Las 4R. Una Ayuda Eficaz Para Crecer Juntos - Padre Rafael Fernández de Andraca

October 15, 2017 | Author: Libros Católicos | Category: Marriage, Love, Prayer, Eucharist, Lord's Prayer
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Descripción: Las 4R. Una Ayuda Eficaz Para Crecer Juntos - Padre Rafael Fernández de Andraca...

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Serie “Creciendo juntos” N° de Inscripción 278783 ISBN Edición Impresa: 978-956-246-842-8 ISBN Edición Digital: 978-956-246-843-5 ©Editorial Nueva Patris José Manuel Infante 132 Providencia, Santiago, Chile Teléfono: (56-2) 22351343 [email protected] www.patris.cl Diseño Soledad Céspedes M. www.soledadcespedes.net Diagramación digital: ebooks Patagonia www.ebookspatagonia.com [email protected]

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Contenido Introducción Los Ritos son necesarios Espíritu y Formas La primera R: Rezar en común La segunda R: Reencantar La tercera R: Revisar Primera Parte: Mirar el mes pasado Segunda Parte: Mirar hacia adelante La cuarta R: Renovar Glosario

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introducción “Los ritos son necesarios”.Esto lo ha aplicado la Iglesia durante siglos en las múltiples comunidades religiosas que han surgido a lo largo de la historia. Cada comunidad, benedictinos, franciscanos, carmelitas, jesuitas, etc., ha formulado en forma original el espíritu e ideales del Evangelio y ha generado formas y ritos que lo expresan y cultivan. Ese proceso sigue hasta nuestros días en las nuevas comunidades y movimientos que nacieron especialmente a inicios del siglo XX hasta nuestros días. Si alguien ingresa a una de las comunidades tradicionales o nuevas, siempre se encontrará con ideales formulados, con “carismas”, que le confieren una espiritualidad y rostro propio. Esa espiritualidad a la vez se ha expresado en formas de vida, en ritos y costumbres que les son propias y hacen posible y concreta la vivencia del ideal en el aquí y ahora histórico. Un sacerdote, un monje, un miembro de una comunidad cristiana determinada, normalmente, junto con hacer propio el ideal de esa comunidad, se compromete a cultivar determinadas formas y ritos que se han probado como expresión y fomento de sus ideales. Pero hay una comunidad cristiana a la cual recién a mediados del siglo XX, en particular a partir del Concilio Vaticano II, se le fue dando mayor importancia y adquiriendo relevancia en la pastoral de la Iglesia. El Concilio Vaticano II mostró con claridad el ideal propio del laico que vive una santidad en medio del mundo y, a la vez, mostró el ideal del matrimonio y la familia cristiana, célula básica de la iglesia y de la sociedad. En este contexto, poco a poco se ha ido clarificando la originalidad del sacramento del matrimonio, el cual ciertamente no fue estudiado ni profundizado como el ideal de la santidad celibataria, de personas consagradas que sellaban su donación a Dios a través de una entrega virginal. Fue el Santo padre Juan Pablo II el que mostró con gran claridad en su pontificado y, especialmente, en su encíclica “Familiaris Consortio”, el ideal e importancia del matrimonio. Benedicto XVI continuó esa labor y el Papa Francisco le ha dado un nuevo impulso. Lo que aún está pendiente es descubrir cuáles son los ritos o formas de vida que aseguren y permitan vivir plenamente el ideal de la vida matrimonial. Un sacerdote o una persona que sea consagrado a Dios en la virginidad, tiene claridad respecto a las formas y costumbres que expresan y fomentan su ideal. Si el matrimonio sellado con el sacramento constituye una auténtica “comunidad cristiana”, cabe preguntarse cuáles son esas formas, ritos o costumbres que permitan a los esposos recorrer fecundamente el 8

camino de la santidad matrimonial que le es propio. Esta pregunta se la hizo un grupo de asesores y dirigentes de la Obra de Familias del Movimiento de Schoenstatt, llevándolos a observar qué cosas habían sido las que más habían ayudado a matrimonios a cultivar su vínculo como esposos y a conformar un reino familiar, imagen del reino de Dios aquí en la tierra. No se trataba de elaborar algo “en el escritorio”, sino de mirar e indagar qué cosas les habían ayudado a fomentar y consolidar en la práctica sus matrimonios en distintos niveles y diversas circunstancias. Después de estudiar y observar la experiencia de vida de numerosos esposos, se llegó a la conclusión de que, en las múltiples formas y costumbres que se daban, había cuatro de estas que de hecho se mostraban como las más importantes y eficaces y que, a la vez, permitían una aplicación general.

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Se trataba de formas de vida que les ayudaban a cultivar y mantener la lozanía del primer amor, sobre todo, en relación al cultivo de un vínculo esponsal cálido y positivo. Se constató que los matrimonios que más progresaban y que mejor solucionaban los problemas, que inevitablemente surgen en la vida matrimonial y familiar, eran aquellos que se dejaban un tiempo para revisar juntos el paso de Dios por su vida, que trabajaban su autoformación ayudándose el uno al otro, en un encuentro mensual de reflexión y oración. Por otra parte, había matrimonios que habían logrado mantener diariamente una oración en común, lo cual expresaba su unión en el Señor y los centraba cada día en el fundamento más profundo de su amor. Por último, se daban matrimonios que habían logrado definir un ideal matrimonial que les servía de faro que iluminaba su camino y les permitía descubrir año a año los caminos que el Dios Providente les señalaba. De este modo se llegó a formular lo que se denominó las “4 R”. Así se tenía una ayuda nemotécnica para recordar estos 4 ritos básicos. A saber, un primer rito diario, un segundo rito semanal, un tercer rito mensual y el cuarto anual. • • • •

Un momento Un momento Un momento Un momento

diario, 1ª R: Rezar juntos semanal, 2ª R: Reencantar mensual, 3ª R: Revisar anual, 4ª R: Renovar

La Primera R: La oración diaria, rezar todos los días juntos como matrimonio, Esta costumbre asegura y expresa la dimensión sobrenatural que une a los esposos.

La Segunda R: Se refiere a la necesidad de re-encantar el amor, de avivar la llama de un amor cálido y afectivo. Se trata de asegurar la dimensión natural del amor, sensible y espiritual.

La Tercera R: Revisar mensualmente la vida matrimonial y personal del mes pasado y del mes próximo, a la luz de la fe práctica en la divina Providencia. Esta tercera R asegura la tarea de autoformarse y de ayudarse mutuamente a crecer en el camino de la santidad matrimonial.

La Cuarta R: 11

La renovación anual del ideal o proyecto matrimonial, asegura que el “sueño” o ideal del matrimonio se mantenga siempre vivo y esté dispuesto a seguir abordando los desafíos que plantea el año próximo. De este modo, las Cuatro R se muestran como ritos o costumbres que conviene cultivar como seguros de una vida matrimonial feliz y fecunda. Las 4 R tienen en vista el crecimiento de la realidad matrimonial, pero al mismo tiempo, la calidad del vínculo entre los esposos repercute directamente en los hijos. Si el matrimonio “funciona” bien, la vida familiar camina también bien. En el fondo, la realidad familiar depende esencialmente de la relación matrimonial de los padres entre sí.

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Los ritos son necesarios Iniciaremos nuestras reflexiones con un texto clásico de El Principito de Saint Exuperie. Se trata del famoso diálogo entre el Zorro y el pequeño príncipe donde el primero introduce en forma realmente genial y gráfica cómo se debe cultivar una relación personal cargada de afecto. La frase clave que pronuncia el zorro es esta: “los ritos son necesarios”. Habría que acentuar la validez de estas verdades, porque hoy más que nunca, como dice el Zorro, vivimos una cultura en la cual no sólo no se cultivan los vínculos personales sino que se destruyen. Tenemos excelentes supermercados “pero, como (en los supermercados) no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos”. Les invito a leer con detención este texto: “El zorro se calló y miró largo tiempo al Principito. - ¡Por favor... domestícame! - dijo - Me gustaría —contestó el Principito—, pero no tengo mucho tiempo. Tengo amigos por descubrir y muchas cosas por conocer. - Sólo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Ellos compran cosas hechas en los supermercados, pero como no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, domestícame. - ¿Qué debo hacer? —dijo el Principito. - Hay que tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás primero un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y tú no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca... Al día siguiente, volvió el Principito. - ¡Hubiera sido mejor que volvieras a la misma hora! -dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a ser feliz. Mientras más avance la hora, más feliz me sentiré. Y a las cuatro, me agitaré y me inquietaré... ¡Descubriré así el precio de la felicidad...! Pero si vienes en cualquier momento, no sabré nunca a qué hora vestirme el corazón... Los ritos son necesarios... 14

- ¿Qué es un rito...?—dijo el Principito. - También es algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Por ejemplo, entre mis cazadores hay un rito. Los jueves bailan con las chicas del pueblo. Entonces, los jueves son días maravillosos. Yo voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían, y yo no tendría vacaciones.” La relación de amistad, y muy especialmente, la relación entre los esposos es de las más profundas que pueden existir y, al mismo tiempo, de las más amenazadas en nuestra cultura. No es necesario ningún estudio sociológico para constatar esta realidad, basta con mirar nuestro alrededor, lo que sucede a veces entre nosotros mismos, entre nuestros amigos y familiares y compañeros de trabajo.

