Las Conferencias de Dore
April 19, 2017 | Author: LEONROJO4 | Category: N/A
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LAS CONFERENCIAS DE DORE por Thomas Troward Las conferencias contenidas en este volumen fueron dictadas por mí en la Galería Doré, Bond Street, Londres, durante los Domingos de los primeros tres meses del presente año y ahora son publicadas por bondadosa solicitud de muchos de mis oyentes; de ahí su título de “Las Conferencias de Doré”. Un número de discursos separados sobre una variedad de materias se presentan, necesariamente, con la desventaja de carencia de continuidad, y también, con el riesgo de frecuente repetición de ideas y expresiones similares. Así que confiamos en que el lector perdonará estos defectos como inherentes a las circunstancias de la obra. A la vez se encontrará que, aunque no diseñadas especialmente en tal forma, hay un cierto desarrollo progresivo de pensamiento a través de la docena de conferencias que componen este volumen, la razón de esto es que todas ellas tienen por objeto expresar la misma idea fundamental; es decir, aquella de que aunque las leyes del universo no pueden romperse nunca, pueden hacerse operar bajo condiciones especiales que producirán resultados que no podrían ser producidos bajo condiciones provistas espontáneamente por la naturaleza. Este es un principio científico simple y nos indica el lugar ocupado por el factor personal de una inteligencia que ve más allá de la limitada manifestación presente de la Ley, hasta su esencia real y que constituye así la instrumentalidad por medio de la cual las infinitas posibilidades de la Ley pueden ser evocadas en formas de poder, utilidad y belleza. A más perfecta, por consiguiente, la operación del factor personal, mayores serán los resultados desarrollados a partir de la Ley Universal; y de aquí que nuestra línea de estudio debe ser doble: por una parte el estudio teórico de la acción de la Ley Universal y por otra el ajuste práctico de nosotros mismos para hacer uso de ella. Si el volumen presente ayuda al lector en esta doble búsqueda, habrá cumplido su propósito. Necesariamente que las diferentes materias han sido tratadas muy brevemente y las conferencias pueden ser consideradas solamente como sugerencias de líneas de pensamiento que el lector puede seguir por sí mismo y por lo tanto no debe esperar una elaboración cuidadosa de los detalles, que gustosamente hubiese efectuado si hubiese estado escribiendo exclusivamente acerca de uno de estos temas. Este pequeño libro debe ser tomado solamente por lo que es, el registro de algunas charlas fragmentarias con una audiencia muy inteligente y a la cual dedico este volumen con agradecimiento. T. Troward Junio 5, 1909. ENTRAR EN EL ESPIRITU DE ELLO
Todos conocemos el significado de esta frase en nuestra vida diaria. El Espíritu es aquello que da vida y movimiento a cualquier cosa, en efecto es le causa de todo lo que existe. El pensamiento del autor, la impresión del pintor, el sentimiento del músico, es aquello sin lo cual sus obras nunca hubiesen venido a existencia, y así, es solamente cuando entramos en la idea que hace surgir la obra que podemos derivar todo el goce y beneficio que ella puede conferir. Si no podemos entrar en el Espíritu de ella, el libro, le pintura, la música, no tienen sentido para nosotros. Para apreciarlas debemos compartir la actitud mental de su creador. Este es un principio universal; si no entramos en el Espíritu de una cosa, está muerta en cuanto concierne a nosotros, pero si entrarnos en él reproducimos en nosotros la misma cualidad de vida que trajo esa cosa a existencia. Ahora bien, si este es un principio general, por qué no podemos llevarlo a abarcar mayor número de cosas? Por qué no al más elevado alcance posible? No podríamos alcanzar hasta el Espíritu originador de la Vida mismo y reproducir así en nosotros una fuente perenne de potencia vital? Este, seguramente, es un asunto que merece nuestra más cuidadosa consideración. El espíritu de una cosa es aquello que es causa de su movimiento inherente y por consiguiente la pregunta que se nos presenta es: ¿cuál es la naturaleza del poder primario de movimiento que se encuentra en el fondo del orden interminable de vida que vemos a nuestro alrededor, incluyendo nuestra propia vida? La ciencia nos proporciona terreno amplio para decir que no es material, porque la ciencia ha, ahora, al menos teóricamente, reducido todas las cosas materiales a un éter primario distribuido universalmente y cuyas innumerables partículas están en equilibrio absoluto; de aquí se sigue, con bases matemáticas solamente, que el movimiento inicial que empezó a concentrar el mundo y todas las substancias materiales a partir de las partículas del éter disperso, no podría haberse originado en las partículas mismas, Así, por una deducción necesaria, a partir de las conclusiones de la ciencia física, estamos obligados a suponer la presencia de algún poder inmaterial capaz de separar o apartar ciertas áreas específicas para el despliegue de la actividad cósmica y construir entonces un universo material, con todos sus habitantes, por medio de una secuencia ordenada de evolución, en la cual cada etapa establece el fundamento para el desarrollo de la etapa que debe seguir; en una palabra, nos encontramos cara a cara con un poder que exhibe, en una escala estupenda, las facultades de selección y adaptación de medios para ciertos fines y así distribuye la energía y la vida de acuerdo con un esquema reconocible de progresión cósmica. Por lo tanto no es solamente Vida, sino también Inteligencia, y la Vida guiada por la Inteligencia se torna en Voluntad. Es este poder primario originador el que significamos cuando hablamos de “el Espíritu” y es en este Espíritu de todo el universo que debemos entrar, si hemos de reproducirlo como una fuente de Vida Original en nosotros.
En el caso de las producciones del genio artístico sabemos que debemos entrar en el movimiento de la mente creativa del artista, antes de poder comprender el principio que dio nacimiento a su obra. Debemos aprender a participar del sentimiento, a encontrar expresión para lo que es el motivo de su actividad creadora. No podríamos aplicar el mismo principio a la Gran Mente Creadora con la cual buscamos tratar? Hay algo en la obra del artista que es análogo con la creación original. Su obra, literaria, musical o gráfica es creación original en una escala miniatura y en esto difiere de aquella del ingeniero, la cual es constructiva, o de aquella del científico, que es analítica; porque el artista, en cierto sentido, crea algo a partir de nada y por consiguiente parte del simple sentimiento y no de una necesidad preexistente. Esto, por la hipótesis del caso, es verdad también de la Mente Paterna, porque en la etapa donde toma lugar el movimiento inicial de la creación no hay condiciones existentes para compeler la acción en una dirección más que en otra. En consecuencia, la acción tomada por el impulso creativo no es dirigida hacia circunstancias externas y el movimiento primario debe ser por la tanto enteramente debido a la acción de la Mente Original sobre Sí Misma; es el proceder de esta Mente para la realización de todo lo que ella siente que es en Si Misma. Así que el proceso creativo es, en su principio, un asunto puramente de sentimiento, exactamente lo que significamos por “motivo” en una obra de arte. Ahora bien, es en este sentimiento original que necesitamos entrar, porque él es la fons et origo de toda la cadena de causación subsecuente. Entonces, ¿qué puede ser este sentimiento original del Espíritu? Puesto que el Espíritu es Vida-en-Sí-Mismo, su sentimiento solamente puede ser hacia una mayor expresión de Vida, cualquier otra clase de sentimiento sería autodestructivo y por lo tanto inconcebible. Entonces, la expresión de Vida plena implica Felicidad y la Felicidad implica Armonía; la Armonía implica Orden y el Orden implica Proporción; la Proporción implica Belleza y es así que en el reconocimiento de la tendencia inherente al espíritu, hacia la producción de Vida, podemos reconocer también una tendencia inherente semejante para la producción de estas otras cualidades; y puesto que el deseo de otorgar la mayor plenitud de vida gozosa solamente puede ser descrito como Amor, podemos resumir la totalidad del sentimiento, que es impulso del movimiento original en el Espíritu, como Amor y Belleza, el Espíritu encontrando expresión a través de formas de Belleza en centros de Vida y en relación armoniosa Consigo Mismo. Este es un enunciado generalizado del extenso principio a través del cual el Espíritu se expande, partiendo de lo más interno hacia lo más externo, de acuerdo con una Ley de tendencia inherente en Sí Mismo. Se ve a Sí Mismo, por así decir, reflejado en varios centros de vida y energía, cada uno con su forma apropiada, pero en el primer caso estas reflexiones no pueden tener existencia, excepto dentro de la Mente
originadora. Tienen su iniciación como imágenes mentales, así que, además de los poderes de Inteligencia y Selección, debemos también comprender el de la Imaginación como perteneciendo a la Mente Divina; debemos representarnos estos poderes como operando a partir del motivo inicial de Amor y Belleza. Este es el Espíritu en que necesitamos entrar y el método de hacerlo es perfectamente lógico. Es el mismo método por el cual se efectúa todo adelanto científico. Consiste en observar primero como opera una cierta ley en condiciones provistas espontáneamente por la naturaleza y luego considerar cuidadosamente el principio que indica esta operación espontánea; finalmente, deducir de esto cómo actuaría el mismo principio en condiciones especialmente seleccionadas y no provistas espontáneamente por lo naturaleza. El progreso en la construcción de buques proporciona un buen ejemplo de lo que quiero decir. Anteriormente se empleaba la madera en vez del hierro, porque la madera flota en el agua y el hierro se hunde; no obstante, ahora los navíos son construidos de hierro; el pensamiento cuidadoso mostró que la ley de flotación es que cualquier cosa puede flotar si, volumen por volumen, es más ligera que la masa de líquido desplazada por ella; y así ahora hacemos que el hierro flote por la misma ley por la cual se hunde, porque con la introducción del factor personal proveemos condiciones que no ocurren espontáneamente, en acuerdo con la máxima esotérica de que “la naturaleza sin ayuda fracasa”. Ahora queremos aplicar el mismo proceso de especialización de una Ley genérica a la primera de todas les Leyes, aquella de la tendencia genérica dadora de Vida del Espíritu mismo. Sin el elemento de la personalidad individual el Espíritu solamente puede trabajar cósmicamente por una Ley genérica; pero esta Ley admite una especialización más elevada y esta especialización solamente puede ser alcanzada a través de la introducción del factor personal. Para introducir este factor el individuo debe ser completamente consciente del principio subyacente en la acción cósmica o espontánea de la Ley. Dónde, entonces, encontraremos este principio de Vida? Ciertamente que no será contemplando la Muerte. Para colocar un principio en operación en la forma que requerimos, debemos observar su acción cuando está operando espontáneamente en esta dirección en particular. Debemos preguntarnos por qué actúa en la dirección correcta hasta donde llega su alcance, y habiendo aprendido esto podremos hacerla ir más lejos. La Ley de flotación no fue descubierta contemplando el hundimiento de las cosas sino contemplando la flotación de cosas que flotaban naturalmente y entonces preguntándose inteligentemente por qué lo hacían así. El conocimiento de un principio debe ser obtenido por el estudio de su acción afirmativa; cuando comprendemos esa acción estamos en posición de corregir las condiciones negativas que tienden a evitar o impedir la acción. Ahora bien, la Muerte es la ausencia de la Vida y la enfermedad es la
ausencia de la salud, así que para entrar en el Espíritu de la Vida necesitamos contemplarlo donde se le puede encontrar y no allí donde no se encuentra. Hacemos frente a la antigua pregunta: “Por qué buscas a los vivos entre los muertos?” Es por esto que iniciamos nuestros estudios con la consideración de la creación cósmica, porque es allí donde encontramos al Espíritu de Vida operando a través de incontables edades, no solamente como energía inmortal, sino con perpetuo avance hacia más elevados grados de Vida. Si solamente pudiéramos entrar en el Espíritu como para hacerlo personalmente en nosotros lo que El, evidentemente, es en Sí Mismo, se realizaría la magnum opus. Esto significa comprender nuestra vida como inducida directamente del Espíritu Originador; y si ahora comprendemos que el Pensamiento o la Imaginación del Espíritu es la gran realidad del Ser y que todos los hechos materiales son solamente correspondencias, entonces se sigue lógicamente que lo que debemos hacer es mantener nuestro lugar individual en el Pensamiento de la Mente Paterna. Hemos visto que la acción de la Mente Originadora debe ser necesariamente genérica, que está acorde con los tipos que incluyen multitud de individuos. Este tipo es la reflexión de la Mente Creativa al nivel de ese prototipo genius, y que al nivel humano es el Hombre, no como asociado con circunstancias particulares, sino como existente en el ideal absoluto. Entonces, en la misma proporción en que aprendamos a disociar nuestro concepto de sí mismos de cualesquiera circunstancias particulares y a descansar en nuestra naturaleza absoluta, como reflexiones del Ideal Divino, así, nosotros, a la vez, reflejamos de regreso hacia la Imaginación Divina la concepción original de Sí Misma como expresada en el Hombre genérico o típico y así, por ley natural de causa y efecto, el individuo que comprende esta actitud mental, entra permanentemente en el Espíritu de Vida y llega a ser una fuente perenne de Vida, que surge espontáneamente de su interior. Se encuentra entonces siendo, como dice la Biblia, “la imagen y semejanza de Dios”. Ha alcanzado el nivel en el que proporciona un nuevo punto de partida para el proceso creativo; y el Espíritu, encontrando un centro personal en él, comienza su operación de novo, habiendo así solucionado el gran problema de cómo permitir que lo Universal actúe directamente en el plano de lo Particular. Es en este sentido, como proporcionando el centro requerido para una nueva partida del Espíritu creativo, que se considera al hombre como un “microcosmos”, o universo en miniatura; y esto es también lo que se significa en la doctrina esotérica de La Octava y de la cual podré hablar más plenamente en otra ocasión. Si los principios establecidos aquí son cuidadosamente considerados, se encontrará que arrojan mucha luz sobre lo que en otra manera sería oscuro; y proporcionarán también la clave de los ensayos subsiguientes. Se le pide al lector, por consiguiente, que las medite cuidadosamente y
tome nota de sus relaciones con el tema de nuestra próxima conferencia. INDIVIDUALIDAD La individualidad es el complemento necesario del Espíritu Universal, que fue el tema de nuestra consideración el domingo pasado. El problema total de la vida consiste en encontrar la verdadera relación de lo individual con el Espíritu Universal Originador; y el primer paso hacia la averiguación de ésta es comprender lo que el Espíritu Universal debe ser en Si Mismo. Ya hemos hecho esto en alguna extensión y las conclusiones a las que hemos llegado son: • Que la esencia del Espíritu es Vida, Amor y Belleza. • Que su Motivo, o impulso motor primario, es expresar la Vida, el Amor y la Belleza que El se siente Ser. • Que lo Universal no puede actuar en el plano de lo Particular excepto a través de llegar a ser lo particular, esto es, por expresión a través de lo individual. Si estos tres axiomas son comprendidos claramente, habremos obtenido un fundamento sólido para iniciar la consideración de nuestro tema para hoy. La primera pregunta que se presenta naturalmente es: Si estas cosas son así, por qué no todo individuo expresa la vida, el amor y la belleza del Espíritu Universal? La respuesta a esta pregunta se encuentra en la Ley de Consciencia. No podemos ser conscientes de cosa alguna a menos de comprender una cierta relación entre ella y nosotros. Debe afectarnos en alguna manera, en otra forma no podemos ser conscientes de su existencia; y de acuerdo con la manera como nos afecta nos reconocemos como subsistiendo en relación con ella. Es este autorreconocimiento de nuestra parte, llevado a abarcar la suma total de todas nuestras relaciones, ya sean espirituales, intelectuales o físicas, lo que constituye nuestra comprensión de la vida. Con base en este principio, entonces, para la comprensión de Su propia Vivencia, llega a ser una necesidad para la Mente originadora la producción de centros de vida, a través de los cuales lograr relaciones conducentes al logro de esta comprensión consciente. Entonces se sigue que esta comprensión solamente puede ser completa donde lo individual tiene libertad perfecta para retenerla; en otra manera ninguna comprensión verdadera podría haber tenido lugar. Por ejemplo, consideremos la operación del Amor. El Amor debe ser espontáneo o no tendría existencia. No podemos imaginar algo como amor inducido mecánicamente. Porque cualquier cosa que es formada como para producir automáticamente un efecto, sin volición alguna de su parte, no es sino una pieza de un mecanismo. De ahí que si la Mente Originadora ha de llegar a comprender la realidad del Amor, solamente puede ser a través de algún ser que tenga el poder de retener amor. Lo
mismo se aplica a la comprensión de toda otra modalidad de vivencia; así que es solamente en la proporción a la vida individual como centro independiente de acción, con la opción de actuar ya positiva o negativamente, que cualquier vida real ha sido producida del todo. A más lejos se encuentre la cosa creada de ser un arreglo meramente mecánico, más elevado es el grado de creación. El sistema solar es un trabajo perfecto de creación mecánica, pero para constituir centros que pueden reciprocar la naturaleza superior de la Mente Divina, se requiere no un mecanismo, no importa lo perfecto, sino un centro mental que sea, en sí mismo, una fuente independiente de acción. De ahí que en lo requerido del caso, el hombre debe ser capaz de colocarse ya en relación positiva o negativa con la Mente Paterna, de donde se origina; en otra manera no sería más que una figura de movimiento regular. En esta necesidad del caso encontramos, entonces, la razón de por que la vida, el amor y la belleza del Espíritu no son reproducidas visiblemente en todo ser humano. Son reproducidas en el mundo de la naturaleza, en tanto una acción mecánica y automática pueda representarlas, pero su reproducción perfecta solamente puede tomar lugar con base en una libertad semejante a aquella del Espíritu Originador, que por consiguiente implica la libertad de negación tanto como la de afirmación. Por qué, entonces, el individuo hace una selección negativa? Porque no comprende la ley de su propia individualidad y la cree una ley de limitación en vez de una Ley de Libertad. El no espera encontrar el punto de partida del Proceso Creativo reproducido dentro de sí, así que busca el aspecto mecánico de las cosas como el fundamento de su razonamiento acerca de la vida. En consecuencia, su razonamiento lo conduce a la conclusión de que la vida es limitada, porque asume la limitación en sus premisas y así, lógicamente, no puede escapar de ella en sus conclusiones. Entonces cree que esta es la ley y ridiculiza la idea de trascenderla. Indica la secuencia de causa y efecto, por medio de la cual la muerte, la enfermedad y el desastre, retienen su predominio sobre el individuo y dice que la secuencia es ley. Y está en lo correcto en cuanto a esto, porque es una ley; pero no la Ley. Cuando hayamos alcanzado apenas esta etapa de comprensión, tendremos que aprender todavía que una ley superior puede incluir a una inferior tan completamente como para absorberla enteramente. La falacia implicada en este argumento negativo, es la suposición de que la ley de limitación es esencial en todos los grados del ser. Esta es la falacia de los antiguos constructores de buques en cuanto a la imposibilidad de construir buques de hierro. Lo que se requiere es alcanzar hasta el principio que se encuentra en el trasfondo de la Ley en su operación afirmativa, especializarlo bajo condiciones superiores a aquellas presentadas espontáneamente por la naturaleza y esto solamente puede hacerse por la introducción del elemento personal, es decir, por una inteligencia personal capaz de comprender el principio.
