en el pasillo, conversando con Coby antes de que se fuera a la práctica y nosotras a la esgrima. —No importa —dijo—. Sólo quería hablar con una chica y Coby estaba ocupado. Me reí, y Coby extendió las manos y miró al cielo, como si apelara a un poder superior a la paciencia.

Y fue entonces cuando el hombre del traje marrón se materializó a dos metros de distancia. Grité e hice malabares con mi libro de texto de Trigonometría que cayó en los dedos de los pies de Coby. —¡Ay! —dijo—.¡Emma!

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—Me gusta que seas nueva —añadió Sara—. Se pone tan incestuoso por aquí. Todos hemos estado en las mismas escuelas desde que éramos niños. Lo más cerca que llegamos a una nueva perspectiva es...

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—¡Lo siento! —Deberías verla con un florete —dijo Sara. —Primero me rompe el corazón —dijo él, con tristeza—, luego me rompe los dedos de los pies. No respondí, estaba demasiado distraída por el hombre del traje marrón. Nunca antes se había parado tan cerca, o mirado con tanta atención. Y de alguna manera era diferente, ahora que sabía lo que era. —¿Vienes? —me preguntó Sara, un poco bruscamente—. Te prometo que no te marcaré con una S en esta ocasión. —Ayer había practicado sus habilidades Zorro en mí. —Um, en un minuto. Tengo que, eh... —Vi el hombre del traje marrón poner una mano sobre su frente, fingiendo una enfermedad—. ¿No me siento bien? El hombre asintió con la cabeza en señal de aprobación. —Te llevaré con la enfermera —dijo Coby. —¿Querrías parar? —le dijo Sara—. Cada vez que estornuda, quieres llevarla con la enfermera. Pero desde luego, siempre te gustó interpretar a los doctores. —¡Teníamos nueve! —protestó. —El entrenador te mataría de todos modos —le dije—. Sólo indícame el camino correcto. Sara me dio direcciones, mientras Coby se dirigía a la derecha hacia el hombre de traje marrón. Puso los ojos en blanco y se enderezó las solapas. Me dirigí hacia la oficina, no a la enfermería ―sin saber muy bien por qué―y a mitad de camino sonó el timbre de clases. Sentí una punzada por la detención que me ligué.

—¡Ack! Advirtiendo a una persona, ¿verdad? —lo regañé. El hombre no lucia para nada escarmentado. Hizo un gesto hacia una cercana puerta cerrada, indicándome con la cabeza que entrara. En el cuarto oscuro, había una pila de sillas rotas, cajas de tiza, y rollos de papel higiénico. Estantes de madera forraban dos de las paredes, y uno de esos mapas del mundo retráctiles colgaba en la pared del fondo.

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De todos modos, el pasillo estaba vacío, el hombre del traje marrón se había ido. Esto era ridículo. Me volví hacia el gimnasio, cuando reapareció justo en frente de mí.

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Genial. El fantasma me había llevado en un armario de almacenamiento. ¿Y ahora qué? El hombre del traje marrón hilaba en silencio a través de la habitación desordenada en la pared del fondo, y señaló en el Océano Índico. —Um —le dije—. El Océano Índico. Muy bien. ¿Gracias? Parecía que suspiró, sacudiendo la cabeza hacia mí en señal de desesperación. —Oh, todo el mundo es crítico. Eres un fantasma. No estás vivo. Él pasó la mano por el mapa, e hizo la mímica de abrir un pomo de puerta detrás de él. —Bien —dije. Tiré del mapa, tratando de revelar de nuevo la barra situada en la parte superior. No se movió, y cuando miré más de cerca, vi que había estado permanentemente atascado en la posición hacia abajo. Eché un vistazo al fantasma, quién pretendía meterse en la brecha de ocho pulgadas entre el mapa y la pared. Lo cual era un poco incomodo, porque no pasaba bien. La mitad de su cuerpo todavía aparecía en mi lado del mapa. Sin embargo, se me ocurrió una idea. Yo me deslicé entre el mapa y la pared, y sentí un pomo de una puerta de nuevo allí. La puerta se abrió con un chirrido de teatro, y empujé un poco más en el mapa para pasar a través de él. Entonces pensé: ¿Qué estoy haciendo? Al parecer, desplazándome a través de una puerta olvidada hace mucho tiempo en un pasillo oscuro y vacío que un fantasma me reveló. Yo no sabía qué más hacer. Había llegado el momento que dejara de correr de mis visiones de fantasmas y me enfrentara a ellos. Necesitaba respuestas. Y sentí que este fantasma estaba tratando de ayudarme.

—Espera —le dije—. ¿Puedes hacer eso? ¿Mover las cosas? Él movió sus cejas. Con un aire de tranquilidad. Tomé aire y empecé a caminar. Cuanto más me alejé, más oscuro el pasillo se volvía. Justo cuando decidí que no había suficiente luz, el hombre del traje marrón comenzó a brillar.

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Sin embargo, ese pasillo era realmente muy oscuro y vacío. Miré al hombre del traje marrón para reasegurarme, que, no lo sé, no era mi momento, y más racional lo vi cerrar la puerta detrás de nosotros.

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—Oh, tienes que estar bromeando —le dije. Sonrió en su forma luminiscente. El brillo tocó ambos lados del pasillo estrecho, exponiendo la acumulación de polvo en el suelo y las telarañas que colgaban de las vigas a la vista. Nunca he sido lo que se dice valiente. No era la primera chica en saltar del trampolín más alto, nunca me he sentado a ver una película de Wes Craven completa. Diablos, yo seguía preocupándome por saltarme las clases. Pero yo no podía darme el lujo de la cobardía en estos momentos. Veía fantasmas y tenía la esperanza de que éste estuviera tratando de ayudarme a averiguar por qué. Así que le dije: —Muy bien. Adelante. Veinte pasos más abajo, llegamos a una escalera, y un cosquilleo empezó a recorrer mi espina dorsal. Retrocedí en los recuerdos de otra persona. Yo conocía este lugar. En los días más ocupados, esto bullía de actividad: botas para pulir, ropa para lavar, bandejas de comida transportadas desde la cocina… —Esto lleva a los cuartos de servicio —le dije. El hombre asintió con la cabeza. Subimos hasta llegar a una puerta con un pestillo a la antigua. Más allá, me encontré con un ático enorme, que transmitía luz a través de pequeñas ventanas en el techo inclinado. Decenas de viejos marcos de cama estaban contra una pared y había cajones de madera por todas partes. Dos enormes chimeneas de ladrillo se asentaban en la habitación desde el piso al techo. Yo olía bolas de naftalina, cedro y pasto. Motas de polvo cubrían la zona de marcha, y me metí a través del sucio laberinto en busca de cualquier pista de por qué el hombre del traje marrón me trajo aquí. Hablando de eso, ¿dónde estaba?

Sólo que no era un espejo. Era una pintura apoyada contra la pared del fondo, con una sábana blanca enrollada alrededor de su base. Y la mujer en la pintura se veía exactamente como yo. Llevaba un vestido azul francés con pequeños botones en el frente y un corpiño encorsetado: el vestido que había usado durante mi primer flashback en el campus. Se veía un poco más viejo, más fuerte y más confidente, sus rasgos

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Me volví en círculos en la habitación, pero él había desaparecido. Y fue entonces cuando me vi a mí misma en el espejo.

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eran más nítidos y sus ojos acerados y divertidos. Su cabello parecía más oscuro, también. Supongo que no tenían más iluminación de fondo en el siglo XVIII. Durante un largo momento, me quedé perpleja. Mi cerebro no podía dar sentido a esto: una imagen de mí, bueno, no yo, sino alguien que se veía exactamente igual que yo, en el ático de una escuela preparatoria en Massachusetts. Me arrodillé ante la pintura y encontré una placa adherida a la parte inferior del marco de oro. “Emma Vaile, 1773-1801”. Di un grito ahogado y me tambaleé hacia atrás y caí sobre una de las cunas viejas. Una nube de polvo sopló a mí alrededor. ¿Qué estaba haciendo mi nombre en ese cuadro? ¿Era todo esto un engaño? Sí. Alguien me había drogado así que tenía retrocesos psicóticos en los recuerdos de personas muertas y veía gente imaginaria flotando por todas partes. Claro, yo era tan importante que había una conspiración contra mí. Lo quería. Porque yo sabía la respuesta más lógica. Nadie estaba tratando de volverme loca. Yo ya estaba loca. No había fijado mi locura en los niños del hospital psiquiátrico, ellos simplemente la impulsaron por debajo de la superficie. ―No ―dije―. No. No creía eso. Yo sabía lo que realmente creía, lo que siempre había sospechado y, finalmente, sentí en mi corazón que era verdad.

Me limpié el polvo de la cara y me empujé por la puerta, luego caí por las escaleras y hui por el oscuro pasillo, que era mucho más aterrador, sin el hombre de traje marrón-que-brilla-en-la-oscuridad. Me detuve en la puerta con el cerrojo, imaginándome a mí misma atrapada en esta pesadilla.

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Y, de repente, también sabía que tenía que salir de aquí. Ahora. Antes de que mi mente hiciera combustión de forma espontánea. Porque si bien yo había estado diciéndome a mi misma que podía ver a los fantasmas, no lo había creído. Todavía esperaba una explicación lógica.

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Sin embargo, el perno se movió con facilidad, y me apreté desde atrás del mapa y contuve el aliento. Di un paso atrás en la sala, y un minuto después choqué con la espalda de Coby. ―¡Hey! ―Me lanzó una sonrisa rápida―. Ahí estás. Abrí la boca, pero no salió nada. ―Te estaba buscando ―dijo―. La enfermera dijo que nunca te presentaste. ―Oh. No, me sentí…mejor. ―¿Es por eso que te has saltado esgrima? ―preguntó―. ¿Entonces sigues sintiéndote mejor? Su normalidad absoluta me tranquilizaba. ―¿Me estás llamando cobarde? ―Bueno, no eres, obviamente, una misofóbica. ―¿Qué quieres…? ―Miré hacia abajo y me encontré cubierta de motas de polvo. Suspiré―. ¿Alguna vez has tenido la sensación de que quizá no eres lo que siempre pensaste que eras? ―Emma, ¿estás segura que estás bien? ―Me miró con tanta preocupación que sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas. ―Um. ―Parpadeé un par de veces―. Podría haberme pasado de nuevo. ―Eso no es bueno. ―Tal vez realmente es un tumor cerebral. ―Empecé a reír, un poco histéricamente―. Eso sería genial. Realmente apostaría por un tumor ahora. ―Emma ―dijo Coby―. Debes ver a mi papá. Dejé de reír.

Él no lo dudó. No se quejó de faltar a clase. No se preocupó de salir de la escuela o el almuerzo. Me acompañó a casa y ni siquiera hablamos en el camino, sólo quería estar a solas con mis pensamientos. Nos detuvimos en la puerta. ―No me hagas desear llamar a mi papá ―me dijo―. Si estas en serios problemas…

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―¿Crees qué…? ―Lo miré: sólido, hermoso, de buen corazón Coby―. ¿Crees que podrías llevarme a casa?

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―Estoy bien ―le dije―. Te lo juro. ―¿Estás sola aquí? ―Bennett estará en casa pronto. Me mostró una sonrisa torcida. ―Qué manera de tranquilizarme. ―¿Qué? ―Nada. Cuídate. ―Lo haré. Ahora ve…vas a llegar tarde a récord de asistencia perfecta, también.

clase. Apuesto a que tienes un

Sus mejillas se sonrojaron. Era adorable. ―¡Ve! ―le dije. ―Te llamaré más tarde.

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Se dio la vuelta y corrió de regreso a la escuela, la chaqueta del uniforme ondeaba en el viento.

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Capitulo 13 Traducido por Oihana Corregido por lavi

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ui directo al salón de baile, como si fuera arrastrada por alguna fuerza magnética. No se sentía muy diferente a llegar a la oficina del decano ya que mis pies me llevaban de manera inconsciente. Dejé mis libros sobre el gran piano y me senté en el banco, comenzando a pasar mis dedos por las teclas, tocando una simple melodía de Mendelssohn que aprendí hace mucho tiempo en clases de piano. Mientras la última nota se desvanecía, vi a un hombre de pie justo delante de las puertas francesas. No me asustó a pesar de su autoritaria presencia. Llevaba un uniforme azul, el cabello oscuro y despeinado, un bigote cuidadosamente cepillado y un sable en la cadera. Comenzó a caminar dando zancadas hacia delante, como si el lugar le perteneciera, al tiempo que me perforaba con sus oscuros ojos. Finalmente comprendí a qué se referían en los libros antiguos cuando escribían acerca de un Libertino: era un gallardo seductor, un ángel caído. Se detuvo al llegar al gran piano, mirándome con el ceño fruncido. Nos quedamos mirándonos directamente a los ojos durante un largo tiempo, ambos como cuadros inmóviles junto al piano. Al cabo de un tiempo, asintió secamente. —Me satisface tener tu visto bueno —dije y di unas palmaditas indicándole que se sentase a mi lado. Ignorándome, hojeó unas cuantas partituras y al llegar a una de ellas se volvió hacia mí para que yo la tocara. —Oh, no toco el piano —le dije. Frunció el ceño y señaló las partituras nuevamente.

Se estiró y comenzó a caminar hacia las puertas francesas claramente disgustado. —¡Espera! —dije—. ¡No entiendo lo que quieres! ¡No te vayas! Después de un momento se giró con una fría exactitud. —Eres un fantasma ¿verdad? —pregunté—. Veo fantasmas.

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—No, realmente no lo hago, sólo conozco esa única melodía.

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Había un rastro de tristeza en su mirada e inclinó la cabeza. —Bueno, encantada de conocerte. —Miré por la ventana las copas de los árboles—. Quiero decir, no es como si quisiera ver fantasmas, pero es mejor que volverse loca ¿no te parece? Excepto que es más o menos la misma cosa. —Volví a mirarle—. ¿Estoy loca? ¿Está todo en mi cabeza? La insinuación de una sonrisa apareció en su severo rostro al tiempo que movía la cabeza. —Le estoy preguntando a un Libertino imaginario si estoy loca —dije—. Creo que esa es la definición. —Golpeé unas cuantas teclas del piano—. Sólo desearía, desearía que no todos me hubiesen dejado. Mi hermano, mi madre y mi padre. Desearía que se hubiesen preocupado lo suficiente como para quedarse y desearía tener a alguien a quien contarle todo esto, alguien en quien confiar, pero no tengo a nadie. No puedo contárselo a mis amigos ni a Bennett. —Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos—. Estoy completamente sola. Cruzó toda la sala de baile y se arrodilló a mi lado, como un hombre que propone matrimonio. Su cara parecía fuerte y muy triste. Puso una mano sobre el corazón y encorvó la cabeza en un gesto inequívoco: se estaba comprometiendo conmigo. —Gracias. Giré parpadeando para contener las lágrimas al ver su amabilidad. Un completo extraño, un fantasma me ofrecía el apoyo que tanto necesitaba. Era maravilloso y terrorífico al mismo tiempo. Cuando finalmente me di la vuelta, había desaparecido. Tragué saliva. Fantasmas, veo fantasmas. El hombre con el traje marrón, el gallardo y trágico Libertino, la mujer de la máscara de la muerte. Y la otra Emma Vaile, cuya vida viví desde dentro: su beso robado en el cenador y su precioso vestido azul con el sofocante corsé.

Durante un largo rato estuve sentada tonteando con las teclas del piano hasta que me levanté. Sería mejor que superase esto. Comencé a caminar hacia la cocina para encontrarme con quien fuese o lo que sea que fuese que cocinaba las comidas y alumbraba el fuego. Pero cuando me dirigí hacia la puerta me di cuenta de que aquellos a los que iba a buscar habían venido a mí. Tres de ellos de pie en línea recta frente a la puerta, como si esperasen mi inspección. Un hombre, una mujer y un niño.

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Fantasmas.

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Caminé hacia delante cautelosamente. Un mechón de pelo blanco se levantaba encima del rostro rojizo del hombre y tenía un curvado bigote de considerables proporciones. Llevaba un gorro blanco de chef y lo sostenía en las manos. A su lado estaba parada una coqueta pelirroja en un vestido negro y blanco delantal, con una pequeña cofia puesta con broches en su hermoso y abundante cabello. Reconocí el pelo de aquella mañana temprano en mi habitación, cuando avivó el fuego. También conocía al chico, el niño con las canicas de arcilla y el tirachinas, vestido básicamente como Oliver Twist, con rostro pálido y traviesos ojos. Francamente vistos a la luz del día todos parecían piezas de bajo presupuesto del Teatro Masterpiece. Me quedé mirándoles uno a uno, una y otra vez mientras ellos permanecían allí, con la mirada baja. Claramente querían algo de mí pero no sabía qué. —Gracias —dije finalmente. El chico alzó la cabeza, me sonrió, la sirvienta le dio un codazo suavemente y él volvió a bajar la mirada a la remendada gorra que retorcía en sus manos, luego sacó la lengua. Por alguna razón, eso me dio el coraje para continuar. —Estuvieron ahí cuando nadie más lo estaba. —Miré al cocinero—. Tú eres el que me prepara la cena y los sándwiches para clase ¿verdad? No sé qué le echas a las galletas pero tiene que ser ilegal. —Al ver la expresión de su cara añadí: —¡Es un cumplido! El chef se encorvó ligeramente, con una radiante sonrisa bajo su bigote. —Sacar mi ropa cada mañana y limpiar mi habitación —dije a la mujer—. Has hecho que me sintiese como en casa, gracias. —Miré al chico—. ¡Y tú! Ni siquiera sé qué haces ¿barres las chimeneas?

—¡Oh! ¿Arreglas la caldera? —El niño asintió tímidamente—. Entonces eres mi héroe, gracias. Soy nueva con todo esto y… —Me detuve, dándome cuenta de mi reflejo en la ventana, sola en un vacío salón de baile—. Oh, madre mía, pasaré un largo tiempo en una habitación acolchada. Mis pasos resonaban mientras cruzaba el salón hacia la ventana. Quizás los fantasmas no aparecían en el reflejo pero yo sí lo hacía y no había nada que me confundiese más que mí misma, nada que me alarmase más. Veía fantasmas. Todos los días aquí, en Echo Point los veía fácilmente y de forma más clara. Los inofensivos, los serviciales como el hombre con el traje marrón, la sirvienta,

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Una sonrisa floreció en su rostro e hizo una mímica.

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el chef y el golfillo. Y el resto. La amenazante figura trenzada con las cenizas funerarias, las susurrantes sombras en el pueblo que habían sufrido de hambre y se deslizaban hacia mí con malicia. Neossss. El hombre en el escaparate, quien me había cortado hacía tantos años. Me giré hacia la habitación y los tres fantasmas habían desaparecido de forma muy discreta dejándome sola con mis sentimientos. Como buenos sirvientes, estaban entrenados para permanecer en el fondo. Agarré mi mochila del piano y me dirigí hacia la puerta principal, necesitaba salir de allí. Me detuve en el pasillo, otro fantasma estaba de pie frente a las escaleras, rodeada por antiguos equipajes, un viejo baúl de viaje y una gran bolsa de terciopelo. Parecía Mary Poppins con una blanca y arrugada camisa que se asomaba por debajo de la estilizada chaqueta negra que trajo a mi mente la palabra bombasí. Su pelo gris metalizado estaba recogido en un suave estilo francés. Su rostro llamó mi atención porque su expresión era tan dulce y amable que sentía ganas de tirarme a sus brazos para un reconfortante abrazo, aunque probablemente pasaría a través de su forma fantasmal y chocaría contra la pared, así que simplemente sonreí. —Encantada de conocerte. —Tú debes ser Emma —dijo cálidamente—. Estoy muy contenta de… —¡Hablas! —chillé. —Uno de mis múltiples talentos —rió. Incluso tenía el acento de Mary Poppins en su ligero toque inglés. —¿En serio? ¿Qué más puedes hacer? —Bueno, veamos querida, puedo dar mimos, hacer rabiar, dirigir y aconsejar y lamento decirte que también cotillear. —Sus ojos brillaron al mirarme—. He realizado tareas domésticas y he criado niños, aunque nunca los míos propios.

—Para ti —continuó—, dirigiré al personal e incluso quizás te enseñe unas cuantas cosas y realmente espero, y deseo, poder ser tu amiga en estos momentos difíciles. —¿Quién, quién eres? —Soy Martha —dijo—. ¿No te ha dicho Bennett que iba a venir? —¡Oh! Oh, lo ha hecho, pero no me ha dicho…

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La miré con ojos desorbitados, sorprendida de ver un fantasma capaz de hablar.

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—Bueno, está distraído últimamente, pobre muchacho. —Se podía ver la preocupación en sus ojos—. Continúa de luto por su pérdida y… —¡Espera! —dije—. Eres real. —¿Cómo dices? —preguntó ella. —No eres un fan… quiero decir que estás realmente aquí, por fin. —Pellizqué su brazo y sí, era de carne y hueso—. Estoy encantada de conocerte. Ella me inspeccionó y detrás de su dulce rostro pude descubrir una afilada inteligencia. —Siento que te debo una disculpa —dijo—. En cualquier caso, lamento haber llegado tan tarde, en casa todo me hace sentir confundida y desorientada. No tenía ni idea de lo que eso significaba. —Bueno, ahora que estás aquí, ¿puedo echarte una mano con las bolsas? —Tranquila, Nicholas lo hará. —¿Nicholas? —pregunté—. ¿Quién es…? Pero ahí estaba el pilluelo llevando su equipaje escaleras arriba, su espalda encorvada con el peso y sonriendo felizmente. —Oh —dije—. Um. —Seguramente has conocido al personal, ¿verdad? —me preguntó Martha. —Umm. —Volví a repetir, ¿también los veía ella? ¿Así que el pilluelo no era un fantasma? —Mejor con un lacayo, por supuesto, pero los Stern prefieren poco personal. — Señaló hacia la cocina—. Bueno, lo preferían cuando estaban en la casa. —¿Se han ido los Stern? Quiero decir, ¿para bien?

—¿Qué ha pasado? Suspiró y dio vueltas con las bolsitas de té y la miel. —Nada bueno, me temo. Hace unos meses… La puerta principal se abrió de golpe y Bennett dijo:

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—Para el futuro inmediato —dijo llenando la tetera con agua—. Toda la familia está en shock.

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—¿Martha? Una cálida sonrisa nació en su rostro —¡En la cocina! Un segundo más tarde entró y sin tan siquiera mirarme le dio a Martha un fiero abrazo. —Estás preciosa —dijo. —Estoy igual que siempre —replicó ella dando un paso hacia atrás y mirándolo—. Tú estás pálido y exhausto… y demasiado delgado. —Se giró hacia mí—. ¿No come? Por algún motivo el placer que él sentía al ver a Martha y su claro afecto hacia ella me hicieron poner malhumorada o bueno, quizás celosa o quizás… bueno, está bien, estaba celosa. No del afecto ni nada parecido, sino de sus sonrisas y sus compartidas historias. Me sentí como la intrusa que era, como si no conociese a Bennett tan bien como ella lo hacía. —Es demasiado gruñón como para comer —dije. —¿Gruñón? ¿Mi más dulce niño? Bennett me miró y una sonrisa apareció en sus ojos —Si saca las fotos de cuando era niño, te lo ruego, corre. Me negué a parecer encantada —Todavía necesitamos hablar. —No he visto a Martha en dos meses Emma, yo… —Bennett —interrumpió ella—. No voy a irme a ninguna parte Él suspiró mientras me dirigía la mirada

Bennett y yo dimos un paseo por el ahora estéril jardín de rosas, hacia el rojo zumaque y el arce japonés. —Así que —dijo—. Te escucho. Esto era todo, el momento en el que le contaba todos mis secretos para que luego él llamase a los hombres de bata blanca. Pero no me importaba, no podía guardar esto para mí durante más tiempo. Respiré profundamente.

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—El día está templando, vayamos al jardín.

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—¿Emma? —Lo sé —dije, y continué caminando—. Voy a decírtelo. —Bien. —Aquí va. —Me detuve en medio de una hilera de rosas marchitas—. Bueno. —¿Bueno? —¡Veo fantasmas! —solté. Él asintió —Sí, me lo dijiste. No era la reacción que esperaba. —No, no lo hice, ¿cuándo? —Tú ves cosas —dijo en un tono aburrido—. Cosas imaginarias, visiones. Bueno, dije eso pero no esperaba que él fuese a creerme. —No, realmente veo fantasmas, quiero decir espíritus de los muertos. Caminando alrededor, vestidos con ropa de época. —Tomé un profundo respiro—. Pensé que estaba volviéndome loca, estaba muy asustada y… no puedo creerlo, pero saber que son fantasmas es un alivio porque no estoy loca, realmente los veo. Me miró de forma especulativa. —Bueno, realmente los ves. ¿Algo más? —¿Quieres más? —Lo quiero todo —dijo.

—Está bien —dije—. Sujeta bien tu camisa de fuerza. —Y le dije todo lo de las cenizas y las máscaras de los muertos—. Y desde que he venido a Echo Point los veo más y más, y estoy… no lo sé, reviviendo recuerdos de vidas anteriores Frunció el ceño al escuchar la última parte. —Hmm.

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Giramos al final de la fila, hacia un brillante lugar repleto de zumaques.

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—¿Hmm? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? —¿Podría actuar de forma normal por una vez? ¿Por qué no estaba intentando calmarme u ofreciéndome ayuda? Uno de nosotros necesitaba ser racional y desde luego no iba a ser yo. —Bien, no entiendo las sombras y las cenizas, eso no es posible pero supongo que todavía estás aprendiendo cómo… No podía soportarlo más y grité: —¡Basta! ¡Veo fantasmas Bennett! Deja de seguirme la corriente. —Realmente no lo sabes, ¿verdad? —Había una expresión de incredulidad en su rostro—. No puedo creer que no te lo dijeran. Pensé que estabas jugando, haciendo que no lo sabías, guardándome secretos y… —¿Qué? ¿Qué es lo que crees que debo saber? —Emma, lo siento. —Puso la mano en mi brazo—. Comencemos por el principio ¿por qué crees que ves fantasmas? —¿Porque la casa está encantada? —Mmm. ¿Les tienes miedo? —Oh, sí, son fantasmas. —¿Cuánto miedo? —Bueno, estoy aterrorizada porque creo estar perdiendo la cabeza, pero ¿los fantasmas de ahora? El hombre con el traje marrón, los sirvientes… no, no me dan miedo. —Todo daba vueltas en mi mente—. ¿Cómo no voy a tener miedo de los fantasmas? Son tan tenebrosos y macabros ¿no? Y Bennett, ¿por qué te estás tomando esto seriamente? —Eres una ghostkeeper Emma. —Sí, y tú un burro. Me sorprendió con una carcajada.

―No es divertido, necesito tu ayuda. No puedo concentrarme en el colegio, estoy teniendo flashbacks. No quiero volver al Poof. —¿El Poof?

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—No, en serio, eres una ghostkeeper.

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Caminamos hacia el banco que había al lado de un cenador y estuvimos en silencio durante un tiempo. Entonces le conté lo de estar en una institución mental, le conté lo del elefante de peluche y las paletas de limón. Y la pesada vaguedad en mi mente, viendo el mundo a través de una película sucia, con todos los colores y la iluminación apagados. —Oh, Emma —dijo, su voz tan horrorizada que me encontré secándome las lágrimas—. ¿Cómo pudieron hacerte algo así? Me encogí de hombros. —No lo sabían, temían que pudiese lastimarme. —Me froté distraídamente la cicatriz que el hombre del cuchillo me había hecho. —No, hay algo que no está bien, nos estamos perdiendo una pieza del rompecabezas.

Martha salió del jardín de rosas, trayendo una bandeja de sándwiches y té helado. De repente me sentí triste, en silencio mientras disponía la comida a nuestro lado. Bennett pareció comprender y simplemente le sonrió y le dio las gracias. —A veces —le murmuró a Bennett—, sólo necesitamos saber que no estamos solos. Miré a Bennett cuando ella se retiró. —¿Qué ha querido decir? —Quiere que te hable de mí. —¿De ti? ¿Sobre qué? —También veo fantasmas Emma —dijo—. Soy un ghostkeeper. —¿Por qué no paras de decir eso? Ghostkeeper. Es ridículo.

—¿Estabas ghostkeeping? —Apenas podía decirlo sin reírme. Asintió —Sentí algo, algo no bueno. —Probablemente serían esas urnas funerarias.

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—¿Recuerdas cuando me pillaste en la oficina de tu padre y pensaste que estaba haciendo tai chi?

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—Te lo juro Emma, esto es real, —Bueno —dije—. Demuéstralo. Sonrió.

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—Me encantaría hacerlo.

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Capitulo 14 Traducido por Oihana Corregido por lavi

C

rucé los brazos y esperé expectante. Tenía la impresión de que en cualquier instante comenzaría a reír y llamaría al manicomio.

—Ven aquí. —Bennett cogió mi mano y me arrastró hasta la mitad del jardín—. Bien, ahora, cierra los ojos. —Esto es absurdo —dije, pero hice lo que me pidió. Las hojas caídas crujían bajo mis pies, olía la tierra húmeda y sentía la brisa en mi rostro. Sujetando su mano, no quería que el momento acabase. Así que él me soltó inmediatamente. —¿Puedes sentirlo? —Ya no —dije. —¿Qué? —No importa, ¿qué debería sentir? —Has sentido esto antes —susurró, haciéndome cosquillas en la piel—. Naciste con un don, no solo ves fantasmas, tú los llamas. —¿Cómo? No sé cómo se supone que… —Entonces un cosquilleo recorrió mi espalda, expandiéndose por mis brazos, y, como unos sutiles hilos, se extendió por el jardín.

Era muy difícil de explicar pero podía sentir la presencia de fantasmas en el jardín junto a nosotros, como cuando sabes que alguien ha entrado en una habitación detrás de ti. Todo lo que tenía que hacer era visualizarlos en la mente y convertir sus sombras en figuras completamente formadas. —Eres buena —dijo con respeto en la voz—. Abre los ojos.

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—Están aquí —dije.

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Lo hice y me estaba sonriendo. Cuando logré apartar los ojos de su sonrisa, vi los fantasmas. Eran tal y como los veía en mi mente: una mujer y un niño junto al muro, vestidos con ropa del siglo diecinueve. —Descríbemelos —dije para saber que él también los veía. —Ella es una mujer sencilla con cabello castaño y pecas, vestida con un vestido verde y con… ¿cómo se llama eso? ¿La cosa negra? —Un polisón. —Y aquel es probablemente su hijo, que lleva una chaqueta azul y calzones. Le faltan algunos dientes de leche. Ambos parecen sacados de una película de la época victoriana de los años cincuenta. Los fantasmas siempre tienen aspecto de vestir trajes malos, nadie sabe el motivo. Me quedé mirándoles sobrecogida. —¿Qué quieren? —Nada —dijo Bennett—. Tú los has llamado y han venido. Cada ghostkeeper tiene un don, tú puedes convocarlos. Yo puedo sentir que están aquí, pero a no ser que ellos aparezcan por sí solos o que otro ghostkeeper los convoque, no puedo verlos. Echo Point es su nexo y tus poderes están volviendo. —¿Cuál es tu poder? Él dudó. —No puedo convocarlos, es por eso que necesito que tú lo hagas, yo sólo puedo hacer que se desvanezcan. —Como en la oficina de mi padre, el tai chi. —Sí, pensé que te estabas haciendo la tonta, no sabía que… —¿Que realmente lo era? —Bueno… —No se molestó en negarlo.

—Los devuelvo a su forma mortal. La brisa se volvió más fría y barrió las hojas por el jardín mientras los fantasmas victorianos comenzaban a moverse e inquietarse. —¿Qué están haciendo? —pregunté. —Me tienen miedo —dijo Bennett—. Saben lo que puedo hacer.

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—Haces que se desvanezcan, ¿qué significa eso?

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En vez de mirar a los fantasmas, lo miré. ¿Qué era aquella expresión en su rostro? ¿Vergüenza? ¿Placer? ¿Qué quería decir con que podía devolverlos a su forma mortal? ¿Podía matar fantasmas? La tensión de mi pecho comenzó a aflojarse. —Se marchan —le dije—. ¿Pueden hacer eso? —A no ser que les obligues a quedarse, lo que no puedes hacer. Ese es otro don. —Bueno —dije—. Así que en vez de ser una loca que cree que puede ver fantasmas… —Eres una loca que ve fantasmas —dijo con una sonrisa y después de forma más suave—. Y tienes mucho que aprender. —Esto no puede estar pasando —dije—. No puedo asimilarlo —Cuéntame más acerca de esas cosas oscuras. Y el sentirse como que estas reviviendo una vida pasada. —No —negué con la cabeza—. No puedo más con esto. No ahora. Dio un paso delante de mí y esperé a que discutiese conmigo, que me regañase o que me dijese que madurara. En vez de eso, me dio una rosa color melocotón, la última de la temporada, y me la puso en el ojal de mi chaqueta de la escuela. Después parpadeó y miró hacia donde venía Martha. —Parece agotada —dijo Martha—. Pobre niña. —No lo sabía Martha —dijo él—. ¿Cómo no podía saberlo? —Hola, estoy aquí. —Estaban hablando de mí como si no estuviese delante de ellos.

Martha pasó un brazo maternal sobre mis hombros y me condujo hacia la casa. Olía a limones frescos mientras subíamos las escaleras y me murmuraba cosas reconfortantes. Cuando pasamos a la sirvienta pelirroja en el pasillo, nos hizo una reverencia a ambas. —Tú también los ves —dije. —Sí —respondió. En el interior del cuarto de baño, un baño caliente con burbujas me esperaba. Por doquier

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—Bien, claro que lo estás querida.

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—Has tenido un día muy largo —me dijo Martha—. Unas semanas muy largas, pero no estarás sola más.

Me metí en la bañera llena de burbujas y dejé que mis problemas se esfumasen. De vuelta en mi habitación, encontré la cama abierta y un plato de Wedgwood18 al lado de la mesita. El diseño del pájaro oriental estaba cubierto de uvas y pequeños sándwiches de pepinillo para el té y berros. Me los zampé. Estaban deliciosos. Luego caí en un sueño reconfortante. Al despertar, después de no haber soñado, el cielo que se veía por mi ventana era gris y había fuego en la chimenea. Me pregunté si el pequeño pilluelo de fantasma lo habría encendido para mí. Mis vaqueros ajustados favoritos y un jersey azul claro de cachemir que era de mi madre estaban colocados en el vestidor. Cómodos y reconfortantes, exactamente lo que necesitaba aunque no estaba segura de si tenía que agradecérselo a Martha o a la sirvienta fantasma. Llamaron a la puerta mientras estaba terminando de vestirme. Martha me dijo que bajara para encontrarme con Coby, que estaba esperándome en el vestíbulo. Bajamos juntas las escaleras y le pregunté: —¿Me has preparado tú la ropa? —No, eso es una de las tareas de Celeste. —¿La sirvienta fantasma? ¿Pueden hacer cosas? —Bueno, claro que podían, como encender fuego y cocinar. Negué con la cabeza. —Las cosas psíquicas son un poco… complicadas. Mucho de ellos depende de cómo y cuándo fallecieron o el motivo por el cual están aquí, y por supuesto, un nexo como el de Echo Point, y esta casa añade nuevos factores. —Bueno, eso está claro.

—Me temo que has entrado a un mundo con más preguntas que respuestas. —¿Qué pasa con las cosas malas?

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Wedgwood: empresa de cerámica.

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Ella sonrió

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—Hay tiempo para preocuparse por ello más tarde —dijo dando por acabado el tema. Y como Coby estaba esperándonos al final de las escaleras, no puede presionarla por más. —Hey —dije sonriendo al verlo. —¿Cómo te encuentras? —preguntó. Había cambiado su uniforme por una camiseta y unos vaqueros, y de los hombros le colgaba una bolsa de mensajero. —Umm. —¿Cómo explicarlo? —Hay té en la cocina —dijo Martha—. Estaré en mi estudio. Vi como desaparecía y me giré hacia Coby. —¿Actualmente bebes té? Él sonrió —Soy conocido por beber mucho. —Está bien, entonces volvámonos locos.

En la cocina había un juego completo de tetera repleta de agua caliente y una bandeja con tazas, variadas bolsitas de té y algunas galletitas pálidas de mantequilla que tenían una pinta estupenda. Me pregunté si las habría dispuesto Martha o uno de los fantasmas. Esperaba que hubiese sido Martha porque no estaba segura de que podría controlarme si apareciese un fantasma en cualquier momento. Eché un vistazo furtivamente alrededor y Coby preguntó: —¿Pasa algo? —¡No! —¿Te pongo nerviosa?

—Normal y real. —Sorbió su té—. Una chica con bajas expectativas. —Créeme —le dije sentándome a su lado en el rincón del desayuno—. No es tan fácil como suena.

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Sonreí.

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Después comenzamos a intentar superarnos el uno al otro con historias sobre gente rara que conocíamos. Le mencioné a la chica que dibujaba telarañas en su cara pero él me ganó con la historia de un chico que llevaba guantes quirúrgicos a clase. Me imaginé que ver fantasmas superaría al chico que se cambiaba los guantes de látex después de cada clase pero antes de que pudiese contárselo abrió su bolsa. —Te he traído los deberes, ¿quieres que hagamos trigonometría juntos? ¿Lo ves? Normal y real. —Me encantaría —dije. El cielo se oscureció mientras acabábamos los deberes y Coby recogió sus cosas. —Será mejor que me vaya, mi madre es muy rigurosa sobre las comidas en familia. —Eso suena bien —le dije con algo de nostalgia mientras caminábamos por el pasillo. —Oh, lo había olvidado… lo de tu familia… no quise decir… —No te disculpes —le dije en la puerta principal—. Mi familia no es culpa tuya. —No le había explicado nada sobre mi familia ni sobre el hecho de que Max estuviese desaparecido, pero sabía que Bennett era mi guardián, así que era obvio que no tenía la feliz vida familiar que él tenía. —Gracias Coby, hoy necesitaba un amigo. Subí las escaleras para acabar los deberes que él me había traído y fue un alivio enterrarme en esa asignación y no pensar en Bennett, Martha o en lo llamado ghostkeeping. Una hora más tarde Martha volvía a estar en mi puerta, esta vez llamándome para ir a cenar. La seguí escaleras abajo, mi cabeza llena de preguntas sin contestar. —Umm, no pretendo ser grosera pero, ¿quién eres tú exactamente? —pregunté.

—Era la que cuidaba a Bennett, y a su hermana antes que a él. Entonces Olivia se mudó a California y Bennett comenzó la universidad. Pero siempre me he quedado con los Stern entre trabajos, trabajando como ama de llaves temporal. —¿Sus padres viven en Francia?

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Sonrió amablemente

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—Mm, desde… bueno, los Stern siempre han viajado mucho, como tus padres. —¿Conoces a mis padres? —De pasada sí, somos una pequeña comunidad. ¿Se estaría refiriendo a la comunidad de antigüedades? Los padres de Bennett habían hecho algún negocio con los míos, cosas para el museo. —Y Martha es una gran cotilla —dijo Bennett afectuosamente desde la parte baja de las escaleras. Llevaba puesta una camisa blanca, vaqueros y unos zapatos de ante marrón. Con su despeinado cabello y su facilidad para confiar en sí mismo me recordó al Libertino del salón de baile, sólo que más joven y en versión más feliz. —La cena está lista —dijo Bennett. Incluso en casimir, sentía que no iba lo suficientemente arreglada siguiendo a Bennett y a Martha al comedor, probablemente porque estaba descalza y quizás porque la mesa ahora se jactaba de una pieza central con nuevas flores y de un severo candelabro lleno de velas de cera de abejas. Evidentemente había estado comiendo con la vajilla china de plata de diario ya que esta noche todo era mucho más recargado. Casi vuelvo a ponerme en mi acostumbrado sitio presidiendo la mesa pero Bennett retiró la silla que había frente a Martha y me hizo sentar ahí. —Había olvidado la maravillosa colección de vajilla que tiene Celeste —dijo Martha. —Así que tú también eres una ghostkeeper —dije, al fin y al cabo tenía sentido—. ¿Del tipo que los convoca? —Martha es una compeller19—me dijo Bennett. —¿Compeller? ¿Qué es eso? —¿Negocios en la mesa de cenar Bennett? —dijo Martha represivamente.