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Espíritu y Formas Los ritos o costumbres expresan y aseguran un valor “Los ritos son necesarios”. ¿Qué es un rito? Es una costumbre, es una forma de vida que expresa y asegura un valor. Supongamos que una costumbre normal en una familia es juntarse a almorzar el día domingo. Puede ser que en la semana no se encuentren con mucha frecuencia, pero el día domingo se reúnen a la hora de almuerzo. Este es un rito. Creo que todos hemos tenido la experiencia de lo valiosos que son estos ritos, y de que cuando no se cultivan, se pierde algo tan importante como es el espíritu de familia. Un rito es una costumbre, que expresa y garantiza un espíritu. Un rito se da, por ejemplo cuando un matrimonio tiene la costumbre de dejarse uno o dos fines de semana durante el año para estar entre ellos, para comunicarse más profundamente, para revivir el alma de su amor esponsal. Si no tenemos la costumbre de regar regularmente las plantas de nuestro jardín o la que tenemos en el living de nuestro departamento, las plantas se vuelven mustias y terminan muriéndose. Cuando se inicia una relación de pareja, pronto los enamorados o novios van creando costumbres o ritos que expresan su amor y lo hacen crecer. Si esos ritos se descuidan entonces ya la relación empieza a deteriorarse. ¿Qué ritos o costumbres han surgido al interior de nuestro matrimonio? ¿Qué espíritu o valores expresan o aseguran esas formas de vida? Ritos y formalismo “Los ritos son necesarios”. Pero se debe distinguir claramente entre tener ritos y un ritualismo o formalismo. Cuando una costumbre o rito ya no expresa el espíritu o valor que lo generó, ese rito pasa a ser una forma vacía, donde los gestos o costumbres carecen de sentido y donde las formas contradicen lo que debieran expresar. Un rito lleno de sentido y de valor, nos renueva y fortalece cada vez que lo practicamos. Si tenemos el rito o la costumbre de jugar cartas con nuestros amigos un determinado día a una determinada hora, realizarlo fortalece la amistad. Si poco a poco uno u otro no participa en este rito, se irá debilitando y muriendo la amistad que existía. La acentuación de ritos carentes de espíritu junto con llevar a un formalismo estéril, a menudo degenera también en el fariseísmo. Por otra parte, una forma puede expresar un valor positivo, pero también puede expresar 17

un espíritu negativo. Por ejemplo, la costumbre o rito, hoy común, de atender el celular o ver los mensajes a la hora de almuerzo cuando se está con otras personas. En ese caso ese rito está inspirado por un espíritu individualista, que genera la incomunicación personal con el tú que tenemos junto a nosotros. Pueden existir formas de cortesía o trato que de suyo expresan, por ejemplo, el respeto. Se puede dar la mano a alguien como signo de amistad, pero podría ser que ese gesto interiormente sea una mera forma, porque la persona a la cual saludo interiormente la rechazo y más que amistad le tengo odio o envidia. Es muy importante, por lo tanto, que cultivemos un mundo de valores y que estos plasmen formas que los expresen y fomenten. Este “cultivo del espíritu”, dado a la tendencia negativa que arrastramos a causa del pecado original –y de nuestros propios pecados o mediocridades– es muy importante. Es preciso, por lo tanto, cultivar el mundo de valores que orientan nuestra vida, a fin de que plasmen formas que los expresen, fomenten y protejan.

Costumbres que fomentan la vitalidad del matrimonio Lo expuesto anteriormente tiene validez general. Ahora nos interesa aplicarlo a nuestra cultura propia como esposos.

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Suponemos aquí que tenemos valores e ideales según los cuales queremos orientar nuestra convivencia como matrimonio y a la vez conformar una familia con un carácter propio y definido1. Nos planteamos ahora lo que significan para el matrimonio las formas de vida que permiten guardar su lozanía y plenitud. Hay que tener en cuenta que el ambiente que nos rodea no ayuda a los matrimonios ni favorece las relaciones personales. Existen diálogos de palabras, de noticias, de información de miles de acontecimientos, pero hay carencia de diálogo de corazón a corazón. Hay muchas cosas en el ambiente que van en contra de lo que anhelamos. Además, como matrimonios que aspiramos a vivir profundamente nuestra fe, no podemos pasar por alto que mantener vivo hoy nuestro contacto con Dios, no es cosa fácil.

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Si actualmente existe una institución que está en peligro es justamente el matrimonio y la familia. Por ello urge que cultivemos costumbres que aseguren nuestros ideales y nos permitan nadar contra la corriente, y ser de esta forma una señal de luz y de esperanza en medio de la sociedad. Se requiere decisión y compromiso Las Cuatro R que describimos en la introducción, a lo largo de los años, han dado muchos frutos. Se practican en el mundo schoenstatiano, pero también en muchos otros lugares en los cuales se cultiva fecundamente la pastoral familiar. Reflexionaremos ahora en cada una de estas 4R. Antes de hacerlo, una observación general, que es de 20

importancia: se trata de adquirir costumbres que conformen la vida y esto no es fácil, sobre todo cuando hay muchos factores que inciden en que a menudo, por las cosas urgentes, dejemos en un segundo o tercer plano las importantes.

Es muy importante, por lo tanto, que cultivemos un mundo de valores y que estos plasmen formas que los expresen y fomenten. Se requiere, por eso, que ambos esposos, cada uno por su cuenta y ambos juntos muestren una real decisión de tomar en serio la conquista de cada uno de estos ritos, o usando otro lenguaje, de estos “medios acéticos”. Corresponden a puntos concretos de un horario espiritual o plan de vida personal y matrimonial. A menudo creemos que la relación de pareja y la vida familiar funcionan sin mayores controles y exigencias. Aquello que se da en el plano de la gestión en las empresas, por ejemplo, balances, metas concretas, control sistemático, etc., basado en el axioma: ”Si no puedes medir algo, no lo puedes comprender. Si no lo puedes comprender, no lo puedes controlar. Si no lo puedes controlar, no lo puedes mejorar”, pareciera que no tiene aplicación en la vida matrimonial y familiar. Si nos proponemos armar una empresa, sabemos que junto con tener claridad respecto a la meta que queremos lograr, es esencial que pongamos en práctica los medios concretos para conquistar esa meta. No bastan los buenos deseos sino que lo que cuenta es la seriedad en asumir lo que posibilita la realización de esa meta. Se lleva cuenta y se revisa diariamente, semanalmente y mensualmente lo que se ha hecho o dejado de hacer. Una empresa que no planifica y controla lo que se ha propuesto, que no hace balance y determina los pasos que es necesario dar, simplemente pronto se hace inviable.

Cuando se inicia una relación de pareja, pronto los enamorados o novios van creando costumbres o ritos que expresan su amor y lo hacen crecer. El matrimonio y la familia es la empresa más importante que tenemos y muchas veces esa sabiduría no la aplicamos a esto que en definitiva es lo que nos hace feliz y nos plenifica. Si los matrimonios tienen ritos, en el sentido más profundo y rico de la palabra, es decir, un espíritu asegurado en costumbres, no los arrastrará la corriente y no estarán expuestos a trisarse y, a veces, a romperse. Hoy es necesario ser especialmente cuidadosos en el cultivo de la vida matrimonial, cada matrimonio corre hoy el riesgo de separarse: lo vemos y escuchamos todos los días... Por eso las cuatro R no pueden reducirse a un “nos gustaría mucho” hacer esto o lo otro, “deseamos hacerlo”, etc., dejando así abierto el camino a una aspiración vaga que 21

ante cualquier imprevisto, una invitación, un trabajo, un apostolado, fácilmente se deja de lado. Por eso el llamado es a tomarnos nosotros mismos en serio y esforzarnos como corresponde a personas que quieren lograr algo grande en su vida. Nada es gratis; todo lo que vale la pena cuesta esfuerzo y renuncias. Cada una de las cuatro R, por esto, debe haber sido asumida con hora y día. Si se trata de rezar juntos todos los días, debemos decidir a qué hora lo haremos y ayudarnos mutuamente a recordar ese compromiso. Si decimos que vamos a dejarnos un espacio para nosotros, re-encantando nuestro amor, debemos fijar igualmente el día y la hora en que lo haremos. Si surge algo, y a menudo será así, tendremos que decir: “perdonen pero tenemos otro compromiso y no podemos”. Damos así realmente valor a lo más importante. Habrá ciertamente excepciones justificadas, pero serán realmente excepciones.

