Libro Reparando El Cerebro - Margriet Boom Diaz de Leon[1]

May 6, 2017 | Author: Jael Muñoz de Ovalle | Category: N/A
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Descripción: libro utilizado en neuroanatomía...

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CAPITULO 1

Naturaleza y nutrición Naturaleza y nutrición ambas contribuyen a la construcción del cerebro. J. LeDoux, Synaptic Self, p. 86

“Los circuito neuronales se construyen a partir de esta interacción dinámica entre el organismo y su ambiente. Son una expresión clara de este fenómeno de autopoiesis o producción continua de sí mismo. El cerebro como sistema vivo se auto produce a través de esta estructura molecular que resulta afectada por la interacción con el medio ambiente, de tal manera que en el resultado es imposible disociar que es heredado y que es adquirido. La sola pregunta se convierte en un absurdo.” (Maturana, 1994, p. 59.)

LO QUE CONFORMA QUIENES SOMOS

Javier es un hombre agradable y atento. Tuve la oportunidad de conocerlo hace unos cinco años, cuando contaba con 35 años de edad. Su historia estaba plagada, desgraciada y dolorosamente, de múltiples pérdidas y duelos. Acudió a consulta un día en que sintió que u mundo había perdido todo su atractivo y solo la ansiedad y las ideas repetitivo y constantes de autoacusación lo acompañaban. Acababa de separarse, muy en contra de su voluntad, de su esposa: una nueva pérdida se añadía a su cadena de ausencias y no consigue reponerse. Siendo muy pequeño, su padre emigro a los estados unidos en busca de mejores ingresos para la familia, dejando a la mama y a tres pequeños en la ciudad de México. Esta fue la primera de varias despedidas en su corta existencia. Cuando tenía 7 años de edad, su madre murió accidentalmente en el baño de su casa, al parecer se cayó y al quedar inconsciente se ahogó en la bañera. Javier y sus hermanos fueron enviados a estados unidos, donde, como había señalado, e encontraba su padre trabajando, pero este último, al salir a recogerlos al aeropuerto, fue asaltado y murió, no pudiendo llegar a encontrarlos. Esta desgarradora historia, parece no tener fin. Lo recogieron temporalmente unas tías que más adelante no pudieron hacerse cargo de él y vivió así de un lado para otro, con un alto nivel de incertidumbre, suplicando asilo y perdiéndolo varias veces. A pesar de esta vida plagada de situaciones dolorosas y desfavorables, de contratiempos y dificultades, Javier era un hombre funcional, trabajador, dedicado y afectuoso con sus hijos. Tras haber pasado por una adolescencia un tanto irresponsable y desenfrenada, ante la falta de una autoridad, que lo orientara, había podido salir adelante, estudiar una carrera y en su juventud temprana había conseguido establecerse y formar un hogar. Valoraba de manera central la posibilidad que le brindaba la vida finalmente poder tener una familia propia y disfrutaba al máximo la sensación de pertenencia. La falta de una experiencia previa de relaciones estables, una autoestima lastimada por la falta de un lugar de pertenencia en su infancia y la imperiosa de necesidad afectiva, lo llevaron a relacionarse con una mujer que tenía serias dificultades para

comprometerse y que, seguramente también por sus propias carencias, identificaba amor con explotación y demanda. Javier aceptaba las dificultades de la convivencia con su mujer pues la sola sensación de un hogar le era tan atractiva y reconfortante que le era suficiente. Tenía un trabajo estable, 2 pequeños sanos y una mujer a quien querer; lo demás era poco trascendente para él y nunca puso límites a las constantes exigencias de su esposa, quien caía en demandas irracionales, como pedirle a Javier que, además de trabajar, se encargase totalmente de los niños, cocinara y solucionara el funcionamiento de la casa, mientras ella se desaparecía durante todo el día sin avisarle en donde se encontraba. Esta actitud de abuso se fue haciendo cada vez más abierta, así como la falta de responsabilidad ante los pequeños y ante el mismo como pareja. Javier mientras tanto trabaja, era productivo, tenía un buen empleo que le permitía un buen nivel de vida, apoyaba con el cuidado de los hijo, y se las sorteaba para que las discusiones con la esposa “subieran de tono”; tenían lo que él había siempre anhelado, aunque la falta de límites en sus relaciones de pareja no tardo en cobrarle un precio muy caro. Acudir en consulta su pareja lo había abandonado por otro hombre. Se salía de la casa dejando a los pequeños en ocasiones solos y regresando a altas horas de la noche el hombre con el que se había involucrado tenia severas adicciones y ella parecía estar atrapándose en este mundo sin visos de salida. Por su parte Javier, a pesar de ser un sujeto inteligente y reflexivo y tener antecedentes de un buen desempeño laboral, perdió su trabajo. ¡La depresión hizo muchos estragos!: No tenía ánimos para levantarse y cuando lo hacía era solo para ir a buscar a su esposa y suplicarle que regresara con él, cayendo en situaciones verdaderamente indignas cualquier observador ajeno podría preguntarse, ¿’que veía en su mujer? ¿Cómo era posible que siendo física, social, y educativamente un hombre valioso y atractivo, podía seguir “atorado” en esa relación?, más aun, después de la humillante situación a que ella lo exponía con frecuencia devaluándolo y haciéndolo sentir del todo incapaz. Su nivel funcional fue en “picada”. No solo perdió su trabajo sino que pasaban los meses y le era imposible conseguir otro empleo a pesar de tener un destacado curriculum en el área administrativa.

La psicoterapia conseguía ciertos avances, pero la falta de motivación, el cansancio crónico, el insomnio, el llanto a flor de piel, la cabeza hacia el piso, la falta de energía y los sentimientos de ineptitud y devaluación eran poderosos enemigos que se apoderaban poco a poco de sus recursos, dejándolo cada vez más indefenso ante sus embates. La interconsulta psiquiátrica consiguió algún avance. Se hicieron varios cambios en los antidepresivos, en distintos momentos del tratamiento, buscando una mejor respuesta y consiguiendo solo una ligera mejoría pero no la suficiente, y es que algo parecía estar profundamente lastimado a nivel de su neurofuncionamiento. Las interpretaciones, el trabajo alrededor de los duelos no resueltos, el análisis de sus relaciones, deseos inconscientes, etc., deban herramientas, no obstantes el desgaste emocional crónico era verdaderamente aplastante, como si de pronto el peso de todas las pérdidas anteriores se hiciera presente, como si todo el dolor acumulado a través de su historia le cobrara de una vez todas las facturas, de tal manera que no le dejaba mirar claramente. Repitió así la historia infantil suplicando asilo a la pareja, como de pequeño lo pedía a las tías y vecinas y de nuevo se sentía desamparado y sin hogar, sin poder darse cuenta que no era más ese pequeño desvalido de 8 años, sino un hombre capaz y con las herramientas necesarias para salir adelante. La angustia, la falta de energía, el dolor inmenso, su función y su devaluación lo hacía sentirse tan vulnerable como aquel pequeño sin poder tener consciencia de sus capacidades. Esta historia nos brinda interesantes herramientas de reflexión. Se habrán dado cuenta que el relato anterior ha sido por uno de los autores del presente libro. Hicimos en la medida de lo posible, relatar las historias de las personas que generosamente nos han permitido hacerlo, como fueron vividas por quien trabajo directamente con ellas y preservar, de esta manera, la forma espontánea y directa de relato. Atreves del libro seguiremos este formato, y cuando se haga alguna narración, tomara la palabra quien haya tenido la experiencia directa, presentándola tal como fue vivenciado en la relación terapéutica o como nos fue contada por el protagonista de la misma. Regresando a la historia de Javier, podemos decirles que se trata de un hombre que nació con un “bagaje” biológico sano. Es un hombre inteligente capaz, que logra establecer un buen contacto emocional. Con un sistema nervioso lo bastante funcional que le permitió un buen

desarrollo a pesar de los grandes contratiempos y perdidas que sufrió. Por supuesto que su funcionamiento seguramente presentaba ciertos déficits (todos tenemos disfunciones con las que lidiar), pero a final de cuentas manejable. Sin embargo, algo sucedió en su funcionamiento cuando se presentó la situación de una nueva perdida. Esta última perdida (la separación de la esposa) parecía potencializar todas las anteriores y entonces su funcionamiento se derrumbó irremediablemente, como si toda la fuerza que le había permitido salir adelante se hubiera esfumado para siempre. ¿Qué paso con sus capacidades? ¿Por qué se repite una sensación al parecer superada? ¿Por qué un estado emocional puede convertirse en el dictador del funcionamiento en otras áreas? ¿Por qué se reactiva el dolor no como un recuerdo sino como una sensación presente en el aquí y en el ahora? Podemos explicar este evento apoyándonos en la teoría del trauma freudiano, del que todos tenemos alguna idea, que sostiene que una experiencia dolorosa actual puede reactivar una experiencia traumática del pasado (regresión a un punto de fijación), y pensar que coincidiríamos con esta apreciación, que aunque muy atinada, por desgracia no nos saca del “atolladero”, ni nos permite entender desde donde este funcionamiento estaba ya lastimado. Claro que nos permite hacer interpretaciones elaborativas, pero: ¿Cómo o que hacemos con este “desgaste”?, ¿con esta falta de energía y de motivación?, ¿Cómo le ayudamos a recuperarse o reintegrase a la vida cotidiana de una manera más funcional?, ¿Cómo o que hacemos para que el recuerdo doloroso sea solo un recuerdo y no una realidad omnipresente que se sigue adueñando del sujeto dejándolo indefenso ante sus embates? La comprensión del problema implica la atención a un sistema crónicamente desgastado. Lo que ahora podemos empezar a entender, gracias a los conocimientos actuales (sin descalificar por ello la importancia de la comprensión del proceso psicodinámico), es como estos eventos han sido impactado en el funcionamiento cerebral y porque una experiencia posterior puede reactivar algo que paso hace tanto tiempo. Y lo más interesante, podemos ayudar a reparar este funcionamiento brindando, junto con la atención neurológica, una experiencia emocional correctora (blinde, 1979), llegando así a la recuperación de un buen funcionamiento, con la ventaja de la integración de los procesos que habían quedado sueltos debido a la

experiencia emocional traumática pasada. Podemos ahora entender por qué una perdida ciertamente dolorosa, como puede ser un divorcio, adquiere un significado catastrófico, como si tratara del momento en que Javier se quedó huérfano. Es decir, podemos sustentar lo que sucede a nivel neurofuncional y apoyar este brillante concepto de regresión (Freud, 1914, 1926, 1940) desde otros puntos de partida. Hoy día como veremos a través de del libro podemos encontrar estrategias y sustentarlas desde diversos campos de investigación, que no permiten, en un grado importante, “reparar el daño”, y más aún, posibilita la redición de un proceso que quedo trucado durante el desarrollo dejando a la persona muy vulnerable ante determinadas situaciones. Si bien no puede borrarse la experiencia traumática y no podíamos tampoco pensar en una fortaleza emocional a toda prueba (quien sabe siquiera si esto sería deseable), si podemos esperar que la persona consiga un nivel de funcionamiento que le permita integrar estas dolorosas experiencias y seguir trabajando con las mismas sin perderse en el camino, y encontrar posibles salidas que le den acceso a la que ella calificaría como una vida más satisfactoria. Nuestras áreas de intervención se amplían. La atención al sistema neurofuncional y al psicodinámico-relacional se da la mano. Atreves de la comprensión de lo que está sucediendo, podemos por un lado, diseñar estrategias de atención psicoterapéuticas: ¿Qué tipo de experiencia emocional es necesaria para que Javier de manera que pueda sentirse otra vez dueño de su persona? Pero si las estrategias psicoterapéuticas no son suficientes podemos diagnosticar que sistemas de neurotransmisión y que circuitos resultan afectados por una experiencia tan desgastante, como en el caso descrito. Y es que lo que vivimos tiene necesariamente una incidencia en nuestro funcionamiento. En ocasiones no es suficiente con el solo trabajo terapéutico elaborativo alrededor de lo sucedido y con una relación hepática que nos acompañe en el proceso (a veces sí). Hay situaciones en las que es indispensable una intervención que permita recuperar estos sistemas que pueden desgastarse de manera irreversibles por estrés, dolor y angustia. Si bien en estos casos la atención psiquiátrica paralelas se vuelve una importante herramienta de apoyo, muchas veces no es suficiente. Es importante, sin embargo, hacer justicia al cumulo de conocimientos y avances que también hoy día observamos en este campo y señalar que existen medicamentos que ciertamente ayudan a la recuperación personal y no solo sintomática, como sería el caso entre otros de los

antidepresivos, especialmente los ISRS (inhibidores de recapacitación de serotonina) que como veremos más adelante, favorecen la expresión de ciertas proteínas muy importantes en nuestra recuperación funcional (DDNF: Brain derivad neurotropic factor) según han demostrado diversas investigaciones (Prakh y cols; 1999, Rajkowska, 2000, Roseri y cols.,2002). De esta manera, la comprensión del neurofuncionamiento nos permite valorar la importante acción de algunos de estos fármacos y utilizarlos para apoyar este proceso. Pero aún podemos ir más allá. Al hacer concienzuda evaluación de la persona que acude a pedir ayuda, podemos también identificar aquellas funciones que no se han desarrollado lo suficiente y que quizá explican también ( no solamente) por que se encuentra tan habitado, y así poder favorecer el desarrollo de funciones que ni siquiera eran consideradas como posibles explicaciones del problema y de las que la persona puede ni siquiera tener consciencia, como aquel sujeto que no sabía de su miopía y al ser evaluado y recibir unos lentes exclama: “No sabía que se podía ver tan bien.” El mundo emocional este fenómeno es bastante frecuente. Se trata de funciones tan poco tangibles que muchas veces no nos percatamos que falla o requieren desarrollo. Las conclusiones de múltiples investigaciones en relación con el estudio del impacto de las carencias emocionales tempranas en el bienestar y desarrollo de la personalidad propuestas por muchos investigadores entre ellos Bowlby(1953), Hellen Deutsch(1942) y Spitz(1965), han hecho hincapié en la importancia de la existencia de vínculos emocionales sanos durante los primeros años de desarrollo. Ya Harlow, con sus ingeniosos experimentos con chimpancés, nos mostró las serias consecuencias que puede un cachorro en su desarrollo emocional cuando no recibe el calor materno. Todas estas investigaciones, y muchas más, han subrayado la importancia del ambiente afectivo en la construcción de estas funciones emocionales, permitiéndonos entender como un buen ambiente emocional constituye un elemento decisivo para la formación de una personalidad sana. En el caso de Javier este entorno no solo falto, sino además estuvo bastante lastimado por pérdidas e incertidumbre.

In embargo, hay otras historias en que se hace evidente la existencia de dificultades emocionales, sin que podamos identificar situaciones de pérdida o experiencias traumáticas. ¿Qué pasa en estas narrativas donde el relato autobiográfico no parece presentar una explicación para la sensación de vacío o de sin sentido? Algunos autores basados en la observación de ciertas interacciones han querido señalar que es la relación ambivalente con las figuras de afecto la que explica la dolencia, por que atrapa a la persona en un mundo paradójico y confuso ante el cual no pueden encontrar una salida viable (Battenson y cols., 1956). Es decir, la madre en realidad “quiere y no quiere” al pequeño; “le pide que se le acerque pero que se aleje”, atrapándolo en una situación imposible y así le explica que aunque en apariencia la situación era buena y afectivamente sana, en realidad hay de manera, encubierta e inconsciente, un rechazo o una relación contradictoria que genera una tremenda confusión y que puede ser más enloquecedora de una situación de perdida. Si bien es cierto que estas relaciones son demasiado confusas y que podemos encontrarlas en algunos casos generando serias distorsiones, hay otras historias en que forzar estas teorías resultan artificiales y poco convincentes. En estos relatos los sucesos vinculares parecen no poder explicarnos la situación, y no por ello estamos afirmando que no ocupa el lugar etiológico que pretendía dársele. Es una herramienta bastante útil cuando se aplica de forma adecuada. Para comprender en realidad lo que sucede ante estas situaciones debemos acudir a otras herramientas. En otros casos en que la “dolencia” no ser explicable por los eventos vividos, la evaluación del funcionamiento del sistema neurológico adquiere una gran relevancia. Porque además este funcionamiento va a colorear la manera en que se ha registrado la experiencia emocional: son los lentes con que el sujeto puede mirar la aproximación del otro. Esta afirmación invoca al sentido común, y es que si te encuentras con un terrible dolor de cabeza no puedes disfrutar del más hermoso concierto en el “Carnegie Hall”. Si tu funcionamiento neurológico es disfuncional poco tiene que hacer el medio ambiente para irritarte. Ya iremos trabajando alrededor de todos estos puntos a lo largo del texto, basta ahora simplemente con señalar que es muy importante tratar de entender lo le sucede a una persona y no sacar conclusiones precipitadas.

La tarea no es nada sencilla, y aquí es donde la colaboración de distintos pensadores es bienvenida, siempre y cuando, como en una mesa redonda, permitan ser cuestionados y puestos a prueba y no defiendan una verdad como irrefutable. El criterio lo dará la mejora real en la situación de la persona que acude a buscar ayuda, y en este caso y de acuerdo con un planteamiento narrativo (White, 1995), quien tiene la última palabra es el experto en el problema, o sea el sujeto que ha tenido que vérselas directamente con el mismo, en un periodo más prolongado del que hubiese deseado. Ahora bien no se requiere un problema funcional grave para poder detectarlo. Todos tenemos algunas áreas fragilicen nuestro funcionamiento que pueden ser observables si ponemos atención a las mismas. Algunos tendemos a deprimirnos, otros preocuparnos en exceso, algunos otros a enojarnos de manera desmedida o a ser demasiado exigentes ; en fin, esta es la naturaleza humana, hermosamente limitada, porque es de esta limitación de donde también surge la posibilidad de cooperación, tolerancia y comprensión. Estas limitaciones también le dan a “lo social “una dimensión interesante, pues cada uno podemos aportar al medio aquello que tenemos, apoyándonos en nuestras mejores funciones y aprovechar lo que otros nos brindan para entender y desarrollarnos, si sabemos aceptar y lidiar con nuestras carencias. Es partir de estas limitaciones que se pueden generar crecimiento y desarrollo. Se abre un interesante camino para todos, porque todos tenemos nuestras “miopías emocionales” que no nos dejan ver con claridad. Al trabajar sobre ellas se plantean interesantes alternativas de enriquecimiento y aprendizaje. El descubrimiento de nueva estrategias para la reparación de nuestro funcionamiento mental resulta muy esperanzador, ya sea porque tenemos un área frágil desde siempre, porque las circunstancias de la vida nos han llevado a situaciones extremas, como casi siempre sucede, por una combinación de ambas situaciones. Si bien es una buena noticia para todos, resulta en especial importante para quienes sufren un déficit emocional significativo que los ha llevado a expresarlo como un padecimiento emocional que coarta su libertad y sus posibilidades de desarrollo.

No quisiéramos decir con esto que debe “repararse todo”. Esto planearía que existiera un ideal idéntico e igual para todos, ¡nada más lejos de la verdad! Lo que se intenta es que todos tengan acceso a un nivel de funcionamiento que permita una vida satisfactoria para el sujeto y para quienes lo rodean y la posibilidad de acceder a lo que se plantean como metas. Y dentro de este nivel de funcionamiento las pequeñas particularidades y peculiaridades de cada quien son también el “sazón” de nuestra existencia. Como decíamos, esta imperfección de nuestro funcionamiento cerebral está también la clave de la diversidad y riqueza de la humanidad. Ratey (2001) afirmaba que precisamente “la dificultad perceptiva presente en muchas personas que luchan contra la dislexia, causada por una mayor latencia en la percepción visual (tardan más en percibir un estímulo, que aunque solo sea una cuestión de milisegundos)”, es la que también les ha permitido a muchos de ellos tener la posibilidad de una apreciación muy particular de los colores y las formas, lo que ha enriquecido a la humanidad con maravillosas obras artísticas. Muchas de estas obras nos comparten una manera distinta de “ver” el mundo. Cuantos de los valiosos artistas, pensadores o reformadores sociales no han sufrido importantes dificultades que les han permitido ser más sensibles a ciertas necesidades o expresiones. Si bien coincidimos en todo con la riqueza que proporcionan nuestras limitaciones, cuando esta rebasa niveles que impiden nuestro funcionamiento se convierten en verdaderos problemas y en una fuente de profundo sufrimiento. Cuando una función está seriamente dañada, sea porque nuestro equipo congénito ya veía “fallando”, porque las experiencias cotidianas lo han “desgastado “o por una combinación de ambas circunstancias, la calidad de vida que podemos aspirar se empobrece y en estas circunstancias la alternativa de un tratamiento se convierte en una necesidad vital. ¿Puede imaginarse lo que la posibilidad de una mejora sustancial significa para algún padre que sufre, junto con su hijo, el dolor de enfrentar el autismo de su pequeño; para una mujer que vive sujeta a los embates de un trastorno bipolar, o para la familia de una persona que sufre esquizofrenia y par la persona que vive atrapada en un mundo de fantasmas y delirio apocalípticos? Poder establecer una charla entre la psicología y la psiquiatría y la neurología nos lleva a romper divisiones absurdas como pensar que un problema emocional es “solo psicológico” o “solo fisiológico”, como si

nuestra manera de funcionar no tuviera un correlato en nuestra manera de sentirnos y como si lo que experimentaremos a nivel emocional pudiera disociarse de nuestro funcionamiento y existir como un “ente” en “la nada”, sin expresarse en nuestro innegable ser corpóreo, como si fuésemos etéreos. (fig. 1.1).

Figura 1.1. Energía cósmica, Remedios Varo, 1956. Esta pintura expresa de una hermosa manera esta fantasía imposible de incorporeidad.

La experiencia emocional La experiencia es un hibrido que integra lo ambiental y lo funcional. En ella no puede disociarse que se debe al ambiente y que al aparato funcional. Por ejemplo, nuestra experiencia perceptual visual del color está condicionada por el tipo de registro que tenemos para las ondas de luz (muy diferente por ejemplo al que tienen los peces en aguas profundas) y por el rebote de las ondas de luz del objeto que estamos percibiendo.

Si yo afirmo: “el color es rojo”, esta experiencia de rojo integra el archivo o programa que yo tengo para procesar esa percepción y las ondas de luz que llegan a mi retina reflejada de este objeto: la experiencia perceptual las integro en un resultado indisociable. Son ambas a la vez, mi aparato perceptual visual y las ondas que provienen del exterior, y que en conjunto resultan en “la experiencia del color rojo”. Ahora si nos enfocamos en nuestro tema de interés: la experiencia emocional (por cierto mucho más compleja que la experiencia visual descrita), veremos cómo la misma integra tanto lo funcional como lo emocional en un resultado en que ambos componentes se influyen uno al otro. La manera en que se vive una situación afectiva depende del “aparato” para procesarla, pero este “aparato” para procesarla también se ha ido conformando a través del contacto con los otros (fig.1.2.).

Fig. 1.2. Así como en esta pintura de Octavio Ocampo, las visiones del Quijote, no pueden decirse que solamente es el Quijote montado a caballo o solo es la cara del quijote, porque es las dos cosas a la vez y la estructura de una participa en la estructura de la otro, así naturaleza y nutrición se desarrollan de tal manera que es imposible disociarlas. La experiencia emocional depende así de cómo interactúan estos factores, como se intercalan los elementos que cada uno aporta. La experiencia emocional está compuesta así de tanto del evento como del aparato con el cual se procesa una situación emocional adecuada sería como un buen nutriente, pero para ser aprovechada hace falta un buen aparato digestivo (que sería el sistema neurológico). Si un pequeño tiene un aparato digestivo pero su nutrición es deficiente, la mala nutrición

dejara huella en su desarrollo, huella en su estructura. Incluso ante un problema de desnutrición crónica puede afectarse de manera irreversible el funcionamiento de algún órgano. Este ejemplo es en particular útil pues conocemos de sobra el hecho de como una mala nutrición sin duda afecta el desarrollo en general. Digamos entonces que una mala nutrición emocional puede dañar de manera sustancial el desarrollo de la capacidad afectiva del sujeto, de su capacidad de contacto volviendo a nuestro ejemplo, pero en sentido inverso: si tenemos un pequeño con un reflujo grave, que no tolera alimento en el estómago, en este caso, aunque se le brinde la mejor y equilibrada nutrición no lograra un buen aprovechamiento de la misma. Lo mismo sucederá en el caso de un aparato procesador del contacto descompuesto que no permitiría al pequeño digerir esta nutrición afectiva por muy adecuada que esta fuese. Entre uno y otros casos habría múltiples variantes, en que ambos componentes se intercalan de muy diversas maneras pero siempre influyendo uno en el otro pues nos ponemos a pensar en una situación claramente determinada por lo funcional, como podría ser el problema del autismo en donde existe una dificultad grave para digerir el alimento emocional, esta dificultad genera respuestas. Es decir, el problema va a generar emociones en el ambiente que responderá de alguna forma. Algunos pudieran pensar, incluso sin mucha consciencia de esta creencia, que la sobreprotección podría compensar el daño otros pudieran intentar enfrentar el problema sintiendo que un nivel de exigencia alto probablemente llevara al pequeño a superarse con la consiguiente frustración para ambas partes habrá quienes tengan mayor información sobre el problema y cuenten con recursos emocionales; habrá quienes a pesar de desear apoyar en la lucha contra el problema se encuentran muy desgastados por el mismo, en fin, habrá innumerables repuestas. Y precisamente esta respuesta distinta ante un mismo problema la que se integrara de manera sustancial en el tipo de experiencia que se construye. Pero además, el fenómeno se va haciendo cada vez más complejo en cada una de sus manifestaciones, tal como en nuestro ejemplo de reflujo grave, donde la sola salida de la comida hará que el pequeño, por cuestiones de dolor y ardor, la tolere menos y busque menos ser alimentado. Lo mismo sucede en el contacto: si se percibe dolorosamente el pequeño generara mecanismos defensivos para

evitarlos; ambas variables empiezan a combinarse y generar múltiples posibilidades. Más adelante, en el capítulo en que se describe la construcción del vínculo emocional y sus dificultades retomaremos con detenimiento este tema; por ahora basta decir que la vasta de una buena experiencia emocional deja sus huellas de manera incluso estructural y recordemos que al hablar de la experiencia estamos hablando de un producto hibrido en que naturaleza y nutrición se intercalan. El pequeño no experimento un vínculo emocional satisfactorio, sea porque el ambiente no contaba con los recursos emocionales para proporcionarlo o porque su aparato procesador del contacto no funcionaba lo bastante bien, no aprenderá las pautas de relación necesarias, para interactuar con otros satisfactoriamente. Balint (1979) afirma que crecerá con una falta básica, pero es una falta de la que él no podrá darse cuenta porque no tiene idea de lo que le falta, no tiene contra que comparar. Al no saber qué es lo que no tiene se le dificultara demasiado buscarlo y esta misma carencia condicionara también su pobreza para comprender las necesidades de los otros, afectándose de manera significativa de vinculación Winnicott, otros estudiosos de las primeras relaciones emocionales, señala que la sensación del pequeño d vivir indefenso y vulnerable ya que un bebe no puede subsistir solo ( no puede alimentarse ni cambiarse, ni correr ante un peligro) requiere que el medio ambiente, en este caso los padres le otorguen, junto con los satisfactores, la sensación de que será rescatado de sus necesidades. Winnicott (1945) llamo a este cuidado sosteniendo. Este sostenimiento deberá ir decreciendo conforme el pequeño valla madurando para favorecer su desarrollo y autonomía. Es decir, esta extrema vulnerabilidad inicial ira progresivamente dando lugar a un sujeto capaz de enfrentar de manera gradual los retos de la vida cotidiana, desde lo más pequeños hasta los más difíciles, desarrollando sus habilidades, si ha sido nutrido emocionalmente, de tal manera que se sienta lo bastante seguro para “seguir adelante”. Otros autores, como Malher y cols (1968, 1971) han trabajado alrededor del logro de esta autonomía, que implica un largo proceso de ideas y venidas desde la dependencia absoluta (simbiosis) hasta la autonomía y la individuación. Todas estas experiencias emocionales son cruciales e indispensables para que se geste la función, pero para que esto procesos puedan darse

debe haber también un nuevo aparato neurológico donde estas interacciones con el medio ambiente se construyan. Y por qué decimos se construyan y no solo se inscriban o introyecten, como antes se pensaba. Bueno porque desde el principio el papel del niño es activo, por lo que el pequeño integre como experiencia dependerá de lo que el “haga” ante determinada situación y no solo de la situación en sí. Veamos un ejemplo, ya que es muy importante dejar claro que la respuesta del pequeño es la que gesta la experiencia y la que lo hace partícipe desde siempre, no un mero receptáculo de lo que sucede ante la sensación de haber una respuesta del niño puede ser el llanto: este llanto permite inicialmente una descarga de la tención pero poco a poco el niño va dándose cuenta si se encuentra en un medio lo bastante bueno que alguien acude cuando llora y entonces este llanto se convierte en una llamada. Este fue un proceso en que activamente en que el pequeño participo, y en la medida en que esta acción se interiorice Piaget (1959) permitirá el desarrollo de estructuras cognitivas. Es decir el llanto fue desde siempre un producto gestado por el niño; la respuesta del ambiente es un estímulo indispensable para seguir adelante, pero la posibilidad de asociar el llanto con el satisfactor a nivel interno es un acto cognitivo del pequeño, de nadie más, es algo que el “descubre” o “inventan”. De esta manera el papel del niño es activo en esta construcción. Las herramientas con que el niño cuenta para procesar la situación determinaran la manera en que esta experiencia es “recordada”. Si el pequeño se siente lo bastante capaz para procesarla y digerirla, será una experiencia satisfactoria y constructiva; si lo desborda será una experiencia desorganizante y constituirá una fuente de ansiedad. Esta experiencia emocional estará coloreada por la manera en que el percibe y siente, y solo podrá aprender aquellas cosas para las que su cerebro está diseñado o para las que se encuentra preparado en el momento en que suceden un pequeño de dos años no podrá entender que su mama de 2 años no podrá entender que su mama estar cansada para jugar con ella a “los caballitos”, pero un muchachito de 8 años puede negociar algún acuerdo con su mama dejándola descansar un momento. Es decir, tenemos un amplio margen de influencia en la conformación de nuestras redes neuronales sin embargo, no pueden dejar de verse que el cerebro tiene ya características propias de nuestra especie que

constituyen los cimientos de su desarrollo atreves de la vida el cerebro de un reptil, por ejemplo, no tiene la capacidad de generar vinculación, ya que esta conducta de apego es demasiado compleja y requiere de un cerebro que cuente con un mayor desarrollo del sistema límbico, desarrollo que podemos encontrar ya en los mamíferos. El cerebro del reptil es sobre todo un reactivo si es un reptil le tapamos los ojos no “sabe” que le tapamos los ojos sus cerebro no tiene este programa por más que “intentáramos” enseñándolo. Como decíamos, habrá posibilidades de modificar nuestro aparato neurológico pero dentro de ciertos límites estos límites se hacen más restrictivos, como veremos a lo largo del libro, cuando existe algún problema neurofuncional que reduce de modo considerable las posibilidades de cambio y flexibilidad del sistema para explicar el desarrollo neuronal si bien todos los autores coinciden en que este se da atreves de la construcción de redes sinápticas existen distintas posturas. Hay quienes afirman que todas las sinapsis (conexiones entre las células nerviosas) posibles ya que están de alguna manera desde nuestro nacimiento y la experiencia solo activa las que se utilizan; en tanto que otras señalan que se dan nuevas conexiones neuronales atreves del aprendizaje y la experiencia basadas en las posibilidades que las redes sinápticas permiten dando a la experiencia mucho mayor peso (Ratey, 2001). Ya abordaremos este tema en el capítulo que habla de plasticidad neuronal donde retomaremos algunas de las más recientes investigaciones al respecto. Por ahora basta decir que se trata de un fenómeno en que nuestros dos elementos en discusión: naturaleza y nutrición, son a su vez causa y efecto. Se trata de un sistema circular. Tratemos de ejemplificarlos: una buena relación entre dos personas favorece una buena comunicación, y una buena comunicación favorece a una buena relación, las dos influyen una a la otra lo mismo en el sentido opuesto: una mala relación condiciona una mala comunicación pero también una dificultad en la comunicación genera una mala relación así, la experiencia del sujeto es crucial para el desarrollo de las funciones, pero el tipo de experiencias que puede tener la persona esta a su vez determinado por el cerebro con el que la persona cuenta no se puede aprender cualquier cosa, tenemos un determinado número de posibilidades que dependen de las características propias del cerebro de nuestra especie y nuestro estado cerebral particular, pero también de nuestro grado de desarrollo y de nuestra historia de funcionamiento. En la medida en que más usemos

este cerebro estará en mejores condiciones de aprender. Y no solo hago con él, también determina su funcionamiento. Por ejemplo, los músicos llegan a desarrollar la corteza auditiva cerebral auditiva, habiendo cambios anatómicos en ella (Ratey, 2001). De esta manera decimos que las experiencias construyen el cerebro y el cerebro construye y determina estas experiencias. Es un proceso de ida y venida, ¡bilateral! Esto se puede observar en la construcción del vínculo emocional. En este complejo mundo de la creación de los vínculos emocionales, podemos notar como un pequeño nace con la capacidad innata de responder con una sonrisa ante la “Gestalt” del rostro (ver el rostro de frente). Esta sonrisa que antes aparecía como una conducta refleja y de manera espontánea ante la sensación de satisfacción sin estar dirigida aun a nadie (los bebes esbozan una sonrisa de satisfacción después de ser alimentados o mientras descansan plácidamente), de pronto aparece como reacción ante un estímulo social: el rostro en movimiento. Ante la exposición continua al rostro él bebe “lo reconoce”. Atreves, del contacto con el rostro materno él bebe activara el programa como ya que existe en él, de reconocimiento del rostro (Spitz, 1965), pero que requiere la interacción con el estímulo cara de un humano para hacerse presente. Con el tiempo esta respuesta generalizada se convertirá en respuesta particular del rostro de su madre o de su padre, o de su abuela o de su hermano. Una respuesta general adquiere la particularidad de la vida de cada persona y esta sonrisa activara a su vez un conjunto de señales, e intercambios que permitirán al pequeño a interactuar cada vez mejor y de más variada manera con el medio ambiente. La sonrisa, incluso la inicial, la que solo era un simple acto reflejo ante la sensación de satisfacción, habrá estimulado, desde entonces respuestas a los padres que a su vez estimulara, aún más al bebe le presentaran más su rostro le hablaran, buscaran hacerle sonreír, de tal manera que se irá generando la posibilidad de que el valla construyendo un sistema de señales en donde la sonrisa actuara ya no como un acto reflejo, ni solo como la respuesta ante una “Gestalt”, sino como un mensaje que buscara generar una respuesta en el otro. Estamos en otro lugar donde habíamos comenzado la sonrisa que existía como una respuesta innata y que era un patrón de conducta refleja se ha convertido en una herramienta de comunicación atreves de la experiencia. La experiencia

se ha apoyado en una “red neuronal” y ha enriquecido de ahí que los bebes estimulados y atendidos sean en lo general más sonrientes que los pequeños de instituciones en donde parece esa sonrisa inicial se ha ido extinguiendo ante la falta de un medio social que la estimule y la aprecie. Esperamos haber podido transmitir porque hablamos de una construcción en donde lo psicológico y el desarrollo neuronal se entretejen de manera tan maravillosa. Lo que el niño aprende genera desarrollo en su cerebro y es su cerebro el que le permite nuevos y mejores aprendizajes así el cerebro humano tiene la capacidad de vinculación, características especialmente desarrollada en nuestra especie(aparece también en otros mamíferos y aves), que surge además ante la necesidad de un largo periodo de dependencia de la creatura humana y que ha permitido el desarrollo de aspectos tan valiosos como la cultura, el arte, las relaciones sociales, la historia, etc. Esta capacidad de vinculación es la basa de nuestro basto mundo de interacción social. Y es precisamente esta característica de la especie la más seriamente lastimada en el problema emocional, y de distinta manera según la situación específica de cada problemática. Atreves del libro iremos adentrándonos en las historias que, generosamente nos han compartido personas que con entereza luchan contra serios y desgastantes problemas. Estas reflexiones nos llevan a una cuestión que ha sido objeto de acaloradas discusiones y que podría ir planteada como una sencilla pregunta: ¡la dificultad se aprende o se hereda! Podríamos incluso ir más allá y preguntarnos acerca no solo de la dificultad emocional sino de nuestra manera habitual de responder, preguntarnos acerca de nuestra personalidad: ¿es esta aprendida o heredada? (véase Fig. 1.3)

Fig. 1.3. El ADN (ácido desdoxiborribonucleico) en su cadena de aminoácidos reúne la información genética necesaria para la reproducción celular. El problema emocional Estas dos posturas contrapuestas también hacen de la explicación del problema emocional un campo de batalla. Durante muchos años hubo una acalorada contraposición entre aquellos que concebían que el problema emocional se debiera a las influencias ambientales contra los que afirmaban por el contrario, que se debía a una estructura biológica funcional deficiente ni unos ni otros tenían razón, y a la vez ambos afirman y plantean verdades innegables. Aún hay algunos que permanecen en esta postura extrema aunque cada vez son los menos y es que esta discusión entran psicólogos ambientalistas( que ponen en el ambiente la principal explicación del desarrollo de nuestra personalidad) y neurofisiologos biologistas (que explican nuestro comportamiento basándolo en reacciones bioquímicas y neurofuncionales) se debía a que aún no tenía la información que nos permite ver como lo ambiental y lo genético se conjugan continuamente, dando un resultado en donde es muy difícil diferenciar lo que fue “heredado” de lo que fue activado y desarrollado atreves de la experiencia. El problema en el que se residía esta discusión que hoy día se encuentre bastante salvado, era la concepción de qué ambiente y herencia pueden disociarse, como si se tratara de elementos que no se afectan uno al otro. Ya Antonio Damasio (1994), en su interesante libro Descarte´s error disociarmente cuerpo y que tiene implicaciones en distintos niveles incluyendo el tema que nos ocupa ambiente o herencia.

Muchas veces se supuso “corporal” lo heredado y como ambiental lo “mental” aprendido hoy sabemos que ambos elementos se expresan de una u otra forma: lo aprendido un sustrato fisiológico, que se expresa incluso atreves de la síntesis de proteínas que transforman la conectividad de las neuronas; por otro lado no necesariamente encontramos un sustrato anatómico para la explicación de la apariencia de la función, no todo lo “biológico” tiene un correlato anatómicamente, aunque si fisiológico estas ideas han sido revolucionaria y han cambiado nuestra concepción de lo mental. Parte de nuestra maravillosa máquina de soñar (Llinas, 2000), es precisamente que se construye en el proceso de su actuar cotidiano. Las discusiones hoy día van más bien hacía que tanto influye en determinada situación uno u otro aspecto, sabiendo que ambos cuentan. El planteamiento actual de las neurociencias encuentra una solución mucho más inteligente, que de alguna manera ya había sido vislumbrada en el campo psicoanalítico por Freud (1940) hace muchos años, en lo que el denomino seres complementarias. Ambiente y biología interactúan y dan resultantes diversas. No hay un divorcio entre ambos factores uno una interacción que va tejiendo redes más complejas en donde llega un momento en que es imposible disociarlas ni siquiera con fines explicativos. Pero lo mismo es cierto para cualquier aprendizaje. Lo que en realidad estamos presenciando es la construcción de una experiencia. Es decir, el registro de la actividad realizada por el cerebro ante determinado evento vivido. Cuando yo aprendo a manejar un auto existe un sustrato motriz, cognitivo y emocional, en donde yo actuó, para establecer las conexiones neurológicas que me permitan a la larga automatizar dicho aprendizaje. Requiero un sustrato de organización motriz que me permita organizar las secuencias de movimientos necesarias para el encendido del auto el arranque, la utilización de las velocidades y el clutch en caso necesario, pero también de un sustrato cognitivo que me permita anticipar que puede pasar si yo continuo a determinada velocidad en un camino estrecho. Es decir un sustrato funcional que me permita adquirir la conducta y hacerla mía.

El aprendizaje no es así un proceso pasivo sino totalmente lo contrario es la activación de sistemas neuronales para la construcción de sistemas neuronales de circuitos que me permitirán en un futuro, reproducir la conducta adquirida, y que irán haciéndose más complejos y flexibles conforme avance mi aprendizaje es quizá en el aspecto emocional en donde esta combinación entre sustrato neurológico y experiencia se hace más evidente al observar cómo, las reacciones emocionales básicas heredadas(búsqueda, temor, rabia, deseo sexual, cuidado, pánico y juego(Pankspp,2009) que recibimos como una herramienta que nos ayuda a la supervivencia constituyendo un sistema de valoración primero, se van integrando con aspecto que se gestan en la experiencia, incluyendo más áreas cerebrales y pudiendo dar lugar a estados emocionales tan complejos como la compasión o la generosidad. Este interesante proceso es parte desde lo primitivo y que nos sitúa muy cerca de nuestros compañeros de clase: los mamíferos, nos puedan llevar a las emociones humanas más evolucionadas. El estudio del mismo está atrapado el interés de importantes pensadores que nos comparten interesantísimos hallazgos, algunos de los cuales iremos refiriendo atrás del texto (cosolino, damssio, fosha, Ledoux, Siegel, Solomon, Ogden, Pakspp,

Fig. 1.4. El problema emocional nos hace sentir poco dueños de nosotros mimos, como se expresa en esta pintura de Isabel Toboada. Trevarthen, entre otros), hallazgos que también han permitido generar nuevas hipótesis para explicar lo que sucede cuando estos procesos sufren alguna alteración y las posibilidades de “retomar el camino”, poniendo un énfasis muy especial en la experiencia emocional como veía para la restructuración d estas redes y su funcionamiento integrado.

La interacción entre ambiente y naturaleza se inicia desde el momento de la concepción incluso desde antes de nacer. Uno podría pensar, por ejemplo, el desarrollo del embrión obedece a situaciones puramente genéticas sin embargo, desde ese momento ya hay un interacción entre lo genético y lo ambiental; en este momento lo ambiental es sobre todo el ambiente químico que rodea al bebe. Si bien es cierto que los eventos en el desarrollo del embrión son controlados ampliamente por los genes, los productos de estos genes y el ambiente químico en que se está desarrollando este embrión afecta su desarrollo. El trabajo de los genes es producir proteínas que a su vez regulan el aspecto del funcionamiento del cuerpo y en este caso también del desarrollo del cerebro. Estas proteínas son muy distintas. Algunas son encimas que ayudan a que se den ciertas reacciones químicas: otras son inductoras para que estos genes generen otras proteínas o activen a su vez la expresión de otros genes y otras más pueden actuar como guía para ayudar en la migración celular que se da atreves del desarrollo (Ratey,2001). No obstante desde este momento estos complejos procesos pueden ser influidos por el ambiente en el que se encuentra el embrión. El ambiente químico que rodea al embrión esta necesariamente en contacto directo con el ambiente directo y dicho ambiente químico puede ser afectado por los procesos que se estén dando en el cuerpo de la madre, por ejemplo, puede ser afectado por los anticuerpos que una madre produce si se encuentra enferma, hasta los químicos secretados ante una situación de estrés (Hormonas) si se encuentra en una situación desbordante. Lo que trata de subrayarse aquí es que aun el bagaje biológico con el que el pequeño nace ya viene incluido por el ambiente. Tal como expresa el título de este capítulo, naturaleza y nutrición son una unidad indisociable. Consideramos que el mejor ejemplo de esta interacción dinámica la construye el propio proceso evolutivo. El hombre se va convirtiendo en lo que va haciendo, y lo que hace lo reconstruye de manera continua. El hombre atreves de su existencia en el mundo ha sido modificado su bagaje genético y pasando a las siguientes generaciones las modificaciones que han surgido de su adaptación al medio. El medio ha

determinado la construcción del ser humano pero también el hombre, al tener posibilidades por sus características biológicas, ha podido modificar el medio ambiente y al hacerlo modificarse así mismo. Si bien es cierto que en el proceso evolutivo se hace evidente la interacción entre ambiente y herencia no podemos caer en visiones simplistas como sucedió con el lamarckismo. Esta es una teoría evolucionista por el biólogo Jean Beaptiste de Monet que planteaba la “ley del uso y el desuso” en razón de la cual el organismo altera su información genética de acuerdo con las instrucciones que el medio ambiente le proporciona (Palmero y Colts, 1997) Esto se llevó a la realización de inversiones y pérdidas millonarias en la ex URSS en el siglo pasado durante el gobierno de Lenin en donde se pensó que si exponía el trigo a los climas fríos la siguiente generación de granos ya tendrían esta información genética para poder sobrevivir en clima fríos (Volpi,2006). La situación es bastante más compleja. Si bien a nivel de cerebro está la ley del “uso y deseo” tiene una aplicación inmediata a nivel de la generación de conexiones neuronales, para que una información genética se pase a la siguiente generación se requiere bastante más. Recordaremos que charles Darwin (1809-1882) hablaba del proceso de selección natural. Atreves de este proceso podemos ver como al ambiente influye considerablemente en la evolución y el progreso de los caminos biológicos que permiten la adaptación (véase fig. 1.5.

Fig. 1.5. El proceso evolutivo constituye un ejemplo de cómo interaccionan el ambiente y la herencia. Los caracteres que son más

utilizados van poco a poco inscribiéndose en el material genético atreves de la supervivencia de aquellos sujetos que logran una mejor adaptación. Los sujetos que interaccionan mejor con el medio ambiente sobreviven mientras que aquellos con genes inapropiados para la adaptarse no sobreviven y así sus genes no se trasmiten a la siguiente generación. Otra manera importante en que la situación ambiental incide en la información genética es atreves de la expresión de ciertos genes. Existen condiciones ambientales (desde el ambiente químico de útero hasta condiciones de estrés en la situación ambiental), que puede favorecer o inhibir la expresión de ciertos genes. De esta manera la interacción entre ambiente y herencia es fascinantemente compleja y ha permitido que nos vallemos convirtiendo en quienes somos. Desarrollo neurológico y evolución Podríamos incluso ir más allá de la sola evolución del hombre y echar un vistazo a la fascinante historia de la evolución del cerebro. Esta interrelación entre lo heredado y lo adquirido se hace más clara cuando tenemos la posibilidad de separarnos de nuestro objeto de estudio y tener una visión más completa del mismo atrás del tiempo. Rita Carter (1999) relata en una brillante síntesis este largo proceso en su interesante libro Mapping the Mind, al plantear como: …el cerebro humano, en su propia estructura y función, lleva impresa la historia de la evolución. Esta evolución empieza en el agua cuando los peces desarrollaron un “tubo” para llevar los nervios desde las partes distantes del cuerpo hasta un punto del control central […] al principio solo había un bulbo al final de este tubo pero entonces los nervios empezaron a especializarse para procesar la información de distinta manera. Algunos se volvieron sensibles a las moléculas cercanas y formaron lo que hoy conocemos como el cerebro “oloroso”. Otros se volvieron sensibles a la luz y formaron los ojos. Estos nervios sensibles se unieron y se conectaron a otra área encargada del movimiento, el cerebelo. Toda esta colección formo el cerebro reptiliano, mecánico e inconsciente. Sus partes básicas están aún intactas y forman una de las partes del sistema tripartita (que

ir completándose como podrán ver en este interesante relato) (véase fig. 1.6)

Fig. 1.6. Cerebro en el proceso evolutivo: basados en ilustraciones de Rita Carter (1999). En la parte superior de este primer cerebro se desarrollaron nuevos modelos: el tálamo, que permitió que las capacidades de oler, de ver y de escuchar pudieran ser usadas conjuntamente. Surgieron también la amígdala y el hipocampo, creando un primer sistema de memoria muy primitivo y crudo y el hipotálamo, haciendo posible al organismo reaccionar a más estímulos. Esto constituyo el cerebro mamífero, conocido como el sistema límbico (segundo componente de nuestro tripartito). Las emociones son generadas aquí, aunque la experiencia consciente de las mismas (su reconocimiento) no se da en este lugar sino en la corteza como veremos más adelante habría que esperar para que esta capacidad se desarrollara. Es decir, en este cerebro había la posibilidad de experimentar estos emocionales pero no identificarlos como tales (véase fig. 1.7.)

Fig. 1.7. Cerebro de mamífero evolutivo. Basado en ilustraciones de Rita Carter (1999). Atreves del proceso evolutivo de los mamíferos se dio el desarrollo de una delgada capa de neuronas, cuya forma le permitía hacer múltiples conexiones entre ellas mismas tan solo con un pequeño incremento en tamaño. Esta “piel” que se desarrolló alrededor de las estructuras de las que venimos hablando resulto ser la corteza cerebral, y es gracias a esta corteza que la consciencia emergió. Los mamíferos que evolucionaron a humanos desarrollaron esta corteza presionando el cerebelo hacia atrás. Ya el australopitecos africano tuvo un cerebro con cierta similitud al nuestro hace 300 millones de años, aunque su tamaño era la 3 parte del nuestro. Hace más o menos un 1 millón y medio de años el cerebro omino sufrió un aumento impresionante. Los huesos del cráneo se presionaron hacia afuera creando las diferencias que hoy son tan apreciables entre el hombre y los primates, sobre todo en la parte frontal. Esta área que fue la que más se expandió y está relacionada con las funciones del pensamiento, planeación, análisis, organización. Pero también hubo otra área que se desarrolló y género una gran diferencia en procesar la información esta fue del lenguaje: la capacidad de comunicación que se desarrolló en los lóbulos temporales especialmente el izquierdo. Esta capacidad no solo fue una nueva adquisición sino que influyo en la manera que otras áreas funcionaban por el ejemplo y de manera muy

evidente esta capacidad nuevamente redundo en el aumento del lóbulo frontal. Lo procesos de pensamientos se enriquecieron con la posibilidad de ser comunicados y planteados de manera verbal (fig. 1. 8.).

Fig. 1.8. Cerebro humano basado en las ilustraciones de Rita Carter (1999) El desarrollo del lenguaje, en el lóbulo temporal izquierdo (preponderantemente), fue un cambio esencial para el paso del homínido al hombre. La construcción de una narrativa, la construcción de historias, la aparición de los pronombres para nombrar a los otros y para autonombrarse incidió en el auto ciencia y en la consciencia de los vínculos sociales. La comunicación se posibilito por la interacción […] la transformo sustancialmente (véase fig. 1.9.).

Fig. 1.9. Algunas de las principales áreas relacionadas con el lenguaje. El área de Broca con funciones importantes para la articulación de la palabra y del área Wernicke relacionada más con procesos de comprensión. Entonces los lóbulos frontales se expandieron a un desarrollo se dio en la parte frontal, creando lo que hoy conocemos como la corteza prefrontal que se localizó nuevamente en este lóbulo frontal esto nuevamente presiono la parte frontal hacia afuera dándole al cráneo la forma que se tiene actualmente (Carter, 1999, p.12)(véase fig. 1.10.) Fig. 1.10. Como puede apreciarse en esta ilustración basada en Rita Carter (1999) nuestro cerebro fue integrado las estructuras evolutivas previas y subordinándolas, lo que ha dado como resultado el complejo sistema de procesamiento de información con el que contamos, formando por múltiples subsistemas. La descripción de Carter resulta fascinante y este viaje permite ver con mayor claridad como las funciones que permitieron una mejor adaptación fueron permaneciendo ¡pero el que se desarrollara más un

tipo de funciones que otras daba como resultado una diferente especie, un distinto cerebro: el cerebro evolucionado del primate es diferente al cerebro evolucionado del hombre y si bien es cierto que los cerebros de las diferentes especies siguieron evolucionando e integrando nuevas funciones, la capacidad consciente y el tamaño de la corteza es distintiva en los mamíferos y sobre todo en los humanos. La experiencia fue determinando que el cerebro evolucionara hacia determinada forma, pero esta forma determinaba el tipo de experiencias a las que podemos aspirar. Como se expuso anteriormente, las estructuras que se utilizan se fortalecen y prevalecen atreves del tiempo (lo mismo que las conexiones neuronales), las que no se utilizan se desechan y mueren dando lugar a otras atreves de un darwinismo neurológico que hace que lo que no se usa se deshace (Ledoux, 2002). Es decir, aquellas funciones cognitivas, sociales o emocionales apoyadas en circuitos neuronales que son utilizadas, se van fortaleciendo y la siguiente vez que sean “llamadas a la acción” se encenderán con mayor facilidad como veremos más adelante, y se irán enriqueciendo, “actualizando” con nuevos elementos generando estructuras más complejas y flexibles que irán permitiendo una mejor interacción con el medio. Este cerebro que se encuentra en este tan subrayado, proceso de contiguo cambio y evolución ve restringidas sus posibilidades de desarrollo si sus funciones se limitan por algún daño. Sus posibilidades de crecimiento se restringen enormemente, ya que los elementos que utilizan para su autoconstrucción se verán limitados. “los detalles en cuanto el hecho de si la verdadera causa de un fenómeno es genética, cultural o ambiental son por lo general una pérdida de tiempo; el cerebro es el principio unificador atrás de todo esto “(LeDoux, 2002) veamos un ejemplo sobre la experiencia emocional.

Capítulo 2

¿Existe la realidad? La realidad es una construcción de nuestra mente. Creamos modelos de como vemos el mundo fuera de nosotros. Mientras más información tenemos, más refinamos nuestro modelo de una manera o de otra. Lo que finalmente hacemos es contarnos a nosotros mismos una historia de lo que es el mudo allá afuera. DANIEL MONTI 2004, de la película: ¿y tú que @#V! sabes?

La persistencia de la memoria, Salvador Dalí, 1931

Matías entro sonriente en el laboratorio. Nos había permitido estudiar su activación neuronal mientras era expuesto a diferentes estímulos. Iniciamos con la presentación de láminas de distintos colores. El proceso seguía tal como lo hubiésemos esperado en cualquier evaluación: Matías nombraba con facilidad el color de la lámina que se le iba presentando, con la consiguiente activación de las áreas occipitales (encargadas del procesamiento visual) y más delante de las áreas implicadas en el lenguaje expresivo (temporal motora). Después le solicitamos que no nombrara el color, sólo lo viera. En lo sucesivo pudimos observar cómo la zona primordialmente encendida era precisamente el área de procesamiento visual (occipital). Más adelante entramos en la fase de presentación de estímulos auditivos. Dada la “extraña relación” que Matías relataba con la música nos dispusimos a presentarle distintas piezas musicales con diferentes características de tonalidad y ritmo. De pronto, curiosamente encontramos que además del área auditiva se volvía a encender de manera muy significativa el área de procesamiento visual, tal como había sucedido cuando habíamos presentado las láminas de colores. Cuando Matías fue cuestionado acerca de cómo percibía la pieza escuchada, además de su impresión auditiva él podía nombrar un color o varios colores relacionados con la pieza escuchada. A veces alguno correspondía a la pieza, pero cuando éstas presentaban cambios importantes de ritmo o de tonalidad también esto era registrado por Matías a nivel de la variación cromática de la misma. Matías presentaba una curiosa condición llamada sinestesia en la que el procesamiento sensorial de la vista, oído, olfato, etc., se mezcla dando como resultado, por ejemplo, que cuando se procesa un estímulo auditivo, puedan a la par encenderse áreas de procesamiento visual, lo que generaba en él la posibilidad de que un sonido pudiera oírse y verse al mismo tiempo. En estos casos casi cualquier combinación sensorial es posible, de acuerdo con las áreas que se encuentren vinculadas en el cerebro de la persona que presenta esa curiosa condición. Este fenómeno, que suponemos es más frecuente en niños muy pequeños, se conservó en Matías por alguna razón, a pesar de que ya era un muchacho de 25 años. El mundo auditivo de Matías era muy distinto al de la mayoría de los jóvenes de su edad, pero no por eso puede decirse que era “incorrecto”. Lo que sucedía simplemente era que los programas que utilizaba para procesar el estímulo auditivo eran diferentes. Si de pronto les pediríamos que por favor nos dijeran ¿cómo sabe el azul?, o ¿qué sonido hace lo salado?, o, ¿cuál es el olor de la Quinta Sinfonía de Beethoven?, pensarían quizá que hemos consumido alguna

sustancia o que la lectura de tantos libros de neurología finalmente ha logrado afectarnos. Sin embargo, estas preguntas serían posibles si, por ejemplo, las distintas ondas de luz produjeran determinada estimulación en las papilas gustativas. Nuestra manera de entender la realidad tiene que ver con los “aparatos” que usamos para procesarla. Hay sonidos que no percibimos y colores que no vemos. El silbato que utilizan algunos entrenadores de perros, inaudible para nuestros oídos, es perfectamente perceptible para esta mascota cuando se utiliza para llamarlo. Entonces: ¿este sonido no existe?, ¿existe para el perro y no para nosotros?, ¿quiere decir que mi perro y yo vivimos en dos mundos diferentes y que tenemos dos realidades distintas? Una reflexión científica pareciera llevarnos a un tema filosófico: ¿qué es lo que existe realmente? ¿Tenemos acceso a esta realidad? ¿Qué sería la objetividad? Nuestro conocimiento de la realidad depende de los “lenguajes” que utilizamos para codificarla, para ordenarla (Maturana, 1978). NUESTRA INNEGABLE SUBJETIVIDAD Si nos miramos a través de los ojos de la neurociencia moderna encontraremos que no sólo nos aporta una nueva e inspiradora manera de entendernos a nosotros mismos, sino que además apunta hacia una unificación más que a una contradicción con lo que los. Psicólogos, antropólogos, lingüistas filósofos han venido diciendo. JOHNJ. RATEY, A Guide to the Brain, p. 3.

Así, este cuestionamiento (¿existe la realidad?), que pudiera pertenecer al campo filosófico, adquiere hoy día un sentido absolutamente científico. En las últimas investigaciones, incluso en campos tan “objetivos” como la física, esta pregunta se convierte en un argumento válido. Una simple muestra de esta afirmación la constituye el reciente e interesante filme ¿Y tú qué @#V! sabes? (What the BLEEP do wE (k) now?), en el que algunos de los principales pensadores de nuestro tiempo (Fred Alan Wolf, William Tiller, Joseph Dispenza, Amit Goswani, Ramtha, Miceal Ledwith, Jeffrey Satinover, Stuart Hameroff, Candance Pert, Andrew Newberg) cuestionan conceptos “tan objetivos” como la materia. Los planteamientos que se hacen a través del filme nos llevan a la necesidad de encarar el problema desde una perspectiva absolutamente revolucionaria. Para Amit Goswani: Todos tenemos el hábito de pensar que cualquier cosa alrededor de nosotros es ya una cosa que existe sin mi participación, sin mi elección. Tienes que eliminar esa manera de pensar [...]

En su lugar tienes que reconocer que aun el mundo material alrededor nuestro, las sillas, las mesas, el cuarto, la alfombra, incluyendo la cámara, no son más que posibles movimientos de la conciencia. Yo voy escogiendo momento a momento entre cada uno de esos movimientos para que mi experiencia real se manifieste. Esta es la única forma de pensar radical que necesitas, pero es muy radical. Es tan difícil por nuestra tendencia a creer que el mundo está ahí afuera, independientemente de la experiencia. No es así, la física cuántica ha sido muy clara acerca de ello. El mismo Heisenberg, codescubridor de la física cuántica, dijo que los átomos no son cosas, son solamente tendencias. Así que en lugar de pensar en cosas tienes que pensar en posibilidades. Hay posibilidades de conciencia (Goswani, What the BLEEP do wE (k) now?, 2006). Goswani nos permite vislumbrar lo cuestionables que son conceptos tan defendidos como la objetividad, así como lo discutible que puede resultar la argumentación de que se puede conocer el mundo sin nuestra participación, sin afectar está realidad. Dado que la realidad existe como movimiento: de la conciencia, es del todo dependiente de nuestra participación; es imposible concebirla sin nuestra existencia y así, en este planteamiento no sólo se cuestiona la posibilidad de un conocimiento objetivo, sino que más allá se llega a la afirmación d que esta realidad sólo existe en estrecha conexión: con nuestra experiencia. Pero, ¿por qué entramos en estos complicados temas cuando estamos hablando del cerebro, tema bastante complicado ya en sí mismo? Por variadas e importantes razones: una, porque nuestro cerebro es el instrumento que usamos para construir esa realidad, es el que permite y determina el tipo de movimientos de conciencia. De acuerdo con el tipo de programas que tenemos para construir esa realidad será el tipo de realidad que construyamos. Si nuestro cerebro nos permitiera percibir colores fuera del espectro que manejamos o escuchar sonidos distintos de las frecuencias que logramos distinguir, la realidad que encontraríamos sería distinta a la que hoy experimentamos. Pero esto aún va más allá y plantea importantes cuestiones para nuestro objeto de estudio, y es que la manera en que el cerebro de dos personas trabaja para construir la percepción de un mismo objeto no es idéntica, ni los resultantes son iguales, aunque muchas veces pareciera que hablamos exactamente de lo mismo. Según Rita Cárter (Mapping the Mind, 1999, p. 146): Nadie puede realmente sentir lo que la otra persona está sintiendo, aun cuando podamos ser empáticos con ella. Esta separación tiene un lado bueno: el inalienable derecho a la privacidad. El lado malo es la soledad y el reto existencial Y aquí en esta paradoja, es donde la

felicidad puede surgir. He ahí la riqueza del intercambio y el diálogo, que me permiten mirar “otros mundos” distintos al mío, construido con mi procesador de información: mi cerebro. La posibilidad de compartirlo y de compartir el de los otros puede llevar a la sensación de sentido y de acompañamiento. La construcción que hagamos de la realidad afectará necesariamente la manera en que vivimos nuestra vida. El mismo suceso puede ser vivido por dos personas de manera tan distinta y esto tiene que ver no con el hecho en sí, sino con el instrumento que se utiliza para procesarlo y darle un sentido. El simple suceso de “olvidar la cartera en un lugar y volver a encontrarla” puede ser vivido por alguna persona como una prueba más de su “innegable inocencia”; como una constatación de su “buena suerte”, o con sentido del humor acompañada de una expresión tal como: “Ni siquiera así logro que se lleven mi fotografía.” El mismo hecho vivido encuentra un sentido bastante distinto. Pero esto no sólo sucede en relación con situaciones en donde se implican constructos tan complejos como la autoestima o el auto concepto. Sucede todo el tiempo; incluso en las situaciones más concretas nuestra percepción varía. Hay quienes focalizamos nuestra atención en algunos aspectos de la experiencia perceptual mientras otros subrayan algo muy distinto. La descripción de un auto puede ser tan diferente dependiendo del observador. Si no me creen hagan una prueba: a veces es incluso difícil ponerse de acuerdo en cuanto al color cuando éste es ambiguo. Cualquier objeto de estudio estará determinado por nuestra manera de estudiarlo, por los “programas” utilizados para procesarlo. Será diferente el constructo teórico que se elabore de un objeto de acuerdo con nuestra concepción de lo que es relevante de ese objeto. Pero además el cerebro tiene una particularidad que va aún más allá. Lo que “sepamos” sobre el mismo lo modifica, y aquí reside la calidad interactiva de nuestro cerebro: el conocimiento sobre este objeto incidirá a su vez en este instrumento, convirtiéndolo en algo distinto de lo que era antes, pues el aprendizaje lo moldea de forma continua. Lo que aprendemos genera nuevas conexiones sinápticas que permiten su evolución y desarrollo. De esta manera nos situamos en una postura muy diferente a la que pudieran defender las ciencias positivistas, que plantearían la existencia de una realidad en sí misma, como algo dado de antemano. Nuestra postura estará abogando por un nuevo concepto de “cientificidad”, en donde el observador es parte integrante del fenómeno estudiado (Maturana, 1978) y donde nuestro instrumento de estudio, nuestro cerebro, se va modificando conforme avanza en esta experiencia de autoconocimiento. Nuestro cerebro, como un instrumento que utilizamos para

categorizar y entender esta realidad, está inmerso en el mundo social y cultural en el que habitamos, integrado por cerebros. Cerebros que en su interactuar han generado estructuras también codificadoras de esta realidad. El lenguaje, uno de los principales instrumentos de codificación, establece las categorías semánticas que utilizamos para ordenar e interpretar esta realidad y está relacionado con el contexto social e histórico en el que nos encontramos. Este complejo y apasionante tema ha sido brillantemente trabajado por múltiples pensadores del constructivismo social (Bruner, 2002, 2004; Eco, 1998; Gergen, 1992; Foucault, 1999; Pearce, 1994; White, 1993, entre muchos otros). Quedémonos por ahora con esta reflexión: la realidad es una construcción en la que participamos de manera activa. No podemos “ver” lo que no hemos conceptualizado; sólo podemos ver aquello que podemos interpretar. Podemos ver las “bacterias” a través de un microscopio porque Koch (1870), apoyado en los descubrimientos de sus antecesores, pudo generar toda una teoría sobre las mismas que nos permite entender las características de su existencia aunque no sean perceptibles a simple vista; podemos “ver” que las células nerviosas se conectan formando sinapsis porque Ramón y Cajal (1905) descubrió que no se trataba de una sustancia reticulada, sino de células separadas entre sí; en fin, podemos defender la existencia de circuitos funcionales en el cerebro porque hemos empezado a comprender la complejidad de su organización. Podemos defender la existencia del átomo, de la electricidad, del magnetismo, aunque no podamos “verlos” a simple vista, porque podemos “percibir” sus efectos, pero para que esto sucediera tuvimos que desarrollar antes un marco conceptual referencial que nos permite “recortar”, estos fenómenos en la realidad, encontrarles un sentido. Durante mucho tiempo no pudo aceptarse que la Tierra era redonda; no se podía ver así, a pesar de que la forma curva del horizonte siempre ha estado ahí. La realidad y el sujeto observador forman un todo indisociable. ¿Y cómo se expresa esto en nuestros procesos neuronales? De acuerdo con Llinás (2000), somos máquinas de soñar y construimos nuestro mundo, lo reconstruimos en nuestro interior. ¿Qué quiere decir esto? La realidad como tal no existe para nosotros, lo que vemos, sentimos, olemos y finalmente conceptualizamos tiene que ver con la representación de realidad que desarrollamos a partir de nuestros sistemas sensoriales y de nuestros procesos conceptuales. Esto es general para todos los sentidos, el cerebro sólo acepta las propiedades específicas del mundo externo que estimulan los órganos sensoriales (no podemos detectar directamente las ondas de radio o las ondas electromagnéticas de la televisión) [...] téngase en cuenta que el

azul no existe como tal en el mundo extremo y que tal sensación sólo es una interpretación que hace el cerebro sin el cual los colores no existen (Llinás, Nuestro cerebro y el mito del Yo, p. 2). Nosotros podemos ver colores debido a que diferentes ondas de frecuencia de luz impactan células en la retina sensibles a estos estímulos y envían la información primero al tálamo, como primera estación, y después a la corteza cerebral, en donde las miles de entradas que ha generado esta estimulación de luz se procesan de manera paralela: un sistema procesa información acerca de la forma, otro acerca del color, otro acerca del movimiento, localización y organización espacial. Esta información parcial es después integrada en las zonas de integración sensorial y más adelante enviada a distintos lugares de la corteza según el tipo de procesamiento que requiera el estímulo. Será diferente si se trata de una letra escrita en un papel o si se trata del color de la colcha de nuestra cama (véase fig. 2.1). Pero entonces el sistema nervioso y sus órganos sensoriales “dividen” la realidad en unidades procesables para poder manejarlas y después reintegrarlas, “agregándoles” así “compuestos propios”, que tienen que ver con aspectos de memoria y, en general, de todos los procesadores de información que harán que el objeto percibido tenga un sentido específico y único para cada persona. Para poder entender estas afirmaciones es necesario adentrarnos en cuestiones de funcionamiento cerebral. Entremos pues en este fascinante mundo. RECORDANDO ALGO DE LAS CLASES DE BIOLOGÍA El entender el funcionamiento del cerebro permite, por un lado, sustentar esta afirmación de que la realidad es una construcción, como tantos pensadores han sostenido (Derrida, 1966; Gergen, 1992; Maturana, 1997; etc.), y por el otro, hacernos más dueños de la misma, poder transformarla al comprender los mecanismos que utilizamos para la construcción de esta realidad y entender qué pasa cuando un cerebro tiene problemas en este proceso de codificación e interpretación de la experiencia.

Figura 2.1. El tálamo, constituye una especie de estación de relevo en el envío de Información

sensorial

hacia

las

áreas

corticales. Esta función está relacionada muy probablemente con su función en el cerebro cuando aún no contábamos con los complejos procesadores corticales. En la figura también se hace alusión a la "división" de la información en distintos "bits", de manera que cada una de las características del objeto pueda ser descompuesta para su procesamiento visual.

El cerebro es tan maravillosamente complejo que es una tarea imposible

Figura 2.2. Papilla estelar, Remedios Varo. La mente construye su propia experiencia de la realidad. La pintura surrealista permite una aproximación artística a esta afirmación.

describirlo sin atraparlo un poco en una visión mecánica, que se aleja mucho de su cualidad en esencia dinámica y cambiante. Trataremos de resolver este problema (aunque sabemos que no lo lograremos de manera totalmente satisfactoria) subrayando continuamente las interacciones entre sus distintos componentes.

Es en especial importante que entendamos esto, ya que cuando intentemos trabajar alrededor de la recuperación o reparación del cerebro, no estaremos reparando algo concreto (en algunos casos si, donde hay lesiones específicas, aunque muy probablemente no apreciables debido a que los cambios anatómicos son microscópicos). En la mayoría de los casos estaremos enfrentando problemas fundamentales: algo que le está sucediendo a este sistema, cuya terea primordial es la organización de la información interna y externa, y que le dificulta llevar a cabo su tarea de manera flexible y adaptativa, entorpeciendo así su desarrollo y crecimiento. En general estaremos enfrentando un problema que tiene que ver no con un sustrato estable, sino con una manera de funcionar. Dado que además se trata de un material de alta complejidad, no pretendemos (ni cercanamente) agotarlo, sino solo conducir al lector en un pequeño tour por este maravilloso paisaje, haciendo lo más dirigible que podamos la información y distribuyéndola en distintos capítulos para intercalar la información neurológica con ejemplos y viñetas clínicas que permitan ir relacionando con conceptos psicológicos. Esperamos lograr mantener su interés, a la par que iremos sosteniendo las afirmaciones vertidas en interesantes descubrimientos recientes aportadas por grupos científicos que han trabajado con el tema tratándolo de manera creativa e innovadora. Aunque por lo mismo algunos temas se “repiten” en los distintos capítulos, en realidad los estamos retomando de acuerdo con el objeto de estudio que se está abordando, tomando las particularidades que se relacionan con el tema en particular, acompañándolo por un contexto que esperamos haga más fácil su comprensión. Recordamos a los lectores acudir a libros de autores como Rita Carter (1999), John Ratey (2002), Joseph LeDoux (1999) y Antonio Damasio (1994) que entre otros permiten una introducción accesible y al mismo tiempo profunda al funcionamiento de esta maravillosa máquina de soñar, como la llama Llinás (2002). En particular el libro de Rita Carter (1999) resulta no solo didáctico, sino que por sus ilustraciones es verdaderamente artístico. La característica principal del sistema nervioso está dado por el tipo de células que lo conforman, que son cualitativamente diferentes a las otras células del cuerpo humano (fig. 2.3).

Dentro de las células que conforman este sistema nerviosos esta la neurona, que es la unidad básica para el procesamiento de la información. Esta célula nerviosa tiene como particularidad esta capacidad de procesamiento y envío de información, y además la característica, que la diferencia de otras células del cuerpo, de ser multifuncional. Si observamos las características de otras células, por ejemplo las del corazón, veremos que son células que tienen la capacidad de contraerse y dilatarse, y esto las hace especialmente diseñadas para ser parte de este órgano, pero limita su posibilidad de dedicarse a otras cosas (Llinás, 2000). La neurona puede funcionar realizando las tareas comunes de cualquier célula para sobrevivir y crecer, pero también se conecta con otras neuronas para recibir y enviar información. Habíamos ya señalado que la neurona es una célula eminentemente social: requiere estar conectada para sobrevivir. Las neuronas que se desconectan mueren. Así, no solo tenemos muchas neuronas, sino además múltiples posibilidades de conexión. Cada una de nuestros cientos de billones de neuronas puede tener desde una hasta 10000 sinapsis que la conectan con otras neuronas. Esto lleva a la

posibilidad teórica de un número de hasta 40 000 000 000 000 000 de patrones de conexión posibles (Ratey, 2002). “Un pedazo de cerebro del tamaño de un grano de arena puede contener cien mil neuronas, dos millones de axones y un billón de sinapsis, todas hablando unas con otras” (Ramachandran y Blakeslee, 1998, p.8). Las neuronas son bastantes distintas en formas y tamaños, lo cual facilita su función comunicadora. La principal característica de las neuronas de conectarse entre si la realizan a través de las terminaciones nerviosas (axones y dendritas). Los axones por lo general llevan el impulso hacia afuera, mientras que las dendritas son canales de entrada (esto puede variar, ya que podemos encontrar en ocasiones conexiones de dendritas con dendritas o de axones) (fig. 2.4).

El axón puede dividirse varias veces en su trayecto, lo que le da la oportunidad de alcanzar a múltiples neuronas. Al final del axón encontramos el lugar en donde las neuronas se comunican entre sí: la sinapsis. Las neuronas no se llegan a tocar, existe un canal sináptico en donde la neurona libera los neurotransmisores: sustancias que se producen en la neurona y son almacenadas en las vesículas sináptica, y que son liberadas gracias al cambio de carga eléctrica en la membrana

de la neurona, que al ser liberadas afectan el funcionamiento de la neurona que recibe la señal de inicio, cambiando su carga eléctrica. Fue precisamente Ramón y Cajal (1899) quien hizo este descubrimiento. Mejorando las técnicas de coloración de tejido de Camilo Golgi (1873) y utilizando técnicas que eran exclusivas para las células nerviosas, pudo demostrar que se trataba de células separadas entre sí y no de redes, como pensaban sus contemporáneos. De esta manera descubrió la neurona, lo que le valió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1906, premio que compartió precisamente con Golgi (Ratey, 2002). Hoy día es un conocimiento común el hecho de que la neurona es una célula individual, que si bien se comunica con las otras neuronas a través de este canal sináptico, las condiciones que permiten que este intercambio de información pueda darse son bien especificas (véase fig. 2.5).

¿Cómo se da este proceso? La llegada de los neurotransmisores a los

receptores sinápticos produce La excitación de la célula postsináptica. Pero, ¿qué significa que la célula se excite? Veamos. La neurona se encuentra rodeada por líquido, y cuenta con una membrana que la rodea y mantiene separadas las sustancias del exterior y el interior. La composición química del interior de la neurona está cargada negativamente en relación con el líquido exterior, debido al tipo de iones que están presentes a los lados de la membrana celular. La diferencia en volts entre el interior y el exterior en las células nerviosas casi siempre es de — 70 minivolts, entonces la neurona se encuentra a — 70mV. Cuando la neurona es excitada, entonces la carga de la neurona se vuelve positiva (LeDoux, 2002). Estos cambios son bastante complejos. Decíamos que la membrana plasmática forma el límite entre la neurona y el exterior. Esta neurona es semipermeable y permite el paso de ciertos iones a través de ella, y limitando y regularizando el paso de otros. Estos pasos de iones serán los que finalmente permitirán la polarización y despolarización de la neurona (fig. 2.6). El ion positivo más abundante en el líquido intersticial (líquido exterior a la célula) es el sodio (Na), y dentro de la neurona, en el citoplasma, el potasio (K). El ion de potasio atraviesa la membrana libremente, mientras que la permeabilidad para el sodio depende de que se abran los canales. Para que pueda transmitirse el impulso, los neurotransmisores

Figura 2.6. Hay distintos caminos mediante los cuales los iones entran o salen a través de la membrana celular. Que llegan a los receptores de la neurona que recibe la información (postsináptica) provocan que la membrana de ésta se despolarice, es decir, se vuelva un poco menos negativa, y rebase cierto umbral, lo cual

permite la apertura de los canales de sodio (Na) que entonces puede entrar a la célula haciendo que la carga positiva vaya en aumento y se propague a lo largo del cuerpo y axón de la misma. La expulsión del sodio de la célula es un mecanismo activo que implica consumo enérgico (ATP), la llamada bomba de sodio-potasio que actúa sacando el sodio hacia afuera de la célula y trayendo potasio al interior. De esta manera el potencial de reposo de la membrana de la célula se mantiene cuando no hay un impulso que genere su despolarización. En el exterior (liquido intersticial) el ion negativo más abundante es el cloro. En el interior de la célula, los iones negativos más abundantes son las proteínas, que en el pH celular se ioniza negativamente. Si el estímulo es excitatorio o inhibitorio, dependerá del tipo de iones que entren en la neurona. Si entra sodio se cargara positivamente, si entra cloro se cargara negativamente y será más difícil de encender (LeDoux, 2002).

EL IMPULSO NERVIOSO Cuando el glutamato (que es un neurotransmisor, específicamente importante para la excitación neuronal) es liberado por la neurona presináptica al canal sináptico y se une con la membrana de la célula postsináptica, se abre un pasaje desde el receptor que permite a los iones cargados positivamente entrar en la célula (fig. 2.6), lo que cambia el balance químico y eléctrico del interior y el exterior. Si el glutamato está ocupando suficientes receptores de la célula y hay una adecuada entrada de iones positivos, entonces la carga de la célula positiva es suficiente para generar un potencial de acción, sólo que para ello se requiere que sean muchas las neuronas “encendidas”. Haciendo un símil de lo que sucede en este proceso utilizando una imagen sencilla, podríamos decir que el neurotransmisor actúa como una llave que abre los canales que permiten la entrada de los iones, y con la entrada de estos iones se cambia significativamente la carga eléctrica de la célula. Si el ion que entra es positivo la célula se cargará positivamente, si es negativo aumentará la usual carga negativa de la neurona (- 70 mV).

TRASMISION GLUTAMATERGICA Como antes decíamos, cuando se aplica un estímulo adecuado a la membrana de la neurona se altera su permeabilidad, permitiendo la entrada de iones de sodio, alterando su gradiente de concentración. Este tránsito es tan intenso que la bomba de sodio-potasio (que si recordamos es la encargada de sacar el sodio de la célula) resulta ineficaz. El flujo de sodio invierte la diferencia de voltaje, pasando el exterior a ser negativo y el interior, positivo (alrededor de +35 mV). Conforme se iguala el gradiente de concentración, el flujo de sodio decrece, mientras que el potasio sale de la célula para neutralizar la electronegatividad del exterior. El tránsito de potasio se produce un milisegundo después que el de sodio. La salida de potasio es mayor que la necesaria para restablecer el potencial de reposo, por lo que la membrana queda hiperpolarizada, con mayor electronegatividad en el interior, por lo que se requerirá un estímulo algo mayor que el anterior para volver a encenderla (esto se denomina hiperpolarización) (véase fig. 2.7).

Resumiendo, diremos entonces que cuando una célula nerviosa es excitada ocurre un rápido cambio de permeabilidad de la membrana que da entrada a los iones de sodio (Na), en el caso de una excitación de tipo

glutamatérgica. Estos iones se difunden desde el líquido que rodea la neurona hasta el interior de la misma (su citoplasma). Lo que provoca que la membrana se despolarice, es decir, pierda su carga negativa progresivamente. La entrada de los iones de sodio (Na), seguida por el cambio eléctrico de la neurona, produce determinado potencial de acción que es de unos +40 mV (que ya es positivo, no negativo). Este potencial es muy breve (ms, milisegundos) ya que muy pronto la permeabilidad de la membrana a los iones de sodio (Na) cesa y aumenta la permeabilidad a los iones de potasio (k+). Los neurotransmisores que salen a la cavidad sináptica desde la célula presináptica (antes de la sinapsis) afectan la membrana de dendrita de la célula postsináptica (después de la sinapsis) (véase fig. 2.8).

Las espinas de las dendritas que se encuentran en la célula postsináptica (después de la sinapsis) se afectan a su vez químicamente

por estos neurotransmisores y entonces se modifica la carga eléctrica de la siguiente neurona llevándola a que libere al (los) siguiente (s) canal (es) sináptico (s) sus neurotransmisores, y la neurona que antes era postsináptica se convierte en presináptica (antes de la sinapsis), afectando a la neurona que sigue (postsináptica). De esta manera se trasmite el impulso nervioso (LeDoux, 2002). La estimulación nerviosa no viaja a la misma velocidad que la sola estimulación eléctrica (que puede viajar hasta la velocidad de la luz), porque implica un cambio de estimulación eléctrica-química-eléctrica la mayoría de las veces. (Algunos organismos, sobre todo los más simples, presentan sólo estimulación eléctrica.) Es señalar que la la neurona se “forrada” por lípidos. Esta rodea en el nervioso formada por

importante membrana de encuentra una capa de capa que la sistema central está

oligodendrocitos, un tipo de célula nerviosa (células gliales) del que hablaremos a continuación. Debido a que está cubierta está formada por varias células, en los puntos de contacto entre las células contiguas esa cubierta se interrumpe. Esos lugares reciben el nombre de nódulos de Ranvier. El impulso nervioso se propaga saltando de nódulo en nódulo y así no tiene que hacer la desporalización de toda la membrana aumentando su velocidad de programación (fig. 2.9).

OTRAS CÉLULAS DEL CEREBRO ¿Y qué son estas células gliales? El cerebro está compuesto por dos tipos de células: las gliales y las neuronas. Las células gliales son también muy numerosas; su número es aún mayor que el de las neuronas, aunque su función es completamente diferente, pues no reciben ni envían información. Tampoco se comunican entre sí. Entre los tipos de células gliales encontramos a los astrocitos, que tienen forma de estrella y que tienen varias funciones. Proporcionan una especie de esqueleto y también están implicadas en la producción de sustancias que la neurona requiere para su buen funcionamiento (Tapia, 1987). Otras de las células gliales, las denominadas oligodendrocitos, de las que hablamos cuando mencionamos esta capa de mielina que rodea la neurona, desempeñan un papel muy importante para facilitar la trasmisión del impulso nervioso. Las prolongaciones de estas interesantes células se enrollan alrededor de los axones de las neuronas formándoles una cubierta de varias capas de membrana celular, denominada mielina. Por el alto contenido en grasa de la mielina constituye un aislante para el axón, lo que facilita la trasmisión eléctrica del impulso nervioso. Cuando nacemos, la mayor parte de los axones no están mielinizados, de ahí nuestra torpeza. Con forme avanza el desarrollo hay una mielinización progresiva. En enfermedades tan dolorosas, como la esclerosis múltiple, se va generando una diesmielinización de las neuronas, lo que va afectando diferentes funciones, de ahí el progresivo deterioro, puesto que se afecta de manera decisiva la trasmisión del impulso nervioso. TRASMISIÓN GABAérgica.

Antes se ejemplifica el impulso nervioso tomando como neurotransmisor al glutamato. Ahora trataremos de explicar que es lo que sucede en la trasmisión gabaérgica. Los receptores GABA provocan que el interior de la célula se vuelva más negativo (debido a la entrada de iones negativos, en especial el cloro, Cl. Estos iones pueden entrar precisamente por el pasaje que abren los receptores GABA), lo que hace más difícil la excitación para los receptores de glutamato. Por eso decimos que la trasmisión GABA es en esencia inhibitoria. Sin la intervención de GABA las células glutamatérgicas literalmente se encenderían hasta morir (LeDoux, 2002). Podríamos decir que los principales neurotransmisores en nuestro cerebro son el glutamato (NMDA) y el ácido aminobutírico (GABA). Estos neurotransmisores son de rápida acción en el procesamiento de información, pero existen otras sustancias moduladoras de este proceso, entre las que se encuentran la dopamina, la serotonina, etc., de las cuales hablaremos más adelante. Las neuronas que expresan el componente de ácido aminobutírico (GABA) están presentes en todo el sistema nervioso, y desempeñan papeles importantes; no obstante, sabemos que tiene especial relevancia en los procesos de funcionamiento superior, ya que existe mayor cantidad de este neurotransmisor en las estructuras telencefálicas, como la corteza cerebral. POTENCIAL DE ACCIÓN. La propagación del impulso a través de la neurona se llama potencial de acción. La llegada de un solo neurotransmisor de una simple neurona presináptica no es suficiente. Se requiere un bombardeo de una importante cantidad de neuronas para que se genere un potencial de acción. CIRCUITOS NEURONALES. Un circuito es un grupo de neuronas que están unidas por conexiones sinápticas. Un sistema es un complejo de circuitos que desarrollan una función específica, como ver, oler, caminar, etc. Estos circuitos están organizados de manera jerárquica para poder realizar su función. Un ejemplo simple, y por lo mismo útil, podría ser la realización de una función comparándola con la preparación de un sándwich: en él la

aplicación de la mostaza no ocupa un lugar tan importante como el que pudieran ocupar el jamón o el pan para que de verdad sea un sándwich de jamón. Además no podemos colocar en el sándwich el jamón antes que el pan; es decir, hay una jerarquía y un orden en la integración de los distintos elementos para la realización del proceso. Así, distintos circuitos aportan distintas “subfunciones”, si así podemos llamarlas, de distinta clase (algunos pueden ser excitatorios, otros inhibitorios y otros moduladores) para la realización de la función, pero deben organizarse de manera jerárquica y progresiva para que la función pueda realizarse. Según LeDoux (2002), la llave para entender las interacciones sinápticas está en la interacción que se establece entre estos dos tipos de neuronas: las glutamatérgicas (NMDA) y las gabaérgicas (GABA). Las neuronas glutamatérgicas, en general neuronas de proyección, tienen axones largos que se extienden más allá del área que ocupa el cuerpo celular. Su principal función es encender la siguiente neurona de proyección. Esto lo hacen, como vimos, permitiendo la salida del glutamato al canal sináptico para provocar el cambio químico en la siguiente neurona que inducirá el cambio eléctrico. Las interneuronas, también denominadas células de circuitos locales, con frecuencia de tipo gabaérgico, tienen una función importante en el procesamiento de la información. Su trabajo es regular la excitación mediante el favorecimiento de la inhibición. Estas interneuronas desempeñan un papel central para balancear la actividad excitatoria. Es importante señalar que las neuronas inhibidoras están continuamente activas. Si una neurona excitatoria no genera un potencial de acción es por la inhibición tónica que recibe de las interneuronas (por eso tenemos tonicidad en nuestro cuerpo aun en reposo, ya que ambas neuronas de alguna manera están funcionando de manera constante). Así las neuronas están continuamente interactuando entre ellas, aunque no sean llamadas a una acción específica, y esta interacción genera una oscilación de 40 Hz. Rodolfo Llinás (2000) fue quien hizo este descubrimiento, sugiriendo además que las neuronas tienen esta oscilación de manera sincrónica debido a que hay un organizador que las conduce, y propuso que este podría ser una estructura localizada en el tálamo, denominada el núcleo intralaminar (véanse figs. 2.10 y 2.11).

La actividad continua permite al cerebro responder cuando es necesario. Es como mantener el auto encendido mientras bajamos en una estación de un “rally”. Podemos regresar al recorrido de inmediato sin esperar a encender la máquina. De este modo el cerebro está diseñado para mantenerse activo y poder responder en un cortísimo periodo. Esta oscilación es precisamente la que lo mantiene activo y listo para la acción.

Cuando la activación sobrepasa este nivel se produce el potencial de acción y el impulso viaja. Ya se expuso que en la membrana de las neuronas existen los receptores, que son los lugares a donde llegan los neurotransmisores.

Convendría ahora aclarar que cada receptor acepta en general sólo a un tipo de neurotransmisor (o familias afines); no entra otro, “no le queda”. Y así, aunque haya mucho glutamato en el medio extracelular y poca cantidad de GABA, sólo recibirán el neurotransmisor que “les queda”. Lo mismo para cualquier otro neurotransmisor, como la dopamina, la serotonina, etcétera (fig. 2.12).

PERCEPCIÓN: LOS ÓRGANOS DE LOS SENTIDOS. ¿Qué hace que nuestra visión sea visión y nuestro olfato, olfato? De acuerdo con Rita Carter (1999) los ojos, los oídos, la nariz y los receptores somatosensoriales de la piel están adaptados para manejar la clase de estímulos que le corresponde a cada uno: moléculas, ondas o vibraciones, según corresponda, pero todos hace el mismo tipo de trabajo: traducir los estímulos en pulsos eléctricos. El impulso eléctrico ya no es más la textura de la almohada, el olor a café o el sabor salado, sino que es un impulso eléctrico y seguirá siéndolo, ya que no hay otro lugar en que se haga una “traducción en reversa”, es decir, donde el impulso eléctrico vuelva a convertirse en el olor a café o la sensación de suavidad. La realidad la construye el cerebro utilizando estos impulsos, haciendo una interpretación de los mismos. ¡Por eso decíamos que los filósofos constructivistas tenían razón! E incluso mucho antes, planteamientos expuestos desde hace varios siglos, como los

desarrollados por Kant (1781) tocaban ya de alguna manera este problema de la posibilidad de conocer realmente el mundo. De acuerdo con este filósofo nosotros le imponemos al mundo nuestras categorías. A pesar de la naturaleza receptiva de la sensibilidad existen en ella elementos a priori que nos permiten conocer mediante el entendimiento los objetos dados por el sentido externo (intuición). Estos son el espacio y el tiempo. De lo anterior se deduce que es imposible que los fenómenos existan por si mismos pues la realidad empírica se puede validar como algo real sólo si es intuida por el sujeto. Cuando proyectamos hacia el exterior estamos sobreponiendo a los datos sensibles algo que no viene dado por ellos, y así todo lo que llamamos concreto no es más que la representación. Nada de lo que percibimos es una “cosa en sí”. Así la mente humana se comporta como un organismo porque se autoorganiza. La mente tiene la capacidad de hacer emerger desde ella misma las formas cognitivas a priori que organizan el material múltiple que presentan los sentidos (Moya 2008). Lo que experimentamos en nuestra propia versión procesada de esta realidad exterior. Las propiedades como el espacio, el tiempo, la cantidad y la casualidad están dentro de nosotros, no afuera, se las imponemos a la realidad para organizarla. Como afirmamos cuando citábamos a Ratey al iniciar el tema de “nuestra innegable subjetividad”, disciplinas antes del todo lejanas en su objeto de estudio, parecen darse la mano para explicación de estos complejos fenómenos. Pero, ¿Cómo se construye esta percepción? ¿Cuáles son estos complejos procesos que Kant ya intuía y que hoy podemos empezar a conocer y descifrar? Cuando recibimos un estímulo multisensorial este impulso se divide en diferentes corrientes que son procesadas en paralelo por diferentes módulos cerebrales (Carter, 1999). Por ello un mismo estímulo genera la activación de diversos circuitos que permiten su procesamiento: unos circuitos se encargan de su reconocimiento visual, otros del táctil, otros, de su procesamiento emocional y de la valoración en cuanto a si se trata de un estímulo aversivo o al que podemos acercarnos, etcétera (fig. 2.13).

Fig. 2.13 El procesamiento sensorial resulta un interesante mecanismo para entender cómo se “descompone” y se “reconstruye” esta realidad en el interior del cerebro. Ilustración basada en Rita Carter.

El área cortical para cada sentido está hecha de parches, de pequeñas áreas, cada una de las cuales maneja una faceta especial de la percepción sensorial. La corteza visual, por ejemplo, tiene un área diferente para el color, otra para el movimiento, otra para la forma, etc. Pero dentro de estas áreas hay secciones específicas que se encargan, por ejemplo, en cuanto a la forma: de las líneas verticales, de las horizontales, etcétera (véase fig. 2.1) Una vez que la información entrante es procesada en estas áreas es enviada hacia adelante a las áreas más grandes, conocidas como áreas de asociación. En estas áreas las percepciones sensoriales se casan con las asociaciones cognitivas apropiadas; por ejemplo, la percepción de un zapato se asocia con los conceptos de pie, elemento del vestido, etc. Es hasta este momento que la información entrante se convierte en una percepción con significado. No obstante, lo que ahora tenemos en la mente, si bien fue generado por el estímulo del mundo exterior, no es más estimulo, ni siquiera su

reproducción fiel, sino una reconstrucción dependiente también de los “procesadores” por los que han pasado (véase fig. 2.14) El sentido del olfato, a diferencia de los otros sentidos que pasan por una estación de revelo (el tálamo), en su camino hacia la corteza, llega directamente al sistema límbico (Carter, 1999). ¿Y qué es el sistema límbico? Analizaremos a fondo este tema en el siguiente capítulo, por el momento sólo digamos que es el principal centro de procesamiento emocional del cerebro. Esta ruta al centro emocional del cerebro le da al olfato su enorme poder para traer a nuestra mente recuerdos emotivos.

En esta pintura de Octavio Ocampo (Hilos de ploro) podemos elegir ver uno joven junto o un río o el perfil de uno anciano con cabello blanco Figura 2.14.

Nosotros elegimos, aunque sea de manera inconsciente, cómo percibir al mismo objeto. Es la interpretación o sentido que escojamos darle lo que determinará nuestra percepción y no a la inversa.

El sexto de los sentidos sería la propiocepción. Para este procesamiento sensorial contribuyen diversas áreas del cerebro (la corteza somatosensorial y motora, el cerebelo, la corteza visoparietal, etc.) (Carter, 1999). Este sentido es la alerta del cuerpo que nos habla de su posición, de la postura y el equilibrio. Habiendo echado un vistazo a la manera en que nuestro cerebro “descompone” y “recompone” la realidad se hace evidente que la realidad con la que el cerebro trabaja es muy distinta al “mundo del

afuera”, y por lo mismo, el conocimiento “objetivo”, tal como señala Maturana (1997), es imposible. “El cerebro no ve, oye o siente al mundo externo. Él lo construye en respuesta al estímulo” (Carter, 1999, p. 125). Las alucinaciones, la imaginación y la percepción visual son en esencia la misma cosa para el cerebro (Carter, 1999). Si observamos la imagen del cerebro de una persona cuando genera una representación interna de su automóvil, las áreas que se activan, en términos generales, son las mismas que cuando son activadas porque lo está mirando. La diferencia está simplemente en que, en general, más neuronas son activadas en respuesta al estímulo que proviene desde el exterior que en las experiencias autogeneradas. Una clara demostración de que el mundo, el afuera y la realidad que construye el cerebro son cosas distintas, según Rita Carter (1999), la constituyen las ilusiones preceptúales: la creencia de que estamos ante un fenómeno que resulta ser otro. Las ilusiones cognitivas suceden porque el cerebro está lleno de prejuicios. Estos prejuicios serían una especie de teorías preprogramadas acerca del mundo, que son útiles porque permiten hacer decisiones rápidas y prácticas. Un ejemplo de estas teorías preprogramadas es la suposición de que un objeto grande se encuentra cercano, mientras que un objeto pequeño se encuentra lejano. En estos “prejuicios” sensoriales se basan las construcciones que hacemos de la realidad para poder interpretarla. Los ilusionistas recurren a estas distorsiones para “engañar” nuestros sentidos, pero más bien son nuestros sentidos los que nos engañan y lo que hace el ilusionista es simplemente aprovecharse de ello. Las ilusiones cognitivas, aquellas en donde las percepciones afectadas son ideas más que fenómenos sensoriales, es probable que hayan surgido del mismo modo que las ilusiones sensoriales: para ayudarnos a resolver retos de manera práctica. Y es que el cerebro construye sus ideas, aun las más complejas, de la misma manera. Nuestros prejuicios de pensamiento más esenciales (no sólo en qué pensamos sino en cómo lo pensamos) están determinados por la conectividad de nuestras neuronas, algunas desde antes de nuestro nacimiento (Cárter, 1999), y constituyen parte de los legados evolutivos que nuestros antepasados nos dejaron para una más rápida adaptación al medio. Nuestra percepción de la realidad, así como las teorías que nos hacemos en relación con la misma, tienen que ver con el mundo del significado.

Buscamos sentido en lo que vemos, oímos, creemos o pensamos. La interpretación que hacemos de la realidad tiene que ver con las hipótesis que nos hacemos sobre la misma, y la percepción de la realidad busca adaptarse a estas creencias: como aquella pequeña que nos argüía que su nombre necesitaba más letras que ayer, porque hoy era su cumpleaños y si ella era más grande, su nombre también debería serlo. Adaptamos la “comprensión” de la realidad a nuestras hipótesis y teorías sobre la misma. Los injustos prejuicios contra un grupo que pue-den apreciarse en las guerras (sobre todo en las religiosas) son un triste y claro ejemplo de cómo nuestra concepción de la realidad determina lo que percibimos de ella. Si se quiere sostener, por ejemplo, que determinado grupo es merecedor de la agresión que se le infringe, se elegirán, del cúmulo de sucesos del entorno, aquellos que cuadren con esta injusta concepción. Nuestro estado de ánimo es también un importante “prejuiciador” de nuestras percepciones. Una persona que se encuentra deprimida tenderá a percibir del ambiente los sucesos desagradables o lastimosos. Y si no lo creemos sólo basta con echar un vistazo a nuestra propia historia. Cuando estamos enamorados el cielo se ve más azul y los pájaros cantan más nítido; las frustraciones cotidianas adquieren un peso minúsculo, si somos correspondidos. En cambio, cuando estamos tristes o frustrados, el mundo aparece como complicado e incluso hostil. Nuestro estado de ánimo influye de manera decisiva en la percepción que construimos de la “realidad”. Es así como continuamente buscamos sentido y lo imponemos. Nuestra experiencia, nuestro estado de ánimo, nuestros recuerdos y eventos previos, nuestro contexto social, etc., determinarán nuestra percepción, nuestras explicaciones, así como los “programas” que utilicemos para procesar los estímulos que alcanzan a nuestro cerebro.

