Levinas. Diálogo sobre pensar en el otro. En Entre nosotros, ensayos para pensar en otro

March 21, 2017 | Author: Lucía Feuillet | Category: N/A
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ENTRE NOSOTROS Ensayos para pensar en otro

Emmanuel Levinas

PRE-TEXTOS

DIÁLOGO

SOBRE EL PENSAR-EN-OTRO

'-Como es sabido, la dimensión ética es central en su pensamiento, y esta dimensión se inscribe en el cara a cara con otro. Pero, ¿podemos contentarnos con un discurso abstracto acerca de la ética cuando la situación dual que usted privilegia, en la que son posibles el perdón, el olvido y el darse a sí mismo, no es la situación social real? En resumen, ¿no nos arriesgamos de ese modo a pedirle demasiado a la ética? -No nos dejemos impresionar por la falsa madurez de los modernos, que no encuentran lugar para la ética -denunciada bajo el nombre de moralismoen un discurso racional. No nos inquietemos tampoco por la importancia que ha llegado a tener en una reflexión el carácter extra-ordinario de la ética sin damos cuenta del sentido expresado en este abandono del orden establecido de la realidad. La realidad -los seres-, de eso se trata. Pero la palabra ser tiene una forma verbal que debería significar en principio un hacer o una historia. En efecto, la forma verbal de la palabra ser no expresa sustantivos, expresa el advenimiento, el hecho mismo o el acontecimiento de ser; dice que en el ser nos jugamos ser, conservarnos, que hay en él una obstinación y un esfuerzo por ser, como si en el hecho de ser resonase de algún modo, de forma amenazadora, una especie de inolvidable primacía del no-ser contra la que el ser habría de luchar. Hay por ello, en el ser en cuanto vida, una contracción sobre sí mismo, un para-sí, un -instinto de conservaciónque está ya en lucha por la vida y, en el ser pensante, hay una voluntad de ser, un interés, un egoísmo. Podríamos preguntamos si acaso la materialidad de la materia, en sus «confines» últimos, en la solidez del átomo de 249

la que hablan los físicos, no es análoga a la interioridad del puro ser sin ética (o anterior a ella), absorto en su conatus essendi a modo de yo-substancia, análogo a la solidez de los sólidos, a la dureza de lo duro que es ya una metáfora de la crueldad del cruel en la lucha por la vida y en el egoísmo de las guerras: ¡tentación permanente de una metafísica materialista! La ética, la solicitud dirigida al ser de quien es diferente de mí mismo, la no indiferencia a la muerte de otro y, por tanto, la posibilidad de morir por otro, la oportunidad de la santidad, sería la distensión correspondiente a esa contracción ontológica expresada por el verbo ser, el des-interés que quiebra la obstinación de ser, que inaugura el orden de lo humano, de la gracia y del sacrificio. Esta inversión humana del en-sí y del para-sí, del -cada cual para sí mismo» en un yo ético, en la prioridad del para-otro, esta sustitución del para-sí de la obstinación ontológica por un yo que en tal caso es sin duda único, pero único por su elección de una responsabilidad respecto de otro hombre -irrecusable e intransferible-, esta inversión radical se produce en lo que llamamos encuentro con el rostro del otro. Tras la compostura que se da -o que soportaen su aparecer, me invoca y me ordena desde el fondo de su desnudez indefensa, de su miseria y de su mortalidad. En la relación personal del yo con otro, el -acontecirnientoético -caridad y misericordia, generosidad y obedienciaconduce más allá o eleva por encima del ser. ¿Qué sucede con la humanidad en su multiplicidad? ¿Qué decir del que está al lado del otro, del tercero y, con él, de todos los demás? ¿Puede esta responsabilidad frente a otro que me hace frente, puede esta respuesta al rostro del prójimo ignorar al tercero que también es mi prójimo? ¿ o me incumbe también él? En una espiritualidad que yo defino por esta responsabilidad respecto de otro -para la que el yo ha sido elegido o a la que ha sido condenado, invocado a responder de otro (lo que quizás es ya incluso misericordia y caridad)-, es preciso también comparar; comparar a los incomparables, a los únicos. No se trata de una vuelta al «para-si- de cada cual, se trata de que hay que juzgar a los demás. En el encuentro con el rostro no había que juzgar: el otro, el único, no soporta juicio alguno, se antepone de entrada a mí, estoy obligado para con él. El juicio y la justicia se hacen necesarios cuando aparece un tercero. En el propio nombre de los deberes absolutos para con el prójimo es preciso un cierto abandono de la obligación que el otro me exige. Tal es el problema de un nuevo orden, para

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lo que hacen falta instituciones y política, todo el armazón del Estado, Pero de un Estado liberal: siempre preocupado por su retraso en la obediencia al rostro del otro, Estado liberal -categoría constitutiva del Estadoque no es en absoluto una posibilidad empírica contingente; un Estado que admite, más allá de sus instituciones, una legitimidad incluso transpolítica de la búsqueda y la defensa de los derechos humanos, Un estado que se extiende más allá del Estado, Más allá de la justicia: exigencia imperiosa de todo aquello que debe añadirse a sus necesarios rigores, y que procede de la unicidad humana de cada uno de sus ciudadanos reunidos como nación, que procede de recursos que no son deducibles de y que son irreductibles a las generalidades de una legislación, Los recursos de la caridad que no tienen por qué desaparecer en la estructura política de las instituciones: la inspiración religiosa o el espíritu profético del hombre,

