LEC 6. KAELBLE, Hartmut. Historia Social PDF

March 1, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download LEC 6. KAELBLE, Hartmut. Historia Social PDF...

Description

Historia de Europa Oxford

Historia de Europa Oxford

Editor de la colección: T. C. W. Blanning

Editor de la colección:

T. C. W. Blanning

PLAN DE LA OBRA:

La Grecia clásica (publicado) Robín Osborne

Europa desde 1945

Los romanos (publ. prevista: 2004) La alta Edad Media (publ. prevista: 2004) Rosamond McKitterick

Edición de Mary Fulbrook

El cenit de la Edad Media (publ. prevista: 2004) David Power La baja Edad Media (publ. prevista: 200'3) Malcolm Vale El siglo XVI (publ. prevista: 2003) Evan Cameron

Traducción castellana,ae Joan Lluís Riera

El siglo XVII (publ. prevista: 2003) Joseph Bergin El siglo XVIII (publ. prevista: 2002) T. C. W. Blanning El siglo XIX (publ. prevista: 2002) T. C. W. Blanning Europa 1900-1945 (publ. prevista: 2002) Julian Jackson Europa desde 1945 (publicado) Mary Fulbrook

CRÍTICA Barcelona

OXFORD UNIVERSITY PRESS

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copy­ right, bajo las sanciones establecidas en las leyes,la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,comprendidos la reprografía y el tratamiento infor­ mático,y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. © Oxford University Press 2001 Europa since 1945 was origin¡illy published in English in 2001. This translation is published by arrangement with Oxford University Press. Europa desde 1945 se publicó originalmente en inglés en 200 l. Esta traducción se publica por acuerdo con Oxford University Press. © 2002 de la traducción castellana para España y América: EDITORIAL CRITICA, S. L. Proven�a,260 08008 Barcelona e-mail: [email protected] http://www.ed-critica.es ISBN: 84-8432-308-0 Depósito legal: B. 3556-2002 Impreso en España 2002. - A & M Grafic,S. L.,Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)

3 Historia social Hartmut Kaelble En la segunda mitad del siglo XX las sociedades europeas se caracterizaron por una extraordinaria, y hasta cierto puntó intencionada, dinámica so­ cial en un contexto de paz caliente. Este período tiene algunas caracterís­ ticas sociales bastante particulares, especialmente en comparación con la turbulenta primera mitad del siglo. En primer lugar, se trata de un período de paz en Europa insólitamen­ te dilatado, pero que se desarrolló a la sombra de una de las más catastró­ ficas guerras de la historia europea, y bajo la amenaza de un intenso rearme y de conflictos militares en las antiguas colonias europeas. Los europeos vieron primero su sociedad a través de la lente de sus experiencias de la guerra, y apreciaron en gran medida que fuera una sociedad en paz. Por otro lado, rara vez se vio la paz como algo seguro. En segundo lugar, como quiera que la paz era duradera, fue un período in usualmente dinámico en los aspectos sociales y en otros aspectos -mu­ cho más dinámico que los períodos de paz previos. El tan característico crecimiento económico de los tiempos modernos fue parte esencial de este período, y la depresión económica que le siguió fue quizá también una de las más dinámicas de la era moderna. Esta dinámica social abarcó todos los aspectos de la sociedad: trabajo y familia, migración y desigual­ dad, valores e instituciones, intervención del estado y ciudades. Lo que es aún más importante, alcanzó a casi todos los países europeos en lugar de quedar confinada a las áreas más modernizadas de Europa Por ello, � 1� : _ gran mayoría de jóvenes europeos del año 2000 se les hacia muy d1f1ol comprender el estilo de vida de sus antecesores de 1945. En tercer lugar, la Europa del Este realizó uno de los experimentos de mayor alcance, pero en último término fracasado, por parte de un poder centralizado de establecer y controlar una sociedad desde arriba. Este ex­ perimento había comeqzado en una era anterior, pero sólo ahora habría

HISTORIA SOCIAL

65

de convertirse en un fenómeno de alcance global -no sólo en partes de Europa, sino también en partes de Asia, África e incluso América. Incluso en la Europa Occidental, donde no echó raíces, el experimento comunis­ ta ejerció un impacto indirecto, en parte como modelo de sociedad y po­ lítica, pero sobre todo como fuerza disuasoria. En consecuencia, Europa nunca había estado tan clara y fundamentalmente dividida en dos partes antagónicas como en la segunda mitad del siglo XX. Lo que Europa en su conjunto significaba en términos sociales y en otros términos raramente había sido tan confuso y mudable como entonces. En cuarto lugar, las relaciones entre sociedad y política cambiaron profundamente en la mente de los europeos y en sus políticas. La socie­ dad pasó a ocupar un papel más importante en la política de las dos Euro� pas, la del Este y la del Oeste. La intervención del gobierno en la sociedad no era de ningún modo algo nuevo, pero adoptó nuevas dimensiones fi­ nancieras y legales, y comenzó a regular la vida de los ciudadanos mucho más intensamente que en el pasado. Finalmente, la relación entre las so­ ciedades de Europa y del exterior cambió profundamente. En 1945 Euro­ pa era todavía para mucho$ éuropeos el ombligo del mundo, la sociedad más avanzada y civiliza'da, el modelo pionero, y muchas regiones del mundo eran todavía colonias europeas. En el año 2000 estaba claro para la mayoría de europeos que sus sociedades dependían de tendencias mun­ diales, de la llamada globalización, que Europa podía influenciar pero no controlar. Europa se había convertido en un tranquilo remanso del mundo. No obstante, en muchos de estos aspectos el fin de siglo no parece establecer una divisoria fundamental: todavía no está claro por cuánto tiempo pueden prolongarse las tendencias de la segunda mitad del si­ glo XX. ¿Se puede hablar de una Europa en términos sociales durante. este pe­ ríodo? Hacia los años cincuenta dominaban las divisiones sobre la uni­ dad. Europa se hallaba dividida en varios aspectos. De una parte estaba el núcleo interno, moderno, industrializado, dinámico; de otro lado, la pe­ riferia más retrasada, en buena parte todavía agraria e inmóvil del sur y este de Europa, y, en los extremos oeste y norte, de Irlanda y el norte de Escandinavia. Además, Europa estaba dividida por los efectos sociales y económicos de la Segunda Guerra Mundial. Algunos países, como Espa­ ña, Portugal, Suecia, Suiza e Irlanda, apenas habían_ sido tocados por la guerra. Un grupo mayor de países sufrió la ocupación de la Alemania Nazi y los efectos directos de la contienda -los países del Sur y Este de Euro­ pa más aún que los del Oeste y Norte- y un solo país sufrió gravemente

66

EUROPA DESDE 1945

El o tro los efectos de la guerra sin llegar a ser ocupado : Gran Bretaña. os Y so ­ grupo de países, los agresores, no sólo sufrí� los efectos eco nómic oble�a ciales de la posguerra, sino que además hubiero n de afrontar el pr e Alemama d o rt e ci más s e o Est rra. ue g la n e moral de su participación u rra Y ha­ que de ningún o tro país, pues su gobierno había inici�do la � � es de lo s civil s e n o i poblac las ntra o c o bía cometido crímenes y geno cidi mas po ­ e sist s d n e idida div hallaba � _ países ocupados. Además, Europa se al i:ner­ a rientad o ntal, e Occid líticos y so ciales contradicto rios: la Europa idos, U s o ·Estad s o l e d cia cado y parcialmente democrática, bajo la influen , � lti u r o P _ �o,: y la Europa del Este, comunista, bajo el control de la URSS. mo g s pa o esenta Eur s y nta e cincu s o añ s o l � hasta e qu lvida o e s menudo socieda­ dividida entre poderes colo niales y po deres no coloniales. En las menudo des coloniales el futuro de los jóvenes brillantes·y ambiciosos a Indo­ lina, e Arg India, la n e pa; o Eur e d ras e nt se hallaba más allá de las fro es no país con o estrech más ces e v a ra e nesia O Africa. El contacto social · Europeos que dentro de Europa. . . . smo Co nviene resaltar que estas líneas divisorias no eran comc1dentes, áneo s q�e se entrecruzaban. Por todas estas razo nes _para los �on�empor _ ciales. o s s o resultaba difícil concebir Europa como una umdad en termm o XX Y de No obstante, a causa de la dinámica de la segunda mitad del sigl Y Europa las convulsiones de 1989-91, estos contrastes perdieron fuerza, les en cultura y s e cial o s s o rn o nt o c más nte e alm u en su co nj unto ganó grad común.

