LACOSTE Yves GEOPOLITICA I Parte.pdf

February 9, 2017 | Author: Oscar D | Category: N/A
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Yves Lacoste. Géopolitique. La longue histoire d’aujourd’hui. Ed. Larousse. Francia. 2006. LACOSTE, Yves Lacoste (2009): Geopolítica. La larga historia del presente. Editorial Síntesis. Madrid, España.

PRIMERA PARTE (I PARTE)

¿Qué es la Geopolítica? l término “geopolítica”, utilizado en nuestros días de múltiples maneras, designa en la práctica todo lo relacionado con las rivalidades por el poder o la influencia sobre determinados territorios y sus poblaciones: rivalidades entre poderes políticos de todo tipo –no solamente entre Estados, sino también entre movimientos políticos o grupos armados más o menos clandestinos—, y rivalidades por el control o la dominación de territorios de mayor o menor extensión. Los razonamientos geopolíticos ayudan a comprender mejor las causas de tal o cual conflicto, dentro de un país o entre Estados, pero también a proyectar los que pueden tener lugar por tanto, las consecuencias de aquellas luchas en países más o menos alejados y algunas veces también en otras partes del mundo.

E I.

Repercusiones y mundialización

Si la mayoría de los conflictos geopolíticos se llevan a cabo entre fuerzas que son territorialmente cercanas las unas de las otras, entre dos Estados vecinos, entre una parte y la otra de una frontera o en un frente, también existen enfrentamientos entre países separados por grandes extensiones marítimas. Tal fue el caso de la mayor parte de las conquistas coloniales de ultramar y, más recientemente, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos proyectó sus fuerzas al otro lado del Atlántico y del Pacífico. Dos años después del fin de este espantoso conflicto, las dos únicas potencias que resultan victoriosas, y que emergen como “superpotencias”, comienzan a enfrentarse de múltiples maneras en el terreno mundial. Sin embargo, esta gran rivalidad geopolítica se desarrolló la mayoría de las veces de manera indirecta, en otros países en guerra, como Corea, Viet Nam o Afganistán, para evitar que los “Grandes” recurrieran a las armas nucleares, lo cual habría provocado una catástrofe planetaria. Lo que se denominó “Guerra Fría” habría de durar cuarenta años entre las dos superpotencias. Al desmembrarse bruscamente una de ellas en 1991, la otra se ha mantenido y se ha desarrollado aún más, tanto en el plano militar como en el financiero, para convertirse hoy en la “hiperpotencia”. No por ello se encuentra protegida de las consecuencias de los conflictos lejanos entre Estados mucho menos importantes. El ejemplo más espectacular es evidentemente la incursión aérea de los kamikazes saudíes a las Torres del World Trade Center, el 11 de septiembre de 2001. Las causas son complejas y resultan, en gran parte, del desarrollo durante más de treinta años de consecuencias geopolíticas sobrevenidas en Medio Oriente. Pero las causas más directas del suceso, las cuales siguieron a la Guerra del Golfo de 1991 tras la invasión de Kuwait, se sitúan más precisamente en Arabia Saudita —aún cuando es antigua aliada de Estados Unidos—, al seno de dirigentes medianos riquísimos, a razón de rivalidades políticas entre personajes cercanos al soberano y un millonario islamita ligado tiempo atrás a los servicios secretos norteamericanos respecto a los asuntos de Afganistán: Osama Bin Laden, en este caso. El ataque del 11 de septiembre es siempre percibido por los norteamericanos como el equivalente del ataque japonés a Pearl Harbor en 1941. Como consecuencia casi inmediata, Estados Unidos lanza una réplica aérea sobre Afganistán, a 15.000 kilómetros de Nueva York, para destruir la base de Al-Qaeda. Sin conseguir eliminar a Bin Laden, el presidente George W. Bush considera que Saddam Hussein, el gobernante de Irak, constituye una amenaza, posiblemente aún más importante. En geopolítica las ideas, las estrategias, las ilusiones y los errores de los dirigentes tienen una gran importancia y graves consecuencias. De sobra es conocido lo qué pasó después: a inicios del 2003 el ejército norteamericano proyecta su poder en Irak, donde conquista rápidamente de Bagdad, pero a partir de ese momento el conflicto se ha envenenado, volviéndose cada vez más complejo y sus consecuencias agravan las tensiones más allá de Oriente Próximo. Tres años más tarde, el fin de esa guerra sigue siendo algo oscuro, porque el

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retiro indudablemente próximo de las tropas americanas dado el descontento creciente de la opinión pública en Estados Unidos, puede suponer otras consecuencias —no solamente en Oriente Próximo—, y otras tragedias. Si bien importa comprender mejor cómo han llegado a tales desastres, ahora todo el mundo se pregunta, cómo seguirán desarrollándose los acontecimientos y lo que puede surgir a partir de ellos en otros países del Medio Oriente, así como en otras partes del mundo. También prestar atención, a través de la prensa, de lo que sucede en numerosos países de los que no nos preocuparíamos mucho anteriormente. Si desde hace algunos años se han interesado tanto en la Geopolítica, es porque progresivamente se ha tomado conciencia que los conflictos lejanos pueden, de manera indirecta, repercutir con una serie de consecuencias hasta en Europa Occidental, y particularmente en Francia, donde se plantean por añadidura problemas internos más o menos antiguos, heredados de la colonización y de las migraciones poscoloniales. El hecho de que los conflictos locales se combinen, algunas veces muy rápidamente, con rivalidades entre poderes y con influencias de envergadura planetaria es sin duda uno de los efectos de la mundialización. La geopolítica interna y los problemas múltiples en el seno de los Estados En efecto, todas las cuestiones geopolíticas no conducen a guerras o a enfrentamientos sangrientos y, afortunadamente, un gran número de rivalidades geopolíticas de pequeñas dimensiones son libradas pacíficamente en el marco de los regímenes democráticos. Se llevan a cabo, por ejemplo, rivalidades electorales al seno de un mismo Estado-nación o reivindicaciones de autonomías regionales. Estamos por lo tanto en el contexto de una geopolítica interna; es decir, de problemas que se generan al seno del Estado, pero de forma más o menos intensa según sea el caso. Esto puede conducir a la guerra civil en Estados no democráticos, como fue el caso de la guerra de Secesión durante la mitad del siglo XIX. En Yugoslavia, al finalizar el siglo XX, los problemas de geopolítica interna pudieron desembocar bruscamente en terribles guerras civiles, porque el Estado federal reunía cinco o seis naciones rivales, más o menos imbricadas las unas con las otras, que se disputaron con aspereza los territorios. En los Estados-nación democráticos, sobretodo si fueron constituidos después de mucho tiempo como es el caso de Europa Occidental, las cuestiones de geopolítica interna atraen la atención y el interés de los ciudadanos más informados y de los partidos políticos. Pero cuando la palabra “geopolítica” aparece en uno de los medios de comunicación masiva, se trata entonces de un conflicto entre Estados, de la lucha de un pueblo por su independencia, del asunto eminentemente geopolítico del petróleo, pero también de atentados dirigidos por grupos terroristas que amenazan a los países occidentales o a los gobiernos de los países árabes. Es de estos conflictos de los que se preocupa sobretodo la opinión, aún cuando son lejanos, porque sus consecuencias pueden repercutir en otros países. Análisis geopolítico de los principales Estados y de los “puntos calientes” Así como analizaremos en esta obra los problemas geopolíticos de los Estados que tienen un papel geopolítico relevante, también, y más detalladamente, analizaremos lo que es posible llamar los “puntos calientes”; es decir, los Estados de pequeñas dimensiones donde las tensiones geopolíticas son violentas y repercuten a grandes distancias, especialmente en Estados Unidos. Entre las dos guerras mundiales, el mundo era “multipolar”, como sostienen los politólogos, en cuanto al papel geopolítico no sólo de los Estados europeos como Alemania, Rusia o el Reino Unido y Francia, dotados los unos y los otros de vastos imperios coloniales, sino también de Japón y Estados Unidos. En tiempos de la Guerra Fría, el mundo fue “bipolar” y, hoy, es “unipolar”. Sin embargo, China se desarrolla a gran velocidad, al igual que la India; mientras que Japón puede reaccionar frente a la amenaza China; y Rusia, adormilada por sus ventas de petróleo a altos precios, sin duda no ha dicho su última palabra. En cuanto a