MEMORIA Así como la información sensorial entrante se rompe en pedacitos y luego es reconstruida para formar la percepción, así la percepción se rompe otra vez para pasar por la memoria. Cada fragmento se envía para ser almacenado en una sección diferente de nuestra enorme librería interna. Pero en la noche, cuando el cuerpo descansa, estos

fragmentos son sacados de su almacenamiento, re ensamblados y reproducidos (Carter, 1999). El sueño constituye un elemento indispensable para el procesamiento de la información almacenada durante el día. Antonio Damasio (1994) hace una interesante explicación acerca de su concepción del proceso de almacenamiento y recuperación de la memoria. Para él, cada vez que recordamos un objeto dado, cara o situación, no conseguimos una reproducción exacta, pero sí una interpretación, una nueva versión reconstruida de la original, que evoluciona junto con nuestros cambios y experiencias. Es decir, se trata de una memoria que se actualiza en función de los conocimientos que vamos adquiriendo. ¡Genial!, por eso cuando aprendo algo acerca, por ejemplo, de la historia de un país o de una persona, esta información modificará la manera en que puedo “recordarla” o “recordarlo”, e incluso modifica y enriquece los otros atributos del mismo. Las memorias explícitas (conscientes), según Damasio (1994), se generan de la activación sin-crónica de los patrones de encendido en las mismas áreas corticales que los patrones de encendido que se dieron cuando la representación perceptual ocurrió. A pesar de que parezcan buenas réplicas, son inexactas e incompletas. Estas representaciones son construidas momentáneamente bajo el comando de patrones neurales. Antonio Damasio (1994) llama a estas áreas, “zonas de convergencia”, en tanto que Rita Carter (1999) las denomina “unidades de reconocimiento”. Estas “zonas de convergencia” son adquiridas a través del aprendizaje y la experiencia y van constituyendo este tipo de memoria. Para Damasio (1944) estas “zonas de convergencia” se encuentran en las áreas de asociación de las cortezas temporal, occipital, parietal y frontal, en los ganglios básales y en las estructuras Embicas. Lo que guardan estas áreas no es la “fotografía”, sino la manera de poder reconstruirla.

En este proceso de guardar el tipo de patrones que tendrán que encenderse para recuperar determinada memoria existe una estructura de particular importancia: el hipocampo, que parece desempeñar un papel decisivo en la posibilidad de almacenamiento de estas “instrucciones” (Goldberg, 2001). El hipocampo parece guardar de modo temporal las instrucciones de encendido, hasta que su repetición las va instalando definitivamente en las distintas regiones de la corteza. La manera en que el cerebro almacena la información es muy curiosa e interesante, ya que dista mucho de ser una categorización lógica. El cerebro archiva nuestras memorias de acuerdo con nuestra relación con los objetos, más que en relación con lo que hacen o lo que parecen. Es decir, es una categorización de la información absolutamente subjetiva y tiene que ver con la experiencia. Dependiendo de la relación que hayamos tenido con determinado objeto se establecerán las asociaciones. Veamos: nuestra relación con los objetos, aun con los más simples, es multifacética. Por ejemplo un animal puede ser visto, acariciado, amado, temido, utilizado, etc. Cada uno de los aspectos de la memoria de las cosas está almacenado en áreas separadas y apropiadas para el tipo de información. Rita Cárter (1999), como decíamos, llama a cada una de estos fragmentos “unidades de reconocimiento” (recognition units, RU). Dado que según esta autora el almacenamiento se da en función de nuestra experiencia con el objeto o situación, encontraremos que la RU táctil de una flauta puede encontrarse en el cerebro cerca de la RU de un cigarro, y la RU auditiva de la misma flauta puede encontrarse cerca de la RU de un silbato. Nuestra experiencia asocia esas características. Digamos entonces que cuando pensamos en una flauta todas las RU relacionadas con la misma, almacenadas en las distintas áreas, son jaladas juntas para crear un concepto agregado. En general la faceta de la flauta con la que estamos más familiarizados es a la que tenemos un acceso más rápido (Carter, 1999). Resulta entonces que el recuerdo de un evento es tan reconstruido como la percepción de un objeto. Nuestra subjetividad es un componente siempre implícito. Si cada quien organiza su percepción, conocimiento y memoria de acuerdo con su experiencia particular, entonces es absolutamente posible que existan distintas verdades acerca de un mismo fenómeno.

¿Esto nos lleva a un relativismo sin salida? Es decir, ¿la alucinación del sujeto que cree que las paredes están llenas de ojos que lo miran es tan “real” como la apreciación de un paisaje lleno de movimiento? ¿Cómo podemos salir de esta dificultad conceptual? El consenso tampoco nos daría la posibilidad de salida: ¿cuántas veces no se ha defendido una sinrazón porque está consensuada por un grupo; un ejemplo claro de estas aberraciones lo constituye la discriminación de la que han sido objeto irracionalmente algunos grupos raciales o religiosos. Entonces, ¿cómo poder saber si nuestra “máquina de soñar” funciona bien o mal, cuando tanto la realidad como nosotros mismos no estamos terminados; nos estamos rehaciendo y desarrollando continuamente, ya que nuestra necesidad adaptativa y funcional nos lleva a reinventarnos? La respuesta nos la puede proporcionar la teoría de sistemas, que abordaremos en el siguiente capítulo. Baste por ahora con decir que un sistema es funcional cuando es flexible. En la enfermedad mental observamos una importante rigidez que lleva al sujeto a responder ante distintas situaciones con una misma clase de conductas sin poder ir haciendo adaptaciones. Otro elemento que puede darnos una respuesta es que un sistema que es rígido es incapaz de desarrollo y crecimiento. Esto nos lleva de la mano a los planteamientos que hacíamos al inicio del libro: parece ser que cuestiones filosóficas, psicológicas, matemáticas, bioquímicas y de funcionamiento neurológico, entre muchas otras, se sientan hoy a conversar sobre temas que les incumben de manera directa

LA REALIDAD COMO UNA CONSTRUCCIÓN

Después de todas estas explicaciones, preguntar acerca del “olor del azul” no parece una idea tan descabellada como al inicio de este capítulo, pues hablar de la realidad es hablar incluso de un concepto que nosotros y sólo nosotros hemos fabricado y acuñado, y al que hemos bautizado con ese término (fig. 2.15).

Estamos destinados al conocimiento subjetivo, pero además, en relación con la creación de este conocimiento, lo mismo que las neuronas, estamos destinados también al conocimiento subjetivo compartido (social). De ahí el surgimiento de la cultura, el intercambio lingüístico, etcétera. Al igual que las neuronas, necesitamos estar conectados para “conocer nuestro mundo”. Construimos nuestro conocimiento en contacto con los otros y la manera en que vemos la realidad está en función del momento histórico, de nuestra cultura y de los conceptos epistemológicos del grupo social al que pertenecemos. Es en la interacción con los otros que se genera “el conocimiento”, y por eso los conceptos de una época determinan las ideas que se tienen acerca del universo. Estos conceptos son transformados cuando se generan revoluciones epistemológicas, pero con frecuencia hay una resistencia hacia los cambios, como cuando Galileo no podía convencer a los demás pensadores de que la Tierra no era el centro del universo y tenía que “someterse” a los conceptos del momento si quería salvar su vida. La construcción social nos precede y le da forma a nuestro aparato de procesamiento de información. El aparato “codificador” de nuestra sociedad nos permite “ver” o “no ver” aspectos de esta realidad (Gergen, 1992).

El lenguaje aporta recortes de esta realidad y nos permite categorizarla y organizaría; compartirla y generar acuerdos o desacuerdos; llegar a conclusiones y generar nuevos conceptos (Gergen, 1992). La “cultura” determina también los recortes que hagamos de esta experiencia. Lo social y lo individual se afectan de modo bilateral. Entonces, nuestra apreciación de la realidad no sólo está determinada por nuestros aparatos perceptuales y funcionales, sino también por nuestra cultura, nuestro momento histórico, nuestro lenguaje (Maturana, 1997). Y entonces, en un libro que lleva por título REPARANDO EL CEREBRO se hace necesario, aunque el espacio sea insuficiente para ahondar en tan interesante tema, señalar que en esta construcción neurológica nuestro mundo cultural toma una parte esencial. Por tanto pensadores que en otro momento habrían sido una

“amenaza para el pensamiento científico” se convierten en constructores de un nuevo concepto de conocimiento. Estamos ante una revolución epistemológica que permite a muchos pensadores ponerse a dialogar sin sentir amenazada sus visiones del objeto de estudio, sino más bien enriquecidas con los aportes de otras disciplinas. El gran impacto que causó Derrida con su discurso en la Universidad Johns Hopkins en 1966, hoy puede ser un tema de conversación común entre distintas disciplinas. En su discurso denominado

Figura 2.15. Bordando el mono terrestre, Remedios Varo. Era hermoso pintura puede ser útil izada como una metáfora artística de la manera en que nuestro mundo cultural y social moldea el tipo de realidad que podemos percibir.

La estructura del signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas, Derrida planteó que la realidad estaba atrapada por el sistema codificador, en este caso por el lenguaje (ya que el lenguaje es la categoría que se emplea para nombrar lo que existe). Como consecuencia desarrolló el deconstruccionismo como único medio para encontrar otras maneras de “ver” esta misma realidad. Derrida (1966) hoy parece ayudarnos a entender el funcionamiento del cerebro. Sólo en la medida en que

“desconstruyamos” los resultados organizados bajo un “concepto” unificador, o una “función integrativa” y que “genera sentido”, podremos ver aspectos de su funcionamiento que no podemos ver de otra manera. Si bien este campo teórico cuestionó de una vez y para siempre la existencia de una verdad estable, fundando el posestructuralismo, estas ideas han tenido un gran impacto en el desarrollo del pensamiento actual, y en la manera de hacer y concebir la ciencia e incluso, claro está, de la manera como hoy día podemos entender nuestro cerebro. Como expresa Llinás (2000): “nuestra maravillosa máquina de soñar”. El cerebro es un instrumento codificador de realidad, y para poder hacer su tarea utiliza categorías que ha generado el mismo en interacción con otros cerebros. Lo social, lo cultural, el mundo del lenguaje, etc., afecta irremediablemente nuestras conexiones neuronales y es afectado por las mismas. Otro punto de reflexión en cuanto a esta construcción de la realidad lo constituye el hecho de que el instrumento que utilizamos para generar esta construcción (el cerebro) evoluciona junto con el desarrollo de esta construcción, y esta evolución de nuestro instrumento de procesamiento influye directamente sobre el tipo de construcción que se generará, tal como venimos analizando. Entonces, a través del desarrollo tendremos “distintos cerebros” y “distintas construcciones de realidad”. Esto es fácilmente observable a través del desarrollo cognitivo. Ambas variables se modifican de manera continua. Por ejemplo, un pequeño que aún no ha desarrollado el concepto de “conservación de la cantidad” (Piaget, 1959) dirá que hay más cruces que bolitas en el arreglo siguiente: OOOOOOOOOO XXXXXXXXXX Su percepción del área ocupada determinará su respuesta. Sin embargo, en la medida que va incluyendo otros aspectos de la realidad como el hecho de que las cruces pueden acomodarse de otra manera y “parecer” menos que las bolitas, irá poco a poco generando nuevas hipótesis para explicarse estas transformaciones, y entonces la interacción con el objeto de conocimiento, la experiencia, lo llevará a modificar su “procesador” para que pueda dar explicación a lo que ha “descubierto”, para explicar por qué las cruces pueden, en otro arreglo,

verse como menos, y si las coloca una a una parece que las cruces y las bolitas son las mismas. Cuando finalmente logra llegar a la conclusión de que la cantidad se conserva porque son el mismo número de elementos y que no se agregó ni quitó nada, estaremos ante un cerebro “más flexible” que puede incluir modificaciones y explicarlas, pero también estaremos frente a una realidad también diferente, menos dependiente de la percepción en cuanto a la construcción de los conceptos. Es decir, que el cerebro es un sistema cuyo funcionamiento depende de la integración y flexibilidad de sus partes así como de su relación con el ambiente.

EL CEREBRO Y LA TEORÍA DE LOS SISTEMAS EL cerebro es un sistema complejo cuyo proceso organiza su propio funcionamiento. SIEGEL, 1999, p. 205.

Humberto y doña Susi (su abuela) llegaron una mañana a mi consultorio. En ese entonces mi oficina se encontraba en un segundo piso y había que subir una escalera de caracol para llegar a ella. Desde antes de que entraran al edificio se oía un escándalo que no supe descifrar sino hasta que pude asomarme. Humberto tenía mucho miedo de subir la escalera porque decía que lo iba a "morder", y doña Susi desesperada le decía: "No digas tonterías y sube, mira que vamos a llegar tarde" a lo que Humberto contestaba con un empujón y una carrera hacia el jardín. La pobre abuelita estaba agotada y Humberto asustado, así que me pareció más fácil bajar las es-caleras y presentarme con ellos. El problema de la escalera no se resolvió ese día y pasarían muchos meses para que pudiéramos enfrentarlo, así que decidimos

trabajar en el jardín y en un espacio de la planta baja hasta que Humberto pudiera vencer ese miedo. Doña Susi se había hecho cargo de él desde que tenía dos años. Para el tiempo de la consulta Humberto ya había cumplido ocho años. Era un muchachito alto y fuerte, que físicamente aparentaba más edad y que resultaba muy difícil de controlar. Doña Susi, a pesar de ser paciente y quererlo entrañablemente, se encontraba agotada por la situación. Humberto enfrentaba serios problemas para distinguir lo que era percepción sensorial de lo que era fantasía, así como importantes dificultades para ex-presarse de manera verbal. Además, le costaba mucho trabajo permanecer en un lugar por un periodo mayor a unos cuantos segundos. Su inquietud lo llevaba a no poder tomar un momento de descanso. Sus periodos de atención eran mínimos y costaba mucho trabajo que pudiera concentrarse en la realización de alguna tarea. Se encontraba luchando contra una seria desorganización en muchas áreas, y doña Susi también estaba tratando de vencer esta desorganización, pero parecían agotados y desesperados, cada uno a su manera: doña Susi de su cansancio y de su sensación de impotencia, y Humberto parecía estar agotado de que su abuelita no entendiera que él no quería hacer lo que ella decía, no porque no quisiera, sino porque no le hacía sentido o le daba mucho miedo, como subir la escalera. Según relató doña Susi, estas escenas se repetían durante todo el día y la vida cotidiana se había con-vertido para ella y para su esposo en un verdadero reto, y ambos querían ayudar a Humberto, sólo que no sabían qué hacer. El abuelo también se había comprometido en la educación del nieto, pero tenía que ir a trabajar manejando un taxi todos los días para poder cubrir los gastos de la escuela y ahora, de los tratamientos que el muchachito necesitaba. Era un sistema familiar dispuesto a movilizarse y buscar soluciones, pero bastante desgastado y con poco apoyo externo. Por otro lado, su situación económica era limitada y los recursos tenían que distribuirse entre muchas necesidades, entre ellas la medicación del abuelo. Doña Susi me expuso muy triste y preocupada que ella sabía, pues la psicóloga de la escuela le había explicado, que Humberto se encontraba así por el abandono de su madre y la conducta desorganizada que la madre tenía no sólo en su vida, sino hacia su propio hijo pues de

momento lo iba a ver, pero a los pocos días lo abandonaba de nuevo, dejándolo aún más triste cuando se marchaba de manera tan repentina y sin ningún aviso o explicación. La madre de Humberto siempre había presentado este tipo de comportamientos y doña Susi se había dado por vencida después de muchos intentos de apoyarla. La abuela sentía que ahora la historia se repetía y que no podía hacer nada, pues de acuerdo con lo que la psicóloga le había dicho, todos los logros obtenidos por Humberto se perdían con los contactos esporádicos y desorganizados de su madre. Si bien doña Susi afirmaba que Humberto se quedaba más triste cuando su mamá se iba, ella no notaba ningún avance mientras la mamá estaba y decía que Humberto siempre había sido inquieto y que su lenguaje se había atrasado mucho, incluso mientras la madre lo cuidaba. Le expliqué a doña Susi que si bien la conducta de la madre era difícil de digerir para el pequeño, por fortuna la tenía a ella y que él había recibido un buen cuidado de sus abuelos. Había que ser muy cuidadoso para no obtener conclusiones precipitadas y buscar una explicación causal lineal del problema. Las situaciones son mucho más complejas y una visión lineal de las mismas niega su naturaleza dinámica. No podemos ignorar que la conducta de la madre era un elemento desorganizador importante en el proceso de construcción del mundo de este pequeño, pero algo estaba pasando también con su “procesador de información”. Se trataba de varios sistemas interactuando: el sistema de parental e actual formado por las figuras de los abuelos, que brindaba un espacio estable, seguro y de contención, pero que se encontraba agotado y confundido; el sistema desorganizado de la madre, que generaba inconsistencia, incertidumbre y abandono; el sistema de funcionamiento neurológico, que presentaba, evidentemente, una muy importante dificultad para el procesamiento de información, dificultad que se habría hecho manifiesta aun en una situación familiar más saludable. Existía el sistema escolar, que había negado ya el acceso a Humberto por su conducta inapropiada, pero además existía la interacción entre estos sistemas: por ejemplo, la sobrecarga que

generaba para los abuelos la suspensión escolar, que no les daba un momento de respiro; la culpa que generaba en ellos el abandono de la madre y la propia sensación de haber sido inadecuados como padres; la influencia del abandono de la madre sobre un sistema neurofuncional desorganizado, etcétera. Decir que un solo factor era el determinante del problema nos llevaba a incurrir en una apreciación de la realidad poco flexible y útil. Sin embargo, dentro de una visión flexible era muy importante jerarquizar lo que era más urgente atender. La desorganización neurofuncional se expandía e impactaba otros sistemas de manera muy evidente, así que era necesario empezar por este sistema. La teoría de los sistemas generó un impresionante impacto en el mundo de la psicología hace unas décadas. Hizo aportaciones muy importantes, sobre todo en el campo de la terapia familiar, y generó un invaluable enriquecimiento en la manera de observar los fenómenos relaciónales. Su presencia dio lugar al surgimiento de múltiples escuelas psicoterapéuticas (Modelo Estratégico, Modelo Estructural, Teoría de la Comunicación, Teoría Sistémica del Grupo de Milán, Modelo Pos-Milán, etc.). Si bien la teoría de los sistemas constituyó un importante aporte en el campo de la salud mental, por desgracia en varias ocasiones, dentro del campo de la psicología, cayó “en la tentación” de explicar todo problema emocional considerando sólo al sistema de relaciones emocionales. Si bien su pro-puesta es muy inteligente y útil, al perder la visión del impacto de otros sistemas, como el neurofuncional, se generaron importantes confusiones, que de ninguna manera anulan sus importantes aportaciones, cuando éstas se contextualizan. Una de las conclusiones precipitadas a las que llegó tenían que ver con la comprensión de la psicosis sólo como un fenómeno etiológicamente generado por problemas comunicacionales (Bateson, 1956; Watzlawick, 1964). Estos autores señalaron que la psicosis se generaba como respuesta a una comunicación “doble vincular” que “pedía” una cosa, pero también otra, incompatible con la primera, atrapando a la persona en una paradoja sin salida. Para estos autores la psicosis era la única respuesta posible.

Si bien este problema comunicacional existe y resultan de particular relevancia su estudio y comprensión, no puede de ninguna manera entenderse como la explicación causal del problema de la psicosis y en especial de la esquizofrenia, sino como un fenómeno acompañante del mismo. Sin embargo, el cuestionamiento que generó fue de gran utilidad para el avance de nuestra comprensión del fenómeno. Surgieron otras escuelas, como la anti psiquiatría (Laing, 1964), que produjeron un interesante movimiento. Se plantearon observaciones como que el paciente designado no era sino el “chivo expiatorio” de la enfermedad grupal. Esto llevó a interesantes análisis de las interacciones familiares y planteó la importancia de generar situaciones relaciónales más sanas para el grupo; sin embargo, y con todo el respeto que nos merecen estos autores, no era la razón etiológica del problema. Si bien ellos centraron su atención sobre aspectos relevantes que debían considerarse en todo tratamiento, la falla relacional no explicaba la distorsión del procesamiento de la información que se genera en el problema esquizofrénico debido a su grave contaminación entre los distintos circuitos neurofuncionales, como veremos más adelante. Las reflexiones planteadas por estas escuelas pueden resultar interesantes cuando no se absolutizan. Si bien es cierto que un paciente con problemas de procesamiento de la información puede ser el depositario de muchos de los problemas familiares, esto no explica la distorsión de su procesamiento de información, aunque sí pueda empeorarla de manera muy significativa. Los trabajadores de la salud mental requerimos una importante dosis de humildad para no perder de vista que el fenómeno que estudiamos abarca bastante más de lo que nuestra visión nos permite alcanzar en un momento determinado. Dentro de esta actitud de apertura y respeto, un aspecto que nos parece central y que establece una postura de abordaje terapéutico, es la visión del sujeto como el principal actor de este proceso. Si buscamos la reparación de un sistema tan complejo como es el cerebro, primero debemos empezar por entender que quien hace la

reparación es este mismo cerebro, la persona y su funcionamiento. Nosotros sólo somos meros colaboradores en su tarea. En el tratamiento con factores tróficos se aporta la “materia prima”, las proteínas que sirven de tabiques para esta construcción, pero quien hace su propia reorganización es el mismo cerebro al ir procesando la experiencia. El trabajo lo realiza el sujeto al ponerse a experimentar, a intentar, a generar nuevas respuestas, a reflexionar acerca de las mismas, etcétera. Regresando a Humberto, el muchachito que le tenía tanto miedo a la escalera, había que estudiar cómo se encontraba su sistema neurológico y por qué le costaba tanto trabajo organizar la información. ¿Por qué confundía de manera tan evidente la información sensorial con procesos corporales? ¿Por qué su experiencia se encontraba tan fragmentada? En la medida que contara con una mejor herramienta para procesar las experiencias tendría más elementos para procesar la dolorosa relación con su madre. Después de hacer una valoración neurofuncional pudimos darnos cuenta que Humberto hacía un verdadero esfuerzo para integrar sus experiencias, pues él debía invertir un tiempo extra para poder hacer la integración de las sensaciones que le aparecían de manera desorganizada. Su lóbulo parietal no lograba hacer esta integración funcional de manera eficiente. Por otro lado, su lóbulo frontal estaba muy in-activo. Humberto tenía que hacer un enorme es-fuerzo para activarlo, de ahí que le fuera tan difícil anticipar lo que le podía suceder. Además, encontramos asimetrías en su lóbulo temporal, señal de lo difícil que era para Humberto organizar el lenguaje, y aunado a todo esto había una hiperactivación de su sistema de alerta. Muchos sistemas se encontraban lastimados y Humberto enfrentaba cotidianamente un enorme trabajo por realizar. Al poco tiempo de iniciado el tratamiento (cuatro meses) con FGF (factor de crecimiento fibroblasto), del que hablaremos en el siguiente capítulo, la mejoría de Humberto era evidente, al grado de que cuando la madre hizo una de sus apariciones meteóricas, aunque Humberto se desorganizó un poco, la recuperación fue bastante rápida.

Empezamos a trabajar a nivel de juego simbólico, lo que antes era imposible. A través del juego “construyó” su propia familia, dándoles a los abuelos el lugar preponderante. Cada uno de sus logros fue favoreciendo otros y así fuimos avanzando. Las construcciones cognitiva ayudaban a su desempeño social y a su interrelación, y sus nuevas interrelaciones le ayudaban a desarrollar su lenguaje, y así, de forma recíproca, los distintos sistemas se iban afectando positivamente en este proceso. Este factor (FGF), que tiene una incidencia muy importante, como veremos, en el desarrollo de funciones cognitivas (percepción, lenguaje, procesos de pensamiento), le fue permitiendo a Humberto ir construyendo una realidad más organizada. Un día me preguntó si a mí ya me había “mordido” la escalera, a lo que le respondí que no y le pregunté lo mismo. Me dijo que no lo había “mordido”, pero que estaba seguro de que lo iba a “morder”. Le pregunté si quería que probáramos, y como él aceptó nos sentamos en un escalón uno al lado del otro, esperando a que la escalera “nos mordiera”. La hora entera de la sesión consistió en repetidas preguntas acerca de si ya nos había “mordido”. Este experimento, propuesto por Humberto, fue una de tantas pruebas que fue ideando para ir organizando su mundo en objetos “vivos” y “no vivos”. Empezó a distinguir que los objetos inanimados no “cobraban vida”. Siguió desarrollando y enriqueciendo su juego simbólico y empezó a utilizarlo cada vez de manera más flexible para la elaboración de sus preocupaciones. Poco a poco fue representando diferentes fantasías terroríficas y las iba desmantelando una a una. Entre ellas tenía la idea de que los autos deseaban atropellarlo, o que la aspiradora quería “chuparlo”. Poco a poco se fue liberando de todos estos objetos con “intenciones” terroríficas y entonces comenzó a interactuar con mayor soltura con su entorno, primero con los objetos y cada vez más con las personas. La escalera fue también un objeto presente en nuestro juego simbólico, y todos sus seres cercanos (ahora ya representados a través de muñecos: abuelos, mamá, sus nuevos amigos de la escuela, él mismo), “ensayaron” incansables “excursiones escalerísticas” primero sin ser mordidos, y poco a poco el mundo se fue organizando y “supo” que las escaleras no mordían y que el “peligro” provenía de que podía

caerse. (La forma abierta de la escalera de caracol por la que se subía al consultorio parecía generarle esa sensación de que el vacío “podía tragarlo”, según me pudo explicar después.) Al diferenciar las fantasías de sus percepciones poco a poco fue dominando las sensaciones que éstas le producían. Su lenguaje se fue desarrollando más y al ejercitarlo estimulaba que este desarrollo continuara. Humberto mejoró al grado de que pudo inscribirse seis meses más tarde en una escuela, a primer año de primaria y siguió mejorando. Esto redundó también en el sistema de cuidados, doña Susi al fin contaba con un tiempo sin necesitar “andar” tras Humberto; hacía algunos meses que ya no parecía un “torbellino”. Los abuelos se sintieron más tranquilos al saber que podían hacer algo y desde el momento en que comprendieron que había una “razón” para el comportamiento de su nieto se relajaron mucho. No olvidemos que nuestro cerebro es un incansable buscador de sentido. En la abuela había la fantasía de que su hija había “fallado” porque ella, a su vez, había sido mala madre, aunque había buscado todos los medios para ayudarla. Según relató sentía que ahora el nieto era la consecuencia de su primera falla. Al entender que había un proceso lastimado, que además podía repararse, también reparó sus afectos, le permitió “perdonarse” por lo que pasó con su hija y saber que en ese entonces no había los recursos con los que contaba a la fecha. Se le sugirió incluso que su hija podía hacerse una valoración semejante a la de Humberto y que aún podía beneficiarse de alguna manera (aunque no al grado de Humberto, que aún estaba en proceso de desarrollo). Así, la reparación a nivel neuronal estaba impactando al nivel del sistema relacional y favoreciendo también el surgimiento de nuevas pautas de interacción. Los sistemas se interrelacionan de manera a veces mucho más benéfica de lo que pudiéramos siquiera pensar. Un proceso curativo afecta tantos niveles que nos quedamos maravillados de su poder reparador. ¿Y por qué decimos que el cerebro es un sistema? Podemos entender que la familia es un sistema por-que está conformada por un conjunto de individuos. Pero el cerebro es un órgano, quizá parte de un sistema, como lo es el sistema nervioso. Entonces, ¿por qué decimos que el cerebro es un sistema? Por sistema se entiende una entidad formada por un conjunto de elementos que están unidos por la inter-

acción entre los mismos, de tal manera que el sistema incluye, además de los elementos que lo conforman, la relación que se establece entre los mismos. El cerebro cumple con estas condiciones y debe su enorme complejidad a la combinación de dos sistemas interactuantes: el sistema anatómico, que establece una relación entre las diversas estructuras que lo componen, pero también el sistema bioquímico, que también rige determinado tipo de interacciones entre sus componentes (neurotrasmisores, neuromoduladores, trasmisión del impulso, etc.). La intersección de estos dos tipos de organizaciones le da al cerebro un enorme nivel de complejidad. La teoría de los sistemas fue propuesta por un biólogo alemán: Ludwig von Bertalanffy (1950), quien trataba de encontrar algunos modelos teóricos que trascendieran las distintas disciplinas. Planteaba que nosotros, de forma inadecuada, hemos dividido la naturaleza para su estudio en parcelas: biología, física, química, etc., pero que la naturaleza no opera de esa manera. Encontramos más bien una serie de sistemas que interactúan entre sí y que incluyen otros sistemas, que a su vez son incluidos también por otros. Por ejemplo, el sistema molecular está incluido en la célula, y la célula, en los tejidos, y los tejidos, en los órganos, y los órganos, las moléculas y las células interactúan entre sí. Esta teoría no sólo se aplicó a la biología sino que rebasó, como su creador esperaba, los límites entre las ciencias, aportando modelos conceptuales aplicables a distintos cuerpos teóricos, y así ha tenido una enorme influencia en distintos campos de estudio que van desde la sociología, la psicología y la administración, hasta la física, la medicina, las matemáticas, la astronomía e incluso hasta en la explicación del origen del universo. En la psicoterapia esta teoría, como decíamos, constituyó una verdadera revolución, en especial en el campo de la psicoterapia familiar y de grupo, dando resultados muy útiles e interesantes. Se generó un nuevo paradigma de análisis para las relaciones. El modelo sistémico determinaba el comportamiento como resultado de múltiples causas, su significado dependerá de esta multiplicidad de factores que no necesariamente serán vistos como patológicos, ya que

hay una forma infinita de comportamientos y de conductas de pensamiento en las familias.

Los principios básicos de la teoría de sistemas en la terapia familiar afirman que: • Todo sistema familiar es una unidad organizada a través de sus reglas propias. •

La estructura sistémica familiar está formada por subsistemas.



Los patrones que rigen el sistema familiar son circulares.

• Los sistemas familiares mecanismo de homeostasis. •

mantienen

su

estabilidad

por

el

La evolución y los cambios son inherentes a los sistemas abiertos.

Esta nueva manera de mirar los fenómenos dio lugar a numerosas corrientes que enfatizaban uno u otro aspecto del fenómeno interaccional, tratando de intervenir en el sistema de tal manera que se propiciara un desarrollo hacia situaciones de equilibrio más flexibles y dinámicas. Son tantas y tan variadas las aportaciones de estos grupos que sólo nos contentamos con señalar que esta teoría de los sistemas revolucionó el campo de todas las ciencias, entre ellas las dos principales que se encuentran conversando en este libro: la neurología y la psicología, llevándonos a una nueva manera de percibir y entender los fenómenos interaccionales. Pero además es interesante poder observar cómo algunos de los interesantes fenómenos observados por estas escuelas encuentran una correlación en el idioma neurofuncional, como veremos enseguida. LOS SISTEMAS COMPLEJOS Dentro de los sistemas, el cerebro correspondería a aquellos que se rigen por la teoría de la complejidad. Esta teoría ha sido aplicada a sistemas desde moléculas hasta sociedades, con implicaciones inusuales y únicas.

El comportamiento de un sistema complejo es difícilmente predecible. Sólo puede preverse su evolución futura dentro de ciertos límites, siempre suponiendo un margen de error significativo y utilizando métodos matemáticos como la probabilidad. La teoría de los sistemas complejos constituye una de las aplicaciones de la “teoría del caos”. La cual es la denominación popular de la rama de las matemáticas y la física que trata ciertos tipos de comportamientos impredecibles de los sistemas dinámicos. Esta rama de las matemáticas se desarrolló en la segunda mitad del siglo xx, y estudia lo complicado, lo impredecible, lo que no es lineal. A veces se le llama también “matemática de lo no lineal”.

Para los no iniciados en matemáticas, el nombre de teoría del caos puede inducir a error por dos motivos: • No necesariamente es una teoría, sino que puede entenderse como un gran campo de investigación abierto, que abarca diferentes líneas de pensamiento. • Caos está entendido. No como ausencia de orden, sino como cierto tipo de orden de características impredecibles, pero descriptibles en forma concreta y precisa, es decir, un tipo de orden de movimiento impredecible. La idea de la cual parte la teoría del caos es simple: en determinados sistemas naturales, pequeños cambios en las condiciones iniciales conducen a enormes discrepancias en los resultados. Este principio suele llamarse “efecto mariposa” debido a que, en meteorología, la naturaleza no lineal de la atmósfera ha hecho afirmar a muchos científicos que es posible que el aleteo de una mariposa, en determinado lugar y momento, pueda ser la causa de un terrible huracán varios meses más tarde en la otra punta del globo. La teoría no tiene un solo padre fundador, sino muchos. Entre ellos destacan Lorenz (meteorólogo), Mandelbrot (ingeniero de comunicaciones), Feigenbaum (matemático), Libchaber (físico), Win- free

(biólogo), Mandell (psiquiatra), y otros muchos, la mayoría de ellos aún viven. Uno de los teóricos de la teoría del caos afirma: La biología está repleta de sistemas complejos: los miles de genes regulándose unos a otros en el interior de una célula, las redes de células y moléculas que sirven de intermediarios en la respuesta inmune, los casi millones de millones de neuronas que integran a las redes neuronales que son las que gobiernan al comportamiento y al aprendizaje, las tramas ecológicas que tejen entre sí a las muchísimas especies coevolucionantes. Como ejemplo de complejidad valga la red autorreguladora de un genoma (o sea del juego completo de genes de un organismo) que ofrece una explicación de cómo una auto organización (“anticaos”) puede llegar a gobernar el desarrollo de un organismo biológico (Kauffman, “Antichaos and adaptation”, Sci. Am.). No es el espacio para hacer una revisión profunda de este interesante modelo teórico y todas sus aplicaciones. Aquí sólo retomamos la idea de que el cerebro funciona como un sistema biológico complejo, con movimientos impredecibles, dado que la interacción entre sus elementos es mucho más compleja que la mera suma de los mismos.

Este movimiento impredecible de este sistema complejo ha dado como resultado precisamente la evolución neuronal y la progresiva organización cerebral a través de su desarrollo, desde su versión más primitiva hasta la actual, sin que podamos descifrar con certeza lo que el futuro pueda permitirnos. Y es que lo que hace a los sistemas vivos únicos, y entre estos sistemas vivos está el cerebro, es que han evolucionado mediante selección natural en complejas formas adaptativas que permiten la existencia de la vida. La evolución ha establecido diseños complejos sin un diseñador formal previo. Estas teorías del caos y de los sistemas complejos permiten entender cómo esta evolución no se dirigía a un objetivo predeterminado, sino que el mismo movimiento del sistema fue dando los resultados evolutivos que llevaban al sistema a un nivel más elevado de organización. Las nuevas formas que prevalecen lo hacen por su

capacidad inclusiva y dinámica que incluye una nueva forma de equilibrio y mayor número de variables. Los organismos han evolucionado en un sentido que los ha hecho capaces de vivir y reproducirse. Qué tan bien puedan negociar con un determinado ambiente determinará si la especie mantendrá el mismo patrón en las siguientes generaciones. Pero lo mismo sucede con el cerebro: sólo aquellos patrones de funcionamiento que prueban ser útiles y que se activan con mayor frecuencia son los que permanecen.

Un sistema vivo se organiza para alcanzar sus metas: mantenerse y pasar sus genes, y en este proceso se generan resultantes que no estaban ni siquiera vislumbradas de antemano, y es que una característica de los sistemas dinámicos vivos es su tendencia o fuerza de desarrollo, es decir, el movimiento desde lo simple hacia lo complejo. Un ejemplo claro de esto lo podemos observar en el proceso psicogenético del niño, en el cual el pequeño va desarrollando sistemas de intercambio más complejos con el ambiente conforme va creciendo. Afirmar que el cerebro es un sistema complejo quiere decir también que existen múltiples elementos y componentes capaces de comporta-miento caótico. Estas partes pueden ser conceptualizadas en varios niveles de análisis e incluyen desde la simple neurona enviando y recibiendo información, hasta los grupos de neuronas, los circuitos, las regiones, los hemisferios y el cerebro entero.

Las estructuras más profundas del cerebro reciben entrada sensorial del cuerpo y el mundo externo; el sistema límbico recibe entradas de las estructuras más profundas y de la neo corteza, y la neo corteza recibe entradas del sistema límbico, etc. Los estudios neuroanatómicos revelan que las regiones de la neocorteza están inextricablemente conectadas con los niveles más bajos del sistema; así, las más altas funciones de pensamiento y procesamiento mental están unidas y dependen del funcionamiento del cerebro entero.

Esto también conlleva el planteamiento de que circuitos específicos dentro del cerebro funcionan como distintos subsistemas que crean sus formas predominantes de procesamiento. Cada uno de estos patrones tiene neurotrasmisores predominantes e implica distintos componentes evaluativos que dirigen el tipo de comporta-miento necesario. La interacción entre sus elementos así como la influencia de variables exteriores permite entender cómo evolucionan estos sistemas. El sistema nervioso, en particular el cerebro, ha evolucionado para resolver problemas (Siegel, 1999). La dinámica no lineal de los sistemas complejos revela, a través de probabilidad matemática, explicando la perspectiva de la teoría del caos, que los sistemas complejos tienden a organizarse con el paso del tiempo (Siegel, 1999). Los sistemas complejos presentan un sistema propio de auto organización que emerge a partir de las propiedades de sus partes. El cambio en los estados del sistema tiene formas recurrentes tanto internas como externas, que determinan la dirección del cambio. En la medida que estos sistemas se hacen más complejos ofrecen un sistema más flexible, más estable y más adaptable. La complejidad es adquirida a través de los procesos de diferenciación e integración. Esto es muy importante, porque precisamente en la medida en que un sistema tenga una buena diferenciación, es decir, que cada uno de sus elementos sea lo bastante distinto como para hacer una tarea particular, habrá necesidad de una buena integración para que estos componentes trabajen en armonía. Un buen funcionamiento de un sistema complejo lleva aparejados diferenciación e integración funcional. Por ello es un aspecto que evaluamos de manera fundamental cuando tratamos de entender cómo anda el funcionamiento cerebral. Buscamos que los distintos circuitos estén suficientemente diferenciados pero al mismo tiempo que tengan una integración funcional. La incapacidad del sistema para moverse hacia la complejidad puede verse como un estrés en el sistema, esto puede observarse a nivel de cualquier sistema: familiar,

biológico o cultural. Los sistemas que son capaces de moverse hacia un sistema más complejo son sistemas sanos. Los que se estancan y rigidizan son sistemas poco funcionales que terminan por descomponerse. La estabilidad en un sistema se logra a través del movimiento hacia una mayor complejidad. La complejidad no sólo proviene de la activación en sí, sino a través del balance entre la continuidad y la flexibilidad del sistema (Siegel, 1999). La parte de impredecibilidad parece parte del hecho de que el sistema, como un todo, es intrínsecamente “ruidoso”, esto significa que habrá activaciones promedio y que estas activaciones pro-medio podrán o no ser reforzadas por los encuentros con el ambiente, dando como resultado que una de estas variaciones se fortalezca sobre otras. Es decir, en este movimiento impredecible de pronto se generarán respuestas que tenderán a mantenerse porque resultaron en especial útiles. Los sistemas tienen ambas características de comportamiento: formas determinadas (predecibles) e indeterminadas (impredecibles). En la interacción entre estos comportamientos y con el ambiente se gesta la evolución del sistema. El cerebro, como digno representante de estos sistemas complejos, parece estar naturalmente des-tinado, tanto por la información genética que lo posibilita, como por el impacto de la experiencia sobre su misma conformación, a diferenciar sus circuitos e integrarlos. Su complejidad, como decíamos, es adquirida a través de estos procesos de diferenciación e integración. El cerebro así puede ser considerado como un sistema vivo que es abierto y dinámico. Es una co-lección integrada de diversos subsistemas que interactúan juntos de una manera determinada y al mismo tiempo cambiante (Siegel, 1999). Si aplicamos esto a la comprensión del funcionamiento de la mente, podremos suponer que una pequeña disfunción en alguno de los niveles de organización necesariamente irá produciendo cambios importantes en el funcionamiento de otros niveles del sistema como un todo. Pero también, y desde un punto de vista más optimista, pequeños cambios en la perspectiva de una persona, creencias, hábitos o

procesamiento de información, pueden de pronto dar lugar a cambios importantes en su funcionamiento mental y en su comportamiento (Siegel, 1999).

El incremento en la diferenciación dentro del sistema, su especialización en relación con patrones de activación, está basado en la coordinación de los elementos básicos de los sistemas que los van integrando (Siegel, 1999). Es decir, en la medida en que un sistema se vuelve más complejo cuenta con elementos que tienen funciones más especializadas y que requieren, por lo mismo, un mayor y mejor nivel de coordinación entre ellos. Este desarrollo le va dando al sistema una mayor flexibilidad para poder responder a situaciones diversas. La mente, como sistema complejo y como expresión del funcionamiento cerebral, se organiza a sí misma a través de su capacidad para modificar las restricciones internas y externas (Siegel, 1999).2

NUESTRO CEREBRO FORMANDO SISTEMAS RELACIÓNALES

Los sistemas vivos deben estar abiertos a las in-fluencias del medio externo para sobrevivir, y el cerebro, como hemos visto, no es una excepción. Los sistemas del cerebro se unen a otros sistemas funcionalmente, en especial a otros cerebros. Y en este sentido un conjunto de cerebros en interacción, desde una familia hasta un grupo de trabajo, es más funcional si es un sistema flexible, que acepta retroalimentación y se encuentra en un con 2Se sugiere la lectura del libro de H. Maturana, De máquinas y seres vivos. Autopoiesis, 1a organización de ¡o vivo (1994), que trabaja alrededor de esta capacidad auto organizativa de los seres vivos. Continuo crecimiento; esto es aplicable tanto a los sistemas biológicos como relaciónales y sociales.

Los cerebros se influyen continuamente entre sí. Nuestras mentes son capaces de detectar las señales no verbales de los otros, que revelan los aspectos internos de sus estados mentales (Siegel, 1999). La influencia que puede haber entre distintos “cerebros” genera un nuevo sistema, que los integra como elementos. Podríamos decir que entonces tomaríamos al cerebro de A como el subsistema A y al cerebro de B como el subsistema B. Es interesante que de pronto la respuesta de A ante la activación que produce B, así como la respuesta de B ante la activación que produce A, empiezan a ser tan repetitivas que Ay B empiezan a convertirse en un supersistema. Se generan las propias reglas de interacción en este nuevo sistema que ya no puede ser reducido a A o B sino que ya tiene particularidades de funcionamiento distinto que se han generado en esta interacción. En este sentido los planteamientos de las escuelas que estudiaban a la familia como un sistema constituyeron una brillante aportación. La capacidad transformadora que tienen las relaciones interpersonales es enorme. Una buena interacción generará crecimiento y desarrollo a través de la generación de nuevas pautas relaciónales que modificarán de manera decisiva la manera de en-tender y procesar el mundo. Y es que las nuevas experiencias de conexión interpersonal permiten acceder a nuevos niveles de coherencia mental. Desarrollan funciones y permiten la integración de las mismas a través de una experiencia que permite su puesta en escena de manera armónica. Una buena interacción es tan integradora como al nivel de la coordinación motriz por ejemplo, puede ser la intervención de un “buen compañero” de baile: saca la mejor parte de nosotros mismos. Esta nueva capacidad para la integración, tanto interpersonal como mental, permite crear un sentido de vitalidad y despliegue de energía creativa (Siegel, 1999). La comunicación colaborativa entre dos no es meramente un reflejo en un espejo, sino un proceso recíproco que mueve a la par estados vibrantes que ninguno de los participantes podría haber conseguido de manera aislada. Estaríamos hablando aquí de la resonancia, que es la propiedad de los sistemas interactuantes que define la influencia de la actividad de cada sistema en el otro. Por ejemplo, entre dos individuos emocionalmente entonados, la comunicación interpersonal crea resonancia. Cada miembro de la diada es influido por el otro.

Dentro del cerebro el proceso neuronal de reentrada nos puede ayudar a entender cómo distintos circuitos pueden involucrarse en un estado de resonancia, es decir, cómo se van coordinando los estados mentales de cada uno de los miembros que participan en la interacción para generar este estado de funcionamiento integrado. Hay incluso estudios de imagenología en donde lo que sucede en uno de los cerebros de dos personas en comunicación afecta lo que sucede en el otro cerebro. Mientras uno relata una experiencia, si la otra persona se encuentra en sincronía y atenta a la comunicación, en su cerebro se irán encendiendo áreas correspondientes, como en una especie de imagen especular. ¿Es posible esto? LAS NEURONAS ESPEJO Otro fenómeno interesante relacionado interaccionales es el de las neuronas espejo.

con

los

eventos

Ramachandran (2005) llama a las neuronas espejo: “neuronas de la empatía”, por estar implicadas en la comprensión de las acciones que los otros realizan. Esta clase de neuronas se activan cuando un animal o persona está observando ejecutar una acción por otro individuo, especialmente si éste es un congénere. Las neuronas del individuo se activan como “reflejando” la acción del otro, de ahí su nombre de neuronas espejo. En los seres humanos estas neuronas se encuentran en la corteza frontal inferior, cerca del área de Broca, que como sabemos cumple funciones importantes en la articulación del lenguaje, y en el lóbulo parietal, que se encuentra relacionado con las funciones de integración sensorial. Ambas funciones, como puede suponerse, tienen un papel central en las interacciones sociales. Las neuronas espejo han sido objeto de muchas elucubraciones científicas, pero dada su localización puede pensarse que están estrechamente relacionadas con el desarrollo de habilidades, la imitación y la comprensión de los movimientos o del “lenguaje preverbal”. Parecen participar de manera importante en el desciframiento de lo que intenta hacer el otro. La imitación, como sabemos, des-empeña un papel muy importante en el desarrollo de toda la inteligencia simbólica (Piaget, 1959) y por lo mismo es un precursor muy importante del lenguaje.

Podemos intuir desde estas reflexiones la importancia de este descubrimiento. Hay quienes han resaltado su importancia a nivel de la conexión emocional y de la posibilidad de empatía (Ramachandran, 2005) y afirman que son estas neuronas las que nos hacen adentrarnos, por ejemplo, cuando vemos una película y sentir lo que el protagonista puede estar sintiendo (fig. 2.16). El descubrimiento de las neuronas espejo, como muchos otros descubrimientos del campo de las neurociencias, se dio por una situación accidental. En el verano de 1994 en Parma (Italia), dentro de un laboratorio de neurociencias, se estaba analizando la actividad cerebral que se generaba cuando un mono sacaba comida de un plato y se la comía. A) Sujeto que realiza la acción

B) Sujeto que observa

Figuro 2.16. En estudios de imagenología se ha podido apreciar cómo las áreas del cerebro que se encienden en el individuo que observa una acción son equivalentes a las que se encienden en quien la está realizando, aunque sea menor la intensidad de la respuesta generada en el observador.

Mientras un monitor reflejaba la actividad neuronal que se producía en la zona premotora de su cerebro, un estudiante cruzó por delante del mono comiéndose un helado. Entonces, el monitor reflejó cómo se encendían las mismas zonas cerebrales en el mono que cuando comía él mismo, aunque no se encontraba comiendo en ese momento. Giacomo Rizolatti (2005) y su equipo se quedaron admirados ante el hallazgo y empezaron a re-producir la situación ahora de manera intencional, dándose cuenta de que ciertas neuronas, que residían en las zonas motoras del cerebro del mono, no sólo se activaban con el movimiento propio, sino también cuando veía este mismo movimiento en otro sujeto. Descubrieron además que las neuronas premotoras (las encargadas de preparar el organismo para una acción determinada) se activaban también cuando el mono veía una acción que había experimentado antes o cuando le eran presentados indicios de la acción que se iba a realizar, de tal manera que, por ejemplo, la observación de determinado objeto lo llevaba a “recordar” el tipo de acción que debía realizar con él, pero esto aparecía no sólo a manera de recuerdo, sino como intención futura, al encenderse las áreas de la corteza premotora correspondientes a esta planeación de la acción. Esto tiene importantes implicaciones, ya que nos permite entender la existencia de un puente entre la intención de realizar una acción y el llevarla a cabo. Más tarde otros investigadores (Oberman, 2005; Dapretto, 2006) demostraron que nosotros también disponemos de un sistema especular como el de los monos aunque más complejo que el suyo y que si resulta afectado tiene importantes implicaciones. Incluso realizaron investigaciones en relación con la posible afectación de este grupo de neuronas en los niños que padecen autismo (Dapretto, 2006; Oberman, 2005). En investigaciones recientes se ha planteado que este complejo mecanismo implica la participación de diversas regiones cerebrales (Fogassi, 2005, 2006):

• Surco temporal superior, responsable de la detección del agente que actúa y de los estímulos provenientes del movimiento de otra persona. • Lóbulos temporales, asociados con procesos de memoria, aportando la información acerca del contexto situacional semántico y episódico a los estímulos que se están procesando. • Corteza prefrontal medial, analiza los estímulos y produce una representación de los estados mentales propios y ajenos. • De modo menos importante también parecen estar implicadas la amígdala y la corteza orbitofrontal. El sistema de neuronas espejo es el que nos per-mite imitar acciones. Participa incluso en la adquisición de aprendizajes muy complejos, como los del habla (Théoret, 2002). La importancia a nivel del desempeño social de estas neuronas es muy significativa, pues no sólo permite el aprendizaje de comportamientos bastante complejos, sino que se piensa, está inmersa en aspectos de identificación y de empatía.

Según un grupo de neurocientíficos, estas neuronas no sólo perciben las actuaciones de los otros, las imitan y pueden llegar a entender lo que siente quien las realiza, sino que también “captan” las intenciones que las motivan en un contexto determinado. Fogassi (2005), director de esta investigación, observó que había distintos indicios que damos sin damos cuenta, según el tipo de movimiento que in-tentamos realizar. Por ejemplo, podemos tomar una taza para beber o para meterla en la lavadora de trastes. La manera en que tomamos la taza desde el inicio, así como el contexto en el que se está realizando la acción “hablan” de lo que intentamos hacer con ella. Cuando hemos realizado ese acto con anterioridad, éste queda asociado siempre a la intención que lo puso en marcha y nuestro cerebro es capaz de analizar el contexto, la forma de tomar la taza, etc. Así, cuando vemos ejecutarlo a otra persona, “nos identificamos” y “entendemos” su intención.

El “desciframiento” de la “mente” del otro tiene importantes funciones adaptativas, y no sólo nos referimos al desciframiento de sus acciones o intenciones, sino también y de manera muy importante, de sus emociones. Somos criaturas sociales. Nuestra supervivencia depende de entender las acciones, intenciones y emociones de los demás. Las neuronas espejo nos permiten entender la mente de los demás no sólo a través de un razonamiento conceptual sino mediante la simulación directa: sintiendo, no pensando. El estudio de estas neuronas espejo se dirige entonces no sólo a los aspectos “racionales” del comportamiento, sino también, y de modo creciente, a las emociones y las formas de percepción de las normas sociales. Se estudian, por ejemplo, la capacidad de reconocimiento de expresiones faciales o la teoría de la mente, desarrollada por otros estudiosos, de campos tan distintos como el psicoanálisis y la teoría de la mentalización (Fonagy, 2002). Esta propuesta se refiere a la capacidad de nuestra especie de entender la existencia de una “mente” en los otros, y con ello la capacidad de explicar y predecir el comportamiento de esos otros, atribuyéndoles estados mentales independientes. Para poder concebir la existencia de una vida mental en el otro se implica a la vez y como prerrequisito esencial, que la persona tenga una concepción de la propia existencia y de la existencia de la propia vida mental. Gállese (1996) habla de un especie de sistema simulador incorporado que nos permite así representarnos los estados internos de otros individuos con su propio sistema motor, cognitivo y emocional. Esta simulación posibilita una comprensión de los otros humanos y permite percibirlos como semejantes, generándose así una “multiplicidad compartida de intersubjetividades”, como lo llama este autor. La relevancia que tiene el hecho de poder aprovechar la información proveniente de la “mente del otro” es mayor. Muchas veces sólo observar un comportamiento nos da una información que puede significar un cambio drástico en la manera como abordamos una situación.

Charles Darwin (1871) explicó que las reacciones emotivas, y en particular las primarias (miedo, rabia, sorpresa, dolor, etc.) son respuestas aprendidas en el transcurso de la evolución para poder responder de manera más rápida al medio ambiente (como veremos más adelante). Digamos que son mecanismos de “evaluación rápida”, y son útiles aun cuando no los experimentemos de manera directa. Los mecanismos que permiten al cerebro detectar una señal de peligro, miedo o repulsión, no son sólo los olores (“algo se quema”), un ruido estruendoso (“una explosión”) o la visión de un objeto peligroso (una bomba o un arma). También aprendemos a través de nuestra interacción con las emociones ajenas. Por eso, si vemos a alguien con expresión de miedo es muy probable que no nos acerquemos al lugar de donde viene. Aprovechamos su sistema de evaluación del evento. Podríamos decir entonces que la red neuronal “refleja” (construye) el mundo, así como también produce una concepción sobre nosotros mismos (yo) y elabora una imagen y concepción sobre la existencia y funcionamiento de la mente de los otros. Estas complejas construcciones se dan en un proceso continuo de desciframiento y comprensión de las complejas interacciones sociales (Dapretto, 2006). Hasta hace poco la atribución de significado a las acciones observadas en otros individuos se explicaba a partir de complejos mecanismos relacionados con la memoria, las experiencias previas y los procesos de razonamiento. Sin embargo, con el descubrimiento de las denominadas neuronas espejo es posible explicar de un modo más sencillo nuestra cotidiana habilidad para comprender de inmediato lo que otro individuo está haciendo, pretende hacer o los sentimientos que puede estar experimentando en determinada situación. Entender las acciones y las intenciones es una tarea que, aunque en ocasiones requiera procesos más elaborados (sobre todo cuando nuestra apreciación rápida no funciona), se realiza de modo más directo y simple por medio de las neuronas espejo, lo que explica la eficiencia y velocidad de estos sistemas de procesamiento de información (Oberman, 2005). Los descubrimientos acerca de las neuronas espejo han llegado a modificar incluso la manera en que entendemos la realización de un movimiento intencional. Hasta ahora considerábamos que el movimiento, por ejemplo de una mano, era el resultado de un proceso

mental en que el cerebro tenía primero que analizar las percepciones y datos sensoriales para emitir una respuesta adecuada (que, en el caso de acciones intencionales complejas, requeriría capacidades cognitivas realizadas por regiones especializadas), y que la zona motora del cerebro era la encargada de ejecutar dicha respuesta en forma de movimiento. Ahora parece ser que el sistema motor es mucho más complejo, y puede ser el sustrato neural de procesos atribuidos al sistema cognitivo, debido a las funciones de estas neuronas espejo que “acortan” el camino (Fogassi, 2005). Lo anterior nos obliga a revisar lo que hasta este momento se ha venido afirmando respecto a las regiones motoras del cerebro. Parece ser que el sistema motor no puede ser ya concebido como un mero “ejecutor pasivo” de órdenes emitidas por otra región cerebral, sino tratarse más bien de un complejo entramado de zonas corticales diferenciadas, capaces de realizar las funciones sensorio- motoras que parecerían propias de un sistema cognitivo superior. La importancia de estos descubrimientos es tal que un prestigioso investigador, como V. S. Ramachandran, no tiene ningún reparo en afirmar que las neuronas espejo harán por la psicología lo que el ADN hizo por la biología: proporcionar un marco unificador que ayudará a explicar una multitud de capacidades mentales que hasta ahora han sido inaccesibles al abordaje experimental (Ramachandran, 2005). Así, las investigaciones de Rizzolatti (1996), Gallesse (1996), Oberman (2000), Ramachandran (2005) y otros muchos permiten afirmar así que existe un vínculo entre la organización motora de las acciones intencionales y la capacidad de comprender las intenciones de otros.

HACIA LA REPARACIÓN FUNCIONAL En este capítulo hemos transitado entre múltiples campos del saber y esperamos no haberlos hecho sentir perdidos entre tantos nombres y conceptos. Lo que hemos intentado plantear es cómo las distintas ciencias pueden decirnos, sin miedo a ser tachadas de absurdas, que la realidad es una construcción que nosotros elaboramos. Las distintas aproximaciones teóricas parecen darse la mano para poder entrar al vasto y complejo mundo de la mente humana. Bertalanffy

(1980) nos enseña, por su parte, que esta “realidad” está compuesta por sistemas interactuantes y no divididos en parcelas de conocimiento. Los descubrimientos en alguna área del comportamiento enriquecen y estimulan el desarrollo de otras áreas, sin perder su especificidad, al igual que los distintos circuitos funcionales se van integrando para acceder a funcionamientos más complejos. En relación con nuestro objeto de estudio, el cerebro, hemos visto que en la medida que éste sea más complejo y más evolucionado tendrá una construcción de “realidad” más flexible y contará con mayores herramientas para procesarla. Y como también hemos visto a través del capítulo, nuestro instrumento de trabajo se desarrolla precisamente y se conforma a través de este trabajo. Tal como afirma Azcoaga (1992, p. 44):

…Todo fundón cerebral superior [...] resulta del desarrollo de un sistema funcional complejo, elaborado en el curso de la vida individual con la participación de distintas zonas cerebrales, cada una de las cuales hace su aporte específico. Estas zonas no se encuentran unidas en un “centro” único para tal o cual función, ni están pre conectadas genéticamente, o de una vez para siempre, sino que son el resultado evolutivo de la interacción del individuo con su medio. La interacción del cerebro (biológico y natural) con el medio (social y cultural) va organizando los “órganos funcionales”, o sea constelaciones de distintas regiones cerebrales que interactúan para una operación. Por consiguiente la relación que guardan con la realización de determinadas funciones psíquicas, funciones cerebrales definidas, es variable en el curso evolutivo individual. De todo esto resulta que un rasgo de la naturaleza de las funciones “psíquicas” consiste en su condición de resultado de un proceso biológico-histórico-social que varía por lo tanto, en el curso evolutivo de la sociedad y del individuo concreto. Ya entramos en este tema en el capítulo 1; sin embargo, no deja de impactarnos su carácter revolucionario a nivel de la construcción de los conceptos neurofuncionales (hablando de construcción de realidades). Esta concepción que ha cobrado fuerza en los últimos 20 años ha modificado de manera definitiva el campo de las neurociencias,

llevándonos a centrarnos más en el campo de las posibilidades y el desarrollo, más que en la patología y los estereotipos. Segun Brailowsky, Stein y Will (1992, p. 11): A la luz de las investigaciones actuales, las concepciones de todos y cada uno, acerca del cerebro y su funcionamiento, o para decirlo con mayor precisión, las ficciones conceptuales de las últimas décadas, están a punto de ser derrumbadas por una especie de sismo cuyo epicentro se nutre de los avances recientes de la neurobiología. Este campo de investigación, relativamente reciente, al que hoy se denomina neurociencias, constituye el conjunto de retos casi cotidianos suscitados por nuevos e importantes descubrimientos sobre el funcionamiento cerebral. Mensualmente se editan cientos de publicaciones científicas en las que se relatan nuevos descubrimientos sobre la organización cerebral, se encuentran nuevas sustancias neuroactivadoras o neuroinhibidoras, y se aíslan y se purifican proteínas capaces de guiar las terminaciones neuronales hacia objetivos adecua-dos, o de ayudar a las neuronas a sobrevivir cuando han sufrido una lesión [...] Los descubrimientos recientes en biología molecular proporcionan valiosas herramientas a los investigadores para manipular la maquinaria genética y funcional de las células cerebrales, de un modo tal que hace sólo unos cuantos años se hubiera calificado de utópico. Toda esta actividad de investigación ha alterado nuestra manera de concebir las funciones del cerebro y la capacidad que tiene el sistema nervioso de repararse. Este es el tema del siguiente capítulo. Se abren posibilidades antes impensables para favorecer el desarrollo neuronal, y de nuevo diversas disciplinas se dan la mano. Se habla más de desarrollo, evolución, posibilidades, de reparación y regeneración neuronal. Cada vez más estos temas se convierten en un lugar común de las investigaciones. Adentrémonos entonces en el fascinante mundo de la plasticidad, la regeneración y la reparación neuronal. BIBLIOGRAFIA

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POSIBILIDADES SIN PRECEDENTES Noticias como esta se van convirtiendo en un lugar común: La medicina está sufriendo una verdadera revolución Estamos empezando a entender como el cuerpo se repara a sí mismo y estamos tratando de aprender de este maravilloso maestro. Si bien nuestra estimulación de la reparación neurona en el IINEDEC (Instituto de investigación en neuroplasticidad y desarrollo celular) no utiliza directamente células madre, como en el tratamiento referido en esta noticia si emplea factores tróficos (proteínas) que favorecen la expresión de las células madre que se encuentran en bancos en diferentes lugares de nuestro cuerpo, como es la medula ósea. A través de estos factores también se propician la diferenciación celular, la migración, el crecimiento y la sinaptogenesis (conexión neuronal). Como puede apreciarse estamos tocando la puerta de una nueva era. Este capítulo intenta llevarlos por un corto viaje alrededor de temas relacionados con la reparación del cerebro. Y decimos que es corto, ya que es tal el cúmulo de investigaciones y descubrimientos que no podemos pretender sino un pequeño “tour”. Por otro lado, el nivel de especialización que los estudios han alcanzado, nos llevaría a referir más de varios tomos de una enciclopedia para poder dar una visión general de temas tan complejos como son los que solo intentamos esbozar. Siendo honestos ,además no nos sentimos a la altura de tal reto , que también en poco tiempo plantearía la necesidad de reestructurar el material recopilado ,debido al vertiginoso avance que está generando nuevos aportes a cada momento . Cada día hay nuevos descubrimientos. Hemos tratado de subsanar esta limitante presentando una vasta bibliografía al final del capítulo que hace referencia a algunos de los trabajos más significativos. Encontraran que esos mismos trabajos, a su vez, hacen referencia a múltiples investigaciones relacionadas. Haciendo todas estas aclaraciones de antemano, aún nos falta solicitud más.

una

Si bien hemos hecho un esfuerzo por hacer una presentación lo más clara que hemos podido del material , con seguridad encontraran que resta claridad no siempre se logra .si vale como justificación ,digamos que el cerebro es así ,hay que regresar varias veces a un tema para

poder empezar a entenderlo .si sienten que alguno de los temas es muy árido ,les sugerimos continuar la lecturas y regresar al tema , como texto de consulta ,cuando en los siguiente capítulos se haga referencia al material del presente capitulo , tal vez así podamos conseguir que no nos abandonen en la lectura . Si finalmente logramos seguir en su compañía podrán ver que esta pequeña introducción a tan complicado e interesante mundo bien vale la pena. Nuestro cerebro es en edad maravilloso .esperamos haberlos convencido de continuar el viaje. NUESTRO CEREBRO. Todo cerebro de mamífero se puede dividir en tres grandes zonas:  

Posencefalo, que controla las funciones vitales básicas. Mesencéfalo, que es el encargado de mantener la conciencia coordinando todos los mensajes que llegan al cerebro, procedentes de la medula espinal.  Telencéfalo, que coordina los procesos mentales y de comportamiento más complejos. Pero hablar del cerebro humano actual supone una gran cantidad de estructuras, sistemas y circuitos .La descripción anatómica no nos permite entender la complejidad de su funcionamiento, porque además de una de una misma estructura puede cumplir distintas funciones dependiendo del circuito en el que este participando .es un órgano bastante flexible y por lo mismo la manera de analizarlo puede obedecer a muy diversos criterios clasificatorios. Dentro del mismo existen sistemas y subsistemas compuestos por la participación de varias estructuras, así como circuitos que envuelven distintas áreas cerebrales .Observando además regiones específicas de la corteza que de la corteza que forman parte sistemas con estructuras que se encuentran en las profundidades de nuestro cerebro .en fin, es un mundo de interrelaciones e interconexiones. Cuando hablemos de partes del cerebro algunas veces nos restaremos refiriendo a una estructura anatómica (por ejemplo, la amígdala) o a un grupo de estructuras (por ejemplo ganglios basales), a un sistema que envuelve estructuras y regiones de la corteza (por ejemplo sistema límbico), o a una región de la corteza cerebral (por ejemplo lóbulo frontal). Trataremos de ir realizando las anotaciones que permitan al lector seguirnos .la razón de esta diversidad de criterios clasificatorios ,como recién decíamos ,obedece a la misma complejidad de nuestro cerebro que es la que brinda precisamente su enorme flexibilidad de funcionamiento. Nuestro mayor conocimiento acerca de estos complejos sistemas se debe a que en los últimos años hemos tenido acceso a la comprensión del funcionamiento cerebral gracias a las técnicas de neuroimagen

.Estas nos permiten observar el cerebro en operación y como gran parte de la complejidad de este sistema se hace evidente en sus características funcionales , esta información ha abierto campos antes impensables .las técnicas de neuroimagen han permitido la observación de ese concepto abstracto que llamamos mente , en pleno funcionamiento .Por primera vez en la historia se ha podido observar al cerebro trabajando. Un prominente psicólogo estadounidense, Michael Posner (1978,1994), equipara las actuales técnicas de neuroimagen con el descubrimiento del telescopio para la astronomía, instrumentos que permitió la observación directa del macrocosmos. Una manera interesante para abordar la descripción del cerebro y su funcionamiento es a través de su proceso evolutivos, puesto que nos permite ir entendiendo como fue construyéndose esta compleja maquinaria y como fueron “ensamblándose y reeditándose” sus distintos componentes. Así que empezaremos por hablar acerca de lo menos visible de nuestro cerebro: Las estructuras subcorticales, que fueron las primeras en aparecer y las que se encargaron de realizar las funciones más primitivas, para ir avanzando hasta llegar a la descripción de la neocorteza, que fue la última en aparecer en el proceso evolutivo y la encargada de las funciones más complejas y más típicamente humanas. ESTRUCTURAS SUBCORTICALES. En el cerebro existe un número importante de estructuras subcorticales .durante el proceso evolutivo estas estructuras subcorticales se desarrollaron antes que la corteza (que es la capa que recubre al cerebro) y durante millones de años se encargaron de guiar los complejos comportamientos de diversos organismos. En el anciano cerebro acortical (sin corteza), hablando filogenéticamente, se podían identificar a dos juegos de estructuras: el tálamo y los ganglios basales. En las figuras 3.1 y 3.2 se señalan los lugares que hoy en día ocupan estas estructuras en nuestro cerebro actual. En el antiguo cerebro estas estructuras conformaban todo el cerebro.

Desde muy temprano en la evolución el sistema nerviosos central se dividió en dos mitades laterales. Así cada una de las estructuras cerebrales aquí descritas consiste en un par de mitades gemelas: la izquierda y la derecha .Esta división más tarde seguiría vigente en la corteza que está compuesta por dos hemisferios cerebrales. El tálamo y los ganglios basales fueron investigados con diferentes funciones. En este cerebro anciano precortical el tálamo se encargó principalmente de recibir y procesar la información proveniente del mundo externo, y los ganglios basales fueron los encargados del comportamiento motor y de la acción. La distinción entre percepción y acción parece haber fundamental en la arquitectura del cerebro desde un principio (Goldberg, 2001). Aunque muchas veces se trata al tálamo como una sola estructura, en realidad es un conjunto de núcleos .mientras algunos núcleos se encargan de procesar la información sensorial (Viasalk, táctil, auditiva, etc.) Otros se encargan de integrarla. En el tálamo existe una compleja jerarquía para la integración de la información. El núcleo dorsomedial del tálamo es la cima de esta jerarquía y está estrechamente conectado a la corteza pre frontal (parte de los lóbulos frontales que a su vez son parte de la cortezas cerebral de la que hablaremos más adelante. Está corteza pre frontal tiene importantes funciones de coordinación y dirección de la acción) En nuestro cerebro actual el tálamo es una especie de estación de relevo que dirige la información entrante hacia la parte apropiada del cerebro para su siguiente procesamiento. (Véase fig.3.2.)

Cercanamente unida al tálamo encontramos otras estructura llamada hipotálamo .Mientras el tálamo monitorea el mundo exterior, el hipotálamo monitorea los estado internos del organismo y ayuda a mantenerlos dentro de parámetros adaptativos y homeostáticos. Debajo del hipotálamo se ubica la glándula pituitaria y juntos ajustan al cuerpo para amanecer lo óptimamente adaptado al ambiente .Constituyen lo que se denomina el eje hipotalámico Pituitario (HPA: hipotalámicapitutary axis), ya que estas glándulas tienden a funcionar como una unidad que sirve para integrar los sistemas nerviosos central y endocrino. La mayoría de las glándulas endocrinas clásicas están bajo el control, del HPA. Recordemos que el sistema endocrino se encarga de la secreción hormonal en nuestro cuerpo. Las hormonas desempeñan un papel esencial en:



El mantenimiento del equilibrio interno (por ejemplo: la aldosterona, la hormona antidiu Rética y el péptido natriuretico artificial desempeñan un papel decisivo en el balance de agua y sodio en el organismo.



Del almacenamiento y utilización de la energía (por ejemplo, las hormonas tiroideas y pancreáticas son esenciales en la regulación del metabolismo). Y finalmente el crecimiento (por ejemplo la hormona de crecimiento) y la reproducción de la especie (por ejemplo: gonadotropina, hormona luteinizante, estrógenos, progesterona, testosterona, etc.)



El hipotálamo es también un conjunto de núcleos neuronales, cada uno relacionado con diferentes aspectos de la homeostasis: alimentación, toma de agua, temperatura del cuerpo, etc. Juntos el tálamo e hipotálamo conforman el di encéfalo. Los ganglios basales incluyen al núcleo caudado, al puntamen y al globus padillus. En el cerebro precortical estas estructuras fueron básicas para la iniciación de las acciones y el control de movimientos (véase fig. 3.3.)

En el cerebro evolucionado de los mamíferos los ganglios basales están bajo un control particular de los lóbulos frontales (parte de la corteza cerebral) y trabajan en colaboración con estos. Esta colaboración es tan importante que se tiende en considerar el núcleo caudado como una parte de los “lóbulos frontales mayores” (véase fig. 3.4).

Una estructura denominada amígdala, también es parte de estos núcleos basales pero realiza una diferente función. Regula las interacciones del organismo con el mundo externo e interno que tienen que ver con la supervivencia de la especie y la decisión de atacar o escapar, copular o no, comer o no. Esta pequeña estructura provee información pre cognitiva de la situación en términos de valor para la supervivencia. Ahondaremos en este tema en el capítulo 4, en donde se analiza este interesante sistema de alarma (véase fig.3.5).

Yendo más abajo, encontraremos al tallo cerebral. Esta es la parte más antigua del cerebro, y está presente desde que existían los reptiles antiguos, por eso también se le llama cerebro reptiliano. El tallo cerebral está formado por las fibras nerviosas que envían información desde el cuerpo por medio de la medula cerebral hasta la corteza cerebral, y de esta de regreso a la medula (con la información ya procesada). Varios de los núcleos neuronales del tallo cerebral determinan al nivel general de alerta del cerebro y regulan los procesos vegetativos

del ritmo

cuerpo, cardiaco

como respiración, y presión arterial.

En la parte trasera encontramos al cerebelo (fig. 3.6), que es una estructura atada a la parte posterior (los neuroanatomías dirían que a la parte dorsal) del tallo cerebral. Su anatomía es similar en miniatura a la anatomía del cerebro: un privote denominado vermis y dos hemisferios cerebrales. El cerebelo es importante en movimientos, en particular en la coordinación de movimientos finos con la información sensorial. Durante mucho tiempo solo se asoció al cerebro con funciones de movimiento, pero estudios recientes han demostrado que el cerebelo está unido a la corteza frontal y participa en la coordinación motora y en el equilibrio.

LA CORTEZA CEREBRAL Finalmente nos encontramos con la región más evoluciona del cerebro: la corteza cerebral. Esta Región empezó a emerger relativamente tarde en el proceso evolutivo. La corteza cerebral es una delgada de materia gris que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales.

No apareció toda como ahora la conocemos, sino que fue evolucionando. Primero apareció la arquicorteza y luego la paleocorteza. Estas incluyeron el hipocampo y la corteza del cíngulo. El hipocampo, llamado así por haberle encontrado cierto parecido a un caballito de mar, está compuesto por dos grandes estructuras que abrazan el interior de los lóbulos temporales (o como dirían los

anatomistas, la parte medial). El hipocampo tiene un papel central en la memoria. Algunos científicos consideran que también tiene un papel especial en el aprendizaje espacial. Sabemos además que el hipocampo permite la contextualización de los eventos y está también relacionado con otros tipos de memoria, como es la memoria verbal. La corteza del cíngulo abraza la superficie interna de los hemisferios pasando encima del cuerpo calloso. Su función aun no es mui clara, pero parece estar implicada en el procesamiento emocional. Junto con el amígdala y el hipocampo, la corteza del cíngulo comprende el así llamado sistema límbico en el que se profundizara en el capítulo siguiente (fig. 3.7). La corteza anterior del cíngulo al parecer debe lidiar con la incertidumbre, y está unida a la corteza pre frontal. De alguna manera es también una parte de los “lóbulos frontales mayores”. El sistema límbico Los módulos que descansan debajo del cuerpo calloso se conoce como sistema límbico (Carter, 1999). Se encuentra entre el tallo cerebral y la corteza e incluye la amígdala y el hipocampo entre otras estructuras, que ya han sido someramente presentadas, pero veámoslas ahora en su integración funcional dentro del sistema. El sistema límbico esta implícitos en procesos de aprendizaje, motivación, memoria y emoción. Podría decirse que es una

intersección entre el mundo interno y el externo. Es el lugar donde las necesidades primitivas del organismos deben negociar con los requerimientos del mundo externo (Cozolino, 2002). La amígdala, de la que ya habíamos hablado, es una estructura mui importante de este sistema, ya que desempeña un papel central en comportamientos relacionados con el temor, la vinculación, las memorias tempranas y la experiencia emocional. Está formada por distintos núcleos. Si estimulamos una parte de esta estructura, estaremos provocando de sentimientos de temor y angustia. Si se estimula otra sección de esta misma estructura obtendremos sentimientos de calidez y comportamientos bastantes afectivos y amistosos. La estimulación de otras de las partes de la amígdala generara respuestas de rabia o violencia. Estas afirmaciones se basan en las aportaciones de un grupo de experimentos en los cuales se estimularon las distintas áreas de esta estructura a través de micro electrodos colocados por neurocirujanos (Cummings y Mega, 2003) mientras realizaba procedimientos quirúrgicos requeridos debido a padecimientos epilépticos. Si se analizan con determina miento estas tres respuestas (temor, rabia o afecto), traen en paquete las tres estrategias básicas para la supervivencia (huida, enfrentamiento y apareamiento). Al encontrarse una estructura puede darse un cambio rápido desde hacia la otra (Carter, 1999). El hipocampo que ya habíamos presentado a nivel superficial, es un elemento particular importancia para el procesamiento emocional, ya que organiza la memoria explicita en colaboración con otras áreas de la corteza cerebral. Este pequeño e importante componente del sistema límbico se almacena en un principio las memorias conscientes antes de que pasen a la neocorteza para su archivo a largo plazo (lo que se lleva alrededor de tres años) (fig. 3.8).

En

el

capítulo 4 estudiares este tema de manera más profunda; no obstante desde este Comentó resulta útil señalar algunos aspectos de nuestro funcionamiento emocional y como estos procesos no pueden disociarse ni diferenciarte de los también complejos procesos cognitivos. La emoción es una forma de cognición rápida que nos permite una valoración inmediata, por eso no puede desligarse de los procesos cognitivos a pesar de su carácter específico. Pero además toda cognición implica necesariamente un proceso emocional que la motive. Para realizar un buen movimiento cognitivo es necesaria la motivación, que tiene que ver con la activación emocional, constituye el motor de nuestros actos, es indispensable para la realización de procesos de aprendizaje. De esta manera la cognición y la emoción están inextricablemente unidas. Nuestro cerebro emocional LeDoux (1996, 2002), quien se ha dedicado al estudio de las emociones en el ámbito de las neurociencias, plantea que debemos dejar de pensar en un “sistema emocional” como tal, dedicado a la función de generar estos estados mentales, debido a que los sentimientos son un complejo resultado en el que participan diversas funciones y distintas regiones cerebrales. Sin embargo, podemos decir que la respuesta emocional básica se encuentra apoyada en el funcionamiento del sistema límbico y alcanza, para su elaboración más compleja, a regiones que implican el procesamiento de información abstracta (corteza cerebral). Panksepp (2009) nos dice que en su proceso más primario los procesos emocionales son inicialmente tendencias de respuestas incondicionadas e inobjetables (no dirigidas a nadie en especial), establecidas neuroevolutivamente y que emergen desde las antiguas

regiones de funcionamiento más primario (regiones subcorticales); mientras que prácticamente todas las cogniciones humanas están condicionadas por las experiencias de la vida (aprendizaje) y por los procesadores del lenguaje localizadas dentro de las regiones neocorticales de alto funcionamiento (de las que hablaremos más adelante). El cerebro mezcla estas cogniciones corticales y estas excitaciones en complejos mentales altamente interactivos. Las emociones y los efectos más primitivos y enraizados, en realidad son Antiguas herramientas utilizadas para la supervivencia. No son creadas por las experiencias de la vida aunque pueden ser moldeadas por ellas. Las emociones socialmente construidas, desde la culpa hasta los celos y la vergüenza, surgen desde los sistemas emocionales básicos interactuando con el aprendizaje, así como los procesos culturales y cognitivos, pero están basados en las emociones primarias, tomando su forma a partir de experiencias de vida específicas. Así, las emociones y los sentimientos a los que damos lugar son un producto hibrido en el que participan muchas áreas, y en las que hay distintos niveles de procesamiento, que van desde la respuesta corporal primitiva inicial, el reconocimiento de lo que se está sintiendo, la ubicación del tal sentimiento en un contexto determinado, hasta la valoración ética del mismo y de sus complicaciones adaptativas. Esto último (la aparición de un sentimiento) implica ya un funcionamiento muy complejo y elaborado que requiere para su consecución la participación de las funciones cerebrales superiores. De esta manera, una respuesta que se apoya al inicio en funciones primitivas y directamente conectadas con respuestas autonómicas, sigue procesándose hasta alcanzar niveles más complejos de elaboración. Las emociones y los sentimientos son elementos en especial importantes en nuestra adaptación al medio biológico, social y cultura. Panksepp (2009) nos plantea que cuando nacemos somos cognitivamente “tontos”. Las emociones nos permiten actuar y sentir en distintas formas aunque no tengamos un conocimiento instintivo intrínseco acerca del como estar organizado el mundo presente. Son memorias ancestrales, soluciones exitosas para vivir modificadas en sistemas cerebrales genéticamente heredados. Estas, gradualmente se van uniendo a las experiencias personales cognitivas, pero tienen que conversar su carácter de emoción que nos permite una respuesta rápida al medio al medio y aunque van integrando aspectos cognitivos, la emoción es muy distinta a un proceso reflexivo. Si, ciertamente pueden irse generando estados emocionales más evolucionados a través de prácticas como la meditación (Siegel, Ogden, 2009), la psicoterapia (Ogden, Panksepp, 2009), pero siempre guardan su carácter integrador (Siegel, 2009), Fuertemente enraizado y relacionado con reacciones corporales del sistema nervioso autónomo generando un estado específico, a mayor

evolución, mayor integración, flexibilidad, coherencia y armonía en su funcionamiento (Siegel 2009). LeDoux (1996) plantea que si en realidad queremos conocer estos fenómenos, debemos enfocarnos en cada uno de sus tipos específicos, y es que cada tipo de emoción, según este autor, evoluciono para resolver distintos problemas. Las emociones constituyeron algo así como sistemas de evaluación rápidos para emitir una respuesta. La respuesta que debemos utilizar ante un agresor es distinta del sistema que se activa cuando encontramos una persona atractiva. El sistema que utilizamos para defendernos del peligro es distinto del sistema que utilizamos para la procreación; sin embargo, ambos son mecanismos de evaluación que quieren respuestas rápidas. Si deseo pedirle el teléfono al chico o chica que subió en la estación del metro, no tengo tiempo de hacer una valoración reflexiva… lo hago y ya. Lo mismo sucede si se aproxima un individuo que me genera desconfianza: me alejo de una manera automática. En su nivel más elemental los sistemas que generan los comportamientos emocionales están enraizados en nuestro pasado evolutivo y han tenido como objetivo posibilitar la supervivencia de la especie. Las emociones son como los colores. Parecer haber un conjunto de emociones primarias (enojo, miedo, tristeza, alegría) que se mezclan para dar los diferentes resultados presentes en las mismas (Carter, 1999). Dentro de este proceso, como decíamos, la participación del sistema límbico desempeña un papel decisivo y central. La localización subcortical de los sistemas emocionales básicos ha sido formada por experimentos en animales (Panksepp, 2009), así como también se han comprobado la primacía de la activación del hemisferio derecho en las experiencias emocionales a través de técnicas de neuroimagen (Schore, 2009). El proceso primarios (proceso emocional inconsciente), conceptualizado por Freud, es una función subcortical al cerebro y preponderantemente del hemisferio derecho (Panksepp, 2009). Las respuestas emocionales iniciales, y en esto, como en muchas otras cosas, Freud (1910) tenía razón, son en su mayor parte generada de manera inconsciente. Y no solo las emociones pueden ser procesos inconscientes, también existe una memoria inconsciente de las mismas. La amígdala, según LeDoux (1996), se encarga de archivar esta memoria inconsciente mientras que el hipocampo genera el recuerdo consciente de un evento, la amígdala, “reabre” el registro corporal del mismo, reconstruyendo el estado corporal (el aceleramiento del corazón, las manos sudorosas, etc.) del momento en que tal situación se produjo. Así, la propuesta de Freud (1914) en cuanto a la existencia de memorias consciente (amigdalar) o aquellos sucesos que generaron una respuesta emocional y consiente de la corteza debido a esta hiperactivación subcortical.

La expresión facial está estrechamente conectada con la expresión de las emociones. Y resulta muy interesante señalar que existe una gran diferencia entre las expresiones faciales producidas conscientemente de las que manifiestan de manera automática. Digámoslo así: las expresiones faciales “pensadas” son muy distintas a las que surgen sin ningún proceso racional de por medio. Por ejemplo, la sonrisa social no es diferente a la sonrisa espontanea, estimula diferente grupos musculares, ya que está controlada por diferentes circuitos corticales (Carter, 1999). Poseemos una habilidad especial para registrar las expresiones faciales y responder a ellas no solo a nivel cognitivo, sino sobre todo a tener un rápido registro emocional de la expresión (amigdalar) que nos permite generar una apreciación y una evaluación rápida de la situación y también generar una respuesta emocional ante la misma. Las emociones son entonces que nos pasan y no algo que nosotros generemos, aunque podemos aprender a manejarlas. Dice Fosha (2009) que trata de evitar una emoción es como tratar de evitar un estornudo. No podemos controlar de modo directo nuestras emociones. Nuestro control consciente sobre las emociones es débil y en esto Freud (1914) también tenía razón. La explicación neurofuncional del porqué de la poca influencia que tenemos sobre estas emociones inconscientes se encuentra en el hecho de las conexiones que vienen desde el sistema límbico, en donde esta se genera, hacia la corteza son mucho mayores que las conexiones existentes en el sentido inverso, es decir, desde nuestro cerebro racional hacia las estructuras subcorticales, sobre todo hacia la amígdala y en la influencia de estas estructuras subcorticales tienen sobre procesos corporales a través del sistema nervioso autónomo. Este tema será desarrollado con mayor detalle en el capítulo siguiente. Baste ahora con decir que la comunicación entre el sistema límbico y la corteza cerebral (región que se encarga de los procesos “más racionales”) es de dos sentidos, no obstante es mucho mayor la cantidad de información que viaja desde el sistema límbico hasta la corteza, que en el sentido contrario. Por eso es tan difícil, a través de un proceso reflexivo y de razonamiento, llegar a un verdadero control emocional, sobre todo en el momento en el que estas emociones se están experimentando y más aún cuando estas son muy intensas. El proceso reflexivo puede venir más tarde, cuando esta intensidad ya ha bajado lo suficiente; inclusos hay expresiones populares que hacen alusión a esta reacción: “Déjalo enfriar un poco antes de decírselo”, planteando como estos procesos racionales se obstaculizan ante un proceso emocional impactante. Sin embargo, y aunque sea de menor cantidad las conexiones que van desde la corteza hacia la amígdala no podemos descalificar o minimizar su influencia en nuestro comportamiento. La manera en que pensamos y actuamos ciertamente puede afectar también nuestras emociones. Si yo

pienso, por ejemplo, que me va a ir muy mal en la entrevista de trabajo porque el entrevistador que me ha tocado es un hombre difícil, esto con seguridad condicionara la más factible aparición de reacciones, como sudación o palpitaciones en el momento de la entrevista. Me estoy disponiendo a una situación enviando información previa a la situación, que también influirá en la manera como esta será vivida. Sin embargo en el caso contrario, tratar de influir un estado emocional intenso a través de la reflexión se vuelve mucho más difícil, es como tratar de convencerme que no tengo por qué temer a los aviones si le tengo fobia al mismo. Estudios recientes han recalcado la importancia del trabajo a nivel corporal (“relajo mis músculos cuando estoy tenso ante la inminente presencia de la necesidad de abordar mi vuelo y me coloco en una postura lo más cómoda posible, echando mi cuerpo hacia atrás , respirando pausadamente como un medio para influir en mi estado corporal solamente”) y emocional para la tramitación de estados emocionales (“a través de la disponibilidad emocional que experimento de mi psicoterapeuta puedo tramitar sensaciones de abandono y lejanía emocional”) estas nuevas investigaciones han subrayado que la emoción se trabaja a través de modificaciones en estados emocionales, para lo que integran experiencias reconstructivas en el contacto (didáctico de la psicoterapia) o recuperación de experiencias integradas a través del juego. Las emocionen tienen un poder curativo debido a que son reguladores activos de la vitalidad en movimiento y son los primeros mediadores de la vida social (Fosha, 2009). Así, las emociones pueden más efectivamente cambiar emociones, y los procesos corporales. De ahí el nacimiento de nuevas propuestas terapéuticas como ABT(Affective Balance Therapies, Terapias de balance efectivo) de Panksepp (2009), entre otras propuestas, que ponen atención ya sea en el trabajo sobre reacciones corporales (trabajo alrededor de estados corporales curativos como la risa por ejemplo o la descarga regulada) y experienciales, en donde la relación diádica psicoterapéutica tiene el poder de generar nuevas conexiones generadas en la empatía y en el combatir nuevas pautas de experiencia interpersonal. Precisamente porque la mente consiste en un continuo flujo de energía e información es ambas a la vez: corporal e interpersonal, así que su regulación también es ambas, neural e interrelacionar (Siegel 2009). A pesar de que todo lo emocional se trabaja emocionalmente y lo corporal corporalmente, esto no quiere decir que no haya influencias entre los distintos sistemas. Podemos trabajar a distintos niveles e impactar a otros sistemas. Los cambios que se generan no son exclusivos de un solo sistema (corporal, emocional o cognitivo) y hay una interacción entre los mismos: por ejemplo, una buena conversación,

en donde se dé un estado de “entonia” entre sus participantes y en donde los ritmos de participación entre estos generen una sensación de armonía e integración necesariamente impactara a diversos niveles, llegando hasta lo Emocional, a pesar de que están implicadas funciones superiores como el lenguaje. Desde las áreas corticales y desde el lenguaje se pueden llegar a tocar estados emocionales muy profundos cuando la conversación implica un verdadero contacto empático. Los cambios a nivel emocional constituyen cambios estructurales por la cualidad integradora de la emoción. No seguimos siendo los mismos más profundamente en el arreglo de nuestro self que altera y actualiza lo anterior (Siegel, 2009). Pero regresemos a nuestro acerca del surgimiento, a través de la evolución, de las principales regiones cerebrales. Ya habíamos señalado, en el primer capítulo, que el surgimiento del cerebro mamífero se caracterizó por la aparición de este sistema límbico, relacionado con la conducta de apego, que aparece como necesidad debido a la inmadurez con que las crías de los animales necesitan y que querían un cuidado posnatal más prolongado que otras especies. En nuestro caso particular, el largo periodo de dependencia y la importancia que tiene para nosotros la interacción con otros miembros de la especie plantean la importancia que tienen, para nuestro buen funcionamiento, las herramientas que brinda este sistema. Como veíamos, el sistema límbico se integra con el funcionamiento más evolucionado de las regiones de la neocorteza permitiendo construcciones tan importantes como son el arte, la cultura y todas las expresiones, que si bien están elaboradas con la participación de “nuestro cerebro más evolucionado y más racional” parten de estas sensaciones primarias, que logran una manifestación sublimada a través de su integración con otras funciones cerebrales. La aparición de la neocorteza Por fin la neocorteza (de la que hemos tenido que hablar constantemente debido a su importancia funcional) llego a la escena: se trata de un pequeño manto arrugado que abraza al cerebro (Goldberg, 2001). Ese manto tiene su propia e intrincada organización, que consta de seis capas, cada una caracterizada por su propia composición neural. Algunas partes de la neocorteza están organizadas en columnas verticales que representan diferentes unidades funcionales.

La llegada de la neocorteza cambio de manera radical la forma en que la información será procesada, así como la organización de la respuesta. La división en dos sistemas de los laterales continúo en la corteza, dando lugar a los dos hemisferios cerebrales. Nuestro cerebro se encuentra compuesto por dos hemisferios que están unidos al centro por el cuerpo calloso, que es la principal, aunque no la única, estructura de conexión entre ambos hemisferios. Los hemisferios realizan algunas tareas específicas, mientras otras son compartidas. La distinción entre sistemas “preceptúales” y de “acción” también se retuvo en el nivel neo cortical. Recordaremos que esto se había dado desde el antiguo cerebro acortical, en donde tálamo y ganglios basales se dividieron estas áreas. En general parte posterior de la corteza se dedicó a la percepción y la parte anterior (el frente), a la acción. Pero fuera de estas divisiones la corteza estuvo y está mucho más interconectada que sus predecesoras subcorticales (Goldberg, 2001). En ninguno de los animales la neocorteza tuvo la misma expresión que en los mamíferos, sobre todo en los primates, y dentro de estos en especial en el hombre. Esto puede apreciarse a nivel comparativo actualmente al observar que incluso en nuestros reptiles vivientes contemporáneos, y aun en las aves, la neocorteza esta mínimamente representa (Goldberg, 2001). La neocorteza y la nueva organización cerebral La llegada de la neocorteza cambió radicalmente “el balance de poder” dentro del cerebro. Las antiguas estructuras subcorticales, que se utilizaban para realizar ciertas funciones de manera independiente, ahora se encontraban subordinadas ala neocorteza y asumiendo funciones de soporte a la sombre de este nuevo nivel de organización (Goldberg, 2001). Lo que las estructuras subcorticales hacen hoy día en nuestro cerebro no es en si lo que hacían antes, ya que su función se ha ido modificando con base en esta subordinación. La dificultad para descifrar las funciones de estas estructuras subcorticales se debe no solo a suposición en el cerebro, sino que sus funciones han ido cambiando a través de la evolución. Nuestra comprensión de las funciones corticales es más precisa que la estructuras como el tálamo o lo ganglios basales, a pesar de que “llevamos más tiempo viviendo con ellos”, aunque no por ello puede decirse que no se tenga importantes nociones de su funcionamiento. La neocorteza, portadora de este nuevo nivel de organización, consta de distintas regiones llamadas regiones situarquitectonicas, cada una caracterizada por su propio tipo de componentes neurales y por su patrones de conectividad local. Así mismo desarrolla diversas funciones y existe una relación bastante compleja entre las funciones de las distintas regiones sitoarquitectonicas.

La neocorteza consta de cuatro lóbulos mayores (que explicaremos enseguida), cada uno procesando cierto tipo de información, pero funcionamiento de manera integrada. Estos lóbulos subordinaron las antiguas estructura, y dentro de los mismos, el lóbulo frontal adquirió un papel jerárquico superior en cuanto a nivel de organización. Pero vayamos un poco más despacio en este relato, ya que existen sucesos clave que marcaron el derrotero que seguiría la evolución de esta neocorteza. En un estadio tardeo de la evolución cortical se dieron en los desarrollos mui significativo, mismos que se posibilitaron gracias al desarrollo cortical, pero que al surgir revolucionaron de nueva cuenta su organización. Estos dos sucesos fueron de emergencia de lenguaje y el rápido ascenso de funciones ejecutivas. El lenguaje adquirió su lugar en la neocorteza atándose a variadas áreas corticales, distribución que fe necesaria debido a la complejidad que implicaba esta función (procesos auditivos, visuales, de memoria, etc.). Su aparición no solo fue un gran logro evolutivo, sino que genero una nueva organización a partir de la estructura que el mismo lenguaje y el procesamiento de la información. El lenguaje posibilito la codificación de información, incluyendo la de nuevas categorías clasificatorias, abriendo la puerta al pensamiento abstracto. Genero interrelaciones conceptuales que no habrían sido posibles sin su Aparición. Constituyo una nueva estructura para organizar la realidad. Permitió la creación de la historia personal y social a través del relato. Revoluciono nuestra manera de aprender el mundo, generando una nueva aproximación epistemológica. El lenguaje fue posible gracias a la evolución de la neocorteza, pero su aparición, a su vez, nos transformó para siempre. La característica esencial de esta neocorteza, debido a la complejidad de las funciones que realiza, es, por un lado, la diferenciación de sus distintas áreas: cada una de estas debe realizar la tarea específica que le corresponde. Pero por otro lado se requiere la integración de estas tareas especializadas de manera jerárquica y en tiempos específicos. Es decir, el otro elemento indispensable en este proceso es la integración y la coordinación. De esta manera, un cerebro que funcione de forma adecuada está suficientemente diferenciado pero también suficientemente interconectado. A esto se le denomina coherencia funcional. Los cuatro lóbulos cerebrales En términos muy generales (porque no es de todo cierto) diríamos decir que cada lóbulo tiene un conjunto de funciones. Existen tareas específicas que se realizan en algunas regiones del cerebro. Se trata del procesamiento específico de ciertos tipos de información, que luego se integran para permitir el surgimiento de las funciones cerebrales superiores El lóbulo occipital, localizado en la región posterioinferior del

cerebro, está formado casi en su totalidad por áreas de procesamiento visual (véase fig. 3.9)

Los lóbulos temporales tienen que ver con el manejo del sonido, la comprensión del lenguaje expresivo de la lectura, aunque para esta última es necesaria la participación del lóbulo oxipital para el procesamiento visual. En términos generales diríamos que el lóbulo temporal izquierdo está especializado en las funciones lingüísticas mientras que el derecho, en las mayorías de las personas, se relaciona con el desciframiento del contexto, la codificación y decodificación de la información no verbal y la realización de un comportamiento adecuado. Los lóbulos temporales, al estar en estrecho contacto con estructuras subcorticales del

Sistema límbico, tienen conexión con procesos emocionales. También se encuentran implicados en las funciones de memoria. El lóbulo parietal se encarga en especial del procesamiento perceptual y de la vinculación de los sentidos con las habilidades motrices, así como de la creación del sentido de nuestro propio cuerpo en el espacio. El lóbulo parietal tiene que ver sobre todo con funciones relacionadas con orientación, cálculo y ciertos tipos de reconocimiento, compresión de la realidad y la integración sensorial (la auditiva, la visual y lo somato sensorial). Finalmente los lóbulos frontales son los que realizan las funciones de coordinación general. Además de coordinar se encargan de crear ideas nuevas a permitir de ideas previas. En Este lugar se desarrolla procesos de pensamiento abstracto, anticipación y autocontrol.

Los lóbulos frontales manejan las funciones más integrales del cerebro: pensamiento, conceptualización y planeación. También desempeñan un papel central en la aparición consciente de la emoción. Al ser la parte del cerebro que logra el procesamiento más complejo y de mayor integración, requiere tener conexiones con Múltiples partes del cerebro (fig. 3.10). En esta área se encuentran procesos tan importantes como la memoria de trabajo y el control de procesos auténticos, así como el control sobre los impulsos. Dentro de la neocorteza encontramos una región especifica que se ocupa de representar nuestro cuerpo.

La corteza motora y sensorial: el homúnculo cerebral En la unión entre el lóbulo frontal y el parietal se encuentra la corteza motora y sensorial. Existe aquí un mapa del cuerpo en el cerebro en el que cada Área individual del cuerpo tiene un área correspondiente de la corteza (fig. 3.11). El tamaño de las áreas dedicadas a cada una de las partes del cuerpo corresponde no a su tamaño real, sino a la cantidad de conexiones nerviosas que encontramos en esta área. Las funciones ejecutivas, por su parte, emergieron como un comando del cerebro en la parte frontal e implicaron también un nuevo nivel de organización. Estudiaremos este tema con mayor detenimiento en el capítulo 6.