La sociedad que dejamos: la Europa de mitad de siglo Para los europeos de hoy se hace difícil entender algunos de los elemen­ tos más importantes de las sociedades de mediados del siglo XX a causa de la dinámica social aca ecida desde entonces. Por ello, antes de tratar con más detalle los procesos de cambio conviene recordar las características de las sociedades europeas de mediado s de siglo que hoy resultan poco fa­ miliares. Son nueve los aspectos so ciales que hoy se han p erdido pero que para aquellas sociedades to davía eran importa�tes. . , eran impor­ Varias formas de trabajo que hoy son margmales to daV1a tantes. Europa aún era predominantemente agraria. Importantes países

HISTORIA SOCIAL europeo s co mo Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, Suiza, Austria y Suecia ya se habían convertido en sociedades industriales en el siglo XIX. Pero en Eu­ ropa en.su conjunto to davía era la agricultura, más que la industria, el sec­ tor de empleo más importante en los años cincuenta. Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, 70 millones de los 180 millo­ nes de la población activa de europeo s ( excl uida la URSS) trabajaban en e l secto r agríco la, mientras que sólo 61 mill ones trabajaban en el secto r industrial. 1 Países europ eos tan extenso s co mo España, Italia y Polonia seguían siendo principalm ente agrarios. En Francia el sector agrícola no era claramente menor qu e el industrial. Además, trabajo to davía signifi­ caba, en buena medida, trabajo familiar en granjas, o ficios tradicionales, tiendas, transporte. Los matrimonios trabajaban junto s, a menudo co n sus hijos, niñ os o adolescentes, y frecuentemente con o tros familiares. Era trabaj o sin sueldo, sin formación profesional, fu era del mercado laboral, ajeno a las modernas relaciones labo rales y fuera del sistema de seguridad so cial. Por añadidura, en los años cincuenta el trabajo predominante se­ guía siendo el trabajo físico, ·duro. El trabajo manual seguía siendo co­ mún. Las máquinas desarfoÍlaban un papel visible, p ero incluso este tipo de trabajo solía ser físicamente extenuante. Así era en muchos lugares de trabajo, en las minas y en la construcción, para artesanos y amas de casa, para campesinos y camioneros. La invalidez y las enfermedades relacio­ nadas con el trabajo mantenían baja la esp eranza de vida. Muchas tradi­ ciones culturales europeas como la pintura o la escultura, heroicas o crí­ ticas, a menudo retrataban a los hombres y a las mujeres o cupados en duros trabajos físicos. Los diversos modelos de familia europea de m ediados del siglo xx di­ ferían notablemente de los modelos actuales. Los hombres desempeña­ ban el papel dominante en la familia y el concepto de división del trabajo entre una madre emotiva, cariñosa y tierna y un padre estricto, racional y responsable de traer el pan a la casa era el predominante en la mayoría de países europeos. Las madres raramente trabajaban fuera de la casa en una o cupación remunerada. La estructura familiar to davía se concebía ancla­ da en un matrimonio para toda la vida con varios hijos. El espacio indi­ vidual privado dentro de la familia era limitado fuera de algunas seccio. nes pudientes de las sociedades europeas. En muchas familias ni los padres ni los niños disponían de habitaciones propias. Al propio tiemp9, 1 International Labour Office, Economically Active Population, 5 vols., 3• ed. (Ginebra: ILO, 1986), vol. 1, 123.

68

EUROPA DESDE 1945

la falta de espacio en la casa se veía compensada por un espacio social li­ bre fuera de la casa, en las calles y plazas llenas de peatones y con un trá­ fico mucho menos peligroso que en la actualidad. La vida todavía seguía su curso tradicional, con una fase de intensas relaciones dentro del núcleo familiar, sin jardín de infancia, hasta la edad de 6 ó 7 años; escolarización sólo hasta los 14 años; entrada en el servicio militar para los hombres y matrimonio para las mujeres; una larga fase de cuidado de los hijos; ra­ ramente un nido vacío, es decir una fase en la que los padres siguen vivos después de que todos los hijos hayan abandonado la casa familiar. No obstante, en todos estos aspectos existían enormes variaciones entre paí­ ses y regiones de Europa. La vida en Europa todavía se encontraba eri gran medida en el campo y los pueblos. Por supuesto, la sociedad industrial urbana estaba bien es­ tablecida en el interior de Europa, y, por término medio, una tercera par­ te de la población de Europa Occidental vivía en pueblos y ciudades de más de 20.000 habitantes. Pero en Europa en conjunto -no sólo en la pe­ riferia, sino también en ciertas regiones específicas de los países indus­ trializados- aún persistía la vida rural tradicional: los pueblos y aldeas todavía estaban habitados sobre todo por campesinos o pescadores. Las clases rurales altas estaban formadas no sólo por grandes terratenientes sino también por el clero, los doctores, los maestros, los silvicultores, que seguían gozando de poder, al menos a nivel social local. El trabajo del campo a menudo implicaba la vida en las granjas, con pocos contactos sociales fuera de otros campesinos y, en algunas regiones y en granjas ais­ ladas, muy pocos contactos; la educación no pasaba de unos pocos años de escolarización elemental o simplemente era nula. El éxodo de las áreas rurales que llevaba varias décadas en marcha rara vez había dejado pue­ blos abandonados. Los contrastes entre la forma de vida rural y la urbana seguían siendo enormes. Frecuentemente los habitantes de las ciudades seguían considerando a su sociedad nacional predominantemente rural y mantenían lazos sociales con las redes de parentesco rurales. Ciertamente, esta sociedad rural había cambiado mucho, pero todavía no estaba en peli­ gro por la amenaza de la industrialización rural; o la urbanización de la vida rural, no sólo por proximidad a ciudades, sino a causa de largos des­ plazamientos al trabajo; o los cambios traídos por las revoluciones de las comunicaciones, el transporte y el consumo y por el turismo y el auge de las segundas residencias. En las zonas rurales de la Europa industrializada todavía prevalecían las sociedades de clases. Las distinciones sociales eran marcadas entre las

HISTORIA SOCIAL

clases medias y las clases trabajadoras en la manera de vestir o de comer, en las casas, el ocio, la propiedad, el espacio público y las áreas residen­ ciales urbanas. Las redes sociales y la solidaridad social, las oportunida­ des de educación y la movilidad social hacia arriba raramente cruzaban barreras de clase. La conciencia de clase era tan fuerte en las clases traba­ jadoras como en las clases medias. Sin embargo, la clase social no era la única distinción social que importaba mucho más entonces que ahora. Las distinciones sociales eran profundas y las interconexiones todavía raras entre religiones en los países multiconfesionales, como Gran Bretaña, Países Bajos, Alemania, Suiza, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia; en­ tre nacionalidades; entre inmigrantes o refugiados y los habitantes nati­ vos; y entre clanes familiares en pueblos y aldeas. Los europeos todavía aceptaban en su mayoría una conformidad estricta con el estilo de vida de su medio social. Las sociedades europeas de los años cincuenta eran todavía sociedades de la escasez. Y no sólo por efecto de la guerra, sino como característica general del continente hasta mediados del siglo XX. Para la gran mayoría de europeos el suministro de bienes de consumo y de valores de consumo quedaba todavía muy lejos de los de una sociedad próspera, si bien las tradicionales crisis cíclicas de hambruna habían desaparecido durante los tiempos de paz. Las ropas usadas no se tiraban: se arreglaban. Los ob­ jetos duraderos se producían por lo general para que duraran toda una vida. Los valores de la mayoría de europeos se orientaban a evitar el de­ rroche. Los europeos que visitaban los Estados Unidos veían con incre­ dulidad los nacientes valores americanos de prosperidad. Una psicóloga europea emigrada a los Estados Unidos, Erna Barschak, escribió en 1947 de la prosperidad americana: «El sobreabundante suministro de comida puede explicar, pero no justificar, el enorme despilfarro... no consigo acostumbrarme a los platos medio llenos, las sobras de pan, mantequilla, ensalada, huevos, que las indiferentes camareras sacaban de las mesas.» 2 La perspectiva cotidiana de la gran mayoría de europeos fuera de las clases altas seguía restringida a una localidad o región. La comunicación y la movilidad a grandes distancias eran mucho más limitadas que en la actualidad. El correo seguía siendo el medio de comunicación más im­ portante fuera de los encuentros personales. Sólo una minoría, variable de un país a otro, usaba el teléfono, y en promedio había tan solo cinco

