Literatura ecuatoriana contemporánea (IV)

March 16, 2017 | Author: lensois | Category: N/A
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IVÁN CARVAJAL HUMBERTO VR4UEZA ANTONIO PRECIADO ALEXIS N A R A N JO JAVIER PONCE

KIHI IOIICA BASICA d i : Al/IORRS ECUATORIANOS

El presente volum en ensaya una aproxim ación a cinco poetas significativos, todos ellos renovadores del len­ guaje poético. Desde una relectura crítica de las van­ guardias y sucesivas p ro ­ m ociones postm odernistas, destaca en ellos una m irada inquisitiva sobre la cultura, la historia, la política, el ser hum ano, en los lím ites de la invención literaria. Si Anto­ nio Preciado, alta expresión de la negritud ecuatoriana, nos lleva a los ritm os y p ro ­ blem áticas esenciales de su pueblo, los dem ás enhebran un universo de profundas calidades y radical com ­ prom iso con la literatu ra y el hom bre: inquietudes de orden m etafísico y cognos­ citivo en Iván Carvajal; deconstrucción lingüística, culturológica y política en H um berto Vinueza; inquisi­ ciones de índole transgresora frente a la m odernidad en Alexis N aranjo; palim p­ sesto proyectado sobre la realidad histórica y plurinacional del país en Javier Ponce.

UTPL U M IV im O A O TtCNICA »M )T)CU IA » D I LOJA

Contemporáneos (IV)

BIBLIOTECA BASICA DE ALTORES ECUATORIANOS

BIBLIOTECA BÁSICA DE AUTORES ECUATORIANOS

U niversidad T écnica Particular de Loja

Proyecto editorial de la

utpl

(2015)

Contemporáneos (IV) Primera edición 2015 ISBN de la Colección: 978-9942-08-773-7 ISB N -978-9942-08-764-5 Comité de honor utpl :

José Barbosa Corbacho M. Id. Rector

Santiago Acosta M. Id. Vicerrector

Gabriel García Torres Secretario General

A utoría y dirección general:

Juan Valdano Miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Española Coordinación:

Francisco Proaño Arandi Miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Española R evisión de textos:

Pamela Lalama Quinteros D iseño y diagramación:

Ernesto Proaño Vinueza I nvestigación y asesoría en diseño gráfico: Departamento de Marketing de la utpl, sede Loja D igitalización de textos: Pablo Tacuri ( utpl, se d e Loja) I m presión

y en c u ad er n a ció n : e d il o ja

Cía. Ltda.

URL: http://autoresecuatorianos.utpl.edu.ec/ Loja, Ecuador, 2016

Contemporáneos Iván Carvajal Humberto Vinueza Antonio Preciado Alexis Naranjo Javier Ponce Estudios introductorios: Yanko Molina Julio Pazos Barrera Francisco Proaño Arandi

Indice

I v á n C arvajal

Sobre el autor / 13 De las gentes antiguas / 19 Noche / 20 A la luz de Botticelli / 22 Ofrenda / 23 Aire y barro / 24 Puerto / 25 Balada de la afrodita de arrabal / 27 Entre la fronda / 29 Célica / 31 Secoyas / 32 La ofrenda del cerezo / 33 Azogue / 38 Alderabán / 39 Alfa del centauro / 41 H um berto V in u eza

Sobre el autor / 45 [Una luciérnaga en la habitación oscura] / 51

índice

[Si a levitar aprendiste vuelve hacia la tierra] / 52 [Pude aprender de la vida] / 53 [Hubo un tiempo en que los poemas] / 54 [La vasija ha contenido durante siglos] / 55 [Llama a la puerta y dice aquel acertijo] / 56 [La nave espacial traza en el cielo azul una estela] / 57 [El polvo sideral nos recuerda] / 58 [Tal vez exagero y] / 59 [El espejo propicia exilios exteriores:] /6 0 [—Tengo sed—pensó el caminante] / 61 [La transgresión no está en saber] / 62 [Quizás la Historia] / 63 [Siempre amarás a quien ama la utopía] / 64 [Se corre el riesgo de que en la ínfima] / 65 [Cantan los pájaros al amanecer] / 66 [De tanto esperarte ahora tengo] / 67 [Lo que se haga] / 68 [Juntos hemos transitado por millones de palabras] / 69 [Tengo miedo de que mi estrella] / 71 [La caravana pasa] / 72 [Alguna vez escribiré —decía—un poema] / 74 [Arriesga tu señal] / 75 [Con el viento vuelve la voz] / 77

índice

[Tarda] / 78 [Nunca vamos a los pensamientos] / 79 [La ciudad ya no vive en lo que digo] / 80 [Celosa estás porque otra mujer] / 81 A n t o n io P reciado

Sobre el autor / 85 Chimbo / 91 Rumbera / 93 La mariposa negra / 94 Algo así como humano / 95 Dos solos de tambor de Cuamé Bamba / 97 Matábara del hombre bueno / 99 Matábara del hombre malo / 101 El poeta les muestra sus raíces / 102 El poeta les toca su tambor / 104 Advertencia / 105 Poema húmedo / 106 Los cuatro generales y el poeta / 107 A dos voces / 108 Ante el Che de Guayasamín / 110 Aclaración necesaria sobre los colores amarillo, azul y rojo / 111

índice

Miriam Makeba /113 Poema con pájaro rojo / 114 A lexis N a r a n jo

Sobre el autor / 117 Happy ending /121 Árbol susurrante /122 Diciembre seis /123 Poiesis /124 Musa /125 Abjurantes /126 En su centro vacío / 127 Sacra (Fragmento) /128 Muerte /129 Siega /130 Salitre filosofal /131 Seducción de la sombra (Fragmentos) / 132 J a v ier P once

Sobre el autor / 151 El sonido es todo lo que está y nos atestan los sonidos /159 Alguien en la sombra / 162 Tres poemas tardíos / 164 Ninguna sed /165 El insomnio de Nazario Mieles (Fragmento) / 168

Iván Carvajal

Iván Carvajal

N o t a b io g r á f ic a

ace en San Gabriel, provincia del Carchi, en 1948. Se ha desempeñado como poeta, ensayista y catedrático uni­ versitario. Su lírica es una de las más notables de su ge­ neración e incluso del siglo X X en Ecuador. En 1983 obtuvo el Premio Nacional de Literatura «Aurelio Espinosa Pólit» por su libro Parajes, y en 2013 el Premio a las Libertades «Juan Montalvo». Estudió Filosofía en la Universidad Central y en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, donde se doctoró. Además de la literatura, sus intereses abarcan la filosofía política, la estéti­ ca y la educación superior, entre otros campos. Dirigió la revista País Secreto y creó la Corporación Cultural Orogenia.

N

O b r a l it e r a r ia

Su obra abarca los campos de la poesía y el ensayo. Además, ha colaborado como traductor de poesía. Poesía: Poemas de un mal tiempo para la lírica (1980); Del Avatar (1981); Los amantes de Sumpa (1983); Parajes (1983); Material de lectura (antología, 1991); En los labios / la celada (1996); Ópera (1997); Inventando a Lennon (1997); Del Avatar (incluye Poemas de un mal tiempo para la lírica, 1998); La 13

Contemporáneos

ofrenda del cerezo (2000); Tentativa y zozobra. Antología 1970-2000 (2001); La casa delfuror (2004); Antología mínima (2013) Ensayo literario: A la zaga del animal imposible. Ensayos sobre poesía ecuatoriana en el siglo XX (2005). Traducción: La Desconocida y otros poemas. Selección de poe­ sía y prosa de Aleksandr Blok (junto a Ekaterina Ignatova, Cor­ poración Cultural Orogenia, Quito, 2009)

J u ic io c r ít ic o

A lo largo de la obra de Iván Carvajal, el poeta emprende un reco­ rrido que va desde el vértigo hacia el reposo. En «Weekend», el primero pero no el mejor poema de Del avatar, la voz poética es­ tablece una relación antagónica con el universo. Sus personajes se ven enfrentados con la naturaleza, con las personas, incluso con el entorno social en el que se desenvuelven. José diagnosticó una crisis social para octubre

cuando hablaba los círculos concéntricos de la onda en el agua evocaron la tesis de los monótonos los extravíos del pensar hacen de la historia un tiempo repetido circular y sin embargo infinito (y no marcha el Tiempo los peces se pudren en elfondo del río esto creía Clara)1

Las imágenes son violentas, reflejan la impotencia de los perso­ najes para el enfrentamiento, ante un mundo que les es ajeno,

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Iván Carvajal

pero del que pretenden apoderarse. Esta lucha se refleja también en la forma del poema. El ritmo es veloz, no cesa. Las líneas poé­ ticas se extienden, se escalonan, buscan llenar la página, se impo­ nen sobre el blanco, sobre el silencio. Sin embargo, «La palabra poética está destinada al ostracismo. Al lugar situado fuera de los límites de la República, es decir,fue­ ra del territorio de la acción política»2. En los primeros libros de Iván Carvajal (Del avatar y Parajes), la voz poética persiste en un enfrentamiento imposible. Quiere insertarse en la Historia, en un tiempo distinto al que le es na­ tural, al que le es propicio. Esta lucha deviene en angustia. En En los labios / la celada (1996), se suma un elemento nuevo: la intimidad. Una parte de este nuevo volumen está ocupado por una voz poética que rememora a una amada ausente, trata de recuperarla, busca hallar un punto de encuentro imposible. La lucha continúa presente, la angustia se multiplica. En Los amantes de Sumpa la voz poética alcanza una nueva po­ tencia, donde la conciencia plena de su labor le es revelada al poeta. Sobre la trilogía que había sido el más notable avance en los poemarios anteriores (incluso en En los labios / la celada, que siendo posterior en su fecha de publicación mantenía las ca­ racterísticas de los dos primeros): angustia, intimidad y tiempo, se adquiere un dominio y un control absoluto, se hace evidente que el poeta ha asumido estos elementos y los ha convertido en su material preferente. La amantes de Sumpa nace de la contemplación. La voz poética se deja seducir por la imagen de dos esqueletos enterrados du­ rante siglos y que al revelarse se encuentran abrazados, juntos incluso después de la muerte. Pero a partir de esta imagen surge una profunda reflexión sobre el tiempo.

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Contemporáneos la plenitud no está en la eternidad reposa breve en el instante de invención cercano a lo mortal estalla el gozo bien puede el Tiempo arrasar y ser perverso logrará acabar con tu amor y con mi cuerpo mas qué importa si ya la rosa vivió su esplendor.3

Ya no es el tiempo de la realidad, tampoco es el tiempo de la His­ toria, estos han sido reemplazados por una nueva categoría: el tiempo del discurso4. Aunque el poema nace de la contemplación de un hecho real (el hallazgo arqueológico de una tumba de una antigüedad de 10 ooo años en la provincia de Santa Elena), este es superado por la creación. En el poema ya no existen los restos verdaderos, las criaturas del poema nacen de la interpretación que de ellos hace el poeta. Se extingue la contingencia, sólo per­ siste la eternidad, que únicamente es posible cuando se recrea en el instante en que es enunciada. Al obtener el poema su plena soberanía, la lucha cesa. La angustia, entonces, se vuelve imposible. Ese desencuentro —plenamente necesario para que se obtenga la poesía— ha dado paso a la autonomía. Ahora, la intimidad se recupera con una forma nueva: «La escritura poética [...] es el ámbito de la intimidad: en ella mundo y cosa concuerdan en su diferencia. Mas este concordar siempre se difiere. [...] Y es el diferir de la concordancia lo que abre, en la intimidad, la pupila a la fulguración del relámpago»5. El encuentro ya no es con nada ajeno al poema, los amantes muertos hace 10 ooo años en Sumpa han sido reconstruidos, vueltos otros dentro del poema, permitiendo el encuentro siempre presente, pero siempre postergado. En Ópera, el proceso vuelve a hacerse patente. A partir de referentes culturales —la música, la mitología, el cuento de hadas...— se construye un mundo autónomo, completo en sí

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Iván Carvajal

mismo. Cualquier referente es solo pre-texto. Nada existe fuera del poema. En los libros posteriores, este encuentro se da de manera reitera­ da, con resultados de una belleza excepcional. Inventando a Len­ non reincorpora el encuentro con la Historia, con la naturaleza, la ciudad..., pero los dota de una esencia diferente: «El encuentro de la poesía y la historia acontecido en el ámbito de la memoria, gatilla una sucesión de imágenes que, pudiendo ser material de la historia, obedecen aquí a la poesía»6. Todo referente existe sólo como materia poética. En La ofrenda del cerezo, los referentes son ya inseparables de la poesía. Se entrelazan vivencias íntimas con miradas contem­ plativas, experiencias históricas y referentes culturales. Todo es uno en la poesía, porque ya no depende de otra cosa sino de ella. En La casa delfuror, los recursos se refinan. El poeta ha logrado la plenitud de su obra. El lector puede ser parte de este instante de deslumbramiento. YM N

o tas:

1«Weekend». Del avatar. Quito: Tábano, 1998. 2Iván Carvajal. «País Secreto». En País Secreto, revista de ensayo y poesía, n.° 1, junio de 2001, pág. 3.

3Los amantes de Sumpa, Acuario, 1998. 4Cfr. Émile Benveniste, «El lenguaje y la experiencia humana» Problemas de lingüística general II, Siglo XXI, México, 1999 5 Iván Carvajal. «País Secreto». En País Secreto, revista de ensayo y poesía, n.° 1, junio de 2001, pág. 7. 6 Juan José Rodríguez. «De la brecha de paraje a la voz babélica en “Los jue­ gos de la tribu”: una mirada a Inventando a Lennon». En Fulgor del instante. Aproximación a la poesía de Iván Carvajal. Quito, [s. e.] 2008. pág. 52.

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Contemporáneos B

ib l io g r a f ía s o b r e e l a u t o r :

Camón, César Eduardo y Albán, Fernando (editores). Fulgor del instante. Aproximaciones a la poesía de Iván Carvajal. Quito: [s. e.], 2008. González Soto, Juan. «La imaginada voz del equinoccio». En Tentativa y zozo­ bra. Antología 1970-2000. Madrid: Visor, 2001. Barreto, David G., «‘Fémur de hombre sobre pelvis de mujer’: anatomía de Los amantes de Sumpa de Iván Carvajal». En Kipus, revista andina de letras, n.° 18. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, 2004.

