Libre Al Fin - Larry Huch
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LIBRE AL FIN por Larry Huch Publicado por Casa Creación Una compañia de Strang Communications 600 Rinehart Road Lake Mary, Florida 32746 www.casacreacion.com No se autoriza la reproducción de este libro ni de partes del mismo en forma alguna, ni tampoco que sea archivado en un sistema o transmitido de manera alguna ni por ningún medio—electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otro—sin permiso previo escrito de la casa editora, con excepción de lo provisto por las leyes de derechos de autor de los Estados Unidos de Norteamérica. A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la Versión Reina-Valera de 1960. Originalmente publicado en inglés por Albury Publishing, Tulsa, Oklahoma, EE.UU. Bajo el título "Free at Last" Copyright © 2000 por Larry Huch, New Beginnings Christian Center 7600 NE Glisan, Portland, Oregon 97213 Copyright © 2001 "Libre al fin" por Larry Huch Todos los derechos reservados
Traducido por Andrés Carrodeguas Disponible en otros idiomas a través de Access Sales International (ASI) P.O. Box 700143 Tulsa, Oklahoma 74170-0143, USA FAX 918-496-2822 ISBN: 0-88419-718-2 5678 BP 87654 Impreso en los Estados Unidos de Norteamérica Dedicatoria A Tiz. mi esposa, mi amiga, mi inspiración, mi sueño hecho realidad, quien me conocía antes de que yo conociera esto. Índice Prólogo Introducción I IDENTIFICACIÓN Y COMPRENSiÓN DE LAS MALDICIONES 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.
Recibir vida nueva Las maldiciones generacionales ¿De dónde salió eso? De tal palo, tal astilla... ¡Nunca más! Quitar la carga y destruir el yugo La maldición sobre una nación La inversión de una maldición nacional La sangre de Jesús tiene más poder del que usted se cree
II LOS SIETE LUGARES DONDE JESÚS DERRAMO SU SANGRE 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15.
III
En Getsemaní, Jesús recuperó nuestra fuerza de voluntad Las llagas de Jesús nos devolvieron la salud Su corona de espinas nos devolvió la prosperidad Sus manos perforadas nos devolvieron el dominio sobre las cosas que tocamos Sus pies perforados nos devolvieron el dominio sobre los lugares por donde andamos Su corazón traspasado nos devolvió el gozo Sus magulladuras nos ganaron la liberación de las heridas internas y las iniquidades
OCHO PASOS PARA QUEDAR LIBRE Y PERMANECER LIBRE 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23.
Primer paso: Reconozca la maldición Segundo paso: Rompa la maldición generacional Tercer paso: Anule la maldición Cuarto paso: Libere el poder del amor Quinto paso; El éxito no es un accidente Sexto paso: Alinee sus palabras con las palabras de Dios Séptimo paso: ti es Dios; es nuestro Padre Octavo paso: La obediencia; la senda hacia su Tierra Prometida Conclusión Acerca del autor
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Prólogo "Si pudiera ver un milagro... entonces creería.” He oído estas palabras muchas veces. Y aunque tengo el privilegio de ver manifestado el poder milagroso de Dios una y otra vez, creo que el milagro más grande es el que se produce cuando ese poder milagroso transforma una vida. Cuando me presentaron a Larry Huch, no me daba cuenta de que estaba frente a un milagro viviente. Pensaba que me habían presentado, a un ministro del Evangelio ungido y elegante, que tema una iglesia floreciente. Sin embargo, cuando el comenzó a compartir su testimonio conmigo, me quede sorprendido ante lo que estaba escuchando. "Las maldiciones de familia son reales", me dijo. "Durante años, yo estuve esclavizado por la ira y la violencia, pero cuando tuve mi encuentro con Jesucristo, fui liberado del pecado, Y las maldiciones generacionales que me habían tenido atado y me habían mantenido cautivo quedaron rotas. Había quedado libre." En Libre al fin, Larry Huch comparte la Forma en que su búsqueda personal de paz y libertad con respecto a la ira lo llevaron a Jesucristo. Habla de las formas en que pueden comenzar las maldiciones generacionales, y de cómo lo fue persiguiendo la realidad de una maldición familiar, hasta que quedó rota. Por medio de ejemplos bíblicos y experiencias personales, ilustra las formas en que las iniquidades de una generación pasan a generaciones futuras. También presenta unas poderosas enseñanzas tomadas de las Escrituras sobre cómo romper una maldición generacional y hacer que comiencen las bendiciones. Cuando usted piensa en su historia familiar, ¿encuentra que hay un esquema que se repite? ¿Hay algún hilo común de enfermedades o de circunstancias que va de una generación a la siguiente? Si así es, este libro es para usted.
Libre al fin tiene un mensaje para esta generación; un mensaje que Larry Huch ha experimentado en su propia vida. Jesucristo nos puede librar de la esclavitud, y de toda maldición generacional que nos haya mantenido cautivos. Usted puede ser libre, para experimentar la victoria en su vida cristiana. En lugar de maldiciones, puede tener bendiciones. Entonces, por medio de usted, las bendiciones pueden pasar a toda su familia, e incluso más allá, a las generaciones futuras. —BENNY HINN
Introducción Nací y me crié en una zona de Saint Louis llamada South Saint Louis, Si usted ha pasado alguna vez por esa ciudad, es probable que haya visto el arco Gateway, en el río
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Mississippi. Mí antiguo vecindario se halla cerca de ese arco. El principal desagüe de la ciudad pasaba junto a nosotros, y no muy lejos había una cervecería que siempre olía a lúpulo. A unas cuantas calles en dirección opuesta había un matadero de reses. En las cálidas tardes del verano, siempre había en el ambiente un mal olor irresistible. Mi escuela era la secundaria más antigua al oeste del Mississippi. Debido a la frecuencia con que había ataques con arma blanca y con armas de fuego, había patrullas policíacas en ella. En una ocasión, en medio del día escolar, y a plena luz, una pandilla rival apuntó sus revólveres a la escuela y los disparó. El ambiente en el que crecí estaba lleno de violencia física, y de las tensiones y desesperanzas de la pobreza. Años más tarde, después de que Jesús me ayudara a dejar atrás mi pasado. Me hallaba en una plataforma en Anaheim, California, con Benny Hinn, Mientras estábamos cantando y adorando, la unción de Dios era tan fuerte y poderosa, que yo estaba literalmente metido dentro del Espíritu de Dios. De repente, el Señor me dijo: "Larry, abre los ojos y mira a esa gente". Yo miré a la multitud y vi entre doce y quince mil personas en aquel estadio de Anaheim. El Señor me habló de nuevo: "¿Merecen ser sanados?" Yo respondí: "Por supuesto. Señor. Para eso están aquí. Para eso tú levantaste al pastor Benny". Él me dijo entonces: "Larry, tanto como merecen ser sanados, merecen ser libres. Yo quiero que vayas y le lleves liberación a mi pueblo". De inmediato, comencé a discutir con el Señor, porque yo pensaba que esa liberación significaría ver gente gritando y demonios manifestándose por todas partes. Así que le dije: “Señor, yo no estoy muy seguro de querer hacer eso”. Y el Señor me dijo: "Conocerán la verdad, y la verdad que conozcan es la que los va a hacer libres. Lo que yo te he enseñado en mi Palabra, tú se lo vas a enseñar a ellos, y en el momento en que lo vean, la verdad los hará libres" (vea Juan 8:32). En Oseas 4:6, Dios dice: "Mi pueblo..." No se está refiriendo a los que están en el mundo, o los que no le están sirviendo, sino que dice; "Mi pueblo" es destruido por una cosa, que es la Falta de conocimiento. Entonces me dijo: "Te voy a mostrar como debes enseñar la liberación, de tal forma que quien tenga oídos para oír, y ojos para ver, y reciba esas enseñanzas, quede liberado al instante por la verdad". Estamos recibiendo cartas de cristianos que dicen: "Somos cristianos nacidos de nuevo, pero estamos esclavizados", Están esclavizados a la depresión, la ira, la inseguridad, las drogas, el alcohol, la comida y un sinnúmero de cosas más. Son muchos los cristianos que no han estado dispuestos a confesar sus faltas, porque han estado afirmando: "Pero
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si somos cristianos, y se supone que seamos libres", Yo llevé la misma vergüenza que lleva esa gente. Hubo un tiempo en el que me negué a pedirle ayuda a nuestro pastor, por lo avergonzado que me sentía. Pensaba: No se supone que los cristianos se sientan así. Le voy a hablar de forma muy directa y franca al corazón, porque es demasiado lo que está en peligro para andar jugando. Aquí cuento la historia de la forma en que pasé de maldición a bendición, para que se pueda convertir en su propia historia. Por la sangre de Jesucristo, Usted también puede quedar libre de sus prisiones, cualesquiera que sean. En cuanto a aquéllos que nos han llamado o escrito, y aquellos que aún están esperando que termine la tormenta de la opresión en su vida, les debo decir que el propósito divino es que mi historia y la suya terminen de tal forma, que nuestra sanidad y nuestra vida posterior le den gloria a Él. Dios no lo está señalando con índice acusador. Está extendiendo hacia usted una mano para ayudarte; para tocar aquellos lugares más íntimos, de su vida, y para sanarlo de manera íntegra y total. Es hora de detener la tormenta que ruge en su interior. Es hora de salir de la zona de guerra para entrar en la zona de victoria. En este libro, le voy a mostrar la verdad. No se trata de un simple libro acerca de la maldición de la ira o de las drogas, sino que se refiere a todas las cosas de su vida que estén tratando de destruirlo a usted, o destruir las bendiciones y el futuro que ya son suyos en Jesucristo. Voy a caminar con usted por todos los pasos que me han hecho libre y nos han mantenido libres a mí y a mi familia. Hechos 10:34 nos dice que Dios no hace acepción de personas. Lo que Él ha hecho por nosotros, lo hará por usted, y hoy es el día de su liberación. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. -HECHOS 10: 36-38 I Identificación Y comprensión De las maldiciones Generacionales
Capítulo 1
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Recibir vida nueva No sé si fue la forma en que respondió el taxista, o si fue que no respondió, o si sólo era nuestra imaginación, pero de repente nos dimos cuenta de que algo andaba mal; muy mal. Un par de minutos después de haber subido nosotros al taxi, otro auto se nos había apareado en el camino. Sus ocupantes le comenzaron a gritar a nuestro conductor: "¡Detenga ese auto! ¡Saque a esos gringos! ¡Los vamos a matar!” También usaron unos cuantos adjetivos descriptivos más. Después, siguieron adelante. Por fin me estaba dando cuenta de que había sido una mala idea realizar aquella salida. Necesitábamos volver a subir la montaña para ir a mi rancho con la mayor rapidez posible. Allí estaríamos a salvo. Yo estaba sentado en el asiento trasero del taxi, detrás del conductor. Jim estaba a mi lado, y Laura iba al frente, porque hablaba mejor español que nosotros. Estábamos en algún lugar de las afueras de la ciudad de Medellín, en Colombia. Era casi de noche, y aquellos caminos se volvían más peligrosos de noche. Sin embargo, a nosotros nos parecía que no tendríamos problemas mientras nos mantuviéramos en los caminos principales, donde había más gente. Pero el conductor había hecho un giro en lugar de permanecer en el camino principal, como le habíamos dicho, y de repente se metió en un camino secundario que subía a las montañas. Nosotros nos pusimos muy nerviosos y le comenzamos a hacer preguntas: "¿Por qué giró aquí? ¿Dónde va? "Todo está bien; todo está bien", nos decía, "Es un atajo; un camino más rápido." Yo llevaba casi un año viviendo en Colombia, y en todo aquel tiempo, ningún taxi nos había llevado por aquella ruta. En aquellos momentos ya había anochecido y no había casas, ni luces, ni gente por los alrededores. ¿Sería posible que nos consideraran vendedores de drogas marcados para eliminarnos? ¿O sabían que teníamos mucho dinero para comprar cocaína? Tal vez, nos iban a matar, llevarse el dinero y quedarse con la cocaína. Me comencé a dar cuenta de que, comoquiera que fuese, ellos iban a conseguir lo que querían, y nosotros íbamos a estar muertos. Le seguimos gritando al conductor; "¡De la vuelta! ¡Llévenos donde estábamos!» Pero él no lo quería hacer. "Ya estamos llegando", seguía diciendo, mientras nos adentrábamos cada ven más en las montañas. Entonces, dos autos que no supimos de dónde salieron, nos rodearon, pero no al mismo tiempo, sino que uno quedó delante de nosotros y el otro detrás. Nunca he sentido tanto miedo en mi vida. Todo el mundo gritaba y gemía al mismo tiempo; unos en inglés y otros en español, lo cual aumentaba la confusión y la intensidad del miedo. Aunque Jim y yo no entendíamos todo lo que se decía, y el taxista no hablaba inglés, tal vez las palabras se perdieran, pero su significado estaba bien claro. Sabíamos que nos habían hecho una encerrona para robarnos y matamos, y que nuestro conductor estaba metido en el complot. "Ya estamos llegando", gritaba. "Ya estamos llegando."
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En aquella zona de Colombia desaparece gente todo el tiempo, y nunca vuelve a aparecer. La semana anterior habíamos oído por la radio que les habían roto la puerta del cuarto a dos turistas en un hotel. Al hombre le robaron y lo mataron, y a la mujer la violaron. Aquel lugar era peligroso. Todos sentíamos pánico, y a mí me pareció que necesitábamos matar al taxista y tomar el control del taxi, o nos podíamos dar por muertos. Me saqué el cinturón y grité: "¡Dile que pase a ese auto, o lo voy a matar!” Laura me gritaba en inglés: "Todavía no, Larry. No lo hagas", mientras que le gritaba al conductor en español al mismo tiempo: "¡Páselo! ¡Páselo!" Jim nos gritaba a ambos: "¡Tenemos que hacer algo! ¡ ¡Tenemos que salir de aquí¡” Los dos automóviles estaban pegados a nosotros. Yo calculé que era entonces o nunca. Agarré el cinturón con los dos puños y me preparé para pasarlo sobre la cabeza del conductor y ponérselo al cuello. Entonces le grite a Jim: "Yo tiro de él y lo traigo para atrás; tú salta al asiento delantero, toma el timón y no te detengas por nada.” En ese mismo momento llegamos a la parte más alta del monte y vimos las luces del poblado. Los otros dos autos se salieron silenciosamente del camino y desaparecieron en la oscuridad. El taxista nos había estado diciendo la verdad. Nunca habíamos estado en peligro, y yo me había preparado para matarlo sin razón alguna. Cuando nos dejó en nuestro rancho, yo estaba en un dilema tan fuerte entre el pánico, la ira y el alivio, que apenas sabía qué pensar. Aquella misma mañana, al despertarme, nunca se me habría ocurrido que por la noche estaría pensando en matar a alguien. Aquello ya era malo de por sí, pero lo que realmente me molestaba cuando salí del taxi era que en realidad no me parecía incomodar que hubiera estado listo para matar a alguien tan de repente. Me di cuenta en aquel mismo instante que mi ira —y con ella mi vida misma- estaba fuera de control Continuamente conocemos u oímos hablar de personas de todas partes que tienen necesidad urgente de respuestas, y están a punto de echarlo todo a rodar con respecto a ellas mismas, a sus amigos o a su familia, debido a alguna atadura que hay en su vida, Hay quienes llegan a la realidad con una sacudida cuando las esperanzas y los sueños que tenían para su vida o para la de sus hijos quedan destrozados. Tal vez otros teman que están perdiendo el control de una batalla de toda la vida contra sus propios demonios privados de las drogas o la dependencia de sustancias químicas, los juegos de azar, la mentira, el engaño, la ira, la violencia, los maltratos sexuales, el divorcio o la enfermedad. Con frecuencia hablo con personas que tienen grandes aspiraciones, talentos y posibilidades de éxito, pero no parecen hallar la manera de abrirse paso. Su vida consiste en una serie de fracasos repetidos en los negocios, como consecuencia de un espíritu de pobreza o de fracaso. La depresión parece estar en sus peores tiempos entre las personas de todas las profesiones. Muchos han logrado convertir en realidad por fin los sueños de su vida, pero se sienten perseguidos por unas tenebrosas sombras o un gran
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vacío. Les he ministrado a artistas y atletas profesionales que han llegado a grandes alturas en cuanto a fama y fortuna, pero lo han perdido todo. Este tipo de situaciones exige una explicación. Anhelamos hallarles un sentido a este tipo de sucesos tan destructores, en especial cuando nos están pasando a nosotros, o a alguien a quien amamos. En los últimos años se ha hablado mucho en los noticieros acerca de unas investigaciones médicas que están tratando de determinar por qué hay ciertos rasgos que pasan de una generación a la siguiente. Los investigadores reconocen que hay un esquema de funcionamiento definido, pero en realidad no pueden señalar las razones. ¿Es algo genético? ¿Es algo ambiental? Sin duda, todas estas cosas tienen su papel, pero yo creo que hay una razón espiritual que es el principal factor determinante. Algunos informes lo han llamado "equipaje familiar”. La biblia lo llama iniquidad; maldición de familia. Para que usted comprenda el maravilloso poder liberador de Dios en mi vida, es necesario que vea primero de qué fui liberado. Sí, yo era una persona sumamente irritable y violenta, pero mi vida ha sido transformada por el poder sobrenatural de Jesucristo. Y he aquí una buena noticia para usted: Lo que Él ha hecho por mí, lo va a hacer por usted. Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34). Creo evidente que la violenta ira que experimente aquel día en Colombia no apareció de repente en mi vida, de un día para otro. La ira, las drogas, el divorcio, o cualquier otra de las numerosas batallas con las que nos enfrentamos, son espirituales. Son fortalezas espirituales que se meten en nuestra vida y en nuestra familia. A menos que sepamos descubrirlas y librarnos de ellas, van a permanecer con nosotros, van a crecer y se las vamos a pasar a nuestros hijos y a los, hijos de nuestros hijos. Recuerdo aún el mismo día en el que el espíritu de ira se comenzó a apoderar de mi vida. Me sucedió algo terrible que me dejó sintiéndome indeseado y solitario. Era muy joven, y recuerdo que me fui a mi cuarto a llorar. Allí tirado en la cama, dejé de llorar repentinamente, me sequé las lágrimas, me levante y, con los puños cerrados y rechinando dientes, me hice una promesa a mí mismo. Nadie me iba a hacer llorar nunca más. Con esa declaración les abrí una puerta a los espíritus de ira, rechazo y violencia. Y desde aquel momento, parecía como si siempre estuviera enojado y buscando la forma de vengarme de alguien. Si me miraban mal, o decían algo que no me gustaba, lo tomaba como una ofensa personal y podía suceder cualquier cosa. Entraba en pelea en un segundo, con palabras, con los puños, con un bate o con lo que encontrara que pudiera utilizar como arma. La mayoría de mis blancos eran personas extrañas, así que era algo impersonal y no parecía importarme. Cada uno de ellos no era más que otro de esos que estaban "en contra mía". No me importaba a quién hiriera, y esta forma de conducta puso en marcha un principio bíblico en mi vida: No os engañéis; Dios no puede ser burlado pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. -Gálatas 6:7
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Una noche estaba sentado en un puesto de hamburguesa en el sur de Saint Louis con varios amigos. Llegaron unos personajes en un auto, y nos comenzaron a dar gritos. Nosotros nos metimos de inmediato en nuestro auto para perseguirlos. Una pelea callejera más; nada nuevo. Pero lo que yo no sabía es que se trataba de una trampa. Mientras perseguíamos a aquellos individuos por la calle, se metieron de pronto en un aparcamiento y salieron del auto a esperarnos. Ellos son seis, y nosotros cuatro. No está mal, pensé. Esto va a estar divertido. Pero de pronto, la diversión desapareció. Detrás de una pared salieron un par de docenas de personajes más, que nos estaban esperando. Entonces descubrí de repente que en realidad no nos habían estado esperando, sino que me habían estado esperando a mí. Los tres individuos los que estaba se largaron, y ninguno de los otros se movió para seguirlos. Era a mí al que buscaban. Me golpearon con bates, botas y puños. Lo siguiente que recuerdo es haber recuperado apenas la conciencia en el asiento trasero de un auto que se movía por un callejón. Sin que el carro se detuviera, se abrió de golpe la puerta y me empujaron al pavimento. Mientras me levantaba lentamente, sólo podía pensar en la venganza, Cualquiera creería que en aquel momento yo habría comenzado a buscar un cambio. Mi vida se estaba convirtiendo en un infierno continuo, Pero yo me estaba volviendo cada vez más incontrolable a medida que iba pasando por mis años de adolescencia y pasaba de los veinte años, y muchas veces me aterrorizaba tanto a mí mismo, como a quienes tenía cerca de mí. Estaba en problemas constantes con todas las autoridades: mi escuela, la ley, y cualquier otro que yo pensara que me estaba amenazando. Tal parecía que tenía enemigos por todas partes, pero en realidad, sólo tenía uno: el espíritu al que yo le estaba permitiendo que me controlara la vida. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes -Efesios 6:12 No quería que me controlara aquel espíritu de ira y violencia, pero no sabía qué hacer. En realidad, ni siquiera sabía lo que me estaba sucediendo. Después de regresar de Colombia, recuerdo que fui a ver a una joven de la que había sido novio en el colegio universitario. Nos habíamos separado a causa de mi ira y de mi uso abusivo de drogas. Quería ver si podíamos volver a ser novios. Le aseguré que había cambiado, que había comenzado de nuevo; que era una persona diferente. "Larry", me dijo, "eso ya lo he oído antes. Yo sé que eres sincero, sé que quieres cambiar, pero nunca lo vas a lograr... mientras no encuentres en Jesucristo a tu Señor y Salvador. La ira está en tu familia, y ahora está dentro de ti. Y sólo Jesús te puede cambiar. Va a hacer falta un milagro". Mientras yo estaba en Colombia, mi antigua novia había nacido de nuevo. Era la primera "fanática de Jesús" que yo conocía. Aunque no quise aceptar ninguna de aquellas cosas
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religiosas suyas, había un par de cosas en la que yo sabía que estaba en lo cierto. Una de ellas era que yo solo nunca iba a poder cambiar. Lo había intentado demasiadas veces antes, y sabia que no lo podría lograr sin ayuda. La segunda era que yo me había convertido exactamente en lo mismo que había detestado durante mis años de adolescencia y juventud Pero, ¿no son así las cosas en la vida de todo el mundo? Nos convertimos en lo mismo que detestábamos cuando éramos niños; las cosas que nos atemorizaban, las cosas que nos apartaban: "De tal palo, tal astilla. Es idéntico al padre", o bien, "Es igualita a su mamá". Eso es lo que dice el mundo, pero la Palabra de Dios dice que Él visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación ( Éxodo 34:7). Mi antigua novia del colegio universitario tenía razón. Por mucho que yo tratara de cambiar, aquella vieja naturaleza se seguía levantando para controlarme. Me sentía desesperado por vivir de una manera diferente, pero no lo podía hacer por mis propias fuerzas. Cuando estaba en el último año de la secundaria, era deportista, se estaba peleando la guerra de Vietnam y el movimiento rebelde de los hippies se estaba extendiendo por toda la nación. Unos cuantos de mis amigos comenzaron a fumar marihuana, Al final, yo también decidí probarla. Al año siguiente me fui al colegio universitario estatal del Sureste de Missouri con beca de futbolista. Mientras estaba allí, las drogas se fueron haciendo cada vez más fáciles de adquirir. Comencé usando ácido, LSD, silosybin y lo que apareciera. No sólo hallé aquello agradable, sino que descubrí que la venta de drogas es un negocio donde se mueve mucho dinero. El dinero debe ser la respuesta Tal parecía como si mis padres vivieran bajo una tensión y unos problemas constantes por no tener nunca dinero suficiente. Así que me prometí a mí mismo que yo no iba a pasarme así el resto de mi vida, costase lo que costase. Había pensado ir a la universidad y después meterme en los deportes para ganar dinero, pero descubrí que era más fácil conseguir dinero vendiendo drogas. Comencé vendiendo LSD y marihuana, y se me abrió una puerta para ir a Colombia, Viví en Medellín, trabajé con el cartel de drogas de allí, y metí drogas de contrabando en los Estados Unidos. En aquellos tiempos, yo era el único estadounidense en la historia de aquel país que había vivido en aquella región. Tenía un rancho en medio de los Andes, y estaba rodeado de choferes, guardaespaldas, criados que vivían en la casa, criados que mantenían el césped impecable a base de machete todos los días, y criados que cocinaban para nosotros. Siempre andaba todo el tiempo con cincuenta o sesenta mil dólares en el bolsillo. Tenía todo lo bueno y todo lo malo que puede comprar el dinero. Mientras negociaba con drogas, tenía kilogramos de cocaína para mí mismo en mi casa todos los días, y comencé a usarla. Al principio la aspiraba, y pronto me la comencé a inyectar. Llegué a usar entre ocho y diez mil dólares de cocaína al día.
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No sabía quién era Dios, si existía, o de existir, sí se preocupaba en absoluto por mí, pero al cabo del tiempo, me encontré diciendo: "Dios, tiene que haber algo más que esto". Durante aquel tiempo, estábamos escuchando a los gurúes y leyendo todo tipo de libros extraños, Por raro que parezca, pensaba realmente que tal vez me pudiera meter tan alto en las drogas, que descubriera a Dios. Inmediatamente antes de ir a Colombia, jugaba fútbol colegial y levantaba pesas en competencias. Pesaba unos cien kilos y podía levantar en el banco de pesas cerca de doscientos treinta. Había terminado en sexto lugar de toda la nación en una competencia de levantamiento de pesas. Entonces fue cuando me traslade a Colombia, y en unos seis meses pasé de cien kilos a sesenta y cinco, debido al uso de las drogas. Tenerlo todo y perderlo todo Laura y Jim, quienes terminaron acompañándome en el taxi aquella noche, vivían conmigo en Colombia. Usábamos drogas desde temprano en la mañana hasta que nos rendíamos por la nuche. Pasábamos días sin comer; solo usando drogas. Cada vez estaba más débil, y seguía usando más drogas. Laura comenzó a darse cuenta de mi pérdida de peso y me regañaba todo el tiempo, diciéndome: "Larry, te vas a matar". Trataba de hacer que comiéramos. Nos traía comida, que apenas probábamos, y después seguíamos tomando drogas. En una ocasión, Jim y Laura se pasaron todo el día fuera. No había nadie más allí, y los criados estaban en la otra casa. Yo había estado tomando drogas y bebiendo todo el día, y acababa de cerrar un trato. Me sentía bien, y dije: "Vaya; esta vez sí que me voy a salir de esto". Sin darme cuenta de lo atolondrado que ya estaba, tomé el doble de la cantidad normal que usaba a diario. La puse en la jeringa y me inyecté en el brazo. No me di cuenta de que me había traspasado la vena con la aguja, así que tomé aquella cantidad y puse el doble de nuevo. Cuando una persona se inyecta drogas, la droga va a la vena, y esa vena la lleva directamente al corazón. Yo lo había estado haciendo diez o doce veces al día. de manera que ya tenía todas las venas en malas condiciones. Traté una y otra vez de meterme la droga en la vena, y por fin, en aquel último intento, después de tomar una dosis doble varias veces, me logré meter la aguja en la vena. Caí al suelo, comencé a vomitar y entré en convulsiones. No había nadie allí que me ayudara, y nadie me podía oír. No le puedo decir cómo me daba cuenta, pero sabía que me estaba muriendo. ¿Ha notado lo que hace la gente cuando está verdaderamente desesperada? Usted se puede llamar ateo, agnóstico, o lo que quiera, pero en el momento en que se mete en problemas, y solo un milagro lo puede ayudar, grita: "¡Dios mío, ayúdame!" Dentro de cada uno de nosotros hay un "timbre de emergencia" en el espíritu que clama: "¡Dios mío, ayúdame! Tú eres el Único que puede hacer el milagro que yo necesito”. Aunque no creía ni en el cielo ni en el infierno, grité: "Dios mío, no dejes que me muera". Habia salido de la ciudad, me había ido al colegio universitario, y después a Colombia.
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Tenía todo lo que quería, con una excepción: No tenía lo necesario para ser feliz. "Dios mío", suplique, "no me dejes morir sin descubrir antes qué es la felicidad." Por un milagro de Dios, comencé a volver en sí. Me recuperé, y volví a relegar a Dios al fondo de mi mente. Poco tiempo después, fui a ciudad México para encontrarme con lo que se llama "mulas"; unos traficantes que transportaban un cargamento de cocaína procedente de Colombia. Mientras me hallaba fuera de Colombia, unos bandidos se metieron en mi casa de la montaña. Nuestros criados les habían informado a los bandidos que yo no iba a estar allí, y los habían subido en auto hasta la casa. Armados con revólveres y machetes, los ladrones entraron en la casa y atacaron a Jim y Laura. Ellos se las arreglaron para salir con vida, tomaron todo el dinero y se largaron del país. En cuestión de meses, fui desde tener todo lo que quería hasta no tener absolutamente nada. Mientras estaba sentado allí en mi cuarto del hotel en ciudad México, me tuve que admitir a mí mismo que, a pesar de que yo lo negara, era adicto a las drogas. Laura me había dicho una y otra vez que era adicto, pero yo lo negaba, y pensaba que lo podía dejar en cualquier momento. Ahora me daba cuenta de toda la verdad: no me podía ni levantar por la mañana sin las drogas. Las drogas eran mi vida. Los cambios exteriores no cambian el interior Volví a los Estados Unidos a vivir en una granja metida entre los bosques de Missouri. Comencé a vivir como un recluso: la vida sólo consistía en mi persona y mis perros. Hice todo lo que pude para cambiar. Me deje crecer el pelo, me perforé una oreja y hasta me hice vegetariano. Pensaba que estaba cambiando de verdad; que podría vivir en paz con todo el mundo. Entonces, sucedió algo que me hizo darme cuenta de que a pesar de los cambios en las circunstancias externas, por dentro no había cambiado en absoluto. En la granja vecina a la mía había un hombre que no podía tolerar el que un hippie viviera cerca de él. Un día, mientras salía para el pueblo con un amigo, note que faltaba uno de mis perros. Era un cachorro de gran danés, y con sus seis meses de edad era grande como una casa, pero era muy extraño que no estuviera con los demás perros. Mi amigo y yo buscamos por todas partes, pero no lo pudimos hallar. Teníamos que irnos al pueblo, así que dejamos de buscarlo en la esperanza de que estuviera de vuelta cuando nosotros regresáramos a casa. Por el camino, vi a mi vecino. Me detuve y le pregunte si había visto a mi perro Eric. Me parecía que habría sido muy normal en él encerrar a Eric, solo por maldad. Cuando le pregunte si lo había, visto, me dijo: "Sí. Ese perro se metió en mi propiedad, así que le pegué un tiro". Yo me reí, creyendo que estaba de broma, y le dije: "Si, claro. ¿Dónde está el cuerpo?" "Junto a la laguna", me respondió. Sólo por seguirle la corriente, caminé unos cuantos metros hasta la laguna, y allí estaba Eric, muerto, tal como había dicho aquel hombre.
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Me volví, vi que mi vecino me contemplaba con una mirada complacida en el rostro, y salté. Sabía que lo iba a matar —no sólo le iba a hacer daño-, lo iba a matar. Corrí hacia él y lo tiré contra el granero. Su esposa y sus hijos gritaban y chillaban. Él suplicaba misericordia. Mi amigo me rogaba: "Larry, no lo hagas". Todos sabían que yo estaba fuera de control. En aquel momento, no me importaba lo que me sucediera; ni siquiera si aquello significaba ir a la cárcel por asesinato. Todo lo que yo quería era vengarme. No me podía detener. Aun entonces, el Dios de amor y misericordia se estaba moviendo sobre mi vida. Cuando traté de extender el brazo para agarrar a aquel hombre por la garganta y matarlo, se me quedaron inmóviles los brazos, pegados al cuerpo. En medio de un frenesí, mientras luchaba por levantar las manos, clamé: "Dios, suéltame". Finalmente, desistí del asalto y me largué. Recogí el ensangrentado cuerpo de mi perro y me lo llevé a casa para enterrarlo. Mientras estaba cavando la tumba, dos patrulleros llegaron en su auto. Con el pelo largo, los pendientes y todo manchado con la sangre de mi perro, debo haber sido todo un espectáculo. Los policías salieron del auto y caminaron nerviosamente hacia mí. Me dijeron que había dejado realmente sacudido a mí vecino, que los había llamado, gritando que su vida estaba en peligro, "Larry", me dijeron, "sabemos cómo usted se siente..." Yo los interrumpí: “No; ustedes no tienen ni idea de cómo yo me siento. Díganle a ese hombre que voy a volver y le voy a matar todo lo que tiene”. Aunque lo decía totalmente en serio, nunca lo hice. En aquellos tiempos aún estaba vendiendo drogas, y pronto descubrí que el personaje al que le había estado vendiendo, era un agente de narcóticos. Entonces supe que había llegado el momento de largarme de allí, así que hice mis paquetes y me trasladé a Flagstaff, Arizona. Cuando todo cambió Hay mucha gente que tiene que llegar al fondo del pozo antes de hallar el camino que va hacia arriba. Aquel incidente fue el que me mostró, a pesar de todos los cambios externos que había hecho, que seguía siendo el mismo larry descontrolado que siempre había sido. Después de luchar por hacer que mi vida fuera diferente, no estaba más cerca de convertirme en la persona que quería ser en realidad. Después del incidente con mi vecino, y antes de trasladarme de allí, me encontré con un amigo que había acabado de regresar a los Estados Unidos desde el Oriente Medio. Sabiendo que yo necesitaba irme de allí, decidimos irnos para Arizona, porque yo había estado leyendo algunos libros sobre las religiones de los indios, y pensaba que tal vez podría hallar en el desierto la paz que estaba buscando. Parece algo loco ahora, pero estaba buscando a Dios con desesperación; quienquiera que fuera, y dondequiera que estuviese. Nos trasladamos a Arizona, y unos cuantos días después de asentarnos allí. Dios arregló un encuentro divino para que conociera a un cristiano nacido de nuevo. Aquel joven me invitó a ir a su iglesia con él. A mí no me gustaban demasiado los cristianos, pero acepté
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la invitación por alguna razón desconocida. Fui con él a una iglesita donde había unas treinta personas, y allí vi una película sobre la vida de Jesús. Entré en aquella iglesia con mi pelo largo, sandalias de tiras de cuero, un poncho, pendientes y drogado. No sabía orar, y por supuesto, tampoco sabía nada acerca de lo que es ser salvo y nacer de nuevo. La película comenzó, y vi cómo Jesús fue clavado en la cruz y murió. De alguna forma, entendí que había muerto por mí. Entonces supe que había hallado lo que estaba buscando. Terminé arrodillado y llorando en el altar, en el frente de la iglesia, y allí dije: "Dios mío, si eres real, entonces sé real para mí”. No tendría manera de explicarle jamás lo que sentí en el momento en que Jesús entro a mi vida. Sabía que Él atravesaba con su mirada todas mis fachadas y lo comprendía todo con respecto a mí. Él tomó toda mi angustia y derramó en mí su amor incondicional. Los años de pecado y de culpa desaparecieron de inmediato. Cuando vi a Jesús que daba su vida por mí, le di yo mi vida completamente a Él. Diez días más tarde, volví a la iglesia y recibí el bautismo en el Espíritu Santo. A la mañana siguiente, estaba haciendo mi pitillo de marihuana mientras caminaba con los perros. Miré el pitillo y dije: "Estoy tan enganchado con Jesús, que ya no quiero volver a fumar esta cosa, y que me baje de donde estoy". Verdaderamente libre En las calles de Saint Louis donde crecí, teníamos un dicho: "Una vez adicto, siempre adicto”. Según esto, cuando alguien se volvía adicto a las drogas, nunca podía cambiar. Gracias a Dios, hay otro dicho que no sólo se aplica a la gente que vive en las calles, sino a nuestros seres amados en nuestro hogar, nuestros compañeros de trabajo, nuestros amigos y nuestros conocidos del vecindario, nuestros compañeros de estudio, y los cristianos con los que adoramos al Señor; literalmente, a todas las personas en todas las situaciones y circunstancias, y en todos los lugares del mundo. Este es el mensaje: Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Juan 8:36 Había sido adicto a las drogas. Me había metido agujas en los brazos, algunas veces entre diez y doce veces al día. Pero hace veinticinco años, me liberó el poder de un Dios amoroso y compasivo, y durante más de veintitrés de esos años he viajado por el mundo compartiendo mi testimonio. En prisiones e iglesias; en escuelas y en reuniones del gobierno, he relatado la forma milagrosa en que Jesús me hizo libre de la fortaleza de la adicción a la heroína y la cocaína. Pero también experimenté la liberación de Dios en otro aspecto de mi vida. NO SÓLO HALLÉ AQUELLO AGRADABLE, SINO QUE DESCUBRÍ QUE LA
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VENTA DE DROGAS ES UN NEGOCIO DONDE SE MUEVE MUCHO DINERO.
Capitulo 2 Las maldiciones generacionales Hace algunos años, mientras me preparaba para una entrevista para el programa Praise the Lord de TBN, mis buenos amigos Laverne y Edith Tripp entraron y me preguntaron: "Pastor, ¿de qué quiere hablar esta noche?" Yo les dije: "Bueno, ustedes saben que yo siempre he compartido mi testimonio acerca de la forma en que Dios me liberó de las drogas y de la vida en las calles, pero en lugar de compartir mi testimonio, hablemos un poco acerca de lo que Él me ha estado mostrando en su Palabra". Laverne accedió amablemente, pero durante nuestra entrevista en vivo, me dijo: "Larry, sé que no tenemos pensado hablar de su testimonio, pero siento con todo el corazón que Dios quiere que comparta algo que libere a la gente en esta noche". Yo siempre había estado dispuesto a hablar de que había sido vendedor de drogas, adicto y todo lo que acompañaba a ese estilo de vida, pero nunca había hablado de un aspecto determinado de mi testimonio, por dos razones: una, que me sentía avergonzado de él, y otra, que había batallado con ese problema incluso después de ser ya un cristiano nacido de nuevo. En aquel momento lo comencé a compartir en público por vez primera. Cuando nací de nuevo, Dios me liberó de las drogas de inmediato, y me profetizaron que entraría al ministerio. Todos decían que yo iba a ser un hombre de Dios, así que iba a la iglesia, levantaba las manos y alababa al Señor. Ministraba por las calles y la gente recibía la salvación. Todo parecía estar bien, pero tenía unas heridas internas que no se habían sanado. Aquellas heridas estaban infectadas en lo más profundo de mi ser, y nadie lo sabía; esto es, nadie menos mi esposa Tiz. Algunas veces, tenía que usar maquillaje para cubrir el moretón o el labio hinchado que resultaban cuando mis cicatrices internas hacían erupción en medio de una furiosa ira dirigida contra ella. Nadie más era capaz de adivinar mi oscuro secreto: es decir, nadie menos el extraño que conducía demasiado despacio para mi gusto, o que se me metía delante en la carretera. Aquella persona también era blanco de una erupción de mi ira, manifestación de generaciones de ira y violencia. En aquellos días, estoy seguro de que nuestros vecinos estaban totalmente confundidos. Nosotros les testificábamos sobre el amor de Jesús; nos veían ir a la iglesia varias veces
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por semana, y mientras tanto, me oían gritar e insultar a mi joven esposa quien supuestamente amaba con todo el corazón. Aquella ira explotaba dentro de mí con muy poca provocación de su parte, y me avergüenza admitir que golpeé varias veces a mi esposa, incluso estando ella embarazada, Sí: le pegue a mi encantadora esposa embarazada con la fuerza suficiente para tirarla al suelo. Todo el mundo tiene sus días malos, pero mis días malos estaban repletos de una ira que algunas veces se convertía en días de furia incontrolable. En los primeros años de nuestro matrimonio, Tíz trató una y otra vea de hacer que yo fuera a hablar con mi pastor, pero yo no quería ir. Me senda avergonzado y confundido. Para mí, pensar que tenía un problema de ira era sentir una humillante desgracia. Detestaba esa parte de mi persona. Trataba con desespero de cambiar, pero no podía. Y me preguntaba si alguna vez hallaría la manera de liberarme de esa maldición. Cuando llevábamos ya unos cinco años de casados, estaba pastoreando nuestra segunda iglesia en Australia. Un día mi hijo, que era un niño muy menudo, hizo algo que me enojó, y yo lo lancé contra la pared. Aunque habían desaparecido las drogas, y me había cortado el cabello, me daba cuenta de que dentro de mí seguía pasando por momentos en los cuales perdía el control. "Dios mío", suplicaba, "¿por qué soy así? Ya es hora de dejar de negarlo. Tengo un verdadero problema y necesito ayuda". Fue entonces cuando comencé a estudiar las Escrituras y aprender a quebrantar esa cosa; esa maldición de ira que había en mi familia y en mi vida, Pero debido a mi vergüenza y mi confusión, nunca enseñé sobre este tema, ni lo compartí con nadie... hasta aquella noche en TBN. Después de haber enseñado aquello en TBN, cuando ya nos preparábamos para partir, no podían encontrar al conductor que me debía llevar de vuelta al hotel. Por fin supimos que, junto con otras personas tomadas de entre el público del estudio, nuestro conductor había tenido que tomar un teléfono, por la cantidad tan grande de llamadas, que estaban entrando. Cuando compartí mi problema con la ira, y la forma en que Dios me había liberado de él, sus teléfonos comenzaron a recibir llamadas de todas partes. A raíz de aquella entrevista, recibimos miles de cartas y de llamadas telefónicas donde nos pedían que oráramos con la gente, sólo en el aspecto de la ira. Hubo quienes escribieron: "Yo soy el hombre de Dios en el pulpito, pero soy Atila el huno cuando llego a casa". Otros se identificaban con mi testimonio, diciendo que mi experiencia era exactamente igual a lo que ellos estaban pasando. Necesitados de reparación La mayoría de nosotros pensamos que cuando recibamos a Jesús como Salvador, automáticamente vamos a ser perfectos. Lamentablemente, eso no es cierto, Alguien lo dijo de esta forma: "La iglesia es como un taller de chapistería: hay autos chocados en diversas etapas de reparación". Llegamos con toda clase de problemas que es necesario arreglar.
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Quiero decir con toda claridad ahora mismo que el Señor nunca nos condena por nuestro pasado. El diablo es el que nos acusa, nos condena y trata de convencernos de que Dios está enojado con nosotros, y de que somos una causa perdida, sin esperanza y desvalida. Siempre debemos recordar que Dios no nos está señalando con Índice acusador. Lo que está haciendo es extender la mano para ayudarnos. Jesús nunca nos dice: "Vete a limpiar y después ven a mí". Lo que nos dice es que cuanto tenemos una carga o un problema, debemos acudir a Él. Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. -Mateo 11:28 Nuestra salvación y nuestra relación continua con Jesús son una de esas fiestas de "ven tal como estés”. Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo. -Filipenses 1:6 Antes de que sigamos adelante, quiero explicar brevemente lo que es una maldición de familia, o generacional. La primera vez que se usa la palabra "iniquidad" con relación a las maldiciones generacionales, es en Éxodo 20:5. Ésta es la escena: Dios le está dando a Moisés los Diez Mandamientos. En el versículo 3 nos ha ordenado que no tengamos otros dioses fuera de Él, y después, en los versículos 4 y 5 nos ordena que no hagamos ídolos, ni nos inclinemos para adorarlos. Si lo hacemos, nuestra iniquidad visitará a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Dios nos prohíbe que nos inclinemos para adorar a un ídolo, y es ídolo todo aquello que amamos y reverenciamos más que a Él. Lo qué está diciendo es que, cuando adoramos a un ídolo, estamos permitiendo que nos gobierne algo que no es Él, y que nos haga inclinarnos para servirle. Cuando hacemos eso, el espíritu que opera a través de ese ídolo entra a nuestra vida, no sólo para hacernos a nosotros inclinarnos ante él una y otra vez, sino que también va a pasar de nosotros a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos, haciendo que se inclinen ante él. De esta forma, ese espíritu de iniquidad se convierte en una fuerza interior que hace que tanto nosotros como las generaciones que nos sigan, nos inclinemos o cedamos ante su naturaleza destructora. Un espíritu de iniquidad puede estar en su vida a causa de algo que usted haya hecho, pero también puede haber caído sobre usted a causa de algo que un miembro de su familia hizo, años antes de que usted naciera. Se puede tratar de una iniquidad, o maldición de familia, que ha pasado de una generación a la siguiente a causa de algo que sucedió en su familia, o de algo que le sucedió a su familia, Permítame darle algunos ejemplos. Si en una familia hay una ira que no es natural, es posible que los padres la tuvieran, y ahora la tienen sus hijos. Si el padre o la madre, o incluso los abuelos, tuvieron una historia de divorcio, es posible que sus hijos se estén
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enfrentando también al divorcio. ¿Ve lo que quiero decir? Este espíritu de iniquidad —en este caso, de divorcio—, pasa de una generación a la siguiente. La iniquidad se puede presentar de muchas formas: el abuso de las drogas, la pobreza, los desórdenes en la comida, el suicidio, los hijos habidos fuera del matrimonio, etc. No hay límites. Cuando yo viajo para enseñar esto, cada vez que creo haber oído hablar de cuanta maldición de familia existe, escucho algo nuevo. Pero le quiero asegurar esto: Jesús siempre viene y los libera. Por lo general, se pueden rastrear a la historia familiar de la persona los rasgos y esquemas de conducta destructores en la personalidad, las adicciones, las tendencias suicidas, el divorcio, las enfermedades, la depresión, la ira y el funcionamiento incorrecto en la vida. Las estadísticas señalan, y todo el mundo lo sabe en la actualidad, que la persona que haya sido maltratada física o emocionalmente en su niñez tiene fuertes probabilidades de maltratar a alguien a su vez cuando llegue a la edad adulta. Los hijos de alcohólicos que detestaban la conducta de sus padres, muchas veces se convierten también en alcohólicos, y la lista de ejemplos sigue. Un triste ejemplo de esto es el niño al que se ha maltratado física o sexualmente. Este niño ha pasado por el torbellino, el quebranto y la angustia de que lo maltratara uno de sus padres o un pariente, y cualquiera creería que una persona que haya sufrido el trauma de un maltrato así sería la última en infligir semejante horror sobre otra persona. Sin embargo, es muy probable que ese individuo maltrate a sus hijos o, si no los maltrata, se convierta en una persona enojada y autodestructiva. ¿Por qué? Porque el espíritu de iniquidad —la cosa que los impulsa a hacer lo que ellos saben que no deben hacer— ha sido pasado de una generación a la siguiente. Las maldiciones generacionales —maldiciones que son pasadas de un miembro de la familia a otro, una generación tras otra— han existido desde la desobediencia de Adán. ¿Quién fue el primer pecador? Adán. ¿Quién fue el primer asesino de la Biblia? Caín, el hijo de Adán. ¿Quién fue el segundo asesino? Lamec, descendiente de Caín, ¿Por qué? Porque la iniquidad había pasado de generación en generación entre los descendientes de Adán (vea Génesis 4:8, 23), Algunas veces, el espíritu que pasa de una generación a otra es el mismo, pero el diablo lo trata de disfrazar y lo hace parecer como algo totalmente diferente. En una ocasión estaba orando por una dama que quería romper una maldición de familia que la estaba atando a ella, y también a sus hijos. Cuando le pregunté de qué se trataba, me dijo que durante varias generaciones, diversos miembros de la familia habían muerto de obesidad, sin ser capaces nunca de controlar lo que comían. Ahora había gente en su familia que sufría de anorexia, y se mataba a sí misma de hambre. Era el mismo espíritu que destruía por medio de los hábitos al comer, pero con una operación diferente. En esta situación, la maldición estaba en la familia, pero hay también maldiciones que caen sobre una familia. Le daré un ejemplo que es conocido en el mundo entero: el que la prensa ha dado en llamar "la maldición de los Kennedy". Cuando nos dimos cuenta primeramente, fue al ser asesinado el presidente John F. Kennedy, pero volvió a ser noticia con la trágica muerte
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de su hijo John Jr. Los medios la llaman maldición de familia y, aunque no la comprendan, tienen toda la razón. En realidad, antes del presídeme Kennedy hubo otros que murieron antes de que hubiera llegado su hora, y en su familia ha habido otras muertes entre la suya y la de su hijo. Tal vez ellos no sepan con exactitud de que se trata, pero parece evidente que en sus vidas hay una fuerza que les trae la destrucción, y que es pasada de una generación a la siguiente. Si en su familia no hay nadie que se ponga en pie para romperla en el nombre de Jesús y por medio del la sangre que Él derramó en la cruz, seguirá adelante. Es posible que en su familia haya enfermedades o dolencias, desastres económicos, o incluso un temor irracional que surja de una maldición de familia. Todo espíritu que trate de hacerle daño y causarle angustia a usted, o a los miembros de su familia, podría estar presente debido a algo que sucedió en el pasado familiar, y que es posible que usted ni sepa. Me encantaría hacerles saber a los Kennedy y a otros como ellos que no es Dios quien les está haciendo esto. El que viene a hurtar, matar y destruir es el diablo. Más adelante entraré en más detalles para explicar la revelación que he visto en la Palabra de Dios con respecto a estos asuntos. Entonces, usted va a poder, no sólo reconocer la raíz del problema, sino también recibir su respuesta sobre si se trata de una maldición de familia en su vida o sobre ella. Por ahora, me limito a asegurarle de manera absoluta que cuando el Hijo lo haga libré, usted va a ser verdaderamente libre. Se puede terminar Maldiciones de familia. Maldiciones generacionales. La iniquidad del padre es transmitida hasta la tercera y cuarta generación. ¿Le parece algo deprimente y sin esperanza? No lo es. Cada vez que el diablo presenta un problema. Jesús ya ha presentado la respuesta. Tenemos Un ejemplo de esperanza en la ramera Rahab. La casa de esta cananea estaba en la muralla de Jericó. Muchos hemos leído Josué 6, y sabemos que esa muralla se vino abajo después de que los hijos de Israel marcharan siete veces alrededor de ella, tal como Dios les había indicado. Toda la ciudad de Jericó fue destruida, con excepción de Rahab y su familia. Porque había escondido a los espías hebreos que se habían infiltrado en la tierra de Canaán, la Tierra Prometida, para espiar antes de que el pueblo entrara en ella, Rahab fue respetada junto con sus padres, sus hermanos y todo lo que ella tenía (Josué 6:25 ). Por ser cananea, Rahab se hallaba bajo la maldición de los cananeos, que había comenzado generaciones antes, cuando Noé se había embriagado y su hijo Cam "vio la desnudez de su padre". Cualquiera que fuera el acto perverso que se produjera mientras Noé estaba embriagado, al final éste declaro que quedaba maldito Canaán, el hijo de Cam (vea Génesis 9:18-25). Rahab rompió la maldición que había sobre su familia a través de su antepasado Canaán, al salvarles la vida a los hombres de Dios. El cordón escarlata que puso en su ventana cuando Israel atacó, era un símbolo del poder liberador que tiene la sangre de Jesús (vea Josué 2:14-21). Al igual que Rahab, usted también puede romper la maldición de su familia. Puede bendecirla. Esa maldición tuvo un comienzo, y puede tener un final. Esto ha sido así en mi
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propia familia. Ya le conté como fue mi niñez, y cómo una maldición generacional trató de repetirse en mi vida. Cuando fui liberado, la rompí también para mis hijos y para los hijos de mis hijos. Mi hijo Luke es un ejemplo de la forma en que Dios ha roto la maldición generacional que había sobre mi familia. El año pasado, fue a un viaje misionero con el grupo de jóvenes de nuestra iglesia. Cuando regresó, nos dijo que estaba caminando con un amigo por una calle de Kingman, en Arizona, y el Señor los comenzó a inquietar sobre la necesidad de testificarles a dos hombres. Lucas y su amigo se decían: "Sólo somos adolescentes. Se van a reír de nosotros si les empezamos a hablar del Señor". Los dos hombres tenían el aspecto de estar realmente angustiados. Lucas me dijo que le vino el pensamiento de que la verdad sigue siendo la verdad, tanto si la dice un jovencito de dieciocho años, como si la dice un hombre de sesenta. Entonces añadió: "Papá, nos acercamos a aquellos dos personajes con aspecto de miembros de una banda de motociclistas, y era cierto que estaban pasando por momentos difíciles. Descubrimos que hacía muy poco tiempo que eran cristianos. Acababan de recibir la salvación en una reunión de los Cumplidores de Promesas. A pesar de esto, la esposa de uno de ellos lo había dejado, y estaba viviendo con un amante que te estaba maltratando físicamente a los hijos. '"Aquellos dos hombres estaban sentados, hablando sobre la situación, y uno de ellos le decía al otro: Algunas veces me pregunto si Dios tiene verdadero interés en mí. Fue entonces cuando nos acercamos a ellos y comenzamos a compartir con ellos el amor de Jesús. Aquellos hombres comenzaron a llorar, después oraron el uno por el otro y nos dijeron: “¿Saben Una cosa? Nosotros sabemos que Jesús es real. Si Él está dispuesto a enviar a dos jóvenes cómo ustedes desde Portland, en Oregón, hasta Kingman, en Arizona, paca que les testifiquen a dos personajes de nuestra edad, estamos seguros de que Dios se va a encargar de las cosas”. Cuando Luke me dijo aquello, se echó a llorar. Se levantó, se me acercó, me rodeó el cuello con los brazos y me dijo? Papá, ¡qué carga tan grande tengo por las almas!" No sólo me sentí lleno de gozo por mi hijo, sino que también alabe al Señor porque la esclavitud de las maldiciones e iniquidades que había existido en mi familia estaba rota. Le doy gracias a Dios de que mi hijo me pudiera abrazar, y sentirse seguro conmigo. Él no tiene por qué pasar por todo lo que yo pasé, porque la sangre de Jesús ha quebrantado la maldición que trajo tanta devastación y tanta destrucción sobre mi familia. Mi hijo y mis dos hijas son líderes en nuestra iglesia y en sus escuelas. Aman a Dios con todo el corazón, y me sorprendo continuamente por el gozo y la libertad en Dios que es tan evidente en su vida. Quienquiera que usted sea, y cualquiera que sea la situación a la que se esté enfrentando. Dios no solo quiere romper la maldición, sino también invertirla. Mis hijos no han recibido la maldición, sino que en su lugar, tienen un espíritu de paz y de gozo. ¡La maldición ha sido invertida! Hay muchos que quieren ayuda v liberación, pero no saben dónde acudir. No han oído que la sangre de Jesucristo los puede liberar, tanto a ellos como a su familia, de las
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maldiciones generacionales. Algunos dicen: "Con que pudiera ver un milagro, me bastaría para creer". Pues bien, yo soy un milagro de Dios. Mi vida ya no está llena de la ira y la violencia destructoras que me solían dominar. Me encanta hablarles a las personas en las Iglesias, las prisiones y las escuelas -dondequiera que tengo la oportunidad de hablar— sobre el hecho de que Jesucristo las puede liberar de lo que las mantenga aprisionadas, de la misma forma que a mí me hizo libre. El reconocimiento de las maldiciones Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento, -Oseas 4:6 Lea de nuevo este texto bíblico. Dios dice: "Mi pueblo". No habla de los que no son salvos, de la gente mala, o de los que tienen una religión falsa, sino de su pueblo. Es su pueblo el que es destruido, y por una razón: por falta de conocimiento. En otras palabras, perecemos porque no comprendemos lo que dice la Palabra de Dios en realidad. Muchas veces oímos decir: "¡No se puede maldecir a los cristianos! Nosotros tenemos a Jesús, Él tiene un nombre sobre todo nombre". En cierto sentido, tienen toda la razón. Su nombre está por encima de las drogas, de la ira, de las enfermedades y dolencias, del divorcio o del suicidio. Pero nosotros necesitamos saber cuándo y cómo usar ese nombre y el poder de su sangre. Los problemas no desaparecen cuando se los ignora. Esto sólo les permite crecer y terminar extendiéndose a otros miembros de nuestra familia. Lo primero que necesitamos comprender es que las maldiciones son reales. Si usted habla de maldiciones en el África, en una reservación de los navajos, en Fiji o en algún país remoto, la mayoría de la gente va a entender lo que está hablando. Durante siglos se han contado historias sobre brujos, magia negra y magia blanca, vudú, y las extrañas cosas sobrenaturales que suceden en ciertas partes del mundo. En cambio, en Europa y América del Norte, la gente es predominantemente lógica, y piensa al estilo de occidente. No comprendemos esto de la causa y el efecto en el mundo espiritual. ¿Cómo encuentra el diablo una puerta para entrar a nuestra vida y echar a andar una maldición de familia o generacional? Tiene que haber una puerta para que entre por ella la maldición. Si no comprendemos cómo nos hemos metido en esas situaciones, entonces no sabremos salirnos de ellas. Los sucesos de la vida no son sólo accidentes lamentables, producidos al azar. Hay un lado espiritual invisible en todo lo que sucede dentro el mundo físico visible. Aunque no veamos la gravedad, sí vemos sus efectos. Tal vez no reconozcamos las maldiciones, pero sí experimentamos sus consecuencias. Cuando usted va al médico, aun antes de que él lo vea, usted tiene que llenar un formulario. En él se le hacen preguntas como éstas: "¿Hay algún historia, de cáncer, diabetes, dolencias del corazón, adicción a drogas, enfermedades mentales, etc., en su familia?" Le pide todo el historial médico de su familia. Los doctores necesitan saber esto para llegar con rapidez a la raíz de su problema actual y ayudarlo a evitar problemas de salud en el futuro. Se lo preguntan para que usted pueda ser sanado y permanecer sano; no para asustarlo o condenarlo.
