Las Alergias No Existen_Salomon Sellam
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¿Cuales son las verdaderas razones de las alergias?...
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LAS ALERGIAS
Dr. Salomon Sellam
Traducción de Michele Jolibert
Título original: Les Allergies Traducción: Michele Jolibert 1.ª edición: marzo, 2014 © 2014 by Salomon Sellam © Ediciones B, S. A., 2014 Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España) www.edicionesb.com Depósito Legal: B 9719-2014 ISBN DIGITAL: 978-84-9019-802-5
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Contenido Portadilla Créditos Prólogo Introducción Advertencia PRIMERA PARTE 1. La versión tradicional de la alergia 2. Las otras versiones de la alergia La versión freudiana de la alergia La versión psicosomática de la alergia SEGUNDA PARTE Casos clínicos Alergia a las plantas Alergia a los animales Alergia a los elementos Las alergias domésticas Las alergias oculares Las alergias del ámbito ORL Alergias estacionales Cambios en el modo de vida Las alergias «transgeneracionales» TERCERA PARTE Conducta a seguir frente a una alergia
Prólogo por Txumari Alfaro Me causa una gran satisfacción escribir el prólogo de Las alergias, del doctor Sellam, pues coincido con él en que las alergias son algo más fácil de tratar de lo que parece. Mi experiencia en psicosomática clínica de las alergias me permite animaros a leer este libro y comprobar que es posible sanar de cualquier alergia que estéis padeciendo. En los ejemplos que expongo, basados en decenas de casos clínicos, tendréis una clara muestra de lo que intento explicaros. Mi intención en este prólogo es hacer un adelanto del profundo estudio que el doctor Salomon Sellan ha hecho durante los quince últimos años sobre las alergias y su tratamiento a través de la psicosomática, y en el que ha demostrado que la mayor parte de las alergias constituyen duelos simbólicos. La versión médica oficial tiene razón. No hay ninguna discusión posible porque los médicos han estudiado, como se debe, las reacciones alérgicas; han estudiado todos los procesos al milímetro y han concluido que es siempre el mismo. Entonces tienen razón, es correcto. No hay ninguna discusión posible con los guardianes de nuestra salud. Pero aun así vamos a ir un poquito más allá para buscar la causa de la causa. Encontrar la respuesta a estos temas es un camino para la sanación y la cura defiitiva de las alergias. Si sufrís alergias y leéis este libro, comprenderéis por qué de buenas a primeras desarrolláis una alergia a determinadas frutas, ciertos alimentos, metales, pelos de animales, polen etc. Cuando por primera vez, oí que para que alguien padezca una alergia, primero tiene que sufrir un psiochoque, comprendí perfectamente qué ocurre cuando un agente externo entra en nuestro organismo y produce una hipersensibilización al mismo. La primera vez es muda, exenta de síntomas físicos. Durante esta primera fase el cerebro ha detectado que mi estrés ha superado el limite tolerable. Esto para la biología significa peligro, y cuando hay un peligro, voy a poner en marcha un programa de supervivencia y lo voy a grabar todo y a registrar cuanto pueda, para evitar así encontrarme de nuevo con una situación similar. Si hacéis un ejercicio de memoria, hallaréis que antes de sufrir la primera crisis
alérgica estuvisteis en contacto con el agente causante de ésta y descubriréis que en un momento de vuestra vida se ha producido un:
PSICOCHOQUE - EMOCIONAL DESESTABILIZADOR: ¿Qué es esto? 1.o Acontecimiento de la vida cotidiana que llega de improviso, brusco, que no lo vemos venir, nos coge por sorpresa, nos pilla a contrapié, nos desestabiliza, y a menudo tiene día y hora. 2.o Vivido de una manera aislada y sin compartirlo con nadie, en soledad, sólo nosotros lo sentimos y experimentamos íntimamente. Aun cuando lo contemos a los demás, no nos sentiremos respaldados. 3.o Sin solución satisfactoria para nosotros, aunque quizá sí para otros. El sufrimiento nos muestra la falta de adaptación a la realidad. 4.o De intensidad dramática real, o sentido como tal. El inconsciente puede vivirlo de una manera simbólica, pero no sabe distinguir entre lo real y lo simbólico, entre lo virtual y lo imaginario. De intensidad extrema, por encima de nuestro LST (Límite Superior de Tolerancia); esto es, que supera nuestro sistema psíquico de protección. Hablarlo y expresarlo en el momento del psicochoque anula la impresión, pues todo aquello que no es hablado, contado o llorado, será hablado, contado o llorado por el cuerpo con dolor, pues tarde o temprano nuestro cuerpo nos devuelve la memoria del drama, del dolor o del conflicto vivido, ya que ha habido una emoción secuestrada, bloqueada, no liberada. Veamos un ejemplo de las características de las alergias al polen y las gramíneas, las más comunes, a fin de ilustrar el mecanismo de aquéllas. ¿Que simboliza el polen? El polen simboliza el amor, la reproducción, el amor. Es la parte masculina de las plantas. Detrás de la alergia al polen a menudo encontramos historias de separaciones amorosas, desencuentros afectivos, desamores etc. Recuerdo el primer caso de alergia al polen (específicamente del sauce llorón) que se solucionó con la psicosomática. En sólo una sesión se encontró el
psicochoque emocional desestabilizador causante de la alergia. Imagnaros que estoy sentado en un banco debajo de un árbol, con una chica de la que estoy enamorado. Estoy tranquilo, hasta que mi estrés supera el LST. En ese momento el polen de un árbol cualquiera se adhiere a la piel o la mucosas de la nariz y ojos. El polen sigue cayendo, y aunque no lo veo, de pronto se produce el biochoque: «Hoy es el último día que nos veremos. Mañana me voy a Canarias: a mi padre, que es militar, lo han destinado allí y la familia se va con él», dice la chica.. Pero nuestro cerebro registra: el polen del sauce llorón (en este caso el árbol bajo el que estábamos) que ha caído sobre mí se encuentra en su «fase muda», lo que significa que no nos afecta. Pero al año siguiente voy sufrir una crisis alérgica, me van a picar los ojos, voy a estornudar y tener problemas respiratorios, pues el inconsciente prefiere que me preocupe de los síntomas a recordar la agresión, el drama y el dolor de la separación. Recuerdo también un caso de alergia al pelo de caballo. La padecía un amigo de la infancia con el que hacia mucho tiempo que no nos veíamos. Curiosamente, nos encontramos un 14 de febrero , San Valentín, haciendo las compras en tan señalado día. Me contó que llevaba muchos años intentando contactar conmigo para a ver si podía ayudarlo. Le pregunté qué le pasaba. «Sufro una terrible alergia al pelo del caballo.» Me mostró los brazos, se levanto la ropa para que viese el resto del cuerpo, y la verdad es que impresionaba. Allí mismo empecé el interrogatorio de psicosomática, y la mecánica es la misma. Si resultaba que hacía catorce años que mi amigo padecía esta clase de alergia, eso me llevó a preguntarle qué había ocurrido en su vida anterior a esos catorce años, qué acontecimiento dramático e inesperado, que lo cogió a contrapié, y lo vivió en soledad, guardaba relación con un caballo o con el pelo del caballo. Y de pronto su mujer exclamó: «¡Percheron!» Él, con claros signos de haberse emocionado, no podía articular palabra. Pasados unos instantes, procedió a contarme la siguiente historia: «Mi padre me dejó en herencia un caballo de raza percherona con pedigrí. Era el orgullo del valle donde vivo, enviaban a las yeguas para que las cubriese pues era un pura raza y, además, muy bonito.» Le pregunté: «¿Que ocurrió con ese caballo?» Se mociona de nuevo, y es su esposa la que contesta: «Un día se lo robaron y nunca más supimos de él. Dos años estuvo en tratamiento con un psiquiatra, pues no podía superar el drama que supuso el robo del caballo que su padre le dejo en herencia.» Mi amigo recordaba perfectamente que antes de ese suceso nunca había tenido problemas de alergia con los caballos, pues con apenas cinco años ya montaba los
de su padre. Para protegerlo y no vivir el drama que supuso el robo del caballo, el inconsciente generó una alergia al pelo de éste. Así, nunca más tendría que relacionarse con caballos y no reviviría el drama que había supuesto la perdida del percherón.
INTRODUCCIÓN Las alergias representan una de las patologías más comunes en la práctica diaria. Después de más de veinte años de experiencia y quince dedicados exclusivamente al campo de la clínica psicosomática, puedo afirmar que el tratamiento del fenómeno alérgico está al alcance de todos. En el presente libro he recogido numerosos casos clínicos simples y anónimos con el fin de que la mayoría de las personas afectadas pueda tener un referente para, en ciertos casos, mejorar su estado o incluso, literalmente, para curarse. En otros casos, esta primera lectura podrá ayudarlos a tomar conciencia y a comprender las cosas de una manera frente a una consulta especializada. Me gustaría también precisar que, de ninguna manera, la clínica psicosomática detenta en exclusiva la verdad en el campo de la salud y mi mayor deseo es que pueda ser incorporada a la enseñanza de la Facultad de Medicina. La clínica psicosomática ofrece una nueva visión de la enfermedad y de los trastornos del comportamiento, que les proponemos comparar e integrar a las demás teorías existentes, para así comprobar si les atañe, ya sean pacientes o facultativos. En esta obra, estudiaremos particularmente los fenómenos alérgicos más corrientes, las alergias a los alimentos, las plantas, el polen y las gramíneas, a los pelos de animales, el sol, el agua, el polvo doméstico, los ácaros, las plumas, los medicamentos, los perfumes, el moho, la levadura de cerveza y los metales, así como las alergias oculares, las rinitis y sinusitis alérgicas y las polinosis. El asma y el eczema, considerados asimismo enfermedades alérgicas, no serán tratados aquí por ser patologías específicas. Para redactar este libro y a fin de ilustrarlo ampliamente, he pedido a mis alumnos y amigos así como a otros especialistas, que relataran algunas historias típicas —algo así como unas ¡cincuenta!— que hayan culminado no tan sólo en una clara mejoría, sino en una completa curación. Quisiera asimismo agradecer su fraternal colaboración a Yves Besson, Edith Brodsky, Dominique Cartan, Philippe Collard, Alain Créquigne, Laurent Daillie, Jean-Michel Dalbiez, Christian Flèche, Michel Garlantezec, Jean-Jacques Lagardet, Didier Lepatezour, Alain Pioch, Jean Platon y Didier Sevin.
Advertencia El término «psicosomática» significa simplemente la existencia de relaciones posibles entre nuestro psiquismo y nuestro cuerpo, relaciones que podrían ser el origen de una enfermedad. En ningún caso, y en contra de lo que se entiende normalmente, la palabra psicosomática hace referencia a un desorden psíquico, ni tampoco a una deficiencia mental o a la locura. Este libro presenta los posibles orígenes psíquicos de la alergia. Cada historia personal se inscribe en un contexto específico y puede prestarse a la exploración por parte de un facultativo formado en clínica psicosomática. Esta obra no quiere reemplazar de ninguna manera al proceso de diagnóstico y no da las directrices necesarias para establecer tratamientos adecuados que sólo un médico está habilitado a prescribir o a modificar en función de los resultados clínicos y en particular al cese de la terapia. Asimismo, el editor y los autores de este libro no se responsabilizan de los perjuicios a los cuales se podría exponer el lector sin haber previamente consultado al personal competente. Todos los casos clínicos aquí expuestos lo han sido de forma anónima para preservar el secreto profesional. Asimismo, todo parecido con la realidad es pura coincidencia.
PRIMERA PARTE
1 Versión tradicional de la alergia Desde el comienzo de mis estudios de medicina, la definición clásica de la alergia, sus diferentes causas, la prevención y la fisiopatología general a partir de la cual se han originado las grandes líneas terapéuticas, no han cambiado mucho. Es cierto que numerosos investigadores han intentado esclarecer el misterio de esta patología y la lucha emprendida por la medicina ha hecho notables progresos. Empero, esto es lo que se puede leer en una de las muchas webs dedicadas a la alergia: «La alergia es una enfermedad que padecen hoy día cada vez más personas, pero que sin embargo sigue desconocida». Veamos ahora brevemente su historia y a continuación su definición.
Historia Empieza con Charles Richet quien, en 1902, intentó un experimento con un perro. Le inyectó una primera dosis de veneno que el animal soportó sin problema. Algunas semanas más tarde, le inyectó una segunda dosis y el perro murió al poco tiempo. Richet propuso entonces, a partir del griego, el término choque anafiláctico para designar un «estado contrario a la protección». En el lado opuesto, la palabra profilaxis significa un «estado de resistencia a la agresión» y ha sido ampliamente empleado con referencia a la vacunación. Para Richet el choque se debe a un fenómeno de sensibilización. Esta vía también ha sido utilizada por numerosos investigadores en el campo de la alergia, cuyas definiciones actuales vamos a ver a continuación.
Definición La alergia es una reacción excesiva e inadaptada, como resultado de una disfunción de la regulación del sistema inmunitario de nuestro organismo —el
sistema de defensa— frente a una sustancia exterior —el cuerpo extraño—, llamado generalmente «antígeno» y que aquí designaremos «alérgeno». Tomemos un ejemplo preciso: la alergia al polen de los plátanos en una joven. Cuando esta muchacha entra en contacto con ese cuerpo extraño —su alérgeno— a su propio organismo, se pone a estornudar y desarrolla una sinusitis que le durará varios meses. Todo el mundo calificaría este polen como inofensivo pues, de lo contrario, nadie se atrevería a darse cita con su enamorado bajo las ramas de este maravilloso árbol. Para la mayoría de la gente, el encuentro puede llevarse a cabo sin sentir picor ni comezón en la nariz o en los ojos. En cambio, para nuestra jovencita alérgica, las cosas ocurren de forma totalmente diferente y más exactamente en dos etapas. Primera etapa: la fase silenciosa, llamada de «sensibilización» o de «identificación del agresor». Al principio no ocurría nada. Ella no era alérgica y lo sabía muy bien. Pero un día se estableció un primer contacto cuando, sentada en el banco de los enamorados, acurrucada en los brazos de su amado, unos diminutos granos de polen se depositaron suavemente sobre su piel, su nariz y sus ojos, o bien cuando los inhaló por las vías superiores, la boca y la nariz. Estos granos son muy pequeños y el polen del plátano puede llegar a todas partes. Vigilante y de guardia constante durante las veinticuatro horas, el sistema de defensa de la joven identificó este cuerpo extraño, el polen. Enseguida ciertas células de su sistema inmunitario se encargaron de analizarlo y de fabricar anticuerpos específicos y silenciosos, memorizando simplemente las características del intruso para protegerla si se atreviese a merodear de nuevo por el entorno. En otras palabras, y tomando prestada una imagen del mundo policíaco o del espionaje, el sospechoso terrorista «Al Érgeno» (pronunciar Al como Al Capone) ha sido interceptado por el Inspector Macrófago, un astuto sabueso de la brigada antiterrorista o perteneciente a los servicios secretos de espionaje, el Sistema Nacional de Defensa. El sospechoso ha sido fotografiado de frente y de perfil, y le han colocado un número de serie. Además, le han preguntado ampliamente sobre su tenencia de proteínas, glúcidos, ácidos aminados o de oligoelementos con el fin de establecer un repertorio en un archivo de penales específico e internacional. De este modo, jamás podrá pasar desapercibido. Hasta ahora, nada sucede en particular pues todo se desarrolla a espaldas de la encantadora y futura alérgica. Por esta razón, esta primera fase podría llamarse «fase de identificación del agresor». Veamos lo que sigue, durante el segundo contacto. Segunda etapa: la fase de hipersensibilidad alérgica o «fase ruidosa de
detención y neutralización del agresor». Durante un segundo contacto con este mismo alérgeno, estos anticuerpos, silenciosos hasta ahora, se vuelven reactivos y desencadenan una respuesta desmedida llamada «reacción alérgica», sobre la cual daremos detalles más adelante cuando lleguemos al aspecto fisiopatológico. Para retomar nuestro ejemplo con el Inspector Macrófago, tan pronto el terrorista Al Érgeno es detectado nuevamente, el primero pone en marcha de inmediato el Plan Vigipirato. El malhechor se encuentra en el acto rodeado por una jauría de soldados: para arrestar a un solo hombre, el Ministerio del Interior —el control del sistema inmunitario— envía nada menos que ¡un batallón móvil de policías! Forzosamente eso se ve, se huele y se oye. En pocas palabras, se ha utilizado un martillo para matar una mosca. Existen reacciones alérgicas retardadas, algunas horas o hasta algunos días después del contacto. Nuestra jovencita puede así desencadenar un asma, una rinitis, una comezón ocular o una conjuntivitis. Otras personas, por diferentes fenómenos alérgicos, serán más propicias a padecer urticarias, manchas rojas cutáneas, eczemas o edemas. Las reacciones alérgicas rápidas o inmediatas —algunos segundos o algunos minutos— pueden manifestarse de una manera dramática en la forma de choque anafiláctico o de edema de Quincke. El choque anafiláctico es un accidente alérgico brutal, violento y susceptible de comprometer el pronóstico vital. Testigo de un fenómeno de hipersensibilidad inmediata, se manifiesta a través de señales de angustia, colapso cardiovascular, palidez, frío, dilatación vascular y baja presión arterial. Se pueden observar también señales respiratorias, constricciones de las vías aéreas, dificultades respiratorias y secreción abundante de moco. El edema de Quincke es igualmente una reacción brutal provocada por el aflujo de suero sanguíneo en los tejidos debido a una gran permeabilidad de los vasos. Cuando este edema se sitúa al nivel de la laringe se corre el riesgo de ahogo. Para concluir con estas definiciones, una persona puede ser sensible a varios alérgenos y será entonces calificada con el gracioso nombre de «multialérgica».
Fisiopatología general
Este apartado responde a la siguiente pregunta: ¿qué ocurre exactamente en las células durante el fenómeno alérgico? Aquí entran en acción varios actores principales: ciertos glóbulos blancos o leucocitos —los macrófagos, los linfocitos B, los basófilos y los mastocitos— las inmunoglobulinas y la histamina. Como se verá, éste es un sistema perfectamente rodado desde la noche de los tiempos y en el que todo se hace por sí solo. Debo confesar que la fisiología fue el origen de mi vocación médica. Los macrófagos intervienen esencialmente durante la primera fase muda de la sensibilización. Estos glóbulos blancos desempeñan un papel primordial que les permite detectar y destruir los cuerpos extraños al organismo, como son los microbios o, en este caso, los alérgenos, que llamamos a su vez «antígenos». Se los tragan, los digieren y así cumplen con su tarea de identificación del intruso. Al producirse un nuevo contacto con el mismo alérgeno y puesto que ya están en alerta, podrán así intervenir y llamar a sus amigos, los demás leucocitos, linfocitos B y mastocitos. Los linfocitos B, avisados por sus colegas macrófagos, envían a la sangre una gran cantidad de inmunoglobulinas, llamadas también «anticuerpos», esencialmente del tipo E, las cuales habitualmente se encuentran en pequeñas cantidades en la sangre. Dentro de los cinco tipos diferentes de inmunoglobulinas (Ig), las del tipo E intervienen en los fenómenos alérgicos. Estas IgE neutralizan el alérgeno —nuestro antígeno— fijándose encima para formar el «complejo antígeno-anticuerpos» y dirigiéndose directamente hacia los demás glóbulos blancos —los mastocitos y los basófilos— para amarrarse ahí. Una vez efectuado el contacto, los basófilos y los mastocitos presentes en los tejidos liberan, además de otras sustancias, histamina. Es la bien conocida etapa de la «desgranulación». La histamina, normalmente presente en nuestro organismo en su forma inactiva en los mastocitos y basófilos, actúa sobre los vasos sanguíneos provocando su dilatación y la aparición de un edema tisular por hiperpermeabilidad capilar. Por esta causa, en una rinitis alérgica, este edema puede ser el origen de una disminución del olfato por anegación de los receptores olfativos. Cuando el edema es muy importante hablamos de un edema de Quincke. En el choque anafiláctico las reacciones cardiovasculares se posicionan en primer plano. El conocimiento profundo de esta «partitura» fisiopatológica constituye la base de los tratamientos propuestos para luchar contra la alergia.
Las diferentes causas Dos causas principales se disputan el poder dentro del fenómeno alérgico: el sistema de defensa y los factores del entorno, entre otros, la polución atmosférica. En cuanto al sistema de defensa, acabamos de ver que es la sede de una disfunción. La respuesta inmunitaria normalmente tranquila y discreta en la mayor parte de los casos, se vuelve aquí exagerada e inadaptada, provocando la aparición de los síntomas. Puesto que el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario depende de nuestros genes, la medicina concluye por tanto que las personas alérgicas poseen una especie de predisposición genética. Con respecto al factor entorno, los alergólogos de todos los países están de acuerdo en este punto. En efecto, hace ya unos cincuenta años que los estudios internacionales y la práctica diaria han demostrado la existencia de un vínculo directo entre los fenómenos alérgicos y ciertos factores del medio ambiente: poluciones diversas y atmósferas viciadas conllevan la acumulación de polvo, ácaros, humedades y moho, entre otras cosas. Por tanto, la frecuencia de las crisis de asma aumenta más en las ciudades que en el campo y las alertas sobre polución previenen en este sentido a las personas afectadas.
Los diferentes tipos de alérgenos En la tienda de la alergia podemos encontrarnos con muchos productos, de todas clases y cuya lista no es ciertamente exhaustiva. Los alimentos llamados «trofoalérgenos»: los huevos, la leche, el gluten, el marisco, el pescado, la fruta, el aceite, los cacahuetes. Los medicamentos: las quimioterapias, la aspirina, los antibióticos, los anestésicos locales y generales, las vitaminas de síntesis y el yodo. Las vacunas: tos ferina, tifoidea. Las sustancias que se inhalan: los pólenes, las gramíneas, los ácaros, las plumas o los pelos de animales. Los venenos: abejas, serpientes, avispas. Las sustancias en contacto con la piel: los champús, los detergentes, los productos de belleza, el látex, pero también el sol, el agua y los metales, ya sean
preciosos o comunes.
Las manifestaciones patológicas Todos estos alérgenos pueden provocar una sintomatología puntual en función de su tipo. Sistema respiratorio: tos, bronquitis, sinusitis, coriza espasmódica, asma. Ojos: lagrimeo, conjuntivitis, ojos rojos, picores. Sistema digestivo: dolor, gastritis, enteritis, aftas, prurito anal. Piel: urticaria, eczema, picores, dermatitis, picadura de insecto, dermatitis de contacto. Sistema general: choque, colapso, dificultades respiratorias mayores, edemas.
El diagnóstico de la alergia El diagnóstico de la alergia se plantea enseguida y con bastante facilidad cuando las señales clínicas anteriores están claras. A menudo, el médico de familia orienta a la persona hipersensible hacia el alergólogo. Este último, con la ayuda de una batería de pruebas cutáneas, confirma las sospechas de su colega. En otros casos, más raros, el o los alérgenos no se identifican claramente a pesar de la multitud de pruebas efectuadas. Pero, frente a la repetición estacional del fenómeno o bien ante las reacciones típicas, se puede efectuar el diagnóstico e iniciar el tratamiento antialérgico.
La prevención y los medios terapéuticos Como es de suponer, no me puedo extender sobre el tema, pero simplemente a título indicativo, deseo recordar cuáles son las grandes líneas terapéuticas y preventivas. El tratamiento con medicación se propone en varias situaciones. • En los casos habituales, los antihistamínicos intentan detener la aparición de
los síntomas y son utilizados también para la prevención. • En los casos graves —choques anafilácticos y edema de Quincke— el recurso a medicamentos más potentes y a la hospitalización son absolutamente necesarios. No existen dudas sobre este punto. A los especialistas les compete administrar adrenalina, cortisona, demás antiedematosos y otras medidas de reanimación. • El tratamiento de fondo, de larga duración, está principalmente representado por la desensibilización o hiposensibilización específica. Se propone para ciertas alergias concretas como las relacionadas con el polvo doméstico, polen, moho y pelos de animales, entre otros. Consiste en una inyección subcutánea de dosis progresivamente crecientes del extracto alergénico referido hasta alcanzar una dosis mínima eficaz que pueda desencadenar la formación de anticuerpos «bloqueantes», los cuales entran en competición con las IgE y protegen así al sujeto sensibilizado contra las manifestaciones clínicas del conflicto antígeno-anticuerpos. Cabe destacar que el tratamiento de desensibilización puede tardar varios años, entre tres y cinco de media.
El tratamiento preventivo Añadido a una toma preventiva de medicamentos antialérgicos antes y durante los períodos de manifestación de los síntomas, consiste simplemente y si es posible, en eliminar el alérgeno responsable. • En primer término, hablaremos de evicción y supresión del alérgeno. Aquí y allá se puede leer: «Lo ideal consiste por tanto en eliminar el alérgeno cuando es conocido; animales domésticos, plumas en la ropa de cama, cosméticos, etc. Para las alergias a los alimentos, se recomienda encarecidamente un régimen de evicción». • En segundo lugar, son necesarias ciertas recomendaciones para luchar contra la alergia. Hay que eliminar el alérgeno y evitar su vuelta al entorno gracias a un programa de tareas precisas: –Ventilar las habitaciones diariamente con el fin de renovar el ambiente y evitar así la aparición de humedades que favorecen el desarrollo de ácaros y moho. –Mantener una temperatura inferior a 20 grados para impedir el desarrollo de ácaros y moho. –Utilizar un colchón nuevo con funda antiácaros y lavar a menudo las sábanas. –Utilizar insecticidas antiácaros y no olvidarse de pasar la aspiradora, ya que
los restos de los ácaros son muy propensos a provocar alergia. –Pasar la aspiradora regularmente por toda la casa, al menos una vez a la semana. –Evitar la presencia de animales domésticos en la casa, o bien lavarlos cada quince días. En cuanto a las alergias a los alimentos, se deberá comprobar todas las etiquetas con el fin de detectar la presencia de cualquier posible alérgeno. Hasta aquí pues, la versión clásica de la alergia. Por mi parte me adhiero totalmente a los mecanismos fisiopatológicos previamente descritos. Sería irresponsable poner en duda todos esos estudios y sus conclusiones, que han sido llevados a cabo por numerosos investigadores en todo el mundo. Veremos que las dos etapas descritas —identificación del agresor y su neutralización— tienen numerosos puntos en común con las dos fases de la versión psicosomática. En cambio, en el ámbito de las causas intrínsecas, «el porqué de la alergia», voy a permitirme proponerles unas cuantas más después del resumen de esta función en dos actos llamada «La paradoja alérgica», en la que intervienen tres actores principales: el alérgeno, el sistema inmunitario de defensa y la crisis alérgica.
«La paradoja alérgica» El primer acto describe, por una parte, el primer contacto y la penetración en el organismo de un cuerpo extraño normalmente inofensivo, el alérgeno. Por otra parte, nuestro sistema inmunitario de defensa interviene rápidamente para trabajar sin descanso y con discreción tratando de identificarlo y eliminarlo. Es la fase muda de sensibilización o de identificación del agresor. Este primer acto tiene la particularidad de interpretarse por completo en la sombra, entre bastidores. El sistema inmunitario de defensa puede compararse a una especie de ejército secreto donde todas las órdenes se dan en voz baja y a oscuras, para no perturbar la paz y la serenidad de nuestro día a día. Durante esta fase de sensibilización, las órdenes inmunitarias responden al siguiente imperativo: visto y no visto. Podemos sentirnos sumamente perturbados con sólo imaginar el número increíble de operaciones especiales de este tipo efectuadas por los agentes secretos inmunes —los linfocitos B y los macrófagos— particularmente entrenados para este tipo de intervenciones.
El segundo acto describe un gran cambio en la trama de esta obra con la aparición en escena del ataque de alergia. En cuanto aparece el alérgeno en el escenario, la totalidad del discreto sistema subterráneo de defensa invade el decorado como si fuese más urgente y biológicamente mucho más «rentable» interpretar el espectáculo a la vista de todos. En primer plano se instalan los linfocitos B y los macrófagos, todos muy inspirados y ayudados por los plasmocitos y los basófilos. Declaman a viva voz y sueltan manu militari su discurso, esparciendo por doquier su artillería pesada frente a un público asombrado y sorprendido ante tal demostración de fuerza. Los espectadores admiran por fin las volutas de las inmunoglobulinas paralizantes y petrificantes de tipo E y los géiseres de histamina que se derraman sobre el escenario, ahogando los últimos edemas. Aquí las órdenes inmunitarias comunican el siguiente imperativo: esto tiene forzosamente que verse, oírse y olerse. De hecho, es una especie de escándalo inmuno-político revelado y desplegado a pleno día, en la plaza pública, tal y como saben hacerlo ciertos periódicos sensacionalistas. Es la fase de hipersensibilidad alérgica o fase de detención y neutralización del agresor. Es fácil imaginarlo: en la tranquilidad de la vida diaria, de golpe, sin previo aviso, un verdadero fuego de artificio se desencadena por medio de un pequeñísimo granito de polen, de una sola molécula de café, de un pequeño bocadito de pan, de algunos átomos de agua, de un rayito de sol, de algunos nanogramos de metal barato, de un pelo de gato, de perro, de caballo o de camello, de una céntima parte de salmón noruego, de una milésima parte de gamba del Atlántico o de cangrejo, de una millonésima parte de fresa, de una pequeña bocanada de humo, de una sola partícula de perfume, de un ácaro minúsculo o de un mordisquito de chistorra.
¿Pero por qué todo eso?
2 Otras versiones de la alergia No se trata aquí de detallar las demás versiones existentes. A título informativo, les recuerdo que para las medicinas holísticas, como son la homeopatía, la acupuntura o las teorías generales de salud como la naturopatía, el «terreno» es el rey. No cualquier persona desarrolla una patología alérgica, y por esta razón los facultativos que utilizan estos métodos proponen «tratamientos de fondo». Debo reconocer después de quince años de práctica «alternativa», que estos tratamientos se muestran bastante eficaces en ciertos casos y sería una lástima dejarlos de lado. Pero, siendo como soy un eterno insatisfecho, me hago constantemente las mismas preguntas: ¿Por qué tal persona desarrolla esta precisa enfermedad y no una distinta? ¿Qué significado tiene el síntoma alérgico y cuál es su sentido? ¿Por qué un simple y común alérgeno —tal como un diminuto grano de polen, una sola molécula de café, un bocadito de pan, un minúsculo ácaro o un trocito de chistorra— puede provocar tales fuegos de artificio con todos sus disparos de estornudos, de tos, de ataques de picores o de dolor, de choques e incluso algunas veces de muertes bruscas? ¿Por qué el sistema inmunitario, normalmente tan discreto, encuentra más apropiado llamar la atención de esta manera? ¿No querrá de este modo prevenirnos de algún peligro? Les pido que recuerden esta frase: La crisis alérgica significa: «¡Cuidado, peligro, hay riesgo en la morada!» Tal y como vamos a demostrar, la versión psicosomática no se limita únicamente a la presencia del alérgeno y a sus consecuencias fisiológicas. Va mucho más allá, pues este elemento perturbador no es más que un simple testigo desencadenante de una primera situación conflictiva y desestabilizadora, vivida con anterioridad y ocultada entre las capas más o menos profundas del inconsciente. La curación pasa a menudo por sacar a la luz esta primera confrontación conflictiva que reencontramos a menudo en el historial emocional de los acontecimientos acaecidos a lo largo de la
vida del individuo. Les propongo ir a su encuentro, pero antes quisiera evocar una versión que tiene más de cien años, la versión freudiana.