Lo mismo vale para la tercera R: dejarnos unas dos horas para reflexionar juntos, para revisar nuestra vida personal y de pareja, para meditar qué regalos nos ha hecho Dios y planificar juntos el mes próximo, también requiere claridad de cuánto y dónde realizaremos nuestro encuentro o revisión mensual. La cuarta R puede normalmente realizarse en nuestras vacaciones anuales, donde 22

podremos planificar una tarde o un día para realizarla. Los frutos de este esfuerzo ciertamente serán abundantes, para nosotros mismos y para nuestros hijos.

Preguntas y tareas 1. Preguntas • ¿Han surgido costumbres en nuestra vida matrimonial que nos han ayudado mucho? ¿Cuáles? • ¿Qué experiencia tenemos de haber iniciado una costumbre que nos sirvió y luego no la mantuvimos? • ¿Qué costumbres positivas observamos en otros matrimonios o familias? 2. Tareas • Analizar nuestros lados fuertes y los lados débiles en relación a nuestras costumbres familiares. • Ver qué valores queremos asegurar de modo especial en nuestra relación como 23

esposos. • Comentar cuál de las 4R nos parece espontáneamente importante.

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La primera R Rezar en común En nuestra “iglesia doméstica” rezamos Es la primera gran costumbre diaria. Un matrimonio marcado por el sacramento del matrimonio vive en relación armoniosa con Dios y con el mundo; vinculado armoniosamente con las personas, las cosas, las circunstancias de su vida diaria, y con el Padre Dios y su gracia. Y el medio para lograr esa vinculación orgánica es la oración. Por eso ¿no sería lo más natural que los matrimonios rezaran juntos como matrimonio? Generalmente, cuando se le pregunta a una pareja cómo rezan, contestan que con los hijos o solos, cada uno por su cuenta, porque son distintos y cada cual tiene su propia forma de rezar; o porque no tienen el tiempo ni la costumbre de hacerlo. Si bien es cierto que no es fácil aprender a rezar como matrimonio, también es cierto que los esposos han tenido que acostumbrarse a hacer muchas cosas en común, desde que se despiertan en la mañana hasta que se duermen en la noche; han debido crear un estilo común, costumbres, formas de convivencia buenas para ambos y para la familia. Para vivir bien, descubrieron cómo complementarse. Por lo tanto, ¿no podrían complementarse también en la forma de orar? La carga del matrimonio, que es muy grande, difícilmente podrán llevarla solos. Sin oración no podrán solucionar todos los problemas y tensiones que se les van presentando en el camino, ni podrán vivir en plenitud el sacramento del matrimonio. La Iglesia, por ejemplo, tiene un rito especial para los sacerdotes, la Liturgia de las Horas. Estos son ritos de oración personal y comunitaria. Cada comunidad religiosa ha elaborado un estilo propio de rezar y renovar el espíritu en el Señor. ¿No debería hacer lo mismo cada matrimonio? Antiguamente se hablaba de la familia como una “iglesia doméstica”, expresión que a partir del Concilio Vaticano II se ha hecho nuevamente presente. Si es así, entonces los sacerdotes de esa iglesia doméstica son los esposos. Sería enteramente normal y coherente, por lo tanto, que rezaran juntos como tales y que, sobre todo, más que enseñarles a los hijos a memorizar oraciones, les enseñasen a rezar con su ejemplo. Elaborar una “liturgia” propia

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El matrimonio es verdaderamente una comunidad religiosa sellada por el sacramento. Cada matrimonio, afirma el fundador de Schoenstatt, es una comunidad religiosa. Y si es así, entonces, de forma análoga a las comunidades religiosas de vida consagrada, deben elaborar una liturgia propia, una manera propia de rezar. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo comenzar? Lo primero es tomar la decisión de hacerlo, sabiendo que poco a poco deben ir descubriendo como armonizar y enriquecer el modo de rezar de cada uno con el del cónyuge e ir generando una forma común de hacerlo (lo cual, por cierto, no suprime el que cada uno individualmente tenga su propio estilo). Junto con la decisión de dar este paso, los esposos fijan la hora y el lugar en que rezarán. Si no existen experiencias al respecto, comenzarán por algo simple y fácil: elegirán un lugar, sea en su habitación u otro lugar adecuado, donde haya una imagen religiosa. Encenderán un cirio, se tomarán de la mano, y rezarán un Padrenuestro, una Avemaría y la Pequeña Consagración. Esto no les tomará más de tres minutos... En esto se juega la decisión y constancia. Esta oración debe llegar a ser un hábito. Es decir, algo que se ha incorporado verdaderamente a nuestro estilo o costumbres.

Una costumbre que se va enriqueciendo Después de tres o cinco meses que se ha cultivado esta costumbre, se puede ir probando enriquecer este momento, por ejemplo, introduciendo una pequeña lectura del Evangelio, 28

peticiones y acción de gracias por lo vivido durante el día, etc. Así, poco a poco, los matrimonios van creando su propio estilo de oración diaria, una liturgia matrimonial que calce a los dos, que les guste a ambos. Un hermoso rito que les va a servir enormemente también para aprender a comunicarse, ya que hay cosas que resulta más fácil decirlas cuando se está rezando. Si después amplían este momento, si componen una oración personal para rezar todos los días, este espacio de oración se hará más personal, más propio de ambos. Creo que todos los matrimonios debieran redactar una oración propia, así como la Iglesia tiene el Padrenuestro, el Avemaría o como Schoenstatt tiene la Pequeña Consagración. Se trata de una oración donde ellos formulen sus aspiraciones, sus peticiones, su gratitud y ofrecimientos al Señor como matrimonio. Una meditación hecha en común En este contexto es recomendable que los esposos, cada uno por separado y también juntos, al menos una vez a la semana, introduzcan en su oración diaria, la práctica de la “lectio divina”. Es decir, una meditación de la Palabra de Dios. Ciertamente es recomendable que el contacto con la Palabra del Señor ocupe un lugar claro y definido en nuestra vida espiritual. Leer un trozo de la Biblia, meditando el eco que la Palabra deja en nuestra alma e intercambiar esto con el cónyuge debiera llegar a ser algo normal. Tal vez se podría comenzar leyendo juntos el fin de semana el Evangelio del domingo, para gustar lo que Dios les dice en esa lectura. De modo semejante, los esposos deberían también llegar a practicar la “meditación de la vida”, es decir, lo que la divina Providencia les va mostrando como regalos, pruebas y desafíos. En general tendríamos que descubrir con mucha mayor intensidad la riqueza que nos ofrece el P. Kentenich en el modo propio en que él practicó la meditación. Hacerlo como matrimonio es un camino quizás poco explorado pero ciertamente de gran provecho para cada uno y para ambos como esposos y padres de familia2.

El matrimonio es verdaderamente una comunidad religiosa sellada por el sacramento. De esta forma, poco a poco los matrimonios irán elaborando su propia liturgia, incluyendo nuevas formas como las mencionadas que ellos mismo generen como fruto de su propia originalidad. La participación en la eucaristía, que nos pide la iglesia, por cierto es otro de los puntales 29

fundamentales de nuestro arraigo en Dios como matrimonio. De esta forma, la primera R expresa, asegura y fomenta nuestra íntima vinculación con el Dios vivo como matrimonio.

Preguntas y tareas 1. Preguntas • ¿Rezamos en pareja de vez en cuando, nunca, todos los días? • ¿Creemos que es posible y corresponde hacerlo? • Si no lo hacemos, ¿Podríamos comenzar con una oración simple pero cotidiana? 2. Tareas • Iniciar la oración en común, proponiéndoselo y fijando un modo simple para hacerlo. • Después de dos semanas evaluar lo que hicimos. • Si hemos tenido una experiencia de oración en común, considerar como podemos enriquecerla aún más, por ejemplo, meditando junto el evangelio del domingo, rezando el rosario, etc.