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De igual forma, Jesús, el Gran Médico, quiere que seamos sanados y permanezcamos sanos. Por eso nos pregunta: "¿Hay en tu familia algún antecedente de ira, divorcio, suicidio, pobreza, o algún otro problema que parezca aquejarte sin que te puedas librar de él?" Jesús nos enseña en su Palabra que los problemas actuales de su vida pueden ser causados por la iniquidad en el pasado de nuestra familia. Él vino para darnos una salud total. Es interesante que en lo natural, el médico sepa que muchos problemas se basan en la sangre. Lo que usted está a punto de descubrir es que, en lo espiritual, la respuesta a todos los problemas ya le ha sido dada por medio de la sangre de Jesucristo, Vemos que el pueblo de Dios es destruido en todos los aspectos de su vida -en su familia, su economía, su fuerza de voluntad, su salud y sus relaciones con otras personas— porque no reconoce las maldiciones. El diablo trata de hacer caer todo tipo de cosas sobre el pueblo de Dios por medio de ellas. Es posible que la maldición no tenga que ver con las drogas o el alcohol. Tal vez sea una enfermedad. ¿Por qué sucede que las personas con unos antecedentes familiares de cáncer, problemas del corazón y enfermedades mentales tienden a sufrir estos mismos problemas exactamente? La maldición puede ser la pobreza. Hay quienes dan ofrendas y también diezman, pero cada vez que empiezan a mejorar de situación, viene el diablo y les roba lo que Dios ha estado trayendo a su vida. También se puede tratar del divorcio. Hay quienes se han divorciado cuatro, cinco o seis veces, Entonces, sus hijos también se divorcian, y se repite ese ciclo de matrimonios rotos y familias destrozadas. No se debe a que sean malas personas, sino a que la iniquidad ha ido pasando de una generación a la siguiente. Debemos reconocer la fuente del mal, y la provisión hecha por Dios para quebrantar el poder del enemigo. El ladrón [el diablo] un viene sino para hurtar y matar y destruir. -Juan 10:10A (Inserción hecha por el autor) Los propósitos del enemigo están claros, pero entonces, necesitamos saber también qué es Io que Dios tiene para nosotros. ¿Qué nos quiere dar Dios? Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma, -3 Juan 2 Dios no viene para matar, robar y destruirle la vida. Él es el dador de la vida. A través de Jesucristo, tenemos victoria sobre la destrucción planificada por el diablo para nosotros, y podemos entrar en la plenitud de la bendición de Dios para nuestra vida. No tenemos porque tener miedo de las maldiciones. Lo que sí necesitamos es reconocer y aprender a destruir estas obras del diablo en nuestra vida. Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento*
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-OSEAS 4:6 Lo primero y más importante de cuanto necesitamos conocer, es que Dios envió a su Hijo único para que muriera por nosotros (vea Juan 3:16). El anhelo de Dios es que todo ser humano, hombre o mujer, joven o anciano, bueno o malo, se arrepienta y camine en su justicia y su bendición. Así que, cualesquiera que hayan sido sus pecados del pasado, o cualesquiera que sean sus circunstancias del presente, Dios se le quiere acercar; está dispuesto a aceptarlo tal como usted está, y liberarlo. Quiere bendecirlo, Los sucesos y las circunstancias de su pasado que lo están manteniendo en esclavitud no se pueden cambiar, pero su futuro sí. Usted mismo puede ser transformado de dentro a fuera. Dios sólo quiere cosas buenas para usted, pero sobre todo, quiere hacerlo libre. Entonces, usted va a poder recibir y experimentar sus mayores riquezas, y servirles de bendición a otros. Usted no puede cambiar su pasado, pero sí puede transformar su futuro. Él le va a dar gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado (Isaías 61:3). Lo que una vez pareció un bosque quemado por completo, El lo va a convertir en una cima de montaña cubierta de nieve. Dios le va a dar libertad donde había esclavitud. Le va a dar bendición donde había maldición. Y por medio de usted, esa bendición podrá pasar a toda su familia en las generaciones futuras. Hoy mismo pueden quedar rotas para siempre todas las maldiciones que haya sobre su vida. AL IGUAL QUE RAHAB, USTED TAMBIEN PUEDE ROMPER LA MALDICIÓN DE SU FAMILIA. PUEDE BENDECIRLA. Capítulo 3 ¿De dónde salió eso? Se ha hecho alguna vez esa pregunta: "¿De dónde salió eso?" O tal vez: "El Por qué soy así?" Tal vez la pregunta no se refiera a usted, sino a su cónyuge. O tal vez se refiera a sus hijos, o a sus nietos. Si usted es pastor, o psiquiatra, tal vez sea así: "¿Cómo llego hasta la raíz del problema que tiene esta persona, para que pueda tener una vida feliz y realizada?" Todo comienza cuando usted es lo suficientemente osado como para empezar con una oración, y ser sincero al respecto. Cuando lo haga, le prometo que el Hijo, quien es el Sol de justicia, resplandecerá y le dará la respuesta. Hace un par de años recibí una llamada de un ministro amigo mío, a quien he conocido por años. Estaba pastoreando una iglesia de la zona de Chicago cuando me llamó para
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decirme: "Mire, hermano, no voy a poder llegar a la conferencia de este año". Cuando le pregunté por qué, me respondió: "Voy a dejar el ministerio, voy a dejar mi iglesia, voy a dejar a mi esposa y a mis hijos, y me voy a mudar a otro lugar". Cuando yo le pregunté cuál era el problema, me contó que a lo largo de todo su matrimonio, su esposa entraba en una profunda depresión cada dos meses o así, y a veces ni siquiera salía de la cama, no quería cuidar de los niños, ni tampoco ir a la iglesia. Me dijo: "Esto está destruyendo nuestro matrimonio, nuestra familia y nuestro ministerio. No lo puedo seguir soportando". Yo le respondí: "hermano, antes de que se separen, háganme un favor: vengan a verme". Cuando vinieron y se reunieron con nosotros, yo le pregunté a su esposa cuál era el problema. Ella comenzó a decirme que cuando caía en la depresión, ésta se apoderaba por completo de su vida. Yo le pregunté: "¿Cuándo comenzó a suceder eso?" Ella me dijo: "Pastor, yo no..." Yo repetí la pregunta: "¿Cuándo comenzó a suceder eso?" Entonces ella me comenzó a contar una historia desgarradora. Cuando era niña, su padre se deprimía con frecuencia. Se sentaba y se ponía a trenzar cuerdas, hacer nudos de ahorcado y amenazar con colgarse. Entonces, un día, cuando ella tenía siete años, oyó un ruido extraño en la sala. Corrió allí y encontró a su padre colgado de una soga atada a una de las vigas. Ella gritó, y trató de sostenerlo en alto. Gritó pidiendo ayuda, y su madre llegó corriendo desde la cocina. Gracias a Dios, pudieron cortar la soga, bajarlo y salvarle la vida. Sin embargo, desde aquel día, la depresión del padre se pasó a la hija. Yo le dije: "Vamos a orar, y a romper esa maldición familiar que lleva encima. Y cuando Dios lo haga, esto nunca más va a volver a usted". Comenzamos a clamar por la sangre de Jesús sobre su vida, y por su liberación. Aquella misma noche, mas tarde, su esposo me llamó para decirme: "Mi esposa sigue en la sala. Está levantando los brazos, cantando y adorando a Dios. ¿Qué hago?" Yo le dije: "Deje que siga adorando". Al día siguiente me llamó y me dijo: "Cuando me levante para ir a trabajar, ella seguía en la sala, adorando y alabando a Dios". Hoy en día, este matrimonio está pastoreando una nueva iglesia. Están experimentando un avivamiento, y la iglesia ha tenido un crecimiento increíble. Su matrimonio y su familia nunca han estado mejor. La depresión se ha marchado por completa, y por fin están experimentando todo el gozo, las bendiciones y el derramamiento de Dios sobre su matrimonio y su ministerio, que habían estado detenidos durante tantos años. Lo voy a decir de nuevo: Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34). Lo que El hizo por estas personas al romper su maldición de familia, lo puede hacer también por usted hoy. Grietas debajo de la superficie
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Hace algunos años, me hallaba en Los Ángeles filmando nuestro programa de televisión, y estábamos parando en un hotel que se hallaba frente a los Estudios Universal. Yo entré al baño para lavarme los dientes, y noté que había papel en el espejo donde se decía lo que se debía hacer en caso de terremoto. Cuando miré por la ventana del hotel, pude ver muchas casas, edificios, los Estudios Universal, el centro de Los Ángeles y una carretera. En la superficie, todo parecía estar bien y en perfectas condiciones. Pero la razón por la cual el hotel había puesto allí aquella lista, es porque sabían que aunque todo pareciera estar bien en la superficie, debajo de la superficie había fallas o grietas que corrían por debajo de la ciudad. Aunque por el momento estaban inactivas, cuando las circunstancias fueran las debidas, la situación fuera la debida y las presiones fueran las debidas, aquellas fallas se podían mover, y causar un terremoto que podía llevar la destrucción y la devastación a aquella superficie que parecía tan perfecta. Pero la palabra "falla" también puede hablar de una grieta, o una debilidad en su vida, en su carácter o en su personalidad, que se halla debajo de la superficie. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. --Santiago 5: 16 Veamos más de cerca este texto bíblico, porque no es la verdad la que nos hace libres, sino la verdad que nosotros sabemos, o la que nosotros comprendemos. Las fallas no son las debilidades que todo el mundo ve de vez en cuando. Son esas grietas escondidas que yacen debajo de la superficie. Cuando la presión y las circunstancias sean las debidas, esas fallas se pueden levantar para destruir su futuro, su matrimonio, su ministerio y las bendiciones que Dios tiene para usted. Confesar unos a otros Cuando hablo de ser liberado, no estoy hablando de aprender a controlar la depresión, la ira o cualquier otra falla. Estoy hablando de quedar libres de esa falla para siempre. ¿Cómo lo logramos? Santiago .5:16 habla de confesarnos nuestras ofensas unos a otros. Necesitamos confesar esas fallas que yacen bajo la superficie; confesar las grietas que estamos cubriendo con un cierto estilo de personalidad, y confesar las presiones que podrían producir un destructor terremoto en cualquier momento. El concepto de la confesión es muy difícil de captar para los cristianos, porque tenemos la idea equivocada de que se supone que seamos perfectos desde el mismo momento en que llegamos a ser salvos. Sin embargo, ninguno de nosotros lo es. No nos debería ser difícil confesarnos mutuamente nuestras faltas, porque todos tenemos cosas en nuestra vida, en las cuales Dios nos está tratando de dar liberación y sanidad espiritual. Por eso, cuando la Biblia nos dice que confesemos esas cosas, eso es exactamente lo que necesitamos hacer. El que seamos cristianos no significa que no haya falla alguna en nosotros. Cuando Tiz y yo estábamos recién casados, todos los pastores y evangelistas que se nos acercaban, profetizaban sobre mí diciendo: "Vas a ser un gran hombre de Dios, y Dios te va a dar un ministerio que va a ir por todo el mundo". Pero no se daban cuenta de que yo
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tenía un problema muy serio de ira y de violencia. No sabían que cuando volviera a casa, iba a golpear a mi esposa, o que iba a estallar en una furiosa ira que algunas veces no podía controlar. Aquella ira y aquella violencia estaban destruyendo mi vida, e iban a destruir mi familia. Es un milagro que Tiz no me abandonara. Cuando por fin me calmaba, Tiz me decía: "Necesitarnos buscar ayuda. Necesitamos hablar con alguien para que nos aconseje". Yo no quería hacerlo, porque pensaba que los cristianos debían ser perfectos. Si se suponía que yo fuera perfecto, ¿cómo podía confesar esas imperfecciones para conseguir ayuda? Pero Santiago nos dice a todos que nos confesemos nuestras faltas unos a otros. Esto no fue escrito para los no creyentes, sino para los creyentes. Debemos hallar a alguien a quien le podamos confesar estas cosas: "Tengo este problema y necesito ayuda". La razón por la que no quería confesar era que no sabía por qué me enojaba tanto a veces. Me preguntaba: ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por qué soy así? Por qué tengo esto en mi vida a pesar de que soy cristiano, a pesar de que soy nacido de nuevo, e incluso a pesar de haber sida liberado de tantas cosas tan horribles. ¿Por qué está esto en mí? Una vez más, no es sólo la verdad la que lo va a liberar, sino el conocimiento de la verdad. Recuerde: el pueblo de Dios es destruido por su falta de conocimiento. Es posible que usted sufra de una maldición generacional, no porque sea una mala persona, un mal cristiano o alguien peor que los demás. De hecho, hasta es posible que no sea culpa suya. Ya hablamos antes de que la iniquidad puede venir como un espíritu que se acerca a usted, o como algo que usted hereda. Pero comoquiera que llegue, Santiago le dice que confiese sus fallas —las cosas que se encuentran bajo la superficie— para poder recibir sanidad. ¿Cómo llegaron allí esas fallas? El Señor me ha mostrado que las fallas pueden recaer sobre usted de manera directa, o se le pueden unir procedentes de generaciones pasadas, debido a la iniquidad de los padres. No hay maldición sin causa Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en el. -Juan 9:1-3 Jesús les dijo a los discípulos que la ceguera de aquel hombre no se debía a una maldición generacional, pero lo que yo quiero que usted note es lo que los discípulos pensaban que era. Según el pensamiento religioso de aquellos tiempos, el que nacía ciego era porque Dios lo había maldecido. Ahora bien, no limite esta comprensión a alguien que tenga un problema o una incapacidad de tipo físico. La pregunta va más allá de un "¿Por qué es ciego este hombre?" Esa pregunta podría ser: "¿Por qué se ha divorciado tanto? ¿Por qué siempre está enojado? ¿Por qué está tan deprimido? ¿Por qué tiene problemas a la hora de comer? ¿Por qué tiene tendencias suicidas? ¿Por qué
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nunca sale de pobre? ¿Por qué este niño siempre está descontrolado? ¿Por qué hay esta maldición sobre la vida de esta persona? Lo que Jesús no les dijo a sus discípulos fue: "¡Eso es ridículo! ¡Qué pregunta tan absurda!", porque aquella gente comprendía la transferencia espiritual, o el principio de causa y efecto espirituales. Comprendían que muchos de los problemas de la vida tienen una raíz espiritual. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. —2 Tesalonicenses 2:7 La palabra "misterio" procede del vocablo griego mystérion, cuya raíz básica significa "cerrar la boca" Y la palabra griega traducida como 'iniquidad" es anomía, que significa "una violación de la ley; maldad y falta de justicia". Entonces, ¿qué nos dice esto? Que alguien está manteniendo la boca cerrada con respecto a algo que es malo. Cuando vemos el significado del término "iniquidad" en el Antiguo Testamento, notamos que en el contexto de los versículos de las Escrituras donde se usa, la iniquidad es una fuerza espiritual que nos presiona y nos empuja a inclinarnos o ceder bajo su destructora naturaleza. A partir de este versículo del Nuevo Testamento, podemos ver que para ser liberados de la iniquidad, tenemos que hablar la verdad, mencionar por nombre la iniquidad de lo que es, confesar la falla y declarar que la sangre de Jesucristo nos ha hecho libres. Porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen. —ÉXODO 20:5 La palabra "iniquidad" aparece en la Biblia más de trescientas veces. Yo creo que Dios quiere que sepamos que sin Jesús, y sin la comprensión de que su sangre nos ha hecho libres, las iniquidades son pasadas de los padres y madres a los hijos, y a los hijos de los hijos. La iniquidad de los hijos denota la existencia de una maldición que no es consecuencia de algo que ellos hicieran, sino de algo que sucedió en la vida de sus antepasados, y vino a recaer sobre ellos. ¿Será que algo sucedió en la vida de nuestros abuelos, y debido a eso, ha caído una maldición sobre nosotros? Literalmente, hemos heredado una maldición familiar. Nuestros padres pecaron, y han muerto; y nosotros Llevamos su castigo. —LAMENTACIONES .5:7 He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. --SALMO 51:5
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Usted y yo heredamos la iniquidad de nuestros antepasados. Las debilidades nos fueron transmitidas por medio de la concepción, y heredamos una fuerza espiritual maligna dentro de nosotros, que hizo que nos inclináramos ante su naturaleza destructora. Heredamos las fallas de nuestra familia. Verdad y lógica La pregunta que le hicieron a Jesús los discípulos se refería a algo que usted y yo, como personas occidentales, no comprendemos. Le dijeron: "¿Por qué este hombre tiene semejante maldición encima? ¿Se debe a algo que él hiciera, o a algo que hicieron sus padres?" En nuestro mundo occidental se nos enseña a pensar con el intelecto, y no espiritualmente. Se nos enseña a pensar de manera razonable, lógica y racional. Recuerdo haber oído de un estudio que hizo el gobierno de los Estados Unidos en diversos países del tercer mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Los investigadores de los Estados Unidos creían que la gente de los países del tercer mundo no era tan inteligente como la gente occidentalizada, así que les hicieron esta pregunta: "Si el algodón no crece en climas fríos, y Londres tiene un clima frío, ¿crece el algodón en Londres?" Su respuesta era: "No sé. Nunca he estado en Londres". Inmediatamente, los que estaban administrando el test decían: "Esta gente no es inteligente. Ni siquiera saben sumar dos y dos". Si usted y yo hiciéramos este test, diríamos: "Si el algodón no crece en los climas fríos, y Londres tiene un clima frío, por supuesto, el algodón no crece en Londres". En cambio, la gente del tercer mundo no daba esa respuesta, así que el gobierno de los Estados Unidos llegó a la conclusión de que esa gente del tercer mundo no era tan inteligente como la de los países que piensan al estilo de occidente. Más tarde, los investigadores descubrieron que aquella gente si había comprendido. Comprendían que normalmente, el algodón no crece en Londres porque allí el clima es frío, pero también comprendían que hay una dimensión más allá de lo natural. Hay una dimensión que saca agua de una roca. Hay una dimensión que pone monedas de oro en la boca de los peces. Hay una dimensión que hace que los ciegos vean. Hay una dimensión que hace que los muertos resuciten. Hay una dimensión que convierte a los antiguos drogadictos y vendedores de droga en predicadores, y en hombres y mujeres de Dios. Así que, en lo natural, el algodón no crecería en el clima frío de Londres, pero ellos sabían que hay una dimensión espiritual más allá de lo natural, que puede pasar por encima de lo natural. En nuestra mente al estilo del mundo occidental, podemos aceptar el hecho de que alguien esté pagando el precio de algo que él hizo. Comprendemos que un hombre coseche lo que ha sembrado, Lo que no se nos enseña es que podemos cosechar algo sembrado por nuestra familia hace muchas generaciones. Los discípulos sabían que las maldiciones pasaban a las generaciones futuras. Comprendían que lo sobrenatural puede trascender toda razón y toda lógica. Y nosotros también debemos comprender esta verdad para poder quedar libres de las maldiciones generacionales.
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Una fuerza espiritual en funcionamiento Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición nunca vendrá sin causa. —Proverbios 26:2 Me siento asombrado cuando oigo hablar o leo acerca de las aves que migran hasta continentes distantes en diversas estaciones del año. Un ave puede salir volando de América del Norte, atravesar volando el ecuador sobre América del Sur, hallar exactamente el mismo nido que tenía antes, permanecer allí durante la estación invernal, y después volar de vuelta hasta Alaska, y hallar el camino hacia el mismo nido que habla dejado allí. Esto es una ilustración prodigiosa sobre el principio espiritual que hay tras las maldiciones. Proverbios 26:2 nos dice que miremos a los gorriones, que vuelan miles de kilómetros todos los años; tal vez decenas de miles de kilómetros, pero regresan siempre al mismo nido. ¿Cómo sucede esto? No tienen mapas, ni tienen brújula, y no siguen las señales de las carreteras. Las aves no se guían por el radar, ni por el control del tráfico aéreo. No se limitan a mover las alas, andar revoloteando y entonces, de repente, de alguna forma misteriosa, encontrar el camino hacia el nido correcto. No se trata de una coincidencia. Hay algo dentro de esas aves que las guía para que regresen exactamente al mismo lugar donde nacieron. Aquí en el noroeste de los Estados Unidos, un salmón puede nacer en uno de los miles de ríos o corrientes que hay, y descender corriente abajo hasta un río mayor, que es afluente de otro mayor que él, el cual a su vez es afluente de otro mayor, y finalmente, terminar en el océano. Se pasa un par de años en el océano, pero cuando es hora de desovar, nada de vuelta desde el océano hasta el río principal, de éste a otro, y a otro, hasta llegar exactamente a la misma corriente donde nació años antes. ¿Cómo sucede esto? Hay algo dentro del salmón, que lo lleva hasta ese lugar. De una manera similar, las maldiciones no se limitan a flotar en la atmósfera y después, sin razón aparente alguna, aterrizar en algún lugar. De la misma forma que hay algo que dirige al salmón y a los gorriones, hay algo que dirige a una maldición hacia una persona, una ciudad, una iglesia o una nación. Esa maldición es guiada por una fuerza espiritual. Hay una razón por la que un niño crece para convenirse en alcohólico. Hay una razón por la que un hijo maltratado se convierte en un padre abusivo. Hay una razón por la que un joven termina en la cárcel. Hay una razón por la que una persona va de divorcio en divorcio. David se arrepintió de haber cometido adulterio con Betsabé, y haber mandado asesinar después a su esposo. Sin embargo, debido a su pecado, cayó una maldición sobre su familia.
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¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer. Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; más yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol. Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. —2 SAMUEL 12:9-13 La "espada" se refiere a una maldición de destrucción, desolación y muerte sobre la familia de David. Amón, uno de sus hijos, violó a su propia medio hermana. Absalón, otro de ellos, se levantó en rebelión contra su propio padre (vea 2 Samuel 13:14; 15:4-12). Dios le perdonó a David sus pecados cuando él se arrepintió, pero la maldición de su iniquidad pasó a su familia. Las esposas y los hijos de David no habían hecho nada para merecer una maldición, pero sufrieron por la que les cayó como resultado de la iniquidad de él. Por eso, la Biblia dice que confesemos: "Tengo esta depresión", o "Hay este fallo en mi vida". El que tengamos que confesar no significa que seamos malas personas, sino más bien que hemos heredado iniquidad. Esto no significa tampoco que les estemos echando la culpa a los padres o los abuelos, sino que identifiquemos a nuestro verdadero enemigo. Nuestra batalla no es contra carne y sangre. Nuestra batalla es contra principados y poderes, y gobernantes de las tinieblas en lugares altos. En una ocasión en que estábamos orando por una señora, ella cayó bajo el poder de Dios. Yo le dije al ujier que estaba de pie junto a ella: "Hermano, levántela". Después le dije a la señora: "Señora, yo no sé por qué usted pasó al frente para que orásemos por usted, pero hay en usted un espíritu de suicidio. ¿Hay antecedentes de suicidio en su familia?" La señora rompió a llorar y me dijo: "Pastor, mi familia es de Inglaterra e Irlanda, y en diferentes momentos durante los últimos cincuenta años, siete de mis tías se han prendido fuego para suicidarse'. Después siguió diciendo: "Yo amo a Dios, amo a mi familia y amo la vida, pero me siento empujada hacia esta depresión y hacia el suicidio". Hicimos la oración para romper las maldiciones generacionales, y Jesús liberó a la señora. Antes mencioné a una mujer cuya familia sufría de diversos desórdenes en la alimentación. Cuando hablé con ella en un culto le pregunté: "Señora, ¿de qué la liberó Dios?" Ella me respondió: "Durante generaciones, los miembros de mi familia han muerto a edad temprana por obesidad. Sin embargo, en los últimos diez años, mi familia está muriendo de anorexia". Tanto si era obesidad, como si era anorexia, cada generación estaba muriendo a causa de desórdenes con la comida. Esta maldición generacional se
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remontaba a alguien de la familia del que se había abusado sexualmente. Un espíritu de desórdenes en la alimentación nació en la familia a partir de este traumático acontecimiento. Comenzamos a orar, y la familia de esta señora está comiendo correctamente ahora, porque Jesús los ha liberado. Una próspera mujer de negocios le dijo a mi esposa que en ciertas épocas del año, por bien que le fuera todo en la vida, una nube de depresión trataba de alcanzarla. Ni siquiera podía señalar con precisión las razones particulares, pero tenía que luchar, sólo para mantener clara la mente. Se sentía como si esa nube la estuviera arrastrando. Tiz le preguntó si su madre pasaba por aquello mismo, y ella le dijo: "Sí, sólo que mucho más fuerte. Se convertía en unas migrañas que la dejaban imposibilitada". Entonces Tiz le dijo que se trataba de una maldición de familia. Oraron, y sintieron que el Espíritu de Dios la rompía. Esta dama ha estado totalmente libre de la opresión durante varios años ya, y esa libertad no sólo la ha bendecido a ella, sino también a su esposo y a su familia. Yo iba atravesando un aeropuerto, de camino a un lugar donde tenía que predicar fuera de la ciudad, cuando un hombre se me acercó y me dijo: "Usted es el pastor Huch, ¿no es cierto?" Yo le contesté: "Si, señor. Yo soy". Entonces me dijo: "Hemos estado viendo su programa en la televisión. Pastor, ¿le puedo preguntar algo?" No esperó a que le contestara, sino que siguió hablando: "He estado escuchando sus enseñanzas sobre la forma de romper la maldición que haya en nuestra vida. Necesito preguntarle qué me sucedió a mí. La razón por la que estoy ahora mismo en el aeropuerto, es porque vine a recoger a mis hijos. Mi esposa y yo estamos divorciados. Ambos somos salvos, ambos amamos a Dios y nos amamos mutuamente. Pero de repente, comenzamos a pelear. No sabíamos por qué peleábamos. Ni siquiera sabíamos en realidad sobre qué estábamos peleando. Cuando menos lo pensaba, ya nos habíamos divorciado". Comenzó a llorar y me dijo: "No sé lo que sucedió. Ella tampoco lo sabe. Pero así estamos. Ahora nos hablamos, porque ambos hemos estado viendo su programa. Estamos hablando de volvernos a unir, pero necesitamos saber qué sucedió. ¡Qué nos sucedió?" Yo lo miré y le pregunté: "Hermano, ¿tiene antecedentes de divorcio en su familia?" Me contestó; " Mi madre se ha divorciado cinco veces, y mi padre seis". Yo le dije; "Hermano, se trata de una maldición de familia". Mientras caminábamos, un buen grupo de personas se reunieron alrededor de nosotros en el aeropuerto para escuchar nuestra conversación. Tal vez muchos de ellos estuvieran pasando por experiencias similares, y no supieran cómo habían ido a parar a un lugar, o a unas circunstancias en los que nunca habrían querido estar. Tal vez también se
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estuvieran haciendo las mismas preguntas; "¿Cómo me sucedió esto?, y "¿Cómo puedo transformar mi vida?" Lo más probable es que, por vez primera en la vida, oyeran Una respuesta clara y segura: "Se trata de una maldición generacional, y la sangre de Jesucristo lo puede hacer libre en este mismo momento". DE LA MISMA FORMA QUE HAY ALGO QUE DIRIGE AL SALMON Y A LOS GORRIONES, HAY ALGO QUE DIRIGE A UNA MALDICION HACÍA UNA PERSONA, UNA CIUDAD, UNA IGLESIA O UNA NACIÓN. ESA MALDICION ES GUIADA POR UNA FUERZA ESPIRITUAL. Capítulo 4 De tal palo, tal astilla. ¡Nunca más! Cuando vemos a un joven con problemas de alcoholismo, y sabemos que su padre era alcohólico, decimos sin pensarlo: "Es idéntico al padre". También está el caso de la mujer que siempre les está gritando al esposo y a los hijos, y la gente que conoció a la madre de ella dice: "Es igual que la madre". Estas afirmaciones nos recuerdan un refrán muy antiguo: De tal palo, tal astilla. La razón por la que no ponemos en duda afirmaciones como ésta, es que la iniquidad ha sido pasada de una generación a otra desde la caída de Adán y Eva en el huerto del Edén. Por tanto, como el pecado entro en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. —ROMANOS 5:12 Cuando Adán pecó, su iniquidad fue pasada a toda la humanidad. Ésa es la mala noticia, pero hay una buena noticia: Por medio de otro hombre —Jesucristo—, el pecado y la maldición del pecado están derrotados. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinaran en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. —Romanos 5:17 Hace algún tiempo, fui a ministrar a una prisión en Beaumont, Texas, con Mike Barber y Deion Sanders. Mientras íbamos de camino, Mike me dijo que cuando él había comenzado su ministerio en las prisiones de Texas doce años antes, sólo había diez prisiones en todo el estado. Ahora hay ciento cuarenta, y todas ellas están llenas más allá de su capacidad. ¿Por qué sucede esto?, me pregunté. Aquella tarde, cuando comencé a ministrar, les hice dos preguntas a los presos: "Cuántos de ustedes tienen a sus padres o abuelos en prisión", y "¿Cuántos de ustedes tienen hijos
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o nietos que se han metido en problemas con la justicia?" Cerca del ciento por ciento de los presos levantaron la mano como respuesta a ambas preguntas. Enseñé sobre las maldiciones de familia, y oramos para romper esas maldiciones. Habían establecido una red con cuatrocientos mil presos más de todos los Estados Unidos, para que éstos también pudieran oír el mensaje. Cuando nos íbamos, el director de la cárcel nos dijo: "Nunca hemos podido hallar la respuesta. Esta enseñanza sobre las maldiciones de familia es la respuesta que hemos estado buscando". De la noche a la mañana, trescientas prisiones más se comunicaron con nosotros para pedirnos la enseñanza sobre la forma de romper las maldiciones de familia, porque habían entendido que la iniquidad de los padres pasa de una generación a la siguiente. Por qué la necesidad de prisiones es cada vez mayor en toda la nación? Porque el preso saldrá de la prisión, pero no cambia. La mayoría de ellos vuelven a caer en ella. No sólo regresan, sino que la misma iniquidad que los lleva a ellos allí, hace que sus hijos y nietos terminen en prisión. Por eso la necesidad de prisiones sigue aumentando en los Estados Unidos. No sólo no cambian los presos, sino que su iniquidad pasa a sus hijos y nietos. De tal palo, tal astilla. La definición de familia Cuando hablamos de maldiciones de familia, necesitamos comprender lo que significa la palabra “familia”. Una familia puede ser tan pequeña como el esposo, la esposa y los hijos, o puede ser la familia de una iglesia. Puede ser tan grande como su ciudad o su estado (¿recuerda cuando se habla de los padres de una ciudad?), y puede ser tan grande como la nación, incluyendo al presidente y a los funcionarios del gobierno. Ciertas familias tienen sus características; ciertas ciudades las tienen, y también ciertos estados, naciones y etnias las tienen. Pero necesitamos comprender que no tenemos por qué aceptar las características negativas. No tienen por qué perseguirnos durante el resto de nuestra vida. Las podemos romper. Cuando John F. Kennedy Jr. murió en un accidente de avión, todas las revistas y los periódicos hablaban de la "maldición de los Kennedy". Esto es algo que se puede romper con la Palabra de Dios y por el poder de la sangre de Jesús. Estas tragedias no se produjeron porque los Kennedy fueran malas personas, sino debido a algo que cayó sobre ellos. La iniquidad, o maldición, fue transferida de generación en generación. Pero Jesús quiere liberar a esa familia para siempre. El hombre de Atlanta que mató a su esposa y sus hijos, después se fue a una firma de corretaje de bolsa y mató a otros antes de suicidarse, sufría de una maldición generacional. En una nota escrita al suicidarse, decía que el espíritu de ira que había en su padre había caído sobre él, y que había pasado de él a su propio hijo. Aquel hombre tenía un espíritu de ira que había caído sobre él. Cómo habríamos querido llegar hasta él antes de que esto sucediera. Otro incidente horrible fue el sucedido con el hombre que secuestró y asesinó a tres mujeres en el parque de Yosemite. Más tarde se supo que años antes, su hermano menor
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había sido secuestrado y mantenido cautivo durante siete años por un hombre que abusaba sexualmente de los niños. Finalmente, el joven se logró escapar y regresó a su familia, pero trajo consigo esos espíritus de perversión y violencia, y los espíritus pasaron a su hermano mayor. Aunque es obvio que estas situaciones son extremas, nos muestra que la realidad de la transferencia de espíritus, y la realidad de que la iniquidad pasa de una generación a la siguiente, no sólo se hallan en la Biblia, sino que se encuentran por todas partes en la vida misma. Necesitamos mirar nuestra propia vida y preguntarnos: ¿Qué está haciendo que piense y me conduzca de una manera que no agrada a Dios? ¿Qué está haciendo que actúe violentamente con mis hijos sin razón aparente? ¿Por qué da la impresión de que no puedo retener ningún trabajo por un buen tiempo? Es hora de romper la maldición que haya en nuestra vida de una vez por todas, y caminar en la libertad que nos proporcionó Jesús por medio de la cruz. Hace poco supimos de un joven llamado Manuel. Ya a los diez años tuvo problemas con la justicia, y terminó en una cárcel para menores. Nos hicimos acerca de su vida la misma pregunta que habían hecho los discípulos acerca de la vida del ciego: ¿Quién pecó: este jovencito o sus padres? He aquí su historia. Estimado Pastor Huch: Los primeros recuerdos que tengo de mi niñez tienen que ver con las drogas y la violencia. Cuando tenía cuatro años, mi padre me daba a beber cerveza. Creía que era una gracia. Mi madre fumó marihuana la mayor parte de su vida adulta, y mi padre la fumaba con ella. Mi madre falleció a causa de un tumor cerebral cuando yo tenía nueve años. Mi padre había sido alcohólico desde que yo tengo memoria, y se puso peor cuando falleció mi madre. Yo no estaba seguro de cómo iba a manejar mis sentimientos, y comencé a causar problemas en la escuela. Empecé a andar con unos compañeros que sabían por lo que yo estaba pasando. Pronto me di cuenta de que formaban una pandilla. Puesto que mi padre me maltrataba, me pareció que sería buena idea tener amigos pandilleros que me defendieran. Pensaba: "Ésta es mi oportunidad de demostrarle a mi padre que soy un hombre de verdad". Sólo tenía diez años entonces, y comencé a considerar la pandilla como mi familia. Después de entrar en la pandilla, me comencé a meter en problemas con la justicia por asaltos, robos y cosas así. Comencé también a fumar marihuana e inhalar "crack" a los once años. Al cabo de un año, estaba vendiendo drogas. Era joven, y sabía que tenía que actuar el doble de duro que los otros que eran mayores que yo. Era drogadicto, alcohólico, y muy violento; todo lo que mi madre no habría querido que fuera. Pronto, les estaba robando a mi padre y a otros viejos amigos para sostener mis vicios. Era peor de lo que había sido mi padre jamás.
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Cuando tenía doce años, violé cruelmente a una adolescente. Me enviaban de un hogar de detención a otro, e iba de hogar temporal en hogar temporal. Finalmente, me pasaron a un rancho para varones. Aquellos momentos fueron el punto más bajo de mi vida. Me daba cuenta de que solo, no podría salir adelante en la vida. Con la ayuda de un miembro del personal en un hogar de detención, le entregué mi vida a Dios. Oraba a diario, y así comencé a formar una relación personal con Jesús. Comencé a preocuparme por mí mismo y mi conducta cambió. Era hijo de Dios. Algunos miembros del grupo de jóvenes de su Iglesia, Nuevo Comenzar, vinieron a pasar un tiempo con nosotros en el día de Nochebuena. Cuando "El Pelotón", el grupo de música y danza de Nuevo Comenzar, vino a nuestro hogar de detención, más de la mitad de los jovencitos recibieron al Señor. He comenzado un grupo de estudio bíblico en mi cabaña. Estoy aprendiendo a ser buen amigo, y he llevado al Señor a otro de los que residen aquí: Estoy trabajando con él, y me encanta hacerlo. Me gustaría llegar a ser ministro de jóvenes. Uso camisetas con emblemas cristianos, y cuando la gente me pregunta su significado, le hablo de Dios. No me avergüenzo de ser cristiano. Trato de trabajar con todos los que me rodean, alabando a Dios en mi vida diaria. Mi meta es salir de aquí y pasarme a la casa de hombres de Nuevo Comenzar, ir al colegio universitario, graduarme y propagar la Palabra de Dios. Le doy gracias a Dios por todos los desafíos y todas las victorias que he tenido, porque eso me ha hecho lo que hoy soy: un cristiano fuerte que no está dispuesto a dejarse vencer. Manuel La vida de este joven es un claro ejemplo del paso de las maldiciones generacionales de una generación a la siguiente. Pero por medio del poder que hay en la sangre de Jesús, él pudo romper el círculo vicioso y darle un nuevo rumbo a su vida. Matt Crouch, el hijo de Paul y Jan Crouch, compartió con migo esta historia en una ocasión. En ella se ve con toda claridad cómo las fortalezas espirituales se pueden transferir de una generación a otra, no porque se haya cometido un pecado, sino a causa de un suceso que se ha producido. Unos dos meses después de que Calen, su hijo mayor, comenzara en primer grado, Lori, la esposa de Matt, recibió una llamada telefónica de la maestra de Calen. Ésta le dijo que Calen estaba muy nervioso y sentía pánico pensando que su mamá no lo fuera a recoger en la escuela. Lori le explicó a la maestra que él no tenía razón alguna para temer esto. Ella nunca había llegado tarde, ni lo había dejado de recoger, ni ese año, ni en el año anterior en el jardín de la infancia. Pero no había manera de tranquilizarlo, así que Matt y Lori se fueron ambos enseguida a la escuela para hablarle a Calen. Ambos Io trataron de tranquilizar, diciéndole: "Calen, nosotros siempre volvemos a buscarte. ¿Por qué te comportas de esta forma?" No había forma de razonar con él. Al parecer, aquel temor se había apoderado de él sin saber de dónde había salido, y sin que hubiera un motivo aparente.
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Durante los tres meses siguientes, aquella conducta llena de temor se fue apoderando de la vida de Calen. Además de los episodios continuos que se producían en la escuela, el niño no dejaba que Lori se le perdiera de vista. Se pegaba a su lado dondequiera que ella fuera. La seguía de un cuarto a otro dentro de la casa. Si ella detenía el auto y salía a dejar la correspondencia en su buzón, él trataba de salir con ella, Se echaba a llorar de pánico si ella no dejaba que la siguiera a todas partes. Todas las noches se producía una escena emocional traumática y llena de pánico, cuando ellos trataban de hacer que se acostara, aunque él compartía el cuarto con su hermano. Durante toda la noche, intentaba llegar y meterse en la cama con Matt y Lori, y ellos tenían que volver a lo mismo de nuevo. Lo intentaron todo para tratar de tranquilizar a Calen con respecto a su amor y su dedicación a él. Trataron de disciplinarlo, como forma de asentar su conducta. Oraban sobre él y con él constantemente. Se pusieron de acuerdo con poderosos hombres y mujeres de Dios para romper la fortaleza de miedo que había sobre él, pero nada funcionaba. Les estaba destrozando el corazón. Lo más raro de todo era que normalmente, Calen era increíblemente extrovertido, seguro y sin inhibiciones en todos los aspectos de su vida. No le tenía miedo a ninguna otra cosa; sólo a quedar separado de su madre. Un día, Matt le estaba hablando a Paul Crouch, su padre, acerca de la situación. De repente, fue como si se encendiera una luz en los ojos de Paul, quien le dijo: "Yo sé exactamente de qué se trata. Cuando yo tenía la misma edad de Calen, y estaba comenzando en el primer grado, murió mi padre. Después de aquello, todos los días mi madre iba conmigo hasta la mitad del camino a la escuela, y trataba de enviarme, pero yo sollozaba tan fuerte, que a veces ella también lloraba, y me traía de vuelta a casa. Yo tenía mucho miedo de que un día regresara de la escuela, y al igual que mi padre, mi madre se hubiera ido y me hubiera quedado solo. Paul y Matt se dieron cuenta de que el temor de Calen no se había originado en nada que hubiera sucedido en su propia vida, sino en algo que sucedió en la vida de su abuelo. Una vez que se dieron cuenta de cuál era la raíz del temor, pudieron romper este temor generacional a la separación que había en Calen. Quedó libre, porque pusieron la sangre de Jesús en el dintel de la puerta de su corazón. Ahora, el diablo no lo puede seguir atormentando. El poder para romper la maldición La solución del mundo a las tentaciones y los problemas es "Di que no", pero los creyentes sabemos que necesitamos comprender el principio espiritual de la causa y el efecto. Sin comprender el poder de Jesús y de su sangre, podemos decir que no hasta que nos quedemos morados, y seguir fallando todo el tiempo. Necesitamos comprender la verdad que nos hace libres. Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres...Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
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-JUAN 8:32, 36 En este pasaje de las Escrituras, Jesús les estaba hablando a los judíos que creían en Él, y que ya lo habían reconocido como Salvador. Pero no podían comprender por qué, siendo hijos de Abraham, necesitaban ser liberados. En Juan 5:33, dijeron que ellos no eran esclavos de nadie. No comprendían que con cada pecado cometido —ya fuera por ellos, por sus ancestros, por su ciudad o por su nación—, había una maldición espiritual uncida a ese pecado. Los cristianos también necesitamos hacer algo más que nacer de nuevo y recibir el perdón; necesitamos recibir nuestra libertad. Jesús les estaba diciendo en el versículo 36: "Cuando yo los libere, van a ser verdaderamente libres. No sólo los voy a perdonar, sino que también voy a romper la maldición que llevan encima y que está relacionada con el pecado". Si el Hijo nos ha hecho libres, vamos a ser verdaderamente libres. La palabra "verdaderamente" significa que Jesús va a romper la maldición, y nosotros podremos vivir realmente libres. No sólo nos va a perdonar nuestro pecado, sino que va a romper la iniquidad que lo acompaña. Es importante comprender que un judío siempre podía lograr que sus pecados le fueran perdonados, pero nunca podía lograr que se rompiera la maldición de ese pecado. El rey David y su familia son un notable ejemplo, David fue perdonado, pero la maldición de su pecado pasó a su familia. Le voy a explicar a partir de la misma Palabra de Dios la forma en que esto funciona; Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel... Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio...Y esparcirá sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel. Cuando hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo; y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir al macho cabrío por el desierto. —Levítico 16:7-8, 15, 19.22 Dios les ordenó que llevaran dos machos cabríos al Tabernáculo. Uno de ellos quedaba a la puerta del Tabernáculo, mientras que hacían entrar al otro, lo ponían sobre el altar y lo sacrificaban. Entonces, el sumo sacerdote llevaba a la puerta del Tabernáculo la sangre del macho cabrío sacrificado, la ponía en la cabeza del otro macho cabrío, y confesaba sobre él las iniquidades del pueblo. Un macho cabrío moría por los pecados o transgresiones, y el otro se llevaba la iniquidad —la fuerza espiritual interior que causaba
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destrucción-- a un desierto o a un lugar árido. Así era como los judíos hacían expiación por sus pecados. En nuestro caso, Jesús murió por nuestros pecados en la cruz, pero también derramó su sangre siete veces, así como Aarón rociaba siete veces la sangre. Por medio de la sangre derramada por Jesús, no sólo se nos perdonan nuestros pecados, sino que también podemos caminar en ese perdón y quedar libres de la maldición del pecado. Ambos machos cabríos representan la obra redentora de Jesucristo. Había dos machos cabríos, porque Jesús derramo su sangre para que nosotros no sólo fuéramos perdonados con respecto a nuestro pecado, sino también sanados de la iniquidad interior, las magulladuras y las heridas del pecado generacional que nos lleva a perpetuar los pecados de nuestros antepasados. Sólo la sangre de Jesús proporciona el perdón y una nueva forma de vivir. Cuando nacemos de nuevo, recibimos el perdón de nuestros pecados. Pero entonces, necesitamos clamar por la sangre de Jesús sobre nuestra vida para desterrar al desierto la iniquidad y caminar en libertad. Cierre la puerta trasera Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo haya. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. -Mateo 12:43-45 En el mismo momento en que recibimos a Jesús, todas las fuerzas de las tinieblas que están atacando nuestra vida salen huyendo. Van a ese lugar desierto, en busca de un sitio donde descansar. Quedamos limpios de nuestro pecado, y la causa de la maldición espiritual huye a ese lugar desierto, pero regresa en busca de una puerta abierta. Aunque nuestra vida haya sido barrida y adornada, lavada con la sangre y purificada, si descubre que no comprendemos las maldiciones espirituales y hemos dejado una puerta abierta, regresa y la situación es peor que antes. Yo veo suceder esto en muchas familias cristianas. Una persona sale de un estilo de vida lleno de pecado, recibe la salvación, y entra en el ministerio o se involucra en su iglesia; después, cría a sus hijos en la iglesia. Entonces, cuando los hijos llegan a la adolescencia, salen a hacer las mismas cosas que solían hacer los padres, sólo que mucho peores. Nosotros nos quedamos estupefactos y preguntamos: "¿Qué sucedió? ¿Qué anda mal? Nuestros hijos fueron criados en la iglesia, pero están haciendo exactamente lo mismo que hacíamos nosotros antes de ser salvos". Esto se debe a que barrimos la casa, pero no cerramos la puerta por medio de la sangre de Jesús, al no darnos cuenta de que teníamos que romper esa maldición de familia. Moisés y los hijos de Israel son un excelente ejemplo de la forma de apartar de nuestro hogar las fuerzas de las tinieblas. Cuando iba a caer la maldición sobre el pueblo de
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Egipto, Dios le dijo a Moisés que le indicara al pueblo que debían tomar la sangre de un cordero y ponerla en el umbral de sus puertas. Cuando llego el espíritu de muerte aquella noche, vio la sangre sobre las puertas de sus casas, y no pudo entrar (vea Éxodo 12:21-29). Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es muerte. Esto no habla sólo de la muerte después de la cual tenemos por delante el cielo o el infierno. El divorcio es parte de esa muerte; lo son la pobreza, el racismo, la ira que destruye los matrimonios y las familias, y también las depresiones y las enfermedades. Un hombre de nuestra iglesia me dijo que todos los hombres de su familia morían a menos de un año de haber cumplido cierta edad, Después de que murió su padre, acudió a nosotros, clamamos por la sangre de Jesús sobre él y sobre su familia, y le enseñamos a quebrantar ese espíritu de muerte. La gente recibe la salvación, pero no ha aprendido a poner la sangre sobre la puerta de su tabernáculo. Cuando usted se da cuenta, y usa el poder de la sangre de Jesús, esos espíritus y esas maldiciones no lo pueden tocar. El divorcio tratará de llegar, pero cuando vea la sangre sobre la puerta de su Tabernáculo, no va a poder entrar. Las enfermedades, la depresión, la ira, la violencia y todas las cosas malvadas van a tratar de arremeter contra usted y contra su familia, pero si usted tiene la sangre de Jesucristo en el dintel de su casa, estará viviendo bajo la protección divina. Si usted acostumbra a decir, o si oye que alguien dice: "De tal palo, tal astilla", aplíquele a esto la sangre de Jesús. Nada puede cruzar donde está la sangre. En el tabernáculo antiguo hecho de piedra y mortero, el sacerdote usaba la sangre de un cordero para hacer expiación por el pueblo de Dios, pero aquella respuesta era temporal. Hoy en día, usted es el tabernáculo de Dios, y la sangre del Cordero ha sido derramada una vez y para siempre a fin de perdonar su pecado y romper la maldición. EN EL MISMO MOMENTO EN QUE RECIBIMOS A JESUS TODAS LAS FUERZAS DE LAS TINIEBLAS QUE ESTAN ATACANDO NUESTRA VIDA SALEN HUYENDO. Capítulo 5 Quitar la carga y destruir el yugo Cuando Jesús les preguntó a sus discípulos qué decían de Él los hombres, ellos le respondieron que pensaban que tal vez Él fuera Juan el Bautista, o Jeremías, o Elías. Entonces Jesús les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? (Mateo 16:15). Inmediatamente, Pedro le respondió: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16). Me parece estar viendo a Pedro mientras se golpeaba la frente con la palma de la mano, como si se hubiera acabado de dar cuenta de quién era Jesús en realidad. La palabra "Cristo" no es sólo un título. Tampoco es el segundo nombre de Jesús. "Cristo" define quién era Jesús, según el Antiguo Testamento. Observe que Pedro no dijo: "Tú eres el Salvador", o "Tú eres el Rey de reyes", aunque Jesús sea ambas cosas. Lo que dijo fue: "Tú eres el Cristo", que significa literalmente: "el Mesías, el Ungido".