Sonreí mientras me colocaba la servilleta en el regazo, luego vi a Celeste y al niño fantasma, Nicholas, llegar haciendo sonar los platos. Celeste nos sirvió

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Compeller: imponente.

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—Lo siento —dijo él echándome una mirada.

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pájaros asados, algo así como miniaturas de pavos con patatas hervidas y salsa. —El cocinero —dije—. ¿Él es francés? —Anatole, sí, él y Celeste lo son —dijo Martha—. Él no es exactamente, bueno… au courant3 con sus recetas. Perdí veinte libras cuando dejé este trabajo. —Está bien —dije sin querer herir sus sentimientos, porque podría estar merodeando por cualquier parte. —Todo está delicioso. Al tiempo que Nicholas ponía los guisantes en la mesa, corté mi pavo e inadvertidamente le golpee con el codo. Me asusté al notar el contacto. —¿Qué pasa? —preguntó Bennett, sus ojos brillantes de preocupación. —Le he… ¡le he sentido! Parecía grosero volver a golpearle, así que le ofrecí la mano a Nicholas. Sonrió, me cogió la mano y la apretó un poquito. Su piel era fría y mi mano parecía de un color rosa brillante en comparación con su palidez. Es algo que no notarías a la luz del sol pero con la luz de las velas parecía realmente débil, él y Celeste, ambos. Me pregunté si podrían brillar como el hombre del traje marrón lo había hecho cuando necesité luz en el oscuro pasillo. La mano que agarraba a Nicholas comenzó a hormiguear y a dolerme. Cuando me la soltó, mis dedos estaban pálidos. —Eso es lo que sucede —dijo Bennett mirándome—. No podemos tocarlos durante mucho tiempo, los ghostkeepers no pueden.

—Nicholas —dijo Bennett y miró al chico. Éste correteó y colocó sus manos alrededor de las de Bennett. Cuando las retiró, puso los dedos a la luz del candelabro y apenas estaban pálidas aunque había sostenido las manos del chico por mucho más tiempo que yo. —Pero eso significa… —dije. —Ghostkeeping es algo que viene de lejos en mi familia —me contó Bennett—. He disipado fantasmas que se habían quedado colgados aquí durante mucho

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—Y cuanto más poderoso es el ghostkeeper —dijo Martha—, más marcado es el efecto. He visto manos que no han vuelto nunca a ser las mismas, como si se hubiesen congelado.

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tiempo, fantasmas que se habían mezclado con cosas poco saludables. No es que tenga poco poder. Volví a mirar mi propia mano y un sentimiento inestable volvió a mi estómago. Significaba que era más poderosa que Bennett, ¿cómo era eso posible? No sabía prácticamente nada sobre ghostkeeping. Martha debió notar mi disconformidad. —Llamé a la escuela y les expliqué que estabas enferma —me dijo—. Ha sido realmente encantado que ese chico, Coby, viniese a traerte los deberes. Parece que te tiene cariño Emma. Gracias Martha, ahora Bennett va a creer que estoy liada con Coby. —No somos… quiero decir, sólo hemos estado juntos. —A veces una simplemente lo sabe —dijo Martha. —Sí. —Me rehusé a mirar a Bennett—. A veces, simplemente lo sabes. Completamente desinteresado Bennett dijo: —¿Me pasas los guisantes? Me muero de hambre. Dejamos de hablar de fantasmas hasta el postre. Ayudó que Celeste y Nicholas se desmaterializaran silenciosamente después de servirnos todo. Su abrupta desaparición no pareció perturbar a Martha o a Bennett pero no estaba segura de cómo iba a acostumbrarme yo a aquello. El propio Anatole trajo consigo el postre, altas copas estriadas llenas de una pálida espuma. —¿Es batido de vainilla? —pregunté—. ¡Adoro los batidos! Anatole frunció el entrecejo y sus rojas mejillas se hicieron más brillantes. —¿Yogurt? Anatole movía su bigote ferozmente. Oh, dios.

—¡Syllabub! Claro, adoro el Syllabub. —El cual, a pesar del hecho de que nunca antes había oído sobre eso, era cierto. Aparentemente consistía en crema, zumo de limón, azúcar y… brandy, mucho brandy. Cuando hube terminado, chupé mi cuchara y reí tontamente. Quizás por lo del manicomio, pero no había experimentado mucho con las drogas o el alcohol, temía perder el control de mí misma, así que el descubrimiento de que Bennett, Martha y yo éramos un secreto sector de ghostkeepers, combinado con un entero vaso de brandy, me noqueó.

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—Es Syllabub cielo —dijo Martha.

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—Llamaré Syllabub a mi primer hijo —anuncié, aunque casi digo Syllabub Stern, pero me las arreglé para contenerme—. O Rex, si es un chico. —Oh querida —dijo Martha—. Me había olvidado del brandy. Volví a sonreír. Bennett frunció el ceño al mirar su vaso. —¿Es el postre? —dijo con incredulidad. —Bueno, discúlpame universitario —dije—. No trago cerveza en las fiestas de toga cada fin de semana. —Exacto, esa es la forma en la que paso mis fines de semana. —Eres demasiado gruñón para ir a fiestas griegas —le informé—. Catapultam habeo. ¡Caput tuum saxum immane mittam!20 —Sentio aliquos togatos contra me conspirare21 —dijo Bennett. Suspiré por su perfecta pronunciación. ¿Todo esto y también latín? Syllabub Stern sonaba estupendo. —Bennett, ten un poco de compasión —dijo Martha suspirando—. Llévatela a dar un paseo.

20 21

Tengo una catapulta, lanzaré una enorme roca a tu cabeza. Creo que la gente que lleva togas conspira contra mí.

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Se levantó y me sacó de la silla. Me aferré a él gustosamente, el brandy removía mis inhibiciones. Le amaaaaaaba, quizás se lo diría en nuestro paseo.

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Capitulo 15 Traducido por ƘӜƷYosbeƘӜƷ Corregido por lavi

P

aseamos en silencio delante de las puertas delanteras y, gracias a Dios, el aire frío disipó mi zumbido. Por lo menos un poco.

Caminamos a través de las estrechas calles de la aldea. Un BMW deportivo pasaba merodeando, y en algún lugar en la distancia dos perros se ladraban el uno al otro. Un soplo de aire fresco llegó desde el puerto, y recordé algo que me estaba carcomiendo. De vuelta en el jardín de rosas, Bennett había hablado de piezas que faltaban y yo tenía las mías. —¿Entonces siempre ha sido real? ¿Incluso de niña, cuando veía toda esa gente que nadie podía? —No están vivos, pero sí, son reales. Y no hay nada malo contigo, Emma. No estás loca, no estás afectada… eres excepcional. Solo deseaba que mis padres estuvieran de acuerdo. —¿Cuándo comenzaste a verlos? —Tenía cuatro años, al menos la primera vez que recuerdo. Olivia lo invocó. Ella sólo tenía ocho, y jugueteando, pero ella invocó a este gran tipo… un viejo marinero rudo. Probablemente había estado perdido en el mar, pero a mí me parecía un pirata. Cerré los ojos y deseé que desapareciera. Mis padres vinieron corriendo mientras yo le disipaba. Sentí una especie de... empujón, desde el interior, y desapareció.

Pero yo era una invocadora, no una disipadora... —Allí es cuando supe que tenía el don —continuó el—. Corre en la familia. Ellos me explicaron todo ese día, todo cuanto un chico de cuatro años podía entender. —Supongo que mis padres no sabían. Por eso me enviaron al hospital.

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Fruncí el seño. Eso es exactamente lo que yo había sentido entre las sombras en el pueblo, antes de que se disolvieran.

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En vez de responder, Bennett me condujo en silencio por una torcida escalera de madera, y luego giró a la izquierda hacia la marina. Pasamos por los barcos en el puerto y nos dirigimos hasta el final de la escollera y se quedó mirando el mar. El Atlántico se sentía tan diferente al Pacífico. Era más oscuro, rudo y menos indulgente. El mar se tragó las pocas rocas que Bennett arrojó a las olas. —¿Sabes por qué te llamaron Emma? —preguntó. Ladeé la cabeza, sorprendida por la pregunta. —Después de algún pariente que nunca conocí. —Nunca la conociste porque murió doscientos años atrás. Emma Vaile. Ella era una leyenda. La mayor ghostkeeper del Nuevo Mundo. —La vi… en una pintura en Thatcher. —Ella vivía allí. —¿Esa era su casa? Nada mal. —Y eso explicaba mucho—. ¿Pero por qué estoy reviviendo sus recuerdos? —No lo sé. Algunos ghostkeepers pueden revivir los recuerdos de los muertos por mantener cosas que pertenecían a ellos, pero eres definitivamente una invocadora. Lo probaste esta tarde. —Una ola chocó contra el rompeolas—. Pero nada es jamás simple. —Sí, me estoy dando cuenta. —Más suavemente dije—. Luzco justo como ella. —¿Cómo la primera Emma? —Me observó. —Si, eso fue raro. —Bueno, eres su tátara-tátara-tátara nieta, o algo así. —Él me observó a la luz de la luna. —Ellos dijeron que era hermosa.

—Quizás no exactamente como ella. Bennett sonrió y lanzó otra piedra en el agua. Nos quedamos en silencio, mientras recogía el valor de hacer las preguntas que temía no querer responder. Finalmente dije:

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Dejé salir un suspiro.

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—Entonces soy descendiente de una de las primeras ghostkeepers, y todo esto corre en las familias. Bennett asintió, pareciendo aliviado que estaba expuesto. —Entonces, mi familia es como la tuya y mis padres son… Oh Dios. ¿Los dos? —Solo tu papá, ahora. Él es un lector, intuye impresiones psíquicas, lee los recuerdos de las pertenencias de los muertos. Hay una gran cantidad de información que se extrae allí, y una gran cantidad de riqueza. Él sabe exactamente cuan viejo es algo y si es falso o no. —Una ola se enrizó por la costa, y Bennett se quedó en silencio por un momento—. Tu madre no era muy fuerte, necesitaba lo que llamamos un "enfoque" para ampliar su poder. Como la repetición de una mantra o, no sé, un amuleto de la suerte o un encantamiento. Ella perdió su talento años atrás. Eso sucede, cuando… —Espera. ¿Y qué pasa con Max? Una triste sonrisa cruzó su cara. —Él es un gran compeller. El frío viento del mar se filtró en mis huesos. —¿Cómo es posible que sean…? Es como si yo no los conociera para nada. —Emma, eso no es verdad. Todavía son tu familia. —No. Son extraños para mí. ¿Cómo pudieron mantenerme en la oscuridad todo este tiempo? Pensé que estaba perdiendo la razón —tragué el amargo sabor en mi boca—. Me tiraron en una sala psiquiátrica. Yo tenía siete años. Me drogaron y… Bennett puso su brazo alrededor de mí y no fue romántico, pero estaba reconfortada.

—No lo sé. Habían limpiado tu capacidad, o por lo menos estaba suprimida, hasta ahora. Debieron haber tenido una razón. Ese es el pedazo de tu pasado que no tenemos. Vi el flujo incesante de las olas, las viejas heridas frescas en mi mente. ¿Hubo una razón por lo que habían cerrado las puertas en mí, para que así yo no escuchara lo que me había enseñado Max? Por lo menos esto explicaba su favoritismo hacia él, por qué habían viajado con él y compartieron su obsesión con la muerte: las antigüedades, las urnas funerarias y libros sobre la nigromancia.

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—¿Por qué? —le pregunté—. ¿Por qué hicieron eso?

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—Nos llamas ghostkeepers —dije—, ¿pero somos realmente nigromantes? —No. Nadie puede resucitar a los muertos a la vida. —¿Entonces hay reglas? —Hay límites —dijo—. Y siempre hay un precio. —¿Qué significa eso? Se encogió de hombros. —La mayoría de los fantasmas son como Celeste y Anatole, pero algunos fantasmas se tuercen. Tratan de dañar y destruir. Nosotros los llamamos Ghasts. Son peligrosos, por lo que los manejamos, los mantenemos donde deben estar. Eso es lo que hacemos, por eso nos llamamos ghostkeepers. Asentí, pero realmente no estaba escuchando… me estaba obsesionando por lo de mis padres. Ellos vivieron esta vida secreta sin mostrarme realmente lo que eran. No solo me habían ignorado, ellos habían tomado pasos para excluirme. —Volvamos —dije, necesitando moverme, quemar un poco de la emoción. Bennett caminaba a mi lado, dándome el silencio que yo necesitaba. No hablé nuevamente hasta que pasamos a través de las puertas del museo, y estuvimos en la puerta principal. —¿Por qué? ¿Por qué se me nombró como una ghostkeeper famosa y no me dijeron lo que éramos? —Fui nombrado por un familiar también —dijo él. —¿Bennett Stern?

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—Sí —Bennett abrió la puerta delantera—. Emma Vaile era viuda. Él era su amante.

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Capitulo 16 Traducido por hanna Corregido por Aciditax

D

espués de ducharme la mañana siguiente, me encontré con un nuevo uniforme en el armario. Me lo puse y me inspeccioné en el espejo. Bueno, me quedaba. La falda hasta la rodilla era anticuada y la blusa sin forma. Supuse que Bennett tomó mi broma de “zorra de la escuela” muy en serio.

Tal vez había estado celoso. Dejé mi corbata sin nudo y me dirigí hacia las escaleras. Cuando entré en la cocina, Martha me observó desde la mesa, donde estaba sentada con los papeles repartidos a su alrededor. ―Buenos días ―le dije―. Um, ¿Bennett está despierto? Necesito ayuda con mi corbata. ―Ven aquí, querida. Estaré encantada de ayudarte. ―¡Oh!, está bien, gracias. Bennett tiene un nudo especial que estoy aprendiendo. Sus ojos brillaban. ―¿Es el único que puedo hacerlo por ti? ―¡No! ―dije, mirando a la puerta para comprobar que Bennet no había oído.

―Por un tiempo ―le dije con desánimo, dejándome caer en una silla. ―Por un tiempo ―repitió ella con firmeza, como si desaprobara mi interés. Ella me enseñó un nudo –no uno Oriental– y la observé revolotear alrededor de Anatole, preparando mi almuerzo. Cortando las cabezas de los emparedados y lanzando gajos de mandarina en una ensalada de frutas. Luego se volvió hacia mí y me dijo:

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―Ya está en la escuela. Perdió toda la semana pasada, por ir a buscarte a California y la investigación…su otra investigación. Estará ocupado por un tiempo.

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―Ma chère22, ¿qué te traigo esta mañana? Excepto que no lo oí con mis oídos, sino dentro de mi cabeza. Lo miré con ojos desorbitados por un momento, pero lo pensé de regreso: ―¡Hablaste! ―Pero por supuesto, y siempre lo hago. ―Se acarició el exuberante bigote―. Pero, ahora has empezado a escuchar. Tu capacidad crece cada día que pasa. ¿Qué puedo ofrecerte? ―¿Hay algo de avena? Mataría por un tazón de avena ―¿Gachas Ze? Oui. Pero no hay matanza en cuestión. Yo sonreí. ―Cool El frunció el ceño. ―¿Prefieres gachas frías Ze? ―Uh, no ―le dije―.Caliente por favor. ―Bien, bien. Trabajé en la casa de la ciudad de un ze vizconde y su esposa -no voy a llamarla una ze vizcondesa- se negó a cualquier plato más caliente que tibio. ¡Fah! ―Tomó una olla de fondo grueso de la parrilla―. Además, ella comía natillas dos veces al día. Esos días intentó el alma del hombre, por ver mis talentos desperdiciados. ―Eso debe haber sido difícil ―le dije, reprimiendo una carcajada. ―Oui, una pérdida terrible. Se afanó, sirviendo avena y un plato de azúcar morena sobre el mostrador.

―¿Acabas de obligarle a hacer huevos? Le pedí que hiciera avena. Martha comprobó su lista. ―Oh, él no pudo oírte.

22

Ma chère. En francés: Querida.

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Pero entonces, puso una extraña mirada en su rostro y se detuvo. La vivacidad de sus ojos se desvaneció al tiempo que abría la nevera y sacaba una caja de huevos. En lugar de hacer la avena, abrió los huevos en un sartén de hierro fundido.

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―Um. Él me preguntó qué quería. Y entonces empezó a hacer avena, antes de que le obligaras a hacer los huevos. Su atención se quebró hacia mí. ―¿Qué? ―Los huevos están bien. No necesitó avena. ―No, Emma. Me refiero a que, ¿pudiste comunicarte con él? ―¿Tú no puedes? ―pregunté. Ella sacudió la cabeza. ―Yo solamente puedo obligarlo. ―Pero, ¿y si él no quiere hacer huevos? ―le pregunté, mirando a la estufa donde Anatole desgraciadamente volteaba los huevos―. ¿Y si quiere hacer avena o huevos rancheros? Martha frunció el ceño. ―Un Compeller obliga, Emma. Y si bien me gustan y respeto a los muertos… Anatole sirve a los vivos, no a la inversa. No estamos preocupados por sus deseos. Bueno, tal vez deberíamos hacerlo. Pero mantuve ese dato para mí misma. Martha sólo había sido amable conmigo y yo no entendía la filosofía y la ética del ghostkeeper. Sin embargo… ―Es un raro don el comunicarse con los fantasmas ―dijo―. Es extraño que Bennett pensara que eras una invocadora. ―Creo que es porque yo hice algo semejante. Invocarlos, quiero decir. En el jardín. ―Nadie tiene más que un simple poder. Tal vez sólo… ¿les acercaran? ¿Y ellos ya estaban presentes?

pediste que se

Porque, ¿qué sabía yo de los ghostkeeping? Y cuando Anatole me entregó mis huevos, sin duda entendió mi Merci. ―De nada, querida. No te preocupes por Martha. Es una vieja amiga, y tiene buenas intenciones.

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―Supongo ―dije―. Sí, eso tiene sentido.

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Yo sólo tuve oportunidad de terminar unos cuantos bocados de huevo antes de que las campanas de la iglesia de la esquina dieran las ocho. Cogí mi mochila y le di un beso de despedida a Martha, que le pareció un favor. Le sonreí a Anatole mientras me entregaba mi almuerzo y me dirigí hacia el exterior. Me encontré con Sara en el huerto de manzanas, y ella dijo. ―Le gustas a Coby. Yo no soy esa clase de chica que finge que no sabe que un hombre quiere de ella algo más que amistad, por lo que no me molesté en negarlo. Sin embargo, no sabía por qué le gustaba. Con el cabello largo, castaño de Sara, su voz ronca, y el abrigo de lana azul eléctrico, si yo fuera Coby, me gustaría ella. ―¿A él siempre le gusta la chica nueva? ―pregunté. Tal vez era sólo su modus operandi. O tal vez pedaleaba a través de las chicas frikis. Había uno de esos en mi vieja escuela –y una nueva boba incómoda cada semana, vestida con un jersey de cuello alto para cubrir los chupetones. ―¿Parece un poco de ese tipo? ―preguntó, un poco bruscamente―. Porque no lo es. ―No sé porque le gusto. ―Él es el mariscal de campo, Emma. Es inteligente, es lindo, puede gustarle cualquiera que él quiera. Me acordé que habían crecido juntos, y ahora ella estaba actuando como una hermana protectora. Tal vez debería haberle dicho que no estaba interesada en Coby, pero parecía una conversación que debería tener con él primero. Por otra parte, tal vez yo estaba interesada. No estaba segura de nada en este momento. Sara repentinamente dio un paso atrás y miró mi nuevo uniforme.

―Bennet se dio cuenta ―le dije. ―¿Bennet Stern? ―Sí. ―Sexy ―canturreó―. Lo he visto en las fiestas de Harry. De nuevo, ¿cuál es su relación?

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―¿Qué pasó? Solías verte tan linda. Fácil, pero linda.

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―Um, él es ¿mi tutor? Mis padres están de viaje en el extranjero. ―Lo que no explicaba todo exactamente, pero no era tampoco una total mentira. ―Harry dice que te gusta. ―Se arregló el cabello mientras caminábamos por las escaleras de la escuela, y logró verse aún más perfecta―. Esto es una torcida comedia romántica. Tiré de las puntas de mi cabello, tratando de conseguir que creciera. ―Si Harry chismea más, sería una chica. ―Pensé en los fantasmas―. De todos modos se trata de una película de terror y no de una novela romántica. Se detuvo en la puerta de la escuela. ―¿A causa de tu ropa? ¿Dónde está tu teléfono? Te voy a dar el número de mi sastre. Yo sabía que su ropa le quedaba demasiado bien como para estar fuera de los anaqueles. Pero yo no iba a exhibir al dinosaurio morado23. ―Olvidé cargarlo. ¿Me envías un mensaje de texto más tarde? Harry nos pilló en el pasillo de enfrente. Me miró de arriba abajo y dijo: ―Golosina Vaile, parece que extrañas tu sombrero. El día había ido cuesta abajo desde allí. El hombre del traje marrón me saludó con una reverencia en trigonometría. Rodé mis ojos. ―Vete. ―¡Ah! Ahora ella habla. ―Gracias por huir de mí en el ático ―le dije―. Eso no fue tenebroso en lo absoluto. ―Soy un fantasma, señorita Vaile. Concédame mis pequeños estados de ánimo.

―Si vas a quedarte, al menos, ayúdame con mi examen. ¿Cuál es la respuesta a la número dos? ―No tengo idea. Enseñé Historia de Estados Unidos en esta sala, en la época que Thatcher mantenía estándares más altos. Antes que permitieran chicas aquí.

23

Supongo que hace referencia a que su celular es antiguo y morado.

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No le hice caso ya que el señor Sakolsky pasó un examen sorpresa.

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Le disparé una mala mirada, que Coby pensó estaba dirigida a él, y parecía ofendido. ―No me gustan las pruebas ―susurré. ―Emma ―dijo Sakolsky―. No susurres. Agaché la cabeza y comencé a trabajar en los problemas, pero el hombre fantasma me distrajo. ―¿No tienes mejores cosas que hacer? ―le pregunté. ―Yo podría rondar el salón del personal. ―Por favor. Pero no lo hizo. Se asomaba junto a mí, por lo que concentrarme se hizo imposible. Así que finalmente le pregunté: ―¿Enseñaste aquí? ―Los mejores años de mi vida. ―¿Cómo moriste, de todos modos? ¿Es demasiado rudo preguntarlo? Él negó con la cabeza ―Me encantaba todo acerca de Thatcher: la enseñanza, los estudiantes, el campus. Vertí mi alma en mi trabajo. Y cuando sentí un próximo ataque al corazón, en esa esquina. ―Señaló hacia donde el señor Sakolsky estaba sentado en su escritorio―. No quería irme. No estaba preparado. Luché con la muerte en cada paso del camino. ―Y ganaste. Con una sonrisa irónica, dijo:

Oí su voz en mi cabeza, el timbre profundo, el acento pijo pasado de moda. Simpatizaba con él, pero, ¿se supone que tengo que estar ayudando a los fantasmas? No tenía ni idea. Así que terminé uno de los problemas trigonométricos en su lugar y encerré mi respuesta. ―Puedes enviarme de vuelta, ¿no? ―¿De vuelta a dónde? ―A mi cuerpo. Estoy enterrado en la ciudad. Disípame.

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―Esto no es vida. He perdido, pero me quedé en esta forma. Lo he lamentado desde entonces.

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Estaba totalmente asustada por la idea. Disipación era la única cosa sobre la que Bennett no estaba seguro de que me gustara. ―Ya estoy muerto. Estoy aburrido. No estaba mal cuando todavía estaban enseñando historia en esta sala, pero desprecio la trigonometría. Puedes ayudarme. Ya estoy listo. Terminé mi examen. ―La respuesta es no. Ahora vete. ―Lo espanté completamente molesto y se desmaterializó.

con las

manos. Parecía

Coby me miró, preguntándose por qué estaba saludando con la mano. ―Vuela ―articulé. A la hora del almuerzo, entré con Coby y Sara hacia la cafetería. Coby se burlaba de mí por sobresalir en la prueba de Trigonometría mientras Sara desviaba la atención de dos chicos de segundo año que claramente se habían retado para hablar con ella. Cuando dimos la vuelta en la esquina, un conserje se avecinaba delante de mí, trapeando el piso. Grité y lo esquivé, y Coby se río. ―¡Emma! ¿Estás borracha otra vez? ―¿Qué? Yo no quería… ―tropezar con el conserje fantasma que nadie más veía…―, empezar a beber tan temprano, pero necesitaba adormecer el dolor de la esgrima. ―Me eché a reír nerviosamente. El conserje ladeó la gorra hacia mí a medida que continuaba pasando, y me di cuenta de unos cuantos fantasmas más en los pasillos llenos de gente. Era como que ahora que sabía que era una ghostkeeping, también lo hacían los fantasmas. Ya había sido interrumpida por dos chicos idiotas fantasmas durante la clase de esgrima, los cuales aparecieron poco después de que empecé a combatir con Kylee, la niña rama armada. ―Cuidado. ―Uno de ellos me dijo―. Estás siendo golpeada por una chica.

―¡Fleche! ―llamó la entrenadora―. No, no…golpea el terreno antes de que el pie trasero toque el suelo. Kylee se deslizó más allá de mi guardia. ―¡Oh! Torpe, torpe ―¡Vete! ―Caí en posición de guardia y los ahuyenté lejos, al igual que hice con el hombre del traje marrón.

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―Una chica débil ―dijo el otro.

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La expresión en sus rostros era similar a la de Anatole, cuando Martha le había obligado a hacer los huevos. ¿Sería posible que yo los hubiera obligado a marcharse? ―Emma Vaile ―dijo el entrenador―. ¿Qué diablos estás haciendo? Estamos en esgrima, no abanicando. Sé que eres nueva, pero por favor, concéntrate. Es más fácil decirlo que hacerlo. Mantener una conversación en el comedor, fue un reto con todos los fantasmas compitiendo por mi atención. Necesitaba preguntarle a Martha cómo podía desconectarlos. Mientras tanto, una combinación de peticiones amables, y cuando eso no funcionaba, empujarlos lejos con mi mente parecía hacer el trabajo. Y de alguna manera pasé de Literatura Mundial a Civilización Occidental sin hacer el ridículo. Sin embargo, estaba completamente harta del mundo entero fantasmal cuando llegué a casa. Por desgracia, Martha tenía otras ideas. Apenas me había cambiado el uniforme antes de que ella me pusiera a trabajar en mis habilidades de ghostkeeping. Me guío al salón de baile, donde los tres fantasmas residentes se contra la pared, luciendo furiosos.

pusieron

―¿Qué está pasando? ―le pregunté a Celeste. ―Ella está en una… ¿cómo decirlo? ¡Un alboroto, señorita! Con la ze limpieza y la ze clasificación y ze hurgando en las viejas cajas… Martha consultó una de sus listas de esta mañana. ―Tenemos mucho que cubrir hoy, Emma. ―Y a mí, ella me puso a fregar las ollas y sartenes ―dijo Anatole―. ¡Moi! ―Primero preséntate ―me dijo Martha―. Al final de la noche, deben saber tu nombre. ―Eres las señita Emma, por supuesto, lo sabemos ―dijo Celeste―. Ella debe pensar que somos ze idiotas.

―¿Anatole está diciendo algo? ―Um, sí, él dice que sabe mi nombre. ―¿Por qué Celeste está rodando los ojos? ―preguntó Martha. ―Ella, erm, dice que soy la señorita Emma.

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―Y dile a ella que soy un cocinero, ¡no un ze ayudante de cocina! ¡Esa ridícula mujer!

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―¿Qué hay de ti? ―le pregunté a Nicholas―. ¿Cómo te va? ―Pasé todo el día enraizado alrededor de las chimeneas, mamá. ¿Sabes cuántas chimeneas hay en ésta casa? ―Sus acentos son divertidos ―le dije a Martha―. Al igual que sus ropas. ―Sin ánimo de ofender ―le dije a los fantasmas. ―Fah, ¿qué nos importa? ―dijo Anatole―. Sólo estoy aliviado de tener a alguien que nos entiende de nuevo. ―Oui ―dijo Celeste―. Ha sido demasiado tiempo. ―Los comunicadores a menudo dicen eso ―dijo Martha―. Creo que nuestros prejuicios afectan la forma en cómo los vemos… y oímos. Nosotros proyectamos nuestras expectativas sobre ellos. ―Dile que necesito un nuevo cepillo de chimenea ―dijo Nicholas―. Y más juguetes. He visto lo que los niños traen cuando vienen. Celeste chasqueó la lengua. ―Requieres menos tiempo para jugar y más tiempo en las ze tareas. ―¡Ay, Celeste! ―¡Ze botas no brillan solas! ―¡Oh!, ¿es por eso qué se ven tan bien? ―¿Qué están diciendo? ―dijo Martha―. ¿Entiendes algo? Empecé a traducir, y Martha asintió lentamente.

Nicholas había muerto de exposición (Martha tuvo que explicar que era la tuberculosis, no había consumido realmente a cualquier persona). Él había prometido cuidar de su hermana pequeña, a quien había prometido que nunca dejaría. Él se quedó por ella. Celeste se había enamorado del hijo de una casa vecina, que la dejó embarazada, luego la puso en la calle, donde había muerto por exposición. Su hijo no había sobrevivido. ―Pelmazo ―le dije.

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―Así que supongo que ellos saben su nombre ―me dijo que los cuestionara sobre sus vidas, y le conté lo que había aprendido.

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―¡Oui! Anatole había sucumbido por huevos podridos. Literalmente, intoxicación alimenticia. Después de una hora, mi mente estaba borrosa tener problemas para comunicarme con los Fue como si hubiera estado conversando comencé a olvidarme de la traducción. Estaba

por el agotamiento. Empecé a fantasmas y ellos conmigo. en un idioma extranjero y lista para un descanso.

Martha puso fin a las clases y nos fuimos a la cocina a tomar té. Me di cuenta que conseguir esa mirada intensa en su cara significaba que estaba a punto de obligar a Anatole para iniciar el hervidor de agua. Su bigote erizado se mostraba ofendido. ―Voy a hacer el té ―le dije, y Anatole dijo que iniciaría la cena. Tomé una tetera y dos tazas con preguntarle a Martha que tipo de pensativa.

platos té le

del gabinete y me volví a gustaría. Ella me miraba

―No eres como otros ghostkeepers, Emma. No sé si es porque no te plantearon conocer tu talento, o que es exactamente lo que eres. Pensé en eso. Mis poderes se hacían más fuertes cada día. Martha quería ayudarme, pero no estaba segura de a dónde me dirigía. Tal vez eso era lo que me hacía diferente. No tomaba a los fantasmas por sentado. No sabía cuál era mi propósito en todo esto. Martha y Bennett parecían seguros de sus funciones, yo no sé si alguna vez lo estaré. ―Emma ―dijo en voz baja, tomando mi mano―. A veces este camino es tan difícil y sé que has sido lastimada, herida de gravedad por tu familia. Estoy segura de que tenían sus razones… pero tienes razón también. Para estar enojada, temerosa de todo lo que ha pasado. Debe ser difícil para ti confiar en mí, o incluso en ti misma.

―Te lo prometo, Emma, nunca te dejaré sin decirte por qué. Y mientras esté aquí, voy a ayudarte a ser la mejor Emma Vaile que puedas ser. ―¿Quieres decir la mejor ghostkeeper? ―No. Me refiero a la mejor Emma.

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Asentí a través de un delgado velo de lágrimas. ¿Por qué en ocasiones lastima más tener a alguien que te entienda, que simpatice contigo, que se solidarice, que esté al pie del cañón a alguien que actúa como si no pasará nada?

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Supongo que en realidad esa era mi problema: no sabía que quería ser o como ser ghostkeeper iba a encajar en mi vida. ¿Se supone que de repente haga una carrera de esto? ¿O era sólo un hobby muy torpe? Martha parecía dispuesta a obligarme a hacer frente a cuestiones que no estaba dispuesta a tratar. Así que murmuré algo evasivo y me escabullí. Le dejé obligar a Anatole a hacer el té cuando el hervidor sonó. No estaba lista para comenzar mi tarea, pero quería quedarme en el santuario de la casa. Tenía miedo de que si me aventuraba a la ciudad vería esas sombras tenebrosas otra vez. Así que vagué sin rumbo. En primer lugar, me paseé por la biblioteca. Entonces golpeé las bolas de billar por la sala de billar, hasta que sentí un cosquilleo familiar. Probablemente era Nicholas, en busca de un juego para jugar, pero no quería hacerle frente incluso a él, no ahora mismo. Entré en lo que pensé debía ser la oficina del señor Stern. Ya había descubierto el de la señora Stern en el piso de arriba. Era elegante y femenino, con paredes de color beige y muebles de madera blanca, estampados botánicos y un escritorio blanco inmaculado. Este parecía más habitado y decorado en tonos de azul y marrón. Librerías cubrían las paredes, y me di cuenta de muchos de los títulos de las estanterías de mi padre. Me preguntaba si Bennett los había leído todos, al igual que Max. Tal vez era tiempo de que lo hiciera, también. Así que tomé uno de las estanterías y volqué la primera página y leí una frase y regresé el libro. Estaba demasiado aburrida como para leer. Me senté en el escritorio y consideré encender el iMac, pero se sentía como una invasión de privacidad. En cambio, me hice trompo con la silla. Me sentí… no sé. En casa. Nunca había conocido al padre de Bennett, pero me gustó su oficina.

Me gustó el gran globo en un soporte de madera y las fotos de Bennett y su hermana en la estantería. Incluso me gustó el par de espadas mostradas transversalmente en la pared de enfrente: más gruesas que las hojas de esgrima, con ligeras curvas y los bordes de aspecto feroz. Me levanté y me acerqué a las espadas, sintiendo los pinchazos indicadores en mis brazos, lo que significaba que algo fantasmal iba a suceder. Pero

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Cómoda y ordenada, con una impresión botánica que hacia juego con la de la oficina de su esposa, que me pareció dulce.

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esta vez, no dejé que sucediera. Lo empujé hacia adelante y lo abracé. Levanté una de las espadas de la pared y cayó en un zumbido enorme que me transportó en el tiempo. El mundo giraba en una nebulosa, y luego se desaceleró―lento y más lento hasta que el jardín de rosas fue formado a mi alrededor. Era de repente verano, las rosas vivas, con color y olor y mi corazón latía rápidamente en mi pecho. No. En el pecho de Emma ― la original Emma. No había un corsé esta vez, el vestido estaba suelto y ligero, diseñado para moverse. La empuñadura de la espada encajaba perfectamente en la palma de mi mano, exquisitamente equilibrada. El hombre frente a mí era rápido y oscuro. A pesar de su colorido, me recordó por un momento a Bennett. Entonces, sus características se volvieron las del Libertino. Sostuvo la espada de juego en alto, burlándose de mí con su sonrisa. Y sentí ―ella sintió― un revoltijo de emociones, la pasión y el deseo y el dolor, mientras se lanzaba hacia delante. Comprometimos las hojas y el Libertino cayó hacia atrás. El triunfo se levantó dentro de mí. Hasta que con un giro de su muñeca golpeó la espada de mi mano. Sin embargo, por alguna razón, su sensación de hormigueo de nuevo…

expresión

parecía

rendirse

a la

Whoosh. Estaba de vuelta en mí misma, de pie en el centro de la oficina, la espada en el suelo a mis pies. Agarré la empuñadura y crucé el pasillo hasta el salón de baile. El Libertino―el fantasma del Libertino―me observaba desde el piano, y me dirigí hacia él. Lucía diferente en la memoria de Emma, las líneas de su cara grabadas más profundas, sus ojos más reservados.

Sus ojos se movieron a la espada en mi mano, y luego a mi cara. Levantó un dedo, diciéndome que me quedara quieta, luego rodeó detrás de mí, su intención en la mirada, midiéndome en sus ojos. ―Soy Emma. ―Me miré en el reflejo de una de las ventanas. Estaba sola―. Ahora se supone que me digas tu nombre.

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No podía entender lo que estaba haciendo aquí. Ni Bennett ni Martha lo habían mencionado nunca. ¿Se estaba escondiendo a propósito de ellos?

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Hubo un escalofrío en mi mano derecha, que sostenía la espada. Miré hacia abajo y vi su mano superpuesta en la mía. Miré su cara, y él negó con la cabeza, asintiendo con la cabeza a las manos entrelazadas, moviendo el pulgar y el dedo índice. ¿Mostrándome cómo agarrar la espada? ―Eso está empezando a doler ―le dije. Retiró la mano. Doblé la mía para que la sangre regresara, entonces cambié mi agarre en la empuñadura. Era completamente diferente de cómo me habían enseñado en la escuela, y por primera vez la espada se sentía cómoda en mi mano. ―Oh ―dije. Hizo un gesto para que continuara. Caí en posición de guardia con los pies a lo ancho de los hombros, pie delantero y espalda rectos hacia los lados de los pies, mi brazo derecho suelto y mi izquierdo, saliendo a la altura del hombro, como una ala de pollo. Entonces me incliné de rodillas y traté de relajarme, como el entrenador nos dijo. El Libertino entrecerró los ojos, y luego movió su muñeca hacia mí. Su mano cogió el plano de la hoja y la envió girando de mis manos, haciendo ruido en la habitación. ―Tu sostienes la hoja ―dijo―, como una niña… ―¡Así que sí hablas! ―Cuando tengo algo que decir. ―Su voz sonaba baja y ronca en mi mente, como si no la hubiera usado en años. ―Ustedes los fantasmas son tan sexistas. Voy a tener que decirles que las mujeres luchan en ejércitos y ahora esa chica de Resident Evil patea el culo.

Caí de nuevo en posición. Acaricié la empuñadura con el pulgar. Sentí el calor del metal. El herrero que forjó la espada sabía algo de amor. Revolví mi pulgar alrededor, sintiéndome ridícula. Exactamente ¿dónde se suponía que estaba el amor? Él suspiró de nuevo.

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―En garde ―dijo.

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―Ven. Me abalancé sobre él, y él dio un manotazo a la espada con el dorso de su mano. ―¿Podrías usar al menos tu espada? ―le dije. ―Te voy a enseñar como… patear el culo, Emma Vaile. ―Curvó sus dedos hacia mí, agitándome hacia él. ―Una vez más. Me abalancé y abalancé hasta que mis bíceps y cuádriceps y gemelos quemaron. Todo el lado derecho de mi cuerpo palpitaba con un dolor profundo. Entonces, él me hizo empezar de nuevo, sosteniendo la espada en la mano derecha. Cortante y exigente, el Libertino sin nombre, me dio un entrenamiento total. Si pudiera grabar a un fantasma, podríamos hacer millones vendiendo la rutina de ejercicios. Por último, él dijo. ―Eso es suficiente. Aprendes rápidamente. Me desplomé en un banco, sudorosa y adolorida. ―¿Por qué estoy haciendo esto? ―Para mantenerte con vida. Dios me libre de fantasmas exagerados. ―¿También le enseñaste a la primera Emma? Sus oscuros ojos se volvieron más oscuros. ―Sí.

―No ―dijo―. Para traicionarla. Cuando levanté la cabeza, se había ido.

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―¿Para ayudarla a mantenerse con vida? ―le pregunté, poniendo la espada a mi lado.

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Capitulo17 Traducido por Oihana Corregido por Aciditax

E

stuve callada durante la cena dejando que Martha llevase la mayoría de la conversación sobre catalogar lo que había encontrado Celeste en el ático, después me pasó un Game Boy por encima de la mesa.

―No creas que voy a añadir esto a mi lista ―dijo. Debía haber pertenecido a Bennett, hacía años que no veía uno y no pude evitar ponerlo en marcha. Se encendió con su característico sonido digital que contrastó con la elegancia del comedor. ―No en la mesa, Emma. ―Lo siento. ―Y lo puse debajo de la servilleta después de comprobar que el Tetris había cargado. Martha mantuvo la conversación contando historias graciosas sobre los niños locos que conocía y sus correspondientes padres locos. Me pregunté lo diferente que hubiese sido mi vida si me hubiese criado con ella. No dije mucho y me dirigí a mi habitación a refrescarme. Terminé los deberes, comprobé los mensajes y me tiré en la cama exhausta aunque fuese temprano. Cuando me estaba quedando dormida escuché un tak, tak, tak y murmuré: ―¿Celeste? Tak, tak. ―Vete, estoy dormida.

