Libro Matrimonio

April 29, 2017 | Author: David Saportas Lièvano | Category: N/A
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INDICE

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PREFACIO.............................................................................................4 La valoración en el matrimonio .............................................................6 "Y serán un solo cuerpo " .....................................................................8 "La bendición de Eliahu Hanabi " .........................................................11 "Menos teoría y más práctica" ..............................................................14 "El verdadero cariño" ............................................................................16 "Mentir para preservar el Shalom" ........................................................19 "El llanto de la mujer" ............................................................................21 "Las pequeñeces de todos los días" ....................................................25 "La casa judía" ......................................................................................28 "Shalom... ¿con quién?" ......................................................................31 "Un poco de legumbre, pero con amor" ...............................................34 "El buen carácter" .................................................................................37 "El favor, la verdad y el Shalom" ..........................................................39 "¿Convivir o habitar en un mismo hogar?" ...........................................42 "Saber comprender a la mujer" ............................................................44 "La inteligencia de la mujer" .................................................................47 "El agradecimiento" ..............................................................................50 "Buscar lo bueno del otro" ....................................................................54 "El mérito de la Sedaká" .......................................................................57 "Control y dominio" ...............................................................................60 "No hacer sufrir al otro" .........................................................................65 "Aprendamos a conocernos" ................................................................68 "La sonrisa en el matrimonio" ..............................................................71 "Reforzar la fe" ......................................................................................74 "El estudio de Torá es la bendición del hogar" .....................................76 "La Tefilá, la Sedaká y las Berajot de los Sadikim" ..............................79 "La voz del dinero" ................................................................................84 "El valor de un minuto" .........................................................................87 "Nuestro secreto" ..................................................................................90 "La forma de corregir" ...........................................................................93 "Cómo responder a la crítica" ...............................................................95 "La bendición del Shabat" .....................................................................98 "Consejos para el hombre" ...................................................................100 "El sentimiento y el raciocinio" ..............................................................103 "Decisiones en conjunto" ......................................................................106 "La belleza de la mujer" ........................................................................109 "El complemento perfecto" ...................................................................111 "El sostén del marido" ...........................................................................115 "Cómo atravesar las situaciones difíciles" ............................................118 "La relación con los suegros" ...............................................................121 "La intromisión de los padres" ..............................................................123 "El ejemplo para los hijos" ....................................................................126 "La Tefila de Ribí Shimhon bar Iojai" ....................................................129 "Falta de coincidencia" .........................................................................132 "Tres consejos" .....................................................................................135

3 "Cuidado con las ofensas" ....................................................................138 "El viernes a la tarde" ...........................................................................141 "La comunicación" ................................................................................144 "Consejos para la mujer" ......................................................................147 "El respeto mutuo" ................................................................................149 "Aprender a hablar" ..............................................................................151 "Aprender a escuchar" ..........................................................................155 "Ejemplos de la vida diaria" ................................................................158 "La verdadera felicidad" ........................................................................161

PREFACIO

4 "Abarejá et Hashem Bejol Et Tamid Tehilató Befí" (Tehilim 34). "Bendeciré a Hashem en todo momento, siempre Su alabanza se encontrará en mi boca", por haberme otorgado de Su Bienestar todos los días de mi vida y por haber tenido el Zejut de poder estudiar y transmitir Su Sagrada Torá en nuestro querido Bet Hakeneset-Ieshibá Or Toráh acercando los corazones de nuestros hermanos al cumplimiento de los preceptos. Después de haber tenido la dicha que mis libros anteriores "La Torá y la Actualidad" y "La Luz de la Vida" fueran recibidos por la Comunidad argentina e hispanoparlante con tanta aceptación, tengo la inmensa alegría de presentar un nuevo libro sobre uno de los temas más necesarios para asegurar la continuidad de nuestro pueblo: el matrimonio según la óptica de la Torá. Tengo la esperanza de que este humilde libro pueda servir como guía o como un elemento de autoayuda en las situaciones normales que se presentan en todo matrimonio. En muchos casos, parejas han cambiado su manera equivocada de actuar luego de haber escuchado alguna disertación de un Rabino sobre el hogar judío o de haber leído alguna bibliografía al respecto. El motivo de ese cambio es simple: todo lo que se pueda escuchar o leer está basado en la fuente milenaria de nuestra Sagrada Torá que condujo a nuestros Antepasados a lo largo de las generaciones en lo que respecta a la relación con el prójimo y, por sobre todo, en el propio matrimonio. Esta pequeña obra no es la excepción. Todo lo que está escrito en ella no es sino lo que nuestros Jajamim nos han enseñado en distintos textos mencionados en la bibliografía detallada al final del libro. De ninguna manera se trata de expresiones propias del autor. En muchos casos y para hacer más amena la lectura, hemos acompañado los comentarios con sucesos de la vida diaria o con parábolas ilustrativas. Intentamos así que el lector sienta que le están hablando en primera persona y que su problema no es algo fuera de lo común o que sólo a él le sucede, sino que está contemplado claramente en la sabiduría de la Torá. Ella le dará la respuesta y la solución justa a su conflicto. Qué profundo es el concepto de nuestros Jajamim cuando nos enseñan: "Un hombre y una mujer que tienen Zejut, la Shejiná se posa en ellos" (Sotá 17). Esto significa que está en manos de la pareja transformar la unión matrimonial en un lugar sagrado en donde se deposite la Divinidad. Ese Santuario es el hogar judío cuando se construye con las bases de la Torá y no según los instintos de sus integrantes. Se trata de un Santuario donde la tolerancia, el respeto y el pensar en el otro dejando de lado el egoísmo personal, fundamentan su existencia. De esta manera lo llenan de alegría más allá de las vicisitudes que la vida pueda deparar. Nadie debe darse por vencido. Si hasta ahora se ha elegido un camino equivocado, siempre existe la oportunidad de modificarlo y quiera Boré Olam que alguno de los conceptos escritos en esta obra puedan ayudar a conseguirlo.

5 Para facilitar la lectura, hemos dividido el libro en comentarios sobre la Perashá semanal. Si bien en muchos capítulos el tema tratado gira en torno a la sección semanal de la Torá, la intención principal es que el libro pueda ser leído como un Dibré Torá en la mesa de Shabat en forma conjunta por el matrimonio. Sólo le pido -estimado lector- que analice y acepte con objetividad los puntos que considere que debe mejorar y que no utilice lo escrito para criticar a la otra parte. Quiero agradecer a todos aquellos que hicieron posible la edición de esta obra. A mis queridos padres, por haberme educado en el camino de nuestra Sagrada Torá, que el Todopoderoso les otorgue una larga vida llena de dicha, salud y tranquilidad. A los patrocinantes de este libro en un momento tan difícil desde el punto de vista económico que nos toca vivir, mi reconocimiento por su generosa colaboración para que podamos entre todos ver crecer cada vez más a nuestra Institución: Bet Hakeneset "Or Toráh", Escuela Integral Rabino Elías Suli Z"L, Jardín de Infantes Moré León Freue Z"L y Ieshibá "Or Toráh", destinatarios de los beneficios económicos de la edición de este libro. Al querido Kahal Kadosh de "Or Toráh" y a la Comisión Directiva del mismo, por el aliento constante para poder desarrollar mi humilde tarea más allá de las lógicas dificultades que se presentan. Mi especial agradecimiento a mis secretarios, Srta. Keila Nevaj y Sr. Fabio Leinado por su continua preocupación no sólo para que este libro llegue a vuestras manos en las mejores condiciones, sino también por alivianar mi tarea en todo lo que les es posible. Mi reconocimiento también a la Profesora Beatriz Acrich de Cohen, quien nuevamente y como en mis libros anteriores, ha brindado desinteresadamente su tiempo y dedicación para la corrección de los textos. Una mención especial al Sr. Gabriel Hambra y a su esposa Yudith por la colaboración para el diseño y dibujo de la tapa. Mis palabras de aprecio y estima para el Sr. Jaime Cohen Kichik quien, como en las anteriores oportunidades, fue el encargado de la confección de la tapa y la diagramación del libro. Ajaron Jabib: mi querida familia. Todas las bendiciones de Hashem para mi querida esposa y mis hijos por alentarme en todos mis emprendimientos y apoyarme con tanta comprensión y entendimiento. Que Hashem alargue nuestros días con felicidad y nuestros años con gracia y salud hasta la llegada del Mashiaj en nuestros días. Amén. Elevo mis ojos al Cielo y agradezco a Di-s con todo mi corazón, por haber tenido el mérito de poder dedicar mi vida a estudiar y transmitir la Torá Sagrada. Que seamos nosotros y nuestros descendientes, y los descendientes de nuestros descendientes, todo conocedores de Tu Nombre y estudiosos de Tu Torá en Nombre Divino. Bendito seas que enseñas Torá a Tu pueblo Israel. Rafael Freue

La valoración en el matrimonio

6 Uno de los conceptos básicos para alcanzar el éxito en cualquier grupo de personas que trabajan en algo en común consiste en saber valorar y respetar a todos los integrantes del mismo, puesto que mientras mejor se conviva, todo se podrá planificar y desarrollar de la mejor manera posible. Este punto fundamental en cualquier empresa, adquiere realce y es prioritario en el matrimonio, en donde el respeto y la valoración mutua es la raíz primordial que permitirá alcanzar la alegría y la felicidad que cualquier pareja desea y anhela. El éxito de cualquier empresa depende del valor que le demos. Gran parte de los problemas que hoy viven muchos matrimonios comenzaron por no saber valorar la empresa que ambos -marido y mujer- constituyen. ¿Cuáles son las causas de esa falta de valoración? Quizás una de ellas sea la influencia de ideas extrañas a nuestra fe, que consideran al matrimonio como si fuera una situación de la que -en lo posible- es mejor alejarse. Según esta teoría, quien no se casa no peca y, por lo tanto, se lo considera como si fuera una persona "sagrada". Este concepto contribuyó a que muchas personas observaran al casamiento como algo negativo. Los medios de comunicación que en muchos casos exageran noticias sobre matrimonios en conflicto, contribuyen también a crear una visión errada sobre una de las bases del pueblo judío: el matrimonio. La óptica de la Torá es completamente distinta. La ceremonia propia del casamiento recibe el nombre de "Kidushin" que en hebreo significa "santificación". No se trata simplemente de unir física y sentimentalmente a dos personas, sino que el tema es mucho más elevado aún. Dos facetas incluye el concepto de Kedushá (santidad). Por un lado, implica que no sólo que no se peca al contraer matrimonio, sino que por el contrario, el pecado se encuentra cercano a quienes no lo hacen. El hombre que forma su hogar con la santidad que el mismo requiere, estará protegido de caer en el pecado además de cumplir con el primer precepto que la Torá menciona: "Multiplicaos, aumentaos y llenad la tierra" (Bereshit 1). La mujer con su comportamiento recatado logra que las faltas que se cometan en su hogar sean perdonadas. El Midrash Tanjumá comenta que así como el altar expía los pecados de Israel, la mujer recatada purifica con su conducta a su hogar de cualquier pecado que se haya cometido en él. El valor de la Torá que el hombre estudia luego de haberse casado es mucho mayor que el de quien lo hace soltero, porque su estudio se realiza con pureza y sin pensamientos incorrectos. Sobre esa persona se cumple el versículo del rey David en el Tehilim 19: "El temor a Hashem puro se mantiene eternamente" (Iomá 22). Por otra parte, la segunda faceta de la Kedushá se refiere a que por intermedio del matrimonio, Hashem deposita Su Divinidad en cada hogar judío. Así dijeron nuestros Sabios: "Un hombre y una mujer que tuvieron Zejut, la Shejiná se encuentra entre ellos" (Sotá 17). No es circunstancial que las palabras "Ish" (hombre) e "Ishá" (mujer) posean las mismas letras en común y que sólo tengan a las letras "Iod" y "He" como no comunes y que forman a su vez el nombre de Hashem. Se refleja de esta forma la presencia Divina. Si lamentablemente el comportamiento de la pareja no permite que Hashem pose Su

7 Divinidad en el hogar, las letras comunes de ambas palabras, la "Alef" y la "Shin" forman el término "Esh" que significa fuego y que destruye el hogar. Los desastres que hoy observamos en muchos hogares, son consecuencia directa de haber olvidado que Hashem quiere permanecer en el hogar. Sólo que la pareja no le permite hacerlo al dejar de lado el respeto mutuo al que nos referimos anteriormente. No observar preceptos fundamentales tales como el Kasher, Taharat Hamishpajá, el Shabat, la educación de los hijos en el camino de la Torá y tantos otros preceptos básicos mencionados en la Torá, no permiten a Hashem posar su Divinidad en ese hogar. Hoy más que nunca debemos recomponer la verdadera familia judía -base de nuestro pueblo- sustentada en los principios que Hashem nos otorgó. Sólo con ellos encontraremos la felicidad con la presencia Divina en nuestro hogar. El matrimonio basado en los lineamientos de la Torá, es el que las estadísticas certifican como el más exitoso y el que registra un número ínfimo de divorcios. ¿Cuál es la clave? La valoración y el respeto mutuo. Cuando llega la noche de Shabat, el marido canta el "Eshet Jail" a su esposa, en donde a lo largo de veintidós versículos el rey Shelomo pondera y alaba a la mujer judía. Gracias a esta valoración del hombre hacia su mujer, la familia se mantiene y se consolida. Para el judaísmo, el matrimonio no sólo que es un hecho positivo, sino que es considerado como la base de quien se considere digno de ser llamado persona. "Toda persona que no se casa, vive sin bienestar, sin bendición, sin alegría, sin paz, sin Torá y no se llama persona", concluye en forma clara y terminante el Talmud en Iebamot 63. En el día de Iom Kipur, la fecha más sagrada del calendario judío, el Cohen Gadol cumplía una misión fundamental en el servicio que se realizaba en el Bet Hamikdash. La primera condición que se le requería para poder hacerlo, era que debía ser casado. Hasta hoy, y como un recuerdo de este principio, el Jazan que oficia en los días de Rosh Hashana y Iom Kipur debe ser casado, como lo determina el Shulján Aruj en el Simán 581 - 1. Todos sabemos la importancia del Shabat para el pueblo de Israel. ¿Cuál es el simbolismo con el que reflejamos la unión entre el Shabat e Israel? Precisamente con un novio y una novia. De esta forma, valoramos aún más el matrimonio. "Leja Dodi Likrat Kalá, Pene Shabat Nekabelá"; así comienza el canto con el que recibimos el Shabat y que significa: "Ve mi amado (Israel) al encuentro de la novia, la faz del Shabat recibimos". Los ejemplos de la importancia del matrimonio para la Torá podrían seguir, pero con lo expresado es suficiente para que valoremos el hogar que constituimos y tomemos de la Torá la guía para saber cómo conducirnos en él. Así alcanzaremos la felicidad y la alegría que tanto anhelamos.

"Y serán un solo cuerpo"

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Uno de los temas más importantes para la vida del Iehudi es la conducta con la que debe comportarse en su matrimonio. La Torá reglamenta y determina cuáles son las actitudes a tomar en todas las situaciones que puedan presentarse. Paradójicamente, muchas personas se consideran expertas y creen innecesario recibir orientaciones o consejos para obtener así una vida de felicidad. Quizás la influencia de novelas románticas o de películas cinematográficas les han hecho creer que saben absolutamente todo lo que su pareja siente en su corazón. Las discusiones y los problemas que la vida depara, les hace comprender -a veces en forma tardía- el error en que incurrieron. No sucede lo mismo con aquellos que valoran la sabiduría de la Torá. Ellos dedican parte de su tiempo tan precioso a estudiar y analizar profundamente las enseñanzas de la Torá para aplicarlas a la vida matrimonial. Comprenden que el tiempo que la pareja comparte en la vida es extenso. Si por ejemplo una persona comparte sólo una hora por día con su esposa, a lo largo de 50 años se habrán transformado en más de 18.000 horas. Por lo tanto, se debe saber cómo comportarse para poder disfrutar realmente todo ese tiempo. Por supuesto que no se trata de una tarea sencilla. Cuando alguien se encuentra circunstancialmente con otra persona, es relativamente fácil llevarse bien con ella y no tener discusiones. Si hay alguna diferencia podrá dejarse de lado, ya que luego del encuentro cada uno seguirá su camino. No sucede lo mismo en un hogar. Allí se comparte toda una vida con un ser que por naturaleza es distinto. Las vicisitudes de la vida transforman al matrimonio en una especie de olla de presión, en donde las malas cualidades salen a relucir en forma lamentable. Evidentemente, la mejor solución para evitar futuros problemas es estudiar estos temas y superarse continuamente para poder beneficiarse así con años llenos de éxito y felicidad. No debemos olvidar que gran parte de los preceptos que la Torá determina están basados en la relación con el compañero. La pareja de la persona no sólo que está incluida en este grupo, sino que es el primer ser al que debemos aprender a tratar. El Talmud en el tratado de Abodá Zará 17 comenta cuando los romanos encarcelaron a Ribí Jananiá ben Teradion y a Ribí Elazar ben Parta. Éste último le dijo a Ribí Jananiá: "Bienaventurado que fuiste atrapado por haber transgredido sólo una falta, pobre de mí que recibí cinco acusaciones". Ribí Jananiá le contestó: "Bienaventurado eres tú que a pesar de las cinco acusaciones salvarás tu vida. En cambio, yo fui acusado por una sola falta y no me podré salvar. El mérito que te ha protegido es que te has dedicado a estudiar Torá y a hacer Guemilut Jasadim. En cambio, yo sólo me he dedicado a estudiar Torá". El Talmud se sorprende de la respuesta de Ribí Jananiá y pregunta: "¿Acaso Ribí Jananiá no se ocupó de hacer favores? Hemos aprendido que era tesorero del dinero de la Sedaká y era tan confiable en su trabajo, que Ribí Eliezer Ben Iaacob dijo que nadie entregue dinero a una caja de Sedaká si el tesorero que la maneja no es

9 Talmid Jajam como lo era Ribí Jananiá Ben Teradion". Para corroborar esta idea, el Talmud relata que en una oportunidad se le mezcló a Ribí Jananiá dinero propio con dinero de Sedaká y para evitar cualquier duda, dejó todo el dinero para Sedaká. Tenemos así una prueba fehaciente de cómo Ribí Jananiá se había dedicado a hacer Sedaká y Guemilut Jasadim. La respuesta del Talmud es que si bien había hecho Guemilut Jasadim, no lo había hecho de acuerdo con lo que correspondía a una persona de su nivel. A pesar de toda la Torá que había estudiado y enseñado, hubo una acusación celestial en contra de Ribí Jananiá ben Teradion por no haberse dedicado a hacer Guemilut Jasadim en el nivel que le correspondía. Debemos tener presente que el Guemilut Jasadim empieza por casa y por sobre todo en la relación con la pareja. Es cierto, se puede ayudar a necesitados, visitar enfermos, consolar deudos y alegrar a novias entre tantos otros ejemplos de Guemilut Jasadim. Pero en el Shamaim analizan de manera especial cuál es el comportamiento de cada persona en su hogar, con quienes se encuentran a su alrededor. En base a esas actitudes, se juzga y califica en el Shamaim a cada persona. Para aclarar los conceptos aún más, podemos recordar aquellas palabras vertidas por el Rab Jaim Fridlender Z"L: "la obligación de hacer favores con el compañero es una Mizvá muy importante. En caso de que alguien no la realice como corresponde, si bien será acusado en el Shamaim por su error, no dañará en forma directa a su compañero, ya que seguramente otra persona llenará el vacío que él dejó. Pero con respecto al favor que debe existir entre marido y mujer, la situación es distinta. Lo que ellos no hagan nadie lo hará. Por eso, la misión de hacer favores en el hogar es mucho más importante que la de hacerlos con cualquier otra persona". Quizás el error consista -como comenta el Rab Iehuda Grinvald Shelita en su libro "Ladaat Baarez Darkeja"- en considerar al hogar como el lugar de la tranquilidad y el sosiego. El hombre piensa que luego de un agotador día de trabajo llegó el momento de descansar. Al ingresar a su casa se encuentra con que su mujer le comenta las dificultades del día, los niños reclaman su atención y el pobre marido se encuentra destruido. "¡Para esto llegué a casa! ¡No puedo descansar ni siquiera un minuto!". Es la reacción lógica de aquel que piensa sólo en sí mismo. Por supuesto que la mujer debe tener la suficiente inteligencia para dejarlo descansar cuando ingresa al hogar y no incomodarlo inmediatamente narrándole las dificultades diarias que debió afrontar. Pero el hombre por su parte debe saber que su preocupación debe estar en brindar siempre bienestar a quienes lo rodean y no en reclamar beneficios propios. Sobre el versículo de Bereshit 2: "No es bueno que el hombre se encuentre sólo. Le haré una ayuda frente a él", el Ramban formula la siguiente pregunta: "según la versión del Talmud en Erubim 18 que comenta que el hombre fue creado en un solo cuerpo junto a la mujer y luego Hashem los separó, ¿por qué no continuó

10 siendo la mujer parte de su propio cuerpo?". El mismo Ramban responde: "vio Hashem que era conveniente para el hombre que la mujer se encontrara frente suyo y que se uniera a él de acuerdo con su voluntad". Como bien explica el Rab Fridlender Z"L, la elección del hombre consistirá en acercarla o en alejarla con sus actitudes. Lo que en principio era natural ya que se encontraban unidos, deberá realizarse ahora por cuenta del hombre para que así se cumpla el versículo: "Y serán un solo cuerpo" (Bereshit 2). Cuando se invierte tiempo y esfuerzo para aprender a conducirse en el hogar, se recibe una ayuda celestial especial para construir un hogar judío con todo lo que este concepto incluye. En él se superarán todas las dificultades que puedan presentarse y por sobre todo se encontrará una elevación espiritual que será ejemplo para todos los matrimonios de Israel.

La bendición de Eliahu Hanabi

11 El Shalom es la base esencial para la convivencia humana. Así lo expresa Raban Shimhon ben Gamliel en el Pirke Abot 1: "Por tres cosas el mundo se mantiene: por la justicia, por la verdad y por la paz". Por otra parte, es la bendición por excelencia que Hashem otorgó al pueblo de Israel: "Hashem dará poder a su pueblo, Hashem bendecirá a su pueblo con paz" (Tehilim 29). No existe tesoro más precioso para Israel que el Shalom. El término que se utiliza para saludar a una persona al encontrarla es decirle precisamente Shalom, ya que es la mayor bendición que un ser humano puede alcanzar. La oración principal que decimos tres veces al día, concluye recordando que Hashem bendice a Israel con el Shalom. Cuando los Cohanim bendicen al pueblo, lo hacen como intermediarios entre el Creador y el pueblo de Israel. ¿En qué consiste esa bendición? La Torá en Bamidbar 6 lo detalla: "Que te bendiga el Eterno y te cuide. Que ilumine el Eterno Su Rostro hacia ti y te agracie. Que eleve el Eterno Su Rostro hacia ti y que deposite sobre ti el Shalom". Nuevamente, el Shalom es el broche final de la bendición de los Cohanim. Cuando el rey Shelomo destaca el valor y la importancia de la Torá, la compara con el Shalom. Así lo expresa en Mishlé 3: "Todos sus caminos (de la Torá) son caminos de gracia y todos sus senderos son de Shalom". Nuestros Sabios determinaron que en cada hogar de Israel se deben encender las velas en la víspera de Shabat. Uno de los motivos de esta Mizvá es que gracias a que la casa está iluminada, reina el Shalom en el hogar. Hasta tal punto el Shalom es importante, que la jurisprudencia determina para quien por su situación económica apremiante no dispone de dinero para comprar velas de Shabat y de Janucá y debe elegir entre unas y otras, deberá comprar el Ner de Shabat. Quien debe elegir entre comprar el Ner de Shabat o el vino para el Kidush, también debe comprar el Ner de Shabat. ¿Cuál es el motivo? La respuesta de nuestros Sabios es: "No existe nada más importante que el Shalom del hogar, representado en este caso por el Ner de Shabat". Cuando el marido regresa del Bet Hakeneset en la noche de Shabat e ingresa a su hogar, su primera expresión es: "¡Shabat Shalom!". En ese momento tan especial, se dirige a los ángeles que lo acompañan desde el Bet Hakeneset hasta su hogar y les dice: "Shalom Alejem Malhaje Hasharet...", "Shalom para ustedes, ángeles Celestiales". Luego de recitar el Kidush, los padres bendicen a sus hijos colocando sus manos sobre la cabeza de cada uno de ellos diciendo Bircat Cohanim que también expresa el Shalom. Quizás hubo un enojo en la semana, quizás la madre o el padre se molestaron con sus hijos por algún error que cometieron, pero en ese instante se olvida lo sucedido. Los corazones se unen frente a la luz del Shabat y el Shalom reina en el hogar. Cuando el Midrash se refiere a la importancia del Shalom, menciona el siguiente ejemplo: Un rey quiso probar a sus sirvientes para ver si eran dignos o no de su bendición. ¿Cómo lo hizo? Les dijo lo siguiente: "Si alguno de ustedes me pide algo se lo daré, sólo que a su compañero de tareas le daré el doble". Como había compañerismo entre ellos, cada uno se preocupaba por pedir primero, para que

12 así su compañero recibiera el doble. Cuando el rey vio esta actitud les dijo que no diferenciaría entre ellos, sino que a todos les daría por igual lo mejor. He aquí que el Shalom es la fuente de la Berajá. Pero había dos sirvientes que se odiaban y envidiaban mutuamente. Ninguno de ellos le pedía nada al rey, para evitar así que al otro le dieran el doble de lo que él solicitara. El rey observaba el silencio de ambos, hasta que uno de ellos tomó la palabra: "Mi pedido es..... que me saquen un ojo, ya que de este modo a mi compañero le sacarán los dos". El rey, al analizar el odio que existía entre ambos les dijo: "Les sacarán los ojos a ambos, ya que no son dignos de recibir mi bien". El valor del Shalom es en los momentos en que las ideas son distintas y no se comparten los mismos criterios. Los que valoran su importancia prefieren conceder y no transgredir la bendición del Shalom. "Busca el Shalom y persíguelo", nos enseña el rey David en el Tehilim 34, puesto que realmente es sencillo no discutir ni pelear cuando las ideas se comparten. "Osé Shalom Bimromav" (Iob 25), o sea, "quien hace el Shalom en los Cielos", porque nuestros Sabios nos enseñan que en los Cielos un ángel de fuego se encuentra frente a un ángel de agua y sin embargo no se dañan, ya que ambos fueron creados por el Todopoderoso con un solo deseo: servir a Quien creó el agua y el fuego. En una oportunidad, tres jóvenes se encontraron en un camino que conducía a una ciudad. Cada uno de ellos se dirigía a la ciudad por un motivo distinto. El primero tenía como objetivo encontrar una mujer virtuosa con quien casarse, debido a que consideraba que ésa era la base fundamental del hogar que deseaba construir. El segundo joven expuso que todo su interés estaba concentrado en obtener dinero ya que, según su criterio, era lo principal de su vida. El tercer joven buscaba un lugar donde poder estudiar Torá con concentración y profundidad. Eliahu Hanabi se presentó delante de ellos con la apariencia de un anciano y le preguntó al que ambicionaba dinero qué haría si realmente lo consiguiera. La respuesta del joven fue que se dedicaría a hacer favores al prójimo y a dar caridad. Eliahu Hanabi le dijo que no se olvidara nunca de lo que había dicho y le entregó una moneda sin explicarle por qué lo hacía. Cuando Eliahu Hanabi se dirigió al joven que deseaba estudiar Torá, escuchó que éste prometía que en caso de desarrollar sus conocimientos, se dedicaría a enseñar Torá a toda persona que quisiera aprender sin importarle si se trataba de un niño o de un anciano. Eliahu Hanabi le entregó un papel en el que estaban escritas las letras del abecedario hebreo y le recordó que no olvidara su promesa. El joven que deseaba casarse con una mujer virtuosa le expresó al anciano que cuidaría como base fundamental de su hogar el Shalom que reinaría en él. Eliahu Hanabi le indicó una puerta de la ciudad en donde encontraría a su pareja y así el anciano desapareció de la vista de los jóvenes.

13 El tiempo transcurrió y los tres jóvenes consiguieron lo que tanto anhelaban. Después de unos años, Eliahu Hanabi decidió probarlos para ver si cumplían con lo prometido. Se les presentó como un anciano muy pobre con dos pequeños huérfanos de su mano. En principio se presentó delante del joven que se había convertido en millonario y le solicitó una ayuda para los pequeños huérfanos. El joven le respondió que no disponía de tiempo para poder atenderlo. Eliahu Hanabi le recordó que tiempo atrás le había dado una moneda. En ese momento, el joven se descontroló, buscó la moneda, se la entregó al anciano y lo expulsó de su hogar. Al poco tiempo, el joven perdió toda su fortuna en un mal negocio. El anciano se dirigió con los dos huérfanos del joven que había estudiado Torá para solicitarle que le enseñara a los niños, porque éstos no tenían con quien hacerlo. La respuesta del joven fue que no tenía tiempo para perder con los niños, debido a que estaba estudiando temas muy profundos que requerían toda su concentración. Al recordarle el anciano que tiempo atrás le había dado un papel con las letras del abecedario, el joven se lo devolvió y se retiró del lugar. Al poco tiempo, una enfermedad imprevista hizo que el sabio joven olvidara todo el estudio que había adquirido. El anciano se dirigió entonces con los dos niños a la casa del joven que deseaba casarse con una mujer virtuosa. Se encontró precisamente con la esposa que los atendió amablemente, les sirvió de comer y les comentó que su esposo era pastor de ovejas y un excelente marido. Cuando el joven regresó a su hogar y se encontró con los invitados, bendijo a su esposa por haberlos atendido y por tener la cualidad de Abraham Abinu de recibir huéspedes. A pesar de que no había quedado comida para él, el joven no se enojó ni perdió la calma. Por el contrario, le ofreció dormir en ese lugar al anciano y a los niños, pero Eliahu Hanabi le respondió: "Hace un año te encontré en el camino con los otros jóvenes. Ellos no cumplieron lo que prometieron; en cambio, tú mantuviste tu promesa de respetar el Shalom de tu hogar y la Divinidad posa en él. Te hago entrega de la moneda y del papel que les había entregado a ellos. Desde hoy en adelante dejarás de ser pastor de ovejas para convertirte en el Rab de tu comunidad y además serás millonario y honrado por todos. El Shalom Bait es la base de la riqueza y de la felicidad". Que se cumpla en nosotros la frase con la que finalizamos la oración de todos los días: "Quien hace el Shalom en los Cielos, Él hará paz sobre nosotros y sobre todo Su pueblo Israel y dirán Amén".

Menos teoría y más práctica

14 ¿Cuántos comentarios leímos en nuestra vida sobre la importancia del Shalom Bait? Seguramente que muchos. Pero debemos preguntarnos: ¿todos esos consejos de la Torá han servido para mejorar nuestro comportamiento y corregir errores? O por el contrario, ¿somos los mismos que antes, con la diferencia de que adquirimos conceptos que no llevamos a la práctica? ¡Qué pregunta difícil! Pero real, ¿o no? Imaginemos nosotros a un burro cargado con los libros más filosóficos e importantes que existan en el mundo. ¿Por eso dejó de ser un burro? ¿De qué sirve saber si no se pone en práctica lo que la Torá nos aconseja para nuestro bien? El rey Shelomo en Mishlé 15 nos enseña: "Un oído que escucha reproches en la vida, sólo en los a, como si se tratara de un tema en el que él no estaba involucrado. Mientras tanto, el Rab del lugar al escuchar la disertación lloraba desconsoladamente. Cuando finalizó la conferencia, el marido en cuestión se acercó al Rab para felicitarlo por sus palabras y le dijo que compartía plenamente lo que había expresado. ¡Ni se dio por enterado de que el mensaje era para él! El Rab del lugar que se había puesto a llorar le agradeció al Rab porque las palabras vertidas lo habían hecho reflexionar. Recordó que le había pedido a su señora que le corrigiera unos apuntes que había escrito. "¿Acaso no le alcanza con todo el trabajo del hogar?", reflexionó arrepentido el Rab. "¡Gracias por abrir mis ojos!", le dijo al disertante. ¡Pensó que el mensaje era para él! El Talmud dice, en Shabat 127, que hay seis cosas por las que se recibe parte de pago en este mundo, quedando el capital íntegro para el mundo venidero: recibir huéspedes, visitar enfermos, concentrarse en la Tefilá, madrugar para ir al Bet Hamidrash, educar a los hijos con Torá y juzgar al prójimo para el lado bueno. Cada hogar judío debe estar basado en el ejemplo de Abraham Abinu que abría las puertas de su hogar no sólo para atender y dar de comer a los necesitados, sino por sobre todo para infundir la fe en el Todopoderoso y acercar al huésped al cumplimiento de la Torá y Mizvot. De esta manera, la casa judía se transforma en un pequeño santuario que irradia Emuná, recibiendo con alegría y satisfacción a quienes la visitan y alentando a quienes viven situaciones difíciles. Se cuenta sobre un comerciante, que visitó en una oportunidad una ciudad en busca de una mercadería determinada. Al entrar a la dirección que le habían recomendado, se sorprendió al ver a un vendedor bastante mayor que le contestó: "Lo siento, no tengo más esa mercadería, pero la puedes conseguir en la casa de mi padre... que vive cerca de acá". Sorprendido el comerciante por el hecho de que esa persona mayor tuviera padre y que trabajara, fue a esa nueva dirección y se sorprendió al ver a un anciano sentado en su silla trabajando, que le contestó: "Lo lamento, yo tampoco tengo esa mercadería, pero la puedes conseguir... en lo de mi padre, que vive cerca de acá". No podía creer el comerciante que este anciano tuviera padre. Al llegar a la nueva dirección, se encontró con un anciano que lo recibió y le vendió lo que necesitaba. El comerciante se animó a

15 preguntarle: "¿Qué mérito ha tenido usted para tener larga vida?". Contestó el anciano: "El mérito es de mi señora y ahora entenderás por qué". En ese instante, apareció la señora del anciano y éste le pidió que sirviera una porción de sandía para el invitado. La señora regresó con una sandía enorme y el anciano le dijo: "Nuestro invitado merece una sandía de mejor calidad; por favor, cámbiala por otra". La señora regresó al instante con otra sandía y se repitió la situación anterior, hasta que en la tercera oportunidad trajo una de la calidad que la honra del huésped merecía. Después de comer, le preguntó el anciano al comerciante: "¿Cuántas sandías crees que hay en nuestra cocina?". El comerciante contestó: "Por lo menos tres". "Te equivocas", le dijo el anciano, "sólo tenemos una, pero quise mostrarte nuestra alegría por recibirte en nuestro hogar. Mi señora siempre trajo la misma sandía. Ahora entiendes el mérito de mi mujer, ya que otra hubiese dicho: ‘No tengo otra sandía’, avergonzándome a mí y a ti, pero mi señora inteligente supo cómo comportarse correctamente por tu honor y por el mío". Aprendemos de este Maasé, cómo la mujer trae la bendición y la alegría a su hogar atendiendo de buena forma a sus invitados y poniendo en práctica las enseñanzas de Abraham Abinu.

El verdadero cariño

16 Los motivos que llevan a formar un matrimonio son distintos según se trate de una pareja observante de los preceptos o de quienes se encuentran alejados de los mismos. En este último caso, luego de un encuentro circunstancial se inicia una relación basada en una atracción física y en un sentimiento de amor mutuo. Se llega a la conclusión de que son tal para cual. Cualquier diferencia que pudiera existir, será cubierta por el cariño mutuo que se dispensan. Por varios motivos deciden casarse. En primer lugar, para ayudarse uno al otro, serán felices, formarán una familia, estarán acompañados en la vida y por sobre todo, se quieren tanto que no hay motivo para no contraer enlace. Si analizamos más profundamente, nos daremos cuenta que todos estos puntos giran sobre una misma base: el camino al matrimonio es la mejor garantía para obtener los mayores beneficios desde varios puntos de vista. Cuando surgen desentendimientos entre la pareja, esta base se desmorona y la puerta de la separación se abre de par en par. La creencia de que el amor que sustentaba la relación cubriría todos los inconvenientes no se cumplió en la práctica. ¿Por qué fue así? Porque era un amor ficticio, basado en la belleza o en sueños imaginarios y no en el análisis de las características verdaderas de la pareja. Distinto por completo es el matrimonio basado en los valores de la Torá. Sus integrantes saben la importancia que cada familia tiene para el pueblo de Israel en general. Formar un matrimonio es uno de los preceptos que la Torá establece, exactamente igual como lo es ayunar en el día de Kipur. Por eso, el concepto de amor para este tipo de parejas tiene otro significado. Para ellos, el amor es el medio que otorgó Hashem al ser humano para alcanzar el objetivo: formar una familia. Conceptos radicalmente opuestos a aquellos que se encuentran alejados de la Torá y piensan que la formación de la familia es el medio para encontrar y consolidar el amor preexistente. Cuando la Torá relata que Izjak Abinu contrae matrimonio con Ribka Imenu, el versículo de Bereshit 24 dice: "Y la trajo Izjak (a Ribka) a la carpa de Sara, su madre, fue para él su mujer y la amó". O sea que el verdadero amor que une a la pareja es posterior al matrimonio. Cuando cada uno de sus integrantes observa la preocupación y el esfuerzo del otro para complacerlo, los lazos del cariño basados en los principios que la misma Torá establece, unen a la pareja por toda la vida. Ese amor se multiplica con el correr de los días, a diferencia de lo que sucede en otros hogares en donde cada vez se debilita más luego del fervor existente en el noviazgo. De ninguna manera se trata de observar en forma negativa el sentimiento de amor que debe existir entre la pareja. Entre las bendiciones que se formulan en el momento de la Jupá, la última de ellas menciona: "Bendito Tú Di-s... que creó felicidad y alegría, al novio y a la novia,... amor, hermandad, paz y compañerismo". El propio Rambam en las Halajot que corresponden al matrimonio determina: "ordenaron nuestros Jajamim que el hombre respete a su esposa más

17 que a su propio cuerpo y que la ame como a su cuerpo" (Halajot Ishut 15). Sólo que éste amor está fundamentado en la valoración mutua que existe entre la pareja. No es un amor condicionado por un motivo, ya que en ese caso cuando el mismo desaparezca, el cariño se esfumará como si nunca hubiera existido. No depende de instintos, deseos o placer, sino que se fundamenta en una visión no egoísta que permitirá una elevación espiritual constante para alcanzar la verdadera felicidad. El verdadero amor está basado en saber tolerar y brindarse por el otro. Ese amor no está sustentado en la búsqueda de derechos o beneficios personales. Una de las diferencias básicas entre el ser humano y el animal consiste en que éstos se preocupan sólo por sí mismos. Nunca veremos a un perro o a un caballo que se moleste en llevar comida a otros animales de su misma especie. Por el contrario, cada uno peleará con el otro por la misma porción. El ser humano, creado a imagen y semejanza Divina, debe entender y sentir la necesidad del prójimo y esforzarse por ayudarlo. En una oportunidad, un Iehudi se presentó delante de su Rab para quejarse de un compañero que había abierto un negocio similar al suyo en la misma calle. El Rab le contestó: "¿Sabes por qué un caballo patea el agua de un arroyo cuando toma de ella? Sucede que al inclinarse para beber y observar a ‘otro caballo’ con sus mismas intenciones, se llena de furia y patea. Su falta de inteligencia no le permite entender que el ‘otro caballo’ es él mismo y que el arroyo tiene agua suficiente para ambos". El Rab terminó diciendo a su alumno que no debía comportarse pensando que un hermano suyo le sacaría lo que a él le corresponde. Debía alegrarse que existiera otro Iehudi que encontrase el sustento para su familia. Por otra parte, no debía preocuparse, ya que Hashem le daría a él lo necesario para la vida. Este tema adquiere una relevancia fundamental en el matrimonio, donde tanto el marido como la mujer se comportarán como seres humanos sólo si realmente se preocupan por el otro y por sus necesidades. Pero si se limitan solamente a buscar un provecho propio y a recibir lo que necesitan, sin preocuparse por brindar al otro lo que éste espera y le corresponde, no tendrán diferencia en sus actos con el comportamiento de los animales. Debemos trabajar sobre nosotros mismos para sacar el egoísmo de nuestros corazones y llegar a sentir que somos un sólo cuerpo junto a nuestra pareja. El cariño es la base de la vida matrimonial, ya que representa la unión que reclama la Torá: "Vehaiu Lebazar Ejad" ("Serán un solo cuerpo"). Existen dos formas de afecto: 1- Cariño para recibir, o sea querer a la otra parte por provecho propio, para sentirse mejor. Esto es en verdad quererse a sí mismo, porque significa estar preocupado por satisfacer sus propios deseos sin tener en cuenta la voluntad del otro; y 2- Cariño para dar, se refiere a estar dispuesto a sacrificar los intereses personales para conformar a la otra parte. Anularse a sí mismo con tal de que el otro sea feliz.

18 Contrariamente a lo que piensa la persona, está escrito en Masejet Derej Erez capítulo 2: "Si deseas amar al prójimo, preocúpate por darle el bien". Nuestros Sabios nos enseñan: "No se da porque se quiere, sino que se quiere porque se da". La raíz de este sentimiento es que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Di-s. Él nos da absolutamente todo sin recibir nada a cambio. Por eso, también el hombre podrá amar al prójimo sólo después de haberse brindado íntegramente por él. En una oportunidad, una persona fue a comer a un lugar de primera categoría y ante la pregunta del mozo sobre qué era lo que deseaba comer, le respondió: "yo quiero mucho a los peces". El mozo se dirigió a la cocina y al poco tiempo trajo una bandeja con distintas clases de pescados. Alguien que presenciaba lo que sucedía, con mucha inocencia le dijo: "Tú no quieres a los peces, ya que si así fuera, hubieras solicitado que te trajeran una pecera con peces de todo tipo. Lo que sucede es que te quieres a ti mismo y como consecuencia de ello, te honras comiendo pescado". El amor verdadero a alguien se demuestra por la necesidad de brindarle todo lo que se encuentra al alcance de uno. Por eso, el término "amor" en hebreo es "Ahabá", cuya raíz proviene de la palabra "Hab" que significa dar. Si cada uno de los integrantes de la pareja tuviera ese sentimiento de unión hacia el otro y no hacia sí mismo, sería fácil de hallar la felicidad que la Torá reclama para el hogar judío. Si brindamos todo nuestro corazón a nuestra pareja, seremos correspondidos por el mismo sentimiento, compartiendo un hogar lleno de alegría y felicidad.

Mentir para preservar el Shalom

19 En la Perasha Lej Leja está escrito: "Y fue cuando se acercó (Abraham) para ir a Egipto, le dijo a Sara, su mujer: "He aquí que sé que eres una mujer de hermosa apariencia" (Bereshit 12). Rashi comenta en nombre del Midrash que, debido al recato que ambos tenían, Abraham no se había dado cuenta hasta ese momento de la belleza de su esposa a pesar de todos los años que habían convivido. Al ver durante el camino el rostro de su mujer reflejado en un arroyo de agua, tomó conciencia de su hermosura. Evidentemente, estos conceptos muestran el grado de espiritualidad alcanzado por ambos, siendo prácticamente ángeles más que seres humanos. Sin embargo, cuando los tres ángeles en forma de personas visitaron a Abraham Abinu, le preguntaron: "¿Dónde está Sara, tu mujer?". El Talmud en Babá Mesiá 87 explica que los ángeles sabían dónde estaba, pero querían hacerle saber a Abraham que su esposa era recatada, para que así la quisiera y valorara aún más. A pesar de que -como explicamos- el nivel de ambos era espiritual completamente y que se trataba de ancianos (100 y 90 años respectivamente), los ángeles se preocuparon porque el Shalom entre ellos se reforzara. Podemos deducir entonces la importancia del Shalom en un hogar, cualquiera sean las características del mismo. El Talmud en Iebamot 65 nos enseña que está permitido mentir para preservar el Shalom. Lo deduce del suceso en donde Hashem le dijo a Abraham Abinu que Sara se había sorprendido al escuchar que tendría un hijo y había dicho: "Yo soy anciana". En realidad, la expresión de Sara Imenu había sido: "Y mi marido es anciano", pero Hashem cambió las palabras para mantener el Shalom. ¿Por qué Abraham se iba a ofender con su mujer por su frase: "Y mi marido es anciano"? ¡Era la realidad! El propio Abraham había dicho sobre sí mismo: "¿Una persona de cien años puede ser padre?". De todas formas, Hashem evitó -al cambiar la expresión de Sara- la más mínima posibilidad de enojo o distanciamiento entre la pareja, a pesar de lo ancianos que eran y de la condición espiritual especial que ambos poseían. El Talmud en Iebamot 63 comenta que Rab tenía una mujer que lo hacía sufrir y le cocinaba lo contrario de lo que él deseaba en ese momento. Cuando su hijo llamado Ribí Jiá creció, le mentía a su madre diciéndole lo contrario de lo que su padre deseaba realmente, para que así comiera lo que sí esperaba. Cuando Rab se dio cuenta de la picardía de su hijo lo corrigió y le dijo: "tú no actúes así, ya que estás mintiendo y el Profeta Irmeiá reprocha a Israel por acostumbrarse a mentir". Nuestros Sabios preguntan: "¿Por qué Rab le dijo a su hijo: tú no actúes así?". De esto se deduce que otra persona sí podría mentir. La respuesta es que se puede mentir para lograr el Shalom Bait, pero esto es sólo para una persona mayor que en su vida se destacó siempre por decir la verdad. En algún caso excepcional, se le permite mentir para preservar el Shalom. En cambio, un joven como Ribí Jiá corre el peligro de acostumbrarse a mentir. Por eso Rab mencionó la referencia del versículo de Irmeiá que habla de acostumbrarse a mentir y no la de Vaikrá 19 en la que claramente la Torá menciona: "No mientas". De todas formas, el

20 Shalom es tan importante que como vimos, en determinados casos está permitido faltar a la verdad con tal de preservarlo. Es tal la importancia del Shalom en el matrimonio, que los Jajamim resaltan la labor de Aharon Hacohen para reconciliar a quienes se encontraban distanciados. Aharon tenía el cargo de Sumo Sacerdote, lo que implicaba ocupar varias horas del día para el trabajo del Mishkan. Por otra parte, junto a Moshe era el encargado de enseñar día y noche la Torá al pueblo de Israel. Cada instante de su vida era aprovechado al máximo. No había segundos de desperdicio. A pesar de todo, se preocupaba de ayudar a miles de familias a superar las desavenencias que se presentaban, acercando los corazones de la pareja. Como una demostración de agradecimiento a su tarea, muchos niños que nacían luego que el matrimonio superara sus conflictos, eran llamados con el nombre de Aharon. Por eso, cuando ocurrió su fallecimiento, el duelo no fue sólo para sus familiares o para quienes estaban cerca suyo, sino como lo indica la Torá: "Y lloraron a Aharon treinta días todo el pueblo de Israel"(Bamidbar 20). ¿Cuál era la fórmula que utilizaba Aharon para hacer el Shalom? En Abot de Ribí Natan 12 está detallado cuál era su proceder: "Cuando dos personas estaban enemistadas, Aharon se dirigía a una de ellas y le decía: "hijo mío, tu compañero está arrepentido, rasga sus ropas de dolor por lo sucedido, se avergüenza de observar tu rostro por haber faltado a tu honra". Aharon no cesaba de hablar hasta que lo convencía de llegar a una reconciliación. Luego Aharon se dirigía a la otra persona y le expresaba las mismas palabras que le había dicho a su compañero. El resultado era que cuando ambos se encontraban se abrazaban uno al otro, perdonando cualquier actitud anterior". Los Jajamim nos relatan este detalle del proceder de Aharon para que nosotros sepamos aplicarlo en la vida diaria. Se trataba de toda una profesión: escuchar al otro con atención y expresarle lo que él deseaba escuchar. Todo es válido si el objetivo es alcanzar el Shalom. Para utilizar este proceder, no es necesario esperar el momento en que debamos ser intermediarios en alguna discusión. No hay que esperar mucho tiempo para tener el Zejut de realizar esta Mizvá tan importante. Podemos empezar por nosotros mismos. En nuestro hogar, podemos seguir la indicación de Aharon: decir lo que el otro quiere escuchar. Quizás no sea la verdad estricta. De todas formas, alcanzar el Shalom como objetivo lo justifica. Normalmente, se cree que la verdad implica decir las cosas como realmente son y la mentira es precisamente lo contrario. Sin embargo, esta regla contiene muchas excepciones. En algunos casos, estará prohibido decir una verdad si ésta sólo traerá consecuencias negativas. Si contar los sucesos tal como fueron realmente provocará un daño, esa "verdad" se convertirá en una terrible mentira. Si el objetivo que se busca es verdadero, aunque se modifiquen los sucesos de cómo realmente fueron se estará llegando a la verdad. En resumen, la verdad y la mentira dependen del objetivo buscado.

