Lecciones sobre filosofia de la historia universal - Hegel

March 27, 2017 | Author: Fernando De Gott | Category: N/A
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G.W F. H egel reflexionó sobre su situación histórica para llegar a ofrecer soluciones estables, posibles y no simples com prom isos. Las Lecciones sobre ¡a Filosofía de la Historia Universal al hom bre de hoy le p u ed en servir de espejo para m irarse en u n pasado que tiene luces y sombras, pero que en to do caso es nuestro pasado y del que tenem os que partir, llegar a asum ir y seguir renovando y creando para otros para que la historia no se detenga, que sería la m uerte. U n lector del siglo X X I casi dos centurias después de haber sido dictadas estas Lecciones sobre la Filosofa de la Historia, puede encontrar en ellas el in te n to de uno de los más grandes pensadores de la hum anidad p o r llegar com prender profundam ente su tiem po y, tam bién, el pasado, a la vez que m uestra el esfuerzo hercúleo p o r solucionar una situación crítica que ofreciera al h om bre una salida del atolladero en el que se encontraba. H egel trató de superar la crisis m ediante la com prensión de lo más propiam ente hum ano: la fuerza de la razón y del pensam iento. El esfuerzo late en cada una de las páginas de las Lecciones sobre la Filosofa de la Historia, será el lector quien extraiga de ellas to d o el ju g o que le pueda servir para en ten d er desde el pasado nuestro presente siguiendo la guía de una de las cabezas más poderosas que ha reflexionado sobre el ser y el destino del hom bre en su historia.

ISBN 84-309-4250-5

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ESENCIALES

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ESENCIALES

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Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal Edición abreviada que contiene: Introducción (General y Especial), Mundo Griego y Mundo Romano

UNAM

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FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS BIBLIOTECA Samuel Ramos

tecnos

LOS ESENCIALES DE LA FILOSOFÍA

Director:

Manuel Garrido

Lecciones sobre la Filosofía de la H istoria Universal Edición abreviada

Kvtr.ilo de madurez de Georg Wilhelm Friedrich Fíegel (1770-1831). La suya luí' una vida dedicada a profundizar en su propio sistema filosófico, desde el i|iir elalu un alguna de las respuestas más trascendentes de las interrogantes iiinvrr.ale', ,i ihrc las claves de la existencia humana. © Archivo Anaya.

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GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL

Lecciones sobre la Filosofía de la H istoria Universal Edición abreviada que contiene: Introducción (General y Especial), Mundo Griego y Mundo Romano TRADUCCIÓN DE

JOSÉ GAOS ESTUDIO PRELIMINAR

SALVADOR RUS RUFINO

FILOSOFÍA

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letras

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o m ultas, además de las correspondientes indem nizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transforma­ ción, interpretación o e je cu ció n artística, fijada en cualq uier tipo de soporte o com unicada a través de cu a lq u ie r m edio, sin la preceptiva autorización. © de la traducción: José G aos/Alianza Editorial, S. A ., 1980 © del estudio preliminar: Salvador Rus Rufino, 2005 © ED ITO RIA L TECN O S (G R U P O AN AYA, S. A.), 2005 Juan Ignacio Lúea de Tena, 15 - 28027 Madrid ISBN: 84-309-4250-5 . ! • Po r otra parte, el espiritual haya reconocido nin a! profano, se encuentran am bos im perios en lucha. El I'1" 1l's° no es>pues, una evolución pacífica y sin resistencias; i I espíritu no camina pacíficamente a su realización. La histo­

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ria progresa en el sentido de que las dos partes abandonen su parcialidad, su form a m endaz. P or una parte está la realidad huera, que debe ser adecuada al espíritu, pero no lo es toda­ vía; por eso debe perecer. Por otra parte el im perio espiritual es al principio u n im perio eclesiástico, sum ergido en la reali­ dad exterior; y cuando el poder profano es oprim ido exteriorm ente, se perjudica al eclesiástico. Esto constituye el punto de vista de la barbarie. La conciliación, com o ya he advertido, se ha verificado pri­ m ero en sí; con lo cual, empero, debe verificarse tam bién para sí. P or eso el principio tiene que com enzar con la más enor­ m e contraposición; siendo la conciliación absoluta, tiene que ser la contraposición abstracta. Esta contraposición contiene de una parte, com o hem os visto, el principio espiritual com o principio eclesiástico y por otra parte la profanidad más fiera y salvaje. La prim era historia es la hostilidad de ambos que, al mismo tiempo, están unidos, de m anera que el principio ecle­ siástico es reconocido por la profanidad y, sin embargo, esta no es la adecuada a aquel principio, debiendo em pero — confesadamente— serlo. La profanidad, abandonada prim eram en­ te por el espíritu, es oprim ida p o r la potencia eclesiástica; y la prim era form a de la autoridad, en el reino espiritual, es tal que se sum erge en lo profano, con lo cual pierde su determ ina­ ción espiritual y con ella su fuerza. El m enoscabo de ambos térm inos contrapuestos trae consigo la desaparición de la bar­ barie y el espíritu encuentra la form a superior que le es um ­ versalmente digna, la racionalidad, la form a del pensam iento racional, del pensamiento libre. El espíritu recogido en sí mismo, concibe su principio y lo produce en sí, en su form a libre, en la form a del pensam iento, en la form a pensante, y así resulta capaz de cam inar ju n to a la realidad exterior, de insinuarse en la realidad exterior y sobre la profanidad realizar el p rin ­ cipio de lo racional. El principio pensante, para p o d e r hacer verdaderam ente presa en la realidad exterior, necesita haber adquirido su forma objetiva, la form a pensante. Solo así puede el fin de lo espi­ ritual quedar realizado en lo profano. La form a del pensa­ m iento es la que lleva a cabo la conciliación fundam ental; la profundidad del pensam iento es la conciliadora. Esta profun-

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didad del pensam iento llegará a m anifestarse en la profani­ dad, porque esta tiene p o r te rrito rio propio la subjetividad individual del fenóm eno y en esta subjetividad brota el saber y el fenóm eno viene a la existencia. Así pues, ha aparecido el principio de la conciliación de la Iglesia y el Estado, p o r el cual lo eclesiástico tiene y encuentra su concepto y su racio­ nalidad en lo profano... Así desaparece la contraposición de la Iglesia y del llamado Estado; éste ya no está detrás de la Igle­ sia, ya no está subordinado a la Iglesia y la Iglesia no conser­ va ningún privilegio; lo espiritual ya no es ajeno al Estado. La libertad ha en co n trad o el m edio de realizar su co n cep to y su verdad.Y así ha sucedido que, m ediante la eficacia del pen­ samiento, de las determ inaciones universales del pensam ien­ to, que tienen p o r sustancia ese principio concreto, la natu­ raleza del espíritu, ha sido producido el reino de la realidad, el pensam iento concreto, conform em ente a la verdad sustan­ cial. La libertad encuentra en la realidad su concepto y ha ela­ borado la profanidad com o u n sistema objetivo de algo que en sí se ha tornado orgánico. El curso de esta superación conslituye el interés de la historia. El p unto en que la conciliación se verifica p o r sí misma es, pues, el saber; aquí es donde la realidad es rehecha y reconstruida.Tal es el fin dé la historia uni­ versal; que el espíritu dé de sí u n a naturaleza, u n m u n d o , que le sea adecuado, de suerte que el sujeto encuentre su con­ cepto del espíritu en esa segunda naturaleza, en esa realidad creada p o r el concepto del espíritu y tenga en esa objetivi­ dad la conciencia de su libertad y de su racionalidad subjeti­ vas. Este es el progreso de la idea en general; y este p u n to de vista ha de ser para nosotros lo últim o en la historia. El deta­ lle, el hecho m ism o de haber sido realizado, eso es la historia. I I trabajo que aún queda p o r hacer es la parte em pírica. Al i onsiderar la historia universal, hem os de reco rrer el largo i .iiiiino, que resulta ahora visible en conjunto. Por ese cami­ n o realiza la historia su fin. Pero la longitud del tiem po es algo i om pletam ente relativo; y el espíritu pertenece a la e tern ii lid. sin que para él exista longitud propiam ente. La labor que II u oda por hacer es precisamente esa: que ese principio se des­ envuelva, se elabore, que el espíritu llegue a su realidad, lle­ gue a la conciencia de sí m ism o en la realidad.

Mundo griego

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SINOPSIS I .as leyes eternas del espíritu en su determ inación y la sub­ id ividad, que vive en ellas con libertad consciente de sí misma, son lo que aquí nos im porta sobre todo. En el m undo o rien ­ tal la sustancia ética y el sujeto se encuentran frente a frente. Aquella es conocida com o natural o abstracta; lo ético ejer­ ce un poder despótico sobre el sujeto y se actualiza m edian­ te la voluntad de uno solo, frente al cual los otros sujetos care­ cen de libertad. Pero los sujetos pueden igualm ente atenerse a sí mismos; hacerlo es entonces som eterse a los fines parti­ culares, a las pasiones, a la arbitrariedad, a la falta de eticidad. Estos dos contrarios existen en el m undo oriental. En el grie­ go están arm oniosam ente unidos; la eticidad es una con el sujeto, cuyos fines se han convertido en virtudes. Lo ético aparece com o el Estado, en el cual tiene su existencia lo u ni­ versal. El Estado se alza tam bién, sin duda, frente al individuo; pero el fin del individuo m ism o es esa esencia que llamamos Estado. El Estado es su propio interés; en él posee el indivi­ duo la libertad consciente de sí, la cual implica que el indi­ viduo venere aquello a que obedece y que, poseyendo su voluntad propia, esta no tenga otro contenido que lo objeti­ vo, el Estado. La voluntad del individuo es, pues, la que m an­ tiene esta cosa externa. H em os llegado al m undo occiden[325 ]

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tal, al m undo del espíritu, que desciende dentro de sí, al m undo del espíritu hum ano. A quí está el p rim er espíritu: el hom bre descubre en sí m ism o lo que es independiente del albedrío, lo objetivo, y lo ratifica. El principio de la libertad conscien­ te implica p o r sí m ism o la fijación de un fin que sea en sí de naturaleza universal, no un apetito particular, y que ese fin sea fijado de tal m odo que siendo universal sea a la vez fin sub­ jetivo del individuo, conocido, querido, realizado po r el indi­ viduo, de tal suerte, que el individuo sepa que su propia dig­ nidad consiste en la realización de este fin. El espíritu es entonces dependiente y no dependiente de un fin; porque este fin es su propio fin. El espíritu griego es el espíritu con­ creto de la juv en tu d natural, de esa ju v en tu d que en todo lo que interesa al espíritu quiere tratar y p ro d u cir com o cosa propia lo que para el espíritu es un fin. Este propio querer y obrar, la actividad inm anente del individuo, están realizados en la vida griega. El hom bre tiene un fin objetivo, que no entiende querer en toda su am plitud, lim itándose a trabajar por él solo en una parte. E ntre los griegos nos sentim os com o en nuestra propia patria, pues estamos en el terren o del espíritu; y si bien el origen nacional y la diferencia de lenguas pueden perseguirse hasta la India, la auténtica ascensión y verdadero renacim iento del espíritu solo deben buscarse en Grecia.Todos los recuer­ dos del m undo culto tienen su com ienzo; el origen nacio­ nal y el origen de la lengua son, sin duda, dignos de consi­ d e ra c ió n y d eb en investigarse. Pero este o rig e n de la nacionalidad es distinto del nacim iento del espíritu en G re­ cia, tal com o estamos habituados a contem plarlo. Por eso la gran transform ación de la Edad m oderna tuvo lugar cuan­ do se volvió a los estudios griegos. Grecia es la m adre de la filosofía, esto es, de la conciencia de que lo ético y lo ju rí­ dico se revelan en el m undo de lo divino, de que tam bién el m undo tiene validez. El espíritu europeo ha tenido en Grecia su ju v en tu d ; de aquí el interés del hom bre culto por todo lo helénico.Ya antes he com parado el m undo griego con la juventud; mas no en el sentido de que la juven tu d lleva en sí una grave determ i­ nación futura y, p o r tanto, tiende necesariam ente a educarse

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para u n fin ulterior, no en el sentido de que la ju v en tu d es una figura im perfecta, inm atura y p o r ende falsa, si quiere considerarse com o acabada, sino en el sentido de que la juven­ tud no es todavía la actividad del trabajo, no es todavía el esfor­ zarse por un lim itado fin del entendim iento, sino mas bien la frescura concreta del espíritu; la ju v e n tu d surge en el pre­ sente sensible com o el espíritu encarnado y la sensibilidad espiritualizada — en una unidad, que b rota del espíritu— Grecia nos ofrece este alegre espectáculo de la ju v en tu d en la vida espiritual. La vida concreta y aún sensible del espíri­ tu está aquí, la vida que, nacida de lo espiritual, tiene, sin embargo, realidad sensible, esa unidad que tam bién existe entre los asiáticos, pero que ahora ya no se presenta inm ediata, sino producida po r el espíritu. Es, pues, la intuición a la vez sen­ sible y espiritual— de los orientales, pero engendrada ahora por la individualidad, por el espíritu. Esta intuición com ien­ za por el naturalism o de la divinidad, que le da por p rinci­ pio lo espiritual. A quí es donde por prim era vez el espíritu, suficientem ente m aduro, se da a sí m ism o com o contenido de su querer y de su saber; pero de tal m odo que el Estado, la familia, el derecho y la religión son fines de la individua­ lidad, la cual, a la vez, solo es individualidad m ediante aque­ llos fines. El varón vive entregado al trabajo por un fin obje­ tivo, que persigue c o n sec u e n te m e n te , incluso co n tra su individualidad. La figura suprem a de la fantasía griega es Aquiles. Asi com o la guerra de Troya es el com ienzo de la realidad de la vida griega, así H o m ero es el libro fundam ental para el com ien­ zo de la representación espiritual; es la leche m aterna con que el pueblo griego se ha nutrido y criado. H om ero es el ele­ m ento en que el m undo griego vive, com o el hom bre en el aire. El joven hom érico, que en el estado patriarcal solo puede aparecer com o una criatura del poeta y es un hijo del poeta, de la representación, no puede ser caudillo sin tornarse fan­ tástico; aún está som etido al rey de los reyes, A gam enón. 1 ero el rem ate de la vida griega es Alejandro, el segundo joven, la más hermosa, la más libre individualidad que ha existido jamas. Alejandro está a la cabeza de la ju v en tu d plenam ente logra­ da; es la cúspide del m undo propiam ente griego. Asi com o

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Aquiles es el hijo del poeta,Alejandro es el digno hijo de Gre­ cia. Entre ambos caen las democracias, los Estados griegos en su más herm osa plenitud juvenil. La vida griega es una verdadera hazaña de ju ventud. A qui­ les, el joven creado por la poesía, la inaugura. Alejandro Magno, el joven real, le pone térm ino. Ambos aparecen en lucha con­ tra Asia; Aquiles, com o figura capital en la empresa nacional co n tra Troya, d o n d e los griegos se presentan p o r p rim era vez com o u n conjunto; y Alejandro, colocado com o un tra­ sunto de Aquiles al frente de los griegos, lleva a cabo la ven­ ganza que Asia había conjurado sobre sí. Vemos, pues, aparecer aquí por vez prim era el espíritu juve­ nil, que solo es libre, sin embargo, en cuanto que sabe hacer­ se libre. N o es libre po r naturaleza; para serlo necesita trans­ form ar la naturaleza, apropiársela, elaborarla para sus fines. El espíritu griego aparece, pues, en p rim e r térm in o , com o condicionado, puesto que se encuentra con algo que necesi­ ta modificar. Así le antecede y Grecia se revuelve contra Asia no solo en su poder político, sino tam bién en sus represen­ taciones. El Estado, la familia, el derecho y la religión son en Asia contenido de la sustancia; este contenido se convierte en Grecia en fin de la individualidad, que solo m ediante estos fines llega a ser lo que es. Los Estados de O rien te están m uertos y p erm an ecen en pie porque están ligados a la naturaleza. El m ovim iento de la historia se inicia con el im perio persa. E n este m ovim ien­ to, el m undo griego es tam bién una figura pasajera que cae en el proceso del espíritu, m ediante el cual este llega a la con­ ciencia de sí mismo. Por eso el espíritu griego, com o espíri­ tu que se m ueve, tiene una historia. Esta historia se caracte­ riza necesariam ente p o r tres épocas capitales, com o desde ahora ha de o c u rrir en todo pueblo. Estas épocas lim itan los períodos que por sí mismos se producen en todo pueblo que recorre su evolución en la historia universal. El prim ero es el com ienzo del pueblo, que crece y se fortalece hasta llegar a la individualidad real y verifica po r sí mism o su propia edu­ cación. El segundo es el c o n tacto del p u eb lo ya ed ucado con las figuras precedentes, con los anteriores pueblos de la historia universal y su triunfo sobre ellos. El tercer período es

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i I contacto con los pueblos siguientes y su derrota por estos. I I período del com ienzo hasta la íntim a plenitud, que hace posible al pueblo el enfrentarse con el pueblo anterior, com in ende su p rim er cultivo. Entre los asiáticos, este cultivo solo lu podido em pezar con la naturaleza. Por el contrario, u n pueblo que posee, com o el griego, una base antecedente en el oriental, parte en sus com ienzos de una cultura extraña. I Ate pueblo tiene una doble form ación; se educa por sí y po r estím ulo ajeno. Su cultura consiste en unificar esta duplici­ dad y su o rig e n es, p o r tanto, doble. Este p rim e r p erío d o term ina c o n la concentración de sus fuerzas reales y pecu­ liares, que se revuelven entonces por si mismas contra su base antecedente. El segundo período es el del triunfo y la felici­ dad, cuando el pueblo, para dar independencia y fuerza a su determ inación propia, entra en contacto con un pueblo extra­ ño, el que le precedió en la historia universal. Las guerras con los persas han hecho época para los griegos; las guerras con ( '.artago han hecho época para los romanos. C o n la victoria sobre su precursor llega a su más alta cum bre el pueblo que el espíritu universal ha elegido por su representante. Pero al vol­ verse hacia fuera, da suelta a las determinaciones de su interior; y así nace en él la discordia. Precisamente porque ahora ya no está en lucha contra el pueblo anterior, vencido, sino que ha cum plido su m isión y ha llegado al goce de sí mismo, el pue­ blo, en este período de su felicidad, reproduce en seguida den­ tro de sí la oposición que acaba de anular con su victoria. La descom posición interna es la inmediata consecuencia de esta victoria. La tensión hacia fuera ha desaparecido; y el pueblo se descom pone po r dentro. Esto se revela tam bién en la separa­ ción de lo ideal y lo real, que se manifiesta en el desarrollo inde­ pendiente del arte y de la ciencia. Es este el punto del descen­ so. La más alta cum bre es el com ienzo de la decadencia. Esta decadencia produce una deliberada concentración en una uni­ dad ficticia, con lo que a la vez el prim itivo espíritu ético del pueblo queda roto. Esto da lugar al tercer período, el de las luchas postreras, que coinciden con el encuentro con el pró­ ximo pueblo, en quien surge el espíritu superior. E n el p u eb lo griego, el p rim e r p e río d o , el p erío d o del desarrollo de Grecia, llega hasta el desarrollo total de sus fuer-

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zas en las guerras médicas. El segundo período em pieza con estos felices m om entos e inicia su ascensión hasta la cum ­ bre de su eticidad y su cultura, y llega hasta Alejandro M agno; aquí el pueblo está en lucha con el exterior y consigo mismo. La individualidad, al llegar a existir para sí, entra en conflic­ to con su sustancia y alberga y cautiva ya en sí el próxim o principio, el de los rom anos. El tercer período com prende el im perio de Alejandro, la situación bajo los sucesores de este ■ y la caída bajo la dom inación rom ana. N o hem os de tratar aquí la historia con esta am plitud exterior, pero considera­ remos las épocas correspondientes a estas diferencias. En pri­ m er térm in o estudiarem os los elem entos del m undo griego, naturales y espirituales, para adquirir un concepto del espí­ ritu, tal com o se presenta en su cultura, religión y arte. E n segundo térm in o observarem os lo peculiar de su constitu­ ción política, que se ha desenvuelto principalm ente en los Estados ateniense y lacedem onio y en su antagonism o.Y en tercer térm in o la conclusión nos m ostrará los elem entos de la decadencia del espíritu griego, im plícitos en este antago­ nismo. Añadiremos las particularidades históricas, en la m edi­ da en que se incorporen a los puntos de vista generales.

Capítulo I L O S ELEM ENTOS DEL M U N D O G RIEG O

I.