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los Estados de la Unión Europea, una vez superado el problema en el que estaba sumergida en 2005: los boicots franceses y neerlandeses, pudieron tomar un rol verdaderamente geopolítico, sobretodo para hacer frente a la decisión tomada por Estados Unidos de disminuir considerablemente sus fuerzas en Irak. El mundo es por lo tanto mucho más complicado que lo que nos hacen creer los discursos que satanizan a la hiperpotencia. Ésta debe hacer frente a la hostilidad del mundo musulmán, asumir la imagen negativa que en casi todas partes se tiene de su poderío hegemónico, y debe comenzar a ver a China como el nuevo rival. Todo ello interfiere con múltiples rivalidades geopolíticas de menor envergadura.

II.

Poderes, naciones y territorios

Poder y territorio son dos términos fundamentales para la Geopolítica. Desde un punto de vista jurídico, y en todas las sociedades, están estrechamente ligados el uno al otro, porque todo poder político oficial (que se comporta como aquel de un Estado, de una tribu o de un municipio) tiene su territorio, es decir una extensión claramente delimitada sobre la cual ejerce su autoridad y –en principio—su soberanía, donde es en general responsable del orden público y del cual pretende asegurar la defensa. Conforme a lo anterior, podemos decir que de los casi 200 Estados que podemos contar hoy en día, buen número no ejerce en realidad más que poderes más o menos teóricos. Sin embargo, teniendo en cuenta la estrecha relación entre el poder y el territorio, algunos teóricos han estado tentados a medir el poderío relativo de un Estado dependiendo del tamaño de su territorio. Ahora bien, muchos casos muestran que el gran tamaño de algunos Estados, como Sudán (2,5 millones de km2, el Estado más grande de África), Canadá (cerca de 10 millones de km2), o la misma Rusia (27 millones de km2), no es proporcional a la eficacia de su población, ni a su importancia económica o militar. En cambio, Japón, convertido en la potencia conocida en la primera mitad del siglo XX (su economía es aún la segunda del mundo), no tiene más que 373.000 km2 que además están divididos en un archipiélago de un millar de islas, de las cuales sólo 5 son principales. El mayor hecho geopolítico que caracteriza a Japón es la antigüedad y la unidad de la nación y las capacidades estratégicas de sus dirigentes. En realidad la superficie de un Estado como el trazado de las fronteras que lo delimitan, resultan de las relaciones geopolíticas de fuerza con los Estados vecinos. En los lugares menos poblados, en razón del frío o de la aridez, se encuentran Estados de gran importancia porque no se encuentran con muchos rivales: es el caso de Rusia, de Canadá, de Australia o de la mayor parte de China cuyas superficies se miden en millones de km2. En cambio, en los lugares que siempre han estado muy poblados, como Europa Occidental o el Sudeste de Asia, el tamaño de los Estados es en general mucho menos grande, sus superficies se cuentan en centenas de miles de km2, incluso menos. Dichos Estados son, en efecto, desde hace mucho tiempo, rivales los unos con los otros. Por tanto, es importante recordar su historia geopolítica. Por historia geopolítica de un Estado o de un pueblo se entiende la toma en cuenta de diferentes tiempos de la historia, como decía Fernand Braudel, los tiempos largos anteriormente y los tiempos cortos en la época contemporánea, privilegiando las relaciones geopolíticas de fuerza con los Estados y los pueblos vecinos. En la mayor parte de África (a excepción del Magreb y Egipto), las fronteras de los Estados actuales resultan de las rivalidades geopolíticas entre los antiguos colonizadores ya que, después de sus independencias, los nuevos Estados decidieron conservar sus límites territoriales. En la América hispana, las fronteras de los Estados actuales resultan en general de antiguas subdivisiones coloniales decididas por Madrid, pero también de las relaciones de fuerza entre los Estados, en especial entre los pequeños Estados del istmo centroamericano. Después de su independencia, México, entonces presa de graves conflictos internos, perdió

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cerca de dos terceras partes de su territorio (desde Texas hasta California) en beneficio de Estados Unidos. CONJUNTOS ESPACIALES La noción de conjunto es capital en toda relación científica y, más precisamente, lo es la de conjunto espacial, igualmente para los análisis geográfico y geopolítico. Se encuentra en la base de la cartografía, que es la representación construida de todas las clases de conjuntos, trátese de continentes, océanos, Estados, montañas, ríos, ciudades y toda clase de territorios.

La nación, idea-fuerza, idea geopolítica Pero dentro de todo el análisis geopolítico, no es suficiente razonar en términos de poderes, de Estados y de territorios. Hace falta también intentar tener en cuenta las características particulares de cada nación, aún cuando esto no sea sencillo, porque el concepto de nación, aunque es fundamental, no ha logrado ser realmente objeto de trabajos comparativos en Ciencia Política. Estos en general se quedan en generalidades jurídicas o filosóficas. La nación es en realidad una idea geopolítica esencial debido a que, por una parte, se refiere a un territorio, su territorio —no existe nación sin territorio— y, por la otra, implica la cuestión del poder; es decir, aquella de la independencia, a saber: la elección de los dirigentes de la nación. Se puede decir como una máxima geopolítica fundamental que, desde que se forma en un proceso geopolítico, toda nación es dirigida por los suyos. Por lo tanto no es asombroso que la idea de nación esté igualmente cargada de valores, sobretodo si una nación es debatida o amenazada y si su territorio es disputado. Esto explica por ejemplo el empeño con el cual, desde hace decenios, israelíes y palestinos —naciones de formación reciente— se disputan porciones de territorio, algunas de pequeñas dimensiones, pero que son sacralizadas por representaciones religiosas y políticas. Repetimos: no existe nación sin territorio. Pero ¿a qué corresponden los territorios nacionales? En Europa es posible constatar que, en la mayor parte de los casos, corresponden cada uno al área de extensión de una lengua. Sin embargo, muchas lenguas pueden estar extendidas en una misma región. A la inversa, naciones rivales, los serbios, los croatas y los bosnios, por ejemplo, tienen casi la misma lengua (pero no la misma escritura), no obstante, su diferenciación radica en función de las religiones. Sería muy amplio discutir aquí las relaciones entre la lengua, la nación y el territorio del Estado; nos limitaremos a constatar grosso modo la coincidencia entre el área de una lengua y el territorio de cada nación. Es también el caso de una gran parte de Asia, con la excepción muy particular de la India. En cambio, en América Latina, el área donde se habla español está dividida en un gran número de Estados entre los cuales las relaciones entre vecinos frecuentemente permanecen tensas. En este caso, la idea de nación no se funda en la lengua, sino de hecho en el territorio del Estado que se constituyó en seguida de las luchas de independencia. En los países árabes, donde la idea de la gran nación árabe es aún oficialmente admitida, los diferentes Estados-nación se fundan en las fronteras coloniales en el Medio Oriente y en las precoloniales en Magreb.