21 Esta base aplicada con un criterio certero, es utilizada por el Rab Dessler Z"L en su libro Mijtab Meeliahu para explicar el comportamiento de Iaacob Abinu cuando se hizo pasar por Esav para recibir la bendición de su padre Izjak. ¿Cómo es posible? Iaacob Abinu se distingue entre los Patriarcas por su cualidad del Emet. ¡Sin embargo, en las apariencias engañó a su padre! El Ialkut Toledot nos da la respuesta, al comentar el versículo de Bereshit 27 posterior al momento en que Izjak se dio cuenta de que había sido engañado por Iaacob: "Y se estremeció Izjak de sobremanera y dijo: "¿Quién es?". Su pregunta real fue que se había dado cuenta de que hubo un engaño de Iaacob y quería saber quién era el responsable del mismo: si Iaacob por haberlo llevado a la práctica o él mismo por haberse dejado engañar. Hashem le contestó como continúa el versículo: "Él se dedicó a cazar". O sea, Hashem le dijo que ambos no eran responsables por lo sucedido, ya que habían puesto las cosas en su lugar como realmente correspondía: Izjak debía bendecir a Iaacob. Sólo Esav, quien "cazaba con su boca" al engañar a su padre, era el responsable y no merecía la bendición de Izjak. Iaacob había actuado forzado por su madre, sin intereses personales, sólo para lograr el objetivo que Hashem había determinado: que él obtuviera la bendición de su padre. Por eso, debió utilizar lo que aparentó ser una mentira. Pero la mentira en nombre de la verdad, se convierte en la verdad más estricta. Iaacob Abinu es el símbolo del Emet. Para alcanzar ese título debió pasar una prueba muy difícil. Para el que analiza sólo superficialmente lo acontecido, puede parecerle equivocadamente que Iaacob mintió. No fue así. Él nos enseñó que la verdad está íntimamente relacionada con hacer Jesed, como bien lo menciona el rey David en el Tehilim 85: "El favor y la verdad se encontraron, la rectitud y el Shalom se besaron". Uno depende del otro. No existía mayor Jesed para Iaacob Abinu que impedir que Esav el perverso recibiera por medio de la bendición de su padre Izjak la herencia espiritual de Abraham Abinu. Iaacob tenía ese desafío y debía cumplirlo. Así lo hizo y recibió el título de Ish Emet: el hombre de la verdad. Que en nuestra vida diaria recibamos su enseñanza. Que tomemos el ejemplo de aquel Rab que en la noche del Seder al derramar uno de sus huéspedes el vino sobre la mesa, procedió a hacer caer también él su copa de vino en forma intencional y decirle a su esposa: "¿Qué sucede? ¡Parece que alguna de las patas de la mesa está floja!". El huésped respiró aliviado, la vergüenza desapareció de su rostro. ¿El Rab mintió? De ninguna manera, no existe una verdad superior a esa pequeña mentira. Bienaventurados quienes apliquen a los actos de la vida las enseñanzas que nuestros Sabios nos legaron. Tendrán el Zejut de vivir con alegría en este mundo y recibir el verdadero pago en el mundo venidero. "El llanto de la mujer" El Shela Hakadosh comenta en Perasha Vaiese: "El hombre debe comportarse con humildad y tranquilidad en su hogar. No debe obligar a su esposa a realizar cosas que ella no desea, sino que debe hablarle siempre de buena manera. Así

22 dijeron los Jajamim: Quien tiene Shalom en su hogar, es considerado como si estuviera en Shalom con todo el mundo. El Zohar Hakadosh comenta al respecto: "El hombre debe comportarse en su hogar con tranquilidad y alegría sin que teman de él". El hombre es el que dirige su hogar y por lo tanto la responsabilidad del Shalom recae sobre sus hombros. Esta obligación se manifiesta de dos formas: 1) sus expresiones deben ser dulces y suaves, llenas de tranquilidad y comprensión. No deben ser con tensión, nerviosismo ni ofensivas. 2) su comportamiento y actitudes deben ser con gracia y serenidad, a pesar de las situaciones que se puedan presentar. El Talmud, en Babá Mesiá 59 comenta al respecto: "Siempre el hombre debe cuidar de no hacer sufrir con sus expresiones a su mujer". El mismo Talmud explica el motivo especial que existe en este caso: la mujer es por naturaleza muy sensible. La prueba contundente de ello es que su llanto es más frecuente y espontáneo que el del hombre. Por lo tanto, es obligación de cada marido alegrar a su esposa y no hacerla sufrir con sus actitudes o expresiones, ya que su dolor es mucho más profundo que el del hombre. Se debe tener presente en cada circunstancia de la vida el precepto de la Torá: "No hará sufrir el hombre a su compañero" (Vaikrá 25). Hasta tal punto llega este concepto, que incluso quien hace sufrir a su señora sin haber tenido esa intención puede recibir un castigo, como podemos observar en el siguiente suceso que relata la Guemará en Ketubot 62: "Rab Rejumi regresaba a su hogar todos los años en la víspera de Iom Kipur, luego de permanecer durante mucho tiempo estudiando en un Bet Hamidrash, ubicado lejos de su casa. En una oportunidad, se concentró tanto en su estudio que se retrasó del horario normal en el que solía regresar. Su esposa esperaba ansiosa y preocupada: ‘¿Cuándo llegará mi esposo?’. A cada instante decía: ‘¡Ya llegará, ya llegará!’. Su dolor hizo que en un momento determinado se derramaran unas lágrimas de sus ojos. Su marido seguía estudiando profundamente en el altillo de la Ieshibá y en forma imprevista, se derrumbó el techo sobre él y falleció instantáneamente". Este terrible suceso es explicado por el Rab Jaim Shmulevich Z"L en su libro "Sijot Musar" de la siguiente forma: "El castigo que recibe quien hizo sufrir a su compañero no es simplemente para tranquilizar al perjudicado, puesto que, como vemos en este caso, la muerte de Rab Rejumi habrá provocado muchas más lágrimas a su señora que las que había derramado anteriormente. El concepto real es que la ofensa o el daño al prójimo es como un fuego que consume: todo el que pone su mano en él se quema. No se trata sólo de un castigo por su actitud, sino que es una ley natural y real". Sucedió en una oportunidad con Ribí Zalman Malsu Z"L, que estaba viviendo en la casa de una familia, y fue a visitarlo un alumno suyo con quien se puso a conversar palabras de Torá. En un momento, el alumno vio que su maestro se levantó y rápidamente salió fuera de la casa. El alumno siguió al Rab y le preguntó el motivo de su actitud. La respuesta fue: "La mujer que trabaja en la limpieza de la casa comenzó a cantar y está prohibido escuchar cantar a una mujer; por eso me retiré". El alumno le sugirió al dueño de la casa que le pidiera a la mujer que

23 dejara de cantar para que el Rab pudiera ingresar. El Rab instantáneamente respondió: "¡Déjenla, ella está ocupada con su trabajo! Está feliz con lo que hace y soy yo el que no puede escucharla. ¿Por mí debe sufrir? Yo debo salir para que ella siga cantando". Aprendemos de este suceso hasta qué punto debemos cuidarnos de no hacer sufrir al otro, a pesar de que la intención sea cumplir con algún precepto. Con mucha más razón, que el hombre no debe hacer sufrir a su mujer, ni provocarle un dolor o avergonzarla, ya que se provoca de esa forma un daño a sí mismo. Nuestros Sabios nos enseñan que los primeros días del matrimonio marcan una senda para toda la vida. Los primeros siete días del matrimonio son días de celebraciones y banquetes, en los cuales se alegran los novios y sus parientes. Y esos banquetes no son sólo para saborear ricas comidas, sino principalmente para agradecer a Hashem por la boda, y para aprovechar la ocasión invitando a los parientes y amigos a participar de la alegría. Se cumple una gran Mizvá al asociarse en ella. La Simjá de los Siete Días de Banquetes (Sheba Berajot-Siete Bendiciones), tiene su antecedente en la Torá. En el libro Pirke Deribi Eliezer figura que lo aprendemos de lo que está escrito en la Perasha de esta semana, cuando Iaacob contrajo matrimonio con Lea, luego de lo cual se celebraron siete días de banquetes. En esa oportunidad, se congregaron todos los habitantes del pueblo a celebrar. Dijo entonces Hashem: "Ustedes le hicieron un favor a mi siervo Iaacob (de acompañarlo en su alegría). ¡Yo les daré a ustedes una recompensa eterna a través de vuestros hijos!". También hemos visto una celebración de "Sheba Berajot" en el Libro de los Profetas, cuando Shimshon se casó y le organizaron siete días seguidos de banquetes, y lo trataron como a un verdadero rey. Esto nos enseña que el novio y la novia son considerados como reyes en los días de Sheba Berajot. Así como todos alaban a un rey, también a los novios (dentro de los primeros siete días) los alaban y les rinden honores de reyes. Así como un rey se viste con ropas majestuosas, del mismo modo los novios se visten con ropas de fiesta todos esos días. Así como a un rey se lo recibe con banquetes, a los novios se los recibe con los mejores manjares. Así como el rey no trabaja, los novios no trabajan. Así como a un rey siempre se lo ve radiante, a los novios se los ve resplandecientes como el sol. Como está escrito: "(El sol) es como un novio que acaba de salir de su Jupá" (Tehilim 19). Los días de Sheba Berajot son como una expresión de deseos: así como los primeros días del matrimonio son de fiesta y celebraciones, que todos los demás días de matrimonio de la nueva pareja sean igualmente de fiesta y alegría.

24 Analicemos para finalizar algunos consejos escritos en el libro "Una vida de felicidad" del Rab Shelomo Dob Cohen Shelita, que sirven para alcanzar el éxito en el matrimonio: 1) Aprovechar la fuerza interna que cada uno posee y sacarla a la luz en la vida matrimonial. 2) Comportarse con paciencia. Saber que no es posible esperar resultados maravillosos de un instante al otro. Se debe mejorar paso a paso para así llegar a la verdadera felicidad en el matrimonio. 3) Asumir las responsabilidades: cada uno debe tratar las situaciones que se presenten con el máximo de seriedad para obtener así los mejores resultados. 4) El buen trato: hay que recordar que todos tenemos faltas y la solución se encontrará sólo si la otra parte toma el problema como si fuera suyo propiamente y no se limita a marcárselo a su pareja sin ayudarla a superarlo. 5) Medicina preventiva: no esperar a que los problemas aparezcan para ver cómo solucionarlos, sino que se deben estrechar las relaciones en los momentos buenos para formar así un escudo que impedirá que se deterioren en los momentos más críticos. 6) No desesperarse por los tropiezos: cuando un niño comienza a caminar es normal que tropiece y se golpee. En forma similar, un matrimonio que intenta mejorar su relación, se encontrará con situaciones que aparentemente son retrocesos o caídas. No solamente que no hay que desesperar, sino que se deben aprovechar para levantarse con más fuerza y superarse continuamente. 7) Reconocer el esfuerzo del otro: cuando un integrante de la pareja intenta superarse, el otro debe alentarlo para seguir adelante y no debe criticarlo por los errores que pueda cometer. La felicidad en el matrimonio no depende de que no se presenten pruebas en la vida, sino de la buena relación y de la unión de la pareja en todas las situaciones que se deban atravesar. Todos los comienzos son difíciles. No es sencillo intentar mejorar nuestras actitudes, pero si no lo hacemos la vida matrimonial estará llena de tensión y amargura. Pongamos en práctica los consejos de nuestros Jajamim y con seguridad, nuestra vida será otra completamente. ¡Qué Hashem bendiga nuestros hogares con el Shalom!

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Las pequeñeces de todos los días En la Perasha Vaishlaj, la Torá menciona el encuentro entre Iaacob Abinu y el ángel que representa al instinto del mal. Iaacob Abinu estaba solo. Nadie lo acompañaba cuando fue atacado por el ángel del mal. Su familia había cruzado un río y él había regresado a buscar unas pequeñas vasijas que había olvidado. El Talmud en Julin 91 comenta que los Sadikim valoran sus pertenencias más que su propio cuerpo, ya que todo lo que obtienen es en forma legítima y se alejan del robo. De todas formas, hay un mensaje muy claro que el comportamiento de Iaacob Abinu nos enseña: nunca se deben despreciar las pequeñas cosas. Este concepto adquiere una importancia fundamental en el hogar judío. Las pequeñeces cotidianas, las cosas que en principio parecen intrascendentes, en caso de que no se conversen y aclaren, terminan destruyendo el hogar. En muchos hogares en donde la mujer trabaja -por ejemplo- se llevan distintas cuentas: "Esta plata es mía", dice la mujer como si fuera que son dos personas que no tienen nada en común y que los gastos de uno no son del otro. En otros casos en donde la mujer no trabaja, el hombre es extremadamente exagerado en llevar una cuenta minuciosa del dinero que dejó a su mujer, para ver en qué gastó hasta el último centavo. "Soy yo el que traigo el dinero a casa", es el argumento equivocado del marido como si fuese que la mujer no hace nada por el mantenimiento del hogar. ¿Qué sucedió? ¿Por qué sospecha que su esposa malgasta el dinero? Y si es así realmente, ¿no será el hombre el responsable de lo que sucede por no tener una buena comunicación con su esposa? Si no se solucionan, las pequeñeces de todos los días pueden destruir el hogar. Hay mujeres -por ejemplo- que sólo piensan en la limpieza de la casa. La Torá está de acuerdo con ellas por la importancia del orden, la pulcritud y la higiene. Sólo hay un pequeño inconveniente. La exageración de la limpieza provoca otro tipo de suciedad: la mujer pierde la paciencia con sus hijos, se olvida de conversar con su esposo o reacciona violentamente cuando alguien ensucia lo que ella tanto limpió. Pequeños hechos cotidianos, pero que pueden transformarse en una montaña gigante, si no sabemos encontrar el equilibrio necesario. Recordemos que lamentablemente en la vida hay en muchos casos motivos reales de problemas. No exageremos las dificultades provocando situaciones que sólo nuestras malas cualidades originan. ¿O acaso no sucede muchas veces que después de pelear ni siquiera recordamos por qué empezó la discusión? "Alegrar se alegrarán compañeros queridos, como te alegró el Creador en el Gan Eden". En esta Tefilá que se realiza en el momento de la Jupá y durante los primeros siete días del matrimonio, se le pide a Hashem que ayude a la pareja a llegar a la misma alegría que tuvieron Adam y Javá antes del pecado. Todo el mundo era para ellos, los ángeles los servían y se deleitaban en el Paraíso. Si

26 pedimos a Hashem algo que a simple vista parece tan difícil, es porque está en las manos de la pareja conseguirlo. Sin embargo, la triste realidad demuestra que son pocos quienes alcanzan esta felicidad que excede a nuestra imaginación. ¿Por qué? Son varios los motivos que se pueden mencionar. En principio, son pocos quienes comprenden que para recibir este beneficio se debe invertir. Piensan equivocadamente que todo se recibirá en forma natural. Olvidan que depende exclusivamente del trabajo, dedicación y esfuerzo de los integrantes de la pareja. ¿Acaso en lo material no es necesario preocuparse y hacer lo que se encuentra al alcance de la persona? Para alcanzar la felicidad del matrimonio es exactamente igual: sin superarse en la vida no se logrará. Esto sucede en todos los órdenes de la vida. Incluso para cumplir Mizvot, es necesario hacer una inversión. Para comprar un Tefilin -por ejemplo- o para celebrar una festividad o para tener deleite del Shabat. La relación entre la pareja es el punto máximo de la Mizvá tan importante de "amarás a tu prójimo como a ti mismo". ¿Acaso tan fácilmente se podrá cumplir? Sin el esfuerzo de la pareja, no caerá como un regalo del cielo. Para que cualquier comercio prospere, se realizan distintas iniciativas para captar la atención del cliente. Con mucha más razón, cada integrante de la pareja debe buscar todos los medios de su parte para encontrar el éxito tan anhelado. Recordemos el versículo de Iob 11: "Un pequeño asno salvaje es el ser humano que nace". Se refiere a que toda persona nace con falencias que, en muchos casos, son el motivo de los desaciertos en el hogar. Cuando existe el deseo y el trabajo para superarlas, el entendimiento mutuo hará el resto y se podrán pasar las pruebas que se presenten. "Hashem no acusa a sus criaturas" (Abodá Zará 3). Nadie deberá enfrentar una prueba si no dispone de la fuerza necesaria para superarla. Pueden haber pasado muchos años de discordia y sufrimiento, pero en la gran mayoría de los casos, las puertas de la felicidad aún están abiertas. "Los que siembran con lágrimas, recogerán con alegría" (Tehilim 126). De acuerdo con la inversión, todos pueden deleitarse con los frutos. Se cuenta sobre aquel rey que tenía un mantel muy especial, donde estaban marcadas todas las ciudades vecinas con sus respectivos puentes y caminos. El mantel le servía al rey para poder controlarlas con facilidad. Por eso, siempre cuidaba que no se arruinara. En una oportunidad, su hijo rebelde lo cortó en pedazos y mezcló los trozos uno con el otro. Al ver la desesperación de su padre, le aseguró que lo recompondría sin que faltara absolutamente nada. Con mucho esfuerzo, terminó la reconstrucción. Ante la pregunta del rey de cómo lo había logrado, el hijo le contestó que del otro lado del mantel había la figura de una persona. Uniendo las partes y preocupándose por que esa persona estuviera completa, el resultado sería que del otro lado del mantel las ciudades y caminos también estarían íntegros. Esto es exactamente lo que sucede con el mapa de una familia. En determinadas ocasiones, está cortado y destruido. Unir esas partes y comenzar una vida nueva nos parece una tarea imposible. La solución consiste en curarnos a nosotros

27 mismos, trabajando sobre las cualidades y formando una persona completa. De esa forma, el mapa de la familia se arreglará automáticamente. Los cortes y heridas desaparecerán del horizonte. Que Hashem ilumine los hogares de Israel con el Shalom.

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La casa judía Es muy común escuchar el concepto de "la casa judía", siendo el único hogar que tiene su nombre de acuerdo con su origen. Se escucha, por ejemplo, que hay distintos tipos de comida: china, japonesa, etc. Pero un hogar que se lo identifique de acuerdo con su procedencia es sólo el nuestro. ¿Por qué? ¿De dónde proviene el nombre "judío"? La raíz de la palabra "Iehudi" es de Iehudá, que fue uno de los hijos de Iaakob Abinu. ¿Por qué su nombre sirvió para identificarnos más que el de cualquiera de sus once hermanos? Para entenderlo, es necesario estudiar el capítulo 38 de Bereshit en donde Iehudá debió pasar una prueba muy difícil con su nuera Tamar. En el momento en que él podía haber negado lo sucedido, eligió la otra alternativa: con altura y nobleza reconoció la verdad. La palabra Iehudá puede significar reconocimiento o agradecimiento. En este caso, por el mérito de haber reconocido, por haber tenido esa fuerza interna de poder controlarse en el momento de la dificultad, Hashem hizo que todos nosotros llevemos su nombre porque ésa debe ser nuestra base y la de nuestros hogares: sobreponerse a todas las situaciones que se presenten. La clave de cualquier hogar es que cada integrante de la pareja trabaje sobre sus propias cualidades para mejorarlas y corregirlas. Lo que sucede en muchos casos es que lamentablemente cada uno está atento a lo que el otro debe corregir, en lugar de pensar lo que él mismo debe hacer. Es común escuchar -por ejemplo- que una mujer se queja porque su marido es muy nervioso. Ella menciona todos los conceptos con que la Torá critica a quien cae en ira y enojo. ¡Tiene razón! Sólo que en este caso es ella misma quien es presa de la furia y derrama todos sus nervios. ¿Y sus argumentos con los que acusaba a su esposo? Los olvidó, para ella no existen. Sólo para su marido. Cada uno se considera a sí mismo como una persona excelente que no tiene necesidad de corregir absolutamente nada. En cambio, a la otra parte sabe criticarla y buscarle sus defectos. O lo que es peor aún, se puede decir: "Yo sé que no soy perfecto/a". Pero sólo se trata de un reconocimiento falso para poder acusar con más facilidad a la otra parte. En realidad, no se está dispuesto a cambiar ninguna actitud en la práctica. Cuando el Rambam se refiere al matrimonio, nos habla de obligaciones y no de derechos. Podríamos creer que las obligaciones de uno son los derechos del otro, pero es un error. Por ejemplo, la obligación del marido de querer a su esposa y respetarla más que a su propio cuerpo, es una obligación del hombre con Di-s y no un derecho de la mujer. Igualmente, cuando el Rambam comenta que la mujer correcta es la que hace la voluntad de su esposo, no se trata de un derecho del hombre, sino de una obligación de la mujer para con Hashem. Todos estamos "tocados" en este tema, ya que fuimos educados para siempre recibir y reclamar nuestra parte. No estamos acostumbrados a brindarnos por el otro. Todos

29 reconocemos, por ejemplo, a Hashem como Rey del mundo, pero nos olvidamos de hacerlo Rey de nosotros mismos. Debemos preocuparnos por conseguir nuestro propio Olam Habá (mundo venidero) con más espiritualidad y que nuestra pareja adquiera el Olam Hazé (este mundo). El problema es que nuestro egoísmo nos lleva por el camino contrario: buscamos nuestro Olam Hazé y el Olam Habá para nuestra pareja. El problema real radica en que desde pequeños fuimos educados creyendo que todo nos pertenece. El bebé llora más de la cuenta una noche y consigue que su madre lo retire de la cuna y lo acueste a su lado. Cuando crece un poco y pretende algún caramelo de más -por ejemplo- que la madre no está dispuesta a darle, con unas lágrimas o sollozos consigue lo que, según él, le pertenecía. Así crece y sabe que de una manera u otra consigue todo lo que desea. Cuando llega el casamiento cree que la historia se repetirá. Sólo que olvida que del otro lado hay alguien que también fue educado creyendo que todo le pertenece. Lo que sucede cuando ambos se encuentran es imaginado por todos y no es necesario aclararlo. Debemos aprender a dar y no a reclamar, a conceder y no a exigir, a tolerar y no a reprochar. De esta forma, la convivencia en todos los casos será posible y encontraremos la felicidad que otorga seguir la palabra de la Torá. "Este es el libro de la genealogía de Adam. En el día que creó Di-s al hombre, a la imagen de Di-s lo hizo.... Varón y mujer los creó, los bendijo y llamó su nombre Adam en el día que los creó" (Bereshit 5). ¿Por qué el ser humano recibe el nombre de Adam? La respuesta de nuestros Sabios es que Hashem lo creó de la tierra (Adamá). Podríamos preguntar ¡El animal también debería llamarse así ya que también fue hecho de la tierra! Lo que sucede es que olvidamos un detalle fundamental: la tierra tiene la particularidad de arreglar y transformar todo lo que es puesto en ella. Por eso el hombre recibe el título de Adam, al estar en sus manos la posibilidad de cambiar, mejorar y superarse. En cambio, el animal nace animal y muere animal con el mismo instinto sin haberse modificado en absoluto. El animal -por lo tanto- no tiene relación con la tierra. La persona sí y es por eso que recibe el nombre de Adam, porque progresa y mejora en su vida superando sus cualidades. Quien no se comporta de esta forma, no es digno de llamarse Adam. El rey Shelomo escribió el libro de "Kohelet" que para quien se limite a leerlo superficialmente y sin profundizar, quizás le parecerá pesimista y oscuro. ¿Todo es negativo? ¿Nada sirve? ¡Vanidad de vanidades! Lo que sucede es que el rey Shelomo -la persona más inteligente del mundo- analizó con profundidad y llegó a la conclusión: "Teme a Di-s y cumple sus mandamientos, porque en eso está el hombre íntegro". Ésa es la clave de la vida y lo único que no es vano: la posibilidad de superarse, temer a Di-s y mejorar el comportamiento. Quien no lo hace será toda la vida

30 como un bebé, a pesar de los años que tenga realmente. La única diferencia será que cuando nació jugaba con su sonajero, luego con cochecitos, después con una pelota, con una computadora, con su negocio, con la bolsa o con acciones y empresas. Pero siguió siendo un bebé: se fue del mundo como llegó, no modificó en nada su conducta. Crecer físicamente es simultáneo con el trabajo de las Midot. Sólo quien se sobrepone y mejora es el que crece de verdad. La persona es tal sólo cuando "varón y mujer fueron creados". Ése es el momento en que debe demostrar si tiene buenas cualidades o no. En el matrimonio es en donde aparecen las pruebas de la vida: las dificultades para encontrar un buen sustento; los problemas que se presentan que motivan la ira y la pérdida del control; el egoísmo de pensar sólo en nuestro propio interés. Si cada integrante de la pareja se preocupa por sí mismo y observa sólo lo que le conviene, no hay alternativa para esa familia. Podrán estar unidos en matrimonio, pero no se llamarán Adam. Ese título lo reciben sólo los que se superan y progresan. El único camino es trabajar sobre sí mismo para corregirse y superarse. En muchos casos, los novios deciden permanecer años y años de noviazgo con la idea de "conocerse mejor". No se dan cuenta de que sólo se conocerán de verdad cuando contraigan enlace, porque sólo en ese momento aparecerán las pruebas de la vida. Nadie sabe cuál será su reacción hasta que llegue ese momento. De nada ayudarán los años de noviazgo. Más aún, hay parejas -alejadas de la Torá- que deciden convivir "a prueba", para luego casarse si es que todo funciona. Luego de un período donde todo fue bien, se casan y ahí surgen los problemas. ¿Qué sucedió? El anillo del casamiento creó el problema, porque ahí aparecen las obligaciones y los compromisos que son superados sólo por los que se deciden a corregirse a sí mismos. Tengamos el Zejut de pertenecer al grupo selecto de aquellos que intentan superarse continuamente en la vida.

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Shalom... ¿con quién? La base del Shalom es el respeto mutuo. En Pirke Abot está escrito: "Ben Zomá preguntó: ¿quién es el respetado?". Su respuesta fue: "el que respeta al prójimo". Dos grandes escuelas Talmúdicas discutían sobre muchos puntos de la jurisprudencia: Bet Shamai y Bet Hilel. En Masejet Erubin 13, el Talmud concluye: "Dijo Ribí Abá en nombre de Shemuel, tres años discutieron Bet Shamai y Bet Hilel para determinar la jurisprudencia, hasta que un eco celestial proclamó: "Las palabras de ambos son las de Hashem, pero la jurisprudencia es como la opinión de Bet Hilel". Si ambos opinaban correctamente, ¿por qué Bet Hilel tuvo el mérito de que la jurisprudencia coincidiera con su teoría? Una de las respuestas del Talmud es que: "Eran tranquilos y pacientes, adelantaban en explicar la teoría de Bet Shamai antes que la de ellos propiamente". Deducimos por lo tanto que el que respeta al prójimo, no sólo que será respetado, sino que tendrá el mérito de fijar y determinar la jurisprudencia. La prueba de mantener el Shalom no es con aquellos con los que no mantenemos ningún tipo de relación. ¿Por qué pelearíamos con ellos? La prueba verdadera es con nuestra familia y con la sociedad con la que convivimos. Ahí surgen las distintas ideas y opiniones sobre temas comunes que pueden provocar la separación. En muchos casos, luego de la pelea no se recuerda ni siquiera cómo comenzó la discordia. Se demuestra así la falta de importancia del tema en cuestión. Todas las peleas tienen un común denominador: la falta de humildad de sus protagonistas, que se consideran superiores e intentan justificar con cualquier excusa el motivo del conflicto. En muchos casos, la inclinación a pelear del ser humano es la que encuentra los motivos para hacerlo. En cualquier matrimonio existen distintas formas de pensar. Si esto sucede entre hermanos que fueron educados en un mismo hogar y se acostumbraron al mismo tipo de vida, es lógico que suceda en un matrimonio. El motivo fundamental por lo que esto ocurre es que Hashem creó a cada ser humano distinto del otro no sólo físicamente sino con un alma individual que lo convierte en un ser único en la tierra. Normalmente se cree que debería existir una vida de tranquilidad y sin peleas en el hogar. Según este criterio, lo anormal es la discusión y la intolerancia. Si analizamos con más profundidad nos daremos cuenta de que el razonamiento lógico es el contrario. Sólo con el esfuerzo y la superación continua se encontrará el Shalom. No se adquirirá en forma natural y espontánea, sino con la predisposición constante a mejorar y perfeccionarse al máximo de las posibilidades. Lo que sucede es que son pocos quienes están dispuestos a recibir consejos para mejorar la calidad de vida del matrimonio. A diferencia de un dolor físico que es calmado tras recurrir a un médico quien receta el remedio adecuado, cuando las malas cualidades de la pareja destruyen el matrimonio hay una reticencia a asesorarse para superar el inconveniente. ¿Por qué? ¡Las complicaciones son

32 más trascendentes que cualquier dolor físico! Quizás el motivo sea que la enfermedad del cuerpo no implica culpabilidad del paciente. En cambio, las malas actitudes reflejan un tropiezo personal. Quizás sacan a la luz errores de toda la vida e incluso ponen en duda la educación que se recibió de los padres. Por eso, a veces se prefiere soportar el dolor y atribuir amargura, nervios y furia al otro. Pero el daño que este proceder ocasiona no se limita al interior de quien así lo decide, sino que se extiende a todos los integrantes del hogar y por sobremanera a los hijos. No olvidemos que las estadísticas revelan que en la mayoría de los casos, los hijos repiten en sus hogares las desavenencias de sus progenitores. Aquellos que toman con responsabilidad la vida matrimonial, saben que todo el esfuerzo que realicen es ínfimo frente al pago que recibirán: la presencia de la Shejiná en el hogar. El único modo para evitar una pelea es trabajar sobre uno mismo para reforzar la fe y aprender a vivir con alegría. El profeta Zejariá 8 nos dice que "la verdad y la paz serán amadas". Aparentemente, se trata de dos conceptos contradictorios porque, si observamos al prójimo bajo la óptica de la verdad, encontraremos errores y falencias que provocarán la discordia. Lo que sucede es que buscamos la verdad en el otro y olvidamos analizar nuestro propio comportamiento. Si lo hiciéramos, tomaríamos conciencia de nuestros defectos y sería fácil encontrar la paz con el prójimo. A eso se refirió el profeta Zejariá. Para concluir el tema, mencionemos el siguiente ejemplo: dos personas que trabajaban en un mismo lugar durante veinte años, recibían un sueldo que apenas les alcanzaba para sobrevivir. Uno de ellos le dijo a su compañero: "¡Qué felicidad que tendría si este mes cobrara un sueldo que fuera el doble de lo normal!". El otro, que guardaba odio a su compañero por tantas cosas que habían sucedido a lo largo de los veinte años, le propuso: "Si me permites que te golpee treinta y nueve latigazos en tu espalda, estoy dispuesto a entregarte mi sueldo". Llegaron rápidamente a un acuerdo y así uno pudo descargar el odio acumulado y el otro obtener un sueldo doble a pesar de las heridas que había recibido. Cuando el que había golpeado a su compañero de trabajo llegó a su casa sin el sueldo y le contó a su señora lo que había sucedido, ésta lo increpó por su necedad y le advirtió que debía recuperar el sueldo. De lo contrario no le permitiría el acceso a su hogar. Sin más remedio, se presentó de su compañero y le preguntó: "¿Qué me pides para devolverme mi sueldo?". El compañero -que estaba aún sufriendo por las heridas que había recibido- le replicó: "Si me permites en este caso golpearte treinta y nueve latigazos, te lo devolveré". Así hicieron y concluyeron el episodio cada uno con el mismo sueldo en sus manos, sólo que con las espaldas destrozadas. En algún momento creyeron que prevalecía uno sobre el otro, pero al final los dos resultaron perjudicados. La verdadera ganancia habría sido no participar de la discusión.

33 Que el Todopoderoso bendiga a todos nuestros hogares y comunidades con la bendición más importante que podemos recibir: "El Shalom".

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Un poco de legumbre, pero con amor El rey Shelomo escribe en los capítulos 15 y 17 de Mishlé respectivamente: "Es mejor comer una comida de legumbres con amor que la mejor carne con tristeza" y agrega: "Más vale un bocado de pan seco pero con tranquilidad, que una casa llena de festines con peleas". De esta manera nos enseña que la felicidad no se encuentra en los manjares y ricas comidas, sino en la paz y en la tranquilidad del hogar. Al respecto, el Midrash comenta que dos personas encontraron al rey Shelomo cuando había sido expulsado de su reinado y debió comportarse como un mendigo para poder conseguir su sustento. Una de ellas lo llevó a su casa y le preparó la mejor comida, pero le recordó la época en donde había sido rey, toda la honra que había tenido y que ahora, lamentablemente, había perdido. El rey Shelomo se llenó de tristeza y lloró durante toda la comida. Al otro día, una persona humilde lo llevó a su casa ofreciéndole sólo un poco de legumbre, pero lo consoló por el difícil momento que vivía diciéndole: "Di-s es como un padre que a veces debe castigar a su hijo, pero finalmente te regresará a tu reinado como le prometió a tu padre David". El rey Shelomo se reconfortó al escuchar esas palabras y dijo: "Fue mejor ese poco de legumbre en la casa del pobre, que la carne que me había dado el rico". Aplicando estos conceptos a nuestra vida diaria, podemos llenarnos de enseñanzas. Por ejemplo, aprendemos que el hombre no debe ser detallista y pretender que todas las cosas sucedan como él estrictamente desea, sino que debe ser tolerante y no ser exagerado en el control de los gastos del hogar (no como aquellos que piden una cuenta detallada número por número de los gastos diarios). Tampoco se debe pelear o protestar si la comida no está tan a gusto como se pretendía. En una oportunidad, el Jafez Jaim fue a visitar a una cuidad y se hospedó en la casa del Rab del lugar. La señora del Rab preparó una sopa para el ilustre visitante, pero se olvidó de avisarle a la mujer que la ayudaba en la cocina que ya le había puesto sal. La ayudante volvió a colocar sal en la sopa. Cuando le sirvieron la sopa al Jafez Jaim, la tomó en forma absolutamente normal. El Rab, dueño de casa, al tomar la primera cuchara se dio cuenta de que era imposible tomar la sopa y lo miró sorprendido al Jafez Jaim que había terminado su plato. El Jafez Jaim le dijo: "Debes callarte, seguramente que la ayudante se equivocó. No debes hacerla sufrir criticándola. Quizás tu señora se peleará con ella, lo que sería más grave aún. Por eso -continuó el Jafez Jaim- debes decir que la sopa estaba muy rica, para así traer alegría y paz en el hogar". Por otra parte, debemos tener presente que la comida es necesaria para estar sanos y fuertes para poder servir a Hashem. Si así procede la persona en cada instante en que se alimenta, cumple con una Mizvá porque come Leshem Shamaim y no por un interés o provecho propio. Así se comenta sobre Ribí Israel Abujazira Z"L (el Baba Sali) a quien al terminar un ayuno, su esposa le acercó un plato de comida para que pudiera recuperarse. El Rab probó un bocado y no

35 comió más. La señora le preguntó: "¿Acaso le falta algún condimento?". El Rab le contestó: "Por el contrario, está demasiado rica. Es por eso que no como, ya que sentiría un provecho y placer especial al comerla. Sólo debo comer para poder mantenerme físicamente. De lo contrario, no actuaría Leshem Shamaim". Los comentarios que podemos agregar están de más ante la claridad de los conceptos: cuidar el Shalom Bait es lo más valioso que existe en un hogar. Que nunca la comida sea el motivo de una pelea o discusión. El Gaón Ribí Israel Meir Hacohen Z"L, conocido como el Jafez Jaim, se casó por el Shalom. Así fue el Maasé: el Jafez Jaim quedó huérfano de padre desde pequeño. Su madre viuda, después de tres años volvió a casarse con uno de los alumnos de la Ieshibá de Volozhin llamado Ribí Shimhon, quien había tenido en un casamiento anterior una hija, a la que quería casar con el "joven brillante", su hijastro, quien en poco tiempo sería conocido como el Jafez Jaim. La familia del Jafez Jaim se oponía a este casamiento por varios motivos. La joven era bastante mayor que él. Además, el Jafez Jaim era conocido por varios millonarios del lugar que pretendían casarlo con sus hijas, por la capacidad que tenía. Pero frente a todas estas cuentas, había otro razonamiento que el propio Jafez Jaim explicó: el Shalom entre su madre y su padrastro, puesto que seguramente negarse iba a traer discusiones entre ellos. El Jafez Jaim aceptó y fue a convencer a todos sus familiares, para que ellos también estuvieran de acuerdo. Aprendemos de este Maasé hasta qué punto los Jajamim de Israel se preocupan por el Shalom Bait, olvidándose de riqueza, honra o cualquier otro detalle, con tal de no provocar una pelea entre una pareja. Así como es importante cuidar el Shalom entre el marido y la mujer, se debe estar atento a no provocar discusiones entre ellos. Por ejemplo, si alguien comenta que su esposa lo hace sufrir con su comportamiento, quien escucha no debe decirle: "te compadezco por la vida que llevas" o frases similares, sino que debe buscar la manera de consolarlo justificando la actitud de su esposa: "Quizás fue sin querer, estaría nerviosa, no fue con intención, etc.". Para tratar de apagar el fuego de la pelea y recibir así la Berajá de alcanzar larga vida con prosperidad (Midrash Tanjumá Itró17). Si queremos saber hasta qué punto es valorado el Shalom Bait a los ojos de Hashem, analicemos las palabras del Rab Abudarham Z"L cuando explica el motivo por el que las mujeres están exceptuadas de los preceptos positivos que dependen de un tiempo fijo (Sisit, Tefilin, etc.): "Si estuviera obligada a cumplir este tipo de preceptos, es probable que simultáneamente su marido le solicitara algo que necesita y ella no podría hacerlo por encontrarse ocupada con esa Mizvá de tiempo fijo. Por eso, el Creador la exceptuó para que habite con Shalom con su esposo". O sea, estrictamente la mujer debería estar obligada como el

36 hombre a cumplir con estos preceptos, pero Hashem la exceptuó para que la paz reine en el hogar. Imitemos a Hashem en este punto de saber perdonar y exceptuar en aras del Shalom. Aprendamos a cerrar los ojos ante muchas situaciones que se presentan diariamente y la dicha y la felicidad reinarán en nuestros hogares.

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El buen carácter Shamai dice.... "Debes recibir a toda persona con buena cara" (Abot 1-15). El Rab Dessler Z"L solía decir al comentar esta Mishná: "Hubiésemos esperado que este dicho fuera escuchado de la boca de Hilel que se caracterizaba por expresiones tales como: "Ama el Shalom y persigue el Shalom". Sin embargo, es el propio Shamai que se caracterizaba por actuar con Midat Hadin, o sea en forma estricta, quién nos enseñó esa frase tan importante. ¿Cuál es la explicación? Precisamente que por Midat Hadin estamos obligados a darle al otro lo que le corresponde. Quien demuestra una cara triste o nerviosa hace sufrir a quien se encuentra a su lado sin que éste lo merezca. Este concepto no se refiere sólo a tratar bien a quienes visitan nuestro hogar, sino que incluso en la calle y en el lugar en el que nos encontremos, nuestra expresión debe ser sonriente para no hacer sufrir a quienes están a nuestro alrededor. Está sobrentendido que en la relación matrimonial este concepto es de fundamental importancia. En Abot de Ribí Natan 13 está escrito que quien otorga al prójimo los mejores regalos del mundo pero de mala forma, es considerado como si no le hubiese dado nada. Pero quien otorga una sonrisa, aunque en la práctica sólo eso entrega, es considerado como si le hubiese dado los mejores regalos posibles. ¿Por qué? Porque es como si le entregara su corazón, que es precisamente lo que su pareja o compañero necesita. Demostrarle que es considerado y apreciado a sus ojos es lo más valioso que existe y está en sus manos otorgarlo. Así explican los Jajamim sobre el versículo de Bereshit 49: "El blanco de los dientes es más que la leche". El concepto al que se refiere al versículo es que sonreír al compañero tiene más valor que darle el mejor alimento, ya que la sonrisa y el aliento tienen más valor que cualquier ayuda material. De cada persona se reclama que siempre tenga un buen trato, una palabra amable y una sonrisa en su boca. Se comenta sobre Ribí Israel Salanter Z"L que en la víspera de Kipur le preguntó algo a una persona que iba al Bet Hakeneset a decir Tefilá, pero por el temor que tenía por la Kedushá de ese día, esa persona no le respondió. Ribí Israel dijo: "¿Por qué yo debo soportar del temor del Din de esa persona?". Nos enseñó así que la persona debe cumplir, junto a sus obligaciones con el Creador, las obligaciones con su compañero. También en la víspera de Kipur existe la Mizvá de: "Recibir a toda persona con buena cara" y esto no se contradice con el temor del día de Kipur, ya que ambos forman parte del servicio a Hashem. El tema no es sencillo. Las dificultades de la vida nos hacen olvidar de esta premisa básica, pero recordemos que los actos externos influyen sobre el sentimiento interno. Si actuamos con una buena predisposición aunque en principio sea sólo externa, seguramente que nuestro corazón se llenará de luz y sentimiento. Tendremos otra óptica de la vida y del matrimonio llenando de felicidad a nuestra pareja y a nosotros mismos.

38 Debemos aprender a sonreír en toda circunstancia, a recibir -por ejemplo- al marido con una sonrisa cuando llega a su hogar después de un día agotador, a interrumpir con lo que se está haciendo y saludarlo con afecto. La mujer muchas veces no lo hace. "¡No puedo, estoy ocupada!", es lo que puede decir en alguna ocasión. ¿Y si tocaba el timbre la amiga, o una vecina? ¿Para ella sí tenía tiempo?.... Sonreir, estar alegre. ¡Cómo lastima observar que el hombre ingresa a su hogar un viernes a la noche y debido a que el ambiente está tenso dice de mala manera y mirando al piso: "¡Shabat Shalom!". ¿Eso es Shalom? Es lo peor que puede pasar, se debe aprender a superar los inconvenientes que existan por la importancia del Shabat y del Shalom. Es cierto que hay momentos difíciles, de peleas y discusiones, cuando no nos gusta algo que nos hicieron. ¿Cómo reaccionamos? Después de tanto leer y escuchar sobre el tema aprendimos que no debemos gritar, debemos sobreponernos y reclamamos con el silencio. ¡Correcto! Pero atención que hay dos clases de silencio. Uno es positivo, se trata de aceptar, perdonar y salir adelante. Pero hay otro silencio que es terrible, no hablamos, pero los ojos van de un lado hacia el otro. La boca está apretada, no hablamos, pero estamos diciendo: "¡Si tuviera que hablar no me detendría en toda la noche!". Ese silencio es negativo, perjudicial, y sería mejor hablar que callar de esa manera. Trabajemos de verdad para corregir nuestras malas cualidades. Recordemos que nuestros hijos nos observan, analizan, comprenden absolutamente todo, y que quedarán grabados en sus mentes los errores de los padres. En muchos casos -lamentablemente- los incorporarán a su personalidad y seremos nosotros los responsables de que ellos cometan nuestros mismos errores. En otros casos -muy pocos en proporción- los hijos aprenderán a diferenciarse en su comportamiento de los errores de sus progenitores y siempre los tendrán presentes para no caer en ellos. Recordemos que la sonrisa y el buen carácter harán que el hogar encuentre la Berajá del Shalom que Hashem nos quiere dar.

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El favor, la verdad y el Shalom Los Sabios nos enseñan que en el momento de la Creación del ser humano, Hashem consultó con los ángeles para determinar si era conveniente o no que la persona fuera creada. Los ángeles que representan al Emet (verdad) se oponían argumentando que el ser humano sería mentiroso y por lo tanto no merecía ser creado. Los ángeles del Shalom, por su parte, confirmaban que no era conveniente la creación de la persona, ya que continuamente pelearía y discutiría. Sólo los ángeles que representaban el favor defendieron al ser humano y argumentaron que merecía ser creado porque se dedicaría a hacer el Jesed (favor). Hashem escuchó a estos ángeles y así fue creado Adam Harishon, como dice el versículo: "El mundo fue creado por el favor" (Tehilim 89). ¿Cuál fue la respuesta de Hashem a los ángeles del Shalom y del Emet? ¿Acaso porque la persona hace favores, Hashem se "olvidó" de los otros argumentos? De ninguna manera. Lo que sucede es que, si bien el mérito por el que la persona fue creada es el Jesed, la prueba de la vida humana es en el Emet y en el Shalom. Todos sabemos lo difícil que es comportarse con la verdad en toda circunstancia. Es más sencillo cargar las culpas sobre el otro, aunque interiormente se reconozca la propia responsabilidad. En muchos casos, cuando se escuchan los argumentos de marido y mujer por separado, nos damos cuenta que ambos tienen razón en sus apreciaciones y reclamos. ¿Cómo es posible? Lo que sucede es que cada uno analiza sólo lo que le conviene. ¿Y la verdad? Nos olvidamos de ella porque no nos favorece. La prueba del Shalom -por su parte- es fundamental. Si supiéramos valorarlo como realmente corresponde, muchas peleas se evitarían. Los mismos temas que destruyen a una pareja, son superados por otro matrimonio sólo porque se valora la importancia del Shalom. El Jazon Ish dijo al respecto que la unión de la pareja debe ser como la misma relación que existe entre la mano derecha e izquierda de una misma persona. No existe celo ni competencia ni enojo, sólo la complementación entre una y otra, puesto que ambas forman parte de un mismo cuerpo. Nos sorprendemos cuando escuchamos aquel suceso del Rab Arie Levin Z"L que acompañó a su esposa enferma al doctor y le dijo: "Doctor, nos duele la pierna". El doctor no entendió qué sucedía y preguntó: "¿A quién le duele la pierna?". A lo que el Rab respondió: "Si le duele la pierna a mi señora, también a mí me duele y por eso mi expresión: ‘Nos duele la pierna". Nosotros nos preguntamos: ¿Cómo se puede alcanzar ese nivel? La realidad es que es lamentable que el marido no sienta que es así realmente, porque no encontró en el matrimonio lo que Hashem pretendía de él. Cuando Moshe Rabenu vio que sus hermanos eran esclavizados en Egipto, sufría con ellos a pesar de que él no era esclavo. ¿Qué ganaba con sufrir? ¡De todas formas no podía ayudarlos! Sólo que cuando alguien siente que comparten su sufrimiento se siente aliviado. Sabe que no está solo y juntos es más fácil superar el problema.

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No olvidemos el tema del Jesed. El favor mutuo fue el mérito por el que la persona fue creada. Muchos se equivocan y hacen favores con cualquier persona ajena a su entorno y se olvidan de aquellos que más lo necesitan: su propia familia, esposa, marido e hijos. El favor empieza por casa, por quienes se encuentran más cerca. Sólo que la persona se escapa de él, quizás porque se trata de una obligación y no le agrada sentir esa presión sobre sí mismo. A veces una madre puede escuchar a todas sus vecinas y amigas, pero en forma incomprensible no dispone del tiempo necesario para sus hijos que tanto la necesitan. Al encontrarse obligada a ellos, elude su responsabilidad. Cuando el marido y la mujer realizan actos de Jesed uno para el otro o con los niños, cumplen con la Mizvá de: "has de querer al prójimo como a ti mismo" (Vaikrá 19). Esas acciones se consideran preceptos, a pesar de que fueron hechas para beneficio de un familiar tan cercano y de ser consideradas como algo lógico o natural. Así lo enseña la Torá. Cuando Miriam quedó leprosa por haber hablado sobre Moshe Rabenu algo que no correspondía, todo el pueblo de Israel aguardó siete días hasta que ella se curara. Ella recibió esa recompensa de que todos la esperaran, porque ella también había esperado para ver qué sucedía con su pequeño hermano Moshe cuando su mamá lo había puesto en la canasta de mimbre en el Nilo. El versículo nos enseña: "Y se detuvo su hermana desde lejos para ver lo que sucedía con él" (Shemot 2). Moshe Rabenu era el hermano de Miriam y lo más normal era que ella se interesara por lo que le ocurriría. De todas formas, fue un acto de Jesed y Hashem la recompensó con que todo el pueblo la aguardara en el momento de su enfermedad. Más aún, la obligación de hacer Jesed con un familiar cercano es prioritaria a la de hacerlo con otra persona. Así escribe el Rab Jaim Fridlender Z"L en su libro "Y sabrás que hay Shalom en tu hogar": "De acuerdo con las reglas de la Torá con respecto a la Sedaká y al Jesed, el pariente más cercano tiene prioridad. Cuando deba decidirse entre ayudar a los pobres de su ciudad o a los pobres de otra ciudad, la prioridad corresponde a los de su ciudad. No existe más "cercano" para la persona que su propia pareja, ya que la esposa del hombre es como su propio cuerpo. En contradicción con lo que la gente piensa, la categoría superior del Jesed es con el marido o con la mujer". Si queremos darnos cuenta de hasta cuándo Hashem valora un acto de Jesed a pesar de tratarse de algo elemental, podemos recordar lo que sucedió con Lot, el sobrino de Abraham Abinu que salvó su vida en el momento de la destrucción de Sodoma y Gomorra. ¿Cuál fue su mérito? Muchos años antes, cuando en la época de hambre Abraham se había dirigido a Egipto junto a Sara, Lot no reveló a los egipcios que Sara era la esposa de Abraham y no su hermana como él les había dicho. "Y fue cuando Hashem destruyó a las ciudades del valle (Sodoma y Gomorra) y recordó Hashem a Abraham y salvó a Lot de la destrucción" (Bereshit 19). El Midrash Rabá comenta: "¿Cuál fue el recuerdo favorable para Lot? El haberse callado cuando Abraham dijo que Sara era su hermana. Lot sabía y se calló".

41 Todas las Mizvot son importantes. Existe una idea de pensar que las Mizvot que son con Hashem -Tefilin, Mezuzá, Kasher, etc.- son más importantes que aquellas como la Sedaká y el Jesed que se realizan con el prójimo. No es así. Sólo Hashem sabe el pago por cada Mizvá. Nosotros sólo sabemos que Hashem nos ordenó cumplir con todos los preceptos. En realidad, la Mishná en Peá 1 comenta: "Estas son las Mizvot que la persona recibe pago en este mundo y el capital queda para el Olam Habá: respetar a los padres, Guemilut Jasadim, acercar el Shalom entre la persona y su compañero y el estudio de Torá que equivale a todas las Mizvot". Observamos que el pago por hacer Guemilut Jasadim se recibe en este mundo y en el venidero. El Maharal de Praga explica: "Cuando alguien se coloca el Tefilin cumple un precepto por medio del Tefilin; cuando alguien hace un Jesed con el compañero, cumple con una Mizvá gracias a su compañero". O sea, el Tefilin es como el compañero: ambos fueron el medio para cumplir con una Mizvá. La diferencia radica en que el compañero se benefició al haber actuado como medio para el cumplimiento de una Mizvá, mientras que el Tefilin quedó en las mismas condiciones. Por eso, quien realiza un Jesed recibe además del pago en Olam Habá, beneficio en este mundo" (Netibot Olam). Cuando un acto de Jesed se realiza íntegramente, la recompensa que aguarda es incalculable por más pequeño que parezca. En Bereshit 5 la Torá comenta: "Y se encaminó Janoj con Hashem". Los Jajamim explican que Janoj se dedicaba a coser zapatos y por cada costura enaltecía a Su Creador. El Rab Dessler Z"L explica en nombre de Ribí Israel Misalant Z"L: "no significa que en el momento de la costura, Janoj se unía en sus pensamientos al Creador, ya que está prohibido pensar en otra cosa en el momento en que realiza un trabajo para un compañero. La unión con el Creador a la que se refiere, es que se preocupaba porque cada costura sea lo más perfecta posible, para que el zapato fuese aprovechado por su dueño al máximo de las posibilidades. Así se unía con el Creador, que se preocupa por dar todo Su bienestar al ser humano". Debemos recordar que todo Iehudi es hijo de Hashem. Cualquier falta que encontremos en nuestra pareja, debemos tomarla como una oportunidad especial que Hashem nos dio para agrandar nuestro mérito. Perfeccionaremos así nuestra alma que vino al mundo por sobre todo para realizar actos de Jesed con el prójimo. No se deben escuchar reclamos o quejas por el comportamiento de los niños, por las dificultades del hogar, por la preparación de la comida o por las corridas por el sustento. Mientras más dificultades existan, la Mizvá de Guemilut Jasadim en el hogar será mayor. Con la verdad íntegra y con el favor que comienza por el hogar, Hashem otorgará el Shalom para todos los hogares de Israel. Amén.

