Lefebvre, G. - El Gran Pánico de 1789. La Revolución Francesa y Los Campesinos

September 18, 2017 | Author: padiernacero54 | Category: France, French Revolution, Agriculture, Poverty, Poverty & Homelessness
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Descripción: Lefebvre, G. - El Gran Pánico de 1789. La Revolución Francesa y Los Campesinos...

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Georges Lefebvre

E L GRAN PANICO DE 1789 La Revolución Francesa y los campesinos

% ■ediciones PATEOS Buenos A»ri?s M ¿x>co

-

Titulo original: La grande peur de 1789 Publicado en francés por Centre de Documcntation Universitaire Société d'Editíon d'Enseignement Supérieur Réunis, París Traducción de María Hiena Vela R íos

Cubierta de Julio Vivas i.* reimpresión en España, 1986

a de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós, SAICF; Defensa, 599; Buenos Aires. © de esta edición, . Ediciones Paidós Ibérica, S. A.; Mariano Cubi, 92; 08021 Barcelona. ISBN: 84-7509-376-0 Depósito legal: B-7.332/1986 Impreso en Romanyá/Valls; Verdaguer, 1; CapeÚades (Barcelona) Impreso en Espada - Printed in Spain

INDICE Prefacio 1. I. II.

E l campo en 1789

E l hambre

11

Los vagabundos

20

III. Los motines

34

IV. Los comienzos de la revolución y las primeras sublevaciones campesinas

48

V. Los comienzos del armamento popular y los primeros "pánicos”

66

2,

E l “complot aristocrático"

VI. París y la idea de complot VII.

La propagación de las noticias

81 98

V III.

La reacción de la provincia contra el “com­ plot”. Las ciudades 104

IX.

La reacción de la provincia contra el “com­ plot”. Las campañas 127

X. Las sublevaciones campesinas

141

XI. El temor ante los saqueadores

.174

3.

E l gran pánico

XII. Los caracteres del gran pinico

191

XIII. Los pánicos primitivos

200

XIV. La propagación de los pánicos

207

XV.

Los pánicos del anuncio

XV í. Los relevos XViL Las corrientes del gran pánico XVIII, Los pánicos ulLeríores XÍX. Las consecuencias del gran pánico Conclusión Apéndice Addendum

Bibliografía

PREFACIO El gran pánico de 1789 es un acontecimiento asombroso, cuyo aspecto exterior ha sido descripto a menudo, pero sobre cuyas causas jamás se realizó una investigación a fondo. Ante sus desconcertados contemporáneos aparecía como un misterio. Quie­ nes querían improvisar a la fuerza una explicación, lo atribuyeron a un complot que, según cuáles fue­ ran sus opiniones, tenía como inspiradores a la aristocracia o a los revolucionarios. Como estos úl­ timos resultaron beneficiados, sólo la segunda hipóte­ sis tuvo —y tiene todavía - sus partidarios. Taine, que tenía el sentido de la historia social, discernió al­ gunos de los hechos que provocaron el miedo, pero los utilizó únicamente para explicar las revueltas populares. Historiadores de gran mérito se ocuparon del gran pánico —Conard lo estudió en el Delfiuado, Picktord en Turena y Pro venza, Chaudron en Cham­ paña meridional, Dubreuil en Evreux—, pero. se. dedicaron a describir su marcha y..sus efectos más . que a estudiar sus orígenes. Lo que se justifica, porque en realidad en la mayoría de las regiones1 el miedo se introdujo desde afuera. Remontar "en cambio la corriente hasta su fuente" sería otra tarea y alejaría de su tema al autor de una monografía. Disponemos de pocos de esos trabajos parciales, realizados metódicamente, y ccn cierta razón cabría decir que todavía no ha llegado el momento de efectuar un estudio de conjunto. Sin embargo-, po­ dernos objetar que no es inútil hacer un balance,