-El yo, en cuanto sujeto de la ética, es responsable de todo y de todos, su responsabilidad es infinita, ¿No implica ello decir que esta situación es insufrible para el propio sujeto tanto como para el otro, a quien me arriesgo a aterrorizar con mi uotuntart. mo ético? ¿¡~~ se deriva de ello una impotencia de la ética en su voluntad de hacer el bien? -No sé si esa situación es insufrible, o es lo que llamaríamos agradable, sin duda, no es placentera, pero es el bien, Lo importante -puedo sostenerlo sin ser yo mismo un santo, y no me tengo por tal- es poder decir que el hombre que es verdaderamente hombre, en el sentido europeo del término, procedente de los griegos y de la Biblia, es el hombre que comprende la santidad como valor último, como valor inatacable, Sin duda es difícil predicar todo esto, no resulta ya muy popular el hecho de predicar, del que se ríe la sociedad evolucionada,

-Frente a lo que usted llama -la extravagante generosidad del paraotro-, ¿'no es la política, y en un sentido más preciso el derecho, el único medio de instituir la sociedad? Por otra parte, ¿'no es una de las lecciones políticas del Talmud esta necesidad de la Ley, esta limitación de un derecho infinito? -No me he opuesto al derecho ni a la política, incluso he intentado deducir su necesidad -y he mostrado también sus límites éti251

como te'mía Tocquevi'fié? ¿no es \la 19w¡t &a.

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-Para Tocqueville la sociedad es, sin duda, un mal necesario, y tiene de ella una visión de aristócrata, ¡Pero no podemos desear que existan pobres para garantizar su lugar a la caridad! El igualitarismo es ciertamente una concepción de la justicia, ¿Es suficiente la democracia? Ricoeur, en Le Monde, hablando de las recientes elecciones inglesas, manifiesta su desolación por el hecho de que, en Inglaterra, una mayoría de personas que tiene todo lo que necesita vota como propietaria mientras nadie se ocupa de los pobres, Ricoeur ve ahí uno de los peligros de la democracia: la exclusión perpetua de una minoría que aún existe,

-¿Hasta qué punto puede la política conservar el -encanto éticoo, al contrario, destruir el -desinterés-? ¿Puede el derecho ser una realización de la relación ética? -Sí, cuando es completamente moral. .. He hablado hace un momento del Estado liberal: ¿no significa tal cosa un permanente retorno al derecho mismo, una reflexión crítica acerca del derecho político que no es una ley de hecho? Los juristas que fundan tal reflexión son sin duda morales en alto grado. El hombre que presidía el proceso contra Barbie es un ser moral, pero sólo aplica el derecho establecido, Pero el Estado liberal es también un Estado capaz de ponerse a sí mismo en cuestión, No tengo conocimiento de los aspectos más o menos té nicos de la vida y el devenir de la judicatura, Mi problema consiste en preguntarse: ¿cómo conciliar lo que yo llamo la exigencia ética infinita del rostro con el que me encuentro, disimulado por su aparecer, con el aparecer del otro como individuo y como objeto? ¿Cómo proceder a esta comparación de los incomparables sin alienar los rostros? Porque .los seres no se comparan como rostros sino como ciudadanos, como individuos, como una multiplicidad en un género, no como -unicidades-,

-El

otro es único en su rostro, por ello es incomparable",

-Cuando hablo de unicidad, me refiero también a la alteridad del otro: el único es el otro en sentido eminente, no pertenece a un

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género o no está en su género. Hay un antiguo texto talmúdico que siempre me ha impresionado: Dios es extraordinario en todo lo que hace. En efecto, los Estados usan un molde para imprimir moneda. Con un único molde fabrican muchas piezas semejantes. Con el molde que imprime su imagen, Dios es capaz de crear una multiplicidad disímil: los yoes, únicos en su género. Un rabino lituano del siglo XVIII, Rabbi Haim de Volozine, concluye de ello que cada uno -cada hombre único en el mundoes responsable del universo entero. Con ello quiere probablemente sugerir también que, más allá del derecho -y toda vez que el derecho es respetado en todo su rigor-, la misericordia de cada cual contiene recursos infinitos, no deducibles, imprevisibles: los poderes del único.

-El profesor Y. Leibouite insistía recientemente en el error que cometería Israel si pretendiese otorgar un valor mesiánico a la realización histórica del Estado del pueblo judío. ¿Comparte usted ese juicio? -El profesor Leibovitz representa el pensamiento estrictamente ortodoxo, para el que el judaísmo consiste en el cumplimiento de los mandatos de la Tara. Se opone al sionismo como forma puramente política en la que tal cumplimiento se realizaría y mediante la cual se podría esperar el cumplimiento del destino de Israel. Según Leibovitz tal visión contendría un error teológico fundamental. Para Leibovitz, el problema judío seguiría siendo un problema sobrenatural: hemos de tomar literalmente la promesa del Mesías, la escatología no es política. El descendiente de David reunirá la dispersión de Israel, pondrá fin a la opresión y transformará el mundo. Mi posición es diferente. Auschwitz fue una crisis profunda que concierne a la propia relación del hombre con Dios; se plantea ahí el problema mismo de la promesa. ¿Se es fiel a la Tara siendo fiel a la promesa? ¿No hemos de seguir siendo fieles a sus enseñanzas incluso aunque no haya promesa alguna? Es preciso querer ser judío sin que la promesa hecha a Israel sea la razón de esa fidelidad. El judaísmo es válido no por el -happy end- de su historia, sino por la fidelidad de esta historia a las enseñanzas de la Tara. Se trata de una historia que es -como siempre fueuna Pasión de fidelidad. Una historia que sigue siendo Pasión tras la resurrección aún no perdonada del Estado de Israel. Pero es una historia que no puede atravesar nuestra época ni dar testimonio de su verdad si no se dan, en

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algún lugar, las condiciones políticas pertinentes. Por ello es importante hoy el Estado de Israel para la Tara de Israel y de cara a su significación para todos los hombres.

(Declaraciones recogidas por [oél Doutreleau y Pierre Zalio)

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