LANDOW, G., Hipertexto 3.0 (1)

November 20, 2017 | Author: Daniel Alvarez Ramirez | Category: Hypertext, Reading (Process), World Wide Web, Technology, Books
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Descripción: Libreo hipertextual...

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Paidós Comunicación

George P. Landow

Colección dirigida por José Manuel Pérez Tornero y Josep Lluís Fecé Últimos títulos publicados: 43. R. Barthes -La cámara lúcida 44. L. Gomis - Teoría del periodismo 45. A. Mattelart- La publicidad

46. E. Goffman- Los momentos y sus hombres 49. M. DiMaggio- Escribir para televisión 50. P. M. Lewis y J. Booth -El medio invisible 51. P. Weil- La com~:nicación global 52. J. M. F!och- Semiótica, marketing y comunicación 54. J. C. Pearsony otros- Comunicación y género 55. R. Ellis y A. McCiintock- Teoría y práctica de la comunicación humana 58. R. Debray - Vida y muerte de la imagen 59. C. Baylon y P. Fabre- La semántica 60. T. H. Qualter- Publicidad y democracia en la sociedad de masas 61. A. Pratkanis y E. Aronson -La era de la propaganda 62. E. Noelle-Neumarm -La espiral del silencio 63. V. Price- La opinión pública 66. M. Keene- Práctica de lafotografla de prensa 69. G. Durandin -La información, la desinfomación y la realidad 71. J. Brée- Los niños, el consumo y el marketing 77. M. McLuban- Comprender los medios de comunicación 79. J. Bryant y D. Zi!lroan -Los efectos de los medios de comunicación 82. T. A. van Dijk -Racismo y análisis crítico de los medios 83. A. Mucchielli- Psicologfa de la comunicación 88. P. J. Maarek- Marketing político y comunicación 90.1 Curran y otros (comps.)- Estudios culturales y comunicación 92. D. Tannen- Género y discurso 97. J. Lyons - Semántica lingiiística 99. A. Matte!art- La mundialización de la comunicación 100. E. McLuhan y F. Zinrone (comps.)- McLuhan escritos esenciales 101. J. B. Thompson- Los media y la modernidad 105. V. Nightingale- El estudio de las audiencias 109. R. Whitaker- El fin de laprivacidad 112. J. Langer- La televisión sensacionalista 120. J. Hartley- Los usos de la televisión 121. P. Pavis- El análisis de los espectáculos 122. N. Bou y X. Pérez -El tiempo del héroe 123. J. J. O'Donnell -Avatares de /apalabra 124. R. Barthes- La Torre Eiffel 125. R. Debray ·Introducción a la mediologfa 132. A. Mattelart ·Historia de la sociedad de la información 136. R. Barthes • Variaciones sobre la literatura 137. R. Barthes - Variaciones sobre la escritura 138. I. Moreno- Musas y nuevas tecnologías 143. C. Barker- Televisión, globalización e identidades culturales 144. M. Joly -La interpretación de la imagen 145. A. De Baecque (comp.)- La política de los autores 146, H. A. Giroux- Cine y entretenimiento 147. J. Gi!bert y E. Pearson- Cultura y polfticas de la música dance 148. T. Puig- La comunicación municipal cómplice con los ciudadanos 153. A. Mattelart y E. Neveu -Introducción a los estudios culturales 157. D. Hebdige ~ Subcultura 158. D. Buckingham. Educación en medios 160. J. V. Pavlik- El periodismo y los nuevos medios de comunicación 163. L. Manovich- El lenguaje de los nuevos medios de comunicación 164. K. Negus· Los géneros musicales y la cultura de las multinacionales 165. A. Mattelart y M. Mattelart -Historia de las teorías de la comunicación 166. M. Rodrigo Alsina -La construcción de la noticia 168. A. Mattelart ·Diversidad cultural y mundialización 170. M. McCombs -Estableciendo la agenda 171. J. Nachade- El actor de cine 172. F. Casetti y F. Di Chiro - Cómo analizar un film 173. A. Costa- Saber ver el cine 174. L. Tirard - Más lecciones de cine 175. H. Jenltins- Convergence Culture. La cultura de la convergencia de los medios de comunicación 177. P. O. Costa y otros- C6mo ganar unas elecciones 178. F. Pisani y D. Piotev ·La alquimia de las multitudes. Cómo Internet estó cambiando el mundo

Hipertexto 3.0 La teoría crítica y los nuevos medios en una época de globalización

Título original: Hypertext 3.0, Critica! Theory and New Media in an Era ofG!obalization, de George P. Landow Originalmente publicado en inglés por The Johns Hopkins University Press, MaryJand, Estados Unidos, en 2006 Traducción de Antonio José Antón Femández Cubierta de Idee

Para Ruth, siempre 1.0

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y e! tratamiento infonnático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

© 1992, 1997,2006 The Johns Hopkins University Press © 2009 de la traducción, Antonio José Antón Femández © 2009 de todas las ediciones en casteJlano Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Av. Diagonal, 662~664 ~ 08034 Barcelona www.paidos.com ISBN: 978-84-493-2200-6 Depósito legal: NA-3797-2008 Composición: Manuel Rodríguez Impreso en Rotativas de Estella (Rodesa) Villatuerta (Navarra) Impreso en Espafia ~ Printed in Spain

Sumario

Prefacio: ¿Por qué Hipertexto 3.0? Agradecimientos . . . . . . . . . .

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l. Hipertexto: una introducción ¿Un Derrida hipertextual? ¿Un Nelson postestructuralista?. Definición del hipertexto y su historia como concepto Lectores muy activos . . . . . . . . . . . Vannevar Bush y el Memex . . . . . . . . . . . Formas de enlace, sus usos y limitaciones. . . . Enlazar en los sistemas abiertos de hipermedia: Vannevar Bush se pasea por la Red . . . . . ¿Hipertexto sin enlaces? . . . . . . . . . . . . . El lugar del hipertexto en la historia de la tecnología de la información . . . . . . . . . ¿Interactivo o ergódico? . . . . . . . . Baudrillard, la binariedad y lo digital . Los libros también son tecnología. . . Analogías con la revolución de Gutenberg

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2. Hipertexto y teoría crítica . Apertura textual . . . . . . .

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El hipertexto y la intertextualidad . . . El hipertexto y la diversidad de voces . El hipertexto y el descentrar . . . . . . Hipertexto como rizoma . . . . El modelo no lineal de red en la teoria. crltic~ ~c-~ai ¿Causa o convergencia? ¿Influencia o confluencia?.

3. Reconfigurar el texto . Del texto al hipertexto . La web In Memoriam Nuevas formas de prosa discursiv~: ~s~rlt~r~ ~c~dé~lc~ yweblogs . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Problemas con la terminología: ¿qué es el objeto que leemos y qué es un texto en hipertexto? . . . Elementos visuales en el texto impreso . Texto animado . . . . . Texto extendido . . ........... Texto disperso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Transliteración hipertextual de la cultura del escriba Una tercera convergencia: hipertexto y las teorías de la edición académica Hipertexto, anotación erudit~; 1~ ~dlcló~ ~~dÚa ~l~~t;ó~i~a· El hipertexto y el problema de la estructura del texto . Argumentación, organización y retórica. Principios en el texto abierto. . . . . . . Finales en el texto abierto ........ Los límites del texto abierto . . . ...... . La categoría del texto, la categoría en el texto . . . . . El hipertexto y el descentrar: fundamentos filosóficos

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4. Reconfigurar al autor. . . . . . . . Erosión de la personalidad. . . . . . : : . . . . : : . Cómo difiere el autor impreso del autor de hipertexto. Presencia virtual . . . Escritura en colaboraciÓ~, ~u~;rí~ ~~ c~iabo~;ciÓ~ : . Ejemplos de colaboración en hipertexto.

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5. Reconfigurar la escritura. . . . . . . . . . . El problemático concepto de la desorientación . . . El concepto de desorientación en las humanidades .

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El amor por las posibilidades . . . . . . . . . . . . . . La retórica y la estilística de la escritura para el espacio electrónico, o ¿cómo deberíamos escribir hipertextos? . Hipertexto como escritura de co/lage . . . . . . . . ¿Es este hipertexto bueno? O cómo evaluar la calidad en hipermedia . . . .

