Libro Orar Como Respirar Miguel Diez

September 10, 2017 | Author: Jorge Cruz | Category: Moses, Prayer, Incense, Christ (Title), Eucharist
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ORAR COMO RESPIRAR

MIGUEL DÍEZ 1

1ª Edición septiembre de 2010.

! Miguel Díez Título: Orar como Respirar. Colección: Discípulos Depósito legal nº GU- !!"#$% ISBN 978-84-95014-35-1 Impreso y encuadernado en: ! EDITORIAL REMAR Avda. Guadalajara, 7 Iriepal- España

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS

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Miguel Díez

Orar como Respirar

Editorial Remar

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__________________________________________________________Orar como respirar

Índice

Índice ............................................................................................... 5 Dedicatoria ....................................................................................... 7 Prólogo ............................................................................................. 9 Capítulo 1º: ¿Qué es orar? ........................................................... 15 Capítulo 2º: ¿Por qué debemos orar? ........................................... 33 Capítulo 3º: ¿Cómo oraremos? .................................................... 45 Capítulo 4º: Orando sólo a Dios, con amor y gratitud ................. 63 Capítulo 5º: ¿Dónde, cómo y por quién hemos de orar? ............. 77 Capítulo 6º: Oración de contrición y confesión ........................... 95 Capítulo 7º: Oración humilde, paciente y gozosa ...................... 111 Capítulo 8º: Intercesión con lágrimas y gemidos ...................... 125 Capítulo 9º: Oración de lamentación, queja y desahogo ........... 135 Capítulo 10º: La oración de peticiones ........................................ 149 Capítulo 11º: Oración de clamor e invocación ............................ 183 Capítulo 12º: Orando en las alturas: Oración de guerra .............. 205 Epílogo ......................................................................................... 225

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Índice_____________________________________________________________________

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DEDICATORIA Sabiendo que todos los actos de mi vida, por ser un hijo de Dios, debo hacerlos para Él, lo cual deseo siempre, con verdadero gozo, dedico este libro, reverentemente y en sincera devoción, al Maestro Jesús, Rabí perfecto, por haberme dado un banquete continuo, alimentándome con su carne y sangre, haciéndome crístico, verbal mensajero suyo, aportando, así, todas las fibras y células, santas y sabias, que han llenado estas humildes hojas, haciéndolas parte de su árbol de la vida. Dedicar además, estos frutos espirituales, repartidos generosamente, entre las frases y oraciones, de los estudios bíblicos aquí retratados, al Espíritu Santo, es indispensable, porque solamente, gracias a su inspiración, he podido conectarme y discernir el Cuerpo de Cristo, correspondiéndole a Él, todo protagonismo, de los buenos olores y sabores que se gusten al comerlos. Aunque siempre me gustaría, dedicar también mis libros a todos los seres humanos, deseando sinceramente que les aprovechen santamente, quiero hacer una dedicatoria, de amor y servicio, a todos los consiervos de Remar y la Iglesia Cuerpo de Cristo, especialmente a los pastores, por 7

Dedicatoria_________________________________________________________________

acompañarme, fielmente, en las muchísimas tribulaciones y alegrías, que hemos vivido hasta hoy, para la gloria del Señor, deseando vernos juntos en las bodas del Cordero, formando parte de su novia, para lo cual seguiré orando hasta el final de mis días terrenales, contando siempre con el insustituible Divino y la muy estimable ayuda de vuestras oraciones. Con mucha gratitud, hago mención especial, dedicándoles estas páginas de incienso, a mi esposa, por esforzarse tanto en trascribirlas, al pastor Ramón Ubillos, mi fiel editor, por sacrificar su tiempo maquetándolas, así como a los impresores Pedro y Joao, que han sido forzados, por la escasez de tiempo, a realizar la impresión aceleradamente, pidiendo al Señor que les inunde de los aromas suyos, emanados de los sacrificios aquí mencionados. ¿Cómo olvidarme, de las muchas personas que me han fortalecido, al orar por mí, para lograr terminar este trabajo? Para todos ellos, mi sincera gratitud y bocanadas del humo de mis plegarias.

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PRÓLOGO Debería ser fácil descubrir que Jesucristo no enseñó a sus discípulos a predicar, ni a fundar iglesias o muchas otras cosas, a pesar de ser santas e importantes, pero sí les dio repetidas enseñanzas sobre la oración, además de hacerlo dando testimonio personal, orando delante de ellos, en muchas circunstancias, y quedándose solo, apartado, pasando noches enteras en los montes, para tener intimidad con el Padre, en ferviente amor y devoción, en total obediencia, además de librar las batallas espirituales contra Satanás y los ejércitos malignos que le sirven, venciéndoles siempre, usando la autoridad de la unción manifestada por sus divinas palabras y oraciones, al mismo tiempo que intercedía por todos los discípulos, reconocidos como suyos, en favor de Israel y de toda la Humanidad. En esta prioridad, del magisterio de Cristo, vemos la relevancia tan grande que le concede a la oración, lo cual se refleja en todas las escrituras bíblicas, pues siempre antecede, a cualquier manifestación de gracia y bendición de Dios, el clamor de los reyes, jueces, profetas o del mismo pueblo, pidiéndole auxilio, después de sufrir las consecuencias de su rebelión y haber abandonado el abrigo del Omnipotente, al ir en pos de sus necias concupiscen9

Prólogo___________________________________________________________________

cias, cosechando los tormentos del diablo y del mundo. También, es indispensable la oración para exaltar y aclamar a nuestro Padre Dios, por la grandeza de su santidad y poder, además de agradecerle su infinita misericordia y bondad, obteniendo, en todos los casos, su pronta respuesta, derramando su Shekiná, con abundante lluvia de aguas vivas que, brotando por su boca, riegan a sus hijos y a su nación escogida. Si de verdad amáramos al Señor y fuéramos más inteligentes y humildes, tendríamos levantado un altar permanente, para quemarnos en él diariamente, con oraciones ardientes, llegando, de continuo, nuestro humo, como olor grato, al corazón del Padre, hablándole y oyendo su dulce silbo, en santo coloquio, alabándole con alborozo y adorándole en éxtasis glorioso, maravillados por su hermosura y henchidos del inmenso amor que nos tiene, respirando su aliento vivificante, volando en sus alas, comiendo junto a Él, en la misma mesa y de su propia mano, reposando en sus brazos, sin ningún temor, en completa paz, además de participar, constantemente, en algunas de las infinitas obras milagrosas que hace, codo a codo con Él, como miembros de su Cuerpo glorioso e instrumentos santificados y obedientes a su voluntad, colaborando en liberaciones, sanidades, milagros y, muy especialmente, en muchos nuevos alumbramientos, al punto de experimentar, juntos, su gozosa maternidad, como si salieran de nuestras entrañas, los preciosos bebés espirituales, las nuevas criaturas que Cristo engendra cada día, para añadirlas a la familia eterna de Dios. 10

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Es un dolor terrible, comprobar que Satanás tiene seducidos a multitud de prosélitos, para que le recen frecuentemente, cumpliendo los ritos de sus múltiples religiones babilónicas, abundando entre ellos los fanáticos y perseverantes, quienes, al invocarle y adorarle se sacrifican en holocausto horrendo, llegando, en muchos casos, hasta sangrarse o inmolarse, matando, indiscriminadamente, a todos los seres humanos que puedan, al considerarles infieles a su terrorífico dios. Mientras tanto, qué pocos son los verdaderos intercesores y adoradores, del Único y Verdadero Dios, cumpliéndose, en esta triste realidad, la afirmación de Cristo, cuando predicó la parábola de la fiesta de bodas, denunciando cómo los invitados rechazaron la invitación, excusándose todos con sus asuntos mundanos, según leemos en Mateo 22:14: Porque muchos son llamados, y pocos escogidos. Que tú, querido lector, te dejes escoger por el Señor, para ser apartado del mundo y pertenecerle por completo, permitiendo ser llenado de su amor y creciendo en amarle, hasta hacerlo con todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas, siendo su lugar santísimo, porque solo así experimentarás la verdadera comunión con Él y aprenderás a orar, disfrutando grandemente haciéndolo, en lugar de considerarlo como un pesado y aburrido sacrificio religioso. El ejemplo que nos dejó Jesús, al comparar las actitudes de Marta y María, escrito en Lucas 10:41-42, mostrándonos a 11

Prólogo___________________________________________________________________

la primera muy afanada y turbada, por quedar bien delante del Señor, esperando satisfacer su ego, con méritos propios, como les sucede a los religiosos orgullosos, que pretenden, a través de los cumplimientos legales, por otra parte nunca suficientes, engordar su dignidad, renombre y vanagloria, mientras que la segunda se rindió a sus pies, para embelesarse al tocarle y oírle, en un idilio de romántica pureza, dejándonos, muy claro, que fue ésta quien escogió la buena parte, haciéndonos reflexionar profundamente, al comprobar nuestra tendencia constante, por lo menos a mí me sucede insistentemente, a ser más Marta que María, porque lo hecho por nosotros parece más tangible, valioso y satisfactorio, pues nos da protagonismo, aunque banal y engañoso, que la obra directa del Señor, cuando la triste realidad es ver cómo, todas nuestras obras humanas, hechas así, son quemadas después, al ser consideradas, por Dios, iguales a la hojarasca o basura, dejando sólo pérdidas, mientras que la edificación construida por el Espíritu Santo, siempre para ejecutar la voluntad de Cristo, es gloriosa e indestructible, dejándolo Jesús bien sentenciado, cuando dijo, en Juan 15:5: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Sin duda, no es aconsejable, salvo que el Señor lo produzca, radicalizarnos en una vida solamente mística y dejar las obras del amor, pues mataríamos la fe, por lo cual, hemos de vivir siempre en el equilibrio espiritual de ser Marías-Martas, dando clara prioridad a la comunión con el 12

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Señor, mediante la oración. Asumiendo este principio, como fundamental, para todas las diferentes áreas del servicio que prestamos al Señor y a favor de los seres humanos, hemos recuperado, y colocado en primer orden, uno de los lemas más usados por los primeros seguidores de Cristo, que dice: “Ora et labora”. Teniendo esta responsabilidad, proclamamos, en todos nuestros discipulados, que la oración es la asignatura principal, para crecer espiritualmente y ser de máxima bendición a los prójimos que Dios pone en nuestro camino, además de producir el máximo agrado a nuestro Señor, estando completamente seguros que, si los obreros del evangelio aprenden a orar y perseverar en la oración, el Señor dará todo lo demás, por muy imposible que parezca. De todas las obras de fe y amor, que hemos de hacer unos por otros, constantemente, la mejor es orar, para que el Omnipotente y Misericordioso Dios, nos auxilie, fortalezca ilumine, establezca y prospere, con protección y bendición continuas, logrando vivir en perfecta libertad y gozo, siendo siempre benefactores de nuestro prójimo y agradables al Señor. Ruego a nuestro Padre celestial que me esfuerce en la oración y también lo haga contigo, estimado lector, pidiéndole además, que esté siempre a tu lado, haciéndote notar su dulce presencia y puedas sentir el olor de santidad que desprende, al guiarte en la verdadera comunión con Él, mediante las oraciones convenientes, según el mover de su Espíritu Santo, quien te suma, en esta manera, al número 13

Prólogo___________________________________________________________________

de los incensarios de oro que, nuestro Único y Sumo Sacerdote, Jesucristo, coloca, estratégicamente, en este mundo de dolor y perdición, pudiendo, así, participar en llenar, de grato incienso, el trono de Dios y seguir añadiendo justo juicio a las copas de su ira, hasta que rebosen por completo, colaborando también, con ello, en las victorias espirituales, contra los reyes del mundo y principados del maligno, desbaratando sus maquinaciones y argumentos, libertando a multitud de los esclavos y oprimidos, que tiene atrapados en sus horrendas prisiones, rompiendo sus diferentes ataduras diabólicas, para llevarles al redil del Buen Pastor, arruinando reinos de oscuridad y engaño, estableciendo por toda la tierra, en maravillosa sustitución, el reino de Dios y su justicia. Efesios 3:14-19: Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Tomemos la oración muy en serio, si deseamos que Dios haga lo mismo con ella. El autor. 14

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Capítulo 1

¿QUÉ ES ORAR? El único Dios verdadero es personal, al punto de identificarse con nosotros haciéndose humano y asumiendo, sobre sí mismo, toda nuestra desgracia y culpabilidad, como asunto suyo, para liberarnos de las terribles consecuencias que nos correspondía sufrir, ejecutados, con muerte eterna, en merecido castigo, por tantas maldades que hemos cometido y en pago a la justicia santa y divina. Los dioses imaginarios del Olimpo, pugnaron entre ellos, según la mitología griega, por mezclarse, para personalizarse, con los seres humanos, llegando incluso a engendrar hijos en algunas mujeres escogidas, que recibían la híbrida naturaleza de semidioses, pero nunca consiguieron establecer una benigna relación con los mismos, originando, por el contrario, todo tipo de tragedias, que han pasado a formar parte de las fantasías y leyendas clásicas, untadas de rancios tintes de filosofías y teologías absurdas. Es, de esta manera y de muchas otras, cómo el maligno manifiesta lo inalcanzables, impersonales y caprichosos que son todos los dioses, para intentar robar a los hombres toda esperanza de identificación o comunicación libre con ellos, con el fin de no dejarles alcanzar los beneficios de sus omnímodos 15

¿Qué es orar?______________________________________________________________

poderes, con los cuales puedan lograr salir de sus miserias terrenales y humanas, salvo que se rindan a sus encantamientos religiosos y falsas promesas. Nuestro Dios, es tan personal que desea manifestarse a nuestras vidas, como Padre, Madre, Hermano y Amigo perfectos, anhelando siempre establecer una comunión íntima con nosotros, en la unidad entrañable de su puro amor, para lo cual nos enseña el medio más completo, sincero y directo, que hemos de utilizar para poder cumplir nuestra parte, estrechando, fortaleciendo y madurando esta relación familiar, forjando una intimidad inquebrantable, que culmine en hacernos uno con Él, para toda la eternidad, que es la oración activa, la Verbalidad en acción, pues nos unimos con Cristo en las oraciones, como resultado de tener los mismos latidos de su corazón en nuestros pechos, sus santos deseos, porque así mantenemos un romance puro y continuo, de enamorados apasionados, formando, todos sus seguidores amados, la novia que ha escogido, la iglesia edificada y santificada por Él, para ser familia suya, inseparable y eterna, concediéndola ser la reina que compartirá el gobierno de su reino. Por tanto, ¿Podríamos agradar a nuestro amado sin orar? Leamos el dicho divino de Proverbios 15:8: El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; Mas la oración de los rectos es su gozo. Es, pues, la oración, una santa comunicación con Dios, un diálogo constante, hablándole y escuchándole, abriéndole nuestra alma y recibiendo los pensamientos puros y sabios 16

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de su mente, confiándonos plenamente a su cuidado, sin tener ningún secreto, considerándole nuestro perfecto confidente, siendo totalmente sinceros, transparentes, delante de Él, no solamente por ser absurdo e imposible engañarle u ocultarle algo, sino porque hemos rendido, sin reserva alguna, nuestro corazón, toda nuestra voluntad, tal como somos, ante su amor perfecto y eterno. De la misma forma que desean, ardientemente, oírse y hablarse todos los amantes, así debe suceder en nuestro noviazgo con el Señor, como también Él quiere oírnos y hablarnos, pues siempre tenemos muchas cosas que contarle y, sobre todo, muchísimas para oírle, porque su sabiduría es inagotable, pero debemos considerar, como propósito fundamental de la oración, el cortejo de los enamorados, con declaraciones amorosas de admiración, gratitud y entrega, buscando los abrazos, besos y caricias espirituales, según el ejemplo que nos da Cantares 1:4: Atráeme; en pos de ti correremos. El rey me ha metido en sus cámaras; Nos gozaremos y alegraremos en ti; Nos acordaremos de tus amores más que del vino; Con razón te aman. Así, la novia pregunta, en Cantares 1:7: Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía; Pues ¿por qué había de estar yo como errante junto a los rebaños de tus compañeros? En nuestra escuela de discipulado de Madrid, consideramos la oración como la más importante asignatura y, en todos 17

¿Qué es orar?______________________________________________________________

los cursos, comparto que tenemos un teléfono directo con Dios, gratuito y abierto las 24 horas al día, con infinidad de líneas, por lo cual nunca responde comunicando o fuera de cobertura, teniendo la revelación de su número personal, dada directamente por Jesús, pues lo forman los números correspondientes a las letras de su nombre, que son, en hebreo se escribiría al revés, Yshvah-Jeshua, y tienen los valores numéricos siguientes: 10-300-6-70; si los sumamos al estilo cuántico rabínico, dan 386, y éstos 17, los cuales, a su vez, forman el 8, marcando el octavo día, correspondiente al inicio del nuevo y eterno mundo, donde ya estaremos junto a Él y las oraciones se convertirán en maravillosas conversaciones, paterno filiales y de amigos perfectos. Debemos marcar este número cada vez que oramos, porque solo unidos a Jesús, podemos llegar al Padre, como afirma Juan 14:6: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. También, así obedecemos a su declaración, en Juan 14:13: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Por supuesto, que no se trata de usar su nombre como si fuera una fórmula mágica o ritual, pues entonces no habríamos entendido el espíritu del mensaje, consistente en unirnos al Señor en su intercesión y, por tanto, a su voluntad, que es la única digna de ser honrada por el Padre, dándole siempre positivo cumplimiento, según lo confirma Juan 15:7: Si permanecéis en mí, y mis palabras 18

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permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Orar, es lanzar, por nuestra boca, cataratas de agua viva, que nos vivifican a nosotros mismos, sacian la sed de nuestros semejantes y riegan el rostro de Dios, pues tenemos a Cristo como manantial de nuestra vida, quien produce, por medio del Espíritu Santo, esos chorros inagotables de frutos y dones divinos, como Él mismo promete, en Juan 7:38: El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. La oración es el incienso puro de los santos, que sube imparable, hasta bañar el trono de Dios y entrar en su corazón, conmoviéndole y motivándole a manifestar, constantemente, su misericordia y poder, su gracia multiforme e infinita, produciendo cambios sobrenaturales, resolviendo imposibles, revolucionando sabia y justamente los cielos y la tierra, individuos o naciones, gobiernos o economías, para seguir ejecutando el plan perfecto, que ya tiene totalmente diseñado, de establecer, definitivamente, su reino justo y eterno. Para esto nos ha elegido, por el infinito amor y completa generosidad que ha demostrado tener por nosotros, como sus colaboradores activos, encargándonos, entre otras responsabilidades divinas delegadas, este trabajo sacerdotal, de quemarnos, continuamente, en el altar de nuestra vida, pues la intercesión es la actividad espiritual que más agota y consume, lanzando abundante incienso, como perfume agradable al Señor y eficaz 19

¿Qué es orar?______________________________________________________________

colaboración, para acompañarle en el ejercicio de su voluntad perfecta. Éxodo 30:34-38: Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacté y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso, y harás de ello el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezclado, puro y santo. Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti. Os será cosa santísima. Como este incienso que harás, no os haréis otro según su composición; te será cosa sagrada para Jehová. Cualquiera que hiciere otro como este para olerlo, será cortado de entre su pueblo. Nuestras oraciones han de llevar estos componentes, que representan valores espirituales, del incienso sagrado, con el cual los sacerdotes ministraban a Dios en el templo natural: El Estacté, Nataph, que se traduce por gota, pizca, simboliza a la fe, pues no hace falta mucha, para lograr las maravillas de Dios, pero sí es absolutamente indispensable para orar. La Uña aromática, Sh´helet, que significa espolón, garra, dando claro testimonio de la valentía que hemos de tener para ponernos delante de Dios, pues podemos caer fulminados, al hacerlo, como los 3.000 que murieron a los pies del monte Sinaí, cuando se mostró el Eterno con su gloria, en el primer Pentecostés, y quisieron acercarse, imitando a Moisés. El Gálbano aromático, Helb´nach, que se traduce por medicina balsámica para el alma, pues nadie encontrará mejor cura, que desahogarse 20

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delante del Misericordioso, y es como una gomina resinosa, en forma de lágrimas, mostrándonos el dolor del amor, que siempre es sufrido y debe empapar el incienso, formando la santa pomada. A estos anteriores ingredientes, se le añadía, en la misma proporción, el incienso puro, Lebonah, sustancia blanca, extraída de árboles de Arabia y África, que simboliza la santidad de Dios, manifestada en nuestras oraciones limpias, dichas después de estar completamente purificados por el arrepentimiento verdadero, demostrado con el odio al pecado y la limpieza total de nuestro corazón, recibida por lavarnos en la sangre de Jesucristo, por lo cual, era preceptivo, para los sacerdotes que tenían el oficio de quemar incienso en el templo, hacerlo después de haberse sacrificado el cordero, de la mañana o la tarde, rociando el altar con su sangre, según sus turnos sacerdotales. Toda la mezcla junta formaba el incienso, llamado Thumiama, que significa sacrificio de labios puros, para ser quemado en el altar o dentro del incensario de oro, llamado Tumaterion, siendo, ambos instrumentos, símbolos de todos los sacrificadores, que cumplimos con el santo sacerdocio, en obediencia a la palabra de 1ª de Pedro 2:4-5: Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. ¡Qué hermosa comparación! Somos altares, completamente cubiertos de oro puro, de la santidad de Dios, nuevos 21

¿Qué es orar?______________________________________________________________

propiciatorios, donde se manifiesta, en respuesta amorosa, la Shekina divina, quien recibe, como grata comida, nuestros frutos de labios, según dice Éxodo 30:1, 3 y 6: Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás. (...) Y lo cubrirás de oro puro, su cubierta, sus paredes en derredor y sus cuernos; y le harás en derredor una cornisa de oro. (...) Y lo pondrás delante del velo que está junto al arca del testimonio, delante del propiciatorio que está sobre el testimonio, donde me encontraré contigo. Sin embargo, el incensario es de oro macizo, simbolizando la exclusividad divina de su naturaleza, representando a Cristo, como único intercesor perfecto, que es recibido, en todas sus peticiones, por el Padre, pues solo en Él tiene toda su complacencia, mostrándonos que, si estamos completamente unidos al Señor, siendo parte de su cuerpo y habiendo rendido totalmente nuestra voluntad a la suya, seremos también incensario santo con Jesucristo, participando de sus oraciones, en el lugar Santísimo del cielo, espiritualizando la figura de Hebreos 9:3-4: Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto. En todo lo que digamos o hagamos, si es para el Señor, hemos de poner incienso, porque es completamente indispensable, para que lleguen, nuestras acciones o dichos, 22

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delante del Padre y las acepte como buenas, practicando, espiritualmente, la enseñanza de la palabra logos, dada en Levítico 24:5-7: Y tomarás flor de harina, y cocerás de ella doce tortas; cada torta será de dos décimas de efa. Y las pondrás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa limpia delante de Jehová. Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida a Jehová. Jesús siempre subía a los montes, para enviar su santo incienso al Padre, pasando noches enteras orando, según lo cuenta, en una manera muy candorosa, al hablarnos de cómo ora por su novia, es decir, en nuestro favor, en Cantares 4:6: Hasta que apunte el día y huyan las sombras, me iré al monte de la mirra, y al collado del incienso. De hecho, la iglesia de Cristo, cuando sea arrebatada, además de estar vestida de blanco, sin mancha ni arruga, en santidad, por haberse dedicado, durante la larga espera, como virgen sensata, con exclusividad casi total, a la oración, la alabanza y la adoración al Señor, estará completamente empapada de perfume, producido por el incienso y la mirra, (lea mi libro de poemas que lleva este nombre, para abundar en el tema) pues así nos lo profetiza Cantares 3:6: ¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo, sahumada de mirra y de incienso y de todo polvo aromático? Zacarías, esposo de Elizabeth, que no lograba tener hijos, 23

¿Qué es orar?______________________________________________________________

ministrando al Señor en el templo, ofreciendo incienso, según leemos en Lucas 1:15-16, recibió la sorprendente visita de un ángel, que se puso de pie, a la derecha del altar, para darle la maravillosa noticia, en respuesta divina a sus oraciones, con las cuales pedía descendencia, de su próxima paternidad, concediéndole un hijo de transcendental ministerio, como precursor de Jesús, que fue Juan Bautista. Así, nosotros concebiremos muchas promesas y tendremos gloriosas experiencias, cuando incensemos, unidos a Cristo en sus oraciones. Sin embargo, hemos de tener siempre presente que esta fórmula, del incienso, es única y exclusiva del Espíritu Santo, por lo cual no admite imitaciones o componendas humanas, intelectuales o sentimentales, ni diabólicas, pues nos exponemos a una fulminante maldición, como hemos leído anteriormente, porque se trata de algo muy santo para Dios. No tuvieron ese respeto los hijos de Aarón y fueron calcinados, por el fuego divino, según lo recuerda Levítico 10:1-2: Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová. ¡Cuidado con pronunciar el nombre del Señor en vano! ¡Cuidado con mentir, usando el nombre de Dios, diciendo que Él ha dicho, cuando no habló tal cosa! ¡Cuidado con intentar acercarnos al lugar Santísimo, estando contaminados con maldades, pues podemos cosechar juicio, en lugar 24

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de gracia! Esto mismo le sucedió al rey Uzías, por envanecerse hasta la ceguera, después de haber recibido de Dios todas las bendiciones que podamos imaginar, mientras fue humilde y temeroso del Señor, lo cual se relata, trágicamente, en 2ª Crónicas 26: 3-5 y 16-19: De dieciséis años era Uzías cuando comenzó a reinar, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre fue Jecolías, de Jerusalén. E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho Amasías su padre. Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él le prosperó. (...) Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso. Y entró tras él el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes de Jehová, varones valientes. Y se pusieron contra el rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios. Antes de ver al Cordero de Dios abriendo el libro, que solo Él podía abrir, para desatar los sellos apocalípticos, descubriendo sus juicios y marcando la victoria final del Señor, los cuatro seres vivientes, probablemente querubines, y los 24 ancianos del consejo supremo, tomaron copas de oro, llenas de incienso, que corresponde a nuestras 25

¿Qué es orar?______________________________________________________________

oraciones y a las suyas, para presentarlas a Dios, con el propósito de recibir, como respuesta, la apertura del testamento, con juicio, escrito en el libro sellado, iniciando la mayor hecatombe de la historia, que producirá la total derrota del reino de Satanás y de sus ejércitos, claramente profetizado en Apocalipsis 5:8-10: Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación. El acto final, del incensario de oro, en el cielo, será después de ver al Señor abrir el séptimo sello, para completar el juicio de Dios sobre el mundo y los demonios, con los toques de las siete trompetas y el derramamiento de las siete copas de ira divina, como colofón a las oraciones de los santos y del mismo Cristo, pues así lo profetiza en Apocalipsis 8:1-5: Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó 26

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el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto. Si la fe sin obras está muerta, porque lo afirma, tajantemente, la palabra de Dios, en la epístola del apóstol Santiago, hemos de aceptar y cumplir que orar es la acción más importante, como obra de amor, a Dios y a nuestros semejantes, debiendo, por tanto, practicarla con santa responsabilidad, a lo largo de toda nuestra vida terrenal, en un constante ejercicio sacerdotal de humildad, paciencia y poder de Dios, de la misma forma que hizo David, persistentemente, según nos dejó escrito en el Salmo 141:1-2: Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; escucha mi voz cuando te invocare. Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde. La oración es el aliento de la fe, como respuesta a las palabras divinas que la han producido, pues bien dice Romanos 10:17: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Por eso, la oración es la vitalidad de la fe, su viva respiración, porque solamente con ella podemos exhalar suspiros y alegrías, lamentos y glorias, perdones y besos, e inhalar el aliento del Señor, para recibir la substancia santa, sabia y amorosa de su naturaleza divina, llenándonos por completo, pues, sin duda, nos da su bendita y pronta respuesta, como nos promete en el Salmo 81:10: Yo soy 27

¿Qué es orar?______________________________________________________________

Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; Abre tu boca, y yo la llenaré. Ciertamente, la verdadera oración es el suspiro divino de la fe y el amor, que sale de nuestro interior, donde anida el Ruah Hakodesh, como viento imparable, arrasando los aires y sus gobernantes maléficos, derribando sus tronos y murallas, abriendo calzada al Rey, por la cual avanza soberanamente su Cuerpo, pisando y tomando el territorio humano que le pertenece. Por eso, estoy convencido que la oración es la victoria de la fe y el amor, incluso podemos comprobar cómo, al orar, luchamos a veces con Dios y le vencemos, según nos dejó de testimonio Jacob, en Peniel, logrando ser bendecido, al recibir un cambio de identidad y ser bautizado con el glorioso nombre de Israel, en lugar del mezquino que tenía, después de luchar, en violenta oración, durante toda la noche, con el Ángel de Javeh, quien es Jesucristo. Esto mismo hacía Moisés e hicieron todos los profetas y jueces, además de muchos reyes de Israel, encarando a Dios, para pedir su misericordia por el pueblo, a costa de presentarle sus vidas como expiación sustitutoria, si así lo decidiera el Señor, con tal de recibir su gracia perdonadora y salvadora. Por tanto, orar es también ponerse en la brecha, entre Dios y su pueblo, dispuesto a recibir los palos justos de la vara divina, antes de permitir la caída de sus golpes sobre las almas que cobijamos, como una madre rodea a sus hijos, protegiéndoles de la severidad del padre, 28

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pues el Altísimo se conmueve ante tales amorosos, nobles y valientes protectores, buscándoles con celo, en medio de las multitudes humanas, pues así lo dice en Ezequiel 22:3031: Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor. Orar es bañarse en la gloria de Dios, como manifestó Jesús en el monte, delante de sus discípulos preferidos, cuando estaba orando, según lo leemos en Lucas 9:28-31: Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. Esto mismo experimentó Moisés, en el monte Sinaí, cuando recibió la Thorá, la ley divina, transfigurándose su rostro y teniendo que cubrirse con un velo, ocultándose de los israelitas, pues si no lo hubiera hecho le adorarían al verle, como nos dejó escrito en Éxodo 34:28-29 y 35: Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos. Y aconteció 29

¿Qué es orar?______________________________________________________________

que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. (...) Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios. En realidad, esto es el resultado de los deseos del Señor para con nosotros, pues oró al Padre pidiéndole que así nos suceda, ya hace casi dos mil años, como se ha comprobado en muchos ministros ungidos por Cristo, quienes han sido vistos por los ministrados, en algunas ocasiones, rodeados de una luz fulgurante, con el santo propósito de ser candeleros que unifican al pueblo, al atraerlo tan poderosamente, juntándolo todo a su alrededor, para alumbrarse santamente, lo cual leemos en Juan 17:22-24: La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. ¿Puedes orar conmigo esta oración? Bendito Padre, dirígeme con tu Espíritu en mis oraciones y escúchalas misericordiosamente, porque anhelo que todas 30

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mis palabras te agraden y necesito tu auxilio, en cada instante de mi vida, pues, si me falta tu aliento, me asfixio y perezco. Fidelísimo Señor, te suplico que no dejes de hablarme, pues si Tú callas mi fe mengua. ¡Háblame cada día y tendré fe! ¡Habla, que tu siervo escucha, y vivirá mi alma! Recibe mi amor y respeto, pues quiero hacer tu voluntad, porque sé que tus mandatos son justos y sabios, con los cuales buscas siempre mi bien y puedo confiar completamente en tu bondad, porque es infinita. ¡Oh, cómo anhelo amarte más cada día, pues reconozco que aún hay un abismo, entre la dimensión de tu amor por mí y el mío por ti! ¡Enamórame ardientemente, porque de verdad deseo pertenecerte por completo! ¡Hazme incensario de oro con Cristo! ¡Sea yo un altar tuyo, donde queme constantemente el incienso de mis oraciones, hechas en tu Espíritu! ¡Úsame, Santo Dios, para desbaratar ejércitos malignos y derramar tu gracia sobre mis semejantes! ¡Hermoso Jesús, báñame en tu gloria y lléname del Espíritu Santo! Amén. Amadísimo Padre, hazme como el templo que te construyó Salomón, después de inaugurarlo con invocación de tu nombre y pidiéndote la bendición, según nos maravillamos al leerlo en 2ª Crónicas 7:1-2: Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. 31