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¿Convivir o habitar en un mismo hogar? Una pareja se casa con la idea de convivir durante toda la vida. Pero se puede estar muchos años bajo un mismo techo y no vivir juntos. ¿A qué nos referimos? El rey David nos enseña: "Qué bello y qué dulce es que los hermanos habiten juntos" (Tehilim 133). El Midrash pregunta: ¿a qué hermanos se refirió David Hamelej? La respuesta es que se refirió a Moshe y a Aharon. ¿Cómo era la relación entre ellos que es tomada como ejemplo de lo que significa vivir juntos? Para poder comprender el tema, es necesario recordar algo que sucedió en Egipto con nuestro pueblo. Cuando Hashem se presentó a Moshe para que sacara al pueblo de la esclavitud a la que eran sometidos, Moshe no aceptó en principio la misión para la que había sido designado. Sólo después de siete días fue "convencido" por Hashem. ¿Cómo es posible que un ser humano no acepte la orden directa de Hashem? Más aún, Moshe sabía con claridad acerca de la terrible situación de sus hermanos esclavizados y sufría por ellos, ¿cómo se pudo negar a liberarlos? La respuesta la da el propio Moshe a Hashem: "Ruego, mi Señor, envía por favor por mano de quien has de enviar" (Shemot 4). Rashi nos explica: "envía al que siempre envías, o sea, a mi hermano Aharon". Moshe no quería recibir un puesto superior al de su hermano mayor Aharon, que fue quien había dirigido al pueblo en la esclavitud, ya que Moshe se había escapado a Midian. Moshe sufría por el dolor de sus hermanos, pero de todas formas no quería recibir sobre sí mismo la dirección del pueblo, porque esto quizás provocaría el sufrimiento de Aharon. Moshe conocía la necesidad del momento y la importancia del cargo, pero entendía que la salvación no llegaría si no tenía en cuenta el sentimiento de su hermano. El razonamiento de Moshe era correcto, sólo que no tuvo en cuenta la grandeza de su hermano Aharon. Precisamente, Hashem le respondió: "he aquí que Aharon tu hermano... saldrá a tu encuentro, te verá y se alegrará en su corazón" (Shemot 4). No sólo que Aharon estuvo de acuerdo, sino que su alegría fue tal que no había manera de expresarla: "se alegrará en su corazón". Es el ejemplo de lo que significa vivir juntos; respetarse mutuamente, pensar sólo por el bien del otro y estar atento a lo que necesita. Vivir juntos no es sólo compartir un mismo hogar, sino vivir uno para el otro y sentir en carne propia las necesidades o sufrimientos del otro y actuar de acuerdo a esto. Hashem quiere posar su Shejiná en toda casa judía, pero para que eso suceda es necesario que el hogar exista, que la pareja conviva y no sólo que habite el mismo techo. La prueba verdadera del Shalom es en el hogar. No tener discusiones con el medio ambiente en donde se convive es relativamente fácil. La persona puede refugiarse en su hogar y así encontrar la solución. Pero si el fantasma de la pelea nos persigue en el hogar, ¿a dónde se puede escapar? ¡Es difícil realmente! Sólo que si se valora de verdad la importancia del Shalom, se encontrarán los medios para no tropezar con la trampa que el Satán prepara.

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Mordejai Hasadik fue alabado en la Meguilá Esther: "Fue aceptado por la mayoría de sus hermanos, buscaba el bien de su pueblo y se comportaba con Shalom con toda su descendencia" (Meguilat Esther 10). En muchos hogares un hijo cumple la voluntad de su padre y el otro, por el contrario, no respeta el criterio de sus progenitores. Normalmente, ese padre habla con Shalom con el hijo que acepta sus ideas, pero con el otro hay choques y diferencias. Mordejai Hasadik no era así: hablaba con Shalom con toda su descendencia. Por eso recibió esa alabanza. El camino para alcanzar el Shalom se divide en tres partes: 1) con el pensamiento: cada uno debe pensar que el otro piensa sólo cosas buenas sobre él. Aunque en la práctica parezca lo contrario, debe saber que se trata sólo de una falsa apariencia. 2) con el habla: debe dirigirse a su pareja con tranquilidad, sin tristeza ni enojo. El marido debe alegrar a su esposa en los momentos en los que se encuentre en el hogar. Donde hay nervios y desazón, no se encontrará el éxito. Se debe pensar qué hablar y cómo decirlo. En cuántos casos hay discusiones y peleas que llegan hasta el divorcio sólo porque fue dicha, en algún momento de nervios, una palabra que no se puede olvidar. 3) con la práctica: todo acto positivo une más a la pareja, ya que el otro siente que se preocupan por él. Por ejemplo, si la esposa compra algo determinado para sí misma, es preferible que el esposo se lo adquiera. Así ella se alegrará y se aumentará el Shalom entre ambos. Seguramente que para quienes llevan a la práctica los consejos de nuestros Sabios sobre cómo llevar el matrimonio, encontrarán la felicidad tan anhelada y la bendición de Hashem posará sobre sus hogares. Quien adelanta el Shalom de su hogar como prioridad fundamental en su vida, consigue el paraíso terrenal, tranquilidad y felicidad. Ningún mal acontecimiento podrá sucederle a esa persona. En Abot de Ribí Natan está escrito: "Todo el que trae Shalom a su casa, le considera el versículo como si trajera Shalom sobre cada uno del pueblo de Israel, porque todos somos como reyes de nuestros hogares". Este concepto se refiere a que todos los actos que el ser humano realiza fuera de su hogar no dejan una marca especial, ya que sólo se trata de alguien más dentro del mundo. Pero los actos que cada uno realiza en su hogar dejan un sello en su entorno familiar, similar al de un rey con su pueblo, en donde todos están pendientes del comportamiento del rey para imitarlo. Nuestros hijos están atentos a nuestras actitudes que quedarán grabadas en sus mentes para toda la vida. Debemos darles el ejemplo de perseguir el Shalom a pesar de las circunstancias que se presenten. De esa manera, seremos dignos de recibir a Hashem en nuestros hogares.

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Saber comprender a la mujer En Shemot 2 la Torá nos enseña: "Y fue en aquellos días, creció Moshe y salió a observar a sus hermanos y vio el sufrimiento que padecían". Cuando Rashi comenta este versículo dice: "puso sus ojos y corazón para sufrir por ellos". O sea que Moshe Rabenu, a pesar de vivir en el palacio del Faraón y de no estar esclavizado, sufría a la par de sus hermanos. Con esta base podemos comprender la obligación de entender la situación del otro, sentir sus dificultades, preocupaciones y miedos como si a uno mismo le estuvieran sucediendo. Para ello es necesario que se cumpla previamente lo que el versículo menciona: "Creció Moshe", o sea dejar la visión infantil de solo preocuparse por uno mismo y pensar en forma más madura: incluir al compañero dentro de nuestro propio mundo. El próximo paso será "Y vio el sufrimiento", o sea analizar con detalle y profundidad el dolor del otro para luego poder sentirlo en carne propia. Esta visión es fundamental en la pareja y por sobre todo es el hombre quien debe comprender las dificultades normales de su esposa. Ella debe ocuparse de los quehaceres de su hogar, preparar la comida para su familia, ocuparse de los niños y en muchos casos también debe preocuparse por ayudar a conseguir el sustento para la casa. Para poder comprender todo su esfuerzo, el hombre debe recordar lo que sucede cuando por alguna circunstancia especial, es él quien debe ocuparse de los niños y del hogar. En ese caso, el hombre aguarda con ansiedad que todo vuelva rápidamente a su cauce normal, ya que se siente desbordado y agotado por toda esa carga que la mujer lleva en forma natural por muchos años. Por su parte, la mujer correcta comprende que ésa es su misión y está orgullosa de la misma. Realiza sus tareas con alegría y felicidad. Sólo tiene un deseo fundamental para ella: aguarda con ansiedad la llegada de su esposo. Luego de un día arduo de trabajo, de prestar atención a las necesidades de sus hijos, de tanta presión y nervios contenidos, finalmente podrá hablar con quien se preocupa por ella y quien la alentará a superar las dificultades normales de su hogar. Ella espera no sólo la comprensión de su esposo, sino también la felicitación por su conducta y tarea. Así podrá renovar sus fuerzas para empezar mañana un nuevo día quizás muy parecido al de hoy. Llegó el momento. Se escucha el timbre o el ruido de la llave de su esposo que ingresa al hogar. Ella se preparó para que todo estuviera en orden al punto máximo de sus posibilidades. Pero el hombre llega cansado, hambriento y no tiene en cuenta todo su esfuerzo. "¿Qué hay de comer?", pregunta rápidamente provocando la desilusión de su esposa. En algunos casos, la situación se agrava cuando el hombre observa en su hogar algo que no comprende y la critica sin considerar todo lo que ella hizo durante el día.

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Cuando el diálogo comienza y ella formula un comentario sobre sus dificultades del día, el marido no quiere escucharla. Reacciona con enojo porque no quiere que nadie le altere su ritmo normal de vida. "¡De todo te quejas! ¡Es tu misión!", responde el marido para tratar de cubrir su egoísmo que no le permite escucharla. Cuando su esposa baja la cabeza o lagrimea, su respuesta es: "¡Otra vez te ofendes!" ¿Acaso no puedo hablar?". Quizás se trata de una señal que comienza a comprender su error. La mujer cree en este caso que su marido no la tiene en cuenta. Que sólo le importa su trabajo. Si tuviera cariño por ella la alentaría participando de sus problemas o intentando ayudarla con un buen consejo, en caso de no poder hacerlo en la práctica. Ella lo conoce bien. Sabe que cuando sus suegros o los vecinos le plantean a su esposo alguna dificultad que padecen, él se esmera para tratar de encontrar una solución. Con ella no sucede lo mismo. La explicación para ella es clara y no le deja dudas: su marido no la quiere y es lo peor que le podía haber sucedido. Así nos enseña en su libro "Y sabrás que hay paz en tu hogar" el Rab Jaim Fridlender Z"L: "La esperanza fundamental de la vida de una mujer es que su marido la quiera. Cuando ella ve que no se cumple ese deseo, su dolor y sufrimiento es enorme. Si el hombre no le demuestra que la ama, el mundo se oscurece para ella. Nuestros Jajamim nos enseñan que en esa situación su vida está cercana al peligro y no hay exageración en estos términos, sino que se trata de una realidad comprobada en muchos casos. La mujer decae en su espíritu, se deprime y puede derivar en graves enfermedades". Este sentimiento que el Rab menciona, existe en toda mujer. Es cierto que hay casos de mujeres que poseen cargos ejecutivos o trabajos de enorme responsabilidad en donde dirigen a una gran cantidad de personas. Pero también ellas en su corazón esperan y ansían que sus maridos se preocupen por todo lo que a ellas les sucede. No hay excepción a esta regla. Es la manera natural con la que Hashem creó a la mujer. El hombre cree equivocadamente que los temas del hogar o la educación de los hijos es algo que compete exclusivamente a su esposa y que él no debe tomar parte en ellos. Se equivoca. Debe compartir con su mujer absolutamente todo. Esto no significa que él debe tomar las decisiones en temas que pertenecen a la mujer, tales como la decoración de la casa o las compras del día. Su esposa resolverá finalmente qué es lo mejor. Pero él debe escucharla atentamente, sentirse interesado de verdad en todo lo que atañe al mundo de su mujer, dar buenos consejos, comprenderla y alentarla en cualquier dificultad que se presente. Es sabido que cuando el ánimo es positivo, todo es más fácil de superar. Cuando la mujer sabe que su marido la comprende y la quiere, enfrenta toda su tarea con optimismo, alegría y fe. Ella puede dejar de lado cualquier cosa menos el deseo de su vida: que su marido la tenga siempre presente y que se preocupe por ella. Es cierto. Para el hombre es difícil después de un día también agotador para él, luego de superar sus propias dificultades, debe llegar a su hogar y olvidarse de

46 todo para prestar atención a lo que en él sucede. Quizás preferiría entrar y que nadie lo molestara y lo dejaran descansar tranquilo. Pero debe saber que lo peor que le puede pasar es que su esposa no espere con ansiedad su llegada para poder transmitirle todas sus inquietudes. Si así sucediera, es el principio de la destrucción del hogar. El hombre debe sobreponerse, debe saber que en su casa lo aguardan como al gran director de una empresa. Su esposa y sus hijos lo valoran y necesitan por la gran importancia que tiene para ellos. El cansancio y las preocupaciones del trabajo deben quedar de lado. Las fuerzas deben renacer para sostener a quienes lo necesitan y dependen de él. Sólo debe concientizarse de que es así realmente. Cuando así lo entienda, Hashem le dará la fuerza necesaria para superarse y el hogar recibirá la bendición de la alegría y la felicidad.

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La inteligencia de la mujer El rey Shelomo escribe en Mishlé 14: "La mujer inteligente construye su hogar y la necia con sus manos lo destruye". Los ejemplos que traen los Jajamim al respecto son muchos. Podríamos agregar los que nosotros mismos observamos en la vida, al ver la fuerza y sabiduría de aquellas mujeres que guían a sus maridos en el camino de la Torá. Esas mujeres virtuosas se conforman con lo necesario para vivir, los ayudan en las situaciones difíciles con palabras suaves y dulces que los alientan fortaleciendo el espíritu. Gracias a ese amor, paz y compañerismo que ella genera en toda la familia, evita la preocupación y tristeza de su esposo. Transforma así su hogar en un paraíso lleno de luz, alegría y esperanza, que permite superar las dificultades confiando en la ayuda de Di-s. El Talmud Ierushalmi Sotá (Perek 9, Halajá 15), comenta que Ribí Akiba le obsequió a su señora un adorno llamado: "Ir Shel Zahab" ("ciudad de oro") ya que tenía la imagen de Ierushalaim. La señora de Rabán Gamliel le preguntó a su esposo por qué ella no tenía uno igual. La respuesta de Rabán Gamliel fue que Rajel, la señora de Ribí Akiba, vendía las trenzas de su pelo para que su marido pudiera estudiar Torá, y por eso recibió ese pago. Rajel era la hija de un millonario llamado Kalba Sabua. Ella observó las condiciones del pastor del ganado de su padre llamado Akiba y pensó casarse con él con la condición de que se dedicara al estudio de la Torá. Su padre se enfureció, la desheredó y la expulsó de la casa. Rajel no tembló ante el problema y soportó la pobreza, con tal que su marido estudiara Torá. ¿Cómo vivirían? ¿Y, cómo costearía Akiba sus estudios en la lejana Ieshibá a la que iría? Rajel no dudó. Las joyas y adornos que poseía fueron vendidos para poder subsistir. Pasaron los años, y ya había vendido todo... su riqueza, su hermosa ropa, sus objetos preciosos... ya no quedaba más por vender. ¿y ahora? Recordó Rajel que cuando era joven, sus amigas alababan las trenzas de su pelo. En un instante encontró la solución; con lágrimas en los ojos, con las manos temblando, pero sin dejar que la lógica dominara a su sentimiento, sacó el pañuelo que cubría su cabeza y cortó sus trenzas que luego llevó a vender para poder seguir adelante. Quien ofrece un sacrificio de esta naturaleza por el cariño a la Torá, tiene su pago garantizado. Durante veinticuatro difíciles años, se transformó el pastor Akiba en Ribí Akiba, el más grande de la generación, con veinticuatro mil alumnos que tomaron con sed sus palabras sagradas. Cuando Ribí Akiba enriqueció, obsequió a su señora ese adorno con la figura de Ierushalaim, enseñándonos así el sacrificio y la entrega que ella

48 tuvo para construir un hogar sagrado, ejemplo para todos nosotros del valor de la inteligencia de la mujer. La llave de la vida o de la muerte tanto física como espiritual de un hombre está en manos de su mujer. Nuestros Jajamim nos comentan al respecto sobre un padre que llamó a su hija en los momentos previos a su casamiento y le dijo: "Debes saber que el éxito material y espiritual de tu esposo depende de ti". El Talmud en Abodá Zará 18 menciona cuando Ribí Jananiá Ben Teradion fue sentenciado por los romanos a morir junto con su esposa. ¿Por qué recibió ese castigo? El Talmud relata que sólo un pecado tenía ese gran Sabio: pronunciaba uno de los nombres de Hashem -cuando enseñaba en público- que no está permitido hacerlo. El Talmud continúa: "¿Cuál fue el pecado de su esposa?". La respuesta se encuentra a continuación: "no reprochó a su marido como debía haberlo hecho". Es sabido que quien puede corregir al otro y no lo hace, es responsable también del pecado. Si la señora de Ribí Jananiá Ben Teradion lo hubiese corregido, su esposo se habría salvado de esa muerte, podría haber seguido alumbrando al mundo con su Torá y ella tampoco habría muerto. El destino del hombre está en manos de su esposa. Ella puede abrir o cerrar la puerta de la felicidad eterna de su esposo en este mundo y en el venidero. Bienaventurada aquella mujer que salva a su esposo de tropezar con algún pecado. Pobre de aquella que con su silencio aprueba las transgresiones de su marido. "Por eso -continuó el padre diciéndole a su hija- tu misión es la de cuidar a tu esposo para que no tropiece con ningún pecado". Cuando Hashem entregó la Torá a Israel, le dijo a Moshe: "Ve y pregunta a las hijas de Israel si están dispuestas a recibirla". ¿Por qué se debía dirigir Moshe Rabenu en primera instancia a las mujeres? Porque el hombre -en muchas circunstancias- se deja llevar por su esposa. La entrega de la Torá dependió de las mujeres, y cuando ellas contestaron: "Haremos y escucharemos", tuvimos el mérito de poder recibir la Torá. (Pirke Abot de Ribí Eliezer, cap. 41) Gracias al mérito de las mujeres virtuosas, el pueblo judío pudo salir de Egipto. Los hombres estaban desesperados y ya no esperaban la salvación. Dijeron: "¿para qué tener hijos que serán esclavos de los egipcios?". Sus mujeres, sin embargo, los alentaban transmitiéndoles esperanza y se embellecían frente a ellos para así traer hijos al mundo. Fueron comparadas con la manzana, ya que en todo árbol normalmente nacen las hojas que cuidarán al fruto que nacerá posteriormente. En cambio, en el manzano primero nace el fruto y hojas. Así hicieron las mujeres de Israel en Egipto: "Que nazcan nuestros hijos a pesar de que no tenemos quien los proteja, finalmente llegará el cuidador y salvador".

49 No sólo para la época de Egipto, sino que en cada generación cuando el hombre se encuentra desesperanzado y la oscuridad lo rodea, es la mujer correcta la que lo alienta y consuela hasta que la luz aparezca. En el Sefer Menorat Hamaor está escrito: "Quien tiene una buena mujer nunca le faltará nada por más que sea pobre, como está escrito en Mishlé 31: "Una mujer virtuosa ¿Quién la encontrará?, confía en ella el corazón de su esposo y pago no le faltará". Cuando la mujer es virtuosa y habla con aliento y rectitud a su esposo, él confía en ella y la quiere cada vez más y no siente todas las cosas que puedan faltar, ya que Hashem le dio la mayor de las riquezas. Recibe el respeto y la admiración de todos los que lo rodean: "La mujer virtuosa es la corona de su esposo" (Mishlé 12). Dicen los Jajamim: "Un Sadik estaba casado con una mujer virtuosa; como no tenían hijos decidieron separarse. El hombre se casó con una mala mujer que lo convirtió en un perverso. La mujer se casó con un perverso y lo convirtió en un Sadik". Todo depende de la mujer. Dichoso el marido que posee una mujer inteligente. Bienaventurada la esposa que toma la enseñanza de Rajel, la esposa de Ribí Akiba y llena su hogar con luz espiritual y alegría material.

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El agradecimiento Una de las cualidades fundamentales de quien se precie de ser persona es ser agradecido con quienes lo rodean y con el Creador. El tema no es sencillo. Muchas veces, la persona considera que si le agradece a quien lo benefició, queda con una deuda pendiente que en algún momento deberá saldar y prefiere no adquirir ese compromiso. La solución ante tal problema es simple: se puede buscar cualquier excusa o empequeñecer el bien recibido. Si fuera necesario, se llegará a devolver mal por bien para demostrar abiertamente que no recibió ningún beneficio. Por el contrario, quien trabaja sobre sus cualidades para superarse continuamente, nunca olvidará un bienestar que recibió. En cada oportunidad que se le presente, expresará su agradecimiento sin importar el tiempo que haya transcurrido. No creamos que estos conceptos son necesarios solo para convivir con la sociedad en forma normal. En realidad, comienzan por casa, por el hogar de cada uno de nosotros. ¿Qué haría Ud. si tuviera el Zejut de encontrarse con Eliahu Hanabi? Seguramente le pediría que le explicara alguno de los secretos de la Torá. Quizás optaría por preguntar cuáles son los criterios con los que Hashem se conduce en la dirección del universo. Sin embargo, el Talmud en Iebamot 63 comenta que Ribí Iose se encontró con Eliahu Hanabi y le preguntó: "Está escrito en la Torá que la mujer es la ayuda del hombre. ¿En qué lo ayuda?". Eliahu Hanabi le respondió: "El hombre trae trigo a su hogar, ¿acaso come el trigo en crudo? El lino que trae, ¿lo viste en bruto? Es la mujer quien ilumina sus ojos y lo sostiene sobre sus piernas". Ribí Iose optó por formularle una pregunta a Eliahu Hanabi cuya respuesta aparentemente cualquier niño conoce: la mujer es la encargada del hogar, se ocupa de preparar la comida y de coser las ropas. El Rab Jaim Fridlender Z"L explica esta Guemará con un concepto profundo: "Cuando la Torá menciona que la mujer es la ayuda del hombre, se refiere al apoyo que le otorga para alcanzar un nivel espiritual superior en el servicio a Di-s. Cuando la mujer se ocupa de las necesidades de su hogar, le permite al hombre dedicarse de lleno a lo espiritual y cumplir así su misión con éxito". Ahora podemos entender lo que el propio Ribí Iose comentó en Shabat 118: "Nunca llamé a mi esposa: ‘mi esposa’, sino ‘mi casa". Ribí Iose aprendió a valorar a su mujer en su medida exacta. Eliahu Hanabi le enseñó a Ribí Iose el valor de su esposa no sólo para que lo supiera en su corazón, sino para que lo expresara en toda circunstancia propicia y para que así pudiera elevarse espiritualmente aún más. ¿Por qué? Porque quien comprende que el otro le agradece por lo que le brindó, buscará una nueva oportunidad para beneficiarlo. Si alguien no lo cree así, que observe cualquier factura de venta de un comercio. En casi todas está escrito: "Gracias por su

51 compra". ¿Para qué? Es el sistema que se utiliza para que el comprador vuelva a ese comercio para efectuar una nueva adquisición: saber ser agradecido. El enemigo fundamental que provoca que la persona no sea agradecida es el acostumbramiento. En nuestro ejemplo, se podría escuchar: "Todas la mujeres preparan la comida y la ropa para sus esposos". Es cierto, pero no por eso se debe ser desagradecido. La persona debe estar atenta continuamente para poder reconocer y expresar el agradecimiento por todo lo que recibe. No debe tener en cuenta si el que otorgó el bien lo hizo por algún interés personal o en forma desinteresada. El agradecimiento a Di-s y a los que nos rodean debe ser la base de nuestra vida. La Guemará comenta en Berajot 58: "Un buen invitado, ¿que dice?". La respuesta es: "Cuántas molestias se esforzó el dueño de casa por mí, cuánta carne me sirvió, cuánto vino sirvió delante de mí, cuántas tortas preparó. Todo su esfuerzo fue sólo para mí". La Guemará continúa: "Un mal invitado ¿qué dice?". La respuesta del Talmud es: "¿Cuál fue el esfuerzo del dueño de casa? Sólo comí un pan, un trozo de carne y un vaso de vino. Todo el esfuerzo del dueño de casa fue por su esposa y por sus hijos". Analicemos lo que sucede: el dueño de casa prepara una Seudá para toda su familia e invita a alguien en particular a compartir esa comida. ¿Por qué lo hace? Desea que el invitado se sienta a gusto y por supuesto, que su familia disfrute también lo que se le ofrece. El buen invitado agradece por todo lo que recibió y por la honra que le brindaron. Al mal invitado, en cambio, su óptica negativa lo lleva a la conclusión de que el dueño de casa pensó sólo en su familia y que simplemente agregó una porción más para él. Este ejemplo del Talmud se puede aplicar para todas las circunstancias de la vida. Se puede observar todo lo que sucede desde dos ópticas: la persona correcta le agradece a Hashem por todo lo que existe en el mundo y que lo beneficia. Para él, todo lo que Hashem creó fue exclusivamente para su provecho personal y le agradece por todo. En cambio, quien observa todo en forma negativa, no disfruta de la Creación, ya que él se considera como un integrante más y no valora todo lo que recibe. Estos conceptos son más válidos aún en la vida matrimonial. Cada integrante de la pareja debe valorar todo lo que Hashem le dio: el hogar, la salud, la fuerza física y espiritual, los hijos, etc. Por otra parte, debe valorar lo que recibe de quienes están a su alrededor y especialmente, de su pareja y de sus hijos. De esa forma, el ambiente del hogar será cálido y feliz. Sucede en muchos casos que la persona se acostumbró Baruj Hashem a muchas cosas placenteras en su vida. Piensa que es normal que así suceda. Como nunca le faltaron, no valora lo que recibe. Sólo piensa en lo que le falta y por eso no encuentra la alegría. Debemos valorar todo lo bueno que poseemos y no exagerar las situaciones problemáticas que se puedan presentar. Debemos saber aceptarlas porque son para nuestro bien, aunque a veces resulte difícil comprenderlo. Con seguridad que

52 nuestra vida será distinta si recordamos que: "Es una gran Mizvá estar siempre con alegría". Seamos sinceros: ¿quién de nosotros sabe agradecer de verdad a quienes nos beneficiaron en alguna oportunidad? ¿Quién tiene presente a su maestro que lo inició en el camino de la Torá testimoniándole su afecto y reconocimiento? ¿Quién agradece a Hashem por todo lo que nos brinda continuamente? La sociedad moderna no ayuda a vivir con esta base fundamental de la existencia del ser humano. Por el contrario, somos educados con conceptos tales como: "¡te corresponde!" o "¡recuerda tus derechos!", olvidando las obligaciones que nos competen por el bienestar que recibimos de los que nos rodean. Ser agradecido no es una buena cualidad, sino la obligación elemental de quien se precie de ser persona. En una oportunidad una persona se presentó ante el Jatan Sofer Z"L y le faltó el respeto con frases ofensivas delante de sus alumnos. El Rab se calló y luego que esa "persona" se retiró, el Rab les dijo a sus discípulos: "no sé qué es lo que quería. Nunca le hice ningún bien". Sus alumnos lo corrigieron: "habrá querido decir ningún mal". El Rab les respondió: "no me equivoqué, deben saber que es difícil ser agradecido. Cuando alguien recibió alguna vez un bien, cree que realmente lo merece y si en otra oportunidad no lo recibe, se ofende porque no le dieron lo que le correspondía. Por eso mi expresión: nunca le hice ningún bien". Así es la naturaleza del ser humano y hay que trabajar sobre uno mismo para poder corregirla. Este punto adquiere una relevancia fundamental en el Shalom del hogar judío. Cuántos matrimonios se destruyen porque sólo se observan los defectos del otro sin analizar sus virtudes y por olvidar el concepto del agradecimiento. El Talmud, en Iebamot 63, relata el siguiente suceso: "Ribí Jiá tenía una mala mujer que lo hacía sufrir. De todas formas, cada vez que Ribí Jiá encontraba algún presente para ella, se lo llevaba". Le dijo Rab a Ribí Jiá: "¿por qué le regala cosas?, ¡ella lo hace sufrir!". La respuesta de Ribí Jiá fue: "suficiente con que crían a nuestros hijos y nos salvan de tener malos pensamientos". Hay una frase de nuestros Sabios que resume este concepto: "al pozo del que tomaste agua, no debes tirarle una piedra". Podríamos preguntarnos: ¿acaso el pozo sufre un dolor cuando alguien le arroja una piedra? La respuesta es que el problema no es el pozo sino la propia persona. Quien es desagradecido con el pozo, termina siendo desagradecido con el prójimo y luego lo es aún con Di-s. La propia Torá nos enseña este concepto: las diez plagas con las que Hashem castigó a los egipcios fueron por intermedio de Moshe, con excepción de la plaga de las sangre, de los sapos y de los piojos que fueron llevadas a la práctica por Aharon Hacohen. ¿Por qué? Rashi nos aclara el tema en Shemot 7 sobre el versículo 19: "debido a que el Nilo había protegido a Moshe cuando había sido arrojado en él, por eso no correspondía que fuera castigado por su mano en la plaga de la sangre ni en la de los sapos. También en el caso del polvo del que salieron los piojos, no correspondía que fuera castigado por Moshe, porque lo había protegido cuando Moshe mató a un egipcio que castigaba a un judío y lo enterró en la arena".

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Concluyamos este comentario con la explicación del Sefer Hajinuj sobre la Mizvá de respetar al padre y a la madre: "la raíz de este concepto es que es digno que el ser humano sepa reconocer y comportarse con favor a quienes le dieron el bien. No debe ser necio y desagradecido ya que ésa es una mala cualidad despreciada a los ojos de Di-s y de la gente. Debe recordar que el padre y la madre fueron los que posibilitaron su existencia, por lo que se merecen todo el respeto y ayuda posible, ya que ellos lo trajeron al mundo y se esforzaron por él cuando era pequeño. Cuando fije esta cualidad en su alma, reconocerá el bien que Hashem le da, porque Él es quien le dio la vida a sus padres y abuelos hasta Adam Harishon, lo sacó a la luz del mundo, le otorgó sus necesidades durante su vida, lo mantuvo sobre sus miembros y le entregó un alma inteligente sin la cual sería como un animal que no entiende. De esta manera, meditará la persona cómo debe cuidarse en servir a Su Creador". El Gaón de Vilna Z"L solía decir que la persona vino al mundo para arreglar sus cualidades. No es suficiente con cumplir preceptos, debemos pulir y corregir las inclinaciones negativas que existan. Si alguien dejó en un guardarropas un saco al que le faltaba un botón, no puede reclamar al retirarlo que le devuelvan otro saco que se encuentre en perfectas condiciones. Cuando la persona devuelva el alma al Todopoderoso después de su vida terrenal, en esas mismas condiciones quedará hasta el momento de la resurrección de los muertos y en ese instante la recibirá nuevamente para siempre. El trabajo de la vida es arreglar las cualidades. Sin esto, la existencia no tiene sentido. Que el agradecimiento a Di-s y a los que nos rodean sea la base de nuestra vida.

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Buscar lo bueno del otro El Talmud en Ketubot 16 pregunta: "¿Cómo se baila delante de la novia?". La respuesta de Bet Shamai es: "A la novia se la alaba según lo que es". En cambio, Bet Hilel opina: "La novia es hermosa y graciosa". Cuando se le pregunta a Bet Hilel acerca de que en la Torá (Shemot 23) está escrito: "de la mentira debes alejarte" y por lo tanto no puede alabarse a la novia con algo que no posea. ¡No todas las novias son hermosas y graciosas! La respuesta de Bet Hilel es que cuando alguien adquiere algo lindo y nos pregunta nuestra opinión sobre la adquisición, debemos responderle que realmente es hermosa aunque no lo creamos así. Es lo mismo que sucede con el caso de la novia. La Guemará concluye el tema en este lugar. En principio, no comprendemos la respuesta de Bet Hilel ya que aparentemente la pregunta no se aclaró. Lo que sucede es que Bet Hilel nos está dando una base fundamental para la vida, y por sobre todo para encontrar el Shalom en el hogar. Bet Hilel le dice al novio que debe saber que su novia como cualquier otro ser humano tiene fallas y errores que existen realmente, pero que si él vivirá pendiente de esas fallas arruinará su vida y nunca será feliz. Bet Hilel le aconseja que sólo observe lo positivo, que sea inteligente, que conviva con esas fallas y así todo estará bien. Que no sea negativo al observar lo oscuro, sino que busque lo bueno y se conforme con lo que Hashem le otorgó. No se puede soñar con cosas que no se poseen, sino que se debe vivir y construir el hogar con todo lo positivo que en él existe, olvidando todo aspecto negativo. El inconveniente mayor del ser humano es que en muchas ocasiones no se conforma con lo que tiene. No creamos que saber conformarse es solo una gran cualidad, sino que es algo básico para la vida. Quizás la raíz del problema radique en la sociedad en la que vivimos. La competencia, observar las casas vecinas y querer igualarlas a pesar de no estar en las mismas condiciones, destruyen muchos hogares. Si viviéramos con la base escrita en el Pirke Abot: "¿Quién es el rico? El que se conforma con lo que tiene", nuestra vida cambiaría. No existirían problemas de pareja y seríamos felices arreglándonos con lo que Hashem nos otorgó, aunque fueran muchas las cosas que nos faltaran. Se cuenta sobre una mujer inteligente y con buenas cualidades, que tenía un marido necio, al que ella siempre defendía. En una oportunidad, decidieron que comprara una vaca para poder tener siempre leche de ella, pero el vendedor se dio cuenta de la necedad del hombre y le vendió un toro en lugar de la vaca. Cuando en la mitad del camino el hombre se dio cuenta de su error, se encontró con un vendedor de caballos y aceptó cambiar el toro por un caballo, para poder llevar a pasear a su familia. Después se arrepintió y lo cambió por un burro, pero al pensar que necesitaba un establo para guardarlo, decidió cambiarlo por una oveja de la que podría sacar su lana. Al encontrarse con un vendedor de gallinas,

55 optó por cambiar la oveja por una gallina. Cuando pasó por un hospedaje donde pidió comida, como no tenía con qué pagar, lo hizo con la propia gallina. Cuando llegó a su casa sin nada en sus manos, sintió vergüenza de entrar. Fue a lo de un vecino al que le contó lo que le había sucedido y éste le dijo: "¡Lo que te espera con tu señora!". En ese momento reaccionó y le contestó: "Mi señora es muy inteligente y no me gritará". Decidieron apostar cien monedas a ver cuál sería la reacción de ella. El hombre entró a su casa y el vecino escuchó desde la ventana cómo la mujer, paso a paso, reconocía que su marido había actuado bien en todo momento: "El toro es mejor... el caballo es mejor... el burro es mejor... la oveja es mejor... la gallina es mejor... pero, ¿dónde está la gallina?". A lo que su marido contestó: "Me sentí hambriento, y... ¿qué es preferible, la gallina o tu marido?". La mujer con alegría respondió: "Ni el rey Shelomo fue tan inteligente como tú. Bendito seas Dis mío, que me diste un marido en lugar de una gallina"; con lo que el hombre ganó las cien monedas del vecino. De este Maasé aprendemos la importancia de encontrar siempre lo positivo. Si bien sucesos como éste no se dan en nuestros días, existen muchas situaciones parecidas en las que alguien se equivoca por negligencia y la otra parte reacciona con furia y enojo. Debemos aprender a recibir al otro tal cual es, a valorar su parte positiva para que el Shalom siempre se encuentre en nuestros hogares. Todo ser humano atraviesa en la vida momentos positivos de los que puede disfrutar plenamente. También le suceden acontecimientos negativos que lo pueden entristecer o quitarle la tranquilidad. Todo depende de la óptica con que se reciban esos sucesos. El libro "Jobat Halebabot" comenta sobre un Jasid que al caminar pasó al lado de un perro muerto que despedía un olor insoportable. Sus alumnos le dijeron: "¡Qué repugnante!". El Jasid les contestó: "¡Qué blancos que son sus dientes!". Sus alumnos comprendieron que el Jasid les enseñaba que siempre debían observar lo positivo de todo y no lo negativo. Incluso en el caso extremo de ver a un perro muerto. Más aún, en los temas diarios de la vida y por sobre todo en el matrimonio, la persona no debe comportarse en forma negativa señalando las faltas que su pareja posee por el solo hecho de ser humano. Debe rescatar lo valorable y positivo que con seguridad también existirá. ¡Qué importante es estar siempre alegre! Sobre quien así se comporta, está escrito: "Ve y come con alegría tu pan y bebe tu vino con buen corazón, ya que Hashem acepta tus actos" (Kohelet 9). Sobre este versículo escrito por el rey Shelomo, el Shela Hakadosh comenta que la persona debe estar alegre con lo que Hashem le otorgó. Así encontrará el bienestar para su cuerpo y para su alma, ya que es sabido que cuando la persona come con alegría puede digerir correctamente sus alimentos. Lo contrario sucede si se encuentra en tensión. El Rab concluye diciendo que incluso para quien dispone sólo de lo mínimo para comer...... ¡que lo coma con alegría!, como si tuviera delante de sí los mejores manjares del mundo.

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Aprendamos a vivir con lo que Hashem nos otorgó. Seamos positivos en la vida. Los primeros beneficiados seremos nosotros mismos.

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El mérito de la Sedaká A pesar de que la situación económica del hogar pase por un momento difícil, el matrimonio no debe privarse de dar Sedaká en la medida de sus posibilidades ya que seguramente que por el mérito de ella, aumentará la bendición tan esperada. Ribí Iudal Hulseman Z"L era un Sadik que vivía en Ierushalaim hace pocos años, sobre el que se cuenta el siguiente Maasé: Había un Iehudi enfermo que necesitaba realizar una operación que costaba 60 liras, una cifra muy grande para aquellos tiempos. Los encargados de juntar Sedaká llegaron también a la casa de Ribí Iudal, y al explicarle el motivo de su visita, suspiró diciendo: "Ya repartí todo mi diezmo, ¿cómo hago? No tengo un centavo de donde poder dar, incluso pedí prestado a cuenta del Maaser que voy a sacar durante el próximo año". Al escuchar esto, los encargados de la Sedaká se retiraban, pero percibieron que Ribí Iudal los llamaba corriendo detrás de ellos diciendo: "Ya está, ¡Gracias a Di-s que se me ocurrió esta idea para ayudar a un Iehudi necesitado". Le preguntaron: "¿Qué idea tienes?". Y contestó con sencillez: "Pediré prestado 20 liras, que devolveré con lo que gasto todas las semanas comprando vino para el Kidush de Shabat. A partir de ahora, haré el Kidush con pan y así ahorraré el dinero". Durante dieciséis años estuvo este Sadik haciendo Kidush con pan para poder saldar la deuda que había contraído para ayudar a ese enfermo, enseñándonos así cuánto debemos preocuparnos por los demás. En nuestro caso particular, si quizás no tenemos la fuerza de Ribí Iudal para privarnos de elementos para nosotros indispensables, por lo menos debemos dejar de lado ciertos lujos innecesarios para poder ayudar a gente que no tiene ni lo elemental para poder subsistir. La Guemará, en Iebamot 63, dice que el que ayuda a un pobre en un momento de apremio, sobre él está escrito: "Entonces clamarás y Di-s te contestará" (Ieshaiá 58). Surge la pregunta: ¿Acaso hay algún pobre que no pase por un momento de apremio que el versículo detalla esa situación? La respuesta va en concordancia con lo que intentamos transmitir: "Momento de apremio" no se refiere al pobre, sino al que lo ayuda; a pesar de estar él mismo en un momento de apremio, sobre él está escrito: "Entonces clamarás y Di-s te contestará". En la construcción del Mishkan, la Torá destaca en varias oportunidades la participación de la mujer: "Y vinieron los hombres con las mujeres .... y toda mujer con inteligencia en su corazón con sus manos hiló .... y las mujeres que elevaron su corazón con inteligencia hilaron sobre los chivos" (Shemot 35). Nuestros Sabios nos enseñan que, en el suceso del becerro de oro, las mujeres se negaron a entregar sus adornos de oro; en cambio, para la construcción del Mishkan lo hicieron e incluso donaron los espejos que utilizaban para embellecerse. Esto nos

58 enseña el valor de la mujer en temas tan fundamentales como la Sedaká y el favor al prójimo, como la propia Guemará en Meguilá 14 comenta: "las mujeres son piadosas, hacen favores y son vergonzosas". Por lo tanto, hay que prestar una atención especial a la educación de las hijas de Israel, aprovechando ese sentimiento especial que ellas poseen. Los Jajamim nos relatan varios sucesos donde la mujer se destaca por su bondad, para mostrarnos así el poder que tienen para influir sobre sus maridos y sus hijos beneficiándolos con la bendición que este proceder ocasiona. En el Ialkut Shimhoni Rut 4, se relata un suceso sobre un Jasid que empobreció. Mientras araba un campo, se le presentó Eliahu Hanabi con aspecto de un árabe y le dijo que le regalaba seis años de riqueza y que debía elegir si los quería en ese instante o al final de su vida. El Jasid no creyó lo que le decía y lo expulsó de su lado, pero al repetirse esta situación por tercera vez, decidió consultar con su esposa. La mujer le respondió: "dile que los quieres ahora". Cuando el Jasid le respondió a Eliahu Hanabi, éste le dijo que antes de regresar a su hogar sería rico. Realmente fue así, puesto que en ese momento sus hijos habían encontrado un tesoro con el que podrían alimentarse durante seis años. ¿Cuál fue la actitud de esa mujer tan correcta? Le dijo a su esposo: "Debemos agradecer a Hashem por este milagro, pero también debemos ocuparnos de ayudar al prójimo con este dinero". Así lo hizo y todos los días le decía a su pequeño hijo que anotara en una libreta la Sedaká que daban. Al finalizar los seis años, se presentó Eliahu Hanabi delante del esposo y le dijo: "Llegó el momento en que debo quitarte lo que te di". La respuesta del Jasid fue que ahora debía nuevamente consultar con su esposa. Ella le propuso: "Ve y dile que si encuentra a otra persona más fiel que nosotros, le entregaremos lo que nos dio". Cuando Hashem vio el comportamiento que la pareja había tenido, les brindó aún más bienestar para que se cumpliera en ellos el versículo: "Y será el acto de la Sedaká paz" (Ieshaia 32). El mérito de la mujer con relación a la Sedaká es mayor que el del hombre porque, en la mayoría de los casos, ella entrega al pobre comida preparada, a diferencia del hombre que normalmente sólo da al necesitado dinero con el que pueda adquirir su alimento. El Talmud, en Ketubot 67, comenta sobre un Sabio llamado Mor Ukba que todos los días dejaba unas monedas en el orificio de la puerta de la casa de un pobre, para que éste las encontrara al salir de su hogar sin saber quién era su benefactor y de esta manera no se avergonzara. En una oportunidad, el pobre decidió averiguar quién era el que lo ayudaba y se escondió detrás de la puerta. Ese día Mor Ukba iba con su señora. Luego de dejar las monedas, se escaparon rápidamente cuando vieron que el pobre intentaba reconocerlos. Se escondieron en un horno al que le habían retirado las brasas pero que aún estaba caliente. Como a Mor Ukba se le quemaban los pies, su esposa le dijo: "Apoya tus pies sobre los míos". El Rab sorprendido, le preguntó cómo era posible que no se le quemaran los pies. Ella le respondió con el concepto que comentamos: "Por estar dentro del hogar, mi ayuda a los pobres es superior a la tuya, ya que yo les doy alimentos y tú das sólo dinero. Por ese mérito, Hashem me protege".

59 Que por el mérito de la Sedaká de la mujer, Hashem otorgue Su Bendición a todos nuestros hogares.

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Control y dominio Está escrito en el Talmud: "Toda persona que se enfurece, si es sabio pierde su sabiduría y si es profeta, pierde su profecía", (Pesajim 66). La ira es una cualidad negativa de la que debemos alejarnos como lo hacemos del fuego. Más aún en nuestras casas -a pesar de las situaciones que se puedan presentar- debemos tranquilizarnos, dejar pasar ese mal momento, para luego sí aclarar las cosas. En estado de ira, se pierde el control de los actos y se puede llegar a hacer algo de lo que la persona se arrepentirá por toda la vida. Está escrito en el "Sefer Jasidim" lo que aconteció con una persona que respetaba mucho a su padre, quien le pidió: "Tú me respetas en vida, quiero que después de mi muerte sea igual. Te ordeno contener tu furia por una noche y no hablar hasta el otro día". El hijo no entendió bien a qué se refería el mandato, pero pasaron los años y el padre falleció. Después de un tiempo el hijo se casó y su señora quedó embarazada, pero antes de que su esposo se enterara de la novedad, debió realizar un viaje de trabajo a otro país en donde por un inconveniente debió quedarse durante años. Al regresar a su ciudad, luego de tanto tiempo, entró a su casa de noche, escuchó la voz de un joven y sacó su espada dispuesto a matarlo a él y a su esposa, pero recordó las palabras de su padre y se contuvo. Luego escuchó que su esposa le decía a ese joven: "Hace muchos años que tu padre se fue, si supiera que tuvo un hijo, habría venido a ocuparse de casarlo". Cuando el marido escuchó esto, se presentó y agradeció a Di-s por haber contenido su furia y a su padre que lo había prevenido de esta situación e hicieron una fiesta con una alegría muy especial. Se trata de un claro ejemplo del beneficio de la persona que domina su enojo y se tranquiliza, ya que si se hubiese dejado llevar por su instinto, habría destruido dos almas de Israel: ¡a su esposa y a su propio hijo! Los Jajamim nos advierten sobre la gravedad de romper objetos o rasgar ropas en un momento de ira, ya que así procede el Ieser Hará. Hoy incita a actuar de esa forma, mañana de otra distinta, hasta que finalmente hace caer a la persona en idolatría. (Shabat 105). Por eso, debemos recordar el consejo de nuestros Jajamim, de tener control y dominio en todos los lugares y situaciones de la vida, pero mucho más en nuestros hogares. Por ese mérito, tendremos hijos Sadikim que alumbrarán al mundo con Torá, como vemos en el siguiente Maasé: una familia vivía en Ierushalaim hace aproximadamente 70 años, donde lavar la ropa era una de las tareas más difíciles del hogar, sin las comodidades que hoy en día existen. Una mujer había terminado de colgar la ropa en las sogas del patio después de seis horas agotadoras de trabajo para lavarlas. Una vecina, al ver que las sogas ocupaban el lugar por donde ella quería pasar, perdió el control. En lugar de agachar su cabeza para caminar, en un rapto de furia y venganza, entró a su casa a buscar una tijera, cortó las sogas, y así la ropa recién lavada con tanto sacrificio cayó sobre el piso de tierra y barro. La mujer que había colgado la ropa, se encontró ante una prueba de fuego. Todo su instinto le reclamaba reaccionar e

61 insultar a la vecina perversa. Sin embargo, pudo superarse y con una fuerza especial se controló frente a tamaña prueba, cerró sus labios y aceptó el Din del Shamaim: "¡Seguramente que merecía este sufrimiento y que sea mi Kapará!". Recogió la ropa, la enjuagó, le sacó la suciedad y la extendió en un lugar más amplio donde no molestara a su vecina. No le comentó a su marido lo que había sucedido para no crear más odio y separación en Israel. Sólo ella y su vecina sabían lo sucedido, hasta que esa misma noche se presentó la vecina pidiendo perdón por su actitud. Le comentó que su hijo se encontraba en ese momento con una alta fiebre repentina, y que ella creía que era un castigo del Shamaim por lo que había ocurrido a la tarde. Esa Sadeket que contuvo su furia, tuvo el mérito de tener al otro año un hijo que hoy es uno de los Jajamim más grandes de Ierushalaim. ¡Todo gracias a su control y dominio! Quien así actúa, nunca se arrepentirá. Saber soportar los malos momentos es la base del Shalom en una casa. Controlarse y no enfurecerse es la llave de la felicidad. Nuestros Sabios nos cuentan que en las generaciones anteriores, para saber si la novia tenía la cualidad de Sablanut (paciencia), le daban un ovillo con hilos enredados y debía separarlos. Se la observaba para ver cuál era su comportamiento, para conocer así su carácter verdadero, ya que la vida muchas veces es como un hilo entrelazado en donde el perder la calma no hace más que generar nuevos nudos y complicaciones. Por el contrario, se debe tener serenidad y fe y todos los tropiezos se resolverán fácilmente. Se comenta sobre el Jafez Jaim Z"L, que cuando se casó con su segunda mujer y llegó la fiesta de Sucot, preparó la Sucá en el lugar donde siempre lo hacía. Cuando terminó de hacerlo, su mujer le dijo: "Me parece que no es el lugar adecuado, pienso que será mejor en el otro patio", señalando la otra punta de la casa. El Rab, sin pensar en el tiempo perdido ni enfurecerse, desarmó la Sucá y la armó en el otro lugar. Cuando finalizó, su señora le dijo nuevamente: "Israel Meir, me arrepiento de mi consejo, el lugar del principio era el más adecuado". El Jafez Jaim no dijo ni una palabra. La desarmó nuevamente y la armó en el primer lugar. Aprendemos nosotros que a pesar de que el Rab hubiese aprovechado el tiempo perdido para estudiar Torá en su gran nivel, pese a todo, por el Shalom Bait, no dijo nada. Nos enseña a controlarnos y a cuidar nuestra ira para que el Shalom reine por siempre en nuestros hogares, para el bienestar nuestro y el de nuestros hijos. El Zohar Hakadosh Perasha Tesave 182 enseña que la persona al enfurecerse arranca de sí mismo su alma pura y deposita en su lugar una idolatría ajena, por lo que está prohibido acercarse a él y mirar su rostro, como está escrito: "no se dirijan a ídolos" (Vaikrá 19) y si bien todos los seres impuros se pueden purificar, aquel que tiene ira no podrá hacerlo, ya que está impuro su cuerpo y su alma. Creemos equivocadamente que no enfurecerse es una buena cualidad o un buen consejo para la persona. El Zohar nos aclara el tema diciendo que es mucho más

62 que eso ya que se transgrede un precepto de la Torá: no hacer idolatría. Efectivamente, cuando el ser humano pierde la cordura, abandona su ritmo normal de vida y se deja llevar por una fuerza extraña que dirige su comportamiento y la obedece en forma ciega sin preguntar ni investigar qué es lo que le pide. ¡No hay idolatría mayor que ésta! Basta recordar para comprobarlo las respuestas que surgen cuando el furioso se tranquilizó, ni él mismo puede creer que hayan salido esas palabras de su boca o que haya cometido tales actitudes. Quizás sea esa la explicación de la increíble fuerza que surgió en su interior. Muchas veces entre varias personas no pueden detener a alguien nervioso que se transforma así en algo incontrolable. ¿ Para qué sirve esa fuerza? Ninguno de nosotros estaría dispuesto a cambiar su automóvil por otro con un motor mucho más potente pero que lo llevara sin dirección alguna. Sólo un necio lo haría. Es lo que dice el Rey Shelomo: "La furia se posa en el pecho de los necios" (Kohelet 7). Nos preocupamos muchas veces por cumplir preceptos hasta en sus mínimos detalles. Realmente corresponde que así actuemos. Pero, ¿cómo podemos explicar la enorme contradicción de cometer simultáneamente uno de los peores pecados de la Torá: idolatría, o dicho en otros términos: enfurecerse y perder el control? Más aún, no se trata de algo que suceda una vez o en forma esporádica en la vida, sino que se repite en la relación con la pareja, con los hijos, en el trabajo, al manejar nuestros automóviles, en la fila del banco o del almacén o en cualquier situación opuesta a nuestro deseo. A veces, se comete la irracionalidad de enfurecerse en el Bet Hakeneset -la casa de Di-solvidándose así la Kedushá que reina en un lugar tan sagrado. El profeta Ieshaia 1 dijo en nombre de Di-s: "¿Quién les pidió a ustedes que pisen mi patio?", ya que es realmente preferible que alguien que tiene ese comportamiento permanezca en su hogar y no falte el respeto a Hashem en su propio palacio. El Talmud en Pesajim 66 comenta que incluso si estaba decretado por Hashem que alguien recibiera un puesto de grandeza, si tropezara con el Kaas no lo conseguiría. Cuando el profeta Shemuel fue enviado por Di-s para ungir como rey a uno de los hijos de Ishai, todos ellos pasaron delante suyo. Shemuel dijo sobre cada uno de ellos: "éste no fue elegido por Hashem". Sólo con Eliab, pensó Shemuel que sería el futuro rey de Israel, pero Hashem le dijo: "No mires su aspecto ni su altura porque lo he despreciado" (Shemuel 1-16). Realmente el reinado le correspondía a él y no a David como finalmente sucedió, pero lo perdió por la furia que en ese momento nacía en su corazón. Sólo Hashem podía observar esa negativa cualidad que surgía dentro suyo y que saldría a la luz cuando su hermano David -por orden de su padre Ishai- llevó comida para sus hermanos que se preparaban para pelear con los Pelishtim. Eliab reaccionó al verlo, como atestigua el versículo: "Y se enfureció Eliab con David diciéndole: ¿por qué has venido y con quién has abandonado el ganado en el desierto?....conozco tu culpa y tu mal corazón de querer deleitarte observando la guerra" (Shemuel 117). El Rab Eliahu Lapian Z"L comenta que la furia, a pesar de ser algo interno

63 que todavía no había sido exteriorizado por Eliab, fue suficiente para desplazarlo del trono de rey de Israel que tenía asignado. El Talmud en Pesajim 113 afirma que la vida del nervioso no es vida. Realmente los sufrimientos que se provoca a sí mismo, a su familia y a su alrededor son innumerables. Acorta su vida, como podemos deducirlo de la pregunta que le hicieron a Ribí Zerá: "¿cómo has hecho para vivir tanto tiempo? Nunca me enojé dentro de mi hogar", respondió el Rab (Meguilá 28). Pierde su sustento, ya que la Berajá de la casa depende de la mujer y si ella está triste por haber recibido una ofensa de su nervioso marido, los problemas económicos aparecerán. La furia provoca que la persona se comporte en forma cruel, no reconozca la verdad y que tropiece con todo tipo de pecados. No solamente su alma se perjudica al enfurecerse, sino también su cuerpo. La sangre coagula con una rapidez mayor a la normal, produciendo daños en el sistema biológico humano. Los músculos del estómago se contraen y no se puede digerir la comida produciendo dolor y molestias en el aparato digestivo. Los latidos del corazón aumentan en el momento de furia hasta llegar a entre 180 y 220 por minuto. La presión sanguínea se eleva hasta llegar a niveles que pueden producir daños de todo tipo. Es frecuente escuchar casos lamentables de infartos con consecuencias fatales que se produjeron en momentos de ira. La mujer embarazada que se enfurece, debilita y perjudica a su bebé e incluso puede llegar a abortar. Todo el que pierde su control, debilita sus ojos como está escrito en las advertencias que Di-s nos da para no apartarnos de su camino: "Y te dará el Eterno allí un corazón furioso, debilidad de tus ojos y profunda pena" (Debarim 28). Demuestra su necedad en forma abierta y recibe el desprecio del prójimo. Los Sabios lo ejemplifican con una olla que está puesta sobre las brasas, mientras no hirvió nadie sabe qué hay en ella, pero cuando lo hizo derrama su contenido a la vista de todos. Es lo que el Talmud en Erubin 65 comenta: "de tres formas se conoce a una persona: Bekosó (al tomar alcohol más de la cuenta), Bekisó (cuando se le pide ayuda económica) y Bekasó (en su momento de furia). El trabajo de la vida consiste en luchar contra nuestros instintos y no dejarnos dominar por ellos. No es respuesta valedera decir que nacimos nerviosos y no tenemos solución, debemos reflexionar y aprender a dominarnos. En el momento de la prueba quizás sea conveniente pensar que si la persona con quien nos enfurecemos es más sabia que nosotros, no es justificable que reaccionemos ya que seguramente su óptica será mejor que la nuestra. Si se trata de un necio, podremos pensar que su ignorancia lo llevó a actuar de esa forma. Si el tema es económico: ¿acaso la plata vale más que nuestra salud y alma? Si la comida no está tan a punto como deseamos, o la casa tan limpia y ordenada como pretendemos, o la ropa tan bien planchada como nuestra meticulosidad impone, ¿ya es suficiente como para hacer idolatría? ¿No será el orgullo de creernos omnipotentes y que todos deben actuar como a nosotros nos parece la raíz de nuestra furia?

