Descripción: Han pasado casi 15 años desde que la escritora de Chicago, Torrey Gray ha puesto los ojos en la mujer de la...
Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
NADIE TAN CIEGO Por LJ Maas Traductora: Xirant
Sinopsis: Han pasado casi 15 años desde que la escritora de Chicago, Torrey Gray ha puesto los ojos en la mujer de la que se enamoró hace mucho tiempo. Taylor Kent se ha convertido en una de las artistas más reconocidas en el país, y ha pasado los últimos 15 años intentando, sin éxito, olvidar a la joven mujer que salió de su vida, robando el corazón de Taylor en el proceso. Mejores amigas por siempre, ninguna de las mujeres ha sido capaz de encontrar el valor para hablar acerca de la creciente pasión que sentían la una por la otra. Ahora una petición inusual, pero desesperada lanzará a las viejas amigas nuevamente juntas, pero esta vez, ¿será una de ellas capaz de expresar sus deseos no expresados, o se ha convertido el tiempo en su enemigo?
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
NOTA DE LA TRADUCTORA: Es mi primer fic traducido. Ha sido un trabajo largo y arduo, y agradezco, por delante, todos los ánimos que me habéis dado para seguir adelante con él y por haber tenido la paciencia de esperar a que terminara. ¡GRACIAS A TODAS! La verdad es que ha sido toda una experiencia, es una buena historia, sin duda, una más de LJ Maas. Ojalá la disfrutéis tanto como yo lo he hecho por el camino, Torrey y Taylor ya son parte de mí!! Me siento como una pequeña Jess al otro lado del muro. Si tenéis algo que comentarme, bueno y/o malo, no lo dudéis:
[email protected] . No hay crítica mala :o)
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DISCLAIMER: Todos los personajes originales que aparecen (Torrey, Taylor, Jessica etc.,), tiene derecho de autor por parte de su autora. No está permitido venderla o usarla para lucro propio ni ajeno. Si tienes una web de fanfics por favor mándame un email antes de colgarlo (sólo para saberlo). VIOLENCIA: Realmente ninguna, esto es un romance. SEXO: Sí, tendré algo, gracias. Quiero decir, sí, lo hay. Son nuestras dos almas gemelas favoritas, después de todo. No es sexo gratuito, pero si ciertamente explícito cuando sucede. El relato muestra amor/sexo consentido entre dos mujeres adultas. Si la idea de una relación de amor/sexo entre dos mujeres te repugna... bueno, como diría Xena “¡Muérdeme!”. AVISO: Hey, la Corte Suprema dijo en Reno v. a la Unión por la Libertad Civil Americana (1997) que la ley contra mostrar online, ciertos materiales “indecentes” para menores de 18 años era inconstitucional... ¡buscadlo! Además, esto es completamente “decente”. Sólo conozco lo que algunas observaciones de lo que algunas personas sienten con mis historias. Déjame saber qué opinas tú, estoy en:
[email protected]
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
NONE SO BLIND (I) By LJ Maas
"There are none so blind, as those who would not see..." (“No hay nadie más ciego, como aquel que no quiere ver….”)
Agosto, 1981, Universidad de Maine, Orono, Maine. "Normalmente no ponemos en la misma habitación a novatos con alumnos mayores, pero desde que la nueva Casa Soroty se terminó, nos sobra algo de espacio, y bueno, tu eres un legado. Taylor es la única hermana con habitación propia porque... bueno, ella,... oh demonios, no importa. Sabe que eres nueva y se prestó voluntaria para compartir" dijo la mujer de pelo castaño rápidamente mientras ayudaba a Torrey a llevar sus pertenencias a través de los ocupados pasillos de la Casa Soroty. Samantha Evans era la tutora para el tercer piso de la casa. Se preguntó si debía decirle a la joven rubia más acerca de su futura compañera de habitación, pero se dio cuenta de que lo que sabía sobre Taylor Kent podía asustar a la pequeña rubia. Mejor dejarla suficientemente bien solas y esperar que esta chica tenga mucho ingenio y una piel gruesa, pensó Samantha para sí misma. Las dos mujeres paraban un rato cada vez para que Samatha pudiera hacer las presentaciones. La madre de Torrey le había dicho que TAU ALPHA ZETA era una casa grande, incluso habiéndose construido en los 60. Torrey sabía que nunca se acordaría de los nombres de toda la gente que estaba conociendo. Ya le gustaba el hecho de que su habitación fuera la última de la planta, situada bastante lejos del resto de la casa. Lugar perfecto para escribir... ya me gusta. Samatha dijo que la suya era la más grande de la casa. Las de los cursos superiores se la sorteaban cada año y las dos ganadoras obtuvieron los honores para pasar su último año en Benton. Torrey todavía no encontraba explicación a porque ella, una alumna nueva, podía tener tal honor. Finalmente llegaron a la nueva habitación de Torrey. La música podía ser oída desde el otro lado de la puerta. Torrey se sorprendió el gusto musical de su futura compañera. Una vez abierta la puerta vio a una mujer sentada en el suelo con las piernas cruzadas, delante de ella, una sábana sucia sobre la cual había una docena de piezas mecánicas esparcidas. La mujer sentada no se molestó en mirar, su pelo negro caía en lisas tiras por su frente el resto de su salvaje melena caía libre sobre sus hombros y espalda. Vestía una gastada camiseta de Greateful Dead y unos Levi´s tan gastados que probablemente tenían el tacto del terciopelo. Llevaba unas pesadas botas negras de motorista y tenía las manos cubiertas de grasa del mismo color de las botas.
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Gene Pitney sonaba por los altavoces que estaban a la altura de Torrey. La joven mujer no podía creerse que hubiese otra mujer que disfrutara la música de Gene Pitney tanto como ella. Reconoció los acordes de '24 Hours From Tulsa' antes de que Samantha se acercase al tocadiscos y levantase la aguja del LP. "¡Mierda Taylor! ¿Qué te tengo dicho sobre traer esa porquería aquí? Gina ya está detrás mía... ¿Quieres darle razones para que te ponga tareas en la cocina?" Samantha gritó. "Oh, demonios, es sólo un carburador", protestó la mujer sentada. Torrey dejó las maletas en el suelo y se inclinó hacia la mujer sentada, inmediatamente intrigada por las partes de la moto. Su sombra cayó sobre las manos de la alta mujer. "Aparta, me quitas la luz". "Oh, perdona", dijo Torrey mientras se echaba hacia atrás mirando a Samantha. "Taylor, dijiste que no te importaba si Torrey se quedaba aquí este año" dijo Samantha irritada. "Dije que podía quedarse aquí, no meterse en mi camino." La mujer morena respondió en un ominoso tono de voz. "Sabes, parece como si la cubierta del colector estuviese rasgada, posiblemente sea ese el problema ¿Cuándo cambias las marchas no suena como si el motor se estrangulase?" Torrey preguntó de forma improvisada. Samantha no pudo reprimir una sonrisa. Oh sí, estas dos van a estar muy bien. Cuando Taylor miró arriba para ver quién era la que le estaba molestando, se quedó atónita al ver lo que podría ser la cara de un ángel. Una joven mujer de probablemente diecisiete o dieciocho años, de largo pelo rubio, una cara sonriente y par de centelleantes ojos mar. Vestía un jersey de los Chicago Bears, ajustados vaqueros Sergio Valente y un par de Nikes blancos. La joven mujer sonrió a Taylor, la saludó y a ésta se le secó la boca. "Hey", soltó la morena. "Hey", Torrey continuó sonriendo. "Bien vale... Torrey Gray, ésta es Taylor Kent. Taylor... Torrey. Me tengo que ir". Sam dejó en el suelo la maleta con la máquina de escribir de Torrey y dejó la habitación. "Y Taylor... por favor te lo ruego busca un lugar en tu moto para todo eso" dijo antes de cerrar la puerta.
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"Tiene razón, lo siento". Taylor empezó a agarrar los bordes de la sábana. La mujer morena se puso de pie, las piezas envueltas a sus pies. "Uau, ¿qué tiempo hace ahí arriba, Stretch?" Torrey bromeó. Taylor parecía medir unos 6 pies. Una ceja se arqueó sobre uno de sus ojos, desapareciendo detrás del negro flequillo. "Se podría decir que ese es un comentario atrevido para alguien tan vertical como tú. Tan solo eres una cosita de nada" dijo Taylor cruzándose de brazos. "¡¡Mido 1,63!!" Torrey respondió con su orgullo un poco herido. "¿Encima de una silla?" se rió Taylor. "Vale, touché. Umm, lo siento... Sólo bromeaba. Oye, puedo ayudarte con tu moto" se ofreció. "No‖ respondió Taylor más ásperamente de lo que tenía intención. "Está bien, puedo con ello" añadió al notar algo herida la mirada de la joven. "Una fan de los Bear, ¿eh?". "Si... Van a llegar a las finales este año" dijo Torrey con entusiasmo. "Sí, claro" Taylor se rió. "Seguro que también te gustan los Cubs" "Por supuesto" respondió Torrey. "Lo suponía. Debes de ser de Chicago... Encantada de conocerte" Taylor le ofreció su mano. Torrey le dio la mano, de repente perdida en los ojos azules que la miraban. Concentrándose de nuevo, sintió una cálida viscosidad en el apretón de manos. Antes de mirar a su mano, miró la mirada azul cielo enfrente suya centellear y una amplia sonrisa desplegarse. Cuando Torrey miró hacia abajo, su mano estaba cubierta de una capa de grasa negra. La joven mujer simplemente se quedó mirando su mano por unos momentos. "No puedo creer que hayas hecho eso" dijo Torrey atónita. "¡Y yo no me puedo creer que hayas caído!". Taylor apenas podía contener la risa. "¡Oh, tú!" Torrey empujó a la alta mujer en el estómago.
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Era el turno de Taylor, y cuando vio en su abdomen la marca negra de una pequeña mano se quedó absolutamente sorprendida de que la chica hubiese tenido agallas para hacerlo. Aunque aún estaba más sorprendida del hecho de no estar estrangulándola. Taylor elevó la vista desde su camiseta y miró la expresión de pánico en la cara de Torrey. La mujer morena levantó la mano y miró, primero a su mano, luego al jersey de la pequeña mujer e inmediatamente una sonrisa apareció en su cara. "Oh no, Taylor... No en mi jersey de los Bears. Lo siento, fue un accidente... Perdí la cabeza." durante este tiempo Torrey se fue echando hacia atrás, hacia la puerta, la alta mujer avanzando hacia ella. Torrey se detuvo para calcular la distancia restante hasta la puerta. Taylor vio hacia donde se dirigía la mujer. La alta mujer echó el pelo hacia atrás sacudiendo la cabeza, miró a la puerta, sus labios se tornaron en la sonrisa más feroz que Torrey jamás hubiera imaginado. "¡Cuidado, vas a tropezar con el carburador!" Torrey señaló a las botas de Taylor. Durante el momento en que Taylor miró al suelo para mover sus pies, Torrey había salido y corría por el pasillo. "¡No puedo creer que haya picado con eso!" dijo Taylor en alto mientras corría detrás de la pequeña mujer. Torrey era rápida pero las largas piernas de Taylor comían la distancia entre ellas en un momento. Las dos gritaban y reían mientras bajaban los tres pisos del viejo edificio, marcas de manos, una pequeña y otra grande, quedaban en cada giro. Samantha elevó la mirada desde su pupitre cuando el destello de una pequeña rubia pasó por delante de su puerta seguida de la delgada y musculosa figura de Taylor. "¡¡Dios mío, sólo han pasado cinco minutos y ya está intentando matarla!!", dijo Samantha mientras se levantaba para intervenir. Torrey salió por la puerta de atrás, pero pronto se dio cuenta de que estaba en un patio ocupado en su mayoría por una piscina. La joven mujer se dio la vuelta encontrándose frente a frente con Taylor, que avanzaba lentamente, sus ojos azules estrechándose y una malvada sonrisa en su boca. "Te tengo, Little Bit" Torrey se echaba hacia atrás mientras hablaba. La mayoría de lo que dijo no tenía sentido, pero no quería perder su único jersey, así que hablaba rápido. De repente los ojos de Taylor se agrandaron.
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"¡¡Torrey, cuidado!!" gritó Taylor. Torrey sintió su cuerpo inclinarse hacia atrás en el fino aire. Agitó sus manos pero no pudo conseguir ponerse derecha otra vez. En ese breve momento Taylor ya había cruzado la distancia entre ellas y agarró le tela suelta enfrente del top de Torrey. Torrey agarró el brazo de la mujer morena, de forma que las dos cayeron a la piscina. Las dos cabezas reaparecieron en la superficie al mismo tiempo. Nadaron hasta el borde de la piscina, hacia los gritos y risas de media Casa Soroty que estaba asomada a las ventanas mirando el espectáculo. Samantha no pudo evitar unirse a las risas, mirando a la normalmente estoica y reservada Taylor Kent haciendo cabritadas con su nueva compañera de habitación. La risa de Samantha se detuvo rápidamente al ver a Gina Rice salir por la puerta de atrás de la casa. Su siempre fiel lacayo, Terry Kozla, iba detrás de ella llevando dos cubos con disolvente y trapos de limpiar. "Bien, tú debes de ser la alumna nueva, Torrey Gray", dijo Gina inclinándose al borde de la piscina, donde las dos mujeres todavía estaban flotando. "Soy Gina Rice, presidenta de la TAU ALPHA ZETA. Bienvenida, Srta. Gray." "Gracias Hermana", Torrey intentó sonreír dulcemente, sabiendo que no era simplemente un término ´social´. Se aseguró de usar el término "hermana". Todas las nuevas debían dirigirse a las hermanas de clase superior como tales. "Nos gustaría que te unieses a nosotras para cenar en el comedor esta noche. Solo hay un pequeño detalle. ¡Te encargarás del trabajo!". La sonrisa de la mujer mayor se convirtió en enojo. "Junto a tu nueva mejor amiga aquí. Taylor estará encantada de enseñártelas... bueno ella termina allí bastante a menudo". Gina se puso de pie y comenzó a alejarse. Indicando a Terry que dejase los cubos en el suelo, se volvió y dijo a las mujeres de la piscina. "¡Podéis empezar con las marcas de manos que habéis dejado por toda la maldita casa!‖ Luego caminó y volvió a entrar. Taylor lamentó haber sido la causa del mal comienzo de la chica, pero hubo algo acerca de ella que inmediatamente le gustó y eso no le había pasado nunca. No pudo parar de reír. "Bienvenida a la Universidad de Maine, Torrey Gray‖, ofreció su grasienta mano. Tomando la mano en un fuerte apretón, Torrey le devolvió la sonrisa. "¡Muchas gracias, Taylor Kent!" respondió Torrey, salpicando agua en dirección a la mujer morena.
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Por supuesto, Taylor se lo tomó como un desafío directo y pronto las dos estaban salpicando, gritando y riendo, acompañadas de los gritos y risas de las chicas de las ventanas. De esa manera se convirtieron en Torrey y Taylor. Parecía como si donde estaba una, pronto encontrarías a la otra. Pronto la gente comenzó a llamarlas T&T. *
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Diciembre 1999, Chicago, Illinois “¡JT!, ¿eres tú?”. La mujer rubia levantó la mirada de su ordenador portátil al reloj de la mesilla de noche. Marcaba 2:45am. Torrey se quitó las gafas, llevada por el familiar sonido de una llave en la puerta principal. Se levantó a investigar, alertada por el sonido de pasos en el suelo de madera. “Oh Jess” Torrey le dijo a su hija. La joven estaba desplomada contra la puerta, sus sanguinolentos ojos desenfocados que apenas veían. Sacudió su largo pelo negro e intento levantarse del suelo. "Estoy bien mama, puedo yo sola” dijo la joven. Torrey se acercó a ayudar a su hija. Jessica se apoyó pesadamente en la puerta, luego apoyó parte de su peso sobre su madre mientras Torrey le pasaba un brazo por la cintura. "Venga, vamos para cama" dijo Torrey, intentando no mostrar su enfado. "Te juro mama
que
no
he
bebido
una
gota
esta
noche".
Su
hija
sonrió
satisfactoriamente. Siendo casi una cabeza más alta que su madre, tenía que mirar hacia abajo para poder ver esos ojos verdes que mostraban decepción. Torrey tomó aliento y comenzó a llevar a su hija a su habitación. Se las arregló para llevar a la joven hasta su cama sobre la cual Jess cayó pesadamente. Torrey le quitó sus botas de combate y su chaqueta de cuero negro. "Me lo prometiste, Jess. Dijiste que no habría más fiestas" dijo Torrey. "Déjame en paz". Jessica se dio la vuelta. Le estaba empezando a doler la cabeza y sabía que sería peor si tenía que mirar a su madre a los ojos. Había roto su promesa, pero no quería pensar en ello ahora, no quería ver su error reflejado en los ojos
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de su medre. Le había fallado y probablemente lo volvería a hacer. „Nunca seré tan perfecta como ella‟.
Torrey pasó una delgada mano por la mejilla de su hija, notando cómo la respiración de la niña se volvía más profunda y constante al dormirse. ¿Qué he hecho mal, Jess? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué actúas como si me odiases? ¿Por qué solo me dejas tocarte cuando estás enferma o te desmayas? Torrey dejó que las silenciosas lágrimas cayesen por su cara mientras intentaba encontrar respuesta a todas las preguntas que pasaban por su cabeza. Con cuidado apartó los mechones de pelo negro que cubrían la cara de su hija. El largo pelo negro daba forma a una cara con orgullosos y angulosos rasgos, relajados ahora mientras dormía. Cuando sus ojos estaban abiertos lucían un brillante verde que con la luz correcta parecía azul. Cuando esa ilusión se producía, Torrey se impresionaba de lo mucho que su hija le recordaba a Taylor. Esta noche incluso cuando Jessica yacía en el recibidor, Torrey habría jurado que era su vieja amiga desmayada contra la puerta de la habitación que compartían en la casa Soroty. La cazadora de cuero negro y sus pesadas botas negras eran distintivos de Taylor en su etapa de la universidad. Cuando estuvo segura de que su hija dormía profundamente, se fue a su habitación. Apagó el ordenador; las palabras ya no venían a ella tan fácilmente. Aunque sus últimas novelas había sido un éxito de ventas, algunas críticas decían que el talento de Torrey Gray se estaba durmiendo. Ya no podía llegar a sus sentimientos como antes. Aún realizando su ritual matutino de Tai Chi, el cual practicaba desde los quince años, simplemente parecía no poder volver a ese lugar en el que se encontraban sus emociones. En el fondo sabía que los críticos tenían razón. Si no podía sentir no podía escribir. Su mente había empezado a preocuparse de otras cosas en los últimos años. Las preocupaciones empezaron cuando JT empezó en el instituto. Por supuesto la tensión entre madre e hija siempre había existido. Desde el momento en que Jessica aprendió la palabra no, parecía que era la única frase que utilizaba con su madre. Eso y No quiero. Una vez que llegó a la pubertad todo se convirtió en una guerra, ni madre ni hija sabían por qué. Cuanto más crecía Jessica, mayores eran los problemas. Había sido expulsada de casi todos los colegios públicos y privados de Cook Country, luego comenzó la bebida. Torrey buscó más tiempo para pasar con su hija, acudió a todos los talleres que pudo, pero esto parecía solo empeorar las cosas. Después del último programa, Jessica prometió que se mantendría firme. Y efectivamente dejó de beber, pero Torrey estaba segura de que su hija empezaba a apestar a marihuana. Se preguntaba con qué más habría experimentado su hija.
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Torrey tomó una ducha rápida y volvió junto a su hija una vez más. Segura de que la niña dormiría toda la noche, Torrey dejó su puerta entreabierta por si acaso. Deslizándose entre las frías sábanas comenzó a rememorar el tiempo en que tenía la edad de su hija. Sí, sonrió en la oscuridad. Ella sabía exactamente de donde venía el temperamento de su hija.
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Septiembre 1981 "Tienes suerte de que me gustes, Stretch. ¡Cinco minutos más e iba a comenzar a servir ensaladas sin ti!" le dijo Torrey a su compañera, lanzándole rápidamente una camiseta limpia de una mochila que estaba en el suelo de la cocina. Taylor se quitó su camiseta gris en un rápido movimiento. Torrey apartó la mirada y fingió estar ocupada poniendo boles con ensalada en una bandeja grande. Taylor no tenía inhibiciones acerca de su propio cuerpo y raramente llevaba sujetador. Se abrochó la camiseta blanca limpia, mientras una pequeña sonrisa aparecía en su boca al ver avergonzarse a su pequeña amiga. Se preguntaba si era el conocimiento de sus preferencias o simplemente su cuerpo desnudo lo que hacía a Torrey avergonzarse. Taylor y su compañera nunca habían hablado de eso, pero estaba segura de que Torrey había oído hablar de ello por lo menos a alguno de los estudiantes en la universidad. "Gracias, Little Bit, te lo debo" sonrió Taylor a su amiga. "Bueno, sé cómo podrías pagármelo" le devolvió Torrey la sonrisa. Taylor se quejó, no veía venir nada bueno. Torrey continuó como si no hubiese escuchado el quejido, le lanzó un cepillo y la observó alisarse su melena negra. "Va a haber un concierto de Debussy en Hutchins el viernes por la noche y me encantaría escucharlo, pero odio ir a esas cosas sola. ¿Qué me dices?" le rogó Torrey. Taylor repasó la lista de excusas que podría utilizar, pero fue capturada por la encantadora mirada de su pequeña amiga. "Está bien, considéralo hecho" contestó. "¡¡Sí!!" dijo Torrey triunfalmente. "Bien, tú primero" le dijo, dándole una bandeja de metal a su amiga. Ambas entraron en el comedor y empezaron a servir el primer plato a las ya sentadas mujeres. 10
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"Bueno, bueno, pero si es nuestro dúo de servicio favorito" comenzó Gina Rice cuando vio a Torrey. "Veamos qué fue esta vez... oh sí, arte pornográfico en al periódico de la Casa."
Taylor resopló ante la descripción de su trabajo. *
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De hecho era el primer trabajo de la morena mujer que Torrey veía. Taylor estaba en la Facultad de Bellas Artes de Degree, mientras Torrey se esforzaba en Literatura Inglesa .Pasaron muchas noches estudiando en su habitación o en la biblioteca del campus. Torrey observaba por el rabillo del ojo a su compañera de habitación dibujando un borrador tras otro. Cuando Torrey le pedía que le dejase ver alguno de sus trabajos, Taylor cerraba rápidamente su cuaderno y musitaba algo sobre trabajo inacabado. Un día, cuando Torrey volvía de un completo día de clases, había un gran portafolio en su pupitre con una nota a mano de Taylor: "Recuerda: si no tienes nada que decir, no digas nada". Torrey se sonrió. Era un dibujo de Tambor, de la película de Disney, Bambi. Torrey tuvo que arrastrar literalmente a su amiga al teatro para verla, la morena agachándose en su asiento para que nadie pudiera reconocerla. Torrey, sin embargo, no se sorprendió del todo cuando se giró echando un vistazo a su amiga durante la escena de la muerte de la madre de Bambi y vio que la mujer tenía lágrimas en sus ojos. La joven observó con cuidado cada dibujo, algunos con anotaciones en los márgenes sobre cómo pintar o esculpir determinadas zonas. La mayoría eran de mujeres, algunas con los músculos definidos, otras repletas de suaves curvas. El último era un dibujo en tinta negra. Eran dos mujeres abrazándose. Era algo más que un abrazo, era algo erótico. Ambas tenían sus rostros escondidos. Una tras su larga cabellera cayendo sobre sus rasgos, la otra tenía su rostro girado. La más pequeña tenía sus labios rozando el pezón de la otra mujer, la más alta parecía atraerla más a ella. La imagen causó una extraña sensación dentro de Torrey, pero pensó que era la cosa más maravillosa que había visto en la vida. Era tan real en sus formas que no se podía decir dónde terminaba una mujer y surgía la otra. Cuando finalmente Taylor volvió a casa esa noche, con algo más que un puntillo, se sonrió mientras su compañera la ayudaba a encontrar su cama. La artista sintió cómo desaparecía el gran peso que sentía en sus hombros mientras el sueño la superaba con las alabanzas de Torrey en sus pensamientos. *
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La cara de Gina mostró un gesto de desagrado. ―¿Has dicho algo, Taylor?‖
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Taylor se movió a un lado para atender a la presidenta y tosió. ―No, creo que he cogido algo‖ y entonces tosió con fuerza y ofreció la ensaladera de su mano a la presidenta. Gina la miró disgustada y vio la sonrisa en la cara de Torrey. ―Miss Gray, esto comienza a ser habitual. Espero no haberme equivocado al ponerte en la misma habitación que Miss Kent‖. La mujer que permanecía sentada mostró una sonrisa maliciosa. ―Espero que Taylor no esté enseñándote cosas malas‖. Varias chicas rieron tontamente ante el comentario. Torrey pensó que las palabras debían de ser un chiste, pero no entendió la broma. Sin embargo alcanzó a ver la mirada que Taylor lanzó a Gina. Un fuego eléctrico azulado salía de los ojos de Taylor y su mandíbula estaba firmemente apretada mientras se detenía frente a la mujer sentada. Torrey interceptó el movimiento de su amiga, colocándose entre ambas. ―No lo hagas, hermana‖ dijo Torrey con esa manera servicial que tanto asombraba a Taylor que pudiera evocar. ¡Debería ser actriz! ―Saben, si no estuvieran aquí por herencia, estarían ahora mismo durmiendo en la residencia de estudiantes‖ dijo Gina. ―Sí, hermana. Lo comprendemos. Intentaremos hacerlo mejor‖. Torrey sonrió con su apaciguadora y dulce sonrisa. ―Miss Gray, ¿cómo es posible que tú seas la única en la hermandad capaz de hacer que un ‗sí, hermana‘ suene a ‗que te jodan‘?‖, preguntó Gina. ―No tengo ni idea de a qué te refieres, hermana‖, replicó Torrey. Gina no quería buscar bronca, pero esa pequeñaja se lo estaba buscando. O al menos es lo que ella creía. ―¡Iros a trabajar... ambas dos!‖, dijo Gina acaloradamente. ―Sí, hermana‖ dijeron las compañeras al unísono mientras abandonaban el comedor. *
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“¿Vas a decir algo o sólo vas a mirarme?” espetó Jessica a su madre. La muchacha tenía un dolor de cabeza tan grande como nunca antes había sentido y la ducha caliente no había servido para aliviar el dolor. Cuando se había levantado tenía toda la intención de pedirle perdón a su madre, pero ahora, al ver 12
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el triste gesto de la mujer, sus buenas intenciones se habían esfumado. Deseaba poder controlar su temperamento, pero parecía que siempre la ganaba. Especialmente cuando estaba con su madre. “¿Qué más puedo decirte, JT? ¿Qué más que no hayamos dicho antes?” dijo Torrey en voz baja, bebiendo de su té. “Dime Jess. Dime qué puedo hacer... que no haya hecho ya. ¡Dímelo y lo hago!” dijo Torrey elevando su voz mientras se levantaba de la silla. Fue entonces cuando Torrey vio los moratones en el cuello de su hija. “Por favor, dime que practicas el sexo seguro”, dijo Torrey exasperada. JT miró fijamente a su madre. ¿Debo decírselo? Nah... se le pondrían los pelos de punta. Una razón más por la que no soy la hija perfecta. “¿Sexo seguro, mamá? ¿Qué demonios es eso?” dijo JT volviéndose para prepararse una taza de té. “¡Que no tendré que ir a tu funeral antes de que cumplas dieciocho!”. Torrey agarró con fuerza el brazo de la joven. Los ojos de JT se estrecharon, su voz disminuyó una octava. “No, mamá. No practico el sexo seguro. Tal vez deseo pillar el sida y morirme. ¡Así no tendrías que cargar con esta mierda de hija!” Torrey entonces hizo algo que nunca había pensado ser capaz de hacer. Algo que nunca había hecho en toda la vida de su hija. La bofetada fue tan inesperada que sacudió la cabeza de JT a un lado. Ambas mujeres se quedaron simplemente mirándose. “Jess, yo...” comenzó Torrey. La joven retrocedió alejándose de su madre, agarró su chaqueta de la silla y salió corriendo por la puerta. Torrey no podía creer lo que había hecho. Pasó unos temblorosos dedos por su largo cabello rubio, con un movimiento que no llegaba a sentir. Cada una de sus peleas la dejaban un poco más agotada que la anterior. Esta vez había golpeado a su propia hija. A pesar de que las peleas eran algo habitual, sintió que estaba perdiendo. Le horrorizó ver que se había convertido en el tipo de madre que Evelyn era. ¡Jessica actuaba como si quisiera morir! ¿La hago sentir así? ¿Debería hablarle de Stevie... del tío que nunca llegó a conocer? ¿Haría que me entendiera? Torrey entró en su habitación y se quitó la bata. Se puso una camiseta sin mangas negra y un par de pantalones de cordón y entró descalza en el pequeño gimnasio. Había sido hacía ya tiempo un estudio de baile, diseñado por el propietario anterior. Tres de las paredes eran espejos; la cuarta era una ventana que miraba al Lago Michigan. Torrey realizó sus ejercicios matutinos de Tai Chi mientras el rosáceo sol se elevaba por el lago. 13
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Traducción: Xirant
Encendió un pequeño pedacito de incienso dejándolo en su recipiente de arcilla. Había mezclado en un bol toda una variedad de esencias, así que nunca sabía qué elegía para cada día. Se arrodilló frente a la ventana y se sentó sobre sus talones, respirando el aroma a Patchouli. La estela de humo rosa en el aire hizo que Torrey cerrara los ojos para dibujar el rostro de Taylor. Dios, su precioso rostro... Recordó que había sido Taylor quien le compró Patchouli por primera vez y Taylor la que le dijo la verdad sobre lo que significaba la muerte de su hermano. *
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Diciembre 1981 ―Hey Judy... ¿te vienes conmigo el viernes a la fiesta de la Fraternidad?‖ ―Eric, ¡voy a salir con tu mejor amigo!‖ dijo Alicia impaciente. ―Oh, si, cierto...‖. El joven giró su silla hacia Torrey. ―¿Y qué hay de ti, preciosidad?‖ Un áspero gruñido se escuchó por detrás de Torrey. La joven supo de inmediato quién era su salvadora y sonrió. Él levantó la mirada, tragó y procedió a abandonar la silla. ―Hey, Stretch‖ dijo Torrey sin siquiera girarse. ―Hey‖ dijo Taylor mientras volvía la silla y se sentaba a horcajadas, dejando las manos apoyadas en el respaldo. ―Hola, Ally‖. ―Taylor‖, replicó la muchacha, sorprendiéndose de que la mujer mayor la conociera. ―¿Has montado sólo con esto? Taylor, vas a matarte‖ reprendió Torrey, tirando de la manga de la chaqueta de cuero. ―Yeap, y también se me ha congelado el culo, ha comenzado a nevar otra vez‖, replicó Taylor, lanzando un cálido aliento entre sus manos. ―Bien, venga, coge mi bufanda‖, Torrey se inclinó y envolvió el cuello de la alta mujer con su bufanda de ositos. ―¡Gracias, mama!‖ bromeó Taylor. ―Hey, tengo algo para ti‖ dijo bajando la cremallera de su chaqueta y cogiendo un libro que estaba apoyado contra su pecho. ―¡Oh, Stretch, esto es genial! Y además en griego original... Espera un minuto... ni siquiera la biblioteca de la universidad tiene una copia así. ¿Cómo lo has conseguido?‖ le preguntó Torrey. 14
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―Soy muy eficiente en muchas cosas‖ respondió la morena mujer con una sonrisa a lo Mona Lisa y arqueando una ceja, como solía hacer. ―Eres realmente maravillosa, gracias‖ dijo Torrey envolviendo la mano de Taylor con la suya. ―De nada, Little Bit‖ sonrió Taylor a su amiga. ―¡Hola, Taylor!‖ llamó una atractiva rubia a la mujer sentada. Taylor miró y guiñó un ojo a la chica. ―Tengo que irme‖ dijo levantándose de la silla. ―¿Sigue en pie lo de esta noche? Me vas a ayudar a estudiar para el examen de español, ¿verdad?‖ preguntó Taylor a su compañera de habitación. ―Sip, en nuestro hueco a las siete, allí estaré‖ respondió Torrey. ―Genial, *adiós*... hay, ya lo he pillado... ¡pasaré sin problemas!‖ rió. ―Si, ya‖ replicó Torrey sarcástica. Torrey comenzó a comer sus patatas fritas mientras su amiga Ally sacudía la cabeza. ―Espabila, Tor, estamos en los ochenta... deberías tirar de las riendas‖ ―¿Qué?‖ preguntó Torrey. ―El amor libre anda suelto. Quiero decir, si mi amante guiñara un ojo a otra...‖ ―Ally‖, Torrey alejó las patatas. ―¿De qué demonios estás hablando?‖ ―Digo que si pretendes conservar a Taylor...‖ ―¿Conservarla? Creo que hablamos de temas diferentes, ¿de qué estás hablando?‖ ―De Taylor y tú‖. ―¿Taylor y yo qué?‖. Torrey estaba comenzando a perder la paciencia. ―Taylor y tú como pareja‖. ―¿Pareja de qué?‖ ―¡De amantes!‖ dijo finalmente Ally. ―¿¡Qué!? ¿Te has vuelto loca?‖ Torrey se recostó, perpleja.
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―Lo siento, Tor, simplemente creía que... me refiero a que mucha gente lo son. ¿Taylor no te lo ha dicho?‖ le preguntó Ally. ―¿Decirme qué?‖ preguntó Torrey, asustada de repente de la posible respuesta. ―Torrey, vives con ella, ¿cómo es posible...? Es que tú eres su mejor amiga... ¿Taylor no te ha dicho que es gay?‖ Por un momento Torrey pensó en hacer como si no hubiera oído nada de lo que había dicho su amiga. Sentía las lágrimas a punto de resbalar por sus mejillas en cualquier momento, y no quería que hubiera nadie alrededor cuando eso pasara. La joven saltó de su silla y salió rápidamente de la cafetería. ―¡Torrey!‖ gritó Ally viéndola salir.
Taylor se paseaba de un lado a otro de su habitación. Torrey llegaba una hora tarde, nunca llegaba tarde a ningún sitio y Taylor estaba comenzando a preocuparse. Justo cuando estaba cogiendo la chaqueta oyó un golpe en la puerta. Alicia dio un paso atrás cuando Taylor tiró con fuerza de la puerta. La morena mujer vio el abrigo y la mochila de cuero de Torrey en las manos de la muchacha y se las cogió. ―¿Dónde está?‖ exigió Taylor. ―Taylor, yo... Lo siento,... Pensé que lo sabía...‖ Taylor se paró y miró a Alicia. ―Ya sabes... saber lo tuyo‖. La joven calló. ―¿Se lo has dicho?‖ preguntó Taylor rotundamente. No necesitaban decir el qué. Taylor sabía perfectamente a qué se refería la muchacha. Alicia asintió con la cabeza. ―¿Que ha pasado... dónde está ella?‖ preguntó Taylor. ―Se levantó y salió corriendo. La he buscado pero no la encuentro por ninguna parte‖, dijo Alicia con lágrimas en los ojos. ―¿Hace cuánto?‖ ―Un par de horas‖.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
―¿¡Me estás diciendo que lleva fuera sin su abrigo dos horas!? ¡Por el amor de Dios, está nevando!‖. Taylor se movió a toda velocidad dejando a la muchacha y saliendo por la puerta de la hermandad. Media hora más tarde Taylor no tenía una pista de dónde se encontraba la joven. Se dio quince minutos más y entonces llamaría a la policía del campus. Se montaría todo un escándalo si se descubría el porqué Torrey se había perdido, Taylor estaba segura de que podía ir despidiéndose de su beca, pero nada de todo eso la preocupaba. Lo único que le importaba era encontrara a su amiga. Taylor buscó por todas partes, ambas sabían cómo esconderse por el campus o al menos es lo que ella pensaba hasta que alzó la mirada. Tan pronto como la morena mujer se lanzó a las escaleras, pudo ver a Torrey arrebujada en una de las oscuras esquinas del campanario. La joven temblaba tanto que sus dientes castañeaban con fuerza. ―Oh, Torrey... ¿qué demonios haces?‖. Taylor se acercó a ella. Atrajo a la joven y comenzó a colocarle su chaqueta de esquí sobre el cuerpo. ―Si quieres odiarme, adelante, ódiame‖ murmuró Taylor mientras frotaba los brazos de la joven tratando de conseguir calentarlos un poco. ―Pero no intentes suicidarte por ello‖. ―¿De verdad eres gay?‖, preguntó Torrey temblando aún. ―Sí‖ respondió Taylor impasiva. Torrey comenzó a sollozar sin control. ―Hey, he dicho que puedes odiarme, no llorar. Por favor, Torrey, no llores‖ suplicó Taylor. ―No quiero perderte‖ lloró la joven. ―No me has perdido, estoy aquí‖ Taylor envolvió a la joven con sus fuertes brazos y la atrajo hacia sí. ―Háblame, Little Bit, dime qué ha pasado‖. ―Mi hermano Stevie era gay. Se puso enfermo y murió el año pasado‖ sollozó Torrey. ―Mi madre no me dejó ir a verle. Decía que si eres gay, Dios te mandaba esa enfermedad para matarte. Y si tú eres gay, la cogerás. No quiero que mueras, Taylor... te quiero demasiado. Eres la mejor amiga que he tenido en mi vida‖. ―Oh, cariño, no, no...‖ Taylor acercó a la joven a su regazo y la abrazó fuertemente. ―¿Era el Sida? ¿Es por lo que murió tu hermano?‖ Torrey asintió con la cabeza antes de enterrar su rostro en el hombro de la mujer.
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Traducción: Xirant
―Cariño, tu hermano murió por esa enfermedad, pero la gente gay no son los únicos que la cogen, y puedo asegurarte que no es ninguna sentencia de Dios. No puedo creer que Dios pudiera hacer algo así, ¿y tú?‖ Torrey sacudió la cabeza pero no podía dejar de llorar. La mujer la abrazó hasta que las lágrimas desaparecieron. ―Vamos, mi pequeña. Tenemos que llevarte dentro‖ dijo Taylor. La alta mujer ayudó a Torrey a bajar las escaleras y montar en su motocicleta. Cuando por fin estuvieron en su habitación, Torrey admitió sentirse como un cubito de hielo. Taylor la obligó a darse un baño caliente hasta que Torrey se dio cuenta de que se estaba convirtiendo en una pasa. ―Primero un cubito de hielo, luego una pasa. Todo lo que te rodea realmente tiene que ver con comida, ¿eh?‖ bromeó Taylor. Envolvió a la pequeña mujer con su bata y una manta extra, e hizo fuego en la chimenea, una de las ventajas de la gran habitación. Sentadas una junto a la otra, bebiendo un chocolate caliente, Torrey continuó con la conversación. ―Debes pensar que soy realmente estúpida, ¿eh? Por creer todo lo que mi madre decía‖. ―No, Little Bit, no lo pienso. ¿Cómo se supone que debes aprender cosas si la gente en quien crees no te dice la verdad? Supongo que lo triste es que ellos tampoco aceptan la verdad. Tengo varios artículos y material sobre el Sida si quieres saber más sobre ello‖. ―Me gustaría, gracias‖ dijo Torrey. Ambas mujeres bebieron el chocolate en silencio, todavía demasiado calladas para sacar el inevitable tema. ―Por eso compartimos la habitación, ¿verdad?‖ preguntó Torrey. ―Nadie quiere compartir una habitación con una bicho raro‖ replicó Taylor frívolamente. ―¿Porqué no me lo dijiste, Taylor?‖ ―Taylor había estado esperando esa pregunta. Ni siquiera ella sabía realmente la respuesta, pero decidió ser lo más sincera que pudiera. ―Nunca jamás nadie me ha ofrecido una amistad incondicional y el cariño que tú me das, Tor. Al principio no me importaba si lo sabías, más tarde di por hecho que lo sabías y no me preocupé. Finalmente me pregunté si lo sabrías y supongo que tenía demasiado miedo a perder tu amistad‖. Taylor alzó su mirada de su regazo y miró los ojos verde mar de Torrey. Las lágrimas comenzaron a surcar las mejillas de la morena mujer.
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Traducción: Xirant
―Nunca me lo he pasado tan bien como lo paso contigo. Nunca... nunca me he preocupado por nadie excepto por mí misma. Sienta tan bien tener una amiga como tú, y me gusta la persona que soy cuando estoy cerca de ti‖ finalizó Taylor. Torrey alargó su mano y acarició las lágrimas de la cara de su amiga. ―Siempre seré tu amiga, Stretch‖. La joven sonrió, apoyándose en el cuerpo que la envolvía con un brazo protector. ―Y yo siempre estaré contigo, Little Bit. Pase lo que pase sólo llámame: la respuesta será ‗sí‘ ‖. La mujer no se dio cuenta, al menos en ese momento, de que acababa de dar su corazón a la mujer que tenía entre sus brazos. *
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Los músculos del delgado cuerpo de Torrey se flexionaron y extendieron mientras llevaba a cabo los movimientos ya tan naturales para ella como el respirar. Cuando su mente se centró de nuevo en la realidad que la rodeaba todavía podía sentir los brazos de Taylor rodeándola, el recuerdo del calor de fuego aún calentaba su piel. La oscura sombra y la alta presencia que sentía detrás le recordaron un día en el que aquel cuerpo se deslizaba con ella en cada movimiento. Eran dos seres moviéndose juntos, una luz y una sombra, los símbolos perfectos del equilibrio y la armonía. En ese momento la sombra que había tras ella esperaba impaciente entre fuertes y exasperantes suspiros. JT había cruzado muchas líneas pero aún no había interrumpido en el Tai Chi diario de su madre. Se apoyó impaciente contra el espejo de atrás balanceándose ligeramente. Una vez Torrey terminó sus movimientos, se arrodilló en el suelo con los ojos cerrados unos momentos más. Inclinándose y descansando sobre los talones, miró hacia el reflejo de su hija en la ventana moviéndose de un lado para otro. “Dios” deslizó sus dedos por su cabello. “No creo que pudiera encontrar un sólo sitio que pueda vender una droga que te deje sin agua en el cuerpo en dos horas”. “Bueno, eso es porque no estás buscando las verdaderas drogas” replicó JT moviéndose por detrás de la mujer, una maliciosa sonrisa marcaba su rostro. Torrey se movió tan rápido que JT apenas tuvo tiempo de quitar la sonrisa de suficiencia de su cara. La joven era seis pulgadas más alta que su madre y la superaba en peso por bastante, pero Torrey tenía la ventaja de la sorpresa y 19
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Traducción: Xirant
Veinte años de entrenamiento en artes marciales. La mujer aún controlaba sus movimientos. Si no fuera así... reflexionaría Torrey más tarde; habría lanzado a su hija al otro lado de la habitación. No quería hacer daño a su hija, pero se iba acercando cada vez más a su límite. Torrey obligó a retroceder a su hija contra la pared con una llave de hombro destinada a dominar, no a herir. “¡Esto no es un maldito juego, Jessica Taylor!” gritó Torrey furiosa. El único error que había cometido Torrey era creer que JT nunca se enfrentaría físicamente a ella. Los ojos de la joven mostraron una expresión de pánico mientras luchaba contra el agarre. Torrey la soltó, pero no estaba preparada para la reacción de su hija. Mientras la mujer daba un paso hacia atrás, JT se dio cuenta de que sus brazos estaban libres y lanzó un fuerte revés contra la cara de su madre. El golpe sacudió lo suficientemente fuerte a Torrey para caer sobre una rodilla, su mano alzándose hacia su ojo. JT se mantuvo allí, clavada en el sitio. Nunca había imaginado ser capaz de pegar a su madre, aunque sabía que estaba enfadada con la mujer la mayor parte del tiempo. Ahora solo podía mirar a la mujer caída, mirando igualmente a su propia mano. Finalmente la mano se cerró en un puño y JT se volvió y golpeó con fuerza al espejo de detrás de ella. “¿¡Porqué me haces esto!?” lloró mientras salía corriendo de la habitación.
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Febrero 1982 ―¿Estás de broma? ¿Aún eres virgen?‖. Taylor miró asombrada a Torrey. Las dos mujeres estaban sentadas sobre la alfombra de su habitación en el tercer piso, los libros apilados alrededor de Torrey, bocetos rodeando a Taylor. Gene Pitney sonaba por los altavoces, como siempre. Para Torrey era lo que faltaba: escuchar ‗Town withouth pity‘ y derramar sus tragedias sexuales a su amiga. ―¿Podrías gritarlo un poco más? No creo que te hayan oído en el primer piso‖ respondió Torrey bruscamente. ―Perdona… ¡No puedo creerlo! ¿Cuántos tienes… dieciocho?‖ rió con fuerza Taylor. La morena mujer vio el gesto dolido en la cara de su amiga, la joven se giró con lágrimas en los ojos.
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Traducción: Xirant
―Oh, Little Bit, lo siento‖. La expresión de Taylor cambio con naturalidad a un ceño fruncido como cada vez que hería sin querer los sentimientos de su amiga. ―No sabía que era tan importante‖. ―Bueno, lo es para mí‖. Torrey no podía detener las lágrimas que surgían de sus ojos. ―Hey, no hagas eso‖ Taylor se aproximó a la joven y la envolvió con su brazo alrededor de su pequeño cuerpo. ―¿Qué sucede, Little Bit?‖ Torrey le explicó sus sentimientos respecto a su inocencia y comenzó a hablar sobre el chico con el que había quedado dos semanas atrás. Los músculos de los hombros de Taylor se tensaron al oír el nombre de Stephen. Alto, moreno y de ojos azules, hasta Taylor tenía que admitir que Torrey tenía buen gusto. Conducía una moto que Taylor conocía, una Honda Shadow… nada comparado con su Harley, pero parecía que trataba a Torrey con respeto, y eso era algo que Taylor exigía en cualquier hombre que quisiera una cita con su joven amiga. Por supuesto, ninguno era lo suficientemente bueno para Torrey en opinión de la mujer. Desde la noche en que había estado buscando por fuera a su amiga, la morena mujer peleaba contra la aceptación de saber que estaba perdidamente enamorada de la joven. Quería tomar a Torrey entre sus brazos y mostrarle lo profundos que eran sus sentimientos, pero Taylor tenía el presentimiento de que si lo hacía, Torrey huiría de ella. Así que la artista acallaba sus sentimientos e intentaba ser lo mejor amiga que podía ser. Naturalmente, oír hablar de Stephen era la peor parte. ―Stephen quería que me acostara con él‖. Torrey se enjuagó las lágrimas. ―Bueno, eso no me sorprende‖ respondió Taylor secamente. Ok, ¡ella no necesita sarcasmo, Kent! Simplemente te molesta porque no eres tú lo que ella quiere. ―¿Estás diciendo que no debería?‖ preguntó Torrey. ¡Eso es lo que digo, maldita sea! ―Bien, digo que es algo que no me concierne, Tor. Me refiero a que es una cosa muy personal‖ respondió Taylor. ―¿Pero debería?‖ insistió Torrey. ¡Sólo si es conmigo! “Es sólo que estoy confusa, Strech. Es decir, parte de mí quiere, pero la otra parte no lo ve claro. Stephen dice que no sabe cuánto tiempo puede estar con una chica que no confía en él lo suficiente como para dormir juntos‖ continuó Torrey llorando. 21
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¡Ese bastardo! ¡Debería partirle su esquelético cuello! Taylor estaba teniendo toda una batalla interna en ese momento. Su amor por la joven empañaba claramente su juicio, pero la morena artista se dio cuenta rápidamente que la forma en que ella quería a Torrey en su vida nunca podría suceder. Miró fijamente a los ojos de su pequeña amiga deseando que Torrey viera en ellos lo que sentía en su corazón. Que se diera cuenta de lo profundo de su amor. Por un momento, los ojos de Torrey se abrieron brillantes, después arrugó sus cejas extrañada. Taylor desvió la mirada, con miedo repentino a que su amiga viera la ansiedad de sus ojos. Incapaz de mantener la expresión confusa y las lágrimas brotando del rostro de su amiga, la morena mujer se giró para mirarla a la cara. Sentada con las piernas cruzadas, Taylor cogió las finas manos de Torrey entre las suyas. ―Little Bit, no puedo decirte lo que debes o no debes hacer. Perdí mi virginidad a los catorce con un tío que podía haber sido mi padre‖. Viendo la expresión asombrada del rostro de Torrey, Taylor sonrió. ―Sip, he vivido ambos lados. La cuestión es que pensaba que era especial y que me amaba, cuando todo lo que era para ese tío era un pedazo de carne de catorce años‖. Taylor sintió cómo sus ojos se empañaban ante el recuerdo de su primera vez. ―Torrey, cariño… tu primera vez debe ser con alguien a quien ames, alguien especial para ti, y esa persona debería sentir lo mismo por ti‖. Taylor retiró un mechón suelto de la cara de la joven y con su pulgar limpió la lágrima de su mejilla. ―Recuerda que es un regalo que tú das una vez en la vida‖. Torrey no podía evitar el sentimiento de que la persona a quien quería dar ese regalo era la mujer que tenía frente a ella. Sacudiendo la cabeza intentando olvidar esa idea, sonrió a su amiga y apretó las manos que tan dulcemente cubrían las suyas.
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Torrey entró en el oscuro bar y tuvo que entrecerrar los ojos y pararse por un momento hasta que sus ojos se acostumbraron a la escasa luz del interior. Eran las dos de la tarde y el bar estaba bastante vacío, excepto la sala de atrás donde estaba la mesa de billar. Torrey podía escuchar las el sonido de las bolas golpeándose las unas contra las otras y cayendo por los agujeros. ―Hola, Jack. ¿Está aquí?‖ preguntó Torrey, sin molestarse en enseñar al barman su falsa identidad mientras alcanzaba la bebida que le había puesto de inmediato. Torrey era una habitual y Jack sonrió a la pequeña mujer.
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Jack era el propietario del pequeño bar. De ambiente motero, era también donde todos los universitarios compraban el alcohol y las drogas. Por supuesto, eso hacía que fuera el lugar favorito de Taylor. ―Yeap, mejor le das una razón para irse. Está ganando de nuevo y ya sabes que a Billy eso no le gusta demasiado‖ respondió Jack. ―Lo haré‖ replicó Torrey. Le gustaba Jack, no importaba lo que pensara la gente de la zona sobre él. Era un hombre enorme, que vestía con las antiguas vestiduras de los Ángeles del Infierno que Torrey sospechaba eran auténticas. Se parece a cómo Jerry García habría parecido si hubiera sido segunda línea en los Chicago Bears. Torrey se dirigió al final del bar. Se acercó mientras miraba a Taylor levantarse de la silla y levantar las manos. La morena mujer llevaba una pegada camiseta negra con sus habituales vaqueros desgastados. Su fibroso cuerpo llamó la atención de inmediato a la joven. Oh, Dios, ayer cometí un gran error. Antes de que Torrey pudiera estudiar sus pensamientos más en profundidad, Taylor levantó la mirada y le sonrió. Mirar el rostro de la pequeña mujer hizo que su vientre se contrajera. Durante un momento de descuido, Torrey mostró una evidente mirada carnal en sus ojos mientras miraba a la artista. Su cara volvió a su apariencia natural en cuanto Taylor sonrió. Torrey se acercó y apoyó su botellín en la silla donde estaba la chaqueta de Taylor. ―¿Quieres otra?‖ Torrey levantó el vacío botellín de Taylor. ―Hoy he recibido mi mensualidad‖ susurró. ―De acuerdo, por mí sin problema‖ Taylor le guiñó un ojo mientras Torrey volvía a recorrer el camino a la barra del bar. ―¡Desearía tener una buena mujer que me tratara así!‖ gritó Billy a la alta mujer. ―¡Quédate fuera de esto!‖ le respondió Taylor, observando la parte de atrás de Torrey mientras se alejaba. A Taylor le gustó el disfrute motero de imaginarse que alguien como Torrey pudiera pertenecerle. ―Okay, te toca Taylor‖, le llamó uno de los hombres. Torrey llevaba un botellín de cerveza en su mano mientras regresaba, pero Taylor consiguió ver una extraña expresión, casi triste, en el rostro de la joven. ―Hey, ¿estás bien?‖ preguntó Taylor rozando la mejilla de Torrey. ―Si, estoy bien‖ mintió Torrey.
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Taylor se acercó a Torrey y dejó descansar su mano en su hombro. Torrey miró los azules ojos de su preocupada amiga, observando su rojez y sintiendo el olor a hachís en la ropa de la mujer. Sabía que Taylor no había vuelto a casa la noche anterior porque ella había estado allí toda la noche, gran parte de ella con alguien que no era su compañera de habitación. El impaciente jugador de billar se acercó a las dos mujeres. ―He dicho que te toca. Bésala, fóllatela o juega al billar... estaré presente en cualquier caso, pero sea lo que sea, ¡hazlo ya!‖ Tan rápido que Torrey entendió demasiado tarde lo que estaba pasando, Taylor lanzó su mano izquierda y agarró la garganta del hombre. Los músculos del brazo de la alta mujer se tensaron y se levantaron dejando sin aire al hombre. ―No me gusta que uses ese tipo de lenguaje delante de ella‖ siseó Taylor al hombre que tuvo que arrodillarse. ―Discúlpate‖. ―Taylor, por favor... suéltale‖ pidió Torrey a su amiga. ―¡Discúlpate!‖ dijo Taylor apretando un poco más al hombre que sólo podía intentar agarrarse al brazo de la mujer que tenía ante sí. ―Discúlpate con la linda dama, Dennis... Ahora‖ ordenó Billy al arrodillado hombre. Dennis jadeó una disculpa y Taylor lo saltó inmediatamente. Él se desplomó en el suelo, tomando aire en sus necesitados pulmones, fulminando con la mirada a la morena mujer. ―Bien, Taylor, preséntame a esta hermosa dama‖ dijo Billy. Taylor frunció el ceño al afable motero, tratando de discernir si estaba intentando tomarle el pelo o no. Observando la relajada sonrisa en la cara del hombre rubio, presentó a su compañera de habitación. ―Ahora, a por el billar‖ dijo Billy, golpeándose ambas manos. ―No puedo, tengo que irme‖ replicó Taylor, volviéndose hacia Torrey. ―Vamos, una última partida por cien pavos‖ dijo Billy con naturalidad. ―¿Y de dónde coño voy a sacar yo cien pavos?‖ preguntó Taylor con una sonrisa. ―¡Hey, creía que habías dicho que no habláramos de ese modo delante de ella!‖ se quejó Dennis. ―Noooo‖ Taylor sonrió perversamente al hombre. ―He dicho que no me gusta que tú hables de ese modo cerca de ella. Y repito, Billy, ¿de dónde voy a sacar esa buena cantidad de pasta?‖ preguntó Taylor cogiendo su chaqueta. 24
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―¡De mí!‖ la detuvo Torrey. ―Ahí lo tienes... tu dama te financia‖ rió Billy. Taylor cogió del codo a Torrey y la alejó de los rientes moteros. ―Torrey, guarda tu dinero‖ le dijo Taylor en un susurro. ―Pero le puedes machacar, te he visto jugar‖ replicó Torrey. ―¿Y si pierdo qué? Estarás sin dinero el resto del mes‖ ―Creo en ti‖ respondió Torrey a la mujer. Era una respuesta simple, pero para Taylor implicaba mucho más. Años más tarde, cuando su confianza en sí misma disminuía, echaba la vista atrás y recordaba que Torrey era la única persona, al margen de su madre, que le había dicho esas palabras. Taylor recompensó a la joven con una de sus brillantes sonrisas y se volvió a los moteros. ―Machaquémosles‖ dijo, dejando de nuevo su chaqueta. *
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Torrey y Taylor estaban tumbadas en la alfombra, frente a la chimenea. La hermandad estaba en el típico caos de un viernes noche, pero alejadas del resto del piso como estaban, los sonidos eran completamente silenciosos. El estéreo de Taylor estaba sintonizado con poco volumen en una frecuencia de radio local de jazz y ambas mujeres estaban relajándose después de la pizza que literalmente habían devorado. Torrey había intentado darle el dinero ganado de la partida de billar a Taylor pero la mujer se había negado. Le dijo que sería feliz con una pizza y un pack de seis cervezas. Taylor rodó por el suelo y cogió su chaqueta, buscando en los bolsillos por un mechero. ―¿Tienes alguna cerilla, Little Bit?‖ Torrey giró sobre su estómago, mostrando el porro frente a ella. ―Lo compartimos...‖ ofreció. Torrey sacudió su cabeza, como respuesta y exasperación. En el último mes Taylor parecía estar siempre colocada. Fumaba porros para relajarse y tomaba pastillas para meterse caña. El último par de meses habían sido especialmente malos, y Torrey había comenzado a preocuparse por el enganche de su amiga a las drogas. ―¡Ajá!‖. Taylor encontró su mechero en el bolsillo de la chaqueta y se sentó en el suelo. Justo cuando estaba a punto de encender el cigarrillo, Torrey alargó la mano y la colocó sobre los dedos de la morena mujer. ―Esta noche no, ¿vale, Stretch?‖ pidió Torrey. 25
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Taylor miró a la joven y sintió perder de nuevo su corazón. ¿Cómo podía decirle que eso se había convertido en un hábito porque la ayudaba a olvidar, a sentir, y a aceptar? Olvidar que Torrey nunca le pertenecería, que la mujer a la que amaba nunca la amaría. Sentir algo cuando cualquier otra mujer la tocaba e imaginaba que era Torrey acariciando su cuerpo. Todo ello para aceptar que Torrey nunca podría estar con ella en ese sentido; nunca la amaría como ella hacía. Pero la mujer tenía problemas para negarle cualquier cosa, así que Taylor simplemente sonrió y dejó el porro a un lado. Torrey devolvió la sonrisa a su amiga a modo de agradecimiento y la mirada de tristeza anterior volvió a cruzar su rostro. ―Little Bit, ¿qué sucede? Y no me digas que nada porque no me lo creo‖. preguntó Taylor. Torrey lanzó una medio sonrisa a su amiga y la dijo la verdad. ―Me he acostado con Stephen esta noche‖ dijo Torrey sin mirar a los ojos de su amiga. ―Me lo imaginaba‖ replicó Taylor suavemente. Realmente Taylor sabía lo que había pasado en su habitación aquella noche. Tenían un sistema para evitar momentos vergonzosos. Si una o la otra estaba con alguien, dejaban el cartel de ―No molestar‖ que Taylor había robado de un motel cercano colgado en la puerta. Cuando Taylor había vuelto de su cita, que no había sido mucho más que un polvo rápido en un coche en el parking de la biblioteca, la artista se había sorprendido al ver el aviso en la puerta. Torrey nunca lo había puesto. Taylor escuchó a través de la puerta y unos sonidos inconfundibles surgieron de la habitación rompiéndole el corazón. Por supuesto, no había oído a Torrey, pero oía gemidos de hombre y podía imaginarse que Stephen había logrado finalmente lo que deseaba. Taylor no pudo retirarse lo suficientemente rápido. Nunca se había parado a pensar en las noches que Torrey debía haber vuelto y haber oído el mismo tipo de sonidos. La joven nunca había dicho una palabra, simplemente encontraba algún lugar cálido donde acomodarse y pasar el resto de la noche. Taylor nunca había pensado en eso, especialmente en ese momento en el que su corazón se rompía en mil pedazos. Hasta entonces había deseado que pasara algo y Torrey pudiera ver todo el amor que la mujer sentía en su corazón por su pequeña amiga, pero desear nunca hace que suceda. Taylor se había marchado precipitadamente y se había ido a emborracharse tanto como humanamente fuera posible mientras pudiera mantenerse en pie, terminando en el único bar de ambiente de Orono. La ebria mujer estaba tan borracha que se dejó llevar al baño por una guapa rubia que, de alguna forma, le recordaba a Torrey. La mujer se aprovechó de ella y Taylor simplemente dejó 26
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que lo hiciera. Cuando la morena mujer alcanzó el clímax, gimió el nombre de Torrey. Lo que le hizo ganarse una bofetada de la rubia. Ahora, Taylor miraba en los tristes ojos de su amiga y sentía cómo se le partía de nuevo el corazón. Era una putada perder la virginidad y despertarte al día siguiente y no estar seguro de haberlo hecho con la persona adecuada. Torrey volvió sus ojos hacia la sincera mirada de su compañera y se dio cuenta de repente con claridad que había dado su regalo a la persona equivocada. Su mente finalmente aceptó la verdad. Oh, Taylor, deberías haber sido tú... Taylor se quedó estupefacta al principio al ver la mirada del rostro de Torrey. Los ojos de la joven la miraban con una expresión de amor tal que Taylor no se hubiera sorprendido del todo si Torrey se hubiera acercado y besado en ese mismo instante. ―Fue...‖ Torrey buscó las palabras para explicar su experiencia, pero no encontró ninguna que se le acercara. ―Decepcionante‖ susurró finalmente. Taylor se movió junto a donde se encontraba sentada y la envolvió con sus brazos. La morena mujer no podía hablar de corazón, si lo hacía sabía que su secreto saldría a la luz también. En lugar de eso le ofreció un hombro fuerte y dos brazos cálidos. ―Lo siento, Little Bit‖ murmuró Taylor al oído de Torrey. ―Parecía tan... no sé, no tan rudo, pero nada agradable‖ remarcó Torrey mientras las lágrimas inundaban sus ojos. ―¿Te hizo daño?‖, Taylor se tensó, alarmándose. ―Sí, digo no, no en ese sentido. Supongo que fue el típico dolor de la primera vez‖ respondió Torrey. Las lágrimas comenzaron a derramarse de los ojos de Torrey mientras dejaba ser abrazada por la mujer de la que, se dio cuenta en ese momento, estaba enamorada. Lloró por la pérdida de haber dado su regalo por semejante estúpida razón. Y aún más, lloraba, mientras entendía que la mujer que amaba jamás sentiría eso por ella. Taylor es de sexo, no de hacer el amor, se dijo a sí misma. ―Sé que no soy la primera mujer del mundo en perder la virginidad‖ sollozó Torrey en el hombro de su amiga, ―pero ahora mismo es como me siento‖. Taylor sujetó fuertemente a la llorosa mujer. Recordaba el arrepentimiento y el desengaño que había sentido la mañana después de haber perdido su inocencia. Había deseado que alguien, cualquiera, la hubiera abrazado de esa forma. Alguien que la acariciara y que le dijera que las cosas volverían a estar bien. 27
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Así que Taylor acercó aún más a la joven e hizo exactamente eso.