LOS E L E M E N T O S G E O G R Á F IC O S Y E T N O G R Á F IC O S

Prim eram ente debemos considerar el territorio de Grecia. Venimos de O riente; la historia universal pasa de Asia a E uro­ pa. El prim er territo rio que nos sale al encuentro es un país diseminado en el m ar y, allí donde puede llamarse tierra firme, dividido en m uchas pequeñas porciones. Las islas form an el archipiélago; la tierra firme es una península con estrechas len­ guas de tierra, salpicadas de ensenadas y separadas por el mar. lodo está en fácil relación y enlace por el mar; en cambio por el interior las cadenas de montañas im piden la comunicación. R eina aquí una gran variedad de terrenos m ontuosos, estrec has llanuras, valles y ríos mayores y menores, que no podemos comparar con los ríos de Asia y sus llanuras de suelo graso, apto para alimentar una raza hom ogénea. E n el quebrado suelo de los ríos griegos no podía nacer una raza com o las producidas I>or el Nilo y el Ganges, un pueblo rígido y hermético. En Grei ia todo es distinto y m inúsculo comparado con lo asiático. N o se forman grandes masas, pero los pequeños departamentos for[ 331]

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m an masas que están en m utua relación.Todo se halla, en suma, en fáciles nexos y contactos, singularmente por m edio del mar. N o hallamos aquí aquel poder físico de O riente, aquel h ori­ zonte de siempre igual aspecto, dentro del cual vive u n pue­ blo uniform e, que no siente estímulos hacia cam bio alguno. Aquí hallamos una división y multiplicidad que corresponde perfectam ente a la variada índole de los pueblos griegos y a la movilidad del espíritu griego. Esta constitución del elem ento natural no debe servir, como suele decirse, de explicación para lo espiritual; pero hay que fijar la atención en su correspondencia con lo espiritual. En Grecia vemos que la sustancia es a la vez individual; lo uni­ versal, com o tal, ha sido superado; ha desaparecido la sum er­ sión en la naturaleza, y, com o consecuencia, el carácter de masas que tienen los elem entos geográficos. En Grecia hay espacio libre para la individualidad independiente; tal es el carácter elem ental del espíritu griego. Los Estados an terio ­ res presentan una solidez sustancial y una unidad patriarcal. E n Grecia, p o r el contrario, reina la mayor mezcla. M as pre­ cisam ente esta originaria heterogeneidad de los elem entos que han de constituir el pueblo suministra (al contrario de lo que pasa en los pueblos autóctonos) la condición de la vive­ za y movilidad. En las familias y tribus de que se com ponen los Estados patriarcales de O rien te existe la m ayor uniform i­ dad, sin el m en o r estímulo que invite a salir de la lim itación. Pero aquí no se encuentra ese ingente lazo natural de la fami­ lia, de la unidad patriarcal, donde el éthos existe de suyo com o identidad natural, sino que prim ero existe el espíritu indivi­ dualm ente y la unión se verifica en otro m edio, en la ley y en una eticidad preespiritualizada. El pueblo griego h u b o de hacerse lo que fue. Los elem entos nacionales de que se form ó eran de suyo rudos y extraños unos a otros; es difícil deter­ m inar lo que originariam ente era griego y lo que no lo era. Esta heterogeneidad dentro de sí misma es lo p rim ero que nos sale al encuentro y constituye un rasgo capital de la nacio­ nalidad griega, pues el libre y herm oso espíritu griego solo pudo surgir p o r superación de esta heterogeneidad. La p ri­ m era superación de la heterogeneidad constituye, p o r tanto, el p rim er período de la cultura griega.

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Es necesario ten er conciencia clara de este principio de l.i heterogeneidad. U n prejuicio c o rrien te sostiene que una vida herm osa, libre y feliz ha de surgir m ediante el simple desarrollo de u n prim itivo parentesco familiar, de una raza que, desde su origen, está unida p o r la naturaleza. Pero solo la insensatez pu ed e creer que la belleza proceda de la c o n ­ sanguinidad en desarrollo hom o g én eo . E n la planta te n e ­ mos la im agen más próxim a de u n tran q u ilo desenvolvi­ m ie n to ; sin em bargo, la plan ta necesita el desarrollo antagónico de la luz, del aire, del agua, etc. A quel prejuicio tiene, pues, por base una superficial representación de la b o n ­ dad natural del ho m b re, que es necesario abandonar si se quiere considerar una evolución espiritual. El espíritu que quiere ser libre necesita haber vencido; en los com ienzos hay antagonism os, hay lucha con la naturaleza elem ental. La verdadera oposición que el espíritu puede ten er es espiri­ tual; es su propia heterogeneidad, m ediante la cual consigue la fuerza bastante para existir com o espíritu. Lo oriental tiene por base la nacionalidad familiar. El im pe­ rio persa, un verdadero im perio en suelo asiático, se com po­ nía de muchas individualidades nacionales, diferentes en todos los sentidos, pero que solo estaban unidas superficialm ente; los persas mismos form aban una nación cerrada. Lo que nos interesa del espíritu griego ha surgido de la u n ió n de ele­ m entos heterogéneos. Esta heterogeneidad que existía ya en los prim eros com ienzos, solo fue posible gracias al sentido griego de la libertad. La historia de Grecia presenta en su o ri­ gen la m ezcla de distintas tribus; la m ayoría eran poblacio­ nes hom ogéneas, pertenecientes a la raza griega, pero tam ­ bién había familias extrañas que no eran griegas. El pueblo ateniense, que representa para nosotros la cum bre del espíri­ tu griego, fue lugar de refugio a que se acogían familias e indi­ viduos de las más diversas tribus y regiones. A unque Tucídi­ des proclam a que los mismos hom bres han habitado siempre la tierra ática, hace resaltar, sin embargo, que la ciudad se hizo grande po r aquella afluencia de gentes. Lo m ism o vemos en el pueblo rom ano. Su prim era unión no fue una convivencia patriarcal, sino una comunidad de pue­ blos heterogéneos y unidos no por lazos familiares, sino p o r

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un fin com ún, principalm ente el del robo. Prusia ha nacido igualm ente de la unión de distintas tribus. Todos los pueblos germ ánicos han llegado a ser lo que son por injerto de una nación en otra y por recepción de los más heterogéneos ele­ m entos culturales; la ciencia y el arte las han tom ado de Gre­ cia y R o m a; y la religión, del suelo extraño de Asia. Este es necesariam ente el punto de partida pata los pueblos que son dignos, com o naciones espirituales, de ser considerados en la . historia universal y que pretenden tener significación en la his­ toria universal.Todos los pueblos de la historia universal (salvo los im perios asiáticos, que están fuera del nexo de la historia universal) se han form ado de este m odo. Es difícil determinar lo que haya pertenecido originariamente al pueblo griego. E n época posterior, lo que fue el pueblo grie­ go alcanzó una determ inación com ún. El m undo griego fue abarcando paulatinamente una extensión mayor de países colo­ nizados por griegos, como la Magna Grecia, el Asia M enor, Sici­ lia; había tam bién colonias griegas en Francia, com o Massilia (Marsella), y en la costa norte de África. Pero no podem os decir cuáles hayan sido los griegos más antiguos. Los griegos han sali­ do — exactamente com o los romanos de una colluvies', de una confluencia de las más diversas naciones— . E ntre la m uche­ dum bre de pueblos que encontram os en Grecia, no es posible indicar cuáles han sido los originariam ente griegos y cuáles los inmigrados de países y continentes extranjeros; pues la época de que hablamos es una época turbia y sin historia todavía. Los antiguos o se contradicen grandem ente o perm anecen suma­ m ente indecisos acerca de la relación entre los pueblos del Asia M enor y los griegos. Carios12, indios y frigios son considerados tan p ro n to com o griegos o com o bárbaros. H e ró d o to dice que los frigios habían salido de M acedonia; se ha descubierto un sepulcro que hay motivos para considerar com o pertene­ ciente a la familia de Midas con una inscripción en la cual no cabe desconocer el nom bre de Midas. H e ró d o to 3 cuenta de

1 Lodazal donde sejuntan las inmundicias. 2 Homero, lita d a 867. 3 Heródoto, II, 154.

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los carios historias de las que se desprende que los griegos no entendían su lengua; según esto, serían bárbaros; peroTucídides4 dice que habían poblado las islas del Archipiélago. Sobre los tracios y otros pueblos nada sabemos ni sabremos nunca con cer­ tidumbre; porque la nacionalidad natural es una cosa turbia. Pero ésta no es la que constituye la diferencia espiritual de los pue­ blos, que es lo que im porta esencialmente. Las emigraciones de m uchos pueblos hacia el Asia M enor o I(alia, a través de Grecia, están, en cambio, históricamente esta­ blecidas. C onocem os una m ultitud de nom bres étnicos, que desaparecen paulatinam ente, a m edida que decae la im por­ tancia de los pueblos correspondientes. U n pueblo principal de Grecia fueron los pelasgos. Los sabios han tratado de m uy diversos m odos de poner de acuerdo las enmarañadas y con­ tradictorias noticias que tenemos sobre ellos, porque una época oscura y tu rb ia es singular o b jeto y acicate para la eru d i­ ción. Los pelasgos han sido situados en el Peloponeso y tam ­ bién en Italia y en Asia M enor. N o sabemos dónde han vivi­ rlo físicamente; pero sí que se han confundido con el principio helénico y han desaparecido, com o atestigua H eródoto, quien dice que en A tenas habían vivido pelasgos que se hicieron beleños5. Estos pueblos emigraban, se iban a otro sitio y otros ocupaban su puesto. Sin embargo, se indican tam bién algu­ nos puntos en los cuales son perceptibles los com ienzos de una cultura nacional. Así la Tracia, patria de O rfeo y de otras liguras prim itivas. Pero la Tracia desapareció más tarde del m undo griego, hasta el p u n to de no considerarse ya com o griega; y lo m ism o Tesalia. D e la Ftiótide, patria de Aquiles, proviene el nom bre com ún de helenos, nom bre que, según la observación de Tucídides6, no se encuentra en H om ero, en este sentido colectivo, com o tam poco el nom bre de bárba­ ros, de los cuales los griegos no se diferenciaban todavía de un m odo determ inado. El nom bre de Deucalión, hijo de Pro­ m eteo, era m uy célebre en la antigüedad. O riu n d o del C au -

Tucídides, H isto ria * Heródoto, II, 50. " Tucídides, H isto ria *

de la G u erra del Peloponeso

I, 2-4.

de la G u erra del Peloponeso

1,3.

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caso, habría llegado a la Lócride conduciendo a los telquines7 y uniendo a estos con los indígenas; en la costa septentrio­ nal se habría aliado con los curetes y lálagos y fundado la ciu­ dad de Licorea; más tarde habría m ovido a los locrios o puncios a una segunda emigración, llevándolos a Tesalia, de donde habría expulsado las tribus pelásgicas y fundado un reino en la Ftiótidejsu hijo se habría llamado H eleno; los hijos de este, Anfictión, Eolo, D oro y Jutos, y los de este últim o A queo e , lón. Se cuenta de Anfictión que fundó una liga entre los peque­ ños pueblos de Tesalia. D ebem os dejar a la historia particular el estudio de las distintas tribus y sus vicisitudes. E n general puede suponerse que las tribus y los individuos abandonaban fácilm ente su país, cuando este era invadido por un núm ero excesivo de habitantes, y que, com o consecuencia, las tribus se e n c o n trab a n en estado de n om adism o y de bandidaje m utuo. Tucídides, en la introducción de su obra histórica, indica los m o m e n to s esenciales, sustanciales, de esta evolución, m om entos que, sin duda, no sirven gran cosa para el estudio de los puntos especiales, pero siempre constituyen lo esencial de que lo demás depende. Tucídides confirm a de un m odo plausible las frecuentes emigraciones. Dice que las tribus aban­ donaban fácilmente su territorio, cuando eran empujadas por otras más fuertes; com o no había com ercio ni com unicacio­ nes y llevaban una vida precaria, al día, cedían fácilm ente. Cuando tenían un buen terreno, surgía la desigualdad de rique­ zas; esto daba origen a disensiones y las tribus ricas quedaban expuestas al pillaje de las demás.Tucídides añade que el Ática se vio libre de invasiones extranjeras, a causa de la esterilidad de su suelo; en cambio, m uchos extranjeros se establecían entre los atenienses, de suerte que estos enviaron pronto colonias a comarcas lejanas; había siem pre una tribu, en el continente, que se dedicaba a robar a las demás, y aun hoy, dice, los locrios o zolios, los etolios y los acam am os llevan la antigua vida; tam bién se ha conservado entre ellos la costum bre de llevar

La unión de Deucalión con los telquines es, posiblemente, una confusión del oyente que tomó los apuntes en la clase de Hegel.

11( 1 :iQNES SOBRE LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA UNIVERSAL

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.trinas, costum bre hija del antiguo bandidaje. D e los atenien­ ses dice que fueron los prim eros en deponer las armas duran­ te l.i paz. Estas antiguas tribus deben estudiarse en la historia particular; al su p e rio r y herm oso espíritu griego han p e r­ manecido extrañas.Todavía en tiem po de Polibio reinaba entre ellas un estado de bandidaje y de injusticia. Las leyendas rem on­ tan basta la época en que no se trabajaba el suelo, en que las bellotas constituían la alim entación de los habitantes y estos vivían en lucha con los animales salvajes (todavía en tiem ­ pos de H eró d o to m uchos leones bebían en el Nestos y en el Aqueloo y, en Acarnania, habla en tiem po de Tucídides8 una raza de leones). Los animales dom ésticos y las personas, las mujeres y los niños eran objeto del robo; las personas roba­ das eran reducidas a la esclavitud. Grecia se hallaba en este estado de intranquilidad, de inseguridad, de bandidaje, y sus pueblos vivían en continua peregrinación. El segundo elem ento de la vida nacional entre los griegos es la marina. La naturaleza les convidaba a una vida anfibia; y pronto se aventuraron sobre el mar. N o era la suya una exis­ tencia adscrita al terruño, com o en O riente; así com o se moví­ an libremente por tierra, así bogaban libremente sobre el agua, ni errantes com o los pueblos nóm adas, ni vegetando com o los pueblos de las com arcas fluviales. P ro n to encontram os entre ellos una activa navegación, pero que no servía tanto al com ercio com o al robo. Los mares estaban llenos de pira­ tas extranjeros. Los carios y los licios se distinguían particu­ larm ente en este aspecto; y, com o vemos por H om ero, la pira­ tería no era una actividad vergonzosa. Se atribuye a M inos de CTeta, poderoso en el mar, el haber equipado una flota y exter­ m inado la piratería. Tuvo C reta un im portante influjo en lo político. Es C reta celebrada com o el país donde prim ero se fijaron las relaciones entre los hom bres; en ella surgió pron­ to el estado que encontram os más tarde en Esparta, en donde habla u n partido dom inante y otro que estaba forzado a ser­ virle y desem peñar los distintos trabajos. Los atenienses estu­ vieron una época bajo el dom inio cretense. Posteriorm ente, “ Tucídides, H isto ria

de la G u erra del Peloponeso

I, 2.

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C reta fundó colonias griegas. Tam bién estaba C reta en rela­ ción con Egipto. Las épocas posteriores dem uestran que el elem ento terres­ tre y el elem ento m arino no se unieron en perdurable unión. Sin embargo, los principios de la vida m arítim a, de la direc­ ción al mar, y de la vida terrestre, principios que antes hemos distinguido, se nos presentan aquí m uy ju n to s y p o sterio r­ m ente tam bién unidos. Los griegos no han perm anecido alejados del m ar, com o los egipcios y los indios, ni tam poco olvidados de la tierra, c o m o las ciudades fenicias, q u e solo c o n stitu ía n centros del com ercio m arítim o; sino que las relaciones con el m ar estaban en Grecia unidas a la firm e y sólida posesión de la tierra. H abía tierra firm e, había propiedad y derecho, pero preservadas del em botam iento de la naturaleza. Esto salta a la vista singularm ente en Atenas; en tiem pos de Solón sur­ gió una discordia que puso en peligro la unidad m ism a de la ciudad; los páraloi o habitantes de la ribera y los ciudada­ nos, cuya vida y actividad eran terrícolas, se e n c o n traro n frente a frente. E n la ciudad de A tenas se llegó a u n a ave­ nencia; A tenas fue el p u eb lo más culto y el an tagonism o no subsistió, com o en otras partes, donde el principio terres­ tre fue el preponderante, relativam ente a Atenas. U n tercer elem ento viene constituido p o r los extranjeros, a quienes se debe la form ación de centros fijos. Eran inmigrantes de las naciones cultas, especialm ente de las asiáticas. Se puede com parar a Grecia en este respecto con N orteam érica, adon­ de m archan los descontentos.Y es sabido que los com ienzos de la cultura coinciden con la llegada de los extranjeros a Gre­ cia. Los griegos han conservado agradecidos el recuerdo de este origen de la vida civil, en una conciencia que podríam os llamar mitológica: en la m itología se ha conservado el recuer­ do preciso de la introducción de la agricultura p o r T riptolem o, a quien D em eter había instruido, así com o el de la fun­ dación del m atrim onio, etc. A Prom eteo, cuya patria se sitúa en el Cáucaso, se le atribuyó el haber enseñado a los h o m ­ bres a e n c en d e r fuego y a hacer uso del m ism o. La in tro ­ ducción del hierro fue igualm ente m uy im portante para los griegos. H o m ero solo habla del bronce. Pero Esquilo llama al

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hierro el extranjero escita.Tam bién la introducción del olivo, el arte de hilar y de tejer y la cría del caballo por Poseidón, se relacionan con esto. Hasta el antiguo oráculo de D odona se dice venir de Egipto. I,a llegada de los extranjeros es más histórica que estos i om ienzos. Se refiere cóm o los distintos Estados fueron fun­ dados por extranjeros. Así Atenas fue fundada p o r Cécrope, un egipcio, cuya historia perm anece envuelta en la oscuri­ dad. Atenea y N e ith han sido identificadas desde los tiem pos más antiguos; sobre la Acrópolis fue Atenea representada cabal­ gando en un cocodrilo. La relación de Atenas con O riente, en especial con Egipto, es un hecho indudable. La estirpe de I >eucalión estaba relacionada con las distintas tribus, com o ya liemos dicho antes. E n esta fábula es cierto, p o r lo m enos, el hecho de que una familia em igró del Cáucaso a Grecia. El o rigen de las tribus es referido a los países extranjeros. Así l’élope, el hijo de Tántalo, procede de Lidia; Tucídides dice de él que había llegado con grandes riquezas, creándose con ellas consideración y poder entre los habitantes. Los Pelópi(Lis son conocidos com o poderosos príncipes y jefes de p u e­ blos. Pélope puso en cultivo el Peloponeso y, después de la m uerte de E uristeo, sus descendientes reinaron en Argos y M icenas. T am bién se no m b ra a D añaos de E gipto; Anisio, I )anae y Perseo descienden de él. D añaos se estableció en Argos. D e singular im portancia es la llegada de Cadm os, de origen fenicio, con quien la escritura habría venido a Grecia. I leró d o to dice de este que era fenicio y cita antiguas ins­ cripciones, entonces todavía existentes, en apoyo de su afir­ mación. Cadmos fundó Tebas, según la leyenda.También Anfici ión es citado entre los que fundaron ciudades en la Hélade; (o rn o se dijo antes, habría este establecido en las Termopilas una liga entre varios pequeños pueblos de la H élade propia­ m ente dicha y de la Tesalia; de esa liga habría surgido poste­ riorm ente la gran liga anfictiónica. Vemos, pues, una colonización hecha p o r los pueblos que precedieron a los griegos en la cultura. Pero los griegos no se hicieron en m odo alguno egipcios, ni fenicios, al m odo com o los norteam ericanos pueden ser considerados ingleses o euro­ peos. Los griegos dieron una form a independiente, nueva y

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superior a estas resonancias ajenas, con su espíritu peculiar. Por esta razón no puede com pararse esta colonización con la de los ingleses en N orteam érica. Los ingleses no se han m ez­ clado con los indígenas, sino que los han rechazado. E n cam ­ bio los colonizadores de Grecia fundieron lo autóctono con lo traído de fuera. El tiem po en que se sitúa la llegada de estos colonizadores es m uy rem oto y cae po r los siglos X IV y X V antes de la era cristiana (J.C.) Cadm os habría fundado Tebas > hacia el año 1490, fecha que coincide aproxim adam ente con la salida de M oisés de Egipto (1500 antes de J.C .).

2.