La pregunta, entonces, es: Cuál es el principio a través del cual llegamos a ser? Y esta es solamente una aplicación personal de la pregunta general: ¿Cómo vino cosa alguna a existencia? Ahora bien, como indicamos en el artículo precedente, la deducción final de la ciencia física es que el movimiento originador toma lugar en la Mente Universal, y es análogo a aquel de nuestra propia imaginación; y como acabamos de ver, el ideal perfecto solamente puede ser aquel de un ser capaz de reciprocar todas las cualidades de la Mente Originadora. Consecuentemente, el hombre, en su naturaleza más interna, es el producto de la Mente Divina imaginando a expresión una imagen de Sí Misma en el plano de lo relativo, como complementaria de su propia esfera de lo absoluto. Si hemos de ir al principio más Interno en nosotros, al cual la filosofía y las Escrituras, por igual, declaran estar hecho a la imagen y semejanza de Dios, en vez de ir a los vehículos que tal principio externaliza como instrumentos a través de los cuales funciona en los varios planos de ser, encontraremos que hemos alcanzado un principio en nosotros que se encuentra en loco dei en relación con todos nuestros vehículos y también con nuestro medio ambiente. Que se encuentra por encima de todos ellos y los crea, no importa lo ignorantes que seamos de tal hecho, y que en relación con ellos ocupa el lugar de causa primera. El reconocimiento de esto es el descubrimiento de nuestra propia relación con la totalidad del mundo de lo relativo. Por otra parte, esto no debe conducirnos al error de suponer que no hay nada superior, porque, como ya lo hemos visto, este principio interno o ego es en sí mismo el efecto de una causa antecedente, porque procede del proceso imaginativo de la Mente Divina. Así que nos encontramos colocados en una posición intermediaria entre la verdadera Causa Primera, por una parte, y el mundo de las causas secundarias por la otra; y para comprender la naturaleza de esta posición, debemos regresar al axioma de que lo Universal solamente puede trabajar en el plano de lo Particular a través de lo individual. Entonces vemos que la función de lo individual es diferenciar el flujo indistribuído de lo Universal en direcciones apropiadas para iniciar diferentes cadenas de causación secundaria. El lugar del hombre en el orden cósmico es el de distribuidor del Poder Divino; sujeto, sin embargo, a la ley inherente al poder que distribuye. Vemos un ejemplo de esto en la ciencia ordinaria, en el hecho de que nunca creamos fuerza; todo lo que podemos hacer es distribuirla. La palabra misma Hombre (Man) significa distribuidor o mediador, en común con todas las palabras derivadas de la raíz MN (raíz “Sanderit” MN, dice el original), e implica la idea de medida, como en las palabras “Moon” (luna), mes, mente, “man” (hombre), el peso Indio de 80 libras; y es por esta razón que se habla del hombre en las Escrituras como del dispensador de los dones divinos. A medida que nuestra mente se abra al significado total de esta posición, las inmensas
posibilidades y también la responsabilidad contenida en ella, se harán manifiestas. Significa que el individuo es el centro creativo de su propio mundo. Nuestra experiencia pasada no nos proporciona evidencia alguna en contra de esto. Nuestra verdadera naturaleza está siempre presente, solamente que hasta ahora hemos tomado el aspecto inferior y mecánico de las cosas como nuestro punto de partida y así hemos creado limitación en vez de expansión. Y aún con el conocimiento de la Ley Creativa que hemos alcanzado ahora, continuaremos haciendo lo mismo, si buscamos nuestro punto de partida en las cosas que se encuentran por debajo de nosotros y no en la única cosa que se encuentra por encima de nosotros, es decir, en la Mente Divina; porque es solamente en ella que podemos encontrar Poder Creativo ilimitado. La vida es ser, es la experiencia de estados de consciencia y hay una correspondencia infalible entre estos estados internos y nuestras condiciones externas. Ahora vemos que, a partir de la Creación Original, el estado de consciencia debe ser la causa, y la condición correspondiente el efecto, porque en la iniciación de la creación no existían condiciones y la operación de la Mente Creativa sobre sí misma puede haber sido solamente un estado de consciencia. Este, entonces, es claramente el Orden Creativo, de estados hacia condiciones. Pero invertimos este orden y pretendemos crear partiendo de las condiciones hacia los estados. Nos decimos: “Si tengo tales y tales condiciones, ellas producirán el estado de sentimiento que deseo”, y al hacerlo así corremos el riesgo de cometer un error en cuanto a la correspondencia, porque puede resultar que tales condiciones particulares sobre las cuales nos fundamentamos pueden ser tales que no produzcan el estado deseado, O, además, aunque ellas pudieran producirlo en cierto grado, otras condiciones podrían producirlo en aún mayor grado, mientras abrimos al mismo tiempo la senda para la realización de más elevados estados y mejores condiciones. Por esto nuestro plan más sabio es seguir el modelo de la Mente Paterna y hacer del autorreconocimiento mental nuestro punto de partida, sabiendo que por la Ley inherente del Espíritu las condiciones correlativas llegarán por un proceso natural de crecimiento. Entonces el gran autorreconocimiento es aquel de nuestra relación con la Mente Suprema. Ella es el centro generador y nosotros somos los centros de distribución; así como la electricidad es generada en la estación central y distribuida en diferentes formas de poder, por razón de su paso a través de centros apropiados de distribución, de modo que en un lugar ilumina una habitación, en otro lleva un mensaje y en un tercero impulsa un tranvía. En igual manera el poder de la Mente Universal toma formas particulares por medio de la mente particular del individuo. Ella no interfiere con las líneas de su individualidad, sino que trabaja siguiéndolas, haciéndole así, no menos, sino más sí mismo. Así que no es un poder obligante, sino un poder expansivo e iluminador; así que a más reconocimiento por parte del individuo de la
acción recíproca entre Ella y sí mismo, debe llegar a mayor plenitud de vida. Así que tampoco tenemos que preocuparnos de condiciones futuras, porque sabemos que el Poder originador de todo está operando a través de nosotros y para nosotros y que de acuerdo con la Ley, demostrada y probada por toda la creación existente, produce todas las condiciones requeridas para la expresión de la Vida, del Amor y de la Belleza que ES, así que podemos perfectamente confiar en El para abrirnos el camino a medida que avanzamos. Las palabras del Gran Instructor: “No penséis en el mañana”, y observe que la traducción correcta es: “No pensáis ansiosamente”, son la aplicación práctica de la filosofía más cierta. Esto, naturalmente, no significa que no debamos esforzarnos. Debemos ejecutar nuestra parte en el trabajo y no esperar que Dios haga para nosotros lo que El solamente puede hacer a través de nosotros. Debemos usar nuestro sentido común y nuestras facultades naturales para trabajar en las condiciones presentes ahora. Debemos hacer uso de ellas, en cuanto sea factible usarlas, pero no debemos tratar de ir más allá de lo requerido por las cosas presentes; no debemos tratar de forzar las cosas, sino permitir que crezcan naturalmente, sabiendo que lo están haciendo así bajo la guía de la Sabiduría Creadora de Todo. Siguiendo este método entraremos más y más en el hábito de considerar la actitud mental como la Clave de nuestro progreso en la Vida, sabiendo que todo lo demás debe surgir de ésta; y descubriremos, además, que nuestra actitud mental está eventualmente determinada por la forma en que consideramos la Mente Divina. Entonces el resultado final será que veremos que la Mente Divina no es nada menos que Vida, Amor y Belleza - la Belleza siendo idéntica con la Sabiduría, o ajuste perfecto de las partes con el todo; nos consideraremos como centros de distribución de estas energías primarias y por consiguiente, a nuestra vez, centros subordinados de poder creativo. Y a medida que penetremos en este conocimiento encontraremos que trascendemos una ley de limitación después de otra, encontrando una ley superior, de la cual la inferior es solamente una expresión parcial, hasta que llegaremos a ver ante nosotros, como nuestra meta final, nada menos que la Ley Perfecta de Libertad; no libertad sin Ley, lo cual es anarquía, sino Libertad acorde con la Ley. En esta forma encontraremos que el Apóstol habló la verdad literal, cuando dijo que llegaríamos a ser como El cuando Le viéramos como El es, porque el proceso total por el cual es producida nuestra individualidad es el de reflexión de la imagen existente en la Mente Divina. Cuando comprendamos así la Ley de nuestro propio ser, podremos especializarla en modalidades poco concebidas hasta el presente pero, como sucede con todas las leyes naturales, la especialización no puede tener lugar a menos que el principio fundamental de le ley genérica haya sido completamente comprendido. Por estas razones el estudiante debe esforzarse en comprender más y más perfectamente, tanto en la teoría como en la
práctica, la ley de relación entre las Mentes Universal e individual. Esta es la ley de acción recíproca. Si este hecho de la reciprocidad es comprendido, se encontrará que explica tanto el por qué el individuo no alcanza a expresar la plenitud de la Vida, que es el Espíritu, como el por qué puede alcanzar a la plenitud de esa expresión; exactamente como la misma ley explica por qué el hierro se hunde en el agua y como puede hacérsele flotar. La individualización del Espíritu Universal, por el reconocimiento de su reciprocidad con nosotros, es el secreto de la perpetuación y del crecimiento de nuestra propia individualidad. EL NUEVO PENSAMIENTO Y EL NUEVO ORDEN En las dos conferencias precedentes me he esforzado por lograr alguna concepción de lo que el Espíritu Originador de Todo Es en Sí Mismo y de la relación del individuo con EL. En cuanto es posible formarnos concepción alguna de estas cosas, vemos que son principios universales aplicables a toda la naturaleza y que al nivel humano son aplicables a todos los hombres, son leyes generales; el reconocimiento de las cuales es un requisito preliminar para cualquier avance posterior; porque el progreso se efectúa, no haciendo de lado la ley inherente a las cosas, lo cual es imposible, sino especializándola a través de la presentación de condiciones que capacitarán al mismo principio para actuar en manera menos limitada. Habiendo, por consiguiente, obtenido una idea general de estos dos esenciales, el universal y el individual, y de la relación del uno con el otro, permítasenos ahora considerar el proceso de especialización. En qué consiste la especialización de una ley natural? Consiste en hacer que esa ley o principio produzca un efecto que no podría producir bajo las condiciones simplemente genéricas provistas espontáneamente por la naturaleza. Esta selección de condiciones adecuadas es obra de la Inteligencia, es un proceso de arreglo consciente de las cosas en un nuevo orden, como para producir un resultado nuevo. El principio nunca es nuevo, porque los principios son eternos y universales; pero el conocimiento de que el mismo principio producirá nuevos resultados, cuando opere bajo nuevas condiciones, es la clave del desarrollo de infinitas posibilidades. Lo que tenemos que considerar, por lo tanto, es la operación de la Inteligencia en el abastecimiento de condiciones específicas para la operación de principios universales, como para producir nuevos resultados que trasciendan nuestras experiencias pasadas. El proceso no consiste en la introducción de elementos nuevos, sino en hacer nuevas combinaciones de los elementos que han estado siempre presentes; así como nuestros antecesores no tenían concepción alguna de carruajes que pudiesen moverse sin caballos y, no obstante, por una combinación apropiada de elementos, que se han encontrado siempre en existencia, tales vehículos son hoy objetos comunes en nuestras calles. Cómo, entonces, es dirigido el Poder de La Inteligencia a Trabajar sobre la ley genérica de la relación entre lo Individual y lo
Universal, como para especializarlo en la producción de resultados más grandes que aquellos obtenidos hasta ahora? Todas las adquisiciones prácticas de la ciencia, que colocan en ventaja el mundo civilizado de hoy sobre los tiempos del Rey Alfredo o de Carlomagno, han sido logradas por un método uniforme y muy simple. Es siempre a través de la averiguación del factor afirmativo en cualquier combinación existente, y preguntándose ¿por qué, en esa combinación particular, tal factor no actúa más allá de ciertos límites? ¿Qué hace del asunto un éxito, hasta el punto al cual llega, y qué le impide ir más adelante? Considerando entonces, cuidadosamente la naturaleza del factor afirmativo, vemos qué clase de condiciones debemos proveer para capacitarla a expresarse más plenamente. Este es el método científico; respecto a cosas materiales se ha demostrado verdadero; y no hay razón para que no sea también igualmente confiable con respecto a los asuntos espirituales. Tomando éste como nuestro método, nos preguntamos: ¿Cuál es el factor afirmativo en toda la creación y en nosotros, como incluidos en la creación? Como vimos en la primera conferencia, este factor es el Espíritu, ese poder individual que concentra en formas el éter primordial y dota a esas formas con varias modalidades de movimiento, desde el movimiento mecánico simple del planeta hasta el movimiento volitivo en el hombre. Y, puesto que esto es así, solamente el Sentimiento y el Pensamiento del Espíritu Universal puede ser el factor afirmativo primario (ver mis Conferencias de Edimburgo sobre Ciencia Mental). Ahora bien, por la hipótesis del caso, el Espíritu Universal debe ser la Pura Esencia de Vida y, por consiguiente, Su Sentimiento y Su Pensamiento solo pueden estar dirigidos hacia la expresión continuamente creciente de la Vivencia que Ella Es. Y, en consecuencia la especialización que estamos buscando debe encontrarse en condiciones tales que le proporcionen un centro desde el cual pueda realizar más perfectamente este Sentimiento y expresar este Pensamiento; en otras palabras, la forma de especializar el principio genérico del Espíritu es proveyendo nuevas condiciones mentales en consonancia con su propia naturaleza original. El método científico de investigación, por consiguiente, nos conduce a la conclusión de que las conclusiones requeridas para traducir la operación racial o genérica del Espíritu a la operación individual especializada, es una nueva forma de pensar una modalidad de pensamiento concurrente con, y no en oposición a, el movimiento progresivo esencial del Espíritu Creativo Mismo. Esto implica una inversión total de nuestros antiguos conceptos. Hasta hoy hemos tomado las formas y condiciones como el punto de partida de nuestro pensamiento; y hemos inferido que ellas son las causas de los estados mentales. Ahora hemos aprendido que el verdadero orden del proceso creativo es exactamente lo inverso; y que el pensamiento y el sentimiento son las causas y, que las formas y las condiciones son los efectos. Cuando hayamos aprendido esta lección, habremos
comprendido el principio fundamental por el cual la especialización individual de la ley genérica del proceso creativo llega a ser una posibilidad práctica. Nuevo Pensamiento, entonces, no es el nombre de una secta en particular, sino el factor esencial por medio del cual se continúa nuestro propio desarrollo futuro; y su esencia consiste en ver la relación de las cosas en un Nuevo Orden. Hasta ahora hemos invertido el orden verdadero de causa y efecto; ahora, considerando cuidadosamente la naturaleza real del Principio de Causación en Sí Mismo, causa causans como distinguido de causa causata, volvemos al orden verdadero y adoptamos un nuevo método de pensamiento de acuerdo con él. En sí este orden y este método de pensamiento no son nuevos. Son más antiguos que el fundamento del mundo, porque son los del Espíritu Creativo Mismo; y a través de todas las edades esta enseñanza ha sido entregada en varias formas; su verdadero significado ha sido percibido solamente por unos pocos en cada generación. Pero cuando la luz se hace en cualquier individuo, es una nueva luz para él; y así para cada uno sucesivamente llega a ser un Nuevo Pensamiento; y cuando alguien lo alcanza o lo realiza se encuentra en un Nuevo Orden. Continúa en verdad incluido en el orden universal del Cosmos, pero en una forma perfectamente diferente a la que había supuesto previamente; porque, desde este nuevo punto de vista, encuentra que él está incluido, no tanto como una parte del efecto general, sino como una parte de la causa general; y cuando percibe esto, entonces ve que el método para su avance ulterior debe ser el de permitir que La Causa General fluya más y más libremente en su propio centro específico; y él, por consiguiente, busca proveer condiciones de pensamiento que le capaciten para hacerlo así. Empleando aún, entonces, el método científico de seguimiento del factor afirmativo, comprende que este poder causativo universal, por cualquier nombre que sea llamado, se manifiesta como Inteligencia Suprema en la adaptación de medios para ciertos fines. Lo hace así en el mecanismo del planeta, en la producción de abastecimiento para el soporte de la vida física y en el mantenimiento de la raza como un todo. Es verdad que el investigador se enfrenta en cada momento con el fracaso individual; pero su respuesta a esto es que no hay fracaso cósmico, que disminuirá en la proporción en que el individuo logre el reconocimiento del Principio Motor de ese proceso y provea las condiciones necesarias para capacitarlo a tomar un nuevo punto de partida en su propia individualidad. Ahora bien, una de estas condiciones es el reconocerlo como Inteligencia y recordar que cuando opera a través de nuestra mentalidad no cambia en manera alguna su naturaleza esencial; así como la electricidad no pierde ninguna de sus cualidades esenciales al pasar a través del aparato especial que la capacita para manifestarse como Luz. Cuando vemos esto, nuestra línea de pensamiento es algo así como:
“Mi mente es un centro de operación Divina. La Divina operación es siempre hacia la expansión, hacia la expresión plena; esto significa la producción de algo que trascienda lo que ha sucedido o habido hasta ahora, algo completamente nuevo, no incluido en la experiencia pasada, aunque procediendo ella en una secuencia ordenada de crecimiento. Por lo tanto, puesto que lo Divino no puede cambiar su naturaleza inherente, debe operar en la misma manera en mí. En consecuencia, en mi propio mundo especial, del cual soy el centro, se moverá para producir nuevas condiciones, siempre en ventaja sobre cualquier cosa que haya sucedido antes”. Esta es una línea legítima de argumento, de las premisas establecidas en el reconocimiento de la relación entre la mente individual y la Mente Universal; y resulta de nuestra consideración de la Mente Divina, no solamente como creativa, sino también como directiva; esto es, como determinante de las formas reales que tomarán las condiciones para su manifestación en nuestro propio mundo particular, así como en suplir la energía para su producción. Si no vemos en el Espíritu Originador un poder formativo, echaremos de menos el punto de relación entre lo individual y lo universal. Este es el poder formativo en toda la naturaleza; y si hemos de especializarlo debemos aprender a confiar en su cualidad formativa cuando opera desde su nuevo punto de partida en nosotros. Pero se presenta naturalmente la pregunta: Si esto es así, ¿cuál es la parte jugada por el individuo? Nuestra parte es proveer un centro concreto alrededor del cual circulen las energías Divinas. En el orden genérico de ser ejercemos sobre él una fuerza de atracción, de acuerdo con el modelo innato de nuestra individualidad particular; y a medida que comenzamos a comprender la Ley de esta relación, nosotros, a nuestro turno, somos atraídos hacia lo Divino a lo largo de las líneas de menor resistencia; esto es, en aquellas líneas que son más naturales a nuestra inclinación mental especial. En esta manera lanzamos ciertas aspiraciones, con el resultado de que intensificamos nuestra atracción de fuerzas Divinas en una cierta manera específica y ellas comienzan a actuar, tanto a través de nosotros como a nuestro alrededor, de acuerdo con nuestras aspiraciones. Esto es lo racional de la acción recíproca entre la Mente Universal y la mente individual; y esto nos muestra que nuestros deseos no deben estar dirigidos tanto hacia la adquisición de cosas particulares como hacia la reproducción en nosotros de fases particulares de la actividad del Espíritu; y esto, siendo creativo en su misma naturaleza está limitado a exteriorizarse como cosas y circunstancias correspondientes. Entonces, cuando estos hechos externos aparecen en el círculo de nuestra vida objetiva, debemos trabajar sobre ellos desde un punto de vista objetivo. Aquí es donde muchos son deficientes en la terminación del trabajo. Comprenden lo subjetivo o el proceso creativo, pero no ven que éste debe ser seguido
por un proceso objetivo o constructivo y, en consecuencia, son soñadores imprácticos y nunca alcanzan la etapa del trabajo terminado. El proceso creativo trae a nuestras manos los materiales y condiciones para el trabajo; entonces debemos hacer uso de ellos con diligencia y sentido común. Dios proveerá el alimento, pero El no cocinará lam comida. Esta, entonces, es la parte tomada por el individuo; y es así como llega a ser un centro de distribución de la energía Divina, no tratando por una parte de conducirla como fuerza ciega, ni por otra colocándose él mismo bajo un impulso irracional y ciego, procedente de Ella. El recibe guía porque busca guía; y busca y recibe de acuerdo con una Ley que él es capaz de reconocer; así que, no sacrifica su libertad, ni empequeñece sus poderes, como un ingeniero que se somete a las leyes genéricas de la electricidad, para aplicarlas a algún propósito específico. A más íntimo llegue a ser su conocimiento de esta Ley de Reciprocidad, más encontrará que ella conduce a la Libertad, con base en el mismo principio por el cual encontramos en la ciencia física que la Naturaleza nos obedece precisamente en el mismo grado en que nosotros primero obedecemos a la naturaleza. Como dice la máxima esotérica: “Lo que es verdad en un plano es verdad en todos”. Pero la Clave de este enfrascamiento de cuerpo, mente y circunstancias es en ese nuevo pensamiento que llega a ser creativo de nuevas condiciones, porque comprende el verdadero orden del proceso creativo. Por esto, si hemos de traer un nuevo orden de Vida, Luz y Libertad a nuestras vidas, debemos comenzar por producir un nuevo orden en nuestro pensamiento y encontrar en nosotros mismos el punto de partida de una nueva serie creativa, no por la fuerza de voluntad personal, sino por la unión con el Espíritu Divino, el Cual en la expresión de Su Amor y de Su Belleza inherentes, hace todas las cosas nuevas. LA VIDA DEL ESPIRITU Las tres conferencias anteriores han tocado sobre ciertas verdades fundamentales en un orden definido; primero, la naturaleza del Espíritu Originador mismo; luego, la relación genérica del individuo con este Espíritu Omniabarcante; y por último, la forma de especializar esta relación como para obtener mayores resultados a los que aparecen espontáneamente por la mera acción genérica; y hemos encontrado que esto solamente puede lograrse a través de un nuevo orden de pensamiento. Esta secuencia es lógica, porque implica un Poder, un Individuo que comprende el Poder, y un Método para aplicar el Poder, deducido del entendimiento de su naturaleza. Estos son principios generales sin cuya comprensión es imposible ir más adelante, pero asumiendo que el lector ha comprendido su significado, podemos pasar ahora a considerar su aplicación con más detalle. Ahora bien, esta aplicación debe ser personal, porque es solo a través del individuo como la especialización superior del poder puede tomar lugar, pero al mismo tiempo esto no debe conducirnos a suponer que el
individuo, por sí mismo, trae la fuerza creativa a existencia. Suponer esto es inversión; y no podemos imprimir con suficiente profundidad sobre nosotros mismos que la relación de lo individual con el Espíritu Divino es aquella de distribuidor y, no de creador original. Si esto se mantiene en la mente con firmeza la forma se hará clara; de otra manera seremos conducidos a la confusión. ¿Qué, entonces, es el Poder que debemos distribuir? Es el Espíritu Originador mismo. Estamos seguros de que esto es así porque el nuevo orden de pensamiento comienza siempre en el principio de cualquier serie que se contempla para traer a manifestación, y está basado en el hecho de que el origen de todo es el Espíritu. Es en esto donde reside su poder creativo; de ahí que la persona que se encuentra verdaderamente en el nuevo orden de pensamiento asume, como un hecho axiomático, que lo que ella tiene que distribuir, o diferenciar en manifestación, no es ninguna otra cosa sino el Espíritu Originador. Siendo este el caso, es evidente que el propósito de la distribución debe ser la expresión más perfecta del Espíritu Originador como El Es en Sí Mismo, y lo que El es en Sí Mismo es enfáticamente Vida. Lo que está buscando expresión, entonces, es la Vivencia Perfecta del Espíritu; y esta expresión debe ser localizada, a través de nosotros, por medio de nuestra modalidad renovada de pensamiento. Veamos, entonces, como nuestro nuevo orden de pensamiento, con respecto al principio de la Vida, promete operar. En nuestro antiguo orden de pensamiento habíamos siempre asociado la Vida con el cuerpo físico, la vida había sido para nosotros el hecho físico supremo. Ahora, sin embargo, sabemos que la vida es mucho más que esto; pero, como lo mayor incluye lo menor, ella incluye la vida física como una modalidad de su manifestación. El verdadero orden no requiere de nosotros negar la realidad de la vida física o llamarla una ilusión; por el contrario, ve en la vida física la terminación de una gran serie creativa, pero se le asigna su lugar apropiado en la serie, que es lo que el antiguo modo de pensamiento no hacía. Cuando comprendemos la verdad acerca del Proceso Creativo, vemos que la vida originadora no es física. Su vivencia Consiste en pensamiento y sentimiento. Por este movimiento interior produce vehículos a través de los cuales funciona, y estos llegan a ser formas vivientes debido al principio interno que los está sosteniendo; por la tanto, la Vida en la que estamos interesados primariamente en el nuevo orden es la vida del pensamiento y del sentimiento en nosotros como vehículos, o medios de distribución, de la Vida del Espíritu. Entonces, si hemos comprendido la idea del Espíritu como el gran Poder formativo, como se estableció en la última conferencia, buscaremos en El el origen de la Forma tanto como el Poder; y, como deducción lógica de esto, recurriremos a El para dar forma a nuestros pensamientos y sentimientos. Si el principio es reconocido una vez, la secuencia es obvia. La forma asumida por nuestras condiciones externas, ya de cuerpo o de circunstancias, depende de la forma
asumida por nuestros pensamientos y sentimientos; y nuestros pensamientos y sentimientos tomarán forma a partir de esa fuente de la cual les permitimos recibir sugestión. Así, si les permitimos aceptar sus sugestiones fundamentales a partir de lo relativo y de lo limitado, asumirán una forma correspondiente y la transmitirán a nuestro medio ambiente externo, produciendo así la repetición del viejo orden de limitación en incesante círculo recurrente. Ahora bien, nuestro propósito es salir de este círculo de limitación, y la única manera de hacerlo es moldear nuestros pensamientos y sentimientos en nuevas formas, avanzando continuamente hacia mayor y mayor perfección. Para llenar este requisito, por consiguiente, debe haber un poder formativo mayor que aquel de nuestras propias desvalidas concepciones, y éste se encuentra en nuestra comprensión del Espíritu como Belleza Suprema, o Sabiduría Suprema, moldeando nuestros pensamientos y nuestros sentimientos en formas armoniosamente ajustadas a la expresión plena en, y a través de, nosotros, de la Vivencia que el Espíritu es en Sí Mismo. Ahora bien, esto no es nada más que la transferencia al lugar más interno de origen de un principio, con el cual todos los lectores que están “en la idea” se presume están completamente familiarizados, el principio de Receptividad. Todos sabemos lo que se significa por una actitud mental receptiva cuando se aplica a la curación o a la telepatía; y no se sigue lógicamente, que el mismo principio puede ser aplicado a recibir la vida misma de la Fuente Suprema? Lo que se quiere, por consiguiente, es colocarnos en una actitud mental receptiva hacia el Espíritu Universal con la intención de recibir su influencia formativa en nuestra sustancia mental. Es siempre la presencia de una intención definida la que distingue la actitud receptiva inteligente de la mente, de la mera absorción tipo esponja, que chupa cualquiera y toda influencia que pueda estar flotando alrededor; porque no debemos cerrar nuestros ojos al hecho de que hay varias influencias en la atmósfera mental por la cual estamos rodeados; y algunas de ellas son de la clase más indeseable. La intención clara y definida es, por consiguiente, necesaria en nuestra actitud receptiva como en nuestras actitudes activas y creativas; y si nuestra intención es tener nuestros propios pensamientos y sentimientos moldeados en formas tales como para expresar aquellas del Espíritu, entonces establecemos aquella relación con el Espíritu que, por las condiciones del caso, debe necesariamente conducirnos a la concepción de nuevos ideales vitalizados por un poder que nos capacitará para traerlos a manifestación concreta. De esta manera es como llegamos a ser centros diferenciadores del Pensamiento Divino dándole expresión en forma en el mundo de espacio y tiempo; así se soluciona el gran problema de capacitar a lo Universal para actuar sobre el plano de lo particular, sin ser estorbado por aquellas limitaciones que la mera ley genérica de manifestación impone sobre ello. Es precisamente aquí donde la mente subconsciente realiza la función de un “puente” entre lo finito y lo infinito, (como lo
observamos en mis “Conferencias en Edimburgo sobre Ciencia Mental”) y por esta razón es tan importante un reconocimiento de su susceptibilidad a la impresión. Entonces, por el establecimiento de una relación personal con la vida del Espíritu, la esfera de lo individual se aumenta. La razón es que la persona permite que una inteligencia más grande que la propia tome la iniciativa; y puesto que él sabe que esta Inteligencia es, también, el Principio mismo de Vida, no puede tener temor alguno de que actúe en tal manera para disminuir su vida individual, porque eso sería entorpecer su propia operación, sería una acción autodestructiva, lo cual es una contradicción en términos de la concepción del Espíritu Creativo. Sabiendo, entonces, que por su naturaleza inherente esta Inteligencia solamente puede trabajar hacia la expansión de la vida individual, podemos descansar en Ella con la máxima confianza y estar seguros de que tomará una iniciativa que conducirá a mejores resultados que cualesquiera que podamos prever desde el punto de vista de nuestro conocimiento. Mientras insistamos en dictar la forma particular que debe tomar la acción del Espíritu, la limitamos y así cerramos contra nosotros caminos de expansión que de otra manera se nos hubieran abierto; y si nos preguntamos por qué hacemos esto, encontraremos, en el fondo de nuestra mente, que es debido a que nosotros no creemos en el Espíritu como Poder formativo. Hemos, en verdad, avanzado hasta la concepción de El como de un Poder ejecutivo, que trabajará de acuerdo con un modelo prescrito. Pero aún tenemos que comprender la concepción de El como versado en el arte de diseñar y como capaz de elaborar esquemas de construcción, que no serán solamente completos en sí mismos, sino también que estarán en perfecta armonía el uno con el otro. Cuando avanzamos hasta la concepción del Espíritu como conteniendo en Sí Mismo el ideal de la Forma, tanto como el Poder, cesaremos en el esfuerzo de tratar de forzar las cosas en cierta forma particular, ya en el plano interno como en el externo, y estaremos satisfechos en confiar a la armonía inherente, o Belleza del Espíritu, el producir combinaciones mucho más perfectas que cualquier cosa que podamos concebir nosotros mismos. Esto no significa que nos reduciremos a una condición de apatía, en la cual haya sido ahogado todo deseo, expectación, o entusiasmo, porque éstos son los resortes de nuestra maquinaria mental; sino al contrario, su actividad será vivificada por el conocimiento de que en el fondo de ellas está operando un Principio Formativo tan infalible que no puede fallar el blanco; así que, no importan lo bellas y buenas que sean las formas existentes, podemos siempre descansar en la feliz expectación de que vendrá algo todavía mejor. Y vendrá por una ley natural de crecimiento, porque el Espíritu es en Sí Mismo el Principio de Aumento. Crecerán para salir de las condiciones presentes por la simple razón de que si Vd. ha de alcanzar un punto más avanzado solamente puede empezar donde se encuentra ahora. Por esto está escrito: “No despreciéis el día de las cosas
pequeñas”. Hay solamente una condición asignada a este movimiento de avance del Espíritu en el mundo de nuestro medio ambiente, y esta es que debemos cooperar con El; y ésta cooperación consiste en hacer el mejor uso de las condiciones existentes con la alegre confianza en que el Espíritu de Aumento se exprese a través de nosotros, y para nosotros, porque estamos en armonía con El. Esta actitud mental será encontrada de inmenso valor para liberarnos de la preocupación y de la ansiedad; y como consecuencia, nuestro trabajo será llevado a cabo de una manera mucho más eficiente. Realizaremos el trabajo presente por el valor que posea en sí, sabiendo que allí se encuentra el principio de desarrollo; y haciéndolo simplemente por lo que es en sí traeremos a inferir en él un poder de concentración que no puede fallar en sus buenos resultados; y esto en forma natural y sin ningún esfuerzo penoso. Entonces encontraremos que el secreto de la cooperación es tener fe en nosotros mismos porque tenemos primero fe en Dios; y encontraremos que ésta Divina auto confianza es algo muy diferente del jactancioso egotismo que asume una superioridad personal sobre los demás. Es simplemente la seguridad de un hombre que sabe que está trabajando de acuerdo con una ley de la naturaleza. El no clama como un logro personal lo que la Ley hace por él. Pero, por otra parte, no se complica en razón del clamor contra su audacia presuntuosa, elevado por personas ignorantes de la Ley que está empleando. Por esto no es ni jactancioso, ni timorato, sino que simplemente trabaja con esta alegre expectación, porque sabe que esta confianza está colocada sobre una Ley que no puede ser quebrantada. De este modo, entonces, debemos entender la vida del Espíritu como siendo, también, la Ley del Espíritu. Las dos son idénticas y no pueden negarse. Nuestro reconocimiento de ellas les proporciona un nuevo punto de partida a través de nuestra propia mentalidad, pero continúan siendo lo mismo en su naturaleza; y a menos de ser limitadas o invertidas por nuestra afirmación mental de condiciones limitadas o invertidas, ellas trabajarán a plenitud, y con mayor plenitud continuamente, de expresión de la Vida, del Amor y de la Belleza que el Espíritu es en Sí Mismo. Nuestro sendero, por consiguiente, es claro; es simplemente contemplar la Vida, el Amor y la Belleza del Espíritu Originador y afirmar que ya estamos dándole expresión en nuestros pensamientos y actos, sin importar lo insignificantes que ellos puedan parecer en el presente. Este sendero puede ser muy angosto y humilde en su comienzo pero crece siempre más amplio y asciende más, porque es la expresión en expansión continua de la Vida del Espíritu, el cual es infinito y no conoce límites. EL ALPHA Y LA OMEGA El Alpha y la Omega, el Primero y el Último. Qué significa esto? Significa la serie total de causación desde el primer movimiento