2

E. Barschak, Erlebnisse in USA (Zurich: Pan Verlag, 1947), 241-2.

70

EUROPA DESDE 1945

teléfonos por cada 100 habitantes. Salvo para las clases altas o ciertas ocu­ paciones o grupos de edad específicos, los viajes de largo recorrido y las vacaciones eran todavía raros. En circunstancias normales la mayoría de la gente conocía directamente sólo una parte pequeña de su país -a me­ nudo únicamente la región en que vivía. El consumo raramente abría las puertas a una perspectiva geográfica más amplia. Los estilos nacionales y regionales de consumo quedaban limitados a la región o nación, y rara­ mente se exportaban. Por ello, los estilos de consumo eran mucho menos cosmopolitas que en la actualidad. Salvo por algunos productos especia­ les, los alimentos, la ropa, los muebles y los bienes duraderos provenían directamente de productores nacionales o locales. La comercialización a escala nacional e internacional era muy limitada, del mismo modo que los sistemas técnicos de conservación de alimentos, como frigoríficos, congeladores y transporte de congelados. La vida europea era mucho más local y regional, mucho rrienos cosmopolita e internacionalmente abierta que en la actualidad. Europa era todavía un continente de emigrantes. La última gran olea­ da de emigración había ocurrido inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Varios millones de europeos emigraron, sobre todo a las Américas, entre 1945 y 1950: La inmigración hacia países europeos provenía casi exclusivamente de otros países europeos, especialmente desde las regiop.es periféricas hacia el núcleo industrial de Europa. La in­ migración desde fuera de Europa, de la parte islámica del Mediterráneo, o de las colonias europeas de ultramar, generalmente no encontraba obs­ táculos legales pero, por otro lado, apenas existía; los europeos contem­ poráneos apenas podían imaginarla. Una de las principales razones radi­ caba en la demografía. En la mayoría de sociedades europeas durante los tiempos de paz las tasas de nacimiento superaban todavía a las tasas de mortalidad, de modo que en general predominaba el crecimiento natu­ ral de la población. La vida en Europa era también mucho menos segura. Si bien es cierto que los sistemas de seguridad social ya se habían inventado hacía varias décadas y estaban parcialmente establecidos, especialmente en los países más septentrionales de Europa, sólo ciertos sectores de las poblaciones na­ cionales se encontraban realmente protegidos por estos sistemas. Se esti­ ma que sólo una tercera parte de la población activa de Europa Occidental estaba cubierta por los esquemas públicos de seguros de pensión, una ter­ cera parte por sanidad pública, y aproximadamente la misma proporción por el seguro de desempleo. La mayoría todavía tenía que recurrir a las ins-

HISTORIA SOCIAL

71

tituciones tradicionales de caridad si caía en la pobreza. Pero la vida era más insegura también en un sentido mucho más fundamental. La muer­ te era más omnipresente, y no sólo durante la guerr a, sino también du­ rante el período de paz que le siguió. A una esper anza de vida más corta que �a actual se unía una mortalidad infantil much o más alta -en pro­ medio, unas cuatro veces más alta que en la actua lidad.

Los principales períodos de la historia social desde 1945 La historia social desde 1945 se puede subdividir en cuatro períodos: la era inme�iata de posguerra, marcada por las secuelas de la Segunda Gue­ rra Mundial; la era de prosperidad económica de los años cincuenta has­ ta principios de los setenta; la era de dificultades económicas que la si­ guió; y la era que siguió a, las convulsiones políticas de 1989-91.

La era de posguerra La era inmediata de posguerra estuvo caracterizada en buena parte de Eu­ ropa por unas condiciones de vida extremadamente difíciles, por el ham­ bre, por la escasez de viviendas, por la muerte, invalidez o enfermedad psíquica, por la movilidad forzada, por la insolvencia de unos mercados económicos y servicios públicos en franco descalabro, y por una profun­ da crisis moral especialmente en los países del Eje, y particularmente fuerte en Alemania. Europa se mostraba a menudo como una civilización en de­ clive o incluso destruida. Para comprender las sociedades europeas de posguerra es fundamen­ tal darse cuenta de que las secuelas sociales directas de la Segunda Gue­ rra Mundial fueron en distintas maneras contrárias al tenor general de la Europa de mediados de siglo descrita en la sección anterior. Esto es lo que hacía a las sociedades de posguerra excepcionales y, para las mentes de los contemporáneos, difíciles de aceptar. En las sociedades europeas afectadas por la guerra el trabajo normal quedó devaluado. Las activida­ des del mercado negro, el estraperlo y las formas no convencionales de procurarse alimentos, ropa y combustible ganaron en importancia. Por

72

EUROPA DESDE

1945 HISTORIA SOCIAL

varias razones el modelo de familia también dejó de funcionar como lo había hecho hasta entonces. El papel de las madres, y también el de los jó­ venes, cobró mayor importancia debido a las nuevas restricciones mate­ riales y a la ausencia o muerte de los padres. El divorcio, los hijos ilegíti­ mos y la prostitución se hicieron más frecuentes. La movilidad forzada transformó muchas sociedades europeas locales previamente estables. Millones de europeos se encontraron en marcha: desplazados, refugiados, prisioneros de guerra de vuelta a sus hogares, de­ tenidos de los campos de concentración, trabajadores forzados, soldados de vuelta a casa, familias que habían sido desplazadas de las áreas urbanas durante la guerra o cuyas casas habían resultado destruidas, miembros dispersos de familias a la busca de sus parientes. En buena parte de Euro­ pa los lugareños hubieron de aceptar gente de otras religiones, nacionali­ dades, costumbres, dialectos. Millones de europeos, especialmente hom­ bres, habían visto otros países como soldados, prisioneros de guerra o trabajadores forzados. En cierto modo las secuelas de la guerra también supusieron un reto para las sociedades de clases. Las distinciones de clase y otras jerarquías sociales a menudo no se podían sostener en una situación de escasez de alimento, combustible, ropa y vivienda. Como tampoco podía sostenerse la tradicional separación local entre medios religiosos. Los sistemas de se­ guridad social establecidos hubieron de enfrentarse a la ingente y desco­ nocida tarea de proveer una mínima calidad de vida a las familias ad­ versamente afectadas por la guerra: viudas, huérfanos, incapacitados físicos y psíquicos. Por consiguiente, las secuelas de la guerra no quedaron limitadas a la escasez de alimento, ropa, combustible y vivienda y a las familias destrui­ das, sino además a una pérdida forzosa de aspectos fundamentales de la vida. La mayoría de contemporáneos vieron esta pérdida como algo tem­ poral y deseaban retornar al estado anterior de la sociedad lo antes po­ sible. Los historiadores han discutido si las posteriores transformacio­ nes sociales tuvieron su verdadera causa en las secuelas directas de la guerra, o en la dinámica del período posterior a la posguerra inmedia­ ta, que trataremos a continuación. Pero la era de posguerra tuvo también su dinámica propia. Varios paí­ ses iniciaron durante este período reformas sociales de gran calado. En Gran Bretaña, Francia, los países escandinavos, los Países Bajos y Bélgica se instauró el moderno estado del bienestar, con reformas en el sistema de sanidad y de fondos de pensiones. Más tarde estas reformas se convirtie-

73

ron en el modelo para otros países europeos. En varios países este fue también un período de reformas fundamentales en el sistema educativo. Como se verá en el capítulo 4, fue el principio de un nuevo sistema eco­ nómico internacional, y se establecieron nuevas políticas económicas nacionales que en unos casos otorgaban un papel más importante al esta­ do, como en Francia, o al mercado, como en Alemania. El proceso de ma­ yor alcance del período inmediato de posguerra fue el establecimiento de democracias duraderas, especialmente en Alemania e Italia, y durante al­ gunos años también en países de la Europa Central como Polonia, Che­ coslovaquia y Hungría. Tras la profunda crisis de principios de los años cuarenta, cuando sólo uno de cada seis europeos vivía en una democra­ cia, el período inmediato de posguerra fue también un período de reno­ vada esperanza.