Como

decíamos antes, esta neocorteza está organizada por los dos hemisferios, siguiendo la estructura dual que siempre caracterizo el cerebro desde sus estructuras más primitivas. Estos dos hemisferios cerebrales, aunque muy semejantes, no son imágenes de espejo uno del otro, por ejemplo, el lóbulo frontal derecho es más grueso que el lóbulo frontal izquierdo y el lóbulo occipital izquierdo Es más grueso que el lóbulo occipital derecho. De acuerdo con Goldberg (2001), el hemisferio derecho es en particular apto para procesar la información nueva, mientras que el hemisferio izquierdo es apto para el procesamiento de la información. No es que sea total y absolutamente así. Los dos participan en las diferentes tareas cognitivas, pero hay una activación mayor del derecho ante situaciones de rutina. Esto implica una relación dinámica entre ambos hemisferios, en donde la especialización hemisférica tendría que ver con variaciones sobre un mismo tema. Algunos de los principales neurotransmisores y neuromoduladores, de los que hablaremos más adelante, también presentan asimetría hemisférica. A partir de esta información podemos entender que el cerebro, como decíamos en el capítulo 2, hace su propia construcción de la realidad, dividiendo a la misma en parcelas que tiene que ver con su propia organización. Y eso puede observarse con mayor claridad cuando existe una lesión, por eso una persona que ha sufrido un tipo de daño llamado agnosia visual puede reconocer a un perro si ladra pero no si lo ve. La parte del cerebro encargada de esa “parcela” de la realidad se

encuentra “descompuesta” y el tipo de construcción de realidad que hará esta persona se afectara necesariamente por este hecho. Los efectos del daño cerebral nos permite entender como el cerebro “divide” a la “naturaleza” a través de funciones que implica operaciones específicas, y como estas funciones pueden mapearse en el cerebro a través de circuitos en donde cada parte aporta un elemento de un proceso que determina siendo algo bastante complejo. Es por eso que los estudios del cerebro nos apoyamos tanto en la observación de estas lesiones por los datos que pueden aportarnos al contrastarlas con un funcionamiento que no tiene que verlas con ese tipo de problemas. En la medida que podamos entender estos procesos estaremos en mejores condiciones de influir sobre los mismos. Un aspecto funcional de particular relevancia lo constituye la conectividad cerebral y la manera como se organizan los distintos circuitos. Para entender esto es necesario que hablemos sobre neurotransmisor y neuromoduladores, aunque solo sea de manera introductoria. NEUTROTRASMISORES Y NEUROMODULADORES Los diferentes circuitos neuronales tienden a utilizar distinto tipo de neurotransmisores. Los neurotransmisores son sustancias químicas que las neuronas para activar o comunicarse con otras neuronas. Estas sustancias envían un mensaje al unir sus receptores, que se encuentran en la neurona postsinapticas, es decir, en la neurona que debe recibir el mensaje. El neurotransmisor o neuromoduladores al unirse a estos receptores y estimularlos puede generar, desde una respuesta, hasta una cascada de reacciones en la neurona, de tal manera que esta puede realizar una función. Es importante subrayar que quien realiza la función es la neurona, no el neurotransmisor; el neurotransmisor es el vehículo Para provocar la activación a través de la unión del mismo con el receptor de la neurona postsinapticas. Podría decirse que a través de este complejo proceso se generan vías de comunicación neuronal. Rita Carter (1999) al referirse a este fenómeno de las distintas vías de comunicación a través de estos neurotransmisores y sus receptores utilizan una interesante metáfora y nos habla de “los ríos de la mente”, brindándonos una imagen mui útil que equipara estas vías de comunicación neuronal con la causes de distintos ríos que viajan a través del complejo paisaje neuronal. Ya habíamos hablado antes un poco acerca de los neurotransmisores. ¿Recuerda cuando tratábamos de explicar, en el segundo capítulo, lo que era un potencial de acción y como viajaba un impulso nervioso? Hablamos entonces de algunas de las funciones de los principales neurotransmisores en nuestro cerebro: glutamato y ácido aminobutirico (GABA) y de cómo se daba la conectividad entre este tipo de neuronas.

Si bien estos son los principales neurotransmisores del cerebro, existen muchos y mui variados neuromodulares, es decir, hay de diversos tipos, cada uno con receptores específicos. Y curiosamente cada uno se conecta precisamente en el lugar que debe hacerlo y en ningún otro sitio. ¿Cómo se reconocen entre si y como saben con quién tienen que unirse? Encontramos la respuesta a la experiencia también de distintos tipos de receptores que, como decíamos, son específicos para determinados neurotransmisores. Los neurotransmisores se unen literalmente a sus receptores, y los receptores reconocen a su neurotransmisor y lo enlazan a sustancias que se “parecen tanto” que logran enlazar al receptor y que se denominan agonistas. En bioquímica un agonista es aquella que es capaz de unirse a un receptor y provocar una respuesta en la célula. Un agonista es lo opuesto de un antagonista en el sentido de que mientras un antagonista también se une a un receptor, no solamente no lo activa sino en realidad bloquea su activación por los agonistas. Un agonista parcial activa al receptor pero no causa tanto efecto fisiológico como un agonista completo. Los receptores en el cuerpo humano funcionan al ser estimulados o inhibidos por agonistas o antagonistas naturales (como las hormonas o neurotransmisores) o artificiales (como las drogas). Dentro de este importante grupo el glutamato y GABA son los neurotransmisores de rápida acción, mientras que las otras sustancias son moduladoras. Afirmar que estas sustancias desempeñan un papel central en la transmisión sináptica no quiere decir que no cumplan también otras importantes funciones en nuestro cuerpo. Por ejemplo, el glutamato, que desempeñan un papel mui importante como neurotransmisor, también participa en la mayoría de los procesos metabólicos en el cuerpo. Entre otras cosas participa en la elaboración de los péptidos y las proteínas. Sin embargo, adentrarnos en estos temas nos llevaría por derroteros distinto a nuestro objetivo. Baste por ahora con considerar que estas sustancias tienen distintos y variados papeles en nuestro organismo, aunque por razones de nuestro estudio nos encontraremos en su efecto en la función neuronal. Podríamos considerar tres tipo de moduladores neuronales: los péptidos y hormonas de naturaleza peptídica o proteínica; las hormonas esteroideas y las monoaminas, que junto con los aminoácidos (GABA y ácido glutamatergico, entre otros) nos explica el funcionamiento neuronal. Aclaremos de manera muy escueta los términos aquí utilizados. Para poder entender lo que es un péptido, de manera muy general, tendremos que hablar un poco de los aminoácidos y las proteínas. Las proteínas son fundamentales tanto para la estructura como para la función de la célula y son las moléculas orgánicas más abundantes en

los seres vivos. Las proteínas son el producto final de la acción del gen que se halla “escrito” en clave en los ácidos nucleicos. Todas las proteínas están constituidas por unidades de peso molecular bajo, conocidas como aminoácidos. Actualmente se conocen un gran número de aminoácidos. Los péptidos son un tipo de moléculas formada por la unión de varios aminoácidos mediante enlaces peptídicos. La unión de un bajo número de aminoácidos da lugar a un péptido, mientas que la unión de un grupo mayor de aminoácidos da lugar a una proteína (número mayor a 100). Un ejemplo de un péptido es la insulina, la cual se componen de 55 aminoácidos y que es una de las hormonas que secreta el páncreas, necesaria en el metabolismo del azúcar. Las hormonas por su parte son sustancias segregadas por células especializada localizadas en glándulas de secreción interna o glándulas endocrinas (carentes de productos) o también por células epiteliales e intersticiales, con el fin de afectar la función de otras células. Pueden ejercer su acción sobre la propia célula que las sintetiza (acción autocrina) o bien en determinados órganos o tejidos a distancia de donde se sintetizaron (tejidos u órganos diana) o sobre células contiguas (acción paracrina). Las hormonas pertenecen al grupo de los mensajeros químicos. En ocasiones es difícil clasificar a un mensajero como hormona o como neurotransmisor. Los mecanismos de acción hormonal son distintos. Por ejemplo las hormonas peptídicas se fijan de la célula para estimular la acción de otra proteína, mientras que las hormonas esteroideas atraviesan la membrana de la célula diana por difusión y una vez dentro del citoplasma penetran incluso al núcleo. Son muy complejas las características de cada una de estos grupos, pero baste con solo hacer una presentación inicial de los mismos. A los lectores interesados se les sugiere consultar algún texto de biología molecular. Por su parte las monoaminas constituyen el grupo principal de neuromodulares del sistema nervioso. La característica inicial de estas sustancias es la presencia de un grupo amino (-NH2) por lo que se denominan monoaminas o también aminas piógenas. Proceden de aminoácidos precursores y forman dos grupos: las catecolaminas derivadas de la fenilalanina y las indo láminas que derivan del triptófano. Las catecolaminas incluyen la dopamina, la noradrenalina y la adrenalina, mientras que en las indolaminas encontramos a la serotonina. Habíamos ya señalado que los principales neurotransmisores del sistema nervioso eran el ácido glutamatergico y el ácido amino butírico, que son reconocidos como neurotransmisores por su acción rápida en la

transmisión del impulso nervioso. Estos están clasificados como aminoácidos. En la actualidad los aminoácidos reconocidos como neurotransmisores son: ácido aminobutirico (GABA), la glicina, la taurina y los aminoácidos ácidos (ácido glutamatergico, acido aspártico) e Histamina. Los tres primeros tienen efecto inhibitorio mientras que los dos últimos son claramente excitatorios. Como puede apreciarse nos enfrentamos con un mundo vastísimo y complejo. La finalidad de este texto es tratar de hacer una lectura digerible, así que hablaremos solamente de algunos neurotransmisores, escogiendo para su explicación aquellos pueden ser herramientas útiles en la comprensión de la interrelación entre ciertas situaciones emocionales y el neurofuncionamiento. No necesitamos decir que esta exposición, por reducida y simplificada, no hace justicia a este complejo y maravilloso mundo, pudiendo caer en explicaciones no muy exactas, pero permítasenos justificarnos en búsqueda de intentar una vista panorámica, que como la de cualquier paisaje, opta por la visión general, dejando de lado detalles que pueden resultar de particular importancia. Los péptidos Representan una gran cantidad de moduladores de lenta acción. Está compuesta por varias moléculas de aminoácidos y por lo mismo son más grandes que los aminoácidos simples como el glutamato o el ácido aminobutirico (GABA). Los péptidos en general están en el mismo axón que el glutamato y que GABA, y generalmente son soltados junto con estos cuando un potencial de acción viaja a través de un axón (LeDoux, 2002). Estos moduladores se unen a otros receptores y esto puede, como resultado, aumentar o disminuir el efecto del neurotransmisor de rápida acción. Sin embargo, debido a que su efecto es lento y además perdurable, este tiende a afectar más bien a las trasmisiones subsiguientes. Hay una gran variedad de péptidos que participan en una amplia cantidad de procesos corporales. Los más conocidos son de las familias opiáceas, entre las cuales están las endorfinas encefalinas, que actúan en situaciones de estrés y dolor modificando el humor y la resistencia al dolor. Son los que se secretean, por ejemplo, cuando un corredor lleva un buen tramo del maratón y empieza a dejar de percibir dolor el dolor en los pies. Los efectos de algunas drogas que también disminuyen la sensación de dolor y generan estado de bienestar, como la morfina, se dan al enlazarse Esta sustancia a los receptores que con frecuencia se ligan con estos péptidos.

Este grupo de neuromodeladores, que se conocen como neuropeptidos, incluyen además de las endorfinas y encefalinas a la oxitacina, vasopresina y el neuropeptido y. estos neuropeptidos trabajan, junto con otros neuromodeladores para regular además de las sensaciones del dolor, las de placer y sistemas de recompensa. Las hormonas esteroideas y otras hormonas no peptídicas Muchas de las hormonas son que los péptidos, pero no todas, recordemos entre otras a las hormonas esteroideas. Son secretadas por órganos del cuerpo hacia la corriente sanguínea, donde viajan al cerebro. Como los otros moduladores, afectan la eficiencia del glutamato de GABA al unirse a sus receptores. Hay una gran variedad de hormonas que participan en la regularización de importantes procesos corporales y que influyen en el funcionamiento neuronal. Por ejemplo, el cortisol, que es una hormona esteroidea, es secretado por la glándula adrenal (suprarrenal) durante momentos de estrés; del hablaremos en los capítulos siguientes. Esta hormona altera la transmisión de información en varios circuitos cerebrales, que tienen que ver con el procesamiento de la memoria y la emoción, en parte disminuyendo la capacidad de GABA ir al glutamato. Otras hormonas, como los estrógenos, progesterona, para etc., tienen importante influencia en el estado de ánimo y la activación cerebral en general, además de sus propiedades ya conocidas para el funcionamiento sexual. Es muy conocido el desbalance que se genera en el comportamiento ante trastornos hormonales. LAS MONOAMINAS Entre están se encuentran sustancias como la serotonina, dopamina, epinefrina, norepinefrina, etc. A diferencia de otros neurotransmisores y moduladores, las células que producen monoaminas se encuentran solo en algunas áreas, sobre todo del tallo cerebral (LeDoux, 2002). Las monoaminas generan sus efectos a glutamato o de GABA y de los péptidos que son liberados junto con ellos. La gran importancia de este grupo de neuromodulares es que las monoaminas están implicadas en la regulación de procesos emocionales y cognitivos de manera directa. Recordemos que las monoaminas forman dos grupos: las catecolaminas (dopamina, noradrenalina y adrenalina) y las indolamninas (serotonina). A lo largo del libro iremos retomando cada uno de estos grupos, dándole mayor peso según el tema que estemos tratando; sin embargo, no hay que perder la vista que el funcionamiento cerebral es integral y

complejo, y que las funciones son el resultado de la interacción entre circuitos y no de su funcionamiento aislado. Por ahora solo les presentaremos algunos de “estos causes” con el fin de que podamos formarnos una idea de las distintas vías de “conectividad” de nuestra mente (fig. 3.12).

DOPAMINA (DA). Se produce en la “sustancia negra” y en otras áreas del tallo cerebral. Es un neurotransmisor muy importante para la actividad motriz y para el sistema de recompensas (véase fig. 3.13).

Está muy relacionada con la activación general de nuestro cerebro. El árbol de trabajo y de activación se divide en dos grandes ramas principales: una se proyecta por separado en la maquinaria subcortical de la percepción (la rama dorsal), la otra en la de acción (la rama ventral). La dopamina está implícita en procesos de atención, de motivación, de memoria de trabajo y de control emocional. Su actividad excesiva o disminuida se asocia con trastornos de ansiedad. Su hiperactivación y desequilibrio en algunos circuitos del sistema se asocian con psicosis. Su deficiencia se encuentra en muchos problemas depresivos aunada a la deficiencia serotoninergica y en ocasiones también adrenérgica. Tiene un papel central en procesos de alertamiento en general del cerebro (Goldberg, 2001). Circuitos noradrenergicos y adrenergicos (NA y A). Los grupos noradrenergicos se encuentran en el tallo cerebral y proyectan al hipotálamo. Estos grupos controlan funciones cardiovasculares y endocrinas. Es decir, son los encargados de elevar la presión arterial y aumentar así la capacidad de huida ante un peligro. El “locus coeruleus”, donde también se produce la NE, está relacionado con funciones de vigilancia y respuesta a estímulos inesperados. Los grupos adrenergeticos que se encuentran en el tallo cerebral están relacionados con respuestas vasomotoras, cardiovasculares, endocrinas y gastrointestinales (fig.3.14).

NOREPINEFRINA (NE). Se producen el “locus coeruleus” y las otras regiones del cerebro. Es un elemento central de los comportamientos de emergencia y de enfrentamiento o de huida. Nivele altos de NE tienen como resultado la presencia de ansiedad, vigilancia y comportamiento defensivo o atacante. SEROTONINA (5HT). Generada en el núcleo del rafe, se distribuye por todo el cerebro y desempeña un papel importante en el sueño y la vigilia. Es un medidor muy importante para el estado de ánimo y la emoción. Medicamentos tan populares hoy día como el prozac (fluoxetina) aumenta la cantidad disponible de este neuromodulador (fig. 3.15). Existen muchos circuitos y tipos de conectividad entre alrededor de 52 neuromoduladores y sus correspondientes receptores. Del mismo modo existen múltiples interacciones entre los mismos, de las cuales aún quedan más interrogantes que respuestas. Por otro lado, encontramos asimetrías hemisféricas en cuanto a la activación de determinados circuitos. Por ejemplo, los patrones dopaminergicos tienden a prevalecer más en el lóbulo frontal izquierdo que en el derecho, y los patrones noradrenergicos tienden a prevalecer más en el lóbulo frontal izquierdo. Esta asimetría se encuentra en los humanos, los monos y las ratas (Goldberg, 2001). La participación e interrelación entre estos circuitos añade aún más flexibilidad y potencializa las posibilidades del funcionamiento de

nuestro cerebro. Por ejemplo, la realización de una tarea como la lectura que ustedes están llevando a cabo, tiene que ver con muchas neuronas trabajando en una gran orquesta, y donde distintos circuitos se entrelazan, al igual que lo hacen los instrumentos de cuerda, con las persecuciones, los instrumentos de viento, etc. Para continuar leyendo debe haber una motivación, un interés en donde el sistema dopaminergico tiene un papel importante, pero al mismo tiempo deben tener un estado suficiente de calma y tranquilidad que les permita disponerse relajadamente a leer, en donde la serotonina tendría un lugar central, lo mismo que en la capacidad de tolerar las diferencias de opinión que podrían aparecer por el camino. También las neuronas GABA aportan una importante función, entre otras, inhibir la entrada de otros estímulos como el ruido del auto que va pasando, del niño que se encuentra jugando en el parque o del teléfono que ha sonado y permitir que nos concentremos, de nuevo, también con ayuda de las neuronas dopaminergicas (que activan el circuito de atención), en la tarea que vamos a realizar.

e o a m o s

N ur tr ns is re

como el glutamato y la acetilcolina desempeñan papeles muy importantes en el proceso de aprendizaje y de memoria para la realización de esta tarea. En fin, son corrientes de información viajando de manera paralela, jerárquica, integrada y armónica. El lector interesado en una explicación más detallada, pero lo bastante digerida y accesible, puede consultar diversos textos, en especial el libro de Jeffrey L. Cummings y Michael S. Mega (2003).

INTEGRACION E INTERACCION DE LA INFORMACION

La integración de la información que proviene de manera parcial de las distintas áreas cerebrales se realiza en varios niveles. Esta integración tiene un carácter progresivo como paralelo. Se da progresivamente en las distintas modalidades de procesamientos de información, pero también de manera paralela en distintos lugares al mismo tiempo. Digamos, por ejemplo, que el procesamiento visual de un estímulo va integrando y construyendo poco a poco esta “visión” del mismo, pero a la vez va elaborando una construcción multisensorial, dependiendo de los otros sentidos que estén implícitos en la percepción del objeto, al mismo tiempo que va recuperando en la memoria muestras experiencias previas con tal objeto y va activando, en cuestión de los milisegundos siguientes, datos acerca de lo que queremos o podemos hacer con el mismo (parte ejecutiva). Hablamos entonces de integración, tanto jerárquica como progresiva, a nivel de la corteza, pero también a nivel de la corteza y de las estructuras subcorticales en constante interacción. Esta continua integración permite nuestro complejo funcionamiento. De acuerdo con Goldberg (2001), existe un módulo jerárquico que establece tres niveles principales tan solo dentro de la corteza cerebral, que es el nivel más alto del funcionamiento. PRIMER NIVEL DE LA JERARQUÍA El primer nivel de la jerarquía lo constituyen las áreas sensoriales primarias. Estas están organizadas de una manera estimulo-tópico lo cual significa que hay una correspondencia de punto a punto de proyección del campo del estímulo en el campo de la corteza. Las proyecciones son continuas (homeomorficas), esto significa q puntos adyacentes del campo del estímulo proyectan de puntos adyacentes del espacio cortical. Es decir, cada uno de los puntos que percibimos del objeto se encuentra representado en distintos puntos correspondientes de la corteza. Las áreas sensoriales primarias incluyen la corteza visual retinotopica del lóbulo occipital, la corteza sensorial somatotopica del lóbulo parietal y la corteza auditiva frecuenciotópica del lóbulo temporal. En El lóbulo frontal, el primer lugar de la jerarquía esta presentado por la corteza motora, que es somatotopica, es decir, a cada lugar del cuero le corresponde un área cortical. El mapa entre la proyección de los espacios de los estímulos y las proyecciones primarias es topográficamente correcto, pero a nivel métrico, distorsionado. Los diferentes territorios corticales están localizados en diferentes partes del espacio del estímulo, no en función de su tamaño relativo, sino con base a su relativa importancia (Goldberg, 2000). Ya habíamos mencionado este tema cuando hablamos del homúnculo. Aquí lo retomamos con el fin de analizar cómo se da esta

integración de información y los distintos niveles de jerarquías. Este mapa daría una correspondencia topográfica similar a la relación con la proporción que cada área de nuestro cuerpo ocupa de la corteza (véase figs. 3.16 y 3.17).

SEGUNDO NIVEL DE LA JERARQUÍA

El segundo nivel de jerarquía consiste en las áreas corticales que están involucradas en el procesamiento e información de mayor nivel de complejidad. Estas áreas ya no están organizadas de acuerdo con la estructura estimulo-tópica; no obstante cada una de estas áreas siguen unidas a un tipo de modalidad, es decir, procesan un tipo determinado de información. Estas áreas son las áreas de asociación cortical de modalidad específica, que son adyacentes a las áreas corticales primarias de proyección. TERCER NIVEL DE LA JERARQUÍA Por último el tercer nivel de la jerarquía consiste en regiones corticales que aparecen hasta las etapas más tardías en la evolución del cerebro y que presumen ser centrales para los aspectos más complejos del procesamiento de información. Ellas no están unidas a una modalidad especifica .la función de esas áreas corticales es precisamente la integración de la entrada de distintas modalidades .son llamadas áreas de asociación heteromodales e incluyen las áreas inferotemporal, inferoparietal e incluyen las áreas inferotemporal, inferoparietal y por supuesto, la corteza prefrontal. De esta, manera, si bien las áreas primarias tienen un carácter modal tópico, conforme avanzamos en la evolución el tipo de organización del cerebro va alcanzando niveles de mayor integración funcional. Este tipo de organización que Goldberg (2001) denomina gradiental se aplica sobre todo a la corteza de asociación heteromodal. Esta organización plantea una visión completamente interaccional a nivel de la corteza. Por ejemplo ,la representación de un objeto no se encuentra en un lugar ,sino cada una de sus modalidades de información genera una activación cortical de distintas áreas :la visión de un perro ,la audición de su ladrido ,la sensación del contacto con su piel ,la asociación con experiencias placenteras o displacenteras con este tipo de mascota ,etc., generaran el encendido de distintas áreas corticales y subcorticales(recuerdos no conscientes sobre experiencias previas y evaluación rápida del estímulo). Y esto sucede cuando percibimos al objeto como cuando al nombrarlo recuperamos de la memoria los distintos componentes de la experiencia del mismo .tal como habíamos visto en los RU(recognition unit) de Rita Carter ( 1999) cuando hablamos de la memoria ,la representación de un objeto no es modular; está distribuida en sus diferentes partes de la corteza. Por eso cuando se daña el procesador visual, el táctil o el auditivo, se presentan agnosias propias de este problema.

En contraste, la perdida de las palabras que denotan acción (verbos) (anomia para los verbos) esta causa da por daño al lóbulo frontal. Esto sugiere que la representación cortical de las palabras para los objetos en sí mismos y la representación cortical de las palabras de acción (verbos) están unida a la representación cortical de la acción en sí misma. Esta comprensión del funcionamiento cortical y subcortical ha enriquecido enormemente nuestra explicación mental. Oliver Sacks (1987) plantea que los recientes cambios de punto de vista acerca del cerebro equivalen al cambio en el paradigma que se dio en los comienzos del siglo XX y que fue cuando la física Newtoniana de los cuerpos físicos discretos fue suplantada por los nuevos campos físicos: electrónico, magnético y gravitacional. A ese revolucionara esta nueva visión de las neurociencias.

grado

considera

Integración del funcionamiento cortical y subcortical Esta integración es una característica del funcionamiento de los sistemas y podemos encontrarla a diversos niveles. Ya hablamos antes de la integración funcional de la corteza, pero habíamos señalado como esta organización cortical subordina a las estructuras subcorticales. El trabajo del cerebro es el trabajo de un sistema complejo, como hemos visto, de ahí que encontremos esta progresiva integración a diversos niveles. De hecho, cuando esta integración funcional falla nos enfrentamos a importantes problemas. En relación con la integración entre el funcionamiento cortical y subcortical, veamos por ejemplo como opera la sensación del hambre. La sensación de hambre y de satisfacción de la misma se genera en el hipotálamo .el estado del cuerpo está continuamente alimentando al hipotálamo a través de un complejo interjuego de hormonas, neuropeptidos y neurotransmisores. El hipotálamo entonces excita áreas de la corteza cerebral para que pueda conscientemente registrar la sensación de hambre y llevar a cabo acciones para buscar la alimentación .las acciones concretas y los movimientos necesarios para la consecución de esta tarea implican la participación de los ganglios basales e incluso cerebelo. Después de que la comida es ingerida, el sistema va en reversa: las señales del cuerpo envían la información al hipotálamo, que envía el mensaje a la corteza y entonces crea un deseo consciente de parar de comer .como decíamos, se trata de una orquesta que debe funcionar en un tiempo y u un ritmo adecuados para la ejecución de una melodía.

PLASTICIDAD NEURONAL La plasticidad neuronal, en su sentido más general, se refiere a la capacidad que tiene el sistema nervioso de modificarse para lograr adaptarse a nuevas situaciones funcionales:  

Plasticidad=adaptación Neuro=nervio

Si bien durante mucho tiempo se entendió la plasticidad en su sentido tradicional, relacionándolo solo con la capacidad del sistema nervioso de recuperarse cuando sufre alguna lesión, este concepto se ha ampliado sustancialmente. El concepto de plasticidad surge al observar la propiedad que tienen las células nerviosas de reorganizar sus conexiones y modificar los mecanismos implícitos en su comunicación con otras células. Esta característica resulta en especial importante ante la incapacidad de estas células de dividirse para generar cellas idénticas a sí mismas (capacidad mitótica). Durante mucho tiempo solo se explicó la plasticidad como un efecto de esta importante capacidad: esta reorganización permite que otras neuronas “entren a subsidiar” el sistema permitiendo al sujeto recuperarse. Sin embargo, había también otros mecanismos que permitían esa recuperación, de los cuales en ese entonces no se sabía y hoy día se tiene mayor conocimiento. Durante mucho tiempo algunas de estas posibilidades fueron desechadas como imposibles. Y es que a partir de la incapacidad de las neuronas de dividirse (capacidad mitótica) se llegó a la equivocada conclusión de que no había posibilidad de generar neuronas después del nacimiento. Aunque tampoco era un camino sencillo desentrañar los complejos mecanismos que sigue nuestro organismo para la producción neuronal, la humanidad tuvo que avanzar mucho en el conocimiento de mecanismos genéticos para poder mirar el proceso subyacente a la generación de nuevas neuronas. Ramón y Cajal (1914) , que como habíamos dicho fue un gran investigador que descubrió la neurona y enriqueció en alto grado nuestro conocimiento de las neurociencias , afirmaba: “ preciso es reconocer que, en los cerebros adultos ,las vías nerviosas son algo fijo, acabado ,inmutable .todo puede morir ,nada renacer.”. Como contradecir a un pensado tan importante del siglo pasado. Si bien Ramón y Cajal hizo aportaciones invaluables, no existían en su tiempo los recursos de neuroimagen, ni tecnológicos que ahora permiten “presenciar” procesos bioquímicos y celulares que echan por tierra esta afirmación.

Hoy día seguimos sosteniendo la afirmación de que la neurona, como tal, ha perdido su capacidad de reproducirse, pero ahora sabemos que existe un banco de células precursoras de neuronas a partir de las cuales se pueden generar las mismas. Por otro lado, la afirmación de que el cerebro permanece inmutable queda totalmente desechada, como hemos podido observar a partir de los numerosos experimentos que hemos venido citando. El mito de la incapacidad de la generación de nuevas neuronas después del nacimiento y de nuevas conexiones sinápticas , al igual que muchos dogmas, están derrumbándose y el estudio de la plasticidad hizo no solo en la capacidad del sistema nervioso para reorganizarse , sino sobre todo en la importancia de la experiencia para favorecer esta reorganización. El cerebro comenzó a verse como un hibrido entre lo natural mente heredado y la experiencia vivida, como analizábamos en el primer capítulo .los fenómenos de plasticidad ,antes evidenciables solo por sutiles modificaciones funcionales y anatomías ,ahora se entienden a través de explicaciones como la génesis de neuronas y su recambio. El termino neuroplasticidad , en un sentido mucho más amplio, hoy día incluye todos los eventos progresivos que tienen que ver con la formación del sistema nervioso .este concepto de desarrollo se incluyen los interesantes mecanismos de formación del cerebro que están muy activos desde las etapas embrionarias y fetales , y que terminan con la formación del apartado nervioso ,pero más adelante , y esto es muy importante , con si posibilidad de desarrollo posnatal y de reparación.  Este nuevo concepto de plasticidad incluye fenómenos como: Formación de neurona  Migración de neuronas  Crecimiento de la neurona en volumen y generación de neuritas  Eventos de generación de contactos sinápticos y actividad neuronal y síntesis de neurotransmisores que esa neurona utiliza (es muy raro que una neurona utilice dos tipos de neurotransmisores, pero en ocasiones sucede).  Desarrollo y aprendizaje. Empezaremos de atrás hacia adelante, es decir, a partir de los fenómenos de desarrollo y aprendizaje, que son los más explorados, para finalmente entrar en los tan discutidos temas de la neurogenesis (nacimiento neuronal) y la posibilidad de reparación de tejidos cerebrales. Desarrollo y aprendizaje Sabemos que en el cerebro adulto existen trillones de conexiones sinaptogenicas (Ratey, 2000).

¿Cómo se construyen estas? ¿Están todas genéticamente determinadas? ¿Cuáles son los mecanismos implícitos en la generación de las mismas? Existen diferentes respuestas a estas preguntas. Los evolucionistas (darwinismo neuronal ) dirían que todas las sinapsis están ya de alguna manera presentes desde siempre y que solo sobreviven aquellas que son utilizadas .para este grupo de neurocientificos los patrones de circuitos neuronales están preestablecidos y tan solo se afectan por las influencias externas (LeDoux,2002). Los evolucionistas no niegan la importancia de la influencia ambiental , solo señalan que influyen sobre lo que ya existe .según esta postura ,nuestros cerebros son capaces de un continuo reconocimiento y reorganización con base en las experiencias de cada día ,pero sobre todo un patrón de posibilidades ya dado de antemano. Si bien los evolucionistas señalan la importancia tanto de factores genéticos como de los no genéticos, el ambiente solo influirá en la permanencia de las conexiones dictadas inicialmente por los genes. Los pilares de la teoría evolucionista son tres (Edelman ,1987):   

Exuberancia: existen muchas más sinapsis de las que son mantenidas. Uso: las sinapsis que son mantenidas son quelas que se usan. Sustracción: las sinapsis que no son utilizadas se eliminan.

Sin embargo, y cuestionando los postulados de los evolucionistas, existen experimentos que demuestran que la experiencia genera conexiones neuronales antes inexistentes, y en este proceso la participación del NMDA (glutamato) tiene una particular importancia, como veremos un poco más adelante cuando hablemos sobre potenciación a largo plazo o LTP (Long term potentiation;) esto ha planteado una visión de lo que significan desarrollo y neuroplasticidad. Entre una y otra postura existen muchos matices, pero baste por ahora con aclarar que mientras en un extremo no se cree en la generación de nuevas conexiones diferentes a las dictadas genéticamente, el otro extremo afirma que no solo es posible la generación de conexiones antes inexistentes, sino incluso la generación de nuevas neuronas a partir de neuroblastos (su celular antecesora). En esta postura la experiencia cobra una función no solo como elemento clave para la selección de sinapsis ,sino para la creación de nuevas conexiones .los teóricos de esta escuela ,sin negarlo la importancia de la selección natural de contactos neuronales ,hablan sobre la creación de nuevas conexiones como parte esencial de los procesos de desarrollo y aprendizaje .esta visión , aunque ha florecido en los últimos años ,se apoyó ,entre otros descubrimientos, en las observaciones que aporto hace más de 50 años un neuropsicologo de apellido Hebs(1949).

Donald Hebb fue un importante psicólogo que se dedicó a estudiar los cambios neurofuncionales que se daban en la transmisión nerviosa durante las experiencias del aprendizaje. El demostró que cuando dos neuronas se activan de manera paralela siendo una de ellas presinaptica de la otra, las conexiones entre ellas se fortalecen .Hebbs expresaba: Cuando el axón de una célula A esta suficientemente cerca para excitar a la célula B repetida y constantemente ocurren cierto procesos de crecimiento o de cambios metabólicos en una o ambas células de tal manera que la eficiencia para que la célula A encienda a B aumenta.* La así llamada plasticidad hebbiana está relacionada con la liberación de glutamato, que recordamos es uno de los principales neurotransmisores presentes en las neuronas exitatorias. Estas afirmaciones apoyan el hecho de que la experiencia no solo permite una selección de conexiones neuronales, sino que influye de manera directa en su construcción. Estamos de acuerdo con LeDoux (2002), quien afirma que la construcción del cerebro es una cuestión epigenetica determinada por la interacción entre los genes y el medio ambiente desde las más tempranas estas poas del desarrollo .sin embargo, esta visión no excluye algunas de las principales afirmaciones de los evolucionistas. En este proceso los circuitos y patrones que se han utilizado durante un periodo más prolongado son más estables y tienden a permanecer, mientras que los que tiene menos tiempo de “uso” son más frágiles y tienen mayor propensión a extinguir se .al respecto Theodule Robot (1970) enuncio un importante principio en neurofisiología, a pesas de ser psicólogo y no neurólogo: lo nuevo perece antes que lo viejo. Los complejos mecanismos de conectividad abarcan muchos fenómenos, parte de estos son el crecimiento de terminaciones nerviosas. El proceso de crecimiento de las terminales nerviosas .el proceso de crecimiento d de las terminales nerviosas y de su conectividad es conocido con el nombre de arborización. El desarrollo cerebral ocurre durante periodos de una exuberancia significativa de crecimiento neural que son llamados periodos sensitivos o críticos. Este proceso, como puede entenderse, es necesariamente gradual .es obvio que los circuitos dedicados al procesamiento sensorial se desarrollan antes que las áreas asociativas dedicadas a establecer conexiones entre las mismas.

Conforme el cerebro madura somos testigos de una activación incrementada de la corteza y el establecimiento de patrones más sincrónicos en el trabajo de los distintos circuitos neuronales. Aprendizaje Uno de los principios del aprendizaje (aunque no es aplicable a todos) afirma que hay algunas experiencias para las que hay tiempos específicos .esta afirmación puede apoyarse ,entre otros ,en un experimento realizado por Hubel y Torstein (1981) , en donde se le tapo un ojo a un gato durante las primeras semanas de vida ,lo que le ocasiono que no aprendiera a utilizar la visión binocular de manera permanente. Hay muchos aprendizajes que no tienen solo una ventana en el tiempo y pueden realizarse en distintos momentos, pero los aprendizajes que están vinculados con procesos de desarrollo tienen esta característica. Si bien no todos los aprendizajes tienen una ventana en el tiempo, si todos ellos nos transforman. No somos los mismo ni nuestro cerebro es el mismo después de que hemos aprendido algo. Cada vez que aprendemos algo nuestro cerebro cambia de tal manera que subsecuentes aprendizajes son más fáciles. El aprendizaje previo ayuda al que sigue. Dentro de este campo de investigación los interesantes descubrimientos de Hebbs llevaron a la elaboración de una ley que se conoce como ley de Hebbs ,la cual afirma que si una conexión entre neurona A y C que es débil se activa al mismo tiempo que se activa la conexión entre la misma neurona Ay otra B que es fuerte ,la conexión originalmente débil entre A y C se fortalece (Hebbs,1949). Veámoslo con un ejemplo , si me encuentro caminando por la calle y de pronto al pasar frente a una casa escucho una fuerte discusión ,las características de la causa, el olor ,la puerta ,etc., no estaban generando una activación lo bastante fuerte ,pero al oír la discusión y la activación que esta escucha produce en mí ,me lleva a memorizar las características de la casa y con seguridad la siguiente vez que pase por ahí podre identificarla con facilidad. Konorski(1948) ,otro apasionado defensor de la importancia de la experiencia en la construcción de conexiones sinápticas ,le dio tal importancia al importancia al aprendizaje , que uso el termino precisamente de plasticidad para describir la habilidad de las neuronas de ser alteradas a través de la experiencia y propuso una teoría de la plasticidad neuronal no muy diferente a la de Hebbs(1949). Un poco más adelante otros investigadores ,Eric Kendel y Alden Spencer (1968) ,lograron establecer un puente entre la experiencia y el sustrato bioanatomico y funcional .estos autores hicieron notar la

relación que existe entre aprender algo (que tiene que ver con el comportamiento) y la plasticidad neuronal (que envuelve sinapsis y neuronas) . Tratando de observar las relaciones entre estos dos fenómenos centraron su atención en la observación de la creación de ciertos circuitos más que en la observación de amplias regiones cerebrales . Se enfocaron en la comprensión de lo que sucede a nivel celular y en como determinada experiencia cambiaba la conectividad entre las neuronas, abriendo con estas observaciones un campo antes impensable. Estudios más recientes, como el de Kempermann y Cols. (1998), lograron subrayar la relación entre plasticidad neuronal y aprendizaje de manera muy evidente. En este experimento se formaron dos grupos con animales (ratas) y los colocaron en dos tipos de hábitat: uno de ellos lleno de colores, espacio y actividades y el otro casi vacío y monocratico. Cuando crecieron y sus cerebros fueron analizados ,se encontró que los animales que habían crecido en el hábitat lleno de colores y de actividades , es decir, de mayor estimulación ,presentaban mayor números de neuronas ,mayor números de vasos capilares y mayor actividad mitocondrial (Kempermann y Cols .,1998). Kendel y Spencer (1968) para entonces ya habían brindado la posibilidad de echar un vistazo a los complejos mecanismos celulares que subyacen en estos fenómenos .estos investigadores tuvieron la brillante idea de tomar para su investigación organismos muy sencillos , lo que les facilito el estudio de un fenómeno muy complejo , como es la plasticidad .pensaron, atinadamente ,que una buena manera de empezar a comprender un fenómeno complejo era simplificándolo lo más posible . y es que era muy difícil ver si había algún cambio significativo ante un fenómeno en el que intervenían tal infinidad de variables , así que tomaron a un estímulo repetidamente de manera que los cambios se hicieron evidentes. Estos estudios sobre el aprendizaje , que en su inicio solo se dieron dentro de la escuela conductista ,más adelante se desarrollaron , de una manera más prometedora ,dentro del campo de la neurobiología y la teoría celular ,arrojando datos muy interesantes acerca de los cambios que se daban en las neuronas a partir de una experiencia determinada. A partir de estos experimentos pudo observarse, de manera clara, como la experiencia determinaba a nivel celular la síntesis de proteínas. Es decir, se pudo comprobar que en efecto la experiencia afectaba la construcción de conexiones neuronales. Pero para entender el alcance de estos mecanismos de síntesis proteínica debemos entrar en nuestro siguiente tema. Aprendizaje y LTP

Cuando hablamos de aprendizaje ,el tema de LTP (Long term potentiation) es fundamental , y en este tema los aportes de Kandel y Spencer (1968) resultaron un importante punto de apoyo .al estudiar lo que sucedía a nivel celular con la transmisión eléctrica en las neuronas ,pudieron entender e inferir ,desde ahí ,lo que sucedía en las situaciones de aprendizaje. Ciertamente había estudios previos muy importantes relacionados con el tema, pero en los que no alcanzaba a ver la relación existente entre la experiencia y los cambios de activación a nivel neuronal. Lomo (1966) fue el primero que hablo de este fenómeno, aunque no lo llamo así desde el principio, y no se le dio importancia que tienen, ni se le relaciono con el fenómeno del aprendizaje. No obstante sentó importantes bases para su estudio. Él observo que cuando estimulaba eléctricamente una cadena neural y esta misma cadena neural estimulada recibía después la entrada de un estímulo , se daba un aumento evidente de la respuesta eléctrica al estímulo. Debido a lo interesante que resultaron sus observaciones continuas estudiando el fenómeno junto con uno de sus colegas (véase fig.3.18).

Aunque Bliss y Lomo (1973) no explicaron aun el fenómeno del aprendizaje y de la producción de proteínas implícito en el mismo, si lograron producir un cambio observable en la duración de la respuesta postsinaptica a través de la estimulación eléctrica. Se percataron además de que habían descubierto un fenómeno en el que ciertas situaciones ambientales (en este caso la estimulación) influían en un fenómeno neurofuncional (duración de la respuesta postsinaptica) iniciando este importante giro en la investigación.

En un principio estos estudios se hicieron en animales vivientes ,lo cual dificultaba bastante la experimentación , además en ese entonces no se contaba con las técnicas de neuroimagen con las que contamos hoy día .no obstante estos investigadores resolvieron el problema de una manera brillante : tomaron una delgada capa del hipocampo del cerebro de estos animales y la sumergieron en agua salina. Esta nueva técnica facilito el estudio del fenómenos, y a partir de esta propuesta surgieron primero cientos y luego miles de trabajos relacionados Con el tema, así el estudio de la delgada capa de hipocampo se convirtió en uno de los modos preferidos de estudiar la trasmisión sináptica. Algo muy importante que Bliss y Llomo (1973) descubrieron es que esta activación era especifica al patrón estimulado .A pesar de que en la neurona presinaptica existen muchas posibilidades de patrones debido a sus múltiples conexiones postsinapticas ,la activación facilitada siempre seguía el patrón establecido por la estimulación previa ,es decir, la activación facilitada era especifica solo para las sinapsis involucradas en la experiencia que se potenciaba y no implicaba un cambio en todas las neuronas postsinapticas , sino solo en aquellas implicadas en la conexión relacionada con el evento. Esto significa que una sola célula puede participar en el almacenamiento de información de muy diferentes experiencias, tantas como sinapsis estén relacionadas con las mismas. Pero además de este fenómeno de especificidad, que permitía un alto nivel de complejidad de combinación de patrones neuronales, también se aplicaba la ley descubierta por Hebbs (1949) en cuanto a la plasticidad sináptica. Recordemos: si dos patrones de estimulación eran actividades a la par y uno era débil y el otro fuerte , y si se presentaban de manera asociada en el tiempo ,la activación facilitada o duradera (que más adelante se llamaría LTP) correspondiente al primer patrón que era fuerte ,por la repetición del estímulos en múltiples ocasiones , al presentarse asociado con el estímulo débil , que no producía potenciación ,por la ley de plasticidad hebbiana adquiría la potenciación de larga duración. Esto resulta un interesante hallazgo para la explicación de procesos de aprendizaje. Fue así como se construyó gradualmente el concepto de LTP y se le fue confiriendo el importante papel que tiene en la explicación de los fenómenos de aprendizaje. Ahora bien, ¿Cómo podemos entender a nivel celular este fenómeno? Tratemos de explicar inicialmente como se produce un potencial de acción y luego como se produce un potencial de acción de larga duración.

Cuando una celular es fuertemente estimulada por entradas sinápticas a un estado interno eléctrico negativo cambia y es así como se produce un potencial de acción. Recordemos el cambio de iones entre el interior y el exterior de la celular cuando se transmite el impulso nervioso. ¿Y cómo se convierte este potencial de acción en un potencial de acción de larga duración (LTP)? El LTP podría definirse como el mecanismo celular que provoca que se refuerce la conexión sináptica entre neuronas. ¿Y para qué sirve este fortalecimiento en la conexión? Cuando se recibe n estimulo se genera una vía a lo largo de una seria de neuronas, y si vuelve a aparecer un estímulo, que siga el mismo patrón, dicho patrón puede encenderse con mayor facilidad .esto es precisamente lo que sucede cuando aprendemos algo. La repetición de un patrón lo hace más accesible a la activación en un menor tiempo y con un menor gasto de energía. Cuanto más se encienda el patrón, más se optimizara el funcionamiento del mismo. Por eso las repeticiones y el entrenamiento desempeñan un papel tan importante cando queremos aprender algo. Pero, ¿qué sucede a nivel molecular? , ¿Cómo se genera esta LTP a nivel celular? ¿Y qué sucede entre las neuronas que permite facilitar esta rápida conexión? En este procesos tienen un papel decisivo uno de los neurotransmisores: el glutamato, así como sus receptores, que desencadenan una cascada de reacciones en las neuronas así activadas. Hoy día ya sabemos que hay diferentes tipos de receptores del glutamato y que cada uno tienen papeles muy distintos .uno de ellos , el receptor AMPA,tienen un papel determinante para la transmisión sináptica regular , mientras que otro de los receptores glutamatergicos: el receptor NMDA, está involucrado en la plasticidad sináptica. El glutamato liberado por la neurona presinaptica encuentra su camino hacia los dos (AMPA Y NMDA). Si se une con el receptor AMPA se da uno de los mejores caminos para generar un potencial de acción. En contraste , cuando el glutamato alcanza al receptor NMDA, no hay una respuesta de inicio , debido a que a partir del receptor está bloqueado con magnesio .este glutamato ligado al receptor NMDA requiere que haya a la vez una activación provocada por la ligadura del glutamato al receptor AMPA para que el bloqueo de magnesio sea removido y entonces el glutamato ligado al NMDA pueda abrir el canal del receptor permitiendo que entre el calcio. Con la entrada de este calcio se presentan diversos fenómenos : uno, que se presenta como consecuencia relativamente rápida a partir de esta entrada de calcio , es la apertura de nuevos receptores glutamatergicos(no de NMDA) en la membrana plasmática de la neurona postsinaptica , aumentando la sensibilidad de la neurona a

este neurotransmisor (LTP de corta duración) .pero también ,como veremos en un momento ,la entrada del calcio constituye el inicio de una cascada de eventos que llevan a la generación de proteínas (LTP de larga duración ) básicas en los procesos de plasticidad neuronal (fig.3.19).

Resumiendo, para que el calcio pueda pasar a través de los receptores NMDA tanto la célula presinaptica como la postsinaptica deben estar activas (LeDoux, 2002), para ello es necesario que antes el glutamato se haya ligado al receptor AMPA. La razón por la cual los receptores NMDA permiten que ocurra la LTP es porque pueden detectar cuando coincide la actividad en la célula pre y postsinaptica .más específicamente, los receptores NMDA

permiten a la célula registrar cuales entradas presinapticas estaban activas cuando la célula postsinaptica estaba prendida. Y podríamos preguntarnos: ¿cómo se puede dar esta asociación entre neurotransmisores y aprendizaje, dado que el ligamento del glutamato con su receptor es un evento temporalmente corto, mientras que el aprendizaje es un fenómeno mucho más duradero? Esta sería una pregunta interesante, ya que nos permite entrar a la explicación de los complejos mecanismos implícitos en la generación de los dos tipos de LTP: el de corta y el de larga duración. Para entender estos mecanismos debemos analizar los conceptos de primeros y segundos mensajeros .los neurotransmisores como el glutamato son considerados primeros mensajeros , y se consideran así porque son los encargados de provocar una primera reacción en la célula , reacción que será la que permitirá que los segundos mensajeros “entren en acción” .estos primeros mensajeros son los encargados de señalar “el lugar “ en donde se está dando la actividad entre las neuronas. Los segundos mensajeros entran en funcionamiento cando los primeros mensajeros han hecho su trabajo. El calcio constituye uno de los principales “segundos mensajeros “ , Como decíamos , candi el glutamati se une al receptor NMDA el calcio entra en la celular (después de que el bloqueo de Mg es removido ).una vez dentro , el calcio dirige las reacciones químicas que generan el fortalecimiento de las conexiones , tanto las de corta como las de larga duración. Trataremos de explicar este proceso (fig.3.20.). En la LTP temprana el calcio actúa de inmediato sobre proteínas ya existentes en la células .la llave para este proceso son las enzimas conocidas como “proteínascinasas”, que activan proteínas específicas. El trabajo de las cinasas es fosforilar ciertas proteínas, esto quiere decir, añadir un grupo fosfato a estas proteínas. Esta fosforilacion lleva a esta proteínas a pasar de un estado pasivo a un estado activo.

Una de las tareas m as importantes realizadas por estas cinasas en la LTP temprana parece ser así esa fosforilacion de los receptores AMPA. por ello, después de la actividad de estas cinasas va a haber más receptores AMPA activos para ligar al Glutamato, generando un aumento en la respuesta , como decíamos al inicio de nuestra explicación ,sensibilizando la neurona a este tipo de transmisión y aumentando así la eficiencia de la conexión. La creación de la LTP tardía implica procesos aún más complejos, como su nombre lo indica, y más duraderos, como son el proceso de memoria a largo plazo, e implica, como señalábamos, la formación de nuevas proteínas. Uno de los pasos clave en este proceso también es la activación de las cinasas :”calcio calmodulín cinasa” (CCK) ,” la proteína cinasa A (PKA) “ y la “MAPO cinasa “ (MAPK) . Esta activación alcanza al núcleo de la célula .Una vez ahí activa una proteína llamada CREB, que es un factor de transcripción genético es activar genes específicos que elaboran nuevas proteínas que favorecen el desarrollo de la célula ( que dé como veremos , son distintos según el tipo de neurona) y la producción de nuevos neurotransmisores , mismos que viajan de nuevo al lugar de las sinapsis que iniciaron el proceso y así estabilizan y fortalecen e la conexión de una manera más duradera ( fig. 3.21.) El anterior es un proceso tan coordinado que permite que la actividad plástica que genera la LTP y que ocurre fuera , en las dendritas , incida también en la actualización de los genes que fabrican proteínas , aunque estén localizadas lejos en el núcleo.

¿Cómo es que las proteínas elaboradas en el cuerpo celular saben cuál de las múltiples sinapsis de la neurona fue la que originalmente inicio la síntesis de proteínas y a cuál de las sinapsis deben viajar? Algunos estudios recientes han ayudado a esclarecer el misterio (fig.3.22).

Parece ser que las sinapsis que están activas, de alguna manera son marcadas y solo las sinapsis que han sido marcadas durante la actividad por los primeros mensajeros son las que pueden usar las nuevas proteínas para estabilizar la conexión. Habiendo explicado de manera muy simplificada estos complejos fenómenos podríamos preguntarnos: ¿cuáles son las vías que siguen estos procesos para el fortalecimiento de una conexión? Desde un primer momento parece lógico hablar de que diferencias sustanciales si se trata de fortalecer conexiones ya existentes o si se trata más bien de generar nuevas conexiones. En general, encontramos dos caminos que corresponden a los fenómenos de LKTP de cortas y larga duración: 1 .La estabilización de las conexiones sinápticas existentes. En este caso la trasmisión entre las mismas es facilitada generando mayor número de receptores AMPA disponibles , así el glutamato liberado en la conexión tendrá mayor efecto .pero también puede suceder que por medio de un mensajero retrogrado se envié información también hacia atrás ( a la célula presinaptica) para que esta a su vez produzca una mayor liberación del neurotransmisor , en este caso el glutamato , de esta manera se incrementa la eficiencia de la conexión sináptica existente (fig.3.23).

2._ Mediante la liberación de factores tróficos, nuestro grandes aliados para la reparación neuronal .estas neurotrofinas, que como habíamos dicho son proteínas que favorecen el crecimiento neuronal (creación de dendritas) y la sinaptogenesis. Se ha demostrado que la LTP permite la formación de nuevas conexiones a través de la acción de estas neurotrofinas. Estas neurotrofinas son liberadas desde la células postsinaptica cuando está activa; son entonces tomadas por la célula presinaptica , que estaba también activa , y fortalecen la terminal para que broten nuevas ramas y se formen nuevas conexiones sinápticas. La disponibilidad demás conexiones sinápticas significara que cuando se presente un nuevo potencial de acción, bajando por el axón, tendrá un mayor efecto, ya que existirá un Mayor número de lugares (ramas) en donde liberar el neurotransmisor y más lugares postsinapticos con los cuales ligarse. Son múltiples los trabajos que se han encargado de investigar el papel del glutamato en la generación de la LTP, el aprendizaje y la plasticidad neuronal a partir del proceso de generación de nuevas proteínas. El primero de ellos fue el de Morris R.Lynch Gary Y cols. (1992). estos destacados investigadores bloquearon los receptores NMDA en el cerebro de ratas ,dejando libres los receptores AMPA, así pudieron darse cuenta de que existían serias dificultades en las ratas cuyos receptores habían sido bloqueados para tareas de aprendizaje , como la localización de una plataforma sumergida en agua .el proceso es tan complejo e interesante que permite enfocarse en distintos componentes del mismo. Otras investigaciones se han centrado en las otras moléculas implicadas en este proceso, como serían las cinasas o el CREB. Estos

importantes y dedicados estudios han ido aclarando este mecanismo complejo. Hay distintos tipos de LTP, unos implican la participación de los receptores NMDA, otros no; algunos implican las reglas de plasticidad hebbiana y una serie de fenómenos complejos que no podemos estudiar aquí. El objetivo de esta breve explicación es ejemplificar algunos mecanismos implícitos en la plasticidad para poder entender más adelante cómo funcionan los factores tróficos y su participación tanto en el proceso natural de desarrollo y aprendizaje , como en la reparación neuronal , y poder así sentar las bases que permitan entender lo poderosas que pueden ser estas herramientas para el tratamiento de diversos problemas neurofuncionales. En esta gestación de conexiones existe un proceso funcional básico que nos permite solidificar la actividad neuronal gestada durante el día : el sueño .parece ser que el sueño desempeña un papel muy importante en la estructura y organización de la información recibida durante el día. Durante el sueño la actividad del hipocampo reactiva los patrones de actividad en la corteza que se dieron durante la experiencia , quizá para llevar los nuevos aprendizajes hacia memorias de larga duración (Paterson,1998). Al parecer la corteza que procesa la información sensorial de una nieva experiencia la envía al hipocampo , que inicia el registro ( guarda el patrón de encendido ) durante el sueño y provoca la repetición y consolidación del patrón generado por la experiencia , sobre todo durante la etapa REM (“Rapid Eye Movement”) , que es la fase cuando estamos soñando y que se caracteriza por un movimiento rápido de los ojos , como su nombre lo indica. Durante esta etapa del sueño hay una comunicación entre la amígdala, el giro anterior del cíngulo y los lóbulos occipitales. Los dos primeros tienen que ver con el otorgar significado emocional a los recuerdos y los sueños. Desarrollo neurológico Después de lo expuesto en relación con la formación de las LTP, en especial las de larga duración , podemos entender por qué los patronees de “ encendido” que generan comportamientos o pensamientos útiles para el organismo ,se “ archivan” de forma permanente a través de la repetición , en tanto que los que no son útiles van desapareciendo , coincidiendo en esta conclusión con el darwinismo neurológico ; pero defiriendo cuando hemos señalado la posibilidad de generar conexiones antes inexistentes. En el momento del nacimiento existen enormes áreas del cerebro , sobretodo de la corteza cerebral , que no está funcionando , como demuestran estudios de neuroimagen PET( tomografía de emisión de positrones ) (Carter ,1999) .las áreas más activas en ese momento

son aquellas que tienen que ver con la regulación corporal(tallo cerebral), sensaciones (tálamo ) y movimientos(cerebelo ) (Carter , 1999). También es cierto, según afirman los darwinistas, que en el momento de nacer tenemos mucho más neuronas, que las que finalmente utilizaremos. Estas neuronas son “podadas” según avanza nuestro desarrollo para hacer más eficiente el sistema. Este proceso de muestre natural, propia del proceso de maduración, se llama apoptosis. Por tanto el desarrollo neuronal no solo implicara la generación de nuevas conexiones, sino también la eliminación de conexiones no necesarias y que restan eficiencia al sistema. Durante el desarrollo embrional cada neurona tiene que encontrar su lugar y desarrollar sus conexiones para poder subsistir .aquellas que no se conectan , desaparecen .existen diversas pruebas palpables del hecho de que nuestro “cableado” interno no está terminado al nacer. La serie de funciones cognitivas y motrices que se irán desarrollando tienen que ver con la generación de estas conexiones. Otro hecho palpable del mismo fenómeno lo constituye la manera en que los bebes manifiestan sus emociones .el dramatismo en estas expresiones se debe a que las áreas del cerebro , que en los adultos ya están conectadas a las áreas que posibilitan la experimentación consciente de las emociones , aún no están activas en los bebes: pero además , a que existen conexiones neuronales excesivas que irán desapareciendo con el tiempo , es decir , se irán podando y disminuirán la intensidad de tales reacciones. Conforme el pequeño va creciendo la mielinizacion (cobertura de mielina de los axones que permite al impulso nervioso viajar con mayor rapidez) permite además que más áreas del cerebro se encuentren conectadas. Las diferentes áreas de la corteza se van activando cada vez más y de manera más eficiente. La corteza parietal empieza a funcionar relativamente rápido, y así lo bebes empiezan a percatarse de las cualidades del mundo que los rodea .entre estos estímulos, la “Gestalt” del rostro tienen un Lugar preponderante, por eso el reconocimiento facial, como estructura, es uno de los primeros organizadores en el desarrollo que se presenta alrededor de los tres meses de edad (Spitz, 1965). El lóbulo frontal empieza a tener algún desarrollo de la parte ejecutiva (de coordinación) desde las primeras etapas , aunque tiene un largo camino por recorrer ,pues es una de las áreas que , como veremos ,sigue desarrollándose durante un largo periodo , alcanzando incluso hasta la edad adulta .sin embargo ,desde este momento empieza a dar “sus primeros pasos “ y a tener un inicial e incipiente control sobre el sistema límbico en experiencias tan sencillas como

puede ser el hecho de que al ofrecerle a un bebe dos juguetes pueda elegir uno en lugar de querer alcanzar ambos a la vez, este es el inicio del funcionamiento de la capacidad ejecutiva y los primeros ejercicios de nuestra capacidad de decisión (Carter,1999). El desarrollo del lenguaje en los lóbulos temporales, sobre todo el izquierdo, empieza a darse alrededor de los 18 meses. Más o menos al mismo tiempo que las áreas del lenguajes empiezan a estar activas se da una importante mielinizacion en la corteza prefrontal que permite al pequeño desarrollar la autoconciencia y la percepción de un “ejecutor interno” . Estamos frente al nacimiento del yo. En este sentido resulta de particular interés el estudio que hace Fonagy (2002) respecto al proceso de creciente conciencia de la existencia de la vida mental propia y también, poco a poco, de la de los otros, desde una perspectiva que a partir de la visión psicológica, nos permite observar estos mismos fenómenos de desarrollo neuronal mediante las implicaciones relacionales del progresivo desarrollo de estas funciones. Algunas áreas se llevan mucho tiempo para madurar, como la formación reticular, que desempeña un papel esencial en el mantenimiento de la atención, función que parece no estar desarrollada por completo sino hasta después de la pubertad. Otra de estas áreas que requieren mucho tiempo para su proceso de desarrollo son los lóbulos temporales , que están relacionado con la conducta emocional y con el lenguaje ,.la posibilidad de verbalizar estados de ánimo ,deseos e inquietudes disminuye la impulsividad ,quizá por eso los psicólogos sabemos bien que en un proceso psicoterapéuticos el aumento de la verbalización reflexiva irá de la mano con la disminución de la actuación impulsiva. Los lóbulos temporales no están totalmente mielinizados sino hasta la adultez, por ello los adultos jóvenes son más impulsivos y emocionales que los más viejos (Carter, 1999). Lo verdaderamente maravilloso de esta visión es que , si no es cierto que existen periodos en los que el desarrollo se expresa naturalmente y con solo cierta estimulación , siempre hay la posibilidad de seguir trabajando por nuestro desarrollo neuronal. En la medida que mantengamos activo nuestro cerebro es más factible que enfrentemos el natural procesos de deterioro de la vejez con mayores herramientas y lo logreemos contrarrestar sus efectos. Neurogenesis La neurogenesis se refiere al nacimiento de nuevas neuronas. Durante mucho tiempo se pensó que esto no era posible; sin embargo, varias investigaciones han demostrado lo contrario. Por eso citamos a un importante número de valientes investigadores que además de

brillantes se han tenido a cuestionar preceptos que parecían inamovibles. El nacimiento de nuevas neuronas es un hecho factible y observable en el cerebro de distintos de res vivos: aves, roedores, primates e incluso en el hombre (Gould, Reeves, Graziano y Gross, 1999); Gould, Tanapat, Hastings y Shors, 1999). Otras investigaciones, como las de Fernando Nottebohm y Bruce McEwen, de la universidad Rockefeller, han demostrado que hay generación de neuronas en algunas áreas del cerebro, aunque en pequeñas cantidad. Los trabajos del grupo de Gross (2000) han demostrado también que los humanos conservan su capacidad de crear nuevas neuronas en áreas como el hipocampo, la amígdala y la corteza cerebral. Son tanto los trabajos que han sustentado esta afirmación que se vuelve poco práctico citarlos aquí; no obstante, al final del capítulo, en la bibliografía, el lector interesado puede encontrar un buen número de fuentes de información a las cuales puede remitirse. El estudio de la neurogenesis no solo implica demostrar que este fenómeno es posible, sino entender el proceso que sigue la neurona desde sus células precursoras hasta su ubicación como neurona madura. Debido a que las neuronas no se dividen para reproducirse, como sucede con las otras células del cuerpo, los mecanismos para la generación de nuevas neuronas son muy específicos y se relacionan con procesos genéticos también muy especiales. Las neuronas tienen que generarse ,migrar ,llegar al sitio adulto ,y ahí deben crecer y conectarse ,seleccionar con quien se conectan ,es decir ,tienen que diferenciarse (saber “de que familia son “ , “cuál es el neurotransmisor con el que trabajan y producen”) para finalmente crecer y formar las sinapsis específicas que les permitirán trasmitir la información correspondiente. La diferenciación implica mucho eventos, los cuales se encuentran registrados en programas genéticos archivados en múltiples genes, que se reactualizan y activan cuando tenemos que aprender algo o reparar algo. Es decir, si bien existen estos programas de manera genética, muchos de ellos requieren la presencia de ciertos estímulos ambientales para “echarse a andar”. Para formarnos una ligera idea de lo complejo que es este proceso, echemos un pequeño vistazo al desarrollo neural durante el periodo embrional. Sabemos que el desarrollo del cerebro comienza en el ectodermo, que junto con el mesodermo y endodermo constituyen las tres partes principales del embrión. En el pico de la producción neuronal, durante el desarrollo fetal se llegan a producir hasta 250 000 neuronas por minuto (LeDoux ,2002), estas neuronas tienen que diferenciarse (diferenciación celular).

Hay muchas teorías que explican que hace que una neurona se convierta en un tipo de neurona. Veamos algunos aspectos generales de este complejo proceso. En el cerebro encontramos, como hemos visto, diversos tipos de neuronas. poco tiempo después de su nacimiento , y durante el periodo de desarrollo embrional ,las neuronas inician n proceso de segregación que las lleva a encontrar su lugar en el cerebro anterior, el cerebro medio o el cerebro posterior, tomando así diferentes territorios en el tubo neural. Esta segregación está bajo el control directo de un grupo de genes llamados “homeoticos”, que generan las proteínas que controlan la localización de las células, proveyendo límites y barreras que guían y restringen el movimiento celular, aportando también superficies adhesivas que ayudan a las células a agruparse. Las células gliales, de las que hablábamos en incisos anteriores, tienen un lugar importante en el proceso de migración celular a través de la construcción de una especie de rutas o caminos que ayudan a las neuronas a llegar a su sitio. Las neuronas segregadas se van diferenciando, lo que significa que pueden tomar diferentes formas y tamaños y, por último, estas neuronas diferentes terminan transmitiendo también diferentes neurotransmisores y moduladores. La diferenciación está bajo control genético, pero no es, como decíamos antes, estrictamente y solamente un proceso genético. existen estudios que han demostrado que , por ejemplo , si células de una región del cerebro son trasplantadas a otra región en el cerebro de otro animal , antes de su diferenciación , estas toman las características esperadas para la región de las celular de la región del cerebro al que han sido trasplantadas (donde finalmente se encuentran ahora , influidas por el “ambiente químico” extracelular ) y no en razón del lugar que ocupa en el donador. Factores químicos del ambiente local parecen determinar , en último momento , el tipo de célula que se expresara .sin embargo ,este cambio solo puede ocurrir en células muy jóvenes , indicando que una vez que las celular se ha diferenciado totalmente , su destino está marcado (Rakic ,1995). Las implicaciones de este descubrimiento son muy importantes ya que plantean que el tipo de células no está única y rígidamente determinado por los genes, y que la conformación de una neurona está bastante influida por el ambiente químico local que rodea a la célula y no al ambiente extremo al organismo como tal. Estos descubrimientos tienen importantes implicaciones a nivel de la comprensión de los fenómenos que se presentan en los procesos de plasticidad neuronal, plasticidad que buscamos favorecer si perseguimos la reparación de algún tipo de circuito neuronal (LeDoux, 2002). Para llevar a cabo esta reparación requeriríamos un banco de células madre que pueda evolucionar hacia distintos tipos neuronales, debido a que aún no se encuentran lo bastante diferenciadas. Descubrimientos

recientes de estudios con células madre muestran que estas células aún existen después del nacimiento e, incluso, en la edad adulta, en distinto lugares del cuerpo humano (Scheffles y cols., 1999). Habría entonces que buscar el proceso mediante el cual podemos favorecer la activación de estos bancos de células madre para poder ser utilizadas con fines terapéuticos. Pero antes convendría hablar un poco sobre estas células. ¿Que son las células madre? La célula madre es una célula que tiene la habilidad de replicarse a sí misma infinidad de veces, y al mismo tiempo puede diferenciarse en distintos tipos de células (fig.3.24).

Son células totalmente indiferenciadas que participa n de manera central en la generación y desarrollo de un nuevo organismo. a través de diversas investigaciones se ha podido demostrar la capacidad que tienen estas células de diferenciación totipotente , es decir , de dar origen a diversidad de células en diversidad de tejido (Schefftles y cols., 1999; Jacobson , 1993; Johansson , Momma ,Clarke,Reisling, Lendhal y Frisen ,1999). La célula madre por excelencia es el homocigoto o “huevo fecundado”, a partir de la cual se inicia el desarrollo de todo organismo. Durante el desarrollo embrional las células madre están generándose en cantidades muy importantes el algunas regiones de la placenta y el cordón umbilical , y están migrando al feto , ya que el cordón umbilical y la placenta son parte del feto. Estas células son una fuente muy importante para que el feto se esté generando, y siga desarrollándose (fig.3.25).

Las células madre se dirigen a toda una serie de lugares , y cuando se acaba el cordón umbilical y la placenta , es decir , en el desarrollo posnatal , quedan bancos de células madre en muchos lugares del cuerpo. Se ha demostrado que existen un banco de las mismas en la medula ósea, pero también en otros lugares, como en el cerebro, el riñón, el hígado y en muchas otras regiones, por ejemplo, en los capilares del páncreas. Por tanto en el adulto podemos encontrar bancos de células madre que pueden ayudar a la reparación de distintos tejidos, pero estas se encuentran ya algo avanzadas en su camino de diferenciación. Esto quiere decir que sus opciones de diferenciación se han reducido a determinados grupos de células. No son totalmente pluripotentes, aunque aún poseen cierta flexibilidad para seguir por distintos caminos y pueden utilizarse de manera terapéutica. Ya no son iguales , por ejemplo las células madre del cerebro que las del hígado ni las del riñón ,todas tienen pasos de diferenciación .sin embargo , dentro de un rango de posibilidades , tienen la capacidad de dar origen a diferentes células del tipo de tejidos relacionados y de reproducirse , lo cual es en especial importante en relación con la neurona, que ha perdido esta capacidad reproductora .Así ,la posibilidad de generar nuevas neuronas está en relación con la posibilidad de activar estos bancos de células madre y propiciar su diferenciación .Para ello contamos con la ayuda de los distintos factores tróficos , de los cuales algunos estimulan estos bancos de células madre, otras favorecen el crecimiento y conexión de algunas neuronas, otros la migración ,etcétera.

Las células madre pueden ser, según su capacidad de desarrollar distintas células, en:  Totipotentes: la célula madre totipotencial es esencialmente el huevo fertilizado (cigoto). Esta célula puede dar origen a cualquier tipo de célula del organismo.  Pluripotente: estas células madre provienen de la masa interna del blastocito; las células madre pluripotentes pueden dar lugar a las células que derivan de cualquiera de las tres capas del embrión (ectodermo, mesodermo y endodermo.)  Unipotentes: estas células se encuentran con frecuencia en los tejidos diferenciados adultos y están presentes durante la vida de ese organismo. Se derivan de zonas como l interior del hueso, la corriente sanguínea, la córnea / retina del ojo, la pulpa dental, el hígado, la piel, el tracto intestinal, los músculos y el páncreas. Estas células tienen una capacidad restringida de diferenciarse como puede apreciarse en la figura 3.26 (Zammit y cols ., 2001)

Y es que en el proceso embriológico cada una de las capas del embrión (ectodermo, mesodermo y endodermo) da origen a distintos tejidos y distintos órganos, como se puede apreciar en la figura 3.27.

En relación con las células madre del cerebro sucede también lo mismo .las progenitoras neuronales pueden dar origen a solo a células del sistema nervioso (neuronas o células gliales). Estas precursoras neuronales tienen una capacidad de reproducción enorme, capacidad que las neuronas ya diferenciadas pierden. Estas progenitoras neuronales son la base de la neurogenesis .hoy día es un hecho probado a través de múltiples investigaciones la existencia de estas precursoras, que constituyen la fuente de generación de nuevas neuronas (Paterson, 1998). Estas precursoras neuronales han sido llamadas células madre neurales y células progenitoras neuronales, y son aquellas células del SNC con capacidad para proliferar, pero que están restringidas a dar origen a las células propias del sistema nervioso, como neuronas, células gliales o ambas. Estas celular se convierten en neuroblastos, que son las células vigentes ya en proceso de convertirse en futuras neuronas. Llevan implícito un cierto grado de ambigüedad o imprecisión (Jacobson, 1993). El sufijo”blasto” significa capacidad de crecimiento y división, pero estas ya iniciaron el proceso de diferenciación neuronal (Lu y Cols., 2000) (véase fig.3.28).

Hay evidencias de que los neuroblastos ya no son exactamente iguales. Tiene cierta línea y cierta tendencia a ser un tipo de neurona. Frente a un macroblasto tenemos ciertas restricciones para poder reparar un tejido neuronal. requerimos que no haya alcanzado determinado nivel de desarrollo para que podamos utilizarlo con mayor libertad en la relación de distintos tipos de circuitos neuronales. Podemos concluir entonces que si bien la neurogenesis es posible en el periodo posnatal, esta neurogenesis y en esto la postura clásica tenía razón no proviene de la división celular de la neurona. Pero como decíamos al inicio , la plasticidad implica muchos fenómenos , y no solo la generación de neuronas , a fin de cuentas requerimos que esta neurona se convierta en el tipo de neurona que necesitamos ,migre hasta su lugar de conexión y genere nuevas sinapsis. Para la diferenciación de los neuroblastos influyen muchos factores: las hormonas, las células gliales, el lugar donde se ubica la neurona y los factores tróficos. Dentro de estos, puede decirse que los factores tróficos son los diferenciadores más importantes, así como estos tróficos estimulantes para el desarrollo y conexión neuronales, de ahí que nuestro trabajo terapéutico utilice factores tróficos para estimular tanto la activación de los bancos de células madre existentes, así como la migración , crecimiento ,diferenciación y conexión neural ,para favorecer la reparación de distintos circuitos neuronales. Es importante aclarar que los factores tróficos no solo ayudan a la diferenciación celular de las neuronas, sino también a la de distintos tejidos. Son un importante elemento en el desarrollo del organismo incluso son responsables del fenotipo durante la embrido y organogénesis .Sin embargo , aquí solo mencionaremos el papel de

algunos de ellos para la diferenciación y el desarrollo de ciertos tipos de neuronas , por ser nuestro tema de estudio (fig.3.29).

Para la diferenciación y desarrollo neuronal requerimos , al lado de la célula madre ( en este caso neuroblasto) , la proteína que activa la información genética del tipo de neurona en que queremos que se convierta .esta información la aportan los factores tróficos ,los que también favorecen el crecimiento , desarrollo y sinaptogenesis. conocimiento abre opciones sin precedentes para el tratamiento de muchas enfermedades y padecimientos , y nos lleva a entender de una manera muy distinta el proceso de desarrollo neuronal. La comprensión que alcancemos a tener sobre estos intrincados procesos nos ayudara a poder favorecerlos , pero para eso , al igual que las neuronas ,necesitamos trabajar en equipo y colaborar , pues es tan compleja la tarea por realizar que requerimos , como el cerebro ,muchas conexión es trabajando en armonía. Las aportaciones de distintos grupos de investigadores y en diversos campos, que van desde las ciencias de bioquímica molecular hasta las que estudian el comportamiento, son en verdad importantes.

FACTORES TRÓFICOS

Los factores tróficos son un grupo de moléculas que son responsables, entre otras , de la diferenciación celular del organismo .dentro de esta diferenciación celular también están encargadas de favorecer la diferenciación neuronal prenatal y el desarrollo y crecimiento neuronales. Intervienen en los diversos fenómenos de plasticidad neuronal prenatal (cuando se está formando el cerebro) y posnatal (fenómenos de aprendizaje, LTP, sinaptogenisis, etc.)(Durany y cols., 2001). Las neurotrofinas o factores tróficos son una familia de pequeñas proteínas básicas ( de alrededor de 13 kDa) .estas proteínas interactúan fuertemente con el sistema de neurotransmisores ,tanto en el desarrollo neuronal como en ,os eventos de plasticidad , por lo que el funcionamiento de estas pequeñas moléculas , así como sus interacciones , son muy complejos. Se unen con gran afinidad a las familias de receptores de la tirosina cinasa, de las cuales ya hablamos en la explicación de la LTP. Estas proteínas desempeñan un papel central en los eventos de plasticidad neuronal. La distribución topográfica de los factores tróficos individuales y de sus receptores es muy variada y además puede tener enormes variaciones durante el curso del desarrollo neural. Estas importantes moléculas han ido cobrando importancia en las investigaciones y hoy día encontramos un gran cumulo de las mismas. Hace algunas décadas se descubrió el prototipo de las sustancias neurotroficas al que se denominó factor de crecimiento nervioso (NGF).fue descubierto por la neurobióloga italiana Rita Levi Montalcini (1983) y su colega estadounidense Stnaley Cohen (1983). Ambos recibieron el premio nobel de medicina al explicar la participación de este factor en el desarrollo del sistema nervioso simpático. Poco a poco se fueron descubriendo y aislando más factores tróficos, así como estudiando su función en las áreas de plasticidad neuronal. El tema se ha convertido en un lugar común de destacados investigadores y estudiosos de las neurociencias ,como señalan brailowsky,Stein y Will( 1992,p.108): En los últimos años , buena parte de las investigaciones se ha dedicado a la identificación de los factores producidos por el sistema nervioso que facilitan la reparación de las neuronas dañadas la mayor parte de las sustancias identificadas hasta hoy son proteínas que estimulan el crecimiento y guíen hacia blancos a las fibras nerviosas en regeneración : estas sustancias se denominan neurotrofica. Así desde hace más de 20 años han existido investigadores destacados en las neurociencias que ya habían vislumbrado su probable papel en la terapéutica actual , aunque en ese entonces no

encontraron la apertura que hoy día se ha venido dando gracias al camino abierto por estos pioneros . Ya desde 1990 Brailowsky, Stein y Will afirmaban: Los factores neurotroficos podrían desempeñar un papel decisivo en la sobrevivencia de las neuronas y en definitiva, en la restauración de las funciones del comportamiento (1992, p.109). Estudios recientes , algunos de los cuales serán abordados en los distintos capítulos de este libro , han encontrado una importante relación entre fallas en el funcionamiento de estos factores tróficos en el proceso de desarrollo y distintas patologías o dificultades .es decir , se ha detectado que una falla en la expresión de determinado factor puede influir en problemas en el desarrollo de determinadas circuitos o tipos de neuronas , con implicaciones importantes en el funcionamiento cerebral (Durany y cols,2001). No hay una sola explicación para estas fallas, ya que parecen existir diferentes etiologías que causan alteraciones en el funcionamiento de estos factores. Estas pueden ser infecciosas, genéticas o traumatológicas, y sus implicaciones a nivel de desarrollo neurológico son muy importantes. Estas alteraciones en el funcionamiento de dicho factores tróficos parecen estar relacionados , entre otras cosas , con alteraciones morfológicas y funcionales de la corteza cerebral , en padecimientos como la esquizofrenia y otras enfermedades , ya que generan una inapropiada conectividad y en consecuencia fallas importantes en el funcionamiento cerebral (Durany y cols ,2001). En experimentos hechos con ratones en los que se manipula a nivel genético la expresión de alguno de estos factores o de sus receptores se han observado distintos problemas funcionales , según el tipo de factor o receptor que se esté manipulando , que en algunos casos incluso impiden la supervivencia más allá de cierto momento de la gestación. Las variaciones dentro de los resultados son innumerables , debido a que son mucho los factores que intervienen , de hecho algunos de ellos presentan como familias conformadas por elementos , que si bien son semejantes ,difieren en su tarea específica .por ejemplo ,mientras el FGF2(factor de crecimiento fibroblastico 2 ) es indispensable para la proliferación neuronal y la densidad en distintas áreas cerebrales , no lo es para la supervivencia .tiene, sin embargo , un papel central en el crecimiento y desarrollo neuronal ; por tanto el ratón con falta de FGF2(ratón knockout) mostrar más perdida de neuronas en la adultez , aunque será capaz de sobrevivir. Sin embargo, hay otros factores tróficos, dentro de esta familia, que son esenciales en la supervivencia. Para darnos una ligera idea de las variedad funciones de cada uno de estos factores puede desempeñar , así como la de sus receptores

digamos que mientras algunos son indispensables para ciertos aspectos del desarrollo neuronal .Otros lo son para la proliferación o la migración de ciertas neuronas . Otros para la neurogenesis y algunos desempeñan papeles específicos en determinados momentos del desarrollo gestacional, mientras que otros son indispensables para la supervivencia en los estados posnatales del desarrollo. Y como es lógico pensar estos factores tienen papeles indispensables en la gestación y mantenimiento de la vida , no solo a nivel del sistema nervioso ,sino de todo nuestro organismo , y ciertamente algunos de los factores relacionados con el desarrollo neuronal también estarán relacionados con el desarrollo de otros tejidos. Dado nuestro tema de estudio solo hablaremos de aspectos relacionados con el neurodesarrollo y solo tomaremos algunos ejemplos. Al final del capítulo se remite al lector a una importante cantidad de fuentes donde puede profundizar en los interesantes hallazgos alrededor del tema. Como puede apreciarse , son muchas y muy especializadas las tareas que cada uno de los factores ponen en marcha , por fortuna hay mucho estudios tratando de descifrar estas funciones tan importantes . Todos estos descubrimientos nos llevan a afirmar, sin lugar a dudas:  

La posibilidad real de favorecer la neurogenesis. La existencia de la opción terapéutica de intervenir en la reparación de tejido neuronales de manera específica , es decir , favoreciendo un tipo de desarrollo neuronal.

Para poder utilizar esta capacidad terapéutica es muy importante entender cómo funcionan estos factores, con qué tipo de neuronas están relacionadas, como favorecen su desarrollo y su crecimiento, con que neuromoduladores y neurotransmisores interactúan y de qué manera. Hay muchas preguntas por resolver , pero también existen ya importantes respuestas que pueden utilizarse con grandes beneficios para quienes enfrentan algún padecimiento neurológico. El carácter del presente texto no permite abordar temas de alto nivel de especialización de biología molecular .ya se encuentra en proceso un texto en donde uno de los autores de este libro (Agilar Cobos) desarrolla a fono los complejos mecanismos implicados en estos procesos . Baste aquí con dar una rápida ojeada, aunque no deja de ser interesante, a algunos de los principales factores tróficos con los que venimos trabaja en los capitulo subsiguientes iremos dando datos acerca de su aplicación en casos concretos.

¿De dónde se obtienen? Tratándose de un material celular la fuente de recursos más factible, por el momento, la constituyen un organismo lo bastante semejante al nuestro como para ser compatible. Podemos encontrar diversas fuentes de estas proteínas en diversos tejidos. el grupo de investigadores que ha trabajado en torno a la aplicación de estos factores en los trabajo que iremos describiendo a lo largo del libro han utilizado diversos tejidos .algunos de estos factores han sido aislados de tejido derivados del mesodermo y neuroectodermo , incluyendo al cerebro ,hipófisis ,retina, cuerpo lúteo ,glándula adrenal ,riñón ,placenta , próstata ,timo,hueso,sistema inmunológico (macrófagos y monocitos),etc. Aunque podríamos decir, en términos generales , que en nuestro grupo específico (IINEDEC ,Instituto de investigación en Neuroplasticidad y Desarrollo celular ) se ha utilizado el cerebro fetal bovino como principal fuente de estas proteínas ( Aguilar y cols., 1993). Los métodos para la observación de los mismos son la centrifugación y división por peso molecular .el hecho de poder ser utilizados sin que haya una reacción alérgica importante se relaciona con el peso molecular tan pequeño de estas proteínas (Aguilar ,2004). Veamos algunas características der estas familias de proteínas.

HGF (Hepatocyte Growth factor) El HGF es un factor de crecimiento que es vital para el desarrollo y la regresaron de mucho tejido .muchas de las funciones del HGF son mediadas por la activación de su único receptor: tirosina cinasa (c-Met). Para observar algunas de las funciones que este factor desempeña en el desarrollo neuronal un grupo de investigadores ( sun,Woong,Funakoskhi,Hiroshi,Toshikazu y Nakamura ,20012) diseñaron experimentos en los que , a través de mutaciones genéticas , produjeron ratones que carecían de los genes que codifican para la producción de HGF o bien para la de su receptor ,observando que la falta de HGF o de los genes que permiten la síntesis de su receptor (cMet) resultaban en la muerte del embrión en la etapa E14. Otros ratones que si bien no carecían de HGF ni de su receptor , pero, pero en los cuales se produjo la mutación del activado del receptor , aunque podían sobrevivir hasta un temprano periodo posnatal ,presentaban deficiencias a nivel del sistema nervioso

sensorial , simpático y motor y morían al poco tiempo (Sun y cols 2002). Esto nos ilustra la importancia que tiene este factor para un adecuado funcionamiento neuronal e incluso para posibilitar la supervivencia. Los autores pensaron que tal vez el HGF estaba implicado en la producción de nuevas neuronas y que podían favorecer la proliferación de las células. Apoyaron esta hipótesis en el hecho de la cantidad significativa de receptores del HGF que observaron en el tejido epitelial neural , pero no encontraron evidencia que les permitiera sostener esta afirmación. . Lo que sí pudieron demostrar, por otro lado, fue el papel del HGF en la migración neuronal de tipo tangencial. Para ello tomaron cortes de la corteza cerebral de embriones de ratas y la pusieron en un gel de colágeno, aplicándole HGF .Dos días más Tarde un gran número de neuronas habían migrado, en comparación con las neuronas del cultivo control. Es importante señalar también que aquellas neuronas que recibieron HGF observaron una tendencia a extender sus neuritas (Prolongaciones: axones y dendritas). También se observó que el HGF era un elemento importante para la supervivencia de diferentes tipos de neuronas: las neuronas dopaminergicas, células granulares cerebrales y las neuronas hipocampicas. De manera muy importante influía en especial en la migración. Y desarrollo de neuronas gabaergicas. En los siguientes capítulos analizaremos la importante función que estas neuronas desempeñan para el filtrado de información y veremos cómo fallas en su funcionamiento pueden generar importantes problemas de ansiedad , bipolaridad e incluso esquizofrenia , de ahí que la utilización de este factor sea una interesante herramienta para las personas que deben enfrentar alguno de estos padecimientos. El HGF también funciono como promotor del crecimiento neurótico para las neuronas corticales ,lo cual tiene implicaciones terapéuticas de gran trascendencia ,pues este crecimiento es un vehículo muy importante para favorecer nuevas conexiones. BDNF(brain derived nerotrophic factor ) El BDNF es una neurotrofina que desempaña diversas y complejas funciones en relación con la neuroplasticidad favoreciendo la supervivencia de las neuronas existentes y estimulando el crecimiento y diferenciación de nuevas neuronas así como las sinapsis. Se

encuentra activo en diversas regiones del organismo , no solo en el cerebro(riñones ,retina,motoneuronas y próstata), desempeñando distintos papeles , sin embargo en el hipocampo tiene un importante papel relacionado con la neurogenesis(Hoffer,1988; Paterson, 1988). A pesar de que la mayoría de las neuronas del cerebro mamífero se forman , como decíamos , prenatalmente , algunas partes del cerebro retienen la habilidad para hacer crecer nuevas neuronas a partir de las células madre neurales en el proceso del que ya hemos hablado llamado neurogenesis. El BNDNF es una de las neurotrofinas más activas en este proceso (Li y cols. 2005). El BDNF es un factor muy interesante porque permite , de manera evidente , observar las interacciones entre las experiencias que se tienen en determinado ambiente y la construcción de redes neuronales ,poniendo sobre la mesa y a plena luz la naturaleza hibrida de nuestro cerebro. Como veremos en el capítulo 5 , es un factor cuya expresión baja ante situaciones de depravación materna (Roceri, 2002) , con toda la carencia afectiva que esto representa , pero también presenta problemas para expresarse cuando nos encontramos en ambientes de crianza que proveen poca estimulación sensorial ., es decir ,se da una baja en su expresión ante situaciones de aprendizaje empobrecidas(Johnson y cols,1999). Gullin y cols (2001) demostraron que el BDNF está asociado con la expresión del receptor dopaminergico D3 en el núcleo acumbeo ( que como veremos en la adultez . asimismo el BDNF estimula la expresión de este mismo receptor D3 en el estriado (ganglios basales). Lyons y cols. (1999) por su parte demostraron la relación del BDNF con el desarrollo adecuado de las neuronas serotoninergicas. A través de un experimento con ratones en que , por manipulación genética , se disminuyó la expresión del BDNF ( ratones heterocigotos +/-) se observó que este grupo de ratones mostraron un importante déficit tanto en número como en funcionamiento en las neuronas serotoninergicas centrales en la adultez temprana , así como un deterioro estructural de estas neuronas en edad avanzada . estas anormalidades incluyeron una inadecuada secreción serotoninergica así como también una inadecuada expresión de receptores serotoninergicos en la corteza frontal , en el hipocampo y en el hipotálamo . Estos ratones también mostraron conductas anormales, como aumento en la agresividad e hiperfagia. Concluyeron que el BDNF

era un elemento esencial para el buen desarrollo serotoninergico. Estudios posteriores han profundizado aún más en la diversa función que el BDNF desempeña (Berton y cols .,2006) llegando a la conclusión de que el BDNF puede tener diferente funciones , incluso opuestas , dependiendo del circuito neural en cuestión. Estudios recientes (Nieves Pereira y cols., 2005), han estudiado la relación entre la disfunción en la expresión de esta neurotrofina BDNF y la presencia de problemas como esquizofrenia o bipolaridad. Los niveles bajos de BNF se han asociado con la presencia de diversos padecimientos psiquiátricos. Se ha hecho evidente una importante baja de este factor en problemas como depresión, esquizofrenia y crisis de angustia. Su función en el hipocampo resulta de particular relevancia. a través de distintos trabajos a lo largo del texto analizaremos como esta neurotrofina protege en buen funcionamiento de esta estructura y de qué manera el estrés excesivo se relaciona con una baja expresión del BDNF y muerte neuronal en esta área (García ,2002). Este factor parece desgastarse de manera muy importante bajo situaciones de estrés prolongado (Moghaddam y cols., 1994). estas afirmaciones nos ayudan , por un lado , a palpar la relación que existe entre las situaciones de la vida cotidiana y su repercusión funcional ,pero también , en el sentido contrario , nos ayuda n , a entender como una falla a nivel funcional repercute de manera decisiva en nuestro comportamiento. Si por situaciones genéticas o de problemas durante el periodo de gestación un individuo presenta baja expresión de este factor, enfrentara dificultades adaptativas importantes en su desarrollo posnatal. Incluso y sin irnos a situaciones de problemas genéticos o de gestación ,si un sujeto por haber atravesado un periodo prolongado de estrés Tienen dificultades para recuperarse después de que el problema se ha resuelto de alguna manera. El desgaste funcional tiene una repercusión en su estado de ánimo , su capacidad para la solución de problemas y de interacción con otros .incluso en ocasiones puede verse como una persona que ha atravesado estoicamente una situación en verdad difícil con un muy bien funcionamiento , de pronto se desmorona ante un problema posterior menor. El BDNF nos ha permitido vislumbrar muy de cerca estas interacciones por su e problemas genéticos o de gestación , si un sujeto por haber atravesado un periodo prolongado de estrés observa una expresión a la baja de este factor ,tendrá importantes problemas para recuperar s estado de ánimo si no hay una intervención directa en su recuperación funcional. Y han llevado a cabo numerosos experimentos para entender un poco más su participación en diversas

funciones .se observó ,por ejemplo , que la aplicación del BDNF a cortes del hipocampo de ratas adultas aumentaba la trasmisión sináptica (Durany y cols., 2001). Experimentos más Complejos de este mismo grupo de investigadores , permitieron demostrar que existía un paralelo entre el desarrollo de la expresión del BDNF y de su receptor de tirosina cinasa (TrKB) y la habilidad del hipocampo Podemos suponer , con todas estas afirmaciones , la importancia plástica que tiene este factor para el adecuado desarrollo de la personas en diversas áreas. Dada la importancia de este factor , muchos investigadores se han centrado en su estudio y han llevado a cabo numerosos experimentos para entender un poco más su participación en diversas funciones. Se observó ,por ejemplo , que la aplicación del BDNF a cortes del hipocampo de ratas adultas aumentaba a la trasmisión sináptica (Duran y cols., 2001). Experimentos más complejos de este mismo grupo de investigadores v, permitiendo demostrar que existía un paralelo entre el desarrollo de la expresión del BDNF y de su receptor de tirosina cinasa (TrKB) y la habilidad del hipocampo del hipocampo de la rata para Sostener la potenciación a largo plazo (LTP) , apoyando así la conclusión de que ambo fenómenos están directamente relacionados. También se observó que la potenciación a largo plazo del hipocampo se mostraba deficiente en ratones que tenían baja expresión de BDNF, aunque no desaparecía por completo , apoyando las investigaciones que citamos al inicio .Para la realización de estos experimentos se requirió la aplicación de técnicas de neuroimagen y electroencefalografías a estos pequeños roedores. Como puede apreciarse, son múltiples los trabajos e investigaciones relacionados con el tema .el BDNF es una importante herramienta para favoreces la plasticidad neuronal aunque aún nos falta Mucho por entender de sus complejos mecanismo de acción. Por lo pronto resulta alentadora la serie de posibilidades que se abren .Russo-Neustadt del departamento de ciencias biológicas de la universidad de California (2003) habla acerca de la importancia de esta molécula para el tratamiento de diversos problemas ,dada su participación en el mantenimiento de un adecuado funcionamiento cognitivo y emocional . retomando algunos de los trabajos que se han realizado y apoyándose en estas investigaciones sugiere la posibilidad de favorecer la regulación a la alta del BDNF como el posible tratamiento para diversos problemas de comportamiento , alimenticios ,de locomoción , de respuesta al estímulo doloroso y para el manejo de situaciones de alto nivel de estrés. Lo presenta también como una buena opción para el tratamiento de problemas depresivos y de algunos otras enfermedades neurodegenerativas.

A partir de estos resultados podemos entender, entre otras cosas , porque en padecimientos como la depresión , en que se encuentra muy a la baja este factor, también encontramos problemas de memoria y flexibilidad de adaptación . Como veremos más adelante, este factor está relacionado de manera importante con la flexibilidad adaptativa. No parece casual que un buen cuidado materno ( paterno) favorezca su expresión , ¿verdad?( Roceri,2002). FGF2 (fibroblastic Growth factor) Este factor ha sido un viejo conocido y aliado para el tratamiento de distintas padecimientos durante las dos últimas décadas. El equipo del IINEDEC ha desarrollado su aplicación para el tratamiento de distintos padecimientos (autismo ,dislexia ,problemas de aprendizaje y de lengua ) con muy interesantes resultados (Aguilar Cobos y cols., 1993,1995,1996,2000,2004 ,2006). El FGF2 , que es con el que más hemos trabajado , ha sido aislado de tejidos derivados del mesodermo y neuroectodermo , los cuales muestran ser sensibles a este factor tanto invitro con in vivo , incluyendo al cerebro ,hipófisis , retina ,cuerpo luteo,glandula adrenal ,riñon,placenta ,próstata ,timo ,hueso ,sistema inmunológico (macrófagos y monocitos) ,etcétera (Aguilar ,1993). Los efectos que más llaman la atención sobre neuronas en cultivo son la estimulación de la sobrevivencia y crecimiento neurótico , dándose estos efectos sobre neuronas fetales de la corteza cerebral ,hipocampo ,tálamo ,cuerpo estriado ,septum y mesencéfalo ,entre otros). La sobrevivencia y el crecimiento de neuritas requieren la continua presencia del FGF. Este efecto también se ha reportado sobre neuronas posnatales de la mayoría de las regiones mencionadas (Águilas ,1993). Por otro lado estos autores Han demostrado la importancia del FGF2 en la regulación de la densidad neuronal (Raballo y cols.,2000) también se ha demostrado que el FGF2 promueve la supervivencia neural en cultivos in vitro.(Ciccolini y Svendsen ,1998). Se han hecho variados experimentos para demostrar la importancia de este factor para el adecuado desarrollo neural , y así se produjeron un tipo de ratones con mutaciones para el gen que codifica específicamente el FGF2 (ratones Knockout ) . Estos ratones que carecían del FGF2 mostraron diferencias en la corteza , sobre todo en

las celular de las primeras capas bajas , y tenían muy pocas neuronas piramidales. Estas características anatómicas (fenotipo) se hicieron más evidentes en la corteza frontal y en la corteza parietal. Los investigadores observaron ,por otro lado, que la falta de FGF2 no afecta la apoptosis. La importancia terapéutica de este factor es enorme , ya que de manera especial está relacionada con el desarrollo neuronal y la neurogenesis. En nuestra experiencia ha sido una herramienta en especial útil para el tratamiento de problemas de inmadurez cortical ,lesiones, dificultades de lenguaje (dislexias o problemas comprensivos), autismo ( al lado de otros factores ) y problemas de aprendizaje. GDNF(glial cell dervived neutotrophic factor) El GDNF es una pequeña proteína que promueve la supervivencia y la diferenciación de distintos tipos de neuronas . Es un factor de supervivencia especialmente potente para neuronas dopaminergicas noradrenergicas y neuronas motoras espinales (Airaksinen, 2002). El GDNF tiene también funciones importantes fuera del sistema nervioso , en la regulación de la morfogénesis del riñón , así como en la espermatogénesis (Costantini ,2006). El GDNF en su forma madura es un ligando del producto del protoooncogen Ret (Rearrendged during transfection) ( Salomón, 1996). Los protooncogenes son genes reguladores responsables de la codificación de proteínas nucleares , citoplasmicas y de membrana , que intervienen en la proliferación y diferenciación celular , por lo que su nivel de expresión está estrictamente regulado en el funcionamiento sano( a diferencia del oncogén que proviene de una mutación del protooncogen y es el responsable de la transformación de una célula normal en maligna). La importancia de este protooncogen activado por el GDNF es que tienen una función en la activación de una señal antiapopteotica (antimuerte celular ) que explica parte de su función neuroprotectiva .por otro lado ,Ret es también capaz de activar a la phospholipasa Cgamma , que eleva el calcio intracelular y facilita , como vimos anteriormente , la activación de la de la Proteína cinasa C, que juega importantes funciones en la plasticidad neuronal(Ivanchuck ,1997). En estudios recientes se ha visto la importancia terapéutica de este factor para el tratamiento de enfermedades como el Parkinson (Gash, 1996;Gill,2003) y como una importante herramienta para el desarrollo de las neuronas dopaminergicas de la “sustancia negra” (Tomac ,1995; Burke,2006).