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La segunda R Re-encantar el amor El cultivo de la afectividad La segunda R, re-encantar el amor, tiene un papel especialmente relevante. Observando lo que sucedía a muchos matrimonios y conversando con ellos, nos dimos cuenta de que la expresión del afecto, el cultivo de la vida afectiva, de la ternura, eran aspectos que les interesaba tratar, que consideraban importantes y que claramente estaban siendo amenazados. De suyo, la expresión sensible del afecto debiera ser lo más normal entre los cónyuges. Es lo que dio origen a su matrimonio. Si en el noviazgo no hubiese existido afecto, si no hubieran intercambiado expresiones de cariño, nunca se hubiesen casado. ¿Pero qué pasa después del matrimonio? Aparecen muchas obligaciones: el trabajo –hoy día de ambos–; la instalación del hogar; luego llegan los hijos, el cultivo de las relaciones sociales, el mismo apostolado, etc. Toda esta realidad va posponiendo ese mundo que reinaba durante el pololeo y el noviazgo. Se fue apagando y olvidando lo esencial: la delicadeza, el calor del primer amor y la expresión sensible del cariño. Muy a menudo se constata que en el matrimonio se deja de cultivar este mundo afectivo y así se va perdiendo el encanto mutuo de antaño. Este fenómeno es relevante y a la vez trágico, porque la desaparición progresiva de la cultura del afecto y de la ternura, acarrea consigo una vida sexual matrimonial problemática, muchas veces centrada en lo sexualgenital, insatisfactoria, especialmente para la mujer. Esto se da, además, en medio de una cultura, en la que el mundo de la interioridad, de lo propiamente humano, es cada vez más escaso: lo que vale es lo exterior, lo que genera impacto, el éxito, lo epidérmico, la información a través de los medios de comunicación, “que nos unen con los lejanos y nos separan de los cercanos”. Hoy vivimos y nos movemos en la exterioridad. Por eso las relaciones personales carecen de intimidad y delicadeza. Se carece de alma y por eso, no logran echar raíces, y se descartan con facilidad cuando nos exigen algo más. Consecuencias de la carencia afectiva La carencia de una relación cálida y cariñosa, da cabida a que poco a poco abunden las discusiones y surjan los conflictos. El hecho es que buscar acuerdos y entenderse, sin que promedie el afecto, sin que reine entre los cónyuges un trato respetuoso y cálido, de hecho no resulta. Al contrario, el diálogo se hace cada vez más agrio y difícil.

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Constatar esta dura realidad –que como todo, gracias a Dios, cuenta con valiosas excepciones–, nos planteó la necesidad de afianzar positivamente otra cultura: el cultivo consciente y sistemático del mundo afectivo, de la expresión sana del cariño mutuo. Pero existía otro componente que se daba más en el mundo religioso. En la orientación espiritual tradicional no se dio una atención especial al mundo afectivo. Por el contrario, dominaba el intelecto, la razón, y el imperativo moral. En la afectividad se veía más bien un mundo peligroso, una red que alejaba de lo “espiritual”, donde había que “dominar los instintos y podar. De hecho el mundo afectivo no recibió atención ni se encausó positivamente y esto, para una vida matrimonial, constituye algo capital: el amor matrimonial es espiritual y debe afirmarse en la voluntad, pero, al mismo tiempo debe ser cálido, hondamente afectivo y sensible. Abriendo camino a una nueva cultura En este contexto se hacía urgente salir al rescate de una cultura del afecto, de la calidez de la relación entre los esposos. Si esto se daba, entonces el desarrollo de una vida esponsal profunda y rica, sería posible, de otra forma serían succionados por el ambiente.

Surgía entonces la pregunta, ¿cómo hacerlo? ¿cómo abrir el camino a esta nueva cultura del amor esponsal? Constatamos que existían matrimonios que religiosamente se dejaban cada semana un 35

tiempo para ellos, para pasarlo bien juntos, para entretenerse, para “re encartar” el amor mutuo, en un trato delicado y cariñoso. Ello traía como consecuencia una vida sexual matrimonial positiva y, por otra parte, creaba el ambiente propicio para enfrentar luego positivamente los conflictos normales y diferencias que siempre se dan al interior del matrimonio.

Si en el noviazgo no hubiese existido afecto, si no hubieran intercambiado expresiones de cariño, nunca se hubiesen casado. Ese encuentro no estaba pensado para conversar ni discutir ni para analizar problemas, sino para pasarlo bien, para entretenerse juntos. A algunos les gustará jugar un partido de ajedrez, a otros ver una película o salir a tomarse un café o a pasear, otros practicarán algún hobbies o deportes en común, etc. son todas cosas que renuevan la alegría de estar juntos. Esta costumbre pasó a ser el nervio central de la segunda R. Había que mantener viva la lozanía del primer amor, pero hacerlo en forma concreta. En principio todo matrimonio que quiere permanecer unido, tiene el deseo de un trato más afectuoso y cariñoso, pero eso queda en un anhelo vago, que es acallado por el estilo de vida concreto que se lleva. Por eso, como se dijo anteriormente, había que contar con una decisión clara, pero también con medios concretos para ir logrando lo que se deseaba. Sí, “los ritos son necesarios”, y este rito de dejarse cada semana, en el mismo día, tiempo para estar juntos como pareja y revivir el encanto de un amor cálido, fue dando fruto. Se trata de que cada semana, uno de los cónyuges toma la iniciativa de idear un panorama que sabe le gustará a su pareja. De esta forma, tal como sucedía en el tiempo del noviazgo, se pensaba en cómo hacer feliz al otro, cómo sorprenderlo y hacerle sentir el amor que se le tiene. Si surgía otro panorama, la respuesta era que ya se tenía un compromiso anterior. Para re-encantar el primer amor hay que cultivar el diálogo matrimonial. Esto es así, pero para que haya un verdadero diálogo tiene que haber afecto, de lo contrario el diálogo se convierte en una discusión o en un mero intercambio de opiniones, de noticias. Pidamos al Señor que esta segunda R, este re-encantar el amor, sea sagrado para matrimonios que quieren ser felices de verdad. Que se dejen un tiempo para estar solos un día a la semana, siempre el mismo día. Si lo hacen serán más felices, irá creciendo en ellos esa complicidad necesaria para mirar la vida en común. Ocupaciones nunca les faltarán, porque siempre hay muchas cosas que hacer, pero es cuestión de prioridades... Si tienen una hora al médico, por ejemplo, no dejan de lado esa cita. Lo mismo tiene que 36

suceder con este compromiso. En lo posible, una o dos veces durante el año podrían salir solos por un tiempo más largo, por un fin de semana, por ejemplo. Lo importante es darse ese tiempo.

Preguntas y tareas 1. Preguntas • ¿Cómo está nuestra relación de cariño? • ¿Qué nos ayuda a cultivarla? • ¿Nos entretenemos juntos como pareja? • ¿En qué cosas, cuando, como? 3. Tareas • Para generar una costumbre hay que repetir actos cargados de valor, Por eso: darnos espacios para nosotros. • Analizar si tendemos a que todo se centre en los hijos, trabajo, hobbys, apostolados, etc., descuidando el cultivo de una relación cálida entre nosotros como matrimonio. • Normalmente hemos tenido experiencias positivas de entretención en común: ver cuáles han sido las experiencias y reafirmar lo que nos parece más adecuado.

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La tercera R Revisar Primera Parte: Revisar El Mes Pasado Caminar y crecer juntos en pos de la santidad matrimonial Durante siglos predominó en la iglesia, hasta nuestros días, el esfuerzo por alcanzar la santidad o la perfección en el seguimiento de Cristo e imitación de María, a través de los medios acéticos y la ayuda de un director espiritual o de un acompañante espiritual. Las personas consagradas se integraban en una comunidad, en la cual también recibían ayuda, pero en definitiva ir a la persona misma la que debía esforzarse por crecer espiritualmente. La comunidad de algún modo lo apoyaba y especialmente el director espiritual. Como aún no existía el cultivo propio de una espiritualidad específicamente matrimonial, los esposos seguían el mismo camino, que era el propio de personas consagradas en la virginidad. La santidad o el esfuerzo por santificarse de uno redundaba en el otro, en virtud de la realidad del Cuerpo Místico de Cristo. Por otra parte, el acompañamiento espiritual y los medios acéticos recibieron un gran impulso e importancia a través de San Ignacio de Loyola. La dirección espiritual y el uso del horario espiritual y del examen particular se hicieron cada vez más un bien común de la iglesia. El fundador de Schoenstatt, el P. Kentenich, integró en una nueva síntesis esta tradición. Acentuó fuertemente la necesidad de poner en práctica la autoformación, guiándose por un “ideal personal”. Destacó que el rol del director o acompañante espiritual era promover esta autoformación que descansaba en manos de cada persona. Mostró también la necesidad de la pequeña célula o grupo en la cual las personas se ayudaban mutuamente en la realización de los ideales que los inspiraban. En los años 30 trató de iniciar un trabajo con matrimonios, encargando a un sacerdote, el P. Albert Eise, que asumiera esa tarea, sin embargo ese intento no pudo prosperar debido al nacionalsocialismo, imperante en Alemania durante esos años. Posteriormente, terminada la guerra, el P. Kentenich da nuevos impulsos al trabajo con matrimonios. Luego viene el tiempo del exilio. De hecho sólo durante ese tiempo del exilio en Milwaukee el fundador de Schoenstatt pudo dedicarse más directa y personalmente a los matrimonios, delineando en conferencias semanales a un grupo de 40

matrimonios los caminos que debieran seguir los esposos que aspiraban a la santidad. Ayudándose el uno al otro Se ha podido hacer mucho y se han recogido muchas experiencias. Sin embargo, somos de la opinión que aún queda por profundizar más lo que significa la autoformación y los caminos concretos de crecimiento para personas que han contraído matrimonio. Lo que estamos exponiendo sobre las 4R es parte de este proceso. Los esposos conforman una nueva realidad, de acuerdo a la sentencia bíblica: “serán una sola carne”. Son una sola carne y a raíz de ello engendran, por la bendición de Dios, hijos que los prolongan. Pero el ser “una sola carne” va más allá. Ellos constituyen un nuevo ser, son dos en uno, o como dice el Papa Juan Pablo II son una “comunidad de dos”. El P. Kentenich usa la expresión “biunidad”. Biunidad que está llamada a ser signo eficaz de la biunidad entre Cristo y la iglesia o entre Cristo y María. Los esposos cristianos están llamados no sólo a santificarse personalmente sino que a crecer juntos en el camino de la santidad. Esto va más allá de participar en la eucaristía o rezando juntos, ofreciendo por el cónyuge los esfuerzos y sacrificios en el seguimiento del Señor. Creemos que todavía es necesario abrir camino a un estilo de santidad verdaderamente matrimonial. Los esposos son una sola carne para tener hijos, pero, también una sola carne para aspirar y crecer juntos en el camino de una santidad auténticamente matrimonial.