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Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción. —Isaías 10:27 La carga será quitada y el yugo será destruido a causa de la unción. Tiene una importancia absoluta el que usted comprenda esta parte de la enseñanza. ¿Recuerda cuando Jesús dijo en Juan 8:32: "Conocerán la verdad, y cuando conozcan y comprendan esta verdad, entonces ella los hará libres"? Los judíos que habían creído, pensaban que tenían toda la verdad que necesitaban, porque eran hijos de Abraham; sin embargo, estaban equivocados. Sus cargas les habían sido quitadas, pero estaban a punto de que fueran destruidos sus yugos, o sus maldiciones de familia. Ahora bien, ¿qué quiere decir esto de que el poder de Dios quita las cargas y destruye los yugos? En primer lugar, Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es muerte. Sabemos que todos hemos pecado y que no hay uno justo; ni uno solo. La paga por la carga, o la recompensa por nuestro pecado es la muerte. Alguien tiene que morir por nuestros pecados. Hace veinticinco años, cuando yo recibí a Jesucristo como Salvador personal, El me quitó la carga. Ya yo no tengo que pagar el precio de mi pecado, porque ese precio fue pagado por completo de una vez por todas. Jesús es el Cristo, lo cual significa que es el ungido de Dios que se llevó nuestra carga. En segundo lugar, su unción también destruye el yugo. Por eso Jesús dijo: "Cuando comprendan la verdad, no sólo van a ser libres, sino que van a ser realmente libres. No sólo les voy a quitar la carga del pecado, que es la muerte, sino que también voy a romper el yugo de pecado, que es la maldición". Todo lo que usted tiene que hacer es reclamar esta verdad por medio de Jesucristo y de su unción. Todo pecado será perdonado y toda maldición quedara rota para usted y para su familia en el nombre de Jesús. Vayamos un paso más allá. Lea Isaías 53. Aunque es un texto bíblico que muchos cristianos se saben de memoria, he descubierto que la mayoría no comprenden la poderosa revelación que Dios nos está profetizando en Jesucristo. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. —Isaías 53:5 Si yo tomara algún tipo de arma y lo golpeara en el brazo con suficiente fuerza como para romperte la piel, usted comenzaría a sangrar. Eso sería una herida. Jesús fue herido por nuestras rebeliones, por nuestras faltas. Pero después dice que fue molido por nuestros pecados. Si lo golpeo en el brazo sin romperle la piel, se le va a llenar el brazo de magulladuras, lo cual significa que estaría sangrando interiormente. Y la iniquidad es una magulladura espiritual interior que trata de quebrantarnos o destruirnos la vida. Isaías 1:18 dice: Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. La
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palabra "grana" habla de algo "doblemente sumergido, o doblemente teñido... doblar, o hacer algo dos veces".' Cuando Dios nos dice que la sangre de Jesús nos limpia, significa que somos doblemente sumergidos. Somos perdonados, pero también somos liberados de la iniquidad. Vamos al cielo, pero también somos sanados en nuestro interior, para que podamos llevar una vida pura, santa y justa sobre la tierra. Tenemos el poder necesario para resistirnos al pecado y llevar una vida santa. Tenemos el poder necesario para resistimos a la ira, la violencia, las drogas y la depresión. Cualesquiera que hayan sido nuestros pecados; por profundamente manchada que esté nuestra vida, la sangre de Jesús no se limita a cubrir todo esto, sino que lo lava. Y Jesús no sólo lava el pecado, sino que también lava la consecuencia de nuestro pecado, que es la muerte. Tenemos vida eterna. Las heridas sangran en el exterior, y las rebeliones son los actos externos. Así que cuando la Biblia dice que Jesús fue herido por nuestras transgresiones, esto significa que la sangre que Éll derramó en el exterior lava nuestra vida de todo pecado. Él es el que elimina nuestras cargas. Cuando fue molido, fue molido en el interior para lavar ese espíritu de maldición. Él es también el destructor de yugos. Fue herido por nuestras transgresiones, y también fue molido por nuestras iniquidades. Él es el que quita las cargas y destruye los yugos. Él lo lava todo en el exterior y nos hace libres en el interior. Cuando Pedro proclamó que Jesús es el Cristo, Jesús le respondió: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás (Mateo 16:17). Debido a esta revelación, Jesús le dijo: "Pedro, ahora tú eres bendecido". Fue bendecido —ungido o dotado de poder procedente de lo alto— con prosperidad y con todas las bondades de Dios. Somos bienaventurados cuando comprendemos que Jesús es el Cristo que se lleva las cargas y destruye los yugos. Mire lo que sucedió después. Cuando Jesús bendijo a Pedro con poder y autoridad, respaldó lo hecho entregándole las llaves del reino de Dios. Las llaves del reino Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos. -MATEO 16:19 Todos hemos visto personas con un gran aro repleto de llaves. Tal vez sean conserjes, gente dedicada al mantenimiento, o dueños de edificios, pero por lo general tienen la autoridad necesaria para entrar en determinados cuartos o edificios. Hasta he visto gente con un montón de llaves, a pesar de que no tienen automóvil ni casa, pero sí que tienen muchas llaves. A la gente le gustan las llaves, porque son símbolo de autoridad. Las llaves le dan a la persona el poder de cerrar y de abrir; de dejar entrar a alguien, o de mantenerlo fuera. ¿Le gustaría realmente tener las llaves? No las llaves de un edificio o de un automóvil, sino las verdaderas llaves del reino de Dios; del poder y la revelación de Dios. Con
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frecuencia le digo a mi iglesia que no hay poder en los ritos, pero sí hay un poder transformador en la revelación. El bautismo no tiene poder si la persona se limita a pasar por un rito religioso. Pero cuando alguien aprende por medio de la Palabra de Dios lo que es el bautismo en agua, yo he visto personas entrar enfermas al agua y salir totalmente sanadas. Lo mismo sucede con la comunión. No es sólo un rito que se hace con unas cuantas galletas y un poco de jugo, sino un memorial para recordar que tenemos un pacto con Dios, y que Él lo ha sellado con la sangre de Jesucristo, y gracias a esa sangre, podemos creer sus promesas de sanidad y prosperidad. La comunión es momento de milagros. Cuando Pedro dijo: "Tú eres el Cristo, el ungido de Dios que quita las cargas y rompe todo yugo", Jesús le dijo: "Te voy a bendecir. Te voy a dar poder, y también te voy a dar las llaves del reino de Dios. Ahora, cuanto tú ates (prohíbas o cierres) en la tierra, yo haré lo mismo en los cielos, y cuanto tú desates (permitas o abras) en la tierra, yo lo voy a respaldar con todo mi poder en los cielos". Cuando Jesús derrotó a Satanás y cumplió la profecía de Génesis 3:15, donde decía que Él le aplastaría la cabeza, lo que hizo fue pisotearle la cabeza y recuperar todo lo que él había robado. No sólo tiene las llaves de la vida, sino también las llaves de la muerte y del hades (vea Apocalipsis 1:18). Así como le dio a Pedro las llaves del reino, también nos las ha dado a nosotros. Ya las puertas del infierno no podrán prevalecer contra nosotros. Las drogas, el alcohol, la ira, la pobreza, el divorcio y tantas otras cosas, ya no tendrán poder sobre nuestra vida. Jesús, el Cristo, ha quitado la carga y quebrantado el yugo. En el principio, Dios Padre tenía toda la autoridad. Él era quien tenía todas las llaves del reino. Cuando creó a Adán, le dio las llaves de la autoridad y el dominio. Pero Adán y Eva desobedecieron a Dios y siguieron a Satanás. En ese momento, Satanás se hizo con las llaves y se convirtió en el dios de este mundo. Entonces, Jesús murió en la cruz, derramó su sangre por nuestra redención y descendió a los infiernos para derrotar a Satanás. Así fue como recuperó las llaves para usted y para mí. Pero si nos quedamos parados con las llaves en la mano, no vamos a abrir ni cerrar nada, En eso no hay poder alguno. Por eso, Jesús le está preguntando: "¿Quién dices que soy yo?" Cuando usted le responda: "Tú eres el que quita las cargas y destruye los yugos. Tú eres el Cristo. Tú eres el que me va a perdonar el pecado y va a romper esta maldición que hay en mi vida", entonces estará gritando: "¡Yo tengo las llaves!" ¡Es hora de atar la maldición y desatar la bendición! Bendiciones e iniquidades a través de generaciones Vemos en la Biblia gente cuya vida bendijo a su familia y a su nación. Vemos también gente cuyas acciones les acarrearon una maldición a su familia, su ciudad y su nación. Usted y yo no somos diferentes. Estamos cosechando las consecuencias del pecado de Adán. También estamos cosechando las consecuencias de la promesa de Dios a Abraham de que todas las familias de la tierra serían bendecidas por medio de él. A través de Abraham y de sus descendientes, Isaac y Jacob, aparecieron las doce tribus de
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Israel que terminaron convirtiéndose en la nación de Israel. De esta nación vino Jesús, y por medio de Jesús, la maldición fue rota, Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. —Génesis 12:2-3 No importa que usted esté sufriendo por una maldición que es consecuencia de algo que usted mismo haya hecho, o que se debe a algo que hayan hecho sus antepasados. El Cristo que quita las cargas y destruye los yugos vino para hacerlo libre. Ya usted no tiene que pagar más las consecuencias de esa maldición. Puede vivir en las bendiciones y la libertad de la redención y la restauración de Dios. Capitulo 6 La maldición sobre una nación Hace poco había ido a California para un programa de TBN y Paul Crouch me preguntó: "Larry, después de todos estos años, y de todas las enseñanzas que tenemos, ¿por qué es que Dios te ha dado esta revelación en este momento de la historia? Yo nunca habia pensado sobre esto antes, pero de inmediato, el Espíritu Santo me dio la respuesta. Yo le conteste: "Porque estamos en el Jubileo". Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. —Levítico 25:10 Una de las promesas del Jubileo es la liberación de los cautivos (vea Levítico 25:39-41). Dios nos quiere liberar para que podamos manejar todo lo que Él se está preparando a hacer en estos últimos días. Quiere liberar a las personas, pero también quiere liberar a las naciones. Recuerdo que cuando niño, seguía por televisión los juegos olímpicos. Todos los participantes competían con intensidad para ganar la medalla de oro de su especialidad. Los ciudadanos de cada país apoyaban a los atletas que la representaban, incluyendo los estadounidenses, quienes gritaban: "¡Somos los primeros! ¡Somos los primeros!" Como nación, Estados Unidos seguirá siendo la primera, pero no creo que sea algo sobre lo que queramos gritar. Hay ciertos aspectos en los que no quisiéramos ser los primeros. De todas las naciones industrializadas, Estados Unidos es probablemente la primera en asesinatos, la primera en crímenes violentos, la primera en crímenes cometidos por menores, la primera en delitos cometidos por niños de primaria, la primera en cuanto a abortos, y la primera en cuanto a familias sin padre. También es probable que sea la primera en cuanto a divorcios, pornografía y abuso de drogas. Y que lo seamos en cuanto
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a dejar embarazadas a las mujeres para después abandonarlas, y que críen solas a sus hijos. Estados Unidos es el primer país en una serie de cosas sobre las que no tenemos ganas de gritar. Estados Unidos es una nación necesitada de que Dios la toque. Todos sabemos lo que sucedió en las escuelas de Pearl, en Mississippi; West Paducah, en Kentucky; Jonesboro, en Arkansas; Springfield, en Oregon, y Littleton, en Colorado. Las revistas de los quioscos nos presentaban a los niños que les dispararon a sus maestros y compañeros. En Arkansas, dos varones, uno de once y otro de trece años, tramaron el mortal plan de abrir fuego sobre sus compañeros; lo hicieron, y mataron o hirieron a quince personas entre estudiantes y maestros. En Colorado, doce estudiantes y un maestros fueron heridos de muerte, y otros sufrieron heridas graves, cuando dos estudiantes de secundaria tomaron corno blanco a ciertos grupos de estudiantes. La violencia que está estallando en nuestras escuelas nos tiene aterrados. En 1996, hubo 255.000 incidentes en que se cometieron crímenes violentos no mortales, de los que fueron víctimas estudiantes entre las edades de doce y dieciocho años. No se trata sólo de un problema de los barrios bajos; se está produciendo también en los vecindarios rurales y de personas pudientes. Entonces, cuando ya nos sentíamos como que habíamos fortalecido de forma adecuada la seguridad en las escuelas de toda la nación, un hombre entró a una iglesia de Fort Worth, en Texas, durante un culto, y comenzó a disparar, matando a siete personas e hiriendo a otras. La violencia se produjo en el único lugar donde pensábamos que nuestros hijos estaban seguros: la iglesia. Los patios de escuelas, parques de juego e iglesias ensangrentados de los Estados Unidos han salido en la cubierta de todas las revistas importantes del país, y nos están haciendo dos preguntas: •
¿Por qué está sucediendo esto en los Estados Unidos?
• ¿Qué podemos hacer para cambiar el curso que llevan la nación y nuestros jóvenes? En el primer capítulo de Isaías leemos una descripción de lo que era Israel en tiempos de este profeta. Cuando yo leo esto, pienso: Es lo mismo que está sucediendo hoy en Estados Unidos. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. —Isaías 1:4 Cuando una nación se aparta de Dios, hasta los niños se corrompen. La respuesta a los problemas de los Estados Unidos no se hallan necesariamente en que haya más control con las armas, más detectores de metales en las escuelas, o más policía en las calles. La furia y la violencia existentes se deben a que la nación ha dejado fuera a Dios y le ha
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dado entrada al diablo. Dios es real, y el diablo también. El diablo no es un inofensivo hombrecillo vestido con ropa interior larga de color rojo, y con unos cuernos puntiagudos. Es un ser espiritual malvado que viene a matar a nuestros hijos, destruir a nuestros niños y dividir a nuestras familias. El problema es espiritual, y le tenemos que dar una respuesta espiritual. Las armas de nuestra milicia no son carnales (vea 2 Corintios 10:4). Estamos combatiendo en una batalla que es espiritual, no mundana; por consiguiente, necesitamos respuestas espirituales. La siembra y la cosecha No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. —Gálatas 6:7-8 Recientemente, la alcaldesa de Portland pidió una reunión con todos los líderes religiosos de nuestra ciudad. Nos dijo: "Si usted me dan la respuesta a la violencia en nuestras escuelas, les prometo que, cualquiera que sea esa respuesta, yo la voy a respaldar y voy a actuar". Todos los que estaban en aquella sala comenzaron a dar respuestas, tratando de ser prudentes, y políticamente correctos. Tiz estaba sentada junto a mí, y me susurraba: "Pórtate bien. Pórtate bien". Finalmente, ya no pude resistirlo más y dije: "Señora, le voy a decir cuál es la respuesta. En nuestra iglesia tenemos centenares de niños. Ya no usan droga. Ya no llevan revólver. Sin embargo, cuando van a la escuela, no les permiten que lleven una Biblia. No se les permite entrar a orar. No pueden hablar de Jesús. No hace falta ser experto en ciencias espaciales para darse cuenta. Estamos cosechando lo que hemos sembrado. "Si realmente nos importan nuestros jovencitos; si realmente nos importa nuestra nación; si realmente nos importa algo que no sea nosotros mismos, y si realmente tenemos interés los unos por los otros, tenernos que estar haciendo lo que es bíblicamente correcto, en lugar de hacer lo políticamente correcto. Tenemos que comenzar a hacer lo que dice la Palabra de Dios". En contra de lo que había prometido, no apoyó la solución, sino que se remitió a la ley de la separación entre la Iglesia y el Estado, una ley pensada para mantener al Estado fuera de los asuntos de la Iglesia, y no para mantener a la Iglesia fuera de las escuelas y de los edificios del gobierno. ¿Qué les ha pasado a nuestros jovencitos? He aquí lo que ha sucedido. Hemos dejado de ir a la iglesia. De adorar a Dios, hemos pasado a adorar nuestra propia complacencia al precio que sea. La moral y los principios absolutos han sido declarados como pasados de moda, y la moral de situación los ha reemplazado. La nación ha permitido que su
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moralidad se derrumbe. Esas son las semillas que se han sembrado, alimentado y cosechado en esta generación. No es un accidente el que Estados Unidos se haya convertido en la primera en cuanto a abortos. No es un accidente el que se haya convertido en la primera nación en cuanto a crímenes y embarazos de menores. Hay una razón para el derramamiento de sangre y la violencia que hay en las escuelas y en la nación. ¿Por qué es esta nación la primera en cuanto a embarazos de adolescentes solteras? Porque toda semilla produce de acuerdo a su propia especie, y estamos sembrando esa semilla a través de programas de televisión, revistas y películas. Estamos fomentando las relaciones sexuales antes del matrimonio, los embarazos de solteras y los embarazos de adolescentes en las ondas de la nación. Si vemos lo que estamos cosechando en esta nación, descubriremos la clase de semillas que hemos sembrado. No les echemos la culpa a las armas, ni al diablo, ni tampoco a Dios. Si sembramos mala semilla, tendremos una mala cosecha. Pero si sembramos buena semilla, tendremos una buena cosecha. Si sembramos semillas de manzano, tendremos manzana. Si sembramos semillas de naranjo, tendremos naranjas. Si sembramos semillas de inmoralidad, cosecharemos inmoralidad. Estamos viendo niños que tienen niños. Estamos viendo mujeres solteras que tienen niños sin que nadie las ayude. Estamos cosechando una epidemia de inmoralidad, a causa de las semillas que hemos sembrado. Y no sólo cada semilla va a producir según su propia especie, sino que toda semilla también se multiplicará (vea Génesis 1:11). En la decisión Roe contra Wade del Tribunal Supremo en 1973, Estados Unidos dijo que estaba bien que un adulto tomara la decisión de abortar un niño no deseado. No digo esto para parecer muy espiritual, ni para hacer que nadie se sienta condenado, pero tomar la vida de un inocente no es algo que podamos decidir nosotros. Es un asesinato. Sé que suena fuerte, pero necesitamos abrir los ojos para ver qué espíritu es el que les estamos pasando a nuestros hijos. Poco después de que se les diera a los adultos el derecho a asesinar al niño aún no nacido, los que se las arreglaron para nacer de esa generación también están asesinando. Sin comprensión espiritual, la gente no entiende por qué los niños están matando a otros niños hoy. Cuando hablamos de maldiciones de familia o iniquidades, la familia es tan pequeña como el grupo de aquéllos que llevan el mismo apellido, o tan grande como la nación en la cual vivimos. En este caso, si nuestro apellido es "estadounidense", el espíritu que hay en los adultos, y que toma vida con tanta facilidad, al cual nosotros le llamamos aborto mientras que la Biblia le llama asesinato, ha sido pasado a nuestros hijos y sigue creciendo en ellos. Se multiplica la maldad
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Se ha dicho que es posible contar las semillas que tiene una manzana, pero no se pueden contar las manzanas que hay en una semilla. En otras palabras, se puede abrir una manzana y contar hasta diez o quince semillas, pero debido al proceso de multiplicación, cada semilla contiene en sí misma huertos de manzanas, puesto que se siguen multiplicando y reproduciendo. Mateo 24:12 afirma que la iniquidad no sólo pasa de una generación a otra, sino que se multiplica. La palabra "multiplicarse" traduce el verbo griego plezyno, que significa "aumentar". O sea, que esta fuerza no sólo pasa de una generación a la siguiente, sino que empeora notablemente con cada generación. Y Judá hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y le enojaron más que todo lo que sus padres habían hecho en sus pecados que cometieron. — 1 REYES 14:22 (Énfasis del autor) La iniquidad que hizo que los pecados fueran transferidos y se multiplicaran, tuvo por consecuencia unos pecados peores que los cometidos por sus padres. Esto mata la teoría de que "esta vida es mía, y puedo hacer lo que quiera, con tal que no le haga daño a nadie". Esta vida no es sólo nuestra. No vivimos independientes de los demás, y lo que hacemos como pueblo y como nación se transfiere a la generación siguiente, y en ella se multiplica. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. -SALMO 51:5 Aunque David habla aquí de una generación pasada de una persona a otra, debemos comprender que la iniquidad también puede pasar de una generación a la siguiente. Mi generación estaba metida en las drogas cuando teníamos dieciocho, diecinueve o veinte años. La iniquidad se ha multiplicado, y ahora los niños están metidos en drogas a los ocho, diez y doce años de edad. Nosotros estábamos durmiendo con cualquiera y teniendo relaciones sexuales antes del matrimonio a los dieciocho, diecinueve y veinte años. Ahora, los niños hacen eso mismo a los diez, doce y trece años... y están procreando otros niños. Ya no podemos llevar una Biblia a la escuela, así que ahora los jovencitos llevan condones, drogas y armas. No podemos orar en voz alta en el aula, pero nuestros maestros pueden enseñar que es correcto adoptar un estilo de vida alterno de homosexualidad. En algunos estados, una niña de catorce años no se puede perforar las orejas sin permiso de sus padres, pero puede abortar sin el consentimiento paterno. La iniquidad no sólo se está transfiriendo, sino que se está multiplicando. Tarde o temprano, va a afectar la vida de todos, incluyendo la de nuestros hijos y nietos. Hace una generación, si un funcionario electo decía: "Si la madre no quiere al hijo, matemos a ese hijo que aún no ha nacido. Lo llamaremos aborto. Lo haremos legal, y lo costearemos con los impuestos de los ciudadanos de Estados Unidos", esa persona
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habría sido desechada por la sociedad. Lo habrían sacado de su puesto. Habría cometido un suicidio político al promover algo tan insensato como matar a los niños aún por nacer. En cambio, hoy en día lo siguiente es lo cierto, Si un político toma una posición a favor de la vida de esos niños, se enfrenta al riesgo de perder las elecciones. ¿Qué le ha sucedido a Estados Unidos? Hace años, oí decir que los teatros o los auto teatros presentaban imágenes de palomitas de maíz., o de sodas, durante una fracción de segundo, en medio de la película. A estas imágenes se les da el nombre de subliminales. Pasaban con tanta rapidez, que la mente ni siquiera las detectaba, pero el subconsciente si, y de repente los que estaban viendo la película sentían un gran deseo de comer palomitas de maíz o tomarse una soda. Si esas imágenes eran tan poderosas, que eran capaces de afectar las decisiones de una persona en su vida, cuánto más poderosas pueden ser horas enteras de una violencia y una inmoralidad fácilmente perceptibles, sobre todo en el caso de unos niños pequeños e impresionables. Nuestra mente es un instrumento y una fuerza espiritual poderosa. Cuando hablo de la mente, no me estoy refiriendo al cerebro. Nuestro cerebro es una sustancia física formada por sangre y tejido o materia gris. Pero la mente no es física; es espiritual. Efesios 4:23 la llama el espíritu de vuestra mente. Todos sabemos que somos cuerpo, alma y espíritu. Somos un ser espiritual que vive dentro del cascarón de un cuerpo, y funcionamos a través del alma; es decir, de nuestras emociones, sentimientos y pensamientos. Proverbios 23:7 dice: Porque cual es su pensamiento en su corazón, tales él. Hace años oí decir. "Siembra un pensamiento y cosecha una acción; siembra una acción y cosecha un hábito; siembra un hábito y cosecha un destino". Por eso, Juan ora en 3 Juan 2 para que nuestra salud y nuestra prosperidad florezcan en proporción directa a la forma en que prospera nuestra alma, o con la forma en que pensamos y en que funcionan nuestras emociones. Hace poco leí en un periódico un artículo titulado "El final de una era". Hablaba del programa de televisión Home Improvement ("Mejora de las casas"], que se iba a acabar. Básicamente, los potentados de los medios masivos y de Hollywood les han cerrado la puerta a los programas y las películas que presentan a la familia tradicional. Dicen que un hogar con la madre, el padre y los hijos ya no es la norma, ni el único estilo aceptable de "familia". Ahora, la gente quiere ver programas de parejas que viven juntas sin casarse, grupos de amigos de ambos sexos que viven juntos, o una joven normal y un homosexual que viven juntos. Los días de los programas de televisión al estilo de Leave It to Beaver ("Déjaselo a Beaver") han terminado oficialmente; se trata del final de una era. Ha surgido un nuevo modelo aceptable. Hace veinticinco años, el evangelista David Wilkerson, de la ciudad de Nueva York, profetizó que se verían en la televisión hombres y mujeres teniendo relaciones sexuales. Nadie pensaba que eso pudiera ocurrir, pero ocurrió. La mayoría de los programas nocturnos tratan unos temas que sólo por hablar de ellos, solían hacer que nos lavaran la
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boca con jabón. Ahora, ponen el programa para que lo vean y oigan personas de todas las edades. Cuando la industria del espectáculo les dice a nuestros hijos que no tiene nada de malo que un hombre y una mujer duerman juntos, aunque no estén casados; que tengan un hijo, aunque sea fuera de matrimonio; que busquen un aborto o maten a ese niño, o que vivan como homosexuales y lesbianas, ¿esperamos que esto no los afecte? Somos responsables de la forma en que usemos nuestra influencia como políticos, como productores de televisión, como actores o cantantes, y como gente de negocios. Cuando el dinero que se obtiene de las películas, la televisión y las grabaciones vale más que la vida de nuestros hijos ¿no será que nos estamos vendiendo por treinta monedas de plata? Estados Unidos está traicionando a sus hijos por dinero. Jesús tiene unas palabras muy graves con respecto a esto: Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mi, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. —MATEO 18:6 Hace algunos años estaba en Nashville, dando unos cursos sobre la familia para TBN. Tiz y yo estábamos escuchando el noticiero, y la nación se tambaleaba después de otro tiroteo en una escuela. Durante aquel mismo noticiero, se presentó un informe sobre un cierto profesor de un colegio universitario y varios políticos que debatían sobre el argumento del momento en el que comienza realmente la vida humana. Dos estudiantes universitarios acababan de ayudar a nacer a un bebé en un cuarto de hotel, habían matado al bebé y lo habían puesto en un basurero. ¿Se los debía procesar por asesinato, o no? Si hubieran provocado un aborto uno o dos días antes, habrían podido recibir ayuda del gobierno. Pero el que hubieran esperado esos días más hasta que el niño naciera, era razón para que el gobierno los juzgara por asesinato con premeditación. El profesor universitario alegaba que un bebé no puede ser realmente humano hasta que llega a los treinta días. Mientras no alcanza los treinta días de nacido, es lo que el llamo un "neófito", y durante ese período, los padres deberían tener el derecho de escoger si el niño debía vivir o morir. No fue coincidencia que mi enseñanza de aquella noche tuviera la misma base que el próximo capítulo: "La inversión de una maldición nacional". Cuando cuento esa historia en las iglesias, la gente se siente impactada. Pero ya no nos causa impresión alguna un aborto a los cuatro meses, a los seis, o incluso a los ocho, porque nos hemos acostumbrado. Es la vieja historia de la rana en el cazo. Si usted pone una rana en un cazo lleno de agua hirviendo, salta y se va. Pero si lo pone en un cazo de agua tibia, y poco a poco va subiendo el calor, la rana se va ajustando, y se queda allí sentada, hasta que muere hervida. Esto es lo que está sucediendo en los Estados Unidos. No comenzamos matando a los niños al nacer. Al principio sólo se podía abortar durante el primer trimestre de embarazo; después se extendió hasta incluir el segundo trimestre. Ahora, en los abortos de nacimiento parcial, le podemos quitar la vida a un ser inocente en el momento en que sale de la seguridad del vientre materno. Nos estamos
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acostumbrando al aborto. Nos estamos acostumbrando al crimen. Nos estamos acostumbrando a la inmortalidad. ¿Se nos ha encallecido el corazón? Y la iniquidad del aborto —o de la destrucción de vidas inocentes—, ¿ha pasado a la próxima generación? En estos momentos, sólo en los Estados Unidos, hay 1,8 millones de adultos tras las rejas. El número de personas encarceladas se ha más que duplicado en los últimos doce años. Las prisiones de la nación han añadido veintiséis mil camas en el último año. Los ciudadanos pagan millones de dólares al año en impuestos, sólo para que funcione el sistema carcelario; sin embargo, parece como si por mucho que hagamos para tratar de arreglar este problema, sigue creciendo. ¿Por qué sucede esto? Porque la iniquidad no sólo se transfiere, sino que también se multiplica. ¿Es una situación desesperada? Aunque tal vez lo parezca, no lo es si nuestra esperanza está puesta en Jesucristo. Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. —Romanos 5:20 Jesucristo es d mismo ayer, y hoy, y por los siglos, —HEBREOS 13:8 Si Él pudo liberar de Egipto a los hijos de Israel, también nos puede liberar a nosotros de la situación en la que estemos, cualquiera que ésta sea. El no sólo quiere romper la maldición, sino que también la quiere invertir. Capitulo 7 La inversión de una maldición nacional Puesto que Dios me ha llamado a enseñar sobre las formas de romper las maldiciones generacionales, de vez en cuando veo programas de televisión o Leo artículos de revistas que tienen que ver con la delincuencia juvenil. Son muchos los jovencitos a los que se encuentra repitiendo, de una forma mayor, algo que les ha pasado a ellos. La mayoría han sido víctimas de maltratos físicos o sexuales. Las historias de esos jovencitos son trágicas. Recuerdo uno cuyo padre era homosexual, y el amante del padre había estado abusando sexualmente de él. Muchos de esos niños proceden de hogares destrozados. Han heredado la iniquidad de las generaciones pasadas, y se han convertido ellos también en abusadores, pervertidores y criminales. Tal como hablamos antes acerca de confesarnos nuestras faltas unos a otros (Santiago 5:16), también podemos confesar las faltas de nuestra nación. Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
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—Romanos 10:9-10 Vivimos en unos tiempos en los que muchos creen que no hay nada bueno ni nada malo. Todo puede ser bueno, siempre que uno lo crea bueno. En muchas de nuestras escuelas no estamos enseñando principios absolutos, Los alumnos reciben una calificación en matemáticas que se basa en su esfuerzo, y no en que sus respuestas hayan sido correctas. Los jovencitos cometen un delito en su escuela, y los padres llevan a la escuela a los tribunales, por no haber tenido suficiente supervisión, o por permitir un ambiente que puede haber provocado el delito. En lugar de enseñarles a nuestros hijos a aceptar la responsabilidad y las consecuencias de sus acciones, les estamos enseñando a esconderlas, a cubrirlas y a echarles a otros la culpa. Recibimos la justicia y la salvación por medio de la sangre derramada por Jesús, pero también nos las podemos apropiar como nación. De la misma forma que una persona puede ser liberada, también lo puede ser una nación. Nuestra nación puede experimentar la liberación, la bendición, la prosperidad y la sanidad de Dios. Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. —2 CRÓNICAS 7:14 Lo que Dios está diciendo es: "Si mi pueblo se arrepiente de la iniquidad y de los pecados de su nación, yo voy a liberar a la nación”. El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. -PROVERBIOS 28:13 Necesitamos dejar de jugar, aceptar con seriedad las proclamaciones y la causa de Jesucristo, y entrar en batalla. Necesitamos enfrentarnos a los problemas espirituales con soluciones espirituales. Tenemos a nuestra disposición unas respuestas espirituales que harán que triunfemos siempre. Y necesitamos llegar a la causa básica. Por supuesto, le doy gracias a Dios por todo el que trate de ayudar a resolver los problemas del mundo, pero la respuesta no va a proceder de una asociación política, de un grupo de cabildeo o de un programa de televisión. El gobierno nos dirá que el problema está en las armas. La gente que está en contra del aborto nos dirá que el problema está en los partidarios del aborto. Sin embargo, la solución a los problemas de la nación no está en la gente: Porque no tenemos lucha contra sangre y carne (Efesios 6:12). Al igual que el problema, la solución es también espiritual. El problema consiste en que la iniquidad de los padres se transfiere de una generación a la siguiente. Nuestros padres pecaron, y han muerto; y nosotros llevamos su castigo. -LAMENTACIONES 5:7
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Si permitimos que nos convenzan para que sólo busquemos respuestas carnales — controles más estrictos con las armas de fuego, talleres sobre autoestima, clases de educación sexual, distribución de aparatos para el control de la natalidad en las escuelas, y cosas así—, sólo estaremos tratando los síntomas, y no las causas. Los problemas espirituales exigen respuestas espirituales, y eso significa guerra espiritual. Arrepentirse por su nación Daniel se puso en la brecha por toda una nación. Cuando se arrepintió por las iniquidades de Israel, el pueblo fue liberado y se comenzó a preguntar: "¿Por qué no estamos sirviendo a Dios? ¿Por qué estamos haciendo estas cosas que no le son agradables? ¿Cómo es posible que nos hayamos alejado tanto de las bendiciones de Dios que antes disfrutábamos?" En el sentido espiritual, Estados Unidos se halla en la misma situación que Israel cuando fue llevado a la cautividad, y si Dios oyó las oraciones de Daniel y liberó a Israel, también va a oír las nuestras y va a liberar a los Estados Unidos. Todo lo que tenemos que hacer es buscar de nuevo a Dios. El no es un Dios malvado, ni un capataz cruel. Es un Dios bueno, un Padre grande y amoroso que quiere traernos de vuelta a su bendición. Necesitamos decir: "Señor, confesamos nuestros pecados ante ti, y nos arrepentimos. Ten misericordia de nosotros". Él nos promete que cuando hagamos esto, sanará nuestra tierra (vea 2 Crónicas 7:14). La oración de Daniel por Jerusalén puede ser también nuestra: Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. ...Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. —Daniel 9:5, 16 Ésta fue la respuesta que Dios le dio a Daniel, y creo que también puede ser la que nos dé a nosotros: Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. -DANIEL 9:23 Israel es tipo y sombra de todos los que somos hijos de Dios. Ellos estaban en la cautividad, y la visión interpretada por Daniel significaba que en el año setenta de su cautividad, serian liberados (vea Daniel 9:24-27). En el momento de producirse la visión, estaban en el año sesenta y nueve. Daniel sabía que se acercaba su redención, pero tenía temor, porque comprendía que aunque el pueblo fuera liberado, su iniquidad lo llevaría de vuelta a sus caminos de pecado.
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Sí, Jesucristo es el Cristo que quita las cargas y destruye los yugos. Él fue herido por nuestras transgresiones. Su sangre nos ha liberado. Pero si no comprendemos que su sangre también rompe la iniquidad, o la maldición, seguiremos cayendo en pecado. Como el pueblo judío de los tiempos de Daniel, por medio del poder de la sangre de Jesús podemos entrar en ese año de liberación, o año del Jubileo. En este nuevo milenio, Dios nos está diciendo a nivel de nación: “Arrepiéntanse". Nosotros nos podemos arrepentir por la maldad que nuestra nación ha cometido contra Dios. Nos podemos arrepentir por lo que trajeron sobre la nación aquéllos que vivieron antes que nosotros. Nos podemos arrepentir por la iniquidad que está manteniendo esclavizada a la nación. Jesús está deseoso de poner en libertad a todos los cautivos. Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mi; y también porque anduvieron conmigo en oposición…. Entonces yo me acordaré de mi pacto. —Levítico 26:40, 42 Dios tiene un pacto con todas las naciones y con todas las personas que invocan su nombre. Si los cristianos comenzamos a arrepentirnos de la iniquidad que se ha introducido en nuestra nación, Dios va a hacer que las mentes de las personas se vuelvan a enderezar, y va a derramar las bendiciones de su pacto sobre Estados Unidos. La muerte, la destrucción y la falta de razón para vivir que tiene nuestra generación no son culpa sólo de los medios masivos. La Iglesia también tiene culpa. Cuando atamos los poderes de las tinieblas, o desatamos la unción de Dios, si quisiéramos ser honrados, la mayoría de nosotros admitiríamos que sólo estamos pronunciando palabras, porque no está sucediendo gran cosa. Hemos dejado que caigan los muros, y le hemos dado lugar, le hemos proporcionado una apertura al enemigo, y ese enemigo no es un ser humano; es el diablo. La Biblia dice que no tenemos batalla contra carne ni sangre, y mientras no aprendamos esto, no podremos triunfar, porque estaremos luchando con el enemigo que no es, o no estaremos luchando en absoluto. Proverbios 6:31 afirma que cuando descubrimos quién es el ladrón, entonces él nos tiene que devolver todo lo que nos ha robado, multiplicado por siete. Los que no son salvos y no son cristianos, no son el enemigo. Son nuestra meta. Jesús dijo estas palabras: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Tal vez usted diga: "Si, pero ese drogadicto, y esa persona mundana, no son amigos de Jesús". Cuando yo era drogadicto, Jesús me amaba tanto, que murió para tomar mi lugar. Y no lo olvide: Él murió para tomar también el lugar de usted. Siempre me asombra lo críticos que nos podemos volver los que hemos sido salvados por gracia. Otra cosa de la que el pueblo de Dios necesita arrepentirse, es de las luchas internas. ¿No es increíble lo dividido que está el cuerpo de Cristo, aunque todos conocernos el texto que dice: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá (Mateo 12:25)? Cuando tomamos la comunión, debemos esperar hasta habernos juzgado a nosotros mismos (vea
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1 Corintios 11:23-33). Debemos juzgar nuestro carácter y nuestra conducta con el Señor, pero es igualmente importante que juzguemos la forma en que nos tratamos entre nosotros. El versículo 29 dice que si no lo hacemos, el juicio de Dios cae sobre nosotros cuando tomamos la Santa Cena de una manera indigna. En el versículo 30, la Biblia dice que ésta es la causa o razón por la cual muchos están débiles, enfermos o muertos. Nuestras iglesias y nuestros ministerios son débiles, nuestros matrimonios y familias están enfermos, y nuestras comunidades y nación se están muriendo. ¿Por qué razón? El versículo 29 nos dice que no estamos discerniendo o tratando de manera adecuada al cuerpo del Señor. Cuando Él habla de Su cuerpo, no está hablando de un pedazo de pan, puesto que en 1 Corintios 10:16 y 17, la Biblia dice que nosotros somos el pan y que somos un solo cuerpo. Al principio de ser salvo, yo pensaba que todos los cristianos amaban a Dios y se amaban entre sí. Poco después de recibir a Jesús, me fui al trabajo y les conté a todos lo que me había sucedido. Había nacido de nuevo. La mayoría de ellos se sintieron emocionados, pero una señora, en lugar de alabar a Dios y sentirse feliz, me preguntó en qué denominación yo había sido salvo. "La cristiana", le respondí, sin intentar dármelas de listo. Pero era nuevo, y pensaba que en Jesús, todos éramos una familia. ¿Ha conocido usted algún cristiano de mala entraña, murmurador, traidor y fomentador de divisiones? ¿Cómo es posible que nosotros, que debemos ser como Cristo, aceptemos el ser de mala entraña, discutidores y chismosos? Ser un cristiano de mala entraña es como ser un hombre bajo alto, o un hombre delgado grueso, o un hombre calvo de pelo largo. Sencillamente, no funciona. Pues esa otra iglesia no tiene bien sus creencias. ¡Ni tampoco usted! ¡Ni tampoco yo! Ninguno de nosotros comprende la Palabra de Dios de una forma correcta al ciento por ciento. La Biblia dice que todos vemos oscuramente, a través de un espejo (vea 2 Corintios 13:12). Yo sé que cuando lleguemos al cielo, caminaremos por las calles de oro con Jesús, y Él nos dirá: "Ahora que tengo un poco de tiempo contigo, déjame mostrarte algo". Entonces, abrirá Su Palabra. "Pero, Señor, si en cuanto a eso, no andaba ni cerca, ¿no es cierto?" "No", nos dirá, "pero hiciste lo que pudiste". Así que, antes de comenzar a gritar muy alto para que el mundo malvado se arrepienta, señalando el índice acusador y diciéndoles que todo es culpa suya, debemos recordar que el arrepentimiento comienza por casa. La unidad fue la que trajo consigo el derramamiento del Espíritu Santo en la Iglesia naciente, y yo sé que va a traer el derramamiento y la unción de Dios a la Iglesia de los últimos tiempos. La Biblia dice que "los de fuera" van a saber que "los de dentro" le pertenecernos "al de arriba" por una sola cosa: Sabrán que somos sus discípulos, porque nos amamos unos a otros (vea Juan 13:35). Sabrán que le pertenecemos a Él, no porque somos perfectos, sino porque nos amamos mutuamente. ¿Sabe lo que eso significa? Cuando pongamos en orden nuestra vida, y nos amemos corno debemos, van a entrar más personas que nunca en la iglesia para recibir la salvación, porque la unción volverá a nuestra música, nuestro canto, nuestra enseñanza y nuestra predicación. La Biblia dice que si decimos que amamos a Dios y no amamos a la persona que tenemos junto a nosotros, sólo somos
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unos mentirosos (vea 1 Juan 4:20-21). Debemos estar seguros de que cuando hablamos la verdad, la estamos hablando en amor, y no movidos por un espíritu erróneo. La letra de la ley mata o destruye la fe en Dios, pero el Espíritu o unción le da vida a la Palabra que estamos enseñando y predicando. La Iglesia necesita vigilar su producción de frutos. Los creyentes nos debemos hablar la verdad unos a otros, de acuerdo con el fruto del Espíritu, que es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (vea Gálatas 5:22-23). Realmente, me parece que el dueño (Dios) de la viña (la Iglesia) está buscando fruto (por medio del Espíritu), y cuando lo encuentre en la Iglesia —cuando la Iglesia comience a amar y ser bondadosa de nuevo—, el Espíritu de Dios va a comenzar a fluir como nunca antes. Necesitamos recordar que estas cosas de Jesús, de la Iglesia y de la Biblia constituyen las Buenas Nuevas. Entregarlo todo Dios dice: "No sólo voy a romper la maldición, sino que la voy a invertir, y traer de vuelta a vuestra vida todas esas bendiciones del pacto con Abraham y el pacto mosaico". ¿Lo podemos hacer realmente? Para responder esa pregunta, le voy a dar un ejemplo de algo que hicimos en nuestra iglesia. Sabiendo lo que Lucas 6:38 dice con respecto a lo que damos y lo que se nos da, medida buena, apretada, remecida y rebosando, yo me preguntaba por qué hay gente que no diezma. La razón por la que el diablo no quiere que la gente diezme, es para que no sea bendecida, y de paso, la iglesia tampoco lo sea. Por eso, en uno de nuestros cultos nos arrepentimos de no haber ofrendado ni diezmado. Después, nos arrepentimos de la iniquidad que mantenía esclavizada a la gente; que le impedía ver lo que dice la Palabra de Dios acerca de los diezmos y las ofrendas al Señor; de darle cuanto Él nos pida que le demos. Los informes de alabanza y los milagros económicos empezaron a llegar en gran número, pero hay uno en particular que recordamos especialmente Tiz y yo. Todd y Kathy habían tratado de adoptar un bebé durante más de cuatro años, y siempre habían sido fieles en cuanto a sus diezmos y ofrendas. Sin embargo, había algo que bloqueaba su milagro. En diversas ocasiones estuvieron a punto de tener un bebé en sus manos, pero le daban el niño a otras personas en el último momento. Cuando yo estaba predicando sobre darle a Dios, el Espíritu Santo me dio una palabra para Todd: "Todd, si tú le entregas a Dios tu espíritu de ira, Dios te va a dar una hija". La ira había estado en Todd y en algunos otros miembros de su familia durante generaciones, pero aquel día, Todd se la entregó a Dios, y quedó libre. Al mismo día siguiente, recibieron una llamada de la agencia de adopciones. "¡Tenemos su niña!" Cuando le damos a Dios todo lo que tenemos —lo bueno, lo malo y lo feo—, Él nos da unas bendiciones inmensamente grandes, mucho mayores de lo que nosotros podríamos pedir o pensar (vea Efesios 3:20). Y el mismo principio es válido para todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo nuestras ciudades y naciones. Cuando dedicamos nuestro
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tiempo a orar e interceder por nuestros parientes y amigos, por nuestra comunidad y nuestro país, Dios puede cambiar las cosas. ¿Cuántas personas sirven hoy a Dios como consecuencia de que su madre o su abuela oró por ellas? ¿Cuántas veces oímos la historia de un hijo que regresa al hogar después de años de oración e intercesión de sus padres a favor de él? Cualquier persona puede hacer esto por su familia y, en nuestra condición de cristianos, lo podemos hacer por nuestra nación. Dios hace habitar en familia a los desamparados; saca a los cautivos a prosperidad; mas los rebeldes habitan en tierra seca. —Salmo 68:6 Así como Daniel se arrepintió del pecado de Israel —aunque él mismo no se había apartado de Dios para corromperse—, también una persona se puede arrepentir de la iniquidad de su nación, de su iglesia o de su familia. Entonces, los que están encadenados y atados a la rebelión pueden ser liberados. ¿Recuerda Levítico 16:22, cuando el sacerdote ponía la sangre sobre el macho cabrío, pronunciaba los pecados de Israel sobre él, y lo enviaba al desierto? La iniquidad, ese espíritu que mantiene esclavizada a la gente, era enviada a un lugar desierto, Jesús dijo que va a un lugar desierto, pero después regresa. Aunque encuentra la casa barrida y adornada, ha quedado una puerta abierta, y entran más espíritus. Entonces, esa persona está en peores condiciones que antes (vea Mateo 12:43-45). Pues no sólo vamos a enviar la maldición a un lugar desierto, sino que la vamos a destruir por medio de la comprensión, por medio de la sangre de Jesús, de que cuanto atemos en la tierra, es atado en los cielos (vea Mateo 16:17-19). Nuestra casa va a estar barrida y adornada, y todas sus puertas van a estar firmemente cerradas. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia. —Deuteronomio 30:19 Podemos escoger entre la vida y la muerte. Dios no lo va a hacer por nosotros. Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones. —Deuteronomio 7:9 No me parece que nos queden mil generaciones, porque creo que estamos en la noche del sexto día. Estamos en la hora undécima. Estamos en el año sesenta y nueve de la cautividad babilónica. Estamos a punto de entrar en el reino milenario de Jesús, que comenzará después del arrebatamiento y de la tribulación, y vamos a gobernar y reinar aquí en la tierra con Jesús.
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Se trata del mensaje profético de que estamos entrando en el milenio sabático con la bendición de mil años sobre nosotros y sobre nuestros hijos. ¿Podemos romper realmente la maldición que haya sobre nuestra familia? ¿Tenemos la autoridad necesaria? ¿Quién decimos que es Jesús? ¿Decimos que es el Cristo, el poder de Dios que quita las cargas y destruye los yugos? Si así es, El nos dice: "Ahora te doy poder, y las llaves del reino; bienaventurado seas". Son las llaves que atan y las llaves que desatan. Cuanto usted prohíba en la tierra, es prohibido en los cielos. "Prohíbo que esta maldición se siga arraigando en mi vida. Prohíbo que esta maldición eche raíces en mi familia. Prohíbo que esta maldición entre a mi iglesia. Prohíbo que esta maldición le haga daño a mi ciudad. Prohíbo que esta maldición siga operando en mi nación". Y cuanto usted desate o permita en la tierra, es desatado en los cielos. "Desato por el Espíritu de Dios bendiciones, sanidad, gozo y prosperidad sobre mi familia, mi ciudad y mi nación". Ésta es la autoridad que tenemos cuando sabemos quiénes somos en Cristo Jesús. Hemos recibido autoridad Me hallaba en una convención de libreros cristianos cuando un hombre procedente de Irlanda se me acercó y me dijo: "Venga a enseñar esto en Irlanda. Nosotros llevamos centenares de años en guerra. Oímos su mensaje sobre romper las maldiciones familiares y nacionales, y ésa es la respuesta para que nuestra nación sea libre. Estamos luchando, y ya ni siquiera comprendemos por que estamos luchando". Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. -MATEO 12:29 Podemos atar al enemigo en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra iglesia, en nuestra ciudad y en nuestra nación, gracias a la sangre de Jesucristo. Él es el Cristo, el que quita cargas y destruye yugos; el que es capaz de quebrantar ese espíritu de iniquidad y de hacer que Estados Unidos, o Irlanda, o cualquier otra nación, sea libre de nuevo. Nosotros tenemos las llaves para recuperar lo que el hombre fuerte nos ha robado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios. —MARCOS 16:17 Si usted cree en Jesucristo, ha recibido la autoridad necesaria para echar fuera las fuerzas que están atacando a su familia, su hogar y su nación. Hace poco iba en avión a una conferencia de hombres en Hawái. Dos de mis colaboradores estaban conmigo, y el hombre que estaba sentado detrás de mí me tocó en el hombro y me dijo: "Pastor, me gustaría presentarle a este hombre". Estaba sentado junto a un pastor de Hawái. El pastor hawaiano me dijo: "Es un milagro que estemos en el mismo avión". Sacó un hermoso juego de estilográfica de madera y
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hecho a mano, con mi nombre grabado. Me dijo: "Se lo iba a enviar a usted tan pronto llegara a casa". Después dijo: "Escuché sus enseñanzas sobre romper la maldición, y esas enseñanzas me han liberado. Pero no sólo me han liberado a mí, sino que las compartí durante cinco semanas en mi iglesia, y la iglesia ha quedado totalmente liberada. Le quería hacer este regalo para decirle lo incalculablemente valiosas que son sus enseñanzas". En aquella conferencia de hombres en Hawái, un hombre se me acercó después para decirme: "Pastor, ésta es la respuesta que yo he estado buscando. A mi bisabuelo le pusieron un nombre que en su idioma era el de una deidad demoníaca feroz. Mi tatarabuelo también tenía ese nombre, y terminó perdiéndolo todo. El rey les había dado tierras, y las perdieron todas. Finalmente, comenzó a abusar del alcohol y las drogas, y terminó en la cárcel. Desde entonces, al varón más fuerte de cada generación se le daba ese nombre. Todas las personas que llevaban el nombre terminaban perdiéndolo todo, metidas en las drogas y el alcohol, y en la cárcel. Esto ha sido pasado de una generación a otra, y ahora le acaban de poner ese nombre a mi hijo. Yo me voy a mi casa para cambiarle el nombre y romper la maldición, de manera que lo que les sucedió a mis antepasados no le suceda a mi hijo". ¿Hay alguna maldición en su familia? ¿Hay alguna maldición en su iglesia? ¿Hay alguna maldición sobre su ciudad que se repite una y otra vez sobre sus habitantes? ¿Está cansado de vivir en una nación maldita? Para que pueda invertir la maldición que hay sobre su familia, su ciudad y su nación, es necesario que tenga primero las llaves del reino de los cielos. En primer lugar, necesita convertir a Jesucristo en Señor de su vida. Si nunca le ha pedido a Jesús que entre en su corazón para que usted sea salvo, haga esta oración para poder convertirse en hijo de Dios, recuperar lo que el enemigo le ha robado, y comenzar a llevar la vida abundante que Dios tiene planeada para usted. Padre, vengo ante ti en este momento en el nombre de Jesús. Sé que he pecado, porque todos hemos pecado. Pero también sé que tú me amas tanto, que enviaste a Jesucristo para que pagara por completo el precio de todos mis pecados. Te pido que me perdones todos mis pecados y te entrego mi vida. En estos momentos recibo a Jesucristo como Señor y Salvador mío. Y ahora, Satanás, en el nombre de Jesús, por su sangre y por el poder de la cruz, te ato y te ordeno que salgas de mi vida. Sal de mi casa. Sal de mi familia. Sal de mi cuerpo. Sal de mi mente. Sal de mi espíritu. Sal de mi economía. Y declaro que todas las maldiciones de familia y todas las maldiciones generacionales quedan rotas e invertidas en el nombre de Jesús. Tengo el perdón. Tengo gozo. Tengo paz. Tengo la salvación. Tengo salud. Tengo prosperidad. Todas estas cosas son mías. No algún día, sino hoy, ahora mismo, en el nombre y por la sangre de Jesucristo. Amén. Puede hacer esta oración sobre su familia, su iglesia, su ciudad y su nación: Señor, me arrepiento de la iniquidad que hay en nuestra familia, en nuestra iglesia, en nuestra ciudad y en nuestra nación, y que ha sido transferida de una generación a otra.
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En este mismo instante, por medio de la sangre y del nombre de Jesucristo, invierto esas maldiciones. En el nombre de Jesús he orado. Amén. CUANDO LE DAMOS A DIOS TODO LO QUE TENEMOS —LO BUENO, LO MALO Y LO FEO—, EL NOS DA UNAS BENDICIONES INMENSAMENTE GRANDES, MUCHO MAYORES DE LO QUE NOSOTROS PODRIAMOS PEDIR O PENSAR Capitulo 8 La sangre de Jesús tiene más poder del que usted se cree Todas las semanas recibimos cartas de creyentes en las que nos expresan que necesitan ser liberados. También recibimos muchas cartas de personas que no son cristianos nacidos de nuevo, pero que necesitan con toda urgencia una respuesta a sus problemas. En toda esta nación hay gente que batalla con maldiciones generacionales en su propia vida o en la de su familia: depresión, suicidio, enfermedades de todas clases, lujuria descontrolada, promiscuidad, ansiedad, fracaso, pobreza, abandono, brujería, temores, rebelión, maltratos y adicciones de todo tipo. Y la lista sigue. Un hombre nos envió una carta donde decía que lloró incontrolablemente mientras escuchaba mi testimonio. Nos comunicaba que mi historia habría podido ser su propia historia, con la excepción de que él ya había perdido a su esposa y sus hijos a causa de su furiosa y descontrolada ira. Había perdido toda esperanza mientras intentaba todo lo que conocía para cambiar de vida, fracasando siempre. Hasta nos dijo que habría preferido ser la víctima, la persona maltratada, y no el abusador, porque al serlo, tenía que vivir lleno de una vergüenza y un sentido de culpa horrible. Hoy en día se dedica mucha atención a las víctimas de los maltratos, y es correcto que así sea. Entonces, un hombre como éste suplica: "Yo soy el abusador, pero también soy una víctima; una víctima de mi propia furia. Por favor, ayúdenme a cambiar". Sentí que se me destrozaba el corazón mientras me inundaban recuerdos y sentimientos salidos de mi pasado. Vi la urgencia con la que esta gente necesitaba saber cómo podía ser liberada. Cuando escucho estas historias y leo estas cartas, lloro ante Dios. Recuerdo lo que dijo el profeta Oseas: Mi pueblo fue destruido, porque le falto conocimiento ((Oseas 4:6), y estoy decidido a hacer que la Palabra de Dios llegue a aquéllos a quienes Satanás está pisoteando; a aquéllos que están agotados y listos para echado todo a rodar y declararse derrotados. El enemigo no desperdicia táctica alguna en su intento por derrotar al pueblo de Dios. No hay nada que esté por encima de los asaltos demoniacos. Es decir; nada, con la excepción de la sangre de Jesús. El poder de la sangre La sangre de Jesús es la fuente del poder para nuestra salvación y nuestra libertad. En el momento en que recibimos a Jesucristo en el corazón y la vida, nuestros pecados nos son perdonados. Entonces Jesús se convierte en Jehová Tsidkenu, nuestra justicia, y Jehová M'Kaddesh, nuestra santificación constante.