Las investigaciones en torno a la importancia de este factor en la recuperación funcional dopaminergica sentaron las bases que permitieron a nuestro grupo (IINNEDEC) iniciar su utilización para el tratamiento de distintos problemas relacionados con fallas en el funcionamiento de estas neuronas. Así se han utilizado , con resultados muy alentadores , en el tratamiento de problemas como la impulsividad , el déficit de atención y en algunos casos de depresión , con resultados muy significativos que ya expondremos en el capítulo correspondiente (“No me puedo controlar”). Recientemente otro grupo de investigadores han trabajado en torno a la utilidad de este factor trófico en el tratamiento de ciertas adicciones , específicamente del abuso del alcohol(He,2005). Como puede apreciarse su utilidad es muy basta por lo que se ha convertido en una de nuestras principales herramientas de trabajo . es importante señalar que muchas veces se confunde un déficit de funcionamiento dopaminergico , con un problema en el filtrado de información ,que se debe más bien a un déficit de inhibición. Si en este último caso damos GDNF muy probablemente empeoraremos el problema, debido a que precisamente lo que falla es la inhibición y con el GDNF estamos activando estos circuitos . Es por eso muy importante hacer una detallada valoración. En los últimos años fácilmente se coloca dentro del rubro “déficit de atención” A una infinidad de problemas. Es muy importante saber si verdaderamente se trata de un déficit de atención o simplemente que la sintomatología clínica se parece, pero la explicación funcional es muy distinta. G-CSF(granulocyte colony –stimulating factor) Un numeroso grupo de investigadores (Schneider y cols.,2005) ha realizado interesante descubrimientos en relación con este potente factor hematopoyético. El G-CSF es una glicoproteína de 19.6 kDa . este factor desarrollo una importante actividad antiapoptotica en las neuronas maduras activando numerosos patrones de supervivencia .además de favorecer la supervivencia neuronal , al mismo tiempo estimula la diferenciación celular , de ahí su importancia en el desarrollo y recuperación de funciones. De hecho este grupo de investigadores observo que este factor se expresa de manera muy importante en los organismos después de que habían sufrido un accidente vascular. Tanto el G-CSF como sus receptores están ampliamente distribuidos por las neuronas en el SNC , pero se induce de manera muy importante su expresión por isquemia (cuando hay falta de oxígeno al cerebro provocando daño neuronal) ,lo que sugiere un patrón auto protector autocrino. Junto con el aumento en la expresión de este factor , las células progenitoras neuronales , que residen en el cerebro adulto ,pueden

iniciar una respuesta compensatoria a los nuevos eventos isquémicos , lo que resulta en la producción de nuevas neuronas . la importancia de esta afirmación es contundente , ya que con este factor no solo estaremos favoreciendo la supervivencia y la diferenciación neuronal , sino la neurogenesis a partir de la estimulación de las células progenitoras . Esto lo convierte en una interesante herramienta terapéutica. Este factor presenta una doble actividad benéfica para nuestro organismo : actúa contra la degeneración neuronal y contribuye a la plasticidad a largo plazo. Schneider y cols.(2005) proponen este factor como un nuevo y potente medicamento contra las enfermedades degenerativas y accidentes vasculares . No obstante , su campo de acción es mucho más amplio. A nivel del trabajo terapéutico con distintos padecimientos psiquiátricos también ha mostrado desempeñar un papel de gran ayuda. Su capacidad de estimulación plástica lo hace en especial útil en aquellos problemas en que requerimos una importante reestructuración funcional, como en el caso de problemas como la esquizofrenia ,bipolaridad y en problemas de impulsividad severa. También tiene un importante papel en el tratamiento de trastornos conductuales generados por algún daño cerebral provocado no solo por accidentes vasculares , sino incluso por traumatismos. En problemas importantes de adaptación , como el autismo , generando además por problemas en el desarrollo neuronal , también su utilidad es muy amplia al favorecer el desarrollo de nuevas neuronas. Los investigadores del grupo de Schneider (2005) pudieron observar que este factor atraviesa la barrera hematoencefalica, teniendo además otro efecto benéfico ya que disminuye de manera significativa el riesgo de un accidente vascular. En relación con la utilización no solo del CSF , sino en general de todos los factores tróficos ,podríamos decir que su mayor utilidad terapéutica se da cuando encontramos la combinación que cada persona requiere. Todos tenemos áreas inmaduras ,deficientes o hipodesarrolladas ; también podemos tener respuestas hiperactivas y alguno que otro déficit inhibitorio , y sin embargo ,podemos funcionar , aunque con nuestras dificultades , lo bastante bien para realizar nuestra actividad cotidiana. En situaciones de problemas neurofuncionales importantes el funcionamiento cotidiano se convierte en una tarea titánica .pensemos por ejemplo en lo difícil que es para una persona que lucha contra la esquizofrenia hacer un relato de lo que hizo durante la mañana o seguir instrucciones complejas para la realización de un trabajo. Para poder conocer la modalidad especifica en que cada personas requiere estimular su recuperación funcional es muy importante saber, en la medida de lo posible , que es lo que está fallando o requiere desarrollo y estimulación.

CAPITULO 4 ¿POR QUÉ ME ANGUSTIO?

NUESTRO SISTEMA DE ALARMA

Aproximadamente dos años antes de iniciar ml tratamiento se empezaron a incrementar los episodios de alta ansiedad, sobre todo en las primeras horas de la mañana [.,.] la ansiedad se incrementaba debido a la alta sensibilidad hacia los elementos externos que en otra situación pasaban inadvertidos, como la luz solar, ruidos, temperatura, humedad, etcétera. Los timbres de los teléfonos me alteraban de inmediato y tuve que desconectarlos en la oficina y activar la señal vibratoria de mi teléfono celular. Con frecuencia presentaba un ritmo acelerado del corazón y para medio día tenía también fuertes dolores de cabeza y tensión muscular en la parte posterior del cuello y en varias ocasiones tensión en los músculos de la cabeza. En una de esas ocasiones fue necesario dirigirme a un hospital debido a que esta tensión en los músculos del cráneo me provocó un dolor insoportable, además de una fuerte hinchazón de los ojos; en el hospital me recetaron un relajante muscular y calmante nervioso. También me detectaron presión alta. Mi estado anímico era muy malo, presentaba una actitud de constante fatalismo y pesimismo; cualquier evento adverso, por pequeño que fuera, provocaba en mí pensamientos derrotistas.

La angustia era insoportable, podía percibir los primeros rayos de sol cada mañana, mismos que me causaban esta misma ansiedad y deseos de que no amaneciera, por el miedo a afrontar las tareas de cada día, Para mediodía sentía un cansancio físico extremo y un estado depresivo notable. Aunque siempre me encontraba alerta y nunca perdí concentración, no tenía la capacidad de tomar decisiones y planear eficientemente. Muchas de mis actividades las terminaba por posponer y la indecisión era tal que cambiaba de decisión varias veces en menos de un minuto; con frecuencia me encontré cambiando varias veces de sentido en una calle mientras me decidía si llegaba a un lugar o no. Por las tardes el cansancio era intenso y al llegar a la casa sólo me quedaban fuerzas para acostarme y dormir. Empezó a ser una costumbre el que durmiera toda la tarde de los sábados, después de llegar de trabajar a mediodía. La tensión muscular se fue incrementando y la que se presentaba en la mandíbula me provocaba dolor; finalmente esta presión ocasionó que se me fracturara una muela. Poco antes de presentarme a la terapia mi estado nervioso era insoportable. En las mañanas antes de trabajar tenía que tomar una pastilla de tafil de 0.50 mg, siendo que con la mitad de esa dosis un adulto tiene suficiente para dormirse. Sin embargo, poco después tuve que tomar la misma dosis de tafil pero con un vaso de vodka, ya que sólo la pastilla ya no era suficiente para calmar mis nervios. Esto era antes de salir a trabajar y sin desayunar, pues no podía comer nada debido a mi condición. Una sensación también siempre presente era la de vulnerabilidad, a tal grado que no podía estar mucho tiempo en un lugar, sobre todo en la oficina, debido a esta sensación. Inmediatamente después de iniciar el tratamiento estos síntomas comenzaron a desaparecer, en especial la sensación que experimentaba en las mañanas. El estrés disminuyó también muy rápido. La capacidad de toma de decisiones, de planeación de actividades, volvió como hace muchos años no se había presentado y todas mis acciones se volvieron más asertivas y prácticas; también el estado de ansiedad fue disminuyendo (Sebastián, junio de 200a). Esta desgarradora descripción fue escrita por Sebastián: hombre de 30 años, brillante, trabajador y con un deseo enorme de poder disfrutar tanto su vida como su familia. La esposa de Sebastián se encontraba muy desgastada por la situación y por el continuo sobresalto de su marido. Poco a poco Sebastián había ido abandonando sus actividades o las realizaba pagando por ello un alto costo de

estrés, regresando extenuado a su casa y pasando los sábados y domingos encerrado en su recámara, tratando de recuperarse. La situación económica se había visto muy afectada y el contacto con sus hijos y esposa era cada vez menor e invadido por sus respuestas de angustia e irritabilidad. Se preocupaba ante la más mínima dificultad; se irritaba ante los comunes ruidos que existen en una casa con dos niños pequeños (tenía un hijo de tres años y una pequeña de meses). La situación era cada vez más difícil. La respuesta de irritabilidad generada por el estrés que Sebastián vivía traía como consecuencia un aumento de la irritabilidad en el medio familiar, y esta irritabilidad aumentaba el estrés de Sebastián. Al igual que, como veremos, sucede en nuestro organismo en donde la respuesta de estrés genera mayor pro-pensión al mismo, en el ámbito de las relaciones también una situación tensa es capaz de generar mayor tensión, ésta se propaga y va invadiendo el espacio del contacto si no se hace algo para contrarrestar su efecto. Ante una situación como la descrita uno podría concluir que la angustia constituye una respuesta absolutamente indeseable e incapacitante. Sin embargo, si hacemos una reflexión más detenida nos podremos dar cuenta de que la falta absoluta de esta respuesta de angustia puede ser tan terrible como la anterior y quizá aún más peligrosa. Individuos que han sufrido algún daño en regiones específicas de la amígdala, estructura encargada de "encender" esta señal, observan un comportamiento tan "atrevido" que los lleva a situaciones extremas (Siegel, 1999). Al no tener esta capacidad se exponen a verdaderos peligros. Podríamos decir entonces que la angustia es una señal de alarma y que para ser en realidad útil debe activarse sólo en las situaciones pertinentes, y esto puede ejemplificarse con facilidad si se piensa en un sistema de alarma común y corriente; por ejemplo, si tenemos un sistema de alarma para incendios en un hotel y esta alarma se enciende repetidamente ante cualquier señal mínima, como el calor que sale de la cocina o del baño de vapor, los huéspedes terminarán exhaustos por no haber podido conciliar el sueño y no sabrán cuándo hacer caso a la señal y cuándo no, aunque la señal siempre generará estrés pues los huéspedes se pondrían nerviosos ante la posibilidad de que sea una señal válida. Es decir, su respuesta corporal se activaría desgastándolos y no sabrían cuándo tomar acciones en relación con la misma o cuándo hacer caso omiso de toda la respuesta generada por la señal. Si por el contrario los huéspedes duermen tranquilamente y se inicia un incendio y el sistema de alarma no se enciende porque es "insensible", los huéspedes correrán el peligro de que el incendio se propague hasta que quizá sea difícil salir del mismo. Por tanto, este importante sistema requiere tener un nivel de activación adecuado para que nos sea útil.

¿Cómo funciona este sistema y por qué en ocasiones se hiperactiva dando como resultado los hoy tan socorridos trastornos de ansiedad, que se convierten en verdaderos obstáculos para que la persona pueda disfrutar de una vida cotidiana sin el sobresalto de que se avecina una catástrofe? Tratemos de entender los mecanismos básicos de este sistema para después poder responder qué sucede ante situaciones de excesivo estrés y por qué llega a hiperactivarse esta respuesta, así como también las posibilidades que existen, hoy día, para "reparar" su funcionamiento.

La importancia de la actividad GABA en la modulación de la respuesta de angustia

Nuestro "sistema de alarma" ha sido muy importante para la supervivencia, es por ello que se ha conservado a través de la evolución, guardando, no obstante, muchas de sus características primitivas, algunas de ellas no tan útiles hoy día. Una de estas respuestas primitivas que se han conservado consiste en la conducta que en inglés se denomina "freeze" (congelarse), que se relaciona con la supresión de todo movimiento ante una situación de peligro. Esta respuesta tenía por objeto esconderse del depredador para así poder pasar inadvertido, salvando la vida. Es una respuesta que ya no nos es útil, como lo fue en ese entonces; sin embargo, hay muchas otras que siguen vigentes, como la agudización de los sentidos o el aumento de la actividad motriz y la capacidad de una respuesta de huida rápida para responder, por ejemplo, a una situación de peligro físico, como puede ser un ataque o una catástrofe. Estas respuestas siguen aportando la posibilidad de sobrevivir, pero lo más interesante es que además estas respuestas primitivas se han ido integrando a sistemas de procesamiento de información más evolucionados de nuestra especie, dando como resultado un híbrido compuesto por respuestas que activan el sistema nervioso autónomo incrementando el ritmo cardiaco, la circulación y la tensión muscular, al lado de conductas bastante complejas aprendidas por el sujeto a través de su historia, que pueden ir desde la coordinación motriz necesaria para emprender una conducta de ataque (como un arte marcial) o de huida (como manejar un auto), hasta la posibilidad de recordar un número y llamar a la policía o utilizar de forma adecuada un arma de defensa. De esta manera un sustrato heredado ha sido adicionado con elementos aprendidos y que eficientizan los resultados. Más adelante veremos cómo se integran estos circuitos; sin embargo, la base esencial del sistema de alarma está enraizada en nuestro funcionamiento corporal más esencial para la

conservación de la vida, por eso la respuesta de angustia resulta tan intensa y desgastante.

Los dos canales de llegada de información

La respuesta de alarma, para ser en realidad útil, ha sido diseñada como una respuesta automática, y es que ante un peligro inminente la diferencia entre sobrevivir o perecer puede estar dada por tan sólo unas milésimas de segundo. Es por eso que la respuesta sólo unas milésimas de segundo. Es por eso que la respuesta ante el peligro presenta una reacción tan rápida y es sólo hasta en un segundo momento que realizamos una reevaluación del suceso. Por ejemplo, si al caminar por el parque sentimos que un pequeño objeto cae sobre nosotros, saltaremos a un lado, para después apreciar que se trataba de una pequeña rama. Si en lugar de una rama hubiese sido un insecto que pudiera picarnos o una víbora, el esperar a evaluar nuestra percepción inmediata podría hacer la diferencia entre haber sido o no picados por el animal. Es así como nuestra respuesta a las señales de alerta tiene dos vías que llegan a la amígdala, estructura que habíamos señalado como encargada de encender este sistema y que se encuentra en el centro del cerebro, debajo de la corteza.

Figura 4.1 Ese dibujo fue elaborado por una brillante pintora que desarrollaba crisis de angustia ante la sensación de encontrarse sola en cualquier lugar.

Ambas vías de acceso a la amígdala, los dos circuitos por los que llega la información a la misma, tienen distinto tiempo de llegada para generar una respuesta, ¿cómo sucede esto? LeDoux (1996) se ha dedicado durante muchos

años al estudio de los procesos emocionales, y dentro de estos procesos ha dado particular importancia en sus trabajos a la respuesta de angustia. Según LeDoux (1996), la amígdala desempeña un papel central tanto en la respuesta de angustia como también en el aprendizaje del temor ante un nuevo estímulo. Es decir, la amígdala tiene un papel central para esta respuesta, sea que se trate de una reacción ante un peligro que de manera innata sabemos que es dañino (un animal feroz) o de una reacción ante una situación que la experiencia nos ha enseñado a identificar como peligrosa (un criminal). A pesar de que la respuesta puede ser innata o adquirida, los mecanismos siempre tendrán que ver con reacciones corporales autónomas, como ya se expuso antes. Por ejemplo, un arma (como una pistola) no es algo que naturalmente se teme hasta que se sabe que puede dañar gravemente, por eso es tan peligroso que los niños pequeños la tengan al alcance. El contacto con la misma al principio no desata reacciones de sudación, taquicardia, temblor o congelamiento, pero una vez aprendido el daño que el arma puede hacer, basta con que se nos apunte con una para que estas reacciones corporales se hagan presentes. La amígdala contiene una docena de distintas áreas divididas, pero en realidad pocas son importantes para el condicionamiento de la ansiedad (Véase Fig. 4.3). Entre éstas cabe destacar el núcleo lateral de la amígdala que sirve como la zona de entrada de información. Ésta recibe la información desde distintos sentidos, permitiendo que el mundo exterior sea monitoreado de forma constante (así debe ser un buen sistema de alarma: tener detectores que permitan saber lo que sucede alrededor).

Otro de los núcleos de la amígdala, el núcleo central -que es la zona de salida de información-, tiene conexiones con redes que controlan el comportamiento

ansioso y los cambios asociados en la fisiología corporal (presión arterial, latido cardiaco, etc.). Por eso cuando la amígdala se enciende tiene efecto sobre el sistema simpático de activación autonómica del que veníamos hablando. Cuando el núcleo lateral detecta algún estímulo amenazante, el núcleo central inicia la expresión de comportamiento defensivo, que tendrá la función de apoyar una respuesta ya sea de huida o de pelea. La activación simpática permite esta respuesta rápida y energética, utilizando estos recursos ya sea para enfrentarse al enemigo con la mayor fuerza posible o huir de él con mayor rapidez, gracias a las descargas adrenalínicas que acompañan esta activación.

Fig. 4.4. A la corteza frontal, encargada de tomar las decisiones, llega a la información tanto desde la amígdala como desde la corteza somatosensorial. Pero retomemos nuestras dos vías de llegada de información a la amígdala: la rápida, que nos permitió quitarnos de inmediato del objeto que "caía en el parque", y la lenta, que "nos dejó ver" que se trataba de una hoja y que no había necesidad de alarmarse. LeDoux (1996) demostró la existencia de ambas vías. El autor sugiere que el núcleo lateral de la amígdala recibe información de los estímulos desde dos fuentes, que generan estas dos vías:  

Una cruda pero rápida representación de un área subcortical (del tálamo sensorial). Una más lenta pero más exacta y completa representación del estímulo, desde las áreas corticales sensoriales.

Es decir, recibe información sensorial pero de distinto nivel de calidad; la información sensorial cortical, por mucho, es la más detallada y completa, pero por lo mismo toma más tiempo.

El papel que desempeña la existencia de estos dos sistemas de entrada tiene un objetivo bastante claro. El primero busca lograr una respuesta rápida que ponga a salvo al sujeto, sin que se requiera una evaluación detallada del estímulo. Es un sistema de valoración rápido, primitivo y simple que permite al organismo en esencia alertarse. En este sistema la amígdala es activada de modo directo desde el tálamo, recibiendo una representación burda del estímulo que le permite, como decíamos, reaccionar de inmediato, por ejemplo ante un estímulo muy fuerte, sin saber exactamente qué es, o ante algo que se mueve en el piso solo por tratarse de un estímulo inesperado en el contexto en que se encuentra el sujeto. Este sistema funciona de manera automática ante estímulos tanto intensos como inesperado, por ello cuando alguien conocido nos salta en frente de forma inesperada reaccionamos con sobresalto. EI otro patrón que viaja hacia la corteza incluye muchas más conexiones sinápticas y como puede suponerse, cada nueva conexión añade tiempo al proceso de trasmisión, lo que explica por qué la amígdala responde más rápido a la información que proviene directamente desde el tálamo, que a la que proviene de la corteza. La información que proviene de la corteza nos permite cotejar nuestra primera impresión.

Fig. 4.5. Las dos vías de entrada de información nos permite reaccionar ante un peligro rápidamente y después constatar si la respuesta debe mantenerse o inhibirse al confirmar o no la situación peligrosa. Basada en una ilustración de Rita Carter (1999).

A pesar de que las entradas de ambos patrones de información sensorial llegan en distinto tiempo, alcanzan a las mismas neuronas. Esto tiene ventajas

adicionales. Además de poder tener una respuesta inicial muy rápida a través de la información que llega desde el tálamo, el encendido de las células, que ya ha estimulado el patrón que viene desde el tálamo, las deja listas para responder con mayor rapidez a la siguiente información y para acabar de excitar aumentando la respuesta de huida o de pelea, si se comprueba el peligro, o para apagarlas y meter "el freno", activando neuronas gabaérgicas si se "aborta" la misión. Es decir, si se confirma la amenaza ya está echado a andar el sistema de protección; si, por el contrario, se evalúa que se trató de una falsa alarma, también está listo el sistema de inhibición para activarse, ya que en el momento que aumenta el nivel de excitabilidad, las interneuronas gabaérgicas también se ponen en estado de "alerta". Esto tiene como función, en el primero de los casos, dejar "encendido el auto" por si hay que huir y no esperar hasta arrancarlo, y en el segundo caso poder activar "el freno", pues los sistemas para hacerlo también se encuentran encendidos. Esta inhibición GABA también permite regular la respuesta ante un estímulo repetido, como una explosión que se oye de modo constante debido a que se está demoliendo un edificio cercano. Aunque la respuesta inicial de alarma tenderá a encenderse, la inhibición permitirá que la respuesta ante las subsiguientes explosiones vaya en decremento para evitar nuestro desgaste. Si el estímulo es repetido y no tiene ningún significado de peligro la respuesta se irá extinguiendo poco a poco, pero si el estímulo rebasa cierto nivel, sobrepasará de nuevo la inhibición GABA; por ejemplo, si hay una explosión en especial estruendosa, entonces el sistema de alertamiento volverá a encenderse y esto tendrá como función "cotejar" de nuevo el peligro y verificar que las condiciones de "seguridad" no hayan cambiado (Ratey, 2001). El hipocampo, que es otra de las estructuras que desempeñan un papel muy importante en este circuito, ya que se encuentra relacionado con procesos de memoria y de contextualización de un estímulo, es en especial importante para distinguir la peligrosidad de un estímulo y tiene la facultad de "informar" a la amígdala que el estímulo no es peligroso. Veamos: no es lo mismo oír un trueno cuando estoy en una feria y observo fuegos artificiales que cuando me encuentro en un salón de clases; el mismo estímulo tiene un significado distinto porque surge en contextos muy diferentes. El hipocampo, debido a su participación en el procesamiento espacial y contextual, provee a la amígdala con este tipo de información. El hipocampo adquiere esta información conectando con la corteza y estimulando el encendido de ciertos engranes que tienen que ver con procesos de memoria y que permiten al sujeto asociar el estímulo presente con su conocimiento acerca de situaciones semejantes, esto le confiere información más específica al sujeto, y al hacerlo favorece el "apagado" de la señal de alarma, o por el contrario, le da información aprendida acerca de la peligrosidad del suceso y entonces no activará GABA (no "encenderá" la inhibición), dejará que el sistema siga encendido, aportándole información adicional acerca del estímulo en cuestión.

Paradójicamente la amígdala, que al ser un sistema de alarma se esperaría tuviera una gran población de neuronas excitatorias, por el contrario, tiene una cantidad preponderante de neuronas gabaérgicas, de tal modo que se activa sólo cuando en realidad el estímulo lo amerite y no ante cualquier evento. Tal como decíamos en relación con un sistema de alarma para incendios: si éste se activa por el calor de la cocina o del baño de vapor, dejará de ser útil. En el cerebro hay una actividad constante y el sistema de alarma no puede encenderse ante la actividad cotidiana, si no se trata de una situación que así lo requiera. Es decir, la excitación propia de la actividad nerviosa "encendería" este sistema como pueden encenderse circuitos relacionados con la percepción de un olor o de un objeto visual y esto sería ineficiente. Habíamos visto que el potencial de reposo de la membrana de las neuronas en muchas de las áreas cerebrales es de -70 mV. En la amígdala algunas neuronas pueden estar hasta -80 mV, debido a esta inhibición ejercida por GABA (Le Doux, 1994). Esto significa que tomará más actividad glutamatérgica poder "encender" estas neuronas. El estímulo debe tener ciertas características e intensidad para poder lograr encender la respuesta, y los estímulos que son percibidos como peligrosos son capaces de hacer este "encendido". Dentro de los estímulos capaces de generar este encendido ocupan un lugar particular las emociones (recordemos que los estímulos pueden provenir desde el exterior, como una percepción sensorial, o desde el interior, como una autopercepción del estado corporal o del estado de ánimo). Las emociones tienen una especial cualidad como activadoras de este sistema. El papel fundamental del sistema de encendido rápido es distinguir qué es bueno y debemos aproximarnos, y qué es malo y debemos evitarlo. Las emociones como decíamos conectan con partes de la cognición para hacer una valoración rápida del evento y movilizan un comportamiento efectivo. Las emociones son, recordemos, un sistema de valores muy básico: "Me gusta y me acerco, me desagrada y me alejo" (Siegel, 1999). Recordemos, como decíamos en el capítulo 3, cuando hablábamos de nuestro cerebro emocional, que las emociones y los afectos más primitivos y enraizados en nuestras regiones subcorticales, en realidad son herramientas antiguas utilizadas para la supervivencia. No son creadas por las experiencias de la vida, aunque de hecho son moldeadas por ellas a través del tiempo y nuestras experiencias. La angustia, el miedo y el pánico son representantes de estas emociones básicas que existen como respuestas heredadas, pero pueden irse complejizando a partir de experiencias aprendidas. Yo puedo aprender a tenerle miedo a objetos a los que no se les tiene miedo de forma heredada sino aprendida, integrando los sustratos de reacciones innatas a constructos aprendidos. Así, estas emociones básicas interactúan con las regiones más

evolucionadas haciendo un constructo híbrido. Estas memorias ancestrales que constituyeron soluciones exitosas para vivir, gradualmente se van uniendo a las experiencias personales cognitivas integrando la participación de más regiones cerebrales. Nuestro cerebro funciona buscando sentido a lo que nos sucede, por eso la participación del hipocampo se vuelve tan importante e interesante. Ante una reacción que ya está en marcha, como puede ser la reacción de angustia, generamos una explicación: "Ah, estoy asustado por la noticia que acabo de recibir." El hipocampo añade esta información activando la corteza, contextualizando la situación particular en el tiempo y el espacio. Este sistema, que a diferencia de la respuesta amigdalar es lento en los mandos, implica todo un circuito, cuyo ápice es la corteza orbitofrontal, de la cual hablaremos con mayor detenimiento en el capítulo 6 y que tiene un papel esencial para la modulación de las reacciones emocionales. Esta área tiene también un papel importante en esta función de dar sentido a las reacciones conductuales y viscerales que están ya en ejecución, es decir, debe interpretar "lo que nos está sucediendo". De esta manera la función ejecutiva consciente descubre las "decisiones que ya han sido tomadas" por la parte ejecutiva inconsciente; busca darle un sentido a la reacción automática como en una especie de retroalimentación del sistema. Es un complejo sistema en donde la jerarquización de la información ocupa un lugar central, pero el criterio de importancia varía según la situación: si se trata de una respuesta de alarma la información que se privilegiará será la urgente; pero si se trata de una función cognitiva, las funciones más complejas, flexibles y avanzadas subordinarán a las más simples y primitivas. Un mismo circuito puede funcionar con distintos criterios en distinto momento. Las funciones cognitivas y el lenguaje, cuando tienen éxito, favorecen la integración del funcionamiento de los dos circuitos implícitos en la llegada de información a la amígdala, de modo que el circuito rápido pueda responder de manera más adaptativa y pueda incluso integrarse dentro de un relato "coherente" de la situación. Por su parte, Jacobs y Nadel (1985) propusieron la existencia de dos sistemas que serían paralelos a los propuestos por LeDoux (1994). Ellos hablan de:

1. Un sistema taxoconómico (que sería el sistema rápido o el sistema amigdaloide) responsable del desarrollo de habilidades en el condicionamiento de respuestas a los estímulos estresantes. Estas habilidades se refieren por ejemplo a correr rápido ante la amenaza de que pueda aparecer un depredador, agacharse ante un objeto que vuela hacia nosotros, etc. Este sistema es libre de contexto, de manera que no contiene información acerca de

la localización, tiempo y perspectiva; de cuándo, cómo y dónde tuvo lugar el aprendizaje. Por eso cuando tenemos una respuesta de sobresalto no sabemos de inicio a qué estamos respondiendo específicamente ni en dónde. Este sistema generaliza masivamente y es inconsciente, y en él es donde se archivan los aprendizajes primitivos de temor, seguridad y apego. 2. Un sistema local, que implica al hipocampo y la corteza cerebral y es el responsable de los mapas cognitivos necesarios para la contextualización, la representación mental y el apareamiento de las memorias con la situación en la que fueron aprendidas. Este sistema es el que nos permite reconocer un

estímulo y también permite inhibir la respuesta taxonómica al contextualizarla cada vez mejor conforme avanza el desarrollo. Por ejemplo: un pequeño teme quedarse solo y este sistema local, al contextualizar la disminución del riesgo, conforme el pequeño crece, permite desarrollar la inhibición de esta respuesta de alarma, y entonces somete la respuesta primitiva de alertamiento a un circuito mucho más amplio, inhibiendo su activación automática. Jacobs y Nadel (1985) afirman que el estrés cambia el ambiente interno biológico, activando el funcionamiento del sistema taxonómico y suspendiendo la inhibición característica del sistema local. Estos cambios provocan la emergencia de temores primitivos que habían sido inhibidos con éxito. Es por ello que cuando estamos sometidos a periodos de estrés prolongado perdemos nuestra capacidad para manejarnos con calma y tranquilidad. Al darle prioridad al funcionamiento del sistema de emergencia, por su carácter primitivo y automático, se pierde lo complejo del funcionamiento más flexible y adaptativo que se había desarrollado posteriormente y que implicaba el desarrollo de funciones más evolucionadas y complejas. Este sistema local subordinaba la expresión del sistema taxonómico, y al perderse este nivel de funcionamiento el sistema de alarma tiene "rienda suelta" para expresarse.

El estrés degrada el funcionamiento del sistema local, provocando la caída en la organización más primitiva del sistema amigdaloide. Esta descripción nos parece en especial útil porque permite entender, por un lado, la pérdida que experimentamos de nuestro "buen funcionar" cuando estamos estresados y, por el otro, permite sustentar la atemporalidad e irracionalidad de los temores, ya que pueden resurgir cuando nuestro funcionamiento decae, pero también, y en tercer lugar, explica la incapacidad de "escucha" que presenta una persona que se encuentra ante una situación de temor excesivo, pues tratamos para ello de acudir a argumentos lógicos que implicarían un proceso reflexivo que en ese momento no puede darse. La comprensión de estos procesos de funcionamiento también permite entender fenómenos tan llamativos como los que se presentan en las crisis de estrés postraumático, en los que una persona experimenta un flashback del evento. Estos temores se disparan ante un estímulo menor sin hacer caso del contexto. Por ejemplo, en un veterano de guerra puede dispararse esta crisis y la sensación de encontrarse en el campo de batalla al escuchar una ambulancia que pasa por la calle, y haciendo caso omiso del contexto espacial y temporal (ya no se encuentra en ese lugar y la guerra terminó hace mucho) llegar a una respuesta motriz y fisiológica que correspondería a una situación de supervivencia. Es decir, la angustia puede distorsionar nuestra percepción sensorial. Pero, ¿Por qué tiene mayor peso esta información que la que pudiera provenir de la corteza? Sucede que son mucho más las conexiones que van desde la amígdala hacia la corteza que las de la corteza hacia la amígdala. Si bien este arreglo funcional posee un sentido para la supervivencia (es más importante saber si un objeto es peligroso que su color o su forma detallada), tiene importantes implicaciones en nuestro funcionar cotidiano y debe ser considerado de manera especial en el trabajo psicoterapéutico. En la medida en que se favorezca la activación cortical estaremos ayudando a la recuperación del sistema local sobre el taxonómico, y en la medida en que apoyemos al sujeto para que desarrolle estrategias que le ayuden a enfrentar la situación de angustia, fuera de los momentos de crisis, daremos más herramientas para que no se dé esta caída de funcionamiento. Esta pérdida de funciones ante situaciones de estrés extremo ya ha sido observada por muchos estudiosos del comportamiento y de los procesos emocionales. Desde la perspectiva psicoanalítica este cambio, desde el funcionamiento más racional hacia el más primitivo e impulsivo, constituiría lo que se denomina "una regresión" (Cozolino,2002) e implica la utilización de mecanismos defensivos más primitivos. Esta es otra manera de hacer alusión a un mismo fenómeno.

LA RESPUESTA DE ANGUSTIA, ¿ES HEREDADA O ADQUIRIDA? Ya habíamos dicho antes, aunque de manera breve, que un estímulo puede ser percibido como peligroso ya sea porque de manera innata hemos heredado esta respuesta, como un legado evolutivo, o porque hemos aprendido que es una señal de que algo peligroso puede suceder. Es muy útil que existan estos dos caminos para que un estímulo pueda ser una señal de alarma. En cuanto al primero, la identificación de un estímulo como peligroso de manera innata evita riesgos innecesarios. Si, por ejemplo, los antiguos hombres hubiesen tenido que aprender en cada generación que un animal feroz era peligroso, el costo en vidas habría sido muy alto y habría peligrado nuestra especie. Pero, por otro lado, la "señal de alarma" necesita "actualizarse", tener nueva información acerca del entorno actual. Si vivimos en una ciudad y no en el campo en África, la señal heredada de protegernos de los animales feroces puede no ser tan útil (aunque serviría para indicarnos que no es muy recomendable acercarnos a un perro bravo) como sería útil integrar información que se da en este contexto urbano y con las características de la zona donde vivimos. La reacción de huida ante un "animal" que vemos aproximarse rápidamente puede ser perfectamente aplicable a un automóvil que se dirige hacia nosotros. Pero además el sistema de alarma es capaz de activarse incorporando nueva información, por ejemplo: la huida ante un auto que se aproxima sólo requiere el movimiento mínimo que nos lleva a la acera más próxima. Otro ejemplo que incorpora nuestra maravillosa capacidad anticipativa, misma que nos distingue de otros seres vivos, es la posibilidad de protegernos ante un peligro no presente pero sí anunciado, por ejemplo el aviso ante un tornado o huracán. La señal de alarma ha incorporado aspectos de pensamiento abstracto: "Hay fenómenos naturales capaces de causar daño que tienen cierto porcentaje de posibilidades de suceder" (pensamiento hipotético-deductivo). Cuando se asocia un estímulo perceptual, como un sonido, a una situación de anuncio de peligro, observamos ante esta señal la respuesta de alarma que pertenecía a la situación peligrosa en sí. Esta última señal adquiere el significado de estímulo activador y puede generar la misma respuesta. Aprendemos así que algo que no es peligroso, como un timbre, está asociado con algo catastrófico y somos capaces de generar la respuesta de alerta ante un estímulo aprendido. Aprendemos además que la respuesta generada no sea excesiva (o por lo menos eso intentamos). En este tipo de aprendiza)e se incluyen procesos bastante complejos que se relacionan con ansiedad que puede desarrollar un individuo a partir de situaciones que no tienen ya nada que ver con el sustrato primitivo original,

por ejemplo, una persona puede angustiarse demasiado ante la siguiente reflexión: "La bolsa de valores está bajando tremendamente, mis inversiones pueden llegar casi a una pérdida total, mi situación económica se verá disminuida y esto posiblemente afecte la situación de seguridad de mi familia." Aquí se implica un proceso hipotético y de pensamiento abstracto que genera una respuesta de angustia. De esta manera un mecanismo tan primitivo y esencial puede dispararse por cuestiones que tienen que ver con aspectos cognitivos y emocionales bastante complejos. Hay otro tipo de condicionamiento de angustia mucho más sencillo. Cuando este aprendizaje no implica al pensamiento hipotético deductivo sino sólo constituye la asociación entre un estímulo inocuo y otro dañino, como asociar un timbre a una descarga eléctrica. Aquí estamos frente a un condicionamiento de una respuesta de ansiedad que no sólo es propia de nuestra especie, como veíamos nuestra capacidad va más allá del simple condicionamiento, aunque también somos sujetos al mismo, y decimos que nuestra capacidad de respuesta angustiosa puede irse modificando a lo largo de nuestra vida, pues podemos "enriquecerla" integrando información muy compleja. Esta es una excelente arma adaptativa, ya que el poder tener información adelantada acerca de un posible daño nos permite generar respuestas previas y protectoras, pero también es un punto vulnerable a partir del cual pueden generarse problemas de ansiedad. En su interesante libro Why Zebras Don't Get Ulcers, Sapolsky (1998) plantea que esta capacidad de aprender del medio y enriquecer nuestra respuesta a los posibles peligros nos enfrenta a un verdadero desgaste, pues el cúmulo de posibilidades de enfrentar situaciones problemáticas, así como la enorme variedad de situaciones que pueden convertirse en estresantes, es muy superior en el grupo humano. Las cebras sólo deben preocuparse por no ser devoradas. Si ante una situación temporal de alarma el sujeto no consigue inhibir la respuesta, progresivamente el estrés irá en aumento y lo que buscaba ser una medida adaptativa se convierte en un obstáculo desadaptativo. Esto puede llevar a la tan conocida hiperactivación de la respuesta de estrés propia de nuestros días en que estamos sometidos a gran cantidad de demandas y exigencias. De esta manera el primitivo circuito subcortical que determina las conductas de pelea o huida y que compartimos incluso con los reptiles, interactúa con las áreas más evolucionadas y complejas de nuestra corteza cerebral (Siegel, 1999), y esto nos hace más capaces, pero también en algún sentido más vulnerables. ¿Y cómo o cuál sería el mecanismo de regreso a la calma?

Un estímulo ansiógeno heredado o adquirido logra sobrepasar el nivel de inhibición de GABA; no obstante esta inhibición GABA sigue actuando para regresar al estado de inhibición. Los estímulos que desencadenan la activación "ansiógena" a la vez también activan GABA (LeDoux, 1996); esto tiene una función central: que la señal de alarma sea en realidad de alarma y no siga activa innecesariamente provocando la hiperactivación que ya señalamos existe en los problemas de angustia. Cuando nos logra regresar a la inhibición entonces enfrentamos problemas como los que Sebastián debía afrontar cotidianamente, y esto sucede porque la acción de GABA se encuentra comprometida, bien sea porque las neuronas excitatorias se activan más fácilmente o porque las neuronas GABA no lo hacen como sería deseable, entonces un estímulo que no es peligroso se vive como tal. Más adelante estudiaremos por qué puede darse este déficit funcional en GABA. Medicamentos como las benzodiacepinas (Valium, Neupax, Ribotril, Tafil), tan socorridos hoy día, aumentan la acción de GABA, por eso son utilizadas para los desórdenes de ansiedad (no sin repercusiones, pero en ocasiones se vuelven indispensables para poder seguir funcionando). Estas típicas drogas anti ansiedad trabajan primariamente facilitando GABA, haciendo más difícil para el glutamato generar excitación en los receptores pos sinápticos. Como analizamos en el segundo capítulo, la entrada de cloro al interior de la célula hace a éste más negativo, lo cual quiere decir que se requiere más carga positiva entrando a la célula, a través de los receptores glutamatérgicos, para poder generar una respuesta. Los barbitúricos también aumentan la inhibición actuando de modo directo en los receptores GABA, manteniendo el canal de entrada de cloro abierto por más tiempo y permitiendo así la entrada de mayores iones dentro de la célula. El alcohol tiene también un efecto similar, pero en un receptor diferente de GABA al que se unen los barbitúricos, por ello personas con niveles altos de ansiedad muchas veces desarrollan dependencia alcohólica. Las benzodiacepinas tienen sus propios receptores, que están unidos a los receptores GABA, de manera que cuando los receptores benzodiacepínicos están ocupados, unidos a los receptores GABA, éstos ligan con mayor facilidad GABA. Como resultado la misma cantidad de GABA liberada desde la terminal GABA tendrá un mayor efecto inhibitorio en la célula postsináptica. Las benzodiacepinas sólo trabajan en aquellos sitios donde naturalmente se secreta GABA. Las imidazopiridinas trabajan de manera similar a las benzodiacepinas, pero en un lugar más selectivo del receptor GABA, es por esto tal vez que tienen menos efectos colaterales.

Debido a que GABA y los receptores benzodiacepínicos están dispersos a través del cerebro, los medicamentos que se toman no sólo afectan la ansiedad. La ansiedad está generada por circuitos específicos, pero los medicamentos afectan al cerebro entero. Y es que los receptores benzodiacepínicos están concentrados en la sustancia gris en las áreas corticales, en áreas subcorticales y en el hipocampo (LeDoux, 1996). Por otro lado, debido a que su efecto es temporal pueden a la larga generar una dependencia, de ahí que su uso sea tan delicado. El criterio para la utilización de un ansiolítico varía de acuerdo con la situación específica de la persona que acude a consulta. Hay momentos en que son totalmente indicados y que redituarán en una mejoría inmediata de una situación ya insostenible. La idea, en la medida de lo posible, es utilizarlos el menor tiempo para no generar dependencia. Por eso se sugiere su utilización conjunta con factores tróficos (HGF y G-CSF). De esta manera la persona encuentra un descanso inmediato de esta hiperactivación mientras se van reparando los circuitos que irán permitiendo un mejor funcionamiento inhibitorio y la disminución progresiva de la dosis en la medicación.

Antidepresivos y activación GABA Otro canal para favorecer la activación de GABA es a través de los antidepresivos, y esta es una de las razones por las que las crisis de angustia se tratan a nivel psiquiátrico con una combinación de antidepresivos y benzodiacepinas, intentando un uso controlado de las segundas. Los antidepresivos para favorecer GABA siguen un patrón de influencia indirecta. Veamos cómo sucede esto: la amígdala recibe entradas modulatorias de varios tipos, entre ellas los de serotonina, modulador principal sobre el que actúan muchos antidepresivos, en especial los ISRS (inhibidores de receptación de serotonina). Las terminaciones serotoninérgicas activan células GABA en esta región y así incrementan la posibilidad de inhibición en esta área (aunque no en otras en donde modulan otro tipo de neuronas). Medicamentos como el Prozac o el Altruline, que aumentan la disponibilidad de serotonina, influyen así de forma indirecta en la activación de GABA. Sin embargo, hay otros canales para aumentar la disponibilidad de serotonina en el organismo que no son medicamentos, sino situaciones emocionales favorables. Como veremos más adelante una buena relación paterno-infantil estimula Ia proliferación del BDNF (brain derived neurotrophic factor) que ya les habíamos presentado y que es el encargado de propiciar el crecimiento, desarrollo y sinaptogénesis de este tipo de neuronas, entre otras funciones. Más adelante entraremos en estas interesantes investigaciones (Rajkowska, 2000), por el momento nos gustaría detenernos en el hecho de que las

interesantes observaciones de los teóricos que se han dedicado al estudio de las primeras etapas del desarrollo emocional encuentran un correlato a nivel neurofuncional. Se ha señalado en diferentes momentos la importancia de los primeros vínculos (Balint, 1979; Bowlby, 1-953; Malher, 1968, 1971,; Winnicott, 1956, 1960) y hoy podemos observar algunas de las expresiones a nivel neurofuncional de esta importante experiencia emocional. De hecho ha surgido una nueva aproximación: neuropsicoanálisis, que retoma muchos de los conceptos planteados por esta escuela psicoanalítica logrando fundamentar, desde lo neurofisiológico, muchos de los complejos fenómenos estudiados desde hace años por estos estudiosos del inconsciente, replanteando la explicación de algunos y cuestionando profundamente también a uno que otro, pero en términos generales rescatando muchas de sus aportaciones. Un buen funcionamiento serotoninérgico permite al sujeto una adaptación flexible y con poco monto de angustia. No es raro así que estas funciones se estimulen en una buena relación temprana y dejen sus huellas como un bagaje que podrá utilizar el sujeto desde entonces y más adelante. Estudios recientes revelan que a través del contacto con la madre se genera la capacidad para "recuperar" la calma (Cozolino, 2006). En uno de ellos (Plotrsky y Meany, 1993) se observó que el cuidado materno adecuado aumentaba la cantidad de receptores de GABA en el hipocampo, haciéndolo más tolerante ante situaciones de estrés y más capaz para regular a la baja los glucocorticoides cuando éstos se presentan. Es decir, para contrarrestar la respuesta de angustia del organismo ante una situación estresante. Esto es una verdad evidente y pertenece a la sabiduría popular. Todos sabemos que un bebé, por el solo hecho de sentir a la madre cerca, se calma. Lo interesante ahora es que podemos empezar a entender qué sucede en el cerebro cuando esta capacidad de "calmarse" se va desarrollando. Y no sólo en el cerebro, sino a nivel del organismo, puesto que la descarga adrenérgica generada por la respuesta de angustia alcanza a muchos de nuestros órganos. La investigación antes citada se hizo con ratas y comprobó a nivel experimental que aquellas crías que podían encontrar contacto con la madre, desarrollaban mayores receptores GABA a nivel del hipocampo, lo que les permitía regresar con mayor facilidad a estados de calma anterior después de un estado de alerta (recordemos que el hipocampo puede inhibir la activación de la amígdala), y recuperar, así, la inhibición apagando el sistema de alarma y teniendo mayores herramientas para salir de este estado. Las implicaciones a las que nos lleva esta interesante investigación son de gran importancia. Por un lado entendemos que las herramientas para poder "calmarse" se desarrollan, entre otros canales, a través de este contacto

temprano y que se van gestando en la experiencia de recuperación que favorece el cuidado cercano y afectuoso en la medida que puede proporcionar un alivio temporal al malestar. Así, en la medida que se desarrollen más receptores GABA habrá mayores herramientas para recuperarse de situaciones de estrés y de angustia posteriores. Puede incluso pensarse que debido a este aumento de receptores GABA estos sujetos serán menos vulnerables al estrés, y al ser menos vulnerables al estrés, como veremos, también tenderán a desarrollar menos problemas depresivos que se generan entre otras razones como consecuencia de un proceso de desgaste emocional, pero también, y esto es muy importante, desarrollarán una mayor capacidad de generar vínculos satisfactorios. Contar con una buena relación temprana es la mejor medicina para todas estas dolencias y puede ser una muy buena vacuna para las vicisitudes de la vida futura. Ahora bien, lo mismo es cierto desde la otra perspectiva, es decir, situaciones de estrés y de carencia pueden aumentar la activación del sistema de alarma y generar dificultades para "su apagado". Las neuronas serotoninérgicas y gabaérgicas pueden ser afectadas por las sustancias que se generan precisamente en situaciones de estrés debido a que la amígdala es también el objetivo de muchas hormonas, entre ellas del cortisol. Esta hormona, que es segregada por la corteza adrenal de manera excesiva durante situaciones de temor y momentos de ansiedad en general, afecta seriamente nuestro funcionamiento. Este cortisol afecta, indirectamente, la actuación de la serotonina sobre GABA, de ahí que la posibilidad de que la serotonina facilite la inhibición dependen de que el cortisol no sea excesivo. Esto tiene un sentido funcional, en general la serotonina, como veremos, se relaciona con situaciones de armonía y calma como las que se generan en buenos estados de interacción con los otros; cuando estamos ante una situación de peligro, lo que menos experimentamos es armonía y calma. Necesitamos estar alertas para huir y el sistema adrenérgico tiene que proporcionarnos la fuerza para hacerlo. La activación tiene un costo y parte de este costo es el desgaste del sistema serotoninérgico y, como veremos ahora, también de GABA. Esto nos lleva de la mano a un tema por demás importante: la relación entre estrés, ansiedad y depresión.

ESTRÉS, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN De acuerdo con Cummings y Mega (2003), existen distintas bases neurobiológicas que explican el fenómeno de la ansiedad, y el fenómeno incluye una enorme cantidad de variables.

Sabemos que para la activación de esta respuesta los sistemas adrenérgicos y noradrenérgicos desempeñan un papel central ya que están implicados en la activación del organismo. La participación de la activación adrenérgica y noradrenérgica permite respuestas corporales como la elevación del ritmo cardiaco, la apertura de los canales respiratorios y la mayor oxigenación, así como un estado de mayor alertamiento generalizado, y es precisamente esta activación del sistema adrenérgico la que también lleva a la sensación ansiosa.

Figura 4.7. Cuando nos enfrentamos a situaciones que sobrepasan nuestra capacidad de tramitación se generan situaciones de estrés desmedido en las que se disminuye nuestra capacidad para anticipar el futuro, planear y poder reestructurar la situación de alguna manera. Estas situaciones “nos atrapan” y nos dejan poca movilidad. Este dibujo realizado por Isabel Taboada trata de expresar estos sentimientos ante situaciones de angustia desmedida. Si la angustia ocupa nuestro pensamiento, se convierten en una pesada carga que afecta gravemente nuestra estabilidad emocional.

Estas funciones adrenérgicas y noradrenérgicas pueden estimularse por diversas razones, incluso contradictorias. Pueden activarse también debido a un prolongado estrés que lleva a una hiperactivación crónica del sistema. (Excluyendo aquí problemas endocrinos que condicionan una hiperactivación adrenérgica también crónica, como la enfermedad de Cushing.) Si bien los glucocorticoides (esteroides adrenérgicos) son indispensables para nuestra supervivencia y tienen un papel de especial importancia cuando el cuerpo está hambriento o requiere energía, como todo lo que sucede en nuestro organismo, requieren un funcionamiento equilibrado. La secreción excesiva de éstos genera un desgaste.

El sistema dopaminérgico y la angustia Otro elemento esencial en la activación del cerebro lo constituye el sistema dopaminérgico. La actividad dopaminérgica es esencial para el "encendido" del cerebro y en general para su buen funcionamiento. De hecho las neuronas dopaminérgicas desempeñan un papel muy importante en procesos cognitivos, de atención y motrices, como ya hemos expuesto. Tan es así que algunos problemas de atención, como decíamos, muchas veces se relacionan con déficits de funcionamiento dopaminérgico. Asimismo, los problemas motrices evidentes en la enfermedad de Parkinson también están relacionados con desajustes en este sistema, como se exponía cuando hablábamos del GDNF. Pero, como en todo lo que sucede en nuestro cuerpo, hay un equilibrio deseable. Si se rompe por exceso o defecto el funcionamiento se verá afectado. La activación que permite este sistema es también esencial para la operación de circuitos que llevan a cabo importantes funciones mentales, entre otros lugares en la corteza prefrontal, funciones tales como la anticipación, planeación, evaluación e integración. Pero cuando se ve excesivamente incrementada su activación en el sistema mesolímbico, el aumento de esta actividad dopaminérgica se relacionará con sensaciones de intensa ansiedad y de dificultad para poder mantenerse en calma; esto es parte de lo que sucede, como veremos, en el problema esquizofrénico (Cummings y Mega, 2oo3). La relación entre aumento de la actividad dopaminérgica y ansiedad ha podido comprobarse a nivel experimental a través del consumo de psicoestimulantes (que favorecen esta activación dopaminérgica) y la comparación de los efectos de los mismos en un grupo experimental con un grupo control que no los ha recibido; los estimulantes generaron en los sujetos un especial estado de angustia (Cummings y Mega, 2003). Sin embargo, esto es muy importante, un déficit dopaminérgico y adrenérgico puede expresarse, también a nivel sintomatológico a través de problemas de ansiedad y de depresión, y entonces la señal de alarma se estaría encendiendo por un problema de hipoactivación. Tan es así que en el tratamiento de algunos trastornos de ansiedad, como las crisis de angustia, con frecuencia se utiliza Efexor (clorhidrato de venlafaxina) que por un lado es inhibidor de la recaptación de serotonina y norepinefrina, pero también, aunque de manera más débil, es inhibidor de la recaptación de dopamina favoreciendo la disponibilidad de estos tres neuromoduladores (Thompson, 2006). Por otro lado, una baja dopaminérgica nivel del lóbulo frontal, sobre todo de la cortezaorbitofrontal, dificulta el control de la corteza sobre las áreas

subcorticales, dejando el comportamiento a merced de una mayor influencia de las primitivas e intensas reacciones emocionales subcorticales sin poder dirigirlas y modularlas (abordaremos este tema con mayor detenimiento en el capítulo 6). Así, la ansiedad puede presentarse tanto por un exceso como por una baja en la activación dopaminérgica. Ante un caso particular sería muy riesgoso sacar conclusiones precipitadas. Es muy importante entender el complejo mecanismo que está implícito en la ansiedad y descifrar por qué en el caso específico se está encendiendo la señal de alarma para poder trabajar en respuesta a la misma, de ahí que sea tan importante una valoración profunda y detallada del funcionamiento neurológico del sujeto.

Diversidad de tratamientos ante el problema de la angustia con factores tróficos En términos generales, sabemos que ante los problemas de angustia hay que favorecer el funcionamiento serotoninérgico (a través del BDNF). Sin embargo, otra posibilidad sería que se tratara de un problema de hiperactivación dopaminérgica, en cuyo caso podemos apoyar su recuperación a través del GDNF. Si por el contrario se trata de una hiperactivación mesolímbicas de los circuitos dopaminérgicos, en ese caso tendremos que favorecer la inhibición; o sea GABA, para lo cual podemos proporcionar HGF. En algunos otros casos se requiere estimulación glutamatérgico aunada a la estimulación GABA para regular el sistema, en tal caso utilizaremos bajas dosis de FGF junto con GCSF y HGF. Además del BDNF. Como puede apreciarse, son diversas las opciones que se pueden seguir y el camino sólo podrá ser marcado por una detallada valoración neurofuncional. La valoración permitirá analizar la situación de cada funcionamiento. Si se observa, por ejemplo, que hay una hiperactivación dopaminérgica en el sistema mesolímbico, sabemos que el BDNF puede ser una interesante herramienta al lado del HGF que contrarresta esta activación. El BDNF, como analizamos en el pasado capítulo, tiene funciones variadas y muy importantes en la estimulación de la plasticidad neuronal, pues no sólo favorece el desarrollo de las neuronas serotoninérgicas sino que también parece estar relacionado con la madurez de las neuronas dopaminérgicas (receptor D3). En algunos de los problemas de angustia observamos, por un lado, una hiperactivación dopaminérgica en el sistema mesolímbico apareada a un bajo funcionamiento dopaminérgico a nivel frontal, lo que ocasiona que el sistema más primitivo anule la posible actividad cortical, pues la amígdala se

hiperactiva con pocas posibilidades de la corteza para retroalimentar el sistema. Ei BDNF al favorecer el desarrollo dopaminérgico y serotoninérgicos incide indirectamente en esta desregulación (Berton, 2006; Govindar ajan, 2006). Si además ayuda a la activación de las neuronas serotoninérgicas, que en este circuito favorecen la activación de neuronas GABA, con la consiguiente inhibición necesaria, este factor resulta un interesante medio terapéutico siempre y cuando no exista actividad paroxística por su cualidad sincronizadora. Existen interesantes referencias que hablan de la compleja función de este factor, señalando su efecto antidepresivo y su protección al funcionamiento del hipocampo (Govindarajan, 2006) aunque para favorecer su importante función neuroprotectora ante situaciones de estrés sabemos que el efecto no es inmediato (hay que reparar diversos circuitos y esto lleva tiempo) y muy probablemente será necesario apoyar el inicio del tratamiento con alguna benzodiacepina (clonazepam –Rivotril -o alprazolam -Tafil-, etc.). También puede ser recomendable la utilización temporal de algún antidepresivo (fluoxetina -Prozac- o sertraiina -Altruline-, etc.) con lo que se logra un rápido alivio de los síntomas mientras paralelamente se va favoreciendo la recuperación funcional. No obstante, si por contrario nos encontramos con un problema depresivo en donde el desgaste serotoninérgico por estrés crónico y la baja de actividad en la corteza prefrontal ha llevado a una sensación de des validez ante los diversos retos de la vida cotidiana, conjuntándose un muy bajo funcionamiento de la memoria de trabajo (que estudiaremos más adelante), la utilización del HGF, que pudiera ser tan útil en otros casos apagaría más aún al sistema y aumentará la ansiedad hasta niveles catastróficos, de ahí que insistamos en la importancia de la valoración neurofuncional; en este caso la combinación adecuada podría ser BDNF, GDNF y FGF, paralelamente a la utilización de algún antidepresivo de los ISRS que se ha visto tienen importantes efectos neurorreparadores pues favorecen la expresión del BDNF (García, 2002) (paroxetin Paxil, fluoxetina Prozac, sertralina Altruline, etc.), y quizá más adelante se incluiría el HGF. Puede existir aún otra situación que genere también un cuadro de ansiedad. Si la ansiedad es producto de la existencia de un "foco irritativo" en el lóbulo temporal (falta de inhibición en algún punto localizado del cerebro que presenta un voltaje alto y una actividad lenta y afilada), el darle a la persona BDNF, que fue indispensable en los otros casos, la llevaría a propagar esta descarga (ya que el BDN favorece la sincronización, y aumenta la posibilidad de la propagación de esta descarga) generándose un problema más grave. En

este último caso requeriríamos utilizar HGF para favorecer GABA, y de GDNF para favorecer dopamina y Ia desincronización del funcionamiento, puesto que ambos moduladores tienen efectos anticonvulsivos, aunque el mejor desincronizador es la histamina. (Por eso a algunos pequeños los medicamentos antihistamínicos, que se utilizan para cuadros gripales o alérgicos, les producen irritabilidad.) Se sugiere asimismo, en este caso, aparear el tratamiento con factores tróficos a algún anticonvulsivo (ácido valproico Depakene; carbamacepina Tegretol, etc.). No queremos en este momento generar una confusión, ni hacerles este material inteligible, sólo tratamos de comunicar lo difícil que puede llegar a ser descifrar los componentes de un problema de ansiedad y lo cautelosos que debemos ser para su atención. Si bien es una señal de alarma, esta señal no es específi.ca, y tenemos que descifrar qué la activó, de ahí la importancia de comprender lo mejor posible las distintas maneras como puede generarse esta respuesta. Lo que sí podemos saber con certeza es que la continua activación de esta respuesta tiene implicaciones a mediano plazo en el funcionamiento, como veremos enseguida.

Estrés y corticoides Cuando estamos estresados, secretamos las llamadas hormonas del estrés. El sistema involucrado en controlar la liberación de las hormonas de estrés es el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA) y tiene como función lidiar con peligros inmediatos. El problema de cronificación del estrés es propio de nuestra especie. Ya afirmábamos que Sapolsky (1998) considera que los animales no tienen que vérselas con 30 años de escape urgente de los leones,en tanto que los humanos debemos responder a situaciones estresantes de larga duración en diferentes periodos de la vida, y es precisamente por esto que el estrés crónico puede causar tantos problemas. En las situaciones estresantes la concentración de cortisol sube de manera muy importante en la corriente sanguínea. Esto sucede debido a que durante los momentos de estrés la amígdala y las otras regiones del cerebro alertan a las neuronas del hipotálamo para que secrete un péptido llamado CRF

(corticotropin releasing factor), que ocasiona que la glándula pituitaria secrete la hormona ACTH (adrenocorticotropín hormon),la cual viaja a través de la corriente sanguínea y permite la secreción de cortisol por la glándula adrenal. El cortisol se transporta a través de la sangre a varios órganos y tejidos. En el cerebro el cortisol se une a receptores en el hipocampo, entre otras regiones. Cuando hay suficientes receptores ocupados en el hipocampo por el cortisol entonces éste envidia la señal al hipotálamo para que detenga la liberación de CRF, de esta manera el hipocampo regula la respuesta de estrés iniciada por la amígdala, manteniendo la liberación de cortisol dentro de un margen normal. A corto plazo las respuestas al estrés son útiles porque permiten la rápida movilización para enfrentar situaciones de peligro, pero si el estrés es severo y continuo, las consecuencias pueden ser muy serias. El sistema cardiovascular puede salir dañado o comprometido, los músculos pueden irse debilitando, puede desarrollarse úlcera y se es más susceptible a algunas infecciones, pues se debilita el sistema inmunológico. Nada de esto sucede si el hipocampo está trabajando de forma apropiada para apagar la reacción de estrés. Sin embargo, ante situaciones de estrés prolongado la habilidad del hipocampo para apagar esta reacción falla (Sapolsky, 1996) debido a que el estrés daña de manera indirecta el funcionamiento del hipocampo, como veremos, causando un encogimiento de las dendritas de células GABA. Si esta situación continúa llevará a la muerte celular. No es sorprendente que funciones que dependen del hipocampo, como la memoria explícita y declarativa, sean funciones que son bastante comprometidas en situaciones de estrés. Es importante subrayar que las hormonas del estrés no dañan de manera directa al hipocampo pero sí indirectamente. Este proceso ocasiona la falta de glucosa a las neuronas del hipocampo, que es su principal fuente de energía, y las hace menos capaces para realizar su trabajo. Como resultado estas neuronas se vuelven en especial sensibles a la elevación de los trasmisores excitadores como el glutamato. Precisamente durante los periodos de estrés observamos una mayor actividad neuronal y por lo mismo mayor actividad glutamatérgíca. En especial las células hipocámpicas tienen una reacción tóxica al glutamato cuando carecen de glucosa para poder funcionar inhibiendo esta activación. Como consecuencia de un periodo prolongado de estrés se observa encogimiento celular y muerte neuronal en el área del hipocampo CA3. Existe otra área del hipocampo, en especial importante para la neurogénesis en el estado adulto, el giro dentado. Antes se pensaba que no existía producción de células nerviosas, ahora sabemos que sí, sobre todo de células

gliales. En relación con esta producción el estrés también afecta de manera importante. En esta área del hipocampo, el giro dentado, si bien la muerte neuronal es menos probable, sí observamos un decremento de esta neurogénesis. Es muy probable que esto explique por qué el hipocampo de las personas que tienen elevados niveles de cortisol es más pequeño, aunque pudiera ser también que, por haber sido más pequeño este hipocampo, fue menos eficiente para controlar el estrés (Ratey,2001). Como ya se expuso, el cortisol afecta indirectamente el funcionamiento del hipocampo, y al afectar esta función facilita la acción de la amígdala, debido a que el hipocampo ya no puede inhibir lo suficiente la función del núcleo paraventricular. Entonces la excesiva liberación de cortisol, cuando se entra en este "círculo vicioso", paradójicamente puede llevar a una mayor liberación de cortisol. EI estrés intenso genera mayor estrés y menor capacidad para su control, algo que también se observa a nivel conductual. Figura 4.8. El hipocampo es una estructura muy importante que está implícita en procesos de contextualización de los eventos que permite la disminución de la respuesta amigdalar. El área CA3 del hipocampo, que puede observarse en la ampliación en la figura, participa en procesos de neurogénesis, incluso en el cerebro adulto. El estrés desmedido afecta de manera importante esta

Un dato muy interesante es que el cortisol está elevado también en los pacientes que se sienten deprimidos, lo cual nos lleva a asociar depresión y estrés. No es raro encontrar un padecimiento depresivo que se desarrolla después de prolongados estados de estrés. Personas que enfrenten estrés postraumático, una depresión prolongada o esquizofrenia presentan una pérdida neuronal importante en el hipocampo, hablando del daño que esta estructura sufre bajo condiciones de severo estrés

(LeDoux, 1996), aunque también podríamos suponer que precisamente la fragilidad inicial de esta estructura fue la que dio lugar al padecimiento. Lo que sí podemos afirmar es que el estrés afecta al hipocampo cuando es excesivo, y que un mal funcionamiento del hipocampo da rienda suelta a la reacción de estrés. Tanto la vulnerabilidad como la importancia de este sistema son significativas. La amígdala está sujeta a situaciones de constante activación y, además, dado que tiene una gran cantidad de neuronas inhibitorias (para evitar su encendido innecesario), cuando se logra sobrepasar esta inhibición una pequeña activación de la amígdala generará una respuesta emocional intensa (LeDoux, 1996). Ron Duman (1999) ha realizado importantes investigaciones que relacionan al estrés con la depresión. De acuerdo con este autor el estrés eleva los esteroides adrenérgicos y decrece los factores neurotróficos como el BDNF. Este factor, como ya se expuso, favorece la adaptación y manejo de situaciones nuevas, manteniendo el nivel de estrés a "la baja" al favorecer el "apagado de la respuesta amigdalar". No olvidemos que las neuronas serotoninérgicas, cuyo desarrollo depende entre otras cosas, de este factor (BDNF), tienen una importante función para modular GABA en la amígdala. Esta observación sería congruente con la utilización también de antidepresivos para invertir los efectos del estrés. Ya habíamos hablado de los antidepresivos en relación con los problemas relacionados con la angustia, como las hoy tan socorridas crisis de ansiedad. Los antidepresivos también pueden tener efectos interesantes ante situaciones de estrés prolongado, en especial los ISRS (inhibidores de recaptación de serotonina). Como decíamos hay diversos tipos de antidepresivos que actúan sobre distintos circuitos, aunque la mayoría se dirigen a recuperar la función del sistema serotoninérgico. Estos antidepresivos impiden de modo selectivo la recaptación de la serotonina por la neurona para su degradación y provocan entonces que exista mayor serotonina disponible. En el trabajo elaborado por Grazna Rajkowska (2000) se afirma que el uso prolongado de este tipo de antidepresivos favorece la recuperación del funcionamiento de los circuitos serotoninérgicos y no sólo su mejora sintomatológica temporal, ya que a través de la toma continuada de estos antidepresivos se encontró que se estimulaba a la vez la producción de BDNF, factor trófico que favorece la recuperación, crecimiento y desarrollo de este tipo de neuronas. Por tanto, de alguna manera los antidepresivos pueden verse como "medicamentos benéficos" y hasta cierto punto curativos y no sólo sintomatológicos, ya que a través de esos experimentos se observó que el uso prolongado de antidepresivos actúa sobre

la plasticidad neuronal favoreciendo la recuperación de estos circuitos: al haber una mayor disponibilidad de serotonina por un periodo más prolongado, se fortalece este tipo de neuronas. Esta serotonina actuaría como una especie de "complemento alimenticio" que favorece el aprovechamiento de la serotonina disponible, como resultado hay una mayor y mejor respuesta intracelular y una creciente activación de los segundos mensajeros, permitiéndose la activación de genes y síntesis de proteínas; es decir, los antidepresivos pueden favorecer la recuperación funcional, a diferencia de otros medicamentos que pueden generar dependencia, como las benzodiacepinas. Hay una manera más directa de favorecer esta recuperación, que ya hemos señalado varias veces, que consiste en proporcionar de forma directa BDNF para ayudar así a la pronta recuperación de estos circuitos serotoninérgicos con un efecto mucho más rápido, ya que los antidepresivos tardan entre dos y tres semanas en Lograr su efecto, mientras que el efecto de los factores tróficos es inmediato a nivel sintomatológico, aunque el desarrollo de nuevos circuitos y sinaptogénesis se lleve más tiempo. Muchas veces el criterio más adecuado para la atención a la persona que acude a consulta consiste en aparear el uso de antidepresivos al de los factores tróficos. Esto le da una enorme estabilidad al proceso debido a que, durante el proceso de recuperación neuronal puede haber reorganizaciones en los circuitos que temporalmente "recrudezcan" la sintomatología (cada vez de manera más atenuada). El aparear el uso del antidepresivo a la toma del BDNF permite una estabilidad mayor durante el periodo de recuperación, brindando a la persona una mejor travesía por el proceso curativo. Generalmente, y en problemas de crisis de angustia o de estrés postraumático, se combina el uso de antidepresivos y benzodiacepinas. Como decíamos, existen ocasiones en que el uso de benzodiacepinas se vuelve inevitable para conservar una calidad de vida funcional. Sin embargo, en la medida de lo posible sugerimos combinar el uso de factores que trabajan estimulando GABA (HGF y G-CSF) y utilizar a las benzodiacepinas sólo como apoyo ante la inminente presencia de la crisis de ansiedad.

Niveles de estrés: hacia el desarrollo o hacia la disociación El estrés no siempre es dañino, ni puede considerarse siempre como un problema. Muy por el contrario, puede ser útil siempre y cuando se mantenga dentro de un nivel óptimo. A pesar de que situaciones de estrés extremo inhiben nuevos aprendizajes y desarrollo cerebral, niveles medios a moderados de estrés estimulan el crecimiento neuronal.

Cuando enfrentamos una situación de estrés moderada el reto para resolverla activa las distintas funciones que permiten el logro de una situación más adaptativa. De hecho nuestro cerebro es un resolvedor de problemas, y como sabemos, un problema implica cierto nivel de estrés y resolverlo nos hace hábiles y capaces. Esta activación favorece en sí misma la secreción natural de factores tróficos que permiten el crecimiento neuronal y el desarrollo de conexiones sinápticas, y según sabemos hoy, permiten incrementar la producción de células en el cerebro en algunas de las áreas involucradas en dicho aprendizaje (Pham y cols., 1997). De hecho, el creer que toda situación estresante trae consecuencias problemáticas se ha convertido en un problema en sí mismo. Hoy día, y debido al auge tan grande que tuvo la necesidad de cuidar el desarrollo emocional del niño y a la gran cantidad de bibliografía surgida en relación con el tema de trauma infantil, de manera errónea hemos equiparado cuidado emocional con sobreprotección y tratamos de evitar que el niño enfrente situaciones que exijan de él un esfuerzo o el desarrollo de cierta tolerancia a la frustración por el temor que tenemos de generar una experiencia estresante. Si bien es cierto que es importante la existencia de un nivel de satisfacción suficiente, también lo es el poner a "trabajar nuestras neuronas" y generar nuevas respuestas, lo cual implicará necesariamente el enfrentar situaciones de reto. Kohout (1989), desde su aproximación psicoanalítica, habló sobre el tema, generando un concepto muy interesante: "nivel de frustración óptima". Este nivel de frustración óptima plantea la conveniencia, para la formación del sí mismo (self), que el sujeto se mueva en un ambiente emocional en el que la frustración no sea ni excesiva, ni muy poca. En los ambientes donde se da la sobreprotección, se priva al pequeño de experimentar la riqueza que brinda el fortalecimiento del "sí mismo" a través de la resolución de los problemas cotidianos. Se le expropia, muchas veces sin quererlo y por temor a dañarlo, esta sensación de ser "capaz de hacerlo por sí mismo". Este autor señala que para atravesar esta frustración de una manera adecuada y constructiva debe darse, junto con esta frustración óptima (porque además la frustración es una parte inevitable de nuestra vida), la presencia de "objetos del self' (objetos del sí mismo), es decir, relaciones emocionales que desarrollen una cercanía empática y que acompañen al sujeto, pudiendo conectarse con sus sentimientos. La presencia de éstos, apareada con la resolución de las situaciones por uno mismo, tienen una importancia central para la conformación del self del sujeto, así como para el desarrollo de habilidades y de una sensación de autoconfianza en las capacidades propias.

En este nivel de "frustración óptima" la angustia funciona como un motor que genera aprendizaje y desarrollo, siempre y cuando su nivel no sea tan alto que lleve al bloqueo. Estas situaciones favorecen el crecimiento emocional, porque el sujeto debe desarrollar herramientas para enfrentarlas; es una experiencia, que lejos de lastimar, favorece el desarrollo. Por desgracia la educación de las nuevas generaciones ha olvidado la importancia de formar a los hijos con cierto nivel de reto y exigencia. Esta postura ha generado importantes trabas para desarrollar su capacidad de espera, disciplina y metas a largo plazo. La capacidad de tolerar la frustración es una habilidad muy importante para el proceso vital y, como cualquier habilidad, debe ejercitarse. Si es excesiva, como todo, generará una paralización o un daño, pero si es inexistente traerá consecuencias de déficit en el desarrollo. No es casual que hoy día hayan aumentado los problemas de depresión a nivel infantil y juvenil. Si bien esto se debe a diversas razones, una de éstas, sin lugar a dudas, es la poca preparación que tienen las nuevas generaciones para enfrentar situaciones que requieren de ellos una mayor capacidad adaptativa y de renuncia a una satisfacción inmediata. La poca tolerancia a la frustración es una consecuencia de esta idea equivocada de no negar a los pequeños la satisfacción de todo aquel deseo que esté en nuestras manos concederles. Les impedimos, con esta satisfacción inmediata, a los niños y jóvenes, la posibilidad de desarrollar estrategias propias y de ponerlas a prueba. El desarrollo tecnológico ha contribuido de manera importante a esta acción. Sin querer negar el beneficio que ha traído para nuestras vidas la comodidad de estos nuevos avances, a la vez se ha generado un especie de "cultura del microondas" que ha permitido una vida cotidiana sin necesidad de "espera", alimentando de forma indirecta esta baja capacidad de tolerancia. Si bien la idea no es buscar dificultarnos estoicamente la vida en una idea de sacrificio sin sentido, sí es importante que los pequeños, en algún ámbito, puedan ejercitar esta habilidad tan importante que es la tolerancia al aplazamiento de la satisfacción, dado que la vida, como sabemos, se encarga en algún momento (o en varios) de ponernos ante situaciones en realidad difíciles y debemos estar "en forma" para poder enfrentarlas lo mejor posible. Al alentar a nuestros hijos a resolver los problemas los estamos invitando a que generen nuevas conexiones sinápticas que les serán útiles más adelante. Al no darles una solución, los estamos empujando a que desarrollen su creatividad. Podemos acompañarlos y apoyarlos, ayudarles a conseguir los medios para solucionar el problema, pero si les damos la solución estaremos yendo en sentido contrario al de su desarrollo. Cozolino (2002) expresa en relación con

este tema: "Cuando, tanto los factores internos como externos protegen al individuo de enfrentar situaciones retadoras o estresantes, los sistemas neuronales tenderán a permanecer subdesarrollados o subintegrados" (p. 40). Lo que sí podemos hacer es brindarles un acompañamiento sensible y cercano mientras se encuentran ante este reto. Un aspecto que nos puede ayudar a entender la importancia de la existencia de un estrés moderado para la consecución del aprendizaje se relaciona con la participación de la amígdala en los nuevos aprendizajes. Si no existe un estado de estrés moderado, no hay alertamiento. Si se prefiere, podemos llamar a este estado un "nivel adecuado de activación", para quitarle el matiz negativo que deja la palabra estrés, pero esta activación es un elemento indispensable para este aprendizaje, y la amígdala, como parte de este sistema de alertamiento, tiene una importante función. Además, la amígdala pareciera estar involucrada en la consolidación y actualización de la memoria. En un reciente descubrimiento de Karim Nader y Glenn Schafe (2000), la síntesis de proteínas en la amígdala parece necesaria para que la memoria recientemente activada sea conservada como memoria, y no sólo conservada sino incluso actualizada. Así de importante es este alertamiento (estrés moderado), que permite que el proceso continúe integrando los nuevos elementos a los anteriores. Es decir, el cerebro en donde se originó en principio el recuerdo, es traído a la presencia a través de este alertamiento y se modifica gracias a esta activación que estimula la síntesis proteínica (como se expuso en el capítulo 3), facilitando así el nuevo aprendizaje, de tal manera que el cerebro "alertado" está preparado para el reto y entre sus herramientas tiene la disponibilidad proteínica que le permitirá integrarlo. El cerebro que regresa a su estado anterior ya no es el mismo que inició el proceso, sino ha integrado un nuevo aprendizaje. La memoria debe ser actualizada de manera continua y la nueva actualización modifica a las anteriores.

Podríamos hacer un símil de este proceso con algunas funciones en la informática. Si pensamos por ejemplo en una computadora, en el momento en que queremos guardar la información, el programa nos pregunta: "¿desea usted remplazar el antiguo archivo existente por el presente?" Al aceptar, modificamos la información anterior por la actual. En la actualización de la memoria cerebral sucede algo similar: los eventos posteriores reestructuran a los anteriores. Con una ventaja muy clara sobre las computadoras, no borrará la información anterior, la integrará generando una versión más flexible y compleja, la reestructurará de acuerdo con un nuevo 'procesador" generado por lo aprendido.

La memoria es prospectiva, es decir, los eventos que están sucediendo van modificando la estructura y organización de los anteriores. Esto tiene que ser así para que en realidad se actualice un sistema. Por ejemplo, si estoy aprendiendo un idioma y tengo un número de palabras de vocabulario memorizadas ya, pero en mi siguiente clase aprendo las reglas para construir el plural, estas nuevas reglas pueden aplicarse al vocabulario archivado en mi memoria modificándolo, actualizándolo. Así es como este alertamiento permite la actualización progresiva de la memoria. Está por demás decir lo importante que es esta reestructuración continua para permitir adaptarnos y manejar nuevas situaciones sin perder las herramientas anteriores, pero integrándolas desde una nueva perspectiva. Esto es precisamente el desarrollo, no es sólo la incorporación de nueva información, sino la posibilidad de establecer nuevos modelos de procesamiento. En el cerebro (no sólo en la amígdala) esta actualizaciones una expresión de la capacidad de integrar información y acceder a niveles más complejos de funcionamiento. Es decir, lo que se transforma no sólo es la cantidad de información o el contenido de la misma, sino, y sobre todo, la manera de procesarla. Sabemos además, por los estudios realizados por LeDoux (1996), que cuando los niveles de CREB están aumentados en la región de la amígdala lateraI, cualquier evento, por insignificante que parezca, tenderá a ser recordado con facilidad. Y es que si estos niveles de CREB se encuentran aumentados, según vimos en relación con el tema del plasticidad neuronal, la síntesis proteínica que permitirá la facilitación de las sinapsis o la construcción de determinados circuitos se vuelve mucho más fácil. (Recordemos cómo se dan los fenómenos, primero de potenciación a largo plazo y luego de segundos mensajeros de los que hablamos en el capítulo 3.) De esta manera el alertamiento que permite un nivel moderado de estrés facilita el aprendizaje. Volvemos entonces a la afirmación de que existe un nivel de "estrés" o "alertamiento" óptimo que permite el aprendizaje. Este nivel de alertamiento permite, a través de la activación dopaminérgica, estrechamente conectada con las funciones de memoria de trabajo, planeación, anticipación y atención, entre otras, una regulación y estructuración de este proceso de aprendizaje. De esta manera, una activación moderada, promovida por la amígdala, puede ser integrada en un sistema complejo, en donde este alertamiento se aprovecha y se dirige, no permitiendo que se acreciente más allá de lo necesario y desempeñando un papel central a nivel motivacional. Esto nos habla de la posibilidad de un funcionamiento integrado y eficiente de los sistemas corticales y subcorticales en colaboración, participando en la

movilización que está implícita en cualquier proceso de aprendizaje y desarrollo. Así, el cerebro humano está bien equipado para usar la ansiedad de manera que pueda darle forma a nuevos aprendizajes y sobrevivir a breves periodos de estrés con ganancias funcionales siempre y cuando esta respuesta pueda inhibirse después.

Se han hecho interesantes investigaciones al respecto. Pat Ogden (2006) plantea que existe una ventana de tolerancia al estrés. Cuando los retos o las situaciones se encuentran dentro de este intervalo, podemos manejarlo de manera óptima. Si este nivel se sobrepasa caemos en la desregulación del sistema nervioso autónomo hacia la híper o la hipoactivación. Ya hemos analizado cómo la intensidad del estrés determina su calidad como estimulante del desarrollo o como generador del desgaste y deterioro. Sin embargo habría otra cuestión importante por aclarar, ¿por qué el estrés desempeña un papel tan distinto dependiendo del momento de la vida? ¿Por qué somos tan vulnerables al estrés cuando somos pequeños? Son varias las razones, entre ellas el hecho de que el proceso madurativo está apenas en sus comienzos. El hipocampo, que es el encargado de "apagar" a la amígdala, se distingue por una tardía maduración, por eso las experiencias angustiantes tempranas tienen tanto peso y carecen de información contextual. Otro aspecto que condiciona esta intensidad de las experiencias emocionales infantiles es la ausencia de un lenguaje que estructure y simbolice a las mismas. Nuestros temores son a veces tan inexplicables y carentes de sentido. Con frecuencia no sabemos a qué se deben y son desproporcionados a la existencia de peligros reales, es decir, estos temores que provienen desde nuestra prehistoria (de antes del desarrollo del lenguaje) carecen de un contexto que nos ayude a integrarlos, y esto debido a que en el momento en que se gestaron no existían el programa ni el archivo en donde pudiéramos llevar a cabo esta contextualización. La interacción entre el hipocampo y la amígdala es crucial en la organización emocional. Mientras la amígdala se encuentra directamente relacionada con la activación emocional, el hipocampo es una estructura esencial en la integración del funcionamiento lógico, de memoria, consciente y el aspecto social cooperativo. Ya habíamos hablado de cómo esta estructura integra el aspecto contextual favoreciendo la participación de la corteza. Si el estrés no es muy elevado el

hipocampo podrá seguir haciendo su función. La participación del hipocampo permite la contextualización de todos estos procesos emocionales y el uso de la palabra constituye una importantísima herramienta que permite la conexión de los procesos emocionales primitivos con aspectos de simbolización lingüística. Esta participación del lenguaje favorecerá el paso desde el sistema amigdaloide hacia una creciente participación cortical, y esta participación cortical le permitirá a la persona que se encuentra enfrentando algún temor infantil, "viajar" desde este mundo atemporal, ilógico y subreal, hacia un procesamiento más lógico, en donde esta información, finalmente, pueda ser integrada en un funcionamiento más flexible e integral de Ia persona. La activación de la amígdala, como es fácil suponer, puede ser inconsciente, de hecho la mayoría de las veces lo es, y siempre inicia como un proceso automático, de ahí la gran cantidad de fenómenos que encontramos de sensaciones de angustia o temor que no pueden relacionarse con una situación o evento específico o lo hacen sólo hasta en un segundo momento y que, sin embargo, tienen gran influencia sobre nuestro comportamiento. Esto explica la existencia de temores inconscientes. En la medida que haya una mayor participación de la corteza cerebral estas sensaciones pasarán a ser objeto de un procesamiento mucho más elaborado, en donde las funciones del pensamiento pueden ayudar a su comprensión y manejo. Pero esto no siempre es posible o no de una manera tan sencilla, lo cual tiene una explicación funcional. En muchas ocasiones ha podido observarse a través de distintos experimentos que al aumentar la activación subcortical disminuye la cortical y viceversa (LeDoux, 2002). Es decir, que en general en nuestro cerebro tiende a haber una relación inversa entre la activación cortical y la activación del sistema límbico. Esto puede hacernos sentido si nos ponemos a reflexionar en lo poco racionales que podemos ponernos ante un estado de angustia desmedido. Lejos de escuchar razones o poder reflexionar actuamos de forma impulsiva y de manera automática. Recordemos los dos canales de activación de LeDoux (2002): el amigdaloide y el cortical, y la mayor cantidad de conexiones desde la amígdala hacia la corteza y no en sentido inverso. Nos es muy difícil influir sobre nuestras reacciones emocionales tan sólo con procesos intelectuales. Por más que sabemos que no tenemos que temer ante los aviones, si se tiene por ejemplo una fobia a volar, nos asustamos, no importa cuántos cursos explicativos se hayan tomado acerca del alto nivel de seguridad de este medio de transporte. Aunque a la larga, si somos constantes, lograremos mitigar el miedo con una creciente comprensión, son muchas horas invertidas con muy poca ganancia.

LeDoux (2002) además hizo otra interesante observación de particular importancia con ayuda de las técnicas modernas de imagenología. Durante los momentos en que se recuerda una experiencia traumática puede observarse una inhibición de la actividad del área de Broca, esta área está en especial relacionada con el lenguaje. No es casual que ante una experiencia tan apabullante nos quedemos literalmente "sin habla". La inhibición del funcionamiento de esta área puede explicar el porqué de las reacciones de enmudecimiento ante situaciones traumáticas y la dificultad para generar una narrativa del evento, así como lo curativo que puede ser el relato del mismo. Cuando conseguimos finalmente poner en palabras lo que nos ha sucedido viene una necesidad imperiosa de hablar del suceso como un medio para su tramitación, y entonces se lo contamos a toda persona que encontramos por el camino (con ciertas modificaciones conforme se va integrando y elaborando, algunas no tan relacionadas con el evento en sí como con el relato que elaboramos del mismo para poder tramitarlo). Como veremos, sin embargo, en ocasiones a través de la verbalización no se logra entrar en contacto con procesos emocionales o memorias instaladas corporalmente (memoria amigdalar). Entonces se trabaja directamente sobre actitudes corporales (Ogden, 2006) que permiten la revivencia del recuerdo, pero haciendo conciencia total de las reacciones del cuerpo -tensión en los hombros, respiración agitada, etc.- y tratando de modificar estas pautas. El trabajo alrededor del aspecto emocional tiene que ver con la experiencia de contención y apoyo que se genera en la interacción con un ser humano empático a nuestro sentimiento. Las pautas de interacción diádica tienen un efecto en la regulación autonómica y en la construcción de significados emocionales compartidos. Una buena conversación logra incidir en estos tres niveles pues integra ritmos corporales, entonación emocional y simbolización verbal de los contenidos, logrando llevar a una nueva inscripción de la experiencia, aunque en algunas ocasiones sea necesario un trabajo previo a nivel corporal para poder acceder a una buena conversación. En el proceso terapéutico es común presenciar cómo la conversación (con todo lo que esta implica) acerca de una situación traumática, vivida hace mucho tiempo, puede tener efectos verdaderamente curativos. Este proceso de elaboración puede ser favorecido con el tiempo. Es decir, quizá en un primer momento sólo simbolizar sensaciones, colores, olores. Más adelante: recuerdos aislados, para poco a poco ir construyendo la narrativa del evento que permita una integración y elaboración del material. En relación con este progresivo proceso de simbolización nos gustaría relatarles una experiencia en un proceso terapéutico.

Una linda y valiosa joven de 20 años me enseñó a seguir paso a paso su proceso de simbolización. Me pedía que sólo la observara embarrar colores en una cartulina y que mientras ella embarraba colores yo fuera diciendo qué tipo de sentimientos pare- cían estar expresando. No es que me dedique a la "lectura del color' (podría ser interesante), pero mientras dibujaba a veces lo hacía temblando, a veces con energía, otras parecía estar "apaleando" al pincel, otras lo hacía con delicadeza y dulzura, y estos indicios me permitían brindarle mis hipótesis acerca de sus sentimientos. Ella aceptaba o rechazaba mis verbalizaciones y poco a poco iniciábamos, de manera conjunta, la elaboración de un relato. Es como si nuestros cerebros estuviesen conectados y a mí me tocaba tratar de hacer la función de la corteza con los elementos que ella me brindaba, llenos de emoción, color y de sensaciones atemporales [...] El trabajo fue por demás enriquecedor para ambas. Aprendimos mucho de muchas cosas, al grado que en una ocasión en que ella me pidió dibujar algo, "lo que fuera", me preguntó: "¿Por qué estás preocupada?" Ese día le iban a dar un diagnóstico importante a mi madre y yo no me había dado cuenta de lo preocupada que esto me tenía. A este grado habíamos encontrado un nivel de comunicación y de desciframiento mutuo de nuestros estados emocionales. Nuestro trabajo fue bastante redituable y ella pudo reintegrarse a su vida cotidiana con bastante confianza después de unos meses y yo obtuve mucha información acerca de procesos inconscientes propios de los que no tenía noticia.

Importancia del trabajo alrededor del propio cuerpo en la tramitación de la experiencia traumática

A este respecto resultan muy interesantes los planteamientos de Pat Ogden y colaboradores (2006) en relación con la manera en que pueden irse trabajando las reacciones corporales disociadas, generadas por las situaciones traumáticas. En su interesante libro Trauma and the Body: A Sensoríomotor Approach to the Psychotherapy, Los autores señalan la importancia de incluir el trabajo sobre el cuerpo a la psicoterapia como una vía esencial para el tratamiento de las experiencias traumáticas, dado que en éstas se evidencia la importancia de las reacciones a nivel corporal (sensaciones, imágenes intrusivas, olores, embotamiento, tensión, etc.), que aparecen como un "recuerdo somático disociado". Basándose en la explicación tripartita de la mente de Mclean (1985), los autores analizan la existencia de tres tipos de procesamiento de información:

sensoriomotor, emocional y cognitivo; que observan una organización jerárquica progresiva. El procesamiento cognitivo sería el más elevado de estos tres y el sensoriomotor el más bajo en esta jerarquía, y hacen un paralelo entre estos tres tipos de procesamiento de información y los niveles de organización que se han dado a través de la evolución del cerebro en este modelo tripartita que lo divide en: cerebro reptiliano, cerebro mamífero antiguo (sistema límbico) y cerebro de los nuevos mamíferos (neocorteza). Plantean entonces que puede haber dos vías de integración de información: de abajo hacia arriba, es decir, desde lo sensoriomotor hacia lo cognitivo, o de arriba hacia abajo, es decir, desde lo cognitivo hacia lo sensoriomotor. En las experiencias traumáticas las reacciones sensoriomotoras ocupan un lugar central a la par de la hiperactivación emocional, no pudiéndose, por lo general, discriminar qué corresponde a la emoción y qué a la respuesta somática. Los autores plantean que más que suprimir estos síntomas corporales debemos entender que éstos cuentan una historia, sólo que sin palabras. El proceso debe estar encaminado a describirlos en palabras, asociándolos con los sentimientos que evocan, para poder facilitar la integración de la experiencia y así, progresivamente, ir disminuyendo la disociación que los hace aparecer como "recuerdos somáticos" disociados de la conciencia.

Como decíamos, para poder lograr la integración de las experiencias existen dos vías (regulación de arriba hacia abajo, es decir, desde lo cognitivo hacia lo corporal y, la regulación de abajo hacia arriba, es decir, desde lo sensoriomotor hacia lo cognitivo), y el conocimiento de las mismas cobra particular importancia para Ia tramitación de las experiencias traumáticas, dado que permitirá elegir cuál vía constituye, en el momento, la mejor aproximación para la tramitación del contenido que se está trabajando de la experiencia traumática. Los autores basan su postura en el sustento de que el procesamiento cognitivo y emocional afectan profundamente al cuerpo, al mismo tiempo que el procesamiento sensoriomotor afecta profundamente a la cognición y a la emoción. Estas dos vías deben ser integradas para lograr realmente la tramitación de la experiencia traumática. El alto nivel de procesamiento (cognición) puede reestructurar el procesamiento emocional o sensoriomotor a través de la reflexión, el pensamiento, la comprensión y la contextualización del suceso, pero esto sólo puede darse en los momentos cuando la hiperactivación subcortical no es excesiva. En el individuo que lucha contra una experiencia traumática la intensidad de la experiencia y la fuerza de las reacciones emocionales y sensoriomotoras

disminuye abruptamente la habilidad para este procesamiento de arriba hacia abajo, sobre todo cuando se ingresa en ciertos contenidos llevándolo a una dominancia de la actividad subcortical. En estos momentos la integración de la otra vía de procesamiento (de abajo hacia arriba) se convierte en una interesante herramienta. Entonces se dirige la atención hacia las sensaciones somáticas y tratan de tramitarse poco a poco. Los autores plantean la necesidad inicialmente de diferenciar la emoción de la respuesta corporal. Es diferente trabajar sobre "la tensión en los hombros" que sobre "el estado de pánico". Se inicia así el trabajo sobre aspectos muy concretos en el cuerpo que pueden ir influyendo en la regulación emocional progresivamente. Al ir "destensionando" los hombros, se "afecta" el estado emocional, bajando el estado general de tensión. Se trabaja así sobre la conciencia de las sensaciones y respuestas corporales. La manera en que estas reacciones corporales son interpretadas por el sujeto a nivel cognitivo y emocional afecta profundamente la manera como son vividas por la persona. Se empieza a dar a estas respuestas corporales otra connotación, y en este sentido se regresa a la regulación de arriba hacia abajo, cambiando de vía continuamente, según las necesidades del sujeto. A través de un interesante proceso psicoterapéutico se hace un filtrado en relación con cuáles de las sensaciones se pondrá atención y con cuáles no, de acuerdo al proceso de cada persona. Dado que la reacción física (alertamiento adrenérgico para el comportamiento de pelea o huida) precede a la reacción emocional y cognitiva ante la situación traumática, trabajar a este nivel nos permite ir integrando los contenidos y al separar las respuestas corporales de las emocionales se facilitará su tramitación, permitiéndonos la progresiva simbolización de las mismas. Para esta tramitación se elige una reacción corporal específica. Como punto de partida se hace así conciencia de la misma (conciencia del estado del propio cuerpo) y trata de modificarse suavemente con instrucciones muy concretas, como cambio de postura o relajación de las extremidades o echar el cuerpo hacia atrás, de manera que el sujeto pueda identificar esta reacción en otros momentos y analizar si esta respuesta específica corresponde o no ai contexto (por ejemplo, "no tener que estar echado hacia delante en la silla cuando no hay necesidad de salir corriendo de la habitación"). Estas modificaciones y análisis a nivel de lo corporal inciden en el estado general del sujeto. El sujeto puede aprender a observar y seguir las reacciones sensorio motoras que fueron activadas en el momento del trauma, así como a ejecutar conscientemente acciones físicas que interrumpen estas tendencias maladaptativas.

Poco a poco, ambas vías de procesamiento de información se van tocando hasta que Ia experiencia traumática queda digerida.

SIMBOLIZACIÓN Y PROCESO TERAPÉUTICO

El proceso terapéutico para nosotros tiene tres funciones esenciales:



 

Relacional: brindar un vínculo satisfactorio y que permita la reconstrucción de experiencias de apego (trataremos este tema en el capítulo 5). Desarrollo de habilidades y funciones: que se ejercitan en el contacto con el otro. Elaborativa: que permite simbolizar y "reescribir" una nueva narrativa de los eventos; dar una nueva y más flexible interpretación de lo vivido, liberando a la persona de sensaciones no simbolizadas y permitiéndole encontrar nuevas opciones para la resolución de los conflictos.

Es en este último aspecto donde se centra esta necesidad de pasar desde la sensación primitiva y atemporal hasta la elaboración de un relato que permita un mejor manejo de la situación, subordinándola a funciones más avanzadas y que dan a la persona mayor libertad de acción. ¿Y por qué dan mayor libertad de acción? Porque si yo viví, por ejemplo, una experiencia de abuso cuando era pequeña y en lugar de nombrarla sólo la "revivo" cotidianamente sin poder siquiera "recordarla" sufro situaciones de angustia "irracional", ante las cuales tengo pocas herramientas para defenderme. Me quedo atrapado en el evento traumático inconsciente que se repite en un eterno y tenebroso presente. Si puedo hacer un relato, en primer lugar temporalizo la acción (fue allá y entonces y no está sucediendo aquí y ahora). Pero además, al construir una historia elaboro una explicación y entonces las sensaciones dejan de ser irracionales, tienen un porqué, y no sólo eso, puedo también tomar medidas al respecto. Es impresionante el enorme poder que puede tener una sensación emocional intensa para influir nuestra manera de percibir una situación. Nuestro sistema de alerta puede influir nuestra percepción a tal grado que podemos llegar a distorsionar la percepción condicionados por este sistema de alerta.

Este hecho resulta de gran relevancia cuando tratamos, por ejemplo, de reconstruir un hecho traumático queriendo basarnos en la apreciación de la persona que estuvo sometida a esta experiencia. En realidad este es un acto posterior y que requiere elaboración. La percepción puede ser seriamente afectada debido a la intensidad de la experiencia. La amígdala puede influir así no sólo la reacción inmediata del sistema simpático produciendo la descarga necesaria de adrenalina y noradrenalina que lleva a la activación, sino también puede influir la actividad cerebral a nivel de la alteración de los sistemas sensoriales. Tan así es que en los famosos flashbacks la persona "ve", "oye" y "siente" cosas que no se encuentran en el área de percepción en ese momento. David Amaral (1992) ha señalado que si bien sólo las últimas estaciones del procesamiento perceptual envían conexiones hacia la amígdala, ésta manda conexiones hacia todos los estados (estaciones), permitiéndole influir incluso sobre los procesos sensoriales más tempranos. Al respecto podemos relatarles una anécdota: Una mujer que acudió a consulta cuando contaba ya con 35 años de edad, estaba bastante lastimada por un largo y doloroso proceso de abuso sexual de su padrastro y una continua incapacidad de su madre para protegerla y creer en sus acusaciones. Para ella, lo cual era bastante entendible, el mundo estaba plagado de abusadores o cobardes, esas eran las dos categorías posibles. En el momento que empezaba a establecerse cierto contacto en donde ella lograba acercarse un poco, las fantasías de ser víctima de abuso o traicionada eran tan fuertes e inconscientes, que con frecuencia había que hacer algunos señalamientos para que no abandonara el tratamiento. Su sistema de alerta, y con razón, estaba hiperactivado, coloreando todas sus percepciones del entorno. Si queríamos avanzar era necesario favorecer la desactivación de esta señal para ir generando otras percepciones del mundo, sobre todo de las personas y de los vínculos. En una de la sesiones en que empezó a hablar de una situación de abuso, apareció un temor irracional a que el padrastro pudiera aparecer en cualquier momento o saber de su acusación, El miedo no decrecía ante la información contextual: "Estamos en un lugar seguro donde no podía escucharnos." La amenaza que había sufrido de pequeña para no hablar y la incapacidad de su madre para creerle y protegerla eran dos elementos tan presentes hoy como entonces. El trabajo tenía que respetar el tiempo que ella requería para enfrentar estos fantasmas; no debía apresurarse. Estaba tan lastimada que había que manejarla con extrema precaución, al igual que a una persona que acaba de sufrir un accidente. Moverla sin cuidado podía causarle mayor daño. Recordemos las interesantes aportaciones de Pat Ogden (2006) en la relación

con la intromisión de contenidos corporales disociados y sus sugerencias para la integración de los mismos. Un estado extremo en donde puede apreciarse con claridad la pérdida de este aspecto contextual, el cual permite la integración de la información, es precisamente el problema de disociación de la personalidad. La falta de contextualización condiciona el que no pueda integrarse la experiencia; a tal grado liega esta disociación que se gesta una fragmentación de la experiencia que puede incluso dar como resultado el cuadro de personalidades múltiples, que expresan de manera alarmante este fenómeno de disociación, provocado por un nivel de estrés en extremo alto (aunado a otras dificultades para la integración funcional) que llega a desconectar literalmente funciones que en condiciones normales trabajan de manera conjunta. Si bien la personalidad múltiple es un estado extremo de esta problemática, todos hemos experimentado situaciones de disociación a través de nuestra historia, lo grave es el nivel de importancia con el que se use tal mecanismo y la cantidad de funciones de la personalidad que esta disociación alcance. Digamos que todos hemos intentado "huidas" como pensar en algo agradable mientras estamos con el dentista: dejamos volar nuestra imaginación, disociándonos del evento desagradable o tensionante. Este es una aspecto útil e inocuo de un proceso disociativo; no obstante la disociación puede traer consecuencias muy importantes cuando abarca niveles más significativos de procesamiento de la información.

DISOCIACIÓN La disociación es un síntoma común en Las reacciones ante experiencias traumáticas. Está caracterizada por desorientación y desconexión entre pensamientos, comportamiento, sensaciones y emociones. Las disociaciones nos demuestran que las redes neuronales que organizan estas funciones están en realidad separadas. Como son procesadas al mismo tiempo en situaciones de alerta, no nos damos cuenta que La integración es un proceso inconsciente activamente realizado. La disociación es así una expresión patológica donde falla la plasticidad que organiza E integra las redes neuronales. La integración es un proceso inconsciente activamente realizado y puede ser afectado cuando uno o varios de los procesos se ven entorpecidos por el simple hecho de que exista alguna dificultad en La sincronización de los circuitos implicados. Si no pueden sincronizarse, por ejemplo, los circuitos sensoriales, se dará una desintegración perceptual que llevará a una experiencia de fragmentación, como sucede en algunos problemas de psicosis infantil (tema que trabajaremos más adelante), en donde se vuelve difícil integrar la percepción de un objeto como algo total y sólo se percibe como partes "pegosteadas".