originador hasta el resultado final y completo. Podemos considerar esto en cualquier escala, desde la creación de un cosmos hasta la creación de una bata para dama. Todo tiene su origen en una idea, en un pensamiento; y tiene su terminación en la manifestación de ese pensamiento en la forma. Son necesarias muchas etapas intermediarias, pero el Alpha y la Omega de la serie son el pensamiento y el objeto o cosa. Esto nos indica que en esencia el objeto ya existía en el pensamiento. La Omega está ya en potencia en Alpha, así como en el sistema Pitagórico se dice que todos los números proceden de la unidad y son resolubles de regreso en ella. Ahora bien, este principio general de la ya existencia del objeto en el pensamiento es de lo que tenemos que apoderarnos en nuestro entendimiento, y así como lo encontramos verdadero en el diseño de un arquitecto de la casa que se construirá, así lo encontramos verdad en la gran obra del Arquitecto del Universo. Cuando veamos que esto es así, habremos comprendido un principio general que opera en todas partes. Ese es el significado de principio general; puede ser aplicado a cualquier clase de sujeto; y el uso de estudiar principios generales es darles aplicación particular en cualquier cosa con la que tengamos que tratar. Con lo que más tenemos que tratar la mayoría de nosotros es con nosotros mismos y así llegamos a la consideración del Alpha y la Omega en el ser humano. En la visión de San Juan, quien pronuncia las palabras: “Yo soy el Alpha y la Omega, el Primero y el Ultimo” (o “el Principio y el Fin”), es descrito como “alguien semejante al Hijo del hombre”; esto es, no importa lo trascendente de la aparición en la visión, es esencialmente humano y nos sugiere así la presencia del principio universal al nivel humano. Pero la figura de la visión apocalíptica no es aquella del hombre ordinario como lo conocemos. Es aquella de Omega como subsiste entronizada en Alpha; es la idea de la humanidad como subsiste en la Mente Divina y la cual fue manifestada en forma objetiva ante los ojos del vidente y presentó por lo tanto el Alpha y la Omega de esa idea en toda la majestad de la Gloria Divina. Si comprendemos la verdad de que el objeto ya existe en el pensamiento, ¿no vemos que esta Omega trascendental debe ya existir en el ideal Divino de cada uno de nosotros? Si en el plano del tiempo absoluto esto es así, ¿no se sigue que esta humanidad glorificada es un hecho presente en la Mente Divina? Y si esto es así, entonces este hecho es eternamente verdad concerniente a todo ser humano. Pero si es verdad que el objeto existe en el pensamiento, es igualmente verdad que el pensamiento encuentra forma en el objeto; y puesto que las cosas existen baja las condiciones relativas de tiempo y espacio, están necesariamente sujetas a una ley de Crecimiento, así que mientras la subsistencia del objeto en el pensamiento es perfecta ab initio, la expresión del pensamiento en el objeto es un asunto de desarrollo gradual. Este es un punto que no debemos perder de vista nunca en nuestros estudios; y nunca debemos perder de vista la perfección del objeto en el pensamiento, porque no veamos aún la perfección del
pensamiento en las cosas. Por esto debemos recordar que el hombre, como lo conocemos ahora, no ha alcanzado en manera alguna su evolución final. Estamos aún en el proceso, pero hemos alcanzado Un punto en el que podemos facilitar el proceso evolutivo a través de la cooperación consciente con el Espíritu Creador. Nuestra participación en esta obra comienza con el reconocimiento del ideal Divino del hombre, encontrando así el modelo por el cual debemos guiarnos. Porque, puesto que la persona para ser creada, según este modelo, es nosotros mismos, se sigue que, a través de cualquier proceso que el ideal Divino se transforme en realidad concreta, el lugar donde ese proceso opera debe estar dentro de nosotros mismos; en otras palabras, la acción creadora del Espíritu toma lugar a través de las leyes de nuestra propia mentalidad. Si es una máxima verdadera que el objeto debe tomar forma en el pensamiento antes de que el pensamiento pueda tomar forma en el objeto, entonces es claro que el Ideal Divino solamente puede ser externalizado en nuestra vida objetiva en proporción a su formación primaria en nuestro pensamiento; y toma forma en nuestro pensamiento solamente en la extensión en que comprendemos su existencia en la Mente Divina. Por la naturaleza de la relación entre la mente individual y la Mente Universal, este es estrictamente un caso de reflexión; y en la proporción en que el espejo de nuestra propia mente entorpece o refleja claramente la imagen del ideal Divino, en esa proporción dará nacimiento a la reproducción débil o vigorosa de ella en nuestra vida externa. Siendo este el aspecto racional del asunto, ¿por qué hemos de limitar nuestra concepción del ideal Divino de nosotros mismos? ¿Por qué hemos de decir: “Soy una criatura demasiado inferior para reflejar tan gloriosa imagen”, o “Dios nunca se ha propuesto reproducir en los seres humanos un ideal tan ilimitado? “. Diciendo tales cosas exponemos nuestra ignorancia de la Ley total del Proceso Creador. Cerramos nuestros ojos al hecho de que la Omega de la terminación ya subsiste en el Alpha de la concepción y que el Alpha de la concepción no sería nada más que una ilusión mentirosa si no fuese capaz de expresión en la Omega de la terminación. El proceso creador en nosotros es que lleguemos a ser la reflexión individual de lo que comprendemos que Dios es relativamente para nosotros y, por consiguiente, si consideramos al Espíritu Divino como el potencial infinito de todo lo que puede constituir un ser humano perfeccionado, esta concepción debe, por la Ley del Proceso Creador, construir gradualmente una imagen correspondiente en nuestra mente, la cual a su vez actuará sobre nuestras condiciones externas. Esto, por las leyes de la mente, es la naturaleza del proceso y nos muestra lo que significó San Pablo cuando habló del Cristo como siendo formado en nosotros (Gal. iv: 19) y lo que en otro lugar llama ser renovados en conocimiento según imagen de El, quien nos ha creado (Col. iii:10). Esta es una secuencia totalmente lógica de causa y efecto;
lo que requerimos es ver más claramente la Ley de esta secuencia y usarla inteligentemente; ese es el por qué San Pablo dice de ser “renovados en conocimiento”; este es un Nuevo Conocimiento, el reconocimiento de principios que no habíamos comprendido anteriormente. El hecho, que en nuestra experiencia pasada no habíamos comprendido, es que la mente humana forma un nuevo punto de partida para la obra del Espíritu Creador; y en la proporción en que veamos esto más claramente, más nos encontraremos entrando en un nuevo orden de vida en el cual llegaremos a estar menos y menos sujetos a las antiguas limitaciones. Esta no es una recompensa que nos sea otorgada arbitrariamente por aferrarnos dogmáticamente a ciertas afirmaciones meramente verbales, sino que es el resultado del entendimiento de la ley suprema de nuestro propio ser. En su propio plano es tan puramente científica como la ley de la reacción química; solamente que aquí no estamos tratando de la interacción de causas secundarias, sino con la acción auto-originadora del Espíritu. Por esto se debe considerar una nueva fuerza que no aparece en la ciencia física, el poder del Sentimiento. El pensamiento crea forma, pero es el sentimiento el que le da vitalidad al pensamiento. Pensamiento sin sentimiento puede ser constructivo, como en las grandes obras de ingeniería, pero no puede ser nunca creativo como en la obra del artista o del músico; y aquello que origina dentro de sí un nuevo orden de causación es, en cuanto concierne a todas las obras pre-existentes, una creación ex-nihilo y es, por consiguiente, Pensamiento expresivo de Sentimiento. Esta unión indisoluble de Pensamiento y Sentimiento es lo que distingue el pensamiento creativo del mero pensamiento analítico y le coloca en una categoría diferente; y por lo tanto, si hemos de lograr un nuevo punto de partida para continuar la obra de la creación, este debe ser por la asimilación del sentimiento del Espíritu Originador como parte y parcela de Su pensamiento, es aquel entrar en la Mente del Espíritu de que hablé en la primera conferencia. Ahora bien, las imágenes en la Mente del Espíritu deben necesariamente ser genéricas. La razón de esto es que por su misma naturaleza el Principio de la Vida debe ser prolífico, esto es, tender hacia la Multiplicidad y, por consiguiente, la Imagen-pensamiento original debe ser fundamental para todas las razas y no exclusiva de individuos particulares. Consecuentemente las imágenes en la Mente del Espíritu deben ser tipos absolutos de los verdaderos constitutivos esenciales del desarrollo perfecto de la raza, exactamente lo que Platón significó con ideas arquetípicas. Esta es la subsistencia perfecta del objeto en el pensamiento. Por esto es que nuestra evolución, como centros de actividad creadora, los exponentes de nuevas leyes, y a través de ellas de nuevas condiciones depende de nuestra comprensión de que en la Mente Divina existen los arquetipos de perfección mental, simultáneamente como pensamiento y sentimiento. Pero cuando encontramos todo esto en la Mente Divina no nos encontramos con una Personalidad infinita y gloriosa? No falta nada de lo que podamos
comprender como Personalidad exceptuando la forma externa; y puesto que la esencia misma de la telepatía es que no importa la presencia física, nos encontramos en una posición de comunión interior con una Personalidad a la vez Divina y Humana. Esta es esa Personalidad del Espíritu que San Juan vio en la visión apocalíptica, y la cual por las condiciones mismas del caso es el Alpha y la Omega de la Humanidad. Pero como he dicho, es simplemente genérica en sí misma y llega a ser activa y específica solamente a través de una relación puramente personal con el individuo. Una vez más debemos comprender que nada puede suceder excepto de acuerdo con la Ley y, por consiguiente, esta relación específica no es arbitraria, pero surge de la Ley genérica aplicada bajo condiciones específicas, Y puesto que lo que hace a una Ley genérica es precisamente el hecho de que ella no suple las condiciones específicas, se sigue que las condiciones para la especialización de la Ley deben ser provistas por el individuo. Entonces es cuando su reconocimiento del movimiento creativo originador, como surgiendo del Pensamiento y del Sentimiento combinados, llega a ser una posesión operativa práctica. El comprende que existe un Corazón y una Mente del Espíritu recíprocos a su propio corazón y mente; que no está tratando con una abstracción membranosa, ni con una secuencia puramente matemática, sino con algo pulsante de Vida, tan cálido, vívido y lleno de interés como la suya propia; de ningún modo al contrario, porque es lo Infinito de todo cuanto es en sí mismo. Y este reconocimiento va aún más lejos todavía, porque, puesto que esta especialización puede tomar lugar solamente a través del individuo mismo, se sigue lógicamente que la Vida, que se especializa así, llega a ser su propia vida. Este autorreconocimiento a través del individuo no puede en manera alguna cambiar la naturaleza inherente del Espíritu Creador y, por lo tanto, en la extensión en que el individuo perciba su identificación consigo mismo, se coloca bajo su guía y llega a ser así uno de aquellos “dirigidos por el Espíritu”. Así empieza a encontrar el Alpha y la Omega del ideal Divino reproducido en sí mismo, en muy pequeño grado en el presente, pero conteniendo el principio del crecimiento perpetuo hacia una expansión infinita de la cual todavía no podemos formarnos concepción alguna. San Juan resume su posición total en sus palabras memorables: “Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando El apareciere (esto es, se haga claro para nosotros), seremos semejantes a El; porque (esto es, la razón de todo esto) le veremos como El es”. (I Juan 3:2). EL PODER CREADOR DEL PENSAMIENTO Uno de los grandes axiomas del nuevo orden de ideas del que he hablado, es que nuestro Pensamiento posee poder creador y puesto que la superestructura total descansa sobre este fundamento, es bueno
examinarlo cuidadosamente. Ahora el punto de partida es ver que el Pensamiento, o la acción puramente mental, es la única causa posible de la cual podría haber venido a manifestación la creación existente y es por esto que en las conferencias anteriores he hecho énfasis en el origen del cosmos. Por consiguiente no es necesario ir de nuevo sobre este aspecto, y comenzaremos la investigación de esta mañana asumiendo que toda manifestación es en esencia la expresión de un Pensamiento Divino. Siendo esto así, nuestra propia mente es la expresión de un Pensamiento Divino. El Pensamiento Divino ha producido algo que es capaz de pensar; pero la cuestión es si su pensamiento tiene la misma cualidad creadora que aquella de La Mente Paternal. Ahora bien, por la hipótesis misma del caso la totalidad del Proceso Creativo consiste de la presión continua hacia adelante del Espíritu Universal, para la expresión a través de lo individual, de lo particular; y el Espíritu en sus diferentes modalidades es, por consiguiente, la Vida y la Sustancia del Universo. De ahí se sigue que si ha de haber una expresión de poder de pensamiento, solamente puede ser a través de la expresión del mismo poder de pensamiento que subsiste latente en el Espíritu Originador. Si fuese menos que esto sería solamente un tipo de mecanismo y no podría ser poder pensante, así que para ser poder de pensamiento debe ser idéntico en clase con aquel del Espíritu Originador. Es por esta razón que se dice que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; y si comprendemos que es imposible que esto sea de otra manera, encontraremos un fundamento firme del cual extraer muchas deducciones importantes. Pero si nuestro pensamiento posee este poder creador, por qué nos vemos obstaculizados por condiciones adversas? La respuesta es: porque hasta ahora hemos usado nuestro poder invertidamente. Hemos tomado el punto de partida para nuestros pensamientos con base en hechos externos, en consecuencia, hemos creado una repetición de hechos de naturaleza similar y mientras continuemos haciendo esto necesitaremos continuar perpetuando el antiguo ciclo de limitación. Y debido a la sensibilidad de la mente subconsciente a la sugestión (Ver las Conferencias de Edimburgo, Capítulo V), estamos sujetos a una muy poderosa influencia negativa procedente de aquellos quienes no están familiarizados con principios afirmativos, y así las creencias raciales, las corrientes de pensamiento de nuestro medio ambiente inmediato tienden a consolidar nuestro propio pensamiento invertido. No es, por lo tanto, sorprendente que el poder creador de nuestro pensamiento, usado así en una dirección equivocada, haya producido las limitaciones de las cuales nos quejamos. El remedio, entonces, es cambiar nuestro método de pensamiento y en vez de tomar los hechos externos como nuestro punto de partida, tomar la naturaleza inherente del poder mental como nuestro verdadero punto de partida. Ya hemos logrado dos grandes pasos en esta dirección, primero viendo que la totalidad del cosmos manifestado no podía
haber tenido su origen en ninguna otra parte sino en el poder mental y segundo, comprendiendo que nuestro propio poder mental debe ser igual en clase con aquel de la Mente Originadora. Ahora podemos ir un paso más adelante y ver como este poder en nosotros puede ser perpetuado e intensificado. Por la naturaleza del proceso creativo su mente es en sí misma un pensamiento de la Mente Paterna; así que, mientras este pensamiento de la Mente Universal subsista, usted subsistirá, porque usted es él. Mientras usted piense éste pensamiento él continuará subsistiendo y necesariamente permanecerá presente en la Mente Divina, llenando así las condiciones lógicas requeridas para la perpetuación de la vida individual. Se puede encontrar una analogía pobre del proceso en una dinamo autoalimentado, donde el magnetismo genera la corriente y la corriente intensifica el magnetismo, con el resultado de producir una corriente aún más intensa, hasta que se alcanza el límite de saturación; solamente que en la infinitud sustantiva de la Mente Universal y en la infinitud potencial de la Mente Individual no hay límite de saturación; o podemos comparar la interacción de las dos mentes a dos espejos, uno grande y uno pequeño, opuestos el uno al otro, con la palabra “Vida” grabada en el grande. Entonces, por la ley de reflexión, la palabra “Vida” aparecerá también en la imagen del espejo menor reflejada en el espejo grande. Naturalmente que estas son solamente analogías muy imperfectas; pero si usted puede comprender la idea de su propia individualidad como un pensamiento en la Mente Divina, que es capaz de perpetuarse a través de pensar en sí mismo como el pensamiento que es, habrá alcanzado la raíz de todo el asunto y por el mismo proceso no solamente perpetuará su vida sino que también la expandirá. Cuando comprendemos esto por una parte y por la otra comprendemos que todas las condiciones externas, incluyendo el cuerpo, son producidas por el pensamiento, nos encontramos situados entre dos infinitos, la Mente infinita y la Sustancia infinita, de las cuales podemos derivar lo que queremos y moldear condiciones específicas a partir de la Sustancia Universal, a través del Poder Creador que logramos de la Mente Universal. Pero debemos recordar que no es por la fuerza de voluntad personal sobre la sustancia, lo cual es un error que nos lanzará en toda clase de inversiones, sino comprendiendo que nuestra mente actúa como un canal a través del cual opera la Mente Universal sobre las substancias en una manera particular, de acuerdo con la modalidad de pensamiento que estamos buscando incorporar. Si, entonces, nuestro pensamiento es concentrado habitualmente sobre principios, más bien que sobre cosas particulares, comprendiendo que los principios son nada menos que la Mente Divina en operación, encontraremos que ellos necesariamente germinarán para producir sus propias expresiones en hechos correspondientes, verificando así las palabras del Gran Instructor: “Buscad primero el Reino de Dios y su Justicia y todas las cosas se os darán por añadidura”.