III.

Los diferentes niveles de análisis espacial

Para comprender una situación geopolítica, ya sea de una ciudad, de una región o de un Estado más o menos vasto, no es suficiente tener en cuenta las relaciones entre los poderes y las fuerzas políticas locales o nacionales. También es adecuado tener en cuenta las relaciones de alianza o de hostilidad con las fuerzas exteriores, aquellas de los Estados o de movimientos políticos que pueden ser vecinos o estar más o menos alejados. Hay que atender igualmente a lo que se ha convertido en una gran parte del razonamiento geopolítico: las repercusiones más o menos lejanas de los diferentes conflictos y las formas de alianza entre fuerzas políticas y militares de relevancias muy diferentes y muy alejadas las una de las otras. El desarrollo de la aviación (los aviones pueden repostar en vuelo,

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en caso necesario) permite la proyección del poderío militar a varios miles de kilómetros, lo cual no quiere decir que ello asegure el control del terreno, como lo prueba el conflicto de Irak. NO CONFUNDIR GRAN Y PEQUEÑA ESCALA Debido de los periodistas, se habla frecuentemente de “operaciones a gran escala” para decir que importantes medios son movilizados para actuar en territorios relativamente vastos. Resulta de ello una confusión convertida casi en clásica con las expresiones “gran” y “pequeña escala” en el sentido inicial, que es matemático y geográfico. Los mapas a gran escala sirven para representar con precisión espacios de relativamente pequeñas dimensiones, mientras que los mapas a pequeña escala sirven para representar vastas extensiones o el conjunto del mundo.

Estas fuerzas exteriores, de potencia desigual, controlan cada uno de los territorios de más o menos grandes dimensiones, de las poblaciones más o menos numerosas y de las riquezas más o menos importantes. En el caso de Israel, el apoyo de los Estados Unidos ha sido esencial, principalmente desde 1967, puesto que la guerra de los Seis Días se presentaba como muy difícil para el ejército israelí frente a la coalición de los Estados árabes vecinos apoyados por la Unión Soviética. El apoyo americano durante la guerra del Yom Kippur (1973) fue igualmente determinante, pero lo fue menos después del desmembramiento de la Unión Soviética. Es notable que el apoyo norteamericano –contrariamente a lo que se dice con frecuencia—se explica menos por las presiones petroleras de los Estados Unidos en el Medio Oriente (lo que les estorba notablemente en sus relaciones con Arabia Saudita) y más por la presión ideológica a favor de Israel de una gran parte de la opinión americana, en especial de algunos movimientos protestantes y, sobretodo, de los movimientos evangelistas. Estos son en efecto adeptos del “sionismo cristiano” para quienes la victoria total de Israel anunciará el regreso de Cristo rey. En la mayor parte de los problemas geopolíticos, el papel de las alianzas tiene una gran importancia. Mientras que anteriormente la mayor parte de los conflictos locales (sobre algunas decenas de kilómetros) se desarrollaban sin repercusiones exteriores, en nuestros días, debido a lo que podemos llamar la mundialización económica y mediática, la mayor parte de las situaciones locales están en contacto más o menos directo con los poderes de envergadura espacial, los cuales tienen, a su vez, sus propios problemas y otros conflictos que administrar. DIATOPO (VER MAPAS en Página 15) Podemos denominar “diatopo” al tipo de representación formada por la superposición esquemática de diferentes planos que “muestran” en lo alto de la página lo que podríamos ver o imaginar desde un satélite de observación terrestre, una vista a relativamente baja altitud, en lo bajo de la página, pasando por los niveles de observación intermedia. Este nuevo término de “diatopo” fue creado a partir de la palabra griega topos, que significa “lugar”. El prefijo dia —que significa no solamente “separación-distinción”, sino también “a través”— designa la distinción de los diferentes niveles de análisis espacial, representados por los diferentes planos, y su articulación. Obsérvese que en internet, se puede hallar este tipo de representación a varias escalas, de la más grande hasta a la más pequeña, realizada a partir de fotos de satélites.

Es posible representar esquemáticamente la combinación jerarquizada de esos diferentes poderes con mapas de los territorios que controlan o que se disputan, pero también con los mapas de sus relaciones exteriores. Como los tamaños del territorio de estos Estados son desiguales —unos se miden en kilómetros y otros en centenas o en miles de kilómetros—, es necesario que estos mapas sean establecidos a diferentes escalas. Para mostrar el interés de este método, es posible esbozar el caso fuertemente discutido de Israel y de Palestina y de la ciudad de Jerusalén la cual, simbólicamente, es objeto esencial de polémicas entre las dos partes. Algunos, entre los diferentes planos superpuestos, funcionan con un gran número de interacciones y contradicciones que pueden ser representadas esquemáticamente con flechas de aspecto sistemático. Pero ellas esconderían una gran parte