¿Qué es orar?______________________________________________________________

Orar es despegarse del polvo del mundo

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Capítulo 2

¿POR QUÉ DEBEMOS ORAR? Uno de los ataques más persistentes, que hace el diablo en nuestra mente, es decirnos: ¿Si Dios es Omnipotente, para qué necesita tus oraciones? Si Él es amor, ¿Por qué no hace Él mismo las buenas obras? Si solo su voluntad es perfecta, ¿De qué sirve pedirle nada, pues cumplirá solamente lo que quiere? Y, así, una letanía de razonamientos malévolos, sofismas y mezclas de verdades con mentiras, que son sus brebajes más eficaces y mortíferos, con los cuales consiguió seducir a Eva y, a través de ella, a toda su descendencia, además de trastornar y destronar a su marido Adán, quien perdió el señorío, que Dios le había concedido, sobre toda la creación. Especialmente, cuando oramos mal y no recibimos la respuesta que deseamos o perdemos la paciencia y desistimos, dejando de perseverar en la oración, es cuando más se agigantan estos dardos envenenados del maligno, hiriendo nuestra mente y emponzoñándonos el corazón, que se distancia de la comunión con el Señor y, en muchos casos, se refugia en la religión muerta, por ser más manejable y no requerir la constante humillación de vivir sujeto a una dependencia completa de Dios, de su divino auxilio, como niños impotentes que somos, sucediéndonos lo denunciado por la carta del apóstol, en Santiago 4:2-3: Codiciáis, y no tenéis; 33

¿Por qué debemos orar?_____________________________________________________

matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. Necesitamos orar, principalmente, porque Dios no es un ente abstracto, una extraña energía o fuerza gigante, sino la conjunción de tres personalidades, en perfecta unidad, al ser su naturaleza puro amor, por lo cual, desea y espera tener relaciones personales, con sus hijos, sus súbditos y verdaderos amigos, siendo la oración el medio de comunicación que Él escogió, para aceptar nuestra comunión y poder mantener una relación íntima, de verdadero afecto, paterno filial, con el Padre, de sincera fraternidad, auténtica amistad y maravilloso noviazgo con el Hijo, además de estar siempre llenos y rodeados, de la gloria del Espíritu Santo, recibiendo, constantemente, su dirección, protección, consuelo y gozo, que suman la completa felicidad y plenitud de nuestras vidas, cumpliéndose, así, las palabras divinas de Efesios 3:17-19: Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Oramos, porque sabemos, con abundantes experiencias previas, que Dios no está sordo, como bien dice la 34

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escritura, en el Salmo 94:9: El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá? Al haber experimentado su amor, de muchísimas maneras, cuando oramos tenemos el convencimiento, por la fe y las extraordinarias e íntimas vivencias de nuestra relación con Él, que nos oye muy atentamente, con inmenso interés por nosotros, porque es nuestro Padre perfecto y está siempre anhelando bendecirnos, revelarnos su infinita compasión, acudiendo, con santa y rápida solicitud, en auxilio de todos los que le buscan, según afirma, de manera escueta, pero contundente, el Salmo 65:2: Tú oyes la oración; A ti vendrá toda carne. Me maravilla, cómo Dios manifiesta su Omnipotencia y absoluto control de todo, cuando nos asegura lo dicho en Isaías 65:24: Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. Hablemos con nuestro Dios, lo cual es orar, porque Él desea oírnos, muchísimo más fervientemente que los deseos nuestros por oír a los seres más queridos, de la familia o amigos, sintiéndonos muy a disgusto si dejan de hablarnos, pues en esto consiste, fundamentalmente, la parte más importante de vivir con ellos una hermosa y feliz relación, como bien nos lo dice el Amado, en Cantares 2:14: Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz. 35

¿Por qué debemos orar?_____________________________________________________

Es triste ver cómo muchos creyentes limitan su relación personal con Dios, buscando que los pastores hagan de intermediarios, ignorando la victoria y liberación obtenida por Jesucristo, al rasgar, completamente, el velo que cerraba el lugar Santísimo, dándonos acceso a todos, para llegar, incluso, a hablar cara a cara con Él, como hacía Moisés. Una vez que hemos comprendido y aceptado nuestra impotencia, ante el diablo, el mundo y la carne concupiscente, común a todos los hombres, después de habernos humillado delante del Señor, vamos adquiriendo de Él más humildad y sabiduría, entendiendo que necesitamos constantemente de su ayuda y dirección, para caminar en medio de la oscuridad terrenal, sin tropezar, venciendo toda tentación y prueba, evitando cada día sufrir las torturas del diablo, las consecuencias de nuestros errores y de los ajenos, que siempre se pagan caro, si no nos libra de ellas nuestro Rescatador, superando continuamente nuestra incapacidad y torpeza, porque, al vivir en comunión con Cristo, por medio de la santa conversación de la oración, Él nos lleva siempre agarrados de su mano e incluso nos pone sobre sus hombros, como nuestro Buen Pastor que es, para confortarnos y llevarnos a su redil, su santa casa. Jesús ya nos lo advirtió bien claramente, cuando tuvo que enfrentar la noche más dolorosa de su vida, como hombre, lo cual hizo, con profunda congoja, orando al Padre, a la vez que nos dejaba el trascendental aviso, para ser victoriosos en todas las pruebas, de vivir vigilantes y orando, según afirma, rotundamente, a sus apóstoles, y a todos los que 36

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quieran ser vencedores del mal, en Mateo 26:41: Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Allí, en el Getsemaní, que significa prensa de aceite, los apóstoles se durmieron y no acompañaron al Señor en su aflicción, a pesar de pedirles Él que lo hicieran, (versículo 38) no extrayendo ellos la unción divina, pues orar es prensar las olivas de Dios, para recibir el aceite omnipotente de su Espíritu, sufriendo luego las consecuencias, al ser derrotados ante la prueba de confesar a Cristo, no estando dispuestos a participar en su martirio, abandonándole todos, en la cobardía carnal, común a la totalidad de los seres humanos y diabólicos, por su instinto ególatra de supervivencia, junto con todas las criaturas animales y vegetales, atrapadas en su maldición, privadas de la libertad y del amor divino, del Creador, que echa fuera todo temor, como leemos en el versículo 56. Qué desparramo se produjo, después de partir el Señor pues, de 500 personas que le vieron resucitado, todas a la vez, en una de sus apariciones, antes de su ascensión, según nos lo cuenta 1ª Corintios 15:6, pasados unos pocos días, solo quedaban 120, como leemos en Hechos 1:15, quienes permanecían perseverando, fielmente, en la oración, sin salir del aposento alto, esperando el cumplimiento de la promesa del Padre, que les había trasmitido Cristo, de recibir otro Consolador y experimentar su llenura, para ser revestidos de poder de lo alto, es decir, ser bautizados por el Espíritu Santo, con 37

¿Por qué debemos orar?_____________________________________________________

fuego, como así se cumplió en el día de Pentecostés. ¿Qué hace falta para convencer, definitivamente, a los hombres, de la realidad de Dios, del respeto que merece y de la ineludible necesidad de su amor, perdón, protección y auxilio, que todos tenemos? ¿Habrá algo más efectivo, para hacerles reaccionar, con gratitud, reverencia, admiración y sabiduría, que haberle visto morir y verle triunfante, resucitado? Sin embargo, las escrituras nos confirman de la insensatez y maldad de la mayoría de aquellos que lo vieron, pues retrocedieron como el perro a su vómito y en la misma forma que la cerda lavada, a revolcarse de nuevo en el fango. Hoy, trágicamente, por no orar, ha aumentado el número de las vírgenes insensatas, que viven en la indolencia, tibias, sin la vehemencia del primer amor y no mantienen viva la relación de noviazgo con el Amado, secas, sin aceite en sus lámparas, pecando constantemente por omisión, pues han dejado de hacer el bien, al Señor y al prójimo, como nos advierte Santiago 4:17: y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. Aristóteles dijo: “La esperanza es el sueño del hombre despierto”. Así, nos transmite la diferencia entre fantasías imaginarias y los ideales que se harán palpables, por tener fe inquebrantable en ellos, la cual nos da la fuerza para esperar a verlos cumplirse. Con esta firmeza, podemos orar usando las palabras del Salmo 62:5-8: Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no 38

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resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón. Oramos, porque hacerlo nos llena de esperanzas, las cuales no son vanas ilusiones, sabiendo, con certeza, que serán hechas realidad, pues así nos lo asegura nuestra confianza puesta en Él, estando siempre seguros, al lanzar por nuestras bocas, cuando oramos, todo lo puesto por Dios en nuestro corazón, que lo veremos cumplido, porque no albergamos ninguna duda, sobre la perfecta fidelidad de nuestro Benefactor. Estando nosotros embarazados de fe, por sus promesas, en estado de buenísima esperanza, sabemos que tendremos buen parto, como nos asegura su santa palabra, en el Salmo 40:1-3: Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová. Cuando vamos experimentando la realidad, de las respuestas del Señor a nuestras súplicas, crecemos espiritualmente y aumentamos nuestro diálogo con el Amado, en gratitud y expectación amorosa, de recibir nuevos regalos y mayores revelaciones, entrando en diferentes desafíos con Dios, contra el reino del maligno y 39

¿Por qué debemos orar?_____________________________________________________

a favor de nuestros semejantes, esforzándonos más en interceder y luchar orando, cumpliendo la palabra que nos exhorta a ello, escrita en Salmos 31:24: Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, Y tome aliento vuestro corazón. Al enseñar Jesús, a sus discípulos, la parábola de la viuda y el juez injusto, el inspirado escritor del evangelio la encabezó diciendo lo narrado en Lucas 18:1: También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar. Es pues, la oración, una suprema y continua necesidad, común a todos los mortales, para vivir amparados, alimentados y dirigidos por Aquél que vive para siempre, en bendita dependencia, pues en ello se encuentra nuestro bien y el buen uso de la vida que nos ha sido regalada por Él, teniendo la tranquilidad diaria de saber que siempre se cumplen sus promesas y viviendo, por tanto, descansando en su regazo, como magníficamente nos asegura en el Salmo 91:1-6 y 9-16: El que habita al abrigo del Altísimo, Morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya. (...) Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación, No te 40

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sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisarás; Hollarás al cachorro del león y al dragón. Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación. Oremos cada vez más, porque los tiempos empeoran y las presiones demoníacas aumentan, comprendiendo que ésta es la principal obra de nuestra vida terrenal, con la cual podemos edificar a los hermanos y salvar a los perdidos, pues orar es como labrar la tierra, dejándola preparada, para lanzarle la santa semilla del evangelio, teniendo siempre la esperanza de recibir una buena cosecha, con abundantes frutos divinos. Por tanto, no dejemos de exhortarnos a intensificar estos sacrificios de labios, cumpliendo así la santa orden de hacerlo, mandada en 1ª Timoteo 2:1-4: Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 41

¿Por qué debemos orar?_____________________________________________________

Si comprendemos la trascendencia de la oración y aprendemos a orar en el espíritu, con intensa devoción, veremos cada vez más la gloria de Dios, experimentaremos su omnipotencia y viviremos bañados constantemente en su amor, completamente enriquecidos por su sobreabundante gracia, con todos sus atributos adornándonos y operando a través nuestro, asumiendo, al fin, con avidez, que nuestra respiración espiritual y supervivencia es inseparable del aliento verbal, boca a boca, de la oración. Con este dogma bien arraigado en nuestra alma, decidiremos, de manera irrevocable, cumplir con la responsabilidad de consagrarnos, como máxima prioridad de nuestra vida diaria, en ser continuos incensarios del Señor. ¿Puedes orar conmigo de esta manera? Amado Padre, suplico tu perdón, por tanta negligencia que he tenido, al no orar abundantemente, como deseas y enseñas. Te ruego que restaures mi vida, como altar de tu incienso y pongas, dentro de mí, cada día, espíritu de oración, que me esfuerce a buscar tu rostro y unirme a Cristo, en su constante intercesión, para serte agradecido y útil, en tus justos propósitos, sintiéndome inmensamente honrado, al concederme el santo privilegio de ser colaborador tuyo, a pesar de mis torpezas y debilidades, como siervo inútil que soy. Tómame, Espíritu Santo, con total señorío sobre mi vida, pues no quiero ser estorbo en tu camino y sí deseo servirte. Úsame en tus intercesiones, aunque sean con gemidos indecibles, o de la manera que 42

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desees, pues te confío mi vida por completo, pero nunca dejes de hacerme arder, en tu celo santo por las almas y, sobre todo, de amor a ti, a tus gloriosos nombres. Colosenses 1:9-14: Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Si la oración no acaba con el pecado, éste sí acabará con ella. Oremos, porque un alma sin oración es como un huerto sin agua, igual que la fragua sin fuego y la nave sin timón. Teresa de Jesús dijo: “Dadme un cuarto de hora de oración y os daré el cielo” Orar es vencer

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¿Por qué debemos orar?_____________________________________________________

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Capítulo 3

¿CÓMO ORAREMOS? Si nos referimos a la postura física que hemos de adoptar, para hacer nuestras oraciones, estoy seguro que tenemos plena libertad y podemos orar tumbados, boca abajo o boca arriba, sentados, de pie o de rodillas, con las manos levantadas, bajadas o cruzadas, en voz baja, alta, dando gritos o simplemente susurrando, e incluso en total silencio, orando mentalmente, aunque también he podido comprobar cómo el Espíritu Santo nos guía, impulsándonos a utilizar una forma u otra, según el tipo de oración que produzca en nosotros. Es triste ver los rituales que practican muchos creyentes, fijando una manera de orar, la cual repiten siempre, como cumpliendo una ley religiosa humana, estableciendo una clase de gimnasia física en sus cultos, aunque casi siempre he buscado adaptarme a ellos, al visitarles, para no crear confrontaciones, pero buscando, después, si he podido ministrar, compartirles sobre la vida de la libertad del Espíritu y la muerte de la letra. Sin duda, que sería del todo improcedente ver cómo alguien pide perdón a Dios sentado y con las manos en los bolsillos, cuando el verdadero arrepentimiento nos quebranta y pone de rodillas. De igual manera, sería estrafalario y completamente discordante, ver que una persona se pone a dar saltos y gritos estridentes, de aclamación al Señor, en 45

¿Cómo oraremos?___________________________________________________________

medio de la adoración de la grey. Todo tiene su tiempo y forma, en el buen orden del Espíritu Santo, como dice 1ª Corintios 14:40: Pero hágase todo decentemente y con orden. Jesús enseñó a sus discípulos, en distintas ocasiones, cómo debían orar y su enseñanza permanece válida y actual siempre, para todos los hombres, usando, principalmente, el ejemplo del Padre Nuestro, pero no con el propósito de hacernos caer en la mecánica religiosa y tener la obligación de repetirlo de memoria, como loros, pensando que es una fórmula mágica, pues así se manifiestan las reminiscencias de los rezos y hechizos de la brujería y el animismo, que han penetrado en el genoma humano, a través de Babilonia, la madre de todas las rameras religiosas, sino como un ejemplo modélico, de cuál ha de ser nuestra disposición, cuando nos dirigimos al Todopoderoso, según está escrito en Mateo 6:7-8: Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. (Aconsejo leer el libro de mi esposa, titulado “Padre Nuestro”) El Maestro llama palabrería a las vanas repeticiones, refiriéndose a esas letanías, rosarios, penitencias, jaculatorias o réquiems, tradiciones religiosas o teatrales, solemnidades, que no son oídas por Dios y más bien le 46

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repugnan, considerándolas carnales y diabólicas, huecas, insípidas y fatuas, como lo sentencia en su palabra, para mostrar la verdadera actitud de oración, que hemos de tener los creyentes y no el fariseísmo religioso, eternizado en Isaías 1:14-17: Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Muchas oraciones de los cristianos, a semejanza de las hechas por los seguidores de todas las religiones del mundo, son meramente intelectuales, o de puro trámite y compromiso social o familiar, pero la mayoría de ellas nacen, exclusivamente, de sus necesidades carnales o terrenales, para buscar satisfacerlas, egoístamente, con sentimentalismos, siendo únicamente emocionales y religiosas, pronunciadas en una manera pegajosa, aburrida y vulgar, que rememoran las súplicas supersticiosas, hechas a ídolos, santos o brujos, con velas o donativos, para pagar de antemano sus favores, que generalmente no reciben o, si los obtienen, son acompañados de pérdidas mayores, como sí fueran sanguijuelas que solo dicen: ¡Dame, Dame! 47

¿Cómo oraremos?___________________________________________________________

Cuando Jesús se encuentra con la mujer samaritana, en el pozo que había excavado Jacob, símbolo del agua religiosa, transmitida por el Logos y sus ministradores, ella le pregunta dónde se debe adorar, si en el monte, como mandaban en Samaria o en el templo, según declaraban los judíos, contestándola el Señor con las palabras de Juan 4: 21-24: Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. La adoración es el nivel máximo de la oración y la alabanza, pero los religiosos no saben orar, alabar y adorar, como Dios quiere, que es solamente por medio de su Ruah Hacodesh y con nuestra total entrega y absoluta sinceridad, en completa devoción a Él, porque así lo merece y es la única manera que podemos concordar con su naturaleza, de santidad y gloria, para lo cual es indispensable haber nacido de nuevo, experimentando la santa metamorfosis, de gusano humano a paloma divina, como milagro creacional de salvación y regeneración, que solo Cristo da, según lo explica claramente, al responder a las preguntas de un buen creyente religioso, Nicodemo, en Juan 3:5-8: Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el 48

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reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento (La misma palabra griega, usada en el texto original, significa tanto viento como espíritu.) sopla de dónde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Es entonces cuando vemos, en nosotros, el milagro de la transustanciación del agua en vino, maravillándonos de vivir la palabra de Dios, en lugar de leerla y entenderla solamente, como letra intelectual y ley que condena, limita y mata, al punto de estar encarnada en nosotros, haciéndonos crísticos, verbos vivientes, comprobando la gran diferencia que hay de ir al templo a ser lugar santísimo de Dios, una morada suya, de tener intermediarios sacerdotales a mantener una comunión íntima con el Señor y depender totalmente de Él, pues ha llenado por completo nuestro corazón. En el antiguo pacto, de la ley, el templo de piedra se llenó de la gloria de Javeh, pero en el nuevo pacto, del Espíritu, que nos pone un corazón nuevo, somos nosotros, los llenos del Ruah Hacodesh, convirtiéndonos en templos suyos, para poder decir, constantemente, lo dicho por Jesús en Lucas 4:18-19: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los 49

¿Cómo oraremos?___________________________________________________________

ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor. Es así como experimentamos el cambio, de llevar un talit de lino, como símbolo, para orar y actuar, a tener la envoltura de las alas divinas, por manto de amor, poder y justicia, pues nos rodea con su fuego consumidor, haciéndonos inexpugnables, además de llenar todo nuestro interior, con su aliento, el palpitar de su corazón, sus pensamientos y deseos, para llevarnos, como gozosos y maravillados pasajeros, en sus vuelos, que siempre glorifican al Cordero de Dios, haciéndonos participar de las muchísimas buenas obras que realiza constantemente, de sus amores y sufrimientos, llenándonos, permanentemente, con su aceite, colmando todas nuestras aspiraciones y necesidades, hasta hacernos completamente felices, como lo relata Juan 1:16-17: Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Por esta causa, el inicio de nuestras oraciones, salvo que ya estén claramente inducidas en la voluntad de Cristo, ha de ser siempre pidiendo al Señor que nos dirija el Espíritu Santo, para orar como conviene, según sus prioridades, porque solamente así acertaremos en el blanco cuando oremos, que siempre consiste en llegar al corazón de Dios y nadie puede conocerle mejor que Él mismo, actuando, así, como verdaderos hijos suyos, lo cual deja claro 50

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Romanos 8:4: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Igualmente, una vez que sabemos cuáles son las oraciones espirituales correctas, y cómo las debemos hacer, es importante rogar al Señor, pidiéndole la medida de fe que necesitamos, para realizarlas sin ofender a Dios, con ninguna clase de duda, porque, sin esa confianza serían completamente vanas, tomando buena nota de Santiago 1:6-7: Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. Así, de la misma manera que la fe es definida sin divagaciones ni difusa, las oraciones han de ser concretas, claras, específicas, sin paja o verborrea humanista, declarando los santos propósitos divinos, luchando, pues orar es la principal y diaria batalla de la fe, primeramente contra nuestro ego, presentando nuestro cuerpo en sacrificio vivo, quemándolo en el altar de las intercesiones, para recibir el constante auxilio divino y no caer en tentaciones, además de hacerlo con el propósito de conquistar los reinos del maligno, desbaratando sus perversos planes, como describe Pablo, humildemente, en 1ª Corintios 9:2627: Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado. 51

¿Cómo oraremos?___________________________________________________________

Hay muchas maneras de orar, reveladas por la palabra del Señor, que debemos practicar todos sus hijos, pero una de las más eficaces, en el servicio sacerdotal, que hemos de prestar todos los nacidos de nuevo, a favor de nuestros hermanos en la fe, e incluso de los pecadores, es orar con imposición de manos, porque somos canales de la unción divina, de su gracia y poder, de los frutos y dones del Espíritu Santo, impartiéndolos directamente, en manera impactante muchas veces, para que puedan experimentar la realidad de la misericordia de Dios y ser grandemente bendecidos, especialmente con el propósito de ministrar sanidad a los enfermos, como lo dejó claro Jesús, a todos los discípulos, justo antes de ascender a los cielos, a continuación de darles la gran comisión, de ir por todo el mundo a predicar el evangelio, según está escrito en Marcos 16:17-18: Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Son tantos y tan gloriosos, los miles de testimonios, dados por enfermos sanados, que se aumentan diariamente, pues muchos siguen sanándose, en nuestro ministerio, que necesitaríamos toneladas de papel para escribirlos, mencionando unos pocos en un capítulo posterior y algunos en mi libro: “La lluvia tardía”. Con mayor transcendencia para los ministrados, que la producida por recibir sanidad, pues muchísimos de los 52

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sanados se dejan, después, arrastrar por sus pasiones carnales y abandonan al Señor, es la oración de imposición de manos para ministrar el bautismo del Espíritu Santo, que transforma radicalmente las vidas, pasándolas de la cobardía a la heroicidad, del egoísmo a la generosidad y renuncia, de la tibieza o frialdad al fuego del celo santo, de los fracasos con la concupiscencia, el diablo y el mundo, a las victorias constantes, de la impotencia a la Omnipotencia de Dios, para ser soldados de Cristo, hacedores de justicia y aniquiladores de serpientes y escorpiones. De estas imposiciones de manos, con oración, tenemos referencias claras en Hechos 8:17: Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Igualmente, lo leemos en Hechos 19:6: Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Sabiendo la importancia que tiene recibir este sello profundo y sobrenatural, del bautismo del Espíritu Santo, seguimos constantemente ministrando a los recién nacidos en la fe de Cristo, en los cultos de nuestras iglesias, que forman el ministerio nacional e internacional de la Iglesia Cuerpo Cristo, en las primeras, segundas y terceras fases de rehabilitación de marginados, pertenecientes a la O. N. G. D. Remar, extendida ya por más de 60 países, y en las diferentes escuelas de discipulado, teniendo siempre la alegría de ver a miles de hombres y mujeres que testifican del Señor con los tres bautismos, en agua, en el Espíritu y en fuego, necesarios para ser conquistadores de reinos 53

¿Cómo oraremos?___________________________________________________________

malignos y de almas perdidas. Por ello, pedimos al Señor que nunca deje cesar su aceite, pues deseamos, con toda nuestra alma, seguir llenando con él a millones de vasijas humanas. Al igual que los patriarcas, jueces, profetas, reyes y apóstoles, impusieron sus manos al orar por sus hijos o nietos, sucesores o discípulos, comunicando dones y profecías, trasvasándoles la unción y la autoridad, así hemos de hacer hoy los sacerdotes de Cristo, por lo cual ministramos muy frecuentemente de esta manera, en los retiros de obreros y pastores, del Ministerio Esther, de mujeres sensatas, en los encuentros llamados Nehemías, hombres sabios, de Nuestra Familia, con parejas de novios o casados, de Josué, para forjar jóvenes valientes en la fe, además de hacerlo en otros diferentes eventos o áreas ministeriales, sabiendo que somos vasos comunicantes, de lo bueno y lo malo, pero queriendo siempre derramar solamente las bondades, de la multiforme gracia de Dios y no dudamos que el Señor respalda esta santa donación, haciendo fluir su bendición, hacia nuestros seres amados. Así lo dejó reflejado Pablo, en 1ª Timoteo 4:14: No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Queremos tener siempre este anhelo, de levantar a nuestros hermanos, aunque nos sobrepasen en estatura espiritual, por lo tanto rogamos al Señor que mantenga, ardiendo en nosotros, el celo santo por su casa, la cual son sus hijos, para que siempre podamos decir como Pablo, cuando habla 54

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en Romanos 1:11-12: Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí. En todos nuestros congresos anuales, los pastores de la Iglesia Cuerpo de Cristo oramos con imposición de manos, para confirmar cientos de diáconos, docenas de co-pastores y algunos pastores, siempre con temor y temblor delante del Señor, pues hemos comprobado el daño que hace un mal obrero, al tener dominio sobre las almas y los recursos, causando tropiezos a muchos pequeños de Dios y, a veces, originando ruinas económicas y de mal testimonio, con los de dentro y los de afuera del ministerio, sin olvidar nunca la grave advertencia que nos dejó el apóstol, en 1ª Timoteo 5:22: No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro. Una vez que hemos tenido la experiencia del bautismo del Espíritu Santo, con la manifestación ineludible de hablar en lenguas, como testimonio de ello, hemos de potenciarla diariamente, practicando, lo máximo posible, orar con ellas, para avivarlas y extenderlas, pues de lo contrario, como todo aquello que no se usa, se atrofian y quedan en el olvido, de forma similar al agua pasada, que no vuelve a dar vida o, peor aún, si se corrompe con la incredulidad, renegando de sí misma, al dejar de fluir y quedarse estancada. Pablo lo llama orar solamente en el Espíritu, sin comprensión racional, lo cual solo beneficia al que lo hace y parcialmente, pues su entendimiento queda sin enrique55

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cerse, exhortándonos, por tanto, a orar de ambas maneras, en el idioma natural y con lenguas, pero entendibles, a ser posible, al recibir de Dios la interpretación de las mismas, como está escrito en 1ª Corintios 14:2, 4-5 y 13-15: Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. (...) El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación. (...) Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla. Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. He tenido experiencias gloriosas inolvidables, orando en lenguas, como la de salir de mi cuerpo, mientras conducía mi auto, con cuatro hermanos que me acompañaban, apareciendo, repentinamente, en medio de una fiesta hermosa, en el mismísimo cielo, donde multitudes alababan al Señor, quedándome extasiado, hasta volver, de repente, a mi estado terrenal, comprobando que había recorrido, con el auto, más de 15 kilómetros y nadie se había enterado de mi ausencia, pues, lógicamente, fue solo espiritual, porque mi cuerpo siguió conduciendo el vehículo, aunque nunca supe cómo lo hizo. En otra 56

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ocasión, mi esposa y yo estábamos orando juntos, en lenguas, de madrugada y comenzamos, los dos a la vez, a reírnos y abrazarnos, con un gozo completamente sobrenatural, rebosante, limpio y glorioso, que nos duró, como una potente y vibrante energía, durante toda la jornada, manteniéndonos plenamente fortalecidos. También, puedo destacar, por ser una experiencia muy particular, el susto tan grande que me produjo, mientras un día oraba en lenguas, pues creí levitar del suelo, cuando mi cerebro empezó a dar vueltas dentro de mi cráneo, a gran velocidad, como las aspas de un ventilador, al menos así lo sentí, asustándome tanto que comencé a gritar: ¡Señor, para, que me matas! Instantáneamente, desapareció el fenómeno. Al ser un neófito en el Señor, le pedí que otra vez se manifestara el Espíritu Santo, de la misma manera, diciéndole: ¡Señor, dale fuerte, aunque me mates! Sin embargo, esa extraña vivencia no se repitió más, comprendiendo, después, que no debemos buscar fenómenos sobrenaturales, como investigación o divertimento, pues demostramos una gran falta de madurez y respeto a Dios, de lo cual he sido completamente perdonado. En uno de estos éxtasis, de orar en lenguas a solas, debió encontrarse el apóstol Juan, cuando se le presentó el Señor y le dio el libro de la revelación, pues así lo menciona en Apocalipsis 1:10: Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta. Otra hermosa forma de orar es cantando, con música o sin ella, siempre y cuando seamos inspirados por el Espíritu 57

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Santo y, si es delante de otras personas, no desafinemos al hacerlo, como nos han dejado muchísimos ejemplos, David y sus sacerdotes cantores, pues la alabanza es una oración de exaltación a Dios, aunque con entonaciones musicales, acopladas a ella, tomando ejemplo de lo dicho por el salmista, en Salmo 92:1-2: Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; Anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche. Hay muchas clases de oración y estudiaremos algunas de ellas, más adelante, pero es fundamental destacar que la oración ha de ser un esfuerzo en la gracia divina, para evitar toda carnalidad, siendo producida, en nuestro interior, por el Espíritu Santo, como aconseja Pablo a su discípulo preferido, al dejarle claro que todas sus acciones deben ser hechas en la multiforme gracia de Dios, según leemos en 2ª Timoteo 2:1: Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Si tenemos bien claro que en vano vela la guardia si Dios no vela y en vano edifica el hombre si el Señor no lo hace, pues así lo dice el Salmo 127:1, debemos estar seguros de hacerlo todo en las fuerzas del Espíritu Santo, que son infinitas, especialmente con nuestras oraciones, para lograr los objetivos de las mismas, pues en Él todo es posible y comprobaremos cómo se cumple lo escrito en Filipenses 2: 13: Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

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Solo en esta forma, nos integramos a la intercesión perfecta de Cristo, quien está a la diestra del Padre y es el eterno Sumo Sacerdote, que ministra en el templo del cielo, donde habita Dios, según nos afirma Hebreos 7:22-25: Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Jesucristo intercede constantemente por nosotros, para que nunca nos falte la fe, como hizo con Pedro y podemos leer en Lucas 22:31-32: Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. Cristo ora por ti y por mí, cada día, con el fin de ser guiados y guardados, para no perdernos en nuestra peregrinación por el mundo, de la misma forma que oró por sus discípulos, lo cual leemos en Juan 17:15: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. El Señor ora por todos sus redimidos, para unificarnos con Él, tanto por los discípulos que formó en su tiempo de ministerio terrenal, como por todos aquellos que habíamos de creer, a través de las predicaciones suyas o de otros predicadores, además de hacerlo por los futuros creyentes, 59

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utilizando nuestro testimonio o el de cualquier mensajero de Cristo, como quedó escrito en Juan 17:20-23: Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. ¿Te imaginas? Jesús le pide al Padre que nos permita sentarnos con Él, en su trono, para reinar juntos, sobre toda la creación, según leemos en Juan 17:24: Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Tuve el descubrimiento de una gran perla, experimentándolo en una manera muy especial e íntima, cuando se reveló en mi ser la intercesión personal del Señor, como si estuviera hablándome directamente y me confesara delante del Padre, comprendiendo por qué algunas veces, de forma extraordinaria, la paloma del Espíritu Santo, salta en mi pecho y hace salir su perfume por mi boca, lo cual me sucedió al leer Cantares 1:12: Mientras el rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor. 60

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Por todo esto, nunca me permito dudar de la fidelidad del Señor para mi vida, pidiéndole que antes me saque del mundo, llevándome a su presencia celestial, de permitirme perder la confianza en Él, porque esta fe me da el sustento diario y la fuerza, para seguir avanzando, cada día, hacia la meta, agarrado del manto de nuestro Sumo Sacerdote, pegado a sus pies y practicando, diariamente, la enseñanza de Hebreos 4:14-16: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Nunca nos hemos de olvidar que somos débiles, porque así podremos vivir fortaleciéndonos siempre en el Señor y en el poder de su fuerza, mediante el Espíritu Santo, quien es el único que puede hacer morir, en nosotros, las obras de la carne y llevar nuestra mente cautiva a Cristo, para vencer toda prueba o ataque de los inicuos, pues solamente en nuestra debilidad se perfecciona el poder de Dios, como bien lo aprendió Pablo, siendo siempre conscientes de nuestra dependencia del Señor, pero confiando plenamente en su continua intercesión y en la llegada de su pronto auxilio, según nos afirma Romanos 8:26-27: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos 61