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La sangre de Jesús nos hace justos al purificarnos de cuanto pecado hayamos cometido jamás. Eso significa que ya no somos enemigos de Dios, sino que estamos en una relación correcta con Él. La sangre de Jesús no se limita a cubrir nuestro pecado. Las Buenas Nuevas de Jesucristo son muy superiores a eso. No importa que el pecado haya sido la adicción a las drogas, el aborto, la mentira o el robo. Cuando clamarnos por la sangre de Jesús, esa sangre nos purifica de todo pecado. Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. —Isaías 1:18 Nuestros pecados son como una mancha profunda, y no salen con un lavado normal. Sin embargo, aunque esos pecados sean manchas profundas, la sangre de Jesús nos hace más blancos que la nieve. Desde la perspectiva de Dios, la sangre de Jesús nos purifica de tal manera, que ante Él es como si nunca hubiéramos pecado (vea Hechos 3:19). Aunque esto es muy bueno —y esa noticia es grandiosa, porque es la esperanza para nuestra vida—, no está aquí todo lo que significa nuestra salvación. Lo que no saben muchos cristianos es que su salvación no se limita al perdón de los pecados. El Dios que me dijo a mi hace ya tantos años: "Larry, tus pecados te son perdonados", es el mismo Dios que dijo: "Cocaína, desaparece; alcohol, desaparece; pobreza, desaparece; enfermedad, ira y violencia, desaparezcan". Es el mismo Dios. El plan de Dios para nuestra vida no está hecho de agitación, lucha y dolor. Su plan para nuestra vida está hecho de gozo, paz y felicidad. Hoy en día, en mi vida personal, mi matrimonio y mi familia, estoy viviendo sueños que nunca consideré realizables. Por mi propia decisión, yo no pude dejar de usar drogas, ni tampoco por mi propia fuerza de voluntad, pero Jesús me liberó. La metadona no me pudo curar. Tampoco pudieron la acupuntura y la hipnosis. Pero la sangre de Jesús lo hizo, y su obra fue completa. Más que vencedores Los cristianos nos sentimos agradecidos a Dios por haber perdonado nuestros pecados y habernos purificado del pecado y la destrucción que había en nuestra vida. Sin embargo, nuestra salvación va más allá del perdón de los pecados. Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. —Romanos 10:9 Yo considero que ésta es la promesa más grande que hay en la Biblia. En griego, el idioma en el que fue escrito originalmente el Nuevo Testamento, la palabra "salvo" es una forma del verbo sodzo. Significa quedar totalmente integro. Cuando Jesús hablaba de que fuéramos salvos, no estaba hablando sólo de que fuéramos perdonados y convertidos en cristianos. Recibir la salvación significa recibir todo lo que es nuestro porque fue pagado
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por la sangre de Jesús. Eso significa que somos perdonados, pero también significa que somos sanados, rescatados, prósperos, bendecidos y liberados. La salvación que tiene para nosotros Jesucristo es: perdón, sanidad, rescate, prosperidad, libertad, autoridad y poder. Romanos 8:37 dice que somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Cuando evaluamos con realismo todo aquello a lo que nos estamos enfrentando, y calculamos nuestros propios recursos (nuestra propia fortaleza y poder, y nuestra propia capacidad para resolver las cosas), y vemos que tenernos todas las de perder, es cuando necesitamos volvernos a Dios y averiguar lo que Él tiene para nosotros. Necesitamos conocer la verdad que nos va a hacer libres. Y la verdad es que, por el poder de la sangre que derramó Jesucristo, no vamos a caer, sino que nos vamos a levantar. Por grande que sea el gigante al que nos enfrentamos, en Jesucristo somos más que vencedores. Cuando todas las circunstancias de su vida le hablen de derrota; cuando parezca como que la gente lo quiere mantener pisoteado; cuando todo le diga que va a perder, recuerde esto: Usted no va a perder, porque nació para ganar. Va a ganar, si no desmaya; si se planta firme, y si se levanta como guerrero y dice: "En el nombre de Jesucristo y en el poder de su sangre, no voy a caer, sino que me voy a levantar. ¡La victoria es mía!" No importa a qué se esté enfrentando —problemas matrimoniales, problemas de salud, problemas de dinero, problemas espirituales, alcoholismo, drogas, cigarrillos—, porque Jesús está aquí mismo, y es su salvación, su redención y su liberación en este mismo instante. Aquél cuya misión es ese sodzo —salvarlo, sanarlo, liberarlo— está aquí; no va a llegar después de la muerte, sino en este mismo momento. Me gusta decirlo de esta forma: No en el dulce momento en que muera, sino aquí en la tierra, mientras aún ando por ella. El enemigo nunca se da por vencido. Nunca descansa en su batalla para derrotarnos. Cuando la sangre de Jesús nos hace justos, no hemos peleado la última batalla, sino que pertenecemos ahora al bando ganador. El enemigo va a seguir sus asaltos para tratar de capturar nuestra mente y controlar nuestras emociones, pero nosotros lo podemos derrotar y vivir en victoria todos los días. El diablo se llega a usted y le dice: "¿Sabes una cosa? Todavía tienes ese problema de ira. Nunca vas a cambiar. Todavía tienes ese problema de depresión. Nunca vas a cambiar. Todavía tienes ese problema de alcoholismo o de drogas. Nunca vas a cambiar". Su acusador le dice: "Naciste de nuevo, pero eres un hipócrita, porque estás pasando por tu segundo divorcio, y nunca vas a cambiar", Usted se halla ante el trono de la gracia, pero el diablo lo está acusando de día y de noche. El Padre se inclina hacia nosotros y nos pregunta: "¿Cómo te declaras?" Usted sabe que las acusaciones son ciertas, porque es verdad que tiene esas fallas. Usted levanta la mirada al Padre y le dice: "Culpable". Entonces, el Padre se vuelve a inclinar y le dice: "Hijo, no te declares culpable. No te declares culpable, hija. Reclama la sangre de Jesús. No reclames el alcohol; reclama la sangre. No reclames el fracaso;
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reclama la sangre. No reclames la pobreza; reclama la sangre. Tú has sido redimido por la sangre de Jesús". Los expertos y los amigos que conocían la situación les decían a mis padres: "Su hijo no va a cambiar nunca". Y yo no podía cambiar por mi propia cuenta. Había nacido de nuevo, y seguía sin poder cambiar. Fui lleno del Espíritu, y no podía cambiar. Entonces descubrí el poder de la sangre de Jesús para mi vida, me levanté y dije: "Diablo, ya estás derrotado. La sangre de Jesús me ha hecho libre". Mientras colgaba de la cruz, Jesús dijo: Consumado es (Juan 19:30). El pacto de sangre entre Dios y el hombre está terminado. Todo lo que usted necesita ha sido pagado por completo por la sangre de Jesús. La gente me solía decir: "Nunca vas a cambiar. Nunca vas a ser libre". El mundo dice: "Una vez drogadicto, drogadicto para siempre". Eso será lo que dice el mundo, pero la Palabra dice otra cosa: Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres (Juan 8:36). A los jovencitos de nuestras escuelas les podemos decir: ¿Saben una cosa? Cuando ustedes se niegan a usar drogas, hay un poder que les va a dar la fuerza interior necesaria, y no van a tener que dejarse arrastrar de nuevo a las drogas y el alcohol". Podemos entrar en nuestras prisiones con el mensaje de esperanza y de victoria. Uno de los ministerios en las prisiones que tenemos en el Centro Cristiano New Beginnings tuvo que pasar a celebrar dos cultos, a causa del avivamiento. Uno de los presos con los que ministramos en la prisión tiene cadena perpetua, y está ayudando a dirigir uno de los estudios bíblicos. Lo llevaron ante los miembros de la legislatura estatal, los cuales le preguntaron: "El ochenta y dos por ciento de los convictos regresan a la prisión con otra condena, después de haber sido liberados tras cumplir la condena anterior. Ahora, después de estos seis años, sólo hay dos hombres de su grupo que han regresado a la prisión. El resto de ellos están fuera, tienen su trabajo y sostienen a su familia. ¿Cuál es la diferencia? Díganos por qué sucede esto". El les dijo a los legisladores: "En primer lugar, Jesucristo ha tomado la carga de nuestro pecado y Jesucristo nos ha limpiado. Nos ha dado un nuevo comienzo. Nacimos de nuevo, y estamos aquí para decirles que Él no sólo es quien quita la carga, sino que también es el que destruye los yugos. Nosotros no tenernos por qué volver a la prisión. No tenemos que robar de nuevo. No tenemos que golpear a nuestras esposas otra vez. No tenemos que seguir usando drogas. No tenemos que seguir tomando bebidas alcohólicas. Jesús vive en nosotros. El resucitó. Él pagó el precio por nosotros". Aquellos presos habían sido liberados, y permanecían libres gracias a la sangre de Jesucristo. Los judíos comprendían la enseñanza de la sangre. Cuando necesitaban perdón, ponían sangre sobre el altar del templo. Cuando necesitaban misericordia, ponían sangre sobre el propiciatorio. Cuando necesitaban oír a Dios, ponían sangre en el velo para entrar en el Lugar santísimo y estar en la presencia de Dios. Cuando necesitaban paz, traían un
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sacrificio de sangre. Cuando necesitaban sanidad, traían un sacrificio de sangre. Cada vez que necesitaban un milagro, ofrecían un sacrificio de sangre (vea Levítico 1-7.). Para usted y para mí, hay un río que nunca se seca. Es la fuente de todo lo que Dios quiere hacer en nuestra vida y a través de ella. Es el río continuo de la sangre de Jesús. Bajo el nuevo pacto, no tenemos que aplicarla cada vez que necesitarnos un milagro, cada vez que necesitamos entrar en la presencia de Dios, o cada vez que necesitamos sanidad. Todo lo que tenemos que hacer es darnos cuenta de que la poderosa sangre de Jesucristo está a nuestra disposición cada vez que necesitemos que Dios nos toque. ¿Ley o gracia? Después de que Jesús ascendiera de regreso a los cielos, sus seguidores sostuvieron un debate sobre si somos salvos por obedecer a las exigencias de la ley, o por aceptar la gracia de Jesucristo. Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. -Gálatas 3:10-14 La persona que cree recibir la salvación gracias a su propia justicia, tiene que ser perfectamente justa en todos y cada uno de sus aspectos. Si alguien piensa que se salva a base de seguir las reglas y las exigencias de la ley, entonces va a tener que seguir la ley en todo lo que haga; de lo contrario, la maldición de la ley caerá sobre él. Con Frecuencia, la gente dice que somos redimidos de la ley; por consiguiente, estamos libres de obligaciones o exigencias morales. Sin embargo, lo que dice Gálatas 3:13 es que somos redimidos de la maldición de la Ley, porque Cristo Jesús se convirtió en maldición por nosotros. Todo pecado que ha sido cometido lleva consigo una maldición. Jesús no sólo tomó sobre si nuestros pecados, sino también nuestra maldición por el pecado. Jesús nos ha redimido de la maldición de nuestro pecado. Nuestra economía, nuestro matrimonio, nuestro hogar, nuestras emociones y nuestra mente han sido secuestrados por el diablo. Pero Jesús vino y pagó en su totalidad el rescate de todos los aspectos de nuestra vida, para traernos de regreso al camino y al lugar donde debemos estar. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.
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—Deuteronomio 30:19 La Ley de Moisés contenía tanto una bendición como una maldición. Si alguien seguía los mandamientos de Dios, haciendo todo lo que Dios ordena, entonces tendría bendición sobre él, sobre su familia, su ciudad y su nación. Si no honraba a Dios ni seguía sus indicaciones, entonces caería una maldición sobre él, sobre su familia, su ciudad, su estado y su nación. Si hacia lo correcto, era bendecido. Si lo que hacía no era correcto, entonces caería sobre él la maldición. Sin embargo, los que hemos creído en Jesucristo no estamos atados a la Ley de Moisés. Por su muerte en la cruz, Jesús se convirtió en la maldición, de manera que podemos quedar libres de esa maldición y ser una bendición para nuestra familia, iglesia, ciudad y nación. La pobreza es una maldición. La enfermedad es una maldición. Las dolencias son una maldición. El divorcio, las drogas, el alcohol y los maltratos son todos partes de la maldición. Cuando estamos bajo la sangre de Jesús, estamos redimidos de la maldición. Mientras Jesús colgaba de la cruz, dijo: Consumado es (Juan 19:30). Nuestra redención por medio del nuevo pacto en la sangre quedó consumada en la cruz. Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. —1 PEDRO 1:18-19 Nuestra redención es total y cubre todo aquello por lo que Jesús derramó su sangre, lo cual comprende todas las partes de nuestro ser, y todos y cada uno de nosotros. La única forma de que la redención no realice toda su labor es que nosotros no la conozcamos y no nos la apliquemos. El diablo no quiere que usted adquiera conocimiento de la sangre del Cordero, porque si no conoce el poder vencedor que hay en su sangre, entonces él lo puede vencer. En cambio, al adquirir ese conocimiento y aplicarlo a su propia vida, usted es quien puede vencer al diablo. En el cristianismo no hay nada que sea derrota. No hay nada que no sea victoria. Cuando Jesús colgaba de la cruz, en lugar de dar un grito de derrota, lanzo un grito de victoria: Consumado es (Juan 19:30). Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. —1 Corintios 1:18 El cristianismo no es una religión débil. No es una religión para salvarse a duras penas, ni para correr a esconderse en ella. El cristianismo es una religión fuerte, porque mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo (vea 1 Juan 4:4). Satanás, nuestro acusador, ha sido derribado y derrotado por la sangre que Jesucristo derramó.
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Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. —Apocalipsis 12:10.11 Al enemigo se le vence por medio de la sangre del Cordero. No vamos a vencer al diablo por medio de la metadona, Tampoco por medio de la hipnosis, ni con un año, o incluso toda una vida de consejería profesional. "Han vencido" no quiere decir que "salieron del paso". No quiere decir que escaparon, ni que se escondieron. No podemos decir: "Me voy a esconder del diablo". El diablo sabe dónde vive usted. Tiene el número de su casa, el de su teléfono, el de su seguridad social, los de sus tarjetas de crédito y los de sus cuentas de banco. En Apocalipsis 12:11, "han vencido" significa que han triunfado, han superado, han prevalecido y han conseguido la victoria. Gracias a la Palabra de Dios, y me he dado cuenta de que no puedo vencer por mis propias fuerzas, por mis propios derechos, porque yo ore y ayune, o porque no fume, no diga malas palabras, no mastique tabaco, ni salga con aquéllos que lo hacen. No; vencemos por la sangre del Cordero. No sólo el diablo no me va a atrapar, sino que yo lo voy a atrapar a él. No fuimos llamados a quedarnos en la tierra donde estamos ahora; fuimos llamados a tomar la Tierra Prometida. Podemos tomar nuestras calles. Podemos recuperar nuestras escuelas. Podernos tomar nuestro sistema legal. Podemos recuperar el gobierno por medio de la sangre de Jesús. Se nos ha dicho que venzamos; no que seamos neutrales, ni que cedamos ante todo. Podemos ir más allá de aceptarlo todo. Podemos vencer por medio de la sangre de Jesús. Esta carta la recibimos, procedente de un hombre que había experimentado poco antes la plenitud de la salvación que le había sido comprada con sangre. Estimado pastor Larry Huch: Le doy gracias a Dios por su unción destinada a traernos liberación a los hijos de Dios. Yo he sido salvo y lleno del Espíritu Santo desde 1983, pero aún cargaba con adicciones, ira y heridas profundas. Dios sigue obrando en mi vida, limpiando mi desastre", por así decir. Hace poco, escuché una serie de cintas grabadas con su mensaje "Romper las maldiciones de familia". Sentía una gran carga mientras tomaba notas y escuchaba todas y cada una de sus palabras. Cuando llegué a la Última cinta de la serie, usted oro y ató los poderes de las tinieblas, pero no pensé ni sentí que hubiera quedado liberado. Paré la Ultima cinta y, mientras caminaba hacia la puerta de mi cuarto, "¡Pam!", aquello me golpeó como un gran aguacero procedente del cielo. Sentí la mano de Dios y el poder del Espíritu Santo me envolvió. Traté de permanecer de pie, pero no pude. Caí a mis
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manos y mis rodillas, pero los brazos no me pudieron sostener. Cedí ante aquel poder y caí postrado en el suelo. Traté de volverme a levantar, pero el poder y la electricidad que corrían por mí me mantuvieron en el suelo. Cuando por fin me levanté, me sentía totalmente distinto; me sentía libre por vez primera en mi vida cristiana. Desde aquel día, no he tenido que luchar como en el pasado, sino que estoy caminando en una victoria y una libertad completas. Le doy gracias a Dios por ministros como usted, que no solo hablan de Él, sino que tienen experiencias como la que usted ha tenido. Esto le da una capacidad práctica para saber que aquello que Dios hizo por usted, también lo puede hacer por otros como yo. Agradecido y bendecido por medio de usted, Jay. Hay poder en la sangre del Cordero. Y ese poder está a mi disposición y a la suya también. Usted puede ser libre en todos los aspectos de su vida y en todo lo que se relacione con su persona, gracias a la sangre de Jesús. II Los siete lugares donde Jesús derramó su sangre Capítulo 9 En Getsemaní, Jesús recuperó nuestra fuerza de voluntad Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, -1 PEDRO 1:18-19 En el Padrenuestro, Jesús nos está enseñando a orar. Si lo estudia detenidamente, verá que hay siete lugares de poder en esta oración. Además de esto, vemos que en el Tabernáculo del Antiguo Testamento, donde se mantenía la presencia de Dios, había también siete lugares de poder y de unción. Ahora somos nosotros el nuevo Tabernáculo de Dios. Albergamos la presencia de Dios con un nuevo pacto: un pacto séptuplo de sangre. En el segundo capítulo de este libro hablamos de Levítico 16, donde el pueblo llevaba al Tabernáculo dos machos cabríos. Uno era para la expiación del pecado. Al segundo se le debía poner en la cabeza la sangre del primero, para después soltarlo en el desierto. Tomará luego de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre. Y esparcirá sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel. Levítico 16: 14,19
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En dos momentos distintos, el sumo sacerdote rociaba siete veces la sangre con el dedo. Cuando yo predico sobre esto, muchas veces pregunto: "¿Cuántos saben que hemos sido redimidos por la sangre?" Todo el mundo responde que lo sabe. Entonces pregunto: "¿Saben dónde fue derramada la sangre?" Y todo el mundo dice siempre: "En la cruz". Eso es cierto: Jesús derramó su sangre en la cruz. Sin embargo, no derramó su sangre sólo una vez, sino siete veces distintas. La fuente del poder de Dios en cada uno de los aspectos de nuestra vida, se halla en la sangre derramada por Jesucristo. El derramó su sangre en siete lugares para que usted y yo fuéramos sanos, perdonados y liberados de la esclavitud del pecado y de la iniquidad que se han metido en nuestras familias. El primer lugar donde Jesús derramó su sangre fue el huerto de Getsemaní, en la noche de la Última Cena con sus discípulos. No es coincidencia que el primer lugar donde Jesús nos rescató o derramó su sangre redentora fuera un huerto, puesto que el primer lugar donde perdimos el poder de la bendición de Dios fue otro huerto, el del Edén. La palabra "redimidos" significa que somos rescatados o devueltos al lugar original. Ese lugar original, y la bendición original son todo lo que teníamos en el huerto del Edén. He oído decir a algunas personas: "No tengo fuerza de voluntad. Quiero dejar de comer en exceso, fumar, perder los estribos (o lo que haya en su vida que esté descontrolado), pero no tengo fuerza de voluntad". Perdimos nuestra fuerza de voluntad para hacer lo correcto; para hacer lo que es mejor para nosotros; para hacer lo que es saludable y lo que va a traer beneficio y bendición, cuando Adán desobedeció a Dios en el huerto del Edén. La serpiente engañó a Eva, pero Adán desobedeció voluntariamente a Dios. En otras palabras, Eva fue engañada por Satanás, pero Adán decidió desobedecer a Dios. Dios les había dicho a Adán y Eva: "Todo lo que hay en el huerto es de ustedes, menos el árbol del conocimiento del bien y del mal" (vea Génesis 3:17). Básicamente, Adán estaba diciendo: "Padre, no sea hecha tu voluntad, sino la mía", y en ese momento, sacrificó la fuerza de voluntad del ser humano en todos los aspectos. Con su desobediencia, le entregarnos nuestra voluntad al enemigo, y perdimos nuestra capacidad para decir que si a todo lo bueno que Dios tiene para nosotros, y que no a todo lo malo que el enemigo quiere que hagamos. La fuerza de voluntad que perdimos en el huerto del Edén fue recuperada en el huerto de Getsemaní, cuando Jesús dijo: "No sea hecha mi voluntad, sino la tuya" (vea Mateo 26:39). Jesús tomó la decisión, a pesar de saberlo todo Jesús era Dios y hombre. Por ser Dios, sabía lo que iban a hacer con Él sus acusadores. Sabía que le iban a arrancar la barba. Sabía que lo iban a atar a un poste para azotarlo hasta que se le vieran las entrañas por la espalda. Sabía que iban a desnudarlo, colgarlo desnudo y escupirlo. Sabía que le iban a poner aquel leño en la espalda. Sabía que iban a tomar la corona de espinas y le iban a enterrar aquellas espinas de casi diez centímetros en el cuero cabelludo. Sabía que iban a tomar aquellos clavos y se los
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iban a enterrar en las manos y los pies. Sabía que iban a tomar una lanza y le iban a perforar el costado con ella. Era Dios, y sabía lo que estaba a punto de sucederle. Por ser hombre, sabía que iba a sentir el látigo en la espalda. Sabía que le iba a doler cuando le arrancaran la barba. Sabía que iba a sentir cuando le traspasaran las manos con los clavos. No iba a escapar ni al dolor ni a la humillación. En el huerto de Getsemaní, Jesús sabía lo que le iba a suceder. Su espíritu estaba dispuesto a hacer lo que Dios quería que hiciera, pero su carne era débil y quería escapar a la agonía y la tortura a las que estaba a punto de enfrentarse. Jesús tenía por delante la misma batalla que tuvo Adán: seguir su propia voluntad, o seguir la del Padre. Yendo un poco adelante, se postro sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. -MATEO 26:39 La Biblia dice que Jesús se levantó de donde estaba orando, fue a hablarles a sus discípulos, volvió a aquel lugar y oró de la misma forma una segunda vez y una tercera (vea Mateo 26:40¬44). Se estaba produciendo una lucha en su interior: la voluntad del Padre contra la voluntad del hombre. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación. —Lucas 2.2:43-46 Así es como Jesús derramó su sangre en el huerto. Los médicos confirman que en los momentos de un temor o una agonía muy intensos, los vasos sanguíneos de una persona se pueden romper realmente bajo su piel, de manera que la sangre comienza a salirle por los poros, como el sudor. De los poros de Jesús salieron sudor y sangre, a causa de la ansiedad, el temor y la agitación que estaba sintiendo. ¿Por qué es esto tan significativo? Debemos recordar que hemos sido redimidos por su sangre. El primer Adán le entregó nuestra fuerza de voluntad a Satanás. Jesús, el segundo Adán redimió nuestra fuerza de voluntad al decir: "Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya", mientras sudaba grandes gotas de sangre. Fue entonces cuando recuperamos nuestra fuerza de voluntad para vencer los problemas de drogas, de alcohol, de ira y de depresión. Jesús sabía lo que le iba a suceder. Su espíritu y su carne estaban batallando, pero ganó la victoria cuando se sometió a la voluntad del Padre. Ganó la batalla, rompió la maldición, nos redimió y nos devolvió nuestra fuerza de voluntad. La restauración de la fuerza de voluntad
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Cuando el diablo se lance en contra nuestra, diciéndonos: "No puedes cambiar. No eres lo suficientemente fuerte", tendremos la fuerza de voluntad necesaria para levantarnos en victoria, porque Jesús dijo: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Gracias a que Jesús derramó su sangre en el huerto de Getsemaní, usted puede aceptar la voluntad de Dios para su vida, y rechazar al enemigo de su vida. Antes de conocer al Señor, yo estaba desesperado por dejar las drogas. Me inyectaba, entraba en onda y vomitaba. Entonces me decía: "No voy a volver a hacer esto. Lo voy a dejar ahora mismo, y para siempre". Me paraba en el portal del frente de mi cabaña de los bosques donde vivía, y tiraba la aguja tan lejos como podía. Pero al cabo de las dos horas, estaba en el bosque, gateando en el suelo, revisando las hojas secas y la maleza y tratando de hallar aquella aguja para poderme drogar de nuevo. No podía parar. Solía estar lleno de odio, violencia e ira, y decía: "No quiero seguir con estas explosiones de ira. No quiero seguir siendo así". Trataba de dejarlo. Quería, pero no podía. Carecía de fuerza de voluntad. Mi espíritu estaba dispuesto, pero mi carne era débil. ¿Cómo es posible que Jesús nos pueda liberar, cuando no podemos liberarnos por nosotros mismos? Porque cuando Jesús sudó gotas de sangre en el huerto de Getsemaní, redimió nuestra fuerza de voluntad y nos la devolvió. Lo que perdió Adán en el huerto del Edén nos fue restaurado en el huerto de Getsemaní. Todo lo que tenemos que hacer es decir: "Reclamo la sangre de Jesús". Entregar el control Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte. Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos. —Éxodo 3:11-15 El YO SOY que aparece en estos versículos está estrechamente relacionado con el nombre de Jehová, y se podría traducir así: "Yo voy a ser todo lo que ustedes necesiten que sea, cada vez que lo necesiten". Dios le dijo a Moisés: "Diles a mis hijos que YO SOY te ha enviado. Yo lo voy a ser todo para ellos". Él es para nosotros hoy el mismo YO SOY que era para los hijos de Israel. Los libró de la esclavitud y del cautiverio, y está deseoso de liberarlo a usted de cuanta esclavitud tenga encima, por medio del poder de la sangre de Jesucristo.
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Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra. Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos. -JUAN 18:4-8 Cuando preguntaron por Jesús de Nazaret, les respondió: YO SOY. Inmediatamente, cayeron a tierra, debido a la unción de Dios. Jesús es el YO SOY para nosotros en el presente. Es la fuente de todo lo que necesitamos. Si usted necesita fortaleza, Jesús es su fortaleza. Si necesita sabiduría, Jesús es su sabiduría. Si está dispuesto a someterle su voluntad a Él, allí está Él para darle el poder necesario a fin de que lo haga. Usted puede tomar la decisión de hacer la voluntad de Dios. Hasta que no le di a Él el control de mis apetitos y le entregué mi voluntad, estaba descontrolado. Aun siendo cristiano, estaba fuera de control hasta que le entregué a Él el control total y le permití que dirigiera mis apetitos y transformara mi voluntad. Tenía que resistir al diablo. Me dije: "No voy a permitir que esta ira me controle. No voy a dejar que estas cosas me controlen. No lo voy a permitir. Entonces tuve que entregarle mi voluntad a la voluntad de Dios, y oré: "Padre, te entrego mi voluntad. Me someto al gran YO SOY". Cuando hice eso, Jesucristo fortaleció mi voluntad para que pudiera hacer la suya. Todos y cada uno de nosotros tenemos que decidirnos a escoger entre la voluntad de Dios y la nuestra, Podemos hacer la oración de Jesús, gracias a su sangre: "Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya". Sepa quién es usted Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. —Santiago 1:23-25 Este pasaje de las Escrituras nos dice que nos acercamos al espejo (la Palabra de Dios) y vemos lo que la Biblia dice que somos, pero cuando nos alejamos de él, nos olvidamos de quiénes somos en Jesús. En una ocasión oí a alguien predicar sobre este tema, y su teoría era que la Palabra de Dios nos recuerda lo pecadores e indignos que somos, pero tan pronto como nos alejamos de ella, lo olvidamos todo. Ésa será una manera de ver las cosas, pero yo creo que Dios nos está mostrando algo totalmente distinto. El diablo no quiere que experimentemos todo el poder y las bendiciones que son nuestros por medio de Jesucristo, de manera que hace cuanto está a su alcance para hacernos
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sentir como que nunca vamos a triunfar, ni a lograr nada. La Palabra de Dios es como un espejo. Cuando nos miramos en él, no nos vemos de la forma que el diablo nos dice que somos, sino de la forma que dice Dios que somos. Él no ve nuestras fallas ni nuestro pecado; lo que ve es la sangre de Jesús. Cuando usted se mire en ese espejo que es la Palabra de Dios, véase de la forma que lo ve su Padre celestial. Él lo ve sano, sin enfermedades. Lo ve libre, sin esclavitudes. Lo ve llego de gozo y no de angustia. Lo ve como un triunfador, y no como un vencido. El Señor nos pregunta: "¿Cómo te declaras? " Nosotros nos miramos, olvidamos lo que vimos en el espejo de la Palabra de Dios, y decimos: "Me declaro culpable. Soy adicto a las drogas. Soy una persona de mal carácter. Soy una persona deprimida. No soy bueno". Pero el Señor nos susurra al oído: "No te declares culpable; reclama la sangre". Cuando el Hijo nos hace libres, somos verdaderamente libres. A todo adicto a las drogas, a todo alcohólico y a toda persona con problemas, le podemos decir que Dios nos ha redimido y nos ha devuelto nuestra fuerza de voluntad. Los gobiernos se gastan millones de dólares tratando de ayudar con esos programas de: "Di que no". Los drogadictos, los alcohólicos y los que tienen problemas de depresión y de ira dicen que no un centenar de veces por semana, y no les sirve de nada. La mayoría de las personas no pueden "decir que no" con su propia fortaleza y con su propia fuerza de voluntad, porque vuelven a hacer lo mismo una y otra vez. Aunque alguien no tenga fuerza de voluntad en sí mismo, en Jesucristo su fuerza de voluntad ha sido rescatada y redimida por la sangre del Cordero. Hace poco recibimos este testimonio procedente de un hombre que le había entregado su vida al Señor, pero siguió esclavizado a unos hábitos incontrolables, hasta que reclamó la sangre de Jesús para su vida. Un saludo, pastor Huch Le quiero escribir acerca de los milagros y las liberaciones que se han producido en una vida después de escuchar su serie de cintas grabadas "Romper las maldiciones de familia". Hace poco conocí a Jesucristo como mi Salvador y Redentor. Cuando el Espíritu Santo vino sobre mí, vi mis pecados y la vergüenza de lo que había hecho. Estaba tan avergonzado, que lloré. Ciertamente, hasta que hallé a Jesús iba camino del infierno. Mi padre había sido predicador, pero había abandonado su llamado para convertirse en estilista de peluquería. Se pasaba todo el tiempo ebrio y drogado, y tenía numerosas relaciones sexuales, tanto con hombres como con mujeres. Se iba de la casa durante varios meses, y después volvía. Cuando yo era niño, decía: Nunca voy a ser como mi padre. Nunca voy a beber; nunca voy a engañar a mi esposa, y nunca voy a abandonar a mi esposa o a mis hijos. Nunca voy a golpear a nadie, ni a mentir". Ciertamente, mi padre era un pecador, y la esclavitud en la que él vivía fue transferida a sus cinco hijos.
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Yo me case con la amada de mi corazón, tuvimos un hijo, y tomé el trabajo de ayudante del sheriff. Había realizado el sueño de mi niñez, que era convertirme en funcionario del orden público. Me prometí a mí mismo que sería diferente a mi padre. Cuando terminé mi año de prueba en el trabajo, mis amigos me sacaron a un bar para celebrarlo, Tan pronto como bebí el primer trago, algo sucedió; la bebida me controló. Comencé a beber con mis amigos todos los días después del trabajo. Andaba fuera de mi hogar, y comencé a tener aventuras con otras mujeres. Me había convertido en mi padre. A mi esposa Julie le diagnosticaron cáncer en el pecho. Se sometió a cirugía, radiación y quimioterapia para que la enfermedad no se extendiera con tanta rapidez. Julie era un ángel, y amaba a Dios. A pesar de su horrible cáncer, nunca se quejó, ni se alejó de Dios. El día antes de su muerte, estábamos sentados en la sala de estar. Ella ya no podía levantar la cabeza, pero seguía viendo algo en las esquinas de la habitación. Yo le pregunté qué veía, y ella me dijo: "Esos ángeles me van a llevar con Jesús esta noche". Aquella misma noche, cuando ella murió, yo estaba fuera de la casa, con otra mujer. Mi vida se siguió deteriorando de una manera horrible. Era todo lo que era mi padre, pero peor. En 1998, el Espíritu Santo de Dios tocó a la puerta de mi alma y Jesús se me hizo real. Fui bautizado en agua, comencé a pagar mis diezmos sin fallar, y leía la Palabra de Dios. Sin embargo, seguía esclavizado. Algunos amigos me dijeron que querían que escuchara su sermón sobre la forma de romper la maldición. El Espíritu Santo de Dios descendió sobre mí mientras lo escuchaba, y comencé a comprender que la sangre de Jesús podía romper los yugos de mi esclavitud a los pecados de mi padre y a los míos propios. Había sido redimido, pero no era libre. Reclamé la sangre de Jesús para tener libertad, tal como Dios le había revelado a usted. Dios rompió la maldición generacional que había controlado mi vida. Ahora soy verdaderamente libre. Mi hijo es libre. El Espíritu Santo de Dios se está moviendo por medio de mi hermana, y mis hermanos están invocando a Jesús y pidiendo su libertad. Mi padre está buscando a Dios, y estamos peleando en oración por él todos los días. Todo lo que yo era, ha muerto; todo lo que hacía, está muerto. Ya no estoy viviendo solamente, sino que estoy viviendo para Dios. Jesús es mi Rey. El Espíritu Santo es mi consolador y mi guía. Su mensaje me reveló la verdadera Palabra de Dios. Recuperé mi libertad por la sangre de Jesús, quien pagó el precio y me hizo libre en el Calvario. Pastor, gradas por enseñar la Palabra de Dios de Dios y obedecer a Dios, nuestro Padre. Con todo respeto, su hermano en Cristo, John. Si usted se quiere salir del alcohol, las drogas o la violencia de su ira, y no ha podido hacerlo en el pasado, sepa que ahora sí puede. La sangre de Jesús le ha devuelto su fuerza de voluntad, y esa maldición que había sobre usted queda rota en el nombre de Jesús. Usted puede dejar de beber. Puede dejar de fumar. Puede dejar de hacer esas
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cosas que sabe que Dios no quiere que haga. Jesús ha roto la maldición del pasado que impedía que usted fuera libre. Cuando usted decida romper las maldiciones que hay sobre su vida, el poder de la sangre de Jesús lo va a fortalecer, y no va a seguir esclavizado. Va a ser liberado para hacer la obra de Dios. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. -APOCALIPSIS 12:10-11 Capítulo 10 Las llagas de Jesús nos devolvieron la salud Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. —Isaías 53:5 El segundo lugar donde Jesús derramó sangre fue el poste de la flagelación. Hay quienes creen que Jesús fue azotado o flagelado treinta y nueve veces (vea Mateo 27:26), Bajo el sistema de castigos judío, al prisionero se le podían dar cuarenta azotes; sin embargo, se les solía dar treinta y nueve, porque muchas veces morían si se les daba cuarenta (vea Deuteronomio 25:3). Muchas veces se pregunta: "¿Por qué treinta y nueve? ¿Por qué no el máximo, que eran cuarenta?" En una ocasión oí predicar a un médico misionero que todas las enfermedades conocidas por la humanidad, tanto las antiguas como las nuevas que se están descubriendo, proceden de un grupo de treinta y nueve enfermedades básicas. Necesitamos recordar que estamos hablando del plan divino de redención. No es accidente ni coincidencia, sino plan divino. Cada vez que le daban un latigazo a Jesús en la espalda, rompiéndole la piel y desgarrándole los músculos y tejidos, se estaba proporcionando sanidad para cada enfermedad. El SIDA, el cáncer, la diabetes, la distrofia muscular, y todas las enfermedades de esta tierra han sido derrotadas y vencidas por la sangre de Jesús. Esto demuestra que Dios está dispuesto a sanarnos a todos. Algunos afirman: "Dios ya no sana". En cambio, la Biblia nos dice: Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). Él hizo un pacto de sangre, y no cambia, y ese pacto de sangre incluye la sanidad. La salvación no limita su significado a que hayamos sido perdonados; también significa que seremos sanados. La salvación significa que recibimos sanidad en todo sentido.
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Otros dicen: "Sabemos que Dios puede sanar, pero ¿quiere?" Tenga presente que Jesús se entregó voluntariamente al látigo. Fueron muchos los que le hicieron la misma pregunta mientras estaba aquí en la tierra: Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. —MARCOS 1:40-41 Aquel hombre sabía que Jesús lo podía sanar, pero se preguntaba si querría hacerlo. Una de las peores oraciones que podemos hacer es ésta: "Por favor, sáname, si es tu voluntad". La Biblia nos dice cuál es la voluntad de Dios. Si Jesús sufrió esos azotes para que fuéramos sanados, por supuesto que es voluntad suya que seamos sanos. Cuando decimos "si es tu voluntad", estamos diciendo que no estamos seguros que sea voluntad de Dios el que nosotros seamos sanos. Sin embargo, la Biblia nos dice que pidamos con una fe firme: Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. -SANTIAGO 1:6.7 Llegarse con valentía y serenidad ante Dios para pedirle sanidad es lo contrario a decir "si es tu voluntad". Si ponemos en tela de juicio la voluntad de Dios con respecto a nosotros cuando le pedimos algo, somos de doble ánimo, no podemos pedir en fe, y Él no nos puede sanar. Por consiguiente, necesitamos dejar resuelta esta cuestión: "¿Puede Dios sanar?" ¡Sí! Por supuesto. No sólo lo puede hacer todo, sino que nuestra sanidad es tan importante para ÉL, que hizo un pacto con nosotros en la sangre de su hijo. El precio de su sanidad fue pagado hace dos mil años. Todo lo que le corresponde hacer a usted es extender el brazo, tocar a Jesús y recibir su milagro. He predicado muchas veces en las Filipinas, y cuando llegamos, se corre la voz de que los hombres de Dios están en el lugar. Nos levantarnos por la mañana, y ya los enfermos, los ciegos y los cojos están haciendo fila en la calle. Nosotros sólo somos unos seres humanos normales. No tenemos en nosotros mismos poder para sanar, pero la gente acude, porque ha oído la Palabra de Dios y ha creído al escuchar estas palabras: Por su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:5). Recorremos las largas filas de gente enferma, los tocamos, les imponemos manos, y oramos por ellos en el nombre de Jesús y por el poder de su sangre. Entonces los vernos levantarse y caminar. Dios sigue sanando, salvando y liberando. Vencemos al diablo y sus debilidades por medio de la sangre de Jesús. Me preguntan con frecuencia: "Pastor, ¿por qué vemos muchos milagros más en otras partes, que en los Estados Unidos y Europa?" Alguien dijo una vez que esto se debe a que sus necesidades son mayores. Yo no estoy de acuerdo. Si alguien es ciego, o cojo o
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está enfermo, no importa que estemos en Carolina del Sur, o en África del Sur, porque necesitamos un milagro. Jesús nos enseñó que acudamos a Él como niños para ver el reino de Dios, y no después de morir, sino ahora mismo. Recuerde: Jesús nos dijo que orásemos para que viniera su reino, y su voluntad fuera hecha en la tierra como lo es ahora en el cielo. El apóstol Pablo afirma en Romanos 14:17 que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. El apóstol Juan afirma en 3 Juan 1:2 que desea que prosperemos y tengamos salud por encima de todo lo demás. Cuando lleguemos al cielo, no necesitaremos milagros. Es ahora cuando los necesitamos. Necesitamos creer en Dios y creer que seremos sanados ahora, cuando nos hace falta. Los demás nos podrán fallar, o incluso abandonarnos, pero nuestro Padre celestial nunca lo hará. Cuando yo subo a un avión, necesito tener fe y confianza en el Piloto, la tripulación y todos los que están involucrados en ese vuelo. ¿Cuánto más podremos confiar en Aquél que es el dueño del cielo, la tierra y el mar? No debemos vacilar, ni ser de doble ánimo, sino confiar en Dios y en su Palabra como niños, y creer en el poder de la sangre de Jesús. Esta carta la recibimos de una señora que sigue viva gracias a las llagas sanadoras de Jesucristo. Los médicos no le daban esperanza de vida después de haber sido diagnosticada con una enfermedad mortal. Nosotros oramos para pedir liberación de la maldición de enfermedad que había existido en su familia, y ella fue sanada milagrosamente. Pastor Larry y Tiz: Fui al médico el 18 de enero, y él me dijo que estaba muriendo de la enfermedad de Lou Gebrig. Yo les escribí una carta para que oraran por mí. Regresé al médico el 26 de febrero, y él me dijo que la enfermedad había desaparecido. Estoy sanada. Dios me ha hecho este gran milagro. Le doy las gracias y lo alabo ahora, hoy, mañana y para siempre, hasta que Él vuelva. Él es mi Padre. Gracias, Jesús. Que Dios los bendiga. Sarah Un espíritu de enfermedad Nuestra salvación comienza con el perdón de nuestros pecados, pero no se detiene ahí. Continúa con la sanidad, la liberación y la libertad. Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; Y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. —LUCAS 13:10-12
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He aquí una mujer que durante dieciocho años había caminado inclinada a causa de una enfermedad deformante. Jesús la miró y dijo: "Esta mujer tiene un espíritu de enfermedad sobre ella". Todas las enfermedades, cualquiera que sea su procedencia — nacimiento, herencia, lesión—, son del diablo. Hay quienes me han dicho que creen que Dios le puede dar cáncer a una persona para poner a prueba su amor por Él. ¿De qué Dios están hablando? ¡Ése no es mi Dios! En Lucas 12:32 leemos que Jesús dijo: A vuestro Padre le ha placido daros el reino. Es el diablo el que roba, mata y destruye. Dios se complace en bendecir a los que creen en Él, no en enviarles enfermedades. En el huerto del Edén no había enfermedades ni lesiones. Cuando Adán pecó, Satanás entró al huerto, entró la maldición, y esa maldición es un espíritu maligno. La debilidad es un espíritu que es consecuencia de la maldición, pero todo el que es nacido de nuevo, es redimido de la maldición. El precio de su sanidad ha quedado pagado. Si usted está enfermo, lesionado o débil, es que Satanás está invadiendo una propiedad pagada. No necesitamos decir: "Necesito más fe para conseguir mi milagro". En lugar de esto, podemos decir: "Por la sangre de Jesucristo, ya he recibido mi milagro. Y, Satanás, te ato en mi vida. Sal de ella. Déjame en el nombre de Jesús. Hace algunos años, estaba en una conferencia bíblica, y la gente que quería que se orara con ella estaba en una fila. Oramos por todas y cada una de las personas de la fila: "En el nombre de Jesús, sé sano". Cuando terminé de orar, regresé a un hombre por el cual ya había orado, y le pregunte: "¿Qué le sucede?" El me dijo que la cavidad de su cadera se estaba disolviendo, Había ido al médico aquel mismo día para que le sacaran rayos X y pruebas. Sin pensarlo, ni comprender por completo lo que estaba diciendo, le expliqué: "Se trata de un espíritu de cáncer. Es un demonio de cáncer". Y oramos para que fuera liberado. Un par de semanas más tarde, estaba en México con el pastor de aquel hombre, celebrando una campaña de milagros. El pastor me dijo que después de que oramos por el hombre, él regresó a buscar los resultados de sus pruebas. Entonces me enseño una copia de los rayos X que le tomaron de la cadera. Tan llano y claro como una foto, vimos compacta la cara de una criatura de aspecto demoníaco donde debería haber estado el hueso de la cadera. Obviamente alertado ante esto, el hombre les había preguntado a los médicos. Ellos le dijeron que no era totalmente raro ver algo así. Sin embargo, al final, el diablo perdió. El hombre quedó sanado por completo, y su cadera le fue restaurada, gloria a Dios. Cuando estábamos en Australia, había una dama de Samoa en nuestra iglesia de Melbourne que tenía en la cabeza un tumor del tamaño de dos pelotas de golf. Los médicos me llevaron a su oficina para hablar conmigo, porque yo era su pastor. Después, yo tenía que ir a hablar con ella. Yo le pregunté a su médico: "De dónde viene el cáncer?"
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Él me respondió: "Bueno, unos dicen una cosa y otros, otra. Hay quien diga que tiene que ver con los glóbulos rojos de la sangre, y otros dicen que tiene que ver con los glóbulos blancos. Para serle sincero, si lo supiéramos, lo podríamos curar". Yo le dije: "Doctor, ¿sabe lo que yo pienso? Yo pienso que es un espíritu demoníaco". Ellos se miraron, su médico me miró a mí, y dijo entonces: "Yo no lo dudaría". Aquel cáncer no era sólo una enfermedad; estaba vivo. Uno de los milagros más grandes que hemos visto fue cuando oramos por aquella mujer, y Dios la sanó por completo. Los tumores desaparecieron, desaparecieron los síntomas, y los médicos y enfermeras se quedaron atónitos. En lugar de enviarla a su casa para que muriera allí, la enviaron para que viviera en ella. Cuando Jesús vio a aquella mujer encorvada, dijo: "Espíritu..." Le habló directamente al espíritu. Cuando yo oro para que alguien sea sanado de cáncer, no digo: "Enfermedad, queda sanada". Le hablo de frente al demonio y le digo: "Sal de él ahora mismo, en el nombre de Jesús". Todo el tiempo vemos gente que se sana de cáncer. Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron. Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo. Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad. Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él. Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó. —Marcos 9:17-27 Jesús no levantó una elocuente oración por el niño. Le habló directamente al demonio. Lo llamó por su nombre y le ordenó que dejara al niño. En Marcos 5:25-34 hallamos la historia de una mujer que había tenido un flujo de sangre durante doce años. Había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada habla aprovechado, antes le iba peor (Marcos 5:26). Aquella mujer había visto cuanto doctor había podido, y había gastado todo su dinero en cuidados médicos, pero estaba peor que cuando había comenzado su enfermedad. Cuando oyó decir que venía
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Jesús, decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva (Marcos 5:28). Y cuando tocó el borde de su manto, de inmediato se detuvo el flujo de sangre, y quedó curada. Jesús supo de inmediato que había salido de Él un poder. Entonces miró alrededor y les preguntó a sus discípulos: ¿Quién me ha tocado? (Marcos 5:31). Una gran multitud se había reunido y todos los que le rodeaban, lo estaban tocando. Pero Jesús sabía que una persona en particular lo había tocado en fe, haciendo que hubiera una liberación de poder y de unción. Temerosa, la mujer cayó a los pies de Jesús y admitió que era ella quien había tocado su manto. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote. —MARCOS 5:34 Recuerde que aquella enfermedad le había robado la salud, y todas sus posesiones. Cuando tocó a Jesús y quedó sana, yo creo que no sólo quedó físicamente sana, sino que, gracias a su fe, Dios le restauró todas las posesiones que la enfermedad le había quitado. ¿Es voluntad de Dios que usted sea sanado? Sí, porque por sus llagas somos sanados (vea Isaías 53:5). La palabra "llaga" significa el golpe que desgarra.” El sufrimiento por las enfermedades y dolencias ya ha sido pagado por la sangre que derramó Jesucristo. Dios sigue sanando hoy No se desaliente si algún conocido suyo aún no ha sido sanado. Anímese. En mi familia hay personas que necesitan ser salvas. Yo no me siento condenado ni desalentado por eso; me siento motivado, porque sé que Dios sigue obrando. Su labor no ha terminado. Hace sólo unos días, aquí en nuestra iglesia de Portland, la presencia de Dios fue absolutamente maravillosa. Mientras nosotros adorábamos al Señor, yo comencé a llorar en su presencia. Sabía que Él estaba haciendo algo muy, muy especial. En nuestro segundo culto, no llegué a predicar. En lugar de hacerlo, comencé a llamar personas por medio de la palabra de sabiduría y la palabra de ciencia. En un caso, el Señor me mostró que había una mujer con una protuberancia en el pecho, y que no se debía preocupar, porque Él la acababa de sanar. Un par de días más tarde, recibimos una llamada telefónica de una mujer que vivía en California. Mientras veía nuestro programa por televisión, Dios le habló de ir a nuestra iglesia aquel domingo, para recibir el milagro que había estado buscando, El lunes tenían que operarle el seno a causa de un cáncer. Nos dijo que antes de operarla, necesitaron tomar una placa más de rayos X. Cuando lo hicieron, no hallaron nada. Le sacaron dos placas más, y le dijeron: "¡Levántese y vístase! No tenemos razón alguna para operarla". Gloria a Dios, el Gran Médico, que había obrado de nuevo. Dos días más tarde, una señora de nuestra iglesia que también tenía una protuberancia en un seno, nos dijo que cuando yo indiqué que Dios estaba sanando ese problema, la
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protuberancia se había disuelto por completo. Dios sigue siendo un Dios que hace milagros. Después del huerto de Getsemaní, donde Jesús derramó su sangre, fue al poste de los azotes. Cuando lo ataron al poste, le dieron treinta y nueve azotes con un látigo formado por varias tiras de cuero, cada una de ellas provista de trozos mellados de metal o de hueso, y con un pedazo de plomo en la punta. Con cada latigazo, saltaba la carne y salía sangre de la espalda de nuestro Salvador. Cada vez que el diablo llevaba el látigo a la espalda de Jesús, Él derramaba sangre y nosotros vencíamos una enfermedad, dos, tres, hasta el punto de que toda enfermedad traída sobre la humanidad quedó vencida por la sangre de Jesús. Ya usted no tiene que vivir bajo la maldición de las enfermedades y las dolencias. La preciosa sangre de Jesús lo ha liberado. Capítulo 11 Su corona de espinas nos devolvió la prosperidad Hemos sido redimidos por la sangre preciosa de Jesús. Gracias a su sangre, hemos sido devueltos al estado que disfrutaban Adán y Eva en el huerto del Edén. Ellos vivían en la bendición y la presencia de Dios. Allí no había enfermedad ni pobreza. Cuando Adán obedecía a Dios, tenía todo lo que necesitaba. Ellos sí vivieron literalmente en la tierra que fluía leche y miel. Pero cuando Adán desobedeció a Dios, Él pronunció la maldición que cayó sobre la tierra a causa del pecado de Adán. Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra. —Génesis 3:17-19 Dios maldijo el suelo con espinos y cardos. Si nosotros no comprendemos que hemos sido redimidos de la maldición por la sangre de Jesús, entonces la tierra donde trabajemos, la tierra donde levantemos nuestro negocio, y la tierra donde vivamos, seguirán bajo la maldición. Cuando Adán pecó, ya no pudo seguir viviendo en la abundancia y el esplendor de Dios. La tierra estaba maldita, y con el sudor de su frente le tendría que arrancar su existencia. Desde aquel día, el hombre ha tenido que sudar por todo lo que ha obtenido. Pero el tercer lugar donde Jesús derramó su sangre, rompió la maldición de la pobreza. Miles de años después de que pecara Adán, Jesucristo, el segundo Adán, fue llevado ante las autoridades religiosas y políticas para ser sometido a juicio como farsante y hereje. De camino hacia Pilato, mientras se estaban burlando de Él, diciéndole: "Salve, Rey de los judíos", vieron un zarzal; el símbolo de la maldición de la pobreza sobre el suelo. Tomaron algunas de las ramas del zarzal, las entretejieron para hacer una corona, y se la pusieron a Jesús en la frente, hasta que la sangre comenzó a correr por su cabeza (vea Mateo 27:29).
