February 5, 2017 | Author: Anonymous EnVlg7jWk | Category: N/A
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ara muchos la pobreza es un escándalo; mucho tiempo fue considerada como un castigo o una maldición. Sin embargo, Cristo afirma lo difícil que le es a un rico entrar en el Reino de los cielos. Pues abrazar la pobreza es abandonar el orden del tener para entrar en el del ser.
En un mundo donde la búsqueda del "siempre más" encubre una profunda inquietud, un cartujo contemporáneo nos ofrece su enseñanza sobre una pobreza asumida, que es deseo de un bien más allá de todo lo que se puede poseer.
Las riquezas déla
pobreza
Bebiendo de las fuentes de la Biblia, de la tradición monástica y de su propia experiencia, él nos invita a superar nuestro miedo visceral a no tener mostrándonos hasta que punto las riquezas estorban y la pobreza escogida libera. Él describe la alegría de seguir a Cristo pobre, la recompensa prometida desde ahora a aquellos que se comprometen en un camino de desapego, tanto material como espiritual. No se evita al pobre. El pobre nos desenmascara. El autor es un monje contemporáneo que ha ejercido varias funciones en la orden de los cartujos, principalmente la de padre maestro de novicios desde hace más de treinta años. Para respetar su deseo de vivir retirado, este libro es publicado sin nombre de autor.
Sabiduría de la Cartuja ISBN: 978-84-8353-065-8
9 "788483"530658
Monte Carmelo
Prólogo del Cardenal Franc Rodé
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Monte Carmelo
COLECCIÓN "SABIDURÍA DE IOS CARTUJOS"
La colección "Sabiduría de los Cartujos" pone a disposición del gran público palabras salidas del silencio, de la oración y de la experiencia personal de los monjes cartujos.
Por un Cartujo Prólogo del Cardenal Franc Rodé
El hombre que busca el sentido a su vida, el que busca a Dios encontrará aquí el alimento para continuar su camino.
TRADUCCIÓN: Cartujas de Santa María de Benifaqa y Pilar Sedaño Sánchez
MONTE CARMELO
TITULO ORIGINAL: Les richesses de la pauvreté par un Chartreux Collection "Sagesse des chartreux" Éditions Presses de la Renaissance, Paris 2005, 221
Nihil Obstat: Fr. Marcelino Prior de Cartuja
© 2007 by Editorial Monte Carmelo P. Silverio, 2; Apdo. 19 - 09080 - Burgos Tfno.: 947 25 60 61; Fax: 947 25 60 62 http://www.montecarmelo.com
[email protected] Impreso en España. Printed in Spain I.S.B.N.: 978 - 84 - 8353 -065 - 8 Depósito Legal: BU -186 - 2007 Impresión y Encuademación: "Monte Carmelo" - Burgos
PRÓLOGO
Ensalzar la pobreza y hablar de ella con convicción, como lo hace el autor de este libro, puede parecer una ingenuidad propia de alguien que no tiene los pies sobre la tierra. Nuestra sociedad, efectivamente, está toda ella montada sobre la búsqueda del bienestar económico y ha hecho del dinero la suprema aspiración y el valor que más cotiza. Poseer más y más cosas es uno de los rasgos característicos de nuestra sociedad actual que ha sido calificada como la sociedad del consumismo. Es lo que el Santo Padre Juan Pablo II en la Exhortación apostólica Vita consecrata llama "la idolatría del dinero [...] que, en tantas zonas del mundo del bienestar, corre el peligro de perder el sentido de la medida y hasta el significado mismo de las cosas" (Vita consecrata, 89). Jesucristo en el evangelio nos propone otra riqueza; una riqueza que no se consigue acaparando cosas, sino dando y dándose; porque la verdadera riqueza no está fuera de nosotros sino dentro y solamente 5
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
PRÓLOGO
teniendo alma de pobre podemos ser ricos de verdad. "En nuestro mundo, en el que parece haberse perdido el rastro de Dios, es urgente un audaz testimonio profético por parte de las personas consagradas. Un testimonio ante todo de la afirmación de la primacía de Dios y de los bienes futuros" (Vita consecrata, 85).
Precisamente en la medida en que el religioso logre esta desapropiación de su "yo" se sentirá feliz al haber descubierto su auténtica riqueza que es Dios. "La persona, que se deja seducir por Él, tiene que abandonar todo y seguirlo. Como Pablo, considera que todo lo demás es 'pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús', ante el cual no duda en tener todas las cosas 'por basura para ganar a Cristo' (Flp 3, 8). Su aspiración es identificarse con Él, asumiendo sus sentimientos y su forma de vida. Este dejarlo todo y seguir al Señor es un programa válido para todas las personas llamadas y para todos los tiempos" (Vita consecrata, 18).
La pobreza material es sólo un aspecto,
una
dimensión, de la pobreza integral que debe abarcar a toda nuestra persona. Se trata sobre todo de ser pobres de nuestro "yo". Por eso el autor de este libro examina con profundidad el largo y laborioso proceso de desapropiación personal que es necesario recorrer para dejar sitio a Dios, nuestra verdadera riqueza. Su exposición, siempre ágil y certera, está fundamentada en la Sagrada Escritura y combina los datos de la tradición monástica con agudos análisis psicológicos de forma que este libro no es un comentario más sobre el voto de pobreza. El autor, formador de novicios, va más allá de un comentario ascético-canónico sobre el voto de pobreza, y estudia con detenimiento todo el amplio campo abarcado por el voto de pobreza. Sus reflexiones nos recuerdan a veces la Subida del Monte Carmelo de San Juan de la Cruz con sus fuertes exigencias de renuncia interior. El autor va a la raíz, al fondo de la cuestión, que no consiste tanto en tener o no tener bienes materiales, cuanto en ese largo y laborioso proceso de desapropiación de nuestro "yo", de todo lo que no es Dios. 6
El autor no esconde las fuertes exigencias evangélicas de la pobreza llevada a todos los planos de nuestra persona humana, pero hace una exposición tan clara y convincente que empuja a ponernos en camino no sólo a los religiosos ligados por el voto de pobreza, sino también a cualquier cristiano que quiera vivir con hondura su fe a la luz clara del evangelio. El Concilio Vaticano II dejó claro que la santidad no es tarea exclusiva de los religiosos: "Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar la santidad y la perfección de su propio estado. Vigilen, pues, todos por ordenar rectamente sus sentimientos, no sea que en el uso de las cosas de este mundo y en el apego a las riquezas encuentren un obstáculo que les aparte, contra el espíritu de pobreza evangélica, de la búsqueda de la perfecta caridad, según el aviso del Apóstol: los que usan de este mundo, no se detengan en eso, porque los atractivos
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
de este mundo Gentium, 42).
pasan'
(cf
1Co
7,31)"
(Lumen
En los Estatutos cartujanos, que son las normas por las que se rige la vida de los cartujos, se lee: "El camino hacia Dios es fácil, pues se avanza por él no cargándose de cosas, sino desprendiéndose de ellas" (33,7). Así es, sin duda, y así lo sienten las almas que han conseguido ya un grado notable de desapropiación personal y han comenzado a sentir a Dios como la auténtica riqueza de sus vidas. Sin embargo, hay que ser realistas y contar con los obstáculos que vamos a encontrar en este camino de desapropiación: el peso de las costumbres adquiridas, el ambiente que se respira en la sociedad y la falta de una decisión firme para buscar verdaderamente nuestra riqueza en Dios. Este libro, leído con pausa, puede ayudar a cualquier cristiano, y de manera especial al religioso consagrado por el voto de pobreza, a recorrer con alegría la senda evangélica de la pobreza voluntaria, el camino de la desapropiación interior, y descubrir la riqueza que es sólo Dios. Dios sentido y vivido ahora como gozosa plenitud, como la única riqueza que sacia las profundidades del corazón.
CARDENAL FRANC RODÉ, C . M .
Prefecto de la Congregación para los Institutos
1 LOS POBRES EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La noción de pobreza en la parte hebraica de la Biblia es bastante diferente de la de nuestras lenguas modernas en las que, como ya ocurría en el griego y el latín, la pobreza es la carencia de bienes, es decir, una noción económica. El hebreo la designa a veces como una falta (rash) o una petición (ebyón), pero, sobre todo, lo que ve es una situación de dependencia (ani, anaw, misken) o de debilidad (dal). El pobre es, ante todo, un inferior, un pequeño, un oprimido; es una noción social. Por eso, cuando los pobres intentan espiritualizar su condición, no harán suyo el ideal de desprendimiento de los bienes terrenos, sino de la sumisión voluntaria y amorosa a la voluntad de Dios.
de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
El sentido de la pobreza No existe un pensamiento uniforme sobre el sentido de la pobreza en el Antiguo Testamento, sino
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
más bien varios tipos de pensamiento que coexisten juntos. La apreciación de la sabiduría profana Los escritos sapienciales atribuyen la pobreza a la pereza, a la charlatanería, a la prosecución de quimeras, a la búsqueda del placer. Que el pobre sea serio, que trabaje, y todo irá bien. En esto hay una cierta verdad, pero está lejos de cubrir todos los casos.
I.
I O S POBRES EN EL ANTICUO TESTAMENTO
La asistencia al pobre, al huérfano, a la viuda, aparece como un deber, sobre todo por parte del rey que dispone de poder soberano. El Rey-Mesías será el protector de los pobres, les hará justicia. Entre tanto, el pobre acude al Señor en su desamparo. Los salmos están llenos de sus múltiples oraciones, de su sufrimiento, de su esperanza y de su confianza. El valor religioso de la pobreza
"Borracho y glotón se empobrecen y el sopor se vestirá de harapos [...] Quien cultiva su tierra se hartará de pan..." (Pr 23, 21 y 28, 19a).
La pobreza como castigo religioso La riqueza es una bendición divina, la recompensa temporal de la virtud (poco antes de Cristo, el Antiguo Testamento no admitía la recompensa sobrenatural). La pobreza es un mal, es pues un castigo, la sanción divina de alguna falta. Este juicio, que se encuentra en todas las religiones antiguas, aparece en todas las edades de Israel. Pero los hechos observados no encajaban fácilmente en este esquema y para muchos la pobreza era considerada como un escándalo. El escándalo de la pobreza El pobre no es siempre un pecador ni el rico siempre un justo. La pobreza es anormal, y es preciso remediarla con la asistencia fraterna; el mismo pobre debe recurrir a Dios en la oración.
lo
Este tema es delicado. Con frecuencia se ha hablado de la "pobreza espiritual" de los anáwin, pero esta fórmula es equívoca. Si por esto creemos que los pobres del Antiguo Testamento han llegado a una mística de renuncia de los bienes temporales, tenemos que decir que este desprendimiento no existe en el Antiguo Testamento: ésta será la novedad propia de Jesús. Hasta Él, la pobreza, en todos los sentidos del término, era considerada como un mal: hay que luchar contra ella por medio de la asistencia fraterna; se pide incesantemente a Dios el ser liberado de ella; es considerada, como mucho, como una prueba pedagógica (cf Sal 17, 13-14); siempre se tiene la esperanza de no sufrirla, por una salvación que no se concibe más que en este mundo con sus valores temporales. Pero la experiencia dolorosa de la pobreza ha llevado, a menudo, a los pobres a aceptar su condición presente con confianza en Dios, que ama a los desheredados y que los salvará. En este sentido, se puede hablar de una "pobreza espiritual" del Antiguo Testamento que es sumisión a la voluntad misteriosa de Dios (cf Job), aceptación de la condición de pequeII
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
ños porque Dios los ama, fe en la gracia. Todavía no es la pobreza evangélica con su devaluación de los bienes terrenos y su desprendimiento radical. Pero es un camino que nos conduce a ella . 1
Veamos más detalladamente algunos de los caminos del Antiguo Testamento que conducen al pueblo de Dios hacia la pobreza evangélica.
La crítica de la riqueza La simple sabiduría humana ha sabido reconocer siempre la fragilidad de la riqueza, las preocupaciones que lleva consigo (cf Qo 5) y cómo su valor es inferior a la salud y al honor. El rico no puede llevarse sus bienes a la tumba. También la riqueza, con frecuencia, va unida a la injusticia, fuente de orgullo, de incredulidad y, sobre todo, de seguridad fundada en los bienes terrenos que desvían de la confianza en Dios. Estos juicios no terminan en una condenación de la riqueza, ni en su rechazo, sino en la relativización de su valor y en la moderación de su uso. "No me des pobreza ni riqueza, déjame gustar mi bocado de pan, no sea que llegue a hartarme y reniegue, y diga: "¿Quién es el Señor?" O no sea que siendo pobre, me dé al robo, e injurie el nombre de mi Dios" (Pr 30, 8-9). Esto es ya prudencia, aunque sea algo corta.
1. LOS POBRES EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Pobreza y humildad La pobreza es siempre un mal, pero para el pobre es un título que le da derecho al favor de Dios, si es aceptada con humilde sumisión a la voluntad y al designio misterioso de Dios. A nivel nacional, Isaías y Sofonías ven el origen de los desastres políticos en el orgullo y la incredulidad del pueblo. La salvación está en el abandono total en las manos del Señor, la humilde sumisión a su voluntad en la fe y la confianza. El día de la salvación, predice Sofonías, el Resto de Israel será "un pueblo humilde y pobre [...] que no cometerá la iniquidad". En contraposición con los "orgullosos triunfantes" que Dios habrá descartado, (cf So 3, 11-13). A nivel individual, Jeremías, por su experiencia de rechazo y persecución, por su sufrimiento debido al hecho de ser incomprendido, por sus quejas y su ardiente oración en petición de socorro, por su sumisión obediente al Señor y su confianza, se convierte en el modelo de todos los pobres y abandonados que expresan su oración en los salmos. Su desamparo es muy real: están enfermos, son humillados, atacados, oprimidos. Pero aceptan su condición desgraciada hasta que el Señor quiera sacarlos de ella. Al verse "pobres", se sienten los privilegiados del Señor y creen que tienen derecho a que les ayude en sus necesidades, y proclaman su humilde confianza en su benevolencia.
1 Cf. Albert Gelin, Les pauvres de Yahvé, éditions du Cerf Paris 1953,pp. 28-29.
Los que después empleen los salmos en la liturgia no siempre están en la situación penosa de sus autores y tienden a espiritualizar su pobreza. No falsean la
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1. LOS POBRES EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
oración inicial, en la medida en que entran en la fe y la humildad que la han inspirado.
pobreza, y de las reacciones muy diversas ante el mal: la sabiduría humana ve en ello la consecuencia de la pereza y del desorden; la fe percibe unas veces un castigo divino, un escándalo, una llamada para descubrir ciertos valores religiosos.
La experiencia de la pobreza concreta, material, y, sobre todo, social parece haber conducido a los hombres del Antiguo Testamento a la humilde sumisión en las manos de Dios y a la confianza en su gracia. No es, en términos rigurosos, una idealización de la pobreza, puesto que ésta jamás ha tenido para ellos un valor en sí misma. Pero la pobreza ha tenido, en ellos, una fecundidad religiosa indiscutible: los ha llamado a abrirse a Dios y los ha preparado para acoger las exigencias y el don de Jesús. Dios o el dinero La búsqueda de Dios atraviesa el Antiguo Testamento. Dios es para Israel el valor supremo: su Palabra, su Ley, su culto están ante todo. Es amado, preferido a todo. Pero el Antiguo Testamento jamás ha planteado la elección entre Dios y los valores temporales, porque hasta Daniel no había llegado el concepto de la retribución que sobrepasa el tiempo. Se corría entonces el riesgo de mezclar la búsqueda de Dios y la de sus dones, incluso si, en el mejor de los casos, se supiera evitarlo . Sin embargo, no se encuentra habitualmente en el Antiguo Testamento invitación explícita a renunciar a todos los bienes de este mundo para servir a Dios. Ésa será la novedad de Jesús.
Estos diversos puntos de vista coexisten a lo largo del Antiguo Testamento y persisten todavía en muchos cristianos de hoy. No hay que extrañarse por ello: la pobreza es, en todas las edades, una de las formas del misterio del mal. El Antiguo Testamento ha encontrado siempre dificultades en su enfoque de la pobreza por haberse mantenido en unas perspectivas puramente temporales. No es un problema intelectual al que se puede dar de una vez para siempre una solución teórica. "Los pobres, los tendréis siempre con vosotros" (Jn 12, 8). Es una realidad misteriosa a la que cada uno debe enfrentarse en la fe, una experiencia en la que cada uno debe comprometerse personalmente ante Dios.
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En una palabra, existe en el Antiguo Testamento un sentido agudo del sufrimiento que lleva consigo la 2
Pr 1 5, 16; 16, 8; Sal 37, 16-17; 73, 25-28; 84, 11.
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2 UN PUEBLO POBRE Y HUMILDE
El trasfondo de toda experiencia religiosa en Israel es la alianza. Dios escoge a un pueblo testigo y mediador para realizar la salvación de la humanidad. En su camino histórico, Israel se encuentra incesantemente frente a Dios. La historia está llena de "Días de Yahvé", de sus epifanías benéficas o irritadas, según Israel haya merecido, por su conducta moral, la salvación o el castigo. A partir del siglo VIII, los pecados del pueblo llegan a ser tan graves y numerosos que los profetas afirman la existencia de un estado de pecado que hace imposible la conversión (cf Jr 6, 30; 13, 23). El designio de Dios se realizará pero solamente por medio de un pequeño Resto del pueblo, un Israel cualitativo. El mismo Dios volverá a tomar en sus manos un pueblo nuevo (Isaías); una nueva alianza constituirá, por fin, una comunidad digna de Dios (cf Jr 31, 3134 y Ez 34, 30-31). 17
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
De decepción en decepción, el sueño se alejará. A la vuelta del exilio, los judíos de Judá se llamarán orgullosamente "el Resto", pero siglo y medio más tarde, Zacarías (cf Za 13, 8-9) predecirá aun las purificaciones que serán necesarias para que se libere el pueblo de Dios. Los profetas no se han limitado a anunciar el futuro, se han puesto a construirlo. Agrupan a su alrededor algunos discípulos cuya sociedad es ya el esbozo de la realidad futura. Una sociedad religiosa espiritual, distinta de la sociedad nacional, emerge; el Resto se constituye. El profeta Sofonías le da su identidad (hacia el 640). "En aquel día no tendrás ya que avergonzarte de todas tus rebeldías con que te revelaste contra mí, porque entonces quitaré yo de tu seno a tus orgullosos triunfantes, y no volverás a engreírte en mi santo monte. Yo dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, y en el nombre del Señor se cobijará el Resto de Israel. No cometerán más injusticia, no dirán mentiras [...] Se apacentarán y reposarán, sin que nadie los turbe" (So 3, 11-13). La "pobreza" se opone al orgullo como la actitud espiritual auténtica. Lleva consigo la rectitud de toda la vida moral. A este Resto van dirigidas las promesas mesiánicas de abundancia. Sofonías invita a esta pobreza espiritual que se identifica con la fe, pero con un matiz de abandono, de humildad y de confianza absoluta. 18
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UN PUEBLO POBRE Y HUMILDE
"Buscad al Señor, vosotros todos, pobres (anawin) de la tierra, que cumplís sus normas. Buscad la justicia, buscad la pobreza (anawah), quizá encontraréis cobijo el Día de la cólera del Señor" (So 2, 3). Jeremías, por su religión personal y mística de "cliente de Yahvé", es el prototipo de estos pobres. Ha sabido apostar totalmente por Dios, apoyarse en Él con una confianza absoluta, con una relación personal y confiada, con un telón de fondo de pobreza real y de pruebas. Isaías intenta formar el Resto. La prueba del exilio ha purificado los corazones. El Trito-lsaías se esfuerza en establecer después de la vuelta de Babilonia la comunidad ideal prevista por Sofonías. Su misión es la de "[...] anunciar la buena nueva a los pobres (anawin), vendar los corazones rotos, [...] consolar a todos los que lloran" (Is 61, 1c-1d.2c). Su visión de las cosas es esencialmente religiosa. "Que así dice el Altísimo, el que mora por siempre y cuyo Nombre es santo: En lo excelso y sagrado yo habito, y estoy también con el contrito y el humilde, para avivar el espíritu de los humildes, para reanimar los corazones contritos" (Is 57, 15). La pobreza se sitúa frente a la trascendencia divina, según una dialéctica de grandeza y pequenez, de bondad y de necesidad. 19
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
"Así dice el Señor: Los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies. Pues, ¿qué casa vais a edificarme, o qué lugar para mi reposo, si todo lo hizo mi mano, y es mío todo ello? -oráculo del Señor. Y ¿en quién voy a fijarme? En el humilde y abatido que tiembla a mi palabra" (Is 66, 1-2). Apertura total a Dios, humildad absoluta, en el respeto, la obediencia y la compunción: los salmistas expresarán su fe con las mismas notas.
Preparaciones evangélicas En los últimos siglos del judaismo antes de Jesucristo, la espiritualidad de los pobres {anawin) está bien establecida y penetrada en todos los ambientes: fariseo, sacerdotal, esenio, etc. Algunas de sus expresiones recuerdan mucho al Evangelio. Los salmos de Salomón (5, 1-2. 7. 10-14). "Señor, alabaré tu nombre con alegría, pues tú eres bueno y misericordioso, tú eres el refugio del pobre (ptóchos). Cuando grito hacia ti, no vuelvas tu rostro [...] En la tribulación te llamaremos en nuestro socorro, y tú no rechazarás nuestra petición. ¡Pues tú eres nuestro Dios! [...] Si tengo hambre, clamaré hacia ti, oh Dios, y tú me darás de comer. Tú alimentas a los pájaros y a los peces, y envías la lluvia a la estepa para hacer crecer la hierba, a fin de preparar el alimento en el desierto para todos los vivientes. Y cuando los
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UN PUEBLO POBRE Y HUMILDE
animales tienen hambre, levantan su rostro hacia ti. Pero la esperanza del pobre (ptóchos) y del necesitado (penes) ¿dónde está sino en ti, Señor? Tú los escucharás, porque ¿quién es bueno y bienhechor sino Tú? Tú alegrarás el alma del humilde (tapeinos), abriéndole la mano en tu misericordia". El libro de Henoc (96, 4-6; 94, 8). "¡Ay de vosotros pecadores [...] Ay de vosotros que devoráis la flor de la harina, que bebéis la mejor agua de la fuente, y que con vuestra fuerza pisoteáis a los humildes. Ay de vosotros que bebéis el agua sin descanso, porque pronto recibiréis vuestro merecido. Seréis consumidos y desecados, porque habéis abandonado la Fuente de la vida. Ay de vosotros, ricos, porque os confiáis en vuestras riquezas!". En la comunidad de Qumrán encontramos personas dedicadas a la vida piadosa; humildes y pobres por principio y profesión. Hay en ellos una puesta en común completa y un "voto de pobreza". "Pues todas las cosas estarán en común, la verdad y la virtuosa humildad (anawah), y el piadoso amor y la preocupación por la justicia, el uno hacia el otro, en el Partido santo, y (en tanto que) hijos de la Asamblea eterna. Y en común comerán, y en común bendecirán, y en común deliberarán. Y todos los que sean voluntarios por Su verdad aportarán su inteligencia y su fuerza y 21
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
sus bienes a la comunidad de Dios, a fin de purificar su inteligencia en la verdad de los preceptos de Dios y de regular su fuerza según la perfección de Sus vías y todos sus bienes según su justo consejo" (Manual II, VI y I). Hasta el momento en el que la retribución de ultratumba fue revelada, el horizonte del judaismo permaneció cerrado en el "aquí abajo"; la pobreza y la virginidad voluntarias casi no se buscaban. No es por casualidad que el deseo de pobreza y virginidad aparezcan claramente en la secta de los esenios, en la que se profesaba la fe en el más allá.
LA ESPIRITUALIDAD DE LOS POBRES
Ya en el helenismo, la sabiduría humana ha ensalzado la moderación y la modestia frente a la desmesura de un orgullo exaltado por la riqueza, los honores o la belleza física. Todavía no es la humildad, que es la toma de conciencia de una relación con el Dios Salvador y Misericordioso, con el sentimiento agudo de la propia impotencia y con el rechazo deliberado de complacerse en sí mismo, que termina en apertura a los demás. La perfección del "hombre griego" es una técnica personal de equilibrio y de orden; la del hombre bíblico resulta de un drama que se representa entre un Dios personal y su criatura: ésta asiente a una llamada, y es la anawah (la humildad-pobreza); ella la rechaza, y es el pecado. Hay un límite en el equilibrio: se define incluso por él, cosa que no hay en la humildad, porque su dimensión proviene de la misma dimensión de Dios. Vamos a ver el desarrollo de esta espiritualidad en algunas grandes figuras bíblicas. 22
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
Jeremías Jeremías es el primero en la historia de Israel que ha puesto por escrito sus experiencias dolorosas, plenas de una subjetividad y de una sensibilidad extrema. Ha servido de modelo a los anawin, sobre todo a los salmistas. Fue un hombre de sufrimiento, siempre luchando con un destino misterioso que le sobrepasaba. Llamado a ser profeta, encontró poca audiencia en el pueblo; poco rodeado de discípulos, y, habiéndosele prohibido el matrimonio, fue despreciado por la gente de su pueblo, por los sacerdotes y los profetas oficiales, por los capitanes de Judá. Altercados, persecuciones, atentados contra su vida, fracasos, constituyen la trama de estas "Confesiones" de las que los salmistas-pobres imitarán la forma y la fraseología. Jeremías tutea a Dios con la audacia de las personas sensibles y tímidas, llevadas al extremo; echa la culpa al Señor que le ha dado esa vocación ingrata; se queja, pide justicia, hasta venganza: pero de este fondo de desamparo salen las afirmaciones de una fe ardiente, fortificada y engrandecida por las mismas pruebas. ¿Por qué, por qué? Jeremías ha sufrido a causa de su fidelidad al Señor, y hay tantas cosas que no comprende en el mundo que le rodea. ¿Por qué? ¿Hasta cuándo, Señor? " T ú , Señor, eres justo cuando discuto contigo, no obstante, voy a tratar contigo un punto de justicia. ¿Por qué tienen suerte los malos, y 24
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LA ESPIRITUALIDAD DE LOS POBRES
son felices todos los traidores? Los plantas, y enseguida arraigan, van a más y dan fruto. [...] ¿Hasta cuándo estará de luto la tierra y la hierba de todo el campo estará seca? (Jr 12, 1.4) El Señor le responde, no para tranquilizarlo, sino para anunciarle dificultades todavía mayores: "Si con los de a pie corriste y te cansaron, ¿cómo competirás con los de a caballo? Y si en tierra abierta no te sentiste seguro, ¿qué harás entre el boscaje del Jordán? (Jr 12, 5). ¡Es demasiado! Jeremías da libre curso a sus sentimientos y llega al borde de la desesperación para escuchar entonces la Palabra que le restablece en la confianza fundada en Dios solo: "Ay de mí, madre mía, ¿por qué me diste a luz varón discutido y debatido por todo el país? Ni les debo, ni me deben, pero todos me maldicen [...] ¡Señor, que yo no sea víctima de tu paciencia! Sábelo: he soportado por ti el oprobio. Se presentaban tus palabras y yo las devoraba. Era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón, porque tu Nombre ha sido invocado sobre mí, Señor, Dios del universo. Yo jamás me senté en el círculo de los burlones para divertirme. Por obra tuya, solitario me senté, porque de indignación me llenaste. ¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ¡Ay! ¿serás tú para mí como un espejismo, aguas no verdaderas? A 25
3.