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¿Cómo conjugar este esfuerzo de autoeducación personal con el crecer juntos, luchando juntos por la santidad? Tradicionalmente la dirección o acompañamiento espiritual era la gran ayuda que podía tener cada persona, como orientación y consejo. ¿No sería enteramente coherente que ambos se ayudasen uno al otro y que juntos hiciesen un proceso de discernimiento de la voluntad de Dios para con cada uno y para su matrimonio? Si hablamos de acompañamiento espiritual, ¿quién sino el cónyuge es quien está en mejores condiciones para ayudar al otro, a quien conoce profundamente, a quien ama, a quien el Señor le dio por compañero o compañera en el camino de la santidad? Los esposos están llamados a recorrer juntos un camino en el cual el señor nos unió de modo inefable por el sacramento del matrimonio. Ellos tienen que descubrir juntos el ideal que ilumine como un faro su camino y misión. Cada uno, con la ayuda del otro y en comunión con el otro debe forzarse y dar lo mejor de sí mismo. El motivo más directo que poseen para exigirse el máximo así mismos es el amor al cónyuge. Su ofrenda se hace una en el plan de Dios tal como la ofrenda de María se hizo una sola ofrenda en Cristo.

Por cierto esto no quiere decir que la dirección o acompañamiento espiritual de parte de una tercera persona no se dé. El P. Kentenich mismo explica que esta dirección espiritual es necesaria para personas que se inician en la vida espiritual y, además, para personas que tienen problemas psicológicos y aquellas que poseen gracias místicas. La dirección o acompañamiento espiritual es útil durante uno a tres años, luego bastará acudir al 42

sacramento de la reconciliación regularmente. Y, si es el caso, se podrá tener una o dos conversaciones con el acompañante al año, o cuando surjan conflictos o problemas que requieren una ayuda especial para tratar de solucionarlos. La tercera R constituye una ayuda probada y auténtica de acompañamiento espiritual, que abre la posibilidad concreta de ir caminando juntos en pos de la santidad matrimonial. La tercera R: primera parte: revisión del mes pasado Hacer un camino en común, requiere detenerse, reflexionar y planificar el futuro. Pero hoy lograrlo no es tan fácil. Vivimos en una cultura vertiginosa, vamos de una cosa a otra, siempre apurados, del trabajo a la casa, de la casa a cumplir con otras obligaciones y compromisos... Vivimos bombardeados por el ruido y el ajetreo, y nos falta tiempo para meditar, para reflexionar. A los esposos, para preguntarse qué pasa con el matrimonio y con cada uno de ellos. Se va perdiendo la intimidad, la comunidad de corazones, el intercambio de corazones. No hay lugar para ello. De ahí la importancia de esta tercera R: Revisar mensualmente, y hacerlo a la luz de la fe práctica en la divina Providencia. ¿Qué hay que revisar? Hay que revisar a la luz de la fe práctica en la divina Providencia, los acontecimientos importantes vividos; qué ha pasado con la pareja y con cada uno de los esposos: con sus propósitos, sus metas, su trabajo, sus ideales, su apostolado... ¿Qué les ha pedido Dios? ¿Qué regalos les ha hecho?

Los esposos cristianos están llamados no sólo a santificarse personalmente sino que a crecer juntos en el camino de la santidad. Sin esta revisión, si no se toma nota de estas cosas, a veces con el tiempo desaparece de la memoria algo que habían vivido y que pudo haber sido muy enriquecedor. Esto sucede pues no se han dado tiempo para pos-gustar lo que han vivido, como dice el P. Kentenich al referirse a la necesidad de practicar “la meditación de la vida”, de pre-gustar y posgustar lo que acontece en torno a nosotros. Los matrimonios que verdaderamente creen que su vida matrimonial es importante, están dispuestos a darse un tiempo para revisarla. Y para hacerlo una vez al mes, en un lugar donde se sientan cómodos, en un día prefijado y a una hora determinada, de modo que en ese espacio y ese tiempo ninguna otra actividad tenga cabida. Incluso habrá que apagar el celular para que nada ni nadie los interrumpa. Querrán estar los dos solos con Dios, en primer lugar, revisando su vida, pos-gustando lo que han vivido durante el mes recién transcurrido, para luego juntos mirar el mes próximo.

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Una mirada al mes pasado Los esposos inician su revisión mensual, primero, haciendo una oración común en la cual le piden al Señor y a la Virgen que puedan descubrir el paso de Dios en sus vidas durante el mes pasado. Luego ambos se separan para hacer una revisión personal, durante una media hora. Cada uno reflexiona, entonces, recordando los hechos más significativos, sea hechos positivos, gratificantes o también cruces, conflictos o problemas que hayan vivido personalmente o como matrimonio, en su familia y en su trabajo. Se aconseja que cada uno tenga un cuaderno personal y que vaya anotando en forma resumida las cosas más relevantes que haya vivido durante el mes pasado. La reflexión y meditación personal continúa luego con la revisión de los medios de autoformación que Schoenstatt propone, a saber, especialmente el examen o propósito particular, el horario espiritual que cada uno tiene. Además, se revisa el cumplimiento de los compromisos que puedan tener como esposos y familia. Un intercambio enriquecedor Después de alrededor de la media hora que se ha dedicado a esta reflexión, se reúnen nuevamente. En primer lugar cada uno relata lo que ha sido lo más importante para él o para ella en el mes transcurrido. Esto permite realmente conocer en forma más profunda la realidad del otro y compartirla. Muchas veces saldrán a luz cosas de las cuales ni siquiera se habían dado cuenta que estaba sucediendo en el cónyuge, sentimientos, penas, alegrías, preocupaciones, conflictos, sueños, etc., que ahora se pueden compartir en la intimidad de este diálogo. Este intercambio es extraordinariamente importante para que de verdad la unión entre los esposos sea profunda y de corazón. Ambos desentrañan así el paso de Dios por sus vidas. “Elaborar” El P. Kentenich da mucha importancia a que elaboremos las cosas duras, las cruces que nos han tocado. Preguntarse: ¿Cómo fue ese conflicto, ese problema, ese dolor, cómo lo viví? Un intercambio tranquilo respecto a los conflictos, hecho en este contexto, libera interiormente y permite a los esposos intercambiar positivamente opiniones diversas que de otro modo parecerían incompatibles. ¿Qué quiso Dios con eso? Tenemos que elaborar esas realidades a la luz de lo que el Dios providente quiere de nosotros. Es claro que esta reflexión abordará y profundizará solo uno o dos hechos, los 44

más significativos. Muchas veces va a suceder que se tocan temas difíciles o heridas que se han causado mutuamente el uno al otro. Es importante en este contexto que aprendan a pedirse perdón para sanar esas heridas. Perdonar no significa olvidar, pero si, como lo decimos al rezar el Padrenuestro: “perdónanos nuestras ofensas así como también nosotros perdonamos a quienes nos han ofendido”. Cuando los apóstoles le preguntan al Señor cuántas veces deben perdonar al prójimo, él les responde: “70 veces siete”. Es decir, constantemente, muchas veces, a menudo. Esto debe tener amplia cabida en la vida matrimonial y, especialmente en la tercera R. Los medios de autoformación Después de esta revisión e intercambio, conversan sobre lo que ha pasado en relación a la práctica de los medios de autoformación, en concreto, a lo positivo o negativo que se ha dado respecto al propósito o examen particular. Es decir, a la lucha de cada cual por conquistar una actitud en la cual Dios le pide centrar su trabajo espiritual. De modo semejante cuentan de su horario espiritual de los puntos que más les sirven o que más le cuestan.

Este intercambio va en la línea de lo que es un acompañamiento espiritual. Se aconsejan mutuamente. Cada uno ve al otro en qué está, qué le ayuda y qué le hace falta. Sabiendo lo que pasa en el otro, lo puede comprender mejor y ayudar con mayor facilidad. Saber en qué está luchando el otro en su autoformación, también tranquiliza y evita esa 45

actitud, a veces común, de ir echando en cara al otro, cada día, cada semana, lo que hace mal, lo que debe cambiar, etc. Cuando se sabe de la lucha que está sosteniendo el otro por cambiar y crecer, la ayuda es diversa. Se ofrece y se reza para que el otro tenga la fuerza de cambiar y superar sus defectos. El regañarlo, realmente termina deteriorando más y más la relación, produce rechazo y más que animar a cambiar, desanima.