64 El Sefer Orjot Sadikim comenta que en algunas situaciones debe utilizarse la cualidad de la furia, por ejemplo, si se debe infundir temor en el hogar para corregir malas actitudes o un maestro para poder enseñar a sus alumnos o un Rab para corregir a los que quieren alejarse del camino de la Torá. Pero todo esto debe ser hecho con medida y control, mostrando por fuera el enojo pero manteniendo la tranquilidad interna. A esto se refiere la Guemará en Taanit 4: "un Talmid Jajam que se enfurece, es la Torá que posee la que lo hace enfurecer". Rashi comenta que se lo debe juzgar para el lado bueno, ya que su entendimiento de la gravedad de lo sucedido lo hace reaccionar, pero sólo en forma externa para poder revertir la situación creada. Se cuenta sobre Ribí Menajem Mendel Horbiz Z"L que en una oportunidad concurrieron dos personas a su casa para que determinara sobre un diferendo económico que tenían y ellos aceptarían su palabra sin discutir. Cuando el Rab determinó que uno de ellos debía pagar a su compañero una suma de dinero bastante importante, el deudor comenzó a protestar por el fallo e insinuó que no estaba dispuesto a aceptarlo. El Rab se dirigió al rebelde y le dijo: "Desde que fui nombrado Rab en nuestra ciudad, llevo conmigo una pequeña caja de la que nunca me separo. En ella está oculto mi Kaas (furia), que como Rab del lugar, cuando considero que debe ser utilizada Leshem Shamaim, tomo de ella lo que creo necesario. Debes saber que si tengo que abrirla por tu comportamiento, ¡te hundirás en el abismo y no habrá quien te pueda levantar!". Sus palabras hicieron el efecto adecuado y el deudor aceptó pagar lo que correspondía. Recordemos, para finalizar, que el mundo se mantiene por aquel que sabe controlarse frente a una probable discusión, que el silencio y la voz suave anulan la furia del que ofende y ayudan a tranquilizar al ofendido. De esta forma seremos queridos por Di-s, por nuestra familia y nuestra comunidad, cuidaremos el alma y el cuerpo, adquiriremos así el mundo venidero y tendremos provecho del mundo terrenal.

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No hacer sufrir al otro El Talmud comenta en Julin 84: "Que la persona coma y beba por un valor inferior al que dispone, se vista de acuerdo con lo que tiene y que respete y mantenga a su esposa e hijos con más de lo que tiene, porque ellos dependen de él y él depende del Creador". El marido debe esforzarse para mantener su hogar con mano amplia, sin hacer cuentas detalladas acerca de si se gastó en forma indebida o no cada moneda. Di-s, por ese mérito, le dará su sustento con mucha bendición. Si bien en algunos hogares es la mujer la que lleva el manejo económico porque su marido sabe de sus condiciones de buena administradora, en la mayoría de los casos es el hombre el que administra el dinero. No debe comportarse con altanería u ocultar sus ingresos, porque de esta forma genera problemas y odio en su hogar. Muchas veces sucede que la responsable de crear esta situación es la propia mujer, al hacer reclamos continuos que están lejos de las posibilidades de su esposo o por gastar el dinero en lujos que están fuera de su nivel. El equilibrio adecuado se encuentra cuando el hombre hace un esfuerzo para dar más de lo que puede realmente. Por su parte, al ver y entender su mujer inteligente esta situación, se limitará a vivir con menos de lo que su marido le quiere dar y así reinará el Shalom en el hogar. Se cuenta sobre el Rab Eliahu Lapian Z"L que, en una oportunidad, tuvo necesidad de mudarse a una casa más amplia porque su familia era muy numerosa. En esa época, era muy difícil conseguir una casa en alquiler. Después de mucho esfuerzo encontró finalmente lo que necesitaba y arregló el precio con el dueño. Contrató un carretero para hacer la mudanza y prepararon con sacrificio todas sus pertenencias en las carretas junto a su familia. Al llegar a la casa nueva, se encontró con una persona que le dijo: "Debes saber, Ribí Eliahu, que se casa mi hija y busqué por toda la ciudad una casa en alquiler para ella y la única que encontré es ésta, pero tú te adelantaste. Debes saber que si no la alquilo, deberé postergar el casamiento". Los que escucharon la conversación, le recriminaron al hombre por su inapropiada actitud al reclamar a toda una familia que ya tenía la mudanza preparada, el precio del alquiler arreglado con anterioridad y que, por otra parte, no tenía ninguna culpa de lo que sucedía. Sin embargo, el Rab no contestó, se dirigió al carretero y le ordenó: "Por favor, no bajen las pertenencias, debemos volver a nuestra casa anterior"... Aprendemos de este suceso cómo el Rab no hizo sufrir al prójimo y aceptó perder lo que le correspondía, con tal de que alguien no pasara por un mal momento. De la misma manera en cada hogar, el marido debe brindarse por su esposa dándole más de lo que puede. La mujer, por su parte, no debe pedir lo que sabe que su marido no puede darle. Teniendo presente así cada uno el no hacer sufrir al otro, la felicidad y el Shalom reinarán en el hogar.

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El marido debe cuidar que su comportamiento no provoque el sufrimiento de su mujer, y si ésta derrama lágrimas al sentirse dolida, hay una acusación en el Shamaim muy fuerte contra él. Se comenta sobre Rabí Jaim Mizanz Z"L, que una vez llegó a una ciudad y al pasar por una casa exclamó: "Siento el aroma del Gan Eden". Para averiguar de qué se trataba, golpeó esa puerta esperando encontrar la respuesta. Ribí Pesaj, el dueño de casa, era el encargado de juntar Sedaká para repartir entre los necesitados. Ribí Pesaj lo hizo pasar. El invitado le pidió que abriera un estante de donde provenía ese aroma tan maravilloso. Al hacerlo se encontró con una ropa de un sacerdote y Ribí Jaim dijo: "De esa ropa proviene el aroma, dime cómo llegó a tus manos". Ribí Pesaj contó como en una oportunidad había ido a juntar Sedaká de gente que colaboraba con él para ayudar a los pobres. Al regresar a su casa se encontró con alguien que lo esperaba con desesperación y que le dijo: "Por favor, mi situación es insostenible por las deudas que tengo. O consigo algo de dinero o estoy destruido!"... Intenté explicarle, continuó Ribí Pesaj, que ya había repartido todo lo juntado, y que no podía volver en el mismo día a pedir que me ayudaran nuevamente. Ante el llanto de este pobre hombre, regresé a las casas de los donantes explicando lo que sucedía y finalmente conseguí una suma de dinero que solucionó su problema. Pero, no pasaron diez minutos y golpearon nuevamente la puerta de mi casa. Se trataba de otro Iehudi con problemas económicos gravísimos. Cuando le expliqué que no podía ir tres veces en un día a lo de una misma persona a pedir Sedaká, el hombre desesperado respondió: "¡Estoy perdido!". De repente, recordé que cerca de mi casa había un bar donde se reunían jóvenes para emborracharse y perder el tiempo. Decidí ir a pedirles ayuda, aunque lo más probable era que se burlaran de mí. Así sucedió realmente; pero mientras todos se reían, uno de ellos los hizo callar. Me propuso darme el dinero necesario, pero con la condición de que me vistiera una ropa de sacerdote que él me daría y que paseara así vestido por toda la ciudad con todos ellos riéndose detrás de mí. Luego de una lucha interna que no me permitía avergonzarme a la vista de toda la ciudad, decidí hacerlo para poder conseguir el dinero que necesitaba. Al verme, todos creyeron que había enloquecido por mi actitud. Ese joven me entregó el dinero que luego entregué a la persona necesitada. La ropa del sacerdote pensé dejarla conmigo, ya que gracias a ella hice revivir a un Iehudi". Cuando escuchó esto Ribí Jaim Mizanz, le dijo emocionado: "Debes guardar para siempre esa ropa, y al final de tu larga vida debes pedir que te entierren con ella, y ningún daño te sucederá". Muchos años después de su muerte, el gobierno de Polonia decidió construir una ruta que atravesaba el lugar donde estaba enterrado Ribí Pesaj. Su cuerpo milagrosamente estaba íntegro al estar protegido con la ropa de sacerdote.

67 Aprendamos a ser piadosos con el prójimo, y mucho más en nuestro matrimonio, cuidándonos de no hacer sufrir al otro, para recibir el pago en este mundo y en el venidero. Amén.

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Aprendamos a conocernos La pareja debe conocer las diferencias que existen entre uno y otro por el solo hecho de ser hombre y mujer. Si tenemos presente las distintas características, sentimientos y óptica de la vida que ambos tienen, se evitarán discusiones que perturban la felicidad del hogar. Veamos dos ejemplos: 1) Es normal que al prepararse para ir a una fiesta, el marido se encuentre listo en muy poco tiempo luego de bañarse, afeitarse y vestir su clásico traje. Al esperar a su esposa, y ante la demora que ella tiene, observa que se encuentra preocupada: "¿Qué te sucede?", Le pregunta; "No tengo qué ponerme", es la respuesta de la mujer. El hombre nervioso, abre el placard lleno de ropa y le dice: "¿Y todo esto qué es?"; la mujer le contesta: "Este vestido ya lo usé dos veces, este otro está fuera de moda, aquel es muy caluroso para hoy, etc., etc.". Nos imaginamos los nervios del hombre al ver el atraso para llegar a la fiesta y de ahí a la explosión final, el camino es muy corto. Si ese hombre hubiera sabido que la visión de la mujer con respecto a sus ropas es distinta totalmente a la suya, se habría evitado una pelea en el hogar. La mujer necesita renovar sus ropas de tiempo en tiempo, para encontrarse satisfecha consigo misma. El Rambam, en las Halajot de Iom Tob lo corrobora: "Está obligado el hombre a alegrar a su mujer en los días festivos con ropas y adornos de acuerdo con sus posibilidades. A los niños debe alegrarlos con dulces y nueces". 2) A veces los niños se pelean y uno golpea al otro que llora en forma desconsolada. La madre preocupada sale corriendo a ver qué pasó, mientras que el padre tranquilo, continúa con sus ocupaciones sin prestar mayor importancia a lo sucedido. La mujer no puede entender a su esposo y le pregunta: "¡¿No escuchas los gritos?!". Comienza así una nueva discusión cuyo final desconocemos. Si hubiera sabido que su reacción se origina en su sentimiento y delicadeza, mientras que en su marido es más la fuerza del razonamiento que la del sentimiento, se habría evitado el problema. Si entendemos la forma de ser del otro, podremos llegar al verdadero objetivo del matrimonio: el favor mutuo. La mujer necesita ser dirigida por su marido, pero con respeto y dignidad. Temas tales como la belleza personal, la decoración del hogar, la limpieza, los paseos y las caminatas, facilidad para llorar y necesidad de hablar, son características de la mujer que se deben aceptar porque forman parte de su propia naturaleza. Ella espera más que el regalo en sí, el corazón que se puso para comprarlo. Necesita que la alaben por la comida que preparó con tanto esfuerzo o por el vestido nuevo que compró. ¡Debemos conocernos para encontrar la felicidad! El ser humano inteligente no acepta todo lo que escucha y tampoco se queda callado, sino que expone su idea y criterio sobre el tema planteado. A veces, proceder de esta forma trae inconvenientes y se puede llegar a discusiones o

69 peleas al no coincidir las posiciones. ¿Cómo proceder en el hogar? El consejo de nuestros Jajamim es no discutir nunca con la mujer. Se debe callar y como máximo decir: "Ésa es tu idea, yo pienso distinto". Después de un tiempo, se debe intentar explicar con dulzura nuevamente la posición. Nuestros Sabios nos enseñan que de la misma forma que el mar no se ara y las estrellas no se cuentan, con la mujer no se discute. Para entender por qué se debe proceder así, recordemos lo que dijo una vez el Rab Dessler, autor del libro Mijtab Meeliahu: "Con la inteligencia que Hashem me dio, en muy poco tiempo -media hora aproximadamente- de hablar con un alumno me puedo dar cuenta de sus condiciones: si posee o no buenas cualidades. Pero frente a esto, en el caso de mi mujer con la que vivo hace cuarenta años, aún no conozco el camino y los pensamientos de su alma". Si entendemos esto, no hay lugar a ninguna discusión en el hogar. Para discutir con alguien, las bases del pensamiento deben ser las mismas y existir distintas opciones que generan la discusión. Pero si las bases son distintas, como en el caso del hombre y la mujer, no hay lugar para ninguna discusión. La mujer depende de su sentimiento que condiciona a su razonamiento. Todas sus actitudes, inclinaciones, escala de valores y captación de su mundo están basadas en su sentimiento. Ribí Obadia Seforno explica por qué la serpiente no fue directamente a seducir al hombre en lugar de seducir a la mujer para que comiera del árbol de la sabiduría. El Rab explica que conocía el pensamiento de la mujer: ella sabía que Hashem había dicho que si comían del fruto morirían, pero imaginó que era sólo una amenaza y no la realidad. Así fue como actuó su sentimiento en su corazón antes que la inteligencia de escuchar la palabra clara de Hashem. Es por eso que la mujer a veces quiere algo con toda su alma y otras tantas lo rechaza. Ella depende de su sentimiento que varía de un período a otro y así pasan a ser secundarios otro tipo de cálculos. El hombre es más frío, más calculador, más realista. Su razonamiento precede a su sentimiento y por eso analiza e investiga de otra forma el tema que se plantea. Si se trata de dos visiones opuestas como explicamos, no hay lugar a discusiones porque cada una está basada en una óptica distinta. Si tenemos esto presente, ¡no hay discusión posible! A veces sucede que el hombre regresa a su hogar y su señora no está en la casa. Encuentra una nota en la mesa que dice: "Estoy en lo de mi mamá, puedes pasar a buscarme. La comida está en la heladera, buen provecho!". El marido se pregunta a sí mismo: "¿Otra vez fue a lo de la madre?". La cabeza empieza a trabajarle con pensamientos de furia y de enojo: "¿Dónde está su respeto hacia mí? Me dejó solo y se fue! ¡Lo único que le importa es su madre!". No hace falta que escribamos cómo continúa esta historia, porque ya todos sabemos el final:

70 peleas, ofensas y destrucción del Shalom de la casa. Si la mujer supiera que su marido necesita saber que ella siempre está preocupada por él y se lo demostrara con actitudes, todo sería distinto; si a su vez el hombre supiera que su esposa estará siempre unida a su madre, y en ella encontrará el refugio o un lugar donde contar su vida, se habría evitado el problema. Cuando Eliezer -el sirviente de Abraham- fue a buscar a Ribka para que se casara con Izjak, el versículo dice: "Y corrió la joven a contarle a la madre"(Bereshit 24), ya que se trata de una unión basada en temas comunes: la comida, recetas, ropa, limpieza, preparación de Shabat, aniversarios familiares, etc. El hombre normalmente no da trascendencia a estos temas y, por lo tanto, no es "el socio" adecuado en donde ella pueda presentar sus ideas y preocupaciones. Por eso, la mujer recurre al lugar donde encontrará las respuestas que necesita: la casa de la madre. Los Jajamim nos enseñan que la Emuná de la mujer es en general mucho más fuerte que la del hombre. Cuando ella confía en Hashem con todo su corazón, soporta las vicisitudes de la vida mucho mejor que el hombre. Así es su naturaleza. Lo mismo sucede en la relación con su madre. Al formar su nuevo hogar, nunca podrá cortar esa relación y creará un puente entre los dos hogares: el suyo y el de su madre. ¡Si conocemos los secretos del alma de nuestra pareja, el entendimiento y el perdón traerán el Shalom! Recordemos que con un pequeño fósforo se puede quemar una casa por más grande que ella sea, pero si el fuego es apagado a tiempo todo se salvará. No dejemos que el fuego de la pelea destruya el hogar. Nadie se beneficiará, ni la pareja, ni los hijos, ni los parientes, ni los amigos, ni la comunidad. Que la Berajá del Shalom se encuentre en todos los hogares de Israel.

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La sonrisa en el matrimonio En Abot de Ribí Natan cap. 13 está escrito: "Se debe tratar a toda persona con buena cara. Se puede dar al compañero todos los regalos del mundo, pero si fue de mala forma, se le considerará como si no hubiera dado nada. Por el contrario, aquel que trata bien al otro, incluso que no le haya dado nada, es como si le hubiese obsequiado todos los regalos del mundo". Imaginemos lo que puede suceder con dos personas con el mismo nombre que se encuentran en el Shamaim en el momento previo al Juicio Divino. Al dialogar, se sorprenden de tener el mismo nombre: uno de ellos se encuentra tranquilo y sonriente, ya que fue una persona muy rica y continuamente repartió dinero a su señora, hijos y comunidad, por lo que recibirá seguramente el paraíso. Su figura contrasta con la tristeza y preocupación del otro, que fue una persona muy pobre y que casi nunca pudo colaborar con nadie, por lo que, seguramente, deberá ir al infierno. La conversación se interrumpe porque llegó el turno de juzgar al primero de ellos que entra confiado al lugar del juicio. Para su sorpresa, el fiscal dictamina que debe ir al infierno y el abogado defensor reconoce que nada puede hacer en este caso. Indignado pregunta: "¿Y todo lo que di al prójimo en mi vida para que sirvió?". "Nunca diste nada", le responden. En ese momento se tranquilizó: "Ahora entiendo, me han confundido con el que está esperando el turno afuera, tiene mi mismo nombre y por eso la confusión". "No hay confusión posible", le responden. "Tú has dado muchas cosas en tu vida, pero al darlas de mala forma, y sin entregar tu corazón, es como si no hubieras dado nada. En cambio, tu compañero que cree que por ser pobre irá al infierno, le aguarda el paraíso, ya que lo poco que pudo brindar al prójimo, lo hizo con una sonrisa y con todo su sentimiento". En el matrimonio, este tema es fundamental. Debemos cuidarnos en la forma que damos a nuestra pareja lo que necesita, ya que corremos el riesgo de perder todo el pago del esfuerzo que hicimos. Para eso, sólo basta con poner cara de desgano, o simplemente con decir: "Ufa, ...tomá". Por el contrario, aquél que entrega con una sonrisa, aunque sea lo mínimo y precario por su situación especial, recibirá en el mundo venidero un pago especial, sumado a la gratificación de vivir felizmente en este mundo y ser ejemplo para el comportamiento de sus hijos. Se comenta sobre el Jafez Jaim Z"L, que en una oportunidad su señora se quejó por la situación económica del hogar, diciendo: "En la casa de los vecinos tienen riqueza a pesar de tratarse de gente que no estudia Torá; sin embargo, nosotros con tanto estudio pasamos momentos de pobreza!". El Rab le contestó: "¿Acaso crees que nuestros vecinos a los que no les dio Hashem tanta sabiduría, ni tampoco tienen hijos que puedan elevarse en el camino de la Torá, también deben ser castigados con pobreza? Por otra parte, tú tienes un marido con Torá, has encontrado el camino de la verdad y tienes la esperanza de que tus hijos sean

72 estudiosos y grandes Sabios, ¡¿Quieres recibir también riqueza?! ¿Dónde estaría la justicia Divina si nuestra casa tuviera todo y la casa de nuestros vecinos se encontrara vacía en materialismo y en espiritualidad? ¡Por eso debemos estar felices con lo que tenemos, que es lo mejor!". El Jafez Jaim nos enseña con su sabiduría, que sólo con un lenguaje suave e inteligente puede tranquilizar a su señora. No lo hará con discusiones y peleas. De la misma forma, cuando el marido vuelve a su hogar después de un día de problemas y tensiones, debe su señora sonreírle y alentarlo para despejar las nubes tormentosas que apagan su espíritu, y traer la luz que lo alumbre en el camino de la vida. Cada integrante de la pareja tiene la obligación de repetirse continuamente: "La sonrisa acerca los corazones. La tensión y el enojo destruyen el hogar". La Mishná en Pirké Abot 1 comenta: "Shamai dice... Recibe a toda persona con buena cara". No creamos que Shamai se refería sólo a los casos en donde se recibe a un huésped en el hogar. Su enseñanza fue para todos los momentos de la vida en donde alguien se encuentre frente a nosotros. En forma sorprendente, no es Hilel -Sabio talmúdico contemporáneo a Shamai que se destacaba por pregonar el favor en toda circunstancia- el que nos transmite la importancia de la sonrisa. Es nada menos que Shamai quien lo recuerda, no como un buen consejo sino como una obligación. El Maharal de Praga en su comentario sobre Pirké Abot comenta que por naturaleza la persona desea saber si quienes se encuentran a su alrededor lo valoran o lo desprecian. ¿Cómo se da cuenta? Por la expresión de las caras. Una cara sonriente demuestra valoración a su personalidad. Una cara furiosa o apesadumbrada refleja la falta de consideración de quien se encuentra a su lado y provoca una sensación de desprecio prohibida por la Torá. Por lo tanto, explica el Maharal, recibir al otro con una sonrisa no es un acto de favor sino una obligación para que no se sienta despreciado. Por eso, es el propio Shamai quien menciona el tema como un deber más que no puede quedar de lado. En el matrimonio, este concepto adquiere una relevancia fundamental, ya que al sonreir uno al otro le está diciendo en forma clara: "yo te valoro, tú eres considerado para mí". Este tema tan elemental lo podemos observar en la manera como un niño diferencia entre una cara que lo mira en forma agradable o de manera agresiva. Su respuesta es instantánea: llora o juega de acuerdo con el modo como se hayan dirigido hacia él. El Rab Shelomo Volve Shelita en su libro "Ale Shur" compara a un niño que crece sin la sonrisa de quienes lo rodean con una planta que no recibe la luz del sol. Nunca se llenará de vigor. Esa simple sonrisa que recibe y que le permite desarrollarse con todo ánimo y fervor, no es nada más que la expresión del alma que brota del interior del cuerpo de quienes lo rodean y lo alimentan espiritualmente de esa manera tan sencilla.

73 En cuántos casos hay parejas que comparten toda una vida sin encontrar un idioma en común, con nerviosismo, amargura y sin el mínimo entendimiento. ¿Cuál es la raíz de este desastre? Quizás que cada uno de ellos esperaba que el otro se acercara con una sonrisa para empezar una mejor relación. Nadie dio el primer paso y así transcurrió la vida. Sólo que la brecha cada vez se hizo más profunda. Cada uno pensó que tenía los motivos suficientes como para no dar el brazo a torcer. Olvidaron que la obligación de "recibir al otro con buena cara" es incluso en los casos en donde las actitudes no se compartan o las ideas sean distintas. Mas aún en el matrimonio, donde ninguna persona podrá brindar lo que cada integrante de la pareja deje de realizar. Que Hashem ayude al pueblo de Israel para que la sonrisa y el aliento mutuo sean la base de todos nuestros hogares. Amén.

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Reforzar la fe Cuando aparecen problemas de distinto tipo dentro de un hogar, muchas veces provocan tristeza y depresión al no encontrar el porqué de esa situación. El matrimonio debe en ese caso tomar la iniciativa de insuflar entre ellos un espíritu de fe y esperanza. Deben alentarse mutuamente con palabras y actos que demuestren que todo lo que sucede está manejado por Di-s para el bien, aunque el ser humano no pueda entenderlo con su limitada capacidad. Debemos aprender a tener en nuestra boca y corazón frases de nuestros Sabios tales como: "Todo lo que Di-s hace es para bien", o "Nadie mueve un dedo en la tierra, si no lo decretan desde el Cielo". De esta manera, fortaleceremos la Emuná en los momentos difíciles. Si lamentablemente sucedió una pérdida económica, se debe buscar lo positivo de la misma. Quizás fue una Kapará por nuestros pecados y gracias a Di-s, no se trató de algo más grave. Debemos recordar, por otra parte, que los sufrimientos borran los pecados de la persona como comenta el Talmud: "Toda persona que Hashem quiere, recibe sufrimientos" (Berajot 5). Debemos tener presente lo que menciona Ribí Ishmael en Arajin 15: "Toda persona que pasa cuarenta días sin sufrimientos recibe su pago en este mundo". Con una óptica adecuada de la vida, las preguntas desaparecen y la paz y la tranquilidad retornan al hogar. Por eso, es importante que la pareja concurra a estudios de Torá o lea, en conjunto, libros de Musar que cambian la visión equivocada de los sucesos de la vida por una óptica llena de fe y esperanza como base del hogar. Así desaparecerán las quejas y lamentos que hoy lamentablemente se hicieron cotidianos. Renacerá el ¡Baruj Hashem! ¡Bendito eres Di-s! y el ¡Min Hashamaim! ¡Todo es del Cielo!, que nos darán la felicidad verdadera sin nervios ni sufrimientos. Precisamente, el único modo para evitar una pelea es trabajar sobre uno mismo para reforzar la fe y aprender a vivir con alegría. El profeta Zejariá 8 nos dice que "la verdad y la paz serán amadas". Aparentemente, se trata de dos conceptos contradictorios, ya que si observamos al prójimo bajo la óptica de la verdad encontraremos errores y falencias que provocarán la discordia. El problema consiste en que buscamos la verdad en el otro y olvidamos analizarnos a nosotros mismos. Si lo hiciéramos, tomaríamos conciencia de nuestros defectos y la paz con el prójimo sería fácilmente encontrada. A eso se refirió el profeta Zejariá. Es cierto que a veces se requiere de un control especial para no reaccionar, pero precisamente por eso es que el rey David nos enseña: "Busca el Shalom y persíguelo" (Tehilim 34). No se trata de esperar a que el Shalom nos encuentre en forma circunstancial, sino que debemos buscarlo y perseguirlo anulando nuestra propia honra o sentimiento para poder encontrarlo. Se cuenta sobre

75 Napoleón que al pelear con Rusia llegó a una ciudad muy fortificada y no podía derrumbar sus murallas. La sitió aguardando a que sus habitantes se rindieran con el correr del tiempo. Sin embargo, como éstos disponían de gran cantidad de alimentos, fueron los soldados de Napoleón quienes se impacientaron sugiriendo regresar a sus hogares. Napoleón decidió disfrazarse en compañía de un general e ingresar como espía en la ciudad para ver la situación real del lugar: si aún disponían de alimentos regresarían, pero de lo contrario, el sitio continuaría hasta que se rindieran. Pudieron ingresar a la ciudad en forma oculta y llegaron a un bar que estaba colmado de soldados que intentaban emborracharse para olvidar el hambre que padecían. Los comentarios eran que no había alternativa: caerían en las manos de Napoleón y su ejército. Cuando los dos espías -Napoleón y su generalescucharon y entendieron la situación, intentaron retirarse: la misión estaba cumplida. Pero de repente uno de los soldados rusos exclamó: "observen a ese campesino: ¡juraría que es Napoleón!". Los espías comenzaron a temblar, pero la suerte estuvo de su lado porque todos sus compañeros se burlaron del soldado. "¿Cómo es posible que el propio Napoleón llegue hasta acá y con ese aspecto tan despreciable?", le dijeron. El general que acompañaba a Napoleón decidió eliminar cualquier tipo de sospechas y le pidió a Napoleón que le sirviera un poco de vino. Napoleón, que comprendió la idea del general, comenzó a servirle pero lo hizo en una forma bastante brusca que provocó que el vaso cayera sobre el piso y se derramara el vino. El general, indignado, golpeó a Napoleón quien cayó al piso a la vista de todos. Cuando intentó levantarse, recibió un puntapié del general que lo insultó y ofendió por su necio comportamiento. Los soldados rusos se rieron de lo sucedido y confirmaron "el error" del soldado: nadie se atrevería a golpear de esa forma a Napoleón. El general pagó la botella de vino y se retiró junto a Napoleón sin que nadie sospechara sobre la verdadera identidad de ambos. Cuando llegaron a un lugar oculto, el general se posternó delante de Napoleón llorando y pidiéndole perdón por los golpes que le había dado. Napoleón lo abrazó, lo besó y le dijo: "mi agradecimiento te lo demostraré elevándote al cargo más importante de nuestro país y te llenaré de regalos". Debemos aprender el mensaje. En algunas circunstancias la persona debe recibir por sus malas actitudes un castigo celestial. Pero la piedad de Di-s lo rescata del mismo enviándole una persona que lo insulte y lo ofenda. Si el ofendido tomase conciencia de que la vergüenza que recibe es por su bien y para conseguir la vida rescatándolo del sufrimiento, lo recibiría con la misma alegría que Napoleón, en el momento en que recibió los golpes. ¿Qué hubiese sucedido si Napoleón reaccionaba y le gritaba al general que debía mantenerle el respeto que merecía? Los soldados rusos hubieran reaccionado descubriendo la identidad de los espías. Sepamos soportar los malos momentos para poder vivir siempre con alegría.

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El estudio de Torá es la bendición del hogar El Rab Eliahu Lapian Z"L cuenta en su libro "Leb Eliahu" el siguiente Maasé: "Ribí Neta era un comerciante que vivía en Kelem. Casó a su hija única con un Talmid Jajam al que le dio una dote importante y se comprometió a mantenerlo durante muchos años para que pudiera seguir estudiando Torá. Cuando esos años pasaron, la mujer le reclamó a su esposo que dejara de estudiar para poder mantener su hogar. Su esposo -por el cariño que tenía a la Torá- se negó a hacerlo. Ella sugirió que con el dinero de la dote abrieran un negocio que ella atendería, y que el marido se ocupara del mismo sólo dos horas por día. El hombre aceptó y con el correr del tiempo las dos horas se transformaron en cuatro, hasta que abandonó completamente sus estudios para dedicarse al trabajo. Un sábado a la noche que nevaba, la mujer salió a tirar algo afuera de la casa y al regresar sintió que se ahogaba y no podía hablar. Su marido corrió a buscar un médico, pero éste no pudo diagnosticar la enfermedad que la aquejaba. Los doctores que la veían no podían entender por qué no podía hablar. Alguien le sugirió al marido que quizás se trataba de un caso de exorcismo y que fuera a lo de Ribí Mendel Z"L que se ocupaba de estos temas. El marido decidió llevar a su esposa a lo del Rab quien le habló al alma que se había introducido en ella. El alma le contestó desde el estómago de la mujer sin que ella moviera los labios: ‘Transgredí en mi vida todos los preceptos de la Torá y mi castigo fue que mi alma recorriera el mundo con ángeles que me castigan continuamente y sólo encuentro tranquilidad si me introduzco en el cuerpo de alguien’. ‘¿Por qué elegiste a esta joven?’, le preguntó el Rab. La respuesta fue: ‘Su propia madre -que ya había fallecido- me pidió en el Shamaim que lo hiciera para que su hija sufriera en este mundo y no recibiera castigo en el Olam Habá por haber sacado a su esposo del estudio de la Torá’. Ribí Mendel Z"L se dirigió al esposo de la mujer, quien le aseguró que volvería a estudiar Torá. Ribí Neta -el padre de la mujer- se comprometió a estudiar Mishnaiot y a encender Nerot en el Bet Hakeneset para rescatar a esa alma del castigo que tenía. Ribí Mendel Z"L reunió un grupo de diez personas para que leyeran Tehilim y dijo unos Pesukim con la mujer sentada en la mitad de la habitación. Luego de unos minutos de lectura de Tehilim, la mujer -en forma repentina- cayó al suelo y se escuchó una voz que salía de ella: ‘¡Shemá Israel!’. Una de sus uñas se partió y salió sangre de ella. La ventana se rompió -por ese lugar salió el alma- y la mujer recuperó su normalidad". El Rab Eliahu Lapian continúa en su libro: "En el último tiempo escuché que esa pareja está en Israel. Viven en Tel Aviv, pero no revelaré más detalles sobre ellos. Sólo que personalmente los visité y ellos mismos me contaron todo el suceso". Toda mujer virtuosa que lea este Maasé, tomará la enseñanza necesaria para su vida, ayudando y fortaleciendo a su esposo en el camino y en el estudio de la Torá, para adquirir así la felicidad en este mundo y en el venidero. Las estadísticas demuestran que una casa basada en los principios de la Torá está llena de alegría y felicidad. Seguramente que no son las condiciones económicas las que la hacen dichosa, ya que no siempre tienen esa bendición,

77 sino que tienen la Berajá de tener fe en el Creador, que es la vitamina que origina esa felicidad al saber que quien da la vida, también da el sustento. Así se logra la tranquilidad y felicidad anhelada. En una oportunidad, una persona se presentó delante de un Rab con la idea de viajar a otro país debido a sus problemas económicos. El Rab le contestó con el siguiente Maasé: En una ciudad vivía un Rab muy pobre al que se le presentaron dos personas muy ricas para que interviniera por un diferendo económico que tenían, con la condición de que el Rab se trasladara a la ciudad de ambos con los gastos pagos, además de un importante dinero por su trabajo. El Rab les pidió que lo esperaran hasta que volviera de rezar Minjá en el Bet Hakeneset. Al regresar, les dio una respuesta negativa al pedido para que viajara. Cuando la señora del Rab le preguntó por qué no había aprovechado esa oportunidad de ganar mucho dinero, el Rab le respondió que una de las Berajot de la Tefilá que dijo era "Mebarej Hashanim", o sea que Di-s bendice los años desde Su lugar celestial. La Guemará comenta que la distancia desde la tierra al primer cielo es de 500 años y al segundo cielo es de otros 500 años, y así sucesivamente pasando los siete cielos hasta llegar al Trono Divino. Sin embargo, esa distancia inimaginable no es impedimento para que la Berajá llegue al ser humano. "Me dije a mí mismo: ¿Sólo a la ciudad de los ricos me mandará Di-s la Berajá? ¡Si Él quiere, podrá enviarla directo a mi casa!". Finalmente, los ricos decidieron hacer el juicio en la ciudad del Rab, quien pudo obtener el dinero sin tener necesidad de dejar su hogar. ¡Tengamos fe y tendremos alegría en nuestros hogares, a pesar de los problemas económicos que puedan existir! El Talmud en Pesajim 49 comenta: "Que siempre la persona venda todo lo que posee para casarse con la hija de un Talmid Jajam y para casar a su hija con un Talmid Jajam. Este tipo de matrimonio se compara a la unión de la uva de la parra con la uva de la parra, es algo bello y agradable". ¿Por qué los Jajamim compararon esta unión del novio y la novia sólo con la uva y no con otra fruta? Una de las explicaciones es que el sabor del vino es más agradable cuando es más añejo. De la misma manera, cuando la pareja cuida la herencia que recibimos en el monte de Sinai y no se deja llevar por corrientes modernas ajenas a nuestra fe, llega así al máximo de belleza espiritual posible. Cuando un hogar crece con esas bases, el progreso es constante. Es lo que sucede con la uva de la parra, antes de ser exprimida. Se la bendice con una Berajá común a todos los frutos del árbol: "Boré Perí Haez" (que crea el fruto del árbol). Al transformarse en vino recibe una Berajá excluyente para él: "Boré Perí Haguefen" (que crea el fruto de la parra). Es cierto que el trigo también transforma -al convertirse en pan- su bendición primitiva de "Boré Perí Haadamá" (que crea el fruto de la tierra) en "Hamosí Lejem Min Haarez" (que saca el pan de la tierra). Pero la parra permanece en la tierra en forma eterna a diferencia del trigo que debe ser sembrado nuevamente. De esta forma, le deseamos a la pareja que la unión que materializaron en la Jupá, sea eterna, llena de felicidad y alegría.

78 Otro de los mensajes que la parra otorga a la pareja es que el vino alegra a la persona, pero sólo cuando se lo consume con medida y en forma adecuada. De lo contrario, la emborracha con las consecuencias negativas que todos conocemos. De la misma forma hay una indicación para la pareja de fijar los límites que la Torá impone. Como dijeron los Jajamim: "Santifícate a ti mismo en lo que está permitido para ti" (Iebamot 20), y así tendrán éxito en la construcción del hogar. El amor entre ellos crecerá continuamente gracias a esos cercos que la Torá determina. Serán como el vino, cuyo sabor aumenta día tras día. Otra de las comparaciones de la parra con la pareja es la siguiente: el pueblo de Israel fue comparado con la parra. ¿Por qué? La parra es pisada por aquellos que fabrican el vino. Pero finalmente, cuando se obtuvo el producto, es el vino quien hace caer a la persona que toma más de la cuenta. Igualmente, en este destierro tan largo y difícil, el pueblo judío debió soportar ser pisado por distintas naciones. Pero llegará el momento en que el Mashiaj elevará al pueblo de Israel para convertirlo en la luz de la naciones. Ese mensaje también se aplica al novio y a la novia. Si se comportan con honra y respeto mutuo, si cada uno valora al otro y le hace sentir que está por encima de sí, entonces vivirán con armonía y felicidad. Serán como la uva que en principio parece que es pisada, pero finalmente triunfa. Que en todos los hogares de Israel se cumpla la frase de los Jajamim: "Inbe Haguefen Beinbe Haguefen Dabar Nae Umitkabel: la uva de la parra con la uva de la parra es bella y agradable".

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La Tefilá, la Sedaká y las Berajot de los Sadikim La Guemará en Sanhedrin 44 comenta que la persona debe adelantar la Tefilá antes de que surja el problema realmente. Podemos deducir con más razón que, cuando lamentablemente no hay paz en el hogar, se debe hacer Tefilá para que Di-s deposite su Shejiná en esa casa, además de todas las distintas iniciativas que se realicen para encontrar la solución. Se cuenta sobre el Rab Iejezkel Abramsky Z"L que al ser llevado preso a Siberia, le sacaron los zapatos y lo obligaron a caminar descalzo sobre el hielo congelado varios kilómetros por día. El Rab dentro de su Tefilá le dijo a Hashem lo siguiente: "Di-s mío, escribiste en Tu Torá (Ketubot 30) que todo proviene del Shamaim menos los resfríos, que se originan en una negligencia propia de la persona que no se cuida como corresponde. Pero en este lugar con temperaturas bajo cero, me obligan a caminar descalzo y solo Tú, Señor del Universo, me puedes cuidar. Por favor, sálvame para que no me enferme". Pasaron muchos años y el Rab ni siquiera se resfrió, mientras que mucha gente moría de complicaciones por gripes y pulmonías. Aprendemos de este suceso la fuerza de la Tefilá, que puede cambiar la naturaleza del mundo. Por más que exista un decreto por el que la persona debería soportar sufrimientos en su casa, hay tres cosas -Tefilá, Sedaká y Teshubá- que anulan cualquier mal decreto que hubiera. En el libro Shibje Omer se relata el siguiente Maazé: Rabí Tzvi Izjak Horowitz era un hombre Sadik y fiel. Su nombre recorrió las fronteras, y todos los que lo conocían depositaban en él su total confianza. Cuando se recolectaba dinero para los pobres, se le entregaba al Rab para que fuera su depositario hasta que se necesitara utilizarlo. Incluso particulares le daban dinero para que lo guardara, sabiendo que quizás estaba más seguro que en una cuenta bancaria. El Rab tenía un alumno de apellido Rotschild, que no sólo estudiaba junto a él, sino también hacía las veces de su secretario y administrador. Cuando el Rab recibía dinero, se lo entregaba a su alumno quien lo guardaba en un cofre cuyo escondite conocían nadie más que él y su Rab. En una ocasión, llegaron a la casa del Rab unos Gabaim (Dirigentes Comunitarios que se encargan de recolectar dinero para beneficencia), y pidieron la restitución del dinero que anteriormente habían dejado en depósito. El Rab comenzó a buscar el cofre y no lo encontró. Cuando se le ocurrió preguntarle a su alumno, se acordó que ese mismo día el joven le había dicho que abandonaba la ciudad y se iba a trabajar a otra ciudad. Los Gabaim se retiraron con las manos vacías, y dejaron al Rab con una profunda preocupación.

80 Pasó un tiempo, y la esposa del Rab le dijo a su marido: "No es que quiera ser mal pensada, pero precisamente en el día que tu alumno Rotschild se fue, desapareció el cofre del dinero..."; "¡No, no!, la interrumpió el Rab, es imposible que él haya hecho algo así. Rotschild es un verdadero Sadik y confío plenamente en él...". "Bueno pero nada pierdes si vas a la ciudad donde ahora vive, y le explicas que se perdió el dinero de los huérfanos y las viudas. Quizás te puede dar una pista", insistió la mujer. El Rab se dirigió a la ciudad donde se había establecido su alumno, y comprobó sorprendido que en muy poco tiempo ya toda la gente conocía el apellido Rotschild con honor y respeto. Cuando llegó al lugar donde trabajaba, encontró un muy lujoso negocio de venta de antigüedades y joyas. Rotschild recibió a su Rab con mucha amabilidad. "¿A qué se debe esta tan honrosa visita?", "Debo hablar contigo muy seriamente", fue la respuesta. El Rab le contó que habían ido los Gabaim a reclamar el dinero de las viudas y los huérfanos, y el cofre había desaparecido. Con sutiles palabras, le estaba dando a entender que existía la sospecha de que él fuera quien había tomado indebidamente ese dinero. Rotschild no contestó. Se quedó en silencio unos instantes y se levantó. Se dirigió a uno de sus cuartos, y regresó con una pequeña bolsa en sus manos. Le dijo al Rab: "Ésta es la mitad del dinero. Por el resto, le pediré que me espere un mes y, con la ayuda de Hashem, se lo entregaré". Mientras el Rab regresaba a su casa estaba contento, por un lado, por haber recuperado el dinero robado. Por el otro, estaba triste porque nunca hubiera pensado que su fiel alumno era capaz de aprovecharse de su confianza para apoderarse de lo ajeno. Una semana después, unos policías se hicieron presentes en la casa del Rab con una noticia: "¡Encontramos su cofre robado! Aquí lo tiene. ¡Y el ladrón está preso!". El Rab se estremeció. Pensó que habían apresado a Rotschild y que lo iban a castigar duramente. Los policías siguieron hablando. "¿Usted tenía un sirviente no judío?". "En efecto, hace poco más de un mes", respondió el Rab. "Fue él quien se apoderó del cofre. Lo hizo en un descuido suyo y se lo llevó. Lo recuperamos casi con todo el dinero que allí había. "¿Y cómo se dieron cuenta ustedes de qué él había sido el ladrón?". "Porque inmediatamente después de que dejó su trabajo, se lo vio extrañamente en cada cantina que había en la ciudad. Un día, en medio de su borrachera, confesó que el dinero que estaba derrochando lo estaba sacando del cofre que había robado de la casa del Rab Horowitz. Bueno, lo principal es que el cofre regresó a sus legítimos dueños". Los policías se retiraron. Nuevamente, el Rab sintió una mezcla de alegría y tristeza. Alegría porque descubrió que su alumno Rotschild estaba limpio de toda culpa. El concepto que de él tenía era el mismo, o mejor aún. Por otro lado, estaba triste por haber sospechado de él injustamente. Además, ¿por qué si era inocente, Rotschild le había dado el dinero, aunque fuera una parte? El Rab no esperó, y ese mismo día

81 se dirigió otra vez a la ciudad donde Rotschild vivía. Cuando llegó allí, no lo encontró en donde tenía su negocio. Ni siquiera el negocio existía. Preguntó a la gente y le dijeron que Rotschild había vendido todo lo que tenía y se había ido a vivir a una choza en una aldea cercana. El Rab se dirigió a ese lugar y encontró a su alumno viviendo en una choza pobre y destruida. Rotschild recibió a su Rab con la amabilidad de siempre. "Sea usted bienvenido, Rab. Sólo que todavía no he podido reunir la suma que le debo. Por favor si me espera unos días más...", "¡Querido alumno! Sé que tú no fuiste quien robó el cofre. La policía encontró al ladrón y el cofre ya está en mis manos". "¿Ah, sí? ¡Baruj Hashem! ¿Y se puede saber quién fue?". "¿Te acuerdas del sirviente que teníamos y de repente nos abandonó? Bueno, pues de algún modo se las ingenió para robarnos sin que nos diéramos cuenta. Pero, ¿por qué me mentiste y me hiciste creer con tu actitud que habías sido tú el ladrón? ¡Si hasta te quedaste pobre por darme el dinero, cuando en realidad no te correspondía hacerlo!". "Yo lo vi a usted muy preocupado, porque tenía la responsabilidad de devolver el dinero que le habían dado para guardar. Y la verdad es que preferí pasar un poco de incomodidad, con tal de que a las viudas y a los huérfanos no les falte nada de lo que les corresponde... Usted me enseñó que en la Torá está escrito: "A Hashem, Tu Di-s, temerás". Y es sabido que estas palabras no sólo se refieren al Creador del Mundo, sino también a los que los representan: A los Jajamim. Yo debo temer, respetar y honrar a los Jajamim, y mucho más a usted, que es mi Jajam principal y de quien aprendí toda la Torá que tengo". "Bueno. Pero, ¿Por qué llegaste hasta esta situación?". "Yo me comprometí con usted a entregarle la otra mitad del dinero, y como ya no me quedaba nada en efectivo, me vi obligado a vender mis propiedades, pero igualmente no alcanzó. Pensé que de algún modo u otro, Hashem me iba a ayudar a reunir toda la cantidad antes de que transcurriera el mes de plazo...". Al escuchar esto, el Rab estrechó a su alumno en un abrazo y lo besó en medio de lágrimas de emoción. Le dio una Berajá, y le dijo que sería tan rico, que su riqueza no se apartaría de él ni de su descendencia jamás, hasta la llegada del Mashiaj. En efecto, la riqueza de la familia Rotschild es proverbial. Y como vemos, hasta hoy se mantiene. Todo, gracias a la entrega de quien inició la dinastía, que prefirió vivir como un pobre y pasar por sospechoso de robo, con tal de que a los huérfanos y a las viudas no les faltara el sustento. Y también gracias al respeto y el honor que les confería a los Jajamim, a quienes consideraba como verdaderos representantes del Mandato Divino. El Sefer Pele Ioez escribe que quien tiene una mala mujer que lo hace sufrir, que le pida a Di-s que transforme su corazón. Que lo quiera y caiga en gracia a sus ojos, para que él también la pueda amar. Nuestros Sabios nos enseñan que las puertas del llanto nunca se cierran. Por lo tanto, no debe desesperarse sino pedir con todo el corazón al Padre Piadoso que cambie la pelea del hogar por la felicidad eterna.