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De las gentes antiguas Enterrados los huesos de los muertos conforme al rito ya nada queda para el equívoco quedan los yelmos cuchillos los vasos de oro el pedernal y más pero no el vino pero no el fuego nada se sabe del dolor gastado para dar lustre al utensilio nada se sabe del amor que les guió a los lechos ya solo nos quedan las huellas sus grandes afanes colectivos. De Poemas de un mal tiempo para la lírica (1980)

Contemporáneos

Noche (Fragmento) Para María Augusta

I Cabalgar sobre este duro espinazo sobre la áspera cresta erizada de espadas encaramados sobre el lomo de espinos a horcajadas sobre las lunas menguantes dejándose llevar por los cascos febriles por los espasmos de la noche arrastrando las consecuencias de estas patas poderosas ajenas a toda decisión y sin fines precisos en los disturbios de la conciencia cómo no hacerlo resbalando por esta piel de granito en la sorda batalla de los chasquidos metálicos este rechinar parte de un tajo la encrucijada en que se anudan los caminos cómo no escapar de este cielo de aluminio y alquitrán el séptimo cielo del granito que se estrella contra los farallones y eleva a himno el aullido de las víctimas ah los vientos ah los vientos devoran las aristas de los cuerpos los gemidos se confunden ahí abajo en el estrépito que emerge de las catedrales 20

luán Carvajal

oscuros se tejen los versos de los nuevos cantares en los odres oscuros y en medio de las explosiones cómo irrumpen las aguas más allá de la orilla las encrespadas sombras sin ribera se rompen las aguas contra agujas de piedra las sombras inútilmente contra las aguas y alguien prende fuego a la hojarasca piélago deshabitado piel y posada de basalto para el Espíritu que se deshace—y—se—configura velados riscos donde el vaho vuelve a encender lavas ya frías qué frágil la memoria se retuerce si la pasión fecunda el pensamiento gira en sus propios alisios cómo no cabalgar asido a estas crines de perpetuidad sobre los escombros aún humeantes descolgadas sobre los objetos estas cabelleras de medusas vehementes estos ojos que encienden las lumbres de las convocatorias las cifras de los dados en la fulguración del designio urgido el entendimiento a descifrar urgido el sabio por el compás de una música sin freno lenguas torbellinos marejadas ronquidos de la alta mar las acometidas de la noche sin límite la amplia noche que niega el sosiego. De Parajes (1983)

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A la luz de Botticelli Golpea a coletazos sobre la superficie dorada tal vez coquetería desmedida tal vez advertencia al temerario acróbata del salto mortal lustrosa y refulgente habrá de darse abriendo las tapas de la enorme ostra desafiando al espejo que atrapará su imagen para sacarla de tan oscura madre va a contemplarla el gesticulador a contemplar los bucles en descenso hacia el rostro iluminado hacia el cuello hacia los senos y en la lengua de uva y en los ojos almibarados su perversión. De En los labios la celada (1996)

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Ofrenda La luz llena mis manos enlazadas. Mi rostro, aún tenue en la sombra. Es de acacia el follaje susurrante. La luz acerca hasta mis ojos las hojas levantadas en aéreo animal. Fragancia de la tierra, complacencia del cuerpo en reposo. Rumor prendido del árbol, urgido por el aire. Como un sereno tajo cae la luz en la ofrenda. De Inventando a Lennon (1997)

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Aire y barro Desde océanos de bullente limo, aire y barro yendo hacia mi cuerpo. El perfume. La ofrenda. De Inventando a Lennon (1997)

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Puerto Naufragamos. Mercancías apiladas en las tiendas hasta el techo. De los ganchos cuelgan las reses. Y allá vamos por un pedazo de lomo, por un kilo de visceras. Aspiro el olor del humo, cargado con la sangre chamuscada. Rociamos con soporíferos vinos el bocado. ¡El holocausto! Salomón o Francisco descansan con la nuca apoyada sobre el testuz de la bestia decapitada. Mi cuerpo, territorio ganado palmo a palmo entre retazos... Madame baja las gradas haciendo gala de su traje y colorete. Madame cuida su rostro, no mira directo hacia el asfalto, recoge su manga y sopesa en su mano enguantada el mango. Mi dama en el umbral: esa coqueta esfinge, regordeta y recortada contra el fondo de un anuncio: una marca de jabones. Saludable... Naufragamos, en un bazar cualquiera. Pero no te tragues el cuento, camarada, yo no vengo en esa nave de casco negro desde las islas prohibidas, no voy para Itaca, ni a hacer las Américas. Mi puerto de embarque está al cruzar la esquina.

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Sin embargo, el plebeyo intuye en mis ojos abiertos mi ceguera, advierte que me pierdo, anticipa mi acechanza. ¡Ah, me traicionan las pupilas, me descubren con el fuego! ¡Su seducción! ¡Ah, esos destellos del sol febril y fanático restallantes en el perfil de la navaja! Y mientras mondo la fruta, la mujer se desvanece, el cargador arrastra la pierna de una res (seguro: naufragamos), y me oyen cuando silbo. De Inventando a Lennon (1997)

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Balada de la afrodita de arrabal Al amanecer, la hija abandonada del pirata deja su cuartucho en las barracas y corre a los tranvías. Su placer: admirar el surgimiento de los edificios, contemplar los volúmenes entre la luz ligera, aún fría, que avanza lentamente por aristas, entre hendijas, bajo puertas, resplandeciendo en el tibio cristal de las ventanas. En un rincón, al borde de una grada, el gato lame un desayuno que el ojo no alcanza. Al amanecer, mira hacia fuera, detrás del vaho, mientras se frota las manos, la barbilla, junta los pies, en el vagón que va a la playa. Yo la escucho susurrar su balada mientras baila descalza, empujando con la punta de un dedo el montículo, la obra nocturna del cangrejo en la arena. ¡Ah, en su fina garganta, cuánta tensión para traer el canto,

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murmurado desde su pecho, tembloroso! Un milagro que soplan sus labios, tan leve. Encubre su rostro, sopla su música hacia el horizonte marino. Allá va, allá va, la loca y nunca llegará el errante, aquel que debiera llorar su eterna desolación sobre su pecho pequeño. Allá va, menuda, con su canto. Y ahora que se vuelve a la ciudad, por tres centavos te dejaría poner tu torpe mano entre sus muslos. ¡Bah! Ya jamás tendrás esa canción que ella susurra para el agua. Una canción que escucho en la aurora, desde su más profundo sueño. De Inventando a Lennon (1997)

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Entre la fronda Entre la fronda lejos del ronronear de los motores, tan a lo lejos que ya no escuchas campanas ni el cuchicheo, bajo esta luz que filtran las hojas del molle, miras en tu mano una corola, una corona ligera que la quisieras dispersa. Ya fuera del atajo sobre la hierba tus pasos resuenan con un chasquido. Así la respiración del padre, en las horas finales sobre la hierba soñada en la fatiga. ¡Ah! Si el apicultor volviese, si retornase hacia su colmena, si no yaciera en la otra orilla. Aunque a sus párpados llegue la brisa continuará dormido. Aleteo.

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Aleteo de insecto rozándote el rostro. El murmullo del agua que al talud desciende. Una luz apacible y esta discreta sombra. De La ofrenda del cerezo (2000)

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Célica A Alejandro Querejeta

Entre los pencos, las orejas del burro. En el vacío de la zanja, la mirada del chico, aún más pequeño en esta densidad. Pasa por ahí un fotógrafo del Times y estampa la mugre. La carroña. Masticamos terrones, solo terrones. Una lagartija trepa al algarrobo entre espasmos y el viejo espanta las moscas con su alpargata. Por todo pensamiento: no llueve más. Aquel que llegó un día con el evangelio hoy se apoya contra la costra caliza de un muro y recoge del ojo un grano de sal. Se despioja con cautela y sacude el harapo. El burro mueve las orejas y el polvo borra su imagen en la cámara oscura. El muchacho cierra los párpados, esas lápidas grises. De La ofrenda del cerezo (2000)

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Secoyas A Henry Klein

Por el sendero, a orillas del riachuelo, en la fila india de los visitantes caminas. Tu mirada se ha detenido atrás, en la ardilla que mordisqueaba el rojo listón. No durará tu hueso dos mil años, tus pensamientos nacen de la sombra. En tomo al grueso tronco gira el viento. Una piña roe el diente. A la vera de la secoya quisieras abandonarte, pero caminas en la fila. El niño que alimenta el fuego te sonríe. Ya arderán las hojas que ahora pisas. De La ofrenda del cerezo (2000)

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La ofrenda del cerezo Para Arga y Juan González Soto

I Simulacro de la escarcha en el día soleado, mapa de un cielo de estrellas albas y enanas, o un firmamento que apenas se sostiene de las cuerdas mecidas por un rumor de niños que se alejan. Las flores del cerezo copan el cuadro de la ventana. II Esta ventana se abre al jardín. Detrás de sus cristales, la luz y el cerezo. En este instante la ventana existe para que la luz ilumine el despliegue de las flores blancas, su suave balanceo.

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III El mundo podría seguir rotando sobre su eje aun si no estuviese este cerezo en marzo sobre la acera de una calle en Washington. Tal vez ninguna necesidad tenga la Tierra de su color, de su perfume o de su peso. Ninguna necesidad de él tienen los imperios. Seguirían su curso los negocios. El asesino no detendría el disparo ni la víctima se volvería a mirarlo antes de caer. Que aquí florezca se debe a la intriga diplomática: Un obsequio del imperio japonés a Norteamérica. IV Ninguna necesidad tiene el cerezo que venga de tan lejos y me detenga a contemplarlo en su milagro. Nada es necesario para el árbol salvo la luz, la noche, el agua, los fermentos, la brisa del Potomac y el vuelo de las moscas. La rotación incesante de la Tierra. V Para ser, el árbol no necesita que me detenga a contemplarlo. No mora el cerezo real en mi palabra. Mi palabra es tarda, sólo evoca

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un cerezo que florecía en Washington y aquél otro en el jardín de Arga junto al Mediterráneo. Existen una avenida que va al Potomac y una ventana que da al jardín para guardarlos, y en mi memoria avenidas de diáfanos cristales por donde llego al árbol que contemplo. VI El poema es movimiento interno. Memoria, imagen. Luego, vacío. Imaginación y palabra inventan otro cerezo, la sombra del cerezo contemplado en otro lugar una mañana. ¿La sombra?... ¡La luz! La luz espléndida en la flor del cerezo. VII Contemplo al cerezo en su milagro. Florece. Y aunque me embriaga su aroma, no estaré aquí para probar sus frutos. Mi vida depende del cerezo apenas mientras dure este instante. Un blanco manto que cae y se mece, un fresco olor, mi júbilo. Me iré en unos minutos. Mi vida no depende del cerezo. Y sin embargo irá el fantasma del árbol conmigo para siempre.

Contemporáneos

VIII El universo continuaría en expansión sin el cerezo. Seguirían la historia y las catástrofes. El ascensor descendería con su carga y en el puente esa pareja de amantes se abrazaría igual. Y sin embargo el esplendor del día se hundiría en mi mente sin el cerezo en flor. Sin el fantasma de ese cerezo en flor. IX Siembro un cerezo en Chigchirián. Tal vez un día alguno de estos petirrojos parezca un sol del tamaño de un puño, la mancha de un corazón sobre el manto blanco del cerezo. Tal vez estaré sentado en una silla del jardín esperando el milagro. Otro cerezo distinto de aquellos que contemplé plantados en una avenida que va al Potomac y en un jardín que da al Mediterráneo. Otro cerezo: Hoy mi mano abre su nido en el suelo. Y espero la lluvia con unción. X ¡Una ventana para este cerezo y una avenida para llegarse a él!

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Tampoco se detendría la vida si no plantase hoy este cerezo, si un día no llegase a florecer. Mi política en este pequeño reino —el huerto en Chigchirián— apenas consiste en abrir un hoyo para sembrar el árbol. Mi diplomacia: la paciente espera. Que la Tierra gire y con ella el Sol en tomo a su tallo. Que las ramas sean sacudidas por la lluvia y el viento. Que florezca y revoloteen las moscas polinizándolo. Por lo demás, la historia y las catástrofes seguirían su curso sin el poeta, sin el jardín, sin el cerezo. De La ofrenda del cerezo (2000)

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Azogue Secreto espejo la noche el rostro se expande y desdibuja tenue lindero entre el asombro y los rizos de espuma parda que la mano despeja te buscas en el vaivén de la luz y la sombra y por un instante parece el firmamento descender y compactarse en ese torbellino que hunde astros en la retina y detrás del tímpano la vibración del tiempo por un instante apenas —lo justo— esa juntura de la noche y el hálito que viene de la soñada imagen celeste hacia tus labios. De La casa delfuror (2004) 38

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Aldebarán Brinca el toro y en su apremio usurpa espacio a la llanura salta a su mancha pero vuelve desde la arena hacia tu asombro la noche encubre la calavera en sus ojos el brillo de la joya y la yesca en la vigilia un chorro helado se descarga en tu nuca y centellea el toro se contrae y apacible reposa en la ribera —de pronto cae— pétalo iridiscente hechizo sideral un rastro suspendido entre las nubes 39

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tú recoges la estrella bajo los párpados por las lindes del bosque que tu sueño remonta. De La casa delfuror (2004)

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Alfa del centauro Tú correrás conmigo sobre los frescos pastos cuando del alba afloren las nubes encendidas y rozada por la noche te sostendrán sus arcos y aunque mi piel ya tiñan densas y oscuras tintas tuyos serán los iris más secretos del tiempo tuyo el afán —la estela que a tu figura ciña en dádiva terrestre—y el esplendor del huerto el rumor que se expande hasta alcanzar el canto más alto de la noche en el cénit de un sueño. De La casa delfuror (2004)

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Humberto Vinueza

Humberto Vinueza

N o t a b io g r á f ic a

unque nacido en Durán, Guayas (1942), puede ser con­ siderado un poeta quiteño, dado que Quito ha sido el escenario fundamental de su existencia. Bachiller por el Instituto Nacional Mejía, viaja a la Unión Soviética, donde estu­ dia Ingeniería Agronómica en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patrice Lumumba» de Moscú. Allí, en contacto con jóvenes procedentes de varios países de América Latina, com­ prometidos con los movimientos insurreccionales de los años sesenta, define su actitud política —siempre iconoclasta y com­ prometida—, y profundiza a la vez su apuesta por la poesía, como vocación esencial.

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De regreso en Quito, hacia 1966, se integra al grupo de vanguar­ dia Tzántzicos y colabora en revistas como Pucuna, La bufanda del sol y otras de la época. En 1970 publica un libro paradigmá­ tico de la vanguardia de entonces: Un gallinazo cantor bajo un sol de a perro. Junto a su actividad literaria, se orienta hacia actividades disími­ les y tal vez conexas. Por un lado, actuará como alto funcionario de la Reforma Agraria, lo que le permitirá conocer en vivo la rea­ lidad del agro ecuatoriano, en especial la de los Andes centrales.

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Contemporáneos

Por otro, ejercerá una intensa actividad política, llegando a ser candidato a la Vicepresidencia de la República por el Frente Am­ plio de Izquierda (FADI) en las elecciones de 1979. En la actuali­ dad (2015) es embajador del Ecuador ante la República Islámica de Irán.

O b r a l it e r a r ia

Vinueza ha sido fundamentalmente poeta y ensayista. Entre sus obras cabe citar las siguientes: Cerámica en la niebla (1959-1966, poemas publicados en la antología Obra cierta, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2009); Noticias del polen (poemas de 1967-1968, publicados en la antología señalada); Un gallinazo cantor bajo un sol de a perro (1972); Poeta tu palabra (1988); Alias lumbre de acertijo (1991); Flor centrífuga (1971-1976, publicado en la antología indicada); Personas del yo (1974-1978, publicado en la antología señalada); Alegorías de otros motivos (publicado en la antología mencionada); Vuelta de compás (1987); Fuga de energía (19881995); Tiempos mayores (2001); Constelación del instinto (2006); Árbol de los vínculos (2011); Obra cierta (antología, 2009); Noticias del polen (antología poética, Caracas, 2012); Verbo travestí, antología bilingüe español-italiano (Roma, 2015); Verbo travestí (Madrid, 2015); y, Poesía junta, Tomo I (Quito, 2015).