Preguntas y tareas 1. Preguntas • Si hemos tenido alguna vez la experiencia de una revisión mensual en pareja, ¿cómo fue esa experiencia, en qué lugar, a qué hora, qué nos acomodó más? • ¿Logramos “desconectarnos” para concentrarnos en nosotros dos y en el Señor? • Si revisamos el mes pasado, ¿qué consecuencias sacamos? ¿Hemos llegado a cosas concretas o ha predominado una cierta vaguedad? • ¿Conversamos realmente tranquilos sobre nuestros sueños, alegrías o la solución de nuestros conflictos? 46

• ¿Qué experiencia positiva hemos tenido en relación a recibir del cónyuge una ayuda en el camino de la autoformación? • ¿Hemos tenido un director o acompañante espiritual? • ¿Qué pensamos sobre la posibilidad de practicar la tercera R? ¿Creemos que podemos dejarnos el tiempo para hacerla? ¿A qué debiéramos tal vez renunciar para tener el tiempo necesario? 2. Tareas • Hacer la experiencia concreta de una renovación espiritual mensual. Si lo hacemos, fijar la fecha, hora y lugar adecuado donde la realizaremos. • Si no se tiene un cuaderno adecuado para nuestras anotaciones, adquirirlo. • Conversar con otro(s) matrimonio(s) que hayan hecho positivamente esta experiencia. • Analizar cómo enfrentamos normalmente nuestras desavenencias y conflictos.

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La tercera R Revisar Segunda parte: mirando al mes próximo Pre-gustar, prepararse Hemos visto la primera parte de la Tercera R: revisar el mes pasado. Ahora abordaremos lo que nos trae el mes próximo. Recordemos el esquema de la primera parte: Fijar un día, una hora y un lugar tranquilo, que les permita desconectarse del mundo y dedicar un par de horas a estar a solas, juntos y cada uno con Dios. Concluida esta primera parte, se da lugar a la segunda parte de la tercera R: mirar el mes próximo, los acontecimientos que, con toda probabilidad, se avecinan. Primero piden la luz del Espíritu Santo para encontrar las huellas del camino que Dios quiere que recorran personalmente y como pareja. Cada uno dedica entonces una media hora a esta revisión, anotando en su cuaderno personal. Podrían plantearse, por ejemplo, la siguientes preguntas: ¿Qué trae este mes para mí, para nosotros, para la familia, para mi trabajo y apostolado? Puede ser que tengan vacaciones... o puede ser un mes de balance en la empresa, en el cual uno de los dos, o ambos tendrán una recarga de trabajo... O tal vez deban enfrentar una cirugía... o el matrimonio de uno de los hijos, etc. En todo caso, vislumbrarán al menos los acontecimientos más destacados que sucederán el mes próximo. Frente ello hay que hacer un ejercicio de reflexión a la luz de la fe práctica, un ejercicio de discernimiento. Preguntarse, ¿qué quiere el Señor de mí y de nosotros a través de estos acontecimientos, de estas circunstancias? Si tenemos vacaciones, por ejemplo, nos preguntamos ¿qué haremos?, ¿por qué lo queremos hacer así?, ¿por qué no?; ¿qué vemos que el Señor nos pide ahora como personas, como pareja, como familia...? ¿Cómo enfrentaremos esta realidad que se avecina, pero a la luz de Dios? ¿Qué mensaje nos envía Dios a través de este acontecimiento futuro que normalmente sucederá? ¿Qué cosa especial nos pide Dios? ¿Qué nos indica a través de las circunstancias, qué inquietud o anhelo ha puesto en nuestros corazones? 49

La práctica de los medios ascéticos cara al mes próximo Luego cada uno pasa a la reflexión sobre la práctica de los medios ascéticos, del propósito o examen particular y del horario espiritual. De acuerdo a lo que se vio anteriormente, ahora se sacan las consecuencias. Por ejemplo, si se sigue con el mismo examen particular o se acentúa en igual campo algo especial. De modo semejante se revisa si se mantienen los puntos del horario espiritual o alguno se suprime o se cambia. Luego de esta media hora, de mirar al futuro en los ámbitos señalados, se reúnen nuevamente para llevar a cabo un rico intercambio, de ayuda, de un acompañamiento espiritual eficaz y concreto, hecho con mucho amor y responsabilidad frente a lo que Dios le pide a cada uno y ambos cómo matrimonio. Conversan sobre las conclusiones a las que han llegado y plantean las dudas que se les han presentado, consultando la opinión del otro. Así se acompañan y ayudan uno al otro en el camino de la santidad.

Fijar un día, que les permita desconectarse del mundo y dedicar un par de horas a estar a solas, juntos y cada uno con Dios. En el caso personal, cada uno tiene su vida, y Dios le habla en concreto a través de las circunstancias y de las voces del alma. Cada uno tendrá que ver lo que hace, con el consejo del otro, pero tomando sus propias decisiones. Sin embargo, respecto a las cosas en común, a los hijos, a la familia, al apostolado matrimonial, tienen que conversarlo y tomar decisiones en común. Se trata de vivir y caminar juntos con el Dios de nuestra vida. Esto nos da tranquilidad, seguridad; lleva a enfrentar la vida con alegría y con optimismo, aunque nos esperen cosas difíciles: hay alguien que Dios puso a nuestro lado. Durante esta revisión personal y en común, siempre, de una u otra forma, estarán presentes los hijos. El fruto de nuestro esfuerzo por crecer juntos y personalmente como papá y mamá, repercutirá positivamente en ellos: muestra vida familiar será más armónica y feliz. Se trata de realizar como esposos un trabajo en profundidad, de lo contrario el matrimonio se volverá superficial y lo arrastrará la corriente. Entonces empezarán a vivir como todos, a hablar como todos, a discutir como todos, a gastar el dinero como todos, o a separarse, como muchos.

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Queremos realmente regalar a la Iglesia una nueva vivencia del matrimonio y de la familia, queremos aportar un nuevo estilo de santidad matrimonial. Las 4 R y, en concreto la tercera R, son un aporte en este sentido. Las experiencias irán mostrando cada vez con mayor claridad qué es lo que más nos sirve y cómo lo hacemos propio, compartiendo también con otros matrimonios este camino.

Preguntas y tareas 1. Preguntas • ¿Cómo ha sido nuestro intercambio en relación a nuestra autoformación? • ¿Hemos trabajado cada uno en su propia autoformación? ¿Cómo lo hacemos? ¿En qué podemos ayudarnos mutuamente de acuerdo a lo que vimos en la primera parte de la 4R? • ¿Hemos introducido en nuestro estilo de vida el programar y tener claro lo que deseamos conquistar como persona y como matrimonio? ¿Qué hacemos para no quedarnos solamente en “buenos deseos”? 51

• Podemos fallar por quedarnos en vaguedades, pero también en querer determinar todo... ¿qué hacemos nosotros en concreto? 2. Tareas • Determinar cada uno, de acuerdo a cómo ha practicado los medios ascéticos (lo positivo y lo negativo), lo que hará al respecto en el mes próximo. • Si hay conflictos que no hemos solucionado, conversar cuál será nuestra actitud al respecto en el mes próximo (Intensificar la ración, ayudarnos con la consulta a alguien de nuestra confianza, etc. • Reafirmar la decisión de guiar nuestra vida que se oriente por la fe práctica en la divina Providencia. • Terminar la revisión en la tercera R, teniendo claro lo que deseamos acentuar en el mes próximo como persona y como matrimonio.