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
LA ESPIRITUALIDAD DE LOS POBRES
"Mi alma está alejada de la paz, he olvidado la dicha. Digo: ¡Ha fenecido mi vigor, y la esperanza que me venía del Señor! Recuerda mi miseria y vida errante: ¡es ajenjo y amargor! Lo recuerda, lo recuerda, y se hunde mi alma en mí" (Lm 3, 17-20).
esto, el Señor respondió: 'Si te vuelves porque yo te hago volver, estarás en mi presencia. Y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Que ellos se vuelvan a ti, y no tú a ellos. Yo te pondré para este pueblo por muralla de bronce inexpugnable. Y pelearán contigo, pero no te podrán, pues yo estoy contigo para liberarte y salvarte -oráculo del Señor'" (Jr 15, 10.15-20).
¡Pero no! Su fe reacciona: "¡Mi porción es el Señor, dice mi alma, por eso en él espero! Bueno es el Señor para el que en él espera, para el alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Dios [...] Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza..." (Lm 3, 24-26.28.29b).
"Yo estoy contigo". Jeremías acaba por abandonarse totalmente al Señor, con la certeza de la fe en que el Señor está con él, lo mismo en la oscuridad que en la luz. El Señor no le da ni explicación ni justificación de su forma de actuar. Jeremías debe apoyarse única y directamente en el Señor mismo y en su amor. Yo estoy contigo: Job "Pero el Señor está conmigo, cual guerrero poderoso [...] porque a ti encomendé mi causa [...] Cantad al Señor, alabad al Señor, porque ha salvado la vida de los pobres de las manos de malhechores" (Jr 20, 11-13).
La tercera "lamentación" Este poema es probablemente la obra de un discípulo de Jeremías que ha experimentado personalmente el ejemplo de su maestro; afectado por la prueba nacional, mezcla en ella su propio sufrimiento, y parece desesperar; luego, en un sobresalto, se establece en el silencio religioso, actitud interior de fe incondicional: 26
Los monólogos y los diálogos de Job luchando con Dios pesan con toda la experiencia anónima de innumerables pobres sin voz a través de los siglos. El libro de Job nos proporciona un desarrollo literario y teológico de las actitudes del pobre ante el sufrimiento. "Job es un Jeremías con más colorido. Las desgracias han caído sobre él: Jeremías presentaba a Dios como alguien que lo había embaucado y vencido (Jr 20, 7). Para Job es también un enemigo que lo asalta (Jb 16, 12; 19, 12), que no lo deja ni tragar (Jb 7, 19), ni respirar (Jb 9, 19), una especie de fuerza ciega (Jb 14, 13.18-19) cuyo poder es bien conocido, pero del que no se comprende inmediatamente la equidad. Sin embar27
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go, tales constataciones no consiguen romper el contacto de la fe. Al rezar y esperar, Job toma conciencia de que la justicia de Dios es un misterio, que las categorías en las que pretenden encerrarla no la traducen. Los teólogos de su tiempo lo acusan de "arruinar la piedad" (Jb 15, 4), cuando en realidad va a salvarla viviendo su dimensión trascendente, el acceso al mismo Dios -ipsissimus Deus- por encima de todas las "representaciones" e "imágenes". Al mismo tiempo presiente que el hombre nunca podrá creerse puro ante su Creador, sin por ello dejar de preguntarse por qué Dios exige tanto a su criatura. Se encuentra ante un doble misterio: la trascendencia divina y la miseria humana. Su fe, intacta y purificada, termina el interminable debate. Job no llega a una conclusión a fuerza de razonamientos, sino por la misma intensidad del sentimiento religioso que le mueve. Y el poema termina en una solución religiosa [...]: el hombre debe someterse a Dios con confianza, persistir en su fe aunque el espíritu no tenga p a z " :
LA ESPIRITUALIDAD DE LOS POBRES
Evolución del sentido de la palabra "pobre" La profundización de la experiencia espiritual de la pobreza se refleja en la evolución que ha sufrido el sentido de la palabra "pobre". A través de los siglos se ve un paso de la pobreza considerada como una realidad concreta, a una actitud espiritual ante Dios y ante los hombres. Ya iniciada en los salmos, se ha realizado en la literatura profética y sapiencial. Las palabras, anawah y ptóchos, han adquirido poco a poco un significado espiritual que no tenían al principio. En los salmos, el pobre no se opone al rico sino al orgulloso. Poco a poco, pobre deviene sinónimo de justo. "Tú salvas al pueblo humilde; y abates los ojos altaneros" (Sal 18, 27). " S é que el Señor hará justicia al humilde, y llevará el juicio de los pobres. Sí, los justos darán gracias a tu nombre, los rectos morarán en tu presencia" (Sal 140, 12-13a).
1
'Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable. Era yo el que empañaba tus consejos con razones sin sentido. Sí, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que ignoro. [...] Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza' (42, 2-3.6)" . 2
En la literatura sapiencial la palabra anawah (pobreza), es el nombre de la humildad. "El fruto de la humildad (anawah) y del temor del Señor es la riqueza, el honor y la vida" (Pr 22, 4). "El corazón humano se engríe antes de la ruina y delante de la gloria va la humildad (ana-
1
Larches, Le livre de Job, Paris, 1950, p. 23.
2
Texto y cita en Albert Gelin, op. cit., pp. 60-61.
28
wah)" (Pr 18, 12).
29
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
El sabio habla siempre con una perspectiva de eudemonismo terreno: la felicidad de aquí abajo se compra aún con el dinero de la virtud, pero esta virtud es captada en su raíz. " S e te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno, lo que el Señor de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios" (Mi 6, 8). Los profetas presentan siempre la humildad como la lógica y la perfección de la fe (So 2, 3; Is 2, 6-22). Para Ben Sirá, la humildad no es más que una actitud interior del alma, un ideal moral accesible a todos, tanto al rico como al pobre. Pero podemos preguntarnos si esta virtud, para desarrollarse no necesita un terreno concreto, el de una "pobreza pobre". "Lo que ama el Señor es la fe y la humildad" (Si 1, 27).
3.
LA ESPIRITUALIDAD DE LOS POBRES
ras gracia. Pues grande es el poderío del Señor, y por los humildes es glorificado" (Si 3, 17-20). En una palabra, la noción de pobreza se ha ampliado y se ha profundizado poco a poco en el sentido de la pobreza espiritual de la cual la humildad es el alma y en donde el abandono confiado en el Señor es el soplo vivificador. El pobre {anaw) es el que no se las da de listo con el Señor (la virtud correspondiente, el anawah, suena como a humildad). Anaw ha terminado por ser sinónimo de hombre religioso: el hombre que se mantiene ante Dios, temblando ante su palabra, obedeciendo sus órdenes, desconcertado frente a sus caídas, consciente de ser pecador y frágil, pero seguro, también, de ser contado entre sus hijos; este hombre se inclinará poco a poco, por una especie de lógica vital, hacia un apaciguamiento interior y hacia una especie de paciencia e incluso de comprensión fraterna.
"Hijo, gloríate con humildad" (Si 10, 28). "Dios escogió a Moisés entre toda carne a causa de su fe y de su humildad" (Si 45, 4). "Humilla tu orgullo infinitamente" (Si 7, 17). "El orgullo no conviene al hombre" (Si 10, 18). "Inclina al pobre tus oídos, responde a su saludo de paz con humildad" (Si 4, 8). " H a z , hijo, tus obras con humildad, así serás amado por el acepto a Dios. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y ante el Señor halla30
31
4 EL MESÍAS DE LOS POBRES
Hemos visto que la Iglesia de los pobres ha coincidido, finalmente, con el pueblo de Dios, este Israel permanente que vive de oración y de espera. Tiende hacia el encuentro con Dios; el Señor lo ama y llegará a ser el pueblo mesiánico. Ya lo es en expectativa; canta por adelantado la era definitiva. "[...] pues el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido" (Is 49, 13). La esperanza de esta salvación va unida a la persona del Mesías, es decir, el Ungido de Dios. Es, en primer lugar, el rey; cada rey se convierte a su vez en el mesías actual por el cual Dios quiere cumplir sus designios para con su pueblo. La caída de Jerusalén, la deposición del ungido de Yahvé por los paganos son una dura prueba para la fe. Esa prueba se prolonga después de la restauración postexílica: la dinastía daví33
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
dica no es restablecida, ya no habrá más mesías real a la cabeza del pueblo judío. Los profetas orientan la esperanza de Israel hacia un Rey futuro; los salmos reales miran hacia un Ungido que tiene que venir, el Mesías en el sentido fuerte del término. En ausencia de un rey, los sacerdotes adquieren más importancia como guías del pueblo y se llega a hablar de un Mesías-Sacerdote (Dn 9, 27). Hemos visto, por otra parte, la importancia de los profetas en la constitución del Resto de Israel. La figura del Mesías se reviste entonces de rasgos proféticos. En estos ambientes, el Mesías-Rey cede el puesto al Mesías-Profeta.
4. EL MESÍAS DE LOS POBRES
"¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahvé ¿a quién se le reveló? Creció como un retoño delante de nosotros, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de los hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba. Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías,
El Siervo sufriente
molido por nuestras culpas. La salvación esperada llegará, pero por medio de un personaje misterioso cuyos dones y sufrimientos utilizará Dios para su designio. El fracaso se convierte en medio de salvación. El Mesías, lo mismo que el pueblo llevarán su marca. El Salvador de los pobres será, Él también, un pobre, un siervo sufriente de Yahvé, figura preparada por Moisés y Jeremías, pero que se proyecta en una redención universal, y en un don más absoluto.
Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.
Aunque esos cantos del Siervo se encuentran en diferentes capítulos, bastará aquí citar el cuarto canto y entrar en el movimiento de obediencia, de sufrimiento, de confianza y de fecundidad redentora para los hombres, de esta figura tan profundamente conmovedora: Cristo a contraluz.
y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.
3-1
Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado,
Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de su causa ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por nuestras rebeldías fue entregado a la muerte 35
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca. Mas plugo a Yahvé quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahvé se cumplirá por su mano. Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por sus desdichas justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará. Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado cuando él llevó el peso de muchos, e intercedió por los rebeldes" (Is 53, 1-12).
4. EL MESÍAS DE LOS POBRES
SALMO 22 (21) PASIÓN Y LIBERACIÓN DEL JUSTO p | Maestro de canto. Sobre "la cierva de la aurora" Salmo de David e
o
I La Pasión A. Los sufrimientos Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? morales. El clamor de mis gritos angustiados elevo hacia Ti I Abandonado de Dios mío, de día clamo, y no respondes, Yahvé También de noche, y no hay silencio para mí (estrofa) o
Motivo nacional de confianza (antiestrofa)
o
El Pobre del Salmo 22 Los salmos mesiánicos hablan del Mesías que ha de venir, y nos ayudan a entrar en su misterio de una manera muy real. A título de ejemplo, tomemos el salmo 22. En primer lugar leamos atentamente este poema de gran envergadura y muy expresivo.
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2 Despreciado por los hombres (estrofa)
Motivo personal de confianza (antiestrofa)
Pero Tú eres el Santo, la esperanza de Israel está en Ti. En Ti esperaron nuestros padres, en Ti esperaron y Tú los liberaste; a Ti clamaron, y salieron salvos, en Ti esperaron, y nunca quedaron confundidos. Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo, todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza: "Se confió a Yahvé, pues que Él le libre, que le salve, puesto que le ama!". Sí, Tú del vientre me sacaste, me confiaste a los pechos de mi madre; a Ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi madre Tú eres mi Dios. ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para mí socorro! 37
I
4. EL MESÍAS DE LOS POBRES
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
raza toda de Jacob, glorificadle, "Temedle, raza toda de Israel". Porque no ha despreciado ni ha desdeñado
B. Los sufrimientos Novillos innumerables me rodean, Físicos me acosan los toros de Basan; I encarnizamiento ávidos abren contra mí sus fauces, de los enemigos leones que desgarran y rugen. (estrofa) o
Agonía (antiestrofa)
o
2 Triunfo de Los enemigos (estrofa)
Como el agua se derrama mi fuerza todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, Se me derrite entre mis entrañas. Está seco mi paladar como una teja Y mi lengua pegada a mi garganta; Tú me sumes en el polvo de la muerte. Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala; como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran, repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.
la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó. A los afligidos
Yo cantaré tu fidelidad en la gran asamblea,
para que cuenten con la fidelidad de Yahvé (antiestrofa)
cumpliré mis votos hacia Tí. Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahvé le alabarán, "¡Viva por siempre vuestro corazón!"
Adición post-exílica. Le recordarán y volverán a Yahvé Qué lección para todos los confines de la tierra, las naciones, ante Él se postrarán la restauración todas las familias de las gentes, de Israel. ante su faz se postran, ¡Que es de Yahvé el impeño, del Señor de las naciones! Adición pietista.
Suprema esperanza; ¡Pero Tú, Yahvé, no estés lejos, Yahvé corre en mi ayuda, oh fuerza mía, (antiestrofa) libra mi alma de la espada, mi única de las garras del perro; sálvame de las fauces del león, y de los cuernos del búfalo arráncame! II La Liberación Acción de gracias ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, con todo Israel en medio de la asamblea Te alabaré! (estrofa) "Los que a Yahvé teméis, dadle alabanza, o
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A n t e
él solo se postrarán todos los crasos
Perspectivas mesiánicas de la tierra, a favor de los é l doblarán cuantos bajan al polvi pobres de Yahvé. Y para aquel que ya no viva, le servirá su descendencia: ella hablará al Señor a la edad venidera, contará su justicia al pueblo por nacer, diciendo: "Esto hizo Yahvé". a n t e
se
El salmista grita "hacia T i " su angustia, su sentimiento de estar abandonado: un porqué doloroso 39
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
4. EL MESÍAS DE LOS POBRES
ante el silencio de Dios. Pero el recuerdo de la bondad del Señor hacia su pueblo, y hacia él mismo desde el seno de su madre, reafirma la confianza de que será escuchado. Después describe sus sufrimientos y el encarnizamiento de sus enemigos por medio de imágenes muy sugestivas, para gritar hacia el Señor su llamada de socorro. Entonces, cuando todo le confirma su pérdida, el salmista, lejos de dudar de su salvación, tiene una fe tan grande que se ve en medio de los suyos, en una asamblea de culto, invitándolos a todos a dar gracias a Dios con él por la liberación que, al fin, ha obtenido (vv. 22-24). Su salvación sobrepasa los límites de un asunto puramente personal; será, para los pobres, la prueba de la protección del Señor: Dios jamás rechaza al afligido; la prueba se convierte, para todo el que recurre a Dios, en una ocasión para alabarlo.
su favor el mismo prodigio, dándoles así ocasión para un eterno reconocimiento. En ellos será prolongada, sobrevivida toda la experiencia del salmista. El pobre de la era definitiva pasará por el sufrimiento, pero será liberado por Dios, liberación que coincidirá con la era mesiánica de la que él mismo será el centro.
Dos adiciones dan testimonio de la asimilación de esta lección y de su aplicación a situaciones más extensas según las vicisitudes de la historia de Israel. Vemos en ellas una primera realización, en un plano más político, en la restauración tras el exilio, y se invita a las naciones a reconocer en ellas la acción de Dios, dueño de los destinos humanos (vv. 25-26). Los últimos versículos (vv. 29-31) abren de par en par las puertas de la esperanza mesiánica de los anawin, los compañeros y émulos del Siervo de Yahvé. La experiencia del salmista aportará a todos los afligidos de los tiempos futuros, entregados por la maldad humana a una condición de existencia cercana a la muerte, la seguridad de que si guardan en el corazón la misma fe que él, Dios, en su fidelidad, renovará en 40
El sentido cristológico "Mi alma está triste hasta el punto de morir" (Me 14, 34). " ¡Eloí, Eloí! ¿Por qué me has abandonado?" (Me 15, 34). "Tengo sed" (Jn 19, 28). Estas palabras tan cargadas del sufrimiento de Cristo en la Cruz, están extraídas (v. 1) o se inspiran (vv. 5 y 6) en el salmo 22. El último grito de Jesús: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" (Le 23, 46), aunque esté tomado del salmo 31, 5, condensa perfectamente los sentimientos, a la vez suplicantes y confiados, de los versículos 19 a 21. Las burlas de los que pasan y de los magistrados (Mt 27, 39-43), y el reparto de las vestiduras (Mt 27, 35) recuerdan los versículos 7, 8 y 18. El Pobre por excelencia hace suyos, no solamente la soledad extrema del salmista, sino también su confianza y su abandono. El salmo 22 es justamente una expresión desgarradora de la posibilidad de la coexistencia de estos sentimientos en el que sufre real e intensamente. 41
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
4. EL MESÍAS DE LOS POBRES
Ya, la antigua exégesis rabínica leía en este salmo la pasión del Pueblo-Cristo, constantemente torturado y muerto pero también resucitado incesantemente. La tradición cristiana lo hace eco sin perjuicio de individualizarlo en la persona de Jesucristo. Estas dos aproximaciones no son necesariamente exclusivas.
na. "Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo" . El salmo les dará ánimo en la prueba al mismo tiempo que expresará su confianza y su fe.
El sentido mesiánico del salmo es indiscutible, aunque siempre se pueda discutir si es literal o tipológico. La lección esencial que Israel ha sacado de él es ésta: no solamente Yahvé no abandona al justo en su lucha con los impíos, sino que los sufrimientos del justo perseguido, porque llevan a Yahvé a intervenir en su favor, aceleran siempre la llegada del Reino de Dios al mundo. Así se ha descubierto el valor providencial, purificador y educador de la prueba y la virtud redentora de un sufrimiento aceptado y ofrecido. La ley misteriosa de la vida, que surge de la muerte en un mundo caído, se dibuja. El salmista es una de las grandes figuras bíblicas que prefiguran al Mesías, y Jesús ha asimilado su propio drama redentor al del salmista, al vivir su experiencia, pero con una libertad soberana, haciendo suyas sus palabras. Recitar este salmo nos permite comulgar con el misterio pascual en toda su densidad humana y compadecerse con Cristo. "He derramado estas gotas de sangre por ti", dice el Jesús de Pascal . Este sufrimiento redentor continúa en los miembros de Cristo, a través de innumerables páginas tristes y violentas de la historia huma1
1 Biaise Pascal, " L e mystère de J é s u s " , en Pensées, n° 553 (éditions Brunschvicg).
42
2
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Soy una caricatura de hombre, el desprecio del pueblo. Se burlan de mí en todos los periódicos. Me rodean los tanques blindados, estoy apuntado por las ametralladoras y cercado de alambradas, las alambradas electrizadas. Todo el día me pasan lista. Me tatuaron un número. Me han fotografiado entre las alambradas, y se pueden contar como en una radiografía todos mis huesos. Me han quitado toda identificación. Me han llevado desnudo a la cámara de gas y se repartieron mis ropas y mis zapatos. Grito pidiendo morfina y nadie me oye, grito con la camisa de fuerza, grito toda la noche en el asilo de enfermos mentales, en la sala de enfermos incurables, en el ala de enfermos contagiosos, en el asilo de ancianos; agonizo bañado de sudor en la clínica del psiquiatra, me ahogo en la cámara de oxígeno, lloro en la estación de policía, en el patio del presidio, en la cámara de torturas, 2
Ibidem.
43
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
en el orfelinato; estoy contaminado de radioactividad y nadie se me acerca para no contagiarse. Pero yo podré hablar de ti a mis hermanos. Te ensalzaré en la reunión de nuestro pueblo. Resonarán mis himnos en medio de un gran pueblo. Los pobres tendrán un banquete. Nuestro pueblo celebrará una gran fiesta. El pueblo nuevo que va a nacer" (E. Cardenal) . 3
LA ORACIÓN DE LOS POBRES Zacarías: un rey humilde y montado en un asno Moisés, Jeremías, Job, el Siervo de Isaías, el Pobre de los salmos, son figuras que, cada una de ellas, revela algo de lo que debía ocurrir. El profeta Zacarías nos describe al Mesías en unos términos que asocian paradójicamente humildad y grandeza: un rey humilde, montado en un asno, que domina la tierra entera. "¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna. Él suprimirá los cuernos de Efraín y los caballos de Jerusalén; será suprimido el arco de combate, y él proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra" (Za 9, 9-10).
En los salmos, los pobres expresan su indignación, su impaciencia, sus súplicas y su fe. Y lo hacen con ardor de orientales y lenguaje rico en imágenes e hipérboles. Hay que escucharlos con el corazón, orar con ellos con el corazón; no hay nada de abstracto o formal en ellos; es un diálogo vivo con el Señor, entre un " y o " y un " T ú " ; decir " t ú " compromete a las dos partes presentes. El objeto de este diálogo es la vida de un hombre frente a Dios, un caminar con sus altos y bajos, sus alternancias entre el temor y el amor, la lamentación y la plegaria, la desesperación y la confianza, la protesta y el abandono, la agitación y la paz. El pobre no es siempre "edificante", es un hombre como todos nosotros; débil y pecador como nosotros. Nos identificamos a nosotros mismos tanto en su
Poco a poco se va dibujando un rostro. 3 Ernesto Cardenal, Salmos, ed. Carlos Lohlé, Buenos Aires México 1969, pp. 31-32.
44
experiencia de la soledad como en su esperanza. Caminemos con él como hermanos, pobres con el pobre, con Cristo. r
4>
5.
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
Incluso en el aspecto literario hay que aceptar una cierta pobreza, porque nuestros salmos están compuestos con un muy escaso número de temas elementales, de afirmaciones esenciales, sin casi variar su expresión. Sin análisis sutiles y finos del fondo del alma, gracias a los cuales el espíritu escruta los menores matices de su propio yo, frecuentemente, con no poca complacencia. En los salmos, es la simplicidad "desnuda" de las verdades básicas la que se agrupa en torno a dos polos: el de la grandeza divina, del Tú eterno, y el de la pequenez humana, del yo efímero; polos entre los cuales circula una corriente que es, en un sentido, amor bienhechor; en el otro, sumisión confiada. La grandeza de Dios engloba los temas concretos de su Gloria, su Justicia, su Omnipotencia, su Fidelidad, su Santidad, su Ternura. La pequenez del hombre se convierte en sentido del misterio de la vida, sufrimiento, prueba, soledad, pecado, perdón, agradecimiento, abandono, alabanza, alegría, paz. Se trata ahí de esas verdades elementales que "crecen con el alma" (S. Ireneo), de esas verdades fundamentos estables, al abrigo de la agitación de las emociones fugitivas y de quejas vanas. La fe tiene necesidad de alimentarse sin cesar de palabras que la cimienten; el amor necesita volver a decir siempre las mismas cosas, sin por ello repetirse jamás. Voy a citar muchos de los breves versículos; cada uno de ellos, puede servir como oración jaculatoria, como en los Padres del Desierto. (Deus, ¡n adjutorium 46
LA ORACIÓN DE LOS POBRES
m intende; Domine, ad adjuvandum me festina, "Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme"). O bien, sentencias que se repiten a lo largo del día. Existe en los salmos una mina de plegarias; son como una escuela de las actitudes religiosas del cristiano en el seguimiento de Cristo, formado Él mismo en esta escuela desde su infancia.
meu
Adoración Por su pobreza vivida en su pobreza radical de hombre caído desnudo sobre la tierra, en su soledad esencial en un universo que le resulta indiferente y hostil, el pobre se da cuenta del abismo que le separa infinitamente de Aquel de quien, sin embargo depende por todas las fibras de su ser. Sobrecogido por sagrado temor, adora a su Dios. Tú "Mas tú, Señor, permaneces por siempre, y tu memoria de edad en edad, [...] Ellos perecerán, mas tú quedas. Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años" (Sal 102, 13.27a.28). "Postraos ante el estrado de sus pies: Santo es É l " (Sal 99, 5b). Yo "Y yo, pobre y desdichado" (Sal 40, 18). "Yo me seco como el heno" (Sal 102, 12). "Sólo un soplo, todo hombre que se yergue, nada más una sombra el humano que pasa, sólo 47
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
5.
un soplo las riquezas que amontona" (Sal 39, 6-7). "[En cuanto a mí, el pobre, el indigente] en tu santo Templo me prosterno, lleno de tu temor" (Sal 5,8). "Ensalzad al Señor, nuestro Dios, postraos ante su monte santo: santo es el Señor, nuestro Dios" (Sal 99, 9). "Oh Dios, ¿quién como tú?" (Sal 71, 19). "Para ti, el silencio es alabanza" (Sal 65, 2). Súplica Y, sin embargo, él está cerca del corazón destrozado, ese Señor tan alto. Él le escucha, y le responde. Tú "Hacia ti tengo los ojos levantados" (Sal 123, 1). "Hacia ti tiendo mis manos, mi alma es como una tierra que tiene sed de ti" (Sal 143, 6). "Hacia ti clamo, Señor" (Sal 28, 1). El pobre clama en su oración, orientando en ello todo su ser: voz, ojos, manos, hacia Dios . 1
1 La rigidez de nuestra posición corporal en la salmodia, en el coro, es con frecuencia poco conforme con lo que cantamos: inclinémonos, dancemos, demos palmas. Al menos, en privado, no dudemos de hacer hablar al cuerpo con gestos apropiados. He sacado algunas ideas pedagógicas y varios textos de este capítulo del excelente librito de Michel Guénot, Quand je crie, tu réponds, Fayard-Mame Paris 1975.
48
LA ORACIÓN DE LOS POBRES
Yo "Un pobre grita; el Señor escucha: le salva de todas sus angustias [...] Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el hombre que se cobija en él [...] Está cerca de los que tienen roto el corazón, él salva a los espíritus hundidos" (Sal 34, 7.9.19).
Un grito impaciente El pobre clama con toda la impaciencia y la insistencia del que sufre; y se expresa con asombrosa familiaridad. Tú " T ú , mi Padre, mi Dios y roca de mi salvación" (Sal 89, 27).
Yo "Despierta ya ¿Por qué duermes, Señor? Respóndeme, te invoco, me ahogo, date prisa; guárdame, consuélame, hazme gracia. Yo clamo, libérame, sálvame, hazme vivir" (de varios salmos). " ¡Sea Yahvé fortaleza para el oprimido, refugio en los tiempos de angustia! Y en ti confíen los que saben tu nombre, pues tú, Señor, no abandonas a los que te buscan [...] El Señor no olvida el grito de los desdichados. Que no queda olvidado el pobre eternamente. No se pierde por siempre la esperanza de los desdichados" (Sal 9, 10-11.13.19). 49
5.
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
"¡Levántate, Señor!, ¡alza tu mano, oh Dios! ¡No te olvides de los desdichados! ¿Por qué el impío menosprecia a Dios, diciendo en su corazón: "¿no vendrás a indagar?" Lo has visto ya; que la pena y la tristeza las miras tú para tomarlas en tu mano: el desvalido se abandona a ti, tú socorres al huérfano [...] El deseo de los humildes escuchas tú, Señor, su corazón confortas, alargas tus oídos, para hacer justicia al huérfano, al vejado, para que cese la tiranía del hombre salido de la tierra" (Sal 10, 12-14.17-18). El Señor no abandona nunca a los que le buscan; escucha el deseo de los pobres...