¿Pero qué demonios? Me senté y busqué con la mirada al fantasma responsable de aquello pero no había nadie. Una lluvia de piedritas –o canicas– rebotó en mi ventana. ―¡Nicholas! ―le llamé. ―Buenas noches, mamá ―dijo quedándose en la entrada.

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¡Pock!

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Saga Haunting Emma #1

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―¿Quieres hacer el favor de no llamarme mamá? ―Lo siento, mamá ―dijo―. ¿Quieres que te limpie las botas? ―No, necesito dormir así que para de tirar las canicas contra la ventana o… ―Y en ese instante, otro montón de piedritas golpeó la ventana. ―No soy yo, mamá. ―Nicholas, no soy lo suficientemente mayor para ser madre o señora o cualquiera de esas cosas que me llamas, llámame Emma. ―Fui hacia la ventana―. Y lamento haberte culpado. Aparté las cortinas y vi los viejos robles extendiéndose hacia el cielo, el cuidado césped enrollado hacia la valla de piedra y los reflejos de las nubes plateadas brillando a la luz de la luna. Entonces le vi y mi corazón casi se detuvo: Coby estaba de pie bajo mi ventana, brillando débilmente. Muerto. El fantasma de Coby. Escuché un sonido angustiado y me di cuenta que provenía de mi propia garganta. Abrí corriendo la ventana al tiempo que Coby daba un paso para salir de la luz de la luna y dejó de brillar. ―¡Estás vivo! ―le grité. Se rió parado en la gravilla del camino. ―No eres como el resto de las chicas, ¿no? ―me gritó―. Nunca sé qué es lo que vas a decir. ―Yo tampoco ―le dije―. ¿Qué estás haciendo ahí abajo? ―Tengo problemas con mis deberes de trigonometría, ¿cuál es la respuesta de la cinco? ―¿Has perdido el teléfono? ―Tú móvil nunca está encendido. ―Un segundo.

―Tienes un pretendiente, mamá. ―No es un pretendiente ―dije cogiendo la mochila. Saqué la cabeza por la ventana y le di la respuesta. ―Puede que no haya venido por los deberes ―dijo mirándome tímidamente. Nicholas se colocó a mi lado en la ventana.

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Entré y me encontré a Nicholas ofreciéndome mi mochila.

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―Celeste dice que no comprarán la vaca si pueden tener la leche gratis. Hice que se callase con la mirada y le dije a Coby: ―Entonces, ¿para qué has venido? ―Halloween es la próxima semana ―dijo Coby―. ¿Quieres ir a la fiesta de Harry conmigo? Con todos los fantasmas de mi vida, no me apetecía mucho ir a una fiesta de Halloween, así que había ignorado la invitación de Harry. Ahora quería ser una chica normal que salía con sus amigos los fines de semana y la que decía que sí a un chico mono que había cruzado toda la ciudad para flirtear con ella bajo la luz de la luna. Así que lo hice, dije que si quería e hicimos planes para el sábado por la noche. Vi a Coby salir a hurtadillas de vuelta hacia la puerta principal, diciéndome a mí misma que realmente no deseaba que fuese Bennett. Al cerrar la ventana, Nicholas me miraba con las cejas arqueadas y decidí distraerle para que no me diese ningún consejo romántico. ―¿Alguna vez has jugado al Tetris? ―pregunté. Movió la cabeza y sus ojos eran enormes. Le pasé el Game Boy que Martha me había dado. ―Esto te va a encantar. Jugamos hasta pasada la medianoche, acurrucándonos encima de la cama –en la distancia para prevenir la congelación–. Nicholas brillaba de emoción, literalmente brillaba y aunque esperas que la risa de un fantasma suene hueca y fría, sus carcajadas estaban llenas de calidez radiante. Cuando finalmente me quedé dormida, lo último que escuché fue: ―Nadie jamás ha hecho algo así por mí antes, mamá, nunca. ―¿Qué vas a vestir? ―preguntó Sara al día siguiente mientras íbamos hacia el gimnasio a la clase de esgrima.

―Emma, ¡concéntrate! ―Movió la mano en señal de disgusto y su cabello castaño se movió haciendo olas sobre sus hombros. A veces me resultaba difícil que me pareciese simpática―. Para la fiesta de Halloween ―dijo. ―Oh, bueno, no mi uniforme. ―Volvería a vestirme con mis desaliñados ropajes otra vez, sí, parecería horrible pero era mucho más cómodo que un minúsculo conjunto, y los fantasmas de Thatcher me ponían lo suficientemente nerviosa sin la necesidad de estar inquieta por la ropa―. De vuelta en San Francisco,

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―Ya sabes, una chaqueta, máscara, guantes… lo normal.

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pudiera salir con el uniforme cachondo. Los chicos de las escuelas públicas lo encuentran divertidísimo. Además los chicos tienen esas fantasías con las chicas de los colegios católicos… excepto Coby –a él solo le interesan las enfermeras, ¿no? Ella contrajo el rostro ―¿Te sorprendió que te invitase a ir a la fiesta de Harry? Me encogí de hombros, había estado muy distraída con toda la locura de mí alrededor como para pensar en ello. ―Sabes que es una cita, ¿verdad? ―dijo Sara―. Un chico no visita a una amiga a la luz de la luna y le pide que le acompañe a una fiesta ―Lo imagino. ―Sí, obviamente era una cita. ―¿Así que te gusta? ―preguntó. ―Sí. ―Claro que me gustaba, era cool, listo, lindo y confiable. El único problema era que me gustaba por todas aquellas perfectamente buenas razones pero me gustaba Bennett sin razón alguna. Estaba dividida entre ambos. Probablemente Coby fuese mejor pareja para mí ya que al contrario de Bennett, éste había mostrado algún interés por mí. Aun así, aquello no había borrado mis sentimientos por Bennett y era algo grande el hecho de que pudiese hablar con Bennett sobre fantasmas. Si Coby y yo estuviésemos juntos de verdad, no tendría ni idea de como ocultarle todo las cosas acerca de ghostkeeping. ―Promete que no le harás daño ―dijo Sara. Casi me entra la risa. La idea de que no fuese yo la que fuese a sufrir en esta relación era ridícula. Quiero decir, literalmente soy una freak. ―Lo prometo –dije y fingí solemnemente―. ¿Qué debería llevar?

―Oh, gracias a Dios ―dije mientras bajábamos las escaleras hacia el gimnasio―. Odio las fiestas de Halloween. Eliges entre una protuberante calabaza, una desternillante bruja o una putilla chica policía con un liguero. Embarazosa, cualquier dirección que tomes. ―De hecho, el año pasado fui una bruja putilla. ―¿En serio? ―dije―. Yo fui una graciosa chica policía.

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―Bueno, teniendo en cuenta que estamos con uniforme toda la semana, a mí me gusta llevar ropa normal durante el fin de semana, así que yo simplemente voy a vestirme y llevaré una máscara. Sugiero que tú hagas lo mismo.

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Rió mientras nos metíamos al vestuario ―¿Quieres que te preste algo? Tengo muchas máscaras. Nos quitamos los uniformes y pude comprobar que incluso la ropa interior de Sara era de encaje y chic. ―Sí, por favor ―respondí.

Dentro del gimnasio saludé a Kylee y nos pusimos en posición de en guardia, aunque esta vez usé el agarre que el Libertino me había enseñado y me las arreglé para aplastar su florete a través de la sala. Eché una mirada hacia los dos graciosillos fantasmas en las gradas. ―¿Nada de ingeniosa conversación hoy? ―dije―. ¿Nada de insultos? ―Tu uniforme está al revés ―dijo el flacucho. Miré hacia abajo. ―No, no lo está. ―¡He hecho que miraras! ¡Grrrr! Kylee volvió con su florete y nos enfrentamos otra vez y la desarmé inmediatamente. La entrenadora gritó. ―¡Alto! ―Nos detuvimos, comprobó mi agarre y preguntó―. ¿Qué es esto? Medio mareada con mi triunfo respondí. ―Lo sé, ¿verdad? ―Nunca he visto a nadie sujetar la espada de esa forma. Me encogí de hombros modestamente

―¿Y crees que estamos aprendiendo comodidades aquí? Oh, oh. ―El esgrima es un arte marcial. ―Haciendo énfasis en arte―. Aprendemos equilibrio, posición, proporción y disciplina. Y honor. Piense en ello, señorita Vaile.

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―Así es más cómodo

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Continuamos así hasta que al final empuñé de la forma apropiada y Kylee me dio una paliza. El fantasma de pelo oscuro debía haber visto algún episodio de los Simpson ya que hizo la misma expresión que Nelson mientras me dirigía hacia los vestuarios. ―Ha ha.

Durante el almuerzo, mi cita con Coby era el cotilleo de la cafetería, las noticias se habían esparcido como el fuego y todo el mundo nos trataba como si fuésemos pareja, especialmente Harry, que era realmente molesto. Gracias a Dios, Coby no actuó como si estuviéramos saliendo, no sé qué hubiese hecho si me hubiese rodeado con el brazo. Después, en clase de historia, el profesor dijo: ―En lugar del examen, escribirán una redacción sobre su herencia familiar. Pueden elegir entre… Brittle Britta levantó la mano ―¿Qué pasa si por ejemplo no tienes herencia familiar? ―Quizás si me dejas acabar con la frase Britta ―Quiero decir que yo tengo familia, todo el patrimonio es una herencia familiar, pero estoy pensando en aquellos estudiantes menos afortunados que ni siquiera pueden permitirse un tutor. Miró maliciosamente a un par de niños que estaban al fondo de la clase. La luz de otoño entraba a través de las grandes ventanas y se reflejaba en las mesas de roble. Los dos fantasmas bromistas de esgrima se materializaron en la parte trasera, apoyándose contra las estanterías de nogal. ―¿Qué están haciendo ustedes dos fuera de su jaula? ―pregunté

Se referían a Britta. ―Lástima que su personalidad no concuerde con su exterior ―dije. ―La personalidad está sobrevalorada ―dijo el otro. ―De todas formas, ¿en qué anda? ―pregunté.

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―Nos gusta la chica guapa ―dijo el del cabello oscuro con un aire neandertal.

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―Ayuda económica para los estudiantes ―dijo el de cabello desdeñosamente―. A algunos estudiantes se les concede una beca anual.

L.N oscuro

De repente me golpeó una idea: ¿quién estaba pagando mi matricula? Mis padres probablemente ni sabían que estaba aquí. ¿Estarían los padres de Bennett haciéndose cargo de las facturas? El profesor aclaró su garganta. ―Como iba diciendo, pueden elegir cualquier cosa, una vieja fotografía, un coche usado… si lo más antiguo que tiene la familia es el anillo de boda de su madre, escriban una historia sobre la alianza. ―¿Algo como la Z Boy24 de mi papá? ―comentó Britta. ―Diseño industrial ―dijo el señor Jones―. Es un tema fascinante. ―¿Qué tal algo como arquitectura? ―dije abriendo los ojos en imitación a Britta―. Entonces podría, no sé, escribir sobre todo mi patrimonio. Unos cuantos chicos rieron y Britta silbó. ―¿Qué es lo que tú tienes? Sólo eres un parásito de los Stern. Aquello me sacó de quicio. ―Tengo mis ponis ―continué―, y ya ves, algunas veces, mamá y papá me compran amigos. En eso, Britta se puso a llorar y me dijo perra. El fantasma del cabello claro se acercó a Britta y la pellizcó, lo que debería haber sido gracioso de no ser por el hecho de que me culparon a mí de ello y no estaba del todo segura de que ella no tuviera razón, que hubiese sido una perra. ¿Realmente tenía que haber bajado a su nivel?

Y lo hizo. Yo observaba mientras uno fastidiaba al otro. ―¡Oh! ¿Por qué has hecho eso? ―dijo el del cabello claro dándole un golpe al otro en el brazo.

24

Z Boy. Silla reclinable

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El Sr. Jones me hizo disculparme y obtuve mi primer castigo y sanción en Thatcher. No pude evitar sentirme manipulada por los fantasmas que se estaban riendo por lo bajo en la esquina mientras yo pensaba que ellos lo habían planeado todo. Quise que el de cabello oscuro pellizcase al otro para que comprobase lo que se sentía, desee que lo hiciera.

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Parpadeó varias veces y respondió: ―No lo sé, creo que ha sido ella quien ha hecho que lo haga. Ambos se giraron y me pusieron mala cara. ¿Era aquello posible? ¿Le había obligado yo a hacerlo? Sólo había una forma de descubrirlo. Deseé que el de cabello claro le diese un manotazo en el culo al otro y que éste, a su vez, se auto golpeara y se frotase la tripa. ¡Lo hicieron! Los ojos de ambos estaban repletos de indignación mientras yo casi suelto una carcajada, pero recordé a tiempo que no quería que me castigasen otra vez. ¡Oh Dios mío, les podía imponer hacer cosas! Me pregunté si también podría hacerlos desaparecer. No quería que se desvaneciesen, sólo imponerles que se fuesen de donde yo estaba. Les empujé con mi mente, deseando que se fueran como cuando piensas en elegir un número para la lotería, sólo que esto funcionó y lo de la lotería no. No me costó mucho esfuerzo y vi cómo sus furiosos rostros desaparecían en el éter mientras continuaban golpeándose tontamente. El timbre de la clase sonó pero permanecí sentada en mi pupitre escuchando mi corazón latir con más fuerza. Casi quería volver a llamar a los fantasmas, comprobar que podía hacerlo pero sabía que no lo necesitaba, vendrían si les hacía una señal. El Sr. Jones se dio cuenta de que estaba allí y me dijo que no podía quedarme ahí para hablar del castigo, que no podía quitármelo. Dijo que sabía que yo no estaba viviendo con mi familia y que si quería otro tipo de trabajo en vez de el de escribir sobre la herencia familiar… Mi familia. Repleta de ghostkeepers, pero, ¿tenía alguien el mismo problema que yo? ¿Eran capaces de convocar, forzar y comunicarse con fantasmas? Busqué el amuleto que encontré en el joyero de mi madre dentro de mi camisa. Si estuviese en casa, en San Francisco hubiese tenido un montón de reliquias para elegir como la cabeza de Nefertiti pero este amuleto era la cosa más cercana que necesitaba. Froté los fríos espirales de jade, de alguna forma sentí que investigar el origen del amuleto me daría alguna pista sobre la vida de mis padres, quizás incluso me conduciría a sus secretos.

Lamentablemente mi castigo no terminó con aquello y después de explicar lo que me había pasado con los fantasmas en el colegio, Martha decidió que era inseguro que anduviese vagando por las calles sin aprender algo más de control ―Tienes que admitirlo, es bastante cool que pueda hacer todo eso ―dije con una sonrisa.

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―No, no pasa nada, está bien.

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―Entra al gran salón jovencita ―respondió ella represivamente. No sé por qué, pero no podía decirle que no a ella, quizás fuese porque mi madre no era exactamente maternal y Martha era una especie de dulce abuelita quien siempre ofrecía sabias y amables palabras y galletitas calientes recién horneadas (aunque hubiese obligado a algún fantasma a hacerlas). Además, había sido la que cuidó a Bennett y estaba segura de que ella tenía todos los secretos que me ayudarían a entenderle. Toda la sesión fue muy del tipo de Karate Kid –excepto por las bandas en la cabeza– mientras practicaba en medio del salón de baile. Martha me instruía a la hora de convocar, comunicar y a pesar de mi desgano, me ayudaba con lo de imponerles hacer cosas. Una cosa era hacerlo con los fantasmas del colegio, pero me resultaba muy incómodo hacérselo a Nicholas, quien se había ofrecido voluntario. Me resultaba más sencillo pedirle que hiciese cosas, pero aprendí cómo disimular mi reacción para con los fantasmas y protegerme de la congelación al tocarles, lo que era bastante útil. Después de una hora y media, Martha sugirió un descanso para tomarnos un chocolate caliente. Nos sentamos en la cocina y dijo: ―El Knell no va a creerse esto, no van a creerte. ―¿Quién es Nell? ―El Knell, con K. Son una especie de CIA del mundo del ghostkeeping. ―¿Quieres decir telefónicas?

que

escuchan

a

escondidas

nuestras

conversaciones

―Rastrean las identidades de los fantasmas, su apariencia y habilidades, así como también sus crímenes. ―¿Crímenes? ¿Quieres decir como ghasts? Martha le dio un sorbo a su cacao. ―Cuando sepan todo lo que puedes hacer, querrán reclutarte.

―Eres excepcionalmente talentosa, Emma. Comunicarse con ellos es algo poco común, pero… ―Puedo hacerlo todo. Convocarlos, comunicarme con ellos e invocarlos. Ella asintió

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―¿Reclutarme? Pero si estoy en el colegio.

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―Por lo que sabemos hasta ahora. No has intentado hacerles desvanecer todavía. ―Y no voy a intentarlo. ―Estaba dispuesta a hacer muchas cosas por Martha, pero eso no. Insistió en que practicase con algún fantasma extraño que hubiese convocado pero no podía ser tan displicente con los fantasmas como lo eran Bennett y ella. Ambos los trataban como ciudadanos de segunda clase pero a mi me parecía que seguían siendo personas, ¿no? Quiero decir que la gente muerta, continuaba siendo gente también. No podía hacerles desvanecer sin un buen motivo, aunque con un buen motivo tampoco podía hacerlo. El hombre con el traje marrón quería que le hiciese desaparecer, pero no podía tan siquiera intentarlo. Practicamos durante otra hora antes de que Martha volviese a plantear lo del Knell. ―No quiero que me los presentes ―dije―. Ya tengo suficientes problemas. ―Estaba haciendo malabarismos con Thatcher y el hecho de que mis padres estuviesen desaparecidos. No quería verme involucrada en peleas con ghasts o lo que sea que hiciesen, sólo quería estar con los fantasmas de la casa. ―Pero ya conoces a uno ―dijo Martha―. Bennett es miembro. ―¿Y tú? Vi algo extraño en su mirada. ―Ya no. Podría haber continuado preguntándole cosas, pero Anatole hizo sonar la campana que señalaba que la cena estaba servida. Como Martha se negaba a hablar sobre esos temas en la mesa, tuve que olvidarme del tema por un rato, pero mi mente no paraba de preguntarse cosas. ¿Por qué no me había contado Bennett que trabajaba para el Knell? ¿Por qué Martha ya no era miembro?, y ¿cuál era el motivo por el que conocían a mis padres?

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Parecía que cuanto más tiempo pasaba en Echo Point, siendo una ghostkeeper, más me daba cuenta de lo poco que sabía.

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Capitulo 18 Traducido por Oihana Corregido por Curitiba

E

l resto de la semana continuó con la misma rutina. Colegio, entrenamiento de ghostkeeper con Martha y después ir en secreto al salón de baile para recibir insultos del Libertino después de hacer los deberes y cenar. El Libertino no me dijo ni cinco palabras en toda la semana pero yo continuaba volviendo a pesar de su hosquedad. Había algo en su presencia que me confortaba, quizás los ecos de los recuerdos de la Emma original. Así que la vida iba bastante bien en Echo Point. Sentía el ghostkeeping cada vez más natural y por lo menos Nicholas no bailaba más como si fuese una marioneta cuando le forzaba. Hice lo que Bennett me pidió y conquisté amigos en la escuela, humanos, e incluso iba de primera en trigonometría a pesar de la falta de ayuda del hombre del traje marrón. Quien resultó llamarse Edmund. Bueno, para mí siempre sería el hombre del traje marrón. Entonces, en la última clase del viernes, Harry hizo una pausa durante un sermón sobre mi simple uniforme en latín y cambió a hablarme en inglés. ―SILF a las tres. ―¿Quieres parar con eso? ―dije ―. Llevas unos diez años de retraso.

―Et tu es a taedium sus26 ―dije aunque no ude evitar mirar hacia la puerta.

25

El acrónimo MILF, del inglés Mom I'd Like to Fuck (se traduce en la mayor parte de Hispanoamérica como MQMC, Mamá Que Me Cogería; en España como MQMF, Madre Que Me Follaría), hace referencia a las mujeres que a una edad relativamente son atractivas y sexualmente deseables.

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Últimamente usaba la parte ILF de MILF25 para describir cualquier cosa que le gustara: la pizza estaba PILF, la coca cola estaba CILF y la S obviamente para “estudiante”.

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Natalie estaba allí, de pie. Sí, esa Natalie. Tan delgada como siempre, con un precioso largo y suelto cabello oscuro y el uniforme hecho a medida. Mi estómago dio un vuelco y sentí como mi mundo se venía abajo. Natalie podría ser en un instante la mejor amiga de Sara. Coby le pediría que fuese a la fiesta de Halloween con él y Harry comenzaría a comportarse como un socarrón conmigo. Bueno, ya lo era. Y yo volvería a ser la chica sin amigos. ―¿Qué está haciendo ella aquí? ―pregunté. ―¿La conoces? ―Sí, es más como una BILF. ―Bien ―dijo Harry ―. Me la puedes presentar. ―¿Desde cuándo necesitas una presentación? Y no hablo con ella. Se puso al lado de mi escritorio. ―Hey ―dijo ―. Cuánto tiempo sin verte. ―No el suficiente. ―Está bien, ya lo solté, nunca he sido buena con el silencio, sino pregúntale a Max, si lo puedes encontrar. ―Sí, esperaba que pudiésemos hablar sobre ello ―respondió Natalie. Harry ladeó la cabeza. ―¿Hablar sobre qué? ―Ahora no ―dije a Natalie ―. O él cotilla de por aquí se lo dirá a todo el mundo. ―No creas ni una palabra de lo que dice ―señaló Harry a Natalie educadamente.

Me ignoró y le dio la mano a ella.

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Et tu es a taedium sus - Y tú eres un cerdo repugnante.

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―Sí, soy la mentirosa ―gruñí.

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―Soy Harrison, encantado de conocerte. ¿Conociste a la gruñona en San Francisco? ―Salíamos juntas ―dijo ―. Brevemente. En vez de decir algo cortante y perfecto, me limité a mirarla con ojos desorbitados. No podía creer lo que estaba pasando, el hecho de que Natalie apareciese era mi más repetida pesadilla, peor que cualquiera de las cosas que los fantasmas me tiraban. ¿Qué estaría haciendo aquí? A parte de torturarme. Harry y ella flirtearon sin cesar hasta que la clase comenzó, probablemente porque ella pensase que él me gustaba, como Jared. Bueno, podía quedarse con él y con Coby también. Con que nunca se encontrase con Bennett para mí era suficiente. Después de que el señor Z nos presentase a la nueva estudiante, Natalie mencionó que ya nos conocíamos, así que nos emparejó para la conversación semanal. ―No me odies ―dijo en latín. ―Eres horrible, ¿por qué no debería hacerlo? ―Quoniam tu es non bonus proculi exosus27 ―replicó. No supe qué responder a eso. ―¿Cómo es que ahora hablas tan bien? No dabas clases de latín en San Francisco. ―He cogido lo que me han ofrecido ―dijo ella maliciosamente―. Siempre hemos estado avanzados en latín, ¿no lo habías notado? ―¿Quiénes? ―Custodias fantasmales. ¿Custodia de fantasmas? Oh Dios mío. Ghostkeepers.

―Somos buenos con las cosas muertas, incluyendo los idiomas.

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*Quoniam tu es non bonus proculi exosus - Porque no eres buena en eso de odiar

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Vio mi expresión y asintió.

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―Ni de coña. ―Ni por asomo esta tía que apuñala por la espalda y que besa a Jared de San Francisco podía ser una ghostkeeper. ―Estás mintiendo, otra vez. —Nunca mentí, yo… ―Dijiste que eras mi amiga y ahora que eres una ghostkeeper… ―Aunque, ¿cuánto podía revelar sobre aquello? Cuanto más hablaba Martha sobre el Knell, más me sonaban a mafia―. No es que sepa de lo que estás hablando. ―Bien. ―Frunció el ceño para concentrarse y un ofuscado hombre mayor llevando nada más que unos calzones apareció a nuestro lado. Ella movió la nariz. ―¿Dónde están los fantasmas más monos cuando los necesitas? ―¿Tú no has…? Levantó una ceja. ―Lo hice. ―Gracias ―dije al fantasma―. Lamento la interrupción. ―Lo envié de vuelta al sitio del que provenía, pobre anciano. ―¿Dónde se ha ido? ―preguntó Natalie. Ejecuté un imperfecto pero reconocible encogimiento de hombros francés, Martha no era la única que había estado practicando. ―Eso lo has cogido de Celeste, ¿verdad? ―preguntó. ¿Conocía a Celeste? ¿Conocería a Bennett? ¿Quién diablos era ella? Mi afilada respiración llamó la atención del señor Z. ―¿Va todo bien por ahí, señoritas? ―preguntó el profesor. ―Sí ―respondió Natalie.

―Excelente ―dijo y se detuvo al pasar por donde estaba Harry, quien había dejado de intentar traducir MILF al latín. Natalie y yo tuvimos tres clases juntas, incluyendo esgrima, lo que era genial ya que ahora ella y Sara podrían pasar un buen tiempo cerca y convertirse en mejores amigas. Ambas preciosas, seguras de sí mismas y bueno, digamos que

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―Estaba sorprendida ―dije ―, por su correcto uso del dativo.

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estaba contenta por haber sido siempre amable con Kylee. Después de que Natalie y Sara se encontraran, estuvimos mucho tiempo juntas. Para retrasar lo inevitable intenté meterle prisa a Sara para salir del vestuario pero Natalie, por supuesto, me lo impidió. Conversó conmigo como si fuéramos amigas y después se auto presentó a Sara. A pesar de mis preocupaciones, no eran almas gemelas. Sara se comportó de esa forma tan fría y educada que sabe hacer tan bien y aunque no sabía el motivo por el que lo había hecho, me alegró que lo hiciera. Por supuesto, la clase en sí fue genial. Primero, Natalie estaba mucho más guapa que yo con su traje de esgrima. La entrenadora emparejó a las dos nuevas chicas y dijo “a jugar” y Natalie me machacó. Estuve tentada en más de una ocasión a ignorar las normas, cambiar mi agarre y ver qué era lo que realmente era capaz de hacer. El Libertino me había instruido para cambiar las manos en mitad de un combate y cortar la arteria femoral. O los ojos. O la muñeca. Pero en vez de eso, acepté la honorable derrota. Por lo menos los graciosos fantasmas no habían aparecido.

Durante la comida, Harry le pidió a Natalie que se sentase con nosotros y volvieron a flirtear, completamente encaprichados el uno por el otro. Ella le llamaba Harrison, haciendo que se convirtiera en su esclavo para el resto de su vida. Después de comer, Coby me acompañó a la clase de biología avanzada.

―¿Con Harry? Hormonas ―Con Natalie y tú. ―Oh, realmente no hay ninguna historia. ―Entonces me di cuenta de que era Coby con quien hablaba y confiaba en él―. Éramos amigas o por lo menos, eso pensaba yo. Me animó a organizar una fiesta porque mis padres se habían ido, ya sabes. Cuando los policías vinieron, les dijo que yo estaba viviendo sola y

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―Así que, ¿cuál es la historia?

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además estoy segura de que fue ella quien les llamó. Así que pasé la noche en un centro de acogida y acabé aquí. ―Así que ella es el diablo en persona. ―Personificado. Él sonrió. ―Por otro lado… ―Si me dices que está buena, te muerdo. ―… si no hubiese sido por ella, seguirías en San Francisco y me gusta que estés aquí. ―Oh ―solté. Él volvió a reír. ―De nada. Me gustó que no me hiciese sentirme perdida. Nos detuvimos fuera de la clase y le dije: ―Te veo mañana por la noche. ―Y de repente, estaba deseando que así fuera.

Me obsesioné con Natalie durante mi quinto y sexto periodo y después me la encontré esperándome en mi casillero al acabar la escuela. Los casilleros de Thatcher estaban todos en varias habitaciones y aparentemente había muchas negociaciones y bromas cada año por los mejores. Necesitabas que te votasen para tener uno de ellos. Afortunadamente, me perdí todo aquello y fui directamente asignada a la habitación del pobre con el resto de los nerds, pero tengo que decir que añoraba los clubes con sillas, chimeneas y palmeras en macetas.

―Lárgate ―dije mientras abría mi taquilla. ―No puedo ―dijo ―. Necesito que me perdones. ―Bien. ―Cogí mi mochila ―. Disculpas aceptadas. ¿Te irás ahora? ―No ―respondió ―. Quiero explicarme, ¿me escucharás al menos?

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¿Adivinen a quién le habían dado el casillero a mi lado? La hubiera dejado ahí tirada pero necesitaba mis libros.

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Salí de la habitación y bajé las escaleras del colegio sin tan siquiera responderle, caminando deprisa para andar por delante de ella. Trotó a mi lado junto a la puerta. ―Por favor. ―Para de seguirme. ―No quise hacerlo Emma. Me retiré las lágrimas de los ojos. No podía creer que estuviese ahí y… que fuese una ghostkeeper. Como si dedicase su vida a arruinar la mía. Vi a unos niños pasar por la puerta y también a Harry dirigiéndose hacia nosotras. Si me viese así, tendría un argumento para cotillear por todo el colegio. ―Entonces vamos ―dije. Caminamos una manzana en silencio antes de arrastrar los pies por las caídas hojas secas. ―Simplemente dilo, Natalie. ¿Cómo puedes explicar lo que hiciste? ―Nunca te hubieras ido de San Francisco si simplemente te lo hubiésemos pedido ―dijo. ―¿Hubiésemos? ¿Quiénes? ―El Knell ―respondió. ―¿El Knell? ―Me detuve ―. ¿Así que trabajas con Bennett? Se mordió el labio inferior. ―No te lo dijo.

―La amistad no era fingida. ―Odiaría ver lo que le haces a la gente que no te gusta. ¿Por qué no me dijiste simplemente quién eras y lo que querías? ―¡Hola! Somos ghostkeepers ―dijo alegremente ―. Vemos gente muerta y… eh, ¡tú también! ¿Quieres viajar por todo el país y vivir en una casa encantada con nosotros?

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―A ver si lo he entendido bien. ―Comencé a caminar de nuevo, esta vez más rápido debido a mi creciente ira―. El Knell te envió para que pretendieras ser mi amiga y me arruinaras la vida para que Bennett y tú pudieran traerme a Echo Point.

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Me acompañó durante todo el camino hasta el museo. ―No estábamos seguros de cuánto sabias sobre el tema. Continuamente te lanzaba indirectas esperando que me lo contaras, pero nunca lo hiciste. Bennett pensó… ―Qué estaba fingiendo. Ella asintió. ―Y tus padres… no lo sé. Emma, el Knell es como la armada y yo soy sólo personal. Ellos dan las ordenes y yo las cumplo, como en clase de esgrima, solo que sin nadie que grite “a jugar”. Me negué a sonreír. ―¿Tienes tan siquiera dieciséis años o eres sólo un ghostkeeper soplón que se infiltró en mi escuela para acercarse a mí? ―Tengo dieciséis ―dijo, aunque balbuceó durante un segundo ―. Sólo que nunca acabo la escuela en el mismo sitio donde la empiezo. Subimos las escaleras y me giré hacia ella antes de abrir la puerta. ―Sólo dime una cosa: ¿de quién fue la idea, el saber que estaría tan desesperada después de pasar una noche en un centro de acogida que me iría a cualquier lado? ¿Tuya o de Bennett? ―No te va gustar la respuesta ―dijo. Mi estómago dio un vuelco. ―Fue de Bennett ―dije. ―El Knell… ―¿Qué pasa con Jared? ―Di un respiro―. ¿Te dijo Bennett que te enrollaras con él?

―No. Era mono. Moví la cabeza. Justo cuando estaba acostumbrándome a vivir con fantasmas, Natalie volvía para cazarme. ―Entiendo que estés tan enfadada con Bennett ―dijo―. Pero sólo intentaba hacer lo que era correcto. ―¿Entonces por qué no se siente bien? ―respondí.

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Ella frunció el ceño.

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Capitulo 19 Traducido por Aciditax & hanna Corregido por hanna

L

a puerta se abrió y Martha dijo: ―Chicas, ¿van a entrar?

―¡Martha! ―chilló Natalie, abriendo apresuradamente sus brazos y aferrándose fuertemente. ―Querida ―dijo Martha, acariciando el cabello de Natalie―. Déjame verte. ―Te extrañé ―dijo Natalie―. Ha pasado tanto tiempo. ―Yo cuidé de Natalie cuando sus poderes aparecieron ―explicó Martha. ―Mucho mejor ―farfullé. Martha se soltó de Natalie y con un aire de majestuosidad entró al vestíbulo. Permanecí tiesa, mirándolas reconectarse. Martha le dijo a Natalie cuán bien se veía, Natalie le preguntó a Martha si ella había dejado de hacer listas. Natalie llevaba tiempo sin verla y estaba tan feliz como nunca la había visto. Hasta que Martha se dio cuenta que las estaba mirando ―Entonces, ¿ustedes no se han reconciliado? ―preguntó Sacudí mi cabeza. Martha tocó la mejilla de Natalie

―Pero no te he visto desde hace tanto. ―Natalie lució cabizbaja―. Quiero quedarme aquí, contigo. ―Lo siento, Natalie. Tengo que pensar en Emma ahora. La miré en completo estado de shock. ¿Estaba Martha escogiéndome sobre Natalie?

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―Entonces, no creo que debas quedarte.

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Natalie asintió resignada. ―Le preguntaré a los Finches si puedo quedarme un poco más. Me estoy quedando en su apartamento sobre el garaje. ―Cuando Emma esté lista, regresarás ―le dijo Martha―. Hasta entonces, creo que es lo mejor. Natalie mostró una frágil sonrisa, mantuvo su cabeza en alto. Por un momento, Martha y yo permanecimos allí en silencio. Entonces, me lancé entre sus brazos. ―Gracias ―le dije y comencé a llorar. Nos sentamos en la grandiosa escalinata, Martha acunándome hasta que las lágrimas dejaron de fluir. ―¿Por qué? ―le pregunté, secando mi rostro con mi manga―. ¿Por qué me escogiste en vez de Natalie? ―Porque lo que te hicieron en San Francisco estuvo mal. Y porque tú me necesitas más. Esa noche después de la cena, pasé por el estudio del padre de Bennett, entonces regresé, pensando en las espadas en el muro. Necesitaba sudar, perderme a mi misma en el esfuerzo. Bajé una espada y la batí de un lado a otro en mi camino al salón de baile. En el momento en que mi mano cerró el golpe, me sentí calmada, más centrada. Al menos, eso era algo que podía controlar. Ni siquiera tenía que llamar al Libertino, el apareció justo cuando me escuchó entrar en el salón. Él sonreía perversamente y apuntaba su espada a mi corazón. ―En garde. ―Oh, ¿si? ―Dibujé una E en el aire.

―Una E por Emma, así como una Z por Zorro. ―¿Quién? ―Tienes que comenzar a ver más dvds. Arremetí contra él. Ataqué tan agresivamente que el Libertino advirtió la pérdida de mi temperamento. Por supuesto, él también levantó una ceja en

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―¿Qué fue eso?

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señal de aprobación cuando sacudí la espada hacia su cara. Entonces, giré para patearlo en la rodilla. Practicamos por una hora. Me detuvo cada diez minutos más o menos para corregir mi postura o para mostrarme un nuevo movimiento, pero veía su aprobación en sus ojos. Para el momento en que terminamos, estaba bañada en sudor. Mientras que él seguía viéndose como un fantasma. Nos relajamos juntos en las sillas de lino blanco al final del salón. ―Nunca me has dicho tu nombre ―dije. ―Tú sabes mi nombre ―Bennett. El Bennett original. ―Tú puedes llamarme Stern ―me dijo, con humor en sus ojos. ―Por supuesto, te viene bien ―le dije―. ¿Por qué te estás escondiendo de todos menos de mí? Por un buen rato, él miró por la ventana. ―Ciertos fantasmas cazan un lugar, otros son atraídos por emociones. Yo estoy comprometido con ella, y tú eres lo más cercano. Así que yo no estoy atraído a otros, sólo por ti. ―¿Por qué la amabas mucho? ―No, Emma ―dijo muy suavemente―. Porque la maté. La terrible verdad en sus palabras brilló en sus ojos. ―Pero, tú la amabas. ¿Cómo pudiste? ―pregunté.

Se me puso la carne de gallina en los brazos por su tono. Echo Point estaba a veinte minutos de Salem. Ellos tomaban la brujería seriamente por allí, incluso si ella había vivido cien años después. Recordé el instrumento de tortura que había visto en Redd’s Pond. Asintió con la cabeza al ver mi expresión. ―Sí. Y la verdad es que ella confraternizó con la muerte, ¿no es así? Más completamente que cualquier ghostkeeper que haya existido. Aun así, ella era amada tanto por sus rumores como por lo que hacía.

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―Todos los que conocían a Emma la amaban… con unas cuantas excepciones. Un grupo de hombres del pueblo pensaban que ella era demasiado obstinada, demasiado rica, demasiado fuerte de voluntad. Y una bruja.

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―Así que, ¿qué hicieron? ―Me contrataron. ―Comenzó a pasearse, su voz seguía fuerte en mi mente, incluso cuando se puso de pie en la sala―. Me encontraron en un mal momento. ―¿Contratado para qué? ―Para seducirla. Para arruinarla. ―¿Y accediste? Una sonrisa retorcida. ―Me ofrecieron una fortuna como recompensa. Aposté y perdí muchísimo. ―La sedujiste. ―Me enamoré. Le conté todo –aun cuando yo intentaba seducirla, esperaba que ella me enviara lejos, pero ella también se enamoró. ―Su voz se apagó y mientras él se quedó mirando a través de la ventana, también se apagó lentamente. ―Espera. Quiero saber. ―No lo llamé de regreso. Cuando él estuviera listo para decirme porque la asesinó, lo haría.

La mañana siguiente, enseñé a Nicholas cómo lanzar el balón de fútbol que había encontrado en el ático de Bennett. Sólo me había aventurado en sus dominios para ayudar a Martha a descubrir si necesitaba limpieza. No es como si husmeara en sus cosas privadas y no encontré nada interesante. De todas formas, Nicholas dominó un espiral flojo, luego comenzó a usar el Xbox. No sé cómo él escuchó sobre estas cosas. Afortunadamente, Celeste lo reclutó para quitar el polvo. Así que me dirigí a la cocina y llené mi cara con paletas de crema fresca que Anatole había hecho. Realmente necesitaba comprarle un libro de receta de la Dieta South Beach antes que me convirtiera en una ballena.

―¿Cuándo vas a venir? ―preguntó. ―Um ―dije. ―¿No lo olvidaste, cierto? Quiero asegurarme que estés decente para tu cita con Coby. Uff, la fiesta de Halloween. La había olvidado, pero no quería herir los sentimientos de Sara.

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Entonces, Sara telefoneó.

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―No la olvidé. Sólo no quería molestarte. ―No hay problema. La fiesta es las 8:00 pm, te veo a las 6:00 pm.

Sara vivía en el área opuesta al puerto, en un vecindario llamado El Cuello, porque sobresalía por si mismo, lo que lo distinguía del resto de la villa. Aprendí rápidamente en el instituto que si tú vivías en El Cuello, tú tenías incluso más dinero que los ricos regulares en Echo Point. De todas formas, era muy lejos cómo para caminar, así que Sara vino y me recogió en su BMW. Chismeó con su voz ronca durante todo el camino a su casa sobre chicos de la escuela y de repente tuvo más sentido por qué ella y Harry eran amigos. Fue un alivio pensar en algo distinto a Natalie, ghostkeeping y Bennett. Yo aun no sabía que iba a decir la próxima vez que lo viera. Cruzó al adoquinado camino y me sorprendí al encontrar un lindo y pequeño chalet –hasta que noté que estaba justo sobre el garaje. Sara vivía en una mansión. Su casa estaba expandida sobre un acantilado rocoso, y ella ocupaba su propia suite, con un cuarto, sala de estar, un baño, y por supuesto una vista al océano. ¿Y mencioné el armario? Estaba en el paraíso, ordenando los percheros con las maravillas de los diseñadores. Su cuerpo era pequeño, pero yo podría haber usado mi propio Levis vintage, que imaginarme que podría engalanarme y ¡anotar!, usamos la misma talla de zapatos. El único problema era que con todas esas opciones, ¿cómo podía decidirme? Sara dio un paso más allá de mí y sacó un top de mangas cortas en la tonalidad más bella del magenta. ―Esto ―dijo ella―. Y estos. ―Ella tomó un par de sandalias de tacón de tres pulgadas de cuero verde jade.