La era de prosperidad En total contraste con la era de posguerra se sitúa la era de la prosperidad, un contraste que muchos contemporáneos verían como un «milagro», como los «gloriosos cincuenta», como una «revolución». Esta época de extraordinaria prosperidad, cuyas causas y efectos económicos se trata­ rán en el capítulo 4, no fue simplemente otra larga ascensión cíclica de la economía, como había ocurrido varias veces en la historia económica moderna de Europa. Se caracterizó por unas tasas de crecimiento econó­ mico extraordinariamente altas y no afectó únicamente a las áreas indus­ t�ia�zadas de Europa, sino al continente entero. El momento álgido de cre­ c1m1ento no se produjo al mismo tiempo en toda Europa sino que, como a finales de los cuarenta, comenzó en las sociedades más industrializadas Y alcanzó bastante más tarde la periferia. Las características sociales de la era de prosperidad también fueron únicas. Una de estas características sociales fue el aumento sin precedentes de los ingresos y ganancias reales. Nunca antes o después han aumentado tan sustancialmente los salarios reales y los ingresos reales. Por supuesto, había grandes diferencias entre países, trabajos, sexos, y entre la pobla­ ción activa y la retirada. Pero este aumento general sin precedente de los ingresos reales provocó cambios fundamentales en los estilos de consu­ mo, en los patrones de distribución de ingresos, en las distinciones de cla­ se Y en las relaciones industriales, temas sobre los que volveremos. Sin duda contribuyó a la estabilización de la democracia en la Europa occi-

74

EUROPA DESDE 1945

dental, así como a una cierta estabilidad temporal en la Europa del Este. Una segunda característica social de este período de prosperidad fue la demanda insólitamente alta de trabajo. Fue un período de pleno empleo en un sentido mucho más amplio que nunca antes o después. Si bien las tasas de desempleo no cayeron hasta el mismo nivel en todos lados, y a menudo se mantuvieron altas en las regiones de la periferia de Europa, en conjunto cayeron por debajo de los niveles americanos. Esto tuvo conse­ cuencias de mucho alcance. El trabajo familiar de las granjas, de los peque­ ños talleres artesanos y del pequeño comercio se redujo considerablemen­ te en la mayoría de países europeos. Muchos miembros de las familias dejaron el negocio familiar en favor de trabajos mejor remunerados, más seguros y más independientes en el mercado general del trabajo, y cada vez más las madres comenzaron a trabajar fuera de su casa en ocupacio­ nes remuneradas. Al final de la era de prosperidad esto se aplicaba a la mayoría de madres. La actividad laboral de la mujer pasó de estar limita­ da al período anterior al matrimonio y la maternidad para incluir un se­ gundo período tras los primeros años de maternidad. La demanda de tra­ bajo también provocó un claro aumento de la migración laboral hacia los países industriales europeos no sólo desde la periferia de Europa, sino también desde la región islámica del Mediterráneo y desde las antiguas colonias europeas. Por último, a causa de la elevada demanda de mano de obra altamente cualificada y al aumento de los ingresos privados y la edu­ cación privada, los niveles de educación aumentaron sustancialmente, al menos entre las generaciones más jóvenes. Las tasas de analfabetismo se redujeron en la periferia de Europa y el número de estudiantes que com­ pletaba la educación superior o alcanzaba de algún otro modo una cuali­ ficación especializada comenzó a crecer. Una tercera característica de la era de prosperidad fue el insólito au­ mento de los ingresos del estado procedentes de impuestos. Los presu­ puestos estatales aumentaron más rápidamente que nunca antes o des­ pués. En los países europeos occidentales estos ingresos eran de siete a veinte veces mayores en 1975 que en 1950. 3 El poder del estado aumentó, con varias consecuencias sociales. Se implantó el moderno estado del bie­ nestar y los gastos de este sistema del bienestar ganaron impulso. En los países escandinavos eran más de veinte veces mayores en 1975 que en 1950, y en Gran Bretaña y Suiza al menos diez veces más altos en térmi3

Véase P. Flora, State, Society and Economy in Western Europe, 1915-1975, 2 vols. (Frankfurt: Campus Verlag, 1983), i. 255 y siguientes.

HISTORIA SOCIAL

75

nos nominales. Esto permitió, además, financiar fácilmente la expansión de las ciudades -con la construcción de nuevas áreas urbanas O ciudades enteras, y de nuevos edificios públicos en el centro de las ciudades y sis­ temas de vías rápidas urbanas. La integración no sólo de los millones de refugiados de la posguerra, sino también de millones de europeos de vuel­ ta de las colonias, fue menos difícil de lo que habría sido durante un pe­ ríodo de depresión. Por último, los gobiernos pudieron responder a la elevada demanda de educación a todos los niveles invirtiendo fuertemen­ te en la educación pública, en guarderías y en escuelas primarias y secun­ darias, así como en universidades. Una última característica de la era de prosperidad fue un estado ge­ neral de optimismo. Cuanto más se prolongaba la prosperidad, más se veía no como un estado de excepción, sino como la normalidad tras la desastrosa primera mitad del siglo. Este optimismo no era compartido por todos, pero las políticas sociales y grandes sectores de la sociedad se vieron fuertemente influenciados 'por este estado de ánimo general. La inversión privada en el futuro sé hacía con más confianza -inversiones en vivien­ das, en bienes duraderos, en la educación de los hijos y en su movilidad _ social hacia estratos superiores. Las políticas gubernamentales, de diver­ sas maneras, se dirigían a la creación de una nueva sociedad con mejores condiciones de vida y de trabajo. La planificación social se convirtió en un nuevo campo de actividad para los políticos tanto a nivel municipal como nacional. La futurología como disciplina científica quedó establecida Y ganó en popularidad. En los años sesenta incluso los movimientos fun­ damentalistas de oposición, los nuevos movimientos sociales, creían en la posibilidad de crear en el futuro una sociedad mejor.

La era de las dificultades económicas Durante los años setenta la era de la prosperidad se dirigió gradualmente a su fin. El más simbólico de los acontecimientos que marcaron este de­ clive pertenece a la economía internacional, la crisis del petróleo de 1973-4, pero los principales indicadores de dificultades económicas eran naciona­ les. La inflación y el fin gradual del aumento de los ingresos reales fueron los primeros síntomas, a los que siguió una crisis del gasto público y un visible aumento del desempleo. En términos sociales, sin embargo, no fue simplemente otra depresión económica como la Gran Depresión de los años treinta. Fue más bien una combinación inusual de crisis económi-

EUROPA DESDE 1945

cas, con tasas de crecimiento bajas, pero no negativas, y marcados cam­ bios sociales. Si predominó la crisis o el cambio fue una cuestión muy con­ trovertida entre los contemporáneos y probablemente siga siendo discuti­ da por los futuros historiadores. En todos los principales campos de la historia social esta combinación de crisis y cambio social se considera una de las características de este pe­ ríodo. La familia europea entró en una nueva fase, con un aumento de las tasas de divorcio, los hijos ilegítimos, los hogares de una sola persona, las familias uniparentales, las madres y abuelas trabajadoras, y un descen­ so de la tasa de natalidad. Según una interpretación éste fue un período de crisis para el modelo tradicional de familia, con relaciones crispadas entre cónyuges y entre padres e hijos, madre� y abuelas sobrecargadas de trabajo, padres irresponsables y declive del apoyo familiar a los indivi­ duos. Según otra interpretación significó el fin definitivo del monopolio del modelo de la familia única y la emergencia de una variedad más rica de formas de familia. La historia del trabajo en Europa entró también en un nuevo perío­ do. El desempleo aumentó tanto para los trabajadores poco cualifica­ dos como para los muy cualificados, para las mujeres y para los hom­ bres, para los inmigrantes y para los nativos. En los años ochenta, Europa se convirtió en un continente de desempleo, con tasas mucho más altas que los Estados Unidos o Japón. Sólo una minoría de países europeos consiguió mantener o recuperar unas tasas de desempleo bajas. Según una interpretación ésta era una profunda crisis del mercado de trabajo europeo que podía resolverse o bien por intervención del gobierno o bien por adaptación a una nueva situación económica. Según otra interpreta­ ción, señalaba un cambio fundamental en el papel del trabajo, de ser una actividad central de la vida a oscilar entre un futuro poco claro de empleo remunerado y/o otras actividades socialmente valiosas en la familia o en la comunidad. También el estado del bienestar entró en un período de crisis financie­ ra, además de crisis de eficiencia y de aceptación política. Según una in­ terpretación ésta indicaba una crisis que confrontaba al estado del bie­ nestar con nuevos retos con respecto a la familia y el trabajo, a los que debía adaptarse y al tiempo mantener el objetivo de hacer la vida más se­ gura para todos los ciudadanos por medio de instituciones públicas. Otra interpretación vio en esta crisis el golpe de gracia para el estado del bie­ nestar y la clara necesidad de nuevos instrumentos de previsión social e instituciones privadas y no estatales de seguridad social. Otros campos de

HISTORIA SOCIAL

77

la sociedad como la educación, la ciudad y la vida urbana, la solidaridad social, la inmigración y la idea de progreso y concepciones del futuro también inauguraron una nueva era. Una vez más, las nuevas formas po­ dían verse como una crisis a la que era necesario dar solución, o como he­ raldos de un tipo de sociedad fundamentalmente diferente.