J u ic io c r ít ic o

Se trata de uno de los poetas más significativos surgidos en el Ecuador a partir de la ruptura que con la tradición literaria

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«

Humberto Vinueza

anterior tuvo lugar en los años 6o y 70 del siglo pasado, aunque, a la vez, dentro del síndrome de tradición y ruptura que caracteriza todo proceso literario, su poesía se nutre de las vanguardias aparecidas desde los años veinte y del profundo conocimiento de la poesía contemporánea y de todas las latitudes poéticas del mundo y de la historia. Lo peculiar de Vinueza, junto al sentido político que es el sustrato íntimo de su escritura, constituye una suerte de exploración de la palabra en los límites del lenguaje, allí donde surgen espléndidos la metáfora, el juego lingüístico sorpresivo, la ironía y hasta el humor (particularmente corrosivo en Un gallinazo...), todo orientado hacia una certidumbre: la palabra poética en su oficio primordial de redescubrimiento y apropiación de la realidad. Para Fernando Balseca1, Vinueza es el poeta representativo de la vanguardia de los años sesenta y setenta, uno de sus objetivos fue desmontar y refutar las falacias de la historia oficial. Luis Carlos Mussó, por su parte2, señala que se trata de un poeta que «recrea el mundo en el poema con profunda musicalidad», allí «donde renace y pervive la memoria de nuestro ser colectivo». En su aná­ lisis de la poesía tzántzica, Iván Carvajal3 aproxima a Vinueza a la «anti-poesía» de Nicanor Parra y a la epigramática de Ernesto Cardenal. «Intenta, a partir de ella —subraya—, escarbar en el lado oculto y silenciado de la historia patria: las vías de la sangre que constituyen el tejido social, desde los tiempos primigenios, anteriores a la Conquista y la Colonia, hasta el presente». Fran­ cisco Proaño afirma que en la poesía de Vinueza, Las cuestiones del tiempo y de la muerte, las atinentes a la identidad del ser —nuestro ser—, a la caducidad y/o la vulnerabilidad de la historia, la aspiración del hombre a un mundo más humano, la requisitoria frente al mal y el poder —no sólo como entelequias, sino como presencias concretas y reconocibles—, son acometidas con una precisión y una certeza tales que la huella dejada en la conciencia tiene un carácter ineludible, una fuerza indeleble.

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Contemporáneos

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En el intento de formular una idea abarcadora de su proceso creativo y de dar señales de ubicación en el contexto, Vinueza afirma que comparte el criterio de quienes convienen en admitir que existe un repertorio de formas de la ruina y de la orfandad del lenguaje poético que paradójicamente está íntegro: pues, de ese repertorio se encarga ahora la posmodernidad vigente. Lo que caracteriza al arte de la poesía actual es un cultivo de manera suspicaz y fragmentada, que echa mano a las distintas variables que encuentra a su alrededor. Que esta fusión suena a imposible pero que en su personal situa­ ción, en el ámbito de la creatividad poética, «se articula milagro­ samente y funciona con eficacia desde hace mucho tiempo». Por esta razón es que en el momento creativo, o fuera de él, no está pendiente de la necesidad del registro conversacional o neobarroco, de la complejidad o la llaneza, la claridad y la cerrazón, lo cotidiano o lo trascendente, lo minimalista o lo holístico... «por­ que, quizá, soy todo eso al mismo tiempo —reafirma Vinueza—, de manera tácita e inmanente», f p a N

o tas:

1 Balseca, Femando. «La lírica en el período: primera parte (1960-1985)». En Historia de las literaturas del Ecuador, Vol. 7. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar/Corporación Editora Nacional, 2011, págs. 65-67. 2Mussó, Luis Carlos. «Una luminosa incertidumbre». En Obra cierta (antología de Humberto Vinueza). Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2009, pág. 25. 3 Carvajal, Iván. A la zaga del animal imposible. Quito: Centro Cultural Benjamín Camón, 2005, pág. 250. B

ib l io g r a f ía s o b r e e l a u t o r :

Adoum, Jorge Enrique. ...y en el cielo un huequito para mirar a Quito. Quito: Editorial Archipiélago, 2003. .

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Humberto Vinueza Adoum, Jorge Enrique. Poesía viva del Ecuador —siglo XX—. Quito: Editorial Grijalbo, 1990. Balseca, Fernando. «La lírica en el período: primera parte (1960-1985)». En Historia de las literaturas del Ecuador, Vol. 7. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar/Corporación Editora Nacional, 2011. Carvajal, Iván. A la zaga del animal imposible. Quito: Centro Cultural Benjamín Camón, 2005. Estrella, Ulises. «Poesía en “La bufanda del sol”». En Antología de la revista La bufanda del sol. Quito: Distrito Metropolitano-La Palabra Editores 2011. Madrid, Edwin. Poesía del siglo XX en Ecuador. Antología esencial. Madrid: La estafeta del viento, 2007. [Colección Visor]. Mussó, Luis Carlos. «Una luminosa incertidumbre». En Obra cierta (antología de Humberto Vinueza). Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2009. Oquendo, Javier, Coco, Emilio. Antología de la poesía ecuatoriana contemporánea. De César Dávila a nuestro días, edición bilingüe. Roma: La cabra editores, 2012. Ortiz, Ornar. Luna nueva. Muestra de poesía latinoamericana actual. Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio, 1999. Rodríguez Castelo, Hernán. Antología esencial. Ecuador siglo XX. Quito: Editorial Esqueletra, 2004. Rodríguez Castelo, Hernán. «Lírica ecuatoriana: los últimos treinta años». En La literatura ecuatoriana en los últimos treinta años (1950-1980). Quito: Editorial El Conejo/Diario Hoy, 1983. Ruano, Manuel. Poesía nueva latinoamericana. Lima: Editorial Gallinazo, 1981. ____________ . Palabras y contrastes: antología de la nueva poesía ecuatoriana. Cuenca: Editorial universitaria, 1984. ____________ . Poésie écuatorienne du XXé siécle, edición bilingüe. Genéve: Éditions Patiño, 1992. Tinajero, Femando. Los ensayos de la bufanda, 1 .1. En Antología de la revista La bufanda del sol. Quito: Distrito Metropolitano-La Palabra Editores, 2011.

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Una luciérnaga en la habitación oscura

*

vuela de libro a libro de hoja escrita a otra por escribirse luego inequívoca se reconoce en su quietud me mira a los ojos para que no me despiste no me olvide de su fosforescencia y hasta el desfallecimiento escriba borre yv escriba o quizás sea otra luciérnaga en vigilia siempre que abstraída me ausculta como si yo fuera la mirada hipnótica del presagio de la creación esperando que mi cuerpo luminoso le inspire la escritura de su poema de luz y aire con mi vuelo.

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Contemporáneos

Si a levitar aprendiste vuelve hacia la tierra a explorar el relieve de las convicciones los corolarios esenciales de las bienaventuranzas y el pulso del suelo desde la inocencia del alma de las cosas vuelve a constatar la longevidad con horizonte afrodisíaco y su inercia disfrazada de eco la tentativa oceánica en el verso y las voces que lo engendran el desquicio entre el árbol del trino y el árbol del pensamiento o vuelve hacia la nervadura de la tierra para aprender a levitar de nuevo.

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Humberto Vinueza

Pude aprender de la vida acerca del ovillo de encuentros y finales la unción alrededor de la ceniza la fiesta púrpura del último bronce aprendí con docilidad de las imágenes de las aves nómadas reflejadas sobre el agua a morir viviendo en pleno vuelo sujeto a la curvatura de ir y volver desde lo mismo hacia la mismidad de lo no idéntico viví mi autónomo albedrío a veces transador y adaptado a su mal ánimo al punto insidioso sobre otros puntos y al tiempo de aquí y ahora donde pensar y decir ha sido más que un trance aligerado por la duración de las vigencias (qué bochorno tan sutil: de sopetón se me corrió la máscara de antepasado de encuentros y desencuentros).

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Contemporáneos

Hubo un tiempo en que los poemas tenían trayecto de ida solamente hacia todas partes hacia nadie y parecía que no hubieran sido creados para dar noticias de su cuerpo ahora al releerlos cargados con metapaisajes y transtiempo de seres que a través de los versos fueron tocados en su luz o en su penumbra vuelven hacia el poeta como a su destino cierto a nominar de nuevo lo nombrado sin las minucias de un asedio vienen al contagio de ternura de la propia identidad por el flujo de las formas por las expansiones de la urgencia del pulso para ser leídos por su autor vuelven como si nunca los hubiera escrito o él nunca antes hubiera existido.

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Humberto Vinueza

La vasija ha contenido durante siglos a un hijo del tiempo fue nave para el inmóvil viaje subyacente quizá este hoy no era la estación de su destino no era arribar a ningún futuro conocido o desconocido sino mantenerse dentro de su inmemorial pureza de vigencia la vasija donde la momia viajera se nutrió de quietud y silencio ahora está vacante tentando al vacío que se desprende del eco temporal de otro vacío a la inercia entre dos indiferencias a la armonía de un saber otro en el sincentro de inmediación oscura la momia junto al borde exterior de la nave que ya no es su nave desafía a la huella de lo que tal vez debe estar y no está y nos memoriza desde sus párpados cosidos con la hebra del futuro. Para el poeta peruano Luis «Cholo» Nieto

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Contemporáneos

Llama a la puerta y dice aquel acertijo por el cual una vez más pierdo la conciencia y en el futuro quizás en sus dominios me pierda la letra y la música ya no están solo al ras de la intemperie sino de repente en la adivinanza de alguna proximidad aún no sucedida como una embriaguez que deviene intuición de personaje blandiendo poder con su acento de presencia que solo acierta con ausencia y llama desde los cuatro extremos de la página para intentar el ingreso por la única entrada que está demostrado no será la puerta de salida al fin llega con la vista (solo la vista) de los muertos y dice mirando entre sus manos el ramo de flores del color de todas las edades que no es una interrogación ni un paréntesis el punto de apoyo que la visión es un fantástico invento de la ceguera y sonríe abriendo la boca y entre sus dos labios hay más de una lengua y hay siempre y habrá más de una voz.

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Humberto Vinueza

La nave espacial traza en el cielo azul una estela y el ciego del estrado vocaliza su movimiento palpando con las manos sus propios párpados mientras canta en secreto piensa que un abejorro transporta algo de algo rumbo al azul ascendente en forma de recelo que el encantamiento de espectros del verano es la causa de insanias o cegueras de los dotados para las artes del oráculo y que no cualquier visión redime para sí la transrealidad y la realidad más real se canta lo que se ve y no se ve para ver siendo lo cantado y ser viendo el pensamiento más acá del vacío vencido por volúmenes y colores cierro los ojos y veo con mi lengua el nervio de cada letra en el cosmos del ciego.

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Contemporáneos

El polvo sideral nos recuerda que fue un acierto juntar la luz altísima al resplandor de un anillo de bodas el río de estelas de presagios a la huella de este caracol a la deriva el arrebato de la música —su clave— a la voz de las divinidades sin fondo y sin mesura ahí donde contrasta el deshielo de un antes congelado por alguna anacronía y el ajetreo de un siguiente próximo después el polvo cósmico desde su plenitud de polvo interroga sobre el compendio del resumen de antiguas o futuras siembras de palabras adentro de las cosas y de las ideas acerca de las cosas y las siembras nos presiente más atrás de cualquier síntoma de tiempo y espacio vacantes donde se tientan las burbujas de la nada y de la vida y nos recuerda como polvo y nos traduce al lenguaje de la comba del azar y al argot prorrogado de ceniza incluyendo la acrobacia de la voz de los códigos difuntos y sus letras.

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Humberto Vinueza

Tal vez exagero y a su modo ¿quién no? digo a quemarropa que ningún ritmo me remite a París como cualquiera de los versos de César Vallejo ¿Vallejo se apropió del verboparís? ¿París acaparó la identidad del vallejopoema? es posible que yo exagere pero el río Sena dice el borrador de un texto que Vallejo incansablemente lo corrige. Para Fausto Cornejo M.

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Contemporáneos

El espejo propicia exilios exteriores: el tiempo de adentro en tiempo de afuera lo convierte y el celaje en adentro de su médula nadie ha podido introducir un pie en el interior y quedarse anfibio con el otro afuera —o tal vez sí— o el rostro de yo anticuado difuminarlo y vaciar su figura en alveolo de emergencia ninguna imagen puede jugar a refractarse de adentro hacia afuera sin quebrantar el ámbito donde el espejo acumula pérdidas encuentros destrezas o quizás no una transición delata ausencia de sujeto en complicidad con la desmemoria fiel el espejo manipula exilios interiores.

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Humberto Vinueza

—Tengo sed—pensó el caminante —pero mi causa no es tener sed y se internó en la magnitud sofocante de la página más allá al contemplar la sucesión de confines dijo: —desde mí hasta donde se pierde lo que seré se extiende doliéndose la llaga burlona de mi tiempo por donde supuran las equivalencias y los símiles pero mi causa no es explicarme este misterio y siguió caminando hacia el horizonte que caía —¿esta tarde va o regresa? quizás la sombra es una pátina fuera de lugar si acaso pudiera salirme de mi sombra y mirarla ajena desde el margen pero mi causa no es salirme del aire de mi sombra ni de ningún aire sin dicción sin semblante sin ser de persona sobre la página en blanco siguió yéndose el verso caminante en busca de la identidad y de la memoria que fielmente pudieran escribirlo.

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La transgresión no está en saber sino en haber deseado saber probando con todos los sentidos a través de qué sesgo se tamiza la ilusión con cuál clima se tiñen de asombro sus variantes y de qué esencia aleatoria proviene el sabor culpable o inocente del absurdo la transgresión no es una hormona de la glándula de las transgresiones ni funciona solo cuando la razón comprueba sus límites o la equivalencia emerge del azar o del caos o quizás las huellas de las transgresiones sugieran algún indicio y al final o al comienzo de todo solo haya una del tamaño del big bang saliendo de su propia glándula como única clave del misterio. Para Estefan Alfonso

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Humberto Vinueza

Quizás la Historia es la revista minuciosa de unas cuantas metáforas ha dicho Pascal quizás la historia humana es el registro de la diversa entonación de algunas metáforas dice Borges quizás la historia del mundo es el distinto diseño del lenguaje no para repetir las mismas pocas metáforas sino para significar el silencio del movimiento del ser en la voz de los callados digo yo.

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Siempre amarás a quien ama la utopía a ti en primer término amar a quien la ama significa ondular la memoria entre agüeros remotos recelar de quien no —de ti inclusive— es solo pronunciar un nombre con otra desinencia o declararse en emergente estado de sigilo pero la utopía a veces no garantiza reciprocidad a quien no la ama y nunca a quien amándola cambia de umbral el tópico y lo utópico a quien ama en ti el hechizo del juego entre tu voz y unos labios con forma de ojalá ensimismado constante puntual fielmente lo amarás.

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Se corre el riesgo de que en la ínfima fracción de un instante se vuelva a vivir lo vivido o a vivir en catarata lo que falta por vivir inevitable será siempre desconfiar de lo evidente por sí mismo y de la escritura que engendra otras escrituras hay momentos en los que la llave de la vida hace y deshace de las suyas con el astuto candado de la muerte.

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Cantan los pájaros al amanecer antes de revelar ausencia o presencia con su vuelo los trinos parecen avisos que vienen tras la lluvia desde absolutos futuros o se alejan en la brisa hacia presentes con mejor suerte despertando a las cosas de su sueño cantan al deseo de decir algún nombre unánimes a la gracia del propio trino cantan hasta volverse destemplanza exigua nota instante sonoro que genera la conjunción de una prisa imprecisa con todos los tiempos luego se espulgan en medio del gorjeo y el enmudecimiento recíproco para nombrar al infinito todos al unísono los pájaros cantan a la perfección del silencio sin darse cuenta.