La versión freudiana de la alergia Pues sí, tenemos una interpretación, muy notable, dictada a principios del siglo xx por el mismísimo maestro del inconsciente, Sigmund Freud. Por cierto, aún me pregunto por qué no se enseña con claridad en la facultad de psicología y de medicina. ¡Es tan simple y lógica! Para poder presentarla, les propongo leer las palabras de nuestro amigo Jean Platon, psicólogo clínico, recientemente formado en clínica psicosomática. «Todo ocurre como si estas sustancias, en principio no tóxicas para el cuerpo humano, fueran percibidas como peligrosas. Le sigue una reacción de defensa no sólo excesiva sino completamente fuera de lugar. Por ejemplo, nuestro cuerpo no tiene, a priori, por qué defenderse habitualmente del polen, una sustancia considerada entre las más naturales y que simboliza el renacimiento (la primavera), la reproducción (la sexualidad) y también la vida. »El fenómeno alérgico consiste ante todo en una defensa, ciertamente desplazada, pero que protege la integridad del individuo adaptando su organismo a la realidad de la vida diaria. Una pregunta fundamental surge entonces: ¿por qué el individuo se protege de esa manera? »Se protege de esa manera excesiva y desmedida porque ha perdido el sentimiento natural de seguridad en el mundo que lo rodea. El polen, el polvo, los pelos de animales, los alimentos y otras sustancias consideradas alérgenas son parte integrante de nuestro entorno. Nos volvemos alérgicos cuando percibimos como hostil algo que debería sernos familiar. La alergia está a menudo basada en un miedo, una inquietud, un recelo o un temor —todos inconscientes—, que no tienen ninguna relación directa con el alérgeno.»Desde el punto de vista puramente psicológico, esta manifestación estaría vinculada con lo que Freud clasificó, dentro la lógica general del sistema psíquico de defensa, como represión, transferencia asociada al desplazamiento y al mecanismo de proyección. »La represión representa uno de los mecanismos de defensa más utilizados: un acontecimiento desestabilizador que sigue sin haber sido asimilado psíquicamente puede ser una fuente de sufrimiento moral, y por ello se ha ocultado por completo a la memoria. Se acomoda entonces en las profundidades del inconsciente con el fin de no sacudir la conciencia en caso de presentarse nuevamente. »La transferencia del síntoma evoca el desplazamiento y la proyección. Gracias a estos tres elementos, vamos a focalizar nuestra atención consciente sobre otro objeto,
bastante anodino —el alérgeno— para no perturbar nuestra conciencia con sentimientos originales de inestabilidad, de inquietud o de miedo. El mecanismo de proyección nos permite así referirnos a un verdadero culpable, a un auténtico cabeza de turco: el alérgeno. De esta forma, nuestra conciencia se tranquiliza. »En resumen: el síntoma alérgico es la señal de una vivencia emocional, fuente de desestabilización, que se ha vuelto inconsciente por un proceso de represión y ha sido desplazada por proyección sobre un elemento periférico, anteriormente neutro y anodino: el alérgeno. »Esta teoría me ha ayudado mucho a comprender el fenómeno alérgico y la utilizo desde hace años. La clínica psicosomática la completa maravillosamente.»
En efecto, el análisis psicosomático del fenómeno alérgico está en su mayor parte relacionado con la versión freudiana centrada alrededor de la represión del episodio desestabilizador, del desplazamiento del síntoma y de la proyección sobre el alérgeno, nociones que nos vamos a encontrar a menudo en esta obra. La versión psicosomática va todavía un poco más lejos cuando describe los mecanismos psicocerebro-orgánicos íntimamente vinculados a este fenómeno. Esta versión se encuadra dentro de una lógica del sentido común y se hace evidente para cualquier persona «abierta», tal y como lo testifican las numerosas y rápidas mejorías, e incluso las curaciones, registradas hasta la fecha por los facultativos formados en esta nueva disciplina. Desplacémonos sin reprimir nuestro sentido común y vayamos a su encuentro.
La versión psicosomática de la alergia, «el aviso del recuerdo desagradable de la primera vez» Es evidente que existen notables correlaciones entre la versión tradicional y la versión biológica. He querido empezar a describir esta nueva manera de ver el fenómeno alérgico dando pequeños pasos, para poder así aprovechar plenamente las interpretaciones y las conclusiones expuestas para cada caso clínico en la segunda parte. Retomemos desde el principio. Hemos señalado ya que existían dos etapas en la génesis de una alergia: La primera se refería a la fase «muda» de sensibilización o de identificación del agresor, durante la cual los macrófagos identificaban el alérgeno y lo destruían. La segunda describía el fenómeno de hipersensibilidad alérgica «ruidosa», o de neutralización y detención del agresor, desencadenada por la intrusión del alérgeno y que ponía en marcha una reacción excesiva e inadaptada del sistema inmunitario, solicitando la aparición de linfocitos B, plasmocitos, basófilos, IgE e histamina. En medicina psicosomática buscamos circunstancias y causas más «psicológicas»1 para explicar este fenómeno. Curiosamente, en la clínica psicosomática nos volvemos a encontrar con estas dos etapas distantes en el tiempo y en medio de las cuales se intercala otro sistema de defensa, que ya no es inmunitario, sino más bien dirigido hacia el lado «psíquico».
La primera etapa silenciosa de identificación del agresor: la programación de la alergia Siempre transcurre en silencio y se relaciona con la existencia de un episodio inicial muy preciso, sacado de la vida del individuo, en el que deja huellas psíquicas. Durante el mismo, el alérgeno incriminado, que se paseaba por ahí, vuelve a encontrarse, sin quererlo, en el centro del debate. Respecto a la versión médica, aparece un matiz importante: no es ya la fase muda de identificación del agresor sino más bien la fase de identificación de la agresión en sí, durante la cual ciertos parámetros van a ser registrados y memorizados.
El papel del mecanismo de defensa psíquica
Durante esta primera fase desestabilizadora, el mecanismo psíquico de defensa hace intervenir prioritariamente el mecanismo de represión ya mencionado. Además, este incidente psíquicamente importante posee la particularidad de haber sido más o menos soterrado en el inconsciente de la persona alérgica, con el fin de que no se desestabilice posteriormente en el supuesto de una eventual reaparición.
La segunda etapa ruidosa de aviso del recuerdo desagradable del primer episodio desestabilizador: el desencadenamiento de la alergia La crisis alérgica propiamente dicha no es más que una nueva confrontación con este mismo alérgeno que podríamos calificar de simple «representante» del episodio desestabilizador inicial e inconscientemente ocultado. A la manera del complejo molecular anticuerpos-antígeno de la versión tradicional, podríamos también describir la formación de una especie de «complejo psíquico» en el cual se asocian «el episodio inicial impactante y el alérgeno» para formar un dúo indisociable que completaremos pronto. De esta forma, más adelante el alérgeno, siempre unido a una situación de peligro anteriormente vivida como tal, sólo sería el simple desencadenante de la reacción excesiva del organismo —la crisis alérgica— puesto que este mismo acontecimiento y las vivencias emocionales vinculadas a él, se arriesgarían a volver a la superficie consciente y desestabilizarían aun más la vida cotidiana del individuo en cuestión. En otros términos, el alérgeno es una simple advertencia de un peligro inminente, conocido pero ocultado. Por esta misma razón la clínica psicosomática interpreta la alergia como «el aviso del recuerdo desagradable de la primera vez». Sin duda, es absolutamente necesario desarrollar estas ideas. En cuanto a la cronología pueden darse todas las posibilidades. Así, entre las dos etapas puede transcurrir un breve instante o pueden pasar varios años. Este hecho explica a menudo la dificultad, por una parte, de rastrear la fuente conflictiva original pues el episodio inicial queda bastante lejano en la biografía de la persona afectada. Por otra parte, la represión del episodio anterior en el inconsciente se refuerza todavía más puesto que este último se desplaza hacia atrás en el historial del individuo y, de hecho, le impide con mayor fuerza volver en la actualidad a la conciencia. Veamos ante todo la primera etapa, el episodio inicial impactante, y después lo que éste es capaz de desencadenar a través de la tríada «psico-cerebro-orgánica», y para terminar, el papel preciso del alérgeno.
El episodio inicial impactante Personalmente, veo las cosas de esta manera. En función del origen interno o externo de las agresiones a las cuales estamos expuestos cada día, disponemos de un doble sistema de defensa: el sistema biológico y el sistema psíquico. El sistema biológico/celular de defensa, o dicho de otra manera, el sistema inmunitario, está compuesto de todo un arsenal de células y de moléculas bioquímicas. Como ya se ha dicho, este sistema nos protege de las agresiones microbianas o de cualquier otro elemento exterior, como los alérgenos que detecta tan pronto penetran en el organismo, memorizándolos en el seno de ciertas células especializadas, como los macrófagos. Es la memoria celular. Gracias a ella, evitamos numerosas infecciones y además la utilizamos en el tratamiento de desensibilización alérgica y en la vacunación. El sistema psíquico de defensa, por su lado, nos protege de todas las agresiones interiores esencialmente representadas por los demonios encerrados en nosotros mismos. Posee sus propias leyes y su propio funcionamiento, que Sigmund Freud y sus sucesores han tenido el mérito de dar a conocer hace ya más de un siglo. Para empezar, nuestro psiquismo registra, en cuanto aparecen, todos estos episodios considerados por el individuo —según sus propios criterios— positivos o negativos. El resultado es la formación de una memoria psíquica la cual, contrariamente al sistema inmunitario perfectamente conocido y estudiado en detalle, no ha desvelado todavía su posición exacta, la que ocupa aparentemente en el cerebro. ¿Dónde exactamente? No lo sé. Si alguien conoce el lugar preciso, ¡que me lo diga! Nuestra vida está en cierta forma salpicada por numerosos episodios más o menos impactantes. Podemos clasificarlos dentro de dos categorías en función del tipo de experimentados y de las emociones que han engendrado: los buenos y los malos recuerdos. Poseen la particularidad de haber sido grabados e incorporados en nuestra memoria mental y pueden volver a surgir en cualquier momento o ser condenados a permanecer más o menos escondidos eternamente gracias a una permeabilidad directiva y selectiva de nuestro sistema de defensa. Vamos a detallar un poco más esta permeabilidad.
Los «buenos» recuerdos Los acontecimientos simpáticos o felices y las sensaciones satisfactorias generalmente están en relación con el nacimiento deseado de nuestros hijos, con
nuestra boda, con nuestros éxitos o nuestras «primerísimas veces agradables», como puede ser nuestro primer amor verdadero. Esta lista no es exhaustiva y se pueden seguir añadiendo líneas y líneas, ¿verdad? Este tipo de recuerdos pueden emerger con toda facilidad emerger a la superficie en nuestra vida cotidiana. En efecto, generalmente no presentan ningún peligro y hasta nos proporcionan sentimientos de plenitud, bienestar, beatitud, agrado, relax, euforia, alegría, comodidad o felicidad. Algunas veces se presentan con regularidad con el fin de disminuir nuestras preocupaciones cotidianas u ocasionales cuando los otros —los negativos que sobrecargan nuestros pensamientos— se acercan demasiado. Cabe tener en cuenta ciertas técnicas de relajación que utilizan la rememorización de estos buenos momentos para iniciar una exploración de los malos y así evitar atropellar nuestro sistema psíquico de defensa.
Los «malos» recuerdos Desafortunadamente existen otros episodios de la vida que se registran en la categoría del malestar, de la desestabilización, del horror, el temor, el miedo, el enloquecimiento, el pánico, el pavor, la inquietud, el trastorno, la inseguridad y la pérdida de referentes o la agitación. Si lo juzga necesario, nuestro aparato psíquico decide ocultar una parte más o menos importante de los mismos con el fin de no verse invadido de forma constante y diaria por estos demonios. Para ello disponemos de una herramienta defensiva y fundamental que es la represión, que ya hemos evocado y que vamos a complementar porque conocerla mejor nos evitará quedar atascados en la rotonda de la Alergia. La actividad diaria favorita y preferida de la represión es impedir que estos malos recuerdos se infiltren en las capas superficiales de nuestra conciencia. Para ello, los vigila de muy cerca a la vez que, si es necesario, los mantiene en las profundidades de nuestro inconsciente. Puede decirse que, gracias a la represión, vivimos una vida llena de buenos momentos. Algo más sobre la represión: ¡es incorruptible! Como los guardias de su Majestad la reina de Inglaterra, permanece impasible, a pesar de las sonrisitas o de las monerías que le hagan. Asimismo, no puede ser sobornada con dinero contante y sonante. En cambio, puede mostrarse más flexible si siente que estamos preparados para escuchar sus mensajes y poder así ver disminuida su labor de carcelero. En este caso y de vez en cuando, se permite liberar algunos episodios presos hasta ahora en su fortaleza interior. Porque claro, sólo pide una cosa: ayudar al máximo para que nuestra vida esté más en acorde con nuestras ideas. En el fondo, ¡no es tan mala
como parece!Bueno, ¡a lo que íbamos! En cuanto a la alergia, buscamos ante todo en el vivero de los episodios re-sentidos como negativos, para desalojar un episodio desestabilizador que podría estar en el origen del desencadenamiento de los síntomas. Como se darán cuenta al leer los casos clínicos, en casi todas las historias de alergia existe tal o cual episodio más o menos oculto hasta la fecha.
Primera observación sobre el término «psicológico» Este episodio inicial puede estar relacionado con todos los campos de la vida cotidiana y no tiene estrictamente nada que ver con la psicología llamada «clínica» que se enseña en la universidad. Aquí, no se trata de Edipo, de Electra, de sexualidad infantil, del yo, del superyo, del yo ideal, o del ideal del yo. Aquí, se trata de la preocupación mental o de la rumia y, utilizando un lenguaje más coloquial, suelo hablar a mis alumnos o a quienes me consultan de «comerse el coco». Por esta razón prefiero el término más general de «psíquico». Los relatos que siguen hablan más bien de separación brutal, de encierro en un internado, de ausencia del padre o de la madre, de accidentes, de ahogo, de la tristeza del recién nacido dejado en una guardería, de peleas más o menos violentas, de muertes y de duelos imposibles de llevar a cabo, de abortos de ayer todavía problemáticos hoy, de agresión no forzosamente sexual, de amor frustrado, de niños jugando a médicos, de hostias que ahogan, de medicamentos, de contrabando, de alcohol o de tabaco.
Segunda observación relativa al «complejo psíquico» completo: «episodio inicial desestabilizador-alérgenoemoción» «La vida no vale nada si se la vive sin amor» decía Serge Gainsbourg en su famosa canción La javanesa. La clínica psicosomática retoma este verso por su cuenta y añade: «y sin… emociones».¿Qué es lo que nos hace vibrar, estremecer, latir el corazón o verter algunas lágrimas? Nuestros sentidos son capaces de percibir numerosas imágenes visuales, sonoras, olfativas, táctiles o gustativas, sean agradables o no. Gracias a nuestros ojos podemos descubrir maravillosos paisajes o atroces imágenes de guerra. De la misma manera nuestros oídos nos permiten oír armoniosas melodías o gritos espantosos… Por tanto, en base a nuestros propios criterios, un acontecimiento cualquiera de nuestra vida diaria podrá revestir aspectos totalmente diferentes en función de las emociones que lo acompañan. Nuestras sensaciones son únicas y es importante saber que no todo el mundo se ve afectado de la misma manera. Volveremos sobre este
punto. En resumen, existe el complejo orgánico de la alergia representado por la pareja indisociable «antígeno-anticuerpo». Esta pareja está en el origen bioquímico del ataque alérgico que ya hemos explicado. Paralelamente debemos describir en detalle el famoso complejo psíquico de la alergia. Éste está compuesto de tres elementos unidos e igualmente indisociables: «episodio inicial desestabilizador-alérgenoemoción». Vamos a verlo más de cerca describiendo las circunstancias precisas durante las cuales el episodio inicial, el alérgeno y la emoción se han encontrado y han pactado para lo bueno y para lo malo formando un trío inseparable. Para ello, nos vemos obligados a desarrollar un tema de suma importancia pues se encuentra en el corazón mismo del fenómeno alérgico y, por extensión, en una parte fundamental de la génesis de la mayoría de las enfermedades. ¡Ni más ni menos! Entremos pues a conocer la segunda etapa: la tríada «psico-cerebro-orgánica».
La tríada «psico-cerebro-orgánica» En realidad, la versión psicosomática de la alergia se centra esencialmente alrededor de esta tríada. Entre todos los acontecimientos grabados y presentes en nuestra memoria desde nuestro nacimiento, sólo la exploración y el análisis de algunos de ellos nos interesarán a lo largo de nuestra encuesta psicosomática. Para acercarnos más a la realidad clínica y terapéutica, hay que decir que no cualquier situación destacable está en el origen de una alergia o de una enfermedad. En verdad, para que la «mayonesa» de la alergia suba correctamente, la experiencia clínica diaria demuestra que la presencia de ingredientes específicos llamados «psicocerebro-orgánicos» es absolutamente necesaria. Pasemos pues a la cocina de la patología, para saborearlos dentro de un orden y empecemos primero por el componente «psíquico» antes de probar el «cerebral» para pasar después al «orgánico».
El componente psíquico de la tríada El psico-choque emocional desestabilizador o el Big Bang psico-emocional
Para abrir el apetito, he nombrado el primer componente de esta tríada el «psicochoque emocional desestabilizador», o P-CED para los íntimos. Lo volveremos a encontrar regularmente en el centro de los debates y en la mayoría de los relatos de alergias. Por lo tanto, los invito sinceramente a que se familiaricen con el término yendo al detalle de cada una de las palabras que lo componen —psico, choque, emocional y desestabilizador— y partiendo de las definiciones del diccionario. Para amenizar estas palabras, tomaremos el ejemplo de una situación de separación clásica donde la señora informa al caballero que ha decidido marcharse para ir a vivir con su amante.
¿Qué es un psico-choque emocional desestabilizador? «Psi» viene de «psíquico» y no de «psicológico». En efecto, como lo indicaba anteriormente, aquí no se trata de psicología clínica pues en realidad, cuando un elemento desestabilizador aparece en nuestra cotidianidad, es nuestro psiquismo el que primero se ve afectado. Podríamos, en lugar de «psiquismo», hablar de «moral». Este hombre podrá, en función de sus propios criterios, ser alcanzado en toda su estructura mental, en su estado de conciencia, en su comprensión y en su disposición a soportar tal acontecimiento. Todo ocurre siempre en la cabeza. En cambio, la moral de su vecino de escalera o de su colega, que no están relacionados con el asunto, no se verá tan afectada. «Choque», por definición, significa la repercusión y las consecuencias indirectas de un acontecimiento que produce una convulsión. También hace aparecer una emoción repentina, violenta e inesperada, la cual puede abrir una herida moral que
se verá incrementada con el tiempo. Todo ello porque no lo esperábamos en absoluto. Aquí, puesto que la señora no fue muy delicada a la hora de comunicar la noticia, el grado de estrés del caballero dio un salto de intensidad cuando llegó a sus oídos la frase juzgada por él asesina. ¿No se dice normalmente estar en «estado de choque»? Veremos más adelante su traducción neurofisiológica y la plasmaremos en un esquema básico bastante fácil de comprender. «Emocional» expresa una alteración soportada o una agitación causada por un intenso sentimiento de miedo, de sorpresa o de aprensión. Al lado de «emoción» yo agregaría «sensación» y «re-sentido». Les recuerdo que estamos en el corazón mismo de un acontecimiento interpretado a partir de nuestros propios criterios y que juzgamos como bastante desestructurante. Por lo tanto, en el momento del psicochoque, este hombre podrá describir ciertas sensaciones o re-sentidos que se colocarán en el primer plano de su preocupación mental y de su rumia: desgarro, cólera, rabia, exasperación, irritación, resentimiento, tormento, rencilla, tristeza, pena, molestia, decepción, disgusto, contrariedad, amargura, rencor, pesadumbre, sufrimiento, disgusto, odio, abatimiento, temor, miedo, inquietud, problemas, preocupación, molestias o desencanto. «Desestabilizador» significa simplemente «que desestabiliza». Mirémoslo más bien desde el lado de la «estabilidad mental», la cual ilustra el hecho de tener una moral sólida y firme, que no vacila, y cuya conducta se ve marcada por la constancia, la permanencia y el equilibrio. Pero en este caso, después de recibir esta información repentina y totalmente inesperada, la moral del señor X más bien vacilará y esta desestabilización afectará en gran parte sus certezas. Existe un factor adicional que no debe despreciarse: este señor no puede vanagloriarse de lo sucedido en su entorno y por lo tanto guardará todos sus «re-sentidos» en el fondo de sí mismo. Como dice la famosa frase, «Todo lo que no se expresa fuera, se imprime dentro». Para completar el tema, esta desestabilización posee algunos sinónimos que sería desafortunado dejar de lado: sobre-estrés, sinsabor, fragilización, desestructuración, convulsión, confusión, desorden, caos, desbarajuste, trastorno, revolución, embrollo, vergüenza, malentendido, derrumbamiento o perturbación.
Tentativa de definición del psico-choque emocional desestabilizador
¡Cuidado! En esta tentativa de definición todas las palabras revisten importancia. Para ello nos valdremos de los ejemplos clínicos, cuya lectura las ilustrarán cada vez. En la vida diaria, después de un período de calma relativa, en un instante muy preciso sobreviene bruscamente y de manera sorpresiva una información imposible de compartir con los demás en el momento de los hechos y que conllevará una profunda desestabilización en la forma de un estrés incontrolable. En otros términos, es un verdadero Big Bang psico-emocional.
El psico-choque emocional desestabilizador del señor X cuando su mujer lo deja de repente Hasta que su mujer se lo comunicó, el señor X sentía una calma interior relativa. En un momento preciso, su vida se desbarajusta bruscamente y de forma inesperada por la intrusión de esta información desestabilizadora para su forma de pensar y que él no puede expresar. Nota: nuestra capacidad para encauzar las olas emocionales invasoras de nuestra economía mental varían de un individuo a otro en función de cierto número de criterios, principalmente representados por la maduración de nuestro sistema de defensa. Por ello, un niño será más vulnerable a ciertas palabras o regañinas mientras que esas mismas palabras de reprimenda no tendrán efecto en un adulto. Aquí la educación y el entorno familiar en el cual hemos crecido tienen una gran importancia. De igual manera, un adepto a la relajación, al budismo zen, a la meditación o, simplemente, un carácter calificado de «positivo» será menos propenso a sufrir una desestabilización mental, sin por ello estar vacunado contra todas las ofensas repentinas e inesperadas. Veamos ahora lo que ocurre en el instante mismo del psico-choque.
El componente neurofisiobiológico de la tríada La gestión neurofisiológica del sobre-estrés En mi curso general de clínica psicosomática, cada vez que toco este tema, me veo obligado a evocar el estresograma que los lectores de mis primeras obras
conocen bien. Aquí, me gustaría simplemente adelantarme a las siguientes preguntas:
¿Qué ocurre en el ámbito neurofisiobiológico en el momento del psico-choque? Esta parte del planteamiento no está muy divulgada en el mundo de la salud y, con mayor razón, entre el público en general. Por mi parte, la considero la piedra angular de todo el edificio psicosomático del fenómeno alérgico. Abramos poco a poco esta puerta de cristal, tomemos los senderos alumbrados por el brillo de mil pétalos multicolores y adentrémonos en las inmensidades verdes y frondosas donde bosteza todavía un sol dorado recién salido del sueño de la noche, estirando sus largos y deslumbrantes rayos para darnos a conocer una luminosa y nueva fisiología neurobiológica. En cuanto evoco el tema, mi lirismo instintivo surge sin que pueda yo hacer nada al respeto. Durante el psico-choque, las instancias psíquicas y neurofisiológicas cerebrales graban una subida repentina de la intensidad del estrés —de la desestabilización o del disgusto— re-sentido por la persona afectada. Podemos hablar entonces de un «sobre-estrés» pues esta intensidad sobrepasa vivamente las normas propias de esta persona. Se puede imaginar fácilmente: en un instante dado y preciso en el tiempo, la curva del estresograma llega, sin avisar, a unas cimas jamás alcanzadas. En mi curso, hablo a menudo del Scud en honor a este tipo de misil que llega sin ser invitado y que produce muchos daños. Por añadidura y para que mis alumnos me entiendan, utilizo también un verbo creado para la ocasión «scudefiar» o bien su participio «estar scudefiado». Aquí tenemos el estresograma básico del hombre de nuestro ejemplo «scudefiado» por su mujer.
Sobrepasar el límite superior de tolerancia representa la llave que nos abre las puertas de las tierras misteriosas de la clínica psicosomática
¿Por qué el estresograma consigue alcanzar estas cimas? La experiencia clínica fundamentada en la escucha de miles de historiales nos demuestra la existencia de tres grandes ámbitos que pueden influir profundamente en nuestro ámbito mental y así desestabilizarnos de una u otra forma. Por orden creciente de frecuencia hemos precisado su impacto sobre la intensidad de nuestra tensión psíquica. De hecho y dentro de cierta lógica, se corresponden con nuestras esferas de intereses colocándose en sitios cada vez más cercanos a nuestra más profunda intimidad. Algunas veces pueden tan sólo rozarnos y otras nos impactan profundamente. Los acontecimientos lejanos pueden estar representados por guerras, catástrofes naturales o ecológicas. Como se sabe, sólo ciertas personas se sentirán fuertemente tocadas por un chapapote, un terremoto en Turquía, en Irán o en Argelia, o un tsunami en Asia. Claro que nuestro corazón no es de piedra y nos vemos profundamente afectados. Esto puede empujarnos a participar en la ayuda internacional pero, si miramos más de cerca, nuestra economía psíquica no se siente afectada en lo más profundo de nosotros mismos. Es muy raro que se desencadene un seísmo psíquico a la vista de un pájaro recubierto de petróleo, de una casa destruida o de un carro de
combate echando chispas. En cambio, cuanto más nos acercamos a nuestro ombligo psíquico —nuestra intimidad y lo que atañe a nuestro corazón— más posibilidades tenemos de vernos desestabilizados. El campo profesional empieza ya a tomar posición sobre la línea de salida de la enfermedad. El paro, las desvalorizaciones, los cambios de puestos de trabajo deseados o no, las incertidumbres, las rivalidades entre colegas o las órdenes inoportunas de jefes de empresa pueden estar en el origen de una enfermedad en general y de una alergia en particular. Todo el mundo estará de acuerdo en decir que este campo representa para todos una fuente de desequilibrio psíquico. Vayamos ahora al depósito más grande de Scuds: el ámbito afectivo El ámbito afectivo representa por sí solo la reserva más grande de desestabilizaciones que nos llevará a la puerta del médico alergólogo. Son testigos de ello la mayoría de los casos clínicos que tendrán la posibilidad de descubrir más adelante. Una sola palabra podría resumirlas: drama. Porque es casi siempre alrededor de un drama, de una información que lo desbarajusta todo o de una situación re-sentida como dramática, que se construyen los cimientos de una enfermedad. Por añadidura, nuestro grupo de investigación clínica ha destacado y clasificado todos estos dramas en tres categorías distintas para que podamos ver mejor cada caso particular. 1. Los dramas biográficos primero conscientes y después reprimidos en el inconsciente: son los psico-choques emocionales desestabilizadores inscritos en la biografía de la persona desde su nacimiento. Ha sido afectada en lo más profundo en un momento dado de su vida y por medio de los mecanismos de defensa del aparato psíquico —la represión, entre otros— lisa y llanamente los ha escondido con el fin de no desestabilizarse de nuevo. Esta represión defensiva puede ser más o menos importante. En las alergias, esta categoría es la más visitada. Nos encontraremos de nuevo con los Scuds de la separación brutal, de la muerte, de los duelos imposibles de hacer o, simplemente, con episodios de la vida diaria, como pueden ser las marginaciones dentro de la familla, las disputas explosivas o soterradas, el alcoholismo, los tocamientos, las violaciones, los incestos, etc. 2. Los dramas totalmente inconscientes ocurridos durante nuestra estancia intrauterina: es la noción de proyecto/sentido que desarrollaremos en la segunda parte para ilustrar ciertos casos.
3. Los dramas transgeneracionales totalmente inconscientes: pertenecen a nuestra historia familiar y los individuos están simplemente vinculados a los personajes que se han visto profundamente afectados en su época. Algunas de las historias relatadas ilustran la existencia de esta memoria genealógica. Abordemos ahora el corazón del corazón de la nueva neuropsicofisiología que propone la clínica psicosomática.
La reacción neuropsicofisiológica propiamente dicha Describe los mecanismos más íntimos de la génesis de la alergia. Como ya hemos visto, la fase silenciosa de sensibilización o de identificación del agresor en la medicina clásica se transpone, en clínica psicosomática, a una fase de identificación de la agresión en sí misma. De ahí la importancia que puede llegar a tener en el seno de esta nueva teoría. Personalmente, he quedado anonadado por su precisión a medida de que la iba comprobando en mi práctica diaria.
Cerebro e inconsciente biológico Sin ser especialistas en la materia, podemos de todas formas pensar que la teoría de la evolución de las especies ha desembocado en un sistema fisiológico de funcionamiento donde, para algunos, el cerebro es el monarca absoluto. En efecto, una persona con una sola pierna o sin ninguna de ellas, un ciego, un sordo o cualquier otro lisiado físico, puede vivir, pensar o soñar gracias a la integridad de este órgano central. Por mi parte, prefiero más bien confiar este papel principal a nuestro inconsciente biológico, el cual evidentemente habita el mismo lugar, el cráneo. De hecho, todo esto no es más que una simple visión de las cosas y saber quién de los dos dirige las operaciones no tiene mayor importancia. Lo que es seguro es que todo ocurre bajo la bóveda celeste que representa nuestro cráneo. A la espera de nuevas teorías, hoy se piensa que este inconsciente biológico se ha formado progresivamente en el curso de épocas anteriores y particularmente desde hace unos cientos de miles de años. Por medio de experiencias sucesivas, se ha moldeado alrededor de una palabra clave para poder presentarse tal como es en la actualidad. Esta palabra clave es «supervivencia». De todas las experiencias pasadas, sólo se ha quedado con las que le han permitido el mantenimiento de la vida sobre la tierra a través de los mecanismos de adaptación. El estudio del comportamiento de nuestros amigos los animales es la mejor prueba de ello.
Una pequeña observación interesante: este inconsciente biológico tiene un amigo íntimo el inconsciente psicológico, mal revestido de varios nombres tales como freudiano, lacaniano, junguiano, etc. Por mi parte pienso que se codean a menudo, pero ésa es otra historia que podrán leer en cuanto tenga tiempo de aplicarme a ella.
El papel del inconsciente biológico Pero, por cierto, ¿qué hace a lo largo de todos los días y de todas las noches? Supervisa y toma las decisiones que se imponen cuando una situación lo requiere y lo hace simplemente para protegernos. Pierre Mendès France se inspiró seguramente en él cuando decía: «Gobernar es elegir y decidir». Veamos cuáles son sus actividades, sus elecciones, sus decisiones. ¿Saben que un número incalculable de reacciones, de operaciones de toda índole, se efectúa en cada instante sin que nos demos cuenta o nos preocupemos por ello? Unos «controladores cerebrales» de todas clases revisan sin pausa sus pantallas con el fin de avisar a las instancias superiores de cualquier modificación inadecuada o imprevista que pudiese afectar a los parámetros que están encargados de verificar con el fin de supervisar la evolución de los mismos en cada momento. Por ejemplo, usted ha preferido apagar el televisor o la radio y está cómodamente instalado en la butaca, con este maravilloso libro en una mano y un aperitivo en la otra. El controlador del ritmo cardíaco no se extraña cuando visualiza, dentro de unos límites razonables, los latidos de alegría que le proporciona la lectura. El encargado de controlar su tono muscular se adormece ante tal flojedad en la musculatura de las piernas. El controlador de la actividad intelectual está complacido pues registra picos de descubrimientos y de total satisfacción, ¿verdad? En cambio, el que está a cargo de controlar el nivel de alcoholemia empieza a inquietarse seriamente. Hay que tomar nota de que cada pantalla de control está provista de un botón de urgencia que el supervisor debe accionar obligatoriamente en el caso de que las constantes llegasen a sobrepasar los umbrales fijados por la Dirección. En este caso, el sistema de alerta se pone en marcha y no es ya cuestión de confiar la gestión de la crisis a un único controlador. El jefe de operaciones especiales se ve alertado de inmediato y después de un breve análisis de la situación, pone en marcha decisiones estratégicas y escoge intervenir con un lema inmutable desde la noche de los tiempos: sobrepasar los umbrales significa peligro extremo. Y de repente, todo se pone en su sitio.
El traspaso de los umbrales de tolerancia Es en este estadio cuando nuestro inconsciente biológico lleva a cabo una identificación minuciosa de la agresión. Hay que destacar que durante este psico-choque emocional desestabilizador nuestro inconsciente biológico moviliza todos sus recursos neurofisiológicos como si estuviese en un estado de alerta máxima, como si se encontrara en situación de extremo peligro. En consecuencia, graba todos los parámetros presentes en este instante preciso con la ayuda de los órganos de los sentidos y del pensamiento, como si existiese una especie de Ministerio de Información a cuya sede llegasen todos los datos. Por lo tanto, durante este paro de imagen se memorizan perfectamente varias bandas de registro que llamaremos, en nuestra jerga, «raíles» del psico-choque. Vamos a ver en detalle este punto primordial sin por ello ser exhaustivos. – La banda de sonido graba todo lo que oímos: los ruidos, las voces o los gritos con sus frecuencias, entre otras cosas. – La banda de vídeo graba todo lo que vemos: el paisaje, los colores, el lugar, los protagonistas, el tiempo, lo que estamos leyendo, etc. – La banda olfativa graba todo lo que olemos por la nariz: los olores claro está, pero también todos los elementos en contacto con la mucosa nasal tales como el polen y el polvo, entre otros. – La banda gustativa graba todo lo que está en contacto con nuestra boca, lo que estamos probando, principalmente los alimentos. – La banda táctil graba todo lo que percibimos a través de la piel, todo lo que está en contacto con ella. – La banda pensante graba todo lo que estamos pensando en el mismo instante del psico-choque y resume en algunas palabras clave lo que calificamos fácilmente como re-sentido(s). También hemos observado que nuestro inconsciente biológico puede inscribir ciertos factores temporales tales como la estación, la fecha exacta, la hora o la edad. Por último, todas las grabaciones se juntan en un dossier único llamado «Mi psico-choque emocional desestabilizador», el cual se deposita en un lugar seguro bajo la bóveda craneal. Podemos igualmente comparar esta grabación con las que se efectúan en la aviación, donde se guardan todos los parámetros consignados en cajas negras durante el vuelo.