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A medianoche Torrey escuchó una llave girando en la cerradura. Su estómago gruñó y se dio cuenta en ese momento que no había comido nada en todo el día. El estrés había empezado a pasar factura a su cuerpo, alcanzó la mesilla y tomó otra pastilla de Maalox. JT apareció en la puerta. Estaba ligeramente abierta, pero dio un pequeño golpe suave igualmente. “Entra, cariño” respondió Torrey a la llamada. Cuando su hija entró hasta la luz Torrey pudo ver sus ojos rojos e hinchados por el llanto. Reconoció que sus ojos probablemente se mostrarían igual. JT miró al gran moratón que ya se había formado en la mejilla derecha de su madre y sus ojos se inundaron de nuevo en lágrimas, el verde iris desvió la mirada luchando contra los nervios y la humillación. “Lo siento, mamá” dijo tan suavemente que apenas sonó a susurro. “Oh, cariño, está bien. No me has hecho daño; parece más de lo que es. Ven aquí”, pidió Torrey, dando un pequeño golpecito sobre la cama. Si cualquiera de las dos mujeres se paraba a pensarlo, estaban al borde de ataque de nervios, pero la joven se dejó caer, llorando, en los brazos de madre. Había pasado tanto tiempo desde que su hija le permitiera ese tipo contacto que se sintió levemente rara al abrazar a Jessica entre sus brazos nuevo. La joven lloró y horas más tarde, después de que Torrey sintió que no tenía más lágrimas que llorar, la mujer sujetó a su hija en un fuerte abrazo.
un su de de JT
“Seré mejor, mamá, de verdad que lo voy a intentar” prometió JT. “Sé que lo serás, cielo, y sé que eso es lo correcto ahora, pero hemos dicho esas misma palabras muchas veces” Torrey acarició el pelo de su hija, dándole un beso en la parte de arriba. “Quiero ser diferente, ser buena, pero entonces quedó con mis amigos y es tan difícil decir no... Cuando bebo o fumo me hace sentir que todo irá bien” JT intentó explicar unos sentimientos que nunca había llegado a entender. “Lo entiendo, Jess, créeme. Y no espero de ti que seas perfecta, pero siento que estamos perdiendo pie. Tengo una idea, creo, si estás de acuerdo. Es algo que será duro, cariño” Torrey se agachó y le susurró a su hija. “Va a ser duro para 28
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las dos, y tienes que prometerme que lo intentarás hasta el final, Jess”. Torrey finalizó. “Necesito tu promesa más solemne”. JT miró a su madre mientras la mujer secaba las lágrimas de su cara. “Te lo prometo, mamá. Sea lo que sea”. “Tengo miedo de que hayas olvidado tu promesa mañana, Jess”, dijo Torrey suavemente. JT miró al oscuro moratón de la cara de su madre. “¿A la mañana esto estará todavía ahí?” “Sí”, susurró Torrey. “Entonces no lo olvidaré”, añadió Jessica con renovada determinación. *
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Abril, 1982 Taylor entró en la casa de la hermandad dándose cuenta de que esa era una de las últimas veces que cruzaría el umbral como estudiante. Había comenzado su cuenta atrás para estar sola en el mundo, sin Torrey. Las dos mujeres intentaban no hablar de ello, pero ese era el último semestre de Taylor, a sólo un mes de la graduación, y ella ya tenía una beca para realizar un Máster en Berkley. Para la artista era difícil encontrar alguna motivación para volver a California. Sabía que sin Torrey en su vida, volvería al camino de la soledad. Siempre cuidando de sí misma, sin dejar jamás que nadie viera a la verdadera persona que escondía en ella. Intentaba convencerse a sí misma que todo estaba sucediendo como se suponía. Eso era lo que Torrey creía al fin y al cabo. La joven decía que todo sucedía por una razón. La joven escritora siempre estaba intentando enseñar a su amiga el balance y la armonía, la luz y la oscuridad, el yin y el yang. Después de dos meses viendo a Torrey practicar Tai Chi todas las mañanas, Taylor había encontrado el valor para pedirle a la joven que le enseñara los movimientos. La morena mujer admitió a su amiga y a sí misma que había algo en los relajadores movimientos que parecía aportar cierto enfoque a su vida. Torrey los usaba para alejarse de sus emociones y pensamientos, una manera de sacarlos a la superficie donde poder estudiarlos y solucionarlos. Taylor se repetía esas palabras como una base diaria, todo sucede por una razón. Tenía que tomar una decisión complicada, y su respuesta debía ser antes de final de semana. Podía quedarse en Maine y aceptar el trabajo de Diamod & Allen, una empresa de diseño puntera que había ofrecido a Taylor el puesto de Directora Artística. El puesto tenía muchos incentivos y prestigio, y era algo increíble para una recién licenciada. Habían visto inmediatamente el talento de la 29
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joven artista y le había gustado su conducta y la madurez de su personalidad. El trabajo podría darle a Taylor el tipo de vida que había soñado. Y más aún, le permitiría estar con Torrey. Taylor incluso había pensado en persuadir a la joven salir de la fraternidad e irse juntas a un apartamento. Luego estaba la opción número dos. Una educación pagada no era algo que se pudiera despreciar así como así, especialmente la oportunidad de volver a California para ello. Tendría tres años de beca para un Máster en Arte, además de la oportunidad de trabajar con algunos artistas increíbles, todo ello pagado por el Estado de California. Lo único que estaba en contra era que estaría en la otra punta del país donde estaba Torrey. Taylor pensó algo más sobre el último mes. Torrey no se había visto mucho con Stephen últimamente y Taylor temía que eso era porque ella monopolizaba mucho la vida de la joven. Incluso aunque la joven se hubiera resignado a una relación con el guapo hombre, pensó. No había nada de ánimo cuando Torrey hablaba de él. Por supuesto, las últimas dos semanas no se podía decir nada a Torrey sin que la joven huyera o simplemente rompiera a llorar. Taylor sabía que aunque su pequeña amiga la quería de verdad, una relación real y comprometida con la artista era algo que Torrey no aceptaría. Así que Taylor había tomado la desgarradora decisión de que tendría que irse y dejar a su amiga que siguiera con su propia vida. Tal vez sin Taylor en medio, Torrey podría comenzar un futuro con Stephen. El viernes avisaría a Diamond & Allen su negativa. Taylor comenzó a subir las escaleras del tercer piso, pasando por al lado de la amiga de Torrey, Alicia. La joven había estado claramente llorando. ―Hey, chiquilla, ¿estás bien?‖ preguntó Taylor atentamente. ―Taylor, ¿has visto a Torrey? No sé si ya se ha enterado‖ le preguntó Ally entre lágrimas. ―¿Enterarse de qué?‖ ―Stephen... Stephen Townley ha muerto. Le han matado esta noche a las afueras de Bangor, en la 95. Creo que le golpeó un camión cuando iba en su motocicleta‖. Taylor soltó la chaqueta que tenía sobre apoyada sobre su hombro y salió por la puerta. No tenía ni idea de si Torrey sabía lo del accidente, pero no quería que se enterara por nadie más. Al menos la morena mujer sabía por dónde comenzar a buscar. En esos cálidos días de primavera Torrey pasaba bastante parte del tiempo estudiando en un banco bajo el edificio de Ciencias. Las clases utilizaban una pequeña laguna como ecosistema simulado y había comenzado a convertirse en un parque natural, aunque pocas personas lo conocían.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
Cuando giró en la esquina del edificio y atravesó la pequeña alameda, escuchó de inmediato los sollozos de Torrey. El corazón de Taylor no podía hacer más que lamentarlo por su amiga. Cuando estuvo junto a ella, Torrey alzó la vista hacia Taylor. Una vez reconoció el rostro de su compañera comenzó a llorar descontroladamente. Taylor envolvió a la pequeña joven entre sus brazos, susurrándole suaves palabras de ternura. Había pasado media hora y Taylor no había conseguido que Torrey hablara. Cuando la joven lo intentaba, se trababa y comenzaba a llorar más. ―Lo siento, Tor. No sabía lo que Stephen significaba para ti. Quiero decir que no sabía que estabas enamorada de él‖ dijo Taylor. Torrey sacó un pañuelo limpio de su bolsillo e intentó calmarse lo suficiente como para hablar. Se sonó la nariz y se limpió los ojos que inmediatamente se colmaron de nuevo de lágrimas. ―Lamento lo que le ha pasado, pero no estaba enamorada de él. Taylor... estoy embarazada‖ Torrey comenzó a llorar con fuerza de nuevo. Taylor se quedó helada. Por el bien de su amiga, deseó haber oído mal. ―Seguramente también estés decepcionada conmigo, ¿verdad?‖ lloró Torrey ante el silencio de su amiga. Taylor se arrodilló suavemente frente a la joven, tomando las pequeñas manos entre las suyas. ―Torrey eso es imposible. Cariño, sabes que te quiero... nunca podrías decepcionarme‖. La morena levantó una mano y acarició tiernamente la mejilla de Torrey mientras lágrimas saladas humedecían su palma. ―Cariño, estás segura... ¿Stephen lo sabía?‖ preguntó Taylor. Torrey lo negó con la cabeza. ―He ido al médico esta mañana. Taylor, ¿qué voy a hacer?‖, preguntó comenzando nuevamente a llorar. Taylor se levantó y se acercó a la joven, los brazos de la mujer envolviéndose fácilmente alrededor de la familiar forma. ―¿Qué quieres hacer tú, Tor?‖ preguntó Taylor, acariciando el pelo de la mujer, y dadle suaves caricias en su espalda. Torrey soltó de golpe todo lo que pensaba. ―No sé a dónde ir... si estoy embarazada, pierdo mi beca... he llamado a mi madre y ha dicho que yo... que debo volver a casa, ¡pero que primero debo abortar! No puedo hacerlo, Taylor... simplemente no puedo, y no tengo a dónde ir...‖. Torrey no pudo continuar y tampoco Taylor quería obligarla. La morena 31
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Traducción: Xirant
mujer agradeció silenciosamente que la madre de Torrey no estuviera frente a ella en esos momentos. La hubiera dejado sin sentido. La mujer sujetó y acunó a la joven. ―Shhh... todo irá bien, Little Bit‖ intentó relajar Taylor a la joven. Besó con ternura su frente, sus húmedas mejillas, y finalmente se agachó y rozó sus labios con los de su amiga. No había nada erótico en esos besos; Taylor simplemente intentaba la única manera que conocía para hacerle llegar el poder de su amor y su amistad a su asustada amiga. Funcionó, y Torrey finalmente dejó caer su cabeza en la curva del hombro de Taylor. Torrey estaba destrozada y tenía el cuerpo dolorido de la tensión de todo el día. Apenas sí podía pensar y el tacto de Taylor era tan tranquilizador que cedió ante las caricias de la mujer y las lágrimas comenzaron a calmarse. ―Además, ya tengo la solución perfecta para todos tus problemas, sólo que no he tenido la oportunidad de decir nada‖ bromeó Taylor. Torrey se sonó de nuevo la nariz y alzó la mirada hacia su amiga. ―He decidido que voy a aceptar la oferta de Diamond & Allen, así que estaré en Maine, precisamente cuando pensabas que te ibas a librar de mí‖ movió sus cejas. ―Será perfecto. Podemos buscar un sitio no muy lejos de aquí y puedes ir a la universidad. Después de que nazca el bebé, puedes dar clases de tarde o de noche y yo puedo cuidarlo‖. Taylor sonrió ante el plan. ―Stretch, si me quedo perderé la beca. No creo que pueda encontrar un trabajo que me dé lo suficiente para mantener al bebé e ir a clase‖ replicó Torrey. ―¿Trabajo? No, nada de trabajo, Tor. Trabajaré y conseguiré la pasta y tú puedes utilizarla‖. ―Taylor, no puedo permitir que hagas eso‖ dijo Torrey suavemente, enmudecida ante lo que su amiga le estaba ofreciendo. ―No estaría bien‖. ―Ya, y estaría bien que me vaya al otro lado del país cuando mi mejor amiga no tiene un centavo, está embarazada y en breves será una sintecho... ¿eso estaría bien?‖ preguntó Taylor dulcemente. ―Tor, esa gente va a pagar una tremenda cantidad de dinero a una persona de veintitrés años recién salida de la carrera. Creo que podríamos aprovecharlo. Después de todo, ¿cuánto dinero puedo despilfarrar en bebida, drogas y mujeres?‖ Taylor vio el gesto de su amiga. ―Solo bromeaba‖ añadió. ―Por favor, deja que haga esto por ti, Little Bit. Te quiero en mi vida. Aún no estoy preparada para renunciar a ello‖ admitió Taylor. ―¿Qué tal se te da cambiar pañales?‖ dijo Torrey finalmente con una sonrisa. ―Soy tremendamente buena aprendiendo‖ respondió Taylor con una gran sonrisa.
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Traducción: Xirant
―Gracias, Stretch... te quiero‖ dijo Torrey mientras envolvía con sus brazos el cuello de la mujer. Cuando se separaron, Taylor besó la frente de Torrey. ―Yo también te quiero, Little Bit. Recuerda, lo que sea, donde sea, lo único que tienes que hacer es llamarme y la respuesta será ‗sí‘ ‖ replicó Taylor. *
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Torrey acercó su agenda de direcciones algo más, volviendo a sus gafas para leer su propia pequeña letra. Dios, sólo puedo desear que no esté en casa y le pueda dejar un mensaje para que me llame. No puedo creer que me suden las manos. La escritora recogió el cable del teléfono y se apoyó contra el cabecero de la cama. Habían pasado catorce años sin oír su voz. Se mandaban fielmente regalos en Navidades y cumpleaños, las cartas solían intercalarse durante todo el año; con la llegada de los ordenadores, se mandaban e-mails al menos una vez al mes. Nunca se veían y nunca se llamaban. Ambas entendían lo peligroso que era, aunque cada una de ellas tenía su propia razón. Ahora, sin embargo, Torrey tenía que tragarse su orgullo y dejar sus emociones a un lado donde no pudieran doler. Su amiga estaba siempre dispuesta a hacer lo que fuera por Torrey aquellos años, ella estaría dispuesta a hacer lo que fuera ahora; sufrir o humillarse por su hija. Señor, sé que siempre he querido que sea feliz, pero espero que no esté con nadie. Eso sería demasiado para mí. Torrey apretó los números del teléfono y exhaló un suspiro mientras el teléfono empezaba a sonar.
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Taylor estaba cubierta del polvo que su equipo expulsaba por todo al rededor. Su largo pelo negro estaba sujeto en una trenza mientras trabajaba, una máscara de filtro cubría parte de su cara. Entre el sonido de su equipo y el silencio de la máscara, casi no se dio cuenta del teléfono. Fue una extraña sensación. Como cuando apagas la aspiradora porque juras que el teléfono está sonando pero no hay ningún sonido cuando la apagas. Gruñó y se arrancó la máscara, alcanzando el teléfono que estaba apoyado en un taburete en la esquina del estudio. Estaba segura de que era Samantha. La propietaria de la galería estaba siempre al borde del pánico antes de una exposición. “Yeap” ladró al auricular. 33
Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
“Es genial saber que tus maneras por teléfono siguen siendo tan simpáticas como siempre, Stretch” Taylor estaba en medio de su estudio. Dejó caer la máscara suavemente de su agarre. El sonido al otro lado de la línea no podía ser verdad. Pero, realmente, sólo había una mujer que pudiera llamarla así. “Taylor, ¿estás ahí?” preguntó Torrey. Oh, sí, la voz era definitivamente real. Nadie en el mundo decía el nombre de la artista como su vieja amiga lo hacía. “¿Torrey?”. Una sensación, como si estuviera quedándose sin sangre, comenzó a extenderse por todo su cuerpo. Su estómago de repente hizo que se mareara y comenzó a sudar. Taylor se sentó pesadamente en el taburete. “¿Estás bien... es Jess...?” comenzó la artista, alarmada. “No, estamos bien... por decirlo de algún modo” respondió Torrey, sin saber por dónde comenzar. Taylor sabía que Torrey había tenido algún problema ocasional con JT, pero nunca había imaginado que se hubiera profundizado. “Stretch, necesito...”. Torrey alzó los ojos al techo, dispuesta a no dejar que las lágrimas cayeran. Pocas veces la obedecían, aunque estaba haciendo todo un esfuerzo. “¿Qué es, cariño? preguntó Taylor, quedándose catorce años en nada mientras sentía que estaba sentada en el suelo de la habitación de nuevo. La voz de su amiga combinada con la expresión de cariño abrió el camino a que las lágrimas de Torrey cayeran. “Necesito pedirte un favor” dijo Torrey. “La respuesta es sí” respondió Taylor. “Ni siquiera sabes qué te voy a pedir” rió y lloró Torrey al mismo tiempo. Taylor sonrió al auricular. “Sabes que no hay problema. ¿Qué pasa? ¿Tienes que pagar una deuda de juego? La respuesta es sí. ¿Que necesitas un riñón? La respuesta es sí. ¿Que...?” “Necesito que te quedes con mi hija seis meses” interpuso Torrey. “¿Estás segura de que no prefieres un riñón?” replicó Taylor. De nuevo Torrey no pudo evitar reír. Dios, hacía tanto tiempo que nadie me hacía reír así... “Dime, Little Bit, ¿qué ha pasado?” preguntó Taylor preocupada. 34
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Traducción: Xirant
Era un apodo que nadie más había usado con ella, uno que la hacía sentirse fuerte. Torrey se encontró sacando de sí misma lo sucedido en los últimos años, la ira y el dolor, junto con la frustración de intentar reparar el daño producido hacia tantos años, sin profundizar en él. Tres horas más tarde, todavía hablaban. Taylor estaba ahora sentada en sillón detrás del despacho de su oficina. Recorrió un fino dedo a lo largo de base de madera de la maqueta de avión de la esquina, escuchando llorando junto con su amiga. Taylor sabía que la situación era peor de cómo pintaba Torrey. No la hubiera llamado si no estuviera al borde de su límite.
el la y la
Era como un extraño acuerdo no escrito entre ellas. El amor de Taylor por esa mujer no había disminuido con el tiempo. Si cabe, Torrey se había convertido en una inquebrantable obsesión para la artista. Cuando se separaron, Taylor sabía que la única manera de dejar que Torrey siguiera con su vida era no hablar nunca con ella, ni verla en persona. Una vez separadas, su necesidad de la joven había sido tan insoportable por momentos que la artista había pasado horas con el teléfono en la mano, lista para marcar el número de Torrey sólo para oír su voz. Si sólo pudiera verla de nuevo, se dijo Taylor, como la recordaba, entonces... De esta forma, se distanció de aquello que tan apasionadamente deseaba, pero que nunca podría tener. Había asumido que Torrey era simplemente algo inalcanzable a sus deseos todos esos años. Debía ser una situación desesperante para que Torrey pidiera ayuda, de quien fuera. En la mente de Taylor sólo había una mujer que sufriera por ser tan orgullosa y cabezota como era ella, y esa mujer era la que estaba al otro lado del teléfono. Finalmente Torrey le contó a Taylor lo sucedido los últimos días. La escritora volvió a deshacerse en lágrimas nuevamente mientras le decía a su amiga cómo había golpeado a JT en la cara. Taylor frunció el ceño, sus manos apretándose una y otra vez. Cómo deseaba poder acercarse y envolverle entre sus brazos y hacer que todo fuera bien, justo como había intentado hacía tantos años. Torrey secretamente deseaba exactamente lo mismo. Finalmente, Torrey le relató lo sucedido cuando JT la golpeó. “¿Qué hizo qué?” La voz de Taylor bajó profundamente con un tono helado en ella. “Está bien. Parece peor de lo que realmente es” dijo Torrey repitiendo las palabras que había dicho a Jessica. Taylor todavía estaba hojeando su Rodolex. “Voy a coger el primer vuelo a Chicago”. “No, Taylor, no creo que eso mejore la situación. La mitad del problema son los amigos que Jess tiene aquí. No parece que pueda alejarse de ellos y cuando está con ellos no parece poder decirles que no”. 35
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Traducción: Xirant
“¿Cuál es la otra mitad del problema?” pregunto Taylor. “Creo que debo ser yo” respondió Torrey tristemente. “Tor, no digas eso. Eres una gran madre, siempre lo has sido” dijo Taylor firmemente. “No me has visto últimamente”. Torrey comenzó a llorar de nuevo. “¡le pegué, por el amor de Dios!” “Si, bueno” comentó despectivamente Taylor “suena a que se merecía que le patearan el culo”. Taylor se apoyó en el respaldo de la silla y pasó una mano por su cara, dándose cuenta de cómo sonaba lo que había dicho. “Sabes a lo que me refiero. Mira, cariño, no sé si podré mejorarlo algo. Me puede empujar lo que quiera y me conoces lo suficiente como para saber que no le voy a dejar que me pegue. Sé que tiene problemas legítimos que tendremos que tratar, pero parece como si necesitara una buena cantidad de ánimos para que lo haga”. “Lo sé” dijo Torrey derrotada. “Dios, Stretch, no sé si lo que voy a hacer es lo correcto o no y sabes lo que odio pedir ayuda, sólo sé que no tengo más opciones. JT sabe que puede acabar aquí... conmigo. Me sorprendió lo que hizo el otro día, pero creo que ella y yo, ambas, sabemos que no puedo controlarla. Espero que en un ambiente diferente, con otra persona... simplemente pensé que serías buena para ella”. Torrey no pudo detener las lágrimas después de eso. Taylor dejó que se desahogara por unos minutos, aguantando sus propias emociones. Siempre había pensado en JT como su propia hija también. Decirle adiós a los dos años fue una de las cosas más duras que Taylor había hecho nunca. Ahora tendría que afrontarlo. “No llores, cariño. Podremos con ello” dijo Taylor por teléfono, y para ambas mujeres, fue como si volvieran a aquel banco aquel cálido día de Abril. Los brazos de Taylor envolviendo protectoramente a la joven, prometiéndole que las cosas irían mejor. *
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Agosto, 1982 Taylor miró por la ventana y se preguntó porqué las consultas de los médicos eran siempre tan frías. Había como 33 grados fuera y sentía casi un comienzo de congelación ahí dentro. Miró cómo los coches se alejaban fuera, su oído escuchando siempre la conversación tras ella. Torrey odiaba ir sola al médico, especialmente desde que había comenzado a notársele el embarazo. La joven parecía que siempre tenía una discusión con la misma enfermera en la consulta cuando se daba cuenta de que no tenía anillo de casada y que firmaba como ―Srta.‖. El último mes, cuando Taylor había vuelto del trabajo, Torrey lloraba por 36
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esa situación. La artista de pelo negro le prometió que a partir de ese momento saldría temprano de la oficina y la acompañaría a su cita con el ginecólogo. Era algo que comenzaba a afectar a Torrey. Sentía que fuera donde fuera, la gente miraba hacia su mano, después al vacío anillo de casada e instantáneamente se sentía inferior. Fue difícil para Taylor convencerla de que pasara de gente como esa. Su joven amiga pasaba la mayoría de las veces, pero estando embarazada de seis meses y siendo una industria hormonal no ayudaba a su propia imagen. Por supuesto, no ayudó el que Taylor tuviera que ir a San Francisco a una reunión con un cliente y que Torrey no pudiera ir con ella por las clases. Taylor la compensó por ello. Mientras vagaba por Pier, un conjunto de alianzas le llamó la atención en una pequeña joyería. El platino estaba rodeado completamente de pequeñas piedras de pálido jade y azules zafiros. La combinación del color de sus ojos hizo que la morena mujer comprara el conjunto. Había un anillo de su tamaño y otro deslizándose en el dedo de Torrey. El gesto en el rostro de la joven hizo que el alto precio mereciera la pena. ―Es decir, no creo que la gente... es decir, no tienes que decirles que tú y yo estamos... bueno, creo que poca gente lo pensaría...‖ tartamudeó Taylor incesantemente cuando volvió a casa. Se sentía bastante cohibida mientras intentaba darle a Torrey la dúplica del anillo que la joven había notado inmediatamente en la mano de la mujer. Torrey deslizó el anillo por el dedo de su mano izquierda y lanzó sus brazos hacia el cuello de la mujer, no sin antes darle un beso en la mejilla. ―Eres maravillosa, ¿lo sabes, Stretch?‖ sonrió la joven. Taylor no pensaba que su joven amiga fuera a tener más problemas en la consulta después de aquel día. La alta mujer se sonrió mientras miraba por la ventana. Taylor iba tarde y se encontró con Torrey entre clases para hacerle saber que estaría en la oficina. Mientras Taylor paseaba por la sala de espera, Torrey estaba sentada intimidada por la reprobadora enfermera. Cada cabeza de la sala se giró para mirar a la llamativa mujer que entraba. La incursión de Taylor en el mundo profesional había dado a Torrey razones suficientes para llevarla de compras y una cosa que Taylor podía decir es que la muchacha tenía buen gusto. La morena mujer había ido directamente desde su oficina y todavía vestía la ropa del trabajo. Pantalones negros, una blusa púrpura de seda y chaqueta negra. Con los altos zapatos de tacón que Taylor odiaba, pero que toleraba para la oficina, casi llegaba a los seis pies de altura. Inmediatamente distinguió a la enfermera que Torrey le había descrito y no la puso de buen humor. Había tenido un día infernal y si la vieja esa no se andaba con cuidado sería la siguiente en la lista de víctimas que la artista había crucificado hoy. Torrey miró cómo su amiga mostraba esa mirada en sus ojos. Le 37
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recordó a una gata a punto de saltar sobre el ratón, sabiendo que la comida estaba asegurada y con facilidad. Taylor llegó hasta donde Torrey y le dio un suave beso en la parte alta de su cabeza. ―Hey, Little Bit, parece que has tenido un largo día‖ dijo Taylor, sintiendo lo cansada que parecía su amiga, acariciando su mejilla con los dedos. ―Perdónenme‖ interrumpió la enfermera. Ahí fue cuando Taylor lanzó a la mujer su mirada. Torrey la había visto muchas veces. Taylor la había perfeccionado, encontrando lo beneficioso de inculcar el poder de Dios a sus empleados. Por supuesto, se había desinflado un tanto el ego de la morena mujer cuando la había usado con su compañera y Torrey simplemente se había reído. Se dio cuenta entonces que no ayudaba el hecho de que la persona supiera que no tenías la intención de estrujarle el cuello. La artista de cabellera de ébano se alzó tan alta era con los brazos cruzado. Se retiró unos mechones de cabello, una ceja alzándose y desapareciendo bajo su flequillo. ―¿Siiii...?‖ ronroneó. ―¿Puedo ayudarla?‖ preguntó la enfermera. Torrey tuvo que levantar la mano hacia su boca para cubrir la sonrisa. Oh, alguien tendría que haber avisado a esta abuela. ―Nooop, yo ya he hecho mi parte‖ susurró suavemente, guiñando un ojo a la enfermera mientras miraba primero el ancho vientre de Torrey y después a la mujer. Torrey se mordió el labio para evitar reírse en ese momento. Taylor tenía un gesto en su rostro tan serio como determinante, mientras la enfermera se trababa y tosía. ―¿Forma parte del centro médico?‖ preguntó la nerviosa mujer. ―Formo parte de ella‖ replicó Taylor, sus dedos tamborileando sobre el brazo cruzado superior mientras el anillo de su dedo relucía cuando la luz le daba. La enfermera miró al anillo y después al anillo de la mano de Torrey, abrió la boca para decir algo, pero se lo pensó mejor cuando la sonrisa de Taylor se transformó en una fulminante mirada de ―se acabó‖. La mujer giró sobre sus talones y desapareció de la consulta. *
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Traducción: Xirant
―¿Taylor, quieres escuchar?‖ preguntó Joanna Weller, la doctora de Torrey. Ofreció el estetoscopio a la alta mujer. ―Si, porqué no. Apuesto a que está cantando Gene Pitney o Tony Bennett‖ bromeó a la joven tumbada sobre la camilla. Torrey se rió del comentario y miró mientras los ojos de su amiga se ampliaban suavemente, la comisura de sus labios se alzaban y sonreía abiertamente. ―¡Esto es completamente genial!‖. Se quitó los tapones y sonrió a su amiga. ―Estás haciendo un gran trabajo, Little Bit‖. La doctora Weller comenzó a escribir en la historia de Torrey. Veía a las dos mujeres y no podía imaginar dos personas mejores para criar a un niño. Era obvio que se adoraban. ―Bien, todo parece correcto. Tengo toda la información que necesitaras para tus clases de pre-parto, Torrey‖ dijo, dejando varios papeles en la mesa al lado de la joven mientras Torrey se abotonaba su blusa. ―He hecho un pequeño grupo que suelen quedar los lunes a la noche compuesto por mujeres. Tenemos de momento cinco parejas, creo que estaríais más cómodas en esa clase‖ ofreció Joanna. ―Umm..‖ comenzó Taylor, sintiendo que debía dar una explicación. ―Sería genial‖ respondió Torrey, sin escuchar la voz de Taylor ni la aturdida mirada de asombro en la cara de la alta mujer. Una vez estuvieron fuera de la consulta Torrey se giró hacia su amiga. ―Creo que debería haberte preguntado antes. Quiero decir, tal vez no quieras ir a las clases de pre-parto conmigo‖. ―Hey, estamos juntas en esto, ¿no?‖. Torrey le sonrió con cariño.
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Taylor entró en la oscura cocina para tomar un trago de agua. El apagado sonido de un llanto la despertó de su estado de somnolencia. Silenciosamente miró a la sala de estar y vio a Torrey, arrebujada a un lado del sofá. ―Torrey, ¿estás bien?‖ preguntó la mujer preocupada. Taylor sorprendió a la joven. Se limpió las mejillas con la manga de la bata. 39
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―Estoy bien‖ respondió Torrey. Taylor se sentó junto a la rubia, estirando su brazo sobre los hombros de la joven, su pecho oprimido suavemente sobre la espalda de la pequeña mujer. Taylor acercó su mano al brazo de la joven para tranquilizarla. ―Cariño, ¿qué va mal?‖ ―Voy a ser una madre horrible‖ soltó Torrey. Taylor sonrió y soltó una suave carcajada. ―Torrey, vas a ser una gran madre‖ la reconfortó Taylor. ―Si, apuesto a que Evelyn pensó eso mismo también. ¡Y mira qué pasó!‖ Las lágrimas de Torrey volvieron. Torrey había llamado a su madre por su nombre de pila. La bronca que habían tenido por teléfono fue enorme cuando la joven la dijo a su madre sus planes de tener al niño. Y cuando Torrey le dijo que viviría con Taylor y que la artista se encargaría de ella y del niño, Evelyn explotó. Las cosas que le dijo esa noche a su hija, cómo la llamó, causaron una incendiaria reacción en Taylor, que estaba escuchando por la otra línea bajo petición de Torrey. La morena mujer colgó el teléfono de golpe y anduvo lentamente hasta la otra habitación. Cogió el teléfono de la mano de Torrey. ―Torrey, sal de aquí‖ siseó Taylor. Los ojos de Taylor se oscurecieron de ira. Estaba intentando controlarse delante de su pequeña amiga. Torrey, sollozando histéricamente hasta el momento, salió fuera, pero tan pronto oyó cerrarse la puerta tras de sí escuchó las primeras palabras que Taylor tenía que decirle a la mujer por teléfono. ―Tú, condenada puta...‖ Nunca habían hablado de lo que había sucedido después. Torrey nunca había preguntado qué palabras se habían intercambiado y Taylor nunca le había ofrecido la información. Ahora, sentada en la oscuridad con Torrey entre sus brazos, Taylor sintió algo dentro que le decía que Torrey sería una madre maravillosa. Sentía que el niño de la joven sería bendecido con un amor que Torrey no podía ni imaginar. ―Whoa, ¿Lo has notado?‖. Torrey tomó la mano de Taylor y la puso sobre su abdomen. ―¡Wow!‖ exclamó Taylor mientras sentía la patada del niño por sí misma. ―¿Duele?‖
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Traducción: Xirant
―No, se siente algo como... no sé, extraño‖ respondió Torrey. Torrey se relajó contra su amiga, Taylor apoyó su barbilla sobre el hombro de la pequeña mujer. ―Eh, Tor, después de que el niño nazca, ¿porqué no nos tomamos unas pequeñas vacaciones?‖ preguntó Taylor. ―¿Tienes algo en mente?‖ ―¿Has estado en California?‖ preguntó Taylor, conociendo la respuesta de antemano. ―No. ¿Estás pensando en llevarme?‖ rió Torrey. ―Pienso que estaría genial. Puedo enseñarte dónde crecí y podrás conocer a mi madre. Tal vez he salido algo salvaje, pero te lo garantizo, mi madre se conoce todos los trucos. Estoy segura de que nos podría enseñar unos cuántos‖. Torrey sonrió cuando Taylor dijo ―nos podría enseñar‖. Disfrutó la sensación de que fueran una familia, aunque solo fuera temporal. ―Serás una gran madre‖ susurró Taylor al oído de la joven mujer. ―¿Cómo lo sabes?‖ preguntó Torrey. ―Porque, como tantas veces me has dicho a mí, todo sucede por una razón. Vas a tener este niño por una razón. Tienes mucho amor que dar, Tor. No puedo imaginarte como mala madre. No creo que tengas eso dentro. Creo que harías cualquier cosa, ... cualquier sacrificio para ver a tu niño crecer feliz y contento‖ respondió Taylor. *
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“Hola. He cogido chino. ¿Te parece bien?” dijo JT mientras entraba en el loft cargando con las bolsas. “Suena bien, y huele también bien” dijo Torrey con una sonrisa. “Estoy más que dispuesta a un descanso”. JT miró la cara de su madre cuando la mujer no la miraba. La joven se dio cuenta de que el púrpura moratón seguía igual de grande que la noche anterior. El hecho de que los ojos de su madre le decían que había pasado la tarde llorando tampoco se escapó a su atención. Se sentó en el suelo de la sala de estar, dispersando un buen número de cajas de comida en la mesa del café. No habían hablado mucho, pero madre e hija disfrutaban del momento simplemente porque no estaban peleándose. Ese tipo de descansos eran raros en los últimos tiempos. 41
Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
Ambas se apoyaron contra el sofá, pero finalmente Torrey se sentó en un hueco de la mesa. “Dios, me estoy haciendo mayor para los suelos de parqué” rió. Después de unos momentos, JT se giró y apoyó el codo en el espacio de sofá donde descansaban las piernas de su madre. “¿Así que vas a mandarme a uno de esos lugares de rehabilitación de drogas en Malasia, donde te tratan como un prisionero de guerra?” preguntó JT suavemente. “¿De dónde has sacado sentándose más recta.
una
idea
como
esa?”
preguntó
Torrey,
“He visto algo en 60 minutos. Esos padres estaban completamente felices aunque parecía que a sus hijos les habían hecho un lavado de cerebro cuando volvían” replicó JT. En el fondo de su corazón, no creía que su madre realmente la mandara a un sitio como ese, pero esta vez había cruzado la línea y no había un previo a lo que su generalmente amorosa madre tenía en mente. “No tengo ninguna intención de mandarte a un sitio de esos”. “Pero, me vas a mandar a algún sitio, ¿verdad?” preguntó JT. Bien, ahí va. “Creo que será algo divertido para ti. Nunca has estado en California. Bueno, realmente has estado, pero no creo que te acuerdes teniendo en cuenta que solo tenías cinco meses en aquel momento” respondió Torrey. “¿Es algo como la Betty Ford?” preguntó JT nerviosa. “Jess, quiero que vayas a vivir con Taylor durante seis meses” dijo Torrey seriamente. “Ni siquiera la conozco mamá. Quiero decir, sé que sois amigas de toda la vida y que es la más increíble mujer del mundo según tú, pero es una extraña para mí” explicó JT. “¿No podría simplemente ir a la escuela o vivir en un apartamento fuera de casa?”. “Cariño, lo primero de todo, no te voy a mandar fuera para que puedas hacer lo que te dé la gana”, Torrey acarició el pelo de su hija. JT raramente aceptaba los cariños de nadie y podía decir que, aunque su hija lo estaba intentando, la joven se tensó al momento. “Segundo, ¿realmente crees que has ahorrado lo suficiente como para vivir fuera de casa sin ayuda?” preguntó Torrey. “Supongo que no” respondió JT.
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Traducción: Xirant
La joven mujer cerró sus ojos y disfruto del tacto de su madre. Al principio la incomodó un poco, pero de repente ansiaba las cariñosas caricias. Un sentimiento de miedo la traspasó. No solo sería vivir con una extraña, sino que en diecisiete años estaría sin su madre por primera vez. JT apoyó la cabeza en la pierna de su madre y dejó que la tranquilizadora voz de su madre la reconfortara por primera vez en mucho tiempo. “Le he preguntado a Taylor y está esperando ya”. “Mamá” sonrió JT a su madre “o me estás mintiendo o no le has contado lo que he andado haciendo últimamente”. Torrey devolvió el comentario con una sonrisa. Señor, se parece tanto a Taylor cuando hace eso... “Touché. Y simplemente ha dicho que está deseando verte de nuevo” replicó Torrey. “En el fondo suena bien. Apenas la recuerdo, sin embargo” dijo JT con preocupación. “Solías llorar si no estaba en casa para meterte en la cama. Te quería mucho” terminó Torrey suavemente. Su madre le había contado historias de cuando era pequeña y su conexión con Taylor, pero no podía recordar mucho de todo ello. Tenía solo dos años cuando las dos mujeres habían tomado caminos diferentes, pero a veces, cuando Jessica veía a su madre haciendo los ejercicios de cada día, tenía la sensación de haber sido testigo de esa misma escena antes, pero su madre no estaba sola en sus recuerdos. Siempre había una oscura figura silenciosa al lado de su madre, pero Jessica no podía poner un rostro a su aparición. Después de tantos años era como si la silenciosa extraña no fuera real, sólo parte de los sueños de JT. “¿Si me quería tanto y os llevabais tan bien, ¿porqué no estáis juntas?” “Es... complicado” respondió Torrey, y JT supo por la mirada que su madre le ofrecía que no habría mayor explicación. “Es curioso. Conocí a Taylor cuando yo tenía tu edad” murmuró Torrey casi a sí misma. “Me lo prometiste, Jess. ¿Mantendrás tu promesa?” preguntó Torrey, levantando la barbilla de su hija hasta que sus ojos se encontraron. JT intentó darle a su madre una sonrisa. “Te lo prometo mamá. No te fallaré esta vez” respondió JT. “Sé lo difícil que es lo que te pido que hagas, Jess. Cuando tengas uno de esos insoportables días tan solo recuerda: yo creo en ti, cariño” replicó Torrey, agachándose para besar la cabeza de su hija. 43
Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
Ambas mujeres asintieron ante dicha promesa y el consuelo que parecía, preguntándose si se mantendría realmente. *
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Noviembre, 1982 ―¡Torrey!‖, gritó Taylor tapando el teléfono con su mano. ―Es Joanna. Quiere saber cómo te encuentras‖. La Dr.Weller llamaba una vez al día para conocer la situación de Torrey desde que había cumplido los nueve meses. No era normal que el primer hijo de una mujer se retrasara. La doctora había intentado explicar a Torrey que los cálculos de la joven sobre la fecha de la concepción podían estar levemente equivocados. La joven rubia le había tenido que explicar indignada a la doctora que sólo había tenido sexo con un hombre una vez en toda su vida para llegar a ese punto, y esa fecha no era algo que pudiera olvidar fácilmente. ―Tor, ¿estás levantada?‖ llamó Taylor de nuevo. Retiró la mano del aparato y comenzó a hablar con Joanna. La cabeza de Torrey apareció por la puerta de la habitación. ―Dile que ya son nueve meses, ¡lo quiero fuera ya!‖ gritó Torrey. ―¿Has oído eso?‖ preguntó Taylor a la doctora. ―Oh no, está de un delicioso humor‖ respondió la morena mujer sarcásticamente . Taylor rió a algo que dijo la doctora, entonces alzó la mirada y vio a Torrey entrando en la habitación. ―No cuelgues‖ dijo Torrey con voz seria. ―Acabo respondió a la mirada interrogante de Taylor.
de
romper
―Hey, doc‖ sonrió Taylor al teléfono. ―¡Creo que empieza el espectáculo!‖
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aguas‖
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Traducción: Xirant
NONE SO BLIND (II) By LJ Maas
"There are none so blind, as those who would not see..."
Taylor movió sus pies nerviosamente mientras esperaba en la zona de llegadas del aeropuerto John Wayne. Dio vueltas alrededor de varias personas que también parecían estar esperando por los vuelos de llegada. Finalmente, apoyó su alto cuerpo contra la pared de atrás. Se suponía que el vuelo había llegado a la hora. Cinco minutos para hacer el mayor de los ridículos delante de una chica de diecisiete años. La morena mujer miró la expresión de algunos de los transeúntes, lo que al sur de California era lo que se esperaba. Probablemente pensaban que la alta mujer era una actriz, sabiendo que habían visto su cara en alguna parte pero sin recordar exactamente dónde. Estaba vestida con su mejor chaqueta de cuero, una camiseta de algodón blanca y unos vaqueros desgastados. Sus botas de cuero eran calientes y cómodas. Si alguien pudiera recordar la revista Architectural Digest del último mes, la hubieran reconocido por la portada. Vestía de la misma manera, excepto que la chaqueta de cuero era una chaqueta de vestir, y estaba situada en frente de su última escultura, dentro de su estudio. El teléfono móvil de Taylor sonó y ella buscó dentro del bolsillo de su chaqueta para contestar. “Yea” gruñó impaciente. “¡Eh!, no has tomado tu café de la mañana, ¿no?” dijo la voz. El contraído gesto de Taylor se transformó en una sonrisa y cualquiera que estuviera mirándola habría visto la increíble transformación. “Cariño, su avión no ha aterrizado aún” comentó Taylor. Estaba todavía sorprendida de que un apelativo tan cariñoso surgiera de su garganta con semejante facilidad. “Yo... estoy nerviosa...” dijo Torrey con voz apagada. “¿¡Tú estás nerviosa!?” respondió Taylor. “¿Estás segura de hacer esto, Stretch?” preguntó Torrey.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
“Encuentro que es un momento interesante para preguntarme eso”. La escritora rió y Taylor se la imaginó pasándose los dedos a través de su cabello rubio, lo que de hecho estaba haciendo. “Torrey...” susurró suavemente Taylor. Torrey sintió un marcado escalofrío recorrer su espalda cuando Taylor susurró su nombre de esa forma. Tragó con dificultad, preguntándose qué iba a decirle la mujer. “¿Sí?” preguntó ella. “¿Me vas a llamar cada día los próximos seis meses? No me estoy quejando teniendo en cuenta que esto es lo más que hemos hablado en catorce años, pero es que simplemente me preguntaba si podría llamarte y gastarme todo mi sueldo en llamadas o no” bromeó Taylor. “Oh, muy gracioso, Stretch” replicó Torrey. Podía escuchar la casi inaudible risa de Taylor y sintió su corazón golpear con fuerza. Taylor sabía que pasaría eso. Todos esos años separadas se habían quedado en nada en cuanto escuchó la voz de Torrey la semana anterior, ese era el porqué se distanciaron ambas dos, físicamente. Bromeaba con la joven mujer, pero habían charlado unos minutos cada día desde la primera llamada de Torrey. Por supuesto, hablaban de Jessica y de los preparativos que tenían que hacer, pero Taylor ansiaba escuchar la voz de su amiga. La morena mujer controlaba mucho sobre adicciones y ella había caído precisamente en la clásica trampa: una vez vuelves a probar es mucho más difícil dejarlo que la primera vez. “¿Podré hablar de todo contigo?” Taylor escuchó la voz de Torrey. La artista intentó enfocar a la razón por la que ella y su amiga comenzaron a hablar en primer lugar. Siempre había sido sincera con Torrey, en todo, excepto sobre lo que sentía en su corazón, y eso no iba a cambiar ahora. “¿Sabes?, tengo que admitir, Little Bit, que escuchar tu voz me hace sentir mejor de lo que estaba desde hacía mucho tiempo. Me encanta y no creo que quiera dejar de hacerlo de nuevo, pero quiero que Jess sienta que puede confiar en mí. No quiero que piense que ando informando a su madre todos los días. Todo esto va a ser ya bastante duro para ella sin esa presión añadida. Aunque las cosas vayan bien y haga todo como debe, tendrá bajones y malos días. Quiero que tenga la sensación de vivir en un ambiente donde no pasa nada si eso ocurre” finalizó Taylor. “Tienes razón, lo sé. Seis meses entonces” dijo suavemente Torrey.
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“Seis meses” repitió Taylor. “Te escribiré e-mails y dejaré que sepas qué tal ando, como siempre, y sabes que te llamaré si cualquier cosa va mal... lo que no va a pasar” inquirió tranquilizadoramente. “Sé que tienes razón, Stretch. Puedo hacer esto, ¿verdad?” preguntó Torrey. “Sí, cariño, sé que puedes. Hey, el avión ya ha llegado, creo que mejor voy a por la niña” “Mucha suerte, Stretch” dijo Torrey sin querer colgar el teléfono. “Serás una gran madre” dijo finalmente mientras la línea se cortaba en la mano de Taylor. *
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Noviembre, 1982 ―Parece que ya estás preparada‖ la doctora Weller sonrió a la joven. ―Joanna‖ jadeó Torrey ―¿recuerdas cuando Taylor dijo que lo haría por mí si habría algún modo de hacerlo? Le has oído decir eso, ¿verdad?‖ ―Creo que sí‖ la doctora miró divertida el confuso gesto de la artista. ―Creo que quiero aceptar esa opción ahora mismo, si no te importa‖ dijo Torrey lanzando una mueca en dirección a su alta amiga. Joanna sonrió a la joven y miró la cara de Taylor. ―No te asustes, Taylor. A la mayoría de los maridos que pasan por aquí les dicen lo mismo‖. *
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―Ok, Torrey, quiero otro buen empujón‖ dijo la doctora Weller desde detrás de la mascarilla. La doctora había comenzado a preocuparse por la joven mujer. Un par de empujones más y el bebé debería estar fuera. El único problema era que Torrey había tenido un largo y doloroso pre-parto y la joven estaba al borde de caer exhausta. Taylor estaba sentada detrás de su amiga, sujetando su espalda y echándole una mano en todo el proceso.
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―Vamos, cariño, un empujón más‖ animó Taylor. ―Puedo hacerlo, ¿verdad, Stretch?‖ apretando la mano de su amiga.
exhaló
Torrey
con
dificultad,
―Por supuesto que puedes... vamos, Little Bit‖ replicó Taylor. ―Ok, Torrey, respira y expira un par de veces y después empuja con fuerza... ¿preparada?‖ Torrey respiro varias veces. ―Vale, ahora ¡empuja!... vamos, ¡eso es!‖ dijo Joanna en voz alta entre los sollozos de Torrey. De repente Torrey gritó mientras un dolor como una puñalada la atravesaba, dejándola sin aliento. ―Tor, ¿estás bien?‖ preguntó Taylor, su rostro enclavado por el miedo y la preocupación. ―Torrey, para... ¡deja de empujar!‖ gritó Joanna. ―Taylor sal fuera y deja que se tumbe. Jill, trae salino IV, avisa a cirugía y diles que vamos para allá, ¡¡AHORA!!‖ ―¿Taylor?‖ llamó Torrey agotada mientras su boca y nariz eran cubiertas por la máscara de oxígeno. Taylor fue sacada fuera mientras el monitor cardiaco del feto comenzó a retumbar con su sonido de alarma. Las enfermeras comenzaron a moverse en todas direcciones. ―¿¡Qué demonios va mal!?‖ gritó por encima de la repentina confusión. ―¡Ahora no, Taylor!‖ le gritó Joanna Weller, saliendo por las puertas dobles que daban al área de Laboratorios y Cirugía. ―¡¡Torrey!!‖ gritó Taylor mientras las puertas dobles se cerraban de un portazo y la morena mujer era bruscamente dirigida a una pequeña sala de espera.
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Taylor dobló sus rodillas para relajarlas porque sentía que no podrían mantener su peso mucho más tiempo. Nunca se había sentido tan asustada ni tan impotente en toda su vida. Todo había sucedido tan rápido. Un momento estaba sentada tras Torrey, y el siguiente estaban llevándosela exhausta a
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cirugía. Y en medio del caos nadie había tenido tiempo para decirle a Taylor lo que estaba sucediendo. No puedo perderla ahora, no ahora... por favor, no puedo perderla... Taylor cerró los ojos fuertemente, sus manos dobladas presionando sus labios, los nudillos blancos ante la tensión. Silenciosamente rezó al Gran Poder que ni siquiera estaba segura de que existiera. Meciéndose atrás y adelante, sus labios se movían en una silenciosa oración, pidiendo por la vida de la mujer que amaba y por la vida de su hija. Fue en ese momento cuando comprendió que sentía que la hija de Torrey también era su hija. Podría estar así durante cinco minutos o cinco horas; estaba completamente perdida en sus súplicas. Tan metida estaba en sus meditaciones que ni siquiera sintió la mano sobre su hombro. ―Lo siento, Taylor‖. Joanna Weller estaba a su lado. Taylor alzó la mirada a la doctora mientras las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos. ―Siento no haber tenido tiempo de explicarte qué estaba pasando, tenía que moverme rápido‖ se disculpó la doctora. ―¿Torrey ¿Y la niña?‖. Taylor tenía terror a preguntar. ―La mamá y el bebé están bien‖ sonrió Joanna a la mujer sentada. Taylor agachó la cabeza y lloró. No sabía porqué, pero se sentía emocionalmente destrozada. ―¿Puedo verles?‖. Se secó los ojos con la manga del desgastado top que vestía. ―Torrey no está despierta, pero está en la Sala de recuperación. Puedes echarle un vistazo rápido, ¿vale?‖. Hizo una seña a Taylor para que la siguiera. ―¿Qué demonios ha pasado?‖ preguntó Taylor. ―El cordón umbilical estaba enredado al rededor del cuello del bebé, todo pasó a gran velocidad. Tuve que irme y seccionar, pero Taylor...‖. Joanna paró a la alta mujer antes de entrar en la sala de recuperación. ―Torrey tuvo más problemas que ese. Estaba sangrando en gran cantidad por culpa de lo que se llama una torsión del útero. Ha tenido un bebé muy grande y bueno, ella es de constitución pequeña. Su tipo de útero hizo lo mismo que sucede cuando tú retuerces una toalla mojada. Giró y... en fin, he tenido que llevar a cabo una histerectomía para controlar la hemorragia. Lo siento, odio tener que haber hecho esto cuando es tan joven, pero no quedaban muchas opciones‖. Una visible mueca de dolor cruzó el rostro de Taylor y comprendió la tremenda impresión que sería para su pequeña amiga. Taylor deseó que algún
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día Torrey recibiera el amor y la familia que la joven merecía, pero ese sería el único hijo para su joven amiga. ―Se lo diré... después, cuando despierte‖ dijo suavemente Taylor. Andando por la sala de recuperación y llegando a la camilla donde reposaba la pequeña rubia, Taylor se dio cuenta de la palidez de su rostro. Moviéndose con cuidado alrededor de los tubos de suero y sangre, Taylor envolvió con su mano los helados dedos de Torrey. Sin importarle quién pudiera verle, se agachó y rozó sus labios contra los suaves labios de la dormida mujer. ―¿Quieres conocer a tu hija?‖ le preguntó Joanna. Taylor sonrió. Una niña. ―Tal vez pueda esperar a Torrey‖ añadió. ―Vamos‖. Joanna la sacó de la sala de recuperación. La doctora vio la mirada en los ojos de Taylor y supo que nunca lo habría hecho si Torrey hubiera estado despierta. Ambas mujeres se pusieron mascarillas y batas desechables y la doctora Weller la llevó hacia la sala de recién nacidos. ―El bebé Gray‖ le dijo la doctora a la enfermera. Una joven enfermera se acercó con un pequeño paquete entre sus brazos. Taylor miró a las dos mujeres con un pánico inesperado en sus ojos. ―Yo, yo nunca... he cogido a un niño antes. No puedo romperla o algo así, ¿no?‖ La enfermera fue paciente y amable, le dijo a Taylor que se sentara en la silla de madera que había tras ella. Una vez sentada, le mostró a la alta mujer cómo sujetar la cabeza y el cuello del bebé. Cuando el pequeño cuerpo se tumbó en los brazos de Taylor, retiró un poco la manta para mostrar la más pequeñita criatura que había visto en su vida. ―Oh, Dios mío, es preciosa... tan pequeña‖ Taylor sonrió a la enfermera y a la doctora. ―Quiero decir, es como una persona normal, pero su nariz, y sus orejitas, y todo... me refiero a que es como una pequeñita persona‖ balbuceó Taylor. La morena mujer sabía que estaba sonriendo como una idiota tras la mascarilla, pero no podía dejar de hacerlo. Entonces no pudo detener las lágrimas que comenzaron a caer sobre aquella perfecta y preciosa criatura. Oh, sí... se dijo Joanna Weller a sí misma. Esta va a ser una gran madre.
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Taylor se retiró mientras los pasajeros salían por la puerta de llegadas del vuelo 119. Quería ver a JT antes de que la joven pudiera verla. No podía explicarlo, pero quería tener la oportunidad de prepararse, y se preguntó si la joven estaba tan aterrorizada como ella. La morena mujer se secó conscientemente las sudadas palmas sobre sus muslos. Taylor ni siquiera tenía una fotografía reciente en la que basarse. Torrey le había dicho que JT se había negado rotundamente a ser fotografiada los últimos años. Cuando la mujer le había preguntado cómo podría reconocer a la hija de su amiga, Torrey se había reído. ―Se parece y actúa exactamente igual que tú cuando me conociste, Stretch‖ dijo Torrey. El gruñido de Taylor se pudo oír a través del teléfono. ―Little Bit, ¿estás segura de que no prefieres un riñón?‖ La joven andaba al lado de varios pasajeros, mirando al rededor, intentando reconocer algún rostro familiar. Taylor sonrió. Torrey había acertado por completo. Era curioso lo que Jess se parecía a la mujer que estaba en la parte trasera. Por supuesto, si se conocía el rostro de Torrey como Taylor lo conocía se podría decir que la joven era el vivo retrato de su madre. Verdes ojos que brillaban traviesos, nariz levemente respingona y un delicado aire que la rodeaba dándole una sensación de sabelotodo. JT vio a la mujer mientras se dirigía la pared de la parte de atrás y atravesó la muchedumbre para alcanzar el sitio donde la mujer había parado. Podía ver porqué su madre siempre describía a Taylor como una preciosidad. Lo era, y de qué manera. JT fue alcanzada por la fuerte mujer. Hasta ese momento, si se le preguntaba, Jessica habría dicho que su madre era la mujer más fuerte que había conocido, pero la fuerza de su madre era engañosa. Sabía que su madre podría haberla partido en dos como una ramita si hubiera querido, pero el tamaño de Torrey le daba cierta ventaja; tenía la capacidad de poder camuflar su fuerza. La mujer que caminaba hacia JT simplemente emanaba poder y energía. No sólo tenía un aura de superioridad, sino que su apariencia física era irresistible. JT vio los marcados músculos al final de la mano de la mujer mientras tomaba una de las maletas de JT. JT estaba nerviosa por todo lo de la promesa y, desgraciadamente, cuando estaba nerviosa o asustada su mejor yo brillaba por su ausencia. Cuando algo la vencía o cuando tenía miedo, JT atacaba, convirtiéndose en una perra lista. Era toda una desgracia para ella que fuera a conocer a una maestra de ese tipo de actitud. Taylor sabía que los primeros minutos, o incluso horas, debían llevarse a cabo con cuidado; o ella perdería el control como Torrey había hecho. La delicada partida de ajedrez había empezado. Taylor mueve su peón blanco primero.
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“Hola, Jess. Bienvenida a California” dijo Taylor con una reservada sonrisa. “De la famosa escritora” dijo JT mientras pasaba de la alta mujer, impulsando contra ella un sobre mientras pasaba. El sobre había sido abierto. Fue entonces cuando JT cometió el error de lanzar una sonrisita de satisfacción a la mujer. Un peón negro hacia adelante. Los ojos de Taylor no reflejaban ni la mitad de la ira que sentía en esos momentos, y se maldijo por dejar que la muchacha le tocara las narices tan rápidamente. El peón negro se come al blanco. “Veo que tu madre sigue teniendo el pequeño apropiadamente sus paquetes” dijo Taylor fríamente.
problema
de
cerrar
El sobre contenía una carta de Torrey y Taylor la leyó rápidamente. No decía mucho, Torrey había imaginado que su hija la abriría. Dentro del sobre había diez mil dólares. “Para los gastos de JT”, decía la carta. Taylor sacudió su cabeza. Dejaría el dinero en el mismo sitio donde ponía el resto de los cheques que Torrey le había mandado durante todos esos años. Cuando Torrey comenzó a estar en el top del ranking de autores de éxito, comenzó a mandar a Taylor cheques a modo de pago por los años que habían vivido juntas, cuidando de Jessica. Taylor nunca se ofendía por ello, sabía que así era Torrey, orgullosa, no queriendo deber nunca nada a nadie. Al principio la artista se negó a cobrar los cheques, luego se le ocurrió una solución que la hacía más feliz y que hacía que Torrey pensara que había aceptado su dinero. Taylor había abierto una cuenta a nombre de Jessica con Torrey como albacea, si algo le pasara a la morena mujer. Por hora la cuenta tenía suficiente como para pagar la universidad de JT como dos veces, si la muchacha reunía los suficientes requisitos como para ir. “Una cosa puedes decir de mi madre: no es barata” dijo JT frívolamente. Taylor sintió una respuesta surgiendo por sus labios y tomó la consciente decisión de dejar que saliera. Torrey debía haber sufrido mucho con la actitud de su hija, pero Taylor iba a dejar bien claro que ella no le iba a dejar que lo hiciera. “¡Deberías estar sorprendida de que ella piense que vales tanto!” la desdeñó Taylor mientras pasaba por delante de la muchacha hacia la cinta de equipajes. JT se detuvo brevemente ante la respuesta de la mujer. No se lo esperaba. Caballo blanco a alfil negro... la reina está en problemas. Jaque.
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El silencio reinó mientras Taylor se abría camino hacia el negro Ford Explorer. Había pensado en impresionar a la muchacha con el Mercedes rojo, pero conociendo el equipaje habrían tenido problemas. Desde que la chica se había convertido en un puro dolor en el culo, se alegraba de no haberse molestado. Desbloqueando el maletero, impulsó la puerta y guardó rápidamente el equipaje de la joven. ¡Jesús, ha traído más mierda que la que trajo su madre cuando fuimos a la universidad para cuatro años! Taylor se movía sin problemas a través del rápido tráfico con la experiencia de tantos años circulando por las carreteras de California sobre sus espaldas. Es divertido cómo el silencio puede poner nervioso a algunas personas más que cualquier otra cosa. Taylor estaba acostumbrada al silencio. JT se estaba volviendo loca. La joven estaba acostumbrada a la interminable verborrea de su madre y nunca se había dado cuenta de lo confortable que la voz de su madre había llegado a ser. Miró de reojo a la artista. Taylor parecía inmersa en sus propios pensamientos, escuchando su cd favorito de Gene Pitney en el estéreo del coche, sus azules ojos invisibles tras las oscuras Ray Ban. JT estaba fuera de sí. Se estaba desesperando por un poco de conversación. “¿Siempre hace calor en invierno?” preguntó, esperando que le siguiera el juego. En casa, bastaba una pregunta para que su madre comenzara. “Bastante” respondió Taylor. Taylor miró cómo la joven se movía nerviosamente y comenzaba a tamborilear sus dedos contra sus piernas. La alta mujer no solía hablar mucho, pero tenía la sensación de que cualquier hija de Torrey debía estar acostumbrada a mucha más estimulación verbal que la capacidad comunicativa de Taylor. JT no podía aguantar más. Alargó la mano a los botones de la radio para escuchar algo de música que le gustara a ella. Todo fue tan rápido que JT no lo vio hasta que la mano estaba alrededor de su muñeca. Instintivamente intentó zafarse, pero la mujer tenía su muñeca atrapada en un férreo agarre, sin girarse ni una vez hacia la chica, sus ojos centrados en el tráfico delante de ellas. “No toques cosas que no puedes sin permiso” siseó Taylor. Una vez liberada, JT se frotó la muñeca y lanzó un gesto a Taylor como si la mujer tuviera algún tipo de psicopatía. “Sólo quería saber lo que había en la radio” se quejó JT.
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“Pero es mí radio” disparó Taylor. Pasaron cinco minutos más de silencio y Taylor pudo ver la guerra interna que se estaba llevando a cabo en la joven reflejada en las expresiones de su rostro. “¿Puedo, por favor, cambiar la emisora de radio?” preguntó JT odiándose por hacerlo. Taylor no sonrió ni se carcajeó, aunque quería hacer ambas cosas. “Sí, puedes” dijo, apretando el botón del stop del CD y pasando a la frecuencia de radio. La reina negra cae. Jaque mate. *
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Condujeron como una hora; Taylor respondía sólo cuando JT preguntaba. Tendrían todo el tiempo del mundo para hablar los próximos seis meses, pero por el momento la morena artista estaba intentando establecer cierto dominio. Quería que la joven tuviera claro que Taylor era la que llevaba los pantalones en esa casa. JT habría disfrutado de esos momentos si no hubiera estado enfadada. Viviendo en una gran ciudad, no sabía que esa parte del país pudiera ser tan bonita. Taylor sabía que el ir a Dana Point por la carretera de la Costa del Pacífico impresionaría a la joven. “¿Realmente hay focas ahí abajo?” preguntó JT sorprendida, mirando fijamente a las rocas del agua. “Yeap. Apuesto a que no tenéis de éstas en Chicago, ¿eh?” respondió Taylor. “¡Por supuesto que no!” sonrió JT y por un momento se olvidó que estaba enfadada con la alta desconocida. Dejaron la carretera y fueron por el puerto, dirigiéndose hacia los acantilados. Pararon ante la cerrada puerta y Taylor presionó varios números en el teclado numérico del llavero desde el coche. “Parece el exterior de una prisión” se refirió JT hacia la puerta. “Te daré los códigos. No es que vayas a ser una prisionera aquí, Jess” explicó Taylor mientras la puerta negra se balanceó abriéndose y cerrándose automáticamente tras ellas. “Tengo muchos trabajos caros y deben estar protegidos”.
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“Whoa” exclamó JT mientras entraban en el garaje. La joven salió rápidamente y examinó el Mercedes rojo descapotable. “¡Buen coche!” comentó JT. “Gracias” replicó Taylor con orgullo. JT estaba intentando desesperadamente no andar por el lugar con la boca abierta. Todo lo que pensaba era que su madre adoraría ese sitio. Había claraboyas y vidrieras de colores prácticamente en cada habitación. Era obvio que allí vivía una artista. Las habitaciones estaban decoradas con mimo por un ojo experto y un gusto impecable. Llegaron a una enorme cocina que parecía que había sido usada en contadas ocasiones. “Podemos ir mañana a comprar al supermercado, tengo los alimentos básicos, pero las horas y lo que suelo comer no son muy regulares. Le prometí a tu madre que te daría bien de comer, así que intentaré limitar nuestras llamadas a la pizzería a dos por semana. Oh, espera un minuto, ¿sabes cocinar?” añadió Taylor apresuradamente. “Estás bromeando, ¿verdad?”. JT miró a la mujer con sorpresa. “Bueno, ¿quién cocina en tu casa?” preguntó Taylor. “Mamá. ¿Quién cocinaba cuando vivíais juntas” le devolvió JT. “Tu madre”. Taylor la miró un poco avergonzada. “Ok, mañana iremos a comprar comida y un libro de cocina”. *
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“Esta es tu habitación” dijo Taylor abriendo la puerta de una gran habitación con su propio balcón y cuarto de baño. “Puedes cambiar de sitio todo lo que tú quieras, no estaba muy segura de tus gustos. Si te pareces en algo a tu madre, te encantará ir de compras para mejorarlo” sonrió. “¿Doy por hecho que ir de compras no es una de tus cosas favoritas?” preguntó JT. “Ni en un millón de años entendería el concepto del regateo. Si lo necesito, lo compro. Si no, lo dejo” replicó Taylor. “Bueno, debisteis divertiros mucho viviendo juntas” dijo JT frívolamente.
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“Ya lo descubrirás, cariño” rió Taylor. “¿Quieres que te enseñe el resto de la casa?” “Por supuesto, solo deja que vaya echando miguitas de pan para que pueda encontrar el camino de vuelta” dijo JT. “Oh” dijo Taylor juntando las cejas y frunciendo la boca. “Muy graciosa”. La casa de Taylor era más grande de lo que la mujer realmente necesitaba, pero estaba orgullosa de toda ella. Dirigió a Jessica a través del pequeño gimnasio y spa de debajo de la habitación de la joven, después a través de una serie de habitaciones diseñadas como salas de juego antes de subir las escaleras. Al otro lado de la casa estaba la biblioteca y la oficina privada de Taylor, que estaba unida a su habitación. Cuando JT intentó girar en vano el pomo de la puerta se dio cuenta de que la habitación estaba cerrada. Giró su interrogante rostro hacia la alta mujer. “Estas son mis habitaciones privadas, mi habitación y mi oficina. Agradecería que no entraras en ellas” replicó Taylor a la silenciosa pregunta. “Me gusta tener cierto espacio para mí” añadió. JT se encogió de hombros y giró en la esquina hacia la parte de atrás de la casa. “Wow, ¡esto es increíble!” dijo la joven hacia el conjunto de vidrieras de las puertas dobles. “¡Mi mamá tiene un collar igual que eso!”. Taylor sonrió ante la mención del familiar objeto que Torrey siempre vestía en su cuello. Su hermano se lo había dado antes de morir. La pequeña rubia le había confesado que había sido su hermano quien le introdujera por primera vez en el Tai Chi y su filosofía. El símbolo había llegado a tener una gran importancia para la morena artista desde que su amiga le había dado a conocer su significado. Tanto que había contratado a un artista del vidrio para crear el símbolo en la vidriera de entrada a su estudio. JT pasó sus dedos por el vidrio, el yin/yang estaba partido en dos mitades en lo alto de la puerta, pero la parte final de la puerta mostraba ambas artes como una sola, un símbolo completo en cada puerta. Los círculos exteriores sin las partes negra y blanca estaban hechos de un molde de cristal, un rostro negro y uno blanco, el sol y la luna. Taylor empujó las puertas. Había más desorden de lo habitual, y más piezas terminadas colocadas al rededor del perímetro del estudio de lo acostumbrado, debido a la próxima exposición. Una sensación de inquietud cruzó a la artista por la reacción de la joven ante su trabajo. Taylor había tomado el papel de mujer dura por fuera, pero estaba lejos de serlo en su interior. Se mantuvo allí esperando el primer comentario mordaz de la joven.
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“¡Esto es tan genial! ¿Trabajas aquí todo el día?”. Antes de esperar la respuesta, JT ya estaba observando unas esculturas que medían casi siete pies de altura. “¡¡Excelente!!” dijo la joven mientras sus manos rozaban las suaves líneas de la madera, investigando la altamente erótica pieza de la imagen de la mujer. Todo el trabajo de Taylor simbolizaba la forma femenina. Era capaz de sacarlas de la piedra y la madera, muestras de vida que simbolizaban la fuerza de la mujer. No sólo en carácter, sino la fuerza de una madre levantando a su hijo por encima de su cabeza, o dos mujeres haciendo el amor. La escultura que JT estaba observando era precisamente de ese tipo. Un poco más atrevida que el resto de las piezas de Taylor, pero que Samantha había insistido en incluir para la exposición. La escultura estaba tallada en caoba y mostraba a dos mujeres haciendo el amor. La manifestación de la fuerza de la mujer no podía mostrarse con más potencia que de esa forma. Ambas mujeres con los brazos desplegados, los músculos unidos, los cuellos tensos por la pasión, los músculos de sus muslos flexionados en tensión. La parte en la que Taylor no estaba segura de que la gente llegara a entender surgía cuando girabas alrededor de la escultura y la veías desde el lado opuesto. Una de las mujeres entraba en la otra con sus dedos, y la mirada de éxtasis del rostro de la otra mujer era evidente, pero los hombros y la espalda de la mujer de arriba era una clase de anatomía mientras sus tensos músculos mostraban una exorbitante cantidad de poder y pasión. El espectador era automáticamente guiado a un brazo de la mujer, no tanto por ser donde acababa su mano, sino por el poder y la energía expuestos en el fuerte agarre de los tendones que agarraban el brazo, mientras la mujer introducía su mano en su amante. JT revisó todo el estudio y se paró en casi todas las piezas para observarlas. “Es un sitio increíble para trabajar” dijo JT con entusiasmo, mirando a través del cristal de la ventana que ocupaba la longitud de toda una pared. El océano y el puerto que surgían debajo eran impresionantes. “Tu madre me dijo que pintas” dijo Taylor intentando salirse un poco de su enfoque. “Sí, bueno... lo hago, pero nada como esto”. Señaló a todo lo que la rodeaba. “Bueno, si quieres podemos comprarte algo de material y te puedes colocar allá arriba. No uso esa parte mucho. Una mesa y algo así. Quien sabe, tal vez encuentres algo más inspirador que el lago Michigan”. De repente JT sintió que sonreía y eso hizo que su mal temperamento explotara. No le gustaba que estuviera dejando que las maneras sencillas y talentosas de esa mujer la sedujeran para convertirla en la perfecta niñita. ¿No
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sabe que sólo le pegaría? ¿No lo coge? Bueno, ya lo entenderá bastante rápido. “Como quieras” dijo la chica saliendo del estudio, dejando a Taylor preguntándose por el rápido cambio de comportamiento de la joven. *
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Las dos aprovecharon el resto del día para irse acostumbrando a tener a una extraña a su lado durante los próximos seis meses. Jessica deambuló por el exterior pensando que sería agradable estar en invierno en un sitio que no bajara de cero grados en Enero. Taylor dejó a la joven en sus propios pensamientos, no queriendo estar demasiado encima de ella, y también entendiendo que JT tenía que familiarizarse con su nueva casa. “Hey, dijiste pizza, ¿tienes hambre?”. Taylor encontró a JT fuera con los auriculares de su walkman y el cuaderno de esbozo en las rodillas. “Podría comer. Espera un minuto. No serás de esa clase de gente californiana que le da por poner piña y alcachofas en sus pizzas, ¿verdad?” preguntó JT. “Los champiñones y el pepperoni siempre son suficiente para mí” replicó la morena mujer. “Suena bien” respondió JT. Mientras la pizzería traía su cena, Taylor había mostrado la cocina a la joven. “¿Puedo preguntarte una cosa?” preguntó la muchacha. “Dispara”. “¿Ya usas algo de todo esto? Me refiero a que todo parece sin estrenar” dijo JT. Los ojos de Taylor revisaron la larga cocina. ¿Cómo podía decirle que no había construido la casa para ella sola? ¿Cómo decirle que todo, la cocina, las vidrieras, el jardín japonés, todo estaba construido con Torrey en su mente? “Bueno, como he dicho no mantengo unos horarios normales, y mis hábitos alimenticios no son muy normales tampoco. Me refiero a que siempre he imaginado que algún día me lanzaría a aprender a cocinar” finalizó Taylor mientras cogía una copa de vino del armario. Sujetando la copa de vino en su mano por unos instantes, pareció inmersa en sus pensamientos.
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“Mi madre hace eso mismo cuando estoy cerca” dijo JT dándose cuenta de los movimientos de Taylor. “¿Qué?” preguntó la mujer. “No bebe delante de mí” “¿Beber?”. Taylor se mostró confusa. “Es algo que me fastidia saber que la gente deja de hacer algo por mi culpa. Mira, si quieres tomarte algo, hazlo, no voy a flipar ni nada parecido”. Taylor miró al vaso de su mano, dándose cuenta de que estaba ahí. “Oh” rió la artista y entonces llenó el vaso con hielo y cogió una Pepsi de la nevera. JT se sorprendió levemente y su rostro lo mostró. Nadie solía escucharla de esa forma. Nunca hubiera esperado que la morena mujer renunciara a un vaso de vino simplemente por cortesía. No parecía su estilo. Taylor vio las emociones en el rostro de la muchacha. Pensó que cuanto antes JT se diera cuenta de que la integridad de la mujer vive en su palabra, sería mejor para ella. “Esto es lo más fuerte que bebo actualmente” terminó por decir Taylor, sentándose a la mesa. “No bebes alcohol nunca... ¿es lo que quieres decir?” “No digo nada salvo aquello que realmente quiero decir” dijo Taylor ante el comportamiento ligeramente escandalizado de la joven, mientras tomaba un sorbo de soda. Para cuando llegó la cena, Taylor estaba medio entretenida en que JT fuera capaz de sacarla de su caparazón e información voluntariamente a base de preguntar. Jessica había comenzado a contarle a Taylor lo sucedido en su última escuela a la que había ido antes de que la echaran. El excepcional mérito de la institución, según Jessica, era su departamento de arte. Le habló a la mujer sentada frente a ella de la joven profesora que había hecho lo posible para alejar a Jess de líos, pero que cuando todo parecía ir bien lo estropeaba, JT estaba en un imparable sendero de destrucción. Taylor sonrió a la joven sentada al otro lado de la mesa frente a ella. La morena mujer apoyó el codo en la mesa y sujetaba su cabeza sobre la palma de la mano. Escuchaba intensamente a JT mientras ella divagaba sobre la guapa profesora que había intentado marcar una diferencia en la vida de la joven, y cómo JT sentía que era una más en la lista de las personas que ella había decepcionado. Dos cosas causaron regocijo en Taylor. La primera era el incesante hablar que la joven daba rienda suelta. Mientras Taylor la
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escuchaba, podía vislumbrar muchísimo de Torrey en la joven que tenía frente a ella. Lo segundo era la forma en que JT describía a su profesora. La adoración era evidente en la voz de la joven y Taylor se preguntó si era el enamoramiento de colegiala típico de esa edad o si los sentimientos de JT eran más profundos. Recordó cómo se había tomado Jess el trabajo de la artista, como se había fascinado por la escultura de madera de dos mujeres juntas. Oh, Señor... huele a problemas. Por favor, no hagas que yo sea la que tenga que lidiar con la charla de ―mamá, soy lesbiana‖. Finamente JT le confió que se había metido en una pelea y que había destrozado la mitad de la clase antes de ser expulsada. “¿Cómo reaccionó tu madre?” preguntó Taylor con curiosidad mientras limpiaba su vaso. Sabía cómo afectaba la violencia a su vieja amiga. JT echó la caja de la pizza a la basura. “Pagó la factura y me echó esa mirada estricta que ella tiene” respondió Jess. Taylor sonrió de espaldas a la joven. “No sé porqué pero no recuerdo que tu madre tuviera esa mirada en su repertorio”. “No la has visto últimamente. En mi opinión sería más feliz si se soltara y se colocara o algo así” respondió Jess. El movimiento de Taylor en el fregadero paró y su voz disminuyó una octava. “No hables así de tu madre” dijo Taylor lentamente. “Pero es verdad” replicó JT, pasando malhumorada junto a Taylor. “Igual sería más fácil de tratar si simplemente pagara a alguien por un buen polv...” Taylor se giró y agarró a la joven del cuello de su camiseta, empujándola contra la pared más cercana. JT apenas reconocía los ojos que la atravesaban. con la mirada. Los pies de la joven justo rozaban el suelo mientras Taylor le mostraba la fuerza física que tenía. “¡Vas a aprender cuál es la primera regla de esta casa, Jessica Taylor Gray!” siseó Taylor, sus brazos temblando de ira. “Cuando hables de tu madre lo harás con todo el respeto... ¿Me has entendido?” JT hizo un leve movimiento de cabeza. Nunca nadie la había asustado tanto como lo estaba en esos momentos, el rostro de Taylor parecía haberse transformado en otra persona completamente diferente. “Dilo, ¿lo has entendido?” exigió Taylor. “Entendido” replicó JT débilmente.