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El símbolo de la pobreza fue puesto sobre la frente de Jesús, el segundo Adán. Cuando aquellas espinas le traspasaron la frente, El derramó su sangre para redimirnos de la pobreza. Habíamos recibido la maldición de la pobreza por el sudor de la frente de Adán, pero fuimos redimidos de esa maldición por la sangre de frente de Jesús. Lo que Satanás quiere para mal, Dios lo usa para bien (vea Génesis 50:20). Los soldados tomaron aquella corona de espinas se la pusieron a Jesús en la cabeza. En lugar de sudor, lo que salió fue su sangre. Ahora, por el poder de esa sangre, no sólo ha quedado rota la maldición de la pobreza, sino que aquéllos que toman el nombre de Jesús y reclaman su sangre, son ungidos para prosperar. Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. —2 Corintios 8:9 Jesús nunca fue pobre. Cuando la Biblia dice que se hizo pobre, quiere decir que era pobre en comparación con lo que tenía en su hogar celestial. En el cielo, las calles están hechas de oro puro, las paredes y las puertas son de joyas preciosas, y no hay un solo hueso de pobreza en todo el cuerpo de Dios. Cuando alguien lee que Jesús se hizo pobre, es que era pobre en relación con la forma en que vivía en el cielo. Si usted tomara todo el dinero del mundo y se lo diera a un solo hombre, ese hombre sería pobre en comparación con lo que Jesús tenía en el cielo antes de convertirse en un ser humano aquí en la tierra. Alguien me dijo en una ocasión: "Jesús era pobre, y yo quiero ser como Él". Yo le pregunté por qué creía que Jesús era pobre. El me dijo que lo era, porque había nacido en un pesebre, y esto lo había hecho para demostrarnos que no necesitamos las comodidades del mundo. Sí, Jesús nació en un pesebre, pero no para enseñarnos pobreza a nosotros. Nos estaba haciendo ver que no le estábamos dando lugar al Salvador para que naciera en nuestra vida. Antes de ir a aquel granero, María y José fueron a la posada para conseguir un cuarto. Dudo que María fuera a poner el cuarto en una de sus tarjetas de crédito, o que tuviera la intención de deslizarse por una ventana en la mañana, sin pagar la cuenta. María y José tenían el dinero suficiente para conseguir un cuarto en la posada. El problema era que la posada no tenía un lugar para el Salvador. No obstante, religiosa y tradicionalmente se nos enseña que Jesús fue pobre, así que los cristianos debemos serlo. Los programas de Navidad suelen presentar a tres magos alrededor del pesebre con sus pequeños presentes: unas cajitas con incienso, mirra y oro. Un amigo mío que es un hombre muy rico de Australia hizo que investigaran a los tres magos y a sus regalos. Así se descubrió que cada uno de aquellos magos le llevó a Jesús un mínimo de siete camellos cargados de regalos: siete camellos de incienso, siete de mirra y siete de oro. Además de que, según Mateo 2:1, pueden haber sido un buen número de magos.
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Cuando enseño esto, siempre le pregunto a la gente: "¿Cuántos saben que la Palabra de Dios es la cosa más poderosa que hay en la tierra?" Todos gritan siempre: "¡Amén!" Entonces los sorprendo diciéndoles: "Pues no lo es. La Biblia dice que las tradiciones religiosas de hombre dejan sin eficacia a la Palabra de Dios" (vea Marcos 7:13). Así que, para evitar el que la Palabra de Dios pierda toda su fuerza y su poder en nuestra vida, debemos cuidarnos de no caer en ese pensamiento religioso y en esas tradiciones sin vida, lo cual es una de las trampas del diablo. Pablo nos enseña que debemos permanecer vigilantes ante las trampas del diablo, lo cual significa que debemos entender sus estrategias; las formas en que va a tratar de emboscamos. Una de sus trampas mayores es la usada para mantenernos pobres. Si puede lograr que creamos que Jesús vivió en la pobreza, y que para ser como Él, nosotros también debemos vivir pobres, entonces, nos ha atrapado a nosotros, y la Palabra de Dios —Yo venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:10) — pierde toda su eficacia en nuestra vida. La estrategia del diablo consiste en hacer que hablemos las tradiciones de hombres de que debemos ser pobres, y cerremos la boca ante la Palabra de Dios, según la cual, en Cristo Jesús somos ricos. En la Biblia hay un par de veces en que Jesús toca a alguien y le dice: "No se lo digas a nadie". Y, ¿qué hacían? Enseguida salían corriendo para contárselo a todo el mundo. Yo pienso que Jesús o lo que hacía era reírse a solas. Él sabía que no se podían quedar callados. Eran como mi hermano Norm cuando fue salvo - es decir, verdaderamente salvo—, hace un par de meses. Ahora lo quiere hablar de Jesús. Le cuenta a todo el mundo lo que Jesús hizo por él, y ya comenzó un estudio bíblico en su casa. Norm no se metió en una religión, sino que entró en una relación con el Hijo de Dios. Él es como esa gente de la Biblia. Cuando Jesús los tocaba, no podían dejar de hablar acerca de Él. El diablo también sabe esto. El sabe que nosotros les vamos a decir a cuantos podamos, que cualesquiera que hayan sido las circunstancias por las que estemos pasando, y cualesquiera que sean nuestras necesidades, Jesús nos las va a resolver. Así que la estrategia del diablo consiste en lograr que creamos la mentira de que debernos ser pobres. Entonces, no tendremos con qué dar a conocer las Buenas Nuevas. Yo solía creer en la doctrina de la pobreza. La creía, la predicaba, y me creerá cuando le digo que funcionaba. Pero un día, Tiz y yo conocimos a John Avanzini, un hombre de Dios que nos transformó la vida. Dios nos estaba inquietando con respecto a la prosperidad, pero nuestras tradiciones estaban batallando con la Palabra de Dios. Por fin, yo le dije a John: "Quiero conocer la verdad. Así que si digo algo que esté incorrecto, dígamelo y enséñemelo en la Palabra de Dios". Entonces, le comencé a decir por qué pensaba que no estaba bien que prosperáramos y tuviéramos cosas buenas. Enseguida, John me dijo: "Larry, usted está equivocado". "¿Por qué?", le pregunté. "Usted piensa que en lugar de tener una buena casa o un buen automóvil, o una buena iglesia, los cristianos deben usar ese dinero a fin de ganar el mundo para Jesús".
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"Si", le dije. "Exactamente." Lo que John me dijo entonces, transformó mi vida, mi ministerio y mi familia para siempre. Me dijo: "Larry, Dios no funciona con un presupuesto. Él es el dueño de todo. Él tiene dinero suficiente para ganarse al mundo mil veces, y asegurarse al mismo tiempo de que sus hijos sean bendecidos por encima de cuanto ellos podrían pedir o soñar". Proverbios 13:22 dice: El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos; pero la riqueza del pecador está guardada para el justo. ¿Sabe lo que significa este versículo? No sólo se supone que tengamos tanta riqueza, que les dejemos herencia a nuestros nietos, sino que Dios está tratando de poner las riquezas del mundo en las manos de la Iglesia. Toda cosa buena viene del Padre, de arriba, incluyendo la sabiduría y la provisión en cuanto a casas, automóviles, ropa y la predicación del Evangelio a todas las criaturas de la tierra. Las riquezas de este mundo son para los hijos de Dios. Nosotros tenemos un pacto de sangre con Jesús, para pasar de la pobreza a la prosperidad, pero échele una mirada a la abundancia que hay en el mundo. ¡Los incrédulos tienen lo que es nuestro! Dios sabe que nosotros tenemos necesidad de todas esas cosas. Así que nos tenemos que levantar para decirle a nuestro Padre: "Estamos listos para recibir lo nuestro ahora". Entonces podremos cuidar bien de nuestra familia y bendecir al mundo con el Evangelio de Jesucristo. ¿De dónde viene la pobreza: de Dios o del diablo? Hay quienes creen que la riqueza es del diablo, y que Dios quiere que los cristianos seamos pobres. Sin embargo, Santiago 1:13 nos dice que Dios no puede tentar a nadie con el mal. Si el dinero y la prosperidad fueran malos, entonces Dios nunca nos habría hecho la promesa de bendecimos cuando le demos nuestros diezmos. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos. —Malaquías 3:10-12 Es hermoso que nuestra traducción diga "ventanas", y no compuertas", como dicen otras. Las compuertas detienen la inundación. Si nosotros creemos que la prosperidad no viene de Dios, y le robamos nuestros diezmos y ofrendas, las compuertas permanecerán cerradas, y no vamos a experimentar las bendiciones que Él tiene para nosotros. No sé qué pensará usted, pero a mí me gusta la idea de que Dios derrame sobre mí tantas bendiciones, que no me quede dónde ponerlas. La palabra "ventanas" también tiene relación con la que se traduce como "emboscada". ¡Dios nos quiere emboscar con la prosperidad! Yo creo que Él nos tiene que emboscar, o
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infiltrársenos, porque a nosotros se nos ha enseñado que pobreza y cristianismo son cosas sinónimas. Tíz y yo nunca hemos dejado de dar nuestros diezmos en todos los años que llevamos desde que fuimos salvos. Nunca hemos hecho una promesa que no hayamos cumplido. Pero nunca vimos las bendiciones económicas y la prosperidad de Dios, hasta que nos dimos cuenta de que la pobreza forma parte de una maldición de la que hemos sido redimidos. La pobreza no es voluntad de Dios; la voluntad de Dios es que seamos prósperos. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir. —Lucas 6:.38 Dios no quiere que vivamos de sobras. Quiere que tengamos la casa pagada, el automóvil pagado, la iglesia pagada, y dinero suficiente para evangelizar el mundo. Él no está en bancarrota, sino que es el dueño de los millares de animales que hay en los collados (vea el Salmo 50:10). La tierra y su plenitud son del Señor, y nosotros somos herederos de esa promesa del pacto (vea el Salmo 50:12). Veamos qué más nos dice la Palabra de Dios sobre la prosperidad. El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos; pero la riqueza del pecador está guardada para el justo. —PROVERBIOS 13:22 Sino acuérdate de Jehová tú Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día. -DEUTERONOMIO 8:18 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra. —2 Corintios 9:8 La pobreza no forma parte del cristianismo. Es la prosperidad la que forma parte de él. La prosperidad forma parte del plan redentor de Dios para su pueblo. Necesitamos recordar que somos espíritus que vivimos en un cuerpo, y que funcionamos a través de nuestra alma: nuestras emociones y nuestro intelecto. En cuanto al ser humano, cual es su pensamiento en su corazón, tal es él (Proverbios 23:7). Así que si pensamos que la pobreza forma parte del cristianismo, entonces la pobreza se quedará con nosotros. Pero cuando comprendemos que hemos sido redimidos de ella por la sangre de Jesús, podemos ser liberados y recibir la prosperidad que Dios tiene para nosotros.
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En los púlpitos de toda la nación se escuchan enseñanzas donde se afirma que la prosperidad no procede de Dios; sin embargo, no olvidemos que es el dinero el que enciende las luces. Es el dinero el que alimenta a los niños de Camboya. Es el dinero el que sostiene a nuestros misioneros mientras ellos les presentan el Evangelio a las almas perdidas. El dinero sostiene los orfanatos. El dinero significa que podemos alcanzar a los jovencitos que viven en las calles. No escuche a nadie que enseñe que Dios lo quiere pobre y necesitado. Si lo escucha, lo va a absorber, y eso está bíblicamente equivocado. Dios ha invertido esa maldición. Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos. — Salmo 1:1 Tenga cuidado en cuanto a quién escucha. La sangre que Jesús derramó cuando le clavaron la corona de espinas en la cabeza ha invertido la maldición de la pobreza. Todo lo que usted tiene que hacer para pasar de la pobreza a la prosperidad, es creer que la sangre de Jesús ha invertido la maldición, aceptar su promesa de prosperidad para la vida de usted, y obedecer a Dios, siendo generoso. Yo estaba enseñando esto en las Filipinas, y un pastor me dijo: "Bueno, eso está bien para ustedes, pero aquí no estamos en los Estados Unidos". La Biblia no es un libro escrito sólo para los estadounidenses. La Palabra de Dios de Dios no va dirigida de manera exclusiva a una raza o una nación determinada. La Biblia fue escrita para todos los seres humanos. Por eso, le dije a ese pastor: "¿Cómo puede decir que la prosperidad no es para usted? Usted puede ver funcionar la prosperidad cuando sus vacas tienen dos terneros en lugar de uno. Ve que sus pescadores recogen una pesca abundante, como le sucedió a Pedro cuando pescó, las redes estaban llenas y los peces eran grandes, pero las redes no se rompieron. Y ha visto que sus cosechas de arroz han rendido el doble de lo que se esperaba". Nuestra idea sobre la prosperidad puede ser muy limitada. ¡No limite a Dios! Reconozca la prosperidad divina en su vida, y sea agradecido. El trabajo no es una maldición ¿Tenemos que trabajar? Si, tenernos que trabajar. En este mundo hay que ganarse el pan todos los días. Sin embargo, Dios multiplica nuestro trabajo. La cosecha que le cuesta al mundo un año de trabajo, Dios se la puede dar a sus hijos en un mes. Lo que al mundo le cuesta diez años ganar, Dios nos lo puede traer a nosotros en seis meses. El mundo funciona a base de la ley de la pobreza, por el sudor de su frente; en cambio, usted y yo funcionamos a base de la ley de la redención, por la sangre de su frente, y esa maldición de la pobreza ha quedado rota para nosotros. El trabajo en sí no es maldición, puesto que Adán trabajaba antes de la maldición. La Biblia dice que el que no trabaja, no debe comer (vea 2 Tesalonicenses 3:10). Usted no
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puede estar diciendo: "Señor, atiende a mi necesidad", mientras sus parientes y amigos le preguntan: "¿Y por qué no trabajas?" "Bueno, es que yo vivo por fe", responderá usted. No; si usted puede trabajar y no lo está haciendo, está viviendo por gorronería, y no por fe. Vivir por fe no significa que no tenga que trabajar. Vivir por fe es trabajar, y creer que Dios va a bendecir nuestra labor. No le diga a la gente: "Bueno, y no trabajo, porque vivo por fe, y sé que Dios va a proveer". Eso no es fe en Dios. Tal vez sea la beneficencia pública la que provea, pero la beneficencia es para gente que no puede trabajar; no para gente que no quiere trabajar. Busque la sabiduría de Dios, deléitese en el Señor, medite en su Palabra de día y de noche, y cuanto haga, prosperará (vea Salmo 1:1-3). Una labor estéril Adán estaba viviendo en la abundancia mientras estaba cuidando del huerto, y Dios multiplicaba su abundancia por medio de su labor. Las cosas crecían y florecían. Pero cuando desobedeció a Dios, el suelo quedó maldito y, en lugar de recibir de él provisiones en abundancia, tuvo que trabajar para arrancarle esas provisiones. En lugar de darle frutos, hierbas y árboles de manera automática, el suelo comenzó a dar zarzas y espinos. El trabajo duro, la labor fuerte y el sudor se convirtieron en un estilo de vida, sólo para sobrevivir. Antes de la maldición, Adán era bendecido mientras realizaba su faena. Dios bendecía su trabajo y éste producía gran abundancia. En cambio, al llegar la maldición, el suelo que le había dado tanta abundancia quedó maldito, y él tuvo que trabajar duro, sólo para ir pasando. Así es como viven muchos entre nosotros. Tenemos que ganarnos a duras penas la existencia, porque la tierra donde vivimos está maldita. Sin embargo, nosotros hemos sido redimidos de esa maldición por la sangre del Cordero. Dios nos ha proporcionado una forma de romper la maldición de la pobreza. Una señora nos escribió después de ver nuestro programa en la televisión, y de oírnos decir que las maldiciones son rotas por la sangre de Jesucristo. Así encontró esperanza para su familia, la cual había sufrido en la pobreza durante cinco generaciones. Estimado pastor Huch: Somos gente trabajadora, pero nunca podemos ir mas allá del trabajo duro. Por muchos trabajos que tenga en un momento determinado, tal parece que es imposible que ahorre nada para el futuro. Siempre surge algo que me hace gastar el poco dinero que tenga ahorrado para pagar otra cosa. Me gustaría ver a toda mi familia con sus propiedades, y con dinero para sus años de retiro, en lugar de tener que trabajar hasta que el cuerpo envejezca, y quede listo para la tumba.
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Hasta donde yo sé, han sido ya cinco generaciones de matrimonios terribles, divorcios y escaseces. Detesto la pobreza que hay en mi vida, en la de mi familia, y en esta ciudad. Cuando escuché su mensaje en TBN, me sentí emocionada. Aunque no tenía un nombre para los problemas, siempre he sabido que tenía que haber algo terriblemente malo, debido a la pobreza, los divorcios y las madres solteras que hemos tenido en La familia. Pastor Huch, sufro por mi familia, por mí misma, y por la ciudad en la que vivo. Las cosas no tienen por qué seguir así, y me regocijo al saber que pueden cambiar, y van a cambiar, Un domingo por la tarde, estaba viendo su programa en TBN. E! Señor me dio ese momento para que pudiera ver el programa, así que sé que Él quería que buscara su ministerio. Le ruego que ore por mí, y por todo lo que he compartido con usted. Sinceramente, Sonia Yo le he oído decir a mucha gente: Tengo la fe de que Dios nos va a bendecir en la otra vida, y nos va a dar mucha abundancia cuando muramos". Pero Dios también quiere que la tengamos aquí en la tierra, mientras estamos vivos. Usted no puede bendecir al mundo, si su prosperidad está en el cielo. La prosperidad significa que, cuando usted está trabajando, mientras está cumpliendo con su empleo, mientras está manejando su negocio o edificando su iglesia, lo está haciendo todo para Dios. Él dijo: "Yo me involucro en tu vida, y no me muevo como lo hace el mundo. Me muevo de maneras sobrenaturales, y te prospero en medio de tu jornada en la vida". Una señora de nuestra iglesia se me acercó corriendo el otro día para decirme: "¡Pastor, gracias por enseñarnos a romper la maldición de la pobreza y vivir en prosperidad! Quiero que sepa que yo soy la primera persona en la historia de mi familia que ha comprado su casa. El espíritu de pobreza ha quedado roto en mi vida y en la de mis hijos, y soy la orgullosa propietaria de mi hogar. Gloria a Dios". Un matrimonio se me acercó para decirme que habían tenido una deuda de catorce mil dólares por una cuenta del hospital, debida a una enfermedad inesperada, y que habían estado a punto de perder su casa. La madre había oído el mensaje de la cancelación sobrenatural de las deudas por parte de Dios, y le dijo: "¿Quieres decir que puedes sacar de deudas a mis hijos?" Entonces comenzó a orar. Poco después, el hospital llamó a este matrimonio y les dijo: "Les vamos a cancelar la deuda. Ya está totalmente pagada". Ellos son bendecidos, y el Reino de Dios es bendecido a través de ellos, porque obedecieron a Dios, y dieron sus diezmos y ofrendas del dinero que les fue restaurado. No pierda lo que ya tiene La bendición de Dios no consiste sólo en lo que tiene delante, sino también en lo que no lo está atrapando por detrás. Parte de la maldición de la pobreza es que el devorador trata de sorprenderlo por detrás. Esto de ser devorado significa que usted comienza a salir
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adelante, y su automóvil se rompe; comienza a salir adelante, y aparece alguna otra deuda que acaba con sus reservas. Si usted está pagando sus diezmos y dando sus ofrendas, Dios reprenderá por usted al devorador (Malaquías 3:11). Hay momentos en los que el diablo va a tratar de hacer que se le averíe el automóvil, y se le eche a perder el motor. Entonces, Dios va a intervenir para decirle: "No; no toques eso, porque él ha pagado sus diezmos, y la maldición de la pobreza ha quedado invertida". Dios dice: "Todo el mundo los va a ver y dirá: El Señor los ha bendecido" (vea Malaquías 3:11-12). Cuando usted tiene una buena casa y un buen automóvil, y su esposa e hijos visten bien, el mundo dice: "Son bendecidos". Su vida refleja la naturaleza de Dios. Usted representa su bondad y sus bendiciones. Durante quince años, Tiz y yo le testificamos a nuestra familia acerca del Señor, pero no querían escuchar una sola palabra de cuanto decíamos. Lo habíamos dejado todo por Dios, comprábamos la ropa en las tiendas de segunda mano, los automóviles que teníamos eran un desastre, y apenas podíamos cubrir nuestras deudas. Ellos nos preguntaban: "Si ustedes trabajan tanto para Dios, ¿por qué Él no cuida de ustedes?" Aquello tenía lógica. Estábamos predicando el Evangelio, al mismo tiempo que vivíamos en la pobreza, y nos enorgullecíamos de que así fuera. "Vengan, únanse a nosotros y piérdanlo todo. Vengan. ¿Dónde está la gente? Vengan. ¿Qué les pasa? ¿Es que no quieren estar constantemente necesitados, como nosotros?" Entonces, aprendimos que Dios quiere bendecir a sus hijos. Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa, y digan siempre: Sea exaltado Jehová, que ama la paz de su siervo. SALMO 35:27 Mis ofrendas se han cuadruplicado, porque Dios prospera todo cuanto me pongo a hacer. Si usted ya está diezmando, todo lo que tiene que hacer es aceptar lo que la sangre ha hecho, y decir: "Aplico la sangre del Cordero a mi trabajo, mi economía y mi familia". Hay mucha controversia con respecto al mensaje de la prosperidad. Estoy de acuerdo en que algunos lo han usado mal y han abusado, pero eso no cambia la Palabra de Dios. Conozco alguna gente que dice: "Hemos visto personas que se han apartado del Señor una vez que han adquirido dinero y bienes materiales". Yo también. Pero he visto apartarse del Señor a muchos más, porque estaban cansados de "pagar el precio", "sufrir por Jesús" y trabajar año tras año sin rendimiento alguno. La pobreza forma parte de la maldición. Dios nunca quiso que sus hijos vivieran en la pobreza. Nunca quiso que fueran la plaga de la sociedad". Desde el principio, la intención de Dios con respecto a sus hijos amados ha sido darles bendición y prosperidad. En Deuteronomio 28:1-14, Dios le dice a su pueblo cuáles son las consecuencias cuando se le sirve a Él con todo el corazón: bendiciones, bendiciones y más bendiciones.
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Tal vez, la mentira más grande que Satanás haya inventado es que la pobreza es un indicador de santidad. Si los cristianos están económicamente atados, es muy poco lo que tienen para darle a su iglesia. Si las iglesias están económicamente atadas, tienen muy poco para hacer su obra. Por consiguiente, la obra de Dios camina a paso más lento, o se detiene por completo. No se puede enviar a los misioneros. No se pueden imprimir Biblias. La gente dice que el Evangelio es gratuito. Sí, el mensaje es gratuito, pero hace falta mucho dinero para convertir en realidad la visión de Dios. La buena noticia es que El es nuestra fuente y nuestro proveedor. Enseñé este mensaje en una iglesia en el extranjero, que había sido sostenida con dinero de una misión estadounidense durante cincuenta y tres años. Ellos aceptaron el hecho de que Jesús derramó su sangre para que fuéramos prósperos, y que la maldición de la pobreza había sido rota en ellos. No sólo no siguieron necesitando el dinero de los misioneros, sino que al cabo de un año fundaron tres iglesias propias. Se está comenzando a producir la cosecha de almas de los últimos tiempos. Dios está realizando una transferencia de riquezas en estos últimos tiempos hacia los suyos, para que podamos llevar a cabo sus planes. Necesitamos ponernos en una situación tal que pasemos de la pobreza a la prosperidad. Tenemos que situarnos así en nuestra mente, en nuestro espíritu y en nuestras acciones, a fin de recibir lo que Él quiere hacer en nuestra vida. Dios no está en contra de que poseamos dinero. Está en contra de que el dinero nos posea a nosotros. Si mantenernos a Dios y a su obra como la prioridad máxima en nuestra vida, la prosperidad que Él va a derramar a través de nosotros y hacia nosotros no va a tener límites. Dios no nos está pidiendo que hagamos un voto de pobreza, sino que nos está pidiendo que hagamos un voto de prioridad. Si somos fieles en nuestra economía dentro del ámbito de lo natural, Dios va a multiplicar y aumentar nuestra economía en el ámbito de lo sobrenatural. Lea este testimonio de Suzanne, miembro del Centro Cristiano New Beginnings, quien rompió la maldición de la pobreza en su vida, y está viviendo en la prosperidad de Dios. Pastor Huch y Tiz: La enseñanza que he recibido durante los últimos seis años que he estado asistiendo a New Beginnings ha tenido mucho que ver en la persona que soy hoy. Hace seis años, cuando llegué a Portland, no tenla dónde vivir. Seis años de un matrimonio lleno de numerosos maltratos tanto físicos corno emocionales, me habían dejado repleta de temores y con muy poca autoestima. Vivía en refugios para mujeres maltratadas, y fue entonces cuando comencé a asistir a New Beginnings. Me habían puesto "en el sistema": viviendo de la beneficencia y en apartamentos para gente de pocos ingresos. Me salí de la beneficencia, y viví con los $423 mensuales de ayuda para mis hijos. No sabía hacer ningún trabajo en especial, nunca había terminado
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la secundaria, y no había trabajado en seis años. Tenía mis talentos de artista y diezmaba, aun en los momentos en que vivía en la pobreza. En noviembre de 1996, le pedí a Dios que fuera mi socio en los negocios: le dije que mi vida era suya; que haría cuanto Él me pidiera. Todo aquel tiempo, había estado leyendo su Palabra, escuchando cintas grabadas y creciendo. En 1996, mis ingresos procedentes del arte fueron inferiores a los ocho mil dólares. En 1997, comencé a orar "de manera específica", tal como usted nos enseñó a hacer. En enero, pedí ganar seis mil dólares, y sucedió. Después, pedí duplicar esa suma. En marzo tuve una ganancia total de doce mil dólares. Vivía en un apartamento para gente de pocos ingresos, y quería salir de allí, así que le pedí a Dios que me diera suficiente dinero para comprar una casa. En septiembre, mis entradas totales fueron de más de veinte mil dólares en un período de treinta y cinco días, y compré una casa con contrato. Entonces dije: "Señor, necesito una furgoneta nueva. Esta ya no es segura". Una semana más tarde, tenía la furgoneta nueva. Ahora tengo un negocio floreciente, en el que puedo ganar en total más de diez mil dólares mensuales. Ahora gano más de quinientos dólares diarios; más de lo que solía tener para vivir todo un mes. Creo que este año mis diezmos van a ser más de lo que tenía para vivir todo un año. Mi forma de pensar ha cambiado a través de los mensajes que he recibido en la iglesia, y de las cintas grabadas y los libros. Todo lo que usted está enseñando, funciona siempre que la gente lo quiera hacer. Estoy trabajando muy duro, pero también soy fiel en mi asistencia a la iglesia, y permanezco involucrada en ella. Sé que tengo que permanecer conectada con mi fuente. El levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo (Salmo 113:7-8). Tengo entre mi clientela a algunas de las personas más ricas y poderosas del estado, y esas personas están dispuestas a esperar su turno, a fin de que yo trabaje para ellas. El otro día cumplí los treinta años, y mi vida acaba de comenzar. Gracias. Que Dios los bendiga. Suzanne Nuestro Dios es el Dios de la cosecha. Lo que Él ha hecho por Suzanne, lo puede y quiere hacer por usted. La pobreza ya no tiene un lugar en su vida, porque ha quedado rota. Fue rota cuando la corona de espinas atravesó la cabeza sin pecado de Jesús, y su sangre sin pecado se derramó por su cuerpo. Si usted necesita un trabajo, busque al Señor. Yo creo que va a recibir un trabajo que no sólo le va a encantar, sino que le va a pagar muy por encima de lo que usted necesita. Y cuando reciba las bendiciones de Dios, podrá ser de bendición para otros. ¡A Dios nadie le gana en generosidad!
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HABÍAMOS RECIBIDO LA MALDICIÓN DE LA POBREZA POR EL SUDOR DE LA FRENTE DE ADÁN, PERO FUIMOS REDIMIDOS DE ESA MALDICION POR LA SANGRE DE LA FRENTE DE JESUS. Capítulo 12 Sus manos perforadas nos devolvieron el dominio sobre las cosas que tocamos El cuarto lugar del que Jesús derramó sangre, fueron sus manos, que los soldados atravesaron para clavarlo a la cruz. Por medio de la sangre derramada por sus manos perforadas con los clavos, Dios dice que todo aquello sobre lo que pongamos las manos, Él lo va a hacer prosperar (vea Génesis 39:3). Antes de la caída de Adán, el propósito de Dios al crearnos era que tuviéramos autoridad y dominio sobre toda la tierra. Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los ciclos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. —Génesis 1:26-28 Dios puso toda la autoridad en las manos de Adán y Eva, pero cuando Adán lo desobedeció, esa autoridad nos fue quitada, y Satanás se convirtió en el dios de este mundo. Comenzó a ser él quien daba las órdenes. Cuando Jesús fue crucificado, derramó su sangre mientras le atravesaban las manos, para que usted y yo recuperáramos nuestro dominio y fuéramos vencedores. Nuestra autoridad ha sido redimida por medio de la sangre que derramaron las manos de Jesús. Muchos cristianos andan huyendo del diablo, o tratando de esconderse de él. Piensan que si corren lo suficientemente rápido, y oran en lenguas bastante, el diablo no les va a hacer tanto daño. También hay otros cristianos que permanecen firmes, y piensan que el diablo los va a pasar por alto, si ellos se quedan callados y no hacen demasiado ruido. Los cristianos no debemos ser tímidos, estar a la defensiva ni operar en punto muerto. Podemos vencer al diablo. Podemos derrotarlo. Podemos tener victoria sobre el enemigo de nuestra vida, que anda tratando de destruirnos. Podemos lanzarnos contra los ataques de Satanás, y derrotarlo. Podemos tomar la ofensiva, para frustrar las tácticas del enemigo en contra nuestra. Ponga las manos sobre todo lo que le pertenezca a Dios Hasta el mundo lo nota cuando el Señor hace que la gente prospere. Por ejemplo, Potifar observó que, a pesar de que José era esclavo, tenía éxito y prosperaba, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano (Génesis 39:3). Por eso, el diablo no
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quiere que usted ponga las manos sobre las cosas y tome autoridad sobre lo que les pertenece a Dios y a su pueblo. En una ocasión en que estaba predicando en Michigan, le impusimos manos a una señora que necesitaba una bendición doble, y oramos por ella. Este es el testimonio que nos envió más tarde. Estimado pastor Huch: Yo fui a verlo cuando usted estuvo en Detroit. Qué mensaje tan maravilloso y ungido predicó sobre romperla maldición de las deudas. El Señor me habló, y quedó confirmado que recibiría una bendición doble. Después de que usted preguntó quién quería que se le impusieran manos para liberar la unción, yo corrí al frente con todos los demás. Usted me impuso manos en dos ocasiones. Alrededor de un mes más tarde, quedé embarazada, algo por lo cual había estado orando durante más de tres años y medio. En el mismo día en que supe que estaba embarazada, mi esposo recibió un trabajo de cincuenta mil dólares anuales. Durante los dos años anteriores, había estado cesante. A lo largo de todo aquel tiempo, el Señor nos había ayudado, y había satisfecho todas nuestras necesidades. Seguiré creyendo que durante este año del Jubileo, el Señor va a encargarse de todas las deudas en que nos metimos en esos años de cesantía. Gracias por su enseñanza acerca de romper las maldiciones generacionales, ahora yo puedo recibir la promesa de Dios en cuanto a que daré a luz sin dolor a este bebé sano y bendito que llevo en mi seno. Que Dios lo bendiga. familia Cuando sangraron las manos de Jesús, el dominio les fue devuelto a los hijos de Dios. Eso significa que cuanta maldad encontremos, tenemos la autoridad en el nombre de Jesús para hacerla inofensiva. Tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. —Marcos 16:18 Usted necesita imponerles manos a sus hijos, cubrirlos con la sangre de Jesús, y decir; "Rompo la iniquidad en mis hijos. Rompo la iniquidad en mi familia". Necesita imponerle manos a la almohada de su hijo, y declarar que él va a servir a Dios. Necesita imponerle manos a la escuela de sus hijos, y cubrirla con la sangre de Jesús. Si su cónyuge no es salvo, imponga manos sobre su almohada, y libere la unción del Espíritu de Dios. Tome autoridad sobre esos demonios de iniquidad y, de repente, su cónyuge comenzará a abrir la Biblia para leerla. Dijo que nunca iba a ir a la iglesia, pero ahora está haciendo que vaya toda la familia. ¿Por qué? Porque la sangre de Jesús rompe la iniquidad en el momento en que usted toma autoridad sobre el enemigo, y el Espíritu Santo es liberado para hacer que las promesas de Dios se conviertan en realidad en su vida.
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Todo aquello en lo que usted ponga sus manos para hacerlo, Dios lo va a hacer prosperar (vea Génesis 39:3). ¿Por qué? No por ningún rito, sino porque la autoridad ha sido devuelta a nuestras manos por medio de la preciosa sangre de Jesús. Cuando estábamos pastoreando una iglesia en Santa Fe, estaban renovando un gran edificio en el centro de la ciudad para una discoteca de homosexuales y lesbianas. Reunimos a los miembros de nuestra iglesia, fuimos allí, le impusimos manos al edificio y dijimos: "Espíritu inmundo, te atamos, tomamos dominio sobre este lugar, y declaramos que no se va a abrir". En el día de la gran inauguración, estalló todo lo eléctrico, de manera que lo tuvieron que cerrar. Se hicieron las reparaciones, y se fijó el día para otra gran inauguración. Nosotros volvimos al edificio, le impusimos manos y dijimos: "Espíritu inmundo, en el nombre de Jesús tomamos dominio sobre ti. No te vas a levantar en esta dudad con propósitos inmorales". Cuando iban a abrir, otra cosa estalló. Así fueron las cosas durante año y medio, mientras desperdiciaban millones de dólares. La inauguración nunca llegó. ¿Se trataba sólo de una coincidencia? ¡Claro que no! ¡Es real! ¡Nosotros debemos tener autoridad! Dios nos dio autoridad en el huerto del Edén, la perdimos por el pecado de Adán, y Jesús la redimió en la cruz. Jesús bajó las manos. No se les resistió a sus enemigos. Sólo se acostó para que ellos le clavaran las manos. Así derramó su sangre, y el dominio volvió a manos de todos los que creamos en Él. La Palabra de Dios dice que hemos sido redimidos por la sangre de Jesús. Nuestra autoridad ha quedado redimida. Nuestro dominio ha quedado redimido. Necesitamos tomar nuestras manos, imponerlas sobre todas las cosas, y reclamar las bendiciones de Dios con autoridad, por la sangre y en el nombre de Jesucristo. Capítulo 13 Sus pies perforados nos devolvieron el dominio sobre los lugares por donde andamos Sus pies fueron el quinto lugar donde Jesús derramó su sangre, cuando se los clavaron a la cruz. La sangre derramada por sus pies también nos redimió de nuestra falta de dominio y de autoridad. El hombre debía ser la cabeza, y no la cola. Debía estar por encima de todo, y debajo de nada (vea Deuteronomio 28:13). Ese es nuestro lugar, gracias a la sangre derramada por Jesús. Cuando Adán desobedeció a Dios en el huerto del Edén, perdió dominio y autoridad, y en ese momento, Satanás se convirtió en el dios de este mundo. Pero gracias a la sangre derramada por Jesús, no tenemos por qué dejarnos pisotear por Satanás. Al contrario: somos nosotros quienes lo pisoteamos a él. Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro. —Deuteronomio 11:24
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Se nos ha ordenado: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura (Marcos 16:15). Dondequiera que vayamos, le debemos decir a la gente: El Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el Evangelio (Marcos 1:15). Esto sería imposible, a menos que tuviéramos la autoridad necesaria para tomar dominio sobre el reino terrenal de Satanás. Se nos dice: Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará (Deuteronomio 31:6). El dominio sobre esta tierra es nuestro de nuevo, gracias a la sangre derramada por Jesucristo, y dondequiera que nosotros estamos, el Reino de Dios se ha acercado. En su condición de creyente, usted tiene la autoridad necesaria para caminar por su vecindario y decir: "Ato al diablo en mi vecindario. Ato a los drogadictos y los traficantes de drogas". Puede caminar por las escuelas y decir: "Ato la violencia, ato la homosexualidad, ato la perversión y ato las enseñanzas de la Nueva Era", porque dondequiera que vaya, Dios estará con usted. Los delincuentes y las pandillas tienen que ceder ante el poder de Dios. Usted se puede parar en el portal de su casa y decir: "Espíritu de violencia, te ato en el nombre de Jesús. Te reprendo y te echo fuera de mi ciudad. Te ordeno que salgas de mi vecindario. Te ordeno que salgas de mi escuela. Te ordeno que salgas de mi gobierno". El enemigo le dirá: "¿Y quién te crees tú que eres?" Entonces, usted puede proclamar su posición en Dios como hijo suyo, lavado en la sangre de Jesús, y con su dominio restaurado. En todo lugar donde usted ponga la planta del pie, va a tomar dominio. Dios le entrega todo lugar donde usted ponga el pie. Reclame la sangre sobre su familia A principios del pasado año escolar, los padres me estaban expresando su preocupación sobre la seguridad de sus hijos durante el tiempo de clase. Yo les dije lo que le manifestó Moisés a los hijos de Israel: "Pongan la sangre de Jesús sobre el dintel de su casa, para que cuando ese espíritu de iniquidad y de destrucción trate de entrar, vea la sangre y salga huyendo". ¿Cómo ponemos la sangre de Jesús en el dintel de nuestra casa? Pronunciamos la Palabra sobre nuestros hijos. Creemos en sus promesas de que protegerá a nuestra familia. Le ordenamos al enemigo que deje en paz a nuestros hijos. Oramos por nuestros hijos, reclamamos sobre ellos la sangre de Jesús, y sabemos que el ángel de la muerte y la destrucción no puede pasar donde está la sangre. Vaya a la escuela cuando no haya nadie allí, imponga manos sobre las puertas de entrada y ore por esa escuela. Camine alrededor de ella, y reclámela para el Reino de Dios, porque todo lugar que pisare la planta de su pie será suyo (Deuteronomio 11:24). También hay cosas que usted puede hacer en el ámbito de lo natural. Estar pendiente de sus hijos. Hablar con ellos. Conocer a sus amigos. Involucrarse en sus actividades escolares. Trabajar de voluntario en su escuela. Ser el padre que camina la milla extra. Convertir a sus hijos en su pasión.
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El diablo ha estado ocupando nuestras escuelas durante demasiado tiempo. Ya es hora de recuperar lo que el enemigo nos ha robado, y consagrarlo a la obra de Dios. Pero no se detenga allí. Ponga la sangre de Jesús sobre las puertas del tabernáculo de su propia vida. Entonces, cuando ese espíritu de iniquidad, muerte y destrucción llegue, comprenderá que no puede cruzar esa línea de sangre. No importa si se trata de armas de fuego, divorcio, pobreza o enfermedad, porque mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo (1 Juan 4:4). Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serian inmundos, mientras que ahora son santos. —1 Corintios 7:14 Aunque su cónyuge no sea salvo, usted puede reclamar sobre él y sobre sus hijos la sangre, y romper esa maldición de familia. Cuando nos dimos cuenta de esto hace años, exhortamos a todas las esposas de nuestra iglesia cuyo esposo era inconverso, para que comenzaran a reclamar la sangre de Jesús sobre él. Al principio, el esposo se enojaba con la esposa, porque ella iba a la iglesia, pero al cabo de dos semanas, todos y cada uno de esos esposos vinieron y recibieron la salvación. Treinta mujeres oraron fielmente, y treinta esposos le entregaron su vida a Jesús. ¿Por qué? Porque las oraciones de sus esposas rompieron la iniquidad que los mantenía esclavizados. Esto también va a Funcionar con sus hijos. Por medio del poder de la sangre de Jesús, usted podrá ver que sus hijos vuelven el rostro hacia Dios, y viven para Él. Los podrá ver levantarse para impactar santamente su escuela. Podrá ver a su hijo levantarse contra las asechanzas del malvado, y defender la justicia. Cuando estábamos buscando una propiedad para la iglesia, acudimos al alcalde, y él nos dijo: "Esta propiedad es industrial y comercial. No se puede permitir que se construya allí una iglesia". Eso no nos detuvo, porque sabíamos por el Espíritu de Dios que ésa era la tierra que Dios tenía para nosotros. Fuimos allí, le dimos la vuelta a la propiedad y la reclamamos para nuestra iglesia. Más tarde, nos reunimos con el consejo del ayuntamiento, que ya había decidido no darnos el permiso. Entonces nos dijeron: "No sabemos por qué estarnos haciendo esto, pero vamos a ser benevolentes con ustedes. Son la única iglesia que va a poder construir en esa propiedad comercial". Dios nos dio dominio, y yo sabía que donde pusiera la planta de mi pie, aquella propiedad habría quedado comprada con la sangre. Originalmente, pensábamos comprar cincuenta acres, pero terminaron siendo ochenta y cuatro. Hoy en día, esa tierra vale más de cinco o seis veces la cantidad que pagamos por ella. Dios no sólo nos da dominio sobre los lugares por donde caminamos, sino que también los prospera. Póngase en pie y tome dominio Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Que es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de rus manos; todo lo
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sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. —Hebreos 2:6-8 No somos sólo los niños y las niñas de Dios. Usted y yo somos herederos de la salvación. Eso significa que los ángeles están debajo de nosotros; no somos nosotros los que estamos debajo de ellos. Somos coherederos con Cristo Jesús (vea Romanos 8:17). Cuando vamos donde El nos dice que vayamos, Él va con nosotros, y es para que tomemos dominio por su autoridad. No servimos a un Salvador muerto, ni a un Señor que sigue en su tumba. Servimos a un Salvador resucitado, lleno de vida, lleno de poder y lleno de unción. Nuestro Salvador, el que quita las cargas y destruye los yugos, nos dice: "Como mi Padre me envió, así ahora yo te estoy enviando. Dondequiera que vayas, diles que el reino de los cielos se ha acercado" (vea Juan 20:21 y Mateo 10:7). Hace años, la gente solía hacer "marchas de Jericó". Ahora bien, comprenda que no hay poder en los ritos religiosos, pero en la revelación sí hay poder transformador. La marcha de Jericó original se produjo porque Josué recibió una revelación del Señor, según la cual, todos los lugares que pisara con sus pies quedarían sometidos a la autoridad que Él le había dado (vea Josué 1:3). Interésese en las escuelas de sus hijos, rodee el lugar caminando, y diga: "Todo lugar donde pongo la planta del pie, es suelo comprado con sangre para el Reino de Dios. El nos lo da en herencia". No lo haga de una forma que lo haga quedar en ridículo, pero si usted marcha alrededor de esa escuela, los espíritus de violencia, ira, depresión y enfermedad van a caer. Cuando los hijos de Israel pusieron la sangre del cordero en los dinteles de sus puertas, el espíritu de muerte no los pudo cruzar (vea Éxodo 12:22-28). Usted necesita poner la sangre alrededor de su casa, su iglesia y las escuelas de sus hijos, y comprender que Dios le ha restaurado el dominio por la sangre que brotó de los pies de Jesús. Cuando atamos al diablo, nuestro siguiente paso es desatar la paz de Jesús en nuestras calles. Desatar la justicia de Jesús en nuestras ciudades. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. -MATEO 18:18 Podemos atar al enemigo y expulsarlo de nuestras ciudades y de nuestra nación, pero para que no vuelva a entrar, necesitamos liberar el poder de Dios para transformar vidas. Necesitamos predicar las Buenas Nuevas y convertir en discípulos a todos, para que caminen realmente con dominio. Nosotros decimos: "Bueno, Dios debería hacer algo para arreglar este desastre". Él nos dice: "Ya lo hice".
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"Dios debería enviar a alguien". El nos responde: "Eso estoy tratando de hacer. ¿Me estás escuchando?" Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. —MARCOS 16:15, 17-18 ¿Está usted listo para tomar dominio? ¿Está listo para tomar su ciudad para Jesús? ¿Está listo para hacer que su nación vuelva a Dios? ¡Es hora de entrar al campamento enemigo, y recuperar lo que él nos ha robado! Capítulo 14 Su corazón traspasado nos devolvió el gozo Entonces los judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado, rogaron á Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados. Y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando vinieron á Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas: Empero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y agua. Juan 19:31-34 El sexto lugar por donde Jesús derramó su sangre, fue su costado, cuando un soldado se lo atravesó con una lanza, y salieron de él sangre y agua. Todos hemos oído predicar que Jesús no murió por la crucifixión, por las heridas, ni por los clavos que le atravesaban las manos y los pies. Jesús murió con el corazón quebrantado por el peso de nuestro pecado. Se me ha dicho que es un fenómeno físico que cuando estalla el corazón de la persona, el agua y la sangre de su cuerpo brotan juntas. En la observancia del día de reposo existía la norma de que no podía haber nadie en una cruz al comenzar dicho día. Jesús fue crucificado un viernes, y el día de reposo comenzaba al caer el sol aquel mismo día. Para cumplir con la ley judía, los soldados fueron a cada uno de los crucificados, a fin de quebrantarles las piernas. Aquello era para apresurar su muerte, de manera que estuvieran muertos antes de que comenzara el día de reposo. Cuando alguien moría en la cruz, no moría por el dolor de la crucifixión en unos instantes, ni en una hora, sino que le podía llevar días. Al final, ya no se podía sostener más, y el peso de su propio cuerpo hacia que se le cerraran los pulmones. Morían ahogados, en una muerte lenta y horrible. No obstante, según la ley judía, el cuerpo no podía permanecer en la cruz durante una noche, de manera que lo bajaban y enterraban, para que la maldición no fuera transferida a la tierra (vea Deuteronomio 21:22-23).
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Las Escrituras habían profetizado que al Mesías no le romperían hueso alguno del cuerpo (vea Juan 19:36 y el Salmo 34:20). Cuando llegaron a Jesús para quebrarle las piernas, hallaron que ya había muerto. No necesitaron quebrárselas, porque había muerto con el corazón destrozado. Cuando Jesús había anunciado su ministerio en la sinagoga, había leído el siguiente texto en el rollo. El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos. —Lucas 4:18 Jesús fue ungido con el poder de Dios que quita las cargas y destruye los yugos, para sanar a los quebrantados de corazón. ¿Porque a los quebrantados de corazón? Porque Dios quiere que su pueblo viva con gozo. Cuando nosotros estamos llenos de gozo, tenemos la fortaleza necesaria para pelear la buena batalla de la fe. El gozo de Jehová es vuestra fuerza. -Nehemías 8:10 Jesús no se va a limitar a llevarse su pecado, sino que se va a llevar el dolor que produce ese pecado. Él es quien transforma nuestros dolores en gloria, y nuestras llagas en estrellas. No tienen en poco al ladrón si hurta para saciar su apetito cuando tiene hambre. Pero si es sorprendido, pagará siete veces; entregará todo el haber de su casa. -Proverbios 6:30-31 El diablo es el que viene a robar, matar y destruir. Cuando descubrimos que la batalla no es contra carne ni sangre, nos damos cuenta de que no es la gente la que nos roba la vida. El ladrón no es su ex esposa, su ex esposo ni su ex jefe. El ladrón es el diablo. La Biblia lo dice así, y ahora él le tiene que pagar siete veces. Sabiendo eso, usted puede decir con toda tranquilidad: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28). Romanos 8:28 es uno de mis versículos favoritos de las Escrituras, porque es la única forma de que cumplamos con la indicación de Dios de que nos regocijemos en El siempre. Usted dirá: "¿Cómo me puedo regocijar, después de todo lo que me ha pasado?" Lo puede hacer, porque Dios dice que Él puede tomar hasta las peores cosas que le puedan suceder, y convertirlas en bien. Cualesquiera que sean, el poder de la sangre de Jesús las va a invertir, de manera que se conviertan en prosperidad y bendición para usted.
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¿Recuerda la historia de José? Cuando compartió sus sueños con sus hermanos, en lugar de regocijarse con él, lo tiraron a una cisterna y lo vendieron como esclavo. Después, le dijeron a su padre que había muerto. José pasó por apuros increíbles, pero terminó finalmente en el mismo lugar donde Dios había dispuesto que estuviera: como segundo hombre de todo Egipto. Cuando llegó el hambre a la tierra, sus hermanos acudieron a él para comprar comida. Al perdonarlos y darles provisiones, nos dio a nosotros una de las mayores enseñanzas de la Biblia sobre la fe: Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Génesis 50:20 Los cristianos necesitamos la revelación de que aquello que el diablo quiere hacer en nuestra vida para mal, Dios lo va a usar para nuestro bien. ¿Por qué? Porque Romanos 8:28 dice que todas las cosas obran juntas para el bien de los hijos de Dios, que lo aman y cumplen sus propósitos para su vida. Eso es suficiente para darnos gozo. El gozo que el enemigo le ha robado, se lo debe devolver multiplicado por siete. Hoy es día de paga. Jesús dijo: "Yo he venido a darles gozo. He venido a darles vida; he venido a darles alegría" (vea Juan 10:10). El gozo debe ser el punto central de la vida cristiana. De hecho, después de ser salvos y bautizados en el Espíritu Santo, si no tenemos gozo, no tendremos fuerzas. Jesús vino para sanar a los quebrantados de corazón, para restauramos el gozo y para renovar nuestras fuerzas. Una señora de nuestra iglesia había sufrido de desórdenes bipolares durante más de treinta años_ Esto es conocido también como dolencia maníaco-depresiva, una enfermedad genética incurable, con una proporción de suicidios del veinte por ciento, debido a la depresión extrema que causa. Había pasado por todo lo que podía hacer la medicina, incluyendo el confinamiento y la medicación psiquiátrica, para sanarse de sus cambios de humor tan tempestuosos e incontrolables. Desde que tenía diez años, no sólo sufría con su propia depresión tan debilitante, sino también con la incomprensión y el rechazo de la gente, que no comprendía las fluctuaciones tan extremas de su humor. Después que oramos por ella, esto es lo que nos escribió: Estimado pastor Huch: Desde que fui liberada de las maldiciones generacionales, mi humor está más estable que nunca en toda mi vida. Mis funciones mentales van mucho más allá de cuanto había experimentado, o pensado que fuera posible. Estoy reclamando una restitución septuplicada en todos los aspectos que Satanás ha tratado de destruir. Hace ya dos años que lleva una vida de gozo y libertad que nunca había pensado que fuera posible. Le ha sido restaurado el gozo de vivir, gracias al corazón de Jesús, quebrantado en la cruz. El corazón quebrantado de Jesús
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Jesús sabe lo que es padecer de un corazón quebrantado, no sólo en el sentido físico de su muerte en la cruz, sino a través de la traición y el rechazo de los mismos que Él amaba y llamaba amigos. Muchos de aquéllos a quienes les había ministrado, gritaron: "¡Crucifícale!" Cuando compareció ante Pilato, el gobernador romano en Israel, éste sintió la convicción del Espíritu Santo. Lo quería soltar, porque sabía que no había hecho nada. Su propia esposa Ie había advertido: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él (Mateo 27:19). Pilato estaba buscando una salida, pero también quería complacer a los que estaban exigiendo la ejecución de Jesús. Siguiendo la costumbre de la Pascua, se podía liberar a un prisionero, así que le sugirió al pueblo que escogiera a Jesús. Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso cualquiera que pidiesen. Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta. Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho. Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes. Mas los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás. Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos? Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale! Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más: ¡Crucifícale! Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado. —Marcos 15:6-15 Jesús era el Hijo de Dios. Tenía el Espíritu de Dios. Pero también era de carne y sangre; era un hombre, y sentía lo mismo que nosotros sentimos. Creció en una familia, y vivió y caminó entre la gente durante treinta años. Entonces, caminó entre la gente durante tres años de ministerio. Amaba a la gente. La bendecía. Los niños corrían hacia él y lo abrazaban. Entonces, lo traicionó Judas, uno de los discípulos que Él amaba. El sabía lo que era tener el corazón quebrantado. Primero, uno de sus amigos más íntimos lo traicionó y se lo entregó a las autoridades romanas. Después, la misma gente que Él amaba, la misma gente con la que habla comido, a la que había sanado, liberado y bendecido, comenzó a gritar: "Danos a Barrabás el asesino. Crucifica a Jesús". Aquella misma gente que Él amaba, y que había caminado con Él, era la que lo golpeaba, lo escupía, se burlaba de Él y lo llenaban de oprobio. Entonces, Pedro lo negó tres veces. Era como si su mejor amigo, o su propio cónyuge lo mirara a usted, y le dijera a otra persona: "No lo conozco". Jesús se sintió tal como nos habríamos sentido nosotros si nos hubiera sucedido. Después, quedó desnudo, colgado de una cruz, frente a su propia madre. Le habían arrancado la barba. Le habían puesto una cruel corona de espinas en la cabeza para burlarse de Él. Los salivazos le corrían por el cabello. Y encima de todo aquello, cuanto
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pecado se haya sido cometido jamás —todas las mentiras, todos los asesinatos, todas las violaciones, todas las películas pornográficas, toda adicción a drogas, todo holocausto de terror— cayó sobre Él, el que nunca había pecado. Cargó con nuestros pecados y, en ese momento, Dios, su propio Padre, no pudo hacer otra cosa más que darle la espalda. Y a la hora novena clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? —Marcos 15:34 Su corazón fue quebrantado para que el suyo y el mío pudieran ser sanados. Por la sangre del Cordero, nosotros hemos vencido las heridas de un corazón quebrantado. Jesús se convirtió en nuestro pecado, para que nosotros no tuviéramos que pecar. Se convirtió en nuestra enfermedad, para que nosotros no tuviéramos que estar enfermos. Se convirtió en nuestro corazón quebrantado para que no tuviéramos que tener el corazón quebrantado. Jesús vino a restaurarnos el gozo. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las, primeras cosas pasaron. —APOCALIPSIS 21:4 El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas. —SALMO 147:3 Dele a Dios sus dolores Si usted no le permite a Dios que sane sus dolores, esos dolores no curados se convierten en amargura. Jesús les enseñó a sus discípulos en Mateo 6:12 a orar de esta forma: Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Después les dijo: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas (Mateo 6:14-15). Así es como yo aprendí a perdonar: Descubrí quién era el ladrón, y no era un ser humano, sino el diablo. También me di cuenta de que no batallo con carne ni sangre. Me niego a batallar con las personas, pero si batallo con los principados, las potestades y los gobernadores de las tinieblas en regiones celestes (vea Efesios 6: 12). Las personas sólo son instrumentos, o de Dios o del diablo. Si yo le impongo manos a una persona y la bendigo, o la toco y queda sana, ¿quién la ha bendecido? Sabemos que ha sido Jesús. Pero si le pongo la mano encima a una persona para destruirla, o para tratar de dañar lo que está haciendo, ¿quién le ha hecho el daño? La mayoría de la gente dirá que fui yo, pero todo lo que pasa es que decidí dejar que el diablo me usara para hacerle daño a otra persona. Nos han educado para que le demos a Dios la gloria, pero no nos han educado para que le echemos la culpa principal al diablo.