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indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. ¿Podemos orar juntos esta oración? Amado Padre, nos rendimos completamente a tus pies, en total sumisión y obediencia, pues deseamos hacer tu voluntad perfecta, pero reconocemos nuestra incapacidad para lograrlo y te suplicamos que nos dirija tu Espíritu Santo, en esta oración y en todas las de nuestra vida, así como en las acciones que emprendamos, en este día y en todos los demás, hasta terminar la carrera de la salvación y llegar a tu meta, de vida eterna contigo. ¡Oh, Dios, únenos a Cristo en sus oraciones! ¡Glorioso Hacedor y Salvador nuestro, funde nuestra voluntad con los planes de Jesús, para ser instrumentos suyos y así podamos participar de ellos! ¡Pon tus pensamientos en nuestra mente y tus deseos en nuestro corazón! ¡Di tú las palabras que quieras, usando nuestra boca, como fuentes de tus oraciones, alabanzas y enseñanzas! ¡Venga a nosotros tu reino, aunque nos tengas humillados, pero nunca quites de nosotros tu Espíritu, ni seamos jamás echados de tu presencia! Judas 20-21: Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. 62

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Capítulo 4

ORANDO SÓLO A DIOS, CON AMOR Y GRATITUD Al comprobar, visitando muchas naciones, el triunfo de Satanás sobre miles de millones de seres humanos, cegándoles por completo, con vendas religiosas, conduciéndoles como peleles, usando para ello una multitud de lazarillos eclesiásticos, igual de ciegos que ellos, a postrarse delante de ídolos, santos, vírgenes, cristos, budas, y un largo rosario de imágenes, también representando a falsos mesías, engañadores profetas, demonios, a los astros, incluso toda clase de animales, pues en la India adoran a todos los seres vivientes, teniendo decenas de millones de dioses, para rezarles con fanatismo absurdo, haciéndoles todo tipo de súplicas y rogativas, entregándoles toda clase de ofrendas y realizando variopintos sacrificios, muchos de ellos macabros y con derramamientos de sangre, animal o humana, al azotarse, rajarse o clavándose dolorosísimos cilicios, totalmente engañados, al pensar que pueden expiar así sus culpas o lograr los beneficios divinos, siendo, por el contrario, maldecidos, por contaminarse con ellos, en lugar de ser bendecidos, pues solo al único y verdadero Dios hay que buscar y solamente a Él orar, alabar, adorar y servir. 63

Orando sólo a Dios, con amor y gratitud _________________________________________

El mismo Jesucristo, al enseñar a sus discípulos a orar, les dijo de hacerlo así: Padre nuestro que estás en los cielos…, como leemos en Mateo 6:9, no existiendo, en toda la Biblia, ni un solo ejemplo de oración dirigida a nadie más, porque, si podemos dirigirnos a Dios, ¿Qué sentido tiene acudir a subordinados y, menos aún, a los ya muertos? Para el Todopoderoso, infinito en misericordia, es un menosprecio y una deshonra buscarle un sustituto y Él, que es celoso, con justicia, aborrece a idólatras, santeros, animistas, espiritistas y supersticiosos, pues todos ellos están guiados por demonios, siendo enemigos de Dios, y solo tienen una posibilidad de redención, que es arrepintiéndose, con circuncisión de corazón, y abandonando esos hábitos necios y abominables, para practicar la única oración verdadera, que solo debe dirigirse hacia Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Cómo podríamos acercarnos, confiadamente, delante de Dios, abriéndole nuestro corazón, con nuestras oraciones, si no le amamos? ¿Alguien puede confiar en aquél a quien no ama? Muchos hijos naturales pierden la comunicación con sus padres, y viceversa, cuando han dejado de amarles y, por tanto, ya no les respetan ni valoran, estando dispuestos a pedir ayuda al diablo, antes que humillarse pidiéndosela a ellos, haciendo así, también, los hijos pródigos de Dios y, más aún, aquellos que, al no conocerle, de ninguna manera pueden amarle, pues ¿Cómo amar a quien no sabemos si existe? Dios es amor, por lo cual, conforme a su naturaleza, desea establecer y perpetuar una estrechísima relación amorosa con sus hijos, pero antes 64

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hemos de ser engendrados espiritualmente por Él, para tener su ascendencia, una vez fecundados mediante la fe en Jesucristo, siendo transformados en enamorados suyos, al recibir, primeramente, su puro amor, contrayendo con nosotros, un nuevo pacto, muy diferente del que dio a todos los hombres al crearlos, pues éste es de completo perdón, perfecta paz y santa libertad, por su pura gracia, firmándolo con la tinta de su propia sangre y un simple, pero sincero y total, amén por nuestra parte. Con este glorioso y fácil yugo, Jesucristo establece con nosotros un romance maravilloso, sellado con las arras del Espíritu Santo, que son sus frutos y dones, como primicias y garantías de llegar hasta la consumación del matrimonio, mientras que, la dote que ofrecemos es nuestra vida, tal como somos y con todos nuestros bienes, para servirle, siempre a sus pies, siendo un sacrificio continuo de adoración y obediencia, que llega delante de sus ojos, emocionándole y haciendo vibrar su amorosa sensibilidad, respondiéndonos con las sabias y poderosas palabras, que nos llenan de regocijo y esperanza, escritas en el Salmo 91:14-16: Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación. Por eso, rogamos constantemente, a nuestro santo Novio y Señor, que nos auxilie, pues Él es Dios y nosotros su novia, frágil y débil, esperando ser cercados con su santo vallado, el escudo de fuego del Espíritu Santo y la vigilancia 65

Orando sólo a Dios, con amor y gratitud _________________________________________

continua de sus ángeles guardianes, pues siempre somos conscientes de los peligros que corremos, especialmente con nuestro propio corazón, porque no deja de intentar revelarse, para recuperar su ególatra señorío y conseguir saciar sus concupiscencias, sabiendo que nos es indispensable estar atados a Cristo, con las cuerdas amorosas de su evangelio, en constante vela y oración, aunque siempre confiando plenamente en su cuidado y vigilancia por nosotros, sabiendo que no consentirá en perdernos y nos llevará hasta la meta, incluso a pesar nuestro, superando todas nuestras oposiciones y caídas, levantándonos y renovándonos continuamente, lo cual nos produce una invencible seguridad y tranquilidad, pudiéndole decir, con total sinceridad y certeza, la misma oración que dijo David, en el Salmo 18:1-2: Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. En la relación diaria que tenemos con Cristo, como novia suya, ¿Cómo pueden faltar las oraciones de piropos y promesas? Tenemos que limpiarnos de los tintes religiosos, llenos de formalismos y prejuicios, con los falsos recatamientos, aprendiendo la libertad del Espíritu Santo, para ser naturales, como niños, sinceros y sencillos, hablando a nuestro amado con el corazón, no con la mente eclesiástica o intelectual, fría y calculadora, aunque parezcamos ñoños delante de ellos, pues mucho mejor es la ñoñería infantil, ingenua y espontánea, porque siempre nos hace sonreír y enternece, incluso dándonos sana envidia, que la caricatu66

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resca, fantasmal, reticente, seca, hueca e hipócrita, expresión de los fariseos, cuyas oraciones no llegan nunca a ser gratas para Dios, por mucho que las repitan hasta la saciedad, aburriendo, además, a sus oyentes. ¡Qué bueno, poder decirle santos piropos, a nuestro Amado! Como hace Cantares 1:16: He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce; Nuestro lecho es de flores. Esta preciosa declaración amorosa, de la novia, es viva respuesta de las palabras románticas, que había oído del novio, dichas en Cantares 1:15: He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; He aquí eres bella; tus ojos son como palomas. ¿No es una constante confesión, benditas intenciones, el aroma manar de los labios enamorados, del romance y mantener una Koinonía?

de bellos calificativos y del perfume, que debe para expresar los latidos gozosa y apasionante

Sin duda, las oraciones más poéticas, de la escogida de Dios, que es la Iglesia de Cristo, son las pronunciadas por la santa tórtola del Cantar de los Cantares, en cuya fuente me he inspirado, para escribir el libro de poemas, ya impreso, titulado: “Incienso y Mirra”. Quiero aprovechar este momento, para pedirte que oremos juntos, usando Cantares 2:3-6: Como el manzano entre los árboles silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes; Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar. Me llevó a la casa del banquete, Y su bandera 67

Orando sólo a Dios, con amor y gratitud _________________________________________

sobre mí fue amor. Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor. Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace. De hijos bien nacidos es ser agradecidos, dice un refrán español, muy acertado, pues tiene su raíz, indudablemente, en las palabras de Dios, que nos enseñan a comportarnos siempre con gratitud, especialmente cuando nos relacionamos con el Señor, en nuestras oraciones, pues no podemos acercarnos a Él con actitud huraña e ingrata, lo cual sería un injusto y repugnante comportamiento, como hicieron nueve leprosos, de los diez que fueron sanados por Jesucristo, al no regresar para darle las gracias, por tal inmenso e inmerecido regalo. El sabio y temeroso de Dios, Cervantes, dijo: “La ingratitud es hija de la soberbia”, pues agradecer algo, a alguien, conlleva un poco de humildad. Considerando que Dios resiste a los soberbios, humillándolos, los ingratos cosechan trágicas consecuencias, pues son entregados por el divino Juez, a la inmundicia de las más bajas y repugnantes concupiscencias, según nos advierte Romanos 1:21, 24 y 26-27: Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. (...) Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos. (...) Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra 68

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naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Sin ninguna duda, la ingratitud es lo más contrario a la nobleza de corazón, pudiendo aceptar, como una máxima clásica, este dicho de Ausonio: “No ha producido la tierra peor planta que el ingrato”. Podemos también decir, con clarividencia, el refrán anónimo que nos dice: “El agradecimiento es la memoria del corazón”. Seamos, pues, agradecidos, siempre dando claras muestras de ello, pues son inmensos los favores que hemos recibido del Señor, a pesar de haber sido sus enemigos, ofendiéndole de muchas maneras y durante mucho tiempo. Deberíamos, por tanto, vivir postrados a los pies de Cristo, para besárselos y decirle, millones de veces, muchas gracias, teniendo siempre la sabiduría, expresada en el proverbio arameo: “No tires piedras al manantial que te ha dado de beber”, y muchísimo menos a la fuente de aguas vivas, que nos da vida eterna, pues, además de ser un sacrilegio, causaría nuestra completa ruina, porque habríamos arrojado las piedras sobre nuestro propio tejado, desoyendo un sabio y popular dicho español, que nos advierte de no ser insensatos haciendo tal cosa. La gratitud es la quintaesencia del amor, debiendo ser siempre parte del preámbulo, para acercarnos al trono de 69

Orando sólo a Dios, con amor y gratitud _________________________________________

Dios, orando con acción de gracias, obedeciendo las palabras del Salmo 100:4-5: Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones. La oración de gratitud hacia nuestro Dios, ha de ser, por tanto, una de las indispensables que debemos practicar diariamente, comenzando a pronunciarla nada más despertarnos, cada mañana y hacer lo mismo para cerrar el día, antes de dormirnos, simplemente porque, si aún estamos vivos, es por su pura gracia, además de ser un justo recordatorio de todas las bendiciones recibidas cada día, pues, si le amamos de verdad, no podemos olvidarlas y tendremos un impulso irrefrenable, puesto por el Espíritu Santo, para orar como David, usando palabras parecidas a las suyas o las mismas, cuando dijo, en su Salmo 26:6-7: Lavaré en inocencia mis manos, Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová, Para exclamar con voz de acción de gracias, Y para contar todas tus maravillas. ¿Cómo no estar agradecido al Señor, si todo lo bueno y puro de nuestra vida nos ha venido de Él, además de quitarnos toda la basura del alma y limpiarnos, como bebés espirituales que somos, con maternal cariño y paciencia, de las heces y orines de nuestros pecados, con las cuales nos ensuciábamos, y ahora, cada día nos lava los pies, porque aún somos peregrinos del mundo, y pisamos su polvo, dejando, a veces, que nos salpique el barro de la maldad? 70

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Más bien, obedeceremos a la palabra divina, que nos exhorta a tener gratitud permanente, al decirnos en 1ª Tesalonicenses 5:18: Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. Gracias, muchas gracias, Señor, es el título de una canción, muy repetida en nuestros cultos, en primer lugar, porque somos una manada de ovejas que antes fuimos muy cabras y se nos ha perdonado muchísimo, por lo cual también, amamos, mucho a Jesús; segundo, porque, de ser lo más vil y menospreciado del mundo, Dios nos ha utilizado para avergonzar a los sabios, al concedernos la revelación de algunos de sus secretos y hacernos participar de su sabiduría divina, con la cual vencemos todos los obstáculos de nuestro caminar por el mundo, mientras que los orgullosos académicos fracasan; tercero, por tener el altísimo privilegio de haber sido hechos hijos de Dios y, más aún, reyes y sacerdotes en su reino, habiendo recibido su autoridad, para gobernar sobre multitudes e influir, benefactoramente y con gran notoriedad, en muchas naciones; cuarto, porque jamás podríamos soñar con ser instrumentos divinos para sanar enfermos, hacer milagros, liberar a los endemoniados y oprimidos por el maligno, además de poder multiplicar las riquezas, como estamos haciendo, gracias a la infinita generosidad del Señor, quien nos toma en sus manos, para que participemos de su absoluto poder; a todo lo cual, podríamos añadir un largo etc…, pues tendríamos una lista interminable, de motivos para orar gritando: ¡Te damos gracias!, ¡Muchísimas gracias, Bendito Padre! y nos gustará decírtelo, con 71

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exclamaciones de júbilo y alabanza, todos los días de nuestra vida y durante toda la eternidad, mientras te adoramos, arrodillados bajo tu trono. Perseveraremos, por tanto, en orar siempre con gratitud, sin permitir ser estorbados, para hacerlo, por ninguna cosa que suceda, obedeciendo a Colosenses 4:2: Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias. De la misma forma, hemos de asumir, como auténticos hijos de Dios, que todo lo bueno, sabio y exitoso, de nuestras acciones, viene de su inspiración, amor y fuerza, por su gracia multiforme sobre nosotros, orando, como es justo y debemos querer hacer siempre, con sincero agradecimiento, sin envanecernos nunca, ni robarle la honra y gloria que le son debidas, conforme a la sabia instrucción dada por Colosenses 3:17: Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Cuando somos usados por el Espíritu Santo, para que se conviertan almas, sean sanados enfermos y liberados los endemoniados, o se manifiesten milagros y prodigios, ¿Podremos quedarnos con autocomplacencia, como si fuéramos los autores de los mismos, en lugar de reconocer que hemos sido tan solo instrumentos del único protagonista de todos ellos y de la completa suma de todas las santas y milagrosas acciones, realizadas en todo el Universo y fuera de él, mostrándole nuestra inmensa gratitud, por habernos concedido el privilegio honorable de 72

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participar en su glorificación, sin robarle su gloria? Así, pues, siempre daremos las gracias al Señor, por concedernos los triunfos, permitiéndonos ser embajadores suyos y de su reino eterno, como nos dice 2ª Corintios 2:14: Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. En este mismo espíritu, si hemos hecho muchos discípulos y tenemos gran número de almas en nuestros rediles, en obediencia a Cristo, pues así nos manda trabajar, ¿Actuaremos considerándonos propietarios y diremos que son nuestros, tanto los rebaños de miembros de la iglesia, como los guardianes, abrevadores, sanadores, esquiladores, parteros, ordeñadores y pastores de las mismas? ¿Acaso muchos no acaban de comprender nunca, cómo Jesús no le mandó a Pedro que apacentara sus ovejas, sino las confiadas a su cuidado por el único amo, quien es el Señor mismo? Por esta clarísima razón, con sencillez de corazón, demos siempre gracias a Cristo, por concedernos representarle delante de sus hijos y darnos su multiplicación, de obreros y almas, bien simbolizada en la de panes y peces, orando de la manera que leemos en 2ª Tesalonicenses 1:3: Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás. 73

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Buscando siempre bendecir a nuestros hijos espirituales, en sentido tan solo putativo, de mera representatividad, pues solo hay un Padre de todos, que es Dios, hemos de dar gracias al Señor por su crecimiento, tomando el ejemplo de Pablo, dicho en 1ª Corintios 1:4-7: Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. También, tenemos que seguir orando por nuestros consiervos, pidiendo al Señor más unción y aumento de revelaciones, con abundante sabiduría y ciencia para ellos, buscando siempre que sigan madurando, siendo perfeccionados y pertrechados, de todos los frutos y dones del Espíritu Santo, deseándoles, incluso, que nos sobrepasen y puedan ser hallados dignos, por el Señor, de gobernar mucho pueblo, formado por quienes hayan sido apartados y escogidos para Dios, con el mismo anhelo demostrado por Pablo, en Efesios 1:15-19: Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la 74

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esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza. ¿Podemos despedir juntos, este capítulo, orando a nuestro Dios, con sincera e intensa gratitud? Digámosle: Santísimo y amorosísimo Padre, no pretendemos pagarte, ni tan solo un poquito, el inmenso bien que nos has regalado, por tu infinito amor y la manifestación de tu sobreabundante gracia, pero sí podemos y queremos darte muchas gracias, constantemente, abundando en risas y lágrimas, por la intensidad de nuestra gratitud, deseando vivir toda la vida con esta apasionada emoción, siempre atentos y diligentes, para demostrarte, con total devoción y obediencia, nuestra sincera gratitud. ¡Gracias por siempre, Jesús! Amén. Oh, Señor, nunca dejes Tú de responder a nuestras súplicas y rellena cada día la copa de nuestro corazón, con el aceite y el vino de tu Espíritu Santo, porque seguiremos orando, con insistencia, pidiéndotelo cada día, como hacía David en Salmo 51:8: Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido.

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Capítulo 5

¿DÓNDE, CUÁNDO Y POR QUIÉN HEMOS DE ORAR? El maligno, que Dios le reprenda, ha logrado recluir la oración y todas las demás actividades espirituales, entre cuatro paredes, del mal llamado templo, asfixiando la fe y eliminando las obras externas, contando con la tendencia humana de controlarlo todo, clasificándolo, para fijarlo en una posición y lugar, con el pretexto de ordenarlo, pero teniendo el deseo de facilitar su cómodo control, organizando apartados temáticos y vivenciales, sectorizando la vida en áreas, diferentes e independientes, aunque siempre impregnadas de tradiciones, supersticiones, ritos y normas, que las acepta como verdades, sin analizarlas, pues no conviene revolver el puzzle y desordenarlo, porque desestabilizaría el castillo ególatra que está construyendo, a lo largo de su existencia terrenal. Por esta causa, es una tragedia ver toneladas de sal apelmazadas, en los saleros de los templos, que ya no sirven para nada, pues han perdido su sabor, la pureza y poder del Espíritu Santo, siendo continuamente pisoteadas por los mulos, en los muladares de la sociedad, como enseñó el Maestro, en Mateo 5:13, sucediéndoles, de la misma manera, a todos los cristianos, que hacen de la oración un acto religioso dominical, cosechando, al salir de las cuevas fariseas, dolorosos fracasos, 77

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al enfrentar los ataques demoníacos a sus propias concupiscencias. Por tanto, una vez que estamos caminando en la luz de Cristo y vivimos guiados por el Espíritu Santo, comprobaremos cómo somos motivados por Él, a orar en todo lugar, de tal forma que serán muchísimas más las oraciones hechas por nosotros, fuera del local de culto que dentro de él, haciendo caso de la palabra de Pablo a su discípulo, dicha en 1ª Timoteo 2:8: Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Jesucristo, oraba frecuentemente en lo alto de los montes, para interceder en guerra espiritual, aunque también leemos cómo oró en los valles, costas, dentro de barcos, en caminos y calles, casas y palacios, en el huerto y, claro está, en las sinagogas. Pablo, y los demás apóstoles, aprendieron bien del Maestro e hicieron lo mismo que Él, orando en todas partes, buscando siempre ser guiados por el Espíritu Santo, para hacer las oraciones convenientes y dar en el blanco con ellas, logrando sus objetivos, al conseguir la intervención del Todopoderoso. En nuestro ministerio, movidos por las necesidades apremiantes y por el celo santo del Señor, oramos muchísimo más en las campañas evangelísticas, en cárceles, hospitales, lugares gubernamentales, en los montes y, sobre todo, en nuestros hogares, que dentro de los locales de culto, comprobando, con resultados milagrosos, cómo le agradan al Señor todas estas oraciones. Como tinta salida del tintero, para escribir 78

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hermosas palabras, así sucede, cuando sacamos las oraciones de los recintos cerrados de las congregaciones, pues esparcimos el incienso por todos los aires y lugares, espantando a los demonios, enamorando a muchas almas y perfumando el trono de Dios. Muchos cristianos y, particularmente, bastantes ministros del evangelio, para orar diariamente, se marcan un horario, como una disciplina que, en principio, es positiva, pues da importancia a estos ejercicios espirituales, aunque también son muy numerosos quienes acaban convirtiendo la oración en una gimnasia espiritual cronometrada, volviendo a tomar ellos el control de la misma, apagando la libertad del Espíritu Santo, lo cual, para Él es irrenunciable, obligándole a volar, cual ave, a otro templo humano, donde pueda gobernar y revolotear libremente, para dar gloria a Cristo al cumplir su voluntad. Hemos de orar lo máximo que podamos cada día, pero siempre impulsados por el viento del Espíritu Santo, a quien le complace, de manera especial, movernos a hacerlo cuando aparecen los primeros rayos de luz, pues cada amanecer da gloria a Cristo, que es Lucero del alba, como nos lo describe 2ª Pedro 1:19: Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones. Sí, Jesucristo, vendrá con las primeras luces de una mañana 79

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de Israel, pues Él es la luz del mundo y puso al Sol como un símbolo de sí mismo, además de mostrarnos cada día, con el amanecer, que comienzan las misericordias de Dios, pues son nuevas cada mañana, según podemos leer en Lamentaciones 3:22-23, traspasándonos los párpados, con sus rayos luminosos, para despertarnos y guiarnos a la oración matutina, con lo cual le agradamos muy especialmente, según nos dice Dios mismo en Proverbios 8:17: Yo amo a los que me aman, Y me hallan los que temprano me buscan. Desde luego, no hay mejor manera de comenzar el día que orando y cuanto antes nos levantemos de la cama, o lo hagamos aún acostados, más tiempo podremos dedicar a la oración y más resultados positivos tendremos, a lo largo del día, además de regocijarnos en la comunión con el Señor, pues nos puede suceder, y es lo más frecuente que les pasa a muchos cristianos, al levantarnos con el tiempo justo, porque se nos han pegado las sábanas perezosamente o hemos comenzado a dormir muy tarde, por ver la televisión o haber abusado de cualquier otro ocio, que vayamos a toda prisa al trabajo, sin darle la honra debida, con la gratitud y adoración al Señor, ni pedirle su socorro diario, que es indispensable para hacer las cosas correctamente y ganar la batalla diaria de la fe, pues cada día trae su propio mal, sucumbiendo ante las pruebas y ataques de nuestros enemigos, teniendo un día de fracaso y pérdida, en lugar de serlo de victoria y ganancia. Por tanto, en la medida de lo posible, oremos tempranamente cada mañana, para que digamos a Dios lo dicho por el Salmista David, o 80

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algo parecido, escrito en Salmo 143:8-10: Hazme oír por la mañana tu misericordia, Porque en ti he confiado; Hazme saber el camino por donde ande, Porque a ti he elevado mi alma. Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; En ti me refugio. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. A las personas que tienen tendencia a la melancolía, tristeza, depresión y amargura, además de aconsejarles que perdonen por completo a todos los ofensores, les pongo el ejemplo de los pájaros cantores, preguntando: ¿A quién cantan tan temprano las aves? Evidentemente, la mayoría me responden diciendo que lo hacen para Dios, si tienen algo de fe en su existencia, añadiéndoles entonces, el consejo de tomar ejemplo de los pajarillos, levantándose del lecho lo más temprano posible, para cantar al Señor, lo cual es orar musicalmente, asegurándoles que, durante ese día, nadarán en el gozo del Altísimo y huirán sus dolores, con todas las cenicientas y amargas sombras, que los envuelven, imitando a David, el ungido cantor, quien practicaba profusamente estos trinos de alabanza, pudiendo utilizar, incluso, sus bellas canciones, entre las cuales me gusta elegir, para este momento, una que cantamos, con mucha alegría, en nuestras reuniones, escrita en el Salmo 92:1-2: Bueno es alabarte, oh Jehová, Y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; Anunciar por la mañana tu misericordia, Y tu fidelidad cada noche. Es muy trascendental saber que, la voluntad de Dios para nuestras vidas y la realidad de nuestra necesidad, nos 81

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produce el deber y la responsabilidad de orar constantemente, como respirar, pues todo instante es un peligro, una lucha, y en él hay siempre una multitud de gritos humanos, por todo el mundo, pidiendo socorro, a quienes podemos auxiliar, muy poderosamente, si oramos por ellos, pues hemos sido constituidos en socios colaboradores del Señor, quien nos ha delegado esta parte del trabajo y, Él hará, la suya, después. Cuando Jesús enseña a sus discípulos, esta necesidad, al darles el ejemplo de la parábola de la viuda y el juez injusto, primeramente les dice lo escrito en Lucas 18:1: También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar. Sabemos que hay árboles de frutos continuos, perennes, de tal forma que vas cosechando unos y salen otros, pues así hemos de ser nosotros, dando frutos de labios, para Dios y nuestros semejantes, como nos exhorta Pablo, en 1ª Tesalonicenses 5:17: Orad sin cesar. También, el apóstol Pablo les instruye a los Romanos, igual que seguirá haciéndolo con todos los seguidores de Cristo, hasta el final de su tiempo terrenal, cuando la Iglesia sea arrebatada por Él, para casarse con ella, en los deberes, espirituales y naturales, que hemos de cumplir cada día, pues somos alumnos del Señor, entre los cuales destaca orar constantemente, según lo leemos en Romanos 12:11-12: En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración. 82

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Por tanto, no debemos olvidar nunca que la oración es un sacrificio continuo, al punto de poder experimentar el orar en sueños, incluso con voces reales, en nuestro idioma o en lenguas, pues somos tomados, oportunamente, por el gemir del Espíritu Santo, como lo hace la novia en Cantares 5:2: Yo dormía pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía. También, el silbido del viento divino nos despierta, en otras ocasiones, para empujándonos a derramar oraciones, a veces incomprensibles para nosotros, al menos en esos momentos, pero con toda seguridad eficaces, poniendo en práctica las palabras de Pablo, cuando nos enseña de cómo hemos de usar la armadura de Dios, para ser más que vencedores, contra todas las acechanzas del maligno, diciendo en Efesios 6:17-18: Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. Es así cómo, los primeros seguidores de Cristo, practicaban fervientemente la oración, siendo instrumentos de tal poder divino, que hicieron temblar las paredes, los gobiernos y, sobre todo, los reinos de Satanás, ganando a miles de almas, haciendo multitud de milagros y maravillas, extendiendo el reino de Dios y su justicia por toda la tierra, hasta llegar a nosotros. Ellos tenían cuatro principios fundamentales, que eran inamovibles y, tristemente, se han 83

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ido diluyendo, en la mayoría de los creyentes posteriores, hasta llevar a la iglesia, de hoy, a estar muy lejos del modelo original, siendo, uno de ellos, el perseverar en las oraciones, como leemos en Hechos 2:42: Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Siguiendo la inclinación de nuestro corazón, que es muy sentimental y egoísta, tenemos tendencia a orar solamente por nosotros mismos y en favor de nuestros seres queridos, abusando, además, de las oraciones de peticiones, comportándonos como sanguijuelas insaciables, que solo dicen: ¡Dame! ¡Dame!, lo cual leemos en Proverbios 30:15, olvidando las otras ministraciones importantes, que deben cumplir las oraciones, entre las cuales, la principal es ministrar al Señor, orando por y para Él exclusivamente, como nos enseñó, cuando puso de ejemplo el Padre Nuestro, que comienza con reconocimiento a Dios, de ser el Padre soberano y de su situación celestial, y continúa haciendo peticiones para Él, pues así lo dice Mateo 6:9-10: Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. No solamente las alabanzas y adoraciones son tipos de oraciones especiales, para ministrar a Dios, como sus admiradores, súbditos, exaltadores y adoradores, sino que también hemos de orar al Señor y por Él, ministrándole con nuestro amor, gratitud y sumisión, pues así lo profetizó, al hablar del Mesías, declarándole rey perfecto, el Salmo 84

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72:15: Vivirá, y se le dará del oro de Sabá, Y se orará por él continuamente; Todo el día se le bendecirá. Darle honra, honor y gloria, a nuestro Dios, con nuestras oraciones íntimas, son frutos de labios que testifican nuestra comunión, exclusivamente personal con el Señor y renuevan, día a día, nuestro romance con Él, pues forma parte del dialogo continuo entre enamorados, en el que no interviene nadie más, porque lo hacemos a solas, en nuestros rincones secretos o aposentos altos, como nos enseña Jesús, en Mateo 6:6: Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Es evidente, que debemos también orar por nuestros familiares, naturales y de la fe, lo más abundantemente posible, pues es el mejor regalo que podemos darles, al motivar a Dios a bendecirlos, sanarlos, libertarlos y, sobre todo, a salvarlos, como cubriéndoles, por nuestro incienso, con la sombra del Omnipotente, el manto de su divina gracia, aprovechando yo la oportunidad de estas frases, para orar por ti, estimado lector, y por todos mis seres más queridos, usando el Salmo 20:1-5: Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda. Te envíe ayuda desde el santuario, Y desde Sión te sostenga. Haga memoria de todas tus ofrendas, Y acepte tu holocausto. Te dé conforme al deseo de tu corazón, Y cumpla todo tu consejo. Nosotros nos alegraremos en tu 85

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salvación, Y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios; Conceda Jehová todas tus peticiones. Cuán grande es el enriquecimiento constante de nuestras vidas, si abunda nuestra oración y, más aún, si sumamos las oraciones que hagan muchos hermanos por nosotros, porque, sin ninguna duda, así nos fortalecemos mutuamente, rodeándonos unos a otros con el fuego de Dios y sus ángeles ministradores. Pablo lo entendió muy claramente, pues pedía a sus discípulos y a las iglesias que oraran por él, para recibir revelación divina y denuedo santo, con el fin de predicarla eficazmente, lo cual afirma en Efesios 6:18-19: Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio. En esta búsqueda de ayuda fraternal, Pablo llega a rogar, a los discípulos romanos, que oren por él, para ser liberado de tantas persecuciones y de los muchos fanáticos incansables, que deseaban su muerte, especialmente de los judíos de Jerusalén, donde debía ir, para llevar, personalmente, ofrendas para los pobres y la ministración de la palabra que había recibido, por el Espíritu Santo, según leemos en Romanos 15:30-31: Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta. 86

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Igualmente, repito muchas veces, a mis amigos y hermanos, que si quieren bendecirme, la mejor manera de hacerlo es aumentando sus oraciones por mi vida, mi familia y ministerio. Siempre comparto, a mis hermanos y consiervos, cómo no hay nada mejor, que yo pueda hacer por ellos, para bendecirles, consolarles, fortalecerles y renovarles, en las fuerzas divinas, que orar por sus causas, a favor de sus vidas, familias y ministerios, lo cual hago, ahora mismo, usando los versículos de Colosenses 1:9-12: Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz. Algunas veces, cuando hemos confirmado pastores de nuestro ministerio, en alguno de los congresos, el Espíritu Santo nos recuerda de bendecirlos, diciendo esta maravillosa oración, que también repito hoy, con sincero y profundo amor, por todos los pastores y obreros, de Remar y la Iglesia Cuerpo de Cristo, esperando que reciban, con prontitud, todas estas hermosas bendiciones, escritas en Números 6:24-26: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová 87

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haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. Orar por los incrédulos, para solicitar la gracia divina sobre sus vidas y familias, incluso pidiendo el favor de Dios, para que sean liberados, sanados y bendecidos, con el auxilio del Señor, para resolver todos sus problemas, forma parte del amor universal que hemos de tener, pues así es como ama el Creador, haciendo salir el sol sobre justos e injustos. Especialmente, debemos orar por las autoridades de nuestro país, de las naciones, porque han sido puestas por el Altísimo, como bendición o para juicio y quebrantamiento, pues toda autoridad viene de parte de Él, según leemos en Romanos 13:1 y en Juan 19:11, mandando el apóstol Pablo, de forma específica, en 1ª Timoteo 2:1-4: Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. La más noble y difícil de las oraciones, que expresa un alto nivel de espiritualidad y libertad, de compasión y paz, consiste en orar por nuestros enemigos humanos, a favor de aquellos que nos maldicen y persiguen sin causa, injustamente, pues están más necesitados, de nuestra 88