La era desde las convulsiones de 1989-91 Esta era difiere mucho menos de la anterior en los aspectos sociales que en su historia política. Las características básicas de la sociedad del perío­ do anterior -la ambivalencia de crisis y cambio- han persistido. Las principales tendencias de cambio social se han mantenido claramente vi­ sibles, entre ellas la predominancia del sector de servicios, la emergencia de nuevas formas de trabajo, las altas tasas de desempleo, los cambios en la familia, la crisis del estado del bienestar y el aumento de la inmigración de origen no europeo. Dicho esto, conviene recordar las limitaciones de los historiadores para discriminar entre tendencias mayores y menores en su propio tiempo. Con todo, el período desde 1989-91 tiene también las características de una nueva era. En la: Europa del Este, por descontado, el período de 198991 ha sido de cambio fundamental, en ocasiones incluso traumático, de todas las dimensiones de la sociedad. La caída de las tasas de nacimiento y el aumento de las tasas de divorcio, así como la disminución de la espe­ ranza de vida en varios países, apuntan a importantes transiciones en la naturaleza de la familia cuyas fronteras todavía están poco claras. La an­ terior predominancia del trabajo industrial ha sido en buena parte reem­ plazada por la predominancia del sector de servicios en una transforma­ ción brutalmente rápida. La sociedad centrada en el trabajo ha llegado a su fin. El desempleo y la reorientación profesional forzosa se han hecho comunes, para las mujeres más que para los hombres. La migración por razones de trabajo a la Europa Occidental se ha convertido en una nueva opción. Las oportunidades para la educación han aumentado, a menudo más rápidamente que en tiempos anteriores. Los sistemas de seguridad social se han transformado, pero frecuentemente con una financiación insuficiente por parte de los gobiernos y, por consiguiente, con defectos de servicio importantes para una sección de sus clientes, como indica la disminución de la esperanza de vida en varios países. Los patrones de consumo pasaron en pocos años de estar condicionados por la escasez

EUROPA DESDE

1945 HISTORIA SOCIAL

de bienes de consumo a la plena abundancia pero, al mismo tiempo, con ingresos reducidos o incluso a la baja para un número importante de e�­ ropeos del Este. La desigualdad social ha aumentado y se ha hecho �as visible. Mientras que una parte de la población ha acogido con entusias­ mo la nueva situación económica por las nuevas y mejores oportunida­ des que ofrece, otra sección de la población, más pequeña y variable de un país a otro, la ha recibido con desorientación individual. Para la Europa Occidental los cambios de 1989-91 no tuvieron grandes consecuencias socio-estructurales, especialmente más allá de los países que lindaban con la frontera entre Este y Oeste (Itali�, A�stri�, Alemania, Finlandia y Suecia). No obstante, se puede notar la mc1denc1a de por lo menos tres importantes consecuencias indirectas de 1989-91 en Europa Occidental. En primer lugar, Europa en su conjunto se volvió a concebir como un espacio cultural y social. Las Europas del Este y Oeste como entidades so­ ciales y culturales distintas desaparecieron gradualmente de las mentes �e los europeos, aunque a veces con más lentitud de la esperada. La movili­ dad por toda Europa de gente de negocios, expertos técnicos, turistas e intelectuales aumentó rápidamente en todas direcciones. Gente de nego­ cios, técnicos e intelectuales del Oeste comenzaron a vivir en el Este, a menudo en posiciones más influyentes y en condiciones económicas mu­ cho mejores que los de las poblaciones autóctonas. En varias áreas m�­ tropolitanas de Europa la inmigración desde la Europa del Este conduJo a la formación de nuevas minorías europeas, tanto minorías ricas como minorías transitorias de trabajo. Se estableció un nuevo e intenso debate centrado en cuestiones como la naturaleza de Europa, los valores, instituciones y sociedad civil especí­ ficamente europeos, y las fronteras geográficas de Europa; en buena me­ dida, este debate no quedaba restringido a la política y la economía. Ade­ . más, en toda Europa el carácter de los debates públicos sobre cuestiones sociales, intervención estatal y el estado del bienestar cambiaron con el rápido declive o total reformulación de los antig�os partidos �o�unistas y la general pérdida de crédito de las formas radicales de soCiahsmo (de estado). Desaparecieron las líneas de separación tradicionales entre ban­ dos políticos, y conceptos que anteriormente habían es�ado estrictamen­ . . te colonizados por un bando político pasaron a ser utilizados libremente por todos. En tercer lugar, como consecuencia de las convulsiones de 1989-91, la Unión Europea se hizo en muchos aspectos más poderosa que antes por

79

medio de los Tratados de Maastricht y Amsterdam. Lo mismo se puede aplicar a los asuntos sociales y culturales. El poder de la UE aumentó en el área de coordinación de la política social y por inclusión de derechos sociales fundamentales en los tratados europeos. Se estableció un «tercer pilar» de la UE (además de la política exterior y la política económica), relacionado con la inmigración y los asuntos policiales. Aunque variable de una país a otro, se inició una política de identidad cultural europea, con el establecimiento de bandera, pasaporte, matrículas de vehículos, controles separados o ningún control para ciudadanos de la UE en las fronteras y en los aeropuertos, y la capital europea de la cultura. El esta­ blecimiento de una moneda europea también tuvo implicaciones para esta naciente identidad europea, y con la política de ampliación, el cre­ ciente aumento de la UE llegará a ser importante para más países que sus quince miembros.

El proceso de cambio A lo largo de estas distintas eras, durante la prosperidad igual que duran­ te la depresión, la segunda mitad del siglo xx fue un período de cambio fundamental y persistente. Y no un único cambio, sino una serie de cam­ bios sucesivos. Instituciones, actitudes y estructuras que habían sido po­ pulares en los años sesenta y setenta a menudo acabaron por reemplazar­ se; las actitudes frente al cambio no fueron alteradas una, sino varias veces entre 1945 y 1999. Esta multiplicidad de cambios se discute en las siguien­ tes secciones, que tratan del.trabajo, la familia y la demografía, el consu­ mo, las clases sociales y la desigualdad, los valores, el crecimiento urbano y la inmigración, y el estado del bienestar.

Cambios en el trabajo El trabajo cambió drásticamente durante la segunda mitad del siglo XX, aunque a principios del siglo XXI la impresión general es que los cambios más fundamentales aún están por llegar. Dicho en pocas palabras, en la segunda mitad del siglo xx se produjo un cambio de una sociedad euro­ pea dual, con dos sectores laborales distintos, hacia una sociedad laboral más homogénea. La sociedad dual se caracterizaba por una combinación

So

EUROPA DESDE

1945

de dos grandes sectores muy diferentes. Un sector predominantemente agrario o artesanal, con trabajo basado en la familia, frecuentemente sin otra educación que la primaria, a veces con aprendizaje vocacional y una independencia económica a menudo precaria pero muy respetada y valo­ res tradicionales de trabajo en familia, coexistía con un sector laboral mo­ derno en buena medida jerarquizado, casi exclusivamente masculino en los escalafones medios y altos, predominantemente industrial, con activi­ dades profesionales para toda la vida, tasas de desempleo bajas, un avan­ zado sistema de seguridad social y relaciones industriales altamente or­ ganizadas. Esta sociaedad dual ha sido desplazada gradualmente por una sociedad de trabajo más homogénea caracterizada,por más trabajo en el sec­ tor de servicios, más mujeres en puestos importantes, una menor jerarquía y carreras profesionales más fluidas, formación continua durante toda la vida laboral, tasas de desempleo más altas, menor seguridad y relaciones industriales más diversificadas. Al final de la Segunda Guerra Mundial el sector de empleo más im­ portante seguía siendo el agrícola, En Europa en conjunto la industria no se convirtió en el sector de empleo más importante hasta los años cin­ cuenta y sesenta, en parte debido a la industrialización de la periferia de Europa Occidental, con Italia, España, Irlanda y Finlandia, y en parte de­ bido a la industrialización de la Europa Central y del Este, especialmente Polonia, Rumanía, Bulgaria y Yugoslavia. En las sociedades industriales del corazón de Europa ésta era una segunda hornada de la sociedad in­ dustrial, con la continuación de la minería y la industria siderúrgica, y de las industrias químicas y tecnológicas, pero también con una industria de nuevo crecimiento, la industria del automóvil y sus proveedores. El modelo de sociedad industrial prevaleció tanto en la Europa Occidental como en la Europa del Este. El crecimiento económico y la prosperidad pasaron a considerarse dependientes del crecimiento de la mano de obra industrial. Europa, al fin y al cabo, era la única sociedad del mundo que era industrial en pleno sentido, la única cuyo sector industrial era el sec­ tor de empleo más importante. En todas las otras sociedades modernas el sector de servicios era el principal sector de empleo, y siempre había sido mayor que el sector industrial. En las décadas de 1970 y 1980 Europa en conjunto también se había convertido en una sociedad de servicios, principalmente debido al au­ mento de los servicios públicos y los servicios económicos ( comercio, co­ municaciones y transporte, banca, seguros, consultorías, profesionales). Es importante comprender que esta sociedad de servicios penetró en las