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Otra de las soluciones para encontrar el Shalom en la casa es pedir la Berajá de los Sadikim de la generación. Si ya existe el Shalom, es correcto pedir al Sadik su Berajá para que continúe por siempre. En una oportunidad sucedió en los Estados Unidos de América un accidente por un choque de autos. Los médicos determinaron que el Iehudi accidentado no iba a poder sobrevivir y mandaron a traer de un asilo al padre del accidentado. Cuando éste llegó al lado de su hijo inconsciente, no demostró preocupación por lo sucedido, y se retiró diciendo con mucha calma: "Se curará". Todos pensaron que el anciano padre no había tomado conciencia de lo que sucedía, pero él les contestó lo siguiente: "Yo soy de Radin, la ciudad del Jafez Jaim. Cuando el Rab escribió su libro ‘Mishná Berurá’, reunía gente en su casa para que lo leyeran y así poder observar cómo se entendía lo que el Rab había escrito. Varias veces mi estudio cayó en gracia en sus ojos, y me dio dos Berajot: que tuviera larga vida (hoy tengo 76 años), y que mis hijos no murieran durante mi vida. Todavía no llegué a tener lo que se llama realmente larga vida, ¿cómo se van a cumplir las dos Berajot simultáneamente?; la única forma es que mi hijo se recupere y que yo viva muchos años más. Por eso es que estoy tranquilo". Al otro día sucedió el milagro. El hijo abrió los ojos, y poco a poco se fue recuperando para sorpresa de los médicos que no podían entender lo que sucedía. Aprendemos de este suceso la importancia de la Berajá del Sadik, ya que sus Tefilot llegan delante de Di-s y pueden hacer cambiar cualquier mal decreto que haya sobre la persona, y dar una larga vida llena de paz y prosperidad. Para concluir, relatemos uno de los tantos milagros cuyo protagonista fue uno de los Sabios más grandes de las últimas décadas: el Baba Sali Ribí Israel Abujazira Z"L. Un matrimonio que luego de muchos años de casados no habían podido tener hijos, recurrió a recibir la Berajá del Rab. Para ello se dirigieron a su casa en Netibot. Todos conocían la Kedusha del Rab, sabían que sus oraciones llegaban al Cielo y que sus bendiciones se cumplían. Le contaron al Rab lo que les aquejaba y le pidieron una bendición para que Hashem les otorgara el hijo tan ansiado. El Rab les pidió sus nombres e hizo Tefilá por ellos. Luego tomó una botella de anís, escribió algo en un papel con el que envolvió la botella y les dijo: "Deseo que el día del Berit Milá bendigan sobre este anís al poner el nombre del bebé". Recogieron la botella. El corazón de ellos desbordaba de alegría. Los años pasaron y ninguna novedad importante ocurría. Hasta que escucharon una noticia que los dejó perplejos: El Baba Sali Z"L había dejado este mundo y aparentemente su Berajá no se había cumplido. Luego de transcurridos dieciséis años del encuentro con el Baba Sali, lo que parecía imposible llegó: el hijo por el que tantas Tefilot se habían hecho, vino a este mundo. Imaginemos la alegría de la familia. Decidieron que el Sandak fuera el Rab Izjak Kaduri Shelita. El padre trajo la botella de anís y se hicieron los preparativos para el gran día. El Berit Milá se realizó e invitaron al Rab Kaduri para hacer el Kidush. Al sacar el papel que

83 envolvía la botella de anís todos quedaron sorprendidos: el Baba Sali había escrito en el papel la fecha del Berit Milá dieciséis años antes de que se realizara. ¿Dónde radica la fuerza, la sabiduría y la profecía de estos grandes Jajamim? ¿Cómo es posible que sus palabras sean escuchadas en el Cielo y se cumplan en la tierra? La respuesta es la siguiente: "Si en mis leyes se encaminarán y mis preceptos cumplirán"(Vaikrá 26). Rashi nos aclara que el versículo se refiere a estudiar la Torá con esfuerzo y cumplirla con todos sus detalles. Es la fuerza de la Torá, la sabiduría de Hashem, la que da la profecía a los Sadikim de cada generación. Tefila, Sedaká, Teshubá, Berajot de los Sadikim de la generación. Todos estos medios son valederos y necesarios para bendecir los hogares de Israel.

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La voz del dinero La gente corre detrás del dinero, pero no todos se convierten en millonarios. Incluso los que sí lo son, no tienen todo el provecho de lo que alcanzaron, ya que siguen corriendo para obtener más riqueza. Como nos enseña Shelomo Hamelej: "El que ama al dinero no se hartará de él" (Kohelet 5). Por eso le podemos preguntar dónde está su riqueza y cuál fue su provecho. Corre toda su vida detrás de algo que nunca alcanzará y no prueba el sabor de la alegría. No sólo esto, sino que codicia lo de los demás y llega a mentir y engañar, siendo odiado por la gente, perdiendo así su mundo terrenal y el venidero. No hubo generación que haya tenido las comodidades que hoy existen. Al tocar un botón se enciende la luz, se mueve una perilla y el fuego está preparado para cocinar, el lavarropas automático deja la ropa limpia sin ningún esfuerzo del ama de casa, se pueden adquirir comidas preparadas para ser servidas, etc., etc. ¡Cuánto esfuerzo debían realizar las generaciones anteriores para obtener las mismas cosas! Se debía buscar combustible para tener un poco de luz, preparar el fuego con madera o carbón, llevar la ropa hasta el río para poder lavarla, etc. Sin embargo, ellos eran más felices que lo que somos nosotros hoy, porque tenían la clave que nuestros Sabios profetizaron hace mucho tiempo atrás: "¿Quién es el rico? El que se alegra con lo que tiene" (Pirke Abot 4), ya que sólo sabiendo conformarse con lo que Di-s le destinó, se encuentra la felicidad. Ésa es la verdadera riqueza. El Midrash Tanjuma comenta con respecto a la Perasha Tazria, sobre un Cohen que tenía problemas económicos y que no podía mantener su hogar y decidió ir a trabajar fuera de Israel. Antes de irse, le explicó a su señora las leyes de los Negaim, o sea sobre las manchas de la piel que él determinaba como Cohen a los que lo consultaban. Le explicó que en cada pelo del cuerpo de la persona, creó Dis una cavidad de la cual se alimenta ese pelo. Si éste se seca y no tiene calor, es una señal que se secó la fuente que lo alimentaba. Le respondió la mujer: "Que tus oídos escuchen lo que haz dicho. Si Di-s creó para cada pelo un lugar que lo alimenta, tú que eres un ser humano que debes mantener a tu familia, ¡¿acaso no creó Di-s la fuente de donde consigas tu sustento?!". El Cohen de esta forma desistió de su viaje, enseñándonos que la fe es la base del hogar y que no hay que perder la tranquilidad cuando faltan cosas en la casa, ya que todo depende de la Berajá que Di-s manda. Por supuesto que la mujer no debe reclamar a su marido cosas que él no puede solucionar. Ella debe administrar sus gastos con fe y esperanza para no destruir el Shalom de su hogar. El marido, por su parte, al ver que por más que se esfuerza no puede satisfacer las necesidades de su familia, debe alentarlos a superar el momento difícil, puesto que es una prueba de Di-s para el bien y la felicidad de todos.

85 Cuando Ribí Akiba se casó con Rajel, la hija de Kalba Sabua, la pareja era tan pobre que debía dormir sobre un lecho de paja. En una oportunidad, se presentó Eliahu Hanabi como un pobre pidiendo un poco de paja para su señora que había tenido un hijo y no tenía donde acostarse. Le dijo Ribí Akiba a su mujer: "Observa, hay gente más pobre que nosotros y ni siquiera tienen paja". Sepamos mirar en las cosas materiales a aquellos que tienen más dificultades que nosotros y en los temas espirituales tomemos ejemplo de los que nos superan. El Midrash en la Perasha Pekude cuenta el siguiente Maasé: Ribí Jiá y Ribí Shimhon Ben Jalafta estaban estudiando Torá en el Bet Hamidrash de Tebaria en la víspera de Pesaj. Escucharon mucho movimiento de gente, y preguntó Ribí Shimhon a Ribí Jiá: "¿Qué es lo que sucede?". Éste le contestó: "Todos compran lo que necesitan para Iom Tob, y si alguien no tiene dinero se presenta a su patrón y le pide". Dijo Ribí Shimhon ben Jalafta: "Yo también iré a lo de mi patrón y Él me dará". Salió fuera de la ciudad a hacer Tefilá en una cueva de Tebaria y vio una mano que desde el cielo le entregaba una piedra preciosa. La tomó y la llevó delante de Ribí Iehuda Hanasí quien al verla le dijo que esperara hasta después de Iom Tob para poder venderla a su precio real. Mientras tanto, le entregó algo de dinero para las necesidades de la fiesta. Cuando Ribí Shimhon llegó a su casa con dinero y comida, la señora sorprendida le preguntó: "¿De dónde lo conseguiste?". El marido le respondió: "Di-s me lo dio". Pero ella no se quedó conforme: "Si no me dices de dónde es, no probaré nada". El Rab le contó lo ocurrido al no tener otra alternativa: "Hice Tefilá delante de Hashem, y me dio esta piedra preciosa". Ella respondió: "¿Acaso quieres que tu pago en el Olam Habá sea menor que el de tu compañero por haber recibido esa joya?, ¡ve y devuelve la comida que compraste, el dinero a su dueño y la joya a Dis!". Esa mujer virtuosa convenció incluso a Ribí Iehuda Hanasí que no era conveniente que su marido aprovechara ese regalo del Cielo. Cuando Ribí Shimhon Ben Jalaftá fue a devolver la joya, extendió su mano, e inmediatamente vino un Malhaj (ángel) y la tomó. Fue dicho: "El milagro último fue mayor que el primero, ya que del Cielo lo normal es que dan, y no es normal que quiten". Tenemos en este Maasé el ejemplo de una mujer Sadeket que estuvo dispuesta a soportar la pobreza y no aceptar los placeres de este mundo, debido a que sabía que le sería descontado de su pago en el mundo venidero. Tomemos todos el ejemplo de ella para no sufrir cuando vemos que en la casa apenas si alcanza el dinero para las cosas elementales, ya que está guardado el verdadero pago de la persona para el Olam Habá. Tengamos Emuná que nuestro sustento depende sólo del Creador, como dijeron nuestros Sabios en el Talmud (Besá 16): "Todo el sustento de la persona está fijado desde Rosh Hashaná, con excepción de los gastos necesarios para Shabat,

86 Iom Tob y para educar a los hijos en el camino de la Torá, que en caso de disminuirlos, se le disminuyen a él. Si los aumenta, recibirá más de lo que gastó". Quizás más que nunca, en esta época hay hogares en que la voz de la alegría y de la felicidad no se escucha porque es cubierta por la "voz del dinero" que con un fuerte tono reclama su lugar. La falta de dinero para tener una vida digna es la que en muchos casos provoca la destrucción del Shalom del hogar. Ya el Talmud en Babá Meziá 59 comenta: "Dijo Rab Iehuda: ‘Siempre debe preocuparse la persona que haya sustento en su hogar, ya que las peleas tienen lugar en el matrimonio debido a temas de sustento". La falta de dinero es el medio que utiliza el Satán para entrar al hogar y provocar la pelea. De esta forma, la presencia de Hashem se retira de esa casa. A pesar de cualquier circunstancia que se presente, la mujer debe estar al lado de su marido apoyándolo y fortaleciendo el Shalom de su hogar. La mujer inteligente que busca su propio bien y el de su familia, debe saber que está en sus manos conseguir que en su hogar las voces de la alegría y la felicidad se escuchen y no sean cubiertas por la voz del dinero. Debe dirigir su casa de acuerdo con sus posibilidades económicas sin excederse de su presupuesto, demostrándole a su esposo que es solidaria al máximo con su sufrimiento para conseguir el sustento mínimo necesario para la vida. En este tipo de situaciones, no debe pedir a su esposo lo que sabe que su marido no le puede dar, porque lo único que provoca es que su esposo piense que ella es cruel al no comprender que para él es imposible complacerla. Por el contrario, debe mostrarle una sonrisa y alentarlo a seguir adelante esperando épocas mejores. Muchas mujeres endeudan a sus maridos con lujos que realmente no estaban a su alcance, sólo por envidia a la vecina o a la amiga que sí podía darse ese lujo. En lugar de poner el acento en la educación de sus hijos y en la atención a sus esposos, sólo piensan en no ser menos que sus amigas. La mujer inteligente debe saber, por otra parte, que toda casa en la que sus habitantes se conforman con lo que tienen y no persiguen lujos o placeres fuera de su alcance, es la que construye un futuro digno para sus hijos que aprenderán a vivir sabiendo que en la vida no puede conseguirse todo lo que uno desea. De esta forma y por el hecho de vivir con limitaciones, obtendrán una felicidad continua debido a que nunca sentirán que les falta algo, porque aprendieron a vivir sabiendo que Hashem es el que da a cada uno lo que le corresponde y no correrán detrás de lujos y placeres inalcanzables.

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El valor de un minuto La mujer que tuvo la suerte y el mérito de casarse con un hombre que fija en su vida un tiempo para el estudio de la Torá, es la mujer más feliz que existe en la tierra. A pesar de que existan problemas económicos, no debe influenciar sobre su marido para que abandone ese tiempo de estudio para dedicarlo al trabajo. Por el contrario, debe alentarlo y fortalecerlo, porque todo el dinero que existe en el mundo no se iguala al valor de una letra de Torá que su marido estudia. Todo ese mérito es gracias a la mujer que lo alienta y le permite seguir adelante. En una ciudad de Europa, se habían reunido los Iehudim para hacer un hospital. Muchos donantes contribuían para ello; algunos ofrecían sólo una cama mientras que personas adineradas donaban varias camas para los futuros pacientes. El Jafez Jaim, que dirigía espiritualmente el lugar, agradeció a cada uno de ellos por el Jesed importante de la donación. Cuando concurrieron al lugar algunos alumnos de distintas Ieshibot, el Jafez Jaim los recibió con mucha honra, lo que provocó malestar a los donantes que preguntaron: "¿Acaso ellos donaron camas como nosotros para la construcción del hospital?". Les contestó el Rab: "¡¿Qué dicen?!, ¿acaso ustedes donaron cincuenta camas?". Nadie podía creer que esos jóvenes hubieran donado algo que ni los millonarios podían hacer. El Jafez Jaim les aclaró: "¡Sí!,¡Sí!, cada uno de ellos donó cincuenta camas que no fueran necesarias. Ellos donaron que no haya necesidad de camas para enfermos en el hospital, ya que la Torá que ellos estudian protege y salva de enfermedades y sufrimientos a nuestra ciudad". Aprendemos de este suceso, que aquella mujer que desea que en su hogar haya salud y tranquilidad, debe alentar y apoyar a su marido en el estudio y cumplimiento de la Torá. Es la mejor protección frente a los problemas de la vida y lo que garantizará su felicidad eterna. Sucedió con el Taz (abreviatura del Rab David ben Shemuel Halevi Z"L que escribió el libro "Ture Zahab") y el Baj (abreviatura del Rab Ioel Sirkish Z"L que escribió el libro "Bait Jadash") el siguiente Maasé: El Baj era el suegro del Taz, y le había asegurado que se ocuparía de mantenerlo y le daría una comida de carne todos los días. En una oportunidad, en lugar de darle carne común, le entregó una porción de pulmón. Por ese motivo, el Taz llevó a su suegro a un "Din Torá", en donde se le dio la razón al Baj, porque se consideró también al pulmón como carne. El Jazon Ish Z"L explicó sobre este Maasé que lo que había sucedido fue que el Taz estudiaba Torá hasta agotar sus fuerzas todos los días. Ese día que le dieron pulmón en vez de carne común, estudió unos minutos menos, puesto que su fuerza disminuyó. Se originó así una acusación en el Cielo hacia su suegro por haber sido responsable de esta falta de minutos de Torá en el mundo. El Taz, que sabía esto, para sacar esa acusación que pesaba sobre su suegro lo llevó a un Din Torá, sabiendo que determinarían que el pulmón también es carne, y así se levantaría la acusación del Cielo. ¡Aprendamos el valor de cada instante de Torá que estudiamos, y no lo dejemos por nada del mundo!

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Una de las causas que originan discusiones en el hogar es que muchas veces el marido está en su casa sin hacer nada. Esto disminuye su valor delante de su señora que lo observa perder el tiempo sin hacer nada productivo, mientras que ella está ocupada en el mantenimiento de su hogar . Por lo tanto, la mejor solución para encontrar el Shalom Bait, es la constancia en el estudio de la Torá en cada momento libre. Así, el marido será valorado por su señora como alguien que no pierde su tiempo, sino que lo sabe aprovechar en cosas positivas que van a traer la Berajá tan anhelada. Esa misma falta de ocupación provoca a veces contar a la otra parte alguna discusión que hubo en el trabajo o con algún vecino, y así comienza una nueva pelea, al recibir una crítica por la actitud asumida. El Jafez Jaim Z"L, en su libro "Shemirat Halashon", aclara que no hay ninguna diferencia en la prohibición de hablar Lashon Hará tanto con un amigo o con la propia mujer, salvo en caso que la conversación pueda traer beneficios como la jurisprudencia estipula. El Jafez Jaim concluye: "Muchos se equivocan al comentar a sus esposas todo lo sucedido durante el día en sus trabajos. A veces, además de caer en la prohibición de hablar Lashon Hará, provocan que las discusiones del trabajo se agraven, al ser en muchos casos incitados por la propia mujer a defender sus derechos. Finalmente, ella misma terminará despreciándolo. Por eso, quien cuida su alma, que no comente con su mujer todas esas situaciones" (Kelal 8 punto 10). Sucedió con una persona que fue a lo del Rab Naftali Sebi Iehuda Barlin y le dijo: "Ribí, mis negocios son exitosos y también lo son mi relación comercial con proveedores y clientes. Mi familia no tiene problemas de salud, pero mi sufrimiento es dentro de mi casa, ya que mi señora me desprecia, me domina y me subestima hasta tal punto que ni mis hijos me escuchan y sólo a ella respetan. Por favor, le pido un consejo para recuperar mi valor como padre y marido y encontrar la felicidad". El Rab le dijo: "¿Fijas un tiempo de estudio de Torá?". El hombre le contestó que no tenía tiempo siquiera para comer con tranquilidad, puesto que su trabajo era agobiante y no se lo permitía. El Rab le dijo: "Si con tu propia boca reconoces que eres esclavo de tu trabajo, ¿cómo pretendes que tu señora te valore? Mi consejo es que fijes un tiempo de estudio todos los días y no lo anules ni siquiera por el mejor de los negocios. Así vas a ser querido por Di-s y, simultáneamente, te va a devolver el cariño de tu señora, como dijo el rey Shelomo en Mishlé 16: "Cuando Di-s está conforme con el camino del hombre, incluso sus enemigos hacen la paz con él". Explican nuestros Jajamim que en este caso el término: "los enemigos" se refiere a la propia familia, como dice el profeta Mijá 7: "Los enemigos de la persona son los que habitan en su casa". La Torá es el remedio para todos los sufrimientos, incluso el de tener un hogar infeliz. Si te comportas de esta forma, seguro que tendrás el mérito de tener una mujer correcta que acepte la voluntad del marido". Aprendemos de este suceso que, además de la importancia del estudio de Torá, en donde con cada palabra que se lee o escucha se cumple una Mizvá de Limud

89 Torá, la persona se beneficia con paz y tranquilidad y la Shejiná posa dentro de su hogar.

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Nuestro secreto La luz de la felicidad no se apagó nunca en muchos hogares judíos. A pesar de épocas de persecuciones y sufrimientos, se pudo observar para asombro de las naciones que el Shalom Bait verdadero no depende de la riqueza ni de los placeres momentáneos. La felicidad es un estado continuo de satisfacción espiritual y de tranquilidad que se encuentra en el interior de la persona por su conducta de vida. ¿Cuál es la raíz de esta felicidad? ¿Cuál es el nombre de la fuente maravillosa de la que bebieron nuestros padres? ¿Cuál es la diferencia del hogar judío que despierta la admiración de las naciones? La respuesta a estas preguntas es muy corta y sencilla: Taharat Hamishpajá (la pureza familiar), es la base para que Hashem deposite su presencia en nuestros hogares, para traer así la felicidad tan anhelada. Está escrito en el Talmud Nidá 31, "Ribí Meir dijo: ‘¿Por qué ordenó la Torá que la mujer Nidá deba esperar siete días? Porque el hombre, al estar continuamente con ella llegaría a despreciarla. Por eso, la Torá la decretó impura por siete días para que sea querida por su esposo (después de la purificación) como en el mismo momento en el que contrajo enlace’". Hoy más que nunca tienen validez estos conceptos. El cuidado estricto de las reglas de la pureza del hogar resguarda la felicidad del matrimonio y renueva el amor en la pareja todos los meses sin que la luna de miel se termine. La prohibición del contacto físico durante los días de la menstruación más los siete días "limpios" de preparación previos al baño ritual -luego del cual la mujer se encuentra pura y con el mismo sentimiento que en su noche de bodasprotegen la unión del matrimonio y construyen un hogar eterno en el que reinará la alegría, el amor y el compañerismo. En ese período de separación, la pareja revitaliza el vínculo emocional entre ellos, acrecienta el cariño y la comprensión mutua y la relación se incrementa sin que se canalice por medio del contacto físico. Desde el punto de vista medicinal, son numerosos los beneficios y prevención de enfermedades que el cuidado de las reglas de la pureza del hogar otorga a quienes los cumplimentan. El cáncer de cuello uterino es una enfermedad que se investigó profundamente desde el punto de vista epidemiológico. El resultado de todos esos estudios es que existe una relación estrecha entre las relaciones sexuales y la enfermedad. Asimismo se descubrió, hace ya decenas de años, que la incidencia de esta enfermedad en mujeres judías que cuidan las reglas de la pureza es prácticamente nula. Por otra parte, la mujer debe revisarse en los siete días "limpios" para que ningún tipo de manchas o flujos prohibidos por la jurisprudencia interrumpan su proceso de preparación. Cuando esto sucede en forma continua, la mujer concurre a su ginecóloga y en muchas oportunidades previene así distintas enfermedades. Podríamos enumerar distintas afirmaciones médicas que corroboran el valor de las leyes de la pureza familiar, ya que incluso existen libros específicos sobre el tema,

91 pero sería minimizar el aspecto Divino de estas leyes que se encuentran por encima del alcance intelectual humano. Podríamos preguntarnos ¿por qué la purificación depende del agua? ¿Por qué únicamente el agua de un Mikve es la que purifica y no la de un baño, ducha o pileta de cualquier hogar? Debemos aclarar que un Mikve contiene agua común de la canilla, pero hay una cisterna en la que cayó agua de lluvia que está conectada a la propia Mikve. De esta forma, el agua en la que se sumerge la mujer está conectada a una fuente natural. Muchas de las leyes relativas a la impureza tienen relación con la ausencia de la vida. Es lo que sucede -por ejemplo- con el muerto al que la Torá califica como: "el padre de los padres de la impureza". ¿Por qué la mujer que tuvo un hijo está impura y el bebé que nace es puro? La respuesta está en concordancia con lo que intentamos transmitir, ella tenía dentro de sí un cuerpo y un alma al margen del suyo propio. Luego del nacimiento perdió una parte de esa vida que poseía y por lo tanto deberá purificarse. El bebé, en cambio, es puro porque la pureza es la vida y él comienza su vida en ese instante. Por otra parte, cuando la mujer comienza a menstruar experimenta -en su medida- una pérdida de vida, porque la posibilidad de procrear se le ha retirado. El agua -por el contrario- representa a la vida misma porque el mundo se mantiene por ella. En los lugares desérticos donde no hay agua la vida no es factible. Lo primero que se busca en las estrellas o planetas que se investigan es la existencia o no de agua para analizar las posibilidades de vida. Podemos deducir entonces que la inmersión en las aguas del Mikve significa la renovación de la vida luego de haber transitado por la oscuridad de la muerte. ¿Por qué el agua del Mikve debe estar conectada a una fuente natural? Hoy existen numerosos ejemplos entre las maravillas naturales, sobre la influencia del agua unida a la tierra -como sucede con el Mikve- y la pérdida de esa capacidad al ser extraída de la misma. Recordemos -por ejemplo- el poder de las aguas termales para curar casos de reumatismo, pero sólo en los lugares originales y no con el agua extraída de los mismos. De todas formas, no nos empeñemos en descifrar los misterios de Hashem ya que -como explicamos- exceden a nuestro entendimiento. Recordemos solamente que es una base fundamental de la existencia de nuestro pueblo y que hubo mujeres que en determinado momento debieron sumergirse en aguas congeladas y debajo del hielo para poder encontrarse puras para su marido. Hoy es mucho más sencillo, los Mikvaot que existen en la actualidad son ejemplo de higiene, pureza, lujo y comodidad. Algunas están equipadas con baño sauna, hidromasaje, salas individuales de maquillaje que hacen aún más placentero el cumplimiento de la Mizvá. Recordemos también que para construir un Mikve, si fuera necesario se debe incluso vender un Sefer Torá y que la importancia de cumplir con este precepto se iguala a ayunar en el día de Kipur. Que se cumpla en nosotros lo que explicó Ribí Akiba al final de Masejet Iomá: "Bienaventurado Israel, ¿delante de quién ustedes se purifican y quién los purifica a ustedes? Vuestro Padre Celestial", como escribe el profeta Iejezquel: "Verteré sobre ustedes aguas puras que los purificarán". El profeta Irmeiá reafirma el

92 concepto: "El Mikve de Israel es Hashem", así como el Mikve purifica a los impuros, también Di-s purifica a Israel. Amén.

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La forma de corregir Está escrito en Vaikrá 19: "corregir, corregirás a tu compañero, y no cargarás sobre él un pecado". O sea que al reprender a quien se encuentra cerca de nosotros, se debe cuidar de no avergonzarlo, ni hablarle en forma ofensiva o agresiva, sino que se debe hacerlo con un lenguaje suave e inteligente. El rey Shelomo, en Mishlé 9 nos dice: "No reproches al burlón porque te odiará, reprocha al Sabio y te amará". Sobre este versículo, explicaron los Jajamim: "No agredas a una persona diciéndole que es un burlón y un pecador, ya que no va a recibir la corrección que intentes darle, sino que: reprocha al sabio, es decir, dile que no es digno de una persona respetada e inteligente como él que se comporte de esa forma". Si la Torá determina que así sea el trato con el compañero, con más razón que se deberá prestar una atención especial a la relación entre marido y mujer. Cuando se corrige al otro, deberá cuidarse de no ofenderlo ni avergonzarlo, sino que siempre se procederá con respeto y educación para poder ser escuchado. Hay situaciones en las que será preferible callar y no corregir. En otras, no se podrá callar porque si así lo hiciere, llegará luego el momento de la explosión, y la reacción será violenta y sin límite. Por lo tanto, hay que actuar con mucha sabiduría para saber cuándo y cómo reprochar. Es frecuente que, después de una discusión, transcurran días sin que la pareja se dirija la palabra. Esto provoca separación y un ambiente de tensión que afecta a todo el hogar. Por eso se deben solucionar las peleas lo más rápido posible, perdonándose mutuamente los errores y corrigiéndolos para el futuro. Se cuenta sobre el Jafez Jaim Z"L que una vez vio en un hospedaje a una persona muy grosera y tosca que pedía de mala forma comida y bebida al mozo del lugar. Cuando se disponía a corregirlo, fue advertido por el dueño del lugar: "No malgaste su tiempo con él, ya que desde los 7 años fue llevado por soldados rusos a Siberia hasta los 18. Desde entonces, sirve al Zar Nicolás hace ya 25 años. Por eso es tan salvaje, nunca aprendió nada sobre la Torá. Incluso puede llegar a faltarle el respeto". El Jafez Jaim se acercó de todas maneras al soldado y luego de saludarlo, con dulzura le dijo: "¿Es cierto lo que escuché sobre tu infancia y los sufrimientos que tuviste?, ¡a pesar de todo te mantuviste como Iehudi y no te asimilaste! ¡Qué lugar de privilegio te espera en el Olam Habá por tu entrega para santificar el nombre de Di-s durante tantos años. Ojalá yo tuviera tus méritos!". El soldado se estremeció al escuchar estas palabras y comenzó a llorar al enterarse de quién era la persona que le hablaba y besó las manos del Jafez Jaim. El Rab agregó lo siguiente: "Si una persona como tú, con tantos méritos, decide vivir el resto de su vida como un Iehudi correcto, no habría como él en la

94 tierra...". El soldado no abandonó al Jafez Jaim hasta hacer Teshubá en forma total y ser un Sadik completo. Aprendemos de este Maasé cuál es la forma de corregir, resaltando en primera instancia las virtudes del otro. Con más razón que dentro del hogar, éste debe ser el proceder adecuado para que nuestras palabras sean escuchadas. A pesar de que el ser humano desea ser íntegro en todos los aspectos de su vida y poder corregir sus errores, son muy pocos quienes aceptan los reproches. Quizás el motivo sea porque no son dados en forma constructiva. Este es un tema fundamental en el matrimonio, por eso debemos analizarlo con detenimiento: cómo se debe criticar y corregir. 1º) No se debe corregir con expresiones de enojo y furia por algo que resultó molesto, sino que se debe actuar con tranquilidad y por cariño y beneficio del otro. Incluso Di-s, al reprochar a Aharon y a Miriam por haber hablado mal de Moshe, lo hizo diciendo: "Por favor escuchen", para que sus palabras fueran aceptadas. De lo contrario, el otro no escuchará lo que se dice, porque está concentrado sólo en la furia del que critica. 2º) La primera expresión debe ser un cumplido por algo positivo que se haya hecho. Sólo después vendrá el reproche, que será sólo sobre la acción negativa y nunca sobre la personalidad del otro. 3º) No se debe agredir diciendo: "¿Por qué hiciste ...?", ya que obliga a una respuesta instantánea e irreflexiva. ¡Qué distinto sería si se dijera por ejemplo: "Seguramente no fue intencional, pero..."! 4º) La crítica debe ser constructiva, para que no se repita en otra oportunidad. No tiene sentido reprochar por algo pasado sin implicancias en el futuro. 5º) Explicar en forma clara por qué no se comparte esa actitud. No creer que el otro entiende todo lo que pensamos. 6º) Al margen de la crítica, no desmerecer las cosas positivas que el otro hizo, ya que esto provoca la sensación de que todo lo que uno realice no sirve para nada. 7º) No crear competencia entre la pareja diciendo: "Yo lo habría hecho mejor". Menos aún traer ejemplos de alguien de afuera: "Observa a mi hermano", porque esto provoca odio y separación entre la pareja o con el que se comparó. Que Di-s nos otorgue la inteligencia necesaria para llevar a la práctica las enseñanzas de nuestros Jajamim.

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Cómo responder a la crítica Cuando le preguntó Laban a Iaacob Abinu: "Dime cuál será tu pago" (Bereshit 29), la respuesta de Iaacob fue: "Trabajaré siete años por Rajel, tu hija pequeña". Podríamos preguntarnos: ¿Por qué Iaacob no le ofreció a su futuro suegro un tiempo menor de trabajo? ¡En caso de que no hubiese aceptado, podría haber aumentado hasta finalmente llegar a un mejor "acuerdo"! La respuesta a esta pregunta es similar a lo que comenta Ribí Moshe Jaim Lusato Z"L, en su libro "Derej Hashem": "Hay una diferencia enorme entre quien recibe algo por derecho propio a quien lo recibe como un regalo sin que le corresponda realmente". El objetivo del ser humano en esta vida es heredar el Olam Habá, al que podrá acceder por sus propios medios luego de haber vivido respetando los preceptos que Hashem le encomendó. No lo recibe en forma gratuita sino por derecho propio. Es lo que sucedió con Iaacob Abinu: él quería que Rajel le perteneciera como esposa y para ello estaba dispuesto a entregar todo lo que fuera necesario. No quería ningún tipo de sociedad con Laban el perverso en algo tan precioso, como lo era Rajel. Por eso, le ofreció "comprar" a Rajel por el valor exacto y calculó que siete años de trabajo eran más que suficientes por todo lo que Laban había criado a su hija hasta ese momento. La persona tiene más provecho de aquello en lo que invierte y se esfuerza que de lo que recibe en forma gratuita. Esta base de la vida es más importante aún cuando nos referimos al matrimonio. Cada integrante de esta unión debe saber que su pareja no es íntegra, sino que existen falencias lógicas, como sucede con todo ser humano. Cada uno debe entender que si ayuda al otro a superar esos errores, tendrá más provecho que quien fue corregido. Le sucederá lo mismo que acontece con un maestro cuando logra enderezar a un alumno rebelde. El alumno está contento porque superó sus fallas, pero el maestro se siente aún más satisfecho porque pudo ver el fruto de su esfuerzo. Pero para que esto suceda en una pareja, es fundamental valorar a la otra parte y saber encontrar el éxito en la manera de comunicarse. Es cierto, la vida es una constante superación. Es difícil arreglar las cualidades de cada uno de los integrantes de una pareja, pero mucho más difícil aún es vivir en un estado de tensión y pelea. Debemos saber cuándo y cómo corregir. De esa forma, conseguiremos el objetivo buscado y encontraremos el camino de la felicidad. Cuando se corrige al otro integrante de la pareja, no se debe echar la culpa únicamente a él diciéndole: "Tú tienes la culpa" o "Tú estás equivocado/a". Se debe hablar incluyéndose a sí mismo: "Nos equivocamos" o "Fue por nuestra culpa lo que sucedió", a pesar de que en realidad no haya sido así. El ser humano se valora a sí mismo y su respeto es muy considerado para él. No tolera que lo desprecien o que descubran sus faltas. Por eso es necesario que no

96 sea atacado en forma directa, sino incluir a otros en el error cometido para que así pueda recibir la corrección. Para comprender esto, analicemos el Maasé de la Guemará Sanhedrin 11: Raban Gamliel reunió a su Bet Din para determinar si ese año tendría 13 meses o no. Se sorprendió al ver a ocho jueces en lugar de los siete que habían sido invitados. Preguntó el Rab: "¿Quién vino sin haber sido citado? ¡Que se retire!". Shemuel Hakatan respondió: "Yo vine sin permiso, pero no para ser uno de los jueces, sino para aprender cómo se determina el tema". Raban Gamliel le respondió: "Puedes quedarte, hijo mío, eres digno de ser uno de los jueces, pero nuestros Jajamim dijeron que sólo los que fueron citados determinan si el año tiene trece meses o no". En realidad, Shemuel Hakatan había sido citado, y era otro Sabio quien había concurrido sin permiso, pero para que no lo reconocieran y se avergonzara, Shemuel Hakatan prefirió cargar sobre sí mismo la culpa. Este Maasé nos enseña un nuevo camino en nuestra vida. ¡Cuánto debemos cuidarnos de no provocar vergüenza y sufrimiento al prójimo, aunque haya cometido un acto incorrecto! Incluso deberemos cargar con culpas ajenas con tal que el otro no se avergüence. Con más razón, por Shalom Bait deben asumirse los errores cometidos o "asociarse" al error de la pareja, para no provocar sufrimientos o vergüenza al otro. Intentemos ahora analizar cuál debe ser el comportamiento correcto del que recibe una crítica. Estos consejos tienen utilidad en todos los órdenes de la vida, pero adquieren un relieve fundamental en el matrimonio. 1º) Dejar que el que critica diga todo lo que tiene en su corazón sin interrumpirlo, a pesar de que no sean reales todos sus argumentos. Es mejor no contestar en forma inmediata. Es posible que así reflexione quien criticó y después se arrepienta y diga: "Me parece que tengo razón... espero no haberte ofendido". Al permitirle desahogarse, se tranquiliza y puede analizar mejor el tema. 2º) Antes de dar una respuesta concreta a la crítica, empezar con frases tales como: "Tienes razón, pero...",o "Es cierto, pero déjame aclarar que...". Por supuesto que el que critica debe dejar al criticado exponer sus argumentos. Es común que ninguno preste atención a lo que el otro dice y se limite a expresar sus pensamientos, produciéndose así un diálogo de sordos que no traerá ningún beneficio. 3º) Aprender a reconocer nuestros errores. ¡Cuántas veces sabemos que nos equivocamos en alguna actitud o expresión y nos cuesta reconocerlo, manteniendo una posición que es indefendible! Sucede a veces, que la culpa de este proceder, la tiene el que critica, que aprovechó la oportunidad de un reconocimiento anterior para decir por ejemplo: "¡Así como en esta ocasión me diste la razón, en todos los casos es así!". Contrariamente, se lo debe alabar por esa actitud positiva de saber aceptar y decir: "Me equivoqué". Si bien al principio

97 es difícil reconocer nuestros errores, es lo más sencillo que existe cuando se aprende a vivir de esa forma. 4º) Es conveniente evitar que con nuestra reacción ante la crítica que nos hacen, provoquemos que no nos critiquen más. Se podría pensar que esto es lo más hermoso: "¡Qué no me diga nada de todo lo que hago!", pero no es así, porque se produce una separación entre la pareja, ya que el otro termina pensando que: "No hay con quien hablar, porque no entiende mi pensamiento". Recordemos que al contraer matrimonio, Di-s perdona a los novios sus pecados cometidos hasta ese momento. ¿Cuál es el motivo? Explicaron nuestros Jajamim, que el hecho de casarse implica estar dispuesto a vivir tolerando y perdonando lo que nuestra pareja hará. Es por eso que Hashem nos dice: "Como tú estás dispuesto a perdonar, yo también te perdono". Aprendamos a convivir con los defectos del otro. Es cierto que parece difícil, pero es mucho más sencillo que ser un crítico constante de todo lo que observamos, con excepción de criticarnos a nosotros mismos.

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La bendición del Shabat Está escrito en el Tana Debe Eliahu sobre el versículo de Tehilim 139: "Iamim iusaru velo ejad bahem", que hay un día especial para Hashem que es el día de Shabat. Después de trabajar durante toda la semana, el hombre se une a su familia con la Berajá del Shabat que trae la paz a su hogar. Así se renueva el amor entre la pareja, que no se pudo expresar durante los otros días por las preocupaciones y tensiones de la vida diaria. Sólo en Shabat, al sentarse con su señora e hijos a la mesa, y probar el sabor de un judaísmo verdadero, de elevación espiritual, rodeados por las velas de Shabat y por los cantos alusivos, se crea una atmósfera cálida que hace renacer el respeto mutuo, la comunicación, el buen comportamiento, y el entendimiento que traen la alegría deseada. Pero si lamentablemente no se aprovecha este objetivo espiritual y se descansa sólo físicamente: "¡Llegó el fin de semana!", se encuentra un resultado opuesto: es el día de las peleas y discusiones, en donde cada uno busca sólo su propio interés de cómo pasar mejor el día y aparecen los enfrentamientos que destruyen el hogar. ¡Sepamos disfrutar del Shabat como lo ordenó la Torá!, y además del pago infinito por cuidarlo, tendremos el mérito de tener una casa basada en unión, cariño, amor y respeto. Nuestros Sabios nos dicen que más que lo que Israel cuidó el Shabat, el Shabat cuidó a Israel. Para entenderlo, es suficiente con observar una mesa de Shabat en la que padres e hijos se encuentran en plena armonía, comentando la Perasha semanal, cantando canciones alusivas a ese día tan sagrado, adquiriendo valores eternos que los mantendrán unidos más allá de las situaciones económicas que puedan presentarse. El Midrash comenta que en el momento de la creación, el Shabat se quejó delante de Di-s diciendo que todos tenían pareja en el mundo menos él. Hashem le respondió que Israel es su pareja. Realmente estamos tan unidos con el Shabat que es imposible imaginarse al pueblo de Israel sin la figura de ese día tan sagrado como centro de nuestra existencia. Pero también el concepto de "pareja" de Israel se refiere a que es el momento especial para pensar, profundizar, analizar y estudiar con la familia todo lo inherente a la Torá y Mizvot, acercándonos a Hashem con todo lo que ello implica. Mucha gente se pregunta cómo hacer para no trabajar en Shabat, puesto que creen que ese día es clave para sus negocios, porque en la práctica es cuando más venden. La opinión de la Torá es que -por el contrario- respetar el Shabat es la fuente de la bendición: "Y bendijo Di-s al día séptimo y lo santificó" (Bereshit 2). Los Jajamim explican que todo el mundo fue creado en forma estática. Existían los animales, aves, peces, árboles con frutas y la persona, pero no tenían la posibilidad de reproducirse hasta que llegó el Shabat con su bendición

99 y permitió que el mundo continuara. Todos reconocemos que más importante que el propio dinero, es la Berajá que exista en él. Se puede creer equivocadamente que los ingresos aumentan al trabajar en Shabat, pero indefectiblemente ese dinero no tendrá Berajá y se gastará en situaciones que no habrían ocurrido si se hubiese cumplido el Shabat. El sustento de cada persona está determinado por Hashem y es absurdo creer que profanando su palabra -en este caso el Shabat- aumentarán sus ganancias. Sólo un necio cree que agregando un segundo grifo en su cocina conseguirá que la cantidad de agua que hay en el tanque sea mayor. Por el contrario, provocará que el contenido del depósito se vacíe más rápido. En muchas comunidades hay una costumbre de comer pescado en Shabat. Es sabido que el pez grande devora al pequeño después de perseguirlo. Sin embargo, lo traga por la cabeza como se comprueba al abrir el estómago del pez grande y ver a los pequeños peces en forma inversa a la que hubiésemos creído. Sucede que en el último instante de la persecución, el pez pequeño se da vuelta y cae en la boca del grande, que sólo hizo lo suyo: perseguirlo. Es Di-s el que se lo entregó en su boca. Es la respuesta a las dudas de aquellos que todavía trabajan en Shabat: recordar que el sustento viene de Hashem y no del trabajo humano. Concluyamos este comentario con lo que dice la Guemará en Shabat 119: "le preguntó el Cesar a Ribí Iehoshua ben Jananiá: ¿por qué la comida de Shabat posee un aroma tan especial?", el Rab le respondió: "es que tiene un condimento llamado Shabat que le da ese aroma". Ante el pedido del César para que le dieran ese condimento, Ribí Iehoshua contestó: "Sólo el que cuida el Shabat puede sentir ese aroma". Quizás todas las referencias que dimos sobre la importancia del Shabat y la gravedad de profanarlo influyan para que cada vez seamos más los que lo respetemos. Para el que todavía no entendió el sentido del Shabat, hay una respuesta contundente y es la que dio Ribí Iehoshua al César: sólo probando el gusto del Shabat se puede entender su significado real. Que la bendición del Shabat pose sobre nosotros y se cumpla el pedido que hacemos en la Tefilá: "El pueblo que santifica el día séptimo, todos nos deleitamos de Tu bienestar".

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Consejos para el hombre Uno de los preceptos de la Torá es ayudar al prójimo en su momento de apremio. No nos confundamos. El término "prójimo" no se refiere solamente a quienes se encuentran en nuestro vecindario o a quienes en cierta forma están alejados de nosotros. El prójimo al que la Torá se refiere empieza por casa: la esposa y los hijos de cada uno. Más aún, para la Torá la esposa es como el propio cuerpo del hombre y debe ayudarla porque así se ayuda a sí mismo. Especialmente cuando observa que ella está agotada entre las ocupaciones de la casa y el cuidado de los hijos. El marido debe ayudarla en todo lo que pueda, ya que la Mizvá de hacer favores comienza por el propio hogar, en todas las situaciones que se presenten y con el corazón alegre de poder hacer esta Mizvá tan importante. Hay momentos en que la mujer está ocupada cocinando o limpiando la casa, como sucede por ejemplo los días viernes con todos los preparativos para el Shabat. En esas situaciones, ella le pide a su marido que la ayude o que por lo menos cuide a los niños para que no la molesten. Equivocadamente, el hombre reacciona diciendo que tiene cosas más importantes para hacer y no puede perder el tiempo. Pierde así la oportunidad de cumplir una Mizvá de la Torá de ayudar al otro: "Azob Taazob Imó" (Shemot 23). Sucede frecuentemente que la mujer después de un parto se encuentra débil física y anímicamente. Por eso, si el marido la observa nerviosa no debe criticarla, sino que por el contrario, debe alentarla y ayudarla hasta que recupere sus fuerzas. Analicemos algunos consejos para el hombre escritos en el libro "Una vida de felicidad", del Rab Shemuel Dob Hacohen Shelita. 1º) El marido debe crear un ambiente cálido y de alegría, eliminando en todo lo posible cualquier tipo de preocupación o tristeza. A pesar de que existan dificultades, debe recibir todo con cariño a Di-s mostrando siempre una sonrisa en su boca y por sobre todo en Shabat debe cantar y decir palabras de Torá en la mesa junto a su familia. 2º) Ayudar en los momentos de presión del hogar, tales como víspera de fiestas o de Shabat. Respetar y alabar a su señora delante de los hijos. Es bueno que periódicamente les diga: "Tienen el mérito de tener una madre buena y respetuosa". Lo mismo debe hacer la mujer con su marido. 3º) No decir que en otras casas la comida o el orden es mejor que en la suya. No criticar continuamente ni querer hacer cosas que corresponden al lugar de la mujer como base del hogar. 4º) Si llegará tarde a su hogar, debe avisarle a su señora para que no se preocupe. Sorprenderla periódicamente con regalos, aunque sean de poco

101 valor, ya que ella los espera. Comentarle las buenas noticias que le sucedieron en el día. 5º) No olvidar las fechas emotivas, tales como su cumpleaños o el aniversario del casamiento, demostrándole su felicidad. No ser detallista con los gastos del hogar, alentarla y alabarla en lo que ella se ocupa, para que se sienta feliz con lo que hace. 6º) Si no tiene posibilidad de complacerla en algo que le pidió, no debe enojarse con ella. Por el contrario, debe explicarle de buena forma que si bien en este momento no puede complacerla, en cuanto pueda lo hará. 7º) Si hay una discusión, ninguno de los dos debe inmiscuir a los parientes del otro, sino limitar la discusión a ellos mismos. Se deben alabar mutuamente delante de los padres de ambos, para fortalecer así el Shalom entre la pareja y la familia. 8º) Debe escuchar el hombre a su mujer, a pesar de que llegue cansado del trabajo, alentándola en todo lo posible. No debe prometer cosas que después no podrá cumplir, ya que le provocará desilusión y sufrimiento. 9º) El hombre debe confiar en su mujer. No debe ocultarle cosas, especialmente en temas económicos, ya que así despierta su curiosidad y disminuye su honra. 10º) Si su señora le habla mal de alguna vecina o de algún pariente por algo que sucedió, el hombre no debe reaccionar disgustándose rápidamente con ellos, sino que debe escuchar las dos versiones de lo sucedido y actuar de acuerdo a lo que la Torá ordene en cada caso. 11º) Alabar a su esposa, valorar su trabajo, ponderar su esfuerzo y dedicación por los niños. El reiterar este tipo de conceptos ayudará a cambiar la visión negativa que pueda existir. Es de vital importancia que la pareja lea y comente bibliografía sobre el sentido de la vida matrimonial para la Torá. Debe asistir a disertaciones sobre el tema o escuchar casetes sobre el hogar judío. De esta forma, tomarán conciencia de que lo que imaginaban como un problema particular, no es tan grave y sucede también en otras familias. Se darán cuenta que muchos conflictos se basan simplemente en que se trata de dos personas de distinto sexo con una naturaleza distinta por completo. Descubrirán que en muchos casos no existió una mala intención, sino que las características normales por pertenecer a otro sexo llevaron a la otra parte a reaccionar de esa forma. Entenderán que el matrimonio no es un estado de derechos sino de obligaciones y que la mejor técnica para conseguir lo que uno desea, es pedirlo en forma correcta. Son innumerables los casos en donde luego de una

102 conferencia o de haber leído un libro, el matrimonio cambia radicalmente su forma de vida. Una nueva visión se descubre y lo que tantas veces había sido sólo un pensamiento fugaz, se transforma desde ese momento en un camino nuevo que otorgará la mayor felicidad.