194 198 240 251

6. Reconfigurar la narrativa 271 Aproximaciones a la ficción hipertextual; algunas 271 consideraciones iniciales. . . . . . . . . . . . El hipertexto y la concepción aristotélica de la trama. 274 Cuasihipertextualidad en los textos impresos . . . 276 Respondiendo a Aristóteles: hipertexto y la trama no lineal . . . . . . . . . ........ . 278 Anticipaciones impresas de las narrativas multilineales en el espacio electrónico . . . . 280 Principios y finales en la narrativa. . . . . . . . . . . . 284 Afternoon, de Michael Joyce. . . . . . . . . . . . . . . 288 Suturar la narrativa, la sexualidad, el yo: Patchwork Girl de Shelley Jackson . . . . . . . . . . . . . . . . . . 294 Quibbling: una narrativa rizomática feminista . . . . . 302 Mundos-relato y otras formas de narrativa hipertextual. 306 Videojuegos, hipertexto y narrativa . . . . . . . . . . . 311 Digitalizar el cine: cine interactivo versus cine multiplicado . 316 327 ¿Es posible la ficción hipertextual? . . 7. Reconfigurar la educación literaria . Amenazas y promesas . . . Reconfigurar al maestro . . . . . . . Reconfigurar al estudiante . . . . . Aprender la cultura de la disciplina . Estudiantes atípicos: estudiantes a distancia y lectores fuera de las instituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los efectos de hipermedia en la enseñanza y el aprendizaje Reconfigurar las tareas y los métodos de evaluación Un ejercicio de hipertexto . . . . . . . . . . Redefinir la materia y los planes de estudio . . Crear la nueva escritura discursiva . . . . . . De Intermedia a la Red: pérdidas y ganancias. Plegarias atendidas o la política de la resistencia .

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¿Qué posibilidades tiene el hipertexto en la enseñanza? Redirigir el paradigma . . . . . . . . . . . . . . . .

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8. Política del hipertexto: ¿quién controla el texto?. ¿Puede el hipertexto conferir poder a alguien? ¿Tiene el hipertexto una lógica política? . . . . La marginación de la tecnología y la mistificación de la literatura . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las políticas de determinadas tecnologías. . . . . . La tecnología como prótesis . . . . . . . . . . . . . . . . La visión política del hipertexto, o el mensaje del medio . Hipertexto y la literatura, crítica y teoría poscoloniales . . Infotecnologías, imperios, y descolonización . . . . . . . . El hipertexto como paradigma de la condición poscolonial. Formas de amnesia poscolonial . . . . . . . . . . . . . . . El hipertexto como paradigma en la teoría poscolonial . La política de acceso: ¿quién realiza enlaces?, ¿quién decide lo qu~J es enlazado?. . . . . . . . Slashdot: el lector como escritor y editor en un blog multiusuario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pornografía, juego y ley en Internet: vulnerabilidad e invulnerabilidad en el espacio electrónico . . . . . . Acceso al texto y a los derechos de autor (copyright). ¿Es el mundo hipertextual de Internet la anarquía o el reino del Gran Hermano? . . . . . .

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Notas . . . . . . . . . . . . . . Bibliografía . . . . . . . . . . Índice analítico y de nombres .

Prefacio

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403 408 409 418 420 422 426 430 433 435 440

¿Por qué Hipertexto 3.0?

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Cuando escribí Hypertext 2.0 en 1997, el motivo era obvio: los últimos desarrollos en hardware y software desde la aparición de la primera versión del libro me llevaron a eliminar la mayor parte de las referencias a Intermedia, reemplazándolas por reflexiones acerca de la World Wide Web y otros sistemas de hipermedia (Storyspace, Microcosm, entornos basados en CD-ROM). Además, añadí un capítulo acerca de la escritura en el espacio electrónico que incluía ejemplos de la nueva ficción hipertextual. Desde la aparición 4e Hypertext 2. O se han producido numerosos avances que exigen una nueva versión. Estos cambios incluyen: 1) el enorme crecimiento de la Red y su utilización en la literatura, en los negocios y en la política; 2) el desarrollo de los weblogs, o blogs, como una forma ampliamente generalizada de escribir y leer hipertexto: la primera modalidad ampliamente generalizada de la Red que permite aproximarse a la visión de los primeros teóricos del hipertexto; 3) el rápido crecimiento del interés por los textos animados, usando Flash, ahora que muchos usuarios de la Red tienen una conexión de banda ancha que hace accesibles las aplicaciones con ficheros de tal magnitud; 4) la importancia creciente de nuestra comprensión de la condición poscolonial y la globalización; y 5) los primeros pasos hacia una teoría del cine digital (enHypertext 2.0 se

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HIPERTEXTO 3.0

discutía brevemente este tema poniendo el énfasis en ejemplos más que en sus implicaciones teóricas). Respecto a los debates más recientes acerca de la convergencia del hipertexto, la teoría crítica y la teoría editorial propongo considerar dos posibles puntos de convergencia adicionales; la cultura poscolonial y el cine interactivo. Quizá más importante, dado el tono optimista e incluso triunfalista de muchos escritores en hipermedia, ha sido el conocido auge de los «punto com», que Vmcent Mosco ha descrito en términos de su relación con el ciberespacio como mito cultural. En The Digital Sublime: Myth, Power, and Cyberspace (2004), explica «el extraordinario ciclo de auge y caída» (pág. 6) de la década de 1990 situándolo en el contexto de las nociones míticas del ciberespacio defendidas por Nicholas Negroponte y otros Impu!so:es de la «tecnomanía». (pág. 21 ). Según Mosco, el ciberespacio funcwno como uno de esos mitos culturales que, al ofrecer «historias que animan a individuos y sociedades, proporcionan senderos hacia la trascendencia que elevan a la gente por encima de la banalidad de la vida cotidiana. Ofrecen otra realidad, una realidad antaño caracterizada por la promesa de lo sublime» (pág. 3). Convencida por el ténnino de la Guerra Fría y la magia de las nuevas tecnologías, la gente aceptó la idea de que la historia, tal y como hasta entonces se conocía, estaba acabando, y ello, junto con el fin de la política tal y como la conocíamos, supondría a su vez el fin de las leyes promulgadas por la más sombría de las ciencias, la economía. Las restricciones impuestas en su momento por la escasez de recursos, de trabajo y de capital acabarían, o cuando menos se verían significativamente disueltas, Y una nueva economía del ciberespacio (una «economía en red>>) facilitaría en toda sociedad el crecimiento y, en último ténnino, su verdadero enriquecimiento. [... ) Lo que hizo de la explosión de las «punto com» un mito no es que fuera falsa, sino que pervivía sostenida por la creencia colectiva de que el ciberespacio estaba abríendo un nuevo mundo que iba más allá de lo que sabíamos acerca del espacio, el tiempo y la economía (pág. 4). Estos «mitos», afirma Mosco, apuntan «a un ansia por la comunidad prometida, por una democracia pública» (pág. 15). Como todos los mitos, hacen «social e intelectualmente tolerable lo que de otro modo sería vivido como una incoherencia» (pág. 29), impidiendo así que la gente perciba las realidades políticas y económicas (pág. 31) al enmascarar «las continuidades que sostienen el poder que observamos hoy en día,

PREFACIO

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por ejemplo en el mercado global y en las empresas de alcance global como Microsoft o IBM». Los mitos del ciberespacio, que pretenden llevarnos hacia un futuro dorado en el que la geografía y la historia llegan a su fin, fomentan la «amnesia respecto a las viejas políticas y los mitos antiguos» (pág. 83). La solución de Mosco nos recuerda que durante los dos siglos pasados prácticamente cada desarrollo tecnológico -electricidad, telégrafo, teléfono, radio, televisión, televisión por cable, etc.- trajo consigo pretensiones míticas similares. Una de las pocas debilidades de su convincente aunque limitado análisis reside en su excesivo énfasis en la idea del mito como construcción social nacida de la necesidad de una comunidad, lo cual le impide preguntarse si alguno de esos mitos sobre el ciberespacio ha probado tener algún apoyo en los hechos. Así, aunque asegure en repetidas ocasiones al lector que «los mitos no son verdaderos o falsos, sino que están vivos o muertos» (pág. 3), en la práctica actúa siempre como si todas las afirmaciones acerca del ciberespacio fueran falsas. A diferencia de William J. Mitchell en Me++: The Cyborg Self and the Networked City (2003), Mosco nunca se plantea si algunas previsiones sobre el trabajo a distancia, las aplicaciones de Internet en los negocios o la educación con hipermedia se han mostrado acertadas. Después de todo, un gran número de empresas relacionadas con la informática (educativas, artísticas y comerciales) continúan prosperando. De hecho, desde que escribí la primera versión de Hipertexto* la situación de la informática en las humanidades y sobre todo en el arte y la cultura ha cambiado drásticamente. Cuando comencé a explicar la naturaleza y posibilidades de hipermedia, muchos de mis lectores apenas tenían acceso a la computación, pero cuando se publicó Hypertext 2. Oesto había cambiado. La situación ha cambiado drásticamente una vez más, de ahí que un libro como éste se encuentre situado en el seno de nuestra cultura, particularmente en las humanidades, de modo diferente a como sucedía hasta hace muy poco tiempo. Por ejemplo, cuando expliqué por primera vez las características de un documento dentro de un entorno de hipertexto contrastándolo con una página impresa, tenía que describir y explicar tres puntos: 1) cómo se usa un ordenador (incluso cómo se usan un ratón y los menús desplegables); 2) los efectos básicos de la tecnología de la información digital; y 3) las cualidades características del hipertexto mismo, así como la experiencia concreta de usarlo. Ello ya no es necesario y tampoco resulta adecuado. No se trata simplemente

*

Barcelona, Paidós, 1995. (N. del E.)

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de que muchos de ustedes se hayan convertido en habilidosos usuarios de correos electrónicos, foros de discusión, Google y la World Wide Web. Igualmente importante es el hecho de que hayan probado numerosas aplicaciones digitales, géneros y medios que no toman la forma específica del hipertexto. Algunos de ellos, como los weblogs, muestran una 1mportante relación con hipermedia, pero otros, como los juegos de ordenador, sólo tienen unos cuantos puntos de convergencia con aquéL Sm embargo hay otros, de creciente importancia económica, educacional y cultural, como el texto animado, el texto presentado en formato PDF (Port~ble Docum~nt Formal, formato de documento portátil) y el vídeo y somdo reproducibles en tiempo real, apuntan en diversas direcciones, a menudo produciendo efectos que se diferencian profundamente de hipermedia. Quisiera subrayar que no me propongo evaluar los desarrollos no hipertextuales de la tecnología de la información digital en función de su semejanza con el hipertexto e hipermedia. Tampoco estoy interesado en presentar hipermedia como un concepto omniabarcador dentro del cual confluirían el resto de las formas digitales. Compararé, en todo caso, estos otros tipos de digitalidad con hipermedia, bajo el supuesto de que hacerlo nos ayudará a comprender los efectos y aplicaciones característicos de estos nuevos medios. La situación del postestructuralismo -en particular su estatus y populandad- ha cambiado notablemente desde la primera versión de Hipertexto, aunque quizás en un modo opuesto al del mismo hipermed!a. Mientras el hipertexto y otros medios digitales han experimentado un crecimiento enorme, el postestructuralismo y otras formas de teoría crítica han ,perdido su centralidad para casi todos, al parecer, excepto para los teoncos de los nuevos medios. Uno podría pretender ver un paralelismo entre la caída de las «punto com» y la pérdida general de estatus ac~démico de la teoría crítica, pero las páginas web, blogs, foros de discuswn y nuevos medios artísticos florecen pese a la bancarrota de numerosos negocios informáticos mal concebidos, muchos de los cuales nunca intentaron producir más que puro humo. No creo que este cambio en la situación disminuya el valor de uno de l~s te~as principales del presente libro: su uso del hipertexto y de la leona cntiCa de finales del siglo xx para arrojar luz sobre ambos simultáneamente. Como he afirmado repetidas veces en antetiores versiones de, este lib:o, los escritos de Roland Barthes, Jacques Derrida y otros teoncos cntlcos no provocaron el desarrollo de hipermedia ni coincidieron exactamente con éL Sin embargo, su aproximación a la textualidad

PREfACIO

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resulta muy útil para comprender nuestra experiencia de hipermedia. Y viceversa. He tenido muchos estudiantes en mis clases de hipertexto y teoría literaria que me dijeron que encuentran los escritos de Barthes, Derrida, Michel Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari más fáciles de comprender tras la experiencia de leer y escribir hipertextos. Otros han coincidido en que tales teóricos, particularmente Derrida y Barthes, proporcionan herramientas útiles para pensar acerca del hipertexto. Quizás el desarrollo más importante en el mundo de hipermedia ha sido el inmediato desarrollo de los sistemas de escritura/lectura (semejantes a aquellos sistemas que, en otras palabras, anticiparon teóricos pioneros como Vannevar Bush y Theodor H. Nelson). Blogs, wikis y el Portal Maximizer diseñado por Active Navigation representan intentos de otorgar a la Red características propias del software de hipertexto desarrollado en la década de 1980, que es el que convirtió a los lectores en autores.

Agradecimientos

Puesto que mi primer contacto con la idea de hipertexto data de 1986 o 1987, cuando miembros del ya desaparecido Institute for Research in Information and Scholarship (IRIS) de la Universidad de Brown me reclutaron para el proyecto Intermedia, debo un agradecimiento especial a su fundador y director, William G. Shipp, a sus posteriores codirectores, Norman K. Meyrowitz y Marty J. Michel, y a mi amigo y colega Paul Kahn, que fue coordinador de proyectos mientras se creaban The Dickens Web y otros proyectos de Intermedia, y que fue el último director del instituto. Nicole Yankelovich, coordinadora de proyectos en el IRIS durante el desarrollo inicial y las diversas fases de aplicación de Intermedia, siempre demostró su disponibilidad, sus numerosos recursos y su buen humor, incluso en períodos de crisis, al igual que Julie Launhardt, coordinadora asistente de proyectos. En los años finales del proyecto, el último miembro incorporado, James H. Coombs, que creó muchas de las partes clave de la segunda fase de Intermedia, fue una ayuda inestimable. Jay Bolter me tentó a usar Storyspace, y le estoy muy agradecido a él, a Michael Joyce y a Mark Bernstein, de Eastgate Systems, por su continua asistencia. Tengo una deuda especial con mis asistentes, entusiastas y llenos de talento, que se graduaron o licenciaron entre 1987 y 1992; en particular

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HIPERTEXTO 3.0

con Randall Bass, David C. Cody, Shoshana M. Landow, Jan Lanestedt, Ho Lin, David Stevenson, Kathryn Stockton, Gary Weissman, Gene Yu y Marc Zbyszynski. Mis estudiantes de la Universidad de Brown, el University Scholars Program de la Universidad Nacional de Singapur (NUS) y la Facultad de Ciencia Informática de la NUS han contribuido con una caudal continuo de inspiración y deleite. El desarrollo de Intermedia se inició en parte gracias a becas y contratos de International Business Machines, Apple Computer y el Proyecto Annenberg/Corporation for Public Broadcasting, a quienes estoy muy agradecido por su apoyo. Una beca de la Mellan Foundation y otra del doctor Frank Rothman, rector de la Universidad de Brown, me permitieron transferir a Storyspace los materiales de Intermedia creados para los cursos de inglés y escritura creativa. La generosidad de Daniel Russell, y por extensión de Apple Computers, me permitieron continuar mi investigación en la década de 1990 tras el cierre de IRIS, cuando mi universidad se vio incapaz de ofrecer cierta asistencia o apoyo. Desde 2000, NUS ha creado los servidores web de Nueva York y el Sudeste asiático donde residen los descendientes más recientes de los materiales creados originalmente en Intermedia y Storyspace (las páginas Victorian, Postcolonial Literature and Culture y Cyberspace, Hypertext, and Critica! Theory), y en 2001-2002 fundó las plazas de investigadores de doctorado y posgrado --que crearon materiales para las páginas web-, incluyendo a Philip V. Allingham, Marjorie Bloy, Leong Yew, Tamara S. Wagner y John van Whye. También tengo que agradecer a los cientos de contribuyentes internacionales, especialmente a Philip V. Allingham, coeditor de Victorian Web, que compartió varios miles de documentos con los lectores de estos sitios. Me gustaría agradecer a Peyton Skipwith, de la Fine Art Society de Londres, y a Peter Nahum que me dieran autorización para incluir las imágenes y textos de sus catálogos, permitiéndome así crear las secciones de The Victorian Web sobre pintura y artes decorativas. Estoy especialmente agradecido a los autores de dos decenas de libros académicos descatalogados y a los contribuyentes de tantos otros textos sobre la época victoriana, que compartieron generosamente su trabajo con The Victorian Web, haciendo así posible la sección de libros de dicha página en la que se explora lo que está ocurriendo en la era digital con las formas del trabajo académico humanístico. Gracias también a los lectores de mis páginas web, responsables de sus 17 millones de visitas en marzo de 2002 (el 95 % de ellas en The Victorian Web ). Aloysius Tay Wee Kok, encargado de la tecnología informacional en el University Scholars Program, y su

AGRADECIMIENTOS

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equipo de técnicos han puesto a punto y mantenido los servidores tanto en Estados Unidos como en Singapur con la asistencia de Joseph Auiisi, de Macktez.com. También tengo una deuda de gratitud con muchos colegas y estudiantes que compartieron su trabajo conmigo: MarkAmerika, J. David Bolter, Alberto Cecchi, Robert Coover, Daniela Damelle, Cicero da Silva, Jay Dillemuth, Carolyn Guyer, Terence Harpold, Paul Kahn, Robert Kendall, David Kolb, Deena Larson, Gary Marchionini, Stuart Moulthrop y Marc Nanard me facilitaron borradores, prepublicaciones o versiones inéditas de su trabajo; y Cambridge University Press, Dynamic Diagrams, Eastgate Systems, MetaDesign West, PWS Publishing, Oxford University Press, Routledge y Voyager me han proporcionado versiones publicadas de sus ediciones electrónicas. Me gustaría agradecer también, por su consejo, ayuda y ánimo, a Irina Aristarkhova, David Balcom, Bruno Bassi, Gui Bonsiepe, George Bornstein, Katell Briatte, Leslie Carr, Laura Borras Castanyer, Hugh Davis, Marilyn Deegan, Emanuela del Monaco, Jacques Derrida, Umberto Eco, Markku Eskelinen, Susan Farrell, Niels Ole Fmnemann, Patrizia Ghislandi, Antoni J. Gómez-Bosquet, Diane Greco, Robert Grudin, Anna Gunder, Wendy Hall, E. W. B. Hess-Littich, Elaine Yee Lin Ho, Raine Koskimaa, Jean-Louis Lebrave, José Lebrero, Michael Ledgerwood, Gunnar Liestol, Peter Lunenfeld, Cathy Marshall, Graham McCulloch, Bernard Mcguirk, Tom Meyer, J. Hillis Miller, Andrew Morrison, Elli M y lonas, Patrizzia Nerozzi, Geoffrey Nunberg, Sutayut Osornprasop, Allesandro Pamini, Paolo Petta, Allen Renear, Massimo Riva, Peter Robinson, Lothar Roisteck, Luisella Romeo, James Rosenheim, Daniel Russell, Marco Santoro, Valentina Sestini, Ture Schwebs, Shih Choon Fong, Rosemary Michelle Simpson, Christine Tamblyn, JeffTaylor, Robert Trappl, Paul Tucker, Frank Turner, Gregory Ulmer, Andy van Dam, Karin Wenz, Rob Wittig y a los miembros de CHUG. Entre los numerosos estudiantes y demás personas que compartieron sus proyectos de hipermedia conmigo desde finales de la década de 1980, tengo que dar las gracias a Mark Amerika, Diego Bonilla, Don Bosco, Sarah Eron, Ian Flitman, Nicholas Friesner, Amanda Griscom, Jeremy Hight, Taro Ikai, Shelley Jackson, Ian M. Lyons, Abigail Newman, Nitin Sawhney, David Balcom, JeffPack, Ian Smith, Owen Strain, Noah Wardrip-Fruin, David Yun y Leni Zumas. . Cuando presenté la idea de la primera versión de este trabaJo a la Johns Hopkins University Press, Eric Halpern, entonces editor jefe, fue lo suficientemente abierto de miras como para entusiasmarse por un

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proyecto que editores y editoriales consideraron demasiado extraño 0 demasiado ininteligible. Aprecio enormemente el ánimo que recibí de él Yel ~poyo pam abordar la segunda versión que recibí de Douglas Armato YWt!hs Regier, entonces director de la editorial. Michael Lonegro, mi editor de 3. O, ha añ~did~ a mi relación con la editorial Johns Hopkins Um~erslty Press s~ mestJmable apoyo y consejo. Jim Johnston, jefe de dise@ Yproduccwn de la primera versión, y Glen Burris, el diseñador del libro, merecen agradecimiento por enfrentarse a algo nuevo de una forma nueva. Gracias también a Maria denBoer, que revisó esta versión por contribuir a toda la gracia, claridad y precisión que este libro pued~ poseer.

Final~ente me gust~ría agradecer a mis hijos, Shoshana y Noah, que ?a~ atendido durante anos a mi entusiasmo por los links, webs, lexias, Imagenes web y mapas de rastJeo local. La pericia técnica de Noah con la arquitectura informacional, los blogs y los innumembles detalles arcanos del h~rdware y el so_ftware hicieron posibles muchos de mis proyectos, y ademas Noah sigue mtroduciéndome en nuevas áreas de la cultura digital. MI ,mayor deuda, desde luego, es con mi mujer, Ruth, a la que este libro esta dedwado. Fue ella quien acuñó los títulos Hypertext 2. O e Hypertext 3. OY qmen me enseñó todo lo que sé sobre la compra a través de Internet. Con el propósito de ani~a?Ue en mis exploraciones de hipermedia, se ha convertido en un autentico miembro de los digerati (alguien que ha desgastado los caracteres de varios teclados editando una revista en el otro lado del mundo a tmvés de Internet y que me envía una cascada de correos electrónicos incluso cuando estamos en la misma habitación). De todas las deudas que he contraído al escribir este libro, la que más me complace reconocer es la que he contraído con ella.

1. Hipertexto: una introducción

¿Un Derrida hipertextual? ¿Un Nelson postestructuralista? Cuando los diseñadores de programas informáticos examinan las páginas de Glas o De la gramatología se encuentran con un Derrida digitalizado e hipertextual; y .cuando los teóricos literarios hojean Literary Machines se encuentran con un Nelson postestructuralista o deconstruccionista. Estos encuentros chocantes pueden darse porque durante las últimas décadas han ido convergiendo dos campos del saber, aparentemente sin conexión alguna: la teoría de la literatura y el hipertexto informático. Las declaraciones de los teóricos de la literatura y del hipertexto han ido convergiendo en un grado notable. Trabajando a menudo, aunque no siempre, con un completo desconocimiento del trabajo de los demás, los pensadores de ambos campos nos dan indicaciones que nos guían, en medio de los importantes cambios que están ocurriendo, hasta la episteme contemporánea. Me atrevería a decir que se está produciendo un cambio de paradigma en los escritos de Jacques Derrida y de Theodor Nelson, en los de Roland Barthes y de Andries van Dam. Supongo que al menos un nombre de cada pareja le resultará desconocido al lector. Los que trabajan en el campo de los ordenadores conocerán bien las ideas de Nelson y de Van Dam; y los que se dedican a la teoría cultural estarán familiarizados con las ideas de Derrida y de Barthes. 1

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·. Los cuatro, como otros muchos especialistas en hipertexto y teoría 'cultural, postulan que deben abandonarse los actuales sistemas concep. . ntuales .ba~ados en nociones como centro, margen, jerarquía y linealidad ··Piy sustJtmrlos por las de multilinealidad, nodos, enlaces y redes. Casi todos ~~~ participantes en este cambio de paradigma, que marca una revolucwn en el pensamiento, consideran la escritura electrónica como una reacci??' directa a las ventajas e inconvenientes del libro impreso. Esta reaccwn tendrá profundas repercusiones en la literatura la enseñanza y la política. ' Los numerosos paralelismos entre el hipertexto y la teoría crítica presentan muchos puntos de interés, de los cuales el más importante tal v~z sea el he:ho de que la teoría crítica promete teorizar el hipertexto mientras que este promete encamar, y demostrar así, varios aspectos de la teoría, sobre todo los relativos a la textualidad, la narrativa y a los papeles o funciones de l~c:or y escritor. Con el hipertexto, la textualidad digital e Internet, los teoncos de la teoría crítica dispondrán, o disponen ya, de u? ~uevo laboratono donde poner a prueba sus ideas, 2 además de las bibliotecas conv~ncionales de textos impresos. Otro punto fundamental es que una expenencm de la lectura en hipertexto, o con hipertexto, esclarece muchas de las Ideas más significativas de la teoría crítica. Como subraya J. David Bolter al explicar cómo el hipertexto encama los concept~s postestructuralistas de texto abierto: «Lo que es antinatural en la letr~ !~presa se _vuelve natural en el ámbito electrónico, y muy pronto no hara m falta decirlo, porque podrá mostrarse» (Writing Space, pág. 143).

Definición del hipertexto y su historia como concepto En S/Z, Roland Barthes describe un ideal de textualidad que coincide exactamente con lo que se conoce como hipertexto electrónico, un texto co?Ipuesto de bloques de palabras (o de imágenes) electrónicamente umdos mediante múltiples trayectos, cadenas o recorridos en una textualidad abierta, eternamente inacabada y descrita con términos como enlace, nodo, red, trama y trayecto. Dice Barthes: «En este texto ideal ab~dan las redes [rése~ux] que interactúan entre sí sin que ninguna pueda Imponerse a lasde?Ias; este texto es una galaxia de significantes y no una estructura de s1gmficados; no tiene principio, es reversible; podemos acceder a ella por diversas vías, sin que ninguna de ellas pueda calificarse de principal; los códigos que moviliza se extienden hasta donde alcance la vista; son indeterminables[ ... ]; los sistemas de significados pueden

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imponerse a este texto absolutamente plural, pero su número nunca está limitado, ya que se basa en la infinidad del lenguaje» (págs. 5-6 de la traducción inglesa, págs. 11-12 de la edición francesa). Como Barthes, Michel Foucault concibe el texto en forma de redes y enlaces. En La arqueología del saber afirma que «las fronteras de un libro nunca están claramente definidas», ya que se encuentra «atrapado en un sistema de referencias a otros libros, otros textos, otras frases: es un nodo dentro de una red[ ... ], [una] red de referencias» (The Archeology ofKnowledge, pág. 23). Como todos los estructuralistas y postestructuralistas, Barthes y Foucault describen el texto, el mundo de las letras, y las relaciones de poder que implican, en términos que también pueden aplicarse al campo del hipertexto informático. Hipertexto, expresión acuñada por Theodor H. Nelson en la década de 1960, se refiere a un tipo de texto electrónico, a una tecnología informática radicalmente nueva y, al mismo tiempo, a un modo de edición. 3 Como él mismo explica: «Con hipertexto me refiero a una escritura no secuencial, a un texto que se bifurca, que permite que el lector elija y que se lea mejor en una pantalla interactiva. De acuerdo con la noción popular, se trata de una serie de bloques de texto conectados entre sí por enlaces que forman diferentes itinerarios para el usuario» (Literary Machines, 012). El hipertexto, término que seguiremos utilizando a lo largo de esta obra, implica un texto compuesto por fragmentos de texto -lo que Barthes denomina lexias- y por los enlaces electrónicos que los conectan entre sí.4 La expresión hipermedia simplemente extiende la noción de texto hipertextual al incluir información visual y sonora, así como la animación y otras formas de información. 5 Puesto que el hipertexto, al poder conectar un pasaje de discurso verbal a imágenes, mapas, diagramas y sonido tan fácilmente como a otro fragmento verbal, expande la noción de texto más allá de lo meramente verbal, no haré la distinción entre hipertexto e hipermedia. Con hipertexto, pues, me referiré a un medio informático que relaciona información tanto verbal como no verbal. En esta red, emplearé los términos hipermedia e hipertexto de manera indistinta. Los enlaces electrónicos unen lexias tanto «externas» a una obra (por ejemplo, un comentario sobre ésta por otro autor o textos paralelos o comparativos) como «internas» y así crean un texto que el lector experimenta como no lineal o, mejor dicho, como multilineal o multisecuencial. Si bien los hábitos de lectura convencionales siguen siendo válidos dentro de cada lexía, una vez que se dejan atrás los oscuros límites de cualquier unidad de texto, entran en vigor nuevas reglas y experiencias.

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El típico artículo académico de humanidades o ciencias ilustra perfectamente las nociones subyacentes de hipertexto como texto que se lee secuencialmente. Por ejemplo, en el caso de un artículo sobre Ulises de James Joyce, uno va leyendo primero lo que convencionalmente se conoce como texto principal, y va encontrando números o símbolos que indican la presencia de notas a pie de página o al final de la obra; uno deja entonces el texto principal para leer dichas notas, que pueden contener una cita de un pasaje de Ulises que supuestamente apoya el argumento en cuestión, o bien datos sobre agradecimientos o discrepancias del autor con otros escritores, etc. Las notas también pueden contener información acerca de otras fuentes, influencias y paralelismos con otros textos literarios. En cada caso, el lector puede seguir la conexión y salirse por completo del primer artículo. Tras leer la nota, o mirarla y decidir que una lectura completa no procede por el momento, vuelve al texto principal y sigue leyendo hasta encontrar otra nota y volver a dejar el texto principal. Este tipo de lectura constituye la experiencia básica y el punto de partida del hipertexto. Imaginémonos que uno pueda simplemente tocar la página donde se encuentra el símbolo de la nota, referencia o anotación para hacer aparecer instantáneamente el contenido de la nota o incluso el texto completo, en este caso el Ulises entero, al que alude la nota. Los artículos académicos se sitúan en un campo de relaciones que, en su gran mayoría, permanecen ocultas en el caso de los textos impresos y que resultan relativamente dificiles de seguir por encontrarse fisicamente lejos de sus referencias. En cambio el hipertexto electrónico facilita muchísimo el seguimiento de las referencias individuales así como la navegación por todo el campo de interrelaciones, que también s~.vuelve muy evidente. Este cambio en la facilidad para orientarse en ese contexto y acceder a las referencias individuales afecta radicalmente a la experiencia de la lectura, pero también a la naturaleza de lo leído. Por ejemplo, si dicho articulo sobre Joyce se encontrara en un sistema de hipertexto que tuviese enlaces con todo el material citado pasaría a formar parte de un sistema mucho más extenso en el que la totalidad podría resultar más importante que el documento individual; el artículo se encontraría entonces mucho más entrelazado al contexto que su homólogo impreso. Como se ve, el hipertexto difumina las fronteras entre lector y escritor y con ello presenta otra cualidad del texto ideal de Barthes. A la luz de los cambios actuales en informática, la distinción de Barthes entre texto de lector y texto de escritor aparece, esencialmente, conio una distinción entre los textos basados en la tecnología de la imprenta y el hipertexto, ya que este último

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alcanza el objetivo de la obra literaria (o de la literatura como obra), que consiste en hacer del lector no un consumidor sino un productor del texto. Nuestra literatura se caracteriza por el despiadado divorcio qtie la institución literaria mantiene entre el productor del texto y su usuario, entre el propietario y el cliente. El lector se encuentra sumergido en una especie de ociosidad; es intransitivo e incluso serio: en vez de funcionar por sí mismo, en lugar de acceder a la magia del significante, al placer de la escritura, se le deja solamente la pobre libertad de aceptar o rechazar el texto: leer no es más que un referéndum. Frente al texto de escritor se encuentra su contrario, su homólogo negativo y reactivo: lo que puede ser leído pero no escrito: el. texto de lector. Cualquier texto de lector puede considerarse un texto clásico (SIZ. pág. 4). Comparemos la descripción que hacen los diseñadores de Intermedia -uno de los más avanzados sistemas de hipertexto desarrollados hasta la fecha- del lector activo que el hipertexto requiere y crea: A la vez herramienta para el escritor y medio para el lector, los documentos en hipertexto permiten a los escritores, o a grupos de autores, conectar datos entre sí, crear trayectos en un conjunto de material afín, anotar textos ya existentes y crear notas que remitan tanto a datos bibliográficos como al cuerpo del texto en cuestión. [... ]El lector puede pasearse por esos textos anotados, referidos y conectados de forma ordenada aunque no secuencial (pág. 17) 6 Para tener una idea de cómo el hipertexto produce un texto de lector de Barthes, examinemos cómo usted, lector de este libro, lo leería en una versión en hipertexto. En primer lugar, en vez de manejar un ejemplar impreso, lo estaría leyendo en una pantalla de ordenador (o ya lo ha leído, si consiguió la traslación a hipertexto de la primera versión inglesa de este libro que efectuó la Universidad Johns Hopkins). En !997las pantallas, que no tenían la movilidad y el tacto de los libros impresos, hacían la lectura un poco más difícil. A las personas que, como yo, suelen leer tumbadas en la cama o en el sofá, la pantalla puede parecerles algo menos práctica. En los últimos cuatro años, sin embargo, he trabajado con una serie de ordenadores portátiles cuya pantalla no parpadea y cuya portabilidad permite una lectura cómoda en muchas posturas. Desde luego, mi portátil Apple G4 todavía no me permite leer los documentos con el placentero tacto del libro impreso, pero desde que mi mujer y yo usamos un acceso inalámbrico, podemos leer materiales de Internet en

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cualquier lugar de la casa o sentados fuera, en el porche. Aunque generalmente estaba de acuerdo con quienes me decían que uno nunca puede leer grandes cantidades de texto en el ordenador, ahora creo más bien que con estas nuevas presentaciones prefiero leer los artículos académicos en mi portátil; tomar notas y copiar fragmentos de texto es desde luego más cómodo. Sin embargo, volviendo a la década de 1980, la lectura en Intermedia, el sistema de hipertexto con el que comencé a trabajar, ofrecía varias compensaciones importantes respecto a sus inconvenientes.? Al leer una versión de este libro en Intermedia, en Storyspace o en la World Wide Web, usted podría, por ejemplo, cambiar el tamaño e incluso el tipo de letra para hacer la lectura mucho más fácil. Aunque no podría hacer estos cambios de forma permanente para otros lectores, sí podría hacerlos cuando quisiera. Y, más importante aún, como estaría leyendo este hipertexto en una gran pantalla gráfica que muestra dos páginas a la vez, tendría la posibilidad de colocar varios textos uno aliado del otro. Así, al llegar a la primera nota del texto principal, al final del pasaje de S/Z antes citado, activaría el equivalente hipertextual de la referencia (tecla, símbolo de referencia) y ello haría aparecer la nota final. La nota en hipertexto difiere de varios modos de la nota en un libro impreso. En primer lugar, se relaciona directamente con el símbolo de re~erencia en vez de encontrarse en una lista numerada al final del texto pnnc1pal. En segundo lugar, una vez abierta y superpuesta al texto principal o bien colocada a un lado, la nota aparece como un documento independiente, aunque asociado, y no como una especie de texto subsidiario, secundario y ocasionalmente parásito. Aunque he convertido notas finales que c_o.ntienen información bibliográfica en citas de texto, la primera versión de Hipertexto tenía una nota que contenía la siguiente información: «Roland Barthes, S/Z, trad. Richard Miller (Nueva York, Hill and Wang, 1974), págs. 5-6». Una lexía hipertextual equivalente a esta nota podría incluir la misma información, o, con más probabilidad, el pasaje citado, un fragmento más largo o el capítulo entero o incluso el texto completo de la obra de Barthes. Además, en las diversas versiones hipertextuales de este libro, ese pasaje enlaza a su vez con otras afirmaciones de Barthes de cariz similar, con comentarios de expertos en Barthes y con pasajes de Derrida y Foucault que también están relacionados con esta noción de texto en red. Como lector, tiene que escoger entre volver a mi e::'posición, seguir alguna de las conexiones que sugiero a través de los enlaces o, usando otras funciones del sistema, buscar conexiones que no he sugerido. Leer en la World Wide Web produce este tipo de experiencia de lectura. La

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versatilidad del hipertexto, que se manifiesta en múltiples enlaces entre bloques individuales de texto, requier~ un lector a:tivo. . . . Además, un sistema completo de hipertexto, a d1ferenc~a de los libros y de algunas de las primeras aproximaciones al hipertexto actualmente disponibles (HyperCard, Guide y la actual World Wide Web, exceptuand? Jos blogs ), ofrece el mismo entorno tanto al escntor como al lector. As1, con sólo entrar en el programa de procesamiento de texto, o editor, como se Jo conoce, usted podría tomar notas o incluso rebatir por escrito mi interpretación. Aunque no podría modificar mi texto, sí podría escribir una réplica y luego unirla a mi documento. De ese modo, habrá leído este texto de lector de dos maneras imposibles con un libro: primero, usted mismo escogió la trayectoria de su lectura y, como todos. los lectores escogerán distintas trayectorias individuales, la versión hiperte~tual de este libro podría asumir formas muy diferentes, así como sugenr tal vez el valor de rutas alternativas y dedicar seguramente menos espacio en el texto principal a los pasajes citados. Por otro lado, a medida que lo leía, tal vez había empezado a tomar notas o a producir respuestas al texto, algunas de las cuales podrían muy bien presentarse en forma de textos que apoyen o contradigan las interpretaciones enunciadas en mis escritos.

Lectores muy activos Cuando uno piensa en la historia de la literatura antigua y de la cultura popular reciente, la figura del lector-escritor no parece en absoluto nueva, especialmente desde que la teoría de la cultura clásica y neoclásica urgió a los autores neófitos a aprender su oficio leyendo a los maestros e intentando conscientemente escribir como ellos. Cualquier alumno de licenciatura sabrá que Virgilio leyó y reescribió conscientemente a Homero, que Dante leyó y reescribió tanto a Homero cómo a Virgilio, y que Milton continuó esta tradición. Este tipo de lectura activa aparece a lo largo de los últimos dos siglos. Hasta el punto de que Jane Eyre representa una lectura particularmente activa de Orgullo y prejuicio, del mismo modo que Norte y sur y Aurora Leigh constituyen lecturas Y reescrituras similares de los dos textos anteriores. De hecho, las cuatro obras podrían haberse titulado Orgullo y prejuicio, y las cuatro muestran a mujeres de una clase social y económica supuestamente inferior disciplinando a sus maridos; en las versiones victorianas de este mismo argumento el hombre no sólo tiene que disculparse por sus faltas sino que

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tiene que sufrir un castigo mayor: bancarrota, lesiones graves, ceguera o una combinación de todo ello. Los estudiosos de la literatura están muy acostumbrados a las cadenas de lecturas activas que producen tales reescrituras. Es lo que llamamos una tradición. También, de acuerdo con Harold Bloom, lo llamamos angustia de las influencias, el autor más antiguo retando al novel. Los lectores de Aurora Leigh, como decía, reconocen que el poema narrativo de Elizabeth Barrett Browning confirma la existencia de una tradición literaria femenina a la vez que reta a sus creadoras, las predecesoras de la poetisa, a obtener un puesto en esa tradición. Esta lectura activa y dinámica ha sido muy popular en el caso de los autores poscoloniales y postimperiales. Así, Ancho mar de los Sargazos de Jean Rhys ofrece una lectura caribeña muy diferente de Jane Eyre, ya que cuenta la historia casi completamente desde el punto de vista de Bertha. En Jack Maggs, de Peter Carey, nos encontramos al imperio contraatacando, en una novela narrada desde el privilegiado punto de vista del personaje de Magwitch; en esta versión, que incluye a un novelista de tipo dickensiano, .el convicto fugado no muere aliado de Pip: al percatarse de la espantosa persona en que se ha convertido el personaje de Pip, Maggs vuelve a la riqueza, a la paternidad y a la fama que había obtenido en Australia. ¡Chúpate ésa, Dickens! Dada la historia de la alta cultura, no nos sorprende encontrar esas reescrituras y lecturas activas, ya que tales aproximaciones aparecen también en la llamada ficción de género, como las historias de detectives y la ciencia-ficción. En El caso de Jane Eyre, de Japser Fforde, por ejemplo, nos enteramos de cómo la novela de Bronte recibió su final feliz. Todos los ejemplos de este tipo de lectura activa tan lejana pertenecen a los mayores logros de la industria cultural: tras ser pub licitados por grandes empresas comerciales ganan premios prestigiosos y rápidamente obtienen también un puesto en el canon literario al ser enseñados en las universidades. Hay sin embargo un gran número de lectores activos que son menos pub licitados por las autoridades editoriales y académicas. La creciente generalización de las tecnologías de bajo coste (primero mimeógrafos y fotocopiadoras, y después la autoedición e Internet) permitió la creación de textos autoeditados que reescribían los mundos de ficción de la industria del espectáculo, como por ejemplo Star Trek, que primero apareció en libros, televisión y cine. La lectura activa de las series de ciencia-ficción más populares, como explica Constance Penley, ha existido desde mediados de la década de 1970:

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La mayor parte de los escritores y lectores comenzaron en el mundo de la afición a Star Trek, y muchos están aún relacionados con .él, incluso aunque realicen sus numerosas actividades en lo que se denomina o s/ashjandom. La barra [slash] entre K(irk) y S(pock) actúa como un código entre aquellos que compran por correo fanzines amateurs (o zines) en los que las historias, poemas e ilustraciones en ellos publicados presentan una relación homosexual entre dos personajes. Tal designación contrasta por ejemplo con la de (sin la barra oblicua en medio), que alude a las historias de aventuras basadas en el universo ficticio de Star Trek, o con la de , que se refiere a las historias con escenas sexuales sólo de carácter heterosexual, como por ejemplo la establecida entre el capitán Kirk y la teniente Uhura, o entre Spock y la enfermera Chape!. Otras parejas mediáticas han sido [slashed] en los fanzines; tal es el caso de Starsky y Hutch (S/H) [... ]o de Crockett y Tubbs de Corrupción en Miami (pág. 137). Según Penley, la mayor parte de estos textos autopublicados son obra de mujeres, y estas lectoras-escritoras «se enorgullecen de haber creado un género único, híbrido, que une ingeniosamente romance, pornografía, ciencia-ficción utópica y un espacio social adecuado en el que las mujeres pueden manipular los productos de consumo de la cultura de masas para poner en escena un debate popular sobre cuestiones referentes a la tecnología, la fantasía y la vida cotidiana» (pág. 137). Como cabría esperar, el desarrollo de la World Widé Web ha estimulado aún más esta lectura, y uno puede encontrar muchas obras realizadas por lectores que quieren escribir sus versiones de los materiales publicados comercialmente. La producción de los lectores activos y su propia presencia rebate las criticas a la tecnología de la información digital según las cuales ésta no puede mostrar ningún ejemplo de democratización cultural. Que uno prefiera éste u otros tipos de democratización es otra cuestión. Los lectores activos (o lectores-escritores) tendían a pasar inadvertidos por diversas razones. En primer lugar, aunque algunos fanzines tienen una difusión tan amplia como las primeras novelas publicadas por autores de prestigio, representan una cultura underground que los medios de comunicación de masas y las instituciones culturales ignoran. Otra razón por la que sus continuaciones y reescrituras de textos reciben poca atención deriva de algunas de las características obvias de la cultura impresa: como la lectura activa que Carey efectúa de la novela de Dickens, estos textos underground, incluso aquellos que aparecen en Internet, adoptan la forma de obras diferentes separadas en el tiempo y

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el espacio de los textos que ellos reescriben. Las obras de Internet, sin embargo, aparecen en un contexto muy diferente de aquel en que surgen los libros impresos. Cualquiera que tropiece con cualquiera de estos textos podrá fácilmente encontrarlos ligados a una web personal o comunitaria que contenga biografías del propietario del sitio, explicaciones de su mundo imaginario y listas de enlaces [links] a relatos similares. En otras palabras, el vínculo hace inmediatamente visible la comunidad virtual creada por esos lectores activos. ¿Cómo se relaciona tal escritura-lectura activa con el lector de hipertexto? En primer lugar, los lectores centrados en el texto impreso encuentran un texto supuestamente diferenciado y acabado; la respuesta del lector -escribir un texto nuevo- demuestra que este tipo de lectores acepta tal escritura pero no quiere aceptar sus limitaciones. Esta lectura activa es la que caracteriza a los lectores de blogs: toman un texto existente y le añaden contenido, pero puesto que escriben en un entorno informático conectado en red, el blog comentado, mediante el uso de TrackBack puede enlazar al texto del lector activo, incorporándolo a la discusión en curso. 8 Como los blogs, hasta el momento sistemas atípicos de hipertexto que permiten a los lectores añadir sus propios enlaces y materiales (Intermedia, Storyspace en el entorno de autor) o incluso páginas web que solicitan contribuciones del lector, constituyen modalidades de escritura en las que los lectores pueden adoptar el papel de autores. Todas estas formas de lectura activa difieren de la experiencia del lector de hipertexto en los sistemas de «sólo lectura», cuya escritura no consiste en la adición de textos nuevos sino en el establecimiento del orden de lectura de una serie de textos dados. Los lectores de largos corpus de hipermedio informacional crean el documento que leen a partir de las elecciones informadas que hacen. Puede parecer que esto rara vez es cierto respecto de los lectores de hipertextos de ficción que tal vez ignoran adónde llevan determinados enlaces. Sin embargo, creo que las mejores hiperficciones permiten al lector deducir suficiente información básica -a veces, como en afternoon de Michael Joyce, volviendo sobre sus pasos- para tomar decisiones informadas (y por tanto creativas) cuando llegan a los enlaces. Además, por mucho poder que los lectores tengan para elegir sus propios caminos a través de un hipertexto, nunca obtienen el mismo grado de poder --o no tienen que emplear tanto esfuerzo-- que aquellos que escriben sus textos en respuesta a los de otros.

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Vannevar Bush y el Memex

Los especialistas en hipertexto hacen remontar el concepto a un artículo pionero de Vannevar Bush, en un número de 1945 del Afiantic Monthly, sobre la necesidad de máquinas de procesamiento de información mecánicamente conectadas para ayudar a los estudiosos y ejecutivos frente a lo que se estaba convirtiendo en una explosión de la información. Estupefacto por la «creciente montaña de investigación» a la que debían enfrentarse los trabajadores en todos los campos, Bush se dio cuenta de que el número de publicaciones ya había «crecido mucho más allá de nuestra capacidad de aprovechar realmente la información acumulada. El conjunto de la experiencia humana está creciendo a un ritmo prodigioso, pero los medios que empleamos para desplazamos por este laberinto hasta llegar al punto importante del momento son los mismos que utilizábamos en la época de las carabelas» (págs. 17-18). Y añadía: «Puede que haya millones de grandes ideas, tantos como relatos de las experiencias en que se basan, todo ello archivado en estructuras de piedra de aceptable arquitectura; pero si el estudioso sólo consigue acceder a uno de ellos tras una semana de investigación diligente, muy probablemente no podrá mantener sus síntesis al día» (pág. 29). Según Bush, el problema más importante reside en lo que llamó «la cuestión de la elección», la recuperación de la información, y el motivo principal por el que aquellos que necesitan información no pueden encontrarla se debe a los inadecuados medios de almacenar, ordenar y etiquetar la información: Nuestra ineptitud para acceder a un dato archivado se debe en gran parte a la artificialidad de los sistemas de indexación. Cuando se almacenan datos de cualquier tipo, se ordenan alfabética o numéricamente, y la información sólo puede ser recuperada remontando su pista de subclase en subclase. Dicha información sólo puede estar en un sitio, a menos que se utilicen sistemas dobles; necesitamos normas acerca del trayecto que hay que seguir para localizarla, pero las normas molestan. Además, después de encontrar un dato, hay que salir del sistema para volver a entrar luego siguiendo otro trayecto (pág. 31). Como señala Ted Nelson, uno de los discípulos más destacados de Bush: «No hay nada malo en categorizar. No obstante, por naturaleza es algo pasajero: los sistemas de categorías sólo tienen media vida; al cabo de unos años, empiezan a parecer bastante estúpidos [... ].Las referencias

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del estilo 'Magno, Alejandro' tienen cierto carácter universal» (Literary Machines, pág. 2/49). Según apuntan Bush y Nelson, uno de los puntos fuertes del hipertexto reside en que permite a los usuarios localizar, crear y seguir múltiples estructuras conceptuales en el mismo cuerpo de información. En términos generales, describe los medios tecnológicos que permiten desarrollar el concepto derridiano del descentrar. Frente a la rigidez y dificultad de acceso producidas por los actuales medios de gestión de la información basados en la impresión y en otros archivos físicos, necesitamos un medio que se amolde mejor a la manera de trabajar de la mente. Después de describir los medios de almacenar y clasificar el saber de su época, Bush se queja: «La mente humana no funciona así» («As We May Think», pág. 31), sino por asociación. «Sujetando» un hecho o una idea, «la mente salta instantáneamente al dato siguiente, que le es sugerido por asociación de ideas, siguiendo alguna intrincada trama de caminos conformada por las células del cerebro» (pág. 32). Para liberarnos de la reclusión en sistemas de clasificación inadecuados y permitirnos seguir nuestra tendencia natural a «la selección por asociación, y no mediante índices», Bush propone un dispositivo, el «Memex», capaz de llevar a cabo, de la manera más eficiente y parecida a la mente humana, la manipulación de hechos reales y ficticios. Según explica, «Un Memex es un dispositivo en el que una persona guarda sus libros, archivos y comunicaciones, dotado de mecanismos que permiten la consulta con gran rapidez y flexibilidad. Es un accesorio personal y ampliado de su propia memoria» (pág. 32). Dado que escribía antes de los tiempos del ordenador digital (la idea c[d Memex se le ocurrió por primera vez a mediados de la década de 1930), Bush concebía su dispositivo como una especie de mesa con superficies translúcidas, palancas y motores preparada para una búsqueda rápida de archivos microforma. Además de buscar y recuperar información, el Memex también permitiría a! lector «añadir notas y comentarios en los márgenes, valiéndose de un posible tipo de fotografía seca; e incluso podría hacerlo con un sistema de agujas, como en los telégrafos que se ven hoy en día en las salas de espera de las estaciones de ferrocarril, igual que si tuviera la página física delante de él» (pág. 33). De este aspecto crucial del Memex concebido por Bush, dos cosas llaman la atención: primero, Bush está convencido de la necesidad de anotar, durante la lectura, los pensamientos transitorios y las reacciones al texto. Con este énfasis, lo que hace Bush es redefinir el concepto de lectura como un proceso activo que

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implica escritura. Y, segundo, la referencia a! lector ~erspica~ y activo, · puede anotar un texto «igual que si tuviera la pagma física deJanque . . . · ¡ te de él», atestigua la necesidad de concebir un texto mas virtua. que físico. Uno de los elementos más cunosos acerca de la proposJCI~n de Bush es cómo utiliza las limitaciones de una forma de texto para 1de~r una tecnología nueva, y cómo ésta nos lleva a su vez a una concepcwn totalmente nueva del texto. Las «características esenciales del Memex» son su capacidad para recuperar la información y anotarla, pero también su sistema de «ind~xa­ ción por asociación» --que los actuales sistemas de hipertexto deno~man enlace-, «cuya idea básica es la capacidad que tiene cualqmer articulo para seleccionar, inmediata y automáticamente, otro artículo distinto» (pág. 34). Bush nos hace una descripción de cómo los lectores crearían «trayectos infinitos» con esos enlaces: Al elaborar un trayecto, el usuario primero le da un nombre, luego introduce dicho nombre en su libro de códigos y lo transcribe en el teclado. Delante de él están los dos artículos que han de unirse proyectados en dos superficies de visionado adyacentes. Debajo de ellos hay unos espacios para códigos en blanco y un puntero para señalarlos. El usuario sólo tiene que tocar una tecla y los dos artículos se unen. En cada espacio destinado a códigos consta el código pertinente del texto asociado. También en el espacio para códigos, pero sin que se vea, hay una serie de puntos que serán leídos por una célula fotoeléctrica; éstos indican, con su posición relativa, el número de índice del otro artículo. Más adelante, cada vez que se visione uno de los artículos, el otro podrá ser recuperado simplemente apretando un botón que se encuentra debajo del correspondiente código (pág. 34). La increíblemente premonitoria descripción que hace Bush de cómo el usuario del Memex crea y luego sigue trayectos sólo puede equipararse a su reconocimiento crucial de que estos trayectos mismos constituyen una nueva forma de textualidad e incluso de escritura. Como él mismo explica: «Cuando se han unido numerosos artículos. para f?rmarun.trayecto [ ... ] es exactamente como si se hubiesen reumdo artJCu!os físicos desde fuentes muy distantes y se hubiesen encuadernado juntos para formar un libro nuevo». Y añade: «De hecho, va incluso más lejos, ya que cada artículo puede estar unido en numerosos trayectos a la vez» (pág. 34); y, así, cada bloque de texto, imagen u otra información puede formar parte de varios libros.