Pero nunca debemos perder de vista la razón del poder creador de nuestro pensamiento, esto es, que es debido a que nuestra mente es en sí un pensamiento de la Mente Divina y que en consecuencia nuestro aumento en vivencia y en poder creador debe estar en proporción exacta con la percepción de nuestra relación con la Mente Paterna. En consideraciones tales como estas se debe encontrar la base filosófica de la doctrina de la Biblia en cuanto a la idea del “Hijo” con su culminación en la concepción del Cristo. Estas no son meras fantasías sino la expresión de principios estrictamente científicos, en su aplicación, para profundizar los problemas más profundos de la vida individual; y su base es que el mundo de cada cual, en o fuera de la carne debe necesariamente ser creado por su propia consciencia, y que, a su vez, su modalidad de consciencia tomará su color de la concepción de su propia relación con la Mente Divina, o hasta la exclusión de la luz y del color, si no comprende la Mente Divina, o bien hasta su construcción en formas de belleza en la misma proporción en que él comprende su identidad de ser con aquel Espíritu Originador de Todo, que es Luz, Amor y Belleza en Sí Mismo. Así que la más grande obra creadora del pensamiento en cada uno de nosotros es hacernos conscientemente “hijos e hijas del Todopoderoso”, comprendiendo que debido a nuestro origen divino, nunca podemos realmente estar separados de la Mente Paterna, la cual está continuamente buscando expresión a través de nosotros; y que cualquier separación aparente es debida a nuestra concepción equivocada de la verdadera naturaleza de la relación inherente entre lo Universal y lo Individual. Esta es la lección que el Gran Instructor ha colocado tan luminosamente ante nosotros en la parábola del Hijo Pródigo. EL GRAN AFIRMATIVO El Gran Afirmativo aparece en dos modalidades, la cósmica y la individual. En esencia es la misma en ambos casos, pero en cada uno trabaja desde un punto de partida diferente. Este es siempre el principio de Ser, aquello que es como distinguido de aquello que no es; pero para comprender el verdadero significado de esto, debemos entender lo que se significa por “aquello que no es”. Es algo más que la mera no existencia, porque obviamente no tendríamos por que ocuparnos acerca de lo que es no existente. Es aquello que al mismo tiempo es y no es, y aquello que responde a esta descripción es: “Condiciones”. El pequeño afirmativo es aquello que afirma condiciones particulares como todo lo que es posible de ser comprendido, mientras que el gran afirmativo abarca una más amplia concepción, el concepto de aquello que da surgimiento a las condiciones. Cósmicamente es aquel Poder del Espíritu que emite la creación total como expresión de Sí Mismo y es por esta razón que he llamado la atención en las conferencias anteriores hacia la idea de la
creación ex nihilo de la totalidad del universo visible; como nos dicen igualmente las escrituras Orientales y Occidentales, este es la exhalación del aliento del Espíritu Original; y si ustedes han seguido lo que he dicho concerniente a la reproducción de este espíritu en el individuo, que por la misma naturaleza del proceso creativo la mente humana debe ser de la misma calidad con la Mente Divina, entonces encontramos que una segunda modalidad del Espíritu Originador se hace posible, aquella de la operación a través de la mente individual. Pero ya sea que actúe cósmica o personalmente es siempre el mismo Espíritu y por consiguiente no puede perder su carácter inherente, que es aquel del poder que crea ex nihilo. Es la contradicción directa de la máxima’ “ex nihilo nihil fit”, nada puede hacerse de la nada; y este es el reconocimiento de la presencia en nosotros mismos de este poder, que puede hacer algo de nada y que es la clave para nuestro progreso ulterior. Como resultado lógico del proceso cósmico creativo, el trabajo evolutivo alcanza un Punto donde el Poder Originador crea una imagen de Sí Mismo; y así proporciona un punto fresco de partida, desde el cual puede operar específicamente, así como en el proceso cósmico opera generalmente. Desde este nuevo punto de vista no contradice en manera alguna las leyes del orden cósmico, pero procede a especializarlas, trayendo así resultados a través del individuo, resultados que no podrían ser logrados en otra manera. Ahora bien, el espíritu hace esto por el mismo método que en la Creación Original, es decir, creando ex nihilo; porque en otra forma estaría atado por las limitaciones inherentes, necesariamente, a la forma cósmica de las cosas y así no se habría logrado un punto fresco de partida. Este es el por qué le Biblia hace tanto énfasis en el principio de Monogénesis, o creación a partir de un poder singular en vez de a partir de un par, y es debido a esto que se nos dice que esta Unidad de Dios es el fundamento de todos los mandamientos y que el “Hijo de Dios” es declarado como “monogenerado” o engendrado de uno, porque esa es la traducción correcta de la palabra Griega. La inmensa importancia de este principio de creación a partir de un poder singular, llegará a ser aparente a medida que comprendamos más plenamente los resultados producidos de la suposición del principio opuesto, o el dualismo del poder creador; pero como la discusión de esta gran materia requeriría un volumen para sí, en el presente, me contento con decir que esta insistencia de la Biblia, sobre la singularidad del Poder Creador, está fundamentada en un conocimiento que va hasta la raíz misma de los principios esotéricos y por lo tanto no es para dejarla de lado en favor de los sistemas dualísticos, aunque superficialmente estos últimos pueden parecer más consonantes con la razón. Si, entonces, es posible colocar el Gran Afirmativo en palabras, es que Dios es UNO y que este UNO encuentra centro en nosotros; y si el significado total de esta afirmación se comprende, el resultado lógico será encontrado como una nueva creación tanto en, como de, nosotros. Comprenderemos en nosotros la operación de un nuevo principio cuyo
rasgo distintivo es su simplicidad. Es UNIDAD y no está complicado con segundo alguno; por esto lo que contempla no es como será modificada su acción por aquella de algún segundo principio, algo que lo obligaría a trabajar en una manera particular y así limitarlo; sino lo que contempla es Su propia Unidad. Entonces percibe que Su unidad consiste de un mayor o menor movimiento, así como la rotación de la tierra sobre su eje, no interfiere con su rotación alrededor del sol, sino que ambos son movimientos de la misma unidad y están definidamente relacionados el uno con el otro. En manera semejante encontramos que el Espíritu se está moviendo simultáneamente en el macrocosmos del universo y en el microcosmos del individuo, que los dos movimientos se armonizan debido a que son el mismo Espíritu y que el segundo está incluido en el primero y lo presupone. La Gran Afirmación, por consiguiente, es la percepción de que el “YO SOY” es UNO, siempre en armonía Consigo Mismo, e incluyendo todas las cosas en esta armonía por la simple razón de que no hay un segundo poder creador; y cuando el individuo comprende que este poder, eternamente singular, es la raíz de su propio ser, que por consiguiente tiene centro en sí mismo y encuentra expresión a través de él, aprende a confiar en su singularidad y en la armonía consecuente en él de sus acciones con lo que está haciendo a su alrededor. Entonces ve que la afirmación: “Yo y mi Padre somos UNO”, es una deducción necesaria de la comprensión correcta de los principios fundamentales de ser; y entonces, con base en el principio de que lo menor debe estar incluido en lo mayor, desea que la unidad armoniosa de la acción sea mantenida por la adaptación de su propio movimiento particular con el movimiento mayor del Espíritu, operando como el Principio Creador a través del gran todo. En esta manera llegamos a ser centros a través de los cuales las fuerzas creativas encuentran especialización, por el desarrollo de ese factor personal, del cual depende siempre la aplicación específica de las leyes generales. Se forma una suerte específica de individualidad, capaz de ser el eslabón entre el gran Poder Espiritual del universo y la manifestación de lo relativo en el tiempo y en el espacio, debido a que participa continuamente de ambos; y debido a que el individuo de ésta clase reconoce la singularidad del Espíritu como el punto de partida de todas las cosas, se esfuerza en retirar su mente de todos los argumentos derivados de las condiciones externas, ya sean pasadas o presentes y en fijarla en el movimiento de avance del Espíritu, que él sabe que es idéntico, tanto en el universo como en sí mismo. Cesa de intentar dictarle al Espíritu, porque no ve en El una mera fuerza ciega, sino que lo reverencia como la Inteligencia Suprema; y por otra parte no se arrastra ante El en duda y temor, porque sabe que El es uno consigo y Se está realizando a Sí Mismo a través de él y por consiguiente no puede tener ningún poder antagónico hacia Su propio bienestar individual. Comprendiendo esto deliberadamente coloca sus pensamientos bajo la guía del Espíritu Divino, sabiendo que sus actos exteriores y condiciones deben por esto ser conducidos a estar en
armonía con el gran movimiento de avance del Espíritu, no solamente en la etapa que ha alcanzado ahora, sino en todas las etapas futuras. No niega del todo el poder de su propio pensamiento como agente creador de su propio mundo personal, por lo contrario, es precisamente en el conocimiento de este hecho que se basa su percepción del verdadero ajuste en los principios de la Vida, pero por esta misma razón es más solícito de ser guiado por esa Sabiduría, que puede ver lo que él no puede ver, de manera tal que su control personal sobre las condiciones de su propia vida puede ser empleado para su continuo crecimiento y desarrollo. En esta manera nuestra afirmación del “Yo Soy” cesa de ser la afirmación petulante de nuestra personalidad limitada y llega a ser la afirmación de que el gran YO SOY afirma Su propia SEIDAD igualmente en nosotros, a través de nosotros y así nuestro uso de las palabras llega a ser, muy en verdad, el Gran Afirmativo, o aquello que es la raíz de todo ser, como distinguido de aquello que no tiene ser en sí sino que es solamente exteriorizado como el vehículo para Su expresión. Comprenderemos nuestro verdadero lugar como centros creadores subordinados, perfectamente independientes de las condiciones existentes, porque el proceso creador es aquel de la monogénesis y no requiere ningún otro factor aparte del Espíritu para que pueda ejercerse, pero al mismo tiempo subordinados al Espíritu Divino en la grandeza de Su inherente movimiento impelente, porque hay solamente UN Espíritu y no puede ser antagónico desde un centro hacia lo que está haciendo en otro. Así la Gran Afirmación nos hace hijos del Gran Rey, viviendo simultáneamente en obediencia a ese Poder que está por encima de nosotros y ejerciendo ese mismo poder sobre todo el mundo de causación secundaria que está por debajo de nosotros. Así en nuestra medida y estación cada uno de nosotros recibirá la misión del YO SOY. CRISTO, EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir” (Mateo 5:17) “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (ROM. 10:4). Si estas palabras son la pronunciación de una mera superstición sectaria, son carentes de valor; pero si son la afirmación de un gran principio, entonces es digno de investigarse cuál es ese principio. El cumplimiento de cualquier cosa es conducir a total realización todo lo que contiene potencialmente y así el cumplir de cualquier ley en su plenitud, significa expresar todas las posibilidades que hay ocultas en ella. Este es precisamente el método-que ha producido todos los avances de la civilización material. Las leyes de la naturaleza son las
mismas ahora que en los días de nuestros incultos antecesores Anglosajones, pero ellos solamente expresaron una fracción infinitesimal de las posibilidades que esas leyes contienen: ahora hemos sacado mucho más de ellas, pero no hemos en manera alguna agotado sus posibilidades y así continuamos avanzando, no contradiciendo las leyes naturales, sino realizando más plenamente su capacidad. ¿Por qué no deberíamos- entonces, de aplicar el mismo método a nosotros mismos y ver si no hay potencialidades ocultas en la ley de nuestro propio ser que aún no hemos conducido a su realización? Hablamos de una buena época que se aproxima y de un mejoramiento de la raza; pero no reflexionamos que la raza está compuesta de individuos y que, por consiguiente, el avance real debe ser efectuado solamente a través del mejoramiento individual y no a través de Actos del Parlamento; Y por lo tanto el individuo con quien debemos empezar es nosotros mismos. La manifestación completa de la Ley de la Individualidad es el fin o propósito de la enseñanza bíblica concerniente a Cristo. Es una enseñanza fundamentada en la Ley, espiritual y mental, reconociendo completamente que ningún efecto puede ser producido, excepto por la operación de una causa adecuada; y Cristo es colocado ante nosotros tanto para explicar las causas como para exhibir la medida plena de los efectos. Todo esto de acuerdo con la Ley; y la importancia de estar de acuerdo con la Ley es que la Ley es Universal y las potencialidades de la Ley están, por lo tanto, inherentes en cada uno; no hay ley especial para alguien, pero alguien puede especializar la ley, usándola con un entendimiento más completo en cuanto a lo que puede sacar de ella; y el propósito de la enseñanza de las Escrituras respecto a Cristo es ayudarnos a hacer esto. Las conferencias anteriores nos han conducido paso a paso a ver que el Espíritu Originador, que trajo primero el mundo a existencia, es también la raíz de nuestra propia individualidad y está, por consiguiente, siempre listo, por su naturaleza inherente, a continuar el proceso creativo a partir de este punto de vista individual, tan pronto como las condiciones necesarias sean provistas y estas condiciones son condiciones de pensamiento. Entonces, a través de la realización de la relación de Cristo con la Mente Originadora, con el Espíritu Paternal o “Padre”, recibimos un promedio (Standard) de pensamiento que puede actuar creativamente, haciendo surgir todas las potencialidades de nuestro ser oculto. Ahora bien, la relación de Cristo con el “Padre” es aquella de la Idea Arquetípica en la Mente Creadora de todo, de la cual hemos hablado previamente y así llegamos al concepto de la idea Cristo como principio universal y como siendo una idea, por consiguiente, capaz de reproducción en la Mente individual; explicando así el significado de San Pablo cuando habla de Cristo como siendo formado en nosotros. Es aquí donde viene el principio de monogénesis, ese principio que me he forzado en describir en la primera parte de la serie presente de conferencias como originando la totalidad de la creación
manifestada, por una acción interna del Espíritu sobre Si Mismo; y es la ausencia total de control de cualquier poder secundario que hace posible la realización en realidades externas de ideas puramente mentales. Por esta razón el estudio espiritual sistemático comienza con la contemplación del cosmos existente y luego transferimos el concepto del poder monogenético del Espíritu, a partir del cosmos hasta el individuo y entendemos que el mismo Espíritu es capaz de hacer lo mismo en nosotros. Este es el Nuevo Pensamiento, el cual con el tiempo se realizará en el Nuevo Orden y proveeremos así nuevas condiciones del pensamiento que capacitarán al Espíritu para continuar su trabajo creador a partir de un nuevo punto de vista, aquel de nuestra propia individualidad. Este logro realizado por el Espíritu, de un nuevo punto de partida, es lo que se significa con la doctrina esotérica de la Octava. La Octava es el punto de partida de una nueva serie de duplicaciones del punto de partida de la serie previa en un nivel diferente, -así -como sucede con las octavas en la notación musical. Encontramos referencias constantes en las Escrituras a este principio; la terminación de una serie anterior en el número Siete y la iniciación de una nueva serie con el número Ocho, el cual toma el mismo lugar en la segunda serie que el Uno tomó en la primera. La segunda serie procede de la primera por desarrollo natural y no podría venir a existencia sin ella, por esto el Primero, o Número Originador de la segunda serie es el Ocho, si consideramos la segunda serie como la prolongación de la primera. Siete es la correspondencia numérica de la manifestación completa porque es la combinación de tres y cuatro, los cuales representan respectivamente el trabajo completo de los factores espiritual y material, involución y evolución, y así juntos constituyen el todo completo. Los estudiantes del Tarot comprenderán aquí el proceso por el cual el Yod de Yod llega a ser el Yod de He. Es por esta razón que la creación primaria o cósmica termina en el descanso del Séptimo Día, porque no puede proceder adelante hasta que un nuevo punto de partida se encuentre. Pero cuando este nuevo punto de partida es encontrado en el Hombre, comprendiendo su relación con el “Padre”, iniciamos una nueva serie y hacemos vibrar la Octava Creadora y por consiguiente la Resurrección toma lugar, no en el Sabbath o Séptimo Día, sino en el Octavo Día, el cual entonces llega a ser el Primer Día de la nueva semana creadora. El principio de la Resurrección es aquel de la comprensión lograda por el hombre de su individualización del Espíritu y su reconocimiento del hecho de que, puesto que el Espíritu es siempre el mismo Espíritu, llega a ser el Alfa de una nueva creación a partir de su propio centro humano de ser. Ahora bien, todo esto es necesariamente un proceso interior tomando lugar en el plano mental; pero si entendemos que el proceso creativo es siempre primariamente un proceso de involución, o de formación en el mundo espiritual, comprenderemos algo del significado del Cristo como “EI Hijo de Dios”, la concentración del Espíritu Universal en una Personalidad en el plano espiritual, correlativamente con la