LA ORACIÓN DE LOS POBRES
ya ver. Más numerosas son que los cabellos de mi cabeza, y el corazón me desampara" (Sal 40, 13). "Pesaba día y noche, tu mano sobre mí" (Sal 32, 4). "Me aprietas por detrás y por delante, y tienes puesta sobre mí tu mano" (Sal 139, 5). "Son muchos los que atentan contra mí" (Sal 3, 2). "[...] mi tormento sin cesar está ante mí" (Sal 38, 18). La miseria no interesa a nadie, y nuestros pobres acaban por cansarnos con sus interminables quejas,
Lamentación
hasta el día en que éstas brotan de nuestra propia miseria. En la base de cada salmo se halla el sufrimien-
Lamentación sin límites de los pequeños, de los humildes ante los diversos sufrimientos: injusticia social, opresión, persecución, enfermedad, desgracias, aislamiento, prisión. Estamos al ras de la tierra, son seres de carne que vibran intensamente. Tú "[...] pues tú eres grande y obras maravillas, tú, Dios, y sólo tú" (Sal 86, 10).
to concreto de una persona, pero expresado por medio de imágenes estilizadas y generales, lo que hace posible el uso litúrgico de los salmos y su aplicación a otras situaciones. Ella nos permite trasponerlas a nuestras propias experiencias y a las necesidades actuales de la iglesia.
Falta
"Tú mis ríñones has formado" (Sal 139, 13). "Tú mi suerte aseguras" (Sal 16, 5).
La desgracia supone una falta a los ojos de los anawin. No estaban muy equivocados al descubrir la
Yo
presencia del mal, en el sentido más profundo -recha-
"Pues desdichas me envuelven en número incontable. Mis culpas me dan caza, y no puedo
zo de Dios, de la verdad y del amor- detrás de la mise-
50
ria humana, incluso si lo hacían de manera un tanto 51
5.
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
simplista (tal mal, tal pecado). La distancia entre " T ú " y " Y o " parece aumentar y la soledad reforzarse.
LA ORACIÓN DE LOS POBRES
"A hombres y bestias salvas tú, Señor, oh Dios, ¡qué precioso es tu amor!" (Sal 36, 7-8). Yo
Tú "Pues no eres tú un Dios que se complace en la maldad" (Sal 5, 5). Yo "[...] pero según tu amor, acuérdate de mí. [...] Por tu nombre, oh Señor, perdona mi culpa, porque es grande" (Sal 25, 7.11). Por fu nombre, Señor, en fu amor, perdona mi falta. ¿Y quién puede decir que está libre de falta, si escruta los repliegues secretos de su corazón, o las acciones aparentemente más santas?
Perdón La ternura y la piedad del Señor salvan el abismo, tomando la forma del perdón al dar frente a la humilde confesión de la falta. El pobre no se esconde, su fe
"Confesaré al Señor mis rebeldías" (Sal 32, 5). "Sondéame, oh Dios, mi corazón conoce, pruébame, conoce mis desvelos" (Sal 139, 23). "Lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, un espíritu firme dentro de mí renueva" (Sal 51, 4.12). "El sacrificio que agrada a Dios es un espíritu contrito. Un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias" (Sal 51, 19). " C o n sus obras culpables a ti viene toda carne. Nos vence el peso de nuestras rebeldías, pero tú las borras" (Sal 65, 3-4). "Bendice al Señor, alma mía, y todo mi ser a su santo nombre [...] Él, que todas tus culpas perdona, cure todas tus dolencias" (Sal 103, 1.3).
le incita más bien a invitar a Dios a escrutarle, a conocer su corazón, incluso pecador (que en el fondo querría no serlo, y sólo la soledad le es insoportable), a purificarle, a darle un corazón nuevo. Tú "Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera lleno de amor y lealtad" (Sal 86, 15). 52
Escándalo Los enemigos de los pobres (y también del Señor) son los malos, los pecadores, los orgullosos, (ge'ew): este último epíteto se opone al de "pobre" y le fija su orientación profunda. Dos mundos se enfrentan, el de la luz y el de las tinieblas; el de las dos ciudades, cuyas fronteras pasan por el interior mismo de Israel y del 53
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
corazón de cada uno de nosotros; pero los fieles del Señor parecen quedar desfavorecidos, aplastados, de ahí el escándalo, casi una crisis de fe, ante la prosperidad de los pecadores. La vieja ley de la retribución temporal parece que obra sólo en un único sentido. Dios oculta su rostro. Queda lejos el pobre, solo y sin defensa. Tú "Oh Señor, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad. Tu justicia como los montes de Dios, tus juicios, como el hondo abismo" (Sal 36, 6-7).
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LA ORACIÓN DE LOS POBRES
cristianos, pero que entonces no eran sino una llamada apasionada al restablecimiento de la justicia divina, concebida dentro de los límites de una retribución temporal. No creamos demasiado deprisa que su pasión contra las fuerzas del mal es una falta de virtud, aunque su expresión nos extrañe. Ella puede expresar y ayudarnos a asumir este aspecto de nosotros mismos aún poco evangelizado. Y las fuerzas del mal existen, y llegan bien lejos. Que la justicia sea establecida sobre la tierra. Ven, Señor Jesús. Tú
Yo
"Justicia eterna tu justicia, fidelidad tu ley" (Sal 119, 142).
"[...] celoso como estaba de los insensatos, al ver la paz de los impíos" (Sal 73, 3).
Yo
"[...] dice en su corazón: Dios se ha olvidado, tiene tapado el rostro, no ve nada" (Sal 10, 11). "¿Hasta cuándo, Señor, me olvidarás? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, en mi corazón angustia, día y noche? ¿Hasta cuándo triunfará de mí mi enemigo?" (Sal 13, 2-3). "¡Escucha, Señor, mi voz que clama! ¡Ten piedad de mí, respóndeme! Dice de ti mi corazón: 'Busca su rostro'. Sí, Señor, busco tu rostro" (Sal 27, 7-8). Indignación A los sarcasmos de los impíos responden las maldiciones de los anawin, tan extrañas para los oídos r
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"Que caiga sobre la cabeza de los que me asedian, el peso de sus injurias. Llueva sobre ellos carbones encendidos, en el abismo hundidos, no se levanten más" (Sal 140, 9-11). ¡Aún no había llegado el Sermón de la montaña! ero recordemos que la instauración (o la restauración) de la justicia y del orden divinos concierne a todos los hombres, pues todos son solidarios, no sólo en la pena, sino también en la alegría. "Y yo desdichado, dolorido, tu salvación, oh Dios, me restablezca. El nombre de Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias. Y más que un toro agradará al Señor, más que un novillo con cuernos y pezuñas. Lo han visto los humildes y se alegran. "Vida y ale55
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
gría para los que buscáis a Dios". Porque el Señor escucha a los humildes, no desprecia a sus cautivos. Alábenle los cielos y la tierra, el mar y cuanto en él pululan" (Sal 69, 30-35).
Una fe purificada Más profundamente, los sufrimientos y los fracasos humanos pueden ser el camino oscuro por el que el Señor nos conduzca a un total abandono, a una especie de desprendimiento ante Él, mediante una dramática purificación de nuestra fe.
Tú "¡Oh Dios, santos son tus caminos! ¿Qué dios hay grande como Dios? [...] Por el mar iba tu camino, por las inmensas aguas tu sendero, y no se descubrieron tus pisadas. Has conducido a tu pueblo como a un rebaño" (Sal 77, 14.20-21). Yo "Desde lo profundo grito a ti, Señor: ¡Señor, escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas! Si en cuenta tomas las culpas, oh Señor, ¿quién, Señor, se tendrá en pie? Mas el perdón se encuentra junto a ti, para que seas temido. Yo espero en el Señor, mi alma espera, pendiente estoy de su palabra. Mi alma pendiente del Señor más que los vigías de la aurora. Espera al Señor, Israel. 56
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LA ORACIÓN DE LOS POBRES
Porque cerca del Señor está el amor, junto a él abundancia de rescate. Él rescatará a Israel de todas sus culpas" (Sal 130). Desde lo profundo, el sufrimiento no disminuye, nos revela nuestra verdad. El fracaso lleva a la invocación, a la confianza en la fe. La experiencia de nuestra pobreza íntima invita al abandono en las manos del Señor, porque en el Señor está el amor. Desde lo profundo - e s de la experiencia de esas profundidades de donde brota la verdad de nuestra oración; ahí estamos en comunión, sin condescendencia alguna, con los más pobres, con los más aislados, con todos los que sufren. Experiencia de pobreza absoluta, que se realiza, sin embargo, "junto a ti", donde se halla la " p a z " del perdón. Paradójicamente, la más firme esperanza nace ahí, porque no contamos, nada más, que con Aquel que viene. Esperemos su Palabra con toda nuestra alma, "más que el centinela la aurora", con la certeza de que saldrá el sol. En el Señor está el amor, la salvación, la paz, la comunión.
El camino de la eternidad El sufrimiento adquiere una dignidad, por ser el camino que conduce a Dios. Abre en nosotros esa "grieta" que es capacidad de acogida, escucha humilde de la fe, obediencia a la Palabra divina. El pobre camina en la verdad, por los senderos de Dios, clavada su mirada en la sola voluntad de Dios.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
Tú "Amor y lealtad ante tu rostro marchan" (Sal 89, 15). "Tú estás cerca, Señor, todos tus mandamientos son verdad" (Sal 119, 151). " T ú , Señor, eres mi lámpara" (Sal 18, 29).
LA ORACIÓN DE LOS POBRES
Más allá de toda búsqueda, de todo sentimiento, de todo razonamiento, Dios se afirma soberanamente Dios: "Yo estoy contigo, más íntimo a ti que tú mismo". Tú " Y o , Dios, soy tu Dios" (Sal 50, 7). Yo
Yo "Guíame en tu verdad, enséñame (Sal 25, 5) "Antes de ser humillado andaba descarriado, mas ahora guardo tu palabra" (Sal 119, 67). "Me has abierto el oído [...] Oh Dios mío, en tu ley me complazco en lo profundo de mis entrañas" (Sal 40, 7.9). "Soy un forastero sobre la tierra, no me ocultes tus mandatos" (Sal 119, 19). "Pequeño soy y despreciado, mas no olvido tus leyes" (Sal 119, 141). "Enséñame a cumplir tu voluntad, porque tú eres mi Dios" (Sal 143, 10). "Guíame por el camino de la eternidad" (Sal 139, 24).
Yo estoy contigo
"Sí, cuando mi corazón se agriaba, cuando se torturaba mi conciencia, estúpido de mí, no comprendía, como una bestia era ante ti. Pero yo siempre estaré contigo, de la mano derecha me has tomado. Me guiarás según tus designios, y al fin en la gloria me recibirás. ¿No te tengo a ti en el cielo? Estando contigo no hallo gozo ya en la tierra. Mi carne y mi corazón se consumen; mi porción, la roca de mi corazón es Dios por siempre [...] Para mí, mi bien es estar junto a Dios; yo he puesto mi refugio en el Señor" (Sal 73, 21-26.28). Yo, estúpido, como un animal, inconsciente de estar siempre contigo , como Tú lo estás conmigo, guiándome, conduciéndome hacia la gloria. Que mi carne y mi corazón se consuman. Tú, la roca de mi corazón, Tú eres mi Dios, mi porción por siempre. 2
No se busca el Tú eterno como se busca una cosa.
¿Y si el Señor no está solamente al final del camino, si Él camina conmigo, si está en el corazón mismo de mi pobreza, si la eternidad se inscribe en el tiempo? Entonces, el silencio habla, la soledad se revela llena de una presencia.
2 "Hablando con propiedad, no existe 'búsqueda de Dios', ya que no hay nada donde no se le puede encontrar" (M. Buber; Je et Tu, trad. G. Bianquis, Aubier, 1938, reed. 1993). A veces, es la vida espiritual lo que nos oculta a Dios.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
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LA ORACIÓN DE LOS POBRES
El lugar de la paz
" Y o , por la abundancia de tu gracia, entro en tu morada" (Sal 5, 8).
Silencio, humildad, confianza, entrega total al Señor, tal es la actitud esencial del pobre... una cuenta infinita abierta a Dios en la alegría, la paz y la alabanza.
"Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho" (Sal 13, 6) "Bendito sea el Señor que ha hecho por mí maravillas de amor" (Sal 31, 22).
Tú " O h fuerza mía, para ti salmodiaré; sí, Dios es mi defensa, el Dios de mi amor" (Sal 59, 18). Yo "Yo tengo en ti toda mi confianza" (Sal 55, 24). "Señor, mi corazón no está engreído ni mi mirada es ambiciosa. No he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me superan. Guardo mi alma serena y silenciosa; mi alma está en mí como niño, como niño en el regazo de su madre. Espera Israel en el Señor ahora y por siempre" (Sal 131). En el corazón del pobre desprendido de sí mismo, e incluso de su desprendimiento, el Señor abre los profundos caminos de su paz y le hace penetrar en su morada, donde canta alegre las maravillas de su amor. "Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti, los caminos se abren en su corazón" (Sal 84, 6). "Tú solo en quietud, tú me haces reposar" (Sal 4, 9). 60
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¿QUIÉN ERES TÚ?
En el capítulo anterior, la dialéctica " T ú - Y o " nos ha permitido entrar en la oración del pobre de una manera viva y concreta. La resonancia profunda de la pareja " T ú - Y o " nos alcanza a cada uno de nosotros en lo más familiar e íntimo: el " Y o " se forma, se encuentra y vive en su relación con el " T ú " . Nuestra oración es uno de los lugares de este encuentro. Pero cuando miramos de más cerca, ese " T ú " y ese " Y o " de los salmos, encontramos significados muy ricos e insospechados. ¿Quién eres Tú, a quien me dirijo? ¿Quién soy yo, que rezo? El " T ú " al que el salmista se dirige es el Señor, en hebreo, Adonai. En la versión griega de los Setenta, "Kyrios", nombre sustituido por respeto al nombre inefable del Dios de Israel: " Y H V H " que sólo podía 1
1 La pronunciación verdadera se ha perdido. Las vocales no se escribían. La lectura habitualmente admitida y probable según los expertos es " Y a h v é " .
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LAb KIQUtZAb DE LA POBREZA
ser pronunciado una vez al año, por el sumo Sacerdote, en el curso de la ceremonia de la gran Expiación. Los salmos no dan una teología sistemática de la naturaleza divina. Si hay teología -logos, palabra sobre Dios-, es una teología de oración, doxológica y deprecativa. Si hay una teología, no es en la identidad del contenido de cada salmo, sino en el hecho de dirigirse siempre al mismo Señor.
¿QUIÉN ERES TÚ?
del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria truena, el Señor domina las aguas. Voz del Señor con su fuerza, voz del Señor con majestad [...] Mientras todos en su templo gritan: 'Gloria'" (Sal 29, 1-4.9). Y el Señor, en respuesta al grito del pobre, "inclina los cielos y desciende [...], la tierra vacila y tiembla" (Sal 18, 7-8). De manera más apacible, la belleza de la natura-
"A ti, Señor, levanto mi alma; a ti, Dios mío" (Sal 25, 1). Lo que nos interesa son los salmos como oración; por tanto, el encuentro del " Y o " con el " T ú " eterno: su nombre que pronuncio, su rostro que me mira y al que yo miro, comunión de personas con el riesgo que comporta todo amor. Los salmistas invocan al Señor por medio de múltiples imágenes, con todo el poder de su imaginación y de su espíritu.
El Rey de la Gloria La expresión "la gloria del Señor" designa al mismo Dios en cuanto revela su majestad, su poder, el brillo de su santidad, el dinamismo de su ser. Al estar cerca de la naturaleza, el salmista ve en el poder desmesurado de las fuerzas naturales una expresión del poder trascendente del Señor. "Dad al Señor la gloria de su nombre, postraos ante el Señor en su atrio sagrado. La voz 64
leza revela algo de la gloria del Señor, puesto que la naturaleza está en una dependencia total con respecto al Creador. "Bendice, alma mía, al Señor. ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Vestido de esplendor y majestad, arropado de luz como de un manto! Tú despliegas los cielos como una tienda, levantas sobre las aguas tus altas moradas; haciendo de las nubes tu carro, sobre las alas del viento te deslizas; tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por ministros" (Sal 104,1 -4). Pero Yahvé no fue en primer lugar un dios de la naturaleza, siempre fue un Dios que dirigió, escogió, prescribió. El poder divino es la fuerza de un ser que puede actuar y actúa con una libertad soberana. Israel experimenta, en primer lugar, este poder en los grandes hechos de Dios a lo largo de su historia, de manera esplendorosa en la guerra. El Señor se manifiesta como un héroe guerrero.
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LAS RIQUEZAS DE LA l'OBREZA
"¿Quién es el Rey de la Gloria? El Señor, el fuerte, el valiente; el Señor, valiente en la batalla. ¿Quién es el Rey de la Gloria? El Señor, Dios de los ejércitos; Él es el Rey de la Gloria" (Sal 24, 8-10). La demostración de poder confirma el carácter divino de ese " Y o " misterioso que no quería manifestar su nombre sino con la indicación de su presencia actuante: "Yo soy el que soy" (Ex 3, 14). Gloria y poder van juntos. El " Y o " divino no es un punto vacío, inalcanzable; posee la libertad total para hacerse presente, con una soberanía absoluta, donde quiere: en el mundo, entre los enemigos, pero ante todo en la Alianza con los amigos elegidos.
Un Dios de amor y de ternura Para los que ha elegido como su pueblo, para los que le son fieles, sobre todo para con los pobres, los desprovistos de todo, Él es el Rey, Salvador, Juez, Pastor; Él es su roca, su muralla, su escudo, su refugio. En Él está la justicia, el perdón, el rescate, la fidelidad, la piedad, la ternura, el amor. "El amor del Señor por siempre cantaré, anunciaré tu fidelidad de edad en edad. Yo le digo: "Cimentado está tu amor por siempre, asentada en los cielos tu fidelidad". Justicia y derecho son la base de su trono [...] Amor y verdad te preceden; gracia y fidelidad marchan ante tu rostro" (Sal 89, 2-3.15). 66
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¿QUIÉN ERES TÚ?
"Tú has sido para mí una defensa, un refugio en el día de la angustia. Oh fuerza mía, para ti salmodiaré; sí, Dios es mi defensa, el Dios de mi amor" (Sal 59, 17-18). "El Señor es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta, hacia las aguas tranquilas me conduce, y conforta mi alma. Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, pues tú estás junto a mí; tu vara y tu cayado me conducen" (Sal 22, 1-2.4).
Un Dios que habla El Señor revela al hombre el camino que debe seguir. Le otorga el don de su Ley y su Sabiduría. Por medio de la palabra, el " Y o " infinito llama al " y o " finito a la vida y a existir en la verdad y la justicia. Palabra de gracia o de juicio, la palabra del Señor toma al hombre en toda su existencia, sin apelación. Expresión de la voluntad de Dios, la palabra exige adhesión y obediencia absolutas. Ella es verdad, promesa y vida para el hombre; ella le conduce por el camino del Señor. "Justicia eterna es tu justicia y fidelidad tu ley" (Sal 119, 142) "Mi porción, Señor, he dicho, es guardar tus palabras. Con todo mi corazón he buscado tu mirada, ten piedad de mí según tu promesa. He examinado mis caminos y quiero volver mis pies a tus preceptos. Me doy prisa y no tardo en observar tus palabras. Las redes de los impíos me 67
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
aprisionan, yo no olvido tu ley. A medianoche me levanto para darte gracias por tus justos juicios. Amigo soy de todos los que te temen y observan tus mandatos. De tu amor, Señor, está llena la tierra, enséñame tus mandamientos" (Sal 119, 57-64). Buscar la mirada del Señor es observar sus palabras.
Aquel cuyo Nombre es Santo Dios se dice en su Palabra, entrega su Nombre, pero solamente como un nombre sagrado, incomparable e inaccesible. Es el Único, el Dios de los dioses, infinitamente por encima de toda criatura. Él no es nunca una " c o s a " del hombre. Se sitúa muy cerca de él (inmanencia), revelándose como el Señor libre y soberano, el "Totalmente Otro" (trascendencia). Sus celos se inflaman contra cualquier ídolo. Él es el Santo, el que está separado de todo lo que no es Él. Es santo también todo lo que pertenece a su dominio (el cielo, el sacrificio, el sacerdote, el templo, el Ungido del Señor, el pueblo). Su santidad es el resplandor fulgurante de su majestad, que el hombre, los ángeles y el universo entero no pueden sino adorar y alabar. "El Señor reina, los pueblos tiemblan. Sentado sobre querubines, la tierra se estremece. Grande es el Señor en Sión, excelso sobre todos los pueblos. Alaben tu nombre, grande y venerable, porque él es santo [...] Ensalzad al 68
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¿QUIÉN ERES TÚ?
Señor, nuestro Dios, postraos ante el estrado de sus pies, porque él es santo [...] el Señor, nuestro Dios" (Sal 99, 1-3.5.9). "¡Aleluya! Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto; alabadlo, todos sus ángeles, alabadlo, todos sus ejércitos; alabadlo, sol y luna, alabadlo, estrellas lucientes [...] Reyes y pueblos del orbe [...] Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime" (Sal 148, 13.11.13). El Señor se compromete con aquel que conoce su nombre. Éste puede invocarlo, confiarse, cobijarse en Él, en su nombre. ¡Cuántas veces la expresión "cantar o glorificar tu nombre" se repite en los salmos¡ El salmista sabe en quién cree, porque conoce su nombre. "Te doy gracias de todo corazón, Señor Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre" (Sal 86, 12). Su nombre es la garantía de su presencia, casi como un sacramento. "Bendito sea por siempre su nombre glorioso, toda la tierra está llena de su gloria" (Sal 72, 19). La santidad del Señor no se manifiesta únicamente en el esplendor de su majestad. Se revela también en la misericordia de su amor en virtud de la cual se inclina hacia el hombre para perdonarle su pecado.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
"Si tomas en cuenta las culpas, Señor, ¿quién, Señor, subsistirá? Pero junto a ti se encuentra el perdón, para que el hombre te tema" (Sal 130, 3-4). "Clemente y compasivo es el Señor, tardo a la cólera y lleno de amor. No nos trata según nuestros pecados, ni nos paga conforme a nuestras culpas. Como se alzan los cielos sobre la tierra, así de grande es su amor para los que le temen. Tan lejos como está el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestras rebeldías. Como la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es el Señor para los que le temen, pues él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos polvo [...] ¡El hombre! Sus días son como la hierba [...] Pero el amor del Señor para los que le temen dura por siempre" (Sal 103, 8-15.17).
El rostro del Señor La palabra del Señor, su santidad y su nombre han manifestado siempre muy claramente quién es Él. El hombre puede soñar y desear encontrarlo cara a cara.
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¿QUIEN ERES TU?
El salmista tiene, en primer lugar, la certeza de ser visto, de estar delante de la mirada del Creador. Toda su existencia está desplegada ante los ojos de Dios. "Señor, tú me escrutas y me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto, desde lejos penetras mi pensamiento. Observas si voy de viaje o si me acuesto, todas mis sendas te son familiares. No está aún la palabra en mi lengua, y ya tú, Señor, la conoces entera. Me aprietas por detrás y por delante, y tienes puesta sobre mí tu mano. Ciencia misteriosa que me sobrepasa, altura que no puedo alcanzar" (Sal 139, 1-6). La reacción del que se ve así, desnudo ante Dios, es, en primer lugar, de un gran espanto: intenta esconderse, huir. Pero, ¿dónde? " ¿ A dónde iré yo lejos de tu espíritu? ¿A dónde podré huir de tu rostro? Si subo hasta los cielos, allí estás tú; si me acuesto en el sheol, allí te encuentro. Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar, también allí tu mano me conduce, tu diestra me alcanza. Si digo: 'Me cubra al menos la tiniebla, y se haga noche en torno a mí', las tinieblas no son oscuras para ti, la noche es luminosa como el día" (Sal 139, 7-12).
El reflejo de la gloria del Señor en la naturaleza y en la historia se realiza paradójicamente en un exceso de claridad o en las tinieblas. El rostro del Señor es pura luz (cf Sal 89,16). Su rostro aparece como amor, bondad, ternura, gracia en el gesto de Dios volviéndose hacia el hombre. Pero el hombre debe aprender a confiar en esta luz, a dejarse invadir por este amor. En esto hay un camino a recorrer.
No hay sitio donde esconderse lejos del Creador. Pero, finalmente, el salmista, despojado de su máscara, encuentra en la mirada de Dios una profunda beatitud e implora ser visto cada vez más profundamen-
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
te. De este modo será purificado y conducido en la verdad, por el camino de la eternidad. "Sondéame, oh Dios, conoce mi corazón, pruébame, conoce mis pensamientos. Mira que no haya en mí camino de idolatría, guíame por el camino de la eternidad" (Sal 139, 23-24). La mirada del Señor se fija con predilección sobre los que le temen. "Los ojos del Señor están puestos en aquellos que le temen, en los que esperan en su amor" (Sal 33,18). "¡Qué grande es la gloria del Señor! Excelso es el Señor; él ve al humilde, y de lejos conoce al soberbio" (Sal 138, 5-6). Por el contrario, el impío, el insensato dice: "El Señor no ve" (Sal 94,7). No quiere ser visto, ni caminar en la luz. A veces nosotros también nos "olvidamos" de que caminamos siempre en su presencia. Que somos, en verdad, lo que somos ante Él. La mirada y el rostro del Señor son gracia. El rostro divino puede estar desvelado o velado, mirando al hombre o vuelto a otro lado. En el plano de la naturaleza, cuando Dios esconde su rostro, todo muere. Cuando se vuelve de nuevo hacia ella, todo revive. "Todos están esperando de ti que les des su alimento a su tiempo. Tú se lo das y ellos lo toman; abres tu mano y se sacian de bienes. Escondes tu rostro y se desvanecen; les retiras tu soplo y expiran y vuelven al polvo. Envías tu 72
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¿QUIÉN ERES TÚ?
soplo y son creados, y renuevas la faz de la tierra" (Sal 104, 27-30). Israel ha vivido la experiencia del rostro del Señor vuelto hacia él en la gracia y desviado en la cólera a causa de sus propios pecados . Ser visto, no es algo neutro o pasivo para el hombre: una mirada hostil lo violenta; una mirada de amor, al cual él se abre, es una comunión, le da la vida. El que puede caminar en esta luz es bendecido. 2
"¡Dichoso el pueblo que sabe aclamarte! Camina a la luz de tu rostro, Señor, con tu nombre se alegra todo el día" (Sal 89, 16-17). En esta luz, toda nuestra experiencia de la vida se transforma. No es indiferente vivir nuestra vida a la luz del Amor. "A la sombra de tus alas se cobijan los hombres, se sacian de los bienes de tu casa [...] En ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz" (Sal 36, 8-10).