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y que al señalar los problemas no resueltos y al su­ gerir soluciones podemos suscitar y orientar nuevas investigaciones. Por lo menos, ésta es mi opinión. No obstante, las lagunas eran demasiado grandes como para que yo pudiera limitarme a utilizar los trabajos y documentos dispersos ya publicados. Por eso aparecerán aquí algunos hechos nuevos que han surgido de las investigaciones que desde hace doce años vengo realizando en numerosos archivos, na­ cionales, departamentales y comunales, en los de los ministerios de Guerra y Relaciones Exteriores, así como en la .Biblioteca Nacional y en algunas bibliotecas provinciales; los fondos de archivo to­ davía no están clasificados, los documentas conti­ núan dispersos, la Biblioteca Nacional no posee —ni mucho menos —todas las historias locales, y mis in­ vestigaciones han sido limitadas, como es fácil ima­ ginar. De modo que, con toda seguridad, quedan muchos hechos por descubrir. Sin embargo, espero que mi contribución no parezca desdeñable, y ten­ go el deber de manifestar mi agradecimiento a los archiveros, bibliotecarios y demás colaboradores que han puesto su mejor voluntad para facilitar mi tra­ bajo, así como a todos aquellos que me han facili­ tado los documentos que conocían. En especial, al comandante Klippfel, de Metz; a los archiveros Carón, de los archivos nacionales, Porée, del Yonne, Duhem, del Aube, Morel, del Ain, Hubert, de Seine-et-Mame; al bibliotecario Evrard del Instituto de Geografía de la Universidad de París, a Dubois, profesor honorario en ConJErançon (Ain), a Jacob, profesor del liceo Janson-de-Sailly, a Lesourd, pro­ fesor del liceo de Roanne, a Millot, profesor del liceo de Sarreguemines, y a Mauve, profesor de la Escuela Normal de Moulins. Por desgracia, las con­ diciones de esta edición no me han permitido dotar a este libro de un aparato crítico y de una biblio­ grafía detallada, pero confío en publicar algún día

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los documentos que he recogido y las aclaraciones indispensables. Durante m i investigación, comencé por recons­ tituir las corrientes del pánico —destacando de paso las causas secundarias— y terminé por alcanzar su origen; más tarde procuré destacar las causas ge-, nerales. Pero aquí quise ensayar una síntesis y no escribir un libro técnico; por lo tanto, he seguido el camino inverso. Para llegar hasta los orígenes del gran pánico, tuve que retroceder hasta los co­ mienzos del año 1789, pero al examinar una vez más los acontecimientos qne lo destacaron, me ubiqué en el punto de vista popular y di por conocida tanto la historia parlamentaria como los acontecimientos parisienses. Quizá parezca legítimo que, al tratar de explicar el gran pánico, haya procurado colo­ carme entre aquellos que lo han sufrido.

1. E l campo en 1789

C a p ít u l o

I

E L HAMBRE . "El pueblo” —escribe Taine en V A n den R égim e— “ss parece a un hombre que camina en un estan­ que, coa el agua a! cuello; a la menor depresión del suelo, a la menor oleada, pierde pie, se hunde y se ahoga.” Aunque su descripción de las clases populares se?, sumaria, su conclusión sigue siendo válida. En vísperas de la Revolución, para la in­ mensa mayoría de los franceses el gran enemigo era el hambre. La condición miserable de les obreros de las ciudades, la “chusma” urbana, no se discute. En todas las ciudades, como en París, inquietaban a ios administradores en cuanto ocurría el más mínimo aumento en el precio del pan. Los menos desafor­ tunados ganaban entre 30 y 40 sueldos; cuando la libra de pan costaba más de dos sueldos, la agita­ ción empezaba en los sombríos barrios en que vi­ vían y que todavía no han desaparecido. Además', al lado de los oficiales agremiados (com pagnons) , había siempre una cantidad variable de peones y de ganapanes, ejército de reserva destinado a la desocupación, que ante la menor crisis iba a engro­ sar la masa de vagabundos y jornaleros agrícolas. El juicio de Taine sobre el campo —donde nació casi siempre el gran pánico— ha sido criticado por los mismos que se decían sus discípulos. Se le ha