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Ahora está claro que estos nuevos libros del Memex son el nuevo libro o una versión adicional del nuevo libro, y, como ellos, los conJuntos de tr~yectos, o redes, pueden compartirse. Bush sugiere, una vez más con gran acierto, que «aparecerán enciclopedias completamente drferentes, hechas a la medida, con una malla compuesta de trayectos asocral!vos, listas para ser introducidas en el Memex y ampliadas» (pág. 35). Otro aspecto importante es que los lectores-escritores pueden compartrr conjuntos de documentos y utilizarlos en otros campo~. . . Bush, como ingeniero interesado en las mnovacrones técmcas, aporta el ejemplo de un usuario de Memex que estudiara por qué el pequeño arco turco parecía superior al arco largo inglés en las escaramuzas de las cruzadas. En su Memex drspone de docenas de libros y artículos posiblemente pertinentes. Primero examina una enciclopedia y encuentra un artículo interesante aunque demasiado esquemático; lo deja proyectado. A continuación, en una obra de historia encuentra otro artículo relevante y une ambos. Y así sigue, construye;do un trayecto con muchos artículos. De vez en cuando inserta un comentario propio unido al itinerario principal o bien a un trayecto secundario. Cuando resulta evidente que las propiedades elásticas del material tenían mucho que ver con el arco, se desvía por una rama lateral que lo lleva a manuales sobre elasticidad y tablas de constantes fi~icas. Añade una página de análisis propio. De este modo, elabora en medio del laberinto de material disponible un recorrido en función de sus intereses (págs. 34-35). Además, Bush añade que, a diferencia de los trayectos mentales, los del Memex del investigador «no se esfuman», así que, cuando al cabo de unos años se reúna con un amigo para hablar «de los modos en que la gente se opone a las innovaciones, aunque. sean de vita~ interés» (pág. 35), podrá reproducir los trayectos que creo para mvestlgar un tema o problema y aplicarlos a otro. . La idea del Memex, a la que Bush dirigió su atención de forma mtermitente durante treinta años, influyó en Nelson, Douglas Englebart, Andries van Dam y otros pioneros del hipertexto, incluido el grupo del Institute for Research in Information and Scholarship (IRIS) de la Universidad de Brown, que creó Intermedia. En «As We May Think» y «Memex Revisited», Bush propone el con?ep:o de bloques de te~to unidos con enlaces y también introduce los termmos enlace, conexzon, trayectos y trama para describir su nueva concepción de la textualidad.

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La descripción que hace Bush del Memex contiene otras concepciones básicas, e incluso radicales, de la textualidad. En primer lugar, requiere una reconfiguración radical de la práctica de la lectura y de la escritura, en la que ambas actividades se acercan mucho más de lo que es posible con el libro impreso. En segundo lugar, a pesar del hecho de que concibiera el Memex antes del advenimiento de la informática digital, Bush intuyó que era necesario algo como la textualidad virtual para los cambios que propugnaba. En tercer lugar, su reconfiguración del texto introduce tres elementos completamente nuevos: los índices por asociación (o enlaces), los trayectos entre dichos enlaces y los conjuntos o tramas de trayectos. Estos elementos nuevos generan a su vez una clase de texto flexible, hecho a la medida, abierto a las demandas del lector y, posiblemente, vulnerable a ellas. También generan la noción de una textualidad múltiple, ya que, en el mundo del Memex, la palabra texto designa: a) las unidades individuales de lectura que tradicionalmente constituyen la «obra»; b) dichas obras enteras; e) conjuntos de documentos creados con trayectos; y, quizá, d) los mismos trayectos sin documentos acompañantes. Tal vez lo más interesante para alguien que considere la relación de las ideas de Bush con la crítica contemporánea y la teoría cultural es que este ingeniero empezó rechazando algunas de las premisas fundamentales de la tecnología de la información que han ido dominando (y algunos incluso dirían creando) cada vez más el pensamiento occidental desde Gutenberg. Además, Bush deseaba sustituir los métodos esencialmente lineales que habían contribuido al triunfo del capitalismo y del industrialismo por algo que, en esencia, son máquinas poéticas; máquinas que trabajaran por analogía y asociación, máquinas que capturaran la brillantez anárquica de la imaginación humana. Todo ello da la impresión de que Bush consideraba que la ciencia y la poesía obran básicamente de la misma manera.

Formas de enlace, sus usos y limitaciones Antes de mostrar algunas de las maneras en que esta nueva tecnología de la información comparte ideas cruciales con la teoría crítica contemporánea y tiene interés para ella, examinaré con más detalle el vínculo o enlace; esto es, el elemento que el hipertexto añade a la escritura y la lectura. 9 La forma más sencilla y básica de enlace es el enlace unidireccional de lexía a lexía (fig. 1). Aunque este tipo de vínculo tiene

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Enlace unidireccional de lexia a lexia

Ventajas: sencillo, requiere poca planificación. Desventaja: desorienta cuando se usa con documentos largos, ya que los lectores no saben adónde conduce el enlace; mejor aprovechado en el caso de lexias breves o en sistemas que usan metáfora de carta.

Enlace bidireccional de lexias

Ventaja: como permite a los lectores volver sobre sus pasos, crea un sencillo pero efectivo modo de orientarse. Es particularmente útil cuando llegamos a lexias que sólo tienen uno o dos enlaces de salida.

Enlace de hilo (palabra o frase) hasta la lexia

Ventajas: 1) permite a los lectores orientarse de un modo sencillo; 2) soporta lexias más largas; 3) sugiere diversos tipos de anotación y enlace. Desventaja: desorienta cuando se usa con documentos largos, ya que los lectores no saben adónde conduce el enlace; mejor aprovechado en el caso de lexias breves o en sistemas que usan la metáfora de las tarjetas. FIGURA

l. Tres formas de enlace.

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la ventaja de requerir poca planificación, desorienta cuando es usado en documentos más largos, ya que los lectores no saben adónde lleva el enlace situado en el documento al que han accedido. Se usa más a menudo, por tanto, para lexias breves o en sistemas que usan metáforas de las tarjetas. El siguiente nivel de complejidad es el del enlace bidireccional de dos lexias con una tercera: resulta idéntico a la primera forma, excepto en que incluye la posiblidad de volver sobre los propios pasos (o saltar). Su ventaja yace en el hecho de que, al permitir a los lectores seguir sus propias marcas, crea un simple pero efectivo sentido de la orientación. Este enlace parece particularmente útil cuando un lector llega a una lexia que sólo tiene uno o dos enlaces, o cuando encuentra algo, por ejemplo una definición del glosario o una imagen, que no quiere consultar en ese momento. La tercera forma de enlace, enlazar un hilo [string] --esto es, una palabra o frase- a una lexia completa, tiene tres ventajas. En primer lugar, constituye un medio sencillo de orientar a los lectores, articulando lo que podemos llamar una retórica básica de partida (fig. 1). Cuando los lectores ven un enlace adjuntado a un término, por ejemplo «arminianismo» o «Derrida», obtienen una idea intuitiva de que tal enlace les llevará a información relacionada de algún modo obvio con esos nombres. En segundo lugar, puesto que el enlace de hilo a lexia proporciona a los lectores una herramienta sencilla que les ayuda a navegar a través del espacio informacional, permite utilizar lexias más largas. Además, como uno puede abandonar la lexia en puntos diferentes, se puede leer cómodamente a lo largo de textos más largos. En tercer lugar, este modo de enlazar también plantea formas distintas de anotar y enlazar, ya que la posibilidad de adjuntar enlaces a diversas frases, partes de imágenes y elementos similares permite al autorindicar destinos diferentes para el mismo enlace. Uno puede, por ejemplo, usar iconos o frases para indicar que el lector puede ir a otra lexia de texto, a una segunda lexia que contiene ilustraciones, información bibliográfica, definiciones, argumentaciones contrarias, etc. Las dificultades con los enlaces de hilo a lexia, la forma más característica de enlazar en los documentos de la World Wide Web, surgen en la lexia de destinación. Los lectores pueden estar desorientados cuando navegan por documentos largos, y de ahí que el enlace de hilo a lexia funcione mejor con las lexias de llegada breves. La cuarta forma de enlace interviene cuando se hace el enlace juntando un hilo con una lexia completa de carácter bidireccional. (La mayor parte de los documentos

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enlazados en HTML [HyperText Markup Language] adopta de hecho esta última forma; «de hecho», porque la función de retorno suministrada por muchos buscadores crea el efecto de un enlace bidireccionaL) La quinta forma, el enlace unidireccional de hilo a hilo, presenta la ventaja obvia de que constituye el medio más claro y fácil de acabar los enlaces y así crear lo que se puede denominar una retórica de llegada. Al llevar a los lectores a un punto claramente definido en un texto, les permite percibir inmediatamente la razón de dicho enlace y por lo tanto puede apreciar la relación existente entre dos lexias o fragmentos de ellas. En otras palabras, los lectores saben por qué han llegado a un punto determinado. La característica clave en HTML, que se crea mediante la etiqueta , permite de este modo que los autores enlacen a una sección determinada de un documento largo. Para los autores, la posible desventaja de esta modalidad, que es también una ventaja notable desde el punto de vista del lector, reside en el hecho de que requiere más planificación o, al menos, más razones definidas para cada enlace. Si se hace que tales enlaces sean bidireccionales, nuestra sexta categoría, la navegación por el hiperespacio, será aún más fáciL La hipertextualidad completa en un entorno de lectura depende, en mi opinión, de la multisecuencialidad y de las elecciones del lector, creadas no sólo mediante la sujeción de múltiples enlaces a una única lexia, sino mediante su adhesión a una única ancla (o enclave) [anchor], o bien a alguna página, a través de una sola lexia. Un sistema (o documento) completamente hipertextual, por lo tanto, emplea una séptima forma de enlace: el enlace de
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