Observaciones: Primero, las grabaciones son de una precisión increíble aunque no tengamos conciencia de las mismas. Prueba de ello es que un minúsculo grano de polen o bien algunas moléculas de agua son automáticamente consignadas en nuestra memoria aunque nos parezca improbable. Segundo: aunque estos parámetros se hayan grabado perfectamente, algunos predominan de manera notoria y en la mayoría de los casos clínicos, uno solo se cuela en primera fila del escenario desestabilizador. En nuestra jerga, este único elemento destacado se llama «raíl principal» asociado al psico-choque. Para la biología, este raíl principal es el alérgeno propiamente dicho, el cual nos lleva al esquema básico siguiente:
¿No les recuerda esto a otras prácticas? A título informativo, los servicios de la Policía Nacional, los de la Brigada Antiterrorista o del Ejército se inspiran instintivamente en las prácticas milenarias del inconsciente biológico, ¡excepto la discreción! ¿Qué ocurre en el momento de un atentado o de un crimen? Se interroga a los testigos que deben describir todo lo que han visto, oído, comido, sentido con la piel
o la nariz, sin olvidarse de describir las circunstancias del drama así como su(s) resentido(s). Nuestros amigos de Estados Unidos que vivieron la tragedia del World Trade Center —su psico-choque emocional desestabilizador colectivo— se han inspirado ampliamente en ello. Han cerrado a cal y canto su territorio nacional y han querido identificar a todo el mundo con el fin de dar con un eventual terrorista malintencionado.
El componente orgánico de la tríada: El edema y su sentido psicosomático El edema representa por sí solo una gran parte de la afección orgánica durante una reacción alérgica. Vayamos a su encuentro.
¿Qué es un edema? Por definición un edema es una acumulación anormal de líquido seroso en los espacios intercelulares del tejido conjuntivo. Como es sabido, nuestro cuerpo está constituido por un ochenta por ciento de agua, más o menos. Así que, y en contra de las apariencias, ¡somos más líquidos que sólidos! Este líquido se reparte esquemáticamente en tres grandes depósitos: 1. En el interior del los vasos sanguíneos: es el líquido intravascular. 2. En el interior de las células: es el líquido intracelular. 3. Entre las células: es el líquido intersticial que navega en el tejido conjuntivo y que se encuentra particularmente bajo la piel y las mucosas, entre otras cosas. Vamos a interesarnos por el último depósito. Nuestros tejidos están más o menos ahogados en líquido, en proporciones variables, ya se trate de un lugar u otro del organismo. Un edema puede detectarse en los tejidos mientras el volumen del líquido intersticial no haya rebasado en un treinta por ciento su valor habitual. Dos causas se describen normalmente: 1. El aumento de la presión arterial, que invita al suero a salirse de los vasos sanguíneos para expandirse en los tejidos.
2. El aumento de la permeabilidad capilar. Esta segunda causa predomina en los fenómenos alérgicos. Cabe recordar aquí las consecuencias de la secreción de histamina. Decía más arriba: «La histamina normalmente presente bajo su forma inactiva en nuestro organismo en los mastocitos y basófilos, actúa sobre los vasos sanguíneos provocando su dilatación y la aparición de un edema tisular por hiperpermeabilidad capilar». El edema será tanto más importante cuanto mayor sea la cantidad de histamina liberada. En función de su localización, veremos aparecer aquí y allá una rinitis alérgica origen de una disminución del olfato con receptores olfativos anegados, una urticaria con comezón cutánea, etc. En otros casos, el pronóstico vital puede estar en juego como en el caso del edema de Quincke, en el que el líquido intersticial invade bruscamente la garganta pudiendo causar señales de angustia respiratoria, o como en el caso del choque anafiláctico donde predominan las reacciones cardiovasculares durante el colapso.
¿Cuál es el significado psicosomático del edema? Para la clínica psicosomática posee dos significados precisos: primero, el edema nos permite tomar una cierta distancia con un evento o una situación desestabilizadora, y en segundo lugar, en relación con el metabolismo del agua en el organismo, nos encontramos con el significado psicosomático de la función renal de excreción y la temática de los canales colectores de los riñones.
El distanciamiento Cada síntoma tiene un sentido muy preciso que adivinaremos gracias a las consecuencias clínicas y patológicas que conlleva. En la mayor parte de los casos, el sentido biológico del edema se resume en: «No quiero o no puedo estar en contacto con… so pena de re-sentir de nuevo un gran sufrimiento.» Veamos varios ejemplos: En una rinitis alérgica, la señal principal son los estornudos y la desaparición del olfato. Para nosotros, esta patología significaría indirectamente: «No quiero o no puedo ya oler algo» para el olfato y «Quiero expulsar algo fuera de mi territorio» para el estornudo. En presencia de estornudos, nos orientaremos hacia una problemática donde se desea echar a un intruso del propio espacio de seguridad o de libertad.
En la conjuntivitis alérgica, el lagrimeo y el picor nos impiden ver correctamente. Por lo tanto su significado podría ser: «No quiero o no puedo volver a ver algo desestabilizador». La expresión «perder de vista» retoma aquí todo su sentido. En la dermatosis alérgica, el edema engrosa la piel y anega los receptores cutáneos, lo que biológicamente puede significar: «No quiero o no puedo estar en contacto con algo o alguien». Para el edema de Quincke, las principales señales de alarma se sitúan a la altura de la garganta. Iremos en busca de una problemática de secreto familiar, de algo no dicho, de memorias de ahogo, de ahorcamiento, de estrangulamiento como el cordón umbilical alrededor del cuello durante el parto de la persona afectada o de un ascendiente, entre otras cosas. En lo relativo al choque anafiláctico, podríamos pensar que estamos ante una problemática de las más dramáticas, la cual se nos propone elucidar para una prevención después del paso obligado por la reanimación. Para estas dos últimas patologías, existen también otros significados más específicos en correlación con el historial de la persona en cuestión y que sólo una exploración minuciosa podrá detectar.
El metabolismo del agua y la función renal Aquí tenemos las palabras clave de esta problemática cuya consecuencia biológica puede llegar al hecho de conservar agua en el interior del organismo y ser así una fuente de edemas: sensaciones de haberlo perdido todo, de derrumbamiento de la existencia, de pérdida de referentes, de existencia marginal, de miedo, de estar enfrentado a la nada. Por lo tanto, en cada actividad conflictiva donde nos encontramos con estas sensaciones, el sistema renal impedirá la normal evacuación del agua. Vayamos a este último punto que nos informará sobre el papel del alérgeno.
El papel del alérgeno La ecuación «psicosomatemática» de la alergia Empecemos por un pequeñísimo recordatorio relativo al complejo orgánico de la alergia. Está representado por la pareja inseparable «antígeno-anticuerpo» que se transpone para nosotros en el complejo psíquico de la alergia: «episodio inicial
desestabilizador-alérgeno-emoción». Este complejo ha evolucionado progresivamente en «psico-choque emocional desestabilizador-raíl principal/alérgeno». Por lo tanto, algunos instantes después de este psico-choque o mucho tiempo más tarde, el individuo puede verse obligado, a pesar suyo, a codearse con uno o varios de estos elementos que se han clasificado en los archivos de la desestabilización grabados durante el psico-choque y particularmente con el raíl principal, el alérgeno. Éste o estos últimos pueden afectar, como lo hemos visto, a todas las categorías de memoria, sean visuales, auditivas, gustativas, táctiles o auditivas, y al o a los resentido(s) asociados, así como a ciertos factores temporales (fecha, edad, etc.). El inconsciente biológico, alertado, en su deseo de no ser cogido desprevenido como la primera vez, desencadena un cierto número de reacciones más o menos fuertes — particularmente el edema—, lo que llamamos normalmente el «fenómeno alérgico».
De hecho, el alérgeno sólo cumple un papel de recordatorio del psico-choque emocional original y desestabilizador. Tal y como lo he mencionado al principio, la crisis alérgica significa «Cuidado, peligro, hay riesgo en la morada». Por esta misma razón, la alergia representa el aviso de la inminencia de un peligro, es decir que efectivamente es la solución más adecuada para prevenir al individuo de su nueva confrontación con una situación que se memorizó como peligrosa en una experiencia anterior. De hecho, tan pronto la persona detecta la información asociada —el alérgeno—, su biología intenta advertirle que no tardará mucho en caerle el cielo sobre la cabeza. La alergia es por lo tanto como una sirena de alarma de un sistema contra incendio que hubiera detectado el primer humo representado por la presencia del alérgeno en el entorno. Para retomar una metáfora informática, tan pronto el alérgeno penetra en el organismo, intenta abrir el archivo del psico-choque escondido en la memoria del ordenador que, para evitarlo, preferirá provocar una reacción en cadena que nos llevará a una avería para así impedirnos leer los elementos descriptivos del susodicho psico-choque. Toda esta demostración para llegar a una ecuación de las más simples que se encuentra en la mayor parte de los casos clínicos.
Sensibilización y programación de la alergia con formación del complejo
psico-choque emocional desestabilizador original + alérgeno
Hipersensibilización y desencadenamiento de los síntomas Alérgeno = Recordatorio del psico-choque emocional desestabilizador original Desde un punto de vista práctico, el alérgeno es tan sólo un elemento revelador y nos servirá únicamente como punto de entrada en esta patología cuyo centro neurálgico es el psico-choque emocional desestabilizador. Por lo tanto y a título de ejemplo, en el caso de la jovencita alérgica al polen del plátano deberemos ir a buscar lo que ocurrió exactamente cuando estaba sentada con su pareja en el banco de los enamorados. La continuación puede leerse en su relato en la segunda parte. «¿Cuál hubiera podido ser mi propio psico-choque emocional desestabilizador?» y «¿Con qué situación mentalmente difícil podría estar relacionado mi alérgeno?» Para terminar, veamos este esquema básico que volveremos a encontrar en la mayoría de los historiales clínicos que pueden leerse en la segunda parte.
1 Les pido paciencia durante algunas páginas más para después descubrir el significado de este mismo término para la clínica psicosomática.
SEGUNDA PARTE
Casos clínicos Con la ayuda de mis alumnos y colegas amigos, he podido reunir numerosos casos clínicos de alergia que acabaron en una gran mejoría y a veces en una clara curación. Veamos el programa: Las alergias y las intolerancias a los alimentos: fresas, café, pato, leche de vaca, leche de soja, productos lácteos en general, pescado, gambas, cigalas, gluten y alcohol. Las alergias a las plantas, a los pólenes y gramíneas: plátano, ciprés, mimosas y rosas. Las alergias a los pelos de animales: perro, gato y caballo. Las alergias a los elementos: agua, sol y metales. Las alergias domésticas: polvo del hogar, plumas, moho y levadura de cerveza, ácaros, medicamentos, perfumes y tabaco. Las alergias oculares: conjuntivitis. Las alergias de la esfera otorrinolaringológica: rinitis, fiebre del heno, sinusitis y pólipos. Los cambios en el modo de vida Las alergias transgeneracionales
Alergias e intolerancias a los alimentos Son frecuentes y fuentes de numerosas molestias. La alergia a los alimentos propiamente dicha se manifiesta muy rápidamente después de la ingesta del alimento relacionado. Así, la fresa o el marisco pueden provocar una reacción inmediata después de haber sido absorbidos, la cual puede llegar al choque anafiláctico. En cambio, la intolerancia a los alimentos se encuentra en el origen de los síntomas más tardíos, algunas horas después de su consumición. Algunas veces reviste una forma furtiva debida a una sensibilización oculta y crónica. Puesto que el principal tratamiento que se propone es preventivo, se trata pues de evitar la ingesta del alérgeno. Esta eliminación pasa obligatoriamente por una dieta de evicción, que algunas veces resulta difícil de mantener cuando el alérgeno queda
enmascarado, claramente inidentificable pero potencialmente presente en los alimentos corrientes. Por lo tanto, eso requiere que las personas afectadas deban inspeccionar escrupulosamente las etiquetas que indican la composición de los alimentos, con el fin de desalojar el «alérgeno/culpable», causa de todas sus pesadillas. Algunos pasarán así más tiempo estableciendo una lista de los componentes que saboreando el alimento propuesto. Para facilitar la tarea, los empresarios de la agroalimentación se han puesto hace poco a preparar platos sin alérgenos. Pongámonos en lugar de los afectados: el riesgo de ahogarse, de rascarse horas enteras, de ponerse como un tomate, de doblarse en dos con dolores abdominales o encontrarse en Urgencias por un edema de Quincke al borde de la muerte, justifica plenamente esta meticulosidad. He empezado la descripción de esta patología por las alergias a los alimentos. Por una parte son muy fáciles de comprender y por otra de integrar. Como lo repito a menudo en mi curso de clínica psicosomática, si se entiende el proceso psicosomático de estas alergias, se podrá extender su modo de razonamiento a todas las demás y, la guinda del pastel, a un gran número de enfermedades. No cuento ya el número de curaciones que han acontecido durante los primeros días de seminarios. Las alergias a los alimentos son un ejemplo perfecto para ilustrar esta nueva manera de considerar las enfermedades. Por el momento, vamos al encuentro de la cesta navideña que he preparado con amor y mucho humor.
Alergia a las fresas Entre los numerosos alimentos que pueden convertirse en alergizantes, empiezo siempre con el magnífico relato del señor La Fresa. Les pido seguir de cerca este razonamiento porque es siempre el mismo en la mayoría de los casos expuestos y no tendremos así necesidad de entrar en detalles de forma tan meticulosa. Vuelvo a retomar todo desde el principio a pesar de que se pueda pensar que es una repetición de lo que ya hemos visto. Tal y como me decía un profesor de historia y geografía, una buena enseñanza consiste simplemente a repetir muchas veces lo mismo, pero de forma diferente con el fin de darle la vuelta al tema. Instintivamente he seguido su consejo durante veinticinco años. Escuchemos a este señor que se desplazó desde Perpiñán para elucidar su alergia.
El señor La Fresa «Soy representante de pinturas especiales como las que se utilizan en las industrias de la aviación o del automóvil. Somos tres sociedades europeas para la distribución de este tipo de producto y mi área comercial es bastante extensa. Paso la mayor parte de mi tiempo entre Londres, París, Frankfurt, Roma, Madrid y Lisboa, y como es lógico tengo que organizar a menudo comidas de negocio. Imagínese mi calvario cuando tengo que preguntar a los maîtres la composición exacta de los postres pues la mínima parte de una fresa puede llevarme al servicio de Urgencias del hospital más cercano por causa de una crisis de ahogo al borde del edema de Quincke. La primera vez que me pasó, creí que me iba a morir. Estaba en Perpiñán en una comida familiar, el pasado mes de mayo. Mi hermano tuvo la feliz idea de hacernos probar las primeras fresas del año. Como yo, él no sabía que podía serme fatal. Tuvieron que ingresarme en Urgencias y el médico en reanimación estableció enseguida su diagnóstico: alergia al las fresas. Para él, a principios de mayo, es clásico tal y como nos comentó. Desde entonces siempre llevo encima un juego de jeringas con Soludecadrón2 del que no me separo nunca. He leído su libro3 con mucho interés, pero me gustaría saber un poco más acerca de la alergia a las fresas.» He oído esta última frase un sinnúmero veces. En lugar de «alergia a las fresas» podría mencionarse cualquier otra etiqueta médica o psicológica. Este primer ejemplo nos servirá como modelo de acercamiento a todas las alergias.4 Como indica la teoría de la clínica psicosomática, nos esforzaremos para encontrar de nuevo la ecuación «psicosomatemática» siguiente:
Sensibilización y programación de la alergia con la formación del complejo psico-choque emocional original desestabilizador + fresa
Hipersensibilización y desencadenamiento de los síntomas Fresa = Recordatorio del psico-choque emocional original desestabilizador Después de la escucha, empiezo generalmente mi discurso de la manera siguiente. En el análisis psicosomático de la mayor parte de las enfermedades en general y en particular de las alergias, podemos poner de relieve una situación a menudo vivida en la realidad acompañada de un choque emocional desestabilizador, completamente inesperado, no previsto, el cual es imposible compartir o expresar en el momento de los hechos. He llamado a este instante particular el psico-choque emocional desestabilizador, una especie de Big Bang psico-emocional. Generalmente la gente dice que su vida ya no ha sido la misma desde este instante preciso de desestabilización psíquica y hasta le suele poner una fecha con notable puntualidad. Mencionan a menudo el día y la hora, y algunos hasta el mismísimo minuto. Hay a generalmente un antes de su psico-choque: «Nada especial» y un después de su psico-choque: «Ahora ya nada funciona». Durante un tiempo dan vueltas mentalmente al acontecimiento y algunos se preocupan constantemente, de noche y de día, lo que puede acarrear un cierto grado de disminución de su nivel de vigilancia. La primera función del inconsciente es proteger el individuo con el fin de asegurar su supervivencia dentro del medio que lo rodea, y poco a poco el problema puede llegar a difuminarse o bien puede quedar parcial o totalmente oculto en el interior de sus circunvalaciones cerebrales. Es la represión, un mecanismo saludable en la mayoría de los casos. La terapia psicosomática consiste en reencontrar los elementos que han sido escondidos por nuestro sistema de defensa psíquico con la ayuda de una sola indicación: la fresa. En otros términos y si puedo permitirme un juego de palabras fácil, sólo tenemos aquí una fresa donde hincar el diente. Ya verán que suele bastar en la mayoría de los casos. Le explico al señor lo que es un psico-choque e insisto particularmente en la grabación de las bandas de sonido, vídeo, olfativa, gustativa y táctil, sin olvidar la banda pensante con su colección de re-sentidos, así como ciertos elementos
temporales como la fecha exacta del acontecimiento o el contexto general. Así podemos pensar que este señor sigue girando alrededor de la rotonda de la Fresa donde sólo las avenidas del Soludecadron, de la detección y de la evicción de las moléculas de fresa han sido exploradas. Coloquémosle en el paseo del Psicochoque/fresa. En una fracción de segundo se ha paseado emocionado por la avenida de la Separación/fresa con el presente estresograma.
«Su planteamiento es lógico. Voy a contarles mi psico-choque emocional más que desestabilizador. Estaba en Cadaqués, un pueblito de pescadores cerca de Figueras, ciudad natal de Salvador Dalí. Puesto que viajaba mucho al extranjero, había propuesto a mi mujer ir a pasar la Nochebuena en un magnífico hotel al borde del mar con el fin de reencontrarnos en las mejores condiciones. Lo recuerdo como si fuese ayer y voy a llevar agua a su molino pues he repasado durante días y días las famosas grabaciones cerebrales que usted acaba de describirme. ¡Debo confesarle que no me he tragado la fresa todavía! Yendo un poco más allá, también podría ser alérgico a la piña o al mango si hubiese tenido esas frutas de postre. »En la banda de vídeo mi cerebro ha escogido la vista al mar y el restaurante. Algunas luces a lo lejos perfilaban la costa. La luz plateada de la luna se reflejaba en el agua casi inmóvil y sus rayos parecían bailar en la superficie bajo el ritmo alterno
de una brisa ligera. Había elegido la mejor mesa, la que tenía la mejor vista al mar. Era redonda y estaba cubierta de un mantel blanco. Con cubiertos de plata y porcelana decorada con unas escenas de la vida campestre del lugar. Cuatro copas de cristal se disputaban el lugar de honor en la mesa y un magnífico ramo de rosas ocupaba el centro. »En la banda de sonido, he grabado el ambiente típico de esta sala de restaurante. La música también ha quedado grabada: flamenco con bailarinas y un guitarrista de los más brillantes. »En la banda táctil, mi cerebro ha seleccionado el contacto de nuestras manos entrelazadas. Un tacto suave y sedoso. »La banda olfativa, como puede imaginar, está impregnada del olor de los platos suntuosos y exquisitos que traían los camareros con delicadeza y discreción. Recuerdo también ese vino tinto de 1955, con un aroma único. »Partiendo de su hipótesis, la banda gustativa sería la más impactante. Así es. En efecto, estaba muy enamorado de mi mujer y lo sigo estando. La idea de pasar algunos días con ella en ese magnífico entorno me daba gran alegría. Todo se había desarrollado perfectamente hasta el postre. Ella había escogido un fondant de chocolate sobre lecho de crema inglesa. Por mi parte, no me podía decidir entre una fruta exótica, piña o mango, o una simple copa de fresas, sin azúcar ni nata. Opté por lo segundo. »Ella degustaba su pastel y yo me relamía con las fresas. En un momento dado le declaré mi amor asegurándole que la amaba como el primer día y, para unir la idea al acto, le entregué un estuche que abrió con delicadeza. Apareció un collar de perlas. En el mismo momento en que me llevaba una fresa a la boca, el psico-choque emocional desestabilizador atravesó mi cráneo, como un relámpago se abate en el prado sobre un árbol solitario: »No puedo aceptar esta joya —me dijo— porque quería decirte que vamos a separarnos. No sabía como decírtelo y he dudado durante toda la cena. Hace años que sólo nos cruzamos en casa. Siempre estás ausente. He encontrado un hombre, hace ya dos años, y no aguanto más tiempo esta situación. Prefiero romper antes que seguir engañándote.» »Yo no sabía qué decir, boquiabierto, con la fresa entre los dedos; no sabía dónde meterme. Una losa de plomo me cayó encima. Nada de discursos superfluos. Se levantó, se fue, y dejó solo con mi copa de fresas y la nota por pagar.
La terapéutica fue simple: hizo la asociación entre este choque emocional desestabilizador y este raíl principal/fresa. Entendió, en un primer tiempo que este raíl/fresa no era más que un simple testigo de la situación vivida en ese momento y que no aún hoy había sido admitida por él, con lo que había quedado sin metabolizar. Los demás reencuentros siguientes raíles/fresa, fuentes de crisis alérgicas, no eran más que simples representantes. En un segundo tiempo, comenzó el trabajo de duelo por la relación. Algunas semanas más tarde, me anunciaba que se había curado.
La alergia al café Les propongo ahora un cafetito con Didier Lepatezour, un alumno y amigo de la clínica psicosomática.
La señora Café Me encontraba en un restaurante en una comida profesional para conocer a una pareja deseosa de colaborar conmigo. Todo se desarrolló correctamente hasta el postre, cuando pedí un café. Vi como la sonrisa de la señora Café se transformaba en una verdadera mueca. Su marido me dijo que no podía ver el café. El mínimo olor
podía provocarle náuseas. Él mismo había renunciado a beberlo y se resignaba a tomar té o infusiones. Ni un solo grano de café podía estar presente en la casa, ni siquiera en el fondo de un armario. Sorprendido por esta intolerancia bastante singular, le pregunté si quería hacer una prueba con la clínica psicosomática.
Ante su respuesta positiva, me puse a darles un cursillo sobre el tema, insistiendo particularmente sobre el estresograma y el sobre-estrés acompañado del raíl principal/alérgeno representado por la palabra «café». Debíamos pues ir en busca de un acontecimiento de la vida cotidiana marcado por una desestabilización suficientemente importante como para haber ocasionado un estado mental de preocupación, todo ello centrado alrededor o acompañado de «café». Dibujamos el siguiente estresograma sobre el mantel, así como una ecuación psicosomática de este tipo:
Psico-Choque Emocional Original Desestabilizante + Café
Café = Recordatorio del psico-choque emocional original desestabilizador Sin vacilación alguna, su marido habló primero. «Entiendo muy bien lo que está diciendo. Para mí no puede estar más claro. El acontecimiento de la vida diaria con una cierta desestabilización y un sobre-estrés acompañado de «café» me lleva directamente a una historia de separación. Le voy a contar el episodio tal y como ella me lo relató al principio de nuestra relación. Hacía cinco años que vivía con su primer amor, pero la monotonía se apoderó de la relación y él terminó por pedirle que dejase el apartamento del cual él era propietario. Como regalo de despedida, le ofreció una cafetera porque a ella le encantaba el café.
»Algunos meses más tarde, se volvieron a encontrar y decidieron intentar una nueva etapa y ella volvió a instalarse en el mismo apartamento. Al cabo de seis meses, la misma vida monótona los llevó una vez más a la separación. Ella insistió en quedarse la cafetera que representaba a sus ojos un vínculo amoroso hacia él. »Mas tarde, hace ahora dos años, nos conocimos y decidimos vivir juntos. Hemos utilizado la cafetera muy poco tiempo pues todavía está en una caja en la despensa. Desde que nos instalamos en la casa, mi mujer se ha visto progresivamente molesta con el café, que le provoca náuseas y cierto grado de angustia. Por lo tanto, ha dejado lisa y llanamente de tomarlo. Al principio soportaba que yo lo tomara delante de ella, pero comprendí bastante rápido que esta bebida debía descartarse en casa. Me he visto obligado a limitarme a las infusiones después de las comidas. Y si quiero tomar un café, me voy al bar.
»Si he captado bien su razonamiento, el café líquido o simplemente el olor del café le recordaría aún esta historia, inconscientemente claro está.» Sí, eso es. Su cerebro biológico/inconsciente —pero no su cerebro pensante/consciente— ha memorizado la ecuación siguiente:
Café = sobre-estés engendrado por el psico-choque de la separación todavía sin admitir. Cuando ella se encuentra en presencia de esta bebida —por dos raíles principales, el olor y el gusto— su cerebro biológico «relee» este episodio delicado. Podemos deducir de ello que el duelo de esta separación no se ha hecho del todo. Así, para no sufrir más, ella evitará todo contacto con este alérgeno. Es tan simple como eso. Por su lado, la señora Café no parecía escuchar en la misma sintonía. En este caso, sólo queda algo por hacer: dejar tiempo al tiempo con el fin de darle la posibilidad de reflexionar sobre ello. Traer nuevamente a la memoria una situación delicada no es siempre tan sencillo ya que la represión influye mucho. Algunas semanas más tarde, su compañero me explicó que había vuelto a tomar café en casa aunque ella aún no podía. Han transcurrido seis meses y ahora vuelve a beber su café.
Alergia al pato Este ejemplo precisa aún más la noción de «raíles» de la actividad conflictiva y el trabajo clínico para descubrir los pormenores de una alergia.
Esta mujer joven presenta una sinusitis crónica y es alérgica a los patos, pero no a cualquier pato. Preferimos que lo adivinen. Partimos pues del principio que el «pato» era el raíl principal. Claro que el «pato» como alimento se desarrolló primero, pero la experiencia no fue concluyente y tuvimos que retomar todo desde el principio. Cuando estamos enfrentados a una actividad conflictiva repentina para la cual no tenemos solución en el mismísimo instante del enfrentamiento —el psico-choque—, el inconsciente biológico se asienta en el re-sentido del momento para poder gestionar la crisis. Pero al lado de este elemento, por cierto de los más determinantes, graba también todo, absolutamente todo el contexto de la situación. ¿Cómo? Pues haciendo simplemente un inventario de las sensaciones grabadas por los diferentes órganos de los sentidos. Para la biología, existen seis órganos de los sentidos. Los cinco habituales y uno más, el pensamiento. Este último «formularía» el re-sentido y los demás sentidos, los raíles del conflicto. En otros términos, la película de la situación se centraría alrededor del re-sentido para el pensamiento y los raíles podrían ser comparados a la banda sonora para el oído, la banda vídeo para la vista, la banda táctil para el tacto, la banda olfativa para el olfato y la banda gustativa para el gusto. Algunas veces un raíl destaca claramente sobre los demás, siendo entonces el testigo principal de la situación o bien el sospechoso número uno. En este punto podemos pensar fácilmente que el «pato» se grabó como tal y veamos cómo.
Ambos se paseaban en un parque cogidos del brazo. Apoyados en la barandilla delante del lago artificial donde aleteaba una ruidosa banda de patos, él le anuncia que ya no quiere vivir con ella. En otros términos, le da a entender que su relación iba a darse por concluida al franquear la puerta del parque. Para encontrar los raíles de este psico-choque centrado alrededor de una separación, tenemos que hacer un paro de imagen o más bien, un paro de la grabación efectuada por los órganos de los sentidos. El pensamiento graba el re-sentido durante esta separación, la hora, las circunstancias y el clima emocional. Estamos en una situación de separación con un clima más bien antipático. Los oídos graban los ruidos, los gritos de los niños alrededor, las palabras pronunciadas y el concierto de los patos completamente indiferentes a lo que les ocurre a estos humanos en trance de separación. Los ojos graban el paisaje, el lago, los patos, los cisnes, el color del cielo, la descripción del lugar del drama, la ropa que llevan, etc. La piel graba la temperatura exterior, la mano de él y el lugar del su contacto. La boca graba los gustos del momento: un caramelo, una manzana caramelizada,
un helado de chocolate o de vanilla. La nariz graba todos olores de este preciso instante. Todos estos elementos son raíles del psico-choque de ella y, ¡agarrárrense bien! su primera crisis alérgica la tuvo durante el cotillón de Fin de Año después de haber bailado al compás de una canción en particular: ¡El baile de los patos! Con toda probabilidad, los patos representan uno de los raíles más importantes para ella. De esta forma, en cada psico-choque existe un cierto nombre de raíles que pueden estar en el origen del desencadenamiento de una crisis alérgica. Cada raíl le puede recordar su actividad conflictiva básica y dar origen a una crisis. Asimismo, se hubiera podido desencadenar en ella otra crisis comiendo vanilla o chocolate.
Alergia a la leche de vaca Se relaciona por lo general con los niños de pecho y los bebés. Menos visible pues los síntomas son muy variados, puede también presentarse en el niño más crecido y en el adulto. Para nuestra demostración clínica, prefiero presentarles el significado de la alergia a la leche de vaca en el niño de pecho. A menudo lleva a la madre a sustituirla por leche de soja, menos alergizante pero que volveremos a encontrar muy pronto.
Antes de hablar de la leche de vaca, interesémonos por la leche materna, primer alimento ingerido por el niño apenas después de nacer. Además de ser un alimento nutritivo indispensable para el crecimiento del bebé, representa un vínculo bastante peculiar entre la madre y el niño. En efecto, cuando el bebé mama, asocia rápidamente «alimento materno» y «alimento afectivo». Este hecho es bien conocido por los psicólogos infantiles que describen la noción de satisfacción de la pulsión del hambre por la mamada vinculada al placer de ser maternizado. Todas las madres, y los padres también, lo saben: cuando el bebé llora, el primer gesto consiste en tomarlo en brazos y llevarlo hacia el pezón. Muchas veces, él bebé va solo, como si conociera el camino de antemano. Volvamos a nuestro bebé en los brazos de su madre, mamando. Se siente en plena seguridad. Asocia «seno de mamá-alimento/leche-apaciguamiento y bienestar». Cada vez que se siente desestabilizado, sólo pide volver a encontrar estos elementos con el fin de disminuir su malestar. En los países occidentales muchas madres trabajan y sólo pueden gozar de algunos meses de baja por maternidad. Están obligadas a destetar a sus hijos bastante temprano y a veces de mala gana. Por lo tanto y a menudo con la ayuda del pediatra, empiezan muy pronto con la leche maternizada y la leche de vaca, a fin de poder confiar el niño a una guardería o a una asistenta. Hasta ahora, nada que decir en particular puesto que el pecho o los brazos de la madre siguen estando al alcance del niño.
Todo empieza a estropearse cuando el bebé se encuentra en un universo que le parece sumamente hostil: ambiente diferente, madre ausente, ritmo cambiado, etc. Para ciertos niños no es un problema, pero para otros es posible pensar que sufren una especie de psico-choque/separación de la madre y desestabilización, con un elemento principal grabado: la ausencia de la leche/alimento afectivo y tranquilizador. Por la noche, cuando la madre vuelve a buscarlo el bebé recobra este elemento y desencadena progresivamente una alergia más o menos fuerte. El médico establece el diagnóstico con bastante facilidad y recomienda evitar la leche de vaca y darle a cambio leche de soja, al parecer menos alergizante.
En resumen, para la clínica psicosomática: Alergia a la leche = sufro por sentirme separado de mi madre-seguridad Para ser más preciso suelo a menudo reemplazar «madre» por función materna.