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compasión y del perdón del Señor, que las otras personas conocidas, con las cuales tenemos cordial relación, poniendo en práctica las enseñanzas del Salvador, al darnos los nuevos mandamientos, que subliman la ley de Moisés, descritos en el Sermón del Monte, pudiéndolos leer en Mateo 5:43-48: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. Como conclusión, podemos y debemos orar en favor de todos los seres humanos vivos, pero nunca por los que han muerto, aunque ellos sí claman por los vivos, como hizo el rico desde el Hades, al suplicar auxilio a Abraham, a no ser con el fin de resucitarlos, si tenemos la fe necesaria para hacerlo, pues sus vidas ya están decididas y no tienen retroceso, lo cual nos aumenta la responsabilidad de orar por aquellos que aún viven, especialmente si son nuestros seres más queridos, pues cuando mueran ya no podremos hacer más por ellos. 89

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También, sería grotesco, absurdo, macabro y gran ofensa al Espíritu Santo, orar por los demonios, pues la sentencia de Dios contra ellos es irrevocable. Cuando oramos por el Señor, muchas veces sentimos sus deseos de guiarnos a que le impulsemos a volver pronto, porque es una manera clara de ver cómo le anhelamos, si realmente estamos enfermos de amor por Él, y deseamos que establezca, definitivamente, en este mundo, el reino suyo y su justicia, como le dice la novia al novio, en el final del cantar de los Cantares 8:14: Apresúrate, amado mío, Y sé semejante al corzo, o al cervatillo, Sobre las montañas de los aromas. ¿Qué te parece si oramos juntos, según estas enseñanzas? Muy querido Padre nuestro, en este momento que nos has concedido de vida, los lectores de este libro y yo, poniéndonos de acuerdo, declaramos que te amamos más cada día, aún reconociendo la pequeñez de nuestro corazón, pero somos sinceros al decirte que deseamos seguir aumentando la dimensión de nuestro amor por Ti, rogándote por tanto, con el pecho abierto en tu presencia, que nos enciendas muchísimo más, con tu fuego amoroso, ensanchando nuestra capacidad de amar. ¡Sólo a Ti adoraremos siempre, Oh Dios, y solo a Ti serviremos, porque nadie hay como Tú, Santo, Omnisciente, Omnipotente y Omnipresente! ¡Solamente Tú eres digno de nuestra adoración y alabanza! Echo a tus pies mi manto y rindo todo mi ser ante Ti, porque eres el dueño y único 90

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Señor de mi vida! ¡Venga a mi tu reino y haz conmigo tu voluntad! ¡He aquí tu siervo! ¡Hágase siempre según tu palabra! ¡Te doy gracias, Jesús, por el inmenso e incomparable sacrificio que has hecho! ¡Muchísimas gracias, Señor, por tu permanente misericordia, protección y provisión, además de las muchas gloriosas promesas que me has concedido! Gracias, bendito Padre, por mi esposa, hijos, yernos, nueras, nietos y todos mis hermanos y consiervos, pues nos has unido en tu amor entrañable y con la visión celestial de tus ojos. Te ruego que les fortalezcas en tu Espíritu, física, psíquica y espiritualmente. Llénales de tu gozo y derrama sobreabundante gracia en sus vidas, familias y ministerios. ¡Guárdales de todo mal, Santo Dios, y rompe todo plan maligno que haya contra ellos! ¡Renuévalos cada día, en tu fe y amor! ¡Nunca permitas que se aparten de Ti! ¡Úngeles con doble porción del aceite de tu Espíritu Santo, para que te sirvan, como atalayas valientes y vencedores! ¡Dales de tu sabiduría y autoridad, con el fin de hacerles buenos gobernantes de sus hogares y de los rebaños, de ovejas y corderos, que Tú les has confiado, para cuidarlos en tu nombre. Misericordioso Señor, te suplico que bendigas a todas las personas heridas, en sus celos y contiendas contra mí, quienes me calumnian, maldicen y persiguen, pues necesitan tu ayuda urgentemente, para no cosechar las consecuencias de sus malignos sembrados. Te ruego, con deseo sincero, que les perdones, como yo lo hago en tu 91

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amor y les rescates de su amarga situación. También, te imploro que guardes mi corazón en tu aceite, para no recibir ningún arañazo de mis enemigos y no se pueda plantar en él alguna raíz de amargura. Omnipotente Dios, bendice a los reyes y presidentes, de nuestro país y de las Comunidades autónomas de España, e inspírales en tus santos propósitos, para cambiar el oprobio que sufrimos, con tantas abominaciones legalizadas y tantos abusos e injusticias. ¡Venga tu reino a España y a todo el mundo! Santísimo Señor, anhelamos tan grandemente tu regreso, que nos entusiasmaría ser tomados por Ti hoy mismo, aunque sabemos, por tus palabras proféticas, que aún debemos esperar un poco más de tiempo, pero, te decimos: ¡No te tardes! ¡Marannatha! ¡Ven pronto Jesús! Apocalipsis 22:17: Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. Sí, Cristo, apresúrate y ven ya, porque deseamos pronunciar tu bienvenida, gritando alborozados, como novia tuya que somos, en la misma manera que lo dice Cantares 2:8-10: ¡La voz de mi amado! He aquí él viene Saltando sobre los montes, Brincando sobre los collados. Mi amado es semejante al corzo, O al cervatillo. Helo aquí, está tras nuestra pared, Mirando por las ventanas, Atisbando por las celosías. Mi amado habló, y me dijo: 92

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Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.

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¿Dónde, cuándo y por quién hemos de orar?_______________________________________

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Capítulo 6

ORACIÓN DE CONTRICIÓN Y CONFESIÓN ¿Cómo podemos pretender hablar con Dios, de cualquier asunto, sin antes habernos lavado, no solo la boca, sino todo nuestro ser, tanto el cuerpo como el alma? ¿Por otra parte, querremos lavarnos si no reconocemos que estamos sucios? Por lo cual, el primer paso, para acercarnos a Dios, es arrepentirnos de nuestras inmundicias, pues así lo manda la santa palabra, en Hechos 17:30-31: Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. Dios se anuncia, en nuestro corazón, por la voz del arrepentimiento, despertándonos la conciencia, que nos acusa y condena, al presentarnos con claridad la maldad de nuestros actos, nacidos de la perversión congénita de nuestra alma, que los ha deseado, por tener en ella, totalmente fusionado, con su personalidad, en una endemia anímica, el nido de la concupiscencia, que es como un núcleo reinante, también de nuestro cuerpo, pues tiene la 95

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carnalidad tangible para ejecutar esas pasiones, satisfaciendo sus sentidos degenerados, según dijo el mismo Jesucristo, al hablar del Consolador, en Juan 16:8. La convicción de pecado y juicio, son las primeras reacciones morales de iluminación divina, que produce el Espíritu Santo en nuestras vidas, al acercarnos a Cristo, por haber escuchado y aceptado la buena nueva de su llamado al perdón de Dios, concediéndonos el primer fruto espiritual, si nos mantenemos en la decisión de continuar en el camino hacia el Padre, descrito por el Señor, con sus evangélicas palabras, que es el arrepentimiento, pues sin él no hay posibilidad de salvación, como lo sentencia Jesucristo, en Lucas 13:4-5: O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. La misericordia divina, que es infinita, llama a todos los perdidos, para salvarlos, lo cual se expresa, muy claramente, en 2ª Pedro 3:9: El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Es la benignidad de Dios, la que nos guía al arrepentimiento, como lo leemos en Romanos 2:4: ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longani96

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midad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Por eso, al vernos quebrantados, Jesús nos echa una mirada de compasión que compunge nuestro corazón por su amor inesperado e inmerecido, conduciéndonos al arrepentimiento, haciéndonos sufrir una gran congoja por haber pecado, produciéndonos un profundo dolor en el alma, con inmensa tristeza e indignación contra uno mismo, aborreciéndonos, por reconocer, interiormente, que hemos sido autores de las maldades, una vez puestas ante la luz de Cristo y desnudadas del anónimo de la oscuridad, quedando expuestas en su horrenda dimensión real, pues anteriormente estaban ocultas, o disminuidas, por nuestra autocomplacencia y falta de temor de Dios, según lo expresa Pablo a los Corintios, en 2ª Corintios 7:10: Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Hay muchos ejemplos bíblicos de sincero arrepentimiento, como el de la mujer pecadora, y todos lo somos, quien probablemente había sido fornicaria o prostituta, la cual se humilla a los pies de Jesús, entrando en la casa del fariseo Simón y, regándolos con sus lágrimas, utiliza los cabellos para enjugárselos, además de besárselos, con total reverencia y sumisión, derramando sobre ellos un perfume muy caro, que bien pudo ser su más precioso tesoro, alcanzando el total perdón del Señor, pues dio los frutos más contundentes de haberse arrepentido verdaderamente, que 97

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son: humillación, contrición dolorosa, confesión sumisión completa a Dios, para no volver a pecar.

y

Igual que Juan Bautista, Jesús comenzó su ministerio diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado a vosotros, lo cual está escrito en Mateo 3:2, dejando encargados a sus discípulos, al despedirse de ellos, antes de ascender sobre las nubes, para sentarse a la diestra del Padre, en su trono, de cumplir la gran comisión, consistente en evangelizar todo el mundo, pero predicando el mismo llamado, como leemos en Lucas 24:46-47, y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. El ejemplo que nos enseña la parábola del fariseo y el publicano, nos muestra, muy gráficamente, la diferencia entre un corazón arrepentido y humillado, el del segundo, que se postra de rodillas, en un rincón y, dándose golpes en el pecho, implora el perdón de Dios, y otro soberbio, hinchado del peor de los orgullos, que es el religioso, totalmente fermentado con la levadura de la hipocresía, el cual reza monólogos ególatras y teatrales, siendo aborrecido por el Señor, mientras que el arrepentido halló gracia y perdón divinos, siendo justificado, porque Dios, como Juez Omnipotente, a todo aquel que se humilla, lo exalta y al enaltecido quebranta. El resultado del verdadero arrepentimiento, con sincera humillación, es perdón, paz y gozo, 98

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pues alcanza la completa redención y restauración de Dios, recuperando la posición que Adán tenía, con anterioridad a su caída, recibiendo, incluso, más madurez y capacidad, por ser quebrantado, inspirado y enseñado constantemente, desde su interior, por el mismísimo Espíritu Santo, para no volver a pecar, como lo afirma el salmista en Salmos 119:71: Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Todo nuevo nacimiento, en cada ser humano, es precedido de un auténtico arrepentimiento y de una, o muchas oraciones, que reconocen su culpabilidad, con verdaderos dolores de parto espiritual, pero no debemos olvidar nunca que, aún teniendo la nueva vida, estas oraciones siguen siendo necesarias, cada día, pues siempre cometemos pecados, más o menos graves, por exceso o de omisión, y hemos de reconocerlos, arrepintiéndonos, confesándolos y restituyendo el agravio, recibiendo después el perdón. La parábola del hijo pródigo, llama al arrepentimiento a todos aquellos que, habiendo gustado de la paternidad perfecta de Dios, le han vuelto a dar la espalda, retrocediendo, para retomar la vieja naturaleza y, abandonando la ciudadanía celestial, regresar a la del mundo, cayendo en el fango del pecado. El mismo llamado hizo Jesucristo, a cinco de las siete iglesias del Apocalipsis, al advertirlas que debían arrepentirse o se perderían. Es la experiencia del rey Ezequías, que se arrepintió de verdad y halló gracia delante de Dios, así fue, también, con prórroga de su vida. El clímax de las aflicciones de Job, quien, 99

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siendo justo delante de Dios y de los hombres, aún necesitaba ser justificado de su propia justicia y, quebrantándose, al fin dijo en Job 42:5-6: De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza. Para renovarse cada día, y muy en particular después de una caída grave, siempre hemos de pasar por este trance de humillación, de la vergüenza que nos repugne, del dolor por el fracaso y la ofensa, al Señor y a nuestros semejantes. Es, por esta razón, que Jesús lo enseñó a sus discípulos, al ponerles de ejemplo el Padre Nuestro, según lo leemos en Mateo 6:12: Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Después de la oración de sincero arrepentimiento, por nuestros pecados, hemos de orar confesándolos, sacándolos a la luz, para que sean emblanquecidos, por la sangre del Cordero de Dios, como nos promete la palabra divina, en 1ª Juan 1:6-9: Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 100

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Todo pecado oculto actúa como un tumor del alma, dando ventajas al diablo, para atormentarnos con la culpa y enfermarnos, física, psíquica y espiritualmente, robándonos continuamente las fuerzas, el gozo, la paz y el entusiasmo, haciendo de nosotros malos catalizadores de nuestros semejantes, pues no pueden ser atraídos santamente a la fuente de Cristo, que debemos ser para ellos y, si beben, no se sacian, e incluso se contaminan, pues ya dejamos de dar aguas vivas y producimos las amargas, con venenos mortales. El salmista David lo expresó muy bien, en su oración de arrepentimiento, escrita en Salmo 32:1-6: Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él. Aún los santos hemos de orar así, pues muchas veces erramos y no debemos quitarle importancia a ningún fallo, por muy pequeño que sea porque, si relajamos nuestra conciencia, iremos perdiendo el temor de Dios y acabaremos en lo más hondo del fango de este mundo, pues la mayoría de las caídas, incluso las de los más ungidos 101

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predicadores, se han producido al ir descendiendo por una cuesta casi imperceptible, teniendo siempre en cuenta, por el contrario, que hemos de subir sin retroceder, pues el camino al cielo es cuesta arriba, según nos revela Proverbios 15:24, sabiendo que, para seguir subiendo cada nuevo peldaño, hacia la perfección de la santidad, necesitamos más confesión de nuestros defectos, pues aquellos que no percibíamos antes o nos parecían muy pequeños, se nos presentan como graves, al acercarnos más al Señor y recibir mayor luz suya, llegando incluso a sentirnos, por tener la conciencia cada vez más escrupulosa, mejor afinada y con mayor sensibilidad, con tristeza por los pecados ocultos que podríamos tener, suplicando perdón por ellos, porque podemos ser frágiles de memoria, lo cual nos conduce a orar con la oración de David en el Salmo 19:12-13: ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. David, después de cometer adulterio con Betsabé y ordenar que dejaran solo a su marido, quien era uno de sus capitanes, en el frente de batalla, para que muriera, lo cual sucedió poco después, recibió la visita del profeta Natán, enviado por el Espíritu Santo, con la sagacidad de contarle una parábola sobre una feroz injusticia, despertándole la conciencia, al mostrarle su culpabilidad, con el fin de conducirlo al arrepentimiento y a confesarse delante de Dios, como efectivamente hizo y lo leemos en el Salmo 51: 102

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1-4; 7 y 9: Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; (...) Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve. (...) Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. Muchas fueron, después de su trágica caída, las oraciones de confesión que hizo David, pues ya nunca le abandonó el Espíritu del Señor, quien le afinaba constantemente, para seguir purificándole, según leemos en Salmos 130:3-4: JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, Para que seas reverenciado. Cuando nuestras ofensas han dado mal testimonio, a pocas o a muchas personas, nuestra oración de confesión, además de ofrecerla, como sacrificio de labios, a Dios, debemos restaurar el mal ejemplo, haciéndola en público, para intentar quitar los tropiezos causados y dar muestra clara del cambio de conducta, rehabilitándonos ante los perjudicados, pues así vemos que lo produjo el Espíritu Santo, en muchos de los creyentes, cuando Pablo ministró en Éfeso, con demostración de milagros extraordinarios, como está escrito en Hechos 19:18: Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. 103

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De la misma manera, cuando ofendemos a alguien en particular, no solo debemos orar confesando al Señor el mal realizado, sino que tenemos la responsabilidad espiritual de confesarnos delante de los ofendidos, pidiéndoles su perdón, para satisfacer, al menos en esa parte, que casi siempre nos es posible, el daño causado, porque así nos exhorta Santiago 5:16: Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Si solamente nos arrepintiéramos y confesáramos nuestros pecados, no completaríamos nuestra redención, pues tenemos que añadir las oraciones de petición de perdón, tomando ejemplo del sacerdote Asaf, cuando oró lo escrito en Salmo 79:9: Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; Y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre. Como dice un Proverbio berebere: “Si Dios no perdonase, su paraíso estaría vacío”, al menos de hombres, pues todos somos pecadores, pero tenemos la certeza del cumplimiento de sus muchas promesas, con las cuales nos asegura su perdón, aunque siempre dirigidas a todos aquellos que se arrepienten de verdad, confiesan sus pecados y le piden perdón, como recordamos, con inmensa gratitud y confianza, en el maravilloso versículo, que no me canso de predicar y aplicar a mi vida, escrito en 2ª Crónicas 7:14: Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré 104

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desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Muchos siervos del Señor nos han dejado el legado de sus oraciones, por los pecados de otros, del pueblo, igual que si fueran suyos propios, aunque no los cometieron ellos mismos, en una solidaridad sacerdotal y de completa identificación con los pecadores, pues habían cometido otros diferentes, dado que todos pecamos, poniéndose en la brecha delante de Dios, para ser chivos expiatorios, a semejanza de Cristo, si acaso se necesitara dicha expiación y así lo decidiera el Señor, como hizo Moisés, al contemplar la gloria divina, después de alisar las dos tablas de piedra, para recibir los diez mandamientos, humillándose, adorando y pidiendo perdón, pues así está escrito en Éxodo 34:8-9: Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró. Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad. En la rebelión reiterada de Israel, se agotó la paciencia de Dios y decidió destruirlo por completo, deseando salvar solo a Moisés, para formar con él otro pueblo nuevo, según leemos en Números 14:12: Yo los heriré de mortandad y los destruiré, y a ti te pondré sobre gente más grande y más fuerte que ellos.

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Pero Moisés contendió con el Señor, valientemente, invocando su testimonio, al recordarle sus promesas y pidiendo perdón por el pueblo, lo cual leemos en Números 14:17-19: Ahora, pues, yo te ruego que sea magnificado el poder del Señor, como lo hablaste, diciendo: Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos. Perdona ahora la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y como has perdonado a este pueblo desde Egipto hasta aquí. El profeta Daniel también nos dejó, un hermoso testimonio, de amor por su pueblo, Israel, al humillarse profundamente delante de Dios, implorando que perdonara sus pecados, haciéndose sujeto protagonista de los mismos, junto con los israelitas, según leemos, con tremendo asombro y admiración profunda, en Daniel 9:3-9: Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y 106

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nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado. Si pedimos perdón a Dios, pero no perdonamos a nuestros deudores, tampoco completamos el sacrificio de labios y de corazón, pues siempre debemos acompañar, a la oración de contrición, confesión y petición de remisión, después de la circuncisión del corazón, que nos hace el Santo Cirujano, usando el bisturí de su palabra, con la oración de cancelación de todas las deudas de nuestros deudores, concediéndoles nuestro incondicional perdón, porque, de lo contrario, las demás súplicas quedan sin resultados satisfactorios, delante del trono de la misericordia divina, pues no somos perdonados, como lo advierte, rotundamente, con el Padre Nuestro, el Señor Jesús, en Mateo 6:14-15: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Al explicar a sus discípulos, sobre el infinito poder de la oración de fe, que mueve montañas y desarraiga árboles, plantándolos en el mar, lo cual son cosas imposibles para 107

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los hombres y muy raramente podrían ser necesarias, les está simbolizando las victorias gloriosas, sobre demonios de alta graduación y hombres perversos, poniéndoles, después, como condición indispensable, para tener frutos en sus oraciones, perdonar todas las ofensas que hayan sufrido, pues así lo leemos en Marcos 11:25-26: Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas. No olvidemos, que nuestro Dios quiere tenernos como su casa de oración y no una cueva de ladrones, por lo cual hemos de mantenerla siempre bien limpia, barriéndola y lavándola diariamente, del polvo de este mundo, por medio de las oraciones mencionadas, para estar siempre a cuentas con el Señor y en paz completa con los hombres, sin deber nada a nadie, ni exigir a nuestros deudores el pago de sus deudas, que es la manera de vivir en santidad y libertad, para nunca permitir al enemigo ninguna ventaja y no entristecer el corazón de nuestro amado Salvador, practicando cada día este bendito lavamiento de nuestra alma, en constante obediencia a la palabra de Dios, que nos manda hacerlo, diciéndolo de forma muy dura, en Isaías 1:16-20: Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros 108

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pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho. ¿Quieres orar al Señor conmigo, practicando estas oraciones? Misericordioso Padre, sé que te fallo cada día, por no amarte como mereces y no buscar tu rostro, con el ardor y gratitud que corresponde a tu bondad, además de no orar tanto como te agrada, ni hacerlo de la forma correcta, atolondrándome en vanos pensamientos, torpes palabras y acciones carnales, dejándome llevar por sentimientos humanos y mis propias fuerzas. ¡Perdóname, Santo Señor y esfuérzame Tú, para cambiarme! ¡Te pido perdón, amado Dios, por no amar a mis prójimos como a mí mismo y no gastarme suficientemente en auxiliarlos, conducirlos en tu camino de Salvación e intentar librarles de sus pecados y peligros, miserias y carencias, por el poder de tu Espíritu Santo, que inmerecidamente me has concedido! ¡Imploro tu perdón, Rey mío y Dios mío, por los pecados de España, nuestra nación, que hemos extraviado y pervertido, con las abominaciones del aborto y de la exaltación al libertinaje sexual, sodomizándola! ¡También yo soy culpable, por no haber orado lo suficiente, ni haber confesado tu palabra más insistentemente y con más celo santo! 109

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¡Perdóname Señor y restáurame! Proverbios 1:23: Volveos a mi reprensión; He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, Y os haré saber mis palabras.

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Capítulo 7

LA ORACIÓN HUMILDE, PACIENTE Y GOZOSA Si Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes, como dice en Santiago 4:6, ¿Cómo acercarnos a Él con altivez? Es para escandalizarse, con horror, ver que algunos envanecidos súperpredicadores, de fama mundial, han llegado a orar, públicamente, incluso ante las cámaras de televisión, siendo vistos, probablemente, por millones de personas, diciendo: “Te ordeno Dios, que derrames ahora la unción y manifiestes tu poder”, haciendo un carnal y petulante uso del texto de Isaías 45:11, cuando debemos interpretarlo como hacer demandas, preguntas, al Señor, al igual que muchas otras aberrantes oraciones, nacidas de la prepotencia y álter ego, de aquellos sacerdotes que, habiendo construido sus pirámides ministeriales, se instalan sobre sus cúspides, entronándose, en lugar de formar parte del tronco y de los brazos del árbol de la vida, en humilde servicio a Dios y a su pueblo, orando siempre con sencillez, humildad y reverencia, delante del Altísimo, reconociendo nuestra pequeñez, de la misma forma que hacía David, a pesar de ser un rey divinamente ungido, con la oración del Salmo 39:4-6: Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto, Y mi 111

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edad es como nada delante de ti; Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá. Esta levadura apóstata, de la oración infectada con satánica egolatría, ha leudado grandemente en nuestro tiempo, sobre todo en Estados Unidos, produciendo un pan doctrinal humanista y diabólico, como parte de las últimas estrambóticas modas evangélicas, enseñando que Dios no tiene autoridad alguna en este mundo, pues nos ha dado a nosotros total dominio de su Creación y debe, incluso, pedirnos permiso para intervenir en los asuntos terrenales. ¡Qué barbaridad! Pero más horrible, todavía, es ver cómo muchos pastores han aplaudido este falso dogma y se lo han guardado en su ambicioso corazón. Esto mismo puede sucedernos a todos, si perdemos el temor de Dios, que es el principio de la sabiduría, cosechando, después, la desgracia, pues a la caída le precede la soberbia, según leemos en Proverbios 16:18, siendo completamente deshonrados, estrellándonos, al caer, de las alturas diabólicas del Olimpo, hasta el polvo fétido, para ser alimento de las serpientes, en cumplimiento de Proverbios 11:2 y Proverbios 29:23. Para orar con humildad, hemos de asumir, antes, el obedecer a Cristo, que nos manda hacernos como niños, pues de otra manera no podremos entrar en el cielo y la oración consiste, precisamente, en presentarnos allí, delante de Dios, para recibir revelaciones y auxilios, en completa conformidad con lo dicho por Jesús, cuando 112

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oraba delante de sus discípulos, que leemos en Lucas 10:21: En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Si oramos con un corazón limpio y humilde, como el de los niños, sin malicia, conmovemos a Dios, en su ternura paternal, incluso maternal, provocando su pronta y amorosa respuesta, sin que ningún acusador diabólico pueda interponerse, pues su boca queda tapada por la inocencia y sus dedos amenazadores no pueden levantarse contra nosotros, ni señalarnos con acusaciones, por no encontrar ninguna oportunidad para hacerlo, al vernos con pureza de labios y manos limpias, en clara sintonía con la oración de David, en el Salmo 8:1-2: ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo. Solamente cuando nos presentamos delante de Dios con actitud humilde, reverente y de servicio, sin olvidar que somos siervos inútiles y, únicamente, por su gracia, podemos hacer lo bueno, demostramos obediencia y damos los pasos correctos para ser recibidos por Él, como lo hizo María, al ponerse a los pies de Jesús y, de la misma manera, Ruth, cuando se tumbó bajo los de Booz, siendo 113

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ambas abundantemente bendecidas, obteniendo, entonces, la preciosa y admirable atención del Señor, para escucharnos amorosamente y respondernos con solicitud, dándonos plena satisfacción. Oraremos, por tanto, con la misma actitud de David, incluso usando sus mismas palabras, al leer el Salmo 138:6-8: Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos. Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, Y me salvará tu diestra. Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos. Muchas veces nos prueba Dios, haciéndonos esperar algún tiempo, antes de concedernos las peticiones que le hacemos, aunque sean justas, porque busca hacernos madurar, al darnos crecimiento espiritual, por aumentarnos la paciencia, sin la cual nos precipitamos en tomar decisiones equivocadas y caemos en los barrancos del mundo porque, con este fruto del Espíritu Santo, podemos ganar nuestras almas, pues así lo dice Lucas 21:19, además de cosechar todo aquello que pedimos y esperamos, por la fe recibida de las promesas del Señor, superabundantes en sus palabras bíblicas, según nos recuerda Hebreos 6:11-12: Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. 114

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Como dice el refrán: “Zamora no se tomó en una hora”, enseñándonos que todo tiene su tiempo, lo cual también nos lo recuerda el libro Eclesiastés, para que aprendamos a ser pacientes y esperemos, en quietud y tranquilidad, los cumplimientos de las promesas del Señor, con las respuestas favorables a nuestras oraciones, evitando perder el buen ánimo y caer en la trampa de la tristeza, que nos puede conducir a desconfiar de Dios, secándonos espiritualmente, hasta languidecer, como una virgen insensata, e incluso hacernos bajar al tenebroso y profundo foso de la depresión. Siempre hemos de orar empapados de paciencia, porque vienen tiempos tan difíciles que, si no la tenemos, muy fácilmente podemos acabar desesperándonos y cegándonos de obcecación, al punto de airarnos contra Dios, culpándole de nuestras dificultades y, en el menor de los casos, pensar que nos ha abandonado. Tomemos, pues, ejemplo de Jeremías, el profeta llorón, llamado también del fracaso que, a pesar de haber presenciado la ruina total de Israel, con masacres espeluznantes, además de la destrucción completa del templo glorioso de Salomón, probablemente la maravilla más grande del mundo de su época, oró con demostración de plena esperanza, que es la discípula y hermana pequeña de la paciencia, como leemos en su libro de Lamentaciones 3:24-26: Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová. La esperanza, hija de la fe y del amor, es como la esmeralda del Tumín y el Urín, del pectoral sacerdotal, al 115

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igual que luce en la corona de la salvación, pero depende, completamente, de la fidelidad inquebrantable demostrada por la paciencia, al punto de ser ésta la garantía del mayor socorro de Dios, para los tiempos malos del fin, cuando se produzca el mayor éxodo de la Historia, que será el de la Iglesia, en su huída final, para ser refugiada en un lugar seguro y secreto, del desierto de Moab, como relato en mi anterior libro escatológico, llamado: “Nimrod, primera y última Bestia”, al hablar del Anticristo del fin y de los acontecimientos que le anteceden y acompañan, según lo promete Apocalipsis 3:10: Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. Por eso, ¿Qué te parece si oramos en este momento, pidiendo al Padre que nos aumente su fruto divino de paciencia? Misericordioso Dios, venimos a ti necesitados de tu ayuda y perdón, pues muchas veces somos impacientes y nos airamos injustamente, manifestando enojo carnal, dando mal testimonio a otros, además de herir tu santa sensibilidad. Conociendo tu infinita paciencia, por la cual nos soportas siempre y perseveras en amor hacia nosotros, sin abandonar nunca el proyecto milagroso de hacernos perfectos, amánsanos, frena nuestros impulsos carnales y enséñanos a perseverar, en las oraciones y en la espera de tus respuestas, con la paciencia tuya, porque solo Tú puedes producirla en nuestras vidas y la necesitamos 116

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grandemente, pues deseamos, con todo nuestro ser, recibir tus promesas y llegar a tu meta. Amén. Sin duda, que la paciencia es la ciencia de la paz y la más importante ayudadora de la esperanza, por lo cual, oremos siempre manteniéndola bien viva en nuestro corazón y nunca seremos abochornados, con el más terrible de los ridículos y fracasos, que consiste en la desesperación, aferrándonos, diariamente, a orar con afirmaciones contundentes de la fidelidad de Dios, como lo hizo David, en Salmos 25:3: Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido; Serán avergonzados los que se rebelan sin causa. ¿Qué les sucede al hombre y a la mujer, cuando están muy enamorados y están juntos? Seguramente, podremos verlos cubiertos de un manto de alegría, como desea nuestro Dios que nos cubramos, con el Talit de su Espíritu Santo, chorreante de zumo del gozo divino, cuando estamos en su presencia, completamente embelesados, al punto de azorarnos, por sentir una fuerte subida de adrenalina, acelerándonos el corazón y excitándose grandemente la respiración de nuestros pulmones, experimentando lo dicho por David, en su Salmo 16:11: Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre. Para comprender la importancia del gozo, como fruto del Espíritu Santo, hemos de saber que ha de ser perenne, con la misma continuidad de la fe y el amor, unido a los cuales, 117

La oración humilde, paciente y gozosa___________________________________________

forma la tríada indispensable para vencer siempre, otorgándoles, por esta causa, la máxima prioridad e importancia para nuestra vida, no olvidando nunca el mandato de Pablo, a los Tesalonicenses, en el capítulo 5 y versículo 16, de su primera epístola donde leemos: “Estad siempre gozosos”. En la misma forma, pero especificando quien es el objeto y fuente de nuestro gozo, dice, en Filipenses 4:4: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! También hemos de considerar, con sabiduría y responsabilidad, para vivir victoriosamente, que nuestro fortalecimiento espiritual depende, muy directamente, de dicho fruto del Espíritu Santo, como nos asegura Nehemías 8:10: Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza. Es, al orar llenos de este gozo, cuando cambiamos la oración en canto, haciéndola instrumento de gran fiesta, con la cual celebramos las bondades y maravillas de Dios, alabándole, lanzándole las flores de nuestra gratitud y admiración, llenando su estancia con nuestros gritos de júbilo y exaltación, de la misma manera que lo leemos en el Salmo 30:11-12: Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre. 118

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Porque tenemos motivos, más que suficientes, para estar alegres y agradecidos al Señor, no podemos permitir, a la ceniza de la tristeza, ni al veneno de la amargura, que nos apaguen el fuego del Señor, pues Él nos ha dicho, y lo recuerda cada día, para renovar el vino de su santa alegría, rellenando con él la copa de nuestro corazón, cómo el Padre celestial nos ama, con el mismo amor, en cantidad, calidad y profundidad, con el cual le ama a Él, para hacernos participar de su gozo y cumplir el nuestro, según lo afirma en el evangelio de Juan 15:9 y 11, debiendo, por tanto, obedecer a su exhortación, dicha en el Salmo 5:1112: Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; En ti se regocijen los que aman tu nombre. Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; Como con un escudo lo rodearás de tu favor. Si no podemos quitarnos de encima la costra de la tristeza, nos encontramos en situación de urgencia vital y debemos orar al Señor, suplicándole que cumpla su amoroso ministerio en nosotros, de llevarse la ceniza, el luto y el espíritu angustiado de nuestro corazón y, a cambio, ponga gloria, óleo de gozo y manto de alegría, pues así lo promete en Isaías 61:3, para lo cual, obedezcamos la instrucción que nos da Santiago 5:13: ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. Cuando recibamos alguna negativa de Dios, a nuestras oraciones, por no ser justas ni convenientes y no traernos 119

La oración humilde, paciente y gozosa___________________________________________

verdadera bendición, a nuestra vida y tampoco a nuestros semejantes, o simplemente porque no son conformes a su voluntad, que es perfecta, hemos de reaccionar como Jesús, cuando oró, en el huerto de Getsemaní, tres veces seguidas, pidiendo al Padre que, si era posible, pasara de Él aquella horrible copa, el cáliz de nuestras inmundicias, que debía tragar, asumiéndola sobre su vida santa, para purificarnos a nosotros y darnos vida eterna, recibiendo tres negativas, pues ningún ser humano habría tenido escapatoria del infierno, de haberle concedido su petición, según podemos leer en Mateo 26:39, 42 y 44 y repite en Marcos 14:36, dándonos el Señor una lección de advertencia muy importante, porque también nosotros experimentamos, a lo largo de nuestra vida, algunas negativas divinas, que nos son muy dolorosas, debiendo aprender del ejemplo dado por el Mesías sufriente, pues fue al matadero sin rechistar, como un cordero, en obediencia total a Dios. Pablo sufrió, igualmente, cuando recibió tres veces el no del Señor, a la misma oración de petición, con la cual suplicaba ser libre de un aguijón continuo, que se le clavaba en la carne, siendo abofeteado, en esta manera, por un demonio, lo cual nos cuenta él mismo, en 2ª Corintios 12:7-9. Porque nos basta, para vivir cada día con gozo, la multiforme y superabundante gracia de Dios, que nos es dada en Cristo Jesús, oraremos y cantaremos diariamente con alegría de corazón, irradiando gloriosa felicidad, sin dejarnos entristecer, confundir o desanimar por las circunstancias temporales, de nuestra vida terrenal, superando toda situación, por muy difícil que sea, pues 120

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vivimos férreamente agarrados de su mano, bailando con Él, a la música de sus sonrisas, con la letra de los hermosos poemas del Verbo divino y el consuelo de los abrazos y besos del Espíritu Santo, porque sus amores son mejores que el vino y, como bálsamo sublime, curan todas nuestras heridas, pudiendo seguir orando, en todo tiempo, en la forma que nos enseña Habacuc, en el capítulo 3:17-19: Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar. ¿Podemos ponerle juntos un broche a este capítulo, orando unidos, practicando las enseñanzas que has leído en él? Maravilloso, genial y amoroso Padre, nos humillamos ante tu magnificencia, postrándonos de rodillas, reconociendo nuestra debilidad, pues somos como pequeños gusanos, habitantes del polvo terrenal, para decirte que te necesitamos cada instante, porque no podemos sobrevivir separados de tu amor, morimos si dejamos de respirar el aliento de tu boca y, si dejas de protegernos, somos fácilmente pisoteados, devorados por los pajarracos diabólicos, ahogados en corrientes de aguas fecales, quemados en incendios forestales de Moloch o desecados por la sed y el hambre, del desierto de la esterilidad, reinante en este 121

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mundo de tinieblas. Solo Tú, Señor, nos haces brillar con tu luz, aunque parezcamos diminutas estrellas, que titilamos para Ti, dándote señales de nuestra alegría y gratitud, siendo luminares que damos testimonio de tu nombre, para avisar a nuestros semejantes, como faros en medio de tormentas, pues viven sin ningún resplandor, por no haberte conocido aún y despertar, también, a quienes se han apagado, al abandonarte, volviendo a ser solamente barro humano lleno de nidos, que albergan toda clase de concupiscencias mundanas e incluso sirven de cuevas a todo tipo de alimañas demoníacas, diciéndoles que salgan de la oscuridad y vengan a bañarse en tu luz admirable, siendo ungidos sus ojos con el colirio del Espíritu Santo, para que participen de tu gozo y del nuestro porque, si nos juntamos muchos puntitos de luz, formaremos el sol radiante de tu Iglesia, gloriosa y resplandeciente. Santo Dios, siempre queremos acercarnos a Ti con inmenso gozo, como enamorados apasionados, por estar poseídos por el fuego de tus amores, que nada ni nadie puede apagar. Por eso, amado Jesús, te decimos, con el corazón lleno de santa pasión, que en verdad te amamos y anhelamos contentarte siempre, con nuestro respeto total y completa obediencia, pero te rogamos que, con infantil persistencia y madura paciencia, nunca nos dejes perder la gloria de tu alegría excelsa, pues moriríamos de pena. Amén ¡Oh, sí, me gusta orar, diciéndole al Señor, lo escrito en Cantares 1:4: Atráeme; en pos de ti correremos. El rey me ha metido en sus cámaras; Nos gozaremos y alegraremos 122

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en ti; Nos acordaremos de tus amores más que del vino; Con razón te aman.