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Humberto Vinueza

De tanto esperarte ahora tengo tu edad o más. Podrías ser mi primogénito. Tu voz me despierta en el sueño y me dice: para qué tanta vigilia de los enredos de la carne. ¿Cómo retornar a la infancia de ambos sin que se cruce el paisaje de cada uno y juguemos a no nacer a no volar en el destino ciego de un pájaro sobre la marea de tacones y espaldas que siempre se van y vuelven renunciando a no salvarse? ¿Cómo prolongar el horizonte hasta que sea una línea sin término y secuencia o un abismo de juguete? Nuestro tiempo —respondo—estricto se celebra al reverso de la letra en la cara interior de una burbuja más allá del pensar detrás del sacramento de orfandades semejantes. Nadie vive interesado en saber de cuál paternidad somos transcurso a nadie le importa que tú seas mi padre o que yo sea el tuyo. Lo percibimos de idéntico modo. Ambos nos besamos en la frente entre dos puertas. A la memoria de mi padre

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Lo que se haga puede ser el último acto sobre la tierra en nombre del cielo. Un papelucho izado por el ventarrón imita dislates del mar tropiezos de los astros y avatares del hombre dentro de su infierno. Lo que se piense puede ser ensayo de miramos sinopsis de genoma humano en la punta de un alfiler vértice de ausencia repetición inagotable de lo que nos funda. Lo que se perciba por último puede figurarse bulbo aleatorio treta del azar código de las coincidencias con más calibre de certeza floreciendo entre las sílabas en el jardín de las sílabas. Para María Isolda

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Humberto Vinueza Del brazo tuyo he bajado por lo menos un millón de escaleras. Poema 5, «XENIA»-II Eugenio Móntale

Juntos hemos transitado por millones de palabras y no porque yo sea ciego o uno de los dos perciba sentido donde solamente hay atisbos de longevidad y salud o cuatro pies puedan desandar más que dos largo fue el camino hacia la esencial apariencia del lenguaje hacia la fascinación elemental de lo imposible pero cierta contigo caminé sabiendo que la cifra secreta de la andanza era tu misión autora del amor jugándote entera que creó mi presencia con visos de invisible para que yo juegue a leerte como un ausente ahora tú posees la memoria continua de nuestros cuerpos indefinidamente breves y yo el recuerdo de las revelaciones de nuestro sueño sin tiempo de tanto caminar juntos yo soy la función lectura del amor

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no porque este haya sido dicho con millones de palabras sino por haberse expresado en un solo gesto. Para Sonia Casares

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Humberto Vinueza

Tengo miedo de que mi estrella se mueva en dirección contraria al sitio donde me quedé estático sin rumbo y ella buscándome alumbre como un faro alocado o ya no alumbre quizás de mi ausencia ya no tengo miedo ni pavor de que mi estrella para otro brille en el cielo ajeno o desde el suelo.

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La caravana pasa el hormiguero de civilizaciones desfila desde unas escalas volátiles hacia otros peldaños donde se puede no estar lejano o ausente llega un momento en que las civilizaciones empiezan a vivir sus propias imágenes y aromas exentos del aire más íntimo del tiempo o emigran desde mundos de sequía a universos de agua y oxígeno y zumos de macerar imponderables cambian de latitud en blanco y negro a meridianos de matices agrestes de neutras rutinas a costumbres de múltiple sentido de dioses mudos a héroes con habla y contagio de excelencia de compás abriéndose y cerrándose hacia la fiebre confundida con el sobresalto de viajes imaginarios Emilio Pablo deportó a Roma dos mil intelectuales griegos y Numio transfirió a ella todas las obras del arte Corintio cuando el centro del amor y de la vida cae en la levedad y el marchito refinamiento la insignia de la civilización permanece —siempre permaneció—confiada a pueblos jóvenes que poseen la visión que no es distinta

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Humberto Vinueza

de la mirada del sueño del ojo que crea la historia al mirarse a sí misma entre parpadeos relativos y absolutos los pueblos jóvenes y toscos poseen la identidad diligente y la guían con la clave de una recta sin fin que une o desata la idea y el mundo simplemente codificando y codificando y lo codificado volviendo a decodificar.

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Alguna vez escribiré —decía—un poema con el fluido de todos los flujos voluptuosos pero cada vez me falta no los signos de la progresiva ausencia del lenguaje sino la única palabra para glorificar la fascinación de nuestros cuerpos y de nuestros nombres coreados por el canto en la noche de las cigarras que entonan su cantar de los cantares sin presentir nuestra muerte ni la suya los poetas y las cigarras intentan seducir a un imposible con el único ritmo que cantan de memoria al unísono en la plenitud y la agonía del universo hechizado por los universos del registro que pende del árbol de la voz leyendo la partitura embrujada de la sinfonía sostenida en el desvarío del sin fin.

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Arriesga tu señal hecha de respiración y mirada a cambio de la profundidad del verbo que escasamente abarca el impulso de su altura nunca huyas de la azarosa glorificación de los mensajes entre una cosa y otra contenidos por una cosa y otra busca su embrujo tejido con eternidades e instantes de hilo de soletear y soletear vibra en el ímpetu de la memoria del cuerpo y del circuito sin contacto de la posible historia y su futuro detente bajo el quicio con tu gesto absorto donde solo un galimatías es el orden a manera de necesidad inicial entre los recados del viento tú eres guardián del huidizo sonido y del silencio y su eco y pese a que la fugacidad parezca que no palpite ante la abierta exactitud del verso en sus bordes se refleja el sentido y el tiempo en su adentro se crispa igual que una voz y una flor escucha el registro de su decir como si lo que se deteriora —tú mismo— pudiera resolver el estar o el no estar

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de aquello que se deteriora y no se deteriora sobre los rasgos de las máscaras reales para que lo que perece perezca como si no pereciese así dicho en el poema arriesga tu signo aunque temas que la fanfarria del carnaval te sobreviva. Para Sonia Isabel

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Humberto Vinueza

Con el viento vuelve la voz de lo insólito y lo usual el dibujo de un recuerdo en las hilachas de prójimo la certidumbre del afán agonizante en contraste con su flexible fijeza. Con el viento vienen noticias del pacto de amor entre la sucesión presentida de polvo y el primer boceto de ceniza.

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Tarda tardará en llegar a ser lo que hemos esperado guardemos silencio para escuchar el pulso de lo que esperamos e intuir el milagro de cuanto le rodea lo que esperamos no es lo que no somos o podemos ser es lo que hace parte del ser aunque no sea a la manera de un simulacro de presencia o de una ausencia tardará en llegar a ser lo que hemos aprendido a esperar lo que hemos esperado es posible que ya haya acontecido o que no acontezca nunca y sin embargo suele ser a veces más de lo que en nuestro ser ya es pero lo que realmente importa es que fue como esperar a la equivalencia única del meollo policromo del cielo o los soportes suplentes de una sombra. Para Fiodor Humberto

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Humberto Vinueza

Nunca vamos a los pensamientos ellos vienen a nosotros son inevitables llega un tiempo en que se los ama con la luz se los ama a la sombra en otro tiempo por ellos hoy es mañana aunque todavía no es ahora en esencia aún no es ayer a nosotros vienen los pensamientos con el perfil indefenso que perdieron en el naufragio al que aún no sobrevive su escritura a veces los pensamientos no vienen a nosotros nosotros vamos hacia ellos y en un descuido de sencillez nos maceramos en el silencio más añejo sin mente y sin idea como letra de canción que a sí misma es proferida nuestros propios pensamientos suelen venir en busca de nosotros incluso cuando ya no estamos o nunca más somos.

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Contemporáneos

La ciudad ya no vive en lo que digo el destino era la ebriedad perpleja entre mi oído y su algarabía el territorio del abandono y de los significados interminables apenas insinúa una lejana exactitud solo la indiferencia de ida y vuelta sobrevive entre la ciudad y mis pasos sin nunca antes haberlo percibido he comenzado a ser cristalino y distraídamente invisible.

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Humberto Vinueza

Celosa estás porque otra mujer que leyera estos poemas desearía ser amada por su autor cierto es que otros hombres antes de mí por ti fueron amados y no escribieron ningún poema desearía ser amada por su autor -d ig o porqué soy ficción necesaria solo como fábula reflejo de la mente en la sangre de quien lee silencioso latido pero no impresencia unidad invisible pero nunca eclipse soy ante todo sustancialmente verso celosa estás de mi imagen de cuerpo de poema. N

ota:

*Selección de Huso silábico, 2014.

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Antonio Preciado

Antonio Preciado

N o t a b io g r á f ic a

N

acido en Esmeraldas en 1941, Antonio Preciado es consi­ derado el mayor poeta negrista ecuatoriano.

Hijo de Víctor Preciado Cortés, de origen colombiano, y de Felisa Bedoya, el futuro poeta estudia sus primeras letras en el Centro Educacional América, en Esmeraldas, y sigue la educación secundaria en el Colegio 5 de Agosto de la misma ciudad. Más tarde seguirá Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Quito, pero su título de licenciado en Política y Economía lo obtendrá en la Universidad Luis Vargas Torres de su ciudad natal1. Su infancia y adolescencia estarán marcadas por la estrechez de recursos económicos, lo que le obligará a ejercer diversos oficios, inclusive el de estibador en el puerto. Vivirá en el llamado «Ba­ rrio Caliente» de Esmeraldas, de donde proviene su profundo conocimiento del sentir y transcurrir cotidianos del pueblo negro esmeraldeño. Su abuela Francisca le iniciará, amorosamente, en las interioridades de la cultura negra ancestral. En ello, el caso de Preciado puede analogarse con otros insignes escritores, como el del nobel colombiano, Gabriel García Márquez, quien decía que el ritmo de su escritura lo había heredado del modo de contar

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Contemporáneos

de su abuela materna, o del también premio nobel, el portugués José Saramago, según el cual todo lo que sabía lo aprendió de su abuelo, campesino analfabeto. Tempranamente, Preciado descubre su vocación literaria, que en Jolgorio, poemario publicado en 1961, logra expresarse en algu­ nas de las líneas temáticas y formales que marcarán de manera persistente su poética ulterior. Entre tanto, debe trabajar, y así pasa a ocupar cargos de importancia: presidente del Núcleo de Esmeraldas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana; director del Área Cultural del Banco Central de Esmeraldas; rector y profesor de la Universidad Técnica Luis Vargas Torres. Ha sido también embajador del Ecuador ante la Unesco (2003-2005); ministro de Cultura (2007-2008) y embajador en Nicaragua (2008-2013). Como poeta fundó, en Esmeraldas, el grupo cultural Somos y la revista Pambil. Ha recorrido el mundo y ha participado en even­ tos en tres continentes: Europa, América y África, relacionados, varios de ellos, con la problemática de la negritud. Sin embargo, Esmeraldas sigue siendo el epicentro de su periplo intelectual y vital.

O b r a l it e r a r ia

La obra de Antonio Preciado es fundamentalmente poética: Jolgorio (1961), Este hombre y su planeta (1965), Más acá de los muertos (1966), Siete veces la vida (1967), Tal como somos (1969), De sol a sol (antología, 1979), Poema húmedo (1981), Es­ pantapájaros (1982), De sol a sol (antología, 1992), De ahora en adelante (1993), Jututo (1996), De boca en boca (2005), Depara en par (2005), Antología personal (2006), Con todos los que soy (2012), Yo y mi sangre (antología, 2015).

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Antonio Preciado V a l o r a c ió n c r ít ic a

Preciado es, en su condición esencial de poeta, una voz universal, atenta a lo que transcurre en el mundo, pero siempre desde la perspectiva, tanto de su raigambre esmeraldeña y ecuatoriana, cuanto de su persistente preocupación por la construcción de una realidad equitativa, humana y justa. Paradójicamente, estas grandes líneas de su poética estaban ya, implícitas, en su primer libro, Jolgorio. Por un lado, encontramos allí la musicalidad, el ritmo, las palabras propias de su pueblo y cultura ancestral: todo ello con profusión de recursos estilísticos adecuados como la onomatopeya, la anáfora, la jitanjáfora, el verso octosílabo y un fondo temático mágico, profundamente rítmico y plástico. Por otro, el joven poeta formulaba también una voz de protesta, de alusión a una deseada transformación revolucionaria. Recorde­ mos que dos años antes de la aparición de Jolgorio había triun­ fado la Revolución Cubana. Hernán Rodríguez Castelo ha dicho: Hace ya bastante tiempo que Preciado es la gran voz de la negritud en el Ecuador. Con lenguaje recio y tierno, sustantivo; original y vigoroso en el juego imaginativo; rítmico y musical. Y con una poética enraizada en lo negro -d e donde le vienen antiguas sabidurías y resonancias mági­ cas-, pero abierta, generosamente abierta, a lo contemporáneo2.

Más tarde, otras voces críticas han ampliado el enfoque de la opi­ nión transcrita: La mexicana Caudina Ruiz Madrazo señala que Preciado, sin elu­ dir su realidad de hombre negro, «se sitúa en el panorama de la actual poética americana como un auténtico y gran poeta de todo lo humano»3. Por su parte, el ecuatoriano Édgar Alian García su­ braya que si bien el poeta sigue «rindiendo homenaje [...] a los suyos que son su familia, sus amigos, sus orishas, sus ancestros,

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Contemporáneos

su sangre; [...] eso no le va a impedir que él le cante, o más bien, le siga cantando a otros pueblos, otras realidades, otros mundos»4. FPA

N

o tas:

1 Bermejo de Crespo, Esther. Antonio Preciado, el hombre y el poeta, estudio introductorio a la antología De sol a sol. Quito: Libresa, 1992, pág. 11. 2 Rodríguez Castelo, Hernán. Lírica ecuatoriana contemporánea, T. 2. BogotáQuito: Círculo de Lectores, 1979, pág. 583. 3 Ruiz Madrazo, Caudina. Solapa a Antología personal. Quito: Casa de la Cul­ tura Ecuatoriana, 2006. 4 García, Édgar Alian. Prólogo a Yo y mi sangre, antología. Quito: Campaña Nacional por el Libro y la Lectura, 2015, pág. 20. B

ib l io g r a f ía s o b r e e l a u t o r :

Balseca, Femando. «La lírica en el período: primera parte, 1960-1985». En His­ toria de las literaturas del Ecuador, Vol. 7. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar/Corporación Editora Nacional, 2011. Bermejo de Crespo, Esther. «Estudio introductorio». En De sol a sol, antología. Quito: Libresa, 1992. Estrella, Santiago. «Antonio Preciado: sobre las huellas del trabajo». En Letras del Ecuador, n.° 174. Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1990. Estupiñán Bass, Nelson. A orillas de Antonio Preciado. Las dos caras de la palabra. Quito: Ediciones Contragolpe, 1982. García, Édgar Alian. Prólogo a antología Yo y mi sangre, Antonio Preciado. Quito: Campaña Nacional por el Libro y la Lectura, 2015. [Colección Luna de Bolsillo]. Handelsman, Michael. Lo afro y la plurinacionalidad. El caso ecuatoriano vis­ to desde su literatura. Quito: Abya-Yala, 2001. Hidalgo, Laura. Del ritmo al concepto en la poesía de Preciado. Revista Cultura No. 7. Quito: Banco Central del Ecuador, 1980. Jackson, Richard. The black image in Latín American Literature. Albuquerque: Universidad de Nuevo México, 1976.

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Antonio Preciado Lewis, Marvin. Afro-Hispanic Poetry. Columbia: Universidad de Missouri, 1983. Rodríguez Castelo, Hernán. Prólogo a De Sol a Sol, antología. Bogotá-Quito: Circulo de Lectores, 1979, _______________ . Lírica ecuatoriana contemporánea. Bogotá-Quito: Círculo de Lectores, 1979. Rodríguez, Marco Antonio. Antonio Preciado, el conjuro de la palabra. Sepa­ rata de Antonio Preciado, Antología Personal. Quito: Casa de la Cultura Ecua­ toriana, 2006. Sáenz, Bruno. «Evolución de los temas en tres momentos de la poesía de An­ tonio Preciado». En revista Cultura, n.° 14. Quito: Banco Central del Ecuador, 1982.

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Chimbo Me habís embrujao, morena, ya me tenés amarrao, me tenés que causo pena, ya me tenés de tu lao. Habís velao mi retrato —una vela a cada lao—, me habís dao tripa de gato o tal vez me habís fumao. Te habís metido en mi sangre, solo a tu lao quiero está, y a veces ya ni siento hambre de tanto en tu amor pensá. Morena, ¿qué me habís hecho pa teneme así socao? ¿Pa metete aquí en mi pecho, morena, qué me habís dao? Pero ya verás, negrona, yo me lograré zafá; tabaco ni querendona me podrán asujetá. Buscaré curación, negra, iré pa onde el Colorao, él me dará alguna hierba cuando le explique mi estao.