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Taylor soltó a la joven, apretándola de nuevo contra la pared como había hecho. La morena artista se giró y volvió al fregadero, esperando que su furia se disolviera. Sintió por los sonidos que JT salía de la cocina, escuchando el portazo en la entrada. ¡Mierda! Bien, Taylor, un día menos, quedan 179... Esto va a ser divertido.
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Taylor se deslizó por entre las sábanas de seda de su cama, alzando la mirada a la pared frente a su cama. Oh, Tor, no tengo idea de lo que estoy haciendo. Un día y ya la he jodido. Taylor se imaginó lo que la pequeña rubia le diría. Sí, admitió que había perdido los estribos a lo grande. Había sido tan de repente; hasta Taylor se había horrorizado de su reacción. Justo cuando sentía que Jessica y ella estaban creando una especie de alianza. Ahora, sólo podía preguntarse lo que la joven estaría pensando de ella y de los próximos meses. ¿Debería avisarle a Torrey? Maldita sea, voy a tener que disculparme con mi adorada mocosa. Era tarde pero Taylor sacó su cuerpo de la cama y envolvió una bata de seda azul alrededor de su desnudo cuerpo. Cuando llegó a la puerta de la habitación de JT, escuchó por un momento y después dio un pequeño golpe en la pesada madera. Al no recibir respuesta volvió a golpear con más fuerza y llamó a Jessica. Girando suavemente el pomo de la puerta y entrando dentro, Taylor vio que la cama de Jessica estaba aún intacta. Taylor atravesó la casa llamando a Jessica. La artista hasta salió fuera pero no pudo encontrar rastro de la joven. Sintiendo un poco de pánico, Taylor volvió a la casa y se dirigió de nuevo a la habitación de la muchacha. Mirando en el armario y el vestidor vio que las pertenencias de JT aún seguían allí. De repente, la morena mujer tuvo una sensación de terror en su estómago. Oh, no, es todo lo que pudo pensar mientras alcanzaba el garaje y tiraba para abrir la puerta de un lado. Se encontró con un gran sitio vacío donde el Mercedes debía estar. “¡Joder!” maldijo con fuerza y se movió rápidamente hasta su habitación. Agarrando una camiseta y poniéndose sus vaqueros usados, Taylor marcó un número familiar mientras se vestía. “Detective Hobarth” dijo la voz al otro lado de la línea. “Billy, Taylor Kent... ¡necesito tu ayuda de inmediato!”
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
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“O sea, ¿me estás diciendo que le has dado a una desconocida con la que andas liada todos tus códigos de seguridad y las llaves de tu Mercedes?” preguntó Billy a su vieja amiga. Él y Taylor habían mantenido su amistad desde aquellos días en el bar motero de Maine, pero el hombre que estaba sentado tras el volante de un coche sin identificación miraba incrédulo a su amiga. “No es una desconocida... y no se acuesta conmigo, por el amor de Cristo, es la hija de Torrey, ¡es prácticamente mi propia hija!” replicó Taylor. La artista estaba furiosa y apenas era capaz de mantener una conversación civilizada con su amigo. “¿Estás bromeando? ¿La chica que ha robado tu coche es la hija de Torrey?”. Billy se quedó atónito. Recordaba a la guapa rubia cada vez que estaba en una librería y veía sus verdes ojos sonriendo desde la fotografía en la contraportada. El recuerdo de los cien pavos perdidos por culpa de ella siempre le hacía sonreír. “Dana Point está bastante silencioso, pero si quieres encontrar algo suficientemente malo ahí lo encontrarás” explicó el detective. “Empezaremos por ahí. Sabes que si se dirige a L.A. puede ser todo un lío. Una chula de diecisiete años sola y conduciendo un Mercedes es una huella fácil de ver”. “Gracias por darme esperanza. Puede ser chula, pero es condenadamente insegura. No creo que intenté conducir a la ciudad, tal vez a Laguna, pero no me la imagino con las suficientes narices para ir a cualquier otro sitio. Dios, Billy, tenemos que encontrarla. ¿Qué demonios voy a decirle a Torrey?” El detective de la policía echó un vistazo al cansado rostro de su amiga. Su pelo estaba ligeramente despeinado y no tenía rastro de maquillaje, pero era todavía una de las más preciosas mujeres que sus ojos habían visto alguna vez. Sus azules ojos se entrecerraron por la preocupación y pudo ver a través de ella como el cristal. Había intentado esconderlo durante años, pero su corazón estaba y siempre estaría completamente poseído por la pequeña rubia, a dos mil millas de distancia. “Realmente aprecio lo que estás haciendo, Billy. Gracias. No quería usar el Explorer. Me imagino que si hubiera reconocido el coche podría hacer algo estúpido como intentar escaparse. Además, ha pasado tanto tiempo que de cualquier forma no sabría dónde ir para comprar algo de hierba hoy en día”. “Bueno, podemos echar un vistazo a un par de sitios. Cuanto más jóvenes, más hierba. Esperemos que esté ahí”. Estaba.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
En el primer sitio que miraron, en la esquina de un supermercado EZ, un grupo de jóvenes daban vueltas. Un par de ellos andaban en moto, mientras otros daban saltos con sus skates. Ni siquiera ocultaban lo que estaban haciendo, y ahí estaba JT, encendiéndose un porro entre las manos. Vestía su chaqueta de cuero, vaqueros y botas de combate, y cuando se quitó el pelo de la cara, Taylor pensó que era como mirarse a un espejo. Y la pobre Torrey debía haber tenido que revivir todo ello de nuevo. Todos aquellos malos momentos con Taylor, reflejados en la conducta de su propia hija. Taylor se apuntó una nota mental de que la primera cosa por hacer al día siguiente sería mandar a su pequeña amiga dos docenas de rosas. Las ventanas del coche sin identificación estaban tintadas completamente de negro. Aunque JT hubiera mirado en su dirección, no hubiera sido capaz de ver dentro del vehículo y reconocer a Taylor. Billy aparcó el coche como si fuera a comprar y entró para coger un paquete de chicles. Mientras él salía Taylor había abierto con cuidado la puerta y había comenzado a andar silenciosamente hacia JT. Billy decidió quedarse rezagado y apoyarse contra el coche, viendo trabajar a su amiga. JT dio otra calada al porro y finalmente sintió aquel sutil chasquido en su cabeza que le decía que todo iba genial. Vio la oscura sombra moviéndose tras ella, una alta sombra. Como su madre antes que ella, JT reconoció el gruñido sin mirar. “Oh, joder”, se giró, el porro colgando de sus labios. Taylor pensó que había perdido los estribos en casa, pero no era nada comparado con la ira que estaba sintiendo en esos momentos. Agarró el tabaco de la boca de la joven y lo destrozó en su mano. Con el mismo movimiento que usara antes, Taylor empujó a la joven contra el muro del edificio. “Hey, tortilleras” dijo uno de los de los skates, moviéndose alrededor de ambas. Billy decidió entrar en juego. Cogió su placa y puso voz seria. “Policía de Los Ángeles. Niñitos, ¿no tenéis toque de queda?” preguntó lentamente. De golpe todos se dispersaron, dejando a su nueva amiga frente a su propia suerte. “¿Qué demonios va mal en ti? ¿No te das cuenta de lo que te podría haber pasado?” siseó Taylor. “¿Qué mierdas te importa? A mi madre le importo una mierda, ¿porque a ti sí?” escupió JT a la mujer.
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Traducción: Xirant
Taylor mantuvo el agarre del cuello de la camiseta de la joven con una mano, retrasando la mano libre para darle una bofetada en la boca. JT intentaba no parecer dolida, pero la verdad era que su piel ardía donde la mujer la había golpeado. “Primero mi madre, ahora tú. ¿Alguien más quiere pegarme?” soltó la colocada joven. “¡He oído que recibes lo que das en casa!” le replicó Taylor acaloradamente. Las pupilas de JT se alzaron nerviosamente y luchó, sus enrojecidos ojos repletos de lágrimas ante el recuerdo de la cara de su madre y el moratón que ella le había creado. No tenía ni idea de que su madre se lo hubiera dicho a Taylor. “Perra...” respondió JT débilmente, bajando la cabeza. “Ok, Taylor, es suficiente”. Billy apoyó una tranquilizadora mano en el hombro de su amiga. “Porqué no coges tú el Mercedes y llevo yo a la niña a casa, ¿ok?” Taylor sintió la fuerte mano en su hombro y liberó a la joven de su agarre. “Las llaves” fue lo único que fue capaz de decir. La morena mujer se volvió y entró en el descapotable, rascando el asfalto mientras aceleraba el Mercedes hacia la ladera. “Podría haber ido mejor” dijo Billy a nadie en particular. “Sube”. Puso en marcha el coche. *
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“¿Así que tú eres la hija de Torrey?” dijo Biily, pensando que la joven parecía una extraña combinación entre Taylor y Torrey. “Déjame adivinar.. ¿tú también fuiste a la universidad con ella?” preguntó JT sarcásticamente. “Demonios, no. No podrías pagarme lo suficiente como para ir a esa pija escuela a donde iban ellas. Nop, tu madre solía salir con Taylor al bar motero que yo tenía... Era como mi pequeña „oficina‟, si me entiendes” respondió Billy. El detective pensó que sentía ya muy lejana aquella época en la que se ganaba la vida al otro lado de la placa de policía.
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“¿Mi madre, en un bar motero? Te has equivocado de mujer” respondió JT con asombro. “No creas todo lo que leas en la portada del libro, niña. Me suena a que no conoces nada sobre tu madre”. “Nunca me ha contado nada de aquellos días” replicó JT honestamente. “Tal vez estés haciendo las preguntas inadecuadas... o estés preguntando a la persona indebida”. “¿Qué quieres decir” preguntó JT. “Eres un poco corta, ¿verdad? Estás viviendo con la única persona en el mundo que conoce más de tu madre que ella misma” terminó Billy su comentario mientras giraba hacia la puerta de seguridad abierta. Conduciendo hasta frente la puerta de entrada, hizo señas a la chica para que saliera. “Me temo que es hora de enfrentar el temporal, niña”. JT se mantuvo sentada durante unos momentos más, con un miedo repentino a salir del coche. La mujer que la había empotrado contra el muro esa noche la asustaba terroríficamente. “¿Quieres un consejo, niña?” preguntó Billy. “Si lo escucho, ¿dejarás de llamarme niña?” bromeó JT. Sus nervios comenzaban a vérsele. “Touché. Taylor puede asustar, pero es una mujer justa. Vale, tiene su punto débil en lo que concierne al honor de tu madre, pero nunca encontrarás una mujer con más integridad que Taylor. Sé simplemente sincera con ella. No te comportes como una idiota. Ve de frente y ella estará allí por ti” terminó el detective. JT afirmó ligeramente con la cabeza al detective antes de dejar el coche y entrar en la casa. *
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“¿Qué haces?” preguntó JT con voz débil. Taylor estaba lanzando la ropa y los objetos personales de Jessica en las maletas que habían sido vaciadas justo esa misma tarde. “¿Qué parece que estoy haciendo? Te largas de aquí, ¡esta noche! Voy a dejar que tú le digas a tu madre lo que has hecho” dijo Taylor en un tono aún más bajo.
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Al oír el nombre de su madre, los ojos de JT se inundaron de lágrimas. “Por favor, Taylor”. “No vayas por ahí, ha pasado el momento de llorar” respondió Taylor. JT se apoyó contra la pared y sollozó, viendo a Taylor colocar su ropa sin ceremonia en sus bolsas. “Por favor, Taylor, no puedo volver... lo prometí. Por favor”. La joven comenzó a llorar sin consuelo. Taylor no paró, a pesar de que el sonido de Jessica llorando le partía el corazón. Lo siento, Tor, pero ¡esta chica ya no puede ser ayudada! “¡Ella cree en mí!” terminó JT llorando. Ese era el único comentario capaz de hacer que la artista frenara. Recordaba esas mismas palabras el día anterior. ―Creo en ti, Taylor‖. La alta mujer se mantuvo así durante unos minutos, incapaz de mirar a la joven. JT se sentó en el suelo, se envolvió con sus propios brazos y siguió llorando, lágrimas silenciosas rodando por sus mejillas. Taylor se agachó con fuerza por el suelo tras ella y abrió los brazos a la joven. JT cayó en el abrazo de la mujer más mayor y lo sintió vagamente familiar. “Jess, tienes un problema con las drogas, lo sabes, ¿verdad?” preguntó Taylor. “Es sólo que no puedo... no puedo sentirme bien sin ellas. Algunos días ni siquiera puedo sentir nada” respondió JT. “No sé cómo pararlo”. Taylor acarició el pelo de la muchacha y besó su coronilla. “Sé cómo ayudarte, Jess, pero vas a tener que trabajar conmigo. También vas a tener que ayudarte un poco a ti misma, ¿ok? No vamos a mejorar y a superarlo con poco trabajo”. JT asintió con la cabeza y secó sus ojos. “De acuerdo, duerme bien, al menos lo que queda de noche, y mañana a la mañana hablaremos, ¿vale? ¿Quieres tortilla? Tal vez pueda hacerla” preguntó Taylor. JT asintió de nuevo y ambas mujeres se pusieron en pie. “Una cosa más, Jess” dijo Taylor mientras comenzaba a marcharse. “Limpia toda esta mierda, ¿vale? Es un asco” dijo Taylor guiñándole un ojo. 66
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JT sonrió y se sorbió la nariz, secando más lágrimas de sus ojos. Taylor se acercó y con ternura, en completo contraste a sus anteriores acciones, dio un suave beso en la frente de Jessica. “Ve a la cama” dijo la mujer mientras cerraba la puerta tras de sí. De nuevo Taylor miro a la pared frente a su cama una vez estuvo tumbada confortablemente en ella. Con unas pocas palabras, Taylor ahora entendía cómo debía haberse sentido Torrey con ella durante aquellos años, cómo de impotente e indefensa se debió sentir la joven viendo cómo la artista tiraba su vida. Era tan difícil ver cómo alguien que amas destrozaba su existencia. Taylor agradeció que Torrey no tirara la toalla con ella. *
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Enero, 1983 ―Oh, sí. Eso es, cariño, justo ahí...‖ gimió Taylor, acercándose aún más para tomar el pezón de la mujer entre sus dientes. Una joven rubia se sentó sobre sus caderas. Su falda estaba sobre su cintura, se habían deshecho de sus medias antes incluso de llegar a la cama. Parecía que Taylor prefería pequeñas rubias en aquellos días. Eso la ayudaba a imaginarse que era el cuerpo de Torrey el que le daba todo ese placer. Taylor gimió de nuevo de placer. Había aprendido la lección del alcoholizado encuentro en el bar y había enseñado a su cuerpo a no decir el nombre de Torrey en medio de la pasión, a pesar de que era la imagen de la cara de la joven escritora la que empujaba a Taylor. La camisa de la morena mujer estaba desabrochada, todavía aferrada a sus anchos hombros. Los botones de su vaquero estaban abiertos y la mano de la joven desapareció por entre los oscuros remolinos de entre las piernas de la artista. Los dedos que comenzaron a acariciarla sabían lo que hacían y Taylor se tumbó en la cama, dejándose atrapar por las sensaciones con la visión en su mente. Un par de caladas. Unas pastillas, y tenía un buen colocón, uno que le permitía creer que era realmente Torrey la que estaba sobre ella. Las caderas de la artista comenzaron a convulsionarse con urgencia contra los dedos que se deslizaban dentro de ella. ―¿Taylor?‖. La voz de Torrey surgió al otro lado de la puerta de la habitación. Torrey entró dentro de la casa, llevando a su malhumorado pero finalmente dormido bebé con ella. A Jessica le estaban saliendo los dientes y parecía que el bebé sentía que si ella no podía dormir por la noche, nadie lo haría. Jessica había estado tan rabiosa que Torrey se había ido de su reunión
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del grupo de escritura antes de lo normal. Dejó a la niña en la cuna, volviendo a la sala de estar. Había visto el coche de Taylor en el garaje y se preguntó si la morena mujer estaría en su habitación. Atravesando el hall llamó a la artista. Los ojos de Taylor se abrieron de golpe ante la voz de Torrey y casi lanzó a la mujer que tenía sobre ella al suelo. ―¡Mierda!‖ dijo Taylor, abotonándose rápidamente la blusa y subiéndose los vaqueros. ―Estaré fuera en un minuto, Tor‖. ―¿Quién es esa?‖ preguntó la joven, tratando de arreglar su falda y su dignidad. ―Mi compañera‖ respondió Taylor bruscamente. La rubia agachó la mirada hacia el anillo en el dedo de Taylor y la volvió a alzar a la artista. ―¿Estás con alguien?‖ ―¿Cuál es el problema?‖ sonrió Taylor. Había decidido no decirle nada de que Torrey estaba en su vida. Justo en ese momento Jessica se despertó y empezó a llorar de nuevo. ―¡¿Y tienes una hija?! ¡Eres una zorra!‖ Pero Taylor simplemente reía ante la enfadada mujer. Si la noche de placer se arruinaba era hacerle feliz porque no pudiera devolver el favor. Taylor siguió a la rubia mientras hacía el camino hasta la puerta principal. Pasó junto a Torrey que iba hacia la habitación de la niña. ―Lo siento mucho...‖ le dijo a Torrey. La joven escritora sólo se mantuvo con la boca abierta ante la joven. ―No lo sabía, quiero decir, no tonteo con mujeres casadas‖ continuó la mujer para divertimento de Taylor y confusión de Torrey. La mujer se volvió viendo la mirada divertida en el rostro de Taylor, y entonces anduvo hasta la puerta. Torrey sólo pudo sacudir su cabeza y pasar por al lado de su alta amiga hacia la habitación de Jessica. La pequeña mujer comenzó a soltar los primeros botones de su blusa, mientras Taylor la seguía a la habitación de la niña. Torrey levantó al lloroso bebé fácilmente hasta sus brazos y se apoyó en la gran mecedora. Taylor se la había regalado una vez Torrey había vuelto a casa. Aposentó a la hambrienta niña contra su seno y acarició con ternura la cara del bebé.
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No había nada que le hiciera sentir incómoda a Torrey en que Taylor mirara mientras amamantaba a Jessica. Ese era simplemente un momento compartido más entre las dos amigas. Taylor no hubiera podido dejar de mirar aunque hubiera querido. La combinación de la fuerza en los brazos de su pequeña amiga para levantar al largo bebé con semejante facilidad junto con la ternura de cómo la acunaba entre sus brazos para darle de comer se convertiría en una visión que, años más tarde, ella convertiría en un trabajo de arte. Ahora la morena artista sólo podía mirar mientras madre e hija experimentaban un lazo afectivo que no podría deshacerse en el tiempo ni bajo ninguna circunstancia. Para la artista, esa imagen siempre le otorgaba sensaciones de confort, celos y excitación, todo a la vez. Le intimidaba que la mujer sentada pudiera parecer tan maternal, y tan sensual al mismo tiempo. ―Se lo tendrías que haber explicado‖. La voz de Torrey rompió el silencio. Taylor simplemente se encogió de hombros. ―¿Sabías al menos cómo se llamaba?‖ preguntó Torrey con tristeza, intentando encubrir lo roto de su voz aclarando su garganta. Le destrozaba comprender que la mujer que amaba tanto no la encontrara atractiva de esa forma. El rápido subidón de Taylor fue descendiendo gradualmente y comenzó a sentirse fatal, acostándose con otra mujer en la misma casa donde Torrey y su bebé vivían. ―Lo siento, Tor. No pensé que volverías... Yo... No lo volveré a hacer‖ se disculpó Taylor. Torrey comenzó a enfadarse consigo misma por negarle a su amiga su propia vida. No podía exigir nada al corazón de Taylor y no tenía ningún derecho a forzar a la artista buscar placer en otras compañías. ―Puedes hacer lo que quieras aquí, Taylor. Es tu casa‖ dijo Torrey, pero sonó más severo de lo que tenía intención. Taylor la miró con ojos heridos. ―No digas eso, Little Bit. Ésta es también tu casa y la de Jessica. Somos una familia, ¿recuerdas?‖ ―Lo siento. No quería decirlo de esa manera. Sólo quiero que sepas que no tienes que dejar de lado tu vida por nosotras dos‖. Los ojos de Torrey se empañaron de lágrimas. Taylor se tropezó ligeramente mientras se arrodillaba junto a la sentada mujer; sus ojos enrojecidos descansaron en el ahora dormido bebé acurrucado contra el pecho de la pequeña rubia. Sus delgados dedos se acercaron en una caricia ligera en la espesa cabellera de la cabeza de Jessica. ―Pero vosotras sois toda mi vida‖ admitió Taylor en voz baja.
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Torrey sonrió con tristeza ante la sinceridad de su amiga. La joven deseó que realmente pudieran ser una familia, pero la aparente carencia de interés por parte de Taylor como su amante no era la única cosa que se cruzaba en el camino. Torrey intentó acomodar a Jessica en un brazo mientras cerraba su sujetador. ―Yo la cojo‖ dijo Taylor levantándose y tambaleándose levemente. ―No, la tengo‖. Torrey se movió junto a la alta mujer y acomodó al dormido bebé en la cuna. ―¿Ahora ni siquiera puedo cogerla? Pensaba que me habías perdonado‖ dijo Taylor con cierto nerviosismo en su voz. ―Estás colocada, ¿no?‖. Torrey se giró para encarar a su amiga. ―Ya no mucho‖ replicó Taylor con una sonrisa torcida. Torrey se mantuvo firme y miró fijamente a los turbios ojos azules de su amiga. ―Ya‖, admitió Taylor, bajando sus ojos a la par. Parecía que sólo Torrey era capaz de provocarle el sentimiento de culpabilidad en ella. ―No quiero que cojas a Jessica cuando estás así de colocada‖ dijo Torrey. ―Nunca haría nada que pudiera hacerle daño‖ dijo Taylor inmediatamente, levantando levemente la voz. ―Lo sé, Stretch. También sé que estás tambaleándote, como lo estás ahora mismo. Si ocurre algo cuando estés con Jess, nunca te lo perdonarás y yo sería igual de culpable por no haber sido capaz de prevenirlo‖ respondió Torrey. Los ojos de Taylor se incendiaron en la de la pequeña mujer con un fuego azul. Se volvió bruscamente y se fue. El subidón de la morena mujer estaba bajando y no estaba disfrutando de la sensación. Atravesó el suelo de su habitación, maldiciendo su incapacidad a sentir algo sin sus drogas salvo ira. Tiró del cajón superior y cogió la caja de madera tallada de bajo su ropa. Nunca se colocaba en casa, pero si Torrey pensaba que era una adicta, entonces podría fácilmente redondear la visión. El olor golpeó a Torrey inmediatamente y siguió el rastro hasta abrir la puerta de la habitación de su amiga. Sentada en el suelo, apoyada contra la cama, Taylor tenía sus ojos cerrados mientras tomaba una larga y lenta calada a la pipa de su mano. ―¿Aún quieres más acción?‖ le preguntó Torrey, entrando en la habitación.
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―¿Qué...?‖ dijo Taylor, con un gran gesto de perplejidad en su cara. ―Bien, si es tan bueno me imagino que me debo estar perdiendo algo‖ replicó Torrey, alcanzando la pipa. Taylor alejó la pipa del alcance de la joven. ―No‖ dijo, con el shock aún en su rostro. ―¿Porqué luchar contra ello?‖ dijo Torrey, intentando coger la mano de su amiga. ―He dicho que no, ¡no lo hagas!‖ siseó Taylor. ―Al menos déjame darle una calada. Es decir, si es suficientemente bueno para ti...‖. ―¡No es bueno para mí‖ gritó Taylor, lanzando de golpe la pipa al cenicero próximo a ella y alejándola. ―Sólo que no sé cómo parar‖ dijo en voz baja mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. Torrey envolvió sus brazos al rededor del cuerpo de su amiga y rodeó a la fuerte mujer en su abrazo. ―Oh, Stretch, ¿porqué no me has pedido ayuda?‖. Torrey sintió sus propias lágrimas caer. ―Así no es como se supone que funciona esto. Yo no necesito ayuda. Yo me preocupo por ti y por Jess. Así es como debe ser‖ respondió Taylor, intentando mantener controladas sus emociones. ―Oh, cariño, eso no es lo que debería ser. Somos amigas, ¿recuerdas? Esto es un 50 – 50‖. La pequeña expresión de cariño que Taylor generalmente guardaba para su amiga derrumbó los muros del corazón de la artista, y comenzó a llorar con fuerza. En segundo Taylor estaba llorando en los brazos de Torrey, con miedo de alejarse de la joven mujer que la sujetaba. ―Conozco a algunas personas que pueden ayudarte, pero tienes que estar dispuesta a hacerlo, Stretch. No será fácil y no puedes tirar la toalla. Tendrás días que darás un traspié, pero no podrás derrumbarte. Estaré ahí contigo en cada paso. Jess y yo estaremos siempre para cogerte si caes‖ murmuró Torrey a la mujer que había terminado por sacar todas las lágrimas que guardaba en sí. ―¿Little Bit?‖ llamó Taylor levemente. ―¿Sí?‖.
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Traducción: Xirant
Taylor pensó bien la pregunta que iba a hacer. Sería demasiado preguntárselo sin que su orgullo se derrumbara. ―¿Quieres que me quede contigo esta noche?‖. Torrey sabía lo que su amiga quería. Taylor simplemente asintió con la cabeza, con miedo de que el sonido de su propia voz preguntando, mientras los amorosos brazos de su amiga la rodeaban, le hiciera volver romper a llorar de nuevo. Durante el tiempo en que se cambiaron y se prepararon para ir a la cama, Torrey necesitó echar un nuevo vistazo a Jessica. El bebé gritó y dio pataletas mientras Torrey atravesaba el piso hasta la habitación para intentar calmarla. Taylor la siguió y se apoyó contra el marco de la puerta, mirando a la joven madre. ―Cógela‖ dijo Torrey, apoyando al bebé en los brazos de Taylor. ―Tal vez esté mejor contigo‖. Taylor sujetó al bebé entre sus fuertes brazos, susurrando y tarareando a su oído. Finalmente los movimientos de la niña se calmaron y permitió a la morena mujer tumbarla una vez más. ―Gracias‖. Taylor miró en los verdes ojos que la sonreían. ―Venga, vamos a la cama‖ dijo Torrey. El compartir la misma cama por primera vez fue algo incómodo para ambas mujeres al principio. Fue Torrey quien rompió el hielo e hizo un hueco a su alta amiga entre su aparentemente fuerte abrazo. La creciente preocupación de Taylor se calmó mientras Torrey pasaba sus dedos por entre los mechones de ébano. Ambas mujeres se relajaron sorprendentemente rápido entre el tierno tacto. Taylor cerró sus ojos y sintió cómo comenzaba a dormirse. Sabía que no era una noche para los amantes, pero sí una para las mejores amigas. ―Tengo un poco de miedo a decepcionarte, Tor‖ admitió Taylor antes de que el sueño la reclamara. Levemente inclinada, Torrey susurró en el oído de su amiga. ―Está bien, sé que nunca lo harás‖. ―¿Cómo lo sabes‖ fue la adormecida respuesta de Taylor. ―Porque creo en ti, Taylor‖.
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Traducción: Xirant
“Arriba, dormilona” dijo Taylor mientras abría la puerta de la habitación de JT. “Oh, no puede ser de día ya. Creo que me acabo de acostar” se quejó la joven bajo las sábanas. “Vamos… Estoy tentadoramente.
preparada para hacer tortillas de
queso”
dijo Taylor
Más gruñidos desde bajo las sábanas. Exactamente igual que su madre se sonrió Taylor. Estaba de sorprendente buen humor esa mañana y no sabía realmente porqué. La artista estaba casi segura de que tenía que ver con el haber vuelto la vista a sus recuerdos. Raramente se permitía el lujo de soñar despierta con aquellos días, pero recordar la forma en que su amiga la había ayudado a darle un giro a su vida aquel día hacía que se sintiera mejor que en mucho tiempo. Torrey era la única razón por la que Taylor estaba donde estaba hoy en día. Taylor buscó dentro de su bolsillo delantero de los vaqueros y sacó un pequeño y plano objeto del tamaño de una ficha de póker. Miró con intensidad al número quince estampado en uno de sus lados. Si no hubiera sido por la fe de su joven amiga en la morena artista, Taylor nunca hubiera sido capaz de estar limpia todos esos años. Ahora era el momento de saldar esa deuda. Haría todo lo que estuviera en su poder por inculcar ese mismo sentimiento de amor incondicional y apoyo a la hija de Torrey. “Vamos, Jess”. Taylor retiró las sábanas. “Después de desayunar iremos de compras” dijo Torrey como si estuviera mostrando una zanahoria a modo de incentivo. “¿De compras?”. JT abrió los ojos. Yeap, la manzana no ha caído demasiado lejos del árbol, se rió Taylor a sí misma. Duchada y limpia, aunque aún algo dormida después de unas pocas horas de sueño, ambas mujeres se sentaron frente a las tostadas, los zumos y las tortillas. “¿Y qué vamos a comprar además de comida?” preguntó JT. “Todo lo que necesites, quieras o desees” dijo Taylor, lanzando el último mordisco de su tostada a la boca. “Oh, bueno, no necesito realmente nada” respondió JT dejando a su voz apagarse.
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Traducción: Xirant
“Bueno, ¡creo que eres la primera chica de diecisiete años en el mundo que dice eso!” dijo Taylor con una sonrisa. “¿Debe haber algo…?”. Taylor lanzó la pregunta, mirando expectante a Jessica. “Bueno, sí… pero me imagino que después de lo de anoche, quiero decir… me refiero a que me imaginaba que estaría castigada hasta los veinte o así” dijo JT insegura. “Créeme, he pensado en ello” dijo Taylor preparándose una nueva taza de café. “Pero yo también tengo que admitir que tengo parte de culpa sobre lo que pasó ayer, como tú. Venir a un lugar extraño, con una mujer que no recuerdas… No te he hecho muy fácil tu primer día, ¿eh? Hey, ¿bebes café?” la artista indicó la jarra de cristal en su mano. “Oh, mierda. Apuesto a que bebes té, ¿a que sí?” dijo sin esperar respuesta a la pregunta anterior. “Sí. ¿Cómo lo sabes?” preguntó JT. “Por tu madre. Siempre intentaba convencerme de que el té verde me haría vivir más, pero parece que nunca podré dejar mi Colombia cien por cien. Durante todo el tiempo que vivimos juntas siempre teníamos dos cafeteras automáticas, una para el café, y la otra para el té. Toma” dijo Taylor lanzando a JT un bloc y un bolígrafo. “Comienza una lista de cosas que necesitaremos coger”. “Pero ¿qué he hecho para merecerlo?” preguntó JT de repente, un tanto desconfiada. “Oh, hay un precio que pagar, cierto” respondió Taylor. “Tienes que hacer dos cosas por mí”. “Aquí viene” replicó JT. “Oh, no te precipites, no será tan malo. Primero, tengo que ir a un sitio esta noche, una especie de reunión, y quiero que vengas conmigo. Segundo, quiero echarle un vistazo a esos dibujos de todos tus blocs de esbozo que has traído”. Jessica tragó y bajó la mirada ante la última petición. “No son mucho. Es decir, no soy ni de lejos tan buena como tú” dijo JT con nerviosismo. “Espero que no. He estado trabajando en ello mucho tiempo y aún no gano mucho” respondió Taylor con un guiño. Mirando a los verdes ojos de Jessica, Taylor suavizó su voz. “Jess, no me voy a reír de nada que me enseñes. Ni siquiera diré si pienso que son buenas o malas si no quieres saber mi opinión. Sólo quiero saber cuánto espacio de mi estudio debo cederte” dijo Taylor con una sonrisa. “Es decir, parecías tomarte en serio lo de querer trabajar en tu arte mientras estás aquí. Creo que puedo decirte lo serio que te tomas tu trabajo mirando tus dibujos, ¿ok?”
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Jessica asintió moviendo la cabeza. “¿Y a qué clase de reunión vamos a ir?” preguntó JT. “A Alcohólicos Anónimos o a “Narcóticos Anónimos” respondió Taylor sin vacilar. “¿Soy de esos degenerados?” “No tiene nada que ver contigo o con ser una degenerada. He ido a una reunión cada martes durante los últimos quince años. Jess, ¿te ha contado tu madre algo sobre esto? ¿Te ha contado algo sobre mí?” Como que soy gay, que soy una drogadicta, ya sabes, cosillas como esas. “Mamá no habla nada de lo que ocurrió durante sus años de universidad. Alguna vez le he preguntado, pero su respuesta siempre es ‗es complicado‘‖. “Jess, ¿te molesta que mencione a tu madre?” preguntó Taylor. Había notado que una expresión que parecía dolor cruzaba el rostro de la joven siempre que Taylor mencionaba el nombre de Torrey. “No, por supuesto que no. Solo que no creo que esté nunca a la altura de mi madre. Me las arreglo para fastidiar todo lo que toco con mis manos y mamá… bueno, ella es perfecta”. Taylor sonrió levemente. “Puedo imaginarme muchas cosas que decir sobre tu madre y muchas de ellas son elogios, pero creo que ella misma sería la primera en decirte que está lejos de ser perfecta”. “Vale, puede decir eso, pero es lo que dice todo el mundo de ella. Me refiero a que es como si ella hubiera renunciado al mundo para que yo pudiera acomodarme en la cuna de la humanidad” replicó JT con exasperación. “Sí, tu madre se ha sacrificado mucho por ti, Jess, y haría lo que fuera por ti, pero se llama amar a tu hijo, no más. Tu madre es sólo un poco mejor ante su propio sacrificio que el resto” explicó Taylor. “Ella cree en mí y todo lo que soy capaz de hacer es decepcionarla. Yo siempre la fastidio y ella siempre me perdona. ¿Cuántas veces más va a poder hacer eso?”. Las lágrimas comenzaron a surgir en los ojos de la chica. “Soy una prueba viviente de que lo hará mucho más” dijo Taylor en voz baja y le relató la historia de cómo Torrey había llevado a la artista a admitir que tenía un problema y que necesitaba ayuda. Taylor tomó la siempre presente marca del bolsillo de sus desgastados vaqueros y dejó el número boca arriba en la mesa que había entre ellas. “Esto indica que he estado limpia durante quince años. ¿Piensas que tienes un pasado, que has hecho cosas realmente horribles? Tus historias ni se acercan a las mías, pequeña, y tu madre sabe todo sobre mi pasado. Y aunque
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
lo sabe, todavía se preocupa por mí… nunca se dio por vencida conmigo” dijo Taylor, mientras las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos. “Y se lo debo a tu madre. Yo nunca hubiera tenido la fuerza suficiente de intentarlo si ella no hubiera dicho precisamente esas palabras: que ella creía en mí. Quiero que sepas, Jess, que yo también creo en ti y que haré todo lo que pueda para ayudarte a salir de este problema”. “No soy tan buena como mi madre. Nunca lo seré” admitió JT abatida. “Jess, el último lugar donde tu madre quiere que vivas es en su sombra” respondió Taylor, preguntándose de dónde podría haber sacado la adolescente esas impresiones sobre su madre. No me parece propio de Torrey, para ser sincera. “Dime, Jess. ¿Qué es lo que realmente te molesta de abrirte?” preguntó Taylor finalmente. “Soy un poco… no sé. Me refiero a que me siento algo nerviosa contándote cosas. ¿Vas a ir a contarle todo a mi madre?” preguntó JT. “No te haría eso, JT. Te diré una cosa, hagamos un pacto. Todo lo que digamos entre estas paredes debe ser la verdad y no saldrá de entre nosotras. De esa forma tenemos un lugar seguro donde poder hablar y ser nosotras mismas. ¿Qué me dices?” “Eso te incluye, ¿verdad? Si te hago una pregunta, ¿me prometes decir la verdad?” preguntó JT. Taylor se tomó unos segundos para considerar lo que estaba haciendo. No se había abierto a nadie en mucho tiempo, especialmente sobre determinadas cosas. Dios, ¿y si me pregunta sobre lo que siento por Torrey? La artista decidió que sería un riesgo que tendría que tomar para hacer que la joven estuviera cómoda con la situación. “Absolutamente, prometo decirte la verdad” dijo Taylor. “¿Puedo comenzar ahora y preguntarte una esperanzada. Taylor asintió con la cabeza con una sonrisa torcida.
cosa?”
preguntó
JT
“¿Porqué crees que mi mamá nunca me ha contado nada sobre cuando estabais en la universidad?” Taylor estaba segura de que no sabía cómo contestar a eso. “JT, todo lo que puedo darte es mi opinión. Nunca me había imaginado que Torrey no te hubiera contado nada”. Taylor se pasó sus largos dedos por su pelo y alejó su café frío. “Tu madre estaba empeñada en ser mejor madre de lo que era. Siempre tenía miedo de no hacer lo correcto para ti. Sólo puedo adivinar cuando digo que ella no estaba orgullosa de algunas cosas que 76
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Traducción: Xirant
sucedieron cuando era joven. Andaba conmigo y yo tendía a meterla en más líos de los que eran necesarios para ambas. Creo que tal vez ella tuviera miedo de que no la querrías o no la respetaras si lo sabías. Sabes que te quiere más que su propia vida, Jess, pero sé que siempre se sentía culpable por apenas haber conocido a tu padre antes de acostarse con él. Digamos que hicimos algunas cosas salvajes desde entonces”. “¿Qué tipo de cosas salvajes?” preguntó JT. Taylor sonrió. “Bueno, como el día que dejé que se emborrachara y nos hicimos un tatuaje cuando estuvimos en California, o todos los líos que hicimos en la Sorority y terminábamos castigadas a trabajar en la cocina… lo que sucedía casi todas las noches” añadió Taylor con rapidez. “¿Mi madre tiene un tatu?” preguntó JT incrédula. “¿De qué?” Taylor se desbotonó dos botones de la parte de arriba de su camiseta. Sujetando la camiseta para mostrar su hombro izquierdo, se retiró el tirante del sujetador. En la parte más alta de su pecho había un pequeño dibujo animado del demonio de Tazmania. JT se rió ante la imagen del personaje de los Looney Toons. “¡Hey!, éramos jóvenes y éramos hermanas Sorority. Tau Alfa Zeta… éramos TAZ así que ¿qué podíamos hacer? Ayudó el que Torrey estuviera completamente ebria” añadió Taylor. De repente JT frunció el ceño y se perdió en sus propios pensamientos. “Hey, ¿qué va mal?” preguntó Taylor, con miedo de haber ido demasiado lejos. “Tu amigo, el detective, tenía razón” la joven se reclinó y suspiró. “No conozco a mi madre”. Taylor miró a la muchacha que sentía como su propia hija. Jessica estaba con la mirada fija en la mesa, concentrada en un pensamiento tan intenso, que Taylor pensó que podría hacer un agujero en la mesa. “Mi madre piensa que ella es parte del problema, ¿verdad, Taylor?” preguntó la chica. “Sí, lo piensa” contestó la mujer sinceramente. “No lo es, lo sé. Creo que soy yo, lo que hago”. “¿Y qué haces?” preguntó Taylor. “Creo que… poner en una especie de pedestal a mi madre, ¿sabes? Es como si yo fuera la única que la hace perfecta. Me levanto siempre con una excusa para ser una mierda. Como si la hiciera perfecta y entonces yo pudiera
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fastidiar todo lo que yo quiera, porque no importa lo mucho que lo intente, nunca puedo ser tan buena como ella, así que después de eso simplemente no te molestas en intentarlo. ¿Sabes a lo que me refiero?”. “Yeap. Sé exactamente a lo que te refieres, Jess. Tu madre siempre ha sido y será una mujer increíble para mí, pero está lejos de la perfección. Tiene sus defectos y sus puntos débiles que pueden apretarse como el resto de los meros mortales”. Taylor se levantó y enjuagó su taza de café en el fregadero, mirando a la vista de la ventana frente a la mesa de la cocina. Continuó hablando de espaldas a JT. “Has hecho un buen comienzo, Jess. Demonios, eres mucho más madura de lo que yo era a tu edad. Necesitas trabajar en quitar a tu madre de ese pedestal y acercarla un poco más a la tierra, creo. Verás que el problema de poner a la gente que queremos en un pedestal es que antes o después ellos caen de él. La verdadera desgracia es que eso es algo que sucede… ellos caerán, y nosotros solemos estar debajo cuando caen... Hey, a esta velocidad nunca saldremos de aquí” dijo Taylor volviéndose hacia Jessica. “¿Preparada para ponernos en marcha?” “Por supuesto. ¿Taylor?” “¿Hmm?” respondió la artista. “¿En serio que mi madre tiene un tatu?” rió JT. “¡Oh, Dios!” gimió Taylor en voz alta. “Torrey me va a matar” terminó, apoyando su brazo sobre el hombro de la joven y dirigiéndose hacia la puerta.
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Las dos mujeres finalmente encontraron una emisora de radio soportable para ambas, lo que hizo que conducir a Laguna Beach fuera considerablemente más fácil. Comprar en Grocery fue sin problemas, aunque Taylor y Jessica descubrieron que cocinar iba a ser un poco más desafío de lo que habían pensado inicialmente. Pararon a almorzar en el Simon‟s Deli. Taylor había dejado de entusiasmarse tanto cuando JT compró salmón fresco, crema de queso y panecillos para desayunar al día siguiente. “Eso lo has aprendido de tu madre, estoy segura” dijo ante la sonrisa de JT. “Yo sólo comeré los panecillos”. Taylor lo empató pidiendo un Simon Especial para el almuerzo. JT simplemente miraba mientras la mujer devoraba un enorme sándwich compuesto por pan de centeno, chóped y huevo. “No puedo imaginarme que a mamá le gustara semejante mezcla” dijo JT. “No estés tan segura. La primera vez que Torrey vino aquí se comió dos de éstos” respondió Taylor entre mordiscos.
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Conduciendo hacia la tienda de Arte, Taylor se sumergió en sus propios pensamientos mientras escuchaba la radio y Jessica miraba a su al rededor como una turista más. Toda esta conversación sobre Torrey llevaba a la artista a volverse hacia sus recuerdos, reviviendo el tiempo que pasaron juntas en California. Esas fueron las únicas y verdaderas vacaciones que vivieron juntas y fueron mágicas. Si la morena mujer había tenido alguna duda sobre el grado de responsabilidad que tenía sobre Torrey y su niña, ésta se disipó después de esas dos semanas juntas. Torrey adoró todo San Diego; especialmente a la madre de Taylor. Ambas lo notaron al momento y Jean Kent sabía que se había encontrado una hija de corazón en la pequeña y bondadosa joven. Una canción surgió en la radio y Jessica sacó a Taylor de sus sueños. “¿Te importa si subo el volumen?” preguntó la joven. Taylor negó con la cabeza. “¿Quién es?” preguntó. Le gustaba la música, pero raramente podía recordar quién cantaba qué. “Savage Garden. Es su nuevo single… está guapo” respondió JT. Taylor se estremeció ante el nombre del grupo, pero se encontró a sí misma atrapada por la letra y la armonía de su melodía. Tal vez sea una intuición Pero hay cosas que no preguntas Miro en tus ojos Veo mi futuro al instante. Y ahí está Creo que he encontrado a mi mejor amiga Sé que puede sonar a más que locura Pero creo que Sé que te quería antes de conocerte Creo que te soñaba en mi vida Sé que te quería antes de conocerte Te he estado esperando toda mi vida… Taylor no podía estar segura siquiera de si había escuchado algo más de la canción. Después de escuchar las palabras de los coros se vio inmersa en los recuerdos de un sonriente rostro y unos ojos verdes mar.
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Abril, 1983 ―Tienes que tomar una decisión en esta casa, Torrey Gray. ¡Puedes llamarme mamá o puedes irte a un hotel!‖ dijo la mujer mayor justo antes de darle un abrazo a la joven.
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―Me decido por mamá‖ dijo Torrey devolviendo la cálida bienvenida a la mujer. ―Y esta debe ser Jessica‖ dijo Jean Kent mientras cogía tiernamente al bebé de brazos de su hija. ―Creo que le debemos una‖ indicó Torrey al sonriente bebé. ―Ha sido un ángel durante todo el vuelo. Ni siquiera yo podía mantenerla quieta ni cinco minutos‖. La rubia sacudió la cabeza en dirección a Taylor. ―¡Hey, si tú tuvieras piernas de adulto, tampoco podrías quedarte quieta!‖ dijo Taylor con fingido enfado. ―Oh, pobrecita mi niñita… ¿quieres que también te dé el biberón? ¿Te haría sentir mejor?‖ se burló Torrey de la morena mujer. ―¿Qué les has puesto a estas dos?‖ le dijo Jean a Jessica mientras la niña reía a las dos mujeres antes que a ella. Taylor rió y dio a su madre un cálido abrazo y un beso en la mejilla. ―Te he echado de menos‖ admitió Taylor a su madre. Jean Kent conocía a su hija. Mejor de lo que la joven mujer pensaba. La mujer mayor lo vio en el rostro de su hija en el momento en que atravesaba la puerta y presentaba a su compañera. A Jean ya le gustaba Torrey de antes. Había hablado con la joven en varias ocasiones, y cuando Taylor no estaba cerca, la joven rubia y la madre de su compañera charlarían durante horas de todo y sobre todo. Jean sintió desde el principio que la relación que existía entre las dos jóvenes mujeres era algo especial. Cuando Taylor le dijo que había planeado quedarse en Maine y aceptar el buen puesto en Diamond & Allen, Jean había dudado del juicio de su hija. Una vez habló con Torrey, sin embargo, la mujer mayor se dio cuenta de lo especial que la joven era y del genuino afecto que tenía por Taylor. Ahora, con ambas mujeres frente a ella, la mirada de sus ojos era inconfundible. Taylor parecía más calmada con ella misma y con lo que le rodeaban de lo que su madre la había visto. La joven mujer que se había ido de casa hacía cinco años era retraída, hosca e irascible la mayoría del tiempo. La mujer madura que había aparecido ante su puerta era abierta y segura de sí misma. La preciosa morena lanzó un par de ojos zafiro a su compañera y sonrió. Fue en ese momento cuando Jean vio todo. Los brillantes ojos de su hija contenían sólo amor cuando miraba a Torrey. La mirada que la pequeña rubia lanzaba a Taylor era de completa adoración. La mujer se preguntó porqué dos personas que estaban tan enamoradas no podían verlo por sí mismas. Torrey se divertía mucho con la madre de Taylor, escuchando historias de la joven artista, mirando los álbumes de fotos,… Por supuesto, Taylor gruñía
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mientras jugaba con Jessica. La morena mujer sintió que ya la habían humillado por completo cuando aparecieron sus fotografías de bebé completamente desnuda. Fue una relajante escapada para ambas jóvenes. La madre de Taylor adoraba a Jessica y alentó a las jóvenes mujeres a salir y hacer algo de turismo mientras ella hacía de abuela. Al principio Torrey se negó. No quería imponerse a la hospitalidad de la mujer mayor. Cuando Taylor la arrinconó, sin embargo, la verdadera razón de la reticencia de la rubia salió a la luz. ―Stretch, nunca he dejado sola a Jessica con nadie que no fueras tú. ¿Qué pasará si sucede algo?‖ preguntó Torrey llorosa. ―Cariño, recuerda con quién la dejas. Mi madre no ha hecho tan mal trabajo conmigo, ¿no?‖ preguntó Taylor. ―No‖ murmuró Torrey mientras su amiga le secaba una errante lágrima de su mejilla. ―Haremos una cosa. ¿Porqué no comenzamos por salir por un almuerzo rápido hoy? Conozco un sitio con el que alucinarás, tiene sándwiches así de grandes‖. Taylor indicó el tamaño de un plato con sus manos. ―De esa forma puedes tomarte un respiro y no estarás tan nerviosa por dejar a Jess con otra persona‖. Taylor no estaba segura de sí era su compañía, el sol del sur de California, o la comida pero después de varios días las dos mujeres pasaban todo el día en la playa y Torrey tenía tiempo para su vida. Cuando la joven rubia le confesó a Jean Kent que se sentía un poco culpable, la mujer la cayó y le dijo que esa era lo más cerca que estaría siempre de ser abuela y que estaba adorando cada minuto. Encima sucedió que Jessica se convirtió en la estrella del club de bridge de los martes a la tarde y Jean era la envidia de todas las mujeres. *
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―Oh, Little Bit, ésta es definitivamente tu camiseta‖ rió Taylor mientras colocaba una camiseta frente a su pecho. Era una imagen del universo con una gran flecha que decía ‗Tú estás aquí‘. ―Muy divertido‖ dijo Torrey con una sonrisa y una palmadita en el brazo de la alta mujer. ―Si fuera ciega no te reirías de mí, pero como me oriento fatal sin más, tú te dedicas a meterte conmigo y reírte‖ dijo Torrey pretendiendo ignorar a su compañera. Taylor se asombraba constantemente de la incapacidad de Torrey de distinguir el norte del sur a pesar de que el sol estaba claramente posicionado.
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La artista se burlaba de la joven diciéndole que sería capaz de perderse en su propia casa. ―Taylor Kent‖ dijo una voz de mujer. Taylor y Torrey se giraron hacia el sonido. Una alta mujer con el pelo rubio realmente corto sonrió a Taylor. Tenía suaves ojos castaños que sonreían aunque no lo hicieran sus labios. ―¿Robín?‖ dijo Taylor con dudas. ―¡Maldita sea!‖ exclamó, aferrando la mano de la extraña en un apretón de manos. ―Le dije a Cin que eras tú. ¡No puedo creerlo!. ¿Qué demonios haces aquí? Oí que vivías en algún sitio de la Costa Este‖ finalizó Robín mirando a Torrey y sonriéndola. ―Oh, lo siento. Tor, ésta es Robín Manyon, una alborotadora del Instituto como yo. Robín, Torrey Gray‖ dijo Taylor presentándolas. ―Esto es tan curioso, Kelly y Barb están también en la ciudad. Ahora viven en San Francisco. Hey, hemos quedado esta noche en Chancey, ¿porqué no venís…? ¡Va a ser genial!‖ dijo Robín excitadamente. ―Bueno, no sé, no sé si tendré una niñera y…‖ comentó Taylor débilmente. ―¡Demonios!, ¿también tienes niños? ¡Cómo han cambiado las cosas! Quédate con eso en la cabeza, voy a por Cindy‖ dijo Robín sin tomar aliento. La vieja amiga anduvo hacia una pequeña morena que estaba hablando con un tendero en medio de la calle. ―Taylor, ¿porqué no vas…? Te mereces un poco de diversión‖ dijo Torrey. ―Tor, sabes
que
no
saldré
si
no
es
contigo.
Son
nuestras
vacaciones,
¿recuerdas?‖ respondió Taylor. ―Entonces llévame contigo. Me merezco también algo de diversión‖ sonrió la pequeña rubia. ―Little Bit, Chancey es un bar de ambiente‖ dijo Taylor levemente. ―Oh… ¿eso significa que no tienen diversión?‖ preguntó Torrey traviesamente. ―Si, la tienen‖ sonrió la morena mujer. ―Pues eso‖ dijo Torrey. ―¿Estás segura?‖ le preguntó Taylor a su amiga.
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―Bueno, no vas a ligar con alguna mujer y me vas a dejar ahí en medio de vete tú a saber dónde, ¿no?‖ preguntó Torrey con un poco de miedo. ―Por supuesto que no. Nunca haría algo así‖ dijo Taylor suavemente. ―Hoy tú eres mi cita‖ terminó justo cuando su amiga volvía con la morena a caballitos. ―¡Cindy, te ves genial!‖ dijo Taylor a la pequeña mujer y después presentó a Torrey. Era evidente que las dos pequeñas mujeres estaban destinadas a ser amigas. Parecía que se conocieran desde hacía años mientras charlaban con facilidad durante media hora. ―Mejor nos vamos, se hace tarde. Nos encontramos en Chancey a las ocho, ¿vale?‖ dijo Taylor. ―Eso es‖ respondió Robín, tomando de cerca a Cindy por el brazo para irse. ―Oh, no, ahora tendremos que comprar algo antes de ir a casa. ¡No tenemos nada que ponernos!‖ exclamó Torrey. ―Cariño, te has traído dos maletas llenas de ropa contigo‖ dijo Taylor, temiendo la idea de ir de compras. ―Pero es ropa que ya me he puesto antes‖ dijo Torrey. ―Ellas nunca te han visto con ella...‖ intentó razonar Taylor con ella. ―Pero tú sí‖ respondió Torrey; las manos sobre sus caderas, la mandíbula firmemente cerrada. ―Sé que hay algún granito de cordura por aquí, pero me pregunto dónde demonios está‖ dijo Taylor más a sí misma que a alguien que la escuchara. ―Aquí‖ dijo, presionando su tarjeta de crédito en la mano de la pequeña rubia. ―Coge lo que creas que necesitas. Estaré esperando en aquel banco de ahí‖. Taylor señaló un banco vacío en la arena, al otro lado de la calle, en el lado de la playa. Torrey se alzó y besó a la alta mujer en la mejilla. ―No tardaré mucho‖ añadió. Taylor sabía que mentía.
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Traducción: Xirant
―Taylor, ¿estás viva?‖ preguntó Torrey parándose frente a ella. La morena mujer se había repantingado en el banco mientras esperaba. ―No, me muerto esperando aquí‖ respondió secamente. ―¿Es todavía viernes?‖ ―Ja-ja‖ respondió Torrey. Taylor se levantó y cogió el par de bolsas de la joven. ―Buf, ¿seguro que tienes todo?‖ preguntó la alta mujer con sarcasmo. ―Bueno, voy a salir, así que naturalmente tenía que coger un par de zapatos para ello‖ comenzó Torrey. ―Oh, naturalmente‖ dijo Taylor con fingido entusiasmo. ―Oh, tú…‖ dijo Torrey dándole un suave codazo en el hombro a su amiga. ―Ya sabes, puedes golpearme todo lo que quieras‖ sonrió Taylor mientras andaban por la playa junto a la calle. ―¡Te encanta!‖ le devolvió Torrey la sonrisa. Sí tienes razón. Me encantas, se dijo Taylor a sí misma.
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Taylor cepilló un par de pelusas de sus vaqueros. Había decidido ir un poco más allá y vestir como ella sabía. Botas de cuero y vaqueros negros abrían el conjunto, y una chaqueta a medida de cuero negra remataban una camiseta lavanda de seda. ―¿Tor, estás lista?‖ preguntó mientras llamaba a la puerta de la habitación de Torrey. ―Dame sólo unos minutos más‖ dijo Torrey desde el otro lado de la puerta. ―Te espero abajo entonces‖ dijo Taylor mientras se acercaba a las escaleras. Cuando Torrey comenzó a descender las escaleras de la casa en la que Taylor había crecido, la morena mujer supo que nunca podría imaginar nada que se pareciera a lo que estaba viendo como una adolescente. Torrey vestía una minifalda de cuero blanco y una blusa sin mangas de seda verde pálido. Llevaba una chaqueta de cuero blanco en su mano.
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Taylor se quedó petrificada; se dio cuenta demasiado tarde de que probablemente moverse no era lo más adecuado considerando que sentía las rodillas inesperadamente débiles y su boca como si la hubieran rellenado de algodón. Oh, Dios mío. No la puedo llevar a Chancey vistiendo así. ¡Será un escándalo! ―Wow‖ fue la única respuesta de Taylor. ―¿Voy bien?‖ preguntó Torrey, disfrutando de la reacción de su amiga. ―Estás… impresionante‖ dijo Taylor después de una leve pausa. ‖Oh, esto es para ti‖. Taylor se volvió a la mesa tras ella y tomó un ramo de rosas frescas. ―¡Oh, Stretch, es tan bonito! Son preciosas, ¿qué he hecho para merecerlas?‖ preguntó Torrey, respirando el perfume de las flores. ―Bueno, me imagino que si esto es una cita, te las mereces‖ sonrió Taylor a su amiga. ―Torrey, estás absolutamente preciosa… las dos lo estáis‖ dijo Jean, sujetando a Jessica entre sus brazos. ―Jean, estás segura de que no te importa cuidar a Jess, porque si quieres…‖ comenzó Torrey. ―Tonterías. Vosotras salid y pasarlo bien. Sólo recordar no conducir si bebéis‖. ―Está bien mamá, ya me llamado a un taxi. Por ir adelantando‖. Taylor guió un ojo a su compañera. En ese momento el taxi paró y tocó la bocina. Incapaz de mantener los ojos lejos de las piernas de Torrey mientras se introducían en el taxi, Taylor supo que podía ir preparándose. Señor, algo me dice que me voy a meter en muchas peleas esta noche. *
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―¿Estás segura de que te sentirás cómoda?‖ preguntó Taylor a su amiga mientras encontraban la larga mesa en la parte de atrás del bar que Robín había reservado para esa noche. ―Estoy segura‖ dijo Torrey con una brillante sonrisa hacia su compañera.
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Taylor no estaba segura de sí podría manejarlo. Había tenido que soportar a los hombres volverse para mirar a la atractiva rubia que andaba a su lado, pero le ponía un poco de los nervios ver a otra mujeres mirar a Torrey con ese mismo brillo en sus ojos. Por su parte, Torrey estaba disfrutando de la noche hasta el momento. Imaginaba que ella y Taylor estaban realmente en una cita y que la preciosa mujer que estaba protectoramente a su lado estaba interesada de verdad en ella. No sabía que esperar de un bar de ambiente, pero se parecía bastante a cualquier otro bar en el que había estado. ―¿Te apetece algo de beber?‖ preguntó Taylor. ―Una copa de vino frío sería perfecto‖ dijo Torrey, mirando cómo su amiga se levantaba y se movía hacia la barra del bar. ―Qué dirías si te dijera que tienes los ojos más bonitos que haya visto‖ dijo una desconocida a Torrey con una sonrisa. Torrey sonrió mientras una mujer más joven incluso que ella se arrodillaba junto a la mesa y procedía a exaltar las virtudes físicas de la rubia. ―Ahora mismo estoy con alguien‖ la interrumpió correctamente Torrey. La joven tenía una sonrisa encantadora que sólo aumentó ante el rechazo de Torrey. ―Alguien debería decirle a tu cita que es una mujer con mucha suerte‖ dijo suavemente la desconocida. ―Ella ya lo sabe‖ respondió la honda voz de Taylor tras la arrodillada mujer. ―Apuesto a que es tu cita‖ le dijo la desconocida a Torrey con una sabia sonrisa mientras alzaba la mirada hacia ella. ―Uh huh‖ afirmó Torrey devolviéndole la sonrisa. La joven miró a Taylor alzada ante ella. ―Whoa‖ dijo, todavía mirando mientras se ponía en pie. ―Ya me voy‖ terminó y se fue con una sonrisa avergonzada. La desconocida sabía que no era lo suficiente como para competir con esa mujer. Taylor simplemente se mantuvo quieta con las dos botellas en las manos. Al principio cuando había vuelto de la barra del bar y había visto a otra mujer tanteando a su joven amiga, su primer pensamiento había sido estrangular a la mujer arrodillada. Luego había oído la risa de Torrey. Nadie tenía una sonrisa que sonara como la de Torrey, al menos para los oídos de Taylor. Era tan genuina y sencilla. Ningún otro sonido removía los sentidos de la artista tanto como aquel sonido hacía.
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Taylor observó mientras la arrodillada mujer seguía charlando con su amiga. Lo más asombroso era la graciosa manera en que Torrey aceptaba el flirteo. Por un breve momento la morena mujer de la barra pensó que su amiga estaba realmente disfrutando de las atenciones de otra mujer. Entonces Taylor se dio cuenta de que Torrey siempre era abierta y amistosa, simplemente estaba siendo ella misma. ―No puedo dejarte sola un minuto, ¿eh?‖ dijo Taylor lo suficientemente alto como para que le oyeran las de alrededor, con una maliciosa sonrisa en su rostro. Torrey agachó la cabeza mientras el rubor de sus mejillas aumentaba. Taylor pensó que no había visto jamás alguien tan atractivo. ―Bueno, estaba siendo terriblemente amable y no quería dañar sus sentimientos‖ explicó Torrey. ―Oh, bien, puedo hacer que vuelva si quieres‖ dijo Taylor, fingiendo levantarse de su asiento. La expresión de los abiertos ojos de Torrey recompensó a la artista que comenzó a reír con fuerza ante la joven. Poniendo su brazo sobre sus hombros y dejando dos dedos bajo la barbilla de la rubia, Taylor levantó su rostro hasta que sus ojos se encontraron. Una amplia sonrisa iluminaba el rostro de la morena. ―Nunca cambies, Tor. Me gustas tal como eres‖ dijo Taylor suavemente, inclinándose para besar la mejilla de la joven. No había muchas mujeres en el bar que parecieran dispuestas a arriesgar sus vidas y sus cuerpos desafiando a la morena mujer, invitando a la joven rubia a bailar. La primera que pensara que era lo suficientemente fuerte para hacerlo declinaba rápidamente al ver a ambas mujeres acurrucadas en la mesa. Taylor justo había deslizado sus labios contra la cálida mejilla de Torrey cuando fueron interrumpidas. ―Bien, es bueno saber que la vida de casadas no hace que desaparezca el romance‖ bromeó Robín mientras Cindy y ella se sentaban en la mesa. ―Muy gracioso, sabes…‖ comenzó Taylor pero fue interrumpida por la mano de Torrey apoyada sobre la suya. ―No importa‖ dijo Torrey con una sonrisa que derritió el corazón de Taylor. La artista iba a explicar a sus viejas amigas cuál era realmente la relación entre ella y Torrey, pero su compañera la detuvo. Por un momento Taylor creyó ver una extraña mirada en los profundos ojos verdes de Torrey. Una mirada que decía que le gustaba la idea. La morena mujer se dio cuenta de que la
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joven estaba simplemente siendo ella misma. Probablemente piensa que sería un golpe para mi ego tener que contarles que no duermo con ella. Su amiga siempre estaba preocupándose por los sentimientos de Taylor. La noche fue una de las mejores que Torrey y Taylor disfrutaron juntas. Rieron y jugaron toda la noche. Torrey y Cindy habían creado un fuerte vínculo como amigas desde que se habían conocido, y Barb y Kelly no podían dejar de hablar sobre el cambio de Taylor, dándole a Torrey todo el mérito de esa transformación. Torrey escuchó historias la dejaron alucinada sobre lo que Taylor y sus amigas hicieron de adolescentes. Parecía que nadie en todo San Diego se hubiera librado de salvajes travesuras. ―Sí, y míranos ahora, respetadas profesionales‖ dijo Kelly con una traviesa sonrisa en su rostro. ―Bueno eres una profesional… pero no diría mucho más‖ bromeó Torrey. La mesa rompió en una estridente carcajada ante la opinión de la pequeña rubia sobre ellas. ―Definitivamente me encanta. No se anda con rodeos‖ rió Robín. ―Me encanta esta canción‖ dijo Barb en voz alta mientras ella y su compañera dejaban la mesa y recorrían el camino hacia la pista de baile. ―Vamos, cariño, ¿bailas conmigo?‖ le pidió Robín a la pequeña morena que estaba sentada junto a ella. ―Para que todas se rían de cómo bailo, uhh uh‖ replicó Cindy. ―Qué dices, Torrey, ¿quieres bailar?‖. Robín miró a través de la mesa a la rubia. ―Yo, umm…‖ tartamudeó Torrey. Nunca antes había bailado con una mujer y pensaba que de alguna forma debía ser diferente. ―No esta vez, muchacha‖ respondió Taylor, rescatando a su amiga del bochorno. Taylor se mantuvo quieta y alargó su mano. ―Me ha prometido el primero‖. Torrey miró a la extendida mano de Taylor durante unos segundos antes de tomar una decisión. Si iba a hacer tonterías, no se le ocurría mejor sitio donde hacerlas que en los brazos de Taylor. Apoyó su mano en la más grande de su amiga y dejó a la guapa morena que la dirigiese a la pista de baile. ―Lo siento, es que no soy de las que bailan provocativamente y bueno…‖ se disculpó Torrey mientras Taylor apoyaba una gentil mano contra la espalda de la pequeña mujer.
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―Está bien, lo comprendo. Siempre podemos escaparnos fuera durante un rato‖ ofreció Taylor. ―No. Es decir, ya que estamos aquí…‖. La voz de Torrey se apagó suavemente. Torrey pisó un par de veces los pies de su compañera hasta que comenzó a frustrarse. Taylor podía sentir la creciente tensión en el cuerpo de la joven. ―Hey‖ dijo Taylor suavemente para llamar la atención de su amiga. Una vez los ojos de Torrey examinaron el azul intenso de la mirada de Taylor, la artista habló de nuevo. ―Estarás mejor si miras los ojos de tu acompañante y no sus pies. Cuando bailas con alguien, simplemente deja que te lleven un poco. Sólo déjate llevar donde mi cuerpo te guíe y no pienses demasiado en dónde estás‖. La voz de Taylor era tan melódica como la música mientras sentía cómo el efecto relajante de las palabras comenzaba a llegar a su amiga. ―Sólo mírame a los ojos. Deberías ser capaz de ver todo lo que tu acompañante piensa y siente en sus ojos‖ finalizó Taylor. La artista miró intensamente en los profundos ojos de Torrey como si transmitieran los más profundos secretos de su alma. Se perdió en el verde que le recordaba el color del océano en una cálida mañana. Un profundo mar verde, matizado con un anillo dorado que rodeaba sus pupilas. Una punzada de nervios atravesó su estómago, con miedo urgente a que Torrey pudiera ver todo el amor que Taylor sentía por ella, y a la vez, con miedo de que no pudiera verlo. ―Ves, no es tan distinto de bailar con un hombre, ¿verdad?‖ preguntó Taylor en voz baja. Torrey sólo podía sonreír y preguntarse cómo sabía su amiga lo que estaba pensando. Dios, cómo decirle que es muy diferente. Ningún hombre me ha hecho nunca sentir de esta manera. Torrey se vio atrapada por las sensaciones de estar tan cerca de Taylor, sus cuerpos rozándose levemente. Torrey permitió a Taylor tomar el control y la joven sintió sus cuerpos uniéndose y moviéndose como uno sólo. Dejando a un lado la pérdida de su inocencia, Torrey debía decir que bailar aquella noche con Taylor fue una de las más deliciosas experiencias de su vida. ―Mucho mejor‖ le murmuró Taylor al oído mientras la música terminaba. Torrey no estaba totalmente preparada aún para romper el hechizo. Mientras la música comenzaba de nuevo en una melodía lenta, la joven tiró de la manga de la artista. ―¿Podemos hacerlo de nuevo?‖. Miró esperanzada el rostro de Taylor. 89
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La morena mujer le devolvió una sonrisa. ―Será todo un placer‖ dijo, tomando a su amiga entre sus brazos una vez más. Taylor nunca podría recordar qué grupo tocaba durante aquellos dos bailes con la mujer dueña de su corazón. Sin embargo, recordaba las sensaciones. La sensación de haber amado de siempre a esa joven con naturalidad y a pleno corazón. Era como si amara a Torrey antes incluso de haberla conocido, como si hubiera soñado en su amor perfecto y la vida se la hubiera concedido.
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NONE SO BLIND (III) By LJ Maas
"There are none so blind, as those who would not see..."