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La Cuarta R Renovar El fundamento o marco referencial de nuestro ideal matrimonial La cuarta R supone que los esposos tienen un proyecto de vida, de otra forma no tendrán claridad sobre lo que tienen que renovar. Y hay que decir que son pocos los esposos que han delineado y trabajado su ideal como matrimonio y como familia. Esto se da por supuesto. Sin embargo, hoy más que nunca, es necesario realizar en este sentido un trabajo consciente. Ya la misma pregunta sobre qué es el matrimonio se cuestiona. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de “esposos” o de matrimonio o sobre “familia”?. Las respuestas son múltiples: las lesbianas o los homosexuales abogan por ser un matrimonio y por tener hijos, sea adoptándolos o generándolos in vitro. Matrimonio es una unión, afirman otros, de un hombre y una mujer, pero ¿por cuánto tiempo? “Ojalá sea, para siempre”, pero en la práctica es, como se dice, “hasta que nos dure el amor”. Y eso es relativo,.. pueden ser algunos años, a veces pocos a veces más. No se puede exigir que “sea para siempre”, porque si no nos resulta, tenemos que tener la posibilidad de rehacer nuestra vida, separándonos, divorciándonos, contrayendo un nuevo matrimonio o simplemente juntándonos con otra pareja. Por lo demás, ¿qué significa un matrimonio abierto a la vida? ¿Tener hijos o evitarlos? Existen estas y otras concepciones del matrimonio. ¿Cuál es la nuestra? Son todas preguntas que reciben muy diversas respuestas... Afirmamos que el matrimonio es una unión de amor entre un hombre y una mujer, por toda la vida, que está abierta a la vida, es decir, a la paternidad y la maternidad. Esta es para nosotros la concepción del matrimonio en el orden natural, tal como Dios lo pensó. Sabemos que no es fácil comprometerse en fidelidad por la realización de este ideal, pues contamos con nuestra propia debilidad y vivimos inmersos en una cultura que camina por otro sendero. Pero hay más, ese matrimonio, nosotros lo hemos consagrado y ha sido elevado por la gracia del sacramento. ¿Qué significa esto para nuestro proyecto matrimonial? Por lo general no es tan claro: nos casamos con la bendición de Dios, somos personas de fe, que rezamos y educamos a nuestros hijos según nuestra fe. Además, incluso, hacemos apostolado, y buscamos amarnos como Cristo amó y nos pidió que nos amáramos, etc. Pero todo esto, que es verdad, también lo pueden realizar matrimonios que se han divorciado y se han vuelto a casar, que son “creyentes, pero no practicantes”, 55

o que creen en Cristo, pero no en la Iglesia, etc. Y si se trata de amar como Cristo, también las personas célibes, innumerables santos, lo hacen, sin que se hayan casado. Ese es un distintivo de todo cristiano consecuente, su fundamento es el sacramento del bautismo. La originalidad del sacramento del matrimonio, por eso, no puede residir solo en ello. Anteriormente aludimos ya al hecho que poco conocemos en profundidad la naturaleza del sacramento del matrimonio y de lo que este significa en concreto para nuestra vida como esposos y como familia. Los esposos conforman una biunidad natural, una biunidad espiritual y una biunidad sacramental. Nos unimos porque descubrimos entre nosotros una sintonía y atracción mutua y diferencias que se complementaban y nos enriquecían. Esa unidad se internalizó y desembocó en una decisión de entrega mutua, porque nuestra convicción era que Dios nos había destinado el uno para el otro. Y esa decisión de entrega total e integral en nuestro amor fue elevada por el sacramento que nos llamó a ser un signo eficaz y reflejo de la biunidad entre Cristo y la Iglesia, o de la biunidad entre Cristo y María.

No podemos extendernos aquí al respecto. Sólo afirmamos que la base de nuestro proyecto familiar es ésta y que para formular un ideal de matrimonio tenemos que tenerla presente. La originalidad de nuestro ideal depende de la originalidad de cada cónyuge y la originalidad de la historia personal y de la historia común, en la cual el Dios vivo, va 56

mostrándoles en su Providencia como misión, ideal o tarea. La búsqueda del ideal matrimonial En la obra de familias del movimiento de Schoenstatt existe toda una pedagogía que ayuda a los esposos a delinear la originalidad de su proyecto de matrimonio y familia de acuerdo al sacramento que han recibido. Es un proceso que toma tiempo, años, hasta que el matrimonio ha logrado formular su ideal y expresarlo en un lema, una pequeña oración de esposos y de símbolos que lo hacen presente. Normalmente al inicio el ideal se asume en forma genérica: queremos casarnos por la Iglesia y vivir nuestro matrimonio en Dios. Luego se descubre que ese matrimonio, sellado por el sacramento, es una alianza de amor, que está llamada a vivirse como signo de la alianza de Cristo y la Iglesia, personificada en María. Cada uno “aporta” a esta unidad su propio ideal personal integrándolo ahora en el ideal común. Para muchos matrimonios, que pertenecen a la Familia de Schoenstatt, un hito importante en la clarificación de su ideal matrimonial y familiar, lo constituye la preparación y bendición de su Santuario-Hogar, en la cual piden a María que ella se establezca espiritualmente en su hogar y que les regale las gracias para vivir y conformar su familia de acuerdo a su originalidad y lo que la divina Providencia les señala por su historia3. Tener un proyecto Para construir una casa necesitamos un proyecto, un plan que vamos realizando paso a paso. Cada cierto tiempo tenemos que revisar cómo avanza nuestro proyecto, si funciona o no funciona, si tenemos que cambiar algo, esta pieza, las puertas, las ventanas, los muebles, agregar un nuevo espacio, etc. En forma semejante, en el matrimonio es necesario seguir conscientemente una meta concreta, de lo contrario se lo lleva la corriente y pasa a ser un matrimonio más, una familia como miles de otras que viven al día, que no logran construir un hogar feliz y fecundo, como nosotros lo queremos.

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Por supuesto, uno puede vislumbrar lo que vendrá en términos más o menos generales; no se puede planificar el futuro a cabalidad pues la vida no transcurre en una sola línea. Si logran incorporar la cuarta R a las costumbres básicas de la vida matrimonial, tendrán algo muy hermoso como matrimonio. Porque un matrimonio que no tiene un norte, si ha olvidado lo que alguna vez vislumbró como ideales, camina a la deriva, sin saber con claridad hacia dónde va. Se pone exigencias muy débiles: una vez esto, otra vez lo otro y así no progresa, no logra nada en concreto. Tener un ideal y la práctica de la cuarta R evita que los anhelos y sueños se vayan diluyendo. De esta forma tratamos de formar familias ciento por ciento cristianas. Se lo debemos a la sociedad y a la Iglesia. Porque solo con declaraciones no vamos a aportar nada especial ni a la Iglesia ni a la sociedad. Y si hacemos un apostolado en favor de la familia, si vamos al rescate de las familias, como dice el P. Kentenich, debemos hacerlo como quienes han recorrido una trayectoria y saben que se puede luchar por un ideal.

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Siempre habrá caídas, olvidos, pero como tenemos la revisión y renovación mensual y la anual, no será tan fácil que los lleve la corriente. Con mayor razón si rezan juntos todos los días, si mantienen los encuentros como matrimonio para reavivar el amor, y para revisar y renovar su ideal de vida matrimonial. Y si la vida afectiva está bien, si hay calidez, intimidad, ternura y todo aquello que hace feliz a una familia, entonces, seguiremos caminando juntos con optimismo y esperanza. Está de más decir, que tal como sucede con las otras tres R, es necesario ser consecuentes y dejarse de hecho el tiempo necesario para hacer esta revisión de vida. En el ámbito del trabajo las empresas planifican con seriedad, hacen un balance claro y se plantean los derroteros para el año que se inicia. Eso hace que la empresa siga adelante y crezca. En la primera R, cuando rezan juntos, y en la tercera R, de una u otra forma, siempre estará presente este ideal. Sin embargo, una vez al año, el matrimonio lo renueva con mayor profundidad, “recentrando” su camino a la luz del ideal, de acuerdo a su trayectoria histórica del año recién pasado y de lo que Dios les plantea en su Providencia como tareas o desafíos para el nuevo año que se inicia. Cuando se ha hecho el proceso de búsqueda del ideal matrimonial y familiar, se ha formulado un lema que contiene los valores centrales que se quieren encarnar como matrimonio y familia. Se ha redactado una oración que los esposos rezan juntos diariamente (una oración corta, al modo del Padrenuestro, del Avemaría o de la Pequeña Consagración). De modo semejante el ideal se ha plasmado gráficamente en un símbolo 59

o escudo de familia. En la renovación anual, todos estos elementos se renuevan, enriqueciéndolos con lo que Dios les ha regalado en el transcurso del año recién pasado. De este modo, los símbolos y oraciones se van cargando cada vez más de contenido y sentido. Esto evita que se tengan oraciones o signos que de hecho solo están, en el mejor de los casos, colocados en el Santuario-Hogar, sin que de hecho animen nuestra vida personal y familiar. Mirar al año recién pasado El modo de realizar esta cuarta R, es semejante a que se hizo en la tercera R. Esta R también conoce dos partes. En la primera, después de haber invocado juntos al Espíritu Santo, cada uno reflexiona por su parte sobre los acontecimientos o realidades que le parecen más significativas del año pasado. Esta reflexión se completa con la revisión de lo que ha sido la práctica de los medios de autoformación. Esto requiere hacerse en forma tranquila, dándole el tiempo necesario —toda una tarde, incluso todo un día— para considerar, a la luz del ideal matrimonial y familiar, el camino recorrido durante el año, personalmente, como matrimonio y familia. Todo este proceso está hecho en la búsqueda de los signos que les ha dado la Providencia, de las puertas abiertas o cerradas que han encontrado en el camino de santidad matrimonial que recorren. Revisan su historia y los acontecimientos, gozosos, dolorosos o gloriosos que han vivido; lo más significativo para cada uno, personalmente y como matrimonio y familia. Se trata de una nueva página de su historia sagrada. Si se ha realizado la tercera R o revisión mensual y se han guardado en el cuaderno personal las anotaciones correspondientes, entonces será más fácil recordar y considerar ahora en su conjunto, los caminos a través de los cuales el Dios vivo los ha ido conduciendo.