HISTORIA SOCIAL

81

áreas rurales mucho más de lo que había llegado a hacerlo la sociedad in­ dustrial, y suavizó enormemente las diferencias entre estos dos sectores sociales. Pese a ello, esta tendencia quedó confinada en la práctica a la Eu­ ropa Occidental. En Europa Central y del Este hasta 1989-91 persistieron las sociedades industriales, siendo Checoslovaquia y la RDA las dos socie­ dades industriales más antiguas y características. El sector de servicios no se hizo predominante en esta parte de Europa hasta después de 1989-91 tras una transformación brutalmente rápida que generó considerable de­ sempleo entre los antiguos trabajadores industriales. En Europa en con­ junto todavía no está claro si prevalecerá el modelo de sociedad industrial o si acabará por predominar alguna nueva forma de sociedad de servicios en el ámbito público y en el político. Superficialmente, las pautas de empleo de la mujer no parecen haber cambiado drásticamente durante este período. En términos generales la actividad laboral de la mujer se mantuvo bastante constante, o al menos no mostró ningún aumento sustancial. Pero bajo la superficie se produje­ ron varios cambios cructales'durante la segunda mitad del siglo XX. Es el período del aumento dé madres trabajadoras. Este proceso puede verse en la mayoría de países europeos, en la Europa del Este incluso más que en Europa Occidental, en la Europa del Norte más que en la Europa del Sur. El ciclo laboral de la mujer pasó de un modelo en el que renunciaba al trabajo remunerado al casarse a un modelo parecido al del hombre. Du­ rante este período surgió también una característica única de Europa. En ninguna otra sociedad moderna del mundo eran las tasas de actividad de la mujer tan bajas como aquí. En las otras grandes sociedades industria­ les -en los Estados Unidos, en Japón, y mucho menos en la URSS- las tasas de actividad de la mujer eran claramente más altas. Esta tendencia se refería en grandes términos al conjunto de Europa, si bien había grandes diferencias entre las tasas de actividad relativamente altas en Escandi­ navia y Gran Bretaña, y las bajas tasas de actividad del sur de Europa. Sólo en los años noventa, con el aumento de la tasas de actividad de la mujer en Europa Occidental, comenzó a desaparecer este fenómeno europeo. Ade­ más, la apreciación del trabajo de la mujer cambió fundamentalmente durante la segunda mitad del siglo xx. Al principio del período las mu­ jeres trabajaban sobre todo por presiones externas, en el período de pos­ guerra para luchar contra la pobreza, en la era de prosperidad para fi­ nanciar las nuevas pautas de consumo, sobre las que volveremos más adelante. Sin embargo, gradualmente el trabajo fuera de casa comenzó a verse como un foco normal de la vida tanto de la mujer como del hombre,

82

EUROPA DESDE

HISTORIA SOCIAL

1945

como un medio para desarrollar la personalidad y planificar la propia vida. Al acabar el siglo las pautas laborales de hombres y mujeres no ha­ bían llegado a ser idénticas, pero eran definitivamente más parecidas de lo que lo habían sido a mediados de siglo. Más dramáticos, tanto para hombre como para la mujer, fueron los cambios en el carácter fundamental del trabajo. Cierto es que la naturale­ za del trabajo variaba a tenor de la gran diversidad de actividades en los distintos países europeos. La historia de la transformación del trabajo se refiere principalmente al trabajo en los sectores económicamente más avanzados más que a toda la variedad de tipos de trabajo. Con esta sal­ vedad, puede decirse que en la primera parte ,de la segunda mitad del si­ glo XX se produjo un desplazamiento del trabajo artesano e individual apo­ yado por máquinas, y del trabajo autónomo o en grupos familiares, hacia lo que a menudo recibe. el nombre de trabajo «taylorista» y jerárquico. Éste poseía una serie de características: lugares de trabajo más complejos con una división del trabajo más rígida, frecuentemente en relación con cin­ tas transportadoras o cadenas de montaje; una jerarquía compleja y es­ tricta de fábricas y oficinas; trabajos simples, mecánicos y monótonos que requerían una cualificación relativamente baja en los escalafones más bajos; actividades ocupacionales a menudo para toda la vida y de­ sempleo bajo; dominio del hombre en los escalafones medios y altos de la jerarquía; distinciones sociales visibles entre el trabajo no especializado, el trabajo especializado, el trabajo de oficina y el trabajo de administra­ ción; sindicatos masivos y relaciones industriales y huelgas altamente or­ ganizadas; sistemas avanzados de seguridad social, generalmente basados en claras jerarquías de salario y en la suposición de ocupaciones para toda la vida laboral. Este trabajo taylorista y jerárquico ya había surgido en el período de entreguerras, pero siguió ganando en importancia durante unas tres décadas después de 1945. Para los sociólogos del trabajo de los años setenta ésta era la culminación de la historia. Durante las dos o tres últimas décadas del siglo xx las transformacio­ nes del carácter del trabajo discurrieron en una nueva dirección. Apare­ cieron las líneas de producción totalmente automatizadas y las oficinas computerizadas. Estos .sistemas reemplazaron los trabajos monótonos y repetitivos, que llegaron a ser demasiado caros. La instalación, control, continua alteración y reparación de estos sistemas pasó a ser el contenido de la nueva forma de trabajo. Lo llevaban a cabo trabajadores altamente especializados, con lugares de trabajo en continuo cambio y a menudo también con continuos cambios de empleo. Los contratos de trabajo fijos

e indefinidos comenzaron a ser reemplazados por contratos específicos para cada tarea. El trabajo y la formación continua estaban estrechamen­ te entrelazados. Los trabajos seguros para toda la vida comenzaron a hacerse raros. La flexibilidad, la innovación, la imaginación, los logros, reemplazaron a virtudes anteriores como la puntualidad, la lealtad, la obediencia, lá fiabilidad. Los cambios de empleo o de ocupación se con­ virtieron en algo cada vez más frecuente; los ciclos de trabajo se hicie­ ron más discontinuos y menos predecibles. El desempleo también se hizo más frecuente. En consecuencia, surgieron nuevos requerimientos para los sistemas de seguridad social, en tanto que la afiliación a grandes sindicatos se ha­ cía más difícil para estos tipos de trabajo. Los sindicatos masivos y las huelgas generales tendieron a reducirse é!n muchos países europeos para ser reemplazados por formas más espontáneas, más limitadas, incluso más individuales, de conflicto laboral. Las relaciones industriales dejaron de ser tan altamente organizadas para ser más descentralizadas y locales. Algunos científicos sociales contemporáneos han llegado incluso al ex­ tremo de predecir que' el trabajo remunerado fuera del hogar está per­ diendo el lugar central que ha venido ocupando en la vida de los europeos y será reemplazado por otras actividades todavía no escogidas ni estable­ cidas. Otros sostienen que el indicador más traumático de estos cambios, el espectacular aumento del desempleo, sólo se encuentra en Europa desde los años ochenta y no se ha dado en algunos países europeos. Por consi­ guiente, en condiciones más favorables el trabajo podría mantener su po­ sición central en la vida de los europeos, pero en una forma fundamen­ talmente distinta.