“Uh, ¿Taylor? ¿No es ese el nombre de la tienda de bellas artes „Danny‟s‟?” sacó JT a la artista de sus recuerdos. “Sí, lo es” comentó con una sonrisa Taylor, dándose de pronto cuenta de dónde se encontraba. “Me la he pasado”. “¿En qué demonios pensabas?” “Me he atontado un minuto” replicó Taylor. Taylor no deseaba admitirle a la joven que estaba soñando despierta y especialmente no iba a admitir que estaba pensando en Torrey. ¿Pero qué me pasa últimamente? ¡No me he puesto a soñar así desde hace años! Dio la vuelta al coche y entró en el aparcamiento, encontrando un sitio donde aparcar el Explorer justo frente a de las grandes puertas de cristal. Entrando en la enorme tienda que suministraba a los artistas de todo el sur de California, Taylor le hizo una señal a JT. “Las mesas de dibujo y los caballetes están al fondo, echaremos un vistazo primero a eso” dijo la artista. Jessica siguió a la alta mujer a la parte del fondo de la tienda y estuvo a punto de ser atropellada por un fuerte hombre apenas tan alta como ella. “Perdona, querida... poco más y te atropello” se disculpó. Después su rostro mostró una sonrisa. “¡Taylor! Pensaba que no saldrías de tu castillo hasta la gran exposición. ¿Qué tal?”. “Hey, Danny”. Taylor levantó la mirada de la silla que estaba revisando. “Tengo a la hija de una amiga de visita y necesita varias cosas, mesa, silla, luces, y todo el papel y herramientas que necesite. Jessica, éste es Danny Paries, el dueño de la tienda”. JT dio un apretón de manos con el hombre. “¿Sabes?, creo que mi madre tenía alguna cerámica de un autor con ese mismo nombre, ¿tiene alguna relación?” preguntó JT.
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Traducción: Xirant
“Probablemente la relación sea yo mismo. Es lo que hago, querida, cuando no estoy dando a mis clientes papel, pinceles y los últimos cotilleos. ¿Quién es tu madre?” “Um, Torrey Gray, sólo que vive en Chicago...”. “Oh, Dios mío... ¿no es esa la Torrey Gray que escribe libros?”. Danny miró de la joven a Taylor, ambas asintiendo con la cabeza. “Oh, Dios mío” repitió el hombre. JT sonrió ante la reacción del pequeño hombre. Algo en su interior le decía que estaba dirigiendo su vida hacia el buen camino. Hacía una semana nunca habría admitido que Torrey Gray era su madre; ahora se sentía orgullosa al decir que tenía una madre famosa. Taylor se sentó en una de las sillas y esperó a que su amigo se tranquilizara. Sabía que si Danny se enteraba de que Torrey era su mejor amiga, no habría quien lo aguantara. El primer libro de Torrey, Stevie, hablaba de su hermano y su lucha contra el SIDA. No sólo pasó una eternidad en la lista de los bestsellers del New York Times, sino que le granjeó el cariño de una comunidad que la aplaudió por su mirada abierta y honesta hacia los gays y el generalmente hostil mundo que tienen que tolerar. Danny y Alec, su amante los últimos doce años, eran dos de las pocas personas con las que Taylor había crecido durante los años. “Bueno, has venido al lugar correcto, querida, y Taylor, espero que el precio no sea un problema”. Danny tomó a JT del brazo y comenzó a dirigir a la joven antes de volverse hacia Taylor. “Tengo el cielo como límite” sonrió Taylor. “De acuerdo, señoras y señores... tenemos una celebridad entre nosotros. Ahora, Jessica... ¿en qué tipo de arte estás interesada?” preguntó Danny mientras la joven era llevada a otra parte de la tienda. Taylor decidió buscar a Alec en la oficina trasera y tomarse una taza de café.
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“¿Crees que podría utilizar este tipo de papel acrílico o es mejor el lienzo?”. Una guapa rubia se giró hacia Jessica mientras miraba entre los montones de blocs de dibujo. JT alzó la mirada, se giró hacia la voz tras su espalda y sintió cómo perdía el habla. La joven era un par de pulgadas más baja que ella y su corto pelo rubio caía en mechones naturales sobre su cabeza. Sus grandes ojos marrones miraban expectantes a la chica morena.
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“¿Qué?” preguntó JT, tratando de ganar algo de tiempo para poder lograr que su cuerpo aceptara las órdenes de su cerebro, logrando por fin levantarse. La rubia vio su confusión y de repente se dio cuenta del error. “No trabajas aquí, ¿verdad? Lo siento, ¡es que lo parece!. Lo siento de verdad”. “Oh, no te preocupes, no pasa nada” le respondió JT encontrando finalmente su voz. “Tengo una amiga que pinta. Posiblemente pueda contestar a tu pregunta. Puedo traerla si no te importa esperar un segundo”. “Vale” sonrió la chica dulcemente. Su sonrisa creció mientras miraba la parte anterior de los ajustados vaqueros de JT andando con prisa a la parte de atrás de la tienda. “¡Taylor!” siseó JT, haciendo que la artista estuviera a punto de tirar su taza de café al suelo. “Necesito tu ayuda. Hay una chica con una duda sobre pintura. ¿Puedes ayudarme?” “Oh, yo iré” saltó Danny. “¡No!” dijo JT, luchando por mantener su voz baja. “Necesito a Taylor porque... bueno, es sólo..., oh, Taylor, vamos, no puedo explicarlo ahora”. Taylor se rió ante la actitud de la joven, pero se levantó de su asiento para ver cuál era el problema. “Intenta no hacerme parecer una estúpida, ¿vale?” pidió JT mientras arrastraba a Taylor a través de la puerta de las oficinas hacia la tienda. Durante el tiempo que la artista explicó la respuesta a la joven, dio la impresión que Jessica estaba completamente enamorada de la chica. Era también evidente que ella sentía lo mismo por Jessica. La joven flirteaba como si Taylor no estuviera ahí. “Bien, si no tienes más preguntas...”. Taylor sacudió la mano delante de la cara de la joven. “Oh, uh, no. Has sido más que una ayuda, muchísimas gracias”. Taylor volvió a la oficina mientras Alec y Danny se retiraban de la puerta. “Oh, muy sutiles. ¿Y si se giran y os ven?” reprendió Taylor. “¿Estás bromeando?” rió Alec con su profunda voz de barítono. “Sólo tienen ojos la una para la otra. ¡Mira el resultado!” susurró el hombre mientras se volvía a la oficina donde Taylor y Danny se encontraban. “Tu hija ha conseguido el número de teléfono de la rubia. Demonios, de tal palo tal astilla, Taylor”.
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“No es la hija de Taylor”. Danny le explicó quién era la madre de Jessica. “Torrey Gray, ¿eh?. Qué bueno, ¿crees que escribirá un libro sobre esto?” preguntó Alec a Taylor con seriedad. “Debería... si ella lo supiera” dijo Taylor, con una mirada de „mantén la boca cerrada‟. “¿Sabías que era gay?” preguntó Danny. “Lo sospechaba”. “¿Crees que ella misma lo sabe?” disparó de nuevo Danny. “Dios, eso espero. ¡Si no lo sabe tendré que llamar a mi madre para que me dé ideas!” replicó Taylor con exasperación. *
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Taylor y Jessica habían pasado un agradable día juntas. Desde que salieron de casa y tomaron algo para comer, habían pasado un par de horas más antes de irse de Laguna Beach. Taylor se dio cuenta de que JT comenzaba a estar algo nerviosa e inquieta. La mujer mayor conocía ese sentimiento muy bien. Estaba acostumbrada a mostrar esa conducta y había aprendido a reconocerla como una señal de que su cuerpo, o su mente, o ambos, estaban ansiando la paz que las drogas podían ofrecerle. Taylor llevó a la joven por el brazo hasta el estudio. El mobiliario de JT no llegaría hasta dentro de un día o dos así que la artista sentó a la joven frente a su propia mesa de proyectos. “Aquí, dibuja” dijo Taylor con brevedad. “¿Que dibuje qué?” la miró JT confusa. “Es el momento para que dibujes lo que tengas en tu cabeza. No te preocupes por lo que parezca, sólo libera tu mente y tus manos”. Taylor alzó la cabeza de su propio bloc de bocetos unos veinte minutos más tarde para ver la cabeza de JT volcada sobre el papel, completamente concentrada en su trabajo. La morena artista se sonrió. Sin embargo, no había sido ella quien había tenido la idea. Torrey había concebido el plan de sustituir una adicción por otra, una adicción inofensiva por una destructiva.
Eso estaría en la joven e iría con ella y Taylor sabía que tendría que mantener un ojo alerta todo el tiempo. No se madura de golpe, a pesar de que Jessica lo estaba haciendo bien, y Taylor se figuró que aún le tocaría tomar el
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rol de niñera y canguro más de una vez. Todo esto se convertiría definitivamente en todo un examen para su paciencia con su propio trabajo de arte expuesto los siguientes seis meses. Dame fuerza, suplicó la artista a quien quiera que escuchara su petición.
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“¿Así que conseguiste el nombre de la chica que estaba hoy en Danny‟s?” preguntó Taylor. Decidió romper algo de la tensión que había en el coche. JT estaba más callada de lo normal, si era por los nervios o por el mono Taylor no podría decirlo. Recordaba lo increíblemente aterrorizada que ella estuvo al ir a su primera reunión de AA. “Val, Valerie Kane”. replicó JT. “¿Taylor?” “¿Hmmm?”. “No sé si lo sabes, pero soy gay” dijo JT nerviosa. “Siempre me siento honrada cuando alguien confía lo suficiente en mí para darme ese tipo de información, Jess... ¿Sabes una cosa?”. “¿Sí?” respondió JT. “Yo también lo soy” anunció Taylor con toda la fuerza que le era posible. “¡¿Qué?!” casi gritó Jessica, pero tan pronto su cerebro tuvo medio segundo para pensarlo, le encontró sentido. De repente, en alguna parte de su mente, muchas cosas referentes a aquella mujer tuvieron sentido, pero JT no podía comentar lo que estaba pensando, era sólo una intuición. “¿Lo sabe mi madre?” fue todo lo que la joven pudo pensar en decir. “Sí” murmuró Taylor. “Tu madre lo supo cuando estábamos en la universidad juntas”. “Nunca me lo dijo” respondió JT. “Bueno, seguramente pensaba que no era necesario decírtelo, mi vida personal no incumbe a nadie” replicó la artista. “Wow”. Jessica sacudió su cabeza. “Creía que mi madre alucinaría si se lo contaba. Tú y ella no fuisteis... ya sabes”. “Eso no te incumbe, pero no” respondió Taylor. “Tu madre ha sido siempre mi mejor amiga y nuestra relación siempre ha sido esa”.
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“¿Alguna vez lo pensaste?” preguntó JT mientras entraban en el aparcamiento frente a un edificio de una sola planta. “Aquí es” dijo Taylor, abriendo rápidamente la puerta para evitar contestar la pregunta. “¿Porqué no guardas tus preguntas para después y simplemente te centras en escuchar durante un rato?” terminó Taylor, haciendo pasar a la joven a través de la puerta principal. Taylor sabía que había evitado por los pelos un evidente desastre. Sólo podía preguntarse si la joven que andaba a su lado se olvidaría de ese tipo de preguntas durante el tiempo que estuvieran esa noche en casa o si, como su madre, tendría un pequeño sabueso en ella y seguiría con el tema hasta conseguir la respuesta que buscaba. *
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Taylor mostró a Jessica a un par de asientos en la parte trasera lateral. Tuvo la sensación de que la joven sentiría algo de pánico por todo el escenario en el que estaban y quería darle un acceso libre en caso de que JT decidiera salir disparada en medio de la reunión. Si debía ser así, que lo fuera. Podrían volver el próximo martes y volver a intentarlo. Faltaban unos veinte minutos para que empezara la reunión. “¿Estás bien?” preguntó Taylor a la joven mujer. “Eso creo” contestó JT vacilante. Taylor extendió su mano y apretó la de la joven. “No te preocupes, Jess. No tienes que hacer nada ni decir nada, simplemente escucha. Nadie hará que te avergüences de nada, así que relájate, ¿vale?” dijo Taylor suavemente. JT afirmó con la cabeza y le ofreció una leve sonrisa. “Taylor, ¿cómo estás esta noche?”. Una mujer tan alta casi como la artista se agachó para arrodillarse cerca de la silla de Taylor. Ambas mujeres se estrecharon las manos y sonrieron. JT se dio cuenta de que la mujer tenía la más preciosa piel morena que ella hubiera visto. “Natalie, quiero presentarte a alguien. Jess, ésta es Natalie”. Taylor miró a la joven. “Ésta es Jessica” terminó la presentación Taylor. “Jess está viviendo conmigo una temporada” fue la única explicación que dio la artista. “Encantada de conocerte, Jessica. No dejes que te asustemos demasiado” dijo afectuosamente. “Taylor, necesito un favor” continuó, volviéndose a la artista. “Jenny ha tenido que ir a casa, no se encontraba muy
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bien. Necesito a alguien desesperadamente para hablar. Tú siempre haces un buen trabajo. ¿Te importaría?” ¡Perfecto! En menudo momento... “Uh, no sé...” respondió Taylor volviéndose para mirar a Jessica. “Está bien” respondió JT a la silenciosa pregunta. “Estaré bien”. Esa no era la respuesta que Taylor estaba esperando. Había sido oradora muchas veces en las reuniones y en los grupos psicopedagógicos, pero siempre era fácil hablar de tu pasado delante de extraños. Ahora, con Jessica allí, se preguntó qué diría. “Sin problema” respondió Taylor con una mirada de ‗me has pillado‘. “Genial, eres toda una salvadora. Te la debo” dijo Natalie, levantándose del suelo. “Eso es lo que siempre dices. Estoy aún esperando a ver algo de ese pago” respondió Taylor con una sonrisa. “Tendrás tu recompensa en el cielo, mi niña”. Natalie le ofreció una pequeña sonrisa. Taylor resopló. “Sí, y eso sucederá cuando no me dejen entrar, ¿no?”. Natalie rió y le guiñó un ojo a la morena mujer. “Bienvenidos a todos. Mi nombre es Natalie”. La reunión empezó como siempre lo hacía. Siempre que le pedían a Taylor que hablara, ella siempre salía con algo diferente, un poco de su lado inspirador. Rememoraba lo que tuvo que luchar para llegar a donde estaba ahora y eso daba también a los demás una razón para seguir adelante. En esos momentos estaba sentada allí levemente nerviosa, esperando a que Natalie la llamara al pódium. Había como dos docenas de personas de todas las edades, razas y antecedentes diseminados por toda la habitación, pero la única que asustaba terriblemente a Taylor era la que estaba sentada a su lado. No tenía ni idea de cómo se iba a tomar Jessica escuchar sus fechorías pasadas. A la artista le preocupaba terminar diciendo a la joven qué no hacer, lo opuesto a lo que hizo. Maldición, sólo quiero ser un buen ejemplo para ella. Ese pequeño pensamiento le pellizcó levemente el cerebro. ¿No es eso lo que todos hemos estado haciendo con Jess? Es condenadamente seguro que eso fue lo que Torrey hizo exactamente. Creer que podríamos proteger a la chica de todo lo podrido pretendiendo simplemente que no existía. La pobre Torrey no sabía que en vez de proteger a su hija, la estaba dirigiendo hacia las cosas que ella trataba de esconder. Dios, es verdad... nos hemos convertido en nuestras madres. ¿No intentó Evelyn hacer lo mismo con Torrey y su 97
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hermano? La mujer vivió su vida pensando que si no lo decía en voz alta, si nunca admitía que su hijo era gay, entonces se convertiría en realidad. No sucederá eso... no con Jessica, y no dejaré que Torrey lo haga. Taylor volvió de su ensueño justo a tiempo de escuchar la introducción. Dando una mirada confidente a la silenciosa joven sentada junto a ella, tomó su lugar ante el micrófono. El zumbido del micro asustaría a cualquiera y Taylor tenía el tipo de voz que no necesitaba amplificarse. Se apartó del pódium y preguntó si todos podían oírla bien. Prefería una charla más natural. Cuando todo el mundo afirmó con la cabeza ella comenzó a hablar un poco sobre ella. Algunos de los oyentes conocían a la normalmente reservada artista. Había estado yendo allí cada martes por la noche desde hacía catorce años. Muchos de ellos eran tímidos con la guapa mujer, pero algunos se habían acercado a ella para comentar lo inspiradora que su historia o su vida era para ellos. Para aquellos valientes que recorrían ese espacio, ella siempre tenía una brillante sonrisa y unos momentos de ánimo y conversación. Mientras Taylor comenzaba a hablar, su mente comenzó a llenarse de recuerdos de una habitación semejante a la que estaban. Aunque aquella habitación estaba situada en el sótano de una vieja iglesia de Maine y en agosto era sofocante. Fue la primera vez que habló en una reunión de Alcohólicos Anónimos. Fue justo después de que Torrey y ella volvieran de sus vacaciones en California. Taylor había mantenido su palabra: no había tomado nada más que una aspirina desde la noche que había admitido tener un problema con las drogas. Algunos días eran más fáciles que otros, pero nunca cayó en la tentación. Torrey siempre estaba allí con un abrazo y para tomar de la mano a Taylor en los días malos, pero aunque la pequeña rubia la escuchaba e intentaba ser un apoyo, no podía identificarse completamente con los problemas de su amiga. Torrey nunca había sido adicta a nada. Podía aplicar la moderación en todo y a menudo le costaba ponerse en el lugar de Taylor. Fue entonces cuando Torrey tuvo la idea de ir a AA. Era un sitio donde Taylor podría hablar con gente que se encontraba en la misma situación e incluso hablar con gente que había salido de ello. Aquel día de agosto la vida de Taylor cambió, pero nunca admitió, ni siquiera a Torrey, lo aterrorizada que estaba.
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Agosto 1983 ―Puedo hacerlo, ¿verdad?‖ preguntó Taylor a Torrey mientras sacaba a Jessica del asiento trasero de su Cherokee. ―¡Pues claro!‖. Torrey sonrió cómplicemente a su amiga. Oh Dios, Torrey, lo que esa sonrisa hace en mí... Sólo por ti, Little Bit... sólo por ti.
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Taylor cogió a la niña de nueve meses de los brazos de su madre. Jessica estaba creciendo pasito a pasito. Incluso en esos momentos parecía que fuera la hija de Taylor. La morena artista se tiraba al suelo con Jessica y movía una pequeña pelota de baloncesto de plástico frente a ella. Haciendo burla a su madre, diciendo que cuando dejaran a las mujeres entrar en la NBA ella estaría preparada para jugar en los Lakers. Torrey siempre dejaba de hacer lo que tuviera entre manos, entraba en la habitación, y decía que o en los Bulls o nada. Las dos mujeres atravesaron las puertas de la iglesia y bajaron las escaleras, Torrey abriendo el paso. Cuando llegaron al sótano había un buen número de personas sentadas en sillas plegables, algunas paseando al rededor, saludándose antes de que comenzara la reunión. Una mujer de tal vez la edad de Taylor estaba sentada ante una pequeña mesa plegable y les hizo un gesto. ―Hola, soy Eva. ¿Cómo estáis esta noche?‖ dijo Eva con una pequeña sonrisa. ―Bien, hermana‖ respondió Torrey ofreciendo su mano para estrechar la de Eva. ―Soy Torrey, he hablado contigo esta mañana por teléfono‖. ―Cierto, Torrey, y ésta debe ser el ángel responsable del grito que he oído por detrás‖ replicó Eva señalando a Jessica. ―Tú debes de ser Taylor. Encantada de conocerte‖. ―Lo mismo digo, hermana‖ respondió Taylor nerviosa. Después de todo, nadie deja atrás doce años en un colegio católico. ―Oh, por favor, llamarme simplemente Eva. Nadie me llama hermana. Bueno, tal vez mi madre, pero lo hace sólo para impresionar a las mujeres en el bingo‖ rió Eva. ―Así que Taylor, lo vas a intentar, ¿no?‖. ―Bueno, ‗intentar‘ es la palabra clave‖ respondió Taylor. ―Realmente no sé nada sobre este programa de los doce pasos, pero lo intentaré‖. ―¡Genial! Eso era justo lo que quería oír. Todo empieza con la voluntad de querer cambiar, ya lo sabes. Torrey, ¿porqué no le coges la niña a Taylor para que ella y yo podamos ir a la parte de atrás para una pequeña charla? Si te parece bien, Taylor‖. ―Umm, sin problema‖ replicó Taylor. Sus rodillas no hacían más que temblar. Una vez Eva se hubiera dado la vuelta y alejado, asumiendo que Taylor la seguiría, la artista se volvió a su compañera. ―Tor, no sé si podré hablar con una monja‖.
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―Está bien. No es exactamente la típica monja. Ve, Jess y yo nos sentaremos fuera a esperarte‖ le dijo Torrey a su amiga, viendo cómo la alta figura de Taylor se adentraba en las oficinas de la parte de atrás. ―Está bien, Taylor, escucha. No tienes que hacer aquí nada que no quieras‖ dijo Eva con una suave palmada en los hombros de la morena mujer. Taylor se relajó, sus hombros perdieron algo de la tensión que tenían. Eva le ofreció una taza de café y una vez la mujer que tenía frente a ella comenzó a hacer preguntas, la artista se encontró abriéndose más de lo que había pensado que sería capaz. Durante el tiempo que ellas estuvieron dentro, Taylor descubrió que le había confesado a esa mujer cosas que ni siquiera Torrey sabía de ella. Eva se sonrió a sí misma mientras veía a la alta morena sentarse junto a la pequeña rubia. Había visto muchos casos peores desde que había empezado a trabajar en ese programa, pero era difícil dar con una mujer que quisiera quitarse la adicción tanto como aquella. A Eva le gustaba que la gente que iba tuviera a alguien que los acompañara, alguien que se preocupara lo suficiente como para ayudarles a volver a ser una persona entera de nuevo. Podía decir, sin embargo, que la alta mujer estaba a punto de salir corriendo. Parecía un pequeño conejo asustado, a pesar de que mostraba una buena fachada. Era fuerte. Sabía que si Taylor salía corriendo esa noche, nunca volvería. ―Hey‖ dijo Taylor, deslizándose en el asiento vacío junto a Torrey. ―Hola... ¿qué tal ha ido?‖ preguntó Torrey. ―Es buena gente‖ replicó Taylor, secándose las sudorosas palmas de las manos en sus muslos. Torrey sabía que Taylor estaba asustada. Su amiga trataba de esconderlo, pero a la mujer siempre le sudaban las manos cuando se encontraba extremadamente nerviosa. Una parte de ella podía entender porqué la artista estaba aterrorizada. Taylor creía en eso de guardar todo bien cerrado en su interior, dejando ver a la gente sólo lo que ella quería que vieran. Eso era diferente para Torrey, pero incluso allí había esa mínima parte de Taylor que no conseguía controlar. Había pasado la mitad de la reunión y Torrey había aprendido bastante sobre adicciones, especialmente sobre drogas. Normalmente los adictos a las drogas tenían una adicción psicológica que era peor que la física. Se asombró también al conocer que aunque no tuvieras un problema con el alcohol, el programa de Narcóticos Anónimos obligaba a una abstinencia completa, tanto del alcohol como de drogas. Por el rabillo del ojo Torrey podía ver a su amiga intentando escuchar, pero cuando algunas personas comenzaron a dar sus testimonios personales, Taylor se levantó y susurró que necesitaba algo de aire. Salió del edificio y Torrey estaba completamente perdida sobre lo que debía hacer. Debería seguirla... ¿Taylor se iría sin ella? 100
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Pasaron diez minutos y Torrey se agachó para coger la bolsa de Jessica. Justo cuando se estaba levantando, la hermana Eva apareció y se sentó en el sitio vacío de Taylor. ―Volverá‖ susurró, acomodando una reconfortante mano en el brazo de Torrey. ―Tenía mucho miedo de hacer esto. Lo está intentando con fuerza, pero no sé qué más hacer. Si le doy la espalda tengo miedo de estar dándole pie a que siga tomando drogas‖ admitió Torrey. ―Ya has hecho mucho más de lo que mucha gente puede hacer. Ahora es el momento de hacer lo más difícil. Debes dejar que decida si quiere librarse de su adicción o no. No vas a estar siempre que ella comience a sentirse así. Taylor necesita encontrar algo, dentro de su propio corazón y de su mente, que le dé fuerza para salir de ello. Cuando lo encuentre, será capaz de pelear contra la tentación aunque tú no estés cerca. Si sales y vas a donde ella ahora, te dirá que la dejes en paz y si hace eso tengo dudas de si volverá algún día. Intenta relajarte un poco más Torrey. Apuesto a que si no vas a buscarla, ella volverá por ti‖. Eva ofreció a la pequeña rubia una tranquilizadora sonrisa y se dirigió a la parte trasera de la estancia. Torrey intentó relajarse y dejó que las palabras de Eva penetraran en su interior. La más dura decisión de su joven vida era quedarse allí dentro y esperar a que su amiga volviera. Deseó que Taylor se diera cuenta de que ella siempre estaría allí para ella, siempre la amaría, no importaba lo que pudiera suceder, pero la artista debería domar el miedo en cada paso, desde ese primero, por sí misma. Pasaron otros veinte minutos hasta que Torrey sintió una presencia familiar junto a ella. Alzó la mirada hacia el rostro de Taylor plagado de remordimientos que intentaban esconder su miedo. ―Lo siento, Little Bit... creo que flipado‖ susurró. ―No te preocupes por eso, Stretch. He oído que nos darán un test al final‖. Parpadeó. Taylor dejó escapar una risa y un suspiro a la par, con miedo de defraudar a su amiga. ―Gracias‖ murmuró al oído de la joven. ―Sí, si...‖ dijo Torrey con fingida exasperación. ―Hey, te toca el turno de esta niña. ¡Tu hija está ganando mogollón de peso!‖ le tomó el pelo Torrey a la mujer. ―Oh, eso duele...‖ respondió Taylor intentando mantener la voz baja.
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―Nunca le perdonarás a esa enfermera el comentario sobre tus caderas, ¿verdad?‖ murmuró Torrey mientras pasaba a Jessica a la mujer de su lado. Las dos mujeres sólo tenían que mirarse entre ellas y de repente se encontraban intentado acallar sus risas. Una ceja levantada y una sabia sonrisa de la hermana Eva silenciaron a ambas. Sí, doce años en un colegio católico es demasiado como para olvidarlo. Torrey miró mientras Taylor tomaba a Jessica y la mecía contra ella. Había dejado apropósito la niña a su amiga sabiendo que Jessica parecía tener un efecto casi de calmante en la artista. Además, Taylor siempre sentía que estaba siendo recompensada con algo especial cuando Torrey confiaba a la niña bajo sus cuidados. Jessica se acurrucó entre el abrazo de la alta mujer y de inmediato se quedó dormida. Taylor comenzó a acariciar el rostro de la pequeña niña mientras escuchaba a una mujer en el escenario hablando. La mujer decía que había crecido como la típica niña de los sesenta y que cuando tenía veinte años era una adicta. Lo que cambió su vida fue el momento en que se dio cuenta de que estaba embarazada. Se dio cuenta de que no viviría nunca más su vida para sí sola. Tenía a alguien de quien responsabilizarse y que la amaría incondicionalmente, daba igual lo que sucediera. La mujer estaba celebrando diez años de sobriedad y en breve el noveno cumpleaños de su hijo. Taylor bajó la mirada hacia la dormida niña de entre sus brazos y se dio cuenta de que ella también tenía el amor incondicional de aquellas que se preocupaban por ella cuando casi todo el mundo ya había tirado la toalla. ¿No era ella una responsabilidad para ellas dos? Si algo le sucediera, Torrey nunca podría terminar la carrera, o peor, tendría que volver arrastrándose a donde su madre. Una pequeña lágrima se escapó de un ojo azul cielo. Torrey se estaba dando cuenta del cambio en el comportamiento de su amiga, y cuando Taylor agachó la cabeza hacia Jessica y le dio un suave beso en su frente, casi le rompe el corazón. No le importaba lo que pudiera parecer, acomodó su brazo tras el respaldo de la silla de Taylor y frotó la espalda de la mujer con pequeñas caricias circulares. Inclinándose hacia ella, apoyó su mejilla sobre el hombro de Taylor. Taylor supo en el momento en que Torrey le ofrecía un gesto de consuelo que había encontrado sus razones. Si existían días que Taylor se había sentido sin fuerzas, todo lo que tenía que hacer es recordar que estaba limpia por ellas dos. No quería que Torrey se avergonzara de ella y quería que Jessica creciera pensando que siempre podría contar con la artista. Se dijo a sí misma en ese momento que quería ser la mujer que se encontraba en justo frente a ella en el escenario. Quería volver la vista atrás después de todos esos años y saber que había hecho algo bueno con su vida. Más que nada quería saber que lo había hecho todo por el amor y el bienestar de esas dos increíbles mujeres. Una, la mujer que siempre estaría en su corazón; la otra, la que siempre sería la niña de su corazón.
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Taylor dejó de hablar, dándose cuenta de que su voz había ido creciendo poco a poco. Estaba frente a todos y metió sus manos en los bolsillos. “Quiero que hagáis una cosa” comenzó. “Mirad a vuestro al rededor. Mirad a las personas que están sentadas a vuestro lado, frente y detrás vuestro”. Todos comenzaron a mirarse los unos a los otros. “Todos vosotros tenéis algo en común” dijo Taylor. “ Y no, no me refiero a eso” añadió con una sonrisa mientras los miembros de la audiencia reían. “Todos tenéis miedo, un miedo sin sentido” dijo rotundamente. Jessica levantó la mirada para ver a la mujer. Tenía a la audiencia embelesada, su voz natural de contralto tenía la habilidad de hacer que la escucharas. Cuando dijo esas últimas palabras, Jessica se preguntó cómo podía saber qué estaba pensando. “Muchos de vosotros tenéis tanto miedo de estar en esta habitación que desearíais salir corriendo, y el resto estáis demasiado aterrorizados como para correr. Pero no estáis solos aquí; todos estamos igual de asustados. Tenemos miedo de no ser capaces de parar o estamos asustados por haberlo hecho. Hay toneladas de razones para estar asustado, creedme, yo tengo las suficientes como para saberlo” dijo Taylor con una sonrisa irónica. De nuevo la mayoría de la gente se rió, pero ninguna persona se levantó para irse. “Os contaré un secreto. Conozco el truco para hacer que el miedo desaparezca”. La voz de Taylor bajó hasta casi convertirse en un susurro, parte de la audiencia aguantaron literalmente la respiración ante las sabias palabras de la mujer. “Es simplemente tener gente a tu al rededor que se preocupen por ti, que te quieran, que sean simplemente tus amigos. Esas son las razones por las que debes desear estar limpio. La mayoría de nosotros no lo haríamos por nosotros mismos, pero no podemos dejar que nadie lo haga por nosotros. Podemos aceptar su ayuda, sin embargo. Porque, estar seguros, habrá días que necesitaréis un amigo y, os lo prometo, alguien que te coja la mano durante esos momentos es algo que no tiene precio. Taylor anduvo por el escenario y bajó al piso. “Puedo decir mirándoos que muchos de vosotros tenéis a alguien que puede ser la razón por la que decidáis preocuparos. Si no tenéis una pareja, o un familiar, o incluso un compañero de trabajo en quien pensar, no creáis que no tengáis amigos. Tenemos mucha gente trabajando aquí que se muere por hacer amigos” dijo Taylor con una sonrisa. “Natalie” llamó Taylor hacia la parte de atrás de la habitación. “¿No podrías ser considerada una amiga?”. “Sin duda” devolvió la orientadora hacia el frente.
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“Así que no hay ninguna razón para que salgáis de aquí con vuestros miedos. Dejad que alguien os ayude, ayudaros a vosotros mismos, pero vosotros tenéis que dar el primer paso. Y por si no creéis que realmente pueda pasar...”. Taylor buscó dentro de su bolsillo y sacó la chapa con el número. La levantó a la luz para que todo el mundo pudiera verla. “Soy la prueba de que podéis encontrar razones para seguir limpios. Yo lo he hecho por quince años”. La audiencia comenzó a aplaudir y Taylor se lo agradeció con una cálida sonrisa antes de tomar su asiento junto a Jessica. “Wow” dijo en un suspiro. “¿Es un buen „wow‟ o un mal „wow‟?” preguntó Taylor. “Es un „wow‟ de „deberías tener tu propio anuncio de televisión‟” replicó Jessica con una sonrisa. Taylor se rió fuertemente. La afirmación de la joven y su propia risa redujeron la tensión que sentía. Ahora sólo podía encauzar a Jess a encontrar sus propias razones. *
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JT se apoyó contra la pared y miró mientras la amiga de su madre se arrodillaba frente a una joven. La muchacha no parecía tener más de doce o trece años, con sus vaqueros desgastados, una camiseta demasiado grande y un top de mangas de franela, daba la sensación de que estaba intentando jugar a los disfraces. Las dos hablaban en voz baja. Una mujer que parecía ser la madre de la chica estaba sentada al lado y surcaba sus dedos con cariño a través del largo cabello castaño de la joven. Jessica pensó en su propia madre y se preguntó qué estaría haciendo en ese momento y si debería llamarla. La muchacha comenzó a llorar y Taylor limpió las lágrimas de sus mejillas con un gesto dulce. La artista puso un brazo alrededor de la chica, dirigiéndola hacia la mesa donde estaba sentada Nat. “Nat, ¿podrías darme un ocho y un rotulador negro?” preguntó Taylor. Natalie buscó en la caja de las chapas y ofreció una a la alta mujer. Taylor dio la vuelta a la chapa hacia el lado del número y comenzó a escribir justo al lado del número. “Corey, esto por estar limpia durante ocho horas” dijo Taylor. “Excelente trabajo, Corey, estamos orgullosas de ti” respondió Natalie alentadoramente.
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Corey sorbió y se secó su nariz con la manga de su camiseta, sonriendo mientras murmuraba un gracias. Taylor dio vueltas a la chapa entre sus dedos como un crupier de casino. Los ojos de Corey se iluminaron. Taylor ofreció la chapa a la muchacha. “Sigue así” dijo Taylor, sacando una tarjeta personal de su cartera y dándole la vuelta escribió su teléfono en la otra cara. “Y si comienza a ser demasiado duro, llámame y hablamos, ¿vale?” La chica afirmó con la cabeza, pareciendo aún un poco intimidada por la alta mujer. Entonces la morena mujer se levantó, dijo algo suavemente a la joven y le dio a Corey un abrazo de corazón. Mientras Jessica miraba la interacción entre la joven y la artista de repente se dio cuenta de que echaba de menos a su madre. Mientras continuaba mirando, deseó, por razones enteramente egoístas, que Taylor y su madre hubieran estado juntas más tiempo.
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Esta vez el silencio del coche estaba poniendo nerviosa a Taylor. Jessica no había dicho mucho más desde que hubieran salido de la reunión. La mujer se preguntó si oír a Taylor hablar tan honestamente de su pasado había alterado a la joven. Carraspeó y resonó de forma extraña en el oscuro vehículo. “¿Taylor?” preguntó Jessica con el rostro vuelto hacia la ventanilla del coche. “¿Hmmm?” respondió Taylor. “¿Te parece bien si llamo mañana a mi madre?” preguntó JT. Taylor se alegró sobremanera aunque la oscuridad del coche escondió su sonrisa. “Sí, creo que le gustará escucharte” respondió la artista. No hubo más conversación tras eso. Llegaron a casa y ambas mujeres se dirigieron de inmediato por una ducha caliente e ir a la cama. JT miró al rededor durante varios minutos y finalmente encontró a la artista envuelta en su bata, bebiendo una taza de té en el patio mirando las colinas. Su cabeza se apoyaba en el respaldo de la tumbona en la que estaba sentada, sus ojos estaban ligeramente cerrados. “Hey, me voy a acostar” dijo JT desde la puerta. Taylor abrió un ojo y sonrió a la joven. JT no estaba segura de qué decir. Quería decir tantas cosas, pero parecía que ninguna de las palabras le llegaban. Finalmente se volvió para entrar dentro y paró en la entrada abierta.
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“Taylor, cuáles fueron tus razones... ¿qué cosas hicieron que tus miedos se fueran?” preguntó sin girarse. Taylor apoyó la taza sobre una pequeña mesa junto a la tumbona y apoyó su cabeza, cerrando sus ojos de nuevo. “Pensé que ya te lo habrías imaginado. Tu madre y tú” dijo Taylor apenas en un susurro. JT afirmó con la cabeza como si la respuesta tuviera un sentido perfecto para ella. Después la joven dio las buenas noches y se adentró en la casa. Taylor esperó unos minutos hasta estar segura de que Jessica estaba en su habitación antes de permitir que las silenciosas lágrimas rodaran libremente por sus mejillas. Aún dolía mucho, incluso después de quince años el dolor era tan latente como si hubiera ocurrido hacía un momento. Sus brazos dolieron de una forma tan real como el deseo que aún bullía ardiendo en su interior. Su corazón lloraba por un amor que nunca sería correspondido. *
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Jessica se levantó al día siguiente sintiéndose realmente bien. No sabía porqué, pero tampoco deseaba preguntárselo. Lo primero que llegó a su mente fue que quería hablar con su madre ese día. Fue la interacción entre Taylor y Corey la noche anterior lo que le hizo comenzar a pensar en la relación que tenían ella y su madre. Jessica había desperdiciado muchos de los años de su vida dedicada a ser huraña y estar resentida con su madre, y durante todo ese tiempo no podía imaginar porqué. No era que Torrey fuera hiriente, egoísta o parecido, al contrario, la pequeña rubia era una completa cariñosa, dulce y cuidadosa madre. La mujer había dejado a un lado su vida, había hecho tantos auto- sacrificios por su hija que JT había perdido la cuenta. ¿Realmente ella merecía ese amor? Jessica estaba lavándose la cara en la ducha cuando la respuesta llegó a ella. ¿Porqué no se había tomado tiempo antes para pensar en ello? Aclaró su cara y supo que era mucho más fácil pensar con claridad cuando no se está borracha o colocada. Había habido muchas ocasiones cuando estaba con el subidón que las cosas parecían más obvias para ella y asumía que era un efecto de la hierba que estaba fumando. Esa clase de claridad nunca duraba. Parecía que nunca tenía sentido. En ese momento, mientras estaba bajo el agua caliente de la ducha, se dio cuenta de que la persistencia de la visión era relativa a dónde te encontraras en cada momento. En ese momento la respuesta a todo el odio contra su madre parecía abrirse como los pétalos de una flor. Su madre era una persona maravillosa,
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tan maravillosa como Taylor la recordaba. Ella amaba a Jessica mucho más de lo que la joven incluso pudiera llegar a comprender, pero JT nunca pensó que mereciera esa clase de cariño. Era algo que comenzó en ella a una edad muy joven. Nunca pensó que fuera merecedora de ese amor. De hecho ni siquiera valía los líos por los que Torrey tuvo que pasar. ¿Su madre no entendía eso? La joven cayó en la cuenta de que su madre era una mujer guapa y lista. ¿Hubiera estado ahí desperdiciando el tiempo con su hija si pensara que era un caso perdido? Fíjate en Evelyn. Torrey nunca hablaba de su madre, diciendo que estaban algo así como peleadas, a pesar de que en esos momentos vivían apenas a unos minutos la una de la otra. Torrey se rindió y dio a su madre por perdida. ¿Porqué Torrey no quería hacerlo con Jessica? Así que, tal vez la respuesta era que Jess no era la perdedora que ella siempre había pensado que era. Se limpió los dientes sobre el lavabo, y aún mantenía el cepillo de dientes en la mano mientras examinaba su reflejo en el espejo. Intentó pensar en cosas que la hicieran parecer mala ante otros ojos. “Bueno, tengo un buen aspecto y unos ojos geniales” señaló a su imagen en el espejo con el mango del cepillo. “Puedo dibujar bastante bien, umm... hacer volteretas, crepes y macarrones con queso, usar el ordenador...” fue alistando sus cualidades en voz alta. Jessica se frunció el ceño a sí misma en el espejo. Todos estos años le he hecho pasar un infierno a mi madre, jodiendo mi propia vida, ¿y porqué? Todo porque guardaba rencor a mi madre por quererme. Como si se lo tuviera en cuenta porque creía que debía ver que no era digna de su amor. Mierda, Jess, realmente has jodido esta parte de tu vida. En ese momento el ceño de JT pasó a ser una sonrisa torcida. Llamaría a su madre de inmediato y le diría la madre tan maravillosa que realmente era. Con esa decisión la joven se vistió y se adentró en la cocina. Encontró la nueva cafetera que habían comprado el día anterior y la encendió, llenando el filtro de hojas de té verde. Corrió hasta el hall para ver qué hora era. El reloj de pie cerca de la sala de estar decía las 5:15. JT estaba asombrada. No podía recordar cuándo se había levantado tan pronto sin una alarma. Creo que lo que dice mi madre es cierto. Si te vas a la cama a una hora decente, podrás levantarte. Joder, realmente voy a odiar como ahora tenga razón en todo. Una vez que tuvo haciéndose el té verde supo que no podía llamar a su madre. Había de seguro unas horas de diferencia entre California e Illinois, dos seguramente teniendo en cuenta la luz, pero las 7:15 era todavía demasiado pronto para despertar a la famosa autora. Jessica no tenía ni idea de qué hacer a las cinco de la mañana, raramente veía esa hora sin estar volviendo a casa. Tenía algo de hambre, la verdad. Tuvo una idea y deseó que Taylor estuviera de acuerdo con ella.
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Taylor se despertó ante un olor que le recordó aún más a la mujer con la que había estado soñando casi toda la noche. Olía como si alguien estuviera cocinando, y salvo que su madre estuviera allí de visita, Jess debía ser la que había tenido la idea. Tuvo miedo de lo que se iba a encontrar así que desechó la idea de pasar primero por el baño y anduvo despacio hacia la cocina. “Buenos días” dijo Jess con una sonrisa. “Lo mismo digo, ¿qué has estado haciendo aquí?” preguntó Taylor. “Estoy friendo beicon y voy a empezar con los crepes en unos minutos. ¿Te gustan los crepes?” “No lo sé” respondió Taylor con una sonrisa. “ los he comido desde hace años. Pero huele realmente bien”. Taylor se sirvió una taza de té caliente. “¿Me da tiempo a darme una ducha?” “Por supuesto, ve a ducharte” replicó Jessica. Taylor volvió hasta su baño y giró el grifo del agua caliente de la ducha. Tomó otro sorbo de té y dejó la taza en la tarima. Se sonrió, pensando en lo fácil era volver a ser domesticada.
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“¿Hoy es fiesta o qué?” preguntó Taylor, sentándose a la mesa y quitándose el mojado cabello de sus ojos. Jessica había hecho suficientes crepes como para un pequeño ejército, beicon y zumo de naranja. “Habría hecho café pero no tengo muy claro cómo usarla. ¿Tiene que haber una razón? Quiero decir, ¿no puede ser simplemente una manera de darte las gracias por todo lo que estás haciendo por mí?” respondió sinceramente Jessica. Taylor siguió mirando fijamente a la joven, una ceja se levantó para desaparecer bajo el flequillo de ébano. Jessica sabía cuándo había sido vencida. “De acuerdo, tú ganas” dijo la joven y le contó cómo se había levantado antes del amanecer, sin darse cuenta de lo temprano que era. También añadió el hecho de que su madre tenía razón sobre lo de que si duermes cuando debes te puedes levantar más temprano. “¿No odias que tu madre siempre tenga la razón?” finalizó JT.
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“Estamos completamente de acuerdo, pero cuanto más vivas, más te irás dando cuenta de lo verídico que es. Créeme, a veces es exasperante” estuvo de acuerdo Taylor. Cuando terminaron de comer, ambas mujeres estaban más que llenas. Taylor estaba asombrada de toda la comida que la joven había llegado a zampar. “Jess, estaba muy bueno, gracias. No había tenido a alguien que cocinara algo para mí, salvo mi madre, desde hacía mucho tiempo. Y si no te importa que te lo diga, tienes el mismo apetito que tu madre. Si comiera lo que coméis vosotras sería como una casa de grande”. Jessica rió. “Sip, a los restaurantes chinos les encanta que les cerremos el negocio. Pero no te acostumbres. Sólo sé cocinar dos cosas: crepes y macarrones con queso. Ojalá supiera cómo hacer ese asado que mi madre siempre prepara en invierno”. “Sí...” concordó Taylor. “Con todas esas verduras”. “Yeap” añadió JT. “Creo que tendríamos que haber cogido ese libro de cocina ayer” terminó nostálgica. “Creo que tienes razón” rió. “Puedes llamar ahora a tu madre si quieres, debería haberse levantado ya” dijo Taylor mirando el reloj deportivo de su muñeca. “Me iré de tu al rededor con una condición”. Jessica miró con desconfianza a la mujer. “Deja que eche un vistazo a tu bloc de esbozos” susurró Taylor. Jessica sonrió y se dirigió a su habitación. Volvió con una media docena de blocs y los dejó en la mesa frente a la artista. “No esperes mucho de ellos, ¿vale?” pidió JT con nerviosismo. “No te preocupes, sin expectativas”. Taylor se sirvió una nueva taza de té y se movió hacia las puertas del patio. “Estaré fuera si necesitas algo. Dile a tu madre „hola‟ de mi parte” dijo Taylor mientras cerraba la puerta tras ella. Jessica agarró el teléfono inalámbrico de su hueco en la pared y paró. Se preguntó si debería planear lo que quería decir. Finalmente decidió que hacerlo sobre la marcha sería lo mejor. Con suavidad marcó los números que sabía de memoria. La voz de su madre respondió en el segundo tono. “Hola, mamá” dijo JT nerviosa. “¿Jess? Cariño, ¿estás bien?” preguntó Torrey alarmada.
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“Sí, mamá, estoy bien. Va todo bien, Sólo quería llamarte y, bueno, hacerte saber que estoy bien y decirte hola”. “Me alegro mucho, Jess” replicó Torrey dándose cuenta de que probablemente Taylor había hecho a la joven que la llamara. “¿Está todo bien por allí?” “Oh, sí. Taylor es genial. Me refiero a que me las he arreglado para jorobarla un par de veces, pero es muy justa, ¿sabes? Deberías ver esta casa, mamá”. Con eso Jessica comenzó a describirle la casa y Dana Point. Le contó a su madre todo desde lo de comprar una mesa de dibujo en Danny‟s hasta lo de comer en Simon‟s. Torrey sonrió ante sus recuerdos. “Mataría por un Simon Especial” dijo Torrey. “Oh, mamá, esos son tan asquerosos. Taylor se comió uno ayer y dijo que tú te comiste dos de esos cuando estuviste aquí cuando yo era pequeña”. Torrey se rió ante el comentario de su hija. “Cuéntame más”. Jessica siguió adelante. No podía recordar cuándo había charlado así con su madre. Tampoco Torrey podía y el mayor miedo de la escritora se hizo realidad. Los problemas de su hija eran por su culpa. De repente Torrey se quedó callada y Jessica tuvo que preguntarle un par de veces si seguía ahí. “¿Qué tal te llevas con Taylor?” preguntó Torrey, pero para JT la voz de su madre sonó extraña. Jessica miró hacia los agradables asientos del patio. Taylor estaba mirando los dibujos de la joven, bebiendo ocasionalmente de su taza, ambos pies cruzados bajo sus piernas. Al principio Jessica comenzó a cantar los elogios de la artista, pero paró rápidamente mientras comprendía el porqué de que la voz de su madre hubiera sonado extraña. “Ya sabes, Taylor es realmente genial, quiero decir que sé porqué erais tan grandes amigas y es una gran segunda madre, pero... bueno, ella no es tú, mamá” pudo decir JT a su madre, quien había comenzado a llorar, haciéndole que su corazón doliera ante el sonido. “Mamá... ayer por la noche fui a una reunión de AA con Taylor. Creo que realmente me ayudará” admitió JT. “Estoy tan orgullosa de ti, Jess” dijo Torrey suavemente. “Eso implica mucho coraje. Sé que lo harás bien”. “Bueno,... quería llamarte hoy porque... que creo que eres”.
quería que supieras la gran madre
Torrey no pudo parar las lágrimas que tomaban el poder. El alivio ante las palabras de su hija la inundó por dentro.
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“Por favor, mamá, no llores” pidió Jessica en vano. “Cariño, está bien... Lloro porque soy muy feliz” intentó tranquilizar Torrey a su hija. “Si tú lo dices...” respondió JT. “Pero no estoy segura de porqué lloras si estás contenta”. “Jess, mi mayor deseo para ti es que algún día algo suceda que te haga tan feliz que llores. Es la única manera de que comprendas cómo me siento ahora”. Jessica continuó contándole algunas de las cosas que había ido descubriendo los últimos dos días. La joven nunca habría imaginado poder escuchar orgullo por ella en la voz de su madre. Pensó que era el mejor sonido del mundo. Ahora ella tenía sus razones. Incluso si ella pensaba que desintoxicarse por ella misma no era una razón suficiente, ahora ella tenía dos razones más: sus dos madres. “Te echo de menos, mamá” susurró JT al teléfono. “Cariño, yo también te echo de menos, más de lo que te puedas imaginar” respondió Torrey con voz cariñosa. “Ah, Taylor dice „hola‟. ¿Quieres hablar con ella?” “Umm... sí, me gustaría”. Torrey quería decir que no, pero el pensar en escuchar la voz de contralto de Taylor tomó el control de su decisión. “Hey, Jess, antes de que te vayas quiero que sepas que te quiero” dijo Torrey. “Yo también te quiero, mamá” dijo JT. La joven pensó que seguramente era la primera vez que decía esas palabras a su madre desde hacía mucho tiempo. Jessica abrió la puertas exteriores del patio justo mientras Taylor alzaba la mirada. “Mamá quiere hablar contigo” dijo JT mientras alargaba el teléfono a la artista. “¿Qué tal ha ido?” le preguntó Taylor mientras ponía una mano sobre el auricular. Jessica le dio un gesto positivo y una sonrisa. Justo cuando se giró para volver a entrar dentro recordó que quería preguntarle algo a su madre. “¡Me he olvidado... Déjame hablar de nuevo con ella cuando acabéis, ¿vale?” preguntó JT. Taylor afirmó con la cabeza y miró a Jessica volver adentro y comenzar a limpiar los platos del desayuno de la cocina.
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“Hey, Little Bit” dijo Taylor al teléfono. “Hey, Stretch” respondió Torrey. “Sólo tengo una pregunta para ti”. Los ojos de Taylor se entornaron mientras se preguntaba qué le habría contado Jessica a su madre. “¿Siiiii?” preguntó arrastrando la palabra. “¿Quién es esa chica con la que he hablado y qué has hecho con mi hija?” preguntó Torrey completamente asombrada. Taylor agachó la cabeza y comenzó a reír. El sonido fue un bálsamo para el alma para ambas mujeres cuyos corazones estaban heridos por las mismas razones. Cerca de una hora después Taylor volvió a la cocina. “¿Querías hablar de nuevo con tu madre?” preguntó Taylor, ofreciendo el teléfono. “Sip” replicó JT alcanzándolo. “¿Mamá? ¿Cómo haces ese asado tuyo?”.
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“Mi mamá y tú habéis hablado un buen rato. ¿Algo sobre mí?” trató JT pescar algo de información. “Lo creas o no, pequeñaja, tu madre y yo hemos tenido largas conversaciones antes de que tú aparecieras por aquí, pero no, no hemos hablado de ti. Te lo prometí, ¿recuerdas?” respondió Taylor. “Oh, espera, me preguntó una cosa de ti”. “¿Si?” preguntó JT. “Quería saber si había plantado algún tipo de vainas bajo tu cama y si tú te habías convertido en un alíen” dijo Taylor con un gesto dramático. “¡No lo hizo!” dijo JT finalmente mientras veía la dentuda sonrisa en el rostro de la artista. Taylor rió mientras salía para recoger los blocs de esbozo de la joven.
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“Jess, estoy muy impresionada, y creo que me conoces lo suficiente como para saber que no me suelo impresionar fácilmente. Son muy, muy buenos”. “¿De verdad?”. JT pareció aturdida. “¿Dejarías de dibujar si digo que simplemente estaba siendo cortés?” preguntó Taylor. “No, seguramente no” respondió sinceramente JT. “Bien, porque no es así. Tienes un gran talento, Jess, pero el talento no siempre es suficiente. Hay muchos artistas con talento ahí fuera. Tienes que trabajar realmente duro, cada día, para alcanzar tu meta si quieres hacer de esto una forma de vida” le sermoneó Taylor. “¿Has pensado alguna vez hacer de tu arte una manera de vivir... o ir a la universidad?” preguntó Taylor mientras se acercaba a la joven. Jessica alzó los ojos hacia la mirada cerúlea de la alta mujer y le ofreció una sonrisa irónica. “Francamente, Taylor, la única cosa que tengo ahora mismo en mente es cómo pasar todo el día sin fastidiar algo” replicó JT. Taylor rió ante la respuesta de la chica y la mirada seria de su rostro. Puso su brazo alr ededor de los hombros de la joven y la dirigió hacia el estudio. “Bien, veamos si podemos ayudarte con tu dilema” dijo la artista con una sonrisa. *
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Torrey estaba de vuelta en Chicago sintiéndose sola muchos de los días, pero aferrándose a la esperanza de que todo saliera bien al final. Esa creencia la había hecho seguir adelante durante los más duros periodos de su vida y nunca había sido tan importante para ella creer en ello como lo era en ese momento. Su musa aún no había vuelto, pero eso era algo que el destino controlaba. Estaba dándole vueltas a la idea de volver a dar clases. Hubo un tiempo en el que había sido la ayudante del profesor de Filología Inglesa de la Universidad, en el centro, cuando Jess y ella llegaron a Chicago. Ahora había tenido tres ofertas para trabajar a jornada completa en la facultad. La universidad la quería para liderar el Departamento de Filología. La que más e tentaba era la Universidad de California. Sería una decisión que cambiaría definitivamente su vida y todavía no estaba en el estado de ánimo necesario para tomarla, no hasta saber qué pasaría con Jessica. Después estaría el hecho de vivir a poca distancia de Taylor. Sí, la mujer dueña de su corazón estaba soltera ahora, pero qué pasaría si finalmente encontraba a alguien y sentaba la cabeza... ¿Podría el corazón de Torrey soportarlo?
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Mucho de ese dolor y de la soledad se disipó para la escritora cuando respondió a la puerta el día de San Valentín. El florista local le entregó dos docenas de rosas blancas, sus preferidas. Cada docena había sido preparada en jarrones separados con una tarjeta unida a ellas. Cuando abrió las dos cartas inmediatamente reconoció los garabatos apresurados de su hija y las precisas y angulares letras de Taylor. Acarició el corazón de jade de su cuello, recordando esa misma fiesta de hacía años atrás. Cada carta contenía el mismo mensaje:
¡¿Cómo demonios has vivido con esta mujer?¡ Feliz Día de San Valentín La risa que ambas cartas causaron duró hasta que llegó a volver a escuchar aquellas viejas voces de sus recuerdos, y como cuando se anda, puso un pie frente a otro para afrontar un nuevo día.
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Los días rápidamente se convirtieron en semanas. Taylor y Jessica, ambas, tenían buenos y malos días. Taylor a menudo se mostraba silenciosa y melancólica mientras se preocupaba con un nuevo proyecto o pieza que estaba intentando acabar para la exposición. Jessica tenía días en los que no pensaba en drogas o alcohol, y días en los que todo se estrellaba contra ella. Cuando eso sucedía, Taylor lo dejaba todo para pasar un tiempo adicional con la joven. Mientras tanto, Jessica había alcanzado el status de héroe a ojos de Corey, la joven del grupo de los martes a la noche. Taylor había llevado a la madre de Corey al estudio y todas habían ido alguna vez a la playa, o a comer un sándwich, o a ver una película al cine. Incluso Jessica tenía que admitir que había encontrado una amiga en la muchacha y pronto comenzó a disculpar esa atención de héroe que Corey le profesaba. En una ocasión la madre de Corey dejó a la niña y Taylor llevó a ambas jóvenes a Anaheim durante todo el día. Era la primera vez para todas que habían estado en Disneylandia y tuvieron tiempo de disfrutar de la juventud de sus vidas. Jessica incluso intentó que Taylor entrara en una de la más nuevas y temerarias montañas rusas con ella y Corey. “Vamos, Taylor... Mira, ¡ves cómo no es tan malo!” pidió Jessica. 114
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Taylor levantó la mirada mientras el coche repleto de personas trepaba cada vez más alto hacia el cielo, y entonces la artista vio cómo el coche se lanzaba directamente contra la tierra a velocidad vertiginosa. Hacía veinte años hubiera sido la primera de la fila, pero ahora lo único que la morena mujer podía hacer era gruñir. “Me gusta que mi comida se mantenga en mi estómago, donde la he puesto, gracias. Iré a tomar una buena bebida fría y a esperaros allí” dijo indicando una sombreada zona del parque. Mientras observaba a las dos chicas ir a añadirse a la cola, se sintió más que un poco mayor. Tenía sólo cuarenta y se sentía maravillosamente, al menos físicamente. Se sintió vieja, sin embargo, cuando se dio cuenta que hacía dieciséis años desde que ella y Torrey estuvieran en ese parque de atracciones. Jessica tenía algo más de un año en aquel viaje a San Diego. La morena artista volvió la vista atrás con tristeza porque había sido la última vez que Torrey y ella fueron juntas a cualquier parte. Fue un largo fin de semana. Aprovechando que Taylor tenía que representar a su compañía en una convención en los Ángeles el viernes, pensaron que era una manera perfecta de pasar el resto del fin de semana visitando a Jean Kent.
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Febrero 1984 ―Qué sitio más increíble, Stretch. Te hace sentir de nuevo como una niña grande. Oh, ¿no sería genial volver cuando Jessica sea lo suficientemente mayor como para poder disfrutarlo?‖ charlaba Torrey sobre Disneylandia mientras Taylor conducía el LeBaron prestado de su madre hacia San Diego. Taylor sonrió y sus ojos azules brillaron bajo sus Ray Bans. A la artista le encantaba ver a su amiga disfrutar así. Torrey trabajaba tan duramente entre los malabarismos de un horario completo de clases y ser madre, que se merecía soltarse un poco ahí y ahora. A Taylor le gustaba especialmente la manera en que Torrey planificaba las cosas para el futuro incluyéndola a ella. Era como si fueran una familia real, a pesar de que Taylor sabía que algún día se acabaría. En esos momentos no quería pensar en ello. Sólo quería disfrutar de tener a la guapa rubia a su lado. Jean había dicho a ‗sus chicas‘, como le gustaba llamarlas, que era su fin de semana para pasarlo bien y que si volvían a casa antes de medianoche tendrían serios problemas. Le tomaron la palabra y habían ido a cenar a una pequeña marisquería situada en el puerto de Dana Point. Entre el océano y las montañas, la vista era impresionante y se lo tomaron sin prisa, compartiendo sus pensamientos y sus sueños. Torrey tomó un par de copas de vino mientras Taylor pedía otro Perrier. Taylor le preguntó a Torrey si había considerado la opción de vivir en un sitio como California. La 115
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pequeña rubia quería decir que cualquier sitio donde Taylor viviera sería también su hogar, pero Taylor no le pertenecía de esa forma y era insensato para su corazón pretender que así fuera. Simplemente dijo aquel sí, que por todo lo que había visto de allí, podría imaginarse viviendo allí algún día. Taylor sonrió por dentro mientras le admitía a su amiga que allí, en Dana Point, es donde siempre había soñado construir una casa en la colina. Anduvieron por la playa mientras Torrey hablaba de su escritura y lo frustrada que había llegado a estar por lo estúpido que sonaba todo aquello que escribía. Tenía las palabras, pero de alguna forma no podía hacer que dijeran lo que ella quería. ―Eso es porque estás intentando escribir con palabras, lo que no eres tú, Little Bit. Lo que necesitas es escribir desde los sentimientos; esa eres tú. Tor, tienes la habilidad de hacer a la gente experimentar las sensaciones que les cuentas. ¿Recuerdas aquellos relatos que me diste para leer? No pude dejarlos. Hay muy poca gente que pueda invocar ese tipo de sentimientos en mí, pero tú puedes‖ explicó Taylor. Fue una corta y simple conversación, pero Torrey recordaría siempre aquellas palabras de su amiga. Fue esa honesta valoración de su habilidad y su estilo la que creó a la autora que Torrey llegaría a ser. Tres meses después de volver a casa, la joven había terminado su manuscrito titulado ‗Stevie‘. La brisa del mar refrescaba las calurosas calles de la ciudad y las dos mujeres paseaban mirando los escaparates de las tiendas. Finalmente Taylor se dio cuenta del día que era. No podía creer que se hubiera olvidado, pero tampoco es que hubiera tenido aparentemente nadie con quien celebrarlo. Algo le llamó la atención y le pidió a Torrey que la esperara al final del muelle. Volviendo a donde su amiga que estaba distraída observando las estrellas del cielo, Taylor le susurró al oído: ―Inclina tu cabeza hacia delante‖. Torrey hizo lo que le pedía y sintió los brazos de Taylor rodeándola al rededor del cuello. Sintió algo suave y frío apoyarse sobre la piel justo por encima del valle de sus senos. Mirando hacia abajo vio una larga cadena de oro de la que pendía un jade. Era de un suave color verde que se igualaba a sus ojos y estaba tallado en forma de corazón. ―Feliz Día de San Valentín, Little Bit‖ le dijo Taylor suavemente. Torrey alzó el precioso colgante hacia la luz. ―Stretch, es tan bonito... gracias. Pero yo no tengo ningún regalo para ti‖ replicó Torrey, volviendo su rostro hacia la artista. Taylor bajó la mirada hacia el rostro que sería capaz de dibujar de memoria durante muchos años después. ―Torrey, eres mi mejor amiga. Nada que pudieras darme podría compararse con eso‖.
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La artista sabía que eso no era completamente verdad, sin embargo. Había algo más, pero Taylor comprendía que el corazón de Torrey nunca sería para ella. Había un dulce sabor amargo en esa comprensión. Todo lo que podría desear en su vida estaba a unas pocas pulgadas de ella, pero en realidad, un abismo tan grande como la eternidad, la separara de ello. *
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Pararon a tomar una copa más. Taylor pidió un café mientras su amiga tomaba dos irlandeses. Sonrió; sabía que Torrey lo lamentaría por la mañana. Taylor era quien conducía y no quería tomar mucho más. Simplemente sorbió su café y escuchó a la adorable mujer que estaba frente a ella. Era de noche cuando pasaron por Mesa Boulevard. San Diego estaba inmerso en la noche del sábado y las dos mujeres disfrutaron de tener el techo del coche bajado, estando en medio de la gente y de sus miradas. ―Oh, Taylor, aquí, ¡para aquí!‖ dijo Torrey alarmada. ―Torrey, es un salón de tatuajes‖ respondió su amiga sorprendida. ―Lo sé. ¡Vamos a hacernos un tatu!‖ replicó con entusiasmo. ―¿Estás loca? Me matarás mañana. Demonios, mi madre me matará por dejar que lo hagas‖. Taylor generalmente se atrevía con todo, pero la morena artista sentía que la preocupación de Torrey por obtener un tatuaje tenía más que ver con el alcohol que la pequeña rubia había bebido que con cualquier otra cosa. ―De verdad que quiero uno. Uno para las dos. Vamos, ¡será divertido!‖. ―¿Vas en serio, Little Bit?‖ preguntó Taylor. ―¡Por supuesto! ¿Y tú?‖. Torrey miró a Taylor con aquellos ojos verdes tan sinceros que poco más podría hacer un corazón capturado por ellos salvo aceptar. ―Ok, pero no aquí. Si vas en serio, conozco a alguien en cuyo trabajo confío‖. Diciendo esto Taylor dio la vuelta al Mesa Boulevard y se dirigió hacia la universidad.
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―Kenny‖ sonrió Taylor mientras ella y su amiga entraban en la tienda.
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―¡Taylor, hostias! ¿Qué haces codeándote con el populacho? He oído que tienes curro en el D&A‖. ―Mi amiga y yo estamos de vacaciones y cuando pensamos en tatuajes, por supuesto pensé inmediatamente en ti‖ finalizó Taylor, volviéndose para presentar a Torrey. ―Torrey, éste es Kenny, uno más de los vagos artistas playeros con los que pasé mi caprichosa juventud‖ le indicó a la pequeña rubia que estaba junto a ella al hombre tras el mostrador. La tienda era un manicomio los sábados por la noche, pero Kenny les indicó a las dos mujeres que le siguieran y atravesaron una estrecha entrada hasta lo que parecían las oficinas privadas. El tatuador trajo unas cervezas frías y dejó que Torrey echara un vistazo a algunos libros mientras preparaba su zona de trabajo. ―Lo encontré‖ dijo Torrey. Señaló algo mientras Taylor miraba por encima de su hombro. ―¿Estás segura? Me refiero a que tendremos que vivir con ello el resto de nuestras vidas‖. ―Estoy segura‖ respondió Torrey segura de sí misma. ―¿Ambas os pondréis eso?‖ le preguntó él a Taylor, un tanto sorprendido. Una indulgente mirada iluminó el rostro de Taylor mientras afirmaba con la cabeza mientras explicaba: ―Somos hermanas de la Sorority, Tau Alpha Zeta‖. ―Ahh... TAZ‖ dijo Kenny mientras encendía la lámpara. ―Ok, dos demonios de Tazmania. ¿Dónde los queréis?‖ preguntó mientras Torrey se acomodaba en la confortable tumbona. ―Justo aquí‖ dijo la pequeña rubia, abriéndose los botones y retirando la blusa sin mangas para mostrar la parte superior de su seno izquierdo. ―Vale, tienes que quitarte el top. ¿Quieres un...?‖. Kenny se calló de golpe. Torrey se quitó la blusa en un rápido movimiento, dejando a ambos artistas con la boca abierta. ―Torrey, cariño...‖ le dijo Taylor intentando hacerla volver al sentido común mientras un fuego comenzaba a crecer entre sus piernas. ―Vas a hacer que a Kenny le dé un ataque al corazón‖ dijo Taylor mientras colocaba la blusa de la joven rubia sobre su desnudo pecho. Torrey no sintió la mínima sensación de dolor. De hecho, cayó dormida en cuanto terminó. El de Taylor estuvo rápidamente terminado y Kenny les dio las instrucciones sobre cómo cuidar la piel hasta que la rojez y la hinchazón
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hubieran desaparecido. Taylor le dio una buena propina a su viejo amigo como agradecimiento y tiernamente guió a Torrey al aire de la noche. Dando tumbos levemente, Torrey sugirió que pararan a tomar algo. ―¿Qué te parece si vamos hacia casa y tú apoyas la cabeza sobre mi hombro y miras las estrellas?‖ preguntó Taylor. ―Si, eso también estaría bien‖ replicó la ligeramente ebria mujer. La vuelta a casa fue tan perfecta como la artista hubiera podido desear. La pequeña compañera de Taylor se quedó dormida entre los brazos de la artista. Una vez llegaron y dejaron el coche en el garaje, se sentía reacia a dejar a la joven. Torrey, inconsciente, se estaba quedando fría, así que Taylor cogió en brazos a la pequeña figura y la subió por las escaleras, dejándola con ternura en la cama. Quitándole las zapatillas, Taylor cubrió con un pequeño edredón a la inmóvil rubia. Quería simplemente dar un suave beso en la frente de Torrey, pero la proximidad de los sensuales labios de su amiga hizo que la artista se tirara a la piscina. Inclinándose, la morena artista besó los labios de la mujer. Taylor aguantó el gemido antes de que se le escapara por entre su aliento mientras la respiración de Torrey se aceleraba y los labios de la joven respondían inconscientemente al beso. Retirándose rápidamente, Taylor tragó con dificultad e intentó enterrar la pasión que había salido a la superficie tan inesperadamente. ―Dios, Torrey, lo que me haces sentir...‖ susurró Taylor, volviendo la mirada hacia la habitación y cerrando silenciosamente la puerta.
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―Buenos días, Little Bit‖ canturreó Taylor algo más alto de lo normal a la joven mujer que justo había entrado en la cocina. Jean Kent le propinó un pequeño golpe en el brazo a su hija por el comportamiento, sabiendo en qué condiciones había llegado Torrey a casa. ―¿Porqué estás tan condenadamente alegre?‖ preguntó Torrey, incapaz de abrir sus ojos más allá de una rendija. Su normalmente alegre temperamento estaba completamente desaparecido. Levantó la mano para protegerse de lo que le parecía una extraordinaria cantidad de luz entrando por la ventana. Taylor sonrió hacia su pequeña amiga y su primera resaca. Saltó y volvió con una taza de té, dejándola en la mesa frente a la dolorida joven.