LO S MÁS A N T IG U O S E L E M E N T O S P O L ÍT IC O S

Estas estirpes extranjeras son el origen de las antiguas dinas­ tías. Los reyes no son los jefes patriarcales de una familia, de una trib u , sino seres de u n o rig e n superior, que están con sus súbditos en la relación de una casta cerrada superior con otra inferior. La relación característica no consiste, sin em bar­ go, en que los súbditos les estén sometidos com o casta, sino en que aquellos reyes se habían im puesto por su cultura supe­ rior, po r su origen extranjero, p o r su valentía, riqueza, armas, talento y sabiduría, por su fama; en suma, por condiciones que pueden considerarse com o el predom inio hum ano de unos individuos sobre otros, cualidades que no están destinadas a ser siem pre algo privativo, sino que p u ed en ser adquiridas tam bién po r otros. Los reyes pertenecen a estirpes de héroes que tienen un origen divino; pero no son representados com o dotados de una cualidad superior, al m odo de los brahm anes. Solo ahora aparece una situación política algo más clara. A la par que estos centros de individualidad, de heroísm o, se form aron centros de defensa contra el bandidaje y se constru­ yen fortificaciones en lugares elevados.Vemos surgir los casti­ llos, primeros m onum entos de la arquitectura griega. Los muros de que estos viejos castillos se com ponían y de los cuales aún existen m uchos, eran llamados en la Argóhda ciclópeos; en los tiempos m odernos han sido buscados y descubiertos, ya que su sohdez los hace indestructibles. Estos muros están construidos, en parte, de bloques irregulares, cuyos espacios interm edios se

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rellenaban de piedras pequeñas y en parte de grandes bloques i uidadosam ente encajados unos en otros. M uros semejantes son los d eT irin to y de Micenas. Actualm ente puede recono­ cerse aún la Puerta de los Leones, de Micenas, en el Tesoro de Aireo, conform e a la descripción de Pausanias1'. D e Preto, rey i le Argos, se dice que había traído de Licia a los cíclopes, consiructores de estos muros. Se supone, sin embargo, que fueron levantados por los antiguos pelasgos. Lo singular es que la inves11)-.ación ha descubierto esta form a de muros tam bién en otras partes, com o Creta, Cerigo, Melos, Esmirna, Italia, Cerdeña y hasta en España. La mayoría de los príncipes de la edad heroi( a establecieron sus moradas en los recintos protegidos por estos muros. Son particularm ente notables los tesoros edifica­ dos por ellos, com o el tesoro de Minias en O rcom ene y el de Atreo en Micenas. Estos castillos fueron los centros de pequeños Estados daban una m ayor seguridad a la agricultura y protegían el tráfico contra los bandoleros. Mas, com o refiere Tucídides10, no fueion construidos a la orilla del mar, sino algo alejados de este, por tem or a los piratas. Pero ya estuviesen los centros de la c ultura, en Grecia, situados tierra adentro o a la orilla del mar, eran com pletam ente distintos de los centros de los países ante­ riores, centros que o carecían de toda relación con el mar, o no tenían más vida que la m arítima, com o sucedía en Feni­ cia, que no tuvo ocasión de establecerse tierra adentro, o en C'.artago y M ileto, que enviaron sesenta o setenta colonias al extranjero, sin extenderse por la tierra. En Grecia, por el con­ trario, los pueblos tien en una base en la tierra, sin po r ello cerrarse el cam ino del mar. Observam os aquí los comienzos de la técnica en el trabajo de — los objetos naturales— . El hom bre entabla una relación práctica con la naturaleza exterior, porque tiene necesidades, todavía no eleva la naturaleza a signo del hom bre, pero la trans­ form a y la somete. Ahora bien, el hom bre procede a esta obra po r m ediación de otras cosas. Los objetos naturales con que

* Pausanias, D escripción de G recia II, 4, 5,16. Tucídides, H isto ria de la G u erra del Peloponeso 1,7.

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tiene que tratar son independientes, rudos, duros, ofrecen resis­ tencia; para adaptarlos a su servicio hace el hom bre interve­ nir otras cosas naturales, emplea las cosas naturales contra los cosas naturales, a la vez que ahorra, protege y no expone su cuerpo al desgaste. El hom bre halla en la naturaleza instru­ m entos de la más varia índole; los cuales le hacen honor. La astucia de la razón, que opone la naturaleza a la naturaleza, consiste en que la exterioridad grosera no arrolle al hom bre. * Estas invenciones humanas pertenecen al espíritu; y así un ins­ tru m en to inventado po r un hom bre es superior a una cosa natural, porque es un producto espiritual. Estos instrum entos, destinados en p rim er térm ino a la práctica, han sido sum a­ m ente apreciados por los griegos; y principalm ente en H om e­ ro existe el rasgo de que los personajes se regocijan de haber­ se procurado útiles de m uy varia índole, de m anera que lo que el uso ha convertido para nosotros en algo in d iferen te era entonces altam ente estim ado, gozándose el h o m b re en sus invenciones. Las costumbres son todavía m uy sencillas; los prín­ cipes se preparan la com ida y Ulises se labra él m ism o una cama con una higuera. Se refiere en detalle cóm o fue fabri­ cado el cetro de Agam enón; se hace m ención de las puertas que giran sobre sus goznes, de las armaduras, de los trípodes y otros utensilios, así com o de su uso. Se advierte en todo esto el sentim iento de que se trata de productos espirituales. E n la m em oria agradecida de los griegos se han conservado, com o hemos visto, la mayoría de las artes que les llegaron de fuera, com o tam bién de aquellas que fueron descubiertas p o r ellos mismos. Los griegos han llenado de adornos los orígenes de la cultura, venerándolos com o dones divinos; atribuyen el uso del fuego a Prom eteo, la cría del caballo a Poseidón y el cul­ tivo del olivo y la invención del arte de tejer a Palas, rindien­ do así el h o n o r suprem o a la inventiva hum ana, que sojuzga las cosas naturales y se las apropia para su uso. Por lo que toca a la situación política propiam ente, ya hemos indicado cóm o la prim era consolidación de una conviven­ cia parte de aquellas dinastías. La relación de los príncipes con sus súbditos y entre sí nos es conocida principalm ente po r H om ero. Era una relación de confianza; pero todavía más de tem or. El derecho de reinar descansaba en parte en el naci-

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miento, pero principalm ente en la superioridad personal. La autoridad no era estable ni estaba fundada p o r sí misma, sino i ]ue tenía por condición esencial el valor, la resolución, la inteligencia. Los príncipes no son unos opresores; pero tam poco llegan al poder por la necesidad de leyes fijas, sino que la relai iún entre el rey y el súbdito es m uy laxa y el súbdito siente lo que se llama interés po r el rey. Esto lo vemos tam bién en las tragedias, donde los héroes son en cierto m odo indepen­ dientes y tienen su propio derecho. Solo existe una m uy libre relación personal, fundada en la general necesidad de llevar­ se bien y de obedecer al señor sin envidia ni mala voluntad. I os reyes pertenecientes a estas estirpes de héroes tienen el hábito de mandar; son los que ordenan. La necesidad de orden es la que los eleva por encim a de los demás. Esta situación no es en m odo alguno equiparable a las posteriores de una conslitución m onárquica. El príncipe tiene la autoridad personal que puede adquirir y conservar; pero com o esta superioridad es tan solo la superioridad individual del héroe, fundada en su m érito personal, no dura m ucho. H o m ero cuenta com o Aquiles en el Hades pregunta a Ulises por su padre, a quien cree que ya no respetarán, p o r haber envejecido. C o m o Telémaco era joven y aún no tenía el valor ni la prudencia sufi­ cientes para defender su herencia, vemos que los príncipes vecinos se apoderan por la fuerza de su patrim onio y no solo no respetan su linaje, sino tam poco su propiedad. En la Ufa­ da vemos un rey de reyes, el jefe de toda la expedición, a quien los demás reyes y jefes rodean, form ando un consejo colec(ivo, en el que cada cual hace valer su personalidad. Estos con­ sejeros no se lim itan a votar, sino que cada uno defiende su opinión; el príncipe se rige por ellas o decide con arreglo a su voluntad. N o cabe hablar, por tanto, de un poder ilimita­ do. El rey es respetado; pero necesita gobernar de form a que se haga grato a los demás. Se p erm ite una violencia contra Aquiles, pero este entonces se separa de la u n ió n bélica. M uy Hoja es, pues, la relación de los príncipes con su caudillo; es una aristocracia com o la que hem os observado en los p rin ­ cipados septentrionales de la India. Igualm ente laxa es la relación de cada príncipe con la masa del pueblo. En el pueblo hay tam bién personas más p ruden-

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tes, más autorizadas, más valerosas, más diestras en las armas que los demás. Estas personas quieren tam bién ser oídas; y se pide su consentim iento y concurso para las empresas colecti­ vas. Los pueblos no pelean com o m ercenarios del príncipe en sus batallas; ni son empujados a m odo de rebaño estúpido y servil, com o una casta india. Tam poco luchan p o r su propia causa, sino com o testigos de las hazañas y de la gloria de sus príncipes, dispuestos a realzar ambas m ediante la propia fuer. za y a defender al príncipe, si llega a necesitarlo. Los caudi­ llos, subidos en sus carros, llevan tras de sí la infantería, la cual, a la inversa de lo que entre nosotros sucede, deja pelear a los príncipes, y solo cuando el caudillo sucumbe corre en su auxi­ lio, luchando para no perm itir que recaiga sobre ella la ver­ güenza de que el cadáver o las armas de su general sean botín del enem igo. La relación es, p o r tanto, m uy libre; la guerra no es cosa del pueblo. Pero tam poco existe desarm onía entre el pueblo y los príncipes. Sin embargo, en el campamento grie­ go es Tersites una eterna, inm ortal figura, que siem pre retor­ na; es el hom bre m aldiciente, que vitupera a los reyes; es el m ezquino y jorobado, castigado po r el bastón de Ulises; es el befado p o r los demás, el agitador dem agógico, cuya terque­ dad e insolencia son pronto vencidas. Tersites vierte lágrimas y se retira temoroso. H om ero describe las relaciones entre los hom bres exacta­ m en te lo m ism o que las del O lim po. Z eus es el je fe y los demás dioses le tem en; pero tam bién disputan con él. Cada uno tiene su propia voluntad; Zeus los respeta y ellos a Zeus. H abitualm ente hace Zeus lo que los dioses quieren. A veces alborota, reprendiéndoles y amenazándoles; y entonces ellos le dejan hacer su voluntad o se retiran enojados. Pero nunca llevan las cosas al extrem o; creen que es necesario entender­ se y finalm ente Zeus obra de tal suerte que, concediendo al u n o esto y al otro aquello, todos quedan co n ten to s. E n el m undo terrestre lo m ism o que en el olím pico es, pues, flojo el lazo de unidad. La realeza im p o rta p o co a los pueblos y cuando el acuerdo entre estos se convierte en hábito, el rey ya no significa gran cosa. E n la guerra el más valiente es el m ejor general; el m ejor en los sacrificios y en la legislación es el más sabio. Estos reyes no p u eden com pararse aún con

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los monarcas. La necesidad de la m onarquía siéntese tan solo o, en ningún estado griego se advierte odio contra las dinast ¡as. Los m iem bros de las casas reales son expulsados violentam en te p o r los pueblos, q u e dejan a las fam ilias de los antiguos soberanos en el tranquilo goce de su fortuna, señal de que la dem ocracia subsiguiente no era considerada com o algo absolutam ente distinto. ¡C uánto contrastan c o n esto las historias de otros tiempos! La historia nos refiere una m ultitud de abom inaciones y de i iamenes com etidos po r estas estirpes regias. La form a p rin -

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cipal de su ruina consiste, com o queda dicho, en su aniquila­ ción por estas abominaciones. Hay aquí, po r tanto, cierta ana­ logía con las antiguas dinastías francas. Las pasiones y la arbi­ trariedad estallan indóm itas. Pero las circunstancias son aquí más sencillas. Todavía no hay una legalidad que se im ponga com o éthos; todavía no hay intim idad de la conciencia, no hay ley ni iglesia a quien tem er. Lo que sostiene al rey es el azar del carácter individual; el rey se encuentra en u n p u n to en * donde puede entregarse al apasionam iento y a la arbitrarie­ dad. Los pueblos perm anecen entonces totalm ente fuera del interés. Lo que los reyes hacen, lo hacen para sí; no existe pro­ piam ente relación ética alguna entre los reyes y los pueblos. Así sucede tam bién en la tragedia; el pueblo constituye el coro, representa un papel pasivo, deja que los héroes lo hagan todo, sin intervenir, de suerte que estos no tienen ningún derecho com ún con sus pueblos. Los héroes ejecutan las hazañas y car­ gan con la culpa; el pueblo se limita a apelar a los dioses.Vemos al pueblo participar en el sentim iento, pero no en la acción. N o existe ningún poder que juzgue a estos individuos; ni exteriorm ente en las leyes, ni interiorm ente en la conciencia. Sus pasiones obran destructoras; mas solo para ellos, no para el pue­ blo. El pueblo aparece separado de las estirpes regias y estas son consideradas com o algo extranjero, com o algo superior, que lucha y padece en sí m ism o sus destinos. Esta es la razón de que semejantes individualidades puedan ser principal obje­ to del arte, señaladamente del arte dramático; son individua­ lidades com pletam ente extraordinarias, que quieren y resuel­ ven autonóm icam ente, por sí, y soportan su destino de manera individual; no obran de un m odo universal, sino com o indi­ viduos y, aun las adversidades que les suceden, son acciones absolutas de individuos, com o tales. N o se guían por leyes uni­ versales, verdaderas para todo ciudadano; sus actos y su caída son individuales. H istóricam ente estas estirpes se han hecho m eritorias p o r haber congregado en puntos fijos la vida de robo y vagabundaje (Teseo); pero hecho esto, se perdieron. Mas los griegos han tributado siem pre h o n o r a las estirpes regias de los tiem pos primitivos. Sorprende que haya habido tal m ultitud de soberanías inde­ pendientes. Esto tiene su fundam ento en la ya indicada diver-

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■ml.id e inquietud de los pueblos. E n las circunstancias de que i k>s ocupamos, no existe un poder despótico que pudiera reali /.ir por sí la unión, com o en Asia. A quí el individuo, com o i.il, no carece de derechos; ni tam poco existe el otro princi­ pio de un fin abstracto, capaz de subyugar a los individuos. ( ¡recia solo ha estado unida una vez, en la expedición contra Hoya. Pero incluso en esta guerra los arcananios no acudie1011. H ubo, pues, en estas circunstancias y en esta situación, algo sorprendente y grande en el hecho de que Grecia ente­ la se uniese para una empresa nacional. Inició una más ínti­ ma relación c o n Asia, relación que fue fecunda en consei tiendas para los griegos. (El viaje de Jasón a la C ólquida, del i nal los poetas hacen igualm ente m ención y que precedió a esta em presa, fue, com parado con ella, un caso aislado). Se seiiala com o causa ocasional de esta empresa colectiva el hecho de que el hijo de un príncipe asiático violase las leyes de la hospitalidad, robando a la m ujer de su huésped. A gam enón, con su poder y su renom bre, reúne a los príncipes de G rei ia;Tucídides a tribu ya esta autoridad de A gam enón, no solo a su dom inio hereditario, sino tam bién a su poder m arítim o, que superaba m ucho al de los demás. Sin embargo parece que l.i unión se realizó sin violencia externa y que todos se encon­ traron ju n to s po r simple determ inación personal. Los hele­ nos llegaron a fo rm ar u n co n ju n to tal com o nunca luego lograron reunirlo. El resultado de sus esfuerzos fue la tom a y destrucción de Troya, aunque no tenían el propósito de apo­ derarse para siempre de ella. N o se produjo, pues, com o resul­ tado externo, u n establecim iento en aquellos parajes, com o tam poco la u n ió n de la nación para esta empresa aislada se convirtió en una u n ió n política perm anente. La guerra fue estéril para la form ación de un co n ju n to político; la u n ió n resultó efímera. D el mismo m odo las cruzadas fueron em pren­ didas por la cristiandad com o un todo unido para un fin; pero este conjunto solo estuvo unido una vez, para la conquista del Santo Sepulcro, y esta u nión no produjo la form ación de un todo de mayor hase, sino que los reinos cristianos se separa­ ron después de logrado — o más bien fracasado— su propó­ sito, y volvieron a aislarse una vez que hubo transcurrido este m om ento de unión. La unidad que se produjo fue la unidad

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de la cultura. Las cruzadas son la guerra de Troya de la cris­ tiandad que despertaba; son la lucha contra la claridad sim­ ple e igual a sí misma del m ahom etism o. E n esta empresa, que Grecia llevó a cabo com o u n todo, el poeta ha ofrecido a la representación del pueblo griego una eterna im agen de su juv en tu d y de sus virtudes, una ima­ gen de su cu ltu ra, to m ad a de la realidad y vestida p o r la fantasía en la representación. Esta im agen de herm oso hero­ ísm o hu m an o ha sido luego el m odelo que ha presidido a todo el desarrollo y cultura de la Grecia. Los griegos no llegaron nunca después a una unidad polí­ tica, com o queda dicho. E n las guerras contra los persas no estuvieron unidos. La unión po r m edio de los anfictiones fue siempre algo ineficaz, que existió más que en la realidad en la representación. Los Estados no se hallaban protegidos por prescripciones federativas; una u n ió n efectiva m ediante tra­ tados no llegó nunca a darse. Lo único que ha sostenido a este pueblo ha sido la representación honorífica. Los lacedem onios llevaron a cabo la obra im pía de subyugar y hacer escla­ vo a un pueblo libre, los mesemos; y hasta siglos después no acabó Epam inondas con esta im piedad. Igualm ente los lacedem onios, en la tom a de Platea, m ataron a todos los ciuda­ danos, uno po r uno. En la decadencia de la antigua Grecia, es cuando A lejandro de M acedonia, el segundo joven griego, reúne a los griegos; y esto lo hacía Alejandro que era tanto un griego com o un no griego. Antes y durante la guerra de Troya tenem os una m ultitud de hechos a veces contradictorios y lindando con lo m ito­ lógico. Esta época term ina con la conquista del Peloponeso por los Heráclidas. Esta expedición de los H eráclidas fue la últim a em igración, después de la cual surgió en G recia un estado de tranquilidad, al que la fundación de p u ntos fijos hubo de preceder necesariam ente. U na gran oscuridad, que dura varios siglos, sobreviene con esta época. La historia se torna tan pobre durante los siglos siguientes, com o variados han sido hasta aquí los acontecim ientos. Es una época turbia, oscurecida además p o r la llamada alta critica m oderna, que arroja p o r la borda todo lo que los m ism os griegos creían. Pero ¿no es de suponer que H e ró d o to y Tucídides estaban

I Iíl X'.IONES SOBRE LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA UNIVERSAL

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m ejor inform ados que los novísimos críticos? Lo que pode­ mos afirmar es que m uchos de aquellos puntos fijos form amu distintas colectividades; estas colectividades vivían para sí, ■ni relaciones exteriores y p o r eso pocos acontecim ientos, en que participasen varias, ocurrieron en este espacio de tiem ­ po. Tucídides refiere que sucedieron pocas cosas de interés general: una g u erra entre Calcis y E retria — ambas tenían colonias— en la cual tom aron parte varios pueblos; pero se abe m uy poco de sus consecuencias.Tucídides indica ade­ mas que en este período las ciudades vivían para sí, existían aisladam ente y sostenían pequeñas guerras con los lugares vn inos. E ncontram os solo alianzas m uy reducidas. A parte de esto, Tucídides refiere que las ciudades prosperaron y flore>icron, especialm ente po r el com ercio, y adquirieron poder V i iquezas y se hicieron bastante fuertes para p o d er fundar i olonias, cuando los ciudadanos no cabían ya dentro de sus limites. D e igual m odo vemos en la Edad M edia a las ciuda­ des ile Italia, que vivían en continuas luchas intestinas y extei lores, llegar a un alto florecimiento. Las guerras eran sin duda hostilidades m uy superficiales. U n a guerra com o la que los espartanos hicieron a los mesemos, guerra que term inó, com o queda dicho, con la subyugación y esclavitud de un pueblo entero, es sin duda un acontecim iento señalado e im portanle por sí; pero solo concierne a la relación entre dos puntos aislados. I as ciudades tenían tam bién disensiones intestinas; el envío de tantas colonias e n todas las direcciones se explica fre■uentem ente p o r estas disensiones, pero revela a la vez el cre' im iento de las ciudades. Según dice Tucídides, los atenien­ s e s enviaron colonias al Asia (Jonia y una m ultitud de islas), los peloponesios a Italia y Sicilia. Las ciudades allí creadas establecieron a su vez colonias, com o, p o r ejem plo, M ileto, que fundó m uchas ciudades en la P ro p ó n tid e y en el m ar N egro. Este envío de colonias, especialm ente en el lapso de tiem po que va desde la guerra de Troya hasta Ciro, es un fenó­ meno peculiar, que puede explicarse del m odo siguiente. En las distintas ciudades el pueblo tenía el poder, puesto que decidía en últim a instancia los asuntos del Estado. La poblai ion y el desarrollo de la ciudad aum entaron m ucho con la

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larga paz; la prim era consecuencia de esto fue la acum ula­ ción de una gran riqueza, c o n la cual va siem pre unida la aparición de una gran necesidad y pobreza. Se dice que hubo carestía de tierras y dificultades para alimentar a tantos habi­ tantes. C uando la actividad de los habitantes para asegurar su subsistencia, se limita a la agricultura y no existe aún la indus­ tria, la población alcanza pronto el lím ite m áxim o. Así suce­ dió en las ciudades de Grecia. N o había industria, en nuestro sentido, y los campos estuvieron pronto ocupados. Pero una parte de la clase pobre no consintió en reducirse a una vida mísera, pues todos se sentían ciudadanos libres. El único recur­ so era, pues, la colonización; los menesterosos de la madre patria podían buscar en otro país un suelo libre y vivir de la agricul­ tura com o ciudadanos libres.También circunstancias acciden­ tales, com o facciones y malas cosechas, pudieron ocasionar colo­ nizaciones. La colonización fue, por consiguiente, un m edio de conservar en cierto m odo la igualdad entre los ciudadanos; pero este m edio solo es un paliativo, pues la desigualdad primitiva, fundada en la diferencia de fortuna, reaparece en seguida. Las antiguas pasiones resurgieron con nuevo poder y la riqueza pronto fue utilizada para la dom inación; así se encum braron los tiranos en las ciudades de Grecia. Tucídides dice: «Cuando la riqueza aum entó en Grecia, surgieron tiranos en las ciuda­ des y los griegos se entregaron afanosamente a la navegación». Los tiranos aparecen en las ciudades por el tiem po en que Ciro fundaba la m onarquía persa y sometía a su dom inio a los grie­ gos del Asia M enor. La verdadera historia y el interés de Gre­ cia em piezan po r este tiem po. A hora es cuando vernos a los Estados en su determ inación particular.