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No quiero que me entienda mal. No estoy diciendo que la gente no tenga que ser responsable por sus acciones. Si un hombre entra a mi casa y me roba todo lo que tengo, debe responsabilizarse por lo que ha hecho. Ningún tribunal excusa a alguien de un delito porque diga: "¡El diablo me empujó!" Sin embargo, los cristianos debemos mirar más allá de la persona, para ver el poder que se mueve detrás de sus acciones. Y eso también nos obliga a hacernos una pregunta: "¿Quién es el que me está usando en estos momentos: Jesús, o Satanás?" Las personas sólo son instrumentos. Si estamos en las manos de Jesús, el Carpintero, seremos usados para edificar a la gente. Si estamos en las manos de Satanás, el destructor, seremos usados para destruirla. Permítame que le dé un ejemplo. Los martillos sólo son herramientas. Con un martillo se puede levantar una pared, o echarla abajo. Si usted ve una pared, no le dé la gloria al martillo. Si ve una pared con agujeros hechos por golpes, tampoco culpe al martillo. El martillo no es más que una herramienta en las manos de alguien. Por eso, Jesús dijo que no batallamos contra carne ni sangre, sino contra espíritu malignos. Lamentablemente, nos hemos estado martillando unos a otros ahora, y tratando de edificarnos dentro de un instante. En cuanto al perdón, es necesario que perdonemos para ser perdonados, y para poder perdonar, tenemos que darnos cuenta de quién es el ladrón. Cuando lo hagamos, nos tendrá que devolver el gozo del Señor multiplicado por siete. Debemos perdonar a los que nos hacen daño, sabiendo que detrás de sus acciones en contra nuestra, el que se encuentra es el diablo. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. —Lucas 23:34 Jesús entendía que era el diablo, y no la gente, quien estaba tratando de destruirlo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió. —HECHOS 7:59-60 Esteban también entendió que nuestra batalla no es contra carne ni sangre. Jesús va a detener la maldición, y a invertirla. Va a sanar su dolor, y una vez producida la sanidad, usted no va a volver a sentir amargura. El resentimiento y el odio ya no formarán parte de su vida. Cuando reciba el gozo del Señor, las ventanas de los cielos se abrirán sobre su vida. •
Cuando recupere su gozo, se hará fuerte en la fe.
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Cuando sea libre, no estará amargado, sino que será mejor.
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Cuando sea feliz, su luz brillará ante otros que estén sufriendo.
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La Biblia nos dice que pongamos la mano en el arado y no miremos atrás. No debemos mirar a lo que habría podido ser; a lo que tal vez habría sido. Debemos mirar hacia delante. Nuestra cosecha de gozo, bendiciones y prosperidad no se halla detrás de nosotros, sino frente a nosotros. El arado es la sangre, y Jesús es el Señor de la mies. Recibimos esta carta de una señora que había experimentado quebrantamiento y gran angustia a causa de las dificultades que había pasado en su juventud. Sin embargo, el Señor tenía para ella mucho más de lo que había creído posible. Estimada pastora Tiz: Yo me pasé la adolescencia en hogares temporales. Estaba perdida y amargada, y para mí, las drogas y el alcohol eran "la buena vida" que no tenía. Durante la mayor parte de mi vida adulta, fui alcohólica en las últimas etapas, y adicta a drogas. A causa del temor y de las adicciones, no podía trabajar y viví de la beneficencia pública durante muchos años. Mi alcoholismo me puso en situaciones en las que fui violada dos veces, y golpeada más veces de las que puedo contar. Hizo que me quitaran a mis hijos. Vivía de una manera repugnante, en medio de la pobreza, la enfermedad y el pecado. Mi vida estaba llena de una desesperación y una depravación total. En 1981, cuando por segunda vez me sometí a tratamiento por abuso de sustancias químicas, me las arreglé para permanecer sobria en Alcohólicos Anónimos durante un año. Entonces, comencé a sentir instintos suicidas y a querer acabar con mi vida. Creía que era la peor pecadora de! mundo, y que era imposible que Dios me amara. Una noche estaba escuchando música cristiana y le entregué mi vida a Jesús. Desde aquel momento, ha habido un cambio radical en ella. Llevo sobria ya quince años, gracias a la preciosa misericordia y a la gracia de mi Salvador. Cuando llevaba sobria unos seis años, aprendí a conducir, porque quería hacer estudios universitarios. En 1993, me gradué en la Universidad Estatal de Portland con altos honores, y fui aceptada en la escuela de medicina con una beca del estado. Estoy en la lista de honor del decano en la escuela de medicina, y me nombraron para el Quién es Quién entre los estudiantes de universidades y colegios universitarios de los Estados Unidos en 1996. Todo, para la gloria de Dios. Yo creo que el Señor me ha traído a New Beginnings con un propósito divino. Alabo a Dios por todo lo que ustedes y el personal de la iglesia están haciendo a favor de los que vivían como yo, y de otros que están perdidos y sin esperanza. Todos los días le doy gracias a Dios por lo que ha hecho. ¿Qué me habría hecho yo sin mi Salvador? Jesús es realmente "poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos". Nicole
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Nosotros no podemos sanar los corazones quebrantados; esto es algo que Dios ya ha hecho. A nosotros nos toca reclamarlo. Aunque usted haya caminado durante años con el corazón quebrantado, Jesucristo lo quiere sanar por completo. Permita hoy que el poder sanador de Jesucristo lo libere de todo dolor, angustia y aflicción. Deje que Él lo llene con su gozo, y permita que ese gozo se convierta en su fortaleza, no sólo para hoy, sino para el resto de su vida. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. -LAMENTACIONES 3:22-23 Capítulo 15 Sus magulladuras nos ganaron la liberación de las heridas internas y las iniquidades Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. -Isaías 53:5 Las magulladuras de Jesús fueron el séptimo lugar donde Él derramó su sangre. Fue a las puertas del infierno para recuperar las llaves del reino, de manera que quedara rota toda maldición de iniquidad. No sólo fue herido por nuestras transgresiones, sino que fue molido por nuestros pecados. Como hablamos antes, el Espíritu Santo me ha mostrado que la palabra "iniquidad" identifica a un espíritu que trata de destruimos. Es una fuerza espiritual que se halla en el interior, y nos empuja a inclinarnos ante su naturaleza destructora, o a ceder ante ella. Si usted tiene en su cuerpo una magulladura, eso quiere decir que está sangrando interiormente. Hay magulladuras que duran mucho tiempo y son muy profundas. Dios dijo: "No sólo voy a perdonar lo que han hecho en el exterior, sino que también les voy a dar poder en el interior para que puedan caminar en una victoria completa". Transformados de dentro hacia fuera La Biblia dice que las iniquidades del padre pasan hasta la tercera y la cuarta generación: del padre a los hijos, y a los hijos de sus hijos. La iniquidad puede ser algo que haya en su familia, o sobre ella. Pero es la Fuerza demoníaca impulsora que hay dentro de una persona, y que le causa algún tipo de daño. Jesús dijo: "No sólo fui herido para perdonarte tus pecados, sino que también fui molido por dentro para hacer un milagro dentro de ti, que te permita pasar de ser un hombre de mal carácter, a ser un hombre santo. Vas a pasar de joven adicto a joven libre. Vas a pasar de mujer con impulsos suicidas a mujer llena de gozo, porque mi sangre es más poderosa que toda fuerza demoníaca que se levante contra ti". Cuando hablo de romper una maldición generacional, no estoy hablando de luchar contra una debilidad de carácter, o una maldición de familia, durante el resto de su vida. Estoy
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hablando de ser redimido por la sangre de Jesús. Estoy hablando de ser sanado, tanto física, como emocional y espiritualmente. Podemos reclamar la sangre de Jesús para que nos purifique de nuestros pecados, y para que nos libere de la iniquidad que nos impulsa a hacer esa misma cosa que no queremos hacer. La clave para recibir las bendiciones de Dios no consiste sólo en ser salvo, sino en ser transformado: transferido de la vieja criatura a la nueva. Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. —2 Corintios 5:15, 17 Cuando alguien ha recibido un golpe físico, desarrolla una contusión con decoloración. En cambio, la persona que ha sufrido una magulladura interna no da señales exteriores de tenerla. Llegamos y nos preguntarnos: "¿Qué tal te va?" La contestación es: "Estupendamente", pero en el interior nos estamos diciendo a nosotros mismos: "Esto es horrible". En el exterior, decimos que las cosas marchan a la perfección, pero por dentro nos estarnos diciendo: "Me muero". Es posible que haya una señora sentada en un banco, cantando "Qué poderoso es el Dios que servimos", y batiendo palmas con todos los que tiene alrededor, pero por dentro está gimiendo. Se siente solitaria, y no sabe cómo llegar a tener amigos. Abusaron de ella cuando era niña, y lleva por dentro una magulladura. Cuando una parte de nuestro cuerpo queda magullada, esa zona se vuelve sensible, y no queremos que nadie la toque. Nos duele demasiado. No siempre se notan nuestras magulladuras. Ponemos buena cara y las cubrimos bien, porque somos gente de fe, y creemos que tenemos que regocijamos en el Señor siempre. Sin embargo, por dentro estamos desesperadamente heridos. Nos han derrumbado, nos han molido, nos han dado una paliza, y pensamos que, como somos cristianos "vencedores", no debemos permitir que nadie lo sepa nunca. Una señora que es miembro del Centro Cristiano New Beginnings compartió con nosotros su testimonio sobre la sanidad interna que había hecho en ella el Señor. Estimado pastor Huch: Yo fui adicta a las drogas, y prostituta. Soy una de esas personas con las que nadie quería nada. Asistía la iglesia hasta que tenía cinco arios. Nunca olvidé a Dios, aunque durante la mayor parte de mi vida no viví para Él. Cuando nací de nuevo, comencé a asistir a la iglesia New Beginnings. Creo en el pastor Huch, y creo en su ministerio. Me siento feliz de estar en la iglesia, y de estar viva y sirviendo a Dios. Laura
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Nosotros oramos por Laura, y Dios rompió las maldiciones de pobreza, adicciones y pobre autoestima que había en su vida. Ganó su título de secundaria, fue a estudiar al colegio universitario, consiguió un buen trabajo, y se convirtió en una de las personas más generosas de la iglesia. También se dedica continuamente a ganar almas, y es mentora de las jovencitas que llegan de la calle. Cuando alguien está magullado, eso significa que está sangrando, no por fuera, sino por dentro. Dios dice: "No sólo le voy a perdonar lo que ha hecho en el exterior, sino que voy a transformar también su interior". Jesús derramó su sangre, tanto en su exterior como en su interior. Fue magullado por dentro para cambiar a la persona internamente; para cambiar la naturaleza que hace que se sienta herida o sufra. Gracias a la sangre derramada por Él no sólo somos libres, sino que somos verdaderamente libres. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. —2 Corintios 5:21 III Ocho pasos para quedar libre y permanecer libre Capítulo 16 Para ser liberado y permanecer libre es necesario que usted admita que tiene un problema. Esto parece sencillo, pero vivimos en unos tiempos en que la costumbre es cerrar los ojos y negar las cosas. En el mundo de hoy, las personas están condicionadas para echarle la culpa a todo el mundo, menos a ellas mismas, por su personalidad, o por lo que hacen: a su madre, su padre, su vecino, su maestro de la escuela y, en última instancia, a la sociedad y al gobierno. La clave para hallar la libertad es ésta: la responsabilidad decisiva es suya. Esto parece una contradicción a los fundamentos que ya hemos puesto con respecto a las maldiciones que vienen sobre usted sin culpa suya alguna. Es vital que comprenda cómo y por qué está haciendo lo que no quiere hacer, pero esto no lo libera de rendir cuenta por sus acciones. Haya pasado lo que haya pasado en nuestra vida, todos somos responsables de lo que escogemos, y de las decisiones que tomamos. Si usted quiere realmente ser libre, tiene que aceptar esa responsabilidad. ¡Tú eres aquel hombre! En 2 Samuel 12 leemos la historia del momento en que el profeta Natán enfrentó al rey David con su pecado. David había cometido adulterio con Betsabé, y cuando ésta quedó encinta de él, arregló las cosas para que muriera su esposo Urías en la batalla. Natán le contó a David la historia de dos hombres que vivían en la misma ciudad. Uno de ellos era rico, y tenía mucho ganado y rebaños. El otro hombre era pobre, y sólo tenía una corderita que cuidaba y alimentaba en su propia mesa.
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Un día le llegó un viajero al rico, y éste se vio obligado a manifestarle hospitalidad al extraño, llevarlo a su casa y darle de comer. Él tenía grandes rebaños de los cuales podía tomar un animal para prepararle una cena al viajero, pero en lugar de tomar un animal de su propio rebaño para alimentarlo, tomó la única corderita que tenía el pobre. Cuando Natán le contó esta historia a David, éste se enojó. Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia. Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. —2 SAMUEL 12:5-7 David era el hombre que había realizado aquella mala acción, pero no pudo ver su propio pecado, hasta que vio el pecado en el hombre de la historia que le contó Natán. Entonces, aceptó de inmediato la responsabilidad por su pecado y se arrepintió ante Dios. ¡Recuerda el relato de la última cena de Jesús con sus discípulos? (vea Mateo 26:20-25). Durante aquella cena, Jesús les dijo que uno de los que estaban con Él a la mesa lo traicionaría. Uno tras otro, le preguntaron: "¿Soy yo? ¿Soy yo?" Es fácil imaginarse a Judas preguntándole a Jesús: "¿Soy yo?", como si él fuera inocente, y no supiera nada de la traidora trama que ya había elaborado. Judas sabía que era él. Ya había recibido las treinta monedas de plata por traicionar a Jesús (vea Mateo 26:14-15). Pocas horas después de la Última Cena, durante la cual había comido y compartido con Jesús, Judas lo traicionó, entregándoselo a sus acusadores con un beso. ¿Qué habría sucedido si Judas hubiera confesado su pecado en la Ultima Cena, y hubiera dicho: "Yo soy ese hombre"? Yo llevo más de veinte años en el ministerio. Cuando estoy predicando, contemplo a mis oyentes, y sé que hay entre ellos gente que necesita realmente escuchar el mensaje. Veo gente asintiendo con la cabeza, y casi les puedo leer el pensamiento: Eso, pastor. Dígale a toda esta gente lo que anda mal en su vida. Querría detenerme y decir, como el profeta Natán: "¡No! Si yo te estoy hablando a ti. Esto es para ti. Aquí hay mucha gente más, pero tú eres el que necesita oír esto". El primer paso hacia la libertad consiste en dejar de seguir ignorando el problema y admitirlo. Cuando vivíamos en Australia, había allí un movimiento nacional a favor del bienestar físico, para animar a los australianos a dejar la comodidad de sus asientos, salir al aire libre y hacer ejercicios como caminar, correr y practicar deportes. La publicidad de la campaña la hacía un personaje de los dibujos animados llamado Norm, que siempre estaba sentado en un sofá. La esposa de Norm se aparecía vestida en su ropa para salir a correr, y le decía: "Ven, Norm, ven. Vamos a jugar tenis. Vamos a caminar. Hagamos algo".
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Norm estaba sentado en el sofá, con su protuberante vientre colgándole por encima del cinturón, y una bolsa de papas fritas a medio comer cerca. Ella le decía: "Norm, no es saludable estar pasado de peso". Norm le contestaba: "Yo no estoy gordo. Es que mis huesos son grandes". Ella seguía: "Mírate el estómago". Sin pestañear siquiera, él le contestaba: "Sí, tengo grandes los huesos del estómago". Es fácil ser como Norm, que no quería admitir que tenía un problema, o que necesitaba un cambio en su conducta. Esta tendencia parece estar presente en todo tipo de personas. Pero también, al igual que Norm, cuando negamos tener un problema, es a nosotros mismos a quienes más daño nos hacemos. Deje de echarles la culpa a los demás Además de admitir que tiene un problema, es necesario que también deje de estarles echando la culpa a los demás por los problemas de usted. Cuando nos ocupamos de las maldiciones de familia, reconocemos que las iniquidades de las generaciones anteriores pasan a la tercera y cuarta generación. Reconocemos de dónde proceden las iniquidades, pero no podernos justificar nuestra conducta a base de echarles la culpa o otros por las cosas que hacemos. Una de las claves más importantes para caminar en libertad y transformar su vida, es no echarle las culpas a nadie. Haya pasado lo que haya pasado en su vida, cualesquiera que sean los genes o las maldiciones que usted haya heredado, o cuyas tendencias usted prefiere, tiene que mirar su vida y decir como el rey David: "Tienes razón. Yo soy el que hizo las cosas mal hechas". Cada vez que Tiz y yo vemos a una pareja para darle consejería matrimonial, el esposo siempre sabe con exactitud lo que debe hacer la esposa para cambiar, y mejorar así el matrimonio, y la esposa sabe también exactamente en qué cosas debe cambiar el esposo para mejorar su vida. Para acabar con las acusaciones y los estancamientos, le decimos al esposo: "Bueno, ¿qué tiene que hacer usted para mejorar las cosas?" Después miramos a la esposa y le preguntamos: "Y usted, ¿qué debe hacer?" En un matrimonio con problemas, cada cual tiende a verse a sí mismo como el inocente, y a la otra persona como la que está en falta y es la causa del problema. La tendencia a pasarle la culpa a otro ha estado con nosotros a lo largo de toda la historia de la humanidad. Es una iniquidad heredada. Comenzó con Adán y Eva, el primer matrimonio, en el huerto del Edén. Dios les dijo que podían comer de todos los árboles del huerto, menos del árbol de la ciencia del bien y del mal. Les dijo: "De ese árbol, no coman" (vea Génesis 2:16-3:13). Lo siguiente que sabemos es que Dios llegó al huerto en el fresco de la tarde, buscando a sus amigos Adán y Eva. No los pudo hallar, porque estaban escondidos. "¡Dónde están?", preguntó. "Aquí escondidos, tras los arbustos, Señor."
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Entonces Dios les preguntó: "¿Por qué están escondidos? ¿Qué han hecho? ¿Han comido del árbol del que les dije que no comieran?" Adán le contestó: "No fui yo, Señor. Fue esta mujer. Y, dicho sea de paso, fuiste tú quien me la diste". Trató de culpar a la mujer, y culpar después a Dios por lo que él había hecho. Entonces Dios le preguntó a la mujer: "¿Qué has hecho?" Ella le respondió: "No fui yo, Señor. Fue la serpiente". Entonces Dios fue a la serpiente y le dijo: "Bueno, ¿y tú que has hecho?" La serpiente le respondió: "No lo puedo evitar. Tú me hiciste serpiente. No lo puedo evitar". ¿Le suena conocido? Todos hemos inventado esa misma excusa. El gran encubrimiento Hace años, yo estaba estudiando en mi oficina en nuestra casa de Australia. La noche ya estaba avanzada. Mi hijo Lucas, que tenía unos tres años en aquel entonces, habría debido estar durmiendo en su cuarto, que se hallaba junto a la oficina, pero yo lo podía oír mientras jugaba con sus pequeños autos y camiones de juguete. Después de unos quince minutos de oírlo haciendo el ruido de los motores y de los neumáticos, le dije: "¡Lucas, duérmete ya!" Después de un instante, oí su vocecita que decía: "Estoy dormido". Al igual que Adán cada uno de nosotros, incluso los niños de tres años de edad, tiene alguna excusa fabricada a la medida para justificar su conducta negativa y su manera de ser. Conocemos las excusas que nos sirven, y que nos hacen sentir muy bien. Nuestras excusas, como esos pantalones viejos de mezclilla que sabemos que debemos desechar, son muy cómodas, aunque estén llenas de agujeros. "Es mi nacionalidad, ¿sabe usted? Es mi carácter irlandés", o "Es mi temperamento latino". O decimos: "Esto es cosa de hombres", o "Es por causa de los niños", o "Tú eres la que me hace comportarme así". Nuestros tribunales y prisiones están llenos de gente cuya defensa es que son un producto de la sociedad, proceden de un hogar destruido, fueron víctimas de maltratos, o no se pueden controlar, porque nacieron así. Muchos de estos factores son razones legítimas por las que la gente se comporta como lo hace. Hay una verdad, tanto en el ámbito natural como en el espiritual, con respecto a cada una de estas influencias. Pero no tenemos por qué estar controlados por esos factores destructores que le han dado forma a nuestra vida. Jesús derramó su sangre para liberarnos de toda forma de esclavitud que impide que seamos la gente que Dios quería que fuéramos cuando nos creó (vea Juan 8:36). La Palabra de Dios nos dice cómo podemos romper esas cadenas que nos atan a nuestro pasado, y cómo podemos quebrantar la fuerza impulsora que hay detrás de nuestra conducta negativa, pero primero tenemos que resolver el asunto de nuestra
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responsabilidad personal: aprender a responsabilizarnos por nuestras acciones y nuestra conducta. Dios no está aquí para encubrirnos, sino para limpiarnos. La sociedad de hoy ha creado escapatorias y chivos expiatorios para casi todo delito e injusticia imaginables. Les permitimos a nuestros hijos que sean controlados por sus emociones y cambios de humor, porque no los queremos disciplinar, no vaya a ser que les "desfiguremos su psique". Corno consecuencia, estamos criando a nuestros hijos para que se conviertan en adultos expertos en manipulación, chantaje emocional y negación de las realidades. Se acabaron las excusas No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podes soportar. —1 Corintios 10:13 Somos socios de Dios, lo cual significa que caminamos en su poder y su unción. Él no permitirá que seamos tentados más allá de lo que podamos resistir. Con cada tentación, tendremos la manera de escapar; una forma de salir de nuestras situaciones sin pecar. Así que la responsabilidad definitiva es nuestra. Estamos hablando de las maldiciones familiares, pero eso no quiere decir que nos podamos excusar a base de lo que ha ido pasando de una generación a otra. No importa que su tatarabuelo haya sido ladrón de caballos: usted no tiene por qué convertirse en ladrón de automóviles. No importa que su tatarabuela no pudiera controlar su carácter; usted si puede controlar el suyo, por el poder de Dios que hay en su interior. Lo que importa es lo que vamos a hacer hoy. ¿Cómo vamos a responsabilizarnos por nuestras acciones de hoy? No podemos controlar lo que nos ha sucedido, pero Dios nos ha dado su poder para controlar lo que sucede en nosotros, y por medio de nosotros. Para poder ser liberados, tenemos que admitir que tenemos un problema, y dejar que el poder de Dios obre en nuestra vida. ¿Ha leído alguna vez la tira cómica Pogo en los periódicos del domingo? Ya hace años, Pogo dijo estas palabras, que ahora son famosas: "¡Me he encontrado con el enemigo, y el enemigo somos nosotros!" A muchos cristianos les cuesta admitir que tienen un problema, porque temen que los demás cristianos los van a condenar. Recuerde esto: cuando Dios trabaja en algún aspecto de nuestra vida, nunca nos apunta con el índice acusador. Lo que hace es tocarnos con su mano sanadora y liberadora. Nuestro acusador es Satanás; él es quien nos dice que no nos queda esperanza alguna. Quien nos vino a liberar, es Jesús. Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Así que, si el Hilo os libertare, seréis verdaderamente libres.
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—JUAN 8:32, 36 La siguiente carta nos llegó procedente de una señora que pedía oración para quedar liberada de las maldiciones que llevaban varias generaciones en su familia. Al reconocer su problema, Sue estaba dando el primer paso para romper en su propia vida la maldición de familia, y caminar en libertad. Estimado Larry: Tengo veinticinco años, y mi familia tiene un largo historial de ira y arrebatos. Por la línea de mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo, la familia está repleta de ira, hostilidad, violencia, tormento y temor. Cuentan que mi bisabuelo golpeaba a todos sus animales, y cuando volvía del trabajo, los animales se escondían temblando. Su hijo, mi abuelo, era tan malo, que tuvo que irse del estado, porque la ley lo andaba buscando. Es uno de los hombres más violentos que yo haya conocido jamás. Dice que ha dejado por muertos a muchos hombres. Tiene suerte de estar vivo. Yo he vivido de manera intermitente con mi padre durante estos veinticinco años. Es un hombre furioso, y de muy mal carácter. Toda la familia gira alrededor de él, en la esperanza de no enojarlo. Le estoy escribiendo, porque su ira y su mal carácter están también en mí. Necesito liberación. Soy cristiana nacida de nuevo, tengo al Espíritu Santo y fui bautizada. Estoy esforzándome mucho por llevar una vida santa, pero a veces, mi mal carácter y mi furia parecen controlarme. Vi su programa en TBN. Mi padre también lo estaba viendo, y más tarde me preguntó: "Sue, ¿anotaste la dirección de ese hombre? Yo sé que usted va a ser una bendición para nosotros. Ya lo ha sido. Le suplico que nos ayude. Su hermana en Cristo, Sue Sue y su padre dieron el primer paso hacia la liberación. Se responsabilizaron por su propia vida. Nuestro peor enemigo Por favor, comprenda que de ninguna manera voy a pasar por alto o negar la seriedad de los problemas emocionales, los traumas del pasado, o los maltratos generacionales. Precisamente, a causa de las heridas y las injusticias que hay en mi propio pasado, es por lo que tengo tanta compasión por la gente herida. Estamos viviendo en un mundo donde
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mucha, mucha gente ha sufrido un dolor y una angustia increíbles, y tiene razones legítimas para sentirse emocionalmente perturbada y traumatizada. La Iglesia necesita darse cuenta de qué partido tomamos cuando señalamos a alguien con el índice acusador, porque ha cometido un error. Los que apuntan con el dedo no están del lado de Dios. Todos tenemos defectos, y cometemos errores y pecados. Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. —GÁLATAS 6:1 Así debemos reaccionar nosotros cuando alguien ha caído en pecado. Cuando otro cristiano cae, o comete un error, no lo debemos golpear y mantener caído. Nos le debemos acercar, y traerlos de vuelta para que pueda ser sanado por la sangre y el amor de Jesús. El cristianismo es una fiesta a la que se va "tal como se está". Usted no se tiene que limpiar antes de acudir a Jesús. Cuando acudimos a Él, hallamos descanso para nuestra alma, y no condenación. Sin embargo, en algún momento, aquéllos que están sufriendo deben comenzar a aceptar la responsabilidad por sus acciones, si es que quieren romper alguna vez esos ciclos viciosos destructores, y seguir adelante, hacia una vida saludable y positiva. Si nosotros no somos personalmente responsables de nuestras acciones y actitudes, entonces nadie lo es, y ¿cómo se va a detener ese ciclo jamás? Cuando estamos descontrolados en algún aspecto de nuestra vida, nos convertimos en nuestro peor enemigo. La cuestión no es de dónde venimos, sino hacia dónde vamos. No es lo que nos sucede a nosotros, sino lo que sucede dentro de nosotros. Lamentablemente, son incontables las personas que se han tenido que enfrentar en su vida a injusticias brutales, o a sucesos traumatizantes. Con demasiada frecuencia, la gente permite que estas tribulaciones las acosen de tal modo que no sólo les roben el pasado, sino también el futuro. En cambio, muchos se han podido levantar por encima de esos sufrimientos, muchas veces a base de usar esos sucesos negativos para fortalecerse, y para que los ayuden a construir su futuro. De hecho, si investigáramos, nos daríamos cuenta de que la mayoría de los líderes del mundo, tanto pasado como presente, crecieron en la pobreza, los maltrataron de niños, o tenían algún impedimento físico serio. Muchos de los grandes líderes de Dios de la Biblia tuvieron un historial problemático: Moisés mató a un egipcio, Pedro le cortó la oreja a un criado romano y negó a Jesús, y Pablo asesinó cristianos antes de su encuentro con Jesús en el camino de Damasco (vea Éxodo 2:11-12; Mateo 26:51: Hechos 8:1, 3; Hechos 9:1-14). Habría podido mencionar muchos otros. Su personalidad, que fuera poderosamente destructora y descontrolada, tenía que ser santificada por Dios. Pero una vez que se produjo esa santificación, se convirtieron en grandes líderes del reino de Dios.
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Muchas personas quieren ver cambios en su vida o en sus circunstancias, pero no quieren cambiar ellos mismos. Es fácil ver a los demás y hallar todos los aspectos en los que necesitan mejorar. Jesús dijo que primero nos debemos mirar a nosotros mismos. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? —Mateo 7:3 Nuestra actitud necesita comenzar con un "Cámbiame, Señor". El poder de Dios para cambiar Antes no me importaba nada reaccionar con ira ante cualquier dificultad, pero cuando comencé a buscar que el Señor me liberara de la furia y la violencia que hervían en mi interior, comprendí algunas cosas poderosas que cambiaron mi manera de pensar. Yo no habría podido cambiar mi pensamiento por mi solo. Sin Dios, habría salido derrotado en mi intento por cambiar mi manera de ser. Dios cambió en mí cosas de las que estoy absolutamente seguro que no las habría podido cambiar solo. Ése es el increíble poder de Dios que está a mi disposición, y a su disposición también. Dios nos puede liberar de los estilos de vida y las adicciones mortales más degradantes, si se lo pedimos y le dejamos obrar. Las circunstancias le habrán robado el pasado. No permita que le roben el futuro. Dios puede liberarlo, y lo va a hacer. Por medio del poder de la sangre de Jesús, usted puede romper las cadenas que lo han mantenido esclavizado. Hemos dejado sentado que el primer paso para transformar su vida consiste en confesar sus pecados y admitir que tiene un problema. Después, es usted quien tiene que aprender a romper los viejos moldes de pensamiento negativos y hábitos destructores. No lo va a poder hacer sin Dios, pero Él tampoco lo puede hacer sin usted. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. —1 JUAN 1:9 Los cristianos tenemos a nuestra disposición el poder ilimitado de Dios, para que transforme nuestra vida, una vez que decidamos tomar la responsabilidad de nuestras propias acciones. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros, —ROMANOS 8:11
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Cuando nacemos de nuevo, las viejas excusas dejan de tener validez. Es difícil inventar excusas, cuando el Señor dice que el mismo poder que le devolvió la vida a un hombre muerto es el que obra dentro de nosotros. ¿Está captando la imagen? No podemos hacer esto sin Dios. Cuando renunciemos a tratar de cambiarnos a nosotros mismos y hacernos nuevos por medio de nuestros propios esfuerzos y con nuestra propia fuerza y nuestros propios recursos, es cuando Dios toma autoridad, hace nueva nuestra vida, y nos da nuevas posibilidades. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. —2 Corintios 5:17 Dios nos da una naturaleza nueva. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. —2 PEDRO 1:3-4 Su primer paso hacia la libertad consiste en reconocer que su necesidad se halla más allá de cuanto usted puede controlar, y que necesita la ayuda de Dios para cambiar. Esta carta procede de una señora que fue liberada y recibió una libertad mayor en su matrimonio, después de reconocer la fuente de su problema. Estimado pastor Huch: ¡Aleluya! EL primer día que vi su programa en TBN, fui liberada de una maldición generacional que habla tenido durante veinte arios. Ni siquiera sé qué nombre darle, pero tenía un espíritu muy desagradable, y solía atacar a mi esposo con odio, ira, amargura y furia. Pero mientras oraba con usted, lo vi salir de mí, y quedé liberada. Dios me hizo libre. Le ruego que me envíe sus grabaciones sobre "Romper las maldiciones de familia". Espero compartir con otras personas este importante mensaje. Veo muchos cristianos que son salvos, pero aún están atormentados. ¡Gracias, gracias! Soy una cristiana agradecida. Esto me ha cambiado la vida entera. Dios lo bendiga por este ministerio. En el amor de Cristo, Linda
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Se terminó el día de echarles la culpa a los demás. Ha comenzado el día de aceptar las responsabilidades. Se acabó el día de encubrir y buscar excusas. Ha llegado el día de ser liberado. Ya usted no tiene que apoyarse en su propio poder, porque es una nueva criatura en Cristo, y el poder de Él reside en su interior. Si usted mantiene el corazón abierto, y es sincero consigo mismo, el Señor va a entrar para cambiar las cosas que usted nunca ha podido cambiar solo. Le traerá un gozo y una paz que usted nunca pensó que fueran posibles. ¿Por qué no hace conmigo esta oración? Padre: Vengo a ti en el nombre de Jesús. Admito que mi vida es un desastre. Tú no me estás señalando con el índice acusador para condenarme, sino que estás extendiendo tu mano para ayudarme. Por mi propia cuenta, no puedo cambiar, pero a través de tu fortaleza y tu poder, sí puedo. Abro el corazón ahora mismo a todo lo que tú quieras hacer en mi vida. Gracias por este nuevo comienzo. Amén. Capítulo 17 Segundo paso: Rompa la maldición Nadie quiere ser alcohólico. Nadie dice: "¿Sabes una cosa? Cuando tenga más edad, creo que voy a ser drogadicto". Nadie quiere tener problemas de ira. Ningún hombre se casa porque quiere golpear a sus hijos o a su esposa. Nadie que sufra de depresión o de opresión quiere ser así. Sin embargo, si examinamos la situación con más cuidado, por lo general podernos descubrir a través de la consejería, que la madre era así, el padre era así, o los abuelos eran así. Se trata de una maldición generacional. Hace poco celebramos un "culto de libertad" en nuestra iglesia. Oramos de manera específica por la gente, para romper las maldiciones generacionales en su vida. Una señora testificó que cuando era niña, su madre la golpeaba y le pegaba en la cabeza. Ahora, siendo madre, ella le hace lo mismo a su hija, y la pequeña le está haciendo lo mismo a su muñeca. Tal vez usted haya heredado una maldición de familia, o tal vez la maldición haya comenzado con usted. Comoquiera que haya sido, Dios tiene un plan para liberarlo, que va a hacer añicos para siempre a las cadenas de ese ciclo. Lo detendrá en su vida, e impedirá que sea transferido a sus hijos. Vino a mi palabra de Jehová, diciendo: ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía. -Ezequiel 18:1-4
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Usted puede ser libre. Juan 8:31-36 nos recuerda que si permanecemos en Jesucristo, recibiremos su libertad. Él no sólo nos ha liberado de nuestros pecados, sino que nos ha liberado del castigo, la responsabilidad moral y la maldición de ese pecado que continúa. Jesucristo es el Ungido. Eso significa que Él es el poder de Dios que quita las cargas y destruye los yugos en nuestra vida. Va a llegar un tiempo en el que los padres podrán comer las uvas agrias, pero los dientes de los hijos no van a sufrir la dentera; cuando la maldición no sea pasada de una generación a la siguiente. Las cosas no tienen que ser como dice el refrán: "De tal palo, tal astilla". Por medio de la sangre derramada por Jesucristo, tenemos un pacto nuevo y mejor con Dios Padre. Por medio de su sangre, Él nos perdona nuestro pecado y nos libera de nuestra iniquidad. Dios nos ha redimido de las maldiciones que han ido pasando de generación en generación. Esta redención llega cuando comprendemos que la raíz de nuestros problemas se halla en el ámbito espiritual. Cuando aplicamos la Palabra y el poder de Dios a nuestra vida, y tomamos la decisión de caminar en justicia y en obediencia a Dios, las cadenas de la esclavitud quedan rotas. La libertad que hemos ansiado se puede convertir en realidad. Convertirnos en lo mismo que detestamos Se han realizado muchos estudios para determinar por qué los esquemas de conducta pasan de una generación a la siguiente. Tal como hemos comentado antes, las evidencias señalan que es asombroso el número de personas con esquemas de conducta negativos, que tienen hijos con esos mismos esquemas negativos. El gobierno trata desesperadamente de determinar por qué y cómo sucede esto, y desarrollar formas de romper el ciclo. ¿Se encuentra la respuesta en el estudio de los genes? ¿Podemos hallar la respuesta en un estudio del ambiente en el que crecemos? No. La respuesta se halla en el estudio de la Palabra de Dios. La Biblia nos dice que hay maldiciones generacionales que han pasado de una generación a la siguiente. Gracias a Dios, Jesús nos ha proporcionado una forma, no sólo de romper el ciclo en nuestra propia vida, sino también de impedir que esto sea transferido a nuestros hijos. ¿Cuántos de nosotros nos tuvimos que enfrentar como niños a unas cosas, y hoy, son nuestros hijos los que se están enfrentando a esas mismas cosas, siendo ahora nosotros los adultos? Juramos que nunca seríamos así, pero nos hemos convertido en eso mismo que tanto detestábamos. Queremos cambiar, pero no podemos. Nos podemos identificar con Pablo cuando escribió: Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. —ROMANOS 7:15 La manera de destruir las ataduras
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Cuando yo era drogadicto, aunque lo odiaba, me pinchaba el brazo con la aguja una y otra vez. Estaba atado por las drogas y controlado por la aguja. Pasé de ser atleta en los deportes del colegio universitario, a ser drogadicto y vivir en una choza solitaria en medio del bosque. Cuánto dinero podía conseguir suplicando, pidiendo prestado o robando, iba a parar a las drogas que me metía por las venas. Había perdido mi dinero, mi salud y mi vida, y me odiaba a mí mismo. Quería cambiar. Tenía el anhelo de cambiar. Pero en mí mismo, no tenía poder para cambiar. Mucha gente me pregunta: "Larry, ¿cómo lo logró? ¿Cómo cambió su vida?" Le diré cómo. Para romper una maldición generacional, hay que dar tres pasos. 1. Nacer de nuevo por la sangre de Jesucristo. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. -JUAN 3:7 El momento de mi vida en el que todo tomó un rumbo verdaderamente distinto fue cuando le entregué mi vida a Jesús. No fue que me decidiera a hacer borrón y cuenta nueva, o a ser una persona mejor. El Señor me cambió de dentro hacia fuera. Lo lamentable es que la expresión "nacer de nuevo" ha sido usada con tanto exceso, y se ha abusado tanto de ella, que ha perdido su impacto. Repítasela a si mismo lentamente: "nacer de nuevo". Deje que su significado le penetre en el corazón y la mente, como si la estuviera oyendo por vez primera. Cuando nacemos de nuevo, Jesús nos da la oportunidad de volver a comenzar en la vida. No nos está dando una religión. Nos está dando una relación: una relación viva y esencial con el Dios Todopoderoso del universo. Y aquí nuestro milagro todo lo que ha hecho es comenzar. En Génesis 17:1, Dios le dijo a Abraham: Yo soy el Dios Todopoderoso. Piense en esto por un instante. Él no es el "parcialmente poderoso", ni el "un tanto poderoso", sino el "TODO-poderoso". Es Dios con una D mayúscula. Nosotros llegamos a Dios por medio de su Hijo Jesús, cuyo nombre está por encima de todo nombre. Su nombre es más grande que ninguna otra cosa que es nombrada. Eso significa que el nombre de Jesús está por encima de las drogas, la violencia, el alcohol, el odio... todo lo que nos atormenta. Y nosotros tenemos a nuestra disposición por medio de Jesucristo todo el poder necesario para destruir todas las ataduras y las cargas de nuestra vida. Eso es lo que hace Dios por nosotros. Nos perdona nuestros pecados y nos hace libres. Jesús vivió para que nosotros pudiéramos vivir. Derramó su sangre para que pudiéramos ser libres. La sangre de Jesús hace desaparecer nuestro pecado. Cuando la aplicamos a nuestra vida, estamos usando el arma que Dios nos ha dado para destruir el poder del enemigo. Después de eso, podremos caminar en victoria. Una de las verdades que necesitamos comprender es que en el momento que recibimos a Jesús como Salvador, todo pecado que hayamos cometido en el pasado, desaparece, lavado por la sangre que Jesús derramó en el Calvario. No importa si nos hemos criado en las bancas de una iglesia, o en
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las celdas de una prisión, porque es lo mismo para todas las personas: todos los pecados que hemos cometido desaparecen como si nunca jamás los hubiéramos cometido. El pecado que es lavado por la sangre de Jesús, es como si nunca hubiera sido cometido. Eso es lo que significa nacer de nuevo: ser hecho nuevo por el poder de la sangre de Jesús; es como si usted nunca hubiera pecado. 2. Romper la maldición que hay en nuestra vida con armas espirituales. Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. —2 Corintios 10:4 La mayoría de los cristianos conocen este versículo y lo pueden citar de memoria, pero no saben cuáles son esas armas de la guerra espiritual. Citar las Escrituras no sirve de nada, si no comprendemos lo que significan; en cambio, si la comprendemos, la Palabra de Dios es una de las armas más poderosas que tenemos para combatir al enemigo. La gente dice con frecuencia: "La verdad te hará libre", pero el versículo completo no es así. Lea esto junto con el resto: Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8:32). La verdad que usted conoce y comprende es la que lo va a hacer libre. Los problemas con los que nos enfrentarnos son problemas espirituales. La ira es un problema espiritual, y lo son la adicción, la depresión y el racismo. El aborto no es un problema político, sino espiritual. Es una señal de la temperatura espiritual y el estado de nuestra nación. Estamos en una guerra que es espiritual, y no la ganaremos por medios carnales, sino por medios espirituales. Fortalézcase en el Señor y en su poder. Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. —Efesios 6:10-11 El diccionario' nos dice que la palabra "asechanzas" tiene relación con la palabra "estratagemas", que se relaciona a su vez con la palabra "estrategia", usada en la guerra y en las batallas. Dicho de otra manera, nos tenemos que revestir de la armadura de Dios para permanecer firmes ante las estrategias que el diablo pone en marcha contra nuestra vida. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. —Efesios 6:12
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No es el gobierno su enemigo. Tampoco lo son los que viven enfrente de usted, o al final de la calle. Su ex esposo o su ex esposa no lo es tampoco, ni lo son sus suegros. Su enemigo es un enemigo espiritual. Por tanto, tornad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. —Efesios 6:13 Lo que nos ha sido prometido es que, cuando tengamos puesta la armadura de Dios, y el diablo nos ataque, lo podremos derrotar, no con nuestro propio poder o con nuestra propia fuerza, sino con el poder de Dios. Ahora bien, ¿cuántos son los cristianos que se ponen toda la armadura de Dios todas las mañanas al levantarse? ¿Se puso usted hoy todas y cada una de las piezas que la componen? Deberíamos comenzar el día diciendo: "Me ciño los lomos con la verdad. Me pongo la coraza de la justicia. Me pongo el yelmo de la salvación. Tomo el escudo de la fe y lo sostengo delante de mí. Me calzo los pies con la preparación del Evangelio de la paz. Tomo en mi mano la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, así que ahora ya estoy totalmente preparado para el día" (vea Efesios 6:14-17). La mayoría de los cristianos entran en batalla desnudos. La Palabra de Dios dice que estamos en guerra; sin embargo, no nos ponemos la armadura de Dios todos los días, y no estamos armados con las armas espirituales para una batalla que es espiritual. Imagínese un ejército real en una guerra real. Las tropas enemigas tienen tanques, bombarderos y cazas, pero nosotros hacemos que nuestros soldados entren en batalla desnudos, indefensos y desarmados. Para ganar esta guerra espiritual, tenemos que aprender a ponemos la armadura de Dios y pelear. No se nos dan las armas de la guerra para que dibujemos soldaditos de Jesús en la clase de niños de la escuela dominical, sino para que entremos en la guerra espiritual y ganemos. Usted está ahora mismo en una guerra contra el enemigo. Lo va a estar mañana, y también pasado mañana. Estará en guerra hasta el día en que muera, o Jesús vuelva. Así que prepárese con la Palabra de Dios y aprenda a ponerse la armadura. 3. Recupere el control sobre su fuerza de voluntad Dios nos hizo a todos con una voluntad libre para que tomemos decisiones con ella, y después cumplamos esas decisiones. Lo que Él quiere es que la ejercitemos para nuestro propio bien. Nos hallamos ante el reto de una sociedad que nos anima a vivir sin freno alguno. Se nos insta a hacer cuanto nos haga sentir bien, apartarnos de todo compromiso que ya no satisfaga nuestras necesidades, desarrollar adicciones de toda clase, y complacemos a nosotros mismos al precio que sea. Hoy en día, en nuestras escuelas se les enseña a los jovencitos a "decirles que no" a las drogas. Le damos gracias a Dios por todo intento por mantenerlos alejados de las drogas,
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pero, a pesar de todos sus esfuerzos, el uso de drogas sigue aumentando. En su propia fuerza, no es fácil "decir que no". Nuestra voluntad es la que fija el rumbo de nuestra vida. Si nos dejamos influir por las flojas normas del mundo, y por la falta de responsabilidad personal, nuestra voluntad se debilitará, y nuestra capacidad para tomar decisiones correctas quedará obstaculizada. Todos hemos experimentado la batalla interior de saber qué es lo correcto y no poder hacerlo. En Mateo 26:41 leemos estas palabras de Jesús en el huerto de Getsemaní: El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Jesús sabe de qué fuimos hechos. Nuestras debilidades no son una sorpresa ni una desilusión para Dios. Él las ha conocido siempre, y ha provisto lo necesario para nuestra voluntad dentro de su plan de redención. Como ya hemos visto, en el huerto del Edén perdimos por medio de Adán y Eva la fuerza de voluntad necesaria para decirle que no al pecado, pero por medio de Jesús, lo que habíamos perdido —esa fuerza de voluntad para decirle que no al pecado— fue redimida en el huerto de Getsemaní. Ya no tenemos que andar como marionetas al final de una cuerda, incapaces de controlar nuestras propias acciones. Cuando Jesús derramó su sangre, nos devolvió la fuerza de voluntad. Gracias a la sangre de Jesús, podemos decir: "¡NO!" No, a las drogas, al alcohol, a la ira, a la violencia, a cuanto nos ha mantenido atados. ¡Podemos ser libres! Si usted se convence de que con el poder sobrenatural de Dios usted puede cambiar su rumbo, su manera de pensar y sus hábitos, entonces no habrá nada que no pueda hacer. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros. —Efesios 3:20 Dios lo ha equipado desde su propio interior, de manera que tenga la fortaleza de Él para hacer lo que sabe que es correcto. Las cosas que nunca pensó que podría cambiar, la vida que nunca pensó que podría tener: Dios va a hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que usted pida o entienda, para darle esa vida. Por medio de Jesucristo, la maldición generacional que ha mantenido a usted y a su familia en la esclavitud puede quedar rota... ¡hoy mismo! Oremos juntos. Padre Dios: Vengo ante ti en el nombre y en el poder de tu Hijo Jesús. Admito que soy pecador y te pido que me perdones todos mis pecados. Jesús, entra a mi corazón y hazme una persona nueva. Cámbiame de dentro hacia fuera y moldéame para que llegue a ser lo que tú quieres que sea. Padre, así como tú diste la vida de tu Hijo por mí, ahora yo te doy mi vida a ti.
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En este mismo instante rompo toda maldición de familia y toda maldición generacional en mi vida. Reclamo la sangre de Jesucristo sobre mi mente, mi espíritu y mi cuerpo. Rompo todo yugo y toda atadura de mi pasado, y corto esos lazos por el poder de la sangre de Jesús. Declaro ahora mismo que soy libre. Reclamo mi libertad en este mismo momento. Pido que todo lo que se haya perdido me sea restaurado en este instante. Lléname, Señor, con tu amor, tu paz, tu gozo y tu victoria. Gracias. En el nombre de Jesús. Amén. HEMOS EXPERIMENTADO LA BATALLA INTERIOR DE SABER QUE ES LO CORRECTO Y NO PODER HACERLO. Capítulo 18 Tercer paso: Anule la maldición Cuando hayamos roto el poder de las maldiciones generacionales, ya no estaremos destinados a escaparnos apenas del enemigo, sino a derrotarlo. Por la sangre que derramó Jesús, el poder de esa esclavitud queda roto para siempre. Verdaderamente nos habremos convertido en más que vencedores. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. —Romanos 8:37 Quiero mostrarle la forma de llevar esto un paso más allá, hasta llegar a invertir realmente la maldición. Si todo lo que hizo Jesús fue morir por nosotros en la cruz a fin de pagar el precio por nuestro pecado, de manera que pudiéramos convertir el cielo en nuestro hogar para toda la eternidad, aun así, no seriamos capaces de pagarle. Pero, como he repetido una y otra vez en este libro, eso no resume en su totalidad cuando Él hizo por nosotros en la cruz. Lo que hizo fue más allá de perdonamos nuestro pecado; rompió la maldición de ese pecado. Hay tres claves que podemos usar para invertir la maldición y vivir en victoria. 1. Reconozca al enemigo. Debernos aprender a reconocer al enemigo tal como él es. Los cristianos debemos pelear la buena batalla (1 Timoteo 6:12) en todos los aspectos de nuestra vida. La batalla sólo es buena, si es una batalla que podemos ganar, y sólo la podremos ganar cuando estemos luchando con el verdadero enemigo. Ya hemos hablado del hecho de que la gente no es nuestro enemigo, pero creo que tiene una importancia vital y vale la pena repetirlo. Las personas sólo son instrumentos en las manos del enemigo. Cuando nos sucede algo bueno, le damos a Dios la gloria, y cuando
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nos suceda algo malo, les deberíamos echar la culpa al diablo y a sus demonios, y no a los seres humanos. Cuando les echamos la culpa a los hombres por lo malo que nos sucede, comenzamos a verlos como enemigos; como adversarios. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes —Efesios 6:12 Una de las revelaciones más poderosas que he recibido tiene que ver con el reconocimiento de cuál es mi verdadero enemigo. El Señor la usó para liberarme del espíritu de maldición de ira y amargura: No tenemos lucha contra sangre y carne. Cuando alguien ora por usted, y recibe bendición o sanidad, es Dios quien usa a esa persona y obra a través de ella. Sólo es un instrumento en las manos de Dios. El mismo principio es cierto cuando alguien es usado para hacerle daño. Sólo es un instrumento, pero en lugar de ser un instrumento en las manos de Dios, se ha convertido en un instrumento en manos del diablo, para realizar su obra de maldad. Dios se mueve a través de la gente para bendecir a la gente. Satanás se mueve a través de la gente para hacerle daño a la gente. Dios recibe la gloria. Satanás recibe la culpa. Cuando usted se comienza a dar cuenta de que las personas son instrumentos, esto lo ayuda a saber con claridad cuál es nuestro verdadero enemigo. Lo repito: parece ridículo que nos enojemos con el martillo, ¿no es cierto? La clave de la victoria en este aspecto para cada uno de nosotros es que nos demos cuenta de la naturaleza de nuestra batalla. Nuestro enemigo no es una persona humana; no es otro ser humano. Nuestro enemigo es Satanás. La batalla no es contra carne ni sangre, ni contra enemigos que podamos ver. Es una batalla espiritual. 2. Perdone a quienes le hayan hecho daño. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Mateo 6:12 Jesús les enseño a orar a sus discípulos, e incluyó el perdón como parte vital de la oración. Le debemos pedir a Dios que nos perdone nuestros pecados como nosotros perdonamos a los que hayan pecado contra nosotros. Cuando le pedimos que nos perdone, Él lo hace, pero con la condición de que nosotros perdonemos a quienes nos hayan hecho daño, o hayan pecado contra nosotros. Si queremos que Jesús nos perdone nuestro pecado, entonces les tenemos que perdonar a los demás sus pecados en contra nuestra. Si no perdonamos, entonces Dios no nos puede perdonar.