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Capítulo 8

INTERCESIÓN CON LÁGRIMAS Y GEMIDOS Está clarísima, en muchas manifestaciones de la Biblia, la revelación sobre el mejor riego para las oraciones, que son las lágrimas, pues las engrandecen, como conmovedora levadura, con las cuales llegamos más pronto, con mayor resonancia y efecto, al corazón paterno de Dios. Así, con terribles sollozos, oraba David, en el Salmo 42:3: Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? Porque David oró con intenso y sincero llanto, a pesar de sus horribles pecados, halló Gracia de Dios, como nos relata el Salmo 6:6-7: Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, Riego mi cama con mis lágrimas. mis ojos están gastados de sufrir; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores. Es lo mismo que nos dejó escrito Lope de Vega, cuando dijo: “Las lágrimas de los hijos son flechas en los corazones de los padres”. Con esta congoja, siguió abriendo sus entrañas David, expulsando sus oraciones, empapadas de lloros, según leemos en su Salmo 102:8-9: 125

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Cada día me afrentan mis enemigos; los que contra mí se enfurecen, se han conjurado contra mí. Por lo cual yo como ceniza a manera de pan, y mi bebida mezclo con lágrimas. ¿Quién no ha tenido crisis de abatimiento, de aflicción descorazonadora, del alma, por atravesar el valle del vituperio, de la calumnia, el desprecio, la traición y la persecución? ¿Hacemos como Job, cuando nos sucede tal prueba? En peores circunstancias que las mencionadas, él nos dejó un impactante ejemplo, al decir lo escrito en Job 16:20: Disputadores son mis amigos; Mas ante Dios derramaré mis lágrimas. Así, podemos comprender a los siervos del Señor, quienes tuvieron los mismos padecimientos que nosotros, disponiéndonos a pagar el mismo precio, por causa de Cristo y del evangelio, como sobreabundó en tales aflicciones, el ungido David, según lo describe en su Salmo 102:4-5: Mi corazón está herido, y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan. Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne. Muchas veces nos sentimos acongojados, al ver multiplicarse la maldad y los ejércitos enemigos, logrando arrastrar hermanos, incluso algunos de los siervos que tuvieron un ministerio muy bendecido, llegando al punto de tener que suplicar con pan de lágrimas, usando palabras de angustia y profundo dolor, como hizo el sacerdote Asaf en su Salmo 80:3-7: Oh Dios, restáuranos; Haz resplandecer tu rostro, 126

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y seremos salvos. Jehová, Dios de los ejércitos, ¿Hasta cuándo mostrarás tu indignación contra la oración de tu pueblo? Les diste a comer pan de lágrimas, y a beber lágrimas en gran abundancia. Nos pusiste por escarnio a nuestros vecinos, y nuestros enemigos se burlan entre sí. Oh Dios de los ejércitos, restáuranos; Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. Está claro que, si no lloramos, no mamamos la leche divina, teniendo que experimentarlo, de forma específica e ineludible, con la rotura de la bolsa del corazón, haciendo aguas, para nacer de nuevo y recibir el total perdón del Señor, como me sucedió a mí, el día de mi resurrección espiritual, pues caí al suelo, tan quebrantado que supliqué ser perdonado por Dios, lanzándole una mezcla de estridentes lloros y alaridos, declarándole mi rendición total a los pies de Cristo, al encontrarse conmigo. En esta trascendental experiencia, me puedo comparar con la mujer pecadora, que acudió a la casa del fariseo Simón, para postrarse a los pies de Jesús, y lavárselos, con sus lágrimas, besándolos, mostrándole inmensa gratitud, por no rechazarla, como nos recuerda el evangelio de Lucas 7:3738, leyendo, también, en el versículo 48, que Jesús le perdonó todos sus pecados, recibiendo yo lo mismo, al empaparme del perdón divino, hasta sentirme nuevo, completamente limpio. Teniendo en cuenta, con auténtica fe, que Dios es amor, podemos entender perfectamente y creer en su inmenso 127

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deseo de salvar a los hombres, no queriendo que ningún ser humano se pierda, sino que todos se vuelvan a Él, con sincero arrepentimiento, lo cual se dice en 2ª Pedro 3:9. Por eso, Jesucristo está continuamente haciendo un llamado universal, a todos los hombres, al llanto y lamento por sus pecados, como dice en el libro profético de Joel 2:12-13: Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. Dios nos manda constantemente, a todos los sacerdotes, que lloremos en el altar de la oración, del incienso, para implorar su socorro y perdón, a favor nuestro y del pueblo, porque en eso consiste nuestro principal trabajo, al participar del sacerdocio de Cristo, lo cual sigue recordándolo en Joel 2:17: Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios? Cuando transcurre mucho tiempo, sin que broten lágrimas de compasión e intercesión por mis ojos, siento un impulso divino de orar al Espíritu Santo, para que me dé un masaje cardíaco y renueve mi corazón en su candor, produciendo en mí ternura maternal y misericordiosa por las almas, para sufrir con aquellos que sufren las torturas del diablo y del 128

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mundo, y llorar con los que lloran, llegando, casi, a desear lo mismo que anheló el profeta llorón, cuando exclamó lo escrito en Jeremías 9:1: ¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo! Sí, como una plañidera con un luto sin consuelo, desgarremos nuestro corazón y pidamos, al que es la resurrección y la vida, el levantamiento de los muertos espirituales, de tantos seres humanos que están de espaldas a Dios. El llanto es una música, tan conmovedora, que rompe todas las barreras y obliga incluso a cambiar de decisión a Dios, pues así sucedió cuando sentenció a muerte al rey Ezequías, por haberse envanecido, intentando robar la gloria al Señor, por tantas bendiciones que había recibido, pero al quebrantarse, con cilicio, llanto y postración, produjo compasión en Dios, quien le prorrogó la vida, lo cual podemos leer en Isaías 38:5: Ve y di a Ezequías: Jehová Dios de David tu padre dice así: He oído tu oración, y visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años. Las lágrimas son saladas, porque tienen el fortísimo sabor del sufrimiento, del verdadero amor y, por eso, regamos con ellas, en suplicante intercesión, el plantío de JHVH, formado por la Iglesia de Cristo, que es su amada y eterna familia, además de empapar su trono, de gracia y suprema autoridad, inundando, también, el corazón de la Trinidad, con el cual palpitamos unidos, en perfecta y santa armonía, pues estamos constreñidos, por el Espíritu Santo, para 129

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interceder por medio suyo, sentados con Cristo, a la diestra del Padre, experimentando lo escrito en Romanos 8:22-23 y 26: Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. (...) Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. En este texto, la palabra gemidos, del original griego, significa anhelos con suspiros, que es la exhalación del celo santo del Señor, por todas las almas, para formar su casa escogida. Uno de los ingredientes del incienso aromático, que simboliza la perfecta oración de los santos, es el Helb´nach, o gálbano aromático, consistente en una gomina resinosa, con forma de lágrimas, que se traduce como medicina para el alma, pues llorar, santamente, es una buena parte de la mejor sanidad interior que podemos recibir, especialmente cuando lloramos por amor, teniendo el inmenso gozo de ser amados y estar enamorados, sucediéndonos lo mismo, muchas veces, en medio de la alabanza, la oración o la adoración al Señor. Sin duda, Pablo vivió intensamente y de forma continuada, este idilio, por amor a Dios y a los hombres, muy en 130

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particular hacia los judíos y los gentiles redimidos, como nos cuenta en Hechos 20:18-19, donde testifica del servicio al Señor, soportando toda clase de humillaciones y vertiendo muchas lágrimas, en respuesta a las asechanzas de los religiosos fanáticos y envidiosos. Sabemos que nadie puede reírse de las lágrimas de un niño y menos lo hará el Padre celestial, quien es todo amor, experimentando nosotros, al ser compungidos por el Espíritu Santo, para llorar con Cristo, del cual no puede brotar más sangre, porque la derramó íntegramente por todos nosotros, pero sí conserva una catarata de lágrimas, que mana de sus ojos, en intercesión continua por toda la Humanidad, siendo transformados en auténticos bebés llorones, ante el sufrimiento de nuestros seres queridos y de cualquier ser humano, especialmente por participar del dolor del Señor, el cual ha sido, y sigue siendo, mayor que todo el sufrimiento de la Humanidad junto, aunque no podamos entenderlo, por no captar la infinitud emocional de Dios, pero sí comprendemos, al ser humanos como el Jesús hombre, el significado de llorar sangre, que fue lo vivido por el Señor en la noche trágica de su preparación para el sacrificio, cuando estaba en el huerto de Getsemaní, al saber que tenía la crucial responsabilidad de beber la copa con las maldades e inmundicias de todos nosotros, haciéndose maldito, para liberarnos de nuestra maldición, además de sufrir el abandono del Padre, con el fin de ser aceptados nosotros como hijos de Dios, lo cual significó el más profundo y desgarrador dolor que sufrió, dándonos una muestra de ello lo escrito en Hebreos 5:7: Y Cristo, en 131

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los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Recuerdo, como algo especial, la predicación que recibí del Señor, para compartir a las hermanas reunidas en un retiro de Esther, que es un ministerio de mi esposa y en el cual participo junto a ella, titulada: “Las santas lloronas”, pues este sensible privilegio, de arrojar lluvia compasiva y suplicante, por las fuentes de los ojos, es más concedido a las mujeres, por tener la ternura maternal, que es el sentimiento humano más próximo al amor de Dios. Muchas veces hemos llorado, juntos y por separado, mi esposa, nuestros hijos, mis compañeros de ministerio y yo, pero siempre hemos experimentado cómo el Señor enjugó nuestras lágrimas, usando su manto de toalla, tocándonos con las plumas de sus alas, de palomo enamorado, con la punta de sus sanadores dedos, recibiendo su consuelo y regocijo, haciéndonos participar de la gloria y poder del Espíritu Santo, dejándonos en total victoria, viviendo lo dicho en el Salmo 84:5-7: Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sión. Santo Dios, sé muy bien que nuestras lágrimas son como perlas ofrendadas a tus pies y Tú las tienes todas contadas, considerándolas un especial tesoro de tu corazón, por lo 132

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cual, te suplico que no se sequen nunca las fuentes de mis ojos, mientras me tengas peregrinando por los valles y montes de este mundo, para seguir regándolos en tu nombre, gozando de ver cómo produces vida abundante y hermoso crecimiento en tu viña, hasta que pueda estar contigo, en tu santo monte, donde nunca más lloraré, pues me harás entrar en tu eterno Shabat y podré participar, continuamente, de tu Shalom perfecto. Será, entonces, cuando yo diga, definitivamente, lo afirmado por David en su Salmo 116:7-8: Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien. Pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar.

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Capítulo 9

ORACIÓN DE LAMENTACIÓN, QUEJA Y DESAHOGO Después de haber conocido muchos fallos injustos, de los jueces del mundo, culpando a inocentes y librando a culpables de recibir castigo, llamando malo a lo bueno y reivindicando como digno lo inmundo, uno se pregunta, ¿A quién iré, para pedir socorro defensor, cuando se multiplican mis enemigos, perversos y crueles, que tienen el respaldo de los gobernantes y magistrados terrenales, sabiendo, por escudriñar las profecías y comprobar el acelerado aumento de la maldad, en toda la tierra, que los hijos de Dios seremos considerados como “enemigo público número uno”, tenemos la urgencia de aprender a desahogarnos con el Señor y buscar siempre su auxilio, tomando ejemplo de David, quien dijo, en el Salmo 142:2: Delante de él expondré mi queja; Delante de él manifestaré mi angustia. Si nos lamentamos por las injusticias que sufrimos, o cuando son la causa del sufrimiento de otros, experimentando un profundo dolor por ver los estragos del mal, ardiéndonos el alma de indignación, de ira santa, estamos preparados para lanzar gritos de queja, lamentos desgarradores, hacia el trono de JHVH TSIDKENU, Dios justicia 135

Oración de lamentación, queja y desahogo________________________________________

nuestra, implorando su intervención, la manifestación del justo juicio que honra su nombre, llegando a ser instrumentos de los gemidos indecibles del Espíritu Santo, quien es el perfecto intercesor con Cristo, como dice Romanos 8:26: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. El resultado de las violentas oraciones, acompañadas de estertóreos gemidos, será un extraordinario avance en el establecimiento del reino divino y su justicia, cumpliendo el mandato de nuestro Rey, dado en Mateo 6:33: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así, estaremos lanzando ayes, angustias y quejas, en justa reivindicación, en profunda y recta denuncia del mal, en santo desahogo. Es, de esta manera, que se producirá la mayor queja de los mártires hijos de Dios, pidiendo justicia y venganza santa, aumentando el ardor del fuego consumidor divino, con santo aborrecimiento, que explotará lanzando las copas de la ira, como está escrito en Apocalipsis 6:910: Cuando abrió el quinto sello, ví bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? 136

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Es para salvar a los hombres, de su furia castigadora, que Dios mismo convoca a su pueblo a salir de Babilonia y a darle el pago a esta pérfida gran ramera, madre de todas las abominaciones de la tierra, con doble castigo, del mal que le ha causado, según lo sentencia Apocalipsis 18:4-6: Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades. Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble. Seguramente, el profeta más plañidero, autor de santas lamentaciones, fue Jeremías, el intercesor llorón, que conmovía el corazón del Señor, al oír sus gemidos, empapados de lagrimones y, muchas veces, emitidos con estridentes y desgarradores ayes, pues así lo leemos en Jeremías 8:21-22: Quebrantado estoy por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo; entenebrecido estoy, espanto me ha arrebatado. ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo? Este atalaya mártir, fiel al Señor, cumplió el doloroso ministerio de profetizar, una y otra vez, el castigo de Dios sobre su amado pueblo, Israel, compartiendo el sufrimiento divino, al tener que hacerlo muy severamente, por ser persistentes en su rebeldía, causándoles grandes estragos, lo cual le llevó a derramar sus entrañas, con lamentos del 137

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Ruah Hakodesh, por montes y desiertos, como una osa herida, por perder sus cachorros, según nos lo dice Jeremías 9:9-10: ¿No los he de castigar por estas cosas? dice Jehová. De tal nación, ¿no se vengará mi alma? Por los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto por los pastizales del desierto; porque fueron desolados hasta no quedar quien pase, ni oírse bramido de ganado; desde las aves del cielo hasta las bestias de la tierra huyeron, y se fueron. Con el mismo tipo de lamento, otro valiente y sufrido profeta, Isaías, se rasga el corazón, ante la tragedia del castigo divino, como está claramente expresado en Isaías 16:9: Por lo cual lamentaré con lloro de Jazer por la viña de Sibma; te regaré con mis lágrimas, oh Hesbón y Eleale; porque sobre tus cosechas y sobre tu siega caerá el grito de guerra. Sin duda, la mayoría de los hijos del Señor, tenemos, muchas veces, al ver miseria, hambruna, maldad y desamparo, por la injusticia distributiva, especialmente manifestada en los más débiles, los niños, el impulso irrefrenable de lanzar quejas suplicantes, ante el Misericordioso, igual que hizo Jeremías, durante la masacre hecha en Israel por Nabucodonosor, según nos lo relata Lamentaciones 2:19-20: Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias; Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos, Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles. Mira, oh 138

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Jehová, y considera a quién has hecho así. ¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado? ¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta? Especialmente trágico y espeluznante, es el lamento del profeta Miqueas, por el castigo divino sobre Samaria y Jerusalén, narrado por él mismo en Miqueas 1:6-8: Haré, pues, de Samaria montones de ruinas, y tierra para plantar viñas; y derramaré sus piedras por el valle, y descubriré sus cimientos. Y todas sus estatuas serán despedazadas, y todos sus dones serán quemados en fuego, y asolaré todos sus ídolos; porque de dones de rameras los juntó, y a dones de rameras volverán. Por esto lamentaré y aullaré, y andaré despojado y desnudo; haré aullido como de chacales, y lamento como de avestruces. Sin embargo, la oración de queja más estremecedora y conmocionante, fue la que pronunció Jesucristo, antes de morir, según nos recuerda Marcos 15:34: Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? El Señor mismo nos manda que nos quebrantemos, delante de Él y de su pueblo, con sinceros lamentos, de vergüenza y horror, por nuestros pecados y los de nuestro pueblo, como dice en Joel 2:12-13: Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con 139

Oración de lamentación, queja y desahogo________________________________________

ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. Así define, la palabra de Dios, el significado de una auténtica circuncisión del corazón, rasgándolo, que es el verdadero arrepentimiento, en lugar del acto religioso de rasgarse las vestiduras, que suena a opereta farisea, cargada de dramatismo hipócrita. Igualmente, el apóstol Santiago ordena, a los de doble ánimo, que se rompan el alma, destruyendo todos los pensamientos mundanos y repugnándose de los deseos carnales y terrenales, con el mismo propósito, de ser rescatados, regenerados y aceptos por el Señor, según leemos en Santiago 4:8-10: Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. Jesús, también, reprocha, a su generación de israelitas, llena de fariseos, legalistas y farsantes, por no tener sensibilidad para alegrarse, ni tampoco para lamentarse, llamándoles a ser liberados de la esquizofrenia del doble ánimo, con un fuerte tajo de la espada divina, escrito en Santiago 4:8-10: Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y 140

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vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. Muchos de los que son llamados, a estos lamentos de purificación, por no obedecer, después se lamentarán sin consuelo, con rabia y desesperación, completamente desolados, como harán las mujeres indolentes, ante la sequía y hambruna que produce el castigo divino, según advierte, muy gráficamente, la palabra del Señor en Isaías 32:9-12: Mujeres indolentes, levantaos, oíd mi voz; hijas confiadas, escuchad mi razón. De aquí a algo más de un año tendréis espanto, oh confiadas; porque la vendimia faltará, y la cosecha no vendrá. Temblad, oh indolentes; turbaos, oh confiadas; despojaos, desnudaos, ceñid los lomos con cilicio. Golpeándose el pecho lamentarán por los campos deleitosos, por la vid fértil. Esto mismo sentenció Cristo contra los ricos, al profetizarles, con ayes de tragedia, en Lucas 6:24-25: Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis. Otros lo harán, por fin, contritos y humillados, para alcanzar el amoroso y salvador perdón del Señor, como hicieron los israelitas al recuperar el Arca del Testimonio, que les había sido arrebatada por los filisteos, en castigo divino a sus rebeliones, lo cual se narra en 1ª Samuel 7:1-2: Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de 141

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Jehová, y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová. Desde el día que llegó el arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová. Muchos han sido, a lo largo de su historia, los lamentos y quejas carnales del pueblo escogido de Israel, de la misma forma que, seguramente, han abundado en todos los hijos de Dios y en cada uno de nosotros, incluso en los más ungidos, como en el caso del profeta Elías, cuando quedó extenuado, por enfrentarse a todos los falsos profetas de Baal y de Asera, degollándolos con sus propias manos, entrando después en una profunda depresión, huyendo despavorido de Jezabel, quien había jurado matarlo, pidiendo al Señor que le quitara la vida, según quedó grabado, para siempre, en 1ª Reyes 19:4: Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Después, Elías fue fortalecido por un ángel, con una torta cocida, agua y una cura de sueño, al punto que, una vez despierto, pudo caminar durante cuarenta días, con sus respectivas noches, hasta llegar a Horeb, el monte de Dios, donde se metió en una cueva, permaneciendo aún en temor y queja, sin querer salir de su interior, teniéndolo que sacar de allí el Señor mismo, con su silbo apacible, para que pudiera desahogarse delante de Él, presentándole su queja equivocada, como leemos en 1ª Reyes, 19:12-14: Y tras el 142

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terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. A pesar de que Elías manifestó un desahogo medio carnal, delante del Señor, nacido de su depresión emocional, acompañado de una raicilla de amargura, Dios le contesta confiándole nuevas misiones y confortándole para cumplirlas, al asegurarle que Él mismo hará, por su gracia y poder, el levantamiento de un ejército de pequeños, pero fieles Elías, diciendo en 1ª Reyes 19:18: Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron. El atribulado Job, en su terrible prueba de aflicción, mezcla quejas justas e injustas, hacia Dios y contra sus insolidarios amigos, como bien lo reconoce él mismo, en Job 6:1-4: Respondió entonces Job, y dijo: ¡Oh, que pesasen justamente mi queja y mi tormento, Y se alzasen igualmente en balanza! Porque pesarían ahora más que la arena del mar; Por eso mis palabras han sido precipitadas. Porque las saetas del Todopoderoso están en mí, Cuyo veneno bebe mi espíritu. 143

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¿Te imaginas algo así? Job llega a culpar al Señor de haberle clavado saetas envenenadas, aunque reconoce, después, que sus palabras son precipitadas, según lo añade, al seguir hablando de su lucha con Dios, en Job 7:11, 13 y 16-19: Por tanto, no refrenaré mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, y me quejaré con la amargura de mi alma. (...) Cuando digo: Me consolará mi lecho, mi cama atenuará mis quejas; (...) Abomino de mi vida; no he de vivir para siempre; Déjame, pues, porque mis días son vanidad. ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón, y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes? ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada, Y no me soltarás siquiera hasta que trague mi saliva? Indudablemente, Job tenía legítimos motivos para quejarse, delante de Dios y de sus leguleyos amigos, dándole permiso el Señor para desahogarse, en un duelo con Él, profiriendo una constante oración de lamentos y quejas, sintiéndose Javeh honrado, a pesar de todos los improperios que le oyó, de ver cómo no renegaba de su nombre, pues en medio de toda su angustia, proclama con una trascendental firmeza, lo escrito en Job 19:25: Yo se que mi Redentor vive. Esta simple declaración de Job es una inmensa medida de fe y confesión, pues la exclamó mientras experimentaba las pruebas más dolorosas, que nadie, salvo Cristo, sufrió jamás. Lamento tras lamento y queja tras queja, Job sigue desgarrando su corazón delante del Altísimo, como dice en 144

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Job 10:1-8: Está mi alma hastiada de mi vida; Daré libre curso a mi queja, Hablaré con amargura de mi alma. Diré a Dios: No me condenes; Hazme entender por qué contiendes conmigo. ¿Te parece bien que oprimas, Que deseches la obra de tus manos, Y que favorezcas los designios de los impíos? ¿Tienes tú acaso ojos de carne? ¿Ves tú como ve el hombre? ¿Son tus días como los días del hombre, O tus años como los tiempos humanos, Para que inquieras mi iniquidad, Y busques mi pecado, Aunque tú sabes que no soy impío, Y que no hay quien de tu mano me libre? Tus manos me hicieron y me formaron; ¿Y luego te vuelves y me deshaces? Así, podríamos leer el libro de Job, para seguir recibiendo enseñanzas de sus aflicciones, añadiendo aquí la impresionante queja descrita en los capítulos 16 y 17, pues en ellos denuncia al mismo Dios, como autor de su desgracia, hasta ser conducido a una rendición completa ante el Todopoderoso, alcanzando, después, por la fiel misericordia del Shadai, su plena restauración y el mayor nivel, de comunión con el Altísimo, que un ser humano puede experimentar, estando aún en este mundo. Sin embargo, la queja carnal es un grosero reproche a Dios y le repugna en gran manera, como se repite, una y otra vez, en las protestas hechas por el pueblo escogido, durante el Éxodo, provocando, reiteradamente, la santa ira divina. A la misma conclusión llega el sacerdote Asaf, cuando dice, cantando, en el Salmo 77:3: Me acordaba de Dios, y 145

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me conmovía; Me quejaba, y desmayaba mi espíritu. Los lamentos carnales deprimen el alma y empobrecen el espíritu, pues contristan al Señor. Por eso, Jeremías, después de muchos lamentos justificados, concluye, para pasar a describir el merecido y justo castigo de Dios, como clara advertencia a todos los lectores, que todo ser humano hará mejor en lamentarse de sus pecados, pero no de Dios, dejándolo eternizado en Lamentaciones 3:37-39: ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. Por tanto, haremos muy bien en desahogarnos delante de Dios, pero siempre teniendo temor y temblor, con la máxima reverencia y respeto, en plena confianza de su infinita misericordia aunque también del juicio y venganza santa que realice, pero nunca por medio de una lengua desbocada, que llega a escupir blasfemias imperdonables, nacidas de pataletas vomitivas del orgullo herido, de sentimientos descontrolados o de compulsiones demoníacas, reconociendo siempre nuestra maldad y declarando la impotencia humana que tenemos, para enfrentar, solos, las diferentes pruebas del camino, humillándonos constantemente delante de Él y suplicando su auxilio, transfiriéndole toda angustia, esperando pacientemente a que sea vencida por su infinito amor y poder, como nos manda el apóstol en su epístola 1ª Pedro 5:6-7: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando 146

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fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. ¡Cuán maravilloso es vivir, cada día, teniendo confianza plena en el aguante de los hombros del Señor, pues soportan peso sin límite, pudiendo experimentar, en tiempos de restauración, cómo nos pone sobre ellos, de la misma manera que suelen hacer los padres o hermanos mayores, con los niños pequeños, cansados de caminar! Esto es, precisamente, lo afirmado en el Salmo 55:22: Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. ¿Qué tal si nos quejamos santamente, desahogándonos juntos delante del Señor? ¡Bendito y misericordioso Dios, venimos a decirte, con profundo dolor en el alma, que estamos hartos de tantas perversiones, violencias e injusticias! ¡Glorioso y Santo Padre, nos asfixia la fetidez del mundo y vivimos rodeados de sacrilegios y blasfemias a tu nombre, por eso te invocamos a que digas: Basta Ya! ¡Compasivo Jesús, Tú ves cómo nos desangramos por dentro, al ver millones de niños muriendo de hambre, enfermedad y abandono! ¿No eres Tú, Espíritu Santo, el que nos llena de todas estas congojas? ¡Pronúnciate más deprisa y sobre toda la Humanidad, Oh Javeh Nishi, plantando tu santa bandera, salvando a todos tus predestinados y quita la ignominia de la tierra! ¡Venga tu reino, Cristo, a todos los rincones del mundo! Amén. 147

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Es bien claro el ofrecimiento de Jesucristo, cuando nos invita a ir con Él, para soltar, sobre sus espaldas, todos nuestros fardos, diciéndolo en Mateo 11:28: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

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Capítulo 10

LA ORACIÓN DE PETICIONES Hace poco publicaron, en diferentes medios de comunicación, una encuesta que hicieron a los niños, preguntándoles si sabían de alguna solución a la crisis económica y cuales debían ser las decisiones de los gobiernos del país para resolverla. Asombrosamente, no pocos niños, contestaron que le pidieran ayuda a Harry Potter, porque tiene los superpoderes para hacerlo, añadiendo que los gobernantes y el Presidente del país deberían aprender magia, pues así arreglarían todos los problemas. ¿A qué punto han llegado las familias, para convertir a sus hijos en ilusos ignorantes y carne de cañón de los demonios? ¿A quién iremos, cuando estamos en apuros, con aflicciones y dolores? Se puede decir que hemos heredado, de las necedades humanas del siglo pasado, un montón de muletas falsas para caminar por este mundo, con dignidad y felicidad, que son la Psicología, Psiquiatría, Meditación Transcendental, Yoga, Hipnosis y terapias de todo tipo, coincidiendo todas ellas en el propósito principal de marginar a Dios, intentando demostrar que los hombres somos autosuficientes, fracasando por completo en todos los ámbitos, porque separados del Señor nada podemos hacer, como Él mismo dijo en Juan 15:5, aunque sí 149

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podemos deshacer, en colaboración con los demonios, que solo buscan robar, matar y destruir. ¿No aprendimos, desde niños, a pedir a nuestros padres las cosas que deseábamos, como lo más natural de la vida? ¿Por qué no aprender, según nos vamos haciendo adultos, al descubrir la razón y origen de nuestra existencia, que es nuestro Creador y Dios, a hacerle peticiones? ¿A quién mejor, pediremos ayuda, que al Padre perfecto y Omnipotente, cuando estamos en debilidad y fracaso, en nuestra impotencia? ¿No será esto lo más inteligente y eficaz, una vez que todo nos falla y, mejor aún, sin tener necesidad de recurrir, previamente, a otros supuestos auxiliadores y antes de sufrir el problema, con la sabiduría de prevenir, que es mejor que curar? Me gusta mucho utilizar la regla de oro, revelada por el Maestro, en las campañas evangelísticas e incluso en algunas predicaciones de los cultos, cuando hago llamados a los oyentes, para que reciban las bendiciones del Padre celestial, escritas en Mateo 7:7-11: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Cuando ponemos en práctica esta palabra, aunque sea con poquita fe al principio, después de comprobar la fidelidad de Dios, que nos va sacando de apuros, vamos creciendo en 150