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El sentimiento y el raciocinio Escuchamos en el momento de la Jupá que el novio dice a la novia: "Eres consagrada para mí ser mi esposa con este anillo de acuerdo con la ley de Moshe e Israel". ¿Cuál es el significado de esta frase? Al margen de lo que literalmente se entiende: que el casamiento se realiza con las bases que la Torá determina, hay un concepto más profundo implícito en esas palabras. Moshe Rabenu y el pueblo de Israel atravesaron el desierto durante cuarenta años y soportaron momentos difíciles, problemas y disgustos. Sin embargo, los superaron y ambos cumplieron con lo que Hashem pretendía de ellos. El matrimonio -le recuerda el novio a su novia- es una prueba difícil, pero se debe cumplir el objetivo del mismo hasta el final de la vida. Se debe formar un hogar con las bases de la Torá y Mizvot, educar a las futuras generaciones en esa senda, vivir con amor, alegría y felicidad superando los momentos difíciles que se puedan presentar. En muchos casos, cuando analizamos en forma individual a los integrantes de una pareja, nos encontramos con que ambos son personas correctas y de conductas aparentemente intachables. Sin embargo, y para nuestra sorpresa, nos enteramos de que el matrimonio no funciona. En algunos casos se llega incluso al divorcio y nos preguntamos: "¿cómo puede ser? ¡Son tan buenos!". Quizás el error consista en que esa pareja no recordó las diferencias que por naturaleza existen entre el hombre y la mujer. Por ese motivo no se pudieron entender, ya que no conocieron las características del otro. La base de la mujer es el sentimiento, mientras que el hombre es más racional. Es probable que la mujer sea más inteligente que el hombre, pero lo que la mueve es su sentimiento. Por eso, normalmente le importarán temas tales como la belleza, la limpieza o la decoración de su casa. Le será más fácil que al hombre derramar una lágrima por algo que le suceda. En los momentos más difíciles su fe será superior a la de su esposo; le gustará hablar mucho más que al hombre; si sale de compras tendrá más provecho de todo el paseo que de lo que propiamente compró. Si el marido no comprende que esto es natural y forma parte de la mujer, nunca conocerá a su esposa y los problemas surgirán. La mujer debe comprender -por su parte- que su marido no es como ella y que también disfrutará de ese paseo de compras: sólo cuando se entere de que está por concluir y que hay que regresar a casa. Cuando cada uno comprenda el sentimiento del otro y respete lo que Hashem puso en su forma de ser, el Shalom reinará en el hogar porque se habrá aprendido a conocer al otro. El Talmud comenta en Berajot 51, algo que sucedió con Ialtá, la señora de Rab Najman. Había recibido como huésped a Ulá, y lo invitaron para hacer Zimun con el Kos de Berajá (vaso de vino que se toma después de Bircat Hamazon). Cuando Ulá terminó de tomar, entregó el vaso a Rab Najman sin dárselo a Ialtá. Rab Najman le dijo: "Debe, mi señor, enviar el Kos de Berajá a Ialtá, mi mujer". Sin embargo, Ulá le demostró con versículos que no era necesario y que sólo debía entregárselo a Rab Najman. Cuando Ialtá se dio cuenta de que lo que ella

104 deseaba no llegaría, se levantó enojada, se dirigió a la bodega que estaba en la casa, y rompió cuatrocientos barriles de vino. Luego se tranquilizó. ¿Cuál es la enseñanza de este Maasé? Quizás enseñarnos parte del sentimiento de la mujer. Ialtá deseaba el Kos de Berajá, y cuando no se lo dieron, fue para ella como si todo el mundo se desmoronara. Desde ese punto de vista, podemos comprender su reacción. Debemos saber que por naturaleza, la mujer exagera las cosas por encima de la realidad. No es su culpa, sino que es así como Hashem la creó. Sus lágrimas caen rápidamente, y el hombre se sorprende: "¡Si no dije nada!". Por eso el marido debe comprenderla, y no discutir con ella o hacerla sufrir por temas que a él le parecen intrascendentes, porque lo que él considera que no es nada, quizás para ella significa destruir todo su mundo. ¡Debemos comprender los sentimientos y pensamientos de nuestra pareja para convivir en Shalom! Después del pecado de Adam, Hashem se dirigió a la mujer y le dijo: "Y él (el marido) te dominará" (Bereshit 3). Quizás al leer este versículo alguien se sorprenda y diga: "¡En mi casa sucede lo contrario!". En realidad, la Torá nos enseña cuál es la naturaleza de la mujer: ella necesita que su marido la dirija y le diga lo que debe hacer. Es lo que sucede con todas las mujeres, incluso con aquellas que poseen puestos importantes de trabajo y que tienen a su cargo un numeroso personal. De todas formas, en su interior necesitan que sus maridos las guíen y las aconsejen. ¿Por qué entonces nos sorprendemos y comprobamos que en determinados casos esto no sucede? Quizás la respuesta sea que la mujer al depender de esa forma natural que posee, quiere que la dirijan pero con honra y respeto. Que le den importancia, que no la subestimen. Nuestros Sabios le dicen al hombre: "Trata a tu señora como una reina y tendrás una sirvienta". Todas las frases de nuestros Sabios apuntan a esa base fundamental: "Que el hombre coma menos de lo que puede por sus posibilidades económicas, que se vista de acuerdo con sus posibilidades y que respete y atienda a su esposa e hijos más de lo que puede realmente, ya que ellos dependen de él y él depende de Hashem" (Julin 84). Respeto mutuo. Saber cómo hablar y tratar al otro. No despreciar ni subestimar. El Talmud comenta que la señora de Rab Iosef demoraba en encender las Nerot de Shabat esperando hasta último momento. El Rab no le gritó, sino que le explicó que cuando salieron de Egipto una columna de nubes guiaba al pueblo de Israel en el día y una columna de fuego lo hacía en la noche. No se retiraba la columna de nubes antes de que llegara la de fuego y viceversa. El Rab le dijo a su esposa: "¡Mira qué bello! ¿No podemos hacer nosotros lo mismo y recibir con anticipación el Shabat?". Ahí se encuentra la clave del Shalom Bait: saber cómo hablar respetándose mutuamente. Sara Imenu, después de setenta y cuatro años de estar casada con Abraham Abinu pronunció esa frase famosa: "Y mi señor (Abraham) es anciano". Bienaventurada la señora que durante toda la vida trata a su esposo haciéndole sentir que es "mi señor".

105 Bienaventurada, porque en lugar de señor tendrá un sirviente que estará siempre dispuesto a complacerla. Con este trato mutuo, todos los matrimonios de Israel tendrán la dicha de vivir con Shalom y alegría.

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Decisiones en conjunto Todo ser humano en su interior cree que es una persona importante de acuerdo con su nivel particular. Espera que se dirijan a él con respeto, valorándolo por lo que él considera que es. En el matrimonio, adquiere una vital importancia que el hombre no deje de lado a su esposa sino que intercambie con ella las decisiones que se toman. Por ejemplo, si el marido decide visitar a un enfermo, puede comunicárselo a su señora de dos formas: Le puede decir directamente su determinación, saludarla y retirarse. De esa forma, la deja con la idea que ella no tiene ningún valor y que no es digna de ser consultada sobre los planes de su esposo. La manera adecuada consiste en acercarse a su señora, explicarle la situación del enfermo, hasta que ella sola le sugiera: "¿Por qué no lo visitas?". El marido sabio supo hacerla socia y partícipe de su idea. Podemos recordar lo que el Talmud en Berajot 27, nos comenta sobre Ribí Elazar Ben Azaria, al que todos los Sabios de la generación decidieron nombrarlo como rabino principal en lugar de Raban Gamliel. ¿Cuál fue su respuesta? "Debo consultar con mi esposa; si ella está de acuerdo, aceptaré". Este Sabio nos enseña a valorar el lugar de la mujer, porque él la tuvo en cuenta a pesar de que todos los Jajamim de la generación ya estaban de acuerdo con que él fuera nombrado. La Guemará, en Babá Mesiá 59, dice: "Si tu señora es baja de estatura, debes agacharte y escuchar su consejo". La enseñanza es que no hay que despreciar la existencia de la mujer tomando decisiones por cuenta propia, sino que todo debe realizarse de común acuerdo. El resultado será que se cumplirá la palabra de Ribí Jalbó: "Siempre el hombre debe cuidar el respeto de su mujer, ya que la Berajá dentro de la casa es gracias a ella", como dice el versículo (Bereshit 12): "Y Abraham recibió el bien gracias a ella (Sara, su esposa)". Es por eso que Rabá decía a la gente de su ciudad: "Respeten a sus mujeres para tener riqueza y felicidad". La explicación es clara. Hashem conduce al mundo Midá Kenegued Midá, es decir: como uno se comporta, así recibe. Cuando el marido decidió darle importancia a su mujer haciéndola partícipe de sus decisiones, también Hashem le dará importancia a él llenándolo de riqueza y felicidad. ¿No será esta la causa de tantos problemas económicos que hay en muchos hogares? El Rab Ben Sión Aba Shaul Zejer Sadik Librajá comenta, en su libro "Or Lesión", la porción del Talmud en Iebamot 62: "Quien ama a su esposa como a su propio cuerpo, la honra más que a su propio cuerpo, educa a sus hijos e hijas en el camino correcto y los casa en el momento adecuado, sobre él está escrito: "Y sabrás que Shalom hay en tu hogar". El Rab nos enseña que no se trata simplemente de un buen consejo del Talmud, sino que es una Halajá para llevar a la práctica en la vida como bien lo determina el Rambam en su libro Mishné Torá.

107 Ese respeto se expresa, según Rashi, comprándole adornos y ropas. El marido se debe preocupar, en la medida de sus posibilidades, por adquirir ropas lindas para sus hijos y también de esa forma expresa un respeto hacia su mujer que así se alegra al ver a sus hijos bien vestidos. La honra a su esposa se demuestra con palabras de aliento por lo que ella hace. No debe burlarse de ella ni sentirse con orgullo en caso de que el sustento del hogar provenga del trabajo del hombre. Debe recordar lo que el Talmud en Babá Mesiá 59 comenta: "Que se cuide el hombre de respetar a su mujer, ya que la Berajá del hogar depende de su esposa". Al comienzo del libro de Bereshit, la Torá nos enseña cómo actuó Hashem al crear a Adam Harishon. "Y dijo Hashem: haremos al hombre a nuestra imagen y semejanza"(Bereshit 1). El término "haremos" en plural despierta la pregunta: ¿Acaso Hashem necesitó socios para la creación del hombre? Rashi nos aclara el tema: "Hashem consultó con los ángeles si era conveniente o no crear al ser humano, para enseñar así educación y humildad: que la persona mayor consulte y pida permiso al menor". En otras palabras, Hashem no necesita ningún tipo de ayuda o consejo de nadie. Sólo quería enseñarnos para nuestra vida diaria, que a pesar de tener la facultad de tomar determinado tipo de decisiones, debemos consultarlas con quienes serán partícipes de cada una de ellas. El Midrash Rabá Bereshit 8 comenta al respecto: "Cuando Moshé llegó a este versículo le dijo a Hashem: Señor del Mundo ¿por qué le das la oportunidad a los renegados de rebelarse?"(ya que podrían pensar que hay más de un Creador o que éste no tiene la fuerza suficiente para todo). Hashem le contestó: "Escribe, quien desee equivocarse que se equivoque". O sea, que a pesar de que alguien podría utilizar en forma indebida el versículo para negar la existencia de un Di-s único y omnipotente, prefirió Hashem escribir el versículo de esa forma para enseñarnos la importancia de consultar con el otro. Cuando cada integrante de la pareja consulta a la otra parte antes de tomar una decisión, se evitan momentos de tensión y discusiones. Todos tenemos presente que, cuando la mujer adquiere algo determinado sin haber consultado con su esposo, puede provocar su reacción negativa con argumentos de todo tipo para demostrar lo inoportuno o innecesario de la compra. Si la mujer le hubiera preguntado a su esposo previamente –demostrando su deseo- si era conveniente o no la adquisición, seguramente que al haberlo hecho partícipe de la decisión, la respuesta habría sido otra. Luego de haber tomado una decisión en conjunto y de haberla llevado a la práctica, si los resultados no fueron positivos, no es correcto que una de las partes acote: "Te dije que no era conveniente hacerlo" o "es cierto que yo dije que sí, pero fue debido a tu presión". Luego de haber sido partícipe de una decisión a pesar de no haber estado convencido totalmente de la misma, se debe asumir la responsabilidad por los resultados que deriven de ella. No se debe dejar a la parte que fue la propulsora de la idea que encuentre ella sola la solución

108 del problema que se presentó, sino que debe asumirse la sociedad del matrimonio en toda su dimensión. En algunos casos y para citar un ejemplo, se presentan distintas ideas sobre si realizar o no un paseo determinado, visitar algún pariente o amigo, tomar unas vacaciones en determinado lugar. Una vez que la decisión fue tomada, no es correcto que quienes en principio se oponían demuestren su malestar. Luego de haber llegado a un acuerdo, ambos deben estar interesados en que la decisión tomada derive en el mejor resultado para beneficio de todos. Incluso de quien en principio no compartía la idea. En caso de que en la práctica el resultado no fuere positivo, no deben plantearse quejas o acusaciones ya que no benefician la unión del matrimonio. Es poco inteligente demostrar con actitudes estar arrepentido de haber aceptado una idea que no fue lo ideal que parecía o de criticar a quien tuvo la iniciativa. Lo correcto es callarse o más aún, alentar al otro recordando que cualquiera puede equivocarse y que lo importante es haber recibido la enseñanza para no tropezar nuevamente en el futuro. Se debe recordar que es más probable que la persona se arrepienta por haber dicho algo inoportuno que por haberse callado cuando debía hablar. Por eso, siempre es preferible permanecer en silencio y no criticar el error del otro. Que las decisiones en conjunto que se tomen en los hogares de Israel sean siempre las adecuadas y correctas para que el amor, el compañerismo y la unión traigan la dicha, paz y felicidad para todos. Amén.

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La belleza de la mujer Cuando el rey David escuchó que el rey Shaul y su hijo Iehonatan habían muerto en la guerra, pronunció una lamentación muy emotiva que está escrita en diez versículos de Melajim 2/1. En uno de ellos dijo: "Hijas de Israel, lloren por Shaul que les daba ropa y tinta carmesí con adornos sobre las ropas". Lo que sucedía era que el rey Shaul elegía del botín de las guerras las mejores ropas y adornos de oro para que las mujeres de Israel se encontraran bellas para sus esposos. ¿Quién se ocupará de ellas ahora? Por eso fue la lamentación. Si meditamos sobre el tema, nos estremecemos. En ese momento de dolor y angustia por la muerte de tantos Iehudim en la guerra, ¿no había algo más importante por lo que llorar que por la ropa y adornos de las mujeres? Seguramente que sí, pero este tema también era fundamental. El rey Shaul sabía la importancia del Shalom familiar y conocía el secreto que ayuda a encontrarlo: la presencia elegante y fina de la mujer. La Guemará comenta en Nedarim 66 sobre un hombre al que toda su familia le insistía para que se casara con su sobrina y él se negaba terminantemente. Para dar por concluido el tema, prometió delante de todos que nunca se casaría con ella. Cuando Ribí Ishmael se enteró, llamó a la joven para conocerla y se dio cuenta, por la pobreza con que vivía, de que no podía embellecerse y vestir adecuadamente y por eso tenía tan mal aspecto. Ribí Ishmael la llevó a su hogar, le dio los mejores alimentos, ropas, adornos y perfumes. La joven se hizo irreconocible. El Talmud comenta que incluso le colocó un diente postizo de oro para que pareciera más bella aún. Luego llamó al tío de la joven, se la "presentó" y le dijo: "¿Con ella has prometido no casarte?". El hombre respondió: "¡No!". Ribí Ishmael le dijo: "Te puedes casar con ella, tu promesa no ha tenido lugar, ya que ella es como si fuera otra mujer". En ese momento, lloró Ribí Ishmael y dijo: "Las hijas de Israel son bellas, sólo que la pobreza las afea". Cuando falleció Ribí Ishmael, las hijas de Israel lloraron por su muerte porque él sabía el mismo secreto que el rey Shaul: Siempre la mujer debe estar presentable para el esposo. Abá Jilkiá -nieto de Joni Hameaguel- era uno de los Sadikim de su generación. Cuando había necesidad de lluvia, le enviaban una delegación de Sabios para que él rogara a Hashem. Su Tefilá siempre era escuchada. Un día trabajaba un día en su campo, cuando fue visitado por varios Sabios para que hiciera Tefilá a Hashem. Los Sabios lo esperaron hasta que terminó su trabajo y juntos regresaron al hogar de Abá Jilkiá. Antes de ingresar a la casa, salió a su encuentro su señora llena de adornos. Los Sabios se sorprendieron y le preguntaron: "¿Cuál es el sentido de que su señora lo reciba adornada como si fuese un día de fiesta?". El Rab les contestó: "Para que mis ojos no observen a otra mujer" (Taanit 23).

110 La sabia esposa de Abá Jilkiá sabía el secreto del alma de su esposo. A pesar de tratarse de un Sadik cuya Tefilá era recibida por Hashem, también era un ser humano. Por eso, ella no olvidó ni por un instante que debía cumplir su misión: No permitir que su marido pecara ni siquiera con el pensamiento. De la misma forma que la mujer se preocupa por las necesidades materiales de su esposo, como por ejemplo prepararle la comida y lavar su ropa, también debe preocuparse de salvarlo de cualquier pecado con el que pueda tropezar. Nunca más que en esta generación, en donde la moral y los principios más elementales que los que cualquier ser humano debería tener son -lamentablemente- olvidados por la corrupción y falta de recato que reina en la calle, la mujer debe fortalecer el corazón de su marido, estando siempre presentable para él. Hay una pregunta que no tiene una respuesta lógica: ¿Por qué la mujer se embellece para salir a la calle y -en cambio- no se preocupa por estar presentable en su hogar para su esposo?... Escribe el libro Shebet Musar -capítulo 24- que la mujer siempre debe estar atractiva para su marido y nos enseña algunos detalles: "Su ropa debe estar limpia permanentemente, sin ninguna mancha, para no ser despreciada por su esposo. Incluso que se trate de una mujer pobre o con escasa variedad de ropa, éstas deben estar lavadas y limpias siempre". La mujer no debe restar importancia a estos temas, ya que ayudan a unir los corazones y afianzar el Shalom Bait. Ezra Hasofer en su época decretó que vendedores de perfumes recorrieran la ciudad para que las mujeres pudieran comprar y estar atractivas para sus esposos. Las Tefilot que hacemos hoy en día fueron estipuladas por Ezra Hasofer, pero él se preocupó también de estos "pequeños detalles", porque sabía la importancia que tienen para la casa judía. Sabía Ezra Hasofer que tanto el respeto de la mujer como ser querida por su esposo, se basan en pequeñas cosas que no son tan pequeñas como parecen a simple vista. Sabía Ezra Hasofer que la casa de Israel se basa en el Shalom entre el marido y su mujer, y ese Shalom depende a su vez de los vendedores de perfumes y de los adornos que ella posea. No nos sorprendamos tanto. El Talmud en Iomá 75 comenta que Hashem hizo caer del cielo al pueblo de Israel en el desierto junto con el Man, distintos "adornos para las mujeres". Rashi explica que se trataba de hierbas que eran molidas en el mortero y tenían un aroma agradable para estar presentables para sus esposos. ¡La mujer con estos detalles debe proteger y resguardar el Shalom de su hogar!

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El complemento perfecto Existe un concepto equivocado entre quienes están alejados de conocer el pensamiento de la Torá que consiste en creer que la mujer es discriminada por ella. En efecto, no comprenden que Hashem repartió las funciones del hombre y de la mujer para que de esta forma uno complemente al otro. Aquellos que hoy tanto pregonan por los derechos de la mujer, sólo la han convertido en un objeto de placer, provocando que ella no pueda salir con tranquilidad a la calle. Esa falta de conocimiento lleva a afirmar -por ejemplo- que la Torá desvaloriza a la mujer, porque una de las bendiciones matutinas que los hombres dicen es: "Bendito tú Hashem, Rey del mundo que no me has hecho mujer". La falta de estudio o de conocimiento lleva a creer que el sentido de esa Berajá es despreciativo hacia la mujer. No hay nada más equivocado. Esta frase no significa que el hombre sea más inteligente que la mujer ya que, por el contrario, el Talmud en Nida 45 comenta que la mujer posee más entendimiento que el hombre. Lo que sucede es que la mujer está exceptuada de aquellos preceptos positivos que dependen de un tiempo fijo -como el Sisit, Tefilin, Shofar, Lulab, etc. Al decir esa Berajá, recordamos y valoramos nuestras obligaciones como hombres. De ninguna manera se trata de despreciar a la mujer. Cuando leemos el Talmud, encontramos que la mujer no es apta para ser testigo en casos económicos o en donde se pudiera aplicar al acusado la pena de muerte. ¿Discriminación? De ninguna manera. Para eso, basta recordar que la mujer es confiable y se le cree en casos de prohibiciones. Por ejemplo, si ella dice que la carne que compró es Kasher o que concurrió al Mikve no se duda de su palabra. Pero en los casos anteriores relacionados con temas económicos o de vida y muerte, la mujer no puede ser testigo. Quizás porque su sentimiento interno, a pesar de ser muy positivo en la vida, juega en su contra en situaciones donde es necesario actuar con frialdad dejando de lado cualquier otra característica. En una oportunidad se hizo en Nueva York una encuesta que consistía en mostrar una foto por un instante y luego cada uno de los encuestados debía decir lo que había visto. En la foto, se observaba cómo un hombre negro leía un diario en un subte y era amenazado por un hombre blanco con un cuchillo en su mano. En el caso de los hombres encuestados, el 90% testimonió exactamente lo que la foto representaba; el 10% restante acusó al negro de ser el que atacaba con un cuchillo al blanco que leía el diario. Por el contrario, la mayoría de las mujeres encuestadas se equivocaron acusando al negro de ser el agresor. Quizás este ejemplo nos ayude a comprender que no se trata de discriminación, sino que en un juicio debemos encontrar un veredicto claro y, a la mujer, su sentimiento le juega en contra. Para la Torá, la mujer es el eje de la casa. No se puede igualar a la mujer con el hombre, ya que cada uno posee una función distinta. ¿Qué sucedería si una silla

112 reclamara igualdad de derechos con la mesa que se encuentra a su lado? Si aceptáramos el reclamo nos encontraríamos con dos mesas, pero no tendríamos dónde sentarnos. La integridad se alcanza con una mesa y una silla que la acompañe. De la misma forma, la pareja que desee llegar al éxito verdadero, deberá complementarse mutuamente fijando los límites de cada uno. A eso se refirió la Torá cuando determinó las funciones de marido y mujer para así poder recibir el título de Adam: "Toda persona que no se casa no se llama persona", como está escrito en Bereshit 5: "Varón y mujer fueron creados y llamó a su nombre Adam" (Iebamot 63). La obligación del hombre es respetar a su mujer. Quien se comporta de esta forma, recibirá en su hogar la bendición de Di-s, como Rabá les enseñaba a sus alumnos: "Respeten a vuestras mujeres que así se enriquecerán" (Babá Mesiá 59). No se trata de una simple frase, sino que se debe comprender que todo el destino del hombre depende de su mujer. Es muy común escuchar a movimientos feministas que buscan igualar el derecho de la mujer con el del hombre. También la Torá reconoce los derechos de la mujer, pero se diferencia en algo básico: la naturaleza de la mujer nunca podrá ser cambiada como pretende el feminismo. Esta sociedad del matrimonio que Hashem programó consta de un ministro externo -el hombre- que dirige y programa lo relativo a la pareja y de un ministro interno -la mujer- por cuya condición natural de sentimiento, delicadeza, recato y cariño debe ocuparse de temas que son fundamentales, como la educación de los hijos y el apoyo moral a su esposo pese a la situación que deba vivir. No se pueden invertir los roles. No significa que la mujer no pueda trabajar o que el esposo no pueda colaborar en la cocina, sino que nos referimos al lugar donde están arraigados los sentimientos de cada uno. Cuando el rey Shelomo nos enseña: "Toda la honra de la hija del rey (la mujer) es interna" (Tehilim 45), no se refiere a que debe permanecer encerrada en su hogar continuamente, sino a que su belleza precisamente es su sentimiento interior y ésa es toda su honra. Los ángeles que, en forma de personas, fueron a visitar la casa de Abraham Abinu, luego de ser atendidos le preguntaron a Abraham: "¿Dónde está Sara, tu esposa?" (Bereshit 18). La respuesta que recibieron fue: "He aquí que se encuentra en la carpa". En ese momento le aseguraron a Abraham: "En el año próximo para esta fecha tendrás un hijo". ¿Por qué preguntaron por Sara? ¿Qué importaba si estaba o no en la carpa para que le aseguraran que pronto tendría un hijo? Debemos comprender que los ángeles no preguntaron por el lugar geográfico en donde Sara se encontraba, sino que se referían a dónde ella depositaba su fuerza. La respuesta de Abraham fue: "En la carpa", en su interior puro, obteniendo con su proceder la armonía del hogar. El resultado no podía ser otro: rápidamente tendrían un hijo. El Talmud en Ioma 47 comenta sobre una mujer llamada Kimjit que tuvo el mérito de que sus siete hijos fueran Sumo Sacerdotes. Los Sabios le preguntaron: "¿Cuál fue tu Zejut?". La respuesta de ella fue: "Las paredes de mi casa no me vieron nunca sin recato y quizás ése haya sido el mérito". ¿Por qué los Sabios no le preguntaron a su esposo cuál había sido su mérito? Podemos explicar que la

113 educación comienza desde adentro y es la mujer la que permanece en el hogar dando el ejemplo a sus hijos. Analicemos finalmente qué es lo que sucede en nuestros días. En muchos hogares, la mujer se ha dejado arrastrar por el concepto de la calle y ocupa lugares que la llevan a abandonar la función elemental que le correspondía. Se consuela a sí misma diciendo que la mucama es excelente y se preocupa por todo, como si realmente pudiera suplantar a la mujer como base del hogar. Los adelantos técnicos favorecen este concepto equivocado y permiten que se desentiendan de temas elementales. El microondas, el lavadero automático, el jardín de infantes que cada vez comienza en edades más tempranas, "liberan" a la mujer de sus obligaciones. Así el hogar se transforma en un hotel o lugar de encuentro pasajero. Nos sorprendemos cuando escuchamos que los hijos se alejan del hogar y deambulan por la calle. Si no hay un contenido en el hogar, la calle seduce al pecado. O lo que es peor aún, se trae toda la suciedad de la calle al hogar. No se puede compartir una mesa familiar hablando de las situaciones que cada uno atraviesa, porque todos están atrapados observando el televisor o leyendo el diario. Debemos retornar a las bases que nuestros Sabios nos enseñaron. La vida bajo las reglas de la Torá está llena de un contenido espiritual en el ámbito familiar: Mizvot, Tefilá, Berajot, comentarios de Torá en la mesa de Shabat, etc. La mujer es quien debe supervisar que todo se realice como corresponde y en caso de no ser así, hará las correcciones necesarias. Para concluir, recordemos el Midrash que nos enseña que durante la vida de Sara Imenu, sucedían en su carpa milagros que se interrumpieron cuando ésta falleció, pero que se reanudaron cuando Izjak, su hijo, trajo a su esposa Ribka Imenu al hogar. ¿Cuáles eran esos milagros? Una nube se posaba sobre la carpa reflejando la presencia Divina cuando el hogar posee un contenido espiritual y hay un complemento entre marido y mujer. Sus puertas estaban abiertas con amplitud, como símbolo de todo el favor que esa casa representaba: ayuda al prójimo, recibir invitados, etc. La masa tenía Berajá, enseñando así la importancia de un buen manejo económico indispensable para la tranquilidad del hogar. La última señal era que la vela que se encendía en la víspera de Shabat no se apagaba hasta el viernes siguiente, simbolizando la luz de la Torá que debe guiar las actitudes del hogar. Todos estos puntos fundamentales están en manos de la mujer. Dos ángeles acompañan al hombre en la noche de Shabat, cuando él regresa del Bet Hakeneset a su hogar. Si los ángeles encuentran la mesa preparada, la cama extendida y la vela encendida, el ángel bueno bendice para que siempre sea así y el ángel malo debe contestar Amén, aunque no lo desee. En caso de que la casa no se encuentre ordenada en esos lineamientos, es el ángel malo el que maldice para que siempre sea así y el ángel bueno debe contestar forzado Amén. Esos ángeles revisan si en cada hogar judío, las enseñanzas de Sara y Ribka fueron recibidas o no. La mesa servida se refiere a los actos de favor, comida Kasher, recibir invitados y muchas cosas más relacionadas con temas materiales. El "Ner" encendido es el símbolo de la Torá, las Mizvot, la espiritualidad y la presencia Divina. La cama extendida transmite el mensaje de la pureza del hogar, la educación de los hijos y la continuidad del

114 hogar judío. Si nos dedicamos a mantener estas bases sólidas, con seguridad que nuestro hogar estará lleno de felicidad, tranquilidad y prosperidad. La mujer de Israel es la base para que podamos alcanzarlo.

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El sostén del marido Cuando Koraj y su gente intentaron hacer una revolución en contra de Moshe Rabenu, uno de los cabecillas de la misma era On Ben Pelet. Para él estaba preparado el mismo final que recibieron Koraj, Datan, Abiram y todos los revolucionarios: la tierra se abriría y los devoraría vivos. Sin embargo, On Ben Pelet se salvó. ¿Quién lo salvó de esa terrible muerte? ¡Su mujer! Ella le dijo con suma inteligencia: "¿Por qué participas de esta discusión? Si Aharon sigue siendo Cohen Gadol, tú serás el alumno. Si Koraj triunfa en su revolución, también tú serás su alumno". (Sanhedrim 109). Le hizo comprender que no obtendría ningún beneficio personal de esa discusión, por lo que no debía participar de la misma. Su marido le contestó: "¿Qué puedo hacer? ¡Ya estoy con ellos, e incluso juré que si me llaman iré con ellos! ¡No tengo otra alternativa que continuar!". Su mujer actuó con inteligencia y lo salvó. Le dijo a su esposo que permaneciera dentro de la carpa y que ella se encargaría de solucionar el problema. ¿Qué hizo? Le ofreció vino a su marido hasta que éste se emborrachó y se quedó dormido. Ella, mientras tanto, se sentó en la puerta de la carpa, dejando su cabello a la vista. Sabía que los hombres que estaban con Koraj -por más que estaban en contra de Moshe- no intentarían entrar a su carpa, y se alejarían inmediatamente al ver a una mujer con falta de recato frente a ellos. Así sucedió y On Ben Pelet salvó su vida. Sobre una mujer como ésta -dice la Guemará- es digna de recibir la alabanza del Pasuk del rey Shelomo (Mishlé 14): "La inteligencia de la mujer construye su hogar". Podemos recordar el caso de Rajel -la señora de Ribí Akiba- que permitió que su esposo faltara del hogar durante veinticuatro años, para que así pudiera estudiar Torá con grandes maestros en forma ininterrumpida y transformarse en una luminaria para todas las generaciones. No fue la única. El Talmud en Ketubot 62 comenta que Ribí Jananiá ben Jajinai fue a estudiar a la Ieshiba de Rab durante doce años. Al regresar, habían cambiado los caminos de la ciudad y no sabía cómo encontrar su hogar. Se paró a un costado del río y escuchó cómo le gritaban a una joven: "Hija de Jajinai, llena tu cantimplora y ven"; se dio cuenta de que la joven era su propia hija a la que no había visto durante tantos años. Fue detrás de ella para así poder encontrar su hogar. Su esposa estaba sentada en la puerta de la casa tamizando harina y al ver repentinamente a su esposo falleció de la emoción. Ribí Jananiá hizo Tefilá por ella y dijo: "¡Señor del mundo! ¿Éste es el pago de esta pobre mujer?". Enseguida revivió milagrosamente. No es el único caso del Talmud en donde un muerto resucitó. Leemos, por ejemplo, en Melajim 24, cómo el profeta Elisha revivió al hijo de una mujer llamada Shunamit luego de todo un proceso que llevó un tiempo determinado. Sin embargo, en nuestro caso la mujer rápidamente revivió. ¿Por qué? El mérito para que así sucediera fue de ambos: marido y mujer. Cuando Ribí Jananiá se dirigía para estudiar Torá durante doce años, Ribí Shimhon bar Iojai estaba concluyendo los siete días de fiesta por

116 su casamiento y le pidió que lo esperara para ir juntos a estudiar. Ribí Jananiá no lo esperó, porque sabía que no podía perder un instante de su estudio, por más que luego podría estudiar con un sabio de la talla de Ribí Shimhon. Así como él no esperó, del Shamaim le retribuyeron de la misma forma, reviviendo a su esposa inmediatamente. El mérito de la mujer fue que no sólo envió a su marido a estudiar, sino que lo esperaba cada instante de esos doce años. No toda mujer que permite que su marido estudie Torá, lo espera y extraña. En algún caso, puede suceder que ella prefiera que su esposo se encuentre lejos. La categoría de la señora de Ribí Jananiá fue que sufría y ansiaba que su marido regresara; pero por otro lado, estaba dispuesta a dejar de lado su deseo para que su esposo fuera un gran sabio. Lo mismo sucedió con Ribí Shimhon bar Iojai, a quien su esposa le permitió -después de la primera semana del casamiento- permanecer durante doce años fuera de su hogar estudiando Torá. Quizás ahora no nos sorprendamos tanto al escuchar cómo Ribí Shimhon pudo estar escondido de los romanos durante trece años en una cueva sólo con agua y algarrobo como alimento. Estas Sadikot nos enseñan la función de la mujer judía. Es muy común escuchar a movimientos feministas que buscan igualar el derecho de la mujer con el del hombre. También la Torá reconoce los derechos de la mujer, pero se diferencia en algo básico: la naturaleza de la mujer nunca podrá ser cambiada como pretende el feminismo. Esta sociedad del matrimonio que Hashem programó, consta de un ministro externo -el hombre- que dirige y programa lo relativo a la pareja y de un ministro interno -la mujer- que por su condición natural de sentimiento, delicadeza, recato y cariño debe ocuparse de temas que son fundamentales, como la educación de los hijos y el apoyo moral a su esposo pese a la situación que deba vivir. No se pueden invertir los roles. No significa que la mujer no pueda trabajar o que el esposo no pueda colaborar en la cocina, sino que nos referimos a los sentimientos de cada uno en donde están arraigados. Cuando el rey Shelomo nos enseña: "Toda la honra de la hija del rey (la mujer) es interna" (Tehilim 45), no se refiere a que debe permanecer encerrada en su hogar continuamente, sino a que su belleza precisamente es su sentimiento interior y ésa es toda su honra. Los ángeles que en forma de personas fueron a visitar la casa de Abraham Abinu, luego de ser atendidos le preguntaron a Abraham: "¿dónde está Sará tu esposa?" (Bereshit 18). La respuesta que recibieron fue: "he aquí que se encuentra en la carpa". En ese momento le aseguraron a Abraham: "en el año próximo para esta fecha tendrás un hijo". ¿Por qué preguntaron por Sará? ¿Qué importaba si estaba o no en la carpa para que le aseguraran que pronto tendría un hijo? Debemos comprender que los ángeles no preguntaron por el lugar geográfico en donde Sará se encontraba, sino que se referían a dónde ella depositaba su fuerza. La respuesta de Abraham fue: "en la carpa", en su interior puro, obteniendo con su proceder la armonía del hogar. El resultado no podía ser otro: rápidamente tendrían un hijo.

117 El mensaje es claro. La mujer es el sostén de su esposo. No debe permanecer de brazos cruzados en el momento en que su marido -Di-s no lo permita- tropieza con cualquier tipo de tema. Por sobre todo, en lo referente al cumplimiento de la Torá y las Mizvot. Por el contrario: debe salvarlo y a su vez salvarse a sí misma, ya que ésa es precisamente su función, como escribió Hashem en la Torá cuando la mujer fue creada: "No es bueno que el hombre esté solo, haré una ayuda para él" (Bereshit 2). La mujer debe ser el sostén de su esposo en los momentos difíciles, debe cuidarlo y ayudarlo para que él no tropiece, consolarlo con palabras dulces y, alentarlo en las dificultades y momentos de sufrimiento. Sucedió con un Rab que fue nombrado como tal en una ciudad vecina. Cuando se dirigía hacia ella, todos sus habitantes salieron a recibirlo en el camino para expresarle su alegría por el nombramiento. Cuando la carreta que llevaba al Rab y a su esposa se acercaba, una de las personas importantes de la ciudad desató a los caballos que la guiaban. Entre varios hombres levantaron la carreta y la llevaron a la ciudad, demostrando así un gran cariño a la Torá. Esa noche, hicieron en la ciudad una recepción al Rab. Una persona que era conocida como un burlón, se levantó y formuló una pregunta: "yo puedo entender la actitud de levantar la carreta en la que estaba sentado el Rab, ya que el Kabod de la Torá que él tiene, lo merece. Pero la Rabanit ¿cuál es su mérito para que gente tan importante la levante a ella también?". La Rabanit -que era muy inteligente- pidió permiso para contestar: "yo también tengo una pregunta: la gente de esta ciudad es muy sabia en Torá y Mizvot, ¿para qué necesitan un Rab? Debe ser -continuó la mujer- que es probable que cometan algún error y no lo perciban, por lo que es necesario que mi marido los corrija y reproche. Pero aún me queda otra pregunta -continuó la Rabanit-, también mi marido es un ser humano y como tal puede equivocarse u olvidarse de algo, y a veces él también necesita que lo adviertan... ¿Quién será responsable que el Rab cumpla su función como corresponde sin desfallecer en ningún momento? Ésa es mi función y quizás fue el motivo por el que me levantaron a mí también, ya que toda la ciudad depende del Rab y el Rab depende de la Rabanit". Este Maasé nos enseña la verdadera función de la mujer judía. Ella debe recordar lo que dice el Talmud en Sanehdrim 100 al comentar el versículo de Mishle 15: "Todos los días del pobre son malos". El Talmud explica que se refiere a quien tiene una mala mujer. El final del versículo: "El que tiene un buen corazón está de fiesta siempre" hace alusión a quien, por el contrario, posee una buena mujer. Cada mujer debe esforzarse para pertenecer a este último grupo, alentando y sosteniendo a sus maridos en todos los aspectos y por sobre todo, en el cumplimiento de la Torá y las Mizvot.

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Cómo atravesar las situaciones difíciles Cuando uno de los integrantes de la pareja posee malas cualidades o es una persona de mal carácter, la otra parte se encuentra frente a una gran prueba. Con inteligencia, debe esforzarse para mantener el Shalom y el compañerismo, por respeto a la Shejiná que está en el hogar. No es necesario decir que no debe imitar esas malas actitudes necias y despreciables, sino que con paciencia y serenidad, debe tratar de corregir al otro y aceptar con alegría lo que Hashem le destine. La Guemará en Berajot 8 cuenta que Ribí Elhazar enfermó y cuando fue Ribí Iojanán a visitarlo le dijo: "¿Son queridos para ti los sufrimientos?". La respuesta fue: "Ni ellos ni su pago". Ribí Iojanán le pidió la mano a Ribí Elhazar y lo levantó de su enfermedad. De acuerdo con esto, cada persona que tiene dificultades en la vida podría argumentar: "Señor del mundo, no quiero los problemas ni su pago" y de esta forma, Hashem debería liberarla de ellos. El Jafez Jaim nos explica el siguiente ejemplo para poder comprender la realidad: en una ciudad se construyó una cárcel muy grande y fueron designados su director y cuidadores, pero pasaron varias semanas y como ninguna persona fue encarcelada, la cárcel quedó vacía. Al ver lo que sucedía, el director temía perder su trabajo. Encontró circunstancialmente en la calle a un pobre y le ofreció encarcelarlo. Tendría de esta forma el beneficio de tener donde dormir y comer, a cambio que aceptara haber cometido algún delito por el que mereciera estar encarcelado. El hombre aceptó y al pasar las semanas, la cárcel se llenó de delincuentes verdaderos y el pobre fue liberado. Después de un tiempo, este hombre cometió un delito y al ser detenido por la policía gritó: "¡No voy con ustedes salvo que me aseguren mucha comida como antes!". El policía se enfureció y le gritó: "Al principio no habías cometido ninguna falta y como nosotros te necesitábamos, te dimos la comida; pero ahora te corresponde la cárcel sin ninguna exigencia de tu parte". La moraleja es clara: seguramente que el sufrimiento que tuvo Ribí Elhazar no le correspondía. Lo recibió con cariño porque sabía que Hashem se lo enviaba para aumentarle el pago que recibiría en el Olam Habá. Pero nosotros, llenos de pecados no podemos decir que no merecemos los sufrimientos que tenemos. Está escrito en Bamidbar 30: "Lloró a Aharon treinta días toda la casa de Israel". Nuestros Sabios explican que tanto los hombres como las mujeres del pueblo lloraron, ya que Aharon buscaba la paz y solucionaba los problemas entre marido y mujer. Es sabido que en cada generación hay Sadikim, alumnos de Aharon Hacohen, que actúan con inteligencia para estrechar los corazones de Israel. Así se cuenta sobre el Gaón Ribí Israel Gutman Z"L, a cuya casa, ubicada en una ciudad de Rumania, llegó desesperada una mujer y le dijo: "Ribí, no puedo

119 soportar más los sufrimientos que me provoca mi esposo, ¡no me voy de acá hasta que no me asegure que me va a conseguir el divorcio de él!". El Rab le contestó que estaba de acuerdo con el divorcio, siempre y cuando ella fuera durante un mes, todos los viernes a repartir comida en un barrio muy pobre. Pasado ese tiempo, le otorgaría el divorcio. La mujer aceptó y se retiró. Transcurrió el mes, pero la mujer no regresó a lo del Rab a solicitar el divorcio. Cuando, después de un tiempo, se encontró con ella le preguntó: "¿Por qué no regresaste?", a lo que la mujer le contestó: "Todos los viernes, al pasar entre los pobres, vi lo que es sufrir de verdad. Me di cuenta de que los problemas míos al lado de los de ellos no eran nada, y decidí no divorciarme. Gracias a su inteligencia llegué a esta conclusión". Sobre el Gaón Ribí Iosef Kaneman Z"L, se comenta que un día se presentó delante suyo un hombre pidiéndole que le preparara el divorcio para su señora. El Rab le preguntó las causas de tal decisión, ya que incluso el altar derrama lágrimas cuando hay una separación. El hombre respondió: "¡Mi señora es una haragana!. En casa está todo desordenado y no puedo soportar más!". El Rab lo convenció para que tuviera paciencia, pero el hombre regresó al poco tiempo con el mismo problema. Al ver que no había solución, el Rab aceptó otorgarle el divorcio en su casa en pocas horas. Mientras tanto, el Rab avisó a su señora que diera vuelta toda la casa y que no dejara nada en su lugar. Cuando el hombre llegó a la casa del Rab para concretar el divorcio, observó el desorden que reinaba: los zapatos arriba del mármol de la cocina, las ollas en el mueble de la pieza, etc. El Rab se dirigió al hombre y le dijo: "¡¿Según tu criterio, yo también debo separarme de mi mujer?!". Cuando el hombre vio el "sufrimiento del Rab" se arrepintió del divorcio y se retiró. Es cierto que sólo la mujer conoce realmente a su marido y su verdadera identidad. Un Jajam solía decir: "Solamente dos conocen a la persona tal como ésta es: Hashem y su esposa". O sea que se pueden ocultar los malos actos a los ojos de la gente y mostrarse como una persona correcta, pero en la casa es en donde se revela la verdad. Es por eso que sólo la mujer es la que puede decir quién es su marido sin ningún tipo de disfraz. Pero simultáneamente también, ella es la única que puede honrarlo y considerarlo en su corazón y en sus actitudes, para ayudarlo a revertir su comportamiento equivocado. Sucedió con una persona muy respetable a quien sus amigos observaron muy triste. Cuando le preguntaron el motivo de su comportamiento, respondió que su mujer le faltaba el respeto delante de todos sus hijos, lo criticaba y lo contradecía continuamente. Uno de sus amigos le preguntó: "¿En tu hogar te comportas de la misma forma que lo haces en los otros lugares y que te hicieron ser una persona tan respetable? ¿O quizás en tu casa eres otra persona y ésa es la causa de las actitudes de tu mujer?". El hombre reconoció su error que provocaba esa tristeza en su hogar.

120 Nuestros Jajamim nos enseñan: "No hay sufrimientos sin pecados", y es lo que se debe tener en cuenta cuando algún integrante de la pareja se queja por las discusiones o peleas que no dan descanso. David Hamelej dijo en el Tehilim 38: "no tengo paz en mis huesos por mi pecado". Ribí Jaim David Azulai Z"L explica lo que el rey David nos indica: "Si alguien comenta que no tiene tranquilidad en su hogar con su esposa (la mujer fue creada del propio hueso y carne de Adam Harishon), debe saber con seguridad que es "por mi pecado". No hay nada malo que venga del Shamaim y corresponde realizar un autoanálisis sobre nuestros actos para poder corregir nuestros errores y encontrar la paz deseada. Aprendamos a no quejarnos de las dificultades que se presentan en la vida, ya que no sabemos cuáles son las cuentas de nuestro Creador. Recibamos todo con amor y alegría. "Seamos de los discípulos de Aharon Hacohen: "Querer el Shalom, perseguirlo, amar a la gente y acercarla a la Torá" (Pirke Abot 1).

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La relación con los suegros Existe una obligación para el matrimonio que consiste en respetar a sus suegros respectivamente. Si se busca que el Shalom se consolide en el hogar, se debe cuidar de no despreciarlos ni ofenderlos. Tampoco se debe inmiscuirlos en el momento de una discusión. Es normal que el hombre, por ejemplo, al ver algún punto negativo en su mujer, le diga equivocadamente: "Eres igual a tu madre". Este mal proceder daña en demasía y ocasiona disgustos aún mayores. En el hipotético caso de que fuera verdad el comentario del hombre, debe recordar que se trata de la madre de su esposa y él no tiene derecho a disminuirla frente a sus ojos. Por el contrario, el buen trato a los suegros en presencia de la pareja, fortalece la unión y ayuda para alcanzar la tranquilidad. Está comprobado que cada vez que el marido intenta alejar a su esposa de sus padres, ella se aferra aún más a ellos y se aleja del marido. En cambio, cuando el hombre los alaba y respeta, su esposa se une a él con todo su corazón. No es aconsejable para la pareja vivir en el mismo hogar en el que habitan los padres o suegros. Por supuesto que hay situaciones especiales, tales como enfermedades o problemas económicos en los que la pareja se ve forzada a vivir en la casa de los padres de uno de ellos, pero se debe tratar de reducir este tiempo al mínimo posible. Sucedió con una Rabanit, que al quedar viuda, todos sus hijos se preocupaban por llevarla a la casa de cada uno. ¿Cuál fue su mérito? El hijo mayor lo explicó: "Mi mamá nunca vino a visitar nuestro hogar con las manos vacías, sino que siempre traía algo para todos. Siempre se fijó qué era lo que cada uno necesitaba; tanto se tratara de hijos, nueras, yernos o nietos. Por eso todos la quieren. Ella siempre se preocupó por brindarnos todo lo que estaba a su alcance, sin pensar en recibir algo a cambio. Cuando la visitábamos en su casa, siempre nos regalaba algo o nos atendía con todo esmero. Por ese motivo, siempre esperábamos el momento de ir a visitarla". Del comportamiento de esta virtuosa mujer, debemos aprender cuánto deben los padres expresar amor y cariño a sus hijos, yernos y nueras. Nunca deberán hablar Lashon Hará de ellos y ocasionar dificultades al hogar de sus hijos. Por el contrario, deberán hacer todo lo posible para que el amor y el compañerismo aumente para así recibir todas las Berajot de la Torá. No alcanzan las buenas intenciones de los padres, sino que se deberá analizar que lo que se dirá o hará no ocasionará consecuencias negativas, puesto que en ese caso, no hay nada que justifique la intromisión de los padres. Analicemos algunos de los consejos que nuestros Jajamim dan al matrimonio para mantener una buena relación con sus suegros.

122 1º) Tener igual trato con los suegros que con los padres. ¿Por qué la misma crítica es aceptada cuando proviene de los padres y en caso de provenir de los suegros da lugar a enojos y ofensas? 2º) El concepto común que la nuera siempre se lleva mal con la suegra es erróneo. Existen casos en donde las hijas se llevan mejor con sus suegras que con sus propias madres. 3º) Recordar que los suegros criaron y se esforzaron por quien es hoy nuestro marido o esposa. Ser agradecido no es sólo una buena virtud, sino una obligación elemental de la persona. 4º) Recordar que en el futuro también seremos suegros. Nuestras malas actitudes de hoy como nueras o yernos, quizás se repitan en contra nuestra en el futuro. 5º) Recordar que al contraer enlace se recibe la herencia de aceptar a los familiares de la pareja, aunque no nos parezcan agradables. Debemos trabajar sobre nuestras cualidades para aceptar al otro tal como es. 6º) No discutir delante de los padres o suegros. Por el contrario, se debe tener un buen trato, alabándose mutuamente. En caso de peleas, no se debe hacer intervenir a los padres, salvo situaciones especiales. 7º) Si los suegros intervienen continuamente en la vida de la pareja, se puede decir elegantemente: "Gracias por el consejo", o "Lo analizaremos entre nosotros" y luego resolver, sin necesidad de enfrentarlos violentamente. Se debe formar un hogar nuevo de acuerdo con la idea del matrimonio, y no se debe copiar el modelo estricto que alguno de ellos observó en sus padres. 8º) Está permitido mentir por el Shalom del hogar. El marido no deberá contar a su señora algo despectivo que hayan dicho sus padres sobre ella. La mujer procederá de la misma forma y así no se generarán discusiones vanas. 9º) La relación con los suegros es problemática sólo para el que no sabe aceptar al otro. La prueba verdadera de tener buena relación con los suegros es después del casamiento. Que la convivencia con todos los integrantes de la familia sea la base de nuestro hogar.

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La intromisión de los padres Está escrito en Bereshit 2: "Por eso, abandona el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y serán un solo cuerpo". La experiencia demuestra que muchos de los problemas de las parejas fueron provocados por la intromisión de los padres en la vida de sus hijos, destruyendo así el hogar que ellos habían formado con tanto esfuerzo y sacrificio. Muchas veces los padres no pueden soportar la nueva situación. No pueden tolerar que sus hijos o hijas ya no se encuentren bajo su control y supervisión. Creen equivocadamente que tienen derecho a seguir manejando la vida de sus hijos y olvidan que ellos ya formaron su propio hogar. Este tipo de padres no observan los errores de sus hijos o hijas. Siempre culpan a la otra parte, lo que ocasiona en la pareja peleas y complicaciones de consecuencias imprevisibles. Nuestros Sabios nos cuentan sobre unos padres que habían casado a su hija. Cuando alguien les preguntó cómo la trataba a ella la vida de casada, le contestaron: "Es muy feliz, encontró un marido que es una joya. La cuida mucho, ni siquiera le permite levantarse temprano y le sirve el desayuno en la cama". Cuando al poco tiempo esos padres casaron a un hijo, ante la misma pregunta respondieron: "Pobre nuestro hijo, no tuvo suerte, su mujer es haragana, se levanta muy tarde, él debe servirle el desayuno en la cama...!". Los padres que quieren la felicidad de sus hijos deben aprender a no inmiscuirse en la vida de ellos. Tampoco los deben visitar en forma excesiva. Es aconsejable que siempre anuncien la visita que realizarán. Cuando un hijo o hija les comenta a sus padres algún mal comportamiento de su pareja, los padres deben tener cuidado de no cargar la responsabilidad sólo sobre la otra parte. Se debe adoptar una actitud imparcial y pedir a su propio hijo que cambie y mejore su comportamiento para que no se repitan esas situaciones. La Guemará dice en Iebamot 65: "Así como es Mizvá decir algo que va a ser escuchado, también es Mizvá no decir lo que no será escuchado". Por eso, el padre que reprende a su hijo casado, debe pensar bien cómo y cuándo reprochar, ya que a veces los hijos no contestan con respeto al consejo de sus padres. Mucho más cuidado hay que tener para corregir a los yernos o nueras. Si el reproche es continuo, provoca separación y peleas. Debe ser hecho con delicadeza e inteligencia. Se debe estimular por las buenas actitudes, y no sólo citar lo negativo. De esta forma se obtendrá el resultado deseado y los padres no serán los responsables de la destrucción del hogar de sus hijos. Cuando lamentablemente se produce alguna discusión en la pareja, se debe hacer todo lo posible para solucionar el inconveniente entre ellos mismos, sin hacer intervenir a los padres o parientes, porque esto puede provocar agrandar la discusión. La experiencia demuestra que los padres defienden a sus hijos y culpan a los yernos o nueras, lo que hace que la pelea continúe o empeore.