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del mapa debajo. Es más sencillo describir con texto estas interacciones y contradicciones. La superposición de estos diferentes planos, del planetario al local, permite comenzar a considerar las relaciones de fuerza, a una parte de los movimientos y de las repercusiones a mayor o menor distancia. Del mismo modo que el término “diacronía” se ha vuelto usual en el razonamiento histórico, implicando la distinción y la combinación de los diferentes tiempos de la historia (tiempos largos, tiempos cortos), el de “diatopo” es muy útil en el razonamiento geopolítico. Se designa en efecto la diferenciación espacial de las relaciones de fuerza y sus combinaciones en el mundo actual, lo que permite comprender mejor las consecuencias cercanas o lejanas de los conflictos geopolíticos. Por tanto, hay que tener en cuenta las distancias así como tamaño de los territorios. Diferentes órdenes de magnitud de los territorios y de las distancias Como en todo problema geopolítico en el que la cuestión, hace falta examinar gira fundamentalmente en torno a los territorios, éstos deben ser examinados atentamente y, atendiendo en primer lugar a sus dimensiones. Ciertamente, los espacios objeto de rivalidades políticas presentan diferentes extensiones y, para los protagonistas que se disputan tal o cual parte, las medidas precisas tienen una gran importancia. Pero en un razonamiento geopolítico de conjuntos, sobretodo si se recurre a las comparaciones, como es frecuentemente útil, es mejor clasificar los territorios por órdenes de tamaño. Para esto, es preferible tener en cuenta esquemáticamente las distancias que separan los extremos de su territorio (por ejemplo 1000 kilómetros entre el Norte y el Sur de Francia), lo que tiene una significación estratégica más evidente que la comparación de sus superficies. Sabemos que en el planeta hay muy vastos territorios que se miden en miles de kilómetros en su dimensión más grande. Algunos de ellos han sido conquistados y son aún controlados por potencias muy grandes (Estados Unidos, Rusia, China), pero existen también vastos territorios levantados en Estados relativamente débiles: es el caso de muchos Estados africanos que son herederos de las reparticiones territoriales entre las antiguas potencias coloniales. Los territorios de un gran número de Estados, sobretodo aquellos en Europa, se construyen por otro tipo de grandeza, porque se miden en centenas de kilómetros, y muchos Estados de pequeñas dimensiones se miden en decenas de kilómetros –se refiere a otro tipo de grandeza. Pero en la mayor parte de los razonamientos geopolíticos no basta con conocer las dimensiones de los Estados; hace falta también tener en cuenta las dimensiones de sus subdivisiones internas, lo que generalmente llamamos regiones. La mayor parte de las regiones de los Estados muy grandes se miden en centenas de kilómetros, mientras que aquéllas de los Estados de medianas dimensiones se miden en decenas de kilómetros (como es el caso de Francia). Este tipo de clasificación por orden de tamaño es también pertinente para las extensiones marinas o las grandes formas de relieve (montañas, grandes ríos, etc.) que se extienden en el territorio de algunos Estados o que se encuentran en su periferia, lo cual tiene una gran importancia geopolítica. LA SUPERPOSICIÓN DE LAS HERENCIAS MÚLTIPLES DE LOS DIFERENTES TIEMPOS DE LA HISTORIA SOBRE UN PEQUEÑO TERRITORIO: EL DE ISRAEL/PALESTINA

Si

es relativamente simple presentar muy esquemáticamente los niveles de análisis del problema palestinoisraelí, es conveniente, para explicar su formación, referirse a numerosos fenómenos históricos. Si se entretejen las referencias con la antigüedad (la Biblia, los orígenes del Cristianismo, la expulsión de los judíos de Palestina) y con la Edad Media (Mahoma habría efectuado su viaje nocturno hacia los siete cielos, donde sucedió la sacralización de la explanada de las mezquitas). Para la época contemporánea, se recupera el movimiento sionista, el poder inglés sobre Palestina quien trazó sus límites actuales, la inmigración judía en el plano costero, la guerra de 1948, el primer éxodo de los palestinos y, en el curso de las últimas décadas, la guerra de los Seis Días y la conquista de toda Palestina en 1967, hasta la política de implantación de “colonias” en Cisjordania hasta el 2005. Esto constituye hoy en día el problema geopolítico más difícil por resolver.

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Estas comparaciones son útiles; todavía es necesario tener en cuenta los órdenes a partir del tamaño. Los Vosgos se miden en decenas de kilómetros, el Cáucaso en centenas de kilómetros y los Andes en miles de kilómetros. Los conjuntos espaciales que es necesario tener en cuenta en materia de análisis geopolítico no son solamente diferentes los unos de los otros desde un punto de vista cualitativo (los conjuntos de relieve no corresponden a los conjuntos climáticos, los Estados no coinciden del todo con los límites de los conjuntos lingüísticos o religiosos, etc.). También son de dimensiones muy diferentes. Algunos se miden en miles de kilómetros: es el caso de los Estados más grandes o de una extensión marina como el Mediterráneo, mientras que otros, como numerosas regiones de Europa Occidental, se miden en decenas de kilómetros. Estos conjuntos de dimensiones dispares no pueden ser representadas con la misma escala en un mismo mapa. Los más grandes figuran en mapas a muy pequeña escala, mientras que aquéllos que son menos vastos están representados de forma detallada en mapas en escala mucho más grande. Recordemos que un mapa a gran escala representa de forma detallada territorios pequeños; mientras la escala es más pequeña, el mapa representa más grandes extensiones de forma esquemática o abstracta. Diferentes niveles de análisis de una situación geopolítica En nuestros días, algunas grandes potencias intervienen a muchos miles de kilómetros de sus fronteras en conflictos muy locales (como el de Kosovo en la ex Yugoslavia). También hace falta examinar no solamente situaciones geopolíticas realmente alejadas las unas de las otras, sino de dimensiones diferentes: por ejemplo, aquélla del Estado de gran tamaño, Estados Unidos, que interviene en la situación de un pequeño Estado como Israel. Es necesario, por lo tanto, razonar a diferentes niveles del análisis espacial. El Estado de Israel, que se mide en decenas de kilómetros, pertenece al cuarto orden de dimensión, pero la franja de Gaza pertenece al quinto orden y las “colonias de la población” israelíes, que tienen tantos problemas y que no abarcan cada una más que algunas centenas de metros de diámetro, pertenecen al sexto orden. En cambio, los Estados árabes que rodean Israel forman un conjunto de segundo orden, la diáspora judía puede ser considerada como un conjunto-archipiélago de segundo orden y al área de proyección de la potencia Estados Unidos —que protege a Israel— forma un conjunto de primer orden, porque es de envergadura planetaria. Todos estos niveles de análisis superpuestos deben ser tomados en cuenta para comprender un problema como el del conflicto árabe-israelí. Representar el espacio superponiendo los planos de diferentes órdenes de tamaño territorial Se pueden distinguir diferentes niveles según los órdenes de magnitud. El nivel planetario corresponde a las intersecciones de los conjuntos espaciales más grandes, aquellos del primer orden de magnitud, que son relativamente poco numerosos. Aparecen representados en los mapas del mundo a muy pequeña escala. En cambio, el nivel local, del cual hablamos hoy sin dificultad para designar innumerables situaciones concretas, corresponde a las combinaciones de conjuntos espaciales del quinto orden de magnitud, que tienen cada uno algunos kilómetros de importancia. Se hablará de nivel regional para designar las situaciones que resultan de la combinación de conjuntos que se miden en decenas de kilómetros, ya sea del cuarto orden, y así sucesivamente. Es posible representar los diferentes niveles de análisis espaciales como una superposición de planos cartográficos, cada uno portando una intersección de conjuntos espaciales del mismo orden de magnitud: arriba de esta superposición, los mapas a pequeña escala (grandes conjuntos), debajo, los mapas a gran escala (los conjuntos más pequeños)