Buscar el rostro de Dios sin descanso El salmista implora al Señor para que haga brillar su rostro sobre nosotros, y nos conceda su mirada de amor. 2 Menos frecuentemente: " E l insensato no resiste ante tu mirada" de cólera (Sal 5, 6). Está también la terrible experiencia de Job, según la cual, en la noche del sufrimiento, la mirada desnuda de Dios parece insoportable y cruel.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
"Ilumina tu rostro sobre tu siervo, sálveme por tu amor" (Sal 31, 17). "Oh Señor, Dios del universo, haznos volver; que brille tu rostro y seremos salvados" (Sal 80, 20). Hay que buscar intensamente el rostro del Señor. Él mismo nos lo ha ordenado. "Recurrid al Señor y a su poder, buscad sin descanso su rostro" (Sal 105, 4). El salmo 42 describe esta búsqueda apasionada, es decir, inspirado por el amor de la presencia del Señor, pues su rostro es él mismo cuando se vuelve hacia el hombre y se hace presente a él. "Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan, noche y día, mientras todo el día me repiten: '¿Dónde está tu Dios?' [...] Cuando mi alma se acongoja te recuerdo, desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor. Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado. De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida. [...] ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: 'Salud de mi rostro, Dios mío'" (Sal 42, 2-4.6-9.12).
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¿QUIEN ERES TU?
La visión de Dios, a la que aspira el amor, aun siendo pura gracia, exige del hombre una trasformación: la purificación de su corazón. "¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en su recinto santo? El hombre de manos inocentes y corazón puro, que no entrega su alma a los ídolos" (Sal 24, 3-4). "Los rectos verán el rostro del Señor" (Sal 11, 7). En esta relación inmediata "corazón a corazón", "mirada a mirada", se encuentra el cumplimiento de la Alianza. Por eso se justifica el rechazo de todas las imágenes que pretenden comunicarnos a Dios pero que, en realidad, sólo engendran un ídolo y nos alejan de Dios. La superación incesante de todo lo que nos oculta al Señor es ya un conocimiento experimental de Él. " S e nos ha prometido la visión de Dios, del Dios verdadero y supremo. Pues es bueno ver a Aquel que ve. El que sirve a los falsos dioses los ve fácilmente, pero ve a los dioses que tienen ojos y no ven. Pero a nosotros se nos ha prometido la visión de Dios que vive y ve" (san Agustín). A veces el que ora, escondido por la sombra de Dios, ve su deseo furtivamente colmado. Sus labios desbordan de alegría y de alabanza. "Yo te veía en el santuario, contemplando tu poder y tu gloria. Tu amor es mejor que la vida, 75
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
mis labios te glorificaban. Toda mi vida quiero bendecirte, levantar mis manos invocando tu nombre. Como en un festín se saciará mi alma, y mi boca te alabará con labios jubilosos" (Sal 63, 3-6).
¿QUIÉN ERES TÚ?
"En Cristo tenemos, por la fe en él, la libertad de acercarnos al Padre con toda confianza" (Ef 3, 12). Tenemos confianza en que nuestra oración será acogida por la intercesión de Jesús, nuestro gran sacerdote:
El " T ú " del cristiano El cristiano ruega al mismo Dios único, pero lo contempla a la luz de Cristo. Conoce su nombre: "Padre"; conoce la profundidad insondable de su amor manifestado en el don que nos hace de su Hijo; conoce la grandeza de su misericordia, puesto que Dios nos perdona al precio de la sangre de su Hijo. Su Espíritu es en nosotros un impulso de confianza y de adoración hacia el Padre. El rostro de Dios aparece en el rostro de un hombre. En Cristo, Dios franquea la distancia que lo separa del hombre, revelándole, al mismo tiempo, el abismo escondido, hasta entonces, de su ser misterioso: "el amor loco" de un pobre y de un crucificado:
"Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote, que penetró los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos firme la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos,
por tanto,
confiadamente
al
trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el tiempo oportuno" (Hb 4, 14-16). Pero aún hay más. Cristo no es solamente hombre y sacerdote, también es Dios. Por su resurrección y su exaltación a la derecha del Padre, Jesús se ha manifes-
"Pues el mismo Dios que dijo: 'Del seno de las tinieblas brille la luz', ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo" (2Co 4, 6).
tado Cristo y Señor. Ha recibido "el Nombre que está
"Pues por él, unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino ciudadanos de los santos y familiares de Dios" (Ef 2, 18-19).
con toda verdad y plenitud, nosotros decimos a Cristo
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sobre todo nombre" (Flp 2, 9). El Señor de los salmos es siempre el Dios único, pero todo lo que el Padre hace por nosotros, lo hace por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Por tanto, resucitado palabras como: "El Señor reina; Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo; Él me ha salvado; Él me lleva por el buen camino". 77
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
Yo puedo, entonces, rezar directamente a CristoSeñor, o bien dirigirme al Padre por medio del Hijo. Esto dependerá quizá del uso litúrgico de los salmos a la luz de una fiesta u otra (por ejemplo, la primera manera para "Cristo Rey"; la segunda, para la "Santísima Trinidad"). Existe un misterio insondable en el hecho de que, en Cristo, el mismo Dios al que rezamos hace suyos la oración y el sufrimiento del pobre, se convierte por amor en el Pobre por excelencia. El " T ú " eterno es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Únicamente podrá ilusionarnos en esto el misterio de la Santísima Trinidad. Volveremos sobre ello más adelante.
7 Y YO, ¿QUIÉN SOY?
Yo soy yo, gracias al " T ú " eterno que me llama para que esté ante su rostro. Es, por tanto, el " y o " de la oración el que intentamos profundizar aquí en su misterio y según sus estratos sucesivos.
El " y o " individual En la lectura que acabamos de hacer de los salmos, hemos podido identificarnos con el pobre que ora y asumir su oración de forma personal, cambiando las antiguas imágenes por nuestras propias experiencias. El " y o " es mi yo individual que puedo interpretar en el teclado de mis esperanzas, de mis dolores, de mis fracasos, de mi amor en la experiencia de hoy. La práctica ideal será conseguida cuando el monje, "transformado en todos los afectos que se expresan en los salmos, reciba todas las impresiones y las recite no ya como compuestas por un profeta sino como si las hubiese compuesto él mismo y ofrezca a 78
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7. Y YO, ¿QUIÉN SOY?
Dios su propia oración, con una profunda contrición de corazón, o al menos crea que estos salmos están hechos expresamente para él en particular y reconozca claramente que todas las verdades encerradas en ellos no se han cumplido solamente en David sino que se cumplen aún y se verifican diariamente en su propia persona". Así se expresaba el abad Isaac en el siglo IV .
rey, un enfermo, un inocente, cuando yo no lo soy. Imprecaciones, deseos de venganza, etc). Mi experiencia personal, sobre todo la de aquí y ahora, debe ser superada. ¿Cómo?
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Para que esto sea posible, con frecuencia, es importante, ir más allá del sentido literal del texto. Por ejemplo, cuando se nombran lugares geográficos bíblicos o realidades del pasado, puedo descubrir, con toda comodidad en ellas el sentido simbólico: Jerusalén como centro de reunión, Babilonia como tierra de exilio, el Templo como lugar de la presencia de Dios, el éxodo de Egipto como el paso pascual de la muerte a la vida . Sin embargo, hay que confesar, que existen textos en primera persona en los cuales no me puedo insertar fácilmente (un perseguido, un 2
Yo: Nosotros El hombre bíblico nunca es considerado aislado. Está en una historia y en un pueblo, hasta el punto de encontrar en él su identidad y el sentido último de su itinerario personal. Ha necesitado muchos siglos para descubrirse como un yo autónomo y responsable. Y el sentido de pertenecer a una comunidad sigue siendo muy fuerte. En los salmos, esto se ve ilustrado por el hecho de pasar, a veces, del " y o " al "nosotros" con una facilidad que desafía todas las reglas de nuestra lógica gramatical. Un ejemplo entre otros muchos lo encontramos en el salmo 44: " O h Dios, con nuestros propios oídos lo oímos, nos lo contaron nuestros padres [...] Tú sólo, oh Rey mío, Dios mío [...] Por tu nombre pisábamos a nuestros agresores. No estaba en mi arco mi confianza, ni mi espada me hizo vencedor" (Sal 44, 1.5-7).
1 Jean Brémond, Les Peres du Désert, i. Gabalda, París 1927, 3 ed., p. 4 8 5 citando a Juan Casiano, Conferencias, X ("Sobre la orac i ó n " ) , 11. 2 " L o s salmos nos hablan de Jerusalén, de Israel, elevamos nuestras miradas hacia la 'verdadera Jerusalén', la de 'lo alto', hacia el 'Israel de Dios' (cf Ga 4, 26; 6, 16), hacia el pueblo cristiano y hacia la Iglesia. Sin dificultad alguna, veremos en las persecuciones sufridas antaño por Judea, la fiel imagen de las luchas seculares de la Esposa inmaculada de Jesús; con los himnos celebramos el triunfo del Salvador y de su Cuerpo Místico. Para la Iglesia y sus miembros pediremos la salvación y la paz. [...] Las mismas maldiciones que traicionan las pasiones religiosas de los salmistas más sublimes (cf final de los salmos 104 y 139), las aplicaremos a los enemigos de la causa de Dios [¡al demonio, sobre todo!]: ojalá lleguen a ser impotentes para perjudicar a las almas" (Jean Julien Weber, Le Psautier. Texte et commentaires, édition refondue, Desclée, Paris 1968, p. Lili).
Todo ocurre en estos casos como si el " y o " o el "nosotros" se pudiera emplear indistintamente. El " y o " no está encerrado en su subjetividad, se abre a un "nosotros". Se impone a una solidaridad histórica y a una comunidad de destino con un pueblo y, a
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fin de cuentas, a toda la humanidad, puesto que el hombre, con todos sus sentimientos, toda su realidad y toda su historia, se ve asumido en la "historia sagrada".
exaltación a la derecha del Padre y en el misterio de su Cuerpo, la Iglesia. La Eucaristía es el memorial que actualiza, hace presente entre nosotros este misterio. En ella se apoya la confianza que inspira nuestra oración al Padre. Nuestra solidaridad con todos los que sufren se ha hecho infinitamente más fuerte, pues todos formamos un solo cuerpo, estamos unidos en la Carne y Sangre de Cristo. Lo que yo hago o lo que no hago a cada uno de ellos, es a Cristo a quien se lo hago o no. Al asumir nuestra humanidad, Dios nos ha hecho entrar en el misterio de su unidad.
El hombre bíblico se siente llevado con toda naturalidad a transcurrir en la historia que ha modelado a su pueblo. Intenta revivirla: esclavitud, liberación, travesía del desierto, entrada en la tierra prometida. Todo lo que le ocurre de bueno o de malo encuentra su verdadero significado, no en relación con él mismo, sino con relación a la historia pasada que continúa desarrollándose y cumpliéndose en su propia historia hasta el "Día del Señor", su fin.
De este modo todo se convierte para él en objeto de "memorial" en el que pasado, presente y porvenir se desenvuelven en una misma y única cualificación: la de la fidelidad y el amor gratuito de Dios, al que responde el amén fiel del pueblo entero.
Los textos de los salmos, que desbordan el yo individual, encuentran sentido por medio de los que viven actualmente esas situaciones. Sus gritos y sus alegrías son los que se expresan por mis labios. Yo presto mi voz a los que no tienen voz, que con frecuencia son los pobres, mi fe a los que no creen, mi confianza a los desesperados, mis palabras de perdón a los que odian. Y esto no es una ficción piadosa: en Cristo formamos un solo ser. Por otra parte, yo comparto esta pobreza, esta incredulidad, esta desesperación, este odio, en los repliegues escondidos de mi corazón. Comparto también, aún más misteriosamente, lo que hay de santidad, de inocencia, de amor y de adoración en el corazón de mis hermanos. La oración del pobre, igual que la del ¡nocente, que parecían venir de fuera, surge misteriosamente de dentro, de la memoria común de la raza humana, de sus heridas profundas y de sus esperanzas de eternidad. " Y o " me desborda por todas partes.
Evidentemente para nosotros, esta historia encontró su final en la pasión y resurrección de Cristo, en su
Es muy importante para el monje solitario el desprenderse de los límites estrechos de su propia subje-
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El Señor al que se dirige es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. En el día de la desgracia, para pedir al Señor "Álzate, oh Dios, a defender tu causa" (Sal 74, 22), el salmista se acuerda y recuerda a Dios las razones por las que no puede abandonar al pueblo, que es el suyo: "Acuérdate de la comunidad que de antiguo adquiriste, la que tú rescataste, tribu de tu heredad [...] y del monte Sión donde pusiste tu morada [...] Mira a la Alianza" (Sal 74 2.20).
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
7 Y YO, ¿QUIÉN SOY?
tividad, para dejarse invadir por la oración de la Iglesia, de la humanidad, incluso del cosmos. Esta oración encuentra su expresión suprema en la plegaria eucarística. Se puede cultivar esta apertura del corazón por medio de la meditación y por la oración personal. Las preces del Oficio , por ejemplo, deben ser asumidas muy conscientemente en este sentido, y a veces es útil ampliarlas añadiendo intenciones especiales, personales, etc., que nos sean de devoción. Pero el corazón se forja sobre todo en el encuentro con Cristo.
mida en el misterio del Amor divino. Bajo esta luz, todo lo que vive el hombre y es expresado en los salmos adquiere un sentido nuevo. Cuando un hombre pide ayuda, cuando un inocente pide justicia, cuando n enfermo grita su sufrimiento, cuando da gracias a Dios después de haber sido salvado, la verdad plena de cada una de sus palabras se descubre a partir de la vida, de la muerte y de la resurrección de Jesús.
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Gracias a los salmos, la oración de Cristo continúa en nosotros. Su oración durante su paso por nuestra tierra se alimentó y se expresó por las palabras de los salmos. Por ejemplo:
Yo: Cristo La venida de Cristo ha revelado la plenitud del sentido de los salmos. El "sentido espiritual" según la tradición, pues éstos hablaban de Él y prefiguraban su misterio más allá del sentido literal apuntado, enfocado por el autor humano. La lectura en el Espíritu Santo del misterio de Cristo a través de estos poemas, no sólo no deforma el mensaje, sino que nos lo da en toda su plenitud. En el pobre, el justo perseguido, el rey elegido, el Ungido del Señor, encuentran su clave y su esperanza. Hijo del hombre, hecho de nuestra carne, Cristo, se ha hecho semejante a nosotros en todo, desde el nacimiento hasta su muerte. Se ha hecho a sí mismo pecado por nosotros (cf 2Co 5, 21) sin haber cometido pecado. A través de Él, toda la humanidad ha sido 3 Todo Oficio en la Cartuja comprende una oración de intercesión llamada preces [N.d.E.].
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"Sacrificio y oblación no te agradan: entonces dije: 'He aquí que vengo [...] a cumplir tu voluntad'" (cf Sal 40, 7-8 y Hb 10, 1-18). "El oprobio me ha roto el corazón, mi vergüenza y mi afrenta, sin remedio. Esperaba que se apiadasen, pero en vano. No he descubierto a los consoladores" (cf Sal 69, 21 y Me 14, 37.40). "Ellos se ríen de mi caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mí. Extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso. Burla tras burla, me atormentan, rechinando sus dientes contra mí" (cf Sal 35, 15-16 y Me 15, 29-32; Le 23, 12; Jn 19, 15). "Los ojos del Señor están sobre quienes le temen, sobre aquellos que esperan en su amor, para librar su alma de la muerte, y sostener su vida en la penuria" (cf Sal 33, 18-19 y Jn 17, 1-5). 85
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
7. Y YO, ¿QUIÉN SOY?
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (cf Sal 22, 2 y Mt 27, 46). "Muéstranos, Señor, tu amor y danos tu salvación" (Sal 85, 7). Al expresar en forma poética sus pensamientos y sus sentimientos, Jesús ha valorado los salmos en su más alto grado. Y continúa rogando con estas mismas 4
palabras inspiradas en la oración de la Iglesia . Siempre está vivo para interceder en nuestro favor ante el Padre (cf Hb 7, 25). En los salmos, "eran todas las aspiraciones, todos los dolores, todas las esperanzas de los hombres a través de los siglos" las que, estaban condensadas, en primer lugar, en el pueblo judío, las que se habían hundido como un "río enorme de caudal diverso, en el corazón de Cristo, para encontrar al fin a través de él un paso hacia Dios, en una llamada irresistible a su 5
Amor y a su Redención" . 4 " C o m o oración de la Iglesia en su C a b e z a , las palabras y las imágenes de los salmos han j u g a d o un papel determinante en la formación del cuerpo verbal que sirve a los cristianos para expresar su fe. Al leer en los versículos poéticos, los misterios de Cristo: 'Yo te he engendrado hoy', 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?', 'Tú me has ensalzado', 'Este es el día que hizo el Señor', 'Dios sube en medio de aclamaciones', ' S e sienta a mi derecha', etc., la Iglesia ha recibido el lenguaje que estructura sus sacramentos y los misterios de su año litúrgico. C a d a creyente reconoce y nombra lo que vive a través de los signos y los sacramentos de la Nueva Alianza ('El Señor es mi pastor, me conduce hacia las aguas y me hace revivir... Tú preparas la mesa para mí, derramas el perfume sobre mi cabeza. Viviré en la casa del Señor'). La práctica de los salmos es la primera escuela de la oración cristiana" (Salterio ecuménico, p. 353). 5
G. Garrone, Seigneur, dis-moi ton nom, p. 21.
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La voz de Cristo resuena en la queja del pobre en su amor fiel, en la santidad del inocente, en la alabanza y la admiración del poeta. Es su voz la que oigo también en las imprecaciones: el solo, el inocente, el que ha sufrido por amor las consecuencias del pecado del impío para poder salvarlo; sólo Él las puede orar verdaderamente. Es el primero alcanzado por la justicia divina. Quizá esa pueda ser la explicación más profunda de estas palabras de imprecación, así como de las protestas de inocencia que la Palabra de Dios pone en nuestros labios. En la voz de Cristo está la voz de toda la Iglesia, en el cielo y en la tierra, y el enorme rumor de la humanidad en marcha, y del mismo cosmos, también él trabajado por una esperanza sin nombre. No olvidemos el realismo de los salmos: el lugar de la apertura universal de la oración está en la humilde concreción de nuestras luchas, de nuestro amor y de nuestros sufrimientos reales, y no en un mundo imaginario en el cual tendríamos un buen papel por poco precio. En la medida en que participe realmente en el amor, en la muerte y en la resurrección de Cristo, mi corazón, mi yo, se ensancha por medio de esta oración hasta las dimensiones del corazón de Cristo, con toda la anchura, la largura, la altura y la profundidad de su amor (Ef 3, 18). En el límite -¡que sea esa vuestra gracia!- no soy yo quien vive y quien reza, es Cristo quien vive y ora en mí (Ga 2, 20). Entonces, en esa medida, yo soy monje -monos, unificado- uno con Cristo en la unidad de todos. 87
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
" Y o les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno [...] para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos" (Jn 17, 22-23.26).
8 MARÍA Y SU CANTO DE POBREZA
María aparece como la auténtica terminación de Israel. Se sitúa entre el "Resto de Israel", la flor exquisita de la piedad profunda y humilde de los pobres (anawin). Hemos oído las oraciones y las aspiraciones de estos pobres en los salmos. Un día se concentran todas en María, punto de paso entre la Antigua y la Nueva Alianza. María toma en su corazón todo el poder, que ellos tienen, de acogida al Dios que viene. Ella resume esa inmensa espera -dimensión espiritual de Israel- que, por fin, va a engendrar a Cristo. Cada uno de los anawin la preparaba y la anunciaba. El misterio de la Encarnación se cumplió en un profundo silencio: "Cuando descendiste al seno de una virgen, no hiciste ruido alguno" (Antología palatina). Nazaret no era nada en el mundo, era un pueblo Perdido. Pero en su centro había un silencio, una dis88
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8. MARÍA Y SU CANTO DE POBREZA
ponibilidad, una llamada: María está allí, atenta, con su fe despierta.
_como lo había prometido a nuestros padresn favor de Abrahán y su descendencia por siempre"
"Feliz tú que has creído" (Le 1, 45). Su sí la hace entrar en el misterio de su vocación. Se comprometió con toda la fuerza de su juventud en la aventura espiritual que la superaba y en la que ella no era más que la Sierva del Señor. Frente a la novedad de la Encarnación, María expresa su admiración en su Magníficat, expresión vibrante del alma de los pobres del Señor. Puede ser que Lucas haya encontrado este cántico entre los anawin, y que lo haya atribuido a la Hija de Sión. En este caso, Lucas no habría inventado nada al ponerlo en los labios de María, la anaw por excelencia:
e
(Le 1,46-55). La primera parte del poema es una explosión de alegría y una efusión de gratitud. Recuerda el cántico A n a ( 1 S 2 , 1-10). d e
Las maravillas antiguas de Dios se llamaban: creación, éxodo, don de la ley. María es el instrumento de maravillas aún más altas. La vemos llena de admiración ante la conducta divina cuyo poder nos ofrece toda su medida en la debilidad (2Co 12, 9). El Señor se ha inclinado sobre su humilde sierva, o mejor, sobre la humildad de su sierva. La palabra griega "tapeinósis" ha dado mucho trabajo a sus traductores, que por fin la traducen por "condición oscura, escondida" o "bajeza". Generalmente se toma como humildad. El Padre Gelin piensa que lo que mejor aclararía los matices del término es la palabra "pobreza". 1
"Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
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La segunda parte del canto extiende el beneficio de la Encarnación a los que son dignos de ella. No hay duda alguna de que: los que le temen, los humildes y los hambrientos designan a los anawin. La inversión de las situaciones será la revolución mesiánica. El Israel invocado en los últimos versículos es el "Resto", el Israel de Dios (Ga 6, 16). "Aclamad, cielos, y exulta, tierra. Rompan los montes en gritos de alegría, pues el Señor ha 1
En inglés, en la Revised Standard Versión (RSV): The low
state.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido" (Is 49, 13). No hemos dejado de percibir el parentesco que une el Magníficat a las Bienaventuranzas. María es el primer "pobre de corazón". Jesús se parece a su Madre.
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LOS POBRES EN EL NUEVO TESTAMENTO
Los necesitados El término habitual en el Evangelio para designar a los pobres es el de "ptochos" (24 veces). Los pobres aparecen ante todo como necesitados a los que hay que socorrer. "Vende lo que tienes y dáselo a los pobres" (Mt 19, 21). Y también: "En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra el corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad" (Un 3, 16-18). 92
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
En estos textos, numerosos en el Nuevo Testamento, no hay ninguna idealización de la pobreza. Se refieren al punto de vista económico y hablan de los pobres como de unos desgraciados que necesitan ayuda material.
Dar por amor El deber de dar limosna es muy inculcado, sobre todo por Lucas. Es lo mejor que uno puede hacer con sus posesiones. "Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioren, un tesoro que no os fallará en los cielos" (Le 12, 33). "Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros" (Le 11, 41). El término "limosna" no es el único empleado para caracterizar la generosidad de los discípulos de Jesús. Ya Juan-Bautista invitaba a que "el que tenga dos túnicas, las reparta con el que no tiene, y el que tenga para comer, haga lo mismo" (Le 3, 11). Jesús quiere que se le dé a todo el que pida (Le 6, 30), que se preste sin esperar devolución (Le 6, 34-35), que se dé sin contar (Le 6, 38). "Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos. No sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a 94
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LOS POBRES EN EL NUEVO TESTAMENTO
los lisiados, a los cojos, a los ciegos. Y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos" (Le 14, 12-14). No se podría ser cristiano sin la práctica de la caridad. Esta puede tomar diferentes formas: el perdón de la injuria, la oración, etc. El cristiano tiene la obligación de ayudar con sus bienes al que se encuentre en necesidad. En este sentido, la pobreza es un mal del que hay obligación de aliviar a sus víctimas.
El pobre, sacramento de Cristo Jesús va más lejos. Se identifica con el pobre: éste es el vicario, el sacramento de Cristo: Porque tuve hambre, y me disteis de comer. Tuve sed, y me disteis de beber. Era forastero, y me acogisteis. Estaba desnudo, y me vestísteis. Enfermo, y me visitasteis. En la cárcel, y vinisteis a verme [...] Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 35-36.40). ¡Ay de mí! ¿Nos damos cuenta de a quién encontramos en nuestro prójimo?
La comunidad de bienes La caridad fraterna de los primeros cristianos se expresaba por el reparto de bienes. Consideremos los Hechos de los Apóstoles: 95
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
" L a multitud de los creyentes no tenía sino 1 un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común. Los apóstoles daban testimonio con < gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según sus necesidades" (Hch 4, 32-35).
9. LOS POBRES EN EL NUEVO TESTAMENTO
común. La puesta en común de los bienes no es más que una consecuencia de la conciencia que se tiene de formar juntos una sola comunidad, un cuerpo en el que cada uno se sabe solidario de todos. Se trata, no del amor a la pobreza, sino del amor a los pobres, que incita a velar para que nadie se vea necesitado.
El privilegio de los pobres En algunos textos del Evangelio, los pobres
Teniendo en cuenta los casos concretos de Bernabé (Hch 4, 36-37) y de Ananías y Safira (Hch 5, 1-11), es bien cierto que la puesta en común de los bienes no era obligatoria. Los que lo hacían merecían un elogio especial. El texto que acabamos de ver generaliza unos gestos que, en realidad, han debido ser excepcionales, pero que constituyen un ideal, al que se han referido los religiosos de todos los tiempos. ¿Cuál es exactamente este ideal? "Entre amigos todo es común": no en el sentido que cada uno renuncia a lo que posee, sino que pone todos sus bienes a la disposición de sus amigos. El móvil del reparto entre los primeros cristianos es la caridad fraterna. "No existían pobres entre ellos" (Hch 4, 34). Si ponen sus bienes en común es para que no haya pobres entre ellos. Cada uno tiene lo que necesita (Hch 2, 45). Este reparto no se limita a los bienes materiales. Es, ante todo, la unión de los corazones y de los espíritus en una sola fe y en una oración 96
adquieren la figura de privilegiados. La pobreza es presentada como un valor: "Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los cielos. Bienaventurados
los que tenéis
hambre
ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis [...] En cambio, ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque tendréis aflicción y llanto!" (Le 6, 20-21.24-25). A los pobres, a los que ahora padecen necesidad y están afligidos, Jesús les promete la felicidad del Reino de Dios. La inversión de las situaciones se verifi97
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
ca también en el sentido opuesto: los ricos son compadecidos. ¿Cómo comprender esto?. Sabéis bien que hay dos reacciones de las Bienaventuranzas en el Evangelio: una en Lucas y otra en Mateo. Lucas es muy concreto: se trata de los que son pobres de bienes materiales y de alegría. La inversión de las situaciones parece ser automática. Nos hace pensar en el cántico de Ana y en el Magníficat de Mana, en los pobres que muestran sus miserias ante Dios en los salmos. No hay que perder de vista este terreno algo escandaloso de las Bienaventuranzas. Recordemos, sin embargo, que el auditorio de Jesús, los pobres a quienes se dirigía, englobaba a los pequeños propietarios, poseedores de casas y barcos de pesca (por ejemplo entre los apóstoles), artesanos, gente que nunca comía hasta saciarse, enfermos e ignorantes. En una palabra, en gran parte gente de condición modesta y humilde, que tenía en común un oscuro deseo del Reino: unos anawin. Mateo, sensible a las resonancias espirituales de la palabra anawin que subyace en el griego ptochoi en la primera bienaventuranza, lo explícita en dos bienaventuranzas: "Bienaventurados los pobres de corazón, porque de ellos es el Reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 98
y.