individualidad de cada uno de quienes ofrecen las condiciones de pensamiento necesarias. Para quienes lo comprenden hay entonces, descubierta en el Espíritu Universal, la presencia de una Individualidad Divina, recíproca con aquella del hombre individual; el reconocimiento de lo cual es la solución práctica de todos los problemas metafísicos concernientes a la emanación del alma individual a partir del Espíritu Universal y las relaciones que surgen de allí; porque esto lleva los asuntos fuera de la región de la especulación intelectual, la cual nunca es creativa sino solamente analítica, y los transfiere a la región del sentimiento y de la sensación espiritual que es la morada de las fuerzas creadoras. Este reconocimiento personal de lo Divino nos proporciona entonces una nueva base de Afirmación y no necesitamos molestarnos más en retrotraernos para analizarla, porque sabemos experimentalmente que está allí; así encontramos ahora el punto de partida de la nueva creación, listo para nosotros de acuerdo con el modelo arquetípico de la Mente Divina misma y por lo tanto perfecta y correctamente formado. Cuando esta verdad es comprendida claramente, ya sea que lo logremos por un proceso intelectual, o a través de simple intuición, podemos hacerlo nuestro punto de partida y proclamar que tenemos nuestro pensamiento impregnado por el poder creador en base a esto. Pero extensa como es la concepción lograda así, debemos recordar que es todavía solamente un punto de partida. En verdad, trasciende nuestro alcance previo de ideas y presenta así una culminación de la serie creadora cósmica, que va más allá de esa serie y nos trae así al número Ocho y a la Octava; pero debido a esto mismo, es el número Uno de una nueva serie creadora que es personal para el individuo. Entonces, debido a que el Espíritu es siempre el mismo, debemos buscar una repetición del proceso creador en un nivel superior y, como todos sabemos, ese proceso consiste primero en la involución del Espíritu en la Sustancia y, consecuentemente, de la evolución subsecuente de la Sustancia en formas que aumentan continuamente en aptitud como vehículos para el Espíritu: así que ahora podemos buscar una repetición de este proceso universal desde su nuevo punto de partida en la mente individual y esperar una externalización correspondiente, acorde con nuestro axioma familiar de que los pensamientos son cosas. Ahora bien, es como tal manifestación externa del Ideal Divino que el Cristo de los Evangelios es colocado ante nosotros. No deseo dogmatizar, pero diré solamente que a más claramente comprendamos la naturaleza del proceso creativo en el aspecto espiritual, más pierden sus fuerzas las objeciones corrientes de la narrativa de los Evangelios; y me parece que negar esa narración como una total imposibilidad es hacer una afirmación semejante con respecto al poder del Espíritu en nosotros. Usted no puede afirmar un principio y negarlo en la misma palabra; y si afirmamos la externalización del poder del Espíritu en nuestro propio caso, no veo cómo podemos lógicamente establecer un
límite para su acción y decir que bajo condiciones altamente especializadas no podría producir efectos altamente especializados. Es por esta razón que San Juan coloca el asunto del Cristo manifestado en la carne como criterio total (1 Juan IV:2). Si el Espíritu puede realmente crear, entonces, no se puede limitar la extensión o método de su operación; y puesto que el fundamento de nuestra expectación de expansión individual es el ilimitado poder creador del Espíritu, rechazar el Cristo de los Evangelios como una imposibilidad es quitar el terreno de debajo de nuestros propios pies. Es una cosa decir: “No entiendo por qué el Espíritu debe haber operado en esa manera”, esa es solamente una afirmación honesta de nuestra etapa presente de conocimiento; o podemos muy bien decir que no nos sentimos convencidos de que el Espíritu operó en esa manera; esa es una verdadera confesión de nuestra dificultad intelectual; pero ciertamente que quienes descansan declaradamente en el poder del Espíritu para producir resultados externos, no pueden decir que no posee este poder, o que lo posee solamente en grado limitado; la posición es lógicamente autodestructiva. Lo que debemos hacer por consiguiente, es suspender todo juicio y seguir la luz en cuanto nos sea posible verla y poco a poco se hará más clara para nosotros. Hay, me parece, alturas ocultas en la doctrina de Cristo, designadas por la Sabiduría Suprema para contrarrestar las profundidades ocultas del Misterio de las Tinieblas. No creo que nos sea del todo necesario, o quizá posible, escalar estas alturas o medir estas profundidades, con nuestra presente inteligencia infantil, pero si comprendemos cuan completamente la ley de nuestro ser recibe su plenitud en Cristo, en cuanto conocemos de esa ley, no sería posible que lleguemos a concebir que existan fases aún más profundas de esa ley, la existencia de las cuales solamente podemos suponer ligeramente a través de la intuición? Ocasionalmente solo el borde del velo es levantado para algunos de nosotros, pero esa mirada momentánea es suficiente para indicarnos que hay poderes y misterios más allá de nuestra concepción presente. Pero aún allí la Ley reina suprema y por consiguiente tomando a Cristo como nuestro punto de partida básico, comenzamos con la Ley ya realizada, ya en aquellas cosas que nos son familiares o en aquellos reinos que se encuentran más allá de nuestro pensamiento y por lo tanto no necesitamos sentir temor de mal alguno. Nuestro punto de partida es aquel de la seguridad ordenada por la divinidad a partir de la cual podemos desarrollarnos tranquilamente hacia una evolución superior, que es la realización de la ley de nuestro propio ser. LA HISTORIA DEL EDEN Toda la Biblia y la historia total del mundo pasado, presente y futuro está contenida en embrión en la historia del Edén, porque ellas no son más que el desarrollo continuo de ciertos grandes principios que están declarados allí alegóricamente. Que esto no es en manera alguna una
noción nueva está indicado por la siguiente cita de Orígenes: “Quién es tan tonto y carente de sentido común como para creer que Dios plantó árboles en el Jardín como un granjero; y plantó allí el árbol de la vida perceptible a los ojos y a los sentidos, el cual dio vida a quien comió de él, y otro árbol que le dio al comedor un conocimiento del bien y del mal? Creo que todos deben considerar esto como figuras bajo las cuales se oculta un sentido recóndito”. Sigamos, entonces, la sugestión de este antiguo Padre de la Iglesia e investiguemos cuál puede ser el “sentido recóndito” ocultado bajo esta figura de los dos árboles. En la superficie de la historia hay dos raíces, una de Vida y la otra de Muerte, dos principios fundamentales produciendo resultados diametralmente opuestos. La marca distintiva del último es que éste es el conocimiento del bien y del mal, es decir, el reconocimiento de dos principios antagónicos y requiriendo así un conocimiento de la relación entre ellos para capacitamos a hacer continuamente los ajustes necesarios para mantenernos en marcha. Ahora bien, en apariencia esto es plausible. Parece tan completamente razonable que no percibimos su destructividad final; y así se nos dice que Eva comió del fruto porque ella “vio que el árbol era grato a los ojos”. Sin embargo, una cuidadosa consideración nos mostrará en qué consiste la naturaleza destructiva de este principio. Está basada en la falacia de que el bien está limitado por el mal y de que no se puede recibir nada bueno, excepto a través de la eliminación del mal correspondiente por su comprensión y derrota. Desde este punto de vista la vida se hace un continuo combate contra toda imaginable forma de mal y después de que hayamos agobiado nuestros cerebros en diseñar precauciones contra todo posible mal, queda aún la posibilidad, y mucho más que la mera posibilidad, de que no hayamos en manera alguna agotado la categoría de posibilidades negativas y que puedan presentarse otras que ninguna cantidad de prevención de nuestra parte pueda haber imaginado. A más consideramos esta posición más intolerable se hace, porque desde este punto de vista no podemos tener nunca base alguna cierta de acción y las fuerzas del posible mal se multiplican a medida que las contemplemos. Promulgar ser más listos que todo el mal por nuestro conocimiento de su naturaleza, es intentar una tarea cuya inutilidad se hace aparente cuando la vemos en su verdadera luz. El error es el de suponer que la Vida puede ser generada en nosotros mismos por un proceso intelectual; sino que, como lo hemos visto en las conferencias precedentes, la Vida es el movimiento primario del Espíritu, ya sea en el cosmos o en el individuo. En su orden apropiado el conocimiento intelectual es sumamente importante y útil, pero su lugar en el orden del todo no es el de Originador. Este no es Vida en sí mismo, sino una función de la vida; es un efecto y no la causa. La razón del por qué esto es así, es porque el estudio intelectual es siempre el estudio de varias leyes que surgen de las diferentes relaciones de las cosas entre sí; y por consiguiente, presupone que estas cosas, junto con sus leyes, ya se encuentran en existencia. En consecuencia, no
comienza desde el verdadero punto de vista creativo, aquel de crear algo enteramente nuevo, creación ex nihilo, como distinguida de la construcción o el reunir materiales existentes, que es lo que significa literalmente la palabra. Reconocer el mal como una fuerza con la que se debe contar, es por lo tanto, renunciar del todo al punto de vista creativo. Es renunciar al plano de la Causa Primera y descender al reino de la causación secundaria y perdernos en medio de la confusión de una multiplicidad de causas y efectos relativos, sin comprender ningún principio unificador subyacente. Ahora bien, la única cosa que puede liberarnos de la inextricable confusión de una infinita multiplicidad es la realización de una unidad subyacente, y en el fondo de todas las cosas encontramos la presencia de un Gran Principio Afirmativo, -sin el cual nada podría tener existencia. Este, entonces, es la Raíz de Vida; y si le acreditamos como siendo capaz, no solamente de suplir el poder, sino también la forma para su manifestación, veremos que no nos es necesario ir más allá de este Poder único y singular para la producción de cualquier cosa. Es el Espíritu produciendo Sustancia a partir de Su propia esencia, y la Sustancia tomando Forma de acuerdo con el movimiento del Espíritu. Lo que tenemos que comprender es, no solamente que esta es la manera como el cosmos es traído a existencia, sino también que debido a que el Espíritu encuentra un nuevo centro en nosotros, el mismo proceso se repite en nuestra propia mentalidad y, por consiguiente, estamos continuamente creando ex nihilo, ya sea que lo sepamos o no. En consecuencia, si consideramos el mal como una fuerza con la que se debe contar y que por lo tanto requiere ser estudiada, estamos en realidad creándola; mientras que por otra parte, si comprendemos que hay solamente una fuerza para ser considerada y que es absolutamente buena, estamos, por la ley del proceso creativo, trayendo ese bien a manifestación. No hay lugar a duda de que para ese uso afirmativo de nuestro poder creativo es necesario que empecemos partiendo del concepto básico de un poder originador singular que es absolutamente bueno y productor de vida; pero si existiera un poder auto-originador que fuera destructivo, entonces, la creación no hubiera venido a existencia jamás, porque los poderes auto-originadores positivo y negativo se cancelan el uno al otro y el resultado sería cero. El hecho, entonces, de nuestra propia existencia es prueba suficiente de la singularidad y bondad del Poder Originador y desde este punto de partida, no hay un segundo poder para tener en consideración y en consecuencia, no tenemos que estudiar el mal que pueda surgir de circunstancias existentes o futuras, sino que se requiere mantener nuestras mentes fijas solamente en el bien que intentamos crear. Hay una razón muy simple para esto. Es la de que toda nueva creación lleva necesariamente su propia ley con ella y por esa ley produce nuevas condiciones de sí misma. Un balón proporciona una ilustración familiar de lo que quiero significar. El balón posee su propio peso, pero con la introducción de un nuevo factor, el gas, trae con él una ley
propia que altera completamente las condiciones, y la fuerza de gravitación es totalmente vencida de manera que la masa total se eleva en el aire. La Ley misma nunca se altera, pero la hemos conocido previamente solo bajo condiciones limitantes. Estas condiciones, sin embargo, no son partes de la ley misma; y una comprensión más clara de la Ley nos muestra que contiene en sí el poder de trascenderlas. La Ley que toda nueva creación porta consigo no es por lo tanto una contradicción de la antigua ley sino su especialización en una modalidad superior de acción. Ahora bien, la Ley final es aquella de la producción ex nihilo por el movimiento del Espíritu dentro de Sí Mismo y todas las leyes subordinadas son solamente las medidas de las relaciones que se presentan espontáneamente entre las diferentes cosas cuando son conducidas a manifestación, y por consiguiente, si una cosa enteramente nueva es creada, debe necesariamente establecer totalmente nuevas relaciones y producir así leyes enteramente nuevas. Esta es la razón del por qué, si consideramos la acción del Espíritu puro indiferenciado como nuestro punto de partida, debemos confiar en que El producirá manifestaciones de la ley que, aunque perfectamente nuevas desde el punto de vista de nuestra experiencia pasada, son tan completamente naturales en su propia forma como cualquiera que haya existido antes. Es por esto que en estas conferencias coloco tanto énfasis en el hecho de que el Espíritu crea ex nihilo, esto es, de formas no preexistentes, sino simplemente por Su propio movimiento dentro de Sí Mismo. Si, entonces, esta idea es comprendida claramente, se sigue lógicamente de ella que la Raíz de la Vida no se encuentra en la comparación del bien y del mal, sino en la simple afirmación del Espíritu como el poder todopoderoso Creador del Bien. Y puesto que, como ya lo hemos visto, este mismo Espíritu creador de todo encuentra un centro, y un punto fresco de partida de operación, en nuestras propias mentes, podemos confiar en que seguirá la Ley de Su propio ser allí, así como en la creación del Cosmos. Solamente no debemos olvidar que está operando a través de nuestras propias mentes. El piensa a través de nuestra mente y nuestra mente debe ser un canal apropiado para esta modalidad de Su operación conformándose o ajustándose a las amplias líneas genéricas del pensamiento del Espíritu. La razón para esto es una que he tratado de imprimir a través de estas conferencias, esto es, que la especialización de una ley nunca es la negación de ella, sino al contrario, el reconocimiento pleno de sus principios básicos; y si este es el caso en la ciencia física ordinaria, debe ser igualmente así cuando llegamos a especializar la gran Ley de Vida misma. El Espíritu nunca puede cambiar su naturaleza esencial como esencia de Vida, Amor y Belleza; y si nosotros adoptamos estas características, las cuales constituyen la Ley del Espíritu, como la base de nuestro propio pensamiento, y rechazamos todo lo que sea contrario a ellas, entonces proporcionaremos las condiciones genéricas amplias para el
pensamiento especializado del Espíritu a través de nuestras propias mentes; y el pensamiento del Espíritu es aquel de involución, o el paso del Espíritu hacia la forma, lo cual es la razón total del proceso creativo. La mente de que todo el tiempo está siendo formado así es la nuestra propia. No es un caso de control por una individualidad externa, sino la expresión plena de lo Universal a través de una mentalidad organizada, que ha sido siempre una expresión menos perfecta de lo Universal; y por consiguiente, el proceso es de crecimiento. No estamos perdiendo nuestra individualidad, sino que estamos haciéndonos a la posesión plena de nosotros mismos por el reconocimiento consciente de nuestra participación personal en la gran obra de la creación. Empezamos en alguna ligera medida a entender lo que la Biblia significa cuando habla de que somos “partícipes de la naturaleza Divina” (II Pedro 1 :4) y entendemos el significado de la “unidad del Espíritu” (Efesios lV:3). Es indudable que esto implicará cambios en nuestras antiguas modalidades de pensamiento; pero estos cambios no son forzados sobre nosotros, sino que son producidos naturalmente por el nuevo punto de vista desde el cual apreciamos las cosas. Casi imperceptiblemente crecemos hacia el nuevo orden de pensamiento que procede, no de un conocimiento del bien y del mal, sino del Principio mismo de la Vida. Eso es lo que hace la diferencia entre nuestro antiguo pensamiento y el nuevo. Nuestro antiguo pensamiento estaba basado en la comparación de factores limitados: nuestro nuevo pensamiento está basado en una comprensión de principios. La diferencia es como aquella que existe entre las matemáticas del niño, quien no puede contar más allá del número de manzanas o bolas de cristal colocadas ante él y aquellas del graduado sobresaliente en matemáticas que no depende de objetos visibles para sus cálculos, sino que se sumerge audazmente en lo desconocido porque sabe que está trabajando con base en principios indudables. En igual manera, cuando comprendemos el Principio infalible de la Ley Creadora, no nos encontramos más en necesidad de verlo todo claro y definido de antemano, porque si así fuera, nunca podríamos ir más allá del radio de nuestras antiguas experiencias; pero podemos movernos firmemente hacia adelante porque tenemos la certeza del principio creador con el cual estamos trabajando, o mejor quizá, Quién está trabajando a través de nosotros y que nuestra vida, en todos sus más pequeños detalles, es Su expresión armoniosa. Así que el Espíritu piensa a través de nuestro pensamiento, solamente que Su pensamiento es mayor que el nuestro. Es la paradoja de lo menor conteniendo a lo mayor. Nuestro pensamiento no carecerá de objeto o será inteligible para nosotros. Será completamente claro en cuanto concierne al asunto. Sabremos exactamente lo que queremos hacer y por qué queremos hacerlo y actuaremos así en una manera razonable e inteligente. Pero lo que no conocemos es el pensamiento mayor que durante todo el tiempo está dando origen a nuestro pensamiento menor y el que se manifiesta a medida que nuestro pensamiento menor progresa hacia la forma.