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―¿Realmente hicimos lo que creo que hicimos ayer a la noche?‖ preguntó Torrey con una voz apenas más alta que un murmullo. ―Umm...‖ dijo Taylor, posando un esbelto dedo en el relieve de carne de su propio seno izquierdo. Torrey se abrió su bata ligeramente para mostrar el pequeño tatu de su pecho. ―¿Tú también?‖ preguntó. Taylor sonrió desde el otro lado de la mesa mientras dejaba a un lado la camiseta para mostrar la misma imagen. ―Creo que me siento un poco mejor‖ bromeó la joven. ―Oh, mierda, me duele la cabeza hasta cuando me río‖. Dejó a un lado el té y subió las escaleras con Taylor siguiéndola. Taylor entró en la habitación con su amiga, inclinándose sobre la cuna para controlar a la aún dormida niña. ―Voy a darme una ducha rápida‖ dijo Torrey. ―Mejor toma un largo baño caliente, te hará sentir mejor. Ya me encargo yo de Jess‖ murmuró Taylor. Taylor se sentó en el estudio de su padre, echando un vistazo a algunas revistas comerciales que había comprado. La habitación estaba directamente unida a la de Torrey y dejó la puerta abierta, atenta a cualquier sonido que pudiera hacer Jessica. Miró mientras Torrey salió de la habitación, su recién lavado cabello todavía húmedo, vestida con unos desgastados vaqueros y una camiseta grande. ―Hey‖ llamó Taylor suavemente. Torrey todavía parecía algo reventada mientras se masajeaba las doloridas sienes. ―Ven aquí‖ dijo Taylor haciendo que su amiga parara en el gran sofá de cuero que la artista recordaba con cariño de su infancia. Había sido su sitio favorito donde acurrucarse con su padre. Obviando las protestas de la joven, sentó a Torrey en el sofá y envolvió con una suave y cálida manta a la joven. ―Te tomarás el resto del día de vacaciones para celebrar tu primera resaca. Después de eso estarás bien‖ dijo Taylor suavemente, sus ojos sonriendo a la rubia. ―¿Y Jess?‖ comenzó Torrey.
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―Mamá se encargará. Vamos, cariño, cierra los ojos y relájate. Puedo asegurar que este es el más cálido, silencioso y relajante lugar de toda la casa‖ replicó Taylor. Taylor se mantuvo sentada en el sofá junto a su amiga durante unos minutos más hasta estar satisfecha de lograr lo que quería. ―Taylor, ¿te molesta si te pregunto cómo murió tu padre?‖ preguntó Torrey suavemente. ―No, no te preocupes, Little Bit. Me sorprende que nunca me lo hayas preguntado antes‖ respondió Taylor, recorriendo con la parte anterior de sus dedos la mejilla de la joven. ―Irónicamente fue a la guerra de Vietnam, pero murió aquí, en el océano Pacífico. Era piloto de aviones, por eso vivimos inicialmente en San Diego. Era el año 1968. Tenía un chollo de trabajo esperándole de acuerdo con mamá, para probar un avión Miramar. Le querían para hacer simplemente un vuelo más en un nuevo avión que estaban probando. No era un piloto probador, pero sí un hombre de la Armada, así que aceptó. Siempre recordaré el nombre de ese avión. Lo llamaban ‗Stricker‘. Finalmente pensaron que era una locura de avión antes de retirarlo y la Armada lo desechó. Oí que había existían algunos modelos en maqueta disponibles, pero nunca logré encontrar uno‖. Los ojos de Taylor se enfocaron una vez más en los verdes de la mujer que estaba tumbada bajo ella y le ofreció una pequeña y triste media sonrisa. ―Aún le echo mucho de menos. Era el tipo de padre que tú eres ¿sabes? Quererme parecía ser algo tan natural para él...‖ Torrey sonrió hacia su amiga y secó las lágrimas de sus morenas mejillas. ―Tal vez por eso eres tan fácil de querer‖ dijo Torrey suavemente. Taylor sonrió. ―Sí, ya. ¿Quieres saber cuál era su apodo?‖ La artista se levantó y abrió la puerta plegable del armario de la habitación y sacó de él un objeto de la parte superior. Cuando se lo ofreció a Torrey ésta vio que era un casco de piloto. Allí, bajo la visera, estaba pintado ‗Capitán Robert Kent, apodo REBELDE‘. Torrey también sonreía ahora. ―La manzana no cayó muy lejos del árbol, ¿eh?‖ Torrey bostezó y sintió cómo se le cerraban los ojos mientras se acurrucaba entre los gruesos almohadones del sofá y sentía cómo comenzaba a quedarse dormida. Taylor se movió para irse, pero se sintió atraída para mirar una vez más a la preciosa mujer. Torrey abrió sus ojos ante a intensa mirada azul de su amiga. ―¿Taylor?‖ preguntó.
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―¿Hmm?‖ respondió ella. ―¿Me quité la ropa delante de alguien ayer a la noche?‖ preguntó la joven, su ceño fruncido ante la concentración. Taylor rió. ―Sip, pero sólo fue tu blusa y estoy segura de que fue lo más destacado de la vida de mi joven amigo‖. Taylor sonrió ante la mirada de su amiga mientras la artista atravesaba la habitación para controlar a la niña. *
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La mañana del domingo amaneció y Torrey se sintió como una mujer nueva. Tuvo un pequeño problema al preguntarse porqué la gente se lanzaba a esa agonía de forma regular, prometiéndose obligarse a la moderación en todas sus cosas. El sol justo había salido por las montañas del este y se clavaba en la superficie del océano. Torrey adoraba ese efecto mientras hacía su rutina de Tai Chi. Nunca entendía qué había en la luz sobre el agua, pero parecía presagiar algo bueno en su vida. Algo que aún no había sucedido, pero que cuando sucediera, sería la culminación de algo extraordinario. Se puso un par de shorts y una camiseta, dejando a Jessica, que ya estaba despierta, en el gran parquecito en medio del salón. Torrey tendía a perderse de sí misma durante su rutina. Siempre quería estar segura de que Jessica estaba fuera de peligro, desde que la pequeña niña había aprendido a andar llegaba a velocidades sorprendentes. Deslizando la mampara que daba al patio, Torrey se arrodilló en la hierba, sentándose sobre sus talones para unos momentos de silenciosa meditación antes de comenzar. Sintió la presencia antes de oír sonido alguno, la comisura de sus labios se elevó ligeramente. Cuando abrió los ojos y los levantó vio la anta figura de su amiga a unos pocos pasos ligeramente tras ella. Sus movimientos eran lentos y relajados, los movimientos de Torrey un poco más graciosos en oposición a los de la artista, quien sólo había estado practicando ese ritual un poco durante un año. No había palabras durante ese rato, ninguna comunicación verbal, pero ocasionalmente la pequeña rubia sintió como si ella fuera una parte de los pensamientos de la artista, si bien la puerta de esas emociones se cerraba rápidamente. La meta era llegar a estar lo más relajada posible, concentrándose en cada movimiento sin el acto físico de la concentración. Como intentar balancearse en una precaria cornisa sin intentar del todo ese balanceo. Los movimientos debían llegar tan naturales como fijos. Mientras ambas mujeres se movían en perfecta armonía, Jessica estaba sentada fascinada por los movimientos. La niña se mantuvo más silenciosa aun viendo el fluir de la pequeña rubia y la alta y morena mujer. 122
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Mientras Jessica estaba sentada en la cocina tomándose su té, vio a la artista en el patio exterior. Vistiendo unos negros pantalones de cordón y un top igualmente negro la artista estaba obviamente en un mundo al margen, donde Jessica siempre pensaba que estaba su madre cuando hacía su rutina de Tai Chi. La alta mujer se movía sin emitir ruidos, sus ojos fuertemente cerrados mientras se movía sin pensar realmente en el movimiento. La joven pensó que era extraño que tuviera la misma sensación viendo a Taylor en su rutina matinal que cuando veía la de su madre. Era una extraña sensación de no estar completo. Como si sólo estuviera viendo una parte de la foto, esperando a que algo más se viera. No lo comprendía, pero tampoco lo había vivido. Desde que se trasladara a vivir con la silenciosa y reservada artista había sentido varias sensaciones extrañas como esa. Taylor intentó explicarle que probablemente serían recuerdos de su niñez. Continuó diciéndole a Jessica que no sería tan extraño que su roce o su sonrisa le resultaran familiares a la joven, considerando que Taylor había vivido con ella dos años de su vida. JT salió de sus pensamientos sobre el patio mientras Taylor se adentraba, desordenándose el cabello mientras andaba. La joven nunca había vivido con alguien que abarcara toda las gamas de emociones como Taylor lo hacía. Abierta y apasionada, pero también hosca y melancólica. Había días en los que podían pasear y Taylor apoyaba su brazo alrededor de sus hombros de la misma forma en que su madre deslizaba a veces su brazo alrededor de su cintura. Y por el contrario, había días en los que extrañamente intercambiaban unas pocas palabras. Taylor se disculpaba y le explicaba que la fecha de su exposición se acercaba y que estaba tensa por ello. De mientras, en ese momento Jessica estaba inmersa en sus propios pensamientos trabajando en una pintura en especial. Estaba realmente acabada, pero ella aún necesitaba enmarcarlo. Era un dibujo en lapicero y tinta de su madre y Jessica cuando era un bebé. Lo había creado de una foto que JT siempre llevaba con ella. Había trabajado arduamente en él dispuesta a acabarlo a tiempo para que fuera su regalo del día de la madre. Andaba un poco justa, pero había un sitio en Dana Point que podrían darle un acabado mate y enmarcarlo en tan solo dos días. Después de que Taylor viera y trabajara en su mesa de dibujo durante un par de horas, volvió a entrar en la cocina por un vaso de té helado. “Dime de nuevo para qué nos hemos gastado tanto dinero para una mesa de dibujo para ti...” preguntó Taylor divertida.
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Jessica se había expandido por toda la mesa de la cocina; papeles y carboncillos de diferentes durezas estaban esparcidos por toda la mesa también. La joven sonrió tímidamente a la morena mujer y se encogió ligeramente de hombros. “Es lo que estaba pensando...” respondió Taylor con una sonrisa. Jessica se movió al estudio y Taylor salió fuera, haciendo el recorrido hacia la parte de atrás de la casa y el gran jardín japonés. Ese era su rincón de la tranquilidad. La sombra fresca de los bambúes y el sonido de la cascada de agua cayendo por la roca natural le ayudaban a relajarse más que cualquier otra forma de meditación. Bebió de su fría bebida y se preguntó qué pensaría Torrey del jardín. Taylor sonrió. La rubia probablemente querría sacar su portátil y escribir, sentándose allí mismo, en el pequeño sofá. Torrey había sido siempre capaz de escribir en cualquier parte. Tal vez por ello era por lo que la escritora y la artista encajaban tan bien. Estaban cortadas por el mismo rasero. ¿Qué había dicho Torrey una vez? Sí, dos lados de una misma moneda. Siempre que Taylor quedaba con su pequeña amiga para cenar o para tomar algo, inevitablemente la enganchaban en la oficina. La artista entraría en el bar o en el restaurante y encontraría a Torrey garabateando furiosamente en servilletas. Si tenía una idea simplemente tenía que plasmarla en un papel, no fuera que perdiera el sabor o el sentido de las palabras. Del mismo modo, cuando Taylor tenía algo en la cabeza del que hacer un buen dibujo o una buena escultura, podía ponerse a esbozar la idea en lo que fuera que tuviera a mano al momento. Uno de sus trabajo más caros hasta la fechas había surgido en un supermercado en un lado de una bolsa de papel. A ninguna de ellas le molestaba la obsesión de la otra. Era una realidad que la inspiración creativa era parte de su hogar. Taylor se tumbó a lo largo del sofá, apoyando las manos tras su cabeza. Jess y ella habían tenido una conversación larga la noche anterior y sus ojos estaban tan cansados que no podía siquiera centrarse en su trabajo. Jessica sin embargo parecía no tener problemas para ello. Oh, tener de nuevo diecisiete... pensó Taylor mientras los párpados de sus ojos se caían un poco. El sonido del fluir del agua la desvanecía en un estado de somnolencia. Estaba tan orgullosa de Jessica. La joven y su amiga Corey habían recibido sus chapas de los noventa días hacía unas semanas durante la reunión del AA. Taylor quería hacer algo especial por Jessica. Al día siguiente, Taylor sorprendió a la joven llevándola a una tienda de informática y dejándola elegir el ordenador que había insinuado que quería las últimas semanas. La joven admitió sentir fascinación por la animación. Con un ordenador y un escáner, quería intentar ver si sería buena en ello. La noche anterior Taylor había visto los frutos del trabajo de la joven. Jessica había creado un personaje basado en ella. Ella dijo que si pudiera hacer algo con él, el personaje de dibujos debería ser capaz de ayudar a otros jóvenes. La animación que había creado sólo duraba dos minutos, pero había
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usado para ello cientos de dibujos. Por supuesto, la fiel compañera de Jessica, Corey, había estado echándole una mano. Jess le dio a la joven la tarea de poner el dibujo indicado en el escáner y mantener todos los dibujos en el orden debido. Taylor estaba realmente impresionada por el resultado final. Demostraba que definitivamente Jessica tenía talento para ese área. Ese fue el porqué de la noche anterior. Las dos comenzaron a hablar de lo que JT quería hacer con su futuro y el deseo de la joven era intentar entrar en una escuela de arte decente. Ese tipo de idea le hizo mucha ilusión a Taylor y JT y ella habían estado hasta más allá de la media noche discutiendo sobre escuelas y los pros y contras de las que Taylor conocía. La conversación terminó con Taylor prometiendo a la joven que se pondría en contacto con algún viejo amigo que trabajara en los estudios Pixar. La artista le explicó que probablemente él supiera a dónde ir inicialmente. Así que Jessica había estado limpia durante noventa días y cuando la joven se levantó para agradecer a la gente del grupo por su ayuda y su apoyo, la morena artista la había mirado con orgullo en su corazón. Los ojos de Taylor estaban completamente cerrados ahora, pero su cerebro estaba trabajando continuamente mientras recordaba el verano de su primer aniversario sin drogas. Fue el verano en el que Torrey se graduó en la universidad.
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Junio 1984 ―Torrey Joan Gray‖. El sistema de sonido retumbó el nombre de la joven rubia mientras ella y unos cientos de estudiantes más esperaban en fila para estrechar la mano de Dean y coger su diploma. ―Mira, ¡es mamá!‖ dijo Taylor a la pequeña niña que botaba sobre sus rodillas. Levantó a Jessica hasta que la niña estuvo sobre sus muslos. ―Ma—má‖. Jessica intentaba saltar , aunque el fuerte agarre de la artista la mantenía bien cogida.
Una vez la ceremonia terminó, se encontraron con Torrey y su amiga Alicia en el Museo Hudson. El campus era una locura entre estudiantes, familiares y amigos todos unidos. Torrey les saludó con la mano tan pronto vio el lugar de la alta mujer con la sonriente niña de diecinueve meses en sus brazos. Torrey dejó de hablar en cuanto vio a la preciosa mujer que llevaba a su niña. Disfrutaba viéndolas juntas. Taylor estaba tan impresionante como Torrey imaginó que debía estar una actriz; el gusto de la artista para la ropa mostraba el salario que recibía.
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―Sabía que lo conseguirías, Little Bit‖ le susurró Taylor al oído, abrazándola con un brazo mientras con el otro sujetaba a la imparable niña. ―Mamá‖ dijo entre risas Jessica. Fue desalentador para Torrey que su hija aprendiera esa palabra la primera y que la usara para llamar a todo y a todos de esa forma. Le encantaba cuando la usaba con Taylor, el rostro de la artista se ponía rojo y no sabía si sentirse halagada o avergonzada. Torrey tomó a su hija con sus fuertes brazos y la abrazó con ternura. Una vez Jessica encontró la borla del gorro de graduación de Torrey, lo cogió rápidamente de la cabeza de la mujer. Torrey se despidió de Alicia, cuyos padres habían ido en avión para la ocasión, y Taylor y ella dieron un paseo por el campus antes de dejarlo. Pasaron el resto del día juntas, las tres. Jessica se comportó como una perfecta niña en el restaurante que Taylor había elegido para la ocasión. La pequeña parecía comprender en cierto modo que aquel era un día especial para su madre. Cuando Taylor metió el coche hacia su calle miró a la rubia que tenía junto a ella. ―Torrey, cierra los ojos‖ pidió la artista. ―Que cierre los ojos... ¿para qué?‖. Torrey miró a su amiga con una curiosa expresión. ―Para que pueda darte tu regalo de graduación. Simplemente haz lo que te digo por una vez en la vida, ¿vale?‖ ―Vale, vale...‖ rió la joven, cerrando los ojos. ―Bien. Ahora mantenlos cerrados hasta que yo te diga que los abras, y no mires‖ respondió Taylor. Se dirigieron a la entrada y Taylor salió para abrir la puerta del copiloto. ―De acuerdo. Sal, pero no abras los ojos todavía‖ dijo Taylor, dejando a la mujer en el camino de entrada. Taylor se aseguró de que Jessica estaba durmiendo profundamente en la silla del coche y corrió a encender las luces exteriores. ―¿Puedo abrir los ojos ya?‖ preguntó Torrey impaciente. ―Las buenas cosas llegan a quienes saben esperar, amiga mía‖ murmuró Taylor desde detrás de Torrey. La joven mujer saltó ante el cálido aliento en su oído y la sensación de las manos de Taylor en sus caderas estaba 126
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definitivamente haciendo cosas escandalosas en su cerebro. Respiró el perfume de la colonia de la artista y se encontró incapaz de mantener sus ojos cerrados. ―De acuerdo, Tor, abre tus ojos‖. La joven abrió sus ojos. Después pestañeó una o dos veces. En medio del camino de la entrada había un jeep Grand Cherokee verde oscuro con una enorme cinta y lazo al rededor. ―Oh, Stretch... no puedo, es decir,... ¡es demasiado grande!‖ tartamudeó Torrey. ―¿Qué quieres decir con ‗demasiado grande‘? ¿Querías algo así de pequeño?‖ dijo Taylor mientras su rostro tomaba un cariz de perplejidad. ―Quiero decir que es demasiado como regalo. Taylor, ¡ha debido de costarte una fortuna!‖ replicó Torrey. Taylor sonrió y deslizó sus brazos por detrás de su pequeña amiga hasta que Torrey estuvo apoyada sobre el pecho de la artista. ―Sólo una pequeña fortuna, no una grande‖ respondió Taylor. ―Además, te lo mereces‖. Volvió el rostro de Torrey para mirarla a los ojos. ―No hay muchas mujeres que sean capaces de educar a una niña y sacarse una carrera, Tor. Además, añade en todo lo que te he metido yo. Sólo quería que supieras lo orgullosa que estoy de ti‖. Torrey se giró completamente y se quedó muy cerca frente a la mujer más alta, mientras saltaba a sus brazos. Besó la mejilla de la artista, y le susurró al oído: ―No muchas mujeres te tienen a ti, Stretch‖ dijo Torrey, alejándose ligeramente para hundirse en los brillantes ojos azules de su amiga. ―¡Ve a coger a Jess y vamos a dar una vuelta ahora mismo!‖ dijo Torrey entusiasmada. ―Estaba esperando que dijeras eso‖ rió Taylor. ―Ya he puesto la sillita atrás‖.
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Agosto 1984 ―¿Nerviosa?‖ preguntó Torrey, mirando a la morena artista en el asiento del copiloto.
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Torrey había voluntariamente conducido a cualquier parte en los últimos dos meses desde que recibiera el nuevo coche como regalo de graduación. Era como un nuevo juguete para la joven rubia y Taylor estaba contenta por jugar a copiloto para variar. Taylor afirmó con la cabeza ante la pregunta de su amiga. ―Me he levantado y he hablado en el trabajo, en reuniones y convenciones, no sé porqué estoy tan nerviosa por tener que levantarme ante treinta personas en un sótano de una iglesia‖. ―Mamá‖. Jessica aporreó la bandeja que había frente a su silla del coche. Taylor se volvió y cogió el osito de peluche de la niña que había caído al suelo. ―¡Mamá!‖ repitió la niña. Torrey sonrió a su hija a través del retrovisor. ―Quiere su zumo‖ lo dijo Torrey a Taylor. La artista miró incrédula a su joven amiga; los ojos de la rubia aún seguían puestos en la carretera. Alcanzó el asiento de atrás y colocó una taza roja de plástico con tapa en la bandeja frente a Jessica. La niña cogió rápidamente la taza y empezó a beber. ―Vale, me rindo. ¿Cómo le has dicho ‗quiero mi zumo, mamá‘ con el osito de peluche? ¿O es que soy la madre cegata?‖ preguntó Taylor. Torrey simplemente se encogió de hombros y sonrió a su amiga. ―Creo que son cosas de mamá‖ le susurró Taylor a la niña. ―Ya sabes, tenemos que enseñarle algunas palabras nuevas a la niña‖ dijo Taylor con una sonrisa irónica. Entraron en el sótano de la iglesia y hablaron con la hermana Eva que estaba con varias personas, algunas nuevas y otras viejas, del grupo. Torrey, con su habitual carácter abierto, presentó a la gente a Taylor. Entonces la artista les sonrió y su incomodidad desapareció. Ella era una persona imponente y aunque más reservada que su pequeña amiga, no era una mujer antipática. Taylor simplemente escuchaba más, observando todo, allá donde Torrey era feliz, graciosa, buscando amistad y aceptación. La gente tendía hablar un poco más con la alta mujer cuando su compañera estaba cerca. Era como si el carácter salvaje de Taylor fuera dócil en la compañía de la pequeña mujer de corazón abierto y comprensivo. ―Me gustaría presentaros a alguien muy especial para todos nosotros aquí" comenzó la hermana Eva la noche. ―Muchos de vosotros ya la conocéis,
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pero para alguno de los que son nuevos, quiero presentaros a Taylor. Esta noche no sólo compartirá unas palabras con nosotros, sino que nosotros también tenemos algo muy especial que queremos darle. ¿Taylor?‖. La hermana Eva le indicó a Taylor que subiera al escenario. ―Taylor, te has convertido en una persona habitual aquí‖ continuó Eva mientras cogía una chapa de color azul oscuro. ―Hace hoy un año que está limpia. Será la primera en deciros que no ha sido un camino fácil. Y como segunda opinión, simplemente preguntad a Torrey lo fácil que ha sido, que ha tenido que vivir con ella‖. Parte de la gente rió, incluida Taylor. El rostro de Torrey se sonrojó ligeramente mientras estaba momentáneamente en el centro de atención. Jessica, al escuchar las risas, rió a su vez y aplaudió con las manos. ―A pesar de que ha sido un camino muy duro, Taylor también será la primera en deciros que merece la pena. Así que si los nuevos queréis basaros en algo, simplemente escuchad lo que tenga que decir. Taylor, queremos que sepas que estamos muy orgullosos, todos, de ti‖ dijo Eva mientras apoyaba el trozo de plástico en la palma de la mano de la artista. Los voluntarios de la parte de atrás de la estancia comenzaron a aplaudir y pronto toda la habitación estaba viendo a la mujer del escenario mostrar su aprecio y apoyo. Taylor miró cómo Torrey aplaudía con Jessica animada en sus rodillas. Alzando la cabeza hacia atrás, inconscientemente se sacudió varias veces para quitar los mechones de ébano de sus ojos. Era ese gesto de abstracción el que capturaba la atención y el corazón de Torrey. En ese mismo latido, en esa fracción de segundo, Torrey sintió un tipo de hambre que nunca antes había sentido. Recordó el momento en que le había dicho a su amiga que no lograba comprender qué tenía esa enorme atracción hacia el sexo. Ella ya lo había hecho y realmente no había nada sobre lo que escribir. Taylor simplemente sonrió a su amiga de la forma más extraña. La artista le dijo a Torrey que sólo podía desear que algún día la joven encontrara a alguien que le causara un hambre absoluto en su alma. Y entonces sabría a qué venía tanto jaleo. Torrey nunca había vuelto a ser aquella ingenua chica de dieciocho años. Sí, aún tenía una cierta inocencia sobre varias cosas, pero sabía lo que las mujeres hacían juntas y ahora, allí, en medio de aquella abarrotada habitación, había entendido lo que Taylor le dijera entonces. Lo que estaba sintiendo en esos momentos iba mucho más allá que una romántica profesión de cariño hacia la morena artista. La quería, en todos los sentidos inimaginables. Cuando alzó la mirada hacia Taylor la deseaba, literalmente, desde lo más hondo de su alma. Taylor esperó a que el aplauso cesara antes de comenzar a hablar. ―Vale, es suficiente‖ sonrió la artista nerviosamente.
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Se apoyó contra el pódium y volteó la chapa por entre sus dedos. Era un truco que su padre le había enseñado cuando era pequeña. Él le había contado una vez que lo aprendió de un crupier de blackjack de las Vegas. ―Supongo que hay mucha gente que no piensa que este pequeño trozo de plástico sea algo especial. Habrá muchos que os dirán que no entienden lo que representa. Incluso hoy muchos de vosotros no llegáis aún a comprender el impacto que tiene‖ comenzó Taylor. La artista bajó la mirada hacia Torrey y le ofreció una leve sonrisa. La sonrisa que iluminaba el rostro de su rubia amiga atrapó con fuerza el corazón de Taylor, su estómago dio un pequeño vuelco ante la absoluta devoción y el completo amor que esa sonrisa mostraba. Las lágrimas inundaron sus ojos y agachó la cabeza por un momento. ―Estoy segura de que esta pequeña chapa significa cosas muy diferentes a muchas personas. Cuando llega ante ti, sin embargo, los sentimientos que este pequeño trozo de plástico invoca en nosotros son seguramente los mismos. Dejadme que os diga lo que significa para mí‖. Taylor se calló por un momento. Cuando comenzó a hablar fue como si sólo estuviera hablando a Torrey. ―Significa que cuando ando por la calle con mi amiga, sé que no se avergüenza de mí. Significa que cuando me encuentro con alguno de sus amigos, mi ropa no huele a hierba, ni tengo los ojos enrojecidos. Significa que cuando me pide un favor, sé que es porque ella sabe que puede confiar en mí. Y, cuando llego dos horas tarde a cenar y no he llamado, sabe que no estoy tirada en una zanja vete a saber dónde. Bueno, vale, estará convencida de que estoy tirada en algún sitio, solo que ahora no piensa que es por mi culpa‖ dijo Taylor con una sonrisita mientras la audiencia reía confirmándolo. ―Significa que cuando la niña llora en medio de la noche, ella no tiene porqué ser la única que se levante de la cama, porque esta pequeña chapa le dice que puede contar conmigo para ayudarla. Mucho de lo que significa es que los dos pares de ojos turquesa que me están mirando en estos momentos pueden estar seguros de que pueden contar conmigo porque siempre estaré ahí, para lo que sea‖ terminó Taylor suavemente mientras miraba el rostro de Torrey, cuyas lágrimas surcaban sus mejillas.
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Taylor estaba hablando con la hermana Eva y algunos otros cuando Torrey se acercó con Jessica en sus brazos. La niña se retorció y giró, levantando los brazos en dirección a Taylor. ―Tay... ¡Tay!‖ gritó la niña.
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Taylor miró incrédula, primero a Jessica y luego a Torrey. La joven rubia pasó a la niña a los brazos de Taylor mientras Jessica seguía llamando el nombre de la artista. ―Prometo que no tengo nada que ver con esto‖ admitió Torrey, alzando las manos. ―¡Tay!‖ dijo Jessica de nuevo, envolviendo con sus brazos el cuello de la artista. Taylor abrazó a la niña y la mantuvo así incluso cuando salían del edificio. La niña satisfecha aparentemente con el fuerte abrazo de la alta mujer. Abriendo la puerta del Jeep para colocar a Jessica en su silla, un joven pasó con su perro. ―¡Tay! ¡Tay!‖ dijo Jessica señalando al perro que hacía dos horas había llamado ‗mamá‘. ―¡Oh no!‖ dijeron Taylor y Torrey al unísono, mirándose la una a la otra desde ambos lados del coche. Las dos mujeres comenzaron a reír por el limitado vocabulario de la niña. *
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―Lo que has dicho esta noche...‖ comenzó Torrey. ―Fue precioso‖. Taylor sonrió a su amiga. Estaban sentadas en el banco de fuera, en el patio, mirando las estrellas. ―Sólo quiero que sepas...‖. Taylor se calló y se encontró perdida en la mirada de Torrey. ―... sé que no siempre he sido precisamente la mejor de las amigas‖. ―Oh, Stretch, ni siquiera se te ocurra pensar eso‖ dijo Torrey, apoyando su mano sobre las más largas de su amiga. ―Has tenido tus problemas, cierto, pero nunca he dudado del profundo cariño que sientes por mí y por Jess. ¿Quieres algo de beber?‖ preguntó, levantándose del asiento. ―Sí, una cerveza‖ respondió Taylor con una sonrisa. La artista observó cómo los ojos de su amiga se abrían sorprendidos. ―Es broma. Tomaré una soda‖ rió Taylor. Torrey volvió haciendo malabarismos con los dos vasos de cristal en una mano mientras portaba una caja envuelta en la otra.
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―Bueno, te aseguro que no es un coche, pero espero que te guste igual. Estoy tan orgullosa de ti, Taylor... y pensé en darte un pequeño regalo para celebrarlo‖ dijo Torrey mientras se sentaba junto a la artista. ―Cariño, no tienes que darme nada, pero bueno, ¡no diré que no a un regalo!‖ rió Taylor mientras rasgaba el envoltorio. La artista levantó el estuche de cristal de la caja y lo miró en silencio. Torrey pensó inmediatamente que había cometido un gran error, hasta que Taylor habló. ―Oh, Torrey... no puedo... no sé qué decir...‖. Las lágrimas brotaron de sus ojos. ―¿Te gusta o no?‖ preguntó Torrey con un tono de preocupación. Taylor miró fijamente a la mujer que estaba junto a ella y se inclinó, dando un tierno beso en los labios de la joven. No había planeado el movimiento, pero era la única forma que podía pensar para mostrar a su amiga lo mucho que amaba ese regalo. Torrey, al mismo tiempo, estaba intentando desesperadamente hacer que los latidos de su corazón volvieran a su estado normal. Taylor dejó la caja en el suelo, meciendo la base de caoba sobre sus rodillas. Sin la caja de cristal era una réplica exacta del Striker Deuce, el avión experimental que el padre de Taylor había pilotado en su última misión. ―Me encanta, Little Bit... Nunca nadie me había regalado algo tan especial, Yo... yo... no sé qué decir‖ repitió Taylor. Torrey exhaló un leve suspiro de alivio. Retiró los mechones del flequillo de Taylor de sus ojos y apoyó su mano en el hombro de su amiga. ―Está bien, no tienes que decir nada. Tenía un poco de miedo de que fuera inapropiado. Quería que supieras que creo que tu padre estaría muy orgulloso de ti, Taylor. Igual que yo‖. Llevaron el precioso regalo dentro y lo colocaron encima del mantel. Después las dos mujeres pasaron el resto de la noche hablando en voz baja, mientras veían cómo las estrellas aparecían y lentamente se apagaban en el cielo.
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“Hey, Taylor, ¿tienes algún trozo grande de papel? Éste es todo el que me queda” preguntó JT.
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“Por supuesto. Echa un vistazo a uno de los cajones en el armario de madera en la parte de atrás del estudio” replicó la artista ausente mientras mordisqueaba el final de su lapicero. Jess y ella estaban intentando trabajar al mismo tiempo en sus bronceados y sus bocetos frente al patio. Taylor había estado bastante preocupada por una de sus últimas piezas que tenía en mente para su exposición, pero no conseguía hacerla correctamente. Pasó un largo rato y Jessica aún no había vuelto. Taylor miró a través de la ventana del patio a la cocina, pero no vio ni una señal de la joven. De repente la artista recordó lo que la joven le había preguntado. Los ojos de Taylor se abrieron ligeramente con una mirada de pánico. Saltando de su silla, el bloc de esbozo cayó ruidosamente al suelo. Nunca vio el libro tirado, los perdidos papeles flotando por el suelo de baldosas, mientras lo cruzaba rápidamente y se adentraba en la casa, dirigiéndose al estudio. Las puertas de vidriera de colores estaban abiertas. Taylor podía ver la forma de Jessica apoyada contra el armario de madera, sacando papeles sueltos y colocándolos en la parte de arriba. Media docena de blocs estaban parcialmente abiertos, con su contenido claramente visible. Jessica se volvió ante el sonido de Taylor entrando en la habitación. La artista se paró cuando vio la mirada en el rostro de JT. Cuando sus ojos se encontraron, Taylor supo que su secreto no seguiría escondido más tiempo. La morena mujer anduvo lentamente hasta donde estaba la joven y se paró junto a ella. Con deliberada lentitud tomó los dibujos de la mano de Jessica y comenzó a guardarlos de nuevo en los blocs. Jessica continuó mirando las imágenes de los papeles, de los cientos, miles de dibujos. Algunos rápidos y poco precisos; otros perfectamente definidos, con las líneas oscuras y permanentes. Todas las imágenes que miraban hacia JT eran la imagen de su madre. El fajo de papeles de la parte superior del armario, ahora sueltos, eran desnudos, algunos en poses muy eróticas. Taylor silenciosamente ordenó esos también y los colocó en la carpeta. La alta artista abrió el botón de otra carpeta y sacó varias hojas en blanco. Después de mostrarlas frente a la enmudecida joven, Taylor se giró y salió de la habitación. Jessica no sabía exactamente qué había pasado, pero estaba segura de una cosa: había mucho más de la relación de Taylor y su madre de lo que ninguna de ellas le hubiera contado. La joven no estaba segura de lo que iba a decir, pero dejó el estudio y buscó a Taylor. La morena mujer estaba sentada en la esquina del sofá del jardín japonés. Sabía que si Jessica quería respuestas, cuando las quisiera, la encontraría. Cuando la puerta del jardín se abrió, Taylor ni siquiera levantó la mirada. Sintió el peso de Jessica mientras la joven se sentaba al lado de ella. “Lo siento, Jess” dijo en apenas un susurro. “No quería que te enteraras, especialmente de esta forma”.
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“Creí que me habías dicho que mamá y tú nunca fuisteis amantes...” dijo JT. No era una acusación, sino más bien curiosidad. “No lo fuimos” dijo Taylor rotundamente. Las lágrimas comenzaron a brillar en sus ojos. Jessica no necesitaba ser muy lista para darse cuenta de lo evidente. “Tú sí querías, ¿verdad?” preguntó. Taylor pensó en las muchas formas que había para contestar, los juegos de palabras que podía usar para intentar salir de esa situación. Sin embargo, no podía mentir, no a Jessica y no sobre este tema. Si mentía en esos momentos Jessica tendría razones para pensar que la habría mentido en muchas otras cosas. Había sólo una cosa que podía hacer para mantener su relación sin problemas. Debía decir la verdad. “Sí, lo deseaba. De hecho, aún lo deseo”. “Wow” suspiró JT. “Yo, umm, no sé qué decir de esto. ¿Me estás diciendo que mamá nunca lo supo?” “No, y tampoco quiero que lo sepa, Jess. Por favor, prométeme que no vas a interferir, que no le dirás nada a tu madre sobre esto” suplicó Taylor. “Deberías decírselo, Taylor. Me refiero a que si ella siente lo mismo...” Taylor interrumpió a la joven. “Jessica, tu madre es hetero y yo soy gay. Me enamoré de ella y ella dejó la vida que compartíamos para estar con otra persona, con un hombre. No hay nada más evidente que eso”. “¿Quién era él?” preguntó JT. “No lo sé, nunca le conocí. Te puedes imaginar porqué nunca quise conocerlo. Torrey y yo seguimos caminos separados en enero del ochenta y cinco y ella aceptó un trabajo en Chicago para irse con él. Supongo que asumí que no salió bien. Nunca me contó nada y yo tampoco le pregunté” explicó Taylor. “Debes haberte equivocado. No puedo recordar a mamá con ningún hombre. Dios, solía salir con Rick, su agente, a fiestas y cosas así porque decía que no quería tener ninguna cita” replicó Jessica. “Sólo tenías dos años, Jess. Joder, apenas me recuerdas a mí” respondió Taylor. “Sí, no recuerdo mucho, pero la cuestión es que sí que te recuerdo y era mucho más joven cuando tú estabas con nosotras” devolvió JT.
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“Una de las dos está equivocada, Jess" dijo Taylor mientras fruncían pensativas el gesto. “¿Por qué razón tu madre iba a mentirme sobre ello?” “No lo sé, Taylor, pero sé esto. En los últimos catorce o quince años desde que os separasteis, no creo haber visto nunca a mi madre salir con una persona soltera” dijo Jessica suavemente. “¿Taylor?” “¿Sí?” “¿Puedes decirme Jessica.
porqué
no
quieres que
mamá
lo
sepa?”
preguntó
Taylor no miró a Jess; simplemente deslizó sus esbeltos dedos por su oscura melena y se apoyó contra el respaldo. “No quiero ni pensar que pueda presionar a tu madre a hacer algo que ella realmente no quiere. Sabes cómo puede ser tu madre. Suele ser siempre tan cuidadosa con mis sentimientos que no piensa en ella ni un sólo momento. Me refiero a que siempre he tenido miedo de que si ella sentía que la quiero de esa forma, ella se acostaría conmigo como por obligación y no por amor. Si eso sucediera, me mataría, Jess. Prefiero seguir soñando con que ella me ame que intentar que suceda”. Jessica asintió con la cabeza con simpatía y comprensión. De una forma extraña, comprendía los miedos de la artista. Tenía, sin embargo, la extraña sensación de que no veía toda la realidad. Como esas imágenes en tres dimensiones en las que debes cruzar tus ojos para verlas enteras. Había intentado una vez describir a su madre la técnica de enfoque necesaria para ver la imagen. La única forma que pudo encontrar para explicar el proceso era decir que debías actuar como si intentaras ver a través de la imagen. Esa era la forma en la que surgía todo ante la joven. Como si se perdieran el bosque por los árboles. “¿Es por eso por lo que no estás con mamá? Ya sabes, ¿apoyándonos y ayudándola a criarme? ¿Es por lo que ahora estoy aquí?” preguntó JT inesperadamente. “Entiéndelo, Jess. Las cosas que hice por tu madre las hice porque la amaba, no porque estuviera simplemente enamorada. Torrey fue mi mejor amiga antes de que yo quisiera algo más de nuestra relación. Ella era, y aún lo es, una mujer increíblemente dada y bondadosa que se preocupa más por la gente que por ella misma. Dime, ¿cómo no amar eso?” preguntó Taylor a la joven sinceramente.
Jessica sonrió y asintió con la cabeza a la mujer. “Taylor, ¿tienes alguno de los libros de mamá aquí?” preguntó JT. “Por supuesto, en la biblioteca, los tengo todos” respondió Taylor con una mirada algo burlona. “¿Los has leído?”
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Traducción: Xirant
Jessica la miró avergonzada mientras negaba con la cabeza. “Ayúdate a ti misma” respondió Taylor. “Te he contado cosas, Jess, pero nunca aprenderás más sobre lo que hay en el corazón de una mujer o sobre lo que piensa que leyendo sus libros. Hey, ¿tienes hambre?” dijo cambiando de tema. “¿Porqué no nos damos un respiro y vamos a comer a la plaza Szechwan?” “Buena idea” sonrió JT mientras ambas mujeres se levantaban a la vez. “No te preocupes, Taylor” dijo, deslizando su brazo alrededor de la cintura de la mujer. “Mamá jamás se enterará por mí”. “Gracias, pequeñaja” replicó Taylor inclinándose para besar la frente de la muchacha.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
NONE SO BLIND (IV) By LJ Maas
"There are none so blind, as those who would not see..."
Enero 1985 Torrey cerró lentamente la carta y la deslizó en su sobre. Miró pensativamente a través de la ventana que daba al blanco paisaje de la bahía. Había sido una buena idea que Taylor usara su Cherokee para ir a trabajar. Había algo seguro en Maine: unas Navidades blancas. Así había sido desde que llegaran allí. La nieve continuó cayendo fuertemente mientras Torrey consideraba la carta que había recibido. La había leído como una docena de veces, pero no conseguía que su corazón se alegrara con ella. Era la oportunidad de su vida, su mente se lo decía. A su corazón simplemente le dolía la decisión que debía tomar. En ese momento se había dado cuenta de que no importaba lo maravillosa que fuera la oferta, simplemente no podía dejar a Taylor. La realidad era que no se iría. No dejaría la relación que tenían. No eran amantes, pero se querrían la una a la otra el resto de sus vidas. Torrey intentó pretender que eso no importaba. Taylor parecía contenta con cómo estaban, aunque había veces en las que Torrey cogía a la artista en un momento de descuido y la tristeza que su rostro mostraba prácticamente rompía el corazón de Torrey. La Universidad de Chicago tendría que hacerlo sin ella. Leyó una vez más la carta. El profesor John Armistead, jefe del Departamento de Filología Inglesa, le preguntaba si quería aceptar un puesto como su ayudante. Un buen trabajo, buen sueldo, y la oportunidad de trabajar en su Máster llamaba a su puerta, pero sólo si Taylor estaba allí para compartirlo todo con ella. Recordó lo divertido que fue enseñarle a Taylor los rincones de Chicago y llevarla a alguno de sus lugares favoritos, donde Torrey había crecido. Todo comenzó con una manera simple de conseguir dinero e ir de viaje a Chicago. El supervisor del grupo semanal de escritores de Torrey había proyectado que ella sería perfecta. Un amigo de él estaba haciendo una investigación para un nuevo libro de éxito que estaba escribiendo sobre Literatura Inglesa y estaba buscando a alguien que pudiera dedicarse algunos fines de semana para echarle una mano. Torrey aceptó la oferta y Taylor y ella fueron juntas allí por primera vez. Después de ello, Taylor le dijo que tenía más sentido que ella se quedara en casa con Jessica para que Torrey pudiera concentrarse en hacer un buen trabajo. Había trabajado mucho, la carta que tenía entre sus manos era una buena prueba de ello.
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Traducción: Xirant
El teléfono inalámbrico sonó y saltó ante el sonido. Rápidamente se lanzó hacia el aparato para que Jessica no se despertara, contestando al primer timbrazo. ―Hey, Little Bit, Feliz Año Nuevo. El tiempo no es adecuado ni para hombres, ni para bestias, diría yo... ¿Necesitas que lleve algo a casa?‖ surgió la voz de Taylor a través de la línea telefónica. ―Sólo a ti‖ sonrió Torrey, reconociendo el sonido del teléfono del coche de Taylor. ―¿Estás muy lejos?‖ ―En realidad...‖ ironizó Taylor. El sonido de la puerta del garaje abriéndose llevó a Torrey a mirar por la ventana y vio la marca familiar del Jeep Cherokee marcada en la carretera y en la entrada del garaje. ―Eres mala‖ rió Torrey y colgó el teléfono mientras Taylor comenzaba a reírse. Taylor se quitó los guantes y la bufanda, colgando su larga chaqueta de cuero en el armario de la entrada antes de entrar en la sala de estar. ―No creo que mi sangre californiana llegue nunca a acostumbrarse a este tiempo‖ dijo la artista, yendo hacia su amiga y dándole un pequeño beso en la frente. ―Debilucha...‖ respondió Torrey con una sonrisa. ―Sí, claro... mira lo débil que se siente‖ dijo Taylor mientras se inclinaba, apoyando sus manos congeladas en el cuello de la mujer. ―¡Oh Taylor!‖ chilló Torrey saltando de su asiento y alejándose de su atacante. ―¿Cuál es el problema? ¿No decías que me estaba convirtiendo en una debilucha?‖. Taylor avanzó hacia ella, contoneando sus dedos hacia su amiga. ―Muy graciosa... atrás... ¡atrás!‖ chilló Torrey mientras Taylor arremetía contra ella una vez más. ―Tay... ¡Tay!‖ ―¡Mira lo que has hecho!‖. Ambas mujeres rieron al unísono mientras la impaciente voz de Jessica llegaba desde la habitación de abajo. ―¡Tay, Tay, Tay!‖ dijo Jessica mientras botaba arriba y abajo en la cuna.
Una vez la morena mujer estuvo lo suficientemente cerca la niña casi se lanzó ella misma por encima de la reja de la cuna. Taylor cogió a la risueña niña entre sus brazos. ―Hola, princesa... ¿te has portado bien?‖ 138
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Traducción: Xirant
Torrey se quedó detrás y observó cómo Taylor y su hija mantenían una conversación. La artista no tenía ni idea de lo que la niña le estaba diciendo, pero respondía a todos sus comentarios. ―Mira, Jess, está nevando‖ señaló Taylor a la ventana. ―Ooooh‖ respondió Jessica acertadamente.
Torrey tomó varias prendas limpias del vestidor empotrado en la pared mientras Taylor comenzaba a quitarle la camiseta a Jessica y a cambiar su pañal. ―Lo puedo hacer yo, Stretch‖ dijo Torrey. ―Nah, no te preocupes‖ replicó Taylor guiñándole un ojo a su amiga.
La verdad era que a Taylor realmente no le importaba. La joven rubia sonrió mientras veía cómo la artista interaccionaba con la niña. A Taylor nunca le importaba cuidar a Jessica. Era la mejor parte del día, entrar por la puerta y tener a ese pequeño tornado de energía saltando entre sus brazos. Meter a la cama a la niña por las noches era otro de los momentos favoritos de la morena mujer. Jessica se acurrucaba en las rodillas de Taylor mientras se sentaba en la mecedora de madera para leerle un cuento para dormir.
La voz de Taylor interrumpió las reflexiones de Torrey. ―Lo siento pero vamos a tener que cancelar la reserva de esta noche, Tor. Además, no creo que Mrs.Green sea capaz de salir con este tiempo para estar con Jessica‖ dijo Taylor disculpándose. ―Está bien, Stretch. Ya me he adelantado. Ya he llamado a Mrs. Green y le he dicho que ni se le ocurriera intentar llegar a aquí. He hecho un pedazo de mi famosa lasaña y la he puesto en el horno justo antes de que llegaras, y si te portas bien conmigo esta noche, compartiré tu postre favorito contigo‖ sonrió Torrey.
Taylor la miró con sorpresa. Había dado por hecho que Torrey estaría más disgustada por tener que cancelar los planes de Nochevieja. ―¿Has hecho tiramisú?‖. La artista la miró con sorpresa. ―Me temo que tendrás que esperar y verlo, ¿eh?‖ replicó Torrey con una maliciosa sonrisa. 139
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―De nuevo te has superado, Tor. Me pregunto qué voy a decir a mi madre la próxima vez que me diga quién es la mejor cocinera que yo conozca. Me estás echando a perder, lo sabes, ¿no?‖ dijo Taylor con un guiño mientras llevaba sus platos de postre a la cocina. Torrey sirvió a ambas una taza de café y disfruto la vista de la cocina, mirando a la alta mujer mientras metía las últimas piezas de porcelana en el lavavajillas. La artista alcanzó la vitrina y cogió dos alargadas copas de champán, volviendo a la nevera a por la botella de espumosa sidra que había llevado a casa. Torrey miró cómo su amiga sacaba con cuidado el tapón de la botella, comenzando a desenroscar el alambre que envolvía la cabeza. El comienzo de un nuevo año y ella aún estaba viviendo en brazos de un amor no correspondido por una mujer que se ocupaba en esos momentos de ella en la cocina. Habían pasado casi cinco años desde que se conocieran por primera vez, no mucho menos de que la pequeña rubia cayera enamorada de su mejor amiga. Se preguntaba a veces porqué Taylor no podía ver lo que ella sentía. Ninguna había tenido una cita con otra persona en todo este tiempo, con la excepción de cuando ella estuvo con Stephen. Torrey le dio un par de vueltas a eso. ¿Cuándo fue la última vez que Taylor había salido con alguien?. El rostro de Torrey frunció un ceño que no pudo quitar. ¿Estaba Taylor soltera sólo porque pensaba que Torrey no se las podría arreglar sola? Darse cuenta de eso golpeó a Torrey y le causó un nudo en la boca del estómago. ¿La estoy alejando de estar con alguien? ¿Estoy siendo tan egoísta? Taylor volvió al salón con la botella ya abierta y los vasos. ―Ponte el abrigo, tengo una idea‖ rió la artista. Las dos mujeres se abrigaron y salieron al patio exterior. La nieve todavía caía y no había nada más que silencio a su al rededor. ―Es precioso, ¿verdad, Stretch? Siento que necesito susurrar‖ dijo Torrey suavemente. Taylor miró a la joven mientras la atención de Torrey se centraba en los copos de nieve que caían del cielo. Taylor se dio cuenta de que las mejillas de la rubia y su nariz se estaban poniendo ligeramente rojas, sus verdes ojos brillaban. Una vez más, Taylor sintió cómo su cuerpo se debilitaba ante ese gesto. ―Toma‖ dijo Taylor, ofreciéndole a Torrey un vaso de burbujeante líquido. ―Por otro año...‖ brindó Taylor mientras golpeaba su vaso con el de la mano de Torrey.
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―¿Cuándo sabremos que es año nuevo?‖ preguntó Torrey, dándose cuenta de que no llevaban reloj. ―Lo sabremos, sólo unos minutos más‖ dijo Taylor crípticamente. ―Stretch... ¿porqué estás conmigo esta noche?‖ ―¿Qué?‖ preguntó Taylor confusa. ―Me refiero a que debe haber muchas mujeres que conoces, tal vez alguna de tu oficina, con la que podías salir hoy‖ continuó Torrey. ―Sí, pero nadie que pueda hacer tiramisú‖ bromeó Taylor. Torrey sonrió, pero necesitaba saber el porqué. ¿Era su compañía o es que Taylor sentía que tenía una obligación con ella? ―Pensé que tal vez tú querrías, ya sabes, tener una cita‖ dijo finalmente Torrey.
Taylor bajó la mirada hacia los inquietos ojos verdes y respondió tan honestamente como podía. ―No necesito ninguna cita... te tengo a ti‖ dijo Taylor suavemente, tapando tiernamente la punta de la nariz de Torrey. La artista pensó que había dicho algo indebido cuando vio una mirada de dolor cruzando el rostro de la joven. Antes de que Taylor pudiera decir nada, un cohete salió disparado hacia el aire, y luego otro e inmediatamente todos los vecinos salieron con fuegos artificiales y cohetes, sonando a través de la nieve que caía. ―Ves‖ dijo Taylor con una sonrisa. ―Te dije que lo sabríamos‖. Torrey sonrió y miró a la improvisada fiesta, olvidando las palabras de su boca por un momento. Taylor miró y supo que había algo más en este mundo que podía competir con lo que tenía ahora mismo en su vida. ―Feliz Año Nuevo, Little Bit‖ susurró la artista. Torrey se volvió para mirar a su amiga, clavando sus ojos en el increíble azul de los ojos de Taylor. ―Feliz Año Nuevo, Stretch‖ murmuró Torrey. Taylor se paró para acariciar con los dedos las mejillas de la mujer. Inclinándose, tiernamente rozó los labios de Torrey con los suyos. Había besado así a Torrey antes y, en el pasado, había sido simplemente una muestra de cariño, algo que sucedía cuando Taylor estaba demasiado vencida
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para hablar. En ese momento, con cada mujer deseando en su corazón algo más, el beso duró tal vez un sólo latido más de lo que el buen sentido pedía. Taylor se encontró alejándose segundos antes de dejarse vencer por el placer que sentía ante ese contacto. Torrey sintió que su corazón estaba a punto de salirse de su pecho. Se abrazaron, sin que ninguna de las dos mujeres quisiera mirar a los ojos de la otra, no todavía. Si la balanza del universo hubiera podido estar en perfecta alineación sobre lo que se desea y lo que debía ser la realidad, en esos momentos la línea del mundo era todo un horizonte. *
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Taylor estaba tumbada boca arriba en la cama, con las manos tras su cabeza, meciendo los pies nerviosamente. No podía creer lo que había pasado esa noche. Ese beso casi había sido una declaración de amor. No podía poner la mano en el fuego en ello, pero parecía como si Torrey hubiera respondido a su contacto. Taylor se dio cuenta de que probablemente estaba haciéndose ilusiones. Tenía que saberlo. Y más importante, ¿habría dejado que Torrey supiera lo que sentía por ella? Taylor esbozó una suave sonrisa mientras pasaba con sus dedos por encima de sus propios labios. Había acariciado con sus labios los de Torrey antes, pero nunca había sido así. Ahora Taylor sabía en su corazón lo que se sentía al besar a Torrey. Sus labios todavía temblaban ante la sensación. Tenía que decir algo, al menos para tranquilizar a Torrey. Nunca pondría en peligro su amistad, pero al menos veía en qué punto se encontraban. Si hubiera una sola posibilidad, una sola de entre un billón de que Torrey pudiera amarla de ese modo, ¿no se arriesgaría?
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La nieve finalmente cesó y Torrey se sentó en su cama, con un oído siempre atento a la imagen de la cámara de la habitación de Jessica. La luna apareció tras las nubes e inundó la habitación en un surrealista brillo azulado. La luz brilló en las lágrimas que rodaban, silenciosas, por el rostro de Torrey. Esa noche había sentido su mundo chocar entre el sufrimiento y el éxtasis. Durante un momento su corazón dolió al saber que había sido muy egoísta al mantener con ella a la mujer que amaba, denegando a Taylor la oportunidad de encontrar a alguien a quien la artista pudiera realmente amar. Al segundo siguiente, Taylor estaba besándola y la joven todavía sentía la dulzura y el sabor de la boca de la morena mujer en la suya.
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Torrey se arrebujó entre sus rodillas, envolviéndolas con sus brazos. Enterró su cabeza para amortiguar los sollozos que sacudían su pequeño cuerpo. Taylor siempre estaría con Torrey, negando su propio placer, su propia felicidad, sólo por cuidarla. Ese pensamiento era demasiado para que la joven lo aceptara. ¿Cómo podía haber sido tan egoísta como para querer negarle a Taylor su oportunidad de amar y de tener un futuro feliz? Torrey lloró por la decisión que debía tomar y con la que debería vivir el resto de su vida. Lloró por su hija, quien crecería sin el amor de las dos mujeres a las que se había acostumbrado, pero lo que más hacía que Torrey dejara caer sus lágrimas era porque el amor que ella ansiaba en su vida nunca estaría con ella. Sería un insoportable tormento, pero siempre se diría que lo hizo por amor. *
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Torrey estaba sentada en la mesa de la cocina tomando una taza de té cuando Taylor fue hasta la cafetera. Como siempre, la pequeña rubia había hecho el café de Taylor a la vez que su propio té. El mismo pequeño pensamiento atravesó su conciencia como cada mañana: se preguntó qué haría sin esa joven. Volviéndose hacia la mesa, murmuró un gracias y se paró al mirar el rostro de Torrey. No puedes vivir con una mujer tanto como Taylor sin saber cuándo había pasado la noche llorando. ―Cariño, ¿qué pasa?‖ preguntó Taylor con preocupación. ―Yo... ― comenzó Torrey, pero calló de golpe y le ofreció a Taylor un pedazo de papel. Taylor miró a la sentada mujer y rápidamente leyó la carta de la Universidad de Chicago. No se esperaba esto. Por supuesto, los inviernos de Chicago no serían peores que los de Maine, ¿no? Mientras pudieran seguir juntas, podrían ser una familia donde fuera. ―Es una buena noticia, ¿no? Me refiero a que el hombre con el que has estado trabajando era el mejor según tú, Tor. Bueno, ¡demonios!, puedo hacer lo que hago donde sea, si nosotras...‖
Fue entonces cuando Taylor miró a los ojos de Torrey. La joven retiró su mirada y Taylor finalmente se dio cuenta. No habría un ‗nosotras‘ en esta historia. Sus rodillas flaquearon y se sentó con rapidez en una silla de la mesa, frente a Torrey. ―Oh‖ fue todo lo que la mente de Taylor fue capaz de decir.
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La mujer mayor miró nuevamente la carta que tenía entre sus manos. Sus dedos atravesaron su despeinado cabello en un intento de darse tiempo para comprender qué estaba sucediendo. Lo único que podía sentir era su sangre, golpeándole furiosamente en las sienes. Entonces recordó las preguntas que Torrey le había hecho la noche anterior. ¿Torrey quería dejarla porque pensaba que estaba en medio? ―Torrey, si es por lo que me preguntaste ayer por la noche, sobre lo de que no quede con nadie...‖ comenzó Taylor, pero fue interrumpida de golpe. ―He conocido a alguien‖ dijo Torrey rotundamente. Taylor sintió como si le hubieran golpeado en el estómago. Despacio, tomó aire para alejar la sensación de náusea. ―¿Qué?‖ preguntó Taylor sin podérselo creer. ―En Chicago, en la Universidad‖ explicó Torrey, sin poder mirar a los ojos de Taylor. Torrey no quería mentir, pero sabía que Taylor la conocía muy bien. La artista lo notaría y Torrey sabía que no sería capaz de pelear ante los persuasivos argumentos de Taylor. Torrey hizo lo único que sabía hacer. Hizo que Taylor se sintiera como si estuviera en medio del camino a su felicidad. Torrey se dio cuenta de que a Taylor no le importaba si encontraba a alguien para sí misma, pero le importaría el negárselo a Torrey. Así que la joven se inventó un amante como argumento. Taylor se sintió como si se muriera en esos momentos. Las palabras de su madre llegaron hasta ella y tenían razón. Nunca le había dicho a Torrey la verdad de su corazón y si había existido la oportunidad antes, ésta se había esfumado. El corazón de Torrey finalmente había encontrado a alguien más. Alzó la mirada hacia la joven frente a ella. La cabeza de Torrey estaba inclinada y las lágrimas comenzaron a escaparse de sus ya inundados ojos. Como siempre, esas lágrimas llegaban al corazón de Taylor como ninguna otra cosa hacía, o pudiera nunca hacer. Taylor se maldijo a sí misma en silencio. Torrey estaba disgustada seguramente preguntándose cómo se habría tomado Taylor la noticia. Pensando probablemente en cómo Taylor podría estar sin ella. Dios, ¿alguna vez ha pensado esta mujer en sí misma? Taylor decidió justo ahí, en ese momento, que no lloraría; ni una sola lágrima, no delante de Torrey. Sería fuerte y haría que fuera lo más fácil posible para la joven. Lo soportaría y haría que Torrey creyera que era lo mejor que existía en el mundo. La joven rubia había tomado una decisión por amor y eso era más de lo que Taylor pudiera decir que hubiera hecho. Sería fuerte por Torrey, y después, cuando todo hubiera terminado, se hundiría. ―Torrey, cariño‖ dijo Taylor mientras se acercaba a la mujer y la envolvía entre sus brazos. ―No estés triste, deberías estar feliz. Este trabajo es por lo 144
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que has estado peleando tan duramente todo este tiempo, te lo mereces. Y también te mereces todo el amor y la felicidad de este mundo. Ese hombre, ¿te hace feliz?‖ Torrey lloró con más fuerza, pero murmuró un ‗sí‘. ―Entonces eso me hace feliz‖ mintió Taylor, alzando el rostro de la joven hasta que sus ojos se encontraron. Taylor acarició con suavidad la frente de Torrey con sus labios, llevando a la joven con ella a través de la sala de estar. Torrey no dijo nada mientras Taylor se sentaba, prácticamente se tumbaba, y después acercaba a Torrey a su lado. La joven apoyó su cabeza en el firme hombro de su amiga, cuyos brazos la envolvían con ternura. Taylor aceptó la oportunidad de calmar a la joven acariciando su rubio cabello con los dedos, dejando que esa inocente ternura se deslizara por la piel que pronto se iría de su vida. Torrey cerró los ojos con fuerza, pero las lágrimas todavía fluían. Trató de concentrarse en cómo se sentía su cuerpo contra el de Taylor, en la manera en que sentía los dedos de la artista mientras acariciaba su piel. Creó una imagen que pudiera encerrar en su corazón y llevarse consigo. No estaba segura de qué dolía más. El hecho de que se iría y que algún día Taylor estaría de esta misma forma con otra mujer, o que la mujer que ella amaba con todo su ser le dejara marchar. ―¿Cuándo has pensado irte?‖. El ronco susurro de Taylor rompió el silencio. ―Quieren que comience la primera semana de Febrero‖ respondió Torrey. Taylor tomó aire profundamente para calmarse cuando todo lo que ella quería era irse, gritar y llorar en los brazos de Torrey, suplicarle y prometerle una vida repleta de amor si simplemente se quedaba. Cinco años de su vida juntas y todo ello se acabaría en apenas unas semanas. Era demasiado rápido. ―Será genial para ti, Little Bit, sólo espera y verás. Puedo decirte que algún día todos tus sueños se harán realidad‖ susurró Taylor. Torrey comenzó a llorar de nuevo. La joven sabía que uno de ellos nunca se haría realidad. *
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La universidad se preocupó de que todo estuviera preparado. Encontraron un buen apartamento en un buen barrio que pudiera permitirse el sueldo de una profesora asistente, arreglaron la mudanza e incluso ofrecieron a Torrey ir y visitar la ciudad de nuevo pagando ellos, simplemente para estar seguros de que le gustaría estar allí. Torrey declinó la oferta. No quería estar un minuto 145
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apartada de Taylor y sabía que si iban juntas a Chicago, Taylor insistiría en conocer a su amante imaginario. Taylor se tomó un mes sabático de Diamond & Allen. Por su parte, no quería perderse ni un sólo momento con Torrey y Jessica. Esa era la parte más dura. La niña era demasiado joven como para poder explicarle la desaparición de Taylor, así que Taylor intentaba pasar todo el tiempo posible con ella. Las lágrimas de la artista cayeron cuando estaba alejada de Torrey, especialmente mientras jugaba en el suelo con Jessica. Pensó en todas las cosas que se perdería de la vida de la niña, la niña que sentía como su propia hija tanto como si le hubiera dado a luz ella misma. Escuchando el leve murmullo de una voz, Torrey paró en el marco de la puerta de la habitación de Jessica. A veces lo hacía simplemente para disfrutar del sonido de la voz de Taylor mientras le leía un cuento a su hija y la pequeña voz de Jessica haciendo preguntas. ―Tay, ¿qué es eso?‖ preguntó la suave voz de Jessica mientras señalaba un punto del dibujo en el libro. Torrey echó un vistazo por detrás la espalda de Taylor; Jessica se acurrucó en las rodillas de la artista mientras ambas estaban sentadas en la mecedora de madera. Taylor leería, y entonces Jessica la interrumpiría con alguna pregunta. Taylor contestaría a la niña, haciéndole cosquillas hasta que se riera, y entonces comenzaría de nuevo el proceso. Torrey finalmente escuchó parar a Taylor, y el profundo suspiro que acompañó ese silencio fue desconsolador. Y Torrey escuchó la voz de Taylor. ―Necesito que cuides de tu mamá por mí ahora, Jess. Ella es fuerte y puede ser tan testadura como el demonio a veces, pero siempre lo hace con un buen sentido. Va a estar demasiado lejos de mí para que pueda cuidarla, así que vas a tener que ayudarme, pequeñaja‖ dijo Taylor mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. ―Vale‖ replicó Jessica. Taylor sonrió sabiendo que la niña no tenía idea de lo que estaba hablando, pero había respondido con la palabra justa en el momento adecuado. ―Te quiero, Jess. Por favor, no me olvides, nunca... ¿vale?‖ preguntó Taylor. ―Vale‖ respondió de nuevo Jessica. ―Tequero‖. La niña se levantó y lanzó sus brazo al cuello de la mujer. ―Yo también te quiero, cariño. Te echaré mucho de menos, Jess. Sé buena, ¿de acuerdo?‖
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Jessica asintió con la cabeza y una vez más se volvió a acurrucar en las rodillas de la artista. Torrey se había apoyado con fuerza contra la pared, justo fuera de la habitación. Volvió a su propia habitación, incapaz de detener las lágrimas que se habían convertido en su rutina. Inevitablemente llegó el día, y fue demasiado pronto para ambas. El camión de mudanzas ya estaba allí desde hacía unas horas por la mañana. Torrey había sido firme sobre no llevarse muebles, pero Taylor ganó con sus argumentos. Le explicó que ya era bastante duro que comenzara con un camino nuevo como para tener que buscar muebles nuevos. Había algunas cosas que quería mantener. El coche era una de ellas. Mientras Torrey se preparaba, Taylor agarró la mano de la escritora y puso en ella una libreta de ahorros. Taylor le explicó que era una manera de estar tranquila al principio. Taylor cogió el pequeño cuerpecito de Jessica del coche. Torrey le había seguido un poco más despacio adrede, para darle a Taylor el tiempo que necesitaba con la niña. La artista abrazó fuertemente a la niña, murmurándole al oído. La alta mujer hizo reír a la niña y entonces la dejó en su silla en la parte trasera del Cherokee. El tiempo era algo más cálido de lo que había sido en bastante tiempo y las últimas dos semanas también había sido limpio, con lo que conducir no sería complicado, explicó Taylor. Las dos mujeres rodearon el coche, Torrey con su brazo alrededor de la cintura de Taylor, la alta mujer con su brazo envolviendo los hombros de Torrey. Torrey aceptó llamar desde el motel cada noche y avisarla tan pronto llegara a Chicago. Las lágrimas brillaron en los ojos de Torrey mientras finalmente paraban y alzaba la mirada hacia la azulada mirada de Taylor. La artista frunció el ceño mientras luchaba por aguantar sus propias emociones. ―Tengo tanto miedo...‖ admitió Torrey mientras las lágrimas comenzaban a fluir. Taylor envolvió a la joven en un fuerte abrazo. Por última vez la artista rodeó con sus fuertes y protectores brazos a la pequeña figura e intentó contagiarle una fuerza que ella no sentía realmente. ―Es algo que da miedo‖ estuvo de acuerdo Taylor. ―Yo también tengo miedo‖ susurró con voz rota.
Alejándose del pequeño cuerpo, Taylor quiso besar esos labios por última vez. Se inclinó y apoyó sus labios sobre los de Torrey tan delicadamente que escasamente se rozaron. Entonces, sin importarle quién estuviera mirando, se besaron una vez más. Esta vez fue un beso fuerte y Taylor tomó la cara de Torrey entre sus manos hasta que se retiró. ―Te quiero, Little Bit‖ dijo Taylor suavemente.
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―Oh, Stretch, te quiero‖ respondió Torrey, rodeando a la alta mujer con sus brazos apretándola con fuerza. Taylor no recordaba realmente mucho después de eso. Sentía que siempre podría recordar la imagen de la joven y de su niña yéndose de su vida. Algunos de los vecinos que conocían a las dos mujeres comprendieron lo que estaba sucediendo. Aquellos que realmente no necesitaban mirar para explicárselo. Daba igual que fueran hetero o gays, sabían lo que era una ruptura. Muchos de ellos apreciaban a ese par de jóvenes que parecían complementarse la una a la otra tan bien y que se preocupaban por su niña con amor y devoción como nadie. Algunos miraron con ojos tristes mientras la alta artista se quedaba de pie, en la acera, durante mucho tiempo. Cuando finalmente se movió, se dio cuenta de que entrar en aquella vacía casa sería demasiado para ella. Se sentó en los escalones, apoyando sus rodillas sobre su pecho y envolviendo sus brazos alrededor de sus propias piernas. Ya había anochecido cuando encontró el coraje de entrar de nuevo en casa. Fue entonces cuando se dijo que era el momento de hundirse.
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Torrey colocó el dibujo y se retiró hacia atrás para estar segura de que estaba recto. Se acercó y lo ajusto una vez más antes de volver atrás nuevamente y disfrutar del dibujo. Cierto que no era la primera obra de arte de su hija, pero era la primera que había recibido como regalo y la primera con tanto significado. Su hija lo había dibujado de una fotografía que Jessica y ella siempre llevaban en la cartera. Nunca había estado segura de qué tenía esa foto que a ambas, madre e hija, tanto atraía. Taylor había tomado esa foto justo después de que Jess hubiera aprendido a andar. Había ido corriendo hasta su madre y le había tocado con la punta de su dedo índice la nariz de Torrey, ambas, madre e hija, sonreían mientras Taylor sacaba la foto. Decía mucho más que las palabras, saber que Jessica había dibujado esa imagen, que hablaba de tiempo de felicidad en sus vidas, como regalo del Día de la Madre. Recordó los días de la madre anteriores. La joven escritora se había sentido sola y poco querida y entonces recordó el cumpleaños de Taylor, lo que la llevó a una profunda depresión.
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Septiembre 1991 Torrey se apoyó contra la pared y sonrió a un desconocido más que su agente le había presentado.