Tuve problemas para meterme sin dificultades en el top, pero Sara insistía en que era una buena idea. Yo nunca podría haber escogido los zapatos verdes, pero combinaban perfectamente. Sara me inspeccionó. ―Zarcillos. ―Ella me pasó un par de argollas plateadas―. Ahora una máscara.

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¡Oh! Adivino, así es como podría decidirme.

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Excavó su armario en búsqueda de su colección de máscaras y presentó una selección de tres: una dorado apagado, una amarillo canario con plumas y la tercera era azul eléctrico. Las acercó a mi cara, después arrugó su nariz. ―Está todo mal. ―Simplemente debería ir como la colegiala zorra. ―Pero, ¿cómo sabrían que estás disfrazada? ―Ella sonrió perversamente. ―¡Hey! ―Lo arreglaré con maquillaje. Lucirá cool. Confía en mí. Tuve algunos problemas con lo de confiar, pero la seguí hasta el baño y me senté en su sillón, mientras ella mojaba y secaba mi cabello. Luego aplicó el maquillaje hasta que no pude resistirlo más y le dije: ―Si me estás pintando como a un payaso… Golpeó la varita del rímel un par de veces más. ―Puedes verte ahora. Giré hacia el espejo y casi no me reconocí. Mi cabello estaba perfecto –lucía realmente largo. Usando una blusa que podías ver en las páginas de Elle. Finalmente, me sentí lista para mi close-up. Bueno, tal vez para los asuntos de la mascarada, con un antifaz púrpura pálido sobre mis sienes, acentuado aquí y allá con lentejuelas ubicadas artísticamente. Impresionantemente cool. El único problema era, en que no era yo frente al espejo. Era otra persona. Una chica que vivía en una gran mansión, vestida para bailes lujosos, que pensaba que los fantasmas se veían como Casper y sus amigos. Pero, no le dije eso a Sara, en vez de eso le dije:

Sara sonrío. ―Es mi arma secreta. El timbre sonó y Sara chilló. ―¡Es él! Él va a pensar que te ves tan sexy.

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―¡Wao! Gracias. No te tomes esto a mal, pero te ves muchísimo mejor de lo que siempre te ves.

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Brillé de placer, imaginándome a Bennett al otro lado de la puerta. Después recordé que “él” era Coby y odié a Bennet de todas formas. Seguí a Sara a la puerta principal muy de cerca a sus tacones, así no me perdería. Encontramos a Coby encantando a la mamá de Sara, vestía unos jean ajustados, una playera rasgada, muñequeras de cuero negro y cadenas plateadas. Sus ojos estaban enmarcados con delineador para chicos. ―Rock Star ―dije―. Muy agradable. El sonrío. ―Te ves… ―Todo esto lo ha hecho Sara ―lo interrumpí, sintiéndome extraña en tacones y satín, como si me hubiese metido en tantos problemas para impresionarlo. ¿Por qué dejé que Sara me metiera en esto? Sara trataba de presionarme con su abrigo pastel. Malhumorada encogí los hombros en mi abrigo de lana. ―No has admirado suficientemente mi obra de arte ―dijo Sara, haciendo gesto a mi cara. ―Me gusta la máscara ―dijo Coby―. Y las cositas brillantes. ―Cositas brillantes. ―A veces, amo a los chicos. Sara hizo una reverencia. ―Gracias. ―¿Quieres un aventón? ―preguntó Coby. ―No estoy vestida aún ―dijo ella― Estaré allí en media hora. ―¿De qué va ir ella? ―preguntó Coby, mientras abría para mí la puerta del Lexus SUV de su padre―. ¿Cómo tú?

―Porque tú estás vestida como ella, así que pensé que tal vez… Me reí. ―Pienso que ella también va a ir como si misma, así que habrán dos Saras esta noche. No sé cómo nos vas a diferenciar. Sonrío con una sonrisa secreta al tiempo que encendía el auto.

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―¿Por qué dices eso? ―pregunté.

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―¡Oh! Yo sabré como. Hmm. Quizá él me gustaba más de lo que me había dado cuenta. La casa de Harry era una locura. Hacía que la casa de Sara se viera como el cuartel de la servidumbre. Era como uno de esos desplegables de Architectural Digest, que te hacen pensar que no es posible que las personas vivan así. Todas esas columnas romanas y los pisos de mármol, sobresalían en lo alto de un acantilado. ―Otra vez, ¿qué es lo que hace el papá de Harry? ―le pregunté a Coby mientras caminábamos a través de los salones ornamentados. ―Su mamá inventó las bolsas plásticas reciclables. ―¡Oh! Cool. ―Sí. Vivo diciéndole a mi madre que mejore. Sonreí. ―¿Qué hace ella? ―Es trabajadora social. Me reí tontamente. La escuela en pleno había sido invitada, incluso los geeks, lo cual era agradable. Eran los únicos dispuestos a usar disfraces tontos. ―¿Quién eres tú? ―le pregunté a un chico de trigonometría envuelto en una masa de espuma de color rosa moteada con puntitos. ―Una ameba. ―Perfecto. ―¿Quieres jugar con mi pseudópodo? ―preguntó, luego se sonrojó, se río tontamente y se alejó.

Él se encogió de hombros ―Eres irresistible para esa célula simple. Estuvimos hablando con unos chicos y noté algunas miradas endemoniadas de algunas chicas, quizá porque vine con Coby. Y no una, sino tres de ellas, me preguntaron si estaba usando un top y zapatos de Sara. Coby, finalmente me arrastró de allí, diciendo que teníamos que encontrar a Harry.

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Le di un vistazo a Coby.

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Lo encontramos en la cocina, vestido a cuadros escoceses y fumando una pipa. Sherlock Holmes era el disfraz perfecto para su genialidad excéntrica y su complexión delgada y desgarbada. En vez de estar manejando la bomba de los barriles, él estaba operando una gigante máquina roja de expreso. En lo alto del mostrador cerca de él, estaba una zorrita conejita blanca nieves. Usaba unos lentes de esquí, unos ajustados pantalones de esquí y un top que revelaba un cuerpo perfectamente libre de grasas. Sin embargo, ella tenía sus curvas y escote. Era Natalie. ―Emma ―dijo ella―. Te ves hermosa. ―Así es. ―Harry estuvo de acuerdo después de verme críticamente―. Ella es una FILF. Pensé por un momento que era Sara. ―El mejor cumplido ―dijo Natalie con un filo en su voz. ―Una Sara de segunda categoría es mejor que una de primera categoría de todos modos ―dijo Harry seriamente. Está bien, los comentarios sobre Sara eran noticia vieja ya. Sólo esperaba poder huir de Britta. No estaba de humor para sus burlas. ―Necesito una cerveza ―dijo Coby y me llevo a través de la cocina. ―¿Cómo es que Harry hace los tragos de expreso? ―Él no bebe. ―¿En serio? Me lo imaginaba como un hombre de gin-martinis. ―Cerca. Vodka-martinis. Pero no más. ―¿Qué quieres decir?

―¡Wao! ¿A los 15? ―Sí. Era un desastre. Recordé los comentarios venenosos de Harry sobre el “apagón alcohólico”. Él debía estar hablando sobre sí mismo. ―Y ahora él…

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―Que fue a rehabilitación el año pasado.

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―Él sólo se droga con expresos. ―Coby asintió hacía la máquina de expresos―. Allí está Sara. Lo hace con él. Sara lucía espectacular en un vestido bronce brillante ajustado y la máscara azul brillante. ―Hmm. Tal vez debería intentar eso. ―Realmente quieres terminar como Harry después de seis expresos. Me carcajeé ―Debe ser salvaje. ―Y la voz de Sara debe hacerse más alta ―dijo él. ―¡De ninguna manera! ―Comienza a resquebrajarse como la voz de un pre púber. Me reí y ayudé a Coby a llenar un par de vasos. Bebimos y bailamos –Coby rígidamente un poco, lo que hizo que me gustara un poco más. Todo con esa gracia y poder del campo de fútbol, sin embargo aún estaba un tanto consciente de si mismo mientras bailaba. Un desgarbado Harry por otro lado, bailaba como en un sueño –era obviamente el deseo de la mitad de las chicas, aunque él sólo tenía ojos para Natalie. Cuando Coby y yo regresamos a la cocina para recuperar el aliento, encontramos nuevamente a Harry y Sara en la máquina de expresos. Con Natalie. ―Sabes ―dije―. Pienso que sólo voy a ir por la vista. ―Vendré con… ―dijo Natalie. ―Genial ―murmuré.

Usaba mi abrigo y Natalie se deslizó en su impermeable que combinaba con su disfraz. El aire estaba frío y la luna llena brillaba en las nubes. Y en la piscina. Y en el jacuzzi. Y en las cabañas. Y en los cuidados jardines que conducen al acantilado. La mansión resplandecía detrás de nosotras, como un ostentoso resort. ―¿Linda casa, no? ―dijo Natalie. ―¿Puedes creer que él vive aquí? ―dije.

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Coby se ofreció a venir, pero pude decirle que él quería pasar el tiempo con Sara y Harry, así que dejé que Natalie me siguiera sola al exterior.

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Ella sacudió la cabeza asombrada. ―No puedo creer que nadie viva aquí. ―Por favor. No me digas que tú no creciste en algo como esto. ―No exactamente ―dijo―. Nuestro helipuerto era más grande. No respondí, no estaba completamente segura de si estaba bromeando. Seguimos por una plataforma de piedra hacia el acantilado. No la había perdonado, pero habíamos sido amigas y encontraba tan fácil estar cómoda cerca de ella nuevamente. Paramos y miramos sobre el puerto. ―Me pregunto cuál es su velero ―pregunté. ―El más grande ―dijo Natalie―. Él me lo ha recalcado. ―Así que Harry tiene algunas inseguridades ―dije. ―Mmm. Sigue siendo un bote agradable ―dijo ella―. Así que, Coby es genial. ¿Has dormido ya con él? ―¡¿Qué?! ¡No! ―¡Oh por Dios! Nunca lo has… ―se río tontamente y mordió su labio―. ¡Lo siento! ¿Quieres escuchar sobre mi primera vez? ―No en especial. ―¿Y acerca de mis otras primeras veces? ―preguntó―. La primera vez que convoqué a un fantasma. ―Había una chispa perversa en sus ojos―. ¿Puedes sentirlos?

Pero Natalie no. Ella cerró sus ojos y podía decir que estaba preparándose para un llamado. ―Natalie… no ―protesté―. Aquí no. No ahora. ―Relájate. Será divertido ―dijo ella, sus ojos seguían cerrados. Estaba parada rígida y tranquilamente y sentía su llamado por una presencia espiritual. Esperaba por un viejo marinero o quizá un jardinero que llevaba tiempo

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Sí. Yo podía sentirlos. El área estaba plagada de fantasmas; mi espina dorsal se estremeció y ecos silenciosos sonaban en mi cabeza. Pero yo era feliz ignorándolos.

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muerto, pero no fue eso lo que apareció delante de nosotros, fue algo completamente diferente. Olí y sentí el aire marino como se elevaba del océano y escuchaba las olas ondular contra las rocas. El suave brillo de la casa caía en la oscuridad sobre los acantilados, como un hilo conductor entre las ranas espectrales se espesó en el aire y se arrastró hacia nosotros. Eso era lo que Natalie había convocado. Nunca había visto algo como eso antes y a juzgar por la expresión de Natalie, ella tampoco lo había hecho. Conforme observamos, el sapo se transformó en una sombra que no se veía como los otros fantasmas que yo había visto. Tenía un esquelético y malformado cuerpo y usaba ropa hecha jirones. Excepto que eso no era lo que estaba vistiendo. Era su piel. Sus huesos estaban de alguna manera unidos en los lugares incorrectos, haciéndolo parecer más un insecto que un humano. Veíamos que eso se desviaba hacia nosotras, arrastrando una rana oscura detrás de él. Eso subía hacia la casa, más cerca de los chicos que la estaban pasando en la cabaña. Me estremecí ante el frio malicioso. ―¿Qué es esto? ―susurré. ―Yo…no lo sé. ―¿Es un ghast? ―No. ―Sus ojos brillaron de pánico―. Al menos, yo no he visto ninguno como este. ―Bien. Hagamos que desaparezca. ―No puedo. Soy una convocadora, no una desvanecedora. No puedo hacerlo desaparecer.

―¡Oh por Dios! ―Natalie respiró―. Haz algo Emma, por favor. ―¿Yo? Yo ni siquiera sé como… Y me detuve, escuchaba una voz discordante: ―Comida-Carne. Rompe la piel y aliméntate. Aliméntate. ―Va a comernos ―le dije.

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La cosa tenía dos agujeros negros en vez de ojos y las oscuras cuencas afiladas hacia los chicos de la cabaña.

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―Los fantasmas no se comen a las personas ―dijo desesperada―. Espectros, sin embargo. Los espectros si pueden comer personas. Pero no es posible que yo haya convocado a un espectro. Yo nunca podría empezar… ―Prepárate ―dije. Porque yo tenía que hacer algo. Ella tragó. ―¿Para qué? ―¡Hey! Le grité. Sí, por aquí, tu oscuro fenómeno de la muerte. Pausó y giró hacia nosotras. ―Aliméntate, aliméntate. Prueba la médula. ―Sí ―dije―. Te estoy hablando a ti, Bernice. ―¿Qué estás diciéndole? ―preguntó Natalie―. ¿Qué estás diciendo? ―Lo llamo Bernice. ―¡¿Qué?! ¿Por qué? ―No tengo idea. ―Eso crujió hacia nosotras, alejándose de los otros chicos―. Pero funcionó. ―¿Cuál es el plan? ―Ella sujetó mi mano―. ¿Cuál es el plan Emma? ―Rompe los huesos. Aliméntate de la carne. ―Se acercó más―. Bebe el alma. Aliméntate. ―Um ―dije―. ¿Qué tan rápido puedes correr? ―Obsérvame. ―Me arrastró con ella―. ¡Vamos!

Comenzó a decir algo, pero no podía escucharla mientras el fantasma –o lo que sea– iba hacia nosotras. Me envolvió. Latigazos en mi piel, bajo mis ropas, pero la salvaje emoción de esa cosa golpeando mi cabeza, se sentía cada vez peor. Sentí su deseo interminable, una necesidad insaciable de alimentarse. Estaba desesperadamente hambriento y tenía un decidido odio implacable en sus pensamientos: Neos… Neos… Neos. Esa palabra me devolvió a la acción. Era lo que había escuchado en el humo de las urnas fuera de la oficina de mi padre y cuando las sombras me habían cazado en el pueblo… todo estaba conectado de alguna manera. En vez de intentar ahuyentarlo, arremetí con mis pensamientos:

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―Me quedo aquí. ―Si corría, se volvería hacia los chicos―. Tú vete.

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―No hay nada para ti. Regresa. Ahora. En respuesta, sentí que mi aliento se aplastaba. Un terrible estrangulamiento, abrí mi boca para gritar pero no pude hacer ningún sonido. ―¡Vete! ―grité en mi mente. ―Neossss. Aliméntate. Iba a matarme. Y cuando terminará conmigo, se movería por Natalie y los otros chicos. Si no lo detenía, nadie podría. Me concentré, a pesar de que el fantasma aullaba por mi sangre. Me envolví en la cosa vil, fue como sumergirme en una alcantarilla y arrastré cualquier chispa sombría que animó a mi habilidad como ghostkeeping dentro de mi corazón. El poder irradió dentro de mí y comprendí que podía controlarlo. El fantasma se deterioró y se hizo trizas sobre mí, zarcillos de humo que dejaban rayas blancas congeladas en mi piel, que me negué a liberar. ―¡Vete! ―dije nuevamente. Y esta vez le mostré a la cosa un atisbo de mi poder. El fantasma flaqueó. Golpeé otra vez. Empujé con todas mis fuerzas maltratándolo con la luz que fluyó a través de mis venas y huellas digitales. Al menos, eso fue lo que sentí. Martha dijo que era diferente para cada ghostkeeper, pero mi poder disipador se sentía como un rayo que pasa a través de mi cuerpo y sale de mis manos incluso si los relámpagos no son visibles actualmente. Pero en la cúspide de mis ataques, cambié. No podía disiparlo. Ni siquiera esta abominación; se sintió como un asesinato. En vez de eso, lo obligué. ―Vete. No toques nada. No dañes a nadie. Vete. Me perdí a mi misma en la lucha, mi voluntad contra la del fantasma, hasta que mi mundo se redujo a un pequeñito punto y mi conciencia desapareció ante una simple orden: Vete.

Parpadeé. Estábamos solas. Se había ido. Los chicos seguían perdiendo el tiempo alrededor del fuego en la cabaña. Sólo unos segundos habían pasado. ―¡Emma! ―Restregó mi hombro―. ¿Estás bien? ―Apenas ―exhalé―. Sí, sí, extrañamente estoy bien.

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Una nueva sensación llegó: calidez, brillo y suavidad. Me sacudí por sorpresa y encontré a Natalie sosteniéndome erguida y diciendo mi nombre.

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―No te ves bien. Estás tan blanca como… ―Se detuvo, iba a decir como un “fantasma”, y las dos reímos con voz temblorosa. ―¿Por qué te quedaste? ―le pregunté. ―No estaba a punto de dejarte nuevamente ―dijo―. Además, estabas agitando tus brazos. ―¿Qué? ―No quería que los otros chicos hablaran. ―¡No estaba agitando mis brazos! ―Riesgos laborales ―dijo. Ambas quedamos en silencio, viendo el océano. ¿Qué más estaba allá fuera al acecho del reino entre el bien y el mal?, ¿cómo Natalie había convocado a tal horror? ―Está bien. Tenemos que averiguar que se trataba eso ―dijo―. Y de dónde vino. Puedo alertar al Knell y quizá tú puedas decirme, ¿dónde te cortas el cabello? ―¿Ah? ―dije. ―¡Hey! ―Coby estaba de repente detrás de mi―. ¿Siguen aquí fuera? ―Charla de chicas ―dijo Natalie. ―Te vi desde la casa. ―Él me observaba―. ¿Qué estabas haciendo con tus brazos? ―Te lo dije ―dijo Natalie. ―Pretendía que estaba empujando a Natalie fuera del acantilado. Ella gruñó. ―Yo como que me lo merecía.

Ella sonrío con lenta satisfacción. ―Sí. Él quiere que le enseñe todas las frases sucias en latín que me sé. ―¿Tú conoces algunas Emma?, ¿no? ―¡¿Qué?! No.

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―Harry te está buscando ―le dijo Coby.

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Su risa no sonó tan diabólica mientras se escabullía a la casa, abriendo de un tirón su celular. ―Ella es mi némesis ―suspiré. ―Cuando tu némesis es una conejita de esquí ―dijo Coby―, necesitas salir más. Me reí. ―Sí, mi vida es tan aburrida. ―Si tan sólo supiera. ―¿No quieres salir de aquí? ―dijo gentilmente a mi oído. Mi cuerpo resplandeció por su aliento. ―Sí, por favor. ―Caminaremos a Echo Point. ―¿El Cuello no está en Echo Point? ―No. Quise decir, el punto actual ―el lugar en el pueblo fue nombrado después. Puso un brazo a mí alrededor y me acurruqué más cerca. Coby era real. Coby era seguro. ¿Iba a tratar de besarme cuando llegáramos al punto? ¿Lo dejaría? Sí. Porque, ¿qué clase de chica rechaza un beso de un chico como Coby? Además, él no tenía nada que ver con fantasmas y lo amaba por eso. Y me gustaba su delineador de chico.

El camino repentinamente proyectaba a un punto y había un banco para tomar el extraordinario punto de vista. Un con junto de peldaños de madera desvencijados llevaban a una pequeña playa más abajo. ―¿Quieres caminar por la playa? ―preguntó Coby. Una súbita sospecha me golpeó. ―¿Harry te dijo que me gustan las largas caminatas en la playa?

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Dimos un paseo por los jardines de un camino que serpenteaba en el acantilado de la propiedad de Harry más allá de las mansiones de sus vecinos hacia Echo Point. El cielo estaba despejado y la luna llena. Era una noche perfecta para besarse bajo las estrellas― incluso si aun estas agitada de lo que supone hacer frente a un espectro.

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Se echó a reír. ―¿No le gustan a todo el mundo? ―Oh. No, yo estoy feliz aquí. Y lo estaba. Olvídate de Bennett, Natalie, y los fantasmas hambrientos. Estando aquí tan sólo podía ser yo misma, Emma, con un chico guapo que parecía que quería darme un beso. Se acercó más y tocó uno de los aros de plata que Sara me prestó. ―Normalmente, no llevas joyas. Pensé en el amuleto que escondía debajo de mi camisa. Tal vez se lo dejaría ver más tarde. ―No mucho. ―Y me gusta tu cabello de esta manera ―dijo―. Y la máscara es…sexy. Puse mi mano sobre su pecho, sintiendo ese hormigueo momentáneo, cuando quieres que un chico te bese, pero no estas segura de que va a ser así. Su pecho era cálido y duro debajo de su chaqueta y me estremecí un poco más. Hormigueaba demasiado. Algo no estaba bien. Había un fantasma cerca. Miré más allá de Coby, el temor formándose en mi estómago. Me di cuenta de ese hormigueo malicioso. No era sólo un fantasma, sino el succionador de almas que Natalie había convocado. ―¿Qué? ―preguntó Coby, al ver mi expresión. ―No lo sé…creo qué…―Miré hacia abajo en la playa―. Creo que alguien está ahí abajo. ―Miré más de cerca, y cogí un desenfocado movimiento en la oscuridad de la noche.

―No te preocupes, no nos puede ver. ―No ―dije, tirándolo alejándome―. Creo que está en problemas. ―Él está bien. Sólo practica tai chi o algo así. Se me cortó la respiración.

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Coby se apoyó en mí.

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―¡Es Bennett! ―Él estaba solo en la playa, tratando de luchar contra ese fantasma―. Quédate aquí. ¿Por favor? No esperé a que respondiera. En su lugar, me quité los tacones y eché a correr. Bajando las escaleras a través de la arena. Oí a Coby llamándome por mi nombre desde los acantilados, pero no me detuve. Mantuve mis ojos sobre Bennett y la masa que se retorcía de la sombra que estaba tratando de disipar. Antes de que llegara, el fantasma se hizo un ovillo rugiente y se levantó inmediatamente, un vapor de tinieblas sobrenaturales extendiéndose como olas de un murciélago lo rodearon. ―Bennett ―le dije. ―Emma…―No se volvió hacia mí, se centró en mantener el cuello de la cosa―. ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Oh!, simplemente pasando el rato en los acantilados, apunto de hacerlo lo con chico. ―¡Vete! ―dijo―. No puedes estar aquí… La cosa lo llevó a una de sus rodillas, oliendo una maldad fría. Yo estaba detrás de Bennett y empujé con él. El espectro se convirtió en un torbellino y succionó mi ataque dentro de sí mismo. Bueno, ¿qué diablos? Entendí que este no era un fantasma normal. El fantasma promedio era vago, de pie, luciendo semi-normal (aunque un poco pálido), y tal vez moviendo cosas de vez en cuando. Ellos no tenían carne colgando de los huesos y se rizaban a sí mismos en bolas de muerte de esencia fantasmal. ―Es un fantasma, ¿no? ―Traté de comunicarme con él, pero no pude penetrar en su caparazón nebuloso―. Eso es lo que Natalie pensó… Bennett gruño. ―Emma, ahora no es el momento. Necesito que me ayudes.

―Es por eso que regresó más fuerte. ―Luchó por estar de pie, lo que obligo a la cosa a ir hacia el océano―. Deja de jugar, Emma, y disipa la cosa. ―¡No puedo! ―Entonces, vete ―dijo, con los dientes apretados.

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―Yo lo obligué antes, tal vez…

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El fantasma se cernía un momento sobre el mar, una masa en constante cambio disparándose hacia Bennett. Él lo esquivó, pero la cosa se desvió increíblemente rápido y una tormenta de plasma estalló a través de su rostro. Se dejó caer en la arena de la playa y se quedó allí, inmóvil. Oh, Dios mío. ¡Bennett! Me arrodillé junto a él. ―Por favor ―le susurré―. Despierta. Él se movió, pero no despertó, oí a Coby llamándome por mi nombre desde el acantilado. Me quedé inmóvil de miedo mientras el fantasma comenzaba a encresparse en sí mismo otra vez. Cerré los ojos y me concentré, sintiendo los zarcillos de energía y espíritu que me conectaba a los Espectros. Utilicé todos los trucos que Martha me había enseñado para obligarlos a marcharse de una vez por todas. Pero se había vuelto demasiado fuerte. ―Disípalo ―murmuró Bennett, su voz débil. Negué con la cabeza. Ni siquiera podía recordar cómo. El fantasma pulsaba. Una vez. Dos veces. A continuación, entro en erupción. No hacia mí. Hacia Bennett de nuevo. Metí mis manos en la más gruesa espiral de su negrura e ignoré el frío cortante mientras atacaba los tornillos invisibles que se sentían como un disparo a través de mi cuerpo. La espalda arqueada y la boca abierta en un grito silencioso. Hubo un destello de luz y la oscuridad retrocedió. Solté una ráfaga tras la explosión hasta que no quedó nada de fantasma, sino una larga mancha en la arena, como una mancha de aceite. ―Mátalo ―murmuró Bennett.

Suspiró y apenas le oí decir: ―O va a volver más fuerte. La mancha de petróleo se espesó y creció en la arena. Tomó la forma de una niña, una niña rubia que se parecía un poco a mí a esa edad. Ella se arrastró hacia Bennett, sus ojos negros con intención y hambre. Él se quedó allí,

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―Ya está hecho.

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inmóvil mientras yo tiraba de él, y la niña llegó por él, zarcillos en espiral manchando de tinta sus uñas. Ella susurró la palabra que me asustaba cada vez que la oía: ―Neos. Neos. Neos. Agarró a Bennett y empezó a cavar en él con las garras fantasmales de la muerte y lo perdí. Yo la maté, ¿de acuerdo? Una niña rubia, que se retorcía en agonía y me miraba con terror, como un disparo de tornillos sin fin en ella y terminé con su vida. Bennett se colocó en una posición sentada, viendo fragmentos de las tinieblas del espectro brillando y desvaneciéndose en la arena, como las cucarachas corriendo de la luz. Yo no sabía lo que sentía. Había matado a algo…algo malo. Pero aún así, había vivido, antes de que la apagara. Mientras miraba a Bennett levantarse y sacudirse la arena de sus pantalones, una súbita sospecha me golpeó. ―Me tendiste una trampa. Querías que la matara. Así que fingiste que no podías combatirla, sólo para que yo tuviera que hacerlo. ―Natalie me llamó ―dijo―. Y no le creí. Pero eso era un fantasma, lo que significa que alguien los está criando, dándoles de comer. Tenemos que… ―¿Nosotros? ―dije―. No hay “nosotros”. ¿Después de lo que hiciste en San Francisco? Eres un mentiroso. Tú enviaste a Natalie para que me arrojara a esa casa intermedia. Y ahora me tienes para que asesine…―Parpadeé para contener las lágrimas repentinas―. Yo confiaba en ti, Bennett. Se pasó una mano por la cara.

―¡Guau! ―llamó Coby, trotando hacia nosotros desde las escaleras―. ¿Viste ese rayo? Todo había sucedido en cuestión de minutos, sin embargo, nunca sería la misma otra vez. Coby se detuvo a nuestro lado y me miró con atención. No sé lo que vio, pero se ofreció a llevarme a casa. ―Yo la llevaré ―dijo Bennett―. Creo que como su tutor, yo debería…

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―Lo siento, yo…

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Algo dentro de mí se rompió. ―¡Cállate! Agarré la mano de Coby y lo llevé hacia las escaleras. ―Vámonos. Coby me llevó de vuelta por el sendero del acantilado, por el lado de la casa de Harry hacia su coche. Él sabía que yo no quería darles las buenas noches a todos. Luego me llevó a casa. Cinco minutos de silencio en el coche, conmigo sintiéndome una asesina―aunque estaba justificado. Entonces suspiré. ―¿Sabes qué es lo mejor de ti? ―¿La pantalla de mi pase? Me reí. ―Ni siquiera sé qué es eso. ¿Fútbol? ―Uh huh. También voy a aceptar mi agudo intelecto, mi récord de asistencia perfecta, o lo guay que luzco como una estrella de rock. Le sonreí. ―Tu máscara está empezando a caer. Él robó eso, solamente empeorando las cosas. ―Lo que más me gusta de ti, es que siempre…sabes. Cuando necesito calma, estás tranquilo. Cuando necesito un amigo, estás ahí. Coby mantuvo sus ojos en la carretera. ―¿Deseabas que Bennett te llevara de vuelta?

―Me gustas, Emma. ―Él medio se encogió de hombros―. Pero si lo que quieres es ser amigos… Nos adentramos en mi barrio antes de contestar. ―No sé lo que quiero. No quiero hacer ninguna promesa. Pero tampoco quiero que te vayas.

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―No ―dije.

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―¿No estás con Bennett? ―preguntó―. Ustedes dos pelean como si hubiera algo… ―No hay nada entre Bennett y yo. ―Casi me echo a reír―. Nada más que fantasmas del pasado. ―Y yo quería que fuera verdad, quería dejar de preocuparme por él. ―Bien. ―Aparcó en la entrada de arce reforzado―. ¿Vas a ir a la fiesta del Baile conmigo? ¿El baile? No me esperaba eso. ―Coby, fui a una fiesta de Harry contigo, y terminé en la playa discutiendo con mi idiota tutor. Hay chicas que son, ya sabes… más bonitas y con más ganas de agradar. No quieres… ―Quiero que digas sí ―me dijo. Ir al baile con el mariscal de campo de la escuela secundaria. Una chica normal, en una cita con el más lindo chico de la escuela. Yo quería ser esa chica―y sólo una chica― y olvidar todo acerca de quién asesina fantasmas. Así que le dije que sí.

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Y él se inclinó sobre el asiento y me besó.

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Capitulo 20 Traducido por alisadri Corregido por Aciditax

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na sombra cayó sobre el coche, y Bennett llamó a la puerta. Saltamos y fracturé la ventana. —¡Vete!

—Tenemos que hablar. Me volteé hacia Coby. —Lo siento. Tal vez si Bennett agarra el virus del Ébola, tendremos una cita real algún día. El empezó a contestar, pero lo bese otra vez. No tan gentilmente, en esta ocasión. —O tal vez él ira de intercambio a India —le dije dando un paso desde el carro—. Eso funcionaría también. Podía oír a Coby riendo mientras se alejaba. Me quedé en el camino, junto a un ceñudo Bennett. —Creo que todavía hay la plaga en India. —¿Ya terminaste? —dijo—. Necesitamos hablar. —No, Bennett, lo que necesitas hacer —dije—, es escuchar.

¿Ah? No es lo que estaba esperando. Yo estaba preparada para una pelea. —Um. ¿Dónde está Martha? —Estoy aquí, querida. —Ella salió de la cocina envuelta en una bata de cachemira, sosteniendo un libro—. ¿Pasaste un buen rato? —Maté a un fantasma —solté, y caí en sus brazos.

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—Lo sé —dijo, mientras nos dirigíamos al interior—. Debe haber mucho que quieras decirme.

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—Oh, Emma… —Yo no quería hacerlo —sollocé—. Bennett me engañó. —No puedes matar fantasmas —protestó—. Ellos ya están muertos. Y yo no te enga… —Bennett —dijo Martha—, ella se ha llevado un susto. Él se veía tan arrepentido por ello que casi le perdono todo. Casi. En cambio, vertí mis sentimientos en Martha. Ella me consoló, entendiendo que no era sólo la disipación lo que me molestaba. La verdad es que, ahora no hay vuelta atrás, no se puede negar que yo soy parte de este mundo –un mundo hecho de miedo y de fantasmas y de mentiras. Yo podría pretender que era una chica normal, con fiestas y amigos y una cita para el baile escolar. Pero no era la verdadera yo. La yo real puede desvanecer un fantasma. Así que no estaba llorando sólo por el fantasma muerto en la playa. Estaba llorando por mí. Por la chica que ya no estaba. Cuando mis lágrimas se suavizaron a un gimoteo, Bennett puso una taza de té en frente de mí. No cualquier té. Un red-eye chai —¿Cómo lo sabías? Se encogió de hombros mientras yo en silencio me tomé el chai. Cuando puse la taza vacía sobre la mesa, Martha dijo: —Emma, tú y Bennett necesitan hablar. Vayan a caminar, yo estaré aquí cuando regreses.

Antes de irnos, noté a Nicholas mirándonos a través de la barandilla de la escalera del segundo piso. Su rostro pálido parecía preocupado, su mirada solemne. Le di un pequeño saludo, pero él se quedo quieto. ¿Me había oído decir que maté a un fantasma? ¿Puede oler el poder de disipar todavía en mí? Finalmente, él saludó de vuelta, tentativamente. Como si estuviera asustado de mí.

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Como siempre, era incapaz de disgustar a Martha. Me quité los tacones de Sara, espolvoreando el piso con arena, me puse mis botas, y me até una bufanda gris plata alrededor de mi cuello. Pisé fuertemente en la puerta principal y fulminé con la mirada hacia atrás a Bennett, que estaba encogiéndose de hombros en su chaqueta.

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Yo no podía soportarlo. Me empujé fuera y Bennett y yo caminamos por el sendero en silencio. Era después de medianoche y la noche se había vuelto turbia, apagándose en lámparas de calabazas y faroles antiguos que ofrecen la única iluminación en la niebla tenue. Tuve que admitir que me asustó. No se sabía lo que podía aparecer en esta atmosfera. —No voy a volver a hacer eso —dije. —¿Besar a un chico? —preguntó Bennett —. Encuentro eso difícil de creer. —¿Qué pasa contigo? —pregunté—. No eres una persona normal. —No, Emma, no lo soy. Y tú tampoco. Dejé de caminar. Esto no es lo quería oír. Debería estar en casa en la cama, analizando mis sentimientos hacia Coby –preocupada sobre porque todavía codiciaba a Bennett. Él se detuvo tan cerca de mí, su abrigo estaba desabrochado. Yo quería deslizarme en él, sentir su calor, oler su piel, y pasar mis manos por su cabello castaño ondulado. —Tú me manipulaste, Bennett, y arruinaste mi vida en San Francisco para traerme aquí. —Si —dijo—. Lo siento Emma. Mírame, por favor. Me mordí el labio y parpadeé hacia él. Las sombras de la noche en su rostro lo hacían ver más viejo y duro –más como el Libertino. —No quería hacerte daño —dijo—. Nunca he querido hacerte daño. He trabajado para el Knell, desde… bueno, siempre. He consagrado mi vida a ghostkeeping, a proteger a los inocentes de los fantasmas que pudieran hacerles daño. No puedo romper esa promesa. —¿Incluso cuando piensas que están equivocados? —Es como ser un policía, Emma. Tú no quieres a cada chico por ahí haciendo sus propias leyes. Tú esperas que los policías hagan cumplir la ley, incluso cuando están en desacuerdo.

—Así, que si el Knell te dice que me hagas eso de nuevo, ¿lo harías? —Y me odiaré a mí mismo, otra vez. No era la respuesta que quería oír, pero no di marcha atrás. No podía dejar ir lo que sea que nos conectaba: nuestras habilidades ghostkeeping, nuestra

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Tragué saliva.

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historia familiar compartida. O tal vez es sólo que nunca me sentí tan viva, tan correcta, que cuando estaba con él. —Pensé que ese espectro iba a matarte —dije. —¿Te hubiera importado? —Sí —suspiré hacia él—. Me hubiera importado. Demasiado. Vi su pulso latir en el cuello abierto de su camisa. Presioné mi pulgar contra ello y puse mi otra mano contra su pecho. Él miro hacia abajo a mí y corrió sus dedos entre la bufanda y la parte de atrás de mi cuello. Este era el momento. El segundo beso en una noche. El beso que de verdad quería. El beso que no ocurrió. Porque Bennett subió mi bufanda y se apartó. Me quede allí, temblando y confundida. Realmente pensé que finalmente iba a pasar. ¿Cómo pude estar tan equivocada? Entonces me di cuenta de los fantasmas. Tres mujeres, vestidas en ropa colonial, mirándonos a Bennett y a mí. —¿Las convocaste? —preguntó. —No —dije—. No lo creo. —¿No estás segura? —Um… —¿Era posible que mis sentimientos por Bennett de alguna manera los llamara?, ¿estaban mis cosquillas todas enredadas? Algunas veces ellos solo aparecen, ¿cierto? Bennett tomó una respiración profunda.

¿En serio? Bueno, creo que estoy enamorada de ti cuando debería gustarme Coby, especialmente desde que todavía te odio por usar a Natalie para arruinar mi vida y arrástrame hasta aquí bajo falsas pretensiones. Y porque todavía no quieres besarme. —Quiero decir acerca de tus talentos —dijo, leyendo algo en mi rostro—. Convocas, te comunicas. Y ahora sabemos que disipas. —Que suerte la mía.

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—Emma, necesito saber que está pasando contigo.

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—Eres como la Emma original, ¿no es cierto? Puedes hacerlo todo. —¿Martha no te lo ha dicho? Sacudió su cabeza. —Ella no dice mucho sobre ti. Ella ni siquiera mantiene plenamente informado al Knell. —Porque puedo confiar en ella. Vas a decirles que mate a ese fantasma, ¿no es cierto? —Ya lo reporté. Sacudí mi cabeza con incredulidad, una sensación de malestar en el estomago. ¿Ya? ¿Ni siquiera lo iba a hablar conmigo primero? Él automáticamente les dijo todo. Oh Dios, tal vez él incluso les dijo que estaba obsesionada con él. Que quería que me besara. ¿Qué si ellos lo estaban usando para manipularme más? —¿Si? —dije—. ¿Dónde puedo reportarte? —¿Qué reportarías? —preguntó—. ¿Qué hago mi trabajo? —Oh. Cierto. Eso es todo lo que soy para ti —dije—. Un trabajo. —Eso no es lo que yo… —No, ahora lo entiendo. Sólo soy uno de tus deberes, ¿cierto? Un trabajo que tiene que ser hecho. —Emma, el Knell es… Le dije donde podía meterse el Knell, y corrí de vuelta a la casa.

Pude ver un rayo de luz bajo la puerta de Martha mientras pasé por su habitación. Consideré tocar y dejar que me resolviera todos mis problemas. Pero necesitaba estar sola, para saber cómo me sentía acerca de todo antes de tener algún consejo de ella. Mi plan fue de breve duración desde que descubrí a Nicholas avivar el fuego en mi habitación y Celeste bajando de la cama.

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Yo quería ir directamente a la cama, pero me detuve primero en el estudio del papá de Bennett. Recorrí los estantes hasta que encontré el libro que estaba buscando. Estaba encuadernado en cuero y se sentía viejo y pesado en mis manos mientras lo llevaba arriba.

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—¿Es verdad? —preguntó Celeste—. ¿Puedes disiparnos? —Sí. Nicholas la miró furtivamente. —Te lo dije. Me arrodillé junto a él. —Te prometo –les prometo a los dos– nunca les haré daño. Él asintió con la cabeza mordiéndose la uña del pulgar. —Tú nunca tendrás la necesidad de tenerme miedo. Celeste puso mi pijama sobre la cama. —Eres como ella entonces. —¿Cómo quién? —La primera señorita Vaile. —¿La conocías? —pregunté. —La memoria es algo nebulosa en el mas allá —dijo Celeste—. Pero sabemos de ella. —Dicen que ella cuidaba a los fantasmas, también. —Nicholas bajó la cabeza tímidamente. —Que ella era muy amable —dijo Celeste—. Como tú. Tranquilizado, Nicholas desapareció mientras Celeste me ayudó a quitarme mi ropa y a colocarme el pijama.