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POR CONVENCIÓN LOS CONJUNTOS ESPACIALES PUEDEN CLASIFICARSE EN SEIS ÓRDENES DE MAGNITUD TERRITORIAL 1. 1er Orden de Magnitud: aquél de conjuntos que tienen muchas decenas de miles de kilómetros de diámetro o de longitud y que no pueden ser representados más que en mapas a muy pequeña escala (reducción a 1/25 millonésima, incluso menos aún). Es el caso del conjunto relativamente poco numeroso de continentes, océanos, grandes zonas climáticas, grandes zonas culturales o políticas como el conjunto de los países cristianos o el área de influencia mundial de Estados Unidos. 2. 2º Orden de Magnitud: aquél de los conjuntos, más numerosos, que se miden en miles de kilómetros. Es el caso de grandes Estados como Rusia, Estados Unidos, el mundo musulmán, o de grandes cadenas montañosas como los Andes o el Himalaya, o de una extensión marina como el Mediterráneo (4.000 Km. de Este a Oeste) 3. 3º Orden de Magnitud: aquél de los conjuntos de los cuales la grandeza es de muchas centenas de kilómetros. Es el caso de un Estado como Francia o de una cadena montañosa como los Alpes, de una gran isla como Madagascar, de un gran río como el Rhin o de grandes bosques. 4. 4º Orden de Magnitud: aquél de los conjuntos que se miden en decenas de kilómetros. Es el caso de grandes aglomeraciones urbanas, de muchas regiones francesas, pero también de grandes bosques o de numerosos conjuntos insulares. 5. 5º Orden de Magnitud: los conjuntos que no tienen más que algunos kilómetros de longitud o de diámetro y que pueden estar representados de forma detallada a relativamente gran escala (1/50.000). Son extremadamente numerosos. Es el caso de muchas grandes ciudades, de muchas islas, de algunas formas de relieve como valles que dan acceso a algunas masas montañosas. 6. 6º Orden de Magnitud: aquél de los conjuntos innumerables que se miden en centenas de metros, como villas, pequeñas islas, pequeños bosques, colonias del pueblo israelí (mapas a 1/5.000).

Es posible también construir una representación del espacio terrestre como si estuviera “estratificado”, formado de planos superpuestos, aquellos del superior representan espacios más vastos que aquéllos de debajo. Lo más delicado es divisar las interacciones entre los diferentes niveles de análisis. Ahora bien, a causa del desarrollo de los fenómenos de la mundialización, sobretodo de la potencia creciente de los medios de transporte aéreos a larga distancia, las interacciones son cada vez más numerosas y rápidas entre las situaciones geopolíticas locales y los cambios a nivel planetario. Esto tiene una gran importancia en la evolución de las situaciones geopolíticas.

IV.

Geopolítica e Historia

El razonamiento histórico y el método de análisis geopolítico son en verdad indisociables. Dicho de otro modo, no es posible poner aquél en marcha sin referirse a la Historia. En efecto, todo lo que se puede representar sobre cada uno de los planos de un “diatopo” –trazos de fronteras, localización de un pueblo o de una lengua de repartición de una población, etc.--, resulta de relaciones de fuerza más o menos antiguas que fueron desarrollados en tiempos largos o, más recientemente, en tiempos cortos. Lo importante es explicar los conflictos actuales, asociando los mapas que los presentan al análisis de las consecuencias presentes de los eventos que fueron producidos hace menor o mayor cantidad de tiempo –algunos meses, algunos años o muchos siglos. No es posible comprender, incluso a grandes rasgos, una situación geopolítica sin saber “cómo se llegó a ella”, es decir sin estar informado grosso modo de las rivalidades entre poderes que sucedieron históricamente en los territorios en cuestión, porque, en nuestros días, algunas fuerzas políticas reavivan la memoria de antiguos conflictos que se creían olvidados. Con mayor razón, debemos disponer de informaciones históricas aún más precisas para tener un punto de vista lúcido sobre los conflictos a los cuales se les da una gran importancia y a propósito de los cuales las controversias son complejas. Hace falta estar

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consciente de que la manipulación de los recuerdos históricos es clásica, sobretodo si son argumentos geopolíticos para un campo u otro. Es necesario también esforzarse en confrontar las versiones contradictorias de la Historia que difunden los protagonistas de la mayor parte de los conflictos. Las propagandas utilizan, cada una a su beneficio, tal o cual periodo de la Historia y otros los dejan de lado. Las rivalidades geopolíticas son en nuestros días más y más numerosas, no solamente porque estamos mejor informados de ellas, sino también porque, en numerosos países, la democracia se ha desarrollado más o menos y que, de ese hecho, reivindicaciones de independencia o de autonomía –que las llamamos geopolíticas—pueden expresarse más y hacer un llamado a la opinión pública internacional. La frecuencia con la cual la palabra “geopolítica” es hoy utilizada, es casi siempre con razón, traducida el hecho de que esos problemas interesan a muchos hombres y mujeres quienes se preocupan por el destino de su país, de lo que pasa en el mundo y de lo que puede pasar en tal y cual país, sabiendo que pueden sufrir más o menos las consecuencias directas de ello. El interés creciente con el que acudimos a la geopolítica es, en realidad, consecuencia de profundos cambios históricos. En efecto, las rivalidades entre poderes por territorios siempre ha existido, trátese de conflictos entre tribus, reinos o imperios, pero el término geopolítica no apareció sino hasta principios del siglo XX y su éxito en Francia data de menos de veinte años. En cambio, la palabra “historia” como la de “geografía” tienen más de dos mil años, y durante siglos han sido utilizadas sobretodo en función de los proyectos dinásticos de las familias reales o de los planes de expansión al otro lado del mar. Cada gran soberano tenía su historiador y su geógrafo, pudiendo estar éste último también al servicio de grandes compañías de comercio que mandaban exploraciones hacia tierras lejanas. La Geografía y la Historia estaban entonces destinadas a aquellos que dirigían un Estado y a las grandes empresas. Es a partir del siglo XIX, con la extensión en Europa de los movimientos nacionales y democráticos inaugurados por la Revolución Francesa, que los jefes de Estado fueron progresivamente guiados a justificar su política extranjera a los ojos de su nación, invocando cada uno su versión más o menos partidista de la historia, al igual que denunciaban los proyectos con que los amenazaban las potencias opuestas. La aparición del término geopolítica a principios del siglo XX resulta así, en gran medida, del desarrollo de las ideas nacionales. Sin embargo, esta evolución no engendró más que progreso porque, con el desarrollo de las rivalidades nacionales, la aspiración a la independencia condujo a muchas guerras para defender o conquistar territorio y al mismo tiempo extraviar a los pueblos en aventuras catastróficas. Es por eso que, tras la Segunda Guerra Mundial, el término de geopolítica fue proscrito en la mayor parte de los países. Este tabú debió durar más de treinta años. Importa comprender las razones de ello y también explicar porque fue levantado a partir de 1979, por qué y cómo se desarrolló en Francia una nueva concepción de Geopolítica.

V.

La geopolítica desaparición

alemana:

desde

sus

orígenes

hasta

su

Fue en Alemania, país de alta cultura, pero también país altamente dividido durante largo tiempo en múltiples reinos y principados, donde apareció a finales del siglo XIX la palabra “geopolítica”. Convertida durante el nazismo en una especie de eslogan pseudo científico, la idea de geopolítica contribuirá a empujar al pueblo alemán hacia una terrible aventura que fue la Segunda Guerra Mundial. También la palabra “geopolítica” fue proscrita después de 1945 en la mayor parte de los países y, durante cerca de cuatro decenios, periodo en el cual las rivalidades entre poderes por territorios no faltaron, especialmente por el hecho de los efectos de la Guerra Fría y de las luchas por la independencia.