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objetado que en 1789 había ya muchos pequeños propietarios; que los campesinos no eran tan pobres como querían hacerlo creer, y que no son de confiar los cuadernos de quejas, redactados para los Esta­ dos generales. Se ha dicho recientemente: “Una gran simulación. de la miseria, y, detrás de esos harapos, una vida apacible, cuando no acomodada u holgada.” E n realidad, el estudio crítico de los cuadernos —que se lleva a cabo desde hace unos treinta años— ha probado su veracidad, y las serias investigaciones sobre la situación de las clases ru­ rales testimonian que Taine tenía razón. Por cierto, en 1789 los campesinos poseían una parte importante de la tierra: quizás 1/3 del total. Pero esta proporción varia mucho de una región a otra y de una a otra parroquia. E n Lemosín, los alrededores de Sens y el sur del Flandes marítimo, poseían casi la mitad; en Cambrésis, sólo un poco más de 1/4, y un poco menos en el Tolosano; alre­ dedor de las grandes ciudades —por ejemplo Versalles— y en las regiones de bosques, eriales y pan­ tanos, a menudo es de 1/10 ó 1/20. • Como el campo estaba entonces mucho más po­ blado que hoy, muchas familias no poseían nada, ni siquiera una choza y su huerta: sólo una entre cinco en Cambrésis y en los alrededores de Tulle; una entre cuatro en el Orleanés; la proporción sube a los 2/5 en el B ocage * normando y a los 3/4 en algunas partes de Flandes y en las proximidades de Versalles, donde pulula un verdadero proleta­ riado rural. En cuanto a lós campesinos propieta­ rios, en general sus campos son poco extensos: 58 % en el Lemosín y 76 % en el Laonesadó no poseían ni cinco arpentas —menos de dos hectáreas—; en el * Paisaje rural caracterizado por numerosas parcelas, cer­ cadas por árboles y arbustos, de forma irregular; de dimen­ siones desiguales y de tierra no muy fértil. [T .]

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futuro departamento del Norte, 75 % no llegaba a tener una hectárea, lo que no alcanzaba para ali­ mentar ,una familia. La crisis agraria hubiera sido mucho más aguda si no fuera porque el régimen de explotación era más favorable para el campesino que en el resto de Europa. Los sacerdotes, los nobles y los burgueses que explotaban sus tierras por sí mismos eran poco numerosos. Como no disponían a su grado de sier­ vos sometidos a prestaciones, como los señores de Europa central y oriental, arrendaban sus tierras al igual que los terratenientes ingleses. Pero mientras en Inglaterra la tierra era cultivada por grandes arrendatarios, en Francia existían explotaciones de todos los tamaños, desde la propiedad de cientos de hectáreas, hasta la pequeña alquería, caserío o quinta de pocas áreas, confiadas en su mayor parte a pobres aparceros. Muchas parcelas se arrendaban por separado, de manera que hasta los jornaleros' podían arrendar un pedazo de campo o de prado y los pequeños propietarios podían redondear los suyos. De este modo, disminuyó bastante la pro­ porción de los que no tenían nada por cultivar. Pero si bien así el mal 'se atenuaba, no desapare­ cía por completo, pues la máyoría de las explota­ ciones no bastaban para una familia: en el N orte,' entre el 60 y el 70 % no medían una hectárea y .en­ tre un 20 y un 25 %. tenían menos de 5. Además, la situación se agravaba paulatinamente porque la población crecía con regularidad —salvo en algunas regiones, como la Bretaña interior, diez­ mada por las epidemias. Entre 1770 y 1790 se calcu­ la que Francia aumentó su población en dos millo­ nes. "El número de nuestros hijos nos desespera” —escriben en su cuaderno de quejas los aldeanos de La Caure en el bailiazgó de Chilons— “no te-, nemos con q u é ‘alimentarlos y vestirlos; muchos de entre nosotros .tienen ocho o nueve hijos.” Por lo