De esta manera, podemos entender que la disociación no es un fenómeno poco frecuente, sino que se trata de un accidente dentro del complejo proceso integrativo. Al desarreglarse alguno de los circuitos implicados, esta tarea posterior se vuelve difícil, trayendo importantes y severas consecuencias. Los flashbacks propios del estrés postraumático implican, como decíamos antes, el volver a vivir el evento de manera multisensorial, como si estuviese sucediendo en el momento presente. Este tipo de memoria, que está guardada en circuitos en donde interviene la amígdala, difiere de los circuitos de memoria en donde el hipocampo desempeña un papel central (Cozolino,2002). Esta afirmación es en particular importante debido a que el proceso elaborativo del que hablábamos en la relación terapéutica se relaciona con este cambio de circuitos de memoria. Cuando una experiencia es traumática no logra elaborarse de una manera eficiente. Pero: ¿qué significa que una experiencia sea traumática? La experiencia traumática tiene que ver con un nivel de activación más allá de lo que nuestro sistema puede procesar sin desorganizarse. La implicación de esta afirmación es muy importante, pues cada sistema de funcionamiento tiene su propio nivel de tolerancia ante situaciones de estrés. Para cada uno de nosotros existe una línea en donde una experiencia pasa de ser dolorosa o displacentera hasta convertirse en una experiencia traumática. Esto dependerá de la capacidad del sistema para procesarla. Para un sistema fuerte la situación traumática podrá constituir una demanda adaptativa de alto nivel de complejidad y riesgo que pone en peligro la supervivencia o el bienestar emocional del sujeto o de alguien cercano; en tanto que para un sistema frágil, un reto puede constituirlo la sola demanda que implica un cambio de lugar de residencia, la pérdida del trabajo o sólo los requerimientos adaptativos que va generando el simple hecho de convertirse en adulto, con la consiguiente asunción de responsabilidades. Por tanto, muchos padecimientos se desencadenan ante la demanda de desempeño que implica los compromisos propios de la vida adulta sin una "razón aparente". Entre más frágil sea un sistema de funcionamiento, con mayor facilidad tenderá a desmembrarse; entre más fuerte y más flexible tolerará mayores situaciones de estrés y se recuperará con mayor facilidad. Sin embargo, un sistema que se expone de manera crónica a situaciones de estrés se desgasta, y al desgastarse será menos capaz de tolerar el estrés en el futuro, sobre todo si este estrés se presenta durante etapas tempranas de desarrollo, ya que afectará la manera de funcionar de este sistema de modo más determinante y sobre todo en su capacidad integrativa; de ahí que las situaciones de abuso infantil o de angustias desbordantes durante este temprano periodo tengan efectos tan devastadores. Aunado a la incipiente

organización funcional, encontramos la ya señalada poca participación del hipocampo, lo que hace al sistema infantil mucho más vulnerable. Por otro lado, la experiencia de dependencia durante la infancia está apoyada en un hecho real: perder el cuidado equivale, durante esta etapa, a poner en riesgo nuestra existencia, debido a la falta de herramientas reales para "escapar" de algún peligro, o sólo para sobrevivir. Nuestra historia condiciona la manera como seguimos procesando nuestra experiencia, pero no se trata de una historia vivida pasivamente, sino de una historia en donde somos los sujetos de la acción. La experiencia implica un modo de funcionar, una manera de reaccionar ante los estímulos del ambiente, una manera de procesarlos, interpretarlos y almacenarlos para futuras experiencias. Si de pequeño viví en una situación de abuso, mis capacidades de procesamiento de información se alterarán a partir de esta experiencia de tal manera que no sólo sea un recuerdo, sino una forma de entender el mundo. El trauma produce una desregulación de muchos sistemas, y en la medida en que uno haya sufrido diversas situaciones estresantes se es más propenso a vivir una situación como traumática, porque este sistema desgastado será rebasado con mayor facilidad (Cozolino, 2002). Si ocurre un trauma severo en la vida temprana, o si se utiliza una forma de atención dividida (como entrar a un estado de intensa imaginación o de trance), la memoria explícita queda incapacitada para poder recordar el evento traumático de manera consciente. Sin embargo, esto no quiere decir que los elementos disociados sean anulados, muy por el contrario, al estar disociados se tendrá menos control sobre los mismos; estos elementos implícitos, intensos y terroríficos, serán almacenados sin codificación en un sistema de memoria inconsciente y pueden más adelante ser reactivados de forma automática como eventos no simbólicos, como sucesos "reales" reviviendo la sensación, no sólo como un recuerdo de la misma, entrometiéndose en la percepción o en algunas otras funciones sin que la persona pueda entender La raíz de éstas ni de dónde proceden (Siegel, 1999), son los "recuerdos somáticosdisociados" de los que nos hablaba Pat Ogden (2006).

Estos elementos disociados llevarán además a una falta de resolución, y permanecerán separados del resto del funcionamiento, entorpeciendo la integración. La falta de resolución lleva a la tendencia de crear patrones repetidos, en un intento por darles un sentido; recordemos el concepto de repetición en Freud (1914). Mientras se encuentren disociados del procesamiento, esta integración no se conseguirá y se dará la repetición de

patrones desorganizados que por lo mismo impedirán la anticipación y la elaboración, y lejos de resolver el problema de ansiedad, lo complican (Siegel, 1999). Siendo de inicio una defensa para no experimentar la intensa angustia que se vive ("disocio para no sentir lo que me asusta"), generan elementos que al no haber sido digeridos se quedan ahí, exigiendo su tramitación, pero despojados de las características que podrían favorecer su elaboración, ya que se les separó de las mismas para no "sufrir" la sensación de ansiedad. Tratemos de ejemplificar esta situación. Por desgracia, tanto por su frecuencia como por su gran incidencia en la gestación de problemas disociativos, los ejemplos de abuso en la infancia son los más útiles.

Figura 4.9. En este dibujo Isabel Taboada Expresa de manera gráfica el proceso regresivo en donde la sensación de vulnerabilidad lleva a la persona a buscar protección. En este caso refiere la autora que el nido es el símbolo de un lugar seguro mientras que la posición fetal hace alusión a un estado de protección como algún día lo que fue la estancia en el vientre materno.

Supongamos que una persona vivió una situación de abuso sexual de un tío en su infancia, el cual además era muy querido para ella. AJ ser una figura importante y valiosa, la disociación del recuerdo es una "protección" inicial

ante la dolorosa percepción de la realidad. "Despoja" al tío de ese recuerdo para poder seguir queriéndolo y reprime la memoria en su inconsciente. Este recuerdo permanece a nivel implícito y entonces podría desarrollar un nivel de angustia irracional ante su "jefe" en un momento posterior de su vida. Este mie do "irracional" tiende a ser disociado y a reactivar sucesos como si fueran actuales, y entonces esta persona puede optar por renunciar a su trabajo argumentando que el jefe tenía una actitud de acoso hacia ella. EI recuerdo implícito puede estar así invadiendo la percepción del presente, complicando el funcionamiento de la persona y, más aún, dificultando de manera creciente su contacto con los otros. Hacerse consciente de estas reactivaciones no resueltas, es decir, la consolidación del proceso de la memoria explícita en relación con los mismos, permitiendo su integración a la narrativa autobiográfica, lleva a la persona a hacerse dueña de la situación y tomar decisiones en relación con la misma (Siegel, 1999). Al comentarse, al ponerle nombre, la persona se convierte en el sujeto de la acción; pasa de ser alguien que pasivamente es vivido y manejado por el evento angustiante sin comprenderlo, a alguien que sabe qué le sucede y que puede probar distintas estrategias para su resolución. Su relación con el problema cambia de manera importante.

En la medida en que esta muchacha pudiera "recordar" el suceso doloroso podría finalmente liberarse de él en el presente. Lo que sucede es que la reactivación en sí es tan dolorosa, que de forma instintiva se evade como algo peligroso. La misma dificultad para enfrentar el proceso condiciona la supervivencia del problema. Existen diferencias personales en cuanto a la capacidad para tolerar y procesar un evento de este tipo. Como decíamos, hay sistemas mucho más flexibles y fuertes, pero entonces cabría preguntarse: ¿con qué tiene que ver la fortaleza de un sistema? De nuevo regresamos al tema abordado en el primer capítulo. La fortaleza del sistema la dan tanto el "aparato digestivo emocional" con el que nacemos, como la "nutrición" que recibimos del entorno. La disociación es un fenómeno que aparece ante situaciones traumáticas; esto sucede porque además de la hiperactivación de los sistemas adrenérgíco y dopaminérgico, encontramos otros dos sistemas que se elevan en esas situaciones y que tienen ciertas particularidades, las cuales nos explican, por un lado, por qué adquiere tal intensidad el recuerdo traumático y, por el otro, los fenómenos de pérdida de contacto con la realidad. Estos fenómenos se

explican con la correspondiente elevación de los niveles de norepinefrina (NE) y de opioides endógenos. Los niveles altos de NE preparan al organismo para pelear o huir y favorecen el registro de la memoria traumática; es decir, la memoria en el sistema amigdaloide, que presenta como característica, además

Figura 4.10. La posibilidad de ir simbolizando los procesos a través de las distintas formas de codificación va permitiendo que las sensaciones inconscientes e intensas empiecen a contextualizarse llevando a un mejor manejo de las mismas. La pintura es una excelente vía en este proceso de codificación (dibujo de Isabel Taboada).

De su falta de contextualización, su intensidad. Los altos niveles de NE se correlacionan con ansiedad, alerta e irritabilidad. La intensidad con que se almacenan los recuerdos traumáticos tiene una función adaptativa: es muy importante que no olvidemos aquello que nos llevó a una situación extrema. Sin embargo, si los niveles de NE llegan a elevarse demasiado, también se genera el bloqueo en el funcionamiento de la memoria. Cuando la NE se inyecta en ratas en dosis pequeñas su capacidad de retención aumenta, pero si es en dosis altas dificulta la memorización (lntroine-Collisot y McGaugh, 1987). Esto también tiene una función adaptativa: si la intensidad de la experiencia traumática nos puede dejar atrapados en un estado de choque, el organismo se defiende bloqueando la memoria del evento que no pudo procesarse para poder salir de la situación de emergencia. Es una medida urgente, aunque tenga un alto costo funcional posterior.

Aunado a este aumento de la NE, los niveles altos de dopamina, que activan la corteza prefrontal y generan una hipervigilancia, se correlacionan con la sensación de "miedo a ser dañado" y con la distorsión de la percepción bajo estrés. Es decir, que cuando estos sistemas se encuentran demasiado activos es de esperarse que podamos sentirnos paranoicos, irritables e hipervigilantes, y mientras esto tiene una función adaptativa ante eventos extremos, se vuelve bastante incapacitante si la reacción ocurre fuera de este contexto, lastimando en alto grado la capacidad de contacto de la persona y haciéndolo sentir con frecuencia vulnerable y con la necesidad de tener a la mano todo el tiempo una respuesta defensiva, pues hay una sensación continua de peligro o de ataque. Cuando los niveles de estos neurotrasmisores se encuentran elevados se presentan, como puede esperarse, conductas de retraimiento social, así como de evitación ante nuevos estímulos, que pueden ser percibidos como potencialmente peligrosos. Si además recordamos que se han encontrado también bajos niveles de serotonina en las personas después de una experiencia traumática, la sensación de que el contacto puede ser una experiencia agradable queda muy lejos del alcance (Anisman, 1978). Porges (2009) hace un interesante estudio alrededor de la respuesta del sistema nervioso autónomo ante situaciones de reto. Recordemos que en términos generales la respuesta del sistema nervioso autónomo puede ir hacia la activación (sistema simpático) o hacia Ia modulación o freno de esta respuesta (sistema parasimpático). La vida continuamente nos pone en situaciones de reto que no necesariamente tienen que ser desreguladoras y que como decíamos, constituyen estímulos para el desarrollo. Siempre hay cierta movilización de nuestro sistema de activación, sólo que si se da dentro de ciertos parámetros, nos permite un estado de alerta cómoda que favorece el contacto, el aprendizaje y el disfrute o el esfuerzo satisfactorio. Hemos hablado ya mucho de respuestas de pelea y huida adrenérgica y noradrenérgica fragmentación, pero hemos parasimpática.

la función del sistema nervioso simpático en las que se generan con la consiguiente activación que nos pueden llevar a sensaciones incluso de hablado muy poco acerca de la respuesta

Porges (2009) dirige su atención al sistema nervioso parasimpático, y a su participación tanto en la respuesta de vinculación social como de inmovilización y colapso disociativo. Esta última se presenta ante situaciones de amenaza cuando la respuesta de huida o de pelea fue ineficiente, mientras que la primera tiene que ver con estados de óptima regulación. En Ia respuesta parasimpática Porges (2009) subraya la importancia de la respuesta vagal (décimo nervio craneal con un sentido bidireccional entre cerebro y órganos viscerales específicos como el corazón). Este nervio craneal, puede ser conceptualizado como un tubo conteniendo varias fibras sensoriales y motrices iniciando o terminando en diferentes áreas del tallo cerebral y juega un papel muy importante en estas respuestas de regulación del sistema nervioso y de su expresión visceral. Existen dos tipos de respuesta vagal. La primera que corresponde a nuestro sistema más evolucionado, el vago mielinizado -sistema vagal ventral- que de acuerdo con Porges (2009) promueve estos estados de calma y de vinculación social de los que veníamos hablando. Este sistema se activa cuando el estímulo a procesar se encuentra dentro de nuestra ventana de tolerancia. Sin embargo, si nuestra respuesta vagal evolucionada no funciona, o bien reaccionamos con nuestro sistema simpático activando las conductas de pelea o huida, o bien, ante una amenaza aún mayor, podemos re- accionar con el sistema vagal más viejo -el vago primitivo dorsal-. Este "viejo vago" está relacionado con la inmovilización y el decremento de las funciones metabólicas. Como Pat Ogden (2006) ya nos señalaba, si el reto se encuentra dentro de esta ventana de tolerancia entonces habrá una desregulación del sistema nervioso autónomo, es decir, acudirá a las respuestas ya sea de hiperactivación simpática o parasimpática vagal ventral, según sea el nivel de amenaza. Como veníamos discutiendo en este capítulo, las situaciones de moderado estrés (reto) permitirán el aprendizaje y la activación dentro de un nivel óptimo. Si se sobrepasa este nivel (esta ventana) habrá una desregulación del sistema nervioso autónomo. Curiosamente un sistema desregulado caerá

desde la hiperactivación hasta la hipoactivación, mientras que un sistema nervioso regulado manifestará diferentes niveles de activación moderada, sin abandonar su ventana de funcionamiento óptimo. Schore (2009), basándose en Porges y Wheatley Crosbie presenta un cuadro que expresa gráficamente estos conceptos y que reproducimos a continuación (traducción de los autores). Si bien en la respuesta regulada notamos mayor o menor activación, ésta no salta de parámetros manejables, mientras que en la respuesta desregulada la respuesta cae desde la hiperactivación a la hipoactivación fácilmente. En este cuadro se pone el acento en la intensidad y peligrosidad de la situación que se enfrenta es decir, de el o los estímulos a los cuales responder. También sería importante destacar que cada sistema tiene distintos niveles de amplitud de esta ventana de funcionamiento óptimo. Es decir, hay personas que tienen una ventana más amplia de activación óptima, mientras que otros encontrarán muy reducida esta ventana y fácilmente caerán en situaciones desreguladas. Precisamente la capacidad de resilencia tendría que ver con la amplitud de esta ventana de funcionamiento óptimo que le permite a la persona tolerar mayores niveles de estrés sin desregularse y/o tener una buena capacidad de recuperación si llegara a desregularse temporalmente. Cyrulnik (2001) pone énfasis en la existencia de una relación de apego seguro en la primera infancia como elemento determinante para poder desarrollar esta capacidad de resilencia. Si bien ésta es indispensable no es suficiente y existen otros factores que intervienen en la gene- ración de esta amplitud de funcionamiento óptimo. Regresando a nuestro concepto del inicio: la resilencia como nuestras otras capacidades emocionales, depende tanto de la experiencia de contacto como de la capacidad del sujeto para procesar neurológicamente los estímulos. De hecho encontramos sujetos que han enfrentado situaciones verdaderamente difíciles desde el inicio de sus vidas, pero que han presentado paralelamente una gran capacidad, desde siempre, para extraer lo bueno que pudieron encontrar en el contacto humano, debido a que contaban con un "aparato digestivo emocional" que supo aprovechar hasta los más mínimos nutrientes. Sin embargo en términos generales digamos que esta capacidad de resilencia se genera con un buen contacto y una buena capacidad para aprovecharlo. De esta manera la amplitud de la ventana de tolerancia tendrá que ver con el interjuego de estas dos variables. Tendremos, en esta interacción dos situaciones en cada extremo: 

Situaciones de maltrato que llevan incluso al abandono de la respuesta de pelea o huida por resultar impotentes ante el abuso inminente. En este caso las defensas de movilización prueban ser ineficientes o llevar a un mayor problema, como provocar mayor violencia del atacante o

resultar inoperantes como cuando dolorosamente el atacante y la figura de cuidado son la misma persona. La evitación pasiva o la inmovilización aparecen como las únicas estrategias de supervivencia, entonces encontramos tres posibles respuestas:

1. La respuesta de congelamiento alerta con intervención también del sistema simpático. Inmovilidad alerta. 2. La respuesta distendida.

parasimpática

de

simulación

de

muerte.

Inmovilidad

3. Comportamiento sumiso.

Y esto al cabo del tiempo puede generar patrones de comportamiento, sobre todo cuando constituyen una experiencia repetida en situaciones de crianza. Es por eso que algunas personas siguen presentando respuestas de sumisión ante su atacante en momentos en que ya podrían liberarse de él , pero han aprendido este comportamiento sumiso como una respuesta corporal no mediada por la reflexión, pues ha constituido durante un periodo prolongado un medio de supervivencia. Existen otros casos en los que un desarreglo en la modulación de estos circuitos lleva a la pronta elevación de los mismos ante situaciones de mínima frustración. En estos casos la persona puede estar enfrentando un umbral de tolerancia al dolor físico y emocional bastante bajo, al lado de una reacción hiperactivada de irritabilidad (por excesiva sensibilidad ante la estimulación sensorial) y dificultades para la modulación del afecto (por desarreglos en el circuito corticolímbico). En estos casos este circuito corticolímbico encuentra su funcionamiento alterado por diversas causas: ya sea por la existencia de un foco irritativo en el lóbulo temporal derecho, una hipoactivación de la corteza orbitofrontal que modula el afecto, una hiperactivación de la respuesta amigdalar, una excesiva sensibilidad sensorial propiciada por la falta de diferenciación parietal que condiciona una hipervigilancia o varios de estos elementos combinados de tal manera que hacen a la persona vivir un mundo muy agresivo y ante el cual responden de manera intensa. La situación se vive de una manera tan amenazante que es muy entendible que quienes enfrentan este problema puedan sentir como adecuado reaccionar de forma agresiva o, por el contrario, escapar de todo contacto retrayéndose. Cuando las conductas violentas aparecen es difícil poder reconocerlas como tales, para el mismo sujeto, pues se las percibe como meras acciones de autodefensa para la supervivencia. Por fortuna para quienes enfrentan este problema existen ya mayores opciones de tratamiento que les ayudarán a reorganizar el

funcionamiento de los circuitos afectados. La mayor dificultad en estos casos es que no podemos poner en riesgo a las personas cercanas en tanto este funcionamiento se reorganiza, y es muy importante la interconsulta psiquiátrica junto con el tratamiento celular con factores tróficos, ya que los resultados no son inmediatos. Ahora bien, ¿qué sucede cuando la secreción de opioides está aumentada? La alta secreción de opioides tiene una función analgésica ante situaciones dolorosas. Es un mecanismo adaptativo que funciona incluso como anestésico para poder "continuar huyendo" ante una amenaza vital". Pero estos altos niveles de opioides resultan no sólo en un efecto analgésico, sino también interfieren con la prueba de realidad. Es por ello que ante situaciones de intenso dolor físico o emocional se pierde el sentido de lo que ocurre y en ocasiones parece que lo vivimos entre sueños. Esta respuesta "anestésica" o de "disociación" pudo apreciarse claramente ante una situación tan traumática como fue el temblor en la Ciudad de México en 1985, en donde hubo quienes, aunque veían los edificios derribados, seguían dirigiéndose a su lugar de trabajo, sintiéndose como si presenciaran una película. Los altos niveles de opioides parecen así estar relacionados tanto con problemas de disociación como con experiencias de desrealizacion y despersonalización en situaciones que implican un severo trauma emocional. Y entonces, ¿por qué aumenta Ia secreción de opioides durante estas experiencias? Estas experiencias, al ser tan dolorosas, requieren paliativos para poder ser enfrentadas. Nuestro organismo está preparado para enfrentar la emergencia, aun- que haya un costo. El problema viene entonces cuando o bien se vive como dolorosa una situación común (por la fragilidad propia del sistema una ventana muy reducida de funcionamiento óptimo-), o cuando se han sufrido situaciones de verdadero abuso, que han estimulado el funcionamiento frecuente de este sistema (los casos de personalidad múltiple muchas veces se encuentran relacionados con historias terroríficas de maltrato infantil). Este aumento en la secreción de opioides dificulta los procesos de integración de la experiencia. Las endorfinas (un tipo de opioides) secretadas cuando ocurre, por ejemplo, algún daño físico, tienen algunas particularidades que es importante retomar. La función analgésica de estas sustancias, parecidas a la morfina, puede ser la responsable de los reportes que hacen algunas personas de sentir menos ansiedad después de sufrir una lastimadura o daño corporal (Cozolino, 2002),lo que puede explicarnos por qué hay quienes reportan sentir tranquilidad e incluso placer al autolastimarse. Por desgracia, la fácil activación de este sistema "enseñó" al organismo a buscar esos "suplementos" paliativos para el

dolor, como un recurso desde donde se obtiene placer y se han vuelto un patrón de funcionamiento. Esta búsqueda externa de sensaciones también la encontramos en los problemas de adicción. Un problema de adicción es muy complejo, e implica variables sociales cuyo análisis nos sobrepasa, y que no pretendemos reducir a nuestro análisis neurofuncional; no obstante, consideramos que puede ser útil añadir, como dato interesante, el hecho de que la conducta adictiva se relaciona, de alguna manera, con la dificultad para el procesamiento de dolor. Cuando el organismo se siente desbordado por una situación que registra como bastante dolorosa (emocionalmente hablando), la conducta adictiva ocupa el lugar de estos analgésicos opioides. No es casual que varias de las drogas imiten el funcionamiento de los mismos (no todas, hay algunas que, por el contrario, aumentan la hipervigilancia como las anfetaminas o la cocaína, pero éstas en general son preferidas por quienes necesitan una activación de un sistema que se encuentra hipofuncional. Esta hipoactivación también genera ansiedad y entonces se acude a un medio engañosos pero de efecto inmediato).* El grupo de los opioides (como la morfina) genera estos estados de desrealización y de disociación que "anestesian" el dolor de forma temporal, con un costo muy elevado en cuanto a riesgo y deterioro funcional progresivo. Diríamos que quienes acuden a estos medios tal vez están en búsqueda de un paliativo que les ayude a mitigar un estado de considerable sufrimiento. Si esta reactivación se da por una reacción funcional, por ejemplo, como respuesta a situaciones de excesivo maltrato, el aumento de la secreción de opioides se convierte en un recurso del organismo. Los niveles incrementados de opioides endógenos generan un estado de bienestar emocional, o al menos de ausencia de dolor, dificultando el procesamiento de Ia experiencia y la consiguiente integración de la misma. Digamos que estas endorfinas en nuestro cuerpo funcionan como una conducta adictiva: el objetivo es evitar dolor y malestar. Son sustancias total y absolutamente "hedonistas", funcionan sólo para la consecución de placer, ese es su único fin objetivo. Se vuelve entendible que en situaciones de extremo dolor crónico el criterio de "búsqueda de placer" se convierta en central. A tal nivel se degrada nuestro funcionamiento ante situaciones tan primitivas. Cuando estos niveles aumentan en nuestro organismo tendemos a evitar el trabajo emocional de la situación traumática requerida para su elaboración. El proceso curativo implica momentos de dolor, duelo y angustia. Cuando este sistema está muy activo, entrar en estos procesos no es una tarea viable.

Y llegamos al final de este capítulo otra vez asombrados ante la complejidad de nuestro funcionamiento, y es que la ansiedad constituye uno de los mejores ejemplos de cómo el funcionamiento se da por la integración de diversos circuitos de distinta jerarquía y nivel de complejidad. El desarreglo de alguno de los elementos en estos circuitos puede llevar a síntomas similares, a pesar de que su origen sea tan distinto. Entonces comprendemos que no sólo hay quienes nos angustiamos más o menos, o que somos más sensibles a los cambios y activaremos la señal con mayor facilidad. También encontramos que habrá distintos recursos para reorganizarnos y distintos niveles de tolerancia ante la angustia. Es importante que conozcamos nuestro funcionamiento, nuestros recursos y también nuestras limitaciones para poder cuidarnos mejor, pero también para estimularnos ante aquellos retos que permitirán que nuestros sistemas se enriquezcan y desarrollen. Lo interesante es que se pueden generar nuevas y mejores respuestas aun cuando seamos adultos, y aun cuando nuestra historia y nuestro bagaje nos hayan permitido sólo un cúmulo de las mismas. En la medida que podamos entender estos complejos procesos y podamos influir en ellos, tanto desde la experiencia como desde el funcionamiento (podemos mejorar nuestros circuitos a través de la terapia celular), estaremos en condiciones de aprovechar nuestra angustia como un motor y no como un obstáculo, pero requerimos trabajar sobre nosotros mismos, partiendo del reconocimiento de aquellos sistemas en donde nuestro funcionamiento no nos da mucha movilidad. Según Siegel (1999): "La memoria prospectiva nos permite 'recordar' el futuro." Es decir, hacer uso de nuestras experiencias pasadas para enriquecer nuestra proyección hacia lo nuevo, hacia lo que está por venir. El objetivo de una señal de alarma es que nos permita generar una buena respuesta integrando esta alerta, con la información que proviene del contexto y de nuestras experiencias pasadas. Este es su buen funcionamiento. * Como se decía, el problema de las adicciones implica un enorme número de variables (sociales, familiares, culturales, funcionales, psicodinámicas, etc.). Aquí simplemente quisiéramos recalcar, de acuerdo con el aspecto neurofuncional, que en muchas ocasiones hemos observado que el tipo de sustancia a la que se genera adicción tiene que ver con los circuitos neuronales afectados. Es una especie de "automedicación" dañina, que alivia los síntomas de manera inmediata generando el subsiguiente empeoramiento de los mismos llevando así al sujeto a aumentar el consumo. Hemos tenido la experiencia de diversos casos en los que el consumo se ha disminuido una vez iniciado el tratamiento de manera muy significativa y en un número importante

de los mismos desaparecer casi por completo. Estas, son observaciones factuales que requerirían una investigación estructurada para poder llegar a conclusiones.

Capítulo 5

¡No te me acerques! Si bien toda experiencia traumática es dolorosa, el trauma a nivel de la relación de apego se convierte en trágico, puesto que genera impedimentos en nuestra capacidad de adaptarnos y conectarnos con los otros. SIEGEL Y SOLOMON, 2003, p. 336

En esos momentos de enganche, en esos estados diádicos de resonancia, en donde podamos apreciar el poder de las relaciones para nutrirnos y para curar a nuestra mente. D. SIEGEL, 1999, p. 337

Despedida, Remedios Varo, 1958 Esta hermosa pintura nos explica de manera simbólica el vínculo emocional qué permanece más allá de la ausencia y la separación.

Una llamada telefónica a mi celular interrumpe la sesión en la que estoy trabajando. Cuando le pido a Enrique que me dé el numero al que pueda llamarlo en 10 minutos, me dice: “se trata de una emergencia, no puedo esperar tanto tiempo, Renata está muy mal, tengo miedo de que se lastime, salió de la casa pero no puede controlarse, dice que quiere morirse y que no quiere saber nada más. Durante el fin de semana ingirió muchas pastillas. El viernes tomo 3 éxtasis, 17 valiums; ayer 16 valiums y hoy lleva ocho. Tengo miedo que le pase algo y no quiere hacer caso, está afuera. Ne Sé que hacer […]” Enrique es la pareja de Renata. Vivian juntos desde hacía 3 años. Dada la cantidad de sustancias consumidas y con el fin de evitar cualquier riesgo Renata fue hospitalizada en urgencia para su desintoxicación, y al salir continuamos con el tratamiento que habíamos indicado meses atrás. Renata es una joven de 29 años, inteligente y amable, con una linda sonrisa y un maravilloso sentido artístico, pero que se sentía muy deprimida y nerviosa durante la mayor parte del día. Acudió a consulta

buscando ayuda pues la abrumaba un estado de intensa ansiedad cada vez que tenía que establecer algún contacto social, lo que la había llevado a aislarse cada vez más. Incluso había dejado de trabajar. Me encantaba que en muchas ocasiones sentía que el enojo la invadía y no la dejaba pensar con claridad, la llenaba de una sensación de desesperanza e impotencia. La actual circunstancia de emergencia le daba el valor para revelarme que para calmar su angustia consumía Valium y éxtasis, porque así lograba sentirse lo bastante tranquila como para poder sobrevivir el día y tolerar la cotidianidad que en ocasiones se tornaba insoportable. Estas sustancias le permitían, aunque fuera de manera fugas, interactuar con los otros, cosa que en realidad ella anhelaba. El éxtasis lo consumía cuando tenía algún evento al que sabía acudiría mucha gente (una fiesta por ejemplo), y por lo mismo le resultaba una fuente de ansiedad. Esta sustancia le proporcionaba una sensación de bienestar y desarrollaba en ella un sentimiento de armonía y afecto hacia las otras personas, que la libraban por momentos de esta tención que generaba el contacto, sobre todo con los desconocidos. Los valiums constituían un recurso cotidiano ante las situaciones repentinas de ansiedad que la asaltaban al parecer sin ninguna razón. La ansiedad la atrapaba en un mundo solitario, lleno de incertidumbre y dudad, que le daba poca movilidad […] y ella deseaba salir tanto de esa prisión, disfrutar de la compañía, pues se consideraba a sí misma como afectuosa y yo la veía de la misma forma. El Valium y el éxtasis, de manera engañosa, le proporcionaban este alivio anheladoi. MDMA, conocido como éxtasis, tiene diversos efectos sobre el cerebro. Interviene en el circuito del placer, pero parece también promover la secreción de oxitócica, que quede estar relacionada con el sentimiento “amoroso” que esta droga produce (McDonald, 2008). El Valium es diazepam que corresponde al grupo de las benzodiacepina, favoreciendo la desaparición de los síntomas de ansiedad.

“necesito tan desesperadamente sentirme tranquila y feliz, que en ocasiones no consigo evitar acudir a ellas”, me decía con una expresión de profunda tristeza y una voz que parecía estar ahogada por la sensación de derrota. A pesar de que Renata no había hablado antes de este consumo cotidiano de sustancias, si me relato que sus imágenes mentales parecían cobrarle tal realismo que pudiera confundirse con percepciones. Me comentó que la intensidad de sus estados mentales le generaba una seria dificultad para manejarlos. Por ejemplo, me describía que ante el temor de que un accidente pudiera suceder, aparecía una vivida imagen del mismo en su mente, tan detallada e intensa que incluso podía “oler” el combustible tirado que aparecía en la imagen mental a partir de esta fantasía. Esta descripción de su funcionamiento me llevo a pensar en la necesidad de evaluar porque en su cerebro existía tanta contaminación

entre los procesos perceptuales y los evocativos, por lo que hicimos una valoración neurofisiología, para darnos cuenta de que su cerebro tenía una buen funcionamiento, aunque con una respuesta un tanto intensa a nivel del circuito límbico. No parecía haber un problema funcional constitucional, aunque si una respuesta intensa ante situaciones que con frecuencia no provocarían tal respuesta, quizá se trataba de una respuesta aprendida, y en efecto era así. Esta hiperactivación parecía tener que ver con una experiencia traumática crónica… ¿Qué le pasaba a Renata que la llevaba a necesitar consumir tantas sustancias para encontrar un remanso a esta necesidad? ¿Qué le sucedía que cada vez que obtenía esta ansiado encuentro, el mismo venía acompañado siempre por un creciente aumento de una señal de alarma, que la llevaba a buscar con desesperación apagara su estado consiente, y al hacerlo, entonces si ponerse en verdadero peligro? ¿Qué habría pasado en sus primeras relaciones, en sus apegos más tempranos? ¿Qué había lastimado de tal manera su capacidad de contacto? Como hemos repetido en diversas ocasiones, las experiencias que vivimos van construyendo circuitos de funcionamiento en nuestro cerebro y generamos expectativas en relación con lo que hemos vivido: es el idioma que hemos aprendido a hablar. Muchos padres preocupados por brindar a sus hijos buenas experiencias, viven un tanto angustiados por pensar que algún error pudiera dejar marcar irreversibles en sus pequeños. Por fortuna no es así, una situación esporádica no es significativa y cuando un sistema neurológico funciona más o menos bien y un padre es aceptablemente atento, cercano, cariñoso y coherente, los errores que cometemos como padres son parte de esta aventura que finalmente permite que los hijos puedan ver nuestras limitaciones y aceptaros con ellas, lo cual ayuda al proceso de desidealización, tan importante en el desarrollo de su autonomía. En general, confió profundamente en los padres que acuden a consulta: están atentos a lo que sucede con sus hijos, desean ayudarlos y tienen la humildad suficiente para pedir apoyo. Por otro lado, en la mayoría de los casos, conocen muy bien a sus hijos y tienen datos invaluables para nuestro trabajo. Algunos otros padres se encuentran confundidos o tienen dificultades importantes para vincularse con su hijo por sus propias historias, han acudido en busca de ayuda movidos por el amor que les tienen y esto deber ser reconocido y validado. En otras ocasiones puede ser que alguna dificultad propia del desarrollo emocional del padre o madre, o de ambos, interactúe con un proceso en desarrollo del pequeño, pero el solo hecho de permitir ser cuestionados habla de su deseo de entrar en un proceso de crecimiento paralelo, para favorecer el crecimiento tanto del pequeño como el propio, aunque se

sientan asustados al inicio de este proceso. ¿Quién no lo estaría? Por desgracia este no era el caso de la mama de Renata. Renata había experimentado una situación de verdadero abuso y maltrato, que había lastimado profundamente su capacidad de contacto con los otros. A partir de esa experiencia traumática se había generado una dificultad en los procesos de vinculación. Decir que existe una dificultad de vinculación es hablar de un problema importante. Los vínculos son esenciales para nuestra vida, quizá tanto como el aire que respiramos. Los humanos somos en esencia seres que requerimos vivir en contacto con los otros. Cuando encontramos un problema de vinculación es importante entender que estamos ante un fenómeno muy complejo y que sacar conclusiones precipitadas puede lastimar aún más este proceso. En términos generales, diríamos que cuando hay problemas de vinculación se debe a alguna de las siguientes situaciones:  Hubo una situación de abuso y maltrato físico y/o emocional.  Existe un problema neurofuncional que aumenta de tal manera la irritabilidad que el contacto se vuelve una experiencia aversiva y dolorosa, aunque haya habido un medio afectivo y continente.  Una combinación de elementos funcionales y situaciones ambientales se entrecruzan, haciendo que el contacto emocional sea en especial conflictivo. Trataremos de analizar cada uno: Situaciones de maltrato. Se habla de una situación de maltrato cuando ha existido una grabe falta de cuidado, descuido crónico e incluso daño corporal o abuso, físico o emocional, infringido por la persona que se supone que debería ser la encargada de proporcionar la sensación de seguridad, refugio y afecto incondicional. Esto puede deberse al que el padre, madre o cuidador del pequeño se encuentra tan enfermo emocionalmente, que llega a presentar un comportamiento caótico, confuso e incluso abiertamente agresivo y destructivo, lo que lastima al pequeño y le genera un grave daño emocional (además del posible daño físico). Cuando se dan este tipo de situaciones lo que se genera con mayor frecuencia son problemas de tipo disocitivo, de lo que ya hablamos en el capítulo anterior, o depresivos por el desgaste ocasionado por la angustia y la carencia afectiva. Un pequeño difícilmente puede escapar del maltrato de su cuidados y tiene muy pocas herramientas para defenderse, entonces puede acudir a “escapes mentales”, que más tarde y por desgracia cobran un precio muy elevado, ya que los elementos que tratan de “negarse” permanecen, si bien ajenos a la conciencia, como elementos desintegradores siguen vigentes en la memoria amigdalar, con su

característica intensidad y con pocas herramientas para ser procesados. Este registro se da, como decíamos, junto con una hiperactivacion del sistema de alarma, y es una experiencia difícil de procesar por cuatro razones principales: 1. Su intensidad: dada por el alto nivel de angustia que provoca una situación tan desigual en donde el pequeño es todo vulnerable ante el adulto. La respuesta de alarma es hiperactiva pues el peligro es real y el pequeño cuenta con muy pocas herramientas eficientes para ponerse en realidad a salvo. 2. Su incoherencia lógica: ya que constituye una situación tan contradictoria que atrapa al pequeño en una paradoja: la persona de quien depende para su supervivencia es quien pone precisamente esta supervivencia en peligro. No hay la posibilidad para un tratamiento de lógica de este suceso (Beteson, 1964). La situación se vuelve imposible y como tal tampoco es procesable. 3. Por el momento del desarrollo en el que se presenta, en donde aún no han madurado lo suficiente un aparato que permita la tramitación de este dolor sin que se implique un daño estructural. es decir, aun no se puede contextualizar el suceso (madurez del hipocampo) para poder decir algo así como: “este contacto es peligroso pero puede haber otras relaciones que sean distintas”. 4. Por el nivel de dependencia del pequeño hacia el adulto: en este momento de su historia el pequeño necesita tan al cuidador que no puede pensar en la posibilidad de “separarse” del mismo, ni física ni emocionalmente, sin sentir un alto nivel de angustia. De tal manera que se genera tanto dolor emocional por la cercanía como por el abandono. La disociación aparece como un daño al mismo proceso de crecimiento y coordinación entre los distintos circuitos neurales, dejando huellas muy significativas. No solo se tiene una experiencia traumática disociada, que dará problemas más adelante por haber sido procesada, si no que se crece de manera disociada. Cuando se da una disociación en un periodo más tardío, o incluso cuanto esta disociación no es tan intensa, lo efectos no son tan graves. En el caso de una situación de abuso grave en la infancia la disociación no es una defensa en un sistema ya integrado, sino un ataque al proceso mismo de integración, cuando el sistema se encuentra en este proceso de crecimiento coordinación entre los distintos circuitos. Liotti (1992) hace una excelente aportación en torno a este fenómeno y señala que cuando el comportamiento de los padres es “es severamente traumatizante y crónicamente abusivo, entonces el apego desorganizado puede evolucionar hacia un problema disociativo severo”. En el extremo de este espectro está el problema de identidad disociada, más conocido como personalidad múltiple.

En otros casos, como el de Renata, si bien no se había generado un problema de personalidad múltiple, había tantos elementos disociados que en ocasiones le era muy difícil funcionar en situaciones en situaciones tan sencillas de la vida cotidiana como llevar a un perro a su perro al parque o saludar a un vecino que se acercaba a su puerta. Ella no sabía por qué sentía tal nivel de ansiedad cuando se topaba con otra persona en el mismo pasillo de supermercado, por lo que tenía que hacer sus compras en horas inusuales (por fortuna hay supermercados que abren toda la noche) pues de lo contrario debía abandonar sus compras y “huir”, como si se tratara de un atacante. Si bien estas sensaciones no tenían un sentido lógico para ella se repetían con mucha frecuencia, dejándola exhausta. ¿Y por qué tendemos a repetir este tipo de respuestas si “sabemos” que nos son dañinas, ya que podríamos solo “explicarnos” que la persona que tenemos frente aparece una ama de casa y no un criminal desalmado? Recordemos que la memoria amigdalar no es contextual y no “oye razones”, pero el cerebro, como sistema, busca darle sentido al evento y busca “entender” lo que sucede. La falta de resolución de un evento lleva así una tendencia de crear patrones repetidos, busca darles sentido. No obstante, la repetición de patrones desorganizados y con elementos disociados desmantela el intento de estructurarlos, pues su misma desorganización impide su anticipación y su conceptualización (Siegel, 1999). Entonces se quedan como remanentes y lastiman el funcionamiento, pero sin ninguna ganancia a futuro, porque no pueden integrarse en un relato. Necesitamos crear una historia, no podemos trabajar con sensaciones (sudación, latidos del corazón, dolor en el estómago, miedo que paraliza y congela, etc.). Trabajar en entorno a la elaboración y compresión de estas reactivaciones no resueltas, y también entorno a la consolidación del proceso de la memoria explicita de los mismos, como ubico medio para poder integrarlas a la narrativa autobiográfica y permitir así al sujeto resolver el problema (Siegel, 1999). Recordemos que estas experiencia disociadas, al no ser contextualizadas, no tienen “tiempo”, irrumpen de pronto muy en contra del deseo de la persona, y se vienen como si estuvieran sucediendo en el presente, como como eventos que han sucedido, puesto reactivan el sistema de alarma tal como lo hicieron en el momento que aparecieron por primera vez. Es como si la persona se quedara atrapada en una situación traumática que se repite de forma interminable. Irritabilidad neurofuncional. Otra posibilidad para que se dé un problema más severo de vinculación es que exista una excesiva irritabilidad nerviosa en el pequeño, condicionada por el problema neurofuncionales que llevan al pequeño a una percepción fragmentaria e intensa del estímulo, lo que ocasiona que los estímulos y el medio ambiente en general sean percibidos como amenazantes, aunque no

evita el contacto por que no puede procesarse, se vive como una agresión; tal es la situación del autismo infantil. En este caso podemos encontrar padres dedicados, cariñosos e, incluso, verdaderos terapeutas de sus pequeños, que sin embrago, no logran cambios sustanciales hasta que no se trabaja en la reparación neuronal. En estos pequeños existe una sensibilidad excesiva que condiciona una gran dificultad para establecer el contacto. Él niño puede sentirse como agresivo aun el canto de la madre que intenta arrullarlo o el solo hecho de ser sostenido en los brazos. La madre puede evitar el contacto no porque no lo desee, sino porque se percata que su pequeño se desorganiza con el mismo, muy a su pesar. La dificultad de contacto en estas situaciones viene dada por un problema por la tramitación del estímulo social, que se vuelve muy invasivo para el pequeño. Por desgracia algunos terapeutas han interpretado este “alejamiento” de los padres atendiendo solo su expresión conductual y calificándolo como un rechazo hacia el pequeño, lastimando aún más el vínculo entre padres e hijo. Hay algunos otros padres que han hecho esfuerzos titánicos para lograr ciertos niveles de interacción y entonces adapta en extremo el ambiente a las necesidades del pequeño. Por ello en ocasiones se les ha culpado de sobreprotectores. Lo que sucede es que detectan la fragilidad de sus pequeños ante determinadas circunstancias y quieren preservar el contacto el contacto logrado, por mínimo que este sea, aunque sea acosta de convertirlo es una especie de dictador. Si bien es cierto que esta dinámica no es muy saludable, pues es un “subsidio” que los padres han hecho muy probablemente, con la esperanza de encontrar una respuesta ante la perplejidad y dolor que enfrentas por no poder desarrollar la relación que esperaban con su bebe, es una medida de urgencia y habla del enorme esfuerzo y deseo de rescatar la relación. En medida que el problema neurofuncional va resolviéndose el sistema relacional entre padres e hijo permitirá una adaptación más sana. En estos casos una atención al sistema procesador de la información (neurofuncional) durante el desarrollo temprano tiene resultados muy alentadores, pues no solo modifica la posibilidad del contacto del pequeño, si no que al hacerlo incide en todo el sistema racional familiar de una manera muy favorable, como veremos más adelante. Combinación de factores. En la mayoría de los casos, por fortuna, no enfrentamos las situaciones extremas descritas en las dos problemáticas anteriores, sino una combinación de problemas relacionales y funcionales no tan graves, pero que inciden uno en el otro, de tal manera que se potencian, dando un resultado bastante complejo. Los componentes están tan inextricablemente unidos que se hace difícil diferenciarlos. La postura del neuropsicoanálisis nos brinda interesantes herramientas para entender esta interacción (Fosha, Siegel y Solomon, 2009).

Veamos un ejemplo: un padre1 con cierta problemática de irritabilidad, que a su vez tiene un pequeño con estas características, será un padre menos tolerante. Si además el pequeño es muy demandante, por su propia irritabilidad heredada a nivel genético, el padre puede tornarse aún más irritable. La sensación del pequeño de que el mundo es agresivo se verá acrecentada ante la dificultad del padre para entender y manejar la irritabilidad de su pequeño, misma que no ha podido manejar ni entender en el mismo. En estos casos la intervención inmediata a nivel neurológico puede favorecer el desarrollo de una mejor interacción entre ambos al bajar el nivel de irritabilidad general. El solo hecho de bajar el nivel de irritabilidad en los miembros de loa familia puede ser un buen comienzo en el cambio de patrones relacionales dentro de la familia, aunque aún habrá mucho por hacer, pues hay patrones que tendrán q mantenerse a pesar de que las circunstancias hayan cambiado. Existen muchas combinaciones de esta posibilidad, con distintos grados de participación de los componentes. Otro ejemplo, de una situación totalmente distinta, podría estar relacionado con la vida emocional del padre. Supongamos que en la historia emocional este padre hubiera sufrido severas carencias afectivas atravesando una infancia muy solitaria, caracterizada por la falta de una relación emocional disponible, cercana y segura. Imaginemos que este padre, no queriendo que si hijo sufra una situación semejante, se propuso no permitir que su pequeño se sienta desamparado en ningún momento. Sucede que este pequeño tiene problemas de control impulsivo, y entonces el padre, para no hacerlo sentir rechazado o lastimado, no se atreve a poner los limites en este pequeño adquieren una importancia especial, y el niño aprende que puede dar rienda suelta a sus impulsos sin ninguna consideración por los otros. Una problemática del padre incide con una dificultad funcional, generando un problema bastante complejo, ya que la sola intención neurofuncional no resuelve la problemática. Consideramos además si junto a esta intrincada interacción existe un desacuerdo en la manera de abordar la problemática entre ambos progenitores. El niño que ha aprendido que no necesita controlarse no solo tiene una dificultad funcional para hacerlo. En este caso de impulsividad, un padre en especial continente y un medio coherente abriendo sido elementos que contrarrestarían su impulsividad. Veamos la situación contraria: si el pequeño tiene cierto grado de impulsividad, pero el padre de manera firme y empática va poniendo límites y le enseña a reparar sus fallas, haciéndolo sentir capaz de responsabilizarse poco a poco de sus impulso, el pequeño ira desarrollando estrategias para el control de los mismos. 1 Como padre nos referimos indistintamente a padre o madre.

Este tipo de situaciones la atención del problema es bastante compleja. En el primer caso de imposibilidad si solo atendemos el aspecto funcional neurológico, a pesar de que el pequeño pudiera controlarse con mayor facilidad, la experiencia le ha enseñado que no le conviene, pues obtiene muchos beneficios si su impulso se expresa abiertamente. Como puede apreciarse, las combinaciones pueden ser innumerables. Lo que es importante resaltar por el momento es que deben detectarse los diferentes sistemas de procesamiento de la experiencia que están implícitos en la dificultad presente (y estos sistemas pueden ser desde una dificultad para la tramitación de un estímulo hasta una historia de descalificación) y tener mucho cuidado de no llegar a conclusiones precipitadas. Recordemos que aunque el problema provenga del “fuera” (padres maltratados) genere un modo de funcionamiento, y también que aun que el problema provenga sobre todo del “adentro” (dificultad perceptual severa que bloquea el contacto social) va a generar pautas de relación en el afuera. Como decíamos en el primer capítulo, estas variables están inextricablemente unidas. Para fines expositivos en este capítulo tomamos dos casos extremos. Uno de ellos, el de Renata, nos permite a acercarnos a una problemática en la vinculación generada por una situación de maltrato y abuso. El otro caso nos acerca a la dificultad en el establecimiento de un patrón de apego funcional, debido a un severo problema en el “procesador de la información” que se expresa en autismo infantil, planteándonos la dolorosa experiencia del niño y de la familia ante las serias dificultades de contacto, a pesar de los esfuerzo del niño y del entorno. CUANDO EL AMOR ES PELIGROSO Empecemos por relatar unos episodios de la vida de Renata. La historia de esta joven era desgarradora; uno podría preguntarse: ¿Cómo había hecho para sobrevivir a la misma? La madre nunca acudió a buscar ayuda. Renta había tenido que esperar a ser una adulta y a valerse por sí misma para brindarse ella misma cuidado; para sanar sus heridas. Su determinación era admirable. Su madre hasta la fecha, trabaja como chofer de camiones de carga. Su actividad es bastante ruda y parece ser que su visión de cómo puede enfrentarse a la vida también. Ella le había contado como a su vez también de pequeña había sido seriamente maltratada por su propio padre, que al parecer había adoptado esta identidad ruda para defenderse del mundo, atacando antes de ser pisoteada de nuevo. Convencida de que la fuerza y la agresión la protegerían, tenía una actitud bastante destructiva hacia quienes osaran acercársele, me relataba Renata. Para mayor desgracia, esta fuerza y agresión también eran ejercidas contra sus pequeños, al no poder tolerar las “molestias” que la tarea de la maternidad “le imponía”, según expresaba en sus continuas quejas.

Al considerar a sus hijos como portadores de esta imposición, descargaba su enojo sin media y peligrosamente contra los pequeños, argumentando que la privaban de su bienestar y libertad. Renata expresa como la madre se quejaba día tras día de tener que cuidarlos o alimentarlos, al grado de que “eficientizaba” su tarea alimenticia para hacerlo lo menos molesta: compraba una pieza enorme de jamón y la dejaba en el refrigerador, de donde los niños podían alimentarse mordiéndola y regresándola al refrigerador, ya que ni si quiera hacia rebanadas de la misma. Les decía a sus pequeños de seis y cuatro años que podrían comer del refrigerador cuando les diera hambre sin tener que pedirle a ella que los atendiera. Renata relata la felicidad que sintieron cuando aprendieron a manejar el tostador y pudieron disfrutar una “comida caliente”. Ora veces hicieron intentos con cerillos o velas, con no muy buenos resultados, así que regresaban a la comida fría y al pan al tostado. En ocasiones no había comida en el refrigerador y debían contentarse con ir consumiendo alguna caja de cereal que encontraban en la despensa, deseando que aún se encontrara en buen estado. Los sucesos que Renata no podía recordar se agolpaban por momentos generándole estados de verdadera angustia y Confucio, combinados con recuerdos acerca de relatos de circunstancias impensables que su padre le contó. Estos sucesos espeluznantes lo llevaron a separar a los pequeños de la madre, pero había pasado ya un tiempo de angustia y dolor cuando esto por fin pudo resolverse. Renata presentaba reacciones incomprensibles ante las personas, por eso se aislaba. Los recuerdos no procesados se habían inscritos en su memoria inconsciente y parecía tener vida propia y adueñarse de la suya. Había otras situaciones que aparecían con mayor claridad. Pero la sola enunciación de las mismas constituía la reactivación de dolorosos temores y sentimientos de frustración y desconsuelo. En cierta ocasión el padre le platico como su madre le aventó un triciclo. El logro proteger al bebe de brazos con su espalda y gritarle a Renata que corriera a esconderse y que no se detuviera hasta que se encontrara en un lugar seguro. La vida de los pequeños se vio amenazada en varias ocasiones. En una de ellas, años después, que Renata relatara con especial dolor, la madre habría comenzado a golpear la cabeza de Renata contra la pared repetidas veces tomándola de los cabellos. El hermanito, percibiendo el peligro y tratando de protegerla, distrajo a su madre mientras Renata corría a esconderse detrás de un mueble junto a la pared; a su espalda había una ventana. Esta tan asustada que orino sus calzoncitos temblando sin poder contenerse. De pronto empezó a oír unos pasos por las escaleras. La angustia era tal que quería pegarse y confundirse con la ventana, haciéndose tan atrás que el vidrio se rompió a sus espaldas. Por fortuna no se cortó y para su suerte los pasos eran de su padre, que llegaba del trabajo, y no de su madre. Renata no sabe cuánto tiempo permaneció en

su escondite, pero le pareció interminable. Después de este evento el padre tomo a sus hijos y se los llevo para siempre. El día de la crisis en que Renata había tomado esa cantidad tan grande de tranquilizantes, una sensación de peligro inminente la acorralaba. A pesar de que había pasado tantos años, la sensación de vulnerabilidad y de destrucción aparecía de pronto sin previo aviso. Para calmar su angustia Renata había consumido una enorme cantidad de Valium, pero la angustia no se iba y entonces recurría a consumir aún más. El fin de semana haba intentado salir a divertirse un poco, pero también había consumido éxtasis. Después del evento se sentía muy miserable y deplorable que empezó a generar una serie interminable de autoacusaciones bastante crueles contra su persona. Cuando empezaba autoacusarse se convertía en una juez implacable. No podía entender que su consumo constituía un intento peligroso y engañoso de contactar con los otros. Pero al final de cuentas un intento que ella probaba en su incansable búsqueda. Por fortuna, ahora contaba con otras opciones más seguras y efectivas que podrían en verdad ayudarla. Pero era importante que comprendiera que la situación experimentada habría sido imposible de manejar para cualquier ser humano, cualquiera habría desarrollado confusión y angustia si lograba sobrevivirla. Metafóricamente Renata comparo su estado mental con el de una persona tuviera un tumor en la cabeza. Decía que el daño que ocasionaba el tumor no la dejaba disfrutar de las cosas hermosas de la vida, pues este tumor le provocaba una tremenda sensibilidad al dolor. Imaginaba que este tumor podría ser extirpado, pero que al hacerlo perdería también su sensibilidad y entonces dejaría de apreciar las cosas del mundo. En el tumor se encontraba su capacidad de sentir, tanto el amor como el dolor; extirparlo la condenaría a la insensibilidad y al desapego, pero dejarlo equivaldría a abandonarla en una situación de dolor continuo. Como dato interesante, resulta curioso señalar que en la amígdala convergen las funciones de alarma y de apego, y es que en el principio de la vida perder a la figura de apego equivale a poner en riesgo la existencia. Por eso cuando perdemos a alguien querido sentimos, entre otras cosas, angustia de separación. En Renata, además, estas dos funciones estaban súper puestas: el apego era una situación alarmante pero deseada profundamente. La amígdala se hiperactivaba ante estas dos funciones de manera indistinta. La cercanía se había experimentado y registrado como bastante peligrosa. Renata pensó que optaría por dejar que el tumor creciera, preferiría morir a dejar de sentir. Dolor y anhelo de contacto estaban inextricablemente unidos. Extirpar el tumor seria como entrar en una especie de embotellamiento. Para ella dolor y amor iban juntos, tal como habían sido vividos en la relación con su madre.

Le pedí a Renata si podía dibujarme ese “tumor” que ella sentía y lo que este “tumor” le hacía. A demás le pregunte si habría alguna manera de sanearlo sin destruirlo, sin perder su sensibilidad, siguiendo las propuestas de trabajo terapéutico de David Epston y Michael White (1992a), de manera que ella dejara de identificarse con el problema y pudiéramos enfrentarlo sin que al atacar al problema se atacara a sí misma, pues cuando ella “se sentía” el problema, entonces se infringía un automaltrato terrible, hablando de ella misma como un ser miserable y sin futuro. En esa narrativa el maltrato y ella siempre estaban unidos. No había manera de liberarla del abuso si no encontrábamos otra manera de narrar la historia. Al identificarse con el problema y descalificarse ella se había convertido en su propio verdugo y la historia de maltrato se repetía interminablemente. Había que crear nuevas historias que le permitieran liberarse finalmente del maltrato y liberarse como alguien que merece ser cuidado y querido. Un antilenguaje del maltrato (Epston y White, 1992). Epston y White (1990, 1991, 1999a y b) hacen un maravilloso trabajo terapéutico que da lugar a la función de una nueva escala: “la narrativa”. En esta aproximación, la manera como relatamos uno historia es central. Un mismo suceso puede ser “contado” de tan distinta manera. Y hay historias liberadoras e historias atrapadas. En el capítulo 8 retomaremos este tema con mayor detenimiento. Esta aproximación narrativa una técnica indispensable es la externalización del problema. Si el problema se identifica con el sujeto que lo padece, entonces se le atrapa en el mismo, no hay movilidad posible. La externalización del problema permite que el sujeto no se identifique con el problema y entonces pueda enfrentarse al mismo. Resolver el problema su vuelve una tarea viable. Desde un planteamiento epistemológico, la única vía de generar una nueva estructura interpretativa de la realidad consiste en la “desconstrucción” Epston y White, 1992) de esta historia. Es la única vía de acceso para poder verdaderamente generar una manera distinta de procesar el evento. De otro modo estaremos reproduciéndola estructura anterior. Desde el punto de vista psicoterapéutico esta técnica es invaluable y constituye un camino de respeto y reconocimiento hacia quien nos consulta, además de que la desidentificación del problema constituye, como señalábamos, el único camino para generar un cambio. Cuando se ha sufrido una situación de maltrato, esta externalización constituye el antídoto exacto para salir de la autoacusación que es un maltrato personal. Por otro lado, desde el marco neurofuncional, dibujar (el problema) permitiría una mayor participación de las funciones de la corteza cerebral, aumentando la posibilidad de modulación del afecto al incluir la participación de estas funciones de procesamiento de la información

(imagen mental, pensamiento, etc.) y en consecuencia disminuir la participación del sistema de alarma amigdaloide favoreciendo poco a poco la contextualización. Los planteamientos narrativos (necesidad de externalizar el problema) y el proceso de la razón neurofuncional mediante la construcción de una representación simbólica de lo sentía (contextualización y participación de funciones corticales) se daba la mano, coincidían en la orientación que debía seguirse. El dibujo era un paso previo en la narración, permitía al mismo tiempo ir situando al problema, lejos de su identidad y favorecía también la creciente participación de la corteza cerebral y de un proceso simbólico previo al lenguaje, quedaba paso al mismo a través de un proceso reflexivo, ayudando al que el sistema de alarme experimentaba cierta inhibición y perdiera su fuerza esclavizaste. En tones Renata hiso un maravilloso trabajo en la codificación del problema, permitiéndome acercar un poco a su profunda complejidad, esto fue sin duda útil en nuestro trabajo y el posibilidad de ir poniendo en palabras la experiencia traumática. Renata explicaba en relación con su dibujo (véase figura 5.1):

Este dibujo representa la tristeza que ciento frecuentemente y que me controla. Estoy mental y físicamente sufriendo debido a que mi mente está dividida. Es como si el tumor me partiera en dos… una parte oscura y la

otra parte clara, que se encarga de pelear contra esa oscuridad, utilizando como sus herramientas la lógica y la esperanza. Mi cerebro esta encendido. No puedo apagarlo. Algunas veces el fuego es hermoso, pero tampoco puedo apagarlo. Este fuego se escapa y quema mi corazón, haciendo que mi corazón se sienta roto, sin valor e incapaz de confiar Después de pasar por mi corazón este fuego ataca mi alma, haciéndola subir y bajar en una inestabilidad continua. Mi alma (se puede leer “soul” al voltear la página del dibujo) pelea contra el fuego y lo convierte en hielo, pero el hielo embota mi alma. Esto deja mi alma sola en la oscuridad del mundo y en la desesperación. Sin embargo, mi alma no se llena de oscuridad, puede seguir estando llena de luz, por eso las letras son blancas. Las flamas que salen de mi cabeza son negras y blancas, representado esa constaten lucha entra la oscuridad y la esperanza o la luz. Esta oscuridad no consigue apagar mi alma. Mi alma se encuentra perdida, pero no destruida, sabe que está perdida y desesperada pero de alguna manera también sabe que puede volar de la misma manera que los pájaros en libertad , sintiendo que puede quitase estas ataduras. Aunque también mi alma puede abandonar esta tierra de otra forma, atreves de la muerte, pero eso significaría volver de nuevo al fuego, del que intento escapar. Renata encontraba un espacio que no había sido atrapado por la oscuridad… su alma. Desde ahí podíamos empezar a trabajar. Había una parte de ella que sentía que podía ser rescatada. Hablamos mucho sobre la importancia de preservar esta esperanza pero que no teníamos que hacer desaparecer el dolor por completo. El dolor nos es útil en la vida, tan como otros muchos sentimientos. Tal como ella afirmaba: “el fuego es abecés hermoso”. No buscábamos deshacernos de su sensibilidad, pues si lo hacíamos (si es que fuera posible) sucedería, como ella temía, “que al extirpar” su tumor extirparíamos su capacidad de sentir. Solo debíamos restringir el alcance de este dolor y quizá hacer que el mundo estuviera más lleno de luz y con menos oscuridad. Durante los momentos oscuros podríamos llevar una vela, que habríamos encendido en los momentos de luz, esta luz podría ayudarnos a travesar la oscuridad, a encontrar salidas. Le mostré entonces que hacia entonces había hecho otra persona hacer de la oscuridad y como la luna habría llegado a rescatarla (véase figura 5.2). Si bien Renata me pedía no “extirpar el tumo” y con ellos amputar su sensibilidad, si podíamos llevar un poco de luz a los momentos de desolación.

El dibujo había sido dado por Mabel, tiempo antes, queriendo compartir su experiencia a quienes, como ella, atravesaran momentos de oscuridad. Su generosidad fue invaluable en ese momento. Constituyo para Renata un verdadero dialogo. Alguien podría conectarse con sus sensaciones; desde el mismo lugar de oscuridad le regalaba una respuesta. Era una respuesta que provena no de un profesional, no de un extraño, si no de alguien que había estado en el mismo sitio donde ella se encontraba y alguien podía entenderla. Renata se sentía muy agradecida con Mabel. Este dialogo atreves de sus pinturas constituía otra experiencia de vinculación, otro patrón de apego, una nueva manera de destruir a los otros. No puedo expresar con palabras lo integrador que resultaba este trabajo para quienes participábamos en el mismo. Era como compartir una experiencia de contacto y de reparación, como si juntas fuésemos poniendo las partes rotas de una preciosa figura de porcelana, y ver cómo iba recuperando su delicadeza y belleza, pero adornada de nuevos elementos que aportaba el hecho de saber que alguien ya antes había salido enriquecido de esta experiencia y podía regalarle su sabiduría generosamente. El contacto no solo era una posibilidad real y concreta, sino además podía ser fuente de desarrollo y crecimiento. Esto algo de verdad revolucionario en su vida y potenciaba la importante vinculación que había experimentado asía su hermanito. El lenguaje, le dibujo, la codificación del problema se volvían herramienta indispensables para poder elaborar esta experiencia traumática de apego, este doloso aprendizaje de que la figura más cercana podría convertirse en las peligrosa, haciendo que todo se

dividiera y confundiera, privilegiando la oscuridad sobre la luz llenando al mundo de desesperanza. Pero la luz seguía existiendo y era parte de ella misma, y esta luz era la que le había ayudado a sobrevivir, y era esta luz a través de la cual podría ponerse en cuanto con otro ser humano que sentía cosas semejantes. Se había producido un encuentro. No es que el padre de Renata no hubiera importantes esfuerzos para rescatarla, pero según describe Renata, su fragilidad lo llevaba a caer en los juegos de su madre y de nuevo la madre tenía cierta intervención en sus vidas. Renata tenía una sensación de impotencia que era contra restada con esta experiencia de contacto con mable y en su recuerdo con su hermano. Algo le hacía volver a creer en las posibilidades de restaurarse. Era un gran paso. Renata es tan valiente y tan brillante, es un privilegio trabajar junto a ella. A la par con eta labor está recibiendo dos factores tróficos: el Hgf y el VDNF. Ambos factores, como vimos en el capítulo anterior, favorecen la función GAVA (HGF directa VDMF e indirectamente) en la amígdala. La función GABA atenúa el encendido del sistema de alarma, pero además, como veremos más adelante, el VDNF desempeña un papel central en las conductas de apego (Roseri. 2002). Al mismo tiempo que trabajamos en este enriquecedor evocativo había que modular la respuesta emocional de Renata, pues si no enfrentábamos el problema también a nivel neurofuncional, la aproximación y la cercanía habían sido tareas imposibles. Difícil mente Renata había tolerado la proximidad que implica un proceso terapéutico. Por ello la intervención neurofuncional era un paso indispensable previo para permitir la aproximación terapéutica. A pesar de que tenía un problema que tenía como raíz una situación ambiental, ya había genera que impedía integrar nuevas experiencias a menos que este tipo de patrón se modificase, aunque fuera mínimamente, para permitir acercarnos. El trabajo con estos factores tróficos permitió la disminución del sistema de alarma lo suficiente para iniciar el proceso. Por otro lado, se sabe que estos factores tróficos son secretados de forma natural por el organismo ante situaciones de cuidado y de relación de apego satisfactoria. Es decir, su producción se favorece atreves de un buen maternaje. Veamos algunas de estas interesantes investigaciones. Plotrsky y Meany (1993) realizaron un ingenioso experimento donde observaron ratas en dos situaciones que compararon después. Un grupo tenía un buen cuidado materno, mientras que las otras eran separadas de sus madres a los pocos días de nacidas. Más adelante sometían a estas ratas a situaciones de estrés y observaron como las ratas que habían tenido “cuidado matero” se recuperaron con mayor rapidez, pero además pudieron observar esto a nivel de la estructura funcional, llegando a la conclusión del cuidado materno adecuado aumentaba la cantidad de receptores de GABA en el hipocampo, haciéndolo más resistente ante situaciones de estrés y más capas para regular a la baja los glucocorticoides cuando estos se secretaban (recordemos el capítulo

anterior). Es decir, eran más capaces de contrarrestar las respuestas de angustia del organismo ante una situación estresante. La situación contraria, o sea, en déficit de estos moduladores ante la depravación materna, también fue estudiada. En un estudio realizado por Reosrei y Cols. (2002) en las universidad de Milán y nijmejen, se hicieron evidentes cambios evidentes a nivel molecular a partir de una experiencia de depravación materna. En su experimento estos investigadores separaban a ratas de nueve días de nacidas de sus madres, como objeto de investigar los efectos, a largo plazo, de las situaciones adversas tempranas en roedores. Los autores encontraron que como adultos, aquellos sujetos que habían sufrido de privación materna mostraban una reducida expresión de las sub unidades BDNF y del glutamato NMDA, factores que desempeñan un papel muy impórtate en la plasticidad cerebral, tal como vimos en los capítulos correspondientes, estos cambios ocurren sobre todo en el hipocampo. A pesar de que este estudio se realizó en roedores durante su primera etapa de vida y no en humanos, por obvias raciones, permite observar la importancia de una adecuada relación de apego y la vulnerabilidad del cerebro ante condiciones de estrés durante el desarrollo temprano. En las conclusiones a las que llega este interesante artículo, se subraya el hecho de que eventos adversos de la vida durante el proceso de maduración neuronal pueden ser críticos para el desarrollo del cerebro. Esta vulnerabilidad se debe a que se afecta de manera irreversible la habilidad para copiar de modelos de comportamiento, entre otras cosas, debido a que, a nivel molecular, se educe de manera significativa la producción de estos factores tróficos (BDNF y NMDA) que permiten las conexiones neuronales necesarios para ejecución de nuevos comportamientos, y que son secretados de modo natural en condiciones favorables de aprendizaje. Sabemos que en el cerebro hay muchos factores (y cada día se descubren mas) que favorecen el desarrollo de distintas neuronas. Os factores arribas señalados (BDNF y NMDA) participan de manera especial en funciones básicas de adaptación social, aprendizaje y en general de plasticidad neuronal. Recordemos que el NMDA es un factor esencial en el proceso de aprendizaje (LTP) y de plasticidad neuronal, y que el BDNF desempeña un papel esencial en el desarrollo de las funciones de apego, control de la angustia, sueño y registro del dolo, todas estas conductas muy relacionadas con las primeras experiencias de relación emocional. Por lo mismo, ambos factores tienen un papel central en la capacidad de una buena adaptación bajo condiciones que no impliquen un reto, como situaciones de cambio o crecimiento. Ante la deprivación materna se afecta la capacidad de aprendizaje social y el elevado estrés condiciona una fragilidad ante el mismo en una etapa posterior.

Como no se tiene un suficiente “dotación” de estos factores la persona se encontrara en condiciones desfavorables para adaptarse ante nuevas situaciones. El estrés se convierte más tarde, y por esta falta temprana, en un factor precipitante central de muchos padecimientos. El déficit de BDNF condicionado, ya sea por una mala experiencia temprana o por una falla funcional, puede relacionarse muy fácil con la rigidez adaptativa que se observa en los problemas psiquiátricos (véase figura 5.3)

Estamos observando desde el área neurofuncional lo que desde hace mucho tiempo había señalado los estudios que desde otras área, como el psicoanálisis o la etiología, habían ya hablado en resolución con la trascendencia de los primeros vínculos emocionales. CIRCUITO SEROTONINÉRGICO VINCULACIÓN

Y

SU

IMPORTANCIA

EN

LA

Las neuronas serotoninérgicas se localizan sobre todo en el núcleo del rafe. Modulando dolor, funciones hipotalámicas, cardiovasculares, termorreguladores y respuestas de neuronas corticales. Su participación en la recuperación de estados de tranquilidad es muy importante, ya que están relacionadas con la respuesta del hipocampo, pero también con respuestas hipotalámicas. Recordemos que el hipocampo tiene la facultad de influir para el “apego” de la amígdala al contextualizar el evento. Es por esto que para el tratamiento de crisis de

angustia se prescriben, como decíamos en el capítulo anterior, además de tranquilizantes, antidepresivos, que actúan precisamente sobre estas neuronas. Cuando encontramos factores los circuitos serotoninérgicos pueden aparecer problemas como depresión, desorden obsesivo compulsivo, agresión y psicosis. (Véase fig. 5.4).

DÉFICIT SEROTONINÉRGICO Y LOS FACTORES TRÓFICOS COMO FACILITADORES DE LA RECUPERACIÓN FUNCIONAL El BDNF es un importante recuperador, como decíamos, de este tipo de neuronas y favorece su crecimiento y su conectividad, así como su recuperación funcional. Dado que actúa también como un activador del hipotálamo y puede facilitar el apego de la respuesta de alerta, es una importante herramienta también para el tratamiento de la psicosis, como veremos más adelante. No es casual que los neurolépticos (antipsicóticos) de nueva generación incluyan, como parte de su tratamiento, la regulación de este circuito serotoninérgico (clozapina, olanzapina etc.). El BDNF tiene además una relación interesante y compleja con la dopamina, puesto que hay regiones en que estos dos neuromoduladores compiten (serotonina y dopamina) y el BDNF puede favorecer tanto el desarrollo de neuronas serotoninérgicas como dopaminérgicas facilitando un mejor equilibrio en sus funciones (Lotti, 1992; Ma, 1998). El BDNF puede ser así una importante herramienta ante una hiperactivacion dopaminérgica, que es uno de los desajustes frecuentes en los problemas psicóticos (Benes, 1995). Regresando a nuestro tema (hablaremos del problema de las psicosis en otro capítulo), cuando encontramos un déficit de esta índole, sea cual

fuere su origen, la utilización de los factores tróficos nos ayudan a que os circuitos se reestructuren con mayor facilidad. A través de estos factores proporcionamos al cerebro más “ladrillos” constructores (proteínas) para que las nuevas experiencias emocionales puedan estructurarse de una manera más rápida y sean factibles. Cuando hablamos sobre los factores tróficos señalamos que estas proteínas secretan ante cualquier experiencia de aprendizaje y son elementos indispensables en la consolidación del mismo. Sin embargo cuando hay un déficit en la capacidad del sistema para adoptarse, sea debido a que la experiencia emocional provoco un desarreglo del mismo, sea por que había desde siempre un desarreglo una difusión, la terapia con factores tróficos se convierte en una invaluable herramienta. Ya hemos visto como ante una situación de abuso se hiperalerta el sistema de alarma provocando que cualquier contacto se convierta en un peligro potencial, entonces la experiencia de un contacto saludable se va obstaculizada por esta situación y la experiencia terapéutica ni siquiera puede darse. En un caso el tratamiento con factores tróficos constituiría la posibilidad para la reparación del funcionamiento aunado a la psicoterapia. Tal como vimos en la historia de Renata. ¿Y por qué el sistema de apego se encuentra tan unido al sistema de alerta? ¿Por qué nos angustiamos cuando sentimos que podemos perder al ser amado? ¿Es esta relación entre ambos sistemas la que explica que se escriban canciones y poemas como “Morir de amor”? ¿Por qué los pequeños desarrollan angustia de separación? La activación de los sistemas de apego, como su nombre lo indica, implican la búsqueda de proximidad, y es un “programa” que desarrollamos, como especie, como nuestra supervivencia debido al niel de inmadurez con el que nacen las crías. La proximidad en el niño muy pequeño es necesidad vital, y es necesario que este apego se active en ambos participante: el adulto y el pequeño, aunque con distintas características. La proximidad le permite al pequeño contar con alguien que “lo defienda” de los cambios de temperatura, de su hambre, de algún peligro externo. El adulto, por su parte, requiere prolongarse atreves de su especie y debe conectarse con su experiencia de indefenso para desarrollar su capacidad protectora. Para el pequeño, perder al cuidador equivale a perder la vida, por tanto estos dos sistemas funcionan de manera asociada al inicio de nuestra vida. De ahí también podemos explicarnos que los sistemas de apego se activen ate situaciones de peligro. ¿Cuántas veces ante una situación de desbordada tensión no sentimos la necesidad de encontrarnos “acobijados” por algunos de nuestros seres queridos, por muy “adultos” que seamos? Si bien es cierto que el niño depende del otro para sobrevivir, conforme avanzamos en edad, nuestra creciente independencia nos permite tener

un mayor control sobre estas respuestas, que si bien se activan de manera conjunta, desarrollamos la posibilidad de inhibir una u otra forma según corresponda, es decir, podemos inhibir la respuesta de apego ante una situación amenazante y en el lugar de correr a “refugiarnos” en los brazos de “mamá” tratar de resolver el problema. O bien podemos inhibir la respuesta de angustia ante la ruptura de una relación afectiva sabiendo que no vamos a “dejar de respirar” un que así lo estemos experimentando en ese momento. Esta inhibición y diferenciación se posibilita debido al funcionamiento creciente de las áreas corticales. (No olvidemos la función del hipocampo y su relación con estas áreas.) Cuando esta experiencia no contextualizada, por dificultades en la experiencia de apego o por dificultades en el desarrollo neuronal, corremos el riesgo de vivir cada ruptura de relación con la misma angustia de separación que un pequeño. Esto sucede en no pocas relaciones de pareja. Debemos entender, junto que la persona que acude a consulta, que las llevo hasta ahí (no necesariamente fue por una inadecuada relación con sus padres, esta es una posibilidad y un elemento muy importante, pero hay muchos otros, entre ellos una desusada sensibilidad y que pudo haber llevado a la persona a desarrollar una hiperrespuesta de los sistemas de alarma y apego, que al ser tan intensa no pudo ser modulada por la corteza orbito frontal cuando avanzo el desarrollo, o bien podemos encontrarnos un tamaño demasiado grande de la amígdala que la hace presentar descargas de mayor voltaje a la usuales, o como en el caso de Renata, una dolorosa experiencia en donde apego y alarma son casi sinónimos por la situación de maltrato experimentada, o una combinación de varios de estos componentes). No es casual que la misma estructura: la amígdala, está implicada tanto en las respuestas sexuales como en las respuestas de miedo. Ambas conductas activan circuitos en distintas áreas de la amígdala: la respuesta sexual en los núcleos medio y posterior mientras que la de terror en el núcleo lateral y el central. Si bien el fenómeno es bastante complejo, el empleo de distintos lentes de análisis, lejos de hacernos perder una directriz en la reflexión, nos enriquece de manera importante. No se trata de “sumar pan con tornillos”, sino de poder analizar un mismo objeto desde distintas perspectivas. Por poner un ejemplo en otro campo de la salud, el sida puede ser analizado desde la comprensión del ataque al sistema inmunológico, pero también desde el impacto social que genera. Esto no excluye que pueda así mismo estudiarse la problemática emocional que acompaña a la enfermedad, y la información que se obtiene de los distintos campos permite dar a la persona que acude a buscar ayuda un poco más flexible y se adapte mejor a las necesidades individuales. Esta flexibilidad es la que estamos persiguiendo en el análisis del fenómeno emocional. Al igual que los distintos circuitos neuronales se

integran para realizar una función más completa, así nuestras distintas aproximaciones se coordinan para generar una comprobación más dinámica y flexible del fenómeno de la relación temprana, fenómeno que así lo requiere por la multiplicidad de variables que están implícitas en el mismo. Este análisis implica un trabajo teórico que nos lleva a la necesidad de retomar algunos conceptos centrales sobre el desarrollo del primer vinculo infantil, así como de las bases neurofuncionales que permiten esta función temprana y que a su vez son modificadas por la misma. Esta nueva postura ha sido desarrollada recientemente por el neopsicoanálisis (Fosha, Sigel y Solomon, 2009). LA TEORÍA OBJÉTALES

DEL

VÍNCULO

TEMPRANO:

LAS

RELACIONES

Retomemos algunas de las principales investigaciones en este campo y las interesantes aportaciones que estas observaciones nos han brindado. El estudio psicológico alrededor del vínculo materno infantil tuvo un gran auge durante el siglo pasado y ha sido retomado recientemente integrando estos nuevos descubrimientos. Influyeron en ese entonces fenómenos sociales como las dos grandes guerras, que dejaron a muchos pequeños en orfandad; la creación de instituciones para el cuidado de niños abandonados o sin padres; la creciente industrialización que incluyo la participación de amos padres en las tareas económicas y la creación de instituciones de apoyo para el cuidado de los pequeños, como las guarderías. Claro que también influyeron movimientos culturales y cambios epistemológicos, como el surgimiento de la teoría psicoanalítica, que dio gran importancia a la experiencia de los primeros años y, dentro de esta escuela, la escuela de las relaciones objétales, que se centró en el estudio de este interesante y trascendente proceso de desarrollo que es la relación temprana. Más adelante la escuela laicaniana, conectando el psicoanálisis con el campo de la lingüística y la filosofía, hace un planteamiento central en la relación con este primer vinculo: destacaría la importancia de la función paterna como ley reguladora y estructurada del sujeto e incluyendo del mismo en el mundo de la cultura, señala la importancia que dentro de esta relación primera exista cierta regulación que permita al pequeño surgir como sujeto diferenciando de la madre (Lacan, 1953, 1958). Estas interesantes aportaciones en el campo psicoanalítico encuentran hoy día (no todas) un correlato en el campo de las neurociencias, que si lejos están de sustituir sus planteamientos, permiten enriquecer algunos de ellos, modificar otros y también descartar del todo algunos supuestos que no pueden seguir sosteniéndose ante los nuevos hallazgos (Fosha, Siegel y Solomon, 2009). Veamos algunos de estos correlatos. Los “objetos afectivos” (teoría de las relaciones objetales) son las personas emocionalmente

representativas para nosotros que vienen a “poblar” nuestro mundo interno. Nuestra memoria está habitada por nuestras experiencias implican, además de nuestro contacto con el mundo de las cosas y fenómenos, nuestras vivencia de los otros. Estos “objetos” amorosos, al igual que los objetos materiales, se representan en nuestra mente. Se registra su olor, su manera de moverse, su manera de sonreír o de mostrarse molesto, así como la emoción asociada con su presencia (Siegel, 1999). De la misma manera que podemos evocar en nuestra memoria un objeto tan particular y sencillo como una manzana, y a la vez podemos recordar su color, su forma, su olor, su textura, podemos traer a la mente la imagen de nuestra madre, de nuestros hijos o de nuestra pareja, con la gran diferencia de que esta presencia implica una reacción afectiva que se conecta de manera más intensa que la manzana (o al menos así esperamos que suceda). Estos constructos tienen al principio un registro a nivel implícito, es decir, que si recordamos lo expuesto en capítulos anteriores, se inscribe primordialmente a nivel de estructuras subcorticales, dejando una huella profunda en nuestras manera de esperar una respuesta emocional del ambiente. El funcionamiento de las áreas subcorticales, su carácter más primitivo, puede entonces explicarnos por qué estos trozos de memoria se encuentran mayor mente fuera del alcance, por lo menos completo, de nuestra conciencia, pues fueron generados mucho antes de que la actividad consciente fuera posible. Podemos entender también por qué estos recuerdos inconscientes son tan intensos, ya que tuvieron una importancia vital para nuestra existencia. Estos trazos de memoria son los que nos enseñan a confían o desconfiar, al solicitar y saber que seremos atendidos o a no esperar una respuesta satisfactoria y reaccionar al respecto de distinta forma. Son los modelos que se imprimen en nuestras primeras relaciones, pero en los cuales tenemos una participación activa. De ahí la importancia del planteamiento laicaniano de que el sujeto siempre sea vistos como un sujeto y no como un simple deposito del deseo de la madre (Lacan, 1958). El pequeño siempre “hará algo” con lo que sucede en el ambiente (Siegel, 1999). Por ejemplo, ante la falta de una adecuada respuesta algunos pequeños puedan actuar volviéndose más demandantes, otros desarrollan una actitud pasiva de resignación y de desconsuelo, algunos más podrán generar una conducta de hiperdesarrollado de las propias habilidades para favorecer una “independización precoz”; en fin, se trata siempre de una interacción. Para que este vínculo emocional pueda darse, nuestro ambiente sociocultural, familiar y nuestro “ambiente biológico” se dan de la mano en el favorecimiento del desarrollo de una conducta que es la que nos explica por qué los seres humanos somos seres en quienes el efecto

ocupa un lugar trascendente que se expresa es nuestras conductas de apego. Siendo tan importante este primer vinculo, es básico que la naturaleza prepare a los padres para recibir este nuevo ser y darle los cuidados necesarios; por tanto, se vuelve una cuestión indispensable para la supervivencia de la especie que los padres tengan la capacidad de desarrollar un vínculo con su pequeño. Si bien estos padres ya han tenido una propia experiencia de vinculación a partir de la cual aprendieron, a nivel funcional, hay una serie de cambios hormonales que la favorecen, o la intensifican, cerca del momento del alumbramiento. La oxitocina y la vasopresina son dos hormonas que se ha visto, entre otras funciones, afectan la capacidad de vinculación. La oxitocina afecta la capacidad de vinculación de la mujer, mientras que la vasopresina en la del hombre y ambas están relacionadas con las hormonas sexuales: el estrógeno en la mujer para la oxitocina y testosterona en el hombre para la vasopresina. Estas hormonas desempeñan otros papeles importantes en el organismo: la oxitocina en la contracción del útero y la vasopresina para la regulación de la presión sanguínea, y no es que no secrete vasopresina también en la mujer. Es solo que se ha visto relacionado e el incremento de estas hormonas con ciertas conductas de apego en estudios recientes (Siegel, 1999). No es casual que el acto sexual, que genera la liberación de estas hormonas, facilite la creación de vínculos (Siegel, 1999). Es además interesante saber que la hormona que permite el inicio de las contracciones en el momento del parto como apenas decíamos, es precisamente la oxitocina; ¿nada casual, verdad? La secreción hormonal favorece la creación de estos vínculos, que a su vez favorecen la secreción de estas hormonas; otra vez nos encontramos con una doble interacción. Lo natural, lo deseable para nuestra especie, por lo menos en la manera como hoy día existimos, lo necesario para nuestra supervivencia, requiere la creación de vínculos, desde nuestros orígenes, desde nuestra más temprana existencia; así estamos diseñados, des lo bilógico y desde lo cultural. Si nos remontamos en el tiempo estas observaciones concuerdan con los estudios de René Spitz (1965), quien desde hace muchos años señalaba como el vínculo, la relación temprana, eran indispensables para la supervivencia, pero no solo porque el cuidador brinda el alimento, sino porque la cercanía es parte del nutriente emocional que requiere el pequeño para subsistir. Este autor se dedicó a observar el desarrollo de los pequeños en orfanatos, donde por desgracia algunos de estos pequeños presentaban un cuadro que empezaba con una falta de respuesta a los estímulos ambientales y falta de apetito que les ocasionaba una importante pérdida de peso corporal. También se observaba una progresiva falta de respuesta al estímulo humano, que llevaba a los pequeños a negarse a comer e incluso morir por inhibición, o desarrollar un cuadro infeccioso o

viral, donde el estado de desnutrición y la depresión inmunológica que presentaban. Al cuadro inicial le llamo “depresión analítica”, que al avanzar llevaba el cuadro “marasmo”, donde se hacía evidente una grave desconexión del ambiente que la mayoría de los casos llevaba a la muerte. Spitz (1965) hiso profundas observaciones acerca de estos cuadros llegando a interesantes conclusiones acerca de la importancia de la comunicación entre madre e infante, así como sobre y acerca de las características de la comunicación preverbal que se da durante esta etapa temprana. También señalo como se construyen, atreves de la interaccionan con el otro, organizadores en “la mente” del pequeño que le permite irse incluyendo en el mundo social. Estos organizadores van permitiendo al niño a ingresar a nuevas formas de procesar la información del mundo y en especial de la relación que tiene con el otro. El primer organizador es la sonrisa ante el rostro materno (Gestalt en un principio no específica), que permite al pequeño asociar la estructura del rostro que mira con la sensación de satisfacción. Este es el preámbulo para la instauración, más adelante, de una relación específica con la madre o cuidador principal. Desde el análisis neurofuncional, la corteza cerebral en desarrollo contribuye al reconocimiento facial, y no es casual que esta corteza temporal vaya a ser la encargada del desarrollo del lenguaje. Es decir, se usan creando los primeros símbolos en el mundo del infante, preámbulo de esta capacidad comunicativa que nos distingue como especie. “el rostro” significa algo más que los ojos, nariz y boca que ve moverse; significa algo que está sucediendo entre sus sensaciones y la persona a quien está mirando (aun cuando para él bebe todavía ese alguien no es un “quien” en su sentido más amplio): es el principio de este progresivo ir “creando” significados y sobre todo, significados emocionales. Balint (1979) de una manera brillante pero al mismo tiempo sencillo, señala como el pequeño en tés primera relación va construyendo la matriz relacional que le servirá para integrarse al mundo de las relaciones sociales. Para cuando Balint platea su teoría, el psicoanálisis había dado una importancia indiscutible al inconsciente reprimido, el cual se relacionaba con aquello que la persona no quería “recordar” o “reconocer como deseo propio” (ello y yo), pues generaba angustia, pues se oponía a sus preceptos morales (superyó), generando así conflicto entre en impulso y el ideal (Freud, 1923). El inconsciente del que habla Balint (1979) es distinto y sin sustituir ni negar la experiencia del anterior, plantean la existencia de otro tipo de inconsciencia previo a nivel evolutivo al inconsciente reprimido y que tiene que es con estas primeras experiencias anteriores al lenguaje (y al desarrollo de la corteza y el hipocampo, añadiríamos nosotros). Según este autor, la primera relación vincular tiene lugar antes de que se desarrolle el lenguaje, y se apoya en sensaciones, necesidades y recursos que experimentan en lo “corporal”, este es su modo de

expresar. Esta observación ha sido retomada por los nuevos estudios del vínculo temprano, subrayando la existencia de una neurobiología del apego (Schore, en Fosha, Siegel y Solomon, 2009). Es en verdad esta fascinante observar la capacidad intuitiva de este autor, quien sin contar con toda la información actual nos explica, en el mundo relacional, que sucede la interacción entre dos sujetos cuando uno de ellos aun utiliza, dentro de sus recursos racionales, funciones que todavía no pueden integrar el funcionamiento cortical ya desarrollado y en toda su expresión. Balint (1979) sugiere que existen elementos inconscientes de los cuales algunos sujetos no han tenido ningún tipo de noticia, no por que quisieran “olvidarlos”, sino porque nunca los han experimentado (por desgracia). Este aspecto del inconsciente no está representado, porque es previo a la función simbólica en el infante. Sería lo correspondiente al registro de lo “real” en Lacan (1953), puesto que no ha pasado por lo simbólico. No es una representación ni una fantasía. Podría decirse que es “una sensación”, “una reacción corporal”. Este inconsciente “corporal” expresa lo que tiene que ver con las carencias en nuestras relaciones tempranas (todos tenemos alguna), es decir, con lo que faltó, con lo que “no se ha vivido” y que correspondía a una necesidad en el proceso de construcción de nuestras estructura emocional: Balint (1989) llamó a esta carencia inconsciente: “la falta básica”. ¿Qué quiso decir con esto? En ocasiones el sujeto adulto que llegaba a consultarlo no desarrollaba una vinculación con él no porque reprimiera si deseo erótico hacia su terapeuta, sino solo porque no había aprendido cómo hacerlo; pero lo más grave aún es que la falta no tenía una representación, uno no tiene una imagen mental para “lo que no ha experimentado”. Puede haber una representación para “lo que alguna vez tuve y ya no tengo”, para “aquello que perdí”, pero no puedo imaginarme lo que es un “s&) (wq5urtwkl” por qué nunca lo he visto o sentido. “la falta básica” deja al sujeto, ante la carencia, en un nivel preverbal de simbolización. No puede solicitarlo…, ni siquiera saber que le falta. Esto que le falta tiene entonces que construirse en la relación terapéutica a través de lo que Balint (1979) llamo “la experiencia emocional correcta” una situación emocional distinta en la que el sujeto pueda, por ejemplo, experimentar el ser respetado o el ser entendido, y a partir de ahí empezar a entender que algo le falto y contribuirlo desde ahí, pero como un segundo paso del proceso. Esta observación revoluciono el tratamiento psicoanalítico de muchos terapeutas, quienes empezaron a empezar a tratar pacientes con problemas más severos con resultados interesantes, señalando que además de la relación transferencial exitosa otro ámbito de la relación terapéutica que tiene que ver con proporcionar al paciente está “experiencia emocional correcta”. El terapeuta además de ser un objeto

transferencial, podía convertirse en una en una presencia real para quien acudía a consulta. El terapeuta no solo debía brindar interpretaciones. El vínculo emocional generado con la persona que acudía a consulta era un instrumento de trabajo; la empatía, la contención, la guía, etc., se volvieron elementos avalados en el tratamiento (no por todas las escuelas psicoanalíticas). Esta postura coincide con las últimas investigaciones en el campo del neopsicoanálisis. El contacto empático constituye una vía de acceso al mundo emocional del otro. La emoción se trabaja a través de la emoción (Trónica, en Fosha, Siegel y Solomon, 2009). La aproximación de Balint (1979) dio lugar al desarrollo de técnicas terapéuticas que tuvieron interesantes resultados en el trabajo, sobre todo con personas que habían vivido carencias muy importantes en su primera infancia a nivel afectivo. Más adelante y en esta misma línea surgieron trabajos tan interesantes como los propuestos por las técnicas de la mentalización de Fonagy (2002). Los interesantes trabajos en esta teoría de la mentalización logran integrar los modernos hallazgos de las ciencias neurobiológicas con muchos de los descubrimientos psicoanalíticos de las últimas décadas. En este sentido centran su interés en la habilidad para mentalizar que se refiere a la capacidad para tener una representación de la existencia de la vida mental tanto propia como la del otro, y consecuentemente de los estados emocionales correspondientes. Esta habilidad permite una adecuada regulación del afecto que lleva a una buena adaptación al medio. Explica Fonagy (2002) como una falla importante en la función de parentaje puede incidir lastimando esta capacidad para mentalizar. De manera muy importante, y a diferencia de otras teorías psicoanalíticas, pone acento no solo en los aspectos cognitivos que implica el desarrollo de esta habilidad y plantea estrategias terapéuticas para favorecer su desarrollo. Lo que a la fecha está resultando bastante revolucionario es que las técnicas de neuroimagen, así como los nuevos descubrimientos neurológicos, confirman la importancia de estos primeros vínculos emocionales y explican estos interesantes procesos psicológicos permitiéndonos entender, por ejemplo, como se “interiorizan” estos objetos afectivos en nuestra memoria “corporal” que se inscribe en nuestros funcionamientos. Así mismo nos permite entender fenómenos tan complejos como la empatía o la compasión cuando vemos que dos cerebros en comunicación “prenden” áreas equivalentes, entrando en una sintonía emocional. Un ejemplo muy interesante sobre este complejo proceso de aprendizaje social lo construyen las investigaciones con las neuronas espejos de las que hablamos antes. La observación, desde este campo de las neurociencias, hoy día va arrojando más y más elementos paralelos que insisten, desde otro campo de estudio, en la necesidad del conocer más acerca de estas

conductas de apego. Se revalidan y retoman también, sin que haya sido su propósito inicial, aportaciones de los estudios realizados por etólogos alrededor del tema. Por poner un ejemplo, Konrad Lorenz (1991), en sus estudios sobre vinculación en aves, encontró que los gansos desarrollaban apego hacia el objeto con el que generaban impronta, y que estos procesos solo podían darse dentro de un periodo limitado cercanos al nacimiento. Si un bebe ganso veía a Lorenz en lugar de a su madre durante este periodo, lo seguía como si fuera su madre. Lorenz también encontró que cuando llegaba a la madurez este ganso se “enamoraría” de un ganso del tipo al que fue expuesto durante su periodo de impronta. Estos estudios sobre la impronta también generaron nuevas maneras de mirar los fenómenos de la vinculación temprana en los humanos, puesto que había patrones compartidos, si bien no tan automáticos como la impronta, si fundamentales para la adaptación social posterior para la persona. Así mismo Lorenz puso a reflexionar a los estudios sobre el hecho de que así como los animales tenían ciertos patrones de comportamientos propios, que permitían el apego, también los humanos tendrían ciertos engranajes propios de la especie. ¿Cuáles son las herramientas o recursos con los que llega a la vida la cría de un humano? ¿Qué conductas le facilita establecer esta vinculación? Tal como los gansos traen esta capacidad de impronta que les ayuda a seguir a su madre, el pequeño humano trae un repertorio conductual al nacer que favorece este vínculo. Esta cría nace con una serie de reflejos que desde el nacimiento van a favorecer el apego. Uno es la sonrisa; otros, la orientación hacia los otros, la vician compartida, la imitación de gestos faciales y el reflejo de succión. Estos reflejos favorecen la vinculación y la comunicación. Por ejemplo, el reflejo de moro favorece al ser cargado como una respuesta del cuidador al ser cargado como una respuesta del cuidador ante la observación del mismo. Estos descubrimientos sobre neurodesarrollo enriquecen nuestra información acerca de los patrones de apego. La vinculación que se genera durante las primeras semanas es bastante primitiva; está basada en el olor y el tacto y utiliza para el registro inicial de la memoria estructuras subcorticales. Contamos así, como especie, con una serie de herramientas que nos permiten, desde el momento que nacemos, establecer relaciones especificas con otro miembro de nuestra especie. Ante nuestra incapacidad funcional en muchas áreas nacemos con un sistema emocional que nos permite evaluar y actuar desde un inicio y que seguirá desarrollándose atreves de nuestra vida (Fosha, Siegel y Solomon, 2009). Conducta, apego y patrones de apego

¿Cómo podríamos definir esta conducta de apego? Apego i vinculación, según Daniel Siegel (1999), se refiere a aquel sistema cerebral con el que nacemos, que evoluciona de tal manera que organiza procesos motivacionales, emocionales y de memoria, y que se moldea y desarrolla a partir de la relación que establecemos con las figuras significativas que se encargan de la crianza. Diríamos que es la matriz emocional donde aprendemos el “lenguaje” de las relaciones, es nuestro primer contacto. Esta experiencia depende de múltiples variables, ya que la conducta de apego, si bien está determinada por el cuidado que proporciona el padre o la madre, también lo está por la capacidad de respuesta que el pequeño tenga al mismo. Hemos repetido que la interacción entre cuidador y pequeño de ninguna manera es un registro positivo por el pequeño de las conductas del cuidador, pero consideramos que en este tema es en especial importante no olvidarlo. El pequeño interactúa desde el nacimiento con el cuidador y no solo está moldeado por sus conductas, si no que su respuesta también modifica al cuidador. La imagen de un bebe pasivo y solo receptor de cuidados está muy lejos de lo que hoy conocemos del proceso madurativo. Si bien es cierto que la responsabilidad recae sobre los padres, pues si el pequeño tiene dificultades de respuesta son ellos quienes pueden hacer algo para ayudarlo, es importante desculpabilizarlos de la tan socorrida fantasía de que “la manera del ser del pequeño tiene que ver absolutamente con lo que ellos le han hecho”. Así, estos patrones no son determinados por el cuidador, aunque su participación ese decisiva, sino surgen en la interacción (fig. 5.5). El sujeto emocional y social surge de la diada y la triada, al incluir la regulación necesaria para la vida cultural.