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La Geografía sirve para muchas cosas ¿Por qué entonces la palabra “geopolítica” apareció en Alemania? Hace falta desde luego referirse a la historia, pero también a la geografía. Tras la derrota de Napoleón, los representantes de los Estados victoriosos reunidos en el congreso de Viena en 1815 acordaron reducir un poco el número de los principados alemanes. Para recompensar a Prusia por su papel en la derrota francesa, le atribuyeron el ducado de Westfalia (incluyendo la cuenca del Ruhr), situada en los bordes de los Países Bajos, pero le quitaron la parte más grande de su dominio polaco, del cual no le quedó más que la Posnania. Así a partir de ese momento Prusia estuvo constituida por dos partes, una al este con Berlín y la otra al oeste; sus dirigentes deciden unir esas dos porciones de territorio y unificar Alemania, lo que el imperio austriaco no consiguió realizar jamás. La estrategia de los dirigentes prusianos no es solamente aduanera y ferroviaria (ellos ofrecen el uso de sus caminos de hierro a otros Estados alemanes), pero también intelectual e ideológica. Son ellos quienes, los primeros en el mundo, hacia 1820, instauraron la enseñanza de Geografía e Historia desde la escuela primaria. La asociación de esas dos disciplinas se hace conforme a los principios dictados por el gran filósofo Emmanuel Kant (1724-1804), para que el tiempo y el espacio, las dos categorías fundamentales del conocimiento, no estén disociadas. Hasta entonces, como en todos los países, la Historia y la Geografía estaban destinadas solamente a los futuros dirigentes. A partir de ese momento, pequeños manuales de Geografía de Historia destinados a las escuelas de Prusia se difundieron ampliamente con el objetivo de convencer a todos los alemanes de unificar Alemania. La universidad de Berlín (fundada en 1810 para marcar el renacimiento de Prusia después de la terrible derrota inflingida en 1806 por Napoleón) es la primera en el mundo en formar, para los institutos, profesores de Historia y Geografía. Por ello, hacen falta universitarios. Es por tanto, debido a razones geopolíticas ante la consigna –construir la unidad alemana—que la Geografía de tipo universitario se desarrolló en Prusia y, más ampliamente, en Alemania más de un siglo antes que en Francia. Ésta, tras su derrota en 1971, y por razones también geopolíticas (la pérdida de Alsacia y Lorena especialmente), se inspira en el ejemplo prusiano. Llegamos a la aparición de la palabra “geopolítica” en el siglo XX. Durante el siglo precedente, los geógrafos alemanes se consagraron ampliamente a la Geografía en general, es decir al inventario y sobretodo a la clasificación de todas las formas de relieve, de clima, de hábitat, de poblaciones de las que tenían conocimiento a partir de sus propias observaciones y de las de los exploradores. Es así, por ejemplo, que el más grande geógrafo Alexander de Humboldt (1769-1859) estableció en la cadena de los Andes una correlación entre el escalonamiento de diferentes formas de vegetación según la altitud y las diferentes zonas climáticas desde las regiones ecuatoriales hasta las regiones polares. Los geógrafos de antaño, y sobretodo los exploradores, no tuvieron ni el tiempo ni la preocupación de establecer terminologías de Geografía general, necesarias para la formación de estudiantes que se convertirían ellos mismos en profesores y en investigadores. Los geógrafos alemanes van a llevar también observaciones en numerosos países, en especial aquellos que interesaban a Alemania –Europa Central, Marruecos, China--, y muchos de esos eruditos participan en movimientos políticos expresando la expansión alemana. Es así que Friedrich Ratzel (1844-1904) es al mismo tiempo presidente de la Liga Pangermanista y de la asociación que preconiza la expansión colonial de Alemania como el desarrollo de su flota de guerra. Un darwinismo político Para comprender las grandes líneas del pensamiento de Ratzel, es necesario tener en cuenta una especie de seísmo que sacude de diferentes maneras los medios intelectuales europeos en la segunda mitad del siglo XIX. Es sabido que en 1859 Charles Darwin publicó en Londres Del

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origen de las especies en el medio de la selección natural, o la lucha por la existencia en la naturaleza. Este libro suscita una enorme emoción, no solamente en los medios religiosos (porque refuta la creación por Dios de las diferentes especies y del mismo hombre), sino también en los ateos y en los libres pensadores, porque la “lucha por la vida” convertida en ley de la naturaleza es rápidamente convertida en objeto de interpretaciones políticas y raciales antagonistas. Marx y Engels vieron en ella la confirmación de su teoría de la “lucha de clases”, mientras que los poseedores de tesis sobre la “desigualdad de las razas humanas” pretendieron encontrar en ella la confirmación de la existencia de razas superiores. Así, esa corriente de pensamiento que vamos a llamar el “darwinismo” va a pasar (a pesar de las reservas de Darwin) del dominio de la Biología, de la Zoología y de la Paleontología a aquél de las relaciones entre grupos humanos, en pocas palabras a lo que se ha denominado “darwinismo social”. Para aquellos que son partidarios de ello, el hecho de que los más fuertes eliminen a los más débiles en el interés del mismo progreso humano sería entonces una de las leyes más justas de la naturaleza. Los geógrafos alemanes van a apoderarse con entusiasmo del darwinismo a fin de justificar la lucha por el espacio a la que se entregan los Estados: según ellos, antiguos Estados como Francia son condenados a retroceder o incluso a desaparecer delante del ascenso de Estados jóvenes como Alemania, que recién logró su unidad. Friedich Ratzel –que era originalmente botánico—va, bajo la influencia del darwinista Ernst Haeckel (el inventor del término ecología) a pasar de la biogeografía, es decir el estudio de la extensión espacial de los espacios vegetales y animales, a aquélla de las migraciones humanas (en primer lugar aquélla de los chinos), después a la extensión de todas las formas del Estado y de las razas. En sus obras, que son ya geopolíticas aún antes de que apareciera la palabra, él considera al Estado como una “forma de vida”, como una realidad de la que las “leyes” de la evolución señalan más a la Biología y a la Ecología que a las relaciones de fuerza históricas entre grupos humanos. En 1901, él publica Der Lebensraum (El espacio vital, aquel que necesita una especie para vivir). Es sabido, que ese término “espacio vital” será retomado más tarde por Hitler en Mi lucha. La expresión ratzeliana de Geografía Política será, en cuanto a ella, retomada, y sobretodo contraída —para pronunciarla de manera más cómoda y hacer de ella un adjetivo— por un profesor sueco, más jurista que geógrafo, Rudolf Kjellen (1864-1922), por cierto germanófilo. Éste es el inventor de la palabra Geopolitik en 1905, pero sus ideas son mayoritariamente aquéllas de Ratzel. En 1916, en Der Staat als Lebenform (“El Estado como forma de vida”), Kjellen desarrolla la concepción político-biológica de su predecesor, según la cual el Estado es un organismo vivo. El uso de esta metáfora ecológica tendrá consecuencias monstruosas durante la Segunda Guerra Mundial.