3.

LO S C O M IE N Z O S D E LA VIDA E S P IR IT U A L

a) Las bases de la cultura. El brote, el desarrollo y la auto­ determ inación del espíritu griego, que surge com o un espí­ ritu culto, com o u n espíritu que ha logrado una form a fija, tienen lugar en este período de Grecia, durante el cual reina en conjunto la oscuridad, porque sucedieron pocas cosas dig­ nas de la historia. El peculiar espíritu griego, en su form a

IM « 1< INES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL

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i Irin minada, aparece al térm ino de este tiem po, en el cual las di n u la s partes del país y del pueblo se desarrollan in terio r11H ule, aisladamente. Los griegos han estado unidos com o un solo pueblo en ii i ultura. Ellos m ism os se distinguían de los demás po r la • ullura; a los demás daban el nom bre de bárbaros. En el arte \ la ciencia griega nos sentim os nosotros com o en nuestra inopia patria y encontram os deleite. Aquí em pieza el nexo • i insciente en la cadena de la tradición. Lo que nosotros mismos hem os recibido em pezó po r ser 11ai a nosotros tam bién algo heterogéneo. Al apropiárnoslo y mi iludirlo hemos form ado algo nuevo. La cultura griega tiene tam bién una base anterior culta, sobre la cual este pueblo se i din a; pero transform ándola a la vez. H istóricam ente se ha dii lio que los griegos han producido po r sí solos la cultura \ determ inado todo su progreso. Sin embargo, ellos mismos lian guardado agradecidos el recuerdo de los prim eros tramos de la cultura natural; po r ejemplo, han celebrado en el m ito la introducción de la agricultura y del m atrim onio; y atri­ buían a Prom eteo la preparación del fuego.Toda la situación histórica indica que muchas artes, habilidades técnicas y otros Iactores determ inantes de su c u ltu ra le s llegaron p o r mar. El I .le de Grecia era especialmente culto; m enos lo era el Oeste, i michas de cuyas partes, com o Acarnania y Etolia, perm anei icron rudas y salvajes; y el Epiro fue com pletam ente incul­ to La liga etolia, que era una liga de injusticia, se form a en l.i época romana. Los rudos albaneses existen todavía. El PeloIumeso occidental, la Élide, es el m om ento abstracto de la cullura, donde los juegos y sacrificios tienen lugar. El arte bello constituye el centro de la cultura griega. Los l'.i icgos no lo han recibido ni por conquista activa, com o los m ínanos, ni p o r conquista pasiva, com o los galos. N osotros, los alemanes, hem os adquirido el arte de este ultim o m odo; pero, además, lo hem os aprendido expresam ente. Tam poco esto puede aplicarse a los griegos. Se ofrece una serie c o n sei viente, sin solución de continuidad; y no es posible enconn .ir lo propia y específicam ente griego en nin g u n a parte. Por otro lado, el progreso p u d o reducirse a lo m ecánico e intelectual, q u ed an d o intactos sus orígenes, incluso en la

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ciencia in te le c tu al, p o r ejem plo, la talla de las piedras, la g eom etría. Lo espiritual, p o r el co n trario , progresa p o r sí mismo, recorre estadios independientes; y así la cultura grie­ ga tiene no solo su supuesto, sino tam bién su p ropio p rin ­ cipio espiritual. O tra base de la cultura griega es el estado de paz, estableci­ do po r los reyes y por los héroes. El elem ento hostil, que fue necesario vencer, era, sobre todo, la piratería por m ar y por tie­ rra. H em os visto cómo, según Tucídides, el estado de paz fue establecido en el m ar p o r M inos, m ientras que en tierra no quedó instaurado hasta más tarde. Los locrios, p o r ejemplo, siguieron co m etiendo durante m ucho tiem po sus actos de bandidaje. U n aspecto principal de la hostilidad entre los pue­ blos incultos estuvo ausente desde el principio: el de la gue­ rra de venganza entre distintas tribus. Las guerras de c o n ­ quista solo surgieron posteriorm ente, una vez que estuvieron form ados los Estados fijos. Pero com o los griegos no estaban separados naturalm ente en tribus, sino que habían surgido de una mezcla de pueblos, las guerras de raza no existían en Gre­ cia. N o había ningún lazo patriarcal de familia que pudiese ahorrar al hom bre el trabajo de perfeccionarse a sí mismo. Pues en la familia, el hom bre tiene valor en su origen mismo, mas no por sí, sino por la familia. Grecia es comparable con N o r­ team érica en que, p o r su proxim idad a las grandes m u ch e­ dum bres del Asia, se vio cruzada po r los elem entos de esta y en contacto y mezcla con ellos. Las tribus en estado de natu­ raleza quedaron aisladas más al Oeste. En la G recia propia­ m ente dicha, la sociedad fue lo esencial, lo más respetado, y esta­ ba en ella desde su nacim iento. Lo propio de esta clase de vida aparecía, por tanto, com o algo individual, independiente. Ade­ más de estos elem entos había otros m uchos estím ulos pro ­ cedentes del extranjero, de Egipto, del Asia M enor, de Creta. Las antiguas em igraciones de los propios griegos p ro d u je ­ ron igualm ente m uchos ferm entos naturales, puram ente espi­ rituales, que habían de favorecer el desarrollo de la cultura al sobrevenir luego la tranquilidad interior. Los atenienses son los prim eros que dejan de llevar armas en tiem po de paz; y revelan con ello, a diferencia de los bárbaros, la cultura más antigua.

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l>) Los comienzos del arte. E n este estado de paz vemos des­ puntar el infinito impulso de los individuos a revelarse, a desi ubrir lo que cada uno es capaz de hacer, a gozarse en lo que por ello vale para los demás. Son los comienzos del arte bello. 1.1 goce sensible ya no es la base de la paz; la superstición, la estupidez, la dependencia respecto de la naturaleza no m anda y¡, en estos hom bres. Están harto excitados, harto orientados liada su individualidad, para adorar pura y sim plem ente la naturaleza, tal com o se presenta en su poder y bondad. D es­ pués que la vida del bandolerism o hubo cesado y la seguri­ dad y el ocio quedaron garantizados en una naturaleza libe­ ral, el estado de paz despertó en ellos el sen tim ien to de sí mismos, con el deseo de honrarse. Esto se revela, com o queda dicho, pronto, por eso no los vemos subyugados po r la superstición, pero tam poco vanos. La vanidad no surge hasta mas larde, cuando lo sustancial se ha separado de la individuali­ dad. La necesidad, no solo de recrearse, sino de exhibirse, y, por este m edio, principalm ente de hacerse valer y gozarse en sí mismos, constituye el rasgo capital y el principal asunto de los griegos. Libre com o el pájaro que canta en el aire, el hom bre exterioriza aquí lo que yace en el fondo de su fres­ ca naturaleza hum ana, para patentizarse a sí m ism o en esta exteriorización y conquistar el reconocim iento ajeno. Este impulso a manifestarse, frente al rudo sentimiento de sí mismo, es el que se desarrolla en el arte bello. El arte em pieza con el prim er trabajo desinteresado. D ebe considerarse, pues, p o r este lado, com o origen subjetivo del arte, el hecho de que el individuo haga de sí m ism o otra cosa y revele de esta m ane­ ra a los demás que el carácter de la universalidad está im pre­ so en él. La naturaleza exterior no existe solamente para satis­ facer la necesidad sensible com o tal, sino que el h om bre la usa tam bién para su adorno. Los bárbaros tam bién quieren exhibirse, pero se lim itan a ataviarse y adornarse. Se co n ten ­ ían con el adorno exterior, que es accesorio. Por u n lado quie­ ren que su cuerpo aparezca más herm oso gracias al adorno, y por otra parte el adorno no ha de ser nada para si, sino para los demás. El sentido del adorno consiste en ser signo de rique­ za; debe llamar, dirigir la atención sobre el hom bre y m ostrar iiue este ha hecho algo de sí mismo, ha añadido algo a su cuer-

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po. El adorno no tiene, pues, otro destino que el de ser adorno de otra cosa; y esta otra cosa es el cuerpo hum ano, en el cual el hom bre se encuentra inm ediatam ente y al que ha de transformar, com o transform a todo lo natural. E ntre los grie­ gos vemos m uy p ronto este interés p o r el adorno; pero los griegos tienen demasiada individualidad para reducirse al ador­ no exterior. T ien en desde m u y p ronto el sentim iento de sí mismos y han de manifestar lo que son p o r sí m ism os y con. seguir que esto que son sea reco n o cid o p o r los demás. La dependencia de la naturaleza queda descartada. Pero hay algo natural que el hom bre puede usar para manifestarse y que se encuentra en su proxim idad inm ediata. Este algo, m uy apro­ piado para ser signo de su destreza, voluntad, fuerza y ener­ gía, es su propio cuerpo. El h om bre posee su cuerpo inm e­ diatamente y se encuentra en él de un m odo natural, sin haber hecho nada por ello. El p rim e r interés del espíritu consiste p o r tanto, en transform ar el cu erp o en un órgano cabal de la voluntad; los m iem bros d eb en dejar paso a la voluntad de tal suerte que hagan inm ediatam ente lo que la voluntad quie­ re com o órganos cabales del espíritu. Las habilidades de esta m dole Pu eden ser tam bién m edios para otros fines, pero cabe prescindir de las necesidades y demás fines, apremios y depen­ dencias y convertir la habilidad m ism a en un fin, y entonces esta habilidad es perseguida p o r sí m ism a.Y ella p o r sí no es mas que la energía de la voluntad, que ha elaborado la inm e­ diata corporalidad, de tal suerte que esta es ahora apta para presentar y expresar la voluntad, lo espiritual; y así es com o el hom bre se representa a sí m ism o com o obra de arte. El com ienzo consiste, p o r tanto, en que el griego hace del propio cuerpo algo, lo educa en la libre m ovilidad. Esto es lo mas antiguo que vemos. El Paladión de Troya todavía no es en H om ero una obra del arte plástico. H om ero hace una brillante y deliciosa pintura de los juegos que Aquiles orga­ niza en los funerales de su caro am igo Patroclo;pero en todos los poemas hom éricos no se encuentra ninguna alusión a estatuas de los dioses. N o se m encionan m uchos templos; el teso­ ro de A polo en Delfos, el tem p lo de Palas en Atenas, el de Poseidon en Egas y el santuario de D o d o n a son los n o m ­ brados; pero no se habla expresam ente de im ágenes de los

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i Ih >ses.

I ,os sacrificios son tributados a la divinidad — que per­ manece invisible— en altares a cielo descubierto. Así sucede no solo en la Ilíada, sino tam bién en la Odisea. N éstor sacriIo ,i .1 Poseidón a orillas del m ar; no se habla de ningún tem l'lo y los asientos para los presentes se encuentran al lado de I r habitaciones. El hecho capital es, p o r tanto, que los g riel'.os c nltivaron la belleza de la propia figura, antes de crear I'días estatuas. Sus prim eras obras de arte fueron seres hum a­ nos que cultivaron la herm osura y destreza de sus cuerpos. Por esto les vemos practicar los juegos desde m uy pronto. I In, que era entonces contraria a la religión del pueblo. Pero no era aquella una religión elevada, sino el origen b ru to de 11 religión griega. Lo antiguo, que ya no es vivido p o r el espíi iln del pueblo, se rebaja y convierte en algo más o m enos desconocido, p rin c ip alm e n te en algo venerable, fu en te y, por tanto, explicación de lo que viene después. Mas cuando 10 nuevo se ha hecho vigente, com o po r ejem plo las consti­ tuciones en la vida política, ya lo viejo y lo nuevo no están n i el m ism o plano; lo viejo, que com o origen sigue apare■m id o venerable, es necesariam ente considerado com o algo prohibido y peligroso, que podría acarrear la decadencia de 11 i nuevo. Pues si se conociera lo antiguo se vería claram ente i ii.il es el derecho en que se funda lo nuevo, y lo nuevo apan ( cría entonces com o algo que no tiene justificación en sí. I i >s misterios han tenido esta relación con la religión del pue­ blo; y esto explica la creencia de que lo m isterioso contiene m ucha más sabiduría que la religión popular. La misma relai ion se ha conservado en parte en la vida jurídica, donde han ulo considerados los antiguos y m ohosos pergam inos com o I is verdaderas fuentes que nos dan conocim iento de lo pre. i iic. Los m isterios eran, pues, aqtiellos antiguos comienzos; no contenían seguram ente m ayor sabiduría que la que ya li.ibía en la conciencia de los griegos. C onservaban necesai lamente representaciones de la religión natural; pero la nueva idip.ión fue lo más verdadero,lo más espiritual. Sin embargo, ligo análogo le acaece aún a nuestro entendim iento, cuando • ' m lem plam os esta religión griega más espiritual; pedim os, poi ejem plo, una explicación de los distintos dioses griegos

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y nom bram os entonces el elem ento natural abstracto, dicien­ do, por ejem plo, que Poseidón es el mar. Pero el m ar es algo inferior a Poseidón. P o r otro lado, tam poco el m isterio sig­ nifica secreto, sino que lo designado con esa palabra es lo espe­ culativo, que sin duda es secreto para el entendim iento. Por tanto, no deben buscarse secretos en estos m isterios. En la época cristiana posterior todos estaban ya divulgados; si hubie­ se habido en ellos algo superior, se habría conocido. Todos los atenienses estaban iniciados en los m isterios eleusinos; solo Sócrates no lo estaba, porque quería conservar las manos libres para que, si fundaba algo en el pensam iento, no le acusasen de haberlo sabido po r los m isterios eleusinos. Sócrates sabía que la ciencia y el arte no brotan de los m isterios y que la sabiduría jam ás se halla en el secreto. A ntes bien, la verdade­ ra ciencia está en el cam po abierto de la conciencia. H em os encontrado com o determ inación abstracta del espí­ ritu griego la adm iración, el presentim iento, que penetra en la conciencia mediante estímulos de toda clase. Esta es la deter­ m inación elem ental del espíritu griego; este espíritu no es todavía el espíritu absolutam ente libre, que descansa sobre sí mismo.Vamos a ver ahora cóm o el espíritu griego se ha for­ m ado con sus elem entos.

Capítulo II La

I

m a d u r e z d e l e s p ír it u g r ie g o

I.A SU BJETIV ID A D G R IE G A

/ Vespíritu griego es individualidad libre y bella. Está libre de i se estado en que la conciencia personal le falta al hom bre Im ite a la objetividad de la naturaleza;pero tam poco es todai ,i el otro extrem o de la abstracción en sí. El espíritu griego - I,i abstracción concreta en el m edio entre ambos extremos. I >i hemos considerar esta individualidad libre en las tres for­ ma', de su manifestación: prim ero, en el hom bre por sí; segundt i. en los dioses; y tercero, en el Estado. I a determ inación fundam ental del espíritu griego consisi' en que la libertad del espíritu está condicionada y se halla ■n esencial relación con una excitación natural. La libertad |i,i lega es excitada por otra cosa; y es libre porque m odifica y | >i*uluce por sí misma la excitación. Esta determ inación es, • i uno queda dicho, el m edio entre esa falta de conciencia periiu.il del hom bre, tal com o la vemos en el principio asiáti— i o, y la subjetividad infinita, com o pura certeza de sí mismo. I I espíritu griego, com o m edio, parte de la naturaleza; pero i invierte esta en algo establecido, puesto p o r él m ism o; la [3 6 7 ]

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espiritualidad no es todavía, por tanto, absolutam ente libre, ni todavía existe plenam ente fuera de sí misma, no es estímulo de sí misma. El espíritu griego parte del presentim iento y la admiración y pasa luego a establecer la significación. Esta uni­ dad es producida tam bién en el sujeto mismo. El lado natu­ ral del hom bre es el corazón, el sentim iento, las inclinacio­ nes, las pasiones, la v o lu n ta d natural; to d o esto ha sido transform ado en la individualidad libre. Este lado natural es < el punto de partida de la conciencia que, som etida al espíri­ tu, se ha form ado para ser co n fo rm e al espíritu. N o se ha llegado al p u n to de que el h om bre tenga una relación con poderes éticos abstractos, con unidades de la especie del Esta­ do, sino que lo universal sigue en su relación con lo natural; lo ético es el peculiar ser y querer de la subjetividad particu­ lar. Pero esta no consiste en el apetito inm ediato, sino que se ha tornado conform e al verdadero espíritu, el cual, sin em bar­ go, todavía no es de un m odo universal objeto para el sujeto particular. Tal es el m edio entre la sensibilidad del h om bre com o tal y su espiritualidad en la form a del pensam iento, de la abstracción; y esto hace precisam ente que el carácter g rie­ go sea la individualidad bella, que el espíritu produce, trans­ form ando lo natural en su expresión. La existencia de la indi­ vidualidad, del carácter, de la conducta bellos, está puesta po r su espíritu exterior; y puesta de tal m anera, que la m ateria, el m aterial, el contenido del espíritu, es lo inm ediato. Pero este inm ediato, necesario solam ente para la expresión, queda transform ado p o r la actividad productiva del espíritu. El espíritu todavía no se tiene a sí m ism o p o r órgano; su actividad todavía no tiene en sí m ism o el m aterial y el órga­ no de exteriorización. Para exteriorizarse el espíritu necesi­ ta de la excitación natural, del m aterial natural; po r eso la sub­ jetividad griega no es una espiritualidad libre que se determ ina a sí m ism a, sino una naturaleza transform ada en espirituali­ dad; justam ente lo que designamos con el térm ino de indi­ vidualidad bella. Podem os llamar al espíritu griego el artista plástico, que convierte lo natural en expresión del espíritu, que hace de la piedra una estatua y no presenta la piedra com o piedra y al espíritu com o algo heterogéneo, sino que infun­ de a la piedra el espíritu y representa al espíritu en la piedra.

LECCIONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL

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La piedra no sigue siendo piedra; aquella estatua no es una form a e x te rio r que se haya lim itado a desaparecer, sino lo contrario. Es opuesto a la naturaleza de la piedra el ser expre­ sión de lo espiritual; p o r eso tiene que sufrir una transfor­ mación. Lo natural no sigue existiendo com o natural. El artis­ ta necesita de la form a corporal y sensible, para su concepción espiritual; sin semejante elem ento no puede tener concien­ cia de sí, ni aprehender ni hacer objetiva para los demás la idea. Su concepción todavía no puede llegar a ser en su espí­ ritu objeto del pensam iento puro, sino que el órgano con que tiene conciencia de sí y se representa a los demás es el ele­ m ento sensible. El artista griego no lucha con lo natural, com o el egipcio. También el espíritu egipcio trabajaba la materia; pero lo natu­ ral todavía no estaba sometido a lo espiritual. El egipcio luchalía aún con ello. Lo natural aun subsistía por sí y form aba una parte del producto, com o en el cuerpo de la esfinge. En el espíritu griego, lo natural está som etido in terio rm en te a su contrario; no ha sido conservado com o una parte de la con­ traposición, sino que se halla rebajado al rango de signo, es una envoltura en que el espíritu no queda preso; ha subsisti­ do, pero com o envoltura en que el espíritu, lo ético, se m ani­ fiesta. H ay que hacer resaltar, con respecto a esta determ ina­ ción, que el espíritu griego, artista, transform ador, se sabe a sí m ism o libre en sus creaciones. El espíritu subjetivo es el creador y las creaciones son, p o r tanto, obra hum ana, pero no solo esto, sino que sli contenido es la verdad; y este conteni­ do es lo en sí de lo racional, las potencias del espíritu en sí y por sí. Pero esta obra es tan creada com o no creada p o r el hom bre; no es creada po r la arbitrariedad, sino por el espíri­ tu racional, que tiene en el elem ento de la naturalidad el mate­ rial que usa y m aneja para expresarse. Los griegos han em pe­ zado p o r este co n ten id o que se expresa. S ienten respeto y veneración po r el Zeus de O lim pia, po r la Palas de la A cró­ polis ateniense; sienten respeto por las leyes y las costum bres i le- su Estado, por estas instituciones e imágenes, que, sin embar­ go, solo existen porque el hom bre es la form a activa que las lia producido, el seno m aterno que las ha concebido, el pecho que las ha am am antado — el hom bre, lo espiritual que las ha

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hecho grandes y puras— . Por eso es alegre. El griego no solo es libre en sí — tam bién el asiático y el niño lo son— , sino que tiene la conciencia de su libertad, de una libertad que no está frente a este contenido y a estas creaciones, sino en ellas. El h onor del hom bre está, pues, en el h onor de lo divino; los hom bres honran lo divino, pero este es tam bién su obra, su p ro d u cto y su existencia; lo divino recibe, pues, el h o n o r que le es debido, mediante el honor de lo hum ano; y lo hum a­ no, m ediante el h o n o r de lo divino. La prim era forma, que la individualidad bella toma, es, según esto, la hum anidad inm ediata, la obra de arte subjetiva o la obra de arte que el hom bre hace de sí mismo. Liemos hablado de cóm o en la época prim itiva surgen ya los juegos en los cuales los hom bres se form an m ediante la destreza corporal, m edian­ te la lucha, la carrera, el lanzam iento de la jabalina y del disco y cóm o el canto y la danza se agregan a ellos. El hom bre es, p o r tanto, la más antigua obra de arte, más antigua que las imágenes de los dioses en piedra u otro m aterial. Los grie­ gos han cultivado sus cuerpos hasta hacer de ellos figuras her­ mosas y órganos que sirven no para llevar a cabo cosa algu­ na, sino para exhibir la destreza por sí misma. El interés consistía en revelar la libertad. Este m ostrarla y honrarla es entre los griegos un interés m uy antiguo. Aquellos juegos y artes, con su deleite y sus honores, eran en un principio asunto privado y se practicaban en ocasiones especiales; pero en los tiem pos posteriores se convirtieron en un asunto nacional y form aron pronto un lazo entre toda la nación; de suerte que la Elide fue determ inada para que en ella reinase la paz y el cultivo de la corporalidad y la co n ­ tem plación de las obras de arte subjetivas. Así fueron insti­ tuidos los célebres certámenes en determinadas fechas y deter­ minados lugares. Ellos fueron uno de los pocos lazos com unes que m antenían unidos a los griegos; pues aunque Grecia no estaba unida en el sentido político, poseía varios puntos de reunión, de índole ideal. E n este respecto, los juegos se aso­ cian a los oráculos que — principalm ente el de Delfos— for­ m aban asimismo puntos céntricos p o r su im portancia y sig­ nificación, po r la afluencia de consultantes y ofrendas votivas. Ju n to a los oráculos y a la liga anfictiónica, los juegos se des-

I ECCIONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL

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l.icaban com o algo com ún. Son particularm ente célebres los i ideal; surge el principio de la subjetividad, pero solo com o algo que se manifiesta y, por tanto, con dos aspectos. U n aspec­ to es lo aním ico; el otro, lo natural. Lo aním ico está, p o r una parte, im aginado en lo natural, pero tam bién existe po r sí y se opone a aquella form a que aparece com o la vida. La relai ion del p rincipio griego con el oriental consiste, pues, en que la inm anencia de lo espiritual y lo natural, el principio oriental, vale solo, para los griegos, bajo el aspecto de la rea­ lidad, y lo espiritual, así com o es inm anente a lo natural, se opone tam bién a sí m ism o y a lo natural. Iíl espíritu se piensa. Dios es adorado en el espíritu com o lo no sensible; esto significa que D ios está puesto en el ele­ m ento del pensam iento. Aparece para otro, pero en el pen.am iento; esta referencia a lo otro es el lado de la realidad, liste lado es todavía entre los griegos el de la espiritualidad m aterial, física, inm anente a la naturaleza. El espíritu no es todavía — el saber que el espíritu tiene de sí— : el lado de su 0 .11idad es el lado natural del fenóm eno. El principio griego todavía no se ha desarrollado en la form a del m undo del pennniento. El m undo no sensible y superior no está aún sobre 1 I sensible; pero lo espiritual es en este la determ inación eseni i.il. Lo espiritual es lo libre; la afirm ación del espíritu es la íl l ividad condicionada por sí misma; el espíritu es el p rodu■irse a sí mismo. Esta afirm ación del espíritu solo existe po r l.i referencia a la naturaleza; el espíritu se presupone y es libre

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m ediante la negación de su «ser otro», m ediante la negación de lo natural. La determ inación del espíritu consiste, p o r tanto, prim ero en lo natural; y segundo en la postergación, en la subordinación de lo natural. Los griegos han llegado a la con­ ciencia de que sus dioses han subyugado lo natural. Los griegos han poseído lo espiritual individualm ente, ele­ vándolo a la subjetividad; de tal suerte que el sujeto era el lado esencial de la realidad y lo natural estaba rebajado. Lo natu­ ral ha de servir de expresión para el espíritu subjetivo; po r eso no puede tener más figura que la humana, pues solo esta puede ser expresión espiritual. El hecho de que Dios se les haya apa­ recido solam ente en el m árm ol, en el m etal, en la m adera, en los productos de la fantasía hum ana, pero no en carne y hueso, no en existencia real, se explica porque para ellos el hom bre no ha tenido valor y dignidad, no ha m erecido honor y dignidad, sino en cuanto que está encum brado en la form a bella, en cuanto que se ha cultivado hasta llegar a la libertad de la apariencia bella. La divinidad queda som etida, pues, a la contingencia de lo individual; su form a y figura es p rodu­ cida po r el sujeto particular.Y los griegos han sido los úni­ cos que se han cultivado de este m odo; todos los demás p u e­ blos eran bárbaros y en tre los griegos m ism os subsistía la distinción entre griegos propiam ente libres y esclavos. Esto de que el espíritu es lo que él se hace a sí mismo, cons­ tituye exclusivamente un aspecto. El otro aspecto consiste en que el espíritu es lo originariam ente libre, en que la libertad es su naturaleza y su concepto. Pero los griegos no han per­ cibido aún este aspecto, precisam ente p o rq u e todavía no han pensado, todavía no se han apreh en d id o en el pensa­ m iento. Todavía no han conocido al espíritu com o lo «en sí» en su universalidad, sino solo bajo el aspecto de cóm o se pro­ duce a sí mismo. Todavía no han tenido, pues, la representa­ ción, de que el hom bre en sí está hecho a im agen de Dios. Por eso no han tenido la idea cristiana de la unidad de la natu­ raleza divina y hum ana, ni han sabido que el hom bre, po r su concepto, está en relación con lo divino, sino que han creí­ do que solam ente lo está el hom bre cultivado, el que se ha elevado e idealizado. Solo el espíritu interior, seguro de sí, el espíritu que ha producido su m undo interior, puede sopor-

I I;< X'.IONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL

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i.ii (|iie lo natural tenga transfigurado inm ediatam ente en sí lo espiritual. C u ando el pensam iento es libre p o r sí puede dejar en libertad el lado del: fenóm eno y tiene la seguridad de que confía la naturaleza divina a esta cosa presente; pien.1 lo espiritual y puede dejarlo en su inm ediatez, tal com o es; para representarse lo espiritual, fijar lo divino y hacer la uni­ dad exteriorm ente intuible, no necesita ya transfigurar lo natui al en lo espiritual, ni transform arlo para que exprese lo espi1 11nal, sino que el espíritu libre, al pensar lo exterior, puede dejarlo tal com o es, puede aprehender lo divino en este ele­ m ento inmediato, pues piensa esta unión de lo finito y lo infi­ nito y sabe que no es una unión accidental, sino lo absoluto, la idea eterna misma. Esta es la idea profunda, idea que encie­ rra la. antítesis infinita. Se suele reprochar a la religión griega su antropomorfismo y considerar el antropom orfism o en sí com o un defecto en la icpresentación religiosa.Ya Jenófanes ha dicho que los h o m ­ bres han hecho a los dioses a su im agen, y que si los leones lucieran dioses, los representarían com o leones. D e este m odo, al dicho de que Dios ha hecho el hom bre a su im agen, replii ase: mais L ’homme le lui a bien rendu — el hom bre ha hecho a Dios a su im agen— . Pero si distinguim os más exactam enIe, hay que decir: lo hum ano es lo espiritual y lo espiritual es lo excelente y verdadero de los dioses griegos, aquello por lo cual estos dioses se elevan por encima de todas las divi­ nidades naturales y de las antiguas abstracciones, com o la de la esencia una, la esencia suprema, la identidad vacía, la eseni ia vacía, sin determ inación, indeterm inada. La espiritualidad es lo suprem o, lo espiritual es lo verdadero frente a la signifieación de los poderes naturales com o tales abstracciones. Los griegos no han divinizado la naturaleza, sino transform ado lo natural en espiritual. La verdad es que el defecto de los dio­ ses griegos consiste en no ser bastante antropom órficos. Los griegos han tenido héroes; pero estos no eran aún honrados com o dioses; esta divinización del hom bre es algo posterior y tiene otra significación, com o, p o r ejemplo, en los em pei adores romanos. Este antropom orfism o falta a los griegos. Por otra parte, se considera tam bién com o una exceleni i.i de los dioses griegos el haber tenido figura hum ana. En

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sus Dioses de Grecia canta Schiller: «Com o los dioses aún eran h u m an o s, eran los h om bres divinos»1. Su poesía p e rm ite conocer que estaba conm ovido hasta lo más hondo; pero su representación era, en parte, equivocada, porque, en verdad, el Dios cristiano es m ucho más hum ano que los dioses grie­ gos. E n la religión cristiana se dice: D ios se ha m anifestado en carne y hueso; y el cristianismo consiste en adorar a C ris­ to com o a D ios y a D ios com o a C risto. El H om bre-E)ios, C risto, ha sido h u m an o en u n sentido m u ch o más d e te r­ m inado y ha ten id o una h u m anidad de presencia terrena, de circunstancias naturales, de pasión y m u erte afrentosa, totalm ente distinta de la hum anidad de los bellos dioses grie­ gos. Si se quiere considerar la h u m an id ad de estos dioses com o una excelencia, no cabe hacerlo seguram ente frente a la h u m an id ad de D ios en la religión e Iglesia cristianas. H ay en estas u n antropom orfism o totalm ente distinto. A hora bien, p o r lo que toca a este elem ento com ún a las religiones griega y cristiana, debem os decir que si D ios ha de manifestarse, solo puede hacerlo com o espiritual. Para que su m anifestación, exterioridad, presencia inm ediata, realidad, se aparezca com o espiritual a la in tu ició n sensible, a la repre­ sentación, ha de manifestarse exclusivamente en figura hum a­ na. N o hay otro m odo sensible en que lo espiritual se pre­ sente com o espiritual. D ios se da a conocer, sin duda, en la naturaleza, en el sol, en las m ontañas, en los árboles, en el ani­ m al, en la concordancia entre sus m edios y sus fines, en la zarza ardiente, en el susurro del viento; pero en todas estas cosas naturales Dios solo es perceptible en el interior del suje­ to, y ninguna de estas cosas naturales, en sí mismas, expresan la espiritualidad. La figura hum ana es la única que expresa en sí m ism a la espiritualidad; en ella tenem os delante lo sensi­ ble del espíritu; de ella irradia lo espiritual com o tal. Si, pues, Dios debe manifestarse en la intuición sensible, en la repre­ sentación, solo puede hacerlo en figura hum ana. A hora bien, D ios tiene que manifestarse, necesita tom ar form a aparente

1 Cari Friedrich Schiller, D ie G ó tter G riech lan d s, I, w. 191/192: «Da die Gótter menschlicher noch waren,/ Waren Menschen gottllicher», Steinacker, Leipzig, 1804.

I ! ■:ios supranatural, esto es, un Dios espiritual, expresión inad­ misible, porque no excluye que la resonancia de la naturali"/.i no exista en él com o su o rig e n exterior. El in telecto irpara ambas cosas, en cu en tra lo espiritual y no sabe qué li.it er con lo otro, con lo natural. Los griegos están vueltos lin i.i ese lado, hacia la resonancia del elem ento natural, hacia lie. orientales. Se dice que han anim ado toda la naturaleza; p' 10 esto no es lo peculiarm ente griego; esto es algo o rie n i il l o peculiar de los griegos es la u n ió n de lo natural con I I individualidad; esta fuente es la diosa, este río es el dios. La imagen de la naturaleza es, sin duda, más herm osa y amable • 11 l.i fantasía de los griegos que entre los orientales. Pero esto l in v ie n e de que aquellos han honrado lo hum ano com o la I' ii m.i en que lo divino se revela. Así han perm anecido libres i li los absurdos orientales. Se ha hecho habitual en los tiem In m odernos decir que Hélios es el dios del sol. Los griegos i" ' lian tenido sem ejante representación; Hélios no es el dios ili l sol, sino el sol m ism o c o m o dios; P o seid ó n n o es el l i " . del mar, sino el m ism o dios mar. U n D ios de la n atu • ili a, com o señor que m anda sobre la naturaleza, es algo II ii alm ente distinto de lo co n ten id o en los dioses griegos.

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Estos no son meros poderes naturales, sino esencialmente indi­ vidualidades espirituales, siendo la individualidad lo decisivo, aunque todavía no una individualidad libre. El espíritu no está todavía aprehendido en el espíritu. Los griegos son libres, pero su libre individualidad no es todavía para ellos su objeto; la individualidad solo se torna objeto en el espíritu libre. Los dioses que los griegos han reconocido p o r verdaderos son dioses espirituales, poderes espirituales éticos; a estos han atribuido lo que sucedía y po r ellos han explicado lo que se manifestaba al exterior. Tam poco nosotros conocem os nada más alto que la afirm ación de que el espíritu es el p o d er y verdad absolutos; pero en la religión cristiana se ha llegado a una conciencia más profunda de ello. Los griegos han sabi­ do bien que lo espiritual es la verdadera esencia; pero lo han co n o cid o dividido en m últiples particularidades. Estas, sin embargo, no han perm anecido abstractas para ellos; los pode­ res espirituales que los griegos conocen no son vanas alego­ rías, com o el am or, el deber, el h o n o r, etc., de los dram as m odernos; hay que concebirlos com o individualidades o suje­ tos; lo espiritual es esencialm ente subjetividad. Esta es la obra peculiar del espíritu griego; ya hem os dicho cóm o H eró d o to, que lo conoció, declara que H om ero y H esíodo fueron los que dieron a los griegos sus dioses, esas individualidades espirituales; y lo que ellos im aginaron no son fábulas, sino la verdad misma. El escultor le dio, más todavía que el poeta, su figura determ inada, elevando así plenam ente estos carac­ teres individuales a la pura belleza. Fidias hizo la estatua de Z eus O lím pico, y los griegos, al verla, dijeron: ese es Zeus Olím pico. Lo espiritual es, según esto, un sujeto capaz de presentarse claro en una im agen intuitiva. Así com o el espíritu egipcio fue el grandioso artesano, así los griegos han sabido, con su bella fantasía, crearse imágenes y tratado de aclarar lo verda­ dero con sus inagotables producciones; pero no han conoci­ do nuestras incesantes explicaciones. Los dioses griegos no son ni personificaciones de poderes naturales ni abstracciones, com o el tiem po, el cielo, el uno, el pensam iento puro, la sabiduría, el saber, la necesidad. Estos dioses no son tales abstracciones de lo espiritual, no son ale-

I lilos cielos».Y «sed perfectos, com o vuestro Padre que está en los cielos».Tenemos aquí una exigencia de Cristo enteram ente determinada. La elevación infinita del espíritu a la pureza sen­ cilla es puesta aquí com o base fundam ental. N o está dada todavía la form a de la conciliación, sino propuesto el fin com o un m andam iento absoluto.Y tocante a la referencia de esta posición del espíritu con la existencia tem poral, tam bién esta pureza es presentada en ella com o la base sustancial. «Buscad prim ero el reino de Dios y su justicia; que lo demás se os dará por añadidura».Y «los dolores de estos tiem pos no m erecen aquella gloria». A quí dice C risto que los dolores externos com o tales no deben ni temerse ni rehuirse, pues no son nada, comparados con aquella gloria. Pero esta doctrina se hace des­ pués polém ica, precisam ente porque se presenta de un m odo abstracto. «Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncalo y arró­ jalo lejos de ti; si tu m ano derecha te escandaliza, córtala y arrójala lejos de ti. Porque es m ejor que pierdas uno de tus m iem bros que no que el cuerpo entero sea arrojado al infier­ no». Lo que podría enturbiar la pureza del alma, debe ser des­ truido. R especto de la propiedad y el lucro se dice asimismo: «No os cuidéis de vuestra vida, preguntándoos qué com e­ réis y beberéis; no os cuidéis de vuestro cuerpo, preguntán­ doos con qué lo vestiréis. ¿Acaso no es la vida más que el sus­ tento y el cuerpo más los vestidos? M irad las aves del cielo; no siem bran, ni cosechan, ni recogen en los graneros. Vues­ tro Padre celestial las alimenta. ¿Acaso vosotros no sois más que ellas?» Se rechaza, pues, el trabajo para asegurarse la sub­ sistencia. «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres; así tendrás un tesoro en los cielos; y vuel­ ve y sígueme». Si esto se cum pliera exactam ente, resultaría una inversión de lo actual: los pobres serían los ricos. La d o ctrin a de C risto es tan elevada, que todos los deberes y

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vínculos éticos resultan indiferentes. A un joven que quiere sepultar a su padre, le dice Cristo: «Deja a los m uertos ente­ rrar a sus m uertos y sígueme». «Q uien ama a su padre y a su m adre más que a m í, no es digno de mí». C risto decía tam ­ bién: «¿Quién es m i madre, y quiénes son mis herm anos?»Y extendiendo la m ano sobre sus discípulos, decía: «Ved, éstos son m i m adre y mis herm anos. Pues quien hace la voluntad de m i Padre, que está en los cielos, ese es mi herm ano y mi herm ana y m i madre».Y llega hasta decir: «No os figuréis que yo he venido a traer la paz sobre la tierra.Yo no he venido a traer la paz, sino la espada. H e venido a separar al hijo de su padre y a la hija de su madre, y a la nuera de su suegra». Hay en esto una abstracción de todo lo que pertenece a la reali­ dad, incluso los vínculos éticos. Puede decirse que en ningu­ na parte se ha hablado de un m undo tan revolucionario com o en los Evangelios; pues todo lo que es en general válido, es aquí considerado com o indiferente, com o menospreciable.

3.