El concepto de apego ha sufrido interesantes modificaciones y fue inicialmente estudiado primero por Bowlbly y Cols (1953). Este psicoanalista británico decidió observar el comportamiento animal como un medio para poder entender algunos aspectos de las conductas de apego. Mary Ainsworth (1978), profesora de psicología del desarrollo de la universidad de Virginia, quien colaboraba con Bowlbly en la clínica Tavistok, desarrollo una investigación con infantes y sus madres siguiendo las ideas de Bowlbly. Ellos buscaban patones de apego que pudieran ser observables y permitieran hacer inferencias acerca de cómo impactaba el tipo de patrones apego en el desarrollo emocional posterior del pequeño. Por patrón de apego entendían la forma usual en que la madre e hijo se relacionaban. Entre las hipótesis que plantearon estaba el que “los patrones de un apego seguro sentarían la base de un buen desarrollo emocional”, mientras que “los patrones de apego evidentes y desorganizados eran el preámbulo para una dificultad emocional”. La propuesta teátrica era que el modelo de apego con el pequeño se relacionaba con la figura parental era internalizado como el modelo que seguiría utilizando para vincularse en futras relaciones, de ahí su impacto a futuro. Si incluimos el análisis neurofuncional en el proceso de apego, tal como lo señala Siegel (1999), se puede observar con claridad como un cerebro afecta a otro. La correlación de la comunicación y de los patrones de comportamiento es evidente. En esta interacción el niño aprende a actuar de determinada manera para obtener lo que necesita del ambiente, y este aprendizaje que construye genera redes neurales, conexiones que transforman su cerebro, su manera de procesar experiencias sucesivas. Si cuenta con

un medio seguro y confiable, sus posibilidades de desarrollo se amplían bastante, pes es el quien las genera y no las introyecta. Las observaciones de Mary Ainsworth (1978), desde la escuela de relaciones objétales, son útiles, ya que permiten subrayar algunos de los fenómenos que se presentan en la interacción. Para el estudio del tipo de apego ella idea una situación experimental. Sus intereses se encontraron en la observación de la pautas interacciónales entre madre e infante durante el primer año de vida. Tras un año de observación a las parejas madre-hijo en su hogar, estas fueron llevadas a un “laboratorio”, donde se hiso una prueba que duraba 20 minutos. Durante el tiempo que duraba la prueba el pequeño permanecía en el lugar del estudio en diferentes situaciones:  Con la madre.  Con la madre y un extraño.  Solo con el extraño  Solo durante tres minutos. La hipótesis suponía que al separar al infante de la madre se activaría el sistema de apego y entonces podría estudiar se este patrón atreves de las reacciones que él bebe desarrollaba ante la separación y la reunión con la madre. Ainsworth (1978) planteo que el comportamiento del bebe caí en patrones específicos de respuesta. Encontró cuatro patrones principales y llego a la conclusión de que la respuesta del bebe dependía del tipo de relación que la madre ofrecía al pequeño. Así se acoplaba el tipo de patrón en el pequeño con un tipo de patrón de comportamiento en la madre. A continuación presentamos una síntesis de los propuestos por esta investigación. Apego seguro. Para que se de este tipo de apego se requiere desde el lado del adulto una actitud coherente, disponible, afectuosa y segura, consistente, no cambiante y que pueda proporcionar al pequeño la sensación de que puede hacerse cargo de la situación y resolverla, protegiéndolo de una situación de excesivo estrés. El lenguaje utilizado por el adulto es claro, sin mensajes dobles que generen confusión. Esta figura, según refiere la autora, cuando es cuestionada acerca de la relación de apego con su pequeño, puede evaluar el apego de una manera favorable, pero también hablar abiertamente de las dificultades que se le presentan por el camino, sin tener que justificarlas. Por su parte el pequeño como respuesta a esta actitud del adulto, presentaba una conducta exploraría y de manifiesta curiosidad hacia su entorno. Durante la situación experimental aparecían signos que permitían evidenciar que extrañaba a la madre cuando esta se ausentaba, con

frecuencia llorando en la segunda separación, pero recuperándose rápidamente cuando ella regresaba. Es obvio que prefería a la madre y no al extraño, pero no presentaba una respuesta muy angustiosa ante el mismo. En general la madre iniciaba el contacto después de la separación, pero después de esta contacto el niño era capaz de devolver a jugar. Apego envitante: la actitud del cuidador en este tipo de apego no era coherente. Se mesclaban episodios de cuidado de cuidado excelentes con algunos de falta de contacto. El pequeño no lloraba cuando el padre o la madre salían del estudio. Cuando la madre regresaba el pequeño activamente evitaba la reunión, alejándose o moviendo los brazos hacia otro lugar o los dirigía al piso cuando era cargado. La respuesta en torno a los padres parecía de calor emocional y durante el procedimiento experimental se enfocaban mucho más en los juguetes. La autora explicaba esta respuesta evidente como una protección ante la actividad confusa del cuidador. Apego resistente o ambivalente: el adulto presentaba en esta participación incoherente, misma que la autora suponía era el resultado de que el cuidador se encontraba tal vez preocupado por sus experiencias pasadas de apego o relaciones anteriores. La figura pareciera estar enojada o muy preocupada, o ser pasiva, y la información que aportaba sobre su relación con su hijo solía ser ambivalente o confusa. El pequeño, por su parte, parecía muy estresado, incluso antes de la primera separación, con poca capacidad para explorar el estudio. La atención del mismo parecía estar más concentrada en el padre y su estado emocional parecía ser de preocupación, enojado o excesiva pasividad. El pequeño no lograba recuperar un estado de confianza después de la reunión con la madre, con frecuencia continuaba enfocado en la madre y seguía llorando. No podía volver a la expresión del ambiente después de la reunión. Ante lo anterior, la autora plantea que la dificultad emocional del padre o cuidador “atrapaba” al pequeño en esta preocupación extrema. Apego desorganizado: el cuidador muestra una conducta confusa y desorganizada en donde no se logran distinguir los contenidos fantaseados de las situaciones reales. Se observan confusiones muy graves a estos padres, como la sensación de que una persona que ha muerto se encuentra físicamente presente. El pequeño desplegaba un comportamiento desorganizado o desorientado en presencia de los padres, mostrando una especie de colapso en sus estrategias de comportamiento. Por ejemplo, podía extender sus manos con la intención de ser cargado, pero al momento que iban a tomarlo en brazos, se tira al piso, presentado una conducta desorganizada y al parecer contradictoria. De nuevo la autora explica

esta conducta caótica como una respuesta ante la situación confusa que el cuidador generaba. Si bien no compartimos esta visión lineal en donde la conducta del niño se describe como una “reacción” ante la actitud de los padres o cuidadores, si consideramos que los patrones de apego puedan ser útiles, pues constituyen modelos de interrelación que actuaran como patrones referenciales sobre los que se construirán futuras interacciones. Es decir, si bien la explicación etiológica parece simplista y peligrosa la tipificación de los patrones de apego puede utilizarse como una herramienta de comprensión, entendiendo que constituyen una muestra de la matriz original desde donde toma sus patrones de referencia y desde donde hay que trabajar si buscamos la construcción de nuevas alternativas de modos de relación. En la nueva postura basada en es estudios recientes de neurofuncionamiento el acento esta puesto en la interacción. Dice Trevarthen (2009) que la concepción del recién nacido como listo para “ser formado” por el ambiente pierde la visión de su poder comunicativo e interactivo. Los patrones de apego tienen que ver con patrones de interacción y no solo con respuestas. Desde siempre hay una capacidad comunicativa del pequeño. El cerebro humano es tanto intersubjetivo como intencional y antes del lenguaje, las emociones que regulan al moverse y ser movido por alguien (él bebe llora si lo cargan de determinada manera o se calma) se actualizan constantemente en el contacto íntimo y constituyen los primeros medios de comunicación. Aunque para ello sería indispensable tratar de entender los elementos que llevaron a esta relación al lugar donde se encuentra, dando apoyo para poder ayudar a los participantes a desbaratar enganches no muy benéficos y a generar otros modos de aproximarse. Por ejemplo, un apego caótico podría explicarse por una serie de factores, conjugados, donde un elemento central podría ser la existencia de un foco irritativo a nivel del lóbulo temporal derecho del cerebro del pequeño, que le dificultaría una organización conductual, incluso precaria. La madre ante esta desorganización, puede sentirse del todo “inhábil” como madre, no porque lo sea, sino porque no ha encontrado otra manera de simbolizar la situación y esta “interpretación” la puede llevar a surtirse culpable y muy tiste, generados con el tiempo una depresión que le impidiera tener las energías suficientes para buscar nuevas herramientas o solicitar ayuda. Puede tener mucho miedo de lo que “los especialistas” confirmen su fantasía de ser destructiva con sus objetos de afecto. El patrón de pago se lastima demasiado, pues el pequeño se siente perdido, “sin rescate”, y la madre se percibe no solo incapaz de ayudarlo, si no “cree” que ella ha originado este desorden y entonces puede poner más distancia ante su pequeño, no porque no lo quiera, sino “para protegerlo” de su “capacidad dañina”, y al mismo tiempo

puede estar muy enojada porque sus esfuerzos no han sido “reconocidos” ni han “redituado” en el desarrollo del niño. Este enojo le “confirma” su capacidad dañina. Si en este momento decide solicitar atención y se le diagnostica que su ambivalencia y su enojo generaron el problema, la posibilidad de recuperar la relación se desmorona, confirmándole su “distorsionada y dolorosa fantasía” de ser una mala madre y de que el niño es víctima de su agresión. Si en lugar de hacer estas interpretaciones culpabiliza doras le damos una explicación de la situación, que externalice el problema y nos haga a todos, profesionales y padres, capaces de apoyar al pequeño, los resultados serán diametralmente opuestos. No obstante, para ello hay que hacer una investigación estructurada que requiera en el caso de nuestro ejemplo:     

Ayudar a una mejor organización del pequeño a nivel neurofuncional, dándole tratamiento requerido. Dar una explicación a los padres de lo que sucede, que los libre y devuelva la confianza en su capacidad como cuidadores de su hijo. Ayudar al sistema a encontrar nuevas pautas de interacción que se irán gestando desde la nueva comprensión de lo que sucede y desde la mejora funcional del niño. Generar situaciones donde se puedan probar nuevas maneras de contacto. Ir “soltando” poco a poco al sistema para que prosiga su camino natural de la relación.

La manera como se vivan las relaciones determinara la construcción de determinados circuitos neuronales que irán conformando nuestro cerebro social. Los patrones de apego constituyen los primeros circuitos de nuestros “recuerdos sociales” y se inscriben a nivel subcortical, por lo que no son del todo accesibles a la conciencia, pero son observables en nuestra manera de interaccionar con los demás. La organización de los patrones de apego está estrechamente vinculada con la regulación de las emociones. La estrecha conexión entre el apego la regulación del afecto es el resultado de esos circuitos neuronales que generan el contacto con los otros. Través de la relación con “una buena madre o un buen padre” el pequeño registrara que será rescatado de sus necesidades y esto generara, a nivel funcional, el desarrollo de mayor numero de receptores GABA en el hipocampo (Plotrsky y Meany, 1993), permitiendo al sujeto recuperarse con mayor rapidez después de una situación de alarma, como ya hemos analizado. Más adelante, con el desarrollo de la corteza cerebral, y en especial con la corteza frontal (orbito frontal), el pequeño ira desarrollando mayores recursos para modular el afecto.

La modulación de las emociones tiene relación con la posibilidad de simbolizarlas e interpretarlas; de saber cómo y cuándo expresarlas; de la capacidad de reconocerlas cuando ya hay un mayor desarrollo de la conciencia, así como de la elaboración de un repertorio de respuestas ante las distintas situaciones emocionales que permiten una mayor satisfacción afectiva. Las relaciones sirven por tanto como reguladores de los procesos psicológicos internos. Es por ello que son tan importantes para el aprendizaje de los patrones de comportamiento social. Hay una variedad de niveles de organización neuronal dentro del rango de la normalidad, que permiten al bebe ser mejor procesador de los estímulos o más inseguro. En la medida que el pequeño pueda procesar mejor los estímulos ambientales, el nivel de ansiedad y estrés decrecerá en grado notable y la necesidad de apego se verá también modificada. Asimismo las madres se sentirán seguras ante las habilidades de su pequeño y dejaran de preocuparse demasiado. En general y en situaciones normales de desarrollo neuronal podemos decir que las buenas relaciones de apego ofrecen a los niños experiencias que los proveen con una conexión emocional y de seguridad, tanto dentro del hogar como de la comunidad, y les brinda modelos más flexibles de adaptación ante la adversidad. El cerebro del pequeño es con el tiempo capaz de tomar información acerca del estado subjetivo mental de otra persona. Durante los primeros años de vida el niño empieza a percatarse que las personas tienen una mente que enfocan hacia algo, con una intención propia y con un estado emocional determinado (siegel, 1999; Fonagy, 2004). Son muchas las áreas que participan en este proceso, el cual implica niveles importantes para integrar la información de distintos canales sensoriales, de memoria y motrices (más adelante lingüísticos), y por tanto participan también áreas de asociación. Poder saber que “mama está sonriendo por que hice un gesto que le agrado” implican muchos procesos mentales funcionando a la ves y de manera integral: “mama sonríe como yo, su sonrisa y la mía son equivalentes (clasificación), y esta sonrisa tiene que ver con una sensación agradable (experiencia social y memoria emocional)”, funcionando de forma ordinada para poder hacer una anticipación en otro momento busque lograr la misma respuesta. En esta coordinación de giro anterior del cíngulo constituye un elemento importante. Esta es un área de asociación visceral, motriz, táctil, autonómica y de información emocional que apareció por primera vez en aquellos animales donde el cuidado materno empezó a tener un papel muy importante en la vinculación y el apego. Esta área evoluciono con la inclucion de patrones comunicativos para el apareamiento, la interacción madre-hijo e incluso los sonidos entre depredador y su víctima (MacLean, 1990).

Es posible ver cómo, la evolución, el apego aparece como una nueva capacidad que nos modifica y es modificada por el contacto. Las relaciones sociales van haciendo cada vez más compleja esta interacción y la necesidad de un periodo de cuidado prolongado dela “cría humana” permite el desarrollo de estos patrones iniciales de iteración. Según las observaciones realizadas por MacLean (1990), cuando se destruye en giro del cíngulo encontramos tanto una pérdida de la respuesta maternal como desarrollo de mutismo. Podemos pensar que la falta de una experiencia de apego afectara las conexiones neuronales que se establecen en esta área de manera muy importante, capacidad que es distintiva de los mamíferos y las aves. Los anfibios y los reptiles, en los que el área no se ha desarrollado, son capaces de formar grupos, pero no tienen la capacidad de formar vínculos a largo plazo. Pero en realidad los mecanismos neurofuncionales implícitos en la conducta de apego son múltiples, dado que es una función compleja que implica la interacción de diversas funciones. A través de un grupo de estudios (Garibay, 2002) se demostró que en general el aumento de la actividad serotoninergica resultaba en un mejoramiento de la vinculación social, mientras que bajos niveles de serotonina en el líquido cefalorraquídeo de los animales estudiados se realizaban significativamente con conductas de evitación de contacto. Por otro lado, en estos estudios se demostró igualmente que también la actividad hormonal tiene un papel importante: el incremento de la oxitócica, hormona que ya habíamos mencionado, que se relaciona con la contracción del útero en el momento del nacimiento, se vio claramente relacionada con conductas de apego. En animales con carencia preprogramadas de oxitócica pudo observarse un déficit importante en la conducta social y en la capacidad de agrupación (Garibay, 2002). Así, podríamos señalar que entre los sustratos neurales relacionados con las conductas de apego se encuentran aquellas vías utilizadas para el reconocimiento social (olfatoria, auditiva y visual), las vías neurales de reforzamiento como las proyecciones del are ventral tegumental, el núcleo acumbeo y el área de la corteza prefrontal. Las vías dopaminergicas se encuentran obviamente también implicadas. Muchas de estas vías alcanzan o atraviesan el cíngulo anterior, que es una región reciente implicada en las conductas de unión materno-infantil, como señalaba MacLean (1990). De esta manera la conducta de apego implica un gran número de circuitos funcionando de manera integrada y de ahí que tenga implicaciones a nivel de múltiples aprendizajes que vas desde la adquisición de habilidades sociales hasta la generación de una identidad personal. Es en el intercambio con los otros en que me reconozco como alguien distinto, como alguien especial.

La conducta de apego resulta la matriz desde donde se genera un gran cumulo de funciones, de ahí su particular importancia y su gran trascendencia. La conducta de vinculación es una de las más complejas, por el alto nivel de coordinación e integración de diversos circuitos y de niveles de procesamiento, pero es precisamente esta complejidad que le brinda sus enormes posibilidades, y cuando esta interacción se da de manera deseable le permite esa flexibilidad, consistente y nivel de satisfacción que caracteriza a las relaciones sanas. La capacidad de vinculación integra tanto la información de lo que está sucediendo en el presente, como lo histórico de la relación afectiva: por eso podemos “perdonar” a alguien que amamos e integrar información tan compleja como que la persona que me ha lastimado, o me fruta este momento, es lo bastante valioso por todo aquello que me ha brindado en el pasado. Por ello podemos extrañar a quien no está presente, o decir que un vínculo no es muy bueno y nos alejamos. Todos estos patrones de relación influyen además en la integración de la imagen que tengo de mí mismo, es mi identidad; en esta interacción con el otro construyo quien soy, como se mencionó. Los recuerdos construidos en el contacto con el otro me devuelven una “imagen” de mí mismo que también se ira “archivando”, y que implica una serie de sensaciones que registro en mi interior (yo) las cuales me permiten saber cuándo me siento como y relajado, cuando estoy tenso y alterado, cuando me siento ansioso y preocupado, cuando esto necesitado de contacto afectivo, etc. Las primitivas emociones se van haciendo cada vez más complejas, integrando funciones más evolucionadas a través de nuestro desarrollo (Fosha, Siegel y Solomon, 2009) A este respecto son muy interesantes los trabajos de Daniel Stern (1985), quien plantea como se da el surgimiento de la identidad en la relación con el otro. Los “cerebros”, puestos a trabajar juntos, enriquecen e incrementan las posibilidades de conexión y estructuración que solo pueden darse en el contacto (fig. 5.6).

Ahora bien, en este complejo proceso de integración de circuitos funcionales la falla de alguno de los mismos puede traer consecuencias de diferente importancia. Si la falla es pequeña, un buen ambiente puede ayudar a compensarla; pero cuando existe un problema en la coordinación de circuitos, tan grave que no permite ni siquiera la integración perceptual, entonces la experiencia del mundo es tan fragmentaria que difícilmente puede construirse una noción del otro y del mismo. Tal es el caso del problema del autismo. LA DOLOROSA LUCHA CONTRA EL AUTISMO Uno de los aspectos funcionales que falla grabe mente en el autismo es la integración y el funcionamiento de las zonas de asociación. Esta falla se aprecia desde la incapacidad para una percepción amodal. ¿A que llamamos percepción amodal? Esta función perceptiva es la que permite saber que “la misma manzana” que tengo y siento en mis manos, es la que miro y la que huelo. Es decir, la posibilidad de integrar la información que proviene desde distintos canales sensoriales para la construcción de la representación perceptual de un objeto. Como puede esperarse, esta función implica la participación de zonas de asociación del cerebro, así como de funciones integrativas del sistemas neurofuncional. Las zonas de asociación del cerebro permiten ir conectando “los productos” que se generan en distintas zonas dado resultado “coherente”, es decir, que tenga sentido. Si yo escucho un motor que se aproxima y me encuentro parado en la calle, gracias a la zona de asociación puedo “ver, en mi imaginación, que se trata de un vehículo que puede atropellarme y me muevo: anticipo una imagen visual desde una información auditiva, y no solo

eso, anticipo un suceso previendo una “acción” que una no ha sucedido, porque estaba asociadas zonas que permiten construir tanto una “percepción” completa del objetico, con una conexión con áreas de pensamiento y de memoria, que me permiten el proceso reflexivo, aunque la reacción que brinda el estímulo solo toque alguno de los canales sensoriales. Las zonas de asociación permiten la realización de las funciones. A diferencia de lo que se pensaba antes: que cada función se realiza en una zona del cerebro, hoy sabemos que si bien hay áreas que realizan procesos esenciales para alguna función, como serían las áreas de Broca o de Wernicke para el lenguaje, o en la estructura del hipocampo para el almacenamiento de la memoria explicita, el proceso es un más complejo. Es decir, si hay una afectación de estas áreas (Broca o Wernicke) de seguro se verá afectado en el lenguaje debido a su participación esencial en esta función; es decir, que una afectación en cualquier aspecto del lenguaje siempre se verá explicada por una afectación en estas áreas. Veamos: para hablar necesito la coordinación motriz que me permite articular palabras que me brinda la parte de ejecución motriz del habla, pero también necesito las funciones específicamente lingüística que aporta, en general, el lóbulo temporal izquierdo, y así mismo es necesaria la contextualización emocional del suceso en donde se implica la participación del lóbulo temporal derecho y de las zonas límbicas. Además requiero que esté funcionando de modo adecuado el proceso atentado y la memoria de trabajo, para que no me pierda en el tema acerca de lo cual estoy conversando. Está también presente la participación de la memoria, de la cual puedo rescatar los recursos almacenados en relación con el tema del que estoy hablando, en donde el hipocampo desempeña un papel muy importante; es decir, hay una colaboración para que la función lingüística pueda darse, y para que se dé como un producto integrado, no solo como la adición forzada de elementos. Las áreas de asociación van permitiendo que los “productos” sean cada vez más complejos y vayan integrando elementos de tal complejidad que pueda llegar a generar “un producto tan elaborado y flexible” como el pensamiento abstracto. Esta integración funcional tiene distintos niveles de incidencia en nuestra experiencia de acuerdo con la variedad, complejidad y cantidad de funciones asociadas. Es decir, si la función integrativa implica la capacidad de establecer una relación entre las distintas facetas de mi existencia cotidiana, generara la sensación de continuidad existencial y si la relaciona con diferentes aspectos de mi identidad histórica y me permitirá generar un relato autobiográfico. De acuerdo con Llinas (2000), esta función integrativas la que nos otorga un sentido del yo (si mismo) atravesó del tiempo y de los diversos contextos en que nos movemos. Si recordamos un poco del capítulo anterior, respecto a la integración, este es un proceso que se

ejerce activamente y las situaciones de estrés desbordante, en especial las situaciones traumáticas, no solo dificultan la integración, sino favorecen la disociación (Siegel, 1999). Algo que han defendido los teóricos de las relaciones objétales y sobre todo Winnicott (1979), es que los cuidados del encargado del pequeño (el habla de una madre lo bastante buena), al rescatarlo de su necesidad de una manera más o menos contante, le va brindando un ambiente propio para para que él pueda construir una continuidad existencial. Este autor insiste en la necesidad de respetarle al pequeño una rutina que le permita ir desarrollando la anticipación de lo que viene y así poder generar también esta sensación de continuidad atreves del tiempo. Estas acertadas observaciones encuentran un correlato neurológico en la medida que el pequeño crezca en un ambiente saludable, armonioso y con una “fructacion óptima” (Kohout, 1977), que no rebase sus capacidades de reorganización y que permita su crecimiento y aprendizaje, los procesos integrativos serán cada vez más amplios y en la medida que se de esta integración se llevara a sistemas más complejos y más flexibles, con más posibilidades de adecuase a las distintas circunstancias. En los pequeños que enfrentan los problemas del autismo son evidentes las dificultades de integración desde lo sensorial, por eso de pronto escoge como “juguete” la rueda de un cochecito y no el cochecito, o un pedazo de una muñeca: no existe la construcción de un objeto integrado. Esta capacidad de integración del estímulo, también es un proceso indispensable en relación con las sensaciones internas y las representaciones de nosotros mismos, nuestro autocencepto. Los problemas en la integración funcional necesariamente generan algún tipo de dificultad a nivel de esta construcción tan importante. Hay quienes ven más haya y afirman que “la integración no es función del yo, si no que el yo es o en que el yo consciente” (Ogawa y Cols., 1997). Numerosos autores proponen que las áreas de asociación de la neocorteza, como las regiones prefrontales (incluyendo la corteza orbito frontal), que unen varios procesos representacionales ampliamente distribuidos, construyendo o formando mapas de complejas representaciones, para establecer integraciones sensorio motoras del yo atreves del tiempo y espacio. Esta capacidad permite la anticipación y la planeación de futuros eventos (Siegel, 1999) así como la estructuración de una sensación de constancia. Una estructura en particular importante en las funciones integradoras es el hipocampo, es que considerado in “mapeado cognitivo” debido a que aporta la información contextual de los sucesos. Esta estructura también le da la cerebro un sentido de yo en el espacio; el tiempo regula el orden de las categorizaciones perceptuales y une las representaciones

mentales a los centros de activación emocional; estas son las múltiples tapas de integración (Siegel, 1999). Este mapeo que realiza el hipocampo también tiene una experiencia a nivel del lenguaje. Este sentido integrado del yo constituye el corazón en la narrativa autobiográfica y de que en la manera en que la mente intenta articular un sentido de coherencia a través de los distintos estados, tratando de darle un sentido al yo en el pasado y el presente, y anticipando el futuro. Podemos poner en la capacidad de la mente de crear ese mapa global del yo a través del tiempo y en diversos contextos, de tener una conciencia propia, es un elemento esencial de la integración que continuara desarrollándose a través de toda la vida. Para Llinas (2000), el estado subjetivo del yo implica la integración funcional a diversos niveles: desde la integración de los procesos sensoriales hasta la compleja activación que requiere el acto creativo. A partir de esta afirmaciones y entendiendo la importancia de esta integración funcional, podemos imaginarnos las severas implicaciones que puede traer una falla en procesos básicos que finalmente van a indicar esta progresiva posibilidad de coordinar este complejo funcionamiento. Hablemos ahora de cuando la dificultad se encuentra en el proceso de la experiencia de contacto, y es que la experiencia de contacto implica, para poder procesarse, niveles de integración básicos, que irán haciéndose cada vez más complejos para permitir el seguimiento de la cooperación de la existencia subjetiva del otro. Cuando un pequeño tiene que vérselas con problemas de integración sensorial, el proceso de apego se ve bastante lastimado. Ante la incapacidad de poder integrar un estímulo y procesarlo “amodalmente” el pequeño vivió en un mundo fragmentario que le dificulta el procesamiento del ambiente, el cual se torna indescifrable (dependiendo del nivel de afección). Dentro de todos los estímulos, el estímulo humano es el más cambiante y por tanto el más difícil de descifrar. La persecución se encuentra tan afectada que las dificultades en su tratamiento hacen que el estímulo sea vivido como invasivo y agresivo. Sin embargo, como en los otros análisis de esta compleja situación, resulta mucha más ilustrativa que alguien nos platique su historia. Richie y su familia pueden compartirnos de su experiencia para ayudarnos a comprender este complejo problema. Richie es un niño, que en aquel entonces (hace 4 años), contaba con 3 años y medio de edad, que no quería ser mirado, ni tocado cuando llego a consulta. El solo hecho de cruzar las miradas lo llevaba a una expresión de enojo y a aventar algún objeto. Uno tenía que tener mucho cuidado cundo él se encontraba cerca, si no quería llevarlo a una situación extrema, en la que optaba por esconderse debajo del escritorio

y no volver a salir o empezar a gritar sin control sin que nadie pudiera calmarlo. Si no había mucho ruido en el consultorio conseguía empezar a hacer una serie de acciones repetitivas que parecían no tener ningún sentido, pero que eran en especial atractivas para él, como prender y apagar la luz de manera repetitiva en un ritual interminable, o a agitar sus manos frente a sus ojos, lo cual le provocaba gran excitación. No habla aun, cuando quería algo gritaba o aventaba cosas o estiraba su mano, aunque el objeto estuviera fuera del alcance de sus manos, como un niño más pequeño, y al no tenerlo empezaba de nuevo a gritar o llorar de manera incontrolable. Su madre, Mariana, se encontraba abatida, había deseado profundamente a ese pequeño; tenía una buena relación con su pareja y ambos estaban convencidos de que era un buen momento para convertirse en padres. Estaban felices con la llegada de Richie a sus vidas, aunque Mariana empezó a notar que él bebe lloraba en exceso si no lo alimentaba en determinada postura, difícil de mantener cargándolo, as que opto por colocarlo en unos cojines. Esta estrategia funciono, pero ante cualquier cambio de postura él bebe empezaba a llorar, o si le brindaba el pecho o la mamila después empezar a llorar, ya no comía y se desorganizaban todos sus horarios subsecuentes, así que Mariana comprendió que no podía hacer variaciones y debía mantenerlos estímulos lo más constante que fuera posible. Mariana había tenido una gran sensibilidad para descifrar a su pequeño y esto había permitido que las cosas siguieran más o menos su curso, pero notaba diferencias con otros niños: la sonrisa como respuesta no aprecio, su mirada parecía estar dirigida hacia otro lugar o parecía atravesarla, era una mirada que parecía perderse y no dirigirse hacia algo o alguien. Andrés, que era el padre de Richie, se preguntaba por qué su bebe era tan distinto. Con el paso del tiempo las diferencias fueron haciéndose más evidentes. Mariana había dejado su trabajo temporalmente para cuidar a su pequeño y Andrés participaba lo más que podía en la crianza, que se fue tornando una tarea desgastante y angustiosa. En oraciones Riche lloraba toda la noche sin que pudieran descifrar que le ocurría. Cuando aparcan en el cuarto, en lugar de tranquilizarse, como otro pequeño, rompía en llanto como si estuviera viendo un monstruo. Estaban devastados, sintiendo que le habían hecho algo bastante dañino a su hijo. Habían consultado a una psicóloga; ella había diagnosticado autismo infantil y les había hecho algunas preguntas: ¿realmente había deseado al pequeño o se habían reprimido durante el embarazo?, cuestionando la insulsa forma de alimentarlo e insinuando que eso denotaba un rechazo encubierto.

Mariana se sintió desolada, muy angustiada y culpable. Tratando de encontrarle sentido a lo que a psicóloga había dicho, llego a pensar de que quizá el echo le había dolido dejar su trabajo había afectado a su pequeño de manera irremediable, o que tal vez alguna decisión con Andrés había generado el problema. Se encontraba casi en un estado depresivo, lleno de culpa y dolor, es una especie de “congelamiento”, pues “ si ella era la mala” prefería no acercarse para no seguir dañándolo. Andrés estaba menos confundido. A pesar de la interpretaciones de la psicóloga, el insistió en buscar otro tipo de ayuda, pues estaba convencido de que tanto el cómo Mariana habían hecho lo mejor que podían y que querían mucho así pequeño. Después de unas cuantas reflexiones acerca de si que el autismo se debía al hecho de haber alimentado “chueco” al bebe, o una discusión con la pareja o por el simple suceso de registrar un duelo por perder la libertad anterior, llegamos a la conclusión de que, encontramos una población de casi 99.9% de autistas. Al oír esto mariana puedo por fin esbozar una sonrisa y tranquilizarse un poco. Tras la valoración neurológica pudimos entender lo que le sucedía: Richie tenía serias dificultades para integrar las percepciones, su lóbulo parietal estaba muy poco diferenciado y presentaba además un hiperactivo ion en el lóbulo temporal derecho. Su lóbulo frontal estaba casi apagado, manifestándose una muy pobre actividad en estará área que le dificultaba tareas de anticipación, juicio e integración de información. Su mundo bastante desorganizado y por eso él lo vivía como un medio amenazante, no porque los padres fueran rechazan tés o agresivos, muy por el contrario, eran personas cercanas, afectivas y cuidadosas de su pequeño, pero él no lo vivía de ese modo, porque cualquier estimulo era molesto, lo rebasaba. No podía organizarse y, inconsecuencia, tampoco codificarlo, constituyendo así un medio indescifrable y de una intensidad poco usual, pues faltaba también un filtro inhibitorio, lo que hacía que los estímulos fueran de un nivel extremo molesto, por eso no toleraba los ruidos o el contacto, ni siquiera la mirada. Esta desorganización e intensidad eran angustiosas por ello prefería el aislamiento, lo hacía sentir mucho mejor. La falta de desarrollo en su lóbulo parietal ocasionaba que no pudiera distinguir si tenía hambre, cansancio, frio, o que a mesa que sentía en su abdomen era solo “popo” que saldría sin peligro. Todo estaba tan desorganizado que lo asustaba; si el hambre era mucha ya no podía ni siquiera comer. Recordemos la importancia de estas áreas en la integración sensorial y también recordemos la precedía de neuronas relacionadas con el aprendizaje social y la posibilidad de desaforar el comportamiento de los otros. Todas estas funciones se encontraban afectadas en Richie y tenía que vérselas sin estas burbujas organizadoras del comportamiento.

Tomamos un video de Richie al inicio del tratamiento y uno a los seis meses de estar tomando factores tróficos, FGF y HGF ( los principales “constructores del cerebro”), y el BDNF (que nos ayudaría con el desarrollo serotoninergico y dopaminergico y que sobre todo favorecería la capacidad de contacto social). El cambio del pequeño era espectacular, pero aún más notable era el cambio de la expresión de la madre: había vuelto a sentirse capas de brindarle cosas buenas a su pequeño, había recuperado su sonrisa y su capacidad de disfrutar. El avance de su pequeño la había hecho sentir, según las palabras, “capas de ser benéfica para lo que mi quería: su hijo”. A través de nuestro encuentro con Renata y su dolorosa historia hemos podido apreciar importantes implicaciones de una relación con un adulto con serias dificultades para encargarse del cuidado de un pequeño. Pero, ¿Qué sucede cuando el sistema de apego no funciona desde el pequeño? ¿Qué pasa en el niño que le impide contactarse con el cuidado que brinda la madre o el padre? Tratamos de entenderlo: al nacer, el pequeño está ocupado en otras cosas en adaptarse a su nueva situación ambiental. De esta manera, lo que encontramos en los primeros momentos son casi reacciones implícitas, fisiológicas, poco diferenciada y donde él bebe trata indistintamente a los estímulos internos y externos. Si las manipulaciones de la madre son una fuente de dolor o de malestar, el pequeño la tratara como lo haría con las sensaciones corporales molestas. Las partes se privilegian sobre el todo por que el todo puede ser percibido, porque no hay diferencia entre lo fragmentado y lo integrado, porque el mundo se percibe como un pedazo de fragmento “pegoteados”, no integrados: da lo mismo la rueda de un coche para jugar que el osito de peluche; un pedazo de platico que la muñeca (véase fig. 5.7)

Al mejorar los procesadores de información cambia la experiencia del pequeño en relación con el contacto. E la medida que el niño tenga una mejor experiencia de las sensaciones, cambiara también la interiorización de estas relaciones y entonces se abrirá la posibilidad de resignificar la experiencia previa. Es decir, la mejoría en la capacidad de procesar la experiencia índice en los objetivos internos del sujeto, pero hay mucho trabajo por hacer a nivel terapéutico para eliminar todos los maestros y fantasmas que se originan en este primer contacto. Debemos trabajar juntos con todas estas partes si queremos integrarlas ya que estas no desaparecen, y si lo haces corremos el riesgo de estar solo disociándolas, como se señaló en el capítulo 4. Estas experiencias terroríficas requieren ser integradas al proceso de desarrollo, y en la medida de lo posible darles un sentido y un lugar, contextualizar para que el sujeto pueda liberarse de las mismas, o utilizarlas de alguna manera. Estamos frente a posibilidades antes impensables, y ante una información que nos genera un enorme respeto por el esfuerzo cotidiano que hacen estos pequeños y sus padres.

CAPÍTULO 6 ¡NO ME PUEDO CONTROLAR! Conocía Mariana y a su familia el mismo día. Habían solicitado una reunión en conjunto, pues se sentían muy confundidos. Mariana, de Baños, era la hija menor y estaba por iniciar tratamiento con factores tróficos, debido a importantes dificultades de disciplina que le habían ocasionado muchos problemas, entre ellos encontrarse condicionada para continuar en su escuela y con la agravante situación de que no sería fácil encontrar otro plantel, ya que además presentaba importantes rezagos académicos. Lo que más me impactó aquel día de nuestro encuentro fue Ia calidez del grupo que venía a visitarme. Era una familia formada por dos padres afectuosos y preocupados por sus hijos. Ambos exitosos en sus propios campos. Vanesa, una mujer joven y bonita, muy agradable, quien había dedicado su tiempo y esfuerzo a la crianza de cuatro hijos; Manuel, un hombre fuerte y sensible a la vez, que era un pilar firme para la familia pero también podía entender las fragilidades y necesidades de sus hijos, por su gran capacidad de contacto y empatía, Vanesa hija, era la mayor, contaba en ese entonces con 20 años y estudiaba psicología en una ciudad cercana, estaba muy interesada y quería saber cómo apoyar a su hermana pues se sentía un poco desesperada de no entender muy bien qué pasaba con ella.

Manuel hijo, estaba terminando la preparatoria y el año siguiente se iría a estudiar fuera. Él expresaba su dificultad para entender a Mariana, pues entraban en discusiones continuas al sentir que su comportamiento era simple y sencillamente resultado de un excesivo consentimiento de parte de los padres y de las hermanas. Sin embargo, él también jugaba mucho con ella y le daba un voto de confianza a sus capacidades. Priscila, una chica encantadora, sensible y que siempre apoyaba a Mariana era la más cercana en edad, de 15 años. Mariana era muy afortunada de contar con una hermana como Priscila, cariñosa y paciente y quien podía entenderla. Muchas veces funcionaba como su puente con los otros explicándole por qué alguien se molestaba con ella o cómo debía vestirse para determinado evento o integrándola con sus

amigas, aun cuando era mucho más pequeña y sacrificando, muchas veces, su intimidad para que Mariana no se sintiera sola, pero teniendo la sabiduría y coherencia suficiente para no sobrecargarse y poner distancia cuando así lo necesitaba. Por ello podía interactuar con ella con tanta claridad, aunque no dejaba de recuperarse. Desde aquella reunión era muy difícil para Mariana escuchar lo que el grupo venía a contarme, creo que sería difícil para cualquiera. No es fácil que hablen de nuestras dificultades, así que la primera en tener la palabra aquel día fue precisamente ella. Le pregunté si sabía por qué todos habían venido a consultarme. Se rio, me dijo: "Porque no saben qué hacer conmigo, porque no me puedo controlar." Entonces le pregunté si ella encontraba alguna explicación para lo que estaba sucediendo. Respondió de inmediato: "Porque Manuel me molesta, Priscila no se quiere dormir conmigo ni me deja estar con sus amigas, y cuando vienen no me hace caso y mi papá y mi mamá me mandan a dormir sola, y Vanesa cuando llega no juega conmigo..."; así empezó una queja que parecía no tener fin, y conforme avanzaba aumentaba en intensidad llevándola progresivamente a explotar cada vez con mayor intensidad dentro del lugar de nuestra reunión. Después de escucharla le dije que tomaría nota de todos sus puntos de vista y que quizá sería más cómodo salir un momento al cuarto de juegos mientras los demás exponían su opinión. No habría sido posible escuchar a nadie más; ella no podía dejar de quejarse y la familia había empezado a sentirse muy abrumada y trataban de controlar su cada vez más explosiva exposición de desacuerdos. Tampoco a ella parecía estarle sirviendo este relato, pues en lugar de tranquilizarla se veía cada vez más fuera de sí. La parte final se había convertido en un cúmulo de gritos y llanto. Fue entonces cuando pensamos que sería muy importante que ella tuviese su propio espacio para expresarse y asilo planeamos. Más adelante Mariana me relató, y después también lo hicieron sus maestras, cuando fui a visitar la escuela, que cuando las cosas no eran exactamente del modo que ella esperaba, podía tirarse al piso como una pequeña de dos años y empezar a patalear y pegar. Mariana podía darse cuenta de esto, pero era superior a sus fuerzas y siempre sentía que había un detonante de esta respuesta. Podía gritar sin medida o salir corriendo a la calle, aventar las cosas y gritarle a la maestra ante todo el grupo generándose una situación de

muy difícil manejo, pues rompía todas las reglas de comportamiento sin que las consecuencias comunes, que frenarían a cualquier alumno, le hicieran detenerse. Los maestros se quejaban de su manera de retarlos y desobedecerlos, pues lograba poner en desorden a todo el grupo. Se escondía, gritaba, y cuando le pedían que saliera del salón Mariana se negaba a hacerlo. La convivencia a nivel familiar, escolar y social se había vuelto muy desgastante. Vanesa mamá se encontraba exhausta y bastante confundida. Planteaba que si se ponía dura la niña empezaba a gritar cada vez más fuerte, pero si le permitía hacer lo que quería, la demanda iba en aumento, sin ningún freno. Si intentaba razonar con ella Mariana se tapaba los oídos y empezaba a gritar: "¡No quiero oírte, no quiero oírte!" Yo misma enfrenté situaciones semejantes cuando tuve que limitarle el uso de algún material o cuando nuestro tiempo había terminado y ella no quería irse. Era en realidad difícil lograr dialogar: no podía escuchar. En ese momento cualquier intervención parecía ser percibida por ella como un ataque del que se defendía a golpes, gritos o insultos. Podía entender por qué se encontraban tan cansados, tanto la familia como Mariana, de luchar contra el problema. Su hermano Manuel, quien iba a recogerla a Ia escuela, podía llevar "la fiesta en paz" en tanto no le negara algo. Si por ejemplo iban al supermercado y Mariana quería que le comprara algo que no estaba autorizado a comprarle, entonces ella salía corriendo y tenía que perseguirla, lo cual se volvía bastante complicado e incluso peligroso, pues podía atravesar la calle sin voltear a ver si venía algún auto. Incluso a nivel corporal tenía una fuerza que estaba volviendo más complicado su manejo para la mamá o los hermanos, además, si no se trataba de controlarla físicamente; estaban desesperados. Al padre se le escapaban las lágrimas, mientras la madre lloraba abiertamente: "No sé qué estamos haciendo rnal. . . quisiera poder ayudarla. . . quisiera saber qué hacer; sé que puede ser encantadora, pero., será que no la estamos sabiendo llevar, me pregunto qué pasó si esto no me sucedía con mis otros hijos, ¿será que estoy cansada?" Eran evidentes los sentimientos de culpa y de responsabilidad por la situación.

Empezaron a hablar de cómo todas las situaciones de !a vida diaria se volvían tan complicadas; la cotidianidad constituía un verdadero reto: levantarla en la mañana para ir a la escuela, pedirle que se vistiera y se peinara (no quería hacerlo), estar lista a tiempo, llevar sus cosas a la escuela. . . Hacer por ella las cosas la haría más dependiente, no hacerlas los condenaba al caos y la tiranía, tiranía en la que quedarían atrapados tanto ellos como Mariana, pues si alguien estaba triste y frustrada con tal situación era Mariana. También ella se sentía atrapada. La familia entera parecía pedir a gritos que se les rescatara de "Caos", como una de sus maestras, Roxana, había nombrado al "acompañante" que Mariana traía cada mañana al colegio. La situación era en realidad complicada, sobre todo porque todo el entorno se encontraba ya cansado y contaminado por el problema. Como hemos visto, el cerebro es un sistema que tiene la capacidad de afectar otros sistemas contiguos. Así como el cerebro se afecta por los colores, los sonidos o los contenidos cognoscitivos que resultan al unir y encontrar sentido en un conjunto de signos escritos denominados letras, así también se afecta por la información que le aporta otro cerebro, y además tiene un mayor impacto, ya que el contenido trasmitido va acompañado de un importante componente de emoción (siempre lo está, aunque en distinto grado). La información que aporta otro "cerebro" es un estímulo que 1o afecta en extremo. Regresando a nuestro tema, podemos entender de alguna manera cómo la problemática que enfrenta un miembro de la familia puede alterar el funcionamiento de un grupo. Ya hablamos en el segundo capítulo sobre la teoría de los sistemas, que desde otra aproximación teórica nos permite entender este fenómeno en que los distintos cerebros se influyen entre sí. En relación con Mariana y su familia, era evidente cómo la dificultad de organización de un sistema individual estaba afectando a la organización grupal. Este acompañante, "Caos", parecía propagarse e invadir el espacio, haciendo sentir a todos los miembros del grupo confundidos e impotentes para vencerlo. ¿Por qué "Caos" se había adueñado de esta valiente familia? ¿Qué herramientas necesitábamos para vencerlo? Si nos regíamos por el criterio de urgencia antes que nada debíamos ayudar a quien tenía la lucha más directa y cuerpo a cuerpo con este poderoso enemigo: Mariana.

¿Qué le pasaba a Mariana que no podía controlarse y qué debía hacer para convertirse en dueña de sus actos? Los datos que nos aportaba la valoración neurológica eran una poderosa herramienta que podía ayudarla para enfrentar esta lucha con más posibilidades de salir victoriosa, pero había que prepararse, tal como uno se prepara para ganar una competencia. Debíamos desarrollar habilidades, generar un mejor grado de tolerancia, pero antes que nada: conocer muy bien el problema. Según su valoración neurológica, Mariana estaba enfrentándose a una importante afección del lóbulo frontal. Simple y sencillamente el "director" de la orquesta, el encargado de coordinar el funcionamiento, se encontraba parcialmente "fuera de servicio". Este lóbulo tiene una función central a nivel de la organización, la anticipación, el juicio y, en general, de la capacidad ejecutiva del sujeto. Es el lugar donde confluyen innumerables conexiones y por lo mismo reúne información de alto nivel de abstracción. A él llegan "terminales" de todo el cerebro, pues es el área donde se toman las decisiones; es también el lugar que nos permite llevar a cabo el proceso reflexivo (Goldberg, 2001). Era en especial el área orbitofrontal, que tiene un papel central en el control de los impulsos y la modulación de las emociones (por encontrarse conectada al sistema límbico y funcionar en sí como la parte "madura" del circuito), la cual se encontraba bastante inactiva e inmadura en este problema. Al ser esta área (el lóbulo frontal) donde se lleva a cabo el procesamiento de las funciones más abstractas de pensamiento y ser precisamente las que permiten la integración y construcción de valores, pensamiento hipotético deductivo, planeación a futuro, etc. (Goldb erg, 2001), podemos entender por qué para Mariana era tan difícil controlarse. Debíamos trabajar en Ia reparación de estos circuitos para que Mariana saliera triunfante del enfrentamiento con el problema. La terapia con factores tróficos era una magnífica elección. Además, había que hacer algunos ajustes en el entorno para coordinar el trabajo en otras áreas a la par con la recuperación funcional. Si bien es cierto que en esta familia había un importante grado de desarrollo

emocional y constituían un interesante grupo de apoyo, había la necesidad de que hubiera alguien ajeno a Ia situación que dirigiera las operaciones un poco desde lejos. Las maestras se encontraban también invadidas por el problema, aunque su disposición y sus observaciones eran de invaluable ayuda. Pensamos en diseñar una estrategia de intervención de manera conjunta para contrarrestar la influencia de la desorganización e ir generando una estructura continente que permitiera actuar de manera organizada, la cual se planteó así: . Privilegiar la atención neurológica para promover el desarrollo madurativo de los circuitos neurológicos implicados en estas funciones. 



Desarrollar un trabajo terapéutico que permitiera a Mariana desidentificarse del problema y luchar contra el mismo.  Dar atención paralela a la familia para que pudieran rescatarse del caos cuando intentara adueñarse de ellos. Coordinarse con las maestras de la escuela aprovechando la retroalimentación de lo que ellas observaban en el ámbito escolar de modo que funcionara como un criterio externo, que estuviera un poco fuera de la situación desbordante que el problema traía consigo.

Teníamos una larga e interesante tarea, y hoy podemos afirmar que la experiencia ha sido muy enriquecedora para todos, aunque no ha dejado de tener sus momentos difíciles y en ocasiones también hemos perdido batallas, algunas de ellas importantes, pero cada día ganamos más terreno. El trabajo a nivel reparador fue avanzando con relativa rapidez, pero no fue sencillo y hubo que hacer ajustes durante el mismo. En el lóbulo frontal encontramos una gran diversidad de tipos de neuronas que cumplen funciones bastante complejas. Había que favorecer diferentes circuitos que en ocasiones trabajan antagónicamente. Se requería estimular el desarrollo de circuitos que implicaban a las principales neuronas del sistema nervioso (glutamatérgicas y gabaérgicas); además necesitábamos moduladores (dopaminérgicos), pero paralelamente habría que trabajar regulando la entrada desde los circuitos emocionales (sistema límbico) que si bien provenía de otras regiones subcorticales, al estar tan poco desarrollada la corteza orbitofrontal llevaba al desbordamiento y a la falla en el autocontrol, de ahí que la utilización de moduladores de la respuesta

emocional resultaran también centrales (serotonina, dopamina y ácido aminobutírico -GABA-). También se requería cierto trabajo a nivel del favorecimiento del desarrollo en distintas áreas corticales que envían su información al lóbulo frontal para la integración de información. Había una enorme tarea por realizar. Esta tarea era difícil, pues en ocasiones estos circuitos pueden funcionar de forma antagónica, por tanto en el proceso se esperaban algunos desequilibrios. La situación, como decíamos, no era sencilla, porque tanto el grupo familiar como el escolar se encontraban muy desgastados. Algo que ayudó mucho en este proceso fue la conciencia que teníamos, quienes participábamos en el mismo, que el proceso no iba a ser ni fácil ni corto. Se realizó un trabajo paralelo para la externalización del problema, lo que constituyó un paso indispensable a partir del cual se podría iniciar una nueva narrativa de la situación. Mariana hizo un hermoso cuento que nos ayudó a entender cómo se sentía. Para ella el problema no se llamaba "Caos", como lo llamaba Roxana en la escuela (las maestras también necesitaban externalizar el problema y desidentificar a Mariana del mismo). Para Mariana el problema era una especie de tigre del enojo (que, no vayan a confundirse, es un "tigre" , aunque parezca león es "tígrrrrre" porque "grrrruñe"). Al parecer este tigre estaba más cerca de expresar las sensaciones corporales que experimentaba Mariana cuando entraba en estos momentos de descontrol. Mariana es toda una artista, como podrán apreciar en su cuento (véanse figs. 6.1 a 6.6), donde logra, a través de sus dibujos y su relato, transportarnos a su valiente lucha.

EL TIGRE QUE MOLESTA Y HACE ENOJAR

Figuro 6.1. Lo único que amaba este tigre era su guarida. Era un genio para molestar y hacer enojar o lo gente, vivía en el desierto. Odiaba o los personas. Ero feo y gruñón. No se bañaba, tenío ojos de furia y pelo enredado. Le chocaba peinarse, por eso siempre andaba desarreglado. Era sucio, para que nadie se pudiera acercar Sacaba sus colmillos amarillos paro asustar.

Figuro 6.2. Un día salió de su guarido y se encontró una niña y le dijo, -Desde ahora en adelante GRRRR -dijo dando un fuerte rugido-, tú eres mi esclavo y vas a hacer todo lo que yo te digo. Nunca te voy o dejar ir, ni pensar, ni controlarme. Yo voy o ser el dueño de todo lo que tú hagas, me voy o meter dentro de ti y no te voy o dejar pensar bien. Voy o controlarte. Je je je, no te podrás escapar.

Figuro 6.3. Y entonces el tigre comenzó o meter o lo niño en verdaderos problemas. A veces lo convencía de que las cosas no tenían solución. Lo engaño haciéndolo sentir que los problemas no pueden hablarse poro poder ponerse de acuerdo. Cuando por ejemplo la mama le decía a la niña que no podía ir o un lugar, el tigre convencía o lo niño de que hiciera un terrible berrinche, aventaba la ropa al florero y así ¡crosh! se rompía el florero.

Figuro 6.4. El tigre quería que la niña no supiera que podía ponerse de acuerdo con su mama y podía esperarse un momento poro ir más tarde al lugar donde quería. El tigre quiere que lo niño se desespere y no puedo escuchar lo que su mamá le dice o sus hermanos. Le hoce enojar hasta que los "tripas" le chillan y no lo dejan escuchar. Es que como el tigre le hoce gruñir en lugar de hablar, entonces rodos los demás también se desesperan. El tigre hace que los demás también se pongan o gruñir en lugar de hablar y o grito muy fuerte y o desesperarse. Entonces yo nadie puede pensar, ni ayudar y el tigre se quedó en una esquina riéndose de su fechoría.

Figuro 6.6. La niña entonces empezó a controlar algunas cosas que la ayudaban poro vencer al tigre. Cuando el tigre quería hacerla sentir muy enojado ello lograba pelear con él. Su mascota, que era un perrito muy cariñoso, y sus papás que le explicaban qué hacer, lo ayudaba o vencer ese enojo. Además había encontrado una fórmula: Cuando empezaba o enojarse usaba esta fórmula poro controlar al tigre. Le decía al tigre "No, no, no, ¡Tú no me vos o vencer! ¡No vos o convencerme, porque tú quieres que hogo un berrinche y me pelee! ¡No te voy o hacer coso!" Y diciendo estas palabras la niña lo grabo tranquilizarse. De pronto se dio cuenta de que si ello lograba aguantarse y vencer al tigre, el tigre podía serle útil, pues era fuerte y valiente, y lo ayudaba o ser fuerte y valiente o ello también. El secreto es que ello contralora al tigre y no lo dejara ser muy grande. El secreto es que ello pudiera domesticarlo. Entonces lo niña nos explicó que si ponía al tigre en su cabeza y lo controlaba, el tigre se volva un buen amigo para poder enfrentar peligros y dificultades. Pero lo más imponente y lo que hacía a la niña poder domesticar al tigre era su gran corazón. La niña tenío un corazón enorme, y ante ese corazón el tigre sólo podía convertirse en un amigo. Cuando lo niño dijo que su corazón se viera más claramente logró controlar al tigre. Lo mejor armo que lo niño tuvo poro vencerlo y domesticarlo fue el cariño que sentía hacia su familia y sus amigos y el enorme cariño que

ellos también le tenían o ello. Es por eso que en el dibujo pueden ver cómo lo niño está feliz y cómo su corazón es mucho más grande que el tigre, clue poco o poco va convirtiéndose en su amigo. FIN

Esta historia se fue construyendo a través de varios meses de trabajo. Durante este tiempo Mariana se fue sintiendo cada vez más dueña de sus actos y con más herramientas para enfrentar situaciones de frustración. A la vez, para atender a la situación familiar y escolar, nos reunimos con regularidad. Acordamos ir subrayando las batallas que Mariana podía ganarle al tigre. Llevamos el cuento tanto a la casa como a la escuela, para que Mariana pudiera explicarles qué cosas le ayudaban a vencer al tigre y poco a poco fue construyendo mejores estrategias para enfrentarlo; no desaparecerlo, si, no sólo dominarlo, porque la pasión en la üda es algo que debe conservarse, sólo hay que controlarla.

EL LÓBULO FRONTAL

Hablar del lóbulo frontal resulta bastante complejo por 1a infinidad de tareas y funciones que realiza. Al ser el lugar de mayor alto grado de integración del funcionamiento nos veremos en muchas ocasiones elevados a incurrir en aparentes repeticiones, lo que sucede es que llegamos a lugares de convergencia pero desde distinto punto de partida. Está tan interconectado e interrelacionado que por momentos estaremos hablando de estructuras anatómicas, en otros, de circuitos, y en otros, de funciones. Trataremos de aclarar esto a través de nuestro recorrido, sin embargo no podremos evitar la sensación de que estamos abordando nuevamente un mismo tema. Por otro lado y debido a su papel integrador cuando se esté hablando de sus funciones necesariamente tendremos que tocar otras áreas del cerebro que "aportan" "productos intermedios" que permiten a esta zoÍtalatealización de sus complejas tareas. De ahí que a través de este recorrido, y sobre todo cuando hablemos de las funciones ejecutivas, de memoria de trabajo, de atención, etc., también necesariamente hablaremos de otras regiones corticales y subcorticales. Dado que muchas de las funciones se dan precisamente en la integración de distintos circuitos se vuelve necesario "bordar" alrededor de las mismas. Entremos pues en esta compleja e intrincada red de interrelaciones que nos hacen especialmente humanos. El hombre se distingue de las otras criaturas que se encuentran en nuestro planeta por poder mira hacia el futuro. Puede decidir hacia dónde quiere dirigirse, planear sus acciones y evaluar su desempeño. La actividad del hombre no es sólo reactiva al medio, como la de los reptiles.

¿Qué queremos decir con que no es reactiva al medio? No es que no reaccione al medio, sino que si bien lo hace, no sólo reacciona, sino que tiene "noticia" de esta reacción, es consciente de sí mismo y de sus acciones. Cuando hablábamos de la evolución del cerebro decíamos que los reptiles no tienen esta capacidad autoperceptiva. Si conseguimos taparle los ojos a uno de estos animales no logra "saber" qué es lo que sucede, sólo reacciona ante la molesta sensación sin poder "descifrar" el porqué de su pérdida de la visión (ñg.6.7). Si bien los reptiles han desarrollado también su corteza cerebral, esta es bastante limitada en su funcionamiento. A diferencia de la cognición animal, la cognición humana va hacia delante. Esto nos permite "recordar el futuro" (Goldberg, 2001): anticiparlo, con base en nuestras experiencias anteriores; adelantarnos a los hechos a través del pensamiento hipotético-deductivo (creando hipótesis que constituyen explicaciorres acerca de lo que experimentamos);

elaborar teorías acerca de los fenómenos al acomodar estas hipótesis en relatos que explican nuestro mundo y que incluso nos permiten influir sobre el mismo buscando otros efectos. Para generar estos constructos no sólo trabajamos con representaciones de los objetos, sino con acciones sobre estas representaciones, y esta es la más ciara prueba de que la representación del mundo que generamos en nuestro cerebro es un producto propio. Un ejemplo de esta afirmación la constituye la creación de herramientas por eI hombre; con ellas no "copia" una forma existente en el mundo, sino que anticipa qué tipo de características debe tener el medio para solucionar un problema (Goldberg, 2001): no hay en esta acción una réplica de la realidad, sino una propuesta para transformarla.

Esto es lo que Piaget (1969) llamó el pensamiento operatorio (interiorizaciónde la acción), que másadelante nos llevará alpensamiento de posibilidades que permite Ia creación de teorías que nos permiten organizar la realidad a través de modelos y esquemas. Por ejemplo, podemos saber en qué momento va a presentarse un eclipse porque hemos elaborado una serie de constructos y herramientas teóricas que nos permiten "dividir" el tiempo y Ia distancia, para medirlo y poder predecirlo, así como conocer el movimiento de los astros. Esta habilidad para relacionar y manipular acciones y representaciones, interrelacionar constructos teóricos y generar hipótesis, depende de la corteza prefrontal, que se ubica precisamente en el lóbulo frontal (Goldberg, 2001). Como hemos afirmado en repetidas ocasiones los lóbulos frontales desarrollan las más avanzadas y complejas funciones del cerebro, las así llamadas funciones ejecutivas. La realización de es tas tareas exige un alto nivel de complejidad emocional y cognitiva, así como altos niveles de integración en su funcionamiento que no notamos, pues estamos acostumbrados a realizarlos de manera cotidiana e inconsciente. No obstante, aun en la decisión más simple, como elegir la ropa que vamos a ponernos para ir a trabajar, se implica la participación, de manera integrada, de diversas regiones de nuestro cerebro. Los Ióbulos frontales son los que llevan el Iiderazgo. Corresponden a lo que sería un director para una orquesta o un general para un ejército (Goldberg,2001). Permiten el nacimiento de Ia conciencia de nuestros actos, Ia valoración y retroalimentación de los resultados de los mismos, la planeación a futuro, Ia organización de un plan de acción. Los lóbulos frontales son el lugar donde se asienta la civilización (Goldberg, 2001), donde se encuentra la posibilidad de conciencia y de autoconciencia que nos distingue como humanos (Carter, 1999). Este director permite en sí Ia ejecución de todos los elementos a través de su función integradora (Goldberg, 2001), capacidad de coordinación que le confiere su alto nivel jerárquico. Los lóbuIos frontales son así la cúspide del funcionamiento cerebral. La primera vez que se tuvo conciencia sobre la importancia de estas áreas del cerebro y que se relacionó al cerebro con las capacidades de autorregulación de la conducta fue en 1848, debido a un accidente sufrido por un trabajador: Phineas Gage. Durante mucho tiempo se había asentado la capacidad de "conciencia moral" en conceptos más abstractos, como "la mente" o "el alma", estableciéndose una dicotomía entre cuerpo y funcionamiento, dicotomía que ha cuestionado de manera brillante Antonio Damasio (7994) y que, como hemos visto, no puede seguir sosteniéndose a partir de los últimos descubrimientos del funcionamiento cerebral. Este fue el primer caso en el que se describió un cambio de conducta debido a un daño frontal. Fue descrito por el doctor Harlow, y se convirtió en uno de los casos clásicos para el estudio de la neurofisiología moderna. En él se refiere cómo encontrándose Phineas Gage en su trabajo, una barra de metal accidentalmente ie atravesó el cráneo. Gage en apariencia se recuperó y

no sufrió secuelas perceptibles a primera vista. Sin embargo, quienes Ie conocían afirmaban que "Gage ya no era Gage"; su forma de ser cambió diametralmente; su carácter se volvió impulsivo e irascible, voluble, sin capacidad para permanecer en las tareas y sin autocontrol; con falta de tolerancia ante cualquier frustración, y con pérdida casi total de Ia autoconciencia. Antes Gage había sido una persona responsable, trabajadora y socialmente capaz. Establecía muy buenas relaciones en su trabajo y era considerado un buen líder del grupo. Después del accidente su comportamiento cambió y cornefizó a realizar actos que en otro momento jamás se hubieran esperado de su persona y que él mismo habría considerado como vergonzosos. Por lo mismo no podía conservar ninguna ocupación, siendo que con anterioridad había sido calificado como un excelente trabajador. Este caso ha sido investigado a fondo por el matrimonio Hanna y Antonío Damasio (1,994), quienes realízaron incluso una reconstrucción virtual de la trayectoria de la barra por e1 cráneo de Phineas (tanto el cráneo como labarrase conservan en el Museo de Historia de la Medicina, en Harvard) (figs. 6.8 y 6.9). Desde entonces se supo que los lóbulos frontales estaban implicados en nuestro comportamiento y que esta región del cerebro realizaba tareas que se relacionaban con un alto nivel de desarrollo. De hecho, hoy día sabemos que dentro del proceso evolutivo esta parte del cerebro se ocupó del

Figura 6.9 otras perspectivas del trayecto que siguió la barra en el cerebro de Phinieas Gage . Ilustracion basada en Rita Carter (1999).

asentamiento de las funciones humanas más fundamentales. Resulta esclarecedor ei hecho de que la corteza frontal fuera precisamente la parte de la corteza que se desarrollara de manera más significativa en nuestro paso desde el homínido hacia el hombre, ocupando 2B7o del área cortical del cerebro humano (Carter, 1999). No es de sorprender que la evolución de la autoconciencia del yo emergiera en conexión con su desarrollo. La corteza frontal podría calificarse como una zorra de convergencia, ya que:











Recibe conexiones desde diversos centros especializados (como de los sistemas sensitivos, visuales y auditivos), lo cual la habilita para saber qué está pasando en el medio externo e integrar la información compartida. Recibe también conexiones desde el hipocampo y otras zonas implicadas en Ia memoria a largo plazo, lo cual le permite tener disponible la información almacenada relevante para la tarea que está realizando, y que tiene que ver con experiencias pasadas. Envía conexiones a las áreas implícitas en el control del movimiento, incluyendo áreas corticales y subcorticales; de esta manera puede coordinar la parte ejecutiva con base en toda la información interna y externa que recibe (Goldberg, 2001). Los lóbulos frontales están conectados también por numerosos patrones neurales a casi todas las otras áreas corticales y al sistema límbico (recordemos la importancia de este sistema en el procesamiento emocional). Estos patrones son de doble vía, es decir, reciben información desde estas regiones y también devuelven información a estas regiones (Carter, 1999). Está conectada, como veremos después, a todo el sistema de activación que viene desde el tallo cerebral.

Por tanto, hablar de los lóbulos frontales es, de alguna manera, hablar de todo el cerebro, debido a su conectividad. Dentro de los lóbulos frontales existen diversas áreas especiaiizadas en distintas tareas. Y para hacer aún más difícilIa tarea explicativa, existen funciones, de alto nivel de complejidad, que implican la participación de diversos circuitos corticales y subcorticales. Los lóbulos frontales y su conexión con las áreas sensomotoras La parte trasera del lóbulo frontal se conecta a las partes del cerebro que nos permiten la acción física. Esto incluye parte del área del lenguaje, para la articulación del habla (área de Broca) y la corteza motora, que controla el movimiento. Justo frente a la corteza motora está una "franja" llamada corteza premotora o área motora suplementaria, que es donde las acciones se ensayan antes de llevarse a la práctica. Esto es de particular importancia, pues nos permite "aprender" desde una acción interiorízada y prever las consecuencias, lo cual disminuye bastante los costos adaptativos. La corteza premotora constituye una importante lÍnea de demarcación: divide la corteza sensoriomotora delárea que se encarga de los conceptos, la planeación y la predicción del futuro, seleccionando algunos pensamientos y percepciones para la atención e ignorando otros, uniendo la percepción en un todo, y 1o que es aún más importante: proporcionando a estas percepciones un significado.

Corteza prefrontal

Más adelante, en la región que corresponde al puente en medio de los ojos está la corteza prefrontal. Esta es Ia única parte del cerebro que está exenta de la labor constante del procesamiento sensorial, y esto se debe a la complejidad de la tarea que realiza: está asociada con la generación de la conciencia de manera muy importante. Es la responsable de nuestra percepción consciente de las emociones y de nuestra habilidad para atender y enfocarnos. Esta región Ie da significado ai mundo en que nos encontramos, y permite que demos a nuestras vidas sentido y propósito. Caracteriza a la corteza prefrontal la cantidad de proyecciones subcorticales que posee, pues al parecer tiene un papel central en función ejecutiva, en aspectos relacionados con la toma de decisiones y en lo que comúnmente llamamos voluntad. Debido a ello la corteza prefrontal es quizá la parte mejor conectada del cerebro. Aunque ya habíamos hablado de Ia importante conectividad de la corteza frontal en general vale la pena destacar la conectividad de esta región específica: La corteza prefrontal está conectada a la corteza de asociación posterior, Ia máxima estación de integración perceptual, asimismo con ia corteza premotora, los ganglios basales y el cerebelo, todos ellos involucrados en varios aspectos del control motor de los movimientos. También está conectada con el núcleo dorso medial del tálamo, la máxima estación de integración dentro del tálamo; con el hipocampo y estructuras relacionadas, que sabemos tienen un importante papel en Ia memoria, y con Ia corteza del cíngulo, que tiene un lugar importante en las emociones y en el manejo de la incertidumbre. Además, se conecta más adelante con la amígdala, que, como ya vimos, regula las reacciones más básicas, y con el hipotálamo, encargado del control de las funciones vitales del cuerpo a través de su papel en Ia secreción hormonal. Por último, está conectada con el tallo cerebral, encargado de Ia activación y excitación generalizada. Existe una serie de interesantes experimentos que permiten identificar qué funciones específicas activan esta región; en uno de ellos se puso a Ios sujetos a realizar diversas tareas, identificando cuando se "encendía" esta región cerebral. Se "mapeaba" la activación cerebral en dos situaciones semejantes, pero con una diferencia muy significativa: en un primer momento se pidió a los sujetos realizar una tarea en donde las instrucciones estaban totalmente definidas desde el exterior; en Ia otra situación experimental el sujeto debía decidir la manera de llevar a cabo la tarea. La corteza prefrontal se encendía claramente cuando la

persona debía tomar sus propias decisiones acerca de 1o que iba a hacer, y no de la misma manera cuando se le daban instrucciones (Carter, 1999). Cuando algo sucede, Ia cortezaprefrontal se enciende, para poder interpretar 1o que está pasando, y es entonces cuando podemos entrar en estado de conciencia. La corteza prefrontal, al igual que otras áreas de la neocorteza, tiene seis capas. Las capas centrales tienden a recibir las entradas desde otras regiones, mientras que las capas profundas tienden a enüar información hacia otras áreas. Estas células que reciben información envían sus axones hacia las capas profundas que o bien regresan a las capas medias o se dirigen a otras regiones corticales y subcorticales, sobre todo hacia áreas involucradas en el control del moümiento y respuestas de conducta (comportamentales) (Goldberg, 2000). Es importante destacar que Ia corteza prefrontal no sólo es Ia más conectada con otras áreas, sino también Ia que se encuentra más conectada en su interior. Las conexiones dentro de Ia corteza prefrontal, tanto dentro y entre distintas capas, son mucho más numerosas que las conexiones que vienen de otras áreas. Hemos señalado que, en general, la corteza frontal es un área de convergencia y la importancia que esta convergencia tiene para las funciones integradoras. Si consideramos que la corteza prefrontal tiene funciones importantes en Ia toma de decisiones y de autoconciencia, es posible entender el alto nivel de integración que estas funciones requieren (véase fig. 6.10). Las conexiones internas tienen varias funciones; entre ellas, las excitaciones mutuas mediadas por las conexiones internas permiten que las señales internas que vienen deI exterior sean amplificadas y puedan permanecer activas, contribuyendo a sostener la actividad. Esto es muy importante, ya que cuando realizamos alguna tarea debemos mantener el nivel de activación para llevarla a su fin y no tener que estar volviendo a "encender" el sistema varias veces (Goldberg, 2000). Sabemos que ante situaciones de peligro el sistema de alerta enciende al cerebro y permite que se generen las respuestas de pelea o huida. Cuando realizamos una tarea no podemos estar dependiendo de una situación de peligro para activar el sistema. Sería muy costoso, riesgoso, desgastante y además incómodo. Se requiere, más bien, una activación más medida, pero continua, que nos permita tener la suficiente movilidad para querer hacer la tarea y llevarla hasta su fin. Estos son los llamados procesos motivacionales y de atención, en los que estas regiones desempeñan papeles determinantes, de los que hablaremos más adelante. Dos áreas de la corteza prefrontal: la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza prefrontal orbitofrontal, a

pesar de estar contiguas en el cerebro difieren en cuanto a su conectividad y funciones. Aunque ambas están relacionadas con papeles de inhibición y control, las investigaciones han mostrado que la cortezadorsolateral está implicada en la toma de decisiones cuando la tarea requiere más de una función de atención cognitiva, en tanto que Ia corteza orbitofrontal participa más bien en las tareas que implican una decisión que está basada en información afectiva (fig. 6.11). La corteza orbital parece tener también un papel importante en la memoria de trabajo, en especial trayendo a la misma la información relacionada con procesos emocionales. Veamos estas importantes áreas de la corteza prefrontal.

Corteza orbitofrontal. Esta área inhibe las acciones inapropiadas, permitiéndonos tener control sobre nuestras necesidades e instintos, demorando la recompensa inmediata a cambio de ventajas a largo plazo. Aquí convergen diversos circuitos del funcionamiento cerebral, por tanto recibe información variada y muy útil para poder hacer su tarea. La información que recibe incluye cognición social, conciencia del propio cuerpo, sensación, percepción, representaciones variadas como palabras, ideas y marcadores somáticos que "hablan" sobre el estado fisiológico del cuerpo.

Por otro lado, cuenta con salidas hacia el sistema nervioso autónomo, bien sea para apagar la activación generada por la amígdala o para apoyarla cuando su sistema le "Eleva a la conclusión" de que debe continuarse Ia respuesta iniciada a nivel subcortical. La corteza orbitofrontal es Ia punta del sistema límbico y está ricamente conectada con circuitos subcorticales relacionados con el aprendizaje, la memoria y 1a emoción. Podría decirse que esta región establece un puente entre el análisis cortical avanzado y las áreas primitivas de las reacciones emocionales mediadas por la amígdala y el sistema nervioso autónomo (Cozolino,2002). Y es que Ia corteza orbitofrontal se encuentra conectada, por un lado, con el giro del cíngulo y, por otro, con 1a amígdala. Estos circuitos regulan el comportamiento a través de mecanismos de castigo y recompensa, temor condicionado, ünculación y afecto (Cozolino, 2002). Esta corteza parece ser esencial para la interpretación de 1os complejos eventos sociales y para la asociación de estos eventos con su valor emocional.

Corteza dorsolateral prefrontal. Es el lugar en donde Ias cosas son mantenidas en la mente y por lo mismo pueden ser manipuladas para formar planes y conceptos. Esta área parece estar implicada en Ia decisión de hacer una cosa y no otra. La corteza dorsolateral prefrontal integra la información de los sentidos, del cuerpo y la memoria, en razón de guiar el comportamiento. Esta región realiza: un, a gran variedad de funciones, incluyendo la atención dirigida, la organización de la memoria de trabajo, el aprendizaje de secuencias motoras y la organización de la experiencia temporal (Cozolino, 2002). Corteza ventromedial. Es el lugar donde se experimentan las emociones y donde se da significado a nuestras percepciones. Corteza anterior del cíngulo. Ayuda a mantener la atención y el tono en los pensamientos propios. Esta región está implicada en funciones ejecutivas. Al parecer tiene un papel muy importante en cuanto a la retroalimentación cuando una acción ya ha sido realizada, para poder “apagar el sistema" y no estar verificando. Esta necesidad de regresar a constatar, que se da en los actos compulsivos, parece estar relacionada con problemas en el funcionamiento de esta área.

La corteza anterior del cíngulo es por tanto un área en esencial asociada con procesos de atención y emocionales. Tiene una participación importante para la experimentación consciente del dolor. Los analgésicos (medicamentos que utilizamos para disminuir Ia sensación de dolor) parecen actuar en esta región. Los opioides tipo analgésicos (incluyendo la morfrnayla codeína) son los más efectivos aplacadores del dolor. Éstos bloquean ios receptores en el cerebro, que en general son llenados por las encefalinas, Ios químicos propios del cerebro para generar este efecto analgésico, y que son liberados ante el estímulo doloroso. Los opioides también provocan que la actividad de la corteza anterior del cíngulo disminuya. Algunos autores han destacado la participación de esta región en las conductas de apego (Maclean, 1990) según veíamos en el capítulo 5. Todas estas áreas trabajan de manera coordinada para lograr la conciencia: alerta, percepción, autoconciencia, atención, reflexión. Rita Carter (1999) plantea que el proceso de integración de estas complejas funciones opera de manera similar a un proceso de impresión, en donde la imagen es construida por diferentes componentes que se van integrando como si fueran distintas capas, con sus distintos colores, una encima de la otra. La figura final es el resultado de su integración, que genera una interacción dinámica entre componentes: es esta interacción entre funcionamientos la que genera "la forma final". Se trata de un resultado dinámico funcional, siempre cambiante, siempre en construcción y reconstrucción. Su trabajo es tan armónico que separarlas equivaldría a separar los instrumentos de una pieza musical; perdiendo el sentido musical que da la obra completa. Sin embargo, las necesidades explicativas nos llevan a

presentar de manera lineal algo que es absolutamente dinámico y que se encuentra en continua retroalimentación. Nos hemos referido aquí a algunas de las tareas que realiza la cortezafrontal como: función ejecutiva, memoria de trabajo, atención, focalización, etc. ¿Cómo interactúan las áreas antes estudiadas para la realización de estas complejas funciones? Y aún más ailá, ¿cómo integran para la realización de estas funciones a las otras áreas cerebrales? Recordemos que hablar de los lóbulos frontales es en cierta forma hablar de todo el cerebro. Trataremos de dar una visión panorámica de las mismas.

FUNCIÓN EJECUTIVA El cerebro ejecutivo controla los mecanismos que nos permiten estar enfocados, filtrar los distractores, tomar decisiones y actuar. Las zonas implícitas en esta función ejecutiva son las últimas en desarrollarse y continúan haciéndolo a través de toda nuestra vida, de manera que siempre podemos incrementar nuestra perspectiva de las cosas. La función ejecutiva parece estar distribuida en distintas áreas, a pesar de que la corteza prefrontal lleve a cabo la parte más evolucionada de este complejo proceso. Implica la integración de muchas áreas, además de las frontales, como: sensoriales, ejecutivas, de razonamiento, de información y de memoria, de imaginación y de representación. Tomar decisiones y planear los procedimientos es un proceso que requiere la participación de múltiples áreas cerebrales que aportan a los lóbulos frontales sus productos, para que este "director general" pueda decidir y llevarlas a la práctica. Dado que es un proceso tan complejo no estamos conscientes de todo lo que implica, es decir, no estamos alertas acerca de cada uno de los pasos que damos para llegar a una conclusión determinada y eso sin considerar que la intuición muchas veces rige nuestra toma de decisiones. En la toma de decisiones la posibilidad de descentrarnos y abordar un problema desde distintas perspectivas ha sido una de las herramientas más útiles en la construcción del conocimiento. Cuando nos descentramos podemos encontrar distintas soluciones a un problema, crear hipótesis, analizar un mismo suceso considerando distintas variables, por eso esta capacidad desempeña un papel tan importante en la construcción del conocimiento. Hemos dicho también que esta capacidad de descentración es una de las funciones que realiza la corteza prefrontal, y puede deducirse la importancia que esta capacidad de descentración tiene para la realización de la función ejecutiva. Así, en relación con la realización de la función ejecutiva la importancia de la corteza prefrontal vuelve a hacerse palpable. Al participar en la posibilidad de descentrar nuestro punto de vista nos permite situarnos en el lugar de los otros, implicando un avanzado nivel de flexibilidad mental, pero también de control emocional, pues requiere poner de lado nuestras creencias y necesidades, por lo menos temporalmente, para poder observar las del otro. Este proceso es esencial para la dirección de una acción; sin embargo, para tomar una decisión no sólo requerimos la información contextual del momento, sino también datos acerca de los antecedentes, es decir, cómo han

evolucionado las cosas en situaciones semejantes. Para esto la función ejecutiva debe poder recurrir a nuestro acervo de información. Así, la función ejecutiva también está relacionada con las tareas de memoria: por un lado requiere tener a la mano la información para poder ejecutar sus planes, pero por el otro, debe también poder retroalimentar al sistema de memoria con sus nuevas experiencias, con los datos más recientes, para que puedan ser utilizados en eventos futuros. De este modo las funciones ejecutivas están implícitas en la constante utilización y actualización de la memoria, seleccionando con cuáles de los sistemas especializados se va a trabajar y a qué poner atención en ese momento, para finalmente llevar la información relevante desde el lugar de trabajo hasta el almacenamiento de más largo plazo, para su posterior utilización. Para la toma de decisiones integramos las necesidades inmediatas con los aprendizajes previos y con las predicciones acerca de las mejores acciones por tomar. La toma de decisiones es por tanto una tarea muy compleja, implica una evaluación instantánea de los aciertos y errores de acciones previas y de sus consecuencias, y requiere la integración de la información proveniente desde diversas fuentes: información perceptual acerca del estímulo y la situación, hechos relevantes almacenados en la memoria, retroalimentación desde los sistemas emocionales y las consecuencias fisiológicas de la activación emocional. Nuestra función ejecutiva no debe saturarse para ser eficiente. Si bien es cierto que la parte ejecutiva del cerebro puede hacer diferentes cosas al mismo tiempo, esto es siempre y cuando estas tareas estén relacionadas entre sí. Si la parte ejecutiva debe trabajar en múltiples tareas no relacionadas entre sí al mismo tiempo el sistema empieza a desmembrarse, en especial si las metas entran en conflicto. Una manera muy fácil de estresar a las personas es ponerlas a hacer a la vez muchas tareas que no sean compatibles entre sí (Goldberg, 2000). La planeación, la toma de decisiones y otros aspectos de la vida mental se ven afectados cuando la parte ejecutiva está sobrecargada. La corteza prefrontal, con la colaboración de sus distintas áreas, tiene un papel central en la formación de metas y objetivos así como en la elaboración de los planes de acción requeridos para alcanzar esas metas: selecciona las tareas cognitivas requeridas para ejecutar los planes, coordina estas habilidades y las aplica en un correcto orden. Por último, es la responsable de reevaluar la acción como éxito o fracaso relacionándola con las intenciones iniciales.

LA PARTICIPACIÓN DEL LÓBULO PARIETAL Y TEMPORAL EN LA FUNCIÓN EJECUTIVA Aunque no es común pensar en el lóbulo parietal como parte de la función ejecutiva, esta región organiza la imagen del cuerpo y las experiencias internas subjetivas. Estos elementos son "considerados" cuando tomamos una decisión.

La conectividad del lóbulo parietal nos provee un estado de alerta acerca de nuestro cuerpo y su relación con el espacio extra personal, dato muy importante para la función ejecutiva. De esta manera, en la función ejecutiva se involucran muchos aspectos del funcionamiento cerebral. En cuanto a la participación del lóbulo temporal, la codificación de una experiencia y la organización de un relato muchas veces permiten la toma de una decisión. Cuántas veces no nos encontramos en una encrucijada y el solo hecho de relatarla a un buen amigo nos lleva a encontrar un camino o estrategia para la solución. El solo relato del evento organízala información de tal manera que permite la toma de decisiones. En este sentido el lóbulo temporal izquierdo está especialmente involucrado, pero también el derecho, conectado con procesos emocionales, motivacionales y de comportamiento.

MEMORIA DE TRABAJO La memoria de trabajo es una función muy importante porque constituye "el borrador" que nos permite "tener en mente" las tareas que vamos a realizar y dentro de este proceso saber cuáles son las que ya se han cumplido y cuáles quedan pendientes. También nos permite poner "sobre la mesa" distintos conceptos para interrelacionarlos. Es una herramienta indispensable para la solución de problemas. Equivale, de alguna manera, al concepto de memoria RAM en la computadora. No podemos tener innumerables "archivos" abiertos al mismo tiempo sin que el sistema se "trabe". La función de mantener las ideas en la mente y manipularlas tiene lugar en la corteza prefrontal dorso lateral; este es el lugar de la memoria de trabajo, aquí se lleva a cabo la elección entre diversas acciones posibles. El daño a esta área ocasiona que la persona pierda la habilidad para monitorear su desempeño y para aprender de sus errores. La corteza ventral prefrontal, sobre todo La corteza orbital, parece desempeñar también un papel importante en la memoria de trabajo, como decíamos antes, trayendo a este lugar aspectos relacionados con la información emocional, que es un elemento indispensable también para la toma de decisiones. La memoria de trabajo constituye una herramienta indispensable para que pueda llevarse a cabo la función ejecutiva.

CONTROL EMOCIONAL Decíamos que la corteza orbitofrontal es la encargada de "añadir" el funcionamiento "evolucionado” al sistema límbico, y de llevar la primitiva respuesta emocional a un nivel más alto de funcionamiento al integrar la función cortical a este sistema. Sería algo así como Ia encargada de aportar "coherencia" al sistema emocional inconsciente.

La información emocional que llega a la corteza orbitofrontal desde este sistema límbico se integra con la información contextual, permitiendo a la persona tomar una decisión acerca de la conducta que debe seguir. No obstante, sabemos que la cantidad de entradas desde este circuito hacia la corteza es muy superior al de las salidas desde la corteza hacia el mismo, lo cual explica la gran influencia que tiene sobre nuestro comportamiento esta parte emocional más "inconsciente" y no racional. Recordemos además que en estados de excesiva alerta o alarma, el procesamiento que llevan a cabo los niveles más evolucionados (que corresponden a los circuitos neorcorticales de la corteza frontal) se apagan, y la información que llega a esta corteza orbitofrontal viene dada desde las regiones de procesamiento mental más primitivas, como son el tallo cerebral y las estructuras límbicas. Digamos que su "fuente de abastecimiento" viene desde estos procesadores más primitivos en los momentos de emergencia que actúan más en función de principios de supervivencia y no con la complejidad de procesos cognitivos más abstractos (como pudimos ver cuando estudiamos el funcionamiento de nuestro sistema de alarma). Esto quiere decir que en la medida que nos encontramos ante una situación emocional más intensa tendremos menos capacidad de razonar de manera coherente y nos guiaremos más por instinto y por impulso, ni siquiera por "sentimiento" (emoción integrada a procesos más abstractos de pensamiento), ya que este concepto implica en sí una elaboración también cognitiva que nos permite interpretar, comprender y dar nombre (tristeza, miedo, angustia, anhelo, etc.) al proceso corporal que se evidencia en los cambios que sufre nuestra homeostasis. Si bien es cierto que nuestro comportamiento se encuentra seriamente influido desde este funcionamiento primitivo, sobre todo en situaciones de alarma, esto no anula la existencia de una entrada desde lo racional hacia este intenso mundo de las respuestas más primarias. La posibilidad de influir sobre estos sistemas primitivos es precisamente a través de esta conexión, y si bien no puede hacerse de manera inmediata, sí pueden irse fortaleciendo los puentes existentes para aumentar su capacidad de influencia. Es por ello que los procesos psicoterapéuticos son tan efectivos, entre otras cosas porque brindan elementos para fortalecer, progresiva y paulatinamente, las herramientas de las que puede echar mano la corteza orbitofrontal para enfrentar las poderosas embestidas de los procesos inconscientes. Una buena noticia al respecto es que la corteza orbitofrontal recibe conexiones de distintas áreas que pueden alimentar este arsenal. Las áreas que se conectan con ella 1e aportan información sobre cognición social, sensaciones, percepciones, representaciones como ideas y palabras, marcadores somáticos representantes de estados fisiológicos, etc., y toda esta información le permite generar una respuesta. Cuenta con todas estas herramientas para poder construir una "evaluación de la situación" que tenga a su vez cierta influencia sobre el sistema de alerta, para apoyar o disminuir su respuesta. Esta corteza tiene también conexiones de salida hacia el sistema nervioso autónomo y puede regular a la baja una respuesta de alarma iniciada por la amígdala.

Además, la actividad en la corteza orbitofrontal es reorganizada conforme las contingencias del estímulo cambian, interactuando dinámicamente con los sistemas neurales-cognitivos que dirigen la atención (Siegel, 1999). Por todas las características señaladas podemos deducir la importante función que la corteza orbitofrontal tiene en la regulación del afecto. El afecto, las emociones, como hemos visto, son constructos bastante complejos que implican, por un lado, la respuesta límbica, enriquecida por toda la información contextual y la codificación cognitiva que se hace de la sensación experimentada. Son un producto híbrido. Dado que la corteza orbitofrontal tiene conexiones con ambos sistemas se vuelve una pieza clave para la comprensión de la regulación de las emociones. En la medida que ejercitemos más esta parte reflexiva, habrá mayor "fuerza" de la parte racional. No se trata de una represión del impulso, sino de su tramitación, de su elaboración. En este proceso también el trabajo psicoterapéutico brinda importantes herramientas, pues al contextualizar el suceso y facilitar su paso por el proceso simbólico da elementos racionales y cognitivos que pueden ser muy útiles en la modulación de la respuesta emocional. Como decíamos en el capítulo 4, estas herramientas más racionales deben desarrollarse fuera de los momentos de gran intensidad emocional. Deben estar construidos antes de esta embestida para ser realmente un buen dique de contención, y si bien es cierto que lo emocional se trabaja desde lo emocional (Siegel, 1999) la corteza orbitofrontal permite la integración de funciones de alto nivel a los constructos emocionales. Es una vía de acceso hacia el proceso primario desde la actividad, consciente, aunque sabemos que hay otras vías de acceso a este proceso desde 1o corporal (Ogden, 2006) o desde lo emocional (Siegel, 1999).

CONCIENCIA Ya nos ha dicho Rita Carter (1999) que es precisamente la capacidad de conciencia la que nos distingue de las otras criaturas de nuestro mundo, y que esta función alcanza su mayor nivel de abstracción y complejidad en los lóbulos frontales. Si bien la conciencia emerge como una función de la corteza cerebral, requiere un cerebro entero para alimentarla. El tallo cerebral, el cerebro medio y el tálamo son esenciales porque son parte de un sistema que controla la atención consciente a través del envío de neurotransmisores a varias partes del cerebro. Su participación es esencial, pues son la fuente de alimentación que activa las regiones más evolucionadas; sin embargo, estas áreas aisladas no son suficientes para el logro de la conciencia. Digamos que son un paso necesario previo. Se puede observar actividad en estas zonas del cerebro (tallo cerebral, cerebro medio y tálamo) en personas en estado de coma. Sin la activación de estas áreas la actividad nunca llegaría a la corteza, pero sin la actividad de la corteza tampoco se accede a la conciencia.

ATENCIÓN Cuando el cerebro detecta un estímulo reacciona al mismo, y es importante que reaccione, pues a través de la evolución el cerebro ha aprendido que este nuevo estímulo puede ser una amenaza o una fuente de alimentación necesaria para la supervivencia. Esta sencilla cuestión tiene una importante implicación a nivel de la activación cerebral, pues a partir de esta estimulación el sistema reticular deja fluir glutamato a través del cerebro. Es decir, cuando recibimos un estímulo, de forma automática nuestro cerebro se activa. Pero aunque todo el tiempo estamos recibiendo estímulos del entorno, éstos no siempre provocan un aumento de la activación, sino que la misma se mantiene en un nivel. ¿Cómo se da un aumento de este nivel de activación? Mientras el cerebro espera en alerta hasta que aparezca un estímulo al cual reaccionar, la actividad se mantiene en el colliculus superior, en el pulvinar lateral (parte del tálamo) y en la corteza parietal (frg.6.12). Estas áreas están relacionadas con la orientación y el foco, y tienen la capacidad para encenderse en el momento que perciban que algo nuevo aparece. Una vez que una pista llega al área adecuada del cerebro, éste muestra una mayor activación que sólo alerta al cerebro. La atención requiere tres elementos:   

. Alertamiento (excitación). . Orientación. . Foco.

Alertamiento o avivación. La activación (arousal) depende de un grupo de núcleos en el cerebro medio. La parte alta del tallo cerebral, llamada sistema reticular activador (fig. 6.13) está constituida por la formación reticular, que corre a través del tallo cerebral y por neuronas del tálamo, que funcionan como una extensión de este sistema. La formación reticular es una red difusa de neuronas procedentes del tallo cerebral. En ella los estímulos sensoriales de todo tipo son registrados y analizados y esto modula la actividad de otras áreas del cerebro. EI sistema activador reticular está vinculado con el estado de alerta general y con la dirección de la atención, y se relaciona con el despertar y con este estado, tan difícil de definir, que conocemos como conciencia y que decíamos surge como una función de la corteza.

Todos los sistemas sensoriales tienen fibras que alimentan este sistema, que al parecer filtra los estímulos entrantes y discrimina lo importante de lo que no lo es. Por otra parte, este sistema actúa como "despertador" del sistema nervioso, manteniendo el estado de vigilia. Así, para el proceso de atención se requiere que haya una activación cerebral, y en esta activación tienen un papel determinante las estructuras subcorticales.

Los mecanismos son muy complejos e interesantes. Palmero y cols. (1997) hacen un excelente resumen de estos complejos mecanismos reuniendo información de diversas fuentes e integrándola de manera bastante accesible. Hemos señalado que es importante mantener un nivel de activación equilibrado cerebral para la eficiente realización de las distintas funciones. En este sentido la conciencia sería la función por excelencia, pues de ella depende la realización de las otras funciones (función ejecutiva, memoria de trabajo, atención, etc.). Esta activación no debe ser ni excesiva ni insuficiente. Hay tres estructuras que poseen la capacidad de autorregular el nivel de activación por el control que pueden ejercer sobre la cantidad de estimulación que llega a la corteza, y éstas son: la formación reticular, el tálamo y la propia corteza. Además de estas estructuras algunas estructuras del estriado (putamen y núcleo caudado) y el sistema límbico parecen desempeñar un papel decisivo en dicho proceso. El funcionamiento de estas estructuras permite entender cómo el organismo se autorregula. Esta activación y su autorregulación pueden ser consideradas el enclave sobre el que se fundamenta la motivación. Podríamos hablar de algo así como una estructura reticular-límbica cortical, como el circuito que puede mantener el nivel de activación dentro de unos márgenes de confianza y que se estructura en tres subcircuitos (Heilman, 2000): dos mecanismos de retroacción positiva y uno de retroacción negativa. Trataremos de dar una visión esquemática delos mismos, aunque por su misma naturaleza son bastante complejos.

Subcircuito I

Formado por la corteza sensoriomotora y los núcleos ventral-anterior y ventrallateral talámicos. En este circuito el neurotrasmisor implicado en la trasmisión de información entre estas dos estructuras es el glutamato, produciéndose una activación recíproca entre las dos estructuras implicadas. Este subcircuito seguiría aumentando su nivel de activación si no existiese nada que lo detuviera, lo que podría producir consecuencias letales.

Subcircuito II

Está formado por la corteza sensoriomotora, el cuerpo estriado dorsal, el núcleo pálido y los núcleos ventral-anterior y ventral-lateral talámicos. Aunque es más complejo que el subcircuito I también tiene connotaciones de

retroacción positiva, aunque en el camino esté implicada también actividad GABA. En este circuito y como consecuencia de la excitación que llega desde el tálamo, la corteza envía proyecciones glutamatérgicas sobre el estriado pero la excitación que llega a éste se trasmite como inhibición (GABA) hasta el núcleo pálido dorsal, que al ser inhibido no puede a su vez inhibir a los núcleos ventral-anterior y ventral-lateral talámicos para controlar el nivel de excitación que proviene desde el tálamo y de esta manera su retroacción es positiva. En este caso a mayor activación de la corteza, también mayor activación resultante.

Subcircuito III

Están conformados por los mismos componentes que el II más cientos de centros mesencefálicos. Tiene connotaciones de retroacción negativa. El funcionamiento es prácticamente igual al subcircuito II sólo que la inhibición de los efectos inhibidores del núcleo páIido dorsal (producida por el estriado dorsal) se trasmite también hasta los centros mesencefálicos. Éstos, al no ser inhibidos por el palido dorsal, pueden ejercer sus efectos inhibidores (en este caso a través de la actividad dopaminérgica, a pesar de que este neuromodulador muchas veces sea activador) sobre el estriado dorsal. El resultado es que la inhibición que la sustancia negra produce sobre el estriado dorsal impide que éste actúe inhibiendo la acción del pálido dorsal, con lo cual este último, al no ser inhibido por el estriado dorsal, puede actuar sobre los núcleos ventral-anterior y ventral-lateral talámicos inhibiendo la afluencia de información sensorial (recordemos que el tálamo es la estación de relevo para la entrada sensorial). A mayor activación de la corteza, mayor es la restricción que se produce en el tálamo. Este subcircuito tiene una importante función adaptativa pues permite que la corteza ejerza una función de regulación (Palmeroy cols., 1997). Las neuronas del tallo cerebral en general tienen dendritas inusualmente largas que se estiran hacia abajo y arriba, algunas de las cuales viajan hasta la corteza. Podemos afirmar que las funciones de este sistema son entonces:   

Conectar el tallo cerebral con la corteza. Controlar el ciclo de sueño-vigilia. Controlar el nivel de actividad cerebral.

Las neuronas encargadas de mantener esta actividad cerebral cuando son estimuladas dejan salir un cúmulo de neurotrasmisores que activan el cerebro. Entre estos neurotrasmisores y neuromoduladores ocupan un lugar central el glutamato, la dopamina y la noradrenalina, pero también vimos la importancia de la función GABA para regular y mantener la activación y también para que esta no sea excesiva. La estimulación de este grupo reticular de neuronas

también crea las ondas alfa, que son oscilaciones del cerebro de entre 20y 40 hertz que están asociadas con la alerta y la actividad cognitiva.

Orientación. Otro de los componentes de la atención se consigue a través de las neuronas en el colliculus superior y en la cortezaparietal. El colliculus superior mueve los ojos hacia el estímulo nuevo, mientras que la corteza parietal desengancha la atención del estímulo anterior. La coordinación entre ambas funciones permite dirigir la atención, orientarla, hacia el estímulo que pretende "seguirse". Foco. Muchas regiones del cerebro están involucradas en dirigir y controlarla atención. Una de ellas se relaciona con el mantenimiento de la estimulación interna: la corteza anterior del cíngulo, de la cual ya hemos hablado Su participación permite mantener el foco. Esta región es sensitiva a la información del cuerpo y parece desempeñar un papel importante en etiquetar si el estímulo proveniente viene de afuera o de adentro. Esta región se enciende intensamente cuando una persona siente dolor, y también se enciende de manera importante cuando somos conscientes de alguna emoción. Es interesante que la imagen que se genera en el cerebro cuando una persona está experimentando dolor físico es en muchos sentidos similar a la imagen que aparece cuando uno siente pena emocional, quizá por eso empleamos palabras muy similares para describir ambos estados. Cuando estamos demasiado focalizados en un aspecto, por ejemplo en un problema, se nos hace difícil descentrarnos y desengancharnos para encontrar una solución: un foco excesivo es tan poco útil como la falta del mismo, de manera que esta región, como es común en nuestro cerebro, debe observar una actividad equilibrada para cumplir su tarea de forma adecuada.

CIRCUITOS DOPAMINÉRGICOS La dopamina desempeña un papel central en los procesos de alertamiento y activación del cerebro en general. Es muy importante que exista un equilibrio en La trasmisión de tipo dopaminérgico como en cualquier otro neurotransmisor, es decir, que no sea ni deficiente ni excesiva. El exceso de esta activación parece causar alucinaciones y paranoia (los síntomas positivos de la esquizofrenia), así como el habla y los movimientos incontrolables del síndrome de Tourette; la agitación y movimientos repetitivos del desorden obsesivo compulsivo, y La sobreexcitación, la euforia y las convicciones exageradas de la manía. Cuando hay una baja en este neurotrasmisor también enfrentamos problemas importantes. Bajos niveles de dopamina parecen causar temblor y disminuir la

capacidad para comenzar un movimiento voluntario (como en la enfermedad de Parkinson); esta baja también está implicada en sentimientos de falta de significado, letargo, sentimientos de miseria, depresión, falta de motivación (síntomas negativos de la esquizofrenia); falta de atención y concentración (ADD) y síntomas de abstinencia, así como adicciones, sobre todo a estimulantes, para compensar la sensación de falta de vitalidad y energía. Cuando no es suficiente la estimulación dopaminérgica, puede ser activada por drogas afines como la cocaína, las anfetaminas o la estimulación sexual. Es por eso que las personas con déficit de actividad dopaminérgica encuentran en este tipo de actividades un paliativo, ciertamente peligroso y dañino, pero entendible desde su necesidad de funcionamiento. No parece ilógico que muchos de los sujetos con déficit de atención o con problemas de motivación o de activación en general desarrollen adicciones a este tipo de drogas (cocaína, anfetaminas, etc.), mientras que las personas que tienen exceso de ansiedad y de activación adrenérgica y dopaminérgica se inclinen más bien por las benzodiacepinas (tranquilizantes), el alcohol o alguna droga que lejos de activar, disminuya este nivel de alertamiento (activando GABA). Sería importante entender el problema funcional de estas personas (sin dejar de lado la problemática social, cultural, psicodinámica, etc.) para darles herramientas que les permitan comprender lo que están supliendo con estas sustancias y brindarles opciones más saludables y constructivas, como puede ser la atención con factores tróficos, que pueden activar ciertos circuitos o aumentar la inhibición para modularlos, en caso de que se encuentren hiperactivados. En nuestro cerebro siempre hay una interacción entre los diferentes moduladores que se encuentran en equilibrio dinámico. Este equilibrio es muy importante para un buen funcionamiento y es un equilibrio variable, pues no se necesita la misma activación dopaminérgica durante tareas que requieren importante participación motora y de concentración, que€ en momentos donde la capacidad de espera y tolerancia ocupan el lugar central, aunque en ambos casos tenga una función. Otros neurotrasmisores, en particular los relativamente cercanos a la dopamina, químicamente hablando (serotonina y noradrenalina), desempeñan también papeles importantes en los problemas antes descritos. Encontramos neuronas dopaminérgícas sobre todo en la sustancia negra, que se encuentra en el tallo cerebral. Estas neuronas proyectan al cuerpo estriado y modulan el inicio de la respuesta motora. Como decíamos, los circuitos dopaminérgicos están implicados de manera muy importante en el movimiento. Las células dopaminérgicas están distribuidas por el cerebro siguiendo patrones bien definidos: 1. Un patrón viaja desde este núcleo en el tallo cerebral denominado sustancia negra hacia los ganglios basales. Los ganglios basales son un conjunto de núcleos que incluyen el putamen y el núcleo caudado (juntas habíamos señalado que ambas estructuras son a veces llamadas el estriado) y son los que controlan los movimientos automáticos. Estas áreas se encargan de que el

cuerpo realice los movimientos sin pensar, como poner un pie frente a1 otro para caminar. 2. Los ganglios basales, por su parte, se conectan con varias regiones corticales. El putamen se conecta sobre todo con la corteza motora y la premotora. Una sobre activación de esta área puede explicarnos los movimientos involuntarios que observamos en el síndrome de Tourette.

Figuro 6.14. Los ganglios basales. Este sistema está constituido por el núcleo caudado, el núcleo lenticular o lentiforme, o su vez formado por el putamen y el globo pálido, lo sustancia negra y una pequeña porción del tálamo; el núcleo subtalámico. Este sistema participa de manera importante en funciones relacionadas con el movimiento. El núcleo caudado tiene importantes conexiones con la corteza orbitofrontal, de la cual ya hemos hablado. Vale la pena aquí recordar que es un área relacionada con la planeación de las acciones más evolucionadas y la integración de la información emocional. La sobreactivación del núcleo caudado puede resultar en un desorden obsesivo-compulsivo, como también se observaba con la hiperactivación de La corteza anterior del cíngulo. Este patrón, que va de los ganglios basales hacia la corteza frontal, es un aspecto básico para la atención y la conciencia. La falta de dopamina en este patrón parece tener relación con los desórdenes de atención, los síntomas negativos de la esquizofrenia y el aletargamiento de la depresión. 3. Un tercer juego de neuronas dopaminérgicas comienza en el área del cerebro medio, que es llamado el núcleo ventral tegumental, el cual está densamente unido a células que producen dopamina. En este grupo de neuronas encontramos varios patrones (fig. 6.15):

 

Uno viaja hacia un área del tallo cerebral, el locus ceruleus, que es el principal productor del neurotrasmisor excitatorio: la noradrenalina. Otro se va hacia las profundidades, a través del sistema límbico, y después a través del viejo "cerebro olfativo" hacia el bulbo olfatorio. Una rama de éstos viaja hasta los lóbulos frontales, a la parte de la corteza que está relacionada con las emociones. Poca dopamina en este patrón parece estar relacionada con depresión; exceso de dopamina en este circuito parece estar relacionado con la manía y los síntomas positivos de la esquizofrenia.

Estos patrones se encuentran e intersecan entre ellos, a través de su camino,

de tal manera que el desequilibrio en alguno afecta a los otros. La activación de las neuronas dopaminérgicas en el área ventral tegumental permite la liberación de dopamina en distintas área del cerebro anterior, pero existe un área de particular importancia: el nucleus accumbens o núcleo acúmbeo, que es una región del estriado localizada en frente de la amígdala, cerca de la base del cerebro anterior, y es en particular importante, porque la liberación dopaminérgica en esta región participa en la generación de procesos de motivación, así como de valoración de la recompensa. Dicen Paimero y cols. (1997): El núcleo acúmbeo se está revelando en la actualidad como una de las estructuras más importantes para entender el sustrato neurobiológico del

sistema motivacional de aproximación. Esta estructura recibe importante información desde zonas corticales de relevancia, zonas en las que se han analizado las características sensoriales e informacionales de cualquier estímulo o situación que afecta al individuo. Además, el núcleo acúmbeo recibe también información procedente de la amígdala y del hipocampo. Por otra parte, desde el núcleo acúmbeo surgen proyecciones que, por una parte, retornan a las zonas mesencefálicas, dando lugar a las conductas motoras apropiadas, y, por otra parte, se dirigen hacia el hipotálamo, desde donde se originan las respuestas internas, en los planos fisiológico y autonómico. Es importante destacar la función emocional que desempeña esta estructura; al respecto, Lang y Bradley (1998) plantearon que el núcleo acúmbeo se encuentra en la intersección entre circuitos que regulan emoción y movimiento, y por tanto la dopamina que se libera en dicho lugar tiene un papel central en el comportamiento motivado o dirigido hacia una meta. De esta manera el núcleo acúmbeo y las áreas con las que se encuentra conectado constituyen un elemento clave de los circuitos a través de los cuales el estímulo emocional dirige el comportamiento, de ahí su importancia en los procesos motivacionales. La corteza prefrontal recibe entradas dopaminérgicas y está conectada con el acúmbeo, la amígdala y el hipocampo. Tratemos de entender de forma superficial este complejo proceso. Se inicia en los sistemas sensoriales, que también alcanzan a la amígdala. Cuando hay una liberación de dopamina en el acúmbeo hay mayor energía o activación, debido a que la dopamina facilita la trasmisión sináptica de los patrones que van desde el acúmbeo hacia el pallidus (globo pálido), que a su vez se conecta con las regiones de control de movimiento en la corteza y el tallo cerebral. Sin embargo, la activación no es suficiente, se requiere una guía y para ello debe haber un incentivo. Este incentivo es proporcionado por la parte emocional: la amígdala. Ésta trasmite esta activación al acúmbeo, esto activa de nuevo, desde la amígdala, al núcleo acúmbeo, que ya estaba activado desde lo sensorial. La motivación o incentivo aumenta así la liberación de dopamina y las acciones se potencializan. Esta doble activación es muy importante para mantener el nivel de actividad durante la realización de una tarea ya que para lograr una meta, si bien hay una activación inicial desde o sensorial ("vi haciendo ejercicio a mi amiga y ella ha bajado cinco kilogramos desde que inició esta disciplina y surgió la idea, a partir de esta percepción, de hacer lo mismo y levantarme por las mañanas a correr"), esta preparación desaparece más adelante y sólo si podemos mantener dicha activación desde la motivación ("aunque no tenga la imagen perceptual de mi amiga, la motivación me lleva a mantener la activación suficiente que me permite levantarme por las mañanas") la tarea puede mantenerse. Las salidas desde el núcleo central de la amígdala inician la respuesta típica de las especies ante el estímulo emocional. Al mismo tiempo se activan los

sistemas de alertamiento en el tallo cerebral, incluyendo las neuronas dopaminérgicas en el área tegumental central. Estas neuronas liberan entonces dopamina en el núcleo acúmbeo, así como en otras áreas del cerebro. Una vez que el hábito se ha aprendido (por ejemplo, no jugar en el lugar donde puede pasar un auto), la amígdala no requiere la activación proveniente del exterior para mantener este nivel de motivación. Este mismo proceso se aplica a procesos motivacionales no aversivos y que se relacionan con funciones de apego o de pertenencia. Ya hemos visto que la amígdala se encuentra también implicada en estos procesos. Por ejemplo, cuando nos encontramos realizando alguna tarea, como escribir un libro (por el deseo de hacer una contribución o por el simple anhelo de entrar en contacto), la emoción inicial que lleva a la realización del proyecto no requiere estar activada desde lo sensorial, aunque tal vez la idea inicial surja, por ejemplo, en un momento de contacto entre los autores, en donde la emoción de hallar puentes útiles entre distintas disciplinas hace surgir el deseo de compartir la experiencia (como sucedió en este caso). Esta emoción inicial, basada en una situación experimentada también sensorialmente, es el punto de arranque, pero la activación debe sostenerse para poder llegar a la meta. Para un análisis más detallado de los distintos circuitos implicados en los procesos motivacionales tanto de aproximación como de evitación se sugiere acudir al texto de Palmero y cols. (1997). A nivel más sencillo podemos simplemente plantear que el hipocampo desempeña también un papel importante en esta guía del comportamiento. Esta estructura se encuentra conectada tanto con el acúmbeo como con la amígdala, pudiendo aportar datos especiales y claves acerca de la situación del ambiente (información contextual), y en este sentido su información brinda herramientas importantes en la dirección de la conducta. Por su parte, el giro anterior del cíngulo recibe entradas de células dopaminérgicas del tegumento, como también de la amígdala basal, del pallidum ventral y el hipocampo. Enseguida envía salidas al acúmbeo y a la corteza motora, por tanto puede integrar la información con datos de la memoria a largo plazo (conexiones con el hipocampo) y con los contenidos almacenados en el lóbulo temporal útiles para la memoria de trabajo como elementos importantes que determinarán la acción que se va a tomar (corteza motora). Como podemos observar, los circuitos dopaminérgicos participan en la realización de muchas funciones a través de los distintos "caminos" que siguen. Encontramos así neuronas dopaminérgicas en el tegumento, vías mesocorticales y mesolímbicas que inervan al frontal, temporal y áreas límbicas, las cuales se encuentran implicadas en procesos de alertamiento y atención (tallo cerebral y sistema reticular), procesos emocionales, de territorialidad (sistema límbico), procesos de pensamiento (corteza) y de memoria (hipocampo y corteza).La dopamina podría definirse como el "neuromodulador encargado de encender al cerebro".

Este neuromodulador, la dopamina, actúa como un activador tanto para las neuronas excitatorias como para las inhibitorias dentro y hacia distintas áreas. Y es que la dopamina que se libera en la corteza prefrontal también parece facilitar la inhibición GABA, permitiendo reducir la excitabilidad. Al influir sobre GABA, desempeña un papel muy importante tanto para el filtrado de información como para regular el nivel de excitabilidad, ambos elementos muy importantes para la consecución de una tarea. El trayecto que siguen los circuitos dopaminérgicos es por tanto de vital importancia para nuestro funcionamiento, ya que participa en distintos circuitos básicos para el desarrollo de diversas funciones. Parte de la posibilidad de organización de estos circuitos y de sus diferencias funcionales se relaciona con la existencia de distintos receptores dopaminérgicos. Dentro de éstos, los receptores D1 y D5 parecen ser los más implicados en la memoria de trabajo, mientras que el D4 está más implicado en la activación límbica. Es por ello que cuando se presenta una desregulación dopaminérgica podemos encontrar una expresión a la alta de alguno de sus receptores y a la baja de otro. La participación de la dopamina en nuestro organismo es tan diversa que la encontramos implicada en funciones desde alertamiento hasta de regulación hormonal.

Figuro 6.16. Los grupos dopaminérgicos están implícitos en procesos de emoción, de pensamiento y de movimiento. El sistema dopaminérgico modulatorio alcanza desde lo sustancia negro y el área ventral del tegumenfo. Ambas áreas se encuentran juntas en el cerebro medio. Éstos proyectan hacia el estriado (núcleo caudado y putamen), modulando el inicio de la respuesta motora, inervan vías mesocorticales y mesolímbicas llegando al temporal y frontal, estando así implicadas también en procesos de integración muy importantes.

PROBLEMAS RELACIONADOS CON DIFICULTADES EN CIRCU ITOS DOPAMINÉRGICOS

Cuando encontramos afectados los circuitos dopaminérgicos se manifiestan múltiples problemas. Esto es de esperarse debido a la gran cantidad y complejidad de funciones en que estos circuitos toman parte. Entre los problemas emocionales la alteración del funcionamiento dopaminérgico puede generar tres dificultades principales: déficit de atención, problemas de psicosis y depresión.

Cuando se afecta la atención

Este desorden se caracteriza por la falta de concentración, poca atención y muchas veces también inquietud (cuando hay hiperactividad). Es muy importante diferenciar este síndrome de muchos otros, ya que en ocasiones se califica como déficit de atención o hiperactividad a problemas que engloban otro tipo de dificultades funcionales y que implican otros circuitos. El típico problema de atención está relacionado con una dificultad en el encendido del área prefrontal para poder dirigir los procesos atentivos. De ahí que haya sido tratado con frecuencia con anfetaminas o derivados (metaanfetaminas) que favorecen la activación de estos circuitos de manera temporal, actuando sólo a nivel sintomatológico (metilfenidato: Ritalín y Concerta). Por desgracia, muchas veces se ha llegado a la conclusión de la existencia de un déficit de atención sin la evaluación neurofuncional correspondiente, la cual es de particular importancia, ya que la sintomatología clínica puede ser muy similar para distintos problemas y puede tomarse como equivalente aunque se refiera a procesos funcionales muy diferentes e incluso opuestos. Por ejemplo: un pequeño puede mostrar inquietud y falta de control debido a una hiperactivación en el sistema límbico que lo lleva a un estado generalizado de angustia y a una excesiva descarga adrenérgica. Si a este pequeño le administra Ritalín, las consecuencias serán del todo adversas y se desorganizará aún más. Si un pequeño tiene un foco irritativo en el lóbulo temporal derecho y esto le genera dificultades de comportamiento, al darle algún tipo de tratamiento como el descrito o algunas modificaciones del mismo, se corre un gran riego de favorecer incluso una sensación paranoide y generar un alto nivel de sufrimiento.

Si da la casualidad que lo que tenemos delante es un déficit generalizado del funcionamiento inhibitorio (GABA) que ha ocasionado dificultades de concentración y focalización, no de atención, ya que en este caso la atención observa una hiperactivación junto a una hiperactivación generalizada de todo su funcionamiento, si de nuevo administramos un medicamento a base de anfetaminas o derivados estaremos arriesgando al pequeño para que desarrolle una psicosis, de ahí que sea indispensable una valoración neurofuncional al lado de las observaciones clínicas. No obstante, en un clásico déficit de atención la medicación parece ser mágica y brindar una buena opción adaptativa, aunque no curativa. ¿Qué es o qué pasa cuando hablamos de déficit de atención? ¿Cuáles el problema que hay que resolver? Los niños que se enfrentan a este problema intentan responder a una condición neurológica que explica su comportamiento. Se trata de un cerebro que no puede "ponerse en línea". El sistema límbico, por su parte, está trabajando a toda su capacidad, pero las áreas corticales que focalizan atención, control de impulsos e integrar los estímulos aún no se encuentran lo bastante activas, recordemos además la función tan importante que tiene la corteza para la regulación de la activación y recordemos los tres subcircuitos descritos por Heilman (2000). Si estos circuitos no funcionan bien la activación necesaria para la atención no será eficiente, pero además, si no hay una autorregulación desde la corteza por encontrarse hipoactiva, la inhibición de la actividad tampoco será efectiva y entonces será como tener a un caballo pura sangre sin un jinete ni una rienda para controlarlo. No es que no sea deseable tener un corcel con tal fortaleza, sólo que es peligroso no poder controlarlo, sobre todo si se pretende que viva en un lugar civilizado. Los estudios de imagenología de niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) presentan una marcada falta de actividad en varias regiones del hemisferio derecho, y en especial una muy baja actividad en ambos lóbulos frontales. Dentro de las áreas hipoactivas encontramos:   

La corteza anterior del cíngulo, área asociada con la fijación de la atención a determinado estímulo. .La corteza prefrontal, área relacionada con el control de los impulsos y con la planeación de las acciones. El área por encima de la corteza auditiva. Al parecer esta área está relacionada con la integración de los estímulos que provienen de diferentes fuentes, y tiene una importancia decisiva para poder formar una imagen completa de las situaciones. Parte del problema del pequeño que enfrenta TDAH puede ser una importante dificultad para esta integración que le permita formarse una visión más completa, "una fotografía" del evento; obteniendo más bien una visión un tanto fragmentaria del mundo, en donde un estímulo va después de otro, requiriendo un continuo cambio de atención y no dándose como un

proceso en el que un estímulo se integra al siguiente (Cummings y Mega, 2003).

En estos pequeños los medicamentos como el metilfenidato (Ritalín), que aumentan la cantidad disponible de neurotrasmisores de tipo excitatorio, compensan el déficit funcional. Además favorecen el control emocional debido a que, recordemos, al aumentar la actividad en Ia corteza frontal se inhibe la actividad límbica, generando un comportamiento más controlado y focalizado. Lo más interesante de esto es que podemos generar un efecto muy similar con la combinación de tres factores:   

El FGF (factor de crecimiento fibroblástico), que actúa de manera muy importante en procesos de aprendizaje y de maduración y que favorece la actividad glutamatérgica. EI GDNF, factor trófico que actúa sobre circuitos dopaminérgicos, con la ventaja de que además favorece la activación de estas neuronas. EI BDNF, que favorece el desarrollo de las neuronas dopaminérgicas y serotoninérgicos entre sus propiedades de estimulación a la neuroplasticidad.

Estamos buscando que el cambio no sólo se deba a un control sintomatológico, sino a una evolución funcional, a través de este tratamiento que favorece la plasticidad neuronal con todos los fenómenos asociados. Pero además, en este caso específico, el efecto es inmediato. La utilización de estos factores para luchar contra un clásico déficit de atención, si bien favorece el desarrollo y crecimiento de estas neuronas a mediano plazo, a corto plazo genera una mejora funcional inmediata, que permite utilizarlo en lugar o al lado de la medicación común ante situaciones más problemáticas y que exijan un pronto control de la misma por estar amenazada, por ejemplo, la permanencia del pequeño en la escuela. Y esto nos explica cómo nuestra brillante pintora (Mariana) pudo ir progresivamente dominando al "Tigrrre", pues el tratamiento con factores tróficos no sólo actuaba de manera sintomatológica sino que estimulaba el desarrollo para una mejor regulación de estos circuitos, lo que le permitía a ella contar con más herramientas para generar nuevas respuestas. En este sentido los factores tróficos se ponen al servicio del desarrollo del sujeto como coadyuvantes para que pueda dirigir su historia hacia una narrativa más satisfactoria.

Cuando se afecta la capacidad para procesar la realidad

Más adelante veremos la problemática que presentan estas regiones en el problema de la esquizofrenia, para ello hemos dedicado el capítulo siguiente en donde analizamos este complejo y devastador problema. Por lo pronto, y en relación con el tema de estudio, es importante señalar que en la esquizofrenia encontramos una muy importante desregulación de la actividad dopaminérgica. Hiperactiva en la región límbica e hipoactiva en la función frontal. En este problema la corteza dorsolateral prefrontal se encuentra en especial hipoactiva, esto puede explicar la falta de un comportamiento espontáneo, entre muchas otras dificultades. Recordemos cómo esta región del cerebro se encendía cuando las personas debían decidir cómo realizarían una tarea (Carter, 1999). La corteza anterior del cíngulo, que distingue entre los estímulos provenientes de afuera y de adentro, está también hipoactiva, lo cual puede ser una de las razones por las que en la esquizofrenia no se puedan distinguir las percepciones de las propias fantasías (Carter, 1999). Lo que deseamos resaltar aquí, a reserva de retomar este complejo problema en el capítulo siguiente, es que la desregulación dopaminérgica es parte de este devastador problema, ya que también se observan áreas en donde hay una hiperactivación de este funcionamiento dopaminérgico, como puede apreciarse a nivel de las estructuras límbicas, como se señalaba anteriormente.

Cuando se afecta el manejo de nuestras emociones

En el problema maniacodepresivo encontramos la corteza prefrontal ventromedial hiperactiva en los periodos de manía, e hipoactiva en los de depresión (Wayne y cols., 1997). Esto nos lleva a una importante reflexión acerca de la importancia de esta actividad dopaminérgica en el control afectivo, así como de la importancia de su regulación. Para ello el tema de los neuromoduladores que podrían interactuar para favorecer la regulación de la actividad dopaminérgica ocupa un lugar central en la decisión del tipo de tratamiento requerido para permitir una recuperación funcional. Es decir, qué tipo de factores tróficos favorecerían la regulación de esta actividad. Por ahora sólo diremos que la activación de las neuronas GABA, así como de las neuronas serotoninérgicas, desempeña un papel central en esta regulación. Volveremos a este tema en el siguiente capítulo.

Autismo En el autismo también encontramos disfunciones prefrontales, relacionadas con la dificultad para integrar esta "pintura completa" de la que hablábamos en TDAH. Es como una forma extrema de este síndrome. Cuando hablamos del problema del autismo señalamos las serias dificultades a nivel de integración sensorial y la hipersensibilidad a estos estímulos. También

hablamos de los déficits a nivel GABA y glutamatérgico, y encontramos a su vez un déficit de funcionamiento dopaminérgico que pudiera explicarnos esta dificultad de integración contextual y de funcionamiento armónico.

Cuando se afecta nuestra capacidad para confrontarnos

En los problemas de violencia e impulsividad es muy común la existencia de daño o de hipoactividad en la corteza prefrontal. En diversas investigaciones que se han hecho en relación con el comportamiento criminal se ha corroborado la falta de actividad en esta región (Itzhak, 1997; Goldberg, 2001). Podríamos decir, a manera de conclusión, que la corteza prefrontal y en general las funciones de los lóbulos frontales son de particular importancia para una buena adaptación a la vida humana. Dentro de los mismos la actividad dopaminérgica ocupa un importante lugar en 1a realización de las tareas que los lóbulos frontales se encargan de coordinar. Un buen equilibrio del funcionamiento de la misma es un factor decisivo para nuestra buena adaptación. Volvemos al inicio del presente capítulo, pero ahora pudiendo entender el peso y la dimensión de las afirmaciones hechas: los lóbulos frontales son la cuna de la civilización y donde se asienta la conciencia (Goldberg, 2001), son lo que nos hace en verdad humanos (Carter, 1999)

Capítulo 7 ¡Quítenme estas voces de mi cerebro! "¿Qué hago con las voces en mi cabeza? No me dejan en paz, no puedo vivir, todo el tiempo me ponen 'rachas"', me explicaba Jerónimo después de varios meses de conocernos y cuando ya podíamos seguir una conversación secuenciada. Sus voces lo interrumpían de manera constante esclavizándolo en un mundo donde todo deseo o intento de satisfacción eran sometidos. "Alejandro" lo "hacía" romper su cigarro sólo después de haberle dado dos fumadas. "Moy" lo ofendía diciéndole estúpido cada vez que intentaba hablar “chela" y "Blanca" no le "dejaban" tornar la consulta "amenazándolo" con que le robarían su juventud, "Jorge" lo hacía sentir que si salía de su casa algo le sucedería a su mamá o su papá. Este complejo mundo de visitantes tan poco amables y que sólo en ocasiones le daban algún momento de satisfacción (de repente lo hacían reír), poblaba su universo a tal grado que era imposible hablar con él. Las voces se apoderaban de toda su atención. No había posibilidades del intercambio mínimo que implicaba tan sólo una pregunta y su respuesta. Estas voces ocupaban su espacio vital, relegándolo a una situación de explotación y maltrato continuo. Jerónimo llegó a mi consultorio una mañana, después de muchos esfuerzos de su padre para poder hacerlo salir de su casa. Hacía poco menos de dos años que habían conseguido sacarlo del hospital psiquiátrico donde se encontraba y al que había sido ingresado siete años antes por haberse tornado inmanejable la situación en casa. Cuando vi a Jerónimo por primera vez había cumplido 31 años, aunque pudiera verse mucho más joven por ser delgado y tener una carita bastante juvenil. Su expresión, sin embargo, era de confusión y de angustia. Hablaba dirigiéndose a la pared. En ese momento aún no me habían sido presentados los personajes que "lo acompañaban". Alcancé a detectar que parecía estar viendo algo o a alguien. Entró en mi consultorio pero no pudo sentarse, se volvió a parar, diciendo cosas inteligibles, escupió, rascó su nariz, como si fuera un pequeño de tres años, se asomó por debajo de su pantalón para verse los genitales... volvió a sentarse. Al fin logró articular una frase: "Quiero un cenicero." Fui a buscarlo pero de inmediato volvió a salir del consultorio y empezó otra vez la danza anterior, en distinto orden, y quizá con nuevos elementos: se vio los genitales de nuevo, se acomodó la ropa, parecía reclamarle a alguien por habérsela desacomodado, salió y gritó algo que

no alcancé a entender, volvió a rascar su nariz, escupió, se sentó y volvió a pararse... ¡Qué cansancio!, de sólo verlo me sentía agotada. Poco a poco, aprovechando los pocos segundos en que estas voces "lo permitían", fuimos estableciendo una relación interrumpida. Empezó a presentarme a todos estos personajes. Una es una mujer que todo el tiempo lo corrige y le quiere "robar su juventud"; otro es un 'deficiente mental" que le quiere "quitar su inteligencia" y con el que se pelea con frecuencia porque "lo insulta". Hay "un viejo" que le pone "rachas". Estas "rachas" son una especie de amenazas: "Si sales a la calle se va a morir tu mamá." Este último es quizá el personaje más coercitivo de todos. Interviene cada vez que Jerónimo desea algo: comer, salir a dar un paseo, etc. "Alejandro" interpone una grave amenaza consistente en que, si Jerónimo se aventura a realizar este deseo, un suceso catastrófico se presentará sobre su persona o sobre alguno de sus seres queridos. Jerónimo puede estar saboreando algún alimento y en el momento que aparece la sensación de satisfacción pareciera activarse este personaje, es como una especie de "verdugo" que se "despierta" para impedírselo. En repetidas ocasiones hemos tenido que abandonar los alimentos que había ordenado en una cafetería a la que había solicitado asistir. Incluso el padre de Jerónimo ha tenido, durante algunas temporadas, que forzar su alimentación, ya que “Alejandro" podría condenarlo a morir de inanición. La crueldad de este personaje invade todas sus actividades, hasta su necesidad de orinar o defecar, haciéndolo pasar largos ratos de discusión antes de poder hacerlo. Por desgracia, los actos de rebeldía ante este personaje, lejos de ayudarle a liberarse de él, parecen reactivar un inmenso temor a ser destruido y entonces opta por la sumisión, no sin darle algunos gritos y proferir algunas groserías. Por fortuna, Jerónimo no se somete del todo y aún rescata un pequeño resquicio de independencia ante “Alejandro", no a través de la rebeldía, donde parece alimentar su crueldad, sino a través de ciertos razonamientos que lo llevan a conclusiones acerca de la incapacidad de este personaje para cumplir sus amenazas, y entonces es cuando logra esta incipiente independencia, misma que ha ido en aumento conforme avanza su tratamiento. Poder llegar a entender a sus múltiples personajes nos llevó muchos meses y muchos desencuentros: algunas veces me pidió que por favor me saliera del lugar donde nos encontrábamos, pues mi presencia y mis preguntas "turbaban" mucho a las voces. Sufría una verdadera tortura con muy cortos momentos de alivio. Poco a poco, y en razón de que sus personajes "acudían" junto con él a cada sesión, pude irlos conociendo y participar en los diálogos que sostenía con los mismos, "poniéndome de su lado y defendiéndolo". En muchas ocasiones hice intervenciones inadecuadas, por las que otra vez fui mandada fuera del consultorio, después de ser reprendida por haberlo puesto en peligro.

Con el paso del tiempo y a través de la convivencia, Jerónimo y yo fuimos estableciendo una amistad, porque en verdad considero a Jerónimo mi amigo, no sólo mi paciente. Hemos aprendido a reírnos juntos, salir a pasear, descifrar a los intrusos que no nos dejan tener la sesión en paz. Tiene un maravilloso sentido del humor y aprendo mucho de su capacidad de reírse de las pequeñas cosas. Su corazón es generoso y tiene una hermosa manera de demostrar el afecto hacia sus seres queridos. Admiro su valor para seguir luchando cada día y su atinada observación del mundo cuando logra liberarse de sus voces. Podría afirmar que el día de hoy Jerónimo ha mejorado de una manera asombrosa. No sólo puede mantener una conversación, sus personajes nos interrumpen sólo de repente. Estas interrupciones no nos impiden hablar de algún tema; puede hacer chistes y estar en desacuerdo conmigo. En ocasiones tenemos reflexiones sobre cuestiones tan interesantes como la salud, el sentido de la vida, la amistad y la generosidad. Puede contestar el teléfono y preguntarme cómo sigue mi hijo que había tenido una bronquitis por la que tuve que cancelarle su sesión; contarme parte de su historia de pequeño, y recordar episodios de películas y programas, esto es un verdadero avance pues su cerebro empieza a organizarse. Los avances se han dado gracias, y sobre todo, al tratamiento celular con factores tróficos, que han hecho evidentes cambios que no se habían presentado incluso a pesar de los cambios constantes que se habían intentado de neurolépticos a través de la historia de su padecimiento (más adelante trataremos los aspectos neuropsiquiátricos del tema). La experiencia, tanto en casa como en el proceso terapéutico, ha sido también un importante apoyo; sin embargo, y como decíamos en el primer capítulo, cuando el "aparato digestivo emocional" se encuentra "descompuesto", la mejor nutrición no puede aprovecharse. Sus padres son dos maravillosas personas que no han dejado de trabajar por entenderlo y apoyarlo, a pesar de lo cansado y exigente que ha sido el proceso. Él es un muchacho muy valiente, pues cada día se enfrenta a una batalla bastante dispareja, en donde son muchos "atacantes", Que además "conocen" perfectamente sus debilidades y angustias, y ante los cuales, muchas veces, se ha sentido del todo indefenso y derrotado. En una ocasión la madre me llamó muy afligida: "Jerónimo me ha dicho que quisiera matarse, que ya no aguanta las voces, que ya lleva 14 años escuchándolas y que no puede más, que por favor lo ayude." ¿Pueden imaginarse lo doloroso que es para una madre escuchar estas palabras y aún más cuando sabe que este sufrimiento es real? Si es válido un consuelo, logramos encontrarlo pensando en que esto hablaba de una mejoría en su manera de procesar las experiencias, pues estaba identificando su dolencia, y aunque el remedio no nos gustaba para

nada, nos hablaba de que estaba buscando alternativas en el mundo real. Dolorosamente, muy dolorosamente, empezaba a aumentar su contacto con el mundo. A partir de ahí mejoró aún más. Por primera vez en muchísimos años pudo empezar a disfrutar de pequeñas cosas y a entretenerse con eventos reales. Sus voces le daban de pronto pequeños descansos que le permitían entrar en contacto con los sucesos cotidianos que a cualquiera pueden interesarnos. Pudo, después de muchos tiempo, volver a disfrutar viendo partidos de futbol y por fortuna este evento coincidió con el mundial, lo que le dio la posibilidad de expresarse a sus anchas, tener equipos favoritos, seguir un partido, recordar el marcador y platicar con su papá acerca del mismo. Era un verdadero acto de independencia, después de haber vivido bajo la tiranía de unas voces que no le permitían ir al baño, comer, ver la televisión, ni salir, y que le llevaban a hacer actos automáticos e ilógicos que iban contra su voluntad. Aunque en ocasiones estos "mandatos inaplazables" regresan, ya no ocupan todo su tiempo como antes, lo cual le permite gozar de actividades antes imposibles para él, como ir a dar una vuelta a la plaza o visitar la tienda de animales que tanto le gusta. El poder disfrutar de un programa de televisión se convirtió en una conquista valiosa y reconfortante. Habría quienes expresarían, desde la aproximación psicoanalítica, que estas voces no son sino la expresión de sus deseos inconscientes reprimidos o disociados. Claro que pueden serlo, pero el problema no es que existan estos deseos disociados, sino que su disociación y desintegración impide su manejo. Esto no quiere decir que Jerónimo activamente los desintegra, como alguna vez se pensó, para evitar la angustia que la percepción de estos deseos significaría si llegaran a percatarse de los mismos. Es su inadecuado funcionamiento cerebral el que ocasiona esta desintegración. ¿Qué sucede en el cerebro de una persona que sufre esquizofrenia? ¿Qué explica esta disociación de los propios deseos al grado que puede vivirse como perteneciente a otro sujeto y darle vida al mismo? ¿Qué hace que los procesos evocativos y preceptúales se contaminen haciendo que un recuerdo se convierta en una visión o un pensamiento en una voz? ¿Cuáles son los circuitos afectados y qué factores tróficos pueden ayudar a su reparación? Existen numerosas investigaciones en relación con las diferentes disfunciones neurológicas implícitas en este complejo padecimiento. Siendo el cerebro, como ya hemos dicho, el sistema más complejo conocido, distintos investigadores se han abocado a estudiar diferentes circuitos, trasmisores, receptores y estructuras implícitas en este padecimiento. Hacer un resumen general de estos innumerables trabajos sería una tarea imposible, ni siquiera podríamos pretender hacer un resumen de aquellos que nos han resultado más significativos. Permítasenos, por lo pronto, sólo dar una visión muy general de algunos

hallazgos que han resultado determinantes en este campo y remitimos al lector interesado a la bibliografía al final del capítulo, a través de la cual podrán profundizar en los temas que les resulten de mayor interés. Para iniciar esta pequeña excursión quisiera partir de algunos conceptos que en el ámbito psicológico han sido útiles en la comprensión del fenómeno psicótico y que trataremos de relacionar más adelante con los recientes hallazgos neurofuncionales relacionados con este problema. EL FENÓMENO PSICÓTICO De acuerdo con la escuela psicoanalítica hay una diferencia esencial entre un pensamiento neurótico y uno psicótico, no sólo en el aspecto obvio de su expresión, sino en la manera como estos pensamientos son estructurados. Según esta escuela el pensamiento neurótico distorsiona "la realidad". Ya hemos visto que más que distorsionar la realidad la construimos de acuerdo con nuestro aparato perceptual y con las herramientas que hayamos desarrollado a través de nuestra experiencia y aprendizaje. Es decir, las apreciaciones de la realidad van a estar coloreadas por el aparato o "programa" que usemos para procesarlas: nuestra madurez neurológica., la historia de nuestras primeras relaciones emocionales, el momento presente, etcétera. Hablamos ya mucho del tema en el capítulo 2, donde se cuestiona la posibilidad de un conocimiento objetivo. La realidad es una construcción que cada uno hace a partir de la estimulación que recibimos del entorno, pero que es interpretada en función de nuestras herramientas, y éstas van evolucionando con nuestro desarrollo: de hecho el conocimiento que desarrollamos acerca de un objeto en un momento de la vida es diferente en otro posterior. Todos hemos tenido la experiencia de releer un libro en diferentes momentos de nuestra vida y estaremos de acuerdo en que en algunas ocasiones pudiera parecer que nos encontramos con un texto totalmente nuevo. Nuestra manera de acercarnos al mismo objeto es distinta, hemos cambiado y nuestra manera de percibir este objeto se ve modificada por estos cambios. Si bien sabemos que la subjetividad es una característica propia de nuestro conocimiento, no obstante, y de alguna manera, todos llegamos a acuerdos como que un perro es un perro y no un gato; que si decimos que nos encontramos en la oficina no nos buscan en la cocina, y que los objetos no vivos no pueden ejercer un control sobre nuestra conducta y que si bien alguien puede tomar una idea que nosotros hemos planteado, no nos roban el pensamiento a través de la mirada. Construimos una realidad compartida en donde hablamos de objetos o sucesos, pudiendo llegar a un consenso. Si tenemos un pensamiento al que esta escuela llama "neurótico" la mayoría de la gente estará "más o menos" de acuerdo con nosotros. Es decir, "nuestra realidad" será más o menos compartida por el grupo, con

desacuerdos pero a final de cuentas habrá "una realidad" o porciones significativas de la misma compartidas. EI pensamiento psicótico, por su parte, es un pensamiento que no encuentra consenso. Es una construcción que no puede ser compartida por otros. Este pensamiento está plagado, para infortunio de quien lo padece, de alucinaciones, delirios y elementos que dirigen comportamientos y rituales que el común de la gente calificaría de incoherentes o incomprensibles. (No por esto queremos decir que no tengan su propia "coherencia", a la que logramos acceder cuando finalmente se descifra el significado del delirio, sólo que en la primera impresión provocan esta sensación de extrañeza.) Todos podemos tener alguna distorsión de la percepción, de hecho es parte del proceso constructivo: "oír, ver o sentir" cosas que algún otro participante no registra; sin embargo, estos son fenómenos aislados y con frecuencia generados por situaciones de cansancio excesivo, estrés, angustia o procesos de duelo (cuando por ejemplo, creemos oír la voz de la persona que hemos perdido para darnos cuenta de que fue sólo una ilusión). Sin embargo, si comenzamos a "oír voces" en nuestro cerebro, hay un problema en relación con la construcción de la realidad, algo que tiene que ver con el proceso mismo de construcción. Este tipo de fenómeno nos habla de que algo "se descompuso" en este proceso de construcción y está dando un resultado grotesco. Antes no se contaba con todos los recursos actuales de imagenología. Ni siquiera había un cuerpo de conocimientos en relación con el funcionamiento cerebral, que permitiera identificar diferencias neurofuncionales entre estos dos tipos de procesamiento de la realidad (estímulos que impactan nuestros sentidos), pero esto no detuvo a inteligentes pensadores de la escuela psicoanalítica que intentaron dar una explicación a los fenómenos que observaban. Entre ellos Bion (1957) hizo una muy interesante aproximación al problema y aportó elementos que ahora bien pueden ser retomados y revalorados desde una nueva perspectiva, apoyándonos en las nuevas herramientas con las que ahora contamos. Él señaló que el pensamiento psicótico tenía un problema básico de simbolización, por eso no podía compartir un contexto. Aunque sabemos que la construcción de la realidad es subjetiva y que depende de nuestros "programas" para poder procesarla, de alguna manera existen regularidades en los procesos de codificación y construcción de esta realidad que nos hacen posible compartirla y saber, por ejemplo, que una "silla nunca nos va a morder". En el pensamiento psicótico algo sucede en el proceso de simbolización que lleva a la creación de "objetos bizarros" (Bion, 1957). Los nuevos descubrimientos neurológicos nos permiten entender cómo la hiperactivación funcional y la falta de diferenciación y discriminación funcional entre los circuitos lleva a que se contaminen unos con otros, a que no se distinga una cosa de otra: un pensamiento de una percepción,

una imagen de una evocación, una reflexión autocrítica de una voz audible acusadora. Desde ambas perspectivas, la psicoanalítica y la neurológica, podemos tratar de entender este complejo fenómeno" Ambas aportan interesantes elementos para la comprensión del mismo. En su análisis de los procesos de pensamiento, Bion acude a la lógica y trata de establecer diferencias entre los elementos que el sujeto utiliza para construir los pensamientos. De acuerdo con Bion (1957,1959, 1962) habría dos tipos de elementos, unos que son los "elementos beta", que son simples reacciones a estímulos: "el latir del corazón ante una situación repentina", "el dolor del estómago ante una mala noticia", "la reacción de huida ante un ruido estrepitoso". No son reacciones mediadas por el pensamiento o la reflexión, y están muy cerca de la respuesta corporal. Según el autor estos "elementos beta" tienen que ser procesados para poder ser elementos del pensamiento: "¡Ah!, estoy asustado" o "¡Ah!, me siento abatido". En la medida que pueden simbolizarse pasan a ser "elementos alfa", que son los que permiten que haya una construcción del pensamiento. Para Bion (1963) el problema en el pensamiento psicótico se debe no sólo a que los "elementos beta" no pasan a ser "alfa", sino que hay, desde la misma construcción del elemento beta, un serio problema que se relaciona, desde ahí, con un procesamiento ya lastimado desde el principio. Los elementos que forman el pensamiento psicótico tienen cualidades que no permiten su procesamiento como elementos mentales. ¿Qué quiere decir esto? Aunque Bion no se adentró en la explicación neurofuncional, primero porque era psicoanalista, pero además porque cuando construyó su teoría no existían, ni cercanamente, los recursos actuales, sí podemos establecer puentes entre sus descubrimientos y lo que ahora sabemos acerca del funcionamiento cortical y las respuestas de tipo talámico y subcorticales, en especial aquellas que involucran al sistema límbico que, como hemos dicho, en su mayor parte están fuera del alcance de la conciencia. Como hemos visto en capítulos anteriores un mismo estímulo es susceptible de ser procesado por distintos circuitos, de hecho tiene que serlo, para que pueda construirse una representación del mismo. Esto implica un procesamiento paralelo a muchos niveles, en donde la función integrativa de lo que cada uno de estos circuitos aporta desempeña un papel central. Mediante la integración de los distintos circuitos implicados en el procesamiento visual de un objeto podemos llegar a la percepción visual del mismo, y a través de la integración con otros circuitos sensoriales podemos saber que el mismo objeto que miramos es el que sentimos con nuestras manos, y finalmente a través de la conexión de estos circuitos con otros del lóbulo temporal, así como con aquellos implícitos

en la memoria explícita (hipocampo), podemos nombrar este objeto en ese momento, etcétera. Sabemos además que el tipo de procesamiento difiere si el estímulo es procesado principalmente por circuitos corticales que si es procesado por circuitos subcorticales, en especial por el circuito límbico y con poca participación de la corteza orbito- frontal. En una situación traumática, como la que vivió Renata (cap. 4), sabemos que lo que se guarda en la memoria amigdalar son "recuerdos" no verbales, y tienen que ver con las respuestas corporales a un evento: es, por ejemplo, "ese palpitar del corazón ante la presencia de un perro cuando no recuerdo conscientemente que fui mordido de pequeño", "es la sudación ante la cercanía de la persona que cometió un abuso contra mi persona, del cual no tengo conciencia", etc. Estos son los "elementos beta" de los que habla Bíon (1962), que son prelingüísticos, es decir, previos al lenguaje, pero no porque necesariamente tengan que darse antes de que el lenguaje se desarrolle, ya que pueden presentarse también cuando esta función ya esté instalada, incluso en un adulto. Decimos que son previos al lenguaje en el sentido de que la experiencia vivida aún no ha sido procesada por esta función simbólica, que permite poner en palabras la experiencia. Se instalan en el proceso primario y en todo su funcionamiento subcortical. Estos elementos beta siguen presentes incluso en una experiencia traumática que ya ha sido simbolizada; por poner un ejemplo, digamos que "mientras hablo del choque que sufrí pueden aparecer reacciones corporales que me hacen 'recordar' mi estado en el momento en que éste sucedió" y permanecen aún durante algún tiempo ya que se relacionan con la reacción inconsciente al evento. En la medida que va aumentando la capacidad de verbalización (conciencia) va perdiendo intensidad la respuesta preverbal (inconsciente). Si no logro simbolizar este "elemento beta" llevándolo hasta su tramitación consciente (cortical), entonces permanecerá como un "recuerdo corporal" que sólo reproduce la sensación sin poder utilizarse para la reflexión, atrapando a la persona en un presente interminable. Tratando de explicar con mayor detalle esta dificultad, hemos acuñado algunos términos que pudieran resultar de utilidad para este análisis. Digamos que aunque sabemos que toda representación que se genera en el cerebro es mental por naturaleza, hay registros en donde este contenido mental está muy cerca de las reacciones corporales: es decir, el registro del estímulo en el cerebro lleva de manera automática a una respuesta inconsciente con importantes componentes fisiológicos. Este registro puede estar más cerca de las reacciones corporales que de los procesos cognitivos más avanzados. (No se "piensa", se "reexperimenta".) Llamaremos a este registro "corporal-mental" para subrayar el hecho de que este contenido mental genera una reacción corporal por su cercanía a procesos funcionales. Este planteamiento estaría de acuerdo con la visión de Panksepp (2009) y la distinción que

hace entre lo corporal, lo emocional y lo cognitivo. El proceso emocional primitivo y la activación fisiológica van casi de la mano. Existe otro tipo de procesamiento para el registro de un evento que se caracteriza por la intervención de funciones más cognitivas y de mayor nivel de abstracción, Llamaremos a este registro "mentalmente”, ya que el contenido mental registrado lleva a su procesamiento dentro del orden de los fenómenos mentales. Aquel elemento que no pasa por un proceso elaborativo se quedará dentro de un registro "corporal-mental" en lugar de ser un registro "mental-mental". Por muy emocional que resulte el registro de un evento, cuando ha habido un procesamiento del mismo y se ha generado un contenido "mental-mental", puedo acceder al mismo con un mayor control de la situación. Pongamos un ejemplo: "Yo estoy consciente que la experiencia de maltrato que recuerdo me genera dolor al llegar a mi mente, pero sé que el evento sucedió, sé que lo que aparece en mi mente es una representación del suceso y no el suceso en sí." En el registro "mental-corporal" la evocación de un recuerdo "me lleva a experimentarlo como si estuviera sucediendo en el momento, sin conciencia de que se trata de una representación, o con tal intensidad que por momentos parece que lo estoy volviendo a vivir". Este fenómeno es bastante evidente en las crisis en sujetos que sufren estrés postraumático, en donde cierto sonido, como el de escuchar una sirena, puede transportar al sujeto de regreso al campo de batalla, sin poder distinguir la situación contextual en donde se encuentra en ese momento. Este fenómeno hablaría de un registro "mental-corporal", es decir, la evocación del recuerdo lleva a revivir la experiencia. Sin la conciencia de que se trata sólo de una representación y no de la percepción, estaríamos frente a lo que Bion (1962) denomina los "elementos beta". Esta situación genera un estado de estancamiento en quien lo experimenta, y requiere ser atendida para que el sujeto pueda liberarse poco a poco de la misma. En la medida en que sólo reaccionemos, sin que medie entre nuestro registro del evento un proceso reflexivo, estaremos más atrapados en una situación, y esto es aplicable a eventos de un alto nivel de complejidad. Pongamos otro ejemplo: si una persona vivió una continua descalificación de sus educadores, descalificación de la que no es consciente pero que provocó en ella una necesidad imperiosa de aprobación externa, en la medida en que no pueda hacer consciente este sentimiento o pueda experimentar una pauta de interacción más respetuosa, repetirá una y otra vez patrones de relación en los que la reconfirmación será una necesidad constante. Sin embargo, en el procesamiento esquizofrénico el problema es aún mayor. La evocación no sólo es corporal, sino que incluso el mismo procesador de la experiencia corporal se distorsiona ante la intensidad

de la experiencia vivida. Es decir, el estímulo no sólo se registra a nivel corporal, sino que esta primera tramitación de la experiencia se desorganiza por la existencia de un nivel de excitabilidad muy alto y poco común. Los circuitos se contaminan entre sí por una falla en el funcionamiento de las neuronas GABA, que son, como ya vimos en capítulos anteriores, las encargadas de favorecer la inhibición. La falta de estas neuronas genera una hiperexcitabilidad generalizada en todo el cerebro. Debido a esta intensidad cualquier experiencia que active este sistema sobrecargado puede convertirse en "traumática", no por sus características intrínsecas, sino por la respuesta que se provoca a nivel neurofuncional. El simple hecho, por ejemplo, de tener que ir a la universidad, habiendo terminado la preparatoria, puede ser el desencadenante fulminante de este padecimiento. Esta ruptura del funcionamiento se da debido a la existencia de un proceso desorganizativo latente, con fallas importantes en la diferenciación entre las distintas áreas, y que sale a la luz ante un evento que genera un nivel de estrés que hiperactiva el sistema y que para un sistema con un buen funcionamiento inhibitorio sería del todo tramitable. Así, la intensidad de la experiencia no sólo la estaciona en el nivel "corporal-mental", sin permitir su acceso a la simbolización, sino que incluso esta intensidad incluye a la activación de los "procesadores de información", es decir, a los procesos mentales en sí y entonces adquieren una calidad bizarra. Por ejemplo, un bloqueo en el curso del pensamiento (olvido de un nombre, que a cualquiera le pudiera suceder) se vive como una catástrofe, como un "robo de pensamiento". Se distorsiona el proceso mismo de construcción de la información y se le percibirá con la misma intensidad que un estímulo proveniente del mundo externo, y entonces los procesos mentales mismos se viven como si se tratase de objetos perceptibles. Esto es bastante evidente cuando observamos cómo los pensamientos dejan de ser silenciosos para hacerse "perceptibles" y convertirse en voces que "provienen del exterior". Así como los pensamientos se convierten en voces, las imágenes pueden convertirse en visiones, los impulsos obsesivos se pueden vivir como mandatos inaplazables de un dictador. El "ruido" es insoportable. Esta intensidad en la activación no sólo es evidente en la falta de diferenciación a nivel de la corteza cerebral, sino que encontramos esta hiperexcitabilidad también a nivel subcortical, sobre todo en el circuito límbico: el proceso emocional también está invadido por esta hiperactivación. Si la activación del circuito emocional es tal que un estímulo regular la hiperactiva, la experiencia cotidiana se vuelve tan dolorosa como la traumática. Es diferente "caminar" a "caminar con las piernas rotas", y esto es lo que sucede en el proceso esquizofrénico.

Digamos que en el procesamiento psicótico (y quiero subrayar que no hablamos de personas psicóticas o esquizofrénicas, sino de procesos y de pensamiento psicóticos, lo cual es muy diferente) el "encendido" del cerebro provoca que las experiencias que se construyen sean cualitativamente distintas. Estas experiencias tienen la dolorosa cualidad no sólo de ser muy concretas (corporales), sino además de encontrarse en extremo desorganizadas, ya que los circuitos no están diferenciados. Sería como si un radiorreceptor no pudiera diferenciar las distintas frecuencias y entonces las programaciones se encimaran dando un híbrido difícil de procesar, sería como si en este radio se produjeran ruidos propios de la estática y pudieran percibirse también y en sí las mismas ondas y su funcionamiento que se unirían y se mezclarían con el ruido ya acumulado. La escucha de las distintas frecuencias de manera indiferenciada es un símil de lo que sucede con la falla de diferenciación funcional entre los distintos circuitos neuronales, y la contaminación de los ruidos propios del funcionamiento del radio seria lo equivalente a esta percepción de los procesos mismos de elaboración del estímulo, que se convierten en un "elemento" que se une a la percepción, siendo muy difícil diferenciar qué proviene de la frecuencia y qué son ruidos provocados por la estática o una mala recepción, o por la distorsión de un volumen que se eleva sin que haya existido un intento consciente para hacerlo. Pero además, estos mismos procesos mentales, que "se perciben como objetos", se encuentran contaminados entre sí, poco diferenciados y desintegrados. Ya habíamos expuesto que una parte muy importante del desarrollo neuronal está relacionada con la creciente diferenciación de las funciones de los circuitos y su integración funcional. Es como una gran fábrica en la medida que cada quien haga bien su tarea y sepa en concreto cuáles, pero al mismo tiempo se coordine y comunique con las otras áreas, esta fábrica será eficiente. Si, por ejemplo, estamos en una fábrica de ropa, será importante que quien se dedique a diseñar no invada a las costureras y que quien se dedique a cortar no ocupe el espacio de quienes distribuyen el producto: esto sería la diferenciación. Pero al mismo tiempo es muy importante que haya una coordinación entre los distintos departamentos que mantenga abierta la comunicación entre los mismos: esto sería la integración. En la medida en que un sistema sea más complejo se vuelve más diferenciado y flexible, con mayor capacidad de adaptación a las distintas circunstancias, porque funciona de una manera más integrada. Digamos, por ejemplo, que hay una crisis de espacio de trabajo temporal en la fábrica. La diferenciación permitirá tomar turnos de una manera eficiente y moverlos según sea necesario: si no hay nada para coser, permitir que primero acudan quienes cortan o viceversa. Entre más complejo sea un sistema permitirá mayor grado de

adaptación con la condición de que haya una buena función coordinadora e integrativa de las distintas funciones. Como veíamos en el capítulo anterior el lóbulo frontal es el encargado por excelencia de llevar a cabo esta integración, pero no es el único. El cerebro en general está haciendo de modo constante esta labor para poder funcionar. El prerrequisito para una buena integración es una óptima diferenciación. Si no hay diferenciación, es decir, si todos hacemos lo mismo, ¿para qué integrarnos? Entre menos flexible es un sistema menos diferenciado se encuentra, ya que la diferenciación permite la movilidad. Un sistema en el que todos hacen lo mismo es poco flexible. Si en el proceso psicótico no hay diferenciación por la falta de inhibición funcional, entonces la integración también es ineficiente. Regresando a nuestro ejemplo de la radio: ¿cómo podemos hacer un trabajo reflexivo tratando de integrar la información que se da en la programación de la radio en México y sacar conclusiones acerca de la misma, como: nivel cultural al que va dirigida o tipo de intereses a los que responde, cuando en todas las frecuencias escuchamos una emisión encimada de todos los programas de tal manera que se vuelve muy difícil entender qué dijo quién y hacia qué punto se dirigía? Pongamos otro ejemplo, también muy concreto, pero por su claridad bastante útil. Si en una fábrica de refrescos el circuito que prepara el contenido se coordina con el de llenado, con el de colocación de las tapas y por último con su colocación en cajas y están en comunicación, habrá un proceso eficiente. La integración les dejará pasar el producto de un circuito al siguiente y la comunicación permitirá saber cuántas botellas o cuántas tapas son necesarias, o si hay que apresurar alguna de las funciones. Si todos hicieran lo mismo, sin diferenciarse, no habría necesidad de integrarse pero sólo se realizaría una tarea. Nuestro cerebro evolucionó desde la realización de una tarea simple (permitir el movimiento) hacia la complejidad de funciones que hoy realiza, precisamente a través de este proceso de diferenciación. Un sistema poco diferenciado sería "primitivo" en sus funciones. Sin embargo, ante el problema esquizofrénico no estamos frente a un sistema primitivo, sino ante un sistema programado para ser diferenciado, y en donde la falla en este proceso ha provocado la contaminación de funciones. Es como si el circuito de llenado fuera tan intenso y tuviera una presión tan exagerada que pudiera romper el envase o no permitir que se tapara, y además que esta presión empezara a sacar de su lugar envases, generando un "revoltijo". La tarea se vería en extremo desintegrada y el resultado sería además un producto muy distinto al esperado: quizá tendríamos una botella con la tapa mal puesta, con un refresco sin gas y una botella a medio llenar en el mejor de los casos, pero con mayor seguridad tendríamos un montón de botellas en el suelo, "pegosteadas" con refresco y las tapas regadas.

Sabemos que el ejemplo es un tanto pobre ante la maravillosa complejidad de nuestro cerebro, pero puede ser útil para entender cómo la intensidad, la contaminación entre los procesos, la falta de discriminación y la deficiente integración y comunicación son aspectos presentes en este problema. La falla en el funcionamiento GABA, del proceso inhibitorio, hace imposible recortar y organizarla realidad para darle sentido. La problemática en la actividad simbólica Para estructurar un pensamiento la actividad simbólica tiene un papel central. Esta actividad simbólica en su expresión más evolucionada nos lleva a la posibilidad de estructuración del lenguaje verbal. Sin embargo, hay muchos símbolos previos. Piaget (1959) hizo interesantes estudios acerca de la evolución de esta actividad simbólica en el desarrollo cognitivo del niño, planteando que esta actividad simbólica se inicia desde la actividad imitativa. Al principio la imitación se da copiando a un modelo que está presente, pero conforme avanza el desarrollo puede imitar un objeto aunque no lo tenga perceptualmente al alcance, lo que implica su evocación, para lo cual se requiere la existencia de una representación mental del mismo. Esta actividad simbólica va evolucionando, y concede cada vez mayores grados de abstracción hasta llegar finalmente a tal nivel que nos permite, a todos nosotros, encontrarnos aquí, pensando en complejos conceptos tan sólo a través de unas manchitas de tinta sobre un papel. El pensamiento está organizado y fundado en esta actividad simbólica. Lo que Bion (1962) plantea, aportándonos sus interesantes experiencias, es que la distorsión del pensamiento psicótico empieza desde este mismo proceso de construcción del símbolo. Hablábamos hace un momento de lo que Bion denomina "elementos beta" y "elementos alfa", y de su estrecha conexión con los procesos de simbolización. Podríamos decir que hay tres niveles de actividad simbólica en relación con la elaboración del referente: •La más evolucionada, aquella que ha podido pasar por el lenguaje (elementos alfa) y estructurarse a partir de él. • Otra que es previa al lenguaje, pero susceptible de ser simbolizada, muy cerca de la experiencia corporal (elementos beta). • Por último un proceso que ha generado un híbrido en donde las características del sujeto y el objeto se confunden y entre mezclan, y que no es susceptible de una verdadera simbolización, generando un tipo de pensamiento sin categorías de abstracción funcionales y que genera una grave confusión en el "desciframiento" de la realidad ("objetos bizarros"). Estos últimos serían elementos que encontramos en el pensamiento psicótico (recordemos nuestros ejemplos de la fábrica de refrescos o de la radio).

¿Pero qué serían en sí los "objetos bizarros" de los que nos habla Bion (7962)? Con base en los ejemplos antes descritos se hace más fácil entender cómo debido a esta falla, tanto en la diferenciación funcional como en la integración de las distintas áreas cerebrales los objetos percibidos son fragmentarios, desorganizados y confusos. Por ejemplo, el miedo a un ruido fuerte no sólo se percibe como un dolor en los oídos (por la manera tan intensa en que se escuchan los estímulos) sino que puede materializarse como un "aparato que ataca a mis oídos' porque 'sabe' que yo conozco sus intenciones". Se le otorgan al objeto características que pudiera tener una persona. Esto es lo que caracteriza al "objeto bizarro" (Bion, 1959, 1962), el hecho de que "pegostea" características del objeto con características del sujeto que "1o percibe", haciendo que sea imposible distinguir entre el mundo animado y el inanimado: se puede temer tanto a un "hombre que me persigue" como a un "tocadiscos que intenta controlarme". La construcción de la representación de la realidad, "la máquina de soñar" (Llinás, 2000) de la que hablábamos en el segundo capítulo, "está descompuesta". No genera representaciones, sus "recipientes" están "agujereados" y se contaminan y no solo eso, el proceso de percepción es percibido y se confunde con la representación del objeto. La representación de un objeto se contamina con las intenciones y deseos propios, todo se revuelve. Lo doloroso es que este proceso se ha desvirtuado tanto que la simbolización es una tarea imposible. Esto no quiere decir que no se "acceda" al lenguaje, pero este lenguaje tiene otras características; se da de una forma que no alcanza el nivel de abstracción deseado y las palabras pueden ser también objetos que "se arrojan", "se escupen", "se vomitan", "se avientan", "golpean", etc. Es la concretización y corporalización de los procesos, así como la contaminación entre los mismos, lo que crea estos "objetos bizarros" (Bion, 1959, 1962) que podrían definirse como un objeto compuesto por procesos mentales propios del sujeto (juzgar, pensar, oír, intuir, etc.) proyectados en un objeto material o en algún fenómeno físico (la televisión, el sofá, las ondas electromagnéticas) y que llevan al sujeto a justificar la razón de su comportamiento. Una persona que lucha contra este problema podría explicarnos que no puede dirigirnos la mirada porque, al hacerlo, a través de las ondas electromagnéticas, podemos "extirpar' sus pensamientos; o puede argüir que requiere hacer de manera inmediata una acción, pues cuando no sigue al pie de la letra un ritual que acaba de aparecer como un pensamiento obsesivo en su cerebro, pero que él "escucha" como "una voz que lo maneja", se va a generar una catástrofe de orden mundial, o bien puede decidir de pronto apagar el televisor porque a través de las luces cambiantes que emite el mismo "lo están dirigiendo". Una característica propia de esta contaminación de procesos lleva a confundir al objeto percibido con la imagen o la palabra que lo evoca. Esto lleva a lo que se denomina la concretización del pensamiento

(Tubert Oklander, 1985). Hablar de un objeto amenazante equivale a traerlo a la existencia, por eso muchas veces el mutismo o la incapacidad para "nombrar" algunos objetos, pero también el lenguaje en ocasiones no sólo se concretiza, sino que se pegostea y fragmenta. Encontramos este fenómeno en los neologismos, que en casos extremos han dado lugar a una jerga ininteligible en la cual es difícil incluso distinguir alguna palabra. ¿Por qué se da a los símbolos un lugar en el mundo de la percepción? Si bien es cierto que nuestra construcción del mundo es subjetiva, en general no tenemos problema para distinguir "la silla" en que estoy sentado de la que puedo imaginar cuando alguien dice la palabra "silla". En el pensamiento psicótico se da a los signos el mismo tratamiento que a objetos concretos percibidos. Estas representaciones se parten, desintegran, pegostean y se enciman, como si fueran objetos materiales, perdiendo la posibilidad de entrar a formar parte de un discurso coherente y entendible para el resto (Tubert-Oklander, 1 985). Por tanto, en el pensamiento psicótico no sólo hay una dificultad para que el estímulo sea procesado por la corteza, y por ende pueda ponérsele un nombre. La distorsión viene dada desde antes, la contaminación de la representación lleva a que cuando se le pone un nombre lo que se está nombrando tiene cualidades distintas, es un "objeto" que difícilmente podemos encontrar en el mundo construido por el pensamiento no psicótico. Los elementos que construyen este tipo de pensamiento son cualitativamente distintos (véase fig.- 7 .7). La persona no puede, por las mismas características desorganizadas de este proceso, distinguir qué es lo que proviene de afuera y lo que proviene de su propio cuerpo o de su actividad mental; se vuelve una tarea titánica distinguir entre sensaciones corporales, ruidos externos y procesos mentales. Por eso se aíslan, ¿quién no lo haría?, en medio de este caos, en donde un pequeño estímulo puede acrecentar más y más esta continua desorganización y está ya hiperactivada angustia. Esta desorganización elimina además la posibilidad de poder integrar la información a un contexto, corrigiendo la distorsión a través de indicadores externos. No hay así un medio para retroalimentar la información y corregir la distorsión, por eso los delirios y alucinaciones son inamovibles. Después de haber echado un vistazo a este complejo y doloroso modo de "construir la realidad", veámoslo a través de una anécdota que nos comparte Jerónimo. Un día, mientras Jerónimo y yo habíamos salido a tomar un café, ya que "Alejandro" lo permitió, se me cayó un poco de azúcar en la mesa. Él se rio espontáneamente pero, de Inmediato, empezó a pelearse con "Moy" (el deficiente mental) porque me había dicho "pendeja" (tampoco a mí me estaba cayendo muy bien "Moy" en ese momento). Si tratamos de hacer un análisis de la dinámica que estaba sucediendo en su mundo interno, podríamos aventurarnos a interpretar que

Jerónimo pensó que yo era torpe y no pudo decirlo porque le generaba mucha angustia. Pero el problema no estaba en esta represión que podría ser trabajada e interpretada diciéndole algo así como que "le daba miedo ver que yo era torpe con el azúcar y entonces podría preguntarse si no sería torpe para otras cosas, como la terapia". El problema no es que los pensamientos se repriman, el problema es que no se tratan como pensamientos sino como realidades concretas. Como bien lo señala Tubert (1985), se da a los pensamientos una existencia real, se les trata como realidades físicas. Lacan (1949,1953, 1958) afirma que el proceso psicótico se queda en el registro de lo real, sin poder acceder a lo simbólico, estructurando su apreciación epistemológica a partir de fundamentos filosóficos y lingüísticos, pero que a final de cuentas señalan la dificultad del sujeto para acceder a lo simbólico, que es lo que nos distingue como humanos. La apreciación que Jerónimo tenía de mi torpeza generaba la "aparición" de un ser concreto con "deficiencia mental" llamado Moy que se presentaba en el escenario y que estaba con seguridad "robando mi inteligencia". Esto no es resultado de un conflicto psíquico, sino de un modo de funcionamiento que determina cómo se maneja el conflicto. El conflicto estaría dado por el deseo de hablar de mi torpeza y la represión a hacerlo por la angustia que esto le ocasionaba al "destruirme" como un ser capaz. Esto tendría que ser trabajado en un proceso terapéutico con grandes posibilidades de integración, siempre y cuando se viviera como un pensamiento y no como una "realidad en sí misma". Así, lo grave del asunto es que en lugar de permanecer como fenómenos mentales que pudieran negarse o sólo reprimirse, llevaban a Jerónimo a observar un ser concreto con "deficiencia mental" (símbolo de la torpeza) que era quien me insultaba y de quien debía defenderme: el conflicto se había materializado en personajes; esto es la disfunción, este es el pensamiento psicótico. La interpretación no era suficiente para convertir estos sucesos en fenómenos mentales. Mis palabras eran vividas como proyectiles: tenía que permanecer callada, impotente como él ante los embates de sus voces. Me decía: "Cállate, cállate, Alejandro se está enojando, no digas nada, hay mucho ruido (se tapaba los oídos). ¡Vámonos! ya”, y ahí terminó nuestro café. La única opción que me quedaría más adelante sería platicar con "Moy" en el lugar del consultorio que Jerónimo me indicaba que estaba, y entonces decirle que tenía razón sobre mi torpeza con las manos, pero que eso no me hacía "pendeja" para todo, Jerónimo abría muy grandes sus ojos, como si estuviese comprendiendo algo. Más adelante llegamos a bromear con el hecho de que si seguía trayendo a tanta "gente" a consulta le iba a cobrar terapia grupal.

EL PROCESO SIMBÓLICO, LA COMUNICACIÓN HUMANA Y LAS PRIMERAS RELACIONES OBJETALES Bion (1962) trabaja y analiza el proceso de ingreso en lo simbólico a través de la interacción temprana madre-hijo, interacción que inscribe al ser humano en el mundo de lo social. Lo simbólico surge en el contacto con otro ser humano, dice Siegel (1999). Para Fosha (2009) hay una cocreación de significados. De acuerdo con este autor (Bion, 1962), cuando el bebé, que está inaugurándose en el mundo de los objetos y de las relaciones, siente hambre, su reacción de llanto inicial no tiene como finalidad generar una respuesta en la madre. El bebé lo que está realizando es una simple descarga de la tensión acumulada por la sensación de tensión por malestar. Cuando la madre responde a este llanto 10 "convierte" en un símbolo porque le regresa al pequeño no sólo el alimento, sino un significado para ese llanto y para la sensación anterior, sensación que ahora se llama "hambre" (claro, aún no en términos verbales para el bebé, pero sí de una manera inicialmente de sensaciones corporales, ya que el bebé experimentó, de alguna manera, que la sensación que sufría "se curó" con la mamila o el pecho y que el llanto "generó" la aparición de este satisfactor). El bebé podrá entender después, a través de esta experiencia repetida de recuperación, que esa sensación que tenía era una sensación que se calma cuando la leche caliente entra por su boca y le dará al llanto el significado de un llamado, ante el cual hay una reacción, una respuesta que aún no sabe muy bien desde dónde viene, incluso podría aun no diferenciar si no está generada por él mismo, pero es un punto inicial en la construcción de un sistema de señales (fig.7.1).

Bion (1963) denomina esta capacidad de la madre de "descifrar" la señal del niño y de otorgarle un significado: "reverie materno", y equivaldría, si pensamos en la construcción neural, a algo así como que la madre le "prestara" al pequeño su procesador de información para que éste fuera entendiendo poco a poco cómo construir su "realidad" ,y tomara este modelo de la madre, desde luego, imprimiéndole sus propias características de acuerdo con sus habilidades y su manera de abordarla. Se trata sólo de un modelo que el niño "digiere" y elabora, no que copia, sino que construye. Pero a fin de cuentas, en esta experiencia en donde la madre le "presta" sus conceptos es desde donde el pequeño se apoya pata construir los propios; es en el intercambio y sólo en el intercambio donde puede generarse la experiencia comunicacional. Esta experiencia comunicacional temprana que estamos tratando de entender como experiencia necesaria para que nuestra genética pueda dar lugar a la construcción de "nuestro aparato de pensamiento", no es más que na expresión concreta de un fenómeno mucho más abarcativo, que funda nuestra existencia como seres humanos: el conversar (Maturana, 2003). EI niño o niña, en su concepción, vive inmerso en el lenguajear y en el emocionar de la madre y de los otros adultos y niños que forman el entorno de convivencia de éste durante el embarazo y después del nacimiento. El resultado es que como embrión, feto, niño o adulto, el ser

humano adquiere su emocionar en su vivir congruente con el emocionar de los otros seres, humanos o no, con quienes convive. (Maturana, 2003, p. 91.) (Así)... aunque lo humano surge en la historia evolutiva a que pertenecemos al surgir el lenguaje, se constituye de hecho como tal en la conservación de un modo de vivir particular en el que compartir los alimentos, la colaboración de machos y hembras en la crianza de los niños y el encuentro sensual individualizado recurrente, se dan en el entrelazamiento el lenguajear y el emocionar que es el conversar. En otras palabras, todo quehacer humano se da en el conversar, y lo que en el vivir de los seres humanos no se da en el conversar, no es quehacer humano..., el emocionar en cuya conservación se constituye lo humano al surgir el lenguaje, se centra en el placer de la convivencia, en la aceptación del otro junto a uno, es decir, en el amor, que es la emoción que constituye el espacio de acciones en el que aceptamos al otro en la cercanía de la convivencia. EI que el amor sea la emoción que funda en el origen de lo humano el goce del conversar que nos caracteriza, hace que tanto nuestro bienestar como nuestro sufrimiento dependan de nuestro conversar, y se originen y terminen en él(Maturana, 2003, pp. 106 y 107). Tomando estas profundas y poéticas reflexiones de Humberto Maturana, en donde lo humano se vive "siempre desde una emoción, aun el más excelso y puro razonar" (Maturana, 2003, p. 106) podemos situar este "reverie" materno dentro de este lenguajear y emocionar, dentro de este conversar que va permitiendo que el pequeño "tome prestadas" las categorías de pensamiento de la madre que le ayudarán a "clasificar" su realidad y a utilizarlas como modelos a partir de las cuales él activará sus propios programas constructivos para la elaboración de sus propios procesadores. Así podremos hablar del fenómeno comunicacional en dos dimensiones: un sentido amplio, que tiene que ver con toda esta construcción de la realidad cognitiva y emocional, con esta inclusión en lo simbólico, en lo social y que nos constituye en nuestro existir y nos define como humanos. Y en un sentido restringido, en el que estudiaremos al fenómeno comunicacional como el desarrollo de una habilidad, que se activa, y también se gesta precisamente en esta interacción lingüística y simbólica con el otro. En este último sentido, que no está desligado del primero (sería imposible) pondremos atención en la adquisición y conformación de la función simbólica como una capacidad cognitiva y emocional. Es a través de este contacto que el niño puede empezar a activar sus "programas" de funcionamiento, pero pareciera que este aparato con el que "construirá" su realidad en su interior requiere una "capacitación" y "desarrollo" para poder usarse, y esta capacitación sólo se puede activar en el contacto con otro ser humano. Es por ello que los casos de pequeños que por accidente han crecido en un mundo aislado de lo

social no desarrollan lenguaje, ni una construcción de la realidad similar a la de los otros miembros de su especie. Las primeras relaciones nos brindan el "ambiente comunicacional" en que estas funciones se van construyendo. Brindan la materia prima para que el pequeño vaya haciendo y rehaciendo su mundo. Si acaso la madre no respondiera al llanto del bebé (sólo suponiéndolo, pues si esto pasara el pequeño moriría), el llanto seguiría siendo una descarga, pues no pasaría a formar parte del sistema de señales. Y existe un tiempo crítico para este aprendizaje. Lo que sucede es que de una maneja, suficientemente buena o no, todos los que hemos sobrevivido a la infancia hemos recibido algún tipo de respuesta que nos permite ir conformando esta codificación de los intercambios e ir organizando patrones relacionales, por muy dolorosa que haya sido una experiencia que no haya sido simbolizada, como sucedía con Renata, cuando no hay una tramitación psicótica de la realidad este acceso a la simbolización es viable. Un ejemplo de esta terrible experiencia nos lo trae un brillante hombre de negocios y artista, con quien tuve la oportunidad de trabajar en una prolongada e intensa experiencia terapéutica. El proceso que siguió fue muy enriquecedor para ambos. Durante una de nuestras sesiones diarias Ramiro empezó a recordar una vivencia que había estado bloqueada durante muchos años: "su madre lo maltrataba". Por mucho tiempo él sólo registraba a nivel corporal un rechazo hacia su madre que no podía explicarse y que lo llevaba a situaciones de abuso de sustancias que ponían su vida continuamente en peligro, no sólo por el riesgo de una sobredosis, sino por la serie de circunstancias que venían junto con el estado alterado de conciencia que éstas le provocaban, llevándolo a no medir ningún peligro y a perder el respeto de muchos de sus allegados, siendo una persona con enormes dotes emocionales e intelectuales. Empezó a "recordar", aunque más bien se diría a "revivir", cómo su madre lo colocaba en un bote de basura después de golpearlo brutalmente e insultarlo. Cuando empezó el relato comenzó a encogerse y hablar como un pequeño. Conforme avanzaba en su historia miraba hacia una esquina del consultorio y con los ojos llenos de lágrimas le hablaba a su madre, como si estuviera presente, suplicándole que no lo lastimara. Sobra decir lo conmovedora y dolorosa que resultó ser la experiencia y la reacción que provocaba de querer acunarlo como si fuera un pequeño asustado ante un monstruo; lo más doloroso es que en este caso el monstruo sí había existido, aunque ahora no estaba presente. (Estos son los famosos flashback de los que ya hemos hablado.) Este valiente hombre contaba por fortuna con un proceso normal, no psicótico, para elaborar la situación traumática. Se trataba de estímulos

no procesados por lo intensos, pero no estaban desvirtuados y podían empezar a procesarse a través de estas reviviscencias siempre y cuando fuera existiendo un progresivo funcionamiento mayor de áreas corticales sobre el sistema amigdaloide (LeDotrx, 1996) y a través de la "reedición" de la experiencia diádica que se estaba dando en la terapia como un nuevo proceso interaccional. A diferencia de estos elementos presentes en el estrés postraumático el pensamiento psicótico se relaciona no sólo con elementos no procesados, sino que son elementos no procesables (ñg.7.2).

A través de las distintas investigaciones sobre apego, de las cuales hablamos ya en el capítulo 5 hemos podido observar que hay algunos bebés que presentan una desusada irritabilidad hacia los estímulos, una excesiva sensibilidad que los lleva al principio a una demanda extraordinaria de atención o a un estado poco activo, que más adelante parecen determinar una actitud de desapego y aislamiento. En muchas de estas historias se nos ha relatado que eran niños que se manejaban con llamativa independencia y que luchaban contra la timidez, siguiendo un proceso de desarrollo sin mayores contratiempos, hasta que la esquizofrenia irrumpió en sus vidas.

Si hacemos una observación más detallada no taremos que esta dificultad de simbolización estaba presente desde siempre y que existían comportamientos un tanto extraños. Parece ser que la adolescencia, con toda Ia carga hormonal y desarrollo neuronal, así como las exigencias contextuales del inicio de la adultez que se relacionan con la necesidad de un funcionamiento más autónomo y la consiguiente carga de estrés funcional, genera la ruptura que lleva a la expresión sintomática finaI de esta dificultad. Y es que las experiencias anteriores no habían sido bien digeridas, de modo que cuando se presenta una exigencia de funcionamiento más autónomo, la problemática parece hacer explosión y presentarse en toda su magnitud, hiperactivando el funcionamiento emocional a tal grado que se pierde la posibilidad de una organización mínima. Es necesario volver a subrayar que nos referimos al problema como esquizofrenia, pero no al paciente como esquizofrénico, porque las personas son mucho más que su enfermedad, y nombrarlas o reconocerlas a partir de ésta es una verdadera injusticia. Una persona padece esquizofrenia, pero no es un esquizofrénico; ya lo hemos dicho en varias ocasiones, pero nunca sobra destacar que esta aproximación me parece central en cualquier trabajo si en verdad intenta ser respetuosa de la persona que acude a solicitar ayuda y si se trata de ser justo con el sujeto que tenemos delante de nosotros (White y Epston, 1990). Así, Jerónimo es muchas otras cosas que lo definen: es un hombre creativo, inteligente, de una sagaz ironía y un maravilloso sentido del humor de, corazón, generoso y sólo padece el problema de esquizofrenia, pero él no es el problema. ¿Qué le pasa al cerebro de Jerónimo que hace que lo piensa se convierta en voces audibles que lo esclavizan? Es un complejo proceso del que quedan muchas interrogantes; sin embargo, se han encontrado algunas respuestas muy interesantes y hoy día tenemos la certeza de que es un proceso que implica una base funcional y no un problema causado por un conflicto emocional. Es decir, cuando una persona desarrolla esquizofrenia hay una manera de procesar la información que estaba desintegrada y disfuncional desde siempre. En este sistema disfuncional un mal entorno empeora la situación, esto es claro, pero no origina la esquizofrenia, si no hay la posibilidad, en potencia, de desarrollarla genéticamente. Como bien nos decía Maturana (2003), el ambiente sólo gatillea cambios dentro de las posibilidades de la estructura. Un nivel de estrés que ni siquiera tiene que ser demasiado alto, y que sólo puede estar dado por el creciente número de requerimientos que el medio va haciendo del individuo conforme va creciendo, puede ser el detonador que genere este pavoroso "ruido" en el procesamiento de la información.

LA ESQUIZOFRENIA Y LA FAMILIA Durante mucho tiempo se buscó en los padres o en el sistema familiar una explicación etiológica de este padecimiento, y así la familia y el paciente, además de cargar con la dolorosa enfermedad debían, cargar también, con la "culpa" y tolerar la inadecuada y siempre dolorosa afirmación de que la familia era una fuente de peligro, peligro del que la persona que padecía el problema se había convertido en víctima y cómplice a la vez. Si bien es común encontrar dificultades funcionales en las familias que enfrentan el problema de la esquizofrenia, esto es parte de la compleja problemática que se vive en relación con este padecimiento. ¡No es sencillo enfrentarlo¡ No podemos decir que todas las dificultades de una familia en donde un miembro padece esquizofrenia se deban sólo a este problema y que no pueda haber dificultades funcionales incluso previas al padecimiento. Si bien éstas podrían haber existido desde mucho antes y haber potenciado el problema (un medio estresante y disarmónico complica mucho las vivencias de alguien que tiene tal intensidad y confusión perceptual), el solo hecho de enfrentar el problema esquizofrénico lastima a todos y de una manera muy importante. Los miembros de la familia, lejos de ser descalificados y acusados, requieren ser apoyados y reconocidos por el enorme esfuerzo de lidiar con este difícil problema. Muchas veces la familia ha hecho intentos, quizá contraproducentes, en medio de la perplejidad a la que se ve sometida y que la lleva a buscar respuestas que, si bien no son las más adecuadas, son producto de la desesperación, la desesperanza, incertidumbre y dolor que enfrentan cada día y que finalmente nos hablan de una búsqueda. Enseguida transcribimos la conmovedora "carta" que escribe una madre a su hija que lucha contra la esquizofrenia, y la cual por obvias razones no está escrita con el fin de ser entregada a la muchacha, sino que es sólo una expresión de los dolorosos sentimientos que despierta la enfermedad de la que todos son víctimas, tanto la persona, como todos sus seres cercanos. Tomadas de la mano vamos caminando por el desierto de la esquizofrenia, no vislumbro ni un retoño de verdes emociones ni una colorida flor teñida de entusiasmo. Sequedad total, aridez, el embotamiento afectivo... anula la cascada de tu risa y la lluvia de tus ojos. No avanzamos, nos hundimos en las arenas secas, sin que vea en tu mirada el frescor de un sentimiento placentero. La luz no te sirve para destacar algo que parezca digno de contemplar o de guardar en tu memoria. Pisamos dunas tediosas, arenas espejo de tu indiferencia. Es igual el día que la noche, lo único que alterna constantemente es ahogarnos de sed o morirnos de frío.

No veo ni entiendo tus espejismos, pero al menos a veces te hacen reír. Aunque vaya a tu lado, sé que te sientes sola. Y lo prefieres. Miro hacia lo lejos anhelando llegar, aunque sea por un momento, al oasis de cordura que nos colme con un manantial que riegue de emociones, cualesquiera que sean, que pudieran despertar tu alma dormida. (C. D. L.) Y es que este embotamiento va siendo el resultado de un sistema desgastado por la intensidad. Las conclusiones precipitadas de que era el medio el que originaba la esquizofrenia se debieron, en gran parte, a 1os trabajos de los investigadores de Palo Alto (Bateson, 1956, 1,964; Watzlawick, 79 64), quienes empezaron a destacar la trascendencia de los patrones comunicacionales que se establecían en las familias. Si bien diferimos del todo en su planteamiento etiológico, no podemos dejar de considerar la utilidad de los análisis que hicieron acerca de los patrones comunicacionales que se dan en las familias en que se padece este problema. Lo que sucede es que nosotros lo entendemos como característica generada por el padecimiento y no a la inversa. Estos autores estudiaron el curioso fenómeno comunicacional que se presentaba en familias que se encontraban lidiando con el problema de la esquizofrenia, dándose cuenta que existía una comunicación ambigua a la que llamaron de "doble vinculación" o "doble vincular". Es decir, al sujeto se le decía a nivel verbal una cosa, pero otro mensaje, contrario al anterior, o incompatible con el mismo, se presentaba en el sustrato no verbal. Un ejemplo sería pedirle a alguien que se acerque mientras el tono de voz y ya actitud corporal pudieran estar comunicando un mensaje de rechazo y de no aproximación. Según estos autores el sujeto desarrollaba la psicosis como única vía de salida ante esta contradicción, para ellos la base etiológica de la esquizofrenia se encontraba en un fenómeno comunicacional en e1sentid.o restringido del fenómeno, pero con implicaciones decisivas para su inserción en lo social, llevándonos a su sentido más amplio. Desde nuestro punto de vista esta dificultad comunicacional tiene que ver con el problema que venimos estudiando en relación con la codificación de la realidad. Coincidimos con los autores en que esta comunicación "doble vincular" es un componente del problema esquizofrénico, pero no la explicación de por qué se desarrolla. ¿Y en qué sentido coincidimos con que esta comunicación doble vincular es un componente del problema? Imaginemos la complejidad y dificultad del hermano de un muchacho con esquizofrenia para poder resolver con él situaciones cotidianas, como el uso del televisor, el baño o el respeto al sueño, o recordemos el doloroso sentimiento de la madre de Jerónimo cuando éste le pide que le ayude a quitarse la vida, ¿qué responderle? Y cuántas preguntas surgirán en torno a: ¿cómo establecer límites?, ¿qué permitir y qué tolerar?, ¿cómo dirigirse a alguien que está inmerso en su mundo? Y todo esto continua y cotidianamente, exigiendo respuestas muchas veces inmediatas.

¿Qué sistema no se encontraría confundido? Y si ya era un sistema confuso previamente, ¿cómo le hará con las pocas herramientas con que contaba para enfrentar un problema de tal magnitud? Es frecuente encontrar esta comunicación confusa en las familias que luchan contra este padecimiento, pero más bien esta comunicación sería una nueva manifestación de la desorganización y contaminación entre los distintos circuitos que invaden sistemas más abarcativos, como son las interacciones familiares. La confusión y la serie de sensaciones desbordantes van contaminando las interacciones entre los distintos miembros del grupo. La dificultad de simbolización y el tratamiento que se da a los signos se distorsiona y va contaminando los fenómenos comunicacionales. De hecho, el fenómeno comunicacional se encuentra distorsionado y por ello tampoco se establece un buen sistema de códigos al cual acudir para descifrar el lenguaje. El conversar (Maturana, 2003) estaría seriamente lastimado porque la integración en el "lenguajear y emocionar" se ve entorpecida, lastimada e invadida por problemas neurofuncionales que llevan a esta integración a adquirir características muy particulares, dolorosamente particulares. No puede construirse un buen "aparato de pensamiento" (Bion, 1962) y esto es obvio que afecta y es afectado por el entorno. El sistema familiar también es víctima del problema. Ante la distorsión del pensamiento que genera el problema esquizofrénico se afecta el funcionamiento mental de todo el grupo. Las comunicaciones se vuelven confusas y ambivalentes; la relación vincular que la esquizofrenia genera en quienes la padecen (y en este sentido no sólo ya padece el enfermo, sino que todo el grupo familiar sufre confusión y angustia ante la presencia de esta enfermedad) tiene características muy específicas. La esquizofrenia provoca que el objeto de satisfacción pueda convertirse, ante una pequeña falla, en un objeto terrorífico, amenazante y omnipotente (Tubert, 1985), esto afecta la relación de todos los miembros. La comunicación se ve así afectada no sólo por esta relación vincular tan frágil e intensa, sino también porque el pensamiento se encuentra desorganizado. No hay un principio organizador coherente que pueda regir el contacto humano, es entonces de esperar que las pautas comunicacionales estén bastante afectadas, y si a eso le aunamos el hecho de que el componente genético puede estar parcialmente presente en otros miembros de la familia, la "susceptibilidad" puede ser un poderoso enemigo para la generación de relaciones más satisfactorias. Sin embargo, sería muy interesante aprovechar las importantes observaciones que realizaron estos investigadores en relación con los tipos comunicacionales que se dan en las familias que padecen el problema, para poder ayudarlos a generar nuevas pautas de comunicación, pero esto sólo es posible si despojamos esta aseveración de su carácter culpígeno.

Otro importante pensador del siglo pasado también explicó la psicosis como resultado de un problema interaccional: Lacan. Para la escuela lacaniana el sujeto desarrolla la psicosis debido a que se queda atrapado en el "deseo" de la madre de completarse a través de ver al pequeño como parte de ella misma y alno poder mirarlo como otro, diferente de ella misma, atrapándolo para siempre en el registro de lo real (que no accede a lo simbólico). Si bien coincidimos con la observación que hace Lacan (1958) de que en el procesamiento psicótico no se accede a lo simbólico, pues como decíamos los signos son concretos, de nuevo pensamos que Lacan observa desde otro lado la misma dificultad para el ingreso en lo simbólico, pero otra vez pensamos que es un componente del problema y de ninguna manera su explicación causal, recordando además que el concepto de causalidad lineal ha, quedado cuestionarlo desde las primeras páginas. Y si bien muchos de estos autores coincidirían con la naturaleza dinámica e interaccional de los fenómenos (de hecho la subrayan, desde marcos conceptuales totalmente distintos),le dan un peso e etiológico específico a determinados eventos relacionales como generadores de este problema. Es cierto que muchas veces las madres de personas que enfrentan este problema no se han separado lo suficiente de sus pequeños porque deben "seguir prestándoles" su aparato procesador, y tratan de "corregir" sin éxito las "distorsiones" del procesamiento de información, lo cual lleva a importantes problemas relacionales: sobreprotección, falta de diferenciación, cansancio rechazo hacia la situación pero culpa por la misma, etc., que pueden estar plagadas de ambivalencia, pero estos constituyen los dolorosos componentes del problema, no su causa. Si bien es cierto que se ha lastimado el proceso de diferenciación entre los miembros del grupo familiar, que hay dobles vínculos y un alto nivel de ambivalencia, son componentes de la situación que hay que resolver y muchas veces han surgido como medidas de emergencia. ¿QUÉ LE PASA AL CEREBRO EN LA ESQUIZOFRENIA? ¿Qué sucede en el cerebro de la persona que padece esquizofrenia, desde una perspectiva neurofuncional, que convierte los procesos mentales en sensaciones corporales y distorsiona de manera cualitativa el procesamiento perceptual? ¿Por qué sucede esto? Este impactante problema ha llevado a los estudiosos, en primer término, a tratar de definirlo con el fin de circunscribir el fenómeno en un intento de abordarlo. La esquizofrenia, de acuerdo con Cummings y Mega (2003), está caracterizada por pensamientos extraños, persecutorios o religiosos, alucinaciones auditivas, pensamiento ilógico, con pérdida de asociaciones y pobreza de contenido informativo, así como con un deterioro progresivo.

Dentro de este cuadro se ha acordado que existen dos tipos de síntomas distintos por sus cualidades, pues mientras uno habla de la presencia de ciertas conductas, otro se refiere a la ausencia de funciones esperadas. Se ha llamado a los primeros síntomas positivos porque aluden a la presencia de un comportamiento, y negativos a los segundos porque se refieren más bien a carencias o pérdidas de funcionamiento. Los síntomas positivos se refieren a los fenómenos característicos de la enfermedad, como son las alucinaciones, los delirios, el pensamiento extraño, etc. Los síntomas negativos hacen referencia a la falta de motivación e interés, la apatía general y el aplanamiento emocional que caracteriza este problema. Cummings y Mega (2003) han señalado que el tipo de esquizofrenia que se padece (paranoide, catatónica, hebefrénica o simple) no es un elemento de gran ayuda en el estudio de los circuitos implicados. Una persona puede enfrentar el mismo tipo de esquizofrenia que otro individuo, incluso presentar síntomas casi idénticos (digamos un delirio de persecución), no obstante, los circuitos lastimados en uno y en otro son diferentes. Según estos autores el análisis de si la sintomatología es en esencia positiva o negativa arroja más información. El tipo de síntomas positivos o negativos que presenta la persona nos ayuda a entender un poco más del estado de su neurofuncionamiento y a vislumbrar qué circuitos están afectados. Si el problema principal es la presencia de alucinaciones y comportamientos extraños, estaremos ante una distorsión muy importante del proceso perceptual, que tiene que ver con una falla inhibitoria que afecta la discriminación y diferenciación; pero si lo más dañado es la iniciativa del sujeto y son más evidentes los síntomas negativos, estamos enfrentando dificultades importantes en el encendido de ciertas regiones del cerebro. Curiosamente los síntomas positivos parecen a la larga tener una mejor evolución que los síntomas negativos, ya que esta última sintomatología parece estar asociada con mayores atrofias en el funcionamiento. Tanto en la sintomatología positiva como en la negativa hay una importante afectación del funcionamiento de los circuitos dopaminérgicos, pero el desequilibrio en este neurotrasmisor es diferente en una y otra. A pesar de que se trata de un mismo neurotrasmisor en juego: la dopamina, la disfunción en unos se debe a una hiperactivación, mientras que en los otros, a una hipoactivación. Ya se había mencionado este tema en el capítulo anterior cuando describimos el circuito dopaminérgico. Recordemos que mientras la sintomatología positiva parece estar asociada con una hiperactividad de estos circuitos dopaminérgicos a nivel del sistema límbico, la sintomatología negativa parece estar asociada con una hipoactivación de los circuitos dopaminérgicos en regiones frontales, en especial las implicadas en la memoria de trabajo (Cummings, 2003). En el capítulo anterior planteábamos que un neurotrasmisor muy importante en el "encendido cerebral" es la dopamina. En ese capítulo

hablamos también de la importancia de este neurotrasmisor para la realización de las funciones cognitivas, motrices y emocionales. También afirmamos que cuando este neurotrasmisor se encuentra muy disminuido en el sistema límbico enfrentamos problemas importantes de depresión y motivación, pero si por el contrario, había una excesiva actividad dopaminérgica, esta hiperactividad condicionaba problemas importantes de ansiedad e intensidad emocional. Hablamos también ahí de los distintos receptores dopaminérgicos y su localización diferencial. En el sistema límbico de quienes sufren esquizofrenia se ha notado un excesivo encendido, una alta actividad dopaminérgica, prueba de ello es que los pacientes mejoran cuando se les dan neurolépticos, medicamentos que bloquean la actividad dopaminérgica en estos circuitos. ¿Qué quiere decir esto? Que si le damos a una persona que enfrenta un cuadro de alucinaciones y delirios un medicamento que llega a ocupar el lugar que ocuparía este neurotrasmisor, uniéndose a los receptores dopaminérgicos, bloqueando de esta manera el lugar de la dopamina de forma que ésta no pueda activar sus células blanco, la sintomatología positiva disminuye en alto grado. Esta es una explicación muy simplificada ero útil del efecto de los neurolépticos, medicamentos que cambiaron de manera radical el tratamiento psiquiátrico desde su aparición. La conclusión de que la hiperactividad dopaminérgica estaba implicada en este tipo de sintomatología pudo además sostenerse a través de investigaciones que probaron que había un elevado número de receptores dopaminérgicos en algunas estructuras del sistema límbico que implicaban que la actividad dopaminérgica era excesiva (Cummings, 2003). Es interesante comentar que el descubrimiento de esta acción de los antipsicóticos se dio de manera accidental a través del empleo de un anestésico. Se observó en pacientes que sufrían esquizofrenia una mejoría muy significativa de la sintomatología positiva después de que eran sometidos a un procedimiento quirúrgico, de ahí se siguió la investigación que permitió un mejor tratamiento a pacientes que padecían estos problemas. Más adelante este descubrimiento fue corroborado por múltiples investigaciones, hasta que hace más de una década se pudo incluso identificar el tipo de receptores más específicos relacionados con el problema. Seeman y cols. (1993) demostraron la existencia de elevados niveles de un tipo específico de receptores dopaminérgicos (D4), lo que apoya esta teoría. Tras haber llegado a esta conclusión de la hiperactividad dopaminérgica en ciertas áreas del cerebro, podemos entender que se genere un desequilibrio en este neurotrasmisor y dicho desequilibrio pueda explicar la falta de este neurotrasmisor en otras áreas del cerebro, entre ellas la

frontal, lo cual condiciona una bajísima actividad en esta zorra, lo que nos explicaría gran parte de la sintomatología negativa. El desequilibrio dopaminérgico y esta desigual activación interactúan. Desde este desarreglo nos estamos enfrentando con una desregulación que conjunta dos situaciones que potencian, una apabullante vulnerabilidad emocional: • Por un lado, una excesiva activación del circuito límbico. • Por otro, una bajísima capacidad. Del lóbulo frontal para poder hacer un trabajo de moderación emocional que pudiera contrarrestar este fenómeno de activación excesiva. Se “junta el hambre con las ganas de comer". Pero además el desequilibrio relacionado con este neurotrasmisor no es el único y quizá no sea el más importante, ya que esta desregulación nos lleva a preguntarnos acerca de la razón de este desarreglo, cuestionamiento que a su vez nos puede llevar a preguntarnos: ¿qué ha pasado con el "apagado" del cerebro? Si algo se enciende en exceso y se desgasta debemos analizar entonces qué está pasando con los mecanismos inhibitorios que no actuaron de manera que este encendido no se saliera de control y se provocara este desarreglo y si la falla en la inhibición no es la causa de este desarreglo, por lo menos tendríamos que explicar por qué no está teniendo la capacidad de compensarlo o modularlo. Es necesario entonces que tratemos de entender qué sucede a nivel de la trasmisión gabaérgica (véase fig. .7 .3). Disminución de la actividad GABA Aquí encontramos de nuevo un problema muy importante y quizá el más distintivo de este padecimiento. La función inhibitoria, es decir, el freno, la modulación de la actividad cerebral, se encuentra muy disminuida. De acuerdo con lo señalado cuando hablábamos del funcionamiento cerebral, los dos tipos principales de neurotrasmisores cerebrales eran el glutamatérgico y GABA (ácido aminobutírico). EI primero, en general excitador, provoca, a través de su llegada a la neurona blanco, la carga positiva de la misma y la trasmisión del impulso nervioso; el segundo (el gabaérgico), funciona en el sentido opuesto, como inhibidor, favoreciendo la carga negativa de la neurona y dificultando su encendido y la trasmisión del impulso. En investigaciones recientes se ha planteado que el excesivo encendido de algunas áreas del cerebro de quien sufre esquizofrenia, característica funcional de la cual venimos hablando, se debe precisamente a un déficit funcional gabaérgico. La figura 7 .4 permite apreciar la hiperactivación cerebral que encontramos en muchos de los circuitos cerebrales debido a esta falla inhibitoria.

Por tanto, podríamos decir que en la esquizofrenia el cerebro se encuentra excesivamente encendido en muchas de las áreas, a la par con una deficiente activación frontal, como puede apreciarse en Ia figura. Este excesivo encendido se debe a la falta de un filtro que frene la actividad, lo que provoca que algunas neuronas permanezcan tan activas que llegan a desgastarse, e incluso morir, de ahí el deterioro progresivo. La falta de inhibición lleva además a una falta en el filtrado entre los distintos circuitos, así como a una contaminación entre los mismos. Dentro de las brillantes investigaciones realizadas en este campo, encontramos las de Francine M. Benes y Sabina Berretta (2001). Esta investigación comienza con una interesante recopilación de los principales descubrimientos relacionados con la función GABA en nuestro cerebro. Aporta información acerca de la importancia de su buen funcionamiento y nos adentra en la serie de funciones que no serían posibles si esta inhibición no existiera. Las autoras nos permiten observar cómo esta función inhibitoria le da una flexibilidad al sistema que no sería posible sin su participación y le permite su buen funcionamiento, siendo así un elemento tan importante como la excitación, pues la falla de inhibición no sólo lastima el funcionamiento del sistema haciéndolo más intenso o más excitado, sino que acaba con la posibilidad para retroalimentarse y hacer los movimientos necesarios para adaptarse a las distintas circunstancias. Señalan que no hay sólo un tipo de neuronas GABA, y que las diferentes subpoblaciones GABA tienen papeles distintos y muy especializados. Su tarea inhibitoria permite un alto nivel de complejidad en diversos circuitos neuronales. Veamos algunas de estas particularidades. Podemos decir, en un nivel elemental de análisis, que la mayoría de las interneuronas inhibitorias en la corteza y el hipocampo, están implicadas en dos mecanismos principales: • De retroalimentación para apagar un sistema que se encuentra encendido y que ya cumplió su cometido. • De modulación del envío de información, lo que ayuda a estabilizar la actividad de las neuronas excitatorias. Un mecanismo de retroalimentación sería, por ejemplo, al inhibición del comportamiento de huida cuando ha desaparecido el objeto amenazante. De sobra está decir la importancia de esta función de apagado para cada una de las actividades que realizarnos (excepto la respiración o el latido cardiaco, pero aun en estas funciones la actividad inhibitoria permite la modulación de su intensidad cuando ya no son necesarios la hiperoxigenación o el bombeo acelerado). El segundo mecanismo se relaciona con la cualidad del envío de la información y modula la intensidad de la misma; por ejemplo, en actividades tan sencillas como qué tan intenso debe ser un movimiento:

no es lo mismo patear una pelota que patear con cariño a mi hijo con quien estoy jugando; el papel inhibitorio desempeña un papel central para esta modulación. En el primer caso, la inhibición de retroalimentación, observamos el siguiente mecanismo: una entrada excitatoria activa una neurona piramidal, que a su vez activa las interneuronas inhibitorias por fibras colaterales recurrentes. Las interneuronas inhibitorias así activadas inhiben las neuronas principales, incluso aquellas que las activaron de forma directa. Es decir, la participación de las neuronas inhibitorias permite "apagar" La fuente de activación, llevando finalmente a que el sistema se relaje. Si se analiza este proceso desde el punto de vista eléctrico, puede describirse como una típica despolarización de corta duración seguida por una mucho más larga hiperpolarización, es decir, una carga positiva de la neurona seguida por su carga negativa para evitar que siga encendiéndose sin necesidad. Esta retroalimentación inhibitoria provee un mecanismo muy seguro para evitar que las neuronas piramidales se prendan en exceso (véase fig.7.5). Ahora bien, en el sistema de inhibición hacía delante -es decir, no de retroalimentación, sino de participación en el envío de información-, el proceso también presenta características que le dan una importante flexibilidad al sistema. Veamos qué sucede: las neuronas piramidales (excitatorias) proyectan la corriente hacia abajo a otra neurona piramidal. Pero estas neuronas excitatorias también proyectan la excitación hacia las interneuronas y estas últimas reducen la excitabilidad de estas neuronas piramidales en este último sector, modulando la misma (véase fig. 7 .6).