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Fundado en el 911 d.C., el Sacro Imperio Romano Germánico asocia su poder a la interpenetración de la autoridad religiosa y de la autoridad política. En el 962, Othon I se hizo coronar como emperador en Roma y el Santo Imperio extendió su dominio a Italia. Pero el emperador fue elegido por los “grandes electores”, los cuales redujeron su poder y, en el siglo XVI, la reforma protestante provocó las guerras religiosas que debilitaron al Sacro Imperio. Este será suprimido por Napoleón en 1806 y parcialmente reemplazado por el Imperio Austriaco. Tras la derrota de Napoleón, el reino de Prusia, hasta entonces localizado en el Estado de Alemania (en un principio en Prusia oriental y en Berlín, en Brandenburgo), recibe del Congreso de Viena importantes territorios al oeste de Alemania: la Westfalia, la cuenca del Ruhr, Renania y Sarre. Prusia toma las riendas de la Confederación Germánica, que agrupa 39 Estados alemanes (principados y ciudades libres) El proyecto de la nueva unidad alemana está en camino de realizarse en 1871 por Prusia, que crea el segundo Reich, después de haber eliminado a Austria del proyecto. En 1914, el Reich alemán se encuentra en su apogeo, en pleno auge industrial, y su población pasó de 41 a 68 millones de habitantes en tres décadas. La derrota de 1918 y el Tratado de Versalles de 1919 concibe ese gran entramado, mientras que el imperio austro-húngaro es desmantelado en los Tratados de Saint Germain y de Trianon. Alsacia y Lorena son devueltas a Francia. La creación de Polonia y de Checoslovaquia portan los fermentos de los conflictos futuros: cuestiones de Prusia oriental (separada por el “color de Danzig” polaco) y de los checos de ascendencia alemana (“sudetes”) En 1938, Hitler proclama la unión (el Anschluss) con Austria, que es anexada al igual que los territorios de los Sudetes, después anexa Alsacia, Lorena y Bohemia en 1940, mientras que Europa Occidental y Polonia permanecen bajo el control alemán. En 1945, el Reich es nuevamente desintegrado. Al oeste, Francia recupera Alsacia y Lorena y, al este, Polonia (amputada de sus territorios orientales por la URSS) toma posesión de los territorios alemanes al este de la línea Oder-Neisse. Alemania segmentada en cuatro zonas de ocupación: la zona soviética se convierte en la República Democrática Alemana con régimen comunista, mientras que en 1949 las zonas “occidentales” se convierten en la República Federal de Alemania, de la cual depende el sector occidental de Berlín. Alemania no será reunificada sino hasta 1990.

La geopolítica de la revancha y la de un posterior imperialismo desmesurado Los libros de Kjellen aparecieron a comienzos del siglo XX. Escritos o traducidos al alemán, son largamente difundidos durante la Primera Guerra Mundial en el cuerpo de oficiales del ejército alemán. A finales de 1917, mientras en Rusia estalla la Revolución bolchevique, los alemanes están persuadidos que ya tienen ganada la guerra. Ocupan Polonia y una gran parte de Ucrania. Lenin firma con ellos, al principio de 1918, la paz de Brest-Litovsk, lo que les permite volver a llevar sus fuerzas al frente francés para una última ofensiva. Los textos inspirados por la Geopolitik son entonces discursos triunfales. Pero en algunos meses, la situación da un vuelco. La llegada de fuerzas americanas permite contener lo que debía ser la última ofensiva del ejército alemán contra París y, sobretodo, estallan en sus filas múltiples

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insurrecciones, en especial espartakistas (bolcheviques). El Reich debe pedir el armisticio el 11 de noviembre de 1918 y se desmorona poco después. Alemania vencida —debe aceptar las cláusulas del tratado de Versalles (verano de 1919)— pierde inmensos territorios que vuelven a ser franceses o, en su mayor parte, polacos. Debe renunciar a la idea de una unión (Anschluss) con Austria, también de lengua alemana, a partir de entonces reducida a un pequeño Estado. Hitler llevará a cabo esta unidad en 1938. Ante la desesperación del pueblo sacudido por la derrota y por graves altercados internos, un reducido grupo de profesores de historia-geografía, conscientes del papel que su gremio jugó en la unificación alemana, retoma la palabra “Geopolitik” no más de manera triunfalista, sino de forma defensiva. Al principio bajo la forma de modestos cuadernos de trabajo práctico destinados a sus alumnos y a sus padres, con el fin de mostrarles con una serie de mapas esquemáticos el contorno en el que se encontraría en adelante atrapada Alemania entre Francia, Polonia y Checoslovaquia. Estos Cuadernos para la Geopolítica (Zeitschrift für Geopolitik) se van a convertir en la célebre revista alemana, que se desarrollará bajo la dirección de un general-geógrafo, Karl Haushofer, buen conocedor del Pacífico y de Japón, donde fue agregado militar. A partir de la mitad de 1920, el partido nacionalista-socialista que incrementa su fuerza se interesa en esa revista donde publican numerosos geógrafos alemanes, pero también diplomáticos de diversos países (comprendiendo la URSS), también lesionados por los tratados que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial. Haushofer tiene como amigo a un antiguo compañero de trinchera, Rudolf Hess, que se convirtió en secretario de Hitler, lo puso en contacto con el futuro Führer. Éste retomará el término político-biogeográfico de Lebensraum, “espacio vital”, y la concepción del estado como un “organismo viviente”. Haushofer contribuye así activamente a las reivindicaciones territoriales alemanas sobre los territorios que fueron parte del Reich antes de 1918 y también, según las intenciones del pangermanismo, sobre las ciudades de Europa oriental que los alemanes construyeron en la Edad Media por pedido de los príncipes eslavos. La Geopolítica es proclamada “ciencia alemana”. En aquellos años, fue sobre todo en Alemania donde el término era más utilizado. Engañado por el pacto germano-soviético, Stalin proscribe la Geopolítica y la Geografía Humana Se atribuye a Haushofer la paternidad intelectual del sorprendente pacto germano-soviético de 1939, que toma desprevenidos a los dirigentes franceses y británicos. Más allá de la repartición de Polonia, ese vasto proyecto de cooperación geopolítica entre Hitler y Stalin se inspira, supuestamente, en una apuesta mayor: la inmensa Eurasia. En realidad, se trata más bien del esbozo histórico propuesto con ingenio por el geógrafo británico Halford MacKinder en 1903 en un artículo estupendo “The Historical Pivot of History”, con un pretendido heartland (corazón) mundial, situado a una distancia equidistante del Pacífico y del Atlántico, al Norte del Caspio. Escrito así, en 1919: “Quien reina sobre Europa oriental, reina sobre la tierra central. Quien reina en la tierra central, reina en la isla mundial. Quien reine en la isla mundial, reina en el mundo.” Haushofer creía realmente en ese gran proyecto. También se atrevió a expresar su desacuerdo en junio de 1941 mientras Hitler decide atacar bruscamente la Unión Soviética. Caído en desgracia, fue detenido por la Gestapo en 1944, y su hijo, también especialista en Geopolítica, fue ejecutado tras la tentativa de atentado contra Hitler. Partícipe durante la preparación de los juicios de Nuremberg, Haushofer no fue acusado de participación en los crímenes nazis, pero se suicidó junto con su mujer en 1946. Tras la Segunda Guerra Mundial, la Geopolítica es considerada como una de las peores manifestaciones de la ideología nazi. Stalin –después de haber comprendido en 1941 que fue engañado por Hitler y por su esquema geopolítico de Eurasia –prohibió a sus geógrafos toda la Geografía humana, considerada muy cercana a la Geopolítica. Incluso, los soviéticos satanizan, más que el término que desean proscribir, a toda referencia a los estudios sobre las fronteras en Europa Oriental, al mismo tiempo que acaban de tomar varias centenas de

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kilómetros hacia el oeste de las de Polonia para apoderarse de sus territorios orientales. No debe haber más cuestiones de Geopolítica y de fronteras entre los países de Europa Central que, al estar convirtiéndose en “democracias populares”, son, de ahora en adelante, hermanos por el socialismo. En cuanto a los americanos, ellos ya no desean que se vuelva a discutir la Geopolítica del Oeste. Ésta es por lo tanto proscrita y, en Francia, los geógrafos no la evocan más que con horror, sin buscar comprender lo que realmente pasó para que los herederos de los grandes geógrafos alemanes del siglo XIX estén igualmente equivocados.