Los esposos conforman una biunidad natural, una biunidad espiritual y una biunidad sacramental. Luego de este trabajo personal se juntan e intercambian lo que cada uno ha visto y considerado más relevante, viendo las coincidencias (talvez para ambos un hecho determinado fue igualmente importante), o bien, abordando algo que al revisar el año, recién ahora sale a luz en la conciencia y pueden apreciar con mayor claridad su trascendencia.

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Un momento de oración recoge la acción de gracias por todo lo vivido cada uno, como esposos y como familia. Piden también perdón por lo que no han hecho bien o han dejado de hacer. Si el matrimonio ha ido elaborando a lo largo de los años un “salmo de gratitud“, se da entonces la posibilidad de agregarle a ese salmo lo más relevante del año recién pasado. Un plan de vida para el año próximo La segunda parte de la cuarta R, se orienta hacia el año próximo. La idea es que el ideal de matrimonio adquiera mayor fuerza y concreción en sus vidas. Piden para ello que los ilumine la luz del Espíritu Santo. Se trata de elaborar un plan de año. Para planificar bien el futuro, meditan entonces cada uno por separado lo que le parece que es bueno realizar en el plano personal como también matrimonial y de familia. Igualmente en este sentido se considera el trabajo y el apostolado. Se trata de elaborar un plan de año claro y definido. Sobre la base de esta reflexión y meditación a la luz de la fe práctica en la divina Providencia, los esposos se reúnen entonces para hacer juntos un discernimiento, que centra los objetivos a lograr, tanto en el plano personal, como esposos y familia. De esta forma, hay un norte claro para el año siguiente en torno al cual van a darse diversas concreciones y desafíos por realizar. La idea es que el proyecto de matrimonio adquiera mayor fuerza y concreción en sus vidas. “Plan anual”, que a menudo requerirá asumir decisiones y enfrentar riesgos, cambiar cosas y asumir trabajos. Si se observa la historia de Schoenstatt, personalidades señeras, como José Engling, en el tiempo de fundación, y don Joao Pozzobon, quien inició la Virgen Peregrina, en el Schoenstatt latinoamericano, elaboraban también un plan anual. Don Joao, por ejemplo, lo escribía, ilustrándolo con un símbolo especial cada año, y lo colocaba en un pequeño cuadro que colgaba en el muro de en su habitación. Algo semejante, creemos, debiera suceder con el plan de año matrimonial y familiar, de acuerdo a la modalidad que les ayude más a cada matrimonio según su originalidad. Se aconseja que el matrimonio, al término de este discernimiento, pongan juntos y por escrito este plan en una oración. En ella le piden al Señor y a la Virgen María, que les ayuden a realizar la voluntad de Dios Padre para ellos en el próximo año, confiándose por entero a su conducción.

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Preguntas y tareas 1. Preguntas • ¿Hemos hecho alguna vez una revisión o retiro anual como matrimonio? • Si es el caso, ¿cómo fue nuestra experiencia? • Si no lo hemos hecho, estaríamos dispuestos a hacerlo, fijando fecha y lugar para realizarlo? • ¿Tenemos formulado un ideal de matrimonio y familia? • ¿Tenemos un hogar-santuario? • ¿Hemos elaborado nuestra historia personal y matrimonial a la luz de la fe práctica en la divina Providencia?

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• ¿Tenemos un lema, un símbolo, una oración de nuestro ideal de matrimonio y familia? 2. Tareas • Revisar nuestra oración de matrimonio y, si no la tenemos, ver nuestra oración de alianza y de bendición de nuestro santuario hogar y redactar una. • Fijar con tiempo la fecha y el lugar para realizar la revisión anual. • Redactar dicho plan anual con objetivos claros a realizar. • Conversar con uno o dos matrimonios intercambiando la experiencia que ellos han tenido sobre la revisión anual de matrimonio.

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Colofón Pidamos a Jesús y a la Virgen María que muchos matrimonios conquisten estos cuatro ritos o seguros básicos de nuestra vida matrimonial; logrando conquistarlas para garantizar así su unidad como esposos y la misión que han recibido de Dios respecto a sus hijos, la iglesia y la sociedad. Al finalizar este texto, podría ser que a algunos les parezca demasiado difícil asumir y llevar a la vida estas cuatro costumbres básicas. Les sugerimos que primero traten de conquistar la segunda R. Esto porque la gracia que nos regala el sacramento del matrimonio supone la naturaleza, y en esta dirección se orienta la segunda R: a avivar el primer amor, a cultivar siempre de nuevo una relación cálida entre ambos. Contando con ello, podremos caminar juntos más fácilmente. Luego –o paralelamente– se debería iniciar la conquista de la primera R: rezar juntos todos los días. Así, poco a poco, se iría adquiriendo una forma de rezar juntos, que asegure nuestro contacto con el Dios vivo, que nos acompaña y conduce sabiamente en su divina Providencia.

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Glosario Medios ascéticos Los medios ascéticos son prácticas determinadas que se orientan a hacer efectivo la auto formación. Los medios ascéticos más conocidos son el horario espiritual y el examen o propósito personal. Éstos tienen su origen ya desde la tradición monástica y reciben en San Ignacio de Loyola un nuevo impulso, ampliando su aplicación a todos aquellos que aspiran seriamente a la santidad. El fundador de el movimiento de Schoenstatt introdujo la práctica y necesidad de que cada persona formule un ideal personal que oriente su vida y su actividad. Integra así la práctica del horario espiritual y del propósito particular en el contexto de el ideal personal, todo lo cual da coherencia a su vida y la hace más fecunda. El ideal personal La formulación de un ideal personal se basa en el hecho de que cada persona posee una originalidad propia, que debe desarrollar, realizando lo que la divina Providencia le regala como misión y tarea. Cada persona ocupa un lugar propio en el cuerpo místico de Cristo y está llamado a colaborar con la gracia que Dios le regala, construyendo el reino de Dios aquí en la tierra. La búsqueda y formulación del ideal personal, proporciona a la persona una orientación básica que da coherencia a su vida y a su actuar en general. Va acompañada de un lema personal, un símbolo y una oración personal, elementos todos que permiten renovarlo con facilidad y tenerlos siempre presente. El examen particular Se trata que cada persona tenga claramente definida la actitud que está llamado a conquistar en fidelidad a lo que el señor le pide e indica por las circunstancias y por el impulso del espíritu Santo en su alma. La persona no puede estar luchando al mismo tiempo por la conquista de diversas actitudes, porque, como dice el refrán, “quien mucho abarca poco aprieta”. Creciendo en una exactitud indirectamente también crece en otras actitudes y se consolida así la personalidad. Tanto el horario espiritual como el propósito particular recomienda el padre Kentenich controlarlos por escrito. El horario espiritual El horario espiritual, a diferencia del propósito particular, asegura el crecimiento orgánico de la persona a través de la práctica de diversos puntos concretos, tales como, por ejemplo, levantarse a una hora fija, hacer las oraciones de la mañana, hacer un cuarto de hora de gimnasia, etc. La idea es que cada persona encuentre aquellos untos que aseguran su crecimiento personal e integración social. 65

El Santuario hogar La práctica del santuario hogar surgió en el seno de la familia de Schoenstatt y se basa en el hecho de que la familia constituye una “Iglesia doméstica”. Por otra parte, corresponde al vínculo que los miembros del movimiento de Schoenstatt tienen con el Santuario de Nuestra Señora de Schoenstatt. El santuario es un lugar de gracias en el cual se manifiesta de modo especial la acción de la santísima virgen como madre y educadora nuestra. Ella regala en su santuario de Schoenstatt las gracias del arraigo en Dios, de la transformación espiritual y del envío y fecundidad apostólicas. Los esposos que deseen, piden a la santísima virgen que ella realice en su hogar en forma particular y original lo que realiza en sus santuarios de Schoenstatt. Esto les lleva a consagrar su familia y su hogar como un Santuario hogar donde se manifiesten también las glorias de María y desde allí se contribuya eficazmente a la renovación de la Iglesia y la transformación de la sociedad de acuerdo al querer de Dios.

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1Al respecto se puede ver el libro “Nuestro Estilo de Vida” publicado en Editorial Patris. 2Puede consultarse en www.schvivo.com el curso sobre la Meditación de la Vida “cursos”. 3En el libro “Nuestro estilo de Vida”, publicado en Editorial Patris, en el capítulo octavo se puede encontrar una propuesta de búsqueda y de formulación del ideal o proyecto de matrimonio.

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Índice Título Créditos Contenido Introducción Los Ritos son necesarios Espíritu y Formas La primera R: Rezar en común La segunda R: Reencantar La tercera R: Revisar Primera Parte: Mirar el mes pasado Segunda Parte: Mirar hacia adelante La cuarta R: Renovar Glosario

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