Casi siempre ambas van a la par pues la función materna generalmente es llevada a cabo por la madre. Pero algunas veces el padre es quien ocupa su lugar, o algún otro miembro de la familia, ya sea la tía, la abuela, la nodriza... Para comprenderlo mejor veamos la historia del pequeño Rémi, alérgico a la leche de vaca desde los tres meses y medio de edad.
Rémi Su madre quería una consulta para su bebé alérgico a la leche de vaca desde hacía meses. Le propuse que viniera sola. En efecto, por experiencia todo puede resolverse sin ver al bebé porque la problemática no se sitúa exactamente en él. Hay algo que debe arreglarse enseguida: aquí, no cabe admitir ninguna culpabilización o culpabilidad de ninguna clase. Hasta que se pruebe lo contrario, ningún padre desea conscientemente ningún mal a los miembros de su familia. Cuando la madre estuvo delante de mí, le expliqué simplemente mi versión de la alergia de Rémi donde se dibujaba la siguiente ecuación:
Psico-choque emocional original desestabilizador dentro de un contexto de separación + leche/afecto.
Leche/afecto = Recordatorio del psico-choque dentro de un contexto de separación. «Cuando mi bebé tenía tres meses tuve que ir a trabajar y lo confié a la guardería donde lo había inscrito con mucha anterioridad. Debo reconocer que he vivido muy mal esta situación. Dejarlo todo el día lejos de mí no me gustaba en absoluto pero no podía hacer otra cosa. ¿Qué debo hacer ahora?»
Mi visión de las cosas me lleva a formular dos observaciones asociadas: Primera observación: ayudar a la persona a desculpabilizarse ya que el «mantenimiento» de ese estado puede incluso recaer sobre el psiquismo del niño. Segunda observación: explicarlo todo verbalmente al niño hablándole como si fuese un adulto y contestar a las preguntas que podría hacer aunque no sea capaz de formularlas. En resumen, decírselo todo y describirle simplemente lo que le pasa por la cabeza: deseos, culpabilidad, temor, etc. Todo eso a través de un discurso claro y tranquilizador, tomándolo en brazos con todo amor. Recuerdo que Françoise Dolto decía que el niño lo entiende todo. En el caso de Rémi, la alergia se difuminó progresivamente hasta desaparecer al cabo de algunas semanas.
Alergia a la leche de soja ¿Saben que cada día hay más niños alérgicos a la leche de soja? Ya eran alérgicos a la leche de vaca. Les pido que vuelvan simplemente a leer el párrafo anterior y que reemplacen «leche de vaca» por «leche de soja». Es exactamente la misma temática.
Alergia a los productos lácteos Quiero contarles la historia de la señora «Es el week-end, Kend». Este nombre está relacionado con el título de una canción que ella siempre cantaba.
La señora «Es el week-end, Kend» Esta alergia sólo pudo ser dilucidada al final del primer curso del seminario de clínica psicosomática que propongo cada año en diferentes ciudades de Francia y del extranjero. El primer día solemos pedir a los participantes que hagan una pequeña presentación y, si lo desean, pueden exponer la patología que les afecta. Por
lo tanto, en función de las respuestas, adapto mi curso con el fin de encaminarlos, si es posible, en dirección a la buena avenida psicosomática. En Montpellier, una de las alumnas quería oír la versión psicosomática de la alergia a los productos lácteos. ¡Imaginen su malestar! Debía tener cuidado con todo lo que tomaba y se negaba habitualmente a las invitaciones para comer o cenar con gran disgusto de su marido, a quien le complacía cambiar de ambiente los fines de semana (week-end), después de unos días de trabajo. Eso nos venía como anillo al dedo pues, como ya he dicho, el curso sobre la alergia se prevé siempre para el primer week-end de formación. Entre la alergia a la leche de vaca y la de los productos lácteos, sólo hay un paso. Estamos, a priori, en la resolución de la misma ecuación psicosomática: lechemadre-función materna/psico-choque. A pesar de todos mis esfuerzos y de los ejemplos clínicos, la mayoría de los cuales están consignados en esta obra, el veredicto que únicamente le pertenecía a ella se vio cerrado de manera definitiva: «¡Eso no me dice absolutamente nada!» Le pedí que reflexionara y que se dejara ir en esa dirección. Los dos week-ends siguientes nos llevaron al mismo resultado, seguía siendo alérgica a los productos lácteos. Se descubrió el pastel durante el último fin de semana del año, cuando llegamos al estudio del proyecto/sentido y del transgeneracional. He escrito mucho sobre estos dos temas y aquí sólo haré un recordatorio, en particular a propósito de la noción de proyecto/sentido, puesta de relieve durante los años setenta del siglo pasado por el psicólogo clínico Marc Fléchet.
Definición sucinta del proyecto/sentido El proyecto/sentido corresponde a un período de la vida que empieza un poco antes de la concepción y se prolonga hasta un año después del nacimiento. Los acontecimientos conscientes vividos por los miembros del clan y de la familia en particular, y/o las informaciones inconscientes de los padres, pueden influir el devenir conductual y psicosomático del niño por nacer. Cabe destacar que Françoise Dolto, la famosa psicoanalista infantil y de adolescentes, conocía muy bien esta noción sin darle el mismo nombre. Para ser práctico, pido a los participantes que relaten el ambiente familiar y los acontecimientos particulares, positivos o negativos, que se desarrollaron mientras estaban en el vientre materno esperando su salida al aire puro (!) de la casa o de la
maternidad. Para la señora «Es el week-end, Kend», el único acontecimiento desestabilizador para la familia fue el fallecimiento de su abuela materna cuando ella se preparaba para venir al mundo. «Fue horrible.» Es lo que he oído de boca de mi madre y de mi padre toda mi vida y todavía hoy. Mi madre quiso a toda costa que llevase su nombre, Adela, y mi padre, ¡menos mal!, sólo lo declaró como segundo nombre. Así que todo el mundo decía: cuando naciste, murió (morte) Adela (¡mortadela!). Eso hacía reír todo el mundo menos a mí.»En consecuencia, mi madre me educó en el recuerdo de su madre y esto me ha marcado mucho. Para resumir, yo fui su madre desde el principio y lo sigo siendo desde hace cincuenta años.» La señora «Es el week-end, Kend» se encontraba constantemente bajo una doble presión y todavía lo está parcialmente hoy, lo que explicaría que no desapareciera por completo su alergia. El psico-choque/fallecimiento de Adela fue re-sentido por su madre y las ondas de choque se extendieron hasta la pequeña. Ésta debía asumir dos funciones maternas: la de mutar en madre/Adela con el fin de reemplazarla y la de amparar a su madre entristecida, haciendo el papel de madre consoladora. Resultado clínico: mejora progresiva y significativa al cabo de cuatro meses.
Alergia al pescado y los mariscos Leeremos relatos de alergia al pescado, a las gambas y langostinos.
El señor Pescado Esta historia es bastante peculiar puesto que no hace intervenir el pescado como alimento. Se refiere a un hombre de treinta y cinco años que no puede ni comer ni ver el pescado. «Hasta tengo la impresión de que estoy desarrollando una verdadera fobia.»
La exploración utilizando el raíl principal/pescado se reveló larga y estéril puesto que yo había agotado todos mis cartuchos psicosomáticos. Ni el menor psico-choque a la vista. Al cabo de varias sesiones le dije que ya no podía hacer más por él y lo dejé marchar con el gusto amargo de no haber podido dilucidar su historia. No podemos explicarlo todo, afortunadamente. Algunos meses más tarde, me llama y me dice lo siguiente: «Nos habíamos encauzado sobre unas pistas falsas y creo que he encontrado el origen de mi alergia o, más bien, de mi fobia. Me parece que le va a interesar. Después de la última consulta me encontré muy decepcionado pues hace años que quiero sacarme esto de encima. Tal y como usted me recomendó, busqué otras posibilidades y encontré algo que había ocultado por completo: mis sueños infantiles. Fíjese que soñaba regularmente, era más bien una pesadilla, que me devoraba un enorme pez. Cada vez me despertaba sobresaltado, empapado en sudor. El médico de entonces me mandó un jarabe y mejoré poco a poco. Pienso que tenemos aquí la buena interpretación, puesto que paseando con mi amiga por el muelle de Sète, he visto un barco descargar su pescado sin sentirme afectado. Debo decir que todavía no me he atrevido a comer algo de pescado pero esperaré un poco para probarlo.» En efecto, este relato y el resultado obtenido nos muestran que nada está petrificado. Debo decir que es la primera historia de este tipo y me la guardo para los casos difíciles. Del pescado a la gamba, sólo hay un trocito de mar.
Alergia a las gambas
En el caso de esta alergia tuvimos que intentarlo dos veces. La primera consulta no había detectado ninguna situación en particular con las gambas en primer plano. Le propuse entonces a la paciente que reflexionara sobre ello de cara a la próxima entrevista. Le había expuesto, claro está, mis conceptos sobre la alergia en general, dibujándole «su» estresograma de base. Y aquí tenemos lo que ella dedujo después de algunas semanas de reflexión.
«No es la gamba como tal sino más bien el aspecto general de la gamba. Le explico: he tenido una hija y un hijo y, en contra del parecer de mi marido, quería tener un tercer hijo. Muchas de nuestras discusiones me mostraron que él no quería ninguno más. Me quedé embarazada y el dilema de tener o no este niño fue muy difícil de resolver. Finalmente él aceptó y decidimos tenerlo. Yo estaba muy feliz por dos razones. Primero, porque él me demostraba que me seguía queriendo y segundo, como es de imaginar, porque iba a ser madre de nuevo. Desafortunadamente, al cabo de algunas semanas tuve pérdidas y llamé al ginecólogo, quien me dijo que se trataba seguramente de un aborto espontáneo. Además me pidió que guardara el embrión para un análisis genético. Una tarde, las pérdidas fueron más importantes y lo perdí en la taza del inodoro. Tal y como me pidió el médico, lo recogí y lo limpié. Parecía una gamba, rosadito. Puede imaginarse en qué estado me encontraba. He llorado por ello mucho tiempo. Era septiembre. Mi primer ataque de alergia se manifestó en noviembre después de haber comido gambas. Una urticaria gigante. Estaba hinchada por todas partes, sobre todo la cara y las manos, y sentía ganas de
rascarme hasta hacerme sangre. Mi marido se vio obligado a llevarme a Urgencias. Allí el médico me comunicó que se trataba seguramente de una alergia a las gambas pero yo no establecí la comparación con el aborto espontáneo.» Una vez más, vemos que la alergia es a menudo un recordatorio inconsciente de un duelo incompleto. Aquí representa el de un hijo en estado embrionario. Después de este relato de gambas, no puedo dejar de mencionar una de las interpretaciones de las alergias al marisco: frutos del mar (mer) mère=madre. Volvemos entonces a la problemática padres/hijos y a los duelos anteriores con defunciones de niños demasiado prematuras.
Alergia a los cangrejos de río La señorita Cangrejo de Río La señorita Cangrejo de Río está muy enamorada de su novio. Un día él la invita al restaurante y mientras ella come con placer unos cangrejos de río le anuncia sorpresivamente: «Sabes, querida, soy consciente de todo lo que me das y creo que eres alguien muy especial. Esta noche te lo quiero demostrar con esta cena magnífica. Deseo realmente que te lo tomes bien, porque eres y serás siempre alguien muy importante para mí. Sé que puedes entender mi elección y mi decisión de romper nuestros proyectos. La amiga que me presentaste es tan maravillosa que hemos decidido casarnos. Quiero que te lo tomes bien, que seas fuerte porque confío en ello».
Claro que en su fuero interno ella tiene ganas de tirarle los platos a la cabeza pero se controla. Siente como se desgarra todo su ser. Unos años más tarde, mientras estaba comiendo cangrejos de río, su inconsciente asoció entonces «cangrejo de río» con «separación mal vivida». Una hora más tarde se encuentra en Urgencias con una urticaria generalizada. Si hubiera comido estos cangrejos una semana más tarde, esta reacción se hubiera producido una semana más tarde. Es aquí donde siempre acoto que la demora entre el primer choque y la aparición de la alergia en sí es muy variable.
Cangrejos de río bis Una mujer joven estaba en el restaurante con su novio, relamiéndose con un plato de cangrejos de río. De repente, dentro de la conversación, una observación que hizo ella disgustó mucho al señorito: ella hablaba de su primer amor que echaba de menos todavía hoy. Estalló una pelea, la cena se interrumpió de repente con gran desconcierto de camareros y clientes. La ruptura fue inmediata, puesto que al llegar a casa decidieron no volverse a ver. Ella volvió a casa de su madre y él se quedó solo en el piso recientemente alquilado. Algunos meses más tarde, unos amigos de la familia le invitaron a una comida de cumpleaños. Fantásticos cangrejos de río se pavoneaban en un plato que los
invitados se preparaban a compartir. Al primer bocado de esta tierna y blanda carne, él tuvo una reacción violenta y repentina acompañada de espasmos y vómitos que le llevaron directamente al hospital. Desde entonces no podía oír siquiera la palabra «cangrejo de río». Durante la terapia, la emoción fue muy fuerte. Así, cuando él comía cangrejos de río, revivía con mucha violencia aquella separación, aquella angustia. Sin embargo, la joven novia hacía ya largo tiempo que había desaparecido de su vida. Algunos se preguntarán por qué esta alergia afectó «solamente» al joven. La respuesta es simple: solamente a él le impactó con fuerza aquella pelea.
Alergia o intolerancia al gluten Después de algunas generalidades, les propongo conocer a las señoras Internado, Pensión y Rebanada, las tres alérgicas al gluten.
Generalidades sobre el gluten La alergia o intolerancia al gluten nos lleva a cereales tales como el trigo, el centeno, la cebada, el sorgo y el mijo. El gluten es el resultado de la segunda etapa de fabricación de la harina. Durante la rehidratación de los granos de cereales, las proteínas se asocian con el agua y forman una sustancia blanquinosa y viscosa: el gluten. Por lo tanto, las personas que presentan este tipo de alergia o de intolerancia deben evitar los alimentos que contengan gluten, cuya lista no exhaustiva es la siguiente: pan, pasteles, biscochos, cerveza, galletas, cereales, crepes, etc. Por el lado psicosomático, estaremos siempre buscando lo mismo: el psicochoque/gluten. En la primera fila de estos psico-choques desestabilizadores, nos volvemos a encontrar con un tema muy conocido: las situaciones de separación. Desde hace algún tiempo, siempre pregunto si la persona ha estado en un internado cuando era joven. Me lo encuentro siete veces de cada diez. Cuando la respuesta es negativa busco lo mismo en los padres. En total, ¡nueve veces de cada diez! ¿Por qué? La respuesta es simple: en este tipo de establecimientos, los internos comen mucho pan
y añoran a su familia. Vamos a ver por qué. El denominador común de esta problemática podría estar representado por la simbología del pan en general. En la mayoría de las religiones el pan representa un elemento clave de la vida familiar: la reunión de todos sus miembros. Aquí hacemos una cruz, allá un rezo antes de romperlo y de repartir un trozo a todas las personas presentes alrededor de la mesa, etc. Esto ha quedado grabado en nuestro inconsciente colectivo. Además, etimológicamente, el pan ha dado la palabra «compañero»: la persona con la cual yo comparto un pedazo de pan. Por lo tanto, los panaderos estarían en parte relacionados con una especie de «reparación» de su historia personal o de la de sus ancestros que han sufrido por estar lejos de sus familias. En la práctica, nos encontramos a menudo con situaciones centradas alrededor de separaciones reales, tales como un divorcio, un ingreso en un internado o en una pensión, o una estancia más o menos larga en casa de los abuelos por razones diversas.
La señora Internado «Vengo a verle por una intolerancia al gluten. Se desencadenó hace dos años cuando todo iba bien. Tengo dolores digestivos tan pronto ingiero gluten. Es la conclusión de mi médico gastroenterólogo. Por lo tanto, debo ir con mucho cuidado con lo que como. Afortunadamente, dentro de la gran variedad de alimentos biológicos, puedo escoger.» Para poder destacar los pormenores de esta intolerancia hemos tenido que explorar todo su historial, cuyo resumen aparece a continuación. Tres episodios lo han jalonado.
Primer episodio: infancia marcada por el internado «Estaba en la escuela, en el último curso de primaria. Durante toda mi etapa escolar he sido muy buena alumna y a menudo era la primera de la clase. Pero al final del primer trimestre, era la segunda y me daba vergüenza. No me atrevía a enseñar mis notas a mi madre. Después de las vacaciones de Navidad mis padres no habían todavía firmado el boletín. El maestro me ordenó tenerlo para el día siguiente so pena de exclusión. »A la noche, me resigné a presentar mis notas a mis padres y viendo que no era la
mejor de la clase, mi madre me acompañó y pidió ver al director. Venía a comunicarle su decisión de ponerme en un internado ese mismo día. Y así es como no volví a ver a mis amigos de la infancia. Desde los diez hasta los diecisiete años sólo volvía a casa un fin de semana cada mes y durante las vacaciones escolares.»
Segundo episodio: acompañamiento a mi madre «Mi madre estaba enferma y cada vez más impedida. La acogí en casa con el acuerdo de mi marido y la cuidé durante unos buenos diez años. Los últimos tiempos eran muy duros para todo el mundo porque adelgazaba mucho y no comía casi nada. Tuvimos que hospitalizarla en varias ocasiones para que pudiese coger peso. Al final y a pesar de nuestra insistencia ya no se alimentaba. Murió y su cuerpo parecía un esqueleto. Esto me impactó mucho.»
Tercer episodio: fallecimiento de una pensionista «Puesto que mi marido ganaba tan sólo lo justo para vivir y con la experiencia que habíamos adquirido cuidando de una persona mayor, transformamos una parte de nuestra casa en centro de acogida. Cuidamos a cuatro abuelas y esto duró hasta que mi marido se jubiló. Más exactamente unos cuantos meses después, porque teníamos todavía una abuela con nosotros. Se llamaba Josefina. Ella también se fue en un estado parecido al de mi madre porque ya no quería alimentarse. Se negaba rotundamente. Finalmente sus hijos decidieron hospitalizarla y murió poco tiempo después.»
Interpretación Encontramos por una parte lo «clásico» del internado en el primer episodio. Como ya hemos señalado, el pan representa la reunión familiar alrededor de la mesa. Por otra parte, en los siguientes episodios aparece una problemática con la comida que llevó a su madre a un estado de caquexia y también a Josefina la pensionista. Hay que destacar que esta última falleció justamente el día del aniversario del nacimiento de la primera. Podemos pensar que las circunstancias del fallecimiento de Josefina reactivaron las relativas a su madre, centradas en torno a la comida. Vemos que hay algo así como un «precalentamiento» durante la infancia, una reactivación con la muerte de su madre y un desencadenamiento con el fallecimiento de Josefina.
Su reflexión
«No sé si usted tiene razón pero eso me recuerda algo característico de mi personalidad. Tengo dos hermanos y una hermana. Nos llamamos a menudo y yo les digo siempre que preferiría tenerlos en casa para compartir una comida. Esto me da más ánimo que cualquier otra cosa.»
La señora Rebanada Es una estudiante de biopsicogenealogía. Tiene sesenta y un años y «vivo tranquilamente mi jubilación de funcionaria pública desde hace ya algunos años. Cuando digo tranquilamente, olvido mencionar dos cosas importantes: mi poliartritis reumatoide (PR) y mi alergia al gluten. Con la primera ya me he estabilizado con un montón de remedios convencionales o no. En cambio con la segunda es como un calvario. En efecto, desde hace catorce años me veo obligada a controlarlo todo antes de comer. Cuando voy a la compra me vuelvo imbatible a la hora de detectar el menor gramo de harina, trigo, mijo, sorgo, avena o trigo candeal en las etiquetas que indican la composición de los alimentos. Puede que usted no lo sepa, pero los hay por todas partes. El elemento más desestabilizador reside en el hecho de no poder aceptar todas las invitaciones que nos hacen. En cuanto nos alejamos un mínimo de esta norma implacable, a la media hora a dos horas después me estoy retorciendo de dolor de intestinos, vomito y tengo diarrea. Mi marido lo sabe y ha aprendido a vivir con ello y sobre todo a comer conmigo». Este curso le iba muy bien a ella, porque como ya lo he mencionado, el primer contacto con la clínica psicosomática trata, entre otras cosas, del significado psicosomático de las alergias. Es el más bello ejemplo que describe esta nueva manera de acercarse a las enfermedades o a los trastornos de la conducta. Debe de estar todavía dando las gracias a la persona que le aconsejó inscribirse en estos estudios ¡porque su alergia al gluten desapareció esa misma tarde! Había empezado mis clases hablando de los casos frecuentes de una programación infantil centrada alrededor de la separación de la familia para referirme luego a los numerosos contingentes de internos, reales o simbólicos, descritos anteriormente. Aparentemente ninguna reacción había tenido lugar en ella durante mi exposición. «Esto no me dice absolutamente nada. Nunca me alejé de mis padres cuando era pequeña.» Me permití retomar todo desde el principio: «No estoy buscando sistemáticamente una historia de internado pero ocurre que muchos alérgicos al
gluten han sido separados de sus familias sin su consentimiento. Si volvemos a nuestro esquema del estresograma, podemos visualizar un sobre-estrés que podríamos traducir como «desarreglo», «fuerte desestabilización» o bien «episodio muy delicado» de la vida cotidiana, y todo eso acompañado de una imagen donde está representado un trozo de pan, una rebanada o algo de harina.» Al oír estas palabras vi como sus ojos se pusieron a brillar. Le cayeron algunas lágrimas que ella intentó torpemente enjugar. Después de algunos instantes empezó a expresarse.
«Me veo todavía ahí. Tenía once años. Estaba en la cocina. La mesa grande del comedor entre mi madre y yo. Ese día tenía que empezar la escuela por primera vez. Llevaba un vestido blanco y tenía zapatos nuevos. Mi madre me había preparado el desayuno: chocolate con dos rebanadas grandes de pan con mermelada. Mientras yo comía, ella lloraba porque estaba muy triste al verme marchar y quedarse sola en casa. Era la primera vez que nos separábamos. No había querido enviarme al
parvulario y la entrada en la escuela primaria le había costado mucho. Por un lado yo me sentía contenta de marcharme pero por otro me ponía muy triste ver llorar a mi madre. En esa situación desgarradora, no sabía qué pensar.» Eran más o menos las cuatro de la tarde. Al día siguiente, nos contó esto: «Ayer por la noche mi marido había preparado la cena: una sopa y conejo con champiñones. Muy segura de mí misma, tomé una rebanada de pan y le di un mordisco. Mi marido, asustado, abrió los ojos como platos: »—Pero, estás comiendo pan, ¡Te vas a retorcer de dolor! »—¡Sé lo que hago! —le dije en tono muy seguro. »Total, que me comí una rebanada grande de pan de pueblo. No tuve dolores y dormí muy bien, mejor incluso que otras noches. Cuando me desperté, comí otra vez pan y el resultado se sigue manteniendo.» Al mediodía fuimos a un restaurante. El menú daba a escoger un surtido de postres colocados sobre un aparador de buffet libre. Todo el mundo vio como engulló un magnífico pastel de chocolate lleno de gluten y hasta ¡se sacó una foto como muestra! Cinco meses más tarde nos dijo: «Me he olvidado de lo que significa ser alérgica al gluten.»
Alergia al alcohol En clínica psicosomática es clásico asociar el alcohol a una problemática de fusión entre el padre y la madre. En efecto, es la única bebida que reúne dos polos aparentemente opuestos: el agua y el fuego. El elemento «líquido» se acerca al arquetipo materno: agua, luna, lo que baja a la tierra, el principio femenino universal. Por su lado el elemento «fuego» es considerado un arquetipo masculino: sol, calor, lo que sube al cielo. Asimismo los indios americanos hablan del «agua de fuego» y ésta ha sido una buena manera de neutralizarlos para poder arrebatarles sus tierras ancestrales. Los aborígenes de Australia han sufrido la misma suerte. Para ser más precisos iremos en busca de una problemática en la pareja de los padres: peleas sempiternas, divorcio, separación, etc.
La señora Champagne
Una mujer de cincuenta años presenta una alergia al alcohol. «Si sólo bebo una copa o incluso una gota, mi pecho empieza a arder. Es la principal manifestación y la sufro desde mi adolescencia. Mire, por ejemplo, la otra noche, al volver del trabajo, le dije a mi marido sin pensarlo antes: “Querido, abre una botella de champagne pues tengo mucha sed.”
»Muy sorprendido, pensó que me había vuelto loca. Después de insistirle, finalmente aceptó. Bebí una copa y luego otra, y empecé a decir tonterías. Estaba simplemente bebida y me encontraba muy bien en este estado. Mi marido sabe que eso no va más lejos y está acostumbrado a este tipo de bromas. Me dormí tranquilamente y no pasó nada durante cierto tiempo. Así que no entiendo lo que me está ocurriendo.» ¿Qué podemos hacer con este alcoholismo intermitente y por demás original? Así que nos pusimos en marcha sobre esta pista. No dio nada, pero en cambio el hablar de sus padres nos permitió encontrar un episodio impactante de su vida donde ellos ocuparon el primer lugar. Una fuerte emoción se despertó en ella. «Soy asmática desde pequeña y a los quince años tuve una crisis muy fuerte. Mis padres creyeron que iba a morir pues no conseguía respirar. Mi padre encontró una solución radical para reanimarme: abrió una botella de alcohol de quemar y me restregó el pecho con él. Como no veía ninguna mejora, encendió una cerilla y todo mi tórax se encendió. La quemadura me despertó y salí del ahogo gritando de dolor pero volví a retomar el aire.»
Aquí el análisis demuestra que esta niña grabó una suerte de ecuación original y muy personal: el alcohol me permitió vivir, por lo tanto es bueno para mi, le guste o no al presidente de la liga antialcohólica. Desde el punto de vista racional, lógico e intelectual, el alcohol es bueno para ella porque es el elemento esencial que la ha salvado. Por lo tanto, hoy día y de vez en cuando, recurre a esta estratagema especial cuando se desestabiliza. «Desestabilizada» significa sobre-estresada por cualquier razón. La moraleja de esta historia es la siguiente. Por una parte, ella conoce muy bien este evento que recuerda algunas veces y por otra, sabe que el alcohol la pone enferma. La magia de la clínica psicosomática es tejer un vínculo entre estas entidades aparentemente separadas. Durante la consulta, cuando ella misma pudo establecer ese vínculo preciso, y no otro pues le pertenecía en propiedad, al volver a su casa se autorizó a festejar su toma de conciencia bebiendo dos copas de champagne, una para brindar para su propia salud y otra para la de su marido.
2 Potente corticoide utilizado en urgencias con formas graves de alergias. 3 «Entrevistas psicosomáticas», Ediciones Bérangel. 4 Por extensión y en una segunda fase, servirá de ejemplo para empezar a comprender un gran número de enfermedades.
Alergia a las plantas Ahora veremos unos relatos de polen y de flores Alergia al polen de los plátanos El ejemplo siguiente demuestra que todo el mundo puede tratar psicosomáticamente la mayoría de las alergias. Este señor, por ejemplo, no es terapeuta pero se interesa mucho por la medicina psicosomática y ha acompañado a su mujer a los seminarios que di en Marsella en 2001.
Corredor de seguros y asesor financiero, su profesión le llevó a concretar una cita con una rica cliente que tenía algunos miles de euros para invertir. Ella vivía en un magnífico chalet en la Drôme de Provenza, como un pequeño castillo arriba de una colina con vistas grandiosas a las montañas. Un gran portal de hierro forjado dejaba entrever una alameda de plátanos centenarios. Escuchemos el relato de la señora Plátano.
La señora Plátano «Aparqué el coche delante de la escalinata de la mansión y vi como mi cliente me esperaba de pie con una caja de kleenex en la mano. Estábamos a mediados de abril y pensé enseguida en una alergia. No hace falta un diploma para relacionar los pañuelos y una alergia, sobre todo en esta época del año. Me dio, como siempre, una calurosa bienvenida y me permití preguntarle a propósito de su alergia, que yo no conocía. —¿Qué le pasa, señora? —No me hable, me he vuelto alérgica al polen de los plátanos. Además, el especialista me ha aconsejado que los tale todos. ¡Completamente inconsciente! Son centenarios y mis antepasados se retorcerían en sus tumbas si se enterasen. No puedo hacer eso. Prefiero quedarme con mi alergia antes que cometer ese sacrilegio. —¿Desde cuándo es usted alérgica? —Sólo desde esta misma primavera. Nunca en mi vida había tenido esta enfermedad. Me cayó encima así, hacia finales de marzo. El tratamiento me produce alguna mejoría, pero no puedo pasar sin estos pañuelos. —¿Qué le ocurrió el año pasado en esta misma época? —¿Por qué me pregunta usted eso? —Pues... acabo de conocer el significado de la alergia para la clínica psicosomática. Si me lo permite, se lo quiero explicar, es de una simplicidad apabullante. —Claro, amigo mío. Si pudiese ayudarme, estaría encantada.
—En la mayoría de las alergias hay que buscar un episodio en el cual la persona ha sido afectada por un choque emocional inesperado, como cogida por sorpresa, y la consiguiente onda de choque no ha podido ser encauzada por los recursos habituales. En otras palabras, esta onda de choque ha sobrepasado sus mecanismos de defensa. En ese mismo momento, el cerebro ha percibido una especie de peligro extremo viendo llegar esta oleada conflictiva emocional que invadía y desestabilizaba la fisiología habitual. Ha registrado entonces cierto número de parámetros gracias a las informaciones proporcionadas por los cinco sentidos y por el pensamiento. En su caso, ha debido captar el polen de los plátanos a través de las mucosas y de la piel. Un complejo, compuesto de dos elementos indisociables «episodio desestabilizador-polen de los plátanos» se grabó así en su memoria celular. »Más adelante, cuando los censores registraron el polen de los plátanos, el cerebro desencadenó el plan ORSEC que, aquí, es su crisis alérgica. Su biología le ha avisado tan sólo que seguía existiendo un peligro. Por esta razón, para la clínica psicosomática, una crisis alérgica no es más que una bocina de alarma para evitarle hundirse de nuevo en ese recuerdo desagradable. ¿Que ocurrió para usted el año pasado en esta misma época? —No me hable. Estaba aquí, en el porche, como ahora. Era la una y media del
mediodía. Hacía muy buen día y un poco de viento. Mi marido me anunció que me engañaba con su secretaria y que me dejaba para irse a vivir con ella. Como bien lo dice usted, ¡vaya sorpresa! No me lo esperaba en absoluto porque todo iba, con normalidad. Hacía más de cinco años que estaban juntos y ¡nunca me lo había imaginado!» Esta conversación se transformó al poco rato en una sesión de psicoterapia y el agente en inversiones financieras escuchó simplemente a la señora sin darle a conocer las últimas oportunidades bancarias, pues las circunstancias no eran muy adecuadas. Tiempo después, ella lo volvió a llamar: su alergia había mejorado mucho y así… ¡él pudo firmar varios contratos!
La señorita Plátano Volvamos a encontrarnos con la encantadora joven de la demostración de la primera parte. Presenta una alergia al polen de los plátanos que varios paquetes de pañuelos sólo ayudan a contener. No hay resultados, a pesar de los tratamientos antialérgicos prescritos por su médico. El tratamiento de desensibilización practicado durante tres años tampoco ha dado resultado. Veredicto: evitar los plátanos y tomar antihistamínicos de forma preventiva todos los años. Una vez hecha la exposición habitual de introducción, fuimos en busca de su ecuación psicosomatemática personal:
Plátano = Psico-choque emocional original desestabilizador En pocos instantes le vino todo a la conciencia, sobre todo ciertos episodios de su infancia. «Por mi madre no sé mucho, pero estoy segura de que mi padre nunca me quiso. Puedo citar muchas pruebas. La más significativa se refiere a los regalos de Navidad o de cumpleaños. Él prefería a mi hermana mayor a quien colmaba de ternura y atenciones. Siempre me estaba comparando con ella en todo: belleza, elegancia, resultados escolares, alegría de vivir, desarrollo intelectual, etc. He sabido más tarde que él quería tener un solo hijo, preferentemente una niña. Mi madre quería un niño y, mala suerte para los dos, llegué yo. Me llamaron Dominique. Así no podían
equivocarse. Además, mi hermana y yo nacimos con dos días de diferencia y festejábamos nuestros cumpleaños el mismo día, el 15 de abril, el día de mi hermana, por supuesto. »En relación con el famoso psico-choque, lo veo, o más bien los veo, como si fuese ayer. Yo lloraba a menudo, sola en mi habitación, cuando me dolía alguna injusticia. Cuando tuve ocho años, el día de «nuestro» cumpleaños, ese sentimiento de injusticia fue muy fuerte. Ella había recibido varios regalos: una magnífica muñeca con sus ropitas, un neceser de maquillaje y un vestido. Por mi parte, un único paquete me esperaba: ¡un libro sobre animales salvajes! Tuve que aguantar las lágrimas durante toda la comida. »Después del postre me fui al jardín y lloré con la cabeza apoyada en el único árbol que había ahí: un plátano en plena floración. Comencé a hablarle a menudo y se convirtió en una especie de confidente a lo largo de los años. Si lo he entendido bien, mi cerebro grabó en el mismo momento una extrema tristeza y el polen de plátano que me caía encima. Y si he entendido todavía mejor, son estos recuerdos de injusticia y de tristeza los que me envenenan la vida y la nariz hasta ese punto.» Otro relato de plátano: «Cuando era adolescente, salía con un chico y nos encontrábamos en el parque del pueblo, en un banco apartado, debajo de un plátano. Después de varios meses de relación, él me dejó. Yo no me lo esperaba en absoluto y eso ocurrió bajo el plátano. Creo que ahora ya ¡basta con esas viejas historias!» La determinación de sus palabras me demostró que esta jovencita iba a curarse rápidamente. Y así fue, esta alergia se volatilizó tan deprisa como el voleo del polen: con un golpe de viento. Debemos recordar que algunas veces estamos enfermos por las consecuencias de sentimientos desestabilizadores ocurridos durante nuestra infancia y que nos siguen marcando. A menudo es nuestro niño interior quien sufre y cuando el adulto se da cuenta de ello y toma conciencia mediante un proceso de esclarecimiento, estos episodios parecen compararse a «tonterías sin importancia» que no tienen razón de ser hoy día. El distanciamiento puede producirse sólo porque está amasado dentro de una pasta de convicción absoluta y el síntoma/reflejo de la problemática ya no sirve para nada. Éste desaparece y la carga emocional vinculada se disipa como las nubes en el viento.