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Traducción: Xirant
―Pareces aburrida‖ dijo Rick en su cantarín falsete. ―Recuerda que toda esta gente está aquí por ti‖. ―Vale, encuentra a la más guapa y te dejaré con ella‖ devolvió Torrey. ―Oh, estás de excelente humor, ¿verdad? ¿Qué pasa contigo?‖ preguntó Rick, saludando con la mano a alguien al otro lado de la habitación. ―Mi hija me odia, mi niñera me ha abandonado, y no he tenido sexo en dos años... ¿necesito más razones?‖ bromeó Torrey. No estaba siendo antipática. Rick y ella eran viejos amigos y solían bromear de esa forma todo el tiempo. Una vez que se enteró que su amigo era gay, se lo llevaba con ella a cada fiesta y así evitaba las proposiciones y el sobeteo de cada hombre de la estancia. Rápidamente los rumores decían que la autora, Torrey Gray y su agente estaban juntos desde hacía mucho tiempo. Rick fue al bar y volvió con un vaso de Glenlivet que ofreció a su amiga. Torrey se lo agradeció y tomó un sorbo del vaso. Cuando alzó de nuevo los ojos se encontró mirando fijamente a dos fríos ojos que eran inquietantemente familiares. La mujer del otro lado de la habitación se retiró el moreno cabello de la cara y sonrió seductoramente a la escritora. Torrey sintió un calor impregnando su cuerpo con esa sonrisa. Alguien debió haberse dirigido a la mujer porque la morena giró su cabeza hacia la conversación. Era una coincidencia increíble que conociera a una mujer que le recordara tanto a Taylor, especialmente cuando ella y su amiga habían estado separadas durante siete años. Y más en un fin de semana en el que Torrey estaba echando de menos a Taylor más que nunca. La mujer del otro lado de la habitación era casi tan alta como su vieja amiga. Pero no era tan impresionante. La mujer era sin duda preciosa, pero no tenía la sensacional belleza de Taylor. Torrey se encontró mirando el cuerpo de la mujer y hundirse en los ojos índigo, mirándola de nuevo. Esta vez la mujer sonrió le guiñó un ojo, diciéndole a Torrey que la había pillado. La escritora se sonrojó al momento al verse cogida. Una vez más la morena se volvió a la gente que le estaba hablando. ―Deberían ponerte alerta sobre esa‖ le susurró Rick al oído. ―Es prostituta‖. ―¿Estás bromeando?‖ se sorprendió Torrey. Por supuesto, no tenía ni idea de cómo se veía una prostituta salvo por las que estaban alrededor de la calle cincuenta y ocho en Chicago. ―Es muy cara, pero por lo que he oído, muy buena en lo que hace‖ dijo Rick en un susurro. ―¿Cómo de cara?‖ preguntó Torrey.
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Rick miró a la joven y sonrió. No había pensado en Torrey como una mujer que tuviera que pagar por sexo, pero a ella no le gustaban los jaleos de una cita y dos años podía ser mucho tiempo. ―¿Quieres que haga algunas averiguaciones de tu parte?‖ preguntó Rick con una sonrisa. Torrey miró mientras la joven del otro lado de la habitación miraba hacia ella con una sonrisita que parecía querer saber a qué estaba esperando. ―Oh, sí‖ le indicó Torrey, terminando su whisky escocés. *
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Torrey pasó la tarjeta de apertura por la cerradura y abrió la puerta. La suite del Plaza era la misma de la de todos los años cuando iba a Nueva York. Los empleados eran educados y atentos con las necesidades de la escritora. El joven del mostrador ni siquiera pestañeó cuando vio a la joven rubia entrar con la alta morena. Lo que fuera a hacer la gente que podía permitirse la suite del Plaza en su habitación no era su problema. Quitándose la chaqueta Torrey se dirigió hacia el bar. ―¿Quieres tomar algo, Kat?‖ preguntó a la alta mujer. ―Por supuesto, lo que tú tomes estará bien‖ respondió la mujer. Torrey ofreció a Kat su bebida y tomó un largo sorbo de la suya, yendo hacia el cuarto de baño. ―Necesito darme una ducha. Dame cinco minutos, ¿vale?‖. Torrey se giró y se introdujo en el baño antes de que la joven pudiera responder. Kat bebió un sorbo de su whisky escocés y sonrió juguetonamente. Comenzó a quitarse lentamente la ropa. Tendría que preguntarle a la preciosa rubia. Generalmente las únicas mujeres que la buscaban eran viejas tortilleras con mucho dinero que hacía mucho que habían perdido sus habilidades para atraer a jóvenes. La única razón por la que un atractivo y sano hombre o mujer pagara por ella era si no querían ataduras y a su modo. Conocía a Torrey Gray pero por la inocente sonrisa de la mujer y por cómo escribía, Kat nunca hubiera imaginado que esa mujer fuera de ese tipo de clientes. Kat abrió la puerta del baño y apoyó su desnudo cuerpo contra el quicio. Miró mientras la figura de Torrey parcialmente tapada con la bata se preparaba para entrar en la ducha. ―¿Quieres que te eche una mano?‖ preguntó Kat.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
―No diré que no a un poco de compañía‖ replicó Torrey sin girarse. La morena se acercó por detrás a la mujer más pequeña, acariciando con su mano alrededor de la parte delantera del cuerpo de la rubia y soltando el nudo de la bata que seguía atado. Retirando el cuello de la bata de los hombros, Kat dejó que la bata cayera al suelo. Sabía que la rubia era guapa, pero no estaba preparada para ese cuerpo. Los firmes músculos se tensaron bajo la bronceada y suave piel. Kat retiró la rubia cabellera a un lado del cuello de Torrey y dio unos pequeños y suaves besos por el cuello y los hombros de la mujer. Kat se adelantó y abrió la puerta de la ducha, dejando que Torrey entrara primero. El hecho de deslizar las enjabonadas manos por otro cuerpo era una simple mirada de lo que estaba ocurriendo. Una vez sus cuerpos estuvieron minuciosamente lavados, Torrey presionó su cuerpo firmemente contra el torso de la alta mujer, apoyándose con seguridad contra las cálidas baldosas de cerámica. Besó y lamió toda la piel bajo el cuello de Kat, deslizando una húmeda lengua a lo largo de la clavícula de la mujer. Bajando la cabeza lentamente, Torrey dejó que su lengua alcanzara y se moviera rápidamente al rededor del duro pezón. Kat gimió suavemente ante la sensación. Torrey miró a la mujer y sonrió. ―Fácil. Soy buena, pero no tan buena‖ respondió Torrey. Kat rió. Esta mujer no era una idiota; sabía lo que era la táctica de las prostitutas. Generalmente para que un cliente sintiera que su dinero estaba bien aprovechado debías fingir que era el mejor polvo de tu vida. Obviamente esa pequeña mujer lo sabía y no quería nada de eso. Torrey deslizó de nuevo su lengua por el duro cachito de carne, mordisqueándolo rápidamente con sus dientes. Eso sorprendió a la prostituta y a su respiración, y el gemido que surgió de ella la sorprendió. ―Eso está mejor‖ murmuró Torrey hacia el pecho. Kat apoyó la cabeza atrás contra la pared y comenzó a disfrutar las sensaciones que la mujer estaba creando en su cuerpo. Había pasado mucho tiempo desde que una preciosa mujer operara en ella y no estaba mal darle a tu acompañante lo que ambas querían, así que dejó a la rubia descender por su cuerpo y acuclillare en sus rodillas entre las piernas de Kat. Kat no quería asumir lo que Torrey quería hacer, la escritora parecía querer dirigir ese baile, así que la mujer simplemente miró hacia abajo esperando alguna orden. Torrey finalmente se alzó y separó los muslos de la morena, apoyando el pie izquierdo de Kat en las baldosas de la esquina. Con su pierna doblada, Kat abrió sus piernas todo lo que podía, mirando con placer 151
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Traducción: Xirant
mientras la rubia deslizaba su lengua por entre los rizos oscuros y comenzaba, dando firmes movimientos de su lengua en la suave carne sobresaliente. ―Jesús‖ gimió Kat, moviendo sus caderas pidiendo descaradamente más del delicioso tacto de la mujer. Kat sólo podía retorcerse y gemir mientras Torrey movía su cuerpo hacia el interior una y otra vez para retirarse en el último momento. La rubia tomó el clítoris de Kat en su boca y lo succionó con fuerza. Los muslos de la morena comenzaron a temblar, su cuerpo deseando liberarse mientras Torrey la acercaba para mordisquear los profundos labios. ―Dios...‖. Kat bajó la mirada hacia la rubia que le sonrió. ―¿Intentas acabar conmigo?‖ Torrey simplemente sonrió con una sonrisa de gato antes de perderse en el sexo de la alta mujer. La escritora usó la punta de su lengua para acariciar el ahora húmedo centro de Kat. ―¿Qué más quieres?‖ paró Torrey para preguntarle con una mirada cómplice. ―¡Fóllame, joder!‖ replicó Kat con fuerza. No estaba acostumbrada a ser la que lo pidiera, con o sin dinero, y si esa mujer no terminaba con ella estaría dispuesta a pagar ella. Los ojos de Torrey se estrecharon mientras introducía tres dedos dentro de la mujer, envolviendo con sus labios el liberado pedacito de carne que temblaba con necesidad. Le llevó sólo unos momentos que Kat gimiera fuertemente mientras su interior se contraía y relajaba contra los dedos dentro de ella. La mujer respiraba con dificultad mientras alzaba a Torrey para besarla. Había pasado mucho tiempo desde que besara a una preciosa mujer que tuviera su propio sabor en los labios. Torrey puso la cara bajo el agua mientras Kat le hablaba. ―No quiero que te tomes esto a mal, porque es simplemente un comentario, pero...‖. La prostituta se calló para controlar su respiración. ―¡...deberías haber sido puta!‖
Torrey apoyó su cabeza hacia atrás y rió. Increíble. Esta mujer creía que era buena simplemente porque sabía lo suficiente como para hacer lo que quería. Se volvió y cerró el agua, saliendo de la ducha. Alcanzando dos toallas, tomó una para ella, ofreciendo la otra a Kat. Una vez seca, Torrey se dirigió hacia la habitación, pero se paró en medio del marco de la puerta, mirando fijamente a la cama que había sido hecha por el servicio temprano.
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Traducción: Xirant
Kat miró a la mujer frente a ella y sintió una seguridad en sí misma abandonando el cuerpo de la mujer. Se acercó y presionó su propio cuerpo contra la espalda de Torrey. ―¿Quieres que tome yo el mando ahora?‖ preguntó. Torrey simplemente asintió con la cabeza. Deslizando tiernamente la punta de sus dedos por los lados de los bien definidos músculos de los brazos de la mujer más pequeña y subiéndolos por el musculado abdomen, Kat se inclinó y lamió la piel en la que hombro y cuello de Torrey se encontraban. ―Eres preciosa‖ susurró Kat. Torrey resopló. ―No todo el mundo piensa así‖, replicó amargamente. Así que es eso, se dijo Kat a sí misma. Con lo deseable que era la mujer que tenía ante sí, la escritora estaba triste por alguien que no la quería. Por eso pagaba por sexo. Obviamente no lo quería de ninguna otra forma. ―Debe ser estúpida‖ respondió Kat, besando el cuello de Torrey. ―Es muy guapa‖ replicó Torrey con profunda tristeza. Kat acarició el oído de la pequeña mujer con su lengua, inclinándose más cerca para lamerle el lóbulo. Disfrutó del escalofrío que sintió que recorría la figura de la mujer. Su cálido aliento llegó al oído de Torrey. ―Entonces debe ser una guapa estúpida‖ indicó simplemente Kat. Kat colocó a la pequeña mujer en la cama encima de ella, asegurándose de acariciar cada centímetro de la espalda y los hombros de la mujer antes de alcanzar el firme trasero y masajear su piel. Se dio la vuelta; Torrey se quedó debajo entonces mientras Kat deslizaba su muslo entre las piernas de la mujer, presionando con su pierna la húmeda piel del centro de Torrey. Besó con fuerza a lo largo del cuello y la mandíbula de la escritora, bajando su boca para saborear los labios de la mujer. Kat deslizó tiernamente la punta de su lengua a través del labio inferior de Torrey antes de mordisquear y besar la boca de la escritora. Torrey se arqueó y deslizó sus dedos por el moreno cabello de Kat, acercando a la morena mujer y besándola con fuerza. Gimió en la boca de la mujer que estaba sobre ella mientras Kat dejaba que sus manos exploraran sensualmente el cuerpo de la mujer. La prostituta hizo que sus labios descendieran hasta envolver un duro pezón, mientras las manos de Torrey aferraban con aún más fuerza el cabello de la mujer. 153
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―Si...‖ gimió Torrey, arqueando su espalda por la sensación de la lengua de la mujer girando velozmente alrededor de la endurecida piel. Kat intentó descender por el cuerpo de Torrey, pero la escritora la detuvo. ―No‖ dijo suavemente. ―No es eso lo que quiero‖. Kat subió y besó los suaves labios de nuevo. ―Entonces dime que es lo que quieres, cariño‖ le murmuró Kat al oído. Torrey colocó descaradamente la palma de la mano de la mujer en su húmedo centro, abriendo sus muslos. La prostituta introdujo sus dedos en la humedad de Torrey, acariciando suavemente sus resbaladizos pliegues, inundándose de la humedad hasta su centro. Torrey tembló ante la caricia y comenzó a mecer sus caderas contra la mano de la mujer. Kat se inclinó para besar de nuevo a la pequeña rubia, deteniendo sus dedos en cada lado del clítoris de Torrey. ―Dios, estás húmeda‖ susurró Kat, mientras sus dedos comenzaban a deslizarse de dentro a fuera rítmicamente. ―Oh, Dios, ssiiii... justo así... ahí...‖ dirigió Torrey a la mujer que estaba sobre ella. Torrey envolvió con sus piernas a la alta mujer mientras Kat introducía dos largos dedos con un suave empujón. ―¿Cómo se llama?‖ susurró Kat, lamiendo ambos lados del cuello de Torrey. ―La mujer que no te quiere...‖ ―Taylor‖. Torrey respiró con fuerza mientras su cadera se movía con fuerza aumentando el ritmo al de los dedos de Kat adentrándose. ―Vamos, di su nombre, cariño....‖ gimió Kat contra el cuello de Torrey. ―Sabes que quieres hacerlo...‖ ―Oh, Dios... Taylor, sssiiii...‖ respondió Torrey a la petición de la prostituta. Un nuevo fluido de humedad cubrió la mano de Kat, ante el inminente orgasmo de la pequeña mujer. Movió su pulgar en círculos contra la humedad de Torrey, introduciéndolo lenta y profundamente en la mujer de debajo. Pocos segundos después las uñas de Torrey se clavaron en los músculos de los hombros de Kat mientras la pequeña rubia se relajaba con el nombre de Taylor murmurado en un sollozo.
Torrey nunca antes había sollozado el nombre de Taylor de ese modo y sintió las lágrimas que la soledad de ese hecho creaba.
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―Sshh... está bien‖ murmuró Kat, quitándose de encima del cuerpo de Torrey y tumbándose a su lado, junto a la pequeña mujer. Acercó a Torrey a su pecho y continuó besándola con suavidad los hombros, deslizando sus dedos por entre los rubios cabellos. ―¿Quieres que me quede contigo un poco más?‖ preguntó Kat suavemente. Torrey asintió silenciosamente con la cabeza y disfrutó de la sensación mientras la alta mujer envolvía con sus brazos su pequeña figura. Dos horas más tarde, Torrey se despertó ante un suave beso en su cuello. ―Tengo que irme, cariño‖ dijo la voz de Kat. ―Mmmm, vale‖ murmuró Torrey, apoyándose sobre un codo para alcanzar el monedero de la mesilla. Contó cinco mil dólares y los dejó en la mesilla. Kat dejó una tarjeta en la mesilla junto a Torrey mientras cogía los billetes con la mano. ―Toma, la próxima vez que estés en la ciudad llámame‖ dijo la prostituta. Torrey aceptó la oferta de Kat. La escritora iba a Nueva York al menos una vez al año y siempre lograba un rato para llamar a Kat y pasar una noche juntas. No era nada más que lo que era; sexo pagado. Nunca supo el verdadero nombre
de
Kat,
pero
saber
que
la
prostituta
escuchaba
las
incoherencias de Torrey sobre Taylor, y decir su nombre cuando estaban en la cama, hacía que Torrey a veces pudiera casi creer que era Taylor la que le hacía el amor. *
*
*
*
*
El timbre del teléfono sacó finalmente a Taylor de la cama, su mano se movió y arrancó el aparato de su base. “Yea” respondió la adormilada voz de Taylor. “¿Taylor?” preguntó la voz. “¿Quién eres?” preguntó a su vez la artista, despertándose totalmente. “Emily, Emily Matthews... la madre de Corey” “Emily, ¿qué hora es?” preguntó Taylor. 155
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Traducción: Xirant
“Las dos de la mañana. Siento llamar a estas horas pero...” la voz de la mujer se rompió y hubo un momento de silencio. “Emily, ¿qué sucede?” preguntó Taylor, sabiendo que a las dos de la mañana no podía ser nada bueno. “Pensé que deberíais saberlo... yo... bueno, como tu Jessica y Corey eran amigas pensé que tal vez tú podrías decírselo” divagó la madre de Corey. “¿Decírselo a quién?”. Taylor estaba confusa. “A Jessica. Siento contártelo así, Taylor, pero mi hija murió ayer a la noche” replicó Emily Matthews llorando. “¡¿Qué...?! ¿Cómo...?”. Taylor pensó que aún estaba soñando y que era simplemente un mal sueño. “Ella... ella salió ayer a la tarde con alguno de sus antiguos amigos y nunca volvió a casa”. Taylor escuchó mientras la mujer sollozaba silenciosamente. “La encontraron muerta por sobredosis”. Taylor escuchó sin comprender mientras la madre de Corey le explicaba el resto. Emily era enfermera, pero su profesional indiferencia no pudo disimular la profundidad de su angustia a la artista. “Emily, ¿podemos hacer algo por ti? Lo que sea” preguntó Taylor. “Si Jess y tú pudierais venir al funeral, pasado mañana en Westberry… Taylor, por favor, no dejes que Jessica se derrumbe por esto, por favor, haz que comprenda lo que Corey hubiera querido” suplicó Emily. “Estaremos allí. No te preocupes, me ocuparé de Jess” replicó Taylor. “Emily, no dudes en llamar si necesitas algo, o a alguien para hablar, ¿vale?” Taylor mantuvo el teléfono en la mano hasta que el fuerte sonido de la línea le llamó la atención. Dejando el teléfono en su base, giró sobre su espalda y dejó que cálidas lágrimas se deslizaran de sus ojos. Poniendo una almohada sobre su cabeza, golpeó con sus puños la cama, dejando que la almohada que cubría su cara amortiguara sus gritos de rabia por una nueva vida que no lograba salvar.
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*
*
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“Jess, cariño, despierta”. Taylor sacudió ligeramente el hombro de la dormida muchacha. “Aw, déjame, Tay,... es muy pronto” murmuró Jess bajo las sábanas.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
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Taylor sonrió levemente al oír la abreviatura de su nombre en los labios de la joven. Catorce años más tarde y para oídos de Taylor todavía sonaba como la voz de la niña de dos años. “Jess, ha pasado algo. Necesitas despertarte para hablar”. La artista dudó sobre si despertar a la joven o dejar que durmiera y decírselo a la mañana. Intentó recordar cuando ella tenía diecisiete. ¿Qué hubiera querido si su madre se hubiera encontrado en la misma situación? JT se despertó bruscamente. Alzando la mirada al rostro de Taylor se dio cuenta de los enrojecidos y llorosos ojos de la mujer. Intentó pensar rápidamente en qué podía causar que la estoica artista llorara. “¿Mamá?¡¿Mamá está bien?!” preguntó JT alarmada. “Tu madre está bien, cariño, no es ella. Vamos, levántate y lávate la cara para saber que estás despierta, después no vemos en el salón, ¿vale?” pidió Taylor. “Vale” replicó JT, saltando de la cama mientras Taylor cerraba la puerta tras de sí. Taylor estaba sentada en frente de la chimenea en el salón, vestida con una vieja sudadera de la Maine University y desgastados vaqueros. La artista había encendido el fuego y el olor a madera limpia daba un confortable perfume según Jessica. Un fuego en una noche fría era la forma en que su madre solía relajarse al final de un duro día de trabajo. “He hecho una taza de Earl Grey para ti” dijo suavemente Taylor, señalando la taza al final de la mesa. “Taylor, simplemente dispara, me estoy asustando” dijo Jessica de repente. Taylor miró a la joven comprensivamente, pero no sabía exactamente cómo comenzar. “Me ha llamado la madre de Corey hace dos horas, Jess”. Eso fue suficiente para que un brillo de miedo comenzara a surgir en los ojos de la joven. Si era una llamada en medio de la noche, pensó, Corey debía haber caído. Fue entonces cuando la expresión de Taylor cambió y la mujer mayor no pudo evitar las lágrimas de sus propios ojos. El miedo de JT creció mientras la solemnidad del rostro de Taylor cambiaba. “Jess, lo lamento pero Corey..., ella,... ella murió ayer a la noche, cariño”. “Pero sí estuvo aquí. Quiero decir, este fin de semana, estuvimos trabajando juntas...”. La voz de la joven se quebró.
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Parece que la gente siempre dice eso cuando les dices que alguien ha fallecido. Siempre parecen comentar que hacía poco se habían visto. Jessica no supo porqué pero pensó inmediatamente en un accidente de coche. Francamente había visto a Emily Matthews conducir por las montañas del sur de California y no confiaba demasiado en la habilidad de la mujer. “¿Qué ha pasado?” preguntó JT en voz baja. “Emily dijo que salió con algunos amigos ayer por la tarde y que no volvió a casa. Fue llevada al hospital por la noche. Ya había muerto... por sobredosis” replicó Taylor con voz trémula intentando mantenerse entera por el bien de Jessica. “No... ¡eso es imposible!” respondió JT. Taylor dejó su taza mientras veía a la joven andar de un lado para otro, sus ojos mirando a todos lados. “Estuvo aquí, me dijo que si tuviera problemas... ¡confiaba en mí!” “Jess, no siempre decimos a nuestros amigos todo lo que nos sucede, especialmente los adictos. Deberías saber mejor que mucha gente que sabemos esconder la mierda mejor que nadie”. Taylor se levantó de su asiento mientras hablaba y se apoyaba en el brazo del sofá. “Debí hacer algo. Debería haber sido capaz de ver qué le pasaba. Debería haberla ayudado... debería haber estado ahí para ella... ¡Debería habérmelo dicho!” Fue entonces cuando Jessica hizo el movimiento que Taylor estaba esperando. La joven salió corriendo por la puerta. La artista sabía que eso pasaría y estaba preparada para ello. Es lo que solemos hacer en momentos de pánico extremo... luchar o salir corriendo. La mujer más mayor saltó con tal rapidez que hubiera sorprendido a muchos, y siguió a la joven por detrás. Alcanzó un indeciso brazo y fue golpeada fuertemente por Jessica. Fue entonces cuando Taylor se preguntó si todavía sería lo suficientemente fuerte como para ser capaz de contener físicamente a una joven de diecisiete años, casi tan fuerte como ella. No había esperado que JT usara con ella toda su potencia, pero la joven no era ella misma en esos momentos. Taylor lanzó un brazo alrededor de la cintura de la joven y tiró con fuerza, deteniendo a la joven y casi cayendo ella misma al suelo a la vez. “¡Aléjate de mí!” gritó JT. Al mismo tiempo lanzó un codazo hacia la mitad de la alta mujer.
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Traducción: Xirant
Taylor soltó un gruñido mientras el golpe alcanzaba su estómago, pero aún mantuvo el agarre en la joven que gritaba y lloraba al mismo tiempo. La artista no tenía la misma fuerza de cuando tenía veinte años, pero conocía algunos trucos y tenía experiencia. Esquivó fácilmente el siguiente golpe que iba contra su cabeza, deslizó un brazo alr ededor de los frenéticos brazos hasta que tuvo un fuerte agarre. “¡¡No es justo!!” lloró la joven. “Lo estaba haciendo bien, no es justo que le pasara a ella... ¡¿Porqué dejó que se lo hicieran?!” “Jess” gritó Taylor para que la oyese “¡Jessica! Se lo hizo ella misma, cariño...”. “Porqué, Tay... ¿por qué se lo haría?”. JT se desplomó entre los brazos de Taylor. La joven comenzó a sollozar mientras la morena artista se daba la vuelta y la envolvió con sus brazos, aún fuertemente agarrados para evitar que la joven saliera corriendo. “Su madre me contó que el médico le había dicho que fue seguramente un accidente. No lo había hecho desde hacía tiempo y la cantidad que preparó fue demasiado para ella. Su corazón no lo aguantó” explicó Taylor, sin revelar que los médicos habían dicho que el corazón de la joven había explotado, literalmente, en su pecho. Murió instantáneamente. “No lo entiendo” dijo Jessica entre lágrimas. “Porqué tuvo que salir... ¿¡Porqué no nos llamó!? Hubiera sido capaz de detenerla...” Taylor acarició el rostro de Jess y la guió de nuevo al salón. Ambas se sentaron en el gran sofá y Taylor envolvió con sus brazos a la joven tal y como siempre hiciera con la madre de JT. “Esta era una lección que deseaba que no llegara todavía, Jess. Ocurre con el tiempo cuando te haces amiga de otros adictos. Y no estoy diciendo que no debas, simplemente que tienes ser consciente de que cosas como ésta pueden ocurrir, y hay algunas reglas importantes que debes recordar cuando este tipo de cosas les suceden a nuestros amigos. ¿Quieres oír lo que tengo que decir?” preguntó Taylor, comenzando a acariciar el cabello de la joven. Jessica simplemente asintió con la cabeza. “Lo primero es que no es tu deber salvar a nadie. Es casi imposible cuidarlos de ellos mismos. Si alguna de nosotras, tú, yo, Corey quisiera salir y comenzar a chutarse, y si realmente queremos hacerlo, no hay manera de que nuestros amigos puedan evitarlo. Pueden amenazarte o intentar pararte, pero no puedes estar con alguien las veinticuatro horas del día”. “Tú puedes intentarlo” respondió JT. “Sí, cariño, y tú también, pero si lo hicieras estarías viviendo su vida. No sería su elección. La única forma de ganarle la guerra a una adicción es por ti 159
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misma, Jess. Siempre estaré aquí para ti, igual que tu madre, pero al final eres tú y las decisiones que tú tomas. Por eso estar limpio es un logro tan enorme para nosotras. Me refiero a que por supuesto que tenemos gente por la que lo hacemos, pero ellos no tienen que pasar por este infierno, ¿no? Es algo que hacemos nosotras. Aunque eso no significa que no pueda sacarte toda la mierda de ti si te encuentro que recaes de nuevo, el miedo puede ser algo muy motivador a veces” dijo la mujer con una pequeña sonrisa mientras alzaba el rostro de Jessica hasta que sus ojos se encontraron. JT rió levemente, sorbiendo y secándose las lágrimas. Taylor se acercó a la mesa de café y ofreció a la joven unos pañuelos de papel. La joven se sonó la nariz, pero las lágrimas no cesaron y Taylor no las calmó. La mujer sabía que esa era la mejor manera de comenzar a superar el dolor. Se acercó y retiró el húmedo flequillo del rostro de la joven. “Sólo recuerda esto, Jess. La forma en que te sientes ahora mismo, por haber perdido a tu amiga, es sólo una gota del océano comparado con el dolor que tu madre y yo sentiríamos si te perdemos”. Las lágrimas brillaron en los ojos de la artista mientras ese pensamiento llegaba a su mente. “No siempre podré evitar que hagas lo que quieras hacer, pero creo que es importante que lo escuches y que me creas, ¿vale?” “Vale” replicó Jessica, apoyando su cabeza en el hueco del hombro de la artista. Una amplia sonrisa cruzó inconscientemente el rostro de Taylor mientras recordaba una de las últimas veces que tuvo a la joven en sus brazos de esa forma y que la respuesta que surgió de los labios de la joven fue exactamente la misma. Taylor apretó a Jessica en un fuerte abrazo. “Te quiero, Jess, Siempre has sido una hija para mí” dijo Taylor. “Yo también te quiero, Tay... eres una gran madre” replicó Jessica, devolviéndole el abrazo y relajándose en los brazos de la mujer. “Gracias, cariño”. Taylor besó la frente de JT y apoyó en ella su mejilla. Taylor sintió que habían evitado un terrible desastre, y supo que aún no lo habían evitado del todo. Un día más y encontrarían un nuevo examen para sus nervios y sus emociones, cuando se encontraron en el funeral de Corey. No se dio cuenta al momento, pero al día siguiente probablemente tendría que llevar a Jess a comprarse ropa apropiada. Dios, va a ser un fin de semana realmente largo.
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El funeral fue duro para todos, pero para nadie tanto como para los amigos de Corey del grupo de AA. Esto siempre golpeaba más duramente a quienes han sido adictos. Era como perder a uno de los tuyos, y por una razón de la que estás apenas a un paso. Natalie estuvo con la madre de Corey ayudándola durante todo el día. Taylor no podía estar más orgullosa de Jessica. Taylor y ella habían ido de compras el día anterior y ambas habían comprado ropa nueva adecuada para la solemne ocasión. Temprano, aquella mañana, Jessica había preguntado a Taylor si conocía un sitio donde pudiera cortarse el pelo. Taylor llamó y se las arregló para conseguir una hora para Jess y ella a la vez tarde para ese mismo día. Una vez estuvieron en Adrian‟s dispuestas a arreglarse el pelo, Jessica se sintió más decidida a recortar su largura hasta la altura de sus hombros. El resultado final le sentaba muy bien a la joven y con sus nuevas ropas parecía mucho más una mujer de lo que Taylor estaba preparada para admitir. Taylor tenía su flequillo y el pelo con las puntas abiertas, rechazando el siempre buen intento de Adrián de cortarle algo más que eso. “Taylor, vamos, ¿no querrías parecer algo más marimacho? Hazte un buen corte, te verás genial, las mujeres lo adorarán...” dijo el peluquero. “He llorado demasiado por ser marimacho” atajó la artista, levantando una ceja intentando intimidar a la joven. Adrián pilló la indirecta y ambas mujeres salieron luciéndose y sintiéndose algo mejor.
del
establecimiento
“Tu hija se está convirtiendo en una preciosa mujercita” dijo Adrián a Taylor antes de que se fueran. Taylor no se lo explicó; simplemente sonrió y asintió. El tramo a casa después del funeral fue el más largo que Taylor hubiera hecho nunca. Le preocupaba que Jess no hablara. Como su madre, la joven era una auténtica charlatana y cuando estaba callada generalmente significaba que algo iba mal. “¿Taylor?” “¿Sí?” “Creo que quiero ver a mamá, ¿te importa?” preguntó Jessica. “No, Jess, por supuesto que no. Sabes que es casi hora de volver. Tu madre sólo quería que estuvieras aquí seis meses” sacó Taylor el tema que tanto temía. “¿Quieres que me vaya?” preguntó rápidamente JT.
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“No, Jess, puedes vivir conmigo cuando quieras y el tiempo que quieras. Me refiero simplemente a que tienes que hablar con tu madre sobre lo que decidas que quieres hacer” respondió Taylor. “Me siento mal, culpable, ¿sabes? No creo que a mamá le guste lo que quiero hacer. Además, una parte de mí siente que estoy siendo injusta con ella. Es decir, ella ha tenido que vivir con toda mi mierda durante tantos años y ahora que sé cómo actuar como una persona me voy a despegar de ella” replicó Jessica con solemnidad. Taylor sonrió ante la evaluación de la joven. “Sí, puedo ver a dónde quieres llegar, pero tu madre es una mujer muy comprensiva. Sabe que debes vivir tu vida, no la de ella. Creo que el único consejo que te puedo dar es que hagas que el tiempo que estés con tu madre sea agradable. Muéstrale que has madurado y que no vas a volver a comportarte como una completa idiota” finalizó Taylor con una sonrisa hacia la joven. “Gracias, Tay”. JT sonrió a la artista. “Siempre podré contar contigo para estar segura de que mi ego no se me escapa de las manos”. “Para eso estoy aquí”. Taylor le devolvió una brillante sonrisa. “¿Y qué has decidido hacer con tu vida?” “Quiero ir a la universidad. Creo que tengo nota suficiente. Si puedo hablar con mamá sobre lo de pagar la universidad entonces no tendré que depender de ese miserable SAT para ir a estudiar. También puedo buscarme un trabajo, eso debería ayudar” explicó Jessica. “Suena a un buen plan” replicó Taylor orgullosa. “¿Porqué no dejas a un lado el tema del dinero y me dejas hablar primero con tu madre, eh?” dijo Taylor dándose cuenta de que iba a tener que hablar con su extremadamente orgullosa amiga sobre aceptar el dinero que ella había ido depositando en la cuenta para la universidad de Jessica. “¿Y a cuál vas a ir?” “Lo he reducido a la Cal Arts o a la UC de Irvine. Tu amigo Kenny parece pensar que son las mejores” respondió JT. Taylor asintió recordando el día que habían visitado el estudio donde Kenny trabajaba ahora. Nunca creyó que el hombre responsable del único tatuaje que ella tenía fuera ahora parte de uno de los mayores estudios de California. “¿Cuándo quieres que haga la reserva del vuelo y para cuánto tiempo?” preguntó Taylor. “Umm, tenía en mente que sería tal vez mucho mejor si mamá pudiera venir. Sólo si no te molesta, o algo parecido” dijo JT cautelosamente.
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Taylor suspiró profundamente. ¿Podrá manejarlo? Demonios, no puede esperar que Jessica se vaya y su madre nunca la visite. Dios, no traerá a alguien con ella, ¿verdad? “¿Estás segura de que tu madre no está con nadie, Jess?” preguntó Taylor nerviosamente. “Tay, ya te lo dije, mamá nunca queda con nadie. Mira, no se lo preguntaré si te hace sentir incómoda. Sólo pensaba que si viene aquí y ve todo esto, la manera en que hemos estado tú y yo, y de mientras podemos visitar la universidad mientras está aquí, bueno, tal vez se sienta más cercana a aceptar todo lo demás. Sabes que adora California. Siempre está diciendo que querría volver algún día. No sería tan malo si todas estuviéramos aquí, ¿no?” dijo JT entusiasta. Taylor miró a la joven. “Nunca supe que se sentía de esa forma. Sé que le encantó cuando vinimos, pero no sabía que podría ser un sitio en el que podría estar ahora. Sin embargo no dejaré que planees demasiadas cosas, Jess. A veces me resulta muy duro simplemente estar en la misma habitación con tu madre sabiendo que algún día encontrará a alguien a quien amar”. “Lo sé, Tay, lo siento. No quiero verte ni a ti, ni a mamá infelices. ¿Estás segura de que podrás con ello?” “Hey, a veces es duro, pero la mayoría del tiempo adoro estar con tu madre. Es mi mejor amiga, además de ti, y la quiero de verdad. De hecho no puedo esperar para verla de nuevo”. Taylor sonrió y se sorprendió a sí misma creyendo lo que decía. “¡Genial!”. JT sonrió. “La llamaré en cuanto lleguemos a casa”.
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“Pero, mamá, ¡será muy divertido!. Siempre has dicho que desearías volver por vacaciones” suplicó Jessica. “Sé que lo hice, cariño, pero suena a que no es un buen momento. Tu amiga se ha ido y estoy segura de que no es un momento muy optimista, la exposición de Taylor está a la vuelta de la esquina y probablemente no me querrá dando vueltas por allí mientras intenta trabajar”. Torrey atormentó desesperadamente a su propio cerebro con excusas convincentes sobre el hecho de que ir a California era una mala idea, pero a pesar de sus intentos, las únicas que se le ocurrían eran pocas y patéticas. “Mamá, no será así. ¡Tay es la primera en decir que no puede esperar a verte!” intentó atacar JT desde un punto de vista distinto.
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Torrey rió al escuchar el nombre en la voz de Jessica. “¿De qué te ríes?” preguntó Jessica claramente confusa. “Solías llamarle Tay cuando eras pequeña. Me he sorprendido al recordarlo” replicó Torrey. “Yo no lo recuerdo, para mí es sólo una sensación, ¿sabes? Me pregunto porqué no me dijo nada sobre eso” consideró Jessica. “Probablemente no quería avergonzarte, cariño” respondió Torrey. “Bueno, mamá... ¿qué me dices? De verdad que quiero que vengas, te encantará la casa de Tay, ¡lo sé!”. La verdad era que quería muchísimo ver a su hija y a Taylor en el lugar en el que Jess había madurado tan rápidamente. Deseaba abrazar a su hija y otro tipo de deseo la empujaba a querer ver a Taylor de nuevo. No podía pelear con él porque realmente no quería. “De acuerdo, mi niña... dime cuándo y dónde” dijo Torrey mientras juraba que podía sentir la sonrisa de JT a través el teléfono. “Y, cariño, dile a Taylor que si me deja esperando como hizo en el aeropuerto de Maine, me esconderé”. Torrey colgó el teléfono y comenzó a hacer una lista mental de todas las cosas que necesitaría llevar. Jessica quería que se quedara durante un par de semanas, y eso significaba al menos una maleta y otra de mano. Entró en su habitación y examinó lo que había en su vestidor. Había ropa para cualquier día en Chicago y alguno para una fiesta, todo de la costa Este, pero se dio cuenta de que todo se reducía a volver a ver a la mujer que todavía amaba después de una ausencia de catorce años. Esto era, definitivamente, una llamada para ir de compras. Torrey entró en el baño, abriendo el grifo de la ducha. Se paró frente al espejo sobre el lavabo y pasó su mano por los rubios mechones. “¡OH, Dios mío! ¿Porqué me he cortado el pelo?” gritó a su propia imagen. Era un buen corte y práctico para salir y trabajar y para nadar todos los días en el centro deportivo, ¿pero qué pensaría Taylor? Señor... Torrey, hablas como si tuvieras una oportunidad con ella. Estás bien y lo sabes, simplemente vas a ir a ver a tu hija y a tu mejor amiga. Lo puedes hacer. Ahora levántate y no te preocupes.
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Torrey se acomodó en el asiento reclinable, cerrando los ojos ligeramente mientras tomaba un sorbo de su té caliente. Después de que viajara en primera
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
clase por primera vez hacía diez años, la escritora se juró no volver a viajar de otra forma. Después de tantos años de volar a diferentes partes del país, se puede imaginar que el miedo a volar no formaba ya parte de su repertorio. No es que sintiera pánico, pero nunca se había sentido completamente segura. “Perdóneme” dijo una voz al otro lado del pasillo suavemente. Torrey alzó los verdes ojos hacia una mujer de pelo rubio y ojos sonrientes. “Sé que probablemente te lo preguntan mucho, pero ¿eres Torrey Gray?” Torrey respondió con una brillante sonrisa lo que era, en cierto modo, su firma. Siendo realista, era la única forma que sabía sonreír. Sí, había escuchado esa pregunta durante años, pero secretamente nunca se cansaría de ello. “Sí, soy yo” replicó suavemente. Dos horas más tarde las mujeres estaban sentadas mano a mano, discutiendo de todo, desde hijas hasta Maine. Cuando la azafata anunció que aterrizarían en unos minutos, la desconocida estuvo tentada de darle su tarjeta a la escritora. Disfrutaba de la sonrisa de la mujer y su abierta personalidad. Había oído los rumores, pero siempre se había preguntado si serían verdad, ¿Torrey Gray era gay?. La rubia sonrió a la escritora y decidió esperar hasta que aterrizara el avión y ver si podía invitar a la mujer a comer, y más tarde, a algo más. *
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Taylor se movió de la pared y miró fijamente a los monitores de enfrente que mostraban la información de los vuelos. Miró su reloj y volvió a tomar su puesto vigilante en el muro. Cuando bajó la mirada, los verdes ojos de Jessica la sonreían. “Joder, Tay, ¿seguro que estás bien?” preguntó JT con un gruñido. “¿Porqué?” inquirió Taylor. “Bueno, parece como si te fuera a dar algo” rió Jessica. “No te rías de mí, pequeñaja. El paseo andando a casa es muy largo” dijo Taylor, levantando una ceja. Jessica rió de nuevo. Como su madre antes que ella, la conducta intimidante de la artista tenía poco efecto en la joven.
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“No te preocupes, Tay. Después de todo, es simplemente mamá” dijo Jessica con una mirada de comprensión. “Lo sé”. Taylor le ofreció una media sonrisa. Se sentía incapaz de hacer que Jess comprendiera que estar con Torrey era el problema. Los pasajeros del vuelo de Chicago comenzaron a desembarcar del avión. Jessica se movió hacia adelante, pero Taylor se quedó dónde estaba, sin moverse. “Porqué no vas y, inusitadamente Taylor.
ya
sabes,
yo
os
espero
aquí”
tartamudeó
Jessica sonrió ligeramente, sin adivinar lo mucho que este primer encuentro después de quince años significaba para la alta artista. Jessica vio a su madre al momento, incluso a pesar del pelo corto. Taylor se quedó atrás mientras madre e hija se sumergían en un lloroso y encantador encuentro. “Oh, Dios, Jess, estás preciosa...” dijo Torrey con lágrimas en los ojos. Abrazó fuertemente a su hija y la besó en la mejilla. “Tu pelo, ¡te queda genial!” dijo, pasando sus dedos por el pelo de la joven. Torrey observó a su hija y vio un resplandor en los verdes ojos de la joven que no había seis meses atrás. Sus verdes ojos destellaron brillantemente y compartió un abrazo con su madre que Torrey había creído no volver sentir de nuevo. “Estás preciosa, mamá” murmuró Jessica orgullosa. Torrey simplemente miró fijamente en silencio a su hija por unos momentos. La escritora nunca pensó que llegaría el día en que su rebelde hija la miraría con algo que no fuera desprecio. Ahora, Torrey escuchaba el orgullo en la voz de su niña y veía el cariño en sus ojos. Se prometió dedicar el resto de su vida en devolver ese regalo a Taylor. Con ese pensamiento la escritora sintió los nervios revoloteando en su estómago anticipando el ver a su vieja amiga. “Jess, ¿dónde está Taylor?¿Ha venido contigo?” preguntó Torrey. JT asintió con la cabeza y dirigió sus ojos a la figura que comenzaba a andar hacia ellas. Taylor no se había dado cuenta de que había estado aguantando la respiración hasta que el aire le golpeó los pulmones al ver la imagen de la pequeña rubia. Torrey se veía absolutamente perfecta en aquellos pantalones blancos y la blusa verde palo bajo la blanca chaqueta de lino que tenía las mangas alzadas hasta los codos. Taylor se sorprendió aún más con el corte de pelo. Finalmente había hecho lo que había amenazado con hacer durante
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años. El corte casual, los suaves mechones de pelo rubio cayendo libremente sobre sus orejas y cerca de sus ojos hacían que la pequeña escritora pareciera más sexy que nunca a los ojos de Taylor. Quince años de espera salieron a la luz mientras cada nervio del cuerpo de la artista se sentía como si le hubieran dado una fuerte sacudida con electricidad. Se derritió ante la vista mientras veía la risa de Torrey y cómo sonreía a su hija y cuando vio volver los ojos de la mujer a donde ella estaba, no pudo parar la tonta sonrisa que estaba segura que había surgido en su rostro. Torrey miró hacia donde señalaba su hija y se hundió en la profundidad de la luz cobalto. Taylor estaba ofreciéndole esa media sonrisa que parecía reservar sólo para Torrey, mientras se acercaba a ambas mujeres. Jessica dio un paso atrás mientras Taylor llegaba. Torrey soltó la cintura de su hija y espero mientras la alta mujer se acercaba. Sin vacilar Torrey deslizó sus brazos alr ededor de la cintura de la artista y poniéndose de puntillas besó los labios de la morena mujer. Se habían besado así antes, pero siempre había sido Taylor la que lo había iniciado. La artista fue sacudida cuando Torrey estableció ese íntimo contacto. Torrey sintió la calidez del abrazo de Taylor, y entonces se echó hacia atrás para mirar en los increíbles ojos de la alta mujer. “Te ves genial, Stretch” sonrió Torrey. Taylor se agachó y dio otro apretón a los hombros de la pequeña mujer. “Tan preciosa como siempre” le susurró Taylor al oído. Fue entonces cuando la rubia con la que Torrey había estado charlando en el avión desembarcó. Si la mujer había imaginado tener alguna posibilidad con la pequeña autora de ojos verde jade, todos esos pensamientos se desvanecieron cuando miró a la pequeña mujer mientras era bienvenida por otras dos mujeres. Fue la más alta de las dos mujeres morenas la que pilló los ojos de la rubia. La forma en que ambas miraron en los ojos de la otra, salpicado por el beso que habían compartido en medio del aeropuerto, hizo que la rubia se volviera con un gesto de arrepentimiento. Bueno, al menos sé que los rumores son verdad se dijo mientras se iba.
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“No puedo creer que ninguna de vosotras dos haya dicho nada de mi corte de pelo” dijo Torrey mientras comenzaban a irse de la zona de equipajes. “Es genial, mamá” dijo JT.
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“Oh, sí” añadió Taylor. La artista no se atrevía a decirle lo increíblemente preciosa que estaba realmente. “Bien, juzgando por vuestras profundas respuestas, creo que dejaré pasarlo” rió Torrey. “Oh, no mamá, de verdad que estas genial” dijo JT con más convencimiento. “Umm, sip, estás preciosa, Tor”. Taylor intentó no mirarla fijamente. “Actual, muy despampanante” dijo Jess, parándose a admirar a su madre. “Completamente impresionante”
añadió
Taylor,
aprovechando
la indicación de JT.
Torrey las miró mientras Taylor y su hija intercambiaban una sonrisa cómplice. “Oh, puedo ver que voy a ser superada por vosotras dos juntas” respondió Torrey.
No pudieron más que sonreír a la pequeña rubia. Torrey apoyó un brazo sencillamente alr ededor de la cintura de su hija y deslizó su propia mano dentro de la endurecida de la artista. Anduvieron, mirando al rededor, como una familia. Taylor sujetó fuertemente la mano con la suya y saboreó el dulce contacto. Torrey no hizo ningún movimiento para quitarla y la artista supo que ella no sería la primera en romper el familiar tacto. Cogieron el equipaje de Torrey y en unos momentos Taylor volvió con el Explorer, parándolo frente la entrada del aeropuerto para recoger a su amiga. Taylor salió del coche para colocar el equipaje en el maletero, abriendo la puerta del copiloto para que Torrey entrara. Jessica lo observó con una brillante sonrisa al ver cómo cada mujer trataba a la otra. En su corazón la joven sabía que Taylor era atenta y encantadora con su madre. Se movían como dos personas que habían crecido acostumbradas al movimiento una de la otra. Cuando Taylor abrió la puerta a la madre de JT, Torrey se introdujo sin decir nada, como si este gesto le fuera normal cada día. “Así que, ¿dónde me vais a llevar a comer? Estoy hambrienta” dijo Torrey para romper el silencio. “Tú... ¿hambrienta? ¡Qué sorpresa!” dijo Taylor con un leve toque de sarcasmo. Antes de que la artista se enterara, Torrey le dio un cachete en el muslo. “Sólo llevo cinco minutos aquí y ya me estás tomando el pelo” dijo Torrey con un fingido suspiro de desdeño.
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“Eso es porque me lo dejas fácil, Little Bit” replicó Taylor con una risa, lo que le ganó a la artista un nuevo golpecito. “¿Qué tal Simons? Salvo que tuvieras en mente algo más elaborado”. “¡Oh, un Simon Especial, sí!”. Torrey apoyó la cabeza en el asiento, disfrutando de la idea. “Agg” dijo Jessica desde el asiento trasero. “Voy a tener que veros a ambas comer esos asquerosos sándwiches, ¿verdad?” gruñó Jessica. Secretamente la joven estaba extasiada por la forma en que las dos mujeres se llevaban. *
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“Este sitio es maravilloso, Taylor, me encanta” dijo Torrey a la mujer sentada junto a ella en el sofá. “Lo has hecho muy bien, estoy orgullosa de ti” añadió. Las dos mujeres se quedaron hablando hasta tarde por la noche frente a la chimenea. Aunque oficialmente era verano, la noche era fresca, dando la excusa perfecta para encender el fuego. Jessica hacía mucho que había ido a la cama. La joven no estaba realmente tan cansada como decía estar, pero sabía que sería bueno para ambas mujeres poder pasar cierto tiempo juntas.
Taylor disfrutaba de la cercanía de Torrey, la forma en que sonreía y hacía bromas, la forma en que rozaba el brazo de la artista cuando apuntaba algo. Taylor se estaba dando cuenta de que, con cada momento que pasaba, no veía en la mujer a la joven por la que se preocupara y a quien protegiera durante tantos años. La joven de dieciocho años se había ido y había sido reemplazada por una madura mujer. Taylor no lo había captado nunca de sus escritos. Incluso cuando leía las cartas de Torrey, Taylor todavía imaginaba a la colegiala que rompía a llorar a la mínima provocación. Ahora Torrey hablaba con seguridad, el gesto de su mirada, la forma en que disponía su cuerpo todo ello combinado para atraer a Taylor hacia ella de una forma que la artista nunca había sentido.
Torrey, por su parte, sentía que se le cortaba el aliento cada vez que alzaba la mirada y veía a la mujer sentada a su lado. La belleza de Taylor no había disminuido ni un ápice en todos estos quince años. De hecho, Torrey se preguntó cómo podía haber deseado a la joven de veinte años, cuando aquella sexy mujer de cuarenta estaba creando en su estómago auténticas sensaciones. Las líneas alrededor de la boca y los ojos de la artista eran algo más profundas, pero el azul zafiro de sus ojos todavía brillaba cuando hablaba, centelleando con un fuego azul eléctrico cuando hablaba de arte. Nublándose en un gris acero cuando algo le dolía o estaba preocupada, como lo hacía ahora también.
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Taylor se encontró a sí misma hablando con Torrey como si el tiempo no hubiera pasado. Sus miedos y sus sueños fueron revelados a la mujer de ojos verdes que había sido siempre tan buena para deslizarse bajo las defensas de la artista y ver la vulnerabilidad de la mujer que Taylor escondía al resto del mundo. Taylor le habló de Corey a su vieja amiga, viendo cómo los ojos de Torrey se abrían llorosos ante el pensamiento de la joven y su complicada vida. Las lágrimas se hicieron reales en la joven escritora mientras imaginaba a una madre intentando sobrellevar la muerte de su única hija por una adicción que la madre no había podido evitar. Jessica no fue capaz de dormirse de nuevo y la joven salió a la cocina y se puso un vaso de agua fría. Oyó el suave murmullo de las voces desde el salón y se sorprendió gratamente de que su madre y Taylor todavía estuvieran despiertas y hablando. Atravesó el hall que llevaba al salón y se sentó en las escaleras que daban al primer nivel de la casa. Se dijo que debería irse de inmediato si oía algo que tuviera que ver con ella, para no sentirse como una espía. Realmente lo único que quería la joven era escuchar las voces de las dos mujeres que más quería. Se sonrió al ser capaz de distinguir la voz de contralto de Taylor mientras la comparaba con los suaves tonos melódicos de su madre. Finalmente Jessica escuchó mientras Taylor le contaba a Torrey lo de Corey y la responsabilidad que la artista sentía que había tenido con la pequeña. “Stretch” susurró Torrey, secando tiernamente las lágrimas de las mejillas de Taylor “no puedes responsabilizarte de todo. ¿Recuerdas lo que solía decir la hermana Eva? Cuando estás fuera en medio de la nieve, sólo puedes coger tantos copos como ellos quieran caer en tu boca. Era una chica joven y también me rompe el corazón, pero no puedes hacer de todos los adolescentes del mundo tu responsabilidad. Eso es demasiado para cualquier persona”. Jessica escuchó por primera vez los miedos y las inseguridades de Taylor. La artista dijo muchas de las mismas cosas que también Jessica sentía, y Torrey respondió con muchas de las cosas que Taylor había dicho a JT. “Creo que me dolió más al tener aquí a Jessica” explicó Taylor a Torrey. La artista deslizó sus dedos por su pelo, apoyando su codo en el respaldo del sofá, cerca de la cabeza de Torrey. “No sabía lo unida que me sentiría a Jessica en tan poco tiempo. No me había dado cuenta de lo mucho que la quiero, Tor, y lo que haría si le ocurriera lo mismo”. La voz de Taylor se quebró y Torrey se dio cuenta de lo mucho que la artista había controlado sus sentimientos desde la muerte de la joven. Taylor estaba siendo fuerte por Jessica, pero no tenía a nadie que la consolara y el dolor de la artista estaba tan cerca de la superficie que Torrey sabía que no faltaba mucho para que saliera a la luz. Se acercó a la morena mujer, respirando el perfume familiar de Opium de su piel. Torrey envolvió sus fuertes brazos alrededor de los hombros de la artista y besó tiernamente la frente de Taylor. Sentía la guerra que el cuerpo de
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Taylor tenía consigo mismo, tensándose antes de darse cuenta de que estaba entre unos brazos que le daban seguridad y que no dejarían que se derrumbara. “Está bien, cariño. Puedes dejarlo ir ya” susurró Torrey. El desgarrador sollozo que surgió de la garganta de Taylor le dolió a Jessica en su propio corazón. Nunca hubiera imaginado que la inamovible mujer estuviera tan herida. Oyó el llanto de Taylor y los murmullos de su madre y se dio cuenta de lo que su madre no había descubierto. Taylor lloraba por muchas razones que su madre desconocía. Jessica bebió el final de su bebida y volvió a su habitación. Sentía que se había metido en medio de algo muy privado entre las dos mujeres, algo que no tenía nada que ver con querer o desear, sino con amor y amistad. *
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“Torrey, cariño, despierta. Son más de las tres, ¿quieres ir a la cama?” preguntó Taylor a la dormida mujer acostada casi por completo en ella. En algún momento de la noche los dos mujeres habían caído dormidas mientras el fuego se apagaba hasta quedarse en unas ascuas. Ahora el cuerpo de Taylor estaba siendo usado prácticamente como almohada por su vieja amiga, la pierna de la pequeña rubia cubría sus muslos. “Uh unh... se está muy bien aquí” murmuró Torrey adormilada, apretando aún más su agarre a la cintura de Taylor y hundiendo su rostro en la suave piel del cuello de Taylor. La artista podría haber gemido de placer ante la sensación del medio cuerpo apoyado contra el suyo. Si Torrey no se quería mover Taylor sería la última persona en la tierra que le dijera lo contrario. La artista rozó con sus labios la frente de la rubia, apoyando la espalda más cómodamente en el respaldo del sofá. Torrey se acurrucó más profundamente y Taylor susurró: “Buenas noches, Little Bit”. “Buenas noches” murmuró Torrey. Taylor se relajó y disfrutó del peso del cuerpo de la mujer en el suyo y cómo sentía sus brazos, acercando a Torrey algo más. Tuvo una sensación de que Jessica fliparía si las encontraba así por la mañana, pero en esos momentos era el más lejano de sus pensamientos.
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Taylor gruñó y se giró. Tendría que recordar no volver a quedarse dormida en ese sofá; la espalda la estaba matando. La artista abrió unos dormidos ojos y se dio cuenta de que estaba sola, pero el distintivo aroma de comida le avisó de que dónde se encontraba su compañera de sofá. Sonrió. Dios, era tan fácil volver a caer en viejos hábitos. Se acercó a la cocina y se encontró que Torrey estaba haciendo lo mismo. La pequeña rubia vestía una camiseta de camuflaje y unos pantalones de cordón. Su pelo aún estaba húmedo de la ducha. “Buenos días” murmuró Taylor. “Creía que estabas cocinando”. “Hey, estoy de vacaciones” dijo Torrey con una sonrisa. Deslizó un brazo alrededor de la cintura de la artista y entró en la cocina con ella. “Ya era hora, comenzaba a pensar que nunca os levantaríais” dijo Jessica mientras ponía más mantequilla en la máquina de gofres. La joven había encontrado ese aparato dos meses atrás, metido en un rincón de la cocina de Taylor y había descubierto que era más fácil que hacer crepes. “Iba a despertaros, pero estabais roncando tan alto que era como si estuvierais acabando con el mundo”. dijo Jessica a Taylor. “Yo no ronco” replicó Taylor a la defensiva. “Oh, sí que lo haces” rió Jessica. “¡Tor, dile que no ronco!”. Taylor miró a su amiga en busca de apoyo. “Umm, bueno, la verdad es que... sí que lo haces” dijo Torrey disculpándose. “¿Qué? ¿Desde cuándo?” preguntó Taylor estupefacta. “Bueno, no me había dado cuenta antes, pero lo he notado cuando dormimos juntas esta noche” respondió Torrey. Ahora le tocaba a Jessica quedarse estupefacta. “¿Cuándo hicisteis qué esta noche?” “¿Qué?” preguntó Torrey a su hija. “Has dicho que habéis dormido juntas” repitió JT. “No puedo creer que ronque y nadie me lo haya dicho” continuó Taylor en su propio tema. “Cariño, no es lo que parece” respondió Torrey.
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“¿Dormís juntas y no crees que es lo que parece?” replicó JT. “Vale, ¡callaos las dos!” levantó la voz Torrey para ser oída por encima de ambas mujeres. “Dios, ¿siempre tenéis este tipo de estimulación antes del desayuno?”. Torrey se masajeó las sienes. “Tú” señaló a Taylor. “Lo siento, cariño, pero sí, en algún momento en estos quince años has comenzado a hacerlo, aunque bueno, es más como una fuerte y relajante respiración”. “Ronquido” masculló Jessica por lo bajo. “Tú, silencio” reprendió Torrey. “No es molesto, Stretch, es más bien mono” terminó Torrey con una sonrisa. “Y tú” señaló a Jessica. “Nos quedamos dormidas en el sofá mientras hablábamos. Hemos dormido allí” Torrey se movió y sonrió con aprobación a las dos máquinas de café, una con té y la otra con café en sus jarras. “Te ha enseñado bien, mi niña” bromeó a su hija, sirviendo una taza de té para ella y ofreciendo a Taylor su café. “¿Ves? Te dije que no roncaba”. Taylor golpeó suavemente el hombro de JT y gruñí mientras se movía. “Hah, simplemente estaba siendo amable” replicó Jessica. “Mira, pequeñaja, no eres tan grande como para que no pueda patearte hasta aquellas colinas” devolvió Taylor. “Oooohh, eres tan macho... ¿Tú y qué ejército?” disparó JT. Taylor y Jess se sonrieron, volviendo de repente sus rostros hacia Torrey. Taylor se sentó en la mesa y miró a su vieja amiga con una sonrisa avergonzada. “No tengo ni idea de dónde se ha sacado eso” dijo Taylor inocentemente. “No me lo puedo imaginar” dijo Torrey, sacudiendo la cabeza.
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“Yo puedo hacerlo, mamá” dijo Jessica, levantándose de la mesa de desayuno cogiendo los platos sucios de las manos de su madre. “Bueno, mientras te encargas de limpiarlo, pequeñaja, me voy a dar un baño caliente. Ese sofá me ha machacado la espalda” dijo Taylor. “Tor, ¿qué quieres hacer hoy?” preguntó, poniéndose un café para llevárselo.
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“Dormir” sonrió burlonamente la pequeña rubia. “No me importaría estar un rato en la piscina”. “Lo que necesites simplemente grítalo, Jess sabe dónde están todas las cosas. No quiero pasar de ti, pero tengo que hacer varias llamadas para dejar varias cosas preparadas para la exposición. Jess se asegurará de que no te sientas sola” sonrió Taylor a la rubia mientras ésta alzaba la mirada hacia la artista algo dormida.
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“Adelante” respondió Taylor a la llamada en la puerta de su despacho. “Tay” comenzó Jess. “Ni en broma” dijo Taylor sin mirar. La artista retiró su Rolodex y se apoyó en su sillón. “Jess, tu madre es la mujer más abierta y menos crítica que conozco. Simplemente dile que eres gay, no será tan malo”. “Va a flipar, lo sé. O no va a querer conocer a Val” replicó Jessica aterrorizada. Valerie Kane, la joven de la tienda de arte había llamado a Jessica al menos tres veces a la semana hasta que Jess la invitó a cenar a casa. Una vez que pareció que las dos mujeres parecían ir en serio, Taylor había tenido que parar el tema. Le dijo a Jess que no podrían tener una cita, aparte de que Valerie fuera a casa, hasta que pasaran los seis meses. Después de eso, podría preguntar a su madre cuáles serían las reglas. Taylor estaba orgullosa de que Jessica hubiera sido sincera con Valerie desde el principio. Le contó a Val todo sobre el porqué ella estaba en California. Sorprendentemente, la joven había dicho que podría esperar hasta que los seis meses de Jessica hubieran acabado y dónde pasaran el tiempo juntas hasta entonces le daba igual. Taylor pensó que Jess tenía una ganadora para su primera relación seria. “Jess” se rió Taylor “¿De dónde has sacado esas sensaciones sobre tu madre? La conoces mejor que eso. Mira, tengo que ir a Los Ángeles a la galería de inmediato, eso os dará tiempo a ti y a tu madre hasta la tarde para tener una buena charla madre-hija. Simplemente se sincera con ella y apuesto a que no te defraudará, ¿vale?” “Vale” dijo JT abatida.
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Torrey cerró sus ojos. Una suave sonrisa surgió en sus labios. El sol se sentía deliciosamente cálido en su piel. El calor del día evaporaba rápidamente la humedad de la piscina. Ah, California. Podría definitivamente acostumbrarse a esto. “Hey” dijo Jessica, sentándose en la hamaca de la piscina de al lado de la de su madre. “Taylor tiene que ir a la galería, ha dicho que volvería para la cena y que quería traernos algo genial”. “Suena bien. Taylor siempre ha conocido los mejores restaurantes de California” sonrió Torrey. La escritora miró a su hija sentada junto a ella y rozó tiernamente su mano por su mejilla. “Estoy tan orgullosa de ti, Jess. La manera en que has tomado el control de tu vida. No me siento tan mal por haberte mandado aquí, no después de verte así”. Las lágrimas comenzaron a caer de los ojos de Torrey, pero no podía detenerlas. “Siempre he querido esto para ti, Jess. Simplemente que fueras feliz y estuvieras sana. No puedo decirte lo orgullosa que estoy de ti”. “Podría decirte lo mismo, mamá. He aprendido muchas cosas de ti, estando aquí con Taylor”. “¿Qué tipo de cosas?” preguntó Torrey. “Cosas de las que no hemos hablado. Taylor y yo hicimos un pacto de que podíamos preguntarnos cualquier cosa y que tendríamos que decirnos la verdad” respondió Jessica. “Y ¿lo habéis llevado a cabo? Lo de decir la verdad”. “Oh, si” replicó JT recordando algunas de las duras verdades que ella y Taylor habían aprendido la una de la otra durante aquellos cinco meses. “¿Y crees que yo no te diría la verdad?” le preguntó Torrey. “No es que tú me mintieras, mamá, simplemente no hemos hablado de ese tipo de cosas. Nunca me has contado nada de cuando eras pequeña o cuando estabas en la universidad. Creo que hasta que Taylor no me habló de ti, no te conocía de verdad” terminó Jess suavemente. “Entonces tal vez podamos hacerlo ahora, ser sincera la una con la otra” dijo Torrey. “¿Seguro que quieres hacerlo, mamá? Significa que puedes preguntar lo que sea y que tienes que responder sin mentir. No evitamos determinados temas aunque sean demasiado complicados‖. Jessica remarcó esa última palabra; Torrey reconoció su tan habitual frase.
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“Creo que no sería justo para mí esperar que vayas por temas que no estoy dispuesta a afrontar yo misma. De acuerdo, ¡pregunta!” dijo Torrey estirando sus brazos a cada lado. Jessica rió. No estaba segura de cómo comenzar. Se preguntó si era ella o su madre, pero la mujer parecía ser muy diferente aquí en California. Esta conversación no estaba yendo exactamente como había planeado. “¡Vale!” dijo Jess con una sonrisa. “¿De verdad tienes un tatu?” Torrey gruñó. “Ella no ha podido...” dijo la escritora, refiriéndose a su vieja amiga. Torrey sacudió su cabeza, sonrió, y apartó el tirante de su traje de baño hacia abajo, mostrando el área sobre su seno. El demonio de Tazmania sonrió desde allí. Jess siguió riéndose. “Es tan genial. ¿Sabes?, conocí al que te lo hizo” dijo Jess, y luego le explicó cómo Kenny era un animador gráfico de uno de los más prestigiosos estudios actualmente. “No me puedo creer que nunca me dijeras que lo tenías”. “Dios, cariño, debes pensar que soy una auténtica estúpida, ¿no?”. Torrey miró a su hija. Su sonrisa desapareció de su rostro. “Mamá, suena a que Taylor y tú habéis tenido mucha diversión cuando erais jóvenes. “¿Qué pasó?” “Creo que fue la vida lo que pasó, Jess. No quería que tú cometieras los mismos errores que yo hice, así que intenté protegerte de todos aquellos problemas en los que te podías meter. Nunca pude saber que haciendo eso hacía exactamente el efecto contrario en ti. Lo siento tanto, Jess” dijo Torrey con tristeza. “Mamá, tú no hiciste nada de eso. Yo tomé ese camino. Cierto que podríamos haber hecho algunas cosas de otra manera, pero ahora sé que me quieres y sé que yo también te quiero. Taylor dice que lo mejor de tener una segunda oportunidad es que es tu oportunidad de hacer las cosas bien. Las quiero hacer así, mamá. Y las quiero hacer bien contigo” dijo Jessica con lágrimas en los ojos. “Oh, Jess” dijo Torrey abrazando fuertemente a su hija. “Te prometo trabajar en esta segunda oportunidad que se nos ha dado. Además, no siempre fui una inflexible, yo también hice mis propias locuras." “¿Cómo qué?” preguntó JT. Torrey procedió a contarle a su hija como se había levantado la camiseta frente a Kenny aquella noche que había insistido a Taylor que se hicieran un tatuaje. Hablaron de muchas cosas aquel día. Cuando el sol cayó por el cielo pararon a tomar un té helado y salieron al jardín japonés para continuar su conversación.
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Torrey le contó a Jessica su versión sobre muchos pequeños incidentes que Taylor ya le había contado. Le describió el día que Taylor y ella se habían conocido y el día en que ella nació. Por primera vez, Torrey le contó a la joven la histerectomía que le tuvieron que hacer de emergencia y que Jessica sería la única hija que podría tener. Pequeñas cosas comenzaron a tener sentido para Jessica y cuanto más hablaba Torrey más se daba cuenta la joven de porqué su madre había actuado de determinadas maneras sobre ciertas cosas. Finalmente Jess pensó que era hora de traspasar la gran línea. “Mamá, umm... me estoy viendo con alguien últimamente, ya sabes, como amigos”. Le explicó las reglas de Taylor sobre lo de tener citas mientras estuviera allí. “Me gustaría, ya sabes, tener una cita de verdad, pero me gustaría saber cómo te sentirías con ello” tartamudeó Jessica. Torrey consideró el pedacito de información, recordando cómo son el tipo de chicos de diecisiete años. Desde luego, cualquier madre no lo aprobaría abiertamente. Se preguntó con qué tipo de chico le gustaría salir a su hija. Probablemente llevaría chamarra de cuero, seguramente tendría moto, él sería... ¿ella? “¿Qué has dicho?” tuvo que preguntar Torrey a su hija para que le repitiera su última frase. “Su nombre es Valerie”. JT miró a los ojos de su madre y tragó con dificultad. “Mamá, soy gay”. Los ojos de Torrey ni pestañearon ni dejaron de mirar el rostro de Jessica. Estaba sonriendo por dentro, pero no permitió que eso surgiera en la superficie. Su hija no entendería la broma. “¿Cómo es? ¿Es buena?” preguntó Torrey. “Bueno, sí... ella es genial. ¿No te molesta... lo mío?” le preguntó JT a su madre. Estaba esperando lágrimas, o un pequeño sermón, ¡algo!. Ese nuevo aspecto de su madre la despistaba. Torrey y ella se habían comportado como dos extrañas la una con la otra durante muchos años; era una sensación curiosa ser amigas. “No, Jess, no me molesta en absoluto. De hecho ¿porqué no le dices que venga a cenar con nosotras esta noche? Pregúntale primero a Taylor. No debemos romper los planes que ella tenga”. “¡Genial!” respondió Jessica. “No puedo creer que tuviera tanto miedo de contártelo”. La joven comenzó a sacudir la cabeza. Torrey escuchó mientras su hija le contaba los miedos que tenía escondidos por la situación y Torrey supo que ocultarle la verdad de sí misma 177
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ahora sería poco más o menos mentirle. Quería que Jess confiara en ella tanto como lo hacía con Taylor. Sólo había una forma de hacer eso. Tenía que ganárselo. “Jess” comenzó Torrey, sin estar segura de cómo o qué decirle exactamente. “Es poco más o menos lo que soy yo” dijo Torrey, pensando que esa declaración era más clara que el lodo. Lo que era para una escritora quedarse sin palabras. “Wow” respondió Jess. “Creo que no es la forma en que esperabas este día, ¿eh?” preguntó Torrey. “¡Puedes estar segura!” sonrió Jess a su madre. ¿Porqué era algo tan evidente a posteriori? En unos segundos, tantas escenas inconexas que rodeaban a su madre tomaron sentido para la joven. “¿Estás segura?” le preguntó JT a su madre. Torrey rió ante la pregunta que debería preguntar una madre. “Créeme, Jess. Estoy segura” respondió Torrey. “Oh” dijo la joven. Jessica observó los sonrientes ojos de su madre y por probablemente primera vez en su vida, se sonrojó ante la mujer más mayor. “Ohhh” replicó Jess, dándose cuenta de lo que quería decir su madre. “Estás segura porqué tú, umm...” “Sip” asintió Torrey con la cabeza. ¿Cómo decirle a tu única hija que el sexo con una mujer es la mejor cosa que se pueda experimentar en la vida? “Yo, umm...., nunca he... ya sabes” replicó Jess. Torrey debía haber parecido sorprendida. “Sé que, con lo salvaje que he sido, es difícil de creer, ¿verdad?” preguntó la joven. “Me refiero a que creo, no sé, que será más especial o algo así si espero. Ahh, suena estúpido, ¿no?” “Suena a chica lista. Tienes toda la razón. Tu primera vez debería ser con alguien a quien quieras y que te quiera”. Torrey se vio llevada a una noche cuando, acurrucada entre los seguros brazos de Taylor, la artista le había susurrado esas mismas palabras. “¿Fue mi padre el primero?”. JT no podía dejar de preguntar.