Escondida bajo las sabanas, pensé en Coby. Él es el chico perfecto. Me gustó que me besara. Y me gustó regresarle el beso, incluso si lo hice para demostrarle algo a Bennett. Quería quedarme dormida mientras fantaseaba acerca del Regreso a cada–qué estaría vistiendo, lo que él estaría vistiendo, a donde iríamos a cenar. Imaginando el baile lento en el gimnasio del colegio, o considerando que es Tatcher, probablemente en el elegante club de yates. Pero no pude parar de pensar en Bennett. Peleamos otra vez, siempre peleamos. ¿Por qué me gusta taaaanto?

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—Buenas noches, Emma, dulces sueños.

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Especialmente, cuando él me trata como una malcriada hermana pequeña. ¿Por qué no puedo simplemente gustarle también? Haría la vida mucho más fácil. Me digo a mi misma que tengo que olvidarme de él. Porque él esta tan mal para mí. Es mayor y claramente yo no soy su tipo y además, nunca me había puesto primero que el Knell. Y yo quiero eso-ser la primera en la vida de alguien. ¿No es eso lo que todos quieren? Toqué la tapa de cuero del libro que había traído a la cama conmigo. Se lo que no quería: esta vida, la vida de un ghostkeeper, nunca quise nada de esto. Especialmente ahora que maté a uno de ellos. Ese es el por qué traje el libro del estudio del señor Stern. Para saber más de fantasmas. Para convencerme de que lo que hice esta noche no está mal. No hay título en la portada, pero sabía lo que contenía porque mi propio papá tiene una copia igual en su oficina. Las páginas están amarillas por los años y llenas de ilustraciones e información acerca de vampiros y ghasts y fantasmas y espectros. Max solía asustarme con este libro cuando éramos pequeños. Diciendo que todo lo que había en él era real y ellos vendrían buscándome. Yo pensaba que sólo estaba torturándome.

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Yo hojeaba las páginas, queriendo absorberlo todo. Porque una cosa era clara – fui escogida para esta vida. Y ya no hay vuelta atrás.

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Capitulo 21 Traducido por hanna Corregido por Curitiba

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l lunes, dos chicas que no conocía me arrinconaron en el pasillo fuera de Trigonometría y me felicitaron. ―Gracias ―dije―. Um. ¿Por qué?

―Vas a la Fiesta con… ―chillidos sincronizados―. ¡Coby Anders! ¿Cómo lo sabían ya? Coby mantenía un perfil bastante bajo, vi a Harry al final del pasillo, una sonrisa torcida en su rostro. Sonreí a las muchachas y asentí con la cabeza, y él saludó con el dedo cuando ellas no estaban mirando. Su risa flotó por el pasillo hacia nosotras. Lo fulminé con la mirada, y luego me metí en el aula y me senté junto a Coby. ―Voy tener que golpear a Harry. ―Bueno, mira sus codos… son afilados como lanzas. El señor Sakolsky pidió orden a la clase, pero apenas presté atención, mis pensamientos atrapados en un ciclo constante de Bennett y Coby, fantasmas y espectros. Me las arreglé para conseguir que todos los problemas de la práctica estuvieran correctos de todos modos.

―Tengo diecisiete años, creo que mi nivel de inteligencia ya está bien establecido. Debe ver mis PSAT. ―Entonces, ¿por qué te es tan fácil conseguir una buena puntuación en matemáticas? Lo miré. ―¿Por qué no eres capaz de cambiar de ropa? Movió una pieza imaginaria de pelusa de su solapa.

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―Te estás volviendo más inteligente. ―El hombre del traje marrón―Edmund, como él me recordaba―dijo. Se había materializado en mitad de la clase.

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―¿Por qué querría hacerlo? Y no has contestado a mi pregunta. ―Porque no lo sé―dije―. ¿Qué tan inteligente me convierte eso? ―Yo creo que es la escuela ―dijo. ―¿Una educación privada excepcional? Soltó un bufido. ―No eres el primer estudiante ghostkeeper que he visto. Algo sobre esta escuela, el más

allá estando a la mano… todos ellos cambiaron. Más inteligentes, más fuertes, más centrados que antes. Me incorporé en mi asiento. Eso sería homicida. Tal vez podría entrar a Berkeley, después de todo. Ya había cruzado todo el país, mis padres ya no podían estar reacios debido a la bahía. Fruncí el ceño. Es decir, si alguna vez los volvía a ver. Coby lanzó una nota sobre mi escritorio. ―¿Una nota? ―Edmund chasqueó la lengua―. Créeme, él no se ha hecho más

inteligente. No puede darse el lujo de pasar notas. ―Oh, vaya ―dije, y agité mis manos para obligarlo a salir. ―Es posible que cada vez seas más fuerte, pero no te estás volviendo más amable ―dijo Edmund antes de desaparecer. Suspiré por dentro, porque estaba de acuerdo con él. Luego comprobé que Sakolsky no estuviera mirando y desdoblé la nota. Presta atención. No voy a tener que ayudarte con tu tarea otra vez, ¿verdad? Le respondí:

Tiré la bola de nuevo y me di cuenta de que unas chicas miraron entre mi y Coby. Probablemente imaginando relaciones románticas. Déjenlas soñar… tal vez Coby y yo no íbamos a durar más allá del Baile, pero al menos lo tenía durante trigonometría. No pude hacer frente a la cafetería durante el almuerzo, así que me comí el sándwich de pollo en el laboratorio de computación. Tenía que trabajar en mi proyecto de investigación sobre Civilización del Oeste. Uno de los beneficios de trabajar en una escuela privada súper cara era el acceso a bases de datos modernas. Me quité el collar, y escaneé el amuleto. Un poco borroso. Escaneé la imagen un par de veces más, luego hice una búsqueda gráfica.

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¡Ja! Envíame un mensaje esta noche y te daré las respuestas.

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Diez mil apestosas coincidencias, con un broche victoriano en eBay con un borde de peras, un cristalino verde, un encantador verde jade de bamboo, y un anillo de jade de filigrana estilo Edwardiano. Ninguno de los cuales se veía nada por el estilo como el de mi madre. Después de media hora, mis ojos estaban borrosos. Estreché la búsqueda y me mantuve desplazándome. Olvidándome del diseño, acabé por centrarme en la historia del comercio del jade. Comencé a cerrar la ventana de búsqueda cuando lo vi. El diseño exacto. Diecisiete entradas de la imagen en un sitio Web sobre crímenes reales. Había hecho click antes de que me diera cuenta de lo que las imágenes mostraban. La escena del crimen de un asesinato. Una mujer mutilada. Las figuras talladas en su piel, figuras que resonaban con las del diseño del amuleto de jade. Y con la marca en el suelo al lado de su cuerpo, una coincidencia exacta con el collar de mi madre. Leí la página con horror. La mujer, el nombre omitido, fue asesinada en su casa. En San Francisco, a sólo una milla de mi casa. ―Oh, Dios mío. ―Cubrí mi boca con mi mano. El asesino Curlicue. No era un mito urbano, si no un brutal asesinato. Sentí una sensación de escalofriante presentimiento en la boca del estómago. ¿Qué estaba haciendo mi madre con el símbolo que se encontraba grabado en el suelo de un asesinato ritual? Tenía que aprender más sobre el amuleto. Pero, ¿en quién podía confiar?

Bueno, tal vez. Sin embargo, tenía una mejor idea. Excepto que, ¿cómo iba a llegar a Boston? Echo Point estaba a quince kilómetros al norte y sin servicio de transporte. Me detuve justo a las afueras de las puertas delanteras, pensando en llamar un taxi, cuando Sara se acercó. ―Te ves perdida ―dijo.

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Después de dos clases más, estaba afuera para regresar a casa, y me acordé de las Antigüedades Periwinkle en Charles Street en Boston. El mismo día que había encontrado la máscara de la muerte, había encontrado la documentación acerca de las prácticas de Max. Y todo el que conocía a Max ayudaría a su hermanita, ¿verdad?

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―No tienes ni idea. Se echó a reír. ―Tu nombre es Emma. Vives en un museo. ¿Necesitas direcciones? ―Vamos de compras ―dije. Me miró. ―Si me estás tomando el pelo, te odio. ―No, no. Lo digo en serio. Tengo que robarte el estilo. Sus ojos se iluminaron. ―¿Cuándo? ¿El sábado? ―¿Qué estás haciendo ahora? ―pregunté―. Vamos a Boston. ―¡Yay! ―Me arrastró a su BMW, que se abrió con un ruido satisfactoriamente caro―. ¿Dónde quieres empezar? ―¿Charles Street? ―sugerí. ―Oh. Estaba pensando en Neiman Marcus. ―Bueno, tengo que hacer una parada allí ―dije―. Saludar a un amigo de la familia. Si no te importa. ―No, eso está bien. ―Condujo su coche por el pueblo hacia la carretera―. Pero tienes que decirlo… ¿a dónde fueron Coby y tú después de la fiesta? Me mordí el labio. Esto era exactamente el por qué la había estado evitado durante todo el día. ―¿No le preguntaste a Coby? Arrugó la nariz.

―Tiene esa clase que te hace difícil estar a su altura ―dije. ―Es completamente agradable, con esa monstruosa cara de hermosa naturaleza. Y su cuerpo… ―Se estremeció un poco―. Si fuera un chulo, las chicas todas lujuriosas estarían detrás de él, pero no lo están, ¿sabes? ― suspiró―. Él siempre está ahí para ti. Quiero decir, puedes confiar en él, ¿verdad?

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―No va a decirme. Ni siquiera le dice a Harry. Excepto lo del Baile. Dios, es tan perfecto, que me pone enferma.

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Se quedó en silencio, luciendo un poco avergonzada. ―¿Tú alguna vez…? No estás pérdida por él, ¿verdad? Condujo en silencio por un momento. ―Siempre ―admitió―. Desde el día que lo conocí. ―¡Sara! ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Sabes que nunca habría salido con él! ―Sí, porque me encanta Coby, nunca debes tener citas. ―¡Pero me ayudaste a arreglarme! Ladeó la cabeza. ―Le gustas, y quiero que sea feliz. No puedes evitarlo, ¿verdad? Quién te gusta. Y no se puede obligar que te quiera de vuelta. ―No, no puedes ―dije, pensando en Bennett―. Pero, ¿cómo puedes no gustarle? ¡Mírate! ―Él me ama ―dijo, con la voz un poco temblorosa―, como a una hermana. ―Oh, Sara. Ella negó. ―Detente. Estoy caminando a una fiesta de autocompasión. No quiero compasión. Quiero chismes. Así que le dije que sólo había ido a Point, y a la playa, donde encontramos a mi insanamente celoso tutor acechándome. No le dije lo del beso en el coche. Luego intercambiamos historias de novios, las suyas eran más numerosas que las mías, hasta que llegamos a Boston. ―¿Qué pasa con Harry? ―pregunté. Parecía que se llevaban muy bien, mejor incluso que con Coby. Le pregunté si le gustaba, también. ―No es un mal besador ―dijo.

―Una o dos veces. Todo el tipo que hace la cafeína… tú sabes. ―Oh, Dios mío. ¡Eres una puta de café! ―me burlé de ella. Se rió. ―Estamos aquí. ¿Cuál es la dirección?

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―¿Lo has besado?

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Miré el barrio que nos rodeaba. Fuimos en coche por una calle estrecha con lindas tiendas en uno y otro lado. No quería a Sara pegada a mi, pero no estaba segura de cómo decirle sólo que me dejara ir. ―¿Por qué no nos encontramos de nuevo aquí en media hora? ―dije―. No quieres quedarte pegada escuchando a mi tía abuela hablando de sus entrañas. Eso hizo el truco. Dije adiós a Sara, y me dirigí hacia la acera, en busca de Antigüedades Periwinkle. En dos minutos me detuve frente a un pequeño agujero en el muro de la tienda, no casi tan grande como la de mis padres. Estaba cerrada. No acababan de cerrar. Estaban fuera del negocio. Con una señal de arrendamiento en la ventana. Puse mi mano contra el cristal y me asomé dentro. Vacío. Pasé mis dedos por encima de la ventana, sintiendo el remanente débil de una presencia fantasmal. Mi columna vertebral comenzó a sentir un hormigueo y me volví para encontrar a una mujer de repente a mi lado. Era una rubia alta, vestida con un original abrigo de Diane von Furstenberg de la década de los sesenta, con un collar increíblemente grande y un ridículamente alto patrón. Llevaba sandalias de plataforma de ante marrón, y traté de no temblar ante su bronceado panty de tubo. ―Pobre señor Periwinkle ―dijo. ―¿Qué pasó? ―pregunté―. ¿Está muerto? ―Muchísimo. ―Tengo que hablar con él. Tal vez pueda llamarlo. ―¡Yo diría que no! Ustedes los ghostkeepers no pueden regresar. ―¿Era un ghostkeeper?

―¿Asesinado? ¿Quién lo mató? Una onda pasó a través de ella, y negó con la cabeza. ―Puedo obligarte a que me digas. ―Por favor, no ―dijo, temblando de miedo―. Por favor.

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―Hasta el día de su muerte. Asesinado, allí mismo… en medio de su tienda.

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Tragué saliva. ―¿Conociste a su pasante, Max? ¿Max Vaile? ―Ah, sí, estaba aquí esa noche. ―A pesar de ser un fantasma, se las arregló para palidecer―. Pobre señor Periwinkle. Tanto dolor. Tanto tiempo para morir. ―¿Quién lo mató? Ella sacudió la cabeza. ―Hay una llave de repuesto en la puerta de al lado, en el interior de la rana en el callejón. Llegué a mi interior para reunir la fuerza para obligarla, pero ella me miró con terror, por lo que no pude continuar. Aún temblando, empezó a desvanecerse. Pero antes de que desapareciera por completo, sus labios formaron una palabra: Neos. Esa palabra otra vez. ¿Qué significa eso? Muy bien. Traté con la puerta lateral. Alrededor del edificio, un arco estrecho se extendía sobre un ordenado callejón de ladrillos. Pasé un banco de medidores eléctricos y una escalera de incendios, y al lado de una pila de contenedores de reciclaje encontré una rana de cerámica muy chica. En su boca había una llave. ―Genial. Puse la llave en la cerradura y entré en la tienda, un poco sorprendida de que no hubiera alarma. Se veía tan vacío por dentro. Tres habitaciones con nada en ellas. La sala de exposición tenía armarios empotrados con estantes vacíos y una inminente lámpara y el piso de madera pulida. ¿Se suponía que debía llevar a cabo un misterioso rito ghostkeeping para encontrar respuestas? El aire olía a madera vieja y polvo, y sentí un escalofrío de temor.

Crucé la habitación, buscando las tablas del suelo. Luego me detuve de repente, piel de gallina en mis brazos. El símbolo del amuleto de jade estaba pintado en el suelo. Me aferré a mi pecho. El amuleto de jade de mi madre. Había una docena de manchas salpicando alrededor, manchas de sangre a partir de diseños tallados en la carne.

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No un cosquilleo, como un fantasma. Sólo una súbita premonición.

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Sentí tirarme al suelo. Llegué a la marca de la madera y pasé los dedos alrededor de los bordes ásperos, carbonizados y zas, dolor. Recuerdos del señor Periwinkle. Su agonía y terror, y un lugar infernal más allá del dolor y el miedo, un lugar de desesperación y tormento. Y más allá de eso, peor. Algo se había roto en el señor Periwinkle, pero, ¿qué? ¿Su alma? La agonía se volvió insoportable y… Arranqué mis dedos de la marca, haciéndose eco de mi áspera respiración en la tienda vacía. Y me acordé de otra tienda vacía, hacia diez años atrás, y el miedo rompió por encima de mí como una ola. Huí. Me cerré de golpe en el asiento del pasajero del coche de Sara, temblando. ―¿Qué pasa? ―Alguien fue asesinado. ―¿Qué? ¿Quién? ¿Tu tía abuela? Negué con la cabeza. ―No… un vecino. ―¡Guau! ¿Lo conocías? ―No. Mi hermano lo hacía. Oh, Dios mío. Mi hermano. El primer asesinato sucedió a una milla de mi casa, el diseño del collar de mi madre, tallado en una pobre mujer. Y ahora esto, también ligado tan estrechamente a Max. El fantasma llegó a decir que lo había visto aquí la noche del asesinato. Pero los fantasmas no eran buenos con el tiempo.

Excepto yo. Yo, que ellos habían dejado atrás. ―Wow ―dijo Sara―. ¿Estás bien? ―Estoy un poco asustada. ―Vamos a casa.

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Necesitaba a Max. Necesitaba saber lo que pasó. Todos se habían ido, como si estuvieran en una carrera, y no había forma de contactar con ellos. Toda mi familia había desaparecido.

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―¿Te importa? Yo te arrastré hasta aquí. ―Cariño, eres un desastre. Te voy llevar a casa. Regresamos a Echo Point en silencio, mientras trataba de revivir cada momento del homicidio del señor Periwinkle. ―Gracias, Sara ―dije, cuando detuvo el auto―. Gracias por ser una amiga. Ella sonrió. ―Sabes, me alegro de que te mudaras aquí. Haces todo… interesante. Casi me echo a reír. ―Me vendría bien algo menos interesante. ―¡Se supone que debes decir que estás feliz, también! La abracé para despedirme. ―Lo estoy. No sólo por mis nuevos amigos, sino porque la verdad se estaba acercando.

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Acerca de quién yo era, de Max y mis padres. La única pregunta que quedaba: ¿realmente quiero saberlo?

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Capitulo 22 Traducido por LizC Corregido por Josez57

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ncontré a Martha en la cocina, con toda su atención en Anatole para hacer la cena. —¡Hay un ghostkeeper muerto! —solté.

—¿Qué? —Golpeó su taza en el platillo haciendo un sonido metálico—. ¿Quién? Tal vez esa no era la mejor manera de decírselo. —El Sr. Periwinkle… era dueño de una tienda de antigüedades en Boston. Alguien lo mató. —Oh. Sí, lo sé. —Martha se quedó en la distancia—. Francis. Era un amigo muy querido. Me deslicé junto a ella en el rincón de desayuno. —Lo siento mucho. Pero… ¿sabes quién lo mató? —El Knell está investigando. Bennett está trabajando en eso —Ella frunció el ceño—. ¿Qué estabas haciendo ahí? —Mi hermano Max era interno de él. Pensé que tal vez... —me encontré renuente a decir demasiado—. Tal vez había oído hablar de él. Martha alisó su servilleta de lino. —¿Has oído algo más? ¿Acerca de cómo murió?

—Vi las manchas de sangre. —¿Y...? ¿Cómo iba a revelar lo que había visto sin implicar a mi familia? Entre las prácticas de mi hermano y las joyas de mi madre, hasta tenía miedo de mis propias sospechas. Pero esta era Martha. Podía decirle. —Había alguna clase de diseño grabado a fuego en el suelo.

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Asentí con la cabeza.

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Martha tomó una estremecida respiración profunda. —Francis no fue la primera víctima. Esa marca en el suelo… ¿recuerdas que te dije que algunos ghostkeepers necesitan un amuleto? El Knell cree que esa marca es el talismán de alguien. —¿De quién es? —le pregunté, temiendo la respuesta. —Era —dijo—. Dejaron de practicarlo hace mucho tiempo. No tiene ningún sentido. Ella no había respondido a mi pregunta, pero tenía miedo de volver a preguntar. En lugar de eso, dije: —¿Dónde están mis padres? Eso es lo que no tiene ningún sentido. ¿Por qué no me han contactado? —El Knell no puede encontrarlos. —El Knell —dije—. No me trajeron a Echo Point sólo porque hay mucho poder aquí, ¿verdad? No sólo están curiosos por saber lo que puedo hacer… ellos sospechan que mi familia está involucrada con estos asesinatos. —Tal vez te querían aquí para protegerte. O tal vez sabían que llevaba el talismán de mi madre alrededor de mi cuello. O me estaban usando como cebo para una trampa. —Puedo protegerme a mí misma —dije, y salí pisoteando...

Me sacó hasta la madre. Con la postura de esgrima adecuada, y todas las reglas, por fin había mejorado hasta el nivel medio, pero Natalie era excelente. Resistí el impulso de pelear sucio, y logré sorprenderla con una réplica. Pero cuando estaba en medio de un remiso —otro ataque inmediato— no llegué muy lejos. Eché un vistazo a los dos fantasmas atletas que, como es habitual, se burlaban de mí desde las gradas. —Creen que eres ardiente —le dije a Natalie. Ella no se dignó a mirarlos.

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A la mañana siguiente, me desperté con una nueva resolución. Olvídate del Knell… haría mi propia investigación. Así que en clase de esgrima me las arreglé para emparejarme con Natalie, para preguntarle qué sabía sobre los asesinatos.

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—¿Qué se siente, comunicarse con ellos? Ben y yo siempre nos hemos preguntado. ¿Lo llamó Ben? Fruncí el ceño y entonces grité mientras anotaba otro punto. ¿Por qué siempre me atrapaba por sorpresa? ¿Lo había llamado Ben sólo para derribarme? —Es mejor que hablar con alguien que me sigue golpeando con un florete —le dije. Ella sonrió. —¡En guardia! Después de unos cuantos pases, comencé a excavar en busca de información. —Así que ¿tú y Bennett ambos trabajan para el Knell. ¿Cómo empiezas con eso? —¿Te dijo cómo nos conocimos? —¿Debería haberlo hecho? —Crecí en una secta fundamentalista en Texas —Fácilmente repelió un impulso salvaje—. ¿Sabes aquel grupo polígamo que atacaron? Asentí con la cabeza, tratando de mantener mi brazo hacia atrás en el ángulo correcto. —Era como ese, sin la poligamia. Aunque nuestro ministro lo había sugerido, estoy segura de que mis padres habrían accedido. Demonios, si él hubiera sugerido el cianuro, ellos habrían accedido. —Así que ¿no son ghostkeepers?

Nos detuvimos cerca y me mordí los labios al ver su expresión, olvidándome por completo de interrogarla. Ella miró a lo lejos. —Me golpearon, me hacían pasar hambre. Me encerraron en el sótano. Y cuando nada funcionó, intentaron el exorcismo. Me estremecí.

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—Mi mamá lo era —dijo—. Mi papá la convenció de que eso del ghostkeeper era obra del diablo. Así que mi madre dejó de practicarlo y trató de “curarse” — Natalie se estremeció—. Entonces empecé a mostrar las tendencias...

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—¿Qué significa eso? —Encontraron formas más inspiradas de hacerme daño —Ella sacudió la cabeza, como si estuviera desterrando los recuerdos—. Sin embargo, no me quebré. Nunca me quebré. Me gusta, Emma. Me gusta invocar fantasmas. Es lo que soy. —Sí —dije—. A mí también. —Y me di cuenta de que era cierto, a pesar de todo. —Entonces una vez, el ministro intentó estrangular al diablo fuera de mí. Ahí es cuando mi mamá finalmente llamó al Knell. Ellos enviaron a Bennett. —Oh, Dios mío. Natalie, ¿por qué no me lo dijiste? Sonrió a medias. —No es algo que saques a relucir durante el almuerzo. Sólo… quería que supieras por qué haría cualquier cosa por el Knell, cualquier cosa por Bennett. Me salvó la vida. Así que Bennett realmente cumplía con mi fantasía de caballero en brillante armadura. Pero no para mí. —No estamos aquí para chismes —espetó la entrenadora, cruzando el gimnasio hacia nosotras—. Natalie, deberías saberlo mejor. Me temo que casi he renunciado a ti, Emma. —Tal vez puede que no sepa esgrimir —le dije—. Pero sí sé cómo usar una espada. Lo cual era exactamente lo que no debía decir.

Así que cambié mi agarre y con facilidad la esquivé. Ella redobló su ataque, rápida y controlada, y yo perezosamente paré cada ataque. Sentí una sonrisa alzarse en mi rostro… la sonrisa del Libertino, exasperante y petulante, pero no pude evitarlo. Por una vez, me sentí en control. Por una vez, era simplemente mejor que mi oponente. Cuando ella empezó a decaer, vi una oportunidad... y no la tomé. Tenía miedo de que hubiera aprendido las lecciones del Libertino demasiado bien. Nunca

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La entrenadora me saludó. Sus impresionantes pantorrillas se abultaron cuando curvó su brazo hacia atrás y me llevó a lo largo del gimnasio. Su estilo era mucho más intencionado y controlado que el del Libertino, quien parecía prestar tanta atención como alguien cepillándose los dientes. Creo que eso me ayudó, en realidad, ya que causó que mi propio estilo fuera similar.

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me había enseñado a sumar puntos, sólo la forma de extraer sangre. Me resistí a la tentación de cambiar de manos, romperle su tobillo con una patada, y conducir mi florete a su garganta. En cambio, bajé la guardia y la dejé pasar. —Touché —le dije. Luego pasé el resto del período de clase siendo regañada, con la cabeza agachada para ocultar mi sonrisa. —¿Qué demonios fue eso? —preguntó Sara, de vuelta en el vestuario.

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—Ah... bueno —dije—. He estado practicando en casa.

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Capitulo 23 Traducido por Aciditax Corregido por Curitiba

P

asé el fin de semana en modo encierro. Coby y Sara intentaron hacerme salir, pero pretendí estar enferma y les escribía mensajes de textos dos veces al día con actualizaciones verosímiles sobre mi condición, una de las pocas palabras del PSAT28 que había hecho bien29. Llené mis horas con investigaciones en la sala de archivos del museo y le dije a Martha que estaba haciendo tarea, lo cual no era una completa mentira. Todavía tenía que entregar mi trabajo de Civilización Occidental el lunes. Navegué en la red para buscar algunas pistas sobre el paradero de mis padres, esperando encontrar una mención sobre un par de comerciantes de antigüedades. Chequeé en sitios de subastas buscando la clase de artículos que ellos generalmente vendían, tratando de encontrar alguna conexión en algún lugar, pero nada resonaba. Lo siguiente fueron sitios de conspiración. Era extraño ver teorías sobre ghostkeeping mezcladas con las tradicionales sobre vampiros y extraterrestres. Eso me hizo preguntarme si realmente existían los aliens chupasangre. Luego, otra vez la mayoría de los trabajos no convencionales tenían el pensamiento de que los ghostkeepers controlaban fantasmas como familias de gánsteres, contratándolos para sus crímenes, así que era difícil darles crédito. No pude encontrar una sola referencia sobre el Knell, lo que fue decepcionante. Presioné a Martha durante el desayuno, pero ella continuaba siendo imprecisa, simplemente decía:

Pero estaba preocupada. Preocupada de que fueran tras mis padres o de Max, por haber matado a ghostkeepers y que no hubiera forma en que pudiera protegerlos o incluso advertirles.

28

PSAT. Prueba Preliminar de Aptitud Académica.

29

Se refiere a verosímil.

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—Cuando estés lista los conocerás. No necesitas preocuparte hasta entonces.

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El domingo en la tarde, un correo electrónico llegó a mi cuenta. ¡Hola Emma! En primer lugar, quiero disculparme por abandonarte. Sé que apesto como amiga. La cosa es…también veo fantasmas. Sí. De verdad. Por eso mi mamá trabajó con tus padres, para estar cerca de personas que pudieran entender. Nunca vi mucho, hasta que me enamoré de Max, y fue en esos días que comencé a ver fantasmas en todas partes. Perdí el control. Max estaba todo paranoico, creía que iba a robarle sus poderes o algo así. Simplemente no quería sus poderes o los míos. Emma: Odio ver fantasmas. Detesto ese escalofrío que se siente cuando ellos aparecen, y, ¿alguna vez has tocado a uno? Es como congelarte. Sólo los detesto. De todas formas, por eso es que Max me dejó y porque te dejé. Mi mamá me explicó como los ghostkeeping arruinan familias. ¿Sabes que eso es lo que eres por ahora? Eres una ghostkeeper, si no te ayudaría. Así que pensé todo el tiempo que eras como Max y no me lo habías dicho. Me alegro que no lo estés ocultando de mí, pero Emma, ya no quiero ver más fantasmas. No sé como lo estás llevando. Lo siento. Sólo no quiero tener que ver con ello. Asiii que esto apesta. Quiero estar allí para ti, pero no puedo. Ni siquiera por correo electrónico. Lo sé, soy una persona terrible. Te quiero siempre y por siempre… sólo desde la distancia. Abby

Negación: Ella no podía realmente ser una ghostkeeper. Ira: ¿Cómo se atreve a no gustarle los fantasmas? Natalie ama muchísimo ser una ghostkeeping, no dejaría que su familia la exorcizara, para sacarle eso.

30

Son las etapas por las cuales pasa una persona tras la muerte de un ser querido (Negación, Ira, Pacto o Negociación, Depresión y Aceptación). Culturalmente, han sido adaptadas para el final de una relación.

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Pasé el resto de la tarde, pasando por las cinco etapas de duelo30.

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Negociación: Nunca haría que apareciera un ghostkeeping en presencia de Abby, entonces podía querer seguir siendo mi amiga. Depresión: Nunca la volvería a ver… nunca más hablaría con ella. Abandonada para siempre por mis padres, por mi hermano y por mi mejor amiga. Nunca me abrí camino hacia la Aceptación. El domingo en la noche, terminé mi trabajo. No había una sola referencia sobre ghostkeepings, talismanes o asesinatos. O sobre mejores amigas que te abandonan. No era relevante. *** El lunes en la mañana, encontré a Martha tomando su té en el solárium. Era más que un invernadero, realmente, con pequeños árboles cítricos creciendo en macetas chinas blancas y azules y orquídeas floreciendo en mesas rojas laqueadas. Era cálido y olía ligeramente a tierra y humedad. Me senté a su lado en el sofá de mimbre con almohadas verde salvia. Había una segunda taza de té en la bandeja y me serví. —¿Está todo listo para el invierno? —Sabía que ella había estado ayudando a los fantasmas a limpiar y prepararse. —Estamos cerca. Unas pocas habitaciones más. La casa necesita un poco de amor —Sus ojos brillaron con afecto—. Algo de vida. Pensaba que yo le había traído vida al museo. Pero no era así como me sentía, dado que estaba constantemente envuelta en las parafernalias de la muerte. —¿Cerraremos este salón? —La esencia de los árboles de naranja me hacían extrañar California. Incluso los árboles y las flores estarían muertos pronto, no estaba deseando que llegue a eso. —No, el sol y el calor lo mantendrán cálido. Y Anatole usa las frutas. —Bajó su taza—. Estaba pasando por algunos cajones y encontré algo que te interesará.

—Es una sorpresa. Bennett va a venir a la cena, así que tendrás que esperar hasta entonces. —No había hablado con él desde nuestra última pelea. Estaba nerviosa por verlo. —¿Trabajarás en el menú con Anatole? Así convenientemente podrás hablar con él. —Me dio unas cuantas ideas, luego dijo—¿Y cómo estás, querida?

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—¿Qué?

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—Bien —dije—. He estado pensando. No puedo hacer esto sola. Necesito conocer todos los secretos que me estás guardando y los de Bennett. Martha tomó un largo sorbo de su té, luego dijo: —Tienes razón. Hemos estado tratando de protegerte, pero sólo te hemos puesto en peligro. He hablado con Bennett… es la única razón por la cual viene. Hablaremos antes de la cena. —¿No más secretos? —Bueno, el Knell siempre tendrá algunos. Nosotros tenemos algunos… incluso tú. Me las arreglé para no tocar el collar de jade debajo de mi camisa. —Todo lo que quiero saber es cómo está involucrada mi familia. ¿Quién mató a esos ghostkeepers y por qué?, ¿cuál es la historia con los espectros?, ¿qué significa Neos?, ¿por qué no…? —Espera. —La mirada de Martha estaba fija en mí—. ¿Neos? Asentí. —Sí. Pienso que todos esos espectros… coreaban eso. Los de San Francisco, los de aquí… —¿Todos los espectros?, ¿cuántos has visto? Conté en mi cabeza todas las veces que había escuchado ese nombre: las cenizas en las urnas de mi padre, las sombras en el pueblo y los monstruos que maté. —¿Tres? Aunque, realmente no sé si es eso lo que son. —Neos —dijo pensativamente—. Investigaré mientras estás en el colegio. ¿Debería invitar a Natalie a la cena?

—Emma, si tú se lo permitieras, Natalie sería una verdadera amiga para ti. —Oh, Martha. —La abracé antes de irme a la escuela—. Todo lo que necesito eres tú.

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—Um… —Natalie y yo estábamos en buenos términos. Pero necesitaba a Martha y a Bennett para mí sola esta noche.

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Esperé en las puertas de entrada de Thatcher hasta que Harry y Sara aparecieron. Coby había llegado al colegio al amanecer para la práctica de fútbol. En todo el día, no apareció en clases, estaba en el gridiron31… que es el campo de fútbol. ¿Ves lo que se aprende cuándo eres algo así como la novia del mariscal de campo? En el camino al huerto, Harry recitó una oda al trasero de Sara. Fuera de broma. En tercia rima32, nos dijo, con coplas rimadas. Ni Sara o yo teníamos idea de lo que eso significaba. Excepto que a él le gustaba su trasero. Lo sacamos de la parte triplicada. Para cuando alcanzamos las puertas principales, comencé a ponerme suspicaz. El encaprichamiento de Harry por Natalie era completamente extravagante. No acababa de creérmelo. Igual y a lo mejor sólo estaba tratando de darle celos a Sara o algo por el estilo. Especialmente cuando Natalie se apareció en latín, luciendo como si estuviera obligada a usar un uniforme escolar y Harry ni siquiera pestañeó. Los misterios de la mente de Harry estaban más allá de mí, decidí, así que me senté en Trigonometría. Coby llegó a clases luciendo sonrojado y despeinado, y simultáneamente la mitad de las chicas suspiraron. Era realmente perfecto. Si solamente él fuera perfecto para mí. Después de Trigonometría, me senté en las bancas durante Esgrima, aún en problemas. El idiota chico fantasma me mantuvo distraída con sus comentarios recurrentes. La mayoría sobre las chicas de la clase. —¿Podrías parar?—dije finalmente. —¡Hey! No había chicas aquí cuando estábamos vivos—dijo uno. El otro asintió. —Eso es correcto. Aflójanos un poco la cuerda. Esto es una novedad. —Has estado muerto por casi treinta años, ¿cuánto tiempo pueden pasar las chicas —¿Le decimos?—Uno le pregunta a otro. —¿Decirme qué?—No estaba segura de querer escucharlo.

31

Gridiron. Literalmente significa “campo de fútbol americano”.

32

Tercia rima. Conocido también como terceto, es una estrofa de tres versos.

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como novedad?

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—Nuestro consejo del más allá —entona uno de ellos—. ¡No mueras virgen! Me reí. Y toda la clase se giró hacia mí. La entrenadora no estaba contenta. Para el almuerzo, me encontré con Harry y Sara afuera en las bancas, donde compartimos el picnic que Anatole había empacado. Observamos a Coby practicar jugadas, lanzar espirales perfectos a través del nítido aire otoñal. Me habría divertido más, si no hubiese visto la cara de Sara, brillando de admiración, mientras sus ojos le hacían un seguimiento. ¿Cuán diabólico era que estuviera como saliendo con el chico que ella amaba? Cuando ella salió corriendo a sus clases, le pregunté a Harry: —¿Te has preguntado alguna vez si eres una especie de idiota? —Todo el tiempo —dijo. —No. No quiero decir tú. Quiero decir… ¿qué quiero decir? —Quieres decir tú —dijo—. ¿Alguna vez pienso que tú eres una idiota? —Sí. —No eres una idiota, Emma —dijo amablemente—. Quizá una estúpida o una imbécil. Lo empujé. —¡Oh, cállate! —Oda a la Estúpida. Ya me dedico a eso. —Eres como un consuelo para mí —dije y me marché a Civilización Occidental.

Después de tres aburridas presentaciones, le di mi mediocre reporte sobre la historia del jade. No había querido poner mi collar en la presentación, así que enchufé mi tarjeta de memoria en la computadora de la clase y me remití a una imagen borrosa en lo alto del monitor. Miradas perdidas desde la fila de delante hacia atrás. Excepto por un par de ojos, que no parecían siquiera pestañear. Edmund, el hombre del traje marrón. Había deambulado al poco tiempo que yo había comenzado y observó atentamente.

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Nuestro ensayos se suponían debían ser de 150 palabras, lo cual es como seis páginas a doble espacio, pero el profesor Jones no mencionó que iba a leerlos en voz alta en clase.

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Cuando terminé, di un traspié contra mi silla cerca de Britta, quien presentó sobre el único-en-su-clase Mercedes Benz vintage de su padre. Ignoré a Edmund, que estaba de pie al final del salón, no en su modo bromista, pero él presionaba sus pensamientos hacía mí. —Necesito hablarte. —Estoy ocupada escuchando la historia al Capitalismo Nazi. —Ese diseño de jade —dijo—. Lo he visto antes. Giré hacia él, Britta alarmada, se queja ante el profesor Jones. —¿Es demasiado pedir que Emma esté tranquila mientras hablo? —Lo siento —murmuré. Dios, era toda una reina del drama. Mantuve mi cara hacia adelante y mis ojos centrados en ella mientras me comuniqué con el fantasma. —¿Dónde?—pregunté—. ¿Dónde lo viste? —Observé a Britta hablar monótonamente sobre el interior de cuero personalizado—. ¿Quién lo tenía? Tomó un suspiro tembloroso. —No quiero decir su nombre. Él es fuerte y cada vez se pone más fuerte. Oye cosas y

castiga a aquellos que… —¿Neos? Asintió rápidamente, los ojos como platos en su rostro pálido. —Cría espectros. No sé como… él…—Edmund sacudió su cabeza—. No puedo

explicarlo. Cosas torcidas. —¿Quién es él? ¿Cómo puedo encontrarlo? —Es uno de ustedes —dijo Edmund—. O era. No sé más que eso. —Se arrodilló detrás de mi silla—. ¿Realmente quieres encontrarlo? Ha asesinado antes. Asesinado

al vivo y al muerto.

—¿Luego me desvanecerás? —No. —No iba a hacer eso otra vez. Se levantó abruptamente, su cara estaba nublada.

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—Sólo dime como, Edmund.

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—Sé como encontrarlo. Deberías preocuparte más que él te encuentre a ti. Alguien ha

estado obligando espíritus esta mañana, buscando información sobre él. Está de caza justo ahora. —Pero ¿quién podría estar…? ¡Oh Dios! Martha. Mi silla raspó el suelo mientras me levanté.

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—Voy a vomitar —dije y corrí del salón.

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Capitulo 24 Traducido por Aciditax & maia8 Corregido por Josez57

E

ntré a tropezones a través de las puertas delanteras del museo. —¿Martha?

Sin respuesta. Corrí a la cocina, pero ella no estaba en su usual asiento en el rincón de desayuno. La llamé por su nombre otra vez, chequeando el porche, luego su cuarto. —¡Martha! ¡Martha! —Galopé por las escaleras hacia abajo—. Celeste, ¿dónde está? ¿Anatole? Nicholas ven a decirme que… Me detuve, detectándolos a los tres en el final del pasillo. Parados en una línea, como cuando los conocí por primera vez, mirando fijamente la sala del frente. Aparecieron de alguna forma más apagada, más gris y deprimente. Se cerró mi garganta y me apuré en pasar por la puerta abierta. Era un salón grande y recargado con un mobiliario incomodo y formal, así que difícilmente entramos allí. Un reloj en el mantel hacía un tic tac ruidoso. La luz de la tarde moteaba el follaje exterior a través de la pared del fondo. Su piel estaba fría y pálida. La sacudí y llamé por su nombre —incluso yo lo sabía. Estaba muerta. Martha estaba muerta. No podía recuperar mi aliento. No podía parar de llorar. —No… Martha —dije sollozando—. No, no por favor.

Pero cuando giré hacia la puerta, se habían ido. Me arrodillé al lado del cuerpo de Martha, con temor de tocar la sangre goteando desde su pecho y frente. Sus facciones grabadas con miedo y la sangre goteaba en sus ojos. Tomé un aliento tembloroso y me forcé a examinarla.

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—Anatole, Celeste ¿qué paso?