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Contemporáneos

Me dará un baño de ruda con aguardiente y verbena, pa que del mal me sacuda, pa líbrame de esta pena. y después de poco tiempo a tu lao he de pasá con la negra que yo quiero sin que me podás jalá. Ya ni las tripas de gato con ponzoña de alacrán, querendona ni tabaco me podrán asujetá. De Jolgorio (1961)

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Antonio Preciado

Rumbera Morena, la rumba tiene soltura pa tu cadera, óyela, negra, ya viene enredada en tu candela. Látigo pa tu cintura, es el bum bum de la tumba, oye que viene la tumba ¡Suelta tu cuerpo rumbera! Caliente, negra caliente, la cosa se desenfrena y el fuego de tu vientre el mismo fuego se quema. ¡Caramba!, en las piernas locas la tormenta se desata, y tu pecho se alborota como la mar agitada. Se desbarata ¡Caramba! tu cuerpo de berbiquí, ¡eso!, ¡muy bien!, ¡dale así! Dale que dale, mulata! De Jolgorio (1961)

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Contemporáneos

La mariposa negra La mariposa negra vino temprano llegó de la misma noche y se fue volando. ¡Ah, niño, si algún lucero llenara de luz tu cuarto! La muerte viene cerrando una sombra que te alcanza; ves, niño, la mariposa te abrió sus alas. ¡Ah la lumbre de un lucero en el filo de tu cama! Pero, ya ves, los luceros crecen a mucha distancia, y tendríamos que andar abismos para alcanzarla. ¡Ay, niño, la mariposa hacía tiempo te buscaba! De Más acá de los muertos (1966)

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Antonio Preciado

Algo así como humano Cuando le hicieron sitio, ya fue tarde, porque le había crecido otro cabello y tenía en la lengua otra palabra. También le habían crecido las uñas y los dientes, y, como es hombre, le había salido punta en la esperanza. Desde entonces se vive solitario, se entretiene tejiendo un látigo terrible con su barba, cantando ese murmullo indescifrable, mascando roca, vigilando el alba o atrapando luciérnagas para hacerse un farol como la luna y un faro para hormigas extraviadas, cortando escamas de hojas, para peces, o parchando el tonel para sus lágrimas. Cuando le hicieron sitio, ya fue tarde. Dicen que por las noches se desata la piel y que la cuelga de la caña de azúcar de la entrada; bebe un poco de hiel de sus panales

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Contemporáneos

y se acuesta en el aire con su viejo brasero como almohada, que duerme a ojos abiertos y que sueña, qué sueñan los que sueñan, y de mañana, al minuto del sol, cierra los ojos, empieza su canción y se levanta. De Tal como somos (1969)

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Antonio Preciado

Dos solos de tambor de Cuamé Bamba i Vengo de andar, de largo a largo, más de mis propios días, porque para llegar, si no me alcanzan, voy tomando prestadas las semanas. Me llamo Cuamé Bamba, antiguo caminante que anda y anda, con una enorme huella sobre el polvo, ofreciendo un volcán en cada casa. Yo soy Cuamé, de atrás hacia delante, viento, río, paso, lanza. II Hombre de sangre azul, quieres decirme tú de dónde vienes, de dónde vengo yo, hacia dónde vamos. Comenzamos iguales la jomada, el mismo ayer, entre las mismas aguas, yo sigo caminando, sigo, 97

Contemporáneos

sigo, yo sigo caminando con las mismas pisadas, y tú has quedado atrás, junto a ti mismo, con una triste vena solitaria. Dime, Sobre tu ayer, ¿quién ahora eres? Dime, con tu cansancio, ¿cómo andas? Hermano, sin embargo, la misma latitud, el mismo mapa, nada más que dormido o, digamos, sonámbulo en tu sombra, yo recuerdo ese mar que nos confunde, aquel mismo silencio, aquella misma paz recién inaugurada, y te amo por sobre el muro de tu sangre, sobre todas tus venas derrotadas, y en realidad te quiero hace ya siglos, desde que, como yo, eras solo un murmullo sobre la paz del agua; y hoy que tenemos voces, voces, voces, te digo, compañero, ¡vamos, anda! De Tal como somos (1969) 98

Antonio Preciado

Matábara del hombre bueno ¡Atabé! ¡Atabé!

¡Uniré! ¡Matábara! Tengo una hoguera de estrellas, de las estrellas más altas, y un lugar en plena luna para que arda. La claridad crece y crece con fuerza de cien mañanas. Cátala, catún, balé, Catún balé caté cátala. Tengo aquí una antigua vena, innumerables pisadas, un gran latido redondo, cien volcanes y una lágrima, malabón caramba aché, un tropel de viejas ansias, un ay que ruge por dentro, un pan, una gota de agua y cientos de ojos que miran con una misma mirada. ¡Ah! Los ángeles se han perdido de las vías más andadas. Cátala catún balé, catún balé caté cátala.

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Contemporáneos

¡Aquí tengo, para un grito, polvo de trece gargantas! Un hueso de cada muerto, el largo de tu pisada, y aquí yo te resucito las vidas que te hacen falta. ¡Cátala catún balé, catún balé caté cátala! De Tal como somos (1969)

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Antonio Preciado

Matábara del hombre malo Siete cielos sobre el cielo, cielo negro, noche mala, y nueve profundos cuervos sobre la nube más alta. Cátala catún balé, catún balé caté cátala. Tengo una hoguera que sube, son siete lenguas de llama, malabón caramba aché, cien ojos de gente mala, un vaso de sangre azul, veinte lenguas putrefactas, un corazón, lodo y pus de las más bajas entrañas. Nueve alfileres de hueso, veneno de tres arañas, y ahora sí que ya te mueres, fantasma de la oscurana. ¡Cátala catún balé, catún balé caté cátala! Tal como somos (1969)

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Contemporáneos

El poeta les muestra sus raíces Sangre, sangre, toda nuestra sangre conmovida por el corazón macho del sol. Aimé Césaire

Seguramente, desde el primer minuto en que detienen nuestro andar por la nada, desde ese mismo instante en que la sangre viva halla su cauce, le dan al corazón ya su equipaje, y uno va por su vía tratando de encontrarse, uno lucha y se estira, palpitando se arrastra, pero la sangre tiene el puño firme y conserva lo suyo hasta el arribo. Por eso cuando vine aquella noche gritando mi llegada, traía el corazón comprometido, atestado de abuelos, trabajadores arduos, impalpables, profundos como antiguos fantasmas, así como las sombras, sin cuerpos y sin manos, pero siempre pesando, siguiendo un surco viejo, largo, en el rincón más hondo del latido.

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Antonio Preciado

Aquí estuvieron desde siempre, firmes, frescos, exactos, entregando su esencia gota a gota para seguir viviendo con sus ojos abiertos en mis ojos, con sus cantos brotando de mis cantos, pues nunca se resignan a estar muertos y volvieron a asomarse abriendo su potencia anochecida en el nervio fecundo de mi aurora. Tal como somos (1969)

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Contemporáneos

El poeta les toca su tambor Este cayumbá me viene desde lejos, ¡fuerte!, ¡entero!, ¡abierto!, ¡ávido!, porque ya Obatalá lo puso adrede donde puso la carne, y fue una carne dulce, suelta, mágica, que se encontró un tambor en el camino y lo hizo corazón, volcánico, fantástico. Oíd pues mi tambor palpitando un estruendo, levantando profundas llamaradas donde siento que se me enciende el alma, en el lugar exacto donde vivo, en la vena más larga que me alcanza, aquí donde, despierto de su sueño, desenfrenado un abacuá me baila. De Tal como somos (1969)

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Antonio Preciado

Advertencia Me aceptas como soy, con mi certeza de calabazo abierto, agua para beber, nudo resuelto, o arranco mis señales, bajo la nube que por mí te llueve, suelto las lunas llenas y me ausento. No es que te niegue lo que tanto tienes ni que te esconda ahora algún secreto. De todos modos, nada me pertenece, de todos modos el camino vence, pero es mío el enigma que transito y yo respondo de llegar a tiempo. Así que pálpame la huella y sentirás qué rumbos encabezo, qué multitud se adhiere a mi designio, qué sueños pasan, qué verdad empieza, de qué modo estoy vivo, qué muerte me separa de los muertos. Así que, comprendiéndome, comprende mi razón de arco tenso, agua para beber, nudo resuelto. De Tal como somos (1969) 105

Contemporáneos

Poema húmedo El ambicioso que tenía un diluvio debajo de la casa le abrió huecos al techo, pero murió de sed por el costado. Ese día los buenos regresaron, debajo del rocío encendieron fogatas, amasaron el lodo y cocieron sus cántaros. Ese día los buenos se sumaron al agua. Ese día, los buenos, los que hasta ahora beben del cuenco de la mano, los que riegan la flor, los que navegan, los que cuidan de pie sus cataratas, ese día, los buenos —comprendedlo— me estaban esperando. De Tal como somos (1969)

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Antonio Preciado

Los cuatro generales y el poeta En la muerte de Pablo Neruda, acaecida más que por su enfermedad, por el desangramiento de Chile.

Yo sé que acribillaron la guitarra para que la canción se le muriera, pero en otro sentido es como quien escupe para arriba con ganas de apagar alguna estrella y se le viene el firmamento encima, y un gran chorro de luz se precipita sobre la baba oscura de la bestia. Así, ni más ni menos, van y arrancan de cuajo la palabra, le quebrantan el tallo y pisoteando aún las hojas muertas, declaran que no fue contra el aroma de la flor roja que tenía Chile ayer en la puntita de la lengua, que simplemente fue contra la savia de tantísimas flores venideras, y que hay que agradecerle al que asesina ante el peligro de otra primavera. Ni más ni menos, cuatro generales le disparan su amarga fuerza bruta a las raíces dulces de las uvas, para que a flor del vino Pablo muera, y como su eminencia los asusta, le achacan a la muerta cinco culpas, antes de que la muerte se empablezca. De De sol a sol (1976) 107

Contemporáneos

A dos voces Al voltear una esquina hoy encontré una voz abandonada que dice que es muy triste, comprendedla, que se le vaya el hombre a la palabra; que le teme al silencio, que la deje conmigo y que la ponga a gritar cualquier cosa en mi ventana, a contar las estrellas o bien a saludar a los que pasan, a decir profecías o a predicar furores en medio de las plazas o nada más a repetir mis versos o acaso a recitar contra las balas. Pero yo tengo voz y no la dejo, mi voz desde hace siempre, mi voz con la que digo por los poros lo que me da la gana, y no sé lo que haría con dos voces igual que un tocador con dos guitarras, como una noche con dos lunas llenas o un gallo con un par de madrugadas. Así que el dueño de la voz perdida, el no sé quién que la ha dejado afuera para no decir nada,

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Antonio Preciado

abra la boca al fin y se decida a recoger su voz aunque le cueste hablar con una voz amenazada. Que venga aquí y hablemos con mi voz y la suya, con su voz y la mía, con las voces cruzadas, tal como si multiplicáramos un grito, tal como dos tormentas enlazadas, tal como que dijéramos lo mismo, tal como si juntáramos campanas. De De sol a sol (1976)

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Contemporáneos

Ante el Che de Guayasamín Una vida es apenas algo así como solo un parpadeo del tiempo, y si es que hubiera sido nada más que una vida, el tiempo de esa vida no les habría bastado. Debió de ser en cosa de milenios, muchísimos milenios, que enardecidos fuegos celestiales con tesón aprendieron este sagaz y tierno oficio de mirada. Solo así se comprende que estos ojos alguna vez no fueran más que un par de relámpagos. De De ahora en adelante (1993)

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Antonio Preciado

Aclaración necesaria sobre los colores amarillo, azul y rojo Por supuesto, Aggayú, hijo de Nana entre la añeja estirpe de Oxalá (ya arcaico por sí, de suyo sempiterno), es un dios anterior a mi país, y para mí está claro que, por antigüedad, nunca habría podido cometer un plagio el cielo. Pero, además, no creo que los padres de la patria, pensando tan por lo alto en su destino, le confiaran su amparo a un gran desconocido, por muy encopetado dios que fuera. El caso es que, al fijarse en que resultan por completo iguales los colores del dios en las alturas y los de nuestra espléndida fachada nacional aquí en la tierra, nótese bien que son colores míos porque en mí coinciden,

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Contemporáneos

aunque, viéndolo bien, tal vez yo mismo no soy en esto más que pura coincidencia. De Jututo: Los Dioses (1996)

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Antonio Preciado

Miriam Makeba Para Edgardo Prado

Ocurre que cuando ella se pone toda torrencial, digo, cuando ella llueve sus hondos aguaceros, los resecos veranos del África comienzan esa canción enorme del reverdecimiento. De Jututo: Algunos de los míos (1996)

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Contemporáneos

Poema con pájaro rojo Ya está de nuevo aquí el pájaro de fuego que viene por las tardes cuando escribo y se queda conmigo por poemas enteros, gorjeo tras gorjeo, palabra tras palabra. Yo contemplo en silencio su afable llamarada cuando con devoción anida entre mis versos y permanece quieto mirándome, mirándome, como queriendo ver si también tengo alas. De De boca en boca: Dispersos (2005)

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Alexis Naranjo

Alexis Naranjo

N o t a b io g r á f ic a

lexis Naranjo nació en Quito, en 1947. Sus padres fueron Plutarco Naranjo y Enriqueta Banda. Estudió en la Fa­ cultad de Medicina y en el Filosofado de San Gregorio, en Quito. En la década de 1960 prosiguió sus estudios en España y luego en Francia. Obtuvo una maestría en Lingüística en la Sorbona de París. A su retomo al Ecuador participó en la creación del curso interdisciplinario de Ciencias del Lenguaje en la Uni­ versidad Central del Ecuador. Se desempeña como traductor.

A

O b r a l it e r a r ia

Poesía: Profanaciones (1988); Ontogonías (1990); El oro de las ruinas (1994); Interregnum (1996); La piel del tiempo (Premio Jorge Carrera Andrade del Municipio Metropolitano de Qui­ to, 1998); Sacra (Premio La Lira de Oro, del Primer certamen de poesía Hispanoamericana del Festival de la Lira de Cuenca, 2005); Ámbar Negro (2007); Azahar (2010); Mixturas (2010); Maquinaciones (2015).

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Contemporáneos T r a d u c c io n e s

Henry Klein, Obra poética. Collected poems (2002).

J u ic io c r ít ic o

Cada poema es una unidad indivisible de significado y signifi­ cante. Esta unidad construida con infinidad de correspondencias arrastra consigo el ser del poeta. En ocasiones el resultado es am­ biguo y hasta hermético, dos circunstancias que ponen a prueba al lector. Una forma convencional de abordar la obra poética de un autor es la de abstraer los temas que trata, manifestados en motivos. En el caso de Alexis Naranjo los temas se refieren a la muerte, la existencia, el amor, la escritura literaria; los motivos, entre mu­ chos, son la ansiedad erótica, el problema de la identidad (los espejos), el amor filial, etc. Estos temas se encuentran en la lírica de todos los tiempos y son comunes en los autores, aunque en el tratamiento de los motivos ya se encuentren rasgos específicos de la creatividad del autor. ¿Cuáles son los rasgos específicos de la poesía lírica de Alexis Na­ ranjo? De hecho, la siguiente lista no los agota, sin embargo, son los más perceptibles por parte del lector: a. Diversidad métrica. Abunda el segmento lírico de extensión corta con presencia del encabalgamiento. Pero, en la obra de Na­ ranjo, se contraponen el verso clásico (Los sonetos «Al dead of night», las décimas «Antifonario del insomnio», en La piel del tiempo) con la escritura letrista de aspecto plástico («El inconso­ lable», «Ese imperio del ghetto», «Ontogonías», en Ontogonías).