Cambios en la naturaleza de la familia La familia europea también cambió drásticamente durante la segunda mitad del siglo XX, nuevamente con grandes diferencias entre países que es imposible describirlas aquí con detalle. No obstante, el antiguo mode­ lo predominante de familia europea, con sus distintos papeles para hom­ bres y mujeres, matrimonios relativamente tardíos y para toda la vida, ta­ . sas de natalidad relativamente altas y fuertes vínculos de intimidad entre los �iembros de la familia no cambió de un sólo golpe al nuevo modelo caracterizado por una amplia diversidad de modelos de familia. El cam­ bio se produjo en varios pasos. Además, en Europa ya existían formas di-

EUROPA DESDE 1945

versas de familia, distintas en los países afectados por la guerra y los paí­ ses menos afectados y, más tarde, entre Europa Occidental y los países co­ munistas de la Europa del Este, pero también había diferencias entre los rápidos cambios de los países más septentrionales de Europa Occidental y los cambios más lentos del sur de Europa. Por último, persistieron ele­ mentos característicos en el modelo de familia europea distintos de los modelos no europeos de sociedad: una edad relativamente avanzada para contraer matrimonio, tanto para las mujeres como para los hombres; la rareza de los hogares con tres generaciones; e intimidad entre los miem­ bros del núcleo familiar en comparación con las relaciones con parientes más lejanos y con la sociedad circundante. Justo después de acabar la guerra, el modelo tradicional de familia se encontró bajo fuerte presión en los países afectados por la guerra. Nació un nuevo tipo de familia centrada en las madres cuyos maridos habían muerto en la guerra o volvían de ésta física o mentalmente enfermos. Mu­ chos matrimonios se deshicieron tras los años de separación forzada por la guerra. Las tasas de divorcio aumentaron drásticamente, al igual que los nacimientos ilegítimos y las parejas no formalizadas o de hecho. Los jóvenes que hubieron de ganarse la vida se hicieron más independientes en la familia. Pero al mismo tiempo la familia se mantuvo como una de las pocas instituciones estables en una sociedad en la que los mercados económicos y los servicios públicos tradicionales se hallaban en decaden­ cia y las autoridades públicas desacreditadas. De ahí que, al menos en Eu­ ropa Occidental, las familias intentaran retornar a los valores tradiciona­ les con pequeñas modificaciones en cuanto al papel de la mujer. En los países menos afectados por la guerra los cambios en el modelo la familia fueron ínfimos. No obstante, debe recordarse que este modelo tradicional de familia seguía estando restringido a las clases media y media-baja, y era mucho menos común en el medio campesino y en la clase trabajadora. La era de la prosperidad de los años cincuenta·y sesenta dio nuevo im­ pulso al cambio en la familia en toda Europa. El aumento de los salarios reales, la enorme demanda de trabajo, los mayores presupuestos públicos y la llegada del moderno consumo de masas afectaron a la familia de va­ rias maneras. Los papeles dentro de la familia cambiaron. Las esposas se hicieron más independientes, en parte porque había más madres trabajadoras con ingresos propios, pero también porque, al menos en Europa Occidental, el moderno consumo de masas estaba de muchas maneras dirigido a las esposas como consumidoras. Esta mayor independencia de las esposas re-

HISTORIA SOCIAL

85

cibió en varios países el apoyo de varias reformas civiles y constituciona­ les. Los jóvenes, y más tarde también los niños, se hicieron más indepen­ dientes tras ser identificados como mercados especiales de bienes de consumo. Se inventó así la cultura de consumo juvenil -libros, discos, revistas, muebles, ropa. Viviendas más grandes ofrecían más espacio indi­ vidual dentro de la familia. Cambiaron las expectativas referentes al ma­ trimonio y la infancia. Al hacerse más asequible, comenzó a predominar el modelo de matrimonio basado en el amor y la familia centrada en los hijos. El matrimonio por intereses económicos perdió importancia al tiempo que desaparecían los negocios familiares. En consecuencia, al fi­ nal de la era las tasas de divorcio aumentaron al no satisfacerse las altas expectativas puestas en el matrimonio, y las tasas de natalidad descendie­ ron al aumentar las expectativas de educación de los hijos. No obstante, todo esto ocurrió con claras diferencias entre la Europa del Este (donde las tasas de natalidad se mantuvieron altas) y la Europa Occidental, así como entre el norte de Europa, con altas tasas de divorcio, y el sur de Eu­ ropa, con tasas de divorcio mt1cho más bajas y tasas de natalidad relativamente altas. Por otra parte, la intimidad de la familia se redujo considerablemente. Las actividades fuera de la familia para niños y jóvenes comenzaron a una edad cada vez más temprana y ganaron en importancia. Los jardines de infancia y las guarderías se hicieron poco a poco más comunes en toda Europa. Durante la era de prosperidad en muchos países europeos los ni­ ños escolarizados, tanto de nivel elemental como secundario, comenza­ ron a quedarse a comer en la escuela, y se redujeron las relaciones fami­ liares durante el día. Las madres trabajadoras también faltaban del hogar durante el día. La vida familiar quedó reducida a las noches, los fines de semana y las vacaciones. Eventos cruciales de la familia como el naci­ miento o la muerte pasaron a acontecer en hospitales, fuera del espacio familiar. Con todo, el cambio era ambivalente. Al principio de la era de prospe­ ridad los europeos retornaron a su modelo tradicional de familia. Esto ocurrió especialmente en los países afectados por la guerra. Aumentó el nú­ mero de matrimonios, se produjo una explosión de nacimientos, y se redu­ jeron el divorcio y la ilegitimidad. A largo plazo la intimidad de la familia se vio también reforzada de varias maneras. El hogar pasó a ocupar un lu­ gar más central en la vida. El advenimiento de la televisión, la afición por el bricolaje, el aumento del espacio individual en viviendas más grandes, propiciaron nuevas actividades en la casa. La sala de estar como estancia

86

HISTORIA SOCIAL

EUROPA DESDE 1945

común, con su aparador, su mesa de café, dos butacas y un sofá se convir­ tió en la norma en todas las casas europeas. Las salidas de fin de semana en coche para ir de compras y el aumento de las vacaciones para la mayo­ ría de europeos se convirtieron asimismo en nuevas actividades familia­ res. Es retorno al hogar también fue consecuencia del declive de la vida social en la calle, del advenimiento del automóvil, y de la construcción de grandes bloques de pisos. Además, el modelo de familia, que era princi­ palmente un modelo de clase media, comenzó a predominar también en­ tre la clase trabajadora y en la sociedad rural. Las políticas de familia de los gobiernos, las iglesias y los partidos políticos, al menos en Europa Oc­ cidental, se centraron en este modelo de familia, al que dieron apoyo por medio de intervenciones del estado y la invención de la política de familia en el sentido moderno. La publicidad siguió este modelo. Los so­ ciólogos occidentales de entonces veían esta familia «moderna» como la cul­ minación de la historia de la familia y el modelo para el resto del mundo. La familia europea cambió de nuevo durante el período de dificultades económicas de los años setenta y ochenta, si bien esta época de la historia de la familia no contrasta totalmente con la era de la prosperidad. En ge­ neral continuaron las tendencias descritas para la era de prosperidad. Va­ rias de las tendencias de los años sesenta y ochenta ya habían comenzado en los sesenta o se desarrollaron a partir de modelos anteriores. La nueva tendencia más importante fue la gran variedad de formas de familia y el fin de fa predominancia del modelo tradicional de familia. El modelo tradicio­ nal no desapareció, sino que coexistió con otros modelos de familia como, por ejemplo, la vida en pareja antes de la paternidad; la pareja estable no formalizada con hijos; la familia uniparental, generalmente de madre, más raramente de padre; el hogar con hijos de dos o más matrimonios; la soltería durante toda la vida en lugar de la soltería como un período cor­ to de transición; el matrimonio entre personas de edad avanzada; y las parejas formalizadas entre homosexuales. Algunas de estas nuevas formas de familia ya habían existido antes. La soltería durante toda la vida no había sido únicamente la elección de religiosos sino también, hasta el si­ glo XIX, de muchos trabajadores rurales y jornaleros urbanos sin ingresos suficientes para mantener una familia. Ya habíamos mencionado a las fa­ milias uniparentales como consec.uencia de la guerra. Sin embargo, el surgimiento de estas nuevas formas de familia durante los años setenta y ochenta no fue el resultado de imposiciones o restricciones externas, sino de nuevas elecciones. Surgieron en parte debido al aumento de in­ gresos, tanto de hombres como de mujeres, en parte debido al aumento

del estado del bienestar en su pleno sentido, pero en parte también de­ bido a cambios en el sistema de valores, más orientado hacia valores de felicidad individual y logros individuales. En conjunto las políticas si­ guieron, más que crearon, las nuevas formas de familia. Puede argu­ mentarse incluso que los acontecimientos políticos de 1968 no constitu­ yeron un empuje inicial, sino un reflejo de cambios de valores que ya estaban ocurriendo. Algunos observadores vieron en la nueva diversidad de formas de fa­ milia un signo de la decadencia de la familia. Pero entre los años setenta y noventa no se produjo una disolución de la familia. Los lazos familiares se mantuvieron fuertes o incluso se fortalecieron. En los regímenes comu­ nistas de Europa Central y del Este se reforzó intencionadamente el papel de la familia, que siguió siendo la principal red de confianza mutua social y política. En las sociedades de Europa Occidental los lazos familiares también siguieron siendo importantes para los individuos. La gran ma­ yoría de europeos veía en .la familia el centro más importante de su vida junto con el trabajo. Los mcidelos de matrimonio basado en el amor y fa­ milia basada en los hij¿s no se vieron de ningún modo debilitados por la existencia de una mayor diversidad de formas de familia. Con la exten­ sión de los años de escolarización y uná mayor tasa de educación supe­ rior, los adolescentes y los jóvenes adultos permanecían más tiempo en el hogar familiar y dependían de sus padres durante más tiempo. Con el au­ mento del desempleo y la inseguridad en el trabajo, el apoyo familiar se hizo esencial para los individuos tanto en términos morales como materia­ les. Con el aumento del número de madres trabajadoras, los abuelos se hicieron más importantes incluso para la familia nuclear. Al mismo tiem­ po, en la «tercera edad» de decadencia física la familia, especialmente hi­ jas y nueras, siguió siendo la principal ayuda, a menudo no reemplazada por instituciones benéficas o de seguridad social. Ciertamente la familia europea se hizo más diversa y más difícil de entender, pero siguió siendo indispensable.