LUS H J B R t S tl\ tL N U h V U I hS l A M t N IO
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados" (Mt 5, 3-6). Mateo, más allá de las condiciones materiales de la pobreza, pone en evidencia la necesidad de algunas disposiciones interiores: hay que tener un corazón de pobre para poder acoger el Reino de Dios. Añade tres bienaventuranzas que van en el mismo sentido: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5, 7-9). Jesús anuncia el Reino que ha de venir, que ya está aquí. La proclamación de las bienaventuranzas responde a las promesas mesiánicas. Jesús se aplica a sí mismo la profecía de Isaías (Is 61, 1 -2 y Le 4, 18-19): Dios lo ha enviado para "anunciar la buena nueva a los pobres". En su persona, el mismo Dios viene para establecer su Reinado entre los hombres, de manera definitiva. La espera del Reinado de Dios está condicionada por el ideal real que Israel comparte con los pueblos del Próximo Oriente antiguo. La función primordial del rey es asegurar la justicia de sus subditos. Los hombres tienen tal condición que los poderosos y los ricos tienen tendencias a abusar de sus medios para oprimir y 99
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explotar a los débiles y a los pobres, aunque sólo sea porque son inconscientes de la injusticia de las estructuras establecidas. Y los pobres, incapaces de defenderse, cada vez se hunden más en la miseria. (Esta tendencia se verifica en nuestro tiempo a escala planetaria entre los países desarrollados y el tercer mundo). Es obligación del rey restablecer el equilibrio. Es el protector titular del pobre, del huérfano, del oprimido. La justicia que debe impartir a sus subditos consistirá en garantizar al débil su derecho frente al hombre poderoso, en reprimir al rico que atentase contra los derechos del pobre. En Israel, Yahvé es el rey de su pueblo. Forzosamente hemos de reconocer, sin embargo, que la suerte del pobre en Israel no es más envidiable que en cualquier otro país vecino. Esto se explica diciendo que Yahvé no ha establecido aún su Reinado sobre la tierra. ¡Pero este Reinado llegará! Será una brillante manifestación de su justicia y de su amor a favor de los pobres, de los que sufren y están desamparados: "Oirán aquel día los sordos las palabras del libro, y liberados de la sombra y de las tinieblas los ojos de los ciegos verán. Los humildes (anawim) volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres (ebyónim) se regocijarán en el Santo de Israel" (Is 29, 18-19).
9. LOS POBRES EN EL NUEVO TESTAMENTO
n primer lugar, su fundamento teológico en la acción de Dios, en su justicia y su amor, y no en ninguna superioridad espiritual de los pobres en cuanto tales. Precisamente el Reinado de Dios debe abolir el mal de la pobreza y de la injusticia.
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La tradición judía espera una realización material y literal de estas promesas. Es uno de los argumentos contra la aceptación de Jesús como el Mesías: los pobres siguen siendo pobres. No se ve una intervención espectacular por parte de Dios para dar un vuelco de repente a la situación como lo hacían esperar algunas tradiciones apocalípticas. El Reino que Jesús anuncia es distinto. La victoria sobre la pobreza, sobre el sufrimiento y la muerte se realiza a través de las tinieblas luminosas de la Cruz. Sin embargo, Jesús manifiesta la solicitud de Dios hacia los pobres, su voluntad de dar fin a sus sufrimientos. Para entrar en los sentimientos que Dios manifiesta, debemos rodear a los pobres de un amor especial. Todo esfuerzo para eliminar la pobreza y la injusticia contribuye a establecer el Reinado de Dios en la tierra, en la medida en que es fruto del amor. Porque este Reino es, en primer lugar, un don espiritual ofrecido al corazón y a la libertad. De ahí el valor fundamental de la redacción de Mateo.
Se comprende que el anuncio de la venida del Reinado de Dios, constituya una buena nueva precisamente para los pobres y los desgraciados: ellos serán los beneficiarios de este Reinado. Su privilegio tiene,
Jesús no ha hecho bienaventurada una condición social. Un pobre (materialmente hablando), puede tener un corazón lleno de avidez; un rico (materialmente hablando), puede tener un corazón libre y desprendido. Únicamente la fe confiada abre al hombre a la gracia de Dios. Esta apertura a Dios es lo que llama-
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mos pobreza espiritual. Todo viene de Dios, incluso nuestras disposiciones espirituales más íntimas. Su don es siempre primero. Sin embargo, no nos salvará sin nosotros, sin nuestra cooperación. Nos concede justamente el poder libremente abrirle nuestras manos y nuestro corazón, decirle sí. Que la pobreza real sea un camino privilegiado hacia la pobreza de corazón, un terreno en el que germina más fácilmente, que valga la pena aceptarla y, en determinados casos, buscarla, esto es absolutamente cierto y se repite en el Evangelio. La pobreza material tiene un valor real como condicionamiento y presupuesto de una actuación religiosa. Por otra parte, los escritos apostólicos ponen de relieve con toda claridad el hecho de que la Iglesia primitiva estaba formada sobre todo por pobres en el sentido concreto de la palabra: "¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que le aman?" (St 2, 5). Pablo nos indica la razón de ello: el pobre no corre el riesgo de creerse la fuente de su salvación y enorgullecerse por ello. "Dios ha elegido lo necio del mundo para confundir a los sabios; Dios ha elegido lo débil del mundo para confundir lo fuerte; Dios ha elegido lo plebeyo y despreciable del mundo, lo que no es, para reducir a la nada lo que es, para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual Dios hizo por nosotros sabiduría, justicia, santifi102
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cación y redención, a fin de que, como dice la Escritura, 'el que se gloríe, gloríese en el Señor'" (1Co 1, 27-31). Los esfuerzos de los traductores de Mateo (Mt 5, 3), para trasmitir los matices del texto demuestra que todo esto está ya implícito en él. '"Bienaventurados los que tienen un alma pobre', ha traducido excelentemente Osty: 'Aquellos que son conscientes de su impotencia para satisfacer sus aspiraciones hacia el Reinado de Dios', aquellos que están 'convencidos de su indigencia espiritual y de su necesidad de redención'; los que se abandonan totalmente en Dios, no teniendo su punto de apoyo en ellos mismos; 'los indigentes humildes, que son tan humildes que mendigan sin cesar la ayuda divina'; aquellos cuya disposición de 'clientes' los hace aptos para acoger el Reino de Dios y la Consolación de Israel (Le 2, 25), y la redención de Jerusalén (Le 2, 38). En una palabra, los herederos de la descendencia mística de Israel, cuya cima hemos alcanzado en el alma de María, en el momento decisivo de la Encarnación, cuando, por medio de ella, la humanidad se abrió totalmente al Dios de lo Alto. Se puede decir que esta palabra define la actitud espiritual, fundamental del cristiano" . 1
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Albert Gelin, op. cit, p. 146.
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No olvidemos decir unas palabras sobre nuestro amigo san Pablo. En materia de pobreza, está considerado como alguien cuya existencia se vio tan conmocionada por la revelación de Cristo que a su lado casi nada cuenta ya. Las condiciones concretas, terrenas, de la vida del cristiano, no son esenciales. Que cada uno realice en el estado en que se encuentre, las exigencias de la nueva economía de la salvación, aunque algunos estados de vida dejan al hombre más libre para entregarse a los asuntos del Señor. "El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen; los que lloran, como si no llorasen; los que están alegres, como si no lo estuviesen; los que compran, como si no poseyesen; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa" (1Co 7, 29-31). 105
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Que el cristiano se guarde, pues, de toda avidez, que corrompe el corazón y divide a los hombres desde siempre.
Pablo no permite la mendicidad y no es nada amable para con los que no trabajan, mientras llega la vuelta del Señor.
"Y ciertamente es un gran negocio la piedad, con tal de que se contente con lo que tiene. Porque nosotros no hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él. Mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores" (1Tm 6, 6-10).
"Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma" (2Ts 3,10).
"Mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría" (Col 3,5). Sin embargo, san Pablo exige de todo cristiano que satisfaga todas sus necesidades por medio de un trabajo apropiado y serio, para no ser objeto de escándalo para los no-creyentes. Es decir, no ser por su culpa y su pereza una carga para el prójimo. "Aspirad a vivir en tranquilidad, ocupándoos en vuestros asuntos y trabajando con vuestras manos, como os lo tenemos ordenado, a fin de que viváis dignamente ante los de fuera, y no necesitéis de nadie" (1 Ts 4, 11-12).
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Y se pone como ejemplo: "Ni comimos de balde el pan de nadie, sino que día y noche con fatiga y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de vosotros" (2Ts 3,8). Aquí se ve claramente el carácter orgulloso y viril de Pablo, y su deseo de libertad. No quiere recibir recompensa más que de Cristo. Su amor por el Señor exige por su parte un gesto gratuito: "¿No sabéis que los ministros del culto viven del culto? ¿Y que los que sirven al altar, del altar participan? Del mismo modo, también el Señor ha ordenado que los que predican el Evangelio vivan del Evangelio. Mas yo, de ninguno de esos derechos he hecho uso. Y no escribo esto para que se haga así conmigo. ¡Antes morir! [...] ¡Nadie me privará de mi gloria! Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria. Es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado. Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio entre107
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gándolo gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio. Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda" (1Co 9 13-19). Para Pablo la actitud cristiana es una actitud, no de desprecio hacia las cosas materiales, ya que sabe muy bien ocuparse de una colecta para la Iglesia de Jerusalén, sino una actitud de libertad radical: todo lo demás es muy secundario, muy pequeño, ante los horizontes inmensos del mundo de Dios que la fe ha revelado. Y él mismo vive todo esto con firmeza. "He aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre, a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 11-13). No es la autosuficiencia voluntaria del estoico. La fuerza de Pablo está en Dios y es para Dios. Y esto no sólo concierne a los bienes materiales, sino también, y sobre todo, a los bienes espirituales: "Aunque yo tengo motivos para confiar también en mí mismo. Si algún otro cree poder confiar en sí mismo, más yo. Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable. Lo que era para mi ganancia, lo he juz108
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gado una pérdida a causa de Cristo, mi Señor. Y más aún; juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión de sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos. No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús" (Flp 3, 4-16). El único bien de Pablo, la única riqueza por la que ha sacrificado todo, hasta su "experiencia" espiritual, es Jesucristo. No que él "posea" a Jesucristo; su pobreza es una tensión extrema hacia delante, hacia la plena comunión con su Señor, en su muerte y en su vida.
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El Evangelio contiene palabras extremadamente duras dirigidas a los ricos y a la riqueza. "¡Ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque tendréis aflicción y llanto!" (Le 6, 24-25). Esto se ve ilustrado dramáticamente con la parábola del hombre rico (pero sin nombre) y del pobre Lázaro. Se oye a Abrahán declarar: "Hijo, recuerda que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado" (Le 16,25). 111
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Tu "felicidad": cerrado sobre sí mismo. Rechazo de toda apertura hacia el prójimo. Inconsciencia más que maldad: un ser fracasado.
¿Por qué? Porque se trata del corazón del hombre. El poder de seducción de la riqueza es tal que se impone una elección al que quiera servir a Dios:
Santiago, de forma vigorosa, se hace eco del Evangelio. La riqueza, con frecuencia va unida a la injusticia: "Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos. Mirad: el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando. Y los gritos de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres. Habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza" (St 5, 1-5). El comentario de Jesús, después de la partida del joven rico al que invitó a seguirle, no es más tranquilizador social. "En verdad os digo: que difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos. Os lo repito: es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios" (Le 18, 24-25). 112
"Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará a otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero" (Le 16,13) En una parábola (Le 14, 15-24), los primeros invitados al festín en el Reino de Dios se disculpan tan acaparados como están por sus posesiones: un campo, unos bueyes, una mujer: "Te ruego me disculpes", "Tenemos otra cosa que hacer": absorbidos por la satisfacción de sus necesidades superficiales, ahogan su deseo profundo. Son sustituidos por "los pobres, los lisiados, los ciegos y los cojos", aquellos que no tienen nada que los retenga. En la explicación de la parábola del sembrador: " L o que cayó en los espinos, ésos son los que, después de oír la palabra, según van caminando son ahogados por las preocupaciones del mundo, el engaño de las riquezas y las otras codicias, y no dan fruto maduro" (Le 8, 14. Mt 13, 22). ' "Las otras codicias". No es la riqueza en sí misma la que hace daño, sino la avidez del corazón que ésta engendra. La riqueza es fácilmente engañadora: acapara todos los pensamientos, apaga nuestro corazón a los bienes de este mundo cuando poseemos riquezas. Por ello Jesús insiste: 113
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"No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroen, ni ladrones que socavan y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón" (Mt 6,19,21). Si nuestro tesoro está en Dios, nuestro corazón, nuestra oración estará en Dios. Es poco inteligente apoyarse en lo que es perecedero y menos que nosotros. "Les dijo una parábola. Había un hombre rico cuyos campos dieron mucho fruto. Y él se preguntaba: '¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?'. Y se dijo: 'Ya sé lo que voy a hacer: demoleré mis graneros, edificaré otros más grandes y juntaré allí todo mi trigo y mis bienes; y entonces diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, como, bebe, banquetea'. Pero Dios le dijo: 'Necio. Esta misma noche te reclamarán el alma. Las cosas que preparaste, ¿para quién serán?' Así sucede al que atesora riquezas para sí y no se enriquece en orden a Dios" (Le 12, 16-21). El rico busca su seguridad en su fortuna. En efecto, el hombre necesita una base en qué apoyarse. Jesús le propone otro fundamento más seguro: "Jesús dijo a sus discípulos: 'Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué 114
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comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. Porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Fijaos en los cuervos que ni siembran, ni cosechan; que no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un codo a la medida de la vida? Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás? Fijaos en los lirios: ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se pudo vestir como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana va a ser echada al horno, Dios así la viste, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer y qué beber y no estéis inquietos, que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo. Y ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de ellas. Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura. No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha determinado daros el Reino'" (Le 12, 22-32). Nuestro Padre sabe que el hombre necesita pan. Que él pida lo que necesita para el día de hoy: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy" (Mt 6, 11). Que él le pida con confianza: "Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y al que llama, 115
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se le abrirá.¿O acaso hay alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le da una piedra; o si le pide pescado, le da una culebra? Por tanto, si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las piden" (Mt 7, 7-11). El Evangelio nos invita a una actitud esencialmente religiosa de total y absoluta confianza en Dios. Hay que ser receptivos, para las cosas y asuntos del Reino, como esos pequeños a los que Jesús ha amado tanto: "Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él" (Le 18, 16-17).
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sus bienes (Le 8, 3). Están Nicodemo y José de Arimatea, que enterraron a Cristo. Está también el rico Zaqueo, que responde magníficamente al Señor: "Daré la mitad de mis bienes a los pobres y, si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruple" (Le 19, 8). Su corazón era libre, o supo liberarse. Además se puede ser rico, no solamente de dinero y posesiones materiales, sino más aún de bienes intelectuales, estéticos e incluso, espirituales. Se puede ser rico de sus méritos, de sus renuncias, de su perseverancia. Nada cierra, con más seguridad, a la gracia de Cristo que esto. En la parábola evangélica (Le 18, 9-14), dirigiéndose a algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a todos los demás, el fariseo, materialmente más pobre, se muestra rico en su complacencia en sí mismo y en su desprecio de los demás, mientras que el publicano, con toda seguridad materialmente más rico, tiene un corazón pobre:
Rico de bienes, pobre de corazón "El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: '¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias'" (Le 18, 11-12).
Hemos pasado insensiblemente del nivel de las necesidades y de la riqueza exterior a una actitud espiritual que se apoya sólo en Dios. Va a menudo unida a una moderación de medios materiales, pero lo esencial no es esto. La verdadera pobreza evangélica es una pobreza interior, donde únicamente cuenta la actitud del corazón. Esto se pone de manifiesto en el caso de los ricos (materialmente hablando) en el Evangelio, que tienen un corazón pobre.
Odioso, ¿verdad? Pero ¡cuidado!, que cada uno se examine en este punto... El monje "modelo" que se cree mejor que los demás...
Están en primer lugar las mujeres que seguían a Jesús y lo asistían lo mismo que a los apóstoles, con
"En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía a alzar los ojos al cielo,
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sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Oh Dios!, ten compasión de mí, que soy pecador'. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no, porque todo el que se ensalce será humillado, pero el que se humille será ensalzado" (Le 18, 13-14). Nosotros nos identificamos, naturalmente, con el "buen" publicano. Pero, ¿esto es verdad? He notado que algunos jóvenes tienen dificultad con la fórmula de la Oración de Jesús (calcada, en parte, de la oración del publicano): "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador [o de nosotros, pecadores]". No nos sentimos pecadores hasta ese punto. Se entiende, son jóvenes... El Apocalipsis de Juan tiene un texto dirigido, esta vez, a los oídos cristianos, que no es menos fuerte. Es un texto que me gusta mucho: detrás de su acritud, hay una promesa magnífica, de oro purificado, de vestidos blancos, de vida reencontrada: "Escribe el Ángel de la Iglesia de Laodicea: Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios. Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca. Dices: 'Soy rico; me he enriquecido; nada me falta'. Y no te das cuenta que tú eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vesti118
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dos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y colirio para que te des en los ojos y recobres la vista" (Ap 3, 14-18). En el silencio de la oración, en el fondo de nuestro corazón todos nos sabemos pobres, precisamente ante el Amor que nos ama con pura gratuidad.
La gratuidad del amor La verdadera pobreza, no es la ausencia de bienes, sino que es saber dar todo, no apropiarse nada de los dones de Dios, devolverlo todo por medio del servicio al prójimo, o por la acción de gracias, o por la alabanza alegre, o en fin, por gestos gratuitos que a veces pide el Espíritu. ¿Con qué derecho? Con el derecho soberano y libre del Amor. No debemos reducir la pobreza evangélica a una cosa mezquina, solamente útil. La pobreza es carismática, fruto del Espíritu Santo; a veces se reviste con una magnanimidad que da sin contar, en razón de un gran amor. El amor es gratuito y debe expresarse gratuitamente. Recordemos a María de Betania ungiendo los pies de Jesús con un perfume precioso cuyo importe podía haber sido repartido entre los pobres, como anota Judas. El Señor justifica a María: "la extravagancia" es, a veces, el lenguaje adecuado y necesario del amor en la verdad irreducible del momento singular. "A los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero 119
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a mí no me tendréis siempre". Pero escuchemos el texto de Juan. "Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania donde se encontraba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le ofrecieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos, y la casa se llenó del olor del perfume. Dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: '¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?' No decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: '¡Déjala! Ella lo guardaba para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis'" (Jn 12, 1-8).
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digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir" (Me 12, 41-44).
De una manera más humilde, la viuda pobre que echa todo lo que posee en el cepillo del templo, nos da la confianza de que nuestra ofrenda, por pobre que sea, será medida por nuestro amor. "Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: Os 120
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La vida de Jesús de Nazaret está de acuerdo con sus enseñanzas. Nació en una familia trabajadora, en un pueblo oscuro. Creció en medio de un pueblo sometido a las molestias humillantes de una ocupación militar. Se ganó la vida con el trabajo de sus manos. No vivió en la miseria, pero sí con el modesto nivel de vida y la sencilla dignidad de un trabajador artesano de su tiempo. El Evangelio no nos habla de que tuviera posesiones propias, pero lógicamente debía poseer las herramientas normales de su oficio. No hizo estudios superiores, pero recibió como cualquier otro judío de su tiempo, una educación elemental, pero noble, por estar basada en la Biblia. Parece haber vivido de una manera normal, sensible a la belleza natural, observador sagaz de los caminos humanos, ocupando su puesto en los ritos ordinarios de una vida social modesta, aunque no se haya casado. Se ha podido oponer su modo de vida a la vida ascética de Juan el Bautista. Pero se sabía, por sus 123
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frutos, la gran profundidad de la vida espiritual de intimidad con el Padre que se escondía bajo esa forma de vida tan corriente. Desde el momento de su entrega en el mundo, se desposeyó de su voluntad propia. Venía para hacer la voluntad de su Padre, y su alimento, durante toda su vida, fue justamente el hacerla. Los treinta primeros años de su vida se pasaron en un anonimato casi completo, el anonimato de una vida ordinaria, escondida por su misma sencillez. Cuando comienza su misión pública, sus vecinos de Nazaret se quedaron extrañadísimos: "¿Quién se cree que es para enseñar así? Si lo conocemos muy bien. Es el hijo del carpintero. Todo el mundo conoce a María, su madre. No hay nada que justifique sus pretensiones. Entonces, ¿quién se cree que es?" (cf Mt 13, 54-58; Me 6, 1-6; Le 4, 16-30). Desde el principio de su vida pública, cuando se haga bautizar por Juan y que el Espíritu Santo lo con-
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EL CRISTO POBRE
Pero Él sabe que el Padre lo escucha siempre, cura a los enfermos y hace milagros por su poder divino, se sabe poseedor del secreto del Reino. En un texto notable expresa esa conciencia de Hijo frente al Padre, presentándose, paradójicamente, al mismo tiempo, como un anaw, un pobre, dulce y humilde de corazón : 1
"Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre; nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 25-30).
duzca al desierto para ser tentado, rechaza los caminos de la gloria humana, incluso los del prestigio sobrenatural. Armado únicamente con la Palabra de Dios y su abandono total a la voluntad del Padre, por obediencia al Padre emprende el camino del Siervo de Yahvé, el camino oscuro del sacrificio voluntario. En Él se realizan las profecías del Mesías: Hijo del Hombre, Rey humilde, Siervo sufriente. Rechaza las perspectivas de un mesianismo triunfante o terreno. Es liberador, salvador por la Cruz. Vence la miseria, asumiéndola, haciéndose pobre con los pobres. 124
¡Qué pura transparencia debía ser Jesús para que sus propósitos no pareciesen los de un loco o los de un orgulloso! "Todo me ha sido entregado por mi Padre [...] Venid a mí [...], que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso". Si hubiese dicho "porque soy omnipotente" o "sabio", hubiese sido más fácil de comprender; pero, "humilde de corazón", ¡como si tuviera que excusarse por el inmenso don 1 Los exegetas adivinan, detrás de estas dos palabras, la única palabra hebrea "anaw" en el texto fuente.
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que ofrecía al hombre!... "No tengáis miedo. Me pongo más bajo que todos vosotros, me hago servidor de todos". Únicamente el que es plenamente humilde puede hacer un don tan grande sin quitarnos nuestra libertad. No puedo dejar de unir a este pasaje, otro de Marcos:
autoridades religiosas, la contradicción, el fracaso, la decepción, Jesús ha conocido todas estas cosas. Finalmente ha conocido la desnudez total de un acusado, el juicio, el odio contra Él, los golpes, la flagelación, la deserción de sus discípulos, la soledad, el suplicio de la Cruz y la muerte.
"Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no recibe el Reino de Dios como niño, no entrará en él" (Me 10, 14-15).
Pablo nos hace acceder a una comprensión más profunda de la pobreza de Cristo. En Flp 2, 6-11 (volvemos siempre a los mismos textos fundamentales, pero vistos desde ópticas diferentes) se nos revela una kénosis, una pobreza que hunde sus raíces hasta el seno de la Trinidad.
La humildad y la sencillez en la acogida del Reino responden a la humildad y a la sencillez del que nos lo ofrece. Y "quien me ve, ve al Padre" (Jn 14, 9). Durante los últimos años de su vida, Jesús se consagró enteramente a la predicación pública. Predicador itinerante, no tuvo dónde reclinar su cabeza. Se deja acaparar por la muchedumbre hasta el punto de no tener tiempo para comer. Pasa las noches enteras en oración. Él y sus discípulos estaban asistidos por algunas mujeres que poseían bienes. Tenían una bolsa común. Eran recibidos por algunos amigos hospitalarios, pero, con toda evidencia, Jesús vivía lo que enseñaba: ese abandono confiado en las manos de su Padre con el que contaba para el pan de cada día.
"Él [Cristo Jesús], siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo, y, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre, se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz".
Se dedicó totalmente al Reino como algo que está más allá de todo valor humano. Casto, pobre, obediente a la voluntad paterna que, poco a poco, se le va revelando, marchaba hacia su hora. El hambre, la sed, la fatiga, la sospecha, el rechazo por parte de las
Cristo no ha dejado de ser Dios al hacerse hombre, pero ha renunciado a las prerrogativas divinas, a la gloria a que tenía derecho, para asimilarse en todo a los hombres concretos que venía a salvar. La misma Encarnación es ya un desprendimiento, pero el proceso continúa y alcanza su apogeo en la muerte y en el descenso a los infiernos. Cristo debía descender hasta el punto más bajo de la existencia humana por medio de la experiencia inimaginable del infierno, de la ausencia total (a nivel experimental) de Dios, de la distancia máxima, con el fin de salvar todo, transformar y trasportar a
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Dios (pues, dicen los Padres, que sólo lo que es asumido es curado y salvado: san Gregorio de Nacianceno). "Aquel que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, a fin de llenar el universo" (Ef 4, 10). Este trayecto de envergadura cósmica debía tocar el punto más bajo para subir al punto más alto.
EL CRISTO POBRE
Eso ha sido vivido en un grado nunca alcanzado antes que Él. Pues a los muertos del Antiguo Testamento les quedaba siempre la luz de una esperanza en Aquel que tenía que venir. Solamente con la muerte de Jesús se puede proponer la elección definitiva y absoluta. Solamente con Él, el infierno como "lugar" o estado de separación eterna de Dios, empieza a existir . El mismo Jesús es el primero en experimentar la muerte total, la segunda muerte del condenado. La compasión de Cristo ha ido hasta un límite, en todo rigor impensable, pues esta experiencia de la muerte es incompatible con una esperanza de resurrección. 4
El misterio del sábado s a n t o
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El descenso a los infiernos, bien atestiguado en la Escritura, es el misterio del Sábado Santo. Quizá el punto más oscuro del misterio de la muerte de Cristo. Para los teólogos (santo Tomás, san Agustín, etc.), este descenso se hizo necesario por la solidaridad de Jesús con los hombres pecadores. "Él debía sufrir el castigo total del pecado, a fin de expiar la culpa por entero": no sólo la muerte del cuerpo, sino también la pena del alma, es decir, la privación de la visión de Dios. Para salvar a los que murieron antes que Él, Cristo debía bajar al reino de la muerte, con toda verdad, como muerto. Y la experiencia de la muerte, antes de que el Padre le resucite, es la experiencia de la ausencia de la vida, de la soledad, de la nada. "Entre los muertos, no hay ninguna comunicación viva. Ser solidario significa, en este caso, compartir la soledad" . 3
Nicolás de Cusa ha hablado profundamente de la pasión de Sábado Santo: " L a visión (visio) de la muerte por el camino de la vivencia inmediata (via cognoscentiae) es el castigo más completo. Ahora bien, dado que la muerte de Cristo fue completa por haber visto la muerte por propia experiencia, por haberlo elegido así, descendió el alma de Cristo al infierno (ad inferna), donde se da la visión de la muerte. Pues la muerte recibe el nombre de infierno (infernus) y procede de lo más hondo del infierno (ex inferno inferiori). Lo más hondo del infierno se sitúa donde se ve a la muerte. Cuando
2 En estas consideraciones sobre el Sábado Santo, me inspiro a veces textualmente en Hans Urs von Balthasar, Mysteriun Salutis, III, " E l misterio pascual", sección 4 : 'Entre los muertos (Sábado Santo)', Cristiandad, Madrid 1972 ( 2 ed.), p. 738 ss. 3 Hans Urs von Balthasar, op. dt, p. 749. Aquí la teología llega a sus límites, y en este estadio todo intento de comprensión es más o menos discutible. Personalmente me confieso superado: un vivo ¿puede hablar realmente de la muerte?