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Alexis Naranjo

b. Las voces que hablan en los poemas corresponden a la primera persona del singular y a la segunda persona del singular, es decir, las funciones lingüísticas son la emotiva y la conativa. Se habla consigo mismo y se dirige a otra persona, se compone, entonces, una especie de confidencia o conversación. Esta modalidad es propia de la poesía de la segunda mitad del siglo X X . c. El léxico se toma del español en desuso, aunque muchos vo­ cablos son invenciones con cierta tendencia a simular los térmi­ nos del latín. La invención de términos es frecuente. Este fac­ tor revela una actitud preciosista de la lengua que no accede a la comunicación general, ya sea porque, como en la vanguardia literaria, el lector queda al margen o porque el poeta considera que la edificación de su mundo también debe expresarse con un léxico propio. d. Por lo menos tres componentes del culturalismo son identifi­ cares, a saber: la mitología greco latina, las doctrinas orientales, el arte europeo y la literatura europea contemporánea. La cultura andina ocupa una parte pequeña de la producción. El culturalis­ mo fue una tendencia de la poesía española de los años ochenta y la producción de Alexis Naranjo es una manifestación de esa tendencia, quizá la única, en la poesía del Ecuador. Estos rasgos involucrados en una específica conjunción dan lugar a la ambigüedad y a la índole hermética de la producción, caracte­ rística que exige del lector un exigente esfuerzo intelectual. Pero, cabe anotar que esta conjunción es el origen de la diferencia con respecto a la producción lírica de otros poetas contemporáneos. El arte literario de Alexis Naranjo, que recrea la voz de una pri­ mera persona y que en ocasiones se dirige a otra silente persona, es, en síntesis, la manifestación de una individualidad que clama

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Contemporáneos

en medio de la alienada percepción colectiva. De hecho, el lector ideal será el confidente de la laboriosa, intensa y dolorosa expe­ riencia vital del poeta. JPB B

ib l io g r a f ía s o b r e e l a u t o r :

Rodríguez, Juan José. «Para un dibujo del Azahar». Azahar. Arequipa: Cascahuesos Editores, 2010. Santamaría, Juan José. «Poéticas del silencio: El Color de lo Blanco, de Alva­ ro Rodríguez y Sacra, de Alexis Naranjo». Quito, 2008. [Tesis de maestría en Estudios de la Cultura, mención en Literatura Hispanoamericana, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Quito]. Puma, Paúl. «Sacra». En Cartón Piedra. Quito: El Telégrafo, 3 de mayo de 2015, págs. 11-13.

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Happy ending Plúmbeos tus fragmentos zumban ácido sudor frío, circuitos cerrados malí hipertélico. ¿Paseabas ecuatoriales huesos? De la procesión descabezada ¡qué coágulos estallan en tu calavera de sedentario! De Ámbar negro (2007)

Contemporáneos

Árbol susurrante ¿Te amedrentaba el blanco el blanco sibilino y atronador? ¡Ea! Ahora cultivas en silencio las azaleas purísimas del jardín de Takuboku. De Ámbar negro (2007)

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Alexis Naranjo

Diciembre seis ¿Cohibido? Tres mil años de escritura te preceden. ¿Fatigado? Treinta años de pergeñar a tus espaldas. ¡Vamos! Aunque tus manos ciñan fantasmas ¡que afuera estallen bengalas, diablillos y petardos! De Ámbar negro (2007)

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Contemporáneos

Poiesis ¡Vergüenza de ti! ¡Con todo lo que has bebido para inspirarte y ahora resulta que bailas y cantas como un borracho cualquiera! ¡Vergüenza de ti, Baco viejo! De Ámbar negro (2007)

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Alexis Naranjo

Musa ¿Vestirte? ¿Ataviarte? Mejor aquella desnudez la afrenta de tus heridas la palidez de tus manos la frialdad de tus pies. Mejor aquello que el sedoso oprobio de una mentira. Mejor aquello que la insidiosa sed de un poema. De Ámbar negro (2007)

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Contemporáneos

Es el aleteo del pájaro insomne despejando tu voz en la cornisa del sueño. Es la salamandra en llamas hechizando tu muerte con su silencio hereje. Es el grito de la astromelia a orillas del Ganges y la sangre del astrolabio hundiéndose en sus arenas. Pero son la esfinge la pirámide y el camello en el punto en que coinciden con el mascarón de proa entre los regalos suntuosos de tu decapitado poema. De Ámbar negro (2007)

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Alexis Naranjo

En su centro vacío Deja entonces que el poema acumule avaricioso aquello que de ti vas desprendiendo: gestos, luz, pulso, gritos artificio, sombra, secreto, secreción zozobra, ruina vínculos, cimientos, viveros brechas, colores, pasadizos, monólogos, alvéolos vocablos, brotes símbolos, escritura, jadeos horcaduras, subterfugios conmociones, negaciones, afirmaciones fetiches, frutos, ofrendas compromisos, máscaras, testimonios incandescencias, tachonazos didascalias, holoturias, opoparikas y zib, nab, zib, nab... De Ámbar negro (2007)

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Contemporáneos

Sacra 9

mi cuerpo en tu cuerpo sublimación del krater vértigo hermafrodita báratro en asedio hidra decapitada templo arrasado macula peccati anima mundi anima mundi De Sacra (2005)

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Alexis Naranjo

MUERTE: ¿Cómo de tu silencio, di la vida eleva su canto? ¿Cómo, si hemos padecido, si a tí estamos todos destinados, no osas romper tu secreto, levantar el velo de tu rostro, abrir a la mirada las puertas de tu perpetuo albergue? ¿Cómo, si todo es fugaz, tú encierras la eternidad, la eternidad de tu silencio? Muerte: di ¿no eres jamás sino la misma, la misma amante jamás saciada? De Profanaciones (1988)

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Contemporáneos

Siega sé que vendrás por mí en cualquier momento pero si llego a verte qué dispersión de espigas habré de ver qué desasimiento de amorosa fiebre qué polen volando a la gloria del viento y si llego a oírte qué rumor de simientes habré de oír qué solfear de granos nutriendo a los dioses famélicos qué tañer de corolas por los solitarios transparentes y si llego a sentirte qué correr de resinas habré de sentir qué savias resanando las raíces supliciadas qué cálices y estambres y pecíolos retornando a la madre tierra para restañarla con qué natural alegría con qué entrañable tesón De Azahar (2010)

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Alexis Naranjo

Salitre filosofal ni los 7 orificios del ídolo ni el corazón hinchado con edictos de plomo ni la calabaza del estado caótico tu poema ciernan señor tú que en sacrificio derrochas noble mercurio arcano cinabrio alcaloides zen espejismos del oasis: en este pliego sin memoria hálito se tornen especular obsidiana sublimado azogue De Azahar (2010)

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Contemporáneos

Seducción de la sombra (Fragmentos) II

No te quise para mí, máscara, espejeabas con saña mis injurias. No busqué ocultarme en ti pero a mi rostro te ceñías, despiadada. Hoy, al despertar, supe que te habías quedado atrás, en algún sueño agazapada, protegiendo a mi alma atormentada y enferma. Y ahora, máscara, ¿oh noble máscara! la piel de mi rostro te cubre y con mis ojos ves y con mi boca hablas.

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Alexis Naranjo

III

El vínculo que a ti me une no es moral sino vital; el vinculo es esta erosión, este amargo retroceso, la intimidad sin salida de un sufrir intransitable; la última, la fría determinación que recorre mis huesos y bate mis sienes. Sellada mi boca, te habla mi corazón con latidos ciegos: mi vínculo contigo, suicida, viene del fondo del mundo, de este cuerpo y esta alma cuya vida hemos amado y padecido a un punto insoportable. Mi vínculo contigo, hermano de la sombra, es esta feroz, interminable soledad. Pero te tiendo la mano: nuestro viaje es largo, el camino sin retorno.

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IV Herida de amor, no abjures de mi alma, devuélveme la flor estigia. Oh, loto del Buda: que con mi sangre florezcan tus diez mil pétalos radiantes.

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Alexis Naranjo

V No te rompas, corazón, acepta tu desdicha, trasiega tu amargura, abandona tus quimeras. Corazón, corazón profundo: ilumina mi camino, acompaña mi silencio, a mi alma da templanza. Corazón, corazón vidente: resiste esta noche sin fin, sin esperanza.

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VI En selvas de palabras me he perdido tantas veces con locura, con pasión abrasadora. Nada me llevó allá salvo esta obsesión, esta sed de vengar en mí al mundo, este delirio de culpa y redención. Pero ahora estoy del otro lado: a lo lejos, el depravado fuego de los hombres ya ensombrece el horizonte. Oh, humareda de palabras: ahora soy la selva, su vértigo silencioso, su impenetrable turbulencia.

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Alexis Naranjo

VII Otras manos son mis manos, otro mi rostro, otra mi distancia. Cuando yazgo al pie de un árbol camino a lo lejos; en mi silencio, tumultuosamente hablo; de cristal son mis secretos. Uno y doble, a muerte juego mis verdades cuando digo mis mentiras. Demonio ubicuo: ¡mi dado está cargado!

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Contemporáneos

VIII Revuelo de sedas, paloma de luz, en el aire te creas y deshaces, musa de tu propia danza. Desvelo de mi alma, cruel dulzura, ahora vienes, ahora vas, lágrima henchida de ausencia. ¿Pero eras tú, de paso por aquel frescor de ensueño? ¿O era tu claridad, mies de luna, seda de la sombra?

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Alexis Naranjo

IX

Cargado y oscuro vienes a la intemperie de mi alma. Un silencio sobrenatural me envuelve. Han partido todas las aves, todos los vientos. En el vasto cielo nada se mueve salvo tu sombra.

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Contemporáneos

X No me señales, hechicera, ni me mires: soy la lluvia, el olvido, los vientos, la tarde solitaria.

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Alexis Naranjo

XI

No preguntes, arrójame tu sombra, tu misterio, tu aliento cálido y fragante. No me digas nada, remonta los susurros, las corrientes de fuego submarino. No te desnudes, demórate en jadeos y mordiscos, y desciende por mi torso con la espiga de tu lengua. No te alces, Lilith, sólo bébeme y desángrame, oh guardiana estremecida de mis gozos.

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XII El chacal dará cuenta de ese ángel descamado. En el camino, de madrugada, recuperan su instinto las criaturas de mi sueño: tersa piel en movimiento, crepitación ligera de mis sienes. Aquel ampo que extravía su fragancia, ese arroyo que serpentea en la colina, aquel ibis y ese búho de la luna se alimentan de mutuos resplandores. Divina fertilidad oculta: tu vaho envuelve lo visible y todo tiembla, de madrugada, en mi camino.

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Alexis Naranjo

XIII Cuando me levanto, señor de mi muerte, abrazo a mi sombra y avanzo al secreto. Acompáñame, caminante, arriba del hondón añoso: esta sombra sube en pleno brío, se expande, se adivina: es luz, mas luz divina.

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Contemporáneos

XIV Amargo aquel amor, amargo por dichoso, amargo por obsceno, amargo por perdido. Si aún sueño en tu cuerpo, ¡en mí no viertas más acíbar, rescoldo del sollozo! Amor amargo, amor dichoso, amor lascivo: te rendí mis armas, con ellas me has matado.

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Alexis Naranjo

XV Amorosa tiniebla, femenina tiniebla, angelical tiniebla, tus alas bates, llévame a ti, tus labios abres, dame tu vino, tus senos ciñes, escucha mi corazón, tu vientre acaricias, exhálame tu fragancia. Diáfana tiniebla ilumina mi alma, eleva mi cuerpo, devuélveme tu misterio.

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Contemporáneos

XVII No moveré la rueda de mi mente sino la de mi corazón: que una mano a otra ciña, que una mirada en otra se abisme, que un cuerpo a otro penetre. Moveré la rueda de mi mente no la de mi corazón: que decante esa pasión, que sea sedimento, sombra amada, impalpable presencia.

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Alexis Naranjo

XVIII Tengo sed: me brindan sal. Tengo sueño: me ofrecen un lecho de púas. Estoy triste, vencido y solo: me regalan un espejo. Así reconozco hoy las humanas ofrendas. De El oro de las ruinas (1994)

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Javier Ponce

Javier Ponce

N o t a b io g r á f ic a

ació en Quito, en 1948. Realizó sus estudios de Comu­ nicación Social y Sociología en la Universidad Central del Ecuador; y de Creación Cultural en la Universidad de Vincennes, en París. En la década del 60 empezó a laborar en el periodismo, en el diario El Tiempo, como redactor político. Lue­ go, fue técnico en Desarrollo Rural en el Ministerio de Agricultu­ ra y Ganadería. En esa misma época, publicó algunos poemas en revistas como Agora y Niziah.

N

En la década siguiente estuvo al frente de la revista cultural Artes y más tarde, del suplemento cultural de Diario Hoy, «La liebre ilustrada». En 1980 continuó su labor en desarrollo rural y co­ municación en la Secretaría Nacional de Desarrollo Rural y en esa misma línea se desempeñó como consultor para el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. Fue articulista de medios impresos como Diario Hoy y El Uni­ verso, y editor especializado en temas culturales, sociales y polí­ ticos. Algunos de sus ensayos y artículos sobre literatura se publi­ caron en revistas y libros de varios autores. Estuvo también vinculado a organizaciones como el Comité Ecu­ ménico de Proyectos Agrícolas, cuyo interés giraba en tomo a las

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Contemporáneos

comunidades campesinas y fue director del Observatorio de la Cooperación para el Desarrollo del Ecuador. En la década de 1980 publicó tres libros de poemas; por casi tres lustros se dedicó a la novela, para luego volver a la lírica. Tam­ bién, a partir del año 2000, ha publicado libros de ensayo, fun­ damentalmente de temas políticos; y a partir de 2007, ha estado vinculado a diferentes instancias del gobierno.

O b r a l it e r a r ia

Poesía: A espaldas de otros lenguajes (1982); Escrito lejos (1984), que se basa en los textos de la plaqueta Postales (1979); Los códices de Lorenzo Trinidad (1985); Texto en ruinas (1999); Ajuera es la noche (2000); El cuerpo y las sombras (2011). Novela: El insomnio de Nazario Mieles (1990); Es tan difícil mo­ rir (1994); Resígnate a perder (1998). Ensayo: Y la madrugada los sorprendió en el poder (2000) y Sentado entre dos sillas (2004).