Alergia al ciprés Empecemos con la historia de la señorita Ciprés hecho por Christian Flèche. A
continuación Didier Sevin seguirá con la de la señora Listón y después volveremos a encontrarnos.
La señorita Ciprés La señorita Ciprés tiene dieciocho años. Está muy enamorada de un muchacho. Hace algún tiempo que salen juntos. Un buen día de primavera, sentados en un banco cerca de un ciprés, el joven le anuncia que su padre ha cambiado de trabajo y que van a tener que mudarse, y se pone a llorar en el hombro de su Dulcinea. Escondiendo su pena, ella quiere animarlo pues lo quiere profundamente. Reprime su propio dolor y lo tranquiliza diciéndole que se escribirán, se llamarán y que se verán durante las vacaciones, pero se siente destrozada.
Hoy esta mujer de treinta y cinco años se ha casado con otro hombre y tiene dos hijos. Está enamorada de su marido pero, de vez en cuando, piensa en su primer amor y su recuerdo vuelve a ella con toda su lozanía y dolor. La emoción sigue intacta. A partir de aquella edad y cada año, cuando entra en contacto con el polen de ciprés, empiezan los picores en sus ojos. El psico-choque emocional se representa aquí por una actividad conflictiva centrada alrededor de la separación de orden visual. Volver a encontrar este evento, evidentemente, es liberador.
La señora Del Listón Tiene más de cincuenta y cinco años y empezó su carrera de alérgica al ciprés hace casi veinte. Múltiples hipótesis fueron mencionadas pero ninguna de ellas se correspondía con su problema. Yo me encontraba bastante molesto, y agotados mis argumentos —búsqueda del psico-choque con un raíl donde figurara un ciprés, o un mueble de ciprés entre otras cosas—, le hablé de su marido. La mujer relata entonces lo siguiente: «justo después del nacimiento de nuestra hija mayor, tuvimos que cambiar el techo de nuestra habitación. Mi marido se fue en busca de madera de ciprés y empezamos a instalarlo. Yo le pasaba los listones y los clavos para fijarlos sobre las viguetas. De repente se puso muy nervioso. Nunca lo había visto así. Tuvimos que parar porque se había puesto frenético. Para mí fue un verdadero choque verle así, él que parecía tan delicado y buena persona. Nunca me atreví a volver sobre el asunto más adelante aunque me había impactado muy fuerte».
Los resultados clínicos son claros: ¡resolución de su problema alérgico! Sigamos con nuestro periplo. Algunas veces, para poder comprender una alergia al ciprés, basta con contestar esta simple pregunta: ¿Dónde encontramos
normalmente estos árboles? La respuesta es fácil: en los cementerios. Lo mismo ocurre con especies como las tuyas o los cedros. Es bien sabido que estos sitios tienen la reputación de ser tristes, sobre todo los días de entierro. Largos cortejos fúnebres siguen el ataúd del ser querido. La tristeza está presente en todas las caras. Los llantos, los desgarros, los gritos de desesperación, los sollozos se mezclan con los pólenes que asciendan en volutas por el aire enlutado. Como todos los ejemplos anteriores lo han demostrado, la ecuación psicosomatemática de esta alergia, Ciprés/Dolor moral, pena, etc., puede verse fácilmente. Otras veces no es tan simple y debemos ir a explorar otros capítulos de la vida de la persona en cuestión. En primer lugar, el estudio de la psicogenealogía es sumamente valioso pues nos puede revelar los trabajos de duelo que no se hicieron en relación con uno o varios fallecimientos y que han impactado al clan familiar al cual la persona alérgica está transgeneracionalmente vinculada.
Alergia a las mimosas Es una curiosa y apasionante historia porque varias consultas han sido necesarias para poder llegar al meollo de la cuestión. Ella era alérgica en cierta manera… Pero no, les voy a dejar leer el relato hasta el final para no quitarle su buen sabor. Les presento a la señora Mimosa del Norte.
La señora Mimosa del Norte Nació en el norte de Francia, en Lille para ser exacto. Creció ahí y estudió sin desplazarse más allá de doscientos kilómetros de su ciudad natal. Para las vacaciones acostumbraba a frecuentar las playas de Dunkerque o de Boulogne-surMer. Dicho de otra manera, tenía los pies bien enraizados en su tierra y no sabía mucho de la Francia «de abajo» o más bien de la del Sur. Pero el azar hizo que se encontrara con un joven estudiante en medicina oriundo de Niza y que había venido a perfeccionarse en el servicio de neurocirugía dirigido por uno de más grandes especialistas en hernia discal. Una simple historieta de amor de paso se convirtió pronto en un verdadero idilio. Al cabo de un año, terminadas las prácticas, el caballero tuvo que volver a su tierra. Fue un verdadero desgarro para esta hija única y joven huérfana de padre. Tenía que dejar a su madre gozar sola de las alegrías de la jubilación a la que acababa de acceder después de cuarenta y cuatro años de buenos y leales servicios en la industria textil. «No podía pedir a mi compañero que la lleváramos con nosotros pues había decidido seguirle a él y disfrutar del cielo azul que la gente del norte sólo tiene en los ojos. Cuando llegué a Niza en septiembre, encontré fácilmente trabajo como secretaria. Todos los días llamaba a mi madre, que llevaba una vida tranquila de jubilada recién estrenada. Ella tenía sus costumbres y se veía regularmente con sus amigas y compañeras de trabajo. Por nuestra parte, vivíamos en una casita en lo alto de Niza y yo pasaba mucho tiempo en el jardín cuidando de las flores. A finales del otoño empecé a estornudar cada vez más fuerte y a sonarme todo el día. Desde ese primer invierno me volví alérgica a las mimosas. »Cosa extraña e intrigante para el Jefe de Servicio de dermatología/alergología conocido de mi compañero, yo nunca había estado en contacto con este árbol. Era como un enigma alergológico, pero las pruebas eran indiscutibles y el profesor decía que ser alérgica a las mimosas en Niza era como serlo a ¡los mejillones con patatas fritas en Lille! »Probamos todas las terapias posibles y cada año hacía mis reservas de pañuelos desechables a pesar de los medicamentos. Una compañera de trabajo conocía la clínica psicosomática y me dijo que con este método se podían curar las alergias.» Antes de seguir adelante, quisiera hacer una pequeña rectificación. La clínica psicosomática no es un método sino simplemente una teoría, una nueva manera de ver el origen, o más bien los orígenes, biológicos y psicosomáticos posibles de una
patología. Como siempre, empezamos con un cursillo sobre fisiología biológica con el fin de encarrilar a la señora Mimosa en la avenida correcta. Aparentemente se quedó en la rotonda de la Alergia a las mimosas y después de varias consultas sin resultados convincentes, volvimos a empezar desde el principio. La respuesta se desarrolló a partir de la pregunta siguiente: ¿Cuál ha sido el drama más grande de su vida, su peor recuerdo? Su respuesta fue doble: «El primer drama de mi vida fue el fallecimiento de mi padre, pero no me acuerdo de ello en absoluto. Yo tenía dieciocho meses cuando sufrió un grave accidente de coche. El segundo fue mi marcha de Lille hacia Niza siguiendo a mi futuro marido. Estaba a la vez feliz de marchar para ir a vivir mi flamante historia de amor pero al mismo tiempo me sentía culpable de dejar a mi madre a más de mil kilómetros de distancia. Sabía que no la vería a menudo y pensaba en ella constantemente. La llamaba cada día y en cuanto me era posible, dejaba a mi marido en Niza porque él no podía abandonar demasiado tiempo a sus pacientes». Un pequeño ejercicio de visualización nos permitió descubrir el origen de su alergia a las mimosas. Le pedí que recordara las sensaciones que había tenido en el momento de su partida y que visualizara a su madre entonces. «Yo lloraba y ella también. Cuando la veo siempre me vuelve la misma imagen: está ella en la cocina preparando la comida y siempre llevaba el mismo delantal que le encantaba. Era de color crema con… unas mimosas dibujadas.»
Cuando pronunció la palabra «mimosas», su mirada se aclaró a pesar de las lágrimas provocadas por el recuerdo. Acababa de hacer la relación entre su psicochoque/separación de su madre y su alergia a las mimosas que adornaban el delantal de su madre. Esta toma de conciencia fue el origen de la curación de su enfermedad… imaginaria.
Alergia a las rosas Varios ejemplos de alergia a las rosas han sido elucidados con buenos resultados clínicos. Normalmente se suele encontrar un psico-choque asociado a estas flores. Imaginen a un jovencito con un ramo de flores recibiendo una calabaza por parte de su Dulcinea después de haberse declarado. Bien lo cantó Georges Brassens cuando se inspiró en ello: «Avec mon p’tit bouquet, j’avais l’air d’un con, ma mére. Avec mon p’tit bouquet, j’avais l’air d’un con» (Con mi ramito yo hacía el burro, madre mía. Con mi ramito, yo hacía el burro).
En otros casos, no es la flor sino el nombre «Rosa» el que se ubica en primer plano de la problemática. A menudo Rosa es una persona por quien sentimos afecto, como una abuela adorada que, para nuestro pesar, murió demasiado pronto. Aquí tenemos otro relato de Rosa, la mujer del señor La Flor, quien se curó solo, después de haber asistido a una conferencia sobre el tema.
El señor La Flor «Yo era alérgico a las rosas. En unos minutos se me podía desencadenar una rinitis aun sin saber que había rosas en la proximidad. Estornudos, nariz tapada y picores en los ojos eran las señales principales. Busqué al comienzo un psicochoque/rosa pero no encontré nada. En cambio, en cuanto hice la asociación entre la flor y el nombre de mi ex mujer, mi alergia se volatilizó. En efecto, he vivido con ella durante más de quince años y hemos tenido tres hijos. Los últimos años fueron un infierno para mí. Ella tenía unos celos tremendos y lo controlaba todo, hasta mi ropa. El ambiente empezaba a ser verdaderamente insoportable y decidí divorciarme. Fue peor y entendí entonces que me quería siempre a su lado como un perro faldero. Cuanto más me rebelaba, más quería vigilarme. Al cabo de algún tiempo ya no podía soportarla y empecé los trámites del divorcio. Fue una verdadera lucha y me montó las mil y una con falsos testimonios, etc. Por fin, eso duró más de dos años, me fui definitivamente de casa para vivir con más sosiego. Fue después y poco a poco que se declaró mi alergia.»
Alergia a los animales El gato, el perro y el caballo se consideran animales agradables. Ciertas civilizaciones los veneran. Así, el gato goza de un lugar privilegiado en el Antiguo Egipto y los ingleses respetan como nadie a su amigo el caballo. Sin embargo, si una persona, en particular un niño, es alérgica a los pelos de su mascota favorita, la historia cambia pues la evicción es palabra clave de los alergólogos. Ante ello nos hacemos la pregunta siguiente: ¿Cómo puede ser que este animalito tan simpático se vuelva de la noche a la mañana el origen y la causa de ciertas reacciones alérgicas?
La teoría clásica nos dice que es una cuestión de sensibilización progresiva. Por nuestra parte vemos las cosas de otra manera. Esta sensibilización es más bien mental ya que un psico-choque ha sido asociado a este animal, cuyos pelos no son más que sus representantes. Por lo tanto, este tipo de alergia nos hará ir en busca de uno o varios episodios donde intervengan estos animales y en los cuales se han alcanzado numerosas curaciones . Aquí tenemos el estresograma que nos encontramos habitualmente. En primer lugar, veamos el relato de una alergia a los pelos de perro y de gato
que ha sido curada. La recuperación de la curación es actualmente de dieciocho meses sin crisis.
Alergia al pelo de perro y de gato Un día, una participante en un seminario me hace una pregunta referente a la alergia a los pelos de perro y de gato. En primer lugar le explico de nuevo el mecanismo psicosomático de las alergias en busca del acontecimiento desestabilizador donde el papel principal sea desempeñado por un perro o un gato. Sus reflexiones no dieron fruto alguno. Pido a los demás que reflexionen sobre la simbología general de estos animales. La respuesta tomó cierto tiempo en llegar: el perro y el gato representan el hogar familiar en el sentido amplio de la palabra. ¡En la imagen clásica el padre fuma su pipa, la madre lee un cuento a los niños, el gato sobre las rodillas y el perro a sus pies, todos juntos alrededor de un buen fuego en la chimenea! De todo ello emana dulzura, afecto y ternura. Por lo tanto, el gato y el perro pueden ser asimilados al bienestar familiar. Edith Brodsky seguía el debate atentamente puesto que debía atender a una paciente con este tipo de alergia a la semana siguiente. Escuchémosla: «Le dije exactamente lo que acababa de aprender y cuando evoqué el bienestar familiar, esta persona recordó algunas cosas con cierta emoción. Había hecho un acercamiento entre su alergia y «su drama» de niña. Algunos meses más tarde, recibía esta carta de la señora De los Pelos.
La señora De los Pelos «Yo tenía alergia a los gatos y a los perros. Durante una consulta comprendí que esta alergia tenía su origen en una situación de separación en relación con mi familia. Tenía asma desde los tres años y esta asma estaba vinculada a un tío abuelo que había sido gaseado en la Primera Guerra Mundial. Para tratarla me mandaron a un hospital de niños sin avisarme, haciéndome creer que marchaba de vacaciones con mis padres. Por lo tanto tuve un choque importante cuando mis padres se fueron dejándome en el hospital a cargo de una señora. No entendí lo que ocurría. »Mientras estuve ahí todo fue bien, pero en cuanto volví a casa de mis padres mi
asma se duplicó. Reencontrar la casa y mis animales favoritos hizo que las crisis aumentasen. »Después de tal toma de conciencia tuve dos oportunidades para probarme. Por una parte, en las Navidades estuve en contacto con un perro. Como siempre llevaba conmigo un antídoto pero me di cuenta de que ya no lo necesitaba. No tuve asma, ni mocos y tampoco me lloraron los ojos. Lo interesante es que el perro parecía muy atraído por mí, puesto que se pasó los cinco días acostado en mis pies. »Por otra parte, más adelante fui a casa de una amiga que tiene ¡diez gatos! No estuve en contacto directo con ellos pero el olor y los pelos estaban por toda la casa. Tuve exactamente la misma experiencia, es decir, que tampoco caí enferma. Así que quiero decirles que esto funciona y también darles las gracias.»
Durante un curso sobre terapéutica, una curación instantánea tuvo lugar en un trío de participantes supervisado por Jean-Jacques Lagardet. Una de los asistentes quiso explorar su alergia a los pelos de gato. Este caso clínico es uno de los más simples, como se darán cuenta.
La señora Del Gato «En cuanto entro en una casa donde hay un gato, empiezan a picarme los ojos, mi nariz se congestiona y estornudo. Hace muchos años que estoy así.» La primera y única pregunta que se le hizo fue: «¿Hubo algún drama con un gato
en su vida?» Rápidamente un recuerdo de la infancia afloró a su mente: «Tenía nueve años. Volvía del colegio y a algunos metros escasos de mi casa vi a mi gato atropellado en la calle. Fue horroroso. Estuve descompuesta durante meses y poco a poco fue disminuyendo». El análisis psicosomático es simple y su ecuación psicosomatemática es la siguiente:
Psico-choque/alérgeno = Imagen horrible de su gato atropellado, por lo tanto los pelos de gato le recuerdan ese mismo psico-choque.
Los ojos llorosos y con picores nos indican que la banda de vídeo está afectada. Es una visión calificada como «horrible». La nariz congestionada y presa de estornudos nos lleva hacia la banda olfativa cuyo significado podría ser: no quiero estar más en contacto con este re-sentido y deseo expulsarlo de mi cuerpo. Resultado clínico: la misma tarde, acariciaba una gata muy bonita, dueña del lugar del seminario. A su vez, Jean Platon me relataba una historia bastante original donde intervenía el señor Del Gato.
El señor Del Gato Durante una sesión de psicoterapia el señor Del Gato me habla de su alergia a los pelos de gato. «Tan pronto entro en una habitación donde ha estado un gato, los ojos empiezan a picarme. Progresivamente me pongo a llorar, mis ojos se hinchan y se ponen muy rojos. Siempre pasa lo mismo. Así que puedo detectar el mínimo pelo de gato en una casa o en un piso. Inútil añadir que los evito tanto como me es posible. Hace mucho que dura eso y no recuerdo la fecha de cuando empezó. Pienso que se instaló poco a poco sin que yo me enterase. De todas formas hoy llevo la etiqueta de «alérgico a los pelos de gato». Como puede imaginarse, he seguido muchos tratamientos, pero sin éxito. Mejoran un poco la situación eso es todo.» La particularidad de este caso clínico reside en el hecho siguiente, que confirma la teoría psicológica de la alergia. De nuevo aquí hemos encontrado el dúo clásico de la alergia: represión y desplazamiento. Después de haberle explicado algunos pormenores, evoca a su abuela materna. Él la quería mucho. «Pasaba muchos días en su compañía pues me acogió desde que nací. Vivía cerca y a menudo, después del colegio, pasaba por su casa donde me esperaba una merienda. Aún adolescente no podía dejar de pasar por su casa después del colegio y más tarde después del instituto. Siempre estaba de buen humor y dispuesta a ayudarme si podía. Era una verdadera abuela adorable. Murió cuando yo tenía veintiún años. Fue un verdadero choque para mí aunque fuese lógico; tenía ochenta y ocho años. Conservo una imagen grabada en mi memoria: sentada en su sillón con su gatito ronroneando en sus rodillas. Adoraba a los gatos y tuvo varios a lo largo de su vida». Vemos perfectamente que su sufrimiento estaba en parte relacionado con el duelo de la muerte de su abuela querida. Uno de los mecanismos de defensa de nuestro inconsciente es el desplazamiento, perfectamente descrito por Sigmund Freud. Consiste en ocultar un acontecimiento psíquicamente doloroso y reemplazarlo por un elemento del entorno totalmente banal. En su imaginario, él recuerda a su ser querido asociándolo con un gato. Desde un punto de vista económico, es más fácil «enfrentarse a la realidad del fallecimiento» dirigiendo la conciencia hacia el gato asociado a su vez con la abuela. De esta manera, el sufrimiento no se ve reactivado. En otros términos, el inocente gato recuerda a la abuela muerta y reactiva el sufrimiento inconsciente. La manifestación clínica centrada alrededor de los ojos recuerda simplemente que el impacto emocional se metabolizó por esta parte del
cuerpo. ¿No decimos acaso «perdido de vista»? Esta toma de conciencia, unida a un clásico acompañamiento de duelo, le llevó a una curación definitiva. Veremos ahora dos ejemplos de Christian Flèche: La Gata Pesada y el Gato Blanco y Negro.
La Gata Pesada Una niñita adora a su gata, pero el animal molesta mucho a su padre, que ya no lo soporta. Una noche mientras la niña duerme, decide poner la gata en el maletín del coche y alejarse de la casa. Conduce durante más de una hora, se detiene cerca de un bosque y abre el maletín. Aterrorizado, el animal huye de inmediato. El hombre vuelve tranquilamente a su casa después de ejecutar su faena. Al día siguiente la niña busca su gatita y el padre, mintiendo, le propone ir en su busca. Después de más de dos horas sin resultado, la niña se pone a llorar. «No volveré a encontrar a mi michina, han debido de atropellarla.» Un mes más tarde se oye un maullido detrás de la puerta. Loca de alegría la niña abre y reconoce su animalito, esquelético. Lo toma contra su pecho para mimarlo y protegerlo, y algunas horas más tarde la gatita muere en sus brazos. Por segunda vez se siente separada de manera conflictiva. Más adelante y cada vez que entra en contacto con un gato sea cual sea, una gata o un gatito, una alergia se manifestará con el aspecto de una rinitis.
El Gato Blanco y Negro Un joven es alérgico a los pelos de gato pero no de cualquier gato. Su alergia se manifiesta sólo en presencia de gatos que tienen dos colores: blanco y negro. Es alérgico a los pelos del gato de su amiga pero no al gato de su cuñado, que es de un solo color. No entiende en absoluto el porqué. Ha encontrado un acontecimiento importante que había permanecido oculto por completo y me confía un recuerdo de la infancia bastante cruel. Cuando tenía diez años mató a su gato blanco y negro ahogándolo bajo su almohada. Nunca entendió el porqué de este gesto pues se sentía fuera de sí. El gato murió, el joven salió de su trastorno pasajero, puso el gato en una
bolsa que tiró a la basura. Finalmente para él la ecuación alérgica es la siguiente: gato blanco y negro =«estoy loco». Veamos ahora el caballo, amplia fuente de rinitis, conjuntivitis, picores y otras manifestaciones desagradables.
Alergia al pelo de caballo
La señora Caballo
Una mujer viene a verme por una alergia al pelo de caballo que tiene desde los dieciséis años. Me cuenta que siempre le han gustado los caballos. «Es una pasión para mí desde que era una cría. Me fascinaban y de pequeña le pedía a mi padre que me llevara a verlos al club cerca de casa. No más alta que un tapón, empecé mi carrera de amazona familiarizándome con los ponis. Más adelante, el día de mi undécimo cumpleaños, el monitor me autorizó a montar un caballo y ése fue mi más bello regalo de cumpleaños.» Desafortunadamente, cuando cumplió los dieciséis se volvió de repente alérgica al pelo de caballo. Una enorme rinitis así como picazones la afectaban mucho a pesar de los antihistamínicos que le recetaban. «Me rasco y me sueno en cuanto entro en contacto con el pelo de caballo. Algo curioso: estas manifestaciones pueden ocurrir también cuando veo una competición por televisión y entonces ya no cuento los pañuelos que gasto.» Su alergólogo le había aconsejado anteriormente no acercarse a los caballos. Lo hemos visto al principio de este libro: la evicción del alérgeno es el primer acto terapéutico propuesto por la facultad de Medicina. «Imposible para mí. Es como pedir a un andaluz que no coma chorizo o a un magrebí que no pruebe más el cuscús. Un tratamiento de desensibilización de más de tres años tampoco dio resultado. La única posibilidad que me quedaba era tomar medicamentos y sonarme repetidamente.» Transcurridos los preliminares, fuimos en busca de su propio psico-choque emocional desestabilizador. En muy poco tiempo ella, que daba vueltas en su carrera de la alergia al pelo de caballo, hizo bruscamente un quiebro y enfiló hacia el camino del bosque. «Algunas semanas antes de la primera crisis y como todos los domingos por la tarde, me preparaba para hacer un paseo solitario a caballo cuando un señor, jinete mayor del club, se ofreció a acompañarme. Inocentemente acepté y nos dirigimos hacia el bosque que lindaba con el club de equitación. Yo lo conocía bien, todo el mundo lo consideraba muy buen jinete. No sé lo que le pasó, pero cuando estábamos bastante lejos del club quiso acorralarme contra una barrera con su caballo. Quedé bloqueada con el caballo por medio sin poder huir. De haber estado a pie hubiera sido más fácil y más simple para mí: podría haber forcejeado y huido a toda prisa. Me sentí muy angustiada pues no podía hacer avanzar a mi caballo, que además se había puesto muy nervioso. El caballero empezó a tocarme los pechos y yo grité. Jamás había gritado tan fuerte. Él se sorprendió y aproveché ese breve instante para librarme y salir al galope. Creo que hubiera podido ganar cualquier carrera ese día.
Nunca había galopado así en mi vida. Afortunadamente, conocía muy bien a mi caballo, que me obedeció a pies juntillas. De vuelta al club no tuve el valor de contárselo a mi monitor y me lo callé. Nadie lo sabe y es la primera vez que se lo digo a alguien.»
Resumiendo: Pelo de caballo = Recuerdo del sobre-estrés primario— engendrado por un intento de tocamiento por parte de un viejo jinete lúbrico. La mejoría se manifestó muy rápidamente gracias a una toma de conciencia y a un pequeño ejercicio que le aconsejé:5 «Cada vez que vayas al club, vuelve a pensar en este episodio y dile a tu cerebro que hoy estás perfectamente segura.» Varias lecciones se sacan de este ejemplo. Primera lección: el alérgeno es significativo. Sin caballo este estrés no se hubiese producido. Segunda lección: no se trata de un conflicto de separación sino de un conflicto por contacto impuesto. Tercera lección: hasta esta sesión, el acontecimiento había sido reprimido durante muchos años. A pesar de todo, ella había vuelto a ver a ese hombre a menudo puesto que frecuentaba el club asiduamente. Sin embargo, lo había borrado todo de su mente para no estar nunca más en contacto con ese estrés ingobernable. La magia de la clínica psicosomática operó de nuevo y siempre en el mismo sentido: establecer un vínculo significativo para la persona entre dos elementos aparentemente separados: el psico-choque y la alergia.
5 Se desarrollará esta tabla terapéutica más adelante, al final del libro.
Alergia a los elementos Éste es un apartado curioso puesto que el origen de estas alergias pasa generalmente desapercibido a los ojos de la mayoría. El interés de esta manera de interpretar las alergias toma aquí todo su sentido. Trataremos la alergia al agua, al sol y al metal.
Alergia al agua En primer lugar la «utilidad» psicosomática de ser alérgico al agua reside en el hecho siguiente: debo evitar el contacto con este elemento porque lo he memorizado anteriormente como estrechamente vinculado a una fuerte actividad conflictiva, y representa el raíl principal de mi alergia. Por lo tanto, acuden directamente a una mente despierta las memorias de accidentes tales como inmersiones en submarinismo, ahogo, suicidio, asfixia, tanto biográficas —pertenecientes a la propia historia de la persona afectada— como transgeneracionales —pertenecientes a la historia familiar. En segundo lugar, el agua es el símbolo arquetípico universal de la madre. Está asociado a la luna, a las mareas, a los flujos y reflujos. Buscamos pues una problemática ligada a la madre o a la función materna. Habitualmente encontramos separaciones causadas por enfermedades, hospitalizaciones, divorcios o defunciones prematuras. En el lado opuesto, el sol es el representante del padre y de la función paterna.
La señora Piscina Una encantadora mujer de treinta y cinco años se queja de ser alérgica al agua. Para precisar, es alérgica al agua de piscina. «En cuanto meto un pie en el agua, se enrojece y me pica. En cambio, puedo bañarme en la bañera o disfrutar en el mar pero me es imposible meterme en una piscina. Cuando era joven, he sido monitora de natación en un centro situado al borde de un lago. El encargado nunca entendió cómo yo podía vigilar a la gente que se bañaba ahí si era incapaz de ocupar el mismo
puesto de trabajo en una piscina. Quiero confesarle que tampoco yo he entendido nada. Pero he conseguido hacerme a la idea». Una vez más, iremos a buscar en su historia o en la de su familia un episodio impactante donde el elemento «piscina» o bien «agua de piscina» ocupe un lugar primordial. Aquí tenemos la respuesta:
«Yo tenía doce años cuando ocurrió el drama. Se trataba de mi primo hermano, el hijo mayor de mi tía materna, con quien tenía un vínculo muy fuerte pues prácticamente nos habíamos criados juntos. Teníamos la misma edad y nos veíamos cada miércoles y los fines de semana. Un domingo decidimos ir a bañarnos a la
piscina municipal en compañía de otros alumnos de su colegio. Había mucha gente y hacía muy buen tiempo. Era yo muy tremenda y me apuntaba a todas las actividades: carreras, chapuzones, pelota, concursos de natación bajo el agua, etc. Había mucho movimiento alrededor de nosotros. En un momento dado, nos echamos agua simulando una batalla. Mi primo estaba enfrentado a otro chico que le metía la cabeza bajo el agua y unos cuantos fuimos a defenderlo. La lucha estaba en su apogeo y nos subíamos unos encima de los otros haciendo olas. Eso duró algo más de cinco minutos. Cansados, nos dirigimos hacia el borde de la piscina, pero él no estaba entre nosotros. Vimos su cuerpo en el agua pero era demasiado tarde. El monitor lo intentó todo para reanimarle y la asistencia sanitaria no llegó con suficiente rapidez. Murió ahogado.» Veamos su estresograma personal:
La señora Del Baño «Ni siquiera puedo lavarme como todo el mundo. Cojo una esponja, la mojo y tengo que lavarme así. Si tomo una ducha, me entra angustia y puedo llegar hasta el ataque de pánico. Nunca bebo agua, sólo té y un poco de vino. Sería capaz de ahogarme en un vaso de agua. Mi marido no soporta más estas «niñerías», como él dice, pero es más fuerte que yo.» Cuando oigo «es más fuerte que yo» pienso lo siguiente: esta encantadora criatura ¡no puede ser impotente hasta este punto! En su cerebro inconsciente debe de existir un mensaje del tipo: está prohibido entrar en contacto con el agua so pena de peligro o más exactamente, so pena de evocar un peligro anterior donde el elemento «agua» ha sido predominante. Nos remontamos hasta la quinta generación. Su tatarabuela se había suicidado tirándose a un estanque. Christian Flèche cuenta un caso bastante peculiar de alergia al agua. Les pido que sigan su razonamiento a fin de llegar a una precisión más exacta de los síntomas. Por lo tanto, antes de empezar cualquier exploración será necesario poner cerco a todos los componentes de la patología.
El señor Tiza
El señor Tiza presenta una alergia al agua. En nuestra investigación psicosomática, lo interrogamos sobre el agua. «Desde los dieciocho años, en cuanto me lavo, poco después de la ducha, me salen manchas rojas en la piel, en particular en las manos y en la cara. Me rasco tanto que me arrancaría la piel». La sintomatología es importante en nuestra investigación pues no hay azar en la localización. En su caso, son las manos y la cara. Es curioso pues cuando se ducha todo su cuerpo está bajo el agua. ¿Por qué entonces se ven tan sólo afectadas las manos y la cara? Lo vamos a entender escuchándole. ¿Es alérgico a cualquier tipo de agua? No, porque cuando se ducha en una región de Francia donde el agua contiene poca caliza, no tiene ninguna alergia. Por lo tanto no es alérgico al agua sino al componente calizo del agua. ¿Qué ocurrió a la edad de dieciocho años? Antes sólo se duchaba dos veces a la semana pero al llegar a esa edad tomaba dos duchas diarias pues empezó a hacer deporte de forma intensiva. Debía lavarse mañana y noche, por lo tanto saturaría su cuerpo de cal. Según él, nada más específico le ocurre. En cambio, si exploramos sus ciclos celulares biológicos memorizados, según los trabajos de Marc Fréchet, encontramos la edad de nueve años.6 Rememora entonces un acontecimiento dramático. «Ocurrió en primaria, durante una clase. El maestro me había pedido que fuera a la pizarra para corregir un ejercicio de matemáticas. Cogí una tiza (caliza) y empecé a escribir el enunciado del problema planteando las operaciones a efectuar. Me equivoqué de forma lamentable y no sé lo que le pasó al maestro, pero empezó a ridiculizarme delante de toda la clase hasta que me puse rojo de vergüenza y emoción. No sabía dónde meterme y lo único que quería era bajar de la tarima, lejos de la pizarra, tirar la tiza al patio y huir de ese ambiente, de esa atmósfera espantosa.» No es la tiza la culpable, la malvada o la responsable de su malestar, pero si no se hubiese equivocado en la pizarra, el maestro no lo hubiera ridiculizado. Por lo tanto, podemos encontrar un desplazamiento sobre la tiza que toma un cariz negativo en términos de vergüenza: «no quiero estar en contacto con». Aquí, en esta alergia, la caliza contenida en el agua no es más que la representante de la tiza. Cuando se ducha no siente vergüenza alguna y tampoco existe una fuente particular de emoción. Pero por su parte, su cuerpo recuerda lo doloroso que fue este episodio para él.