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Yo era de ese tipo de personas capaces de alimentar un resentimiento durante años. Lo llevaba todo anotado en la memoria. Pero Dios me liberó de eso. Tal vez usted sea así también. Tal vez piense, como me pasaba a mí, que tiene todo el derecho a recordar cuánto daño le hayan hecho, y que nunca lo va a olvidar, ni permitir que ellos lo olviden. Sin embargo, eso no es lo que la Biblia nos indica que hagamos. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen. Mateo 5:44 No podremos perdonar, si no nos darnos cuenta de que nuestro enemigo no es un ser humano. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué Jesús pudo decir mientras estaba clavado en la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lucas 23:34)? ¿Qué quiso decir con esas palabras? Los que le crucificaron sabían con exactitud lo que estaban haciendo. Se habían confabulado cuidadosamente para matarlo, y todo había sido premeditado. Lo golpearon y lo azotaron. Se burlaron de Él, lo ridiculizaron y lo difamaron. Le atravesaron las manos con clavos. ¿Cómo es posible que dijera que no sabían lo que estaban haciendo? Jesús comprendía lo que nosotros debemos llegar a comprender. Aquéllos no eran sus enemigos. Su enemigo —y el nuestro— es Satanás. Él es quien se halla tras todo lo que nos sucede. Por eso, nunca debemos entrar en guerra con la gente; debemos batallar con Satanás, nuestro verdadero enemigo. Si estamos guerreando con la gente, estamos peleando una batalla perdida. Las armas de nuestra milicia como cristianos son armas espirituales, y sólo podemos usar las armas espirituales con enemigos espirituales. Entonces, podernos perdonar a los que nos hacen darlo, y atar al mal que hizo que nos hirieran. El perdón detiene las repeticiones mentales del dolor e invierte el ciclo de sucesos destructores. Cuando nos negamos a perdonar a otra persona, o cuando decidimos ignorar este tema, nos privamos a nosotros mismos de la sanidad que necesitamos, y permanecemos esclavizados a las heridas pasadas de nuestra vida. Los problemas que no se enfrentan, no desaparecen, sino que se vuelven subterráneos. Cuando no perdonamos, seguimos alimentando la furia que llevamos dentro y volviendo a vivir esos sucesos tan dolorosos una y otra vez. Nos convertimos en prisioneros de nuestro pasado. ¿Por qué permitirle a la persona que le ha hecho daño en el pasado, que se lo siga haciendo y siga teniendo poder sobre su vida? Cuando usted libera al que le ha hecho mal de ese mal que le ha hecho, está poniendo en libertad a un prisionero, y ese prisionero es USTED MISMO. Cuando usted perdona a la persona que lo ha herido, rompe el poder de control que tiene sobre su vida. También perdonamos a los demás porque nosotros mismos necesitamos perdón. Más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. —MATEO 6:15
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Lo cierto es que si usted alimenta resentimientos contra alguien que le ha hecho daño, no le está haciendo daño a esa persona, sino que se lo está haciendo a sí mismo. La otra persona sigue adelante con su vida, mientras que su amargura lo va destrozando por dentro y le va robando su futuro. Es demasiado lo que está en juego para andarnos revolcando en la falta de perdón. Aunque el diablo le haya robado su pasado, no permita que le robe su futuro. 3. No trate los síntomas; trate la causa. La tercera clave para invertir y echar abajo la maldición que tengamos en nuestra vida, es llegar hasta la raíz de nuestros problemas. No debemos tratar los síntomas, sino la causa. Los dolores por los que pasamos en la vida exigen más que limitarnos a ponerles una venda, porque nuestros problemas van más hondo de lo que vemos en la superficie. Es necesario que miremos con cuidado: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados. Hebreos 12:15 En nuestro interior, todos queremos amar y ser amados. Todos queremos sentirnos bien con respecto a nosotros mismos, pero muchas veces, los traumas del pasado impiden que experimentemos amor y satisfacción. Lo cierto es que la gente herida hiere a otra gente. Una de las principales razones por la que alguien tiene una naturaleza agresiva y violenta, es que en algún momento de su pasado ha sido herido o rechazado. Cuando nos sentimos heridos, o nos parece que no nos aman, levantamos muros y barreras emocionales en defensa propia para protegernos. Reaccionamos ante la gente a partir de nuestras propias inseguridades personales, las cuales afectan todos los aspectos de nuestra vida. Reaccionamos de forma excesiva ante cuanto sospechamos que es menosprecio o crítica, y muchas veces nos ponemos a la defensiva ante personas que nunca han tenido la intención de herirnos o amenazarnos. Si somos sinceros, tenemos que admitir que todos hemos sufrido de una pobre autoestima en uno u otro momento. Cuando nos han rechazado profundamente, nuestra autoestima sufre fuertemente, y solemos terminar vengándonos de alguien. También es posible que terminemos adoptando algún tipo de conducta adictiva. Obviamente, las adicciones al alcohol, las drogas, la comida, el sexo, los juegos de azar y los excesos en gastos son destructoras. Muchas personas también se lanzan de lleno a su trabajo, e incluso a su ministerio, tratando de escapar de sus sentimientos internos, o de demostrar que ellos sí son valiosos. Por lo general, la persona que tiene algún tipo de esclavitud lucha con uno o varios de estos problemas: •
Inseguridad — Pobres sentimientos de autoestima y de inferioridad.
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Celos y paranoia — Dificultad para confiar en las personas.
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Actitudes defensivas — Siempre tratando de demostrar lo que son.
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Mentalidad de mártir — "Yo contra el mundo".
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Autocompasión — "Pobre de mí".
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Aislamiento — "Yo soy el único; soy diferente".
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Susceptibilidad — "Exactamente, ¿qué quiso decir con eso?"
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Discutidor y contencioso — Siempre buscando pelea.
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Ansiedades, fobias y desórdenes — Torbellinos internos siempre en movimiento.
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Pesimista — Siempre ve el lado oscuro".
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Depresión — Lleva encima una nube de tristeza.
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Soledad y miedo a la intimidad — Mantiene a distancia a la gente.
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Mentalidad de víctima—Se convierte en su fuente de atención e identidad, y su excusa para los fracasos y las maneras de conducirse.
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Controlador y dominante — "O a mi manera, o fuera".
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Temor al fracaso — No siente seguridad ni para tratar de triunfar.
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Temor al éxito —No confía poderse mantener triunfante.
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Altivo y frío — "No necesito a nada ni a nadie".
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Negación — "El problema es de todos los demás; no es mío".
El dolor que procede de las heridas y el temor a ser rechazado de nuevo pone en marcha en nuestro interior toda una reacción en cadena de mecanismos de defensa. Al darnos cuenta de que estos rasgos son en realidad los síntomas de una herida más profunda, podemos llegar hasta la raíz del problema. Cuando hayamos la causa, hallamos la cura. Hace años, un caballo que yo tenía pateó una vieja cerca de madera y se cortó una de las patas traseras. Yo le traté la herida con un ungüento, pero aun así, se le infectó. Entonces, traté la infección sumergiéndole la pata en agua caliente y vendándosela, y finalmente, poniéndole inyecciones de penicilina. La pata mejoraba, pero tan pronto como le dejaba de dar antibióticos, se volvía a inflamar y yo tenía que comenzar de nuevo el proceso. Como se podrá imaginar, después de varios meses de esto, el pobre caballo detestaba verme llegar. Finalmente, un día le estaba empapando la pierna y dándole un masaje, cuando sentí un bulto del que no me había dado cuenta antes. Pensaba que era un reducto de la infección, y comencé a frotarlo, tratando de sacarlo por la herida. De repente, salto un pedazo de madera. Todo aquel tiempo, el caballo había tenido un pedazo de madera de la cerca metido en la pierna, y eso era lo que causaba la infección y
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la inflamación. Yo había estado tratando los síntomas, y no la causa. Una vez hallado y resuelto el problema, los síntomas desaparecieron de manera natural. Muchas veces cuando sentimos que nos han tratado mal, reaccionamos de una manera que es desproporcionada con lo que ha pasado en realidad. Nuestra reacción tan excesiva parece haber surgido de la nada, pero en realidad lo que estamos haciendo es reaccionar a partir de heridas y emociones del pasado, porque dentro de nosotros ha crecido una raíz maligna. Estamos reaccionando ante las situaciones de hoy a partir de los recuerdos de ayer, y terminamos saboteando nuestro propio futuro, porque no nos podemos sacudir de encima el pasado. Recibimos una carta de un hombre que nos había visto en la televisión. Este hombre halló la paz de Dios después de haber sido liberado de una batalla con el pecado que había en su vida. Estimado pastor Huch: Veo su programa en TBN aquí en Trinidad, en las Antillas Menores. Su mensaje tan oportuno sobre romper las maldiciones de familia tocó una fibra en mi vida. Me perseguía el pecado de lujuria, y no podía comprender por qué siempre volvía a caer en este tipo de pecado. Cuando me remonté un par de generaciones, allí estaba, descendiendo por la línea familiar de mis dos padres y de sus respectivas familias. Hice la oración, lloré ante el Señor, y rompí esa maldición y otras en mi vida y en la de mi hijo antes de que le afecten a él. Desde que fui liberado de los efectos de la maldición y pude invertir esa maldición, tengo paz en el corazón. Estoy descubriendo la alabanza, la adoración y las maravillosas obras de Dios. ¡Aleluya! ¡Alabado sea Dios! Suyo en Cristo, Edward. Dios está totalmente deseoso de liberarlo de cuanta esclavitud emocional usted esté sufriendo, y es totalmente capaz de hacerlo. Cuando usted le permita señalar la causa y la raíz de su dolor, El lo podrá liberar de la causa, la raíz y los síntomas atormentadores que han producido. Usted no puede cambiar su pasado, pero sí puede cambiar su futuro. Es necesario que llegue a un nivel de victoria sobre su pasado antes de poder seguir adelante hacia su futuro. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. —Romanos 8:28 La falta de perdón podría ser lo único que se interpone entre usted y su milagro. Tal vez alguien le haya robado su pasado, pero no permita que nadie le robe su futuro. El perdón puede liberar la milagrosa intervención de Dios y desatar todas Sus bendiciones sobre su vida. Pero el perdón comienza con una decisión. Suelte el pasado y agárrese a las promesas de Dios para su futuro, porque va a ser un futuro glorioso.
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Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Jeremías 29:11 ¿Está listo? Oremos. Señor amado: Tú conoces todas las situaciones por las que he pasado en mi vida. Tú conoces todas las heridas y todos los traumas que he llevado encima. Y yo sé que te importa todo lo que me ha sucedido en mi pasado. Pero me doy cuenta de que te importa más lo que me vaya a suceder en mi futuro. Hoy tomo la decisión de soltar mi pasado con todos sus traumas, sus desilusiones, su amargura, sus odios, su ira, su falta de perdón y su deseo de venganza. Me arrepiento de todas estas cosas y les cierro hoy la puerta de mi mente. Hoy tomo la decisión de caminar sólo en el perdón, el amor y la bondad. Señor, lléname el corazón con tu gozo y tu paz sobrenaturales. Dame tu capacidad y tu sabiduría sobrenaturales para pensar y actuar de una manera santa. Dejo atrás mi pasado. Tengo mi futuro frente a mí. Gracias por todo lo que vas a hacer en mí, por mí y a través de mí. En el nombre de Jesús. Amén. Capitulo 19 Cuarto paso: Libere el poder del amor Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vinculo perfecto. —Colosenses 3:14 Para convertirnos en personas cuya vida ha sido transformada por el amor de Dios, no sólo necesitamos liberarnos de lo que nos mantiene cautivos y esclavizados, sino que también nos debemos llenar por completo de amor: amor a Dios, a nosotros mismos y a los demás. Las leyes de la naturaleza nos dicen que el vacío no puede existir: todo espacio vacío se tiene que llenar de algo. También es cierto que en nuestro espíritu no puede existir un vacío. No basta con eliminar los malos rasgos. Es necesario reemplazarlos con buenos rasgos; de lo contrario, los malos van a volver. En el ministerio de liberación hemos descubierto que no hasta con "atar" a la naturaleza vieja. Tenemos que "desatar a la naturaleza nueva. Debemos soltar el odio y la amargura para reemplazarlos con el amor, el gozo y la paz del Espíritu Santo. La mayor de las liberaciones de bendiciones en mi vida se produjo cuando comencé a amar sin condiciones. Una vez que usted haya sido liberado de una atadura generacional, puede liberar en su vida la bendición del amor de Dios, a base de aprender a caminar en amor. Tanto si la persona lo ama, como si no lo ama, usted la puede amar con el amor que Dios le tiene a ella.
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Se nos ordena amar Jesús le dijo: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. —Mateo 22:37-40 Dios nos ha ordenado que nos amemos mutuamente, y lo que Él nos ordena hacer, nos equipa para que lo hagamos. Cuando yo capté esta revelación, me transformó literalmente la vida, la familia y el ministerio. Si usted le permite a Dios que haga penetrar esta verdad en su espíritu, Él va a hacer lo mismo por usted. Permítame mostrarle algo muy poderoso, que es tan evidente, que la mayoría de nosotros lo pasamos por alto completamente. Las Escrituras nos enseñan que una de las razones por las que no estamos viviendo en bendición es que no tratamos a los demás como debemos. La Biblia nos advierte que nos examinemos, sobre todo cuando vayamos a tomar la Santa Cena Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. —1 Corintios 11:28-30 Todos sabemos que este pasaje se refiere a la Santa Cena, y es probable que lo hayamos oído muchas veces mientras la tomamos, pero este texto bíblico es la clave para la liberación de las bendiciones divinas sobre nuestra vida y la Iglesia. Pablo dice que somos débiles, no tenemos poder, estamos enfermos e incluso morimos porque no discernimos el cuerpo de! Señor. Cuando "discernimos" el cuerpo del Señor, le damos el trato debido. Ahora bien, esto no se está refiriendo al cuerpo físico de Jesús, ni tampoco al pan que comemos durante la Santa Cena. Discernir el cuerpo del Señor significa tratarnos adecuadamente unos a otros, puesto que nosotros somos ese cuerpo de Cristo. El trato correcto consiste en amarnos mutuamente. Yo no nací ni me crié en la iglesia, así que después de hacerme cristiano, di por sentado que los cristianos tratarían de actuar como Jesús, y se tratarían bondadosamente. Después de años de pastorear, me fui a mi pastor y le dije que dejaba el ministerio. Le expliqué que aquello no tenía nada que ver con mi relación con Dios. No soy ningún "llorón", pero mientras estaba allí sentado, lloré, y le dije: "En el negocio de las drogas he hallado gente más agradable que en la iglesia". Es evidente que permanecí en el ministerio, pero a lo largo de los años me ha asombrado continuamente lo mordaces y crueles que pueden ser entre sí los miembros del pueblo de Dios. El amor es la victoria
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Algunas veces nos centramos tanto en experimentar el poder de Dios, que olvidamos la razón misma por la que Él nos da ese poder: manifestarnos unos a otros el amor de Jesús. Le quiero dar tres importantes razones por las que debemos aprender a amarnos mutuamente: No caminar en amor es pecado; no caminar en amor es satánico, y no caminar en amor es auto destructor. 1. No caminar en amor es pecado No caminar en amor es pecado, y el pecado, además de separarnos de Dios, trae la muerte espiritual a nuestra vida. Estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. —Romanos 1:29-32 Las formas de conducta y las actitudes pecaminosas sobre las cuales nos hablan estos versículos merecen la muerte. Cuando pensamos en los pecados que merecen la muerte, nos vienen a la mente los grandes, como el asesinato. Sin embargo, junto a los asesinos están también los murmuradores, los detractores, los soberbios y los altivos... ¡y todos merecen la muerte! No obstante, todas las semanas, en casi todas las iglesias, estas actitudes y formas de conducta son tan normales y aceptables como los himnos y los coros de alabanza que cantamos. En muchas iglesias y enseñanzas de hoy, difamar a los hermanos no sólo es aceptable, sino que es considerado como "discernimiento espiritual" y "profundidad espiritual". Ni se nos ocurriría actuar así con Jesús, pero cuando herimos a los demás, también lo herimos a Él. Si estamos cumpliendo el primer gran mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, el alma y la mente, cumplir el segundo mandamiento de amar a nuestro prójimo se nos hará fácil. Pero no podemos amar a Dios y al mismo tiempo, herir a otros. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano. -1 JUAN 4:20-21 Cuando Saulo iba camino de Damasco, escuchó a Dios que le hablaba. Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? —Hechos 9:4-5
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Saulo nunca había visto a Jesús en persona. Nunca le había puesto la mano encima, ni le había dicho una sola palabra hiriente. Sin embargo, cuando perseguía al pueblo de Dios, estaba persiguiendo directamente a Jesús. Cuanto les hagamos a los demás, se lo hacemos a Jesús. Si herimos a los demás, estamos hiriendo a Dios. 2. No caminar en amor es satánico. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. -APOCALIPSIS 12:10 Satanás es el acusador de los hermanos, y su trabajo consiste en apuntar con el índice acusador a los hijos de Dios y agitar contiendas entre ellos. Hace algunos meses, tuvimos en nuestra iglesia un ejemplo obvio de esto. Conocí a una señora que hacía poco tiempo que había recibido la salvación. Ella me confesó que había formado parte de un aquelarre de brujas, y que la habían enviado a nuestra iglesia para destruirla. Cuando le pregunté cómo lo iba a hacer, me dijo: "Es muy sencillo. Por medio de la murmuración y la calumnia". La habían enviado para sembrar discordia entre los hermanos. Aquello con lo que Satanás quería hacer daño, Dios lo convirtió en bien para ella y para nosotros. Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. -PROVERBIOS 6:16-19 Cuando sembramos la discordia entre los creyentes, estamos tomando sobre nosotros la misma naturaleza y las mismas tácticas que el propio Satanás. Eso solo debería bastar para detener esta práctica malvada. En lugar de hacerlo, debemos alentarnos y apoyarnos unos a otros, y caminar todo el tiempo en amor. 3. No caminar en amor es auto destructor No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. —GÁLATAS 6:7 La conducta contraria a la de Cristo asfixia las bendiciones que Dios quiere traer a nuestra vida. No se engañe a sí mismo. Si siembra amor, cosechará amor. Si siembra discordia, cosechará discordia. Es asombroso cómo hay tantas personas que van sembrando todo tipo de semillas negativas por la vida, y después no se pueden imaginar por qué les están sucediendo tantas cosas negativas a ellos.
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El mundo espiritual reacciona según la ley de la siembra y la cosecha, de la misma forma que lo hace el mundo físico. Así es como funciona el reino de Dios. He aquí las palabras de Jesús: Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga. —MARCOS 4:26-28 En la forma en que tratamos nuestro cuerpo, hallamos un claro ejemplo de la siembra y la cosecha. En el ámbito natural, si comemos algo que es bueno para el cuerpo, aunque ni siquiera nos demos cuenta, el cuerpo va a reaccionar de manera positiva a las vitaminas y los minerales que usted acaba de poner en él. Si comemos mala comida, el cuerpo reaccionará de manera automática y negativa ante las toxinas que acabamos de ingerir. Aunque comamos accidentalmente esa mala comida, el cuerpo no la puede anular y decir: "Lo siento. Fue un accidente". Las consecuencias de nuestras acciones son las mismas, tanto si comprendemos lo que estamos haciendo, como si no lo comprendemos. Estos mismos principios se aplican al ámbito espiritual. Si alimentamos nuestro espíritu con cosas positivas, nuestra vida espiritual va a tener un crecimiento positivo sano. Si lo alimentamos con cosas negativas, nuestra vida espiritual va a producir unos resultados negativos y dañinos. Si sembramos semillas negativas, cosechamos consecuencias negativas. Si sembramos semillas positivas, cosechamos consecuencias positivas. Lo que usted siembre, es lo que va a crecer y se va a multiplicar en su vida. No hace falta ser un experto en ciencia espacial para darse cuenta de esto. Si usted quiere detener la maldición que hay en su vida, deje de sembrar mala semilla. Si quiere invertir la maldición y liberar la bendición, comience a sembrar buena semilla. Jesús nos ha ordenado que nos amemos; que amemos incluso a nuestros enemigos. La mayoría de nosotros respondemos a esto como el pandillero de la película La cruz y el puñal, que dijo: "Sí, claro que voy a amar a mi enemigo. Lo voy a amar con un buen cuchillo afilado. Si, voy a orar por él. ¡Voy a orar para que lo parta un rayo!" El amor y el perdón nunca son fáciles si tratamos de cultivarlos con nuestras propias fuerzas, pero una vez que hayamos tomado la decisión de obedecer a Dios y caminar en amor, Él nos equipa para hacerlo. Para conocer más el amor de Dios en nuestra vida, necesitamos amar a quienes nos han hecho daño, a quienes han sido nuestros enemigos, y a quienes han pecado contra nosotros. Ése es el tipo de amor que Jesús le tiene a cada uno de nosotros. Nos es muy fácil aceptar el amor que Dios nos tiene, pero muy difícil amar a otra persona. Todos somos pecadores: ladrones, mentirosos, adictos a drogas, prostitutas, chismosos, calumniadores o hipócritas religiosos. Dios tomó la decisión de amarnos, aun en momentos en que nosotros no le devolvíamos ese amor. Todo lo que nos pide es que amemos a los demás con el mismo amor que Él tiene por nosotros.
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Para liberar la bendición de Dios en su vida, siembre una bendición en la vida de otra persona. Yo digo todo el tiempo que no tengo enemigos. La gente me contesta: "¿Qué quiere decir? Hay mucha gente a la que usted no le cae bien". "Sí", respondo, "pero yo no tengo ningún enemigo. No les tengo que caer bien, no tienen que aprobar lo que yo hago; ni siquiera les tiene que importar si sigo viviendo o si me muero. No tengo enemigos, porque he tomado la decisión de amar a todas las personas de manera incondicional, pase lo que pase". ¿Quién gana? ¡Usted! No importa lo que le hayan hecho, porque a través de Jesucristo, usted puede soltar su amargura para amar a esas personas. Cuando yo necesito perdonar a alguien que me ha hecho mal, me centro en estas promesas de la Biblia. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Joel. 2:25 Pero si (el ladrón) es sorprendido, pagará siete veces; entregará todo el haber de su casa. —proverbios 6:31(INSERCIÓN DEL AUTOR] Y sabernos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados, —Romanos 8:28 Piense en esa persona a la que se le está haciendo difícil perdonar y amar. Entréguesela a Dios, y deje el resultado de todo en sus manos. Dios siempre hace justicia y lo convierte todo para bien. A usted no le toca la venganza; lo que le toca es mantener recto su propio corazón ante Dios, y Él se encargará de todo lo demás. Su responsabilidad consiste en amar a sus enemigos y hacerles el bien a los que lo utilicen y lo desprecien. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. —Lucas 6:35 Me agrada lo que dijo Abraham Lincoln cuando le preguntaron por qué era tan bondadoso con sus enemigos, si tenía el poder necesario para destruirlos. Esta fue su respuesta: "Señor, ¿acaso no estoy destruyendo a mis enemigos cuando los convierto en amigos?" El amor es el testimonio La Biblia no dice que conocerán que somos cristianos porque llevemos una cruz al cuello, o porque andemos con una Biblia, o levantemos las manos al adorar. La evidencia de
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nuestro cristianismo es que "tengamos amor los unos con los otros" (Juan 13:35). Cuando tratamos mal a otras personas, el mundo tiene todo el derecho a poner en tela de juicio nuestro cristianismo. Yo me pregunto continuamente: “¿A quién estoy representando hoy? ¿A Jesús, el que ama a toda la humanidad, o a Satanás, el acusador de los hermanos?" Cada día, todos tenemos una decisión que tomar ¿vamos a amar a los demás, o no? Pero tenga presente esto: Dios nos ama a nosotros, aunque no lo merecemos. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. —ROMANOS 5:8 El amor comienza por una decisión. Aunque no nos sintamos con deseos de amar, al decidirnos a obedecer a Dios y actuar como Cristo, lanzamos nuestra vida por un sendero distinto. El poder de esta decisión va a hacer que nuestras emociones comiencen a entrar en sintonía con la naturaleza de Dios. Entonces, su misma naturaleza puede vivir a través de nosotros. Cuando tomamos la decisión de amar a los demás, esa decisión afecta a todos los que nos rodean. Una madre nos escribió para hablarnos de cómo su amor incondicional por su hijo y una cinta grabada con mi testimonio lo llevaron a él a la decisión de deshacerse de las drogas. Estimado pastor Huch: Hace poco pedí su serie grabada "Romper las maldiciones de familia". Me encantaron las cintas y se las di a mi hijo Dave, de veintiún años, para que las escuchara mientras hacia el viaje de doce horas en automóvil hasta el colegio universitario en este otoño. Él estaba batallando con decisiones acerca del uso de la marihuana entre otras cosas y, sin que su padre y yo lo supiéramos, antes de marcharse de nuestra ciudad compró drogas. Dave fue al colegio universitario para jugar fútbol. Dos años seguidos fue expulsado del equipo después de hacerle una prueba de drogas que dio positiva. Sus sueños en cuanto al futuro estaban destruidos. Su padre y yo estábamos agobiados, heridos y desesperanzados. Su vida iba cuesta abajo. Mientras iba en el auto rumbo al colegio universitario, escuchó la cinta de su testimonio mientras se preparaba para tomar más drogas. De repente, el Espíritu de Dios le tocó el corazón cuando lo oyó a usted compartir la forma en que Dios le había cambiado la vida. Escuchó un rato; después, arrimó el auto a la cuneta, tiró las drogas y le volvió a entregar el corazón a Jesús. De inmediato se sintió diferente por dentro, y supo que las cosas también iban a ser diferentes por fuera. Cuando regresó al colegio, ya se había producido un milagro. Le ofrecieron una oportunidad de practicar con el equipo de béisbol y hacer las pruebas para entrar a formar parte del equipo. Esto fue un cambio muy drástico para él, pero me doy cuenta de que es muy probable que tenga batallas que pelear muy pronto, si no las ha librado ya.
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Le escribo todo esto para decirle que mi hijo ha reaccionado de una manera radical a su enseñanza ungida y su oportuno mensaje. Mi esposo y yo hemos orado durante años por él, y nos parecía como que, por mucho que nosotros orásemos y por muy decidido que estuviera Dave a triunfar en su vida cristiana, al final lo que había eran problemas. Decididamente, era una maldición. Los hombres de nuestra familia tienen todo un historial de fracasos. Todos han tenido grandes oportunidades de triunfar, pero todos han terminado fracasando. Le agradecemos que haya orado por nosotros para que se rompiera esa maldición generacional de pobreza y fracaso en nuestra familia. Alabado sea el Señor Karen El amor es la victoria. Jesús no sufrió el dolor, la agonía y la humillación de la cruz porque quisiera venganza. Se hizo sacrificio nuestro por amor a la gente —hombres, mujeres y niños— y, por medio de su acto de amor, derrotó a Satanás. El amor fue la razón por la que Dios envió a Jesús a esta tierra (vea Juan 3:16). Jesús vino a restaurar al hombre a una relación correcta con Dios Padre, porque nos ama. Por terrible que sea la forma en que alguien lo haya herido, usted puede liberar hacia esa persona la bendición del amor. Cuando lo haga, usted va a ser bendecido, y esa persona también. Sellemos esto con una oración. Señor amado: Me doy cuenta de lo importante que es para mí conservar un corazón recto hacia ti y hacia la gente, así que te pido que me perdones por cuanta amargura, lucha, contienda, celo, ira, falta de deseos de perdonar, murmuración o difamación haya habido en mi vida. Te prometo hoy que con tu fuerza, voy a caminar en amor, bondad, paz, gozo y paciencia. A partir de este día, tomo la decisión de adoptar actitudes semejantes a las de Cristo, pase lo que pase en el camino. Sé que tú me perdonas y me amas a pesar de todos mis defectos, y tomo la decisión de perdonar y amar a todos aquéllos que comparten mi vida, a pesar de los defectos suyos. De gloria en gloria, tú nos estás transformando a todos y cada uno de nosotros. Gracias, Señor. En el nombre de Jesús. Amén. PARA CONOCER MAS EL AMOR DE DIOS EN NUESTRA VIDA, NECESITAMOS AMAR A QUIENES NOS HAN HECHO DAÑO. A QUIENES HAN SIDO NUESTROS ENEMIGOS, Y A QUIENES HAN PECADO CONTRA NOSOTROS. Capítulo 20 Quinto paso: El éxito no es un accidente
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He estado pensando escribir otro libro que se titule El éxito no es un accidente. Me sentí inspirado en este aspecto hace poco mientras volaba de vuelta a Portland, después de reunirme con un grupo de pastores. Era evidente que a lo largo de los años, algunos de ellos habían visto poco crecimiento en sus iglesias, o en su caminar personal con Dios. No digo esto por ser cruel o por criticar, porque en realidad, lo que sentí fue tristeza. Mientras pensaba en mi propia vida, me di cuenta de que, tanto mi vida como mi ministerio, han sufrido cambios drásticos en los últimos años. Por la gracia de Dios, todos los aspectos de mi vida han mejorado de manera increíble. Le suplico que entienda que no lo digo por alardear, sino por apoyar una idea. Yo sé, sin que me quede lugar a dudas, de que se debe a la gracia de Dios, y le doy a Él sinceramente toda la gloria. Al meditar en eso, me vino a la mente un pensamiento muy importante: El éxito no aparece por accidente, ni de manera automática. Alguien dijo: "Cuando veas a alguien en la cima de la montaña, recuerda una cosa: esa persona no cayó allí por accidente". El triunfo llega por medio de planes, propósitos y acciones hechos con deliberación. A través de mis propios años de experiencia en la vida, y de mis relaciones con miles de personas, he aprendido una serie de principios y claves que me han llevado a la victoria y me han permitido liberar la bendición de Dios en mi vida, pero uno de los más importantes tiene que ver con la actitud. Desarrolle una actitud de santidad La principal de las cosas que han impulsado hacia delante mi vida en los últimos años es mi decisión de desarrollar una actitud positiva. He decidido fijar la vista en las promesas de Dios, y después poner mis pensamientos, palabras y acciones en sintonía con esas promesas. La buena actitud no hace que todo vaya perfectamente siempre. Mateo 5:45 nos dice que Dios hace llover sobre justos e injustos, pero nuestra actitud determina si la lluvia va a regar las semillas de nuestra cosecha, o las va a arrastrar en la torrentera. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. —Colosenses 3:2-3 Las actitudes positivas son consecuencia de una fe puesta en Dios y una confianza total en Él. ¿Tiene la mente centrada en las cosas de Dios, o está tan llena de problemas mundanos, que ni siquiera puede pensar en Él? ¿Se está quejando, o se está regocijando? Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! —Filipenses 4:4 Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. —1 Tesalonicenses 5:18
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El que tengamos una actitud positiva no significa que debamos alabar a Dios por las cosas malas que nos suceden. No pase por alto este detalle tan importante: las Escrituras no nos dicen que alabemos a Dios por todas las cosas. Lo que nos dice es que lo alabemos en medio de todas las cosas. Hay una gran diferencia entre ese por y ese en. Cuando no le quedan más que diez centavos en el bolsillo, usted se encuentra en una encrucijada. Puede mirar su situación desde un punto de vista natural y deprimirse fuertemente, o puede decir: "Aunque no tenga dinero, no voy a titubear en cuanto a mi fe en Dios. Lo alabo porque en esta situación, Él va a demostrar poderosamente quién es. Alabo a Dios por los milagros económicos que están a punto de suceder. Alabo a Dios por el plan económico que me está entregando". Averigüe qué le promete la Palabra de Dios, y después confiese eso y sólo eso. Aprenda a poner por obra la Palabra. Aprenda a apoyarse en las promesas de Dios y no en las circunstancias de la vida, y después, obedézcalo. Cuando sean éstas su actitud y su oración, el enemigo estará derrotado, porque la alabanza inmoviliza al vengador (vea el Salmo 8:2). Nuestra alabanza dirigida a Dios ata al diablo de tal manera, que no puede operar en nuestra vida. El bueno es Dios El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir, yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. —JUAN 10:10 Dios no es quien trae enfermedad, desastre o pobreza a la vida de sus hijos, así que no lo debemos alabar por esas cosas. Es Satanás quien viene a hurtar, matar y destruir. El es la mente que planifica todas las cosas malas que suceden a nuestro alrededor, o que nos suceden a nosotros. Dios da; no quita. Jeremías dice que Dios tiene un gran futuro para nuestra vida. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Jeremías 29:11 Cuando las Escrituras dicen que debemos alabar a Dios en medio de todas las cosas, es posible que usted pregunte: "¿Cómo puedo alabar a Dios en medio de una batalla? ¿Cómo me puedo regocijar en el Señor en medio de mi situación? El diablo ha atacado mi hogar, mi negocio, mi cuerpo y mi ministerio; ¿cómo puedo alabar a Dios?" ¡Tomando la decisión de mantener viva su fe en Dios, pase lo que pase! Gracias a nuestra fe, podemos esperar cosas buenas, pero si llegan cosas malas a nuestra vida, podemos seguir teniendo fe en que Dios va a sacar bien del mal. Los cristianos tienen todas las razones necesarias para adoptar una actitud positiva en todas las circunstancias. Si mantenemos un corazón y una actitud correcta y le permitirnos a
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Dios que haga las cosas a su manera, lo veremos convertir en realidad sus propósitos para nuestro bien y para su gloria en nuestra vida. Dios lo va a usar para bien Veamos la vida de José (vea Génesis 37—50). José tuvo una visión de Dios con respecto a su futuro. Se la contó a sus hermanos, y éstos se pusieron celosos. Lo capturaron, lo metieron en una cisterna y lo dejaron allí para que se muriera. Después lo vendieron como esclavo. Por fin, terminó en Egipto, en la casa de Potifar, uno de los principales funcionarios del faraón. La mujer de Potifar le hizo proposiciones deshonestas, y después lo acusó de atacarla, cuando el no aceptó. Para añadir más daño a la situación, José fue encarcelado. En aquellos momentos, las cosas tenían muy mal aspecto para él, pero a través de una serie de acontecimientos dispuestos por Dios, fue liberado de la prisión, y se convirtió en el segundo hombre de Egipto en autoridad. Años más tarde, los mismos hermanos que habían comenzado toda la cadena de desastres que se habían producido en la vida de José, comparecían ante él para pedirle ayuda. Cuando esos hermanos le pidieron perdón por haberlo vendido como esclavo, él les respondió: Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien (Génesis 50:20). Él sabía que no importaba cuánto daño o problema Satanás le pusiera en el camino, porque Dios lo usaría para su bien. Los hermanos de José habían tramado maldad contra él, pero Dios la encaminó a bien. Yo considero que la palabra "encaminó" sugiere la idea de "tejer como un hermoso tapiz". Eso es lo que Dios estaba haciendo por medio de los sucesos de la vida de José. Al igual que él, lo normal es que nosotros no veamos todo el cuadro. Nos pasan cosas y, desde nuestra perspectiva tan limitada, nuestra vida se ve algunas veces como un gran enredo. Necesitamos reconocer que Dios sigue obrando tras bambalinas, y todo para nuestro bien. ¿La perspectiva de quién? ¿Ha visto alguna vez un tapiz tejido? Por encima, usted ve un hermoso e intrincado cuadro o diseño. Mire el revés, y verá que parece un amasijo de hilos. Dios ve nuestra vida desde su parte superior, y está entretejiendo todos los detalles para convertirlos en un tapiz increíble. Nosotros miramos desde el revés, y nos preguntamos: ¿Qué significa todo esto? No vemos la imagen entera, tal como la ve Dios, pero podemos confiar en que Él está obrando en todas las cosas. Si ésta es nuestra perspectiva, nunca tendremos razón alguna para enojarnos o incomodarnos, y por eso nos podremos regocijar en el Señor siempre (Filipenses 4:4). Y cuando nos regocijamos siempre, nuestro Dios, el que nos trae la respuesta, se encuentra cercano. Una persona que triunfa es alguien que puede edificar unos firmes cimientos con los ladrillos que le tiran. En mi propia vida, puedo ver cómo Dios ha tomado "todas las cosas" de esa vida y las ha usado para bien. No fue Él quien me hizo adicto a las drogas, pero lo que Satanás estaba
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haciendo para mi mal, Dios lo usó para mi bien (vea Génesis 50:20). Gracias a mi testimonio de haber sido liberado de las drogas y el alcohol, he visto a miles de adictos más que han sido liberados por el poder de Dios. No fue Dios quien me hizo un joven violento y de mal carácter, pero ahora yo le puedo decir a usted, y le puedo decir al mundo, que si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres (Juan 8:36). No fue Dios quien trajo la perturbación a mi matrimonio, pero ahora Tiz y yo les podemos decir a otros que también para su matrimonio hay liberación y gozo. Creo realmente que en todas las situaciones, los cristianos nos podemos regocijar en el Señor, porque Él está entretejiendo todas las cosas para nuestro bien. Dios usa incluso nuestro pasado lleno de pecado y lo convierte en bendición para nuestra nueva vida en Cristo. Yo sé que este refrán es viejo, pero cuando el diablo me tire limones, no sólo voy a hacer limonada con ellos, sino que, por medio de Jesús, voy a ser el dueño del negocio de la limonada. Usted decide Para poder mantener una actitud positiva y santa, nos debemos dar cuenta de que algunas veces, nuestra carne disfruta cuando se siente mal. Hay un cierto gusto en sentirse a disgusto. A la naturaleza humana le encanta atormentarse con los problemas. Pablo le habló fuertemente a Timoteo cuando le indicó: Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti (2 Timoteo 1:6). Le estaba diciendo: "Timoteo, eres tú quien tienes que enderezar tus actitudes". Cuando la gente hablaba de apedrear a David, él se fortaleció en Jehová su Dios (1 Samuel 30:6). ¡David mismo se dio ánimo! Sólo usted puede mejorar sus actitudes; nadie más. Es necesario que acepte la responsabilidad en cuanto a sí mismo. Usted ya no es la vieja criatura, sino que ha sido hecho una nueva creación en Cristo. Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17). Pero es necesario que sea usted quien decida vivir según la nueva naturaleza, y no según la vieja. Aplicando este principio a mi vida de pastor, en lugar de sentirme abatido y deprimido si se me va gente de mi iglesia, convenzo a mi espíritu de que Dios está abriendo espacio para un crecimiento. Sin embargo, la actitud positiva de fe va mucho más profunda que una simple personalidad optimista. La gente me dice a veces: "Todo lo que pasa es que usted es una persona alegre por naturaleza". Hasta cierto punto, es posible que eso sea cierto, pero créame que cuando me estoy enfrentando a las pruebas y las presiones, tengo que tomar la decisión de seguir siendo positivo. Si pierde el trabajo, no entre a su casa arrastrándose, deprimido, enojado, negativo y gimoteando: "¿Cómo vamos a subsistir? " o bien, "¡Nunca voy a conseguir un trabajo decente!" En lugar de hacer esto, entre en su casa con la frente en alto, una sonrisa en el
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rostro y vida en su voz, y diga: "Gloria a Dios. Todas las cosas obran para bien. Dios debe tener algo mejor para mí. Dios sigue teniendo el control en sus manos". Hay un conocido refrán que dice: "Acentúa lo positivo y elimina lo negativo". No debemos pasar por alto los problemas, sino enfrentarnos a ellos. Pero lo tenemos que hacer a base de centrarnos en las soluciones, y no en los propios problemas. Muchas veces, el factor que determina nuestro éxito o nuestro fracaso es nuestra actitud. No hay nadie inmune ante los problemas. Somos gente real, con necesidades reales, y combatimos contra un diablo que es también real. Pero también tenemos a un Dios real, con soluciones reales. Mientras más vea usted a Dios moverse a favor suyo, más crecerá su confianza en Él. Esto le dará la fortaleza y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7), y que supera todas las circunstancias de la vida. ¿Regocijarse o quejarse? Su actitud es evidencia de su fe. En nuestra iglesia tenemos una expresión acerca de ser un vencedor, que dice así: "¡No vamos a caer por debajo, sino que vamos a pasar por encima!" Si usted anda derrotado, gruñendo y murmurando, estará dando evidencias de que no cree que vaya a pasar por encima. Lo que cree es que va a caer por debajo. Es necesario que se regocije en el Señor siempre (Filipenses 4:4). No importa lo que esté pasando a su alrededor. Usted se puede regocijar, porque sabe que las cosas buenas que su Dios bueno ha planificado para su vida se van a convertir en realidad, Moisés envió doce espías por delante, para que observaran la tierra de Canaán antes de que el pueblo cruzara el río Jordán. Diez de los espías regresaron con un informe negativo después de haber visto a los gigantes que vivían en aquellas tierras, diciendo: "Vamos a morir" (vea Números 13). Literalmente, se sacaron a sí mismos de la bendición de Dios con sus palabras. Dios no permitió que aquéllos que se habían quejado, entraran en la Tierra Prometida. Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: ¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan? Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros. En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serian por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis. —NÚMEROS 14:26-29, 31 Cuando alabamos a Dios, estamos invitándolo a que manifieste su poder. Cuando murmuramos y nos quejamos, al que invitamos es al destructor de las bendiciones de Dios. ¿Oportunidad o imposibilidad?
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En 1 Samuel 17 se relata la historia de David cuando vio que Goliat estaba retando a los ejércitos de Israel. Cuando llegó al campamento, todos los soldados israelitas estaban escondidos en sus tiendas de campaña, porque estaban mirando el tamaño de Goliat. Cuando veían lo grande que era Goliat, veían lo pequeños que eran ellos. Cuando David vio lo grande que es Dios, vio lo pequeño que era Goliat. Entonces preguntó: "¿Quién es este filisteo incircunciso, que no tiene pacto con Dios? ¡Yo he peleado con el león y el oso, y este enemigo de Dios se va a venir abajo!" Israel veía a Goliat como demasiado grande para derrotarlo. David lo veía como demasiado grande para no acertarle el golpe. Cuando Tiz y yo llegamos a Portland, se nos dijo que era una ciudad difícil; una de las zonas de los Estados Unidos donde menos gente iba a la iglesia, había más impiedad y era más difícil lograr una respuesta. Esta ciudad ha sido un baluarte para todo tipo de grupos rebeldes y ocultistas. Nosotros habríamos podido mirar a Portland corno una imposibilidad, pero decidimos mirarlo como una oportunidad. ¡Donde abunda el pecado, la gracia abunda mucho más! Toda oportunidad tiene una dificultad, y toda dificultad tiene una oportunidad. Alguien me dijo que los chinos no tienen en su idioma una palabra que se pueda traducir como "problema". La más cercana que tienen significa "oportunidad peligrosa". Nosotros decidimos considerar a Portland y sus problemas como oportunidades peligrosas, y no como imposibilidades insuperables, y Dios nos ha bendecido mucho más allá de lo que habríamos podido soñar. ¿En qué está centrado usted? Yo estaba predicando para un pastor que tenía grandes problemas en su iglesia. Aquella semana, el Señor trajo todo tipo de visitantes que se sentían emocionados en cuanto a unirse a aquella iglesia. Muchos volvían todas las noches y traían a sus amigos. Estábamos celebrando unas reuniones excelentes, y la iglesia estaba entusiasmada al ver cómo Dios se estaba moviendo. Después de la última noche de las reuniones, el pastor me llevó de vuelta al motel en su automóvil. Yo me pude dar cuenta de que había algo que le incomodaba. De repente, me soltó esta pregunta: "¿Se fijó esta noche en aquel hombre que estaba causando problemas al fondo de la iglesia?" Yo le dije: "No. ¿Qué sucedió?" Él me respondió: "Aquel hombre estaba sentado en la última banca con los brazos cruzados, moviendo la cabeza con incredulidad, y lanzándonos a todos unas miradas terribles". Yo le dije: "Hermano, con todas las cosas tan fantásticas que Dios ha hecho en esta semana, y con tanta gente nueva que se está uniendo a su iglesia, ¿por qué se tiene que
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centrar usted en un solo personaje problemático?" La vida de aquel pastor, como la de tanta gente, no estaba Limitada por una falta de capacidades o de habilidades, sino por un enfoque equivocado. Una de las tácticas del enemigo consiste en tratar de hacer que desviemos los ojos de todas las cosas tan poderosas que Dios está haciendo, y los fijemos en los problemas. Cuando Dios está obrando y se están produciendo cosas buenas, siempre va a haber interrupciones y desafíos, porque el movimiento causa fricción. Cada uno de nosotros debe decidir dónde va a fijar la mirada. Podemos mirar lo que Dios está haciendo, o nos podemos centrar en las distracciones. Lo que se convierta en el centro de nuestra atención va a determinar cuál va a ser nuestra actitud. Por lo general, a lo que le pegamos es a lo que apuntamos. Usted se puede sentar en la playa marina más bella del mundo, y disfrutar de un atardecer increíble, perfecto como un cuadro. O bien, puede recoger un guijarro, acercarlo a sus ojos, tanto que bloquee todo ese escenario tan hermoso, y sólo va a ver aquel pedazo de piedra. El guijarro va a bloquear el paisaje del océano. ¿Se está centrando usted en el océano, o en el guijarro? Tome con seriedad la decisión acerca de dónde va usted con Dios, a base de hacer que su actitud se encuentre en sintonía con su Palabra, porque usted tiene fe y confía en Él. Capítulo 21 Sexto paso: Alinee sus palabras con las palabras de Dios Estoy seguro de que ha oído hablar del Premio Nobel de la Paz, que toma su nombre de Alfredo Nobel, su fundador. Sin embargo, tal vez no sepa por qué él estableció este premio. Alfredo Nobel era un químico sueco que hizo su fortuna al inventar la dinamita y otros potentes explosivos utilizados en las armas. Cuando murió su hermano, un periódico imprimió por accidente una reseña mortuoria suya, en lugar de la de su hermano. Lo describía como alguien que se había enriquecido a base de capacitar a la gente para matar en números sin precedentes. Estremecido ante esta evaluación, Nobel decidió usar su fortuna desde aquel momento para recompensar aquellos logros que beneficiaran a la humanidad. Nobel tuvo la rara oportunidad de evaluar su vida casi al final, y al mismo tiempo, vivir lo suficiente para ver cambiada esa evaluación. La mayoría de nosotros nunca veremos desde esa perspectiva la historia de nuestra vida, pero sí nos podemos mirar a nosotros mismos con sinceridad y, dondequiera que nos hallemos en estos momentos, seguir adelante. No podemos cambiar nuestro pasado, pero sí podemos cambiar nuestro futuro. Ahora bien, ¿dónde comenzar a hacer los cambios que queremos ver en nuestra vida? Cómo nos transformamos de negativos y destructivos en positivos y productivos?
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De la misma forma en que nos podemos comer todo un elefante: ¡mordida a mordida! Le quiero dar tres principios clave que me parece que le van a ayudar a realizar los cambios que quiere ver en su propia persona. Si capta la revelación y el poder de lo que le voy a mostrar, su vida nunca volverá a ser lo que es hoy. 1. Cambie sus palabras negativas por palabras positivas. ¿Con cuánta frecuencia hemos hecho o dicho algo negativo en un mal momento, para después lamentarnos inmensamente de lo que hemos hecho? Vamos a la persona a la que insultamos y le pedimos perdón diciéndole: "Lo siento. No era eso la que quería decir. Me retracto". Lo sentimos de verdad, y en realidad no queríamos decir lo que dijimos, pero una vez pronunciadas las palabras, nunca las vamos a poder recoger. El daño está hecho. La mayoría de la gente no comprende la fuerza espiritual creadora que obra en las palabras que dice. Cuando Dios creó el mundo, todo lo que hizo fue hablar, y el mundo fue formado. Él nos dice que este mismo poder creador sobrenatural se encuentra en las palabras que nosotros pronunciamos. La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos. —Proverbios 18:21 Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios. --Proverbios 6:2 El que guarda su boca guarda su alma; mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad. —PROVERBIOS 13:3 Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí. —Salmo 39: 1 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío. --Salmo19:14 Santiago 1:5 dice que nuestra lengua es un miembro muy pequeño, pero es el que dirige el sendero de nuestra vida. Nuestras palabras tienen poder espiritual. Hay vida y muerte en nuestra lengua. Nuestras palabras son evidencia de nuestra fe. Por eso, la Biblia nos exhorta a guardar nuestra boca.
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Creo que la principal razón por la que la gente no llega a realizar el destino que Dios tiene para su vida, es porque se mantiene pensando y hablando cosas que son contrarias a las promesas y los planes de Dios. ¿Están de acuerdo las palabras que usted habla con las cosas buenas que Dios tiene planificadas para usted? Dios quiere que usted sea cabeza y no cola (Deuteronomio 28:13); que sea prosperado en todas las cosas, y que tenga salud, así como prospera su alma (3 Juan 2) y que sea más que vencedor por medio de aquel que nos amó (Romanos 8:37). En otras palabras, Dios quiere que usted camine en paz, gozo, felicidad y victoria en todos los aspectos de su vida. ¿Es eso lo que reflejan sus palabras? Nuestras palabras dan evidencia de nuestra fe, y deben reflejar los buenos propósitos que Dios tiene con respecto a nosotros. Cuando hablamos palabras negativas que van en sentido contrario a la voluntad de Dios para nosotros, estamos testificando que dudamos de la bondad divina. Jesús dijo: Conforme a vuestra fe os sea hecho (Mateo 9:29). Cuando leemos esto, solemos pensar que está hablando de la aplicación de nuestra fe positiva para que produzca resultados también positivos, como sanidades, milagros, bendiciones y demás. Aunque eso es cierto, Jesús no está haciendo esa distinción. Lo que dice es: "Conforme a vuestra fe os sea hecho". La fe positiva produce resultados positivos, y la fe negativa produce resultados negativos. Cuando Dios sacó a los hebreos de Egipto, su plan era llevarlos a la Tierra Prometida, una tierra que fuera propia de ellos, y donde fluían la leche y la miel; una tierra donde pudieran ser realmente el pueblo de Dios y conocer sus bendiciones (vea Éxodo 3:8). Nunca dijo que iba a ser fácil; que no habría batallas a lo largo del camino, ni gigantes que derrotar. Sencillamente, les dijo: "Yo mato gigantes y hago milagros. Los voy a llevar a la Tierra Prometida y se la voy a dar". Israel alabó a Dios y se regocijó mientras todo iba bien; sin embargo, como la mayoría de nosotros, cuando comenzaron a aparecer los obstáculos y las pruebas, se dedicó a murmurar y quejarse. Cuando los israelitas salieron de Egipto, iban cantando, danzando y alabando a Dios. Cuando llegaron al mar Rojo y vieron que el ejército del faraón los perseguía, se aterrorizaron y comenzaron a decirse: "¡Vamos a morir! ¡Vamos a morir!" No tenían dónde ir: el mar Rojo estaba ante ellos y los carros se les acercaban por detrás. Pero en lugar de dejar que su pueblo muriera a manos de los hombres del faraón, Dios abrió el mar Rojo, y todos los israelitas lo cruzaron sanos y salvos. Entonces, cerró las aguas, que se tragaron a todo el ejército egipcio (vea Éxodo 13:17-15:21). Después de ver a Dios realizar este increíble milagro a favor de ellos, cualquiera pensaría que los israelitas confiarían en Él de manera absoluta y nunca más volverían a hablar con incredulidad. No fue así. Cuando llegaron al desierto y se quedaron sin comida, comenzaron a quejarse y a decir lo que pensaban: "¡Vamos a morir! ¡Vamos a morir!" Pero Dios proveyó de manera milagrosa, haciendo que cayera el maná del cielo (vea Éxodo 16:2-35). Cuando se quedaron sin agua, volvieron a clamar: "¡Vamos a morir! ¡Vamos a morir!" Una vez más, Dios realizó otro milagro, sacando agua de una roca para saciar la sed de tres millones de personas (vea Éxodo 17:1-6).
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El plan de Dios era que todos los israelitas entraran a la Tierra Prometida, y no solamente Josué y Caleb. Pero los israelitas se convencieron a sí mismos literalmente para no entrar en la Tierra Prometida. Veamos de nuevo lo que dice Números 14:26-29. Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: ¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan? Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros. En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. —NÚMEROS 14:26-29 Observe el poder que hay en estos versículos. En el versículo 28, Dios dice: "Lo que estoy a punto de decir es tan cierto como el hecho de que estoy vivo". Dios es el Alfa y la Omega, el principio y el fin. No hay ninguno antes de Él, ni tampoco después de Él. No hay una afirmación más cierta que ésta en todo el mundo: ¡Dios vive! Y les dice a los hebreos que aquello que va a decir es tan absolutamente cierto, como el hecho de que Él vive. Esto es lo que ellos habían estado diciendo ante los oídos de Dios. En el mar Rojo: "¡Vamos a morir!" Cuando necesitaban agua: "¡Vamos a morir!" Cuando necesitaban alimento: "¡Vamos a morir!" Dios se lamenta diciendo: "¿Hasta cuándo tendré que soportar a esta malvada congregación que habla en mi contra?" (Vea Números 14:27). Cada vez que los hijos de Israel habían dicho: "¡Vamos a morir!", en realidad habían estado diciendo: "Sabemos que tú nos prometiste llevarnos a la Tierra Prometida, pero no te creemos. Lo que vas a hacer es dejarnos morir". Sus palabras eran evidencia de su falta de fe. Cuando se acercaban a Canaán, Moisés envió doce espías a aquellas tierras para que las observaran. Diez de los espías volvieron con un informe negativo: "¡Vamos a morir!" y los demás recibieron las evidencias, o consecuencias de su fe. No entraron en la Tierra Prometida. Josué y Caleb espiaron la misma Tierra Prometida que los demás, pero dijeron: "¡Sí, hay gigantes, pero nuestro Dios los puede sacar! ¡Nosotros podemos tomar esa tierra!" Recibieron la promesa. Josué y Caleb vieron los mismos gigantes, pero decidieron creer que Dios era más grande. Como consecuencia, recibieron las evidencias, los resultados positivos de su fe. Y entraron en la Tierra Prometida. Dios no hace acepción de personas. No escoge a alguna gente para que gane, y otra para que pierda. Quiere que todos nosotros seamos más que vencedores, y que entremos en la Tierra Prometida que Él tiene para nosotros.