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la confianza hacia Él y en el ejercicio espiritual de la oración, acudiendo siempre, en busca de socorro, a nuestro Padre misericordioso, antes que a ninguna otra persona, especialmente cuando nos encontramos atravesando un conflicto sin solución humana, para resolverlo satisfactoriamente, descubriendo, al hincarnos delante del Señor, derrotados y descorazonados, que Él es nuestro Buen Pastor y rescata del hoyo nuestra vida, para cuidarnos, después, primorosamente, velando por nosotros todo el tiempo, pudiendo repetir, entonces, con fruición, al menos yo lo hago con frecuencia, el Salmo 23:1-6: Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. ¡Que maravilloso es vivir bajo el amparo de la sombra del Omnipotente! ¡No existe, en ninguna otra persona o lugar, la seguridad y tranquilidad perfectas que nos produce la confianza en el amor de Dios, pues nos da el convencimiento absoluto de sentirle dentro de nuestro corazón, en constante alerta para protegernos y proveernos todo lo que necesitamos, guiándonos con sus santos y sabios pensa151

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mientos, para avanzar en el camino de Cristo sin tropezar, sabiendo que se ocupa de llevarnos hasta la meta celestial. Usando palabras del salmista David, yo también digo: ¿A quién iré, pues, sino al Señor? ¿De dónde me vendrá el auxilio? ¡El auxilio me viene del que hizo los cielos y la tierra! Son innumerables las veces que he sufrido ataques personales, en la familia, de los obreros, por medio de creyentes e incrédulos, a través de muchas autoridades gubernamentales y de instituciones diversas, con diferentes estrategias diabólicas, pero de todas me ha ido librando el Salvador, por lo cual, yo seguiré pidiendo, cada día, su socorro, de la misma manera que lo hizo David y, a veces, utilizando sus mismas palabras, leyéndolas en el Salmo 25:1-2; 15-18: A ti, oh Jehová, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío; No sea yo avergonzado, No se alegren de mí mis enemigos. (...) Mis ojos están siempre hacia Jehová, Porque él sacará mis pies de la red. Mírame, y ten misericordia de mí, Porque estoy solo y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado; Sácame de mis congojas. Mira mi aflicción y mi trabajo, Y perdona todos mis pecados. Oración muy importante es la de petición de protección, de tantos enemigos diabólicos que nos acechan constantemente y de nuestro propio corazón, siempre más engañoso que ninguna otra cosa, para no caer en las muchas trampas puestas por el cazador de almas, además de librarnos de sus tormentos y zarpazos e impedirle que robe o destruya nada valioso, que nos pertenezca, por haberlo recibido de las manos proveedoras de nuestro Buen Pastor, siguiendo el 152

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ejemplo de las peticiones de David, que son las más abundantes y adecuadas para todos los hombres, porque sufrimos sus mismos peligros, escritas en el Salmo 17:5-9: Sustenta mis pasos en tus caminos, Para que mis pies no resbalen. Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra. Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra, de los que se levantan contra ellos. Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas, De la vista de los malos que me oprimen, de mis enemigos que buscan mi vida. Una de las oraciones de petición más importantes que hemos de hacer, en nuestro favor personal, es pedir más fe al Señor, como hicieron los discípulos, pues hay diferentes medidas de fe, según dice Romanos 12:3: Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Si crecemos en este don y fruto del Espíritu Santo, tendremos más autoridad y seremos de mayor bendición, en beneficio de nuestros semejantes y, en definitiva, para ser instrumentos más eficaces, al participar en la extensión y fortalecimiento de la Iglesia de Cristo, por lo tanto, ahora mismo, te ruego que digas conmigo: ¡Señor Jesús, Tú que eres el autor y consumador de la fe, aumenta la mía, pues deseo vivir confiando plenamente en Ti, sin ofenderte nunca con dudas o temores! ¡Ensánchame el escudo de la 153

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fe, para que pueda parar todos los dardos de veneno y fuego de los malignos! ¡Bendito Dios, te ruego que multipliques mi fe, pues deseo derribar los montes diabólicos, los cuarteles generales de los ejércitos del mal! Cuando los discípulos de Jesucristo le pidieron esto, parecería que Él no se dio por aludido, como si se hiciera el sordo e intentara evadirse del asunto, porque les contó la parábola del siervo inútil, que es uno de los fundamentos principales de nuestros discipulados, donde damos este título a los obreros aprobados, pero no fue así pues, con esa enseñanza, les mostró cuáles son las virtudes que agradan a Dios para recibir su premio, de regalarnos más fe, al describirnos la obediencia, completa, diligente y gozosa, junto con la humildad, según lo leemos en Lucas 17:5-10: Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería. ¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos. Considerando que vivimos en un mundo contaminado por 154

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completo y nosotros mismos no tenemos la sabiduría para vivir sanamente, con la dieta alimenticia correcta, la medida suficiente de ejercicio físico y del oportuno reposo, en constante prudencia y perseverancia, además de perjudicarnos diariamente, al seguir cometiendo pecados, a pesar de pertenecer a Cristo, enfermamos, con mucha más frecuencia de lo correspondiente a nuestra nueva naturaleza, sin embargo, si viviéramos con más temor de Dios y dominio propio, velando y orando sin cuartel, en nuestra vida terrenal las enfermedades serían muy escasas o nulas. En cualquier caso, al tener necesidad de médicos y medicinas, que muchas veces nos sanan y alivian, aunque no siempre, podríamos encontrarnos con el desahucio de la ciencia, declarándonos moribundos irreversibles y sentenciados a un corto plazo de supervivencia, en cuya situación hemos de ser impelidos, por nuestros familiares en la fe, a la imperiosa necesidad de pedir sanidad al Señor, pues Él es el médico perfecto, de todas las especialidades y tiene la consulta, completamente gratuita, abierta las veinticuatro horas del día, manteniéndose en constante y amorosa solicitud para recibirnos sin demora, darnos el tratamiento específico y exacto que necesitamos, con las recetas de las medicinas sabias y eficaces, sanando todas nuestras enfermedades y quitándonos toda dolencia, pudiendo creer lo dicho en el Salmo 107:19-20: Pero clamaron a Jehová en su angustia, Y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina. Porque las llagas del Señor Jesús siguen testificando, como imborrables promesas, de estos beneficios, para los hijos de 155

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Dios, recibimos sanidad de cuerpo y alma, según lo leemos en las palabras, que retrataron mejor al Mesías sufriente, Cordero de Dios expiatorio, para pagar por nuestras culpas, redimiéndonos, además de librarnos de nuestras enfermedades y dolores, escritas en Isaías 53:4-5: Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Por eso, cuando estemos enfermos o si lo están nuestros seres queridos y alguno de nuestros prójimos, acudamos, al menos en primera instancia, al Señor, lanzando súplicas al trono de la Gracia de Dios, donde está sentado nuestro Sanador, pidiéndole ser sanados y Él presentará sus llagas al Padre, quien moverá su dedo, enviando al Espíritu Santo, para que se lleve nuestras enfermedades y dolencias, usando sus Omnipotentes dones sobre nuestros cuerpos, haciendo caso del llamamiento divino escrito en Oseas 6:1: Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Oremos, pues, pidiendo sanidad de nuestras enfermedades y de las que padezcan nuestros semejantes, siempre agarrados a las promesas divinas, con plena certidumbre de fe, sabiendo que seremos amparados, en la infinita sensibilidad de la misericordia de Dios, quien sufre con nosotros, cuando sufrimos, incluso llora al vernos llorar y acude más rápidamente que nuestra sangre, a curar todas las heridas, 156

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corporales y del alma, de la misma manera que hizo David y logró la bendición, de ser restaurado y sanado, dejando escrito su testimonio en el Salmo 6:1-4: Jehová, no me reprendas en tu enojo, Ni me castigues con tu ira. Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen. Mi alma también está muy turbada; Y tú, Jehová, ¿hasta cuándo? Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; Sálvame por tu misericordia. De forma más específica y escueta lo leemos en el Salmo 30:1-2: Te glorificaré, oh Jehová, porque me has exaltado, Y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí. Jehová Dios mío, A ti clamé, y me sanaste. Abraham oró y Dios sanó a Abimelec, rey de Gerar, a su mujer y a sus siervas, abriendo sus matrices, pues habían sido cerradas, a causa de la maldición divina, por haber intentado, dicho rey, tomar a Sara y acostarse con ella, lo cual está escrito en Génesis 20:17-18. De la misma manera, podemos leer en la Biblia, cómo reciben fertilidad muchas mujeres estériles, por medio de la oración de petición, de súplica, presentada al dador de la vida, quien abre y nadie cierra, y viceversa, como en el caso de Ana, la mujer de Elcana, que suplicó, con abundante lloro, recibir fertilidad y Dios se lo concedió, dando a luz, como primogénito, al que fue importantísimo profeta en Israel, Samuel, además de tener, después, tres hijos y dos hijas más, según está escrito en 1ª Samuel 1:10-20. 157

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La misma Sara, mujer de Abraham, era estéril y ya muy anciana, pero alumbró al hijo de la promesa, Isaac, quien se casó con Rebeca, también estéril, pero concibió y dio a luz a Esaú y Jacob, siendo este último el padre de las doce tribus de Israel, haciendo honor a su nuevo nombre, que le fue dado por el Señor en Peniel, con el significado: “Dios lucha”. Muchas otras mujeres fueron estériles, según los relatos bíblicos, pero hallaron gracia divina en respuesta a sus súplicas y alumbraron hijos para Dios, como hemos experimentado en nuestro ministerio, viendo a cientos de parejas ser liberadas de su esterilidad y tener hijos hermosos, al responder el Señor, con estos milagrosos regalos, a nuestras oraciones. El rey Ezequías, sentenciado a muerte, con una enfermedad incurable, se humilló profundamente, buscando la sanidad divina y Dios se conmovió, concediéndole una prórroga de vida de quince años, según leemos en Isaías 38:1-5. Todo tipo de enfermos son sanados por Jesucristo, a lo largo de su ministerio terrenal, llegando a contar la escritura cómo sanaba a todos los que acudían a Él, pues así está escrito en Mateo 12:15 y 4:23, además de leerlo en otros textos bíblicos, pudiendo comprobar, en todos los evangelios, una gran cantidad de ejemplos sobre las súplicas hechas por aquellos que padecían enfermedad o pidiendo sanidad para sus familias, destacando el clamor de leprosos, ciegos, paralíticos y sordomudos, debiendo mencionar aquí, por ser un caso muy especial, el testimonio del centurión, quien pidió a Jesús que sanara a su siervo, lo cual demuestra su buen corazón, con una medida de fe grande, porque confió 158

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en oír solamente la palabra sanadora del Señor, sin tener necesidad de hacerle entrar en su casa, pues no se consideraba digno de ser visitado por el Maestro, no solo porque era gentil, sino por reconocerse insignificante y pecador, ante la santidad del Hijo de Dios, lo cual nos queda como un maravilloso testimonio, de verdadera fe en Cristo, según nos relata Lucas 7:1-10. Esta autoridad de Jesucristo, sobre toda enfermedad y dolencia, para dar sanidad, nos la ha delegado a sus discípulos, con el fin de responder, al tener honda compasión, al sufrimiento de todos los enfermos, de la mejor y más sencilla manera posible, que es orando por ellos cada día, pidiendo santa medicina, con verdadera fe, a quien sigue teniendo toda potestad en el cielo y en la tierra, porque es el mismo Dios, hoy, ayer y por la eternidad, lo cual manifiesta, constantemente, haciendo las mismas sanidades, milagros y prodigios, incluso mucho mayores, pues se ha multiplicado en millones de instrumentos humanos, que somos sus fieles seguidores. Así lo confirma Jesús, en Mateo 10:1: Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. De la misma manera, al despedirse de los que habían creído en él, antes de ascender a los cielos, como parte de la gran comisión, les dijo lo escrito en Marcos 16:17-18: Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; 159

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tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Haciendo uso, por la fe y obediencia, de estos atributos concedidos por el Señor, hemos orado por miles de personas enfermas, en campañas evangelísticas, durante los cultos o privadamente, pidiendo que se derramara sobre ellas la sanidad de Cristo, comprobando, continuamente, las respuestas sobrenaturales de Dios, al ver multitud de sanidades, de todo tipo de enfermedades, teniendo que mencionar, de forma especial, cómo han sido sanados y liberados, definitivamente, muchos enfermos epilépticos, en milagroso auxilio de los numerosos drogadictos atendidos en Remar, que traen consigo este desastre cerebral, por haber tenido encuentros con demonios, huestes maléficas del Principado diabólico Pan, o también llamado Moloch, nombres de falsos dioses, que trastornan los sistemas nerviosos y las mentes, al inocular su venenoso pánico, aterrorizando a sus víctimas. Es también notorio, en nuestro ministerio, que oramos muchas veces poniendo las manos sobre nuestros pañuelos, para ser llevados a los enfermos, por sus familiares o amigos, inaccesibles a nuestra presencia, por encontrarse viviendo lejos o dentro de las zonas hospitalarias restringidas, habiendo comprobado que algunos enfermos, en estado de coma, han salido de él y otros muchos, afectados por diferentes enfermedades, también han sido curados, lo cual hicimos inspirados por el Espíritu Santo, tomando 160

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ejemplo de la experiencia que tuvo el apóstol Pablo, relatada en Hechos 19:11-12: Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían. Es, por tanto, de vital importancia practicar esta oración, de petición de sanidad, siempre que sea necesario, en nuestro favor o en el de otras personas, especialmente si son nuestros familiares, naturales y espirituales, acudiendo en busca de ser ministrados, con estas súplicas, por aquellos que tienen la fe y el amor, para hacerlas al Todopoderoso, presentándole siempre los méritos de Jesucristo, entre los cuales están sus benditas llagas, obedeciendo al mensaje divino, que nos trasmite Santiago 5:14-16: ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Indudablemente, que también es fundamental orar al dueño del oro y de la plata, pidiéndole el pan de cada día, según nos enseñó Jesús, al dejarnos la ejemplar oración del Padre Nuestro, como modelo para orar, comprendiendo que necesitamos comida, ropa, alojamiento, además de muchas otras cosas materiales, para realizar nuestros trabajos, y 161

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proveer a nuestra familia y a las numerosísimas necesidades de nuestros prójimos, porque tenemos la responsabilidad de buscar su bienestar en este mundo, plagado de injusticias y egoísmos, minado con todo tipo de trampas diabólicas y dificultades, para lo cual, nada hay mejor que poner en práctica, todos los días, estas peticiones de provisión, invocando el nombre de Javeh Jireh, que significa Dios provee, pues Jesucristo es nuestro pastor y nada nos faltará, según afirma el Salmo 23, en el versículo 1, confiando que Él es quien nos suple lo suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades, por lo cual, oraremos, diariamente, de la manera escrita en Mateo 6:11: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Sin embargo, debemos utilizar correctamente la enseñanza y no orar, nunca, pidiendo ser suplidos de aquello que necesitaríamos mañana, sino buscando solamente ser cubierto de las necesidades de cada día, como quien pide el maná diario, pues cada día trae su propio mal, no teniendo, por tanto, que afanarnos por el futuro, aunque sea muy próximo, según leemos en Mateo 6:34. Cuando son miles las personas que dependen de nosotros, para subsistir diariamente, pues no tienen absolutamente nada y han sido amparadas bajo nuestra tutoría, como si fueran nuestros propios hijos, lo cual sucede con decenas de millares de niños, enfermos, ancianos y presos de la cárcel, que antes se morían de hambre, o por falta de auxilio sanitario, las cifras económicas, necesarias para cubrir los presupuestos, se disparan, multiplicándose de 162

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forma impresionante, haciéndonos doblar las rodillas y el corazón, con persistentes peticiones de sustento y abrigo, tomando ejemplo de los profetas Elías y Eliseo, quienes oraron para suplir el alimento y los recursos a dos viudas desesperadas, ya dispuestas a morir de hambre o verse obligadas a entregar sus hijos como esclavos, lo cual leemos en 1ª Reyes 17:12 y 2ª Reyes 4:1, viendo manifestarse, de manera milagrosa, la gracia provisora de Dios, multiplicando la harina y el aceite, hasta sobreabundar, recordándonos, de esta manera, el permanente y completo dominio del Señor y la inmensa comprensión de su corazón, experimentando que Él es la fuente inagotable de todas las riquezas, materiales y espirituales, comprobando siempre su generosidad, pues nos hace participar de todos sus bienes, concediéndonos, incluso, su poder para multiplicarlos, según lo dice en Deuteronomio 8:11-14 y 18: Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; (...) Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día. Como los pajarillos recién nacidos abren sus piquitos, aún siendo ciegos, en parte parecidos a nosotros, no solamente 163

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porque nacemos también con ceguera física, sino por nuestra vida de fe, la cual nos hace esperar aquello que no vemos, así hemos de abrir nuestra boca y piar insistentemente a nuestro Padre Santo, que es también la Madre Perfecta para todos sus polluelos, esperando la fidelidad de su cuidado, teniendo total confianza en su infalible cumplimiento, poniéndonos, dentro de ella, todo el alimento necesario, hasta saciarnos cada día, pudiendo atrevernos a pedirle la misma prosperidad que le pidió David, en el Salmo 144:12-15: Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, Nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio; Nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano; Nuestros ganados, que se multipliquen a millares y decenas de millares en nuestros campos; Nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo; No tengamos asalto, ni que hacer salida, Ni grito de alarma en nuestras plazas. Bienaventurado el pueblo que tiene esto; Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová. Son muchos los testimonios de la provisión milagrosa que Dios nos ha concedido, a lo largo de los veintiocho años de nuestro ministerio, tanto en dinero como alimentos, casas, vehículos, maquinaria, ropa y, en definitiva, cubriendo siempre todas nuestras necesidades, llegando a sobrepasar, con mucho, las peticiones que le hemos hecho, de lo cual hago mención, contando lo más importante, en mi libro: “La economía del reino”, no queriendo yo ser reiterativo, refiriéndolos aquí, pero sí añadir, sobre este asunto, que sigo orando frecuentemente al Señor, con las manos 164

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abiertas, para seguir recibiendo la provisión, pues tengo por cierto que siempre nos auxiliará, dándonos todo lo necesario, para vivir dignamente y cumplir nuestro llamado, porque si Él nos ha dado su visión, con el propósito de ser establecida, por nosotros, en este mundo, ¿No nos dará también la provisión, que significa suplir los medios para realizarla? Habiendo yo gustado siempre, de la fiel ayuda económica del Banquero del cielo, vivo sin temor a que nos falte nada y espero seguir así, hasta llegar a la meta, es decir, mientras esté en el mundo, porque seguiré confiando que continuará cumpliendo sus promesas, especialmente las mencionadas en Eclesiastés 2:26: Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. Podemos y debemos ser atrevidos con Dios, pidiéndole que haga milagros, pues Jesús, anunciándoles la proximidad de su regreso al cielo, prometió a los discípulos, y nosotros lo somos, que haríamos las mismas cosas hechas por Él y aún mayores, porque volvía con el Padre, lo cual podemos leer en Juan 14:12, debiendo tomar ejemplo de los profetas y apóstoles, que oraron a Dios solicitándole prodigios y maravillas, entre los cuales, destacaremos muy especialmente a Elías, Eliseo, Pedro y Pablo, pues todos ellos resucitaron muertos, después de implorarlo al que es la resurrección y la vida, a Jesucristo, actuando yo de la misma manera, delante de quinientas personas, en una 165

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campaña evangelística, que celebramos en la Plaza de las Cebollas de Lisboa, donde un hombre cayó al suelo, muerto, y recibí el empujón del Espíritu Santo para resucitarlo, al hablar a mi mente, con total claridad, diciéndome que le besara en la boca y no para hacerle la respiración artificial, sino para reprender a la muerte y proclamar la vida de Cristo, haciéndome revivir, al recordármelo, cómo Eliseo, resucitó al hijo de la sunamita, según cuenta 2ª Reyes 4:34, experimentando el mayor milagro de mi ministerio, al verle resucitar y restaurarse completamente. He tenido el honor y la gloria divina de participar en otros diferentes milagros del Espíritu Santo, a lo largo de mi servicio al Señor y sigo anhelando muchos más, esperando un sobreabundante derramamiento de la gracia y poder de Dios, en nuestro tiempo, por lo cual oro y oraré hasta presenciarlo y ser uno de los muchos instrumentos del mismo, pues sé que Él quiere hacerlo. Igual que Gedeón y muchos otros siervos de Dios hicieron, pidiéndole a Dios señales milagrosas, así hemos de hacer nosotros, en respuesta al ofrecimiento que les hizo a ellos, pues sigue siendo actual para todos los obreros del Señor, cuando dice en Isaías 7:11: Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto. Son muchas, las veces que he necesitado hacer estas peticiones de señales milagrosas, como en los casamientos de mis hijos, buscando divina confirmación para que los celebraran con las personas correctas, conforme a la 166

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voluntad del Señor, pues esto es lo único que debe importarnos, recibiendo sorprendentes y sobrenaturales respuestas de Dios, produciendo resultados de total bendición. Para tomar decisiones, de mucha responsabilidad, considero que deberíamos orar siempre pidiendo señales claras, para ser iluminados con la voluntad del Señor y acertar en el blanco, teniendo las victorias que bendicen, a pocos o a muchos, en lugar de fracasos, dañinos para los mismos. Por tanto, pedir sabiduría al Señor es de vital importancia, para cumplir nuestras responsabilidades, al ejercer los diferentes roles de nuestra vida, como esposos, padres, hijos, hermanos, ecónomos del reino de los cielos o ministros del evangelio, de la misma manera que hizo Salomón, agradando a Dios por ello, lo cual constata su palabra en 1ª Reyes 9:3: Y le dijo Jehová: Yo he oído tu oración y tu ruego que has hecho en mi presencia. Yo he santificado esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días. Hoy, más que nunca, con el tremendo incremento de la maldad, el refinamiento de los engañadores, la corrupción de autoridades, tanto políticas como eclesiásticas, económicas o sociales, necesitamos mucha sabiduría de lo alto, para librarnos de los muchísimos peligros que corremos, pues el mundo babilónico se vuelve cada día más feroz, contra los hijos de la luz, intentando apagarlos, con sus muchos recursos y ejércitos, haciendo sucumbir a multitud de 167

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creyentes, incluso a bastantes ministros del evangelio. Obedezcamos, con humildad, reconociendo nuestra ignorancia y no siendo sabios en la propia opinión, a la voz del Espíritu Santo, que nos exhorta, en muchos de sus Proverbios y en otros diferentes textos, de su Santa Biblia, a buscar su sabiduría, especialmente pidiéndosela al Maestro Omnisciente, conforme al llamado que nos hace Santiago 1:5: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Son muy hermosas las oraciones de David, como reacciones a los muchos conflictos y sufrimientos que padeció, además de hacerlas buscando la ayuda Divina, para poder cumplir con su enorme responsabilidad, nada menos que la de reinar sobre la nación escogida por Dios, pidiendo dirección sabia del Altísimo para librar guerras, retirarse a tiempo de las mismas, enfrentar complots y gobernar, a familiares y súbditos duros de cerviz, muy dados al uso de las armas de acero, siempre afiladas, en espera de satisfacer sus venganzas, lo cual leemos en el Salmo 25:1-2, 4-5, 8-9 y 12: A ti, oh Jehová, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío; No sea yo avergonzado, No se alegren de mí mis enemigos. (...) Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, Porque tú eres el Dios de mi salvación; En ti he esperado todo el día. (...) Bueno y recto es Jehová; Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera. (...) ¿Quién es el 168

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hombre que teme a Jehová? El le enseñará el camino que ha de escoger. Otra de las peticiones, de gran importancia, que hemos de hacer en oración, al tener compasión por las multitudes descarriadas, como la tiene Jesús, obedeciéndole en su mandato de hacerlo, es orar al Padre pidiéndole obreros para la mies, según nos lo demanda en Mateo 9:36-38: Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. Indudablemente, esta oración no la pueden cumplir y, por tanto, no tienen posibilidad de obedecer al Señor haciéndola, todos aquellos creyentes que no sean obreros de Cristo y no estén dispuestos a serlo porque, ¿Cómo orarán? ¿Le dirán al Padre, envía a otros, a mí no me mandes? Si no aumentan las columnas, el templo no puede ser más grande y cuando no se multiplican los obreros, tampoco podrá crecer, sana y espiritualmente, la obra del Señor, su familia, la Iglesia o pueblo santo que quiere escoger y formar. Viajando por muchos países he visto, siempre, repetirse el mismo problema que tiene Dios, a pesar de ser dueño de todo y tener absoluto poder, pues nunca deja de dar honor a su caballerosidad, respetando a todas las criaturas humanas, aunque son totalmente suyas, en sus decisiones, incluso lo sigue haciendo con aquellos que han aceptado su llamado a pertenecerle, manteniéndonos la 169

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capacidad individual de usar el libre albedrío, teniendo que sufrir grandemente por esta causa, al ver a muchísimos, la mayoría de los creyentes, negarse a responder a sus deseos, rechazando participar en su santa obra, a pesar de haberse comprometido Dios a realizarla con la colaboración de sus hijos, como fruto de su infinito amor, que busca la perfecta unidad con sus amados, conformándose ellos en seguir considerándose llamados de Dios, pero no sus escogidos, demostrando el Señor muchísima paciencia, prefiriendo retrasar sus planes, por esta carencia, antes que obligarnos a servirle, pues solo desea seguidores con corazón voluntario y alegre. ¿Puedes orar conmigo, ahora mismo, para pedir obreros al Padre, dispuesto tú a ser uno de ellos? Entonces digámosle juntos: Maravilloso y bendito Padre, nos unimos a Cristo, a tu diestra, para rogarte que mandes obreros a las mieses del mundo, pues muchas ya están maduras, porque participamos de los deseos de nuestro Salvador, tu Hijo amado, quien tiene esta constante petición delante de ti, al arder de compasión su corazón, por ver a miles de millones de seres humanos caminando hacia la condenación, sin disfrutar de la redención tan costosa para Él, que pagó con gozo, pensando en el glorioso fruto de bendecir a toda la Humanidad. ¡Heme aquí, Señor! ¡Yo estoy dispuesto a obedecerte completamente y cumplir tus santos propósitos en mi vida! ¡Envíame a mí, donde Tú quieras, pues no deseo ninguna otra cosa que servirte! ¡Hágase tu voluntad en mi vida! 170

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¡Pero, dame siempre tus fuerzas para hacerme fiel! ¡Que nunca me falte tu unción! Amén. Podemos y debemos orar al Señor pidiéndole respuestas, a nuestras incógnitas, haciéndole preguntas, porque es lo propio, en la relación de los alumnos con su Maestro, como hacía insistentemente el hombre más paciente de la Historia, según nos lo cuenta en Job 42:4: Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. Dice un proverbio chino que si hacemos una pregunta a un sabio, quedamos por ignorantes esa vez, pero si no preguntamos, seremos ignorantes toda la vida. Solo cuando tenemos verdadera hambre de sabiduría y también de una perfecta dirección, preguntaremos todo lo necesario, a nuestro perfecto catedrático, de la universidad del cielo, quien tiene todas las respuestas correctas y está deseando regalárnoslas, siguiendo el buen consejo dado en Deuteronomio 32:7: Acuérdate de los tiempos antiguos, Considera los años de muchas generaciones; Pregunta a tu padre, y él te declarará; A tus ancianos, y ellos te dirán. Uno de los textos bíblicos que me ha inspirado, de una manera muy especial, habla precisamente de preguntar y está en Jeremías 6:16: Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. 171

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Considero, como algo muy trascendental, conocer el original del plan de Dios, pues podemos estar muy seguros de la inmutabilidad del mismo, dado que lo perfecto no puede mejorarse, siendo, por tanto, una gran prioridad en nuestra vida y para toda la Iglesia de Cristo, tener un anhelo constante de volver siempre al manantial, igual que hacen los valientes salmones, para desovar y morir, si consiguen llegar hasta él. Sin embargo, los seres humanos tenemos una innata tendencia a olvidar los comienzos y dejarnos arrastrar por las novedades del mundo y de nuestras ideas, distanciándonos muy fácilmente del principio y terminando por hacer burdas imitaciones, mezcladas del barro terrenal y de nuestros corazones, engañosos y egoístas, convirtiéndonos en algo completamente diferente al modelo perfecto, dado por Dios al primer hombre, Adán, y a todos los siguientes elegidos suyos, Noé, Abraham, Moisés, etc., especialmente al darnos a su Hijo Jesucristo, quien cumplió totalmente el plan del Padre y nos dejó las enseñanzas, bien claras, para cumplirlo también nosotros, contando siempre con su fiel y omnipotente ayuda. Hoy, más que nunca, hemos de hacer un llamado a la iglesia universal de Cristo, con estridente toque de trompeta, para pedirla que recupere el libro sagrado, la Santa Biblia, a la luz del Espíritu Santo, como hizo el rey Josías, delante de los sacerdotes y principales de su corte, según podemos leer en 2ª Reyes 22:13: Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado; porque 172

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grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito. Muchas veces, cuando leemos las escrituras bíblicas, olvidamos que solo podemos entenderlas, para descubrir sus textos de divina sabiduría, si nos las abre el Espíritu Santo, siendo, por tanto, preceptivo y necesario, que oremos previamente, pidiendo al Señor la revelación de las mismas, quitándoles el velo, puesto por Él mismo, para cerrar la entrada a los soberbios. Con estas oraciones, si las practicamos reverentemente y muy a menudo, agradaremos al Señor en gran manera, pues así ve que tenemos hambre y sed de conocerle, de aprender sus enseñanzas, siendo, por ello, bienaventurados, porque lo ha prometido Jesús, en la cuarta bienaventuranza de su sermón del monte, la cual podemos leer en Mateo 5:6, sucediendo que nos toma el Espíritu Santo como alumnos preferidos del Maestro, para dedicarnos más tiempo y esmero que a otros, concediéndonos maravillosos descubrimientos, al revelarnos su infinita sabiduría, que son tesoros eternos, acertadamente llamados, por los sabios de la Thorá, perlas del conocimiento divino, compartiendo con nosotros sus secretos y misterios, a la vez que nos muestra los diseños de su planificación del futuro, abriéndonos la Escatología, las palabras proféticas, iluminándonos, pues así lo leemos en el Salmo 119:18: Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.