Entonces veremos gradualmente el pensamiento mayor que nos impulsó hacia el menor y nos encontraremos trabajando en armonía con su línea de acción, guiados por la mano invisible del Espíritu Creador hacia el aumento continuo de grados de vivencia a las cuales no necesitamos asignar límites, porque son la expansión del Infinito dentro de nosotros mismos. Este, según me parece, es el significado oculto de los dos árboles en el Edén, el Jardín del Alma. Es la distinción entre un conocimiento que es solamente aquel de la comparación entre las diferentes clases de condiciones y un conocimiento que es el de la Vida que da nacimiento a, y por lo tanto controla, las condiciones. Solamente debemos recordar que el control de las condiciones no es solamente para lograrse por la autoafirmación violenta, la cual es solamente el reconocerlas como entidades substantivas con las cuales batallar, sino por la unidad consciente con ese Espíritu Omnicreador que trabaja silenciosamente, pero seguramente, en sus propias líneas de Vida, de Amor y de Belleza. “No por fuerza, ni por Poder, sino por Mi Espíritu, dijo el Señor de las Legiones”. EL CULTO DE ISHI En Oseas 11:16 encontramos esta notable frase: “Y será ese día, dijo el Señor, que me llamarás Ishi (Marido mío), y no me llamarás más Baali”; y con ésta podemos acoplar la frase de Isaías LXII: 4: “Serás llamada Hephzibah, y tu tierra Beulah; porque el Señor se deleita en ti y tu tierra será cansada”. En ambos pasajes encontramos un cambio de nombre; puesto que un nombre presenta algo que corresponde a él, y en realidad solamente equivale a una descripción suscinta, el hecho indicado en estos textos es un cambio de condición que responde a un cambio de nombre. Ahora bien, el cambio de Baali a Ishi indica una alteración importante en la relación entre el Ser Divino y el orador; pero debido a que el Ser Divino no puede cambiar, la relación alterada resulta de un cambio en el punto de vista del adorador; y este solamente puede proceder de una manera de considerar a la Divinidad, esto es, de un nuevo orden de pensamiento concerniente a Ella. Baali significa Señor e Ishi significa esposo y así el cambio en relación es aquel de una esclava que es liberada y luego casada con su antiguo amo. No podríamos tener una analogía más perfecta. En lo relativo al Espíritu Universal el alma individual es esotéricamente femenina, como lo he indicado en “El Misterio de la Biblia y el significado Bíblico”, porque su función es receptiva y formativa. Esto es necesariamente inherente a la naturaleza del proceso creativo. Pero el desarrollo del individuo como medio especializador del Espíritu Universal dependerá enteramente de su propia concepción de su relación con El. En tanto lo considere como un poder arbitrario, algo así como propietario de un esclavo, se encontrará en la posición de un esclavo, manejado por una fuerza inescrutable, sin
saber en qué dirección ni para qué propósito. Puede adorar a tal Dios, pero su culto es solamente el culto del temor y de la ignorancia y no hay interés personal en el asunto, excepto el de escapar a algún castigo temido. Tal adorador escaparía felizmente de su tal divinidad, y de su culto el cual, cuando analizado, sería encontrado como nada menos que odio disfrazado. Este es el resultado natural de un culto basado en las tradiciones inexplicadas, en vez de en principios inteligibles, y es el opuesto mismo de ese culto en Espíritu, y en verdad, que Jesús llamó al verdadero culto. Pero cuando la luz comienza a hacerse en nosotros, todo esto se cambia. Vemos que un sistema de terrorismo no puede dar expresión al Espíritu Divino, y comprendemos la verdad de las palabras de San Pablo: “Quien no nos ha dado el espíritu de temor, sino de poder, de amor y de una mente cabal”. A medida que la verdadera naturaleza de la relación entre la mente individual y la Mente Universal se hace más clara, encontramos que esta es una acción y reacción mutua, una perfecta reciprocidad, que no puede estar mejor simbolizada que por una relación afectuosa entre esposo y esposa. Todo es hecho a partir del amor y no de la obligación, hay una perfecta confianza en ambos lados y ambos son igualmente indispensables el uno para el otro. Esto es simplemente llevar a cabo la máxima fundamental de que lo Universal no puede actuar en el plano de lo Particular excepto a través de lo Particular; solamente este axioma filosófico lo desarrolla en un cálido intercambio viviente. Esta es la posición del alma que está indicada por el nombre de Hephzibah. En común con todas las otras palabras derivadas de la raíz semítica “hafz” implica la idea de guardar, así como en el Oriente un hafiz es quien guarda la letra del Corán, aprendiendo todo el libro de memoria, y en muchas expresiones semejantes. Hephzibah, puede, en consecuencia, traducirse como “uno guardado”, recordando así la descripción en el Nuevo Testamento de quienes son “guardados en salvación”. Es precisamente este concepto de ser guardado por un poder superior el que distingue el culto de Ishi del de Baali. Una relación especial ha sido establecida entre el Espíritu Divino y el alma individual, una de absoluta confianza y de intercambio personal. Esto no requiere separación alguna de la ley general del universo, sino que es debido a aquella especialización de la ley por medio de la presentación de las condiciones especiales personales del individuo, de las que he hablado antes. Pero nunca ha sucedido actitud mental del individuo; él ha llegado a un nuevo pensamiento, a una nueva percepción más clara de Dios. Ha afrontado las preguntas: ¿Qué es Dios? ¿Dónde está Dios? ¿Cómo opera Dios? y ha encontrado la respuesta en la frase apostólica de que Dios está “sobre todo, a través de todo y en todo” y comprende que “Dios” es la raíz de su propio ser, siempre presente en él, siempre operando a través de él y presente universalmente alrededor de él. Esta comprensión es la verdadera relación entre el Espíritu Originador
y la mente del individuo, es aquella que se menciona esotéricamente como el Matrimonio Místico, en el cual los dos han dejado de ser separados y se han hecho uno. En efecto ellos fueron siempre uno, pero puesto que solamente podemos comprender cosas desde el punto de vista de nuestra propia conciencia, es el reconocimiento del hecho lo que la hace una realidad práctica para nosotros. Pero un reconocimiento inteligente nunca causará confusión de las dos partes de las cuales consiste el todo, y no conducirá nunca al individuo a suponer que está manejando una fuerza ciega, o que una fuerza ciega lo está manejando a él. Ni destronará a Dios, ni se perderá a sí mismo por absorción en la deidad, sino que reconocerá la reciprocidad de lo Divino y de lo humano como resultado natural y lógico de las condiciones esenciales del proceso creador. ¿Y cuál es el Todo que es creado así? Es nuestra propia personalidad consciente; y por consiguiente, cualquier cosa que saquemos del Espíritu Universal adquirirá en nosotros la cualidad de la personalidad. De ese proceso de diferenciación de lo universal en lo particular, es de lo que he hablado tan frecuentemente, y el cual, a través de una tosca analogía, podemos comparar con la diferenciación del fluido eléctrico universal en modalidades específicas de poder, debido a su paso a través de aparatos apropiados. Es por esta razón, que en lo relativo a nosotros, el Espíritu Universal debe necesariamente asumir un aspecto personal y ese aspecto que asumirá estará en correspondencia exacta con nuestro propio concepto de El. Esto se encuentra de acuerdo con leyes mentales y espirituales inherentes a nuestro propio ser, y es por esto que la Biblia busca construir nuestro concepto de Dios sobre líneas tales que nos liberan de todo temor al mal y nos dejan así en libertad de usar afirmativamente el poder creador de nuestro pensamiento, desde el punto de vista de una mente calmada y sin problemas. Este punto de vista puede ser alcanzado solamente yendo más allá del radio de sucesos del momento, y esto solamente puede hacerse por el descubrimiento de nuestra relación inmediata con la fuente indiferenciada de todo bien. Coloco énfasis en estas palabras “inmediato” e “indiferenciado”, porque en ellas está contenido el secreto de toda la posición. Si no podemos extraer en manera inmediata del Espíritu Universal, nuestro recibir estaría sujeto a las limitaciones del canal a través del cual nos llega; y si la fuerza que recibimos no estuviese diferenciada en sí misma no podría tomar forma apropiada en nuestras mentes y llegar a ser para cada uno de nosotros exactamente lo que requerimos que sea. Es este poder del alma humana, de diferenciar ilimitadamente del Infinito, lo que estamos aptos a olvidar, pero a medida que llegamos a comprender que el alma es en si misma una reflexión e imagen del Espíritu Infinito, y un claro reconocimiento del proceso creativo cósmico muestra que no puede ser otra cosa, encontramos que debe poseer este poder y que en realidad es nuestra posesión de este poder lo que constituye la total raison d’etre del proceso creativo: Si el alma humana no poseyera un poder ilimitado
de diferenciación del Infinito, entonces el Infinito no podría ser reflejado en ella y consecuencialmente el Espíritu Infinito no encontraría salida para su reconocimiento consciente de Si Mismo como la Vida, el Amor y la Belleza que El Es. Nunca podemos examinar con la suficiente profundidad la definición esotérica de Espíritu como “el poder que se conoce a Sí Mismo”. El secreto de todas las cosas, pasadas, presentes y futuras está contenido en estas pocas palabras. El autorreconocimiento y auto contemplación del Espíritu es el movimiento primario del cual procede toda la creación, y la realización en el individuo de un centro fresco para autorreconocimiento es lo que el Espíritu gana en el proceso; esta ganancia acreditada al Espíritu es a lo que se refieren las parábolas donde el Señor es representado como recibiendo aumento de parte de sus sirvientes. Cuando el individuo percibe esta relación de sí mismo con el Espíritu Infinito, encuentra que se ha elevado de una posición de esclavitud a una de reciprocidad. El Espíritu no puede actuar sin él más de lo que él puede actuar sin el Espíritu. Los dos son tan necesarios el uno al otro como las dos polaridades de una batería eléctrica. El Espíritu es la esencia ilimitada de Amor, Sabiduría y Poder todos tres en uno indiferenciado y esperando ser diferenciados por apropiación, esto es, por la solicitud individual para ser el canal de su diferenciación. Solamente se requiere hacer la solicitud con el reconocimiento de que por medio de la Ley de Ser responderá seguramente, y el sentimiento correcto, la visión correcta y el trabajo correcto para el asunto particular que tenemos a mano fluyan en manera totalmente natural. Nuestros antiguos enemigos, la duda y el temor, pueden tratar de traernos de regreso bajo la limitación de Baali, pero nuestro nuevo punto de vista del reconocimiento del Espíritu Originador de todo como absolutamente unificado con nosotros, debe mantenerse siempre resueltamente en la mente; porque si nos quedamos cortos en esto, no estaremos operando al nivel creador, estaremos creando, en verdad, porque nunca podemos separarnos de nuestro poder creador, pero estaremos creando en la imagen de las antiguas condiciones limitantes y destructivas y esta es solamente la perpetuación de La Ley Cósmica de los Promedios, que es precisamente sobre la cual tiene que elevarse el individuo. El nivel creador es donde las nuevas leyes comienzan a manifestarse en un nuevo orden de condiciones, algo que trasciende nuestras experiencias pasadas y por consiguiente produciendo un avance verdadero; porque no hay avance solamente en repetir lo antiguo aunque lo repitamos durante siglos: es la marcha firme de la naturaleza del espíritu avanzando lo que ha hecho del mundo de hoy algo mejor que el mundo de los pterodáctilos y de los ictiosauros, y debemos buscar el mismo movimiento de avance del Espíritu actuando desde su nuevo punto de partida en nosotros mismos. Ahora bien, esta relación especial, personal e individual con el Espíritu es lo que está representando por los nombres de Ishi y Hephzibah. Desde este punto de vista podemos decir que a medida que el individuo
despierta a la unidad con el Espíritu, el Espíritu despierta a la misma cosa. Se hace consciente de Sí Mismo a través de la consciencia del individuo y así se soluciona la paradoja del autorreconocimiento individual del Espíritu Universal, sin el cual ningún nuevo poder creador podría ser ejercido y todas las cosas continuarían procediendo solamente de acuerdo con solo el antiguo orden cósmico. Naturalmente que es verdad que en el orden meramente genérico el Espíritu debe estar presente en toda forma de Vida, como lo indicó el Maestro cuando dijo que ningún gorrión cae al suelo sin la intervención “del Padre”. Pero si los gorriones a los que él alude hubiesen sido muertos y estuviesen en venta a un precio que indica que es el destino de una buena cantidad de ellos, vemos en esta precisamente una etapa de manifestación donde el Espíritu no ha despertado al autorreconocimiento individual y permanece al nivel inferior de autorreconocimiento, en aquel del espíritu genérico o de raza. El comentario del Maestro: “Vosotros sois de mayor valor que muchos gorriones”, indica esta diferencia: en nosotros la creación genérica ha alcanzado el nivel que proporciona las condiciones para el despertamiento del Espíritu al auto-reconocimiento en el individuo. Y debemos recordar que todo esto es perfectamente natural. No hay toma de pose o esfuerzo en busca de efecto en cuanto a ello. Si tiene que inflar la Vida, ¿quién va a colocar la Vida en usted para inflarla? Por consiguiente, es espontáneo o nada. Por esto es que la Biblia habla de ello como del don de Dios. No puede ser ninguna otra cosa. Usted no puede originar la fuerza originadora; ella debe originarlo a usted; pero lo que usted puede hacer es distribuirla. Por lo tanto, inmediatamente experimente cualquier sentido de fricción, puede estar seguro de que hay algo erróneo en alguna parte; y puesto que Dios no puede cambiar nunca, usted debe estar seguro de que la fricción está siendo causada por algún error en su propio pensamiento, usted está limitando al Espíritu en alguna manera; póngase al trabajo de descubrir lo que es. Es siempre el limitar el Espíritu lo que causa esto. Usted lo está atando a condiciones en alguna parte, diciendo que es en razón de algunas formas existentes. El remedio es regresar al punto original de partida de la Creación Cósmica y preguntar: ¿Dónde estaban las formas preexistentes que entonces dictaron al Espíritu? Puesto que el Espíritu nunca cambia es todavía él mismo y es tan independiente de condiciones existentes ahora como lo fue en el comienzo; y así es que debemos pasar por sobre las condiciones existentes, sin importar cuán adversas sean aparentemente e ir directamente hacia el Espíritu como originador de nuevas formas y nuevas condiciones. Este es verdadero Nuevo Pensamiento, porque no se ocupa de las cosas antiguas sino que va directamente hacia adelante a partir de donde estamos ahora. Cuando hacemos esto, solamente confiando en el Espíritu, y no estableciendo los detalles particulares de su acción, solamente diciéndole lo que queremos, sin dictarle como debemos obtenerlo, encontraremos que las cosas se mostrarán más y más claramente día a
día, tanto en el plano interno como en el externo. Recuerde que el Espíritu está vivo y operando aquí y ahora, porque si alguna vez el Espíritu ha de ir del pasado hacia el futuro debe ser pasando a través del presente; por lo tanto lo que usted tiene que hacer es adquirir el hábito de vivir directamente del Espíritu aquí y ahora. Pronto encontrará que este es un asunto de intercambio personal, perfectamente natural y que no requiere ningunas condiciones anormales para su producción. Simplemente trate al Espíritu como lo haría con cualquier otra persona de sensible corazón bondadoso, recordando que está siempre allí, “más cerca que las manos y los pies”, como dice Tennyson, y comenzará gradualmente a apreciar su reciprocidad como un verdadero hecho práctico. Esta es la relación de Hephzibah con Ishi y es aquella del culto en Espíritu y en verdad, que no necesita ni el templo en Jerusalén ni en Samaria para su aceptación, porque todo el mundo es el templo del Espíritu y usted mismo es Su Santuario. Mantenga esto en mente y recuerde que nada es demasiado grande o demasiado pequeño, demasiado interior o demasiado exterior, para el reconocimiento y operación del Espíritu, porque el Espíritu es en Si Mismo tanto la Vida como la Sustancia de todas las cosas y es, también, el Auto reconocimiento desde el punto de vista de su propia individualidad; y por consiguiente, debido a que el Autorreconocimiento del Espíritu es la Vida del proceso creador, por el simple hecho de confiar en el Espíritu usted podrá trabajar de acuerdo con su propia naturaleza, pasar más y más completamente hacia ese Nuevo Orden que Procede de El, Quien dice: “Mirad Yo hago todas tas cosas nuevas”. EL PASTOR Y LA PIEDRA La metáfora del Pastor y la Oveja es de ocurrencia constante a lo largo de la Biblia y naturalmente sugiere la idea de guiar, vigilar y alimentar, tanto a la oveja individual como al rebaño completo, y no es difícil ver la correspondencia espiritual de estas cosas en una manera general. Pero encontramos que la Biblia combina la metáfora del Pastor con otra metáfora, aquella de “la Piedra” y a primera vista las dos parecen algo incongruas. “De allí es el Pastor la Piedra de Israel”, dice el Antiguo Testamento (Génesis 49:24), (Nota del Traductor: La versión de Casiodoro de Reina, revisada por Cipriano de Valera dice: “De allí el pastor, y la piedra de Israel”) y Jesús se llamó a sí mismo: “El Buen Pastor” y “La Piedra rechazada por los constructores”. El Pastor y la Piedra se encuentran identificados y así podemos, por consiguiente, buscar la interpretación en algún concepto que combina los dos. Un pastor sugiere el cuidado personal por el bienestar de las ovejas y una inteligencia mayor que la de ellas. Una piedra sugiere la idea de construcción y en consecuencia, de medida, adaptación de partes al todo, y construcción progresiva de acuerdo con un plan. Combinando
estos dos conceptos llegamos a la idea de la construcción de un edificio cuyas piedras son personas, cada una tomando su parte más o menos consciente en la construcción; así, pues, un edificio, no construido del exterior, sino auto formado por un principio de crecimiento, a partir de lo interno, bajo la guía de una Sabiduría Suprema que penetra la totalidad y la conduce etapa por etapa hacia la integridad final. Esto indica hacia un Orden Divino en los asuntos humanos con el cual podemos cooperar más o menos conscientemente; en ambas formas, hacia nuestra ventaja personal o hacia la promoción del esquema mayor de evolución humana como Un todo. El propósito final siendo el establecimiento en todos los hombres de ese principio de ‘la Octava” al que ya he aludido antes. Y en proporción, a medida que algún esbozo de este principio es comprendido por los individuos, o por grupos de individuos, estos especializan la ley de desarrollo racial, aunque muy bien no pueden ser perceptivos de este hecho, y se colocan así bajo una operación especializada de la Ley fundamental, la cual les diferencia consecuentemente de otros individuos y nacionalidades, como a través de una guía peculiar, produciendo desarrollos superiores que la mera operación genérica de la Ley no podría lograr. Ahora bien, si mantenemos establemente en la mente que aunque el propósito, o Ley de Tendencia, o el Espíritu Originador, tiene siempre que ser universal en su naturaleza, debe necesariamente ser individual en su operación, podremos ver que este propósito universal puede ser realizado solamente a través de la instrumentalidad de medios específicos. Esto resulta de la proposición fundamental de que lo Universal puede trabajar solamente sobre el plano de lo Particular haciéndose lo individual y particular; y cuando comprendemos el concepto de que la mera operación genérica de la Ley Creativa ha conducido ahora a la raza humana hasta el punto que le es posible, esto es decir que ha desarrollado completamente al simple genus homo natural, se desprende que si cualquier desarrollo posterior toma lugar, puede ser solamente a través de la cooperación del individuo mismo. Es hacia el despliegue de esta cooperación individual hacia lo cual nos está conduciendo ahora al movimiento progresivo del Espíritu, y es a la extensión gradual de este principio universal a lo que se alude en la profecía de Daniel, respecto a la Piedra cortada sin ayuda de las manos y que se expande hasta que llena toda la tierra (Daniel 2:34 y 45). De acuerdo con la interpretación dada por Daniel, esta Piedra es el emblema de un Reino espiritual, y la identidad de la Piedra y del Pastor indica que el Reino de la Piedra debe ser también el Reino del Pastor; y el Maestro, quien se identificó tanto con la Piedra como con el Pastor, declaró enfáticamente que este Reino era, en su esencia, un Reino in tenor: “el Reino de los Cielos está dentro de vosotros”. Debemos por lo tanto, buscar su fundamento en un principio espiritual o en una ley mental inherente a la constitución de todos los hombres, pero esperando ser conducido a desarrollo más pleno por medio de un acatamiento más exacto de sus requisitos esenciales; lo cual es