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¿Cómo puede entrar usted a ese lugar donde están las bendiciones de Dios? No ponga en palabras las dudas, los sentimientos y los temores que lo tratan de dominar. Hable sólo aquello que Dios ha prometido. Debe poner guarda a su boca, dejar de hablar palabras negativas de muerte y comenzar a hablar palabras positivas de vida. No le siga diciendo a Dios —ni a nadie— lo grande que es su problema. Comience a decirle a su problema —y a todo el mundo— lo grande que es su DIOS. Pruebe este corto ejercicio para demostrarse a sí mismo el poder que hay en sus palabras. Repita en silencio estas palabras una y otra vez en su mente: "Soy un fracasado. Soy un fracasado. Soy un fracasado". Cuando lo haya dicho por lo menos seis veces, diga en voz alta: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13). (Detenga su lectura y hágalo ahora mismo). ¿Qué les sucedió a sus pensamientos acerca de ser un fracasado, cuando habló en voz alta? Desaparecieron, ¿no es cierto? Dios nos diseñó de tal forma, que nuestras palabras habladas pasan por encima de nuestros pensamientos. De hecho, la Biblia dice: La fe es por el oír (Romanos 10:17). Esto habla de un oír con el oído interior. ¿Ha visto alguna vez a un cantante con un dedo en un oído mientras canta? Esto lo hacen para poderse oír ellos mismos y armonizar con los demás cantantes. Cuando usted habla las promesas de Dios, se está oyendo armonizar con Dios, y aparece la fe. Recuerde que la Biblia nos dice a los creyentes: Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos (Mateo 18:19). ¡Necesitamos ponernos de acuerdo con Dios! Él tiene las respuestas. Así que hable en voz alta las promesas de Dios. No basta con pensarlas. Háblelas en voz alta, para oírlas usted, para que las oiga el diablo, y para que las oiga Dios. Sus palabras sellan su fe. El diablo va a tratar de implantarnos pensamientos negativos, para que dudemos de Dios y de nosotros mismos. Alguien dijo: "No podemos impedir que las aves vuelen alrededor de nuestra cabeza, pero si podemos impedir que nos hagan un nido en el cabello". Siempre habrá pensamientos negativos que nos traten de entrar a la mente, pero tenemos en nuestras palabras el poder necesario para echarlos fuera. Una señora del Centro Cristiano New Beginnings se dio cuenta de que había permitido que los pensamientos procedentes del enemigo le controlaran su manera de pensar acerca de si misma. Cuando comenzó a rechazar aquellos pensamientos, echó a andar un proceso que la ha liberado de una profunda angustia de su niñez y ha llevado un nuevo gozo a su vida. Estimados pastores Larry y Tiz: En su sermón, usted compartió cómo el enemigo le habla a usted para recordarle lo que ha hecho en el pasado, y por qué no deberla estar en el ministerio en el que está hoy. Cuando dijo eso, hubo algo dentro de mí que se liberó, porque durante algún tiempo, yo creía que era la cínica persona a la que el enemigo le hablaba así. En realidad, era el
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enemigo el que comenzaba la conversación, y yo la terminaba por él con mis propias palabras negativas. Ahora sé de dónde proceden esas palabras de condenación, y las puedo reprender para echarlas fuera de mi vida. En segundo lugar, usted también compartió con nosotros sus propios sentimientos de abandono. Pastor, le agradezco mucho que lo haya hecho. A causa de tantos años de angustia interna, yo también he mantenido a distancia a la gente, a pesar de lo mucho que los amo. Yo fui adoptada cuando tenía nueve meses. A pesar de que siempre he sabido que fui adoptada, y he sentido el amor de mis padres adoptivos, no he podido superar el sentimiento de que mi propia madre física no me quisiera. He vivido durante años con este espíritu de abandono e insuficiencia. Antes de los veinticinco años, ya me había hecho un aborto, estaba metida en un matrimonio repleto de drogas, sufría de una grave depresión y una pérdida total de mi autoestima, tenía tres hijos y había desarrollado unos hábitos autos destructores. A los veintisiete años de edad, encontré a mi familia de sangre, y descubrí que mi madre sí me quería, pero mi padre físico no. De hecho, habían dado en adopción a tres hermanos míos antes de darme a mí. Mi madre murió a causa de las heridas que recibió cuando mi padre físico la atropelló con un auto. A los veintiocho años, Dios me liberó de mi autodestrucción y me salí de mi matrimonio, donde era maltratada. Poco tiempo después conocí a Jim. Nos hicimos amigos, nos enamoramos, nos casamos y hallamos el Centro Cristiano New Beginnings. Yo quedé embarazada y, cuando fui al doctor para hacerme un ultrasonido, descubrí que dentro no había un niño, sino sólo una placenta. Había ido al radiólogo con la expectación de ver a mi bebé, y salí de su oficina con las manos vacías y en estado de conmoción. No había bebé alguno. Jim me recordó que Dios restaura, y que no me estaba castigando por mi pecado de aborto, cometido en el pasado. Aquel mismo año quedé encinta con Jeremy, nuestro nuevo bebé. Él es una gran manifestación del maravilloso poder restaurador de Dios en nuestra vida. Le agradezco que le diga que sí a Dios en todo lo que hace para Él. Sus sí a Dios es parte de lo que restaura ruinas como las mías. Cobre ánimo; sepa que vale la pena. Hay una obra que se está llevando a cabo en todos nosotros. ¡Los amamos! Connie Connie cambió las palabras negativas del enemigo por las poderosas promesas positivas de Dios, y es prueba viviente de que Dios sigue restaurando vidas. 2. Cambie sus pensamientos negativos por pensamientos positivos. Nuestros pensamientos son el principio de nuestro destino. El lugar donde terminemos en la vida queda determinado por la forma en que comencemos. •
Siembre un pensamiento y coseche una acción.
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Siembre una acción y coseche un hábito.
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Siembre un hábito y coseche un destino.
Todas nuestras acciones comienzan con un pensamiento. En realidad, nuestros pensamientos se convierten en algo así como el "plano" de nuestra vida. Salomón escribió que tal como el hombre piensa en su corazón, así es él (vea Proverbios 23:7). En otras palabras: Si usted piensa que puede, puede. Si piensa que no puede, no puede. El resultado final de nuestra vida tiene menos que ver con las circunstancias externas, que con nuestros pensamientos. Si usted quiere controlar su futuro, es necesario que controle primero su forma de pensar. Dios le dijo a Josué: "No permitas que mi Palabra se aparte de tu boca. Medita en ella de día y de noche" (vea Josué 1:8). El diccionario define la palabra "meditar" como "reflexionar sobre algo; estudiar; considerar... planificar o tener la intención de algo". Cuando comenzamos a meditar seriamente en la Palabra de Dios y a llevar a nuestra vida sus promesas, nuestros pensamientos se convierten literalmente en el plano de nuestras acciones, y nuestras acciones producen los resultados que deciden nuestro destino. Guarde su mente. Usted es como aquéllos con los que anda, y como aquello que lleva, porque las palabras son semillas que quedan sembradas en el terreno de su espíritu. Cuanto usted permita que sea sembrado en su espíritu, va a producir una cosecha. Las palabras negativas, los temores, las dudas y los malos sentimientos siempre tratarán de entrar en nuestra mente, pero la Biblia nos dice que los atrapemos para echarlos abajo; que los sacudamos violentamente a base de someterlos a la verdad de Jesucristo. Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. —2 Corintios 10:5 Todos los días, tanto usted como yo tenemos numerosas oportunidades para permitir que nuestra vieja naturaleza negativa actúe locamente. A nosotros nos toca decidir si vamos a dejar que nos siga controlando nuestra vieja naturaleza, o si vamos a dar un paso más hacia el control de nuestros pensamientos y nuestras palabras. La Biblia nos enseña que la forma de destruir esas viejas fortalezas y esos viejos hábitos es capturar los pensamientos y sentimientos negativos y tomar el control de nuestra mente, reemplazando los pensamientos negativos con pensamientos que sean verdaderos, honestos, justos, puros, amables, de buen nombre, virtuosos y dignos de elogio (vea Filipenses 4:8). Para liberar el poder y las bendiciones de Dios en su vida, es necesario que usted adiestre de nuevo su mente de manera que piense de la misma forma que piensa Dios. Todo pensamiento que no esté de acuerdo con la Palabra de Dios, es necesario expulsarlo de inmediato. Toda imaginación o pensamiento que se trate de alzar por
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encima de la Palabra de Dios, hay que "echarlo abajo". Nuestra transformación en gente de Dios se produce cuando hacemos que se renueve nuestra mente. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. —ROMANOS 12:2 Es hora de crecer, de madurar, de tomar la responsabilidad en nuestra vida, y de echar a un lado —hacer que dejen de funcionar—las cosas infantiles. Nuestra sociedad nos ha permitido a los adultos a seguir actuando de una forma emocionalmente inmadura, e incluso nos ha animado a hacerlo. Sin embargo, Dios nos llama a los cristianos a levantarse y crecer para convertirnos en los hombres y las mujeres que Él quiere que seamos. Todos hemos oído hablar de la luz al final del túnel. Permítame decirle cómo vemos esto Tiz y yo. Si estamos pasando por alguna batalla, es como quien pasa por un oscuro túnel, y nos mantenemos mirando, hasta que la descubrimos. Nos centramos en la luz, que es la Palabra de Dios, y no en la oscuridad, que es el problema. Y le voy a decir algo que les he dicho a muy pocas personas. Si no podemos ver la luz, nos la inventamos. Así es: la creamos. Tal como hizo Dios en el Génesis. Dios dijo que nosotros hemos sido hechos a su imagen, así que podernos llamar a las cosas que no son, como si fueran (vea Romanos 4:17). Y en los túneles oscuros, Tiz y yo pronunciamos luz sobre nuestra situación. Tal vez usted diga: "Yo le he pedido a Dios que me quite esta ira de mi vida, pero aún no lo ha hecho". No. Es a nosotros a los que Él nos indica que dejemos de lado esas formas de conducta infantiles. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando. —Colosenses 3:8-10 E! poder de Dios que triunfó sobre la muerte está a nuestra disposición para transformar nuestra vida. El poder de Dios se halla a nuestra disposición para que cambiemos y maduremos si nosotros nos decidimos a hacerlo. No importa lo que nadie nos haga o nos diga. Si decidimos que vamos a ser distintos, podemos cambiar con la ayuda de Dios. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
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—Efesios 4:22-24 Gracias a Dios, no quedamos a la merced de nuestra propia fuerza de voluntad para convertirnos en la persona que Dios quería que fuéramos cuando nos creó. La fuerza de voluntad humana no nos lleva demasiado lejos. Pero los creyentes tenemos a nuestra disposición el poder de Dios, y ese poder suyo es el poder de resurrección. Es el mismo poder que levantó a Jesucristo de entre los muertos, el que está hoy a nuestra disposición. ¿Cómo se aplica esto a los cambios en sus actitudes? Gracias a su poder, usted puede cambiar su antigua manera de pensar por una manera renovada. Puede cambiar sus pensamientos negativos por una mente pacífica. Nuestras acciones son consecuencia de nuestros pensamientos, así que cuando se comienzan a levantar los pensamientos negativos, tenemos dentro de nosotros el poder de Dios para someterlos y dominarlos. Usted puede tomar el control de sus pensamientos. Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. --Filipenses 4:4-7 El término traducido como "gentileza" significa "indulgencia, paciencia y afabilidad". Significa que no nos debemos poner irritables ni tensos, sino que debemos dejar que sean la paciencia y la bondad la que rijan y nos controlen. Pablo explica cómo podemos hacer que suceda esto, y dice que es a base de no estar afanosos por nada. "Afanoso" significa ansioso o tenso. En lugar de cargar con sus problemas y tratar de resolverlos usted solo, lléveselos a Dios en oración, agradézcale que vaya a resolver la situación, y después déjelos en sus manos. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones (Colosenses 3:15). Cuando disciplinamos de esta forma nuestra mente, esa paz sobrepasa todo entendimiento y toma el control de nuestro corazón y nuestra mente (vea Filipenses 4:7). Su paz sobrenatural pasa por encima de todas las dificultades de la vida. Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. —1 Pedro 5:7 Cuando la Biblia dice que Dios tiene cuidado de nosotros, quiere decir que Él va más allá de sentir compasión ante nuestros problemas. Lo que hace es darnos la respuesta: Jesús y su amor. Cuando nosotros le llevamos nuestras necesidades a Dios, Él se involucra en ellas, equipándonos y fortaleciéndonos desde dentro, y obrando después para cambiar nuestras circunstancias. Cuando se abre paso en nuestro espíritu la realidad de que Dios va a resolver las cosas, nos comenzamos a calmar.
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La fe no es una especie de truco, ni de juego mental. Es una convicción profunda que afecta a nuestro estilo de vida. Consiste en creer a Dios y a su Palabra hasta el punto de que esa creencia cambie lo que somos y la manera en que vivimos. Cuando salgo a cazar patos, por supuesto que tengo que apuntar a algo para darle. No me limito a quedarme sentado, con el rifle apuntando al cielo, comenzar a disparar y esperar que un pato pase por encima. No; veo un pato, le apunto con el rifle y disparo. El ámbito espiritual opera a partir del mismo principio: aquello a lo que apuntamos, es a lo que le darnos. Aquello a lo que apuntemos, o en lo que se centre nuestra mente, es lo que vamos a cosechar en nuestra vida. Yo tomo a diario la decisión de no enfocarme en los problemas, sino en las soluciones. De hecho, pase lo que pase en mi vida, siempre busco algo bueno en qué centrarme. Busco las posibilidades de Dios en cada situación, porque nada hay imposible para Dios (Lucas 1:37). Caminar en fe y esforzarse por tener una actitud positiva no significa que vayamos a ignorar o negar los problemas, sino que los vamos a ver y nos vamos a enfrentar a ellos desde la perspectiva de Dios. Antes de que nosotros nos demos cuenta de que tenernos un problema, Dios ya ha preparado la solución. Necesitamos alinear nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones con esa seguridad. En lugar de centrarse en el problema, céntrese en Aquél que tiene la respuesta. 3. Cambie sus acciones negativas por acciones positivas. Tener el anhelo y la comprensión necesarios para cambiar, y tener fe para cambiar son cosas que no logran nada mientras no hagamos algo por cambiar. Somos colaboradores de Dios, lo cual significa que trabajamos junto con Él. Él hace lo que le corresponde, y nosotros hacemos lo que nos corresponde a nosotros. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? -SANTIAGO 2:20 Goliat no cayó hasta que David recogió la piedra y se la tiró. Las monedas de oro no aparecieron hasta que Pedro se fue a pescar. El agua no salió de la roca hasta que Moisés la golpeó. Las murallas de Jericó no cayeron hasta que los israelitas marcharon alrededor de ellas. Pedro no caminó en el agua hasta que salió de la barca. ¿Ve la norma? La fe exige acción. Dios hace lo que a Él le toca, pero a nosotros nos corresponde hacer lo nuestro. Quiero animarlo. Mi vida no cambió por completo de la noche a la mañana. Fue y sigue siendo un proceso. Lo mismo le va a suceder a usted, así que no se sienta abrumado ni desalentado. Aunque va a ganar toda la guerra, es necesario que vaya ganando las batallas una a una.
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Veamos ahora un par de aspectos en los que usted puede ganar unas cuantas victorias de importancia. Al comenzar la mañana. Todos los corredores saben que una buena salida marca el paso para un buen final. George Mueller decía: "Lo primero que hago cada día es alegrarme en Dios". Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. —SALMO 5:3 Fije el rumbo emocional de su día a base de entrar en las bendiciones de Dios cada mañana con alabanza y acción de gradas. Decida que, con la ayuda de Dios, usted no va a caer en los antiguos modelos de negatividad que solían gobernar su vida, pase lo que pase por el camino. Decida que absolutamente nada lo va a hacer irritable, negativo o desilusionado, haciendo que se pierda las bendiciones que Dios tiene para su día. Establezca su mente, emociones y espíritu en la bondad de Dios, y no en lo que usted siente acerca de sus circunstancias. • Antes de salir de su casa. Bajo ninguna circunstancia salga de su casa de mal humor. Mantenga en el corazón la presencia de Dios. Practique la sonrisa. Es asombroso lo que pueden hacer por usted las sonrisas y las risas. El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos. -Proverbios 17:22 De hecho, la risa libera en su sistema unas hormonas llamadas endorfinas, que son las mismas que libera su cuerpo para sanar una herida y devolverle la salud. Así que hágase a usted mismo y hágale a su propio cuerpo un favor, y alégrese. • Mientras se dirige al trabajo. En California se ven unos letreros en los parachoques que dicen: "Sigue sonando la bocina, que yo estoy volviendo a cargar el revólver". Es como si esto de conducir estuviera hecho a la medida para que explote el mal humor. Conducir solía ser una de las actividades en las que más rápido me salía de mis casillas. De hecho, era tan malo, que Tiz no me dejaba poner letreros cristianos en el parachoques del auto. Por fin me dejó poner uno que decía: "Los cristianos no son perfectos; sólo son gente perdonada". Recuerdo en especial un tiempo en que estaba en mis peores momentos. Un día, Tiz y una amiga suya iban en el auto de la amiga, y pensaron que veían mi camión que se les venía encima. Sin embargo, cuando estuvieron seguras de que era yo fue cuando me vieron gritándole y agitándole furioso el puño a otro conductor. Tanto si se llega a un grado extremo, como si es sólo al grado en que "aumenta la presión arterial", no tiene sentido que dejemos que estos momentos en que conducimos a diario hagan esta clase de daño en nuestra salud, nuestro equilibrio mental y nuestra
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espiritualidad, sólo por ganar unos cuantos minutos, tómese su tiempo para oír cintas grabadas cristianas. Convierta el tiempo en que va conduciendo en un tiempo para crecer. En nuestra casa tenemos un dicho que nos ayuda a mantenernos en la perspectiva correcta: 1.
No sudes por cosas pequeñas.
2.
Todas las cosas son pequeñas.
La mayoría de la gente gasta demasiado tiempo y energía en cosas insignificantemente pequeñas. Nada vale tanto como para que lleguemos hasta el extremo más profundo de los estallidos de ira que lo sacan todo de sus proporciones debidas. Decídase a salirse del sube y baja emocional para enraizarse emocionalmente en Dios. El tiene almacenadas para usted unas cosas increíblemente buenas. Centre su tiempo y energía en la edificación de su futuro en Dios. La motivación al cambio Soy el primero en admitir que no es fácil cambiar de vida. Los cambios que necesitamos hacer para que nuestra vida sea transformada, son radicales: estamos cambiando de ser personas con una postura negativa, a ser personas con una actitud positiva basada en nuestra fe en quién es Dios, lo que sabemos que Él está haciendo, y lo que aún quiere hacer. En resumen, estamos dando un giro de ciento ochenta grados; cambiando por completo la orientación de nuestra vida. El cambio puede ser difícil, y no siempre es cómodo. Cuando se mira al cuadro entero, puede parecer sobrecogedor. Pero recuerde que Él nos está transformando de gloria en gloria; paso a paso. Se va a asombrar cuando vea con qué facilidad y rapidez llegan las victorias, una vez que comenzamos a movernos en el sentido correcto. Se lo aseguro: todo cambio positivo vale el esfuerzo que haya que hacer por lograrlo. Dios tiene muchas bendiciones increíbles por delante de usted. ¡Ya es hora de que entre en su Tierra Prometida! Nuestras palabras dan evidencia de nuestra fe, y deben reflejar los buenos propósitos que Dios tiene con respecto a nosotros. Capítulo 22 Séptimo paso: El es Dios; es nuestro Padre Hace algunos años asistí a una conferencia bíblica en la cual el orador principal predicó un mensaje titulado "Somos fango, miseria y gusanos ante los ojos de Dios". Hasta había encontrado textos de las Escrituras para probar los tres puntos. Esto me entristeció, porque tiene una importancia vital que comprendamos que Dios no nos ve de esa forma, y es igualmente importante que nosotros tampoco nos veamos así.
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Cuando es atacada nuestra autoestima, nos cuesta mucho amar a los demás y recibir amor de ellos. Romanos 12:3 nos dice que no debemos pensar sobre nosotros mismos más altamente de lo debido, sino con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. No nos debemos hinchar de orgullo, pero tampoco debemos ser inseguros y fáciles de intimidar. Dios quiere que seamos personas estables, con una imagen positiva de nosotros mismos y un respeto sano por nuestra propia persona. Quiere que sepamos y comprendamos quienes somos en Cristo. No somos los niños y las niñas de Dios, sino hombres y mujeres poderosos de Dios. Él nos hizo coherederos con Jesucristo (vea Romanos 8:17). La mayoría de nosotros traemos todas nuestras inseguridades personales a nuestra relación con Dios. Pensamos que Él lo que quiere es atraparnos, o que está esperando a que hagamos algo mal hecho para hacer caer su juicio sobre nosotros. Sin embargo, El nos ama, y lo demostró por medio de Jesús: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. -JUAN 3:16 Algunas veces, estamos convencidos de que Dios ama al mundo entero, pero no estamos tan seguros de que esté dispuesto a amar a alguien como nosotros. Nuestros problemas y fracasos nos hacen sentir condenados. Nos parece que nunca vamos a poder estar a la altura de lo que Dios espera de nosotros, y que lo más probable es que sienta repugnancia ante nuestras debilidades. Exactamente eso es lo que Satanás quiere que pensemos acerca de Dios: que Él es un capataz exigente, duro e imposible de complacer. Satanás quiere que pensemos que nunca seremos lo suficientemente buenos para que Dios nos acepte. Eso está muy lejos de la verdad, porque de hecho, somos los mismos por los que Jesús entregó su vida. Su corazón y Dios Jesús describió por completo la razón de su venida a esta tierra en la siguiente afirmación: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos. -LUCAS 4:18 Cuando los fariseos lo acusaron de andar en la compañía de gente tan metida en líos como usted y yo, Él les explicó que precisamente ésa era la gente que había venido a ayudar.
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Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. —Mateo 9:12 Cuando vamos a la consulta del médico, no vamos para decirle lo bien que nos sentimos; le decimos qué nos duele, para que él nos pueda dar el remedio. De igual manera, cuando admitimos ante Dios nuestros fallos y limitaciones, en lugar de tratar de encubrirlos, Él nos sana. Lo que quiere es que acudamos a Él en busca de ayuda: Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. —Salmo 51:17 Considero que lo más valioso de cuanto tenemos, es un corazón tierno y arrepentido ante Dios. Podremos tratar de hacer todo el bien que podamos, pero es nuestro corazón tierno y contrito el que agrada a Dios. Mientras estemos dispuestos a presentarle nuestras necesidades, El estará dispuesto a ayudarnos con ellas. En mi propia vida, siempre he tratado de estar dispuesto a admitirlo cuando he fallado, para levantarme y hacer un nuevo intento cuanto antes. A pesar de todos sus errores, David era un "hombre según el corazón de Dios". En el Salmo 51:10, oraba diciendo: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Cualesquiera que sean los errores que usted haya cometido, Dios puede crear un corazón limpio en su interior. Él no está buscando perfección. Todo lo que busca es un corazón según su propio corazón, que esté dispuesto a seguir esforzándose, y a no darse nunca por vencido. Acepte la aceptación de Dios Hace ya años, una Joven llego a nuestra iglesia y le entregó su vida a Jesús. Nosotros sabíamos que había estado en el mundo, y que estaba tomando unas cuantas decisiones muy serias con respecto a su estilo de vida. Durante meses, asistió fielmente a la iglesia, y todo parecía ir muy bien, pero Tiz y yo sentíamos que tenía sobre ella una nube de opresión que la estaba arrastrando. Me parecía que el Señor me estaba mostrando la causa de su opresión, pero aquello no parecía tener sentido. Finalmente, la llamamos para hablar y, en medio de la conversación, le pregunté si alguna vez había estado envuelta en el lesbianismo. Ella rompió a llorar, confesó que sí, y que se sentía apenada y avergonzada. Nosotros la consolamos y le dijimos: "¡Por eso tenemos un Salvador! Ninguno de nosotros llegó aquí caminando sobre el agua". En aquel momento sucedió algo poderoso. Cuando ella vio que la aceptábamos y no la condenábamos a causa de su pasado, se dio cuenta de que Dios también la aceptaba y la amaba. La opresión que había pesado tanto sobre ella quedó rota, y se fue desarrollando hasta convertirse en una poderosa mujer de Dios en nuestra iglesia.
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Yo me solía preguntar por qué Dios querría usar a alguien como yo, con mi historial de drogas y violencia. Entonces me di cuenta de que cuando la gente acude a mí con sus problemas, no hay nada que me puedan contar, de lo que no haya oído hablar, visto en otros, o experimentado por mí mismo. A causa de esto, puedo comprender quiénes son y con qué tentaciones y luchas se enfrentan. Cuando la gente ve que no la rechazo, comienza a comprender que Dios no la va a rechazar tampoco. Yo les digo: "Oiga, por eso tenemos un Salvador". Todos y cada uno de nosotros necesitamos un Salvador. No hay justo, ni aun uno. -ROMANOS .3:10 Jesús no vino para condenarnos ni para castigarnos. Vino para darnos la esperanza de que nuestra vida puede llegar a ser realmente distinta. No tenemos que vivir bajo la carga del dolor, los traumas, la vergüenza o la angustia. Todo el poder del cielo está a su disposición y a la mía, para liberarnos de cuanta cadena nos ate. Corrie ten Boom decía: "No hay hoyo tan profundo, que el amor de Dios no sea más profundo aún". Si Dios es por nosotros, _quién contra nosotros? —Romanos 8:31 Dios está de nuestra parte. Lo que Él quiere es que triunfemos todos los días, desde hoy en adelante. Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se acercará a ti. Si alguno conspirare contra ti, lo hará sin mí; el que contra ti conspirare, delante de ti caerá. Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mi vendrá, dijo Jehová. --Isaías 54:14-15, 17 Lo voy a repetir: Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Háblese la verdad a si mismo Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. —ROMANOS 10:17 Nuestra fe no se edifica tanto en lo que dicen los demás, sino en lo que nos oímos decir a nosotros mismos. Recuerde: necesitamos ese oído interior para oír lo que nos estamos diciendo acerca de Dios, de las demás personas y de nosotros mismos. Cuando usted se oye decir lo que Dios dice acerca de usted, se está edificando a sí mismo. Esto podrá parecer banal, pero lo primero que usted debería hacer cada mañana, al pasar junto al espejo, es decir en voz alta: "No eres un derrotado, sino un vencedor". No estará tratando de convencer a Dios acerca de quién es usted; se estará
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convenciendo a sí mismo. Dios ya lo ve de esa manera. Yo le enseño a nuestra gente a orar en voz alta. Cuando oramos en silencio, es demasiado fácil que nos dejemos inundar por pensamientos negativos procedentes de Satanás, pero cuando decimos en voz alta las palabras y las promesas de Dios, es imposible que los pensamientos negativos dominen a esas palabras santas. El diablo trata de adueñarse de nuestra mente a base de pensamientos negativos. Por eso, cuando él ataca, nosotros tenemos que contraatacar. Siempre nos va a sacar en cara nuestras limitaciones, fallos y debilidades. Recuerde que él sólo es el acusador de los hermanos (vea Apocalipsis 12:10). Podemos batallar contra los ataques de Satanás cuando superamos sus pensamientos con los pensamientos de Dios. ¿Se puede imaginar los pensamientos que le pasaron por la mente a Abraham cuando Dios le dijo, a sus noventa y nueve años, que se convertiría en padre de muchas naciones? (vea Génesis 17:4). Abraham y Sara tuvieron que contraatacar los pensamientos negativos con otros positivos. Dios le cambió el nombre, de Abram a Abraham, que significa "padre de muchas naciones". Y cuando Sara lo llamaba "Abraham, padre de muchas naciones", estaba llamando las cosas que no eran, como si fuesen, tal como nos dice Romanos 4:17 que hagamos. Enderécese Es crítico que nuestro concepto del amor que Dios nos tiene esté correctamente alineado con la Palabra de Dios. Cuando nos damos cuenta de lo mucho que Dios nos ama en realidad, comenzarnos a pasar de la inseguridad a la seguridad en nuestras relaciones, tanto con Él como con los demás. Cuando estamos seguros en esa relación, quedamos libres de la maldición que nos impide convertirnos en las personas que Dios quería que fuéramos cuando nos creó. También es vital que tengamos una comprensión correcta sobre quién es Dios. Muchos cristianos piensan que Dios es un duro capataz, o un padre enojado y dominante. Cuando la persona tiene una imagen negativa de su padre terrenal, le es difícil desarrollar una relación íntima con su Padre celestial, y comprender lo mucho que Él lo ama. Pero tenemos que permitir que sean las verdades de las Escrituras las que les den forma a nuestros pensamientos y a nuestra vida, y no una mala experiencia que hayamos tenido de pequeños. Cuando vivíamos en Australia, unos cuantos barcos encallaron, terminando destrozados en la playa. Aquellos barcos habían seguido con todo cuidado las boyas marcadoras del canal, pero por alguna razón desconocida, habían terminado saliéndose de su curso, y metiéndose en un problema. Después de hacer una investigación se halló que durante una fuerte tormenta, las hoyas marcadoras del canal hablan cambiado ligeramente de posición. Los barcos estaban encallando, porque sus boyas estaban en los lugares en que no debían estar. Una de las mayores revelaciones que hemos recibido jamás fue la de darnos cuenta de cuál era el significado real del Padrenuestro.
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Los discípulos habían acudido a Jesús para decirle: "Enséñanos a orar". No le estaban pidiendo que les enseñara lo mecanismos de la oración. Eran judíos que habían sido educados en los ritos de la oración desde niños, así que ya conocían la mecánica. Sin embargo, cuando Jesús oraba, era evidente que los resultados no eran los mismos que cuando ellos oraban. Cuando Jesús oraba, las tormentas se calmaban, los leprosos quedaban limpios y a los ciegos se les abrían los ojos. Cuando los discípulos oraban, no sucedía nada. Viendo la diferencia, acudieron a Él con el deseo de conocer las claves de este poder. Jesús les dijo: "Muy bien. Cuando oren, digan: 'Padre". No les dijo: "Oren diciendo: 'Rey de reyes, Señor de señores, o Ser Todopoderoso". Cuando vayan ante Dios Todopoderoso, se van a acercar a su Padre. Al igual que aquellos barcos que encallaron y naufragaron porque no tenían el alineamiento debido, muchos de nosotros naufragamos en la vida porque no hemos tenido una figura paterna correcta ante nosotros. Esto afecta a la imagen que tenemos de Dios, nuestro Padre celestial. En mis primeros quince años de servicio a Dios, yo creía realmente que Él lo que quería era atraparme en falta. Tenía miedo de que se llevara mi salud, mis hijos y mi economía para poner a prueba mi amor por Él. Mi vida comenzó a cambiar el día que comencé a pensar, hablar y actuar bajo el principio de que mi Padre celestial me amaba. Esta clave ha hecho tanto para cambiar mi vida, como mi propia salvación. Inmediatamente antes de que volviéramos a los Estados Unidos, yo estaba en un culto, observando cómo la gente se esforzaba por recibir de Dios. El me habló y me dijo: "Dile al mundo que yo soy un Dios bueno". La gente reaccionó enseguida, y se comenzaron a producir milagros. Para serle sincero, hasta ese momento yo había creído y predicado que Dios era un duro capataz. Lo diametralmente opuesto es lo cierto. Dios no es un duro capataz, sino un Padre amoroso. Por eso Jesús les dijo a sus discípulos: "Cuando oren, digan: 'Padre'". El fundamento necesario para entrar en todas las bendiciones que Dios tiene planificadas para usted consiste en comparecer ante su presencia y verlo como un amoroso Padre celestial, y no como un duro capataz. Dios, nuestro Padre, nos quiere dar su reino. De hecho, le complace hacerlo (vea Lucas 12:32). Repita esto en voz alta: "A mi padre le agrada darme su reino". No se trata de un deber o una obligación que cumple de mala gana, sino que le agrada hacerlo. Si Dios fuera un duro capataz, no estaría dispuesto ni ansioso por compartir con nosotros su reino. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. —MARCOS 10:15 Jesús no estaba hablando del reino como la "dulce vida en el cielo cuando nos muramos", sino del "reino aquí en el suelo, mientras estamos aún aquí". Entramos en toda la plenitud de cuanto Dios tiene para nosotros, cuando comparecemos ante Él llenos de confianza. Tenemos que llegarnos osadamente ante Él con la confianza de un niño pequeño que
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acude a un Padre amoroso. Su amor no tiene como condición nada que nosotros hagamos, pero podemos limitar la cantidad de amor que recibamos de Él, por no tener confianza en el hecho de que nos ama, hagamos lo que hagamos. Por eso se dice que la gracia de Dios es asombrosa. No nos la ganamos, no nos la merecemos, y es un favor procedente de Dios que nunca podremos pagar, por lo que clamamos: "Abbá, Padre: mi papá". Si, Él es Dios; sí, Él es todopoderoso, pero también es "papá". Yo comienzo todos los días diciendo: "Buenos días, Padre mío", para recordarle a mi propio espíritu que, cualquiera que sea el obstáculo al que me tenga que enfrentar en el día, al Padre le ha agradado darme su reino. ¡y nuestro papá le puede dar una buena paliza al papá de ellos en cualquier momento! Capítulo 23 Octavo paso: La obediencia; la senda hacia su Tierra Prometida Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. —Deuteronomio 28:2-7 Antes de la caída de Adán, el huerto del Edén estaba lleno de bendiciones. Era un lugar repleto de salud, abundancia y gozo. Después de que Adán pecara, y la humanidad cayera de la gracia, apareció la maldición. La sangre de Jesús es la clave del poder y las bendiciones de la Biblia, porque gracias a esa sangre derramada por Él, nosotros podemos obedecer la voz del Señor. La Biblia dice en Gálatas 3:13: Cristo nos redimió de la maldición de la ley. La gente entiende mal con frecuencia este versículo, pensando que significa que ya no nos hallamos bajo ninguna restricción. Un joven se me acercó para hablarme de un problema por el que estaba pasando. Entonces me dijo: "Bueno, mi amiga..." Yo le interrumpí: "¿Quiere usted decir que la mujer con la que usted se acuesta no es su esposa?" Él me dijo: "Así es". Yo le contesté: "Usted necesita hacer una de estas dos cosas: Separarse o casarse. Si está durmiendo con alguien que no tiene su anillo en el dedo, y al cual no le ha hecho un voto ante Dios, usted se halla en un error, y en desobediencia a Dios". El que los cristianos estemos libres de la maldición de la Ley no significa que estemos libres de la obligación de llevar una vida moral y santa. Hay cosas que los cristianos no debemos hacer.
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Si usted cae, o peca, se puede acercar a Dios para pedirle que le perdone. No le puede decir: "De paso, Dios mío, perdóname, porque lo voy a volver a hacer". El perdón viene cuando usted se arrepiente, y quiere realmente llevar una vida nueva. A la mujer atrapada en adulterio, Jesús le dijo: "Mujer, ¿dónde están los que te acusan?" Ella le dijo: "No queda ninguno, Señor". Entonces Jesús le respondió: "Tampoco yo te acuso. Vete y no peques más". No le dijo: "Peca un poquito menos", o "Trata de portarte mejor". Lo que le dijo fue: "Vete y no peques más" (vea Juan 8:3-11). Los llamados y los escogidos Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos. -MATEO 20:16 Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. —2 Crónicas 16:9 Son muchos los llamados, porque Dios pone su amor, su poder y su unción a la disposición de todos. Él llama a todos a nacer de nuevo y ser bendecidos por el poder de su sangre. Quiere que todos sean salvos y lleven una vida de bendición. No obstante, son sólo unos pocos los que responden. ¿Por qué? Son pocos los que se convierten en escogidos, porque la mayoría de los cristianos no obedecen la voz de Dios cuando los llama o les habla acerca de algún aspecto de su vida. Permítame darle un fundamento que creo que le va a abrir los ojos para que comprenda. En Juan 15:15, Jesús dice: Vosotros sois mis amigos, si... Sabemos que no está hablando de la salvación, porque la salvación no viene de las obras. Es incondicional, y viene por gracia, para que nadie se gloríe (vea Efesios 2:8-9). Jesús está hablando de que pasemos de ser alguien más dentro de los muchos salvos, a ser llamados para formar parte del grupo de los pocos escogidos. Está hablando de pasar de ser sus siervos, a convertirnos en amigos suyos. Es muy importante que nos convirtamos en amigos de Jesús. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. -Juan 15:14-16
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Jesús no exagera, pero afirma que cuanto le pidamos a su Padre —sanidad, economía, unción, salvación, edificios, propiedades, la salvación de los hijos—, Él nos lo dará. No obstante, muchos cristianos dicen: "Pastor, mis oraciones no están obteniendo respuestas". Tal vez Dios no pueda responder a sus oraciones, porque usted no lo está obedeciendo. Algunas veces, es así de sencillo. En un reino, todo el mundo es siervo. Desde la reina hasta el último, todos sirven al rey. Por eso, la reina Ester, cuando iba a presentarse ante su esposo a favor del pueblo hebreo, dijo: "Tal vez me cueste la vida", porque ella también estaba sometida al rey, para servirlo en sus propósitos (vea Ester 4:16). Pero Jesús dice: "Si me obedeces, y si haces lo que yo te diga, entonces serás mi amigo". Él nos habla de muchas formas: por medio de la Palabra, de un sermón, y a través de esa vocecita interior. Y no se limita a decirnos que no fumemos, no digamos malas palabras, no masquemos tabaco ni salgamos con los que lo hacen; nos dice que le obedezcamos en todos los aspectos de nuestra vida. Obedecer es más que creer Si obedecemos lo que Jesús nos dice que hagamos, entonces somos sus amigos. Eso significa que ahora tenemos una autoridad igual a la de Jesucristo. Él nos dijo: De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Mateo 18:18 En una ocasión en que caminaba con sus discípulos, Jesús les preguntó: "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" Ellos le contestaron que algunos decían que era Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que tal vez fuera Jeremías. Entonces les hizo otra pregunta: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy?" La respuesta de Pedro fue: "Tú eres el Cristo; tú eres el Ungido de Dios". En otras palabras: "Tú eres Aquél a quien debemos obedecer. Tú eres Aquél a quien debemos seguir". Entonces Jesús le contestó a Pedro: "Pedro, te doy las llaves del reino, y cuanto atares en la tierra, es atado en el cielo, y cuanto desatares en la tierra, es desatado en el cielo" (vea Mateo 16:13-19). No todos los cristianos tienen las llaves del reino. Todos los cristianos tienen derecho a esas llaves, pero sinceramente, muchos de nosotros andamos por ahí atando y desatando, pero nada queda atado ni desatado. Yo creo que la razón de esto es que las llaves no se les dan automáticamente a los que nacen de nuevo. Sólo se les dan a aquéllos en quienes Dios confía, porque sabe que le van a obedecer. ¿Por qué los cristianos no obedecen a Dios? Si yo le pregunto a un creyente: "¿Cree usted que la Palabra de Dios es verdadera?", él me diría: "Sí". Y si le preguntara: "Además de creer que la Palabra de Dios es verdadera, ¿la obedece también?", ¿cuál sería su respuesta? Una cosa es creer en Dios, y otra obedecerlo. Sabemos que la Biblia les indica a los esposos que amen a su esposa, y a las esposas que obedezcan a su marido. Sabemos que la Biblia dice que la murmuración y la
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calumnia son pecados. Sabemos que la Biblia dice que recordemos el día de reposo para mantenerlo santo. Sabemos que la Biblia dice que demos diezmos y ofrendas según nos guía el Espíritu Santo. Pero cuando pasa por delante de usted el plato de la ofrenda, ¿obedece a Dios, o le roba? Dios no necesita su dinero; al fin y al cabo, sus calles están pavimentadas con oro. Pero sí está buscando su obediencia. ¿Por qué? Porque está buscando alguien en quien puede depender; alguien que quiera obedecer su Palabra. La Iglesia está repleta de gente que es salva, pero no lo está de gente que obedezca a Dios. El tiene una multitud de bendiciones para cada uno de nosotros. Cuando nos habla en su vocecita interior, nosotros escogemos entre obedecer o desobedecer. Cuando nos dice: "No murmures", el diablo no puede venir a tomar posesión de nuestros labios para que hablen mal de alguien. Somos nosotros los que decidimos edificar o echar abajo con nuestras palabras. Somos nosotros los que decidimos obedecer los mandamientos de Dios, o no. Su obediencia y la confianza de Dios Dios no necesita más que nuestra obediencia. Esa obediencia es otra de las claves para vencer la ira... para que sus hijos que no son salvos lo lleguen a ser... para que haya bendición en su matrimonio... para recibir bendiciones económicas... para tener una relación maravillosa y vibrante con Dios. Cuando obedecemos, pasamos de ser simplemente unos llamados comunes y corrientes, a ser los escogidos de Dios. Una de las razones por las que no obedecemos a Dios, es porque pensamos que somos más listos que Él. Nos dice que hagamos algo, y le respondemos: "Si, Dios, pero... ¿sabes lo que yo creo?" Francamente, ¿creemos que Dios está en el cielo diciendo?: "¿Sabes una cosa? Nunca se me había ocurrido eso. En tu caso, las cosas son diferentes" No; las cosas no son diferentes para nadie. No hay excepciones. Es lo mismo para todos y cada uno de nosotros. Lo tenemos que obedecer, sin que importe lo que pensemos o sintamos. En la sociedad de hoy se adiestra a las personas para que sean pensadores independientes y de fuertes opiniones. Por eso hay tanta gente a la que le cuesta mucho vivir por fe. Cuando uno se acerca a Dios, tiene que creer que hace dos mil años, un hombre murió en la cruz por su pecado, y tiene que decir: "Lo recibo como Salvador, y voy a ir al cielo". Nunca ha visto el cielo, ni le han presentado a Jesús. Por eso tiene que recibirlo por fe, y no por vista. La Biblia dice que, a menos que se le acerque como un niño pequeño, no podrá ver el reino de Dios (vea Lucas 18:17). Otra de las razones por las que no obedecemos a Dios, es que pensamos que es un duro capataz, a pesar de que es un Dios bueno. El no se dedica a quitar, sino a dar. Nuestro Dios nos ha prometido vida, y vida en abundancia (vea Juan 10:10). Podemos poner nuestra confianza en Él. ¿Recuerda la vieja película Los Diez Mandamientos? Cuando Dios le dio a Moisés la lista de los "No harás", su voz sonaba airada y molesta en la película. Así es como yo siempre había pensado acerca de lo que Dios estaba diciendo. “¡O me obedeces, o te va a ir mal!"
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Pero un día, oí decir que Él era un Dios bueno, que era mi Padre, y vi los Diez Mandamientos bajo otra luz. Lo que estaba diciendo era: "Hijo, no tienes que robar, porque yo soy tu Padre. Yo soy el dueño de todo. Quiero que tengas cuanto necesites o anheles. No cometas adulterio. Yo tengo un camino mejor para ti. Te voy a dar una esposa a la que vas a amar, y ella te va a amar a ti. No necesitas de ningún otro dios. Yo soy el camino, la verdad y la vida". Ahora veo que Dios nos dice que lo obedezcamos, porque siempre tiene cosas buenas preparadas para nosotros. Los Diez Mandamientos no existen para ponernos límites, sino para liberar en nosotros todas las bendiciones de nuestro Padre celestial. Y para recibir sus bendiciones, es necesario que lo obedezcamos, únicamente porque Él nos dice que lo hagamos. Algunas veces yo me acercaba a mis hijos, sobre todo cuando eran pequeños, y les decía: "Vengan, suban al auto, que vamos a la iglesia". Ellos no me decían: "Papá, ¿hay suficiente gasolina en el auto? Y los neumáticos, ¿están bien inflados?" No; se subían al auto, porque su papá les decía que iban para la iglesia. Así como los niños confían en sus padres, nosotros también debemos confiar en nuestro Padre celestial. Le aseguro que Él es mucho más listo que cualquiera de nosotros. Al principio de ser salvo, recuerdo haber leído en las Escrituras: El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mi, la hallará (Mateo 10:39). Yo estaba luchando para aprender quién es Dios, y saber con certeza que podía confiar de veras en Él. Este texto bíblico me ayudó a comprender que si me aferro aciertas cosas que considero importantes, es posible que pierda otras cosas realmente increíbles que Dios tiene para mí. Pero si las suelto, confío en Dios y le obedezco, Él me va a dar mucho más de lo que yo habría creído posible. Para liberarnos de las maldiciones y caminar en esa libertad, necesitamos aprender a caminar en obediencia a los caminos de Dios. No tenemos que ser perfectos, ni sin errores, pero sí es necesario que nuestro corazón esté sometido a Dios y que Él lo pueda moldear. Necesitamos seguir adelante en las cosas de Dios todos los días de nuestra vida. Las decisiones de hoy deciden nuestro mañana. Hay un milagro al otro lado de su obediencia. Tome la decisión de escoger el camino de Dios, y ponga una confianza absoluta en Él en cuanto a todos los aspectos de su vida. ¿Cuáles van a ser los resultados? Se va a asombrar de esos resultados: una paz sobrenatural que el mundo no puede ofrecer, una sabiduría que el dinero no puede comprar, y una libertad que ningún ser humano puede dar. Conclusión Hoy es el día para que usted pase de ser uno de los muchos llamados a convertirse en uno de los escogidos, los que ven la plenitud de las bendiciones y el gozo de Dios. Hoy usted puede pasar de ser uno de los que sólo escuchan la Palabra de Dios, a ser de aquéllos que comprenden y reciben las bendiciones de Dios. Hoy usted puede pasar de
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ser uno de los que sólo oyen hablar de los milagros, a uno de los que realmente los experimentan. El simple hecho de tener una Biblia en su casa no es el que lo va a transformar. La Palabra de Dios de Dios no va a hacer nada a favor de usted, hasta que pase de su cabeza a su corazón. En su condición de hijo de Dios, usted tiene acceso directo al salón del trono de Dios. Ahora tiene la Palabra de Dios de Dios y todo su poder a su disposición en todo tiempo. Ya no tiene que vivir bajo una maldición generacional de muerte y destrucción, porque el Espíritu da vida (vea 2 Corintios 3:6). Una vez que haya sido rota la maldición generacional en su vida, se debe llenar la mente y el espíritu con la Palabra de Dios. Debe reemplazar sus antiguos patrones y hábitos de pensamiento con otros que sean santos. ¿Cómo hacemos que los pensamientos de Dios se vuelvan nuestros? Por medio de la renovación de nuestra mente con su Palabra. Cuando leemos y meditamos la Palabra de Dios, entramos en su destino, y se liberan sus promesas en nuestra vida. La mente tiene el principal control de la vida y el destino de la persona. Cuando cambiamos de manera de pensar, comenzamos a actuar de forma distinta. La mente es la cabeza de playa de la pobreza, o de la prosperidad. La mente es la cabeza de playa de la enfermedad o la salud. La mente es la cabeza de playa de la obediencia a nuestro hombre espiritual, o de la desobediencia a él. La mente del cristiano se debe renovar a diario. Nuestras acciones siguen a nuestros pensamientos, y nuestros pensamientos deben seguir al Espíritu de Dios. Nuestra conducta cambia cuando cambia nuestra forma de pensar. La única forma de que cambiemos nuestro destino, es que cambiemos de forma de pensar. Y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. —Efesios 4:23-24 Escúcheme atentamente. Una vez que usted haya roto la cadena de las maldiciones generacionales, su vida entrará en un continuo proceso de cambio. No se desaliente si tropieza: levántese y siga andando. Es una transformación continua. Nuestras acciones van a ser guiadas por la transformación de nuestra vida que se produce al renovarse nuestra mente por medio del Espíritu. La forma en que pasamos de la ira al amor, es la renovación de la mente. La forma en que pasamos de la tristeza a la felicidad, es la renovación de la mente. La forma en que pasamos de estar siempre pobres a estar siempre bendecidos, es la renovación de la mente. La forma en que pasamos de la derrota a la victoria, es la renovación de la mente. Y esa renovación es un proceso. Nuestro potencial no está limitado por lo que hayamos experimentado. Muchos creen que sólo pueden llegar hasta cierto límite en la vida, porque han fallado muchas veces. Pero hay una transformación que se produce cuando nuestra mente es renovada. Es una
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metamorfosis espiritual. Cuando pensamos correctamente, nuestras palabras son las correctas; cuando nuestras palabras son las correctas, nuestras acciones también son correctas. Nuestro potencial se multiplica centenares de veces, más allá de lo que nosotros podríamos pensar, pero esto se produce a través de una metamorfosis en la que el Espíritu de Dios nos cambia a base de renovarnos la mente. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. -ROMANOS 12:2 Nosotros tenernos la capacidad de cambiar nuestras ideas y fuerzas tan limitadas, por las ilimitadas ideas y fuerzas de Dios. Podemos cambiar nuestro ámbito natural tan limitado, por su ilimitado ámbito sobrenatural. Los principios que he compartido con usted en este libro no son una serie de cosas que he leído en algún lugar. Son verdades que han transformado mi vida, y también pueden transformar la suya. He oído decir que el tatuaje que más se está vendiendo hoy en los Estados Unidos dice: "Nacido para perder". No puedo comprender por qué alguien vaya a querer tatuarse eso permanentemente en el cuerpo, pero más angustioso es todavía que son multitud los que se han tatuado ese mismo mensaje en el corazón. Sin Jesucristo, mi propia vida iba destinada al fracaso, pero por medio del poder de resurrección de Dios, me convertí en alguien destinado a triunfar. Las claves que aprendí y puse en práctica han lanzado mi vida a un gozo y unas bendiciones que nunca soñé posibles. Mi matrimonio, mi familia, mi ministerio y mi prosperidad económica son testimonio de la asombrosa gracia de Dios. Le digo esto sólo para jactarme en el Señor y para decirle que Él no hace acepción de personas. Lo que ha hecho por mí, está dispuesto a hacerlo por usted también (vea Hechos 10:34). Dios me llevó a un punto de mi vida en el que supe dónde quería ir, y después me mostró los pasos que tenía que dar para llegar allí. ¿Se halla usted en ese momento de su vida? Recuerde que el Señor tiene un increíble destino planificado para usted. Tome hoy la decisión de entrar en todo lo que Él le tiene preparado. No permita que nada se interponga en su camino. Usted no nació para perder. Nació para triunfar, y nació de nuevo para vencer al enemigo. Confíe hoy en que Dios lo va a ayudar a serle fiel a su Palabra. Confíe en que Él lo va a ayudar a superar sus adicciones y limitaciones por medio del poder del Espíritu Santo. Obedézcalo con cada aliento que tome, y en cada movimiento que haga. Al escoger el camino de Dios, usted está escogiendo LA VICTORIA. Ya es hora de que usted crea en el Dios que cree en usted. Acerca del autor
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Larry Huch es el fundador y pastor general del Centro Cristiano New Beginnings, en Portland, estado de Oregon, una iglesia que les ministra a más de cinco mil personas en el momento de escribirse esta obra. Durante los últimos veinte años, ha fundado junto con su esposa Tiz seis iglesias en los Estados Unidos y en Australia. El éxito de estas iglesias se debe a su entusiasmo y amor por la gente., su compromiso personal con el evangelismo y sus enseñanzas excelentes y eficaces. Ayudan realmente a los creyentes a triunfar y sentirse realizados en todos los aspectos de su vida. Una de las características distintivas de su iglesia es su diversidad racial y económica. New Beginnings es un desafío al viejo adagio de que “las once de la mañana del sábado es la hora más segregada de la semana en los Estados Unidos". El mensaje del pastor Larry declara valientemente que Dios es un Dios bueno, y que su amor por todas las personas las puede transformar, cualquiera que haya sido su pasado. Este mensaje es llevado al mundo por medio de su programa de televisión Called to Conquer ("Llamados a vencer"), que es presentado en muchas estaciones y llega a millones de hogares con este poderoso mensaje. También organizan una Conferencia Mundial de Líderes todos los años a fin de llenar de poder a los ministerios con este mismo mensaje tan dinámico, de manera que los ministros lo puedan llevar de vuelta a su propia ciudad. El testimonio personal del pastor Larry, quien salió; de una vida de adicción a las drogas, delitos y violencia por medio del poder salvador de Jesucristo, sólo es parte del impacto que causa su ministerio. Su testimonio sobre la forma en que Jesús lo libero de la maldición generacional de la ira es una poderosa ilustración de su enseñanza sobre la forma en que las iniquidades de los padres pasan de una generación a la siguiente. Son muchas las personas que reciben liberación y permanecen libres gracias a este mensaje transformador. El pastor Larry y su esposa Tiz son los felices padres de tres hijos maravillosos (y un estupendo yerno), activos todos en el ministerio.
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