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Orando de esta manera, tumbado en la cama, antes de conciliar el sueño, que resulta ser la mejor manera de caer en los brazos del Buen Pastor, encontrando su paz y reposo perfectos, librándonos de ser envueltos en los de Morfeo, principado diabólico de los sueños maléficos y pesadillas atormentadoras, pedía yo revelación del Señor, para predicar en el Congreso, que comenzaba al día siguiente, hasta dormirme profundamente, apropiándome antes de la impresionante afirmación divina, dirigida a los discípulos de Cristo y escrita en 1ª Juan 2:20: Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. Al amanecer, antes de despertarme, recibí una visión espeluznante, pero de vital trascendencia doctrinal y estratégica, para comprender el plan global del Señor, viendo cómo Dios, al no existir ninguna ley, se encontraba sin posibilidad de juzgar a Satanás y a los rebeldes ángeles, que le respaldaron contra Él, por envidia al Verbo Divino, su Único Hijo, con el soberbio y loco propósito de sustituirle en su trono. Entonces, creó el mundo para tenderle una trampa, poniendo al primer Adán y la primera Eva, como pareja humana primigenia, con cuya descendencia formaría su familia eterna, no de ángeles que sustituyeran a los degenerados, sino de hijos legítimos, dándoles un solo mandamiento, precisamente contra la transgresión cometida por Luzbel, porque la ley fue dada para el trasgresor, siendo, por tanto, posterior al pecado, según lo leemos en 1ª Timoteo 1:9, prohibiéndoles comer el fruto de un solo árbol, entre muchísimos otros existentes en el paraíso, donde les estableció, al que llamó del conoci174

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miento del bien y del mal, que representaba el testimonio dado por el maligno, porque después de haber comido abundantemente de la bondad divina y ser constituido en ángel predilecto, con inmensa responsabilidad y autoridad celestial, delegada por el Supremo, se hinchó de vanidad su corazón, cegándose de orgullo, hasta llegar a creer que podría vencer a Dios, cumpliéndose la advertencia divina de cómo envanece el conocimiento, mientras que el amor edifica. Lleno de soberbia, el maligno no pudo resistir la ambición de acudir al mundo y entrar en él, como la serpiente penetra en un huevo, para devorarlo, pues el Cosmos y, en particular, la tierra, son globos gigantescos, infringiendo así la ley establecida por Dios, al hacerse autor intelectual y moral de la infracción cometida por Eva y Adán, convirtiéndose en su cómplice y quedando como reo culpable, para ser juzgado en el tiempo del Kairos divino. Fue por medio de este sueño visionario que comprendí mejor la guerra cósmica entre los dos reinos, el de la luz, de Cristo, contra el de las tinieblas, del Príncipe del mundo, pues Satanás tomó control del mismo, al destronar a los hombres que, habiendo sido hechos a imagen y semejanza de Dios, recibieron el señorío de la Creación delegado por el Creador. Considerando, por tanto, que nuestro Señor, como Maestro amoroso, desea transmitirnos su sabiduría, oremos frecuentemente haciéndole preguntas, porque todavía sabemos muy poco y necesitamos aprender deprisa, pues el tiempo 175

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es corto y los días son cada vez más peligrosos. El mismo Padre Omnipotente nos dice, en Isaías 45:11: Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos. En este celo santo, ha ido creciendo, dentro de mí, casi con la expansión de un volcán en erupción, el anhelo de revelación profética, impulsándome a orar con mucha frecuencia, insistiendo en preguntarle al Señor sobre los tiempos espirituales que vivimos, en la noche oscura y terrible de la actualidad, haciendo hincapié, con más intensidad aún, en solicitarle información acerca del futuro, a corto y medio plazo, pues ya no puede ser larga nuestra espera, dados los cumplimientos proféticos, porque sé, con toda seguridad, que no hará nada el Señor, sin antes revelarlo a sus siervos los profetas, como nos promete en Amós 3:6-7: ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho? Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. En otra ocasión, estando también acostado, pues creo que es un buen momento, antes de dormir, en total silencio de las cosas terrenales y humanas, oraba preguntándole al Señor, para recibir revelaciones proféticas, sobre las señales que van a manifestar los cumplimientos apocalípticos, como claros avisos de los mismos y, después de dormirme, hacia las cuatro de la madrugada, tuve un sueño 176

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impresionante, pues me ví en el cielo, rodeado de muchos ángeles, que eran iguales a los hombres, aunque bastante más altos y de aspecto excelso, vestidos de blanco, actuando como si no me vieran, mientras corrían todos en una misma dirección, gritando: ¡El Cordero de Dios está desatando los sellos! Formando un exaltado coro, repetían varias veces esta frase, hasta que me desperté muy excitado, yendo inmediatamente a leer en Apocalipsis, donde habla de dicho acontecimiento, comprendiendo que se había iniciado la etapa final de la Historia, produciendo en mi corazón el fruto de ser inspirado, durante los años que siguieron a esta gloriosa experiencia y aún actualmente, en el estudio escatológico, pariendo, del mismo, varios libros proféticos. Por eso, en este momento, y espero también seguir haciéndolo en futuras ocasiones, oro a Aquél que descubre todos los misterios, refiriéndome, por supuesto al Espíritu Santo, pidiéndole abundante luz y espíritu de revelación, para todos aquellos que leéis este libro y, muy especialmente, sobre todos los siervos del Señor, utilizando, para ello, el texto bíblico de Efesios 1:15-19: Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y 177

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cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza. ¿Podemos ahora, orar juntos, para pedirle a Dios más revelación profética y de cómo son sus personalidades divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, con el fin de conocerle mucho mejor y saber cuales son sus planes? Omnisciente Dios, nos atrevemos a traspasar todos los velos, por los méritos de tu Hijo Jesucristo y la santa redención de nuestras vidas, con la cual nos ha justificado y hecho dignos hijos tuyos, para acceder a tu trono y gozar de tu presencia, de tus enseñanzas maravillosas, puras y sabias. Por eso, amadísimo Jesús, te rogamos que hables a tus siervos, pues queremos escucharte muy atentamente y con mucho anhelo. ¡Háblanos y tendremos más fe! Háblanos acerca de Ti, que te conozcamos más cada día, porque solo tu amor nos sacia y tener intimidad contigo es nuestro principal banquete. Explícanos, Señor, cuál es la obra de tus manos, para que participemos en ella, ardientemente y con diligencia. Háblanos, Santísimo Padre, acerca de tus hijos y de tu pueblo, pues deseamos tener perfecta comunión con ellos, buscar siempre su bien y ser fieles ciudadanos de tu reino. No dejes de hablarnos, misericordioso Espíritu Santo, sobre las maquinaciones del maligno, con el fin de vivir siempre prevenidos y fortalecidos en Ti, logrando que nunca nos sorprendan traidoramente y estemos siempre armados para vencerle. 178

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Te suplicamos, también, Omnisciente Señor, que nos hables acerca de las cosas venideras, para dar gloria a tu nombre y ser tus atalayas, puestos como torres vigilantes, delante de tu pueblo, en el frente de batalla, pues sabes que vivimos una guerra espiritual sin cuartel ni tregua, pudiendo nosotros hacer sonar tus trompetas proféticas, evitando las masacres del maligno. ¡No calles bendito Dios porque, si lo haces, moriremos de hambre! Amén. Oremos así, cada día, sabiendo que recibiremos satisfactorias respuestas, de quién nos ama con amor eterno, como a sí mismo, de igual manera que bendijo a Jabes, cuando hizo su invocación a Dios, la cual podemos leer en 1ª Crónicas 4:10: E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió. Son muchas, las clases de oraciones de petición y súplica al Señor, no pudiendo enumerarlas todas, pero he de añadir, a las mencionadas, la de presentación de nuestros bebés, delante del verdadero Padre de sus vidas, para que los tome a su cuidado y siempre nos conceda abundante gracia y sabiduría, con el fin de ser buenos guías suyos, conduciéndolos en el santo temor divino durante toda su existencia, con el cual puedan llegar al cielo. Orar al Señor, pidiéndole que yugue a sus hijos, para poder alcanzar la unidad del Cuerpo de Cristo, coyuntándolos 179

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como miembros articulados entre sí, regados con la misma unción y pegados por el amor divino, pues ya está ganada por Jesús, al sacrificar su vida para formar su familia eterna, con el pueblo santo escogido, la novia pura, que conoce desde antes de la fundación del mundo, en su infinita presciencia, aunque todavía está sufriendo grandemente por ella, al verla dividida y dispersa, engañada por los protagonismos religiosos y de soberanos eclesiásticos, que se han dejado cegar por la peor de las ambiciones, consistente en tener poder, honra y gloria, además de riquezas terrenales, para sí mismos, robándolo a quien le pertenece y es el único que lo merece, el cual es Jesucristo. Tampoco quiero olvidarme de una oración de petición importante, que consiste en obedecer al mandato bíblico, escrito en el Salmo 122:6: Pedid por la paz de Jerusalén; Sean prosperados los que te aman. Sí, oremos por el pueblo que nos entregó la Thorá, el evangelio santo y al judío Salvador, Jesús, pues son nuestros hermanos mayores, aunque la mayoría siguen manteniendo exclusivamente un parentesco natural con nosotros y solo unos pocos tienen nuestra misma sangre, en la fe, pero muy pronto veremos cómo, una tercera parte de los hoy existentes, recibirán la luz del Señor y serán reinjertados en su costado, dentro de su corazón, en el mismo lugar donde estamos todos los gentiles redimidos. Aún podemos terminar este capítulo juntos, orando, con gratitud y gozo, utilizando los hermosos versículos del Salmo 103:1-6: Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga 180

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todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca, De modo que te rejuvenezcas como el águila. Jehová es el que hace justicia, Y derecho a todos los que padecen violencia. ¡Sí, Señor, Tu eres el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el Todo para nosotros! ¡Gracias, bendito y santo Padre, fiel y perfecto amigo Jesús, Consolador y sanador de nuestro ser, precioso Espíritu Santo! ¡Te damos nuestra sincera gratitud, Oh Dios, por completarnos en Ti, colmándonos de tu Espíritu! ¡Agárranos fuertemente y nunca nos sueltes! Amén.

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La oración de peticiones______________________________________________________

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Capítulo 11

ORACIÓN DE CLAMOR E INVOCACIÓN Normalmente oramos en quietud, sosegadamente y de forma pausada, pero si nos encontramos en medio de un peligro extremo, de trágica emergencia, por estar en un callejón sin salida, entre la espada y la pared, no creo que a nadie se le ocurra orar de la misma manera, pues el aumento tan grande y rápido de adrenalina nos inducirá, inevitablemente, a clamar, incluso a gritar, pidiendo socorro, orando casi histéricamente, como si diéramos alaridos, pareciéndonos a los animales heridos o acosados, porque tenemos, igual que ellos, un irrefrenable instinto de supervivencia. Si estamos caminando en la luz de Cristo y, por tanto, bien cimentados con el Espíritu Santo, en situaciones así, Él mismo nos guiará a orar con clamor, pero no carnalmente, sino haciéndonos tocar la trompeta de alarma general, para inducir al Señor a que dé las órdenes pertinentes y nos saque de apuros, dándonos el oportuno socorro, moviendo sus ángeles, que apartan a los demonios o, simplemente, agitando su dedo omnipotente, ordenando la situación y poniéndonos en total bendición, como hacía David, en las muchas circunstancias peligrosas que vivió, de guerras, motines y complots para asesinarle, orando, cada mañana, con gemidos y gran clamor, según leemos en 183

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el Salmo 5:1-2: Escucha, oh Jehová, mis palabras; Considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Una de las pruebas más difíciles, que hemos de afrontar en nuestra vida, común a todos los seres humanos, es la experiencia de sufrir una enfermedad grave o de ver cómo la sufre alguno de nuestros seres más queridos, pues nos quebranta completamente, haciéndonos doblar las rodillas y clamar, con lágrimas, gemidos y gritos, implorando la sanidad de Cristo, como hicieron dos ciegos, dando voces, pidiendo recibir la vista, suplicando la misericordia de Jesús, quien les tocó los ojos y vieron; a semejanza de muchos enfermos en Genesaret, que gritaban a Jesús, cuando visitó aquella comarca, apelando a su misericordia y rogándole que les dejara, tan solo, tocar su manto y Él sanó a todos. Son muchísimas las veces que hemos necesitado postrarnos, para orar con intenso clamor por nuestros seres queridos, al verles padecer graves enfermedades, pasando muchas horas en hospitales, dando paseos por sus pasillos y a los pies de sus camas, agitados en aflicción profunda, clamando al Señor, intercediendo por su sanidad, hasta parecer que se nos reventarían las venas del cuello y de la cabeza, recibiendo, en muchísimas ocasiones, el auxilio perfecto de Cristo, con sanidades completas, aunque al principio, durante los primeros años de nuestro ministerio, prácticamente teníamos que ir al cementerio todos los días, para enterrar alguno de los muchísimos hermanos enfermos de SIDA, incluso pastores y obreros de muy buen testimonio, atravesando una época 184

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de honda tristeza, en la cual clamamos a Dios pidiendo medicina, hasta que por fin nos llegó, concediendo largas prórrogas de vida a miles de nuestros obreros y hermanos, que padecen todavía la enfermedad, por haber sido paralizada con la aparición de nuevos tratamientos médicos, seguramente inspirados por el Señor, pudiendo decir, muchos de nosotros, lo dicho por David, en su Salmo 30:2: Jehová Dios mío, a ti clamé, y me sanaste. ¿Qué te parece, de orar con clamor, a nuestro Padre amoroso y perfecto, en este momento, por algún enfermo grave que conozcas, o por ti mismo, si estás en esa difícil situación, haciéndolo con fe, esperando recibir pronto la respuesta benefactora de la sanidad? como David hizo y nos lo cuenta en el Salmo 3:4: Con mi voz clamé a Jehová, y Él me respondió desde su monte santo. Amado Padre, misericordioso Dios, tu sabes muy bien lo dolorosa y trágica que es la enfermedad, ¡Sana, bendito Médico, a mis familiares y hermanos! ¡Cómo no vas a moverte a compasión por tus hijos, que sufren tanto? ¡Auxílialos, Santo Dios! ¡Haz honor a las llagas de Cristo, concediéndonos sus beneficios sanadores! ¡Si quieres, nos rompemos el pecho a golpes, para pedir tu perdón y nos desgarramos el alma, con tal de alcanzar tu socorro! Aunque sabemos que no lo harás por ninguno de nuestros méritos, pero, ¿Te negarás ante los presentados por Jesús con sus súplicas por auxiliarnos? ¡En ninguna manera, pues así lo has afirmado Tú mismo y jamás mientes! ¡Ten piedad de nosotros, que somos como débiles corderos de 185

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tus rebaños y sánanos, glorificando a tu Hijo amado! Te damos las gracias, Espíritu Santo, por habernos oído y esperamos en Ti, Amén. Después de orar, confiemos en el cumplimiento de las palabras del Señor, escritas en el Salmo 34:6, 15 y 17: Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias. (...) Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. (...) Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. ¿Cómo no orar con estruendoso clamor cuando un familiar, hermano en la fe o amigo íntimo, está gravemente atormentado por demonios o incluso, al bajar la guardia, ha quedado poseído por ellos? Esta es la oración que hizo la mujer cananea, gritando persistentemente detrás del Señor y de su comitiva, formada por sus discípulos y un gran número de simpatizantes y curiosos, aumentando los decibelios de su clamor, al no recibir respuesta, pues Jesús, la estaba probando, para que diera un maravilloso ejemplo de verdadera fe, con su testimonio, teniendo que enfrentarse, además, con los seguidores del Maestro, que intentaban hacerla callar, suplicando ella el auxilio del Hijo de Dios, a favor de la liberación de su hija, gravemente atormentada por un demonio, lo cual recibió plenamente, como está escrito en Mateo 15:21-28. Es muy parecido a lo hecho por el padre de un joven lunático, que siempre lo zarandeaba el diablo, arrojándole al fuego y después al agua, en un terrible vaivén de peligro mortal, teniendo que ser vigilado noche y día, llegando este hombre delante de Jesús y, 186

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arrodillado a sus pies, pidió misericordia, descorazonado, porque lo había intentado con los discípulos del Señor y ellos habían fracasado, recibiendo, al fin, el socorro del Santo Mesías, quien le liberó por completo, aprovechando la situación para dejar una enseñanza de amonestación a sus apóstoles, por no haber tenido la fe suficiente para lograrlo ellos, añadiendo la revelación de cómo expulsar este género de espíritus diabólicos, los cuales, hoy más que nunca, tienen poseídos a muchísimos millones de seres humanos, llenando los psiquiátricos del planeta y sembrando de ellos todas las ciudades y aldeas, al punto de oírse el refrán popular, como una tradición milenaria, afirmándonos que no hay pueblo sin tonto ni libre de un loco, dándonos, el Sanador y Libertador, la receta espiritual de la oración y el ayuno, para echar a estos pervertidos y crueles inquilinos, lo cual podemos leer en Mateo 17:14-21. ¿Qué hacemos, cuando atravesamos el valle del vituperio, la calumnia y deshonra injustas, como parte de nuestro discipulado y en semejanza participativa de los sufrimientos padecidos por el modelo perfecto, que es Cristo, a quién hemos escogido para imitar? ¿No haremos como David, que estuvo en situación similar, diciéndole al Señor, las palabras exclamadas por él, con las cuales recibió respuesta de bendición divina? Pues las tenemos escritas en el Salmo 120:1-2: A Jehová clamé estando en angustia, Y él me respondió. Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, Y de la lengua fraudulenta. 187

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Sin duda, esta es una de las pruebas más difíciles de nuestra peregrinación por el mundo, que es común a todos los siervos de Jesús, si tienen verdadera unción para servirle, siéndonos necesario reaccionar con justo clamor, sin reclamar cuentas a Dios, pero sí suplicando su pronto auxilio, fundamentalmente para impedir que tropiecen los débiles en la fe y los pequeños del Señor, recién nacidos de nuevo, los cuales aún no tienen ni dientes de leche, y, también, para no manchar el testimonio de Cristo, a quien representamos todos sus siervos, implorando su reivindicación, aunque lancemos nuestras coronas a sus pies, en renuncia sincera y continua, poniendo siempre nuestro cargo a su disposición, para ser destituido, si así Él lo requiere. Entiendo, por tanto, que oraremos clamando al Señor si estamos en tal situación, de fuertes intentos diabólicos para desprestigiarnos, como bien hizo David, pues sufrió muy frecuentemente dichos ataques malignos, según lo leemos en el Salmo 57:2-3: Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece. El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa; Dios enviará su misericordia y su verdad. Hay muchos otros métodos, de nuestros enemigos maléficos, que nunca son los hombres, aunque la mayoría sean utilizados por ellos, para intentar robarnos, destruirnos o matarnos, contra los cuales hemos de usar toda la armadura de Dios, pero siempre sin olvidar el acompañamiento constante de la oración, especialmente la de clamor, pues resulta ser la más eficaz, para conmover a nuestro Padre y hacer temblar a las potestades de los reinos satánicos del 188

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mundo, como hacía con frecuencia David, pudiendo nosotros utilizar una muestra de sus muchos clamores o cualquiera de las oraciones clamorosas que se le parezcan, según seamos guiados por el Espíritu Santo, buscando ser liberados de nuestros enemigos, tomando ejemplo del Salmo 55:16-19: En cuanto a mí, a Dios clamaré; Y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz. El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, Aunque contra mí haya muchos. Dios oirá, y los quebrantará luego, El que permanece desde la antigüedad; Por cuanto no cambian, Ni temen a Dios. ¿Te imaginas, si nunca te ha sucedido aún, ser llevado a la cárcel injustamente, culpado de delitos que no cometiste? Durante los veintiocho años de nuestro ministerio, hemos visitado cientos de prisiones, predicando el evangelio a decenas de miles de presos y orando por ellos, comprobando que la mayoría de los presidiarios son culpables, de los delitos por los cuales fueron encarcelados, pero siempre hemos visto un pequeño porcentaje de personas recluidas injustamente, siendo inocentes de los cargos que les condenaron, produciéndose, dentro de sus almas, una depresión profunda o una rebelión frenética contra todo y, en especial, con total rechazo a Dios. Al no tener la confianza, en el Señor por desconocer la realidad de su existencia y de su infinita misericordia, estas infelices víctimas no pueden acudir en busca de auxilio divino, para clamar por su liberación, y se pierden la intervención de la justicia divina, que tiene absoluta potestad sobre todos los jueces de la 189

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tierra, quien los daría completa libertad, como hizo con David, cuando estuvo oculto en una cueva, sin poder salir, pues Saúl quería matarle a toda costa y había desplegado su ejército, en constante busca de su vida, lo cual es muy parecido a estar encarcelado, después de ponerse a gritar a Dios con trepidante clamor, según lo leemos en el maravilloso Salmo 142:1-7: Con mi voz clamaré a Jehová; Con mi voz pediré a Jehová misericordia. Delante de él expondré mi queja; Delante de él manifestaré mi angustia. Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda. En el camino en que andaba, me escondieron lazo. Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer; No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida. Clamé a ti, oh Jehová; Dije: Tú eres mi esperanza, Y mi porción en la tierra de los vivientes. Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido. Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo. Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre; Me rodearán los justos, Porque tú me serás propicio. Una vez me llevaron preso por una calumnia y, aunque tan solo permanecí unas horas en la comisaría y los policías no tuvieron el valor de ponerme las esposas, pues lo evitó el Señor, sin embargo estuve clamando a Dios, pidiéndole perdón para los calumniadores, mi liberación y, sobretodo, amparo emocional en favor de una niña, que habíamos acogido en nuestra comunidad de mujeres, pues había sido abandonada por su madre, la cual era alcohólica, drogadicta y prostituta, después de internarse en Remar para su 190

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rehabilitación y utilizarla como excusa, para entrar y volver a salir, cada vez que se recuperaba físicamente, la primera de ellas en mi propia casa, marchándose siempre de manera desenfrenada, y regresando de inmediato a revolcarse en el lodo, hasta que desapareció varios meses, volviendo después a recoger a la niña, pero utilizando una denuncia contra nosotros, acusándonos de haberla secuestrado. Descubrimos, posteriormente, que esta mujer jezabelina se había internado con unas monjas y, una vez que consiguió su confianza, las convenció para apoyarla en denunciarnos, lo cual no fue muy difícil de entender, pues la Iglesia Católica nos consideraba una secta dañina, utilizando al obispo de la ciudad para llevarse a la niña, consiguiendo hacerse cargo de su tutela, para arrastrarla en su loca carrera, por el infierno del mundo. Sin duda, esto me invita a leer, una vez más, otro clamor de David, pues nuestros enemigos parecen multiplicarse cada día, como le pasó a él, escrito en el Salmo 69:1-4: Sálvame, oh Dios, Porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa. ¿No son parecidas, aunque con muchísima mayor gravedad y peligro, las situaciones que sufrieron José en Egipto y Daniel en el foso de los leones, donde clamaron al Señor y 191

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los libró? En el Salvador, tuvimos un feroz ataque de calumnia, para usarnos de cabezas de turco y formar con nosotros una cortina de humo, de los jueces y gobernantes corruptos, que estaban traficando con huérfanos de la guerra, vendiéndolos a extranjeros, cobrando más de veinte mil dólares por cada uno y, al haber sido denunciados ante la ONU, que dispuso una investigación del caso, acusaron a nuestra ONG de secuestradores y vendedores de niños, encarcelando a diez de nuestros obreros, lo cual nos puso de rodillas, para clamar al Señor, insistentemente, suplicándole que hiciera honor a su nombre, Javeh Tsidkenu, cuyo significado es “Dios justicia nuestra”, resultando en la liberación de los presos y total exoneración de los cargos, con detracción de los medios de comunicación, que nos dieron publicidad por todo el país y fueron usados para sellarnos por Dios con un salvoconducto perenne, pues nunca más nos han vuelto a perseguir. Así nos ha pasado en muchas otras naciones, siendo socorridos siempre por nuestro invencible Protector, según lo testifico en mi libro: “Héroes de la fe”, habiendo experimentado angustias parecidas a las de David, lo cual nos ha hecho recordar las enseñanzas de Jesús, dadas en Lucas 18:1-7, al hablar de cómo la viuda recibió justicia del juez injusto, por ser vociferante y persistente, sabiendo que nuestro Padre es justo y acude pronto a socorrernos, cumpliéndose también en nosotros el Salmo 56:9: Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare; Esto sé, que Dios está por mí.

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Quiera Dios que no tenga necesidad de reprocharnos, personalmente, por vernos indolentes e indiferentes, ante las injusticias tan crueles que vemos en el mundo, en nuestro propio país, repitiéndonos las palabras dichas a Israel, por boca del profeta, las cuales leemos en Isaías 59:4: No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad. Una oración de clamor, muy peculiar, es la que produce el Espíritu Santo, dentro de nuestra alma, con una sed asfixiante, por ser atalayas del Señor, vigilantes sobre las torres de su pueblo, cuando Él nos quiere avisar de un inminente y enorme peligro, para pedirle revelación profética y de sabiduría, con el fin de poder librar a nuestros queridos tutelados y a nosotros mismos, de la tragedia cercana, haciéndonos completamente victoriosos, conforme al propósito del amor que tiene, a cada uno de sus hijos y ciudadanos de su reino, impulsándonos a suplicarle, con voz alarmante, de manera similar al clamor de una mujer que tiene dolores de parto, como nos exhorta Dios a hacerlo, en Jeremías 33:3: Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. En este mismo espíritu, nos sitúa el celo santo del Señor, por la salvación de las almas, si realmente estamos en sintonía con Él, llevándonos a clamar al Padre para pedirle que derrame la gracia del Espíritu Santo, expulsando a los demonios y quitando los obstáculos de prejuicios, mentiras, 193

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traiciones y todo tipo de ataduras malignas, que estorban a las personas, para abrir su corazón a la palabra divina, verbo hablante y viviente. Tomemos ejemplo del mayor evangelista de todos los tiempos, después de Jesús, que fue Juan Bautista, quien contestó a los sacerdotes y levitas, enviados para saber si había algún tipo de peligro que podría causar su éxito evangelístico, contra el sistema religioso dominante, cuando le preguntaron quién era, como podemos leer en Juan 1:19-23, respondiéndoles que él era la voz de uno que clama en el desierto, para enderezar el camino del Señor, explicando cómo había tenido que vencer a los demonios del reino de las arenas, lleno de serpientes y escorpiones, para pescar después a las almas y entregarlas a Jesús, dando divino cumplimiento al mandato escrito en Isaías 40:1-5, como palabra profética ya cumplida con él y por Jesucristo, aunque pendiente de ser corroborada por nosotros, mientras siga sentado a la diestra del Padre, pues significa que debemos seguir preparando a las mieses humanas, antes de ser cosechadas, con el poder de la oración de clamor a Dios y contra los ejércitos diabólicos de Satanás, apartándoles lejos, abriendo camino limpio, a la presencia del Espíritu del Señor, alzando valles, exaltando a los humildes, bajando montes y collados, humillando a los soberbios, manifestando la gloria de Dios, como luz de salvación para muchos. En esta manera, después de haber orado al Señor con ardiente clamor, pidiéndole que salve, sane y liberte a su pueblo, además de gritar contra los espíritus inmundos, podremos ir a exclamar delante del pueblo, como voceros divinos, provocándolo a volverse a Dios, para que se arrepientan y 194

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sean salvos, obedeciendo la palabra dada por Dios en Isaías 58:1: Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. Al ver la dureza del corazón de Israel, cuando estaban prosperados en Egipto, Dios les entregó como esclavos del faraón, en terrible humillación, con el fin de llevarles al arrepentimiento, empujándoles con la vara, para hacerles volver hacia Él, lo cual hicieron cuando ya estaban al límite de sus fuerzas, quebrantándose y clamando socorro, recibiéndolo del Señor, dándoles la liberación, a través del mesías Moisés, símbolo precursor del Salvador Jesús, según lo leemos en Éxodo 2:23-25: Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios. ¿No tenemos hoy el mismo Dios? Él nos asegura que no ha decaído su amor, ni su fuerza, para salvarnos de todo peligro, pero está esperando oír nuestros clamores, comprobando si ya se ha cumplido en nosotros el tratamiento disciplinario, que nos ha impuesto de prueba, disciplina o castigo, haciéndonos más humildes y respetuosos, con el fin de permitir que nos acerquemos a suplicarle su socorro, además de madurarnos espiritualmente e impulsarnos a avanzar en el cumplimiento de su propósito divino, que 195

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diseñó antes de crear el mundo, de hacernos a su imagen y semejanza, poniéndonos, por tanto, a clamar con máxima potencia y desgarro del corazón, ante cualquier grave situación, nuestra, de nuestros amados familiares o amigos y de cualquiera de los hermanos, al igual que debemos hacerlo, como verdadera intercesión, ante la horrenda expectativa del infierno, por las almas que se pierden, tomando ejemplo del Salmo 42:1: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Así, resoplando, con bramidos y rebuznos, como los del ciervo y del asno montés, cuando están asfixiados de sed y calor, o no pueden aguantar más las ansias, por el olor del celo de la hembra y no logran cubrirla, hemos de clamar a Dios, al atravesar los desiertos, de las crisis de fe, desaliento y soledad, o cuando anhelamos fervientemente, con furor, el crecimiento de nuestro ministerio, con la salvación de muchas almas y el levantamiento de abundante número de obreros, mientras parece que pateamos el polvo de la tierra y nos saltan los piojos. De igual manera, me asombra cómo reaccionan algunos pastores, cuando pierden una oveja o cordero, de sus rebaños humanos, incluso al ver a consiervos abandonando el servicio a Dios, quedándose impasibles o esbozando quejas sobre tales detractores, tratándoles como desertores, en lugar de ponerse a clamar a voz en cuello, hasta desgañitarse, pidiendo al Señor de las almas que los haga volver a sus rediles familiares, saliendo después en su busca, como burros desbocados y no parar de trotar sobre 196

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todos los obstáculos, hasta encontrarlos y, sacándolos de su escarnio, traerlos sobre sus lomos, de regreso al hogar del Señor, que es la iglesia. ¿Acaso no sabemos tomar ejemplo, de los mugidos de la vaca o los rugidos de la osa, cuando les han quitado sus crías? ¡Cuánto más hemos de clamar nosotros, rompiendo los aires y abriendo los cielos, al ver cómo el mundo nos arrebata los hijos espirituales! Dos veces seguidas se oyeron, en todo el Universo, y en el cielo de Dios, que está fuera de él, las oraciones lanzadas con fortísimo clamor, como truenos, por la boca de Jesús, estando crucificado, siendo la primera cuando llegó al límite de su dolor y la segunda para entregar su Espíritu al Padre, según lo leemos en Mateo 27:46 y 50: Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (...) Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Hay otra manera de orar con clamor que sale del júbilo por las victorias del Señor, a través de la cual le damos la gloria regocijándonos, aclamándole como Único Invicto, igual que hicieron los Israelitas, al ver el Arca del Testimonio, símbolo de Dios hecho hombre y de nosotros, hombres divinizados, pues así lo leemos en 1ª Samuel 4:57: Aconteció que cuando el arca del pacto de Jehová llegó al campamento, todo Israel gritó con tan gran júbilo que la tierra tembló. Cuando los filisteos oyeron la voz de júbilo, dijeron: ¿Qué voz de gran júbilo es esta en el campamento de los hebreos? Y supieron que el arca de 197

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Jehová había sido traída al campamento. Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! pues antes de ahora no fue así. Algo parecido ocurrió cuando Jesús hizo su entrada triunfal en Jerusalén, según está escrito en Lucas 19:37-40: Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. ¿Te imaginas al Señor teniendo que hacer hablar a las piedras, para avergonzarnos por haber callado, al no exaltar a Jesús con nuestras aclamaciones? Dicen que las piedras hablan y será posible llegar a escucharlas, haciendo de testigos fieles, en el juicio final, de las palabras dichas por aquellas personas que hayan vivido en soberbia y con endurecimiento de su corazón, aunque podemos anticipar, para hacer una pequeña aportación al asunto, que sabemos cómo las cintas magnetofónicas se hacen con polvo de piedra y también las oímos hablar con el eco, cuando éste reproduce nuestras palabras, aumentadas en potencia, al hacerlas rebotar sobre nosotros, de forma parecida a un boomerang, dejándonos bien clara la enseñanza de la ley 198

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universal de causalidad, la cual asegura, categóricamente, que no hay efecto sin causa, dejándonos la certeza de cosechar todo lo dicho y hecho por nosotros, sea bueno o malo, pues volverá, a favor o en contra nuestra, a no ser que lo malo sea borrado por la sangre de Cristo. Por lo tanto, hablemos solamente lo correcto, pero no dejemos de glorificar al Señor con tronantes aclamaciones, llenas de júbilo. Qué hermoso aviso nos da la palabra de Dios, cuando nos cuenta la parábola de las diez vírgenes, escrita en Mateo 25:1-13, diciéndonos cómo estaban todas dormidas, agotadas, pues el esposo se tardaba en regresar y leemos en el versículo seis que, a la medianoche, se oyó un clamor, diciendo: ¡Aquí viene el esposo, salid a recibirle! Es un clamor profético, pero ¿quién lo da? Sin duda que lo harán los vigilantes del pueblo de Dios, pues velan durante las vigilias de la noche, como buenos pastores, de la misma forma que lo hacían quienes pastoreaban a los rebaños naturales, cuando nació Jesús en Belén. Tú y yo podríamos ser, con otros muchos, los anunciantes de la venida de Cristo, con gran clamor, pues ya falta muy poco tiempo para que suceda, debiendo nosotros, por tanto, velar y orar, con la pasión del amor a Dios y a las almas, para ser hallados dignos de serlo. La oración de invocación, consiste en utilizar el clamor para llamar a Dios, incesantemente, por sus diferentes nombres, desafiándole a que responda honrándolos, dando testimonio de la realidad de los misericordiosos y gloriosos 199

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calificativos que significan, para obtener el cumplimiento, sobre nosotros o a favor de nuestros semejantes, de las promesas benefactoras que personalizan, sacándonos de apuros dramáticos, como hizo el ciego Bartimeo, tres veces seguidas, para recibir la vista del Señor, según podemos leer en Marcos 10:46-52, o hicieron diez leprosos, lo cual está escrito en Lucas 17:11-14, coincidiendo todos ellos en orar con invocación del nombre de Jesús, que significa Salvador y Sanador. Dios se aíra, con santo enfado, al comprobar que nadie invoca su nombre, a pesar de ser la expresión de la multiforme y abundante gracia implícita en Él, al ser muy variada su nomenclatura, como si no estuviéramos en constante peligro, aunque sí lo estamos, lo cual es una forma de manifestar, con nuestra pasividad, que ya estamos resignados a permanecer derrotados o, en el otro extremo, tenemos aires de autosuficiencia, pensando que no necesitamos nada del Señor, al estilo de la iglesia de Laodicea, a la cual denuncia Jesucristo por ser así, con las palabras de Apocalipsis 3:17: Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por esta causa, también el pueblo de Israel produjo un fuerte enfado a Dios, al ver que nadie le invocaba, según nos lo dice en Isaías 64:7: Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual 200

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escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades. A lo mejor no te ha sucedido aún, estar dando cara a la muerte, en angustia profunda, como tuve que experimentar dos veces, por darme un médico seis meses de vida, al comunicarme un posible diagnóstico, de una mancha negra tumorada en mi costado, en la primera situación dramática, y cuando prácticamente me ahogué en el mar, al intentar sacar a unos hermanos que se ahogaban, después de ser bautizados, en mi segunda pasada por el valle mortal, siendo impulsado, violentamente, a invocar el nombre del Señor, en ambas circunstancias trágicas, sin detenerme a razonar, ni siquiera pensar en otra cosa, recibiendo completo auxilio del Sanador y Socorrista de nuestras vidas. Es lo mismo que hizo Pedro, cuando se ahogaba y, en otra ocasión, hicieron todos los discípulos, estando en dos trances similares, al encontrarse, dentro de una barca y fuertemente zarandeados por tormentas tempestuosas, con enormes oleajes, pues invocaron, seguramente de forma clamorosa, a Jesucristo, el único nombre que es sobre todo nombre, por el cual hay salvación y vida eterna, recibiendo total auxilio y siendo puestos a salvo. Así aprendemos, experimentalmente, que Él es nuestro Buen Pastor y cuida perfectamente de nosotros, no debiendo temer nada, aunque sí invocarle cuando sea pertinente, porque tendremos siempre su compañía y protección, especialmente si atravesamos el valle de la muerte, como asegura el Salmo 23, en su versículo cuatro, por lo cual, si estamos en situaciones parecidas, podemos orar igual que lo hizo el 201

Oración de clamor e invocación________________________________________________

salmista David, invocando el nombre de Jesús, para ser rescatados de las garras del mal, incluso de la guadaña mortal, leyendo el Salmo 18:3-6: Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, Y seré salvo de mis enemigos. Me rodearon ligaduras de muerte, Y torrentes de perversidad me atemorizaron. Ligaduras del Seol me rodearon, Me tendieron lazos de muerte. En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo. Enseñemos a nuestros semejantes a orar, con invocación de los nombres de Dios, especialmente el del Señor Jesucristo y experimentarán la salvación de sus almas y todas las bendiciones divinas, porque así lo promete en su santa palabra, de Romanos 10:12-13: Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿No te parece oportuno, ahora mismo, clamar o invocar los nombres del Señor, para recibir nosotros su socorro, si lo necesitamos o en favor de aquellas personas amadas que están necesitadas de recibirlo? Bondadoso Padre, apelamos a tu infinita misericordia, suplicándote, con toda nuestra alma y alzando la voz, en hambriento clamor, para recibir tu auxilio. ¡Rescata del hoyo nuestra vida, porque Tú eres nuestro Libertador, Señor Jesús! 202

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¡Invocamos tu nombre Javeh Rhafah, Dios nuestro Sanador! Acongojados clamamos a Ti, para suplicarte que nos concedas el beneficio de tus llagas, sanando a nuestros familiares y hermanos de la fe, de sus dolorosísimas y graves enfermedades, dando honor a tu nombre. Javeh Jireh, dueño y Señor de todo cuanto existe, te invocamos, intercediendo con nuestros clamores, implorando tu provisión para los huérfanos y las viudas, especialmente en auxilio de los que ya estén en peligro de morir de hambre. ¡Honra tu nombre y provee! Oh, Santo Dios, más que nunca hoy invocamos tu nombre, Javeh Shalom, para suplicar tu pacificación, sobre las contiendas entre hermanos y ministerios, de los familiares resentidos y enfrentados, separados o en total división. Pacifica nuestras ciudades y apaga los fuegos de guerras entre las naciones, sobre todo el de Palestina e Israel. ¡Da gloria a tu nombre y envía tu Shalom! Amén. Salmo 145:18-19: Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.