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La herida en su cabeza se extendía hacia su sien, cruzaba su mentón, bajaba por su cuello hacia su pecho en un patrón parecido a una serpiente. Su blusa blanca que estaba correctamente abotonada, tal cual como cuando la dejé en la mañana, había sido rasgada para revelar su pecho. La línea almidonada estaba empapada en sangre carmesí desde los cortes del diseño hasta su piel. Se veía tan indecorosa que empujé su camisa para cerrarla, entonces me di cuenta que no debía tocar nada hasta que llegara la policía. No sabía qué hacer. Necesitaba llamar a alguien, pero no podía moverme. En el piso, a su lado, encontré el patrón ardiendo hacia el bosque. Igual al amuleto que usaba en mi cuello. Me senté al lado de su cadáver hasta que las sombras llenaron el salón. Finalmente, tomé su helada y floja mano entre las mías, para despedirme y noté que su puño estaba ligeramente cerrado. Dentro de sus dedos, descubrí un anillo de oro, parecido a una sencilla alianza de matrimonio, con una pequeña inscripción en él: Emma. Removí la etiqueta y sujeté el anillo hacia la tenue luz solar de la tarde, luego comencé a llorar. Esto era el recuerdo que ella había encontrado mientras estaba limpiando. Su sorpresa. Martha había muerto sola, asustada y adolorida… con un obsequio para mí apretado en su mano. —¡Oh, Martha! —dije. Tan dulce, tan buena y tan sacrificada. Hasta que alguien le arrancó brutalmente su corta vida. Y yo sabía quién. La ira aumentaba dentro de mí y lo convoqué: —Neos.

—Emma Vaile—La voz llegó precipitosa y resbaladiza a mi mente—. No llames a lo que no puedes controlar. —No voy a controlarte, voy a desvanecerte. Una risa espectral retumbó. —Vas a retorcerte bajo mis rodillas. —Muéstrate, entonces.

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La casa crujió con el viento. Un dolor se arrastró hacia mi pecho, mi piel picaba y mi estómago se oprimió. Sentí un aire distinto detrás de mí, pero cuando giré no había nada.

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Un remiendo de sombra antinatural se escabulló a través del piso, y empuje hacía ella con mi mente. La sombra se hizo más fuerte. —No puedo ser empujado como cualquier otro viejo fantasma —dijo. —¿Qué eres tú? ¿Un espectro? —Soy el amo de los espectros. Soy Neos. Él apareció con mirada de cuervo y con dedos delgados y oscuros. Había una daga en su mano izquierda, la hoja seguía mojada con la sangre de Martha. —¿Has visto a mi pequeña perrita blanca? Retrocedí. El fantasma del almacén abandonado. De tantos años atrás. El fantasma del que me salvó mi madre. Pero, ¿dónde estaba mi mamá ahora?, ¿quién me salvaría ahora? —Mi pobre perdida Snowball, completamente sola. ¿Me ayudas a encontrarla? —Por Martha —susurré y convoqué mis poderes y arremetí contra él. Su forma se deshilachaba y sus bordes de pluma se hacían polvo. Golpeé duro —otra vez y otra vez— hasta que él se desmoronó como un castillo de arena. Luego se arremolinó y se reformó, lo mismo que antes. Saliendo ileso. Se rió triunfante. —Todos estos años en la niebla, creciendo más fuerte. Pero no lo suficientemente fuerte… no hasta que tú comenzaste a entrar en tu poder. —No —dije, y arremetí contra él nuevamente. —¿No lo ves? He probado tu sangre. Mientras tu poder crece, también lo hace el mío. Y cuando encuentre el talismán, eludiré la frontera entre la vida y la muerte.

Forcejeé para encontrar la chispa dentro de mí y lo ataqué con todo lo que tenía. Me ató más fuerte y su oscuridad se tragó mi luz. Me sentí desvanecer y en todo lo que podía pensar era: Martha, te he fallado. Mientras mi conciencia se escapaba, sentí el anillo que ella había guardado para mi apretado en mi puño… su último regalo.

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Entonces se destejió a sí mismo en tiras de oscuridad. Serpientes de humeante oscuridad me envolvieron como a un capullo serpenteante, más apretado y oscuro.

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Lo deslicé en mi dedo. Y una oleada de recuerdos y emociones cantó en mi mente. El anillo vibró con fuerza y se apretó en mi dedo. De repente, yo había desaparecido. Me convertí en un fantasma. Ingrávida e intocable. Caí a través de las serpientes humeantes de Neos y entré a la luz del salón del frente. Mi cuerpo se había convertido en algo transparente y mi mente destellaba con extraños recuerdos, me enderecé. Antes que Neos alcanzara el jardín, el Libertino apareció. Él enganchó a Neos como a medio camino de la puerta del sótano y luchó ferozmente, su espada destellaba contra el cuchillo de Neos. Pero él era sólo un fantasma, no una pesadilla andante. Perforó a Neos en el hombro luego en la espalda baja, defendiéndose desesperadamente contra las oscuras serpientes de Neos. Extendí mi mano con la mente… si no podía desvanecer a Neos, podría forzarlo a alejarse. Pero los pensamientos me sublevaron. Estaban dislocados y torturados, lívidos de locura. Usar el anillo parecía empeorarlo: no podía forzarlo mientras fuera superada por sus enfermos pensamientos. Me quité el anillo y Neos giró hacía mi mientras el Libertino desaparecía —traté de forzarlo a irse —y lo obligué con todas mis fuerzas— pero su forma, hecha de sombras y negrura, simplemente se tambaleaba, luego se reorientaba. Detrás de mí, había una aglomeración de grava, Bennet llegaba en su viejo LandRover. El aceleró a partir de la entrada hasta cruzar la tierra hacia nosotros. Dio un salto desde el asiento del conductor y lanzó una lanza de luz hacía Neos. Martha había dicho que el poder de cada uno era diferente, pero no podía creer que yo realmente podía ver el de Bennett. Avanzó hacia Neos, su rostro era una máscara de concentración.

Di vueltas detrás de Neos y solté una ráfaga del mío en su espalda. Él chilló y vertí todo hacía un lazo de luz, mi propio poder ya no era invisible, pero al final un flujo interminable de mis dedos salía hacía la oscuridad. Neos arañó mi luz y Bennet saltó cerca y metió su mano en el pecho de Neos. Su puño brilló con mi poder, y mi lazo de luz se balanceó como un pitón. Lentamente, lentamente Neos comenzó a flaquear, luego se desvaneció.

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Verlo usar su poder era como ver al Libertino usar una espada: intenso y autoritario. Pero él era incapaz de derrotar a Neos. A primera vista, ellos parecían estar casi empatados, pero lentamente Neos lo aplastó.

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Entonces, se había ido. Estuvimos de pie un momento sin sentido y sin aliento. Hasta que corrí hacia Bennett y me abrazó ferozmente. —Gracias a Dios, Emma. Gracias a Dios que estás bien. Me besó en la frente y me abrazó. Había perdido a Martha y había luchado con algunos monstruos de pesadillas desde el más allá… pero finalmente envuelta en los brazos de Bennett, me sentía segura. Bennett, era Bennett quien me había salvado. Besó mi sien, sus labios se movían lentamente hacía mi boca. —Emma —susurró—. He querido decirte algo desde hace tanto tiempo… No pude dejarlo terminar. —Martha está adentro —lo interrumpí—. Está muerta.

Cuando la policía llegó finalmente. Deambulé hacia la cocina y colapsé en el rincón del desayuno. Un cuaderno se hallaba al lado de la tetera. Martha apenas había comenzado una lista. Las lágrimas comenzaron otra vez. Anatole apareció y en silencio tomó el cuaderno, entonces me consintió con galletas y té, mientras Celeste me envolvió con una manta alrededor de mis hombros. —¿Qué cosa era él? —pregunté. —No lo sabemos. Una abominación: Nosotros acabábamos… —Celeste soltó una ráfaga de aliento—…de huir del más allá cuando caímos hacía la oscuridad. —Desearía que hubiésemos sido más valientes —dijo Anatole.

Miré hacia sus caras destrozadas. Ella podría haber sido mandona, pero ellos habían amado a Martha a su manera. —No hay nada que hubieran podido hacer —les dije. Pero, ¿qué hay acerca de mí? Yo le había dado el nombre de Neos. Todo era mi culpa.

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—Sí. Por tu seguridad —acordó Celeste—. Y por Martha.

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Horas más tarde, Bennet me encontró sentada ante el piano en el salón de baile. Había dejado las luces apagadas, prefiriendo la oscurecida agonía y unas pocas velas parpadeando en un candelabro dorado en la cima del piano. Echaba de menos tanto a todos. Mis padres, diciéndome que todo estaría bien. Max, quien me hacía enloquecer, pero era mi hermano. Amaba a mis nuevos mejores amigos, pero aún dolía la intimidad que había compartido con Abby. Sólo no podía determinar dónde me había equivocado. Si sólo pudiese volver atrás, hacer una mejor elección. De alguna manera detener la muerte de Martha. Al menos proteger a la familia de la desaparición. —Vamos a congelarnos esta noche —dijo Bennett, sentándose a mi lado en el piano. —Nunca he visto nieve real. Martha me dijo que era mágico la primera vez. Bennet sonrió tristemente, entonces tocó las frases de apertura de la Sonata Luz de Luna de Beethoven. Mi padre estaba totalmente metido en la música clásica y me hizo escucharle. De repente, anhelé verle, sentado en el sofá de su oficina y darme de nuevo una explicación de por qué Mozart era igual de brillante. —No sabía que tocabas —dije cuando él terminó. —No muy bien. Mi hermana... —negó con su cabeza—. Ella tocaba mejor que eso cuando tenía ocho años. Mostró unas pocas melodías de algo más, triste y lento, entonces nos sentamos en silencio durante un tiempo. —¿Por qué le mentiste a la policía? —pregunté—. Les dijiste que tú encontraste el cuerpo. —Para protegerte, Emma. —Oh —dije a poca voz. Él quería protegerme—. Gracias.—Apreté unas pocas teclas del piano—. Excepto que... ¿de qué necesitaba ser protegida?

—No te va a gustar. —Martha está muerta. La peor cosa que podía pasar ya ha sucedido. —Sabes aquella imagen junto a... —Su mandíbula se apretó—…junto a Martha, ¿en el suelo?

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Hizo un ruido triste.

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—Sí —tragué. Todavía no le había dicho acerca de la versión de ello que arrastraba en mi cabeza. Me miró fijamente. —¿Te contó qué era? —Algunos ghostkeepers necesitan un talismán para perfeccionar sus poderes. Dijo que el poseedor no practicaba nunca más. —Sí, ¿pero te dijo de quién era? —No. Se levantó y pasó sus dedos por su pelo. —De tu madre. Sí, más o menos me lo había imaginado. —Bennett, sólo porque alguien esté usando el amuleto de mi madre, no quiere decir nada, no es una evidencia de que ella está involucrada en los asesinatos. —No es una prueba —dijo—, pero es una evidencia. Ella está involucrada de alguna manera. —Ella es… alguien más lo está usando. —Emma, nadie más puede utilizarlo. Cada enfoque es único e individual. —¿Y yo qué? —Me paré y caminé a través del piso de parquet hacia él—. ¿Por qué me has traído aquí, Bennett? ¿Crees que tuve algo que ver con esto? Dudó una fracción de segundo demasiado larga. —Emma, tú eres el ghostkeeper más potente que he visto nunca, y ahora están apareciendo fantasmas. Y la cosa de hoy, ¿qué fue eso?

—¿Sabes su nombre? —Se pasó la mano por la frente—. No has aprendido a controlar tus habilidades todavía. ¿No es posible que estés convocando a estas cosas sin querer? —No —dije en voz baja. Pero pensé en lo que Neos me había dicho. Él había probado mi sangre y estábamos conectados. No le dije a Bennett sobre el anillo. No estaba segura de qué haría si supiera que podría convertirme en un fantasma—. No creo que mis poderes estén fuera de control. Simplemente creo que... no sé lo que soy capaz de hacer todavía.

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—Neos.

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Él me miró. —Quiero creerte. Su falta de confianza me sorprendió. Y me enfureció. —¿De verdad crees que soy capaz de hacer daño, de asesinar, a Marta? —Por supuesto que no, pero que sigues exigiendo la verdad, mientras que estás guardando tus propios secretos. —Él agarró mis brazos—. No soy estúpido, Emma. Me arranqué de allí y me fui a las ventanas para mirar la luz de la luna. No estaba preparada para explicarle acerca del anillo o del talismán. ¿Cómo podría compartir algo más con Bennett cuando no confiaba en mí? Ni siquiera sabía con quien estaba hablando: Bennett o el Knell. —Emma —dijo detrás de mí—, háblame sobre Neos. Negué con la cabeza. Le había dicho a Marta sobre Neos, y conseguí matarla. —Los ghostkeepers se están muriendo. El asesino no va a parar ahora. Presioné una mano en mi pecho, sintiendo el jade a través de mi suéter. Me imaginé a mi madre en su uniforme de camiseta negra y pantalones gruesos y joyas, ni un cabello fuera de lugar en su corte rubio. Ella no podría estar involucrada. Sólo no podía. Como si sintiera mis pensamientos, Bennett preguntó suavemente: —¿Has oído hablar de Max? —No —respondí—. Nada sobre ninguno de ellos. Y me sentí culpable. Porque la verdad era, que ya echaba de menos a Martha más de lo que les echaba menos a ellos. Me quedé sin nada. —¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer sin Martha?

—Me voy esta noche. Y no puedo quedarme aquí. —No te vayas. —Tengo que hacerlo. El Knell... —¡No lo digas! —repliqué. —Puedes quedarte con la familia que está alojando a Natalie.

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Bennett se aclaró la garganta.

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Hice un ruido ahogado. —Con Natalie —Me volví de nuevo a la oscuridad en la ventana. —Emma —dijo—. Por favor. —Está bien. Lo que sea —dije—. Voy a sacar mis cosas. Nicholas y Celeste me estaban esperando cuando llegué arriba. —Me voy —dije. —No, no debes irte —dijo Celeste—. Tú perteneces aquí, con nosotros. Eché un vistazo a Nicholas que estaba limpiando la chimenea. Él me dio lo mejor de su hambrienta mirada de niño abandonado y todo era demasiado. Tal vez Abby tenía razón en odiar a los fantasmas. ¿Habían hecho algo, además de causarme problemas? Estaba dispuesta a olvidarlos a todos. Volver a San Francisco y vivir mi asocial aburrida, pero normal vida. —Lo siento —murmuré y los obligué a marcharse. Saqué mi maleta desde el suelo del armario y metí la escasa ropa y lo imprescindible en ella. La habitación estaba limpia y la cama ya hecha. Apreté mi maleta y me detuve en la puerta, mi mano en el pomo de níquel pulido. Parecía que nunca había estado aquí. Me encontré con Bennett, a la espera en su chaqueta, en la parte inferior de las escaleras. Agarró la maleta. —Ya la tengo —le dije, dando un paso hacia la puerta. No me molesté en mirar hacia atrás.

El pequeño apartamento sobre el garaje para tres coches incluía una pequeña sala de estar y cocina, dos habitaciones minúsculas y un baño, donde se llenaba la bañera con vapor de agua caliente que olía a pomelo. —Esto es para ti —dijo Natalie—. Pensé que había necesidad de un baño.

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En la casa de los Finches, me encontré con Natalie en la puerta delantera, el pelo recogido en una cola de caballo descuidada, que sólo servía para poner de relieve las sombras bajo sus ojos por las lágrimas.

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Me desnudé y me hundí en la tina, el gusto del agua hirviendo en mi piel. La repetición de la muerte de Martha estaba encajando y estaba empezando a adormecerme. Después de una hora, Natalie llamó a la puerta. El agua se había enfriado hacía mucho tiempo. —Emma —gritó—. ¿Estás bien? —Sí —gruñí. Destapé el sumidero con el pie y me levanté en la tina, me envolví en las toallas mullidas lavanda y abrí la puerta. En mi dormitorio, mi maleta era un desastre. Ya echo de menos a Celeste. Increíble la facilidad con que podía acostumbrarme a una criada, incluso una de persuasión fantasmal. Por fin me puse una vieja camiseta y polainas y encontré Natalie berreando en la cocina. —Lo siento —se lamentó—. Ella e-era mejor m-madre de lo que lo era mi madre. Así que la abracé y comencé a sollozar también. Nos pusimos de pie, llorando en los brazos de la otra. Entonces, la absurdidad de ello nos golpeó, al mismo tiempo y ambas comenzamos a reír. Natalie se limpió las lágrimas de sus ojos. —Dios, ¿y si te vieran en la Thatcher? Dejarías de ser la chica más popular de la escuela. —¿Qué? —dije—. Yo no soy tan popular. —Tus mejores amigos son Harry y Sara, y Coby te está llevando al Baile de Bienvenida.

Natalie negó con la cabeza e hizo otra taza de té mientras rebuscaba en los armarios hasta que encontré unas galletas de almendras. Luego nos sentamos en la mesita y tal vez este no era el momento adecuado, pero lo dije de todos modos, porque no podía sacarlo de mi mente. —Natalie, tengo que saber sobre el Knell. —No debo hablar de ello —bebió un sorbo de té—. ¿Qué quieres saber? —Bueno, ¿el gobierno sabe de él?

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—Oh —De vuelta en San Francisco, siempre fantaseaba con que si me mudaba, me habría convertido en popular. Bueno, había pasado—. Pienso que tú lo disfrutarías más.

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—No oficialmente. Hay ghostkeepers en todas partes: la CIA, el FBI, todas las ramas militares. Cuando se encuentran con algo relacionado con fantasmas, nos dejan saberlo. —¿Hay una oficina en algún lugar? —Sí, unas pocas, es más bien una especie de oficina en casa después de todo. En realidad, no conozco los detalles. —¿Lo sabe Bennett? Ella se encogió de hombros. —No sé si te has dado cuenta, pero no es, como, hablador —se mordió el labio—. Le gustas, ya sabes. —No, no le gusto. —Él no quiere —dijo—, pero lo hace. ¿Por qué no querría que le gustara? Porque él pensaba que mi madre era una asesina, es por eso. —Ni siquiera es agradable conmigo. —Exactamente —dijo, como si eso sólo confirmase su opinión.

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—No importa —le dije—. Nada importará más que encontrar al asesino de Martha.

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Capitulo 25 Traducido por ƘӜƷYosbeƘӜƷ Corregido por Josez57

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e lancé a la escuela. Era eso u obsesionarme con Martha y Neos. Yo no convoqué a los fantasmas y si uno se acercaba, lo compelería. Ni siquiera le di a Edmund, el hombre del traje marrón, una oportunidad, él me mostró su aspecto más ofendido antes de desaparecer. Prohibí totalmente a Bennett de mis pensamientos, bueno, más o menos y me sumergí en la vida normal. Le envié a Sara comentarios malintencionados acerca de otras chicas (la mayoría de Britta), perfeccione mi sonrisa secreta y coqueteé con Coby… y Harry, por supuesto, porque no sabía cómo tener otra interacción con una chica.

Y me gustó mucho ser normal. Bueno, me gustó pretender ser normal. Pretender que no estaba preocupada por fantasmas que se asomaban en la oscuridad y que no lloraba por Martha cada vez que me despertaba. Y pretender que no me preguntaba lo que Bennett había querido decirme por tanto tiempo.

Luego vino el funeral de Martha. En vez de ir con Natalie como había planeado, me quedé atrás hasta que el último doliente, un apuesto hombre de mediana edad que no conocía, subió a su coche y se fue.

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Incluso fui de compras para el vestido de la fiesta del Baile con Sara y observé como dejaba caer novecientos dólares en un vestido de terciopelo rojo sangre por un diseñador del que nunca había escuchado en su amada tienda Neima’s. No pude encontrar un vestido, pero usé la tarjeta de crédito de mi papá para comprar unas zapatillas cerradas con punta abierta de satén negro a la venta. Incluso Sara las aprobó, a pesar de la impresión de la etiqueta, estaba superada por lo baratas que eran.

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El cementerio estaba situado en la parte más antigua del pueblo, junto a una iglesia Congregacional construida cuando era una colonia de Massachusetts. Era demasiado pequeño para que una retroexcavadora rellenara la tumba, por lo que un enterrador anciano había empezado a palear la última capa de tierra, cuando le pedí que me diera un minuto. Él se alejó a fumarse un cigarrillo mientras yo me paré en la orilla, mirando fijamente el ataúd de roble. Por un momento vacilé, había pasado por una fase de Stephen King, y no podía dejar de pensar en el cementerio de animales. ¿El fantasma de Martha sería como ella solía ser, o al contrario, al igual que en el cementerio de animales? Entonces negué con la cabeza. No importaba. Yo la quería de vuelta. Cerré mis ojos y la invoqué. Y nada pasó. No había ningún hormigueo familiar, ninguna sensación de que ella había estado esperando que la llamara. Intenté una y otra vez en vano. Ella no iba a volver. Yo sólo quería...me sequé las lágrimas de los ojos. Sólo quería verla una vez más. Bueno, más de una vez. Pensé que podría vivir en el museo con Anatole y el resto. Pero una vez hubiera sido suficiente. Para decirle que lo sentía y que iba a encontrar a quien le hizo esto. Y desvanecerlo para siempre. El sepulturero había acabado con su cigarro. Volvió a la tumba de Martha y me alejé, tratando de sintonizar el sonido de la tierra golpeando el ataúd.

Cuando llegué a casa, Natalie me encontró en la puerta. —¿Has tratado de invocarla, no es así? Asentí. —No funcionó. —Los Ghostkeepers no vuelven, Emma..

—Nunca —dijo ella—. Cuando estamos muertos, estamos muertos. Unos días más tarde, Natalie y yo estábamos viendo un reality show de MTV repetido, cuando dijo: —¿Así que vas a terminar con Coby después del baile?

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—¿Nunca? —pregunté.

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—¿Qué? —dije—. Apenas hemos salido. —Almorzamos todos los días juntos y compartimos ratos después de clases unas pocas veces, pero él no había tratado de besarme otra vez. —Todo el mundo cree que lo harás. —Me observó—. Incluyendo Coby. —¿Voy a encontrarte besando a Coby detrás del estadio en el baile? Eso lleva escrito Jared por todas partes. —¿Cuál es tu problema? —preguntó Natalie. —¿Cuál es mi problema? —Martha estaba muerta, mi familia extraviada, el chico que me gustaba no quería gustarle, y el chico al que le gustaba sólo me gustaba como un amigo. Además algún demonio de pesadilla quiso matarme, y mi familia podría ser responsable de las muertes de varios ghostkeepers—. ¿Por dónde comienzo? Pero antes de que pudiera, hubo un golpe en la puerta. —Oh, aquí esta. —Natalie me observó—. ¿Vas a ir así? —¿Así como? ¿Quién está aquí? Estaba usando una camisa teñida y un viejo par de jeans rasgados. Mi cabello había comenzado finalmente a crecer y consecuentemente me estaba volviendo loca, así que me trenzada lo que podía con bandas de goma que había encontrado en un cajón de la cocina. Yo no estaba preparada para ver a nadie. —¿Recibiste mi correo acerca de que Bennett nos iba a llevar a cenar? — preguntó Natalie. Sí, pero lo había borrado sin leer, ella enviaba una docena de correos al día. Por supuesto, había notado que estaba usando jeans pegados, un top coqueto color borgoña, y unas zapatillas bajas de leopardo, pero la posible razón no la había registrado.

Había un pequeño espejo por la puerta del frente del apartamento y viéndome me di cuenta de que el frizz era preferible. Sólo había conseguido desatar una trenza cuando Bennett entró. Él se veía súper atractivo con una chaqueta de tela gris sobre una camiseta negra y pantalones vaqueros.

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Ella bajó para abrir la puerta para él, mientras yo me quedaba congelada allí parada como un ciervo. Toqué mis trenzas tratando de decidir lo que se veía peor: dejarlas tal como estaban o el inevitable rizo por soltarlas.

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Sonrió, y por un momento pensé que estaba feliz de verme, luego me vi en el espejo de nuevo y me di cuenta que seguramente se estaba riendo de mi cabello. —Emma no está lista —dijo Natalie. —¿No? —dijo Benett—. Parece lista para mí. Me quité el resto de las elásticas de mi cabeza. —No voy. —¿Qué? ¿Por qué no? —preguntó Bennett. El miró a Natalie—. ¿Se te olvidó decirle? —No, no se me olvidó. —Simplemente no puedo. —Agarré mi chaquetón y me puse una boina en mi odioso cabello—. ¿Alguna noticia sobre el asesino de Martha? —Eso es algo de lo que no quisiera hablar. Me puse mis botas en la puerta. —¿Eso es un sí? El negó con la cabeza. —Es un no. Lo siento. —Entonces me tengo que ir. —Emma —dijo Natalie—, no seas así. Vamos hasta el puerto de ostiones. Ven con nosotros. Bennett me miraba fijamente, pero no dijo nada.

Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras llegaba a planta baja. Cuando salí, me di cuenta que no tenía adónde ir. Así que caminé, vagando por el pueblo, pasando por el puerto Redd’sPond con su detestable silla hundible en el que habían torturado a las brujas. ¿Qué tipo de ciudad hacía de ello una atracción turística? Me pregunté, pensando acerca de la Emma original. Entonces cuando salía de Neck y volvía, me detuve porque me dolían los pies. Y me encontré a las puertas del Museo SternHouse. Vi la silueta de la casa a través de los árboles, las ventanas estaban oscuras pero las columnas blancas de la gran fachada estaban todavía visibles. Me

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—Nos vemos —dije, y cerré la puerta detrás de mí.

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preguntaba cómo Anatole, Celeste y el Libertino estaban. Le había prometido a Nicholas que iba a encontrar otro cartucho de GameBoy, pero nunca lo había entregado. ¿Por qué había venido por aquí? Sólo me recordaba a Martha. Tal vez por eso había venido. Necesitaba recordar a Martha. No podía ignorar lo que había sucedido. Necesitaba dejar de pretender ser alguien que no soy. Mientras me encontraba en la acera, perdida en mis pensamientos, el cielo se abrió de repente y la lluvia caía, un rayo brilló y un trueno rugió. Nunca tuvimos este tipo de tormentas en California. Me aceleré a abrir las puertas y corrí a refugiarme en el pórtico delante del museo. Me paré un momento, fría y húmeda. En el interior, podría conseguir que Anatole me trajera un té caliente, Celeste me diera un baño, y Nicholas tenía habilidades locas con una chimenea. Pero eso sería romper mi política de no fantasmas. Así que me pare allí, temblando. Luego me reí. —¡Esto es ridículo! Cerré los ojos y sentí el hormigueo familiar y cálido que convocaba a un fantasma. ―Anatole, te necesito. Por favor, abre la puerta. Celeste, ¡me estoy congelando! Podría usar algo de ropa seca. Y una fogata, Nicholas. No me preocupé por obligarlos, eran más felices cuando se les pedía. Un momento después, Anatole abrió la puerta y marqué el código de la alarma que Bennett me había enseñado. —Mi querida —sonrió y se retorció el bigote—. Estoy muy contento de verte.

—¡Emma! —Celeste bajó corriendo las escaleras—. ¡Quiero decir, Señorita Vaile! Estas muy mojada. Ya puse a llenar la tina. Suba. Nicholas esta encendiendo el fuego. —¿Estas hambrienta? —preguntó Anatole. —Me muero de hambre —dije—. ¿No les molesta hacer algo? —Bueno, supongo creo que puedo hacer, ¿algo del libro de cocina?

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—Anatole —dije—. Si pudiera abrezarte lo haría.

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Sonreí. —¡Nunca! No sé que estaba pensando cuando te lo di. —Bien, entonces —dijo, complacido—, hay un buen queso y algunos huevos. Sí, creo que haré una tortilla. —Eso sería divino —dije y dejé que Celeste me llevara arriba.

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Me metí en el baño, calenté mis pies hechos carámbano bajo el grifo, y con cuidado me recosté contra la porcelana todavía fresca de la bañera. Cerré los ojos. Era bueno estar en casa.

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Capitulo 26 Traducido por hanna Corregido por Josez57

E

n el momento en que el agua se acabó, yo estaba lo suficientemente resistente. Usé el albornoz que Celeste dejó, me acolché en la guarida de la planta baja. Nicholas había iniciado un fuego y Anatole dejado un plato de frutas y galletas. Mientras mordisqueaba una uva, Nicholas vagaba con el GameBoy. Le tendí la mano. ―Te voy a enseñar. ―No puedo pasar más allá del nivel85 ―se quejó. ―¿De tetris?―le pregunté―.Entonces no necesitas mi ayuda. Sonrió, luciendo un momento como cualquier chico preadolescente normal. Luego, Anatole lo espantó cuando llegó con mi tortilla y Nicholas desapareció en una nube fantasmal. Demasiado normal. Olí las hierbas frescas y la cebolla, mientras Anatole colocaba la bandeja de plata sobre una mesa junto al fuego. ―Él no me molestaba ―le dije, y luego olvidé mientras yo revolvía la tortilla―.¡El paraíso!

por

completo a

Nicholas

―Bon Appétit, machere.

Tal vez no debería estar aquí― sin invitación, sin Martha―pero es a dónde pertenecía. Entré en la sala y pasé al estudio del señor Stern. Pensé en las espadas y el Libertino. Mi cuerpo se perdió en nuestras perchas diarias. Entonces, una preocupación repentina me golpeó. ¿Y si él no había escapado de Neos?

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Terminé la tortilla y las uvas, disfrutando del sonido de la lluvia contra los cristales.

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Corrí a la sala de baile y no lo pude encontrar. Corrí por toda la habitación, mi bata aleteando a mi alrededor, y apareció, descansando en la banqueta del piano. Apreté mi bata. ―¿Estás bien? ―Estoy, en efecto, “bien”―dijo, burlándose de mi jerga―.¿Y tú? ―No lo matamos. ―Te he fallado ―Hizo un gesto a su propia presencia fantasmal―.Esta patética forma. Cuando estaba vivo, me comía espectros en el desayuno. ―No. Eres perfecto así. Gracias. ―Vamos ―dijo. Me llevó por los pasillos hasta la puerta de la sala del frente, donde Martha había sido asesinada. Después de mirar un momento, caminó a través de la pared en la habitación. Me quedé mirando la puerta cerrada, incapaz de levantar la mano hacia la perilla. Me imaginé que todavía olía a madera carbonizada, el aroma de la sangre de Martha. Todavía sentía el escalofrío de verla tendida, muerta más allá de convocación. Natalie había dicho que cuando un ghostkeeper moría, moría para siempre. Nuestro espíritu no podía quedarse. Pero si pudiera, me gustaría levantar a Martha, y…¿qué? ¿Caer en sus brazos? ¿Preguntarle cómo encontrar a Neos? No. Rogaría por su perdón. ―Perdóname, Martha ―dije, y abrí la puerta. Entré y encontré al Libertino de pie donde había permanecido. Me acerqué a él, tratando de ignorar las manchas de sangre bajo mis pies.

Estaba aterrorizada, pero que me torturen si lo dejo que me detenga. Caminé un circuito alrededor de la habitación, arrastrando el dedo por la parte de atrás del sofá forrado de seda. ―Cuando estabas vivo, ¿luchabas contra fantasmas? ―Y Ghasts. Sí.

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―¿No tienes miedo?―preguntó.

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―Entonces, eras un ghostkeeper. Inclinó la cabeza en acuerdo. ―Pero tú estás aquí. Eres un fantasma. Pensé que cuando un ghostkeeper moría, no podía volver. ―Cuando yo vivía, era un ghostkeeper. Cuando morí, ya no lo era. ―Se puso de pie al lado del sofá―. Ven, siéntate. Eso significaba que estaba en un estado de ánimo formal esperando que me sentara antes que él a pesar del hecho de que yo andaba con una bata. ―Los hombres que me contrataron ―me dijo―, quienes acusaron a Emma de brujería, no estaban contentos cuando me enamoré de ella, y menos aún de nuestro compromiso. Un recuerdo relampagueó en mi mente. ―Se lo pediste en la glorieta fuera de su casa. ―Sí. Habíamos estado casados antes, pero nuestros esposos habían muerto jóvenes. No era raro en ese tiempo. Tuvo dos hijos, yo tenía uno. Eres descendiente de su hijo. ―Sus ojos se suavizaron con la memoria. Entonces su expresión cambió―. ¿Sabes lo que pasa cuando un ghostkeeper se mata? Negué con la cabeza. ―Él se pierde. Permanece para siempre, cortado desde el más allá…va lentamente volviéndose loco. Convirtiéndose en una cosa torcida, una miserable criatura. Tragué saliva. ―Se podría pensar que alguien podría haberlo mencionado.

Un sentimiento se agitó en mí, una rabia feroz, brillante y una voluntad de hierro inquebrantable. Era la memoria de Emma. ―Quería que se suicidara. ―Sí. Le dieron veneno. ¿Qué crees que hizo? Yo sabía lo que había hecho. Lo bebió.

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―Los hombres que me contrataron, me encontraron solo. Me golpearon a una pulgada de mi vida, y luego le dijeron a Emma que tenían una enfermera que me devolvería la salud y lo harían de nuevo. Y una vez más. Al pasar los años. A menos que ella pagara el precio.

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―Sentenciándose a ella misma al tormento eterno, salvándome de unos años de dolor. ―¿Qué hiciste? ―Rompí mis cadenas ―dijo―. Y lo primero que hice, ya que ella estaba muriendo, fue cogerla en mis brazos y hundir un puñal en su pecho. La maté. ―La salvaste. ―La maté. ―¡Para que ella no se quedara para siempre! Pero él no estaba escuchando. ―Luego los perseguí. Uno por uno. Y los maté a todos. No sabía que decir a eso. No podía culparlo, pero aún era bastante desagradable. Así que nos sentamos en silencio durante un momento, escuchando la lluvia, la oscura habitación iluminada sólo por el débil resplandor del Libertino. Por último, le dije: ―Tengo el anillo. Tomé el anillo de oro liso de mi túnica. Lo había estado transfiriendo de bolsillo a bolsillo, nunca dejándolo fuera de mi posesión. Se lo entregué. ―¿Su anillo de compromiso? Pasó el pulgar por el oro sin problemas. ―Ella nunca lo usó. Pero recordé el momento en que lo había deslizado en anillo en el dedo, el torrente de sentimientos. ―Ella siempre lo llevaba cerca―le dije.

―Sí. Me entregó el anillo. ―Gracias. Podrías haber sido su hija. Nuestra hija. Me hubiera gustado eso. Y luego se desmaterializó.

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―¿En verdad?

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Me puse el anillo en el bolsillo, pensando que me hubiera gustado eso, también. Deseaba que no se hubiera ido. Quería saber más acerca de su relación con la Emma original y cómo era ella. Con una sensación de inquietud, entré en el estudio del señor Stern y saqué una de las espadas de la pared. Tenía la esperanza de que si me presentaba en el salón de baile, el Libertino reaparecería y pelearía conmigo. Sin embargo, cuando paseaba por la sala, encontré a Bennett goteando por todo el suelo de parquet. Se quedó ahí descalzo, con el cabello húmedo y peinado hacia atrás. Sus pantalones estaban empapados y su camiseta se aferraba a su pecho. Si era posible, estando mojado era aún más hermoso. Tragué saliva y apreté mi ropa más cerca. ―¿Qué estás haciendo aquí? Medio se echó a reír. ―¿Yo? Es mi casa. Te he estado buscando por todas partes. ―¿Por qué? ―le pregunté, con desconfianza. ―Porque estaba preocupado por ti ―dijo―. ¿Qué estás haciendo con una de las preciadas espadas de mi padre? Me encogí de hombros. ―¿Practicando? Había un brillo en los ojos de Bennet. ―No vayas a ninguna parte. Entró en la sala y regresó un momento después con la otra espada del estudio de su padre.

―Fui a Thatcher, ¿no? Dios, él debió haber lucido caliente en los trajes blancos de esgrima. ―Aquí. ―Me entregó la espada que había traído―. Tienes la equivocada. ―¿Qué quieres decir?

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―Oh, por supuesto, sabes esgrima ―le dije.

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―Fueron encargadas para una pareja, para el primer Bennett y la primera Emma. Tienes el compañero masculino. Fruncí el ceño. ―Pero ellos no estaban casados. ―Nosotros tampoco. Estaba tratando de entender lo que significaba eso cuando me apoderé de la espada. ―Oh, no. Sentí que mi cuerpo convulsionaba con la memoria y la nostalgia. Mi columna hormigueo y con ese gran sonido sibilante el mundo giró hacia el pasado. El salón de baile se parecía mucho mientras daba una vuelta, tenía el piano, las paredes de marfil, y las pesadas cortinas de terciopelo brillante en la luz de los candelabros de velas. Algo rozó mis hombros, y me di cuenta de que mi cabello era más largo, y llevaba una bata de seda entretejida con delicadas zapatillas pequeñas. El amuleto de mi madre se había quedado atrás en el presente. Bennett estaba a mi lado, vestido con ajustados pantalones de piel de ante de color y una camisa blanca con cuello alto y almidonado. Al parecer, de época, igual que todos los fantasmas, pero en lugar de un caballero del siglo XVIII, parecía más del siglo XXI o una estrella de rock. Y yo era su mayor admiradora. ―¿Estás viendo esto? ―le dije. Me miró de manera extraña. ―Sí. ―¿Qué?

Sentí que me sonrojaba. ―Creo…creo que todavía estamos en el salón de baile, en nuestro tiempo. Estamos viendo una especie de memorias. Los recuerdos de Emma y Bennett. Por lo tanto, es por eso que tenemos este aspecto. ―Esa es una teoría ―dijo―. ¿Ha ocurrido antes?

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―Eres hermosa.

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Asentí con la cabeza. ―¿Con alguien más? ―preguntó. ―No.―Sólo a mí, no había nadie más. Bennett miró a su alrededor, viendo todo. Esperaba que me regañara o culpara por transportarlo en el tiempo. En su lugar, se rió y se sentó en una posición de combate. ―¿Estás lista? ―preguntó. Lo saludé. ―No me puedes tocar. Bennett sonrió mientras me devolvía el saludo y empezamos. De ida y vuelta, circulándonos mutuamente, probando y arremetiendo, avanzando y retrocediendo. Por primera vez, realmente entendí el esgrima. Era una elegante danza, ejecutada con elegancia y coquetería. Hasta que atrapé mi arma con la túnica. ―Espera ―dije, tirando de ella. Me encogí de hombros fuera de la túnica, y me quedé en la camisa de seda blanca y delicada, con tirantes de encaje y una falda que fluía en mis rodillas. Bennett casi dejó caer su espada. Sonreí con satisfacción. Ventaja dentro. ―Si nos estamos poniendo más cómodos…―Se quitó la camisa.

Y era una estupidez. Sí, estábamos jugando, pero a mi maestra le hubiera dado un ataque por nuestra falta de protección. Bennett era más que bueno, así que no estaba preocupado por hacerse daño. Yo por otro lado, no era tan buena. Creo que él sentía lo mismo, y lo tomó con calma cuando vi una oportunidad y utilicé una técnica de cruce que el Libertino me había enseñado para marcarlo en el pecho. ―Oh, Dios mío, lo siento ―dije. Bennett se secó la pequeña mancha de sangre. ―Primera sangre ―dijo―. ¿Dónde aprendiste eso?

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Ventaja fuera.

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Me encogí de hombros. ―De este tipo que conozco. ―¿Me enseñas? ―dijo. ―Claro. ―Le mostré el pase. Me imitó, extrañamente torpe. ―No, no ―le dije―. Así. Di un paso delante de él, de espaldas a su pecho desnudo. Sentí el calor que subía de su cuerpo, se mareó y le agarré la mano. La apretó aún más, nuestro contacto con piel desnuda. ―Ah, quieres decir así… —Cruzó el brazo sobre el mío, bloqueándome en sus brazos, y ejecutó la jugada a la perfección, con más estilo y elegancia de lo que le había mostrado. ―Um…―Yo apenas podía respirar. Pasó el cabello sobre mi hombro. ―Echo de menos tú cabello corto. ―¿Por qué? Está creciendo. ―Porque me gusta la parte de atrás de tu cuello ―susurró contra este. La carne de gallina me recorrió la espalda. Me volví en sus brazos hacia él, no había nada entre nosotros, sino la más delgada seda. ―Sí ―dijo―. Podríamos quedarnos aquí para siempre. El aire estaba electrificado con ese conocimiento previo al beso. Sentía luz en mi cabeza y calor en mi piel. Dejé caer mi espada y deslicé mis brazos alrededor de él mientras inclinaba su cabeza hacia la mía.