4 Hablamos en términos de tiempo y espacio, de realidades espirituales que trascienden nuestras categorías de pensamiento. No tenemos otro lenguaje. Lo que decimos es, pues, forzosamente muy inadecuado e inexacto. En lo que concierne al tiempo, hay que corregir "prioridad temporal" por "prioridad ontològica", si esto puede aportar alguna luz.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
Dios resucitó a Cristo, le sacó, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, del infierno inferior, tras liberarle de los tormentos del infierno (solutis doloribus inferni). Por ello dice el profeta: 'No dejó mi alma en el infierno'. El sufrimiento de Cristo, el mayor que pensarse puede, fue como el de los condenados que no pueden ya estar más condenados. Es decir, que llegó hasta sufrir las penas del infierno (usque ad poenam infernalem) [...] Él es el único que, con una muerte así, entró en su gloria. La pena de sentido quiso pasarla igual que los condenados en el infierno para glorificar a su Padre, para enseñar que hay que obedecerle aun a costa de los mayores sufrimientos (quod ei oboediendum sit usque ad extremum supplicium). Es decir, que a Dios hay que glorificarle de todos los modos posibles y para nuestra justificación, lo mismo que Cristo" . 5
La experiencia de sufrimiento que tuvo Cristo durante la pasión fue auténtica y asumida libremente en un combate contra los poderes del mal. Nos encontramos aquí en el orden de la acción. La experiencia del Sábado Santo es contemplativa y pasiva: una visión de la muerte - e n la cual Cristo se hace uno con el objeto de esta visión: " L a segunda muerte, que a su vez coincide con el puro pecado como tal, no anejo a hombre concreto alguno ni encarnado en una existencia viva, sino abstraído de individuación y con5 Excitationes, lib. 10 (edición de Basilea 1565), p. 659, citado por Hans Urs von Balthasar, op. cit, p. 7 5 2 .
EL CRISTO POBRE
templado en su realidad desnuda en cuanto pecado (pues el pecado es una realidad)" -, el caos, el mal puro, el abismo de la no-vida, del no-amor. Por haber bajado allí, Cristo, en su resurrección, recibe poder sobre este estado de reprobación total. 6
Pero no olvidemos que esta solidaridad de Cristo con la muerte está englobada, como consecuencia extrema, en la misión redentora de Jesús y en su obediencia al Padre. El Padre lo envía al infierno, pues los muertos "deben oír la voz del Hijo de Dios" (Jn 5, 25). Su experiencia de la profundidad última de la existencia ha trasformado lo que era una prisión en un camino. Libre entre los muertos, el Señor, inocente de todo pecado, aporta, al resucitar, la liberación de la muerte segunda. Aporta la victoria de la vida al atravesar el caos en virtud de la misión que ha recibido del Padre. Incluso el infierno pertenece desde este momento a Cristo. Este descenso se repite cada vez que el Señor baja al caos de un corazón pecador, a las profundidades de un alma desesperada, para llevarle la liberación de la esperanza y de la vida. Inversamente, los Padres nos invitan a participar en espíritu a la bajada del Señor a los infiernos. ¿Cómo? Con nuestra meditación, sin duda, pero parece que el Señor llama a algunos a una participación real en su soledad absoluta del Sábado Santo. Las "noches" de los místicos (experiencias como las del starets Silouan: "Permanece en el infier7
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Hans Urs von Balthasar, op. cit, p. 754.
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Participación real, pero jamás tan radical, en la experiencia
de Cristo.
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LAÌ> K l U U t Z A b U h L A K J B K L Z A
no y no desesperes") y también, quizá, de grandes enfermos psiquiátricos. El Señor está presente en todas estas soledades oscuras; no hay ningún abismo del sufrimiento humano, de la pobreza humana, que no haya sido asumido y curado en Él. Nosotros, monjes solitarios, sepamos que existe un Sábado Santo en el que la pasión del Viernes aparece sin valor y sin esperanza. Sepamos esperar en este desierto que es el dominio de la muerte, estar muertos con Dios muerto, para resucitar con el Señor de la vida. La pobreza en Cristo puede llegar hasta ahí. No tengamos miedo: Cristo ha vencido a la muerte, Cristo ha resucitado. ¡Ven, Señor Jesús!
13 POBREZA Y COMPARTIR
La pobreza no es un fin en sí mismo, está al servicio del amor. Consideremos un momento, bajo este aspecto, la pobreza de Cristo. Para obtener el sentido profundo necesitamos llegar hasta su raíz: la comunión de la Santísima Trinidad.
Comunión de amor En el corazón de esta vida trinitaria, existe tal intercambio entre las tres personas que todo es absolutamente común a ellas y cada una sólo tiene propio lo que la desapropia totalmente y la constituye exclusivamente como una relación, subsistente y personal, con las otras dos. El yo de cada persona no es más que una relación subsistente con el que es amado. Lo que hace que el Padre sea Padre es que Él da su naturaleza, todo lo que es, al Hijo, no reteniendo para Él -si podemos decir así- más que su relación de paternidad, por lo cual se relaciona esencialmente con el Hijo. Lo que hace que el Hijo sea Hijo es que Él devuelve al Padre la 132
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
naturaleza divina que ha recibido, no reteniendo para Él más que su relación de filiación, el hecho de ser engendrado por el Padre. Lo que hace que el Espíritu Santo sea Espíritu Santo es que Él se relaciona con el Padre y el Hijo en un don total de todo lo que Él es, no reteniendo para sí mas que el ser "espirado" por el Padre y el Hijo como el amor que los une. El rostro humano de Dios La historia humana de Jesús es la revelación de esta vida eterna. Jesús es el Hijo, el que ora diciendo "Padre". Es uno con el Padre. "El Padre y yo somos una sola cosa" (Jn 10, 30), hasta el punto que "todo lo mío es tuyo [Padre] y lo tuyo mío" (Jn 17, 10). Junto con el Padre, Él es la fuente del Espíritu: "El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo" (Jn 14, 26). Su designio es hacernos entrar en esa vida divina: "Para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí" (Jn 17, 22-23). Jesús es, como hombre, lo que es como Dios: pobreza que recibe todo, humildad que no se apropia de nada, amor que se da enteramente, que devuelve todo al Padre en la adoración y la acción de gracias. En la aflicción de su muerte humana, Jesús lanza el grito de su eternidad: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" (Le 23, 46). La pobreza de Dios El Hijo es la imagen del Padre: "El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Jn 14, 9). Por tanto la pobre134
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za del Hijo es la imagen de la pobreza del Padre. ¿Cómo concebir un Dios pobre, ese Dios del que los salmos celebran la gloria, la omnipotencia, la trascendencia absoluta? Esto es posible porque, al revelar el secreto de su corazón en Cristo, Dios se muestra como Amor. Su gloria, su omnipotencia, su trascendencia, son la gloria, la omnipotencia, la trascendencia del Amor. Eso trastorna de tal modo nuestra idea "natural" de Dios, que nos vemos obligados a situarnos continuamente ante el Crucificado para ir más allá de la imagen de Dios que construimos incansablemente a partir de nuestra propia imagen. Hemos visto que en la Santísima Trinidad cada persona no es ella más que cuando está fuera de ella. La relación de don de sí, de desposesión, operada por amor es la forma del ser divino. Es por el modo de amar que Dios es, por tanto por el modo de pobreza. Si Dios es Amor, puede ser pobre y humilde. Eternamente el Padre da todo lo que es al Hijo. A cambio se recibe en la gratuidad del amor. Y como libremente quiere amar a su criatura con el mismo amor infinito, da a su Hijo al mundo que ha rechazado este amor. Su omnipotencia se revela omnipotencia de Amor: voluntad de llegar hasta el fin en el don de sí mismo, en la solidaridad, en el sacrificio de sí hasta la muerte, hasta la impotencia paradójica de la cruz: "Mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2Co 12, 9). El Padre se eclipsa detrás del Hijo. La gloria del Creador hay que buscarla ahora en el rostro del crucificado (2Co 4, 6). Dios se hace vulnerable en la carne de su Hijo y en su corazón de Padre. Se hace mendigo de nuestro amor. Recibe su alegría de no135
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
sotros (Le 15, 7). Hay aquí algo que cambia todo, si podemos captarlo, pero eso es tan grande que se escapa a nuestra inteligencia, salvo en intuiciones fugitivas. Un Dios demasiado trascendente me aplasta. ¿Cómo creer que puede amarme, interesarse por el ser ínfimo de un momento que soy yo? Pero si, sin perder nada de su gloria, está ahí, llamando discretamente a la puerta de mi corazón, sin decir nada, mostrando sus manos traspasadas, mirándome con ojos humanos y pacientes, absolutamente pobre... entonces la oración se convierte en otra cosa, en una cosa totalmente distinta.
La pobreza de Cristo Ahora bien, es la realidad. Cristo, por su Encarnación "se ha hecho pobre por nosotros" (2Co 8, 9). Él recibe todo, nos recibe a todos del Padre (Jn 17, 6). Es esencialmente receptivo. Y da todo. No retiene la gloria que le es debida en cuanto Dios; al contrario, se hace esclavo, obediente hasta la muerte (cf Flp 2, 6), a fin de "enriquecernos con su pobreza" (2Co 8, 9). Al recibirnos del Padre como hermanos, Jesús quiere devolvernos al Padre como hijos, como Él es Hijo. Viene a compartir todo con nosotros: nuestra naturaleza humana, su naturaleza divina. Por nuestra parte, aceptar que el Espíritu de Amor nos transfigure a imagen del Hijo, hasta el punto que ya no seamos nosotros quienes vivamos sino que sea Él quien viva en nosotros su realidad de Hijo frente al Padre, esa es finalmente la esencia de la 136
POBREZA Y COMPARTIR
pobreza por la cual damos testimonio de la gratuidad del don divino. Jesús es ese don que el Padre nos da. Es un don vivo. Se entrega Él mismo a nosotros en toda libertad: todo lo que es, todo lo que tiene. Pero se da como Hijo, como aquel que debe recibir todo. Nos enriquece son su pobreza. Está entre nosotros, no sólo como el que da, sino también como el que tiende la mano para recibir. Ha recibido su humanidad de María; su educación, su palabra humana, de su pueblo; no ha desdeñado la amistad de Juan, Lázaro, María de Betania y tantos otros; ha buscado un apoyo en Pedro, Juan y Santiago en la angustia de Getsemaní. Por desgracia, ha recibido de nosotros su suplicio y su muerte. De nosotros también espera la plenitud de su cuerpo; los miembros de su cuerpo los recibe de nosotros. Depende totalmente del Padre, depende también de nosotros en su humanidad. Cristo es pobre ante todos. Nuestra pobreza consiste, en primer lugar, en acoger el don que Dios nos hace en Jesús. Es entrar en el misterio de Dios, uno y trino, conducidos por el Hijo al corazón del amor divino, donde ser pequeño significa ser grande, donde la debilidad se convierte en fuerza, donde la Cruz es el símbolo de la gloria, donde sólo el pobre es rico. Es entrar en la pobreza misma de Dios, por Jesús, en Jesús, como hijos que reciben todo, para dar todo en la acción de gracias y en la adoración. Jesús se da como pobre. No se impone. Se ofrece a nosotros. Depende de nosotros acogerle, dejarle ser 137
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
en nosotros y por nosotros, y vivir en nosotros y por nosotros su único amor por Dios y los hombres. Acogerle no es tomarle ni poseerle como un objeto, sino abrirle nuestro corazón. Si queremos hacer de Él una riqueza, incluso espiritual, mataremos el amor, pues la posesión "para uno mismo" destruye el amor. Cristo es un pobre, aquel que clama siempre desde lo alto de la cruz: "Tengo sed" (Jn 4, 7 y 19, 18), que grita de este modo la indigencia de su amor y su necesidad de nosotros. La sed de Jesús llama a la nuestra. Ante la necesidad infinita de su amor que quiere darse siempre más profundamente, nosotros estamos llamados a profundizar cada vez más en nuestra capacidad de acogida, a destinarle un lugar cada vez más amplio de nuestro corazón, y hacer que, según nuestras posibilidades, otros corazones se abran a Él.
Compartir a Cristo pobre En tanto que comunidad monástica, como Iglesia cartujana, nuestra pobreza consiste en tener todo en común, y como iglesia apostólica, en compartir todo (Hch 2, 42-47 y 4, 32-35).
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POBREZA Y COMPARTIR
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Compartir a Cristo pobre, es reconocernos pobres frente a los demás, como no teniendo nada nuestro, sino dependiendo fundamentalmente de todos nuestros hermanos. Es reconocernos como no "poseyendo" tampoco a Dios. Es ser, frente a los demás, mendigos de Jesucristo, el Dios hecho carne, hecho hermano. Es presentarnos humildemente ante el prójimo con el deseo de acoger a Cristo. El compartir, lo vivimos como pobres, con la mano tendida. Dios se ha hecho carne con toda verdad. Ha asumido nuestra carne humana, la carne de Adán, con sus rostros diversos e imperfectos. No podemos acoger a Cristo en los demás, más que si nos abrimos a ellos tales como Dios los ha hecho y los hace aún. Mendigar Cristo a los demás es pedirles ser ellos mismos tal como son, es pedirles que sean y se conviertan en lo que Dios quiere de ellos. Es demostrarles que no podemos ser nosotros mismos más que si ellos son ellos mismos. Es acoger humildemente el don fugitivo de su interés, de su palabra, de su ayuda, de su amistad, de sus debilidades, de su reserva y también de sus incomprensiones. Es acoger a través de todo esto la carne y las heridas de Cristo.
Pero lo que compartimos, en primer lugar, no es algo. Es Alguien que viene a hacer su morada en nosotros en la medida en que acojamos el misterio de Dios hecho carne. Los unos frente a los otros, la única verdadera riqueza que tenemos para dar o recibir es el mismo Cristo, aunque, justamente, no lo poseamos. Pero eso está bien: en el dominio del amor no se puede ofrecer o recibir más que lo que no se tiene.
En un sentido más profundo quizá, mendigamos Cristo a los demás al pedirles nuestra propia humanidad en lo que tiene de más específico: nuestra capa-
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1 Nuestros "compartir" sobre la Palabra de Dios, nuestras "peticiones de perdón" mensuales, nuestros contactos comunitarios, pueden y deben ser vividos y profundizados en este sentido. Jesús está verdaderamente en medio de nosotros, no como una presencia añadida desde el exterior, sino como el alma que anima nuestras relaciones humanas.
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cidad de abrirnos al prójimo, de conocerlo y amarlo, la recibimos en primer lugar de Él como un don gratuito. Para un niño, es evidente: la sonrisa de su madre despierta la suya. Pero no acabamos nunca de nacer a lo largo de toda nuestra vida, y hay siempre un niño dentro de nosotros que sólo puede acceder a su plena realidad humana gracias al calor de una acogida y de un amor humano. Cuando esto falta, nos convertimos en un ser aislado, sin contacto profundo con otro ser humano, y, tarde o temprano, algo se petrifica en lo íntimo de nuestro corazón. Morimos poco a poco por no amar. Es uno de los riesgos de nuestra soledad. Y, siendo menos hombre, soy menos Cristo . 2
En principio el amor de Dios puede bastar, incluso a este nivel humano, pero de hecho Dios no parece quererlo más que en casos raros y muy excepcionales. Vivimos bajo el régimen de la encarnación: Dios se somete a las leyes de nuestra naturaleza. Por otra parte, nuestra vocación cartujana no nos hace entrar en un régimen de excepción, nos propone una vida en la cual la parte de vida comunitaria debe responder a esta necesidad y facilitar una relación fraterna en profundidad. Al mendigar ésta a nuestros hermanos, verdaderamente es Cristo lo que les mendigamos. Pues la vida que Cristo quiere vivir en nosotros es una vida de amor, y esto no será posible si no hay un corazón
POBREZA Y COMPARTIR
verdaderamente humano, susceptible de ser dilatado por esta nueva vida. Al concedernos ser nosotros mismos, nuestros hermanos dan vida a la imagen de Dios en nosotros, conceden a Cristo ser Él mismo en nosotros.
Dar a Jesús Compartir a Cristo pobre es esperarlo de los demás, es también ofrecérselo a los demás. Ofrecer a Jesús a los demás es ofrecerse uno mismo a los demás, atenta, humilde, realmente, en los gestos y las palabras que usamos cada día. Es compartir sin vergüenza nuestras debilidades, nuestras carencias, nuestras limitaciones. Es también presentar gratuitamente lo mejor de nosotros mismos, nuestros dones, nuestra sonrisa, nuestra alegría, sin reservar nada como un capital personal.
2 A veces, después de haber buscado a Dios en las altas esferas de la teología y de la mística, y quizá haber "volatilizado" un poco el espesor humano de Jesús, el monje debe reemprender el camino de su humanidad con toda sencillez, precisamente para que el rostro de Jesús pueda revelarse a él y la vida de Dios pueda florecer en él.
Para compartir, hay que ser a la vez humildes y humanos. La humildad consiste en ser veraz (lo que se es delante de Dios). Ser humano es reconocerse y aceptarse (y a los demás) a la vez limitado e infinito, teniendo debilidades y grandezas, sabiendo que todo es posible e imposible. Entonces podemos poner en común lo que en el hombre no es nada y lo que en el hombre es todo. Compartir nuestras tristezas y nuestras alegrías, nuestros momentos de oscuridad y nuestras certezas de fe, el niño sonriente que hay en nuestro corazón y el Amor que nace en él, quizá, en la noche negra de la Cruz. Podremos, poco a poco, correr el riesgo de mostrarnos sin máscaras, como somos en realidad, de sobrepasar nuestro miedo al
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
prójimo, la angustia unida al cambio y a la desposesión de uno mismo que este encuentro verdadero podría producir en nosotros. Tendríamos que dejar caer, poco a poco, nuestras defensas que nos deforman y que proyectamos sobre el prójimo para desfigurarlo también; entonces podremos acoger a nuestro hermano y ser acogidos con humanidad en el amor que se construye laboriosamente en la fe. Digo bien, en la fe: fe "natural" en la vida y en el deseo que nacen en lo más profundo de mi corazón y del corazón de mi hermano y que dicen: "Vive, ama, camina hacia la alegría". Fe "sobrenatural": creer que esta vida viene de una Fuente escondida en el fondo de mi ser, que este deseo y este amor surgen de una Presencia, de un Amor que se me ha dado. Por esta razón yo puedo recibir y dar a Jesús con mis manos de hombre. Quizá sea éste un aspecto de la participación en el sacerdocio de Cristo, que da la incorporación a Cristo por el bautismo. Todo cristiano es sacerdote en este sentido y puede ofrecer a Jesús a su hermano en el humilde pan de su cuerpo, de su palabra, de su acogida, de su amor de hombre. Este es mi Cuerpo, entregado por vosotros. Pero él puede rehusar este pan a su hermano que mendiga a su puerta, a su hermano que sólo puede recibir al Señor en este pan, que no puede acoger el Amor más que en el sacramento del amor del pan cotidiano. Puede aislarse en una ciudadela por el orgullo, por susceptibilidad, por autosuficiencia imaginaria o por miedo. Puede creerse rico, invulnerable, cuando es por la herida (la de Cristo y la nuestra) por donde viene la sangre vivificadora... 142
POBREZA Y COMPARTIR
Por el contrario, ser pobre es, como Cristo, romper el pan de su humanidad, darlo total y gratuitamente a sus hermanos; es también recibir de sus manos débiles al Dios de la gloria, el Eterno, el Padre, y convertirse, con ellos, en hijos. Ser pobre es amar, es dejar a Cristo amar en nosotros. "Ten todo lo que quieras; si te falta el amor lo demás no te sirve de nada. Pero si todo el resto te falta y tienes el amor, has cumplido la ley" (san Agustín) . 3
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San Agustín, Comentario a la Primera Carta de san Juan, 5,7.
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14 LA POBREZA EVANGÉLICA EN EL MONACATO PRIMITIVO
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En los primeros monjes cristianos, constatamos una respuesta simple y directa a la enseñanza y al ejemplo de Cristo, en primer lugar a nivel personal, después a nivel social. Dos figuras ¡cónicas ilustran esta respuesta a uno y otro nivel: la del joven rico (Mt 19, 21), y la de la comunidad apostólica (Hch 2, 44, etc.).
Pobreza individual Los primeros monjes son hombres que se sienten interpelados personalmente por la Palabra de Dios e invitados a dejarlo todo para seguir a Cristo. Las pose1 Este capítulo debe mucho al padre M. Olphs-Galliard, S . J . , " L a pauvreté évangélique dans le monachisme primitif" (cap. primero), en la obra colectiva La Pauvreté, col. "Problèmes de la religieuse d'aujourd'hui", du Cerf, Paris 1952, pp. 26-40.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
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siones les atan y les estorban. Se liberan simplemente de ellas, como un atleta se aligera para correr. Toman a la letra la invitación dirigida al joven rico: "Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres; [...] después, ven y sigúeme". -Antonio
(c.
251-356)
Antonio, el primero, muestra el camino. Distribuye a los pobres sus bienes y se enfrenta a la soledad del desierto en una pobreza real. Muchos van a seguir su ejemplo. Antes de Antonio, la marca específica de los ascetas era la virginidad o la continencia. A partir de entonces, la pobreza real y voluntaria se hace inseparable a la renuncia monástica . Es el primer paso, animado por un impulso místico, en el camino de la espiritualidad del desierto. Para buscar a Dios y servir a Cristo, es preciso dejarlo todo de modo concreto. Ellos lo hacen, y sin reservas. 2
LA POBREZA EVANGÉLICA EN EL MONACATO PRIMITIVO
dijo: "Los que renuncian al mundo queriendo guardar riquezas son lacerados así por los demonios que le hacen la g u e r r a " . 3
La palabra de Antonio tenía autoridad, pues él mismo fue tentado. Sus primeras luchas en el desierto lo habían enfrentado con el recuerdo de los bienes que había abandonado. Un día fue una inmensa bandeja de plata que ve en su camino y que desaparece como humo en el momento que descubre la garra del demonio: "¡Guarda tu plata -le grita con desprecioy que ésta muera contigo!". Otro día es un montón de oro el que le hipnotiza. Dándose cuenta del engaño, Antonio salta por encima, "como si hubiese sido por encima del fuego", y se alejó corriendo. " ¡ A h ! - d e c í a - , ¡cuántas veces el demonio me ha presentado oro en apariencia para que lo tocase y lo mirase! Pero en lugar de esto, ¡yo cantaba salmos y él reventaba de despecho! " . 4
Un hermano que había renunciado al mundo y distribuido sus bienes a los pobres, pero se había guardado un poco para él, fue a ver a Antonio. Informado de esto, el anciano le dijo: "Si quieres llegar a ser monje, vete a tal pueblo, compra carne y ponía sobre tu cuerpo desnudo". El hermano lo hizo así, y los pájaros y los perros le desgarraron el cuerpo. Volviendo donde estaba el anciano, éste se informó para ver si había cumplido su consejo. Cuando le mostró su cuerpo lacerado, Antonio le
La pobreza exterior en materia de vestido, de alojamiento y de comida era la expresión de una renuncia interior y fuente de serenidad y alegría espiritual. Esta alegría espiritual que brota de la pureza de corazón ya en las primeras frases que dirige Antonio a sus monjes:
2 Ha estado presente desde el principio en grados diversos, pero no ha sido buscada de manera tan total ni en razón de una obligación.
3 Apotegmas de los Padres, colección sistemática, cap. VI, " D e la pobreza y de cómo es necesario guardarse de la codicia" (Antonio, 20). 4 San Atanasio, Vida de Antonio, cap. 3, 6 y 13.
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- Pobreza gozosa por amor de Cristo
"Habiendo combatido en la tierra, no heredaremos la tierra, sino el cielo y, después de haber aban-
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
donado este cuerpo mortal, lo volveremos a recobrar revestido de inmortalidad [...] Que ninguno de vosotros crea que ha dejado mucho dejando todo lo que tenía. Pues, si se comparase toda la tierra con la vasta extensión del cielo, sólo sería como un punto, aun cuando la poseyéramos toda y la hubiéramos abandonado toda. ¿Qué habríamos hecho para merecer ganar el Reino del cielo?" .
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LA POBREZA EVANGÉLICA EN EL MONACATO PRIMITIVO
estaba centralizada. El ideal evangélico llama a una expresión social. El cristiano no es nunca un solitario. Seguir a Cristo es convertirse en el Cuerpo de Cristo. El modelo es la comunidad apostólica, en la que todo es puesto en común y la celebración eucarística es su corazón vivo.
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Pobreza social - Pobreza y trabajo
Pacomio
Pero aquí hay que ser muy prosaico. Pues a pesar de la radicalidad de la pobreza de estos solitarios y su despreocupación fundada en la providencia, no podemos evitar el preguntarnos cómo estos anacoretas satisfacen sus necesidades esenciales. Lo que es seguro es que no querían vivir de limosnas y huían de la ociosidad. Pero en cuanto al resto, es difícil hacerse una idea precisa. La vida de san Antonio y sus discípulos parece haber sido en parte nómada. No hay entre ellos organización general ni práctica codificada. Aparentemente, cada uno satisfacía sus necesidades como podía, con un trabajo temporal en época de siembra o de siega, con una actividad doméstica. Trabajo y pobreza van juntos, sosteniéndose mutuamente. Poco a poco, las exigencias de la vida material llevarán a una cierta organización social. Los solitarios se acercarán unos a otros para formar colonias alrededor de la celda de un anciano. Se aprovisionaban el día de la sinaxis dominical; la distribución de víveres
San Pacomio es el iniciador de una etapa decisiva. Es él quien, después de algunos titubeos, instaura una pobreza que no sea sólo individual, sino también comunitaria. En lugar de celdas dispersas en el desierto, agrupa las celdas alrededor de la iglesia en el interior de un muro de clausura. Estos monasterios pacomianos pueden agrupar a centenas de monjes. En ellos, la pobreza estará marcada por el carácter de una dependencia radical. No se habla de votos pero la renuncia al siglo, obligatoria, supone la separación de los padres y el abandono de su fortuna y de toda posesión propia. A diario, el ejercicio de la pobreza pasa por la obediencia, puesto que el monje se somete a la minuciosa legislación de la Regla, como por ejemplo, devolver herramientas y zuecos al sub-prior cuando vuelve del campo. No puede tener nada ni guardar nada sin permiso.
5
Ibid., cap. 16-17.
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(286-346)
Así nace el cenobitismo, que abrirá nuevas perspectivas a sus adeptos. A partir de entonces, la comunidad está sometida al control de un superior, donde todo se encuentra minuciosamente organizado y 149
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
codificado. Pero si esta organización bastante militar trae una solución eficaz al problema de la subsistencia material y un remedio a la anarquía relativa del anacoreta anterior, tenemos la impresión de que contribuye a un endurecimiento en una dirección de orden moral. Sin embargo, la poesía mística de los primeros anacoretas permanecerá presente, y a lo largo de los tiempos, el cenobitismo no sustituirá nunca totalmente al eremitismo. En todo caso, el que traerá una atmósfera fraterna al cenobitismo será san Basilio. Basilio (330-379) San Basilio refuerza precisamente el aspecto comunitario insuflando en él la caridad fraterna, especialmente disminuyendo el tamaño de las comunidades. Domina el espíritu de familia. Para él; el foco del monasterio no es en primer lugar la búsqueda espiritual del individuo, sino una presencia social de la Iglesia y del ejercicio de las virtudes cristianas, sobre todo de la caridad fraterna. Se quiere a la comunidad por ella misma, como expresión e instrumento del ideal evangélico.