LA IGLESIA C R IS T IA N A C O M O P O D E R H IS T Ó R IC O

Este principio se ha desarrollado y toda la historia poste­ rio r es la historia de su desarrollo. La realidad inm ediata es esta: que los amigos de Cristo form an una sociedad, una com unidad.Ya hem os advertido que sólo después de la m uerte de C risto pudo venir el E spíritu sobre sus amigos, y que éstos entonces lograron com prender la verdadera idea de D ios, a saber: que el hom bre se ha salvado y reconciliado en Cristo, pues en Él se ha conocido el concepto de la verdad eterna, que es que la esencia del hom bre es el espíritu y que el h o m ­ bre sólo alcanza la verdad cuando, despojándose de su finitud, se entrega a la pura conciencia de sí. Cristo, el hom bre com o hom bre, en quien se ha manifestado la unidad de Dios y del hom bre, ha resum ido en su m uerte y en su historia en general la eterna historia del espíritu una historia que todo hom bre ha de realizar en sí m ism o para existir corno espíri­ tu o para convenirse en hijo de Dios y ciudadano de su reino. Los fieles de C risto, que se enlazan en este sentido y viven en

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la vida espiritual, com o su fin, form an la com unidad, que es el reino de D ios. «D onde dos o tres estén reunidos en mi nom bre (esto es, en la determ inación de lo que yo soy)», dice Cristo, «allí estoy yo en m edio de ellos». La com unidad es una vida real y presente en el espíritu de Cristo. La religión cristiana no debe reducirse en m odo alguno a las sentencias de Cristo. La verdad establecida y desarrollada se halla expuesta en los apóstoles. Este contenido se ha desarrollado en , la com unidad cristiana. La com unidad se encontró prim era­ m ente en una doble relación: en relación con el m undo roma­ no y en relación con la verdad, cuyo desarrollo era su fin.Vamos a examinar separadamente estas dos relaciones. La com unidad se encontraba en el m undo rom ano, en el cual la expansión de la religión cristiana debía tener lugar. La com unidad hubo de empezar por m antenerse alejada de toda actividad en el Estado, constituyendo por sí una sociedad sepa­ rada, sin reaccionar a las decisiones, opiniones y acciones del Estado. Pero com o estaba separada del Estado y no tenía al em p erad o r p o r su jefe suprem o, fue objeto de la persecu­ ción y del odio. E ntonces se m anifestó esa infinita libertad interna en la gran fortaleza con que fueron soportados pacien­ tem ente por la verdad suprema sufrimientos y dolores. Lo que ha dado al cristianismo su expansión exterior y su fuerza ínti­ m a fueron, n o tanto los m ilagros de los apóstoles, com o el contenido, la verdad de la doctrina misma. C risto mismo dice: «Muchos m e dirán en ese día: Señor, Señor, ¿no hem os pro­ fetizado en tu nom bre? ¿N o hem os expulsado a los dem o­ nios en tu nom bre? ¿N o hem os hecho m uchas acciones en tu nombre? Entonces yo les contestaré: no os reconozco; apar­ taos de mí, m alditos de m i Padre». En lo tocante a la otra relación, a la relación con la verdad es de singular im portancia advertir que el dogma, lo teórico, se constituyó ya en el m undo rom ano, m ientras que el des­ arrollo del Estado conform e a este principio es m uy posterior. Los padres de la Iglesia y los concilios fijaron el dogma; pero el precedente desarrollo de la filosofía fue un m om ento capital en esta fijación.Ya hemos indicado anteriorm ente que los grie­ gos habían espiritualizado sus dioses sensibles, m ediante ale­ gorías filosóficas.También los cristianos buscaron en lo histó-

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rico de su religión u n sentido más hondo. Filón había encon­ trado y desentrañado en la narración mosaica algo más pro ­ fundo y había idealizado lo externo del relato; los cristianos hicieron otro tanto, en parte con una intención polémica, pero todavía más por la cosa misma. Pero el hecho de que los dog­ mas hayan entrado en la religión cristiana por medio de la filo­ sofía no autoriza para afirmar que sean extraños al cristianis­ m o y no le pertenezcan. El punto de donde algo proviene es por com pleto indiferente; la cuestión es tan sólo: ¿es verdade­ ro en sí y por sí? M uchos creen que con decir que algo es neoplatónico ya es esto bastante para desterrarlo del cristianismo. Pero no se trata tan sólo de saber si una doctrina cristiana se encuentra tal cual en la Biblia, cosa a que reducen todo los exegetas m odernos. La letra mata, el espíritu vivifica, dicen ellos mismos; y, sin embargo, lo desfiguran, tomando el entendimiento por el espíritu. Es la Iglesia la que ha conocido y fijado aque­ llas doctrinas; es el espíritu de la com unidad. Incluso hay un artículo de la doctrina, que dice: «Creo en la santa Iglesia». El propio C risto ha dicho: «El espíritu os guiará en toda verdad». En el concilio de N icea se fijó, por último (en el año 325 J.C.), una profesión de fe, a la cual nos ajustamos aún hoy. Esta profesión de fe no tenía, sin duda, form a especulativa; pero lo p ro fu n d a m en te especulativo se halla enlazado del m odo más íntim o con la m anifestación de C risto mismo.Ya en San Juan1vemos el comienzo de una concepción más pro­ funda: se unen aquí el más profundo pensamiento con la figu­ ra de C risto, con lo histórico y exterior, y la grandiosidad de la religión cristiana es precisam ente que, a pesar de toda esta profundidad, resulta fácilmente comprensible por la con­ ciencia en u n sentido exterior y a la vez incita a profundizar en ella. Es adecuada, pues, a todo grado de cultura, y satisfa­ ce, a la vez, las más altas exigencias. Después de haber expuesto así la relación de la co m u n i­ dad con el m u n d o rom ano, p o r una parte, y con la verdad contenida en el dogm a, po r otra, vengam os ahora al tercer

1 Se refiere al comienzo del evangelio de SanJuan: «En el principio era elVerbo, y elVerbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios»,J u a n 1.1.

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punto, que es a la vez doctrina y m undo exterior; quiero decir a la Iglesia. La com unidad es el reino de Cristo, cuyo espíri­ tu activo y presente es C risto, pues este reino tiene una pre­ sencia real, no una presencia puram ente futura. Por eso esta presencia espiritual tiene tam bién una existencia exterior, no sólo paralelam ente al paganismo, sino a toda existencia tem ­ poral en general. Pues la Iglesia, en cuanto que tiene exis­ tencia exterior, no es sólo una religión frente a otras religio'nes, sino tam b ié n una existencia tem p o ral ju n to a otras existencias tem porales. La existencia religiosa es regida por Cristo; el reino tem poral lo es p o r la voluntad de los propios individuos. A hora bien, en este reino de Dios debe haber una organización. Al principio todos los individuos se saben lle­ nos de espíritu; la com unidad entera conoce la verdad y la expresa; sin em bargo,junto a este carácter de com unidad apa­ rece la necesidad de una jerarquía en la dirección y la ense­ ñanza, una je ra rq u ía que se distinga de la m u ltitu d de los fieles. C o m o directores son elegidos aquellos que se distin­ guen p o r su talento, su carácter, la energía de su piedad, su santa vida, su sabiduría y cultura en general. Los directores, los que conocen la vida sustancial universal, los que enseñan esta vida, los definidores de la verdad y los dispensadores del goce de la verdad se distinguen de la com unidad, com o los que saben y gobiernan se distinguen de los gobernados. El espíritu com o tal corresponde a la dirección sabia; en la com u­ nidad el espíritu existe sólo com o un «ser en sí». Desde el m o m en to en que el espíritu está en los directo­ res com o algo existente po r sí y consciente de sí, la dirección es una autoridad, en lo espiritual com o en lo tem poral, una autoridad en la verdad y en la conducta del sujeto, en rela­ ción con la verdad; relación que debe consistir en que el indi­ viduo se conduzca conform e a la verdad. Esta distinción hace que en el reino de Dios se produzca un reino sacerdotal. Este es esencialm ente necesario; pero la existencia de u n rég i­ m en de autoridad en lo espiritual tiene tam bién su funda­ m ento en el hecho de que la subjetividad hum ana com o tal no se halla todavía desarrollada. La mala voluntad ha sido anu­ lada; pero la voluntad no ha sido aún, en cuanto hum ana, for­ m ada por la divinidad; o sea que la voluntad hum ana es libre

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solam ente de u n m odo abstracto, no en su realidad concre­ ta; pues toda la historia posterior no es más que la realización de esta libertad concreta. Hasta aquí la libertad finita ha sido tan sólo anulada, para alcanzar la infinita; y la luz de la liber­ tad infinita no ha ilum inado todavía lo tem poral. La libertad subjetiva n o tiene aún valor com o tal; el co nocim iento no se sostiene p o r su propio pie, sino que existe sólo en el espí­ ritu de una autoridad extraña. Así es com o este reino espiri­ tual llega a determ inarse en u n reino sacerdotal, com o rela­ ción de la sustancia del espíritu con la libertad hum ana. A esta organización in tern a se agrega que la com unidad adquiere tam bién una exterioridad determ inada y una pro­ piedad tem poral. C o m o propiedad del m undo sacerdotal, está bajo una p ro te c ció n especial; y la consecuencia inm ediata de ello es que la Iglesia no tiene que pagar impuestos al Esta­ do y que los clérigos se hallan sustraídos a la jurisdicción tem ­ poral. Por eso la Iglesia cuida de su gobierno propio en aten­ ción a sus bienes y a sus propios individuos. Así nace en la Iglesia el espectáculo contradictorio de que sólo personas pri­ vadas y el poder del em perador estén en el lado tem poral, y en el otro la perfecta democracia de la Iglesia, que se elige sus directores. Sin em bargo, esta dem ocracia se conviene pronto en aristocracia, p o r la consagración sacerdotal; pero el des­ arrollo subsiguiente de la Iglesia no es de este lugar, sino que pertenece al m undo posterior. Por la religión cristiana ha llegado, pues, a la conciencia la idea absoluta de Dios, en su verdad; en esta conciencia el hom ­ bre se en cu en tra igualm ente recogido según su verdadera naturaleza, que está dada en la intuición determinada del Hijo. El hom bre, considerado com o finito por sí, es a la vez im a­ gen de D ios y fuente de la infinitud en sí mism o; es fin de sí mismo, tiene en sí m ism o valor infinito y está determ inado para la eternidad. T ien e, p o r consiguiente, su patria en un m undo suprasensible, en una in terio rid ad infinita, a la que llega solamente m ediante la ruptura con la existencia y el que­ rer naturales y m ediante su trabajo para rom per estos en sí. Tal es la condición religiosa. Esta suprem a conciencia tiene consecuencias tem porales y se determ ina tam bién de otro m odo. Para entrar en el círcu-

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lo y en el m ovim iento de la vida religiosa, la naturaleza hum a­ na debe de ser susceptible de ella. Esta facultad es la para dynamis para aquella enérgeia2. Lo que nos falta po r considerar ahora son, po r tanto, las determ inaciones que resultan para el hom ­ bre del hecho de ser conciencia de sí mismo, en cuanto que su naturaleza espiritual existe com o punto de partida y supues­ to. Estas determ inaciones todavía no son de índole concre­ ta; sino constituyen solam ente los prim eros principios abs­ tractos que p o r la religión cristiana han sido ganados para el reino tem poral. La p rim era consecuencia con respecto a la realidad es la proscripción de la esclavitud; esta es im posible en el cristia­ nismo, porque el hom bre está considerado ahora com o lo que es en sí. Es, pues, in tuido en D ios de u n m o d o totalm ente universal; to d o individuo es o b jeto de la gracia de D ios y del fin ultim o divino; Dios quiere que todos los hom bres sean bienaventurados. Prescindiendo de toda particularidad, en sí y por sí, el hom ­ bre, ya com o hom bre, tiene un valor infinito; y precisam en­ te este valor infinito borra toda particularidad de nacim ien­ to y de patria. El hom bre no vale por ser ju d ío o griego, por haber nacido bien o mal, sino p o r ser hom bre. D onde el cris­ tianismo es real, no puede existir la esclavitud. C ontra esto no se puede objetar, p o r tanto, ni el hecho de que aún hoy exis­ ta esclavitud, n i el m odo cóm o ha cesado; pues no ha sido suprim ida en realidad po r un em perador y po r órdenes exte­ riores, sino que el espíritu la ha eliminado. El segundo principio es la interioridad del hom bre, en rela­ ción con lo contingente. La hum anidad tiene este terreno de libre espiritualidad en sí y por sí; y de él ha de partir todo lo demás. El lugar en que el espíritu divino debe m orar y estar presente es la interioridad espiritual, que ha de, ser el lugar de la decisión para toda contingencia. D e aquí se sigue que lo que consideram os anteriorm ente en los griegos com o form a de la eticidad, ya no tiene su posición en la misma determinación, dentro del m undo cristiano. Pues aquella eticidad es el hábito

2 Las palabras se traducen por potencia y afectividad.

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irreflexivo; mas el principio cristiano es la interioridad exis­ tente por sí, es el terreno en que crece lo verdadero. U n a eti­ cidad irreflexiva no puede ya tener lugar frente al principio de la libertad subjetiva. La libertad griega era la de la dicha y el genio; estaba condicionada aún po r esclavos y po r oráculos. Pero ahora aparece el principio de la libertad absoluta en Dios. El hom bre ya no está ahora en la relación de la dependencia, sino del amor, en la conciencia de que pertenece a la esencia divina. C on respecto a los fines particulares, el hom bre se deter­ m ina ahora a sí mism o y se conoce com o poder universal de todo lo finito. Todo lo particular retrocede ante la esfera espi­ ritual de la in te rio rid a d , que sólo se anula ante el espíritu divino. C o n esto desaparecen todas las supersticiones de los oráculos y augurios; el hom bre es reconocido com o un poder infinito de decisión. La form a de la eticidad ha cambiado, por tanto, com pletam ente. La eticidad bella ya no existe. Lo que ahora es ético, puede ser, sin duda, costumbre, hábito; pero sólo en cuanto que procede de lo interior; precisamente lo interior, el sujeto, es lo com pletam ente justificado. Hay dos m aneras de subjetividad; la una es particularidad, arbitrariedad; la otra, verdadera subjetividad interior. C ierto que la contingencia se desata frente a la subjetividad; pero esta tiene po r eso su freno interior.Todo lo exterior recibe su significación del espíritu; el cual lo determ ina com o algo exterior y solamente lo deja exis­ tir com o tal; por eso ya no necesita ser la simple expresión plás­ tica de lo interior. La voluntad libre es la que lo mediatiza todo; y así la m ediación acontece tanto por el provecho individual com o por intereses universales. La individualidad ya no debe ser sacrificada; pero existe tam bién la interioridad espiritual superior. D e este m odo nacen ahora dos m undos, uno supra­ sensible, pero que, com o perteneciente a la conciencia subje­ tiva, se halla tam bién sobre la tierra y se vincula a la existen­ cia, la Iglesia; y por otra parte la tierra temporal, el Estado, que está vinculado en prim er térm ino al gobierno de la finitud. Hay, pues, en realidad, dos Estados. El lugar interior tiene por un lado la determ inación de for­ m ar al ciudadano de la vida religiosa, de hacerle conform e al espíritu de Dios; mas po r otro lado, este lugar es el punto de partida pan la relación tem poral y el tema de la historia cris-

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tiana. La conversión piadosa no debe perm anecer en el inte­ rior del ánimo, sino que ha de transformarse en un m undo real y presente, que se conduzca según la determ inación de aquel espíritu absoluto. La piedad del ánim o no implica todavía que la voluntad subjetiva, en su relación con el exterior, esté some­ tida a esta piedad, sino que vemos aún todas las pasiones sur­ gir dentro de la realidad, y tanto más cuanto que esta realidad recibe la determ inación de ilícita y sin valor, desde las alturas del m undo inteligible. El tema es, por tanto, que la idea del espí­ ritu sea infundida también en el m undo del presente inmediato espiritual. Sobre esto hay que hacer todavía una observación general. Se ha querido establecer en todo tiem po una oposi­ ción entre la razón y la religión, com o entre la religión y el m undo; pero considerada desde más cerca es sólo una dife­ rencia. La razón en general es la esencia del espíritu, así del divi­ no como del humano. La diferencia entre la religión y el m undo consiste solamente en que la religión, com o tal razón, existe en el ánim o y en el corazón, y es en Dios u n tem plo de la verdad y de la libertad representadas; el Estado, p o r el contrario, es, según la m ism a razón, un tem plo de libertad hum ana en el saber y querer de la realidad, cuyo contenido mismo puede ser llamado incluso divino. Así, la libertad está afirmada y confir­ mada por la religión, puesto que el derecho ético, en el Esta­ do, es solamente el desarrollo de lo que constituye el principio fundamental de la religión. El asunto de la historia es solamente que la religión aparezca com o razón hum ana, que el princi­ pio religioso (que habita en el corazón del hom bre), sea reali­ zado tam bién com o libertad tem poral. Así queda suprim ida la división entre el interior del corazón y la existencia. Mas a esta realización está llamado otro pueblo, u otros pueblos, los pue­ blos germ ánicos. D entro de la antigua R o m a el cristianismo no puede hallar su suelo real, ni dar form a a un imperio.

Anexos

A.

Páginas web relacionadas con la Filosofía de la Historia de G.W. F. Hegel

h ttp ://w w w .h e g e l.o rg /in d e x .h tm l h ttp :// w w w .m einer.de/H egel-S tudien h ttp ://w w w .s p a rk n o te s .c o m /p h ilo s o p h y /h e g e lp h ilh is t/ bibliography.htm l http://w w w .m onografias.com /trabajoslO /geor/geor.shtm l http://w w w .lu v en ticu s.o rg /articu lo s/0 3 U 0 1 7 /h eg el.h tm l h ttp :// dave.burrell.net/hegel.htm l h ttp :/ / www. class.uidaho. ed u /m ick elsen /tex ts/H eg el http://m em bers.aol.com /pantheism O /hegel.htm h t t p : / / s o c s e rv 2 .m c m a s te r.c a /~ e c o n /u g c m /3 1 1 3 /h e g e l/ history.pdf h ttp :/ / www.marxists.org/reference/archive/hegel/w orks/hi/ hiconten.htm http://w w w .litencyc.com /php/sw orks.php?rec= true& U ID = 2787 h t t p : / / w w w .a g e - o f - t h e - a g e .o r g /p h i lo s o p h y / h is t o r y / hegel_philosophy_history. htm l http:/ / dm oz.org/Society/Philosophy/Philosophy_of_History/ h ttp ://p la to , stanford. e d u /e n trie s/h e g e l/ h ttp ://w w w .h isto ry g u id e.o rg /in tellect/h eg el.h tm l h ttp ://a th e ism .a b o u t.c o m /lib ra ry /F A Q s/p h il/b lp h il_ h ist_ index.htm [5 4 5 ]

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ANEXOS

h ttp ://w w w .c o n n e c t.n e t/ro n /h e g e l.h tm l h ttp ://p h o e n ix a n d tu rtle .n e t/e x ce rp tm ill/H eg e l.h tm h ttp ://w w w .p sa.ac.uk/cps/1997% 5C w illh.pdf h ttp :/ / w w w .diyalektik.org/hegel/history_of_philosophy h ttp ://w w w .lan c s.a c .u k /u g /b u sh t/p h ilo so p h y / hegelhistory.htm l h ttp :// w w w .age-of-the-sage.org/ philosophy/history/ , h ttp :// faculty.uccb.ns.ca/areynold/paul/introessay.htm h t t p : / / w w w . u n i-e s s e n .d e /lite r a tu r w is s e n s c h a ft-a k tiv / V orlesungen/literaturge/hegel2.htm h ttp :/ / www. hegel. n e t/re s / edi tions.htm h ttp :// w w w .rafH niert.ch/shegel.htm l http :/ / www. pinselpark. de/philosophie/h/hegel/2_hegel. html h ttp :// w w w .philo.de/P hilosophie-S eiten/epochen.htm h ttp :/ / w w w .philolex.de/h eg el.h tm h ttp :// aphorism en-archiv.de/autoren/autoren_h/hegel.htm l

B.

Glosario

La terminología hegeliana es peculiar y muchas veces compleja. No es fácil llegar a definir con exactitud todos los términos, conceptos y nociones que uti­ liza porque a veces son intercambiables entre ellos y otras los utiliza con más de un sentido. En este breve glosario se intenta ofrecer una somera guía de los términos fundamentales.