De regreso en el tiempo real. En el salón de baile real, usando la ropa normal. Bueno, si consideras una bata de baño normal. No me besó. El momento había pasado. Cerró los ojos un instante y dejó escapar un largo suspiro.

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Y estábamos de regreso.

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―Ojalá las cosas fueran diferentes ―dijo Bennett―. Nos hubiéramos conocidos de otra manera. Qué tú fueras una chica normal y yo…¿por qué todo tiene que ser tan complicado? ―¿Lo es? ―pregunté―. Quédate aquí esta noche. Conmigo. ―No estoy seguro que sea una buena idea ―dijo, su voz áspera. ―No quiero estar sola. Por favor. ―No puedes saber lo mucho que quiero, pero… ―Bennett… te necesito. Eres el único que entiende todo esto. Quién me entiende. ―No podía dejarle fingir que no había nada entre nosotros. Le cogí la mano―. Quédate. Me tomó la mano y nos quedamos allí por un largo rato, en un intenso silencio, el aire se llenó de nostalgia. Luego me llevó escaleras arriba. Justo en la puerta de su habitación del ático, se detuvo. ―No sé qué hacer. ―¿Sobre qué? ―pregunté. Pasó un dedo por mi clavícula, expuesta por mi bata abierta. ―Sobre ti. ―Bennett ―susurré―. Haz lo que… ―¿Qué es esto? ―dijo, su voz repentinamente aguda. Parpadeé por su tono. ―Yo… Sacó el amuleto de mi madre de debajo de mi túnica.

Negué con la cabeza. ―¿Dónde lo conseguiste? ―exigió. ―En…en la caja de joyas de mi madre.

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―¿Qué diablos es esto, Emma?

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―¿Cuánto tiempo has estado usándolo? ―Dejó caer el amuleto, como si lo hubiera quemado―. Durante todo el tiempo. Durante todo el tiempo que estuviste aquí. ¿Por qué no me lo dijiste? ―Porque sabía que ibas a reaccionar de forma exagerada y creer que mi madre es culpable. Tenía que protegerla. Tal vez ella no es la mejor madre del universo, y no podía entender porque ella me había enviado al poof, pero seguía siendo mi madre. A pesar de la culpable.

evidencia

incriminatoria, no

podía

creer

que

ella

era

Incluso si lo era, yo quería saber la verdad antes de que entregara el amuleto a Bennett o al Knell. ―¿Protegerla? ―dijo Bennett―. ¿Qué hay de protegerte a ti misma? ¿Por qué crees que el Knell no te ha arrastrado? Porque les di mi palabra de que no estabas involucrada. ―Yo no… tampoco mi familia. ―Emma, no tienes idea…esto podría ser la clave de los asesinatos. ¿No quieres encontrar a quién mató a Martha? ―Yo sé quién mató a Martha. Fue Neos. ¿Por qué nunca confías en mí? ―¡Debido a que haces cosas como esta! Crees que te entiendo, pero no lo hago. No entiendo por qué escondes las cosas de mí. No entiendo todo tu poder. Y, Dios sabe, no entiendo por qué sigo tratando de protegerte. Entonces comencé a gritar, y el gritó de vuelta. Suficientemente fuerte para que Anatole, Celeste y Nicholas fueran a investigar, resplandeciendo en el pasillo. Por último, dije: ―Vete.

―No me importa ―le dije―. Son mis puedes hablar con ellos.

fantasmas. Mi

Eso fue un acto cruel para decir. Apretó la mandíbula. ―Dame el amuleto. Estreché la mano sobre él.

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familia. Ni

siquiera

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―Es mi casa, Emma.

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―No. ―Emma, hay ghostkeeper sabrán qué hacer.

en Knell

que

pueden leer

los

objetos.

Ellos

―Bennett, yo soy una de esos ghostkeeper. ¿No crees que yo sabría si hay algo para leer? ―Tal vez. ―Su mirada era sospechosa. ―No crees que te lo diría ―Me desabroché la cadena de oro y le di el

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amuleto―. Está bien. Tómalo. No tengo nada que ocultar.

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Capitulo 27 Traducido por Aciditax& kirara7 Corregido por hanna

M

e desperté bañada en sudor, la humedad en mi piel se mezclaba con un decadente aroma a moho proveniente de un sueño. Una pesadilla. Me acurruqué en mis sábanas, de vuelta a mi vieja habitación en el museo.

Estuve en la ventana la noche anterior, esperando que Bennett regresará después que peleamos. No llegó, al menos no por una hora. Una hora en la cual me paseaba por la habitación, preguntándome que estaba haciendo él y si vendría a pedirme disculpas. No lo había hecho. Observé desde la ventana cuando se subió a su antiguo LandRover y arrancó. Él ni siquiera había mirado hacia mi habitación. Me lancé en la cama y lloré. Luego cerré mis ojos y caí en el sueño: Caminaba a través de un cementerio al amanecer, el sol aún estaba atrapado debajo del horizonte. Hubo un eco del crujido de la grama en el silencio mientras pasé lápidas antiguas con nombres gravados que estaban desvanecidos e indescifrables. Entonces llegué a la tumba.

Un hombre corpulento con una gorra de beisbol pasó a mi lado. Nunca antes lo había visto, pero sus ojos brillaron con el mismo terror que yo sentí. Sus movimientos eran confusos y descompasados y forzados. Pero no era un fantasma. Se detuvo en las puertas y huesudos dedos lo alcanzaron a través de las barras de hierro para desplumarlo. Piel marchita colgaba de sus manos como ropa destrozada en una línea. Un cadáver descompuesto se deslizaba cerca de él y lo

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Estaba tallada en granito, con puertas de hierro negras, grotescas estatuas en un semicírculo alrededor en el frente. Mil susurros dijeron mi nombre. Me estremecí de terror.

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lamía con su lengua reseca. Sentí el asco del hombre y el miedo y el dolor. Luego su resignación. Era un espectro. Con sus empapados y afilados dientes mordió en el cuello del hombre corpulento… su lengua trabajaba sobre su piel, probando y desguazando. De repente de echó hacia atrás y en medio de sus dientes esqueléticos, vi el amuleto de jade de mi madre, y escuché un alarido de triunfo y… Desperté bañada en sudor, rodeada de la fragancia del moho. Me estremecí nuevamente bajo las sábanas, pero me dije firmemente que lo comprendería todo. Habían sido suficientes pesadillas reales en mi vida, que no podía preocuparme sobre aquellas que soñaba. Miré el reloj que estaba en la mesita de noche. Ugh. Era demasiado tarde para ir a buscar mi uniforme donde Natalie. Al menos todavía tenía el uniforme de zorra colgando en el armario. Me quité la camisa con la cual había dormido y me deslicé en el uniforme. En el piso de abajo, conseguí a Anatole en la cocina batiendo fresas en un bol humeante de avena, mientras Celeste preparaba la mesa. —Buenos días —dije. Ellos intercambiaron miradas. —¿Sentiste eso anoche? —preguntó Anatole, acariciando su bigote. —Parecía una araña —dijo Celeste—, corriendo por tu columna. Sacudí mi cabeza. —Estaba algo distraída. Tuve una pesadilla —les dije lo que recordaba. —Quizá no haya sido completamente un sueño —dijo Anatole.

—Emma —dijo—, ¿estás bien? —Estoy bien. ¿Sucedió algo anoche después que me dejaste? —Le di el amuleto de tu madre a un lector. —¿Cómo lucía él? ¿Usaba una gorra de beisbol? —¿Cómo lo…?

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Me dio un escalofrío y corrí al teléfono y le marqué a Bennett. De una vez respondió.

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—Soñé con él. Un espectro… —Emma, él está muerto. —¿Qué? —El amuleto no está. —Oh por Dios. Neos —dije—. Él me dijo que lo necesitaba. ¿Por qué lo necesitaba? —Desearía saberlo —Sonó una corneta al otro lado de la calle—. Tengo que irme. —Bennett, espera. Lo siento. He debido darte el amuleto de mi madre antes. Quizá si no lo hubiese guardado, ese chico… o si yo hubiese… —Está bien, Emma. Todo va a estar bien. Quédate allí. Ve a la escuela y quédate cerca de Natalie. Y manténganse alejadas de los problemas… ambas. Así que fui a la escuela. El camino fueron unas largas tres cuadras. Me sentí responsable de todo: las peleas con Bennett, la muerte de Martha y de los otros ghostkeepers. Y ahora Neos tenía el amuleto. ¿Qué haría con eso? Me detuve a mitad de la cuadra, abrumada por todo. Esta interminable montaña rusa me tenía exhausta. Así que por supuesto el paseo no había terminado. El pequeño BMW de Sara se lanzó a la acera frente a mí. —¡Vamos! —dijo ella. —Estoy muy segura que puedo caminar desde aquí. —Faltaba sólo media cuadra de camino. Luego vi a Harry el asiento del copiloto y a Natalie atrás. —¿Qué pasó? —Nos tomamos el día libre —dijo Sara. —No es un feriado.

No estaba de humor para lo que fuera que ellos habían planeado, pero Bennett me dijo que me mantuviera cerca de Natalie, y lejos de los problemas, pensé que él quería decir fantasmas, así que me metí y me senté a su lado. —¿Me voy a arrepentir de esto? —No te preocupes —dijo Sara—. Una vez al año, Harry arregla un día libre no oficial.

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—Es el día de Harry —dijo Harry—. Entra.

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—Ellos me dijeron que básicamente era una tradición de la escuela —me dijo Natalie. —¿Dónde está Coby? —pregunté—. ¿Fútbol otra vez? —Como siempre —suspiró Sara. —Así que, ¿dónde vamos? —Vi un brillo en los ojos de Harry—. ¿Por qué luces tan satisfecho? Natalia se rió. —Él piensa que vamos a bañarnos desnudos. Ha conseguido una piscina cubierta climatizada. —¡Espera! —dijo—. ¿Nosotros no…? —Harry —dijo Sara pateándolo cariñosamente en las rodillas—. Mírate. Ahora míranos a Emma, a Natalie y a mí. ¿Tú crees que eso va a suceder en cualquier lugar fuera de tus sueños? Traté de no herir sus sentimientos, al reírme por lo bajo. —Vamos a la casa de Sara —dijo Natalie—. A asaltar su armario para el Baile de Bienvenida. Harry se quejó, pero cuando llegamos allí él se estacionó en una silla descomunal afuera del walk-in closet de Sara, tal vez esperando un show de striptease. Él juzgaba todo lo que nos probábamos. —Ese es el indicado —le dijo a Natalie después de tres vestidos—. Detente. Estás lista. —¿Éste? —Ella pasó sus manos hacía abajo del short negro—. Es muy sencillo. Ella lucía perfecta en él. —Será perfecto para tu cita —dijo Harry.

Harry era su cita. Esto es lo que él había dicho sobre mis cinco opciones: 1)—No. 2)—Por favor no. Te lo suplico. 3)—Ese vestido es una ofensa para Dios y el hombre.

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—Bien, entonces. —Ella le dio una sonrisa secreta—. Encontré mi vestido.

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4)—Te ves como un chico. 5)—Pobre Coby. —Se agradable —le dijo Sara desde el armario—. Emma es hermosa. —Nunca dije que no fuera hermosa —dijo Harry—. Sólo que luce horrible en tu ropa. Le lancé un zapato. Sara se pavoneó fuera del armario en su nuevo vestido y noté la expresión de Harry. Quizá estaba recordando los tiempos en que ellos coqueteaban. —Tú, por otro lado, te vistes muy bien —dijo. —Estás haciendo muy feliz a tus citas, a ambas —dije. A regañadientes, ella había permitido a dos chicos de segundo año que la invitarán, los cuales estaban encantados de escoltarla. —¿Quién obtuvo el primer baile? —preguntó Natalie. —He pensado que podíamos hacerlo al estilo sándwich —bromeó Sara. Entonces, Harry se quejó de estar hambriento, así que fuimos al pueblo por sushi y a su casa para nadar. Con los trajes de baño que tomamos prestados de Sara. Coby se apareció a la una, luciendo sexy y pasando de su hora de almuerzo de la práctica. Bennett me atraía irresistiblemente, como una mariposilla a la llama, pero en términos de pura preciosura, Coby estaba en su propia liga. El desnudó su torso, luego se zambulló en la piscina. Lo observamos mientras salía a la superficie y salía del agua, sus músculos muy bien logrados y mojados, sus ojos verdes brillaban en la penumbra del techo de cristal. Escuché a Natalie y a Sara suspirar, y Harry murmuraba que eso casi lo hace convertirse en gay.

—¿Aún te lamentas por haberte mudado aquí? Pensé en eso y en todo lo que significaba. Estar con Bennett, convertirme en ghostkeeper, la breve presencia de Martha en mi vida, y los fantasmas. Siempre los fantasmas. —No, no lo lamento —dije—. Es donde estaba destinada a estar.

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Coby se tendió en una silla a mi lado y me preguntó:

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—Estoy cansado de la práctica —dijo—. Siento como si no te hubiera visto en una semana. —Tienes a toda la escuela contando contigo. —Entonces, noté a Sara mirándonos desde el otro lado de la piscina. Mordí mi labio—. ¿Puedo hacerte una pregunta extraña? Se levantó sobre sus hombros. —Seguro. —¿Cómo es que nunca Sara y tú…? —Sí lo hicimos —dijo mirando hacia otro lado. —¿Qué? Quise decir cómo es que nunca han salido, no cómo es que nunca… —Oh. Maldición. —Lucía completamente avergonzado—. Fue sólo porque habíamos sido amigos desde siempre. —Bajó su voz, no quería que ella escuchara—. Sara dijo que debíamos perder nuestra virginidad juntos, porque, sabes, ¿por qué no con tu mejor amigo? Pero entonces… —¿Qué? El miró a Sara. —No lo sé. Ella se retractó. Asentí con la cabeza jugando con mi paño. Ella se había enamorado de él, la muy idiota. No podía manejar el ser sólo amigos después de… al menos no por un rato. —De todas formas —dijo tomando mi mano—. Si estuviera con Sara, no podría llevarte mañana al Baile.

El sábado en la mañana, mientras ayudaba a Celeste a limpiar la sala lateral, le conté sobre el aprieto del Baile de Bienvenida. —Ninguno de los vestidos de Sara me quedaban bien. Y el baile es esta noche. Me había pasado una noche sin dormir en casa de Natalie, a causa de los sentimientos de culpa por Coby y preocupada porque no había tenido noticias sobre Bennett.

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Apreté su mano e hice un voto. Después del Baile de Bienvenida, iba a lograr que Coby y Sara estuvieran juntos. No importaba como.

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—¿Has visto en el ático? —preguntó Celeste, quitando el polvo de los tarros de jengibre azul y blanco. —¿Qué encontrare en el ático? ¿Uno de los viejos trajes de Bennet? —Recordé el comentario de Harry, “te ves como un chico”. Un traje de hombre no ayudaría. —No, no te pondría en un traje de hombre. —Ella no acababa de arquear sus cejas ante mis vaqueros y camiseta—. En el ático hay algunos vestidos– incluso unos de mi señora, la tatara—tatara abuela de Bennet. —¿Crees que estaría bien, tomar prestado algo? Celeste se encogió de hombros. —¿Qué más se hará con ellos? Diez minutos más tarde nos arrodillamos sobre un baúl de cedro que estaba abierto en el ático, en el interior habían bastantes capas de papel, envolviendo blusas, faldas y varios vestidos. Celeste sacó cada vestido y me dejó examinarlo antes de envolverlo nuevamente con suavidad y ponerlo en su lugar, cuando me animó por un vestido blanco con cuencas de perlas. Celeste simplemente dijo: ―No, no es para ti. Al menos ella fue más amable que Harry, pero casi pierdo la esperanza hasta que encontramos El Vestido. —Éste es el indicado―dijo Celeste. Ella llevó el vestido hacia la luz para que pudiésemos examinarlo mejor. Un vestido en satén formal sin ser demasiado elegante y el color me recordaba bueno… a fantasmas. En las sombras el vestido lucia gris pero en la luz un brillo de azul apareció. ―Lo adoro —dije.

―Perfecto―dijo―. Pruébatelo. Me quité mis vaqueros y mi camiseta y me puse de pie frente a ella. —Sin sostén―dijo. Esperaba que Bennett no se apareciera, me mantuve de espaldas ante Celeste y ella deslizó el vestido sobre mis hombros y yo temblé cuando el satín toco mi

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Celeste lo sostuvo contra mi piel.

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piel. El escote era alto y estaba abierto en la espalda hasta la cintura. Por una vez supongo que era bueno que no necesitara un sostén. Mientras suavizaba la falta, hubo un ligero zumbido cuando aparecieron los recuerdos de la tataratatara abuela de Bennett. Pero no me abrumaron, eran como pequeñas fotos de ella bailando y cenando en este vestido. Ella fue feliz. Me volví y encontré a Celeste con un dedo sobre sus labios, observándome pensativamente. —¿Qué? ¿Tan mal?―La tela se sentía exquisita y el color por alguna razón me satisfacía. Que aunque sólo lo podría admitir a unos poco, estaba dejando que los demás supieran lo que yo veía. —Voltéate―dijo Celeste rápidamente. Me volví, no había espejo así que estaba confiando en su juicio. —De nuevo―dijo ella―.Oui, muy bien, quítatelo. Me quité el vestido y ella salió del ático antes de que terminara de cambiarme, el Satín deslizándose detrás de ella. —¿Celeste?―la llamé. —Nos veremos en su habitación, mademoiselle, por la tarde. Vas a tener una ducha. Genial, ahora recibía consejos de higiene de un fantasma francés del siglo XIX, pero sólo dije: ―De acuerdo.

Me pasé toda la tarde con Anatole en la cocina, primero escuchado su filosofía sobre el suflé de queso luego viéndolo hacer pan de jengibre. Que Nicolás y yo enrollamos, cortamos en figuras de pequeños hombres, horneamos y decoramos. En un ataque de pánico por Bennett y Cody mordí unas cabezas. A las cuatro, fresca por la ducha, deslicé el anillo de oro original de Emma a la ahora vacía cadena de mi madre, luego encontré a Celeste en mi habitación, ella había creado un tocador con espejo y me indicó que tomara asiento. —Primero el maquillaje―dijo ella señalando el maquillaje esparcido en el tocador.

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—Te veré hasta entonces.

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—¿Éste es el maquillaje de la mamá de Bennett?―pregunté. —Oui, el tuyo es…mmm. Pensando en mi labial y mi máscara, no podía discutir. Ella dio vuelta al espejo, para que yo no pudiese ver lo que hacía y prometió mantenerlo simple. —Cabello —dijo cuando terminó de maquillar mi rostro. Si tuviese mi reloj, miraría el tiempo obsesivamente, primero Coby me recogería para un cóctel en la casa de Harry antes del baile, luego el juego comenzaba a las 7:00 pm. Tenía muchas ganas de animar mientras llevaba mi vestido, una antigua tradición en Tathcher. Luego nos dirigíamos al baile en la catedral. Al club Eco Point. Estas escuelas privadas sí sabían cómo hacer las cosas, en mi vieja escuela traíamos al DJ al gimnasio y teníamos suerte si conseguíamos serpentinas. Me retorcí en mi asiento mientras Celeste continuaba arreglando mi cabello, lo que sea que estuviera haciendo exigía un exceso de alfileres y trenzas. ¿Qué si ella me hacía ver como una muchacha del siglo XIX, a la cual le hace falta un acompañante? Y, ¿cómo se lo diría? Puede estar muerta pero aun tiene sentimientos. Celeste hizo un pequeño sonido con su boca y sonrió. ―Terminado, sin embargo no mires, colócate primero el vestido.

Lápiz labial de color frambuesa, máscara negra oscura y sólo un poco de rubor. El vestido se ceñía perfectamente a mi figura. Ni siquiera podía notarse que me había comido la mitad de un suflé y un mutilado grupo de hombrecitos de jengibre. Había trasformado mis cabellos rubios en algo que salía perfectamente con el vestido. Me volví a abrazarla, después recordé que ella congelaría mi piel, lo cual no ayudaría a mi apariencia.

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Cuando ella sacó el vestido del armario, casi no pude reconocerlo, era el mismo azul tormentoso que adoré. Pero ella le había bajado al escote, recogió un poco en la cintura y recortó en los brazos para que se viesen más los hombros. A medida en que me deslizaba en el vestido de satén y mis nuevos zapatos de satén negros, me preguntaba cómo le explicaría a la familia de Bennett lo que había hecho con el vestido. Pero olvidé todo cuando Celeste me giró hacia el espejo. El efecto fue mágico.

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—Gracias, gracias, gracias, ahora no me sentiré como un especial de Wall Mart en Barney. —No tengo idea de lo que eso significa, pero me alegro que estés feliz. —No estoy sólo feliz, estoy contentísima.―Di una pequeña vuelta―.Desearía que mi madre pudiese verme, desearía que Matha estuviera aquí. —Oui, ella diría que eres una ángel hermoso. ―Ella me contaba sobre sus propios bailes en la escuela, apuesto…―Me detuve, escuchando pasos en el piso de abajo―.Él llegó temprano. Corrí hasta la parte superior de las escaleras, y entonces recordé el vestido y desaceleré. A mitad de camino lo vi, Bennett con una mano en la barandilla, mirándome—simplemente de pie allí, mientras caminaba con el vestido arrastrándose detrás de mí, me detuve y busqué su mirada. Ninguno de los dos sonrió, ninguno de los dos habló. Luego descendí hacia donde él estaba y tomó mi mano. Pensé que iba a besar la parte de atrás de mi mano. En su lugar, sus ojos nunca dejaron los míos y besó mi palma. El calor subió hacia mi rostro, nunca sentí algo tan íntimo, y por un instante, nada mas importó. Nada más que estar aquí de pie con Bennett. El timbre de la puerta sonó y mire sobre sus hombros. ―Es él. Bennett asintió y desapareció por el pasillo. Me quedé allí indecisa, había tantas cosas que no se dijeron. El timbre de la puerta sonó de nuevo y recordé a Coby. Esta era su noche, el gran juego del quarterback, no podía decepcionarlo—él merecía algo mejor que eso. Abrí la puerta y él sonrió luciendo muy bien en su traje color gris a la medida. —Te ves fantástica ―me dijo

—Te traje algo. —Con una expresión encantadoramente tímida, Coby me tendió una caja―. No tienes que usarlo, Sara dijo que no eres el tipo de chica de Corsage. En el interior había una pulsera fina entre tejida con diminutas flores blancas cosidas en un listo de satén negro. ―Me encanta ―dije, y la sostuve para que él pudiese atarla a mi muñeca.

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—Gracias.

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—No estaba seguro de que color era tu vestido, así que fui por el negro y el blanco. ―Me miró―. ¿De qué color es exactamente? —El color de los fantasmas ―dije suavemente. Él sonrió. ―Eso es lo que me gusta de ti, ninguna otra chica usará el color de los fantasmas esta noche. —No ―dije―. No lo harán. Salimos hacia el aire frio, por un momento mi cuerpo tembló con la inevitable presencia de un fantasma. Como si el velo que separaba enteramente el más allá se encontrara en nuestro mundo. El sentimiento era tan fuerte que me tambaleé un poco, Coby sujetó fuerte mi codo con una mano. Y yo anhelé volver dentro a la seguridad de los brazos de Bennett, pero no podía decepcionar a Coby. Toqué el anillo dorado de Emma para la buena suerte. Aun me preguntaba si debería haberle dado o no el amuleto a Bennett. Había estado seguro en mi cuello. ¿Era yo de alguna forma responsable porque Neos lo obtuviera? ¿Mis nuevos poderes lo habían de alguna forma invocado? ¿Todas esas muertes fueron mi culpa? Tantas preguntas que no podía responder. Pero estas tendrían que esperar, seguí a Coby al coche. Hoy tenía que fingir que todo era normal e ir con el chico más lindo del colegio al baile.

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No es un mal destino.

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Capitulo 28 Traducido por aLexiia_Rms y vero Corregido por Aciditax

C

oby me ayudó a entrar al asiento de pasajero como un verdadero caballero ―o un chico que temía que a su cita se le salieran sus tacones de nuevo.

—No me pongo muchos tacones —le dije. Encendió el Lexus de su padre. —O vestidos. —Traté de no pensar en la mirada de Bennett cuando bajaba la escalera. Coby se concentró en conducir, y cayó un silencio. No uno de los cómodos. —Tal vez debamos ir a esa fiesta trasera33en lugar de la de Harry —dije finalmente. Coby no respondió, sólo miraba el camino. Examiné su rostro a la luz del tablero de instrumentos. ¿Lamentaba pedirme salir? Tal vez era mi vestido ―él no estaba en lo vintage. O sus padres estarían en la de Harry, y estaba preocupado por mí al conocerlos. O tal vez él sabía que estaba enamorada de otra persona.

secundaria y mi amigo. Por el amor de Dios, se merecía un satisfactorio Baile de Bienvenida. Entonces me di cuenta que no estaba conduciendo en la dirección que yo esperaba que lo hiciera.

33

Tailgate Party. Tipo de fiestas que se realiza en y alrededor de las puertas traseras de los autos.

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Me prometí ser una cita ejemplar. Él era el mariscal de campo de la escuela

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—Vamos a lo de Harry, ¿verdad? Coby no respondió. Simplemente siguió conduciendo. —En el Neck, quiero decir. Giró a la derecha, alejándose del Neck, mientras una leve llovizna comenzaba a caer de las nubes grises. —Coby —dije, un poco más agudo—. ¿A dónde vamos? —Una sorpresa —dijo, con voz tensa, como si estuviera nervioso. —Oh, bien —dije, tratando de sentir el espíritu escolar—. Espero que no sea un desfile, sin embargo. Odio los desfiles. Quiero decir, no los odio. Pero está lloviendo y… Se detuvo en un estacionamiento. —Aquí. —¿Aquí dónde? —pregunté, tratando de ver bajo el cielo oscureciendo con rapidez. Salió y se dirigió a mi lado del coche. Abrí mi puerta. —Tal vez me voy a quedar aquí. Mis zapatos… Coby abrió la puerta y me arrastró fuera del coche. —¡Ay! —dije, tropezando en el barro—. ¿Qué pasa contigo?

arruinaron de inmediato, por no mencionar el borde de mi vestido fantasma. —Coby, ¿qué pasa? ¿Dónde estamos?

34

Peep Shoes. Zapatos con aberturas al frente.

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Me arrastró por el sucio estacionamiento y mis zapatos peep34 de satén se

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Él gruñó y tiró de mí hacia una negra masa de agua, y me di cuenta de dónde estábamos. La Laguna de Redd. Martha me dijo que los niños patinaban aquí cuando el agua estaba congelada, sonaba romántico, como un paraíso invernal. Esta noche, el agua olía a desechos estancados mezclándose con tierra enmohecida, y el agua se veía quieta y negra. Y sentí un cosquilleo de maldad. Un fantasma. No. Peor aún. Neos. Intenté cavar mis talones en el suelo, pero mis tacones eran de satín y el suelo estaba húmedo y resbaladizo. Tropecé con el agarre doloroso de Coby. —Coby, escúchame. Tenemos que salir de aquí. Hay algo aquí, que no debe ser… —Me di cuenta que decirle las historias de fantasmas no iba a cambiar su opinión, así que le hice una jugada a su sentido de caballerosidad—. Tengo miedo, Coby. Llévame a casa. —Casa —susurró, al mismo tiempo que el cosquilleo en mi columna se hacía aún más fuerte. Había algo totalmente mal con él. Le pegué en el brazo. —¡Coby! ¿Qué te pasa? Él me llevó más cerca de la laguna, donde el sombrío artefacto de madera —la silla empapada35— se alzaba en la llovizna gris. La sensación de fantasmas pinchaba mi piel y el hedor de la maldad inundaba el aire. —Coby, estoy hablando en serio —dije—. ¡Tenemos que irnos!

Coby es un jugador de fútbol en perfecto estado, ochenta libras más pesado y un pie más alto que yo, sin embargo, sabía que podía escapar. El Libertino no

35

Ducking Chair. Sillas de castigo usadas en la antigüedad, donde amarraban a las mujeres con sogas y las elevaban sobre una hoguera o río.

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—No vamos a ninguna parte.

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me había enseñado a bailar vals, después de todo. Mi único problema fue que no sabía si podía salir de allí sin Coby paralizado. Lo que le estuviera pasando, él no se lo merecía. —Coby —dije, mi voz tranquila—. Tenemos que irnos ahora. —No vas a ninguna parte —dijo, un poco más fuerte. Así que no me resistí, y dejé que me arrastrara, mientras que buscaba en mi interior y canalizaba mi capacidad ghostkeeping. Busqué en la noche, tratando de encontrar la fuente de la maldad. Sólo me tomó un momento —y retrocedí. Neos estaba parado junto a mí. Usando el cuerpo de Coby. Miré a Coby con sus hermosos ojos y su sonrisa rápida —pero detecté maldad en su interior—, me sentí mareada por un momento, abrumada. ¿Cómo no pude saberlo? Estaba tan distraída por mis sentimientos por Bennett, que había ignorado lo que se había sentado a mi lado. Entonces le di un puñetazo en la garganta. Pero no lo suficiente fuerte para aplastar la tráquea —no podía poner a Coby en un peligro así. No es que él no estuviera ya en mucho peligro. Neos se rió en su

interior

y

me

golpeó

en

el

estómago

con

fuerza

inhumana.

Me doblé, sin aliento y adolorida, mientras me susurraba al oído: —Haz lo que quieras. Hacerle daño a tu amigo lo mataría. Voy a echarlo a un lado como

—Yo te voy a matar —jadeé. —Ya estoy muerto. Me olvidé de mi entrenamiento, todo lo que Martha me había enseñado. Me asusté. Lo golpeé en el pecho, gritando:

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un traje usado. Tal vez tú seas mi siguiente traje.

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—¡Sal! Sal de él. —Bueno, te lo debo. —Inhaló profundamente, con la nariz temblando—. Si no fuera por ti, nunca hubiera aprendido cómo atravesar el velo a un cuerpo vivo. Me arrastró a lo largo de la orilla del agua, y no di batalla. Tenía que concentrarme. Sentí el brazo apretando en mi piel, los arbustos rasguñándome las piernas y mis zapatos arrastrándose por el barro. Convocando las chispas en mi interior, empujé todo mi poder en ellas y sentí toda mi fuerza ser tragada por su oscuridad. —Tal vez esto —dijo—, te motivará. —Con su mano libre, sacó la cuchilla de plata con la que me había cortado cuando era niño. La cuchilla que había matado a Martha—. Ella rogó cuando moría. Ella rogó que la ayudaras. El mundo brilló rojo y el poder en mi interior quemó brillando con furia, condensando y apretando a un sólo punto. Mi cuerpo estalló con el poder de todo mi odio. Pero fue un poco de fuerza con lo que disparé, con miedo de que si trataba de disiparlo, heriría a Coby. Todavía era una tremenda fuerza —una dirigida para sacarlo. Se tambaleó y su agarre en mi brazo se apretó hasta que sus uñas perforaron mi piel. Eché todo en él, lo envolví con bandas de luz y lo ensarté con jabalinas, pero algo lo protegió. Una fuerza desvió todos mis ataques. Agotada, me dejé caer. Neos me miró en señal de triunfo. —Eres muy débil.

talismán, estaba incrustado de alguna manera en su boca. Su foco animaba a Coby y protegía a Neos. Un sonido que no reconocí salió de mi garganta, lleno de angustia y horror. Mi cuerpo se quedó flojo y mi mente en blanco, mientras Neos me arrastraba a la

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Cuando habló, algo brillaba en su lengua. El amuleto de jade de mi madre, su

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plataforma de la silla empapada. Las cadenas se habían roto y el mecanismo era libre. Una parte de mí creía que si me iba con él, no me haría daño. Esa parte de mí estaba muy equivocada. Me ató a la silla de madera maciza, el cuero rígido picaba mis muñecas. Neos tiró de una soga y la silla se balanceó y me alcé en el aire. Grité cuando un destello encima de mi cabeza me giró hacia el centro de la Laguna de Redd. El miedo me abrumó. Más que el miedo. El pánico, el terror, un horror sin sentido —me di cuenta de mi propio miedo fue magnificado por estar en la silla. Sentí los recuerdos de otras mujeres que habían sido atadas aquí, destellé en los rostros de miradas lascivas de sus acusadores. No pude separar su miedo del mío. Hasta que la silla cayó en la helada laguna. El impacto se disparó a través de mí. No podía pensar, no podía ver. El agua era negra, y la falda de mi hermoso vestido fantasma se dispersaba a mi alrededor. Parpadeé frenéticamente en la oscuridad, apreté mis puños y mis pulmones ardían. Di una patada, tratando de encontrar tierra firme, me empujé hacia arriba, pero mis zapatos peep sólo se hundieron en el lodo de la laguna. Finalmente, la silla se levantó y salió a la superficie. Mi cuerpo se estremeció y me castañeteaban los dientes sin control. No pude decidir qué era peor: el agua congelada o el frío viento nocturno.

—¿Qué quiero? —dijo Neos, su voz fuerte, como si hubiera aprendido a controlar el cuerpo de Coby perfectamente ahora—. Poder. —¿D-de mí? —pregunté, para que siguiera hablando, para evitar que me volviera a meter al agua.

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—¿Qu-qu-que qu…?

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—Mírame. Un fantasma, dominando el cuerpo de uno vivo—sonrió horriblemente, sin ningún rastro de Coby en su expresión—. ¿Te han dicho que la posesión es un mito? ¿Que ningún fantasma puede poseer a los vivos? Bueno, ellos tenían razón… hasta que yo pude. Temblaba bajo la lluvia y el viento de la tormenta en crecimiento. —Tomé la forma física, pero tú... tú tomaste una forma fantasmal. Te convertiste en un fantasma. ¿Cómo lo hiciste? ¡El anillo! Lo sentí, colgando de mi collar, pero atada a la silla, no podía llegar a él. —Dime cómo, y te voy a matar rápidamente en vez de agonizantemente lento. Nunca había verdad en él. Me mataría al igual que el resto de los ghostkeepers. Yo me retorcería de dolor mientras él esculpía diseños en mi piel. —No —gruñí. Neos dejó caer la soga a través de sus dedos y caí hasta que mis pies rozaron el agua. —Por favor —supliqué—. N-no otra vez —Respóndeme. —No p-puedo. Él sonrió, obligando a los labios de Coby a una expresión extraña y cruel. —Te voy a dar tiempo para pensar sobre de tu decisión. Y dejó caer la soga entre sus dedos.

sabía

lo

que

necesitaba:

el

anillo.

Mi

piel

entumecida,

necesitando

desesperadamente respirar, me esforcé en contra de las correas de cuero. Se habían apretado en el agua y me había debilitado. Me sentía impotente cuando la oscuridad me encerró.

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El impacto fue peor esta vez, el frío se cerró de golpe dentro de mí. Pero ahora

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Saga Haunting Emma #1

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Tal como yo pensaba perdería el conocimiento, me detuvo y giró la silla hacia él. Mi cuerpo se convulsionó, pero necesitaba ganar tiempo, así que me obligué a hablar. —¿Por qué los ma-mataste? —Ya te lo dije. Poder. —Pero ¿Co-cómo? —Nací Ghostkeeper, pequeña Emma —dijo con desdén―. Y uno bueno, el mejor. Pero no como tú. Nunca he visto a nadie como tú, convirtiéndose en un fantasma —Mentiroso. —Me dejé caer lánguidamente en la silla—. Tú no eres un Ghostkeeper. Los Ghostkeepers muertos no pueden ser convocados. —No fui convocado, nunca me marché completamente. Me maté a mí mismo, me dijeron que así permanecería eternamente, siempre desvaneciendo, pero nunca me iría. Hasta que la locura se apoderó de mí, me debilitó. Pero mírame ahora, so... —S - sí. Eres el señor cordura. Palmeó mi rostro, pero estaba tan entumecida que lo único que sentía era una lejana picadura. —No soy débil. Nada, no hay nada tan poderoso como yo. Me tomó mi propia muerte conseguir mi máximo potencial. —¿Por qué los mataste? ¿Por qué matar a Martha? —Pobre y patética Emma, la pequeña y solitaria chica fingiendo que los fantasmas son su familia, y un ama de llaves su mamá. Matando a otros Ghostkeepers gano más poder,

Jadeé. —Oh, sí. El amuleto de tu madre. Sólo podía utilizar el diseño, hasta que amablemente me trajiste el propio talismán. —Abrió la boca y vi de nuevo la pieza de jade

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utilizando el centro del amuleto de jade.

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incrustada en la lengua de Coby. La movió hacia mí, como una perforación obscena—. Y ahora camino en carne y hueso. —Pero, ¿por qué mi madre? ¿Por qué yo, después de todos esos años? Me atrajo cerca y olí Neos bajo el cuerpo de Coby, asqueroso y sulfúrico. —Porque eres la hija de Jana. —¿Conocías a mi madre? —Yo la amaba. —La hoja del cuchillo brilló a pesar de la falta de luz, y trazó con la punta a través de mi cuello, luego hacia abajo entre mis pechos. Me sentí tan vulnerable, y busqué su rostro por alguna señal de Coby, pero no había gentil dulzura allí—. ¿Por qué crees que me mate? —¿Por mi m-madre? —pregunté. —Escogió a tu padre sobre mí. Conocía su objetivo tan bien, me sirvió para anclarme. Entonces me enlacé a ti, en esa tienda. ¿Me recuerdas tomando tu sangre? Hubiera aumentado mi poder entonces, si no hubieran conducido tus habilidades fuera de ti. Pero ahora tus poderes están regresando con más fuerza que nunca. —Qué suerte la mía—dije, la lluvia deslizándose por mi rostro. —Y no van a hacerme un fantasma, sino un dios. —Me abofeteó de nuevo, más fuerte esta vez—. Dime, ¿cómo tomaste esa forma espectral? Negué con la cabeza, mis dientes castañeteaban. Después me sumergió en el agua de nuevo. No podía ver, no podía respirar. Atada a la silla, estaba temblando y mis pulmones quemaban. Un momento

superficie del agua Di un grito ahogado y tosí, pero en cuanto recobré el aliento, me sumergió otra vez, llevándome al borde del ahogamiento una y otra vez. —¿Otra vez, Emma?—preguntó—.¿O me vas a contestar ahora?

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antes de desmayarme, la silla rosada atravesó la helada oscuridad y rompió la

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Tenía ganas de decirle todo, para acabar con el miedo y detener el dolor. Pero no

podía

dejarle

matar

a

más

Ghostkeepers.

No

podía

dejarlo

así,

contaminando el cuerpo de Coby. No podía dejar a Martha sin vengar. Y sabía cómo salvarme a mí misma: Deslizando el anillo en mi dedo. Sólo había un problema. No podía alcanzar el anillo. Las correas alrededor de mis muñecas eran demasiado apretadas. —Dime, Emma. Ahora... —dio un beso en mi mejilla y trazó un corte ondulado a través de mi esternón, mi sangre goteaba sobre el vestido—...o más tarde. Mientras me cortaba, expuso el anillo de bodas en mi collar, y entré en pánico. Si se daba cuenta de lo que era, estaba muerta. Necesitaba distraerlo, incitarlo a dejarme caer en el estanque, para conseguir una última oportunidad para liberarme y deslizar el anillo. Las lágrimas brotaron de mis ojos, porque sabía que había fallado. Había tratado de obligarlo y distraerlo, pero él era demasiado fuerte. Y yo era sólo una chica. Una chica con una familia disfuncional, dividida entre dos chicos, y a punto de perder todo lo demás. Pero también era la chica que podía proteger a los fantasmas y no tenía elección. Así que pensé en Martha y el Libertino y en la Emma original. En mis padres, mi hermano y en Bennett Y encontré la chispa dentro de mí. Martha me había dicho, que cuando más lo necesitara, mi poder estaría allí. Reuní las chispas en una bola brillante que irradiaba desde mi pecho y la lancé

con

un

ataque

de

brillo

que

le

hizo

dar

un

paso

Hizo una mueca y empujó la silla y me giró hacia fuera sobre la laguna. —Inténtalo una vez más, bajo el agua.

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atrás

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a Neos. No lo esperaba y me deslicé debajo de su protección y peleé contra él

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Y la silla se internó de nuevo en el estanque helado. Exactamente lo que quería, que quedase oculta bajo el agua para conseguir el anillo. Excepto que estaba tan congelada que no podía mover los brazos, y tan cansada que no podía convocar más poder. Me rendí. Ya no tenía nada, excepto súplicas desesperadas. Por

favor,

imploré.

Por

favor,

ayúdame.

No estaba segura si Dios me escuchaba. Pero alguien lo haría. Los Fantasmas. A medida que mi cuerpo se relajó y mi cerebro comenzó a fallar por falta de oxígeno, figuras amorfas flotaron en el agua delante de mí. Resplandecían en la tenebrosa oscuridad, no se parecían a los fantasmas habituales. Eran menos sólidas, menos definidas y flotaban en el agua, como parches de niebla luminosa. Pensé que estaba alucinando hasta que sentí un cosquilleo en mi espina dorsal. Y rápidamente, supe quiénes eran. Los espíritus de las mujeres ahogadas como brujas. Habían escuchado mi pedido de auxilio. No tomaron forma humana, pero una fuerte corriente se alzó en el quieto estanque y el collar se desvió hacia arriba, el anillo se iluminó en el agua oscura. La cadena se deslizó sobre mi cabeza y el anillo se desvió hacia abajo, giró y rotó hasta aterrizar firmemente en mi dedo y un resurgimiento de energía pulsó a través de mí. Me volví transparente aunque si sentí el agua chocar, en el lugar donde había estado. Todavía no podía respirar, pero ya no lo necesitaba. Mis muñecas estaban libres de las correas de cuero mientras los espíritus se arremolinaban y desvanecían.

Me dirigí hacia la superficie y noté la silla subiendo detrás de mí. Neos estaba tratando de elevarme en el aire, por el placer de sumergirme otra vez. Bien, estaba a punto de sorprenderse. —¿Has terminado?—preguntó, mientras la silla se rompía en la superficie—. ¿O me vas a contestar ahora?

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Les dije: Gracias.

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Sí, me gustaría contestarle. Sabía cosas ahora que nunca me hubiera imaginado. Ya no era sólo Emma Vaile, la chica con problemas de chicos, con fobia a los SAT o SATfobia y a los uniformes que no ajustaban bien. Era Emma Vaile, quien vivió y murió hace más de 200 años atrás, la más poderosa Ghostkeeper de su, o cualquier época. En mi forma fantasmal no podía disipar u obligar, por lo que volé de la silla y la arrojé hacia Neos escuchando su grito de sorpresa y la ira detrás de mí. Volé más rápido de lo que creía posible, y sentí una oleada de maldad abalanzarse sobre mí. Había convocado a un espectro para que me siguiera. Que se estrelló descuidadamente detrás de mí. Neos pensó que estaba huyendo, y tenía razón. Pero sólo hasta los árboles. Arranqué una larga y delgada rama y me giré en posición de combate. El espectro vino volando y se ensartó sobre ésta. Disparé rayos de mi poder disipante en la rama. El espectro se arrojó a mi alrededor, y me adentré en el bosque aumentando la energía disipante aún más hacia ésta mientras la sombra aullaba y se desvanecía. Suficientemente fácil, incluso si era la primera vez que impregné un objeto con mi poder. ―Uno menos― le dije a Neos. Me abalancé sobre él con la rama, liberada del peso y la lentitud de mi forma mortal, me arremoliné a su alrededor asestando y golpeando. Me paró con su cuchillo,

pero

no

lo

suficientemente

rápido.

Lo apuñalé en el pecho, pero la voz que gritó no era de Neos, sino de Coby. Me quedé inmóvil. ¿Iba a ganar esta pelea sobre el cadáver de Coby?

Vacilé, y Neos me atacó. Empujó la rama a un lado y me dio una bofetada en la cara. Mi cuerpo todavía era el de un fantasma, pero no para Neos. Todavía podía hacerme daño mientras estuviera usando el cuerpo de Coby. Me tendí en el suelo, con mi visión borrosa.

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No podía.

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—Ahora mueres—dijo. —Nunca sabrás mi secreto —le dije. —En su lugar, tomaré tu muerte. Giró el cuchillo en su mano derecha, dispersando las gotas de lluvia, luego me agarró

del

brazo

para

levantarme

dentro

de

su

ataque.

Y gritó de dolor. Verdugones subieron sobre sus manos donde me había agarrado. Neos era tan poderoso que los fantasmas lo quemaban, incluso más de lo que hacían conmigo. Él se había convertido en un Ghostkeeper humano en el cuerpo de Coby, y yo me había convertido en un fantasma. Tal vez podría quemar su espíritu fuera de Coby. El dolor sería tan grande, que tendría que irse. Coby probablemente acabaría con cicatrices, pero vivo. Lo tomé de los brazos y me presioné en contra de él, que rugió de dolor y de furia, pero se mantuvo firmemente atrincherado en el interior de Coby. Me golpeó con fuerza, en las costillas y los riñones, pero me aferré a él, abrazándolo con más fuerza. Grité con el esfuerzo y el dolor. ¿Cuánto tiempo más? Me estaba debilitando. A pesar

de

que

él

se

estaba

debilitando,

también.

Caímos al suelo, yo todavía lo sujetaba aunque trataba de zafarse de mí. Entonces sentí su cuchilla cortando mi pecho, cada vez más cerca de mi garganta. No tenía la fuerza para resistir. Entre la tortura y la lucha, había llegado mi fin. Tenía que escapar. No podía permitirle que tomara mis poderes, lo haría indestructible. Con un hilo de voluntad, arranqué la hoja de mi pecho y arrojé mi cuerpo

Coby en una pila debajo. Parecía agotado y gastado, aun así sabía que no podía acabar con él. —Voy a matar a más de ustedes —dijo, su voz débil pero clara—. Y me voy a volver más fuerte. Como una cobarde, hui.

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espectral en el aire. Floté sobre Neos, mientras se encontraba en el cuerpo de

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Capitulo 29 Traducido por Vero Corregido por Curitiba

N

o volé lejos, desaparecí. Sentí un deseo de seguridad, de calor. De Bennett. Noté un cambio, y lo encontré en su dormitorio en el ático estudiando un atiborrado cuaderno.

—Bennett —le dije. No me escuchó, no podía comunicarse con los fantasmas, pero debió haberme sentido. Levantó la vista de su cuaderno y su rostro perdió todo el color, sus ojos estaban muy abiertos con la sorpresa y el dolor. —Emma —exclamó—. No. No. Se levantó y tendió una mano hacia mí, tocó la sangre que goteaba de mi herida en el pecho. Se apartó como si le quemara. —¿Cómo pudo suceder esto? No lo entiendo. Me quité el anillo. —Estoy viva. —Oh, Dios mío. —Me envolvió en sus brazos—. Emma, yo... Goteando con agua del estanque, mi vestido de fantasma desgarrado y ensangrentado, y mi corazón que seguía tronando por el miedo, lo besé. Acarició mi cuello y mi espalda, como si con eso se asegurase de que fuera real, y me aferré a él hasta que mis rodillas cedieron por el cansancio y alivio. Me puso suavemente en la cama, y yo estaba sonriendo y llorando al mismo tiempo.

—Pensé que habías muerto. —Casi lo hago. —Le mostré el anillo—. Este perteneció a la primera Emma, me convierte en un fantasma. —Eso es imposible.

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—Lo siento —dije, aunque no sabía por qué—. Lo siento mucho.

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Me puse el anillo de nuevo, viendo a Bennett maravillarse ante mi forma espectral. Se movió para tocarme, pero me saqué el anillo antes de que pudiera, no queriendo congelarlo más. —Eres imposible —dijo, y antes de que pudiera responder, me besó de nuevo. Entonces le dije todo. Llamó al 911, mientras me cambiaba el vestido de fantasma hecha andrajos por un par de calzoncillos largos y negros de Bennett y un suéter de lana gris. Luego corrimos escaleras abajo y nos apresuramos a subir a su Land Rover y regresamos a Redd Pond. Rezaba porque Coby estuviera bien. Ya había tenido mucho castigo por mi parte, ni hablar por parte de Neos. Pero era sano y fuerte y merecía vivir. Confiaba en eso. Había dejado a Neos demasiado débil como para tomar venganza. Me moví en mi asiento. —No debería haberle dejado. —Emma, no había nada que pudieras hacer. —Podría haber luchado con más fuerza. —Nadie más, nadie, podría siquiera haber salido con vida. Y tú le quitaste el anillo. ¿Pero era suficiente? Me mordí el labio y guardé silencio en el camino hacia la ciudad. Cuando dimos la vuelta por la carretera en dirección al estanque, la lluvia se convirtió en un aguacero, haciendo borrosas las luces azules y rojas intermitentes a través del bosque. —Ya están aquí —dije—. Los policías. —Déjame hablar a mí —dijo Bennett, mientras aparcábamos.

Su rostro era sombrío. —No lo sé todavía. El camino estaba oscuro y fangoso, y sentí el mismo toque de miedo, como cuando me di cuenta de Neos había poseído a Coby. Me agarré de la mano de Bennett y la sostuve firmemente. —Ahora estás a salvo, Emma —dijo.

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—¿Qué les dirás?

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Asentí, insegura, y lo seguí de cerca. Esperaba cinta policial amarilla bloqueando la escena, pero llegamos a la orilla del agua sin ser detenidos. Una ráfaga de actividad. Coches de policía, una ambulancia, incluso un camión de bomberos, a pesar de la lluvia. Y entonces miré más de cerca a los hombres en zapatos de vadeo en el borde superficial del estanque. —Oh, no —dije, llorando mientras me alejaba de Bennett—. No. Estaban arrastrando el cuerpo sin vida de Coby en el agua. Me lancé a través de los hombres y me arrojé sobre él. —Coby, no, lo siento mucho. —Señorita. —Los policías me arrastraron lejos de él—. ¿Quién es usted? —Su amiga. ¡Oh, Dios, nunca debí haber...! Bennett apareció a mi lado. —Emma, yo lo explicaré. —¿Y eso que importa? —Empecé a llorar—. Está muerto. —Denle un sedante —masculló uno de los policías a una EMT —. Adolescentes... La EMT me dio una pastilla y fingí estar en calma para que me dejara en paz. Nunca debería haberlo dejado. Tal vez si le hubiera dado el anillo a Neos, todavía estaría vivo. Yo era quien debería estar muerta, no Coby, dulce, hermoso y confiable Coby. —Emma, no había nada que pudieras hacer —dijo Bennett, poniendo un brazo alrededor de mí—. No es tu culpa.

—Sus padres recibieron una llamada en casa de Harry —comenzó diciendo. Entonces vio mi cara, y la suya se desplomó. Buscó a tientas apoyo, luego cayó de rodillas, haciendo sonidos de lamentos por la angustia y dolor. —Me prometiste que no le harías daño —Finalmente me susurró al oído. —Lo lamento —dije—. Lo lamento mucho.

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Me guió hacia el coche, mis pies resbalaron en el barro, las lágrimas corrían por mi cara. A mitad de camino, nos encontramos con Sara corriendo hacia el estanque con la madre y el padre de Coby justo detrás de ella.

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—Nunca vas a lamentarlo lo suficiente —dijo.

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Y tenía razón. Porque lamentarlo no lo traería de vuelta.

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Capitulo 30 Traducido por hanna Corregido por hanna

E

l Knell me proporcionó un abogado, quien me hizo memorizar la historia para el interrogatorio de la policía: En el camino a la fiesta en la casa de Harry, me di cuenta que Coby

actuaba de manera extraña. De ninguna manera como él mismo. Estaba preocupado por el juego―lo que todo el mundo pensaría de él si perdía. Cuando se detuvo en Redd Pond, yo había dejado el auto y corrí de regreso al museo, donde Bennett llamó a la policía. Porque yo estaba preocupada de que Coby fuera a hacerse daño. Matarse a sí mismo. Así que acabar con su vida no fue suficiente; también mentí acerca de su muerte. La lluvia había borrado toda evidencia de lucha y aunque la historia parecía un poco vaga para mí, tras la presión ejercida por el Knell, la policía archivó el expediente. Suicidio. Al menos, nadie había visto la herida de cuchillo en mi pecho. No podía soportar que alguien pensara que Coby me había hecho daño.

roto con él―me pregunté si Harry lo había alimentado. De hecho, un chico me había preguntado por qué no podía haber esperado hasta el Baile de Bienvenida para botarlo. ¿No sabía yo que había echado todo a perder? Así que pasé de ser la chica más popular a la leprosade la escuela. En los siguientes días de la muerte de Coby, Sara y Harry no me esperaron en las puertas de la escuela. De hecho, no me hablaban en lo absoluto. No podía

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Los chismes en la escuela decían que Coby se había suicidado porque había

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averiguar cómo acercarme a ellos, cómo explicar lo que había sucedido. Para decirles que me importaba Coby, también. No lo conocía de siempre, como ellos lo habían hecho, pero le lloré también. Deseaba el confort de nuestra amistad, compartir los buenos recuerdos y el dolor de eso. Pero no podía culparlos por alejarse, por odiarme. Yo habría hecho lo mismo.

Una noche, pocos días después de la muerte de Coby, me encontré con Bennett en el solárium. Él no había estado alrededor, a pesar de que se alojaba en el museo conmigo y Natalie. Lo echaba de menos y no podía soportar más su acto de desaparición, así que después de terminar la cena con Natalie, había ido a buscarlo. Estaba de pie junto a una de las ventanas, mirando el cielo negro. Vio mi reflejo en la ventana mientras me acercaba, con el ceño fruncido, con una expresión que no podía descifrar. Luego se giró hacia mí. ―¿Lo amabas? Negué con la cabeza. ―No de esa manera. ―¿Cómo qué, entonces? ¿Tú…? Yo no quería hablar de ello. ¿Qué pasa si yo no lo había matado? Todavía estaba muerto y yo todavía sería responsable.

―No, yo sólo… ¡Dios! He estropeado todo, Emma. ―¿Qué has hecho? Todo es mi culpa. Negó con la cabeza. ―Quiero decir entre tú y yo.

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―¿Qué importa?

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―¿Hay un tú y yo? Me dirigió una mirada de tal intensidad que me cortó la respiración. ―Lo único que sé es que estoy enamorado de ti ―dijo, casi con rabia―. A la vista de ti, a tu olor, el sonido de tu voz… no puedo detenerme, no puedo parar, no puedo pensar en otra cosa. Me has hecho completamente inútil. ―¡Oh! ―Cada vez que estamos juntos, peleamos y tú… ―Yo te he amado desde el momento en que te conocí. Entraste por esa puerta con Max… y lo supe. Bennett finalmente me dio la mirada que yo había estado soñando. La que decía: yo podría darte un beso en este momento, y vivir contigo y sólo contigo, para siempre. Y yo se la devolví con toda su fuerza. Luego giró lejos de mí. ―No me mires así ―dijo. ―¿Cómo qué? Cómo que quiero que me lleves arriba y… Gimió. ―¡Por favor! ―¿Qué? ¿No me quieres? ―Sólo… sólo dame un minuto ―respiró hondo, tratando de controlarse a sí

Di un paso detrás de él y le toqué el hombro. Sus músculos se sintieron agrupados y tensos por debajo de mi palma. Y justo Natalie se pasó por el solárium, masticando una de las galletas de almendras de Anatole. Martha había estado en lo cierto. Me abrí a Natalie y se había convertido en una verdadera amiga para mí.

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mismo.

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―¿No le has dicho todavía? ―le preguntó a Bennett. ―Natalie, sal de aquí ―dijo. ―¿Qué? ―le dije a Bennett―. ¿Qué me vas a decir? ―Lo siento ―Ella regresó hacia la puerta―. Olvídense de que estuve aquí ―Y salió de puntillas. ―¿De qué está hablando? ―Emma, los ghostkeeper no pueden estar juntos ―dijo con voz estrangulada. Me eché a reír. ―¿Eso es una estúpida regla del Knell? No les hagas caso. Bennett se giró hacía mí. ―No puedo. ―No hablas en serio ―le dije. ―Cuando ghostkeepers están juntos, mientras ellos más se toquen, uno de ellos pierde sus poderes. ―¿Qué? ―Hasta que no queda nada en absoluto. ―Así que no pueden salir o casarse o… ―Me detuve―. ¿Qué pasa con mis padres? ―Tu madre perdió sus poderes por tu padre. Eso es lo que ocurre con la parte

necesitaba el amuleto para enfocar. ―¿Pero ella no sabía que iba a perderlos? Asintió con la cabeza. ―Ella sabía.

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más débil, y las habilidades de tu mamá no eran fuertes. Es por eso que

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―Ella lo amaba mucho ―le dije, pensando también en el Bennett original, que había sacrificado sus poderes para estar con la primera Emma. Es por eso que se había convertido en un fantasma. No había sido un ghostkeeper cuando murió. ―Y quería una familia ―Bennett miró un momento hacia el jardín―. No me puedo imaginar cómo debe haberse sentido, incapaz de protegerte de Neos, una vez que perdió su poder. Asentí con la cabeza lentamente. Ellos realmente habían tratado de protegerme. Es por eso que me habían enviado al poof, y…y tal vez, por eso desaparecieron, también. ¿Seguían viendo por mí? ―No me importa ―dije finalmente―. Voy a renunciar a mis poderes por estar contigo. Bennett se echó a reír. ―Emma, tú eres la más fuerte ghostkeeper que he visto nunca. Tú no vas a perder nada. ―Oh. Por supuesto, Bennett no estaba dispuesto a sacrificar sus poderes para estar conmigo, esto era todo su mundo, había nacido ghostkeeper, trabajando para en Knell. ¿Podía pedirle perderlo todo por mí? Nunca. Excepto que él no debería estar dispuesto a renunciar a todo por amor. ¿No es eso lo que era el amor? Tenía miedo de preguntar, pero no quería empezar a guardar secretos de

―Y, umm, no creo que tú… ―Lo haría, Emma ―Me tomó en sus brazos y me besó como nunca me habían besado antes y tal vez nunca volverían a hacer―. Totalmente lo haría. Suspiré en su cuello.

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nuevo. Así que dije:

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―¿Pero? ―¿Ese primer asesinato en San Francisco? ―dijo―. Esa fue mi hermana. Es por eso que he estado muy ocupado investigando. No puedo parar ahora. No hasta que encuentre a Neos.

Unos días más tarde, Bennett me estaba esperando fuera de las puertas delanteras de Thatcher. El funeral de Coby había sido programado para el sábado y la escuela se había convertido en un infierno. Era un alivio ver una cara amiga. Bennett llevaba un abrigo de lana azul marino, pantalones vaqueros rasgados, y una bufanda verde azulada. Quería abrazarlo. Besarlo. Deslizar mis dedos debajo de la bufanda para tocar su piel y nunca dejarlo ir. En cambio, dije: ―Hola. ―Hola, a ti también ―sonrió, feliz de verme. Siempre estábamos contentos de vernos en estos días, incluso si los dos manteníamos nuestras manos en nuestros bolsillos. Nos dirigimos por la calle, al lado del otro, sin tocarnos. ―Nunca va a ser normal otra vez, ¿verdad? ―dije. ―No, normal no. ―Puso una mano en la parte baja de mi espalda―. Pero un día, tú y yo…

mi alrededor, y su piel junto a la mía, no estaba segura de poder permitirme quitarle sus poderes. No sólo se disiparían, dejaría de ver fantasmas por completo. Una parte de él se perdería para siempre.

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Me estremecí. Sin embargo, tanto como deseaba sentir los brazos de Bennett a

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Sin embargo, ese pequeño dilema podía esperar. En primer lugar teníamos que encontrar a Neos y detenerlo para siempre. ―¿Alguna noticia de parte del Knell? ―pregunté. ―No hay rastro de él todavía. ―Creo que es hora de conocerlos. ―Bien ―dijo―. Porque tienes una cita el sábado. Dejé de caminar. ―¿Cuándo sucedió eso? ―El día de hoy. No podía aplazarlo más tiempo. ―¿La reunión será aquí? ―En Nueva York. Vamos a tomar el tren. ―Wow ―Eso fue inesperado―. Um. ¿Tú vas conmigo? Sonrió. ―Por supuesto. Empecé a caminar de nuevo. ―Está bien entonces. Nos detuvimos en el pueblo por un par de té red-eye chai, entonces cuando llegamos a casa, Bennett entró en la cocina mientras yo hojeaba el correo.

estaba dirigido a mí. Abrí el sobre y encontré una sola foto: Bennett, en el Muelle de pescadores en San Francisco, que me hizo pensar que Max debió haberla tomado. Garabateado en la parte inferior: No confíes en él.

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Mezclado con los catálogos y facturas, había un sobre fino de manila que

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El punto sobre la i faltaba. Era la letra de mi madre. Hojee más la envoltura de nuevo. No había ninguna dirección de retorno y no había sello postal. ¿Significaba eso que estaba en Echo Point? ¿Estaban Max y mi padre aquí también? ―¿Qué pasa? ―preguntó Bennett, que entraba en el vestíbulo. Arrugué la foto, las palabras resonaban en mi cabeza: No confíes en él. ―Nada ―le dije―. ¿Cómo estuvo el chai?

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Fin

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Acerca de la autora:

Lee

Nichols

nació en

Marblehead, Massachusetts. Se

crió

en

Santa

Bárbara, y ahora vive en Yarmouth, Maine. Es inquieta, lo l que es probablemente debido a los cuatro años que asistió a Hampshire College en Amherst, donde estudio historia y psicología.. Estaba demasiado lejos del océano.

Es

autora de cinco novelas para adultos y de la serie Haunting Emma

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para jóvenes adultos.. Está casada con el escritor Joel Naftali, que a veces escribe como Joel N. Ross, y tienen un hijo.

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Haunting Emma #2: Betrayal Adelanto Deception es sólo el fantasmal comienzo…

Traducido por Josez57 Corregido por hanna

Cuando

llegué a las puertas del cementerio, una

ráfaga de nieve se filtraba a través en el día gris y bolitas blancas de hojaldre flotaban en el cielo. Le sonreí a las nubes, lágrimas llenaban mis ojos, recordando a Martha, quien me dijo que mi primera nevada sería mágica. Cogí un copo de nieve en mi lengua, y luego entré en el cementerio. Tiempo para más magia. Es hora de resucitar a los muertos. Aquí está la cosa sobre los ghostkeepers. Cuando morimos, morimos. No hay vuelta atrás como los demás: estamo estamos s incinerados o enterrados, y ese es el

Pero gente e como Coby podría ser convocada convocada.. O por lo menos, su fantasma podía. Examiné el cementerio vacío, la nieve espolvoreada sobre las lápidas de granito, y luego caminé a través de los monumentos de pie a la tumba Coby. Bajé la cabeza y miré el ataúd, salpicado de suciedad y flores, pero no eché mi

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final.

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puñado de tierra, porque para mí, él pronto ya no estaría muerto. Me lamí los labios, de repente nerviosa. ¿Y si me odiaba? ¿Qué pasaría si él no era el mismo? O peor, ¿y si él no quería volver? Tomé una respiración profunda. Sólo hay una manera de averiguarlo. Cerré los ojos y sentí el aire frío ir aún más a mi alrededor. Yo nunca había hecho esto antes, convocar a un fantasma que no sé si ya estaba flotando en el más allá. Yo sabía que podía, a pesar de ser nueva en ghostkeeping, yo era poderosa. Casi demasiado poderosa. Tal vez si no lo hubiera sido, Neos me hubiese ignorado, y Coby todavía estaría vivo. Bueno, yo no podía cambiar el pasado, pero podía alterar el futuro de Coby. Alcé la cara al cielo, dejando que los copos de nieve hicieran cosquillas a mis mejillas, sintiendo la energía del más allá. Se hizo más fácil con el tiempo identificar el tirón sobrenatural de fantasmas. Por supuesto, de pie en medio de un cementerio probablemente ayudó. Mis ojos cerrados, escuché los latidos de mi corazón y sentí la sangre corriendo por mis venas mientras mi energía convocando se expandió más allá de mi cuerpo. Tentáculos de poder floreciendo a través del cementerio hasta que sentí el espíritu de Coby dormido acurrucado cerca, como si estuviera esperando por mí. Lo llamé, tirando de él con cuidado hacia nuestro mundo. Su espíritu parecía reconocerme y vino voluntariamente. Con una súbita ráfaga

En cambio, cuando el fantasma de Coby se deslizó en nuestro mundo, una explosión cegadora de relámpagos espectralesbrillaron. Di un salto hacia atrás por la sorpresa, y la nieve húmeda combinada con el barro a la orilla de la fosa cedió. Grité cuando me caí en la tumba. —¡Mierda!

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supe que lo había conseguido. Abrí los ojos, esperando su suave llegada.

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Saga Haunting Emma #1

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Estaba despatarrada encima del ataúd de Coby sobre mi trasero. Un ruido que no reconocí escapó de mi garganta… mitad repulsión y mitad diversión. El olor a tierra recién cavada me rodeaba. Me tapé la boca con la mano, entonces noté que la palma de mi mano estaba cubierta de barro de tumba. —¡Aggg! Me paré, sí, todavía en la cima del ataúd de Coby y rezaba que sus padres no volvieran. Esto era malo. Este era lanzar a Emma-de nuevo-en-el-hospitalmental malo. Me volví, en busca de una salida, y descubrí a Coby a mi lado, todavía con el traje que había usado para el Baile. Sólo que ahora era ligeramente transparente y su traje no encajaba tan bien y aunque no parecía posible, era aún más lindo. —Bienvenido de nuevo—le dije. —¡Emma! Estas toda sucia. —Sí. Yo, um, resbalé. Dio un paso adelante con una sonrisa torcida para limpiar mi cara. Sabía que tendría que haber tomado toallitas para las manos del baile. —Espera—dije —. No puedes tocarme. Su expresión se volvió a una sonrisa. —¿Es esto una especie de cosa de anillo de pureza?

—No —le dije —. Yo, eh... ¿qué es lo último que recuerdas? Se concentró en la distancia. —Espera, sí, ¿qué pasó? Me dirigí a tu casa y te veías tan caliente en ese vestido y ... nosotros salimos afuera y ... —Él no lucia muy pálido, para ser un fantasma y todo —. Era como un mal sueño.

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En realidad, era una cosa fantasmas-escocen-ghostkeepers.

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—No era un sueño, Coby. Yo no sabía por dónde empezar, qué decirle en primer lugar. ¿Recordaba a Neos, sabía que su muerte fue por mi culpa? Él se desvaneció hasta que vi la pared de tierra claramente detrás de él, y su rostro se puso demacrado y triste con la memoria. Vi sus ojos tenues cuando recordó todo: Neos poseyendo su cuerpo, a continuación, tratando de ahogarme en la laguna, y yo convirtiéndome en un fantasma y luchar contra Neos antes de huir y abandonarlo. —¿Quién eres tú? —preguntó finalmente. —Soy Emma. Todavía soy Emma. —Me refiero a lo que eres. —Soy una ghostkeeper. Veo y obligo y me comunico con los fantasmas. Yo los disipo y ... —¿Y qué? —Los convoco. —¡Oh, Dios!—dijo —. ¡Oh, Dios! ¡Soy un fantasma! Él se desvaneció y yo grité: —¡Coby! ¡Coby, vuelve! ¡Lo siento, por favor, lo siento mucho! El viento susurraba entre las ramas desnudas de los árboles lejanos, mientras él desaparecía por completo.

—¿Lo sientes? —dijo, materializándose detrás de mí. Cuando me volví, su rostro parecía más duro con el conocimiento y determinación, y yo me estremecí. Había desaparecido en el Más Allá, donde el tiempo no era el mismo, y había tenido la oportunidad de pensar.

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Dejándome sola con mí necesidad de ganas de hacer las cosas bien con él.

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—Todo ha cambiado —dijo, su voz áspera. —Lo sé. ¿Cómo puedes alguna vez perdonar…? —¿Perdonarte? Estoy muerto por tu culpa. Y todavía no me dejas en paz. Dio un paso más cerca, y su tumba se hizo más pequeña, las paredes se apretaban a mí alrededor. Una oleada de náuseas se elevo de mi estómago en el olor a tierra y el saber que yo estaba de pie sobre el cadáver de Coby… y en la mirada de sus ojos, la intención y la furia. Él tenía razón… todo había cambiado, sobre todo él. Dio otro paso y levantó la mano para frotar en la piel desnuda de mi mejilla. —¿Te voy a quemar si te toco, no? —Coby, por favor. Por favor, no lo hagas. Las lágrimas corrían por mi cara donde mantuvo su mano, a un centímetro de mi piel. Le sostuve la mirada sobrenatural. Yo no podía soportar su transformación, o lo mucho que me recordaba a cuando Neos lo poseyó. Este no era el Coby que yo recordaba. Ese chico nunca hubiese querido hacerme daño, incluso si me lo merecía. —Dame una razón para no hacerlo, Emma —dijo —. Una razón por la que no deberías tener que compartir mi dolor. Y de eso se trataba. No podía. Así que entré en él, presionando sus dedos a mi cara. El dolor estalló en la mejilla por un instante antes de que Coby se apartara.

quiero hacerte daño. —¿No quieres? Yo no te culparía si lo hicieras. —No, sólo que… —Frunció el ceño a su mano semitransparente—. No puedo creer que esté realmente muerto. Olvídate de la graduación. Olvídate de la fiesta de graduación,

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—¿Qué estás haciendo? —preguntó—. ¿No has oído hablar de un efecto dramático? No

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olvídate de la universidad. Nunca voy a jugar al fútbol, nunca voy a escuchar música o…

—Vas a escuchar música, Coby. Tocaré lo que quieras. Su sonrisa triste me rompió el corazón. —¿Qué debo hacer ahora? —No sé. ¿Ir a ver a tus padres? Sara y Harry te extrañan. No sé cuál era tu vida… Él me lanzó una mirada. —¿Mi qué? —Bueno, palabra equivocada. ¿Tu existencia? Un guiño corto. —No sé lo que es ser un fantasma. Ni siquiera estoy segura de lo que se siente ser una ghostkeeper. A veces me gustaría que hubiera un manual. Pero te prometo dos cosas. Yo siempre estaré aquí para ti. Y voy a encontrar a Neos, voy a matarlo por lo que te hizo. Él asintió con la cabeza lentamente, y luego se encontró con mi mirada. —Te ayudaré a hacerlo. Yo sonreí en el alivio de que no me odiara. —Sólo tenía la esperanza de que seguiríamos hablando. —No es que tengo muchas otras personas con quien hablar. Y necesitas toda la ayuda que puedas conseguir.

—¿Aparte de estar atrapada en mi tumba? Lástima que no eres un fantasma, si lo fueras, podrías hacer esto. Él me lanzó una sonrisa torcida, como el viejo Coby y desapareció. Él tenía un punto.

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—No —le dije, tratando de tranquilizarlo—. Tengo todo bajo control.

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***

Mirando a Bennett llevar mi maleta al auto, no pude dejar de recordar que la última vez que habíamos ido en un viaje juntos, terminé a tres mil kilómetros de casa, viendo fantasmas y luchando contra espectros. Tenía la esperanza de este viaje―para reunirnos con el knell―no era absolutamente distinto. Salimos de su LandRover en la estación y tomamos el tren bala a Nueva York. Nos sentamos en lujosos asientos de primera clase, cortesía del dinero de la familia de Bennett, y un camarero trajo aperitivos y bebidas. Ellos no tenían chai, por lo que me decidí a tomar el té Inglés como desayuno en una linda taza de té de plástico, y observé el paisaje a medida que se deslizaba por la pista. Fue doloroso estar tan cerca de Bennett. Él se había cambiado a un traje de marine de guerra de lino con botones que hacía que sus ojos parecieran casi demasiado azul. Me resultaba difícil concentrarme en lo que estaba diciendo cuando me miraba directamente en ellos. El problema era que tenía muchas ganas de cepillar sus flequillo oscuro de sus ojos, y besar sus labios perfectos, y pasar mis manos sobre su pecho, y ... me tragué el té. No podía hacer nada de eso, porque su hermana había muerto y él necesitaba sus habilidades ghostkeeping para encontrar a su asesino. Eso me dejó enrojecida y jugueteando con mi taza de té vacía, mirando por la ventana, temiendo que si hablaba con él, trataría de probar enroscarme en su regazo. Ellos no cubren este tipo de agonía en las columnas de consejo. Su teléfono sonó y él dijo:

Me aparté de la ventana a su iPhone, con la esperanza de reconocer el nombre de alguien en el identificador de llamadas. En su lugar, se produjo una imagen de la suela de un zapato.

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—Oye, mira esto.

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Bennett birló su dedo pulgar sobre el talón, que se abrió para revelar una boquilla. —Bennett Stern —respondió con una voz como la de espionaje—. Estamos en el tren ahora. Llegaremos a las seis. Cerró el talón y se volvió hacia mí, sonriendo. —Estabas hablando en tu teléfono zapato. ¡A la sede! ¿De dónde sacaste eso? —De un agente de KAOS muerto en el este de Alemania. Él había hecho eso por mí, porque yo había mencionado que el Knell me recordaba a esa película Get Smart. Yo no podía ayudarme a mí misma: le di un abrazo, y luego enterré el rostro en su cuello. Aspiré su aroma, saboreando cada segundo. Entonces apreté los labios a su piel y él jadeó. —Lo siento—le dije, alejándome. —Yo no. Se acercó y me besó. El tren se estremeció y mi corazón latía más rápido. Mis ojos se cerraron y me perdí en la dulzura del mismo. Hemos mantenido nuestras manos para nosotros, como si sólo nuestros labios se tocaran, entonces tal vez todo estaría bien. Una falsa esperanza, pero lo convirtió en el más sexy beso que jamás había experimentado, sin sentir nada, excepto sus labios sobre los míos. Cuando recuperé la cordura, volví la cabeza para terminar el beso, pero eso sólo le dio acceso a mi oreja. Él la mordisqueó. Me derretí. Luego, una vez que

—Yo, um, voy a ... —Busqué mi bolso —. Creo que debería sentarme en otro lugar. Con las manos aferradas a los lados del asiento, él asintió con la cabeza. —Bennett —le dije, deseando que me mirara, que me perdonara con esos ojos de color cobalto.

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volví a descubrir mis huesos, me quedé temblando.

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Pero cuando lo hizo, su rostro no era perdonador, sólo triste. Me tropecé con él y encontré un asiento vacío cuatro filas atrás, junto a la ventana. Apoyé la cabeza contra el cristal y observé el mundo exterior desdibujado en gris. Las horas pasaron, y me preguntaba cuánto tiempo más podríamos seguir así. Este no era un amor no correspondido en el que no sabía cómo se sentía el muchacho, porque si una se arroja sobre él, él podía retroceder. Sabía exactamente cómo se sentía Bennett, y sabía exactamente cómo me sentía. Nos queríamos uno al otro, así de simple. Bueno, quizás no tan simple. Pero no podía permitirme pensar que no había una solución, y me pasé el resto del viaje en tren tratando de averiguarlo. A medida que nos detuvimos en la estación Penn, Bennett se deslizó en el asiento junto a mí. —Dime que vale la pena. Dime que esto va a terminar pronto, y podemos estar juntos. Él nunca me pidió tranquilidad antes, así no. Quería consolarlo, decirle que esto era el final, y que podríamos continuar nuestras vidas juntos. Pero aún le debía la verdad. —No es sólo tu hermana, Bennett —le dije—. No es sólo buscar a Neos y matarlo. —¿Qué es, entonces? —preguntó. Cuando el tren chilló hasta detenerse, lo miré a los ojos.

¿Cómo puedo pedir que renuncies a eso? —Yo quiero hacerlo —dijo—. Por ti. —Me encanta que lo quieras hacer. Tal vez eso es suficiente. —Y yo no tenía derecho a pedir más.

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—Eres tú. Porque me enamoré de un ghostkeeper. Es por lo único que existes.

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Él negó con la cabeza, sin estar convencido, cuando nos reunimos con nuestro equipaje y los pasajeros empezaron a salir. Seguí a través de la estación a Bennett hasta la calle, donde el aire era frío y un cielo sombrío se asomó entre los edificios que se avecinaban. Momentos más tarde estábamos en un taxi, en dirección al centro de la ciudad. Las avenidas de Midtown comenzaron a disminuir y el taxi se metió en un barrio de edificios de ladrillo estrechos y poco pintorescas fachadas de tiendas llenas de antigüedades y ropa vieja. Traté de no mirar como una turista, sorprendida frente a todo. Incluso los urbanitas se quedaban boquiabiertos a veces, ¿verdad? Bennett le dijo al taxista que parara en la esquina, y agarramos nuestras maletas y paramos en la acera. Empezó a nevar y mis sentidos estallaron en la vista y olfato. Casi me tambaleó bajo el impacto de todos los espíritus perseverantes a lo largo de las calles. Dos fantasmas masculinos en uniformes de marine pasaron a una joven a la moda de los años veinte, quien hacia alegres guiños a un fantasma joven que se parecía había

muerto en algún tipo de accidente de discoteca. Los

fantasmas deambulaban en grupos de dos y tres, saludándose y comentando sobre la nieve, y por lo general actuaban como si no estuvieran muertos. —Muy intenso, ¿eh? —dijo Bennett. —Espera, ¿es Elvis? —No seas tonta —se burló—. Eso es sólo un tipo regordete con un mono

Me llevó por la calle adoquinada, pasando por estrechas casas de piedra caliza adornadas con rejas de hierro forjado y árboles centenarios que crecían en las aceras. —Ghostkeepers viven aquí, ¿no? —dije. —Sí, la mayoría de la gente muy involucrada con el Knell.

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blanco. ¿Qué estaría Elvis haciendo aquí?

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Cuando el anochecer se apoderó de los tejados, vi a un niño parecido Nicholas subir a una farola. La lámpara se encendió al instante, pero con la electricidad, no con llama. —No lo entiendo —le dije —. No son como los fantasmas en Echo Point. —O incluso los que recordaba de mi infancia, antes de que mis padres reprimieran mi capacidad—. Es como si ellos no supieran que están muertos. —Tal vez es la calle —dijo—. Es una de las más antiguas de Nueva York. O tal vez es el Knell o porque muchos ghostkeepers viven aquí. Nadie está realmente seguro, pero de alguna manera les da el sentido de que aún están vivos. Se olvidan de que son fantasmas. Pasamos por un pequeño parque privado, donde un pocos viejos jugaban al ajedrez en las mesas bajo las farolas. Un fantasma más joven, vestido de forma excéntrica y familiar, movió una torre. —¿Es...? —¿El actor? —Una estrella de cine que había muerto recientemente de una sobredosis—. Sí. —¿Le has preguntado si fue un suicidio o un accidente? Él me miró. —No. —Oh, está bien. Él no podía comunicarse con ellos y me sentí como una idiota al preguntar.

con columnas y torres y arcos y cosas apoyadas que podrían haber estado volando para todo lo que sabía. Se veía como una institución, pero no había ningún cartel, sino que había puertas de hierro ornamentales y árboles pesados que montaban guardia.

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Bloqueando un callejón sin salida había una gigante casa de piedra blanca,

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—¿Qué es lo que solía ser? —le pregunté, esperando que Bennett me dijera que perteneció al primer gobernador de Nueva York o un Rockefeller o, no sé, el Papa. —Siempre ha sido el Knell. Nos dirigimos hacia la puerta, entonces Bennett se detuvo y me dio una mirada extraña, que yo no podía descifrar. —¿Qué? —pregunté. —Yo debería haberte preparado. —Inclinó la cabeza—. No te lo dije antes, porque no sabía cómo, pero hay algo en su interior. No te va a gustar. —Bueno, eso está bien y críptico. —Tomé una respiración estabilizadora—. Ellos van a ayudarnos a encontrar a Neos y a mis padres. Eso es lo que importa. A continuación, las puertas de hierro se abrieron y la casa nos recibió.

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Continúa en Betrayal...

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