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LA POBREZA EVANGÉLICA EN EL MONACATO PRIMITIVO
los pies de los Apóstoles y se distribuía a cada uno según sus necesidades" (Hch 4, 34-35). Benito
(480-548)
En el oriente cristiano, la forma cenobítica de la vida monástica cohabita con formas más eremíticas. El espíritu organizador de Occidente quiere que el monacato se convierta cada vez más cenobítico, salvo algunas excepciones. San Benito acoge la herencia oriental y la codifica con una prudencia y una mesura totalmente romanas y adaptándola a las condiciones sociales y climáticas de Occidente. La pobreza benedictina quiere ser a la vez total (renuncia a todo para seguir a Cristo) y discreta en su realización: "Nada duro, nada oneroso" (Prólogo de la Regla de san Benito). Lo principal es la desapropiación de sí mismo operada por la obediencia. La pobreza no es buscada en sí misma. Todo es compartido y la caridad debe animar todo, pero sin excluir un bienestar general para el desarrollo de la vida. Sin embargo, el monje no debe acomodarse a las pequeñas comodidades; debe contentarse con lo mínimo necesario y huir del espíritu del mundo.
La pobreza se ve como un elemento propio y necesario de la comunidad consagrada a imagen de la comunidad primitiva nacida en Jerusalén. La comunidad, contentándose con una vida sencilla y pobre, se comporta como una providencia que provee a las necesidades de cada uno: "No había indigentes entre ellos, pues todos los que poseían tierras o casas, las vendían y traían el precio de la venta para ponerlo a
Esta ciudad en miniatura, Benito la prevé habitada por unos cincuenta monjes, más o menos. El trabajo de estos hombres que se contentan con el mínimo, que trabajan sin vacaciones ni asuetos con todo el celo de su amor a Dios, aporta necesariamente a su casa nuevos medios de subsistencia. Esto, unido a la generosidad de los fieles (en la Edad Media sobre todo), basta para explicar la evolución histórica de
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
algunas Órdenes y el crecimiento de su poder temporal. El monasterio benedictino puede adquirir y poseer propiedades, pero todo lo que es superfluo a las necesidades modestas de los monjes debe darse como limosna a los pobres. La salud económica de los monasterios y la generosidad de los fieles han hecho de los monasterios de la Edad Media centros de distribución caritativa de bienes y de ayuda social a los pobres, en una época en que el poder civil no cumplía esta función. El periodo que acabamos de recorrer ha sentado claramente los principios de una pobreza efectiva y total. El deseo de la pureza de corazón y el deseo ardiente de establecer en la tierra una sociedad ideal que se vea animada por la más pura caridad fraterna, que se presente ya como el espejo y la anticipación del cielo, son los resortes esenciales que sostienen y estimulan la enseñanza del Verbo hecho carne, amigo de los pobres y pobre Él mismo.
15 LA POBREZA EVANGÉLICA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
Para encontrar nuestro punto de inserción en la gran tradición monástica en materia de pobreza, voy a esbozar las principales etapas de esta tradición a través de los siglos, señalando sobre todo las nuevas formas de pobreza evangélica inspiradas por el Espíritu Santo, en respuesta a la evolución de las condiciones sociales. Las nuevas ramas que brotan da testimonio de la vitalidad de la savia evangélica. No dejan como caducas las ramas más antiguas que son el fruto de unos carismas fundamentales y aún presentes en la Iglesia, aunque puedan interpelarlas o influenciarlas. Notaremos un ritmo bastante regular de expansión y de regresión, de decadencia y de renovación, debido sin duda a la inestabilidad de las condiciones exteriores y a la inconstancia de los hombres. Lo sorprendente, es la permanencia de la aspiración espiritual, encarnada en la vida monástica, a pesar de las
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15.
LA POBREZA EVANGÉLICA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
múltiples traiciones procedentes del interior y de distintos
movimientos
destructores
provenientes
del
exterior. El misterio pascual de muerte y de vida nueva se refleja incluso al nivel de las instituciones en la Iglesia.
Siglo IV Nacimiento de la vida monástica en Oriente, en primer lugar bajo la forma eremítica (Antonio, 306), y
Los bárbaros imponen su dominación política y constituyen los reinos que serán las bases de las naciones modernas de Europa. Comienzan a asimilar la cultura más rica de los vencidos y su religión. La primera conversión de los bárbaros (Clodoveo es bautizado en Reims en la noche de Navidad de 498) es seguida por un nuevo florecer de la vida monástica. Los jefes de los conquistadores son los primeros en reparar y construir. Estos pueblos, rudos y vigorosos, no retroceden ante las exigencias radicales de la espiritualidad monástica.
después bajo la forma cenobítica (Pacomio, 320; Basilio, 360). Ya hemos hablado algo de esto.
Siglo IV y V Implantación del monacato en Occidente. Las figuras más notables son: Martín de Tours (360), Jerónimo (404), Casiano (415), Agustín (426), Patricio (450). Una rica variedad de fundaciones monásticas, que adaptan más o menos la tradición oriental a las condiciones climáticas y culturales de Occidente, aparece en Europa durante estos siglos. Pero, apenas establecidos, estos monasterios sufren, como todo el mundo, las devastaciones de las bandas bárbaras del norte (visigodos, ostrogodos, francos, anglos, sajones, celtas, etc.), que caen sobre el Imperio romano, siendo la causa de su caída y la desaparición del mundo civilizado de la época. Como pequeños islotes, en su mayoría modestos y escondidos, los monasterios que sobreviven pueden recoger la herencia de la cultura antigua y más tarde asegurar su transmisión. 154
Del siglo VI al IX Esta expansión se vio muy favorecida por los monjes irlandeses y más tarde anglosajones que, durante el siglo VI, atraviesan Europa. Son los herederos, más o menos directos, de la tradición monástica de Egipto, asumida, naturalmente, según su temperamento céltico. Su monacato asocia un espíritu austero a una vida intelectual bastante desarrollada. Una de las ascesis que más practican es la de la peregrinación. Así vemos que abandonan sus países para recorrer Francia, Suiza, Alemania, Italia, etc., evangelizando a los pueblos bárbaros, fundando numerosos monasterios en los que dejaban uno o dos miembros de su grupo; después se lanzan cada vez más lejos, rechazando toda instalación permanente. Columbano, personalidad de gran envergadura y de una auténtica santidad, ha dejado detrás de sí un rosario de monasterios (Bobbio, Luxeuil, etc.), una Regla austera, quizá demasiado, que ha gozado de mucha influencia 155
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
durante varios siglos: para hombres rudos, una vida ruda, pero verdadera. El genio céltico se traduce por una necesidad de independencia del monasterio con relación a las autoridades seculares y episcopales (primeros esbozos de la "exención" posterior) y por una forma de gobierno más personal: el papel del abad hace pasar al segundo plano las prescripciones de una Regla detallada. El genio latino aporta su contribución al desarrollo del monacato por medio de la Regla de Benito de Nursia, redactada en Italia en 523 y difundiéndose hacia el norte: estructuras jurídicas más acusadas, discreción de medidas... Durante estos siglos de oro de la vida monástica, las dos tradiciones se relacionan y en la mayoría de los monasterios cada uno hace su síntesis, tomando de una u otra de esas tradiciones, o bien de las tradiciones más primitivas, según el carisma del fundador o las condiciones locales. Los emperadores carolingios en el siglo VIII, por deseo de unidad y de uniformidad en sus reinos, imponen la Regla benedictina a todos los monasterios; por lo menos quisieron imponerla, pues no tenían casi los medios para hacerlo; sin embargo, favorecieron la tendencia hacia la adaptación general de la Regla de Benito en la parte de Europa recién conquistada para la religión de Cristo.
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LA r U D K L / . A LVAIMULLILA A I K A V t b Ut LUb b I L i L U i
más un orden clerical, asegurando, a menudo, un trabajo de evangelización y un ministerio cerca de sus numerosas dependencias. Viviendo sobriamente y trabajando concienzudamente, los monjes consiguen, poco a poco, poseer ricas tierras con privilegios que los eximían de las tasas y de la jurisdicción real. Eran también beneficiarios de dones considerables por parte de los grandes del mundo, sus monasterios se convirtieron en potencias culturales, económicas y políticas, e igualmente espirituales. Su influencia fue enorme. Pero la fortuna de los monasterios suscita la envidia. Los fundadores laicos pretenden ejercer los mismos derechos que los de un propietario, los vecinos caen en la tentación de usurpar, los príncipes invocan los derechos de regalía, los laicos intervienen frecuentemente en la elección del abad. La observancia religiosa sufre las consecuencias. Además, la reanudación de saqueos y destrucciones, por parte de los daneses y normandos, provoca un periodo de recesión.
Del siglo X al XII
Sean cuales sean las divergencias de observancias locales, los grandes monasterios tomaron la forma de verdaderas pequeñas ciudades, provistas de todo lo necesario, tanto para la vida material como para la vida espiritual. En el siglo VIII creció mucho el número de sacerdotes, y el orden monástico se hizo cada vez
Una vez restablecida una paz relativa, el monacato muestra su vigor por medio de una obra de reconstrucción y por numerosas reformas locales. La que tuvo más éxito fue la del monasterio de Cluny (910) que, bajo la dirección de varios grandes abades, se pone rápidamente a la cabeza de un millar de monasterios reunidos en una organización muy centralizada, que se parece a la de una congregación moderna.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
Lugares de cultura, de oración (sobre todo litúrgica, dependiendo del trabajo) y de beneficencia social muy extendida, estos monasterios aseguran una vida monástica ferviente. Pero de nuevo estos monasterios se hacen poderosos, ricos, implicados en los asuntos temporales, como la Iglesia en general. Lo temporal y lo espiritual en esta cristiandad se entrelazan, con las ventajas, pero también los inconvenientes, que esto lleva consigo. Una sed de vida evangélica más pura, más radical, más pobre, engendra en el siglo XI una vuelta a las fuentes monásticas. Se suceden las fundaciones: Camaldoli (1015), Grandmont (1076), Chartreuse (1084), Cíteaux (1098), Prémontré (1120), etc. Por todas partes aparecen ermitaños, aislados o en grupos; debido seguramente a la influencia de los monjes orientales, este movimiento adquiere la forma de un eremitismo muy estricto, compensado en cierta medida por la práctica de la predicación popular. La mayoría de las fundaciones eremíticas del siglo XI desaparecen, a falta de una organización que las haga duraderas, o se trasforman poco a poco en una vida cenobítica de estilo benedictino. Aquí se sitúa nuestro punto de inserción en la tradición monástica. En Chartreuse aparecen los primeros cartujos alrededor de san Bruno: una pequeña comunidad de cristianos sedientos de soledad, de una vida evangélica pobre y auténtica, de una vida de comunión en la caridad. Las Costumbres primitivas fijaron la estructura simple y duradera de esta vida. 158
15.
LA POBREZA EVANGÉLICA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
Siglo XIII Los cambios sociales (desarrollo urbano e industrial, nacimiento de las universidades -París, 1200etc.) son tales que exceden las capacidades de adaptación de los monasterios, que están fijos en sus estructuras y, localmente, por sus posesiones. El Espíritu Santo sopla para suscitar una nueva forma de vida religiosa y de pobreza, ya que ésta es la cuestión acuciante. Con Francisco de Asís y Domingo de Guzmán aparecen los Hermanos Menores (1209) y los Hermanos Predicadores (1216) . La pobreza se revaloriza: pobreza no solamente individual (los hermanos deben vivir de limosna) sino también colectiva (la comunidad no tiene derecho a poseer nada). Esta pobreza se inspira en el deseo de una pureza evangélica, hasta el desafío de toda prudencia humana y a la eficacia apostólica. Se suprimen las barreras (las posesiones separan) y se goza de una movilidad completa. El impulso inicial se verá, inevitablemente, un poco ahogado por las necesidades de organización y de reglamentación originados por el éxito y la gran admisión de adeptos, pero los frailes constituyen, a partir de este momento, una de las grandes ramas de la vida religiosa. Es verdad que han tenido una influencia sobre las Órdenes monásticas, por lo menos invitándolas a una pobreza real y auténtica, pero bajo una forma específica (es decir, subordinada a otra finalidad, la de la vida contemplativa); sin embargo, es difícil determinar esta influencia con precisión. 1
1 Los Carmelitas (1209) y los Agustinos (1256) se asimilan a los Hermanos Menores desde el punto de vista de las estructuras.
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LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
Del siglo XIV al XVI Diversas influencias procedentes del exterior y del interior, llevan a la vida monástica a una decadencia.
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LA POBREZA EVANGÉLICA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
funesta institución de la encomienda se desarrolla en los siglos XIV, XV y XVI, falseando la esencia misma de la vida de comunidad monástica y arrastrando a una decadencia de la observancia.
Influencias exteriores: la guerra de los cien años (1337-1453), saqueos, invasiones, conflictos. La peste que a veces reduce los efectivos de los monasterios a la mitad o a dos tercios. El despertar de las nacionalidades, caída del antiguo feudalismo, el humanismo neo-pagano del Renacimiento, el cisma de la Iglesia, la fuerza de la inercia en el establecimiento monástico. Las riquezas acumuladas en las abadías son un peso que gravita sobre el fervor religioso de los monjes y constituye, al mismo tiempo, una presa fácil codiciada por los señores en guerra y en malas condiciones económicas.
Este siglo es el de la Reforma protestante, con su rechazo de la vida monástica y de los votos religiosos, de donde procede la expoliación sistemática y la supresión de todos los monasterios en los países ganados para el protestantismo (Inglaterra, Holanda, Alemania, Suiza, etc.). Países que conservaron mayoría católica no se vieron dispensados y sufrieron las devastaciones de las guerras de religión, como por ejemplo Francia.
Influencias interiores: mortales son los perjuicios producidos por la transferencia de los beneficios eclesiásticos a seculares y laicos. En primer lugar, algunos obispos desposeídos de sus diócesis por las invasiones bárbaras reciben del Papa el control de una abadía que, con frecuencia, posee tierras y rentas considerables. La práctica se generaliza poco a poco, y cuando los poderes seculares obtienen la "jurisdicción" sobre la Iglesia, por ejemplo en Francia, el rey dispone de estos beneficios, como pago o recompensa, a favor de eclesiásticos o laicos. Progresivamente, abadías y prioratos caen en las manos de laicos "ávidos de dinero"; estos últimos no dudan, con el fin de cumplir exteriormente las condiciones requeridas para la obtención del título de abad, en someterse a la tonsura y a guardar -más o menos- el celibato. De este modo, la
Pero en este momento aún se afirma un movimiento de renovación frente a estas catástrofes. Es la Contra-Reforma, el Concilio de Trento (1545-1563), la fundación de varias congregaciones destinadas a realizar una renovación por medios apostólicos, o por caminos intelectuales. Estos religiosos viven de manera austera, pero lo importante en ellas es el apostolado; su pobreza fundamental es la disponibilidad absoluta para la acción. Así nacen las congregaciones de clérigos regulares (Teatinos, Bernabitas, Jesuítas) y las sociedades de votos simples (Oratorianos, Lazaristas, Sulpicianos, Eudistas, Misiones Extranjeras de París; en el siglo XVIII, los Pasionistas, los Redentoristas, etc.). Gran número de Órdenes conocen reformas severas y un retorno a la estricta observancia. Así los religiosos descalzos, opuestos a los calzados; la reforma de los
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Siglo XVI
Ib.
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
Carmelitas por santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz es el ejemplo más conocido. Existen entre las nuevas fundaciones activas congregaciones de laicos: Hermanos de las Escuelas cristianas (1680). En Francia los monasterios emprenden el camino de una reforma interna y de una restauración de la estricta disciplina, sobre todo organizándose en congregaciones, pero las taras de la encomienda subsisten, lo mismo que estrechos vínculos del monacato en un cierto orden social y político.
Siglo XVII En el siglo XVII, la renovación monástica adquiere una doble forma: por una parte, la fundación de las congregaciones benedictinas de Saint-Vanne y Saint-
LA P U B K t ¿ A t V A N U L L I L A A I K A V t S Ut L U S S I L i L U b
La Revolución francesa de 1789 corona este movimiento de opiniones. Al expulsar monjes y monjas de sus conventos, al saquear, al arruinar, confiscar sus bienes, la Revolución realiza una obra destructora semejante a la de las invasiones de los bárbaros y la Reforma protestante, en lo que se refiere a amplitud y perjuicios. Pero la Iglesia no tarda en reaccionar. Entonces se multiplican las congregaciones clericales activas (Salesianos, Padres Blancos, Oblatos de María Inmaculada, etc.) y las sociedades laicas (Hermanos Maristas, Hermanos Cristianos de Irlanda, etc.). Incluso el antiguo tronco monástico no quiere morir. El siglo XIX es testigo de una renovación que es casi una resurrección: Solesmes con dom Guéranger (1833) y la Trappe con dom de Lestrange (1815). Quince congregaciones benedictinas se forman...
Maur, en los que la erudición histórica y científica tiene gran raigambre; por otra parte, la reforma de la observancia cisterciense realizada por Raneé en la
Siglo X X
Trappe en 1664, en la que reina un espíritu vigorosa-
El renacimiento del monacato continúa durante la primera mitad del siglo X X . Después de la Segunda Guerra mundial, los monasterios contemplativos se ven obligados a absorber una admisión muy abundante (como siempre después de un tiempo "apocalíptico"). Pero las profundas mutaciones sociales, intelectuales, morales, etc., de la civilización, sobre todo occidental, van a provocar la crisis en que se encuentra inmersa la Iglesia en esta segunda mitad del siglo y a la que el Concilio Vaticano II intenta dar una respuesta.
mente anti-intelectual.
Siglos XVIII y XIX A lo largo del siglo XVIII la vida monástica se ve atacada en varios frentes:
los Jansenistas,
los
Galicistas, los filósofos... Para el espíritu de la época, constituye una herencia caducada y anacrónica, incluso nociva, por su ociosidad y su "inutilidad" a nivel económico. 162
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LAb RIQUEZAS DE LA POBREZA
Las Órdenes establecidas, así como el clero secular, sufren una fuerte disminución de vocaciones, y están llamados a una renovación profunda de sus antiguas estructuras y costumbres. Hay numerosos abandonos y una cierta turbación. Pero, aunque debilitadas, la mayoría de las Órdenes aguantan firmes; poco a poco van apareciendo los novicios. El Espíritu Santo sopla; algunas iniciativas más o menos acertadas van apareciendo: los laicos toman conciencia de su identidad y de su papel en la Iglesia, los jóvenes descubren el entusiasmo del Espíritu Santo en el movimiento carismático, se forma por todas partes grupos de oración, se siente una sed de vida espiritual. Carlos de Foucauld intenta su aventura en el desierto del Sahara bajo el signo de una gran pobreza y una profunda humildad; los Hermanitos y las Hermanitas de Jesús siguen sus huellas. Los sacerdotes obreros y algunos grupos como la M.O.P. (Mission ouvrière des prêtes), fundada por Jacques Loew aportan una presencia de la Iglesia entre las clases obreras y los marginados; son pobres entre los pobres, predicando con su solidaridad existencial más que con la palabra. Madre Teresa de Calcuta va hacia los más desprovistos entre los abandonados de la India, y forma una congregación cuya autenticidad y caridad heroica en una pobreza compartida, son reconocidas incluso por los no creyentes.
15.
LA POBREZA EVANGÉLICA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
moderna; algunas tentativas diversas para resolver el problema económico de los monasterios por medio de un trabajo retribuido, etc.; un cierto renacimiento de la vida eremítica. Quizá se puede discernir algunas exigencias fundamentales en todos estos movimientos: exigencia de autenticidad, de pobreza, de una fraternidad real y de una verdadera oración. Las antiguas Órdenes se ven interpeladas en estos aspectos.
Entre los monjes y las monjas, nuevas fundaciones se abren camino: las Hermanas y los Hermanos de Belén, Orden de estructura tradicional animada por un soplo joven y nuevo, los monjes de ciudad de Jerusalén, contemplativos en los desiertos de la ciudad 164
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LA POBREZA RELIGIOSA SEGÚN EL DECRETO "PERFECTAE CARITATIS' DEL CONCILIO VATICANO II
Introducción: F u n d a m e n t o cristológico de la pobreza "Cultiven con diligencia los religiosos y, si es preciso, expresen con formas nuevas la pobreza voluntaria abrazada por el seguimiento de Cristo, del que constituye un signo particularmente estimado en nuestros días. Por ella, en efecto, se participa en la pobreza de Cristo, que siendo rico se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza" [cf 2Co 8, 9 y Mt 8, 20] (Concilio Vaticano II, Perfectae caritatis, 13a). La pobreza no es un valor en sí misma, ni una cualidad espiritual; para la mayoría es una realidad económica o social, sufrida y no escogida: la privación de un 167
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
bien (se habla de un pensamiento pobre, de un pobre "tipo", etc.). La pobreza religiosa se distingue de las demás por dos cualidades: es voluntaria, es decir, abrazada libremente, y su motivo esencial es seguir a Cristo, parecerse a Cristo. Por esta pobreza voluntaria nos convertimos en participantes, no de cualquier pobreza, sino de la pobreza de Cristo. Nuestra pobreza hunde sus raíces en el desprendimiento de Cristo, la kénosis de Aquel que llegó hasta abandonar la condición divina; tiene el mismo sentido: enriquecer a la humanidad; esto se realiza por nuestro desprendimiento - d e los bienes espirituales, de un testimonio visible del Reino de Dios, de un reparto hecho en la caridad. Porque la pobreza religiosa es un signo para el mundo. El Concilio ha insistido sobre este punto. La constitución sobre la Iglesia se llama Lumen gentium (luz de las naciones): "Cristo es la luz de los pueblos [...] La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Lumen gentium, 1).
16. LA POBREZA EVANGÉLICA SEGÚN EL DECRETO PERFECTAE CARITATIS
no tiene una ciudad permanente en este mundo, sino que busca la futura. Por eso, el estado religioso, que deja más libres a sus seguidores frente a las preocupaciones terrenas: manifiesta mejor a todos los creyentes los bienes celestiales presentes ya en esta vida, da un testimonio de la vida nueva y eterna conseguida por la redención de Cristo, y preanuncia la resurrección futura y la gloria del Reino de los cielos. Este mismo estado imita más de cerca y representa continuamente en la Iglesia aquella forma de vida que el Hijo de Dios escogió al venir al mundo para cumplir la voluntad del Padre y que dejó propuesta a los discípulos que quisieran seguirle. Finalmente, pone a la vista de todos, de una manera peculiar, la elevación del Reino de Dios sobre todo lo terreno y sus grandes exigencias; demuestra también a la humanidad entera la maravillosa grandeza del poder de Cristo Rey y la eficacia infinita del Espíritu Santo que realiza maravillas en su Iglesia" (Lumen gentium, 44). Este signo es "particularmente estimado en nuestros días". En una sociedad de consumo, polarizada
El estado religioso da valor particularmente a este carácter de signo: "La profesión de los consejos evangélicos aparece como un signo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vocación cristiana. El Pueblo de Dios, en efecto, 168
por el afán de tener y el dinero, una pobreza voluntaria tiene gran poder de choque. Por otra parte, el mismo hecho de que esta pobreza interpele vigorosamente a los hombres de hoy, confiere a éstos una gran sensibilidad sobre la pobreza, y son para los religiosos de una extrema exigencia con respecto a su pobreza. Estamos obligados a tenerlo en cuenta y evi169
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
tar, en la medida de lo posible, sorprenderlos o escandalizarlos. Más aún, un signo, para ser eficaz, debe ser expresivo, inteligible para nuestros contemporáneos; si es necesario debe expresarse bajo formas nuevas. Hay aquí una clara invitación a dar pruebas de una cierta creatividad. No basta siempre con observar escrupulosamente las prescripciones establecidas. El mundo está en mutación. El campo en el que se ejerce la pobreza, que es ante todo el de los bienes materiales, se trasforma con rapidez de un día a otro: inventos de tejidos, de materias, de máquinas, de procedimientos que cambian la vida de los que tienen acceso a ellos. Por otra parte, un estilo de pobreza, incluso muy real, heredado del pasado y revestido con formas exteriores arcaicas, puede no ser considerado como tal por aquellos que nos ven vivir (edificios, vestidos, etc.). Además, la gran mayoría de las personas no tendrán nunca ocasión de constatar este estilo de pobreza. Y nosotros no podemos hacer ya abstracción del hecho de que las cuatro quintas de la población mundial viva en la miseria.
Pobreza individual El decreto, después de haber establecido el principio cristológico de base, da algunas directivas particulares, en primer lugar sobre el tema de la pobreza individual, después sobre el tema de la pobreza colectiva: 170
16. LA POBREZA EVANGÉLICA SEGÚN EL DECRETO PERFECTAE CARITATIS
"Por lo que se refiere a la pobreza religiosa, no basta con depender de los superiores en el uso de los bienes, sino que es preciso que los religiosos sean pobres real y espiritualmente, teniendo su tesoro en el cielo" [Mt 6, 20] (Perfectae caritatis, 13b). El religioso debe ser pobre de "re et spiritu", en realidad y en espíritu, enteramente dirigido por la esperanza evangélica. Este texto reacciona contra un concepto legalista de la pobreza: desde el momento en que se pide permiso ya se está en regla, incluso para los gastos y las comodidades que no sean verdaderamente necesarias. Si algunos religiosos son bastante pueriles para pedir todo lo que desean, dejando al superior la entera responsabilidad de juzgar la oportunidad de tal petición, colocan a éste en una posición violenta: pues, si da su consentimiento, se hace cómplice de su relajamiento, y si se ve obligado a frenar constantemente, corre el riesgo de agriar al que no es suficientemente consciente de las exigencias de la pobreza y de lanzarlo hacia el exterior o empujarlo a encontrar toda clase de combinaciones, más o menos lícitas, para obtener lo que desea. Antes de pedir una autorización, hay que intentar juzgar, con la luz del Espíritu Santo, si la petición está verdaderamente justificada, y cuando se tengan dudas, hay que exponerlas al superior con sencillez y humildad. Debemos ser y vivir pobres, es decir, no teniendo todas las comodidades a nuestra disposición, a veces incluso careciendo de lo necesario, y esto no con des171
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
16. LA POBREZA EVANGÉLICA SEGÚN EL DECRETO PERFECTAE CARITATIS
agrado, sino voluntariamente, con un alma de pobre, siendo pobre de corazón. Nuestro tesoro está en otro lugar. Se trata de una pobreza espiritual, animada por el Espíritu Santo y regulada en función de una mirada constante a Cristo. Se nos remite a nuestra libertad y a nuestra responsabilidad personal.
religioso individualmente, pero no quiere decir que cada uno deba ganar de este modo su vida. Esta obligación concierne a la colectividad como tal.