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tanto, aumentaba el número de campesinos que rio tenían tierras en propiedad o en arriendo, y corno a partir de esta época era frecuente que la propie­ dad no noble se repartiera en las sucesiones, la de los campesinos se desmenuzaba. En los cuadernos de Lorena se señala reiteradamente que los “labra­ dores”, es decir, los que explotaban propiedades me­ dianas, son cada vez más escasos. A fines del anti­ guo régimen, en todas partes hay gente en busca de tie r ra i. Los miserables invaden las tierras -co­ munales y deambulan por los bosques, los-eriales, las márgenes de los pantanos. Recriminan a los pri­ vilegiados y burgueses que explotan sus campos por medie de sus administradores o capataces, recla­ man la venta o distribución de los dominios del rey y a veces hasta de los bienes del clero. Un movi­ miento violento se desata contra las grandes propie­ dades arrendadas que. de haberse dividido, hubie­ ran procurado empleo a muchas familias. Todos los hombres que no tenían tierra necesi­ taban trabajo; los que no tenían lo suficiente como para vivir con cierta independencia necesitaban un salario complementario. ¿Dónde podían encontrar­ lo? Los más emprendedores o los más afortunados. se convertían en comerciantes o artesanos. En a l­ gunas aldeas, y sobre todo en' los burgos, había mo­ lineros, mesoneros y taberneros, vendedores de hue­ vos y tratantes o comerciantes en granos; en el centro y el Sur, vendedores de aguardiente; en el Norte, cerveceros.' Menos comunes eran los curti­ dores y más abundantes los carreteros, talabarteros, herreros y fabricantes de zuecos. Algunos se em­ pleaban en la construcción o en las canteras, en las fábricas de ladrillos y de tejas. Pero la gran mayoría tenía que avenirse a pedir trabajo a los grandes cultivadores: los cuadernos dé siete parro­ quias del baüiazgo de Vic, en Lorena, indican que los jornaleros constituyen e! 82 % de 1?. poblar

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ción, los del bailiazgo de Troyes, el 6 4 % . Salvo en la época de la cosecha y la vendimia, no había trabajo permanente; en invierno se ocupaban úni­ camente algunos trilladores y casi todos les jorna­ leros quedaban desocupados. Los salarios eran muy bajos y sin proporción con el.encarecimiento de los productos, que fue continuo durante los años que precedieron a la Revolución. Sólo en tiempo de cosecha podía ejercerse alguna presión sobre los amos, lo que originaba frecuentes conflictos —sobre todo en los alrededores de París— que explican al­ gunos de los episodios del gran pánico. En el Nor­ te, los obreros agrícolas ganaban un máximo de doce a quince sueldos y la comida, pero en general no pasaban de diez, y en invierno de cinco o séis. Quienes tenían un campíio, salían más o menos del paso en los años buenos, sobre todo cuando logra­ ban colocar a sus hijos como aradores, pastores o sirvientes en las fincas, pero los simples peones e. 33. . 14. Normandía: Borely, Histoire d e ¡a ville du H avre, 1880-1881; Semichon, Histoire d e la ville d’Aum ale, t. 2 ;' 1862; Marquisa, de la Tour-du-Fin, Journal d ’ur.e fem .m e de cinquante ans, t. 1’ , 1391; Moynier de Villepoix, L a co­ rrespóndanse . d ’un laboureur. normana ( M ém . Acad. Antena, l. 55, 1998); Saint-Denis, H istoire d'E lbeu f, 1894; Dubreui!. L a g.p. á E vreax et dans l e : environs ( F.emte normande, 1921); L e s debuts de la Rév. d Evreux ( L a R¿vohiiion française, t. 76, 1923); L e com ité pennanent d ’Evreux [Anuales révolutíof.rtaires, t. 12, 192G); Monder, Le m ovoem cnt m unicipal a Pont-Audomer (Bull. Com m . d es Travoux hist., 1204); Du Sois, H istoire.. . d e Lisieux, 1845;' Mourlqt, L a fin d e Tanden régim c et les d eb u ts d e d a Rév. dans la gén érclité d e Caen, 1913; Duval, E p h ém érides d e la m oyenne N ormandíe et du Perche en 1789, 1890; Nicolle; H istoire d e Vire pendant la R év., 1923; Jousset, L a Rév. au P erche, 3? parte, 1878. 15. Máine: Triget, L'année 1789 au Mans et dan s le Háut-Matne, 1889; Duchemin et Triger, L e s prem iers troubles d e la Rév, dans la M ayenne. ( Revtie hist. du M aine, t; 22, l687);..Ganga¡nr Hist. d e, la Rév'. 'dans Iq M ayen ne, t. ]4, 1921; Gáuehet, C kSieau-G o/itief d e janvier a juillet . 1789 [Bull. C om m -, hist,.d é la M ayenne, 1. 4 3,1927); Fleury, Le d i s t r i d d e M am en pendant ¡a R é v ., 'i. I’ , 1909; Joubert, L e s trcuhles dt-, Craor. du 12 juillet cu lÓ .sep tém bre 1789 (Bull, Lom m . hist. d e lo ' M a y e n n e t t. I9, 1888-1889)..

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o. e o b c e s

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16. Bretaña: Levot, H istoire d e la oille e t du port d e Brest, 1864; Bemard, L a m unicipalité d e Brest d e 1750 d 1790, 1915; Haize, H lstoire d e Saint-Seroan, 1907; Pomnieret, L'esprit p u blic dan s les Cdtes-du-N ord pendant h Reo., 1921; Mellinet, L a com una et la mitice d e Nuntes, t. 6, 1841. 17. Foitou: Manquis de Roux, L a Rév. á Poitiers et dans la V ie n n e , 1912; Deniau, Hist. d e la V endée, t I 9, 1878; Chassin, L a préparation d e la guerre d e V endée, 1912; Hérault, Hist. d e la oille d e Chdtetlerault, t. 4, 1927; Favraud. L a jau m ée d e la grande peu r [en Nnel-sous-ies-Aubiers] { Bull. Soc. arch éolog iqv e d e la Chórente, 1915); Filian, R ec h erch e s__ sur Fontenay-le-C om te, t. í 9, 1846.. 18. Pays Charentais: George; N otes sur la jou m ée d e la peu r A Angoiilém e ( Bull. Soc. arch. d e la C hórente, 7*, se­ rie, t. 6, 1905-1906); Jeandel, L a peu r dans les cantone d e Montbron et d e L a o alette (ibidem ); Licrejnurnal d e F . et F. ¡. G llbert, juges en lelec tio n d'Angouléme ( Mémoires Soc. arch. d e la C hórente, 1900); B.C., L a grande peur [en Ozillae] ( R ecae, d e Saintonge, t. 21, 1901); SaintSaud, L a g. p. [en Contras] (ib íd .); Audiat, L a jou m ée d e la g. p. [en Montendre] (ibíd .)-. Virgen, L a g. p. [en Saíntes] (ib íd ,); Feüísson, M ouoem ent populaire ó Angeduc (Bull. Soc. des archives hlst. d e la Saintonge et d e ¡'Atinis, t. I 9, 1876-1879); Delamain, Jarn ac a traoers les Ages, 1925; Babaud-Lacroze, L a g. p. dans le Confolentais et Lettre d e M me. d e L aperdou ssie (Bull. et m ém , d e la Soc. d e la Chórente, 7* serie, t. 8, 1907-1908, y 8* serie, t. I 9, 1910). 19. Lemorin; Una gran parte de los textos están reu­ nidos en; Leclerc, L a g. p . en Lim ousln (B ull. Soc. arch. et hist, d u Lim ousln, t. 51, 1 9 0 2 ); SagDac, L ettre circtdaire du C om ité perm anent d e la oille d'U-zerche (R eou e d ’histoire mocieme, t. 2, 1900-1901); Forot, L'année 1789 au Bas-Limousin, 1908. 20. Auoemta, Forez, G écau dan : Mége, L a g. p., 1909; Boudet, Lo a. p . en H aute-Auvergne, 1909; Brossard, Hist. du dép . d e la. L oire pendant la Rén. 1905; Galley, SaínfEtienne e t son district pendant la íleo., 1904; Gustave Lefebvre, Note d e q u elqu es événem ents arrices dans la commane d e Lavalla (L o ire) pendant la période récolutlonnaire, 1890; Charléty, L a g. p, a Riue-de-Gier ( La Récolution française, t. 42, 1902); Cohas, Saint- GermainL a ca l pendant la R., 1906; Deion, L a R . en Lozére, 1S22. 21. Périgord: Bussiére, E lu des histariques sur la R, en P ; t. 3, 1903; Une p en iqu e o Brassac (anónimo) (Bull. Soc. d u P-, t. 3, 1876); Hermann, L a g. p. á Reíllac (L a

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Révalution franÇaise, t. 29, 18 9 5 ); Dubut, L a g. p. a Saint-Privat-des-Prés (ib íd .. L 75, 1922, pág. 142), 22, Agenais, Q uercy, Rouergue,' Toulousain, Armagnoc: Boudon de Saint-Amans, Hist. ancienne et m od em e du départem ent d e Lot-et-G aronne, L 2, 1836; Proché, Arma­ les d e la otile d'Agen (R . d e l‘Agenais, t. 8, 1 8 8 1 ); Granat, L a Révalution m unicipale d A gen (ibtd ., t. 32, 1905); de Mazety L a Rév. á V illeneuve-sur-Lot, 1895; Guilhamon, 'La g. p .-d a n s le Haut-Agenais (R . .d e i Agenais, t '38, 1911); Paumé, L a g. p. dans le Q uercy e t le R ouergue ( Bull. Soc. d es E lu d es du L ot, t, 37, 1912), donde se han reunido gran cantidad de textos; Latouche, Essai sur la g. p. en 1789 dans le Quercy (R e c a e d es Pyrénées, t. 26, 1914); Comharíeu, L ’année d e la peu r á Castelnau (Bull. hist. et philologiqu e du Com, d es Travaux hist., 1896, pág. 107); Sol, L a Rév. dans le Quercy, s. á. (1 9 2 9 ); Combes, Hist. d e la ville d e Castres, 1875; Rossignol, Hist. d e Varrond. d e Gaillac pendant la Rév., 1902; Barón de Riviéres, Troub le arrivé dans la ville d e Montmiral (B ull. Soc. arch. du Midi d e la Franee, t. 13, 1893); Pasquier, N otes e t réflexions d ‘un bourgeois d e T oulouse du d eb u t d e la Reo., 1917; L a pen iqu e A Villemur (R eu ue d es Pyrénées, t 1 0 ,. 1898). L a pen iqu e á Seysses (ibtd., t. 26, 1914); Garrigues, L a terrear p en iqu e á M ontastruc-la-Conseillére (R eo u e des Pyrénées, t. 25, 1913); Décap, L a g. p. a M uret ( R ec a e d e Comm inges, t. 21, 1906); Lamarque, L a Rév. d T ou gel (Bull, Soc. arch. du C ers, t. 23, 1922). 23, Región pirenaica: Arnaud, Hist. d e la Rév. dans le dép. d e l'Ariége, 1904; M ém oires du com te F ay d et de Tersacc, publ. p. Pasquier y Durban (Bull. d e la Soc. ariégeoise, t. 8, 1901); Baudens, Une petite ville pendant la Rév. (Castelnau-M agnac) (R ecae d es Pyrénées, t. 3, 1891); nota de Rosapelly según Sarreméjean, Répercussions d e la Rév. française a Villelongue e t dáñe ¡a haute ca llee d"Argelés, 1914 (R év. des H autes-Pyrénées, 1929); Duvrau, L es épisodes hist. d e la Rév. française a Lourdes, 1911. 24, Franco-condado: Estignard, L e Párlement d e F ranche-C om té, t, 2, 1892; Huot-Marchand, L e mouvem ent populaire centre les cháteaux en F ranche-C om té (Annales franc-com toíses, t, 19, 1904); Hyenne, D ocum ents littéraires relatifs au cháteau d e Quincey (R . littéraire d e Fran cheCté., 1864-1865);' Sommier, Hist, d e la Rév. dans le fura, 1846; Sauzay. Hist. d e la persécution réoolut. dans le dép. du D oubs, t. 1’ , 1867; Cauthier. Besan pon, d e 1774 a 1791, 1891; Besançon de 1789 a 1815: Journal d e J. E. L a d ró n (Recae rétrospectlve, t. 16. 1892); Girardot, L a ville d e Lttre pendant la Rév., 1925; Duhem, L a g. p. á Morez

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