Alergia al sol
Tal y como hemos visto en la introducción al presente capítulo, el elemento «sol» está a menudo vinculado al padre o a la función paterna. En la mayor parte de los casos, se trata de una problemática ligada a un padre ausente físicamente a causa de un fallecimiento, un divorcio o una separación. Otras veces el padre está presente físicamente en el hogar pero ausente simbólicamente a causa de una depresión, del alcoholismo o por otro motivo. Tenemos ahora cuatro relatos donde interviene este elemento. En el primero nos encontramos con nuestro amigo Michel Garlantezec.
La señora De la Boda Durante una sesión de osteopatía esta señora de cincuenta años evoca su alergia al sol. Cuando llega el buen tiempo se encuentra siempre fastidiada por los rayos solares que muchas personas esperan con impaciencia. No es su caso, pues ella los tiene que evitar de forma absoluta so pena de sufrir picores dolorosos que pueden tomar proporciones importantes. Como suele ocurrir, ningún tratamiento la había aliviado. Cuello, pecho, hombros, brazos y piernas eran los principales lugares afectados. Se veía obligada a caminar en las aceras donde tocaba la sombra y taparse hasta las muñecas, por lo que prefería llevar pantalones y se ponía unas gafas de sol casi todo el año. Es inútil decir que sus vacaciones de verano podían volverse un verdadero infierno. Por otra parte, eso era una constante fuente de peleas con su marido, quien ansiaba tumbarse en una playa del Mediterráneo. Una sola consulta fue suficiente para esclarecer su problema. Le expliqué la fisiología del fenómeno y después de algunas reflexiones se encontró recorriendo a paso largo la avenida del Sol/Padre en lugar de dar vueltas en la rotonda de la Alergia como lo había hecho durante tantos años. «El día en que más me faltó mi padre fue el día de mi boda. Han pasado más de veintiocho años y todavía hoy estoy resentida con él. Era muy religioso y muy riguroso en su práctica. Cuando le presenté a mi futuro marido se opuso enseguida a nuestro matrimonio pues mi pretendiente no le convenía en absoluto: él no era para nada religioso pero había consentido en pasar por el altar para la celebración de nuestra boda.
»Aquella mañana de junio, lucía un sol magnífico. Estábamos esperando a mis padres antes de entrar en la iglesia. Diez minutes de retraso, luego quince, veinte, treinta. El cura empezaba a impacientarse y nosotros también, sobre todo porque el sol ya no era ningún regalo: ascendía irremediablemente hacia el cenit. A mi maquillaje no le gustaba mucho el calor. Al cabo de tres cuartos de hora decidimos celebrar nuestro matrimonio sin la presencia de mis padres. Subí la escalinata de la iglesia y me encaminé por el pasillo central sin mi padre. ¡Es el padre quien tiene que llevar su hija al altar para entregarla a su futuro marido!»
Teníamos ahí un serio motivo biológico para explicar esta alergia al sol pero tuve
que emplear a fondo mi arte terapéutico para que pudiese entender, en un primer momento, que su cerebro había grabado un período de sobre-estrés motivado por la espera de su padre/sol en asociación con un verdadero sol de junio que impactaba sobre su piel y su mente. Por lo tanto, cada vez que esta sensación de calor se detectaba por parte de ese mismo cerebro biológico, algo así como un llamado del acontecimiento desestabilizador se ponía en marcha en la forma más o menos intensa de intolerancia al sol. La curación se produjo a la semana siguiente. Debo decir que el terapeuta que se inicia en clínica psicosomática siempre espera estos resultados. Le otorgan más seguridad de aquí en adelante, y esto fue lo que ocurrió en mi caso.
La señora Sol No es una vidente superdotada sino una maestra y se queja de una alergia al sol que se instaló progresivamente a lo largo de su infancia. De una simple molestia al principio, se transformó en un verdadero problema dermatológico con manchas rojas y picores en las partes visibles de su cuerpo, y erupciones recubiertas de granitos feos. Como todas las personas afectadas por esta misma patología, el lugar donde pasar las vacaciones se volvía cada vez un problema. La única manera de protegerse era ir tapada con el fin de no enseñar ni un solo centímetro cuadrado de su piel. Cuando oigo «soy alérgica al sol desde pequeña», no me lanzo directamente a efectuar pruebas de alergia. No. Pregunto si hubo algún divorcio en el historial familiar, una separación o un fallecimiento. Esta consulta ilustra la «magia» del concepto psicosomático de las enfermedades. Ella, por su lado, buscaba numerosos motivos que pudiesen dar una explicación a su alergia: productos de belleza, cremas solares, composición de las prendas de vestir, etc. Esta vez fuimos directamente al grano: la problemática con el padre. «Mis padres se divorciaron cuando yo tenía doce años. Fue un auténtico drama para mi madre, quien tuvo que criarnos a mi hermano mayor y a mí. Veíamos a nuestro padre solamente durante las vacaciones escolares y lo echábamos mucho en falta. Cuando tenía quince años, se mató en un accidente de moto. Fue un verdadero choque para todo el mundo y en especial para mí. Naturalmente, lo quería como una hija puede querer a su padre».
El pequeño Sol Es la historia de un niño de cinco años, con intolerancia al sol. Escuchemos a su madre.«No me había dado cuenta antes, pero desde que su padre y yo nos separamos, su fobia al sol fue en aumento. Para ir al cole prefería andar por la acera a la sombra cuando yo prefería la del sol. Curioso: me pidió que le comprara gafas de sol en pleno invierno». Esta intolerancia al sol se difuminó en muy poco tiempo cuando su padre, informado sobre la situación conflictiva, tranquilizó a su hijo y pasó más tiempo con él. Veamos con Christian Flèche, otro aspecto de la alergia al sol. ¿Qué representa el sol? ¿De qué tipo de alergia se trata? ¿Desde cuándo? El sol puede ser también sinónimo de búsqueda de la verdad. «Quiero sacar a la luz todo este asunto» o bien de «luz/día».
El señor Ropavejero del Norte Actualmente este señor está a la cabeza de numerosas tiendas de ropa de segunda mano. Tiene una verdadera cadena bajo el rótulo «Ropa vieja del Norte». Es alérgico al sol y ése es el principal motivo de la consulta. Al principio, la búsqueda clásica del padre nos llevó rápidamente al vestuario. En cambio, su alergia —¡Argelia!— tenía un origen diferente. Tenemos que repetirlo: sólo en el historial de la persona encontraremos los nudos conflictivos. Escuchémosle, con una copa de anís en la mano y algunos kemias7 sobre la mesa. «Como se habrá dado cuenta por mi acento, soy pied-noir. 8 Yo vivía en África del Norte durante los acontecimientos de 1960. Salía con una chica de Argelia, lo cual era muy mal visto por el general Massu y sus paracaidistas. Teníamos que encontrarnos a escondidas y sólo de noche. Vernos en pleno día, a la luz del sol, era dramático pues ella estaba asustada por las posibles represalias.» Su re-sentido profundo era: «No se puede estar en contacto con el sol o nos descubrirán». Así que sólo se veían de noche, en secreto. «En esa época secuestraron a mi padre y nunca más lo volví a ver». Otro re-sentido: «No estaré nunca más con mi padre».
«Cuando los dos llegamos a Francia, enseguida nos señalaron pues vivir con una oriunda de Argelia estaba muy mal considerado por entonces. Nos vimos obligados, una vez más, a intentar pasar desapercibidos y a escondernos, por así decirlo.» Por lo tanto, estos dos re-sentidos se conjugaron en uno solo representado por el sol/luz-día-padre. Cuando tomó conciencia de ello, la mejoría de sus síntomas fue impresionante. Del sol al oro, sólo hay un paso. Christian Flèche nos lleva a su mina de casos clínicos.
Alergia al metal De vez en cuando, vemos personas alérgicas a los metales, preciosos o no. Tenemos aquí los relatos de la señora Chatarra y la señorita La Guapa
La señora Chatarra Es alérgica al metal. Le pregunto si a todos los metales. Contesta que sí a excepción del oro y la plata. «En cuanto me pongo bisutería o una zona de mi piel entra en contacto con el hierro, tengo una sensación desagradable. Si no me lo quito, aparece una roncha que va en aumento y podría rascarme hasta arrancarme la piel. Si se trata de pendientes, puede desarrollarse una infección con aparición de líquido.» Aquí pensé que el metal sólo intervenía como un desplazamiento. Detrás del síntoma había algo más. Pude así pensar en esta alergia al metal como una forma de evitar el contacto, ya que podía tratarse de una actividad conflictiva de «contacto impuesto donde intervino el metal» y no de un clásico conflicto de separación. Cuando me dijo que padecía esta alergia desde siempre, me orienté hacia una memoria transgeneracional más o menos disimulada en las ramas de su árbol genealógico.
Por lo tanto y después de estas observaciones, ella pudo recordar muy emocionada un episodio doloroso de su historia familiar: un crimen por arma blanca. Tras contactar con ello mentalmente, lo acepta, se libera y más aún cuando esta historia no le pertenecía más que a sus abuelos. He vuelto a ver a esta mujer al día siguiente, llevaba bisutería. Su cuerpo ya no reacciona pues el significado del metal ya no es el mismo: para ella los metales, fueran los que fueran, no eran ni puros ni impuros. En este ejemplo el metal tiene un sentido muy personal: ser alérgico al metal hoy soluciona el hecho de un ayer relativo a un ancestro apuñalado con arma blanca. Por lo demás, este relato hubiese podido ser aparecer en el capítulo dedicado a las alergias transgeneracionales, cuyo estresograma clínico es el siguiente:
La señora La Guapa Esta mujer es alérgica a los metales de bisutería. La estética es muy importante para ella, la belleza, la calidad, y estar en contacto con algo que no es ni oro ni plata la remite a una desvalorización estética, una desvalorización personal. Son sus
significantes propios.
6 En ciertos casos, dividimos la edad por dos para encontrar eventualmente un elemento importante en la biografía de la persona. 7 Tapas típicas del lugar. 8 Colonos franceses asentados en Algeria.
Las alergias domésticas Alergia al polvo de la casa
En este apartado empezaremos por un caso clínico que nos cuenta Jean Platon, nuestro psicólogo clínico biológico. Este ejemplo nos servirá, por una parte, de guía para entender la mayoría de las alergias de este tipo y por otra, para unir la psicología a la clínica psicosomática.
El señor Aveyron Este señor, de unos cuarenta años, vino a verme porque tenía ciertos problemas existenciales y lo ayudé durante más de un año. En el curso de una entrevista, me indicó que debía viajar a Aveyron para una reunión familiar. Le temía a ese fin de semana no por miedo a desestabilizarse mentalmente al reencontrarse con algunos
miembros de su familia, sino porque era alérgico al polvo de la casa. Sorprendido por este comentario, le pido que sea más preciso y me comunica entonces algo sorprendente: no es alérgico a cualquier tipo de polvo sino que desarrolla rinitis y sinusitis sólo cuando entra en contacto ¡con el polvo de Aveyron! Ante esta peculiaridad tan extraña y con una pequeña idea in mente, le propongo explorar algo más en esa patología, si así lo deseaba por supuesto. Aunque por entonces no era yo un gran especialista en clínica psicosomática, me interesaba por este tipo de patologías desde hacía tiempo. Partí de la siguiente hipótesis: ha debido de vivir una situación traumatizante en esa región y su inconsciente ha hecho una transposición simbólica sobre el polvo, lo que los psicólogos llaman un «desplazamiento». Por lo tanto, el polvo es sólo un derivativo para ocultar algo más importante e imposible de aflorar a la luz. No olvidemos que nuestro inconsciente tiene un papel fundamental en el proceso de protección del individuo. Por otra parte, creo que este mecanismo de defensa es el más utilizado por nuestro inconsciente en los procesos psicosomáticos. «Vivo y trabajo en Sète, al borde del mar, y me quedo ahí la mayor parte del tiempo. En cuanto subo a Aveyron, no sé por qué, empiezo a estornudar y moqueo por la nariz. Un líquido claro al principio y más amarillo a medida que va pasando el tiempo, con un dolor de fondo a la altura de los senos maxilares. Todas estas señales desaparecen a los pocos días, en cuanto vuelvo a casa. Al principio no había hecho vinculado estas alergias con el polvo típico de Aveyron. »Después de varios episodios de este tipo consulté a mi médico, quien ante las señales evidentes de alergia me aconsejó ver a un alergólogo. A raíz de tales síntomas, éste reafirmó el diagnóstico y para confirmarlo me sometió a una serie de pruebas cutáneas. No dieron resultado alguno: ni la más mínima reacción clara salvo una pequeña mancha roja indicando el alérgeno polvo doméstico. Yo seguía sin saber a qué era alérgico. Ante esta duda, me fui a ver el mejor especialista, el profesor X, de fama internacional y a quien llaman con regularidad las emisoras de radio y televisión. »Debo confesar que me tenían por un caso raro pues ninguna prueba dio positiva tampoco en este centro médico de vanguardia. Los consejos terapéuticos fueron siempre los mismos: pasar la aspiradora por toda la casa y tomar antihistamínicos. Ante la persistencia de los síntomas en cada vuelta a la casa familiar, tuve la idea de comunicarle al médico que mi alergia sólo se manifestaba en presencia del polvo de Aveyron. Se puso a reír cuando se lo dije. De hecho, me aconsejó que no volviera más por ahí, que limpiara a fondo la casa asiduamentey que tomara la medicación.
»Creo que los médicos no se dan cuenta de lo que dicen. Limpiar una casa de más de trescientos años a fondo ¡con suelos de madera! ¿No presentarme más por ahí? Imposible. Es la casa de mi niñez, donde pasaba todas mis vacaciones cerca de mis abuelos, primos y primas, de toda la familia. Usted ya sabe la importancia que tiene la familia en esta región. Por lo tanto, me resigné a sonarme y a tener dolores de cabeza durante mis visitas. Pero mantuve mis contactos familiares.»Después de haberlo escuchado atentamente, le hice la observación siguiente: «En los procesos inconscientes de defensa, existe uno en particular relativo a las alergias. Yo le propongo que considere esta alergia al polvo de la casa de Aveyron una especie de derivativo sobre el cual su inconsciente ha focalizado su economía fisiológica. En otras palabras, le pide que mire en una dirección precisa cuando en realidad la problemática se encuentra en el polo opuesto. Por consiguiente, le animo a que haga funcionar su memoria con el fin de encontrar, si lo hay, algo desestabilizador, una situación desagradable que hubiese acontecido en esta región o en esta casa precisamente». Al momento su cara se transformó. Una emoción intensa se tradujo en lágrimas y sollozos, y a continuación manifestó su enfado, su rabia.
«Fue mi tío. Yo tenía ocho años. Me violó por la fuerza aplastándome contra el
suelo de mi habitación, donde se había presentado cuando todo el mundo estaba en el jardín.» Como podemos imaginar, hubo un estrés enorme en un ambiente polvoriento que se grabó en su inconsciente.
Violación + polvo ?› Polvo = recuerdo de la violación Se entiende perfectamente que es más fácil focalizar la atención consciente sobre la palabra «polvo» que sobre «violación». Por consiguiente, en cada una de sus visitas le era más fácil dirigir toda su economía fisiológica sobre la alergia al polvo de la casa, lo que de ese modo le evitaba recordar aquel evento doloroso. Una vez más, el sistema psíquico de defensa enviaba sus mejores elementos: la represión y el desplazamiento. La terapia consistió en acompañamiento y apoyo psicológico durante unos meses. Mi experiencia clínica de más de treinta años me permite decir que uno no se repone tan fácilmente de este tipo de historias. En cambio, su alergia fue mejorando de a poco y se curó definitivamente durante nuestras últimas entrevistas. Creo que podemos dar las gracias a nuestro amigo Jean Platon por esta magnífica y muy demostrativa historia. Nos permitirá vincular la psicología a la clínica psicosomática y ampliar el concepto de la alergia al polvo.
Psicología y clínica psicosomática Mi más ferviente deseo es vincular estas dos disciplinas ya que a menudo hablamos de lo mismo bajo concepciones distintas. ¿Qué dice la psicología? Tal y como Jean lo ha expresado, nuestro inconsciente nos protege focalizando toda nuestra atención consciente sobre un elemento sin importancia con la ayuda del mecanismo psíquico del desplazamiento, en este caso el polvo, para no tener que enfrentarse con las consecuencias psicológicas desestructurantes de una violación. ¿Qué dice la clínica psicosomática? Para contestar a esta pregunta debe plantearse en primer lugar la siguiente: ¿qué le ocurrió a este niño de ocho años en sus grabaciones estresográmicas cerebrales? La respuesta es siempre la misma: un psico-choque brutal, inesperado, vivido con cierto grado de aislamiento y origen de una importante carga emocional desestabilizadora, todo ello asociado a una nube de polvo provocada por ese acto insano, fuera de lugar e impuesto.
En este caso clínico, el polvo, anodino para la mayoría, puede ser considerado por parte de su cerebro biológico un elemento exterior que avisa sobre la inminencia de un peligro extremo, aquí, una violación. Cada vez que este individuo se encuentra con este alérgeno/señal de alarma, su cerebro biológico se pone en alerta máxima en relación con el episodio reprimido. Además, los síntomas de rinitis y sinusitis —el agua clara de la nariz transformándose en secreciones amarillentas nauseabundas y los dolores en los senos maxilares— nos orientan hacia un re-sentido malsano, feo, maloliente, etc. El tratamiento consiste en un primer momento en evitar el alérgeno. Esto significa simplemente que cuando más evito el polvo, más me alejo del peligro y eso nos hacer formular una de las frases clave de la clínica psicosomática: La enfermedad —o el trastorno de conducta— es la solución fisiobiológica más adecuada para resolver una actividad conflictiva centrada alrededor de un psicochoque emocional desestabilizador. Vamos a ver ahora la alergia al polvo de forma general.
La alergia al polvo propiamente dicha Existe una especie de constante en la mayoría de las personas afectadas de alergia al polvo que ilustra la siguiente ecuación de base:
P-CED + Polvo
Polvo = recuerdo del P-CED
Por lo tanto, en cada uno de los casos clínicos que encontraremos, propondremos al paciente que preste atención a la asociación de su(s) psico-choque(s) emocional(es) desestabilizador(es) en un ambiente polvoriento cuyo ejemplo más claro es el del señor Bajo la Cama.
El señor Bajo la Cama Este joven profesor de matemáticas de treinta y dos años padece una alergia al polvo doméstico desde hace ya muchos años. Como siempre, si viene a verme es
porque las terapias, clásicas o no, no han dado el resultado esperado. Podemos imaginar su calvario: debe pasar la aspiradora a fondo semanalmente en su apartamento. Tuvo que quitar la moqueta y reemplazarla por un revestimiento sintético. Los antihistamínicos le ayudan un poco, pero consume entre una a dos cajas de pañuelos desechables a diario sin contar los paquetitos individuales que lleva encima durante el día. «Soy alérgico desde el primero de enero hasta el 31 de diciembre y no sé qué hacer, ya lo he probado todo: un tratamiento de desensibilización durante más de cuatro años, medicación alopática, homeopática, curas termales, acupuntura, magnetismo y otras cosas. He llegado al convencimiento de que moriré así. Por supuesto que no es una enfermedad grave, pero es muy molesta. Menos mal que tengo una pareja comprensiva. Me he enterado por uno de sus alumnos que la clínica psicosomática podía ayudarme. No pido mucho, tan sólo una pequeña mejoría.» Puesto que es matemático, no he dudado un solo segundo en presentarle mi famosa ecuación psicosomatemática y he desarrollado para él la significación de todos los términos.
P-CED + Polvo ?› Polvo = Recuerdo del P-CED Como siempre él, que andaba en círculos alrededor de la rotonda del Polvo, se dirigió hacia la avenida Bajo la Cama en la cual se pavoneaba un panel publicitario con este estresograma. «Tenía diez años más o menos y lo recuerdo como si fuese ayer. 9 Era un domingo y mis padres habían invitado a unos amigos, que vinieron con su hija de nueve años. Ya lo sabe, estas comidas se alargan en sobremesa toda la tarde. Para que los adultos estén más tranquilos, se sirve primero a los niños y en cuanto terminan los padres les proponen ir a jugar a la habitación a la espera del postre. Así que me encontré en mi habitación con Adelina. Le enseñé mis juguetes e hicimos un recorrido con el tren eléctrico. Mi madre venía de vez en cuando a dar una ojeada, así que poco a poco decidimos ponernos bajo la cama para estar más tranquilos. Hablamos y jugamos a hacernos cosquillas. Nos reíamos tanto que la madre de Adelina entró sin llamar. Un grito atravesó la habitación. Los padres asustados acudieron en su ayuda y creo que recibí la zurra más grande de mi vida. ¡Imagínese el barullo y lo molesto que estaban mis padres que siempre me presentaban orgullosos como una maravilla de inteligencia y de buena educación! Ellos pensaron
enseguida que estábamos jugando a médicos y a tocarnos. ¡Nunca quisieron creernos! Hay que decir que son protestantes y proceden de una gran y vieja familla de hugonotes.
»Cuando usted habló del P-CED + polvo, pensé enseguida en este episodio pues no puede imaginarse las nubes de polvo que había debajo de la cama y que levantamos con el jueguito de las cosquillas. Siempre he creído que el polvo era inofensivo para la mayoría de la gente y me preguntaba por qué no lo era para mí. Ahora lo entiendo y lo veo bastante lógico.» Para terminar este apartado sobre el polvo doméstico, digamos que a menudo el P-CED ocurre durante la niñez y este ejemplo lo resume a la perfección. Hubiese podido también contarles numerosas historias de este tipo centradas en un «clásico», un juego de los más alergizantes al polvo: «Jugar al médico sorprendido examinando a su paciente». Para el señor Bajo la Cama lo que siguió fue de una simplicidad desconcertante pues había integrado perfectamente el hecho de que hoy ya no estaba en peligro. Se curó en algunas semanas. ¿Cómo lo sé? Pues porque me recomendó a su primo, alérgico a los ácaros, las plumas de oca y el polvo doméstico.
Alergia a las plumas y a los ácaros No nos vamos a eternizar sobre su caso: misma introducción, misma búsqueda del P-CED y mismos resultados clínicos. «Mi P-CED es simple. Tenía trece años y durante los fines de semana iba a casa de mi tío, el hermano de mi madre. Para ser más preciso, diría que iba a ver a mis primas. Dormía en su casa el sábado por la noche y normalmente mi cama estaba en una de las numerosas habitaciones que tenía la casa. Ese día estaba llena. Mi tía recibía a su hermano con sus hijos que habían venido a pasar algunos días de las vacaciones escolares. Por consiguiente, compartí la habitación de mi prima que tenía mi misma edad. Nos entendíamos de maravilla. Después de haber charlado largo y tendido, nos pusimos el pijama con pudor y apagamos la luz: preparados para dormir. Sin hacerlo a posta, bajo el edredón, al principio nos rozamos. No podíamos evitarlo y después del simple roce pasamos a un contacto más osado y el deseo de seguir adelante aumentó. No se puede hacer nada en estos casos sino tomar bromuro. Ya puede adivinar lo que siguió. Nunca pasamos al acto pero hacíamos mucho ruido y lo que debía pasar, pasó: mi tío nos sorprendió al encender la luz de repente. Prefiero no contarle la continuación: ¡la vergüenza! »Por lo tanto y para mí, la ecuación psicosomatemática de mi alergia que mi primo, el matemático, intentó hacerme entender y que no he querido contarle es la siguiente: P-CED = estar sorprendido en plena movida de adolescente con mi prima + polvo en suspensión en la habitación provocado por los movimientos + ácaros que andaban
por ahí + plumas de oca del edredón. Gracias, lo he entendido todo.»
Como él, cada uno puede fácilmente encontrar el título de su película: «En busca de mi P-CED perdido.»
Alergia al moho y a la levadura de cerveza Esta historia la relata el osteópata Alain Créquigne, quien integró muy rápidamente a su práctica la clínica psicosomática. Estoy todavía sorprendido por la cantidad de curaciones que tiene acumuladas. Desde el primer año de curso, me mandaba unos mails resumiendo los casos clínicos resueltos. «He visto a este chico de catorce años una sola vez. Padecía una alergia al moho y a la levadura de cerveza desde mucho tiempo atrás. Los tratamientos empezados unos cinco años antes no habían dado ningún resultado verdadero. »En primer lugar le expliqué cómo funcionaba eso con la ayuda de un cursillo sobre el estresograma y buscando el significado posible de una crisis alérgica debida al moho y a la levadura de cerveza. Tan pronto pronuncié las palabras «alcohol» y «cerveza» lo noté afectado, agitado por la emoción. Estaba molesto. Le invité a contarme lo que estas palabras evocaban en él. »Hacia la edad de cinco años, cuando murió su abuelo paterno, sus padres se
vieron obligados a acoger a la abuela, que se había quedado sola. Digo «obligados» porque no les gustaba nada la idea. En efecto, la anciana era alcohólica en un grado muy elevado. Al vivir en casa de su hijo, la abuela no cambió sus costumbres: estaba borracha todo el día y el ambiente entre las dos generaciones se iba cargando paulatinamente. Incluso el niño no soportaba ver a su abuela en estas condiciones. Su estrés se manifestaba sobre todo a la vuelta del colegio cuando debía soportar los olores a alcohol y a cerveza que invadían la casa. Tenía la impresión de entrar en un bar. El calvario duró hasta que murió la abuela. »Enseguida estableció el paralelismo entre el alcoholismo de la abuela, las peleas constantes de sus padres y su alergia. Al día siguiente por la tarde su alergia se había volatilizado, dijo su madre.» Este ejemplo hace aflorar dos cosas. La primera se refiere a la duración de la patología. En efecto, hubiéramos podido pensar que esta alergia cesaría al morir la persona motivo del problema, en este caso la abuela. La respuesta es negativa por la siguiente razón: mientras la carga emocional sigue presente en el inconsciente se manifiesta en la forma de alergia. Es la descarga emocional que se produjo en la consulta lo que permitió hacerla subir a la conciencia y descargarla al exterior por medio de la palabra. Cabe recordar esta frase:
«Todo lo que no se expresa conscientemente, se imprime inconscientemente.» La segunda ilustra un vínculo entre «alcohol», «cerveza» y la alergia al moho y a la levadura de cerveza. Es frecuente asociar este tipo de alergia a estas palabras. Algunas veces podemos poner rastrear los orígenes de este tipo de alergia por medio de un estudio psicogenealógico, mostrando la existencia de un alcoholismo transgeneracional.
Alergia al perfume El señor «Mitsuko»Extraño lugar para una cita: ¡un baile donde quería pasar desapercibido! Tan sólo conocía a los anfitriones. Mi agenda me dejaba poco tiempo para las diversiones pero acepté esta invitación de una pareja amiga muy conocida. El entorno profesional en el cual se movían no tenía nada que ver con el mío. Así conocí a un director de marketing en cemento, una secretaria trilingüe en petróleo, un ingeniero en tratamiento de basura y reciclaje, un joven director general en informática y algunos ejecutivos de Banca. Estaba completamente desorientado. Mientras hablaba con una «Mujer Maravilla» dedicada al negocio de los móviles, copa de cava en mano, mi amigo se acercó jadeante a pedirme que socorriera a uno de sus invitados, quien se había visto obligado a interrumpir su conversación sobre la bajada del dólar y la subida del euro por culpa de la agravación de ciertas sofocaciones bursátiles intempestivas. Tuve por lo tanto que dejar con sus mensajes a la encantadora criatura a quien vanamente intentaba explicar el interés de las
hormonas tiroides en la metamorfosis del renacuajo en ranita. Me encontré mirando desde arriba a un joven economista tumbado, con muchas molestias respiratorias. El diagnóstico se estableció rápidamente: sufría una crisis asmática sin mucha importancia. Le propuse aislarnos con el fin de esclarecer su malestar. Tenía mi idea: debía de haber sido sorprendido por un «encuentro» con un alérgeno desencadenante de una crisis respiratoria. Le expliqué de forma sucinta el mecanismo de las alergias. —¿Qué pasó justo antes de la crisis? —Nada. No lo sé. —¿Ha comido algo que no le sienta bien? —No, acabo de llegar y no he comido nada. Luego de una pequeña investigación le pedí que volviera a repetir todo lo que había hecho desde su llegada. —Entré y saludé a los anfitriones. Me presentaron una pareja y justo después noté que tenía dificultades en respirar. —¿Quién era la pareja? —Los señores Dujardin. —Vamos a verles de nuevo y les saludará tal y como lo hizo la primera vez. Dio la mano al señor Dujardin, un beso a la señora, y de repente se dio una palmada en la frente y gritó: ¡«Mitsuko»! —¿Mitsuko? —Es el perfume de mi mujer. Falleció hace dos años.¡Su crisis paró en seco! Este perfume que su cerebro biológico inconsciente había grabado en la memoria, al ser reconocido le envió directamente a su mujer, a quien estaba asociado.
Existen otros relatos de alergias a los perfumes. Algunas veces es necesaria una investigación profunda sobre la composición de los mismos. En efecto, sólo uno de ellos podrá ser considerado alérgeno y podrá llevarnos hasta el psico-choque. Asimismo el perfume «Ángel» contiene chocolate. Una persona alérgica a este perfume no había hecho el duelo por la muerte de su abuela, quien estaba asociada al buen chocolate caliente que le preparaba cuando era niño.
Alergia a los medicamentos A lo largo de estas páginas hemos visto una manera distinta de considerar las alergias. La resumo rápidamente: un alérgeno es un elemento entre otros, memorizado por nuestro inconsciente biológico y asociado a un psico-choque emocional desestabilizador durante un episodio particular de nuestra vida. Este alérgeno está considerado por nuestro cerebro biológico una especie de señal de alarma que nos previene de la inminencia de un peligro y de la desestabilización vivida con anterioridad. Este «raíl» memorizado y detectado más adelante, está en el origen de una respuesta desmesurada que desencadena toda una serie de reacciones fisiológicas que llamaremos «fenómeno alérgico».
En lo relativo a las alergias a los medicamentos, aplicaremos siempre el mismo razonamiento: buscar un psico-choque emocional desestabilizador con el cual se ha asociado un medicamento en particular. En la mayor parte de los casos clínicos encontrados, hemos podido poner de relieve una temática centrada alrededor de una separación problemática entre dos personas. El caso más corriente está representado por la programación de una alergia en la infancia, cuando la madre tuvo que ser hospitalizada por una patología tratada con el mismo medicamento hoy incriminado. En el cerebro de la persona sigue existiendo un mensaje como éste: separación no aceptada, desestabilizadora a causa de un tratamiento con X (medicamento). Veamos algunos casos.
Alergia a la penicilina Este hombre de veinticinco años es alérgico a la penicilina desde pequeño. Lleva en su cartera una tarjeta donde se menciona claramente. «Habían dicho a mi madre que no tenía orígenes conocidos y que debía tener mucho cuidado toda mi vida. Esta alergia se había rotulado en rojo en mi cartilla sanitaria y ahora la llevo siempre encima.» Como todos los alérgicos, daba vueltas todavía en la rotonda de la Penicilina. Después de haberle presentado mi forma de ver las cosas, se encaminó por sí solo hacia la avenida de la Separación. «Tenía tres años y medio. Mi madre me llevaba al parvulario y todo iba bien. Venía a buscarme todas las tardes y me sentía feliz al verla cuando me cogía en brazos. Un día no vino a buscarme y me dejaron en la guardería donde ponen a los niños cuyos padres no pueden recogerlos a las cinco. No me avisaron y creo que en ese momento sufrí mi psico-choque, como usted lo llama. Lloraba y así pasó una hora hasta que mi padre vino a rescatarme. »Mi madre estuvo hospitalizada durante tres días, parece que por una infección. Cuando volvió, tuvo que seguir un tratamiento con antibióticos, penicilina.» El simple hecho de volver al recuerdo de este episodio acompañado de una cierta emoción le permitió curarse definitivamente.