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El rey Shelomo dijo en Mishlé 10: "Todos los errores son cubiertos por amor". O sea que la pareja, por existir entre ellos el amor, puede olvidar las faltas que se cometieron. Los padres o parientes al no tener este secreto, siempre dan la razón a la parte cercana, por lo que se debe tratar de resolver el problema sin la participación de ellos. En los casos en donde la pareja no puede resolver sola las situaciones que se presentan, se debe recurrir a Rabanim especializados en estos temas, que encontrarán la manera de solucionar el problema. No se debe cometer el error de comentar con vecinos o compañeros los problemas de pareja que puedan existir, por las consecuencias negativas que este proceder ocasiona. Es normal que el marido no pueda comprender por qué su esposa divulgó sus intimidades con sus vecinos. Los padres inteligentes, aunque hayan escuchado los problemas de su hija, deberán comportarse como si no supieran del tema. Deberán recibir en forma normal a su yerno por el bienestar de su hija. En el caso de que se opte por reprocharlo por sus actitudes, en la mayoría de los casos, se podrá argumentar que se enteraron de otra forma y no por el comentario de la hija. Quizás así se pueda encontrar el Shalom. Sin lugar a dudas, una de las mejores salidas es que la mujer en el momento en que la relación pasa por una buena instancia, hable de buena forma con su marido para hacerle ver sus errores. La Tefilá a Di-s día tras día, ayudará para que así se solucionen las dificultades y retorne la felicidad al hogar. Veamos en esta ocasión algunos consejos para los suegros que a veces, por sus intromisiones, destruyen el hogar de sus hijos: 1º) Deben aprender a no inmiscuirse -salvo en casos excepcionales- por el bien de sus hijos. Ellos tienen el derecho a formar su hogar con ideas propias, incluso con sus errores y tropiezos. 2º) Recordar que no son los dueños de sus hijos y ellos no tienen por qué hacer los caprichos que los padres quieren. No deben sentir lástima por los hijos si éstos siguen a su pareja. Deberán tener presente el versículo de Bereshit 2: "Por eso, abandona el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer". 3º) La suegra no debe sentir que su nuera le robó el cariño que su hijo sentía por ella. Debe comprender que su hijo posee dos sentimientos distintos completamente: el cariño a sus padres y el amor a su mujer. 4º) Aprender a observar los defectos que sus hijos tienen y no sólo sus virtudes, para poder corregirlos en forma privada. No ver sólo lo negativo que tienen sus nueras y yernos, sino encontrar todo lo positivo que seguramente existe.

125 5º) No visitarlos en forma excesiva. En lo posible avisar previamente. Buscar un equilibrio adecuado. 6º) Alabar a las nueras y yernos delante de los hijos, para que el matrimonio se una cada vez más. 7º) El cariño exagerado de los padres hacia sus hijos puede hacer fracasar el hogar que ellos formaron. Se debe actuar con prudencia e inteligencia. 8º) Preocuparse por ayudarlos, de acuerdo con las posibilidades que tengan, pero no con la intención de presionarlos después por lo que les dieron. 9º) Si tienen dos o más hijos casados, no hacer comparaciones ni diferencias entre ellos, porque cada hogar es un mundo distinto. 10º) Si los hijos cumplen algún precepto en su nuevo hogar que en casa de los padres no se respeta en el mismo nivel, deben estar esos padres orgullosos de ellos y alentarlos para que continúen en ese camino que les dará la felicidad verdadera. Que Di-s ilumine a los padres del pueblo de Israel a tener un comportamiento adecuado con sus hijos.

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El ejemplo para los hijos La Torá nos enseña que cuando Iaacob Abinu se dirigía a Jaran, el sol se puso repentinamente y debió pernoctar en ese lugar tan sagrado (Har Hamoriá). El versículo comenta: "Y tomó de las piedras del lugar, las colocó a su cabecera y se acostó en ese lugar" (Bereshit 28). Rashi comenta que las piedras se peleaban para que Iaacob apoyara su cabeza sobre una de ellas, hasta que Hashem las unió y se formó una sola piedra. ¿Cuántas piedras tomó Iaacob? Nuestros Sabios dan varias opiniones al respecto, pero tomemos en consideración a quienes sostienen que fueron sólo dos. Lo deducen del versículo mencionado "de las piedras del lugar", ya que el mínimo de plural es dos. ¿Por qué entonces tomó Iaacob dos piedras? Iaacob no sabía lo que sucedería con él en el futuro y quiso comprobarlo. Si el milagro se concretaba; si las piedras se unían, era la señal de que sus hijos serían Sadikim. Iaacob sabía que su abuelo Abraham había tenido dos hijos, de los cuales uno no había sido correcto. Con su padre Izjak se reiteró la situación, ya que su hermano Esav fue un perverso. ¿Cuál era entonces el secreto de las piedras? Cuando se funde un metal, salen impurezas en la primera operación y el metal así se purifica. Cuando nuevamente es fundido, vuelven a salir impurezas hasta que llega un momento en que nos encontramos con el metal puro completamente. Iaacob Abinu se dijo a sí mismo: "si las piedras se unen significará que de mi descendencia no saldrá ninguna impureza". Efectivamente, sus doce hijos que representan a las doce tribus de Israel fueron todos Sadikim. Iaacob sabía que no se podía apoyar en que ya había llegado el momento en que el metal estaba puro y que sus hijos con seguridad serían Sadikim. Sabía que dependía de su propia actitud reflejada en el simbolismo de las piedras: si las piedras -marido y mujer- están unidas, los hijos serán correctos. La base de la educación de los hijos es la unión del matrimonio, ya que si esa armonía no existe es imposible educar con éxito. Iaacob Abinu nos enseña cómo educar. No se trata sólo de dar órdenes a los hijos, sino de demostrar en la vida diaria cómo los padres se educan a sí mismos con el ejemplo de la tolerancia y el respeto mutuo. Si los hijos van a ver que sus padres son educados, también ellos lo serán. ¿Qué significa ser educado? Si las piedras están juntas, si se formó una sola persona como la Torá reclama: "Y serán un sólo cuerpo" (Bereshit 2), habrá posibilidad de educar a los hijos en el camino correcto. De lo contrario, la educación fracasará. Un niño que crece en un hogar en donde sus padres se critican mutuamente y tienen una visión negativa de todo lo que sucede alrededor de ellos, será un "hijo fiel" a esa educación equivocada en la que se desarrolló. Todo estará mal para él en el futuro: no podrá confiar en sus vecinos, la escuela a la que enviará a sus hijos no tendrá el nivel adecuado que él pretenderá; el Bet Hakeneset al que concurrirá no será nada parecido al lugar ideal que él imaginaba; el rabino del mismo no le resultará satisfactorio para su exigencia, etc, etc. ¿Quiénes fueron los

127 responsables para que él adquiriera esa visión? En gran medida fueron sus propios padres quienes influyeron para ese resultado con sus continuas críticas y comentarios despectivos. Por el contrario, un niño que se cría en un hogar donde todo es positivo: su padre enaltece y alaba a su madre por las virtudes que posee. Su madre no se cansa de elogiar a su padre por sus cualidades. Todo el mundo que los rodea es visto con buenos ojos, más allá de los problemas normales que se presenten. Cuando ese hijo forme su propio hogar en el futuro, su visión de la vida será absolutamente positiva. Se dirigirá con cariño y comprensión a los que se encuentren cerca de sí y recibirá el mismo trato como recompensa. Irradiará ese mensaje a sus propios hijos, que a su vez lo transmitirán a sus descendientes. En este tema de la educación de los hijos, poseer una línea de conducta sin importar la circunstancia que se atraviese es fundamental para encontrar el éxito tan anhelado. Padres que de verdad se preocupan por la educación de sus hijos, se preguntan en momentos determinados: "¿En qué fallé? ¿Qué es lo que hice mal?". Quizás la respuesta sea que los mensajes deben ser claros sin dar lugar a que los niños se confundan con indicaciones contradictorias. Un día les decimos algo y al otro variamos la posición. O, lo que es peor aún, con nuestra conducta les demostramos que lo que habíamos dicho el día anterior era sólo teoría y no lo efectuamos en la práctica. Les reclamamos -por ejemplo- respeto y buenos modales, pero ellos observan que los padres discuten, se ofenden y los principios básicos de convivencia no existen. Les decimos que lo más sagrado que existe es el estudio de la Torá y ellos ven cómo ese mismo padre pierde horas y horas de su vida con un diario en su mano o bajo los efectos mágicos de un aparato de televisión. Nos olvidamos que lo que hacemos a los ojos de nuestros hijos -por más pequeños que sean- pasa a ser la manera más directa en que se educa y lamentablemente, a veces deja mucho que desear. Estamos permanentemente en una especie de "vidriera" que ellos observan, analizan y perciben. Los Sabios nos enseñan que lo que la persona aprende de niño es como la tinta con que se escribe sobre un pergamino liso, en donde por más que se borre lo escrito, la tinta quedará impregnada por dentro. También el niño adquiere dentro de sí todo el comportamiento que observó de sus padres y en el futuro repetirá en forma natural lo que vio durante tanto tiempo. Por eso, las bases y la línea de conducta de los padres deben ser firmes e inamovibles, para no confundirlos con cambios de posiciones e ideas. Nuestros hijos observan con atención. Debemos ser el ejemplo que ellos esperan y necesitan para ser personas de bien. Ellos captan con claridad que a la madre le molestó más que haya derramado el café sobre la alfombra que la mala palabra que pronunció. Ellos se dan cuenta de que, cuando su padre lee en la mesa de Shabat unas palabras de Torá, lo hace por rutina y sin el sentimiento adecuado. Su madre –por su parte- no se preocupa por entender lo que su padre explica y continúa sirviendo la comida que para ella es lo más importante. Esos valores tergiversados penetran en el corazón del niño e influyen en su desarrollo.

128 ¿Qué sucedería –por ejemplo- si la madre se sentara con atención en la mesa y dijera: "¡Niños! ¡Presten atención! Papá leerá un comentario sobre la Perasha semanal?!". Este tipo de frases reiteradas un Shabat tras otro, le demostrarán al niño que su madre y su padre valoran cada palabra de Torá. De esta forma, ellos mismos heredarán el amor a nuestra sagrada Torá. La buena relación entre los padres es fundamental para que ellos adquieran el respeto de sus hijos. Hay quienes creen equivocadamente que, si se dirigen al otro en forma dulce y apropiada, no serán respetados ni tenidos en cuenta. Sólo cuando infundan respeto con una autoridad exagerada alcanzarán la honra que merecen. Se equivocan. Por el contrario, quien se dirige al otro con consideración y respeto recibirá la honra de quienes lo rodean. Así lo enseña la Torá cuando menciona los preceptos de respetar y temer a los padres. Cuando la Torá ordena la Mizvá del temor a los padres dice: "La persona a su madre y a su padre temerá"(Vaikrá 19). En cambio, cuando se trata de la Mizvá del respeto a los padres, la Torá menciona en primer lugar al padre y luego a la madre: "Respeta a tu padre y a tu madre"(Shemot 20). El Midrash explica el motivo del cambio: "Hashem sabe que el hijo respeta a su madre más que a su padre, ya que ella lo convence con palabras. Por eso, adelantó Hashem el respeto hacia el padre que el respeto hacia la madre". O sea, el trato dulce y preferencial de la madre hacia sus hijos, hace que éstos la respeten más que al padre que normalmente se dirige a ellos en una forma más autoritaria. Los padres deben recordar que los hijos fueron depositados en sus manos por Hashem para ser educados con Torá, Mizvot y buenas cualidades, para que a su vez ellos formen sus propios hogares sobre las mismas bases. Con sólo recordar que los hijos están atentos y alertas a las actitudes de los padres, el comportamiento de los progenitores mejorará. Los hijos serán felices y por sobre todo, los padres habrán cumplido con la misión que Hashem les encomendó al darles lo más precioso que para El existe: el alma de un niño.

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La Tefila de Ribí Shimhon bar Iojai Está escrito en el Talmud (Sotá 17): "Ish Veishá Shezajú Shejiná Benehem", o sea, que la unión de la pareja hace que Di-s deposite su Divinidad en ese lugar. El hogar se convierte así en una fuente de Kedusha gracias a esa base de amor, respeto mutuo y, por sobre todo, a la tolerancia necesaria para poder convivir. El Midrash (Shir Hashirim Raba 1) comenta sobre un matrimonio que luego de vivir diez años sin poder tener hijos, se presentó delante de Rabí Shimhon Bar Iojai para divorciarse. El Rab les dijo: "De la misma manera que se casaron haciendo una fiesta, deben hacer otra fiesta para divorciarse". Escucharon su consejo, y en la fiesta que hicieron, el marido le dijo a su esposa: "Todo objeto lindo que encuentres en la casa puedes llevarlo contigo". ¿Qué hizo la mujer? Después de que su marido se emborrachó y se quedó dormido, les dijo a sus sirvientes que lo llevaran con la cama misma a la casa de los padres de ella. Al despertarse, el hombre preguntó qué estaba haciendo en ese lugar. Su señora le explicó: "Hice lo que tú me dijiste, no existe nada más preciado para mí que poder tenerte a mi lado". Fueron de Rabí Shimhon Bar Iojai nuevamente para explicarle que era imposible para ellos separarse. El Rab hizo Tefilá por ellos para que pudieran tener hijos y finalmente el milagro se produjo: tuvieron muchos hijos que colmaron de felicidad ese hogar. Nuestros Sabios preguntan: "¿Por qué Rabí Shimhon Bar Iojai no hizo Tefilá para que pudieran tener hijos desde un principio en lugar de decirles que se separaran haciendo la fiesta? La respuesta a esta pregunta es la base de la enseñanza que queremos transmitir: la solución de los problemas de un hogar se encuentra sólo cuando la pareja demuestra previamente unión y cariño. Sólo en ese momento podía hacer efecto la Tefilá de Rabí Shimhon Bar Iojai. El mensaje para nuestra vida es claro: ante las dificultades que se presenten, debemos estrechar los vínculos de amor y compañerismo en nuestros hogares para que así nuestras Tefilot sean escuchadas. La Guemará, en Iomá 9, comenta que el primer Bet Hamikdash se destruyó porque se cometían tres tipos de pecados: idolatría, adulterio y asesinatos. En cambio, en el segundo Bet Hamikdash, el pueblo estudiaba Torá y cumplía preceptos, pero existía el odio injustificado que motivó la destrucción. Los Jajamim apuntan al centro del problema. No nos hablan de ejércitos poderosos, tampoco de estrategias de guerra ni de armamentos especiales. Nos comentan pequeños sucesos como aquél en donde, por un error una persona llamada Bar Kamsá, concurrió a una fiesta creyendo que el anfitrión lo había invitado. Lejos de ser así -ya que ambos eran enemigos- lo que había sucedido era que el emisario se había equivocado y debía haber invitado a otra persona llamada Kamsá. En el transcurso de la fiesta, Bar Kamsá fue echado por el dueño de la casa y no hubo argumentos valederos para evitar que fuera avergonzado delante de todos. Bar Kamsá, enfurecido porque nadie había salido en su defensa, se presentó delante del César con el argumento de que los judíos se habían

130 rebelado a su reinado y le sugirió que -para comprobarlo- enviara un animal para ver si lo ofrecían como sacrificio en el Bet Hamikdash o no lo hacían. En el camino, Bar Kamsá hizo un defecto en el labio del animal y por eso no pudo ser ofrecido. En consecuencia, el César decidió atacar y destruir Ierushalaim. Después de tres años de sitio consiguió su propósito. En este suceso, que comienza con algo que parece intrascendente, se encuentra la clave de la destrucción del pasado y el destierro del presente. El Jesed (la ayuda al prójimo) y la unión son puntos centrales del pueblo de Israel para que pueda construirse nuevamente el Bet Hamikdash. El Satán lo sabe aún mejor que nosotros e intenta separarnos: matrimonios en conflicto; discusiones entre padres e hijos, hermanos, barrios, sefaradim y ashkenazim, etc. Creemos equivocadamente que somos los dueños de la verdad absoluta por lo que podemos discutir y pelear contra todos, olvidándonos que los demás quizás piensan lo mismo. No lloramos hoy por las piedras del Bet Hamikdash que se destruyeron, sino por el veneno que provocó esa caída que perdura hasta nuestros días: el egoísmo que no nos permite razonar. Si recordamos por qué el rey David eligió el lugar en donde levantó el Bet Hamikdash, corroboraremos estos conceptos. Dos hermanos habían recibido un campo de herencia de su padre y en él trabajaban. Uno de ellos se había casado y tenía hijos, mientras que el otro permanecía soltero. Como todos los años, al finalizar la cosecha la repartían en partes iguales y cada uno de ellos veía el momento apto para comercializarla. Una noche, el hermano soltero no podía dormir. Un pensamiento no le dejaba conciliar el sueño, daba vueltas en la cama y se preguntaba: "¿Cómo es posible? Soy soltero, mis gastos son mínimos. En cambio, mi hermano tiene esposa e hijos a los que alimentar, vestir y educar. ¿Es correcto que dividamos la cosecha en partes iguales? ¡No! ¡De ninguna forma!". En ese momento, una idea cruzó por su mente e iluminó su rostro: "Sacaré de mi granero parte de mi cosecha y la pondré en el granero de mi hermano". En la oscuridad de la noche, silenciosamente se levantó y llevó su idea a cabo. Al día siguiente cuando comenzaron las tareas habituales del campo, se fijó en su granero y no se notaba ninguna diferencia. Todo estaba igual. La cantidad de trigo era idéntica a la de siempre. ¿Qué había sucedido? El hermano casado tampoco había podido dormir preocupado por la situación de su hermano: "¿Cómo podrá casarse? Tendrá muchos gastos y no podrá afrontarlos. Lo ayudaré sin que se entere y así no pasará vergüenza. Durante la noche, le llevaré parte de mi cosecha". Dos noches seguidas, lo que cada uno sacaba de lo suyo, era reintegrado al día siguiente. La tercera noche cuando cada uno de ellos se dirigía al granero de su hermano, se encontraron en el camino. Allí se dieron cuenta de que uno pensaba en el otro. El lugar en donde se abrazaron fue elegido por el rey David para construir el Bet Hamikdash. De esta forma, el cariño fraternal y el Jesed serán las columnas sobre las que posará la Shejiná en la tierra. La conclusión inmediata que surge de todos estos conceptos y retomando nuestro tema, es que el odio entre marido y mujer provoca que Di-s no pueda depositar su

131 Shejiná en ese hogar. Se trata del mismo motivo por el que Hashem debió alejar su Divinidad del Bet Hamikdash: el odio que existía entre hermanos. Se cuenta sobre el Sadik Ribí Rafael Mibarshid Z"L, que en el día 9 de Ab, en donde recordamos la destrucción del Bet Hamikdash, se dirigió a hacer Shalom a la casa de una pareja. Cuando le preguntaron sus alumnos: "¿No lo puede dejar para mañana?". El Rab les contestó: "El Bet Hamikdash se destruyó por el odio gratuito. Nada más adecuado que en este mismo día nos ocupemos de solucionar el motivo de la destrucción y traer paz y amor, para tener el Zejut de ver en nuestros días la construcción del tercer Bet Hamikdash". ¿Qué es lo que falta para verlo construido? La esencia del lugar del Bet Hamikdash. El cariño profundo hacia cada uno de nuestros hermanos. Cuanto más cerca estamos del final, más se generan divisiones inútiles. El Ieser Hará crea discusiones sin sentido que provocan una brecha en el pueblo judío que trae más sufrimientos. Desde este pequeño lugar del universo, deseamos y rogamos al Todopoderoso que nos facilite el camino de la Teshubá, que todos reconozcamos a Di-s y cumplamos con los preceptos de la Torá. Que las palabras del profeta Hoshea que hizo grabar el Jajam Iaacob Mizrahi Z"L en el frente de nuestro querido Templo Or Torá sean realidad en nuestros días: "Levántate pueblo de Israel, porque ha llegado la Santidad de Di-s y el esplendor del Todopoderoso está contigo". Pronto en nuestros días. Amén.

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Falta de coincidencia Shelomo Hamelej escribió en Mishlé 19: "Bait Vahon Najalat Abot UmeHashem Isha Maskalet". "Casa y riqueza pueden ser heredadas de los padres, pero tener una mujer inteligente depende de Di-s". El Midrash cuenta sobre aquella mujer que preguntó a Ribí Iosé Bar Jalafta: "¿En cuántos días hizo Di-s el mundo?". La respuesta fue: "En seis días, como está escrito en Shemot 31: "En seis días hizo Hashem el cielo y la tierra", contestó el Rab. La mujer consultó: "Y desde aquel momento hasta ahora, ¿qué hace?". El Rab le respondió: "Forma parejas, la hija de Fulano para Fulano". La mujer dijo: "Yo también lo puedo hacer con mis sirvientes y sirvientas". El Rab le contestó: "Si para ti es fácil, para Di-s es tan difícil como cortar el Mar Rojo", luego de lo cual el Rab se retiró. La mujer trajo mil sirvientes y mil sirvientas, los colocó en dos filas y determinó quién se casaba con quién. Al otro día los sirvientes se presentaron delante de ella, algunos con la cabeza herida, otros con los ojos hinchados o con las piernas golpeadas. "¿Qué les pasó?", preguntó ella. Le contestaron que no se soportaban mutuamente. Fue a buscar rápidamente a Ribí Iose Bar Jalafta y le dijo: "Ribí, vuestra Torá es verdadera y hermosa, todo lo que usted dijo tenía razón". Aprendemos de este Midrash que la formación de una pareja es realmente un regalo de Di-s. En muchos casos, se trata de una pareja con distintas ideas y educaciones diferentes. A pesar de todo, se unen con amor, cariño y compañerismo, formando generaciones que son orgullo para el pueblo de Israel. Se trata de un milagro que sólo Hashem puede hacer. Por eso, aquellos que argumentan "falta de coincidencias" como motivo de un divorcio o separación, no dan un argumento valedero. Ninguna pareja es coincidente a primera vista, sino que es formada por la Mano Divina de manera milagrosa como vimos en el Midrash anterior. Si se llegó al matrimonio, es porque están dadas las condiciones para el buen funcionamiento de la pareja. Se debe trabajar sobre uno mismo, puliendo las cualidades y perdonando los errores del otro para encontrar los puntos de coincidencia que realmente existen. En una oportunidad el Sultán de Estambul le dijo al Rabino de la ciudad: "Ustedes argumentan que Hashem forma las parejas y que ningún ser humano puede hacerlo. Sin embargo, yo creo que tengo la facultad y la capacidad para tener éxito en este tema tan complejo". El Rab le respondió: "Si usted así lo piensa puede intentarlo, pero le aseguro que los resultados no serán positivos". Al poco tiempo, el Sultán encontró a una joven y le encomendó que le entregara una carta para uno de sus ministros que se encontraba en otra ciudad. Como pago por su acción, el ministro le daría a ella cien monedas. Precisamente, el Sultán le ordenaba al ministro en esa carta que se casara con la mujer que le entregaba la carta y que le diera cien monedas.

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Cuando la joven se dirigía a la casa del ministro, se encontró con una anciana menesterosa que le pidió una ayuda material para poder comprar algo de comida. La joven se apiadó de la anciana y le encomendó que llevara la carta a la casa del ministro y que éste le daría cien monedas al recibirla. La anciana se alegró por la noticia, pero mayor fue su sorpresa cuando el ministro luego de leer la carta y de entregarle las cien monedas, le ofreció casarse con ella como así le ordenaba el Sultán. Luego de un tiempo, hubo una reunión muy importante en la casa del Sultán a la que fueron invitados todos sus ministros. En la mesa principal, había toda clase de comidas y dulces. El Sultán observó sorprendido cómo ese ministro envolvía algunos dulces y los guardaba en su bolsillo. "¿Para qué llevas esos dulces?", le preguntó el Sultán al ministro, quien le respondió: "Mi señora es muy anciana y no tiene dientes, por eso llevo estos dulces muy suaves para ella". La sorpresa del Sultán fue enorme cuando el ministro le explicó que había cumplido al pie de la letra lo que le había ordenado en la carta. En ese momento, el Sultán comprendió lo que el Rab le había dicho y reconoció: "Moshé es verdadero, su Torá es verdadera y sólo Hashem es el que forma las parejas". ¿Por qué nuestros Sabios comparan a la formación de una pareja con el milagro del corte de las aguas del Mar Rojo? ¿Cuál es la relación entre ambos sucesos? Una de las explicaciones es la siguiente: en cualquier elemento que se fracciona en dos, ambas partes siguen manteniéndose independientemente una de la otra. En cambio, con las aguas o con cualquier otro líquido que se intente separar, será inútil hacerlo ya que al instante se unirán nuevamente. En el momento del milagro del Mar Rojo, Hashem anuló la naturaleza de las aguas y cada parte permaneció en su lugar luego del corte. El versículo lo atestigua diciendo: "se amontonaron las aguas y se detuvieron como un muro las corrientes" (Shemot 15). Es lo que sucede en la formación de una pareja. Cada integrante debe romper su propia naturaleza para tener éxito en la misión de construir un hogar de Israel. Sólo se logrará actuando con tolerancia y dejando pasar los errores normales que cada uno comete. Los Sabios preguntan cómo es posible comparar el corte de las aguas en el Mar Rojo con el matrimonio en donde, por el contrario, debe existir unión en lugar de separación. La respuesta a este interrogante está relacionada con la vida que marido y mujer desarrollaron antes de llegar a la Jupá. Cada uno de ellos compartió todas sus experiencias con sus padres quienes los conocen perfectamente con sus virtudes y defectos. La madre conoce exactamente cuáles son los gustos de su hijo y trata de prepararle la comida de acuerdo con sus preferencias. El padre trata de satisfacer todas las necesidades de su hijo por el cariño implícito que tiene hacia él. Pero llega el momento de la separación del hijo de sus padres y a eso alude el corte del Mar Rojo. Se trata de un momento difícil de ser superado por los padres y por los hijos. Sólo cuando los padres ven a sus hijos felices en el hogar que construyeron, se sienten realizados y superan el primer momento de la separación. Cuando los hijos se ven acompañados en cualquier circunstancia por la pareja que para toda la vida estará a su lado,

134 adquieren la fuerza necesaria como para ir construyendo un nuevo hogar valorando el esfuerzo que sus progenitores volcaron hacia ellos. Hay situaciones especiales entre la pareja en donde las diferencias se hicieron tan grandes que no se ve una solución posible a simple vista. Se debe recurrir en ese caso a Rabanim especializados en este tipo de temas para que enseñen el camino adecuado. Pero en forma general, Hashem dio a la misma pareja los instrumentos necesarios y las cualidades indispensables para llegar a la felicidad y tranquilidad para construir casas que sean ejemplo y orgullo de nuestro pueblo. Para ello, cada uno debe trabajar y sobreponerse a sí mismo, corrigiendo sus propios defectos sin mirar los errores del otro. El Talmud, en Guitin 52, cuenta el siguiente Maasé: "Sucedió con dos personas a las que el Satán las provocaba y conseguía que se pelearan todos los viernes. Se presentó en una oportunidad Ribí Meir al lado de ellos e impidió durante tres semanas que pelearan hasta que finalmente consiguió el Shalom definitivo. Escuchó Ribí Meir la voz del Satán que decía: "Ay, ay, Ribí Meir me expulsó de esta casa". Se trata de un ejemplo claro que nos enseña que a quien se preocupa siempre por sobreponerse a los conflictos que puedan existir, Hashem lo ayudará para que se pueda mantener en las próximas pruebas que se presentarán. Ribí Meir sólo se limitó a expulsar al Satán de esa casa en esas tres oportunidades. Luego, el Satán se retiró definitivamente y el ángel del Shalom posó en el hogar. ¡Cuántas vallas y prevenciones debe crear la persona para no caer en la pelea y la discusión! Cada uno -conociéndose a sí mismo- sabe cuáles son los medios para no caer en la trampa del Satán. Nuestros Jajamim nos comentan sobre un Sabio que tenía una ropa especial para los momentos en que enfurecía. Ésa era su valla: no se enfurecía hasta vestirse la ropa. Para él era imposible no enfurecerse, pero por lo menos podía controlarse hasta colocarse esa vestimenta. Mientras tanto, la furia pasaba. Quién se domina de esta forma, tiene el mérito de ver su hogar en paz. Quien así se comporta es un verdadero rey en su casa, la corona del reinado está sobre su cabeza, sus palabras son escuchadas y no teme que nada malo suceda. Un hogar que así se construye con las bases de la paz y la verdad, es digno de formar en su seno reyes que enaltezcan a Israel.

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Tres consejos Cuando se celebra un Berit Milá se acostumbra decir la siguiente Tefilá sobre el niño: "Así como ingresó al pacto de Abraham Abinu, que tenga el Zejut de ingresar a la Jupá (matrimonio), a la Torá y a los buenos actos". Los Sabios preguntaron: ¿Por qué los actos buenos quedan para el final? ¿Acaso no se deben realizar antes de alcanzar la Jupá? La respuesta de nuestros Jajamim es que realizar buenos actos antes de la Jupá es relativamente fácil. La prueba verdadera de la persona es luego del casamiento. Por eso, la Tefilá menciona a los buenos actos sólo después de la Jupá. Realmente hay situaciones que se presentarán en la vida que podrán preverse o no en el noviazgo, pero hasta que no llegue el momento de la práctica no se conocerá la reacción. ¿Cómo se reaccionará si la situación económica no permite los lujos que en la casa de sus padres recibía? ¿Mantendrá la calma a pesar de los errores de su pareja? ¿Qué sucederá cuando el bebé llore toda una noche y los padres no puedan dormir? Y si algún pariente de su señora hace una "sugerencia", ¿cuál será su reacción? ¿Cómo responderá la pareja a situaciones en las que las ideas sean opuestas totalmente? ¿La única salida será dar un golpe a la puerta y salir, o habrá otra alternativa? En todas estas preguntas y en muchas más que se podrían formular, hay una sola respuesta posible: trabajar sobre sus propias cualidades sobreponiéndose a cualquier situación que se presente. Ésta es la única forma de poder construir un hogar. "Así como los rostros son distintos, las ideas también lo son" (Ierushalmi Berajot 5). Nos enseñan nuestros Sabios con esta frase que así como nadie pregunta "¿Por qué su cara es distinta a la mía?", ya que por el contrario sería una sorpresa encontrar a alguien que tuviera la misma fisonomía que la nuestra, ésa misma es la posición correcta con respecto a las ideas. Cada uno tiene derecho como ser humano a tener sus propias ideas que merecen respeto y consideración. Pero, debemos saber que no todo lo que pensamos es una verdad absoluta, sino que también nosotros nos equivocamos aunque a veces no sepamos reconocerlo. Por otra parte, no olvidemos que nuestros pensamientos se apoyan en nuestro egoísmo y estamos sobornados por nuestro propio interés. Uno de los Sabios más destacados de nuestra generación para aconsejar en el tema de Shalom Bait es el Rab Diamant Shelita. Entre sus sabias palabras, escuchamos que todo matrimonio tiene la garantía del éxito si se cumplen estas tres condiciones: 1) Predisposición a cambiar. Una pareja que se casa, debe comprender interiormente y no sólo de manera superficial que inicia un modelo de hogar que no tiene por qué ser idéntico al que tuvo en la casa de sus padres. Por supuesto que debe tomarse lo positivo de cada hogar, pero no hay nada que no deba ser tratado por la pareja para formar así un hogar con sus propias características. Está escrito en la Torá: "Al Ken Iaazob Ish Et Abiv Veet Imó

136 Vedabak Beishto Vehaiu Lebazar Ejad" (Bereshit 2). Significa: "Por eso el hombre abandona a su padre y a su madre y se une a su mujer para formar un sólo cuerpo". Deducimos de este versículo que para llegar a la verdadera unión que se refleja en una misma visión de las situaciones de la vida, se deben "abandonar" todas las formas y sistemas de vida anteriores al matrimonio. Organizará así con su pareja un sistema nuevo de vida con el consentimiento mutuo, para dar las bases sólidas de un hogar feliz. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si en la casa del novio se acostumbrara a decir "gracias" por cada plato que la madre sirve en la mesa? En la casa de la novia, en cambio, piensan que este proceder es adecuado en un restaurante y no para la familia. ¿Quién tiene razón? El novio observa el comportamiento en la casa de la novia como una falta de educación. La novia piensa que la actitud de agradecer continuamente es demasiado repetitiva. Seguramente que cada uno tiene algo de razón. La solución será formar un hogar nuevo, ni como el de ella ni como el de él, sino con decisiones propias tomadas únicamente por la propia pareja basadas en lo que la Torá opina al respecto y bajo el asesoramiento de los Rabanim. Es sabido que el primer Bet Hamikdash se destruyó, el segundo también, y estamos esperando que se construya el tercero que será el último y definitivo para siempre. En forma similar, cada integrante de la pareja debe olvidarse del sistema de vida anterior recibido en esos dos hogares, para construir una casa nueva, que como el Bet Hamikdash que esperamos, será eterna y llena de felicidad. 2) Brindar al otro sin reclamar para uno nada. Si nos acostumbramos a crear un estado de obligaciones para nosotros mismos, los derechos los adquiriremos automáticamente. ¿Cómo es posible? Ninguna persona que se precie por ser normal, está contenta con recibir del otro continuamente sin tener oportunidad de retribuir el bien que recibe. Pero, si en lugar de actuar de esta forma, nos dedicamos a exigir lo que creemos que nos corresponde, los reclamos serán continuos y la tensión en el hogar será insostenible. 3) La motivación para el Shalom. Sin lugar a dudas, la motivación -en todos los aspectos de la vida- es fundamental para el ser humano. Debemos recordar las consecuencias frustantes de un divorcio para la misma pareja y para los hijos. Debemos leer los términos contundentes de nuestros Jajamim sobre este tema: "el altar derrama lágrimas cuando se produce una separación" (Sanhedrin 22). Encontraremos así la motivación necesaria para superar las pequeñas cosas que arruinan la vida matrimonial. La motivación es una base fundamental para todos los aspectos de la vida. Una persona temerosa que ni siquiera sale sola de noche a la calle, estará dispuesta a caminar por algún terreno baldío a altas horas de la madrugada si le aseguran que encontrará un cofre con un tesoro. ¿Qué sucedió con su miedo? Desapareció por la motivación de poder convertirse en un millonario. En forma similar, quien valora la paz del hogar y el poder vivir con felicidad junto a sus hijos y seres queridos, estará dispuesto a olvidarse de cualquier aspecto negativo que se presente en la vida.

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Tres consejos: predisposición a cambiar, brindar sin reclamar y valorar el Shalom son la garantía del éxito para cualquier hogar.

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Cuidado con las ofensas Cuando algún integrante de la pareja ofende al otro, éste no sólo que debe callarse y no contestar, sino que debe preocuparse por evitar cualquier rencor que pueda quedarle por la ofensa recibida. Muchas veces no se reacciona en el momento, pero se guarda el odio dentro del corazón. En la primera oportunidad que exista, la persona reacciona sacando a relucir el problema anterior. No es éste el camino de la Torá, sino que debe eliminarse de raíz cualquier odio, buscando siempre la parte buena del otro o cualquier justificativo que exista tales como los problemas económicos, tensión del trabajo, etc. Debemos saber que el que guarda rencor en el corazón transgrede un precepto de la Torá. En situaciones especiales, cuando uno se conoce a sí mismo, y sabe que si no responde en el momento después reaccionará de peor forma, es preferible que con tranquilidad conteste a la ofensa para no guardar odio en su corazón. Pero siempre debe hacerlo en forma respetuosa haciendo entender su posición hasta que sus palabras sean aceptadas. Ribí Moshe Lib de Sasub preguntó a su maestro: "¿Cómo se cumple el precepto de: ‘Querer al prójimo como a ti mismo’ con una persona que le hizo mal a uno?". Su maestro le respondió: "Todo Israel es una sola alma. Razonemos un poco: Si alguien accidentalmente se hizo una herida con su propia mano, ¿acaso se golpeará o cortará la mano que lo dañó? ¡Sería un necio al agregar un dolor al ya existente! Así es con respecto al prójimo. Nadie puede entonces odiarse a sí mismo". Estos conceptos toman más importancia aún con respecto a marido y mujer. El Zohar escribe sobre ellos, que el hombre sin mujer es medio cuerpo, por lo que debe perdonar a su esposa y no buscar nunca la venganza por cualquier actitud, ya que sería como dañarse a sí mismo. La experiencia demuestra que en las casas donde los insultos empezaron en la vida de casados, es muy difícil cortar esa horrible costumbre. Lo que es peor aún es que transmiten a sus hijos esas malas enseñanzas. Sobre esto escribe el Sefer Pele Ioez: "Las maldiciones dañan al que las dice y al que las recibe; las que son gratuitas, sin culpa alguna, regresan y retroceden sobre quien las dijo". Hasta tal punto llega este desarreglo que en algunos casos se llega a insultar a los propios hijos en el momento de nervios por la falta de control y dominio. Se cuenta sobre Ribí Abraham Borneshtein Z"L que escuchó a un Iehudi que al nombrar a un perverso decía: "Que se borre su nombre y recuerdo". Se dirigió a él y le dijo: "¿No sabes acaso que el Shuljan Aruj decreta que un renegado que murió sin dejar hijos, igualmente su esposa debe hacer Jalisá y ésta reemplaza al Ibum que escribe la Torá: ‘Para que no se borre su nombre de Israel?’. ¿Tú eres tan inteligente de decir: ‘Que se borre su nombre y recuerdo’?".

139 ¡Cuánto debemos cuidarnos de no sacar ofensas de nuestras bocas! Debemos controlarnos para que se cumpla en nosotros el dicho del Talmud (Shabat 88): "Los que son ofendidos y no ofenden, escuchan cómo son avergonzados y no responden, cumplen con amor y se alegran con los sufrimientos, sobre ellos está escrito: ‘Los que te aman, serán como el sol con todo su esplendor". Cada integrante de la pareja debe aportar lo suyo para construir un hogar eterno. Para esto, el saber callarse en los momentos donde se recibe una ofensa y actuar como si no la hubiese escuchado, es la clave para al final ser valorado y respetado. Una pelea continúa sólo cuando ambas partes participan de ella, pero si alguien calla y no contesta con otra ofensa, la pelea se termina. Proceder de esa forma es como tirar agua al fuego: así se apagará. De lo contrario, será como arrojar nafta: el fuego será cada vez mayor. En casos normales, al reconocer la paciencia y el saber callarse de la otra parte, se la valora más que a sí mismo, ya que no posee ese autocontrol. Se da cuenta de su camino equivocado y aunque quizás no tenga la fuerza necesaria para reconocer la verdad en forma abierta -ya que lamentablemente vivimos en un mundo de mentiras y falsedades- dentro de su corazón con un silencio que es más claro que el mejor discurso, pregona su deseo de encontrar el Shalom y de no volver a equivocarse. Juzgar para el lado bueno cualquier situación que se presente es una de las claves para encontrar el Shalom Bait. Pero para llegar a esto es necesario trabajar sobre sí mismo para no reaccionar incluso en el caso de pérdidas económicas o de cualquier otro tipo. La grandeza de la persona depende de si busca el Shalom a pesar de tener ideas opuestas con su pareja. Es fácil vivir en paz con quien tiene las mismas opiniones que uno; la prueba verdadera es en los casos donde se opina en forma opuesta y a pesar de todo, se busca el Shalom. Como Hashem hace la paz entre el fuego y el agua para que entre ellos formen el Cielo, también la pareja debe buscar el Shalom a pesar de que tengan distintas ideas. El Talmud dice en Kidushin 34 que el marido es el que debe alegrar a su esposa. De él depende en gran parte tener influencia para traer la paz y la Simjá a su hogar. En una oportunidad, el dueño de una librería fue a lo del Jafez Jaim para llevarle el dinero de unos libros que había vendido. Al hacer la cuenta y ver que faltaba dinero, el vendedor le confesó al Rab: "Lo tuve que utilizar para los pedidos que continuamente mi señora me reclama: ‘Más dinero, más dinero!’. No tuve otra solución que dárselo". El Rab entendió lo que pasaba, le perdonó la deuda y lo despidió con Shalom. En el momento en que el vendedor subía a su carreta, observó que el Jafez Jaim venía corriendo a su encuentro con un paquete en sus manos. Esperó a que llegara y escuchó cómo el Rab le decía: "Llévate este

140 paquete. Hay adornos y presentes para tu señora de la que te quejaste que amarga tu vida. Obséquiale estos regalos y quizás tranquilizarás sus actitudes". Aprendamos de este Maasé qué importante es el Shalom de la casa, ya que el Jafez Jaim no sólo que le perdonó la deuda, sino que le compró obsequios a esa mujer para tratar de encontrar el Shalom de un hogar.

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El viernes a la tarde Se debe tener en cuenta que el viernes es un día especial por la preparación para el Shabat; especialmente en invierno, ya que el tiempo es corto y esto trae tensión y nerviosismo para la mujer. Es por ello que el marido debe colaborar dentro de sus posibilidades, ayudando a su esposa en los quehaceres del hogar. Si ella levanta la voz, el hombre no debe darle trascendencia, puesto que es propio del momento por todo el trabajo pendiente. Deberá, por el contrario, hablarle en tono tranquilo y suave lo cual anulará su ira y enojo. Así dijeron nuestros Sabios: "Tres cosas debe decir la persona dentro de su hogar los viernes a la tarde: ¿sacaron el diezmo?, ¿hicieron el Erub?, enciendan el Ner". Agregó Rabá bar Rab Huná: "Debe decirlo con tranquilidad, para que sus palabras sean aceptadas" (Shabat 34). O sea que incluso en los temas relacionados con el cumplimiento de Mizvot, la persona debe expresarse en su hogar en forma suave. Con más razón, ésa debe ser su actitud en otro tipo de temas no tan trascendentes. Si el marido observa que hay tensión en la víspera de Shabat, es bueno que haga algún comentario gracioso, o con una sonrisa traiga alegría a la casa. Así logrará que su esposa lo acompañe en lo que debe ser un ambiente cálido y de felicidad. No debe pensar el hombre que no es de su honra limpiar o ayudar en la víspera de Shabat, ya que la Guemará cuenta sobre grandes Sabios que preparaban el pescado, las Nerot, etc. A pesar de que tenían sirvientes que lo podían hacer, preferían realizarlo ellos mismos cumpliendo con lo que está dicho: "La Mizvá tiene más valor cuando la hace uno propiamente, y no por medio de otra persona". Se debe tener cuidado también, de no ponerse nervioso si los invitados ensucian la casa. Se debe tener paciencia para poder recibir así el pago del Shamaim. Se cuenta sobre aquel millonario que mantenía su casa con extrema pulcritud y limpieza. En una oportunidad, lo visitó una persona menesterosa que, con los zapatos llenos de barro, ensució el piso tan brillante. El millonario le gritó y ordenó a sus sirvientes que lo sacaran de la casa. El pobre sólo pidió decir lo siguiente: "Todos los días decimos en la Tefilá: ‘Bendito Di-s que tienes piedad de la Tierra y de tus creaciones’, o sea que alabamos a Di-s con estas dos alabanzas, y debemos copiar sus cualidades. He aquí, tú (le dijo el pobre al dueño de la casa) copias de Di-s el tener piedad de la tierra -al ponerte nervioso porque ensucié el piso-, pero debes tener piedad también de sus creaciones: ‘¡Dame una Sedaká!". El rico entendió la señal y con una sonrisa lo ayudó con lo que necesitaba. Debemos aprender a superar las dificultades que se presentan en cualquier momento de la vida. En una oportunidad, una pareja observó con asombro cómo de uno de los caños de la cocina comenzaba a salir agua. Primero eran pequeñas gotas, pero cada vez más el agua se desparramaba por toda la cocina. Sin saber cómo actuar, llamaron a un plomero vecino quien no se dejó llevar por el desastre que veía y puso manos a la obra. Analicemos los sentimientos de todos: la pareja

142 se sumergió en el problema, la angustia fue terrible y perdió toda la tranquilidad. El plomero no se inmutó. Supo cómo actuar y se concentró en la solución del problema. Este suceso nos puede haber sucedido a muchos de nosotros, pero tomemos de él las enseñanzas debidas para todos los ámbitos de la vida. Quien frente a un problema se enreda en el mismo y no tiene la claridad de buscar la solución, hará que su situación empeore. Sus nervios le jugarán en contra. Quien por el contrario, se amolda a lo que le sucede y poco a poco intenta encontrar la salida, alcanzará la felicidad. No se olvida del problema, pero tampoco se desespera y permanece atento para encontrar la solución. "Alégrense, amados compañeros, como se alegró tu Creador en el Gan Eden". En esta Berajá que se dice en el momento de la Jupá, nuestros Sabios nos enseñan que cada pareja puede alcanzar la felicidad que tuvieron Adam y Javá antes del pecado. Todo el mundo era de ellos, los ángeles los servían y se deleitaban en el Gan Eden. ¿Por qué son pocos los que pueden alcanzar esta felicidad? Quizás porque no sabemos que debemos esforzarnos para lograrlo. Creemos que todo el bienestar viene servido "en bandeja" y no es así. Debemos superar las dificultades lógicas que se presentan en cualquier hogar, mantener la calma y superar con inteligencia el problema, sin ahogarnos ni desesperarnos. Las pruebas que se presentan en la vida deben aumentar el amor y el agradecimiento mutuo de la pareja. En muchos casos las dificultades provienen por falta de cualidades o de entendimiento y valoración de uno hacia el otro. En otros casos, factores externos provocan que "el caño" se rompa, pero debemos recordar siempre que Hashem no prueba a la persona con algo que excede a sus fuerzas. Siempre las puertas de la solución están abiertas. Debemos mantener la calma y la tranquilidad, sabiendo que aquellos que siembran con lágrimas cosecharán con alegría. De acuerdo al esfuerzo e inversión, más serán los frutos. La Guemará en Kidushin 41 comenta: "Se le prohibe al hombre casarse con una mujer sin antes haberla visto, porque es probable que después de casarse la vea y no le agrade y la llegue a despreciar o a odiar". La Torá nos ordenó: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". De aquí se aprende que la primera persona a quien se refiere el versículo es a la esposa. ¡El hombre no cumple con esta Mizvá si no ama, honra y respeta a su esposa como se merece! Cuando una pareja se casa, se la bendice con las palabras: "Sean alegrados, amigos amados...". ¿Cómo se fomenta el amor en el hogar? Nuestros Jajamim nos enseñan: "El hombre debe ser humilde y modesto siempre, pero dentro de su casa aún más. No debe pretender imponerse por la fuerza ni querer establecer un gobierno de terror. Eso sólo provoca tragedias. Hay que tratar siempre de satisfacer a la mujer y escuchar sus consejos y requerimientos" (Tana Debe Eliahu Zutá 4).

143 Es sabido que la mujer es mucho más sensible que el hombre. Ella se siente ofendida por cualquier actitud de falta de respeto o de atención por parte de su marido. Por lo tanto, nuestros Jajamim advierten al hombre seriamente para que no se olvide de su responsabilidad al casarse. Debe saber que su esposa lo necesita y cuáles son las cosas que le disgustan. No puede distraerse de ello ni un instante. La Mizvá de "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" empieza por la casa: con su esposa e hijos. Quien actúa en forma contraria, quien se preocupa por quedar bien con la gente y no con quienes conviven con él, está actuando en contra de la voluntad de Hashem. El que sabe que su esposa es la primera persona de su vida (antes que él mismo), cumple con el más esencial mandato Divino. Hashem coronará su hogar con armonía y felicidad eternamente.