precisamente el método por el cual la ciencia ha evocado poderes procedentes de las leyes de la naturaleza, que no fueron ni soñados en edades anteriores; y en manera semejante el reconocimiento de nuestra verdadera relación con el Espíritu Universal, el cual es la causa de todo ser individual, debe conducir a un avance tal, tanto para la raza como para el individuo, del que escasamente podemos formarnos una idea en el presente, pero que apreciamos vagamente a través de la intuición y del que hablamos como el Nuevo Orden. El acercamiento de este Nuevo Orden está haciéndose sentir veladamente en todas partes; se encuentra como dice el Francés, en el aire y la misma vaguedad y misterio que le acompañan está causando un sentimiento de inquietud en cuanto a la forma que pueda asumir. Pero para el estudiante de la Ley Espiritual no es este el caso. El sabe que la Forma es siempre la expresión del Espíritu, y por lo tanto, puesto que se encuentra en contacto con el movimiento progresivo del espíritu, sabe que él mismo estará siempre incluido armoniosamente en cualquier forma de desarrollo que pueda tomar el Gran Movimiento de Progreso. Este es el beneficio práctico y personal que nace de la comprensión del Principio que está simbolizado por la doble metáfora del Pastor y de la Piedra. Y en todos esos nuevos desarrollos que se encuentran, quizá ahora mismo, dentro de distancia mesurable, podemos descansar en el conocimiento de que nos encontramos bajo el cuidado de un Pastor bondadoso y bajo el proceso formativo de un Maestro Constructor sabio. Pero el principio del Pastor y de la Piedra no es algo de lo que no se había oído hasta ahora, o que solamente vendrá a existencia en el futuro. Si no hubiera manifestaciones de este principio en el pasado, podríamos preguntarnos si en realidad existe tal principio; pero un cuidadoso estudio del asunto nos indicará que ha estado operando en todas las edades, algunas veces en modalidades que muestran más inmediatamente el aspecto del Pastor, y algunas veces en modalidades presentando más claramente el aspecto de la Piedra, aunque la una siempre implica la otra, porque son la misma cosa vista desde diferentes puntos de vista. Esta materia es de un inmenso interés, pero cubre tan amplio alcance de estudio que todo lo que puedo hacer aquí es indicar que tal campo de investigación existe y es digno de exploración; y la exploración trae su compensación con ella, no solamente colocándonos en posesión de la historia del pasado, sino mostrándonos que esta es la clave, también, de la historia del futuro y además haciendo evidente en escala mayor la operación del mismo principio de Ley Espiritual, de que a través de nuestra cooperación con ella podemos facilitar el proceso de nuestra propia evolución individual. Así añade un vívido interés a la vida, proporcionándonos algo digno hacia lo cual mirar y presentándonos un futuro personal que no está limitado por la proverbial cuenta de tres y diez años. Ahora bien, hemos visto que la primera etapa en el Proceso Creativo es siempre aquella del Sentimiento, del esfuerzo del Espíritu en una
dirección particular y por lo tanto podemos buscar algo de la misma clase en el desarrollo del gran principio que estamos considerando ahora. Y encontramos este primer vago movimiento de este gran principio en las intuiciones de una raza particular, que parece haber combinado desde tiempo inmemorial las dos características del vagar nómada con sus rebaños y manadas y la simbolización de sus creencias religiosas en monumentos de piedra. Los monumentos mismos han tomado diferentes formas en diferentes países y edades, pero la identidad de su simbolismo se hace más clara a la luz de una cuidadosa investigación. Junto con su simbolismo encontramos siempre el carácter nómada de los constructores en el hecho de que están investigados con un aura de misterio y romance, tales como no se encuentran en ninguna otra parte, pero siempre podemos encontrarla rodeando a estos constructores, hasta en países tan separados como la India e Irlanda. Luego, cuando pasamos más allá de la etapa meramente monumental, encontramos rastros de evidencia histórica relacionando las diferentes ramas de esta raza, creciendo en su complejidad y fortaleciendo su fuerza acumulativa a medida que avanzamos, hasta que por último somos conducidas a la historia en la cual vivimos; y finalmente las más asombrosas afinidades del lenguaje colocan un toque final a la masa de pruebas que puedan reunirse a lo largo de estas diferentes líneas. En este círculo mágico, países tan remotos el uno del otro como Irlanda, Grecia, Egipto, Palestina y Persia, son traídos a estrecha contigüidad, una tradición similar y hasta una nomenclatura similar, une a los misteriosos constructores de la Gran Pirámide con los, igualmente misteriosos, constructores de las Torres Circulares de Irlanda; y la Gran Pirámide misma, quizá anterior a la llamada de Abraham, aparece como el sello oficial de las Estados Unidos; mientras la tradición traza la piedra de coronación de la Abadía de Westminster al tiempo del Templo de Salomón y aún antes. Porque la mayor parte de los pueblos, antes errantes, se han establecido ahora en sus hogares destinados, pero la raza Anglosajona, el Pueblo de la Piedra Angular, es todavía la pionera entre las naciones, y hay algo esotérico en la antigua broma de que cuando se llegue al Polo Norte se encontrará a un Escocés allí. Y no menor en la cadena de evidencia es el eslabón proporcionado por una tribu de seres errantes todavía, los Gitanos con su duplicado de la Pirámide en un paquete de cartas, un volumen que ha sido llamado “El Libro de las Pinturas del Diablo”, por quienes lo conocen solamente en su uso equivocado y en su inversión, pero que cuando interpretado a la luz del conocimiento que estamos obteniendo ahora, proporciona un ejemplo notable de esa divina política por la cual, como dice San Pablo, Dios emplea las cosas tontas de este mundo para confundir al sabio; mientras que una verdadera comprensión de los Gitanos indica su conexión inequívoca con esa raza que a través de su vida errante ha sido siempre el guardián de la Piedra. En estos pocos parágrafos he podido solamente indicar muy
brevemente las extensas líneas de investigación que conducen hacia una materia de importancia nacional para los pueblos de Bretaña y América y los cuales nos interesan personalmente, no solamente como miembros de estas naciones, sino porque proporcionan prueba, en la mayor escala posible, de la misma especialización de las leyes universales que cada uno de nosotros tiene que efectuar individualmente para sí mismo. Pero ya sea el proceso individual o nacional es siempre el mismo, y es la traducción al plano más superior, a aquel de la Vida Omnioriginadora, de la antigua máxima de que “la Naturaleza nos obedecerá exactamente en proporción a nuestra obediencia previa a la Naturaleza”; esta es la antigua parábola del señor quien, encontrando a sus servidores ceñidos y esperándole, se ciñe él mismo y les sirve (Lucas 12:35 a 37). La nación o el individuo que realiza así el verdadero principio del Pastor y de la Piedra, se coloca bajo guía y protección Divina especial, no por un favoritismo incompatible con el concepto de la Ley universal, sino por la operación misma de la Ley. Se ha colocado en contacto con sus posibilidades superiores, y para recurrir a una analogía que ya he empleado antes, aprender a hacer flotar su hierro por la misma ley por la cual se hunde; y así se hacen el rebaño del Gran Pastor y el edificio del Gran Arquitecto, y cada uno, no importa lo insignificante que pueda parecer su esfera, llega a ser partícipe en la gran obra y por consecuencia lógica, empieza a crecer sobre nuevas líneas de desarrollo por la simple razón de que un nuevo principio produce necesariamente nuevas modalidades de manifestación. Si el lector piensa estas cosas podrá ver que las promesas contenidas en la Biblia, ya en lo nacional o en lo personal, no son más que afirmaciones de la ley universal de Causa y Efecto, aplicada a los principios más internos de nuestro ser y que, por consiguiente, no son mera rapsodia, sino la expresión figurativa de una gran verdad cuando el Salmo dice: “El Señor es mi Pastor” y “Sois mi Dios y la Roca de mi salvación” LA SALVACION ES DE LOS JUDIOS ¿Qué significa este decir del Maestro? Ciertamente que no la mera suposición arrogante en favor de Su propia nacionalidad. Tal idea es negada, no solamente por lo universal de todas sus otras enseñanzas, sino también por la instrucción misma en la cual ocurren estas palabras, porque El declaró que el templo Judío era igualmente con el Samaritano de ninguna importancia en el asunto. Dijo que el verdadero culto era puramente espiritual y enteramente independiente de lugares y ceremonias, mientras que a la vez hizo énfasis en la expectación Judía de un Mesías, así que en esta enseñanza nos encontramos con la paradoja de un principio universal combinado con lo que, a primera vista, parece ser una tradición de tribu totalmente incompatible con cualquier reconocimiento del reino universal de la ley. Así que reconciliar estos opuestos aparentes, parece ser el problema que ha
colocado aquí ante nosotros. La solución se encuentra en aquel principio que he tratado de dilucidar a lo largo de estas conferencias, la especialización de la ley universal. Pueden diferir las opiniones en cuanto a la narración Bíblica del nacimiento de Cristo, si esta es tomada literal o simbólicamente, pero no puede, creo, haber diferencia de opinión en cuanto al principio espiritual implicado. Este es aquel de la especialización, por el individuo, de la relación genérica del alma con el Espíritu Infinito del cual procede. La relación misma es universal y resulta de la naturaleza misma del proceso creativo, pero la ley de la relación universal admite de la especialización particular exactamente en la misma manera que todas las otras leyes naturales; es solamente aplicando a la Ley suprema de la Vida el mismo método por el cual hemos aprendido a hacer que el hierro flote, es decir, por el reconocimiento plano de lo que la Ley es en Sí Misma. Cualesquiera otros significados que podamos dar al sustantivo Mesías, significará indudablemente la representación absolutamente perfecta en el individuo de todas las infinitas posibilidades del Principio de Vida. Ahora bien, Jesús hizo esa afirmación debido a que este gran ideal constituyó la base sobre la cual se fundó la nacionalidad Hebrea. Este fundamento ha sido lamentablemente mal comprendido por el pueblo Judío pero, sin embargo, no importa cuán imperfectamente, todavía es sostenido por él, y a partir de este pueblo el ideal se ha esparcido por el mundo Cristiano. Aquí, también, este ideal continuó siendo lamentablemente concebido en error, no obstante, es todavía retenido, y solamente es necesario reconocerlo en su verdadera luz como un principio universal, en vez de como dogma ininteligible, para la salvación del mundo. De ahí, debido a que ha proporcionado el medio a través del cual este ideal supremo se ha preservado y esparcido, es verdad que “La salvación es de los Judíos”. Su idea fundamental era correcta pero su entendimiento de ella fue incorrecto; esa es la razón de por qué el Maestro, a la vez, arrolla con todo el culto nacional del templo y preserva la idea nacional del Mesías; y esto es igualmente verdad del mundo Cristiano en el presente. Si la salvación es algo real, debe tener su origen, en alguna ley y si hay una ley ésta debe estar fundamentada en algún principio universal; por lo tanto, es este principio el que debemos buscar si hemos de entender esta enseñanza del Maestro. Ya sea que tomemos la historia Bíblica del nacimiento de Cristo literal o simbólicamente, enseña una gran lección. Enseña que el Espíritu Originador de Todo es el verdadero Padre de lo individual, tanto en alma como en cuerpo. Esto es apenas comprender desde el punto de vista del individuo lo que no podemos dejar de entender en relación con la creación original del cosmos; es la comprensión de que el Espíritu Originador de Todo es a la vez la Vida y la Sustancia en cada individuo aquí y ahora, exactamente como debe haberlo sido en el origen de todas las cosas. El parentesco humano no cuenta para nada, este es solamente el canal a través del cual el Espíritu Universal ha
actuado para la concentración de un centro individual; pero la causa final de ese centro, tanto en la vida como en la sustancia, continúa en todo momento siendo el mismo Espíritu Originador Uno. Este reconocimiento cercena la raíz de todo poder de lo negativo, y así en principio nos libera de todo mal, porque la raíz del mal es la negación del poder del Espíritu para producir el bien. Cuando comprendemos que el Espíritu está encontrando su propia individualización en nosotros, en su doble esencia como Vida y Sustancia, entonces veremos que puede y está queriendo crear todo lo bueno para nosotros. El único límite es aquel que nosotros mismos nos imponemos al negar Su operación. Cuando comprendemos la creatividad inherente del Espíritu encontramos que no hay razón para quedarnos cortos en punto alguno y decir que no se puede ir más adelante. Nuestro error está en considerar la vida del cuerpo como separada de la vida del Espíritu y este error es corregido por la consideración de que, en su naturaleza final, la Sustancia debe emanar del Espíritu y que ésta es solamente el registro de la concepción que el Espíritu tiene de Sí Mismo, encontrando expresión en el espacio y en el tiempo. Cuando esto se hace claro se sigue que no es del todo necesario tomar en consideración la Sustancia. La forma material está en la misma relación con el Espíritu que la imagen proyectada sobre una pantalla lo está con la transparencia del proyector. Si queremos cambiar el asunto exhibido no manipulamos la reflexión que se encuentra sobre la pantalla, sino que cambiamos la transparencia; y en manera semejante, cuando llegamos a comprender la verdadera naturaleza del proceso creativo, aprendemos que las cosas exteriores deben cambiarse por un cambio en la actitud espiritual interior. Nuestra actitud espiritual estará siempre determinada por nuestro concepto de la relación que tenernos con Dios o con el Espíritu Infinito; y así, cuando empezamos a ver que esta relación es una de absoluta reciprocidad, que es el autorreconocimiento del Espíritu Infinito desde nuestro propio centro de consciencia, entonces descubrimos que todo el secreto de la Vida consiste en la simple confianza en el Espíritu Omnicreador como identificándose conscientemente con nosotros. El ha, por así decir, despertado a una nueva modalidad de Autorreconocimiento peculiar a nosotros, en la que individualmente formamos el centro de Su energía creativa. Comprender esto es especializar el Principio de Vida. La lógica de ello es simple. Hemos encontrado que el movimiento originador del Espíritu, de donde procede toda creación, solamente puede ser Auto contemplación. Entonces, puesto que el Espíritu Original no puede cambiar Su naturaleza, Su Auto contemplación a través de nuestras propias mentes, debe ser tan creativa en, para, y a través de, nosotros como lo fue en un principio; y en consecuencia, encontramos el proceso creativo original repetido en nosotros y dirigido por el pensamiento consciente de nuestras propias mentes. En todo esto no hay lugar para la consideración de las condiciones
externas, ya sean de cuerpo, o de circunstancias; porque ellas son solamente efectos y no la causa; y por consiguiente, cuando alcanzamos este punto de vista cesamos de considerarlas en nuestros cálculos. En vez de ello empleamos el método de auto contemplación, sabiendo que este es el método creativo y así nos contemplamos como aliados con el infinito Amor y Sabiduría del Espíritu Divino, el cual tomará forma a través de nuestro pensamiento consciente y actuará así creativamente como una Providencia Especial, dedicada enteramente a guardarnos, guiarnos, proveernos, e iluminarnos. Todo el asunto es perfectamente natural cuando es considerado a partir de un reconocimiento claro de lo que la operación creativa del Espíritu debe ser en sí misma; y cuando esto es comprendido en esta manera perfectamente natural, toda tensión y esfuerzo para compeler su acción cesa: estamos unificados con el Poder Omnicreador que ha encontrado ahora un nuevo centro en nosotros, desde el cual continuar Su proceso creativo hacia más perfecta manifestación que aquella que podría obtenerse por medio de las condiciones genéricas, no especializadas, del orden meramente cósmico. Ahora bien, esto es lo que representa el Mesías, y por lo tanto está escrito que “a ellos El dio poder para llegar a ser hijos de Dios, así como a tantos que creyeran en Su Nombre”. Esta “creencia” es el reconocimiento de un principio universal y de una confianza personal en él, como ley, que no puede ser quebrantada; porque esta es una Ley de todo el proceso creativo especializado en nuestra propia individualidad. Entonces, también, no importa lo grande que pueda ser el misterio, la supresión y limpieza de todo pecado se sigue como parte esencial de esta comprensión de una nueva vida; y es en este sentido que podemos leer todo lo que la Biblia nos dice sobre este aspecto del tema. El principio de esa vida nueva es el Amor; porque cuando nos reunimos con el Espíritu Paternal en mutua confianza y amor, ¿qué espacio queda en cualquier parte para recuerdo alguno de fracasos pasados? Esto, entonces, es lo que representa el Mesías para el individuo; pero si podemos concebir una nación fundada sobre tal reconocimiento de su relación especial con el Principio Director del Universo, tal pueblo debe necesariamente llegar a ser el conductor de las naciones, y aquellas que se le opongan deberán fracasar por un principio de autodestrucción inherente en la naturaleza misma de la posición que toman. La dirección resultante de tal autorreconocimiento nacional, no estará basada en la conquista y la coacción, sino que vendrá naturalmente. Otras naciones buscarán la razón del éxito y prosperidad fenomenal del pueblo favorecido, y encontrando esta razón en una Ley Universal, empezarán a aplicar la misma ley en la misma manera, y así el resultado se extenderá de país en país hasta que finalmente la tierra entera estará llena de la Gloria del Señor. Y tal nación, o más bien compañía de naciones, existe. Seguir su desarrollo presente, a partir de sus antiguos comienzos, está lejos del alcance de este volumen, y aún
más lejos está el especular sobre su desarrollo ulterior; pero para mis lectores en ambos lados del Atlántico puedo decirles que este pueblo es la raza Anglosajona en todo el mundo. Escribo estas líneas sobre el monte histórico de Tara; esto llevará una insinuación a muchos de mis lectores. En algún tiempo futuro me podré extender más sobre este tema; pero en el presente mi meta es solamente sugerir algunas líneas de pensamiento que surgen del decir del Maestro de que la “Salvación es de los Judíos”.
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