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“Sí, cariño, fue el primero” respondió Torrey. “No le amabas, creo, ¿no?” “No. Me gustaba pero no le quería de esa forma”. “Supongo que no sabías por entonces que te gustaban más las mujeres, ¿eh?” observó JT. “Cariño, no sabía nada de nada por aquel entonces. Era una chica de diecisiete años muy ingenua. Si no hubiera conocido a Taylor me pregunto si hubiera aprendido tanto sobre amor y amistad” terminó Torrey suavemente. Fue entonces cuando Jessica lo vio. Al principio le sorprendió, pero los ojos de su madre poseían la misma mirada que Taylor había tenido cuando le confesó a la joven sus sentimientos hacia Torrey. Fue una mirada triste y cargada de un deseo no correspondido. JT no podía ayudar pero continuó. “¿Con quién hubieras querido que fuera tu primera vez?” lanzó la joven. Aquí está, pensó Torrey. La pregunta que le diría a su hija lo que Torrey realmente había esperado dentro de su pacto de sinceridad. Esperaba la verdad de su hija ¿ahora sería capaz de lo mismo? “Quería que hubiera sido con Taylor” dijo Torrey apenas en un susurro. “¿Todavía quieres... estar con ella?” Torrey sonrió ligeramente a su hija y Jessica distinguió las lágrimas formándose en los ojos de la escritora. “Conozco a Taylor desde hace dieciocho años y estoy más enamorada de ella en este momento que cuando me di cuenta” respondió Torrey sinceramente. “Me resulta sorprendente que ella nunca se haya dado cuenta”. “Yeap” respondió Jess como a sí misma. “A mí también me sorprende. Mira, mamá, tal vez Taylor y tú podríais hablarlo y...” “No, Jess”. Una mirada de pánico atravesó el rostro de Torrey. “Jess, por favor. Puedo vivir sin muchas cosas en mi vida, pero la amistad de Taylor no es una de ellas. Por favor, no interfieras en esto. Prométeme que no lo harás” suplicó Torrey. Las cejas de Jessica se arrugaron y su corazón comenzó a llorar. Las dos mujeres que más amaba en su vida y sus corazones estaban rotos el uno por el otro, sin saberlo. ¿Porqué no lo veían la una en la otra? Le había prometido a Taylor no contarlo y ahora tenía que hacerle la misma promesa a su madre. “Lo prometo, mamá”.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
“Hey, necesito darme una ducha si vamos a salir. Mejor nos movemos” dijo Torrey a su hija. “¿Eh, mamá?” dijo Jess, haciendo que los ojos de su madre se volvieran hacia donde justo se había levantado. “Te quiero. Eres una gran madre, ¿lo sabes?” Torrey se acercó y abrazó fuertemente a su hija. “Gracias, Jess. Eso lo significa todo para mí. Eres una hija maravillosa”. Jessica sonrió a su madre. “Sí, bueno, probablemente podrías darme un manotazo y no me dolería. No creo que tengas que volver a pegarme” masculló Jess. Una mirada de dolor atravesó los ojos de Torrey y se volvió rápidamente de su hija. “Mejor nos vamos” fue todo lo que la escritora dijo mientras dejaba a Jessica preguntándose cómo podía ser el gran pedazo de mierda que era. *
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“Tay, ¿puedo hacerte una pregunta?” le Jessica a Taylor en su despacho. La alta mujer simplemente metió su billetero dentro del bolsillo interior de la chaqueta Armani que vestía. “¿Qué ocurre, peque?” preguntó Taylor con naturalidad. La mujer había hablado con Jessica antes, cuando había llegado a casa, y había oído las buenas noticias sobre que su madre y ella tenían una nueva relación. No pudo más que decir “te lo dije” a la joven. Jessica dejó a un lado las partes de la vida personal de su madre cuando lo habló con Taylor. “¿Porqué mamá se ha quedado flipada cuando le he preguntado porqué nunca me había azotado cuando era pequeña?” preguntó Jessica. Taylor paró lo que estaba haciendo y miró a la joven. “¿Le has preguntado eso a tu madre?” preguntó Taylor. “Bueno, no en serio, pero cuando he bromeado con ello pasó de mí” explicó Jessica. “Creo que es algo que tendrías que preguntarle a tu madre, Jess” respondió Taylor. “Estás pasando de mí, ¿tú también?”. Jessica no podía evitar el gesto herido de sus ojos.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
Taylor cogió la mano de Jessica mientras se apoyaba en el borde de su escritorio. “Hay algunas cosas que están guardadas en confianza entre tu madre y yo. Cosas con las que no me sentiría a gusto hablando contigo a espaldas de tu madre. Por favor, pregúntale a ella. Sabes que no te defraudará” dijo Taylor. Jessica asintió con la cabeza y ofreció a la artista una sonrisa comprensiva, todo ello mientras se preguntaba qué tendría tanto miedo de contarle.
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
NONE SO BLIND (V) By LJ Maas
"There are none so blind, as those who would not see..." Después de recoger a Valerie, las cuatro condujeron por la carretera de la costa del Pacífico hacia Newport Beach donde Taylor había alquilado un helicóptero para volar hasta Isla Catalina. Torrey mantuvo sus ojos fuertemente cerrados durante al menos cinco de los quince minutos que duró el vuelo, hasta que Taylor deslizó un brazo alrededor de sus hombros y le susurró que estaría completamente segura con ella. La vieja sensación de seguridad y solidez en el abrazo de Taylor hizo su efecto y rápidamente Torrey estaba disfrutando de la impresionante vista mientras volaban sobre la bahía de Avalon. Taylor le explicó que tenían una reserva en el Landing de la ciudad de Avalon. Como aún faltaba recorrer como una milla desde donde aterrizaron, Taylor le pidió al piloto que tuviera un taxi esperándolas. “He escogido Avalon sólo por ti, Tor. En honor a una de Chicago que viene a California” dijo Taylor. Las dos mujeres rieron. “Me he perdido algo. No lo pillo” comentó Jessica. “Ya somos dos” se unió Valerie. “Avalon fue creada por William Wrigley. En los años veinte los Chicago Cubs solían venir aquí para la pretemporada”. Torrey sonrió a Taylor mientras lo explicaba. Torrey se sorprendió de que el helicóptero fuera tan grande y cómodo. Por el camino les contó que estando en México investigando para uno de sus libros, los militares le dieron una vuelta. Les contó que el helicóptero no tenía puertas y los motores sonaban tan fuerte que no podías ni escuchar tus propios pensamientos. Lo recordaba cariñosamente como una de las experiencias más angustiosas de su vida. Taylor les comentó que ese era algo así como un Rolls Royce de los helicópteros. Todo ello estaba tapizado en cuero y había espacio para seis personas, sin incluir al piloto. Sonrió brillantemente a Torrey cuando Jessica les preguntó porqué no habían cogido simplemente el ferry. La artista respondió que llevaba una hora llegar a la isla en ferry y cuando el mar estaba levantado
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Traducción: Xirant
volar era la única forma de llegar. Finalmente Taylor reveló la verdad escondida tras el coger un helicóptero siempre que ella iba a Catalina. “Me mareo en barco” dijo con sorprendente franqueza, elevando su voz por encima del sonido de los motores. A Torrey le gustaba la inesperada y poco característica vulnerabilidad en los ojos de la morena cuando descubrió ese miedo. La escritora recordó tiempos pasados, cuando la artista intentaba aparentar estoica respecto a ese tema, poniéndose generalmente verde en cuanto daba un paso de la sólida tierra a la ondulante superficie. Para cuando abandonaron la cabina, Torrey y Valerie ya eran amigas. La escritora parecía verdaderamente interesada en la experiencia de Val como estudiante de primer año en la Universidad de California. Jessica murmuró un silencioso „gracias‟, pensando que no haría ningún daño tener a su madre escuchando algunos comentarios positivos sobre la universidad. Mientras Torrey y Valerie abrían el camino por delante de Taylor y Jessica, la joven de repente frunció el ceño y se volvió hacia la mujer que estaba junto a ella. “¿Tay?”. Jess sonó preocupada mientras miraba a las dos mujeres frente a ella. “No crees que mamá hará nada que me pueda... avergonzar... esta noche, ¿no?” Taylor rió tan fuertemente que las dos mujeres que estaban por delante se pararon para mirar qué pasaba. Abrazando a Jessica por los hombros, se inclinó para susurrarle al oído: “Es tu madre, Jess... ¡Por supuesto que lo hará!”. Taylor continuó riéndose mientras entraban en el restaurante. Todas disfrutaron de la especialidad de Landing, el semi-asado de pez espada con salsa de mango. Taylor y Torrey cayeron en una de las especialidades cerveceras del propio Landing, una buena cerveza sin alcohol. Para entonces habían disfrutado del café, sintiéndose completamente cómodas juntas. “Todavía me cuesta creer que esté cenando con dos famosas como Taylor Kent y Torrey Gray” dijo Valerie con entusiasmo. “Hey”. Jessica la miró, fingiendo un gimoteo. “Oh, Jess, ¡ya sabes a qué me refiero!” rió mientras le daba un golpecito a Jess en el hombro. “Me refiero a que muchas chicas de nuestra edad considerarían un honor tener dos madres tan unidas como vosotras”.
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Traducción: Xirant
El comentario de Valerie indicaba que la joven creía de hecho que Taylor y Torrey eran pareja. Jessica vio la medio sonrisa en el rostro de su madre y aclaró su garganta antes de intentar explicarlo. “Umm, la verdad, Val, es que...” comenzó Jessica. “Taylor, ¿quieres disfrutar de la puesta de sol conmigo?” interrumpió Torrey a su hija. La escritora se levantó y ofreció su mano a la artista quien la tomó con un firme apretón y salieron a la terraza. Jessica quería explicarle a Val que las dos mujeres de su vida no tenían una relación amorosa, pero viéndolas a través del gran ventanal, se dio cuenta de que no era exactamente verdad. La joven vio a su madre abrazar la cintura de la mujer más alta, y el brazo de Taylor apoyarse tiernamente alrededor de los hombros de la rubia. Y entonces se dio cuenta de que las dos mujeres ya estaban en ese tipo de relación. De acuerdo, no había sexo, pero eso no significaba que no existiera la intimidad. Por supuesto que se amaban; de hecho estaban más enamoradas que mucha gente. El único problema era que ninguna de las dos sabía que la otra se sentía igual. Esto puede ser difícil. *
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“Así que, ¿qué te parece?” preguntó Jessica a su madre. Las tres mujeres estaban sentadas en la sala de estar disfrutando de la cálida brisa de la noche y del sonido del oleaje por debajo de la colina. “Creo que la cena fue genial, ¿qué dices tú, Stretch?” “Oh, sí, opino lo mismo” siguió Taylor la broma. “Vosotras dos disfrutáis siendo crueles, ¿verdad?” La melódica risa de Torrey envolvió la habitación. “Me gusta, Jess. Y mucho” sonrió Torrey. “Sí, es genial, ¿eh?” “Mucho” afirmó Torrey con un guiño. ”Lo que me hace preguntarme porqué querrá salir contigo, pequeñaja” bromeó Taylor. “Muy graciosa” respondió Jess al comentario de la artista. “¡Cállate!”. Torrey lanzó una almohada hacia Taylor.
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Jessica pilló la mirada de Taylor y le dijo silenciosamente a la mujer que dejara la habitación. La joven quería finalizar la conversación que la había estado molestando silenciosamente durante todo el día. “Bueno, si me perdonáis, tengo que hacer un par de llamadas. Estaré en el despacho si me necesitáis” dijo Taylor mientras salía de la habitación. “Ahora que estamos solas, ¿puedo hacerte una pregunta, mamá?” Torrey asintió con la cabeza aceptando. “Esta tarde, cuando estábamos hablando, ¿porqué has flipado tanto cuando te he comentado lo de lo haberme dado un azote?” El mismo dolor cruzó por el rostro de Torrey antes de que contestara. “No tiene que ver contigo, Jess. Es una vieja historia, simplemente déjalo”. JT no quería jugar esa carta, pero de alguna forma sentía que esa era una conversación que tenían que tener. No sabía por qué, era simplemente una sensación. “Así que hoy,... nuestro pacto de sinceridad, ¿era sólo para esta tarde?” “No, Jess, por supuesto que no. Sabes que te responderé a cualquier pregunta que quieras” respondió Torrey. “Bueno, entonces... de qué va todo esto, mamá, lo que te sucede con lo de pegar”. “Pregúntame algo más sencillo” dijo Torrey roncamente. Jessica se sentó cerca de su madre y deslizó su mano entre los esbeltos dedos de su madre. No podía lograr entender la mirada de miedo y dolor que estaba en el rostro de su madre. “¿Qué sucede, mamá? ¿Porqué tienes miedo de pegarme?” El dolor, la mirada herida de los verdes ojos de su madre le llevó a Jessica a darse cuenta de pronto de qué sucedía. “¿Alguien te pegó?” dijo Jessica en voz muy baja. La forma en que Torrey miró a los ojos de Jessica y las lágrimas que comenzaban a inundar los párpados de la escritora, recorriendo sus mejillas, era la respuesta afirmativa que Jessica realmente no quería conocer. “¿Quién...?” dijo Jessica fuertemente mientras apretaba su mandíbula.
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Torrey reconoció el profundo gruñido de la voz de su hija y sonrió suavemente ante lo familiar que sonaba. Supo entonces que contaba con una nueva protectora. La voz de Jessica sonaba tan dura como sonaba la de Taylor cuando alguien hería a su amiga. “Fue hace mucho tiempo, Jess. Antes de que siquiera hubieras nacido. Siento que afectara a cómo te he criado”. “Fue tu madre ¿verdad?”. Torrey asintió y las lágrimas comenzaron a rodar con fuerza. Pensó que resultaba extraño que puedas pensar en algo que sucedió mucho tiempo atrás y que el dolor vuelva tan claramente como la primera vez que te sucedió. No quería asustar a Jessica, así que escondió la peor parte del dolor por dentro. “Lo siento, mamá”. Jessica sintió las lágrimas caer de sus propios ojos y se dio cuenta de que nunca antes había llorado por su madre. Disculparse parecía tan estúpido en esos momentos... Nunca se había sentido de esa forma por la mujer que la había criado. JT nunca había conocido a Evelyn, a pesar de que la madre de Torrey vivía a apenas una hora de ellas, pero tenía unas ganas increíbles de hacer a la anciana mujer culpable del dolor de su madre. Durante toda su vida, nunca podría lograr entender cómo alguien pudo tratar a alguien tan maravillosa y cariñosa como su madre tan cruelmente. *
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Taylor entró despacio en la sala de estar y encontró a Torrey sentada en el suelo, con la espalda y el cuello apoyada contra el sofá. Taylor se sentó al lado de la escritora y Torrey inmediatamente apoyó su cabeza contra el hombro de la artista, mientras Taylor movía su brazo para acercar a la mujer algo más a ella. “¿Dónde está Jess?” preguntó Taylor. “La he mandado a la cama. Creo que descubrir que su madre era una mierda golpeada por su propia madre era más de lo que podía manejar en un día. Sabías lo que iba a preguntar, ¿verdad, Stretch?” “Me lo había preguntado antes. Le dije que debía preguntarte a ti. Lo siento, no he tenido tiempo de avisarte de lo que tenía en la cabeza”. “Está bien” dijo Torrey dándole un pequeño apretón a la mano libre de Taylor. Ausente giró el anillo que rodeaba el dedo anular de la mano izquierda de la artista. La escritora no pudo menos que darse cuenta de que ambas todavía llevaban los anillos de casadas que Taylor comprara hacía tantos años atrás.
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Taylor miró mientras Torrey jugueteaba con el anillo de platino de su dedo. La artista había dudado en si quitarse el anillo antes de que Torrey llegara, pero no pudo hacerlo. El anillo era tan parte de ella como su amor por la mujer que en esos momentos se apoyaba fuertemente contra ella. Se sintió aliviada cuando en el aeropuerto Torrey le había cogido la mano y con una rápida mirada Taylor vio el brillo del familiar anillo en la mano izquierda de Torrey. “No estaba segura de qué decirle. Y le he dicho la verdad. Espero no haberla asustado” dijo Torrey. Taylor apoyó su barbilla encima del suave cabello rubio. Se sonrió a sí misma, respirando el perfume familiar de la misma marca de champú que Torrey solía usar desde que era joven. Había un confort que le llenaba en el olor que se introducía en su memoria años después de que Torrey se fuera. Sí, Taylor sabía que Torrey le diría a su hija la verdad, por muy horrible que ésta fuera. También estaba segura de que eso no sólo habría asustado a Jessica, recordando cómo la primera confesión la había afectado cuando Torrey finalmente le reveló el secreto de su familia. Taylor nunca había sentido de verdad el más profundo de los odios hasta aquella noche. Taylor pensó en las noches pasadas en la cama de la Sorority House antes de enamorarse de Torrey. La pequeña rubia solía despertarse entre pesadillas cada noche, hasta que Taylor le dijo que tal vez podría ir a ver a un médico. Su joven amiga se negó testarudamente. La artista atribuyó las pesadillas nocturnas de la joven a que fuera la primera vez que estaba fuera de casa, pero la primera vez que Torrey fue a casa un fin de semana y volvió con un labio partido, el corazón de Taylor dio un tumbo. Otra vez fue un moratón en su mandíbula. Finalmente, cuando una vez la joven volvió al campus con un ojo morado, Taylor se enfrentó a su joven amiga, y finalmente, protegida entre los seguros brazos de alguien que se preocupaba por ella, Torrey le confesó que era su madre quien la golpeaba. Le explicó que se había ido de casa a los catorce para vivir con su hermano y él le dijo a su madre que si iba a buscar a Torrey, él haría público lo que hacía a su única hija. La mujer se dio por vencida y Torrey vivió con su hermano hasta que murió tres años más tarde. Torrey lloró entre los brazos de Taylor sin lograr comprender porqué su madre siempre lo hacía y, más importante, porqué ella parecía incapaz de detenerla. Taylor lloró junto a la joven y le prometió que nadie volvería a golpearla de esa manera. Mirando a la pequeña y asustada chica que estaba entre sus brazos, Taylor no podía entender cómo alguien podría dañar a un alma tan maravillosa y confiada. La siguiente vez en que Torrey fue a casa en las vacaciones de primavera, Taylor le pidió prestado un coche a un amigo y fue con ella. Le dijo a su pequeña amiga que quería hacer que la separación de su madre fuera más permanente, indicando una zona del coche repleto de cajas. Entonces Taylor se dispuso a disfrutar despreciando a la mujer más mayor toda la semana sin dejar de vigilar a la pequeña rubia. Torrey nunca volvió después de
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aquello y pasaron varios años hasta que la joven finalmente fuera capaz de levantarse contra la mujer que había destrozado su niñez. “Hey, ¿estás todavía aquí?” interrumpió Torrey los recuerdos de la morena. “Perdona, estaba pensando. ¿Cómo lo sobrellevas, Little Bit?” Torrey alzó la mirada mientras nuevas lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas. “Condenada mujer... ¡Casi veinte años y todavía encuentra la forma de joderme la vida!” “Oh, cariño, ella no puede lastimarte” susurró Taylor, secando las lágrimas con la caricia de la punta de sus dedos. “No puede hacerte daño salvo que tú se lo permitas. No le des ese poder”. Torrey asintió de acuerdo con la morena mujer, mientras sus lágrimas caían sobre la camisa blanca de lino de la artista. “Voy a destrozarte la camisa” avisó Torrey. “Me importa un bledo” respondió la artista, apretando su agarre de la mujer de su abrazo. *
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“¿Tay?” susurró de nuevo Jessica consiguiendo que la artista finalmente diera algún signo de vida. “Necesito preguntarte algo”. “Mierda, Jess, ¿qué hora es?” respondió la artista. Torrey y ella había pasado de nuevo la noche en el sofá, la escritora murmurando entre sueños, su pequeña figura apoyada contra el amoroso abrazo de Taylor. Taylor se sintió como si acabara de ir a dormir, lo que era algo bastante cercano a la realidad. “Son las seis. Hey, ¿vosotras dos no tenéis camas más cómodas?” bromeó JT. “Cállate, enana... ¿qué quieres preguntarme?” murmuró Taylor. “¿Puedo coger el Explorer para ir a Laguna y pillar salmón ahumado y panecillos para desayunar?” “Mmmm hmm” asintió Taylor, adormilándose de nuevo.
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Jessica sonrió ante la imagen de las dos mujeres acomodadas en la superficie del sofá. La joven puso un edredón sobre ellas y salió a por el desayuno. Taylor inconscientemente se acurrucó más cerca de la mujer apoyada en ella, enterrando su rostro entre el rubio cabello. Torrey sintió, más que escuchó, la conversación, no queriendo romper el hechizo de dormir así todavía. Apretó su espalda en el pecho de la morena mujer escuchando un leve gemido de satisfacción y sintiendo la vibración de la mujer que estaba bajo ella. Una sonrisa se escapó por entre sus labios mientras escuchaba los leves ronquidos que se escapaban de Taylor, los sonidos que rápidamente se convirtieron en un sonido reconfortante para la pequeña escritora.
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Jessica entró en la cocina, dejando sus compras en el mostrador y dándose cuenta de que alguien ya había hecho café y té. Fue entonces cuando lo escuchó. No podía estar segura, pero las voces pertenecían definitivamente a sus dos madres y los sonidos no eran definitivamente ninguno que les hubiera oído antes. “Oh, Dios, ssiiii.... justo ahí...” gimió Taylor. “¿Quién demonios te ha enseñado eso?” “Creo que fuiste tú” rió Torrey. “Soy una mujer tan lista...” El suspiro de Taylor se repitió. “Deja de retorcerte tanto…” “No puedo ayudarte... se siente increíble, oh sí...” “No me puedo creer que ninguna mujer te haya hecho esto durante quince años”. “Simplemente no he sido... oh, sí... capaz de encontrar a nadie... Dios, ¡más fuerte...!... con unas manos con tanto talento como las tuyas...” “Oooohh, ¡creo que finalmente yo mando!” dijo Torrey. Taylor simplemente gruñó como respuesta. “Oh, definitivamente tú mandas... ahí, justo ahí... justo... ahora, presiona tu mano con más fuerza, justo ahí... ¡oh, Dios!”. La voz de la artista comenzó a ronronear hasta terminar casi en un grito. Jessica no tenía ni idea de qué hacer, pero lo único que le vino a la cabeza fue hacer mucho ruido y entrar. Eligió lo último deseando que ambas
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mujeres la escucharan. Aclarándose la garganta y tosiendo con fuerza, entró en la sala justo cuando un audible „pop‟ resonó por la habitación. Taylor estaba sentada en el suelo apoyada contra el sofá en el que estaba sentada su madre. Torrey frotó el cuello de la artista un par de veces más y un nuevo sonido salió del cuello de Taylor. Finamente la mujer del suelo se giró y volvió su cuello y hombros, declarándose libre de dolor. “Hola, cariño, ¿he oído que has pillado el desayuno?” le preguntó Torrey a su hija. “¿Estás bien? Estás toda colorada”. “Sip”. JT se pasó la mano por la cara, sintiendo el calor que desprendía su piel. “Umm, estoy bien... el desayuno está preparado”. Taylor se levantó y ayudó a la mujer más pequeña a levantarse del sofá. Jessica sacudió su cabeza mientras pasaban por delante de ella hacia la cocina. Necesito tomar yo el control. *
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El desayuno se convirtió en una lenta batalla con Torrey y Jessica usando todos sus poderes de persuasión de su arsenal para convencer a Taylor para que le diera un bocado al salmón. La artista finalmente aceptó, planteándose que las dos nunca la dejarían en paz hasta que no terminara por probar. Madre e hija asintieron y Taylor dio un pequeño mordisco al panecillo con crema de queso y tomate rematado con salmón. Torrey encontró que el rostro que puso Taylor no tenía precio. La artista parecía estar intentando masticar el pescado sin que tocara ni un ápice de su garganta. “Oh, cariño, escúpelo. ¡No puedo verte torturándote!” rió Torrey. La comida fue devorada, se lo agradecieron a Jessica, y las dos mujeres más mayores dejaron la mesa para hacer su trabajo matutino. Torrey apareció en el patio para estirar y preparar sus músculos para su rutina de Tai Chi. JT se sentó en la mesa de la cocina, con el bloc de dibujo y los lápices en una mano, dibujando rápidos bocetos de las acciones de su madre. Cuando su madre se apoyó en sus talones, Jessica supo que estaría en esa posición durante unos minutos, meditando o haciendo lo que fuera que hacía para introducirla en el estado de relajación y concentración. Taylor tocó el hombro de JT mientras pasaba por su lado y la joven sonrió a la artista. Antes de que tuvieran una posibilidad de hablar, Taylor salía por la puerta del patio y se arrodillaba silenciosamente detrás, a la derecha de Torrey.
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Era como si no hubiera pasado el tiempo mientras Torrey sentía la familiar presencia tras ella sin necesidad de volverse y mirar. Le llevó algo más de tiempo de lo normal preparar su mente para comenzar el ejercicio. Tenía tantos pensamientos y sensaciones rondándole la cabeza sobre la mujer que tenía a su lado, que no estaba segura que fuera capaz de conseguir el principal nivel de relajación necesario. Finalmente los movimientos comenzaron. Jessica se sintió sobrecogida por la fluidez de los movimientos comunes. Las dos mujeres emanaban un poder y una gracia que desplegaban hacia el exterior como un remolino. Al principio Taylor tenía sus ojos abiertos, mirando a la pequeña mujer que estaba frente a ella. Finalmente ambas mujeres progresaron en su rutina hasta que sus ojos se cerraron mientras cada una de sus acciones se movían en perfecto balance a la par. Jessica se sentó allí, al otro lado del ventanal del patio, completamente paralizada ante la visión. Toda su vida había visto la rutina de su madre y encontraba que le parecía inconscientemente como si le faltara algo. En los últimos cinco meses había visto a la morena artista hacer la misma rutina mientras Jessica seguía sintiendo que aún había algo incompleto en lo que veía. Ahora, observando los suaves y metódicos movimientos de cada mujer, Jessica sintió los recuerdos. Esta vez no fue algo fugaz, haciéndole pensar en ello como un sueño. Era una verdadera y física recolección de un tiempo pasado. Recordó los rayos de sol brillando a través de las puertas del patio, el sonido del océano al otro lado de la ventana, y las dos mujeres, moviéndose como lo hacían ahora; luz y oscuridad, las dos mitades de un todo. Mientras recordaba hipnotizada por la imagen que tenía ante ella, Jess finalmente sintió qué había estado perdida en una visión del pasado, y entendió porqué ella tenía esa sensación de falta cuando veía la escena. Sólo había una manera en la que su cerebro dibujaba ese ritual, y era como un dúo, no una sola.
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“¿Quieres venir conmigo esta noche?” preguntó Taylor, alisando las líneas de la escultura de madera con una lima. Torrey estaba sentada en un taburete en el estudio de arte mirando cómo trabajaba la artista. Taylor vestía una camiseta de mangas largas grades con las mangas remangadas hasta los codos. El corazón de Torrey seguía latiendo con fuerza cuando miró los bronceados brazos de la artista, de músculos y tendones marcados y flexionados bajo su piel. La rubia escritora pensó que eran la cosa más sexy que hubiera visto nunca. “Me encantaría, si no os importa a ninguna de las dos”. “Podemos preguntarle a Jess, ya sabes cómo me siento cuando vienes”. 191
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No tenían que admitirlo, sabía cómo se sentía la artista. Torrey fue con Taylor a AA durante años antes de que se separaran. La presencia de la escritora era siempre un reconfortante faro para la mujer morena. “Aquí, enciéndelo, voy a usar la lijadora”. Taylor se colocó una máscara de papel. El crujido del motor se revolucionó y finalmente se redujo lentamente mientras Taylor pasaba sus manos sobre la nueva superficie de madera. “Eso es tan increíble” halagó Torrey a la artista. “¿Quieres probar?” “Oh, no, Stretch... lo destrozaría”. “Tonterías, es sólo un pedazo de madera, no puedes destrozarlo. Ven, puedes hacerlo conmigo”. Taylor sentó a Torrey en el mismo taburete en el que ella estaba, suavemente, frente a ella. Lo primero con lo que supo que iba a tener problemas era con la sensación de la pequeña rubia mientras estuviera sentada entre las extendidas piernas de Taylor. Se pusieron las máscaras y Taylor mostró a Torrey cómo sujetar la lijadora firmemente, cubriendo con sus manos las de Torrey. Una vez la lijadora estuvo encendida y comenzó a rozar la superficie de la madera, Torrey no pudo evitar centrarse en los musculosos antebrazos mientras la ayudaban a controlar la máquina. Taylor estaba igualmente centrada, pero en los fuertes bíceps que se extendían mientras la pequeña mujer mantenía la lijadora. Torrey llevaba un ajustado top de camuflaje y sus brazos y hombros estaban ligeramente cubiertos por una fina capa de polvo de madera. Taylor tenía una sonrisa en su rostro bajo la máscara, mirando a la escritora. Torrey intentaba siempre cualquier cosa con el desenfrenado entusiasmo de una niña y ésta no era una excepción. Los ojos verde mar de la escritora parpadearon con excitación y cuando Taylor apagó la lijadora, y Torrey volvió su rostro, la inocente mirada se volvió con un desbocado y cálido deseo por la artista.
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Torrey finalmente se encontró con el grupo de Taylor y Jessica. A la pequeña escritora le gustó inmediatamente Natalie, la actitud sin tonterías de la mujer y su fresco sentido del humor. Como siempre después de la reunión, la gente se quedó hablando e intercambiando pareceres. Torrey no pudo contar cuántas personas se acercaron a ella y le explicaron la hija tan genial que creían que era Jessica. La pequeña rubia sabía la dura batalla que
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representaba una adicción. Vivió el primer año de Taylor y eso hizo que se sintiera aún más orgullosa de su hija. Taylor se mantuvo a un lado hablando con una mujer de cabello caoba de sólo unos centímetros más alta que Torrey. Cuando encontró los ojos de la artista, Taylor le indicó que se uniera a ellas. “Tor, quiero presentarte a alguien. Ésta es Emily, la madre de Corey” dijo Taylor, volviéndose a Emily mientras continuó: “Em, ésta es la madre de Jessica, Torrey”. Torrey no tenía palabras que decirle a la mujer que tenía frente a ella. Se sentía destrozada y culpable al mismo tiempo. Lamentaba la pérdida de la joven, pero se sentía llena de remordimientos por tener todavía a su hija, limpia y recuperada. Torrey hizo lo que querría que alguien hiciera por ella. Después del frío estrechamiento de manos que la mujer le ofreció, envolvió con sus brazos los hombros de la mujer y le murmuró al oído. Taylor nunca supo qué le dijo Torrey a la madre de Corey. Parecía un momento privado entre ambas madres, así que nunca preguntó. Las palabras susurradas rompieron un poco la apariencia de auto control de la mujer. Comenzó a llorar y Torrey la llevó hacia un par de sillas que estaban fuera de la vista del resto del mundo. Las dos estuvieron sentadas allí hasta que todos se hubieran ido. Natalie se mantuvo con Taylor mientras miraban a las dos mujeres. “Ella es increíble” dijo Natalie, señalando a Torrey. Taylor miró a Torrey aún sentada con Emily. La escritora actuaba con plena naturalidad a pesar de estar con alguien que acababa de conocer. Su centelleante sonrisa relució brillantemente y tomó la mano de Emily mientras hablaba con ella. Tiernamente quitó las lágrimas de las mejillas de la otra mujer. Torrey era la imagen de la compasión y Taylor la adoró por ello. “Sí, lo es” respondió Taylor después de unos minutos de mirar a la pequeña rubia y su cariñosa actitud. *
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“Estaba pensando en hacer un viaje a San Diego, Stretch. ¿Podrás venir?” inquirió Torrey. El jardín japonés se había convertido en el lugar preferido de Torrey en la casa, como Taylor siempre supo que sería. Estaban sentadas, disfrutando de la quietud, mientras Taylor se tomaba un respiro de su sucia tarea de pulir y pulverizar.
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“Por supuesto” respondió la artista sin vacilar, calculando mentalmente el tiempo que quedaba para la exposición y lo que aún le quedaba por hacer. Samatha se encargaría de los pequeños detalles, pero siempre había viejos amigos y colegas que a Taylor le gustaba invitar personalmente a sus exposiciones. Taylor sabía que ese viaje a San Diego significaba que Torrey quería visitar a la madre de la artista y que eso haría a Jean Kent muy feliz. Ambas mujeres se habían hecho muy cercanas en un espacio de tiempo muy corto; la escritora veía en la mujer la madre que siempre quiso tener. Taylor se preguntó qué tipo de contacto habrían mantenido en los últimos quince años. Podría haber preguntado fácilmente a Torrey o a su madre, pero parecía que era cuestión de ellas. Como si su relación fuera privada desde que Taylor y Torrey se separaran. “¿Debo suponer que lo que quieres es ver a mamá?” preguntó Taylor. “No supones mal” sonrió la rubia a la artista sentada junto a ella. “Le mandé a tu madre un regalo por el Día de la Madre que requiere la pericia de JT para montarlo” terminó crípticamente. Taylor alzó una ceja, pero no preguntó. “¿De cuánto tiempo estamos hablando?” “Estaba pensando sólo en el fin de semana. No quiero sacarte de tu trabajo demasiado tiempo”. Taylor rió ante el comentario. “A ver, ¿tú crees que si voy contigo y con Jess, mamá nos dejará que nos vayamos en un fin de semana? ¿Qué dices si nos vamos mañana y volvemos el domingo?”. “¡Diría que sería genial!”. El rostro de Jessica echó un vistazo por la puerta. “Estoy haciendo una ensalada de aguacate para la comida. ¿Alguien quiere?” Torrey levantó su mano, asintiendo. Taylor simplemente levantó una ceja hacia la joven. “Es una receta de mamá” dijo Jessica a la artista con exasperación. “Oh, vale. Entonces cuenta conmigo... siempre y cuando uses la receta de tu madre... y que tu madre la haga”. “Crees que eres muy graciosa, ¿eh?” devolvió Jess. Torrey rió ante las juguetonas bromas de las dos. “Mamá, por favor, no te rías, eso sólo le dará más valor para reírse de mí”. JT puso cara de póker.
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“Vale, lo prometo” respondió Torrey, levantando su mano derecha. “Jess, ¿qué te parecería hacer un viaje a San Diego durante el resto de la semana? ¿Crees que podrás estar sin Val por un rato?” “Suena genial... ¿vamos a ver a la abuela?” Torrey asintió sin mirar a Taylor. Se podía imaginar la mirada que la artista tendría en su rostro. “Sí, suena genial, mamá. Vale, voy a preparar la comida, estará preparada en media hora” dijo entrando de nuevo en la casa. Torrey finalmente alzó la mirada hacia la artista, mirando tras ella, y no pudo evitar reírse con fuerza ante la imagen de la cara de la mujer. Taylor tenía la apariencia de un hombre al que le hubieran dicho que era el padre perdido de un hijo de diecisiete años. “Lo siento, Stretch, debí decírtelo. Ya sabes cómo es tu madre, insistió en que Jess la llamara así y ya sabes lo persuasiva que puede ser. Debería haberlo comentado contigo primero”. “No, cariño, está bien” se rió Taylor un poco de sí misma. “Supongo que es una de esas cosas que desconocía. No sabía realmente cuanto contacto Jess y tú manteníais con mamá. Sé que te quiere y no parece que haya ningún hijo en mi futuro así que me hace feliz que mamá tenga una nieta a quien malcriar”. “¿Estás segura?” “¡Por supuesto!”. La artista devolvió una brillante sonrisa blanca a la pequeña rubia. “¿Has... hablado mucho con mamá?”. Taylor podría haberse dado un buen puntapié en el culo a sí misma por haber preguntado eso. Nunca había sonado más cotilla como en ese momento. Torrey no pudo evitar la sonrisa que bendecía sus rasgos. Sabía que preguntarle sobre su vida personal era algo que mataba a su amiga. “Hablamos mucho, sí. Sin embargo Jess nunca la ha conocido. Está genial tener a veces una madre, espero que no te moleste que te la tome prestada”. Torrey alzó la mirada, profundizando en sus ojos. “Te mereces una madre que te haga sentir especial, Tor. Y no, no me molesta en absoluto”. Taylor comprendía lo mucho que Torrey, de entre toda la gente, necesitaba una figura matriarcal positiva en su vida después de que la suerte le hubiera dado la espalda. “Vamos, veamos en qué lío se ha metido Jess. Por cierto, Tor... ¿Te importa decirme qué le regalaste a mamá por el Día de la Madre? No me lo imagino...”
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Traducción: Xirant
Torrey sonrió y deslizó un brazo alrededor de la cintura de la artista mientras se dirigían hacia el interior. “Un ordenador”. “¿Mi madre con un ordenador? ¿Porqué eso me asusta terriblemente?” preguntó Taylor. “Debería... le di tu e-mail” dijo Torrey, corriendo con rapidez por las puertas a tiempo de librarse de la mano que se dirigía hacia ella.
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Taylor terminó de poner las maletas en el Explorer mientras las tres mujeres se preparaban para marcharse. Jean Kent estaba encantada cuando Taylor le llamó para contarle que irían a visitarla. Como esperaba de Jean, se negó a no aceptar un no como respuesta a tenerlas en casa en vez de en un motel y Taylor dijo un silencioso „gracias‟. La artista disfrutaba estando en la casa en la que había crecido y estaba ansiosa de que Jess la viera. Además quería algún rato libre con Torrey y de esa forma no se sentiría tan culpable si Jess tenía a Jean al rededor aunque sólo fuera por una noche. Torrey salió por la puerta de la entrada con una cazadora en la mano. El día se pondría más caluroso algo más tarde, pero en esos momentos había algo de fresco en el aire y el famoso sol del sur de California estaba escondido detrás de las nubes de lluvia. La pequeña rubia se estiró y bostezó, haciendo un corto sonido de gemido para oídos de Taylor. El sonido golpeó directamente a la morena artista entre sus piernas y tuvo que arrastrar sus ojos de esa imagen o se encontraría haciendo algo que la avergonzaría. Point Loma era una pequeña y preciosa ciudad de la costa de San Diego. Taylor nació y creció fuerte y sana en el pequeño vecindario que daba al océano Pacífico. Era una hija de la armada, pero su madre insistió en que necesitaban una casa cerca pero fuera de la base. Así que un año después de que Taylor naciera, sus padres construyeron esa casa sin casi vistas hacia la base naval. “Está tan precioso como siempre, Stretch” dijo Torrey con la voz cogida mientras iban por la carretera. Jean Kent estaba esperándolas y no se decepcionó ante la visión de las tres mujeres saliendo del vehículo. Su hija la había visitado en Navidades, pero ver a Torrey y a su crecida hija era un tónico para el alma de la mujer. Había visto pasar quince años y ni Torrey ni su hija habían expresado su pasión la una por la otra. Con cada año que pasaba, se había forzado a no entrometerse. Ella también creía, como lo hacía la pequeña rubia, que todo sucedía por una razón y en su momento. Tenía una extraña sensación, sin
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embargo, de que si las dos no hablaban de sus pensamientos y sus emociones la una por la otra en ese momento, nunca existirá una nueva oportunidad. Jean estuvo fuera de la casa tan rápido como sus piernas de sesenta y cinco años le dejaron. Abrazó primero a Taylor, teniendo la alta mujer que inclinarse para darle un beso en la mejilla. Torrey y ella tenían lágrimas en sus ojos en el momento en el que el abrazo estuvo completo. “Completamente preciosa” dijo Jean mientras miraba de arriba a abajo a la mujer que tenía frente a ella. Torrey le había mandado fotos según pasaban los años, pero no era lo mismo. Siempre había sabido que esa chica crecería hasta convertirse en una preciosa mujer, por la adoración que todavía brillaba en los ojos de su hija parecía que la artista aún se sentía de la misma forma. “Mamá, esta es tu nieta, Jessica” dijo Taylor desde detrás de la joven, apoyando sus manos en los hombros de JT. Torrey sonrió mientras la joven tímidamente estrechaba a la mujer más mayor, pero dos minutos más tarde Jean ya hacía reír y sonreír a la joven. La escritora había disfrutado especialmente la manera en que Taylor había presentado a Jess y el orgullo en la voz de la artista. Era un momento que Torrey había esperado durante mucho tiempo. Era lo más cercano a un momento familiar, el único que habían tenido en quince años, y sintió su corazón queriendo salírsele del pecho. No podría olvidar el sentimiento de felicidad tan grande durante un largo tiempo. *
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“Bien hecho, abuela... ¡sabía que lo conseguirías!”. La voz de Jessica se podía escuchar desde el estudio escaleras arriba. Jessica y Jean estaban secuestradas en el estudio. La joven estaba intentando darle unas instrucciones a la abuela sobre el ordenador e intentando traspasar años de desconocimiento informático en los pocos días que tenían para estar juntas. El día siguiente, se suponía, tendrían que irse y Jessica se sentía algo triste. Le encantaba estar con la mujer mayor. Su manera de luchar para aprender algo de informática hacía sonreír a la joven. Taylor y Torrey estaban disfrutando del tiempo de no hacer absolutamente nada mientras estaban sentadas en la habitación familiar. Había pasado demasiado tiempo desde que las mujeres se sentaran en aquella habitación para hablar de todo bajo el sol. Jessica apareció en la parte superior de las escaleras y les gritó a las dos mujeres de abajo: “¡La abuela ha mandado su primer e-mail!” dijo orgullosamente.
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“¿A quién?” preguntó Taylor frunciendo el ceño con preocupación mientras Torrey le daba un golpecito suave en el brazo. “A mí” respondió Jessica, volviendo al estudio. “Ya lo puedo ver...” dijo Taylor a Torrey mientras la rubia entraba en la cocina y volvía con más té helado. “Mi madre estará mandándome e-mails como una loca. ¡Tendré que escuchar ese maldito „tiene correo‘ cincuenta veces al día!” siseó. Torrey se rió y miró a la morena mujer. “Crees que es divertido, ¿que no, Little Bit? Ya te pillaré, ya lo sabes...” Torrey mantuvo la mirada de Taylor, completamente amenazadora, con una ceja arqueada y dio dos pequeños pasos hacia el sofá en el que estaba sentada la artista. “¿Oh, de verdad?” bromeó Torrey, apoyando una rodilla en el sofá entre las piernas de la artista, arrodillándose a escasos centímetros del cuerpo de la mujer. “Y ¿qué te hace pensar que eres lo suficiente mujer para cogerme, como tú dices?” finalizó. Hubo un completo silencio por lo que pareció una eternidad. Torrey rápidamente se dio cuenta de con quien estaba hablando y cómo debía haber sonado lo que había dicho. También se dio cuenta de que mientras ella estaba acostumbrada a flirtear y jugar con insinuaciones sexuales, Taylor, definitivamente, no estaba acostumbrada a escucharlas de ella. Mientras tanto, la columna vertebral de Taylor simplemente se convirtió en caliente y blanda mantequilla. El calor que sentía crecer de su propio cuerpo no podía compararse con el rápido sonido de su pulso en los oídos. El travieso brillo de los ojos de la escritora era tan burlonamente erótico que Taylor respiró profundamente antes de hablar. “Torrey... ¿quieres salir conmigo esta noche?” Torrey estaba disfrutando de la sensación del poder sexual que tenía sobre su morena amiga. La artista tal vez no estuviera interesada de esa manera en ella, pero para ojos de Torrey, era definitivamente humana. Los ojos de Taylor se transformaron suavemente en cristal y su bronceada piel comenzó a ruborizarse lentamente. “¿Qué?” preguntó Torrey sorprendida. ¡Mierda, Kent! ¿recuerdas?
¿En
qué
demonios
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estás
pensando?
Ella
es
Torrey,
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“Yo, umm... bueno, recuerdo que fuiste mi cita cuando vinimos aquí juntas por primera vez. He pensado que tal vez podríamos... ya sabes, hacerlo de nuevo”. Oh, sí, mi amor... ‗hacerlo‘ contigo es exactamente con lo que sueño, se dijo Torrey a sí misma. Vale, ¡despierta! “Eso suena divertido, Stretch” respondió Torrey quitándose de encima y mirándola con ojos inocentes mientras Taylor parecía un poco más incómoda de lo que estaba mientras su vieja amiga estaba al rededor.
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“¿Estás segura de que no te importa, cariño?” preguntó Torrey apoyándose sobre el hombro de su hija, mirando a la joven bocetar imágenes rápidas en su tableta gráfica que se materializaban en la pantalla del ordenador. “¿Qué?” preguntó Jessica con tono distraído. “Digo que me respondas a la pregunta”. “Oh, lo siento, mamá” JT se volvió, ofreciendo a su madre una rápida sonrisa. “Sólo quería saber si no te importa si Taylor y yo salimos esta noche” “Dios, no... ¡salid!” soltó la joven, dándose cuenta por el rostro de su madre que había sonado un poco demasiado entusiasta. “Me refiero a que podrías aprovechar un poco el tiempo. Estaré bien. Además es nuestra última noche aquí y la abuela y yo vamos a jugar al ordenador y a comer comida basura toda la noche, me lo prometió”. Torrey sonrió ante la idea de su hija de lo que era una noche de diversión.
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Taylor miró de nuevo a su reloj. Se apoyó contra el respaldo del sofá y bostezó. ¿Porqué cuanto mayor era Torrey más tiempo necesitaba para prepararse? La artista se movió nerviosamente en su asiento. Vestía con algo más de estilo que en sus días de la universidad, pero nada la hacía sentir más cómoda como sus vaqueros y una camiseta. Se levantó y se alisó sus pantalones de cuero, subiéndose los puños de su blusa azul de seda. Apoyó su cabeza hacia atrás dejando escapar un nuevo bostezo, pero cometió el error de intentar exclamar a la vez y de pronto sintió que se quedaba sin aire. 199
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Torrey descendió por las escaleras; llevando todavía sus pendientes, parecía como si hubiera salido del set de una película. La pequeña rubia vestía un traje pantalón azul royal que finalizaba en un profundo escote. Tenía una chaqueta blanca por encima, con sus mangas como siempre las llevaba, remangadas hasta los codos. Era sabido que realmente no estaba intentando mostrar un aspecto fashion con la chaqueta, pero cuando tus brazos son un par de centímetros más cortos que el resto del mundo, es lo que haces. Llevaba unos altísimos tacones que Taylor no creyó que fueran muy cómodos, pero a los que la escritora parecía acostumbrada. Era algo desconcertante para la artista sin embargo. Estaba acostumbrada a bajar la mirada hacia Torrey y los tacones ponían a la mujer más pequeña un poco más al nivel de Taylor de lo normal. Taylor estaba segura de que podía sentir su corazón perdiéndose entre los latidos, mirando a su amiga mientras cruzaba la habitación y le daba a Jessica un rápido abrazo. “Cuando quieras, Stretch” dijo Torrey con una sonrisa. Taylor pensó en abrir la boca para decir algo inteligente, pero los únicos sonidos que parecía capaz de hacer hasta el momento eran pequeños quejidos. Le ofreció a Torrey una débil sonrisa y abrió la puerta de la entrada, gritándose mentalmente: Puedo controlarme... controlarme...
puedo
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controlarme...
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puedo
controlarme...
puedo
*
“¿Puedo hacerte una pregunta personal, Tor?” preguntó Taylor mientras paseaban por el desierto muelle, viendo golpear al oleaje de la noche. “Sabes que no hace falta que me pidas permiso para ninguna pregunta, Stretch”. Taylor parecía algo incómoda, pero lo deseaba saber. “Me he dado cuenta de que has traído tu portátil contigo, pero no te he visto usarlo desde que has llegado. ¿Hay algún problema?” “Estoy de vacaciones”. Torrey intentó sonar natural, pero se olvidó de que no podía esconderle nada a aquella mujer. “Uh huh... bueno, es curioso porque estaba acostumbrada a verte escribir cada minuto libre del día. ¿Qué sucede, Tor?” “¿Has leído mi último libro?” preguntó Torrey. “Por supuesto. Está genial”.
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“¿No has notado nada... diferente en él?” “No sé. Tal vez estabas un poco más contenida, pero di por hecho que como tenías todos esos problemas con Jess y todo lo demás...”. La voz de Taylor se apagó. Ahora que Torrey lo mencionaba, Taylor había notado algo extraño en el esfuerzo de la última historia literaria de su amiga. La historia era entretenida e instructiva, como siempre, pero parecía un poco... plana, era la única palabra que se le ocurría. “No tienes que decir nada más” dijo Torrey suavemente. “Lo puedo ver en tu rostro. Tú también lo has notado. Es simplemente que la musa se me ha ido y no sé cómo hacer que vuelva a mí". “Tal vez ahora que no tienes que preocuparte tanto por Jess, ahora que los dolores de cabeza se han marchado, tal vez las cosas vuelvan a calmarse para ti”. “No estoy segura de que tuviera que ver con Jess. Sí, correr detrás de ella y preocuparme por ella me quitaba tiempo y energía, pero creo que hay algo más profundo en mí. Algo que no puedo sacar lo suficientemente a la superficie para escribirlo”. Torrey deslizó un brazo alrededor de la cintura de la artista y Taylor atrajo el cuerpo de la pequeña mujer hacia ella. La morena mujer se preguntó cómo se sentiría si las ideas, las emociones que la ayudaban a crear su arte, no volvieran a aparecer. Sería como perder una mano o un brazo. Un pedazo de sí misma que se hubiera ido. Taylor paró y se inclinó contra la barandilla del muelle, sintiendo pequeñas gotas de agua contra su piel de las olas que golpeaban los pilares inferiores deshaciéndose en el aire. Torrey también se paró, sin dejar su agarre de la mujer más alta. “¿Puedo hacer algo para ayudarte?”. Los profundos ojos azules de Taylor tomaron los de Torrey en una mirada tensa. “No creo que un beso y un abrazo me ayuden mucho, pero tampoco me harán daño”. La rubia sonrió a su amiga con brillantes ojos del color del mar que tenían debajo. Taylor le ofreció una media sonrisa y arrastró a la pequeña mujer a un abrazo que la artista no quería soltar. Torrey se dejó sujetar durante unos momentos y disfrutó de la sensación del cuerpo de Taylor presionado contra el suyo. Cuando se retiró del abrazo, apenas reconoció a la mujer que la miraba. La sonrisa de Taylor había sido reemplazada por una mirada de intensa concentración, mientras la artista parecía luchar contra algo dentro de sí.
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Obviamente había tomado una decisión porque, de pronto, su rostro adquirió un suave brillo mientras acariciaba con sus dedos las mejillas de Torrey. Taylor no pudo esconderlo más, no estando allí, tan cerca de la mujer que deseaba desde hacía tanto tiempo. Tocó la suavidad de la mejilla de Torrey, recorriendo con su pulgar ligeramente por la suavidad del labio inferior de Torrey. Cuando Taylor se inclinó para besar a la mujer que tenía entre sus brazos, realmente intentaba que fuera un beso entre amigas. La artista sujetó el rostro de Torrey entre sus manos mientras sus labios se tocaban. Ninguna de las dos mujeres esperaba el torrente de adrenalina, ni la oleada de ardor que surgió de sus cuerpos. Era un simple beso al principio, cálido e invitador, pero mientras se alargaba, las pasiones comenzaron rápidamente a prender. Cada mujer perdió la consciencia de a quién estaban besando, mientras dejaban a sus emociones fluir libremente. La boca de Taylor presionó con más fuerza, haciéndose más insistente, más exigente en su impaciencia por saciar el fuego que rugía por su interior. Torrey perdió toda razón mientras su necesidad la golpeaba con una apasionada furia. La lengua de Taylor se deslizó por delante tiernamente, persuadiendo a los labios de Torrey a que se apartaran sin resistencia. De repente los sentidos de la artista se sobrexcitaron mientras el dulce sabor de la mujer que amaba inundaba su boca. Fue como si una sacudida de electricidad estallara a cada mujer ahí y ahora, dándose cuenta de lo que estaban haciendo y con quién lo estaban haciendo. En ese mismo momento, ambas se alejaron la una a la otra; terror y miedo mezclados con el lujurioso deseo se reflejaban en sus ojos. “Taylor, yo... yo...” “Lo siento mucho, Tor... no quería hacer eso”. Torrey finamente alzó los ojos a los de su amiga, acogiendo la mirada de confusión y miedo en la intensa mirada. Nunca había intentado que Taylor viera ese lado de ella, pero todo había pasado tan rápido, y se había dejado llevar por las sensaciones que... El comentario de Taylor la hizo volver inmediatamente en sí, sin embargo, y apenas pudo contener las lágrimas que amenazaban con escaparse de sus ojos. La mirada de dolor en el rostro de la mujer más alta le dijo a Torrey que la artista veía la luna, el mar y la manera en que Torrey la miraba, pero que no sentía lo que Torrey sentía. Lo sabías, sabías que no te quiere de esa forma. Mierda, dios, ¿en qué estabas pensando? Taylor cerró sus ojos antes de abrirlos mientras Torrey la miraba. Las lágrimas inundaban los verdes ojos de la escritora y esa mirada rompió el corazón de la artista. Taylor había cometido el mayor acto de egoísmo al inclinarse para ese beso, que había esperado ocultarle a su amiga. Torrey parecía incapaz de hablar, pero el silencio le decía más a Taylor que las palabras. La morena artista supo que su amiga se había dado cuenta de que la amaba y que, en su corazón, Torrey lamentaba no ser la mujer que la artista
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quería. Posiblemente la primera mujer de la historia triste por no ser gay. Mierda, Kent, ¿en qué estabas pensando? “Mejor volvemos” dijo Torrey, volviéndose en dirección al coche. Taylor la siguió silenciosamente, pensando que su maravillosa noche juntas se había arruinado. Se preguntó, en un silencio doloroso, y si larga amistad también.
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Condujeron en medio del silencio casi todo el camino hasta que Torrey comentó algo intranscendente. La artista tomó eso como una buena señal y parecía terminar la discusión, pero la conversación resultaba extraña, lo que era nuevo para ambas. Las dos se sentían responsables del beso; sin darse cuenta de lo que realmente quería la otra. Taylor paró el coche y rápidamente dio la vuelta al vehículo y abrió el lado de Torrey. Mientras la mujer más pequeña se dirigía hacia la puerta de entrada, Taylor tendió una mano y gentilmente la detuvo. “Ve a la parte de atrás y siéntate en el patio durante unos minutos, ¿eh? ¿Solo para que podamos hablar?” Torrey siguió a su amiga a través del jardín hasta la parte de atrás de la casa. Taylor no podía más que notar que Torrey había decidido sentarse en una silla, en vez de estar junto a ella en el sofá. “Creo que deberíamos hablar sobre lo que ha ocurrido esta noche” comenzó Taylor lentamente. “Lo siento, Taylor... no sé qué decir” se disculpó Torrey. La escritora sabía que lo que había hecho estaba mal y no podía ofrecer ninguna excusa a su conducta. Comprendía que Taylor estaba intentando dejar que se disculpara gentilmente. “Oh, Dios, Tor, no es tu culpa”. El corazón de Taylor reflejó a la pequeña rubia sentada al otro lado frente a ella. Podía ver el dolor en los ojos de Torrey al no ser capaz de ser la mujer que la artista quería. “Es a mí a quien debes culpar. Creo que me cogió el momento, ¿sabes? Hey, tú eres una mujer preciosa y yo no soy de piedra” finalizó Taylor con una avergonzada sonrisa que esperaba que hiciera sonreír a su pequeña amiga. “No tienes porqué echarte siempre la culpa de todo, Stretch” dijo Torrey con un suspiro mientras se levantaba. Se fue hacia la casa y silenciosamente deslizó la puerta del patio abriéndola. Mirando hacia atrás, supo que le debía a su amiga al menos una pequeña explicación. “Siento lo que ha ocurrido, no es algo que hubiera planeado, simplemente ha sucedido. Yo estaba ahí y tú
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también, y de pronto... bueno, ya no soy ninguna jovencita, pero tampoco soy de piedra. No te preocupes, Stretch” dijo Torrey con una sonrisa. “No ha sido la primera vez que he besado a una mujer y supongo que no será la última, así que deja de parecer tan culpable”. Taylor tal vez tenía un gesto de culpabilidad, pero lo que sentía era una completa confusión. ¿Está diciendo que me besó? ¿Qué significa ‗tampoco soy de piedra...‘?¿Y qué demonios significa que no soy la primera mujer a la que ha besado? Taylor estaba en absoluto shock. Cualquier sentido de la razón que pudiera tener simplemente se desvaneció. Incluso su poder de habla la estaba abandonando. Quería gritarle a Torrey que se detuviera y volviera, para que le explicara lo que significaba, pero lo mejor que pudo hacer la artista fue sentarse allí y preguntarse incrédula. “Torrey... ¿has estado... con mujeres?” “Sí”. Taylor escuchó la pequeña afirmación como si fuera un susurro en la noche y entonces vio cómo su amiga desaparecía por la casa. Taylor sabía que debía correr tras ella, hacer que lo repitiera, aclararlo, pero sólo pudo sentarse en la oscuridad mientras una multitud de emociones, pasadas y presentes, giraban a su al rededor. *
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Jessica observó a través de las mismas puertas del patio mientras su madre estiraba y calentaba antes de su Tai Chi matutino. Parecía como si la pequeña mujer que estaba sentada sobre ambos talones no lo hubiera hecho antes. JT no sabía cómo decirle a su madre que no importaba cuánto tiempo pudiera esperar, Taylor no se uniría a ella esa mañana. La joven había oído cómo Taylor se levantaba justo antes del amanecer y miró, a través de la ventana de su habitación, mientras la artista salía de la casa, bajando a la playa. No había vuelto aún, Jess podía asegurarlo, y se preguntaba si las dos mujeres habían tenido una pelea la noche anterior. Su madre parecía un poco más apagada de lo normal y Taylor no parecía querer estar cerca de ella. Eso era una realidad y a la joven le preocupaba que las dos mujeres hubieran tenido algún fuerte encontronazo. Continuó mirando mientras los hombros de su madre se encogían un poco en un extraño gesto de derrota antes de comenzar los lentos y deliberados movimientos de su rutina.
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Jean Kent encontró a su hija exactamente en el lugar que había pensado que estaría. La morena artista estaba sentada en el muro roto, sus largas piernas pendiendo de un lado mientras lanzaba piedras al agua que estaba bajo ella. Jean tomó asiento en la arena con hierba tras la alta mujer. “Algunas cosas nunca cambian. Este sigue siendo el lugar al que vienes cuando huyes del mundo. Solo que esta vez estás huyendo de Torrey” dijo Jean. Taylor sabía que era su madre la que estaba tras ella. Había visto a la mujer a lo lejos y se dio cuenta de que estaba ahí para sermonearla. “No estoy huyendo de Torrey”. “Oh, ¿le has dicho dónde estarías antes de irte?” “Era temprano. No quería despertarla” mintió Taylor. “Yo creo que ha estado despierta toda la noche. Podía escuchar cómo paseaba por el piso”. Taylor era consciente de eso. Torrey había caminado de un lado para otro del piso toda la noche. Taylor sabía que era verdad porque ella había estado sentada en la silla de la habitación de al lado escuchando a su amiga andar y llorar toda la noche. Eso había destrozado el corazón de la artista, no sólo por darse cuenta de que no podía consolarla, sino porque ella era la razón de la angustia de Torrey. “Besé a Torrey ayer por la noche” dijo Taylor. Jean suspiró. Tenía el presentimiento de que era algo de esa naturaleza. Me gustaría daros un trastazo a ambas. No podías decirle simplemente que la quieres, ¿verdad? “¿Qué pasó?” “¿Que qué paso?”. Taylor se giró y miró a su madre. “Se alejó de mí como si tuviera la peste, eso es lo que pasó”. “¿Antes o después de que la besaras?” preguntó Jean. “¿Qué?” “Digo que si te quitó después del beso o tan pronto lo intentaste”. “Bueno, supongo... no lo sé. No en cuanto la besé, creo”. “Hmmm. ¿Qué clase de beso fue?”
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“Fue, no sé, simplemente un beso normal”. Taylor no hablaría de esas sensaciones bajo circunstancias normales, y discutir de su vida sexual con su madre era incluso menos atrayente. “Si esa es la forma en que describes que el beso de una mujer es algo maravilloso, no debes besar muy a menudo” dijo Jean con exasperación. “Podría haber besado abundantemente si hubiera querido” respondió Taylor calurosamente. Sacudió su cabeza, dándose cuenta de la sonrisa del rostro de su madre. Taylor se sonrió. “No me puedo creer que esté sentada en la playa con mi madre intentando justificar porqué no beso a más mujeres”. “Bien. ¿Fue un beso rápido o, umm, romántico... un beso intenso?” preguntó Jean delicadamente. Taylor no pudo detener la sonrisa que surgió en las comisuras de sus labios, ni la inesperada sensación de cosquilleo en sus labios al recordar el beso de la noche anterior. “Fue, definitivamente, un beso intenso... muy romántico. Mamá, ¿crees que Torrey puede ser gay?” “¿Porqué no se lo preguntas?” respondió Jean. “Lo hice. Me dijo que había estado con mujeres”, “Supongo que esa es tu respuesta entonces, querida”. “Esperaba algo, no sé, más profundo o al menos que esa revelación me la contaras tú, mamá” dijo Taylor con una sonrisita. “Lo siento, cariño, pero tengo dos hijas en este escenario, ¿recuerdas?”. Jean apoyó una mano en el hombro de su hija y le dio un reconfortante apretón. “Torrey es tanto mi hija como Jess lo es para ti. Tengo que tener en cuenta que ella también confía en mí. ¿No fue ese el pacto que hiciste con Jess, que ella podría decirte lo que fuera y tú nunca lo repetirías?” “Es por eso por lo que estoy confusa. Si a Torrey le atraen las mujeres, entonces tal vez sea que yo simplemente no la atraigo. No quiero hacer lo que no debo y asustarla. Dios, siento como si nuestra amistad hubiera cambiado justo desde ese beso” dijo Taylor con tono preocupado. “Cariño, te lo estás tomando demasiado seriamente. Simplemente besa a la chica y dile que la quieres. Fin de la historia”. “Sabes que no resulta tan sencillo con Torrey y conmigo. No puedo simplemente besarla y llevármela. Es de mi mejor amiga de quien estamos hablando. Arriesgo demasiado si ella no siente lo mismo” respondió Taylor con una mirada triste, volviéndose para encarar al agua.
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Jean alzó las manos y acarició los negros cabellos de su hija. Taylor apoyó su cabeza contra la pierna de su madre. “Mi preciosa y dulce hija” comenzó Jean. “Todavía no has aprendido la lección más importante que tu padre intentó enseñarte”. Taylor miró a la mujer con una expresión burlona. “Hay algunas cosas en la vida” continuó Jean “que merecen la pena arriesgar” La mujer más mayor se volvió y retornó de la playa deseando haber dicho lo suficiente pero no demasiado. Taylor se quedó sentada por encima de la agitada superficie del océano, recordando un par de verdes ojos mar.
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“Recordadme que vuelva a viajar con vosotras dos cuando hayáis dormido lo suficiente. Es divertido” dijo Jessica sarcásticamente desde el asiento trasero. Taylor había mostrado un pensativo ceño la mayor parte del trayecto y Torrey miraba por la ventanilla perdida en sus propios pensamientos. Cada vez que JT había intentado comenzar una conversación, una de las mujeres se las había arreglado para acabarla. Así que se sentaron y continuó el silencio de vuelta a casa. Jessica dijo que se iba a su habitación a llamar a Valerie, dejando a Taylor y Torrey de pie en medio de la cocina. “¿Quieres algo de café?” preguntó Torrey. “Creo que si me lo tiraras a la cara iría mejor, pero sí, suena bien” respondió Taylor. Torrey comenzó a moler una pequeña cantidad de granos y puso la cafetera. Taylor se sentó en la mesa viendo los movimientos de la pequeña rubia, fascinada por la fuerza y la gracia en la compacta forma. De pronto se dio cuenta de que Torrey había dejado de moverse, apoyando sus manos contra la encimera de la cocina. Sus hombros se sacudían ligeramente. Taylor se levantó alarmada y se acercó a la mujer viendo el rostro surcado de lágrimas. “Torrey, cariño...” “No quiero perder tu amistad” sollozó Torrey.
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“Nunca” susurró Taylor contundentemente. Envolvió con sus fuertes brazos a su amiga y la atrajo fuertemente. “Torrey, nada que podamos decir o hacer cambiará eso”. Taylor colocó dos dedos bajo la barbilla de la pequeña mujer, alzando su rostro hasta que sus ojos se encontraron. “Eres mi mejor amiga, lo sabes, ¿verdad? Por el resto de nuestras vidas, Little Bit, no importa lo que suceda, siempre serás mi mejor amiga”. Taylor calló mientras las lágrimas caían de sus propios ojos. “Venga, vamos a sentarnos en la sala” dijo Taylor, introduciendo a su amiga en la otra habitación. Torrey comenzó a sentarse en el sillón, pero Taylor la detuvo. “Siéntate a mi lado, ¿quieres?” preguntó Taylor. Torrey sonrió ante la petición y eso iluminó el corazón de la artista al ver esa sonrisa. Ambas mujeres estaban cansadas por la falta de dormir de la noche anterior, y como algo habitual, la cabeza de Torrey cayó en el hueco del hombro de la artista, y sólo llevó unos minutos antes de que ambas se quedaran dormidas. Jessica sacudió la cabeza cuando vio a ambas en el sofá. Sigilosamente devolvió la cafetera a la cocina y les puso un edredón sobre las dos mujeres mientras se dirigía al estudio de arte. Simplemente esperó que se levantaran lo suficientemente descansadas como para ayudarla con un pequeño problema. *
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Taylor dejó abierta el agua caliente de la ducha un poco más sobre su cabeza y su cara. Sentía a sus músculos comenzar a relajarse y a la par comenzó a despertarse. Era mediodía cuando Torrey y ella se habían despertado de su improvisado sueño. La escritora dijo que quería ponerse a remojo en la bañera, dirigiéndose Taylor en la otra dirección para darse una ducha. Pasándose los dedos por los todavía húmedos cabellos, Taylor lanzó la toalla que cubría su cuerpo al cubo de la lavadora y se detuvo al mirar la pintura que estaba colgada sobre la pared. Miró a la única razón por la que mantenía su habitación cerrada mientras Jess y Torrey estuvieran allí. La pintura era simplemente un pedacito de su imaginación, un deseo secreto que había trasladado al lienzo. Era una pintura al óleo de temática erótica que les había traído multitud de problemas a Torrey y ella en la Sorority House. Comenzó siendo un dibujo en blanco y negro que colocaron en la revista de Sorority. Sin embargo ahora tenía una diferencia, y era que las dos mujeres de la imagen se habían convertido en las imágenes de Torrey y Taylor. Ahora las dos mujeres agarradas firmemente en un amoroso abrazo eran las dos mejores amigas.