D ia lé c tic a . La dialéctica es un concepto im portantísi­ m o en H egel, que se uti­ liza unas cuantas veces en la in tro d u c c ió n a las Lec­ ciones sobre la filosofía de la historia universal. Se carac­ teriza por ser una form a de progreso a través de la negación, en la que el espí­ ritu destruye sus propias realizaciones, para otra vez c o n stru ir otras de una form a más perfecta y nueva. Este sentido de la dialéctica está íntim am en­ te relacionado con la auto[547 ]

conciencia del espíritu que se conoce a sí m ism o — el universal— com o su pro­ pio opuesto — subjetivo y particular— . Esta lucha del esp íritu co n tra sí m ism o surge en el mism o m undo. La dialéctica propiam ente hegeliana se podría definir com o la unidad abstracta, un estadio de escisión, y un estadio de superación de la escisión en una unidad que no niega las diferencias par­ ticulares. La dialéctica es la form a de entender e inter­ pretar la realidad m edian-

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ANEXOS

te u n proceso innovador, recuperador y englobador de todos los sucesos ante­ riores a él. La dialéctica por tanto nos sirve para expli­ carnos p o r qué razón la h isto ria p rogresa unas veces de fo rm a v io len ta, otras suavemente, tranquila­ m ente. E sp íritu. Este es el concep­ to central de la filosofía de la h isto ria de H egel. El espíritu unifica los c o n ­ ceptos de libertad, razón y autoconocim iento. El espí­ ritu consigue la ordenación y la re u n ió n de estos tres co n cep to s desde lo abs­ tracto a lo concreto com o si fueran principios vigen­ tes en la h isto ria que se revela en las instituciones hum anas. El esp íritu se manifiesta en una serie de etapas, cada una de las cua­ les con stitu y e el espíritu ú n ico de u n pueblo o de una civilización. Este pro­ ceso im plica destrucción, pero es u n proceso racio­ nal: el espíritu destruye sus propias realidades para con­ seguir la u n ió n más com ­ pleta ente los aspectos uni­ versal y particular, p o r los que se llega a form ar parte de un m undo concreto en

u n lugar d eterm in ad o . A través del proceso dialécti­ co la destrucción y la reno­ vación o recu p eració n se consigue que el espíritu y la hum anidad sean cada vez mejores. El espíritu realiza el p rin c ip io de lib ertad auténtica, que se revela en la historia hum ana, donde la co n cien cia de lib ertad universal racional es la fuer­ za m otriz. El espíritu es la semilla — según la m etáfo­ ra de H egel— que contie­ ne to d o lo que se pu ed e realizar en sí m ism o y sus contenidos se actualizan en el tiem po, en la historia y en el m undo. E stado. El Estado es la forma en la que se co n creta el espíritu, se realiza en la his­ toria, en la realidad obje­ tiva, es la forma material del fin racional del espíritu. C o m o tal, el estado es la unión de la idea — princi­ pio universal de la libertad racional— y los intereses y pasiones humanas, que tie­ n en su origen en la volun­ tad individual de cada suje­ to. El estado nace com o una encarnación del espí­ ritu en un grupo hum ano c o n c re to que representa una etapa de su desarrollo

ANEXOS

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en la historia del m undo. tórica estaba cercana al fin. Finalmente, se podría decir El estado no limita la liber­ que la capacidad para com tad, sólo impide que se des­ p re h e n d e r los procesos y arrollen los caprichos de los entender todo el desarro­ individuos que es la liber­ llo de la historia es funda­ tad arbitraria y subjetiva de m en tal para el ser h u m a ­ alguien. Esta lim itación es no para llegar a te n e r un un requisito necesario para sentido total de sí mism o y que exista cualquier liber­ de su desarrollo. tad verdadera. C o m o el estado proporciona la única posibilidad para que se rea­ H éro es h istó r ico s u n iver­ lice la libertad, su aparición sales. Son un conjunto res­ m arca el c o m ie n zo de la trin g id o de ho m b res historia, p o rq u e n in g ú n excepcionales cuyas obras ac o n te c im ie n to se puede sobrepasaron lo individual calificar de histórico si no y subjetivo, a d q u irie n d o se dan dentro de la legali­ una dim ensión universal. dad del estado. El estado S on los creadores de los por tanto se refiere a la eti— grandes im p erio s com o cidad de un pueblo y a su A lejandro M agno, Ju lio cultura, no sólo a la form a César, Augusto, Carlom agno, N a p o le ó n ... Estos política y ju ríd ic a que adopta, es una noción que h o m b re s ex trao rd in ario s transciende su form a. fueron portadores de una fuerza y una v o lu n ta d especiales para lograr que F in a b so lu to . El objeto de unos ideales abstractos se la filosofía de la historia es concretaran en sus perso­ conocer y explicar el pro­ nas y sus hechos, se im p u ­ greso de la historia hacia el sieran a otros y se realiza­ fin verdadero, que no es ran. E n este caso actúan otro que la revelación com ­ c o m o in stru m e n to s del pleta de la historia univer­ sal, y este es el fin absolu­ espíritu en un tiem po his­ tórico concreto. Los héro­ to de ella. El propio H egel es están dotados de una manifestó ciertas reservas si férrea y sólida v o lu n tad , el fin se puede llegar a rea­ una gran pasión y una lizar y clausurar la historia. absoluta d e te rm in a c ió n El pensó que su época his­

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'

ANEXOS

que los configuran com o excepcionales. Su m érito adem ás es q u e c u an d o actuaron tuvieron éxito en sus propósitos y proyectos. Son ú n ico s a u n q u e ellos no sean conscientes de su capacidad y m isión. H egel rechaza realizar análisis psi­ cológicos de estos perso­ najes h istó ric o s p o rq u e muchas veces ocultan refle­ xiones envidiosas y llenas rencor hacia ellos.

especializada, que se citan a continuación.

H istoria O rigin al. Esta es la p rim e ra fo rm a de hacer historia. La historia origi­ nal la escribe el testigo y actor de la misma. El vive y ve los acontecimientos en prim era persona, y escribe sobre ellos. H isto riad o r y esp íritu se u n e n en su narración.

H is to r ia U n iv e r sa l. Es la p rim e ra fo rm a de hacer historia reflexiva. La histo­ ria universal trata de ofre­ cer la historia global de un pueblo, o incluso de todo el m undo. El fin que sigue esta form a de escribir la historia no es el espíritu del tie m p o del que se tiene ante la mirada. Es una sín­ tesis de una m ultitud com ­ pleja de sucesos y hechos, de factores d e n tro de un relato universal y simple. El p rim e r factor im p o rtan te en esta historia es el esfuer­ zo, la idea de los historia­ dores po r ofrecer un traba­ jo coherente y una visión universal y global de la his­ toria.

H is to r ia R e fle x iv a . Es el segundo m étodo de hacer historia. Es u n a histo ria escrita cuando los aconte­ cim ientos han pasado. El historiador tiene perspec­ tiva para analizar e in te r­ pretar, tam bién escoger, los sucesos que va a reseñar en su n a rra c ió n . La histo ria reflexiva se divide en cua­ tro subtipos: historia u n i­ versal, pragm ática, crítica y

H is to r ia P r a g m á tic a . La h isto ria pragm ática, el segundo tip o de h istoria reflexiva, implica una ide­ ología o el m étodo inter­ pretativo de parte del his­ toriador para hacer historia, que selecciona los aconte­ cim ientos históricos para sostener su punto de vista. H egel desdeña las historias pragmáticas que procuran ofrecer «lecciones morales».

ANEXOS

Es evidente que los líderes nunca aprenden nada de la h istoria, y que cualquier supuesta lec c ió n rápida­ m en te se p erd ería en la sucesión de los aconteci­ m ientos. H istoria C rítica. Este tercer tipo de h isto ria reflexiva procura rein terp re ta r los hechos históricos. La histo­ ria crítica es una especie de historia de la historia, que prueba la exactitud de datos ofrecidos y plantea a veces, no siempre, nuevas alterna­ tivas. H egel tiene aversión esta clase de historia. Seña­ la que es la form a más fácil y rápida de llegar a la rea­ lidad en la historia, porque sustituye los hechos p o r nociones subjetivas y las califica com o reales. H isto ria E sp ecializad a. El últim o tipo de historia se centra en una parcela de la historia: histo ria del arte, del derecho, de la religión, etc. Es una historia adjeti­ va que c o n c en tra sus esfuerzos en una p o rció n del desarrollo del espíritu m uy concreta. El centro de ate n c ió n representa una elección por parte del his­ toriador para construir un

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c o n c ep to universal que sirva de guía racional para escribir esta parte de la his­ toria. Si la historia especia­ lizada se hace bien el autor ten d rá que dar cuenta exacta de la idea fu n d a­ m ental, el ánim o, su direc­ ción interior, que guió los sucesos, los acontecim ien­ tos y las acciones incluidas y discutidas en su historia particular. F ilosofía de la H isto ria o H is to r ia F ilo s ó fic a . El in terés de esta categoría fundam ental de historia es c o n o c e r el largo proceso m ediante el cual el espíri­ tu se revela en el m u n d o com o historia. La historia filosófica prioriza los pen­ samientos antes que la his­ toria, interpretando filosó­ ficam ente los sucesos. Los pensamientos organizan en u n a especie de m ateria prim a de sucesos históricos dentro de la filosofía, son a priori y pueden estar solos. El filósofo de la histo ria estudia tan to el esp íritu eterno que es intem poral, com o los procesos h istó ­ ricos que son su m anifes­ tación, su revelación en el tiem po, un proceso que es tem poral.

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ANEXOS

Idea. La idea es un concep­ to algo confuso que con frecuencia se puede inter­ cam biar co n el espíritu. H egel se refiere a la idea com o aquello que está en lo más íntim o, en el centro mismo del espíritu. La idea es la que inform a al p rin ­ cipio universal del estado en m uchas de sus form as concretas. C u an d o H egel discute sobre la razón, con frecuencia se refiere al tér­ m ino idea racional, para afirm ar que la razón no es un concepto abstracto, sino que es la fuerza que dirige la historia universal hum a­ na. La idea se refiere tanto a algo que tiene el espíri­ tu, com o aquello que quie­ re realizar en el m undo. Este uso nos m uestra que la idea y el esp íritu se su p e rp o n e n desde el mismo m om ento en el que H egel afirm ó que el espí­ ritu busca realizar en el tiem po y en la historia. M o n a r q u ía . U n aspecto c u rio so de la filosofía de H e g e l de h isto ria es su a c ep ta ció n de la m o n a r­ quía prusiana. H egel afir­ m ó que el estado prusiano es el v eh ículo más eficaz para realizar los deseos de

la gente, perm itiéndoles ser más libre. C o n sid e ró a la m onarquía de Prusia como el estado más im p o rtan te y p o d e ro so después del p eríodo de N apoleón. M o r a lid a d . El té rm in o m oralidad — en contraste c o n ética— m uestra una form a subjetiva de deber, obligación hacia otros, en contraste con una forma de ob lig ació n basada en los prin cip io s universales del estado. La Filosofía de la H istoria generalm ente no incluye consideraciones morales, ignora los proble­ mas m orales personales de los sujetos e incluso de los grandes hom bres de la his­ to ria. La razó n de esta exclusión es que la m ora­ lidad subjetiva es esencial­ m e n te arb itra ria a no ser que esté unida a unos prin­ cipios universales. La eticidad objetiva se alcanza sólo en el estado, que hace a los individuos libres a través de su aceptación voluntaria de los p rin cip io s com unes y de las leyes. Algunas cultu­ ras antiguas com o las civi­ lizaciones chinas, hindú y h o m érica tuvieron, según H egel, códigos m orales, pero no ética.

ANEXOS

N a tu r a le z a . Para H egel la naturaleza es lo opuesto a estado e historia. El curso de la naturaleza siempre ha sido y es cíclico, nada real­ m ente nuevo sucede algu­ na vez y en alguna parte, todo es repetición de cau­ sas y efectos. Sin embargo, la historia es un desarrollo lineal en el que co n stan ­ tem e n te se p ro d u c e n e in tro d u c e n nuevos ele­ m entos, nuevas realidades. La naturaleza n o se des­ arrolla es estática en el sen­ tido de que no progresa hacia la perfección, si apa­ recen «nuevas formas» son variaciones sobre las anti­ guas, no nuevas realmente. Hegel rechaza la existencia de un estado de naturale­ za — tesis tan popular en la Ilustración— en el cual el h o m b re vivía feliz, in g e ­ nuo, pacífico con un cono­ cimiento total de Dios. Este tipo de estado no pu ed e existir, p o rq u e el estado necesita y exige conceptos universales y cultura. El espíritu aleja a la hum ani­ dad del estado natural y se opone a la naturaleza en el sentidote que los fines del espíritu pueden verse frus­ trados tem p o ralm e n te , o obstaculizados por las con­

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diciones naturales. La natu­ raleza tiene esta form a de afectar a la historia. P a sió n . La pasión es el té r­ m in o que H egel usa para designar a la voluntad sub­ jetiv a. La pasión de una persona es su objetivo final, la causa que la define y el m edio que tiene para rea­ lizar la autoconciencia. El ideal de cu alq u ier estado debe ser conseguir la unión de las pasiones individua­ les en un principio univer­ sal que sirva de base para la construcción del estado. R e la tiv is m o . Los filósofos m odernos y los investiga­ dores sobre la o b ra de H egel siguen discutiendo si él era relativista. Se podría pensar que sí po r el interés que p o n e en to d o lo que tiene que ver con el cam ­ bio y el proceso. D esde luego, H eg el afirm a que hay una Verdad con mayús­ culas y que la H istoria es la revelación de esta verdad. El relativism o de H eg el puede defenderse con faci­ lidad si las formas cultura­ les, las creencias religiosas y la propia m oral siem pre están haciéndose, entonces ¿H ay algo universal e

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ANEXOS

inm utable? Si asum im os que el tiem po es infinito, en to n ces todas las cosas deben cambiarse infinita­ m ente, y así, nada es cons­ tante, nada puede ser ver­ dadero, no hay verdad. U n iv e r sa lid a d . El térm in o universal es sum am ente amplio en Hegel, supera lo subjetivo y particular. La naturaleza y la esencia de espíritu en y por sí son uni­ versales. Pero universal sólo en u n aspecto del espíritu en su m anifestación en el m undo. El aspecto opues­ to es la particularidad, y la división en tre estas dos manifestaciones se basa en la división del espíritu crea­ da por él m ism o y que ha llegado a ser su a u to c o n ciencia, que es el conoci­ m iento de sí m ism o com o un objeto tanto com o un sujeto. El curso de la histo­ ria está c o n d u c id o p o r la dialéctica entre los aspec­ tos universal y particular del espíritu. Estos aspectos algunas veces se u n en , cu ando el estado tien e éxito en la u n ió n de las voluntades particulares y subjetivas de sus ciudada­ nos con el p rincipio u n i­ versal que es co m ú n al

espíritu del pueblo. La uni­ versalidad está presente en la cu ltu ra antes de que la cultura pueda considerarse un estado, pues u n estado implica siem pre la realiza­ ción de un principio nacio­ nal universal. Hasta que no sucede esto, la verdadera historia no ha com enzado para esa civilización. La universalidad es p rim e ro in tro d u c id a en la cultura p o r el p ensam iento, que rechaza las ideas tradicio­ nales, irreflexivas de u n deber im puesto p o r leyes universales, racionales. De este modo, la cultura huma­ na buscará conocerse a sí misma en un contexto uni­ versal, com o el espíritu que p ro cu ra co n o cerse a sí mismo con un objeto en el m undo. V olu n tad subjetiva. Hegel distingue entre una volun­ tad universal que se refie­ re en c o n ju n to y global­ m ente al espíritu, a la razón y al estado.Y otra voluntad subjetiva que son el c o n ­ ju n to de las voluntades de las personas que viven en u n estado. E n su acepción y m anifestación más fuer­ te, la v o lu n ta d subjetiva debe ser cu m plida. La

ANEXOS

voluntad subjetiva es arbi­ traria p o rq u e no fija ni sigue necesariamente prin­ cipios universales. Hegel se refiere a la voluntad subje­ tiva a veces com o un capri­ cho, es una naturaleza arbi­ traria. La voluntad subjetiva puede ser relacionada con la voluntad universal pues la necesita para vivir. El fin de un estado es la unión de las voluntades individuales de los ciu dadanos co n la voluntad universal expre­ sada en u n principio abs­ tracto que es una expresión de la voluntad del espíritu.

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El estado, según H egel, no limita la verdadera libertad, esto lo provoca sólo la m anifestación más arbitra­ ria de la voluntad subjeti­ va, el capricho. La v o lu n ­ tad subjetiva se u n e a la voluntad del espíritu a tra­ vés de los personajes heroi­ cos universales, los indivi­ duos universales de la historia com o él los llama, que p o r su especial capa­ cidad y visión de la histo­ ria, por su pasión son capa­ ces de adelantarse o intuir el siguiente paso del espí­ ritu en su desarrollo.

C.

índice analítico

Abisinia: 281. Abraham: 387, 522. Abstracción: 106. Acaya: 451. Acrópolis de Atenas: 369. Adán: 217,225. Adigio: 501. África: 248, 277, 278-284, 289, 290, 295, 297, 298,299,316,487. Afrodita: 380. Agamenón: 324, 327, 329, 362. Agis: 451,484. Aix: 501. Alcibíades: 430. Alcmeónidas: 419. Alejandría: 276, 527. Alejandro: Magno 119, 163, 165,230, 304, 327, 328, 348, 442-450. Alemania: 303,461. Alliganes: 265. Alpes: 276, 303, 459, 507. Altai: 299, 300. América: 257,262,265, 266, 268,269, 270, 272, 273, 274, 275, 276, 299. América del Norte: 265, 269,271-275.

América del Sur: 257, 260, 265, 266, 267, 269,271,272, 276. Amor: 95, 533. Amur: 300. Anaxágoras: 105, 106, 107,437. Andes: 266. Anfictión: 336, 339. Aníbal: 497, 503. Animal: 93, 111, 124, 177. Anisio: 339. Antagonismo: 415, 416. Antenor: 461. Antífona: 174. Antioco: 497. Antonino: 509, 511. Antropomorfismo: 375, 376. Apalache: 265. Apiano: 493. Apolo: 234, 364, 370, 371, 380, 381, 382.383.385, 394,441. Aqueo: 336. Aquiles: 328, 329, 336, 343, 345, 355, 361.362.385, 408, 443,445. Arabia: 260, 297, 303. Araxu: 300.

[5 5 7 ]

558

ANEXOS

Arbitriedad: 437. Arcadia: 359, 431. Arcanania: 334, 351. Areópago: 418, 419. Argel: 278. Argólida: 340. Argonautas: 355. Argos: 338, 341. Argos: 413. Arístides: 409. Aristocracia: 416, 457, 467, 492. Aristófanes: 235, 422, 441. Aristóteles: 105, 106, 107, 256, 357, 407, 421,423, 426, 439, 442, 443, 527. Armenia: 303, 447, 502. Arqueloo: 354. Arte: 120, 131,173,182, 183,186,188, 194, 423, 442,469. Arte griego: 352-355. Artemisa: 382, 383, 390. Artista: 368, 369. Asia: 119, 165,166,257,260,261,262, 265, 277, 278, 279, 298, 299, 302, 304, 305, 328, 331, 347, 349, 352, 387, 413, 414, 431,443, 444, 496, 501, 502, 504. Asia Menor: 255, 301, 303, 350, 351, 363,382,431,447, 496,498. Asia Oriental: 276. Asopo: 408. Asta: 446. Astarté: 356. Atalo: 501. Atenas: 151, 191, 276, 316, 338, 339, 345, 395, 402, 408, 409, 410, 412, 413, 415-423, 428, 429, 430, 431, 448, 502, 505. Ática: 336,417. Atreo: 341. Augusto: 507, 508, 515. Australia: 265. Aventino: 463.

Babilonia: 302, 445,447. Baco: 363, 389,391. Bailly, J.: 219. Balcanes: 303. Behertag: 300. Belleza: 397, 398, 421, 433, 435, 469, 471. Benevolencia: 142. Beocia: 377,413,417. Bias de Priene: 397. Biblia: 218,518, 537. Bien: 143,421. Bodwich, T.: 296. Bohemia: 262. Brasil: 260, 266, 268, 270. Bretaña: 482, 506. Bruce, J.: 295. Bruto: 492, 506, 507. Bucéfalo: 442. Cabo de Buena Esperanza: 279, 280, 281. Cabo Guardafui: 280. Cádiz: 262. Cadmos: 339. Calcas: 381. Caléis: 349. California: 268. Canaán: 434, 435. Canadá: 265, 273. Caracalla: 510. Carácter: 150. Caribe: 266. Carlomagno: 318. Caronge: 269. Cartago: 103, 139, 153, 276, 278, 329, 341, 459,496, 497, 498, 499, 503. Casio: 506, 507. Catón: 499, 504. Cáucaso: 335, 336, 338, 339, 502. Cavazzi, G.: 286. Caverna de Trofonio: 360. Cécrope: 339, 345. Cecrópidas: 419.

ANEXOS

Cerdeña: 341. Cerdeña: 496,497. Cerito: 341. Cerlandia: 262. César, J.: 119, 153, 163, 166, 167, 168, 229, 243, 244, 276, 304, 445, 482, 484, 502, 503, 504, 505, 506, 507, 515. Ceylán: 259, 380. Chandragupta: 447. Chile: 260, 265. China: 261, 264, 300, 331, 447. Cibeles: 356, 382. Cicerón: 167,463, 467,471, 578,493, 502, 504, 506, 507. Cicladas: 431. Ciencia: 120, 131, 137, 173, 194, 195, 198, 423. Cimón: 409, 450. Cinna: 502. Ciro: 201,349, 397. Ciudadano: 404. Cleóraenes: 451, 502. Clima: 255, 256, 257. Clístenes: 345, 409,419. Clitos: 445. Colombia: 266. Colonización griega: 339, 340. Cólquida: 303, 347, 502. Comercio: 196. Comienzo de la historia: 208-225. Conciencia: 129. Conciliación: 320. Confianza: 409. Confucio: 233. Congo: 280, 289, 297. Constantinopla: 276. Constitución: 198-208. Constitución de Esparta: 426. Constitución democrática: 396-400,418. Cónsul: 488. Córcega: 496. Corinto: 408, 409, 452, 498.