Alergia a la aspirina
En este caso clínico procedente de Suiza, una consulta de orientación así como otra, más corta, han podido ayudar al paciente a aliviarse de una alergia aparecida al principio de su adolescencia. Los primeros elementos «clásicos» aplicados a la problemática dieron poco resultado. Puede pasar. Ninguna separación marcó su infancia, ni la más mínima. Le dejé reflexionar hasta la siguiente consulta. Transcribimos aquí sus sorprendentes conclusiones, sin cambiar una sola palabra. «He pensado mucho en la rotonda de la Alergia y en la avenida de la Separación/aspirina. De hecho, no era esta avenida sino otra, la del Ahogo/aspirina
»Hacia los doce años, un domingo por la mañana, mis padres querían que los acompañara a misa. Detesto ir a misa. Fui obligado, en contra de mi voluntad. En el momento de la comunión me hicieron recordar que tenía que ir hacia el cura para recibir la hostia. Abrí grande la boca y él la depositó sobre mi lengua. Enseguida toda mi saliva quedó literalmente absorbida, la lengua se me pegó al paladar y no podía abrir la boca. En otras palabras: ¡me estaba ahogando! Lo recuerdo todavía hoy. Debí beber más de un litro de agua en Urgencia. Al hablar ahora, tengo la sensación desagradable de esta tableta sin sabor, hidrófila. Para que se haga una idea, sentí lo mismo cuando más adelante comí una galleta biológica. »¿Qué relación guarda eso con la aspirina? La hostia tenía una forma particular: de diámetro pequeño, con un corte en el medio para poder partirla por la mitad. Se
parecía como dos gotas de agua a la aspirina de mi infancia, esa forma antigua que podía partirse en dos. Buena historia ésa, ¿no cree? ¡Seguro que la vuelvo a encontrar en uno de sus libros!» Tenía razón, pues ustedes la están leyendo. Me he encontrado con dos personas que casi se ahogaron mientras comulgaban y que podrían ilustrar este estresograma.
Alergia al cigarrillo «No puedo soportar el mínimo olor a humo o a cigarrillo: empiezo a senirme mal, tengo picores en la garganta y debo salir a respirar fuera. Algunas veces, hasta soy capaz de tener un verdadero ataque de nervios.» Cuando evocamos la ecuación psicosomática base de la alergia, el paciente enseguida estableció la comparación siguiente. «Pienso que eso me viene de mi padre. Era muy violento con todo el mundo y en particular con mi madre. Volvía del bar después del trabajo y si encontraba algo que no le agradaba, el primero que pasaba por ahí cobraba por ello. Estábamos todos en estado de alerta a partir de las seis de la tarde. Como fumaba mucho, ese olor a tabaco significaba su presencia en casa y, por lo tanto, la existencia de un peligro potencial.»
9 Cuando oigo esta frase, es casi seguro que estamos en la buena dirección. En el instante mismo del P-CED, el cerebro en estado de alerta registra perfectamente todos los parámetros sensoriales así como los pensamientos del momento.
Las alergias oculares Son el dominio de la conjuntivitis, inflamación de la membrana que recubre el ojo, la conjuntiva. Las manifestaciones pueden ser muy fuertes debido a la vascularización importante del ojo, y van desde un simple picor hasta un lagrimeo intenso pasando por rojeces o sensación de tener los ojos llenos de arena. Esta membrana puede reaccionar a unos alérgenos contenidos en el aire tales como gramíneas, pólenes, ácaros, polvo, pelos de animales, moho o sustancias contenidas en productos aplicados sobre la cara, productos de belleza, colirios o soluciones de limpieza para lentes de contacto. Les propongo ir un poco más allá del simple contacto del alérgeno como origen de estas conjuntivitis. A menudo nos volvemos a encontrar con los mismos ingredientes básicos: el psico-choque emocional desestabilizador dentro de un contexto «ocular». Es el sentido de la vista o bien el mismo «ojo» el que ocupa el primer plano de la actividad conflictiva. Resumiendo, el raíl principal está ocupado por los ojos. La expresión popular «perdido de vista» cobra aquí todo su sentido.
La señorita Blanco de Ojos Dos jóvenes estaban sentados en un banco a orillas de un lago sobre el cual jugueteaban unos pajaritos. Ella estaba muy enamorada y se lo decía a él. Molesto, el muchacho le anunció: «Lo siento pero no vamos a poder vernos más. Mis padres y yo nos tenemos que mudar. Mi padre ha sido trasladado a la Provenza y debemos estar en el cuartel a principios de agosto.» Fue un choque tremendo para ella. En el mismo momento su inconsciente operó un desplazamiento sobre un elemento periférico del contexto. Era el tiempo de las gramíneas y en los años siguientes, en esa misma época del año, sistemáticamente hacía una conjuntivitis, que era la traducción inmediata del re-sentido «Lo he perdido de vista».
Las alergias del ámbito ORL10 Son el dominio de las sinusitis y las rinitis alérgicas. Veamos las segundas.
La rinitis alérgica Pueden presentarse bajo dos formas principales: la clásica fiebre del heno cuando las manifestaciones alérgicas son temporales y la rinitis permanente cuando las señales se presentan todo el año. Es una inflamación de la mucosa nasal provocada por los alérgenos que pasan por el filtro nasal, polen, ácaros o moho.
La niña Adelina Esta niña de ocho años padece una rinitis alérgica desde hace más o menos dos años. Consume un paquete tamaño «familiar» de pañuelos desechables al día que su madre le prepara cada mañana para ir al colegio. Ella, que ha sido formada en clínica psicosomática, me llama por teléfono. —Tenemos que hacer algo por mi hija. Estoy convencida de que puede librarse de su alergia pero no lo consigo. Seguramente, estoy demasiado implicada así que me gustaría recibir un empujoncito. Tres semanas y doscientos cincuenta kilómetros más tarde, me encuentro con la niña Adelina, a quien le explico el significado psicosomático base de la rinitis alérgica. —Mi madre y yo hemos hablado mucho, y creo que eso viene de la separación de Amandine, mi mejor amiga. En primaria, a los seis años, íbamos siempre juntas, habíamos estado juntas desde la guardería y no podíamos para de hablar en clase. Así que la maestra nos separó y sólo nos podíamos ver en los recreos. —¿Desde cuándo tienes esta alergia? —Desde el último año de guardería. —Por lo tanto no es esta separación el origen de tu alergia. Hay que buscar algo más en ti o en tu familia. ¿Hubo algún problema en esa época? —le pregunto a su
madre. La madre, sorprendida y un poco molesta, se interroga a sí misma:—¿Podemos considerar que un problema entre los padres haya tenido influencia sobre Adelina? —Claro. Los niños son testigos involuntarios de situaciones conflictivas vividas por los padres. Sin querer generalizar, a menudo el problema no va realmente con ellos sino que, de alguna manera, ellos «absorben» los conflictos familiares. Cuando son pequeños no pueden expresarse por medio de las palabras pero lo hacen a través de las dolencias. He visto casos de leucemia, asma, bronquitis, diabetes y otras enfermedades. En lo que se refiere a Adelina, puede que tengamos que ir a buscar el origen en su marido y en usted misma. Se hizo un gran silencio. Al cabo de unos instantes la invité a hablar delante de su hija si se sentía en condiciones de hacerlo. —Podéis hablar entre vosotras, si lo queréis así. —No, no me molesta.»Cuando usted mencionó la problemática de la separación en un ambiente nocivo, pensé enseguida en Amandine, la amiga de mi hija. Para mí era evidente puesto que fue muy problemática. Pero cuando hizo la observación relativa a la fecha de desencadenamiento de su alergia, no lo veía en absoluto porque, aparentemente, en ese momento todo iba bien. Pero en realidad, las cosas no iban tan bien en la familia y en particular entre mi marido y yo. »Quiero a mi marido no lo puedo negar, pero trabaja demasiado. Se marcha pronto por la mañana y vuelve a casa tarde cuando los niños ya están en la cama, con mala cara y sus carpetas bajo el brazo. Apenas si tiene tiempo para comer, se instala en su despacho para terminar lo que no pudo hacer antes en el trabajo. Como puede imaginarse, también los fines de semana. Claro que él trae el dinero a casa y es gracias a su salario de alto ejecutivo que podemos tener un cierto ritmo de vida. Al principio, todo iba bien y podía soportar fácilmente este marido vendaval. Así lo llamaba yo, «marido vendaval». Pero los años pasaron sin que modificara nada en su forma de emplear el tiempo. »Un día hablé con él. No quería seguir adelante con esa vida y le di una especie de ultimátum: yo lo dejaría si dentro de seis meses él no cambiaba sus costumbres. ¡Para qué vivir con un hombre y un padre si no hacía siquiera acto de presencia! Lo apoyé mucho y poco a poco empezó a cambiar hasta que su conducta fue aceptable. El ambiente en casa se modificó mucho y los niños eran felices de poder estar con su padre. Por mi parte, me mostraba cada vez más atenciones y pudimos pasar algún que otro fin de semana de escapada juntos después de confiar los niños a mis padres. Ahora todo va muy bien y estamos todos contentos.
»Volviendo a la alergia de Adelina, creo que ésta empezó cuando el ambiente entre mi marido y yo no era demasiado bueno. ¿Le puede haber afectado hasta este punto aunque no nos hayamos separado? —Sí. Para nuestro cerebro biológico el hecho de estar realmente separados o no importa poco. Lo más importante para él es gestionar diariamente las actividades conflictivas que se presentan y Adelina ha debido «sentir» el ambiente de separación que estaba en el aire y lo metabolizó en la forma de una rinitis. Su separación de Amandine no es más que un episodio entre otros de su historia. Adelina hizo una sonrisita y confirmó mis palabras. —Yo me daba cuenta de que había problemas entre vosotros pero nunca me atreví a hablar. Yo veía que estabas muy triste, sola por las noches, o con nosotros los domingos. Tras oír estas palabras, las invité a volver a casa, a hablar sobre ello y, si lo veían oportuno, a hablar con toda la familia. A los tres días recibí una llamada de la madre: —Hemos hablado durante todo el camino de regreso y ella decidió que no mencionaría el tema en casa. Al día siguiente preparó sus cosas para ir al colegio y se olvidó de coger la caja de pañuelos; se lo dije y me contestó clara y rotunda: «Ya no los necesito puesto que papá y tú no os vais a separar». Me quedé estupefacta. Tres años más tarde, durante un congreso sobre medicina psicosomática, «esta rinitis era ya un recuerdo lejano».
La señora Del Viento Hace cinco años, en el curso de un seminario terapéutico, una alumna vino a explorar su rinitis «alérgica» supuestamente incurable. «Soy masajista kinesiterapeuta hace más de diez años y estoy muy preocupada. Yo no me daba cuenta de ello pero en cuanto aparecieron mis primeros pacientes, el problema se colocó en primera línea. Sorber de vez en cuando no es demasiado grave pero hacerlo de forma continua delante de la gente o durante los masajes se volvió muy molesto. Empecé un tratamiento antialérgico que me dio muy buenos resultados al principio pero que perdió eficacia a medida que pasaba el tiempo, incluso cambiando de producto regularmente. La verdad es que el alergólogo que me trataba no sabía ya qué hacer. En efecto, mi alergia no era de las «clásicas» como él
solía decir. Hemos buscado posibles alérgenos que ocasionaran mi rinitis pero no apareció nada convincente, ni claro. Hoy ha adquirido proporciones inquietantes. Imagínese una masajista ¡sonándose cada dos minutos!» En cuanto a la teoría, ella conocía perfectamente la fisiología biológica de la alergia pero no había establecido todavía ningún vínculo preciso entre ciertos elementos de su historia y la temática básica, es decir, el conocimiento preciso de su P-CED. En este caso, volvimos al principio y le hice la siguiente pregunta: ¿Cuál ha sido el episodio más desestabilizador de su vida? «La muerte de mi madre. Siempre lo he dicho y se plantea entonces una temática de separación definitiva en un ambiente desagradable. Ella falleció demasiado pronto a consecuencia de una larga enfermedad. Tenía sesenta años. He trabajo eso muchísimas veces pero no ha dado resultado con mi alergia.» Si no ha sido efectivo es que había algo más en ese momento. —Hágame una descripción del ambiente del fallecimiento. —Es una historia sórdida de error médico o más bien de pérdida de tiempo. Mi madre padecía dolores en el abdomen y había consultado con su médico de cabecera. Éste siempre le contestaba que no era nada, pero su estado no mejoró durante los meses siguientes. Harta, pedí a un médico amigo que la visitara, y él me dijo lo mismo. Le creí porque hubo una pequeña mejoría y de momento me sentí aliviada. Pero después, su estado empeoró progresivamente y yo no sentí como giraba el viento. Le decía que no se preocupara, puesto que los dos médicos decían lo mismo. »Seis meses más tarde, un domingo por la mañana, ante la persistencia de los dolores y la agravación de su estado general, el médico de guardia nos aconsejó ingresarla para practicarle unas pruebas con el fin de explorar su cuadro digestivo y emitir un auténtico diagnóstico. Después de debatir con ella nos fuimos a Urgencias ese mismo día. Las primeras pruebas mostraron un estado oclusivo parcial del colon a la altura del ángulo derecho. El cirujano de guardia me informó de que se trataba seguramente de un tumor canceroso que debíamos extraer rápidamente. La operaron esa misma semana y el resultado de la intervención fue catastrófico: metástasis múltiples en el hígado con otros focos en el peritoneo. De pronóstico reservado. Aguantó así algunos meses pero de repente su estado se deterioró. Estuve con ella todo el tiempo hasta el último suspiro. Al formar parte del cuerpo médico, yo guardo cierta culpabilidad en relación con el establecimiento del diagnóstico: perdimos muchos meses. Hoy aún siento vergüenza y también mucha amargura cuando pienso en ello. He contado todo esto repetidas veces, pero no me ha dado ningún resultado.»
—En su planteamiento podemos quedarnos con dos puntos importantes aunque haya mencionado este doloroso episodio varias veces. »Primero, estamos de acuerdo sobre la temática teórica que nos proponemos buscar: separación en un ambiente nocivo. »Segundo, existe un sentimiento de culpabilidad por no haber percibido antes la posibilidad de una enfermedad más seria que una simple colitis. »Tercero, pronunció una frase bastante significativa: “no sentí 11 como giraba el viento”. »Estas tres proposiciones nos llevan directamente hacia la mucosa nasal que es la que debe llevar a cabo la acción de sentir girar el viento, metabolizar la temática de la separación en un ambiente nocivo y el sentimiento de culpabilidad por no haber percibido la gravedad de la situación. ¿Qué le parece?» Cuando pronuncié estas palabras se puso roja y dejó que aflorasen algunas lágrimas. —Acabo de entender: ¡No sentí como giraba el viento! La separación y la culpabilidad ya han sido tratadas pero el hecho de haber sentido girar el viento es el elemento que me faltaba. Se fue con una risa nerviosa:—¡Pagar un seminario para oír eso! Si me curo lo pregono por todas partes! Su mejoría fue espectacular: esa misma tarde ya no se sonaba y decía a todos los participantes: «Ahora sí siento como gira el viento». Nuestro cerebro inconsciente, biológico, es realmente fantástico. Le quitó el olfato para protegerla de un enfrentamiento demasiado fuerte con su sentimiento de culpabilidad. Su rinitis oculta su culpabilidad y le impide sentir (oler) correctamente y eso se vuelve tema principal de sus preocupaciones conscientes. Recordar: ¡nuestro inconsciente es un amigo y no un enemigo!
La sinusitis alérgica ¿Cuáles son las constantes que nos encontramos a menudo en las sinusitis alérgicas? Las situaciones conflictivas, sean las que sean, en un ambiente que podría ser calificado con numerosos adjetivos: nocivo, hostil, feo, mancillado o maculado, repugnante, impuro, asqueroso, innoble, abyecto, horroroso, sucio, apestoso, grosero, inmundo, sórdido, infame, despreciable, vergonzoso, vil, bajo,
desagradable, etc. Por supuesto, la lista no es exhaustiva. Los senos, maxilares o frontales son los especialistas en gestionar estas problemáticas. Como los ejemplos valen más que un largo discurso, vamos al encuentro de la señora Sinusitis de Lyon, la señora Natación, el señor Primo— Infección y el señor Pasador.
La señora Sinusitis de Lyon «He estado a un paso de no venir al seminario tal era mi dolor de cabeza. Es un martirio. Tengo que quedarme tumbada sin moverme. En cuanto me muevo siento como si algo golpeara en mi cabeza. No puedo casi tocarme la cara. En el caso de un ataque agudo, me hincho de medicamentos sin ningún resultado y hace tres años que dura eso. Lo he probado todo. Es una sinusitis crónica y la alergia nunca pudo ser establecida con certeza.» Aquí tenemos las primeras frases pronunciadas por la primera persona que participaba en un grupo terapéutico en Lyon, en enero de 2001. Esta persona nos llevará hacia dos temas clásicos de la clínica psicosomática: el relativo a los conflictos desencadenador y programador, y el vinculado a la adquisición del conocimiento y la toma de conciencia. La señora Sinusitis de Lyon conocía la clínica psicosomática y había mantenido varias consultas, por el mismo motivo, con un terapeuta que yo conocía bien. Me permití volver a empezar la demostración desde el principio como si ella no la hubiera oído nunca. Fiel a mí mismo, planteo la ecuación psicosomatemática que ya he expuesto en estas páginas. Psico-choque emocional desestabilizador en un contexto de separación feo, sucio, no admitido, desagradable, etc. «¡Ya sé todo eso! Ya sé que cuando se fue mi hijo empezaron los síntomas, pero no me da ningún resultado. »Vivía sola con él, que cursaba su último año de ingeniería en telecomunicaciones. Antes de acabar sus estudios, un reclutador de France Telecom le propuso un puesto de trabajo en cuanto terminara, ya que sus profesores lo habían recomendado. Debía salir hacia París en septiembre de 1998 y yo me iba preparando. En junio de ese mismo año, después del resultado de los exámenes finales donde salió entre los primeros de su promoción, un reclutador de cerebros, como se suele decir, le propuso integrar el equipo Philips en Holanda con un salario
doble. No lo dudó un instante y firmó el contrato de trabajo. El único problema es que debía trasladarse al norte de Europa al principio del mes de julio. Llegó a casa y me pidió que le preparase todas sus cosas. Yo me sentí feliz por él pero no acepté el hecho de vivir sola en el piso. Antes él no venía a menudo puesto que tenía una amiguita, pero para mí estaba aquí. Le planchaba la ropa, le preparaba buenas comidas, etc. Fue un verdadero un choque verlo marchar tan de repente. Poco tiempo después empecé a encontrarme mal y los dolores fueron en aumento hasta alcanzar el paroxismo en ciertos períodos. Así es como estoy ahora». Estas palabras constituyen un verdadero informe sobre la actividad conflictiva desencadenadora y la adquisición de conocimiento. La actividad conflictiva desencadenadora está claramente expuesta y perfectamente integrada: la marcha repentina de su hijo en un ambiente vivido por ella como siendo nocivo y desestabilizador. La adquisición de conocimiento se ha puesto de relieve igualmente muy bien. Hay una correlación clara entre la marcha de su hijo y la sinusitis. A menudo la curación llega —pero no siempre— cuando se produce una toma de conciencia. Para la toma de conciencia debemos ir en busca de las actividades conflictivas programadoras, sobre todo de la primera en su historial biográfico como si hubiese sido «precalentada» con anterioridad. Le pido a la señora de Lyon que busque en su memoria los otros episodios donde y cuando hubiese podido re-sentir lo mismo, es decir una separación en un ambiente desagradable, feo, nocivo, etc. No tuve tiempo de terminar mi frase cuando las lágrimas afloraron a sus ojos. Una emoción intensa la invadió y pidió a la persona que estaba sentada a su lado que le pasara unos pañuelos.
La actividad conflictiva programadora y la toma de conciencia: «Es la muerte de mi marido. Él tenía escasamente treinta y cinco años. Una leucemia fulgurante se lo llevó en dos meses y nadie pudo hacer nada. Incluso los médicos no habían visto una muerte tan rápida. Mi hijo tenía doce años y yo me apoyé en él.» Acababa de tomar conciencia de que la marcha de su hijo la re-enviaba a la partida definitiva de su marido. Eran las diez de la mañana y yo me ocupé de otra persona. Después de la comida oí sus palabras: «Mi nariz se despeja». En el descanso de las cuatro: «Los dolores han disminuido a la mitad». Al día siguiente por la mañana: «Ya no tengo dolores, sólo una molestia en los maxilares». Un año más tarde, después de una conferencia: «Se acabó, no hablemos más del tema». La ventaja de un grupo terapéutico está representada por el hecho de que una explicación del fenómeno alérgico para todos los participantes puede, y de una sola vez, interesar a varios. Es lo que pasó con el señor Infección Primaria, el séptimo de la lista. Veamos sus observaciones.
El señor Infección Primaria
«Lo he entendido todo. Padezco la misma patología que la señora Sinusitis de Lyon: una sinusitis crónica desde los ocho años y tengo ahora sesenta y cinco. Conozco al dedillo lo que acaba de exponer y no voy a aburrirles volviéndolo a contar. Sólo una particularidad: exceptuando los episodios dolorosos menos fuertes, me sueno unas veinte veces al día y no es nada agradable, ni para ver ni para oler. Tengo la nariz y los senos permanentemente embozados y no sé lo que significa respirar normalmente puesto que respiro siempre por la boca. Me he acostumbrado a esta sinusitis crónica y ya no voy al médico. »Cuando era niño, no sé si ustedes se acuerdan, el tratamiento era radical: consistía en meter unas mechas en la nariz para hacer una limpieza. Una verdadera tortura. Probé las curas de Luchon así como el aire de la montaña en centros especializados. Mis mucosas nasales y sinusoidales han visto desfilar un número increíble de productos más o menos corrosivos. Finalmente me acostumbré, pero sólo lamento una cosa: no poder sentir el olor de la buena comida. A mi edad dudaba de que pudiera lograr algo nuevo. »Con lo que acaba de pasar ahora no dudo, puesto que mi nariz se ha abierto y empiezo a respirar mejor. No es mucho pero lo suficiente como para darme ganas de cambiar el motivo de mi consulta que era una artrosis de cadera. Así que voy a comentar lo que he deducido de la exposición de la señora Sinusitis de Lyon. »Cuando yo tenía ocho años el país estaba en guerra y nosotros vivíamos en el departamento de La Manche. Tuve un reuma articular agudo y mis padres siguieron los consejos del médico de cabecera: hospitalización en París en el servicio de los niños enfermos del Hôtel Dieu. Hay algo que muy pocas personas saben. En esa época, los habitantes de un departamento de provincia no podían ir más allá del departamento lindante por causa del racionamiento del carburante. Mis padres tuvieron que pedir una autorización especial a las autoridades para poder comprar la gasolina necesaria para llevarme a la capital. Cuando llegamos, el médico jefe del servicio prefirió que yo quedara ingresado un tiempo en función de la evolución de la enfermedad. Por lo tanto, ellos se volvieron a la espera de que les avisaran para venirme a buscar. Me quedé solo durante seis meses, sin nadie que viniera a verme. Pueden imaginar el sufrimiento de un niño enfermo de ocho años lejos de sus padres y abuelos. Pienso que esta condenada sinusitis proviene de esos acontecimientos. Aquí tienen mi historia.» Como siempre, creo en lo que me dice la persona afectada pero, en realidad, no lo creo totalmente pues quiero estar muy seguro de que la quintaesencia de su sinusitis esté vinculada con aquella separación tan dramática cuando era niño. Como
en el caso de la señora Sinusitis de Lyon, quiero averiguar si no ha ocurrido una actividad conflictiva programadora antes de los ocho años. «No, no lo veo...» Sin embargo, al cabo de unos instantes exclama: «¡Oh! Ya veo: ¡la infección primaria! La había escondido por completo, vaya, vaya! »Tenía tres años, un poco de fiebre con un poco de tos. El médico de cabecera diagnosticó una infección primaria. Ante el temor de contagiar a toda la familia, me mandaron a casa de mi abuela en el campo y eso duró algo más de seis meses.»
Eran las tres de la tarde. A las seis: «Mi nariz se despeja». Al día siguiente por la mañana a las nueve: «Ya no me sueno». Durante el descanso de las diez y media: «Huelo algunas cosas y sólo me he sonado dos veces esta mañana». A la tarde cuando se fue: «No me sonado y mis senos se han despejado». Un año más tarde: «No hablemos del tema. Hasta mi mujer, que es profesora de biología no acaba de creérselo.» Quiero precisar que en estas dos historias de sinusitis la mejoría fue inmediata y eso demuestra que todo es posible en este campo. Pongámonos ahora los trajes de baño y démonos un chapuzón en la piscina para encontrar a la señora Natación.
La señora Natación
Se trata de una sinusitis crónica, que aparece sólo por la mañana temprano. Esta profesora de aquagym se quejaba cada mañana de dolores faciales, y padecía derrames nasales amarillentos y nauseabundos. Esta sensación de tener las narices tapadas desaparecía progresivamente a lo largo de la mañana y no volvía a manifestarse hasta el día siguiente al despertarse. Hacía varios años que duraba. Partimos de la pista siguiente: psico-choque emocional desestabilizador en un contexto feo, desagradable, nocivo, impuro o mancillado, etc. Lo encontró bastante rápidamente: «Mi madre sufría de un cáncer generalizado y la velaba día y noche antes de su muerte. De día me quedaba a su lado y la hacía sentarse en la butaca, le daba de comer y conversaba con ella. De noche, me tumbaba a su lado y esperaba a que se durmiese para dormir yo también. Esa mañana murió hacia las seis cuando yo todavía dormía. No pude asistirla en sus últimos momentos. Cuando me desperté la encontré muerta. Yo sabía que iba a morir pero me hubiera gustado estar ahí hasta el final. Sentí vergüenza y todavía me sigo avergonzando.» La primera consulta planteó un nuevo esquema de reflexión al cual siguió una clara mejoría en un primer tiempo. El motivo de la segunda consulta, un año más tarde, fue el deseo de terminar con ello definitivamente. Apareció de manifiesto su sentimiento de culpa por haberse dormido y no haber estado presente concientemente durante los últimos instantes de su madre. La mejoría fue todavía más clara y la curación acudió puntual a la cita con un retraso de más de un año.
Sinusitis y pólipos El señor Contrabandista Lo he llamado así porque toda su problemática remontaba, de hecho, a más de cien años atrás. He tenido que explorar toda su historia transgeneracional para poder encontrar la programación de su sinusitis crónica complicada con la existencia de varios pólipos. «El médico me confirmó que la causa de todo la tenían los pólipos. Tengo tres desde hace no sé cuanto tiempo. Tengo la nariz tapada de principios a finales de año. Duermo con la ventana abierta pues de lo contrario me asfixio a fuerza de respirar por la boca. Siento la lengua como acartonada.
»Ya no huelo nada. Prueba de ello es que mi mujer me llama desagradablemente la atención. Me reprocha el no hacer caso a su nuevo perfume que a duras penas puedo identificar. Cada vez le repito que no huelo nada pero ella no lo entiende. »Para comer, es lo mismo: no disfruto mucho si voy a un buen restaurante. Pero dejando eso aparte, vivo con ello e intento mejorar. Pruebo con algo nuevo y cuando eso no funciona empiezo con otra técnica. Creo que he agotado ya el catálogo de las terapias, tradicionales o no. La clínica psicosomática es nueva para mí y me gustaría lanzarme a la aventura.» Debo decir que su historia es un tanto compleja. En su biografía, la historia de su propia vida, la exploración no dio gran cosa. En estos casos me oriento hacia el proyecto/sentido, pero esto tampoco nos hizo adelantar. En cambio, su árbol genealógico nos permitió encontrar la temática que buscábamos anteriormente: PCED/Programa de sinusitis más pólipos —acontecimiento feo, nocivo, mancillado, etc. — en sus dos linajes, materno y paterno. Hubo tres consultas espaciadas en el tiempo. En la primera revisamos la teoría general pero no se logró ninguna mejoría. Y entonces nos dirigimos hacia la memoria transgeneracional. Por el lado materno, dimos con una historia de prostitución. Su tatarabuela trabajaba en un hotel «especial» que acogía principalmente a marineros de paso por el puerto. El final de su carrera se coronó con la compra de ese hotel-restaurante. «En ese establecimiento, ¡no sólo se bebían copas!», le decía su madre. Esta última no quería hablar demasiado sobre su antepasada. Era la vergüenza de la familia. Resultado: un pólipo menos y un principio de mejoría clínica. «Se desprendió durante la noche. He tenido como una necesidad de sonarme y sentí algo inusitado. Me levanté para ir al baño y vi como una especie de pequeño champiñón cuya cola sangraba en la base. Al mismo tiempo he tenido la sorpresa de oler un poco más el perfume de mi mujer.» Por el lado paterno, caímos en uno de los episodios particulares del comercio fronterizo entre Italia y Francia a principios del siglo veinte. Se trataba del contrabando de la Mafia. El abuelo ejercía el oficio de contrabandista o pasador. Estaba muy bien pagado por un oscuro individuo y debía pasar la frontera con una mochila cargada de mercancías varias que no tenía derecho a conocer, so pena de represalias como las que tan bien ejecuta la Mafia. La entrega podía hacerse tanto por Italia como por Francia. Ocurría a menudo que él marchaba por la noche en un sentido y a la noche siguiente hacía el camino inverso. Se conocía de memoria todas las rutas de contrabando que podía emprender las noches sin luna. »Era un campeón. Todo el mundo lo admiraba porque, además de sus hazañas,
alimentaba a toda la familia, numerosos hijos y abuelos incluidos. Lo describían como el maestro de los contrabandistas y en él confiaban todos sus jefes. Nunca mató a nadie ni tampoco se dejó coger por los aduaneros ni por la guarda costera. En casa de mis padres su foto ocupa un lugar destacado.» Para que se entendiese bien el P-CED/Programa de sinusitis y pólipos, me permití imitar el personaje en su trabajo, poniendo el acento sobre los posibles re-sentidos para ese hombre curtido en el arte del contrabando y sobre la evolución de su estresograma durante la travesía desde su casa hasta el punto de encuentro al otro lado de la frontera. «Soy su abuelo y mi jefe me pide que pase discretamente la frontera con un saco lleno de no se qué. Me preparo para marchar en cuanto caiga la noche y que la oscuridad haya invadido los caminos. Mi estresograma es normal. Tengo un poco de miedo, pero es bastante normal. A unos cuantos kilómetros de la frontera, mi estresograma advierte a mi cerebro biológico que todo está en orden. Estamos dentro de los límites permitidos. A un kilómetro de la frontera, mi estresograma advierte a mi cerebro que entramos en una zona de turbulencias con un re-sentido particular: el de no hacerse notar. No tienen que sentir (oler) mi presencia. »A quinientos metros de la frontera, mi atención y mi vigilancia se van agudizando. El re-sentido presente en mi cerebro es siempre el mismo: no deben sentir (oler) mi presencia. Como pueden imaginarse, para entonces mis problemas digestivos han desaparecido. El cerebro biológico sólo gestiona el sobre-estrés. Debo prestar la máxima atención posible y sentir si existe el menor peligro de ser descubierto pues en cada momento puedo volver atrás.»En la frontera, todos los resentidos y las luces de advertencia internos están al máximo: un verdadero árbol de Navidad en los centros cerebrales de control. Una vez pasada la frontera, retomamos los mismos re-sentidos en sentido inverso: a medida que me alejo, los indicadores de tendencias estresográmicas bajan en intensidad en la curva de mi P-CED/No debo ser descubierto. »Llegado al punto de encuentro para la entrega, puedo respirar tranquilamente y saborear otro de mis numerosos triunfos. Mi estresograma es normal, simplemente está perturbado por un buen trago de Chianti o de Limoncello. »En resumen, podemos visualizar el estresograma de su abuelo en cada una de sus prestaciones. ¿Puede que usted haya almacenado este tipo de mensaje transgeneracional?» «Lo que usted dice es importante para mi. Creo que lo llevo dentro, que la problemática de este tatarabuelo está seguramente en mí, porque en mi vida
cotidiana, odio sentir la presencia de alguien a mi alrededor o detrás de mí. Soy capaz de volverme a cada momento para averiguar si alguien me está siguiendo. Alguna vez mi mujer me toma por loco. A propósito de “sentir las cosas”, detesto tratar con gente cuyo dinero no huele bien. Trabajo en el sector inmobiliario en Niza y todo el mundo sabe que el dinero negro sirve a menudo para comprar bienes en la Costa Azul. Yo puedo descubrirlo con bastante facilidad, como si tuviese un sentido especial para eso.» Me había olvidado hablar de la temática del «dinero negro» al principio de la exposición, pero ¡no puedo abarcarlo todo en algunos minutos! Resultado: «Mis dos otros pólipos se desprendieron y puedo por fin sentir (oler) el nuevo perfume que regalé a mi mujer y llevarla al restaurante para disfrutar una pasta a la boloñesa, saboreando un Chianti para terminar la cena con un limoncello.» Vemos aquí, por una parte, que la exploración de ciertas historias debe ser bastante completa y, por otra, que la temática general se centra sobre un contexto «nocivo» en el que no hay ninguna separación, lo cual se encuentra pocas veces. Era el primero de unos muy buenos resultados obtenidos con los pólipos…
10 Otorrinolaringología. 11 «Sentir» en francés tiene sobre todo el significado de «oler».
Alergias estacionales Nuestra experiencia nos demuestra que todos los casos son posibles. Ciertas personas presentan manifestaciones alérgicas todo el año y otras únicamente durante ciertos períodos. Hemos visto igualmente, sobre todo con la señora Natación, que las señales podían también presentarse en horas puntuales del día. Veamos un poco más en detalle las alergias de temporada. Tienen la particularidad de instalarse durante un período de algunos meses del año y volver en fechas más o menos fijas. Los mejores ejemplos son la fiebre del heno también llamada alergia al polen y a las gramíneas. La observación general indica que el psico-choque se ha grabado en un momento preciso del año pero que podemos incluirlo dentro de una temporada, o una época, durante la cual el alérgeno se encuentra normalmente presente en el entorno. Por lo tanto, el calendario polínico nos muestra que, cada año, la alergia a los plátanos se alarga desde mediados de marzo hasta mayo, y que la alergia al ciprés abarca normalmente desde febrero hasta mayo. Cuando el polen desaparece, la alergia también lo hace. Para nosotros, la incógnita que nos planteamos es siempre la misma: ¿cuáles son las características que han sido retenidas por parte de nuestro inconsciente biológico durante psico-choque emocional desestabilizador? Esta pregunta conduce a otras: ¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo? ¿quién? y ¿qué? Para las alergias de temporada, el capítulo principal está representado por las separaciones durante la primavera. Es evidente que este tipo de problemática ocurre a menudo en esta época del año. Veamos una ilustración de ello. Durante una consulta por un malestar general, un hombre me informa que quería separarse de su mujer. Estábamos en pleno invierno y su reacción me sorprendió. «Pienso en ello hace meses pero se lo anunciaré en abril. Espero un poco más pues hace demasiado frío por el momento.» Puede que nuestra mente funcione como la naturaleza. Con el buen tiempo salen los capullos y nosotros queremos hacer lo mismo. Para ir un poco más lejos, otras causas pueden ser el origen de estas manifestaciones estacionales y la investigación deberá ser muy minuciosa para poder encontrar el o los nudos de la problemática. El señor Tambor y la señora Septiembre se encontraron con Christian Flèche. Pero antes, escuchemos a Jean Platon en relación con la fiebre del heno.