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La comunicación Sin lugar a dudas, la comunicación es la base fundamental para el éxito de un matrimonio. Se trata de la característica que distingue al ser humano del resto de las creaciones. En el momento de la creación de la persona, la Torá en Bereshit 2 comenta: "E insufló en sus narices el espíritu de vida y fue la persona un alma viviente". Sobre estas dos últimas palabras, el Targum (arameo) las traduce diciendo: "un espíritu que habla", resaltando así que si bien el valor de la persona es por su poder de raciocinio e inteligencia, la manera en que expresa esa virtud es por intermedio del habla. Todo lo que pasa por su interior, todo su sentimiento, se conoce por lo que su boca dice. Por eso el ser humano es conocido con el nombre de "Medaber", o sea "que habla", ya que esa virtud lo define como persona. Todo el progreso humano alcanzado a lo largo de los siglos, se consiguió gracias a esta posibilidad de poder transmitir por intermedio de la comunicación los resultados que se fueron alcanzando. Debemos comprender que si bien la comunicación es la llave del éxito en la sociedad y en la familia, también es la clave del fracaso en matrimonios, en la educación de los hijos o en el desarrollo de algunas comunidades. Hay quienes creen -por ejemplo- que la verdad debe ser dicha en todo momento y circunstancia. No interesa -según esa versión- los resultados que ocasione ese proceder. "¡Se lo digo en la cara! ¡Es la verdad!", es el argumento que utilizan quienes no comprenden que la inteligencia del ser humano radica en saber utilizar el poder de expresión que Hashem le otorgó. Se debe saber cómo hablar y en qué momento decir esa verdad. Para la Torá, el significado de la verdad está íntimamente relacionado con el del favor. Si la verdad cruda daña a la persona, la Mizvá del Jesed determina que hay que privarse de decir algo que en ese momento no será escuchado y que sólo dañará. Cuando Hashem se presentó a Iaacob Abinu luego de que éste trabajara veinte años para su suegro Laban, le ordenó que regresara a su tierra natal. Iaacob se dirigió a sus esposas Lea y Rajel haciendo un resumen de lo que había sucedido en ese tiempo. No les dijo: "¡Hablemos directo, de frente! ¡Vuestro padre es un falso!". Tampoco les dijo: "¡Preparen todo, mañana nos vamos, después les explico!". Cuando leemos los versículos nos damos cuenta de que Iaacob dejó en las manos de Lea y Rajel la decisión de partir, a pesar de que había recibido la orden de Hashem. De todas formas, el resultado fue el mismo: "¿Acaso aún tenemos parte y heredad en la casa de nuestro padre?", fue la respuesta al unísono de Lea y Rajel y concluyeron: "Todo lo que Hashem te diga haremos". Sólo con una buena comunicación se podrá alcanzar la dicha de poseer un hogar feliz. Iaacob nos enseña cómo hablar. A pesar de que tenía toda la razón no presionó. Habló con prudencia hasta llegar al punto central. Demostró que no buscaba

145 su interés personal, sino que estaba preocupado por Rajel y por Lea. Con sabiduría, paciencia y claridad nos dejó el mensaje que nos enseña a hablar con altura, respeto y moderación sin importar la circunstancia que se atraviese. El rey Shelomo escribió en Kohelet 9: "Dibre Jajamim Benajat Nishmaim" (Las palabras de los Sabios dichas con tranquilidad, son escuchadas). Nos enseña que se pueden decir las mismas palabras, pero de acuerdo con el tono que se emplee se encontrará el éxito si se utilizó un lenguaje suave y delicado; o el caos y la pelea, si fue con prepotencia y gritos. El Ramban escribe en su famosa carta donde aconseja a su hijo: "Acostúmbrate a hablar con tranquilidad a toda persona y en todo momento. Con esto te salvarás de la furia, que es una mala cualidad que hace pecar a la persona, y nunca levantes tu voz...". El que se guía por este consejo maravilloso seguramente que no se perjudicará, sino que recibirá un pago eterno de paz y bienestar. Observemos la realidad de la vida. Un comerciante en su negocio, o un empleado en su trabajo, o un maestro en su aula tiene más éxito al bajar el tono de voz y actuar con educación, ya que al ser querido y respetado por los demás sus palabras son escuchadas. Con más razón, éste es el proceder correcto en una familia, donde hay tantos temas importantes como la unión de los corazones y la educación de nuestros hijos. No existe peor daño que los gritos que destruyen la paz del hogar y que no tienen justificación alguna. ¡Bienaventurada la pareja que vive de esta forma y hace de su casa la morada de Di-s! En algunos casos, es la mujer quien se queja a su marido por situaciones especiales que le toca vivir. Quizás se trate especialmente de problemas económicos o de peleas de los niños, hasta que ella descarga sus nervios con su marido. ¿Cuál debe ser la respuesta del esposo? Veamos el siguiente Maasé de un Rab de Ierushalaim que escuchó las quejas de su mujer por la situación apremiante que vivían y le respondió: "Cuando tú vayas al Olam Habá, te preguntarán a qué te dedicaste en este mundo y seguramente que contestarás que fuiste la esposa de un Rab. Pero si te dicen -continuó el Rabque te engañaron y que tu marido no era lo que creías, seguramente contestarás que escuchaste como la gente lo llamaba y tu argumento será aceptado. Pero yo -siguió diciéndole el Rab- no tendré argumento para defenderme y mi salvación sólo vendrá por tu intermedio". "¿Cómo es eso?", preguntó la señora. El marido respondió: "Tú dirás: ‘¿Qué provecho tengo de mi esfuerzo si mi marido va al infierno?’. ¡Con ese argumento salvarás mi alma!". Aprendemos de este Maasé, cómo el Rab supo con inteligencia convencer a su mujer y hacerle olvidar las dificultades de la vida. Lo hizo con gracia y dulzura, no con gritos ni peleas. Le demostró el bienestar que le aguarda en el mundo verdadero.

146 Sólo con una buena comunicación se podrá alcanzar la dicha de poseer un hogar feliz.

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Consejos para la mujer Leamos atentamente los consejos a la mujer escritos en el libro "Meam Loes" (Perashá Ki Tese): 1.- Debe la mujer tener sus ropas limpias sin ningún tipo de manchas para no ser despreciada por su esposo. A pesar de ser pobre, sus ropas sencillas deben ser bien lavadas para estar presentable frente a él. 2.- Sus palabras con su esposo deben ser con tranquilidad, gracia y en voz baja. No debe enfurecerse, para que su marido no se enfurezca aún más y provocar la pelea. Si tropieza en este punto, se acostumbrará a vivir así, lo que traerá angustia y dolor. Los hijos al ver esas actitudes de sus padres, se acostumbrarán a vivir con esos errores también. Por eso, la mujer debe comportarse con calma. A pesar de que su marido grite, que trate de tranquilizarlo y no de enfurecerlo aún más, ya que es normal que el hombre enseguida se calma. Por eso que actúe con inteligencia para preservar el Shalom de su hogar. 3.- Si ve que su marido está con dificultades económicas, que limite sus pedidos, tratando de reducirse a lo mínimo. Si hace lo contrario, él recordará esto en forma constante y guardará rencor en su corazón. Que la mujer haga Tefilá a Hashem en forma continua para el éxito de su esposo. Al ver éste el amor de su mujer y su buen sentimiento, a pesar de que no pueda satisfacerla como ella merece, su corazón se llenará de alegría y con esto cambiará el Mazal de la casa. 4.- Si la mujer ve que su marido pasa por algún problema de cualquier tipo, que lo aliente con palabras de fe y consuelo, y con una sonrisa en su rostro que le saque la tristeza de su corazón. 5.- No debe ser abandonada en el mantenimiento de su hogar, debe estar siempre ordenado y limpio. De lo contrario, al regresar el hombre a su casa y ver que está todo dado vuelta, codicia el hogar de su compañero en el que no sucede esto, provocando de esta forma peleas y discusiones. Debe tener limpia y planchada las ropas de su marido y de sus hijos, para que éstos no pasen vergüenza delante de la gente. 6.- Debe considerar a su marido como si fuera un ministro importante, por más que se trate de una persona común, provocando así un ambiente de amor y compañerismo. 7.- Debe tratar de no hablar en vano o cosas fuera de lugar, para que su marido no sienta rechazo hacia ella.

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8.- No debe alabar a otro hombre delante de su marido, para no despertar en él malos pensamientos. Tampoco debe hablarle sobre la belleza de alguna mujer. Mientras más controle sus palabras, más gracia encontrará a los ojos de su esposo. 9.- Debe estar siempre arreglada delante de él. No debe exagerar en los momentos en que tiene algún dolor o molestia física. Debe insistir a su esposo para que fije un tiempo de estudio de Torá. 10.- Debe ser piadosa con los integrantes de su hogar y con los pobres. No debe investigar lo que sucede en otras casas, ni ser peleadora ni chismosa. Lo que terminamos de transcribir no debe ser tomado como derechos del hombre para ir a reclamar a su mujer. El que procede de esta forma se equivoca, porque las obligaciones que escribimos son de la mujer hacia Hashem, para formar su hogar en forma feliz. No son privilegios del hombre. La Guemará comenta en Nedarím 66, sobre un Iehudi de Babel que fue a Israel y allí se casó. Un día le pidió a su señora: "Cocíname dos lentejas". Su intención era solicitarle una pequeña cantidad, pero ella con toda inocencia entendió que se refería exactamente a dos lentejas y así lo hizo, lo que provocó el enojo de su marido. Al otro día, le pidió: "Cocíname muchas lentejas", y ella tomó al pie de la letra sus palabras, cocinando una cantidad exorbitante. El marido le dijo: "Tráeme dos Bosiné", refiriéndose a dos sandías, pero ella interpretó que eran dos velas, ya que ambas cosas tienen el mismo nombre en arameo. El marido se puso furioso y le dijo: "Ve y rómpelas Beroshó Shel Babá". Se refería a la cabecera de la puerta, que es el significado de la palabra Babá en arameo. La mujer, con toda inocencia, entendió que debía romperlas en la cabeza de Babá Ben Butá, que era el Sadik de esa generación que estaba sentado a la puerta del Bet Din. La mujer fue y cumplió lo que ella creyó que era la orden de su marido. El Rab, después de recibir el golpe, le preguntó por qué había hecho esto. Ella le respondió con sencillez: "Mi marido me ordenó", a lo que el Rab le dijo: "Tú hiciste la voluntad de tu marido, que Di-s te dé dos hijos como Babá Ben Butá" (como él mismo). A pesar de que la actitud de la mujer fue grave al pegarle al Rab, como su intención era la de hacer caso a la voluntad de su esposo, y su inocencia no le permitió detenerse a pensar si era correcto lo que hacía o no, tuvo el mérito de tener dos hijos Sadikim. Podemos deducir de este hecho, la gran recompensa que aguarda a la mujer que hace la voluntad de su marido tratándose de actos correctos y positivos. Seguramente que sus hijos serán bendecidos por Di-s.

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El respeto mutuo La Guemará en Berajot 28 comenta que, cuando se enfermó Ribí Eliezer, sus alumnos fueron a visitarlo y le pidieron que les enseñara cuál es el camino de la vida para adquirir el mundo venidero. Ribí Eliezer les contestó: "Cuiden el respeto de vuestros compañeros". El Rab Iejeskel Levinstein Z"L, Mashguiaj de la Ieshibá de Ponevich, preguntó: "¿Acaso los alumnos de Ribí Eliezer no sabían este concepto? ¡El más pequeño de ellos podía revivir muertos y conocía todos los detalles de la Torá! ¿Qué secreto hay detrás de este consejo?". El Rab Levinstein respondió: "Sabía Ribí Eliezer cómo es la naturaleza del ser humano: sólo piensa en sí mismo, más allá de la inteligencia que posea. Si no presta una atención especial al respeto hacia el prójimo, terminará despreciándolo. Por eso su advertencia". Ahora podemos entender el Maasé que comenta el Ierushalmi Demai Perek 1: "Ribí Pinjas Ben Iair iba con sus alumnos a estudiar a la Ieshibá y debían pasar por un puente que cruzaba a un río. Como las aguas habían crecido e inundado el puente, Ribí Pinjas le habló a la corriente de agua y le dijo: "¿Acaso quieres privarnos de estudiar Torá?". En ese instante, las aguas volvieron a su cauce normal. Los alumnos tenían miedo de cruzar el puente, porque temían que las aguas volvieran a crecer. Ribí Pinjas les dijo: "aquel que sabe que nunca despreció a su compañero que cruce. De lo contrario que no lo haga, ya que es probable que se ahogue en las aguas". La verdadera prueba del ser humano consiste en respetar al prójimo como realmente corresponde. Se debe empezar por respetar a quienes se encuentran en el propio hogar. No se debe actuar como aquellos que poseen dos personalidades: desde el umbral hacia afuera tratan bien a todo el mundo, pero en su casa siempre están furiosos y malhumorados. Si cerramos los ojos y no observamos las virtudes del otro, nunca llegaremos a dar la honra que la Torá reclama para todo Iehudi. Sólo si nos detenemos a analizar y valorar las virtudes de quienes se encuentran a nuestro alrededor, alcanzaremos el verdadero respeto hacia el prójimo. Será un respeto sincero, por convencimiento y desde el fondo del corazón. Hashem creó a la mujer con una naturaleza implícita en ella: necesita que su marido la dirija y estar subyugada a él. Pero solo exige algo elemental: debe ser realizado con honra y respeto. ¿Por qué cuando Hashem creó al hombre y a la mujer no lo hizo en forma similar a las demás criaturas? El Rabad Z"L (Ribí Abraham ben David, Sabio contemporáneo del Rambam) da su explicación al respecto: los animales no están unidos de por vida uno al otro, la hembra no acepta órdenes del macho y, por ende, no se dedica a atenderlo. Por eso, fueron creados desde el principio en dos cuerpos independientes uno del otro. La creación del ser humano fue distinta. La mujer fue creada de la costilla del hombre, para que él la considere por siempre como parte de sí mismo.

150 Precisamente, su nombre "Ishá" significa "porque del ‘Ish’ (hombre) fue extraída" (Bereshit 2). Los Sabios comparan al novio en su primera semana de casamiento con un rey. Podríamos preguntar: ¿por qué no comparan a la novia con la reina? Lo que sucede es que si ella será o no una reina dependerá exclusivamente de su propio comportamiento. Si lo trata como a un rey, su marido la honrará y la atenderá como a una reina. Pero ella por sí misma no recibe ese título, ya que es un miembro más del cuerpo de su esposo. Así está escrito en el Midrash sobre aquella mujer correcta que aconsejó a su hija en las puertas de su casamiento de la siguiente manera: "Párate delante de él como lo harías delante de un rey y sírvelo. De esta manera, él será tu sirviente y te honrará como a una gran mujer. Pero si te enalteces sobre él, serás despreciada y te tratará como a una sirvienta". El hombre debe honrar y enaltecer a su esposa, pero ella no debe buscar ese respeto por sus propios medios, sino que lo obtendrá sólo con el buen trato y atención a su esposo. El Maguid Midubna comenta la siguiente parábola: "Un millonario que había quedado viudo, decidió casarse con una de sus sirvientas. Para que ella no se sintiera con orgullo por su nueva situación, le dijo: ‘debes saber que hasta ahora has sido una de mis sirvientas. A partir de este instante, asumes una enorme responsabilidad. Las otras sirvientas sólo son responsables por los trabajos que les tocan a cada una de ellas: la comida, la limpieza, etc. Pero tú eres responsable de supervisar absolutamente todo. Cualquier error de alguna de ellas, será responsabilidad tuya. Si preguntaras: ‘¿por qué debo asumir la culpa de los errores que ellas cometan?’. La respuesta es que yo te enalteceré a ti delante de todos, pero en el momento en que te sientas con orgullo y te creas dueña de todo, cambiaré tu vanidad por el desprecio". Precisamente ése fue el consejo de esa sabia madre a su hija: no creerse superior a su marido. De esa manera, siempre lo tendrá a sus pies. El Talmud Ierushalmi Sotá, capítulo 1, comenta el siguiente Maasé: Ribí Meir acostumbraba a dar una disertación en su Bet Hakeneset los viernes por la noche. En cierta oportunidad, el Rab prolongó su disertación y una mujer que había concurrido a escucharlo regresó muy tarde a su casa cuando la vela de Shabat ya se había apagado. El marido enfurecido la expulsó del hogar y le prohibió la entrada al lugar hasta que no salivara a Ribí Meir en su cara. Cuando el Rab supo lo sucedido, aparentó que su ojo le molestaba y pidió al público si había alguna mujer que supiera curarlo. Las vecinas le dijeron a la pobre mujer: "¡Es tu oportunidad!". Ella fue con mucho temor, y ante la pregunta del Rab sobre si sabía curarlo, respondió con inocencia que no sabía hacerlo. Ribí Meir le dijo: "Entonces saliva en mi ojo siete veces y con eso me curaré". Cuando terminó, le dijo el Rab: "Ve y dile a tu esposo que hiciste lo que él te había pedido no sólo una vez, sino siete veces". Los alumnos del Rab sorprendidos le preguntaron: "Ribí, ¿así se desprecia la Torá?, ¡nosotros hubiésemos golpeado a ese perverso hasta que se arreglara con su mujer!". El Rab contestó: "¿Acaso la honra de Meir es mayor que

151 la honra de Di-s?, ¡si el nombre sagrado del Creador se borra en las aguas para traer la paz entre marido y mujer (en caso de la mujer Sotá), la honra de Meir no será mayor!". El Rab Eliahu Lapian Z"L explica que ni siquiera la honra de la Torá debe ser tenida en cuenta si se trata del Shalom entre una pareja, como observamos en el comportamiento de Ribí Meir. Si analizamos más profundamente, nos daremos cuenta de que, cuando la Torá permite que el nombre de Di-s se borre en las aguas, se trata de un caso en el que, si bien la mujer no llega a cometer infidelidad, se reúne a solas con un hombre al que su marido le había prohibido hacerlo. No se trata de una mujer correcta y temerosa de Di-s. Sin embargo, con tal de que el Shalom reine en ese hogar, el Creador prefirió que Su nombre se borrara en las aguas. Imitemos nosotros el camino de Di-s, como está escrito en Debarim 28: "Te encaminarás en Su senda". Dejemos de lado nuestra honra personal, sobre todo cuando se trata de temas insignificantes que hacen peligrar la paz de nuestro hogar. Sepamos perdonar para que Di-s nos perdone a nosotros.

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Aprender a hablar "La muerte y la vida en manos de la boca" (Mishlé 18) nos enseña el rey Shelomo, ya que ella es la que determinará si el matrimonio es una unión digna de vivir por ella o si la muerte es preferible a la vida de casados. En la mayoría de los casos, no se piensa antes de hablar. Esto ocasiona dificultades, al quedar atada la persona a lo que salió de su boca, ya que la palabra es como una flecha: es nuestra mientras no la lancemos, después ya está fuera de nuestro alcance. Más aún, nos convertimos en sus esclavos, puesto que muchas veces intentamos defender posiciones que sabemos que no son correctas, pero lo hacemos sólo por el hecho de que ya lo dijimos y nos cuesta reconocer nuestro error. El Gaón de Vilna solía decir que todos los preceptos que se cumplen no alcanzan en la mayoría de los casos a cubrir todos los pecados que se cometen con la boca: hablar mal del prójimo, insultar, ofender, discutir, etc. Esto no significa que no se pueda mantener una posición. Todo lo contrario, la Torá no pretende que el ser humano sea un trapo que es llevado de un lugar a otro. El problema consiste en cómo se mantiene esa posición, con altura y dignidad respetando al otro o por el contrario, perdiendo los estribos y la calma. La Mishná en Pirke Abot 1 nos dice: "No aumentes conversación con tu mujer, y con más razón con la mujer del prójimo". La mujer debe cuidarse de hablar cosas innecesarias tanto sea con vecinos o con personas que concurren a su casa por distintos motivos propios del hogar. Debe tratar de disminuir su conversación al mínimo posible. Por supuesto que también el hombre debe cuidarse en su trabajo de no hablar con mujeres cuando no es imperioso por su profesión. En caso de no ser necesario, deberá hablar sólo lo indispensable. El Talmud en Erubín 53 cuenta que Ribí Iosé Hagalilí iba en el camino y se encontró con Beruria, la esposa de Ribí Meir y le preguntó: "¿Por qué camino se va a Lud?", recibiendo como respuesta de Beruria: "¡No dijeron los Jajamim ‘No aumentes conversación con la mujer!’ ¡Deberías haber dicho: ‘¿Por cuál a Lud?". Veamos a partir de este suceso cuánto hay que cuidarse de no hablar palabras de más con la mujer, ya que Beruria consideró necesario corregir a Ribí Iosé Hagalilí por dos palabras que dijo de más, a pesar de la grandeza y la pureza del Rab. Corresponde recordar que la persona no debe alabar a su esposa delante de sus amigos, ya que esto trae envidia y celos. Tampoco se debe menospreciar a la esposa del compañero delante de él, ya que esto trae odio y separación con el amigo y entre la propia pareja. Por el contrario, si escucha que su amigo se queja del comportamiento de su mujer, debe buscar elementos que la justifiquen para sacar así el odio de su esposo y encontrar el Shalom de ese hogar.

153 Preguntaron en una oportunidad: ¿por qué decimos entre las Berajot del casamiento: "Que sean alegres como cuando el Creador los alegró en el Gan Eden Mikedem"? ¿Acaso tanta felicidad había entre Adan y Javá? ¡Sí, esa es la respuesta! Bendecimos a la nueva pareja diciéndole: Así como Adam Harishon estaba contento con su mujer, y no tenía los ojos en otra, ya que Javá era la única mujer del mundo, les deseamos al novio y a la novia que cada uno vea y considere al otro como si fueran únicos en el mundo. ¿Cómo actúa una mujer cuyo marido le hace un obsequio en su aniversario de casados? La mujer necia le contesta: "por lo menos te acordaste". Otra esposa más inteligente le dice: "¡gracias!", "¡qué lindo!"; en cambio, la mujer sabia llega al corazón de su esposo diciendo: "¿cómo sabías que era eso lo que esperaba?". Así se une la pareja creciendo el amor entre ellos. Muchas mujeres no saben recibir a sus maridos que regresan a la casa después de un día agotador con problemas en el trabajo y con el tránsito atascado hasta llegar al hogar. Apenas entran los hombres, escuchan todas las dificultades del día: los chicos se pelearon, la mucama no vino, se tapó la pileta, se descompuso el lavarropas, etc., y el pobre marido que pensó encontrar la tranquilidad al llegar a su casa, lamenta no haberse quedado en su trabajo haciendo horas extras. ¡Qué distinto sería si la mujer lo recibiera con una sonrisa, lo dejara descansar un poco, le sirviera un plato de comida y después sí le planteara las situaciones que le tocaron vivir! Seguro que encontrará una palabra de comprensión, de apoyo o de solución al problema que existió. Tampoco se debe intentar hablar con el otro cuando éste recién se levanta de dormir. Es normal que el ser humano en ese momento no tenga la serenidad necesaria para responder adecuadamente. En casos particulares, deberá tomar un café para poder tranquilizarse antes de hablar. Hay una diferencia básica entre el hombre y la mujer respecto a la necesidad de hablar. Mientras que el hombre utiliza a la conversación como un medio para unirse -por ejemplo a un compañero- para la mujer es necesario tener -en el mismo caso- una amiga para poder hablar. O sea, el hombre habla para conseguir lo que necesita, mientras que para la mujer hablar es el propio objetivo. Es normal escuchar que la esposa le dice, por ejemplo, a su marido: "¿Por qué no hablas conmigo?", el hombre responde: "¿Cómo dices que no hablo?. ¿Acaso no te pregunté recién si llevaste al niño al dentista y dónde estaban mis sandalias?". La mujer, desilusionada le responde: "Tú mismo has dicho que no hablas conmigo, sólo lo haces cuando necesitas algo". Quizás Di-s puso en la mujer esa inclinación a hablar, ya que es la que está en contacto con sus hijos y para ellos es fundamental la conversación con su madre para poder desarrollarse. Pero no es suficiente para ella mantener un diálogo con su esposo, sino que necesita que él la escuche interesado, ya que para ella conversar forma parte de su propio ser.

154 El Talmud comenta en Kidushim 49: "diez medidas de conversación cayeron al mundo, nueve de ellas fueron llevadas por las mujeres". Con esta frase, los Jajamim nos dan a conocer una característica natural de la mujer: su necesidad de hablar. Resulta muy difícil para ella guardar cosas en su interior. No nos referimos solamente a preocupaciones o a dificultades que se les presenten en la vida, ya que ésa es una característica natural también del hombre, como bien lo menciona el rey Shelomo en Mishle 12: "si existe preocupación en el corazón del hombre, que la comente". Una de las explicaciones del Talmud (Iomá 75) es precisamente que al descargar el problema en otra persona, la presión disminuye. En el caso de la mujer, ella necesita contar a su marido absolutamente todo, sus experiencias del día, sus ilusiones y todo lo que si bien para el marido puede ser intrascendente, para ella forma parte esencial de su vida. El Jazón Ish explica que la Mishná de Pirke Abot 1 que dice: "No aumentes conversación con tu mujer", se refiere a las situaciones que no son necesarias de ser habladas por la pareja. Tampoco se refiere a las conversaciones que se desarrollan en el primer año del matrimonio, ya que es fundamental en esa etapa que la mujer comprenda que su marido la ama y está pendiente de ella. El Jazón Ish comenta que como normalmente el hombre no logra ese objetivo en el primer año, esa obligación le queda latente para toda la vida. De acuerdo con el concepto de nuestros Sabios, todo el que espera recibir del otro algo que le corresponde y éste no se lo brinda, es considerado no sólo como una falta de un favor que se podía haber hecho, sino como un acto de robo. La naturaleza de la mujer, por sobre todo en su primer año de matrimonio, es que necesita palabras de acercamiento y cariño por parte de su esposo, para construir así la base de la armonía del hogar. Por eso, no se aceptan los argumentos de algunos hombres: "¡Soy así!". "¡Soy de poco hablar!", ya que no se trata de brindar un placer o lujo determinado, sino de algo básico y elemental para ella, que no puede suplantar por ninguna otra cosa, ni siquiera por otra conversación con su madre, amiga o vecina. No seamos extremistas en deducir de esto, que se debe hablar con la esposa en todo momento y situación, sino que lo lógico es encontrar el equilibrio necesario existente en todas las obligaciones del matrimonio. La mujer que argumenta que su marido no habla con ella, debe analizar si no será ella la culpable de lo que sucede. Quizás sus acotaciones o consejos cuando su esposo comienza a hablar: "debes actuar de esta forma"; "¡yo hubiese contestado así!", le quitan a él las motivaciones para entablar una conversación. Quizás sus críticas, sus correcciones a la forma en que su marido se expresa, sus gestos, su mala cara, su manera de ver todo negativamente, su actitud nerviosa o el levantar la voz hacen que el esposo prefiera el silencio antes que escuchar los gritos de su mujer. Es muy importante también, no sólo intentar llevar una conversación coherente, sino la manera en que ésta se desarrolla. Estar uno frente al otro y mirarse a los

155 ojos facilita el diálogo mutuo, no hacer otras cosas en el momento de la conversación, escuchar con atención las palabras del otro para facilitarle así que pueda expresar lo que tiene en su corazón, hablar en un tono mediano, ni elevado que ocasione tensión, ni tan bajo que dificulte la concentración, decir conceptos concretos y no cortados o por la mitad, son algunos de los consejos que nuestros Jajamim nos dan para poder unir a la pareja cada vez más, por medio de una adecuada comunicación. Se debe fijar un tiempo diario inamovible de entre veinte a treinta minutos como mínimo, preferentemente en el momento que los niños duermen. Incluso es preferible no atender el teléfono para no interrumpir. Si es posible, acompañarlo con algo para comer o beber a fin de crear un ambiente más cálido y poder desarrollar así una conversación más amena sobre todo lo sucedido en el día. Lamentablemente, se ha perdido la conciencia del daño que nuestras expresiones pueden hacer. Seguramente que la influencia de los diarios y televisión, con ejemplos continuos de ofensas y desprecio al prójimo, han hecho que no nos demos cuenta y nos parezca normal expresarnos con frases que para la visión de la Torá son prohibidas terminantemente. Terminemos este comentario con el ejemplo de una mujer que nos enseña cómo debemos hablar. El Talmud cuenta sobre Rajel, la hija de un millonario llamado Kalba Sabua, que decidió casarse con el pastor de las ovejas de su padre, llamado Akiba, a pesar de que tenía cuarenta años y aún no sabía nada de Torá. Ella vio en él condiciones para aprender y llegar a ser un gran Sabio de Israel. Su padre no pudo comprender el comportamiento de su hija que tenía tantos pretendientes mucho mejor preparados y la desheredó. Luego del casamiento y al llegar el momento en que Akiba debía aprender Torá, éste se negó ya que le daba vergüenza a su edad compartir un aula con chicos de cinco o seis años que aprendían el abecedario que él tampoco conocía. Rajel, con su inteligencia, no lo atacó ni le recordó que ésa había sido la condición del casamiento, sino que tomó un burro que tenía una hendidura en su cuerpo, la llenó de tierra y puso una planta sobre él y le pidió a Akiba que lo llevara a recorrer la ciudad para ver cuál era la reacción de la gente. Así lo hizo y todos se rieron del espectáculo de ver a un burro con una planta sobre su cuerpo. Al otro día se repitió la situación, sólo que la gente ya no se reía tanto; al tercer día ya todos se habían acostumbrado a ver un burro en esas condiciones y ya era lo más normal. Le dijo Rajel a su esposo: "el primer día se reirán de tu presencia en el aula con los niños, pero luego se acostumbrarán y nadie se reirá. Se convenció Akiba y se despidió para ir a estudiar. Al regresar después de 24 años, llegó Ribí Akiba con 24.000 alumnos e iluminó al mundo con su Torá. Todo el pueblo salió a su encuentro y cuando Rajel quiso acercarse, los alumnos que no sabían que era su esposa, se lo impidieron. Cuando Ribí Akiba se dio cuenta dijo: "¡Déjenla acercar! ¡Lo mío y lo de ustedes es gracias a ella!", refiriéndose no sólo al esfuerzo de soportar tantos años de separación para que su marido pudiera estudiar Torá con grandes Sabios, ni tampoco a que no le importó vivir con pobreza para alcanzar la elevación espiritual de su esposo, sino por sobre todo a su sabiduría para hablar

156 en el momento en que él se avergonzaba de ir a estudiar con niños, convenciéndolo con inteligencia y no con gritos ni ofensas por más razón que tuviera. Que el ejemplo de Rajel cunda en nosotros, que aprendamos a hablar con tranquilidad, que dominemos nuestros nervios que nos hacen tropezar y recordemos siempre que para ser respetados, debemos respetar a los demás.

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Aprender a escuchar El Talmud en Guitin 45 comenta que Rab Ilish en una oportunidad fue llevado cautivo. A su lado se encontraba también cautiva una persona que conocía el idioma de las aves. Se presentó un cuervo y ante el ruido que emitía con su boca, Rab Ilish le preguntó a esa persona: "¿Qué es lo que dijo el cuervo?". El hombre le contestó: "Dijo así: ‘Ilish escapa, Ilish escapa’". El Rab dijo que el cuervo era mentiroso y no podía apoyarse en él para intentar escapar. Mientras tanto, apareció una paloma y se repitió el mismo diálogo, sólo que el Rab en este caso dijo: "El pueblo de Israel es comparado a la paloma, seguramente me sucederá un milagro". Así ocurrió y en forma milagrosa, Rab Ilish pudo escapar de su cautiverio. El Meharsha pregunta: ¿Por qué Rab Ilish creyó que su compañero -aparentemente un gentil- le decía la verdad cuando le tradujo el idioma de la paloma? ¡Así como no creyó al cuervo, tampoco tenía que haber creído a esa persona! Una respuesta posible de nuestros Jajamim es que en verdad Rab Ilish también conocía el idioma de las aves. Cuando había escuchado y entendido lo que el cuervo había dicho, no quiso hacerle caso porque "el cuervo es mentiroso y no puedo apoyarme en él". Cuando escuchó a la paloma, no se conformó con haber escuchado claramente a la paloma que le decía que se escapara, porque temió estar escuchando lo que quería escuchar. Por eso le preguntó a su compañero de cautiverio, que le corroboró que era cierto lo que había escuchado. Sólo en ese momento decidió escapar. De este Maasé, debemos aprender esta base fundamental que debe ser la guía de cualquier matrimonio. Cada uno escucha lo que quiere escuchar, observa sólo lo que le conviene, está sobornado por su propio interés y pensamiento. Por lo tanto, en cualquier discusión que se presente su visión es parcial y está apoyada en su egoísmo y conveniencia. Aprendamos a analizar con objetividad y sinceridad cualquier situación que se presente. Si no se comparten las ideas y se discute, es porque hay una posibilidad de error de cualquiera de las dos partes. Si se tratara de algo que no entra en discusión no estaríamos ni siquiera hablando. Entonces corresponde que cada uno se pregunte: "¿No seré yo el que se equivoca? ¿No estaré sobornado por mi propia conveniencia?". Nuestros Jajamim nos enseñan que no existe la persona que siempre tenga razón ni tampoco quien siempre se equivoque. Hay situaciones -por ejemplo- en las que el marido se queja: "Mi señora me pide lo que no puedo darle, malgasta el dinero, no atiende a las visitas como corresponde, pierde el tiempo con el teléfono o con las vecinas, me acusa de cosas que no son reales, enfrenta a mis hijos conmigo, etc., etc.". Cuántos argumentos muchas veces -lamentablemente- se escuchan. ¿Cuál debe ser el comportamiento en cualquiera de estos casos? La base de la inteligencia y el principio del Shalom es saber escuchar: "¿Qué sucede que todos están en mi

158 contra?, ¿No seré yo el culpable de lo que pasa?". Ésa es la actitud adecuada, incluso que se trate del marido más sabio del mundo. El propio rey David en el Tehilim 92, nos enseña: "Cuando mis enemigos se levantan sobre mí, mis oídos escuchan". O sea, que por más que sean mis enemigos, es imposible que entre las acusaciones que me formulan no exista algo de verdad que debe ser escuchado y analizado. Con más razón, en el caso de la esposa y de los hijos -el propio cuerpo del hombre- ¿acaso es posible que toda la verdad se encuentre de un sólo lado? ¿Acaso no corresponde escuchar con atención los argumentos? Por supuesto, no alcanza con escuchar. Quien no quiere reconocer la verdad y decir: "Es cierto, me equivoqué", no le servirá para nada escuchar. Quien crea que reconocer la verdad es desvalorizarse frente al otro se confunde, porque no existe mayor honra y respeto que la que se otorga al que reconoce sus fallas. ¿Por qué cuesta tanto reconocer los errores? La respuesta es simple: es mucho más sencillo mantener la posición equivocada, porque lo contrario nos obliga a modificar actitudes y comportamientos y creemos que no tenemos la fuerza para hacerlo. Todos los días en la Tefilá decimos: "Que siempre sea la persona temerosa de Dis tanto en público como en privado y que reconozca la verdad", igualando así estas dos virtudes fundamentales de nuestra vida. Es normal equivocarse, pero lo peor que puede pasar es no saber reconocer el error y persistir en una actitud necia de defender lo indefendible con tal de no dar un paso atrás. Por eso es que recordamos en la Tefilá de la mañana esta base fundamental para que nos oriente en todas las situaciones de la vida. Tropezamos frecuentemente con peleas acompañadas de Lashon Hará, chismes, mentiras, ofensas, insultos, odio, rencor y todas las malas cualidades sobre las que nuestros Jajamim nos previenen. Es muy posible encontrar que el fuego que alimenta esa discusión está encendido con una sola brasa muy sencilla: que alguien no quiere reconocer la verdad. Que el Todopoderoso nos haga reflexionar sobre este error tan grave que destruye hogares y Kehilot, sólo por querer escuchar lo que nos conviene y por no saber reconocer la verdad.

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Ejemplos de la vida diaria Muchas veces, pequeñas observaciones que el marido le hace a su esposa derivan en grandes conflictos. Al final de la pelea, la pareja se pregunta: "¿Cómo peleamos por algo tan intrascendente?". No toman conciencia de que si las observaciones son dichas en forma de agresión, provocan una respuesta más dura aún, con las consecuencias a las que nos referimos. Veamos algunos ejemplos escritos en el libro "Una vida de felicidad" del Rab Shemuel Dob Cohen Shelita sobre cómo no hay que corregir y cuál es la manera adecuada de hacerlo: 1º) El marido le dice a su esposa: "En el último tiempo, nuestro pequeño Jaim se está comportando de una forma terrible. Te dije muchas veces cómo debes tratarlo. No cometas más locuras. ¿Qué podemos hacer? ¡Jaim es una copia de tu familia!". La respuesta de su esposa no se hace esperar: "¡Seguro! Tú eres el que todo lo sabe y yo la que siempre se equivoca! Yo me ocupo de los niños todo el día y tú lo único que sabes es llegar tarde a casa y dar consejos "sabios" sobre cómo actuar. ¿Te acuerdas lo que pasó ayer que te hice caso de cómo tratarlo?". El final de esta discusión es imaginable por todos y no hace falta escribirlo. ¡Qué distinto habría sido si el marido hubiera hablado de otra forma! Por ejemplo: "Debemos encontrar la forma de tratar a Jaim. Me gustaría que siguieras mi consejo, sé muy bien que te ocupas de los niños durante todo el día, pero algo debemos hacer para solucionar el problema". Sin duda, la respuesta de la mujer será distinta: "Yo tampoco sé bien cómo actuar. Quizás podamos intentar de acuerdo con tu consejo". 2º) Marido: "¿Por qué no ayudas a los vecinos? ¿No te das cuenta de que necesitan que alguien les dé una mano? ¿No tienes un poco de sentimiento? ¡Evidentemente no eres capaz de mover un dedo por el prójimo!". La mujer le responde: "¡Y tú! ¿Acaso eres un Sadik? ¡Cuando tienes un problema, nada te importa, ni siquiera tus propios hijos!". Qué distinto habría sido si el hombre le hubiese dicho: "Sé que tienes mucho trabajo en casa, pero observa qué momento difícil pasan los vecinos. Si tú pudieras hacer algo por ellos... Quizás yo pueda ayudarte en las tareas del hogar". Con seguridad que su mujer le responderá: "No te preocupes, intentaré ayudarlos". 3º) Marido: "¡Hay que tratarte con guantes de seda! Sólo te dije una palabra y lloras como una bebita. ¡No se puede hablar ni corregirte nada!". La mujer le responde: "¿Qué? ¿Sólo una palabra? ¡Todo el día estás criticando! Cuando quiero decirte algo ni me dejas hablar!".

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Qué distinto habría sido si el marido hubiera dicho: "Lo siento, no fue mi intención herirte ni ofenderte. ¿Tienes alguna idea de cómo debía haberte dicho para que no te ofendieras?". 4º) Un mediodía en el que el marido llega a su hogar después de una difícil mañana: "¡Estuve corriendo todo el día por ti, para darte todo servido y no eres capaz de tener el almuerzo preparado!". Esposa: "¿Por mí? Tú corres por ti y por los niños, no lo haces por mí. ¿Qué crees que hice durante todo el día? ¿Crees que miré la luna, no?". Si el marido hubiese hablado de otra forma todo habría sido distinto: "¡Qué lástima! Pensé que la comida estaría preparada y de esa forma me habrías demostrado que valoras todo mi esfuerzo y que te preocupas por mí!". Con seguridad habría recibido una respuesta de este tipo: "Lo siento, se me complicó toda la mañana. En un segundo preparo todo y espero para mañana tenerte todo preparado a tiempo". 5º) El marido escucha llorar al bebé mientras su esposa habla por teléfono: "¡Claro! ¡Cuando hablas una hora por teléfono te olvidas que existe tu casa! ¿No escuchas que el bebé hace cinco minutos que llora?". La mujer responde: "¡Seguro! ¿Acaso sólo tengo que trabajar en casa? ¿No tengo derecho a hablar un poco con mi mamá? Además, ¿tú no eres el padre del bebé? ¡ podías levantarlo!". Quizás lo adecuado habría sido decir: "Estoy terminando de preparar el trabajo para mañana, ¿me ocupo del bebé o ya terminas de hablar?". La mujer le responde: "¡Ay! ¡No me di cuenta! Soy un desastre, cuando me pongo a hablar por teléfono me olvido de la hora. ¡Mamá! Te dejo porque tengo que ocuparme del bebé! Chau....." 6º) Marido: "¡Esto es un desastre! ¡Todo desordenado! ¿Cuándo arreglarás la casa?". Esposa: "Hay cosas que tú dejaste tiradas. No mueves un dedo y tienes el coraje de decirme cómo hay que arreglar la casa. ¿Tú qué sabes? ¿Acaso alguna vez dijiste una palabra buena cuando todo estaba ordenado?". Veamos ahora la forma en que se puede corregir: Marido: "Al ver cómo está la casa, me doy cuenta de que no has tenido un buen día. ¿No te sientes bien? ¿Quieres que te prepare algo para tomar?". Esposa: "No, no pasa nada. No pude terminar la tarea, pero en unos minutos arreglo todo". 7º) Marido: "Siempre te quejas y pides dinero. ¡Te doy, te doy y te vuelvo a dar! No hay dinero que te alcance. Me mato trabajando y tú derrochas el dinero no sé en qué. ¡No es el fin del mundo si no compras todo lo que se te ocurre!". Esposa: "No soporto tener un marido avaro. La plata que tienes en el banco no la tocas para nada. ¿Para qué la guardas? Para lo que tú quieres, derrochas el dinero, ¡pero para mí y para tus hijos dices que no tienes!".

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Cambiemos la versión de los acontecimientos: Marido: "Estoy preocupado por la situación económica que debemos vivir. Pensemos juntos qué cosas se necesitan indefectiblemente y cuáles se pueden postergar hasta que mejore la situación". Esposa: "No te preocupes, me arreglo con lo que tengo, sólo gastaremos lo estrictamente indispensable". 8º) Marido: "¡Todo cerrado! ¿No te ahogas en esta casa? Abre un poco la ventana. ¿O acaso tienes frío como de costumbre?". Esposa: "¡Sí, tengo frío! ¿Y qué? ¿No tengo derecho? Si tienes calor, en la calle hay aire fresco. ¿Por qué no vas a dar una vuelta?". Segunda versión: Marido: "No sé qué me pasa. Necesito un poco de aire puro. ¿No te molesta abrir la ventana?". Esposa: "Por favor, si tengo un poco de frío igual puedo ponerme el sweater". Los ejemplos podrían continuar, pero la base de todos los casos es saber cómo hablar para evitar conflictos y conseguir lo que anhelamos: la felicidad del hogar.

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La verdadera felicidad Muchos hogares se destruyen con el argumento de alguna de las partes que dice: "No soy feliz. Los problemas económicos no me permiten vivir con alegría y destruyen mi matrimonio". Intentemos analizar brevemente qué es la felicidad. La humanidad entera corre en busca de la felicidad. Sin embargo, y a pesar de los adelantos tecnológicos que constantemente mejoran la calidad de vida, el mundo es cada vez más infeliz. Nuestras abuelas que no disponían de microondas o lavarropas automáticos, por mencionar solo algunas de las comodidades que hoy existen, eran mucho más felices que las amas de casa que disponen de todo el progreso actual, además de tener quizás dos o tres mucamas que les realizan las tareas del hogar y en algunos casos -lamentablemente- también educan a sus hijos. El Talmud en Sanhedrin 98 nos da la clave del tema, cuando comenta que Ribí Iehoshua ben Levy se encontró con Eliahu Hanabi en la puerta de la cueva en donde está sepultado Ribí Shimhon ben Iojai y le preguntó: "¿Cuándo vendrá el Mashiaj?". Eliahu Hanabi le respondió que fuera él mismo a preguntarle a las puertas de Roma en qué lugar lo encontraría. Lo podría identificar entre unos pobres que soportan sufrimientos y tienen el cuerpo lleno de vendas con las que cubren sus heridas. El Mashiaj se diferencia del resto en que cambia las vendas de a una por vez, ya que en cualquier momento puede ser llamado por Di-s para traer la Redención al mundo y en ese caso no desea demorarse ni siquiera un instante de más. Ribí Iehoshua ben Levy lo encontró y le preguntó cuándo vendría. El Mashiaj le contestó: "hoy", luego de haberlo saludado diciéndole: "Shalom para ti, hijo de Levy". Cuando Ribí Iehoshua regresó a lo de Eliahu Hanabi, éste le dijo que le había asegurado el Olam Habá para él y para su padre por la manera en que lo había saludado. Para que Ribí Iehoshua ben Levy no pensara que el Mashiaj lo había engañado al decirle que iría en ese día, Eliahu Hanabi le explicó que el sentido de esa respuesta era lo que el rey David dijo en el Tehilim 95: "Hoy, si Mi voz escucharán". Más allá de intentar analizar este suceso que narra el Talmud, podríamos preguntarnos: ¿por qué el Mashiaj no trae aún la Redención al mundo? ¿No podría aguardar en un lugar geográfico más apropiado tal como el propio Ierushalaim por ejemplo? El Maharal de Praga explica que "las puertas" reflejan el final, el extremo de la ciudad. Roma, por su parte, es el símbolo del materialismo a lo largo de todo el Talmud, es el centro del egoísmo y orgullo, es la que lleva la bandera de la búsqueda de los placeres contrarios a lo espiritual. Allí, en el final del materialismo se encuentra el Mashiaj. Cuando el mundo llegue al extremo y comprenda que esas bases materiales lo llevan a su entera destrucción, ahí vendrá el Mashiaj. No estamos lejos, basta observar lo que hoy sucede en la vida.

163 ¿Cómo hará el Mashiaj para traer la Redención? Lo podemos deducir de lo que comenta el Talmud en esa misma sección al recordar el versículo de Zejaría 9: "será (el Mashiaj) un pobre montado sobre un burro". ¿Por qué un pobre? ¿No sería mejor que se presentara en un tanque de guerra moderno o en un avión supersónico o quizás en una nave espacial? El significado es mucho más profundo. El término "Aní" que normalmente significa "pobre", en este caso no debe ser interpretado en forma literal, sino por la raíz "Anavá" de la que proviene, que significa "humildad". El rasgo que por excelencia destacará al Mashiaj será su sencillez y modestia. En forma similar el término "Jamor" (burro), proviene de la raíz "Jomer" (materialismo), ya que el Mashiaj vendrá "montado sobre un burro", o sea que estará por encima de lo material, porque tendrá un dominio absoluto sobre las necesidades del cuerpo humano. El Mashiaj enseñará a la clase humana a sobreponerse al materialismo, a que el cuerpo sirva al espíritu por el propio beneficio de la persona. Como escribe el Rambam en la carta de Musar a su hijo: "el mundo se compara a una persona que se encuentra sentada al lado de un horno en un día de pleno invierno. Si se sienta sobre el horno se quemará, si se aleja demasiado no tendrá provecho del calor. Sólo estar a una distancia media le provocará la mejor satisfacción". Ese equilibrio maravilloso es la base de los preceptos de la Torá. Quien se conduce con ellos encontrará la felicidad en la vida, será dichoso en este mundo y disfrutará en el venidero. Una de las bases no sólo del matrimonio sino también de la vida es sentirse satisfecho internamente consigo mismo. La pregunta clave es cómo alcanzar esa categoría. Los placeres mundanos no otorgan el sentimiento al que nos referimos. Por el contrario, son la fuente de un deseo mayor aún que nunca concluirá. El Gaón de Vilna lo compara con una persona que decide saciar su sed bebiendo agua salada. Por un instante, le parece que está satisfecho, pero inmediatamente se dará cuenta de que está más sediento aún. Si creemos que se trata de una novedad de nuestra época, veamos lo que escribió el rey Shelomo al comienzo de su libro Kohelet en el que resumió su experiencia de la vida: "¿Qué beneficio obtiene el hombre de toda su labor bajo el sol? Todas las cosas agotan a la persona (y no las alcanza), no se satisface el ojo con ver y no se llena el oído de escuchar. Yo, Kohelet, he sido rey sobre Israel en Ierushalaim. Dediqué mi corazón a buscar y a averiguar por medio de la sabiduría lo concerniente a todas las cosas que se hacen bajo el cielo... He visto todas las obras que se hacen bajo el sol y he aquí que todo es vanidad y destroza el espíritu" (Kohelet 1). El rey Shelomo continúa a lo largo de doce capítulos analizando la vida humana en todos sus aspectos: obtención de bienes materiales, placeres y deleites de la vida. Su conclusión la adelantó al principio del libro: "Vanidad de vanidades, dijo Kohelet, vanidad de vanidades, todo es vano". Lo único valedero en la vida es la frase con la que concluye su libro: "Teme a Di-s y cumple Sus mandamientos, porque en eso está el hombre íntegro" (Kohelet 12).

164 Por lo tanto, podemos observar que el mundo es el mismo desde siempre: "No hay nada nuevo bajo el sol". Los errores de toda la historia se reiteran en nuestros días, quizás en una forma más sofisticada o desarrollada, pero con la misma raíz equivocada de siempre: creer que los placeres y lo material llenarán el deseo del corazón. ¿Cómo alcanzar la satisfacción verdadera? El mismo rey Shelomo en Mishlé 12 nos responde: "El hombre bueno obtiene el favor del Eterno". Existe un deseo interno en toda persona de ser bondadosa. ¡Qué satisfacción recibe en su corazón alguien que hizo un acto de ayuda al prójimo o luego de haber alegrado a un necesitado! Brindar y dar al otro es la base de la vida y del matrimonio. Ser bondadoso, abrir los tesoros que se encuentran en nuestros corazones. Seremos así los primeros beneficiados al encontrar la verdadera satisfacción de la vida. Para tomar conciencia del valor de esta cualidad, recordemos el suceso que está escrito en Shemuel 1-1: Un hombre llamado Elkaná iba todos los años con sus dos esposas a Shiló (lugar donde estaba el Mishkan) para posternarse y ofrecer sacrificios a Hashem. Repartía la carne de esos Korbanot entre su esposa Penina y sus siete hijos y con su otra mujer estéril llamada Jana. Penina se burlaba de Jana quien no podía tener hijos. Su intención era que su hermana se esforzara en su Tefilá para que así Hashem la escuchara. Sin embargo, los años transcurrieron y Jana ni siquiera podía probar la carne que su marido le ofrecía por tanta amargura que tenía. Un año se produjo un cambio. Su marido quiso consolarla: "¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes y por qué tu corazón está triste? Yo soy mejor para ti que diez hijos". En ese momento, Jana fue sola al Mishkan y comenzó a rezar delante de Hashem. De su oración aprendieron los Sabios cómo debemos rezar todos los días. Su oración fue escuchada por Hashem y tuvo un hijo que llamó Shemuel, quien fue uno de los más grandes profetas del pueblo de Israel, equivalente a Moshe y a Aharon. ¿Qué sucedió? ¿Por qué reaccionó en ese momento? Su esposo le había dicho que él la quería como podían quererla diez hijos juntos. Ella comprendió que tenía todo lo necesario para vivir y un marido que la amaba. Pero había algo que no tenía: la posibilidad de brindar y dar a un hijo todo el cariño que una madre posee. Derramó sus lágrimas delante de Hashem porque comprendió que sin la posibilidad de dar todo lo que su corazón podía, la vida no tenía sentido. El Talmud en Berajot 31 comenta su Tefilá: "Señor del Mundo, todo lo que creaste en la mujer es necesario: los ojos para ver, oídos para escuchar... ¿para qué me has dado senos en mi corazón? ¿Acaso no son para amamantar a un hijo? Dame un hijo y lo amamantaré". Ese deseo fue la clave para que Hashem le otorgara lo que tanto necesitaba. La reflexión nuestra es que debemos corregir nuestra manera de actuar mecánicamente. Sentimiento, corazón, amor verdadero, pensar en nuestra pareja, son las claves para poner en práctica la fuerza interna que a veces está adormecida en nuestro interior. Que Hashem nos ayude a poder concretarlo.

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