La ley común del trabajo " C a d a uno en su tarea considérese sometido a la ley común del trabajo y, mientras se procura de este modo lo necesario para su sustento y sus actividades, deseche toda solicitud exagerada y abandónese a la providencia del Padre del cielo" [cf Mt 6, 25] (Perfectae caritatis, 13c). Hay, pues, dos afirmaciones y después una llamada de atención: 1. La obligación personal del trabajo para cada religioso: "Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma" (2Ts 3, 10). 2. La comunidad o la Orden (la colectividad en cuestión) debe, en todo lo posible, vivir y hacer vivir sus obras con el trabajo de sus miembros, o de algunos de entre ellos. 3. Pero el espíritu de las bienaventuranzas debe animar esta actividad y excluir toda preocupación de ganancia inmoderada. Nótese también que se pasa del singular al plural en la misma frase. La ley del trabajo - " c o n el sudor de tu frente comerás el pan" (Gn 3, 9 ) - se aplica a cada 172
Hay una cierta tensión entre esta inserción del trabajo en la vida religiosa y la obligación que tienen los religiosos de dar testimonio de la ciudad futura y de consagrar todas sus potencias vitales a la oración, al culto de Dios y al servicio apostólico del prójimo. Está escrito también que el sacerdote tiene derecho a vivir del altar. Las soluciones de este problema han sido muy diversas, según los tiempos, las espiritualidades y, sobre todo, las finalidades de las distintas órdenes. En el siglo XIII, el testimonio de pobreza más brillante, frente a la banalidad eclesiástica y a veces monástica de las grandes abadías, consistió en hacerse mendigo. El siglo XX es más sensible al testimonio de un trabajo efectivo. Sin embargo, con frecuencia las tareas más urgentes y más importantes a nivel apostólico y las tareas más esenciales bajo el punto de vista de la fe (la alabanza de Dios, la oración) no permiten hacer vivir directamente al "obrero". Estas tareas no son y no pueden ser rentables. Tradicionalmente los monjes han resuelto el problema con la institución de los hermanos conversos y el trabajo, más restringido y menos directamente utilitario, de los monjes de coro. La comunidad consigue vivir más o menos de este trabajo; algunos están más particularmente liberados para el servicio exclusivo de Dios. Así es en la Cartuja. Para las monjas, el Concilio confirma la orientación dada por Pío XII que, ante la extrema miseria de 173
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
tantos monasterios, les había animado por la vía del trabajo remunerado. La antigua ley de la dote cae en desuso prácticamente, y las monjas se verán obligadas a ganarse la vida, como ya lo hacen muchas, con diversos trabajos manuales o intelectuales. Consciente del peligro para los religiosos y religiosas de verse cogidos en el engranaje económico del mundo del trabajo, el Concilio acaba este párrafo con una exhortación al abandono, a la confianza en la Providencia. Aquí también, en lo concreto, hay una tensión latente. "Las Congregaciones religiosas pueden permitir en sus constituciones que sus miembros renuncien a los propios bienes patrimoniales adquiridos o por adquirir" (Perfectae caritatis, 13d). Hasta ahora, únicamente los miembros de las grandes Órdenes podían hacer votos solemnes por los que renunciaban a toda propiedad. Los miembros de las Congregaciones hacían votos simples que, retirándoles el uso de los bienes, les dejaba la nuda-propiedad. Esta disposición se explica por las condiciones históricas complejas (sobre todo las expoliaciones, que se cebaron en diversos lugares) y por el hecho de garantizar el porvenir de estos religiosos y religiosas. Éstos han mantenido la posibilidad de un don total a Cristo, pero el Concilio no obliga a nadie. Esto está en relación con la exhortación precedente sobre el trabajo y sobre la independencia que éste posibilita. 174
16. LA POBREZA EVANGÉLICA SEGÚN EL DECRETO PERFECTAE CARITATIS
Según el nuevo Código de derecho canónico de 1983, la frontera ya no está entre votos simples y votos solemnes, sino entre votos temporales y votos perpetuos. Todo religioso que pronuncia votos solemnes renuncia a su derecho de propiedad.
Pobreza colectiva "Los institutos mismos, teniendo en cuenta las circunstancias de cada lugar, esfuércense en dar de algún modo testimonio colectivo de pobreza" (Perfectae caritatis, 13e). Hay que fijarse en las fórmulas matizadas: teniendo en cuenta la diversidad de cada lugar, "esfuércense" en dar "de algún modo" testimonio colectivo de pobreza. Que lo hagan lo mejor que puedan, tanto como sea posible. Los Padres del concilio sabían bien que, con frecuencia, es muy difícil o imposible dar este testimonio colectivo: en cuanto una comunidad sobrepasa un pequeño número de sujetos, aunque sea rigurosamente pobre, esta pobreza no puede ser vista por el hombre de la calle. Esto es verdad para los institutos que se han comprometido en obras sociales, por ejemplo escuelas, universidades, hospitales, etc.. Eso es verdad para muchos monasterios y conventos, sobre todo los que han sido construidos en otras épocas. Sería simplista, y contrario a la pluralidad de las funciones esenciales en la Iglesia y a la diversidad de los fines que persiguen los diferentes institutos, el querer nivelar a todos éstos con el mismo tipo de comunidad. Como afirma santo Tomás, y sin embargo 175
LAS RIQUEZAS DE LA POBREZA
16. LA POBREZA EVANGÉLICA SEGÚN EL DECRETO PERFECTAE CARITATIS
él era "mendicante", todo el valor de la pobreza no
La caridad de Cristo nos urge: el amor por los pobres "en el corazón de Cristo" nos empuja a compartir con ellos todo lo que sea posible darles. Todo derroche, todo lujo, es un robo en detrimento de los pobres. Por otra parte, hay una obligación especial de caridad hacia nuestros hermanos en religión. "Las provincias y casas de los institutos compartan entre sí los bienes temporales, de forma que las que más tengan ayuden a las que pasan necesidad" {Perfectae caritatis, 13e). Esto se hace entre nosotros. El Concilio termina este pasaje con una llamada de atención:
está en el rigor más o menos grande, sino únicamente en la proporción, la medida bien adaptada a los fines del instituto. Pero todos deben hacer lo que puedan, en función de su situación, para dar un testimonio lo más manifiestamente posible de pobreza, incluso cuando hay que tener en cuenta otros valores importantes, como entre nosotros, en donde la soledad exige que cada monje tenga una habitación separada y algunos útiles a su disposición. El texto nos muestra rápidamente la mejor manera de practicar positivamente la pobreza colectiva: la vía real de la caridad. "Los
institutos contribuyan
gustosamente
con sus bienes a las demás necesidades de la Iglesia y al sustento de los pobres, a quienes todos los religiosos deben amar en el corazón de
"Aunque los institutos, salvo que las Reglas y Constituciones digan otra cosa, tengan derecho a poseer todo lo necesario para la vida temporal y para sus actividades, han de evitar sin embargo, toda clase de lujo, de ganancias inmoderadas y de acumulación de bienes" (Perfectae caritatis, 13f).
Cristo" [cf Mt 19, 21; 25, 34-46; St 2, 15-16; Un 3, 17] (Perfectae caritatis, 13e). El alma de la pobreza auténtica es la caridad. Es al mismo tiempo el testimonio más perceptible, aquel que tendrá con certeza más éxito. Es también la mejor manera, bajo todos los aspectos, para impedir la acumulación de bienes. Se da todo lo superfluo, y sólo se
Introducido por "aunque", esta frase concede el derecho de poseer solamente lo que es necesario, pero con el cuidado de un testimonio visible a los ojos del mundo que rodea a la familia religiosa. Encontramos así una de las preocupaciones mayores del texto del Concilio.
ria y el abandono evangélico a la providencia de Dios.
Este texto no trata de todas las dimensiones de la pobreza; por ejemplo, los aspectos escatológicos y comunitarios apenas son mencionados en él. Se limita a promover una renovación adaptada a algunos puntos de una particular actualidad. Sobre estos puntos se interpela, en el Espíritu Santo, a todos y cada uno.
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guarda por adelantado lo que es estrictamente necesario. La determinación cuantitativa de estas nociones es relativa y difícil de fijar; varía entre los polos de un realismo que tiene en cuenta las lecciones de la histo-
17 POBREZA CONTEMPLATIVA
La contemplación es una participación en la vida divina, en el conocimiento y amor de Dios. La contemplación cristiana es el despertar de la vida de Cristo en nosotros bajo el impulso del Espíritu Santo: su mirada hacia el Padre, su amor a los hombres. Nuestra oración es la actualización de la gracia de Cristo por la que nosotros, miembros del Cuerpo de Cristo, hijos en el Hijo, entramos en el movimiento de la vida trinitaria: intercambio de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Padre es la fuente de todo; por amor da todo al Hijo. Su alegría es dar, darse. Fecundidad absoluta, pobreza eterna, pues no retiene nada para sí. El Padre se exhala todo entero en su única Palabra. El Hijo es hijo al recibir todo del Padre, eternamente. Ser Hijo es volverse hacia el Padre para recibirlo todo, y por la fuerza de esta vida recibida, volver a 179
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dar todo al Padre en un impulso de amor y de agradecimiento. Este impulso, el lazo que une al Padre y al Hijo en un don recíproco de amor, es el Espíritu Santo, dos veces pobreza: nacido del don, en el don, para el don. El Amor no existe mas que dándose, perdiéndose, totalmente, eternamente. Puesto que Dios es Amor, la vida trinitaria aparece como don total de amor recíproco. La naturaleza divina subsiste en las Tres Personas precisamente como donación. ¿Quién puede ser más pobre que Dios? Sólo Él sabe darse enteramente. Y, justamente por este don-Amor, está colmado. Se comprende que esta ley se realice en la Encarnación del Hijo: "Él [Cristo Jesús], siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo [...] se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2, 6-8). A Él, que se vació, Dios lo llenó de su gloria; y, con el Padre, el Hijo se convierte para nosotros en fuente del don del Espíritu. Para recibir el don de Dios debemos seguir el ejemplo de Cristo pobre: dirigir todo nuestro deseo hacia el Padre, ser, por completo, espacio libre, acogida, disponibilidad. Para que esto sea posible, hay que purificar nuestro deseo de todo lo que lo obstaculiza, de la multitud de pequeñas codicias y de los objetos de nuestras pasiones; hay que ser pobre en nuestro corazón, tener un corazón pobre, libre, ligero, joven. 180
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POBREZA CONTEMPLATIVA
El don de Dios, la gracia, es una realidad única e indivisible, participación en la vida divina, que no se diferencia más que por las tres potencias del alma: la fe es la transferencia de todos los criterios de verdad, del yo que comprende al Tú eterno; la esperanza consiste en renunciar a los beneficios y a los motivos de toda consolación humana para permanecer a la espera pura del mismo Dios; la caridad es el don de todo nuestro ser al Dios amado. Esta pobreza engloba todos los ámbitos: material, intelectual, afectivo, espiritual.
Pobreza material Renuncia afectiva a la posesión de bienes materiales. Uso, sin apego, de lo necesario que la obediencia (ella misma desposesión de la voluntad propia) pone a nuestra disposición. Ser peregrino en la tierra. En camino hacia la patria, no situada en un lugar, en un cargo, en cualquier seguridad . Despreocupación evangélica: sin preocupación por el ayer, ni por el hoy, ni por el mañana. Confianza en la providencia divina que gobierna todas las cosas con sabiduría y mesura. El Padre dará el pan de cada día a la Orden, a la casa, a cada uno de nosotros, si sabemos pedirlo con humildad. Eso no excluye nuestra sumisión a la ley del trabajo: el pobre, al contrario, acepta como parte suya el 1
1 Hay una cierta tensión entre la estabilidad monástica, que nos fija normalmente en una casa, y el no-apego exigido por la pobrez a . Me parece que lo segundo está por encima de lo primero; por ejemplo, si se nos pide ir a otra casa en razón de las necesidades de esa casa, por regla general debemos mostrarnos disponibles.
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trabajo duro, ingrato. Está expuesto a las intemperancias de las estaciones. No es propietario de su tiempo; él lo da sin llevar cuenta a todo el que se lo pide; lo mismo ocurre con su atención, su afecto.
Pobreza intelectual Acuden con facilidad a la pluma fórmulas absolutas: noche, nube del no-conocimiento, rechazo de todo conocimiento claro para hundirse en lo inefable, e incluso otras más. Estas fórmulas tienen algo de verdad, pero solamente si se las sitúa en su contexto. Quisiera que nos quedásemos aquí en lo real de nuestra vivencia, de nuestro posible día a día. Liturgia, lectura, meditación, trabajo, simple presencia de Dios, oración; todo esto está tejido de palabras, de imágenes, de símbolos y de silencio, Nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos se realiza concretamente de esta manera, pero la dosificación de los elementos varía según las personas e incluso para la misma persona, según las edades de su vida espiritual. La meditación de los conceptos y de las imágenes puede estar más o menos subrayada o ser necesaria según los casos, sin que esto sea necesariamente un criterio de nivel espiritual: las gracias, como los temperamentos, son diferentes. Dicho esto, se puede hablar de un camino para unos signos y de un camino fuera de los signos. Digamos rápidamente que el camino fuera de los signos no puede existir sin un paso preliminar y concomitante por el camino de los signos. El punto de partida es el conocimiento de las cosas de Dios dado por los 182
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signos (la naturaleza, las experiencias sensibles, la Palabra revelada, Cristo). Y el trayecto espiritual reposa sobre estos signos y su prolongación en los sacramentos, la liturgia, nuestros hermanos, el arte, etc. Cristo sigue siendo siempre el camino. Este camino que va de lo sensible y de lo inteligible a lo espiritual es conforme con la naturaleza del hombre, espíritu encarnado, y con el dogma cristiano: Dios ha hecho todas las cosas buenas. Es inmanente a todo lo que es; Cristo recapitula todo lo sensible para hacerlo participar en la unidad de su Persona en la vida trinitaria. El hombre es un ser complejo. Su energía vital, hecha de emoción y de pasión, que expresa sus impulsos instintivos, necesita de la acción directora de la razón informada por la fe. No podemos entregarnos impunemente a las fuerzas oscuras y anárquicas que yacen en nuestras profundidades. Al mismo tiempo, no hay que dejarse encerrar en un racionalismo estrecho que reduce lo real a lo que se puede manejar y controlar por medio de conceptos lógicos y que se puede insertar en el mundo interior que construimos para nosotros mismos. Estos conocimientos se convierten fácilmente en posesiones, objetos de una avidez egocéntrica y de una exaltación del yo. Lo real es entroncado en un sistema y reducido a nuestra medida. Es, pues, esencial permanecer abierto a lo "real, real", aquello que no construimos nosotros, y respetar su misterio. Esto de dos formas: por el contacto humilde y verdadero con el mundo sensible, el peso, el espesor y la belleza de las cosas; y por la apertura a los valores heterogéneos, al otro y al Totalmente Otro. El corazón profundo es el órgano de este conocimien183
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to. Curiosamente, él comunica más directamente con nuestro subconsciente. La razón informada por la fe conserva su derecho de discernimiento; ella no da la vida, pero ayuda a apartar sus falsificaciones. No hay ninguna otra religión fuera del cristianismo que proponga tantos dogmas y los formule con tanto rigor intelectual. Y, al mismo tiempo, en ninguna otra religión hay tantos misterios que sobrepasen radicalmente la razón. Pero una vez alcanzados los límites de lo sensible y de lo inteligible, el amor se hunde a veces en un más allá que es el misterio absoluto, es decir, Dios en cuanto que es trascendente. Aquí se abre el camino fuera de los signos, camino en el que se entra solamente como respuesta a una llamada del Señor. Entre el signo y el misterio, está la ruptura de una muerte, de una noche (llámese como se quiera). Este camino pasa por el no-sentir y el no-saber. La fe es una virtud infusa, una fuente que mana en nuestro interior, algo del mismo Dios, de su luz pura. Si queremos ver por nosotros mismos, asegurarnos por nosotros mismos en este dominio finito, no hacemos más que turbar esa luz oscura y abierta sobre el infinito de Dios. La fe le da esa luz, incluso cegando la inteligencia finita. Nuestra mirada habitual sobre Dios se concentra poco a poco en un único acto general y puro, que engendra un conocimiento amoroso, general e indistinto, una luz espiritual y simple, ni afectada ni particularizada por ningún inteligible parcial. 184
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Esta generalidad oscura es para el principiante una experiencia de noche total; un desprendimiento radical de la inteligencia natural, que permite, sin embargo, el paso a la resurrección interior del espíritu, al despertar de la vida divina en nosotros, a otra forma de conocer, de amar y de estar en Dios. Este camino es alto y peligroso. El hombre debe permanecer en el camino de los signos mientras no se vea obligado a abandonarlo para seguir el del Espíritu. No se rechazan las formas, los signos sensibles del Misterio: en realidad nos vemos privados de ellos por un tiempo solamente. Si por orgullo o temeridad se adentra uno por él antes de tiempo, se corre el riesgo de extravíos espirituales e incluso psíquicos. Únicamente la humildad puede preservarnos de ello. Casi todos los que se inclinan a la vida cartujana sienten una llamada secreta al silencio, al Misterio desconocido y, no se sabe cómo, ya amado. La soledad nos purificará de muchas de nuestras presunciones y de nuestras ilusiones. La luz de la eternidad en que estamos bañados continuamente pondrá poco a poco, todo en su verdadero lugar en la jerarquía de los seres. Un silencio se hace y se llena de una humilde adoración. Nuestra pobreza intelectual, finalmente, es renunciar a toda "posesión" racional de Dios (es decir, renunciar a todos los ídolos que construimos a nuestra imagen y medida), para hacernos receptividad pura del Misterio que permanece eternamente, entregándose a nosotros tal como es; pues hay realmente comunión con este Misterio. 185
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La noche cobija un fuego secreto que si no la devoraría. La fe amante encuentra signos, pero de manera diferente; su mirada purificada reconoce los signos transparentes de Dios, del mundo, de las verdades reveladas, de la humanidad de Cristo; dejándolos exactamente tal como son, se convierten como en cristales purísimos a través de los cuales pasa la luz divina sin chocar con nada. El árbol es un árbol, el pan es pan, el viento, viento; pero según otra dimensión, para otro nivel de conciencia, todo es luz, todo es Dios. Pues Dios no es un objeto al lado de otros objetos. Por esta razón, nuestra inteligencia, hecha para conocer formas encarnadas, no lo percibe más que como una noche oscura. Para conocer a Dios, hay que convertirse en lo que Él es, ser introducido en otra manera de conocer, la de Dios, que no es diferente de su mismo ser. Este conocimiento es trasformación, amor, Espíritu: "Despojaos del hombre viejo de vuestra conducta anterior, que se corrompe siguiendo los deseos engañosos; renovaos por la transformación espiritual de vuestra mente, y revestios del hombre nuevo, creado a imagen de Dios, en la justicia y la santidad que proceden de la verdad" (Ef 4, 22-24).
Pobreza afectiva No haré más que tocar este aspecto de nuestra pobreza, puesto que tendremos que profundizarlo al 186
hablar del voto de castidad . Es real, sin embargo, y el joven monje sentirá de manera pesada algunos días la ausencia de sus padres y de sus amigos. Los hermanos que el Señor le habrá dado no le serán a menudo tan cercanos como aquellos a los que estaba unido por la sangre o el mismo medio social. Le hará falta tiempo para crear nuevos lazos, en el Espíritu. Sin embargo, esto se hará con la ayuda de la gracia.
Pobreza espiritual La pobreza espiritual se sitúa entre el hecho de recibirlo todo y nuestro deseo de darlo todo. El amor que nos tiene Dios es puramente gratuito. Todo lo que tenemos, absolutamente todo, lo hemos recibido. La única cosa que viene de nosotros es el mal que hacemos. No tenemos derecho a enorgullecemos, sino en el Señor. Si hemos recibido tal o cual don natural o sobrenatural sólo somos sus depositarios; ese don está destinado al bien de los demás, y tendremos que dar cuenta de él ante al Señor. Pero es más difícil y más sutil evitar la avaricia y un espíritu de propietario para con los bienes espirituales. El joven monje se enorgullece de las luces y consolaciones que el Señor le da, ignorando que es leche lo que le da, para el niño que él es. Su gozo es tal que se entrega a los ejercicios espirituales con una glotonería sensible, a veces en detrimento de la disponibilidad y de sus deberes para con la comunidad. Se 2
La felicidad de ser casto.
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coloca por encima de los demás a los que juzga como menos favorecidos, por lo tanto menos santos; los juzga con soberbia y a veces con desprecio. Se apropia los bienes de Dios, se cree rico, cuando en realidad, está lejos del Señor. Lee las experiencias de los grandes místicos y encuentra descritas, piensa él, sus propias experiencias, cuando la mayoría de las veces no ha franqueado el umbral de la oración sobrenatural, salvo quizá, en algún momento fugitivo que no corresponde al nivel de su vida habitual. Ignora que hay una cierta similitud entre la configuración de los primeros pasos de la vida de oración y los grados más elevados de ella, pero que estos últimos se sitúan a un nivel infinitamente superior. Raro es el novicio que no cae, más o menos, en esta trampa. La señal infalible en esta materia es el orgullo. El hombre ante el Dios verdadero es siempre profundamente humilde y se olvida de sí. La purificación necesaria se hace lentamente, bajo la acción de Dios: alternancia de consolación y aridez que nos hacen acceder a una fe auténtica; profundización del conocimiento de nosotros mismos que se une a una percepción más o menos profunda del amor misericordioso de Dios -si no fuera así, sería insoportable-; pruebas providenciales que nos hacen darnos cuenta de la medida de nuestra debilidad. En fin, llegamos a comprender que no somos nada, pero que Dios nos ama a pesar de todo, que se ha hecho hombre para comulgar con nosotros; la gracia trabaja en nosotros y a través de nosotros; todo es gracia. 188
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No tenemos derecho a apropiarnos del bien que hacemos; nunca llegamos a tener la certeza absoluta de creer en Dios, de amar a Dios o a nuestros hermanos. Cada mañana debemos aceptar todo en la fe. Dios nos crea en cada momento en verdad. En cuanto al pasado nos acogemos a su misericordia, nuestra memoria debe vaciarse de sus riquezas aparentes para trasformarse en un puro movimiento hacia el mismo Dios, más allá de sus dones. Este movimiento se vive únicamente en la realidad del momento presente, en nuestra conformidad con la voluntad del Señor en nosotros, aquí y ahora, en nuestra comunión de amor y de atención a Él. Aquí pobreza y sencillez se confunden. En cuanto al porvenir, lo dejamos en las manos de Dios. No tenemos cuenta asegurada en el banco celestial, tan sólo tenemos nuestra fe en el amor del Señor, nuestra esperanza y nuestro deseo de amar. No hay que tener miedo ante las exigencias de la verdadera pobreza espiritual. Nunca estamos tan bien como cuando no tenemos nada. Estamos libres y disponibles para todo. Nuestro yo, tan débil, querría cubrir su desnudez con las pieles fabricadas con las cosas materiales y los bienes espirituales e intelectuales. La luz oscura de la fe es una luz y el que se ha acostumbrado a ella no la dejará por todas las dulzuras y todas las consolaciones de antes. ¡Qué Dios nos salve de nuestras "virtudes"! Nuestra fe nos permite dejar ese revestimiento engañoso para caminar en la verdad por el sendero, que no es sino uno, el que conduce al Padre en el Amor, es decir, en el Espíritu de Cristo. El pobre encuentra abiertas las puertas de la muerte, y libre, pasa al Reino de Dios. Pues si nos des189
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pojamos, es para encontrar la desnudez inocente de la imagen de Dios en nuestros corazones, y así revestirnos de Cristo (cf Ga 3, 27). Nuestra pobreza es la pobreza de los hijos de Dios que "no teniendo nada lo poseen todo" (2Co 6, 10), en la esperanza y en la fe. Nosotros hemos recibido "un Espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: 'Abbá, Padre'. El Espíritu mismo da testimonio de que somos hijos de Dios. Hijos, y también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados" (Rm 8, 15-17).
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Severa elegancia de lo esencial. Escultura en piedra Silueta de los tejados bajo un cielo estrellado. No coger flores. Amar la rosa por ella misma. No búsqueda de los honores, de gracias especiales, de éxito. No apego a los frutos de la acción. Igualdad de alma en la alegría y en la pena. Respeto absoluto del otro. Alegrarse tanto en las riquezas del prójimo como si fueran nuestras (muy difícil esto). Aceptarse a sí mismo con sus límites, sus fallos. Aceptar ser mal conocido, desconocido, ignorado, juzgado, despreciado por los hombres, si esto ocurre. Nombre escondido. Saber esperar en Dios solo. 190
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Cresta de la montaña, desnuda, abarrancada; roca desnuda. Vivir la pobreza del amor verdadero, la alegría de la necesidad, la humildad del don de sí. Dejar pasar los momentos de mi tiempo como la arena entre mis dedos, no negárselos a quien me los pida. No pedir nada, no rechazar nada. Consentir a la no libertad, en mí, hacia mí. Sí, Señor. Hoja llevada por el soplo del Espíritu Santo. Hoja de otoño. Copo de nieve efímero, irradiado por el sol. Luz límpida del invierno. Sonido de campanas de vacas en una pradera. Montañas apretándose en una copa para recoger hasta los bordes la luz oblicua del otoño. Cáliz, sacrificio de alabanza. Ser receptivo a todo ser. Padecer, con su ser desnudo. Dejarse respirar según el movimiento de la vida. Cuerpo tranquilo, ojos cerrados, espíritu vigilante. Una barca en el mar. Alegría simple de ser.
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IMÁGENES DE LA POBREZA CONTEMPLATIVA
Dolorosa impotencia de los brazos clavados que abrazan al mundo entero. Olvidarse de sí mismo en Cristo. Dar sin contar, sin preguntar lo que hace Cristo con mi oración, mi corazón, mi vida. Disponibilidad y sencillez del que obedece. Una puesta de sol que nadie ve sino el Creador. Distancia entre los que se amanUna copa de agua, mi hermano. Mendigar Cristo al prójimo. Agua inocente, lluvia amistosa. Abetos nevados, pintados en un lienzo azul oscuro. Silencio lleno. Nuestra hermana la muerte. Dar gracias a Dios por Dios. María, Virgen: pobreza transparente, agua pura. María, Madre: pobreza fecunda, árbol de vida. María, Mujer: pobreza traspasada, vino del nuevo Testamento.
El bosque es bosque, el agua es agua, el pan es pan, el vino es vino. Alabanza al Señor. Eucaristía. Esto es mi Cuerpo. Jesús solo descendió de la montaña. Hombre solo. 192
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ÍNDICE
Prólogo 1. Los pobres en el Antiguo Testamento .... 2. Un pueblo pobre y humilde 3. La espiritualidad de los pobres 4. El Mesías de los pobres 5. La oración de los pobres 6. ¿Quién eres tú? 7. Y yo, ¿quién soy? 8. María y su canto de pobreza 9. Los pobres en el Nuevo Testamento 10. San Pablo y la pobreza 11. Los ricos 12. El Cristo pobre 13. Pobreza y compartir 14. La pobreza evangélica en el monacato primitivo 15. La pobreza evangélica a través de los siglos 16. La pobreza religiosa según el decreto "Perfectae Caritatis" n.° 13 17. Pobreza contemplativa 18. Imágenes de la pobreza contemplativa .. 195
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