559

Costumbre: 427. Creta: 337,338, 341,352,413. Creuzer, E: 363, 364, 382, 391. Crises: 361. Cristianismo: 114, 115, 129, 319,513, 515-542. Cristianos: 113, 118,218. Cristo: 171, 219, 385, 500, 507, 512525. Cronos: 234, 235, 380. Cultura: 250, 236, 420,421, 422,437. Cultura griega: 350-352. Curcio, Q.: 119. Cures: 477. Danae: 339. Dañaos: 339. Danubio: 303, 447. Darío: 166, 412,413. David: 542, 543, 544. Dehomey: 292, 294, 297. Delfos: 364, 360, 370, 394,499. Delito: 152. Délos: 505. Demarato: 462. Demeter: 338, 389, 390. Demetrio Poliorcetes: 448, 502. Democracia: 416, 420,437, 449,456. Derecho: 145, 149,173, 176, 182, 234, 426,428, 540. Derecho privado: 197, 198, 510, 511. Derecho romano: 469. Derecho universal: 149. Despotismo 294, 295, 395. Destino: 393. Deucalión: 335, 336. Diana: 356, 382. Dinamarca: 262, 303. Diocleciano: 487. Diodoro Sículo: 246. Diógenes Laercio: 418. Dione: 380. Dionisio: 486. Dionisos: 358.

560

ANEXOS

Dios: 97, 100, 108, 109, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 122, 125, 127, 143, 144, 155, 184, 186, 187, 188, 189, 195, 214, 216, 217, 229, 516-542. Dioses griegos: 379-386. Dioses locales: 386, 387. Divinidad griega: 372-479. Dodona: 339, 354, 360, 363, 407. Domiciano: 510. Doro: 336. Educación: 151, 152, 138, 139, 151, 157, 189,440, 540, 522. Éfeso: 482. Éforos: 426. Egas: 354. Egipto: 262, 278, 279, 298, 311, 339, 338, 360, 527. Eichhorn, K.: 251. Elba: 262. Elide: 351,370,371,363,381, 391,428, 447, 450, 496, 497. Emigraciones: 335. Eneas: 460. Envidia: 164. Eolo: 336. Epaminondas: 348, 451,442. Epiro: 351,447. Eretreia: 349. Eros: 374, 380. Escandinavia: 305. Escepticismo: 536. Escipión: 498. Esclavitud: 290, 291, 292, 295, 406, 420. Esmerdis: 201. Esmirna: 341. España: 262, 263, 278, 341, 496, 497, 502, 504. Esparta: 337, 403, 409, 410, 415, 416, 423-429, 430, 431, 440, 441, 471. Espíritu: 102, 103, 104, 110, 117, 118, 119, 140, 121-128, 129, 131, 132, 133, 134, 135, 137, 139, 140, 141,

175, 176, 192, 213, 235, 237, 240, 253, 254, 433, 434, 460, 461, 456, 508,516,518, 522, 523,513, 533, 538. Espíritu del pueblo: 126, 127, 130, 131, 132, 133, 136, 138, 139, 158, 176, 183, 186, 187,226,420. Espíritu europeo: 326. Espíritu griego: 434, 437. Espíritu humano: 145. Espíritu oriental: 309-311. Espíritu universal: 135-138. Espiritualidad: 318. Espiritualidad: 376. Esquilo: 338, 413, 421. Estado: 102, 107, 108, 126, 128, 129, 145, 150, 153, 154, 158, 172-177, 186, 187, 189, 193, 196, 199,200, 202, 203, 206, 208, 215, 223, 230, 261,308, 309,311,314, 423,427, 428, 435, 438, 439, 440, 455, 456, 457, 488, 502, 539. Estado de derecho: 178. Estado de naturaleza: 178-180. Estado griego: 395-411. Estado patriarcal: 311, 396. Estado romano: 457, 462, 470, 581513. Estados Unidos: 272, 273, 338, 340, 372. Estoicismo: 525, 526. Estonia: 262. Éter: 380. Eticidad: 462-470, 512, 541. Etruria: 484, 486. Eúfrates: 300. Euménides: 380. Eurípides: 421. Europa: 233, 262, 266, 269, 270, 271, 275, 277, 279, 300, 302, 303, 305, 331. Evangelios: 535. Evolución: 208-217, 432.

ANEXOS

Eyio: 294. Familia: 180, 196,464,466,467. Farsalia: 504. Fas: 278. Fe: 107, 114, 115. Federico II el Grande: 245. Felicidad: 156, 163, 164, 168. Felipe II: 273. Fenelón: 200. Fenicia: 363. Fénix: 103. Fetiches: 187. Fez: 278. Fidias: 384. Filipo de Macedonia: 390, 442, 448. Filón: 527. Filopemen: 451. Filosofía: 93,95,98,100, 105, 109,118, 120, 121, 122, 183, 191,230, 422, 448,451,512,513. Filosofía de la Historia: 97, 101, 121, 138, 142, 143,227. Filosofía de la religión: 188. Filosofía griega: 531. Filósofos jonios: 436. Fin absoluto: 98, 119. Fin de la historia: 140. Fin particular: 147, 152, 161. Fin último: 95, 98, 116, 117, 120, 130, 140-144, 238,519. Fin universal: 98,99,100, 124, 144, 147, 152, 170. Finlandia: 262. Forma: 97. Fortuna: 472. Francia: 262, 303, 426, 461. Frankfurt a. M.: 269. Ftiótide: 355, 356. Fürth: 269. Galia: 276,482, 499, 506. Gambia: 280, 281. Gea: 380. Gengis Kan: 260.

561

Gens: 467. Geografía: 254. Germania: 482, 506. Gerusía: 426, 427. Gihen: 300. Ginebra: 269. Gobernados: 200. Gobernantes: 200. Goethe: 455. Golfo de Guinea: 279. Gondi, J. (Cardenal Retz): 244. Graco (Tiberio y Graco): 501, 502,503. Gran Bretaña: 490. Grecia: 107, 165, 315, 326passim. Guerra de Troya: 347-349, 429. Guerra del Peloponeso: 429-432. Guerras Médicas: 411-415. Guicciardini, F.: 242. Hades: 343. Hado: 392, 393, 394, 395. Hamburgo: 191, 269. Hechicería: 284, 285, 286, 287, 288. Hefaistos: 355. Hefaistos: 381. Hegewisch, D.: 493. Hélade: 339, 397,428. Helesponto: 413. Hélios: 380, 381,382, 383. Hera: 381. Heraclidas: 348, 424. Hércules: 363, 364, 385, 387, 392. Heródoto: 241,242,244,284, 335,335, 337, 339, 348, 363, 371, 412, 414, 446, 471,495. Héroes: 153, 154, 159-168, 345, 467. Hesíodo: 363, 438. Himalaya: 399. Hindukush: 300. Hiparco: 419. Hipias: 419. Hipsipila: 355. Historia: 94, 95,102, 107, 126, 132,133, 139, 171, 178, 239, 527.

562

ANEXOS

Historia constitucional: 251. Historia escrita: 224. Historia inmediata: 241-245. Historia natural: 227, 228. Historia pragmática: 94. Historia reflexiva: 245-252. Historia reflexiva crítica: 250, 251. Historia reflexiva especial: 251, 252. Historia reflexiva general: 245-247. Historia reflexiva pragmática: 247-250. Historia universal: 94, 95,99,101, 108, 109, 110, 111, 112, 113, 114, 116, 117, 118, 120, 128-135, 137, 140, 143, 145, 151, 172, 173,214,215, 225, 226, 229, 234, 253, 290, 307321,523. Historia universal filosófica: 252. Historiografía: 119. Historiógrafos: 242, 244, 246. Hoang-ho: 300. Holanda: 262. Hombre: 105,111,113, 117,116,123, 124, 126, 129, 145, 152, 169, 170, 174, 220, 256, 287, 288, 289, 290, 420, 432, 437, 438, 522, 523, 524, 528, 531,533, 536, 540. Homero: 255,256, 327, 337, 338, 342, 343, 344, 354, 355, 359, 360, 361, 362,407, 408, 423, 438. Honor: 421, 448. Horacio: 508. Hugo, G.: 251. Hutchinson: 296. Idea: 107, 120, 159, 168. Iglesia: 114, 321,551,539. Iglesia cristiana: 535-542. Igualdad: 405, 407, 421, 424. Imaus: 299. Imperio: 482,511. Imperio romano: 505-513. India: 300, 302, 311, 343, 444,446. Individualidad: 144-156, 316,412, 435, 440,444,449,450,456,499,508,541.

Individualidad griega: 367-372, 395, 414,420, 447. Individuo: 102, 106,107,115,122,125, 126, 133, 134, 135, 137, 138, 141, 142, 144, 145, 149, 158,211,449, 508,512, 520,531,532,538. Indo: 261, 300. Industria: 196, 197. Inglaterra: 273, 488. lón: 336. Isaac: 387. Iságoras: 419. Isis: 381,391,526. Italia: 303, 335,341,349,459,460,461, 495, 502, 504,512. Espartaco: 502. Craso: 502. Jacob: 387. Janina: 360. Jano: 473. Jasón: 347. Jenofonte: 244,415, 425, 430. Jerjes: 413, 414. Jerusalén: 276. Jonia: 303, 349. Judea: 303. Juegos Olímpicos: 370, 371. Juliano el Apóstata: 527. Juno: 472, 474. Juno Ossipagina: 472. Juno Unxia: 472. Júpiter: 471, 472, 474. Júpiter Capitolino: 472, 499. Justicia: 95, 142, 523, 533. Jutos: 336, 438. Kepler: 226. Kingera, Dr.: 268. Kyro: 300. Lacedemonia: 412, 431. Lambert, J.: 220. Leibniz: 115. Lemnos: 355. Lemuris: 477.

ANEXOS

Lenguaje: 225. Leónidas: 413. Lessing: 210. Leto: 471. Leucres: 408. Lex agraria: 492. Ley de las Doce Tablas: 464,490. Liberia: 299. Libertad: 95, 120, 121, 128, 129, 130, 137, 139, 143, 147, 148, 155, 170, 171, 173, 178, 179, 188, 196, 202, 203, 212, 256, 403, 404, 416, 419, 423, 433, 435, 436, 437, 438, 439, 447, 449, 450, 451, 469, 470, 471, 491,519, 524, 539, 541,542. Libertad de conciencia: 463. Libertad de expresión: 431. Libertad de pensamiento: 432, 511. Libertad del espíritu: 367, 368,469. Libertad política: 199, 403, 405,416. Licinio: 468, 491,492, 493, 501. Licores: 336. Licurgo: 409, 418, 425. Lidia: 339. Livonia: 262. Loango: 280. Lócride: 336. Lombardía: 502. Lúcumo: 462,484. Macedonia: 334, 323, 460, 496, 497, 498,499. Madre Naturaleza: 382, 383. Madrid: 262. Magna Grecia: 334. Magnesia: 498. Mahometanos: 295, 517. Mar Caspio: 260, 300. Mar Negro: 260, 303, 349, 502. Maratón: 412, 413. Mardonio: 413. Mario: 501, 502, 503. Marruecos: 278. Marsella: 334.

563

Mato: 451. Matrimonio: 464,465. Meca: 276. Mecenas: 339, 341. Medina: 276. Mediterráneo: 275,276,278,279,303, 459, 498. Megacles: 345. Melos: 341,428. Menenio Agripa: 246. Mentor: 362. Mercurio: 101,252. Mesopotamia: 502. México: 265, 267, 268, 270, 273. Meyer, J.: 447. Midas: 334. Milán: 460. Milciades: 409, 413, 450. Mileto: 341, 349. Minerva: 471, 474. Minias: 341. Mississipi: 265, 272. Missouri: 265. Misterios: 389, 390, 391,476. Mitra: 526. Mitríades: 502. Moisés: 340. Monarquía: 426,442. Monarquía: 482. Monarquía griega: 340-349. Montañas Azules: 265. Montes Alleghany: 274. Montesquieu: 182, 249, 398. Moralidad: 145,149,157,169, 171,173, 174, 183, 184, 196, 221, 228, 229, 233, 234, 272, 398, 399, 414, 433, 434, 435,437,438. Mozambique: 280. Müller, J.: 246, 247, 248, 249. Müller, K.: 381, 382, 426. Mundo espiritual: 117. Mundo fenoménico: 116. Mundo Germánico: 319-321.

564

ANEXOS

Mundo Griego: 314, 315. Mundo Mahometano: 318. Mundo natural: 118. Mundo Romano: 315-319, 518, 521. Musas: 234, 359, 382. Mussart: 300. Mustag: 299, 300. Napoleón: 163, 275, 455, 460, 507. Naturaleza: 118, 136, 209, 256. Naturaleza física: 120. Naturaleza humana: 118. Náyade: 359. Náyades: 382. Nerón: 475. Nerón: 508. Néstor: 337, 355, 361. Nicea: 537. Niebuhr, B.: 250, 460, 483, 486, 492, 493. Nilo: 261, 262, 278, 279, 300, 459. Norteamérica: véase Estados Unidos. Noruega: 262. Nueva Holanda: 265. Numa: 483,485, 486. Numidia: 501. Numitor: 460. Nuremberg: 269. Objetividad: 477. Obra de arte: 370. Océano: 380, 381. Océano Atlántico: 278, 279. Offenbach: 269. Ohio: 265. Oligarquía: 431. Olimpia: 369. Olimpo: 344, 364,386,416. Oráculos: 407. Orange: 280. Orfeo: 335. Orinoco: 260, 265. Osiris: 481. Países Bajos: 426. Palas Atenea: 234, 339.

Palestina: 387. Palmira: 103. Pan: 358. Paraguay: 260, 268. Pasiones: 119, 144, 145, 149,150,151, 164, 168, 170, 435. Patagonia: 267. Patriarcado: 292, 460. Patricios: 463, 468,486, 490, 494. Patroclo: 354, 355. Pausanias: 331, 408, 413. Pelasgo: 335. Pélope: 339. Pelópidas: 431. Peloponeso: 348,405,413,416,424,435. Penates: 473. Penjab: 300. Perfectibilidad: 209. Pérgamo: 501. Periandro: 409. Pericles: 243, 405, 409, 414, 416, 419, 421, 422, 429, 430, 435, 447, 448. Perséfone: 389. Perseo: 339, 452. Persépolis: 103. Persia: 201,300,311,450. Perú: 260, 265. Píndaro: 432. Pirineos: 262. Pirrón: 443. Písala: 519. Pisístrato: 412, 418, 419. Pitón: 381,382,407. Platea: 348,408,412,413. Platón: 105, 128, 200, 255, 345, 361, 407, 415, 421, 423, 425, 427, 438, 443, 447, 449, 504, 527. Plebe: 468, 486, 492, 494, 503. Plebeyos: 463, 468, 485, 491. Plutarco: 424, 443, 451, 393, 503. Polibio: 337, 451,482. Poligamia: 292, 294, 297. Politeísmo: 378, 379.

ANEXOS

Polonia: 262, 263, 304. Pompeyo: 502, 503, 506. Ponto: 381, 502. Poro: 166. Portugal: 263. Poseidón: 339,342,354, 355,366, 380, 381,383,384. Potencia: 97, 217. Pradt, D.: 278. Preto: 341. Progreso: 214, 215, 238. Prometeo: 335,338,342, 351,380,381. Propiedad: 152. Propóntide: 349. Provenza: 501. Providencia divina: 106, 107, 108, 109, 110, 113, 114, 143, 145,229. Ptolomeo: 447. Pueblo: 102, 134, 135, 139, 140, 154, 175, 219, 234, 237, 423, 435, 440, 499. Pueblo judío: 114, 522, 523, 434, 533. Puerta de los Leones: 341. Quersoneso: 502. Quimo: 477. Quirites: 477. Razón: 97, 98, 99, 100, 105, 106, 107, 109, 110, 114, 115, 117, 118, 124, 128, 141, 151. Razón de estado: 424. Razón divina: 98. Razón eterna: 114. Razón universal: 140, 141, 142. Reconciliación: 525. Relaciones internacionales: 207. Religión: 171, 182-193, 433, 436,440. Religión africana: 284, 286. Religión católica: 185, 209. Religión cristiana: 111, 112, 113, 114, 119, 120, 129, 185, 191, 529, 536, 539. Religión griega: 355-366. Religión judía: 125, 522.

565

Religión romana: 407-479. Remo: 463, 464, 482. República: 201, 482, 488,492, 506. Revolución francesa: 405, 494. Rhin: 262. Río Amarillo: 300. Río Amazonas: 266. Río Azul: 300. Río de la Plata: 266. Río Magdalena: 273. Río Níger: 278, 279, 280. Río Oder: 262. Río Po: 460, 496. Río Rubicón: 503. Río San Lorenzo: 265. Ritter, K.: 282, 282. Robespierre: 405. Roma: 103, 119, 139, 151, 153, 212, 246, 276, 316, 334, 396, 416, 426, 427, 449, 450, 452,455,passim. Rómulo: 463, 464,476, 483, 484, 486. Rousseau, J.J.: 206, 434. Roxana: 446. Rusia: 304. Sacra: 463, 478, 479, 483, 484. Sacy, S.: 388. Sagradas Escrituras: 108. Sáhara: 278. Sainte Croix: 388. Sajonia: 262. Salamina: 413. Salomón: 118. San Juan Evangelista: 537. Santo Sepulcro: 347. Sartorio: 502. Saturnales: 473. Schelling, E: 217. Schiller, E: 376. Schlegel, E: 283. Selene: 380, 382. Semelé: 391. Senado: 484, 485, 486, 490, 499, 503, 506, 507.

566

ANEXOS

Senegal: 280, 281. Servio Tulio: 485, 486. Sicilia: 334, 349, 413, 496,497. Sidón: 303. Sihen: 300. Sila: 502, 506. Silesia: 262. Sión: 525. Siria: 276, 301,303,356,447,496,497, 498, 499, 502, 527. Sociabilidad: 426. Sociedad: 149. Sócrates: 105, 106, 107, 137,366,401, 407, 408, 421, 423, 437, 438, 439, 440,441,520. Sofistas: 436, 437. Sófocles: 174,235,413,421. Solón: 338, 409,417,418,419. Spinoza, B.: 179. Subjetividad: 318, 395, 407, 434, 435, 437, 440, 441, 449, 509, 516, 526, 528, 541. Suecia: 262. Suiza: 303. Suntuosidad: 311. Suposición: 217. Susa: 412. Sustancia: 97. Tacio: 486. Tácito: 489. Tales de Mileto: 397. Tamerlán: 260. Tántalo: 339. Tarquinio el Soberbio: 484, 485, 486. Tarquinio Prisco: 484, 486. Tebas: 339, 340, 431,432, 441. Telémaco: 343. Temis: 394. Temístocles: 409, 450. Teocracia: 181, 182. Teodicea: 115. Termopilas: 413, 498. Tersites: 166, 344.

Tesalia: 335, 336, 339,413, 424. Teseo: 346, 405,417. Tetis: 392. Tiberio: 507. Tiempo: 212, 213,234, 235, 236. Tigranes: 502. Tigris: 300. Tirinto: 341. Tiro: 303, 459. Tisameno: 408. Titanes: 380, 381. Tito: 381, 509, 510. Tito Livio: 246,247,451,461,462,484, 485,486, 488,489,495, 519. Tracia: 335,413. Trajano: 509. Transmigración: 103. Trinidad: 517. Trípoli: 278. Triptolemo: 338. Troya: 303, 327, 328, 347, 348, 349, 354, 397,461,487. Tschidi, A.: 247. Tucídides: 235,241,242,243,244,333, 335, 336, 337, 339, 341, 347, 348, 349, 350, 403, 418, 416, 421, 422, 427,428. Tulio Hostilio: 486. Túnez: 278. Turquía: 424. Ulises: 342, 343, 344. Universalidad: 316, 317, 521. Urano: 380. Urbanidad: 420. Valor: 168-172. Variación: 102,213. Venecia: 460, 493. Verdad: 106, 107, 118, 132, 276, 516, 523, 538. Vespasiano: 510. Violencia: 257,442. Violencia natural: 145. Virgilio: 474.

ANEXOS

Virtus romana: 462. Vístula: 262. Volga: 303. Voluntad: 174,175,401,402,442,538, 541. Voluntad divina: 100. Voluntad racional: 142, 145, 169.

567

Yang-tse-kiang: 300. Yugurta: 501. Zama: 497. Zeus: 234,235,283,344,364,369, 380, 381, 382, 383, 384, 385, 386, 387, 388,390, 392,316,422.

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