El proceso inhibitorio que desempeñan puede darse hacia delante o hacia atrás. Hacia delante regulará la excitación de la siguiente neurona, modulando la respuesta; por ejemplo, la neurona inicialmente encendida trasmitirá el impulso hacia la siguiente, pero una interneurona (GABA) regulará para que este "encendido" no sea excesivo. En el proceso de envío de información es necesario que la neurona que ha enviado esta información "sepa" que ya se dio la señal para no seguir enviándola. Así, el proceso de retroalimentación tiene también un papel muy importante en el envío de información hacia delante, ya que permite a la neurona "recibir" la información de que ya se trasmitió el impulso y no debe seguir "encendida" (LeDoux ,20A2). Las funciones de GABA desempeñan un papel central. En esta investigación se destacan las siguientes (Benes y Berreta, 2001): • Estas células tienen un papel central en procesos discriminativos: en la medida que podamos incluir cierto grado de inhibición en una respuesta, ésta no se generaliza y puede ser más específica determinado estímulo. Es decir, la excitación que provoca un estímulo no se propaga a través de todo el sistema nervioso sino que puede dirigirse gracias a que se inhibe su generalización. Relacionando esta importante función con el tema de estudio hemos visto cómo falta esta discriminación en el problema esquizofrénico. • La actividad GABA tiene una importancia vital en procesos de concentración. Si yo no puedo inhibir los estímulos no relevantes de los relevantes me es imposible seguir un tren de pensamiento; por ejemplo, mientras ustedes leen este libro no pueden dejar de escuchar el auto que pasa por la calle, el ruido que hace el vecino que está componiendo su apartamento o los gritos de los niños que juegan en el parque, estos estímulos no enganchan su atención de modo constante haciéndolos saltar de un estímulo a otro, sin ningún tipo de inhibición, pues en ese caso el proceso de pensamiento se perdería sin poder seguir una directriz, generando una experiencia desorganizada. Esto es lo que sucede cuando falla la actividad GABA y la memoria de trabajo pierde la posibilidad de jerarquizar y organizar las tareas. • Si no tengo un buen proceso inhibitorio no seré capaz de frenar la excitación que produce un estímulo estresante o un estímulo fuerte que genera una respuesta generalizada de mi organismo, como puede ser un ruido muy fuerte o una situación de peligro. La activación seguiría y seguiría. • También habrá problemas para el filtrado de información extraña o irrelevante. • Asimismo, habrá contaminaciones entre los diversos sistemas perceptivos e incluso entre las distintas memorias, al activarse algún circuito y quizá simplemente por proximidad se estarán encendiendo otros que no tengan relación con el mismo, generando combinaciones extrañas de información, tal como se observa en este problema.

• Estas activaciones indiscriminadas tenderán a suceder más en situaciones de mayor excitabilidad, es decir, situaciones de estrés, ya que el estrés genera un encendido más intenso y generalizado.

• Debido a que la dopamina es un neuromodulador que se relaciona con la activación del cerebro, es muy probable que se encuentre hiperactivado en algunas zonas donde no se le inhiba o suficiente, pero deficiente en algunas otras debido a este desequilibrio. Este problema se observa en el excesivo encendido límbico que lleva a la hiperactivación de la respuesta de estrés y en el bajo encendido de la memoria de trabajo. Sus conclusiones de la falla gabaérgica en el problema esquizofrénico están sustentadas en estudios post mortem, en donde se hizo evidente la disminución de la población de neuronas GABA en distintas áreas cerebrales (Benes y Berreta, 2001). De acuerdo con los resultados obtenidos por esta investigación las deficiencias en GABA observables en el problema esquizofrénico nos explican las contaminaciones entre los procesos, la falta de discriminación, la excesiva respuesta emocional que curiosamente, tras el desgaste, va llevando al aplanamiento afectivo, Como una manera de autoprotección para evitar la llegada de un estímulo, pues éste se convierte en una carrera sin fin (más vale no activarse, pues es como un auto sin frenos, es mejor no echarlo a andar por su potencia destructividad). Como decíamos, hay diferentes y muy variadas ciases de neuronas GABA, y con frecuencia se de nominan interneuronas por su localización muy usual entre neuronas glutamatérgicas, regulando así la acción de las mismas (véase ñg.7.7). La falta de inhibición en los momentos de crisis Psicóticas puede hacerse dolorosamente evidente en muchas conductas, entre ellas y de manera muy clara en las crisis de agitación que llevan a la utilización de camisas de fuerza o cuartos de aislamiento hasta que los fármacos comienzan a hacer efecto, en el incansable ir y venir sin descanso o en la dificultad para conciliar el sueño, que ocasiona que estos paciente pasen días y semanas enteras sin poder descansar.

Figuro 7.7. Lo formo y funciones de los células GABA son múltiples como puede apreciarse en lo ilustración. Los interneuronas (o) normalmente utilizan GABA corno neurotransmisor. A diferencio de los neuronas piramidales que generalmente utilizan al glutomoro como neurotrasmisor lo mayoría de los células no piramidales se pienso que utilizan GABA y en algunos cosos neuropéplidas. Algunos de estos neuronas no tienen dendritas (b) y son células con arcados de axones. Otros son llamadas células de doble buquer (c). Otros son llamadas células de conoco (dy e); células condelobro (D o células de cordón largo (g) y células en formo de neuroglío (h). Sus diferentes formas les permiten conectarse de distinta manera según los necesidades de la región en lo que se encuentran. Sabemos que una característica muy importante del problema esquizofrénico es Ia fragilidad emocional. Tratemos de entender qué sucede en el sistema límbico cuando enfrentamos un déficit gabaérgico. Con base en lo expresado en capítulos anteriores sabemos que el sistema límbico está implicado en el procesamiento emocional. Cuando habíamos del circuito corticolímbico (corteza-sistema límbico) estamos subrayando Ia participación de la corteza cerebral en este circuito emocional, es decir, la participación de funciones más complejas y abstractas que permiten una organización funcional de más alto nivel, al lado de estas respuestas emocionales bastante primitivas. Al integrarse el funcionamiento cortical al sistema límbico esperamos un mejor control emocional, debido a la integración de estas funciones que esperamos puedan modular la respuesta puramente emocional; de hecho, la integración del funcionamiento cortical, a través de la evolución, ha permitido un mejor control de las emociones (Le Doux,

2002). Esto puede observarse incluso en el proceso evolutivo de una misma persona y no sólo en la evolución de la especie. Cuando nacemos el circuito límbico funciona casi de modo automático, en tanto que el funcionamiento cortical sigue en desarrollo durante un largo periodo. En la medida que las funciones corticales van incluyéndose y desarrollándose se hace más posible el control emocional, es por ello que un bebé tiene poco control de sus berrinches y un adulto en teoría debe mostrar tenerlo. Este circuito corticolímbico presenta serias disfunciones en el paciente que sufre esquizofrenia. Si GABA falla en este circuito por inferencia podemos saber que el proceso emocional estará hiperactivado, sin capacidad o con muy poca capacidad inhibitoria, lo que generar a una excesiva carga emocional en los procesos y un encendido excesivo, contaminando además áreas cercanas que, debido a esta falla en GABA, también se pueden llegar a encender por la sola proximidad. Payme y Friedlander (1962) argumentaban que esta dificultad de filtrado existe tanto a nivel de contaminación entre los circuitos, como para el filtrado de información que proviene del exterior. El patrón de "ruido" de la esquizofrenia ha sido descrito como sobre inclusivo; existe cierta inhabilidad para filtrar la información extraña, al grado incluso de que una persona que sufre este problema encuentra mucha dificultad para distinguir los objetos relevantes dentro de un campo perceptual, o sea para poder distinguir la información pertinente de la que no lo es, pues ambas tienen el mismo valor. Por ejemplo, si se está escuchando una canción y al lado se oye el ruido de la puerta o de voces, no se le separa de la melodía, no hay una discriminación; lo mismo sucede en otros campos perceptuales, por ejemplo a nivel de campo visual las letras superpuestas que anuncian un bloqueador se integran como parte del rostro de una persona fotografiada en una revista. No se discrimina la pertenencia de un estímulo. En los ejercicios de figura-fondo (encuentra la figura oculta), la persona que sufre esquizofrenia no logra hacer un recorte que le permita realizar este ejercicio. Otro de los problemas centrales en el procesamiento de información al no haber filtrado es una sobrecarga de información. El primer filtrado, en relación con la entrada de información, permite descartar aquella que no es pertinente y no sobresaturar el sistema, sobre todo la memoria de trabajo ("el pizarrón" o "borrador" de nuestro cerebro), el lugar en donde se anotan y palomean las tareas por seguir y los pendientes cumplidos y por resolver. La falta de filtro en el problema esquizofrénico lleva a una sobrecarga de información, por lo que la planeación, la toma de decisiones y otros aspectos de la vida mental se ven afectados por consiguiente. Empezamos a entend.er por qué se afectan de manera tan significativa las tareas cognitivas en la esquizofrenia y no sólo el procesamiento

emocional (división artificial, ya que en realidad no hay razonar sin emocionar) (Maturana, 2003). Con fines simplemente explicativos tratemos de analizar el proceso cognitivo y cómo resulta afectado en este problema. Existe una prueba denominada P300 que es utilizada p ara anal izar el procesamiento perceptual de un estímulo. Esta prueba se basa en el análisis de la curva de voltaje generada precisamente a los 300 milisegundos ante un estímulo. Si la respuesta se da antes de lo esperado, el sujeto está respondiendo cuando aún no tiene los elementos suficientes para poder integrar la cognición acerca del estímulo. Estamos hablando de una respuesta prematura; esto se observa con frecuencia en sujetos impulsivos, pero no sólo tiene que ver con la impulsividad., sino con la existencia de una falla cognitiva para la estructuración de la información, pues se responde "antes de saber completamente a qué se está respondiendo" y denota falla inhibitoria. Si, por el contrario, la respuesta tarda en generarse, estamos hablando de que el proceso cognitivo está teniendo problemas para organizarse y que esto se expresa en una latencia aumentada. Esto genera un rezago en el procesamiento que también traerá consecuencias importantes. De esta manera cuando escuchemos hablar de una prueba P300 esperaremos que tenga una latencia adecuada (ni prematura ni aumentada). Otro elemento importante en esta prueba es el voltaje. Si hay un voltaje disminuido es señal de que la región que debe estar activa para el procesamiento del estímulo se encuentra hipoactiva; sucede lo contrario si el voltaje es elevado, la región está hiperactiva. Ante el problema de la esquizofrenia se observa una respuesta muy deficiente en esta prueba, tanto en latencia como en voltaje. La presencia de una P300 deficiente nos habla de una inhabilidad para generar respuestas selectivas al tipo de estímulo que se nos presenta (identificar el estímulo de que se trata para poder responder al mismo: "¡Ah!, es el ruido de un trueno, parece que va a llover"). Esta respuesta permite que vayamos generando una organización de la información que proviene del entorno. La dificultad para una respuesta selectiva al parecer se debe a que no se le ha prestado la suficiente atención al estímulo o no de una manera discriminada como para poder identificarlo y responder de forma específica al mismo. Esto también parece estar relacionado con una sobre carga de la memoria de trabajo, es decir, con una sobrecarga de los estímulos a los que responde el cerebro por no tener ningún filtro (se "oye" igual de fuerte la voz de quien me habla que el "tic-tac" del reloj de pared, pues se les presta el mismo grado de atención) y entonces se vuelve ineficiente. La respuesta P300 en el lóbulo frontal, que como sabemos es el encargado del procesamiento cognitivo por excelencia, en el problema

esquizofrénico presenta una mayor latencia (tarda más) y una amplitud reducida (una activación deficiente, de menor voltaje al esperado). Es decir, la respuesta cognitiva del sujeto es deficiente por esta falla en la discriminación y por la ausencia de un filtrado tanto en 1a entrada de información como en los procesos atentivos, pero también a nivel de su procesamiento, ya que los circuitos se contaminan entre sí, haciendo además ineficiente 1a respuesta. En la investigación (Benes y Berretta, 2001) se plantea que el déficit en la trasmisión gabaérgica en áreas corticales específicas podría haber generado un re arreglo y un posible aumento de la comunicación entre áreas sensoriales, de memoria y cognitivas, llevando al carácter sobre inclusivo y desorganizado del proceso de pensamiento esquizofrénico. Lo anterior explicaría por qué lo que se piensa "se escucha" o lo que se imagina "se ve", y también daría un fundamento neurofuncional a los fenómenos observados por Bion (1957,1959) en sus casos clínicos, ya que sería del todo congruente con estos "objetos bizarros" que él observaba ("el radio que intercepta mis pensamientos"), que lejos de poder ser utilizados para la formación de conceptos, son elementos que no pueden ser empleados en un proceso de codificación. Si unimos todos los elementos de este rompecabezas podemos entender el porqué de la fragilidad yoíca característica del problema esquizofrénico (Hartmann, 1960) y el porqué de la invasión de los procesos emocionales, aunada a la falla en la parte ejecutiva que venimos discutiendo por la pobre activación de esta región frontal. La persona enfrenta un circuito emocional hiperactivado con una corteza frontal hipoactiva y un déficit generalizado de GABA. Eugene Roberts (1972) ya había postulado que este componente desempeñaba un papel central en la psicopatología de la esquizofrenia. Este déficit en GABA implicaba para el autor distintos desórdenes cognitivos, como respuestas de atención deficiente, interrupciones del procesamiento normal de la información y falta de consistencia selectiva en la memoria declarativa. Sin embargo, durante mucho tiempo los estudios se centraron sólo en la hiperactivación dopaminérgica. Hoy día podemos pensar que esta hiperactivación dopaminérgica está muy relacionada con este déficit gabaérgico, y que en la medida que podamos estimular a actividad GABA incidiremos en un mejor equilibrio del funcionamiento dopaminérgico. Es por eso que nuestros principales instrumentos para e] tratamiento del problema esquizofrénico con factores tróficos son el HGF y e lGC2, que es una fracción del G-CSF que observaron como parte de sus propiedades principales la estimulación para la supervivencia de diferentes tipos de neuronas, en especial de neuronas gabaérgicas, en donde mostraron tener incidencia como promotores de crecimiento y desarrollo. El GC2 también demostró incidir en la expresión de las células madre que se encuentran en bancos en nuestro organismo para la generación de nuevas poblaciones neuronales (Schneider y cols.,

2005). Se pudo apreciar además la participación del HGF en el favorecimiento de la migración tangencial (Sun, 200), que es la que siguen en generar este tipo de neuronas. De esta manera estos factores representan herramientas clave en el tratamiento de este difícil problema. Si bien la función GABA está terriblemente lastimada en el problema esquizofrénico, por fortuna hemos podido ser testigos de una mejora muy significativa en los sujetos que han seguido este tratamiento. Aunque esta recuperación es gradual, progresiva y no tan rápida como quisiéramos, sí hay un funcionamiento cualitativamente distinto a seis meses de tratamiento, a pesar de que aún quede un largo camino por recorrer. La sola mejora devuelve la confianza y da un respiro a quienes llevan tanto tiempo luchando. Jerónimo , por ejemplo, ha recuperado funciones que tenía totalmente "extraviadas", como la capacidad para seguir una conversación, ver un programa de televisión, etc., funciones que los medicamentos psiquiátricos no habían conseguido ayudarle a recuperar (aun cuando han sido de gran utilidad para el manejo del problema). Se han publicado varios trabajos que hablan sobre los cambios logrados a nivel neurofuncional a través del tratamiento con factores tróficos en el problema esquizofrénico y de bipolaridad. En ambos tratamientos además del HGF y GC2 se utiliza el BDNF, que también ayuda a la recuperación funcional al actuar en el circuito límbico como vimos, madurando y regulando la activación dopaminérgica y serotoninérgicas. En el problema de bipolaridad si bien la hiperactivación no es generalizada, encontramos una respuesta agigantada de la amígdala, que requiere modulación y llega a contaminar otras funciones, como la memoria o la atención o la respuesta P300. (Al lector interesado le sugerimos consultar las siguientes fuentes: Aguilar, Díaz, Aguilar y Boom, 2004.) Regresando a nuestro tema, en relación con la falla en GABA cabría preguntarse: ¿cuál sería la causa de este déficit gabaérgico? ¿Qué sucede en el cerebro que lleva a este importante problema? Benes y Berretta (2001) plantean la hipótesis de que este problema de falta de neuronas GABA parece deberse a dificultades en la migración celular temprana durante el desarrollo neuronal, a través del cual las distintas neuronas encuentran su lugar en las distintas partes del sistema nervioso y en particular en las distintas capas de la corteza cerebral, lo que da como resultado el proceso de la formación de una laminación normal. Estos autores afirman que en el problema esquizofrénico están alteradas esta laminación, la ubicación -.- composición de las distintas capas de la corteza cerebral. Esto parece tener un importante componente genético en donde las neuronas GABA no llegan, lcr alguna razón, al lugar destinado para ellas. Estas conclusiones están fundamentadas también en el hecho de que encontramos un número alterado no sólo de cantidad de células GABA,

sino de número de entradas en estas mismas células (Thierry y cols.,7976). La falla en la actividad GABA está siempre presente, sin embargo, cabría preguntarse por qué se hace más evidente en situaciones de estrés, y por qué precisamente las situaciones de estrés, de diferente nivel de magnitud, pueden ser las disparadoras de la expresión de este problema. Sabemos que ante estas situaciones hay una respuesta de alertamiento y activación generalizado, provocando, entre otros, una mayor actividad dopaminérgica. La falla en la actividad GABA (inhibitoria) se hace más evidente ante la excesiva estimulación, tal como la falla en los frenos de un automóvil se hace más evidente conforme éste aumenta su velocidad. Si bien es cierto que en el problema de la esquizofrenia encontramos un componente casi determinante a nivel genético neurofuncional, también es cierto que situaciones de estrés más pronunciado pueden adelantar o intensificar la respuesta (aunque no provocarla si no existe el sustrato funcional para este problema, lo cual es muy importante considerar). Sin embargo, se vuelve de particular relevancia saber que para las personas que enfrentan este problema las situaciones de estrés excesivo son en especial tóxicas. En el capítulo en el que se habló de la angustia se señalaba la participación del núcleo basolateral de la amígdala para el encendido de la respuesta de alerta. Este núcleo basolateral de la amígdala es uno de los sistemas que se encuentra más activo en el problema esquizofrénico, lo cual parece contribuir a este flujo excesivo a través de un nivel incrementado de actividad excitatoria (Benes y Berretta, 2001). Los resultados que observaron estos investigadores, tanto a través de estudios post mortem, como a nivel de neuroimagen, indicaban que existe una función deficiente en las neuronas gabaérgicas a nivel subcortical, como acabamos de referir, y también en regiones selectas de la corteza cerebral (Benes y Berretta, 2001). También encontraron importantes alteraciones de esta función en el hipocampo, con la particularidad de que en esta región las alteraciones parecen ser aún más complejas y envuelven tanto neuronas GABA nhibitorias como desinhibitorias (neuronas GABA que inhiben a otras inhibitorias generando paradójicamente desinhibición) (Benes, 1999; Benes y Berretta, 2001). Estos cambios parecen alterar).a actividad normal de retroalimentación de esta región, en donde el hipocampo constituye un importante elemento para apagar a la amígdala (recordemos el capítulo sobre angustia). Así, en el problema esquizofrénico no sólo es que el sujeto se excite con facilidad, sino que tampoco puede frenar esta excitación, pero además la falta de inhibición de estos circuitos y de discriminación entre los mismos lleva a la contaminación, generando elementos tan "pegosteados" y "confusos" que no pueden utilizarse para el

procesamiento de la información que con el tiempo pudiera permitir una contextualización e interpretación del suceso. La angustia no sólo crece y crece, sino que además la activación genera una creciente confusión en el funcionamiento. Activarse y confundirse son casi sinónimos. No es casual que el sujeto que lucha contra la squizofrenia busque el aislamiento, es una manera de protegerse de esta invasión confusa y dolorosa; tampoco que sea tan inactivo, activarse equivale a alterarse, ni que su respuesta afectiva vaya aplanándose. El sistema de alerta está siempre encendido ante la sensación de un peligro catastrófico e indescifrable y se va desgastando progresivamente. La persona que enfrenta el problema esquizofrénico vive en un mundo que no puede descifrar, y lo que no podemos interpretar se vuelve una fuente de temor e incertidumbre. Las funciones están tan "revueltas" que la sensación de que el "mundo se va a acabar" no es tan incomprensible; verdaderamente: el mundo de esa persona, su realidad, se está colapsando, de ahí que sean tan comunes las fantasías catastróficas en quienes tienen que vérselas con esta distorsión en el procesamiento de la información. Sistema serotoninérgico en la esquizofrenia En el capítulo sobre la angustia se expuso que la serotonina favorece de forma indirecta la activación GABA en la región límbica (LeDoux,2002), siendo un interesante elemento para frenar indirectamente la excitabilidad a nivel de los procesos más de tipo emocional, pero además, y esto es muy importante, la serotonina actúa como antagonista de la dopamina en las regiones límbicas, y entonces, si tenemos una hiperactivación de la dopamina en esta área, al favorecer la actividad serotoninérgica se regulará a la baja la actividad dopaminérgica en esta región. Otra observación que nos permite visualizar la participación de este neuromodulador en la recuperación funcional en este tipo de problemas lo constituye el efecto de los medicamentos utilizados para su tratamiento. Los neurolépticos (medicamentos antipsicóticos clásicos), que actúan bloqueando dopamina, tienen importantes resultados a nivel del control de los síntomas positivos (alucinaciones, delirios, etc.), pero empeoran los síntomas negativos (falta de motivación, déficit de atención, anhedonia, etc.). Estos síntomas negativos tienden a empeorarse con el uso de los antipsicóticos clásicos y mejoran de manera importante con los neurolépticos de nueva generación, e inciden no sólo bloqueando la actividad dopaminérgica, sino además favoreciendo la disponibilidad de serotonina, lo cual demuestra que este neuromodulador tiene una importante función en estos circuitos. Habíamos ya señalado que es importante considerar que este problema tan complejo implica desregulaciones en distintas áreas y circuitos, de tal manera que mientras encontramos una hiperactivación dopaminérgica en los circuitos límbicos, la actividad frontal de circuitos

dopaminérgicos, que se relacionan con la atención y activación frontal, en general se encuentran bastante disminuidos. Las disfunciones prefrontales dorso laterales producen los síntomas negativos, en tanto que áreas hiperactivas en las estructuras del sistema límbico producen los síntomas positivos. Los individuos varían en la cantidad de disfunciones prefrontales y límbicas (Cummings y Mega, 2003). Se requiere así un trabajo en ambos niveles, de ahí que sea importante también incluir el tratamiento con BDNF, que regula la dopamina a nivel del sistema límbico, no obstruyendo su funcionamiento a nivel de las regiones frontales. Por otra parte, el BDNF tiene características muy particulares, porque favorece tanto la activación indirecta de GABA, como el desarrollo de neuronas dopaminérgicas y serotoninérgicas. Como veíamos en el capítulo 3, a través del BDNF se posibilitan la recuperación de las neuronas serotoninérgicas, su desarrollo, crecimiento y sinaptogénesis; de modo indirecto la inhibición GABA en la amígdala, y a la vez se estimula también la maduración dopaminérgica para un funcionamiento más equilibrado. De esta manera se convierte en una herramienta excelente para este tratamiento aunada a los factores antes señalados. Recordemos que el uso del BDNF, al ayudar en la inhibición de la amígdala, favorecerá también que la corteza frontal pueda activarse, ya que la activación de la amígdala es inversamente proporcional a la activación de la corteza frontal. Con la utilización de HGF y BDNF como factores tróficos, unidos al tratamiento con G-CSF, tenemos grandes posibilidades de mejorar el funcionamiento de las áreas dañadas. Como hemos visto, existen avances estadísticamente significativos en quienes han recibido este tratamiento. Hasta dónde podemos llegar y que tanta recuperación alcancemos... y si esta recuperación es definitiva en este tipo de problemas, es una cuestión que sólo el tiempo podrá corroborar. Por lo pronto y a nivel inmediato, la calidad de vida de las personas que enfrentan el problema de la esquizofrenia puede mejorar sustancialmente a través del uso de estas nuevas herramientas.

CAPITULO 8: EL PODER CURATIVO DE LA CONVERSACION

El reconocer que lo humano se realiza en el conversar como entrecruzamiento de lenguajear y el emocionar que surge con el lenguaje, nos entrega la posibilidad de reintegrarnos en estas dos dimensiones con una comprensión más total de los procesos que nos constituyen en nuestro ser cotidiano, así como la posibilidad de respetar en su legitimidad a estos dos aspectos de nuestro ser. (Humberto, Maturana, 2004, p.108) Muchos de los conceptos psicoterapéuticos han sufrido una verdadera revolución debido a todos los descubrimientos generados alrededor del funcionamiento cerebral. Esto ha ocasionado que estén emergiendo, según Panksepp (2009), nuevas fronteras interdisciplinarias en donde se apoyan las nuevas propuestas basadas en interesantes y contundentes investigaciones. Estas aproximaciones interdisciplinarias, según el autor son: 1. La neurociencia social del desarrollo. (Schores, 2003, Siegel,1999, Stern, 2004). 2. Un naciente neuropsicoanálisis (Solms y Turnbull, 2003). 3. Una neurociencia de los afectos animales y humanos (Panksepp, 2009). 4. Una nueva Perspectiva de los sistemas de regulación del sistema nervioso autónomo. Entre los cuestionamientos más interesantes que surgen de estas aproximaciones está el relacionado con la psicoterapia como una actividad que no implique el involucramiento afectivo. Nada más lejano de lo que puede ser una psicoterapia, y aunque deba observar una aproximación profesional, no por ello debe implicar una desconexión emocional, la salvedad es que debe trabajarse sobre las necesidades del consultante, no de las del terapeuta. Así, el modo de abordar el proceso psicoterapéutico no puede quedarse sólo en el plano interpretativo (por muy útil que sea el mismo) sino que debe constituir una experiencia relacional compleja para realmente permitir un campo propicio para la construcción de un cambio, para que pueda darse una transformación. Las nuevas investigaciones alrededor del vínculo establecen cómo en un encuentro existen una serie de intercambios emocionales en donde las pautas de interacción personal influyen e inciden en los patrones de activación neural, como veníamos viendo. Desde esta perspectiva las emociones tienen un poder curativo debido a que son reguladores activos de la vitalidad en movimiento (Trevarthe, 2009) y es precisamente a través del contacto que éstas se generan. Somos creadores de sentido y cocreadores de sentido en el contacto con

los otros y las emociones son nuestras primeras herramientas para la creación de sentido. La construcción de sentido es así biopsicológica (Tronick, 2009). Se trata de sistemas de muchos niveles operando conjuntamente, y es que crear sentido no es una sola cosa ni es un solo sentido, sino algo que continuamente emerge. Algunos sentido son accesibles a la conciencia, otros no y otros son incognoscibles, pero aun así existen. Entonces en una buena conversación están en juego no sólo palabras, sino esta co-creación de sentidos, este intercambio de patrones interacciónales que despiertan y generan estados emocionales, este “danzar juntos”. Todos los estados emocionales requieren situaciones específicas fisiológicas para expresarse y como nos decía Ogden (2009), lo que tenemos que cambiar en muchas situaciones no es el contenido verbal de las experiencias, sino la “memoria procedural”, es decir, la manera en que hacemos o reaccionamos ante determinadas cosas que muchas veces se encuentran registradas sólo en el cuerpo. Es, por ejemplo, ese estar “echando hacia adelante” cuando estamos hiperalertas y tensionados. A través de la conciencia total de nuestras respuestas corporales podemos acceder a muchas de estas reacciones automáticas y empezar a modificarlas. Otro de los importantes aportes en este campo de lo emocionalfisiológico lo constituye la propuesta de Porges (2009) quien nos decía, basándose en un esquema de Ogden, sobre la importancia de mantener nuestro alertamiento (activación) dentro de un nivel óptimo: ni híper ni hipoactivo. Si nos hiperactivamos se favorece la respuesta del sistema nervioso simpátivo (hiperactivación) con la consiguiente respuesta amigdalar y la correspondiente activación adrenérgica que observamos en los procesos de angustia. Estas respuestas propician estados de fragmentación psicológica. Si esta activación es excesiva puede llevar hasta una reacción vagal primitiva (hipoactivación como una respuesta de caída de la activación”, después del estado de hiperactivación) como veíamos en el capítulo que habla de los procesos de angustia. Esta respuesta vagal primitiva tiene que ver con la inmovilización que presentan algunos animales ante una amenaza grave, a tal grado que pueden aparentar estar muertos para evitar el ataque del depredador. Esta hipoactivación, nada deseables en nuestro procesamiento de la experiencia e incluso peligrosa, en grados menores puede llevar estados disociativos de inmovilidad o de falta de energía (fig. 8.1).

Hiperactivación nervioso simpático Hiperactivación:

del

sistema

Respuestas de pelea o huida

Pánico o rabia disociada

Ventana de Función parasimpático vagal ventral Activación Óptima Psicoterapia social

Activación del sistema Respuestas

de

vinculación

Hipoactivación. Sistema nervioso parasimpático vagal dorsal lHipoactivación: Inmovilización. Congelamiento Colapso disociativo. Figura 8.1 Cuadro basado en Porges (2009). La función de la psicoterapia sería precisamente ampliar esta ventana de tolerancia, para que cada vez más el individuo pueda tramitar situaciones de estrés sin que su sistema nervioso autónomo se desregule. Porges (2009) plantea que al reexperienciar la situación traumática junto con el soporte empático del terapeuta, la interacción dinámica ayudará a la contención de los estados desregulados del paciente , ya sea por híper o hipoactivación. A través de investigaciones apoyadas en técnicas de imageonología y de mediciones en la activación del sistema nervioso autónomo se han observado cómo los individuos, en una relación empática co-regula los estados autonómicos del otro. La idea es que esta coregulación vaya aumentando progresivamente las ventanas de tolerancia del individuo para que ante situaciones de estrés no se rebase tan fácilmente el nivel óptimo hacia la híper o la hipoactivación y pueda mantenerse dentro de la ventana de activación óptima. Podrían preguntarse por qué se incluye como ejemplo psicoterapéutico una conversación en el presente capítulo ante la gran diversidad de enfoques y planteamientos que han surgido de este cumulo de nuevos descubrimientos acerca del desarrollo neuronal. Podríamos contestar que si tuviésemos que elegir un espacio que integra un cúmulo de múltiples sistemas interactuando juntos y de alto nivel de integración funcional, esto lo constituye una conversación empática y profunda. Esto, sin embargo, no quiere decir que existen muchos contenidos emocionales que requiere una tramitación más corporal. Remitimos al lector a estos brillantes exponentes del trabajo terapéutico basado en la experiencia, como la ABT (Affective Balance Therapies, Terapia de balance afectivo) de Panksepp o las terapias AEDP (Acelerated Experiencial Dynamic Pshichoterapie, Terapia experiencial dinámica

acelrada) de Fosha, Siegel y Solomo son al mismo tiempo expositores y editores, que reúnen un grupo de interesantes trabajos relacionados con el tema. Estos autores plantean que la emoción se trabaja preferentemente desde la emoción y lo corporal desde lo corporal, y también señalan que estos sistemas se influyen entre sí. Considero que una buena conversación es un buen ejemplo de estos sistemas interactuantes en donde puede haber una respuesta tan corporal como el llanto y emocional como ese “entonamiento” que uno siente en ese “casi” adivinar lo que el otro está por decir, en esta comunicación que implica la interconexión, incluso de estados inconscientes y que lleva a la co-regulación de los estados emocionales, como si se tratara de una pieza musical, en donde son evidentes los ritmos, el tono y volumen en la voz, la actitud corporal o los gestos. Es una lástima que no pueda presentarse un material video grabado de la conversación que les compartiremos, dado que es un claro ejemplo de integración funcional, en donde existen palabras que parecieran “acunar” a la entrevistada, llenas de calidez, respeto y comprensión. En el presente capítulo tenemos el honor de contar con la participación de uno de los principales pensadores de nuestro tiempo: David Epston, quien realiza una entrevista a una colega (la cual transcribimos más adelantes). Ambos nos autorizaron su publicación con el fin de ilustrar la “revolución” cognitiva y emocional que surge a través de una conversación, en donde se desconstruye una historia para generar historias alternativas. Estamos seguros de que disfrutarán el relato de esta entrevista que además aporta un riquísimo material para la comprensión de este proceso. A diferencia de los otros capítulos que siempre inician con una historia, en éste la historia se convierte en una parte central y se relata un poco más adelante bajo el título: “Recuperando el honor de nuestros antepasados.” LA PSICOTERAPIA: UNA EXCELENTE VI PARA FAVORECER LA PLASTICIDAD Y EL DESARROLLO ¿Por qué hay tantos especialistas y trabajadores que se dedican a la psicoterapia? ¿Por qué a gente mejora? ¿Qué sucede a nivel neurofuncional cuando se lleva un buen proceso psicoterapéutico? Y finalmente, directamente relacionado con el tema de estudio del libro: ¿qué incidencia puede tener la conversación terapéutica en la organización cerebral y en el desarrollo de conexiones sinápticas? ¿Cómo puede establecerse una relación entre el complejo proceso psicoterapéutico y las conexiones neurológicas? Siegel (1999) hace una interesante observación. En realidad las sinapsis constituyen en última instancia un intercambio de información. Los procesos sociales y las interacciones humanas son también procesos de intercambio de información.

La psicoterapia, una buena psicoterapia, constituye un campo enriquecido que permite experiencias constructivas para que el cerebro se desarrolle. En última instancia la psicoterapia sería una forma de aprendizaje que implica la participación integrada de muchas funciones o, más bien, la participación integradora de dos o más cerebros trabajando juntos. La psicoterapia impacta al ambiente neurobiológico de la persona de tal manera que estimula la plasticidad neuronal. A través de esta experiencia se generan nuevas conexiones, se integra información, se experimentan sensaciones. A pesar de que las distintas escuelas psicoterapéuticas destacan diverso aspectos, Cozolino (2002) considera que la más poderosa arma de curación de la psicoterapia constituye la relación terapéutica, por todo lo que está implícito en una relación. Hemos hablado de la significativa activación que sucede en nuestra mente cuando entramos en contacto con otro ser humano y de las complejas funciones que se desarrollan a través de esta experiencia de cercanía. A través de lo que hemos venido revisando a lo largo de este libro, podemos entender que son muchas las áreas estimuladas en la interrelación. Cozolino (2002) señala que la psicoterapia constituye una experiencia que estimula la plasticidad cerebral debido a que implica:      

El establecimiento de una relación emocional segura y confiable. La ganancia de nueva información y experiencias en el campo de la cognición, la emoción, las sensaciones y el comportamiento. La activación simultánea de redes neuronales que no están bien integradas. Niveles moderados de estrés y de alerta emocional alternando con periodos de calma y seguridad. Desarrollo de métodos para el procesamiento y organización de las nuevas experiencias mientras continúa el crecimiento y desarrollo en las situaciones fuera de la terapia. La integración del conocimiento conceptual tanto al conocimiento emocional como a la experiencia corporal debido a las narrativas que son coconstruidas con el terapeuta.

Al igual que en el proceso de desarrollo normal, dentro del proceso psicoterapéutico la exposición repetida, pero medida, a situaciones de estrés moderado dentro del contexto de una psicoterapia, que implica un soporte interpersonal, resulta en una creciente capacidad para tolerar exigencias ambientales. Esta experiencia no sólo va favoreciendo

el desarrollo de funciones, sino la integración de circuitos en la organización jerárquica y gradual de la que hablábamos en el capítulo 3. Digamos entonces que la psicoterapia favorece un proceso de creciente capacidad adaptativa, desarrollo y creatividad. Estos logros se reflejan en la construcción e integración de los circuitos corticales y su reciente habilidad para inhibir y regular la actividad subcortical. Freud (1917), cuando hablaba de la situación traumática, planteaba la existencia de una sobrecarga del sistema ante una experiencia no procesable que producía una falta de integración en el sistema (puntos de fijación y regresión). Los dos elementos que impedían la elaboración de la experiencia y su cualidad desorganizadora eran: su falta de acceso a la conciencia y el nivel de intensidad de la vivencia, que desbordaba la capacidad del sistema para procesarla. A nivel neurofuncional esto se traduciría como una “memoria de tipo amigdalar” que no es accesible al procesamiento cortical y tiene un nivel de intensidad tal que activa de manera imperiosa y automática, nuestro “sistema de alarma”, produciendo reacciones corporales poco útiles para la adaptación y el crecimiento. De acuerdo con Solomon y Siegel (2003), la experiencia traumática tiene un efecto desintegrador en el funcionamiento cerebral. Para estos autores la terapia facilita la integración neurológica a través de nuevas experiencias emocionales, y la historia del trauma no es linealmente determinada. No es la vivencia de una situación traumática la que determina un comportamiento disfuncional, sino la no resolución de la misma. Cuando no se da esta elaboración la mente se rigidiza y no puede responder a las demandas adaptativas. A través de la elaboración que se favorece, entre otros medios, por la psicoterapia, la persona va haciéndose más dueña de sus sensaciones inconscientes y puede darle nombre a las mismas (véase fig. 8.2.). Al lado de la ansiedad va apareciendo la comprensión de qué es a lo que se teme y por qué. En este contexto la ansiedad se digiere, dentro de un narrativa consciente, opuesta a la sensación inconsciente e inútil; así se fortalece una regulación más flexible y balanceada del afecto, y continúa el procesamiento cortical en situaciones que evocan emociones fuertes, permitiendo que la flexibilidad siga adelante así como los procesos de integración. Este trabajo implica la integración del procesamiento cortical lingüístico con la activación subcortical, al servicio de la integración, de la inhibición, regulación y modificación de las reacciones no adaptativas (Cozolino, 2002).

Figura 8.2 Mujer saliendo del psicoanalista Remedios Varo, 1960. En esta hermosa pintura se expresa lo liberador que puede ser un buen proceso psicoterapéutico. Por otro lado, y a través del avance de la experiencia terapéutica, la experiencia de alivio repetido permite al sujeto ir tolerando cada vez niveles m{as altos de estrés sin desorganizarse. Junto con este alivio se da la experiencia de una mayor capacidad de manejo de situaciones que antes se vivían como desbordantes, esto habla de una creciente capacidad organizativa del cerebro y por lo mismo de la existencia de mayor número y calidad de herramientas para el procesamiento de la información, sin importar su tipo. Siegel (1999) se ha dedicado a estudiar cómo la mente en desarrollo es afectada por la interacción interpersonal y ha llamado a esto neurobiología interpersonal. Entre sus interesantes descubrimientos está el hecho de que, al contrario de lo que se pensaba en décadas pasadas, las situaciones frustrantes constituyen una importante fuente de aprendizaje. Recordemos que la resiliencia, capacidad de recuperación del funcionamiento sano, tiene que ver con esta capacidad de resignificar las experiencias frustrantes y aprovecharlas para el aprendizaje y desarrollo. Esta capacidad de resignificar las experiencias frustrantes y aprovecharlas para el aprendizaje y desarrollo. Esta capacidad está apoya en un patrón de apego seguro, en la convicción que siempre hay “un rescate”, es decir, en la experiencia y “archivo” de

una buena interacción diádica que permite activas nuevamente patrones satisfactorios de interconexión con los otros. Las dificultades moderadas son un estímulo importante para la resolución de problemas y desarrollo de estrategias, así como para la puesta en práctica de funciones y habilidades. La activación de la amígdala cumple funciones muy importantes en el proceso de aprendizaje: no olvidemos que el estrés no es malo si no es excesivo. Estudios recientes han demostrado que la amígdala parece estar involucrada en la consolidación y actualización de la memoria. En un reciente descubrimiento de Karim Nader y Glenn Schafe (2000), se plante que la síntesis de proteínas en la amígdala parece necesaria para que la memoria recientemente activada sea conservada como memoria. Es decir, es importante que nuestro sistema de alerta se active para que seamos capaces en realidad de integrar nueva información. Si recordamos el experimento en ratas que se hizo para evaluar la función del estrés, la conclusión planteaba que aquel grupo que estuvo moderadamente estresado se desarrolló mejor que el que no recibió ningún tipo de reto o situación problemática que debía resolver. El grupo de ratas que estuvieron muy estresadas tampoco consiguieron un desarrollo óptimo, por tanto, un nivel moderado de estrés parece ser lo indicado para favorecer un cambio en el cerebro (Plotrsky y Meany, 1993). En la relación terapéutica es importante que exista, también, como decíamos, cierto grado de activación y de estrés moderado para que realmente se posibilite un cambio. (Habíamos planteado que podría llamarse alertamiento, para evitar la connotación negativa a la que automáticamente nos lleva el término de estrés.) Regresando al tema de la memoria es interesante analizar el efecto que puede tener un trabajo terapéutico a nivel de la actualización de la misma. Si recordamos lo mencionado en capítulos anteriores, el proceso retroactivo que puede reorganizar “lo anterior”. El aprendizaje y la memoria transforman al cerebro: el cerebro que recuerda no es el mismo que el cerebro antes de pasar por la experiencia, esta actualización constante nos reedita de forma permanente. De alguna manera el cerebro nos permite abrir “un túnel del tiempo” y desde el presente resignificar sucesos que se dieron en el pasado. Por ejemplo, a través de la construcción de una relación empática y duradera en un proceso terapéutico, la persona puede incluso desarrollar empatía hacia el propio padre y “llegar a entender” que las dificultades propias de la madre o el padre le impidieron ser lo bastante afectuosos, y entonces esta lejanía deja de vivirse como un rechazo para ser vista como una limitación que genera comprensión, desalojando la sensación anterior de no haber sido querido o “aceptado” y permitiendo la construcción de otra narrativa a partir de la cual el sujeto define y reconoce. El nuevo cerebro es capaz de mirar las “antiguas” experiencias de una manera distinta, resignificarlas, cuando ha integrado nueva información

que incide de manera retrospectiva. Dentro de este proceso terapéutico hay muchos elementos que inciden en la interacción; ya hablábamos de las neuronas espejo y los complejos fenómenos que se generan cuando dos “cerebros están en contacto”. Ya comentamos la importancia de las relaciones objetales y la trascendencia de la comunicación preverbal, así como del proceso de simbolización a través del contacto (Bion, 1957, 1959), y destacando la importancia de todos estos procesos en este momento, nos centraremos en el análisis de la importancia reorganizativa de la información emocional que puede tener una conversación. Hace algunos años mi hija (habla uno de los autores) me preguntaba: “¿Mamá, para qué tienes que estudiar tanto si lo único que haces en tu trabajo es platicar?” Esta es una muy buena pregunta. Nos da la oportunidad de adentrarnos en el complejo fenómeno de la conversación terapéutica y todo lo que la misma genera. Cuando abordamos el tema de construccionismo social en el capítulo 2 y hablamos acerca del planteamiento epistemológico de Derrida (1966), de alguna manera dejamos vislumbrar la función estructuradora del lenguaje como constructor de la realidad. Ahí también remitimos al lector a textos especializados en el tema. Habiendo hecho esta aclaración en este momento del análisis trataremos de centrarnos en aspectos específicos de la relación del “habla” con pautas neurofuncionales y dejaremos para más adelante, a través de la entrevista realizada por David Epston, como genial expositor de este tema, el planteamiento más profundo que se ejemplifica en la “creación de una nueva realidad” a partir de una conversación en la entrevista que incluimos en este capítulo. Retomemos por el momento entonces ciertas relaciones evidentes entre el acto conversacional y los eventos neurofuncionales que tienen lugar a través de esta experiencia. Decíamos que el cerebro está siempre buscando encontrar sentido, interpretar la realidad. La aparición del lenguaje, sistema simbólico por excelencia, no sólo constituyó un avance evolutivo, sino que su presencia revolucionó la organización neuronal. Con la aparición del lenguaje sucedió algo parecido a lo que ocurrió con las estructuras subcorticales cuando apareció la corteza. El lenguaje subordinó muchas de las funciones por ser una función generadora de sentido. El lenguaje alteró de modo radical la habilidad del cerebro para comparar, contrastar, discriminar, asocia y utilizar esta información para guiar el pensamiento y la solución de problemas. Mike Gazzinaga (1985) considera incluso que el sistema interpretacional del hemisferio izquierdo es lo que confiere a la conciencia humana sus características únicas. La esencia de su teoría es que la alerta consciente de quiénes somos depende de la interpretación lingüística de nuestras experiencias. Según

vamos por la vida etiquetamos, categorizamos, explicamos… justificamos. Ledoux (2002) afirma que en realidad no sabemos lo que estamos sintiendo hasta que podemos ponerlo en palabras. Con el desarrollo del lenguaje Edelman (1992) argumenta que los grupos neuronales responsables del procesamiento lingüístico permitieron el surgimiento de una nueva forma de conciencia. El poder poner nombre a las sensaciones abrió la puerta para nombrar sentimientos, deseos, estados de ánimo. También para LeDoux (1999), la adición del lenguaje al cerebro humano constituyó una revolución en su funcionamiento más que un simple añadido evolutivo. A través del lenguaje la forma de construir la realidad cambió de manera radical. La emoción, que parece ser el proceso por el cual el cerebro evalúa un estímulo, se convirtió en un elemento lleno de matices y contrastes gracias al lenguaje. La posibilidad de expresar en palabras sensaciones como hambre, enojo, angustia, disgusto, que son experiencias subjetivas, permitió convertirlas en vehículos de conversación, pero al mismo tiempo permitió al sujeto convertirse en su propio interlocutor, generando procesos de introspección, que enriqueció enormemente la capacidad de autoconciencia. A nivel psicoterapéutico el lenguaje constituye una herramienta estructuradora del sujeto y estructurante del entorno. Cuando el sujeto se reconoce se otorga un nombre, se describe, se justifica, se explica…, se narra, y cuando sabe lo que siente también lo nombre. El lenguaje le permite organizar y recortar la realidad y le permite explicarse tanto los fenómenos de su entorno como a sí mismo. El lenguaje constituye una función indispensable en el trabajo de nuestro autoconcepto, la manera como nos describimos y en la que relatamos nuestra historia, los sucesos que recordamos de los múltiples que hemos vivido y que escogemos para narrarnos. Por tanto, el lenguaje es una herramienta esencial en el desarrollo tanto neurológico como psicológico. La creación de narrativas entre padre e hijo, terapeuta y paciente, proveen un campo (matriz) que puede soportar la integración de múltiples circuitos neuronales. Y es que el relato de historias lleva a que se presenten de manera conjunta sensaciones, sentimientos, pensamientos y acciones de tal manera que organizan el mundo emocional interno y externo. Las historias, por otro lado, sirven a la integración también a lo largo del tiempo (Siegel, 1999). Las narrativas que emergen de este proceso combinan los eventos con su valor emocional y ayudan a la organización del sentido del yo (el sentido del sí mismo a través de las diferentes actividades que realizamos y a través del tiempo). La narrativa, además, permite situarnos en una historia. A través de estas historias nosotros tenemos la oportunidad de ponderarnos en una visión “desde fuera” y en un número infinito de contextos. Podemos

escapar de nuestros cuerpos y del momento presente a través de la imaginación para crear otras posibles formas de ser y de resolver las situaciones, podemos ensayar distintas maneras, de organizar nuestra existencia en una serie de mundo que pueden crearse y relatarse (Cozolino, 2002). Sabemos, desde el punto de vista psicológico, que cuando hacemos un relato autobiográfico se implican una serie de procesos psicológicos y psicodinámicos como: autoconcepto, capacidad de introspección, mecanismo de defensa, elaboración de recuerdos, etc. Por otro lado, a nivel neuronal, contar una historia requiere un alto nivel de integración funcional. Veamos: hay que mantener la atención, siguiendo el camino, sin “perder de vista” en la memoria de trabajo lo que está buscando relatarse y conectarlo con expresiones, posturas y movimientos. Este proceso integra así comportamiento, afecto, sensaciones y alerta consciente, en un modo que maximiza la integración de una gran variedad de circuitos. El cerebro crea narrativas para crear congruencias e integrar distintos circuitos. El lenguaje constituye un vehículo para procesos de pensamiento como análisis, síntesis, descripción, etc., que pueden ser dirigidos tanto hacia los otros, los objetos, los fenómenos o uno mismo, esta narración se constituye en un vehículo del pensamiento, pero también de construcción emocional. En la reconstrucción de historias el padre del pequeño entra en una forma diádica de resonancia. Cada uno entra en un estado de integración interhemisférica, que es facilitada por la comunicación interpersonal (Siegel, 1999). Esta capacidad, cuando se ejercita, se vuelve cada vez más flexible y más abarcativa a través del paso del tiempo, y va poniendo en evidencia e integra las complejas funciones que se van desarrollando. Cuando los padres comparten su experiencia subjetiva con sus pequeños están uniéndose a ellos en un importante proceso constructivo al comprender cómo funciona la mente (Siegel, 1999). Los investigadores plantean que lo que es creado en las narraciones construidas entre padre e hijos pequeños no sólo es una historia. Dentro de la creación de la historia está la selección de la información que será incluida en la misma, cómo será procesada y entendida, y si será egocéntrica o tendrá múltiples puntos de vista que favorezcan la flexibilidad funcional y la empatía. Entre más compleja y coherente sea una narrativa habrá mayor número de circuitos neuronales implicados y una mayor integración de los mismo también. El acto conversacional, como decíamos al inicio, cuando se da como una verdadera comunión entre los sujetos logra una verdadera comunión entre los sujetos logra una interacción en mucho niveles, que van desde lo corporal y lo emocional, hasta lo lingüístico. Esta conversación crea y recrea estados emocionales. Una conversación empática que toca nuestro self transforma nuestra estructura, algo cambia en nuestra

manera de funcionar. No somos los mismos después de esta experiencia. En una buena conversación tomamos nota del estado emocional del otro y a través de la ínsula establecemos conexión entre el pasaje subcortical hacia las áreas corticales de la conciencia. Podemos así estar alertas a los estados emocionales del otro, conscientes de los mismos, integrar sus sentimientos y resonar con su estado emocional. Las emociones como veíamos, cuando son tramitables, es decir, cuando su intensidad no sobrepasa la capacidad del sujeto para digerirlas, son en sí integradoras, generan una respuesta generalizada en el organismo y las historias convierten en accesibles perspectivas de temas emocionales de nuestra memoria implícita, que de otro modo no serían accesibles a nivel consciente para nosotros. De esta manera las historias incluyen “relatos” acerca de nuestras emociones son una útil herramienta para favorecer el desarrollo emocional. Esta puede ser una de las razones de por qué la escritura de un diario y la comunicación íntima con otra persona, que son procesos narrativos, tienen un poderoso efecto organizativo en la mente, ambas nos permiten modular nuestras emociones y encontrar sentido en el mundo. Si bien las emociones primitivas tienen patrones neurales característicos, que se manifiestan en estados afectivos cohesivo, existen emociones como la vergüenza que disminuyen el nivel de integración alcanzado y que estancan al sujeto en patrones rígidos parecen provenir de experiencias previas de deficiente integración, de ahí que la vergüenza sea un sentimiento tan estorboso en el proceso psicoterapéutico y tan poco útil para favorecer un proceso de crecimiento. Las terapias confrontativas por eso son tan poco efectivas en este proceso integrativos, y por eso la aproximación narrativa resulta tan rescatadora. La integración, como se puede observar en las narrativas coherentes, estructura de forma directa la regulación del yo, le permite encontrar maneras de expresarse de manera simbólica, y narrar, contar algo, es siempre una experiencia de contacto, con el otro o con nosotros mismos. El simple hecho de elaborar un relato requiere la presencia de un interlocutor, aunque sea a nivel imaginario. Asimismo, el tipo de historia que se construya tiene efectos estructuradores sobre nuestra identidad. La manera en que somos mirados nos afecta en lo más profundo del reconocimiento de nosotros mismos (véase fig. 8.3), tiene un peso enorme sobre nuestro autoconcepto y nuestra manera de observarnos. Por ejemplo, cuando se describe a un pequeño como creativo, inteligente y empático, por tratar de ayudar a mamá a lavar los trastes, aunque en el intento se le rompiera alguno, construirá una identidad muy distinta a cuando se subraya el hecho de que es descuidado y torpe por haberlos roto: son dos identidades que parte de un mismo grupo de sucesos, sólo que en cada uno se recortan y privilegian unos sobre otros.

Recordemos que el cerebro está siempre en la búsqueda de sentido e interpreta de forma constante los estímulos que “lo afectan” para construir su realidad. Un lugar en donde este proceso de búsqueda de sentido se presenta en todo su esplendor en el complejo y cambiante mundo de las relaciones afectivas. Con frecuencia estamos interpretando las señales que los otros nos envían o las emociones que sentimos y creando historias acerca de las mismas. La realidad emocional también se construye internamente lo mismo que las percepciones; no son diferentes en cualidad de productos de la mente, sólo que en esta última hay además un peso muy importante en las sensaciones que acompañan a la percepción de los otros y de nosotros mismos.

Figura 8.3. La llamada, Remedios varo, 1961. La mirada de los otros sobre nosotros mismos es un elemento constitutivo de nuestra identidad. Es parte de este proceso interaccional del “lenguajear y emocionar” del que nos habla Marurana (2003). De esta manera el relato de una historia tiene efectos estructurantes sobre la construcción de esta realidad emocional, sobre la construcción de nuestra identidad y la identidad de los otros. Crea “realidades afectivas” a nivel de la estimulación de procesos psicológicos que se inscriben necesariamente en conexiones neuronales. La escuela de terapia narrativa brinda herramientas invaluables para la creación de nuevas maneras de construir la realidad emocional y poder salir de una situación saturada por el problema, para ello desarrolla

técnicas de gran utilidad, como la externalización del problema y la generación de historias alternativas (White y Epston, 1990). A través de estas técnicas se permite que el sujeto se desidentifique del problema y pueda generar alternativas para enfrentarlo. Pero dejemos que uno de estos brillantes pensadores, David Epston, y una cercana compañera de trabajo que fue entrevistada por él, nos conduzcan a través de una conversación que tuvimos la oportunidad de presenciar hace algunos años y que transcribimos con su autorización. La maestría, calidez y profundo manejo del lenguaje de David Epston hacen de esta conversación una experiencia que transforma la manera como se interpreta la realidad, y generan una experiencia de integración que afecta de manera profunda el funcionamiento de las redes neuronales, y tocan también la historia no sólo hacia el futuro, sino hacia el pasado de Daniela, de ahí que la autora haya bautizado a esta conversación con el nombre de: “Recuperando el honor de nuestros antepasados.” A través de la misma es evidente cómo podemos construir mediante el lenguaje realidades más flexibles, más sanas y que abren nuevas posibilidades. Esto genera nuevas conexiones neuronales, emocionales, relacionales y sociales. Leamos esta historia: Recuperando el honor de nuestros antepasados Desde muy pequeña, ocasionalmente, aparecía en mi vida una intrusa, que era como un torbellino que arrasaba temporalmente con todo lo que hallaba a su paso. Así, desde que tengo recuerdos, conviví sólo por espacios de tiempo, con la locura. La sentí atravesar mi piel, meterse por mis poros, invadirme, llenándome de su incomparable vacío, de su ausencia omnipresente, de su dolor indescifrable… Aunque no se apoderaba de mi persona, lo hacía de alguien tan querido, que hubiese dado lo que fuera para poder desterrarla para siempre. No acudía frecuentemente, pero yo presentía su llegada, la veía acercarse cautelosa y decidida, sintiéndome absolutamente impotente ante su presencia. Conocía su olor a colchón enrarecido por el paso de los días sin visitar un cepillo. Reconocía su semblante: de ojeras acentuadas, de facciones estáticas; en una mueca donde uno puede marchitarse, intentando descifrar el sinsentido, en esa expresión que se petrifica, por lo que parecieran siglos. Identificaba su música: ese interminable andar que no se dirige a ningún lado, su incansable danza nocturna…, sin tregua, sin descanso, sin remanso… Desayunaba con ella por las mañanas, y con esa pesada dificultad para tolerar la salida del sol y el reto de enfrentar un nuevo día para desperdiciar.

Comí con esa agitada respiración, que inútilmente trataba de apaciguar el acelerado recorrido de las fantasías y el terror del desconocimiento del propio cuerpo. Bebí su cotidiano esclavizante trabajo: esa afanosa tarea de organizar en el afuera, lo que se rompió en el adentro. Reconocía ese andar pesado y cansado, ese dar vuelta al mismo lado, ese ver sin poder mirar, ese no poder escuchar, en medio del griterío interno, imposible de acallar. Y muchas veces me invadió su angustia inaguantable, su razón inexplicable, su pesadumbre inagotable y entendí porque a veces no se quiere existir más, y entendí por qué la muerte no es el peor lugar. Cuando me di cuenta que era una intrusa recurrente, que contra el deseo y el de mis hermanos, siempre regresaba, decidí tratar de descifrarla y así caminé con ella buscando un espacio donde estar, una morada donde habitar, donde existir, y agradecida, la locura, me regaló “la compasión”: esa hermosa capacidad de poder sentir con el otro, de querer estrecharlo en su fragilidad compartida, en su existencia dolorida. Y desde lo más profundo de los afectos de mi infancia, la estreché entre mis brazos, como una compañera que iba y venía con el calendario, con las estaciones del año, y aunque no puedo decir que la apreciaba, sí aprendí a mirarla diferente, a no sacar conclusiones rápidas, a tolerarla, y a escabullirme cuando su presencia me dolía más de lo que podía procesar sin confundirme. Así crecí: con un talentoso y cercano padre que de vez en cuando, enfermaba. Y yo… lo acompañaba. Era tanto lo que él cotidianamente me brindaba que no podía ni quería alejarme cuando temporalmente lo atrapaba. Buscando soluciones visitamos sabios, consejero del destino humano, porque ya no queríamos que él, que siempre nos confortaba y consolaba, que era dueño de tantas palabras sensatas, de pronto sufriera ese daño, que nos lo arrebataba y nos lo devolvía, después de meses, demacrado y cansado. Buscando entender me rompí los ojos estudiando, y trate de explicarme a la manera de los sabios, pero no hubo mayor cambio… sucedía con las estaciones del año, con las partidas, con los cambios… y yo miraba mis manos, intentando, de acuerdo con las explicaciones que nos había escapado y lo lastimaba tanto: robándose por un tiempo su encanto, su suavidad su pensamiento sensato. Y así, me marcó para siempre una necesidad de ayudarlo, de ayudarme a mí misma, a través de su llanto. Pero esto no era todo lo que él era, aunque lo dijeran los sabios… también, y mucho más cierto eran su risa, su baile, su poesía, su generosidad y sabiduría; ese su hermoso encanto, que tantos, quisimos y que quisimos tanto, y que regresava siempre, como una promesa, como un regalo… con la certeza de que en algún lugar seguía habitando y que esto también era tan cierto que podía

sobrevivir a los embates de esta poderosa enemiga. Renacía siempre… muy cansado, pero cada vez más seguro… más humano. En medio de esta lucha nos dimos la mano, aunque no podía saber entonces lo que hoy me parece tan claro, y que es lo que quiero relatarles. El legado que dejó mi padre parecía perderse. Todos sabíamos que su existencia nos había hecho mucho bien y todos habíamos pasado por la dolorosa experiencia de su enfermedad, y haciendo un honesto balance, su presencia nos había enriquecido: hijos, alumnos y compañeros de trabajo así lo sabíamos, pero era difícil llevar esta certeza sin mutilar su historia. Generalmente presentábamos su cara amable y admirable: sus libros, su generosidad, su destacada labor científica o su profunda visión filosófica y espiritual de la vida, y existía algo así como un acuerdo de guardar en secreto los embates con esta poderosa intrusa y también siempre existía el terror indescifrable de que solo hecho de nombrarla fuera una especie de invocación, el presagio de su pronta llegada o aún más, el miedo sobrecogedor de que se apoderara de alguien más. Ya lo había hecho de mi padre temporalmente y de mi hermana de forma más permanente. Era una enemiga peligrosa y de la que difícilmente se podía hablar, pues cuando la nombrábamos, aun después de la muerte de mi padre, seguía haciendo estragos, pues parecía seguir apropiándose de su riqueza: en cuanto se le nombraban las aportaciones de mi papá eran descalificadas. La locura seguía adueñándose y destruyendo la validez de nuestro tesoros familiares, y nos seguía haciendo sentir diferentes, inadecuados, distintos, anormales… esconderla nos hacía sentir protegidos pero mutilados, tramposos, deshonestos; hablarla nos hacía sentir despojados de lo nuestro, mal entendidos, juzgados; sin poder integrar lo que esta lucha generó en su persona y en nosotros mismos. En los pueblos antiguos el legado de los antepasados es la base de la espiritualidad, la posibilidad de una vida buena para las siguientes generaciones. La confusión que sentía no me permitía ser una digna portadora de la bondadosa existencia de mi padre, en una visión realista, no idealizada, en donde pudiera integrarse su lucha contra la enfermedad así como su valiosa visión del mundo. Ese legado pudo hacerse mío hasta después de una hermosa conversación con mi padre a través de David Epston. Me sentía profundamente orgullosa de mi padre: un médico reconocido, que hablaba siete idiomas, bailaba como digno representante del Caribe, era afectuoso e inteligente, pero al mismo tiempo señalada por la presencia de su enfermedad… Si era cierto, como decían los especialistas consultados hasta entonces, que todas estas habilidades eran sólo mecanismos, y que mi padre sólo se defendía de su enfermedad, entonces se defendía como un valiente. Yo no quería negar su problema pero: ¿por qué había que descalificar sus intentos y explicar toda su riqueza sólo como reactiva propia de su estructura psicopatológica? ¿Por qué me arrebataban parte de mí

misma, al destruir lo que había sido la base sobre la que se construían mis afectos, mi confianza, mi capacidad de estar cerca? Todo esto que había aprendido de él, le era expropiado. En los pueblos antiguos el legado de los antepasados es la base de la espiritualidad, la posibilidad de una vida buena para las siguientes generaciones. La confusión que sentía no me permitía ser una digna portadora de la bondadosa existencia de mi padre, en una visión realista, no idealizada, en donde pudiera integrarse se lucha contra la enfermedad así como su valiosa misión del mundo. Ese legado pudo hacerse mío hasta después de una hermosa conversación con mi padre a través de David Epston. Me sentía profundamente orgullosa de mi padre: un médico reconocido, que hablaba siete idiomas, baila como digno representante del Caribe, era afectuoso e inteligente, pero al mismo tiempo señalada por la presencia de su enfermedad… Si era cierto, como decían los especialistas consultados hasta entonces, que todas estas habilidades eran sólo mecanismos, y que mi padre sólo se defendía de su enfermedad, entonces se defendía como un valiente. Yo no quería negar su problema pero: ¿por qué había que descalificar sus intentos y explicar toda su riqueza sólo como reactiva propia de su estructura psicopatológica? ¿por qué me arrebataban parte de mí misma, al destruir lo que había sido la base sobre la que se construían mis afectos, mi confianza, mi capacidad de estar cerca? Todo esto que había aprendido de él, le era expropiado. Lo que la locura no había podido hacer en vida, lo hacía ahora con su memoria con estas interpretaciones, porque ella no lo despojaba, sino temporalmente de estos atributos, lo que sí hacían estos especialistas que explicaban todo en función de su enfermedad. La locura se convertía así en la gran soberana del relato y al intentar vencerla el ejército al que habíamos acudido para destronarla se convirtió en su más fiel aliado. Entonces este legado quedó oculto, y mutilado. Roto y desvirtuado. Yo sabía que la presencia de mi padre había sido un afortunado hecho en mi vida y había aprendido a mantener para mí y algunas personas muy cercanas esta certeza, y así había resuelto esta lucha desigual. Me sentía satisfecha con el trabajo generado cuando de pronto, en un taller de narrativa que daba David Epston, se nos ofreció la oportunidad de trabajar sobre alguna cuestión que sintiéramos habíamos resuelto de alguna forma. Siéndoles sincera esta lucha entre el orgullo y la vergüenza nuevamente hizo aparición, pero la cariñosa y la respetuosa manera en que David había conducido a la otra compañera en una entrevista anterior me habían conmovido profundamente. Además me intrigaba que nuevo aprendizaje podría surgir. Había aprendido a trazar mi propio rumbo y me sentía cómoda con mis respuestas, por lo menos, en un ámbito suficientemente protegido; abrir toda esta información me inquietaba, pero la cálida y brillante manera en que David ayudó a reconstruir la historia de mi compañera me jalaba como un imán.

Fue entonces cuando empezó esta hermosa conversación que me llevo en un viaje mágico a través del tiempo y en donde pude sentarme en las rodillas de mi padre. El inicio de la conversación en sí mismo ya marcó un cambio detonante. -“¿Qué le hacían las crisis psicóticas a tu papá?” Por primera vez alguien podía verlo con claridad. Mi papá no era las crisis. Ellas eran el problema, pero ellas no eran mi padre. Mi padre era otras cosas, y sufríamos juntos la crisis. Esta sola pregunta hizo un cambio abismal. Sentí como si me transportaran de pronto a otra dimensión de análisis. Alguien, desde fuera, me ayudaba a ponerle nombre a un evento en donde yo me encontraba metida, tan confundida quizá como papá, porque de pronto la personas de mi infancia con quién más identificada me sentía, se volvía alguien irreconocible. ¿Había hecho algo yo para provocarlo? ¿Él lo había ocasionado porque no me quería? ¿Entonces en realidad mi padre no era el hombre cariñoso y bueno que yo imaginaba? ¿El amor y calidez que mostraba cotidianamente era una farsa? Aceptar esto no sólo me llevaba a aceptar la dolorida existencia de la enfermedad, sino que me arrebataba de tajo todo lo bueno que había tenido de él. Otra explicación había sido la existencia de un personaje que las provocara: quizá yo misma o mi madre o mis hermanos, o alguien del trabajo. Entonces se sacrificaba el honor de los otros para rescatar a mi padre. Tampoco me satisfacía. Ninguna de estas respuestas era reconfortante, y de pronto todas estas posibilidades se resolvían de una manera tan sencilla en una sola pregunta. Tantos años de estudio de psicología y neurología, que me habían permitido fundamentar la característica funcional de estas crisis, se resumían en ocho palabras sensatas. No había ejecuciones, no había justificaciones, no había acusaciones ni acaloradas defensas… no eran necesarias. Desde este inicio la dignidad de mi papá, de mi familia y la mía misma estaba salvada, no había que hacer una elección entre ellas. Ahora sí no me importaba hablar sobre las innumerables carencias y limitaciones que sufríamos debido a la enfermedad, porque me habían situado en un lugar tan digno como el de cualquier otra persona que no tuviera un papá con crisis, porque él no era las crisis. Podía ser igual que cualquiera de mis amigas: a sus papás también les daba dolor de cabeza, gripa o úlcera… en una pregunta me devolvía el derecho a ser una persona común y corriente. En una pregunta me otorgaba el mismo derecho que los otros a mis emociones y fantasías, le daba el mismo valor a mis palabras que alas de cualquier otro, mis palabras no eran más las de una hija desesperadamente buscando al padre que nunca tuvo. Mis palabras tenían validez en un nuevo universo de significados. Es como si me devolvieran la voz. Capaz de narrar los sucesos, me hacía sujeto del discurso, me permitía narrar mi historia y no ser narrada por los otros.

Esa pregunta me hacía ciudadana del mundo de la gente normal, donde siempre había pensado que me había colado, por mis habilidades para el engaño. Sentía que había usurpado un lugar que no me correspondía y con esa pregunta David me daba la bienvenida. Todo esto sucedía con una simple pregunta, era toda una revolución interna. -“¿Qué le hacían las crisis a tu padre?” Me volvió a preguntar David, me parece que dándose cuenta del enorme torbellino que se estaba generando en mi cabeza, y dándome tiempo para poder responder. Conteste claramente: Lo hacían distante y enojado, triste y desconfiado. No tenía miedo de decírselo, por primera vez podía quejarme de las crisis con confianza y hablar de todo el dolor que significaban pues ellas no eran mi padre y podía desahogarme. Lo hacían perder todas las cosas que nos permitían acercarnos… no era agresivo, pero la expresión de su cara se endurecía. Sus facciones generalmente amables se volvían duras, su sonrisa que siempre salía al encuentro… se perdía. Su alegría y su música dejaban de sonar. Lo hacían molestarse por cualquier cosa, sin la tolerancia cotidiana que él nos inculcaba. Lo hacían resentido y burlón. Yo sentía miedo cuando él entraba en crisis. No quería tomar su medicamento y esto alargaba el proceso de recuperación unos tres meses; yo trataba de convencerlo, me enojaba, me angustiaba. Todo era tan difícil. Tenía miedo de que hiciera algo incoherente, como atravesar una calle sin mira, prender un cerillo en la gasolinera. Cuando salía de viaje casi siempre enfermaba. Siento que cuando perdía el contacto con su mundo cotidiano las crisis lo hacían desorganizarse mucho. Cuando entraba en crisis se volvía tremendamente vulnerable y apagado. No podía cumplir con tareas tan cotidianas como su autocuidado. No me gustaba que mis compañeras y amigas lo vieran en ese estado, me daba vergüenza y después me sentía tan mal por haberme avergonzado de él. Pues lo amaba profundamente. Su expresión cambiaba tanto que esa mirada apacible y generosa parecía la de un pequeño en medio de un campo de batalla, buscando un refugio y percibiendo el entorno como tremendamente hostil y peligroso. Su rostro, tan atractivo usualmente, se volvía lejano… dejaba de comer y parecía consumirse. Eran tantas las imágenes guardadas que parecían salir a borbotones. El hecho de que David no buscara un culpable me permitía por primera vez hablar de lo que pasaba en sus crisis sin necesidad de defenderlo. Por primera vez no me sentía dividida entre hablar de mi dolo y temer hacerlo por estar atacando su memoria. La pregunta de David me permitía ser una persona simplemente hablando de su dolor y no tener que ocuparme al mismo tiempo de cuidar la dignidad de mi padre. Podía atender mis propias heridas, mi padre estaba a salvo, pues él no estaba siendo atacado, entonces yo podía, sin miedo, aunque si con dolor, hablar de su manera tan distinta de estar en esos momentos. De cómo

sentía perder el contacto con su amoroso cuidado y de cómo las crisis me generaban miedo y vergüenza. Podía hablar de mi propio dolor sin temor de dañarlo con mi queja. Éramos los dos juntos contra las crisis, éramos un equipo, como siempre, pero me hacía mucho bien poder decir todo esto y por primera vez en mi vida dejar expresarse este profundo dolor. Esta conversación generaba una nueva manera de percibir esta misma realidad y nos liberaba a todos, podía respirar profundo y hondo, podía llorar con todas mis lágrimas, podía ser débil y frágil, podía necesitar cuidado y pedirlo, podía decir lo mucho que estas crisis me lastimaban a mí también y me dañaban, de cómo habían aumentado mi miedo e inseguridad. Al no necesitar proteger la memoria de mi padre, podía atender mis propias limitaciones y carencias. -“¿Había alguna manera en que tu papá podía ayudarse a salir de estas crisis?” Otro detonante. Mi papá dejaba de ser un discapacitado para convertirse en alguien capaz. Esta sola pregunta ya situaba a mi papá en otro lugar de respeto y honorabilidad. Los recursos con lo que contaba, que eran muchos, dejaban de ser descalificados y encasillados como meros actos defensivos para convertirse en herramientas válidas. Este cambio interno se generó inmediatamente, aun antes de poder articular la respuesta. Era la primera vez que un “sabio del comportamiento humano” se dirigía a mi padre con respeto y calidez. Me sentía profundamente agradecida. El espíritu de mi padre parecía rondarnos en el sentido de los pueblos primitivos y estar satisfecho con saber que su recuerdo era tratado con respeto. Entonces vino una respuesta fácil y rápida: Todas las mañanas, él se despertaba muy temprano, a las 5 y media de la mañana y se dedicaba a leer libros con lo que decía podía cultivar a su espíritu. Entre ellos los libros de Gandhi ocupaban un lugar central, pero también estaban los de Martín Buber y Theilard de Chardin. Hablaba de que los hombres teníamos que trabajar en nuestro espíritu como lo hacemos para fortalecer los músculos y que estas horas de lectura y meditación lo llevaban a una paz interior. Decía que el amor a los demás tenía que expresarse en actos concretos y que los momentos de reflexión le permitían ver en qué momentos del día había dado demasiada importancia a cosas que no debían tenerla. Cuando me levantaba para ir a la escuela, en la tenue luz del amanecer dentro de su estudio, lo recuerdo con sus ojos cerrados y un libro en las piernas. Cuando oía mis pasos sólo levantaba sus ojos, sonreía y volvía a lo suyo, yo sabía que no debía interrumpirlo, pero esa mirada era un saludo. Nos llevaba a la escuela y él se iba a su trabajo. Cuando crecí un poco más lo acompañaba a todas las vacaciones al hospital, donde trabajaba. Era un médico muy reconocido y querido por sus pacientes. Era gastroenterólogo, pero había leído mucho de

psicoanálisis. Decía que en el estómago se sentían muchas emociones y que muchos de sus pacientes necesitaban más que una medicina para curarse. El trabajo era otra cosa de sus herramientas para salir de sus crisis. Cuando estaba en crisis y empezaba a trabajar se recuperaba rápidamente. Creo que el curar a otros lo ayudaba a curarse a él mismo, quizá de ahí surgió mi vocación por las neurociencias y el cerebro, y la sincera convicción de que la curación es un proceso que necesitamos estar acompañados, pero que la ejercemos cada uno con nuestro propio ser. -“Entonces tu papá era un pensador. Era un hombre espiritual para quienes los valores eran importantes.” Nuevamente otro bombazo. Mi padre un hombre espiritual. Su enfermedad no lo descalificaba para ser un hombre bondadoso. Las interpretaciones psicopatologizantes habían colocado en su mente intenciones oscuras, inconscientes y embarazosas de las que yo o bien me defendía inútilmente o bien me sentía profundamente avergonzada, incluso aterrada. Lo hacían ser una persona irreconocible para los que vivíamos junto a él. Pero que encajaba con la teoría que el especialista defendía. No había manera de cuestionar estas aseveraciones, eran en saber dado de antemano. De pronto, en una sola pregunta se validaba lo que yo no había podido sustentar con 2000 argumentos. Así, sin darme cuenta, había ingresado a otra realidad. Otro recorte de sucesos. La validez de su capacidad espiritual estaba dada como premisa de esta nueva realidad. Mi padre –contesté-, era un hombre para quien la bondad era un valor muy importante. No tengo que decirles que para este momento de la conversación difícilmente podía decir una frase completa sin ser interrumpida por cascadas de agua que brotaban de mis ojos. –“¿Qué valores encuentras en ti que hayan partido de esta espiritualidad inculcada por tu padre?” Y ahora David también me resignificaba a mí. Creo que todos mis hermanos y yo misma tenemos una orientación humanista y creemos profundamente en valores como la generosidad, la compasión, el amor, la tolerancia, el respeto, la libertad… Quisiera hablarles acerca de un recuerdo que ahora viene muy claro a mi mente. Desgraciadamente en mi país aún hay situaciones de injusticia social inaceptables y que tendrían que ser modificadas de raíz, y de esto mi padre tenía especial conciencia. Un día estábamos comiendo en casa de mi abuela y se acercó un hombre en un muy mal estado. Su ropa no había sido lavada en mucho tiempo y se veía mal nutrido. En ese momento mi padre salió con su plato de comida a la calle y se lo dio. Inmediatamente mi abuela iba a servirle nuevamente de comer a este hombre y él le contesto: “ No lolita (aunque era su suegra se querían entrañablemente), yo le he querido compartir a este hombre tu deliciosa comida, que nos hace con tanto cariño, y él me ha

venido a compartir su hambre para que pueda entender cómo se siente él. “Recuerdo que en ese momento no entendí por qué mi papá no se servía más si había suficiente. Después él me explicó que era importante no olvidarnos que nuestra manera de vivir no era la que todos tenían y que a veces convenía recordarlo con vivencias concretas para que estuviéramos conscientes de que habría que hacer algo para cambiar esas injusticias del mundo. -“¿Recuerdas qué medios utilizaba tu padre para trasmitirles estos valores?” Era una conversación cómoda. David había captado la esencia de mi padre y yo podía expresarme con naturalidad y confianza. Él nos leía mucho –contesté-. Nos leía libros sobre todo de Gandhi, a quien él admiraba muchísimo. Nos leía sobre distintas religiones y nos decía que Dios tenía mil nombres porque escogía diferentes maneras para presentarse a cada quien, la mejor era la que le sentaba a cada uno, la que correspondía a su “lengua materna”. Por eso siempre traía a la mesa lecturas de distintas religiones y nos inculcaba un profundo respeto por las distintas expresiones espirituales. -“¿En qué momento del día te leía tu papá? ¿Antes de ir a la cama? O, ¿te colocaba en sus rodillas para leerte? ¿te abrazaba mientras lo hacía?” En ese momento vino a mi mente una imagen tan vívida de mi papá que parecía estarlo viendo en su lugar de lectura, en su estudio. -La mirada de mi papá era muy afectuosa y su sonrisa era cálida. Sus cariños eran una palmada en el cachete o pasarnos el brazo por arriba del hombro mientras caminábamos. Cuando nos leía generalmente era en momentos de reunión familiar y cuando alguien necesitaba algún apoyo de él. Te llamaba a su estudio y ahí te preguntaba algunas cosas. No te daba consejos directos, no puedo decir que fuera un hombre práctico, te ayudaba a pensar, te cuestionaba cariñosamente haciéndote ver algunas cosas que él consideraba importantes y finalmente te decía: “Lo que tú decidas está bien para mí”. Te abrazaba con afecto y aceptación. Creo que la humildad que le regaló su enfermedad lo hizo profundamente tolerante con las personas y comprensivo. Aunque también en ocasiones le faltaba fortaleza para enfrentar dificultades cotidianas cuando implicaban alguna confrontación y una visión más realista de la vida. Era un tanto romántico e idealista. Algunas veces necesite un consejo más práctico que la “no violencia” cuando alguien se llevaba mi almuerzo en la escuela. Pero eso era lo que él podía brindarme y era tremendamente valioso para mí. -“¿Recuerdas que color de libro que usualmente tu papá te leía?” Entonces sentí que entraba en el túnel del tiempo. Ahí estaba él, leyendo. ¡Claro!, el libro era de pasta anaranjada dura. No tengo la menor duda. La pasta estaba desgastada de tanto uso. Las paginas subrayadas y llenas de anotaciones, que ahora guardo como un tesoro pues siguen siendo diálogos con él.

Él estaba ahí conmigo, dentro de mi corazón y en mi cabeza. Su presencia era tan fuerte y tan clara que su afecto no podía ser descalificado. Este recuerdo vívido me hacía constatar lo que sabía profundamente pero que nunca había podido expresar, por no haber encontrado un interlocutor con quien compartir esta realidad. El afecto de mi papá no era una mera defensa, era tan real como lo eran en ese momento todas las personas que estaban presentes escuchando la historia, creando esta nueva realidad. El diálogo con David le daba un lugar. Esta verdad era validada y consensuada, lo que antes nunca había sucedido. Encontraba una existencia en el mundo social y no sólo en el individual de mi familia, como una afirmación posible. Y además era un encuentro cercano con mi padre en donde su afecto podría ser recibido sin recelo, porque podía habla con él del daño de sus crisis me habían hecho, sin atacarlo, sin lastimarlo. Su afecto era liberado de las interpretaciones descalificadoras y puesto al alcance, sin constituir ningún riesgo ni implicar la renuncia a su dignidad o a mis necesidades afectivas. Entonces, como si David pareciera captar la necesidad que tenía de hablar con mi padre, me solicitó permiso para tomar su voz y hablar por él durante un momento. -“¿Hay algo qué quisieras preguntarle a tu padre? ¿Algo que quisieras aprovechar de esta sabiduría que él te brindaba? ¿Podría yo tomar su voz por un momento?” Para poderlo hacer más vivencial David me preguntó cómo me llamaba mi papá usualmente, que expresiones utilizaba, cómo era su estilo de conversación y algunos datos acerca de mi familia actual, como nombres, edades, ocupaciones y características de cada uno. Y así inició un encuentro con papá. -“Estoy muy orgulloso de lo que has hecho”, me dijo. “De la manera en que has formado a tu familia y de tu trabajo. Siento que todo esto encierra mucho de lo que trabajamos juntos”. - Papá, me gusta mucho mi vida, mis hijos, mi esposo, pero te extraño… a veces me siento tremendamente agobiada, como teniendo que hacer un trabajo muy grande. Cada vez estoy más metida en el mundo de la neurología y hoy existen opciones de tratamientos maravillosos que regeneran el funcionamiento del cerebro. Paty, (la hermana menor) ha mejorado muchísimo, me encantaría que la vieras… cada vez interactúa más con nosotros, está más contenta y con menos angustia, pero siento como que ay tanto trabajo por hacer que siempre tengo prisa. Sé que este tratamiento hubiera resuelto para siempre tus crisis… que ahora podemos explicar claramente sin que sea culpa de nadie. Y ciento como si el tiempo me hubiera ganado la batalla, como que encontré esto después… cuando ya no estaba… la respuesta llegó tarde.

-“¿Por qué piensas que llegó tarde? Las cosas son de otro modo. Más bien yo tuve que llegar primero para que tú supieras que la enfermedad es algo que nos ata pero que no destruye nuestra capacidad humana, y para que tú supieras que la enfermedad es algo que nos ata pero que no destruye nuestra capacidad humana, y para que tú te acercaras a las personas con las que hoy trabajas con la empatía y cercanía que te hubiese gustado tuvieran con nosotros. No, mi amor, al contrario, qué bueno que Paty está beneficiándose con todo esto, me hace sentir tranquilo y feliz, era una fuerte preocupación mientras vivía el que ella hubiera heredado mi enfermedad. Esto me deja tranquilo, y habrá alguien que continuará lo que hoy estás haciendo… sólo haz lo que a ti te corresponde, sin prisas, hasta donde puedas y disfruta, como yo, de la música y del baile… no todo es trabajo, aunque sé que a ambos siempre nos ha gustado.” “Me siento muy contento de verte así y saber que todo lo que construimos juntos sigue habitando en tu interior. En mis libros podemos seguir conversando o en el momento que tú desees, puedes buscarme en tu corazón, donde habito tranquilo y feliz, yo estoy aquí contigo…” Estuve a punto de correr y abrazar a David como una niña… y desde ese día no se puede escapar de mis afectos. Aunque había conversado con él unas cuantas horas conocía mi mundo interno mejor que nadie… mejor de lo que yo misma había podido entender. Estaba profundamente agradecida. Entonces entramos al momento final de esta conversación, en donde todo parecía integrarse en una nueva historia. David me preguntó si podía retomar su voz y dejar la de mi papá. Accedí porque sabía que mi padre siempre estaría ahí. Me preguntó con voz calmada: -“¿Has podio trasmitir a tus hijos estos valores? ¿Qué encuentras en ellos de lo que tu padre estaría orgulloso?” De pronto esta pregunta me acercaba a una visión de mi padre como ese Gran espíritu que vigila por el bienestar de las generaciones venideras. Y entonces pensé en lo importantes que es guardar con dignidad el legado de nuestros ancestros. Esta entrevista no sólo me estaba liberando de la vergüenza y la culpa. Estaba recuperando para los que vienen su legado. Mientras redactaba este trabajo llego a mis manos un libro sobre cultura de los indios navajos. Del encuentro con este libro surgió el título del trabajo. En este libro Joseph D. habla de lo importante que fue para él encontrarse con la fotografía de “Captura de Caballo”, su bisabuelo, y todo lo que pudo recuperar de su historia y del legado de su cultura después de este encuentro. Joseph D. se sentía profundamente agradecido con Curtis, fotógrafo enamorado de la cultura india que había hecho estas fotografías que ahora ocupaban un lugar en su vida. Joseph D. nos dice acerca de la foto de su bisabuelo: “Captura de Caballo está con nosotros en todos nuestros hogares, su presencia nos

ayuda a escoger la dirección que toman nuestras vidas… Verlo no sólo nos trae a la memoria a nuestros parientes sino que también refuerza nuestro empeño como indios de enseñarles a nuestros hijos las costumbres de nuestros antepasados.” Yo me sentía como Joseph D. la presencia de mi padre me ayudaba a recordar quien era y de donde venía. Mi padre nos decía: “La fragilidad humana puede ser una fuente de sabiduría si podemos aceptarla con humildad, si podemos abrir nuestra mente hacia los conocimientos que tantos hombres construyen día a día con esmero, pero sobre todo, si podemos acompañar este esfuerzo, de un profundo y sincero espíritu de amor, respeto y comprensión hacia nosotros mismo y hacia quienes encontremos por el camino en este difícil pero valioso intento.” Pero sería injusto olvidar que este legado no habría podio llegar a nosotros si no fuera por la generosa y visionaria presencia de mi madre, que supo ver más allá de la enfermedad de mi padre y permanecer cerca de él recordando su parte valiosa durante su crisis y ayudándolo a salir de ellas. Fue ella quien le brindó estructura y que nos mostró la importancia de la lealtad. Fue ella quien supo ver lo importante que era conservar su cercanía para uno de nosotros y que trató de protegernos lo más posible del embate de su enfermedad llevándoselo a casa de la abuela mientras estaba mal cuando pudo hacerlo. Pero el poder mirar esto también es fruto de esta conversación porque cuando le mostré a mi madre la entrevista, ella pudo regalarme su visión de las cosas y compartirme, con toda su trascendencia, su consciente decisión de continuar con él como pareja después de que vivió por primera vez su crisis. Esta conversación también me acercó a ella y me dieron unas enormes ganas de agradecerle que hubiese amado tan profundamente a mi padre. Mi visión de mi madre también se enriqueció y se creaba una nueva realidad que seguía desprendiéndose de esta conversación. También en relación con su persona. Nuestro cerebro construye significados y sólo puede procesar aquello que le dice algo, que tiene sentido. Completamos imágenes donde hay puntos ciegos para poder descifrarlas. Sólo se piensa, siente o percibe aquello que puede ser codificado y decodificado. Aquello que encuentra sentido. Al organizar un relato cambiamos la manera en que se percibe e interpreta una realidad, porque finalmente a la realidad a la que podemos aspirar es aquella que podemos construir en nuestra mente. David, a través de una sensible, cercana y brillante aproximación había creado otra manera de interpretar los sucesos. Había incluido en el espectro colores antes inimaginados. Todo esto en unas cuantas horas. Mi universo de significados había pasado por una revolución. Pero sobre todo mi corazón se sentía profundamente agradecido, David había recuperado para mí una fotografía de mi padre, que podía ser colocada como la de “Captura de Caballo” en la sala de mi casa y que

me permite el día de hoy presentarla como orgullosa portadora de su legado.   LA INCIDENCIA DEL PROCESO PSICOTERAPEUTICO EN LA ORGANIZACIÓN NEURONAL Esta conversación constituye un ejemplo de una aproximación en la que sin lugar a dudas, se reorganizan los circuitos neuronales a partir de una resignificación de la experiencia. Una resignificación que marcó para siempre la manera en que Daniela podía comprender y explicar el problema de su padre, pero también marcó la diferencia acerca de la apreciación hacia otras personas como su madre o sus hermanos y la posibilidad de mirarse de otra manera y de poder llevar el legado de su padre hacia sus hijos. Se está hablando de una reorganización de múltiples circuitos y de una actualización de la memoria que reestructura los sucesos no sólo del futuro, sino del pasado, dándoles otra dinámica funcional. Es una verdadera revolución neuronal. Si bien este capítulo se ha puesto de relieve la importancia del proceso psicoterapéutico para la “reparación neuronal” cabría una pregunta central. ¿Cómo conciliar distintas aproximaciones terapéuticas si éstas no sólo difieren en las técnicas utilizadas, sino que parten de planteamientos epistemológicos muchas veces antagónicos? Creo que se trata de un pregunta no sólo necesaria sino que puede incluso guiar nuestro proceso de análisis. Tuberk Oklander (1985) plantea: Estoy convencido de que muchas de las disputas y polémicas irreconciliables entre las diversas escuelas psicoanalíticas derivan de haber tomado el tratamiento de diferentes tipos de pacientes como paradigma de su técnica. Esta afirmación podría extenderse hacia distintas escuelas, no sólo dentro del ámbito psicoanalítico. Y más que pacientes, nosotros preferiríamos hablar de problemas por las razones antes expuestas. Pero entonces, ¿cómo integras la riqueza generada por tantas aproximaciones psicoterapéuticas sin caer en una adición ecléctica y buscando realmente ser efectivos en el apoyo que proporcionamos? Desde nuestro punto de vista se trata de niveles de intervención para el enfrentamiento del problema. Así como en el cerebro encontramos distintos niveles de integración de funcionamiento así también sucede en el proceso psicoterapéutico. Tal como en el procesamiento visual, primero tenemos una descomposición del estímulo en sus componentes para su tramitación por las zonas primarias para pasar después a zonas de asociación, para finalmente llegar a zonas polimodales y de mayor integración, así podemos concebir las intervenciones psicoterapéuticas como actuando a distinto

nivel, y necesariamente como un arreglo jerárquico. Siguiendo nuestro ejemplo y si fuera posible, si hubiera una lesión a nivel de las áreas primarias de procesamiento visual, la intervención tendría que “trabajar” a ese nivel, pues los niveles subsecuentes de integración “cargarían” esta primera dificultad, incidiendo de manera importante en el posterior procesamiento. Pero si la dificultad estuviera más en la interpretación del estímulo a nivel de las zonas polimodales, el “trabajo” a nivel de las zonas primarias no sería fructífero, de tal modo que sería indispensable saber qué se necesita trabajar y por qué. En el procesamiento que hace el cerebro con la información que recibe también encontramos distintas “aproximaciones epistemológicas”. El cerebro funciona de distinta manera dependiendo del estímulo que procesa y el nivel de procesamiento. Recordamos que hay áreas que trabajan en procesamiento sensorial mientras que otras lo hacen en integración amodal. Otras se encargan más de procesos de memoria y otras son áreas de valoración automática que generan reacciones intensas como la amígdala. Son distintas “epistemologías” (maneras de conocer). Desde la aproximación “científica” también el cerebro nos lleva a distintas aproximaciones teóricas, que van desde la bioquímica hasta la física cuántica y su concepto de materia. Si no vamos a la neurona y a la entrada y salía de iones así como a la propagación del impulso nervioso podemos hacer medidas cuantificables y tendremos una aproximación basada en el método experimental. Pero si nos vamos a la manera en que el sujeto elabora la cognición acerca de un suceso, nuestra aproximación será constructivista. Si vamos aún más allá y queremos entender la experiencia que genera un cerebro en relación con la vivencia de un problema, estaremos frente a un tipo de conocimiento muy especial, el conocimiento propio. David Epston, al hablar acera de este tipo de conocimiento, señala: El conocimiento propio del que vive la experiencia (insider) es local, particular y en momentos únicos debido a que llega desde la imaginación y la inspiración, no sigue las tecnologías usuales para la elaboración del conocimiento en primera instancia propiedad de la persona que lo genera. Los observadores externos (outsiders) no pueden apropiárselos. Estos conocimientos son modestos y no reclaman lugar más allá de la aproximación personal (Hancock y Epston, 2008). Por otro lado, si lo que tratamos de entender es el funcionamiento de ciertos circuitos, y las interacciones entre los mismos, la teoría de sistemas nos resulta una herramienta indispensable. Entonces la cibernética de primero y segundo niveles se vuelve nuestra aliada en esta aventura. Distintas “aproximaciones epistemológicas” conviven sin necesidad de descalificarse. Lo que es muy importante es la utilización del modelo correspondiente a cada fenómeno para poder hacer una interpretación

del mismo, que seguramente irá cambiando conforme avancen nuestro conocimiento y nuestras estructuras para procesar la información, tanto a nivel individual como social. Lo mismo puede suceder en el campo psicoterapéutico, pero para ello se requiere: 1. Una actitud abierta y crítica que a la vez dé entrada a diversas posibilidades para después analizarlas y ponerlas a prueba. 2. Una actitud de humildad que nos lleve a la continua búsqueda (aprendizaje e investigación). Si reunimos estas dos actitudes esta posibilidad integrativa se convierte en una importante herramienta. Pongamos un ejemplo: (fig. 8.4) Pensemos en una persona que lleva muchos años luchando contra una anorexia/bulimia especialmente devastadora. Al compartirnos su historia se hacen evidentes importantes aspectos del problema. Los enumeramos a continuación: 1. Una relación terriblemente angustiosa con la madre que la llevó a la conclusión de que no tenía un lugar en el mundo y la anorexia/ bulimia aparecieron como la posibilidad de hacerse desaparecer. 2. Una disfunción neurológica en el circuito asociado con aspectos de recompensa-castigo (hiperactivación dopaminérgica del núcleo acúmbeo y amígdala) e hiperactivación del circuito límbico orbitofronta, con un excesivo voltaje como respuesta a estímulos de tipo emocional. 3. Sobreinvolucramiento del sistema familiar actual en la conducta de anorexia/bulimia. 4. Sensación de desvalimiento y minusvalía. Autoacusaciones.

Figura 8.4. La huida, Remedios Varo, 1961. Una nueva narrativa nos da la opción de salir De la historia saturada por el problema.

De acuerdo con lo planteado anteriormente dese nuestra postura es importante seguir este orden de intervención, en donde como se verá se plantea la integración de diversas aproximaciones terapéuticas. a) Desde el inicio de la atención externalizar el problema con el fin de que se establezca la diferencia entre el problema y la identidad de la persona. De esta manera podemos atacar a la anorexia/bulimia protegiendo a la persona. b) Iniciar medicación con antidepresivos (se sugiere fluoxetina) que será un aliado para vencer la característica obsesiva y autoacusatoria de la anorexia/bulimia. c) Realizar una valoración neurofuncional para favorecer la recuperación a través del tratamiento con factores tróficos. d) Trabajar en conjunto con un equipo médico especializado que valore la peligrosidad de nuestra enemiga (anorexia/bulimia) y la necesidad o no de un internamiento. e) Intervenciones de nivel sistémico que ayuden al grupo a trabajar alrededor de pautas nuevas de interacción más flexibles y satisfactorias.

f) Análisis profundo de aspecto psicodinámicos que permitan ir “desmantelando” las estrategias que utiliza la anorexia/bulimia. Si por ejemplo se privilegiara desde el inicio la intervención psicoanalítica y se analizaran los mecanismos “autodestructivos” relacionándolos con un superyó especialmente punitivo, generado de la introyección de las interacciones de su infancia, seguramente nos habríamos aliado con la anorexia/bulimia haciendo haciendo sentir a esta persona más vulnerable a sus embates. Es por eso que se vuelve muy importante tener una comprensión del problema, pero siempre y sólo si se le diferencia de la persona y si bien este análisis puede ser útil al final del proceso, hacerlo de inicio no sólo no ayuda, sino que se vuelve especialmente peligroso. Entonces no es que se puede hacer todo y en cualquier momento. Se requiere una seria formación del profesionista y una profunda comprensión de la situación específica de cada persona. De esta manera si bien podemos hablas de distintas aproximaciones psicoterapéuticas, al igual que en el cerebro, su integración requiere un trabajo de gran complejidad. En la conversación de Daniela con David Epston podemos encontrar muchos de estos elementos funcionando de manera integrada. En fin, es muy importante saber qué se está trabajando y por qué, y para ello requerimos un continuo espíritu de estudio y actualización para aprovechar los conocimientos y descubrimientos que se generan día con día. Pero también se trata de validar la intervención de los distintos especialistas y su valiosa ayuda el proceso. Si regresamos a la imagen de que nuestro cerebro funciona como una orquesta, algunos profesionales estarán enfocados en trabajar sobre una mejor afinación de los instrumentos, mientras otros centraran su atención en el tiempo del compás. Algunos más podrán apoyar en el aprendizaje de nuevas melodías y otros en el sistema de sonido y acústica, lo importante es no tratar de afinar un instrumento durante una presentación o creer que es un problema de afinación algo que tiene que ver con una armonía equivocada en la secuencia melódica o viceversa. Como en nuestro cerebro no se trata de sumar, sino de integrar, de ahí lo difícil de este dialogo, pero hay mucho por ganar. Dentro de este proceso la regeneración neuronal ocupa un lugar central y definitivo, pues lejos de suplantar a la psicoterapia, la apoya, dándole mayores posibilidades de ser una experiencia reconstructora. En nuestro trabajo para reparar nuestro cerebro contamos con numerosas y valiosas manos, así como con un material de primerísima calidad: las células y proteínas que compone nuestro cuerpo.

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