El aumento del consumismo de masas El advenimiento del consumismo de masas quizá represente la principal divisoria de la historia social europea entre la mitad y el final del siglo XX. El consumo de masas comenzó a llegar a Europa Occidental en los años cincuenta - más tarde que a los Estados Unidos a causa de las dos guerras

.

HISTORIA SOCIAL

88

EUROPA DESDE

1945

mundiales, pero antes que a la Europa del Este, donde sólo comenzó con el beneplácito de los gobiernos en los años setenta y ochenta. En la Euro­ pa Occidental el consumismo de masas también llegó más tarde al sur de Europa, es decir España, Portugal y Grecia, así como a Irlanda. La llegada del consumo de masas fue un proceso lento y gradual. Se basó y com­ prendió varios otros cambios en las sociedades europeas. En primer lugar, el consumo de masas sólo es posible si aumenta el poder adquisitivo de los hogares. Por ello, la era de prosperidad iniciada en los años cincuenta, con el extraordinario aumento de los ingresos rea­ les privados.que trajo consigo, constituyó el verdadero cimiento del con­ sumo de masas en Europa. Los hogares no sólo recibieron ingresos más altos, sino que también cambió la organizac�ón.de sus gastos. Los gastos en comida y ropa aumentaron en términos absolutos, pero los ingresos privados aumentaron tan rápido que, en términos comparativos, estos gastos disminuyeron con relación a los ingresos totales, mientras que otros gastos -como el transporte, la vivienda y los bienes duraderos- se llevaron una parte más importante de los ingresos totales. Gradualmente, la mayoría de los hogares pudieron permitirse adquirir automóviles, muebles, radios y televisores. Además, las crecientes demandas del consumo de masas sólo podían satisfacerse por medio de la comercialización. Los contactos directos en­ tre consumidores y productores -campesinos, sastres, carpinteros- fue reemplazada gradualmente por el comercio. Muchos bienes duraderos dejaron de venderse directamente de productores a consumidores. La comercialización en la sociedad del consumo de masas también condujo a la expansión de los grandes comercios, es decir grandes alma­ cenes, supermercados, empresas de venta por correo, grandes comercios especializados. Al principio el comercio todavía se situaba en el centro de las ciudades; más tarde, con la popularización del automóvil, pasó a si­ tuarse cada vez más en centros comerciales situados fuera de ciudades y pueblos. El consumo de masas también comportó cambios fundamentales en las actitudes de los consumidores. Los consumidores hubieron de cam­ biar de productos hechos a la medida de los gustos, tamaños y necesida­ des individuales a los productos estandarizados en cuanto a tamaños, ca-. lidad y uso. La publicidad y la compra a plazos, que antes apenas habían existido, se convirtieron en elementos esenciales del consumo. La abun­ dancia de productos también conllevó nuevas actitudes: el despilfarro se convirtió en asunto público.

La llegada del consumo de masas también supuso el derrumbe. de la mte�­ autarquía nacional y regional y la apertura a las pautas de consumo _ nacionales. Los viajes de vacaciones familiarizaron al consumidor med10 con el consumo en otros países de Europa, y a veces en países no euro­ peos, pese a algunas tendencias a la formación de guetos turísticos en el extranjero. La creación del Mercado Común Europeo, y más tarde de la Unión Europea, por parte de los gobiernos europeos, y la creación del consumidor europeo por parte de las empresas europeas, condujo a la in­ ternacionalización de los estilos de consumo europeos, pese a eslóganes como «Buy British» ( «Compre productos británicos») o «Von deutschen Landen frisch auf den Tisch» ( «Desde las tierra alemanas frescos hasta las mesas»). La revolución de las comunicaciones, el automóvil y las redes de carreteras, el avión y el nuevo sistema de trenes rápidos, el sistema auto­ mático de teléfonos, el fax, el correo electrónico y la Internet internacio­ nalizaron la vida cotidiana y las pautas de consumo de los europeos. El y los r�gí­ concepto de autarquía económica que habían aplicado Hitler _ _ menes comunistas dejó de �er en absoluto realista. La mternac10nal1za­ ción del consumo había1 de/ado de ser una meta utópica e idealista para convertirse en parte intrínseca de la vida cotidiana de los europeos. Además, el consumo en masas modificó la función social simbólica de los bienes. Antes, los bienes de consumo se utilizaban a menudo como instrumentos de distinción social. La clase media europea marcaba sus fronteras mediante la posesión de coches, los viajes en avión a países del extranjero, los trajes y vestidos de moda, el maquillaje, o el consu�o �� carne, vino, pan blanco o mantequilla. El consumo de masas desd1bu10 estas líneas de distinción, que fueron reemplazadas por distinciones más sutiles, a menudo difíciles de entender fuera de su ámbito social. El con­ sumo también se había utilizado a menudo para mantener distinciones regionales O nacionales. El consumo de masas o bien eliminó estas distin­ ciones mediante la estandarización de productos para todos los mercados nacionales y regionales, o bien productos específicos de una región o na­ ción pasaron a venderse en el todo mercado europeo. El consumo se cen­ tró en una mezcla europea de pizzas italianas, quesos franceses, muebles suecos, coches alemanes y flores holandesas. Las pautas tradicio�ales de consumo también dibujaban una marcada divisoria entre las sociedades rurales y urbanas por debajo del nivel de las elites. El consumo de masas a eliminó gradualmente esta especificidad de la sociedad rural que_ hab� h1stona la en social sido una de las más importantes líneas de distinción europea. Los campesinos comenzaron a comprar los mismos productos

90

EUROPA DESDE

1945

que la población urba_na, los mismos coches, televisores, muebles, ropa, incluso comida. Por supuesto, el consumo de masas no acabó comple­ tamente con las distinciones sociales. Pero éstas se hicieron más sutiles, más ambivalentes, más dificiles de comprender, y a menudo cambiaron más rápidamente. Por último, el advenimiento del consumo de masas en Europa levantó también una fuerte oposición -más fuerte en Europa que en los Estados Unidos o Japón. Durante los primeros años del consumo de masas la oposición vino principalmente de los entonces pequeños círculos de eli­ tes educadas: intelectuales, profesores, periodistas. Se oponían a lo que veían como una amenaza para el individualismo, como conformismo, como igualitarismo en el consumo de masas. Les preocupaba la decaden­ cia de los gustos refinados y cultivados, la elirp.inación de las distinciones sociales por el consumismo de masas. Se identificaba y rechazaba a los Estados Unidos como símbolo del consumo de masas. Durante los años setenta y ochenta surgió una forma distinta de oposición, aunque con la­ zos con la antigua oposición de las elites. Estaba más organizada como movimiento social, y a menudo integrada en partidos de masas. Era mucho menos elitista, y se dirigía muchos más directamente al consumidor me­ dio. Se oponía al consumismo de masas porque lo veía como una amena­ za para los niveles de calidad de diferentes productos, además de amenaza para la salud individual y el medio ambiente. En la Europa del Este el naciente consumismo de masas era funda­ mentalmente distinto del de la Europa Occidental. El consumismo de ma­ sas no sólo llegó más tarde, sino con una carácter diferente. Los bienes de consumo no eran distribuidos por el mercado, sino -con la excepción de un número limitado de productos agrícolas y bienes del mercado ne­ gro- por planificación centralizada. Las actitudes del consumidor eran fundamentalmente diferentes de las del Oeste. En el Oeste, con abundan­ cia de productos, el consumo estaba limitado por los ingresos personales. En el Este, con abundancia de dinero, el consumo esta limitado por la es­ casez de productos, especialmente de bienes duraderos. Los objetivos básicos de la política de consumo de los gobiernos co­ munistas cambiaron
View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF