[LIBRO] Por una geografía del poder RAFFESTEIN
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POR UNA GEOGRAFIA DEL PODER
Claude RAFFESTIN
Traducción y notas Yanga Villagómez Velázquez
EL COLEGIO DE MICHOACAN Noviembre 2011
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INDICE PREFACIO Advertencias Preliminares PRIMERA PARTE DE UNA PROBLEMÁTICA A OTRA CAPITULO I. CRITICA DE LA GEOGRAFIA POLITICA CLASICA I.SURGIMIENTO DE LA GEOGRAFIA POLITICA. II. ¿GEOGRAFÍA POLÍTICA O GEOGRAFÍA DEL ESTADO? III.-EL LENGUAJE DE LA GEOGRAFIA DEL ESTADO. CAPITULO II. ELEMENTOS PARA UNA PROBLEMÁTICA RELACIONAL I.- ¿QUE ES UNA PROBLEMÁTICA? II.- IDENTIFICACION DE LA RELACION. III.- LOS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA RELACION. CAPITULO III. EL PODER I.- ¿QUÉ ES EL PODER? II.- LOS RIESGOS DEL PODER. III.- EL CAMPO DEL PODER. SEGUNDA PARTE LA POBLACION Y EL PODER CAPITULO I. ENUMERACION Y PODER I.- LA REPRESENTACIÓN DE LA POBLACIÓN: PRIMER DOMINIO DEL PODER II.- LOS ACTORES Y SUS FINES III.- CONTROL Y GESTION DE LOS FLUJOS NATURALES IV.- CONTROL Y GESTION DE LOS FLUJOS MIGRATORIOS
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41 41 45 47
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CAPITULO II. LENGUA Y PODER I.- LAS FUNCIONES DEL LENGUAJE II.- LA LENGUA COMO RECURSO. III.- LA LENGUA Y LAS RELACIONES DE PODER
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CAPITULO III. RELIGION Y PODER I.- LO SAGRADO Y LO PROFANO II.- LAS RELACIONES ESTADO-IGLESIA III.- EL DESPERTAR DEL ISLAM.
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CAPITULO IV. RAZAS ETNIAS Y PODER I.- EL PAPEL Y EL SIGNIFICADO DE LAS DIFERENCIAS. II.- FORMAS DE DISCRIMINACIÓN.
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TERCERA PARTE EL TERRITORIO Y EL PODER
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CAPITULO I. ¿QUE ES EL TERRITORIO? I.- DEL ESPACIO AL TERRITORIO. II.- EL SISTEMA TERRITORIAL. III.- LA TERRITORIALIDAD.
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CAPITULO II. LAS RETÍCULAS DEL PODER I.- LÍMITES Y FRONTERAS II.- CAMBIO DE PODER-CAMBIO DE DIVISIÓN III.- CAMBIO DE MODO DE PRODUCCIÓN-CAMBIO DE DIVISIÓN IV.- A LA BÚSQUEDA DE UNA NUEVA DIVISIÓN: LA REGIÓN
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CAPITULO III. NUDOSIDAD, CENTRALIDAD Y MARGINALIDAD I.- LOS LUGARES DEL PODER II.- LAS CAPITALES Y EL PODER III.- REGIONES, NACIONES, GRANDES ESPACIOS Y PODER
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CAPÍTULO IV. LAS REDES Y EL PODER I.- LA CIRCULACIÓN Y LA COMUNICACIÓN II.- LOS ACTORES Y LA CIRCULACIÓN III.- LOS ACTORES Y LA COMUNICACIÓN CUARTA PARTE LOS RECURSOS Y EL PODER CAPÍTULO I. ¿QUÉ SON LOS RECURSOS? I.- MATERIA, RECURSO, TECNICIDAD II.- RECURSOS RENOVABLES Y RECURSOS NO RENOVABLES III.- LA MOVILIZACIÓN DE LOS RECURSOS CAPITULO II. LOS ACTORES Y SUS ESTRATEGIAS I.- LOS COMPONENTES DE LA ESTRATEGIA II.- JAPON Y LA TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA III.- LAS MULTINACIONALES Y LA TRANSFERENCIA TECNOLÓGICA IV.- LAS ESTRATEGIAS DE LAS TECNOLOGIAS INTERMEDIARIAS CAPITULO III. LOS RECURSOS COMO “ARMAS POLITICAS” I.- ¿QUE RECURSOS? II.- LOS CEREALES Y PARTICULARMENTE EL TRIGO III.- LOS RECURSOS ENERGÉTICOS IV.- EL COBRE Y EL ALUMINIO OBSERVACIONES FINALES
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PREFACIO Se nota al menor indicio: en la era de “la economía mundial”, de la “revolución islámica”, de la OPEP, de la ofensiva económica japonesa, de la invasión de Afganistán y del chantaje para el abastecimiento de cereales, la vieja y vergonzosa Geopolítik entra en escena. La palabra misma ya no es tabú: aparece aquí y allá. Otra vez revocada, disfrazada, adornada, la abuela con un diente mellado es echada hacia delante, cojeando cae en los brazos de una jovencita maltratada y usada antes de su madurez que dice llamarse Sociobiología o algo parecido. Miasmas del obscurantismo, convergencias casi inocentes, esperadas y casi “necesarias”. Es así como este libro llega a tiempo quizá incluso de manera prematura: con la pretensión no de renovar una geografía política rutinaria, sino de refundarla y, lejos de hacer como que ignora la geopolítica, redescubrir sus límites y los de sus atractivos, que serían los menos alterados: en resumen, sus contradicciones. Hubo una “geopolítica”, que en sus inicios no dejó de tener sus méritos, pero que enseguida sirvió para justificar las ambiciones de conquista, en el nombre de un determinismo sin matiz, y sirvió así al nazismo. Y también hubo una “geografía política” que, a fuerza de considerarse neutra y para hacer olvidar los excesos de la vergüenza de la familia, devino en una virtud sin virtudes, logrando esa proeza de ser una geografía política… apolítica. Inclusive influenció toda la geografía a tal punto de quitarle sabor: quiero decir, interés y poder para explicar. La simple palabra “política” chocaba como una incongruencia: por eso durante décadas se estudiaron las ciudades sin actores, el campo sin propietarios, la industria sin empresarios, las organizaciones sin inversionistas, los estados sin gobernantes. Es decir, una geografía sin poderes, puesto que la prima alemana había concedido demasiado al Poder. Desde hace uno o dos lustros –claro, 1968 ayudó bastante y también el duro contacto de geógrafos “aplicados” con las realidades del ordenamiento territorial-, el panorama ha cambiado: la geografía habla cada vez más de poderes, de dominio, de actores, de tomadores de decisiones e incluso de teorías de la decisión, de estrategias y hasta de guerra. El error sería la fundación de un nuevo reduccionismo y la visualización de un misterioso Poder, deus inoex machina explicando todo y nada al mismo tiempo; de no verlo más que a nivel del estado y como una nueva Eternidad, legitimada por su misma eternidad, por su esencia de Naturaleza, permitiendo entonces legitimar todas las dominaciones, las opresiones, las explotaciones. Porque conoce bien tanto la geografía política como la geopolítica, es que Claude Raffestin evita ese error y nos invita y prepara a no caer en él. Primero, solicitando que la geografía política no se limite más al análisis del comportamiento de los estados, aunque sabe delimitar lo político, o mejor, el poder, dondequiera que esté -y está por todas partes-: a otras escalas (la regional, la local) y en el conjunto de las relaciones sociales. Si eso no significara el riesgo de estrellar el libro contra un referente histórico muy pesado, quisiera llamarlo “Fundamentos para una Crítica de la Geografía política”. Oportunos Grundrisse, ahora que se sobrevalora el Estado para hacer olvidar las relaciones de dominación decisivas en ocasiones, por parte de las empresas y también por parte de las clases sociales. O para justificar el dominio “natural” de las grandes potencias sobre lo que no se atreven a nombrar los Unterstäte (los llamados Untermenschen1), esos tipos de Estados advenedizos que ni siquiera saben utilizar una 1
Untermensch «subhombre» o «subhumano» en alemán. Término empleado por la ideología nazi para referirse a lo que esta ideología consideraba «personas inferiores», particularmente a las masas del Este
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independencia apresuradamente concedida y que pretenden fijar el precio de sus favores –perdón, de sus recursos- incluso si, aunque se podría ignorar, esto no ocurre siempre, ni de forma exclusiva, en contra de las compañías… La observación fundamental es que toda relación es asimétrica: si Claude Raffestin no lo dice de manera tan cruda, no está lejos de pensarlo. Toda relación implica un juego de poder. En ese sentido rebasa la noción de política: en efecto, es bueno que el título de este libro dé prioridad a los poderes más que a lo político. Esta Crítica, que es también constructiva, es concebida como una atenta práctica de las ciencias sociales: va en la misma línea de los trabajos de Michel Foucault y se apoya constantemente en las teorías de la información en sus diversas facetas: energía y entropía, comunicación y códigos. La lingüística y la lógica, lo sabemos, son especialidades de Ginebra: seremos sensibles a la solidez con la que ellas sostienen la ambición teórica que presenta Claude Raffestin y sus esfuerzos de formalización. No siempre me convencen los diagramas de dos ejes en los que la dialéctica resulta casi elemental, y ciertas analogías entre lengua, religión y capital pueden sorprendernos, pero en todo ello hay motivos para el ejercicio de la reflexión; se trata de temas que hay que re-examinar desde la raíz. La re-evaluación sigue las mismas categorías de la geografía política clásica: población, territorio, recursos. Pero aquí se transforman completamente. La población no es un conjunto de habitantes, ni tampoco de productores-consumidores, sino una sociedad con sus poderes, sus lenguas y sus creencias; el territorio se convierte en una red de relaciones; los recursos ya no son “naturales” sino “producidos”. Por doquier hay actores, estrategias, dominación. No para justificarlas, sino para ponerlas al desnudo. Con distanciamiento: Claude Raffestin no pretende proponer un Sistema del Mundo; se le podría acusar de eclecticismo, yo le encuentro más bien, considerando el estado de la naturaleza de la cuestión, una prudencia de buena ley y de calidad científica. Aunque eso no impide de ninguna manera la firmeza de sus posiciones: hay que leer más bien lo que dice sobre los censos o las nuevas visiones globales de las redes territoriales, sobre la centralización, o en otro registro, sobre la ley 101 de Quebec.2 Me agrada que este libro pueda resaltar temas tan enormes como los recursos mundiales, las transferencias de tecnología, el papel de las religiones y el de las libertades y los controles totalitarios. Cuatro cuestiones en particular deberían llamar la atención en las discusiones de fondo: las nociones –o tal vez habría que hablar ya de conceptos- de recurso, cultura, territorio y diferencia. Los recursos no preexisten en las sociedades, no son “naturales”; sus propiedades son “inventadas” por las sociedades y son variables en el tiempo, según los valores de uso y de cambio que cada sociedad les atribuye; cosas ocultas o casi, desde que se fundó la geografía, que parecen evidentes cuando se escribe claramente, pero que se olvidan en la práctica. Claude Raffestin presenta un intento de formalización entre los actores y sus estrategias, donde se ve que los poseedores de la tecnología están por lo común mejor posicionados que quienes poseen la materia inerte. Me parece que eso se podría complementar con el juego entre aquellos que poseen los medios para transferir recursos; no se trata de una simple cuestión técnica y me da la impresión de que tienen (judíos, gitanos, eslavos, bolcheviques soviéticos) o cualquier otra persona que no perteneciese a la «raza aria» (NdT). 2 La ley del idioma francés (conocida como la ley101) fue una ley propuesta por Camille Laurin y adoptada por la AsambleaNacional de Québec el 26 de agosto de 1977durante el gobierno de René Lévesquele y en ella se definen los derechos lingüísticos de los ciudadanos de Québec. Con ella, el francés, el idioma de la mayoría, se convirtió en el idioma oficial del Estado de Quebec (NdT).
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todavía más poder que todos los demás. ¿Las “grandes petroleras” no fundaron su tremendo poder en el control de la circulación, más que en el de la producción y esa misma operación no se está repitiendo en materia de transferencia de información en la época de la telemática? Eso abre otra discusión: ¿el conjunto información-tecnología debe ser considerado o no como recurso? Claude Raffestin evoca con razón las transferencias de tecnología y la querella de las tecnologías intermediarias, pobres recursos y recursos de pobres, sobre los cuales un Schumacher, pregona lo “small”, pero para otros, sugiere a los sub Estados que se conformen. Se trata, en este sentido, de los grandes riesgos de poder que la geografía no debe ignorar. Como tampoco debe descuidar, después de este libro, el inmenso mundo de la lengua, de la religión o de la raza, que generalmente ha abordado desde el aspecto menos importante, es decir, mediante la simple descripción de su distribución espacial. Claude Raffestin hace una propuesta diferente en dos capítulos que para mí son los más novedosos de la obra: analiza los efectos de poder que tienen la lengua, la religión y la etnicidad y de los cuales éstos son el vehículo. La lengua es un instrumento de dominación: de la ciudad sobre el campo (¿pero se trata de “la ciudad” o más precisamente de “la burguesía”?), de una nación sobre otras, de una etnia sobre otras, e incluso de especialistas se trate del científico o del comerciante haoussa- y, habría que agregar, de una clase sobre otras. Esta fecunda pista va más allá de la lengua, a pesar de que Claude Raffestin otorga a esa palabra un significado muy amplio, equivalente casi al de “cultura”: el fondo con la forma, el contenido con el continente. Se trata precisamente, del saber, de su elaboración, de su apropiación, de su acumulación y de su transmisión y, al mismo tiempo, de otra forma de dominación mediante la información, recurso y medio de producción, instrumento de poder. La religión es un conjunto de valores y se aprovecha de la asimetría,3 al igual quela lengua; es también Iglesia y, en ese sentido, poder puro, inseparable del Estado en el ejercicio de la reproducción social; una legitima al otro, aportando ese consenso que facilita extraordinariamente la reproducción y la conducción del poder. En realidad, lo que hay que subrayar es todo el conjunto de la “cultura”: los valores formados por la praxis y que la guían; las representaciones y los mitos. En este sentido, un capítulo sobre la educación y la formación escolar como instrumentos de transmisión de la reserva social de información y como instrumento de reproducción social y en consecuencia, como instrumento de poder y de asimetría, complementaría de manera útil los capítulos sobre la lengua y la religión. Una de las dimensiones de la cultura está en las representaciones y el sentido del territorio. Tema esencial para la geografía, pero tan ambiguo como la palabra espacio. No estoy seguro de que el punto de vista de Claude Raffestin, cuando define el espacio como un dato y el territorio como ese dato socializado, sea el más pertinente y rigurosamente sustentado. Pero también es cierto que hay que distinguir entre un concepto abstracto y geométrico -que a veces se denomina ampliamente-, la noción a veces un poco artificial de una naturaleza inmaculada, preexistente en la acción de la sociedad, sobre la cual ésta proyectaría sus estructuras acabadas, o que le serviría de encuadre externo –concepción en la que veo muchos peligros y ningún interés y que Claude Raffestin evita utilizar-, algo que, por el contrario, juzga fundamental, y que es a la vez entorno y dimensión intrínseca de la sociedad, producto de su actividad y agente de su reproducción, y que bien podría llamarse espacio, aunque Claude Raffestin 3
dissymétrie en el original (NdT)
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prefiere llamar territorio. Pero éste último término se aplica mejor a una cuarta categoría, que incluye la idea de apropiación del espacio: un espacio mío y para miactividad, donde por supuesto admito a otras personas pero no a cualquiera. Y todavía sería necesario inclusive distinguir entre lo que llamaría una territorialidad general, que Claude Raffestin extiende a los valores, a las creencias y a las culturas4 y una territorialidad restringida, que se puede aplicar al espacio. Es esta noción acabada del territorio la que da origen a las asimetrías más dramáticas, a los poderes más encarnizados y más retrógrados. Lo cual implica diferenciación: afirmación, reconocimiento y negación del Otro, de los otros. Única noción, tal vez, gracias a la cual los humanos conservan algún parentesco animal. No subestimemos el territorio y desconfiemos de sus ideologías. Detrás de la etología5 y la idea de raíces ¡se perfilan únicamente regresiones! ¿Y no es acaso significativo que se apele a lo histórico, a lo cambiante, a lo contingente cuando se trata del progreso, al mismo tiempo que se aferra uno a lo natural, a lo eterno en épocas de remordimientoo si se trata de conservar el dominio conquistado –ya sea que se trate de las fronteras o las ideologías? La humanidad entera debería ser nuestro “territorio”. Finalmente, la cuestión esencial podría ser la de la diferencia. Y ésta es una de las más complejas que existen, ya que en ella se mezclan diferencia y discriminación, respeto de la diferencia y justificación de la desigualdad, izquierdismo sentimental y extrema derecha poco novedosa. Claude Raffestin tiene sobre este tema páginas impactantes: la geografía no está mal situada para hablar de la diferencia, pero he aquí al menos un tema a debate: parece que admite que todo poder niega la diferencia y busca la uniformidad, la homogeneización, la isotropía. Es lo que se dice con frecuencia y es lo que han sostenido a su manera Stéphane Lupasco, Henri Lefebvre o Albert Jacquard. De manera parecida a la célebre historia del optimista y del pesimista soviéticos, que cuenta Alexandre Zinoviev (-“No puede ser peor”- “¡Claro que sí!”), me parece que este temor es… optimista, ya que la tendencia a la uniformización lleva a la máxima entropía y prometer la entropía del Poder es prometer su muerte. Pero esta tendencia es más bien propia de poderes brutos y brutales, poco lúcidos, si no es que ciegos, de burócratas limitados, de jefecitos imbéciles y de tecnócratas necesitados, que se ejercen en ciertos momentos y por poco tiempo. Sin embargo, el mismo Dupont-Lajoie no sabe que él existe sólo porque otros son diferentes y los puede despreciar y le son útiles como chivos expiatorios: no los soporta y, no obstante, no es nadie sin ellos. Pero el verdadero poder, consciente y duradero, que encuentra las vías de su propia reproducción, es aquél que juega con las diferencias y que llega a crearlas, si es necesario, para explotarlas. Que se trate de una fábrica (la increíble complejidad de los salarios), de clases, de lugares, de naciones, que sea organizando las migraciones o desplazando las inversiones, el Capital, que ha hecho de la división social del trabajo y de la división espacial del trabajo sus principios, sabe crear la diferencia y vive de ella – incluso si su acción puede reducirlo localmente o si ciertas discriminaciones le incomodan (p.126), lo cual constituye la menor de sus contradicciones. De esta manera, crea la neguentropía6 como su fuente de la juventud, sin la cual hace ya tiempo que 4
Incluso integrar a la mujer en el “territorio” del homo siciliens. Apoyemos aquí el homenaje que Claude Raffestin hace de paso a RenéeRochefort, cuya tesis pionera sobre el Trabajo en Sicilia (¡hace ya veinte años!) ha sido poco conocida. 5 Rama de la Psicología que se dedica al estudio científico del carácter y de los modos de comportamiento del hombre (NdT). 6 Neguentropía define la energía como una serie de causas y efectos armónicamente acomodadas en las que la suma total de los efectos armónicos dan como resultado un acople de mayor magnitud que el
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habrían tenido razón los profetas que anuncian regularmente su desaparición inevitable y próxima. Después de todo, la aparente uniformidad de los mundos imaginados por Orwel o Zamiatine supone también diferencias sociales extremas ¿y funcionarían en los niveles tecnológicos y energéticos que describen, si no existiera, en algún lugar lejano, un pueblo de esclavos aún más esclavizado? La diferencia tiene frente a sí un gran camino por recorrer y tal vez no deberíamos perder de vista que ella es a veces, y en cierto sentido, excesiva: temo que ciertas ideologías “diferencialistas” no tienen otra función que hacérnoslo olvidar, precisamente porque el Poder -el verdadero- necesita crear o intensificar las diferencias, al mismo tiempo que esconde la agudización de otras, más esenciales. Lo cual por supuesto no impide de ninguna manera estar atento a toda la riqueza del “patrimonio” cultural y natural y a que no desaparezca una parcela; aunque aquí se trata de otra cosa, que es necesario ver en detalle. Claude Raffestin tiene razón junto con aquellos que ven aquí una utilidad futura, como la conservación del potencial genético. A pesar de que esta posición previsora, un poco funcionalista, sea superflua: el simple respeto del otro debería ser suficiente, pero con la condición de respetar también su voluntad eventual de ser menos diferente en lo referente al ingreso, al acceso a la información y a establecer relaciones más simétricas…Diferente pero de alguna manera igual. Es eso, según entiendo, lo que inspira Claude Raffestin a lo largo de esta geografía de las asimetrías, lo cual es, no tengamos miedo de las palabras, lo esencial del humanismo. Julio 1980 Roger Brunet Director de investigación del CNRS
original, siendo una forma de resonancia que da como resultado paquetes de energía perfectamente utilizables por cualquier sistema perceptor de sus efectos. (NdT)
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AdvertenciasPreliminares Este texto es un intento por cristalizar algunos fragmentos de una reflexión iniciada hace años y aún sin terminar. ¿Jamás terminará? No es seguro, en la medida en que las reflexiones se alimentan de un tema inagotable, el poder. Juguete de la perversidad clasificatoria, ha sido necesario ratificar, después de muchas otras, las diversas categorías de la geografía con que durante un tiempo creímos ilustrar lo que se ha convenido en llamar, desde hace más de un siglo, la geografía política. Ilusión perfecta, ya que la geografía, como ciencia del hombre, no se entrega “por partes” sino de un solo golpe, completa y totalmente. Es el laberinto en el que uno se pierde y se desespera… a menos que una Ariana compasiva proponga un hilo frágil pero suficientemente “real” para darle sentido a la aventura. Es en el tema del poder donde creímos encontrar ese “hilo guía”. Sería pretencioso decir que gracias a él evitamos errar, pero sería ingrato no reconocer que el hilo nos permitió errar de manera coherente. Organizar la reflexión alrededor del poder no tiene nada de profundamente original desde que los politólogos sustituyeron ese concepto piloto por el del Estado, mismo que ha sido desde hace tiempo “el tema privilegiado de toda reflexión política”1 Carente de originalidad, la geografía posee al menos cierta “novedad” en el contexto de su disciplina, aunque con frecuencia se rebela contra la introducción de nociones que no son objeto de una traducción espacial inmediata. Me siento satisfecho de que uno de nosotros, y de los que tiene más prestigio, como Paul Claval, haya tenido el ánimo de consagrar una de sus últimas obras al tema del poder.2 Nosotros mismos en un breve ensayo, en el que el carácter transdisciplinario no fue concebido para ser ameno o despertar simpatía, colaboramos planteando algunos puntos de discusión.3 ¿Pero tal vez ya todo esté dicho al confesar de manera imprudente que el poder no es “objeto de una traducción espacial inmediata”? ¿Esta afirmación tiene fundamento? Eso depende totalmente de la concepción epistemológica que se tenga de las ciencias del hombre y en consecuencia, de la geografía humana. Esta última no es la ciencia de los lugares o del espacio como quería Vidal de la Blanche. La geografía humana consiste en hacer explícito el conocimiento del conocimiento y de la práctica que los hombres tienen de esta realidad que se denomina “espacio”. En eso seguimos la concepción de nuestro amigo Luis Prieto, profesor de lingüística en la Universidad de Ginebra.4¿Y entonces? Entonces el “paisaje” de nuestra reflexión se modifica medianamente. Conocer y practicar una realidad material supone y postula un sistema de relaciones al interior del cual circula el poder, ya que éste es consustancial a toda relación. El conocimiento y la práctica puestos en marcha por el trabajo implican una forma de poder a la cual no es posible escapar. Explicitar el conocimiento y la práctica que los hombres tienen de las cosas es, sin saberlo y sin quererlo, desnudar el poder que esos mismos hombres se atribuyen, o tratan de atribuirse, sobre los seres y las cosas. El poder no es ni una categoría espacial ni una categoría temporal, sino que está presente en cualquier “producción” que se apoya en el espacio y en el tiempo. El poder no se representa fácilmente; sin embargo, se le puede descifrar. Lo que nos falta es saber hacerlo, y en esa medida, podríamos al menos leerlo.
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Georges BALANDIER. Anthropologie politique. P.U.F. Paris 1967, p.145. Paul CLAVAL. Espace et pouvoir. P.U.F. Paris 1978 3 Claude RAFFESTIN, Mercedes BRESSO. Travail espace, pouvoir. L’Age d’Homme. Lausanne. 1979 4 Luis PRIETO. Pertinence et pratique. Editions de Minuit. Paris 1975. 2
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Al escribir esto, me viene a la memoria un cuadro de Goya, que más allá de lo que representa, expresa con terrible precisión el complejo entramado que las relaciones de poder tejen en los espectáculos más triviales. Pienso en el cuadro “Don Manuel Osorio de Zúñiga” en el que aparece un niño y sus juguetes “vivientes”. El espacio del cuadro está marcado por el niño vestido de rojo, sujeto por excelencia, y por los animales puestos a sus pies, a la derecha, a la izquierda y frente a él. Pero el espacio también está marcado por las relaciones que mantienen los elementos de esta composición. La obra de Goya es fascinante como metáfora pictórica de un sistema de poder. El niño ciertamente, domina con su presencia, resaltada por el rojo, pero lo hace sobre todo debido a que las relaciones pasadas, presentes y futuras le conciernen. Sostiene un cordón que traba al pájaro que está frente a él impidiéndole cualquier movimiento potencial, según la libertad que el niño quiera concederle. A su derecha, tres gatos, cuyas cabezas se sitúan en lo alto de un triángulo imaginario, fijan su mirada en el pájaro, en el que descubren un desafío ofrecido a su violencia, violencia escondida, lista para saltar pero que la presencia del niño impide. La prueba de ello es la ausencia de temor manifiesta en el pájaro, quien procura sujetar una carta con su pico. Del lado izquierdo del niño hay una jaula con pájaros más pequeños, misma que expresa su carácter de prisión, en un plano secundario del espacio construido. Todos los animales son desafíos para el niño que los controla y con los que mantiene relaciones de poder. Sin embargo, basta con que el convenio que mantiene a los gatos quietos cese para que la escena se anime y se vuelva un drama. El niño también es el desafío de esos animales, ya que es alternativamente restricción y garantía y hace que pese sobre ellos la ambigüedad de su voluntad. Es la medida de la incertidumbre y la parte que corresponde al azar para ellos… y para él. Es por lo tanto la representación de un equilibrio entre una infinidad de desequilibrios posibles que podemos imaginar pero no verificar. Las relaciones de poder se inscriben en una cinemática compleja. Este libro se ha atado a esta cinemática del poder y su estructura exige algunos comentarios para facilitar su comprensión. Apoyándonos en la geografía política clásica tal y como ha sido trabajada desde Ratzel, hemos podido criticarla: criticar no es destruir, sino descubrir una identidad. La geografía política clásica es de hecho una geografía del Estado que había que rebasar proponiendo una problemática relacional en la cual la clave es el poder. En cualquier relación circula el poder, que no es poseído ni adquirido, sino pura y simplemente ejercido. ¿Ejercido por quién? Por actores surgidos de esta población analizada antes que el territorio. Prioridad que no se nos dejará de reprochar, pues rompe una tradición bien establecida en la geografía política. ¿Pero por qué la población en primer lugar? Porque es la fuente del poder, el fundamento mismo del poder, por su capacidad de innovación vinculada a su potencial de trabajo. Es por ella por la que pasan todas las relaciones. Como el niño de Goya, la población está marcada por el signo de la ambigüedad como actor y desafío al mismo tiempo. Es a través de ella que todo lo demás toma sentido y adquiere múltiples significaciones y es por ella que las cosas son coherentes, contradictorias y paradójicas. El territorio, tema de la tercera parte, no podría ser más que producto de los actores. Estos generan el territorio partiendo de esta primera realidad dada, que es el espacio. Hay, pues, un “juicio” del territorio en virtud del cual se manifiestan todo tipo de relaciones de poder que se traducen en tejidos, redes y centralizaciones cuya permanencia es variable, pero cuya esencia no cambia en cuanto a categorías imprescindibles. El territorio es también un producto “consumido”, o si se prefiere vivido por aquellos que, sin haber participado en su elaboración, lo utilizan como un medio. Es aquí donde todo el problema de la territorialidad irrumpe, permitiendo 10
verificar el carácter simétrico o asimétrico de las relaciones de poder. La territorialidad refleja seguramente el poder que se aboca a consumir mediante sus “productos”. En la cuarta y última parte, analizamos los recursos, no como materias a adquirir o a poseer, ya que no lo son, sino como pretextos que originan prácticas y estrategias. Un recurso no es una cosa, es una relación cuyo éxito provoca la aparición de las propiedades necesarias para la satisfacción de necesidades. Pero tampoco es una relación estable, ya que aparece y desaparece también. Todo recurso es un devenir, todo recurso es un desafío dinámico. Nuestro sesgo contrastará con algunas costumbres. No es sino la consecuencia de una conceptualización que busca ser coherente en la perspectiva de la problemática relacional. No hemos querido compilar informaciones o hechos, sino proponer un camino para escapar, precisamente, de la confusión de datos y anotaciones dispersas sin encuadre en un sistema de fundamentos. En ese sentido, nuestro ensayo es totalmente teórico. Algunas de nuestras hipótesis están por verificarse e invitan a la discusión. Nuestra reflexión, ya lo hemos dicho, no está terminada. En ese sentido, no hemos hecho un manual; se trataría eventualmente de un anti-manual, ya que plantea muchas preguntas y propone ejes de reflexión. Es, más allá del tiempo, un viejo sueño de estudiante que he tratado de realizar. Hubiera querido más libros que cuestionaran, en lugar de libros que respondieran, pues es mediante las preguntas, y no por las respuestas, que se mide el conocimiento. Escribir un libro es una operación solitaria, pero eso supone, no obstante, una red de amistades múltiples. Por eso quiero agradecer muy sinceramente a DanielleJolimay quien se encargó con su talento y su amabilidad habituales de transcribir el texto. Agradezco a Jacques Cocquio, quien supo dar a los croquis un estilo gráfico armónico al tipo de ensayo de esta obra. Agradezco a Antoine Baillo, Henri Bertrand y JeanBernard Racine, quienes leyeron el manuscrito y lo enriquecieron con sus señalamientos y sugerencias siempre pertinentes y documentadas. Finalmente, agradezco a Mercedes Bresso, quien no solamente leyó de manera crítica el manuscrito sino que no dejó de procurarnos su ayuda vigilante cuando enfrentábamos dificultades.
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PRIMERA PARTE
DE UNA PROBLEMÁTICA A OTRA
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CAPITULO I CRITICA DE LA GEOGRAFIA POLITICA CLASICA I. SURGIMIENTO DE LA GEOGRAFIA POLITICA. Paradójicamente, las ciencias del hombre mientras más jóvenes son, más tentadas están a establecer su genealogía. Nadie espera una conferencia histórica al principio de una obra de física. Por el contrario, si es de sociología, de ciencia política o de geografía, no nos sorprenderán las referencias a una filiación. Los historiadores de las ciencias del hombre invierten con frecuencia considerables esfuerzos para retroceder en el pasado hacia los orígenes de sus disciplinas. Todos esos discursos históricos tuvieron durante mucho tiempo el objetivo de mostrar, antes que nada, la existencia de una continuidad, para fundamentarla identificación de “momentos” epistemológicos. La geografía política no escapó a esta tradición y se pueden apreciar, desde Herodoto hasta Ratzel, una multitud de ancestros como Platón, Aristóteles, Botero, Bodin, Vauban, Montesquieu, Turgot, etc., por mencionar sólo a algunos de los que, por una u otra razón, fueron llamados a dar testimonio de la antigüedad del proyecto político en la geografía. No se trata en absoluto de desacreditar este tipo de investigación erudita, indispensable para la comprensión de una génesis, pero nos parece más significativo, cuando menos en lo que toca a nuestro propósito, aclarar los “momentos fuertes” de la epistemología geográfica. No abriremos un debate para saber si una epistemología de la geografía es posible. Debate que, no obstante sería necesario, en la medida en que muchos epistemólogos, siguiendo a Piaget, no otorgan a la geografía un estatuto epistemológico. Es particularmente revelador que Piaget no tome en cuenta la geografía humana entre las ciencias “nomotéticas.”1 Es todavía más sorprendente que la geografía, al igual que la economía o la demografía, por ejemplo, -con menos éxito tal vez-, busque establecer “leyes”. Como quiera que sea, postulamos que hay una posible epistemología de la geografía, dada su búsqueda de “leyes”, sean o no cuantitativas. Nos encontramos motivados por esta vía de la geografía política, fundada en toda su amplitud, por Ratzel en 1897.2 En todo el proyecto ratzeliano subyace una concepción nomotética y es poco relevante, en el estado actual del análisis, saber si tuvo éxito o no. La obra de Ratzel es un “momento epistemológico”, ya sea que se trate de su “Anthropo geographie” o de su “Politische Geographie”. Ratzel se encuentra en un punto de convergencia entre una corriente de pensamiento naturalista y una de pensamiento sociológico, que el análisis minucioso de sus fuentes permite revelar, aunque sea difícil, ya que Ratzel, excepto por algunas notas y señalamientos, no proporciona sino pocas o nulas referencias. Sin embargo, siguiendo su obra, es relativamente fácil descubrir lo que retoma de las ciencias naturales, de la etnografía, de la sociología, pero sobre todo de la historia. Ratzel seguramente estuvo influenciado por historiadores como Curtius y Mommsen, por geógrafos como Ritter y Reclus, pero también por un hombre como Spencer, quien le hizo descubrir la ley del desarrollo, retomada más tarde por Darwin. Estuvo influenciado también por el rigor casi matemático de Clausewitz. El cuadro conceptual de Ratzel es vasto y tan naturalista como sociológico, pero sería erróneo reprocharle el haber “naturalizado” la geografía política, como se ha hecho en ocasiones. El mismo Ratzel tomó sus distancias y reconoció que la comparación del Estado con organismos altamente desarrollados no fructificó (“Der 1 2
Cf. Jean PIAGET. Epistémologie des sciences de l’homme. Gallimard, Paris, p.17. Friederich RATZEL. Politische Geographie. München und Leipzig, 1897.
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Vergleich des Staates mith ochentwickelten Organismen ist unfruchtbar”).3 Al insistir sobre el Estado, la circulación y la guerra, Ratzel revela sus preocupaciones y sobre todo manifiesta una perspectiva socio-política que no quedará satisfecha con un simple distanciamiento de los métodos puramente biológicos. La segunda edición puede considerarse como la obra maestra que ha orientado e influenciado no solamente a la escuela alemana, sino que incluso, de manera diferenciada, ha tenido influencia en todas las demás escuelas de la geografía. No queremos decir que los autores que siguieron a Ratzel sean sus epígonos, sino que la obra ratzeliana, al poner las bases de la geografía política, trazó un cuadro en el que se puede trabajar incluso oponiéndosele, tal y como sucedió con la escuela francesa. Ratzel planteó una serie de conceptos, algunos de los cuales se difundieron mucho y otros no. Es indispensable dar un rápido vistazo al aporte ratzeliano para comprender cómo emergió la geografía política y de qué manera se desarrolló posteriormente. Ratzel partía de la idea de que existía una relación estrecha entre el suelo y el Estado. En el fondo, se trataba de una estrategia política de lo que se llamó determinismo y que tuvo sus encarnizados defensores y detractores. No es este el lugar para retomar esta vieja discusión cuyo interés no es sino histórico. Sin embargo, es interesante mostrar que esta relación entre suelo y Estado inauguraba una tendencia nomotética en la geografía, que el famoso probabilismo francés no supo reemplazar. No supo hacerlo en la medida en que los instrumentos que habría podido movilizar, en particular, la estadística probabilística, no fueron parte del arsenal metodológico de la geografía durante cuando menos medio siglo. El elemento fundador, formador del Estado fue, para Ratzel, el enraizamiento en el suelo de las comunidades que explotan los potenciales territoriales. El análisis ratzeliano se desarrolló sincrónica y diacrónicamente, de ahí la necesidad de valerse de los historiadores. En la evolución del estado, Ratzel percibió muy bien el rol y la influencia que podrían tener las representaciones geográficas, así como las ideas religiosas y nacionales. Pero es seguro que fue en los conceptos espaciales donde Ratzel concentró sus esfuerzos y en particular sobre la posición, que es uno de los conceptos más importantes de la geografía política. También las fronteras llamaron su atención, en tanto órganos periféricos del Estado. Por eso buscó distinguir la importancia de las zonas de contacto, tierra-mar por ejemplo, mares, montañas, planicies, sin olvidar la relevancia de los ríos y lagos. Sin embargo, no descuidó el estudio de la población y la circulación, entendidos como movimiento de los seres y de las cosas. Si consideramos de manera más precisa algunos de los conceptos utilizados por Ratzel, sorprende su modernidad. Es suficiente mencionar, para convencerse de ello, el crecimiento diferencial, el centro y la periferia, el interior y el exterior, la proximidad, entre otros. Los estudios contemporáneos sobre la alometría4 han dado al concepto de crecimiento diferencial una base matemática, mientras que los economistas, aunque no sólo ellos, han adoptado los conceptos de centro y periferia.5 Sin duda, esos conceptos fueron desviados de su sentido original que, para Ratzel, era espacial, pese a lo cual fueron útiles para expresar estrategias realizadas en el espacio. Muchas cosas, si no es que todas, están en la obra de Ratzel, pero fueron olvidadas… y redescubiertas, a veces sesenta años después. La perspectiva iniciada por Ratzel fue muy amplia y durante varias décadas el programa de la geografía política no se modificó en su esencia. Se puede afirmar inclusive que sólo nos conformamos con explotar la “mina 3
F. RATZEL. Politische Géographie oder die Geographie der Staaten, des Verkehres und des Krieges. München und Berlin, 2e edition, 1903, p.13. 4 Área de conocimiento de la zoología que estudia el cambio en las proporciones del cuerpo de un animal durante su crecimiento, según el desarrollo de uno de sus miembros y que puede ser lento o rápido (NdT). 5 Cf. Sobre este tema, Samir AMIN. L’accumulation à l’échelle mondiale. Editions Anthropos, Paris, 1970.
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ratzeliana”. Lo que parece novedoso es aquello que Ratzel voluntaria o involuntariamente dejó en la sombra. En efecto, si se consideran sólo los marcos conceptuales, dejando de lado las transformaciones que sucedieron en el mundo desde el principio del siglo XX, así como los avances metodológicos de la geografía política debidos al uso del lenguaje lógico-matemático, se puede concluir que el pensamiento actual de la geografía política se produce, grosso modo, en los mismos moldes que los utilizados por Ratzel. Eso significa que se ha realizado, evidentemente, un enorme trabajo de reproducción, de actualización en los contenidos, y apenas modestos trabajos de creación, es decir, una mediocre actualización de las formas. Si Ratzel, vuelto a la vida, abriera los manuales de geografía política general, no se sentiría extrañado más que por el uso de ciertas fórmulas e índices, ya que encontraría las categorías analíticas utilizadas o forjadas por él mismo. Dichas categorías analíticas procedían directa o indirectamente de un solo y único concepto, el del Estado: “nadie ha visto al Estado. ¿Quién puede negar, no obstante, que sea una realidad?6 ¡Ratzel nunca negó que fuera una realidad! Inclusive contribuyó ampliamente a afirmarla en el terreno de la geografía. Es incluso la misma realidad, ya que es representativa de lo político, lo que busca Ratzel. Pero ¿cuál es este Estado que privilegia Ratzel? Es el Estado moderno o el Estado nación. Dicho de otra manera, Ratzel convierte a la Geografía en una de sus “conformaciones históricas posibles a través de las cuales una colectividad afirma su unidad política y construye su destino.”7 No tiene dudas sobre ello: “quien dice poder o autoridad no está diciendo sino Estado.”8 Para Ratzel todo acontece como si el Estado fuera el único lugar de poder, como si todo el poder estuviera concentrado en él: “Hay que disipar la frecuente confusión entre Estado y poder. El poder nace muy temprano, a partir de la historia que contribuye a hacer.”9 De esta manera Ratzel involucró a todos sus “herederos” en la vía de una geografía política que no considera más que al Estado o a los grupos de Estados. Veremos enseguida el significado propiamente geográfico de esta decisión, pero antes, es necesario preguntarse por qué Ratzel tomó esta decisión. El mismo Ratzel no aporta una explicación, pero podemos interrogar al contexto en que se desarrolló. La Alemania del siglo XIX estaba inmersa en el pensamiento hegeliano. No sabemos si Ratzel simpatizaba con la concepción hegeliana, pero lo que es seguro es que toda su geografía política muestra que “El Estado es la realidad en acto de la Idea moral objetiva”… en la costumbre, tiene su existencia inmediata; en la consciencia de sí, el saber y la actividad del individuo, su existencia mediata; mientras que éste tiene, por el contrario, la libertad sustancial de atarse al Estado como a su esencia, como objetivo y como producto de su actividad.” 10 No debe subestimarse el peso del “Zeitgeist” y Ratzel, cuando menos en su geografía política, hace eco del pensamiento del siglo XIX que racionaliza al Estado. Concede al estado su significado espacial y lo “teoriza” geográficamente. En este aspecto, no deja de ser influenciado por una larga tradición filosófica que encontró en Hegel a su representante más brillante: “en los primeros teóricos políticos de Europa –Hobbes, Spinoza, Rousseauel Estado-Nación no se distingue bien de la Ciudad-Estado, porque el pueblo, la nación, el Estado se confunden. Mientras que Hegel establece entre dichos términos un vínculo racional”.11 6
Georges BURDEAU, L’Etat. Seuil, Paris 1970, p.13. Traducción nuestra (NdT). Definición de J. Freund, citada por George BALANDIER en su Anthropologie politique, P.U.F. Paris 1967, p.145. 8 Henri LEFEBVRE. De l’Etat, 1, l’Etat dans le monde moderne. Union Generale d’Editions, Paris, 1976, p.4. 9 Ibid. p.4. 10 HEGEL, Principes de la philosophie du droit. Gallimard. Paris, 1963, p.270. 11 LEFEBVRE, op.cit.p.7. 7
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Desde el momento en que el Estado=lo político, siendo la categoría del poder estatal superior a todas las demás, el estado puede ser la única categoría de análisis. Hemos demostrado que decir que el Estado es la única fuente del poder es una confusión, pero es también un discurso metonímico. O bien el Estado detenta el poder y es único que puede detentarlo, o bien es el poder superior y hay que suponer poderes inferiores que pueden interferir con aquél. (La geografía política de Ratzel es una geografía del Estado y conlleva implícitamente una concepción totalitaria, la del Estado todopoderoso). Sin saberlo ni quererlo, Ratzel creó la geografía del “Estado totalitario”, donde el adjetivo significa aquello que abarca una totalidad, a diferencia del sentido político actual del término. Pero no hay que equivocarse, si Ratzel aún no conocía el Estado totalitario en el sentido contemporáneo, ya lo había imaginado y de hecho, en su geografía, lo hizo visible en su decoración espacial. Es verdad que el Estado no se ve, pero también es cierto que el Estado se muestra en una variedad importante de manifestaciones espaciales, de la capital a la frontera, pasando por las redes interiores jerarquizadas y las redes de circulación. El Estado puede leerse geográficamente y Ratzel aportó las categorías para descifrarlo: centro versus periferia, interior versus exterior, superior versus inferior, etc. La geopolítica, que es realmente una geografía del Estado totalitario (Italia, Alemania, URSS) no hizo sino abrevar del corpus de conceptos ratzelianos para encontrar los instrumentos de su elaboración. Sólo existe el poder del Estado. Es tan evidente que Ratzel no alude, en materia de conflicto, al choque entre dos o más poderes, más que a la guerra entre Estados. Las otras formas de conflicto, como las revoluciones, por ejemplo, que cuestionan al Estado en su interioridad, no tienen lugar en su sistema. La ideología subyacente es la del Estado triunfador, la del poder estatal. Todas las escuelas de geografía que hicieron geografía política después de la escuela alemana, como la francesa, la inglesa, la italiana y la americana, ratificaron estos principios filosóficos e ideológicos y, en ese sentido, nunca cuestionaron la ecuación Estado=poder. ¿Cuál es el significado geográfico del punto de vista del “conocimiento científico” de esta situación? En primer lugar, al no considerar más que al Estado, como es el caso de la geografía política general, no se dispone más que de un nivel analítico espacial, limitado por las fronteras. Ciertamente, existe también una jerarquía de niveles creados por el Estado para organizar, controlar y gestionar su territorio y la población, pero con el carácter cada vez más integrador y circundante del Estado dichos niveles aparecen más como relevos espaciales para difundir el poder estatal que como niveles articuladores del ejercicio de poderes inferiores. Dicho de otra manera, la escala es establecida por el Estado. Se trata de una geografía unidimensional que no es aceptable en la medida en que existen poderes múltiples que se manifiestan en las estrategias regionales o locales. En segundo lugar, el poder estatal es considerado un hecho evidente que no tiene necesidad de ser explicitado, ya que se expresa en las cristalizaciones espaciales que ponen de manifiesto su acción. Evidentemente se trata de inferir algo no identificado a partir de los signos que esta clase de geografía deja por aquí y por allá. Finalmente, hay una ruptura entre la dinámica que se puede constatar en ese poder estatal y las formas que se pueden observar en el terreno operativo de un territorio. Queremos decir que los diversos sistemas de flujo que contribuyen, en la génesis del poder estatal, a la elaboración de dichas formas, no están verdaderamente descritos o explicados. ¿Las cosas han cambiado desde Ratzel? ¿Estamos frente a una geografía política o estamos todavía frente a una geografía del Estado? Eso trataremos de ver.
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II. ¿GEOGRAFÍA POLÍTICA O GEOGRAFÍA DEL ESTADO?
Una verdadera geografía no puede ser sino una geografía del o de los poderes. Según nosotros, la expresión de geografía del poder es mejor y a partir de ahora, no utilizaremos más que esa. Si se dice, siguiendo a Lefebvre, que no hay más poder que el político, eso significa, considerando lo anterior, que la política no se refugia completamente en el Estado. En efecto, si lo político logra su forma más completa en el Estado, eso no implica que no pueda caracterizar también a otras comunidades: “Estudiando de manera comparativa el poder en todas las colectividades, se pueden descubrir las diferencias entre el poder dentro del Estado y el poder en otras comunidades”.1 Para una discusión acerca de lo político, remitimos a Balandier. 2 Aceptamos que hay poder político desde el momento en que una organización lucha contra la entropía que la amenaza con el desorden. Esta definición, inspirada en Balandier, nos permite descubrir que el poder político es congruente con toda forma de organización. Ahora bien, la geografía política, en el sentido estricto del término, debería tener en cuenta a las organizaciones que se desarrollan en un contexto espacio -temporal que éstas contribuyen a organizar… o a desorganizar. De forma general, la escuela alemana puso el acento en las tendencias expresadas por Ratzel y reveló ciertas dimensiones latentes en el autor. Independientemente de que se tome a Maull o Supan, no hay duda de que nos encontramos frente a una geografía del Estado y no frente a una geografía política que daría lugar a formas de poder político diferentes de las que se derivan directamente del Estado. Maull, muy sistemático, fue capaz de elaborar inclusive una morfología de los Estados, con lo cual puso en evidencia el proceso vital de creación estatal. Eso constituye una cadena “lógica” de inspiración biológica que recuerda, en ciertos aspectos, lo que Jones trató de hacer algunas décadas después con su Unified Field Theory.3 Fiel al determinismo, Maull buscó la manera de formular leyes: la de la dependencia causal entre hombre y naturaleza; la ley de la variabilidad de las relaciones entre la naturaleza y el ser humano; la ley del desarrollo, y la ley de la unidad de los efectos geográficos. Se notará, de paso, que el determinismo de Maull no es absoluto, sino que lo relativiza mediante la ley de variabilidad de las relaciones entre el hombre y la naturaleza. Maull clausuró una época en la geografía alemana marcada sin duda por esfuerzos teóricos serios. Supan y Dix se encuentran en esta misma línea. El primero es cercano inclusive a la cuantificación, cuyos resultados merecerán la ironía de Ancel,4 mientras que el segundo se sitúa en una perspectiva geopolítica.5 Con la geopolítica, término atribuido a Rudolf Kjellen, se prepara la mundialización del Estado. La primera guerra mundial no es ajena a este control total por parte del Estado. Un hombre como JulienBenda, había presentido y analizado perfectamente lo que se tramaba: “La guerra política, al implicar la guerra de las culturas, es propiamente una invención de nuestro tiempo y le asegura un lugar insigne en la historia moral de la humanidad”.6 Este señalamiento, escrito en 1927, prueba sobradamente que el Estado está tratando de ocupar todo lugar disponible.
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Maurice DUVERGER. Introduction à la politique. Gallimard, Paris. 1964, p.16. Georges BALANDIER. Anthropologie politique. P.U.F. Coll. S.U.P. Paris, 1967, p.28-59 3 Cf. Otto MAUL Politische Geographie, Berlin 1925 y S.B. JONES An Unified field theory of political geography: Annals of the Association of American geographers, vol.44, 1954. 4 Cf. Alexander SUPAN, Letlinien der allgemeinen politischen Geographie, Berlin und Leipzig 1922 et Jacques ANCEL, Géopolitique, Paris 1936, p.88. 5 Arthur DIX, Politische Geographie, Weltpolitisches Handbuch, München und Berlin 1922. 6 Julien BENDA, La trahison des clercs, J.J. Pauvert, Paris 1965, p.24. 2
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Es evidente que con el advenimiento de la geopolítica se está frente a una ciencia del Estado concebido como un organismo geográfico en constante movimiento. Es el inicio del juego de suma cero de los Estados del siglo XX. En los años treinta, un grupo de autores, bajo la dirección de Kart Haushofer, elaboró el pensamiento geográfico del Estado nazi, útil para todo Estado totalitario. Desde entonces la geopolítica aparece como una especie de geografía aplicada al Estado. ¿Cómo sorprenderse entonces del desinterés de ciertas escuelas por la geografía política, si sabemos que inició con tan mala fama mala fama? Golpeada por esta indignidad, la geografía política permaneció estancada durante mucho tiempo. A pesar de ello, la que estaba en tela de juicio no era, desde nuestro punto de vista, una verdadera geografía política, sino una geografía del Estado. Después de haberse roto, la tradición alemana se reanudó y una de las últimas obras de Schwind tiene el mérito de presentarse como una “geografía del Estado”.7 La escuela francesa se fundó, en gran medida, como reacción a la alemana. Además, es más discreta en sus manifestaciones. Sin duda también fue debido a que Vidal de la Blanche no elaboró sino artículos y notas dispersas en esta materia. Al relativizar la relación hombre-suelo, la corriente vidaliana generó una crisis en el pensamiento geográfico. La primera víctima de esta crisis fue tal vez Camille Vallaux, a quien se percibe molesto después de haber rechazado el determinismo: “Para que (la geografía política) sea legítima, basta con encontrar las huellas de los agentes naturales, siempre o al menos de vez en cuando, y de manera profunda, o al menos discernible, en el transcurso del desarrollo histórico y de la evolución de los Estados”.8 ¿Es posible estar más incómodo científicamente hablando? Vallaux, de quien se han olvidado demasiado pronto sus aportes originales, concluirá su obra con la constatación de que es difícil descubrir relaciones de causalidad y de interpenetración entre el suelo y el Estado provistos de ese carácter de necesidad que no puede pasar desapercibido para ninguna ciencia.9 Si la crisis iniciada por Vidal, que desembocó en lo que se ha llamado después el posibilismo, hubiera podido apoyarse en el concepto de probabilidad que postulaba implícitamente, la geografía habría conocido otro destino… No fue así. De hecho la escuela francesa, aun habiendo rechazado debidamente el determinismo, ha conservado de éste la idea de necesidad, que no es probabilística.10 Hicieron falta los instrumentos de reconstrucción para actuar después de la crisis. Habría que hacer un libro sobre el determinismo residual de la escuela francesa, que se puede apreciar aún en la actualidad. Jean Brunhes, en su geografía de la historia, escapó en parte al restringido cuadro del Estado. Lo mismo Albert Demangeon y Emile Félix Gautier, entre otros, en sus obras sobre el fenómeno colonial. André Siegfried, en un contexto diferente y como consecuencia de una tradición inaugurada por Alexis de Tocqueville, ilustrará sobre todo el poder político, tal y como lo definimos, antes que el poder del Estado. Uno de los raros autores que intentaron teorizar la geografía política fue Jacques Ancel, a quien Gottman condena severa e injustamente: “no se puede calificar de doctrina un intento desafortunado por encontrar un término medio entre los métodos francés y alemán”.11 Juicio aún más injusto, puesto que Ancel mismo estigmatizó los errores de la geografía alemana. Ancel elaboró un trabajo nada despreciable en materia de fronteras, que se inscribe totalmente en la tradición posibilista.12No cabe duda de que dichos trabajos han
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Martin SCHWIND. Allgemeine Staatengeographie, Berlin, New York 1972. Camille VALLAUX, Le sol et l’Etat. Paris, 1911 p.20. 9 Ibid., p.395. 10 Relativo al uso de la teoría de probabilidades, cálculo matemático, estadística (NdT). 11 Jean GOTTMANN, La politique des Etats et leur géographie. Paris 1952, p.56. 12 Jacques ANCEL, Géopolitique, Paris 1936 y Géographie des frontières, Paris 1938. 8
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envejecido, pero eso no impidió que marcaran un momento en la geografía política francesa. Después de la Segunda Guerra Mundial, sólo Gottman realizó trabajos de geografía política que posiblemente marcaron más a los historiadores y a los politólogos que a los propios geógrafos. Gottman estuvo en la intersección de las influencias francesa y anglosajona, lo que permite encontrar en sus trabajos esta combinación de historia, ciencia política y geografía. Se hizo famoso por haber llamado la atención respecto a la iconografía y la circulación en la geografía política. De hecho, eso proviene en línea directa de Ratzel, a quien tuvo el mérito de redescubrir. Gottman se acercó a la geografía política: “No existe la política más que donde se ejerce la acción de los hombres que viven en sociedad”13, pero la idea del poder no se explicita sino a través del Estado. Los ingleses y los americanos manifestaron un especial interés por la geografía política. Los estadounidenses siguieron haciéndolo de manera activa. ¿Hay que señalar el efecto de la influencia y de la dominación que Inglaterra tuvo en el mundo alrededor del siglo XX y que los Estados Unidos ejercieron después? M.J. Mackinder trató desde 1904, de sistematizar en mapas a pequeña escala una visión neo histórica del poder o, más precisamente, de la potencia en el mundo. Hubo y hay todavía una innegable tentación planetaria en la explicación en geografía política. Se conoce la fórmula sintética de Mackinder: “quien posee el World Island (Europa, Asia, África), dirige el mundo”. Estas visiones que prefiguran la geopolítica, a pesar de su carácter pre-científico, -es decir, basadas en conceptos explícitos-, no fueron menos seductoras. En relación a eso, hay que mencionar también la predilección por el uso de explicaciones monistas como las de Huntington, quien buscó describir los movimientos políticos a partir de grandes pulsaciones climáticas. Indiscutiblemente, acentuó la importancia de la herencia… Por el contrario, hombres como Bowman tendrán una concepción más flexible, y hasta más justa. Bowman se guió por la siguiente opinión: “las cualidades y las reacciones mentales del hombre cambian poco”.14 Comprende bien que, en esas condiciones, la filosofía de la historia subyacente implica la repetición de ciertos fenómenos importantes. Además, Bowman abrió la veta inagotable de los world political pattern… Whittlesey no dudará en comprometerse en esta vía, sacrificando incluso a la geopolítica y proclamando, por ejemplo, que es “natural para el estado italiano aspirar a la hegemonía mediterránea.”15 Los Estados Unidos tuvieron algunos representantes en materia de geopolítica, como Spykman y Strausz-Hupé, quienes contribuyeron a desarrollar ciertos esquemas de política exterior para su país. Bogs y Hartshorne mostraron tendencias más humanistas, pero de todos modos inclinadas hacia el Estado. Ambos enriquecieron la geografía de las fronteras a través del ensayo e instrumentación de tipologías. Hartshorne es el autor de una teoría funcional en la que identifica, en relación al Estado, la “razón de ser” de éste y las fuerzas centrífugas y centrípetas que pueden respectivamente cuestionar su existencia o reforzar su cohesión. La geografía italiana, para cerrar este repaso general, no dejó de ilustrar al Estado como única fuente de poder político. Toschi se sacrificó en ello después de muchos otros.16 Salvo raras excepciones, la geografía política del siglo XX fue en general una geografía del Estado; una geografía unidimensional que no quiso ver en lo político más que una expresión del Estado. En realidad, la política penetró en toda la sociedad y si el Estadoresultó triunfante, ello no significa que no sea el lugar de conflictos y de 13
Cf. páginas dedicadas a la geografía política por Gottman en la Enciclopedia de la Pléyade, Géographie générale, Paris 1966, p.1749-1765. 14 Isaiah BOWMAN. Le monde nouveau. Paris 1928, p.1. 15 Cf. Derwen WHITTLESEY. The Hearth and the State, New York 1939. 16 Humberto TOSCHI, Appunti di geografia politica, Roma 1958.
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oposiciones, en una palabra, de relaciones de poder que, no por ser asimétricas, dejan de tener presencia y de ser reales. La geografía del Estado borró sus conflictos, mientras que éstos subsisten en todo nivel relacional donde se postula una geografía política multidimensional. Esta geografía del Estado fue un factor de orden, al privilegiar lo concebido por encima de lo vivido. Sólo el análisis relacional está en condiciones de rebasar esta dicotomía concebido-vivido.17 La geografía del Estado fue construida a partir del lenguaje, de un sistema de signos, de un código que procede del Estado. ¿Cuáles son esos signos? ¿Cuál fue el lenguaje utilizado para describir geográficamente el hecho estatal?
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Cf. LEFEBVRE, op.cit.
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III.
EL LENGUAJE DE LA GEOGRAFIA DEL ESTADO.
El estado del que tratamos es el Estado-nación, el mismo que la ruptura política de la Revolución Francesa hizo emerger.1 Se trata pues, de un fenómeno reciente que no tiene más de dos siglos. Pero no todos los Estados son Estados nación, e inclusive si el Estado se considera la expresión política de la nación, el Estado se define en primer lugar como ser político.2 Si hay un hecho sobre el cual los geógrafos tienen consenso, es sobre la definición del Estado: “El Estado existe cuando una población instalada en un territorio ejerce su propia soberanía.”3 Se consideran tres aspectos para caracterizar al Estado: la población, el territorio y la autoridad. Toda la geografía del Estado deriva de esta triada. Consideremos primero el territorio. En relación a éste, existen dos tipos de códigos: los códigos sintácticos y los códigos semánticos.4 El código sintáctico está formado por una serie de articulaciones como la dimensión, la forma y la posición, para considerar, por el momento, sólo algunas. Estas obedecen a la lógica estructural de una combinación que permite denotar la morfología general del territorio. Pero la observación empírica, que prevaleció mucho tiempo en la construcción teórica en geografía, muestra que el alcance de los códigos sintácticos nunca fue percibido ni mucho menos explotado en la geografía política clásica. Y sin embargo, si queremos determinar la acción política de los diferentes Estados en el transcurso de la historia, se tiene que admitir que las estrategias son señaladas por uno u otro de esos elementos sintácticos. Se trata de puntualizar una política que puede hacernos creer en la continuación de un sistema coherente. No fue sino hasta la Segunda Guerra Mundial, que Inglaterra puso en el centro de su estrategia general esta posición. Rusia, a partir de Pedro el Grande tuvo también esta preocupación. Mientras que otros Estados, como Brasil en el siglo XIX, siglo de disputas fronterizas, estuvieron fuertemente marcados por la preocupación de la dimensión. Pero paradójicamente, la geografía política clásica estuvo más inclinada a decir que el Estado, hablando territorialmente, era pequeño, compacto y marítimo o grande, extenso y peninsular, mientras que hubiera sido más significativo mostrar o intentar mostrar qué articulación se utilizaba en la estrategia territorial durante cierto periodo. El uso de códigos semánticos de tipo: territorio grande, marítimo y fragmentado es frecuente. Esos códigos semánticos tienen un carácter estático que no carece, ciertamente, de interés, pero que disimula la o las estrategias que provocaron ese resultado. La combinación de una estrategia no se da de golpe, sino que obedece a una secuencia. Finalmente, esos códigos semánticos son tipos de mensajes que “no establecen posibilidades generadoras, sino esquemas ya hechos; no formas abiertas que suscitan la palabra, sino formas esclerotizadas…”5. De esta manera, se puede describir, a partir del código sintáctico, un número importante de territorios, incluso los que no son observables. ¿Cuál es el interés? Ciertamente ninguno a nivel de la descripción, ya que sería difícil describir lo que no existe. El problema es otro. Las posibilidades generadoras del código sintáctico son perfectamente adecuadas para explicar la génesis de una estrategia territorial, sin necesidad de integrar simultáneamente varios objetivos. Una estrategia puede, por ejemplo, realizar 1
Ver, sobre ese problema, H.LEFEBVRE, De l’Etat, 3 Le monde de production étatique, Union Générale d’Editions, Paris 1977, p.50. 2 V. Norman J.G. POUNDS. Political Geography, MacGraw-Hill Book Company, New York 1972, p.12 3 Richard MUIR, Modern Political Geography MacMillan Press Ltd., London 1975, p.79 4 Sobre este problema de códigos, ver Humberto ECO La structure absente, Mercure de France, Paris 1972, p.292 y nuestro artículo, Peut-on parler de codes dans les sciences humaines et particulièrement en géographie?, L’Espace géographique, Nº 3 1973, p.183-188. Los códigos sintácticos constituyen las condiciones estructurales de la denotación mientras que los códigos semánticos combinan éstos para denotar las funciones. 5 ECO, op.cit.p.293.
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primero una secuencia cuyo objetivo sea alcanzar una posición determinada y enseguida, en la segunda o la tercera secuencia, buscar la dimensión. En resumen, se hizo un mal uso de los códigos sintácticos, mientras que eran perfectamente explícitos y utilizables. En lugar de un uso y de una explotación, que los habría llevado a sus límites extremos a través del concepto de estrategia, se procedió a una transposición matemático-estática. Se esforzaron en cuantificar las formas, las dimensiones e igualmente las posiciones relativas. Se llegó a ello sin mucho esfuerzo aunque el problema de esta cuantificación se tomó, en la mayoría de los casos, bajo una perspectiva geométrica simple y no como un punto de vista sintético que integrase los desafíos habituales del poder, es decir, no solamente el territorio sino la población y sus recursos.6 El solo hecho de que la cuantificación fuera posible debió centrar la atención en esos códigos sintácticos, ya que era la prueba de que se estaban abordando los elementos de la primera articulación. En realidad la cuantificación introdujo, en ese caso, precisiones… inútiles y superfluas desde el punto de vista de la problemática morfológica que imperó durante mucho tiempo. Es una ilusión pensar que el paso de lo cualitativo a lo cuantitativo provoca un salto positivo hacia el entendimiento, cuando la problemática es idéntica. El único beneficio es el de la coherencia. No es despreciable, al contrario, pero es insuficiente. Esos códigos sintácticos como co-extensiones de un saber-ver “geométrico”, poco significativos en sí mismos -aunque ahí reside su interés inicial, que pasó desapercibido-, habrían permitido señalar la teoría y la práctica de diferentes políticas territoriales, si hubieran sido utilizados de manera juiciosa en relación con la concepción estratégica propia de cada Estado. La percepción territorial del príncipe no es geográfica en el sentido concreto de “terreno”, sino que es geométrico, ¿cómo podría ser de otra manera? Ya que de lo que se trata es de poseer una imagen o un modelo a partir de la cual o del cual se elabora una acción: “Armado de su teoría, parecería que el estratega no tendría más que volverse al “terreno”, a los datos concretos de su cálculo producto de la observación pura. De ninguna manera; la forma teórica determina igualmente -a priori- las marcas esenciales que permiten organizar los movimientos en el terreno”.7 El “estratega” no ve el terreno, inclusive no debe verlo de otra manera que conceptualizado; de lo contrario, no podría actuar. Es la distancia que toma lo que hace posible su acción y, a partir de ahí, esta distancia solo crea “el espacio”: “El espacio estratégico no es una realidad empírica…”.8 Este es, de hecho, creado por el concepto de acción, que puede ser la guerra pero que también puede ser cualquier forma de organización, de distribución, de red o de fragmentación. El estratega no ve el terreno sino su representación. Por ello, los elementos del código sintáctico como la dimensión, la forma y la posición siguen siendo esenciales en el lenguaje del territorio, pero deben retomarse como elementos de expresión de una semiología connotativa. También pertenecen al lenguaje de la geografía política las “core áreas”9 reveladoras de la problemática morfo-funcional. Una “core area” es la célula a partir de la cual el Estado se habría desarrollado, aunque no siempre existe. Muchos Estados no se construyeron a partir de esta célula primitiva. Como quiera, el concepto es útil y ha sido desarrollado en las tipologías que emergen de códigos semánticos que ponen el acento ya sea en el espacio, 6
Sobre este problema de la forma, ver Claude RAFFESTIN et Claude TRICOT, Réflexions sur les formes: Cahiers de géographie de Besançon, Nº12, 1975, p.33-45. 7 André GLUCKSMANN, Le discours de la guerre, Union Générale d’Editions, Paris, 1974, p.73. 8 GLUCKSMANN, op.cit. p.76. 9 Se trata de las zonas centrales y por ello más importantes de un territorio; “el corazón de la nación”, que resume en un espacio geográfico el patrimonio intangible como un lugar de ubicación desde el cual generar la identidad regional o nacional.
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(“core area” central, periférica o excéntrica, externa) o en el tiempo, o en la dimensión de ambos.10 Las capitales y las fronteras que son también producto de códigos semánticos, tal y como fueron concebidas, constituyen los articuladores del lenguaje de la geografía del Estado. Podría decirse que las capitales son puntos-claves, al igual que las “core areas” son regiones-clave. Pero al igual que las fronteras que dieron lugar a múltiples clasificaciones, ellas expresan conformaciones, productos de relaciones que no aparecen en la problemática morfo-funcional, sino como resultados que ocultan con frecuencia las relaciones de fuerza, es decir, las relaciones de poder, que las crearon. Por otro lado, ellas sólo le interesan al Estado cuando son susceptibles de un uso más amplio, es decir, cada vez que hay una relación de poder. Lo admitan o no, los negros norteamericanos poseen “core areas” en el Estado americano, son el corazón de muchas ciudades en las que surgen las acciones políticas, reivindicaciones, revueltas, etc.. Dicho de otra manera, todos esos signos, que han servido para expresar las formas y las funciones del Estado, podrían ser retomados por una problemática relacional y extendidos a todas las relaciones de poder político en las que el Estado no está ausente, -nunca lo está, pero puede tener únicamente el rol de un referente. Los códigos revisados hasta ahora se inscriben en la perspectiva de señalar el poderío potencial del estado. Como hemos visto, los signos geométricos revelan las preocupaciones estratégicas cuyo objetivo es potencial. Sin embargo, esos signos, que constituyen un “discurso,” no son sino la imagen de dicho poder potencial. Imagen que se construye a partir de elementos cuya combinación forma grupos de indicios que estarán o no en correlación con las acciones efectivamente realizadas. En el fondo, la geografía no produce, en ese caso, más que índices, que tienen una probabilidad más o menos fuerte de corresponder a estrategias reales. En el análisis de la población, el lenguaje utilizado está compuesto también por signos específicos: cantidad, distribución, estructura, composición, por citar los más representativos. Se notará que son categorías coherentes en relación a las del territorio, en el sentido de que la población es concebida como un recurso. Esos signos sirven para identificar y para caracterizar a la población como factor potencial del poder. En la geografía del Estado, la población pierde significado propio: es concebida y no vivida. No tiene significado más que a través del proceso del Estado. Su significado se deriva de la finalidad del Estado. De hecho, se notará que los signos utilizados permiten sobre todo definir y expresar un potencial, más que una identificación diferenciada. La cantidad expresa una idea cercana a la dimensión y por ello, correlacionada con el poder potencial. Además, de su combinación resulta una “cantidad pura” integrable en toda estrategia: la densidad. Podría creerse que la densidad expresa la distribución, pero no es ese el caso, incluso si cierta geografía nos ha acostumbrado a eso. Es cierto que la densidad expresa una distribución…¡pero siempre es la misma! Eso no tiene nada de original y esta constatación fue hecha por muchos autores: “Pero de nuevo, hay lo que podemos llamar el peligro de la media”.11 Más extraña es la manera que propone Blij para salir de esta dificultad: “Podemos sugerir un modelo, el Estado que tiene solamente un ‘corazón’ goza de mayor grado de unidad que el Estado que posee varios, pese a que el resto de sus características sean similares.”12 Sería más simple agregar un índice de concentración a 10
Sobre este tema, ver MUIR, op.cit., p.36-39. Harm J. de BLIJ, Systematic Political Geography, sd Edition, John Wiley & Sons Inc. New-York 1973, p.43 “But again, there is what we might call the danger of the average” en el original (NdT). 12 Harm J. de BLIJ, op.cit. “We might suggest a model; the state that has only one ‘heart’, other things being equal, enjoys a greater degree of internal unity than a state that possesses several such foci”, en el original (NdT). 11
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cada densidad, lo que daría una imagen más fiel de su distribución. 13 En ese caso, la cuantificación aumenta no solamente la coherencia sino que es útil y significativa. En cuanto a la estructura demográfica, ésta expresa una idea cercana a la de la posición. Es la medida exacta en la que la distribución por edad y sexo expresan una “posición” demográfica que denota la situación de este “recurso” que es la población. Al igual que el territorio, la estrategia del Estado connota la estructura demográfica a partir de sus finalidades. De manera caricaturesca, puede decirse que las pirámides con una base amplia “estrangulada” connotan estrategias con “futuro cerrado”. La generalización es menos excesiva de lo que podría pensarse. Francia por ejemplo, estos últimos años se inquieta, al menos en el caso de algunos medios gubernamentales, por la caída en la tasa de natalidad, que pone en tela de juicio la tasa de reproducción.14 Esos temores se incrementan cuando se constata la disminución relativa de la proporción del grupo blanco en comparación con el grupo amarillo o negro. ¡Viejo temor, vieja historia, cierto, pero que parece tener siempre actualidad! La composición de la población, vista desde el punto de vista étnico, lingüístico o religioso, es abordada con frecuencia con categorías de homogeneidad versus heterogeneidad. La primera es percibida como una condición favorable para la supervivencia del Estado, mientras que la segunda es una condición más desfavorable para este propósito. Dicho de otra manera, la estrategia del Estado pretende la homogeneidad y por eso los índices de diferenciación son tan agudos.15 Se trata de una “lectura estatal” en la que el Estado busca unificar, volver idénticos a todos por todos los medios. El Estado teme a las diferencias y, en consecuencia, no quiere ver más que un lado de las cosas. El lenguaje de la autoridad, de la soberanía no es menos revelador. Está primero el origen de esta autoridad: ¿procede de un consenso democrático o no? ¿Dicha autoridad está centralizada o no? ¿Es el origen de un Estado unitario o federal? Incluso si ciertas condiciones geográficas postulan una u otra cosa, es casi siempre en la evolución histórica donde se buscan las explicaciones. Y la razón de ello es simple: el carácter unitario de Francia y el carácter federal de Suiza se adquirieron y formaron en el transcurso de una evolución que duró siglos. Además, en este punto preciso, el sesgo histórico y el sesgo funcional de un Hartshorne convergen en el sentido de que el segundo necesita del primero para apreciar el grado de cohesión de cualquier Estado. Al terminar este rápido análisis del lenguaje usado, es conveniente precisar que no tenemos de ninguna manera la intención de aclarar todos los códigos de uso, sino solamente ciertos mecanismos de codificación de la geo estructura considerada desde la perspectiva política y, de manera más precisa, desde la perspectiva política del Estado. Nos pareció que el procedimiento descriptivo de la geografía política se ha orientado sobre todo hacia el Estado. Después de Ratzel, prácticamente todo el lenguaje fue forjado y organizado en función del Estado. Dicho de otra manera, hubo una inversión en la gestión. El Estado, incluso si es la más acabada y molesta de la formas políticas, no es la única. Si el lenguaje hubiera sido concebido para dar cuenta del poder político y de las relaciones que éste construye en el espacio y en el tiempo, el Estado habría tenido ciertamente un lugar privilegiado, pero no ocuparía todo el lugar. Esa es una de las razones por las cuales la “geografía política”, convertida en geografía del Estado, permaneció marginal y poco integrada en el corpus geográfico. En lugar de interesarse por cualquier organización dotada de poder político susceptible de inscribirse en el espacio, la geografía política no vio -y en consecuencia no hizo el análisis- más que una forma de organización, la del 13
Por ejemplo, supongamos tres países con la misma densidad D que podrían tener los índices 0,3 0,5 ó 0,8 respectivamente. 14 Cf. Sobre este tema, ver las declaraciones de Alfred SAUVY y Michel DEBRE. 15 Ver MUIR, op.cit. p.95.
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Estado. Sin embargo, los signos usados pueden recuperarse para realizar un análisis multidimensional del poder. Trataremos de demostrarlo. Vimos que esta concepción unidimensional paradójica en el plano geográfico no lo era en el plano filosófico. En efecto, desde Hegel el Estado llenó el horizonte de la existencia política. Para escapar de esa paradoja, se necesita una problemática que trate de volver inteligibles no sólo las formas investidas de poder, sino las relaciones que determinan estas formas. A la problemática morfo-funcional es preciso, si no sustituir, cuando menos agregar una problemática relacional cuyos resultados, si los hay, serán connotativos de aquellos que emanan de la primera. Cuando decimos “agregar” podría creerse que se trata de una evolución lineal. No es así, ya que la problemática relacional habría precedido a la problemática morfo-funcional, lo que la situaría más arriba de ésta última. La geografía humana se constituyó, entre otros, sobre el principio de diferenciación espacial a partir del cual algunos tratan hoy de construir axiomas. La geografía política, concebida como la geografía de las relaciones de poder, podría fundarse en los principios de simetría y de asimetría en las relaciones entre organizaciones. Es hasta después que podría construirse una morfología política. La dificultad de dicha tarea reside en el hecho de que una problemática relacional es difícil de elaborar, por un lado y, por el otro, porque el poder es aun más difícil de identificar, suponiendo que pudiéramos hacerlo. ¡La tarea está destinada al fracaso antes de comenzarla! Sí, si no se tiene el ánimo de proponer, más que un modelo analítico, un esquema y no si se acepta correr el riego de hacerlo. Es ese riesgo el que vamos a tomar, por varias razones: primero, por el simple gusto de la aventura intelectual, es decir, por rehusar la reproducción, la repetición incansable; después, para tratar de demostrar que la relación, con frecuencia evocada en geografía, no ha sido explotada verdaderamente como concepto; finalmente, por aclarar ese rol del poder que se manifiesta en todas las acciones humanas.
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CAPITULO II ELEMENTOS PARA UNA PROBLEMÁTICA RELACIONAL I.- ¿QUE ES UNA PROBLEMÁTICA? La palabra “problemática” es polisémica y no están de más algunas explicaciones para precisar el sentido en el que la utilizaremos. Dicho término puede, en todo caso, tener tres significados: a) Conjunto de problemas propios de un tema, por ejemplo la problemática urbana concierne a los problemas específicos de la ciudad. b) Manera de plantear un conjunto de problemas relativos a una pregunta particular. c) Modo que consiste en determinar, previamente a cualquier análisis, el estatus de inteligibilidad capaz de explicar un sistema. Es evidente que la intersección entre estos tres conjuntos no está vacía. Hay un punto en común constituido por el conjunto de preguntas que se formulan siempre que se quiere obtener un “conocimiento científico”, a partir de conceptos explícitos, acerca de cualquier tema. Sin embargo, la nuestra es la tercera definición, ya que ésta implica un método, es decir, un proceso: el de la explicación de un cuerpo de conceptos lo más unívocos posible, sin los cuales no es posible lograr un saber libre de las ambigüedades del conocimiento que se puede tener de los hechos a primera vista. Eso no significa de ninguna manera que el investigador no esté marcado por una ideología, la suya, que lo penetra por todas partes y de la que no puede deshacerse, aunque lo intente repetidamente. Nuestra ideología será lo suficientemente identificable como para que no sea necesario explicitarla ahora. Si optamos por una problemática relacional, es porque pensamos que las relaciones son capaces de hacer inteligibles el poder político y sus manifestaciones espaciales. La existencia está tejida por relaciones, es un vasto complejo relacional con una problemática muy diferente de la llamada morfo-funcional. Ésta se reclama como geografía de un triángulo: querer-ver, saber-ver, poder-ver, mientras que aquélla se funda en el triángulo querer-existir, saber-existir, poder-existir. Eso corresponde a otras interrogantes y a otras inquietudes sociales, inscritas en un contexto ajeno al testimonio y más cercanas a la “participación crítica”. Se trata pues, de un proyecto diferente del instituido a finales del siglo XIX por la geografía política clásica. ¿”Proyecto diferente”? ¿La geografía política clásica se desarrolló como un proyecto? Podemos dudarlo, por la simple razón de que nunca se enunció la idea de proyecto, al contrario de la idea de objeto. Cualquier geografía política empezó con la definición de un objeto y se instituyó como innegable “totalitarismo” del objeto: “¡la geografía política es esto y no aquello!” Ese tipo de afirmación se opone a una investigación definida como proyecto. Nuestra investigación se inscribe en esta concepción de proyecto y no en la del objeto. Eso significa que postulamos “una” nueva descripción, cuya ambición es echar abajo las bases “de una” nueva explicación. El uso del artículo indefinido cobra total sentido al implicar que se trata de una descripción posible entre otras; es decir, de una manera de desplegar las cosas de forma eventualmente creadora de otra explicación. En cualquier caso, descripción y explicación dependen estrechamente del cuadro conceptual, determinado en su totalidad por el proyecto o proceso de inteligibilidad.
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II.- IDENTIFICACION DE LA RELACION Es Marx quien, una vez más, a través del análisis de la mercancía, mostró que “en ella hay un acto que implica una relación”.1 Es sorprendente que la noción de cambio, que llamó la atención de todas las ciencias del hombre, no se haya atendido para la construcción de una teoría de la relación. A pesar de ello, el esbozo de una teoría semejante es posible: “Los ‘cambistas’ aportaron una realidad orgánica, sus cuerpos, sus manos, además de sus herramientas y sus productos. Se relacionaron entre sí. Ese contacto, que aporta información a cada una de las partes, las modifica. Se funden en él una energía orgánica y una energía informativa”2. Este acto inicial siempre es actual, ya que se repite indefinidamente y se reproduce en todas las manifestaciones de la vida cotidiana. Pero la relación no está presente solamente en el intercambio material; es también co-extensiva y co-fundadora de cualquier relación social. Aunque es verdad que el acto de intercambio material se distingue del no-intercambio -del don y del robo, por ejemplo- y del intercambio estrictamente mental, no por ello deja de entrar, al igual que el no-intercambio y el intercambio meramente mental, en esta categoría más general que es la relación. El intercambio material no es sino un caso particular, ciertamente importante pero no único, de la relación. Si la relación no ha sido teorizada verdaderamente es porque aparece como un concepto demasiado global, demasiado general. De hecho, no es tal si se quiereidentificar con precisión. La complejidad de las relaciones es lo que hace difícil el sesgo relacional, ya que, si por comodidad se describen primero las relaciones bilaterales, no hay que olvidar que se trata de una abstracción, en el sentido de que las relaciones son multilateralesla mayoría de las veces. Para simplificar tomemos, para empezar, una relación bilateral corriente -pero no simple-: la del contrato laboral. De hecho el contrato laboral no es bilateral más que en apariencia, ya que si hay un vendedor de trabajo, el que ofrece, y un comprador de trabajo, el demandante, su relación hace que intervenga en todo caso la organización estatal presente en las reglas, las leyes, en una palabra, en los códigos que regulan la compra-venta del trabajo. Esta relación puede hacer intervenir también a la o las organizaciones sindicales presentes en los contratos colectivos e igualmente en el conjunto de reglas (figura 1).
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Cf. Henri LEFEBVRE. De l’Etat,3, le monde de production étatique, Union Générale d’Editions, Paris 1977, p.9. 2 H. LEFEBVRE. op.cit. p. 19.
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Figura 1
La organización estatal y la organización sindical son partes interesadas en la relación, en el sentido de que ambas delimitan el ámbito socio-político de la misma. Según los países, es evidente que la organización sindical puede estar ausente. Podemos imaginar también que la organización estatal esté ausente, como en el caso de un contrato laboral ilegal. El terreno operativo de la relación, en ese caso, está delimitado no solamente por los actores inmediatos, los directamente interesados, sino también por las organizaciones que intervienen en una serie de disposiciones que hay que observar. Además, la relación tiene un contenido, un doble contenido: el tiempo de trabajo del que ofrece y el salario del demandante, que caracterizan el intercambio. Intercambio que es un proceso de comunicación, ya que antes de ser liberado materialmente, es objeto de una negociación con la ayuda de signos lingüísticos. Esta relación tiene una forma, determinada por los actores directos -oferente y demandante- y por una o varias de las organizaciones mencionadas antes. Es una relación que se inicia en un lugar determinado y para un lugar determinado, en un momento dado y por una duración determinada o indeterminada. A partir de ese momento, se plantean varios problemas. Problemas que, si bien no son irresolubles, no dejan de ser extremadamente difíciles de resolver. Lo que describimos anteriormente de manera sucinta no representa más que la cara funcional y no la cara “procesual” de la relación. ¿Qué quiere decir eso? Que la cara funcional informa solamente sobre el resultado de la relación, es decir, la venta de una cierta cantidad de trabajo a cierto precio y eso es todo. Lo que el análisis oculta es la manera en la que se hace el contrato: en qué condiciones es liberada una cierta cantidad de dinero o de bienes, si el salario es pagado en especie. Lo que está oculto, finalmente, es el poder o la capacidad de poder del oferente y la del demandante. Por el momento consideraremos el poder como una noción intuitivamente conocida. Volveremos ampliamente sobre ello en el capítulo siguiente. La incursión que haremos en el terreno económico no significa de ninguna manera que nuestra concepción sea económica, sino solamente que nuestra lógica lo es, desde el punto de vista metodológico. Nuestra concepción es tan poco económica que plantearemos como axioma que toda relación,de acuerdo a su contenido, es “política”, en el sentido de que concierne real o virtualmente a cada individuo que pertenezca a la colectividad o a una colectividad determinada. Dicho de otra manera, se presenta el problema fundamental de la repartición de las cosas entre los seres humanos. O todo el mundo recibe de manera equitativa la misma cantidad de bienes o servicios -y entonces se trata de una “eco-nomía” en el sentido 28
etimológico-, o bien se instaura un conjunto de criterios que determinan tanto la abundancia como la rareza -y en ese caso ya no se trata de economía, sino de una política cuyos fines no son la expresión de una necesidad endógena que implique la permanencia de una estructura, sino la expresión de una voluntad exógena que determina qué partes de la estructura deben mantenerse. Concibamos los diferentes modelos de relación a los que la economía ha consagrado su reflexión y que llama los mercados. La concurrencia perfecta, cuyas condiciones son bien conocidas, significa finalmente que cada oferente y cada demandante disponen del mismo poder. Ni los oferentes ni los vendedores tienen una capacidad de poder que les permita inclinar la relación en un sentido o en otro. Eso significa que ese tipo de mercado o de relación, considerando las condiciones diferenciales de la realidad espacio-temporal, es acrónico y acorológico3y tiene limitaciones ucrónicas4 y utópicas. Ni el tiempo ni el espacio intervienen para modificar sus riesgos. ¿Por qué hablar de tiempo y espacio? Porque los hombres no pueden encontrar más que en el espacio y/o en el tiempo un punto de apoyo para aplicar el incentivo del poder y en consecuencia para modificar las situaciones realesen el sentido que ellos decidan. La concurrencia perfecta es una relación simétrica en la que los beneficios y los costos tienen una relación de equivalencia verdadera, es decir, una relación donde no hay violencia ni para una ni para la otra parte. Pero si el espacio y tiempo están diferenciados desde el punto de vista social, las posiciones respectivas no son idénticas y, en consecuencia, las capacidades de poder tampoco lo son. Por eso el valor de uso y valor de cambio no pueden ser equivalentes. Y es así debido a la violencia que uno le ha hecho al otro. La primera consecuencia que podemos desprender de lo anterior respecto de la relación es el rol que pueden desempeñar el espacio y el tiempo: “Los habitantes de un valle fértil viven en la abundancia de productos naturales; un manantial irriga sus tierras… Alguien se apodera del manantial y vende el agua a los usuarios; éstos redoblan sus esfuerzos para pagar la cuota… el propietario del manantial se convierte en el patrón del valle: rico y poderoso”.5 Para este apologista ricardiano (Lefebvre dixit) es cómodo ilustrar ese poder apoyándose en el espacio y el tiempo. Hay “violencia” de un polo de la relación contra el otro. Pero vayamos un poco más lejos. La concurrencia perfecta o relación simétrica es muy rara; veamos casos más reales, primero desde el punto de vista del oferente y enseguida desde el punto de vista del demandante. Si el oferente es el único que ofrece su trabajo (producto de su calidad, rareza, etc.), evidentemente dispone de un monopolio frente a los demandantes. Se sabe que su posición sería diferente dependiendo de la elasticidad o no de la demanda, pero eso no nos preocupa. Lo que nos interesa es el poder del que dispone el oferente frente a la demanda; es decir, la capacidad que tiene para mantener una relación asimétrica y sacarle provecho, obligando al otro a aceptar sus condiciones. Puede ser que no sea el único en esta situación de oligopolio y que aún así disponga de un poder, tal vez menos considerable, pero ciertamente importante. Si vemos las cosas del lado de la demanda, tendremos un monopsone u oligopsone.6A esas situaciones corresponden capacidades específicas de poder que son manipuladas de tal manera que se puedan 3
Corología es el estudio de las causas de la distribución geográfica de las especies vivas (NdT). La ucronía es un tema literario que pertenece a la ciencia ficción y se basa en el principio del cambio de la historia. Para un autor en historia alternativa, se puede tomar un punto de partida en una situación histórica y modificar el desenlace imaginando las diferentes consecuencias posibles. (NdT) 5 LEFEBVRE, op.cit.t.3, p.30. 6 En economía, un monopsone es un mercado en el que un solo comprador encuentra varios vendedores. En el caso del oligopsone, es una situación del mercado en el que la concurrencia es imperfecta en relación a la demanda, ya que hay una cantidad limitada de compradores. Sinónimos de monopolio y oligopolio, respectivamente. (NdT) 4
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maximizar los beneficios, lo cual no necesariamente significa aplicar el precio más alto. Pero el problema está en otra parte. Lo que nos interesa mostrar en ese caso es que en las diferentes situaciones de monopolio, de oligopolio, de monopsone u oligopsone, uno o más polos mantienen relaciones asimétricas con el otro o los otros. La instauración de esta situación de dominación está condicionada por los fines “políticos” y no económicos, ya que no se trata de gestionar en función de la estructura global en la que se interviene, sino en función de una sub-estructura, de una organización que quiere crecer -y eventualmente desarrollarse- a costa de una destrucción de la estructura global, o de una parte de la estructura global con la cual dicha organización mantiene relaciones. En ese sentido, se puede estar de acuerdo con quienes pretenden que se trata sólo de poder político: “Sin embargo, en el transcurso de la historia, la relación abstracta entre valor de uso y valor de cambio tiende a ser real (y no solamente lógica) y conflictiva, es decir, dialéctica.”7 La segunda consecuencia es la forma de la relación: es simétrica o asimétrica. Teóricamente, la simétrica, dada la existencia de una equivalencia real, impide el crecimiento de una organización o de una estructura en detrimento de otra, y también impide la destrucción de una organización o de una estructura por la acción de otra. La simetría es garantía de diferencia y de pluralismo. De manera también teórica, la asimetría, por equivalencia forzada, favorece en cambio el crecimiento de una estructura en detrimento de otra y, en todo caso, la destrucción de una estructura por parte de otra. Conviene señalar que la simetría implica el reconocimiento de las necesidades del Otro y, en consecuencia, el reconocimiento del valor de uso y de la utilidad, por parte del Otro, de disponer de dicho bien o servicio. La asimetría, por el contrario, implica una falta absoluta de reconocimiento de las necesidades del Otro, o, mejor dicho, sólo reconoce la existencia de dichas necesidades en la medida en que acepta el juego de equivalencias forzadas que se expresa en el valor de cambio. Dicho valor de cambio resume en esos casos situaciones diferenciales de poder: “El valor de cambio establece su predominio en el transcurso de una lucha encarnizada contra el valor de uso, después de haberlo constituido como tal y sin jamás separarse de él”.8 Lefebvre se sitúa en el centro del problema cuando escribe: “Marx no vio la problemática entre esos dos momentos inherentes al conflicto uso-cambio.”9 Conflicto que ocupa todo el horizonte de la historia. En ausencia de un cuerpo de hipótesis que violenta la realidad, no hay valor de cambio que no sea violencia. Es tan cierto que, para imponerse, el valor de cambio ha debido de pasar por la intermediación de una mercancía que no es tal: el dinero. Podemos sumergirnos en todas las mitologías que, a través de metáforas infinitas, hacen del dinero la causa de todos los males. Pero el dinero, invento precioso, no merece ni tanta denigración ni tantas loas. El dinero sólo es una matematización de la mercancía10: “La naturaleza se vuelve objeto de dominio en el sentido moderno desde el momento en que se presta a la matematización (Galileo, Descartes). El dominio de la sociedad, a su vez, encuentra su legitimidad en las matemáticas, incluso cuando aquélla proyecta rebasarlas en un lenguaje especulativo más riguroso. El gran estilo del dominio se antoja ‘matemático’ siempre”. 11 De hecho, el dominio social es muy anterior: se inicia con el dinero, que es la primera, aunque elemental, forma de matematización de las cosas. El dinero permite la creación de equivalencias imaginarias y es el origen de una aritmética creadora “de espacios 7
LEFEBVRE, op.cit.t.3, p.27. LEFEBVRE, op.cit.t.3, p.28. 9 Ibid. p.30. 10 La matematización es el método que establece relaciones lógicas de manera exacta, reduciendo los fenómenos complejos a relaciones lineales, para reducirlos a regularidades que conformen relaciones causa-efecto (NdT). 11 André GLUCKSMANN, Les maîtres penseurs, Grasset, Paris, p.275. 8
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abstractos” que realizan “la equivalencia de los no-equivalentes”.12 No ha sido necesario entonces esperar a Galileo y Descartes para matematizar. En el momento en que hay moneda hay “matematización” de la sociedad. El ejemplo que tomamos, en principio podría hacernos creer que no hay sino intercambios materiales, aunque en realidad no sea así, pues el intercambio puede ser también verbal, es decir, lingüístico. El lenguaje es un producto del trabajo humano y es un producto que se cambia y que, en consecuencia, es objeto de relaciones.13 Existe un “mercado lingüístico” en el que circulan palabras, expresiones y mensajes como mercancías. No hay ninguna razón para que los procesos relacionales se modifiquen cada vez que los contenidos cambian. La morfología relacional se mantiene a través de contenidos variables. Enseguida tendremos oportunidad de demostrarlo. Nos queda mencionar un último punto antes de abordar los elementos de la relación y concierne a la naturaleza de las relaciones que se anudan entre los polos relacionales: dicha naturaleza puede ser determinista o aleatoria. Las deterministas caracterizan sobre todo a los sistemas físicos. Son interesantes pero no les dedicaremos mucho tiempo, ya que las relaciones que nos importan son las aleatorias. Digamos que un proceso determinista se realiza de una sola manera.14 Las relaciones caracterizadas por un proceso aleatorio tienen una fase de indeterminismo antes de su realización. Es apenas al momento de su realización que tendrá lugar uno solo entre los muchos casos posibles15: “Las relaciones son deterministas cuando dos sistemas están ligados entre sí, y son aleatorias cuando son independientes el uno del otro.”16 Lo que nos lleva a afirmar que las relaciones aleatorias emanan de las probabilidades. En un conjunto E de casos simultáneos posibles, a cada caso se le atribuye una probabilidad. Incluso en los casos más simples, siempre hay una probabilidad. En el caso del oferente y el demandante, en la hipótesis en donde ambos están absolutamente solos frente a frente, cada uno tiene la mitad de las probabilidades de que la relación tenga lugar. La situación es evidentemente diferente en el caso del monopolio o del oligopolio, aunque el principio no cambia. Lo aleatorio implica entonces la autonomía, incluso si ésta se limita a una alternativa brutal, a una opción entre dos posibilidades. La autonomía, en ese caso, reside en la posibilidad de escoger, incluso si las opciones son limitadas. De lo anterior podemos concluir una tercera consecuencia: la idea de indeterminismo, de independencia, caracterizan a muchas relaciones. Las relaciones pueden tener lugar de una manera infinita. De hecho, tanto teórica como prácticamente el conjunto de casos posibles es con frecuencia finito, es decir cuantificable. De ese modo, en las relaciones políticas nunca hay relaciones deterministas; siempre son aleatorias, a pesar de las apariencias. Siempre hay un cierto grado de autonomía, incluso si ésta se inscribe en una situación trágica. Trágica en el sentido que el rechazo de la relación puede significar para una de las partes la muerte o la revuelta que puede conducir a la misma solución.
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Ibid, p.21. Sobre este punto, ver Ferruccio ROSSI-LANDI, Il linguagio come Lavoro e come mercato. Bompiani, Milano, 1973. 14 Cf. Pierre VENDRYES, Vers la théorie de l’homme. P.U.F. Paris, 1973, p.21 y ss. 15 Ibid. 16 Ibid., p.29. 13
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III.- LOS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA RELACION. Vimos en el ejemplo del contrato laboral una serie de elementos constitutivos de una relación, pero nos falta ahora, bajo una forma más general, hacerlos explícitos. Los elementos constitutivos son: los actores; la política de los actores o el conjunto de sus intenciones, es decir, sus fines; la estrategia de los actores para lograr sus fines; los mediade la relación; los diferentes códigos utilizados, y los componentes espaciales y temporales de la relación. Aparentemente no hay lugar para el poder que, sin embargo, orienta nuestra reflexión. Pero sólo en apariencia, pues el poder está bien presente, es inmanente a todo el proceso relacional y será el tema del capítulo siguiente. En el fondo, se trata de elaborar un nuevo lenguaje que permita dar cuenta de las relaciones que se anudan a cada instante, pero que también se deshacen. En la geografía política clásica el actor privilegiado a nivel superior es el Estado. En realidad, hay todo una escala de actores entre el individuo y las formas más elaboradas de organización. Para no caer en el análisis micrológico, consideraremos a los grupos primarios, como el Estado, y a los grupos secundarios, que pueden ser las organizaciones de diversos tipos. Pero el Estado es una organización al igual que otras, sólo que lo reviste un peso enorme. Etzioni lo señaló bien: “Nuestra sociedad es una sociedad de la organización. Nacimos dentro de las organizaciones, fuimos educados por organizaciones y la mayoría de nosotros consagramos una gran parte de nuestra existencia a trabajar para organizaciones…”17. Es verdad que la organización más grande es el Estado, aunque no es la única: “Las organizaciones canalizan, atajan, controlan, en resumen, domestican a las fuerzas sociales.”18 Esta observación es muy significativa, ya que expresa simultáneamente el juego de las organizaciones en el espacio y en el tiempo. “Canalizan”, es decir obligan a tomar líneas de acción determinadas, ya sea en el espacio concreto, geográfico, o en el espacio abstracto, social. También “contienen”, es decir, juegan sobre las exclusiones, para aislar y dirigir. “Controlan”, es decir, tienen todo o buscan tener todo bajo su mirada para realizar una especie de “espacio de visibilidad donde poder ver sin ser vistos”.19 Crean una tecnología política que Foucault llama “panóptica”. Domesticar significa entonces rodear con una red, con una malla donde todas las partes pueden ser observadas. Pero ¿por qué? Porque “toda organización está amenazada, sea de disolución o de regresión, dada la concurrencia de otras organizaciones.”20 El Estado divide el espacio en mallas más o menos estrechas por esta razón: debe encontrar la “malla” más adecuada para, tomando en cuenta sus medios, “ver” lo mejor posible. Abre ciertas vías de comunicación y traza determinadas fronteras por estas mismas razones. Lo mismo pasa con la empresa que recorta un mercado, que crea sucursales, que instituye una red de distribución: siempre se trata de canalizar, de contener y de controlar. “Las organizaciones codifican, cuadriculan, centralizan. Esta apropiación de la existencia en todas sus formas no sucede sin destrucción, sin desintegración. La organización no se implanta sino rompiendo las resistencias que impiden su expansión”.21 Las numerosas referencias al espacio son evidentes: la organización se apoya en el espacio a través del tiempo pero, en esas condiciones, crea relaciones asimétricas sensibles. Por las razones ya mencionadas, las relaciones que mantienen dos organizaciones económicas, dos empresas, dos sistemas industriales, son económicas sólo por su contenido, pero de hecho 17
Citado en Yves STOURDZE, Organisation, anti-organisation, Repères-Mame, 1973, p.7. STOURDZE, op.cit., p.7. 19 GLUCKSMANN, op.cit.p.21. 20 Marc GUILLAUME, Le capital et son double. P.U.F. Paris 1975, p.65. 21 STOURDZE, op.cit., p.8. 18
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son profundamente políticas en tanto implican un choque o un conflicto entre dos poderes que establecen directa o indirectamente sobre toda o parte de la sociedad. Estos señalamientos nos permiten distinguir dos tipos de actores colectivos: aquellos que realizan un programa que Greimas llama sintagmáticos y aquellos que emanan de una clasificación, de una división, sin integración a un proceso programado y que el mismo autor llama paradigmáticos.22 El actor sintagmático manifiesta de manera precisa la idea de proceso y de articulaciones sucesivas al interior del proceso. Y así todas las organizaciones, desde la familia hasta el Estado, pasando por los partidos, las Iglesias y las empresas, son actores sintagmáticos. El actor sintagmático combina todo tipo de elementos para “producir”, sensu lato, una o varias cosas. El Estado es un actor sintagmático por excelencia cuando emprende una reforma agraria, realiza el ordenamiento del territorio, construye una red de carreteras, etc. La empresa es un actor sintagmático cuando realiza un programa de producción. Es decir, el actor sintagmático articula diferentes momentos de la realización de su programa integrando capacidades múltiples y variadas. Estos actores sintagmáticos están constituidos por actores-individuos que se integran o son integrados en un proceso programado. Por eso, cuando se dice el jefe de…, el director de…, el secretario de…, dispone del poder de hacer tal o cual cosa, se trata de una mera metonimia.23 Y se trata, en efecto, de discursos metonímicos ya que, como partes de un sistema, no representan más que elementos significativos de un actor sintagmático. Todos los actores sintagmáticos están comprometidos en un juego relacional complejo: sólo viven, sobreviven, se desarrollan, crecen, en virtud de las relaciones. Un actor paradigmático es producto de una división clasificatoria operada sobre la base de criterios que los individuos poseen en común. No están integrados a un proceso programado. La población de Italia, de Bélgica, etc., son actores paradigmáticos. Son una pluralidad de hombres y de mujeres que tienen en común estar fijos a su morada en una porción de tierra llamada Italia, Bélgica, etc. Dicho lo anterior, en circunstancias particulares, una o varias organizaciones pueden nacer en esta población y constituirse como actores sintagmáticos y, en consecuencia, solidarizarse con el mandatario original o no hacerlo (el Estado por ejemplo). En el transcurso de una revuelta, de un levantamiento, de una revolución, el actor colectivo parece inserto en una relación hiponímica con la población o la fracción de la población que representa.24 El actor colectivo que carece de un programa qué desarrollar aparece entonces como un riesgo para los actores sintagmáticos. La población, como “colección de seres humanos” es un desafío, un recurso para el Estado, las empresas, las Iglesias, los partidos, etc. Es de ella de la que éstos buscan adueñarse, dominarla o, en todo caso, controlarla, de manera que se integre bajo formas diversas en los procesos. Ahí hay una ambivalencia respecto a la población, que implica al mismo tiempo la base de las organizaciones y el riesgo de esas mismas organizaciones en diferentes grados y bajo formas diversas. Las organizaciones tienen finalidades, objetivos que pueden ser simples o complejos. Simples, si se trata de alcanzar un objetivo dado o de “producir” una sola cosa; complejos, si existe la voluntad de alcanzar varios objetivos o de “producir” varias cosas. Los términos “simple” y “complejo” tienen aquí un valor cuantitativo. El Estado tiene un gran número de finalidades, al igual que ciertas empresas, pero muchas organizaciones sólo 22
A.J. GREIMAS, Sémiotique et sciences sociales. Seuil, Paris, p. 96-98. Metonimia del jefe o del patrón, ya que “es la designación de una cosa por el nombre de aquel que la posee o usa o que es conocido por tenerlo bajo sus auspicios”, cf. Pierre FONTANIER, Les figures du discours, Flammarion, Paris, 1968, p.85. 24 Hiponimia es una figura retórica, en que un término específico implica a otro más amplio, como perro respecto a animal, por ejemplo. La figura inversa se llama hiperonimia. Mientras que los hipónimos pueden sustituirse por otros e incluso por el hiperónimo, éste es insustituible (NdT). 23
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tienen un objetivo que tal vez no es tan simple de alcanzar. Un partido político que quiere reemplazar al partido gobernante tiene un solo objetivo, que puede ser complicado alcanzar. Una organización ecologista cuyo objetivo fuese asegurar un medio ambiente sano se ubicaría también en la primera categoría, incluso si la tarea es de una dificultad extrema. Las finalidades pueden ser más o menos identificables, aunque pueden estar ocultas, en cuyo caso sólo se muestran las finalidades secundarias, mientras las verdaderas finalidades permanecen disimuladas. La realización de esos objetivos supone una estrategia. El término, a pesar de sus innegables connotaciones militares, ha tenido un uso generalizado, en particular en la teoría de juegos, de donde se le ha tomado, en el sentido de “una descripción completa de la manera como se comportará en presencia de cada circunstancia posible”. 25 Definida militarmente, la estrategia es “el uso del reclutamiento para los fines de la guerra.”26 Sin alterar de ninguna manera esta definición en su estructura, se puede decir que la estrategia describe la combinación de una serie de elementos que permiten alcanzar un objetivo. Esos elementos son los media, que veremos más adelante. La diferencia esencial entre el sentido militar y el sentido general en el que tomamos el concepto de estrategia es que, en el primer caso, se procura la destrucción o la reducción del adversario y de sus recursos, mientras que en el segundo caso se trata del control, pero en ocasiones también de la destrucción del adversario y sus recursos. La estrategia de los países productores de petróleo, desde hace algunos años, se inscribe en una política de valorización de un recurso que les permite desarrollarse, y como el petróleo no es un recurso renovable, el factor tiempo es muy importante. Sin importar lo que se piense, el fin ha sido convertir la relación con los consumidores en una menos asimétrica de lo que había sido en el pasado. Ha sido un intento por romper el intercambio desigual. Otro ejemplo: el partido radical en Italia adoptó la estrategia de los derechos civiles para hacer explotar el compromiso histórico que es la estrategia del partido comunista italiano. La estrategia es entonces el resultado de un plan, de un proyecto o de un programa que contiene, entre otras, las finalidades señaladas más arriba. Pero la estrategia supone poder recurrir a una serie de medios. Estos medios o media son usados para lograr el fin, es decir, para adquirir o controlar los riesgos. Si se pasa revista a una serie de relaciones, se puede constatar que los media son muy diversos: medios financieros, fuerzas militares, discursos, trabajo, productos, etc. Aparentemente, estos media son reacios a cualquier clasificación simple y por lo mismo, a la generalización. Es efectivamente un problema considerable, que no se resuelve satisfactoriamente a menos que se acepte, por comodidad de la exposición, una generalización que violenta la realidad. El problema consiste en saber si la generalización propuesta, a pesar de violentar la realidad, no es al mismo tiempo una simplificación útil. ¿Útil para qué? Para la construcción de modelos simples que den cuenta de una parte importante de la realidad descrita. Retomemos los media mencionados y preguntémonos acerca de lo que tienen en común: están constituidos por energía y por información. ¿Qué es la energía? Es “un potencial que permite desplazar y/o modificar la materia.” 27 ¿Qué es la información? “La información es la forma o el orden detectado en cualquier materia o energía.”28 La materia puede igualmente asimilarse a la energía, que puede condensarse y puede ser o no liberada. Puede verse que aquí empieza una generalización importante: el carbón puede liberar energía, mientras que el fierro es energía condensada que no puede ser liberada. ¿Es una generalización excesiva? Cuando Laborit define la necesidad, asimila 25
Morton D. DAVIS, La théorie des jeux, A. Colin, Paris, 1973, p.23. Carl von CLAUSEITZ, De la guerre, Paris 1965, p.237. 27 Jacques ATTALI, La parole et l’outil. P.U.F. Paris 1975, p.51-88. 28 Ibid. 26
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implícitamente energía y materia, pues afirma que es la cantidad de energía e información necesaria para mantener una estructura.29 Para satisfacer una necesidad, en el plano alimentario por ejemplo, primero hay que tener energía susceptible de ser liberada y energía condensada, es decir, materia. Intercambiar carbón o petróleo por fierro o trigo es intercambiar flujos de energía bajo formas diferentes. El problema es igual para el dinero, dada su naturaleza simbólica. La moneda permite “representar” tanto la energía como la información y permite también la adquisición de ambas. Sin embargo, dado su carácter y en vista de que emana de las leyes de la energía, se considera que se trata de una energía simbólica. ¿Cuáles son las leyes de la energía? Pueden resumirse en cuatro: 1.- La cantidad de energía disponible es limitada. 2.- La energía es aditiva y divisible. 3.- Existe una Ley de rendimiento máximo de los procesos. 4.- Cualquier actividad se traduce en un incremento de la entropía en el universo y, en consecuencia, en una degradación de la energía.30 Estas leyes se aplican a la materia y las dos primeras pueden aplicarse igualmente a la moneda. Se aprecia que la finitud de la energía requiere de una gestión, aunque puede apreciarse también que por su naturaleza se le puede captar, controlar o concentrar. La información puede ser considerada desde dos puntos de vista: “Respecto de cualquier fenómeno, tenemos un conocimiento cualitativo, vinculado a su sentido y su valor, además de un conocimiento cuantitativo definido por su probabilidad”.31 Es decir, la información semántica que tiene un sentido y un valor tiene también cierta magnitud, independiente de ambos: “el anuncio de un suceso muy probable nos informa poco, incluso si éste tiene un gran valor cualitativo y lo inverso es verdad.”32 El conocimiento cualitativo está vinculado al sentido y al valor, mientras que el conocimiento cuantitativo está definido por una probabilidad. Si supiéramos, por ejemplo, que los marcianos aterrizaron en Normandía, se trataría de una información considerable con poca probabilidad. En cambio, que el sol sale por el Este es una información nula, pues eso se sabe; en ese caso, la probabilidad equivale a 1. Por otro lado sabemos, por la teoría de la información, que ésta se puede medir a partir de la cantidad de energía necesaria para transmitir una unidad de información. Esta relación entre energía e información es importante, incluso si en nuestro proyecto no es cómodo usarla bajo su forma primitiva. Retendremos entonces la idea de que cualquier transmisión de información implica un costo de energía, como la transmisión de la información desde la Rusia de Europa hacia la Rusia asiática en el siglo XVIII, proceso largo y costoso considerando la tecnología disponible. En la medida en que el control de un territorio supone la transmisión de información, la relación con la energía es muy significativa. Este control real depende, entre otras cosas, de la energía disponible. Si la unificación regional o nacional significa hacer prevalecer un conjunto de información en una región o en una nación, es necesario plantearse el problema de la energía que se requiere para lograrlo. La información está formada de mensajes. Para transmitir un mensaje se necesita un instrumento o un conjunto de instrumentos: las señales33, que pueden ser lingüísticas o no lingüísticas. Aunque el lenguaje es muy importante, no es el único instrumento utilizado para transmitir información. De hecho podemos considerar que cualquier instrumento que 29
Por supuesto, esta asimilación a la escala donde queremos situarla es abusiva y no tiene significado real. 30 ATTALI, op.cit., p.61. 31 Le langage. Enciclopedia de la Pléiade, Gallimard, Paris 1968, p.147. 32 Le langage, op.cit. 33 Luis J. PRIETO, Messages et Signaux, P.U.F., Paris 1966, p.13.
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sirva para ello es producto de la semiología, que se ocupa tanto de la lengua natural como de las lenguas formalizadas, de los códigos musicales, de los síntomas patológicos, etc. De esta forma, para nosotros una información podrá ser un precio, pero también un discurso político, un conocimiento científico o un sistema tecnológico. De manera simétrica a las de la energía, podemos señalar las “leyes” de la información:34 1.- La información no está limitada. 2.- La información no es aditiva. 3.- La información organiza la eficacia. 4.- La información se degrada con el tiempo. La tercera y cuarta ley requieren algunos comentarios. Es evidente que si la información organiza la eficacia, también puede utilizársele para organizar la ineficacia.35 No es del todo cierto que la información se degrade con el tiempo, pues se ha visto un incremento en el valor de ciertas informaciones en una fase determinada. No hay que perder de vista ciertos descubrimientos científicos que, pasando desapercibidos al momento de su producción, han tenido posteriormente extraordinarias aplicaciones y, en consecuencia, un gran valor. Los actores que combinan, en función de sus propósitos, energía e información, según una o varias estrategias, no actúan fuera de un contexto social sensu lato, que implica un modo de producción, un modo de conocimiento, un modelo cultural, un modelo político, etc. Los actores se desenvuelven conforme a un conjunto coherente, donde los términos se usan en un sentido etimológico que necesita de códigos inmanentes a la acción misma. No es cómodo definir el término código, al que los actores han dado múltiples significados. 36 Sin embargo, cualquier relación, al ser comunicación “implica que cualquier enunciado performativo debe apoyarse en una competencia preexistente y cualquier acto de la palabra presupone una lengua”.37 Cualquier acción, como tal, es comunicación y está codificada. Marc Guillaume, entre muchos otros, ha hecho señalamientos muy interesantes en este sentido a propósito del código social, incluso si, a nuestro parecer, ha confundido “palabra” y “lengua”. Cuando se refiere al código social señala que: “…lo definiremos, en una primera aproximación, como el conjunto de asociaciones entre significantes (objetos, servicios, actos…) y significados sociales, asociaciones creadas o controladas por las organizaciones para sustituirlas y, de ser posible, desarrollarlas.”38 Dichos “objetos”, “servicios” o “actos” forman la palabra, pero no la lengua que los ha creado por combinación. Lo que hay que analizar es la lengua, el código utilizado para “producir”. El código social está formado por articulaciones económicas y políticas, de las cuales analizaremos algunos aspectos. El núcleo del código económico es el valor de cambio, base de cualquier economía de mercado: “El dinero permite pasar de un objeto a otro, al establecer la equivalencia.”39 El dinero, signo frío, permitió la sustitución de una cosa por cualquier símbolo: “El signo monetario se apoderó del objeto, lo colonizó. El objeto no es más que ese signo. Es quien le otorga su consistencia: sin él, se desploma”40 A través del dinero se infiltra lo 34
ATTALI, op.cit., p.80-85. Sobre este tema, ver los admirables señalamientos de U. ECO, Trattato di semiótica generale, Bompiani, Milano 1975, p.17. 36 Cf. Claude RAFFESTIN, Peut-on parler de codes dans les sciences humaines et particulièrement en géographie: L’Espace géographique, Paris 1976, Nº 3, p.183-188. 37 Umberto ECO. La structure absente, Paris 1972, p.13. 38 GUILLAUME, op.cit. p.64. 39 STOURDZE, op.cit., p.12. 40 Ibid., p.13. 35
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axiomático de los precios, que invade el terreno social mucho antes del siglo XIX, contrariamente a lo que piensa Guillaume.41 Desde el renacimiento de la red urbana en Europa, es decir, a partir del siglo XI, lo axiomático de los precios tuvo un gran significado. Es así como se establece “la equivalencia supuesta o real a través de la cual el objeto producido se convierte en bien de intercambio: mercancía”.42 De esa forma la equivalencia postula la no equivalencia y es por el valor de cambio que tiene lugar “la igualdad de lo desigual, la equivalencia de lo no equivalente”.43 Los procesos de despojo y enriquecimiento son manifestaciones que se desprenden como producto de la manipulación de esos códigos en las relaciones. De igual forma, la abundancia postula la rareza, como la igualdad postula la desigualdad. Las organizaciones se aferran a esas articulaciones para combinarlas en su estrategia: “La organización trata a toda costa de que subsista el espectáculo de la rareza, ya que ésta crea el valor que forma la osamenta de la organización”.44 Pero no hay que equivocarse: la organización también puede basarse en la abundancia. Las cosas deben ser fluidas, de manera que se pueda jugar de igual manera en el espacio y en el tiempo. ¿Qué pasó con el dinero, esta energía simbólica? El espacio concreto del valor de uso, espacio absoluto señalado con referencias existenciales, es sustituido por el espacio abstracto del valor de cambio. Se trata de un espacio relativo que está marcado sólo por los precios. Es un espacio cambiante, multidimensional, en el que los referentes existenciales no son sino posiciones. La articulación fundamental del código político está formada por la noción de repartición que genera otras, como concentración (no concentración) o jerarquía (no jerarquía). La idea de concentración empezó a invadir el terreno conceptual occidental en el siglo XVII, en particular a través de la obra de William Petty.45 La noción de jerarquía es inherente a cualquier organización: Iglesia, Estado, empresa. Es decir, “la organización procede del fantasma piramidal”.46 Es evidente que se podrían mencionar los elementos de los códigos culturales, por ejemplo, pero incluso éstos son atravesados por los códigos económico y político. Sin embargo, los actores no actúan más que en el espacio y en el tiempo y en ambos también hay estructuraciones a partir de los códigos disponibles. El espacio y el tiempo son soportes, es decir, condiciones, pero también son riesgos. Por eso Lefebvre tiene sobrada razón cuando dice que “el espacio es política”.47 El espacio y el tiempo son en todo caso soportes, pero es raro que no sean también recursos y en consecuencia, que sean también factores de riesgo. El espacio es un soporte, pero también un recurso y un límite, según hemos dicho. Es un límite debido a que, cuando menos en lo que se refiere al planeta tierra, el espacio es finito. Noción banal, tal vez, pero cuya consideración no es tan vieja. En efecto, sus orígenes se remontan apenas a los inicios del siglo XIX y es lo que ciertos politólogos llaman la clausura del espacio.48 Desde entonces no es necesario revisar los diferentes espacios cerrados: físico, económico, político, etc. Vivimos en un espacio marcado por lo finito y cuyas consecuencias son múltiples y requieren de un análisis específico en cada ocasión. La identificación del espacio ha sido hecha con frecuencia en términos de superficie, de 41
GUILLAUME, op.cit., p.66. LEFEBVRE, op.cit.,t.3, p.21. 43 Ibid., p.24. 44 STOURDZE, op.cit., p.48. 45 Sobre este tema, ver Pierre DOCKES, L’espace dans la pensée économique du XVIe au XVIIIe siècle, Flammarion, Paris 1969. 46 STOURDZE, op.cit., p.47. 47 Henri LEFEBVRE, Le droit à la ville, suivi d’Espace et politique, Anthropos, Paris 1972, p.189. 48 Marcel MERLE, La clôture de l’espace et son impact sur le système international; Congrès A.I.S.P., Edimbourg 1976. 42
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distancias, de propiedades, etc. Y en todo caso, una cosa es común en la mayoría de esos análisis: su carácter geométrico, en el sentido de que se entiende al espacio como un conjunto de elementos simples, combinables, manipulables. Esta práctica, heredada del pensamiento griego, obliga a construir representaciones que suponen otorgar atención a las escalas. Los actores intervienen en el espacio través de representaciones (mapas, croquis, esquemas, etc.) concebidas a cierta escala. El propietario agrícola, el agente inmobiliario y el militar, por ejemplo, no necesariamente trabajan con planos a la misma escala. 49 Primero que nada, el espacio está dado antes de la intervención humana y sería un exceso decir que está dominado por tal o cual noción.50 Por ejemplo, no tiene sentido hablar de una jerarquización a través del centro y la periferia antes de cualquier acción. No se puede hacer sino después de la proyección de los códigos utilizados en dicha función. El espacio tiene dos fases, una que es el plan de expresión, constituido por superficies, distancias y propiedades, y otro que es el plan del contenido, formado por las superficies, las distancias y las propiedades significativas para los actores.51 De esta manera, hay una estrecha relación entre el espacio real y un “espacio abstracto” simbólico vinculado a la acción de las organizaciones.52 Se trata del espacio relacional “inventado” por los hombres y cuya permanencia se inscribe en una escala de tiempo diferente a la del espacio real “dado”. Es más incómodo analizar el tiempo. El tiempo “real”, el de los movimientos astronómicos es, ciertamente, un referente absoluto, pero el que nos interesa es relativo: es el tiempo social de la acción. Igual que sucede con el espacio, hay un tiempo “dado”, que es el movimiento de la tierra alrededor del sol y hay un tiempo “inventado”, que corresponde al tiempo de los actores que, incluso si se inscribe en el primero, no deja de ser distinto. No hay que olvidar por ejemplo, el “tiempo pritánico”53 de las ciudades griegas, los diferentes calendarios religiosos, el recorte del calendario revolucionario en Francia. Todas esas acciones se inscriben en el tiempo absoluto, pero están acompasadas por los tiempos relativos, recortados según retículas particulares. No hay que perder de vista esta oposición entre tiempo cerrado y tiempo abierto. Uno es característico de una repetición, mientras que el otro se abre a lo aleatorio y no está determinado de ninguna manera. Se podrían multiplicar estos señalamientos sobre el tiempo, mismo que ha llamado la atención de filósofos, historiadores, psicólogos, etc., pero ese no es nuestro propósito. Hay que recordar que el tiempo, al igual que el espacio, es un recurso, y por ello, también tiene límites. En otras palabras, como noción relativa está integrado a toda una estrategia y es inclusive con frecuencia un elemento esencial. El tiempo puede compensar de manera momentánea una carencia de energía o de información: “El tiempo en sí mismo está del lado del defensor”.54 Como quiera que sea, el tiempo y el espacio deben ser considerados juntos en cualquier análisis relacional. ¿Por qué? Porque ambos entran en la estrategia del actor y condicionan la combinación de energía e información. Por ejemplo, existe una relación inversa entre la duración necesaria y la energía indispensable para vencer una distancia, de igual forma que existe un vínculo estrecho entre la estructura del espacio y la energía necesaria para difundir en él la información.
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Cf., entre otros, Y. LACOSTE, La géographie ça sert, d’abord, à faire la guerre, Maspero, Paris 1976. Cf. el análisis de J.A. LAPONCE, Temps espace et politique; Congrès A.I.S.P., Edimbourg, 1976. 51 Claude RAFFESTIN, Réflexions sur l’analyse de l’espace en géographie humaine: Colloque sur les fondements théoriques de la recherche en géographie, G. Giapichelli, Torino 1975, p.100-111. 52 Cf. Yves DELAHAYE, La frontière et le texte, Payot, Paris 1977, p.36. 53 Calendario introducido en el siglo IV en Atenas por Clistene, utilizado específicamente para renovar los cargos de representación de las 10 tribus griegas ante el Consejo. Además de su carácter práctico, tiene un significado simbólico, ya que modificaba la articulación social del espacio público (NdT). 54 GLUCKSMANN, op.cit. 50
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Al llegar al final de este análisis de los elementos que conforman la relación, es pertinente introducir lo que será el tema del capítulo siguiente, es decir, el poder. La relación cuyo desenlace es la satisfacción de las necesidades de cuando menos dos actores puedes ser, lo hemos visto, simétrica o asimétrica; es decir, el intercambio es equivalente o no equivalente. Si ningún propósito de crecimiento caracterizara a alguno de los polos, ello disminuiría el riesgo de una asimetría en la relación. Pero ese no es el caso. La voluntad de crecimiento no está necesariamente en el origen de la asimetría, pero participa de ella. La asimetría es producto del poder y éste es inherente a cualquier relación, que es el teatro y el lugar de la confrontación. El poder exige un análisis, y es a partir de éste que podremos comprender los procesos que determinan la forma de las relaciones: “cualquier poder se ejerce en un campo de comunicación; cualquier comunicación se manifiesta en un campo de poder.”55
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Pierre SCHAEFFER, Machines à communiquer,2. Pouvoir et communication, Seuil, Paris 1972, p.220.
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CAPITULO III. EL PODER I.- ¿QUÉ ES EL PODER? Si hay una palabra profundamente rebelde a cualquier definición, esa es la palabra poder. “¿Por qué? Porque se representa mal, ya que consiste en actos, en decisiones. Está presente o no, actual –en acto- o no”.1 Pero no es posible limitarse a esta confesión de impotencia que nos confina a la constatación del fracaso. Hay que proceder mediante aproximaciones sucesivas. Comencemos por evidenciar la ambigüedad de la palabra poder, según se escriba con mayúscula o con minúscula. No es, pues, un nombre común ordinario, ya que se le puede atribuir o despojar de una carga expresiva específica, según las circunstancias. Con mayúscula, resume la historia de nuestra asimilación a un “conjunto de instituciones y de aparatos que garantizan la sujeción de los ciudadanos a un Estado dado”.2 La palabra surgió finalmente. El Poder con mayúscula no postula “como datos iniciales, la soberanía del Estado, la forma de la ley o la unidad global de una dominación; éstas son más bien formas terminales.”3 “¿Formas terminales?” La expresión tiene un valor importante, ya que da cuenta de una concepción unidimensional del poder que obscurece casi totalmente otra visión posible, incomparablemente más rica. El “Poder”, lejos de ser despreciable se vuelve más familiar, más identificable y, por si fuera poco, también más habitual cuando aparece cobijado en su dignidad de nombre propio. Sucede así en la medida en la que se confunden Estado y Poder. Pretender que el Poder es el Estado es ocultar el poder con minúscula, el que “nace prematuramente, desde la historia que contribuye a hacer”4 El poder, nombre común, se esconde detrás del Poder, nombre propio. Se esconde tan bien que está presente en todo. Presente en cada relación, alrededor de cada acción: insidioso, se aprovecha de todas las fisuras sociales para infiltrarse hasta el corazón del hombre. Existe una ambigüedad entre el “Poder” y el “poder”, aunque el primero es más fácil de ubicar ya que se manifiesta a través de aparatos complejos que marcan el territorio, controlan a la población y dominan los recursos. Es el poder visible, masivo, identificable. Debido a ello, es peligroso e inquietante e inspira desconfianza debido a la amenaza misma que representa. Pero lo más peligroso es lo que no se ve o lo que no vemos, porque creemos que nos hemos deshecho de ello ubicándolo en un espacio vigilado. Sería muy simple que el Poder fuese el Minotauro encerrado en su laberinto, al que un Teseo podría ir a matar. El poder renace, cada vez de manera más terrible, en el reencuentro de Teseo con el Minotauro: el Poder es la muerte, ¡viva el poder! Desde aquí, el poder se asegura la perennidad ya que no es visible, es parte consustancial a cualquier relación: “Me parece que por poder hay que comprender, primero, la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio en que se ejercen, y que son constitutivas de su organización.”5 El poder es un componente en cualquier relación. Multidimensionalidad e inmanencia del poder por oposición a la unidimensionalidad y a la trascendencia: “El poder está en todos lados. No es que englobe todo, sino que procede de todos lados.”6 Sería vano entonces buscar el poder “en la existencia primera de un punto central, en un lugar único de soberanía del cual irradiarían formas derivadas y descendientes; son los pedestales móviles de las relaciones de fuerzas los 1
LEFEBVRE, op.cit., p.31. Michel FOUCAULT, Histoire de la sexualité, 1. La volonté de savoir, Gallimard, Paris 1976, p.121.Versión en español: Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber, Siglo XXI Ed., p. 112. 3 Ibid. (p. 111 en la ed. Siglo XXI en español). 4 LEFEBVRE, op.cit., p.4 5 FOUCAULT, op.cit., p.121-122 (p. 112 ed. Siglo XXI). 6 Ibid., p.122 (p. 113 ed. Siglo XXI). 2
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que inducen sin cesar, por su desigualdad, estados de Poder, pero siempre locales e inestables.”7 El poder se manifiesta, en el contexto de la relación, como proceso de intercambio o de comunicación, cuando se enfrentan o se confrontan los dos polos que se relacionan. Las fuerzas de las que disponen entonces los dos adversarios (el caso más simple) crean un campo, el campo del poder. Para entender esto podríamos utilizar la imagen de los fragmentos de limaduras que se orientan e identifican de acuerdo con las líneas de fuerza. 8 El campo de la relación es un campo de poder que organiza los elementos y las configuraciones. Para intentar acotar el poder, Foucault ha formulado una serie de enunciados que no definen el poder, pero que son más importantes que una definición ya que dan cuenta de la naturaleza del poder: 1. El poder no se adquiere, se ejerce a partir de innumerables puntos. 2. Las relaciones de poder no están en posición de exterioridad frente a otro tipo de relaciones (económicas, sociales, etc.) sino que son inmanentes a ellas. 3. El poder viene de abajo y no hay una oposición binaria y global entre dominador y dominados. 4. Las relaciones de poder son a la vez intencionales y no subjetivas. 5. Donde existe el poder hay resistencia y en virtud de ello, o en consecuencia, no está en posición de exterioridad respecto al poder.9 Hay una innegable convergencia entre estos enunciados y nuestra problemática. Cualquier relación es el lugar de surgimiento del poder y eso crea la multidimensionalidad del poder. La intencionalidad indica la importancia de sus fines y la resistencia expresa el carácter asimétrico que caracteriza casi siempre a las relaciones. Todo ello al parecer es muy intuitivo; ciertamente, pero el poder, que emerge de estructuras profundas y no de estructuras superficiales; no permite fácilmente hacer de él una descripción inmediata, clara y encuadrada por un sistema de conceptos coherentes y unívocos. Sin embargo, la innegable contribución de los enunciados de Foucault ha demostrado que se puede hacer la economía de una nomenclatura del poder. Es inútil distinguir un poder político, económico, cultural, etc., ya que éste es co-extensivo a cualquier relación. Como toda relación es un lugar de poder, eso significa que el poder está vinculado de manera íntima a la manipulación de flujos que atraviesan y desenlazan la relación, es decir, la energía y la información. ¿Manipulación? Es decir, la formación acumulación, combinación y circulación de la energía y de la información implicadas, dada la existencia de un campo relacional, cualquiera que éste sea. La energía y la información se forman, se acumulan, se combinan y circulan. Una cosa es segura y es que la energía y la información están siempre presentes de manera simultánea en cualquier relación. El intercambio verbal, la relación oral, no es sólo informativa, ya que se requiere una cantidad de energía para que la comunicación se dé. El vínculo entre poder y saber es evidente, pero no hay información pura o energía pura: se trata siempre de una combinación de ambas. El espacio-tiempo relacional se organiza con la combinación de energía e información. Por lo anterior, puede uno preguntarse si aun es posible prescindir, en provecho de la palabra poder, de expresiones como “influencia” y “autoridad”. ¿La influencia y la autoridad no provienen de combinaciones posibles de energía e información? Cuando Robert Dahl aborda el tema del poder y de la influencia, sus explicaciones no dejan de ser sorprendentes: “Existe un acuerdo general sobre el hecho de que los términos de influencia designan las relaciones 7
FOUCAULT, op.cit., p.122 (p. 113 ed. Siglo XXI). SCHAEFFER, op.cit., p.56. 9 FOUCAULT, op.cit.p.123-127 (pp.114-116 ed. Siglo XXI). 8
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entre los seres humanos.”10 Sólo se trata de una convención sobre la ideología, a propósito de la cual podríamos extendernos largamente. ¿La relación entre un latifundista y un minifundista en América Latina es de poder o de influencia? Se puede dudar acerca de la oportunidad de distinguir entre influencia y poder, primero que nada debido a los enunciados de Foucault y a la concepción sintetizada que Balandier decanta del análisis de numerosos autores: “se definirá al poder como resultado, para esta sociedad, de la necesidad de luchar contra la entropía que la amenaza con el desorden.”11 Eso no significa que rechacemos el análisis de Dahl sino que, cuando escribe que el poder es un caso especial de influencia, deja entender, siguiendo a H.D. Lasswell, que es la amenaza de las sanciones lo que diferencia al poder de la influencia en general.12 La influencia recurre más a la persuasión de lo que el poder recurre a la coerción, pero se trata, en este caso, de una diferencia en los medios. Etzioni ha analizado bien los tipos de poder y los medios empleados, y prescinde de la noción de influencia.13 Para este autor, el poder coercitivo se basa en la aplicación de sanciones físicas; el poder “remunerador” está basado en el control de los recursos materiales, en el subsidio salarial o las gratificaciones, mientras que el poder normativo se basa en la manipulación de los recursos simbólicos. En otras palabras, podríamos decir que, en relación a los medios movilizados por el poder, éste se define por la combinación variable de energía e información. Ambos elementos siempre están presentes y se puede decir que hay poderes con un fuerte componente energético o, inversamente, que hay poderes con un fuerte componente informativo. Es posible dar una imagen de las posibles situaciones considerando que el poder, visto bajo el ángulo de los medios puestos en funcionamiento, se asimila a un vector compuesto por energía e información. A partir de ahí se pueden proponer las siguientes imágenes (Figura 2). Figura 2
En esta figura, el número 1 representaría un poder con un fuerte componente informativo mientras que 3 representaría un poder con un fuerte componente energético. En el caso de 2, se trata de una situación intermedia. Es evidente que sólo se trata de una imagen, en la medida en que es difícil medir la información.14 No obstante, a pesar de la dificultad de 10
Robert DAHL, L’analyse politique contemporaine, Laffont, Paris 1973, p.52. BALANDIER, op.cit., p. 43. 12 DAHL, op.cit. p.89 y 90. 13 Cf. A. Etzioni, A comparative Analysis of complex organizations, The Free Press Glencoe Inc. 1961. 14 Difícil solamente si se quiere medir la “significación”, ya que para el resto de la teoría, producto de los trabajos de Shannon, es satisfactorio. 11
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cuantificarlas, es posible identificar situaciones precisas. La relación del feligrés con su iglesia, al menos en el periodo actual, se expresa en el vector 1, mientras que la relación del guardia con el prisionero se expresa en el vector 3. Para Foucault y Deleuze “cualquier punto de ejercicio de poder es al mismo tiempo un lugar de formación de saber”. Ese vínculo entre saber y poder ha sido comprobado por muchos autores. La energía puede transformarse en información y en saber. La información puede permitir la liberación de energía y de fuerza. El poder es también, en estas condiciones, un lugar de transmutación. ¿Cuál es la base del poder? Después de largas y minuciosas investigaciones, Lapierre concluye que no es “la necesidad natural, sino la capacidad que tienen los hombres de transformar con su trabajo a la vez la naturaleza que los rodea y sus propias relaciones sociales. Con la innovación técnica y económica, los hombres transforman su medio natural. Con la innovación social y cultural, transforman su medio social.”15 El poder se enraizaría en el trabajo. El trabajo sería ese vector mínimo y original definido por dos dimensiones: la energía y la información. El trabajo es energía informativa. Asimilar el trabajo a la energía, como lo hacen algunos, específicamente Attali, es un error, según nosotros. No puede ser sino fuerza dirigida, orientada, canalizada por un saber. Si retomamos los enunciados de Foucault, constatamos que el trabajo, como poder original, se ejerce a partir de múltiples puntos. También es cierto que las relaciones de poder, incluso las que se derivan del trabajo, son inmanentes a otras relaciones: “la alienación del trabajo pudre a las otras relaciones sociales” (Marx). Todavía es admisible la idea de que el poder viene de abajo si está en el trabajo. Es verdad también que la relación de poder es intencional y no subjetiva, ya que la transformación por el trabajo no se concibe sin una intencionalidad, y que la no-subjetividad es evidente ya que el trabajo está inserto en una organización que rebasa y significa al sujeto simultáneamente. Por último, es admisible hablar de resistencia ahí donde hay poder: resistencia de la materia o resistencia del cuerpo social a la transformación. En el caso hipotético de que los hombres sólo pudieran disponer libremente de su fuerza de trabajo, las relaciones de poder tenderían a ser, casi sin excepción, simétricas. Pero esto no es así, toda vez que es posible apropiarse del trabajo. Y apropiárselo significa hacerlo estallar o, más exactamente, someterlo a una dicotomía y separar la energía de la información; es decir, apropiarse de una y otra. En el fondo, se trata de impedir al hombre de disponer de ambas simultáneamente y, en consecuencia, privarlo de su capacidad primitiva de transformación. Las organizaciones realizaron la primera fisión social al separar la energía y la información en el trabajo. Desde entonces, la energía liberada de esta manera se pudo combinar con otra información y con aquélla producto de una acumulación anterior, misma que pudo combinarse con otras energías. ¿Qué quiere decir eso? Que el trabajo no siguió siendo una entidad con dos caras, que éstas fueron “despegadas”, “desprendidas”. Notaremos entonces que dicho proceso tiene como objetivo el de permitir la manipulación de elementos más simples, más homogéneos. Enseguida, las organizaciones pueden controlar cómodamente los flujos de energía e información: repartirlos, distribuirlos, hacerlos circular, aplicarlos en puntos precisos para obtener tal o cual resultado. En una frase, se puede pretender que, a través de ese mecanismo, los hombres perdieron su capacidad original de transformación, misma que pasó a las organizaciones. La diferencia drástica entre trabajo manual y trabajo intelectual no es más que la expresión más visible, más corriente. La ruptura de la unidad trabajo se realizó por la alienación, es decir, por el hecho de que los productos del trabajo se convirtieron en output cristalizados de los cuales se apropió una organización específica, que proyecta sus juegos estructurales para obtener el 15
Jean William LAPIERRE, Essai sur le fondement du Pouvoirpolitique, Paris 1968, p.677.
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equivalente forzoso. Realizar el equivalente del no-equivalente es apropiarse del trabajo bajo sus múltiples formas. Sin embargo, los hombres pueden tener el deseo de recuperar el control de su poder original. Pueden intentar reconstruir la unidad perdida del trabajo. Lo que significaría entrar a un universo conflictivo cuya naturaleza es estrictamente política. Perder y recuperar la capacidad de transformación es lo que permea a todas las relaciones humanas y se trata de un proceso dialéctico: “El patrón no roba algo, vampiriza a alguien, ‘extrae’ trabajo vivo” señalaba Marx, sin atreverse a romper con la imagen tranquila que presenta a las relaciones entre los hombres como si fueran relaciones entre cosas. Sin embargo, se trata de relaciones directas de hombre a hombre, las que se descubren en el “laboratorio secreto” de la explotación, entre mandos y soldados rasos.¿Qué es la “plusvalía” o el trabajo no remunerado del explotado sino el fruto de esta asimetría de poderes, que regula la duración y la intensidad del trabajo en detrimento del inferior?”16 Es la posibilidad del poder y no el poder mismo la que se construye sobre la apropiación del trabajo, en tanto que energía informada. El poder no puede definirse a través de sus medios, pero se puede definir considerando la relación al interior de la cual surge. El poder utiliza esos medios para enfocarse en sus riesgos. ¿Qué arriesga el poder? II.- LOS RIESGOS DEL PODER. El poder busca controlar y dominar a los hombres y a las cosas. Podemos retomar aquí la triada usada en la geografía política: la población, el territorio y los recursos. Podrá entenderse fácilmente, considerando lo que hemos dicho respecto a la naturaleza del poder, por qué situamos a la población en primer lugar: ésta es el origen de todo poder y en ella residen las capacidades virtuales de transformación. Es, además, el elemento dinámico del que procede la acción. Es por eso que la veremos en el capítulo siguiente. El territorio no es menos importante, ya que es el escenario del poder y el lugar de todas las relaciones, pero sin la población no es sino una potencialidad, es decir, un dato estático para arreglar e integrar en una estrategia. Por último, los recursos determinan los posibles horizontes de la acción y condicionan los alcances de la misma. Una relación puede privilegiar a alguno de los componentes: la población, el territorio o los recursos. De hecho, éstos son siempre movilizados en grados diferentes de manera simultánea. El conflicto entre dos estados debido a la posesión de una región no es un conflicto por adquirir sólo un pedazo de territorio, sino también por su población y/o recursos. Con frecuencia el objetivo confesado inclusive oculta los verdaderos riesgos que un actor está dispuesto a jugar. De esa manera, los conflictos fronterizos entre Marruecos y Argelia no habrían tenido ese carácter agudo si la posesión del hierro de la zona en disputa no hubiera sido la verdadera apuesta. La defensa de los intereses norteamericanos en Cuba, antes de Fidel Castro, disimulaba un control total sobre el territorio y la población que se traducía en el control y el dominio sobre la isla entera. El apoyo otorgado por Alemania a la población de habla alemana del lado checoslovaco, cerca de Bohemia, durante el periodo de entreguerras, ocultaba su verdadero objetivo, que era la anexión pura y simple de ese territorio por parte de Alemania. Todo eso nos dice que rara vez el objetivo es simple. Casi siempre se trata de un objetivo complejo. Los ejemplos que escogimos son juegos de suma cero, en el sentido de que lo que unos pierden lo ganan los otros. Se trata de casos extremos y mucho más raros de lo que generalmente se cree. En la realidad, son mucho más frecuentes los juegos que no suman 16
André GLUCKSMANN, Les maîtres penseurs, Grasset, Paris 1977, p.259-260.
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cero. Dos empresas que compiten entre sí por controlar un mercado no pierden ni ganan todo por completo, ya que llegarán a un acuerdo, que dependerá de los medios y de las estrategias de cada una de las empresas, para repartirse el mercado. Dicho de otra manera, en las situaciones que no suman cero los riegos son compartidos.17 En la realidad, las relaciones son, con frecuencia, asimilables a los juegos que no suman cero. Cualquier organización se caracteriza por seres y cosas, ya sea que las posea, las controle o las domine. En consecuencia, en cualquier relación, la organización las pone total o parcialmente en juego. Si esto resulta evidente respecto a un Estado, lo mismo sucede con las demás organizaciones. La empresa controla no sólo todo el aparato de su producción, que comprende seres y cosas, sino que también controla, de manera más indirecta, seres y cosas a través de su o sus mercados. En el momento en el que entra en competencia con otras empresas, pone en la balanza todo o parte de lo que está dispuesta a arriesgar. Cada organización busca reforzar su posición corriendo riesgos suplementarios para pesar más que las otras en la competencia: “el poder (político) aparece, en consecuencia, como un producto de la competencia y como un medio de contenerla.”18 La obtención de riesgos suplementarios no significa de ninguna manera “poseer” o “dominar” dichos recursos. Puede tratarse simplemente de ejercer un control que permita prever, tener acceso, neutralizar, etc. Ese es todo el problema cuando se trata de las posiciones relativas a dichos riesgos, es decir, a la posibilidad de integrarlos en tal o cual estrategia. Los riesgos también remiten a la energía y a la información. Esto no resulta evidente respecto a la población y los recursos, si se admiten los argumentos anteriores. El territorio es un reto particular: es a la vez recurso y límite, continente y contenido. El territorio es el espacio político por excelencia, el campo sobre el que se despliegan los riesgos. En cuanto a la energía y la información, éstas pueden convertirse en las dos fases complementarias de la medida de todas las cosas. Juegan, pues, un papel preponderante que no puede ni debe ser subestimado. Las organizaciones que combinan energía e información deben organizar circuitos para la circulación, la distribución, la difusión o, por el contrario, para la concentración, el acotamiento, el enrarecimiento de la energía y de la información. Hay entonces dos consecuencias fundamentales entre las que se establece un continuum: difusión y concentración se sitúan en los extremos del eje. “La historia” de cada organización se inscribe en los movimientos que se originan a lo largo de este eje y que caracterizan la acción. Por su acción, la organización que busca la simplicidad extrema, la expresión, jamás alcanzada, del poder absoluto, tiende a no interesarse más que por los signos de los riesgos. El ideal del poder es arriesgar sobre los signos y exclusivamente sobre ellos. Tal vez es eso lo que vuelve frágil al poder a fin de cuentas, en el sentido de que aumenta la distancia entre el reto real –lo referencial- y el reto imaginario –el signo. Este distanciamiento es en muchos aspectos fatal: el modelo no es la realidad y si el modelo difiere mucho de la misma, cualquier decisión puede ser peligrosa. Más allá de cierta distancia, llamémosla distancia crítica, la percepción es tan deforme que la imagen sobre la que se ejerce la reflexión es puramente imaginaria. La distancia entre la emisión y la recepción es tan grande que el mensaje que corresponde al momento t está completamente modificado en t+1, cuando se toma la decisión: las posiciones relativas a los riesgos se han modificado y las decisiones que se toman con base en ellos no tienen efecto o tienen un efecto catastrófico que acelera el proceso de desestructuración.
17 18
Cf. Morton D. DAVIS, op.cit. BALANDIER, op.cit., p.43.
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III.- EL CAMPO DEL PODER. Intentaremos ahora proponer un modelo muy general, reagrupando los elementos ya señalados en la problemática. Para hacerlo, utilizaremos un esquema que le debe mucho al de la comunicación (Figura 3). Figura 3
El intercambio o la comunicación que tiene lugar entre A y B, si la relación se concreta, puede traducirse en costos y/o beneficios para uno de ellos o para ambos. La relación puede ser simétrica o asimétrica. Los costos y/o los beneficios tienen, por supuesto, consecuencias en el cuadro de referencia respectivo de los actores, en la medida en que modifican a los elementos que contienen. La relación es, en cualquier caso, motivo de modificación. Consideremos dos sistemas de ejes, uno para A y otro para B (figura 4).
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Figura 4
Al inicio, la relación A y B está en posición 0. La relación podría beneficiar a ambos, traduciéndose en un beneficio equivalente o no (vector 1). La relación podría ser negativa para los dos, es decir, traducirse en costos (vector 2). También podría ser positiva para A, pero negativa para B (vector 3), o negativa para A y positiva para B (vector 4). La asimetría puede ser absoluta o relativa. Es absoluta cuando A registra un beneficio y B una pérdida, o viceversa. Es relativa cuando A registra una pérdida más grande que la de B, o viceversa. Las relaciones de tipo 2 son, evidentemente, peligrosas a largo plazo para ambos actores, mientras que las de los tipos 3 y 4 son peligrosas para uno u otro. Pero es evidente que la relación 1 también puede ser peligrosa si una de las partes invierte más de lo que retiraen el proceso. Así se plantea el problema de la existencia de los actores y de la estabilidad de sus estructuras. El intercambio desigual o la comunicación desigual determinan, a largo plazo, transformaciones destructivas para las estructuras. Es verdad que el riesgo no es bilateral sino multilateral y que, en consecuencia, intervienen en él fenómenos de compensación. Intentemos construir un gráfico de relaciones multilaterales.19 (Figura 5)
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Gráfico tomado de C.FLAMENT, Réseaux de communication et structure de groupe, Dunod. Paris 1965, p.27.
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Figura 5
Convención, que la flecha indica un costo para el actor donde ésta inicia y un beneficio para el actor al que llega la flecha. La primera aclaración que debemos hacer es que el gráfico no indica todas las relaciones posibles. El número de relaciones posibles es m (m-1) es decir 4 (4-1)=12. En este gráfico sólo se representan cuatro relaciones. Si las analizamos, constataremos que hay tres relaciones asimétricas absolutas: C-A, A-D, D-C y una relación simétrica o asimétrica relativa: A-B y B-A, respectivamente. Para medirlas, hay que asignar un valor a los arcos. Si se construye la matriz de costos y beneficios, se obtiene lo siguiente (Figura 6):
Figura 6
Desde un punto de vista únicamente estructural y suponiendo que los beneficios y los costos tengan los mismos valores, el sistema relacional está equilibrado, ya que para cada uno de los actores se equiparan los costos y los beneficios. Ahora tomemos a los mismos actores, manteniendo otro sistema de relaciones (Figura 7). 48
Figura 7
La matriz cambia (Figura 8)
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Figura 8
En ese caso, A asume un costo cubierto por un beneficio; B y D obtienen un beneficio, pero C asume tres costos por un beneficio. Estamos, pues, ante un segundo caso, con una estructura relacional completamente diferente. Por supuesto, beneficios y costos se equilibran en el conjunto del sistema, pero si se considera a los actores de manera individual, se constatará que C está en una situación de desventaja, en la medida en que asume costos superiores a los beneficios que puede obtener. En consecuencia, su existencia se ve amenazada a largo plazo, si no hay un cambio en la situación. Las dos imágenes anteriores corresponden a campos de poder diferentes. Se debe admitir que hay una infinidad de campos de poder en un sistema social, ya que hay una cantidad considerable de relaciones posibles. De hecho, sólo algunas se concretan. En muchas situaciones los gráficos permiten aclarar la estructura de las relaciones, por un lado, y la del campo de poder, por otro. Los dos ejemplos que hemos proporcionado no tienen más objetivo que el de demostrar que el poder no es verdaderamente perceptible más que cuando hay un proceso relacional. Es en el fondo cuando la relación se revela que podemos precisar, haciendo un balance relacional, cuáles son las estructuras del poder. Por el momento, una manera simple, vale decir, rudimentaria, pero sin embargo útil, de comprender el poder de los actores, es hacer la relación entre los costos y los beneficios. Si la relación es igual a 1, hay un equilibrio; si es superior a 1, el actor es dominante, y si es inferior a l, el actor es dominado. En el primer caso, hay un equilibrio; en el segundo, tenemos al mismo nivel a B y a D, y en orden creciente de poder a A. En cuanto a C, el actor está dominado en sus relaciones. En los capítulos siguientes veremos las aplicaciones prácticas y las ilustraciones de ese modelo.
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SEGUNDA PARTE
LA POBLACION Y EL PODER
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CAPITULO I. ENUMERACION Y PODER I.- LA REPRESENTACIÓN DE LA POBLACIÓN: PRIMER DOMINIO DEL PODER. Definida globalmente, la población es una colección de seres humanos. Es un conjunto finito en un momento determinado, es decir, es susceptible de “enumerarse”. La importancia de que la población puede ser contada es que se puede tener una imagen relativamente precisa de ella. Aunque esa imagen, es decir, dicho número, no es ni puede ser estable, pues se modifica constantemente. Sin embargo, el conteo censal de la población permite hacernos una representación numérica de ésta; representación que, aunque abstracta y resumida ciertamente, resulta satisfactoria para permitir una intervención eficaz. La enumeración permite conocer la dimensión de un recurso como la población (lo cual implica un costo también). Mediante esta medición, que es el censo, el Estado o cualquier otro tipo de organización busca, a través de la imagen del número, incrementar su información sobre el grupo y en consecuencia su dominio sobre él. Pero a esta influencia del poder se opone la resistencia al poder y es aquí donde tal vez reside el carácter ambivalente de la población. La población puede ser considerada y lo es, como un recurso, es decir, como un medio, pero también como un actor. Es incluso el fundamento y origen de todos los actores, de todas las organizaciones. Recurso sin duda, pero también límite en el juego relacional. En los pueblos antiguos, particularmente en Israel, el censo es un acto sagrado que no puede realizarse sino bajo ciertas condiciones. Es producto de la voluntad divina y pone en peligro a quienes se ven obligados a obedecerla.1 La inscripción de nombres en una lista aparece como la usurpación de una prerrogativa divina. Es conocida la cólera del eterno después de que David obligó a Joab y los jefes del ejército a hacer el conteo del pueblo de Israel.2 El censo es un saber y, por ello, un poder. El tema del censo fue una de las razones de la rebelión de los zelotes, nacionalistas religiosos judíos, en contra de Roma. 3 Debido a la información proporcionada por el censo, es evidente que, fuera de cualquier consideración religiosa, el Estado puede asentar mejor su sistema de impuestos y determinar quiénes están obligados a hacer el servicio militar. El impuesto y la conscripción, son apenas dos de las razones, pero hay muchas otras debido a las cuales es necesaria una imagen de la población. Con la aparición del Estado moderno, el conteo ha sido una preocupación importante. Antes de los censos modernos se han aplicado muchos métodos indirectos para contabilizar a la población. Se ha utilizado, en particular, la contabilidad de los hogares. A cada hogar se le aplicaba un coeficiente estimado de tal forma que se obtuviera un número. Así fue como Vauban lo hizo para su “Diezmo Real”. De manera general, se puede decir que “los censos, en el sentido moderno de la palabra, no inician sino hasta el siglo XVIII.”4 En Europa, uno de los primeros censos nominativos fue el hecho en Suecia en 1749-1750. Conviene señalar que los primeros censos modernos coinciden con frecuencia con un reforzamiento del Estado o con la formación de un nuevo Estado. Inglaterra y Francia hicieron su primer censo en 1801. El régimen napoleónico no fue ajeno a 1
Información comunicada por R. Martin-Achard, profesor de la Facultad autónoma de teología protestante en la Universidad de Ginebra. 2 Cf. 2 Samuel 24: Antiguo Testamento. 3 M.HENGEL, Die Zeloten, Leiden 1961, p.132 y ss. 4 Michel HUBER, Méthodes d’élaboration des statistiques démographiques (Recensement, Etat civil, migrations), Paris, 1938, p.1.
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esta decisión en Francia. Prusia hizo su primer censo en 1810, lo que coincide con el despertar del nacionalismo provocado por la hostilidad contra la Francia napoleónica. Rumania hizo su primer censo en 1859, es decir, un año después de la fusión de Moldavia y Valaquia. Por último, Italia hace su primer censo en 1861, el año de la Unidad. El común denominador de todos estos censos es la voluntad de conocer los recursos humanos con los que se cuenta. Es la voluntad de conocer la dimensión, para organizarse, resistir o combatir. Desde esta perspectiva, ¿qué es un censo? Es una información sobre una energía acumulada. Una energía que la organización estatal va a integrar a sus estrategias. Información de gran valor, no cabe duda, ya que para obtenerla hay que invertir con frecuencia elevados costos. Se puede adelantar, sin hacer de ello una ley, que cualquier transformación de energía en información significa que se le conceda a ésta última un elevado precio y en consecuencia una importancia primordial. De hecho, el censo no es solamente un conocimiento acerca de una energía acumulada, sino que atiende a la recaudación y a la conscripción, que le interesan al Estado, primordialmente. Para mantener esta información actualizada es necesario renovar la operación en forma periódica, de manera que se obtenga una imagen no muy alejada de la realidad. Una discordancia importante en este sentido impide cualquier acción, por coherente y continua que sea. Dicho de otra manera, se trata de una información que se degrada y en consecuencia hay que actualizarla constantemente. Otra ambigüedad de la población es que ésta no es indefinidamente un recurso; puedeconvertirse en un no-recurso, y Malthus es, si no el primero, uno de los primeros en haberlo señalado; incluso desarrolló esta teoría en su Ensayo sobre el principio de la población.5 La demografía es un instrumento de poder que se constituyó a partir del siglo XVIII con el nombre de “Política aritmética”. ¿Qué dice la Enciclopedia, publicada entre 1751 y 1771? “Es la aplicación de cálculos aritméticos a los sujetos y a los usos de la política; así como a los ingresos públicos, al número de habitantes, a la dimensión y al valor de las tierras, a los impuestos, a las artes, al comercio, a las manufacturas; a todo eso que concierne al potencial, la fuerza, las riquezas, etc. de alguna nación o república.”6 Es la “contabilidad” de hombres y cosas. Es el control por el número, la posesión por los signos. En la época contemporánea, el registro se ha perfeccionado y todos los Estados modernos poseen fichas individuales que forman enormes archivos electrónicos, con frecuencia almacenados, para mayor comodidad, en computadoras. Este instrumento de control es ambiguo, porque si es útil en muchos aspectos, la tentación de utilizarlo para intervenciones negativas es enorme. La organización que detenta este instrumento en general no puede resistir el deseo de explotarlo para consolidar o reforzar su posición. Pero el Estado no es el único en esta posición, ya que las empresas disponen de vastos listados nominativos para satisfacer sus necesidades de publicidad, al igual que las iglesias y los partidos, para sus necesidades de propaganda. Todo está inventariado, enlistados. El archivo demográfico es un instrumento temible en las manos de las organizaciones. Pero el inventario de las reservas no fue sino una etapa. Muy rápido se interesaron en las variaciones de esa reserva y fue necesario tomar en cuenta los flujos. Flujos naturales, como los que son producto de la natalidad y la mortalidad. Flujos espaciales, como los que se producen por las migraciones, ya sean de emigración o inmigración. De esta forma se pueden seguir las variaciones de las reservas a la vez en el tiempo y en el espacio. Las variaciones en el tiempo provocaron que se tomaran medidas que se concretaron o no en políticas demográficas. Las variaciones en el espacio determinaron políticas de localización, de transferencia, autoritarias o no. Durante mucho tiempo, las imágenes privilegiadas en materia de variación en el tiempo y en el espacio fueron la tasa de natalidad y la tasa de densidad, respectivamente. Imágenes rudimentarias pero que, no obstante, inspiraron decisiones con fuertes consecuencias. En 5 6
Essai sur le principe de population, en el original (NdT). Encyclopédie ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, 1751-1772.
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relación a las tasas de natalidad, se sabe que las comparaciones casi no tuvieron sentido cuando las poblaciones comparadas no tenían la misma estructura de edad. En cuanto a la densidad, no era sino un modelo abstracto de la distribución, que planteaba una distribución uniforme, con frecuencia muy alejada de la realidad. Sólo un índice de concentración podría dar una imagen menos deformada de la distribución en el espacio.7 Siendo la población la primera fuente de energía, resulta tentador tratar de incrementarla o desplazarla para lograr tal o cual objetivo. Todos los medios han sido utilizados en el transcurso de la historia: de la coerción pura y simple a la incitación moral, pasando por el juego de las remuneraciones, con la intención de modificar o de cambiar la distribución de esta reserva. Pero la imagen de la población no es solamente cuantitativa, sino también cualitativa; posee un conjunto de propiedades económicas, políticas, sociales, culturales, que permiten que los recursos sean calificados. La organización descubre así la homogeneidad o la heterogeneidad de la población. La primera implica estrategias diferentes de la segunda. La lengua, la religión y la etnia son percibidas de manera muy diferente; pueden ser recursos o restricciones, según sea el caso. Esos tres factores son el origen de las políticas que analizaremos más adelante. El censo da lugar a una relación con la población que puede calificarse verdaderamente de simétrica en la mayor parte de los países que disponen de una base legal y que ponen a disposición del público la información recabada. La energía invertida (energía simbólica o dinero) en un país como Suiza para tener una imagen de la población representa, grosso modo, de 4 a 5 francos suizos por habitante.8 La operación, que se repite cada diez años, en Suiza, es perfectamente soportable desde el punto de vista financiero. La periodicidad, por el contrario, es de cinco años (en general) en Francia, en Japón y en Dinamarca de 10 ó20 años en Brasil, etc. Muchos países no realizan censos, sino sondeos y/o estimaciones estadísticas. Esos países no cuentan con aparatos estadísticos confiables y el dominio del poder es mucho más débil.9 Las consecuencias prácticas de los censos son numerosas en lo que concierne la planificación, la previsión y el control: “El Plan, el Programa, la Contabilidad, son las palabras maestras de la organización.”10 Es posible expresar el censo mediante un gráfico jerarquizado. El número de niveles varía de un país a otro, naturalmente. Aquí tomaremos un caso de cinco niveles: el nivel I representa al Estado; el nivel II, a una subdivisión (provincia, cantón, departamento) inmediatamente inferior a éste; el nivel III, a una subdivisión comunal; el nivel IV, a los agentes censistas, y el nivel V, a la población a empadronar. (Figura 9)
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Cf. Claude TRICOT, Claude RAFFESTIN, Daniel BACHMANN, Un nouvel indice de concentration: l’Espace Géographique, Nº 4, Paris, 1974, p.303-310. 8 Es solo una estimación muy imperfecta que aporta solamente un orden de tamaño. 9 Aunque en ciertos casos, la ausencia de un aparato estadístico débil puede ser la fuente de un poder, ya que eso permite sobre estimar o subestimar una población, según las necesidades del momento o los objetivos que se persiguen. 10 STOURDZE, op.cit., p.7.
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Figura 9
Las flechas de líneas completas representan los mensajes u órdenes transmitidos a los niveles inferiores, mientras que las flechas punteadas representan la información que la población aporta sobre sí misma. Si consideramos solamente el recorrido de las líneas completas, lo que se muestra es el momento del envío de mensajes como una arborescencia, es decir, un gráfico sin circuito, cuya raíz es el nivel I. El gráfico permanecería arborescente si no se estableciera un ascenso de la información. Es preciso detenerse un poco más en el significado de la arborescencia respecto al poder. La distribución, o si se prefiere, la comunicación de los mensajes a los niveles inferiores, que son también “órdenes”, puede naturalmente ser bloqueada por todo tipo de perturbaciones, lo que quiere decir que los mensajes emitidos en I podrían no llegar a II, III, IV y V. En otras palabras, pueden aparecer rupturas en diversos segmentos de las líneas, o en la cúspide de cada nivel, que no pueda o que no quiera transmitir las órdenes. Es decir, el sistema puede ser afectado, ya sea en sus líneas, o por los distintos actores de comunicación. Si ese es el caso, es difícil esperar la transmisión de la información hasta el nivel I. Si la ruptura en la transmisión es de origen “técnico”, es involuntaria y puede corregirse. Si por el contrario, la ruptura es voluntaria, su origen es político, y eso significa que hay un conflicto o una tensión entre dos o varios niveles. Hay una oposición entre los niveles superiores e inferiores, de ahí la resistencia en la transmisión. Si la ruptura es técnica, hay que buscar la causa. ¿Se trata de una distancia geográfica, socio-política, socio-económica o socio-cultural? Si se trata de una distancia socio-política, socio-económica o socio-cultural, los catálogos o sistemas de los cuales cada uno toma el código del mensaje (forma y contenido) no se interceptan o lo hacen muy parcialmente, la comunicación será difícil o imposible. Se pueden plantear entonces las siguientes relaciones (Figura 10).
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Figura 10
En la situación 1 los catálogos se interceptan de manera parcial, por lo que la comunicación será difícil y R no podrá decodificar más que una parte del mensaje de E. En la situación 2, los catálogos se interceptan ampliamente y la comunicación será fácil. La comunicación no tiene lugar en la situación 3. En el último caso, el catálogo de E rebasa el saber y la experiencia de R, pero, después de un ajuste, E se puede comunicar perfectamente con R.11 Constatamos que la distancia es espacio-temporal o del orden de los códigos. Es evidente que llenar un formulario de censo a una población analfabeta puede tener inconvenientes. Utilizar un vocabulario técnico desconocido por el receptor puede provocar un bloqueo o un diálogo de sordos. Solamente en la situación 2 se puede evaluarla energía utilizada para transmitir el mensaje. Si la ruptura es política, las causas pueden ser extremadamente numerosas: se cuestiona la autoridad del nivel I porque es percibida como ilegítima o las intenciones y los objetivos de las órdenes transmitidas son percibidos como inaceptables, etc., etc. Aún así, sólo ciertas porciones del gráfico pueden verse afectadas por la ruptura política: la disidencia de una provincia, o de una o varias minorías, por cuestiones lingüísticas, religiosas o étnicas. Consideremos ahora el ascenso de la información. En principio, si los mensajes llegan hasta el nivel V, los problemas técnicos deberían ser débiles, a menos que haya un deterioro entre el momento t° de la emisión descendente y el momento t¹ de la respuesta. Entonces, el nivel V opondrá una fuerte resistencia y rechazará cualquier colaboración para proporcionar la información solicitada. Pero podemos imaginar también que los niveles IV, III y II se nieguen a transmitir la información hacia arriba ya que ésta podría perjudicarlos. Inclusive, podemos imaginar que los niveles IV, III y II, por interés propio, falsifiquen la información recibida y transmitan al nivel superior una información falsa. En ese caso y en relación a la energía, el costo unitario de la información tiende a ser infinito.12 De esta manera, la relación que se establece por motivo de un censo entre las organizaciones situadas en diferentes niveles y la población deja ver estrategias y conflictos que son indicadores útiles acerca de la coherencia y la integración de las organizaciones de que se trate. La energía invertida puede generar una buena información, una información mediocre, una información falsa o ninguna información. En el primer caso, estamos frente a una relación simétrica, mientras 11
Cf. R. MUCCHIELLI, Communication et réseaux de communication, Librairies techniques, Paris, 1971, p.18-19. Cf. sobre ese tema J. BIENFAIT, Le recensement de 1936 à Lyon ou 120 000 lyonnais fictifs: Grandes villes et petites villes, C.N.R.S., Paris, 1970, p.487-501. 12
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que en todas las demás las relaciones sonasimétricas. Evidentemente, para valorar la energía invertida, el nivel I puede establecer sistemas de control y de coerción, pero eso lo obliga a asumir costos suplementarios. En el caso de la relación simétrica, el gráfico resumen sería el siguiente (Figura 11). Figura 11
Mientras que una relación asimétrica se puede representar de la siguiente manera (Figura 12).
Figura 12
La relación asimétrica tiende a degradar la capacidad de acción de A, ya que gasta mucha energía sin que ello se traduzca en un incremento de su nivel de información. Las cúspides del gráfico representan actores sintagmáticos (actores que realizan un programa) cuyos objetivos son 58
congruentes si actúan juntos para aportar la información, pero que serán perfectamente divergentes si algunos se niegan a proporcionar la información requerida. Bajo ciertas circunstancias, podemos imaginar el corto circuito del sistema debido a una relación directa entre el nivel I y el nivel V.13 Esta información no sólo es útil para la organización estatal que ve en el habitante un contribuyente y un soldado potenciales. También le interesa a la organización económica y a la empresa, que ven en el habitante un productor o un consumidor potencial. Sería fácil señalar aquí lo que cada organización ve en la utilidad abstracta que representa “el hombre estadístico” del censo. Este hombre estadístico es la unidad de conteo de cualquier poder integrado en cualquier cálculo estratégico, ya sea como soldado, contribuyente, productor, consumidor, elector, feligrés, simpatizante, etc. Toda relación de poder despersonaliza al ser humano: éste “no es” alguien, es algo que se “tiene”, que no se tiene, que se tendrá o que jamás se tendrá. Por eso, el censo es el balance de un recurso y el referente abstracto de las posibles relaciones de poder. II.- LOS ACTORES Y SUS FINES La imagen o representación de la población es necesaria para la acción de las organizaciones, que van a mantener múltiples relaciones con la colectividad, ya sea para reforzar o para disminuir o estabilizar los recursos humanos.” La expresión tiene es algo grosera, pero reconstruye, por desgracia, la concepción que ha prevalecido durante bastante tiempo en el transcurso de la historia entre muchos pueblos. ¿No es Platón quien ilustra esta concepción cuando establece límites a su República? Como filósofo que es, él aporta las razones y los medios de administrar a la población. Preconiza un número máximo, por no decir óptimo, que busca estabilizar. Frente a la población, pueden identificarse tres situaciones claras: mínima, óptima, máxima. Sabemos que en la Grecia antigua “los pensadores, preocupados por la organización y el destino de la ciudad, no podían ignorar los problemas de población, así fue como aparecieron las primeras doctrinas de población en el mundo occidental…”14 ¿Por qué esta preocupación? Para hacer posible, dado el pequeño número estable, el desarrollo normal de las instituciones democráticas. En ese caso, la finalidad era mantener una población mínima; pero si la preocupación es la potencia, la meta puede ser alcanzar el máximo de población. Finalmente, si el objetivo es lograr el máximo de bienestar socio-económico, se buscará llegar al nivel óptimo de población. Los objetivos concebibles son múltiples, evidentemente.15 Para alcanzar el máximo de población, se debe restringir a la población a aceptar el mínimo vital absoluto. Eso se logrará mediante la persuasión o la coacción. La población óptima sólo es un concepto cómodo. Se aspira a la población óptima, sin alcanzarla jamás. Considerando una serie de hipótesis, la población óptima es teóricamente aquella que permite la obtención del nivel de vida más elevado. (Figura 13)
13
Enviados especiales, missi dominici, comisarios del pueblo, etc. M. REINHARD y A. ARMENGAUD, Histoire générale de la population mondiale, Montchrestien, Paris, 1961, p.35. 15 Cf. Alfred SAUVY, Théorie générale de la population, P.U.F., Paris, 1963, p.51-52, vol.I. 14
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Figura 13
Para alcanzar dichos objetivos el Estado deberá tener información muy específica respecto de la población, por un lado, y respecto al medio ambiente, por el otro. Conformémonos primero con considerar las relaciones con la población. La opción de una población máxima requiere de una distribución muy igualitaria de los recursos necesarios para la estricta satisfacción de las necesidades; en otras palabras de un vasto sistema de recaudación bajo los conceptos de comisiones o impuestos sobre la energía excedente, de la cual podrían disponer ciertos miembros de la colectividad. Pero eso supone que el Estado propicie la natalidad, incitándola de formas diversas, o que fomente la inmigración. Aunque ambos medios tienen por objetivo el incrementar “los recursos”, no tienen el mismo significado. Incrementar la natalidad no modifica la composición racial, étnica, lingüística ni, al parecer, religiosa de la población. Fomentar la inmigración plantea diferentes problemas en cuanto a esta composición. Se puede resumir la situación de las políticas “poblacionales” empleando vectores (Figura 14). Figura 14
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El vector 1 indica una política demográfica basada esencialmente en la inmigración, mientras que el vector 3 indica una fuerte orientación hacia la natalidad. Los Estados Unidos y Australia en el siglo XIX y en parte del XX fueron representativos del vector 1, mientras que países como Italia y Alemania ilustran perfectamente el vector 3. Si fuera necesario dar un ejemplo del vector 2, podríamos referirnos a Suiza. La inmigración indica la voluntad de ahorrar tiempo o de valorizarlo, lo que sería equivalente. Pero la ganancia en tiempo se traduce en una modificación cualitativa de la población. Modificación que hay que ponderar, ya que va a originar problemas. Incrementar la natalidad obedece a la voluntad de no modificar sensiblemente la composición; de ahí la necesidad de organizar las estructuras a largo plazo; para ello, el Estado deberá generar políticas en materia de salud, educación, alojamiento y empleo. La inmigración es una solución relativamente rápida mientras que la natalidad es una solución a más largo plazo. Ambas implican estrategias diferentes. Valerse de una u otra modifica sensiblemente la estructura de edad. En el hipotético caso en el que ambas opciones tuvieran éxito (fomentar la natalidad y/o la inmigración) la pirámide demográfica se “modela”; es decir, aparece un nuevo sistema de relaciones. (Figura 15) Figura 15
Las relaciones “verticales” o intergeneracionales se transforman y en virtud de ello se cuestionan algunas jerarquías. Las relaciones “horizontales” o intersexuales son igualmente influenciadas y de ello se derivan algunos problemas. Estas últimas son particularmente importantes en el caso de la inmigración, que puede ser familiar pero que, con frecuencia es individual. El Estado, que pretende el poblamiento de una región o de una zona, probablemente escogerá la inmigración si quiere realizar su programa a corto plazo. La opción depende del tiempo disponible, de la dimensión del espacio y de los medios. Las empresas, para incrementar la oferta de mano de obra, prefieren valerse de la inmigración; se interesan sobre todo por una categorización de edad en la pirámide demográfica y carecen de una visión global. Es más raro que el Estado desee una población mínima, aunque se dan casos; por ejemplo, en varias regiones de Europa, después del periodo napoleónico. El fomento de la emigración es un posible medio. Se puede actuar sobre la natalidad, igualmente, favoreciendo los métodos anticonceptivos. La esterilización en la India ha sido muy utilizada en los últimos años. Resulta difícil, en casos así, tomar en cuenta la violencia que se ejerce sobre los individuos. En los casos extremos, se puede citar a los genocidios. Pero si el genocidio es un medio para limitar a la población, su objetivo es en la mayoría de los casos diferente: se trata de eliminar a una etnia o raza, un grupo lingüístico o una minoría religiosa que representa un obstáculo para la política de homogeneización o de integración. Es la violencia utilizada como medio político. 61
La organización no sólo manipula la vida, sino también la muerte, con tal de asegurar su dominio sobre la población. Además, el poder descubrió en el siglo XX que, para alcanzar sus objetivos, era necesario algunas veces eliminar a la población a gran escala. La revolución industrial mató generaciones enteras para lograr sus fines, y aunque no se califica como genocidio, se trata de la muerte lenta de niños, hombres y de mujeres en las fábricas. Hay una geografía de la vida, así como hay una geografía de la muerte.16 Pero el poder no tiene como único objetivo el de aumentar o disminuir los recursos, sino que se interesa también por repartir, por distribuirlos en el espacio. El Estado puede tener como objetivo la distribución equilibrada de la población en el territorio y puede remodelar el mapa de distribución de la población con medidas que fomenten la creación de nuevos ordenamientos e inversiones que creen empleos, por ejemplo.17 Pero ciertamente son las empresas las que, juegan el rol principal en la distribución de la población, ya que tienen un interés primordial por disponer de mano de obra en donde tienen sus inversiones. Las empresas buscan la mayor movilidad geográfica para satisfacer sus necesidades de mano de obra. Respecto a la lengua, la religión o la etnia, sus objetivos son con frecuencia la búsqueda o conservación de la homogeneidad, por medios que no están exentos de violencia. Puede tratarse, de hecho, de la gestión o del control de la heterogeneidad. La explotación de esta heterogeneidad es muy frecuente, tanto por parte del Estado como por parte de las empresas y en las páginas siguientes nos referiremos a los problemas que de ahí surgen. Pese a todo, la población reacciona y resiste. Es un actor-objetivo que puede y hace fracasar las manipulaciones de las que es objeto. Oposición resistencia y rebelión son las palabras que subrayan las etapas de la reapropiación de un poder del cual la población está, casi siempre, desposeída por parte de las organizaciones. En términos gráficos, la resistencia se expresa por medio de arborescencias, es decir, de líneas sin circuito. Hay una caída de mensajes que no se recuperan por la raíz del gráfico, que permanecen sin respuesta. La rebelión es una ruptura de la comunicación, una negación de intercambio, un cuestionamiento de la relación.
III.- CONTROL Y GESTION DE LOS FLUJOS NATURALES. Entendemos por flujos naturales los nacimientos, por un lado, y los decesos, por el otro. En las sociedades animales, la natalidad y la mortalidad constituyen fenómenos naturales que propician un equilibrio dinámico entre reserva viviente y reservas de energía, equilibrio que permite asegurar la subsistencia. Es evidente que el equilibrio tiene lugar a través de un incremento de la mortalidad y una caída de la fecundidad, cuando hay sobrepoblación, de una baja en la mortalidad y un incremento de la fecundidad cuando hay déficit poblacional. Las nociones de exceso y déficit poblacional corresponden pura y simplemente a la capacidad del medio. En una sociedad no humana los ajustes, muy complejos por demás, ocurren de manera espontánea, lo que no excluye, por supuesto, las relaciones de competencia y de poder entre los miembros del grupo. Sin embargo, no existen más condicionamientos, que el de la naturaleza biológica y el de la naturaleza social particular del grupo.18 No sucede lo mismo con los grupos humanos, que buscan intervenir directamente en los flujos naturales para controlar y administrar las reservas. En otras palabras, los hombres pueden imaginar una política de la población. Evidentemente, incluso si no existe una política poblacional explícita en una colectividad, en una nación, la acción del Estado influye en ella de manera indirecta. La acción sobre el recurso es, en ese caso, un subproducto de los diversos 16
¿Economistas y demógrafos no han sido llevados a concebir la noción de costo de un individuo? Los intentos de “remodelación” en la distribución de la población en Gaspésie (Quebec) dieron lugar a una violencia considerable. 18 Cf. Serge MOSCOVICI, La société contre nature, U.G.E., Paris 1972, p.114 y ss. 17
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sistemas políticos, económicos, sociales y culturales. Sin embargo, en la mayoría de Estados modernos hay una política poblacional. Si sólo se toman en cuenta la natalidad y la mortalidad, se pueden evidenciar dos grandes políticas: una natalista y otra contraceptiva o malthusiana. Las políticas natalistas explícitas son muy raras en la historia, lo cual no significa, como lo recuerda oportunamente Sauvy, que no hayan existido instituciones de este carácter. 19 Sabemos que el Emperador Augusto, por ejemplo, para “restaurar la familia e incrementar la población” promulgó ciertas leyes y un impuesto sobre las herencias, en particular.”20 El afán natalista de Augusto se explica por el hecho de que las guerras civiles y el reclutamiento habían disminuido la población. Además, entre las clases ricas había cada vez menos niños y proliferaba el celibato. Augusto “actuará mediante la propaganda, los honores otorgados a los padres de familia, las donaciones excepcionales a las familias numerosas, las amonestaciones públicas a los recalcitrantes”.21 Los solteros fueron declarados no elegibles para recibir herencias. 22 Más allá de dichas medidas, marcadas por el sello de su tiempo, lo que hay que recordar, según Ellul, es la concepción, que se extiende a lo largo del siglo I antes de J.C., de que “el matrimonio y la procreación no son asunto familiar y privado, sino asunto político y social.”23 La idea del control y de la gestión de la población no es tan moderna como se pudiera pretender. Es el dominio del Estado sobre el individuo en tanto procreador. La relación sexual, necesaria para la reproducción, es “codificada” por el poder político: “la idea de matrimonio como deber político se afirmara durante todo el Imperio.”24 Es interesante recordar que las medidas de Augusto se enfrentarán a una tenaz oposición todo el tiempo, ya que iban en contra de las opiniones y las costumbres. Valdría la pena agregar que su eficacia fue escasa. Ni la incitación, ni la coerción en materia de natalidad lograron grandes resultados, aunque hay que exceptuar algunas medidas, que comentaremos más adelante. Las políticas mercantilistas, como las de Colbert, entre otras, fueron natalistas, ya que su objetivo era proveer de una abundancia de hombres para el mercado de trabajo. En todos los Estados mercantilistas del siglo XVII, se tomaron medidas para aumentar la población activa. Pero la otra razón era que el número permitía mantener los salarios a un nivel bajo.25 Es una prefiguración de la famosa ley de bronce de los salarios de Lasalle. Los mercantilistas trataron, sobre todo, de multiplicar la disponibilidad del tiempo de trabajo y les importaban poco, al parecer, las condiciones miserables en las que el pueblo se encontraba. Incluso en eso se establece una relación de poder con la población, aunque no se trata, como en el caso de Augusto, de una gestión impregnada de moralismo, sino de una completamente marcada por una voluntad productivista. En el siglo XVIII los déspotas ilustrados no estuvieron menos preocupados que sus predecesores por el número: Federico II escribía a Voltaire que “el número de hombres hace la riqueza de los Estados”. “Miro (a los hombres) como una manada de ciervos en el parque de un gran señor, cuya única función es la de poblar y llenar el vallado.”26 Se ve que para Federico II la población no es más que un recurso humano que hay que preservar e incrementar. Por eso él también tomó medidas en dicho sentido, como la ley sobre las segundas nupcias de los viudos.27 Más cerca de nosotros, durante el periodo de entre guerras, los regímenes autoritarios nazi y fascista desarrollaron políticas natalistas. La misma tendencia prevaleció en la URSS a partir de 19
Alfred SAUVY, op. cit., t.2, p. 376. André ARMENGAUD, Démographie et sociétés, Paris 1966, p.181 y Gabriel ARDANT, Histoire de l’impôt, livre I, Fayard, Paris, 1971, p.125. 21 Jacques ELLUL, Histoire des institutions, P.U.F., Paris, 1953, p.436. 22 Ibid, p.437. 23 Idem. 24 Ibid, p.438. 25 Henri DENIS, Histoire de la pensée économique, P.U.F., Paris, 1966, p.96. 26 REINHARD y ARMENGAUD, op.cit., p.177. 27 Ibid. 20
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1935. En Francia, una política de ese tipo permitió un repunte después de la segunda guerra mundial. De hecho, se actualizan las antiguas disposiciones: exenciones fiscales, institucionalización del “cociente familiar” que reduce el impuesto general sobre el ingreso en función del número de niños dependientes económicamente, reducciones en tarifas de trenes, subsidios, etc. Los estímulos para favorecer la natalidad van acompañados siempre de sanciones penales en caso de aborto. Las medidas de induccióntienen siempre como contraparte la represión. Exitosas o no, las políticas natalistas, tienen en común muchos aspectos que conviene señalar. El Estado, la organización suprema, controla al individuo como reproductor. Desde ese punto de vista es cosificado, se convierte en una “cosa” política y sus relaciones sexuales deben ser útiles y fecundas para el Estado. La relación de producción no es bilateral sino multilateral, ya que el Estado interviene mediante su sistema de códigos para volverla fecunda. El Estado interviene en la esfera más privada y más íntima de los ciudadanos. Mediante una política poblacional el Estado se erige verdaderamente en guardián del rebaño”. La fecundidad no es solamente un fenómeno bio-social, sino también un fenómeno político: la influencia que pesa sobre ella la convierte, a partir de ese instante, en un indicio de las tendencias totalitarias que se observan en el Estado. La relación de reproducción es triangular en cualquier política natalista. (Figura 16) La relación es simétrica si la pareja es fecunda, pero es asimétrica si es estéril (Figura 17). Se notará mejor la cosificación del ser humano si la política natalista le atribuye un valor al hombre. El Estado opera el intercambio del equivalente contra el no-equivalente. Es el código clásico del intercambio para realizar un crecimiento. Lo interesante, en este caso, es que el crecimiento se produce no sólo por B y B’, sino también, indirectamente, mediante un tercero. Esta idea de transferencia (subsidio familiar o impuesto) es vieja; lo hemos visto en los ejemplos anteriores.28 Resulta una especie de “mercantilización” de la vida, pero también de la muerte, como veremos enseguida.
Figura 16
28
Cf. SAUVY, op.cit., y REINHARD y ARMENAGUD, op.cit.
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Figura 17
Si se analizan las consecuencias de una política natalista, en el caso hipotético -y por demás problemático-, de que tuviera éxito, se deben constatar cuando menos dos cosas: una dilatación del tiempo humano disponible y una contracción del espacio. Lo cual significa que las relaciones se han modificado al interior de un grupo instalado en un territorio. Dichas relaciones propician también modificaciones en las relaciones de fuerza, incluso si no suceden de inmediato. Es evidente que cualquier crecimiento demográfico tiene las mismas consecuencias, pero no cualquier crecimiento es deseado por el Estado que administra a la población. El crecimiento del tiempo humano disponible modifica, a la larga, las relaciones de trabajo, en el sentido de que el tiempo se aprecia menos que antes. Hay entonces una modificación profunda de las relaciones de fuerza entre el demandante de trabajo, la empresa y el oferente: los poderes del demandante y del oferente cambian en una proporción más o menos sensible.Pero este “crecimiento” del tiempo humano afecta también a todas las relaciones con el medio biológico y social. El espacio se contrae debido a este crecimiento, ya que disminuye la cantidad por individuo, pero sobre todo, es en ese momento que aparecen nuevos ordenamientos caracterizados por la concentración y la especialización. Una política natalista, desde el punto de vista espacial, no puede ser viable si no va acompañada de una política habitacional, entre otras cosas. Hasta ahora, hemos admitido que, a través de una política natalista, habría un crecimiento controlado y administrado; pero este crecimiento puede ser espontáneo, como sucede en la mayoría de los Estados del Tercer Mundo, sin ser de ninguna manera controlado ni administrado. La reserva escapa a todo dominio y los efectivos crecen dramáticamente, rebasando el límite de posibilidades de integración. Las tasas de natalidad se disparan, así como las de mortalidad. Hay un verdadero desperdicio de la vida humana, con muchos nacimientos, muchos decesos y esperanza de vida corta. Los intentos por detener el movimiento y estabilizarlo dan lugar a intervenciones a veces violentas, como en la India. En efecto, en ese país la campaña de esterilización que se realizó en la época de Indira Gandhi no estuvo exenta de graves críticas. En ese caso, a la inversa de las políticas natalistas, el Estado modificó a los individuos para volver infecundas las relaciones sexuales. En China, para limitar el número de nacimientos, se aplicó una nueva política: castigar a las parejas que tuvieran más de un hijo y beneficiar a las otras.
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Figura 18
Se trata de cambiar la relación, lo cual no implica que la concepción fundamental haya cambiado, ya que el individuo sigue siendo cosificado. Es un “objeto” político al igual que en la política natalista. (Figura 18) Eso nos lleva a hablar de la política malthusianas. A lo largo de la historia, el poder ha ilustrado ciertas prácticas malthusianas. La contracepción, el aborto, el infanticidio han sido medios utilizados con frecuencia por numerosas sociedades. Por ejemplo, en la Grecia antigua, “los métodos preventivos no eran ignorados, el aborto estaba autorizado por las costumbres. Hipócrates los condenaba, pero enumeraba los métodos y al parecer, los utilizaba de vez en cuando.”29 Se sabe que el abandono de los recién nacidos estaba autorizado y que había prácticas eugenésicas. Un caso interesante es el de Japón, donde entre 1721 y 1846 se dio una estabilidad notable. Una de las explicaciones es que el crecimiento en el sur y el oeste fue compensado con una disminución en el norte y el este. Sin embargo, no hay que olvidar las prácticas de la prevención de embarazos, el aborto y el infanticidio. Aborto y prevención eran prácticas más frecuentes en las clases nobles, mientras que entre los campesinos, se practicaba más el infanticidio.30 Sin duda hay que ver aquí las consecuencias de la diferencia en la información disponible. Además, la limitación estaba asegurada por la edad avanzada en la que tenía lugar el matrimonio. Posteriormente, Japón conocería un crecimiento demográfico muy fuerte que lo obligará, en 1948, a promulgar una “ley de protección eugenésica” que, de hecho, disimula una verdadera política malthusiana. Se utilizaron todos los medios para la contracepción y la esterilización, incluso el aborto. La tasa de natalidad pasó de 34% antes de la ley, a 17,5% en 1957. Pero como la mortalidad bajó mucho, la población japonesa continúa creciendo. Se puede medir en qué medida ha sido difícil controlar y administrar una población. Una población puede ser estacionaria o declinante sin que haya intervención del Estado mediante una política malthusiana. Durante el periodo de entre guerras, los países democráticos vieron desplomarse su natalidad, mientras en los Estados totalitarios sucedía lo opuesto. Europa occidental asistió a una disminución en el crecimiento de la población y a su envejecimiento, a pesar de toda una serie de medidas favorables para la natalidad y la familia.
29 30
REINHARD y ARMENGAUD, op.cit., p.34. REINHARD y ARMENGAUD, op.cit., p.210-211.
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Natalidad y malthusianismo se inscriben en un campo de poder cuyos actores son el Estado y los individuos que pertenecen a una población dada: es decir, el Estado y la pareja. Actores sintagmáticos uno y otro, en este caso, que pueden tener estrategias convergentes o no (Figura 19). Figura 19
Hay cuatro situaciones posibles: en 1, las estrategias del Estado y de la pareja convergen para realizar una política natalista. Se puede pensar que, gracias a la inducción del Estado, se generará una combinación con un fuerte componente informativo. En 4, la situación es idéntica pero en sentido inverso, ya que el objetivo es limitar la población. Por el contrario, en 2 y 3 los objetivos de los actores son diferentes y el Estado tendrá que utilizar muchos recursos, mediante un sistema de subsidios familiares y/o de impuestos, para lograr sus fines. Además, la acción sobre la cantidad, no hay que olvidarlo, corre el riego de variar, en el conjunto espacio-temporal de una sociedad dada, sobre todo entre los habitantes de las ciudades y el campo, cuyos códigos no son los mismos, salvo en sociedades muy industrializadas. La variación de la cantidad, ya se vio, no se debe solamente a la natalidad y a la mortalidad, cuyas tasas pueden enfrentar mutaciones, sino también a los flujos migratorios. IV.- CONTROL Y GESTION DE LOS FLUJOS MIGRATORIOS Si es difícil controlar la natalidad y la mortalidad, también lo es controlar la movilidad, aunque ello depende de los medios de los que disponen las organizaciones que se interesan en modificar el reparto y la distribución de los hombres en el espacio.
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Se sabe que la movilidad que se traduce en migraciones ha dado lugar a una serie de clasificaciones más o menos sofisticadas según la cantidad y la combinación de criterios.31 Para nuestros fines, no necesitamos una clasificación complementaria, incluso si se pudiera justificar. En efecto, importa menos analizar la causa que determina la movilidad -guerra o trabajo, por ejemplo-, que las relaciones de fuerza que la provocan. Se puede decir que la movilidad es autónoma cuando es producto de una opción deliberada y heterónoma cuando es producto de una coerción. Naturalmente, hay casos límite. ¿Es una movilidad autónoma el caso de quien tiene que escoger entre el desplazamiento o la muerte? La alternativa es brutal pero admitiremos que hay todavía una opción si ésta es producto de una decisión propia del migrante. Dicho de otra manera, el brasileño del Nordeste que emigra huyendo del hambre toma una decisión “autónoma”. Por el contrario, aquel que se desplaza forzado por cualquier autoridad no conoce sino una movilidad heterónoma, ya que la decisión le ha sido impuesta. Nos interesan ambos tipos de movilidad; el segundo caso es el más sencillo, aunque por fortuna no es el más frecuente, ya que implica un poder con un fuerte componente energético, es decir, un poder coercitivo. Incluso en el caso de la movilidad autónoma, las organizaciones adoptan estrategias variables para incrementar o para frenar el movimiento. Las políticas migratorias son muy importantes, ya que controlan y administran los flujos en el espacio. Estados Unidos nos brinda un buen ejemplo del fenómeno migratorio. En 1790, durante el primer censo, dicho país tenía 3, 929, 000 de habitantes. De 1800 a 1860, el crecimiento fue de 33% en promedio por cada década. Entre 1860 y 1870 creció sólo un 22,6%, debido a la Guerra Civil. Entre 1870 y 1900, fluctuó entre 20% y 30%. Es evidente que ese crecimiento no se debió únicamente a la inmigración, que para el siglo XIX representó, sin embargo, una cuarta parte del incremento poblacional en promedio. Hay que tener cuidado en no exagerar los problemas que se desprendieron de esos flujos, ya que para muchos inmigrantes hubo un verdadero deseo “de americanización”, que se tradujo en un aprendizaje apresurado del inglés por parte de muchos de los inmigrantes no anglófonos. Ciertamente, algunos grupos tuvieron dificultades para integrarse y formaron núcleos más o menos aislados en ciertas regiones o en las ciudades. Fenómeno más o menos espontáneo, la inmigración americana se nutrirá por esa humanidad perseguida o abandonada a su suerte, tanto en Europa como fuera de ella. ¿Tenía Estados Unidos una política de inmigración que le permitía controlar o administrar esos flujos? Se podría pensar que las medidas para controlar la migración fueron tardías y que las diferentes políticas aplicadas después de la primera guerra mundial fueron nuevas y comprensibles dada la amplitud del fenómeno. No es así, pues ya desde 1639, las colonias de Massachusetts, Virginia y Pensilvania tomaron decisiones malthusianas para prohibir la entrada a su territorio a los criminales, a los inmigrantes pobres y a quienes no tuvieran buena salud. En algunos casos, el factor religioso fue también un obstáculo. Durante la guerra de Independencia, el general Washington no aceptó en su guardia más que a los “nacidos en el país” 32 Thomas Jefferson favorecería medidas restrictivas en materia de inmigración. Medidas que, por disposición constitucional, fueron aprobadas por el Congreso, que tuvo mucha influencia en esa materia. En 1798, una norma obligaba a los capitanes de navío a identificar a los pasajeros extranjeros que transportaban a través del Atlántico. A partir de 1819, una legislación federal obligó a los inmigrantes aregistrarse, al momento de desembarcar. En esa época, los irlandeses, a pesar de la antigüedad de su presencia en las colonias, eran considerados como peligrosos debido a la “pureza” del carácter inglés y protestante de la población en Estados Unidos. El anticatolicismo fue en ocasiones un elemento motor en la reacción contra los extranjeros. Hay que comprender el temor de los estadounidenses, ya que sus instituciones estaban aún en la infancia. 31
Cf. como introducción, Max SORRE, Les migrations des peuples, essai sur la mobilité géographique. Flammarion, Paris, 1955. 32 «Native born» en el original (NdeT)
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Pero sería erróneo caer en la idea simplista de un “pobre inmigrante” como objeto de la hostilidad del “nativo”, ya que los inmigrantes tuvieron también su parte de responsabilidad, sobre todo cuando se diferenciaban de una manera muy ostensible a través de su lengua o sus costumbres. Fue durante el último cuarto del siglo XIX que se tomaron las primeras medidas y se decretaron las primeras leyes para restringir la inmigración. Aunque hay que decir, primero que nada, que 10 millones de inmigrantes entraron a los Estados Unidos antes de aplicar dichas medidas, mientras que entre 1880 y1920, llegaron 23,5 millones de personas más. Las medidas restrictivas fueron más cualitativas que cuantitativas. De hecho, renovaron la vieja tradición -ya mencionada- de prohibir el acceso a los presidiarios, alienados, tarados e indigentes. Dichas medidas afectaron evidentemente a todos los grupos étnicos y evidencian cierta concepción sanitaria de la población en lo que respecta a las preocupaciones eugenésicas. Sería injusto olvidar que ciertos países no dudaban en deshacerse de sus elementos más “desposeídos” y enviarlos con destino a los Estados Unidos. Las medidas restrictivas de carácter étnico afectaron primero a los chinos, pese a que las medidasadoptadas por el Congreso en 1875 tenían por objeto protegerlos de los abusos de los que eran víctimas, y no fue sino hasta 1882 cuando se promulgó la ley de exclusión contra los chinos. La política de inmigración de los Estados Unidos tomó entonces una verdadera orientación racial. En 1907, sobre la base de un acuerdo entre caballeros33 firmado con Japón, se restringió la inmigración japonesa. Una Comisión encargada de estudiar la inmigración recomendó en 1913 restricciones tanto cuantitativas como cualitativas. Después del debate sobre la asimilación y sus límites de 1921, se instituyó la política de cuotas: la inmigración se limitó al 3% de los “nacidos en el extranjero”34 de cada nacionalidad residente en los Estados Unidos en 1910. En 1924 empezó a funcionar una legislación que excluía a los japoneses. Este último ejemplo demuestra que la política extranjera se refleja en la política de inmigración. En efecto, es la época de las primeras inquietudes serias de los estadounidenses respecto de la amenaza japonesa en el Pacífico. En ese mismo año, los estadounidenses cambiaron el año de referencia de 1910 a 1890, además de disminuir la cuota de 3% a 2%. Durante la segunda guerra mundial, las necesidades de mano de obra permitieron relajar las disposiciones restrictivas y la supresión de algunas de ellas. La postguerra planteó el problema de las esposas y las novias extranjeras de los soldados estadounidenses. En 1952, el Mc Carran-Walter Act introduce preferencias por los extranjeros calificados y todas las razas pudieron acceder a la naturalización; sin embargo, se reforzaron algunos motivos de exclusión. Desde entonces se sucedieron una serie de medidas. Los principios de la política de inmigración estadounidense pueden resumirse en cuatro: inmigración selectiva; unidad familiar (los niños quedan fuera de la cuota); asilo concedido a los refugiados y solidaridad occidental. Los fines de la política de inmigración estadounidense reflejan en gran parte las vicisitudes de la política exterior estadounidense, así como las necesidades socio-económicas interiores. Otro ejemplo interesante es la política de inmigración australiana, que si bien ha evolucionado mucho desde el siglo XIX, conserva una orientación: la de lograr la homogeneidad étnica o, más exactamente, el predominio blanco y anglosajón. La política de la “Australia Blanca” 35 se convirtió en una especie de ideología, que en este caso también fue un factor no despreciable de la política exterior. El temor a las razas de color, sobre todo a los asiáticos, pero también a los habitantes de las islas del Pacífico, empezó a mitad del siglo XIX. Fue en Victoria donde apareció la primera legislación en contra de los chinos: en 1855 la llegada de éstos se hacía en función del tonelaje de los navíos (1 chino por cada 10 toneladas). A eso se agregaba un impuesto de 10 £ por persona. Eso no impidió que en 1857 hubiera 30, 000 chinos 33
“gentlemen’s agreement” en el original (NdT). “Foreign born” en el original (NdT). 35 “White Australia” en el original (NdT). 34
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en la colonia. Para1881 había ya 50, 000 en Australia y en la mayor parte de las colonias se establecieron medidas generales contra ellos. El éxodo japonés que comenzaría más tarde, se dispersó por la Restriction Act de 1901. Otra etnia atraída por las plantaciones de Queensland inquietó a los australianos: se trata de los kanaks o canaques, oriundos de la Melanesia. Entre 1847 y 1904 llegaron 57, 000 y las medidas de 1901 se complementaron con las de la Immigration Restriction Act de 1925. Pero el Estado no fue el único actor. Los sindicatos actuaron vigorosamente, ya que la mano de obra de color representaba para ellos una competencia que juzgaban inaceptable. La orientación de la política de inmigración fue racista desde 1903, actuando en contra de los asiáticos, de los africanos y de los habitantes de las islas del Pacífico. Desde 1964 la política de inmigración se relajó y los no europeos son admitidos temporalmente e incluso pueden recibir autorización para residir de manera permanente y también, más excepcionalmente, a naturalizarse. Después de esos dos ejemplos, se notará que el control y la gestión de los flujos migratorios no son fáciles cuando se trata de conservar ciertas proporciones juzgadas como deseables. Sucede que, si lasprohibiciones se relajan, se olvidan enseguida; la fecundidad diferencial de los grupos puede incrementarse más de lo que se desea en tal o cual etnia, tal o cual raza. Las políticas de inmigración no conciernen sólo al Estado, sino también a los múltiples grupos en su interior. Las estrategias hacen aparecer las complejas relaciones entre el Estado y los diversos grupos secundarios, ya que éstos pueden tener -y con frecuencia tienen- intereses contradictorios. En efecto, un partido político puede ser hostil a la inmigración, como sucedió en Estados Unidos y como sucede todavía en Suiza. Por el contrario, las empresas pueden favorecerla para disponer de una mano de obra abundante y barata. Los sindicatos, por el contrario, pueden tener una finalidad opuesta a la de las empresas. Eso desemboca en un sistema de poder muy complejo que se traduce en el nacimiento de antagonismos y oposiciones. Hemos ilustrado el problema de las migraciones internacionales, aunque es evidente que las migraciones internas pueden también ser objeto de controles y gestiones. Durante el fascismo, hubo un intento porcontrolar la migración interna. Suponemos que la dificultad es aún más fuerte en ese caso, ya que no existe ninguna frontera para permitir la intercepción. El régimen fascista trató de actuar sobre la distribución de la población; mediante las leyes de 1931 y buscó limitar el desplazamiento de los italianos al interior del reino. Podríamos retomar las expresiones de Luigi Einaudi quien, en 1951, siendo presidente de la República, decía que el régimen fascista hubiera podido titular esas leyes “Extensión de la institución del domicilio obligatorio” y “Restablecimiento de la servidumbre de la gleba.”36 Este intento por fijar a la población, para impedir las migraciones internas, no tuvo éxito y Anna Treves lo mostró bien. La estrategia fascista, de inspiración campesina, buscó desalentar la urbanización y favorecer pequeños centros de población rurales. Había coherencia entre la política demográfica y la política económica, pero era frágil. A pesar de las sanciones previstas, las migraciones internas se dieron e incluso fueron muy notables durante el periodo fascista.37 El control de los flujos migratorios sin traspasar la frontera se antoja extremadamente difícil. En los regímenes totalitarios, como los del Este, también existen controles para regular las migraciones internas. Los resultados son, sin duda, mejores, ya que toda la economía es dominada por el Estado, mientras que en los regímenes totalitarios donde existe o existía todavía la empresa capitalista, la discordancia entre voluntad del Estado e interés privado puede ser grande.
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Sobre este tema, ver el excelente enfoque de Anna TREVES, Le Migrazioni interne nell’Italia fascista Einaudi, Torino, 1976, p. 5. En el original, “Estensione dell’istituto del domicilio coatto” (extension de l’institution du domicile obligé) y “Ristabilimento della servitú della gleba” (rétablissement de l’attachement à la glèbe), respectivamente (NdT). 37 Ibid.
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En cuanto a las migraciones internas en los países capitalistas occidentales, en la actualidad son las inversiones de las empresas -en una palabra, sus estrategias-, lo que determina los movimientos. La población resiste al mismo tiempo tanto la prohibición de desplazarse, como la voluntad de las empresas que desean el desplazamiento de la mano de obra. Desde el final de la segunda guerra mundial, muchas regiones en declive, desde el punto de vista económico, fueron zonas de emigración reales o potenciales, fenómeno creciente y reforzado por las inversiones de las grandes empresas de tipo multinacional, que perciben a las regiones como los soportes temporales de sus actividades. Es verdad que de manera general el “factor trabajo” es menos móvil que el capital o la tecnología. Sin embargo, las multinacionales tienen un impacto sobre el trabajo y éste es sobre todo cuantitativo: “En 1970, las E.M. (empresas multinacionales) empleaban en promedio 12% de la mano de obra en ocho países, es decir, cerca de 2,4 millones de personas. Sobre bases comparables, se pueden calcular para esa fecha en cerca de tres millones los empleos totales de las E.M. estadounidenses en el mundo y en más de un millón s los empleos en las E.M. no estadounidenses.”38 Los desplazamientos de una sucursal de una multinacional puede tener consecuencias graves para el equilibrio de los empleos en una región dada, del mismo modo que la decisión de una multinacional de participar en una empresa regional, puede provocar una reorganización que represente una pérdida neta de puestos de trabajo. Aunque algunos estudios muestran que los aportes de las empresas multinacionales se reflejan en una creación neta de empleos.39 Si nos concentramos en el problema de la movilidad, hay que preguntarse si las E.M. no provocan importantes efectos indirectos en los desplazamientos de la mano de obra en los dos extremos de la cadena: por un lado, para la mano de obra muy calificada y por el otro, para la mano de obra poco calificada. Hay pues un proceso de desterritorialización de la mano de obra, que proviene del hecho de que las multinacionales no piensan, al elaborar sus estrategias, más que en un espacio-soporte, finalmente abstracto, y no en un espacio concreto caracterizado por un conjunto de propiedades y de datos que hay que conservar. Se puede pretender que las empresas que manipulan la información y la energía tienen sin duda un efecto considerable en los flujos de población. ¿Cuál es la relación que se establece entre las empresas y las poblaciones? De entrada, podríamos pensar que es enorme, ya que la acción de los actores es estructurante, pero de manera diferenciada. Además, las empresas no se sitúan en un largo plazo. Es decir, las ubicaciones son más o menos temporales en su perspectiva de crecimiento. La localización de una filial multinacional dura lo que una combinación favorable de factores de producción. De acuerdo a la experiencia, la duración de dicha combinación es cada vez más corta, lo que significa pura y simplemente que el espacio se lee de manera abstracta como un soporte caracterizado por propiedades. Si estas propiedades se modifican, la ubicación se torna menos interesante y corre el riesgo de ser abandonada en provecho de otra. Los ejemplos abundan: de 1955 a 1975 Ginebra acogió múltiples filiales de empresas multinacionales estadounidenses que, al término de algunos años, se desplazaron hacia el norte, generalmente hacia las ciudades de Benelux, Luxemburgo, Bruselas, Ámsterdam o Rotterdam. No es fácil aclarar las razones de esta estrategia, pero una cosa es indiscutible: dichos desplazamientos provocaron como consecuencia una inestabilidad de la base impositiva económica regional y una inestabilidad de los horizontes de empleo. Los códigos utilizados son la concentración de capitales, de energía simbólica y de información favorable, con adelantos tecnológicos en un lugar descifrado abstractamente como base que presenta una secuencia más o menos larga de propiedades favorables. No hay territorialización de la unidad de producción, sino solamente localización temporal para explotar los recursos. Es una forma de economía “nómada” que no se inscribe en las profundidades regionales. La población empleada por este tipo de economía, por 38 39
Gilles Y. BERTIN, Les sociétés multinationales, P.U.F., Paris, 1975, p.150. Gilles Y. BERTIN op.cit., p. 152.
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el contrario, está territorializada. Es decir, que está muy arraigada en las profundidades regionales, de manera tan fuerte que asume funciones menos importantes. Su estrategia difusa es obtener, en compensación de su trabajo, salarios elevados en puestos de trabajo estables. Hay pues una oposición entre los códigos: por un lado, inestabilidad y por el otro, estabilidad. La estrategia de la población se inscribe en un tiempo largo y no en el tiempo corto de las multinacionales. La relación de trabajo genera entonces un conflicto, ya que a cualquier relocalización corresponde una resistencia. Es evidente que entre una economía “nómada” y una población “territorializada”, es decir, poco favorable a la movilidad, se establece una relación de poder que se expresa, en todo caso, en las huelgas, las manifestaciones y la ocupación de fábricas. Es el enfrentamiento de una territorialidad abstracta e inestable, la de las multinacionales, con una territorialidad concreta y estable, la de la población. La relación es particularmente asimétrica para la población, que a cambio de un salario debe aceptar la movilidad y, con ella, romper con todo un entorno simbólico y perder incluso cualquier contacto con una información existencial. El poder es inmanente a la relación y aquél le es interior, en resumidas cuentas. El poder no reside en el carácter dominante de la empresa que manipula a los dominados; radica en las estrategias que combinan códigos diferentes y, más que eso, opuestos: territorialización versus desterritorialización, estabilidad versus inestabilidad, tiempo largo versus tiempo corto, espacio concreto versus espacio abstracto. El conflicto es entonces inevitable y sobre todo desigual, ya que la empresa manipula el reparto de flujos de energía simbólica y apenas ofrece información, además de atacar la resistencia que puede organizar la población activa: “En una sociedad que no está fuertemente cohesionada, los grupos más activos se enganchan a una estrategia de desestructuración y de reestructuración.”40 Se notará que las estrategias del Estado o de la empresa para facilitar o, para restringir la movilidad de la población combinan energía e información. Sin embargo, se trata de combinaciones muy diferentes. El Estado puede utilizar una información general y su discurso no tiene un alcance mayor en la medida en que no puede personalizarse. Por ejemplo, incitar a los trabajadores que viven en A para ir a B, donde hay empleos y mejores remuneraciones que en otro lado es un discurso esencialmente indicativo, finalmente muy vago. Por el contrario, la empresa puede hacer un discurso más personalizado que el del Estado: ofrecemos en B empleos X, Y con salarios X’, Y’. Las señales -precio del trabajo- emitidas por la empresa son más motivadoras y determinantes que las emitidas por el Estado. La información personalizada tiene mayor probabilidad de provocar un efecto de movilidad o de no-movilidad que una información general, lo que implica que la información general debería estar combinada con mucha energía para ser eficaz, lo que no es frecuente. La resistencia a la estrategia del Estado es mucho más fuerte que la resistencia a la estrategia de la empresa. La motivación del Estado es, en promedio, menos efectiva que la de la empresa. Pero los hombres no son sólo un recurso como depositarios de una fuerza, de una energía, sino también como depositarios de información, misma que necesita de un código para ser almacenada y transmitida: el lenguaje.
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François PERROUX. Unités actives et mathématiques nouvelles, Dunod, Paris, 1975, p.11.
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CAPITULO II LENGUA Y PODER
I.- LAS FUNCIONES DEL LENGUAJE La lengua es, sin duda, uno de los medios de identidad más potentes de los que dispone una población. Por eso la lengua ocupa un lugar tan importante en la cultura y es considerado un recurso que puede originar múltiples conflictos. Es conveniente insertarla en el contexto de las relaciones de poder para comprender plenamente su significado. Nuestra intención no será, de ninguna manera, de carácter lingüístico incluso si, por razones evidentes, debemos de recurrir a los aportes de esta disciplina. Es habitual encontrar en la pluma de muchos autores que la lengua es un instrumento, pero “es ampliamente metafórico definirla de esta manera. Primero…, porque tiene muchos más usos de los que normalmente tiene un instrumento.”1 Desde el momento en que se habla de un instrumento, se puede hablar también de función.2 Las funciones del lenguaje son múltiples y diversas: de comunicación, de organización de la realidad y de transmisión. Como instrumento, admitiremos ese término, incluso si no es completamente satisfactorio, la lengua pertenece a la cultura (tomada aquí en su sentido antropológico) y puede definirse como: “el conjunto de cualquier información no hereditaria y los medios para su organización y conservación.”3 En el sentido semiótico general, la cultura es una “lengua”. Una lengua natural pertenece a la cultura y es un instrumento que cumple funciones. Como tal, la lengua es un recurso y en consecuencia está en el centro de las relaciones, que están ipso facto marcadas por el poder. Si la lengua es un recurso, igual que cualquier otro, hay que analizarla en esta perspectiva. Sin embargo, es indispensable precisar mejor la noción de función, de tal manera que sea posible dar cuenta del lugar que ocupa el lenguaje en la reproducción social como sistema sémico. Henri Gobard hace un análisis tetraglósico, mismo que utilizaremos.4 Ha podido “distinguir para un área cultural dada, cuatro tipos de lenguaje, cualquiera que sea la lengua utilizada”: 1. Un lenguaje vernáculo, local, hablado espontáneamente, más adecuado para comunicar que para compartir…, 2. Un lenguaje vehicular, nacional y regional, aprendido por necesidad y destinado a las comunicaciones a la escala de las ciudades. 3. Un lenguaje referencial, vinculado a las tradiciones culturales, orales o escritas, que asegura la continuidad de los valores debido a una referencia sistemática con las obras del pasado. 4. Un lenguaje mítico, que funciona como último recurso, magia verbal mediante la que se comprende lo incomprensible, como prueba irrefutable de lo sagrado…5 Es evidente que una misma lengua puede poseer las cuatro funciones: L (f1; f2; f3; f4), pero también lo es que cuatro lenguas diferentes pueden ser portadoras cada una de estas funciones. A propósito, Gobard cita el ejemplo del bretón del siglo XVIII, que “podía hablar bretón (vernáculo), comunicarse en francés (vehicular), hacer sus estudios en latín (referencial), y tomar 1
Frédéric FRANÇOIS, Le langage et ses fonctions: Le Langage Encyclopédie de la Pléiade, Paris 1968, p.8. Ver para este tema las convincentes páginas de Luis J. PRIETO, Messages et signaux, P.U.F., Paris 1972, p. 5-10. 3 J.M. LOTMAN, B.A. USPENSKIJ, Tipología della cultura, StudiBompiani, Milano 1975, p.28. 4 Henri GOBARD, L’aliénation linguistique, analyse tétraglossique, Paris, 1966. 5 Ibid., p.34. 2
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el griego como lenguaje mítico.6 De manera contraria, para el estadounidense del siglo XX, el inglés americano asume las cuatro funciones. ¿Eso quiere decir que ciertas lenguas son superiores a otras? George Steiner no duda en escribir: “No tenemos ningún estándar (o sólo el más conjetural) para afirmar que cualquier lengua humana es superior intrínsecamente a alguna otra, o que perdura porque coincide de forma más eficiente con las demandas de sensatez y de existencia física.”7 De esta forma, en la medida en la que no hay fundamento teórico para afirmar la superioridad de una lengua sobre otras, uno se puede preguntar acerca de la expresión “la lengua es un recurso”. Pero por otro lado, también hay que reconocer que ciertas lenguas, como el inglés por ejemplo, abarcan espacios enormes y tienen un uso común, mientras que otras retroceden y tienen un uso más restringido y limitado a áreas relativamente pequeñas, como el italiano. No se trata, independientemente de cualquier consideración, de un problema lingüístico sino de un problema de poder, de relaciones de poder y de estructura de poder. La lengua asegura la mediación, en tanto que sistema sémico, entre los modos de producción y el consumo. El grupo dominante que impone su modo de producción impone también su idioma, ya que la lengua también es trabajo, e incluso trabajo humano puro. Las palabras y los mensajes no existen en la naturaleza, ya que ambos son productos humanos: por eso se puede hablar de un trabajo humano lingüístico.8 Se trata de un trabajo que puede situarse en el mismo plano que el utilizado para la fabricación de objetos físicos. El lenguaje es trabajo humano y las lenguas son su objetivación necesaria.9 II.- LA LENGUA COMO RECURSO.
La lengua constituye el capital constante de cualquier trabajo lingüístico posterior, es decir, de cualquier expresión y de cualquier comunicación.10 Pero ese capital constante permanece muerto si no se le agrega un capital variable formado por la fuerza de trabajo lingüístico realizado por los hombres que hablan y escuchan esta lengua.11 De este análisis podemos concluir, como lo hace Rossi-Landi, una ecuación que no es sino la célebre fórmula de Marx: c + v = C, en la cual “c” es el capital constante, “v” el capital variable y C el capital lingüístico complejo. La lengua es entonces producto y actividad a la vez: c + v dan cuenta de la actividad y C da cuenta del producto. Es a través de ese capital complejo que se realiza la comunicación, definida como: “la producción y circulación de mensajes en el campo de una comunidad lingüística”12 Se percibe que si el capital constante no es objeto de un trabajo aportado por los hombres, la lengua se vuelve una lengua muerta, porque no hay más producción ni circulación de mensajes. Recordemos que la actividad lingüística, al igual que cualquier otra actividad, no tiene lugar fuera del espacio ni del tiempo. Se trata sobre todo, de espacios producidos, de territorios, de lugares en los que tienen lugar las relaciones y de los tiempos sociales, es decir, las duraciones y los ritmos propios a éstas. A las funciones mencionadas más arriba corresponden lugares y duraciones específicos. Consideremos sólo la situación de la lengua en sus modalidades vernácula y vehicular. El espacio y el tiempo de los que podemos hablar y que le conciernen están definidos por el área y 6
Ibid. p. 38. George STEINER, After Babel, Oxford University Press, New Cork and London 1975, p.54 “We have no standard or only the most conjectural) by which to assert that any human language is intrinsically superior to any other, that it survives because it meshes more efficiently than any other with the demands of sensibility and physical existence” en el original (NdT). 8 F. ROSSI-LANDI, Il linguaggio come lavoro e come mercato, Bompiani, 2ª Ed., Milano 1973, p. 62. 9 Ibid. p. 66. 10 Ibid. p. 80. 11 Ibid. p. 81. 12 Ibid., p. 81-82. 7
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la duración relacionales. El o los lenguajes son un medio para mediatizar las relaciones políticas, económicas, sociales y/o culturales en un lugar determinado y por una duración específica. En otras palabras, cualquier mediación lingüística supone la existencia de una relación extralingüística en la cual circula el poder consustancial a cualquier relación. El lenguaje, como sistema sémico, no es el lugar del poder, pero lo manifiesta. Esto nos permite llegar a una primera conclusión: no hay conflictos lingüísticos en el sentido habitual del término, sino conflictos más profundos que nacen de la reproducción social pero que se expresan eventualmente bajo una forma lingüística, lo cual no impide que la lengua siga teniendo su carácter necesario y su rol en las relaciones. Considerando las dos primeras funciones del lenguaje, se puede construir la oposición comunión versus comunicación, que se puede equiparar a la de valor de uso versus valor de cambio. Sería erróneo pensar que en la práctica hay exclusión de uno en beneficio del otro; no se trata, en efecto, de una oposición de tipo binario presencia/ausencia, sino de una oposición de tipo probabilístico. Según los lugares y los momentos, las probabilidades de una y otra son más o menos fuertes: se trata siempre de una repartición diferencial (Figura 20). Figura 20
La lengua ofrece simultáneamente la comunicación y la comunión. En 1, la comunicación será maximizada en relación a la comunión, mientras que en 2será a la inversa. Para comprender esta repartición, es necesario que intervenga otra pareja de oposiciones: interioridad/comunidad versus exterioridad/sociedad. La comunidad situada en la interioridad, puede o no tener relaciones con la sociedad situada en la exterioridad (Figura 21).
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Figura 21
Si se observan las cosas desde un punto de vista macro histórico, se puede admitir que en Europa occidental se ha pasado progresivamente de una etapa a otra, desde la alta Edad Media hasta el periodo contemporáneo. Hasta el siglo X, a juzgar por la información disponible, las relaciones campo-ciudad eran mediocres. Estas empezarán a intensificarse hasta los siglos XII y XIII, con lo que se puede llamar el renacimiento urbano. Desde entonces, las condiciones de una dominación urbana existen, incluso si hasta el siglo XV las relaciones políticas y económicas no son francamente asimétricas entre las ciudades y el campo. Enseguida se acentúa la asimetría, lo que implica un intercambio desigual. Desde el siglo XV, las ciudades se vuelven clara y francamente dominantes. La ciudad será el lugar de extracción de la plusvalía por el sistema del capital comercial expresado en la célebre fórmula de Marx: A – M – A’.13 Hoy conocemos bien el mecanismo de extracción de la plusvalía y las instituciones que lo permitían. En el campo eran tan conscientes de ello, que las rebeliones campesinas estallaron a intervalos más o menos regulares. Eso significa que el campo, de una existencia centrada en la interioridad, pasó a una más ligada a la exterioridad. De esta manera, de grado o por fuerza, el campo establece cada vez más relaciones con la ciudad. La ciudad conecta al campo a circuitos más amplios, relacionados con el fluido mundo del dinero, del capital. Al imponer el “lenguaje” del dinero, la ciudad impone también, y de manera simultánea, su lenguaje, el de una sociedad más amplia, más abierta, el de una sociedad diferente del lenguaje de la comunidad rural. A medida que las relaciones políticoeconómicas con la ciudad crecen, el campo utiliza cada vez más el lenguaje de la ciudad. Al controlar las relaciones, la ciudad impone también su lenguaje, que se expresa en sus técnicas. Se puede decir, entonces, que la escisión de la lengua empieza por el campo, ya que el lenguaje de la ciudad ya no es el de la comunidad campesina, sino el de un lugar distinto. Para el campesino, el lenguaje de la ciudad es vehicular, el que se usa más allá de cierta distancia, más allá de cierto 13
Dinero contra mercancía y mercancía contra incremento de dinero por aumento de la plusvalía (D-M-D’)(“Argent contre marchandise et marchandise contre argent augmenté de la plus-value A-M-A’”)en el original (NdT).
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radio. Es el lenguaje que no se usará todos los días, pero que se usará -o que se deberá comprender-, en los días en que el mercado se concentra en la ciudad. Esa escisión fue lenta, ya que, por ejemplo, el abad Gregorio hará un informe indicando las medidas a tomar para extirpar los dialectos e imponer el francés al conjunto del territorio nacional durante la Revolución francesa. Esta fisión lingüística ocurre primero por una contracción en el área y la duración de uso de la lengua local, que pierde su función vehicular en la interioridad, ya que hay que usar otro lenguaje, otra lengua, en las relaciones con el exterior. Eso significa que el capital constante ya no sirve en los intercambios entre interioridad y exterioridad; dicho de otra manera, no se le aplica la misma cantidad de trabajo, ya que se sustituye por otro lenguaje en ciertos lugares y por cierta duración. El modo local de hablar en el campo conserva su valor de uso, pero su valor de cambio disminuye. De manera inversa, es el lenguaje de la ciudad el que se convierte en vehicular y es sobre ese capital constante que se aplica la cantidad de trabajo sustraído. En otras palabras, a la plusvalía económica que genera la ciudad, se le agrega una plusvalía en trabajo lingüístico. Como se ha dicho, la relación lingüística está basada en otra relación. Se trata de una plusvalía en el sentido marxista del término, ya que remite a una cantidad de capital variable que es sustraída (∆ v). No se trata de una plusvalía directa, como la que se sustrae en la relación económica, sino de una plusvalía indirecta, de carácter sémico, que se manifiesta en el plano de la lengua, aquélla que se hace en las profundidades de la relación de producción. Así como la ciudad impone su modo de intercambio económico, también impone su modo de intercambio lingüístico, que constituye la superestructura de éste. Esta plusvalía lingüística, recuperada por la sociedad urbana, promueve la lengua de la ciudad en calidad de vehicular. La clase dominante se apropia y controla, con sus códigos, la producción, la circulación y la interpretación de los mensajes.14 Al mismo tiempo que la ciudad controla la circulación de bienes, también controla la circulación de información. Ya sea que se tome el análisis en el plano político o económico, la estructura permanecerá igual. En esas condiciones, la comunidad situada al interior conoce una doble alienación: en el plano económico y en el plano lingüístico. Alienación que convierte al campo en dependiente económica y lingüísticamente. Se dan entonces el retroceso y la desestructuración del capital constante de la comunidad, cuya función vehicular se merma, se disuelve hasta desaparecer. Pero el mal va más lejos, ya que en el momento en el que la función vehicular es captada por la lengua de la ciudad, es posible sustituir progresivamente los modelos sociales y culturales del campo por los de la ciudad. En cualquier relación, el espacio y el tiempo vernáculos se reducen inevitablemente como la piel de zapa. Como hemos dicho, una lógica implacable modifica la lengua dominada a través desu contexto espacio-temporal. Por eso la ecología de lo vernáculo, o convertida en tal, se modifica profundamente. De hecho, los mapas lingüísticos de nuestros atlas son, en gran medida, imaginarios. ¿Qué significa, si no, el área de la francofonía? Poca cosa hoy, ya que será necesario tener en cuenta los espacios sociales e internos de los territorios donde se supone que se habla francés y las duraciones de su uso, además de las relaciones en las que se utiliza. Todavía está por crearse una verdadera cartografía lingüística que combine espacio y tiempo. Diremos incluso que nuestros mapas lingüísticos son ideológicos, en el sentido de que son “mentiras conscientes”. Aunque parezca lo contrario, no hay ningún juicio peyorativo en esta afirmación, ya que se trata de la consecuencia deducida de los análisis anteriores. Frente al inglés, “lengua de la ciudad”, muchas grandes lenguas nacionales juegan el papel de “lengua del campo”. Hay razón para sentirse atrapado por un complejo obsidional 15 emergente, tal y como se aprecia en el libro de Gobard y en muchos otros. Conforme señala, si nuestra interpretación es correcta, el inglés no está cuestionado como lengua, sino como la expresión de 14 15
Cf. ROSSI-LANDI, Ideología, op. cit., p. 56. Perteneciente o relativo al asedio militar de un lugar (NdT).
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relaciones asimétricas, es decir, de una desigualdad cuyo origen está en lo económico y lo político, pero también en lo social y lo cultural. El inglés para un anglófono puede satisfacer las cuatro funciones: la unidad deviene una formidable ventaja en el plano del potencial de penetración en las colectividades. Sería un drama que Einar Hangen pudiera tener razón cuando escribe: "Cuando llegue el momento rebasaremos las fronteras de la nación para alcanzar un gobierno mundial y con él encontraremos una lengua mundial.”16Cualquier pérdida de diversidad es una pérdida de futuro para las colectividades más o menos grandes. Cualquier pérdida de futuro nos acerca a la entropía, pero ¿ya empezó la entropía? Dos ejemplos pueden mostrar su progreso. Tomaremos los casos de la Suiza germánica y de Quebec. La Suiza germánica es un caso interesante por su complejidad. Es un caso de esquizoglosia, ya que la lengua vernácula está formada por dialectos (hay tantos dialectos como cantones germánicos).17 Dichos dialectos son las lenguas de la vida cotidiana; se usan cotidianamente en el seno de la familia, en la calle, en los lugares de trabajo, etc. El suizo-alemán (hay un abuso del término, en lugar de usar el singular, pero es una generalización tolerable) es la lengua para la conversación, aunque exista una literatura viva abundante. El alemán, por el contrario, juega el papel vehicular para la escritura en el espacio germánico y es también una referencia indiscutible para la cultura. Uno puede sorprenderse a veces en el extranjero, de la persistencia de dialectos germánicos, pero esto manifiesta la cohesión de la colectividad suizo-germánica. Es innegable que se trata de un medio poderoso de identidad étnica. Debemos, sin embargo, señalar que la esquizoglosia disimula, esconde una esquizocorología y una esquizocronía, ya que los dialectos y el alemán se reparten los espacios y los tiempos de uso. Hay entonces dos tipos de capital constante para un solo capital variable ((c + c’) + v). Eso quiere decir que ciertas relaciones no se dan jamás en dialecto, como otras no se dan jamás en alemán. Eso podría representar un empobrecimiento en ambos casos, pero de hecho este empobrecimiento no concierne más que al dialecto, ya que el alemán es objeto de un potente trabajo por parte del vecino septentrional. Es imposible hacer previsiones en ese terreno, pero uno se puede preguntar si, a largo plazo, los efectos de esta esquizoglosia no corren el riesgo de ser negativos. 18 El problema de la Suiza germánica se complica todavía más por el hecho de que en esta región, donde se ubican Zúrich y Basilea, los centros de decisión económica, se usa una tercera lengua para las relaciones de negocios, que es el inglés. País exportador por excelencia, Suiza mantiene relaciones económicas con el mundo entero y, evidentemente, lo hace en inglés. Oficiosamente, si no es que de modo oficial, la lengua de las multinacionales suizas y las grandes empresas es el inglés. Hay incluso un desdoblamiento de la lengua vehicular: uno con un radio débil de influencia, el alemán, y el otro con un fuerte radio de influencia, el inglés. El espacio relacional germánico se encuentra cada vez más bloqueado por el inglés, que no es sólo la lengua vehicular privilegiada por las empresas, sino también por las altas escuelas y las universidades. Eso no significa que el inglés sea hablado en las empresas (aunque se puedan encontrar ejemplos) y/o en las universidades (ahí también existen ejemplos), sino que se usa cada vez más para la expresión escrita. Los científicos redactan cada vez más en inglés; algunos no lo hacen más que en este idioma. El inglés es pues una plusvalía en la mayoría de las grandes relaciones económicas, políticas, sociales y culturales. Los espacios concretos y abstractos asediados por el inglés aumentan, al igual que la duración de su uso. Evidentemente, a través de esas relaciones se difunden los modelos político-económicos y socio-culturales estadounidenses, sobre todo en inglés. Se trata de un movimiento que empezó por la “cúspide” y que, por el momento, no impacta más que a lo que se ha convenido en llamar 16
Einar HANGEN, The Ecology of Language, Stanford, University Press. Stanford California 1972, p.264 “When the day is ripe, we will move beyond the nation, into world government, and with it we will find our way to a world language” en el original (NdT). 17 Esquizoglosia: multiplicación de lenguas en una comunidad que recurre a varios idiomas para comunicarse, según los lugares y los momentos (NdT). 18 Cf. sobre este tema ver Einar HANGEN, op. cit.
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las élites. Lo cual no es menos peligroso, ya que en esas condiciones, el inglés se impone como lengua y estatus elevado. Así, progresivamente se realiza una alienación, o una auto-alienación tan efectiva que es difusa e incontrolable. Como lo dice Gobard “el lema de los monolingües comienza a aparecer claramente: ‘¡Una Universidad!’ (de anglo estadounidenses), ‘¡Una lengua! (la anglo-estadounidense)’, ‘¡Un jefe!’ (el anglo-estadounidense)”.19 Esta auto-alienación revela perfectamente la finalidad productivista de una sociedad: es el crecimiento sin futuro. Crecimiento monstruoso cuya única referencia es la uniformidad en la cual se disuelven todas las diferencias. Es el triunfo de la comunicación sobre la comunión, que será pronto un problema para-lingüístico y que ya lo es para muchos. Lo vernáculo no subsistirá más que si se le reconoce, ahora y en el futuro, una función en la reconstitución de la fuerza de trabajo (¡psicológica!). ¿Se encuentra Quebec en una situación mejor?: Para empezar, el francés quebequense es una lengua vernácula igual que el francés de Francia devino vernáculo. Lo quieran o no los quebequenses, el inglés tiene una plusvalía sobre el francés a través de las relaciones económicas, políticas, sociales y culturales. Esta plusvalía es permanente, dado el desprendimiento de capital variable, es decir, del tiempo de trabajo lingüístico que se ejerce de manera constante sobre el inglés y no sobre el francés. Ciertamente, los quebequenses reaccionaron vigorosamente con la famosa Ley 101, iniciando un proceso de “afrancesamiento”. Pero como dijimos, el problema no es lingüístico. La prueba, en el caso de Quebec,está dada por las numerosas empresas que decidieron (con pretextos, evidentemente) desplazarse de Montreal a Toronto, declarando que no les era posible pasar de una lengua a la otra. De hecho, esas empresas comprendieron bien que el propósito quebequense no era solamente recuperar el uso del francés, sino recuperar simultáneamente la autonomía política, económica, social y cultural en la medida de lo posible. Desde entonces, su desplazamiento no puede interpretarse en términos lingüísticos sino en términos económicos y, simétricamente, la Ley 101 no es una ley sobre la lengua, sino una ley que anuncia un proyecto de sociedad, el de una sociedad descolonizada. Conservar la lengua, que forma parte de la reproducción social como sistema sémico, es marcar una voluntad de “reprogramarse” en nuevos términos frente a la clase dominante. Si el uso del francés o el del inglés no fuera sino el uso de un instrumento puro, como se trata de hacer creer generalmente, entonces la Ley 101 sería ridícula. Pero en realidad no es así, ya que mediante este complejo instrumento que es la lengua, uno se identifica, se organiza la realidad, se da una forma a la autonomía hacia la cual se tiende. Por eso la Ley 101 no es ridícula: es incluso fundamental en la medida en que proporciona una base a la voluntad de independencia que puede poseer y controlar sus medios de expresión. Los sistemas sémicos aseguran en la reproducción social la comunicación entre la infra-estructura y la super-estructura. Es evidente, en consecuencia, que la Ley 101 no tendrá plena significación a menos que Quebec logre controlar una parte importante, si no es que la totalidad del espacio económico. ¡Es suficiente decir que el problema lingüístico tiene una doble cara!
III.- LA LENGUA Y LAS RELACIONES DE PODER La totalidad de los mensajes que se intercambian en una lengua dada constituye una comunidad lingüística.20 Una comunidad lingüística puede entenderse como “un inmenso mercado en el cual la palabra, las expresiones y los mensajes circulan como mercancías.”21 Inmediatamente se plantean los problemas relativos a la circulación de esas “mercancías” lingüísticas. Como los 19
GOBARD., op.cit. p. 242. ROSSI-LANDI, op.cit., p.83. 21 Ibid., p.83 “immenso mercato, nel quale parole, espressioni e messagi circolano come merci”, en el original (NdT). 20
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otros productos, esas palabras, expresiones y mensajes tienen no solamente un valor de uso, sino también un valor de cambio. En el mercado lingüístico, cada palabra, expresión o mensaje se presenta como valor de uso y valor de cambio. Valor de uso en el sentido de que es necesario que satisfaga una necesidad de comunicación. Valor de cambio en el sentido de que la palabra entra en relación con otras palabras en la lengua.22 El problema del valor nos lleva al problema del intercambio, de la comunicación, en una palabra, de la relación. La relación de comunicación, como cualquier otra relación, puede ser perfectamente asimétrica: “Cuando el pobre sepa dominar las palabras… se romperá la tiranía del farmacéutico, del orador y del agricultor.”23 Este señalamiento de don Milani no es para tomarse al pie de la letra, ya que posee un idealismo ingenuo. Sin embargo, expresa bien -en las relaciones interindividuales-, una parte importante de las relaciones de fuerza establecidas por el lenguaje que, no siendo el lugar en el que se dan éstas, si es su causa. El lenguaje es un instrumento de poder, al igual que cualquier otro, no porque pueda ser el objeto de una apropiación privada, sino porque puede ser manipulado con eficacia. ¿Pero qué significado puede tener esta eficiencia? La lengua es un modo de actuar, es un modo de acción sobre el Otro.24 Cada lengua es un instrumento de acción social y en ese sentido ocupa un lugar particular en el campo del poder. Es posible, por tanto, una opresión lingüística, una opresión por medio de la lengua. Opresión que aparece cada vez que a un grupo se le impone una lengua diferente a su lengua materna.25 En ese caso pueden considerarse dos modelos de opresión: uno interesado en la interioridad de una unidad nacional y el otro interesado en la exterioridad. El primero, muy conocido, es el que resalta el desmoronamiento de las situaciones dialectales o del habla regional en provecho de una lengua cuya característica “es la tendencia a estar fijo, normalizado, ‘estandarizado’, ‘consolidado’, a ser propuesto como modelo supra-local por la elección de formas escogidas en el campo de las variaciones dialectales del área lingüística.”26 En otras palabras y para retomar la terminología de Rossi-Landi, existe una elaboración de capital constante estándar que termina por sustituir a los capitales que progresivamente se apagan. Al respecto, la revolución francesa de 1789 fue una formidable máquina para desmoronar los capitales constantes de diferentes regiones en provecho de un solo capital constante llamado “francés”. Podemos recordar, a propósito, la investigación realizada por el abad Gregorio, cura de Ember-Mesnilen agosto de 1790 y que culminó en su informe de Prairial año II: acerca de la necesidad y los medios de aniquilar los dialectos y universalizar el uso del francés.27 Son los códigos de la homogeneización y de la jerarquización los que salen adelante. La estrategia era realizar un área donde predominara un único capital constante. Sólo podemos constatar los hechos, no tendría sentido emitir un juicio que necesariamente sería un juicio de valor. Sin embargo, se puede buscar una representación de lo que significaría la existencia de un área dada con dialectos diferentes sin necesidad de un medio común. (Figura 22)
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Ibid., p. 91. Lingua e Politica, A cura di R. Corsetti, Officina edizioni Roma 1976, p.11. Es una cita de don Lorenzo Milani. “Quando il povero saprà dominare la parole… la tirannia del farmacista del comiziante e del fattore sarà spezzata” en el original (NdT). 24 Gaetano BERRUTO, Monica BERRETTA, Lezioni di sociolingüística e lingüística applicata, Liguori Editori, Napoli 1977, p.93. 25 Lingua e politica, op.cit. p.8. 26 Roland BRETON. Géographie des langues, P.U.F., Paris 1976, p.6. 27 Michel de CERTEAU, La culture au pluriel, U.G.E., Paris 1974, p.61. 23
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Figura 22
Sería como si el área estuviera compartimentada en tres secciones y de ello resultaría que, si se hace la suma de las relaciones, se tendrían nueve contra 36, si se tuviera un capital constante único. El volumen de las relaciones no es un fin en sí mismo, o cuando menos no es el único fin de la comunicación, pero es preciso tenerlo en cuenta. Esta situación es menos teórica de lo que se podría pensar: sin el italiano, un sardo y un siciliano no podrían tener ninguna comunicación, a menos que el sardo aprendiera el siciliano, o viceversa. Se tiene entonces la siguiente situación: hay una relación binaria reflexiva para un sardo y un siciliano al interior de sus respectivas comunidades y el uso de un capital constante-relevo para comunicarse entre ellos (Figura 23). Figura 23
Hay una ampliación del área de acción gracias al idioma común y hay una multiplicación de las relaciones posibles, aunque el problema presenta otro aspecto. La integración de las diferentes áreas dialectales mediante la promoción de una lengua única hace que se incrementen las posibilidades de control y de gestión de una organización central sobre las colectividades periféricas. A partir de ahí, es posible contemplar la creación de emisores centrales de información y controlar la información que circula. Saber todo, ver todo, he ahí el objetivo de cualquier organización, y la lengua única puede ayudar a conseguirlo. En todo caso, es una de las 81
condiciones para lograrlo. Además, si la distribución y la recolección de la información están centralizadas, se economizan los medios y la energía, aunque al mismo tiempo hay marginación o eliminación de la información que no transita por los canales autorizados. El poder de la organización crece en la medida en que hay una disminución de los modelos culturales disponibles, pero al mismo tiempo decrece el poder de las colectividades cuyos modelos desaparecen. Existe una relación de tensión constante entre la organización central que emite mensajes “oficiales” y las organizaciones periféricas que tratan de emitir mensajes específicos. Esta relación es asimétrica, ya que el modelo oficial busca desestructurar los modelos particulares que constituyen, desde la óptica de la organización central, una contra-cultura que se opone a la homogeneización de la ideología. Se instituye una jerarquía entre la organización central y las organizaciones periféricas: el campo del poder restringe progresivamente el espacio de las organizaciones periféricas. Retomar el poder, es recuperar el espacio perdido, de ahí los movimientos regionalistas que tratan mediante esfuerzos, a veces desesperados, de recuperar el control y el uso de su lengua: “Es característico, en relación a esto, que dichos movimientos de minorías nazcan en las regiones que fueron explotadas por sociedades mayoritarias; por ejemplo, el sur de Italia, Quebec y Occitania proveyeron a la Italia del norte, la Francia central o del norte, al Quebec anglosajón, de hombres y riquezas que permitieron la instalación de poderes centrales.”28 Con el descubrimiento de sus lenguas, esos movimientos se presentan primero de manera negativa, en el sentido de que no pueden plantearse sino oponiéndose. La reinserción en un circuito social de una lengua como instrumento, en el sentido pleno del término, no puede realizarse sin una autonomía en otros aspectos. La lengua no puede volver a “funcionar” sin que la periferia o las periferias recobren un significado frente al centro; de lo contrario “la reivindicación cultural aparece como un residuo y una compensación.”29 El control del instrumento lingüístico no tiene significado sin el control de otros instrumentos. ¿Cómo logra el “centro” imponer “su lengua”? Al interior de una unidad territorial, puede disponer de la fuerza política y de los recursos económicos y/o representar a la mayoría de la población. Para acceder a esta fuerza y a sus recursos, una de las primeras condiciones es asimilar la lengua de aquellos que detentan los recursos. La alternativa no es, naturalmente, tan simple en todos los casos, aunque ciertos ejemplos respaldan esta tesis, simplista solamente en apariencia. ¿No es el caso de Quebec, donde los francófonos ganan menos en promedio en relación a los anglófonos por desempeñar funciones similares, o que no puedan acceder a tal o cual estatus profesional? Las mayorías lingüísticas o las minorías que hablan la “lengua oficial” se adueñan de las administraciones públicas o privadas controlando los puestos clave. Esta apropiación puede provocar conflictos que, a pesar de las apariencias, no son verdaderos conflictos lingüísticos, sino pura y simplemente conflictos políticos de color y con pretextos lingüísticos. El conflicto entre valones y flamencos no es un conflicto lingüístico, sino de intereses. Los verdaderos conflictos lingüísticos son extremos. Son aquellos en los que un grupo busca privar a otro del uso de su lengua. Son aquellos en los que se intenta sustituir una identidad lingüística por otra y en consecuencia, sustituir una cultura por otra. Es lo que se ha hecho con los dialectos o las lenguas llamadas “secundarias” en muchos países. En relación a eso, se podría retomar una idea intuitiva, pero no carente de interés, de Pierre Schaeffer, que consiste en establecer la relación entre el poder y la comunicación: P.C. = constante. 30 Lo que significa que a la ausencia de comunicación corresponde un poder infinito y viceversa. Es lo que Schaeffer dice mediante un gráfico, cuyo interés reside sobre todo en la visualización de la idea. (Figura 24)
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Michel de CERTEAU, op.cit. p.180. Ibid., p.170. 30 Pierre SCHAEFFER, op.cit. p.256-257. 29
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Figura 24
Se trata sólo de una visualización, ya que es imposible cuantificar seriamente esta relación. Sin embargo, si se retoma el problema de las entidades territoriales caracterizadas por diversos capitales constantes lingüísticos, se descubre que, en ausencia de una centralización y de una jerarquización, la comunicación es mucho más diversificada y cuantitativamente más abundante. Es cualitativamente más rica ya que procede de modelos de análisis diferentes. En esas condiciones, el poder del centro no puede manifestarse y, como consecuencia, el poder de dicho centro sobre los otros es débil. Por el contrario, cuando la comunicación está condicionada por un solo capital constante ésta puede ser muy abundante cuantitativamente, pero muy mediocre cualitativamente. Es en este sentido que la constante de Schaeffer nos parece interesante. ¿No es el viejo problema de la Torre de Babel? Desde esta perspectiva, la “confusión” es fuente de riqueza pero también es un obstáculo para el poder centralizado. La transparencia de la unidad es una fuente de uniformidad pero también es favorable al poder centralizado. El problema no se plantea sólo al interior de un Estado, sino también en la relación dialéctica interioridad-exterioridad. Se trata, pues, de un problema generado por el fenómeno colonial que se tradujo en el plano estrictamente lingüístico en la extensión de las áreas lingüísticas indoeuropeas: el portugués, el español, el inglés, el francés y el ruso, por citar sólo los ejemplos más significativos, se expandieron y se impusieron en áreas más o menos vastas, reduciendo las lenguas autóctonas a un rango inferior y limitando su uso a espacios concretos y abstractos cada vez más pequeños. Es el fenómeno de la lengua dominante impuesta por un grupo dominante. En los ejemplos citados, es el grupo de los colonizadores el que impuso progresivamente el uso de su lengua y con frecuencia también, si no es que siempre, su cultura. En ese caso, se crea un “centro” nuevo, con el cual la comunicación no puede realizarse sino utilizando una lengua específica. Se pueden imaginar los siguientes esquemas, que representan dos situaciones: una antes y la otra después de la introducción de una lengua dominante. El centro y la periferia no utilizan en sus relaciones reflexivas la misma lengua. Se notará que ese centro representa, durante el periodo colonial, al sistema institucionalizado de la potencia dominante. En otras palabras, no todo pasapor la lengua importada, pero lo esencial de las órdenes y de las exhortaciones sí se transmite a través de ella. Más sorprendente es la conservación de la lengua de los conquistadores después de la independencia, al menos en 83
algunos casos. El ejemplo del francés en África es muy ilustrativo: “Francofonía. La idea fue lanzada en 1964 por algunos jefes de Estado africanos (L. Senghor, H. Bourguiba). 31 De hecho, los países que se reivindican como francófonos tienen pocas cosas en común fuera de “la lengua de sus élites”.32 La francofonía podría ser una especie de impostura, ya que no hay nada en común entre los quebequenses que defienden su lengua y el africano que sufre el francés: “En un caso lucha de liberación lingüística, en el otro, prolongación de una opresión lingüística.”33 Según Calvet, el porcentaje de africanos del oeste que hablan francés es de entre el 5% y el 10%, lo que ubica al francés lejanamente detrás de las lenguas locales. 34 De hecho, la francofonía se refugia en los discursos oficiales y en la elaboración de leyes y decretos. El espacio de la francofonía es un espacio abstracto, en el sentido de que los flujos de comunicación codificados y decodificados en francés no interesan en la vida cotidiana inmediata, pero interesan a ciertas esferas de la vida pública. Esto se explica también por el hecho de que el francés domina sobre todo en el espacio escrito. No está ausente, por supuesto, de la oralidad, aunque ésta se desarrolla igualmente en las lenguas locales a nivel de los medios masivos de comunicación, especialmente en la radio. Que sea en la perspectiva de la interioridad o en la de la exterioridad, no hay diferencia fundamental a nivel de los mecanismos, y es lo que trataremos de demostrar. En todos los casos, la lengua es un instrumento de poder y el poder puede actualizarse en la lengua, ya que comunidades enteras pueden ser tributarias de una lengua dominante para poder acceder al campo cultural moderno. Es decir, una lengua A puede imponerse en ciertas relaciones entre B y C ó C y D. Para facilitar el análisis de ese problema, consideremos tres comunidades representadas por el “gráfico discreto” o “gráfico sin arco” (Figura 25). Figura 25
Admitamos que esas tres comunidades están en un mismo territorio y que dependen de una misma autoridad política. De ello se desprende que dichas colectividades deben mantener una serie de relaciones entre ellas, es decir, que se deben comunicar. Si para ello utilizan lenguas
31
Louis-Jean CALVET, Linguistique et colonialisme, petit traité de glottophagie, Payot, Paris 1974, p.216. Ibid., p. 217. 33 Ibid., p. 218. 34 Ibid., p. 220. 32
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diferentes, para a, b y c, a’, b’ y c’, tendremos un “gráfico unidad” a nivel de comunicación para cada una de ellas (Figura 26). Figura 26
Ese último gráfico representa lo que podría llamarse la comunicación intra-comunitaria y no la comunicación inter-comunitaria que se necesita para el funcionamiento de todo el sistema. La comunicación total no puede expresarse más que en un gráfico completo. (Figura 27)
Figura 27
Para que este gráfico surta efecto por completo, hay que cumplir ciertas condiciones que implican igual número de alternativas. La primera opción es el trilingüismo, es decir, a utiliza a’ en sus relaciones con b y c, pero es capaz de decodificar los mensajes de b y c codificados en b’ y c’, suponiendo que lo mismo sucede para los casos de b y c, en sus relaciones con a. 85
Evidentemente se trata de un caso ideal, que supone el uso de una infraestructura educativa para que a aprenda b’ y c’; que b aprendaa’ y c’, y que caprenda a’ y b’. Es una solución “ideal”, en la medida en que permite una comunicación completa sin violentar a ninguna de las comunidades lingüísticas, pero es una solución costosa y prácticamente irrealizable en los hechos. Hay una gran distancia entre la realidad y las ideas. Es el caso de Suiza, donde para las relaciones entre comunidades lingüísticas a nivel oficial, en Berna por ejemplo, cada quien debería comprender el alemán, el francés y el italiano, al mismo tiempo que cada quien se expresa en su lengua materna. Eso no sucede más que con un pequeño número de personas, es decir, una élite que ha adquirido el manejo de las tres lenguas. En realidad, es necesario crear una estructura de conmutación para pasar de una lengua a otra y asegurar la transmisión de mensajes. Se puede imaginar otro modelo más realista, que consiste en privilegiar, ya sea a’ o b’ o c’ para las necesidades de la comunicación inter-comunitaria. De nuevo aparece todo tipo de problemas: ¿habría que decidir con un criterio cuantitativo, es decir, privilegiar la lengua hablada por la mayoría, o usar un criterio cualitativo, es decir, dar preferencia a la lengua considerada como la mejor adaptada a cierto estado de comunicación? Se trata de una relación de poder entre los representados y el o los representantes, es decir, la organización central. Si formulamos la hipótesis que no hay ningún conflicto entre las colectividades, por un lado, y entre éstas y el poder central, por el otro, podemos admitir que el problema consiste en reducir el gasto de energía para comunicarse y, en consecuencia, de maximizar la información. Desde ahí se puede admitir que se privilegie una sola lengua, a’, b’ o c’, para las relaciones con la organización central y las relaciones inter-comunitarias, de manera que se eviten los procesos de doble codificación y decodificación necesarios para la traducción. Si es evidente que esta estrategia es deseable desde el punto de vista del poder central, que de este modo ratifica en los hechos y en la forma una jerarquización, sepone a las otras lenguas en una posición secundaria, ya que no podrán utilizarse más que en los intercambios intracomunitarios, lo cual naturalmente tendrá efectos a largo plazo en el terreno social, cultural, político y económico. La lengua escogida verá crecer su espacio, mientras que el de las otras lenguas tenderá a reducirse. Es decir, poco a poco nos encaminamos a una situación de monolingüismo de hecho, si no de manera formal. En otras palabras, la comunidad favorecida por la elección de su propia lengua está destinada a asumir una posición de predominio en relación a las otras, cuando menos durante un periodo suficientemente largo. La ventaja en cantidad de información se paga con la marginalización de las otras lenguas, y las otras comunidades pueden desatar una resistencia que se traduzca en situaciones conflictivas. El sistema de las lenguas oficiales aumenta, sin duda alguna, el gasto en energía, pero ésta tiene el mérito de preservar la identidad lingüística de las otras comunidades y de evitar muchos conflictos. Por otro lado, esta estrategia integra el código del pluralismo, garante de la autonomía de las diferentes colectividades. En todo caso, vemos que son posibles dos modelos de relación. Uno que tiende a empobrecer el sistema en diversidad y que está representado por diferentes lenguas, pero que enriquece en información, y el otro que conserva la diversidad pero que consume más energía y recursos. En el primer modelo, el poder se traduce en una integración más grande y en amplias posibilidades de difusión de elementos culturales específicos. En el segundo modelo hay un equilibrio entre las comunidades, menos integración y menos difusión de elementos únicos. En el segundo modelo es posible la confrontación, contrariamente al primero, que impone sus propias normas. En el primer caso, se puede hablar de una relación asimétrica, mientras que en el segundo, se puede hablar de una relación simétrica. Es entonces un problema filosófico, ya que hay que saber cuál de los dos es mejor, en la hipótesis de que los recursos están disponibles para permitir aquel que es aparentemente el más costoso. Cualquier poder con un componente informacional buscará evidentemente hacer que triunfe la idea de una sola lengua de comunicación, ya que eso simplifica sus relaciones. Si se quiere saber, una sola lengua es mejor. Se pueden encontrar con facilidad ejemplos a partir de los medios masivos de 86
comunicación: radio o televisión. Hay que multiplicar a los emisores si se conservan varias lenguas, mientras que se requiere un solo emisor si no hay más que una lengua. Pero el problema concierne no sólo al Estado, sino también a las otras organizaciones. Por eso las empresas pueden imponer el uso de una sola lengua. Hay numerosos ejemplos de empresas no anglosajonas que definitivamente privilegiaron el inglés en sus relaciones. El imperialismo del inglés es un medio seguro de poder a muchos niveles. Las multinacionales han privilegiado desde hace mucho tiempo al inglés en sus relaciones con sus sucursales y entre ellas. Es una necesidad, pero también un medio de hacer pasar de esta manera todo un conjunto de informaciones que modelan y estructuran el espíritu y las colectividades. El imperialismo de la cultura anglosajona es en principio un imperialismo de la lengua inglesa, como en otro momento fue el caso del francés. Al respecto, haremos algunos señalamientos. Una lengua determina un modelo de representación del “universo”.35 Es decir, privilegiar una lengua es imponer un modelo de representación único y por lo mismo, es homogeneizar el sistema de información. Hay que diferenciar bien entre información y comunicación. En otras palabras, hay que diferenciar entre contenido y proceso. Consideremos el contenido. Elaborar información homogénea, es decir, que obedezca a estructuraciones idénticas, significa tener un poder considerable, poder potencial primero, pero que puede ser actualizado enseguida. Los peligros de la manipulación se vuelven extremadamente grandes y el ideal es concebir modelos únicos con una fuerte capacidad de difusión y de penetración. En ello residen las inquietudes que se pueden tener frente a una sola lengua. Cualquier homogeneización en ese nivel permite la concentración y la centralización y en consecuencia, refuerza las posibilidades de control y de dominación. Cualquier pérdida de diversidad se traduce también en una pérdida de autonomía. Al respecto, y esa será nuestra conclusión, la lengua es ejemplar ya que provee un modelo de análisis para todas las demás propiedades cualitativas de la población. La resistencia a través de la lengua se encuentra planteada en los mismos términos en la religión y en la etnia o la raza. Cualquier intento por eliminar las diferencias tiene un fuerte contenido de poder opresor, que busca desplegarse mediante la construcción de un campo de acción en el espacio y en el tiempo. Cualquier poder que se instaura unifica, centraliza, concentra, homogeniza, desmorona, aplasta, para trabajar sólo con una masa isotrópica. El poder se nutre de la isotropía. La anisotropía opone resistencias. En cualquier política de integración y de unificación hay una voluntad por borrar las diferencias. ¿Por qué? Porque las resistencias se aferran a esas diferencias, que son también obstáculos para el despliegue de un poder total. El poder total y lasdiferencias son incompatibles. Sin embargo, las diferencias existen y suprimirlas no tiene ningún fundamento teórico, sino un fundamento meramente práctico. Es la “naturalización” del concepto de unidad.
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Para este tema, ver Benjamín Lee WHORF, Linguistique et anthropologie, Gonthier, Paris, 1969.
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CAPITULO III RELIGION Y PODER I.- LO SAGRADO Y LO PROFANO Al igual que la lengua, la religión es un sistema sémico, cuya función es asegurar una mediación. No ahondaremos en la naturaleza y el contenido de esta mediación; sólo diremos que los hechos religiosos no escapan a la problemática relacional ni, en consecuencia, al poder. Sin embargo, la geografía de las religiones, al brindar puntos de observación dejó de lado, en general, las relaciones de poder, para concentrarse de manera excesiva en las expresiones espaciales del fenómeno religioso.1 Sin duda, es posible encontrar en las diferentes geografías de las religiones preocupaciones relativas al poder, pero no son sino huellas que se deben rastrear por aquí y por allá. El fenómeno religioso no fue, al menos para los geógrafos, concebido en términos de relaciones de poder. En su esencia misma, el fenómeno religioso se caracteriza por las relaciones de poder. ¿Por qué? Porque “toda concepción religiosa del mundo implica la distinción entre lo sagrado y lo profano, opone al mundo en el que el fiel se dedica libremente a sus ocupaciones, y ejerce una actividad sin consecuencia para su salvación, otro ámbito en el que el temor y la esperanza le paralizan sucesivamente y en el que, como al borde del abismo, la menor distracción en el menor gesto puede perderlo irremisiblemente.”2 Hay entonces, en el ámbito de lo sagrado, relaciones específicas, como las hay en el ámbito de lo profano. Relaciones propias de cada uno de esos mundos, relaciones también entre ambos mundos, mediatizadas por lo político, lo social, lo cultural y lo económico: “el hombre religioso es ante todo aquél para quien existen dos mundos complementarios…”3 Esos dos mundos, el de lo sagrado y el de lo profano, se definen rigurosamente el uno por el otro. Se excluyen y se determinan.4 Todas las sociedades desarrollaron, en consecuencia, esos dos mundos, por el hecho de que existen o existieron: el mundo profano determina al mundo sagrado y viceversa. ¿No dijo Bergson que “el Universo era una máquina que fabrica dioses”? Pero ¿qué relación hay entre la religión y lo sagrado? La primera es la administración del segundo.La vida religiosa “se presenta como la suma de las relaciones del hombre con lo sagrado. Las creencias las exponen y las aumentan. Los ritos son los medios que las garantizan prácticamente.”5 La religión, como la lengua puede igualmente asemejarse a un instrumento cuyas funciones son múltiples y complejas. Instrumento de comunicación, pero también y tal vez esencialmente, instrumento de comunión que las organizaciones manipulan. Instrumento de comunicación de lo sagrado que puede definirse “como una propiedad estable o efímera a ciertas cosas (los instrumentos del culto), a ciertos seres (el rey, el sacerdote), a ciertos espacios (el templo, la iglesia, las altas esferas) a ciertos tiempos (el domingo, el día de Pascua, la Navidad, etc.)”. 6 Pero de la misma manera en que hay un trabajo profano, hay un trabajo sagrado y de la misma manera que hay un trabajo lingüístico, hay un trabajo religioso. Para retomar una fórmula de Rossi-Landi aplicada al lenguaje, la religión es un trabajo humano y las religiones son su objetivación
1
Para este tema se consultará a Pierre DEFFONTAINES, Géographie et religions, Gallimard, Paris, 1947. David E. SOPHER, Geography of Religions, Englewood Cliffs, N.J. 1967 y Religionsgeographie herausgegeben von MARTIN SSCWIND, Darmsstadt 1975. 2 Roger CAILLOIS. L’homme et le sacré. Gallimard, Coll. Idées, Paris 1963, p.17 (Ed. en español, El hombre y lo sagrado, FCE) (NdT) 3 Roger CAILLOIS, op.cit., p.18. 4 Ibid., p.18-19. 5 Ibid. 6 Ibid.
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necesaria.7 De esta forma, es perfectamente posible proceder a una transposición y el método analógico nos parece aquí totalmente legítimo. La religión puede asimilarse tambiéna un capital constante. Capital sobre el que se ejerce un “trabajo religioso” posterior. Pero, al igual que la lengua, ese capital constante es algo muerto si no se le agrega un capital variable, constituido por los fieles que forman la comunidad de adeptos de una religión. Así, la misma ecuación es posible: capital constante + capital variable = capital religioso complejo. La comunicación de lo sagrado se realiza medianteese capital complejo: es la producción y la circulación de mensajes en el ámbito de una comunidad religiosa. Es evidente que si el capital constante no es objeto de un trabajo proporcionado por la comunidad religiosa, la religión muere, ya que se agotan la producción y la circulación de lo sagrado. No es menos evidente que el capital constante cambia a través del tiempo: los cismas y las reformas son pruebas de ello. La historia de las religiones tiene muchos ejemplos de esas modificaciones y nuestro objetivo no es enumerarlas, sino identificar algunos de los mecanismos de estas modificaciones. Son numerosos los fenómenos de retroalimentación8 en el capital constante y en el transcurso del tiempo suceden cambios en la religión. Sin embargo, hay que decir que ahí hay una diferencia fundamental respecto a la lengua, ya que cuando ésta evoluciona es más difícil concebir una modificación drástica y brusca, contrariamente a lo que ocurre en la religión. La reforma que dio lugar a las diversas iglesias protestantes en el siglo XVI es evidentemente un ejemplo de reestructuración de un capital constante religioso. Pero la modificación afecta igualmente al capital, ya que todo el trabajo disponible se comparte, se divide. Se puede expresar dicho fenómeno a través de un gráfico completo (Figura 28) mientras que, después del cisma, podemos encontrarnos frente a varias posibilidades, como las de la figura 29.
Figura 28
7
Para Rossi-Landi, “estudiar una comunidad del habla significa estudiar la circulación de los signos lingüísticos como productos del trabajo humano, que satisfacen determinadas necesidades al tiempo que sugieren o imponen otras nuevas”. Cf. Duranti, Alessandro, Antropología lingüística, Akal, 2000. 8 Feed back en el original (NdT)
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Figura 29
Dichas posibilidades no ocurren simultáneamente. En relación a las posibilidades simultáneas reales, se pueden expresar con gráficos particulares G = (S, A), dondese define una división de S en d clases (no vacías) y se agrega x a y en un arco si y sólo si x y y pertenecen a la misma clase. La clase se define aquí por una confesión dada. Por ejemplo, se pueden tener las siguientes situaciones.9 (Figura 30) Figura 30
En otras palabras, las diferentes comunidades se adhieren o no a tal o cual confesión religiosa.
9
Tomado de Germain KREWERAS, Graphes, chaînes de Harkov et quelques applications économiques, Dalloz, Paris 1972, p.5.
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Se ve inmediatamente que la cantidad de relaciones se modifica considerablemente. Si tomamos el ejemplo anterior, que comprende seis comunidades, la cantidad total antes del cisma era de 6 (6-1) + 6 = 36. Después del cisma disminuyen a 4 + 1 + 9 = 14. Todavía hay que señalar que esa cantidad de 14 no tiene sentido; sólo 4, 1 y 9 lo tienen. Si se admite que esas relaciones que caracterizan a las comunidades corresponden a espacios específicos, se tiene una forma de caracterizar y de distinguir las religiones a nivel cuantitativo. Inclusive si se trata de una religión con una cantidad importante de adeptos, pero estrechamente circunscritos a un lugar determinado. Por el contrario, se puede tratar de una gran cantidad de adeptos repartidos en diversos lugares. Es lo que se utiliza generalmente como criterio para diferenciar las religiones particulares, como el hinduismo y el sijismo, de las religiones universales, como el cristianismo o el islamismo. Se puede intentar formular esta expresión mediante la teoría de los grafos. Digamos que tenemos cuatro comunidades localizadas en lugares muy diferentes; por ejemplo, en distintos continentes (Figura 31). Figura 31
En este caso tenemos un grafo sin arco o grafo discreto. Si una comunidad, después dos, tres y cuatro pasan a una religión cualquiera, tendremos una serie de grafos parciales antes de llegar a un grafo completo. Un grafo completo correspondería a una religión universal en el caso que nos ocupa. Suprimiendo algunos arcos, por cisma o por reforma, se obtienen las religiones particulares. Por analogía con el análisis lingüístico que hemos hecho anteriormente, encontramos el problema del espacio y el tiempo. Las grandes religiones son aquellas que logran controlar porciones importantes del desarrollo espacio-temporal de las colectividades. ¿Se podría decir que se trata de relaciones religiosas puras? No; de hecho, esas relaciones están implícitas en las relaciones políticas y es ahí, sin duda, donde la relación entre lo sagrado y lo profano adquiere todo su valor. Valores sagrados y valores profanos, valores religiosos y valores políticos, todos están en estrecha relación.
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II.- LAS RELACIONES ESTADO-IGLESIA La estrecha relación entre el Estado y la Iglesia determina con frecuencia una religión de Estado y una Iglesia de Estado; es lo que Constantino desarrolló en el Imperio Romano. Esta relación puede evidentemente desembocar en una forma de Estado teocrático que concede un poder considerable, ya que hay una compenetración de lo sagrado y lo profano. Las interdicciones, las obligaciones, los sacrificios de tipo religioso, son sancionados por el poder temporal y por ello adquieren una fuerza enorme, ya que la transgresión de las reglas y normas tiene no solamente consecuencias en el plano espiritual, sino también el plano temporal. La comunidad está entonces encerrada en vínculos político-religiosos extremadamente fuertes. En Japón, el movimiento de Meiji10, que a partir de 1868 modificó sensiblemente el papel del emperador, coincidió con el reconocimiento del sintoísmo puro como religión de Estado.11 De esta forma, el emperador se transformó en el sacerdote de todos los cultos y los asuntos del Estado estaban enraizados en el culto.12 Hasta 1945, los sacerdotes fueron empleados del Estado. Después de la guerra, la eliminación del sintoísmo de Estado tuvo naturalmente consecuencias en la situación de los sacerdotes. Esta compenetración, que duró casi un siglo, explica cómo durante la guerra el patriotismo japonés encontró en el sintoísmo la fuente espiritual para restablecerse y sostenerse. Esta convergencia entre lo sagrado y lo profano constituye un temible instrumento de poder y el medio de una rara eficiencia para movilizar una población. Los hechos muestran que una relación estrecha entre la Iglesia y el Estado desemboca finalmente en un predominio del Estado, que manipula la religión para reforzar su poder. La reforma anglicana del siglo XVI tenía como objetivo, entre otros, facilitar ciertas transferencias de riqueza y un mejor control de la población. Las ventajas de esta relación son evidentes. En efecto, el poder, en este caso, tiene un fuerte componente informativo y el Estado invierte mucha menos energía para obtener la adhesión de la población a sus objetivos políticos. A veces logra incluso, obtener un consenso admirable. En los países socialistas se da el predominio del Estado sin ayuda de la religión; en estos Estados se puede tener una política de eliminación total de la religión, como en Albania, por ejemplo, que es la primera república democrática popular oficialmente atea, o también pueden seguir una política de tolerancia más o menos flexible en relación a las diferentes iglesias. De la tolerancia a la persecución hay una cantidad importante de posibilidades y de matices, pero esta actitud no es nueva en la historia. Las persecuciones de Luis XIV contra los protestantes se nutrieron del código de la homogeneidad religiosa. Las persecuciones contra los judíos en distintos lugares del mundo se alimentaron de códigos muy diversos. Cualquiera que haya sido el motivo, la pérdida del control de la religión ha determinado numerosas relaciones asimétricas. El predominio de la Iglesia, sin considerar el caso del Tíbet antes de la ocupación china de 1950, es muy raro. En Ceylán hubo intentos de hacer del budismo una religión oficial para reformar al Estado, pero sin éxito: “Los jefes políticos y religiosos de Ceylán combaten el materialismo y el comunismo y ven en la religión budista la única posibilidad de salvar al mundo de sus crisis económicas y sociales.”13 Ideología, pero incompleta e imperfectamente realizada, como sucedió en el caso del sureste asiático. En muchos Estados democráticos modernos, como Francia, existe una separación estricta de la Iglesia y el Estado. Pero en otros, como Italia, esta separación es
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La era Meiji se desarrolla en Japón entre 1868 y 1912. Implica la modernización y una especie de democratización en la toma de decisiones, pero al mismo tiempo reorganizó a la nobleza, otorgándoles nuevos estamentos. (NdT) 11 Gustav MENSCHING, Soziologie der Religionen, Bonn, 1966, p.55. Según la mitología japonesa, después de vencer al reino Yamato, el príncipe Jinmu ocupó el trono de Japón y fundó el imperio japonés. Jinmues, según la leyenda, el nieto de la diosa solar Amaterasu Ō Mikami, divinidad del culto shintoísta. Todos los soberanos de la historia japonesa se reivindican como descendientes de Jinmu (NdT). 12 Ibid., p.58. 13 MENSCHING, op.cit., p.136.
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imperfecta, debido a la existencia de concordatos. Eso significa que la religión interfiere todavía en el terreno laico. Si se consideran las cosas desde un punto de vista estrictamente político, hay que señalar que el factor religioso ha sido en muchos casos un elemento activo en la creación del nacionalismo. En apoyo a esta tesis, podemos citar el catolicismo filipino, el budismo birmano y el islamismo indonesio. Esta vía religiosa de nacionalismo puede sorprender, pero hay que recordar que los primeros nacionalistas fueron con frecuencia “tradicionalistas” que predicaban el regreso a una sociedad anterior a la conquista, antes que la libertad y la modernización. 14 En esas condiciones, la religión fue un medio de oposición y de resistencia al extranjero y por eso en la fase prenacionalista los jefes religiosos jugaron con frecuencia un papel primordial. La religión, en dichas circunstancias, fue primero un poderoso factor de identidad y después un medio eficaz de resistencia. Es gracias a su cultura islámica que los indonesios pudieron resistir y oponerse al orden holandés antes del siglo XX. Entre 1900 y 1910 nacieron las primeras asociaciones religiosas, educativas y económicas de inspiración musulmana. No tuvieron grandes dimensiones, pero su papel político no fue nada despreciable. En Birmania, la Y.M.B.A. (Young Bouddhist Association), agrupación religiosa e intelectual, jugó también un papel en la escena política. Es la voluntad de reivindicar los valores obtenidos del suelo nacional lo que da a esos movimientos cierta audiencia, antes de que se manifiesten ideologías extranjeras, como el marxismo. La religión, una vez más, al igual que la lengua, puede ser el punto de apoyo para la resistencia y de la oposición. La religión, al ser una fuente de poder con un componente fuertemente informativo, permite concentrar considerables energías y tejer una red muy compacta de resistencias. En los países que padecieron la presencia colonialista y que con frecuencia no poseían una historia escrita, sino básicamente tradiciones orales, el profundo enraizamiento de lo sagrado en las consciencias era la única base informativa sobre la cual era posible construir una oposición coherente. Dicho lo anterior, las religiones -y al respecto, pueden encontrarse en la historia ejemplos notables con facilidad-, originan relaciones asimétricas según los códigos manipulados. La cristianización y la islamización son manifestaciones evidentes de poder. Las herejías y las disidencias merecieron, por parte de las Iglesias oficiales y mayoritarias, persecuciones y crueles. Pero al interior de las propias Iglesias, las deducciones de las riquezas, las transferencias de bienes, evidencian también una gran cantidad de relaciones asimétricas. Antes que la lengua, la religión está marcada por relaciones de poder donde se apuesta por el control de la energía y la información bajo la forma de hombres, recursos y espacios. Como organización, una Iglesia se comporta de la misma manera que cualquier otra organización: busca expandirse, concentrar, controlar y administrar. Busca codificar todo su entorno y esta codificación por lo sagrado es muy eficaz, ya que tiende a aislar de los demás a los hombres, los recursos y los espacios que son codificados. En ciertos casos la codificación religiosa precedió a la codificación del Estado y éste la continuó. Es lo que ocurrió con el cristianismo, que marcó con su huella durante el periodo medieval, antes del nacimiento del Estado moderno, muchas de las instituciones que se volvieron laicas pero cuyo origen fue cristiano. Las religiones impregnan o impregnaron todas las manifestaciones de la vida cotidiana, ya sean culturales, sociales, políticas o económicas. En muchos países, el Estado recuperó esos códigos y los ha, en cierta medida, laicizado: por ejemplo, el código jerárquico, esencial para el sistema político. Los Estados modernos de tipo occidental se construyeron sobre el desvalijamiento de las iglesias, en muchos casos y de muchas maneras. Lucharon contra las iglesias para limitar su poder y las utilizaron para fortalecer el suyo. El debilitamiento del sentimiento religioso ayudó fuertemente a los Estados para luchar 14
Fred R. von der MEHDEN, Religion and Nationalism in South Asia, The University of Wisconsin Press 1963, p. 26.
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contra las Iglesias, pero al mismo tiempo les privó de medios cómodos para influenciar a las poblaciones. Eso es cierto sobre todo en las democracias liberales, ya que en los regímenes totalitarios de inspiración marxista, imaginaron otros medios para controlar a la sociedad en todas sus manifestaciones. En el caso del poder, la religión permanece, aunque bajo formas modificadas. III.- EL DESPERTAR DEL ISLAM. Desde hace algunos años, el islam ha tenido un despertar que se traduce, en Pakistán y en Irán, en una islamización de la vida cotidiana y en manifestaciones cuyo carácter violento no debería sorprender a Occidente, ya que éste contribuyó parcialmente a ello. Pakistán es sunita, Irán es chiita; pero si el movimiento de islamización ha tomado formas extremas en ambos países, no se limita a esas regiones. El islam despierta por todo el mundo y aparece como la instancia contra la occidentalización, cuya influencia deploraron los países islámicos que tuvieron que sufrirla durante las décadas precedentes. Instancia con recursos, en efecto, contra una occidentalización que durante el periodo colonial contribuyó a cuestionar, es decir, a destruir la identidad de las poblaciones musulmanas. Como siempre, el cambio de sistema sémico, el abandono del derecho de origen occidental para favorecer un derecho de inspiración islámico, se manifiestan de modo represivo. 15 Fue en la caída de Ali Bhutto y su posterior ejecución, que provocó una viva emoción en el mundo, cuando Pakistán acentuó su retorno al islamismo para dar un contenido a su política. Y aun así, ese renacimiento religioso se sostiene por una voluntad nacionalista que se expresa en todas las esferas y constituye la expresión de una voluntad de independencia. No se trata simplemente de un fenómeno religioso, sino de un fenómeno político-económico. La revolución islámica iraní no es exactamente comparable con la de Pakistán, pero, en el fondo, la inspiración es parecida. Se trata de reencontrar las raíces de una identidad propia, contra el “modernismo” y el “occidentalismo” del régimen precedente. Ciertos comentaristas se apresuraron a saludar la caída de la dictadura, que fue inmediatamente reemplazada por un sistema igual de totalitario en los hechos y en la forma. Pero aun así, si Khomeini islamiza a todas las fuerzas, se debe a que puede hacerlo con la ayuda de los considerables recursos de que dispone gracias al petróleo. En otras palabras, la revolución iraní no habría sido posible sin la base de un poderoso factor económico. El régimen actual persigue un sueño interior y puede hacerlo porque tiene los medios para ello. No es por azar si el islamismo ha conseguido el control total que los países árabes de la O.P.E.P. ejercen sobre este recurso fundamental que es el petróleo. Es lo que hace a la coyuntura políticareligión tan peligrosa en el mundo islámico. El islamismo buscará maximizar sus fuerzas políticas y económicas en detrimento de otros grupos. La islamización no se cuestiona, ya que es un sistema de valores como cualquier otro. Lo que se cuestiona es su proselitismo, que está reforzado con medios de acción considerables. Debido a la posibilidad de establecer numerosas relaciones asimétricas, cree que puedan surgir conflictos mayores o menores.
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Cf. Le Monde, 6 avril 1979.
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CAPITULO IV RAZAS ETNIAS Y PODER I.- EL PAPEL Y EL SIGNIFICADO DE LAS DIFERENCIAS. Las diferencias raciales y étnicas constituyen un factor político, unas veces virtual, otras real. La importancia o la intrascendencia que se le atribuya a dichas diferencias en la historia se inscribe en una sinusoide que es, por sí misma, la de una voluntad de poder, expresada o no, que se apoya en el prejuicio racial o étnico. Como quiera que sea, y cualquiera que sea, el poder evoluciona siempre entre dos polos que utiliza y manipula de manera alterna: la unidad y la pluralidad. El fenómeno es particularmente evidente respecto de la raza y la etnia. Si consideramos sólo el periodo contemporáneo, encontramos que el problema racial y étnico entró al escenario del mundo occidental de la mano de la antropología y la etnología en el siglo XIX. Los resultados obtenidos por esas ciencias nutrieron las reflexiones de ciertos doctrinarios entre los que emergen los nombres de Gobineau, Vacher de Lapouge y H.S. Chamberlain. No nos equivoquemos, no se trata de imputar a dichos autores todos los errores, los dramas creados por el prejuicio racial en el siglo XX, sino solamente de mostrar que se pudo abrevar en ellos, en sus teorías, la materia que respondía a las expectativas de ciertos medios. Además, una serie de autores anglosajones multiplicaron, en los últimos años, las investigaciones para demostrar de manera absoluta, así lo creen ellos al menos, la desigualdad de razas, es decir la superioridad o inferioridad definitiva de algunas de ellas. Los resultados, que no nos parece útil comentar, son menos interesantes que las profundas motivaciones de esas investigaciones. ¿Podemos sorprendernos de esta voluntad de descubrir que los blancos son superiores a los negros y viceversa? Quien busca hacer emerger las diferencias calificadas, busca también utilizarlas y a deducir de ellas un poder. Por lo tanto, se puede temer que esas nuevas investigaciones no correspondan, a un deseo de fundar una dominación, cuyas finalidades y estrategia se nos escapan en gran parte, pero que son muy claras: asegurar la permanencia del poder de unos cuantos sobre muchos. Sin caer en un idealismo ingenuo y cándido, se deben refutar esas tendencias, no negando las diferencias, sino afirmándolas. La humanidad es un muestrario de diferencias genéticas, e incluso si ignoramos casi totalmente el significado profundo de esas diferencias, podemos formular la hipótesis de que es una garantía de la autonomía de la especie humana en los diversos medios geográficos donde sus miembros están llamados a evolucionar. Es también una garantía de la autonomía cultural de la especie humana, sin la cual no hay acción diferenciada posible: “Deseo que el lector retenga esta lección de la biología: nuestra riqueza colectiva está hecha de nuestra diversidad. El ‘otro’, individuo o sociedad, nos es precioso en la medida en que es diferente a nosotros.”1 ¿Entonces? Entonces, cualquier intento por reducir esas diferencias, cualquier intento por imponer un modelo único es una forma de genocidio que puede adoptar múltiples formas. Genocidio que, desde un punto de vista general, debilita la autonomía de la especie en su conjunto. Eso lleva a plantear una paradoja que no parece haber sido suficientemente atendida: la paradoja de un cierto “mundialismo”. En todo caso, hay dos maneras de plantear el mundialismo: de una manera unitaria, por el triunfo de un modelo considerado, en un momento dado, superior a todos los demás, o de una manera pluralista, mediante la experimentación de varios modelos. El mundialismo actualmente propuesto es unitario, lo que significa que niega el tiempo y la evolución. Este mundialismo procede de una falsa racionalidad que aplasta cualquier 1
Albert JACQUARD. Eloge de la différence, La génétique et les hommes, Seuil, Paris 1978.
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diferencia en beneficio de un solo modelo. Es pues, un intento de homogenización que no puede traducirse a la larga más que en una seria pérdida de autonomía, por la disminución de las posibilidades de acción. El mundialismo que no es concebido como sistema de diferencias está condenado a una decadencia inevitable después de pasar por una fase de eficiencia relativa. No es sino la expresión histórica de un poder condenado a terminar por sus propias contradicciones internas. ¿Qué significa eso? Que no hay ni superioridad ni inferioridad absolutas, que ambas son relativas. El paso de lo relativo a lo absoluto se inscribe en un mecanismo de dominación para hacer triunfar un poder. Eso significa que las diferencias raciales y étnicas, cuando no están latentes en la conciencia, sirven para nutrir un prejuicio útil para la afirmación de un poder. Las razones de ese prejuicio son numerosas: políticas, económicas, sociales y culturales; pero los fines son siempre simples: reducir al mínimo los riesgos, para reforzar una dominación. En ese caso, hay varias estrategias que van de la explotación a la supresión o al intento de supresión de las diferencias, ya sea en el plano político-económico o en el plano socio-cultural. II.- FORMAS DE DISCRIMINACIÓN.
En otras palabras, en una sociedad multirracial o multi-étnica hay potencialmente un conjunto de dispositivos posibles para que un grupo incremente sus apuestas en detrimento de otros grupos. Se introduce la noción de discriminación, que permite reducir la competencia del o de los grupos que rivalizan en la obtención de un beneficio. La discriminación adquiere formas diversas, que vamos a revisar. Consideremos dos grupos, uno mayoritario, -el grupo A- y el otro minoritario -el grupo B-. Una primera discriminación puede ser de tipo espacial. El grupo A puede imponer al grupo B una localización determinada, una región territorial determinada, un barrio específico en la ciudad, etc. La discriminación espacial es rara vez la única discriminación con la que un grupo puede ser golpeado y generalmente se acompaña de otras medidas, pero conviene analizarla primero en forma aislada. La discriminación espacial tiende a prohibir el acceso a los miembros del grupo B a otras partes del territorio, de manera parcial o total. Se pueden imaginar numerosas variantes: los miembros del grupo B pueden acceder individualmente a todo el territorio, pero un desplazamiento colectivo es imposible, pues están en cierta forma encerrados; los desplazamientos individuales pueden también estar prohibidos salvo bajo ciertas condiciones. Se trata de aislar para controlar y dominar mejor al grupo B. En otras palabras, las relaciones del grupo B con el espacio están determinadas por el grupo A. Esas relaciones no son autónomas y se suceden como si hubiera fronteras invisibles trazadas alrededor del grupo B. El radio de acción del grupo B está limitado, lo que implica generalmente también que está obligado a dedicarse a las actividades que pueda desarrollar en el territorio donde está instalado y del que difícilmente podría salir. Se trata pues, de una relación asimétrica con el espacio, relación impuesta desde el exterior por el grupo A, que obtiene de ello todo tipo de beneficios, ya que limita la competencia del grupo B en la mayor parte del territorio. Se puede imaginar también, por diversas razones, que el grupo B se impone a sí mismo una ubicación precisa, de tal manera que contiene el dominio del grupo A y resiste una eventual persecución. Esos distintos sistemas de discriminación racial existen y pueden ilustrarse. En América del Norte, el viejo sistema de reservas no es otra cosa que una discriminación espacial, ya sea en los Estados Unidos o en Canadá. Se puede medir la insatisfacción de ese sistema mediante los movimientos que nacieron en las comunidades indígenas en los últimos veinte años. El sistema de reservas transforma, en efecto, a los indios en “asistidos” de los gobiernos estadounidense y canadiense. Incluso en las que pueden considerarse como reservas “que funcionan bien” se experimenta, de entrada, un sentimiento de malestar espantoso que se transforma en vergüenza 96
de haber venido. El sistema de reservas está institucionalizado y lo rigen leyes y normas, pero éstas no impiden que los blancos invadan el territorio indio si éste comprende recursos explotables. Hace no mucho tiempo, los indios podían ser expoliados fácilmente por algunas compañías mineras o forestales en Canadá, sin que los tribunales reaccionaran. Hay que decir que las cosas empiezan a cambiar. Las reservas existen también en Sudáfrica, donde los indígenas se inscriben en ese vasto movimiento del apartheid. El descontento en esas reservas es muy fuerte, ya que los blancos prohíben a los indígenas hacer muchas cosas, como la cría de ganado, que es algo que querrían hacer los bantús. Es verdad que el ganado es una riqueza por excelencia para los bantús, pero de ahí se desprende un sobre-pastoreo que puede ocasionar graves desequilibrios en las reservas ecológicas. Los bantús que viven en las ciudades son agredidos por medidas semejantes de discriminación espacial, ya que no pueden residir ni frecuentar los mismos lugares que los blancos. La discriminación espacial puede tomar formas menos institucionalizadas, pero igual de fuertes en los hechos. Los guetos o los barrios de negros en los Estados Unidos, instalados generalmente en el corazón de las grandes ciudades, implican una discriminación espacial muy fuerte y son el ejemplo perfecto de la frontera invisible de la que hablamos más arriba. Los negros, con la excepción de una élite acomodada, no tienen la posibilidad de instalarse donde ellos quieran, ya sea porque no tienen los medios para hacerlo, o porque no pueden rentar o comprar una casa o un departamento en los barrios de los blancos. Nace entonces, de manera espontánea, pero tan fuerte como si estuviera institucionalizada, una discriminación espacial. Esta discriminación espacial caracteriza también a otros grupos raciales y a otras etnias. Se sabe que, desde su llegada, los judíos instalados en los guetos de las ciudades occidentales no estaban ahí por voluntad de la Iglesia o del Estado, sino como consecuencia de sus tradiciones y de sus costumbres.2 Es a partir de la institución del gueto romano por el papa Paulo IV, en 1556, que el sistema se generaliza en la cristiandad. Bien delimitados por muros y rejas, los guetos eran muy fáciles de controlar por el poder, que podía así imponer su voluntad cómodamente a quienes los habitaban.3 La discriminación espacial es pues un medio para imponer, de hecho o formalmente, relaciones asimétricas. ¿Cuáles son las principales consecuencias de esta discriminación espacial? En primer lugar, aunque no únicamente, la sobre población en las zonas discriminadas. Se sabe que la sobre población en los guetos de negros estadounidenses determina elevadas tasas de natalidad y de mortalidad. Las tasas de morbilidad y de criminalidad son también muy elevadas. Los guetos negros son verdaderas bombas de tiempo depositadas en el corazón de las grandes ciudades estadounidenses, a pesar de los esfuerzos que ha hecho el gobierno en los últimos veinte años. Lo cual significa, en realidad, que las relaciones asimétricas impuestas por la población blanca a la población negra se vuelven contra aquélla, ya que debe consentir los esfuerzos financieros para reducir los efectos peligrosos de la discriminación espacial. Los movimientos de rebelión que han sacudido a las ciudades estadounidenses muestran los peligros que oculta una minoría oprimida. La cuestión negra está lejos de ser resuelta en los Estados Unidos, como está lejos de serlo en Sudáfrica.4
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Cf. Louis WIRTH, The Ghetto, The University of Chicago Press, Chicago and London, tenth edition 1969, p. 18 y ss. 3 Louis WIRTH, op. cit. p. 20 y 21. 4 Desde 1989, Sudáfrica entró en un periodo de transición que culminó con las elecciones de abril de 1994, mismas que marcan el fin del régimen de segregación racial que caracterizó a este país africano. (NdT)
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Pero esta discriminación espacial, ya lo hemos dicho, oculta otras que son consecuencia de la primera, cuyo carácter espectacular y visible no debe hacer que se olvide la explotación de las diferencias raciales y étnicas.5 Existe toda una discriminación en relación a la energía y la información. La relación de trabajo es particularmente asimétrica para los grupos raciales o étnicos sometidos a la discriminación. ¿Qué quiere decir eso? Que en este caso, es el tiempo de los individuos el que está discriminado o, si se prefiere, que el tiempo de ciertos grupos vale menos que el de otros. Las diferencias salariales en Sudáfrica pueden ser de 1 a 10 por trabajos poco diferenciados entre blancos y negros. La misma cantidad de trabajo invertido no les da derecho a la misma cantidad de energía simbólica, es decir, al dinero. Las empresas, se sospecha, explotan ampliamente este hecho. Eso se traduce, naturalmente, en un acceso diferenciado a los recursos y, desde un punto de vista estrictamente económico, corresponde a una contracción artificial provocada en el mercado interno. Si el acceso a la energía está bloqueado, el acceso a la información no es mejor y se sabe de las formas inauditas que ello adquiere: escuelas, cuerpos académicos y programas diferentes, según los grupos étnicos. Se debe recordar la declaración del Dr. Verwoerd en 1953 que, aunque vieja, tuvo vigencia: “Cada quien debe recibir una formación y una instrucción que lo prepare para las contrataciones que la vida podría ofrecerle, según el medio en el que está llamado a evolucionar. No podrían existir buenas relaciones entre razas donde el cuidado de la enseñanza fuese dejado en manos de gente que dé falsas esperanzas a los indígenas…”6 Eso legitima, evidentemente, el funcionamiento de todo un sistema de acceso diferenciado a la información y constituye una forma sutil de control sobre los grupos discriminados, ya que a través de un sistema educativo es posible manipular a los niños para hacerles entender lo “justificado” de la discriminación. Es la “naturalización” del concepto de diferencia desde la perspectiva del reforzamiento del poder blanco. No obstante, esos ejemplos extremos y conocidos tienen equivalentes en los países que no reconocen la discriminación racial. Eso no implica que no la practiquen bajo diversas formas, generalmente escondidas, pero no menos escandalosas. ¿Acaso Europa occidental no practicó durante el periodo de crecimiento de 1950 a 1970 la discriminación étnica contra los trabajadores extranjeros, fuesen italianos, españoles, portugueses, turcos, norafricanos, etc.? Las relaciones mantenidas por los países de recepción con los obreros extranjeros fueron en la mayoría de los casos huellas de asimetría, asimetría más o menos pronunciada, más o menos marcada según que las legislaciones se prestaran a ello o no, según el comportamiento de la población nativa. Esos obreros inmigrantes tuvieron que sufrir el aislamiento, el rechazo, la violencia y numerosas injusticias. El crecimiento se hizo a ese precio. Era la finalidad de las empresas, que buscaron obtener mano de obra al mejor precio para realizar los trabajos más desagradables, pero indispensables. Y de hecho, en los países occidentales se crearon guetos de obreros extranjeros bajo la forma de “ciudades perdidas” o de barrios poblados sobre todo por esta mano de obra inmigrante. Independientemente de que se trate o no de una discriminación institucionalizada, podemos decir que en estas relaciones reina la asimetría, es decir, que funcionan plenamente los procesos de igualación y de inequidad en provecho de las organizaciones que imponen este sistema. A ese nivel, hay una convergencia de todas las organizaciones, cuya estrategia es prácticamente idéntica: aislar y explotar a los grupos dominados manifestando las diferencias en las cuales se encuentra la legitimación del poder ejercido.
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Cf. Hubert BLALOCK Jr., Toward a theory of Minority-Group Relations, John Wiley y Sons Inc. New York, London, Sídney 1967. 6 Consecuencias económicas y sociales de las prácticas de discriminación racial, Naciones Unidas, New-York 1963, p. 67.
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Esta discriminación ha tenido numerosas consecuencias que hay que señalar y que aparecen enumeradas en un informe de las Naciones Unidas.7 1. Los recursos humanos no son utilizados plenamente, lo que provoca frustraciones y descontento. 2. Los costos de producción no son racionales. 3. Los recursos inmobiliarios son desperdiciados. Es decir, los grupos humanos se acumulan, por necesidad, en regiones sobre pobladas y empobrecidas, mientras que el grupo dominante se reserva regiones enteras que no se utilizan plenamente. 4. Una parte de la mano de obra es ineficiente por falta de formación. 5. Hay una yuxtaposición de economías diferentes, que tienen distintos niveles de evolución. 6. Existe una duplicación de servicios, lo que provoca despilfarro en la movilización de capitales. 7. El mercado interno se estanca debido a la escasez de ingresos en una población no integrada. A partir de esto, es muy fácil comprender que la discriminación racial provoca desequilibrios internos que determinan tensiones políticas muy peligrosas para la cohesión del Estado. Nos queda considerar las relaciones entre grupos étnicos diferentes, entre mayorías y minorías. El problema ha existido a lo largo de la historia, pero ha tomado una intensidad extraordinaria después de la primera guerra mundial, sobre todo en Europa, pero también fuera de ella. La desaparición del imperio austro-húngaro provocó numerosos problemas entre las minorías de los que se ocupaba la S. D. N. En efecto, la creación de Checoslovaquia, la ampliación del Reino de Rumania y del de Serbia, la transferencia del puerto de Trieste y de partes de Trentino y de la costa dálmata a Italia, la secesión de la parte oriental de la Galicia a la República de Polonia y la formación de las Repúblicas de Austria y Hungría crearon evidentemente problemas de minorías. Además, hay que señalar los cambios de población entre Grecia y Turquía, que desarraigaron a colectividades enteras, con todo el drama que eso implica. A eso se agregan los problemas de judíos y kurdos. Durante la conferencia de París en 1919 se firmaron los tratados especiales relativos a la protección de minorías en sus territorios respectivos. El sistema debía garantizar: 1. Derecho a la ciudadanía. 2. Derechos a la vida, a la libertad y a la libertad religiosa. 3. Derecho a la igualdad ante la ley, igualdad en materia de derechos civiles y políticos e igualdad de trato en derecho y de hecho. 4. Derechos relativos al uso de la lengua de las minorías: a) en privado, en el comercio, la religión, la prensa, las publicaciones de cualquier tipo y en público, b) frente a las cortes de justicia, sea oralmente o por escrito, en la enseñanza. 5. Derecho a un reparto igualitario de sumas provenientes de fondos públicos.8 Se sospecha que esas garantías, sin ser letra muerta, casi no fueron aplicadas al pie de la letra por los Estados que debieronasegurarlas. La historia reciente de entre-guerras lo demuestra. Las minorías rara vez logran obtener el respeto de los diferentes derechos mencionados más arriba. De hecho, en los diferentes Estados donde se presentaron problemas de minorías, estos derechos fueron tomados por una corriente nacionalista muy fuerte por ser más joven. Esta corriente nacionalista manejaba, por supuesto, el código de la unidad y de la homogeneidad que no era 7 8
Consecuencias económicas y sociales…, p. 86-87. Pablo AZCARATE, Protection of National Minorities, occasional paper Nº5, New York, 1967., p. 11-12.
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propicio respecto a los derechos de las minorías, que representaban los códigos del pluralismo y de la heterogeneidad. Por esa razón, muchos de esos Estados tuvieron una tendencia a negar la existencia de ciertas minorías y, por lo mismo, a aplastar sus derechos. El caso de los alemanes que vivían del lado checoslovaco, por poner un ejemplo, es muy significativo. Los checos, más allá de las presiones alemanas, cometieron errores significativos respecto a este asunto. Contrariamente a lo que se hizo después de la primera guerra mundial, no hubo ninguna recomendación específica respecto a las minorías después de la segunda guerra mundial, en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre aprobada por unanimidad en la Asamblea General de Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Magnífica declaración, pero idealista, que se escatimó en muchos países. Las minorías no están siempre bien protegidas y están sometidas a la amenaza de muchas persecuciones. África entre otros, proporciona grandes ejemplos. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que postula relaciones simétricas, no logra imponerse y sólo representa una carta de libertades ridiculizadas en el mundo. La ausencia de relaciones simétricas significa que la acción política se desarrolla según las estrategias que combinan códigos que buscan homogenizar los diferentes elementos disponibles. El pluralismo y la autonomía que se desprenden de ellos no son valores políticos dominantes. ¿Lo serán algún día? En el contexto actual, lo dudamos. La necesidad de pluralismo racial y étnico no puede ser redescubierta más que a raíz de una crisis del sistema occidental, que parecería eficaz bajo ciertas condiciones. Algunas de esas condiciones desaparecieron y el carácter totalmente histórico del sistema podría aparecer a plena luz. Lo que significa que la crisis latente del sistema no podrá, cuando estalle, ser resuelta más que mediante el uso de nueva información. Información que podría estar depositada justamente en las culturas de los grupos discriminados, entre otros. Está tal vez depositada, atrapada, en la “diferencia” racial o étnica, pero no lo sabemos. El aniquilamiento de la diferencia se asemeja a una destrucción de información. Es paradójico que tengamos conciencia de ese fenómeno que es esencial en el mundo físico pero que se minimiza en el mundo humano. Buscamos proteger la “diferencia” en el mundo vegetal y animal, pero nos las ingeniamos para destruir la “diferencia” en el mundo humano. Finalmente, corremos el riesgo de ser víctimas de esta actitud y de este comportamiento a largo plazo. Entendamos, no se trata de postular las “reservas humanas,” como se hace en los mundos vegetal y animal, sino de postular el respeto de las diferencias en la perspectiva de la utilidad que éstas pueden representar en el porvenir para el conjunto de la especie.
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TERCERA PARTE EL TERRITORIO Y EL PODER
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CAPITULO I
¿QUE ES EL TERRITORIO? I.- DEL ESPACIO AL TERRITORIO.
Espacio y territorio no son términos equivalentes. Los geógrafos introdujeron en sus análisis notables confusiones por haberlos utilizado de manera indiferente, al mismo tiempo que impedían hacer distinciones útiles y necesarias. No discutiremos aquí si estamos frente a nociones o a conceptos, aunque los esfuerzos realizados estos últimos veinte años nos permiten pensar que el espacio y el territorio pasaron rápidamente del estatus de noción al de concepto. El estatus de concepto permite una formalización y/o una cuantificación más precisas que el estatus de noción.9 Es esencial comprender que el espacio es anterior al territorio, que éste se generó a partir de aquél y que es el resultado de la acción de un actor sintagmático (aquél que realiza un programa) en algún nivel. Al apropiarse, concreta o abstractamente (mediante la representación, por ejemplo), de un espacio, el actor “territorializa” el espacio. Lefebvre expresa perfectamente el mecanismo por el cual el espacio pasa a serterritorio: “La producción de un espacio, el territorio nacional, espacio físico, delimitado, modificado, transformado por las redes, circuitos y flujos instalados en él: rutas, canales, vías de tren, circuitos comerciales y bancarios, carreteras y rutas aéreas, etc.”10 Desde esta perspectiva, el territorio es un espacio en el que se ha proyectado trabajo, energía e información y que, en consecuencia, revela relaciones marcadas por el poder. El espacio es la “prisión original”; el territorio es la prisión que los hombres se dan a sí mismos. Para un marxista, el espacio no tiene valor de cambio sino sólo valor de uso, una utilidad. El espacio es, pues, anterior y precede a cualquier acción. El espacio está “dado” como una materia prima y antecede a cualquier acción. “Lugar” de posibilidad, es la realidad material previa a cualquier conocimiento y a cualquier práctica, de las cuales será objeto a partir del momento en que un actor manifieste una intencionalidad respecto a ese lugar. El territorio, evidentemente, se apoya en el espacio, pero no es el espacio sino una producción a partir de él. Es la producción para todas las relaciones de los recursos y se inscribe en un campo de poder. Producir una representación del espacio es ya una apropiación, un dominio, un control, inclusive si permanece dentro de los límites de un conocimiento. Cualquier proyecto en el espacio que se expresa como una representación revela la imagen deseada del territorio como lugar de relaciones. Cualquier proyecto implica un conocimiento y una práctica, es decir, implica acciones y/o comportamientos que suponen la posesión de códigos, de sistemas sémicos. Es a través de éstos que se realizan las objetivaciones del espacio que son procesos sociales. Hay que comprender, entonces, que el espacio representado es una relación y que sus propiedades se actualizan a través de códigos y sistemas sémicos. Los límites del espacio son los límites que el sistema sémico utiliza para representarlo. En esto coincidimos con el pensamiento de Wittgenstein (“los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”)11. Pero el sistema sémico mismo está marcado por toda una infraestructura, fuerzas de trabajo y relaciones de producción; en una palabra, por modos de producción. Eso quiere decir que 9
Sobre este tema, ver Claude RAFFESTIN, Notions et Concepts: les construits en géographie humaine, Géopoint, Lyon, 1978. 10 Henri LEFEBVRE, De l’Etat. Les contradictions de l’Etat. U.G.E., Paris, 1978, p.259. 11 “The limits of my language mean the limits of my world”, en el original (NdT).
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la representación no toca, en el espacio, más que aquello susceptible de corresponder a las “utilidades” sociales lato sensu. Así pues, la representación asegura la puesta en escena, la organización, como espectáculo del dominio original del poder. Si la matriz de la representación actual es proporcionada por el sistema topográfico, todos los otros tipos de representación tienen lugar a lo largo de la historia. Los sistemas de proyección de un lugar o de un conjunto de lugares, no pueden ser analizados suficientemente bajo el ángulo del poder, es decir, desde la perspectiva de una comunicación social que asegura la relación entre objetivos intencionales y realizaciones. La imagen o modelo, es decir, cualquier construcción de la realidad, es un instrumento de poder desde los orígenes del hombre. Imagen, guía de acción, que toma las formas más diversas. Hemos hecho incluso de la imagen un “objeto” por sí mismo y, con el tiempo, nos hemos acostumbrado a actuar más sobre las imágenes, simulacros de los objetos, que sobre los objetos mismos. Por lo tanto ¿debemos sorprendernos de la forma en la que los manipulamos y los seguiremos manipulando siempre? Podríamos imaginar el estudio de los sistemas de representación en relación con las clases que han detentado el poder a través de la historia. Se descubrirían cosas sorprendentes, que revelarían la naturaleza de las diferentes dominaciones que han pesado sobre el mundo. Pero ese no es nuestro propósito y no podría serlo, porque nos llevaría muy lejos. Sin embargo, es necesario detenernos un poco en la representación moderna del espacio. La cartografía moderna aparece en el Renacimiento y sigue de cerca el surgimiento del Estado moderno, por lo que se convertirá muy rápido en un instrumento de poder y de “Poder”. Esta cartografía privilegió una “sintaxis” euclidiana que contribuyó, escasamente por cierto, a modelar los comportamientos del poder. Esta sintaxis es muy eficiente, ya que moviliza tres elementos fundamentales: la superficie o el plano, la línea o recta y el punto o el momento del plano. La combinación de esos elementos produce las imágenes o representaciones del espacio. La eficacia de este sistema sémico reside también en el hecho de que se trata estrictamente de un juego estructural, que trasciende perfectamente a los objetos representados, pero que conserva sus relaciones, sus vínculos. Ese juego estructural estricto satisfizo durante mucho tiempo las necesidades de representación y se puede preguntar también si los axiomas del juego no corresponden o han correspondido a un sistema no explícito de axiomas que gobierna el uso del poder en el espacio. A la proyección de un espacio cualquiera E de un sistema α hay que hacer que corresponda la proyección de un sistema de intenciones de poder que se moldea en el primero. La delimitación de un territorio, el control de puntos, de islas, de ciudades, etc. y el trazado de rutas, de vías, etc., ¿no revelan un axioma euclidiano traducido en términos de relaciones de poder? No solamente estamos tentados a decirlo, sino que ¡lo afirmamos! La única cosa que no es posible demostrar inmediatamente es el sistema de axiomas de esas relaciones de poder. Para lograrlo, convendría analizar las grandes políticas espaciales de los Estados en relación con sus realizaciones territoriales desde el Renacimiento. En su voluntad de llegar al mar, de conservar los accesos a las rutas, de implantar ciudades, de hacer coincidir una frontera con una línea de elevaciones montañosas o un río, los Estados modularon sus políticas según un axioma no expresado, pero bien presente y bien real. Simplemente, desde el momento en que el juego estructural funciona, la acción coordinada, preparada, que está en el plano, no puede tener el carácter sistemático de la geometría, ya que intervienen los datos reales del contexto espacio-temporal. Eso significa que se pasa de un axioma puro a unodeterminado por el carácter probabilístico y necesariamente discontinuo de la acción. Esto puede mostrarse intuitivamente a través de un ejemplo formal, que no es la representación del actor, sino la representación posible, digamos o una de las representaciones posibles de un actor comprometido como elemento del sistema. El actor 103
se ubica en un punto del espacio, a partir del cual él va a representarse el espacio. Contrariamente a lo que podría pensarse, el punto no es privilegiado en relación a otros elementos, como la superficie y la línea. No aporta sino el origen de la representación: proporciona el soporte egocéntrico de la representación, ya que ésta siempre es una manifestación del yo en relación al no-yo,12 una explicitación de la interioridad respecto a la exterioridad. Desde esta perspectiva, podemos situar al actor en un punto y disponer los elementos de su representación. Un esquema simple bastará para elaborar una posible imagen.Para la demostración, utilizaremos puntos, líneas y superficies (Figura 32) Figura 32
¿Qué encontramos en ese esquema, simplista pero completo? Puntos que pueden representar la localización de otros actores o de propiedades que le interesan a A; rectas que se juntan con otros puntos delimitando una superficie en donde poco importa la naturaleza de esas rectas, que pueden ser la representación de cosas diferentes. Lo que importa es comprender el valor de este esquema como una representación del espacio por el actor A. Es evidente que esta representación no agota de ninguna manera el contenido de este espacio, ya que no es sino la transcripción de los objetivos intencionales de A. Desde ahí, uno se da cuenta de que esta representación es egocéntrica, ya que sería bien diferente, hipotéticamente hablando, si se considerase otro actor, ubicado en otra porción del plano anterior. La representación propuesta aquí es, pues, un conjunto definido en relación a los objetivos de un actor. No se trata “del espacio”, sino de un espacio construido por el actor que comunica, a través delainterpretaciónde un sistema sémico, sus intenciones y la realidad material. El espacio representado ya no es más el espacio, sino la imagen del espacio o, mejor aún, del territorio visto y/o vivido. El espacio se convierte en territorio de un actor desde el momento en que éste se inserta en una relación social de comunicación. La representación de A supone un gasto de energía para adquirir información; es producto de un trabajo que puede ser calificado como energía informada. Esta energía informada, como todas las demás, no es estable, sino que se modifica y finalmente se degrada. La representación es un trabajo de Sísifo, que se reinicia sin cesar. Imaginar una 12
Cf. A MOLES y E. ROHMER, Psychologie de l’espace, Castermann, Paris, 1972, p.8, quienes desarrollan una “filosofía de la centralidad”.
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representación estable es imaginar la inmovilidad, es decir la muerte o la entropización del actor. ¿Se puede hablar en ese caso de desfase entre el espacio y su representación? Seguramente no, desde la perspectiva que hemos trazado, ya que el espacio no existe sino en función de los objetivos intencionales del actor. Ello significa que, si hay desfase, éste no se da sino entre la información que sería deseable en el sistema de objetivos y la información disponible. La consecuencia de ese desfase se traduce, a nivel de la acción, en una relación de poder asimétrica, ya que los beneficios esperados, respecto a la energía invertida en el proceso, pueden ser inferiores a los beneficios efectivamente conseguidos. No es sino después de la acción que se verifica el valor de la energía informada cristalizada en la representación. Volviendo al esquema, constatamos que es una representación establecida en función de objetivos intencionales, que en este caso ignoramos, ya que los dejamos en el terreno hipotético. Es imposible decir, en este caso, si hay desfase entre la información disponible y la información necesaria para conducir cualquier acción. Sin embargo, se constatará que, situándose en “el punto de vista” del actor A, la expresión “el espacio es un lugar o un campo de posibilidades” adquiere todo su valor. En efecto, a partir de esta representación original, el actor puede escoger “construir” varios tipos retículas y articular los puntos, todos o algunos, en una red. Puede escoger unir ciertos puntos, asegurando entre ellos la continuidad mediante un sistema de uniones o, por el contrario, impedir que ciertos puntos se unan entre sí, construyendo un sistema de desuniones. En nuestro esquema, aunque simplista, se podrían inscribir tantas “imágenes territoriales” como objetivos intencionales diferentes hubiera. Sin embargo, nuevamente habrá un desfase entre la imagen territorial proyectada y el territorio real. Primero porque ninguna imagen se transcribe jamás tal cual a partir del plano, pero eso es banalporque no hay más que un actor. En efecto, si se introduce un segundo actor A’ en el esquema, habrá otra representación, incluso si los objetivos son congruentes. Se establece una relación entre A y A’, relación de poder sin duda. Un ejemplo puede ilustrar esta situación y es el caso de la construcción de vías de tren en Italia. Entre 1845-46 y 1961se formularoncinco proyectos o cinco imágenes de la red ferroviaria. Tenían objetivos intencionales congruentes pero diferentes. Finalmente, la red real no fue ninguna de las proyectadas, sino el producto del juego multilateral de muchosactores comprometidos.13 Que se trate de entramados, de nudos o de redes, abundan las ilustraciones para comprender la construcción territorial. No es menos cierto que los actores, cuando actúan, presentan un tipo de axioma subyacente. Todo parece ocurrir como si las acciones se dedujeran unas de otras. Podemos enunciar algunos ejemplos de este posible axioma, aunque en materia de poder, que sepamos, no se ha hecho ningún esfuerzoen ese terreno. Se podrían enunciar los siguientes axiomas: 1. Cualquier superficie puede volverse reticular; 2. Dicha retícula no es única; 3. Se puede establecer al menos un camino entre dos puntos de esta superficie; 4. Dicho camino no es único; 5. Entre tres puntos de esta superficie se puede establecer cuando menos una red. Se puede apreciar, por otro lado, que su formulación es muy cercana a la de los axiomas de la geometría euclidiana, salvo que no se trata de una geometrización de la acción, sino de una acción que busca representarse geométricamente, que no es lo mismo. Veremos en el sistema territorial que, efectivamente, el poder retícula las superficies para delimitar los 13
Cf. Alberto MIONI, Le trasformazioni territoriali in Italia nella prima Età industriale, Marsilio Editori, Venezia, 1978 (prima edizione,1976).
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campos operatorios.14 Esas divisiones no son únicas; las hay de diferentes tipos, según la naturaleza de las acciones consideradas. Señalamientos análogos, sino es que idénticos, se pueden hacer respecto de los nudos y las redes. Una vez más, un axioma del poder en materia territorial no elimina a otro axioma geométrico, sino que es una prolongación que debe contar con la heterogeneidad de las condiciones reales en las que ésta se manifiesta. No se trata de un axioma cerrado, sino al contrario, y es así en la medida en que los actores tienen comportamientos que son producto de las probabilidades y también, finalmente, de que cualquier axioma está implícito en una psico-sociología y una ideología.15 Cualquier axioma es histórico y para significarlo hay que construir o reconstruir el contexto sociohistórico en el cual nace y del cual procede. ¿Qué es entonces el territorio? Lo definiremos en el siguiente apartado, pero antes tal vez convenga formalizar las reflexiones precedentes. Partimos de E, un dato que no tiene valor más que a través de una representación. De ahí que A α E sea una representación sobre la cual hay un trabajo o, en otros términos, una producción. Es decir, A r (A α E). Esta fórmula da cuenta del territorio como algo producido: T A r (A α E). El consumo del 16 usuario está en función de A r (A α E). Eso concierne a la territorialidad, de la que trataremos más adelante. Antes de abordar esta importante cuestión, que concierne al conjunto de las relaciones mantenidas con el territorio, es conveniente mostrar cómo se elabora y cómo se produce el sistema territorial. II.- EL SISTEMA TERRITORIAL Primero presentaremos los diferentes elementos del sistema territorial de los que hablaremos; enseguida, le dedicaremos un capítulo específico a cada uno de ellos. A partir de una representación, los actores van a proceder a la distribución de las superficies, a la implantación de nudos y a la construcción de redes. Es lo que podríamos llamar “lo esencial visible” de las prácticas espaciales, a pesar de que las divisiones, nudos y redes no sean siempre directamente observables. Estos pueden pura y simplemente depender de una toma de decisiones. Incluso sin que se les pueda discernir, tienen una existencia con la cual hay que contar, ya que intervienen en las estrategias. Pero si nos limitamos al territorio concreto, esos actos van a traducirse en “observables”. Esto se puede constatar perfectamente desde la Antigüedad hasta nuestros días, ya que “los pueblos civilizados parecen haber aspirado muy temprano a la universalidad, pero siempre dividieron cuidadosamente el espacio entre ellos para distinguirse de sus vecinos.”17 Aunque esta observación es restrictiva, ya que no se trata solamente de separar, sino de diferenciar. Cualquier práctica espacial inducida por un sistema de acciones o de comportamientos, incluso embrionaria, se traduce en una “producción territorial” que hace intervenir a la trama, nudo o red. Es importante demostrar, a este respecto, que ninguna sociedad, por elemental que sea, escapa a la necesidad de organizar el campo operatorio de su acción. Los individuos o los grupos ocupan puntos en el espacio y se distribuyen según modelos que pueden ser aleatorios, regulares o concentrados. Son, en parte, respuestas posibles al factor distancia y a su complemento: la accesibilidad.18 La distancia puede ser aprehendida 14
Usaremos siempre el término retícula en el sentido de la división territorial. Cf. Georges NICOLAS, L’axiomatisation de la géographie: 1. L’axiome chorologique, tesis en prensa. 16 No se trata de ninguna manera de fórmulas matemáticas, sino simplemente un intento de formalización de un proceso. 17 Jean GOTTMANN, The Significance of Territory. Press of Virginia, Charlottesville 1973, p.1 “Civilized people seem to have early aspired to universality, but they have always partitioned space among them carefully to set themselves apart from their neighbours” en el original (NdT) 18 Cf. Edward W. SOJA, The Political Organization of Space; Association of American Geographers, Washington D.C., 1971. 15
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en términos estrictamente espaciales (distancia física o geográfica), temporales, psicológicos o económicos.19 La distancia concierne a la interacción entre los diferentes lugares. Interacción política, económica, social y cultural, producto de los juegos de ofertas y demandas que emanan de individuos y/o de grupos. Esto conduce a sistemas de tramas, de nudos y de redes que se imprimen en el espacio y que constituyen, de alguna manera, el territorio. No solamente realizan una diferenciación funcional, sino también una diferenciación determinada por el principio jerárquico, que contribuye a ordenar el territorio según la importancia que los individuos y/o los grupos le otorguen a sus diversas acciones. Esos sistemas de tramas, nudos y redes, organizados jerárquicamente, permiten asegurar el control sobre lo que puede ser distribuido, asignado y/o poseído. Permiten también imponer y mantener uno o varios órdenes. Finalmente, también permiten realizar la integración y la cohesión territorial.20 Dichos sistemas son la envoltura en la que nacen las relaciones de poder. Mallas, nudos y redes pueden ser diferentes de una sociedad a otra, muy diferentes inclusive, pero siempre están presentes. Se les encuentra en todas las prácticas espaciales, independientemente de que se hayan formado a partir del principio de la propiedad individual o colectiva. Si insistimos en este hecho es porque estamos en presencia, sin duda alguna, de “universales”, o de constantes propiamente geográficas. No las hemos trabajado, ni hemos profundizado en ellas suficientemente; tampoco las hemos analizado y disecado para comprender la naturaleza de su orientación intencional en los grupos sociales. Con las tramas, los nudos y las redes tenemos tres subconjuntos estructurales que organizan la práctica espacial. Conjuntos estructurales aparentemente proteiformes, pero que son de hecho imágenes posibles de una estructura de base. Seguramente pero, como diría Eco, eso nos remite a otra estructura y finalmente no tocamos las verdaderas estructuras.21 Para salir del círculo infernal en el que Eco nos encierra, se puede considerar el problema distinguiendo el desarrollo de los procesos desde afuera. La estructura tramas-nudos-redes se exterioriza mediante una agrupación. Y ésta es el reflejode otra estructura interiorizada; esta última, hipotéticamente, bio-social. Pero el solo hecho de que para cualquier grupo se manifieste este conjunto estructural indica que, independientemente de las formas que pueda tomar, se observa en el paso de la interioridad a la exterioridad. Siempre se puede constatar su presencia, incluso si no se puede explicar su origen o sus raíces en el hombre y/o en el grupo. Desde ahí se puede construir una matriz que dé cuenta de este conjunto estructural que presenta, una vez exteriorizado, un gran número, si no es que una infinidad de imágenes. Es esencial hacer bien la distinción entre “imagen” por un lado, y “estructura” por el otro. La imagen es la forma que adquiere la estructura manipulada por un sistema de objetivos intencionales y de acciones. Los diferentes modelos urbanos, los diferentes modelos de centralidad y los modelos de distribución de densidades no son más que una sola y misma estructura, determinada por objetivos y acciones diferentes, que genera imágenes variadas de ciudades y de redes urbanas, por ejemplo.22 (Tabla 1)
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Se conoce el uso o abuso que se hace del concepto distancia, concepto-piloto, concepto fundador de todas las tipologías. 20 Cf. Edward W. SOJA, op.cit. 21 Cf. Humberto ECO, La structure…, op.cit. 22 SOJA, op.cit.
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Tabla 1 EL SISTEMA TERRITORIAL Sistemas de objetivos y de acciones Conocimientos y Prácticas. Elementos del espacio
Económicos
Políticos
Sociales
Superficies Puntos Líneas
Mallas Nudos Redes
Ibíd. Ibíd. Ibíd.
Ibíd. Ibíd. Ibíd.
Culturales
Ibíd. Ibíd. Ibíd.
Esta tabla del sistema territorial resume la producción territorial. No lo explica, evidentemente, ya que para eso hay que hacer intervenir los principios o códigos que aseguran, a través de los sistemas sémicos, la comunicación entre los modos de producción y el espacio. Las “imágenes” territoriales revelan relaciones de producción y, en consecuencia, relaciones de poder y es descifrándolas como se obtiene la estructura profunda. Del Estado al individuo, pasando por todas las organizaciones, grandes o pequeñas, se encuentran los actores sintagmáticos que “producen” el territorio. En efecto, el Estado trata de organizar sin cesar el territorio nacional haciendo nuevos cortes, nuevas implantaciones y nuevos enlaces. Lo mismo sucede con las firmas o con otras organizaciones para las que el sistema precedente constituye un conjunto de factores favorables y apremiantes. Igual ocurre con el individuo que se construye una casa o, de manera más modesta, para aquél que amuebla un departamento. En diversos grados, en diferentes momentos y en distintos lugares, todos somos actores sintagmáticos que producimos “territorio”. Esta producción de territorio se inscribe perfectamente en el campo de poder de nuestra problemática relacional. Todos combinamos energía e información, y las estructuramos mediante códigos en función de objetivos. Todos elaboramos estrategias de producción que chocan con las estrategias de otras relaciones de poder. Cuando el geógrafo se enfrenta a un sistema territorial, descubre una producción ya elaborada, ya realizada. Esta producción es susceptible de cambiar, pero es lo suficientemente firme como para ser analizada. Cualquier análisis requiere un lenguaje, pues sin lenguaje no hay lectura posible, ni interpretación ni conocimiento de la práctica que generó el territorio. Vamos a considerar por separado los tres sub-conjuntos estructurales evidenciados en la tabla, para tratar de realzar los principios de lectura. En el sentido más general del término, cualquier entramado implica la noción de límite: descubrimos que esta noción es uno de los componentes generales de cualquier práctica, no sólo de la espacial. Sería fácil demostrar que la imagen de la noción de límite es casi universal, en cualquier orden de prácticas y de conocimientos. Definir, caracterizar, distinguir, clasificar, decidir, actuar, implican la noción de límite: es necesario delimitar. La historia de la noción de límite sería apasionante… y probablemente agotadora, ya que va más allá de las posibilidades de un solo hombre. Hablar de territorio es referirse implícitamente a la noción de límite, la cual expresa la relación que mantiene un grupo con una porción de espacio, aún si no siempre se hace explícita. La acción de dicho grupo genera inmediatamente la delimitación. Si no lo hiciera, la acción se disolvería pura y simplemente. La acción siempre es determinada por un objetivo, que es también una delimitación en relación a otros objetivos posibles. El problema de la escala se reserva, por supuesto. Delimitar es, por el momento, aislar, abstraer o, aún más, manifestar un poder en un área precisa. El trazo de una división o de un conjunto de divisiones es la consecuencia de una 108
relación con el espacio y, en consecuencia, la forma más elemental de la producción de territorio. En teoría, se puede dividir de infinitas maneras una superficie. En realidad ese no es el caso, ya que el sistema de objetivos y acciones está siempre guiado por una serie de principios que tienen un orden, jerárquico o no. La división territorial puede tener niveles determinados por las funciones que deben realizarse en cada uno de ellos. Según la importancia y la naturaleza de las funciones encargadas a cada nivel, se puede hablar de centralizaciones o descentralizaciones. Al respecto, cabe señalar que la finura de las redes resulta ambigua si no se tienen en cuenta los objetivos. En efecto, una división con muchos niveles puede tener como objetivo asegurar el funcionamiento óptimo de un conjunto de actividades para la población, o puede utilizarse para tener un mejor control de la población. Por estas razones, conviene ser muy prudentes en la interpretación. Hay que distinguir la divisióndeseada deladivisión en que el grupo vive. La división “deseada” es la que trata de optimizar el campo operatorio del grupo, mientras que la división “que se vive” es la que trata de maximizar el control sobre el grupo. El límite no tiene en lo absoluto el mismo significado en uno y otro caso. En ambos, la división es la proyección de un sistema de límites o de fronteras más o menos funcionales (regresaremos a esta cuestión). Un entramado es siempre una red de poder, o de un poder. La escala delatrama determina la escala de los poderes. Existen poderes que pueden intervenir en cualquier escala y los que se limitan a ciertas escalas. Finalmente, la trama expresa el área de ejercicio o el área de capacidad de los poderes. Esto nos lleva a considerar a los límites no sólo desde el punto de vista lineal, sino también desde el punto de vista zonal. La percepción aprendida de los límites conduce, con frecuencia, a privilegiar a la línea más que a la zona, y la experiencia que tenemos de las fronteras contribuye mucho a esta forma de ver. De hecho, muchos límites son zonales, en la medida en que el área delimitada no es necesariamente la sede de una soberanía, de manera estricta, sino la sede de una actividad económica o cultural que se agota de forma progresiva en el territorio, en lugar de hacerlo bruscamente. Es decir, las tramas se superponen, se cortan y se recortan sin cesar. Pensemos en la redagrícola, por ejemplo; las parcelas agrícolas, mallas funcionales, no coinciden necesariamente-incluso es raro que lo hagan- con las parcelas como expresión de propiedad.23 A un nivel superior, las regiones administrativas casi nunca coinciden con las regiones económicas. Cualquier proyecto de un actor sintagmático se realiza en varios planosa la vez, incluso cuando éste ni lo sospecha, y esto ocasionacoacciones y contradicciones que disminuyen su acción. Las divisiones políticas creadas por el Estado tienen, en general, una mayor estabilidad que las que son producto de la labor de actores empleados en la realización de un programa: los límites políticos y administrativos son relativamente estables; los límites económicos son mucho menos estables y más dinámicos, ya que se adaptan a los cambios de estructuras y de coyunturas.24 Aunque las áreas de distribución o de fusión de las firmas monopólicas u oligopólicas, generalmente desconocidas para el público, pueden ser muy estables. Sin embargo, la gran diferencia entre las redes política y económica reside en el hecho de que la primera es producto de una decisión de un poder ratificado, legitimado, mientras que la segunda es producto de un poder de facto. Además, las divisiones políticas no se borran, no se eliminan tan fácilmente como las económicas. Podemos encontrar porciones de fronteras comunales convertidas en fronteras nacionales. La Iglesia de Roma en Europa recuperó parcialmente ladivisión del Imperio Romano; los departamentos franceses no alteraron de manera drástica los límites de las provincias del Antiguo Régimen. La 23
Es particularmente típico en la llanura de Francia. Cf. A. BAILLY y Ch. VARACA, Lieux centraux et comportements commerciaux: études des niveaux inférieurs de la hiérarchie: Éléments de géographie comtoise. Paris 1975, p.191-220. 24
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divisiónpolítica se transmite y se hereda mucho más fácilmente que laeconómica, ya que es la expresión de un estado de derecho, de soberanía, más que de acciones continuas, como en el plano económico. Las transformaciones se hacen por subdivisiones o reagrupamientos. Sería interesante -no se ha hecho aún- buscar las relaciones entre dimensión y naturaleza del poder. La dimensión de una división nunca es aleatoria, o rara vez lo es. En ella se cristaliza una serie de factores, algunos de los cuales son físicos y otros humanos: económicos, políticos, sociales y/o culturales. Los ensayos de Toschi, que iban en ese sentido, no continuaron.25 Generalmente, es a posteriori que se plantean las preguntas en esta materia. Es así como se ha podido decir que las regiones de programa, en Francia, no eran operativas porque eran muy pequeñas. La voluntad de construir regiones de la misma dimensión no es necesariamente racional ni pertinente. La historia nos legó comunas muy diferentes en cuanto a sus dimensiones y se sabe hoy que las razones de ello son profundas. Esas divisiones no son homogéneas ni uniformes y contienen, además de la población, otros elementos que manifiestan la organización territorial: son los puntos o nudosidades territoriales o, más aún, lo que pudiera calificarse de señal. En esos conjuntos de puntos, que son también localizaciones, donde se reagrupan los individuos y los grupos, se construye toda la existencia, ya sea de ciudades, pueblos, capitales o de metrópolis gigantes. Se notará que la geografía, durante mucho tiempo, no supo tratar esos nudos espaciales, esas nudosidades que podían modificar no solamente la imagen, sino la situación de las mallas en las que se inscribían. Ello se debe, sin duda, a que el punto, en esencia, se presta sobre todo a los análisis de repartición y de jerarquización. Ciertamente, el punto puede ser estudiado en sí, pero se sacrifica una descripción estática. Si nos atenemos a los ejemplos enunciados más arriba, pueblos, ciudades, etc., descubrimos que estamos frente a lugares de concentración, a lugares de poder, es decir a centros. Como hemos mostrado, todo actor se ve y se representa como un centro.26 El punto es una suerte de expresión del ego individual o colectivo. Lugares de poderes, pero también lugares de referencia cuya posición se determina de manera absoluta o relativa. Lo mismo se puede decir de los puntos como lugares de poder, que se definen mejor en términos relativos que absolutos. Lo que es importante saber es dónde se sitúa el Otro, aquél que puede molestar o ayudarnos, aquél que posee o no tal o cual cosa, aquél que tiene acceso o no a tal o cual recurso, etc. Los puntos simbolizan la posición de los actores. Pero esos actores no están cara a cara; actúan y en consecuencia buscan mantener relaciones, asegurar sus funciones, influenciarse, controlarse, impedirse, permitirse alejarse o separarse y desde ahí a crear redesentre ellos. Una red es un sistema de líneas que dibuja tramas. Una red puede ser abstracta o concreta, visible o invisible. La primera idea es considerar la red como algo que asegura la comunicación, pero la red que dibuja los límites y las fronteras no asegura, por naturaleza, la comunicación. Se trata de una red de disyunción. Pero incluso una red de comunicaciones puede, al mismo tiempo, asegurar aquello para lo cual fue concebida e impedir otras comunicaciones. Cuántas ciudades no fueron cortadas en dos, seccionadas por redes de comunicación terrestres o ferroviarias. La ambivalencia se da a escalas diferentes. Lo que puede verse como comunicación a pequeña escala puede verse como pérdida de comunicación a gran escala. Es lo que se puede observar en el caso de las carreteras que arruinan, con frecuencia, el tráfico de paso en las ciudades pequeñas.27 Esto es particularmente cierto en redes concretas como las carreteras, ferroviarias y fluviales. Esas redes, que se traducen en infraestructuras en el territorio, parten de y/o unen 25
TOSCHI, Appunti…, op.cit. Cf. Abraham A. MOLES y Elisabeth ROMER, op.cit. 27 Es el caso de la carretera blanca (Chamonix-Ginebra) y será sin duda también el de la Leventina, en Tessin. 26
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siempre puntos específicos, que marcanincluso la jerarquía de los puntos. Si seguimos la construcción de la red ferroviaria francesa, notamos que alrededor de 1845 los puntos privilegiados eran París, con conexiones hacia el norte y con Orleáns y Tours; Lyon, con conexiones hacia Saint-Etienne, y Nimes, con conexiones hacia Montpellier y Sète. Además, esos tres conjuntos de puntos se ubican en un eje Norte-Sur. Se puede hablar de un “eje central”. Las redes aseguran el control del espacio y el control en el espacio. Entre una serie de puntos, las posibilidades no son infinitas, pero con pensar sólo en tres puntos, tenemos ya ochoposibilidades. (Figura 33)
Figura 33
Para cuatro puntos, tenemos 64 alternativas y para seis, ¡32 768! Los actores tienen numerosas estrategias posibles.28 Digamos que a escala humana, éstas son prácticamente infinitas, aunque de hecho, y dados los recursos disponibles, se trata de un conjunto finito. Cualquier red es una imagen de poder, o más precisamente, de un poder que obedece a actores dominantes. El ejemplo ferroviario francés es evidentemente clásico y lo es hasta caricaturizarlo, sin duda, pero no por ello es menos repetido para otras redes concretas. Cualquier red revela, al igual que las segmentaciones y la implantación de puntos, cierto control del espacio; de hecho, un control de la envoltura espacio-temporal. Efectivamente, hay que introducir el tiempo por las razones ya señaladas, pero también porquelas redes abstractas, cuyas cúspides pueden ser concretas y visibles, esconden las curvas que conectan dichos puntos: redes de radio y de televisión, redes bancarias, etc. Sea como sea, las organizaciones están fuertemente influenciadas por las redes de comunicación y se puede pretender que los cambios en la red provoquen modificaciones sensibles en el equilibrio social del grupo.29 El sistema es un medio y un fin al mismo tiempo. Como medio denota un territorio, una organización territorial, pero como fin 28
Cf. P. HAGGETT, Andrew D. CLIFF, Alan FREY, Location Models, Edward Arnold, London, 1977, quienes dan la formula siguiente para el cálculo de las posibilidades: 2{½n (n-1)}; p.77, t.I. 29 Sobre este tema, ver H.A. INNIS, The Bias of Communication, University of Toronto Press, 1951.
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connota una ideología de la organización. Es a la vez, o de forma alternativa, medio y fin de las estrategias. Cualquier combinación territorial cristaliza la energía y la información estructuradas en códigos. Como objetivo, el sistema territorial puede descifrarse a partir de las combinaciones estratégicas hechas por los actores. Como medio, el sistema puede descifrarse a través de los beneficios y los costos que tiene para los actores. El sistema territorial es, pues, producto y medio de producción, lo cual nos conduce a abordar el tercer apartado de este capítulo, es decir, el problema de la territorialidad, que es uno de los más descuidados en la geografía. III.- LA TERRITORIALIDAD Desde nuestra perspectiva, la territorialidad tiene un valor totalmente particular, ya que refleja la multidimensionalidad de la vivencia territorial por parte de los miembros de una colectividad y por las sociedades en general. Los hombres “viven” al mismo tiempo el proceso territorial y el producto territorial, mediante un sistema de relaciones existenciales y/o productivas.Ambas son relaciones de poder, en el sentido de que hay interacción entre los actores que buscan modificar las relaciones con la naturaleza y las relaciones sociales. Los actores, sin quererlo ni saberlo, se auto-modifican también. El poder es inevitable y no es inocente, ya que no es posible mantener impunemente cualquier relación sin estar marcado por él. La identificación de la noción de territorialidad plantea algunos problemas y su historia está por hacerse.30 Sobre todo considerando que la heredamos directamente de los naturistas, quienes se preocuparon de la territorialidad animal y no de la territorialidad humana. Y a pesar de que esta noción, concebida hace tres siglos más o menos, no fue explicitada por los naturalistas sino hasta 1920, por ejemplo por H.E. Howard, quien la definió como “la conducta característica adoptada por un organismo para tomar posesión de un territorio y defenderlo contra los miembros de su propia especie”. Muchos autores después de él, entre los que están John B. Calhoun, Karl von Frisch, H. Hedigery Konrad Lorenz, desarrollaron notablemente esta idea de la territorialidad animal. En las ciencias del hombre, esta noción de territorialidad fue abordada, directa o indirectamente, por aquellos que, de lejos o de cerca, revisaron las relaciones con el espacio o el territorio. Sin embargo, los esfuerzos por identificar de manera precisa la territorialidad humanafueron menos importantes.31 Los intentos de Hall son significativos, pero su proxemia desemboca en una territorialidad “situacionista” que no es fácil de transportar en los análisis macro-geográficos a pequeña escala.32 En la tradición estadounidense, la territorialidad se define como “un fenómeno de comportamiento asociado a la organización del espacio en esferas de influencia o de territorio claramente diferenciados y considerados parcialmente exclusivos por sus ocupantes, o por aquellos que los definen”.33 Como dice el mismo Soja, lo más geográfico es un modelo de relaciones espaciales determinadas por las inclusiones o las exclusiones. El elemento esencial que nos parece hay que recordar es la relación de alteridad, ya que el otro no sólo es el espacio modelado, sino los individuos y/o los grupos comprendidos en él. Cuando Soja escribe que una de las ilustraciones más claras de la noción de territorialidad 30
Cf. Antoine BAILLY, La perception de l’espace urbain, les concepts, les méthodes d’étude, leur utilisation dans la recherche géographique, Lille, 1980, p.83-125. 31 Al respecto, consultar Françoise CHOAY, L’urbanisme, utopies et réalités. Une anthologie, Seuil. Paris, 1965. 32 Edward HALL, La dimension cachée, Seuil, Paris. 33 SOJA, op.cit. p.19. “a behavioral phenomenon associated with the organisation of space into spheres of influence or clearly demonstrated territories wich are made distinction and considered at least partially exclusive by their occupants or definers” en el original (NdT).
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puede encontrarse en la idea occidental de la propiedad privada, estamos dispuestos a seguirlo, pero es necesario sin embargo recordar que el hecho de delimitar las parcelas, de marcarlas, de cercarlas, no es una relación simple con el territorio, sino mucho más.34 Es una relación triangulada, como diría René Girard.35 Relación triangulada en el sentido que la relación con el territorio es una relación que mediatiza enseguida las relaciones con los hombres, con los otros (Figura 34). Figura 34.
Creemos que es posible definir una territorialidad sensu lato que procede de una problemática relacional. Al respecto, propondremos una expresión simple que pueda formularlo: H r E, dondeHrepresenta al individuo, al sujeto, perteneciente a una colectividad; res una relación particular definida por una forma y un contenido que requieren deuna mediación, y Erepresenta la exterioridad, es decir, un “topos”, un lugar, pero también un espacio abstracto, como un sistema institucional, político o cultural, por ejemplo. La vida está tejida de relaciones y desde ahí la territorialidad puede definirse como un conjunto de relaciones que nacen en un sistema tridimensional sociedad-espaciotiempo, con miras a alcanzar la más grande autonomía posible que sea compatible con los recursos del sistema. Desde ahí, la territorialidad puede expresarse así: T → Σ r E.36 Pero esta territorialidad es dinámica, ya que los elementos que la constituyen H r E son susceptibles de variaciones en el tiempo. En relación a esto, resulta útil señalar que las variaciones que pueden afectar cada uno de los elementos no obedecen a las mismas escalas de tiempo. Esta territorialidad resume la manera en la que las sociedades satisfacen, en un momento dado, para un lugar dado, para una carga demográfica dada y para un conjunto de herramientas dadas, sus necesidades de energía y de información. Las relaciones que la constituyen pueden ser simétricas o asimétricas, es decir, estar caracterizadas por beneficios y costos, equivalentes o no. La oposición entre una y otra 34
Ibid., p.19. René GIRARD, Mensonge romantique et vérité romanesque, Grasset, Paris 1961, p.15 y ss. 36 La territorialidad es la “suma” de las relaciones mantenidas por un sujeto con su entorno. No se trata de una suma en el sentido matemático, sino de una totalidad de relaciones bio-sociales en interacción. 35
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redundará en una territorialidad estable o una territorialidad inestable. En la primera, ninguno de los elementos sufre cambios sensibles a largo plazo, mientras que en la segunda todos los elementos cambian a largo plazo. Entre estas dos situaciones extremas, tenemos otros casos, en los cuales uno o dos de los elementos pueden cambiar, mientras que el (los) otro(s) permanecen estables. Pero no hay que equivocarse: todo depende de la relación concebida como proceso de intercambio y/o de comunicación. Proceso que requiere de la energía y de la información, y que permite a los actores satisfacer sus necesidades, es decir, que les procura un beneficio, pero también un costo. Si los beneficios y los costos se equilibran, las relaciones son simétricas; de lo contrario, son asimétricas. La territorialidad aparece entonces como formada por relaciones mediatizadas, simétricas o asimétricas respecto a la exterioridad. Es necesario recurrir a analogías animales para tratar la territorialidad humana.37 La territorialidad se inscribe en el contexto de la producción, del intercambio y del consumo de cosas. Eso equivaldría a hacer renacer un determinismo sin más interés que el de concebir a la territorialidad como un simple vínculo con el espacio. Siempre es una relación, incluso si es diferida, con los otros actores. Cualquier producción del sistema territorial determina o condiciona un consumo del mismo sistema. Segmentaciones, nudosidades y redes crean vecindarios, accesos, convergencias, pero también disyunciones, rupturas y alejamientos que deben asumir los individuos y los grupos. Cada sistema territorial secreta su propia territorialidad, que viven los individuos y las sociedades. La territorialidad se manifiesta en todas las escalas espaciales y sociales y es consustancial a todas las relaciones; se podría decir que es la “cara real” de la “máscara” del poder. Al respecto, es interesante retomar lo que dice Soja acerca de la territorialidad, que según él, estaría compuesta por tres elementos: sentido de la identidad espacial, sentido de la exclusividad y compartimentación de la interacción humana en el espacio.38 Se aprecia que la identidad, si no se puede cuestionar, prácticamente carece de coherencia fuera de la concepción “imaginaria” de un grupo determinado mediante una muestra de individuos. La exclusividad complementa a la identidad y en cuanto a la interacción, ésta proviene de otro nivel, respecto a los dos primeros, siendo tal vez la más significativa en términos relacionales. El inconveniente del método de Soja es que mezcla lo subjetivo con lo no subjetivo y que adhiere las situaciones de clase. Si los economistas tienden siempre a homogenizar el espacio, los geógrafos homogenizan, a su vez, a la sociedad. Por eso pensamos que el análisis de la territorialidad no es posible más que a través de la especificidad de relaciones reales reubicadas en su contexto socio-histórico y espaciotemporal. La territorialidad de un siciliano, por ejemplo, está constituida por el conjunto de lo que vive cotidianamente: relaciones con el trabajo o la falta de trabajo, con la familia, con la mujer, con la autoridad política, etc.Es decir, no es posible comprender esta territorialidad si no se considera lo que la construyó, los lugares donde se desarrolla y los ritmos que implica. Está la parte interna, que podríamos llamar el nudo duro de la territorialidad y está la parte externa, la que imponen los actores no sicilianos. La territorialidad siciliana es una larga lucha por conservar una identidad, por conservar una diferencia, pero es una lucha agotadora contra el norte de Italia. El poder piamontés no ha dañado la identidad siciliana, no ha modificado sensiblemente las relaciones ancestrales, pero en cambio ha bloqueado la evolución de la territorialidad y al mismo tiempo ésta se ha modificado por dicha relación agotadora. Si el norte impuso una relación asimétrica a Sicilia en el plano económico, 37 38
Podemos referir a SOJA, op.cit., quien aborda muy bien el problema. SOJA, op.cit., p.34.
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Sicilia impuso al norte una relación conflictiva en el plano político. La relación ItaliaSicilia es la historia del choque de dos territorialidades contradictorias caracterizadas, respectivamente, por una racionalidad económica capitalista y una racionalidad política “feudal”. Renée Rochefort, mejor que nadie, expresó esta confrontación que se ha traducido en múltiples bloqueos: “Sicilia sigue siendo para los milaneses y los piamonteses una tierra extraña, de la que se vuelve con coloridos relatos, negros o rosas, que huelen a idilio o a película policíaca.”39 Hay una ruptura técnica, psicológica y sociológica con la racionalidad económica del norte: “El nacimiento de nuevos polos de desarrollo sicilianos bajo el control y con ayuda de la economía dominante de Italia septentrional, deja a la economía siciliana gravemente desarticulada, por no decir más desarticulada que nunca.”40 Pero el norte está en ruptura con la racionalidad política de Sicilia, cuyo soporte es la burguesía terrateniente -promovida en parte mafiosamente-.41 La territorialidad siciliana es profundamente asimétrica y profundamente conflictiva. Las relaciones con las personas, con las cosas y con los territorios que las componen están casi siempre atravesadas por la violencia, que es la forma extrema y brutal del poder. Podríamos preguntarnos si la territorialidad estaría en condiciones de favorecer un sistema de análisis ternario que rompiera con la tradición del sistema bipolar clásico hombreentorno.
39
Renée ROCHEFORT, Le travail en Sicile, P.U.F. Paris, 1961, p.325. Ibid., p. 326. 41 Ibid., p. 330. 40
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CAPITULO II LAS RETÍCULAS DEL PODER I.- LÍMITES Y FRONTERAS En cualquier fase de nuestra existencia estamos cotidianamente confrontados a la noción de límite: trazamos límites o nos enfrentamos a ellos. Relacionarse con los seres y las cosas es trazar límites o enfrentarse a ellos. Cualquier relación necesita la delimitación de un campo al interior del cual ésta nace, se realiza y también se agota. ¿Hay que deducir que el límite es parte constitutiva de nuestro cerebro? Laborit lo piensa, o no está lejos de hacerlo, cuando escribe que “poseemos en nuestro cerebro un viejo cerebro de reptil.”1 Y agrega: “Sería útil saber lo que subsiste en el hombre de este automatismo en la noción de propiedad (subrayado nuestro) de clase o de patria, cuyo funcionamiento reflejo, es decir, inconsciente, se ignora o, de manera más dramática todavía, se considera derivado de principios fundamentales o proveniente de principios éticos ligados a la ‘naturaleza humana’, mientras que ha formado, desde mucho antes, parte de la ‘naturaleza’ de los reptiles que llevamos en nosotros todavía.”2 Según Laborit, ese cerebro primitivo sería el “responsable” del establecimiento del territorio. ¿Qué es entonces si no un sistema de límites grabados en la memoria? El límite, a fortiori la frontera, sería así la expresión de una interface bio-social que no escapa a la historicidad y puede en consecuencia ser modificado e incluso rebasado. De hecho, desde que el hombre apareció, las nociones de límite y de fronteras han evolucionado considerablemente, aunque sin desaparecer. Es evidente que el significadode límite ha variado mucho en el transcurso de la historia. No es sorprendente, ya que el límite es un signo, o más exactamente, un sistema sémico utilizado por las comunidades para marcar el territorio, sea el de la acción inmediata o el de la acción diferida. Cualquier propiedad o apropiación está marcada por límites, visibles o no, identificados en el territorio mismo, o en una representación del territorio: plano catastral o plano topográfico. Cualquier función está también marcada por límites, flexibles o rígidos, que determinan su área de extensión o de acción. En ese caso, los límites están estrechamente relacionados con el trabajo, es decir, con el poder. Límites de propiedad y límites funcionales pueden coincidir sobreponiéndose o, al contrario, recortándose. Pero se ve enseguida que, en tanto sistema sémico, los límites son utilizados para manifestar los modos de producción, es decir, para magnificarlos. El límite cristalizado deviene entonces en ideológico, ya que da cuenta territorialmente de las relaciones de poder. Cualquier retícula es simultáneamente la expresión de un proyecto social, que es el resultado de las relaciones de producción que se anudan en los modos de producción y el campo ideológico presente en cualquier relación. Como tal, los límites aparecen como una información que estructura al territorio. Pero producir esta información estructuradora requiere de la misma energía que es producida o controlada en los modos de producción. Hay una innegable coherencia entre los sistemas sémicos y los modos de producción, pero esta coherencia no implica la ausencia de contradicciones. Si se producen cambios en los modos de producción, en las relaciones de producción, en la organización de las fuerzas de trabajo, entonces el sistema de límites conocerá mutaciones sensibles. Mutaciones que no son, como podría hacer creer la fase precedente, solamente económicas, sino evidentemente- también políticas, sociales y culturales. No hay nada más absurdo que 1 2
Henri LABORIT, L’homme et la ville, Flammarion, Paris 1971, p.35. Ibid., p.37
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escuchar que cualquier sistema de límites es arbitrario. Todo sistema de límites es convencional, cierto, pero desde el momento en que ha sido pensado, puesto en marcha y que funciona, ya no es arbitrario, pues facilita el contexto de un proyecto social, inclusive el de una sociedad. Por eso las revoluciones constituyen, desde este punto de vista, momentos privilegiados de análisis, ya que si éstas son fundamentales, también se traducen en trastornos considerables de los sistemas sémicos a los que pertenecen los límites. No hay ninguna gran revolución en el periodo contemporáneo que no se haya traducido en una modificación de los sistemas sémicos. Sea que se piense en la Revolución francesa o en la Revolución rusa, se constatará que todos los sistemas sémicos sufrieron transformaciones, particularmente respecto al sistema de los límites. Por eso es absurdo hablar de fronteras naturales que no existen, a las que se les sustrae de la historicidad. Si se les sustrae de la historicidad es para “naturalizarlas”; dicho de otra manera, para hacer de ellas el instrumento de una dominación que busca perpetuarse. Convencional ciertamente, ya que los límites manifiestan un proyecto que es, en sí mismo, siempre arbitrario, lo que supone que la clase dominante procura encuadrar su proyecto social y comunicarlo bajo una forma ideológica. El límite es una clase general, un conjunto cuya frontera es un sub-conjunto. Por esto, resulta particularmente extraño que sólo la frontera tenga una connotación política, ya que cualquier límite posee una; tal vez sedeba a que ésta siempre es la expresión de una manifestación colectiva directa o indirecta. Como signo, la frontera es incluso una categoría particular, ya que se ha convertido, en los Estados-Nación, en una señal, en toda la extensión de la palabra.3 Como tal, la frontera es manipulada como instrumento para comunicar una ideología. ¡Se sabe que el “príncipe” se aprovecha de ello! Aunque en las sociedades evolucionadas, las manipulaciones son más difíciles. ¿En qué momento se volvió señal la frontera? En el momento en que el Estado moderno logró un control territorial “absoluto” y volvió unívoco el mensaje frontera = límite sagrado. Para lograrlo, fue necesario cumplir con una serie de condiciones específicas, entre las cuales la conversiónde la frontera en una línea es, tal vez, de las más importantes. Durante mucho tiempo, las fronteras estuvieron mal definidas, raramente bien delimitadas y, a fortiori, todavía peor marcadas. Es lo que podría llamarse la fase de la frontera zonal que caracterizó el periodo medieval. Una frontera zonal puede tener varios significados: camino, fortificación defensa, etc. No obstante, la frontera zonal es, sobre todo, la expresión de una información insuficiente; las colectividades medievales que se desarrollaban al abrigo de espesos bosques buscaban en la frontera, más que trazos lineales precisos, una zona de defensa. Con la aparición del Estado moderno las cosas cambian, pero también cambian gracias a la aparición y a la vulgarización de un instrumento de representación: el mapa. El mapa es el instrumento privilegiado para definir, delimitar y marcar la frontera.4 El paso de una etapa a otra se traduce en un incremento de información, pero también en un costo de energía. Es, en el fondo, el paso de una representación “borrosa” a una representación “nítida” inscrita en el territorio. La línea fronteriza no se establece verdaderamente sino hasta que la demarcación tiene lugar. “Verdaderamente establecida” significa no estar más sujeta a impugnación por parte de alguno de los Estados que tienen la frontera en común. Con la demarcación se elimina no un conflicto general sino, en todo caso, un conflicto donde la frontera podría ser el pretexto. La conversiónde la frontera en una líneaes una tendencia del Estado moderno que no se ha abandonado desde el siglo XV y que culminaen el siglo XX con líneas tan “rígidas” como impermeables, ya que han sido subrayadas mediante 3
Sobre este tema, cf. P. GUICHONNET y C. RAFFESTIN, Géographie des Frontières, P.U.F., Paris, 1974, p.5 4 Sobre estas etapas, cf. P. GUICHONNET y C. RAFFESTIN, Op.cit.
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“muros” (el muro de Berlín por ejemplo). Los factores ideológicos (Este-Oeste) conducen incluso a una demarcación que no sólo incrementa la información, sino que implica un desgaste continuo de energía de todo un sistema de construcción, al que hay que asegurar mantenimiento y vigilancia. Se llega así a la fascinación de la línea y se retoman las empresas dementes del pasado, como las Limesromanas y la muralla China. La línea materializada es ciertamente una “perversión” política que disimula un estado de guerra latente, es decir, una incapacidad de establecer relaciones de poder donde la violencia se excluya, incapacidad de instituirrelaciones de poder negociadas. Esto implica una paradoja política y geográfica, ya que a una demarcación lineal extremadamente precisa corresponde una zona geográfica cada vez más impermeable: se trata, finalmente, de una zona camuflada como línea. ¿Qué quiere decir esto? Que las funciones de la frontera entre zonas con ideologías diferentes toman una forma extrema. Los armamentos muy sofisticados transforman las zonas en las que se instalan las líneas de avanzada. La demarcación -la delimitación también, pero con la posibilidad de ser impugnadapermite el ejercicio de las funciones legal, de control y de fiscalización. La línea fronteriza adquiere diferentes significados según las funciones que se le atribuyan. La función legal delimita un área al interior de la cual prevalecen una serie de instituciones jurídicas y de normas que reglamentan la existencia y las actividades de una sociedad política. Es, sin duda, la función más estable y la más esencial también y no tiene una connotación negativa. En cambio, la función de control tiene como deber vigilar la circulación de hombres, de bienes y de información de una manera general, aunque hay que decir que el control de la información se presenta muy difícil en la mayoría de casos. En cuanto a la función fiscal, ésta ha desempeñado el papel de un instrumento de política económica a través del proteccionismo. La liberalización de los intercambios disminuyó mucho su importancia. Las funciones ideológicas y militares de la frontera podrían completar esta enumeración. La función ideológica está muy marcada actualmente y esconde conflictos armados potenciales. En cuanto a la función militar, ésta es ambigua, ya que no puede asumirse más que en un contexto estratégico convencional. Los armamentos sofisticados la vaciaron en gran medida de cualquier significado. Si se consideran las tres primeras funciones: legal, de control y de fiscalización, se puede construir un sistema jerárquico de fronteras que dé cuenta de las relaciones de poder que se instauran, o que pueden instaurarse, entre los actores políticos a través de las fronteras. Sería erróneo pensar que las tres funciones se realizan en todas las fronteras internacionales. La función legal está siempre presente, pero las funciones de control y de fiscalización pueden ser virtuales. De esta forma, en Liechtenstein las funciones de control y fiscalización son virtuales. Este país podría asumirlas, pero ha renunciado a ellas, difiriéndolas. Eso no quiere decir que no puedan ser restablecidas en circunstancias particulares. Todas las fronteras interiores tienen atribuciones de la función legal, se trate de una pequeña o una gran unidad territorial. Esta función legal puede reducirse a un conjunto de reglamentos, por ejemplo, o de leyes. Un cantón suizo tiene su propia legislación, además de la legislación federal válida para el conjunto de cantones. Sin embargo, podemos imaginar que en un periodo excepcional se puede restablecer la función de control interior de un país a lo largo de sus divisiones internas. Es el caso de las insurrecciones o de las revueltas graves. Si las fronteras pasan por fases de funcionalización o de disfuncionalización, esto está generalmente determinado u ordenado por las modificaciones socio-económicas o sociopolíticas. Esta funcionalización o disfuncionalización no afectasólo al territorio, sino también al tiempo social al interior de ese territorio. Espacio social y tiempo social se hacen y deshacen con frecuencia de manera simultánea. El contexto espacio-temporal que da origen a las relaciones de poder es un todo. De 118
manera que el límite y la frontera no destacan únicamente en el espacio, sino también en el tiempo. En efecto, la segmentación no es exclusivamente territorial sino también temporal ya que las actividades que están reglamentadas, organizadas y controladas se expresan a la vez en el espacio y en el tiempo, en un lugar y en un momento dado, con una extensión y durante cierta duración.5 Esta construcción simultánea del espacio y el tiempo ha estado muy olvidada, o al menos no lo suficientemente evidenciada, y como resultado se ha dado un tratamiento formal de los límites. Estos han sido abordados a la ligera, por no decir negligentemente, cuando constituyen una de las bases de las prácticas espaciales. Sin duda los límites o las fronteras no son, por sí mismos, más que fenómenos banales y por eso no han sido objeto de un gran interés. Pero de hecho no tienen nada de banal, en la medida en que han sido replanteados como sistemas sémicos en el proyecto social. Representan una información sensu lato, indispensable para cualquier acción. Es necesario estudiarlos siempre como portadores de una información que requiere energía para ser creada, controlada y mantenida. El límite y la frontera participan en cualquier proyecto socio-político o socio-económico y es preciso situarlos en esos proyectos. Ambos constituyen una dimensión que nunca está ausente, ya que no interesan sólo en el contexto espacio-temporal: toda clasificación está estructurada por límites. Hay que tomar la palabra clasificación en su sentido más general: en el sentido de dividir cualquier conjunto. Sin divisiones el poder no tiene ninguna referencia, ninguna estructura, ya que no sabe cómo ejercerse. En la famosa fórmula “dividir para reinar” encontramos esta preocupación. El ejercicio del poder implica la manipulación constante de la oposición continuidad versus discontinuidad. El juego estructural del poder induce a asegurar tanto la continuidad, desplazando los límites, como la discontinuidad, creando nuevos límites. No es excesivo pretender que el poder, para mantenerse o para reacondicionarse, necesita apoyarse en ese juego geométrico de los límites. Es un juego paradójico, permanente.6 No, los límites no son inocentes, ni son naturales, ni tampoco arbitrarios. No nos persuadimos de ello lo suficiente. Ellos forman parte de nuestro juego de la reproducción social: producción, intercambio, consumo. La reproducción social no es, finalmente, otra cosa que la territorialidad, ya que los límites son vividos, consumidos. Y basta con asomarse a las segmentaciones imaginadas para facilitar las actividades sociales, para saber que éstas son bien o mal vividas, que dan lugar a relaciones simétricas o asimétricas. Esos fenómenos bien conocidos son observables a primera vista en las regiones fronterizas, pero también al interior del país. Y es precisamente porque los límites son vividos que éstos participan en la territorialidad. Por eso la territorialidad constituye la piedra con la que se tropiezan los recortes; aunque “convencionales”, dichos recortes no son necesariamente satisfactorios desde el punto de vista existencial. Cuando la división es “deseada” por un poder, éste se esfuerza por escoger el sistema que mejor corresponda a su proyecto y que evite trastornar la existencia de quienes se someten a él,7 o que por lo menos evite que éstos recuperen su poder para oponérsele. Cualquier periodo de crisis, cualquier insurrección, cualquier revolución, se traduce en modificaciones más o menos fuertes de los sistemas de límites, que entonces generan una nueva distribución, en la que se instaura, de grado o por fuerza, una nueva territorialidad. Cualquier cambio de división implica una nueva estructura de poder. Es lo que trataremos de ilustrar escogiendo, justamente, los momentos de crisis en el sentido amplio. 5
Sobre este problema, ver Claude RAFFESTIN, Espace, temps et frontières: Cahiers de Géographie du Québec. Nº 18, 1975, p. 23-24. 6 Cf. Yves BAREL, Le paradoxe et le système, essai sur le fantastique social, P.U.G., Grenoble, 1979. 7 Cf. Bryan H. MASSAM, The Spatial Structure of Administrative Systems: Association of American geographers, Washington D.C. 1972, quien muestra, sin querer, la conexión entre proyecto social y recorte.
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II.- CAMBIO DE PODER-CAMBIO DE DIVISIÓN
En Francia, las leyes del 24 y 26 de enero de 1790 crearon 83 departamentos, 4,700 cantones y 40,411 municipios. 185 años más tarde, la divisiónpolítica y administrativa de Francia, con algunos retoques, sigue siendo la misma.8 Esta observación, en apariencia banal puesto que es producto de la simple comparación entre dos momentos, tiene de hecho un interés considerable. Es, en suma un atajo de la historia política. A pesar de todos los trastornos que Francia vivió desde 1790, ninguno de ellos ha sido tan potente como para cuestionar la división producto de la revolución de 1789. Ciertamente, dicha división ha tenido modificaciones, cambios; en una palabra, ha tenido reajustes, pero ningún cuestionamiento radical. La transición del Antiguo Régimen a la Revolución se acompañó de un cambio en la organización territorial. El paso de una estructura de poder a otra significó también la sustitución delequilibrio territorial. ¿Cuál era el objetivo de la Constituyente cuando emprendió ese vasto trabajo? De hecho, romper con los particularismos locales y proteger las comunidades humanas, teniendo en cuenta los imperativos de una buena administración. 9 Sin embargo, hay que tener cuidado con la interpretación que se pueda dar a los objetivos de los Constituyentes. A. Soboul nos recuerda el peligro de describir de manera simplista a la Revolución francesa como unificadora y centralizadora: “Es evidente que la realidad provinciana y el sentimiento regional no podían abstraerse de los conflictos sociales y de las luchas políticas.”10 Cambio de poder, cambio de organización, por supuesto, pero ¿la Constituyente estaba en condiciones de dejar libre curso a sus supuestas voluntades unificadoras o centralizadoras? Seguramente no, puesto que las relaciones con la población habrían sido particularmente asimétricas y la posición de los revolucionarios se habría debilitado. Varios códigos se enfrentan: “la exigencia revolucionaria de igualdad y el sentimiento nacional unificador se reforzaron mutuamente de 1789 a 1793; la preocupación de conservación social encontró apoyo en los valores tradicionales de provincia.”11 Si varios principios o varios contextos se enfrentan, es necesario compararlos y tratar de descubrir cuál de ellos venció. En el momento en el que se tomó la decisión de cambiar la división, “se definió el contexto departamental a partir de una red teórica formada por cuadrados de 18 leguas por lado y seconfrontó ese recorte con el que existía, compuestopor las Generalidades y las provincias.”12 En otras palabras, los revolucionarios, imbuidos de legalidad, van a proyectar sobre el territorio francés, en sus primeros sueños, una rejilla geométrica que no tiene otra justificación teórica ¡que la de tener redes equivalentes! El primer reflejo se parece a una utopía euclidiana. Se trata de la expresión de un nuevo poder que representa al objeto de su gestión fuera de cualquier consideración de la realidad y que, por lo mismo, homogeniza el territorio. Es el dominio abstracto que no puede expresarse más que en términos geométricos. Es lo propio de los poderes que niegan el pasado porque se oponen a él y que no pueden apoyarse en una historia específica que están tratando de hacer. Sin embargo, si esta utopía se hubiera realizado, los revolucionarios habrían provocado sin duda rupturas, discordancias, en una palabra, circunstancias perjudiciales 8
Cf. Jean-Olivier SIMONETTI, L’Administration de l’espace, l’Exemple français: Annales de géographie, nº 474, mars-avril 1977, p. 129-163. 9 Citado en SIMONETTI, op.cit. p.130 10 Albert SABOUL, De l’Ancien Régime à la Révolution problème régional et réalités sociales: Régimes et régionalisme en France du XVIIIè siècle à nos jours. P.U.F., Paris 1977, p.25-54 11 A. SABOUL, op.cit. p.26 12 Citado en SIMONETTI, op.cit. p.130
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para su acción. Es por eso que, a pesar de su deseo de romper en lo posible con el Antiguo Régimen, conservaron en lo general el sistemaanterior de límites: “Muchos de los departamentos retoman los trazos de las antiguas Generalidades, a veces con ligeras modificaciones. Generalidades y provincias son divisiones administrativas usadas por la monarquía absoluta para romper el orden feudal. Estas deben ser consideradas no como las herederas de las circunscripciones feudales, sino como los orígenes de los Departamentos.”13 De esta manera, si la historia se niega en un primer momento, se la recupera de inmediato, para conservar una territorialidad que constituye la subsistencia misma del nuevo poder. Los revolucionarios descubren rápidamente, sin saberlo, que la instauración de un orden geométrico no tiene sentido sino ahí donde la historia no dejó ningúntrasfondo, ninguna sedimentación. La inercia de la historia es demasiado grande como para ser negada sin daño. Por eso, la antigua división sobrevivirá en la nueva. Fue necesario componer “el presente integrando el pasado para asegurar el futuro”: “la nueva división administrativa de Francia en departamentos no fue, como se ha escrito con frecuencia, una obra arbitraria y apresurada, sin fundamentos históricos.”14 Y Saboul agrega: “Por el contrario, aparece como un enlace útil entre las necesidades de una administración moderna y las aportaciones de la geografía y de la historia: ella ha respetado, mucho más de lo que se reconoce generalmente, las antiguas peculiaridades.”15 No es menos cierto que una verdadera relación de poder, que apostaba por la división del territorio francés, se inició entre partidarios de un sistema geométrico (como Thouret) y partidarios de un sistema que considerara las tradiciones de la historia (como Mirabeau). Este dirá: “Quisiera una división material y, de hecho, propia a las localidades, a las circunstancias, y no sólo una división matemática, casi ideal y cuya ejecución me parece inviable.”16 Es a esta posición a la que se adhiere finalmente la Asamblea Constituyente. El Comité que se limitó a respetar las decisiones tomadas por los diputados de las provincias… Se pensó que la nueva división del reino debía ofrecer a las partes la idea deuna división equitativa, fraternal y nunca la idea de un desmembramiento del cuerpo político, y que, como consecuencia, los antiguos límites de las provincias debían ser respetados siempre que no fuera perjudicial (15 de febrero 1790).17 Finalmente, el antiguo contexto fue conservado en lo esencial, pero según un sistema que no dejaba lugar para las equivocaciones, la impugnación o las ambigüedades. Eso no implica que la nueva división no provocara discusiones y conflictos; al contrario, el compromiso entre nacionalismo y tradicionalismo, entre geometría y territorialidad, nutrió los debates. Una vez más se verifica la permanencia de las antiguas divisiones, que sobreviven de maneraimplícita en las relaciones vividas por las poblaciones, en las relaciones económicas, en los lazos de solidaridad y en las conformaciones del lenguaje y de las costumbres. Destruir o borrar los antiguos límites es desorganizar la territorialidad y, en consecuencia, cuestionar la existencia cotidiana de las poblaciones. Unamodificación drástica de los límites habría conducido a un enfrentamiento con el nuevo poder. En el fondo, en muchos casos, las provincias crearon sus departamentos: tres para Provenza, cinco para Bretaña y Normandía, respectivamente. Así sucede también para el Franco Condado, el Delfinado, Alsacia, Auvernia, etc. División, subdivisión, cierto, pero no desmantelamiento geométrico: la voluntad revolucionaria se afirma, sin destruir irremediablemente el trasfondohistórico. De hecho se asiste a un cambio de escala en la estructura territorial, pero no a una destrucción de ésta. ¿Qué es, finalmente, un 13
SIMONETTI, op.cit. p.130 SOBOUL, op.cit., p.37 15 Ibid., p.37 16 Citado por SOBOUL, op.cit. p.37 17 Citado por SOBOUL, op.cit. p.37-38 14
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Departamento? Es “una subdivisión de un espacio considerado como políticamente homogéneo, económicamente neutro, administrado de manera centralizada y cuya dimensión promedio está ligada al estado de las técnicas para mantener el orden y el control político de finales del siglo XVIII.”18 La expresión “económicamente neutra” sorprende, pero se explica por el hecho de que los revolucionarios privilegiaron la política sobre la economía. Esta definición muestra nítidamente que esta subdivisión -el Departamento- no es de ninguna manera arbitraria. Es producto de la consideración de una serie de información; es, por sí mismo, información. Información cuyo objetivo es realzar una estructura operatoria: un sistema de límites y una información estructuradora. Lo que la Constituyente puso en marcha o creó, es una información estructuradora, cuya duración y existencia es notable, ya que sigue cumpliendo su papel hasta el día de hoy. Sin embargo, podemos preguntarnos si al degradarse, toda información, al ser antigua o estar excesivamente envejecida, llena siempre ese papel satisfactoriamente. Hay que distinguir entre el contexto comunal, que se considerarebasado, y el contexto departamental, que tiene numerosos defensores.19 Se hacen dos críticas fundamentales al Departamento: “los límites actuales representan numerosos obstáculos para la gestión y el ordenamiento racional del espacio; los Departamentos son una circunscripción cuya dimensión, en promedio, no está adaptada para la acción administrativa moderna, que es muy vasta para ciertas misiones y no lo suficiente para otras -la estrechez es lo más cuestionado con frecuencia”-.20 Ya se trate del ordenamiento rural o de la organización urbana, el Departamento es cuestionado por la vía de sus fronteras. En efecto, las fronteras con frecuencia dividen totalmente las regiones rurales, cuya dinámica se decide por las técnicas agrícolas que no se satisfacen adecuadamente con los antiguos límites. “El crecimiento de la aglomeración lionesa está bloqueada en el nordeste por el límite departamental del Ain y en el sureste por el del Isère.”21 El segundo tipo de crítica está relacionado conla dimensión, considerada inadecuada en términos económicos: “el tamaño es, o muy grande, o muy pequeño.”22 Habría entonces una crisis de esta información estructuradora que es la expresión, en realidad, de una crisis del sistema institucional. La matriz departamental fue creada para permitir el funcionamiento de ciertas relaciones esencialmente político-administrativas, mientras que actualmente el Estado se ha implicado cada vez más en las relaciones socioeconómicas, que ignoraba prácticamente hace cerca de dos siglos. De ello ha resultado una discordancia progresiva, cada vez más evidente. El trazo departamental compete a un modo de producción que ya no existe. El modo de producción contemporáneo necesita una redefinición de las unidades territoriales elaboradas por los planificadores que “crearon apresuradamente las regiones de programa.”23Por un decreto del 30 de junio de 1955 se crearon 22 regiones de programa. Pero la expresión “apresuradamente” parece fortalecerse, ya que esta nueva conformación “aparece hoy totalmente inadaptada a las necesidades del momento.”24 Esas incertidumbres, en cuanto a las dimensiones de los límites territoriales, se reflejan en los
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SIMONETTI, op.cit., p.130. Ibid., p.151. 20 Ibid., p. 152. 21 Ibid., p. 152. 22 Ibid., p.153. 23 SIMONETTI, op.cit., p.155. 24 Jean LABASSE, L’Organisation de l’espace, Hermann, Paris, 1966, p.420. 19
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trabajos de muchos economistas y geógrafos quienes, en los años sesenta, propusieron numerosos recortes.25 Muy oportunamente, Jean Labasse demostró que la búsqueda de la dimensión ideal era contingente. Los resultados de esta indagaciónestán estrechamente condicionados por el sistema de relaciones que se quiera privilegiar. Pero ¿No es ya un exceso privilegiar un sistema de relaciones sobre otro?¿No hay una contradicción en plantear las cosas en términos exclusivamente políticos o exclusivamente económicos?¿No es aquí que se da el drama de la territorialidad, que no está hecha de relaciones políticas o de relaciones económicas, sinode ambas, entre otras? La territorialidad está en crisis y, en consecuencia, la división que la supone lo está también. La territorialidad está en crisis porque hay una crisis profunda de relaciones. Desde ahí, ningún contexto territorial podría convenir y las críticas que hemos señalado ilustran perfectamente que la crisis no es solamente de la matriz territorial, sino de todo el sistema de la reproducción social inscrito en él. Se habrá notado yaque la mayoría de las críticas, si no es que todas, se apoyan en la constatación de que las divisiones son inadecuadas para la acción económica. Esto implica confesar que se destacan las relaciones económicas. Esas críticas además, están marcadas por el sello de su época: el crecimiento de los años 1950 a 1970. De hecho no, lo económico no sobresale frente a lo político durante este periodo. Aquél lo reemplaza o tendería a reemplazarlo si fuera posible. Las cosas son incluso un poco más complejas, ya que el poder político no es reemplazado, pero hace como si lo económico lo fuera imitando: “Dos payasos se miran a través del marco vacío de un gran espejo. Uno es exactamente la réplica del otro en el tamaño, el traje y la máscara. El primero está ebrio y el segundo imita esmeradamente todos sus gestos… el primer payaso es el Capital en la borrachera y la ceguera de su crecimiento; el segundo payaso, imitador y lúcido, es el Estado.”26 Esta metáfora, como todas, podría ser más eficaz, pero revela una de las raíces de la crisis: el mimetismo.27 El mimetismo es la no-diferenciación, la pérdida de las diferencias. De hecho, es la desaparición superficial de las diferencias, ya que en el fondo el Estado, lo hemos visto, permanece tan lúcido como se puede en su relación con lo económico. Pero, por eso, acepta la obliteración de sus contextos territoriales: hay una contradicción entre la actitud del Estado, que calca la economía y los contextos en los que ésta se apoya. El Estado incita la organización de una división con una geometría variable que no es compatible con la gestión política tradicional. Hay ahí una deformación de la acción política. Lo económico postula una información estructuradora de corta duración: división inestable contra división estable. El debate no tiene salida, pero es interesante. La división es la apuesta fundamental en la relación que se instaura a diferentes niveles entre organizaciones económicas y políticas. Las primeras tienen un interés evidente en eliminar los obstáculos, para convertir en la medida de lo posible, el espacio territorial en isotrópico, de manera que se le pueda cercar fácilmente al capricho de las modificaciones técnico-económicas. Entre menos disyunciones ofrece el territorio, más se presta a los cambios rápidos. Las organizaciones políticas, sobre todo si se inspiran en el principio de la centralización, están interesadas en recortary subdividir para asentar mejor su control: favorecen un espacio territorial anisotrópico para evitar, cuando tienen lugar, los fenómenos de difusión. Es la gran diferencia: en un caso se trata de favorecer la difusión, en el otro se trata de impedirla eventualmente.
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Ver en particular los trabajos de P. GEORGE, E. JUILLARD y J. BOUDEVILLE, entre otros. Marc GUILLAUME, op.cit., p.7. 27 Sobre ese problema, cuyos orígenes son múltiples, ver René GIRARD, La violence et le sacré. Grasset, Paris, 1972. 26
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Llegamos a una primera conclusión: los objetivos de las organizaciones económicas y los de las organizaciones políticas son parcialmente contradictorios salvo, teóricamente, en los regímenes socialistas. Pero las contradicciones pueden remontarse en la medida en que la naturaleza de los límites es menos cuestionable que los principios y los contextos de acción que incorporan las divisiones en sus estrategias. No es la división, se trate de un Departamento o de otra cosa, lo que es muy pequeño; es el poder de actuar, de operar, de realizar lo que no es suficientemente fluido ni lo bastantelibre en el territorio. La organización política genera relaciones más verticales que horizontales y son éstas últimas las que hay que creardesde ahí; de lo contrario, estaremos entrando en la pesadilla de las discontinuidades paralizadoras. Un límite no puede ser modificado constantemente; en cambio, el poder que lo utiliza puede suavizarse y ajustarse a través de sus ejecutores y de sus principios. Si se deben instituir las relaciones entre elementos que pertenecen a dos segmentos distintos, no son los límites los que impiden hacerlo, sino las estructuras de poder que garantizan esas divisiones. III.- CAMBIO DE MODO DE PRODUCCIÓN-CAMBIO DE DIVISIÓN Hemos visto en el ejemplo anterior, que un cambio de régimen político inducía un cambio de ordenamiento territorial. Modificación que se justificaba sobre todopor la necesidad de uniformización al interior de un territorio en el que las partes estaban sometidas a sistemas de organización variables, antes que por una necesidad funcional de origen económico. En efecto, si la Revolución francesa marca una ruptura política con el Antiguo Régimen y prepara nuevas condiciones para la actividad económica, no marca en ningún caso el paso de un modo de producción a otro. En virtud del cambio de un modelo a otro, se toca una situación todavía más fundamental en comparación al caso anterior. La división territorial es un sistema sémico, que mantiene relaciones directas con el modo de producción que, para manifestarse territorialmente, necesita de códigos. La división es un código, al igual que la lengua, por ejemplo. Tomaremos como ejemplo a Tailandia.28 De entrada, Bruneau declara que en el sureste asiático “el poder político se manifiesta en dos niveles: el del Estado y el de la aldea. Todo Estado es a la vez origen y reflejo de una formación económica y social.”29 Debajo de la ambigüedad de esta última observación, ambigüedad solamente aparente, se descubre la inextricable relación de lo político con lo económico. La política ordena la jerarquización de lo económico, que se manifiesta en la base de la ciudad: unidad social y territorial heredada del modo de producción precapitalista. Es muy interesante hacer notar que el paso del modo de producción asiático al modo de producción capitalista no se selló con la desaparición de las aldeas. Éstas constituirían, más allá de los sistemas constantes, verdaderos nudos donde se cristaliza una territorialidad que desafía el tiempo. Son los elementos originales de la interface biológicosocial los que tejen la trama que sirve de soporte para la expansión de uno u otro modo de producción. A partir de esta resistente trama, cada modo de producción construye su red administrativa. El modo de producción asiático dominaba en Siam a mediados del siglo XIX: “La aristocracia de los Chao y Naï es la clase dominante que, encarnando al estado bajo el rey, se apropia el excedente de las comunidades rurales y controla estrechamente el
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Utilizaremos los elementos trabajados por Michel BRUNEAU, Modes de production et organisation administrative de l’espace, le cas de Taïlande, en Claude Bataillon, État, pouvoir et espace dans le Tiers Monde, P.U.F., Paris, 1977. 29 M. BRUNEAU, op.cit.
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comercio.”30 Esta aristocracia drena el excedente de energía y organiza su distribución. Reside en los “lugares centrales”, las ciudades (Muang) y la capital, y cumple su función de jerarquizar a la población campesina, Phaï u hombres libres sometidos alservicio o tributo exigido por una autoridad y atados a un patrón (Naï o Chao) y That o esclavos cerca de un tercio de la población- en los casos de desaparición de sus amos.31 En el Norte se da la misma distribución de clases, pero con soberanos menos poderosos, que no imponen un servicio o tributo tan estricto, ya que los grandes trabajos son menos importantes en esa región.32 El modo de producción asiático domina en las planicies pero no en las montañas, donde se conserva un modo de producción tribal. A ese “sistema de autoridad por ajuste (el rey, los Chao, los Naï y sus clientelas, los Pahïy los That)” le corresponde un sistema ideológico que asegura la reproducción del modo de producción asiático, pero a ese sistema le corresponde también, por supuesto, una estructura espacial específica. Bruneau habla de estructura espacial en aureolas,e incluso de sistemas ajustados. Se nota la coherencia que existe entre la estructura de poder y la estructura espacial que le sirve de soporte o de matriz territorial. Hay pues, una zona central con la capital y las provincias vecinas que ocupa gran parte del delta de la Mae Nam Chao Phraya. Esta zona se prolonga en provincias de tercera, segunda y primera clase, en las que el lugar está determinado por la importancia de su centro. En un cinturón todavía más externo se distribuyen los Estados tributarios, cuyas formaciones económicas y sociales son distintas de la formación siamesa caracterizada por las provincias de la planicie central.33 Tal es, a pequeña escala, la organización territorial. A mayor escala, el territorio se organiza a partir de “Muang, que significa a la vez ciudad, elcentro y el territorio que ésta controla -de manera general, en una radio de dos jornadas de marcha a pie.”34 “El centro reagrupa y organiza a una población que se encuentra distribuida en aldeas. El pueblo (Ban o Muban) es así la unidad administrativa más pequeña, cuya relación de poder es del tipo patrón-cliente que se sustenta enun intercambio recíproco de prestaciones. Se ve que las relaciones significativas son verticales y de hecho las relaciones horizontales son menos importantes (cliente a cliente o patrón a patrón).”35 Espacialmente, el pueblo está en el centro de un terreno con arroz y césped con perímetros muy imprecisos. La aparición del modo de producción capitalista, desde la segunda mitad del siglo XIX, va a poner en tela de juicio esta estructura, que provocará incluso una evolución considerable de 1890 a 1950. Primero la red de ferrocarril; después la de carreteras, van a romper la antigua organización y darán los medios de otra centralización administrativa.36 El paso de un modo de producción a otro está marcado primero, por la sustitución de impuestos a las antiguas prestaciones y a los antiguos pagos en especie. Después, se constituye un pequeño campesinado propietario de la tierra que explota. Pero es sobre todo después de la segunda guerra mundial cuando progresará el modo de producción capitalista y se acelerará la expropiación de un número cada vez mayor de agricultores, que engrosará al proletariado urbano. De ahí se desprendió un reajuste de la organización administrativa del territorio, aunque de hecho ésta empezó entre 1892 y 1897. El sistema en aureola se reemplaza por un sistema copiado del modelo colonial inglés. 30
M. BRUNEAU, op.cit., p.122. Ibid., p.122. 32 Ibid.,op.cit., p.123. 33 Ibid., p.124. 34 Ibid., p.125. 35 Ibid., p.126. 36 Ibid., p.127. 31
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Los Muang se convierten en unidades territoriales de segundo orden agrupados en círculos (Montham) bajo un alto comisario real. En 1915 había 20 Montham. Además, se reforzó la centralización con la introducción de funcionarios reales de la provincia o del distrito y la elección de jefes de pueblos (Muban) y de cantones (Tamhan).37Enseguida se hicieron nuevos ajustes en las provincias (Changwat), que reagruparon a los antiguos Muang. Es interesante notar que, desde el punto de vista territorial, se esforzaron en ir de la noción imprecisa de Muang hacia una noción más precisa -en el sentido de una delimitación nítida- de Changwat (provincia). Hay entonces una mejora en la información. Cada changwat se subdivide en distritos Amphœ. En ese nivel se detiene la administración centralizada, ya que los jefes de cantón (Tamhan) y de pueblo (Muban) no son verdaderos funcionarios, sino auxiliares del poder central.38 Bruneau no deja de señalar que la autonomía de la comunidad rural está amenazada, ya que el progreso de las culturas comerciales coloca cada vez más al pueblo bajo la dependencia de una red comercial dominada por Bangkok.39 La conjunción político-económica del modo de producción capitalista está desgarrando la trama original de la territorialidad tailandesa, debido a la manipulación de los códigos de jerarquía y de centralización por un lado, y de los códigos de conmutación y de acumulación, por el otro. El modo de producción capitalista busca asegurar la fluidez de los elementos que utiliza, manipula y combina. Ahora bien, la trama de la aldea fue durante mucho tiempo una unidad indivisible, dotada de una gran cohesión y capaz de hacer fracasar al sistema comercial nacional y sobre todo, internacional. Su destrucción es sólo cuestión de tiempo; ya empezó y sin duda se va a acelerar. Mientras que la cohesión de las aldeas era la garantía del funcionamiento del modo de producción asiático, esta misma cohesión es un obstáculo para la movilidad buscada por el modo de producción capitalista. Éste se esfuerza por eliminar los espacios moleculares, que son los pueblos, para poder incrementar sus ganancias. Esta estrategia presenta una serie de ventajas: relaciones con elementos más chicos, es decir, más fáciles de dominar; posibilidad de aumentar la movilidad de esos elementos; reforzamiento del control mediante los mecanismos del mercado. Frente a los actores políticos y económicos, cuya capacidad de dominación es considerable, el actor “comunidad rural” no presenta, ya no puede presentar, un frente unido, por las razones que se han mencionado, de tal forma que las relaciones de poder se vuelven muy asimétricas. La continuación de una relación así se sella con la desestructuración, con la destrucción final del actor “pueblo” como comunidad humana. Es bueno decir que el actor dividido no está en la cúspide de su evolución y que tiene todas las posibilidades (o infortunios) de ser cuestionado en la base. Es la inauguración o, mejor dicho, la continuación de una estrategia que favorece una territorialidad inestable. Terrible desgarramiento de una trama espacio-temporal, disolución del espacio social y del tiempo social, simultáneamente. Ningún elemento teórico permite oponerse a la evolución, pero tampoco fortalecerla. La única cosa que podría decirse es que ese cambio no se hace sin un costo elevado para las comunidades rurales. ¿Dicho costo está compensado con beneficios para las comunidades? De ser afirmativa la respuesta, ¿cuáles? ¿O bien se trata de un juego de suma cero, en el que lo que pierden las comunidades lo ganan las organizaciones?
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Ibid., p.130. M. BRUNEAU., op.cit., p.130. 39 Ibid., p.131-132. 38
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IV.- A LA BÚSQUEDA DE UNA NUEVA DIVISIÓN: LA REGIÓN
Vieja idea geográfica, emblema siempre enarbolado, la región parece concentrar hoy -desde hace veinte años, de hecho- numerosas protestas en los lugares en los que el Estado contribuyó a descomponer el tejido social para instaurar la centralización.40 El Estado persigue una lógica de la unidad y la uniformidad, cierto, y por ello sustituye la diversidad con la generalidad, es decir, la regla deviene instrumento de orden puro en lugar de ser instrumento de regulación. De hecho, hay una antinomia entre la voluntad y la acción del Estado, por una parte, y la aspiración a una vida regional, por otra. Eso explica por qué algunos piensan que “la cuestión regional no designa ninguna realidad objetiva, no remite a ningún soporte material; en todo caso, es una cuestión vacía. ¿Qué significa esta entrada en materia? Dos cosas: 1) Que la región representa, cuando menos hasta hoy, un objeto de discurso más que de prácticas; 2) A partir de esa constatación, el trabajo del sociólogo consiste, sobre todo, en dar a esta cuestión un contenido en términos de relaciones sociales.”41 Objeto de discurso versus tema de prácticas, esta oposición puede constituir el primer elemento de una lectura posible. Construir una pantalla de diversidad que adhiere a la uniformidad es algo integrado totalmente a la lógica del Estado. La región, se dice, no es vivida y, sin embargo, uno se puede equivocar con ella y se equivoca, sin duda, ya que las baterías de decretos y de leyes parecen dar consistencia a la idea de región. La región no está ausente de las preocupaciones del Estado, al contrario: éste recorta, subdivide, delimita, cuadricula, ciñe…. el mapa, pero no el territorio, que permanece como una arcilla dispuesta a recibir cualquier huella, al gusto de las necesidades del poder central. “Porque no remite a ningún significante, la palabra ‘región’ y los discursos que se construyen a su alrededor, son libres de cualquier relación con la realidad.”42 Se trata, en el fondo, de la producción de una información realizada para marcar lo vacío de la práctica: la política enunciada es regional, la política no enunciada es a-regional. Cometeríamos un error, nos parece, si habláramos de duplicidad, ya que se trata justamente de otra cosa. Se trata de un ejemplo de doble estrategia, ubicada en planos diferentes: discurso regional y práctica aregional. Las aspiraciones de muchos grupos se dirigen a ese polo regional, una especie de tierra prometida, pero el Estado no la desea; entonces, multiplica los discursos sobre la región de tal manera que juega con múltiples sentidos. La región para el Estado, es una expresión con la cual se mantiene hábil y sutilmente la polisemia. Juego difícil, pero en el que el Estado destaca; más todavía cuando el discurso permite jugar alternativamente en la pequeña y la gran escalas, según las necesidades del momento. Es el juego sobre los signos que permiten decir todo “lo que hay que decir” en el momento en que hay que decirlo, sin que por ello la realidad sea afectada.43 Se trata de dar la impresión de la diversidad en la uniformidad. Podría ser de otra manera en el modo de producción capitalista, en relación al cual podemos preguntarnos si no suprime cualquier diferencia y en particular cualquier diferencia ligada al espacio.44 Si se responde afirmativamente, ello implica la negación del tiempo local y del espacio local. Pero ¿qué es ese tiempo local y ese espacio local? Visto desde el centro, es muy poca cosa: un ensamble de particularidades, de costumbres y de valores que constituyen un obstáculo para la uniformización. Visto desde el “lugar” es 40
François MONCONDUIT, Tocqueville: la décentralisation, impératif démocratique: L’objet local, Paris U.G.E., 1977, p.30. 41 Renaud DULONG, Les régions, l’Etat et la société locale, P.U.F., Paris 1978, p.17. 42 Ibid., p.18. 43 Sobre ese mecanismo, cf. Gregory BATESON, Vers une écologie de l’esprit. Seuil, Paris, 1977, p.120-139. 44 François ASCHER, Objets locaux et processus d’urbanisation: Objet local, op.cit., p.88.
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mucho más, porque es la “territorialidad” cristalizada; en una palabra, es el significado de la vida cotidiana. Destruir esta territorialidad es destruir toda una simbología, cuya desaparición impediría mantener un diálogo con el entorno espacio-temporal: “Desde esta perspectiva, lo particular, lo singular, lo concreto, lo local, se oponen a lo universal o formal, al Estado, de la misma manera que el folklore puede oponerse a la técnica.”45 Es el fin de un diálogo multidimensional: sólo se mantiene el diálogo alto versus el diálogo bajo; el diálogo horizontal es eliminado. Es evidente, desde la lógica del poder, que se funda en la idea del poder descendente, es decir, del poder que viene de arriba y que debe mediatizar todo. La relación se vuelve triangular, ya que hay que pasar por la cima para mantener una relación a nivel de la base: lo local no tiene significado más que para el “todo” abstracto y formalizado. De hecho, con frecuencia la región no remite a algo material. Así por ejemplo, el significado “Bretaña” es una palabra sin soporte y susceptible de recibir muchas acepciones posibles en función de proyectos políticos diferentes, o adversos.46 Eso no impide la emergencia de una reivindicación regional. Bretaña y Occitania en Francia, por ejemplo. Pero se permanece ahí también a nivel de los discursos: “el regionalismo bretón es menos un asunto de quienes hacen vivir a Bretaña que de aquellos que la hacen funcionar como sociedad.”47De más está decir que “el regionalismo bretón preocupa más a los notables y a los profesores que a los agricultores, marinos, pescadores y obreros.48 Si ese es el caso, es que los notables han percibido probablemente, antes que los demás, “una fisura que anuncia la muerte de una sociedad.” 49 Defender la región, defender el lugar, “es tal vez simplemente la búsqueda de sentido; este desafío ya no se puede admitir en una acepción filosófica o psicológica, sino como una cuestión de relación de la sociedad con los individuos, como una cuestión del consentimiento de los individuos de pertenecer a dicha sociedad.”50 Es el descubrimiento de que la pertenencia a una sociedad pasa por la pertenencia a una territorialidad sensu lato. Ese es todo el problema de la territorialidad. El discurso regional revela, de una manera con frecuencia patética, el drama de la desterritorialización y, en consecuencia, la crisis de la territorialidad. Al discurso del Estado, que se acomoda finalmente a esta situación, se le oponen, en la base, discursos, pero también prácticas que son igualmente protestas. Éstas liberan una información que demuestra que los actores paradigmáticos se transforman en actores sintagmáticos que compiten en la creación de nuevas relaciones de poder. La protesta regional raramente es única y converge con otras, como el feminismo, la autogestión y la ecología. Estas cuatro causas están vinculadas: “Lo que significa simplemente que no se podría ser autogestivo sin ser partidario de una liberación completa de la mujer y de la autonomía de las regiones,pero que tampoco se puede resolver el tema de la restauración de los equilibrios naturales sin una reforma de las relaciones entre los grupos sociales.”51 Es la demostración de que la apuesta es fundamentalmente la territorialidad, tal como la hemos definido. En esas cuatro protestas, lo que está en juego son las relaciones esenciales y existenciales. A través de esas protestas, se siente la voluntad de afirmar la necesidad de relaciones simétricas con los seres, con los lugares, con el trabajo y con el contexto espacio-temporal. Recuperación del poder para la base, a través de lo cotidiano, y sobre 45
François GODARD, Quelques aspects de la problématique localiste des besoins: Objet local, op.cit., p.324. 46 Renaud DULONG, op.cit., p.21. 47 Ibid., p.26. 48 Ibid., p.27. 49 Ibid., p.28. 50 Ibid., p.32. 51 Ibid., p.163.
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todo recuperación de las redes concretas que se oponen a las divisiones abstractas propuestas por el Estado. Estamos ciertamente en el umbral de una era en la que la región, la vivida, jugará un rol cada vez más importante para las diversas comunidades.
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CAPITULO III NUDOSIDAD, CENTRALIDAD Y MARGINALIDAD I.- LOS LUGARES DEL PODER
Antes de manifestarse por difusión yantes de agotarse, el poder se cristaliza en un lugar, en lugares que marca profundamente, y con frecuencia de manera indeleble. “Es pertinente pensar que la verdad se escribe en la estructura misma de las comunidades en los lugares centrales, a partir de los cuales todo irradia y que constituyen casi siempre lugares simbólicos de una unidad colectiva, de la que debemos sospechar, apriori, el carácter original, confirmado con frecuencia, al menos parcialmente, por las excavaciones arqueológicas.”1 ¿Esos lugares no serían los “momentos” sagrados de un “plan”, aquéllos que contribuyeron a formar, a definir, es decir, a diferenciar? El origen casi religioso de las ciudades, el significado sagrado de ciertos lugares dentro de la ciudad, ayudan a reforzar, sino es que a demostrar esta tesis: “En Grecia, esos lugares son las tumbas de ciertos héroes, los ónfalos,2 la piedra deAgra, o el símbolo por excelencia, la polis, la casa común, Hestia.”3 Esos lugares están marcados por una acción, por el ejercicio de un poder, el mismo que hizo perecer a “la víctima emisaria” en el sentido que Girard da a ese término. Poder instaurador de una unidad que funda la colectividad: “es a partir de esos lugares simbólicos de unidad que se podría decir que nace la forma religiosa, que se establece el culto, que el espacio se organiza, que una temporalidad histórica se instaura, que una primera vida social se delinea…”4 No habría entonces lugares privilegiados a priori, sino lugares de “agrupación”, nudosidades, condensaciones de algún tipo, que provocan discontinuidades en la distribución: aquí, fuertes densidades; allá, densidades débiles. Discontinuidades fundadoras de una diferenciación, que no son ofrecidas por el espacio sino inventadas por los hombres. ¿No sería en esos lugares densos donde se armó, probablemente, la relación, la centralidad? Porque la centralidad no es esa noción geométrica pura que los hombres habrían inventado o descubierto. Es otra cosa. Es primero, la existencia de una colectividad cohesionada por acciones creadoras de relaciones que fundan las diferencias específicas. El lugar, sin esas relaciones, no es sino un lugar entre otros. Que esos lugares hayan ocupado el centro geométrico no significa sino la unidad constituida siempre “alrededor” de algo, pero no es sino una imagen construida a posteriori. La centralidad es entonces, esencialmente, una entidad con dos caras: un “topos” y una “tensión”. Topos y tensión que persisten, mientras están ligados, a través de la duración y que se traducen dinámicamente en movimientos centrípetos o centrífugos. Además, la teoría de los lugares centrales, para explicarla de manera más general en otros conceptos, está fundada sobre los mismos datos: un sistema de lugares y un sistema de relaciones. Estos últimos no han tenido la misma probabilidad de realizarse en el espacio. La geometría aparente de Christaller y de Lösch no es sino una modalidad que permite la formulación fácil de una realidad compleja. Sin embargo, esta geometría es una ilusión, que disimula la relación fundamental que se establece entre un lugar y una relación o, si se prefiere, una función. Los lugares centrales, como se les ha definido geométricamente, esconden una realidad más profunda; a saber, que son producto de la probabilidad 1
René GIRARD, La violence et le sacré, Grasset, Paris, 1972, p.426-427. En la cultura griega, artefactos de uso religioso enviados por Zeus para marcar el centro del mundo. (NdT) 3 Ibid., p.427. En el original aparece Hertia, pero por el contexto, se trata de Hestia, la diosa del hogar (NdT). 4 Ibid., p.427. 2
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diferencial de nudosidades humanas que hacen emerger una relación de poder con un lugar. Mientras que las nudosidades originales fundan la unidad levantando “el obstáculo formidable que opone la violencia a la creación de cualquier sociedad humana”5, las centralidades contemporáneas imponen un orden que es además una violencia. Como lo dice Girard, no hay que equivocarse: “En la evolución que los lleva del ritual a las instituciones profanas, los hombres se alejan siempre más de la violencia esencial, pero a pesar de que la pierden de vista, jamás rompen realmente con ella.”6 Las grandes “centralidades” contemporáneas fueron fundadas con un número pequeño de relaciones económicas significativas, aquellas ligadas con la perspectiva de la revolución industrial. La cohesión de estas centralidades se aseguró por la convergencia de la ciencia y la tecnología, que dio nacimiento a la gran industria. La unidad del proyecto estaba representada por el crecimiento y la abundancia económicas. Pseudo-crecimiento y pseudo-abundancia al parecer, si se observan, aunque sea un poco, los efectos de esta unidad, realizada mediante la violencia y la alienación del trabajo parcelado. La víctima emisaria es el proletariado, que pertenece y no a la colectividad. En efecto, éste es indispensable para establecer el potencial económico y, en esa medida, contribuir a la unidad económica fundadora de la centralidad moderna, pero al mismo tiempo debe ser rechazado y eventualmente debe desaparecer. “Ser rechazado”; lo es de hecho, como víctima, hacia la periferia, hacia los márgenes. Es ese rechazo el que instituye la marginalidad. Centralidad y marginalidad se definen la una en relación con la otra y son específicamente relacionales; es decir, pueden invertirse territorialmente sin que el mecanismo se cuestione: la centralidad puede volverse marginalidad y viceversa, en un lugar dado. Nudosidad, centralidad y marginalidad están vinculadas por los actores que las hacen y deshacen. La nudosidad agrupa a los actores paradigmáticos que, si acceden al rango de actores sintagmáticos, fundan eventualmente una centralidad que determinará una marginalidad ipso facto.Las inversiones topológicas no cuestionan nada en la estructura relacional. Habría entonces un sistema progresivo: nudosidad versus centralidad versus marginalidad, pero puede haber un proceso regresivo también: estructuración o desestructuración de un poder. El fenómeno debe relacionarse con la escala, en el sentido de que interesa igualmente a la ciudad en gran escala, a los “núcleos urbanos” en mediana escala y a los conjuntos continentales en pequeña escala, es decir, al sistema mundial.7 El problema de la escala es que generalmente escamotea y lo que representa a pequeña escala deviene superficie a gran escala.8 Lacoste tiene razón en vituperar la alegoría espacial del centro y la periferia cuando se trata del imperialismo, pero no sabe, al parecer, por qué tiene razón. Decir el “centro” y la “periferia” es hacer volar los dos signos, que estallan y son reducidos, entonces, a lugares sin referencia relacional. Mientras que hablar de centralidad y de marginalidad es presentar lasdos caras de cada uno de esos signos y mostrar, por lo mismo, que el espacio no es significativo por sí mismo, sino que significa algo que remite a una intención. Hacer referencia al centro o a la periferia es cristalizar una relación en términos geométricos y, por lo mismo, volverla estática. Si se quiere construir un análisis a partir de nociones dinámicas, será necesario hablar de organizaciones o de grupos en situación de centralidad y de organizaciones, o de grupos en situación de marginalidad. No se otorgará 5
GIRARD, Op.cit., p.426. GIRARD, Op.cit., p.427. 7 Como el definido por Samir AMIN en la acumulación a escala mundial; t. I y II, Paris, Anthropos, 1970. 8 Ver Yves LACOSTE, La géographie ça sert d’abord à faire la guerre, Maspero, Paris, 1976. 6
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a la necesaria representación bi-facial una connotación geométrica que, como ya lo dijimos, no es sino un simbólico a posteriori que no explica nada. Se puede hacer fácilmente un pequeño esquema para demostrar lo que acabamos de decir. (Cuadro 2). Cuadro 2 CENTRALIDAD Y MARGINALIDAD
Relación funcional Lugar Lugar central geográficamente Lugar periférico geográficamente
Relación funcional central Centralidad estricta
Relación funcional Periférica Marginalidad
Centralidad
Marginalidad estricta
Tendríamos entonces una representación cuádruple en relación a un sistema cualquiera, pero de hecho se trata de dos representaciones relacionadas, porque no es posible pensar la centralidad sin la marginalidad y viceversa. Gráficamente tendríamos (Figura 35): Figura 35
El modelo 1 se ubica en la diagonal principal y el modelo 2 en la secundaria. Se observará que es la relación de poder la que funda prioritariamente la situación de centralidad o la situación de marginalidad. Es muy fácil demostrarlo mediante una serie de ilustraciones geográficas, ya sea en relación a las capitales, a los “núcleos urbanos” o a los nudos de formación de los Estados; ya sea, en fin, en relación a los bloques continentales o sub continentales. II.- LAS CAPITALES Y EL PODER Considerando antes que nada a las ciudades llamadas capitales, nos situamos definitivamente en la perspectiva de la gran escala. Dicho lo anterior, eso no resuelve de ninguna manera un problema que puede parecer banal pero que, de hecho, no lo es en lo absoluto y que consiste en saber lo que es una ciudad capital por oposición a una ciudad que no lo es. Es recaer, se podría pensar, en un clásico y viejo problema de definición, del cual los geógrafos poseen el secreto. ¿Es ese el caso? La capital es una noción banalizada desde hace mucho tiempo, e interrogarse acerca de ella puede parecer una imperdonable pérdida de tiempo. Tal vez no y es eso lo que queremos demostrar. 132
La costumbre, o más precisamente una de las costumbres de la geografía política, consiste en definir la capital en relación al Estado y a su estructura centralista o federalista. Este método sólo es lógico en apariencia, ya que implica pasar por alto el mecanismo o el proceso nudosidad versus centralidad versus marginalidad. Eso no quiere decir que el Estado siempre sea posterior al proceso de formación de una capital, porque entonces se podría objetar el caso de las capitales concebidas como tales desde su creación. Por el contrario, quiere decir que la emergencia de una capital no es un hecho institucional, no solamente o sólo de manera secundaria, sino un hecho socio-político que representa una crisis que, casi siempre, nace simultáneamente conla llegada de un poder y la desaparición de otro. Esto no implica, como podría pensarse, que se trate de dos poderes concurrentes, que es el caso más simple pero no el más frecuente, sino que puede tratarse de unmismo poder que atraviesa por una crisis y que pasa de una situación de centralidad-marginalidad a otra. El lugar puede cambiar o no, pero la centralidad-marginalidad cambia en todo caso. En otras palabras, las relaciones de poder se modifican y se orientan de manera diferente. Si el surgimiento de una capital es la expresión de una crisis que nace en una colectividad, eso significa que la capital es un conjunto de sistemas sémicos que mediatizan las relaciones de poder. Es pues, el paso de un sistema sémico a otro. La capital es la expresión más o menos estable y duradera de una representación política.La capital simboliza la centralidad de una configuración política que funda al mismo tiempo una marginalidad: todo o parte de lo que la rodea. El análisis del fenómeno puede volverse extremadamente complejo a este nivel y requiere, en consecuencia, de un lenguaje muy preciso. En efecto, si en ciertos casos hay desplazamientos de un lugar a otro, puede también no haber ningún desplazamiento sin que por ello la configuración política sea la misma. ¿Qué quiere decir eso? Que hay un proceso de re-semantización.9 Podemos expresar esto en un nuevo cuadro. Cuadro 3 LOCALIZACIÓN DE CAPITALES YSISTEMA SÉMICO
Sistema sémico Movimiento Sin traslado
Con traslado
Sin modificación del sistema sémico Sin modificación de la representación y de la configuración Modificación geográfica de la representación y de la configuración
Con modificación del sistema sémico Modificación sémica de la representación y de la configuración Modificación geográfica y sémica de la representación y de la configuración
Se observa, en un eje principal, la estabilidad absoluta versus la inestabilidad absoluta, y en un eje secundario la inestabilidad geográfica versus la inestabilidad sémica. Como vemos, es fácil encontrar ejemplos geográficos, o mejor, territoriales. Desde 1848, Berna siguió siendo la capital o la ciudad federal, sin conocer ningún cambio sémico significativo tras la fundación de la Suiza contemporánea. En cambio París, fue re-semantizada en diferentes momentos desde 1789, pero sin jamás dejar de ser la capital (excluyendo el periodo de la Comuna y el de Vichy).El desplazamiento de Moscú a San Petersburgo es un traslado de la capital sin cambios profundos en el sistema sémico, que siguió siendo autocrático. Corresponde a una nueva estrategia orientada hacia el mar, pero las estructuras que están en la base de esta estrategia siguen siendo básicamente las mismas. Un caso similar es el de Brasilia, que inaugura igualmente una nueva estrategia, esta vez no orientada hacia el 9
Cf., entre otros, Tonino BETTANINI, Spazio e science umane, Firenze, 1976, p.105.
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mar sino hacia el interior del continente americano. Ciertamente, la capital de Brasil manifiesta, por su arquitectura, trazo y morfología, una voluntad “modernista”, pero las estructuras generales que la soportan son las mismas. Por el contrario, cuando en 1869 el emperador Meifi desplaza la capital de Kyoto a Tokio, el traslado fue a la vez un cambio de sistema sémico. Este último cambio correspondió a una profunda modificación de las estructuras. En efecto, se trató de una modificación realizada bajo una presión del exterior, pero no fue menos fundamental. La capital, como centralidad, concretiza materialmente en muchos aspectos, las grandes tendencias de la estrategia nacional. Algunas de esas estrategias son paradójicas.10 El caso de Brasil, aunque no es el único, es significativo.Después de un largo periodo de orientación hacia el Atlántico, el mar abierto, simbolizado por Río de Janeiro, Brasil dio la espalda al océano para iniciar un desarrollo del interior. Ahí hay un cambio de centralidad, pero ¿ese cambio será exitoso? Es evidente, y el ejemplo de Brasilia nos invita a abordar este tema, que la centralidad puede ser parcial o total. En efecto, la centralidad puede ser política, económica y cultural, pero puede ser también únicamente política, económica o cultural. Londres y París tienen una centralidad total, con los efectos y los costos que se conocen. No es el caso ni de Roma ni de Washington. Roma por ejemplo, no tiene sino una centralidad política y parcialmente cultural (en el sentido humanista del término), mientras que es Milán la que asegura la centralidad económica y también, en gran medida, la cultural. Washington sólo tiene una centralidad política, mientras que New York asegura la centralidad económica y cultural,al menos de la costa Este.No es inútil mostrar que con frecuencia las “capitales” económicas son también “capitales” culturales. Zúrich es una “capital” económica y cultural. Frankfurt en el Maine, cumple el mismo papel para Alemania Federal. El vínculo economía-cultura no es fortuito, ya que cualquier fenómeno cultural se sostiene en relaciones económicas. Brasilia, para volver a ese ejemplo, no tiene por el momento más que una centralidad política. Río de Janeiro y Sao Paolo comparten la centralidad económica y cultural. El hecho de que la centralidad política, económica y cultural se exprese a través de una sola ciudad o de muchas, no impide que en ellas no exista también la marginalidad. Lo que sucede es que ésta se manifiesta bajo una forma diferente. Cuando hay concentración se pueden esperar desequilibrios relativamente graves y sobre todo, difícilmente reversibles. Si se toma el caso de Caracas se puede seguir ese fenómeno. Hace sesenta años, Caracas tenía menos de 100,000 habitantes; hoy tiene más de dos millones, es decir, cerca del 20% de la población del país. Se observa entonces una hipertrofia de la capital, muchas veces señalada, por lo demás, por numerosos geógrafos que han estudiado América Latina. Más nítido es el caso de Buenos Aires, cuya concentración e hipertrofia tienden a eclipsar a las otras ciudades y a amenazar los equilibrios regionales del país. El peligro no es menor, ya que en esos países las redes urbanas bien gestionadas tienen dificultades para emerger, debido al peso de sus respectivas capitales. Las capitales son con frecuencia responsables de los desequilibrios económicos y de las disparidades regionales. Esas centralidades excesivas crean, por lo mismo, marginalidades muy profundas. Cualquier capital, por más que sea multifuncional y que tenga una carga demográfica significativa en relación al resto del país, tiene casi siempre plusvalías sobre las otras ciudades y regiones. En materia política -y eso incluso en países con estructura federalistael espacio y el tiempo políticos de la capital imponen su estructuración, lo que hace que las cuestiones esenciales sean resueltas, con frecuencia, en la capital. La centralización puede no existir en la forma, sino de hecho. Así, la creación de unaobra local, un aeropuerto, un 10
Expresión tomada de Yves BAREL, op.cit.
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enlace carretero o ferroviario, etc., que le interese al gobernante de la región para beneficiarse de ella o…padecerla, según sea el caso, se decide desde el poder central. La centralidad modela así el contexto espacio-temporal desde su propia perspectiva. En materia económica, el mando se asegura con frecuencia desde la capital; es decir, las decisiones son tomadas por las sedes sociales que se instalan en ella. A la aparente dispersión de los establecimientos puede corresponder una concentración de decisiones. Es el caso de Zúrich respecto a Suiza, por ejemplo. Con frecuencia, incluso las decisiones se toman en una “capital” económica extranjera. Se puede pensar en todas las multinacionales extranjeras cuyas sedes están en New York, Boston o en otro lado y que deciden sobre la existencia de establecimientos instalados en Lyon, Ginebra, Milán o Frankfurt en el Maine. A esta dispersión visible corresponde una concentración, sino invisible cuando menos difícilmente aprehensible. Los sistemas de intenciones y de acciones se controlan desde una “capital” o centralidad. El contexto espacio-temporal del lugar de producción no es autónomo; depende del lugar de decisión. En materia socio-cultural, la capital domina los sistemas sémicos y actúa por medio de éstos sobre el entorno que depende de ella. La lengua, la cultura, la información, están determinadas con frecuencia por paradigmas impuestos por la capital. La capital juega, en este caso, un rol normativo: la lengua, como en México, puede ser la que se habla en la capital. La cultura es la ratificada por la capital, como en París. La información desemboca y parte de la capital: es el control sobre el conjunto de los instrumentos de comunicación y sobre el contenido que transmiten. La capital tiene entonces una plusvalía constante en el plano espacial, ya que sus decisiones y sus normas constriñen el campo de intenciones y de acciones de las otras regiones. Pero también tiene una plusvalía temporal, en el sentido de que sus modelos son cada vez más seguidos que los de otras regiones. El tiempo estrictamente regional se restringe, también, en provecho del tiempo de la capital. La capital es entonces, con frecuencia, el origen de una plusvalía espacio-temporal, ya que incide en el espacio social y en el tiempo social de las otras regiones, imponiéndoles sus códigos. Ese control de los códigos lo realizan los actores sintagmáticos, que arman sus estrategias desde la capital. Plusvalía espacial, ya que la capital inviste losespacios con ayuda de sus códigos. Plusvalía temporal, porque la capital constriñe a los otros a trabajar sus códigos, a utilizarlos por plazos cada vez mayores. De esa forma, la capital desvaloriza la información de la marginalidad imponiendo la de la centralidad, es decir, la suya. Son los fenómenos de difusión los que determinan esas plusvalías que hay que estudiar caso por caso, ya que pueden tomar formas muy variadas (Figura 36).
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Figura 36.
La difusión puede ser continua o discontinua, homogénea o heterogénea. Es, sin duda, a través de fenómenos parecidos que se puede observar si el contexto espacio-temporal es isotrópico o anisotrópico. En ello hay un campo enorme de investigaciones que casi no ha sido descifrado, salvo a través de análisis clásicos de difusión, que con frecuencia dejan de lado al poder. III.- REGIONES, NACIONES, GRANDES ESPACIOS Y PODER11 El problema se plantea también a otras escalas y está con frecuencia ligado a la capital. Es muy raro, en efecto, que la capital no sea sino un punto territorial que produzca una centralidad pura. La capital se apoya generalmente en una o en varias regiones, controla una o varias naciones o, en fin, se inscribe en grandes espacios. ¿Por qué? Porque ninguna capital puede poseer en sí misma los recursos necesarios para el ejercicio del poder. Puede agrupar, drenar o colectar recursos útiles, pero no los puede generar ella misma. Si ese fuera el caso, se trataría de una centralidad pura que no puede existir. Considerar la región es tomar una posición apreciada por Whittlesey respecto a los “núcleos urbanos”: esas nudosidades “fundacionales”. Lugar de emergencia de recursos que, en combinación con los actores, permitirán la aparición de formaciones políticas detentadoras de un poder. Es muy conocido el ejemplo tan clásico de Francia, que dio el arquetipo de esas formaciones nucleares. Si se considera a Inglaterra, la Región de Londres constituyó el núcleo del Estado moderno inglés,12 comprendiendo, al este, a Essex y Sussex; al noreste, Suffolk y Norfolk, y al suroeste Dorset. En Suecia, la región del lago Mälar, al este del cual se implantará Estocolmo y de ahí, hacia el oeste, hasta el lago Vänern y a la costa que se abre sobre los estrechos de Skagerrak y de Categat. En Dinamarca, son las islas Selanday Fionia las que formarán ese núcleo. Noruega primero 11
Hemos tomado aquí el título de una obra de Paul CLAVAL, Régions, notions, grands espaces. M. Th. Génin, Paris, 1968. 12 Los ejemplos que aquí se plantean son tomados de N.J.-G. POUNDS y SUE SIMONS BALL, Core areas and the development of the european status systems: Annuals of the association of American geographers, col. 54, 1964, p.24-40.
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conoció una nudosidad en la ciudad de Trondheim, que no tuvo éxito debido al control del país por Dinamarca. Enseguida, Noruega fue dominada por Suecia y el punto central se trasladó a Oslo, debido a sus comunicaciones con Estocolmo. A partir de 1906, fecha de la independencia noruega, Oslo se convierte en la nueva capital. En Suiza, son los Waldstätten13 los que forman el núcleo de la Confederación. Los integraron los campesinos, que se adhirieron, para obtener su independencia, sobre el paso de San Gotardo, ruta intra-alpina, que era tan indispensable para las regiones sub-alpinas septentrionales y meridionales como para las regiones más lejanas de Alemania e Italia. Esta región-clave en el corazón de los Alpes se apoya en un puerto esencial para la circulación norte-sur. El Estado polaco surgió en la región de Posnania, sobre el río Varta, región favorecida en el plano agrícola por los buenos suelos y por su ubicación entre el Báltico y Europa del sur. Rusia se construyó a partir de Moscovia, entre los siglos XVI y XIX. Si se considera a América del Norte, el valle de Saint Laurent, en la costa este y los Grandes Lagos al sur constituyeron las regiones clave para el desarrollo de Estados Unidos y de Canadá. En América Latina, la región-clave de Brasil fue la costa atlántica, de Río de Janeiro a Sao Paulo. Para Argentina, es alrededor del Río de la Plata que se desarrolló la región-clave. En África, el delta del Nilo, la costa de África del Norte y la costa que da al Golfo de Guinea, de Abiyán a Lagos, fueron los puntos de anclaje de los Estados actuales. En Asia, todo el norte de la India Sub-Himalaya y las zonas de Hoang-Ho y del Yang-tseKiang son las regiones-clave que permitieron el desarrollo de los Estados actuales. ¿Cuál es el significado de esas regiones-clave?¿Por qué esta enumeración, que podría volverse rápidamente molesta y fastidiosa? Cualquiera que sea la época en la que emergieron, todas esas regiones clave o zonas centrales presentan elementos comunes. Son o fueron superficies en las que había por ejemplo, recursos qué explotar, recursos agrícolas. Es decir, eran productoras de energía alimentaria, en primer lugar y así podían facilitar el agrupamiento de poblaciones. Es el nacimiento de las nudosidades. La centralidad apareció cuando los actores sintagmáticos desencadenaron una estrategia de control y se implantaron en un lugar escogido por la facilidad que ofrecía para la defensa o la proyección de un poder: emergencia de un “punto”, de una ciudad que agrupa y concentra. Cometeríamos un error si olvidáramos las líneas de comunicación organizadas en red para facilitar la circulación y los intercambios. Es la invención, por parte de quienes están en condiciones de ejercer el poder, de un territorio organizado. En cada caso, convendría identificar si el territorio, como sistema de división, de nudosidad-centralidad y de red se constituyó a partir de superficies, de puntos o de líneas. Hay seis posibilidades, cuya exploración exigiría mucho tiempo. Podemos, no obstante, formular la hipótesis de que la probabilidad de que esas regiones-clave se hayan desarrollado a partir de superficies era ciertamente más alta durante el periodo preindustrial, debido a la imposibilidad de transportar los productos agrícolas en grandes cantidades. En cambio, para el periodo industrial, se incrementa la probabilidad de que las estrategias de los actores hayan tomado en cuenta los puntos o las líneas, en la medida en que fue posible independizarse más fácilmente del entorno inmediato. Esas regiones-clave son zonas de desarrollo multidimensionales, a partir de las cuales es posible ejercer uno o varios poderes. Son pues zonas neurálgicas que ofrecían a quienes las controlaban la posibilidad de fundar una centralidad-marginalidad. La marginalidad se constituyó por las regiones que recibían la influencia de la centralidad. Ciertamente esas zonas clave fueron eclipsadas con el paso del tiempo, pero gozaron en su conjunto, contra lo que se esperaba, de una gran permanencia. Se trata, sin duda, de que la posibilidad de 13
Llamados Los tres cantones del bosque, comprende los pueblos alpinos de Uri, Schwyz y Unterwalden. (NdT)
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ejercer el poder remite estrechamente a la energía que puede aportar una región bajo formas muy diversas y a la posesión de informaciones, que depende en todos los casos de dos factores: la masa demográfica que maximiza las relaciones sociales y la circulación que maximiza los intercambios de cualquier naturaleza. No son, evidentemente, los únicos factores a tomar en cuenta, pero son condiciones necesarias, si no es que suficientes. En este sentido, la masa demográfica no tiene significado real, a menos que esté lo suficientemente concentrada. En efecto, la masa puede ser enorme pero muy dispersa. En cambio, una pequeña masa demográfica que goce de una concentración elevada puede permitir un gran poder. Los ejemplos escogidos y señalados anteriormente ilustran muy bien esta hipótesis. Más allá de las regiones, las naciones que con frecuencia, si no es que siempre, se apoyan en las regiones clave pueden, a muy pequeña escala, jugar el rol de nación-clave, particularmente esclarecedor para un sub-continente, un continente o un conjunto de continentes. En el periodo pre-industrial, Portugal, después España, Francia e Inglaterra tuvieron ese papel de naciones clave, cuya influencia rebasó ampliamente el contexto de Europa. La revolución industrial dio un poder considerable a Inglaterra, que fue, sin competencia, la gran potencia hasta la primera guerra mundial. La segunda guerra mundial vio escindirse al mundo en dos bloques, el este y el oeste, primero con dos socios, la URSS y los USA. Después entró en escena un nuevo actor, China, sin contar al Tercer Mundo, que es también un actor importante, a pesar de -y sobre todo a causa de- sus dificultades. Esas nuevas centralidades-marginalidades de la política contemporánea, así como de la economía incitan, a esta escala, a razonamientos y a gestiones geopolíticas de los que hay que desconfiar. La gestión geopolítica encierra un vicio fundamental que es conveniente hacer explícito en este nivel. Primero, es una gestión que privilegia sobre todo a las medianas y pequeñas escalas. En otras palabras, no es un enfoque utilizable en todas las escalas. Esto sería positivo, desde el punto de vista metodológico. Lo malo es que es un método que oculta una concepción del poder que viene en línea directa de un determinismo geográfico. La geopolítica concibe al poder territorial jerarquizado: el poder viene de arriba y se apoya en áreas donde las posiciones relativas permiten al Estado controlar el entorno. El Estado, con mayúscula, es el único actor que la geopolítica considera. Retomar, sin otra forma de procesamiento, la gestión geopolítica, es negar desde el inicio las posibilidades de la población de reencontrar su propio poder. La geopolítica no confronta más que a las organizaciones para las cuales el poder va de arriba hacia abajo. Casi no es posible utilizar este método unidimensional de otra manera que a pequeña escala. Es por ello que este método fue muy solicitado hace más de cuarenta años. El ejemplo más clásico es el proporcionado por Halford Mac Kinder en 1904. Éste considera los grandes espacios y su teoría se expresa en tres proposiciones: “Quien gobierne en Europa del Este dominará el Hearthland.”14 “Quien gobierne el Hearthland dominará a la Isla-Mundial.” “Quien gobierne la Isla-Mundial dominará el Mundo.” En todo eso se expresa, a pequeña escala, una concepción geográfica del poder único y unidimensional. Es, de hecho, una concepción militar del poder. La geopolítica es unidimensional en la misma medida en que constituye el soporte ideal para desarrollar estrategias cuyo objetivo es la dominación, como lo demuestran sobradamente las proposiciones arriba mencionadas. No es por azar que la geopolítica continúa siendo enseñada en muchas 14
A decir de Mac Kinder, el Heartland comprende a Asia Central y Europa Oriental como esta región cardinal o zona pivote. Es decir, a la zona que constituyó la URSS. (NdT)
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escuelas militares o escuelas de guerra. La geografía política del poder tiene un antídoto qué proponer contra esta unidimensionalidad.
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CAPÍTULO IV LAS REDES Y EL PODER I.- LA CIRCULACIÓN Y LA COMUNICACIÓN
La circulación y la comunicación son las dos caras complementarias de la movilidad. Ambas están presentes en todas las estrategias que desencadenan los actores para dominar las superficies y los puntos a través de las gestión y el control de las distancias. Cada vez que se trata de transferir seres o bienes hablamos, lato sensu, de circulación, mientras que reservamos el término de comunicación para la transferencia de información. Aunque esta distinción sea tan útil puede parecer ambigua, ya que podría dejarnos creer que hay, ya sea circulación o comunicación. En realidad hay, de manera simultánea, circulación y comunicación en cualquier “transporte”. Los hombres o los bienes que circulan son portadores de una información y en consecuencia “comunican” alguna cosa. Del mismo modo, la información que se comunica es al mismo tiempo un “bien” que “circula” (Figura 37). Figura 37
Este simple esquema nos recuerda que en cualquier proceso de transferencia está presente el binomio circulación-comunicación. En la situación S¹ es la circulación la que predomina, mientras que en la situación S² es la comunicación la que impera, sin que por ello haya exclusión de una u otra. Dicho esto, la noción de circulación es, sin duda, más general que la de comunicación, ya que aquélla engloba todo lo que es susceptible de movilizarse. Sin caer en una analogía burda, es posible y hasta legítimo asimilar la circulación al “significante” y la comunicación al “significado”: cualquier elemento material es portador de significación, cualquier significación es “materializable”, sea por medio de un 141
“grafismo” o a través de otro soporte: “la problemática de la circulación material recobra la circulación del signo.”1 Circulación y comunicación están vinculadas, pero no se confunden. Si es verdad que hasta la época contemporánea la red de circulación y la red de comunicación son la misma, la tecnología moderna las ha disociado. Mientras que la información ha corrido más o menos al ritmo de los hombres y de los bienes hasta el siglo XIX aproximadamente, desde entonces las distancias en materia de comunicación fueron abolidas, en la medida en que la transferencia de información de un punto del mundo a otro puede ser casi inmediata. Si, paralelamente, las “distancias temporales” en materia de circulación han sido reducidas considerablemente -es decir, que las tasas de convergencia han tenido saltos bruscos-, hay una especialización tan avanzada de las redes de circulación y de comunicación que ya no se confunden. Esta discordancia entre distancia de circulación y distancia de comunicación no ha impedido la creación de nuevos problemas muy específicos en nuestros días.Esta distorsión es a la vez una ventaja y una desventaja para quienes ejercen el poder. Ventaja de estar informado casi inmediatamente, pero desventaja si la información recibida implica la necesidad de transferir hombres o bienes de un punto del espacio a otro. Lo ideal para el poder es actuar en tiempo real. Si la distancia de circulación y la distancia de comunicación tendieran a la igualdad, el poder no estaría lejos de ser absoluto y cualquier intento totalitario encontraría ahí un punto de apoyo para controlar… el mundo. La actualidad, a través de algunos acontecimientos, nos ha dado, en estos últimos años, ejemplos particulares de esta acción en tiempo real de diferentes poderes políticos: las operaciones de aerotransporte israelíes, francesas, etc., mostraron sorprendentes posibilidades de intervención. No juzgamos si esas operaciones estaban justificadas o no. Retengamos solamente su profundo significado: ajustar dos tipos de distancia-tiempo a gran escala. Cualquier estrategia integra la movilidad y, en consecuencia, elabora una función circulación-comunicación. Es una función de poder: “la circulación imprime su orden. La circulación es un espejo del poder.”2 Stourdze tiene razón pero no va más lejos. Es verdad que la circulación es un espejo del poder y no puede ser de otra manera, ya que la circulación, en el sentido en que la hemos definido, se visibiliza por los flujos de hombres y de bienes que moviliza, por las infraestructuras que supone. En ese caso, el poder no puede evitar ser “visto”, ser “controlado”. Así que, lo quiera o no, el poder proporciona información sobre él, y llama la atención de quienes puedan tener interés en controlarlo y/o en vigilarlo. ¿Es necesario recordar las acrobacias que hacen los ejércitos en guerra para disimular los movimientos de tropas o los convoyes de avituallamiento? Podría decirse que el de la guerra es un caso extremo, cierto, pero incluso en tiempo de paz, al interior de cualquier país democrático, hay circulaciones que buscan mantenerse invisibles, o al menos disimularse, ocultarse: la circulación de los hombres “importantes”, de los bienes raros, de las sustancias peligrosas, etc. La circulación es espejo del poder, pero el poder no siempre necesita un reflejo, e incluso si se refleja es a pesar de él. “La circulación es signo de poder”3: es una observación justa, pero la potencia se pulveriza, se debilita, si el adversario puede controlarla, valorarla, apreciarla. El ideal del poder es ver sin ser visto; por eso la comunicación ha tenido en la sociedad contemporánea tanta importancia, ya que se puede disimular: es el caso en el que el poder puede controlar, vigilar, interceptar, prácticamente sin ser visto. Al control del correo de las antiguas monarquías lo sustituyó el control telefónico, para no citar más que un caso. El poder ha comprendido que su eficacia será tan grande cuanto menor sea su visibilidad. La verdadera fuente del poder se debe 1
Yves STOURDZE, Espace, circulation, pouvoir: l’Homme et la Société, nº 29-30, p.90. STOURDZE, op.cit., p.98. 3 Ibid., p. 98. 2
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buscar, entonces, en la comunicación más que en la circulación. Esto es verdad para todos los actores que son conducidos a adoptar una estrategia paradójica, pero notablemente coherente. La circulación se ofrece a sí misma como un espejo, no se le puede disfrazar ni disimular; en una palabra, es inútil volverla invisible; en consecuencia se le debe exaltar, mostrar, manifestar en todo su esplendor. Así se puede saber todo o casi todo acerca de las redes de circulación. Es relativamente fácil conocer los flujos de hombres y de bienes en la red de carreteras, ferrocarriles, barcos y aviones. Así, si se emiten de manera abierta datos sobre la circulación, hablamos de la secuencia “liberal” de la estrategia del poder. Si por el contrario, se brinda muy poco sobre la comunicación de la información, ya que es mucho más fácil disimularla, esconderla, hablamos de la secuencia “totalitaria” de la estrategia del poder. La función de movilidad del poder no es,a fin de cuentas, bien conocida más que en materia de circulación y,sólo de manera mínima, en materia de comunicación: divulgación de la red de circulación, privatización de la red de comunicación. No es por azar que los actores siguen esta estrategia paradójica: han comprendido que los medios se desplazaban cada vez más hacia la información, cuya gestión y control se facilitan con las técnicas actuales. Esas estrategias paradójicas llevan a la transparencia de los flujos materiales y a la opacidad de los flujos inmateriales. ¿Quién ignora todavía que es más útil poseer tecnología que recursos materiales? Se objetará que no es evidente en lo que respecta al petróleo. Es parcialmente verdad y, en cualquier caso, es una situación-límite, ya que la complementariedad es indispensable. La ciencia y la técnica pueden producir bienes para sustituirlo. Uno de los recursos del poder hoy en día es lo informacional y lo informático es uno de sus medios. El verdadero poder se desplaza hacia eso que es, en gran parte, invisible, ya sea que se trate de información política, económica, social o cultural. La comunicación ocupa cada vez más el centro de un espacio abstracto, mientras que la circulación no es más que la periferia. Esto no significa de ninguna manera que la circulación sea menos importante; al contrario, es ésta la que da testimonio de la eficiencia de la comunicación, pero sí significa que el movimiento de la información organiza la movilidad de los seres y de las cosas. El espacio central de la comunicación vampiriza al espacio periférico de la circulación. La comunicación se nutre de la circulación; el territorio concreto se transforma en información y deviene un territorio abstracto y representado: deja ver todos los fenómenos particulares y confusos y esconde lo esencial, que se transforma en orden. Independientemente de que se trate de circulación o de comunicación, los actores están siempre enfrentados a la misma cosa: una red. No a las “líneas obligadas” que toman los flujos y que nadie ve nunca en su realidad y su totalidad, sino más bien a la representación de esos caminos conectando puntos: “Imaginemos, dibujado en un espacio de representación, un diagrama de red. Está formado por un instante dado -ya que veremos ampliamente que representa un estado cualquiera de una situación móvil-, por una pluralidad de puntos (vértices) conectados entre ellos por una pluralidad de ramificaciones (caminos).”4 La palabra importante es “dibujo”: la marca del “dibujo” del poder. Cualquier estrategia no es, al principio, más que un pensamiento, un discurso o un grafismo que sintetiza las preguntas “cómo”, “por qué” y “cuándo”. Preguntas organizadas, no en el modo de la linealidad, sino en el de la “tabularidad” que enriquece la cantidad de mediaciones posibles y las suaviza.5 Esta multiplicidad de caminos que funda la indeterminación del flujo es, según Michel Serres, la condición de la astucia. 6 La red aparece, desde ahí, como los hilos sostenidos por una malla suave que puede amoldarse a 4
Michel SERRES, Hermès ou la communication, Editions de Minuit, Paris, 1968, p.11. Michel SERRES, op.cit., p.13. 6 Ibid., p.13. 5
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todas las situaciones concretas, y por lo mismo, deformarse para apresar mejor. La red es proteiforme,7 móvil e inacabada. De esta condición inacabada obtiene su fuerza en el espacio y en el tiempo: se adhiere a las variaciones del espacio y a los cambios que se dan en el tiempo. La red hace y deshace las prisiones del espacio convertido en territorio: libera al mismo tiempo que aprisiona. Por eso es el “instrumento” por excelencia del poder. Circulación y comunicación proceden de estrategias y están al servicio de estrategias. Las redes de circulación y de comunicación contribuyen a modelar el contexto espaciotemporal que es cada territorio. Dichas redes son inseparables de los modos de producción que aseguran la movilidad. Los sistemas sémicos materiales son producto de una “lectura” ideológica en varios niveles, en la medida en que están trazados, construidos y utilizados o, si se prefiere, “consumidos”. El dibujo, construcción y utilización de una red, dependen de los medios a la disposición (energía e información) de los códigos técnicos, socio-políticos y socio-económicos y de los objetivos de los actores. Si no hubiera restricciones de ningún tipo, es evidente que cualquier actor aseguraría la circulación o la comunicación entre una serie de puntos y escogería la red máxima “definida por la totalidad de las relaciones más directas.”8 Sería un caso ideal, seguramente, que no tiene sentido en un mundo donde los recursos son finitos. De hecho, nunca estamos en relación con la red máxima, sino con redes de circulación que son “el resultado de la manifestación de las restricciones técnicas y económicas a la vez.”9 En la práctica intervienen otras restricciones, como las que son producto del dominio político o del dominio social. La red de circulación implica un compromiso entre la red máxima, los medios disponibles y las condiciones reales. Es “la red de las circulaciones [la que] permite concebir la naturaleza de la red geográfica”10, que es la que toma en cuenta la disposición de los territorios y la distancia. Algunos autores, como Leawit, se han interesado por la descripción de los gráficos y han creado índices de centralidad y de periferialismo, por ejemplo.11 (Figura 38) (tabla 3).
7
De Proteo, que puede presentarse bajo las formas o aspectos más diversos (NdT) Cf. Michel CHESNAIS, Le renouveau du chemin de fer, Economica, Paris, 1979, p.187. 9 Ibid., p. 187. 10 Ibid., p.187. 11 FLAMENT, op.cit. 8
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Figura 38
A B C D E F G H I
A 0 1 3 2 3 4 3 4 4
B 1 0 2 1 2 3 2 3 3
C 3 2 0 1 2 3 2 3 3
A B C E F G H I
12
D 2 1 1 0 1 2 1 2 2
Índice de centralidad 6.75 9.52 8.52 13.50 8.52 8.10 12.46 8.52 8.52
E 3 2 2 1 0 3 2 3 3
Tabla 412 F 4 3 3 2 3 0 1 2 2
G 3 2 2 1 2 1 0 1 1
H 4 3 3 2 3 2 1 0 1
I 4 3 3 2 3 2 1 1 0
24 17 19 12 19 20 13 19 19 162
Índice relativo de periferialismo 6.75 3.98 4.98 0 4.98 5.40 1.04 4.98 4.98
Sacado de M. CHESNAIS, op.cit., p.188.
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Podemos imaginar redes en las que el índice de centralidad es máximo para todos los puntos y el índice relativo de periferialismo, mínimo.13 En cambio, en la red llamada “rueda” hay un solo centro con un índice máximo de centralidad y de puntos con el mismo índice relativo de periferialismo (Figura 39). Figura 39
Es fácil percibir el interés que estos dos índices pueden presentar en materia de análisis del poder. Sin embargo, sería ingenuo pensar que agotamos el problema del poder con esos índices de centralidad y de periferialismo. Se trata de instrumentos cómodos, cierto, pero que son insuficientes ¿es preciso decirlo? En efecto, sería plantear la equivalencia o la equipolencia de cada uno de los ángulos, lo cual sería imposible. La red es, por definición, móvil en el contexto espacio-temporal.Depende de los actores que administran y controlan los puntos de la red; es decir, dependen de la posición relativa que ocupa cada uno de ellos en relación a los flujos que circulan o que son comunicados en la o las redes. Es esta movilidad de la red la que vuelve superficial la imagen utilizada por quienes comparan al sistema de circulación con un organismo vivo.14 Un sistema de circulación no posee esta propiedad “que llamamos la teleonomía”15 y no se reproduce de manera invariante.16 Un sistema de circulación es un instrumento creado, producido por actores y reproducido de manera variable en función de proyectos políticos y económicos que evolucionan. La analogía no es solamente inadecuada sino peligrosa, ya que “naturaliza” una situación que, por definición, evoluciona en un espacio tiempo. Si consideramos solamente la circulación, notaremos que cualquier red está en perpetuo cambio, según lo que las estrategias privilegien, la gran o la pequeña escala. La estrategia 13
Cf. KAUFMANN, Des points et des flèches…la théorie des graphes, Paris, 1968, p.102-104. Cf. Maurice WOLKOWITSCH, Géographie des transports, A. Colin, Paris 1973, p.6 15 La teleonomía se refiere a la calidad de aparente propósito y de orientación a objetivos de las estructuras y funciones de los organismos vivos (NdT) 16 Cf. Jacques MONOD, Le hasard et la nécessité, Seuil, Paris 1970, p. 22-25 14
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romana en materia de circulación reivindica una concepción a pequeña escala. Se trataba de romper el aislamiento de los territorios conquistados respecto a Roma, en la medida en que crecía la extensión del Imperio. De ahí la construcción de grandes ejes. Grandes ejes que conectan los puntos centrales, que permiten el control y la gestión de vastos espacios. Grandes ejes que facilitan el desplazamiento de las legiones, garantía de la “pax romana.” Estrategia a pequeña escala también, como la de los Waldstätten, quienes aseguraban, dada la maestría del puente de San Gotardo, las conexiones entre las vertientes norte y sur de los Alpes. Estrategia incluso a menor escala, la de los rusos que lanzaron la vía del ferrocarril Transiberiano hasta Asia. Las estrategias a pequeña escala se utilizan para intentar una integración territorial y una continuidad en el ordenamiento de las distancias: control de los espacios “moleculares”, por oposición a los espacios “atómicos”. En dichas estrategias se le otorga mayor importancia, más significado, a los puntos terminales que a los intermedios. Esto aparece con toda claridad cuando los grandes conjuntos territoriales se desintegran. Pensemos en la red ferroviaria del Imperio Austro-húngaro, centrada en Viena y Budapest. Era prueba de una bipolaridad política que voló en pedazos al día siguiente de la primera guerra mundial. Con la creación de nuevos Estados, fue necesario reorganizar las redes y construir nuevos ejes para afirmar el papel de ciertas capitales como Belgrado, por ejemplo.17 La concepción territorial de estas estrategias es con frecuencia muy abstracta, ya que postula la homogeneidad, la isotropía y la transparencia del espacio. Todas ellas son propiedades que no existen más que a nivel de una representación, pero de ninguna manera en la realidad territorial vivida. ¿Es preciso agregar que estas estrategias, en la mayoría de los casos, si no es que siempre, se desarrollan por Estados que se inspiran en códigos jerárquicos y centralizados? Es la presbicia bien conocida de los “Imperios”. Los actores políticos se inspiran casi siempre en principios jerárquicos y centralizadores; las estrategias a grande y mediana escala son menos fáciles de poner en evidencia y de ilustrar. Aunque en países de vieja tradición federalista, por ejemplo en Suiza, se puede descubrir, respecto a la red de carreteras, una estrategia a mediana escala. La red de Suiza occidental y la de Suiza oriental se desarrollaron en forma simultánea. No se han vinculado, por lo que hay una ruptura que puede sorprender al observador y que es difícil de interpretar, ya que es ambigua. La discontinuidad pareciera caracterizar las estrategias a mediana y gran escala, pues sus proyectos se interesan menos por la integración de los espacios moleculares que por la de los espacios atómicos. ¿Será que la miopía de los regionalismos se da a partir de la presbicia de los Imperios? En cualquier caso, hay una oposición entre el dominio territorial atómico y el dominio territorial molecular. La habilitación del ferrocarril en Australia parece haber sido producto de estrategias del mismo tipo, conducidas por actores que, sin haber adoptado las mismas separaciones de vías, determinaron la existencia de redes yuxtapuestas. Esas diferentes estrategias no son exclusivas, sino complementarias. Son, además, secuenciales y sucesivas. Es raro, en efecto, que el desarrollo de las redes se haga simultáneamente a pequeña y gran escala. Es conveniente descifrar las redes a través de su historia y a través de los territorios donde se instalaron, a través de los modos de producción que permitieron su instalación y a través de las técnicas con que las construyeron. Las redes son no solamente el espectáculo del poder, sino la imagen del poder. Consideremos ahora las redes de comunicación.18 Es la otra cara de la movilidad, la que por su naturaleza esencialmente informacional, da significado al movimiento. Mucho antes 17
WOLKOWITSCH,Op.cit., p.132. Cf. Kart W. DEUTSCH, The nerves of government models of political communication and Control, the Free-Press, New York, Collier-McMillan Ltd, London, 1968. 18
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de M. Mc Luhan, quien mejor ha puesto en evidencia la importancia de la comunicación como forma de distribución de información, fue seguramente H. A. Innis.19 La información, hecha de mensajes, es “comunicada” por medios cuya naturaleza y utilización implican cierta concepción del espacio y el tiempo, de la gestión y del control, para los que la comunicación es indispensable. Esta consideración de Innis sobre el tiempo y el espacio no carece de originalidad: “Gobernar de modo efectivo grandes áreas depende en gran medida de la eficiencia de la comunicación”.20 Gobernar, claro, pero ¿sobre qué superficie y durante cuánto tiempo? La idea fundamental de Innis es que, al parecer, no es posible dominar igualmente el espacio y el tiempo: “Los conceptos del tiempo y el espacio reflejan la importancia de los medios de la civilización.”21 El medio de la comunicación, es decir, la parte significante o “material” del mensaje o, en otros términos, la forma de circulación del mensaje, determina más nítidamente el dominio del contexto espacio-temporal. ¿Qué quiere decir esto? Que hay medios masivos de comunicación que permiten “atravesar el tiempo”, durar, resistir al tiempo. En el transcurso de la historia estuvieron hechos de materiales relativamente resistentes como la piedra, el barro cocido o el pergamino. Pero aunque duraderos, son de una débil manipulación, ya que su portabilidad, cuando se trata de trasladarlos, no es muy grande -con excepción del pergamino, evidentemente más transportable que la piedra o el barro cocido-. Un mensaje esculpido en una piedra o en el barro cocido no puede transmitirse en vastos territorios. Sin generalizar en exceso esta idea, podemos pretender que los alcances temporal y espacial varían en sentido inverso, observación a considerar más como hipótesis que como afirmación. Tratemos, mediante una serie de ejemplos, de profundizar en ese problema. Primero, el mensaje dado por la piedra: los sistemas arquitectónicos y escultóricos, por ejemplo. Se parte, evidentemente, de la idea de que el espacio no es un dato sino una creación, idea que compartimos desde el principio de esta obra y que hemos intentado demostrar. Hay que admitir, enseguida, que hay vínculos importantes entre la ocupación del espacio y una cierta orientación de la vida social.22 La arquitectura de Caprarola nace de un espacio topológico que se corta en ejes agudosque la dotan de sentido.23 “Que la dotan de sentido”; ahí aparece la comunicación. Transmisión de un mensaje impregnado de poder: al lado de la villa sin estilo, fuera de la historia porque aseguraba una “eternidad” humana, el palacio visualizaba el poder de una casta, fundando la desigualdad amo-siervo.24 El palacio, primero por su presencia, después por su organizacióny finalmente por su altura, rige al entorno inmediato. El palacio se vuelve un conjunto complejo de mensajes que destilan poder. El palacio “comunica”, porque constituye un sistema sémico. Espacialmente el mensaje no rebasa un área limitada, aquélla desde donde el palacio es visible, es decir, “legible”. Es una relación dialéctica de quienes envían el mensaje por intermedio del conjunto arquitectónico con quienes reciben el mensaje. Débil alcance, que no interesa más que al palacio y al pueblo. En cuanto a su temporalidad, el mensaje puede atravesar siglos: difundirá mientras esté presente. Evidentemente, la información no tendrá el mismo impacto ni el mismo significado en el transcurso del tiempo, pero se seguirá transmitiendo.
19
H. A. INNIS, Empire and communication, Oxford Clarendon Press, 1950 y del mismo autor, The bias of communication, University of Toronto Press, 1951. 20 “The effective government of large areas depends to a very important extent on the efficiency of communication” en el original (NdT) 21 H. A. INNIS, Empire and communication, p. 7. “The concepts of time and space reflect the significance of media of civilization” en el original (NdT) 22 Cf. Gérard LABROT, Le palais Farnèse de Caprarola, essai de lecture, Paris, Klincksieck.1970. 23 Ibid., p.7. 24 Ibid., p.127.
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Es debido a que los monumentos de las civilizaciones desaparecidas nos legaron una información rica en virtud que podemos intentar conocerlas. Mientras más durable sea el medio, menos probable es que la información pueda ser transferida y, por lo mismo, que pueda circular: el papiro o el papel “…se adaptan a grandes áreas en la administración y el comercio.”25 A partir de estos análisis, Innis formula una hipótesis muy interesante, pero que aún hay que verificar: “Quienes hacen énfasis en el material privilegian el tiempo sobre la descentralización y la jerarquía institucional, mientras que los que enfatizan el espacio sobre la centralización y los sistemas de gobierno tienen un carácter menos jerárquico.”26 Seductora fórmula sin duda, verificable en numerosos casos, pero que, sin embargo, comete el error de privilegiar el medio sobre el mensaje. Innis tiene una deformación que otorga al soporte un lugar excesivo en relación a la información misma. En efecto, podemos imaginar sin dificultad un soporte durable que sea portador de un mensaje no jerárquico, o a la inversa. Además, la hipótesis, que podemos calificar de fuerte, no es verificable más que a ciertas escalas. Marshal Mc Luhan desarrolló mucho esas cuestiones y escribe: “Cuando una sociedad inventa o adopta una tecnología que da predominio, o nueva importancia a uno de los sentidos, la relación de los sentidos entre sí se transforma. El hombre se transforma: sus ojos, sus orejas, todos sus sentidos también se transforman.”27 La información puede ser “escuchada” o “vista”: la red de sonidos no es la red de imágenes; los poderes que derivan de cada una de ellas no son tampoco de la misma naturaleza. Es verdad que un nuevo medio puede conducir a la emergencia de una nueva civilización.28 Podríamos agregar también que un nuevo medio es portador de una posible reestructuración del poder. ¿No es eso lo que estamos viviendo con la informatización progresiva de la sociedad? Desde 1950 entramos a la era de la informática, que era hasta entonces “elitista”: elitista por ser compleja en su lenguaje y de difícil acceso.29 Hoy la informática se ha vuelto práctica corriente, con el uso de lenguajes simples que se aproximan al lenguaje natural. En el futuro tendremos una informática de gran difusión, mediante el desarrollo de la telemática. El uso de satélites permite controlar y administrar la comunicación a escala planetaria. La comunicación ha cercado el espacio terrestre: basta con un satélite o una red de puntos para transmitir cualquier información que se desee. El planeta puede ser habilitado de tal forma que ningún punto esté aislado: el espacio, en este sentido, está perfectamente controlado. Pero ¿qué sucede con el tiempo? Los medios masivos de comunicación utilizados tienen una débil duración de existencia en comparación con los medios masivos clásicos y son “frágiles”, en la medida en que dependen de una tecnología compleja a merced de una ruptura del aprovisionamiento de energía. La informatización está sostenida por la circulación de energía. Es verdad que nos encaminamos hacia un control cada vez más grande del espacio, en materia de información, pero también es verdad que el control del tiempo, de la duración, aún es débil. Todos los totalitarismos encuentran un notable instrumento de poder en la informática, instrumento del que George Orwel dio una prefiguración espeluznante en 25
INNIS, Empire and communication, p.7. “…are suited to wide areas in administration and trade” en el original (NdT) 26 Ibid., p.7. “Material wich emphasize time favour decentralization and hierarchical types of institutions, while those which emphasize space favour centralization and systems of government less hierarchical in character.” en el original (NdT) 27 M. MC LUHAN, La Galaxie Gutenberg, T.1, Idées Coll. Gallimard, Paris, 1977, p.60. 28 INNIS, The bias of communication, op.cit., p.34. 29 Simon NORA, Alain MINC, L’informatisation de la société, La Documentation Française, Paris, 1978, p.18.
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1984. Con la informática hay la posibilidad -y por lo mismo la tentación- de vigilar a toda una población, encerrándola en redes de ficheros electrónicos: ver todo, saber todo en un espacio, en un territorio. La multiplicación de las redes de comunicación en los grandes países, como los Estados Unidos y la URSS, revela una concepción del poder enraizada más en el espacio que en el tiempo. El control total del territorio es necesario para movilizar a los hombres y a los recursos, para preservar de alguna manera las ganancias en el área más extensa posible. Las grandes potencias desarrollaron estrategias horizontales para cubrir la mayor superficie posible, al interior de la cual dichas potencias tratan de recolectar el máximo de energía y de información. El juego político de las grandes potencias, en esas condiciones, depende de las variaciones y de los frecuentes movimientos oscilatorios. Es una lucha entablada contra el tiempo, al que no se logra controlar. Cuando se pierde el control de un territorio, se busca sustituirlopor otro. Es una estrategia opuesta a la “vertical”, fundada en el tiempo pero que abarca un pequeño espacio: es el imperio romano frente a Grecia. ¿Simplificación simbólica? Apenas, ya que Roma prefiguró los vastos imperios, mientras que Grecia prefiguró el “tiempo largo” por su influencia en la cultura occidental. Las sociedades con un fuerte dominio territorial se caracterizan por flujos considerables de información que requieren de enormes cantidades de energía. De manera inversa, las sociedades con débil dominio territorial son poco atravesadas por flujos de información y, en consecuencia, no son grandes consumidoras de energía. En el primer caso, la información debe renovarse rápidamente y esa renovación es necesaria para dar coherencia al sistema. En el segundo caso, el mantenimiento de la coherencia está asegurado por una información tradicional, con una tasa relativamente débil de renovación. Las redes de circulación y las de comunicación finalmente se compenetran, se articulan, interactúan. Pero sobre todo se crean interfaces entre circulación y comunicación, que dan al poder una trama específica. ¿No son estas interfaces las que, en cualquier crisis, en cualquier revolución, buscan acaparar a aquéllos que quieren sustituir al grupo dominante? Quien busca tomar el poder se apodera progresivamente de las redes de circulación y de comunicación: controla las vías carreteras y ferroviarias, controla las redes de alimentación de energía, controla las centrales telefónicas, las estaciones de radio y de televisión. Controlar las redes es controlar a los hombres y es imponerles un orden nuevo que sustituirá al viejo. II.- LOS ACTORES Y LA CIRCULACIÓN El modelo simbólico de Vance es muy útil para comprender el funcionamiento de las redes de circulación, y es igualmente genético.30 Comprende cinco etapas y combina el modelo mercantilista, como práctica económica y el modelo de los lugares centrales, como práctica espacial. Al desarrollarse históricamente, este modelo revela de manera lógica la etapa de explotación colonial del mundo por Europa. Estamos, pues, en una relación plena de poder. En la primera etapa, la “costa” europea se caracterizó por un acondicionamiento burdamente asimilado a la teoría de los lugares centrales que expresan la orientación agrícola de Europa. De esta Europa fundada en la explotación agrícola partieron, en la época de los grandes descubrimientos, muchos navegantes con intenciones múltiples, variadas y ambiguas. Sin embargo, una cosa es cierta: fueron en busca de información acerca de lo “que pasa”, acerca de lo “que existe”, más allá del horizonte. Que traerán efectivamente, además de curiosidades: ¡información! Información disparatada, cierto, pero llena de promesas económicas y políticas que se materializarán en los siglos 30
J. R. VANCE, The merchant’s World: the geography of wholesaling, Englewood Cliffs, New Jersey, 1970.
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posteriores. Stourdzé no se equivocó en eso: “Nuestra era se abre con los navíos de Colón y con los caracteres de la imprenta de Gutemberg. Complicidad entre ambos fenómenos, porque los dos son invención del espacio de circulación.”31 Y agrega: “Con Colón la tierra se convierte un espacio reproducible…”32 Observación fundamental, ya que las redes de circulación, como sistemas sémicos, son los mediadores indispensables para la reproducción social: “Lo que está en juego aquí es la reproductibilidad.”33 Debido a la circulación, los hombres “inventan” nuevas terminales que están conectadas al punto inicial de partida. La primera etapa, que es de descubrimiento y cuya aportación por excelencia es informativa, prepara la repetición. La primera inversión se autoriza para adquirir una información. En la segunda etapa, separada de la primera por una duración variable, comienza la explotación económica y/o política. Explotación económica de las propiedades de las materias descubiertas, explotación de los recursos integrados a procesos técnicos viejos o nuevos. “Una vez producido el espacio, el frenesí del movimiento se convierte en el aguijón central de la tecnología.”34 Desde entonces, estamos frente a tres redes anastomóticas:35 una red continental inicial, con frecuencia dirigida desde el punto de partida de los descubridores que, al mismo tiempo, es un punto de llegada de flujos de bienes; una red marítima, con rutas dirigidas por los vientos y las corrientes marinas y una red continental embrionaria en las tierras recién descubiertas. Las relaciones que se establecen pueden tener durante mucho tiempo un carácter únicamente comercial pero, en la mayoría de los casos, la voluntad de conservar el sistema construido de esa manera incita a sumar las relaciones políticas a la ocupación del nuevo territorio y al control de las poblaciones. En la tercera etapa, el sistema afirma su coherencia, con el traslado de inmigrantes que van a producir diversos recursosque cambiarán por productos manufacturados en la metrópoli. Es el mercantilismo que llega a su punto de madurez: hace funcionar una red de intercambio de materias primas contra productos fabricados. Así se establecen las relaciones de poder asimétricas, ya que el Estado se reserva el monopolio de las relaciones con sus colonias. Se conocen las Leyes de Navegación, entre las que la más famosa es la de Cromwell en 1651, que reservaban de una manera drástica el beneficio del comercio de alta mar para los ingleses. Ese tipo de relación de poder conducirá, como en América, primero a revueltas y después a revoluciones. La cuarta etapa representa la expansión, pero también la transformación del sistema, debido a la aparición en la colonia de centros de producción específicos. Paralelamente, se asiste a un crecimiento económico rápido de la metrópoli, a una diversificación de las tres redes y a una multiplicación de intercambios. En la quinta y última etapa, hay una reproducción en la colonia, que puede darse en víspera de la independencia, de los modelos de organización espacial de la metrópoli, es decir, inmediatamente después de la penetración progresiva al interior de las tierras de una implantación del sistema de los lugares centrales. Expresión perfecta de una interface compleja en la que participan numerosas interacciones. Se observará también que, en la medida en que se produce la evolución, las distanciastiempo disminuyen; es decir, las técnicas de circulación mejoran. Esto es perfectamente visible en el modelo gráfico de Vance. En cierta manera, debido al juego de la circulación, hay una proyección del punto inicial sobre el punto terminal. 31
STOURDZE, Espace…, op.cit., p.99. Ibid., p.99. 33 Ibid., p.99. 34 STOURDZE, Espace…, op.cit., p.99. 35 Comunicación entre dos buques, dos conductos de la misma naturaleza o dos nervios. (NdT) 32
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Se trata, pues, de una reproducción del espacio original; no de una reproducción idéntica, sino equivalente, que considera las particularidades espacio-temporales del espacio terminal. No se trata de un calcado territorial, sino de una reproducción territorial que sólo pudo realizarse por el comienzo de un sistema de circulación. Como podemos ver, todo el proceso es dirigido por una práctica (marítima) y un conocimiento (buscado). Circulación y comunicación están, pues, bien unidas, entrecruzadas y tejidas una con la otra. Las apuestas del sistema son numerosas y son objeto de las estrategias de los actores, estrategias que se modifican y se reestructuran, según el sentido de las diferentes etapas. El sistema general que describimos puede ser perturbado por la intervención de nuevos actores. Algunos pueden buscar “cortar” o “interrumpir” momentáneamente el sistema de circulación. Con frecuencia, la búsqueda de ganancias correspondió al espacio reproducido. La historia colonial está llena de dichas peripecias: interrupciones, capturas, desvíos, ocupaciones, etc. Sin contar todas las relaciones de poder que se generaron al interior de los subconjuntos del sistema descrito. En conclusión, es esencial recordar que el sistema de circulación manifiesta la dinámica de los actores y de sus estrategias. La del dinero es una circulación que muestra muy bien la compenetración casi perfecta de la circulación y la comunicación. La moneda es, a la vez, “energía cristalizada” e información. El término de red financiera, que se impuso por analogía con la red ferroviaria o la de carreteras no es abusivo, ya que designa “el conjunto jerárquico y estructurado de los mostradores dirigidos y animados desde la sede central de un gran establecimiento.”36 El dinero “circula”, en el sentido de que está “materializado”, pero también “comunica”, en el sentido de que es una señal, un orden. Los institutos financieros arrojan sobre el territorio el hilo de su red a través del enjambre de sus agencias. No es por azar que Labasse habla, a propósito de los bancos, de “dos concepciones geopolíticas” que se enfrentaron entre 1865 y 1880 en Francia: “Una de ellas, la de la Sociedad General, pretendió, desde París, penetrar profundamente el suelo nacional a lo largo, a partir de los mayores ejes de circulación. La otra, la del Crédito Lionés, concebida en Lyon, apostó por un proceso de irradiación, de difusión en ondas concéntricas desde un foco central.”37 “Concepción geopolítica” es una expresión perfectamente escogida y adecuada, ya que resume la inversióndel territorio por el dinero: “El movimiento monetario se presenta como el epicentro de una circulación general que invierte el conjunto de los espacios.”38 Cualquier sistema bancario posee, cuando menos, dos estrategias: una de recolección y otra de distribución. El área de recolección debe ser los más isotrópica posible; la de distribución, anisotrópica.39 En esta oposición reside el poder bancario que busca mantener relaciones lo más simétricas posibles con los ahorradores, para incitarlos a que le confíen su dinero, pero también establecer relaciones asimétricas con los deudores-inversionistas que no tienen el mismo interés, según sea el lugar en el que se localizan. El mapa mental del banquero-recaudador está completo y es una representación fiel del mapa topográfico. El mapa mental del banquero prestamista está incompleto: recaudar en partes iguales, distribuir diferencialmente. Pero al mismo tiempo que el banco recauda dinero, también recauda información que almacena para utilizarla en el momento de la “redistribución”. El signo monetario es fascinante, en la medida en que su circulación, muy estrechamente controlada, organiza y desorganiza, estructura y desestructura los territorios en todas las 36
Jean LABASSE, L’espace financier, A. Collin, Paris, 1974, p.21. Ibid, p.23. 38 STOURDZE, Espace.., op.cit. p.100. 39 Isotropía: relativo a una situación isotrópica, donde se presentan las mismas propiedades, sin importar la dirección en que se midan. Anisotrópica: relativo a la anisotropía, y que remite a la característica de algunas sustancias de variar alguna de sus propiedades según la dirección en que se midan (NdT) 37
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escalas. Juego terrible, como el del movimiento de capitales que pueden regenerar una economía o, al contrario, desaparecerla; que pueden derrocar un gobierno o, al contrario, sostenerlo: Es Allende privado de créditos, mientras que Videla estuvo inundado de ellos. Observación banal, pero ilustrativa del poder que poseen aquellos que hacen circular el dinero. Hay una coherencia en todo esto.También hay una ruptura, en el mapa del dinero, que se descubre en el mapa político: el representante electo de una democracia está con frecuencia en discordancia respecto a la voluntad expresada por sus electores, como el banquero “representante del dinero prestado” está en discordancia respecto a la voluntad de los prestamistas. Juego asimétrico de la representación que hace o deshace las cosas. Finalmente, la circulación del dinero se parece a la comunicación porque es invisible, inasequible y, para la mayor parte de nosotros, incontrolable. Circulación subterránea que no se vuelve visible más que por las convulsiones que produce. Convulsiones que difieren en el tiempo y en el espacio. El accidente financiero raramente está circunscrito. III.- LOS ACTORES Y LA COMUNICACIÓN La importancia de la información -y en consecuencia de las redes de comunicación- es ampliamente reconocida: “Una creciente fracción del empleo, tiempo y espacio de cualquier organización debe destinarse a la obtención y procesamiento de la información y a las funciones gerenciales.”40 El inconveniente, sin embargo, en esta toma de consciencia -y del cual Karl Deutsch es en parte responsable-, reside en el funcionalismo a ultranza que caracteriza a los análisis de la comunicación. Ese funcionalismo es la forma moderna del organicismo que se le reprocha, equivocadamente, a Ratzel.41 Cualquier individuo está inmerso en una red de comunicación, al igual que cualquier grupo y cualquier sociedad. Un simple esquema mostrará cuáles son los medios masivos de comunicación y su estructura.42 (Cuadro 5) Cuadro 5 LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
Medio
De masas
Interpersonal
Formal
Edición, prensa, radio, televisión, cine, etc. Reproducción de diversos tipos
Correo, telégrafo, teléfono
Estructura
Informal
Conversación verbal y no verbal
Cualquier red que comprenda la comunicación de masas y la interpersonal y que controle una estructura formal, es un instrumento de poder estrechamente controlado, ya que permite envolver a una población en una trama informacional que la sobre determina respecto a las estrategias de las organizaciones. En otras palabras, se trata de distribuir una 40
GOTTMANN, citado por R. F. ABLER, The geography of communication in transportation geography, edited by M.E.E. Hurst, Mc Grow Hill, New York, 1974, p.327-328.“An increasing fraction of the employment, time, and space of any organization must be devoted to information gathering and processing and to management functions” en el original (NdT) 41 K. DEUTSCH, op.cit. y F. RATZEL, op.cit. 42 Esquema adaptado de ABLER, op. cit., p.330
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información que haga aumentar la probabilidad de que la categoría de sujetos haga A, en vez de no-A; o, mejor aún, que esos mismos sujetos piensen B en lugar de no-B. En este sentido, las redes formales de masas son activas, ya que difunden una información, mientras que las redes formales impersonales son pasivas, en la medida en que, por el control, revelan informaciones que pueden ser útiles. Las redes formales de masas poseen una capacidad de difusión espacial y temporal variable, según su potencial técnico y su organización, pero en última instancia, la radio y la televisión pueden, con los materiales actuales, cubrir todo el planeta. Es cierto que se puede temer que éstos contribuyan a una homogenización cultural, aunque se trata de un riesgo débil. El peligro es otro y reside en la posibilidad de que quienes administran y controlan esos medios difundan informaciones cuyo carácter contundente pueda provocar reflejos condicionados, esquemas de comportamiento, etc. Hubo experiencias radiofónicas que provocaron pánico en una población. La radio y la televisión son instrumentos de poder peligrosos: la lucha de los partidos minoritarios en Francia y en Italia, por ejemplo, para tener derecho a emisiones más largas que las que se les otorgan es prueba de ello; aunque es factible, como lo hace el Partido Radical en Italia, pasar por las repetidoras de las radios privadas instaladas en diferentes ciudades. Es el principio de una red paralela de comunicación radiofónica frente a la del Estado, y lo mismo sucede con la televisión. Política, económica, social y culturalmente, esas redes privadas juegan un papel nada despreciable en los lugares donde existen. Para el análisis del poder es esencial saber si, frente a las redes públicas del Estado, pueden organizarse redes privadas. Hay que responder a la pregunta, ¿hay un monopolio de Estado o no? Si no lo hay, conviene peguntarse acerca del alcance y la duración de la difusión de las redes privadas. La competencia entre redes públicas y privadas es satisfactoria desde el punto de vista político, ya que es al menos una condición necesaria, si no suficiente, para una “comunicación democrática”. Necesaria, pero no suficiente, ya que los medios no están repartidos de manera igualitaria y las redes de comunicación son caras. En los países multilingües, las redes de radio y de televisión deben multiplicarse, como sucede en Suiza. Esta diversificación en Suiza, no es solamente producto de la estructura lingüística, sino de la estructura de su federalismo político. Encontramos la misma diversificación en muchos países federalistas, como Alemania y Austria, que funcionan según el sistema de estaciones regionales. A diferencia de la radio y la televisión, la prensa se enfrenta a la distancia y al costo del transporte.Constituye una red de comunicación igualmente importante, con una estructura más vieja también. La distribución de la información mediante la prensa es mucho más difícil y sobre todo menos homogénea y sistemática que la de la radio y la televisión. La información periodística supone estructuras socio-culturales más desarrolladas que las de la radio y la televisión, tal vez por su relación con la tasa de alfabetización. Paradójicamente, los medios más modernos, que rehabilitan el sonido y la imagen, están más “adaptados” a las poblaciones menos alfabetizadas. Representan además, desde cierto punto de vista, una especie de retroceso, de regreso a un pasado remoto, bien analizado por Mc Luhan.43 En los países desarrollados es común hablar de poder de los medios. Se trata de un abuso del término, en el sentido de que los medios no son “poder”, sino instrumentos de poder combinados en las estrategias. Es por eso que los actores políticos o económicos se aseguran el control de las redes de comunicación: prensa, radio, televisión, correo, telégrafo y teléfono.
43
MARHSALL Mc LUHAN, La Galaxie Gutenberg, t.1 y 2, Gallimard, Paris, 1977.
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Las redes informales de masas o interpersonales constituyen un contrapeso útil y bienvenido, ya que no pueden ser fácilmente concentrados ni centralizados. Para controlar los medios actuales de reproducción y las conversaciones, hay que instituir un orden fundado en el terror. Desgraciadamente, ciertos actores lo han conseguido, pero ¿durante cuánto tiempo? Las diversas oposiciones que pueden manifestarse respecto al Poder en algún lugar utilizan con frecuencia -sobre todo en países donde existe el delito de opiniónmedios informales para expresarse. Son redes invisibles y subterráneas que logran mantener una cohesión entre los opositores. En los países con libre expresión, se echa mano de esas redes para paliar la falta de medios financieros. Cualesquiera que sean las medidas tomadas, la información termina siempre por transmitirse, ya que se infiltra por todos lados: las barreras alrededor de la información no sirven de nada. Norbert Wiener no se equivocaba cuando escribió, hace un cuarto de siglo: “La información se presenta sobre todo como una cuestión de procesos, más que de almacenamiento. El país más seguro será aquél en el cual la situación de la información y de la ciencia satisfagan las exigencias eventuales, el país en el que se comprenda plenamente que la información es importante como estadio de un proceso continuo, gracias al cual observamos el mundo exterior y actuamos eficazmente sobre él.”44 Esto plantea todo el problema de la difusión, senso lato.45 Veremos en la siguiente parte, reservada a los recursos, que la difusión es con frecuencia ambigua porque es selectiva.
44 45
Norbert WIENER, Cybernétique et société, Paris, 1962, p.151. Cf. T. HÄGERSTRAND, The propagation of innovation waves. Lund Studies in Geographie, 1952.
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CUARTA PARTE
LOS RECURSOS Y EL PODER
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CAPÍTULO I ¿QUÉ SON LOS RECURSOS? I.- MATERIA, RECURSO, TECNICIDAD
Desde la perspectiva de nuestra problemática relacional, tres nociones constituyen -de una manera analógica- los equivalentes de las nociones de espacio, territorio y territorialidad. La materia (o substancia), se encuentra en la superficie de la tierra, o es accesible desde ella y se asemeja a un “dato”, ya que preexiste a cualquier acción humana. En ese sentido, la materia equivale al espacio, que ya analizamos. La materia es un dato puro en la medida exacta en que es producto de fuerzas que actuaron en el transcurso de la historia de la tierra, sin ninguna participación o intervención del hombre. La materia no es consecuencia de una práctica, sino que se ofrece a la práctica, convirtiéndose en un vasto campo de posibilidades. “Posibilidades” que sólo se realizarán a través de un objetivo intencional -conocimiento y práctica-, que jugará un rol de filtro seleccionador. El caso extremo, que no es raro, es el de la creación, a partir de elementos, de materias que no existen tal cual en la naturaleza. Dichas materias pueden tener una utilidad inmediata o permanecer como curiosidades. Toda materia se caracteriza por propiedades, cuya manifestación dependerá de la relación que los hombres mantengan con ella. Es efectivamente el hombre quien, mediante su trabajo energía informada-, “inventa” las propiedades de la materia, mismas que no están dadas, sino que son “inventadas”, que son producto de un proceso analítico, durante mucho tiempo empírico, desencadenado por el hombre, quien somete a la materia a diversas operaciones. La relación con la materia se caracteriza siempre por un punto de vista que permite la integración de tal o cual sustancia en una práctica. El punto de vista, limitado por definición, implica que ninguna acción particular agota las propiedades de la materia: las propiedades de la materia no son absolutas para el hombre. Así, un cambio de práctica constituye una nueva relación con la materia, de donde resulta la posibilidad de poner en evidencia nuevas propiedades. Queda entendido que una práctica -siempre compleja, incluso la más elemental-, es una secuencia que remite a uno o a varios conocimientos que surgen en la acción, pero también a otros que son producto de una acumulación anterior, actualizada por la memoria. Una práctica no es, entonces, estable, sino que evoluciona en el espacio y en el tiempo a la vez. Un ejemplo banal puede hacernos comprender el carácter no absoluto de la relación con la materia, por un lado y su carácter evolutivo, por el otro. Durante mucho tiempo, el carbón no fue sino una materia como cualquier otra para las sociedades humanas; podía tal vez sorprender o intrigar por su aspecto, pero no tenía un valor particular antes de ser integrado a una práctica. Después, progresivamente, sin duda más por azar que por ciencia, se descubrió “lo que se podía hacer con él”. Es decir, se “inventaron” algunas de sus propiedades. Usado como combustible en muchas regiones europeas medievales, el carbón es ahora una materia prima de la industria química contemporánea. Entre la Edad Media y el siglo XIX se incrementó la cantidad de propiedades del carbón, por la evolución de las prácticas de las que ha sido objeto. Sin embargo, ¿es posible afirmar que la materia “carbón” es actualmente conocida en todas sus propiedades? No, si se admite que las prácticas que lo integran van a evolucionar todavía. De hecho, tratándose de nuevas prácticas, pueden emerger otras propiedades. El hombre no agota ninguna realidad material, a menos que se haga la hipótesis 158
de un estancamiento definitivo de sus prácticas. Esta hipótesis es aceptable temporal y localmente, pero no de manera definitiva ni general. Lo que pasa con el carbón sucede con otras materias. Se puede pretender que la cadena de las propiedades materiales es una función de las prácticas y de los conocimientos humanos. Sin práctica, la materia permanece como simple “dato” inerte y sus propiedades están latentes. Sin práctica, la materia no se devela como campo de posibilidades: sin práctica no hay ninguna relación, ningún trato con la materia y, por lo tanto, ninguna producción. El poder original del hombre se revela a través del surgimiento de las propiedades de la materia. Propiedades que corresponden, para el hombre, a las formas de utilidad. El poder sobre la materia puede medirse mediante el crecimiento correlacionado de las clases de propiedad y los tipos de utilidad, ya que el hombre no se interesa en la materia como masa inerte indiferenciada, sino como poseedora de propiedades que corresponden a utilidades.369 En esas condiciones, no es la materia la que es un recurso; para ser considerada como tal, ésta no puede ser sino el resultado de un proceso de producción: se requiere un actor (A), una práctica o, si se prefiere, una técnica mediada por el trabajo (r) y una materia (M). La materia no deviene recurso más que como resultado de un proceso de producción complejo, que podemos formular de manera rudimentaria como sigue: A r M → P (conjunto de propiedades o recurso). Esta manera de concebir el recurso fue desarrollada por varios autores: “El mundo (de los recursos) remite a una función, más que a una cosa o sustancia; es un medio para lograr un fin y conforme se alcance este fin o éxito del cambio, los recursos pueden cambiar con él”.370A r M → P explicita el carácter de relación, término que preferimos al de función, utilizado en la cita anterior. Para continuar situándonos precisamente en el contexto de nuestra problemática, conviene llamar la atención sobre el hecho de que la relación que hace emerger un recurso no es exclusivamente instrumental, sino también política, en el sentido que hemos dado a esa palabra. La relación con la materia es política en el sentido de que r es un producto colectivo. La relación responde al interés de un grupo por acceder a la materia. Acceso que modifica a la vez al entorno y al grupo mismo. Toda relación con la materia es una relación de poder inscrita en el campo político por intermediación del modo de reproducción. Un recurso es el producto de una relación. A partir de esto, no hay recursos naturales, sino materias naturales.371 Sería un error pensar que se trata de un problema semántico cualquiera. Se trata de otra cosa, mucho más importante: es una concepción histórica de la relación con la materia que funda la naturaleza socio-política y socio-económica de los recursos, “¡Los recursos no son naturales; nunca lo fueron y nunca lo serán!”372 Sin intervención exterior, una materia permanece siendo lo que es. Un recurso, en cambio, puede evolucionar constantemente como “producto”, ya que la cantidad de propiedades correlacionada con sus clases de utilidad puede incrementarse. Retomemos el caso del carbón, bajo una forma gráfica (Figura 40):
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Cf., sobre este tema, Philip CONNELY, Robert PERLMAN, The politics of scarcity. Resource conflicts in international affairs, Oxford University Press, London, New York, Toronto, 1975, p. 12-13. 370 Edwin BECHT, L. D. BELZUNG, World resource management, Key to civilization and social achievement, Prentice Hall Inc., Englewood Cliffs, New Jersey, 1975, p. 22.“… the world (resource) refers to functions, rather than to a thing or substance, it is a means to an end, and as that end or goal changes, resources may change with it” en el original (NdT) 371 Ibid., p.24-25. 372 Ibid., p.24-25. “resources are not natural; they were never, and they never will be!...” en el original (NdT)
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Figura 40
La revelación de nuevas propiedades es una función de una técnica movilizada por el trabajo. En el tiempo t, un recurso puede ser caracterizado por las propiedades (P¹ P²); en el tiempo t + n, por las propiedades (P¹ P²… Pi,… Pn). Queda entendido que no pretendemos que haya un crecimiento exponencial de los recursos, definidos en términos de propiedades, ya que eso implicaría progresos técnicos exponenciales, desmentidos por la historia de las ciencias y la técnica. De hecho, ciertas propiedades desparecen, ya que no tienen más interés ni utilidad en un contexto técnico-económico dado. Además, si ese fuera el caso, las propiedades no serían una función de la práctica sino del tiempo, lo que no tendría sentido. No se trata entonces, de una curva regular, como la que trazamos, sino de una caracterizada por grandes segmentos estáticos, que indican la ausencia de un “progreso”. El recurso no existe más que en función de una práctica representada por Ar, es decir, de un actor capaz de movilizar una técnica. El sílex, en nuestras sociedades ya no es, salvo excepciones rarísimas, un recurso, pero sigue siendo una materia. Nada permite decir a priori, que siempre será así. Podría ser nuevamente objeto de una práctica y volver a convertirse en un recurso. La tecnicidad puede definirse como el conjunto de las relaciones que el hombre, como miembro de un grupo, mantiene con las materias a las que puede tener acceso. En lo que respecta a la materia, la tecnicidad es equiparable a la territorialidad; es incluso un subconjunto de la territorialidad. De manera análoga a la territorialidad, la tecnicidad de una sociedad puede ser simétrica o asimétrica. Una tecnicidad simétrica se caracteriza por relaciones no destructivas del entorno material, mientras que una tecnicidad asimétrica estará caracterizada por relaciones destructivas del entorno material. Para retomar el ejemplo del sílex, si los hombres prehistóricos, como lo ha mostrado ya suficientemente Leroi-Gourhan, no hubieran mejorado sensiblemente la relación entre el peso de las piezas y la longitud del filo, no habrían podido encontrar, seguramente, un abastecimiento suficiente de sílex.373 Su tecnicidad habría devastado los yacimientos de sílex. Estamos ante una situación comparable con la explotación que hacemos, en nuestras sociedades actuales, de los recursos no 373
Cf. André LEROI-GOURHAN, La Préhistoire: Histoire Universelle1, Encyclopédie de la Pléiade, Gallimard, Paris, 1956, p.35.
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renovables. Nuestra tecnicidad es asimétrica; lo cual nos ubica frente a la siguiente alternativa: modificar nuestras prácticas, o prescindir de ciertas materias en un futuro más o menos próximo. Nuestra tecnicidad es tanto más frágil cuanto más compleja es. Está hecha de tal cantidad de interrelaciones que cualquier cambio, incluso uno en apariencia menor, puede tener consecuencias extremadamente onerosas. Nos arriesgamos a entrar en una era de bienes de sustitución en el sentido estricto del término; es decir, estaremos obligados a hacerlo, cuando hasta ahora, al menos en periodos de paz, hemos producido bienes de sustitución como resultado de nuevas prácticas consideradas como más modernas. El ejemplo-tipo es la sustitución de fibras vegetales y/o animales por fibras sintéticas. Hay una gran diferencia entre la sustitución deseada y la sustitución obligada. La tecnicidad asimétrica moderna nos aproxima a la segunda. La tecnicidad nos introduce de forma muy directa en la esfera del poder, más aún cuando expresa relaciones de poder, no solamente con la materia sino también con los hombres para los cuales esta materia es un recurso. La producción de los recursos supone, entonces, un control mínimo de una porción del contexto espacio-temporal mediante y por la cual la tecnicidad interactúa con la territorialidad. La relación con la materia es, ipso facto, una relación con el espacio y con el tiempo. El problema del acceso se presenta de esta manera: acceso en el espacio y/o acceso en la duración. Durante décadas, las potencias industriales tuvieron un acceso espacial y temporal al petróleo; después, las cosas cambiaron. Ahora tienen sólo un acceso parcialmente directo al petróleo, desde que los Estados que lo poseen se volvieron independientes, pero tienen acceso a corto y mediano plazo, según las circunstancias políticas y económicas. Siempre hay que temer a las rupturas. Recordamos que, durante la crisis de 1973, hubo amenazas de intervención militar en el Golfo Pérsico, pero finalmente el espíritu de cooperación venció sobre el de la guerra. Los países miembros de la O.P.E.P controlan, pues, “el espacio petrolero”, pero también en parte, mediante el juego de los precios y de las cuotas de extracción, controlan el “tiempo petrolero”. Esas nuevas relaciones de poder deberían repercutir en la tecnicidad de los países consumidores. Pero antes de abordar estos problemas, hay que distinguir los recursos renovables de los recursos no renovables. II.- RECURSOS RENOVABLES YRECURSOS NO RENOVABLES Todos los recursos renovables dependen, directa o indirectamente, del mecanismo de la fotosíntesis y en consecuencia del funcionamiento del ecosistema. Para explicarlo gráficamente, es necesario que el “círculo” se cierre, como diría Barry Commoner.374 Si hay cualquier ruptura en la cadena de los factores bióticos y abióticos, los productores, es decir, el conjunto de plantas, estará en riesgo. Ahora bien, todo el ecosistema reposa sobre ellos: sin vida vegetal, es decir, sin organismos autótrofos,375 no hay energía de base para construir la materia viva animal. La cantidad de recursos renovables puede variar y las sociedades, en el transcurso del tiempo, se han dedicado a incrementarla. Sin embargo, existe un límite teórico por el hecho de que la tierra es un espacio finito. Además, conocemos la famosa ley de rendimientos decrecientes en agricultura, que expresa muy bien ese fenómeno desde el punto
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Cf. Barry COMMONER, L’encerclement, problèmes de survie en milieu terrestre, Seuil, Paris, 1972. Adj. biol. [Organismo] capaz de sintetizar o elaborar su propia materia orgánica a partir de sustancias inorgánicas: las plantas que tienen clorofila son seres autótrofos. (NdT) 375
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de vista económico; aunque sería útil, en ese terreno, reformular esta ley en términos energéticos.376 La producción de recursos renovables, desde la aparición de la agricultura, se realizó mediante la instalación de ecosistemas agrícolas, es decir, mediante el acondicionamiento de porciones de la superficie terrestre. Fueron necesarios varios milenios para pasar del ecosistema agrícola simple al ecosistema contemporáneo. Mientras que en el primero el hombre asumía todo el trabajo, en el segundo, incrementado por las máquinas, el trabajo humano desempeña un rol más bien regulador. Si consideramos los rendimientos por unidad de superficie entre el primero y el segundo, se nota que las relaciones son del orden de 1 a 20 o incluso mucho mayores, pero se aprecia también que la relación de los inputs y los outputs, en términos energéticos, es de 1 a 12 para el primero y de 1 a 2 para el segundo. Hay ahí una paradoja entre rendimiento económico y rendimiento energético, del que apenas se ha comenzado a tener conciencia. ¿Qué quiere decir eso? Que es necesaria una cantidad creciente de inputs con baja entropía para producir la misma cantidad de recursos. Ahora bien, esos inputs de baja entropía tampoco existen en cantidades ilimitadas. Lo veremos al abordar el problema de los recursos no renovables. Entre los factores que requieren, por parte del hombre, de una administración precisa y regulada para que los ecosistemas agrícolas funcionen correctamente, se encuentran el suelo y el agua. El suelo cultivable es un recurso renovable que, por definición, existe en cantidad limitada. Para una región dada, una vez que todas las tierras han sido roturadas, acondicionadas, enriquecidas mediante adaptaciones técnicas, fertilizadas, irrigadas o drenadas, se dispone de una cantidad de suelo cultivable que disminuye cada vez más, debido a los usos no agrícolas o por erosión, contaminación o enmontamiento. En los países industrializados contemporáneos, la cantidad de suelo cultivable ha disminuido, en general, desde hace un siglo, ya sea por el crecimiento de las ciudades, por la creación de diversas infraestructuras, por el efecto de técnicas destructivas o por el abandono y enmontamiento de tierras.377 Las consecuencias más graves son ciertamente la erosión y la contaminación. Las zonas de erosión son actualmente mejor conocidas que las zonas de contaminación, en lo que respecta al suelo cultivable. En este sentido ¿es necesario decir que una regulación preventiva es incomparablemente superior a lo que costaría una eventual renovación? El suelo cultivable es, entonces el primer recurso renovable a conservar. La relación de producción con la tierra puede, evidentemente, ser simétrica o asimétrica, según se utilicen técnicas conservacionistas o depredadoras. Pero casi siempre, si no es que siempre, esta relación de producción es asimétrica, porque se basa en una relación de propiedad en sí misma asimétrica. Es entonces cuando el carácter de la tierra se manifiesta plenamente como recurso. Las relaciones de producción y de propiedad interactúan, constituyendo un sistema de relaciones de poder. Es un problema que encontramos en el fondo de todas las reformas agrarias, pero que ninguna de ellas resuelve, aunque sea tan importante hacerlo. Los latifundios, al igual que los minifundios, pueden ser mal explotados por diferentes razones, pero siempre están vinculados a la relación de propiedad, que es la relación de poder por excelencia.378 La tierra siempre ha sido un recurso, más o menos disputado según el lugar y el 376
Cf., sobre ese tema, Nicholas GEORGESCU-ROEGEN, Demain la décroissance, entropie-écologieéconomie, Editions Pierre-Marcel Favre, Paris, Lausanne, 1979, p.53. 377 Dicho esto, conviene no exagerar tales fenómenos cuantitativamente modestos, pero hay que ser conscientes de ellos. 378 Cf., entre otros, Alain BIROU, Forces paysannes et politiques agraires en Amérique Latine, Paris, 1970, que ilustra muchos de estos problemas.
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momento. Las luchas campesinas dan testimonio de ello, y con frecuencia éste ha sido de manera violenta. Mientras que hoy se utilizan estrategias de largo alcance para controlar los recursos renovables esenciales como los cereales, por ejemplo, el suelo cultivable estará, en el próximo cuarto de siglo, en el corazón de muchos enfrentamientos, tanto en los países industrializados como en los países en desarrollo. La estrategia estadounidense en materia de productos alimentarios es elocuente. El control y la administración de importantes cantidades de recursos alimentarios por un país del tipo de los Estados Unidos constituyen los fundamentos de un poder fabuloso. Los Estados Unidos, desde hace mucho, han perdido su supremacía petrolera, pero están tratando de constituir otra basada en los recursos renovables esenciales. Desde esta perspectiva, el factor espacial es preponderante: los Estados Unidos lo tienen a su disposición, incluso si la erosión los ha privado de una cantidad nada despreciable de suelo cultivable. La estrategia de los productos alimentarios es muy antigua, pero los países industrializados que la habían descuidado la han redescubierto. Se plantea, naturalmente, en términos diferentes a la que concierne a las materias primas no renovables, pero es igual de eficaz a largo plazo. Es por esto que se puede pensar legítimamente que las cuestiones relativas a la agricultura van a estar nuevamente en el centro de las preocupaciones políticas como instrumento de poder. El agua constituye el otro factor fundamental y más aún considerando que: “La cantidad total de agua que existe en nuestro planeta es constante e invariable y no puede incrementarse ni disminuir”.379 Recurso renovable igualmente, el agua es indispensable para la vida y debe ser objeto de una administración y un control particularmente cuidadosos. Existe, entonces, la misma necesidad de una regulación respecto al suelo cultivable, de manera que este recurso se preserve cualitativa y cuantitativamente. En cuanto al agua, hay que distinguir entre utilización y consumo. Por ejemplo, las ciudades estadounidenses utilizan 7/8 del agua que necesitan, pero consumen 1/8 solamente. La reutilización por reciclaje es, entonces, posible. Ya pasó el tiempo en el que se consideraba al agua como bien libre. Y solamente lo era, aunque le disguste a la economía política, donde era en exceso abundante en relación a las necesidades. La investigación, y después el control y la administración del agua, han preocupado a todos los grupos humanos.380 Al igual que el suelo cultivable, el agua fue y es un recurso más ahora que en el pasado. En el pasado las sociedades que elaboraban “políticas del agua” se localizaban en zonas con precipitaciones débiles y con temperaturas altas en promedio, como Egipto, Mesopotamia, algunas regiones de China, etc. Hoy, debido al creciente uso y consumo de agua, por el incremento demográfico y económico, todos los países se enfrentan al problema del agua. El agua, como cualquier otro recurso, es motivo de relaciones de poder y de conflicto. El control y/o la posesión de agua son fundamentalmente de naturaleza política, ya que conciernen al conjunto de una colectividad.381 Las relaciones conflictivas que se dan por el agua se observan a gran escala, como por ejemplo en las zonas irrigadas sometidas a una 379
Leonard M. CANTOR, A world geography or irrigation, Oliver and Boyd, Edinburg, London, 1967, p.3. “The total amount of water contained in our planet is constant and invariable and can neither be increased nor diminished.” en el original (NdT). 380 Cf. R. J. FORBES, Studies in ancient technology, E.J. Brill, Leiden, 1965, que aporta un “chronological survey of irrigation and drainage data” (examen cronológico de los datos de la irrigación y del drenaje) p. 75-79. En el original (NdT) 381 Cf. The origins of the state, edited by Cohen & Service, Philadelphia, 1978 y en particular, Irrigation, conflict and politics.
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repartición de agua, y también a pequeña escala, en situaciones donde dos naciones se disputan una cuenca hidrológica. Cuando Sicilia padece una sequía, lo que no es inusual, se pone en funcionamiento toda una red de relaciones de poder para controlar el acceso al agua. Control ilegal, claro, en el cual la mafia seguramente no deja de tener un papel. El agua es entonces un recurso tan preciado como la vida que hace posible.382 El ejemplo de Israel y las aguas del Jordán es igualmente ilustrativo. Ambos recursos, suelo y agua, como acabamos de ver, son objeto de relaciones de poder y están en el corazón de múltiples estrategias; también están integrados a técnicas que permanentemente están en evolución. Las técnicas de utilización del suelo y del agua no dejan de ser perfeccionadas para obtener plantas y animales -alimentarios y no alimentarios-. Sin embargo, esas técnicas son consumidoras, a nivel cada vez más elevado, de recursos no renovables y, en particular, de energía. Los recursos no renovables están constituidos por las materias que son objeto de una relación de apropiación técnica, almacenadas en el suelo o en el subsuelo a lo largo de la historia de la tierra. El carbón, el petróleo y el gas natural son recursos energéticos almacenados en las eras geológicas en estructuras que los hombres han aprendido a descubrir. Esas energías liberables no son renovables, como tampoco lo son los yacimientos de fierro, de cobre, de plomo, etc. Podríamos agregar que no son renovables a escala de la historia humana, lo que significa que son recursos que disminuyen al ritmo de su explotación. Mientras que para los recursos renovables existen mecanismos de regulación acoplados al ecosistema, no hay mecanismos similares para los recursos no renovables. ¿La regulación puede ser sólo normativa: no utilizar, utilizar poco, utilizar mucho? Se trata finalmente de una opción social. El informe del Club de Roma mostró que, al ritmo actual de utilización de los recursos no renovables, muchos de éstos se agotarán en un siglo, aproximadamente. Esta tendencia a un agotamiento rápido se explica por la tendencia de la especie humana a dotarse de instrumentos exosomáticos contrariamente a las especies animales, que se satisfacen con instrumentos endosomáticos que consumen enormes cantidades de recursos no renovables y, por esa tendencia, desde hace siglos, a ganar tiempo para incrementar su poder de intervención en el entorno.383 GeorgescuRoegen es muy claro al respecto: “…las generaciones por venir podrán todavía disponer de su parte inalienable de energía solar… Para la plata y el hierro derrochados por las generaciones anteriores, no es posible semejante compensación. Por eso en bio-economía debemos insistir sobre el hecho de que cualquier Cadillac o cualquier Zim –y, por supuesto, cualquier instrumento de guerra- significa menos rejas de arado para las futuras generaciones e, implícitamente, menos seres humanos también.”384 Cualquier recurso consumido hoy está perdido para siempre. Sobra decir que los recursos no renovables son particularmente importantes y es fácil comprender por qué las relaciones de poder de las que son objeto son particularmente tensas. Las grandes naciones industriales que surgieron desde el siglo XIX consumieron, derrocharon incluso, recursos no renovables a un ritmo acelerado, ya que se trataba de llegar al nivel más alto. Desde no hace mucho y hasta hoy, debido a la competencia por un PNB más elevado, se medía el crecimiento por el consumo por habitante de energía, de hierro, de acero, etc. Desde hace una década, o menos, los países productores de recursos no renovables empezaron a 382
Cf. K. WITTFOGEL, Oriental despotism: A comparative study of total power, New Haven, Yale University Press, 1957, y Eva HUNT y Robert C. HUNT, Irrigation, conflict and politics: The Origins…, op.cit. 383 Cf. GEORGESCU-ROEGEN, op.cit., acerca de los instrumentos endo y exo somáticos. 384 Ibid., p. 85.
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reaccionar frente al derroche, pero también para hacer durar lo que constituía una parte de su riqueza, jugando con los precios. Se puede pensar que, a un plazo más o menos largo, los consumidores reaccionarán modificando sus relaciones con las diferentes materias que utilizan. La presión del precio debería llevarlos a conservar los recursos no renovables. De todas maneras, los depósitos terrestres seguirán disminuyendo. Los países técnicamente más avanzados, es decir, los mayores consumidores, modificarán su tecnología, es decir, la información que está en la base de su relación con la materia. Las estrategias tienen todas las posibilidades de estar fuertemente constituidas por un componente de información en los años por venir. El problema, como diría Georgescu-Roegen, no es solamente biológico o económico, sino bioeconómico.385 Eso supone otra información, recurso ella misma, pero cuya elaboración requiere a la vez de recursos renovables y no renovables. La eficiencia de las estrategias estará en función de los sacrificios aceptados para crear esta nueva información bio-económica. III.- LA MOVILIZACIÓN DE LOS RECURSOS Cualquier movilización de recursos supone un control mínimo y sin embargo suficiente, de cierta cantidad de energía y de información, de manera que se ponga en marcha un plan o un programa de exploración, de inventario y de evaluación de los recursos potenciales. La exploración constituye la fase de identificación que desemboca en el inventario y la medición o evaluación de los recursos. Es evidente que estas etapas perjudiciales no implican de ninguna manera una decisión inmediata de explotación. En efecto, hay que considerar las condiciones y los niveles posibles de esta explotación en relación a los costos y beneficios calculados. Naturalmente, la valoración de esos datos se hace siempre en relación a un contexto y no tiene un carácter absoluto. En efecto, se explotan actualmente recursos que pudieron haber sido, a pesar de conocerse, desatendidos hace 20 o 30 años, simplemente porque en esa época existía la posibilidad de allegarse tal o cual materia útil en mejores condiciones. La decisión de explotar un recurso o no hacerlo se toma en un contexto de redes económicas o políticas y se relativiza en dicho contexto. Si la decisión es favorable, quedan aún todas las etapas en sus contextos técnico y jurídico.386 Finalmente, se desemboca en una estrategia tecno-política que es siempre compleja y que hace intervenir casi siempre a un conjunto de actores sintagmáticos que aportan, unos y otros, los factores necesarios para la realización del proyecto. Nos parece útil insistir, para completar y prolongar lo que hemos dicho en el párrafo anterior, sobre los principales comportamientos en materia de movilización de recursos. Se pueden resumir en tres: “explotacionista”, “preservacionista” y “conservacionista”.387 Los explotacionistas, una vez que han tomado su decisión, no tienen más preocupación que la de producir el máximo posible sin inquietarse de ninguna manera por el ritmo de extinción. Es un comportamiento auto-centrado, “autista”, si se nos permite esta transferencia de terminología. Las únicas regulaciones que admiten son las del mercado o las de la planificación, cuando se trata de países socialistas o de un plan. Mientras las señales del mercado sean favorables a la explotación en un lugar y momento determinados, ésta debe continuar. Los explotacionistas no recurren, prácticamente, más que a una categoría de 385
Ibid., p. 84. Sobre estos temas, ver BECHT y BELZUNG, Op. cit., p. 7-8. 387 Se disculpará que dichos términos sean tomados literalmente del inglés. 386
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información, aquella que podríamos calificar de funcional. La información funcional es aquélla a la que le interesan todas las técnicas de valorización en cualquier nivel. La parte de información reguladora es muy débil y es, como lo hemos dicho, la de los precios. Es la lógica económica clásica, que consiste en privilegiar un bien presente sobre un bien futuro. En esta estrategia, lo que cuenta es el presente inmediato, el futuro no es tomado en cuenta -o lo es apenas. Privilegiar la información funcional es privilegiar el presente, y preferir la información reguladora es privilegiar el futuro. No se trata de emitir un juicio de valor, lo que no tendría sentido, sino de aclarar el significado de una actitud. Otra consecuencia consiste en que el entorno físico y humano no es tomado en cuenta, en la medida en que los beneficios inmediatos tienen con frecuencia como corolario costos de mediana y larga duración. Esta actitud, característica de fases de crecimiento, como las que la Europa industrializada conoció desde el siglo XIX, condujo a estrategias políticas brutales: cuando la explotación doméstica no bastó para cubrir el consumo, se miró al exterior para completarla. La época colonial estuvo marcada muy fuertemente por ese comportamiento explotacionista. Las relaciones de producción y de propiedad dieron origen a relaciones de poder muy asimétricas, tanto con las cosas como con los hombres. Si se hiciera una historia de las relaciones implicadas en la búsqueda de recursos, se descubriría que se trata de un episodio fuertemente asimétrico de la historia humana. Lo que se llamó la lucha o la batalla por las materias primas se inscribe perfectamente en la perspectiva explotacionista. El mundo no ha salido de ella, como veremos posteriormente mediante algunos ejemplos.388 De manera opuesta, los preservacionistas no se inscriben en una perspectiva de crecimiento, sino de estancamiento. Esta actitud no está menos cargada de significado político que la anterior. En este caso, es la información reguladora la que triunfa: el entorno es poco impactado y los actores renuncian a un beneficio inmediato importante. Una estrategia de ese tipo es seguida actualmente por los noruegos, quienes renunciaron a la explotación acelerada de sus recursos petroleros. Las razones no son sólo la preservación de un recurso, sino también la voluntad de evitar un descontrol de las estructuras económicas nacionales, que no estarían en condiciones de absorber y utilizar los enormes beneficios sin enfrentamientos. Por otro lado, se puede imaginar que los preservacionistas potencializan, momentáneamente, para obtener aún mayores beneficios, en el futuro. Sería un error pensar que esta estrategia es ecológica. Coincide con una perspectiva ecológica pero puede proceder de consideraciones muy diferentes. Lo menos que se puede decir es que no se trata de una actitud muy frecuente por la simple razón que está en contradicción con el deseo de crecimiento. Las condiciones para seguir una política como esa son difíciles, ya que requieren un consenso relativo de la población y un control de las estructuras económicas. Un comportamiento intermedio es el de los conservacionistas, quienes tratan de optimizar el presente y el futuro bajo la perspectiva de las necesidades y de los fines de una colectividad. Es una actitud que aspira a las relaciones simétricas y que está impregnada de un fuerte espíritu de gestión a largo plazo. Es la estrategia implícita que sigue la OPEP, que trata de empatar sus recursos al ritmo de su desarrollo económico. Sin duda, por ello pone en dificultades a los países industrializados, acostumbrados al derroche de petróleo. Estos deben aprender también otro comportamiento respecto a la utilización que hacen de los recursos. El consumir es al consumo lo que la explotación es a la producción. El actor político, el Estado, en la medida en que es el verdadero y legítimo representante de una población que, por definición quiere vivir y sobrevivir en un territorio, no puede optar 388
Cf. infra Capítulos II y III de esta parte.
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sino por la optimización de los recursos. El actor político está más habilitado que otras organizaciones para administrar el patrimonio nacional. Estamos conscientes de que esta observación está impregnada de un idealismo condenado a la candidez, ya que en los países capitalistas los recursos son con frecuencia objeto de una apropiación privada. ¿Entonces? Entonces, la producción de los recursos no tiene que eliminar la confrontación empresa-Estado para otorgar a éste la responsabilidad de la explotación. Inclusive donde los recursos son propiedad del Estado, como en los países socialistas, la situación no es muy diferente. El problema es otro. El problema de la producción de recursos reside en el desequilibrio que hay entre información funcional e información reguladora. Mientras la segunda sea prácticamente potencializada en provecho de la actualización de la primera, la situación será idéntica tanto en el Oeste como en el Este.
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CAPITULO II LOS ACTORES Y SUS ESTRATEGIAS I.- LOS COMPONENTES DE LA ESTRATEGIA
La diferencia que planteamos anteriormente entre materia y recurso implica consecuencias que hay que explicitar. Frente a un recurso renovable o a un recurso no-renovable, los actores ocupan una posición determinada por el control (propiedad o apropiación) que ejercen sobre todo o sobre una parte del proceso creador del recurso considerado. Recordemos los elementos que constituyen el proceso: A (actor), r (técnicas), M (materia), P (recurso), entendiendo que el recurso P no es extraído más que cuando hay A r M → P. En otras palabras, para producir un recurso, el actor debe aplicar un conjunto de técnicas a una materia siguiendo un proceso programado de manera coherente. En dichas condiciones, estamos frente a cuatro categorías de actores -a pequeña o a gran escala-: A, Ar, AM, ArM.389 Es evidente que, en la realidad, A, r, M y P no son homogéneos, ni cualitativa ni cuantitativamente. Esto significa que los actores ocupan posiciones espacio-temporales diferentes; que disponen de cantidades y de calidades diferenciadas de energía e información y que, en consecuencia, los roles que pueden jugar son muy variables. En relación a las técnicas r, éstas pueden ser o muy perfeccionadas o muy rudimentarias; lo mismo sucede para la materia y, en consecuencia, para el recurso. Por el momento, dejaremos de lado esas diferencias reales y consideraremos, para las necesidades de nuestro ejemplo, que los componentes son homogéneos, lo que sucede a pequeña escala. En efecto, si relacionamos las cuatro categorías de actores en un gráfico, descubriremos, en la hipótesis de una cooperación perfecta, situaciones de transferencia. El gráfico indicará una cinemática posible; en otras palabras, se trata de transferencias potenciales (Figura 41).
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A: actor que no controla ni las técnicas ni la materia. Ar: actor que controla las técnicas. AM: actor que controla la materia. ArM: actor que controla las técnicas y la materia.
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Figura 41
Recordemos que esas transferencias potenciales no tienen significado, salvo en la perspectiva de nuestras hipótesis. En efecto, las cosas serían muy diferentes si las técnicas de Ar fueran superiores a las de ArM, o si la materia de la que dispone ArM fuera de mejor calidad y/o más abundante que la de AM.390 Estamos frente a tres tipos de transferencia: transferencia de materias primas, transferencia de tecnologías y transferencia de recursos o de productos terminados o semi-terminados. Independientemente de que se trate de un “modelo” o de una situación real, dichas transferencias tendrán lugar siempre. Pero volvamos a los actores, mismos que se encuentran en un contexto espacio-temporal y ocupan una posición absoluta y relativa en el planeta. Esta observación, aparentemente banal, es extremadamente importante, ya que es válida a toda escala, ya sea que se trate de individuos, de firmas o de Estados. Todos esos actores están “territorializados” necesariamente. Al estar territorializados, están confrontados con las características propias de los territorios, tratadas anteriormente; es decir, con las divisiones, las nudosidades y las redes. El gráfico “dibuja”, por fuerza, una red abstracta que refiere, no obstante, a una red concreta. Cada uno de los actores ocupa un punto y, en relación al problema considerado, se observa que esos puntos no tiene el mismo significado. “A” es un fin; en ese sentido, siempre considerando las hipótesis, está en la posición del solicitante y, en consecuencia, de dominado potencial, si no funciona el escenario de cooperación perfecta. En todo caso, depende de uno, dos e incluso de tres actores, según las circunstancias. Por el contrario, ArM es un vendedor absoluto, ocupa un punto de difusión y es un centro de dominación potencial absoluto respecto a A y relativo respecto a Ar y a AM. Los otros dos actores ocupan posiciones intermedias, en el 390
Para las definiciones, ver supra, p. 2.
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sentido de que pueden estar alternativamente en posición de vendedor y de comprador, es decir, de dominante y/o de dominado potenciales. La red que resulta de esas relaciones posibles no considera, evidentemente, las distancias ni, en consecuencia, la accesibilidad real. Así se forma, en relación al recurso P, una jerarquización de los actores, que sobre determina la jerarquía territorial: centralidad y periferia, por ejemplo. ArM sería central, mientras que A sería periférico, estrictamente o no.391 Pero la estrategia de los actores depende en gran medida, aunque no exclusivamente, del componente M o r, sobre el cual ejerce un control. La materia, renovable o no, está relacionada con el territorio en el que ha sido detectada, trabajada o simplemente encontrada. Es el límite de la localización: la extracción, lato sensu, se realiza en un lugar l, es decir, el actor que la controla no puede modificar la posición absoluta previamente: transferirla significa realizar primero el trabajo de extraerla y, enseguida, el de transportarla. Toda materia está sometida a una restricción espacial, que pesa también sobre el actor que la quiere utilizar. De ahí el enorme papel que desempeñan la localización y la distancia. Si no es posible modificar la posición absoluta, es posible modificar, por el contrario, la posición relativa, organizando la distancia mediante una serie de costos necesarios bajo la forma de gastos de energía de baja entropía. El actor se sitúa, entonces, ante un cálculo de costo: cambiar cierta cantidad de materia de baja entropía por cierta cantidad de energía, igualmente de baja entropía. En resumen, el actor está sometido al problema de la “prisión espacial”, cuya solución es energética. Pero no existe, al menos todavía, una teoría energética de la localización.392 Por el contrario, si este actor está sometido a la restricción espacial, es mucho más libre respecto a la dimensión temporal. En efecto, si controla M en l y no puede explotarlo más que ahí, puede escoger explotarlo en el momento que lo desee, ya sea en t o en t + i, o en t + n: restricción espacial, cierto, pero a cambio libertad temporal. Los actores que controlan M pueden planear, entonces, sus estrategias basados en el factor tiempo, del que disponen ampliamente. Cuando, tras la nacionalización del petróleo en los años cincuenta, Irán se enfrentó a las reacciones de las grandes compañías, algunos iraníes pensaron que habría que olvidar que Irán había producido petróleo alguna vez. Estos simplemente omitieron considerar el factor tiempo. Cuando los miembros de la OPEP decidieron reducir cierto porcentaje de su producción, no hicieron sino jugar sobre el mismo factor del tiempo. La libertad no es, sin embargo, absoluta en relación al tiempo. De manera general y en un contexto pacífico, se puede decir que ésta es más grande cuanto más concentrada se encuentre la materia en l o, si se prefiere, que la probabilidad de encontrarla en li o en ln sea más débil. En un contexto donde es posible el conflicto, la libertad temporal se reduce, ya que otros actores pueden buscar adueñarse de l para tener acceso a la materia M. Notaremos que los componentes se agregan unos sobre los otros y, en virtud de ello, la estrategia se vuelve siempre más compleja. El actor que controla r está en una situación completamente diferente, ya que el control del conjunto r es mucho más flexible en relación al espacio. Si es verdad que r es primero elaborado en un lugar l, su transferencia a un lugar li es mucho más fácil que para una materia. Esta transferencia implica, cierto, un costo, pero que no se compara en absoluto con el de la transferencia de la materia. Muy rápidamente, si esa es la voluntad del actor, el conjunto r puede ser transferido a li, ln, etc. Por definición, una técnica puede ser más fácilmente ubicada que cualquier materia. Estamos frente a una situación inversa respecto a la de la materia, en el sentido de que r es relativamente libre en relación al espacio debido a su mayor capacidad de 391 392
Cf. supra. El territorio y el poder. Como teoría explícita, se entiende.
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difusión, es decir, de transferencia. Aún así, no hay que exagerar la movilidad espacial de r, ya que mientras más compleja y pesada sea, resultará menos móvil. Formar nuevos actores técnicos requiere tiempo y estructuras de recepción que, si no existen, deben crearse. Hay entonces una innegable restricción temporal, que crece si se tiene en cuenta el progreso tecnológico. Según sea la naturaleza del sistema tecnológico, el tiempo puede convertirse en una “prisión”. Si el actor dispone de una técnica que evoluciona rápidamente, deberá difundirla espacialmente para obtener ventaja de ella. La urgencia es menor si la técnica evoluciona lentamente; es difícil protegerse contra la difusión de ciertas técnicas simples, ya que no se puede prohibir a la información traspasar las fronteras. Es, pues, más fácil para las técnicas complejas. Vemos, pues, que los actores que disponen, ya sea de M o de r, buscarán maximizar el tiempo o el espacio en sus respectivas estrategias. Los actores que disponen de ambos, como ArM, buscarán optimizar el contexto espacio-temporal, controlando el mercado en que se negocia el recurso que producen. Su objetivo consiste en difundir su recurso por todos lados durante el mayor tiempo posible. Evidentemente, si un actor ArM concentra al mismo tiempo la técnica y la materia, dispone de un monopolio o de un cuasi-monopolio mundial. Tal caso no existe y prácticamente todas las estrategias son, en todo caso, oligopólicas. La potencia económica inglesa, hasta el alba del siglo XX, estuvo fundada en el control de las técnicas y en la posibilidad de tener acceso a las materias de los territorios coloniales. Las potencias coloniales francesa, italiana y alemana, entre otras, siguieron, con mayor o menor éxito, estrategias análogas. Dichas estrategias fracasaron, ya fuera por la pérdida de las colonias, o debido al fenómeno generalizado de la descolonización después de la segunda guerra mundial. A diferencia de los Estados europeos colonialistas, cuyo sistema rM estaba dislocado debido a la distancia, los Estados Unidos crearon un poderío basado en un sistema rM establecido al interior de su territorio. En ese sentido, la URSS está en una situación análoga, si no es que comparable, a la de los Estados Unidos. Las antiguas potencias coloniales han logrado, no obstante, continuar parcialmente su antigua estrategia, adquiriendo las materias necesarias a bajo costo, al mismo tiempo que venden sus recursos terminados a costos elevados. Es el famoso problema de la desigualdad de los términos del intercambio, característico de los países productores de materias primas. Éstos han buscado reaccionar mediante acuerdos entre productores para mantener los precios y mediante la importación de técnicas que les permitan acceder al proceso de creación de los recursos. Sin embargo, se impone una constatación importante: la situación de quienes controlan r es más favorable que la de quienes controlan M. En efecto, r implica no sólo las tecnologías stricto sensu, sino también comprende cualquier técnica de comercialización y de distribución. A través de las grandes compañías, con frecuencia multinacionales, los occidentales poseen y controlan el know how -la técnica- y la gestión de empresas. Este hecho es muy revelador del carácter relacional del recurso y no ha escapado a las firmas ni a los Estados. Mientras que, antes de la Segunda Guerra Mundial, los actores se esforzaban en ser de la forma ArM, con la emergencia de las nuevas naciones productoras -con frecuencia de materias primas-, hoy los países desarrollados han optado por la forma Ar. Cada vez se enfrentan más dos tipos de actores, que siguen dos tipos de estrategia. Los actores Ar, representados por las multinacionales de los países desarrollados, que acentúan sus esfuerzos de diversificación y de complejización de las técnicas para asegurar avances que refuercen su control indirecto sobre los recursos. Los actores AM, quienes con el tiempo han recuperado el control de sus materias primas, por compra o por nacionalización, constataron que era preciso agruparse para 171
enfrentar a los Ar. Así nacieron los acuerdos del tipo OPEP. Sin embargo, para que estos acuerdos tengan éxito de manera parcial o total, se requieren ciertas condiciones. 393 Políticamente, es necesaria una cierta homogeneidad de los países productores en los planos ideológico, cultural-étnico y político. Económicamente, no debe haber un ingreso nacional que dependa en exceso de la materia prima que producen y, sobre todo, hay que impedir que haya un bien de sustitución. Además, se requiere de una concentración suficiente para que los países productores controlen una parte mayoritaria de esta materia en el mundo. Estas condiciones raramente se cumplen, por lo cual los acuerdos no funcionan, en general, de manera satisfactoria. Por eso los actores del tipo Ar continúan desempeñando un papel predominante. Su dominación determina relaciones asimétricas con los actores del tipo AM. Estamos, pues, lejos del escenario de cooperación que, por definición, debería caracterizarse por relaciones simétricas. Es una relación de dominación corregida, aquí y allá, mediante mecanismos de ayuda internacional, bilaterales o multilaterales. Una de las soluciones a este problema reside en la transferencia de r o en la transferencia de tecnologías. Analizaremos un viejo ejemplo de transferencia, el de Japón, y un ejemplo reciente, el de las multinacionales. II.- JAPON Y LA TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA La experiencia japonesa de la revolución industrial se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, es decir, cuando tenía lugar la Restauración de Meiji en 1868. El éxito de Japón consiste en haber sabido introducir la tecnología extranjera del siglo XIX.394 Saito plantea el problema a partir de lo que denomina la “relación N-R”, es decir N (necesidades tecnológicas) y R (transferencia de recursos).395 Cuando aparecen nuevas necesidades nacionales, se produce una fuerte orientación hacia la innovación y su difusión. Si sucede, como es el caso de Japón, que el país no está equipado para proporcionar esta tecnología, hay que buscar importarla. Pero dicha transferencia tiene poca posibilidad de ser positiva si el país no posee una mano de obra de alto nivel. Es decir, se requiere una verdadera convergencia entre las necesidades y la voluntad de transferencia tecnológica. Saito permitió desbloquear, para Japón, una serie de fases al interior de las cuales se inscribieron las diferentes transferencias tecnológicas. 1.- 1868-1883: construcción de una nación moderna. 2.- 1884-1900: industrialización y desarrollo de la tecnología militar. 3.-1901-1914: desarrollo de la industria química y de las industrias pesadas. 4.- 1915-1928: nivelación con las naciones más avanzadas. 5.- 1929-1945: racionalización y búsqueda de bienes de sustitución. 6.- 1945-1953: reconstrucción económica. 7.- 1954: tasas de crecimiento económico elevadas. Como se aprecia, el proceso desembocó en la transformación de las instituciones, lo que es también una forma de “transferencia tecnológica”. Sería necesario aún, lo que habría sido el 393
Sobre este tema, cf.Helge HVEEM, Structure du pouvoir économique: Revue Tiers Monde, t. XVVV, nº 66, abril-junio de 1976. 394 Cf. Maseru SAITO, Introduction of foreign technology in the industrialization process: The developing economies, Vol. XIII, june 1975, nº 2, p. 168-186. 395 “N-R relation”, “technological needs” y “transfer resources” en el original (NdT)
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caso según Saito, que el pueblo japonés diera su consenso para esas transformaciones. Saito no aporta explicaciones sobre dicho consenso; las aceptaremos, pero con muchas reservas, ya que no ignoramos el precio pagado por el campesinado japonés en este proceso. En su origen, la famosa relación N-R estuvo bajo el control y la dirección del gobierno.396 Éste introdujo la ciencia y la tecnología que tomó prestadas de los países más desarrollados y enseguida las transfirió, después de que fueron dominadas, al sector privado. 397 Es significativo señalar que Japón, inmediatamente después de su apertura al mundo moderno, se apresuró a introducir tecnologías relativas a la circulación y a la comunicación. Es significativo, ya que es una estrategia del Estado moderno quien, para afirmar y mantener su poder, crea redes que se inscriben en una estrategia a pequeña escala, que va de la mano con el desarrollo de las construcciones navales y de los ferrocarriles. A eso se agregan los sectores de la energía, la química inorgánica, las minas y de los hilados. Todo esto requirió de una militarización de la economía, que naturalmente llegó a su punto más alto con la Segunda Guerra Mundial que, además aisló a Japón, provocándole entre 30 y 40 años de atraso.398 Atraso del que se recuperó de manera eficaz a partir de los años 50, como lo muestra el panorama económico actual de Japón. Saito aclaró lo que podrían llamarse los elementos característicos de la estrategia japonesa durante los últimos cien años: 1.- Las industrias se eligieron en función de las necesidades nacionales y de los recursos utilizables necesarios. 2.- Se interconectó al progreso tecnológico con las necesidades militares, en función de la ayuda proporcionada por el gobierno. 3.- La transferencia tecnológica acortó el periodo de modernización. 4.- La transferencia fue masiva durante los inicios de la industrialización. 5.- El crecimiento de las novedades tecnológicas fue rápido, antes de la Primera Guerra Mundial. 6.- La transferencia se adaptó al sistema técnico japonés y al entorno industrial. No olvidemos que, con la transferencia tecnológica, Japón tuvo que modificar también el sistema social y el sistema de valores. Fue el precio de la eficacia. No creemos que sea posible citar como ejemplo la estrategia japonesa para el periodo contemporáneo, porque si ésta fue un éxito, lo fue sobre todo porque comenzó en una época cercana a las grandes innovaciones europeas y estadounidenses. Por otro lado, la transferencia se realizó durante un largo periodo, con una ayuda masiva y un control muy fuerte por parte del Estado. Los países contemporáneos no pueden concebir una estrategia que se extienda durante un siglo; sería irreal y absurdo, sobre todo cuando el contexto ha cambiado totalmente. Actualmente, son las firmas multinacionales las que aseguran o no la transferencia tecnológica.
396
Esta relación es la que se establece entre las necesidades tecnológicas y las transferencias necesarias para responder a ellas. 397 SAITO, Op.cit., p. 170. 398 SAITO, Op.cit., p. 173.
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III.- LA MULTINACIONALES Y LA TRANSFERENCIA TECNOLÓGICA En materia de tecnología, las firmas multinacionales son las que centralizan la producción de conocimientos y las que aseguran la circulación interna y externa de esta información. 399 Lo esencial de las actividades de investigación y de desarrollo se efectúa en los países de origen de las multinacionales: el 80% lo financian las multinacionales y el 94% de la investigación se realiza en los Estados Unidos.400 El 6% restante se efectúa en los países muy industrializados. Es la estrategia típica de los actores Ar que hemos descrito antes. Es una estrategia de la información que permite conservar el control real sobre los recursos. Esta información, sin embargo, circula en el espacio y en ese sentido se puede hablar de transferencia, pero con mucha frecuencia se trata de una transferencia interna al espacio de las firmas. La red de circulación de esta información no es pública, sino privada. Los flujos de información tecnológica conectan a la casa matriz con las filiales.401 Eso no significa que no se hagan investigaciones en los centros secundarios, pero sólo el centro principal conoce la finalidad y, en consecuencia, puede utilizarlas eficientemente. La información efectuada por las multinacionales posibilita un almacenamiento fácil y una movilización muy rápida de los conocimientos necesarios para la toma de decisiones. Es una estrategia que se concibe, se elabora y se expande en los “territorios abstractos”, que son justamente los de las firmas. La circulación externa de la información, la que interesa que remonte el espacio de las multinacionales hacia los “territorios concretos” de las economías de recepción, existe, pero es de un género muy particular. Casi siempre, se trata de una tecnología necesaria para usar el producto. Es, en cierta manera, un “saber-usar” el producto que es transferido, pero no un “saber-hacer” el producto. La firma se interesa, evidentemente en la distribución del “saberusar”, mientras que el “saber-hacer” permanece privatizado. La información del “saber-hacer” es la base del poder de las multinacionales, por lo que no tienen ningún interés en deslocalizar la innovación y, en esas condiciones, la circulación interna permanece preponderante y predomina sobre la circulación externa. Según Michallet, no hay que ver en eso ningún maquiavelismo y en ese punto estamos de acuerdo con él. En efecto, dos factores explican esta estrategia: la internacionalización de la producción y la tasa de beneficio. Se trata, además, de una estrategia de una economía industrial desarrollada y no de una economía del Tercer Mundo: “En un sistema donde la transmisión desinteresada de conocimientos constituye un buen medio de hacerse eliminar, es bastante normal que las firmas privilegien las formas de transferencia que pasen por el intercambio mercantil.”402 En esto también estamos de acuerdo con Michallet, pero al interior del sistema estratégico que aquí se trata. Estamos ante relaciones asimétricas, que son producto del desarrollo desigual del saber. En este contexto de dominación ¿qué significa la ayuda al Tercer Mundo? Esta pregunta permanecerá sin respuesta, al igual que la falta de seguimiento de la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas de mayo de 1974, que declara que “la transferencia de las tecnologías es uno de los puntos más importantes.” Mientras que las relaciones estén marcadas por el sello de la dominación, se evadirán las transferencias de tecnología. ¿Cómo llegar a un nuevo orden tecnológico, según la fórmula 399
Charles-Albert MICHALLET, Transfert de technologie, firmes multinationales et internationalisation de la production: Revue TiersMonde, nº 65, p. 162. 400 Ibid., p. 163. 401 Ibid., p.163. 402 MICHALLET, Op.cit., p. 168.
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tomada de Máximo Halty? Podemos distinguir tres tipos de tecnología: la tecnología alienada, cedida por medio de un acuerdo particular, la de la información no libre, secreta, cristalizada de manera compleja en los productos, capitalizada en los bienes intermedios y los bienes de capital; la tecnología socializada, disponible y accesible sin restricción, la de la información libre, y, finalmente, la tecnología “encarnada”, conocimiento de base, saber-hacer asimilado por los hombres.403 La variable tecnológica tiene un carácter multidimensional, ya que afecta la tasa de crecimiento, el empleo, la distribución del ingreso, la balanza de pagos y el entorno, entre otros. El problema, sospechamos, tiene que ver con la opción entre la técnica, que implica mucho capital, a la manera de las occidentales, muy sofisticadas, y aquéllas que implican mucha mano de obra. Esta elección fundamental para la elaboración de una estrategia desemboca en la tesis de Schumacher, relativa a la tecnología intermediaria, mediatizada por el Estado y las Universidades. Se sabe que China, con frecuencia aludida a propósito de las tecnologías intermediarias, se aleja de ellas en la actualidad, considerando, sin duda, que el camino hacia el poderío es muy lento por este camino. Los recientes acuerdos firmados con Japón indican un cambio, es decir, un trastorno de la política industrial. Por eso se ha imaginado el concepto de tecnología combinada.404 Se proponen soluciones diferenciadas, que obligan a una desagregación del proceso técnico: las tecnologías principales se ocupan de las técnicas de capital intensivo, mientras que las tecnologías secundarias acentúan las técnicas de mano de obra intensiva.405 Es lo que algunos llaman la apertura del paquete tecnológico: por un lado, las tecnologías medulares que definen el proceso y, por el otro, las tecnologías periféricas.406 Encontramos aquí, de manera simétrica a la del territorio, esta idea de centralidad y de marginalidad. Las tecnologías pueden servir para definir o para sobredeterminar los territorios. Estados Unidos, gracias a sus tecnologías de fuerte intensidad de capital, ocupa una posición central en la división mundial, al mismo nivel de Alemania, Japón y, sin duda, la URSS. ¿Qué hacer con las zonas marginales o periféricas? Se puede propiciar la competencia de los vendedores y no comprar más que lo que es estrictamente necesario o, mejor aún, sustituir lo más posible con componentes técnicos nacionales. Esta política es aplicada en la India para la siderurgia y en Argentina para la industria atómica. Cada país escoge su fórmula estratégica en función de una cantidad importante de consideraciones: “la articulación entre la economía, la política y la tecnología puede realizarse recurriendo a las regiones tecnológicas.”407 Para estas regiones, se trata de estructurar la acción sectorial. Cuando la transferencia no es posible, porque el actor que detenta la información se niega a proporcionarla, existe la posibilidad de desarrollar un programa local de investigación y de desarrollo. Ello supone, evidentemente una ayuda internacional. Se pueden citar varios ejemplos: el caso boliviano del pelo de la llama, el caso venezolano de los catalizadores para refinar petróleo.408 Como sea, el problema de la transferencia de tecnología es fundamentalmente político, e ilustra perfectamente la lucha por la información y el uso de ésta para controlar y dominar los 403
Pierre F. GONOD, Matériaux pour de nouvelles politiques: Revue Tiers Monde, t. XVII, nº 65, enero-marzo de 1976, p.19. 404 Ibid, p. 25. 405 Ibid, p. 26. 406 Ibid. 407 GONOD, op.cit., p.32. 408 GONOD, op.cit., p.36 y 37.
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territorios ocupados por actores AM. Por esta razón, las tecnologías intermediarias toman todo su valor para los actores del tipo AM. ¿Qué estrategias se pueden desarrollar a partir de esas tecnologías intermediarias? IV.- LAS ESTRATEGIAS DE LAS TECNOLOGIAS INTERMEDIARIAS Para la tecnología intermediaria, el objetivo es crear herramientas poco costosas para usar mucha mano de obra y servicios susceptibles de aumentar la capacidad productiva de una comunidad, minimizando los desplazamientos de los individuos.409 La tecnología intermediaria se ubica entre las técnicas ancestrales y las técnicas sofisticadas. Para que ellas tengan un interés por parte de los actores AM, deben ser poco costosas: 100 dólares de capital por puesto de trabajo creado. Además, deben servir para movilizar materias locales, que permitirán producir artículos destinados al consumo doméstico. Eso no significa que los bienes creados no serán producidos para el mercado de exportación, aunque no es el primer objetivo planteado. Por otro lado, esas técnicas deben crear empleos y polos de desarrollo, aunque tampoco son remedios milagrosos. Sus ventajas son las siguientes:410 1.- Simplicidad y facilidad de inicio con bajo nivel tecnológico. 2.- Menor costo de equipamiento y posibilidad de reducir la escala de producción. 3.- Posibilidad de usar equipos anticuados (en Europa) inmediatamente. 4.- Movilización de mucha mano de obra y creación de empleos. 5.- Tecnología fácilmente asimilable, que no provoque demasiados trastornos sociales. Lo que hay que destacar en la tecnología intermediaria es la posibilidad que brinda para sustraerse a las relaciones de poder asimétricas con los actores Ar de los países desarrollados. Lo anterior no logra eliminar, no obstante, la desconfianza de los países del Tercer Mundo, que tienen un agudo sentimiento de utilizar una técnica de segunda. Sin embargo, es un camino posible para llegar a la tecnología apropiada, cuyo padre es Schumacher. 411 La India fue uno de los primeros países en adoptar esta doctrina, al igual que China, con un innegable éxito. Pero dichos ejemplos ¿pueden trasladarse? Según el caso, se puede dudar. Siempre es posible preguntarse si el problema no está mal planteado. Mal planteado, tanto para los países desarrollados como para los demás. En efecto, cuando en Argelia, en 1975, Boumedienne declaró que en ese país no habría industria para subdesarrollados e industria para desarrollados, no planteaba el problema en términos de bienes necesarios y de trabajo útil, sino en términos de poder. Los países que disponen de las tecnologías avanzadas tienden a valorizarlas, pero también a hacer de ellas las condiciones de su poderío. Los países que no disponen de éstas y que buscan adquirirlas, no desean obtener tecnologías que no sean verdaderas fuentes de poder, en el sentido político del término. La apuesta es considerable, ya que, en lo inmediato, los actores Ar y AM se encuentran ante una situación desequilibrada a favor de los primeros, pero ¿durante cuánto tiempo todavía? En este caso, la satisfacción de las necesidades sociales pasa a segundo término frente a la satisfacción de necesidades políticas 409
Tomado de R. KUMAR, citado por A. MARQUES DOS SANTOS, Concept d’une technologie intérmediaire: Revue Tiers Monde, nº 65, p. 67. 410 A. M. DOS SANTOS, op.cit., p.74. 411 A. M. DOS SANTOS, op.cit., p. 78.
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de poder. El ejemplo de la tecnología intermediaria es claro en este sentido, ya que esta tecnología no satisface a ninguno de los actores presentes. Es la prueba irrefutable de que se trata de un problema de poder: los países desarrollados no pueden conservar su poderío sino gracias al control casi total del mercado tecnológico y los subdesarrollados no pueden competir eficazmente con los primeros. ¿Cómo romper este círculo perverso en el que se moldean todas las relaciones? Ciertamente no mediante un cambio voluntario de comportamiento, sino con un cambio obligado por la presión de las condiciones fundamentales que determinan el acceso a la energía. Las tecnologías de producción avanzadas son devoradoras de energía, que es justamente el recurso que comienza a faltar seriamente.412 Se debe elegir entre dos posibilidades: o bien los países desarrollados ahorran energía, o bien modifican sus tecnologías. Las tecnologías intermediarias son justamente las que gastan menos energía fósil y más energía humana. Este contexto debería hacer que se recobren las necesidades sociales que podrían, para unos y otros, reemplazar las necesidades políticas puras. ¿Puede la cooperación sustituir la competencia, pueden las relaciones simétricas sustituir las relaciones asimétricas en las estrategias? Gran pregunta, que no encuentra respuesta más que en la perspectiva de una cooperación para la sobrevivencia.
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Es evidente que las tecnologías ligadas a la informática ahorran, por el contrario, mucha energía para el “transporte” de la información.
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CAPITULO III LOS RECURSOS COMO “ARMAS POLITICAS” I ¿QUE RECURSOS? Hoy el petróleo, mañana el trigo ¿quién lo sabe? Cualquier recurso es o puede ser un instrumento de poder. Si es verdad que ciertos recursos, debido a su capacidad de satisfacer necesidades fundamentales, manifiestan una larga duración en el papel que desempeñan, permanecen igualmente ligados al contexto socioeconómico y sociopolítico, en cuanto a su significado como instrumentos de poder. Ya no hay bienes libres. Lo que hay son bienes “políticos”, en la medida exacta en que responden a necesidades colectivas, tanto más cuanto que las necesidades no son exógenas sino endógenas a los sistemas técnico-económicos. Desde ahí que, si bien es posible evidenciar los recursos que, actualmente, son objeto de relaciones de poder tensas, es casi imposible decir cuáles de ellos determinarán las luchas y los conflictosen diez o veinte años. La historia está tapizada de recursos o, más exactamente, de materias que ya no tienen interés para la época actual. Sucede que para los sistemas técnicos y los económicos, indisolublemente vinculados, no tienen el interés que tuvieron tiempo atrás. La utilidad de una materia, como primer elemento de un recurso, es una función de la estructura técnicoeconómica y de las sucesivas coyunturas. Observación banal sin duda, pero a la que no se ha dado la suficiente importancia para explicar los cambios de posición que sufren las poblaciones territorializadas. Un ejemplo muy simple será suficiente para explicitar ese problema. Quebec decidió nacionalizar la explotación del amianto, materia cuya utilidad es indiscutible. Está bien, pero en cuanto una industria química logre poner en funcionamiento un procedimiento para crear un bien de sustitución que sea más barato que el amianto y que posea todas sus propiedades, el amianto quebequense no sólo puede dejar de ser un recurso, sino que también puede convertirse en un mineral poco útil. El caso es menos improbable de lo que se pudiera pensar. Debido a esta flexibilidad que presentan los recursos, no bosquejaremos un cuadro general, sino que tomaremos solamente algunos ejemplos. Cualquier recurso puede ser objeto de un análisis en términos del poder, sin importar que sea de uso corriente o raro. En relación al poder, no hay ninguna diferencia, salvo en la intensidad de los conflictos y de las luchas que desaten. Los recursos son instrumentos de poder y la eficacia de esos instrumentos de poder depende de las estructuras y las coyunturas. Siempre ha sido así, incluso si el fenómeno no ha sido percibido como tal. La lucha por los recursos es tan antigua como la humanidad. Desde que existen los hombres, ha habido conflicto por las “cosas útiles”, o las que han sido consideradas como tales. No se ha hecho una historia de los recursos desde esta perspectiva, lo que es lamentable, aunque todas las formas de mercantilismo plantearon implícitamente el problema en términos de relaciones de poder y de luchas por los recursos. Si insistimos en este hecho es porque estamos tan marcados por la “psicosis petrolera” que podríamos creer que el fenómeno es reciente. Es verdad que desde hace una década, tanto para los recursos renovables como para los no renovables, se han presentado fenómenos de enrarecimiento absoluto o relativo. Aunque parezca que utilicemos un vocabulario de tipo militar, se habla de
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los recursos como de un arma: “la comida es una arma” constató Earl Butz en 1974, cuando era secretario de agricultura de Estados Unidos.413 No hay duda de que los estadounidenses, motivados por el ejemplo de la OPEP, pensaron en utilizar los recursos alimentarios como instrumentos de poder. Para hablar cínicamente, el arma económica es más “ventajosa”, en el sentido de que ésta da un giro menos dramático a la lucha o al conflicto: “Sitiar una ciudad es mucho menos dramático que atacarla: los medios económicos funcionan a largo plazo y provocan efectos indirectos (en comparación a los medios militares)”414. Es todavía posible, siempre bajo la misma perspectiva cínica, disimular el carácter conflictivo de la acción, ante los ojos de la opinión internacional, mediante la tesis de la rareza absoluta, cuando se trata de una rareza artificial y relativa. Seguramente es preciso que se cubran ciertas condiciones para que los recursos se conviertan en “armas”, pero antes de alcanzar ese nivel, casi siempre pueden ser instrumentos de presión. Los actores sometidos a dichas presiones tienen las siguientes alternativas, que pueden elegir una por una o combinadas:415 1.- Adoptar una política de diversificación de las fuentes de importación. 2.- Reducir o estabilizar las importaciones, explotando de manera más intensa sus reservas, utilizando una tecnología para desarrollar sustitutos o reduciendo la demanda. 3.- Continuar importando los recursos tradicionales, pero aumentar la seguridad, haciendo acuerdos bilaterales con los proveedores. 4.- Buscar una solución multilateral de acuerdo con otros países importadores. Estas alternativas no son, evidentemente, de la misma naturaleza, ya que las primera, tercera y cuarta son opciones comerciales, mientras que la segunda es técnico-económica y no es concebible más que para los actores que disponen de una infraestructura científica desarrollada. Sea como fuera, cierta concepción económica internacional ha hecho olvidar, voluntariamente o no, que cualquier mercado es, además de un lugar y una relación de intercambio, una relación de poder en el sentido más puro. Esto es verdad respecto a cualquier recurso, renovable o no, como lo demostraremos con la ayuda de algunos ejemplos. II.- LOS CEREALES Y PARTICULARMENTE EL TRIGO A pesar de estar vinculados a condiciones climatológicas precisas, los cereales pueden ser calificados, cuando menos los más importantes, de ubicuos. Los cereales constituyen, todavía, la base de la alimentación para amplias porciones de la humanidad. Eso significa que hay una concentración de la demanda muy débil. En otras palabras, la necesidad de cereales es casi universal, incluso si ciertas poblaciones los consumen poco. Fuentes de glúcidos y de proteínas, los cereales son esenciales para la sobrevivencia de los países menos desarrollados. Algunas de estas simples observaciones dan indicaciones suficientes para comprender que los cereales son un instrumento de poder potencial muy eficaz. Algunos menos que otros, es 413
The political economy of food, edited by Vilho Harle, Saxon House, 1978, p.47. “Food is a weapon” en el original (NdT). 414 Ibid., p. 49. (“The siege of a city is far less dramatic than an attack on it: the economic means work through their long term and indirect effects (relative to the military means)” en el original (NdT). 415 CONNELY PERLMANN, Op. cit.
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verdad. El arroz es poco importante en el plano internacional, ya que los grandes productores son también los grandes consumidores. En cambio, el trigo es un instrumento de poder terriblemente eficaz en el plano internacional, ya que los grandes productores no son los mayores consumidores. El trigo es, entonces, uno de los cereales que más viaja. Su posición en el comercio internacional es muy importante, no sólo en tonelaje, sino también en valor. Desde hace cuatro décadas, muchos países se han convertido en importadores netos de cereales. Eso significa que se ha incrementado la dependencia de diferentes regiones del mundo en materia de cereales. Esta dependencia es, además, una característica común en la mayoría de los países subdesarrollados.416 Asia se ha convertido en importadora neta de cereales hace unas tres décadas, mientras que África y América Latina los importan hace dos décadas. (Tabla 6). Tabla 6 PRODUCCIÓN E IMPORTACIÓN DE CEREALES EN LAS REGIONES SUBDESARROLLADAS EN 1974
Africa América Central América del Sur Asia (China incluida) Asia (sin incluir China)
(En miles de toneladas)417 Producción Importación 67 921 11 019 17 893 6 003 35 787 7 385 513 867 56 094 283 730 47 322
% 16,2 33,5 20,6 10,9 16,7
Esta tabla indica, de manera global, la dependencia continental en relación a los cereales. Desde finales de los años sesenta hasta 1974, las importaciones de cereales se multiplicaron en promedio por dos o por tres en los países subdesarrollados. Es el periodo de la famosa “revolución verde”, que debió haber permitido el incremento de la autosuficiencia alimentaria.418 Lo que más se importó fue el trigo. La situación fue ligeramente diferente para el arroz y el maíz, cereales de los que se produjeron algunos excedentes aquí y allá. Como lo señala muy bien Helena Tuomi, la dependencia respecto al trigo es la más fuerte, seguida por la del maíz.419 Si se considera que la dependencia puede medirse a través de la relación entre importación y producción, se constata que los países dependientes son: 1.- Los países más pobres y los países con escasas condiciones agrícolas. 2.- Los países implicados en la guerra o en conflictos políticos importantes. 3.- Los países en los que hay una opción política y/o económica, por parte de la élite en el poder, de contar con recursos alimenticios del extranjero para suplir los recursos nativos.420
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The political economy…, op.cit., p.1-3. Ibid., p.1-3. 418 Ibid., p.4. 419 Ibid., p.5. 420 Ibid., p.8. (1.- The very poor countries, and countries with poor conditions for agriculture. 2.- Countries involved in war or major political conflict. 3.- Countries where it is a political and/or economic choice of the ruling elite to rely on foreign food supplies rather than indigenous resources) en el original (NdT). 417
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A la primera categoría pertenecen los países africanos pobres que disponen de un territorio pequeño. A la segunda, los países de Indochina y de Medio Oriente (al menos algunos de ellos). La tercera categoría es más heterogénea, según Helena Tuomi, y en ella se encuentran países como Argelia, el Congo, Libia, Costa Rica, República Dominicana, Jamaica, Chile, Perú, etc.421 ¿Es decir que en estas tres categorías la situación agrícola o las condiciones de la agricultura son particularmente desfavorables? Ciertamente no, pero muchos de esos países, en virtud de la imposición de una división internacional del trabajo, se han especializado en la producción de café, de té, de vino, etc.422 Productos que se venden en los mercados internacionales y que, en consecuencia aportan divisas… con las que se comprará trigo. No se trata de criticar a la ligera las decisiones en materia de política económica, pero podemos sacar ciertas conclusiones. En efecto, en el contexto internacional, que es el nuestro y que se caracteriza por relaciones de poder asimétricas, debemos preguntarnos si ser dependientes del exterior para la alimentación básica es una buena decisión. Si es posible asegurar la autosuficiencia, o al menos disminuir la dependencia en materia de cereales, hay que hacerlo una prioridad; de lo contrario, se incrementa el peligro de ser dominados y controlados por los países productores. Hay que recordar a Chile en 1971-1973.423 Los cereales constituyen un riesgo enorme para las relaciones. Los países importadores netos podrían interesarse en reconsiderar su desarrollo y la estrategia que escogieron si, en ciertos momentos, corren el riesgo de ser “estrangulados” por el avituallamiento de los cereales. “Estrangulamiento” que expresa muy claramente el neocolonialismo que los grandes productores pueden ejercer contra los consumidores. El caso de América Latina es, en este sentido, ejemplar. En su conjunto, América Latina es dependiente en materia de cereales: 30% en 1970; 35% en 1973. Los Estados Unidos manejan el mercado en esta parte del mundo: “En suma, podemos concluir con seguridad que la dependencia latinoamericana de la comida comprende principalmente la dependencia de grano americano.”424 Es lícito proponer una interpretación, según la cual Estados Unidos juega actualmente, en cuanto al trigo, el papel que juegan los países árabes en materia de petróleo. Analogía nada excesiva, ya que el trigo, al igual que los otros recursos alimentarios, es energía, en el sentido pleno del término. Esta política del trigo de los estadounidenses nos recuerda la política de los grandes imperios que, como Roma, pertenecen a la historia desde hace mucho tiempo: “La materia individual más importante en las exportaciones estadounidenses agrícolas es el trigo”425 Toda América Latina, salvo algunos países como Cuba, está ampliamente satelizada por los Estados Unidos. Los intereses de éstos son considerables ahí, al igual que las relaciones económicas y políticas. Ciertamente, los países latinoamericanos pueden liberarse de la tutela estadounidense a mediano plazo, pero a corto plazo eso parece difícil y Estados Unidos lo sabe. En esas condiciones, los estadounidenses pueden intervenir de manera muy eficaz, ya que son la clave de los aprovisionamientos de cereales. La posición cuasi monopólica de Estados Unidos en el mercado de los cereales es un instrumento de poder de gran eficacia en la esfera de dominación estadounidense. Más aún cuando los mercados conquistados por los cereales preparan otros para los productos 421
Ibid, p. 8-9. Ibid. 423 Ibid. p. 10. 424 The political economy, op. cit., p.11-12. “In sum, we may safely conclude that Latin American food dependence comprises mainly dependence of Americain grain” en el original (NdT). 425 Ibid., p.12. “The most important single commodity in U.S. exports, as in her whole farm trade, is wheat” en el original (NdT) 422
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industriales: “En la medida en que E.E.U.U. persiga las políticas del comercio y de la ayuda que contribuyen al desarrollo económico en los países en vías de desarrollo, está ayudando a construir los mercados para los productos agrícolas y no agrícolas estadounidenses.”426 No hay ninguna duda que la estrategia estadounidense integró la alimentación de manera general, y el trigo en particular, en sus relaciones internacionales. Por eso se debe pensar, con Mercedes Bresso, que la crisis de los cereales aclaró que no se puede dejar a Estados Unidos el papel de productor único de las reservas mundiales de cereales. También hay que denunciar el falso problema de los excedentes de trigo de la CEE.427 Es evidente que este falso problema revela que Europa puede ser una realidad económica, pero todavía no es una realidad política. La prueba de ello es que los estadounidenses no quieren que los europeos desarrollen una producción propia de cereales, lo que podría poner en peligro su poder aún indiscutible en ese terreno y más aún cuando Canadá y Australia, otros grandes productores de trigo, pertenecen a su esfera de influencia. Mientras los estadounidenses dispongan de las principales reservas, las relaciones serán asimétricas y no porque los estadounidenses sean más maquiavélicos que otros, sino simplemente porque estarán tentados a utilizar, como otros lo harían, el monopolio que poseen. Una toma de conciencia de Europa, en este terreno, puede ser una manera de reequilibrar la situación de los cereales y con ello acercarse a relaciones simétricas. ¿Es verdad que la agricultura europea, con el sistema de garantía de precios al interior de la CEE, no puede enfrentar a Estados Unidos? Esto no es totalmente cierto, ya que los agricultores europeos no son homogéneos: algunos producen a precios competitivos, otros no. Una eventual estrategia europea enfatizaría la esfera política sobre la económica. Nada impide a los europeos, en efecto, jugar un papel político re-equilibrador… salvo la voluntad de querer hacerlo. Aparentemente Europa no ha comprendido toda la ganancia política que podría obtener de su agricultura. Por el contrario, los estadounidenses, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, concibieron perfectamente que la agricultura es un medio de la política internacional, a través de las relaciones económicas y comerciales. Se pueden evidenciar tres objetivos de la política estadounidense: 1. Un interés económico por disponer de los excedentes agrícolas. 2. Un interés estratégico por “contener al comunismo”. 3. Una preocupación humanitaria respecto a la supresión de la pobreza.428 Es evidente que controlar importantes excedentes es no solamente una ventaja económica y comercial, tanto para enfrentar eventuales crisis alimentarias como para mantener los precios, sino que es una ventaja mayor, políticamente, que permite intervenciones, puntuales o masivas, en los países subdesarrollados. El interés estratégico reside en el hecho de poder movilizar rápidamente “energía alimentaria” para impedir la penetración comunista. Es una manera de manipular las restricciones y las ayudas, bajo la perspectiva de hacer fracasar al comunismo. La ayuda alimentaria de carácter estrictamente humanitario, incluso si no está exenta de segundas intenciones políticas, no podría descuidarse ni tampoco subestimarse, ya 426
Ibid., p.19. “To the extent that the U.S. pursues trade and aid policies that contribute to economic growth in the developing countries, it is helping to build markets for U.S. farm and non-farm products” en el original (NdT). 427 Mercedes BRESSO, F. FORTE, G. FORNENGO, G. PORRO, Il bilancio et le politiche strutturali della C.E.E., Le Monnier, Firenze, 1979. 428 The Political Economy..., Op. Cit., p. 72-73. “1. An economic interest in disposing of agricultural surpluses. 2. A strategic interest in ‘containing communism’ 3.A humanitarian concern in abolishing poverty” en el original (NdT).
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que la dimensión “humanitaria” de la política estadounidense bajo la influencia de las distintas iglesias es muy importante. En relación a esos objetivos, se constata que, en el transcurso de los últimos treinta años, Estados Unidos ha verdaderamente manipulado sus cereales como un arma. Redujo, por ejemplo, su ayuda al régimen de Goulart en Brasil y al de Allende en Chile. Suspendió su ayuda a la India y a Pakistán cuando ambos países estaban en guerra en 1965-1966, al igual que a los países que trataron de nacionalizar intereses estadounidenses, etc.429 La manipulación más reciente “del ejército del cereal” fue con respecto a la URSS. Inmediatamente después de la invasión a Afganistán, los estadounidenses suspendieron sus exportaciones destinadas a éste país. Así, el control de los cereales o de los recursos alimentarios es utilizado por los estadounidenses, de manera general, por razones de política internacional, pero también para proteger sus intereses privados cuando las compañías estadounidenses son amenazadas en sus propiedades en el extranjero. Es una versión moderna de la política del cañonero, bien conocida en los viejos países colonialistas de Europa. La relación de poder cambió su contenido pero mantuvo su forma. Estamos siempre frente a relaciones asimétricas tan insoportables que afectan a poblaciones enteras en contextos espacio-temporales importantes. Sin embargo, esta situación no es irremediable. La atenuación, si no es que la eliminación, de la dependencia alimentaria depende de la estrategia de desarrollo de los países subdesarrollados, algunos de los cuales deben reconsiderar sus planes. También depende de los países desarrollados, que deben tomar conciencia de la necesidad de desconcentrar las fuentes de producción de los cereales para evitar que los estadounidenses dispongan de un arma tan temible. No se trata de una crítica a los estadounidenses, quienes generaron los medios de producción que les permiten este juego, sino de una simple constatación que debe hacer reflexionar sobre los peligros de cualquier concentración que además implique traslados importantes que consuman energía rara. Los transportes de cereales no deberían realizarse, salvo en caso de necesidad. Ahora bien, alimentan una parte enorme del comercio internacional. III.- LOS RECURSOS ENERGÉTICOS Desde 1973 se derrumbó un mito en el mundo occidental; a saber, el de la energía fósil abundante y barata. Desde esa fecha va a agudizarse el enfrentamiento entre países productores y países consumidores. La dependencia de los segundos respecto a los primeros va a tener un peso considerable en las relaciones económicas y políticas. Cálculo sutil, como el de los árabes que juegan con los precios, que tensan el mercado -pero no mucho, justo lo necesario para no desatar reacciones excesivas- y que, además, conceden préstamos a los consumidores más pobres. El petrolero es, sin duda alguna, el reto más espectacular y hay que tratar de mostrarlo bajo sus diferentes ángulos. Recordemos que durante la famosa guerra de Yom Kipur se desató la crisis petrolera. Coyunturalmente se trata de una crisis de enrarecimiento “artificial” provocada a través del juego de los precios: enrarecimiento relativo pues, y no absoluto. Dicho eso, la crisis o al menos los instrumentos de su detonación estaban listos mucho antes de 1973. Hay que remontarse a 1960, fecha de fundación de la OPEP (Organización de los Países Exportadores de Petróleo), para comprender el problema. Originalmente la OPEP agrupaba a Irán, Irak, 429
Ibid., p.85-86.
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Kuwait, Arabia Saudita y Venezuela. Progresivamente, todos los exportadores significativos se adhirieron a la OPEP, que se constituyó como reacción a las grandes compañías como Exxon, Texaco, Mobil, Chevron, Gulf, BP y Shell. Reacción bien comprensible, ya que dichas compañías se esforzaban por mantener el petróleo crudo a un precio muy bajo e inclusive por abaratarlo. Situación insostenible para los países productores, para los cuales es la única riqueza, pero situación también insostenible desde un punto de vista muy general, ya que esos precios bajos motivaban el derroche por parte de los consumidores y, en consecuencia, la opción, por parte de los países industrializados de procesos productivos que no tomaban en cuenta de un recurso finalmente raro porque es finito. El poder de las grandes compañías, sostenidas por los Estados occidentales, determinó relaciones perfectamente asimétricas con los países productores. Para que la OPEP reaccionara, fue necesaria la convergencia de acontecimientos “favorables” entre 1960 y 1970. Primero la Guerra de los seis días, en 1967, durante la cual Libia se hizo consciente el impacto político que podía tener la manipulación del abasto de petróleo. La neutralización del TAP (Transarabian Pipe-Line) aumentó los precios y reforzó la posición libia. Se iniciaron negociaciones con las compañías y se desarrollaron fuertes estrategias. Finalmente la crisis culmina en 1973, cuando los árabes utilizaron la amenaza petrolera de disminuir la producción en un 5% si los estadounidenses no cambiaban su política pro-israelí. Después de 1973, siguió un periodo de precios récord que evidenció la estrategia árabe. Los árabes se asimilan, pues, a los actores de tipo AM frente a las compañías que son de tipo Ar y que a su vez se encuentran subordinadas por los actores políticos de los Estados. De hecho, los actores AM no tienen una estrategia simple sino doble: por un lado, buscan obtener el máximo de ingresos para desarrollar su economía nacional y, por el otro, manipulan el precio y la cantidad de petróleo para intervenir en los conflictoseventuales. Lo que se podría llamar la estrategia interna, la del desarrollo, pasa por esos actores Ar, que deben surtir las tecnologías. Existe ahí la posibilidad de un reequilibrio o, si se prefiere, la oportunidad de relaciones simétricas o relativamente consideradas como tales. En relación a la estrategia externa, la del medio de presión, ésta sólo es posible en la medida en que el petróleo esté muy concentrado en su consumo. De hecho, la concentración geográfica es fuerte, ya que Arabia Saudita, Irán y Kuwait poseen y controlan, ellos solos, 40% del potencial mundial. Por su parte, el estado saudita dispone de entre el 18% y el 25% de las reservas mundiales, según las estimaciones.430 Esta notable concentración puede motivar a aquéllos que se benefician de ella a realizar intervenciones, cuyas consecuencias son y serán multiformes. Esas intervenciones pueden tener tanto impacto que los grandes consumidores podrían quedar desabastecidos de petróleo. El caso de los Estados Unidos es aparte, aunque los recientes problemas que atraviesan muestran bien que no están más seguros que los demás ante una crisis petrolera. Disponen, no obstante, de más medios que los demás países para enfrentarla. Solamente el descubrimiento de nuevos yacimientos fuera del Medio Oriente podría modificar sensiblemente la situación y, aún así, tendrían que ser importantes y estar ubicados en los países consumidores. Esta hipótesis no se puede excluir (los yacimientos en el Mar del Norte y de México, por ejemplo), pero su probabilidad a mediano plazo es débil. Dicho esto, los actores AM deben integrar esta eventualidad en sus estrategias, en la medida en que los actores Ar buscan activamente nuevos recursos petroleros o sustitutos (gasolina sintética a partir del carbón, como en el caso de África del Sur). 430
Cf. L. MIHAILOVITCH, J. J. PLUCHART, Energie mondiale: Les nouvelles stratégies, A. Colin, Paris, 1978.
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Dicho lo anterior, consideremos la evolución de las estrategias de los actores en el mercado petrolero. Esenciales durante mucho tiempo en el mercado, las Majors431 debieron integrarse en el transcurso de las últimas dos décadas. Primero se crearon, en los países productores, sociedades nacionales: NIOC (Irak 1954), CVP (Venezuela 1960), KNPC (Kuwait 1960), Petromin (Arabia Saudita 1962), Sonatrac (Argelia 1963), INOC (Irán 1965). Se trataba, para esas sociedades, de administrar la producción nacional y de jugar un papel en el mercado internacional.432 De hecho son mucho más, ya que esto corresponde a la emergencia de los actores sintagmáticos AM que toman conciencia de las acciones que pueden emprender. Poco a poco, estas sociedades pasaron a un tipo nuevo de contratos con las sociedades nacionales de los países consumidores: ENI (Italia), Elf-Erap (Francia), Petrobras (Brasil). Como consecuencia de esos contratos, la solidaridad occidental fue sistemáticamente violada, ya que cada uno de esos países buscó, por cuenta propia, asegurar los abastecimientos más seguros. No hay duda de que las acciones dispersas de los occidentales, así como sus estrategias, con frecuencia divergentes, tanto a nivel de Estados como de compañías (Majors e “independientes”) llamaron la atención de los productores, que pudieron así cuestionar el sistema tradicional. Al principio, las sociedades tenían contratos por tiempo limitado y pagaban regalías y un impuesto sobre las ganancias, quedando a su cargo organizar la explotación y la comercialización. El precio era el precio de transporte, el costo de carga o FOB,433 teniendo en cuenta la calidad del crudo. Pero desde 1955, el ENI inició un contrato de asociación con Egipto y en 1975 concretó el mismo tipo de acuerdo con Irán. En ese tipo de contrato, el operador extranjero se encarga del conjunto de trabajos de investigación y de explotación (con un reembolso de la mitad de los gastos en caso de descubrimientos comerciales), mientras que el financiamiento del desarrollo se asegura paritariamente entre la compañía nacional y el grupo extranjero. A nivel comercial, la compañía extranjera vende la parte que le pertenece y la compañía nacional vende la suya, ejerciendo un control permanente. Se notará que, con ese tipo de contratos, la relación es mucho menos asimétrica que en el antiguo sistema de concesiones. Los contratos de empresas del grupo Erap en Irán (1960) y en Irak (1968) son igualmente significativos en esta evolución: la compañía extranjera no interviene más que “como un prestador de servicios financieros, comerciales y técnicos.”434 En contrapartida, el socio extranjero puede comprar, a precio poco superior al precio de costo, una parte de la producción. Así, gradualmente, de etapa en etapa, los países productores obtuvieron ventajas sensibles que no podían hacer sino incitarlos a cuestionar las bases de sus relaciones con las “majors”. Esto se combinó, además, con un crecimiento anual del 8%, es decir ¡una duplicación cada nueve años! Todo estaba listo para la transformación de la situación a favor de los actores AM: mejora en el precio del barril de petróleo y de los impuestos sobre las ganancias. La asimetría, a favor de los actores Ar durante mucho tiempo, estaría a partir de entonces a favor de los actores AM. El petróleo se convirtió entonces en un arma política por excelencia. Los árabes restringieron a los consumidores, sobre todo a los occidentales, para reorientar y limitar su consumo. Desde este punto de vista, la acción de la OPEP, a pesar de que fue dolorosamente resentida, puede 431
Las cinco compañías petroleras más importantes del mundo. Forman parte de las llamadas “Nuevas siete hermanas” (NdT) 432 MIHAILOVITCH, Op.cit., p.13. 433 “Free on board”, significa que el vendedor asume los gastos hasta que la mercancía está embarcada.(NdT) 434 MIHAILOVITCH, Op.cit., p.15.
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ser calificada, a mediano plazo, como benéfica, ya que obligó a ahorrar, por un lado, y a redescubrir energías clásicas, por el otro. Prácticamente, esto condujo a la revisión de las políticas energéticas y a nuevas relaciones de poder, que estuvieron marcadas, mucho más que antes, por preocupaciones estrictamente políticas. Sin embargo, nos parece que los árabes no disponen de más de veinte años para obtener todas las ganancias posibles de esta nueva situación. En efecto, los actores Ar van a poner sus esfuerzos en las tecnologías, ya sea para encontrar energías sustitutivas que les permitan poner fin a la gran dependencia, ya sea para encontrar tecnologías menos consumidoras de petróleo. La estrategia de la información contra la estrategia de la energía es la lucha entre Ar y AM. Es la lucha que encontramos por otros recursos, en particular los metales, como el cobre y el aluminio. IV.- EL COBRE Y EL ALUMINIO El cobre y el aluminio representan cuantitativamente las tres cuartas partes del consumo de los metales no ferrosos en el mundo, por lo que son muy significativos. Desde hace 30 años hay una “guerra” entre las compañías para controlar los recursos minerales, lo que se traduce en una serie de fenómenos:435 1.- Tendencia a la internacionalización de la producción con una actitud agresiva de las compañías, sobre todo estadounidenses y japonesas. 2.- Reestructuración parcial de la división internacional del trabajo. Las compañías mineras no dudan en ceder los activos de las explotaciones mineras a las burguesías de los países productores e incluso a ayudarlas a desarrollar fundidoras y refinerías a nivel local. Pero, por la vía de la tecnología, las multinacionales continúan controlando las cosas, ya que jamás se va a ir más allá en ciertas etapas estratégicas del proceso de transformación. 3.- Tendencia al desarrollo de la integración para sostener a las grandes compañías productoras con la creación de oligopsonios durante las etapas estratégicas. 4.- Tendencia menos clara a la formación de conglomerados y a la diversificación de los sectores. La distinción entre los actores AM y Ar se hace cada vez más clara. Los segundos han comprendido que no podían mantener su control directo en los territorios y, poniendo al mal tiempo buena cara, renuncian a la propiedad de las minas. Sin embargo, en compensación acentúan su control sobre la información tecnológica, que no sólo desarrollan sino diversifican. De ahí, evidentemente, el desarrollo de la integración y la diversificación de los sectores industriales. No todos los actores Ar están, sin embargo, en la misma situación, ya que predominan las multinacionales estadounidenses: en 1973, produjeron 56% del cobre mundial, mientras que el consumo de Estados Unidos y Canadá no alcanza más del 35%.También Europa y Japón están obligados a acudir a las multinacionales estadounidenses y las compañías nacionales de los países productores para satisfacer su déficit.436 En esas condiciones, los estadounidenses están en condiciones de imponer su “lógica” y pueden, en consecuencia, mantener relaciones de poder asimétricas, según las necesidades del momento. 435
Cf. François GEZE, La bataille des matières premières minérales. Multinationales contre pays producteurs, le cas du cuivre et de l’aluminium: Revue Tiers Monde, t. XVII, n° 66, avril-juin de 1976. 436 GEZE, Op.cit.
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El aluminio requiere comentarios similares, ya que en ese caso también son las multinacionales estadounidenses a las que hay que recurrir para satisfacer los déficits. Sin embargo, 97% de la bauxita controlada por los estadounidenses se encuentra fuera de su territorio nacional, sobre todo en el Caribe. Es decir, esta zona “pesa” en la política exterior estadounidense, aunque pueda explotar lateritas437 en bajas cantidades. La posición europea es más satisfactoria respecto al aluminio y no lo es tanto respecto al cobre: 56% de la producción europea se realiza en los propios países europeos, e incluso si se acude a las importaciones -del 10% al 15% provienen de Estados Unidos-, la dependencia es menor que en el caso del cobre. La estrategia de las multinacionales mineras consiste en controlar la producción mundial, pero no en poseer las minas, como en el pasado. Es una estrategia triple, ya que se construye alrededor de tres ejes: disminución de riesgos financieros y garantía de la renta a nivel suficiente; diversificación posterior y menor recurrencia al autofinanciamiento y más a la asociación con los países productores. En esta materia, los estadounidenses se adaptan mejor que los europeos. Los japoneses, instigados por el Estado, se han vuelto muy agresivos en los mercados. En todos ellos se observa una intensificación en la prospección y en la explotación. Eso implica una gran valorización de la dimensión temporal. En el plano territorial, las estrategias difieren sensiblemente, ya que los japoneses orientan sus esfuerzos al territorio nacional; los estadounidenses los orientan hacia América Latina, Australia y Asia y los europeos invierten sobre todo en África y Europa. No son comportamientos sorprendentes, ya que se basan en tradiciones relativamente viejas. Las mismas tendencias se manifiestan respecto a la localización de nuevas inversiones. A pesar de las diferencias en las estrategias, todas ellas tienen un punto en común: las actividades más interesantes, es decir, las más lucrativas -la producción de aluminio en bruto y los productos primarios- se conservan cerca de los mercados de consumo.438 “El criterio de seguridad de abastecimiento juega un papel muy importante en Europa y en Japón y obedece a un enfoque geopolítico.”439 El “modelo japonés” parece estar muy cerca del tipo de actor Ar “puro”. Las compañías no aceptan más que participaciones minoritarias en las compañías explotadoras (10%-20%), pero obtienen sus ganancias con la venta del know how, mientras que la comercialización es cedida a las compañías explotadoras de los países productores mediante un uso más sistemático de contratos a largo plazo.440 Las multinacionales han comprendido perfectamente que su control financiero y tecnológico era suficiente para asegurarles una posición de dominación en relación a los actores AM. Estos últimos, de hecho, no disponen de medios para ser independientes. Lo más curioso es que las tecnologías del cobre y del aluminio son relativamente viejas y, en consecuencia, muy conocidas, y por ello controlables. A pesar de ello, son monopolizadas por las multinacionales, a través del sistema de patentes y licencias. En realidad, se trata de tecnologías pesadas que requieren de inversiones enormes, prohibitivas para los productores. Evidentemente, tanto los productores de cobre como los de bauxita buscaron agruparse en organizaciones, mismas que son significativas pero sin capacidad para desplegar más que efectos débiles, ya que el acuerdo no es perfecto entre los socios, entre otras cosas, por razones 437
Roca rojiza del Caribe (NdT). GEZE, Op.cit. 439 Ibid, p. 297. 440 Ibid. 438
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políticas. Ahí, otra vez, las relaciones son asimétricas entre los actores Ar y los actores AM, en detrimento de estos últimos. Hemos comprendido, cuando menos eso esperamos, que las relaciones simétricas que postulamos no tienen valor de normas. Si criticamos las relaciones de poder asimétricas es porque contribuyen a mantener el subdesarrollo, del cual son víctimas muchos países. Para nosotros, el desarrollo, si pasa por planes muy precisos, transita prioritariamente por la eliminación progresiva de las relaciones asimétricas impuestas por los actores Ar, que disponen de los medios financieros y de las tecnologías, a los actores AM, que disponen únicamente de las materias primas y que, finalmente, son menos tomados en cuenta en el proceso ArM que el dinero y la información.
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OBSERVACIONES FINALES Si alguien, por excelencia, no puede y no debería concluir nunca, es precisamente el autor. La forma aparentemente paradójica de esta propuesta no disimula, no obstante, ninguna paradoja. ¿Cómo cerraría el autor, sin riesgo, el espacio de los significados que trató de construir? Llegado a ese punto donde abandona su texto o, más exactamente, donde el autor es abandonado por su texto, ya no es a aquel a quien le toca jugar, sino al otro, al lector, que debe tomar a cargo libremente, sin recomendación, un libro que no es finalmente sino un ensayo de principio a fin. Al centrar el análisis en el poder, pensamos haber propuesto “otra descripción” posible, que puede constituir la condición de “otra explicación”. ¿Es nuevo? No somos nosotros los que debemos juzgar; en todo caso, podemos acreditarnos una voluntad de diferencia, que se puede identificar fácilmente en la exposición de la problemática relacional de la cual se desprenden hipótesis que ordenan, como otras observaciones, nuestras líneas de investigación. Todas nuestras hipótesis están ilustradas por ejemplos. Sin embargo, muchas deben sufrir la prueba de la verificación, sea a través de la medición, sea por su integración en modelos. Desde luego, ni la medición ni la modelación dan un estatus de comprensión superior a lo que en definitiva no es pertinente. Si acaso, facilitan el “consumo”. Escogimos voluntariamente la vía de la conceptualización para llegar a una adecuación entre la problemática y los instrumentos de investigación. Algunos intentos de medición y de modelación que hicimos no son sino pruebas para apreciar la condición unívoca de los conceptos, ya que nos pareció prematuro “medir” y “modelar”. Creemos que hemos abierto líneas de investigación que nos proponemos retomar posteriormente en una perspectiva cuantitativa y formalizada, sin “abandonar” los modelos prestados, sino construyendo modelos simples y coherentes con la problemática relacional. Nuestro primer objetivo, por el momento, se alcanzó: proporcionar medios para aprehender las relaciones de poder y aportar conceptos para captarlas en un contexto espacio-temporal. Nuestro segundo objetivo fue seguir una concepción que nutre a este libro en su conjunto: el objeto de la geografía humana no es, para nosotros, el espacio, sino la práctica y el conocimiento que los hombres tienen de esa realidad que llamamos espacio. Parece audaz, incluso presuntuoso, en estos tiempos de incertidumbre epistemológica, asignar un “objeto” a la geografía humana. Tal vez, pero no hay que equivocarse en eso; incluso quienes siembran dudas no dejan de referirse a un objeto, que no es sino un “demiurgo escondido” que les permite “pensar”. Es el tema del poder el que nos obligó a asumir nuestras convicciones, ya que no se expresa plenamente más que en las relaciones. En este sentido, nuestra concepción nos parece estar en armonía con la problemática escogida. Si logramos hacer comprensible que cualquier relación está siempre marcada por el poder, habremos completado la idea inicial. Si, por añadidura, hemos podido mostrar que cualquier geografía humana, hecha de múltiples relaciones es en todo momento, una geografía política, entonces estaremos satisfechos. La dimensión política nunca está ausente, ya que es parte constitutiva de cualquier acción. Toda geografía humana es política, pero esta dimensión rara vez es asumida por el geógrafo, quien quiere mantenerse como testigo pero generalmente se niega a desempeñar el papel de una instancia a quien recurrir por parte de aquellos cuya territorialidad está siendo amenazada, modificada o destruida en nombre de fines cuya necesidad no es pertinente. El geógrafo no es un juez y no debe jugar un papel normativo, menos todavía uno de censor, sino que debe hacer explícitos los conocimientos y las prácticas que circulan en las relaciones. Debe proporcionar los elementos teóricos para apreciar el 189
carácter simétrico y asimétrico de esas relaciones. Debe interrogarse sobre la necesidad y la pertinencia de los “órdenes” que enmarcan el sistema población-territorio-recursos desde la perspectiva de preservar la autonomía y la duración de ese sistema. Ratzel, sin quererlo y sin saberlo, dio las bases de una “geografía del totalitarismo” porque sólo consideró una escala, la del Estado. Nuestro tercer objetivo fue recuperar las otras escalas a través de las relaciones de poder. Estas son inevitables, pero su análisis puede contribuir a impedir la cosificación, que adopta dimensiones inquietantes en las políticas demográficas, en el proceso territorial y en las estrategias económicas relativas a los recursos. El objetivo de la geografía política es el hombre como miembro de una colectividad en su existencia cotidiana. Es pues, una “geografía de la autonomía”, que está en tela de juicio. No se trata de privilegiar al individuo, sino de permitirle conservar su identidad y su diferencia en la colectividad a la que pertenece. Para ello, debe estar en condiciones de disponer de los instrumentos teóricos que le permitan analizar las relaciones de poder que caracterizan el cuerpo social del cual es miembro. Ya se trate de relaciones con los hombres, con los territorios o con los recursos, siempre hay creación de reglas y de normas cuya finalidad es aumentar la eficiencia del control y de la administración de los seres y de las cosas. Esta eficiencia puede ser un medio de incrementar la autonomía del grupo, pero también puede ser sólo un medio de incrementar la autonomía de los sub-conjuntos de ese grupo. A partir de ahí, aparecen fenómenos de dominación que se presentan como necesarios en relación a la sobrevivencia del grupo. En la mayoría de casos, no es así; es una manera de naturalizar, por un proceso de metonimia, la influencia de una u otra organización. La geografía política, como reveladora del poder, puede contribuir a cuestionar ese proceso de naturalización y contribuir a aclarar su carácter no necesario. Para lograrlo, la geografía política no debe desprenderse de las cosas cotidianas, sino al contrario, estar constantemente frente a la “producción-del-mundo” que nos inunda y nos sumerge. Esta confrontación incesante es el único medio de hacer confluir conocimiento y conocimiento científico. Este último no se funda sino en el primero y, sobre todo, no se verifica sino a través de él. La dicotomía entre conocimiento y conocimiento científico no tiene significado sino en el plano metodológico. Por lo demás, el segundo no vive sin el primero. Los impulsos del conocimiento científico provienen del conocimiento del mundo; por eso, la geografía, como cualquier otra ciencia del hombre, no debe dejar de regresar a los seres y a las cosas. Al respecto, la geografía debe saber ser “inmediata”, debe saber inclinarse ante los “hechos diversos”, como se dice en el lenguaje periodístico. El hecho banal, sin importancia, deviene extremadamente significativo cuando se repite con cierta frecuencia, ya que informa acerca de las estructuras o de los cambios de estructura. La repetición impone su orden, incluso el de lo intolerable. Una geografía política inmediata debe acorralar estos hechos, para denunciar las relaciones de poder que se establecen y modifican en la sociedad en la que se producen. Es en ese sentido que la geografía es una instancia de recurso y que su disciplina, al aportar medios teóricos de análisis, sabrá si es otra cosa más que un acta. Los hechos del mundo, la lucha de minorías, el tráfico de recursos, la marginación, el terrorismo, etc., son todas relaciones de poder que conciernen a una geografía inmediata. Si no sabemos analizarlas, o si nos negamos a hacerlo, entonces el conocimiento científico que pretendemos elaborar no es tal. Es, en todo caso, el registro de lo que sucede, de lo que pasa, que ni aporta inteligibilidad ni incrementa la información reguladora. El análisis geográfico del poder que extrae sus conceptos fundamentales de las ciencias del hombre debe enfrentar lo que se ha convenido en llamar “la actualidad”, aparentemente incoherente e incomprensible. Si no lo hace, no puede existir como conocimiento científico vivo. 190
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