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Poniéndose un par de vaqueros azules desgastados, la artista fue al armario y cogió una suave camiseta blanca de algodón de la percha. No pudo evitar una leve sonrisa en su rostro al ver la docena de esa misma camiseta de algodón colgando frente a ella. Torrey era posiblemente una de las pocas personas en el mundo que tenía tanta cantidad de ropa masculina en su armario. Taylor se dio cuenta de que ella era predecible, sino más. Disfrutó de la sensación de una nueva camiseta; sacaba sus camisetas para ser lavadas y planchadas cada semana, pidiendo siempre esa cantidad de blancura. “Hey, huele bien” dijo Taylor, apoyándose por encima del hombro de la pequeña rubia y respirando profundamente. Torrey estaba en la cocina como un modo de igualmente relajarse. Vestía una camiseta desteñida y un par de vaqueros que Taylor hubiera jurado que ya los tenía en la universidad, de lo desgastados y descoloridos que estaban. “Bueno, el otro día dijiste que mi bullabesa sonaba bien, así que he mandado a Jess a la lonja del puerto mientras limpiábamos. Ha hecho un buen trabajo. El marisco parece buenísimo” respondió Torrey. “Eres un tesoro” dijo Taylor reafirmando su comentario con un beso en la coronilla de la mojada cabeza de Torrey. “¿Quieres una taza de nuestro viejo café recalentado de hace cuatro horas?” ofreció Taylor. “Genial, siempre y cuando le añadas algo de crema” añadió Torrey. Cinco minutos más tarde las dos mujeres estaban en la sala, relajándose con sus cafés. Jessica apareció por la puerta con una mirada de preocupación en su rostro. “¿Qué sucede, peque?” preguntó Taylor. La joven se sentó en el sofá junto a su madre, Taylor, con sus pies descalzos bajo sus piernas, sentándose al otro lado de Torrey. “Te gusta de verdad Val, ¿verdad?” preguntó Jess. Torrey reconoció el tipo de conversación e intercambió una sonrisa cómplice con Taylor. “Me gusta mucho, cariño. Parece una buena chica”. “¿Lo suficiente como para dejarme que salga con ella?” “No sé... Stretch, ¿qué opinas?” “Bueno, seis meses era nuestro trato...” comenzó Taylor. El rostro de Jessica decayó y Torrey no tuvo el corazón como para seguir con esa tortura.
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“Sí, cariño, puedes salir. Espero que vuelvas a una hora razonable, ¿eh?” “¿Cómo de razonable?” preguntó Jess. Torrey miró a Taylor y alzó las cejas interrogante. “Medianoche” dijo Taylor. “Hey, más que suficiente” replicó JT con una sonrisa. “Umm, un par de cosas más” dijo, deteniéndose. “Dios, ¡es como un grano en el culo!”. Taylor miró a Torrey. “Yo... yo estoy algo arruinada... y necesito coger el coche”. Torrey sonrió ante el dilema de su hija. “Yo puedo darte dinero” respondió levantándose para ir a por su billetera. “Pero tendrás que hablar con ella sobre el coche” terminó, sacudiendo su pulgar en dirección a Taylor. “¿Qué dices, Tay?” preguntó Jessica con una débil sonrisa. Taylor metió la mano en su bolsillo y sacó las llaves, lanzándoselas a la joven. “El Explorer, no el Mercedes”. “¡Eres genial!” dijo Jess, saltando encima del sofá y dándole un rápido beso a la artista en la mejilla. “Toma” dijo Torrey tendiendo la mano mientras volvía a la sala. “Oh, ¡wow!, gracias mamá. Llamaré a Val ahora mismo”. “Hey, ¿y qué hay de mi bullabesa?” gritó Torrey tras la figura que se marchaba. “Disfrutadla vosotras dos” fueron las últimas palabras que oyeron a la joven.
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“Te has equivocado de vocación, Little Bit, deberías haber sido chef” comentó Taylor mientras las dos mujeres se sentaban en sus familiares huecos del sofá. “He pensado mucho en ello, últimamente” respondió Torrey. Taylor sabía que se refería a su dificultad actual para expresar sus pensamientos y plasmarlos en el papel. Ambas mujeres estaban en medio de un largo sofá color crema, sentadas una frente a la otra. Torrey tenía su cabeza
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
sujeta por su brazo contra el respaldo del sofá, mientras la cabeza de Taylor se apoyaba en la palma de su mano. “Me ha sorprendido que dejaras a Jess el coche” dijo Torrey, cambiando de tema. “Bueno, está siendo muy buena en lo mantenerse limpia. Simplemente pensé que mostrarle un poco de confianza en ella era un buen paso”. “Y ella te llamó Tay. Admítelo Kent... te encanta cuando te llama así” bromeó Torrey. Una avergonzada sonrisa cruzó el rostro de la artista y ésta asintió. “Cierto”. “Lo siento, Stretch” “¿Porqué?” “Por no dejar que estuvieras más en la vida de Jessica. Hubieras sido buena para ella”. Taylor ofreció una pequeña y lenta sonrisa a la mujer que estaba sentada frente a ella y le retiró unos brillantes mechones de pelo de sus ojos. Torrey cerró sus párpados ligeramente ante el tacto de la morena mujer. Un millón de preguntas llegaron a la mente de Taylor al darse cuenta del gesto. Su mente pensaba algo más desde la afirmación de Torrey de que sabía lo que era besar a una mujer que no fuera Taylor. Su pasado afloró ante los ojos de sus recuerdos y se preguntó qué otras cosas se guardaba Torrey. ¿Qué otros secretos escondes, Little Bit? Había cogido la manera en que Torrey la mirada a veces y no parecía que hubiera nada más que amistad en sus ojos... ¿no? Cuando se tocaron, nada en su reacción fue más intenso, ¿verdad? ¿Soy yo la que se está montando esta película o existe algo más? ¿Es posible que haya escondido mis sentimientos por ti tan bien que nunca hayas pensado que tuvieras una oportunidad? “¿Porqué te fuiste?” se encontró Taylor preguntando de repente. “¿Qué?”. Los verdes ojos de Torrey parecían abrirse ante la pregunta. Era muy inesperada. “Yo...” Taylor rápidamente alzó la punta de sus dedos y cubrió los labios de Torrey. “Por favor, no me digas que fue porque conociste a alguien, porque no creo que sea verdad. ¿Lo es?”
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Nadie tan Ciego – LJ Maas
Traducción: Xirant
Torrey la miró como si fuera a salir corriendo de la habitación. Taylor reconoció la expresión de terror y movió sus dedos para acariciar tiernamente las mejillas de la rubia. Después apoyó su mano sobre la de Torrey, que descansaba sobre el muslo de la escritora. Torrey bajó la mirada a la mano que cubría la suya y de pronto se sintió terriblemente cansada. Cansada de guardar sus sentimientos y de cubrir la verdad. Sentir que le tomaba demasiada de su energía mantener esa presunción y comenzó a preguntarse porqué lo hizo. Taylor ya le había prometido que siempre serían amigas, pasara lo que pasara. Apuesto a que nunca imaginaste que te diría esto cuando me lo preguntases, Stretch. Después de unos largos momentos, Torrey alzó una mirada colmada de lágrimas y casi enmudeció al perderse en el azul Prusia de la mirada que tenía frente a sí. Aquellos ojos contenían tanto amor y preocupación que Torrey supo que tenía que decir la verdad. Negó con la cabeza en respuesta a la pregunta de la artista. “No, no es la verdad” dijo Torrey. La mano de Taylor se alzó y cubrió la mejilla de Torrey con su palma. “¿Entonces ¿Porqué, Tor? ¿Es por algo que hice?” “No” respondió la escritora rápidamente mientras sus húmedas lágrimas rodaban por sus mejillas y por la mano de la artista. “No fue algo que tú hiciste, es algo tú hubieras hecho”. La confusa expresión del rostro de Taylor hizo que Torrey intentara explicarse. “Lo habías dado todo por nosotras. Habrías pasado el resto de tu vida cuidando de Jess y de mí. Sin citas, sin pareja, nunca intentaste tener tu propia vida...” “Cariño, Jess y tú erais mi vida. Pensaba que éramos una familia” interpuso Taylor secando las lágrimas con su pulgar. “Te merecías tener tu propia familia, una relación con una mujer que pudiera ser tu pareja. Sabía que no me querías de ese modo, pero te habrías quedado, simplemente por cuidarnos. No podía dejar que perdieras esa parte de tu vida. No habría sido justo. Sólo sería una egoísta al tratar de quedarme contigo”. Taylor se recuperó de la sincera afirmación de su amiga. “¿Que no te quería de esa manera?‖ susurró casi a sí misma. Lo que ordenó el lío que bullía en la mente de Taylor fue lo dicho por su madre esa mañana. Hay cosas en la vida por las que merece la pena arriesgarse.
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Traducción: Xirant
Mientras se repetía silenciosamente esas palabras, pudo ver porqué su padre habría querido que ella aprendiera esa máxima. él vivió por esas palabras. Robert Kent sabía que cada rato que estaba en un avión, él había tomado la decisión de que tal vez no volvería. Aún conociendo ese riesgo, seguía volando. Amaba volar. No más que a su mujer o a su hija, pero era una parte de él, como el arte de Taylor lo era para ella. Su padre creía que era lo suficientemente importante como para arriesgarlo todo por ello. Para él no hacerlo hubiera sido no ser él. Taylor se preguntó quién era en su interior. ¿Qué más le había dicho su madre? Simplemente bésala y dile que la amas. Taylor retiró los restos de las lágrimas de la mujer. La mirada de dolor del rostro de su amiga diezmó cualquier pensamiento que ella tuviera de retrasar la verdad por más tiempo. Había costado dieciocho años, pero Taylor Kent finalmente se había decidido a escuchar a su madre. “Torrey” dijo Taylor suavemente, esperando hasta que los preciosos ojos verdes de la escritora se unieron a los suyos. “Te amo”. El rostro de Taylor estaba a unos centímetros del de Torrey. Inclinándose ligeramente, rozó su boca con la de Torrey. El beso fue tan tierno como la artista podía hacerlo al principio; finalmente, sintiendo que su amiga no tenía la intención de romper el dulce contacto, Taylor profundizó su beso. Mientras el hambre y la pasión tomaban el control de ambas mujeres, Taylor aprendió que el beso que habían compartido la noche anterior era pura inocencia en comparación. Pequeños gemidos surgieron de la garganta de Torrey mientras presionaba con sus labios más firmemente los de Taylor. La artista se dejó caer en la intensidad de las sensaciones que los labios de su amiga producían en su cuerpo, sin poder contener más un suave gemido que estaba escondido en la profundidad de su ser. Torrey introdujo ambas manos en el oscuro cabello de Taylor, estrechando con más fuerza sus bocas. Moviendo sus manos hasta los hombros de Taylor, usó toda la fuerza de su cuerpo para tumbar a la artista sobre el sofá. El movimiento sorprendió a la artista, pero sentir el peso de todo el cuerpo de Torrey sobre ella hizo que involuntariamente abriera sus piernas, apretando a la mujer más fuertemente contra ella. Las manos de Taylor no pudieron contenerse y comenzaron a moverse hasta deslizarse por debajo de la camiseta de Torrey y se perdieran entre la suavidad de la piel de la espalda de la pequeña escritora. “Oh, Dios...” gimió Taylor, arqueando su cabeza hacia atrás mientras Torrey liberaba sus labios para besar y morder la piel del cuello de Taylor.
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“Te amo, Taylor...” murmuró Torrey al oído de la mujer, antes de envolver la boca de la artista en un profundo beso. “Otra vez...” suplicó Taylor entre los besos. “Dímelo otra vez...” “Te amo...” repitió Torrey sin aliento. “Oh... sí...” suspiró Taylor sintiéndose completamente indefensa mientras sentía cómo los botones de su camisa eran desabrochados por dedos expertos. Torrey movió su cuerpo hasta que una rodilla se acomodó firmemente entre las piernas de Taylor. La artista gimió ante el contacto, cerrando sus ojos ante el éxtasis mientras la escritora comenzó a recorrer el sendero de la abierta camisa con sus labios. De repente Taylor sintió la sonrisa de su amiga contra la piel de su pecho. “¿Qué?”. Taylor abrió sus ojos, mirando el travieso gesto de los ojos que la miraban. “No solías usar sujetador” comentó Torrey con una sonrisa, dando un beso donde la oscura prenda comenzaba. Taylor dejó caer su cabeza hacia atrás contra el sofá y rió. “La madurez nos alcanza antes o después, amor...” Ese fue el turno de Torrey para ser sorprendida mientras la artista aprovechaba ese momento para voltear a la mujer más pequeña de espaldas. Taylor mantuvo la mayoría de su peso en un codo, dejando que el resto cayera contra la mujer que tenía bajo ella. Los muslos cubiertos de tela vaquera se alzaron y se colocaron a horcajadas sobre Torrey. Su mano libre se deslizó bajo la camiseta contra la suave piel de la escritora. Taylor se movió y cubrió la boca de la escritora con inundado frenesí; sus dedos acariciaron cada pedacito de carne que podía tocar. De nuevo susurró las palabras que habían comenzado todo. “Te amo, Torrey... siempre te he amado”. Torrey se detuvo y miró con sus cristalinos ojos a los que bullían en un fuego azul frente a ella. Alzó sus dedos para acariciar los labios que habían emitido esa poderosa declaración de amor. “No estoy segura de qué sucedió, pero tengo miedo de preguntar... tengo miedo de que esto sea el final” murmuró suavemente Torrey. “Oh, cariño...” comenzó Taylor, su mano libre moviéndose para acariciar tiernamente el rostro que tanto adoraba. “Ahora que sé que también me amas, no pienso dejar que termine... Torrey” dijo Taylor con una voz repleta de deseo, “acuéstate conmigo”.
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“Oh, Dios, sí...” gimió Torrey.
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Estaban en medio de la gran habitación. Las puertas francesas estaban ligeramente abiertas y el rumor de las olas golpeando en las rocas se filtraba hasta ellas. Taylor tomó el rostro de la pequeña rubia entre sus manos y la besó una y otra vez. Torrey encontró sus manos retirando la abierta camisa de los hombros de Taylor, deseando sentir la piel de la artista tanto como le fuera posible. Taylor dejó caer su cabeza, exponiendo su cuello a las caricias que los labios de Torrey le otorgaban. Los ojos de la artista se abrieron y se encontró mirando directamente a la pintura de la pared. “Torrey... cariño...” intento Taylor decir. Torrey deslizó sus manos por la musculada espalda de la artista, soltando expertamente el enganche que mantenía el sujetador. Dejó que sus dedos se deslizaran por los hombros de la morena mujer, retirando los tirantes del sujetador y deshaciéndose de la prenda en un fácil movimiento. “Preciosa...” murmuró Torrey, besando la desnuda piel del pecho de la mujer donde nacían sus senos. “Torrey... cariño...”. Taylor estaba casi sin aliento. “Necesitamos hablar...” “Mi amor, han sido dieciocho años... ¿no podemos hablar más tarde?” razonó Torrey, abriendo los dos primeros botones de los vaqueros de Taylor. “Es sólo que...” se detuvo Taylor intentando recuperar y controlar su aliento. “Hay algo en la habitación que puede ser algo vergonzante cuando lo veas, y quería avisarte de que...” “Si es una muñeca hinchable te prometo que no se lo diré a nadie”. Torrey se detuvo para mirarla con un encantador brillo en sus ojos. Taylor dejó escapar una gutural risa. “Te has convertido en una perversa mujer”. Torrey le sonrió, pero vio que la sonrisa de la alta mujer se convertía en un ceño. “Cariño, ¿qué es?” Taylor giró lentamente a la mujer, dejando a Torrey frente a la pintura. Apoyó sus manos en los hombros de la pequeña mujer, anticipando su negativa reacción. Vale, Kent, ahora es cuando ella te dice lo pervertida que eres.
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“Oh, Taylor... esta es la manera en que siempre había imaginado esa imagen” dijo Torrey sobrecogida. Taylor soltó un audible suspiro de alivio, envolviendo con sus brazos a la mujer más pequeña y acercando su rostro a la piel de su cuello, dejando un sendero de besos hasta la oreja de la mujer. Acarició la sensitiva carne con la punta de su lengua, usando sus dientes para mandar un ramalazo de eléctricas sensaciones bajando por la espalda de la rubia hasta sus piernas. “¿Que he hecho en mi vida para merecerte...?” susurró Taylor. Torrey se giró dentro del abrazo de la mujer, apoyando firmemente su cuerpo contra el de Taylor hasta que la artista sintió que sus rodillas tocaron el comienzo de la cama. Con un suave empujón, Torrey acomodó a la mujer en la cama, agachándose para continuar el contacto de sus labios. Taylor abrió sus piernas y empujó las caderas de Torrey contra ella hasta que la mujer estuvo entre sus piernas. La artista abrió el botón de sus vaqueros descubriendo el plano abdomen. Taylor dejó que sus labios y su lengua exploraran la piel, tirando de los vaqueros para lanzarlos lejos. Los gemidos de placer de Torrey, combinados con la sensación de su piel bajo los dedos de la artista hicieron que Taylor estuviera a punto de explotar del orgasmo en ese ahí. Levantó la camiseta un poco más. “Taylor...” Torrey miró a la mujer que tenía bajo ella. “Ya no seré nunca más aquella niña de dieciocho años”. Taylor miró la expresión de preocupación del rostro de su amante y respondió con una brillante sonrisa. Se deshizo de la camiseta con un sólo movimiento. “Gracias a Dios” murmuró la artista contra la piel de Torrey mientras introducía su rostro entre el valle de los pechos de la escritora, gimiendo de placer, lamiendo el espacio de la piel hasta alcanzar el endurecido pezón entre sus labios. Torrey introdujo sus dedos en el oscuro pelo de Taylor, acercando su cabeza con más fuerza hacia su cuerpo. La artista captó la indirecta y succionó con más profundidad, causando un inmediato gemido en el pecho de la mujer que estaba sobre ella.
Torrey gimió ligeramente ante la pérdida del contacto mientras Taylor descendía las caricias. Deslizó ambas manos por la cintura de las bragas de la mujer más pequeña, bajándolas, quitando la ropa interior y los pantalones de una sola vez. Torrey se apoyó en los fuertes hombros mientras retiraba primero una pierna, y luego otra, de sus pantalones, dejándolos hechos un montón a sus pies.
Torrey se movió para sentarse a horcajadas sobre las caderas de Taylor, pero se detuvo y movió sus manos a los vaqueros de la artista. Agarró la prenda en cada mano, deshaciéndose del resto de los botones, mirando el abdomen de Taylor sobre la cama.
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“Levántate” ordenó. La artista levantó sus caderas mientras Torrey le quitaba sus pantalones y las bragas a una, como Taylor hubiera hecho con ella. Torrey se arrodilló entre las piernas de la artista, mirando el cuerpo de Taylor tumbado sobre la cama; sus extendidas piernas invitándola fue demasiado para la escritora. Apoyó una mano en la parte superior de cada uno de los muslos de la morena mujer y, con los dedos abiertos, deslizó sus manos por los músculos, sintiendo las piernas de Taylor temblar ligeramente bajo su tacto. Entonces sus labios recorrieron el mismo camino que sus manos habían marcado. Torrey tiernamente consiguió apartar los muslos de la artista más, mientras se deslizaba más cerca de los oscuros tirabuzones de su centro. El olor de la excitación de Taylor hizo que la rubia se detuviera, cerrando sus ojos y tomando aire profundamente, mientras sus dedos agarraban flexiblemente la desnuda piel bajo ellos para abrirse paso. Su boca salivó ligeramente ante la vista y el olor que tenía ante ella. Sin pensarlo introdujo su rostro y deslizó su lengua a lo largo del húmedo sexo de Taylor, gimiendo contra la sensitiva piel. “Dulce madre de.... ahhhh....” gimió Taylor, agarrando con sus esbeltos dedos los cortos cabellos rubios. El sonido de la voz de Taylor, temblando y llena de deseo, hizo que la sangre de Torrey ardiera. La pasión de la escritora la espoleó, perdiendo completamente el control mientras agarraba con sus manos las caderas que ya se movían con ritmo, deslizando una cálida lengua en su interior. Mientras introducía su lengua en la húmeda abertura de Taylor, su pulgar comenzó a acariciar el cúmulo de nervios sensitivos. El pecho de Taylor se movía agitadamente y su cuerpo comenzó a convulsionarse ligeramente indicándole que estaba al borde del orgasmo . Intentó luchar contra las sensaciones, teniendo que rendirse finalmente, dejando que las llamas la consumieran en su interior. “Torrey... oh, Dios... cariño, para...” suplicó Taylor. Torrey volvió en sí de su placer alarmada. “¿Estás bien...?¿Te he hecho daño?” “No... cariño... ven aquí” jadeó Taylor, acercando a la mujer más pequeña para envolverla entre sus brazos. Acarició el húmedo cabello retirándolo de la frente de la escritora y la besó apasionadamente. Besar a Torrey, con su propio sabor en los labios de la mujer, era algo que Taylor nunca habría creído posible y prácticamente tarareaba de felicidad entre el beso. “Estoy genial. Lo que has hecho es increíble... demasiado increíble. Yo... Torrey, te he querido desde hace tanto tiempo...” dijo Taylor, acariciando el rostro de su amante. “Pero sólo iba a aguantar cinco segundos y no quiero que
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la primera vez que estemos juntas sea así. Podemos... ¿podemos ir más despacio?” preguntó Taylor, intentando todavía recuperar el aliento. Torrey sonrió y se apoyó sobre uno de sus codos. “Dios, no me mires así” sonrió Taylor. “Todavía me siento como una adolescente que lo hace por primera vez”. “Sinceramente, es lo más halagador que nadie me ha dicho” rió Torrey. “Y, creo que puedo amoldarme a tus necesidades” ronroneó. “Gírate”. Taylor miró a la pequeña mujer tumbándose boca abajo sin poder creer, en todas las veces que había fantaseado en ellas haciendo el amor, que fuera Torrey quien tomara el mando y Taylor la que no podría controlarse. De alguna forma, esa imagen nunca había entrado en su cabeza, y ahí estaba, temblando de arriba a abajo e indefensa ante el tacto de Torrey. Cada momento era puro cielo, así que accedió a la petición de su amante. Torrey tenía que concentrarse y respirar profundamente para contener la completa urgencia de violar a la mujer que tenía tumbada frente a ella. Se sentó a horcajadas sobre las caderas de la artista y sacudió su propia cabeza para mantener el control sobre sus incipientes manos. Todo había pasado tan rápidamente que apenas había tenido tiempo de darse que era Taylor quien estaba tumbada bajo ella, gimiendo de placer entre las sábanas. Torrey retiró el largo pelo caoba y deslizó su lengua por la sensitiva piel de la nuca. Comenzó en el cuello de Taylor y masajeó los fuertes músculos, amasando y girando sus dedos en fuertes círculos por los hombros y los brazos, bajando a lo largo de la espalda. Los fuertes brazos de la pequeña mujer se concentraron en una pequeña zona de la espalda de la artista, sabiendo cuál era el punto exacto, además del cuello, que más solían molestarle. Torrey siguió con el inocente masaje a través de las nalgas, descendiendo hasta recorrer las largas piernas. Y entonces la rubia comenzó una exploración más sensual. Torrey se sentó sobre los glúteos de Taylor, sintiendo cómo la piel que había bajo ella se movía y acomodaba. Taylor dejó escapar ligeramente el aliento al sentir la extendida humedad de la escritora en su piel, aliento que se convirtió en un suave gemido mientras Torrey deslizaba su excitado sexo por su trasero. Taylor respondió moviendo rítmicamente sus caderas intentando sentir más el centro de Torrey. La respuesta de la escritora fue un ligero gemido acompañando a sus caderas mientras las presionaba con más profundidad sobre Taylor. Torrey se inclinó hacia la espalda de Taylor y comenzó a besar y lamer el mismo camino que hubieran recorrido inicialmente sus dedos. La respiración de Taylor volvió a ser irregular, dejando escapar unos gemidos constantes. Finalmente la escritora le susurró al oído: “Date la vuelta...”
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Taylor giró, mientras Torrey se alzaba levemente pero no lo suficiente como para que la mujer de debajo no sintiera cada centímetro de piel desnuda de sus caderas. Torrey se apoyó contra Taylor y las manos de la alta mujer alcanzaron inmediatamente las caderas de Torrey guiando su montura más intensamente. “Ah ah ah...” se rió Torrey, envolviendo con sus manos las muñecas de la confusa artista y poniéndolas sobre su cabeza. Movió los dedos de Taylor hasta que estuvieron sujetos al cabezal de madera de la cama. “Recuerda, amor... estarás bien si miras a los ojos de tu compañera. Cuando bailas con alguien, una de vosotras tiene que llevar un poco el control. Sólo déjate llevar cuando mi cuerpo tome el tuyo y no pienses mucho en dónde estás...”. Torrey usó cada palabra que Taylor dijera cuando bailaron juntas en el pequeño club de San Diego. Taylor sonrió con una deliciosa sonrisa carnal a su compañera y dejó que su tembloroso cuerpo se relajara contra la cama. Fue inmediatamente recompensada con un beso que la mareó ante la intensidad. Entonces Torrey precedió a continuar con la misma terapia de masaje por la parte delantera del cuerpo de la artista. Cuando Torrey alcanzó el pecho de su amante, ambas mujeres supieron que el cielo debía encontrarse allí, en ese momento. Torrey deslizó su cuerpo por entre las piernas de Taylor hasta que pudo sentir el empapado centro de la artista contra su estómago. Enterró su rostro entre los senos de Taylor, primero besándolos, lamiéndolos, y finalmente succionando la endurecida piel de sus pezones. Torrey dejó que sus labios giraran en torno a la dura piel, apretándolos contra su dentadura con la punta de su lengua. Taylor intentó alzar su cabeza para mirar. Era la visión de la mujer que estaba sobre ella haciéndole el amor y los lujuriosos sonidos que se escapaban de la garganta de Torrey lo que inundó a la artista en un cúmulo de fuego líquido. La respiración de Taylor comenzó a ser jadeante. Arqueando su espalda, presionó su humedad contra los músculos del abdomen de Torrey. “Por favor... Torrey... ahora...” e impulsó sus caderas. No necesitaba decir más. Torrey descendió y deslizó dos fuertes dedos en la resbaladiza entrada de la mujer, seguidos rápidamente de su boca, lamiendo alrededor de la húmeda carne que latía contra su lengua. El gutural y suave gemido de satisfacción que salió de entre los labios de la artista provocó que Torrey succionara con más profundidad con su boca. Torrey deslizó otro dedo y los tres se introdujeron profundamente dentro del palpitante cuerpo de Taylor, impulsando sus caderas hasta encontrar cada pecho e introducirse más en el interior. “Oh... Torrey...” fueron las últimas tensas palabras que la artista pudo gemir mientras se agarraba fuertemente a la cabecera. Sus convulsionantes caderas se calmaron de repente, dejando que el ritmo de Torrey la hiciera
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llegar hasta el final. Sintió su orgasmo acercarse como llamas lamientes de fuego, ardiendo cada vez con más calor hasta alcanzar su centro. Entonces, con un potente estallido, las llamas explotaron y la artista comenzó a derretirse por dentro. El sollozo que surgió de su garganta apenas llegó a sus propios oídos. Torrey apoyó su cabeza en los muslos de la artista hasta que alzó la mirada y vio las lágrimas escapando de los azules ojos de la morena artista. “Cariño, ¿estás bien?”. Torrey se movió para liberar sus dedos de su santuario, todavía enterrados dentro de la artista. Taylor se movió rápidamente para agarrar con su mano la muñeca de Torrey. “Por favor, quédate dentro. Simplemente ven aquí” imploró Taylor. Las dos mujeres se tumbaron una frente a otra, una de las piernas de Taylor cubriendo las caderas de la mujer más pequeña. Torrey secó las lágrimas del rostro de su amante y luchó contra las suyas propias al verlas. Besó los labios de Taylor, sus ojos, sus mejillas. “Lo siento” murmuró Taylor. “Era un poco... muy irresistible”. “Lo sé, cariño, sabes que lo sé “ dijo Torrey, con un tierno beso que se deslizó entre los pensamientos que se unían al solitario corazón de la artista y el suyo finalmente unidos. Taylor acercó a la esbelta mujer contra ella, los dedos de la rubia aún inmersos en el sexo de la artista. Torrey murmuró una letanía de palabras de amor a la morena mujer, deleitándose ante la sensación de estar dentro de su amante, con sus dedos envueltos por la blanda y sedosa carne. Torrey podía sentir los temblorosos y agitados músculos de Taylor comenzar a relajarse mientras besaba a la artista por el cuello y el pecho, encendiendo la seductora pasión de la mujer una vez más. Taylor encontró la sensación de los poderosos músculos de la espalda de Torrey completamente eróticos, mientras deslizaba su mano a través de la piel de la escritora. Saboreó el exquisito tacto mientras los suaves y cálidos labios acariciaban sus hombros y su cuello, cerró los ojos y comenzó a mover sus caderas contra la mano que se unió a sus movimientos en un deliberado y lento ritmo. Los labios de Torrey encontraron los suyos y a la vez que sus lenguas se encontraban, Taylor sintió un ardiente calor acercarse a su centro. Torrey sintió cómo la besaba con toda el alma, su dulzura mezclada con una increíble pasión. Sintió una nueva humedad cubriendo su mano mientras el sexo de Taylor introducía sus dedos más profundamente. Torrey mantuvo sus movimientos. La húmeda fricción causó que los músculos de Taylor le revelaran una nueva oleada de suaves convulsiones. Mientras Torrey guiaba 220
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tiernamente su mano dentro y fuera, su pulgar se alzó para acariciar el endurecido clítoris sobre la abertura. Los músculos de los muslos de Taylor se agarraron firmemente a los hundidos dedos y se abrieron para recibirlos mientras la penetraban una y otra vez. Su clímax fue aún más intenso esta vez, pero sentir a Torrey unida a ella tan fuertemente calmó a la artista. “Oh Torrey... sí...” gimió Taylor, dejando caer la cabeza hacia atrás mientras su cuerpo convulsionaba y se estremecía liberando el calor. Finalmente Torrey deslizó sus dedos del refugio de su amante, sólo para alzarlos hasta sus propios labios, saboreando la humedad que los cubría. Cuando Taylor volvió a recuperar la voz sonrió a su amante. “Mi increíble diosa... si tuvieras dieciocho ¡me matarías!” *
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“Te quiero tanto, Torrey... quiero hacerte mía...” le dijo Taylor seductoramente al oído. “Oh, amor... siempre he sido tuya...” replicó sin aliento Torrey. Taylor presionó con todo su cuerpo contra Torrey, sintiendo las caderas de la mujer moverse con urgencia contra las suyas. Los gemidos de Torrey fueron callados por la boca de la artista mientras sus labios devoraban hambrientos a la mujer que tenía bajo ella. Los labios de Taylor encontraron el camino al rededor del cuello de la escritora hasta succionar el lóbulo, mordisqueándolo suavemente con sus dientes. La artista finalmente comenzó a murmurar palabras eróticas al oído de la joven mujer. El húmedo aliento de la artista combinado con su manera de murmurarle hizo que Torrey temblara incontrolablemente. Los dedos de Taylor acariciaron los firmes pechos de su amante, pellizcando tiernamente los suaves pezones. Torrey jadeó y la artista la miró con amorosa adoración mientras se endurecían bajo su tacto. “Mmmm...” murmuró Taylor, dando un delicado beso en cada pezón. “Me gusta cómo responden ante mí”. Trazó amplios círculos alrededor de los erectos pezones con la lengua, rodeándolos en vueltas cada vez más y más pequeñas hasta que Torrey se estremeció ante el ardiente aliento que se extendía por su endurecida carne. Taylor alargó la punta de la lengua para lamer las puntas de una forma seductora. Rodeando los pezones con los pulgares y los índices, los pellizcó tiernamente, haciendo que la sensación mandara a Torrey a la estratosfera.
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La mano de Taylor se deslizó descendiendo por el abdomen de la mujer hasta hundirse entre los rizos de suave color, brillantes por la humedad. Torrey abrió sus piernas con ansiedad. La artista se quedó sin aliento ante la sensación de la aterciopelada suavidad que surgía allí. Torrey gimió ligeramente cuando sintió los fuertes dedos de Taylor deslizarse entre la humedad. La punta de los dedos de la artista se movieron girando por encima de la piel. Taylor alejó los dedos de la excitada piel que solicitaba su atención, para succionar el endurecido pezón que la arqueada espalda de Torrey le ofrecía. “Por favor...” suplicó Torrey. Taylor lamió y succionó la carne con voracidad, mientras movía sus dedos acariciando el clítoris de Torrey con pequeños círculos. Ese momento casi provoca que el cuerpo de Torrey se fundiera entre espasmos con la cama. Taylor sonrió con lo que Torrey creyó que era una sonrisa totalmente traviesa, mientras la artista liberaba el pezón y dejaba que su lengua creara un sendero de ardiente fuego descendiendo el cuerpo de la mujer. Saber lo que Taylor estaba pensando hacer hizo que una nueva humedad se uniera al ya excitado lívido de Torrey. Separó aún más sus piernas, murmurando de excitación mientras Taylor lamía la parte interna de sus muslos. “Taylor... yo...”. Las caderas de Torrey se movieron involuntariamente, buscando un contacto más íntimo, pero a la par el cuerpo de Torrey parecía retirarse. Taylor sintió el cuerpo de la pequeña rubia tenso y alzó la mirada para ver el gesto de preocupación de la mujer. “Cariño, ¿qué pasa?” dijo Taylor tiernamente, alzando su cuerpo para acunar a Torrey entre sus brazos. “Es sólo que... estabas bajando...”. Torrey parecía frustrada ante su incapacidad para decir lo que le preocupaba. “Está bien, preciosa. Si no quieres que haga eso, no tengo porqué hacerlo”. Taylor deseaba tranquilizar a su amante, intentando desesperadamente evitar la desilusión de su propia voz. “No, no es eso... Es que... yo nunca he tenido a nadie... oh, Dios, nunca pensé que fuera tan vergonzante” tartamudeó Torrey. Le tomó un buen pedazo de esfuerzo a Taylor no sonreír a su amante. “¿Estás intentando decirme que nunca te han...?”
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“No” respondió rápidamente Torrey. “Es sólo que parece tan especial... no me veía compartiéndolo con nadie más. Siempre he querido que fueras tú. Suena muy estúpido cuando lo dices en voz alta, ¿sabes?” “No, cariño, no suena nada estúpido” dijo Taylor con voz tranquilizadora. “No puedo ni siquiera decirte lo que eso me hace sentir. Es como si me ofrecieras un regalo muy especial”. Taylor capturó los labios de Torrey en un beso repleto de deseo. “Deja que te demuestre cómo quiero agradecerte ese maravilloso regalo...” finalizó la artista, deslizando una vez más su cuerpo y acomodándose por entre las piernas de Torrey. Taylor deslizó su dedo índice por entre el rizado triángulo de su amante y acarició con su dedo los latentes labios exteriores, sintiendo el torrente de humedad que los cubría. La artista cerró los ojos ante el increíble sabor que llenó su boca al deslizar su dedo entre sus propios labios. Torrey se excitó aún más ante la visión. “Oh, Taylor... te quiero..., te necesito, por favor...” jadeó con voz suplicante que Taylor había deseado escuchar miles de veces. La cabeza de Taylor se inclinó y pareció que pasaba una eternidad hasta que su lengua alcanzó y lamió tiernamente el regalo que tenía ante sí. No fue rápido, ni demasiado suave, sino una firme, lenta exploración del sabor y la textura que pertenecía a la mujer de la que había estado enamorada durante tanto tiempo. Ese primer sabor, sin embargo, fue suficiente como para perder la razón y el control que había mantenido Taylor hasta ese momento. Taylor cedió ante las desesperadas súplicas de la mujer que envolvía con tensos dedos los cabellos de ébano, y con una experimentada lengua y unos expertos dedos, tomó a su amante tan profunda y velozmente como la mujer le pedía. Torrey gritó el nombre de Taylor mientras el orgasmo explotaba en su interior. Su cuerpo se arqueó mientras oleadas de placer atravesaban su cuerpo y chocaban como las olas que golpeaban las rocas bajo a ventana. Sus músculos se aflojaron, y entonces su cuerpo se estremeció y tensó mientras una serie de convulsiones atravesaban su cuerpo. Cuando Taylor continuó con un penetrante movimiento de su mano, Torrey gritó nuevamente mientras un segundo orgasmo sacudía su cuerpo. *
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“Te amo” se encontró Taylor diciéndolo nuevamente en el oído de la pequeña rubia que estaba tumbada entre los protectores brazos de la artista. “Te amo, Taylor... con todo mi corazón. ¿Puedo preguntarte algo?” “Lo que quieras, amor”. “¿Cómo supiste que no me fui a Chicago por alguien?” 223
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“En parte lo adiviné, y en parte lo deduje. Un día, cuando Jess y yo hablábamos, me dijo que no podía recordar que hubieras tenido ninguna relación con alguien. Eso fue todo lo que dijo, pero se clavó en mi mente. El otro día, en San Diego, cuando nos besamos y tú admitiste que no era la primera vez que habías besado a una mujer, pensé que tal vez habría una posibilidad de que tú sintieras lo mismo que yo sentía por ti”. Taylor besó la frente de Torrey, atrayéndola a sí. “Siempre pensé que yo era como un libro abierto para ti, madre mía, estaba completamente equivocada. Supongo que escondí mis sentimientos hacia ti demasiado bien. Una vez que me di cuenta de que eso es lo que podría haber sucedido, me imaginé que marchar fue un acto completamente desinteresado que sólo tú podrías soportar. Siempre te has preocupado por mí y nunca por ti misma. ¿Sabía Jess lo que sentías por mí?” añadió Taylor. “No hasta que tuvimos nuestra charla de la semana pasada. Me sorprendió que lo adivinara tan rápidamente. ¿Sabía lo tuyo?” “Sip. Encontró... bueno, ¿conoces el cuadro de la pared? Tengo como un millón de dibujos en los que me basé. No quería que los encontrara. Pero se lo tomó sorprendentemente bien, sin embargo”. “Lo siento, te hice daño al irme, Stretch” respondió Torrey con lágrimas en los ojos. “Está bien, cariño. Ahora nos tenemos la una a la otra y eso es lo que importa. Además, fue más por mi culpa. Si hubiera sido más responsable por entonces, tal vez hubiera sido capaz de ver por lo que estabas pasando” respondió Taylor, perdiéndose en sus propios recuerdos. “Tu madre lo ha sabido siempre. Desde la primera vez que estuvimos con ella. ¿Lo sabías?” “Sí, lo sé. Me dijo que si no te decía lo mucho que te amo, dejarías de esperarme y encontrarías a alguien”. “Nunca hubo nadie más, Taylor. He tenido amantes, pero nunca le di a nadie mi corazón. Siempre fue tuyo”. “Siento lo mismo. ¿Puedo confesar algo muy vergonzoso?” preguntó Taylor. “Oh, ¿tiene que ver con la muñeca hinchable?” “Eres tan mala...”. Taylor hizo cosquillas a la mujer de entre sus brazos hasta que Torrey rió hasta llorar. “Dime, ¿qué puede hacerte pensar que es vergonzoso?”
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Traducción: Xirant
“En parte la razón por la que fueras suavemente esta noche es que hace muchísimo tiempo desde que estuve con una mujer” admitió Taylor. “¿Cuánto?” preguntó Torrey con curiosidad. “Seis años” dijo Taylor insegura. “Wow. Tu poder de aguante es mayor de lo que podría imaginar” “Sí, bueno, no es que el celibato fuera algo consciente, simplemente no quería estar con nadie más. Incluso en la universidad, con otras mujeres, en lo único que podía pensar era en ti”. “Y yo me acosté con Stephen”. “Hey, no olvides lo que siempre dices... todo sucede por una razón. Si nunca hubieras pasado la noche con él no hubiéramos tenido a Jess”. “Tu madre me dijo lo mismo la semana pasada. ¿Recuerdas cuando fuimos juntas a andar por la playa durante tanto tiempo el jueves? Me dijo que era el destino lo que nos había encontrado juntas de nuevo en California y que era una oportunidad única en la vida. Indicó que se refería a que tú y yo nunca estuvimos juntas cuando éramos jóvenes. Creo que simplemente estaba intentando darme fuerzas para decirte algo, pero lo que dijo tenía sentido”. Torrey se volvió para besar tiernamente los labios de Taylor y se acurrucó en el hueco del hombro de la artista. “Mamá dijo que si hubiéramos estado juntas cuando nos conocimos hubiera sido un desastre. Que no era lo que tú necesitabas entonces, no era lo suficientemente fuerte para ser tu pareja. Me dijo que hubiera estado esperando a que cambiaras y tú hubieras crecido odiándote a ti misma por no poder hacerlo. Dijo que habríamos terminado destruyendo el amor que sentíamos la una por la otra, y tenía razón, Stretch”. Torrey volvió el rostro a la mujer que tenía lágrimas en sus ojos cuando se encontraron con los de la escritora. “Tenía completa y absoluta razón, Little Bit. Éramos muy jóvenes. Nuestro amor nunca hubiera sobrevivido los problemas que teníamos que afrontar, pero de esta forma, crecer apartada la una de la otra,... puedo decir con sinceridad que no ha habido ni un sólo día en los últimos quince años que no te haya amado”. “¿Porqué anoche me besaste y me dijiste que me querías?” inquirió Torrey. Taylor sonrió a través de las lágrimas que caían de sus profundos ojos azules. “Porque mi madre me lo dijo”.
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Traducción: Xirant
NONE SO BLIND (VI) By LJ Maas
"There are none so blind, as those who would not see..."
Taylor murmuró algo ininteligible entre sueños, girándose para coger con su brazo el cuerpo de Torrey. El brazo de la artista sintió la cama, y un espacio vacío donde Torrey estuviera tumbada antes. El vacío provocó que algo se disparara en el inconsciente de la mujer, haciendo que saliera de su agradable estado de sopor en el que estaba inmersa. Un suave y rítmico sonido hizo que Taylor se alzara apoyándose en un codo, intentando enfocar con sus ojos entre la tenue luz. Confusa, finalmente encontró la pequeña figura de Torrey sentada de piernas cruzadas a los pies de la cama, mientras sus dedos volaban a través de las teclas del pequeño portátil que estaba sobre sus rodillas. El despeinado pelo rubio caía casi cubriendo las gafas que reflejaban la pantalla del ordenador en cada lente. Vestía la blanca camiseta de Taylor y nada más. “¿Tor?”. “Estoy bien, cariño. Sólo tenía que escribir algunos pensamientos. No te importa, ¿no?” preguntó Torrey, parando sus dedos sobre el teclado. Taylor sonrió dormida, alegrándose de que la musa de la escritora hubiera vuelto. “Nop, ¿te importa si sigo durmiendo?”. La artista no espero la respuesta antes de girarse sobre su estómago y extendiendo su larga figura desnuda bajo las sábanas de seda. Colocó dos mullidas almohadas bajo su cabeza. “Vamos, siéntate aquí o a la mañana te va a doler la espalda con ganas...”. Torrey llegó hasta el hueco que Taylor le había indicado y besó tiernamente la mejilla de la ya dormida mujer. Taylor se acurrucó inconscientemente más cerca de la escritora mientras las teclas retomaban su suave golpeteo. La morena mujer sonrió entre sueños ante el sonido de lo que llegaría a ser un confortable sonido para sus oídos los años venideros. *
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“Hey”. Jessica alzó la mirada del crucigrama que tenía frente a sí en la mesa de la cocina. 226
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Traducción: Xirant
“Hey” murmuró Taylor, dándose cuenta de lo mucho que Jess se parecía a su madre cuando llevaba sus nuevas gafas. “¿Viste a Dios anoche?” preguntó JT en un tono serio. “¿Qué?” preguntó Taylor, perpleja. Jessica apenas podía mantener el gesto serio. “Lo he supuesto por cómo le llamabas ayer a la noche, has debido de tener una revelación o algo así”. La joven mujer estaba casi doblada de la risa. Taylor sabía que se estaba poniendo roja, pero no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Había sido cogida con las manos en la masa y ahora tenía que confesar y sufrir las bromas que de seguro iban a sucederse durante bastante tiempo. Aunque Torrey y ella habían oído a JT llegar a la noche, y a pesar de que habían cerrado con llave la puerta de la habitación, había demasiado silencio como para evitarlo. Taylor sonrió a la joven. “Ríete, pequeñaja. Puedes decirme todo lo que quieras, pero no quiero que te burles de tu madre así”. “¿Burlarse de su madre cómo?” preguntó Torrey con voz todavía medio dormida. La pequeña rubia se dirigió hacia la cafetera y preparó una taza, primero para ella, y después otra para la alta artista apoyada contra el mostrador. Ofreció la caliente taza a Taylor y con naturalidad besó tiernamente los labios de la alta mujer. Taylor sonrió ante el beso y le devolvió el gesto. “Buenos días” sonrió Torrey. “Lo mismo digo” replicó Taylor, besándole la frente. “Buenos días a ti también”. Torrey se dirigió hasta su sentada hija y le besó en la coronilla. “¿Qué?” dijo Torrey dirigiéndose a su hija. “¿Realmente pensabas que no estaría de buen humor a la mañana siguiente de...?” Jessica casi escupe su té contra la mesa mientras Taylor rompía en una incontrolada y estridente risa que la joven nunca le había oído. “No creo que se esperara eso de mí” dijo Torrey con una sonrisa mientras volvía a recorrer el camino hasta la habitación para darse una ducha. “¿Quién es esa mujer?” preguntó JT a la artista. “Esa es la Torrey Gray que yo conozco. Creo que ya puedes ir acostumbrándote a ella, peque” le dijo Taylor con una sonrisa, dejando su café sin tocar y yendo en la misma dirección que la pequeña rubia había recorrido.
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Traducción: Xirant
La puerta de la habitación de invitados estaba abierta. Torrey estaba sacando ropa limpia del armario y las colocó en la puerta. Taylor entró en la habitación y lentamente se acercó por detrás de la mujer, envolviéndola con sus brazos y besándole tiernamente el cuello. “Te amo” le dijo Taylor. “Mmmm, me gusta oír eso” respondió Torrey, alzando su mano para entrelazar los mechones de la morena mujer. “Yo también te amo”. “¿Cambiarás tus cosas a la habitación principal?” preguntó Taylor, aguantando el aliento ante la respuesta. “¿Estás segura de que me aceptas?” le devolvió Torrey, dándole a la mujer una última oportunidad. “Por supuesto” respondió Taylor, firmando su respuesta con un beso. “Voy a darme una ducha,... ¿te vienes?” “¿Con Jess en la habitación de al lado? ¿Crees que debemos?” Taylor sonrió contra la piel del cuello de Torrey. “¿Crees que oirá algo que no haya oído esta noche?” “Nunca lo sabrá...” replicó la rubia alzando una ceja. “Nunca”.
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“¿Estás dormida?” murmuró Jess. “Uh unh” negó Torrey con la cabeza, abriendo sus ojos. La mujer mayor estaba arrebujada en el gran sillón de la habitación familiar, donde había caído dormida ante los sonidos de al otro lado de la casa, principalmente de la lijadora de Taylor. “¿Podemos hablar un momento?” “Por supuesto, cariño, ¿qué pasa?” “Yo, uhm... he estado pensando...”. Jess se paró y miró a los ojos a su madre. Taylor y ella estaban teóricamente juntas ahora, pero ¿qué pasaba si volvían a vivir a Chicago? “Quieres quedarte aquí, en California” respondió su madre al hecho en cuestión. “¿Tienes idea de lo mucho que odio que hagas eso?” sonrió su hija.
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“Cuando seas madre tendrás ese mismo poder” rió Torrey. “No creo que esté preparada para volver” replicó Jessica con mirada seria. “Bueno, ahora todo va bien. Quiero decir que Taylor y tú estáis juntas, podemos vivir aquí, ¿verdad?” “Yo sólo veo un problema, cariño, y es que Taylor no me ha pedido que me quede a vivir aquí”. “Bueno, sí, pero probablemente lo da por hecho, ¿no?” “Al fin y al cabo, Jess, a toda mujer le gusta que le pregunten” respondió Torrey.
Jessica pensó que las dos mujeres iban a vivir esa felicidad que se les había denegado, pero sólo si, Dios, éstas dos no lo hacen más complicado de lo que realmente debería ser, se dijo a sí misma. “¿Qué es lo que quieres hacer aquí que no puedas hacer en Chicago, Jess?” “Ir a la Universidad de California, la que está aquí en Irvine. Quiero estudiar arte. Sé que portarme bien es algo nuevo para mí, pero estoy dispuesta a trabajar muy duro, mamá, incluso a tener un trabajo para poder pagarla”. “Sabes que el dinero no es un problema, Jess. Te daría la luna si es lo que necesitas, pero eres aún muy nueva en el programa y me preocupa lo que pueda pasar cuando Taylor o yo no estemos cerca y tú tengas que afrontar tu primera tentación”. “Lo sé. A mí también me da miedo si lo pienso, pero no puedo estar encerrada en el capullo hasta que no haya alcohol o drogas flotando al rededor”. Torrey ya sabía que su respuesta sería un sí. Estaba terriblemente contenta de que su hija hubiera transformado su amor por el arte a una esperanza de futuro. “Si estuviera de acuerdo, creo que me gustaría que vivieras aquí al menos tu primer año, no en el campus, y desde luego no en la Sorority” dijo con una irónica sonrisa. “Jess, ¿te molestaría si trabajara en la universidad? Me refiero a que no estaría controlándote, pero... me han hecho una oferta del departamento de filología” le contó Torrey a su hija. “Mamá, eso sería tan genial... No, no me importaría en absoluto. ¡Me encantaría!” le respondió Jess entusiasta. De repente se mostró seria, frunciendo sus cejas. “No dejarás de escribir, ¿no?” “He tenido problemas con mi escritura, Jess. No me ha salido últimamente. Es extraño, sin embargo, porque siento que está volviendo a mí”.
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“Tal vez porque Taylor y tú...”. “Tal vez” respondió Torrey a la silenciosa pregunta. “Espero que no tengas que dejarlo, mamá. Eres una buenísima escritora, las cosas que puedes poner en un papel...” siguió Jess. Después miró a los ojos a su madre. “He leído tus libros mientras estaba aquí” y añadió profundamente: “supongo que debo decir que lamento no haberlos leído antes”. “Gracias, Jess. Además, sólo porque vuelva a enseñar no significa que no pueda escribir también. En cualquier caso el puesto es sólo de medio día, y aunque yo no aceptara el trabajo y no estuviera en California, sé que Taylor estaría encantada de que estés aquí”. Aunque Jess no quería pensar en esa última frase, extendió sus brazos y dio un abrazo de oso a la pequeña mujer. “Te quiero, mamá. Haré que Taylor y tú estéis orgullosas de mí algún día”. Torrey pasó tiernamente una mano por la mejilla de su hija. “Oh, cariño, ya has hecho eso”. *
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Torrey se apoyó contra la verja de madera del patio, bajo la mirada de las colinas. Oyó deslizarse las puertas del patio y en unos segundos sintió unos fuertes brazos envolverla por encima de su cuerpo. “Mmmm, adoro la forma en que tus brazos me hacen sentir” murmuró a la morena mujer que estaba tras ella. “Bueno, creo que me podría acostumbrar a ello” señaló Taylor, apretando su abrazo y sintiendo el cuerpo de Torrey apoyarse contra su pecho. “Adoro ser capaz de ver las estrellas de esta forma. En Chicago tienes que competir con los edificios y las luces para poder verlas”. “Bien, tal vez tengamos la oportunidad de verlas aquí, en la costa Oeste” susurró Taylor, atrayendo el cuerpo de Torrey más cerca de ella y apoyando su barbilla en el hombro de la mujer más pequeña. “He hablado con mamá hoy. Espero que no te importe, pero le he contado lo nuestro”. “¿Qué ha dicho?” Taylor dejó escapar una divertida sonrisa. “Ya la conoces. Actuó como si supiera todo lo que había pasado. Apuesto a que comenzó a gritar como una banshee en cuanto colgué. Dijo algo, sin embargo, que me dio que pensar. Le dije que parecía todo tan claro ahora, el amor que sentimos cada una... me
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pregunte porqué no hemos podido verlo hasta ahora. Me dijo que no era que no pudiéramos verlo, era que no lo veíamos. Tú eres la filósofa. ¿Qué crees que significa?” “No hay nada tan ciego como aquel que no quiere ver...” respondió Torrey. “No recuerdo si es una cita o un dicho, tan profesora de inglés que soy... Sin embargo creo que estoy de acuerdo con tu madre”. Torrey giró entre los brazos de Taylor y apoyó su mejilla contra el pecho de la artista, escuchando el fuerte y rítmico latido de su corazón. “Creo que aunque las cosas no hubieran salido así todos estos años, aunque me hubieras profesado tu amor eterno entonces…No lo hubiera visto. Nunca pensé que pudieras amarme. Sabes lo que Evelyn me hizo. Joder, nunca pensé que nadie pudiera amarme. Estaba probablemente frente a mí, Stretch, y yo me negué a verlo”. Taylor se preguntó una vez más que había hecho bien en su vida para merecerse a la mujer que tenía entre sus brazos. “Tienes razón” afirmó Taylor tristemente. “Podrías haberte lanzado a mi cama, Tor, y hubiera rehusado. Nunca pensé ser lo suficientemente buena para ti. Siempre pensé que, algún día, alguien digno de tu amor aparecería para hacerte feliz. Ni siquiera me hubiera permitido ver que podría haber sido yo”. “El amor no es ciego” dijo Torrey, moviendo su cabeza aturdida. “Simplemente es estúpido”.
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“¿Vas a mirar cómo me preparo?” preguntó Torrey, introduciéndose en el negro vestido de tirantes que había elegido para la exposición de la artista en la galería L.A. “Uh huh” afirmó con la cabeza la artista desde su sitio en la cama. Estaba tumbada con su bata de seda azul, sus manos apoyadas tras su cabeza, mirando al sexy vestido de la rubia. “Siempre he querido saber qué hace que te cueste tanto prepararte. Pero…” añadió, saltando hasta estar detrás de la escritora que le indicaba la cremallera que necesitaba ajustarse “si te hace sentir mejor, siempre he pensado que vale y mucho la pena esperar”. “Siempre, ¿eh?” preguntó Torrey, inclinando su cabeza ligeramente para permitir a la alta mujer que le diera un beso en esa parte de su piel. “Siempre. Mmmm, adoro este vestido” respondió Taylor, retirando el tirante del hombro mientras sus besos se hacían más apasionados. “Quítatelo...” pidió la artista.
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“Hemos quedado con Jess y Val en la galería. Llegaremos tarde” avisó Torrey. “Y ahora, pregúntame si eso me importa” Los ojos de Torrey se cerraron y sus labios se apartaron en un gesto muy sensual mientras los labios de Taylor encontraban el hueco tan sensitivo justo bajo la oreja. “Oh, sí... bájamela...” ordenó impaciente la escritora.
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“Definitivamente me equivoqué de profesión” susurró Torrey a la amiga de su hija mientras Valerie y ella atravesaban la gran galería, mezclándose por entre los patrocinadores. Era la primera vez que Torrey veía el precio de los trabajos de su amante, y su boca se secó ante los números. “¡Creo que éste cuesta tanto como los beneficios de mis últimos tres libros!” rió la escritora. “Ahora ya sabemos cómo le alcanza para tener un Mercedes”. Valerie rió ante los comentarios de la mujer. Recordó el comienzo de la noche, cuando la artista y la mujer que estaba ahora a su lado, surgieron del rugiente coche rojo deportivo. Jess le vaciló a Taylor con la razón por la llegaban tarde, pero Val no pilló la broma hasta que Jess le explicó toda la situación en privado. Val creía que nunca jamás escucharía algo tan romántico como aquel relato. Torrey miró mientras Taylor presentaba a Jessica a una nueva persona que algún día podría ser buena para su carrera. Era como si Taylor conociera a todos en el mundo del arte, y esa noche todo el mundo quería hablar con ella. La artista se encogió de hombros a modo de excusa cuando pilló la mirada de Torrey desde una zona de la galería. La escritora le guiñó un ojo y le ofreció una de sus sonrisas de no puedo ayudarte. Además Jessica parecía estar en el séptimo cielo, y Torrey realmente disfrutaba de la compañía de Valerie. La joven no estaba como hipnotizada ni se comportaba como tal ante la conocida Torrey Gray, y la escritora apreciaba eso más de lo que las palabras pudieran decir. Finalmente Jessica encontró a las dos mujeres fuera, respirando algo de aire fresco. “Taylor te busca, mamá” “Bien, que quede lejos de mis deseos el hacer que la artista de la década deba esperar” replicó Torrey y se introdujo en la galería.
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Torrey soportó las miradas mientras atravesaba las estancias de la galería buscando a la artista. Algunas de esas miradas eran de las típicas que tenía que manejar mientras la gente se preguntaba si ella era realmente la mujer que parecía ser. Esa noche parte de las miradas tenían parte de su razón en el hecho de que casi toda la gente de la inauguración había visto llegar a Taylor y ella juntas y la forma en que la artista tomaba su mano mientras atravesaban la multitud. La razón final era una con la que la escritora podía vivir. Se veía bien. Podría ser pequeña y cuarentona, pero tenía un increíble aire de confianza que surgía de su propio cuerpo. “Torrey Gray” dijo una voz femenina detrás de la escritora. Torrey paró, frenando sus pasos. Reconoció la voz de inmediato, pero nunca esperó escucharla allí, en California, y menos en la exposición de Taylor. Se giró para enfrentarla, mientras miles de diferentes escenarios atravesaban su mente. “Hola, Kat” dijo Torrey volviendo su rostro hacia la mujer. La prostituta estaba tan magnífica como siempre. Tomó la mano de la escritora durante uno o dos segundos antes de liberarla tras el tiempo debido. Estaba un poco demasiado cerca de la escritora de lo que probablemente debería, pero tenían una historia y eso permitía ciertas libertades. “Estoy aquí con un cliente, ella es fanática de los trabajos de cierta artista californiana y cuando oí su nombre, tengo que admitirlo, me ganó la curiosidad. Tenía que saber si esa Taylor era tu Taylor. “Bueno, la verdad es que...” “Cariño, creo que puedes tomar esta”. Taylor portaba una aflautado copa de champán para la autora en una mano, deslizando el otro brazo alr ededor de la cintura de Torrey en un inconfundible gesto de posesión. “Umm... gracias” respondió Torrey nerviosa. La escritora miró a la artista, quien tenía una hechizante sonrisa en su rostro. Fue entonces cuando Torrey lo vio de nuevo, el azul del iris de Taylor estaba en ese momento de un color gris acero. Había en ellos un brillo que Torrey no había visto antes. Era un inequívoco destello de celos. Oh, Dios... ¿porqué a mí? se preguntó Torrey. “¿Quién es tu amiga?” preguntó Taylor, todavía con la hechizante sonrisa en su sitio. Pero Torrey podía sentir la tensión en la voz de la mujer más alta y hubiera reído ante la ironía de toda la situación, si no pareciera tan condenadamente seria. “Oh, ésta es...”. Torrey sabía que debía tener los ojos como platos porque Kat sonreía con una divertida sonrisa en su rostro. La escritora se dio cuenta de que no tenía ni idea de cuál era el nombre completo de Kat. 233
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“Katherine Berring” dijo Kat con una sonrisa, ofreciendo una mano a la artista. “Así que tú eres Taylor Kent. Es como si te conociera. De la revista Arquitectural Digest” añadió rápidamente con una sonrisita. “Tu trabajo es realmente increíble” “Gracias” replicó Taylor. Torrey miró mientras ambas mujeres se enfrentaban silenciosamente. La pequeña rubia se encontró incómoda en medio de su lucha mental. “Y dime, ¿de qué conoces a Torrey?” inquirió Taylor “Bueno, la verdad...” comenzó Kat. “New York” finalizó Torrey rápidamente. Por favor... por favor, Kat, has sido un tesoro, pero ¡puedes simplemente pasar de esto! Torrey aprovechó el momento de silencio para acabar el champán de la copa de un largo trago. “¿Sedienta?” preguntó Taylor. Señaló con la cabeza la vacía copa. “De hecho sí. ¿Te importaría traerme otra? ¿Por favor?” Taylor ofreció una sonrisa torcida a la pequeña rubia, después lanzó una mirada a la morena que la observaba con algo parecido a regocijo. “Sin problema, ahora vuelvo” dijo, besando la frente de Torrey antes de volverse. “Tienes razón, nos parecemos” rió Kat una vez Taylor estaba fuera de vista. “Mira, Kat...” “Torrey, no he venido aquí para echar lo tuyo a perder. Parece que finalmente has conseguido a tu artista, ¿eh?” Torrey sonrió a modo de respuesta y afirmó con la cabeza. “Bien”. Kat se inclinó y dio un tierno beso en la mejilla de Torrey. “Te mereces cada pedacito de felicidad que este mundo pueda ofrecerte, mi pequeña amiga. Debo admitirlo, lamentaré no volver a verte”. “Nunca digas nunca” reflexionó Torrey. “Oh, he visto la mirada de ella. Tu número está definitivamente borrado. Cuídate, Torrey” dijo Kat, riendo mientras se volvía para encontrar a su cliente en medio de la muchedumbre. “¿Está bien si vuelvo ya? No vas a trincarte otra copa de champán sólo para deshacerte de mí?” preguntó Taylor en broma.
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“Muy graciosa” dijo Torrey, aceptando la copa que la artista tenía sujeta. “Vale. ¿Quién es realmente?” preguntó Taylor. “Una... amiga‖ respondió Torrey tan sinceramente como podía. “Mmm hmmm” dijo Taylor tomando un sorbo de su propia copa. “¿Estaba tu amiga disgustada con que no puedas volver a dormir con ella?” Torrey sonrió y sacudió la cabeza. “Lo sabes todo, ¿verdad?” “Cariño” le sonrió la mujer más alta “hemos tenido vidas separadas durante quince años. Estamos obligadas a cruzarnos con viejas amantes ocasionalmente... tuyas y mías” añadió. Torrey levantó una ceja mientras salían de la estancia. “No te preocupes” dijo Taylor con un guiño. “Ninguna de las mías está esta noche aquí. No creo que a ninguna de ellas les gustara lo suficiente. Pero, ¿de dónde la conoces?” preguntó Taylor tras pensárselo. Torrey deslizó un brazo alrededor de la cintura de su amor y le dio un tierno achuchón. “Te contaré toda la historia cuando lleguemos a casa”. “Trato hecho” dijo Taylor con un rápido beso en la coronilla de la mujer más pequeña. “Vamos”. “¿A dónde vamos?” “Hay gente a la que alardearte” rió Taylor mientras se dirigían hacia Samantha y sus amigos del grupo. *
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“Dime, ¿qué piensas?” preguntó Taylor a Jessica mientras estaban tranquilamente en el exterior, tomándose un descanso del ruido de la atmósfera de la fiesta de dentro. “Creo que no puedo esperar a ganar medio millón de pavos haciendo algo que adoro hacer” respondió con una sonrisa. Taylor sonrió a la joven. “Bueno, el precio me permite hacer lo que adoro hacer”. “¿Puedo cambiar de tema, Tay?” “Por supuesto. ¿Qué te ronda la cabeza?”
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“¿Le vas a pedir a mamá que se venga a vivir aquí?” preguntó Jessica lo más rotundamente posible. Taylor la miró como su hubiera sido golpeada en la cabeza por su lado ciego. “Bueno, yo... ummm, supongo que he asumido que ella... quiero decir, que ella no querría y...” “¡Oh, no puedo creeros! No pienso hacerlo de nuevo...”. Jessica comenzó a dar vueltas frente a la artista y los ojos de Taylor se abrieron ligeramente ante la reacción de la joven. “Quince años... ¡vosotras dos sois de record guiness! No me puedo creer que no hayáis aprendido nada de todo esto. Ambas os calláis como tumbas y creéis saber lo que la otra piensa, pero ¡no! Francamente, ¡creo que vuestra historia sobre creer saber lo que la otra piensa me supera!” Taylor estaba sinceramente demasiado aturdida para decir nada en respuesta al arrebato de la joven. “Bien, esta vez no pienso callarme y quedarme a un lado. Olvida esa lealtad y mantén tu boca cerrada. ¿Quieres saber lo que mamá quiere? No lo adivinarías porque como he dicho ni te lo hueles. Te diré lo que me dijo: quiere que se lo preguntes, sin más ni más, eso es todo... ¡sólo necesita que tú tengas el cuidado suficiente como para preguntárselo! Y si tú no lo haces... bien, entonces no sé qué haré yo, ¡pero será algo drástico! ¡Llamaré a tu madre!” amenazó finalmente Jessica. En esos momentos Taylor estaba cerca de romper a reír ante el fervor de la joven. Alzó ambas manos a modo de rendición. “Ve a buscarla y se lo preguntaré”. Taylor no pudo aguantar más la risa. “Oh” dijo JT suavemente y entonces sonrió profundamente a la artista. “¡Vale!” añadió con entusiasmo una vez que se dio cuenta que la artista se refería a ese mismo momento.
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“Nuestra hija piensa que debemos hablar... de nuestro futuro” comenzó Taylor. “¿Qué?” susurró Torrey. “Parece pensar que en lo que se refiere a leer la mente de otros, bueno, estoy parafraseando, pero básicamente piensa que se nos da fatal. Me lo dijo en términos no tan exactos, más bien”. “No puedo decir que discrepe mucho con ella”. Torrey envolvió con sus brazos un poco más fuertemente la cintura de su amada. “Tenemos que admitir que nuestro historial puede hablar de perseverancia y longevidad, pero que 236
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flojeamos algo cuando se refiere a revelar nuestros sentimientos” terminó Torrey. “¿Taylor?”. “¿Hmmm?” “¿Qué quieres que pase con nosotras? Y no quiero oír lo que crees que yo quiero, o lo que se supone que pueda ser lo mejor para Jess, o lo que creas que yo quiero oír. Quiero saber, sinceramente, que es lo que tú quieres”. Las cejas de Taylor se fruncieron mientras miraba al suelo unos segundos. Cuando miró los verdes ojos de la mujer que amaba, sintió ese familiar cosquilleo de su estómago. Era como si se enamorara de esa mujer completamente de nuevo, siempre que Torrey sintiera lo mismo. Tomó el rostro de la pequeña rubia entre ambas manos y besó ligeramente con sus labios los cálidos de Torrey. “Quiero comprar tres billetes a Chicago. Quiero que las tres volvamos allí. Quiero empaquetar toda tu vida pasada y todo lo que quieras coger y prepararlo todo para poder traerlo aquí. Entonces quiero que volvamos aquí y estar juntas como una familia el resto de nuestras vidas”. Taylor besó una vez más a Torrey, con un firme roce esta vez. Secó las lágrimas de Torrey con sus dedos y sonrió nerviosamente a la mujer más pequeña. “Eso es lo que quiero. Y tú, Tor, ¿qué quieres?” “Quiero que me beses” dijo Torrey, presionando sus manos contra el pecho de la morena mujer para pararla momentáneamente. “Bésame con todo lo que me amas” añadió Torrey. Taylor capturó los labios de la mujer en un beso que dejaba poco a la imaginación mientras se acercaba más a la pequeña rubia. “¿Y?” preguntó Taylor. “Quiero que me rodees con tus brazos” pidió Torrey, mientras la mujer más alta envolvía con sus brazos el pequeño cuerpo, acercando a Torrey más hacia ella. “¿Y?” continuó Taylor. “Quiero que nunca, jamás, te alejes de mí” dijo Torrey finalmente mientras su voz se rompía. “Te amo, Little Bit” “Te amo, Stretch”. “Nunca te dejaré ir... te lo prometo” dijo Taylor, inclinándose hacia el beso que las dos mujeres habían estado esperando casi dieciocho años, su beso de compromiso profundo. *
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Traducción: Xirant
Jessica y Val se cogieron las manos mientras veían la escena desde el balcón superior. Sin que las dos amantes de la vereda de debajo lo supieran, el balcón de la galería del segundo piso se abrió por encima de donde ellas se encontraban. Sus murmuradas palabras de amor no pudieron ser oídas por nadie más, pero el ardiente beso que habían compartido rodeadas por el clímax de su promesa eterna había sido visto por varias personas más. “¿Porqué está Torrey Gray, la autora, con ella...?”. Un hombre dio un pequeño codazo a su mujer. “La vi en Oprah”. “Bueno”. La mujer que estaba junto a ella se sorbió la nariz. “¿Qué clase de ejemplo dan?” “¡El mejor! dijeron Jess y Val al unísono.
FIN
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Traducción: Xirant
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