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Oración de clamor e invocación________________________________________________

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Capítulo 12

ORANDO EN LAS ALTURAS: ORACIÓN DE GUERRA ¿Por qué se formaron las montañas, algunas gigantescas, después del diluvio universal? ¿Qué motivos tenía Jesús, para orar tan frecuentemente sobre las cimas de los montes, como también lo hacían los profetas, jueces y reyes de Israel? Sin duda, podemos responder, a la primera pregunta, afirmando que Dios los levantó, para marcar con ellos los tronos de potestades y principados diabólicos, quienes tomaron dominio sobre todo el mundo, bajo el señorío de Satanás, cuando se lo arrebató a Adán, al conseguir derrotarlo, haciéndole caer en pecado contra Dios y recibiendo el castigo divino, de ser maldita toda la tierra. Ahora comprendemos mejor la segunda respuesta, al resultar ser una consecuencia de la anterior, porque nuestro Salvador, como todos sus citados siervos, subían a las alturas montañosas para librar batallas espirituales, contra sus dominadores, practicando la invencible oración de guerra, que les hacía participar de la Omnipotencia de Dios, pudiendo, después de vencer, descender a los valles y ciudades para tener abundante pesca de almas y establecer, allí, el reino de Dios y su justicia, lo mismo que sucederá con nosotros, si luchamos de la misma forma, pues bien lo leemos en Miqueas 6:1-2: Oíd ahora lo que dice Jehová: 205

Orando en las alturas: oración de guerra _________________________________________

Levántate, contiende contra los montes, y oigan los collados tu voz. Oíd, montes, y fuertes cimientos de la tierra, el pleito de Jehová; porque Jehová tiene pleito con su pueblo, y altercará con Israel. Del valle al monte y viceversa, es el recorrido constante que hizo Jesús en su ministerio, culminando su triunfo en el Gólgota, monte de la Calavera, el cual forma parte de la inmensa montaña de Jerusalén, coronada por siete picos montañosos que la sobresalen, circunstancia repetida en algunas ciudades del mundo, sobre todo en las más importantes, constituyendo la escenificación de castillos y cuarteles principales, del reino de Satanás en este mundo, gobernados por principados diabólicos, quienes encabezan los reinos más preferidos del maligno, como son Babilonia y Roma, después de Jerusalén, al que considera el más importante, en rabiosa confrontación con su legítimo rey, que es el hijo de David. En un monte muy alto, probablemente se trató del Hermón, Jesús venció a Satanás, al no caer en sus tentaciones, igual que sucedió cuando fue tentado en el desierto y en lo alto del pináculo del templo, símbolo del trono eclesiástico, donde le puso el diablo, para tentarle religiosamente, siendo todas estas victorias el resultado del respaldo divino, pero también del fortalecimiento espiritual del Señor, al haber estado cuarenta días, con sus noches, ayunando y orando, en guerra espiritual y, una vez ganada totalmente, pudo enfrentarse de cara a Luzbel y vencerlo. 206

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Jesús oró en el monte Tabor, según afirman muchos entendidos, pues la Biblia no cita el nombre del lugar, al contarlo en Marcos 9:2, ni tampoco cuando lo repite en Mateo 17:2, dónde se trasfiguró, siendo lleno de la gloria de Dios e investido de su poder, para liberar, después, a un lunático, cuya posesión diabólica es una de las más resistentes y difíciles de vencer, pues el demonio tiene tomado el control mental de la víctima, de su voluntad y le impide, completamente, oír la palabra divina liberadora, al punto de no salir de su cuerpo el poseedor, sino por medio de la oración de guerra y el ayuno, como lo reveló el Señor, en los citados pasajes bíblicos. El Maestro subió solo a orar sobre otro monte, cerca del mar de Galilea y, después de luchar allí con oración de guerra, descendió para caminar sobre las aguas, enfurecidas por una tormenta, enfrentándose contra los vientos, siempre dirigidos por principados diabólicos, cuando buscan matar y destruir, aunque bajo el estricto y completo control de Dios, venciéndoles al reprenderles, como si tuvieran nombres y fueran personalidades, pues así es la realidad de sus identidades maléficas, produciéndose calma chicha, según nos lo recuerda Mateo 14:22-23, lo cual ya había sucedido con otra tempestad parecida, contada en Mateo 8:23-27, teniendo después que lidiar con dos endemoniados gadarenos, poseídos por muchos espíritus inmundos, de violencia y crueldad, a los cuales liberó por completo, permitiendo a los demonios entrar en un gran número de cerdos, es decir, en el hato que se encontraba 207

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cerca del lugar, para después despeñarlos, según podemos leerlo en los versículos que continúan, en Mateo 8:28-34. El Señor, subió a otro monte a orar y después bajó hasta la orilla del mar de Galilea, donde sanó a muchos enfermos e hizo numerosos milagros, como leemos en Mateo 15:2931. A veces, al visitar el monte Carmelo y recordar la hazaña de Elías, cuando luchó contra los Baales, desafiando a todos los ejércitos demoníacos, después de recibir, durante sus oraciones, el respaldo de Dios, logrando exterminar a todos sus representantes humanos, constituidos en falsos profetas, según lo narra 1ª Reyes 18:20-40, me viene la convicción espiritual para afirmar que deberá repetir, en su regreso al mundo, como uno de los dos testigos, descritos en Apocalipsis 11, el mismo juicio destructor, pues han vuelto los demonios representantes del principado Bel, probablemente los mismos perros, aunque con diferentes collares o quizá sean otros más poderosos, pero del mismo género, plantando, en el mismo lugar de hace casi tres mil años, un templo demoníaco de la secta Babilónica Bahái, funcionando de atracción para visitas turísticas, por los fabulosos jardines que lo rodean, además de ser usado para sus satánicos cultos, dirigidos por el mismo principado diabólico que usó a Jezabel de sacerdotisa asesina, matando a los siervos de Dios, en repetición satánica de la primera mujer proclamada diosa del cielo, que fue Semíramis, teniendo a la luna como símbolo, la cual tendrá cada día más preponderancia en el plan de Satanás, llegando a 208

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ser su lugarteniente o brazo derecho, cuando levante a la Gran Ramera mundial y llame a la guerra, que ya denomina santa, para enfrentar a todas las naciones, entre sí y civilmente, por la extrema locura de los nacionalismos, que ya van fermentando cada día más de prisa, con su orgullosa y despiadada levadura. Qué maravilloso, poder decir hoy, en medio de todos estos horrores del mundo, lo escrito en el Salmo 60:12: En Dios haremos proezas, y él hollará a nuestros enemigos. Por tanto, venciendo en las alturas, podremos descender a los pueblos y urbes, para tomar el botín de guerra, compuesto por vidas, haciendas y riquezas, dándonos la máxima satisfacción cuando conseguimos arrebatarle, al tirano maligno, las almas que tiene esclavizadas y oprimidas, además de la inmensa cantidad de riquezas terrenales que robó, como nos dice, metafórica y proféticamente, el Salmo 72:16: Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; Su fruto hará ruido como el Líbano, Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra. Como dijo Bunyan: “La oración es un escudo para el alma, un sacrificio para Dios y una plaga para Satanás”. ¿Quieres hacer temblar a nuestros enemigos reales, que no son humanos sino espirituales, dirigidos por Satanás? Entonces, afírmate diciendo las palabras del Salmo 144:12: Bendito sea Jehová, mi roca, Quien adiestra mis manos para la batalla, Y mis dedos para la guerra; 209

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Misericordia mía y mi castillo, Fortaleza mía y mi libertador, Escudo mío, en quien he confiado; El que sujeta a mi pueblo debajo de mí. La estrategia más importante, para lograr las victorias espirituales, no es predicar la palabra de Dios, sino orar, ocupando valientemente las trincheras de vanguardia, en la guerra contra los ejércitos del mal, que ya fue declarada desde hace mucho tiempo, pues el Rey Eterno vino al mundo para desafiar a su príncipe usurpador y vencerle totalmente, organizando sus ejércitos de ángeles y discípulos, capitaneados por Él mismo y teniendo, siempre, la autoridad invencible del Padre celestial y el constante apoyo del Espíritu Santo, proclamando esta irreversible confrontación, con sus palabras, escritas en Mateo 11:12: Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Otra frase, digna de recordar, es la legada por el sabio y temeroso de Dios Juan Newton, que dijo: “Satanás tiembla, cuando ve al más débil de los santos sobre sus rodillas”. Nosotros también podemos afirmar lo dicho en 1ª Samuel 2:4: Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los débiles se ciñeron de poder. Por eso debo recordarte, amado lector, que no te mires a ti mismo, ni midas tus fuerzas porque, si somos espirituales y humildes, conocemos muy bien nuestra impotencia, si ponemos nuestros ojos en Cristo y buscamos luchar en su Espíritu, logramos ser más que vencedores, pues suya es la 210

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batalla y la victoria. Glorioso es, por tanto, poder decir, como David, lo escrito en su Salmo 18:29 y 32-34: Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros. (...) Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino; Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas; Quien adiestra mis manos para la batalla, Para entesar con mis brazos el arco de bronce. Sí, es verdad que nuestros enemigos son gigantes, con apariencia de invencibles, pero nos hemos de agarrar fuertemente, por la fe, a la realidad de su total derrota, viéndolos expuestos públicamente, delante de los ángeles fieles y de todas las criaturas celestiales, en completa vergüenza y humillación, por medio del Hijo de Dios, quien los ha hollado bajo sus pies, como hacen siempre los cazadores, con las fieras cazadas, asumiendo nosotros el significado espiritual de dicha expresión, con la participación de nuestras piernas y demás miembros corporales, porque forman parte del Cuerpo de Cristo, para pisar a las bestias diabólicas, especialmente a serpientes y escorpiones, usando la autoridad divina, delegada por Jesús, cuando recibimos sus palabras tan personales que, también hoy, el Señor las dice, directamente a nosotros, al leer en Lucas 10:19: He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Es una gran tristeza ver a muchísimos cristianos viviendo como incautos, ignorantes de la guerra espiritual existente, 211

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acudiendo a congregaciones donde no pueden recibir la revelación divina, que les abra los ojos, para ver tantos horrores acechantes, por la multitud de maquinaciones diabólicas, ni tienen la autoridad espiritual para enfrentarlas cuando llegan, pues a todos nos alcanzan las pruebas, porque no creen en el bautismo de poder, ni en la realidad actual de los dones del Espíritu Santo, indispensables para ganar las batallas de la fe, diciendo que ya pasaron, en una torpe interpretación bíblica. Pablo afirma, rotundamente, dejándonos una fuerte advertencia, de los graves y satánicos peligros existenciales, que nos pongamos toda la armadura de Dios, por lo tanto no puede ser humana, para vencer, en la guerra sin cuartel que todos debemos afrontar, según lo leemos en Efesios 6:12-13: Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Para mayor abundamiento, de cómo debemos luchar, en las trincheras familiares, congregacionales, sociales, políticas y económicas, que son continuamente asediadas por los ejércitos diabólicos, quienes actualmente tienen, a la mayoría de esos frentes, bajo sus dominios, sigamos aprendiendo del apóstol más instruido por Dios, después de Cristo, que es Pablo, leyendo en su epístola 2ª Corintios 10: 3-4: Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no 212

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son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. La oración de guerra está bien indicada por Jesucristo, al hablar a sus discípulos de la señal más importante que debe cumplirse para establecer el reino de Dios en la tierra, expulsando al ocupante ilegítimo, cuando le acusaron los fariseos de utilizar el poder de Belcebú, principado diabólico de las moscas, corruptoras de todo aquello que pisan y chupan, para echar a los demonios y liberar a sus poseídos humanos, respondiéndoles lo escrito en Mateo 12: 27-28: Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Primeramente, hemos leído, en el texto anterior, que los mismos hijos de algunos fariseos ya habían echado demonios, en el nombre del Señor, como lo contaron los setenta discípulos suyos, al regresar de haber ido por delante, anunciando la pronta visita del Maestro, lo cual leemos en Lucas 10:17: Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Después, la escritura citada nos deja claro que solamente por el dedo de Dios, uno de los calificativos bíblicos del Espíritu Santo, se puede expulsar a los demonios, pues Él utiliza, para ello, uno de sus dones sobrenaturales, añadién213

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donos la clave práctica para librar estas batallas, que debemos agarrar con fuerza, como llave divina, para abrir e impedir que nadie cierre, cerrar y lograr un blindaje sobrenatural, tan irrompible que solo Dios pueda abrirlo, cuando Jesús continua diciendo, en Mateo 12:29: Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. Atar a los demonios opresores y desatar a los esclavos, rompiendo todas sus cadenas, de pecados, maldiciones, hechizos, idolatrías, brujerías, pactos diabólicos y un largo etc…, de la larga lista de argollas satánicas, es la forma más eficaz de la oración de guerra, utilizando las llaves del reino de los cielos, que nos ha entregado el Rey en persona, para cerrar, con sobrenaturales y divinos cerrojos, a los espíritus inmundos, causando bajas en los ejércitos de Satanás, al tomarlos como prisioneros, abriendo las horrendas cárceles espirituales y soltando a sus condenados, liberándoles de todas sus ataduras, haciendo uso de la afirmación divina del Señor, dicha en Mateo 18:18-19: De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. A lo largo de la Historia de la Humanidad, no han existido mayores celebraciones festivas que las recordatorias de 214

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importantes victorias bélicas, dejando sus fechas como memoriales, para marcar, todos los años, dichas fiestas, conmemorándolas con la máxima pompa, usando grandes desfiles militares y actos superpopulares, acompañados de músicas muy resonantes. Así sucede con algunas de las festividades de Israel, como la principal de todas, que es la Pascua, la cual recuerda, entre otras enseñanzas también muy importantes, la liberación del pueblo del libro, cuando Dios lo sacó de la esclavitud y el oprobio de Egipto, por haberlo escogido para transformarlo en su familia terrenal. También está la fiesta de Purín, que se celebra con mucha algazara, recordando la derrota de Amán y la anulación de su logrado decreto imperial, firmado por el rey Asuero, que dictaba el total exterminio de los israelitas, manifestando, una vez más, el delirio obsesivo de Satanás por destruir a Israel, desde los comienzos de su formación, como nación santa, apartada para el Señor, y recrudecido rabiosamente en nuestro tiempo, con frenética histeria, utilizando al Islam para intentar satisfacerlo, pero Dios siempre ha levantado valientes profetas, jueces y reyes, que se han transformado en gigantes siervos del Omnipotente, proclamando su victoria, como se declara en 2ª Samuel 22:30: Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros. Nosotros también recordamos y festejamos las onomásticas de las victorias espirituales, pero no con fanfarrias, sino glorificando al León de Judá, absoluto vencedor de todas ellas, con oraciones y cánticos, de aclamación y júbilo, diciendo las mismas palabras de David, escritas en el 215

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Salmo 18:37-42: Perseguí a mis enemigos, y los alcancé, Y no volví hasta acabarlos. Los herí de modo que no se levantasen; Cayeron debajo de mis pies. Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; Has humillado a mis enemigos debajo de mí. Has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas, Para que yo destruya a los que me aborrecen. Clamaron, y no hubo quien salvase; Aun a Jehová, pero no los oyó. Y los molí como polvo delante del viento; Los eché fuera como lodo de las calles. Es muy importante destacar, en la enseñanza sobre la oración de guerra, que las batallas pueden durar mucho tiempo, como le sucedió a Moisés, cuando libró una lucha crucial contra Amalec, utilizando el arma más poderosa, pues oraba desde lo alto de un collado, dominante sobre el campo de confrontación bélica, levantando sus manos al cielo, lo cual producía, inmediatamente, el avance vencedor del ejército de Israel; sin embargo, cuando bajaba sus brazos cansados, pues la lucha se alargaba, volvían los enemigos a recuperar sus posiciones perdidas, por lo cual, tomaron una piedra, símbolo de Cristo, donde se sentó, sosteniéndole las manos dos sacerdotes, Aarón y Hur, como testimonio inequívoco de la importancia que tiene orar en equipo, para cosechar las promesas del Señor, dadas a sus discípulos, cuando les dijo: Si dos, o más de vosotros, os pusierais de acuerdo en la tierra, acerca de cualquier cosa que pidáis, os será echo, por el Padre que está en los cielos, ya mencionado anteriormente, en Mateo 18:19, hasta lograr la victoria total, celebrándola con la edificación de un altar, llamándolo Javeh Nishi, que 216

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significa “El Señor es mi bandera”, marcando el territorio conquistado y constituyéndolo en lugar celestial de oración, con una puerta grande abierta al cielo, según podemos comprobar en Éxodo 17:8-16. Aprendamos, pues, por estas enseñanzas sabias a nunca dejar a medias la lucha espiritual, para que los mismos enemigos no vuelvan a zarandearnos, causándonos idénticos o peores daños, debiendo siempre recordar las palabras del apóstol, escritas en Santiago 4:7: Someteos, pues a Dios; resistid al diablo y huirá de vosotros. Con esta lección aprendida, no cometeríamos el error tan grave de Joás, que fue rey de Israel y no remató la guerra espiritual, claramente simbolizada en la actuación de Eliseo, cuando lanzó una saeta contra Siria, el pueblo más enemigo y feroz del suyo, que aún hoy sigue siéndolo, mientras proclamaba, proféticamente, la salvación de Javeh y la destrucción total de los ejércitos sirios, mandándole después, al rey, que golpeara la tierra, obedeciendo éste, pero golpeando solo tres veces, demostrando poco celo, por lo cual, recibió la profecía de vencer al enemigo solo en tres confrontaciones bélicas, mientras que, si hubiera dado cinco o seis golpes, les habría derrotado por completo, hasta no dejar ni uno de ellos, según está escrito en 2ª Reyes 14:19. ¿A qué fundadores de religiones se les atribuyen milagros, con testigos personales? Mahoma, Buda, Krisna y todos aquellos que añadamos a la lista, no han dejado ninguna 217

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huella sobrenatural y divina, salvo algunas leyendas fantasiosas, ridículas y contradictorias, como la extravagante locura que habla de la ascensión de Mahoma al cielo, montado en un caballo blanco, desde la mezquita de Jerusalén. Pero Jesucristo, que fundó el judaísmo religioso, en perfecto acuerdo y trabajo unido, con el Padre y el Espíritu Santo, dando la Thorá, la cual es la única religión verdadera, aunque no salva a nadie, pues sentencia y condena a todo el género humano, estableciendo un mejor pacto, dio su vida, en pago de todos los pecados humanos, volviéndola a tomar, resucitando, lo cual ya significa la manifestación de un milagro único, en toda la Historia de la Humanidad, además de hacer muchísimos otros, según reconocen los libros bíblicos y lo testifica el mismo Corán, al hablar de Jesús, con la maravilla continua de seguir haciéndolos, a miles, cada día, en distintos puntos de la tierra, desde que comenzó su ministerio, hace ya casi dos mil años, aunque los ha hecho siempre, antes de la existencia del mundo, mientras lo creó y durante todo el tiempo posterior, pero usando otros de sus nombres, hasta ser encarnado como hombre, existiendo hoy millones de personas que podemos declarar, por ser testigos presenciales, de la diversidad y abundancia de los mismos. Pues bien, el Señor nos ha confiado este poder divino, al ser sus siervos, de la misma forma que leemos en las escrituras cómo se lo entregó a otros muchos servidores suyos, ya llevados a su presencia, en las diferentes etapas del discurrir histórico de Israel, formado por los descendientes de Jacob y el añadido de los gentiles, injertados en él por Jesús, quien afirmó lo escrito en Juan 14:12-14: De cierto, 218

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de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. El obstáculo principal, para poner en práctica estas palabras y hacer nosotros estos prodigios, lo encontramos al rechazar estas promesas, con prejuicios y complejos de inferioridad, sin atrevernos a decir que Jesucristo es un mentiroso, pero teniendo la fijación mental, intelectual y sentimental de adjudicárselas, en exclusiva, a seres humanos superdotados y muy excepcionales, dejándonos engañar, así, por el maligno, pues cuenta para poco la categoría humana, igual que su capacidad, religiosidad, inteligencia o conocimiento, porque pueden ser, incluso, más impedimento que ayuda, pues la palabra de Dios solamente menciona, como única condición indispensable, para recibir los omnímodos poderes divinos, tener fe en el Señor Jesucristo. Personalmente lo tengo bien claro, pues habiendo yo sido un malvado, una vez regenerado por Cristo, he comprobado muchísimas veces y espero seguir haciéndolo, incluso deseando que sea en continua progresión de aumento, cómo me ha usado el Espíritu Santo para hacer milagros, sanidades y prodigios, con todo lo cual doy la gloria solo a Dios, sin tener méritos personales, ni ser una rareza humana, pero sí por confiar, cada vez más, en nuestro Salvador Jesús, apropiándome de sus promesas, aunque 219

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siempre dispuesto a cumplir las condiciones, del nuevo pacto que ha hecho conmigo, disponiendo siempre de la superayuda permanente del Espíritu Santo, que me guarda de pecar y pone todas sus bendiciones en mi vida, produciéndome tanto el querer como el hacer, esforzándome con su fuerza, comiendo yo sus poderosas palabras, que retumban como bombas atómicas espirituales, causando estragos gigantescos en los reinos malignos de Satanás, escritas en Juan 15:7: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Uno de los milagros bíblicos que más me impresiona, lo hizo El Señor a través de Josué, quien había sido capitán del ejército de Israel y, después de morir Moisés, ascendió a general en jefe de todo el pueblo, recibiendo las instrucciones estratégicas directamente de Dios, entre las cuales, en cierta ocasión le mandó a pelear contra los amorreos, ayudándole con la artillería pesada de grandes piedras de granizo, que arrojó desde los cielos, causando gran mortandad y sucediendo algo, tan impresionante, que nos costaría muchísimo creer, si no tuviéramos bien asumida la certeza de la Omnipotencia divina, que leemos en Josué 10: 12-13: Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: Sol, detente en Gabaón; Y tú, luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se detuvo y la luna se paró, Hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos. ¿No está escrito esto en el libro 220

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de Jaser? Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero. Hay muchas oraciones de guerra que podemos descubrir en la Biblia, con manifestaciones sobrenaturales sorprendentes, pero es mucho más importante que aprendamos a participar en las actuales, pues tenemos la invitación permanente del Señor para hacerlo, a través de sus palabras infalibles y perennes, en lugar de continuar como espectadores asustados y apocados, presenciando el avance, terrible, del enemigo del Señor y de las almas, que va devastándolo todo con sus aberraciones babilónicas, corrompiendo a multitud de naciones, dejándolas en tal estado de perversión que bien pueden desplazar a Sodoma y Gomorra de su récord histórico de máxima inmoralidad, pues tienen ya pervertida a una gran mayoría de sus habitantes. ¡Seamos agresivos y oremos a Dios, haciendo un violento llamamiento a la batalla! ¡Demos honor a la palabra divina de Éxodo 15:3, donde nos dice que Él es varón de guerra. ¡Clamemos al Creador y dueño absoluto de todo lo existente, quien reina para siempre, que se levante y nos dirija en la pelea! Oremos imitando a David, cuando desafió al Señor, diciendo las palabras del Salmo 9: 19-20: Levántate, oh Jehová; no se fortalezca el hombre; Sean juzgadas las naciones delante de ti. Pon, oh Jehová, temor en ellos; Conozcan las naciones que no son sino hombres. Derribemos, implacablemente, las murallas de las Jericó actuales, los altares a los Baales de todas las religiones, 221

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incluso aquellos que han sido levantados por los fariseos hipócritas y mercaderes del templo, infiltrados dentro de la iglesia de Jesucristo. ¡Sí, hagámoslo con incesante oración de guerra! Tomemos ejemplo de la gloriosa oración de Pedro, en lo alto de la azotea de la casa donde moraba en Jope, pues desbarató por completo el mayor prejuicio de los judíos, consistente en creer que solo Israel fue llamado a ser pueblo santo y eterno de Dios, rechazando, con el fanatismo del peor racismo, que es el religioso, a todos los gentiles, es decir, al resto de la Humanidad, como se relata en Hechos 10:9-35. ¿Oramos juntos, como guerreros del Señor? ¡Elohim, Adonai, Javeh: Tsidkenu, Shama, Shalom y Nishi, Enmanuel, Jeshua! ¡Invocamos tus gloriosos nombres, Omnipotente Dios y te rogamos que des gloria y honor a los mismos! ¡Desnuda tu santo brazo, ante los ojos de todas las naciones y tu fuerza de antes demuestra hoy! ¡Rompe los cielos y derriba los montes con tu fuego abrasador y desciende, pisando los tronos maléficos del mundo, para hacer notorio tu nombre delante de tus enemigos y haz que temblemos todos delante de ti, pues Tú eres el Único Generalísimo de todos los ejércitos, no solo humanos sino también celestiales! Amén. En tu nombre Jesucristo, nos ponemos de acuerdo, los lectores de este libro y un servidor, unidos en la fe, de las enseñanzas que hemos leído en este capítulo y como Cuerpo de Cristo atamos los espíritus de: Aborto, 222

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eutanasia, fornicación, adulterio, homosexualidad, pederastia, idolatría, brujería, espiritismo, satanismo, mentira, avaricia, robo, violencia, crimen, esquizofrenia, depresión, amargura, etc., pues podemos seguir luchando mucho más, lo cual haremos, por la gracia de Dios en nosotros, que nos dará el celo santo para ello, motivándonos a intensificar la oración de guerra, aumentándola. En obediencia a tu mandato, con el cual nos ordenas ir por todo el mundo, me atrevo a pedir tu respaldo para cumplirlo, rogándote Señor Jesús, que me concedas muchos pueblos, con gran número de redimidos tuyos y abundantes obreros, confirmando en mí, tu palabra dicha en el Salmo 2:8: Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.

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EPÍLOGO Estoy seguro que se podrán seguir escribiendo muchos más libros sobre la oración, sin agotar nunca la riqueza del perfume que ésta representa, en el plan de Dios, aunque me complace, grandemente, haber tenido la gracia del Señor para dejar este manual de oración, probablemente como el mayor legado de mi vida y ministerio, en beneficio de muchos miles de creyentes y obreros, que comen el pan de la vida y beben del agua del Espíritu, producidos en los hornos y, a la vez, fuentes de nuestras bocas, por ser predicadores, panaderos y aguadores, los pastores de Remar y la Iglesia Cuerpo de Cristo, de la misma forma que lo son muchos otros ministros del evangelio, pues podrán hacerlo cuando lo necesiten, incluso después de no ver más mi rostro, cuando sea llamado a la presencia del Señor, entrando en su tercer cielo, donde nos juntaremos para siempre. Aunque muchos hermanos, de la fe en Jesús, estén dispersos por toda la tierra, como en realidad lo están la mayoría, si les llega este menú bíblico, lo cual deseo y espero que se cumpla nada más editarlo, pues lo haré enviar a todos ellos, gratuitamente, por Internet, si quieren leerlo. Sin embargo, la lectura frecuente de estas enseñanzas, será asignatura 227

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obligatoria, por decisión del Consejo Pastoral Directivo, para todos nuestros obreros y en todas las escuelas de discipulado porque, si aprenden a orar, ya saben lo más importante, para sus propias vidas, las de sus familiares y de la grey que gobiernen, por transmitirles las revelaciones que han recibido, al estudiar este memorandum, con el fin de hacerles vivir en la dimensión celestial de la oración, sabiendo que, cuanto más tiempo estemos de rodillas, más seguros estaremos de pié, además de experimentar, en una manera creciente, cómo la oración por las personas, nos hace amarlas más que ninguna otra cosa hecha en su favor. Creo, con total convencimiento que, si el Espíritu Santo es mandado por Cristo, en su intercesión al Padre, para producir un avivamiento, en algún lugar del mundo, antes restaurará el altar de oración que allí se encuentre y levantará un ardiente grupo de incensarios de oro, con personas escogidas, sobre las cuales pondrá incandescentes e inagotables ascuas, del fuego de su celo santo, constriñéndolos a orar incansablemente, con denuedo y fervor imparables, estremeciendo de horror a las huestes malignas y alcanzando el centro del corazón del Padre, haciéndole chorrear cataratas de óleo santo. Pido disculpas, por los errores que puedan encontrar en este tratado de oración y les ruego me informen de ellos, para futuras publicaciones mejoradas y doy honra y gloria, por los aciertos, al Verbo Divino y al Espíritu Santo, pues son quienes me han inspirado en sus palabras de la Biblia, ya dadas a todos los hombres. 228

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