Juicio c r ít ic o La obra literaria de Javier Ponce gira en torno al complejo nú­ cleo temático de la ausencia, concepto que, para el autor, parte de la esencia misma del signo lingüístico. Esta reflexión ofrecerá distintos matices entre un libro y otro, pero será la columna ver­ tebral de toda su producción textual. El primer poemario de Ponce, A espaldas de otros lenguajes, se compone de una especie de collage de registros textuales,

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Javier Portee

reelaborados poéticamente, que abordan un levantamiento indí­ gena en una hacienda de la sierra ecuatoriana en el siglo xix. En el texto, subtitulado «memorial de un escribiente», opera un mo­ vimiento paradójico en el yo lírico: por un lado, proviene de un supuesto escribano mestizo —en el umbral, siempre en conflicto: «mitad patrón / mitad servicia / mitad silencio»—que utiliza la escritura desde la dinámica de poder patrón-indios; mientras, al mismo tiempo, desarticula esa escritura oficial, notarial y con­ table, para ponerla al servicio de la sensibilidad individual del hablante poemático. De tal manera, se establece una tensión en­ tre el discurso de la Historia frente al decurso de la memoria, de donde brota la poesía, a espaldas de esos otros lenguajes, desar­ mándolos. Cuando muere el escribiente, la voz poética sugiere que quizás la indiada «buscará las fojas de tu libro de hacienda / entre tu len­ gua. / quizás fabulador de fechos, / esta conjura no es otra cosa que un secreto jubileo de ti mismo / lluvia que cae en ciclos de purgación sobre tus / desasosiegos». Yla palabra poética queda, así, como el testimonio de un fracaso: el intento fallido de cons­ truir una memoria que no implique la destrucción de la historia que quiere referir. Así, una ausencia anidaría en el lenguaje, que es incapaz de incorporar aquello que quiere comunicar; y el in­ tento por abarcar la realidad pasada será el propulsor del (siem­ pre imperfecto) mecanismo de la memoria. En Los códices de Lorenzo Trinidad, Ponce retoma un tiempo pasado, ubicando la anécdota en «el primer siglo de República». Esta vez, el personaje central no será un escriba sino un pintor, a quien la voz poética inquiere una y otra vez en lo que César Camón ha calificado como un «monólogo dramático». El libro de hacienda del poemario anterior se convierte aquí en el lien­ zo vacío al que se enfrenta el artista: «El lienzo es blanco. //Es

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Contemporáneos

blanco el muro. / No existen cuerpos / únicamente trazos sin fin / recuerdan empastes suyos, memorias que antes de ser / actos / huellas de pasos que no hemos consumado». Así, si en A espaldas de otros lenguajes había una voluntad por volver la mirada sobre la Historia por medio de la memoria, en Los códices de Lorenzo Trinidad no se habla ya sobre una re­ creación, sino sobre la creación, la ficcionalización de la realidad. Ysi antes se constató la imposibilidad de la palabra para asir una realidad, aquí el soporte mismo impide cualquier re-presentación cabal: «El lienzo es vértice, vestíbulo, ciudad / que presiente su adversidad / /su ruina / sin pozo donde escanciar lenguajes». De este modo, la creación artística en su sentido más universal, la poiesis griega, nunca podrá albergar aquello de lo que refiere: se le puede aproximar, y alcanzar el borde del precipicio, pero al emitirse el lenguaje, opera un salto al vacío, lo opuesto a la reali­ dad, su ausencia. En los dos mencionados poemarios, además de la tensión entre Historia y memoria, y entre realidad y lenguaje, aparece el rasgo común de la fragmentación. Los diversos registros textuales de A espaldas de otros lenguajes y la sucesión, sin anécdota cierta, de increpaciones al pintor por parte de la voz poética en Los códi­ ces de Lorenzo Trinidad nos hablan de que para Ponce la poesía no es un todo coherente sino que se forma de una variedad de pulsiones expresivas. En tal sentido, no habría una sola lógica estructurante del texto, y más bien el lenguaje sería presencia de cuerpo intermitente, residual y marginal; siempre en disputa, desdiciéndose a sí mismo, replegándose sobre su propia limita­ ción de construir una realidad. La narrativa de Ponce también aporta otras perspectivas acerca de las preocupaciones centrales de su poesía. En su primera

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novela, El insomnio de Nazario Mieles, se cuenta que un grupo de maleantes se internan en la selva para emprender la aventura de la extracción de caucho. Nuevamente la memoria, fragmentada, de los personajes, viaja a un tiempo pasado, entre recuerdos de vigilia e insomnio, e intentará dar cuenta de una anécdota que no alcanza a representar completamente. De los mismos personajes, el narrador refiere: Sus existencias, viéndolas juntas, semejaban los escalofríos que provoca la escritura que, incapaz de acarrear con sus propios sentidos, evoca los ajenos, signa los fatales zodíacos lejanos, para olvidar su condición de huella de sí misma y de su espeluznante vida que recomienza cada vez en las muertas aguas de su fábula. Aquí, la ausencia inherente a la palabra hace eco en los persona­ jes; tal es el caso ejemplar de Almalepra, un abigeo que se salva de una turba de campesinos, emergiendo literalmente del lugar en donde iba a ser sepultado vivo, para luego deformarse el ros­ tro y, así, empezar una nueva existencia. Esa vida vaciada, sin historia, figurada desde su des-figuración, que el personaje se da a sí mismo, es una metáfora del lenguaje, que termina siendo únicamente referente de sí mismo, huella falsa, en una imagen que desciende en espiral, nuevamente, hacia el vacío, la nada. Esta vacuidad en el seno de la identidad se repetirá en un perso­ naje de su tercera novela, Resígnate a perder, con otro cariz: se trata de un travesti, en quien opera un enmascaramiento volun­ tario, y una nueva desarticulación del original. El cuerpo hecho referente se corresponderá con esa imagen fragmentada y forja­ da —ficticia—de la memoria. La búsqueda en el ámbito estético es aquí, al igual que en Los códices de Lorenzo Trinidad, fruto de un desasosiego existencial, al saber que se está dependiendo de un mundo irreal y limitado en sí mismo.

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Contemporáneos

Cuando Ponce regresa a la poesía tras casi quince años, lo hace con Texto en ruinas, poemario en que el lenguaje es visto como el vestigio de una antigua monumentalidad. Las ideas de lo frag­ mentario, de la Historia y la huella vuelven a orbitar el decir del poema, pero esta vez lo más palpable es la sensación desoladora frente a un lenguaje que no representa otra cosa que su propia destrucción. La variedad de la ausencia que, paradójicamente, se hace presente en el poema se relaciona en este libro con la muer­ te —suceso que Ponce experimenta al perder a un hijo—, vacío al que tiende, siempre inútilmente, mediante la escritura: «Alguien escribe en la madrugada los restos de su vida. / Llora a sus muer­ tos. / Inútilmente ama y se desangra / palabra por palabra»; y más adelante: «Insomne busco el gesto de tus manos, hijo, / in­ móvil tu cuerpo sobre la hoja en blanco / sobre las palabras cae el cuerpo tuyo»; y finalmente: «Qué tienen las palabras que no alcanzan / para explicarme el miedo a tanta muerte». Como lo ha señalado Iván Carvajal, el ámbito más propicio para esta poesía, incierta y desasida de referente, es la noche. En 2000, cuando Ponce publica Afuera es la noche, remarca cuán ardua se le presenta la empresa escritural: «Qué difícil este re­ torno. / La creciente sombra del lenguaje / que se tiende sobre la memoria». Lo que le pesa al poeta no es la constatación de la ruina en que se ha convertido el lenguaje, sino que este, en lugar de dar luz, de aclarar, ensombrece aquello que toca; y que, en su afán por volver sobre la memoria, al no poder prescindir para ello del lenguaje, cada nuevo tiento será una profundización en el vacío, en la ausencia abisal de la palabra. «Lo escrito fuga apenas escrito» dice el yo lírico, consciente de que, pese a toda la poesía, no ha hecho más que hablar —como ahondando en una espiral sin fin—de la propia agonía en que se desenvuelve el poema. YM

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Javier Portee B

ib l io g r a f ía s o b r e e l a u t o r :

Araujo Sánchez, Diego. «A espaldas de otros lenguajes». En A contravía. Pági­ nas críticas. Quito: Antropófago, 2014. Camón, César Eduardo. Habitada ausencia: historia y poética en la poesía de Javier Ponce. Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Camón, 2008. [Colección Palabra al Día]. Camón, César Eduardo. «La identidad difuminada en una pesadilla». En Ja­ vier Ponce. El insomnio de Nazario Mieles. Guayaquil: Ilustre Municipalidad de Guayaquil, 2008. Carvajal, Iván. «La ausencia que se ha dejado escrita». En A la zaga del animal imposible: lecturas de la poesía ecuatoriana del siglo XX. Quito: Centro Cultu­ ral Benjamín Camón, 2005.

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El sonido es todo lo que está y nos atestan los sonidos Qué ocurre. Dime. Dónde estoy. Quién tarda para entrar y se anuncia tantos siglos. Quién manuscribe ruinas y nombra sus adentros sus aparecidos duendes sus espéculos espantos azogados cantos. Quién afuera se junta. Quién a empellón porfía y crece oculto solapado en los taludes de la niebla en las oscuras cóncavas palabras tuyas en tu lenguaje de tientos y de marras. Por qué olvidas y enmiendas tu escritura y yerras erratas y pronombres y mudas de oficio y escapas a los averiguos todos. Por qué callas si estar en muda sin raíz posible sin predicado ni prosodia que entre su piel me abrigue si este silencio

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Contemporáneos

me acontece a mí, no a ti. Pegada la lengua al paladar hago mutismo y agonizo cuando ninguna otra que la mosca parla asentando sus observaciones con graznado zumbido en la escritura. De qué tiniebla, de qué ceguera mía te ocultas, Lorenzo Trinidad. Qué sucesos guardas para tus adentros. Qué trazos. Qué pesadillas inundan los sonidos ah los sonidos es lo que resta de mí y serán los últimos en dejarme. Sólo después los enmudecerá el mundo. Qué tiempo qué siglo qué condena transcurrida por nosotros está sonando cerrojos suena llantos maldiciones, danzas furtivos caballos. En procesión por un dibujo cucuruchos y velermos pregonan nuestra gula y acomodo. Sobre un purísimo engendro de albayaldes Lucifer cabalga.

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Y atrás, María Urrutia con todos los sucesos y padecimientos desciende por telas, por retablos por frescos, encadenada sobre una muía vieja. Qué fiebre a voz en grito se desborda. Ruedas de molino apagan clamoreos hondos del agua. Puertas de cepos son las pesadas caen como cae cada instante de tiempo a su artificio de piedra. Y hacen las gentes un ruido tanto. Vociferaciones quejas sobre catres tantas. Como si afuera, Trinidad, sobre quebradas tendiendo troncos largos apelmazados con barro entre solares desnudos, covachas portales conventos, prostíbulos, fondas la ciudad estuvieran inventando y fundan un billar con mortecina luz de lámpara —como si fuese agónico espíritu de alumbre— donde esperar entre boleos, el hallazgo de la noche sin pasado. De Los códices de Lorenzo Trinidad (1985)

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Contemporáneos

Alguien en la sombra 1 Alguien te escribe desde alguna voz lejana. En el fondo de algún pozo alguien inventa tus dos manos delgadas. Alguien no encuentra sino muerte adentro de su fosa. Alguien tiene un dolor que le murmura y pasa. 2 Alguien te ama desde su lágrima. Desde la oscura puerta de su casa. Desde ese enorme miedo con el alba. Alguien te tarda, te retiene en la escritura que se desmorona entre palabras. Alguien se quiebra en la terraza y sólo encuentra vida muriendo a lo largo de su vida. Tiempo que transcurre o que naufraga. Alguien este año amó y murió. Fugaz alegoría, claroscuro. La muerte y el amor se aferran a él y él buscará tus dos manos delgadas al borde de un café.

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Javier Portee

I

3

Alguien está que no puede aquietar el ojo y se resiste a caminar un destierro distinto cada día. Los escorpiones asedian su frío y su temblor muerden la piel sílaba a sílaba. Alguien te encuentra y enmudece el fuego. En el fuego tus ojos nombran a alguien y tus brazos no pueden con el tiempo. 4 Alguien recorre tu cuerpo simplemente. Alguien no llega a tu cuerpo y te condena. Alguien busca un dintel un país, una tormenta para acogerse, no morir de la intemperie. Imposible dormir. El alma es un infinito insomnio. La hoguera se apagó hace rato. Quedan cenizas. Dispersas inmóviles cenizas. Cenizas de quién. Alguien escribe en la madrugada los restos de su vida. Llora a sus muertos. Inútilmente ama y se desangra palabra por palabra. De Texto en m inas (1999)

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Contemporáneos

Tres poemas tardíos Vuelvo a mirarme en todo lo perdido la sombra parpadea tomada por el miedo. Vuelvo a mirarme y no encuentro el primer día no encuentro en la memoria un solo instante una sola madrugada una voz sola que me recuerda esta sorda voz en la penumbra este instante insomne, único, último. No tiene fondo la noche, no tiene abismo, no hay en toda la noche un lugar donde posarse y descansar de tantos días y sus ojos ciegos que nos acosan con la luz y el alarido de sus pájaros. Nadie viene de afuera hacia mí. Nadie atisba desde adentro tampoco. Nadie cruza el estrecho silencio que separa mi ser de su cuerpo. Qué tienen las palabras que no alcanzan para explicarme el miedo a tanta muerte. Apenas me nombran son ceniza, despojos de un papel indescifrable. Un risco de sonidos, un manojo de verbos conjugados en pasado es cuanto tengo. Sobre el vidrio expuesto contra la noche mi cuerpo es un incierto fruto de mi cuerpo, un lejano abismo de miradas, es el otro que me aguarda, el que muere en el confuso interior de mi memoria, el que me delata y huye, el que me finge como si fuese una ramera seduciendo sombras. De Texto en ruinas (1999)

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Ninguna sed Y a él la negra nube de la muerte le envolvió por un lado y por el otro Ilíada, Homero

UNO Vuelvo para nombrarme y mis nombres fugan a lo largo de un corredor de pájaros. Fugan los dioses. Qué difícil este retomo. La creciente sombra del lenguaje que se tiende sobre la memoria. La pesadumbre acechando los pasos en la isla. Este difícil retorno, amor, a mis desolados pasos. La noche esparce en Áulide nuestras voces que fueron voces algún remoto día. La noche clama y calla vacía como un cuenco que desaguamos la víspera. Mis huesos: madera para la quilla de una nave encallada en la comisura de la roca. Es difícil este retomo de las palabras. ¿Existieron alguna vez? ¿Estuvieron entre las piedras? Estuvieron. Sí. Dejaron sus huellas. En los muros de Áulide

Contemporáneos

un túmulo de piedras y de huellas para tu cuerpo ausente. Para tus islas ausentes. Restos que junto penosamente mientras se asfixia una memoria lejana. DOS Áulide. Las noticias llegan agobiadas por todo lo perdido. La muerte envuelve mis pozos y mis huesos. Lo escrito fuga apenas escrito. Ocultan mi voz tus pasos, amor, en desbandada. Afuera es noche a pesar de la mañana y tengo miedo de asomarme al tiempo a los vestigios de tanto tiempo. Miedo de no encontrarte. Miedo de encontrarte. En las islas el invierno oscurece los días con su bruma. Adentro lentos pasos tras los pasos de una silla. Pasos que caen muertos. ¿Quién acompaña el cortejo solitario de la anciana? La noche, tal vez, la noche que se arrastra. Como el cuerpo de una langosta que buscó un día mi costado para morir. ¿Cómo llegué hasta aquí?

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¿Quién tiende este silencio a secarse entre las sombras? ¿Quién arranca con las manos polvo de sus propios llantos? ¿Quién retoma a las islas solo como nunca? En el cuenco de las manos guardo el agua que beberé. El recuerdo de la anciana a lo largo del apagado rumor de Áulide, guardo. La sombra del cuerpo penosamente apoyándose en la silla. Los pasos lentos. Imposibles. Tuyos. Atrapo voces para los días oscuros. Curo en salmuera las palabras para los años que me ausentan. Me desnudo lentamente para el desgarramiento de la cópula. Me tiendo para que recojas con tus manos lo que reste de luz en mi piel. Eres la última mujer que en las islas hurga mis cenizas para interrogarlas. De Afuera es la noche (2000)

Contemporáneos

El insomnio de Nazario Mieles (Fragmento)

El animero de Columbe lmalepra nunca supo muy bien qué pasó después, por qué no acabaron de echarle toda la tierra amontonada a los costados y destinada a sepultarlo vivo, qué presentimiento en forma de tormenta, sismo o eclipse, lo había salvado de una muerte segura. Debió haber pasado medio enterrado más de un día y tal vez dos noches, hasta cuando, reblandecidas por la humedad las ataduras, las cuerdas que le amordazaban las manos fueron cediendo. Vuelto en sí, se quedó una tarde más sin moverse, husmeando por si acaso ruidos. Cerca de un crepúsculo, se salió de su propia huesa y echó a correr cuanto pudo, con débiles zancadas.

