La Real Academia Española no aprueba el uso del lenguaje inclusivo, por considerarlo
innecesario y ajeno a la morfología del español. La RAE refiere que el masculino gramatical ya cumple esa función como termino no marcado de la oposición de género.
El lenguaje inclusivo pretende modificar el idioma en su totalidad y cambiar una gran
mayoría de los sustantivos, pronombres y adjetivos, como mínimo. Esto implica una transformación de miles de palabras que se utilizan a diario. Un cambio así, más allá de ser increíblemente complejo, es completamente artificial y va en contra de esta tendencia natural hacia la simplificación. El actual modelo binario de géneros con un masculino genérico es algo que ocurrió naturalmente a lo largo de los siglos en los que se desarrolló el idioma español y no se dio a causa de una preferencia premeditada por el género masculino.
Es el concepto del género neutro el que nos lleva al segundo problema base del
lenguaje inclusivo: el de su efecto. La idea de que existe una preferencia por un género masculino sobre el femenino, y que es esta la raíz del machismo y la discriminación en la sociedad, ignora una realidad clave. El género en un idioma no está ligado a qué tan machista o discriminatoria es la cultura o sociedad que lo habla; el machismo es una desgracia global totalmente independiente del lenguaje.
Mi oposición al lenguaje inclusivo no es a causa de un puramente lingüístico, sino
porque no se trata de una solución real, real, el uso del lenguaje inclusivo no hará que le dejen de preguntar a mujeres en entrevistas de trabajo si planean quedar embarazadas”; el lenguaje inclusivo que hace mucho ruido pero no soluciona nada
porque no ataca la raíz del problema.
Para acabar con el machismo, con la discriminación, se necesita una educación
fuertemente enfocada en valores como la conciencia social, la tolerancia, el respeto y la igualdad. La lucha por el lenguaje inclusivo puede ser una causa noble, bien intencionada, pero ante ojos que ven con urgencia la necesidad de acabar con el machismo, con la desigualdad de género y con la discriminación, es un esfuerzo que aporta poco y distrae de los verdaderos problemas.
a tener conciencia de cómo empleamos el idioma y cambiemos la forma Empecemos en que usamos las palabras, en lugar de pretender cambiar las palabras en sí. Es entonces que veremos un verdadero cambio en la sociedad.
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