La fiebre del heno Este caso clínico cuenta la historia de un hombre de cuarenta y tres años, alérgico «al heno segado». Así lo había bautizado. Cada vez que iba a ver a su madre, quien seguía viviendo en la casa de su infancia, se le tapaba la nariz y no podía respirar correctamente. De hecho, y una vez analizada la situación delicada en la cual se encontraba en relación con su madre, reconoció que el simple hecho de volver al lugar le llevaba a los tristes recuerdos que habían perturbado su vida. Decía siempre: «Me siento molesto». Así que, una buena manera de no sentirse molesto era ¡no sentir (oler) nada en absoluto!
Alergias estacionales originales El señor Del Tambor Un paciente se siente fatigado, cansado, sin energía, depresivo. No consigue concretar el porqué, no tienes ganas de seguir adelante y eso le pasa de mayo a septiembre desde la edad de quince años más o menos. «Tengo una verdadera alergia a esta época del año.» De niño, le obligaron a tomar parte en una banda de música folclórica. Tocaba el tambor tan bien que lo pusieron en primera fila, como un monito de exhibición al cual se le da cuerda para que toque, sin preguntarle si le gustaba o no. Por una parte, se sentía halagado pero, por otra, tenía que pasar su tiempo de descanso dándole al tambor todos los miércoles, los fines de semana y los veranos, para animar las calles de su pueblo o de algún otro. Tenía la sensación de ser una máquina, de ser utilizado como un objeto. ¿Por qué seguir adelante? Su re-sentido es: «No quiero tener energía para agradar como un objeto, como un juguete al cual se le da cuerda». ¿En qué época del año tienen lugar las fiestas populares? De mayo a septiembre.
La señora Septiembre
Esta señora presenta un tipo de depresión solamente en el mes de septiembre. La primera pregunta que le vamos a hacer es: «¿Qué significa septiembre para usted?» o bien «¿Con qué se relaciona septiembre en su propia historia?» De pequeña había vivido en el campo y se pasaba todo el verano fuera con los animales y era muy feliz. Le encantaba el sol y estar en contacto con la naturaleza. Cuando llegaba septiembre, con la vuelta al colegio, le prohibían estar fuera; su padre, bastante severo, la obligaba a hacer sus deberes y a repasar las lecciones mientras él se iba de caza. Él estaba fuera y a ella le habría gustado ir con él. No podía soportar esta situación. Hizo una «alergia» al mes de septiembre y luego se acostumbró a ello. En octubre hacía frío y no tenía ganas de estar fuera, pero en primavera hubiera podido salir. Ella hubiera podido hacer su depresión cada vez que estuviera dentro de una casa. Estar confinada en el interior de una casa hubiera podido ser el alérgeno, pero para ella se cristalizó en una determinada época del año. Algunas veces el estudio del historial familiar nos da la solución.
Cambios en el modo de vida Este aspecto ilustra una variante de la definición del psico-choque. Hasta ahora la mayoría de los ejemplos clínicos lo representaban como un elemento repentino y muy desestabilizador que se encuentra a menudo en el historial de la persona alérgica. Algunas veces el carácter dramático no se presenta obligatoriamente en el primer plano, pero las consecuencias psico-biológicas son las mismas que en el psico-choque clásico. En estos casos, la subida de tensión psíquica, el traspasar los umbrales de tolerancia, es progresiva, a través de una preocupación que va ampliándose y se vuelve desmesurada con el tiempo. Para terminar, quisiera subrayar que las alergias pueden aparecer cuando se sufre un cambio en el modo de vida. El ejemplo más típico está representado por las consecuencias psicológicas de una mudanza o un cambio de estatus, aunque este cambio se haya vivido como algo positivo. No es el lado feliz o infeliz del cambio lo que se pone en cuestión, sino el sentimiento inconsciente de inseguridad que acompaña la transformación de nuestro modo de vida y el cambio de referentes. Dentro de esta inseguridad no sabemos diferenciar lo natural de lo tóxico. Nuestra tensión interna aumenta y focalizamos nuestra atención psíquica desfalleciente —el desplazamiento— sobre un árbol del jardín de la nueva casa o el polvo del nuevo despacho, por lo que desarrollamos reacciones de defensa desproporcionadas. Vamos a ver la historia de René y Florence, una pareja afectada por una alergia en la cual se detectan dos parámetros desencadenantes de su patología: el cambio del modo de vida y la angustia derivada de este sentimiento de inseguridad inconsciente.
Florence y René En mi carrera de psicólogo, mi primera especialidad fue la de psicólogo laboral. Trabajé alrededor de diez años en un holding, en el ámbito de la reestructuración de sus fábricas en Francia. A raíz de un cambio efectuado en la política industrial del país en relación con la feroz competencia por parte de los países emergentes, el gobierno decidió sencillamente parar la producción de muchas fábricas. Miles de obreros se encontraron en la calle. No es difícil ponerse en su lugar y percibir la inestabilidad, el sentimiento de inseguridad y la pérdida de referentes que se apoderaba de ellos.
En mi trabajo, me había ocupado del dossier de René, técnico en una unidad de producción en Lorraine, que desafortunadamente formaba parte del programa de cierres orquestado por la dirección de la empresa. Yo le había propuesto a René un puesto equivalente en otra unidad situada en el sur de Francia. Como no tenía muchas posibilidades de escoger, René había aceptado a pesar suyo. Estaba casado con Florence y no tenían hijos. Era parte normal de mi tarea pasar a ver a las personas que habían sido trasladadas a un nuevo puesto de trabajo después de unos pocos meses de adaptación. Cuando volví a ver a René en la consulta, lo encontré en un estado lamentable. Su alergia se manifestaba a través de un catarro con flujo nasal constante. Parecía en realidad una fuente, le corría agua por los ojos, por la nariz. Le pregunté si había visto al médico, por lo menos al médico que atendía permanentemente en la fábrica. Me contestó: «Yo me cuido solo con aspirina y no quiero llamar la atención ausentándome de mi nuevo puesto de trabajo. Probablemente he cogido una alergia a un polen de la región o puede que al polvo de esta fábrica.» Todo esto no era más que un eslabón en su cadena de desgracias. Sin parar de estornudar y sonándose, me dijo que estaba satisfecho con el puesto que yo le había asignado. Pero su mayor inquietud era su mujer, quien por el momento se había quedado en Lorraine. Tenía un puesto muy bien remunerado en la institución donde trabajaba. Desde el traslado de su marido sólo podían verse los fines de semana. René me pidió insistentemente que viese a su esposa en cuanto volviese a Lorraine, porque estaba muy preocupado por ella. Algunos días más tarde y ochocientos kilómetros más al norte, conocí a Florence… ¡en el mismo estado de salud que su marido! Increíble, pero verdadero. Surtiendo agua por los ojos y la nariz, la mirada con aspecto mixomatoso, me dijo: «Desde que se fue mi marido, no sé cómo he podido enganchar esta alergia, es la primera vez, nunca había estado tan mal». Y entonces me contó… Había estado tentada de seguirlo, a sabiendas de que no volvería a encontrar ni el puesto de trabajo ni el estatus social que ella había alcanzado a fuerza de estudio y tesón. Además, se arriesgaba a depender económicamente de su marido. Para ella, su carrera era una parte integrante de su modo de vida, lo que incluía en lugar destacado el éxito social. Pero desde que la marcha de su marido, ese mismo ambiente la ahogaba cada vez más sin que pudiese decidirse a dejar el lugar. Tanto en el plano afectivo como profesional, vivía su situación con total insatisfacción. Se sentía completamente acorralada y desgarrada, sentía rabia e impotencia ante las circunstancias de su vida, ante una situación imposible de resolver. Albergaba
también un sentimiento de cólera secreta hacia su marido puesto que, desde que él se había marchado, la relación, hasta entonces feliz, se había vuelto insoportable. Florence se veía enfrentada a una contradicción y sobre todo a una elección de vida, una opción que ponía en tela de juicio todos los valores fundamentales y las metas que ella se había trazado. Su angustia existencial se manifestaba por medio de crisis que iban en aumento. En esos tiempos yo no dominaba bien la clínica psicosomática, pero ayudé a Florence a salir del atolladero de otra manera: acompañamiento y facilitación. En el proceso llegamos a una conclusión: la existencia de una contradicción insostenible entre su deseo de quedarse en el Norte, lo que le permitía realizar su sueño profesional acompañado de éxito social, y el de reunirse con su marido, vivir una vida de mujer y de madre también, atreviéndose a abandonar la carrera por la que había luchado hasta entonces. Llevar eso adelante siendo mujer fue una elección difícil, sobre todo en nuestra época en que el reconocimiento y la libertad pasan por el trabajo y el dinero. Algunos meses después de este seguimiento terapéutico, Florence tomó la decisión de reunirse con René. Durante una de mis visitas al sur de Francia, los volví a encontrar y durante la consulta hablamos de sus respectivas alergias. Y aquí tenemos la toma de conciencia operada en relación con los posibles orígenes de la patología de ambos: 1) Separación de ochocientos kilómetros. 2) Cuestionamiento sobre los respectivos modos de vida y los cambio de referentes habituales para cada uno. 3) Sentimiento inconsciente de aislamiento y de inseguridad, que generaba en ambos una desestabilización mental acompañada de inquietud, angustia y preocupación cada vez mayores. 4) Procesos psíquicos de defensa con represión, desplazamiento y proyección sobre los alérgenos respectivos. Esta descripción muestra perfectamente la ilusión en la cual ciertas situaciones nos atrapan cuando tenemos el sentimiento de que no hay otra salida, mientras que en realidad existe una solución sencilla pero al precio de una renuncia que nos cuesta aceptar. La angustia es a menudo el anverso de la cólera, la cólera el anverso de una pena y la pena es la constatación no aceptada de una carencia, de todas nuestras carencias y de la insondable realidad alrededor de la cual se organiza en vórtice la energía de la vida.
Las alergias «transgeneracionales» Este apartado muestra la existencia de factores transgeneracionales en ciertas historias de alergia. Lo más corriente es que no tengamos que ir a explorar la historia familiar. Pero, en algunos casos donde el elemento desencadenante —el psicochoque emocional desestabilizador— no aparece con claridad, queda borroso o «no dice nada en absoluto» a la persona, es aconsejable dar una vueltecita por los jardines ancestrales. En varios relatos ya se ha mencionado este elemento. A continuación aparecen otros donde este tema está particularmente presente y donde la clave terapéutica se ha encontrado gracias al estudio transgeneracional. Como sabemos, ciertas alergias se desencadenan en momentos precisos, ya sea en una época del año o en una determinada edad. Aquí nos proponemos inspeccionar esos momentos y esas edades, y vincularlos con episodios memorizados en las sagas familiares. Un joven se vuelve de repente alérgico a la edad de veintidós años. De forma transgeneracional está vinculado a un abuelo y su edad se corresponde con la que tenía su antepasado cuando murió en la guerra. Veamos ahora un relato original de alergia al polvo.
El señor La Granja Polvorienta Tiene alrededor de cuarenta y cinco años y trabaja en la administración penitenciaria como guardia cárcel. Presenta una sintomatología alérgica bastante difusa, compuesta bien de ataques de estornudos, bien de ataques de tos o picores en la zona de la laringe. Los análisis practicados han mostrado una reacción específica al polvo doméstico y al moho. «Hace mucho tiempo que tengo esta alergia. Siempre he tosido y estornudado. Un tratamiento de desensibilización de cinco años no dio resultado. Lo único que me mejoró un poco fue una cura con oligoelementos y un tratamiento de fondo homeopático.»
En cuanto oigo «desde siempre, hace tiempo, desde mi tierna infancia», estoy casi seguro de que existe un factor transgeneracional en juego. Para más seguridad, investigué de todas formas con el fin de desalojar un eventual psico-choque. La inspección del árbol genealógico puso en evidencia el origen probable de su alergia. Este encantador guardia penitenciario estaba vinculado a su tío paterno, a quien nunca había conocido por una buena razón: a la edad de veinticinco años, a causa de un desengaño amoroso, se había ahorcado en el cobertizo de la granja familiar. En aquella época el suelo era de tierra batida, así que el hecho de ser alérgico al polvo y al moho le impediría irse de paseo por una granja. Este ejemplo puede calificarse de genérico porque permite reemplazar granja polvorienta por plátano, cerezo o nogal, entre otras cosas. Por lo tanto, una alergia a las cerezas puede significar que alrededor de este árbol ocurrió un drama —horca, homicidio, accidente, caída u otro. Les propongo pasar a la última parte, donde se expone el aspecto terapéutico. Sin embargo, estoy seguro de que algunos lectores no habrán esperado para dilucidar su propia problemática alérgica gracias a la exposición de los casos clínicos.
TERCERA PARTE
Conducta a seguir frente a una alergia El diagnóstico biológico de la alergia y la terapia propiamente dicha componen esta última parte. Los pasos se dan generalmente en este orden. La experiencia demuestra que la mente humana necesita entender los pormenores de su problemática antes de permitirse soltar el peso que ha estado cargando. Por lo tanto y ante todo, debe establecerse un diagnóstico psico-biológico correcto que resuene interiormente. Para nosotros es la mejor garantía de éxito.
El diagnóstico psicosomático de la alergia Esta última parte está dirigida especialmente a hacer una verdadera investigación acompañada de una reconstrucción sensorial del psico-choque, mediante la búsqueda de cinco elementos clave: 1. El psico-choque emocional desestabilizador. 2. El factor cronológico: ¿Cuándo ocurrió el psico-choque y cuándo aparecieron las primeras señales? 3. Los diferentes raíles grabados en el instante preciso del psico-choque. 4. Dentro de estos últimos ¿existe un raíl predominante y principal: el alérgeno? 5. Los síntomas clínicos. Así que les proponemos seguir el siguiente camino:
Cómo detectar el psico-choque emocional desestabilizador En la gran mayoría de los casos, la persona lo conoce o lo re-encuentra con bastante facilidad, porque el psico-choque aún está inscrito en su memoria consciente. En otros casos, el mecanismo psíquico de defensa utiliza la represión en el inconsciente del episodio desestabilizador para impedirle interferir demasiado y crear dificultades en la vida cotidiana de la persona. Existen medios para hacer que hable el inconsciente por medio de una pregunta o de una escenificación,
inspirándonos en la tríada psico-cerebro-orgánica de la alergia que hemos desarrollado al principio con la definición del psico-choque y el estresograma. La pregunta: ¿Cuál es el episodio más impactante de su vida que re-sintió de forma especialmente negativa? En nuestra jerga particular, eso equivaldría a: «¿Ha experimentado algún Scud mental?» La escenificación: ¿Existe algún momento de su historia donde se sintió, de forma inesperada, muy desestabilizado, momento que le fue difícil compartir con otra persona y que ha ido rumiando durante algún tiempo? Pueden añadirse ciertas señales en relación con algún tipo de estrés: insomnio, excitación nerviosa, inapetencia, preocupaciones mentales, aumento del ritmo cardiorrespiratorio, frío anormal, entre otras cosas. Generalmente, las personas afectadas describen un cambio radical en su economía psíquica y en su forma de ser. Casi siempre nos encontramos con la vida «antes del psico-choque» y la vida «después del psicochoque». La práctica diaria de la clínica psicosomática nos permite llegar a una conclusión válida en la mayoría de los casos: la enfermedad se construye alrededor y a partir de un cambio repentino en la forma de ser, inducido por un psico-choque emocional desestabilizador. En algunos casos raros, encaminaremos nuestras investigaciones hacia el estudio del proyecto/sentido o del factor transgeneracional.
El factor cronológico Es primordial tener en cuenta el factor cronológico. Como bien sabemos, el fenómeno alérgico, tanto en la medicina tradicional como en la psicobiología, se descompone en dos tiempos: La medicina tradicional describe una primera fase silenciosa de sensibilización y de identificación del agresor —el alérgeno— y una fase ruidosa de neutralización y de detención del agresor. La psicobiología habla más bien de una primera fase de identificación de la agresión —la programación de la alergia— y de una segunda fase consistente en evitar esta agresión revelada por la presencia del alérgeno —el desencadenamiento de la alergia. Disponemos por lo tanto de dos límites temporales que debemos detectar a fin de ser lo más coherente posible.
El primer límite temporal corresponde al instante del psico-choque y a la programación de la alergia en el tiempo. Digo instante y no momento o período. A menudo las personas pueden, con total precisión, ponerle una fecha, una hora y hasta un segundo preciso, porque de entrada lo recuerdan con claridad o bien lo hacen después de una pequeña exploración con la ayuda del apartado anterior. Cabe resaltar que este instante está incluido en un momento, un período o una estación en particular que deberemos obligatoriamente mencionar puesto que el fenómeno puede evolucionar con las estaciones. El segundo límite temporal está representado por el nuevo enfrentamiento con el alérgeno y el desencadenamiento de la alergia. La demora entre estos dos mojones puede ser muy variable y algunas veces pueden pasar años entre la programación y el desencadenamiento. Un último punto: estos dos límites nos dan también la edad de la persona afectada y esto puede ser muy importante en ciertas historias.
Cómo detectar los diferentes raíles y señalar el más importante Durante el psico-choque, el cerebro biológico graba las circunstancias exactas de la agresión con una minucia ejemplar. Todos los órganos de los sentidos contribuyen, así como el pensamiento. Todos los parámetros llamados «raíles de agresión» son memorizados y es bastante simple detectarlos gracias a un pequeño cuestionario muy fácil de contestar. Nos valdremos de las bandas de grabación que han desfilado a lo largo del psico-choque, guardadas en nuestra caja negra cerebral: — En la banda de sonido. ¿Qué hemos oído: ruidos particulares, voces, gritos? —En la banda de vídeo. ¿En qué nos hemos fijado, qué hemos visto o leído: el paisaje, los colores, el lugar, los protagonistas, el tiempo, una carta, una palabra u otra cosa? ¿Ha habido cuerpos extraños en contacto con los ojos, tales como pólenes u otros? — En la banda olfativa. ¿Qué hemos olido con la nariz: olores, claro, pero también algunos otros cuerpos extraños en contacto con las mucosas nasales como pólenes, polvo, pelos de animales, etc.? — En la banda gustativa. ¿Qué hemos probado y qué alimento ha estado en
contacto con nuestra boca? — En la banda táctil: ¿qué hemos sentido por medio de la piel, qué elemento estaba en contacto con la piel y en qué parte del cuerpo? — En la banda pensante. ¿Qué hemos pensado en el fondo de nosotros mismos en el instante del psico-choque? ¿Cuál ha sido el re-sentido que no podíamos expresar? De esta forma, esta recolección de informaciones sensitivas recoge todos los posibles raíles que han servido de base para un desencadenamiento alérgico. Así vemos que el reencuentro «desaforado» con tan solo uno de ellos puede poner en marcha una crisis. Generalmente, el cerebro biológico, enganchado en la inoportuna e imprevista tormenta conflictiva, privilegia un raíl en particular, que llamamos raíl principal o alérgeno.
El alérgeno: el raíl principal Para nosotros el alérgeno representa el testigo número uno, mientras que para otros sería el sospechoso número uno e incluso el verdadero culpable. Cuesta imaginar en ese papel a un pobre granito de polen o al inofensivo polvo doméstico. Es verdad que el alérgeno esconde bien su juego porque carga con todo. Se lo acusa para proteger nuestra economía psicológica con el fin de que no haya demasiada desestabilización. Psíquicamente hablando, es más rentable focalizar y proyectar toda nuestra atención sobre ese elemento neutral que enfrentarse a una antigua situación desestabilizadora, que aún hoy no ha sido completamente resuelta. Acabamos de exponer una ilustración de la represión, el desplazamiento y la proyección. Después, en función del alérgeno, dirigiremos la investigación hacia tal o cual aspecto de la problemática para así poder delimitarla mejor. Los alimentos nos orientarán directamente hacia un psico-choque acontecido durante una comida. Los medicamentos nos orientarán hacia una terapia instituida y a la cual el psicochoque está vinculado. Las sustancias inhaladas tales como pólenes, gramíneas, ácaros, moho, plumas o pelos de animales, nos orientarán hacia un psico-choque acontecido en circunstancias particulares: en el interior o en el exterior, en una granja, debajo o encima de una cama, con animales, etc.
Las sustancias en contacto con la piel tales como los champús, los detergentes, los productos de belleza, el látex, y también, el sol, el agua, los metales preciosos o comunes, nos orientarán hacia una separación o un raíl cutáneo con un contacto problemático. De hecho, este elemento se acerca mucho al centro neurálgico de la alergia que está representado esencialmente por este último punto.
Las señales clínicas Como ya hemos dicho, el significado psicosomático general del edema es: no quiero o no puedo estar en contacto con una situación desestabilizadora. Su posición en el organismo nos da más informaciones sobre la forma de evitar la sensación desagradable en origen. Para nosotros, las señales clínicas permiten avanzar la investigación de forma considerable. En efecto, gracias al sentido biológico o al significado psicosomático del síntoma y del órgano afectado, nos vamos a dirigir directamente hacia el punto central de la alergia. A título de ejemplo, veamos las principales decodificaciones. Los ojos, con lagrimeo, conjuntivitis, inflamación o picores, nos orientan hacia un psico-choque visual. No quiero ver, no puedo ver, lo he perdido de vista. La piel, con urticaria, eczema o picores, nos orientan muy claramente hacia temáticas de separación. La laringe, la tos o el asma laríngea nos orientan hacia una problemática centrada en un miedo importante o un susto enorme. Los bronquios, con las bronquitis y el asma, nos orientan hacia peleas o recuerdos de asfixiados con gas, de ahorcados, etc. La nariz, con la fiebre del heno, la sinusitis y los pólipos, nos orientan hacia las actividades conflictivas donde predomina el elemento «nocivo». A éste se añaden las expresiones «dinero sucio», «comportamientos horribles, poco elegantes» o «me huele mal». Algunas veces puede predominar la angustia. Los estornudos nos orientan hacia el deseo de expulsar algo fuera del propio territorio.
Qué hacer cuando no se encuentra nada
La clínica psicosomática tiene muchas soluciones y recursos que aún no hemos expuesto. Se nos ofrecen varias posibilidades. El psico-choque está por completo oculto en el inconsciente y no se puede encontrar. Tal y como decíamos anteriormente, el inconsciente sólo nos entrega datos cuando está seguro de que podemos encararlos mentalmente. Moraleja: no estamos preparados para enfrentarnos con ellos. Ha tenido lugar un auténtico psico-choque pero ha sido conscientemente declarado de muy baja intensidad o bien ha sido considerado positivo por parte de la mente consciente y negativo por la mente inconsciente, como ocurre en los cambios profesionales de los cuales nos habla Jean Platon. La problemática se encuentra principalmente fuera de la historia de la persona afectada. Nos encontramos nuevamente con las programaciones transgeneracionales que se han producido durante el proyecto/sentido. Corresponde plantearse las siguientes preguntas: «¿Cuál es el recuerdo(s) que asocio a este elemento creador de mi alergia?», «¿Qué es lo no acepto dentro de mí y que está en relación con esta alergia?», «¿Qué ocurrió de impactante durante ese período?», «¿Qué es lo que esta alergia me impide llevar a cabo?» y «¿Qué es lo que esta alergia me permite conseguir?»
Qué hacer cuando seguimos sin encontrar nada Antes de declarar que la teoría biológica no da respuestas a este caso clínico puesto que no lo conoce todo sobre nuestro comportamiento íntimo, pedimos a la persona que reflexione sobre lo hablado y que espere a que su inconsciente tenga a bien enviarle algunos datos, como ocurrió en el caso del señor Pescado. Ahora supongo que los lectores están preparados para enfrentarse a la mayoría de las alergias, pero les propongo una última parada: la terapia propiamente dicha.
La terapia Desde el principio, hemos mencionado ciertas historias de vida más o menos alegres, y es evidente que la mayoría de los casos clínicos han desembocado, en poco tiempo, en una clara mejoría, si no en una completa curación que, para algunos,
cuenta ya con varios años. Exponer aquí en detalle el camino psíquico emprendido por cada persona afectada parece un ejercicio peligroso. Sin embargo, algunas grandes líneas se han ido perfilando a medida que nuestra disciplina ha progresado tanto en la teoría como en la práctica.
El aspecto teórico La magia de la clínica psicosomática se efectúa gracias a los vínculos, más o menos inconcebibles antes de su descubrimiento, entre un episodio impactante de la vida de la persona —el psico-choque emocional desestabilizador original perteneciente a su historia personal o a la de sus ancestros— y un alérgeno anodino para la mayoría de la gente. Este psico-choque ha almacenado con él, dentro de nuestro sistema neurovegetativo, cierta cantidad de sobre-estrés o de desestabilización, manteniendo siempre nuestro psiquismo dentro de una cierta fragilidad/inestabilidad. De hecho, la enfermedad no es más que la gestión celular, biológica, de esta acumulación de sobre-estrés asociado a una emoción reprimida. La mejoría o la curación no parecen ser más que la descarga parcial o total de ese «viejo» sobre-estrés y de esa «vieja» emoción reprimida, que nuestro inconsciente biológico se permite soltar de vez en cuando en la forma de lágrimas y/o risa, solo o acompañado por un terapeuta. «¡Vaya!, por fin ya sale...» me decía la señora Rebanada y tantos otros pacientes. La experiencia terapéutica de numerosos casos clínicos muestra tres etapas principales: la adquisición de conocimiento, la toma de conciencia y el desprendimiento emocional y la descarga emocional. La adquisición de conocimiento está representada por la teoría expuesta tanto al principio y como al final de la obra, por la conducta a adoptar ante una alergia. Esta teoría, que debe exponerse con todo el tiempo necesario, apunta a encajar lo mejor posible con la historia emocional del individuo alérgico. Está claro que los detalles históricos tienen una gran importancia; no podemos resumir la historia del señor La Fresa con estas simples palabras: su mujer lo deja para irse con su amante y él se vuelve alérgico a las fresas porque su sistema inmunitario no puede soportar esta fruta. Claro que no. Tenemos que ir en busca de todos los detalles de la situación aunque parezcan fútiles y anodinos para el alergólogo. Todo ocurre en los detalles y especialmente en la desestabilización emocional. La toma de conciencia se efectúa cuando se establece un vínculo entre dos
elementos distantes el uno del otro y sin ninguna relación aparente. Cronológicamente, la mayoría de las alergias tienen dos hitos temporales. El primero corresponde a la fase de sensibilización y el segundo concierne a la primera crisis alérgica. Vemos que, por una parte, el señor La Fresa se sensibilizó a esta fruta roja durante la comida en que lo abandonó su mujer, y por otra, una hipersensibilidad a esta misma fruta se desencadenó más adelante durante una comida familiar. Él nunca había establecido el vínculo entre estas dos comidas, pero la evocación simultánea de ambas y su comparación significativa le permitieron determinar que el denominador común de estos dos episodios había sido la fresa. Razonaremos de la misma manera en todos los casos de alergia. El desprendimiento emocional y la descarga emocional son las señales principales que nos permiten descubrir el hecho de deshacerse del «viejo» sobreestrés acumulado en el sistema neurovegetativo simpático, especialista de la acción. La persona cae así en el sistema vagotónico atribuido al descanso, como lo demuestran un suspiro de bienestar, una sensación de descompresión mental, unas risas, escalofríos o algunas lágrimas. Esta etapa es bastante delicada de describir pues hace intervenir numerosos factores personales e íntimos. Si la descarga emocional es completa, mejor, pues pronto aparecerá el camino hacia la mejoría o la curación. Pero si ésta es solamente parcial, podemos desviarnos. Esto significa, simplemente, que todavía existen otros elementos que deben ser explorados. En este último caso, podemos acudir a ciertas técnicas terapéuticas de ayuda antes de darnos por vencidos. Nota importante: en el curso de las consultas han aparecido distintas posibilidades, cuyo hilo conductor es la necesidad de hacer emerger el inconsciente biológico. Las tres etapas se efectúan al mismo tiempo durante la consulta. Es lo mejor que puede pasar. El «bloqueo» en la primera etapa se observa sobre todo en personas muy racionales, demasiado científicas, que quieren pruebas antes de empezar lo que sea o que permanecen impermeables a cualquier observación de orden psicosomático, entre otras cosas. Una pregunta que les hago rápidamente es la siguiente: «¿Piensa usted que puede curarse con la visión que tiene de la enfermedad?» Por mi parte, hago mi trabajo, les pido que reflexionen sobre lo hablado y les invito a pedir una nueva consulta sólo en el caso de que quieran ir más allá. De esta forma no me canso demasiado, porque no tengo absolutamente nada que probar. Los «bloqueos» después de la primara etapa se observan con frecuencia. La
persona entiende bien el fenómeno pero no se opera la toma de conciencia. Hay una única solución: retomar todo desde el principio. Si el bloqueo persiste, volver a la práctica señalada más arriba. Cronológicamente, el intervalo entre estas tres etapas es variable. Ha ocurrido a menudo que una persona tome conciencia después de la consulta puesto que el trabajo sobre el inconsciente no se efectúa solo en la sala de consulta. Sus reflexiones, sus sueños, sus observaciones también serán muy útiles durante las próximas entrevistas.
El aspecto práctico Existen varias técnicas terapéuticas dirigidas a facilitar el surgimiento de las informaciones, de los re-sentidos y de las emociones, todos ocultos en el inconsciente biológico. Para ello, se codean dos grandes categorías terapéuticas: las técnicas verbales y las técnicas psicocorporales. Las cito aquí sólo como información. Las técnicas verbales se relacionan con las psicoterapias llamadas «frente a frente», donde todo puede decirse, oírse y escucharse. Como ya se sabe, la primera descarga suele ser verbal. Nos permite expresar nuestros re-sentidos, nuestras emociones y nuestros secretos íntimos. Las técnicas psicocorporales son numerosas dentro de los grupos terapéuticos que dirijo junto con mis colaboradores. Empleamos muchas de ellas pero desafortunadamente no las puedo detallar aquí. Estamos llegando al final del viaje por el país de las alergias. Antes de dejarles leer el Epílogo, quiero añadir que mis colegas y yo estamos encantados de haberles expuesto nuestra visión de este fenómeno que, con seguridad, está al alcance de todos. Una vez más, no creemos ser los dueños de la verdad pero esperamos que esta nueva visión de las alergias haya ayudado a esclarecer algo más esta patología tan frecuente. Les agradecemos su atenta lectura y esperamos que este libro les haya ayudado en su problemática y en su camino personal. Port Camargue, 28 de junio de 2005
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