A

Desde su infancia no había experimentado desazón parecida. Al tiempo que sus fragmentos íntimos sufrían semejante juntura inesperada y se atropellaban en su espíritu, loca, violentamente, se apoderó de él un miedo que jamás había experimentado, un miedo cobarde por primera vez. Con sucesivos temblores del cuerpo fue sumando en la memoria todo lo acontecido, desde el momento en que lo echaron al hueco, hacia atrás, hacia la tarde en que sintió la escopeta vieja de los vaqueros sobre la espalda... hacia aquellas horas que transcurrieron en la tenencia política, como si lo que entonces fue regusto, fuese ahora espanto... más atrás aún, hacia su infancia misma, cuando imaginó que en

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su caída, el laberinto circular arañado a la sombra del arrayán conducía irremediablemente al fuego eterno... Finalmente hacia mucho más atrás, hasta los tiempos en que, sin saberlo, pavorido, soñó lo que después iba a ser su propia vida. Era como si toda esa fugaz retrospectiva que dicen nos ocurre al momento de la agonía, le hubiera llegado en cambio a Almalepra en los instantes de la resurrección. Así, como resultado de poner en una sola cuenta tiempos tan remotos preñados de sombras, Almalepra corrió distancias, fugitivo, preso del miedo, como si se hubiese echado al cuello una corma de malagüeros, un horcón invisible que le pesaba en la huida a modo de escarmiento por no hallar el lugar del pecado y del castigo que haga de todo su cuerpo y de su memoria, el umbral del delito de qué infortunio nacido, de qué mortífero veneno nacido, rastro de cuántos orígenes lejanos que corrompieron su ánimo con la mordacidad del agua salada. Era como si al fin pudiera cruzar las fronteras del páramo sin que atadura alguna lo retuviera adentro. En su huida, anduvo toda la comarca pisado los talones por la parábola que le dio forma, nombre y oficio, y que hace dos noches apenas, por boca de los mismos indios, por sus voces que infestaban el abandonado espacio de un páramo, anunció su muerte. Ellos le dieron su ser figurado, a ellos correspondía el enterrarlo. Al final de su carrera, desatinando por el pavor su camino, dio con un patio de hacienda, el caserío sumido en una siesta circular, soterrados sus estrépitos y sus sonidos, solo el viento esparcido como si cientos de ratas corriesen a todo lo largo del borde de los muros y se aventuraran, a la sombra de tanto abandono, a cruzar la extensión cubierta de restos de empedrado. Nadie. Nadie tras los muros.

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Contemporáneos

Allí se detuvo Almalepra, trastornado por tanto silencio y tanto ruido. Parado en la mitad del patio, no pensó siquiera en esconderse, como si una familiaridad extraña le estuviera ocultando a los ojos de cualquiera que existiese allí o que se aproximara en su persecución. Mangas de viento en el patio. Dispersos gritos. Maldiciones en contralto, otras en abandonado falsete. En los nidos de la piedra pómez: un musgo centenario tejido por arañas a las que sorprendió la muerte a la hora de mayor sopor. Un imaginario mayordomo que cuenta días de rayas y de calabozos a voces altas. Una vieja matrona, que por la fuerza de su ausencia se asoma tras los cristales rotos de todas las mamparas y ventanas, y desde allí espanta niños, indios, perros. Un vaquero que en la puerta de la pesebrera inventa relatos esperpénticos de fantasmas que durante toda la noche faenan borregos y vaconadas. Relincho de caballos. Perros retozando ruidosamente contra el vano de las puertas. La soledad del viento fantaseando en su demencia cántaros. Un ventanal testigo de cosechas y festejos. Tanto extravío del tiempo fue para Almalepra una sucesión de sufridos yugos, confundiéndose, enlazándose, dispersándose en tomo suyo, en sus adentros, hinchando de sinrazones su vientre, agitando de furia sus juicios. Finalmente, en esa soledad, cayó penumbra sobre él. Como si todos los lenguajes de mayorales y cuentayos se dispusieran para darle nuevamente forma, historia. Como si se fueran llenando de desesperos los vacíos de su cuerpo,

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desesperos por acabar él mismo con el ser que habían hecho de todo lo suyo. Y en el desvarío que lo acometió, cuentan los que oyeron repetir su historia, los que dicen que lo vieron, que escuchó, brotando desde los cuartos y las ruinas de la casa de hacienda, el relato de la historia de un animero de Columbe que se negó a entregar las limosnas a las almas del purgatorio y llegó hasta este patio burlando la persecusión de ellas, gracias al ardid de mudar de rostro. Porque al hombre, decían, contaban cada noche en toda la vecindad y él lo había escuchado acurrucado tantas veces junto a los fogones de las casas de sus víctimas, mientras las manos del contador de mitos expulgaban cuyes o desgranaban mazorcas, al hombre se lo conoce en la cara, y ha de mudar de rostro con lastimos, huellas, trazos de carbón, quien quiera borrar alguna señal de culpa pasada, presente o por cometer. Y de este modo, la moraleja del animero de Columbe, repetida tantas veces por cientos de voces que le asediaron como ecos en el patio, fue un alumbramiento en Almalepra. Era el único ardid que entonces se le ocurrió y que serviría para burlar a los que le venían persiguiendo hacía siglos. Con escalofriante habilidad comenzó a arañarse aquellas facciones suyas que —lo imaginó con pavor—daban noticia fiel del ladrón de borregos del Quilotoa. Para que nadie lo reconociera después, para que jamás se supiera quién mismo fue, perseguido desde el pasado por las miradas del niño de los altos del patio, miradas que traspasaban hasta la más recóndita y oscura entraña humana. Así Almalepra arrasó con su cara. Arrancóse las pestañas que como cálidos aleros de gruesa paja escondían su modo de mirar. Entre dos piedras lisas, asfixió de uno en uno los pelos de la barba y las cejas se arrancó de raíz.

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Contemporáneos

Como un enajenado alfarero, se dio a modelar el barro suyo con violencia. Usando trozos de tejón abrióse hendeduras, cárcavas, frutos de una erosión hecha de pesadumbres. Se ahuecó los labios. Con porosa piedra pómez, amasó nuevamente sus pómulos y atormentó los cartílagos de las orejas hasta que alcanzaran una hinchazón que nunca después llegó a ceder. Por fin, con tajos de vidrio, abrióse caminos a los costados de la frente, acrecentando sus eminencias frontales. Acabada su obra, cayó dormido, exhausto, entre hilos de sangre, pues el frenesí del dolor, del miedo, de la fatiga de tantos días de apenas comer hortalizas y tunas que arrancó al paso, le provocaron una honda calma que él interpretó como la señal de haber borrado del mundo sus huellas. Pasó tumbado en las caballerizas no sé cuántas horas, naciendo al día siguiente irreconocible, el reverso de sí. Como si una muerte roedora hubiese huido espantada por la proximidad del día, dejando su quehacer a medio camino, mordido sólo el pellejo y la primera formación de la carne de su víctima. En esta ocasión, había sido él mismo y nadie más, el que con sus propias manos se dio forma, modeló su espanto y burló la descripción que de un temerario, impío ladrón de ganados, constaba en cientos de fojas inútiles que quedaron abarrotadas en las estanterías de la tenencia política. Salió a rastras al camino público. Todo ese primer día anduvo ocultándose apenas sentía la proximidad de alguien. A la hora del crepúsculo, el amortiguamiento en su cara dio paso al dolor, un dolor como si innumerables potros alborotados le cabalgaran debajo de la piel, asfixiándole, abotagándole entre sensaciones de estallidos. De un huerto que halló al paso, tomó unas ramas de manzanilla e improvisando fuego con

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piedra y hojarasca, la calentó, y machacada se fue aplicando a modo de emplasto. Repitió la cura durante varios días, hasta que las hinchazones fueron tomando forma de naturales protuberancias, convirtiéndose las cicatrices en parte de sus gestos. Las hemorragias que le sobrevinieron desde la primera noche, apuró con zumo extraído de gran cantidad de geranios molidos. Y cuando pústulas enormes le quemaron hasta volver carbones al rojo vivo las mejillas y los lóbulos de las orejas, se aplicó hierba mora como si fuese pomada alcanforada extendida sobre hojas de lengua de vaca, ocultándose del sol durante el día. Cuando se sintió repuesto del todo, devoró unas papas secadas al sol, bebió grandes cantidades de agua fresca y volteó el Quilotoa. Comenzó a descender hacia la costa, sin más pertenencias que el bulto de su rasgado poncho de aguas, y su cuchillo, que es lo único que recogió en la huida, de un costado de la fosa donde fuera arrojado por los naturales. De El insomnio de Nazario Mieles (1990)

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B ib l io t e c a b á s ic a d e a u t o r e s e c u a t o r ia n o s

(BBAE) 1 . L it e r a t u r a

d e la c o l o n ia

(I)

Fray Gaspar de Villarroel Juan de Velasco Eugenio de Santa Cruz y Espejo

2. L

it e r a t u r a d e la c o l o n ia

d e l s i g l o x ix

(I)

José Joaquín de Olmedo Dolores Veintimilla de Galindo Julio Zaldumbide Remigio Crespo Toral 4.

L it e r a t u r a d e l

s i g l o x ix

(II)

Juan León Mera Manuel J. Calle Luis A Martínez Roberto Andrade Miguel Riofrío

Gustavo Alfredo Jácome Jorge Icaza Alfredo Pareja Diezcanseco Raúl Andrade 9 . L it e r a t u r a

1 0 . L it e r a t u r a

11.

(I)

Ernesto Noboa y Caamaño Alfonso Moreno Mora Humberto Fierro Arturo Boija José María Egas Medardo Ángel Silva d e l s ig l o x x

L it e r a t u r a

(VI)

d e l s ig l o x x

Adalberto Ortiz Nelson Estupiñán Bass Ángel F. Rojas L it e r a t u r a

(II)

Enrique Gil Gilbert Demetrio Aguilera Malta Joaquín Gallegos Lara José de la Cuadra

(VII)

d e l s ig l o x x

Gonzalo Zaldumbide Benjamín Camón Leopoldo Benites Isaac J. Barrera Aurelio Espinosa Pólit Gabriel Cevallos García

Juan Montalvo Fray Vicente Solano José Peralta Federico González Suárez Marietta de Veintemilla

7 . L it e r a t u r a

(V )

d e l s ig l o x x

Jorge Carrera Andrade Gonzalo Escudero Alfredo Gangotena Manuel Agustín Aguirre

5 . L i t e r a t u r a d e l s ig lo x ix ( I I I )

d e l s ig l o x x

(IV )

d e l s ig l o x x

Hugo Mayo Pablo Palacio Humberto Salvador

12.

6 . L it e r a t u r a

(III)

d e l s ig l o x x

(II)

Juan Bautista Aguirre Ramón Sánchez de Viescas Rafael García Goyena José de Orozco 3 . L it e r a t u r a

8 . L it e r a t u r a

13.

L it e r a t u r a

d e l s ig l o x x

(VIII)

Jorge Enrique Adoum César Dávila Andrade Efraín Jara Idrovo 14.

L it e r a t u r a

d e l s ig l o x x

(IX)

Pedro Jorge Vera Alejandro Camón Arturo Montesinos Malo Alfonso Cuesta y Cuesta Rafael Díaz Icaza Miguel Donoso Pareja

1 5 - L it e r a t u r a

(X )

d e l s ig l o x x

Eugenio Moreno Heredia Jacinto Cordero Espinosa Carlos Eduardo Jaramillo Ileana Espinel Rubén Astudillo y Astudillo Fernando Cazón Vera 16.

L it e r a t u r a

d e l s ig l o x x

(XI)

Alfonso Barrera Valverde Francisco Granizo Ribadeneira José Martínez Queirolo Filoteo Samaniego Francisco Tobar García 1 7 . C o n t e m p o r á n e o s (I)

Agustín Cueva Dávila Alejandro Moreano Hernán Rodríguez Castelo Fernando Tinajero Villamar 18.

C ontem poráneos

(II)

Iván Égüez Raúl Pérez Torres Eliécer Cárdenas

22.

C ontem poráneos

(VI)

Juan Andrade Heymann Vicente Robalino Bruno Sáenz Sara Vanegas Coveña 2 3 . C o n t e m p o r á n e o s (V II)

Carlos Béjar Portilla Carlos Carrión Abdón Ubidia Jorge Velasco Mackenzie 24.

C ontem poráneos

(VIII)

Marco Antonio Rodríguez Jorge Dávila Vázquez Vladimiro Rivas Iturralde Natasha Salguero 25.

C ontem poráneos

(IX)

Oswaldo Encalada Alicia Ortega Santiago Páez Aleyda Quevedo Rojas Raúl Vallejo 2 6 . C o n t e m p o r á n e o s (X )

19.

Contem poráneos

(III)

Rocío Madriñán Sonia Manzano Julio Pazos Barrera Alicia Yánez Cossío 20.

Co ntem poráneos

(IV)

Iván Carvajal Alexis Naranjo Javier Ponce Antonio Preciado Humberto Vinueza 21.

C ontem po ráneo s

(V)

Jaime Marchán Francisco Proaño Arandi Juan Valdano

Carlos Arcos Cabrera Modesto Ponce Huilo Rúales Raúl Serrano Javier Vásconez 2 7 . C o n t e m p o r á n e o s (X I)

Gabriela Alemán Femando Balseca Luis Carlos Mussó Leonardo Valencia Oscar Vela 2 8 . C o n t e m po r á n e o s (X II)

María Eugenia Paz y Miño Juan Manuel Rodríguez Lucrecia Maldonado Gilda Holst

UTPL UNIVERSIDAD TECNICA PARTICULA* D I LOJA

BIBLIOTECA BÁSICA DE AUTORES ECUATORIANOS

Impreso en Ecuador en enero de 2016 Para la portada de este libro se han usado caracteres A Love ofThunder, creados por Samuel John Ross, Jr. (1971). En el interior se han utilizado caracteres Georgia, creados por Matthew Cárter y Tom Rickner.

C o n te m p o rá n e o s Contemporáneos (V)

Jaime Marchán Francisco Proaño Arandi Juan Valdano Contemporáneos (Vil)

Carlos Béjar Portilla Carlos Carrión Abdón Ubidia Jorge Velasco Mackenzie Contemporáneos (VIH)

Marco Antonio Rodríguez Jorge Dávila Vázquez Vladimiro Rivas Iturralde Natasha Salguero Contemporáneos (IX)

Oswaldo Encalada Alicia Ortega Santiago Páez Aleyda Quevedo Rojas Raúl Vallejo Contemporáneos (X)

Carlos Arcos Cabrera Modesto Ponce Huilo Rúales Raúl Serrano Javier Vásconez Contemporáneos (XI)

Gabriela Alemán Fernando Balseca Luis Carlos Mussó Leonardo Valencia Oscar Vela

La Biblioteca Básica de Autores Ecuatorianos (BBAE) es un proyecto editorial y académico de la Universidad Técnica Particular de Loja. Su finali­ dad es presentar una antología de la literatura ecuatoriana en la que se hallen presentes los auto­ res más representativos del pensamiento literario del Ecuador a partir del siglo x v ii . Esta magna tarea fue encomendada a un equipo de reconocidos críticos y estudiosos de la historia de las letras ecuatorianas, quienes, luego de evaluar el aporte de cada uno de los escritores cuyas obras han sido publicadas a lo largo de estos cuatro siglos, elaboraron un listado de nombres y obras que objetivamente se consideran los más destaca­ das e imprescindibles para entender la evolución del arte literario de nuestro país. Se trata, por lo tanto, de una visión panorámica de un proceso histórico vasto, complejo y progresivo que muestra la evolución de un aspecto de nuestra vida cultural desde sus orígenes, en los siglos colo­ niales, hasta hoy cuando prima la búsqueda de una voz propia, testimonio que se aprecia en las nuevas corrientes literarias que triunfan a partir de la década del 30 del siglo xx. La presente publicación ofrece al público lector (y, en especial, a los jóvenes estudiantes y docentes de los establecimientos educativos), una colección bibliográfica de fácil acceso en la que, a través de sus 28 volúmenes, se pueda conocer a los escrito­ res del Ecuador en sus propios textos, selección que llega precedida de prólogos críticos en los que se comenta la obra y el valor literario de cada uno de ellos.

URL: http://autoresecuatorianos.utpl.edu.ec/

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