VI.

La aparición en Francia de una nueva Geopolítica

En Francia, nada más acabar la Segunda Guerra Mundial, la proscripción de la palabra “Geopolítica” en el conjunto de los medios intelectuales tuvo por efecto mantener a los geógrafos universitarios al margen de toda cuestión política. Ya en el período de entreguerras, los geógrafos franceses, a diferencia de sus colegas alemanes, apenas se habían interesado en ella; recuperada Alscacia-Lorena, los franceses ya no tenían reivindicaciones territoriales que defender. La corporación de geógrafos no comenzó siquiera el libro sobre la Francia del Este que Paul Vidal (“padre fundador” de la escuela geográfica francesa) publicó en 1917 y que, de hecho, es un libro de Geopolítica. En él, este autor trataba una cuestión delicada (sobre todo a ojos de los norteamericanos): en caso de victoria de los aliados, Alsacia-Lorena, cuya población era en su mayoría germanohablante, ¿debía volver bajo soberanía francesa sin consulta previa? Sin embargo, es en Francia donde, desde hace veinticinco años, se viene desarrollando la corriente de ideas geopolíticas más importante en el plano europeo. Pero éstas difieren enormemente de lo que fue la Geopolítica alemana del período de entreguerras. En efecto, la Geopolítica francesa de hoy no se hace eco en absoluto de los postulados imperialistas (la descolonización ya acabó), y, como veremos, los principios de su análisis se centran en rivalidades de poder, en confrontar los argumentos de las diferentes fuerzas antagónicas, cosa que la Geopolítica alemana se guardaba mucho de hacer. Para comprender el auge y las características de esta escuela geopolítica francesa, debemos reconocer el hecho de que se apoya en una escuela geográfica que figura entre las más ricas en adeptos del mundo. En los programas de enseñanza secundaria, la Historia y la Geografía tienen mucha más importancia (3 o 4 horas por semana) que en otros países europeos y, para formar al elevado número de profesores de Historia y Geografía necesarios, se precisan muchos universitarios historiadores y geógrafos. Por el contrario, en Alemania, desde 1945, la Historia y la Geografía han perdido parte de la importancia que tenían en lo s institutos de enseñanza alemanes a favor de las ciencias sociales, siguiendo el modelo anglosajón. Geógrafos preocupados por problemas coloniales Lo que podemos llamar hoy la Escuela Geopolítica Francesa tiene su origen en un reducidísimo número de geógrafos (entre ellos el autor de esta obra) que, a partir de los años cincuenta, se interesaron por los difíciles problemas que planteaban las reivindicaciones de independencia de las colonias francesas. No se hablaba entonces todavía de descolonización, ni menos de Geopolítica. Pero la colonización y las luchas de los pueblos por su independencia aparecen hoy como fenómenos eminentemente geopolíticos, puesto que se trata de rivalidades de poder sobre los territorios. Dependiendo de su orientación política, los ciudadanos franceses tenían entonces opiniones distintas sobe estas cuestiones (pese a que casi todos ellos se sintieran en realidad muy poco afectados por ellas): unos, llamados a veces “colonialistas”, defendían el mantenimiento del imperio; otros, los “anticolonialistas”, deseaban el fin de las guerras coloniales. Pero, a partir de 1954, todos los franceses se vieron más o menos implicados en el problema argelino. Antes

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de los años cincuenta, el problema de la independencia de Argelia “no se planteaba”, al menos en términos de derecho internacional. En efecto, los fundadores de la III República decidieron en 1871 que Argelia –es decir, los territorios conquistados en el norte de África por el ejército francés de 1830 a 1860-1870– pasara a formar parte del territorio nacional y que quedara dividida en tres departamentos franceses “como los otros”. Sin embargo, la mayoría de los argelinos, los musulmanes, no eran considerados ciudadanos franceses, sino “sujetos franceses”; no tenían derecho a voto, ni, en principio, obligación de prestar el servicio militar. No serían ciudadanos franceses hasta 1947, aunque con derechos electorales restringidos (colegios electorales diferenciados con representatividad desigual) en comparación con los de los europeos (que sólo suponían un 10% de la población total). Por su parte, los países vecinos, Túnez y Marruecos, pasaron entonces de ser protectorados franceses a alcanzar el estatus de estados independientes, sin que se planteara ningún problema jurídico. El 1 de noviembre de 1954 estalló la insurrección, encabezada por los nacionalistas argelinos. Ésta dio paso a un conflicto que duraría cerca de ocho años (1954-1962) y que más tarde se conocería como la “Guerra de Argelia”. Para los argelinos, se trató de una guerra civil y de una guerra de independencia a la vez; para los franceses de una grave crisis política que desembocó en la caída de la IV República. El análisis geográfico y político de este complejo conflicto, marcado por la lucha de poderes rivales sobre distintos territorios en el norte y en el sur del Mediterráneo y por las posibilidades que ofrecían los hallazgos petrolíferos en el Sáhara, llevó a algunos geógrafos franceses a razonamientos calificados veinte años más tarde de “geopolíticos”. El desgaste que supuso la guerra obligó a buscar una “solución” para Argelia (al no poder eliminar definitivamente a los miembros de la resistencia del adversario) que tomara en consideración los argumentos y puntos de vista de los diferentes protagonistas. Fue preciso también considerar cuestiones ligadas a las distintas dimensiones espaciales: las de los franceses arraigados en Argelia desde hacía generaciones, las del petróleo sahariano, las de Francia en Europa, en el marco de la OTAN y ante el mundo musulmán. En resumen, era preciso razonar en todos los niveles de análisis geopolítico, como hacía entonces el general De Gaulle. “Soltando” Argelia, en contra de aquellos que le reclamaron en el poder, éste, asumiendo grandes riesgos pero con el apoyo masivo del pueblo francés, tomó una decisión que, con el tiempo, se consideraría muy sabia geopolíticamente. El tabú geopolítico cede ante las nuevas realidades A finales de los años setenta, la situación todavía no permite hablar de Geopolítica. El término, de hecho, se utiliza de manera excepcional, aunque sensacionalista, en la prensa internacional para estigmatizar a un adversario o a los dirigentes de una u otra superpotencia, que se acusan recíprocamente de intrigas geopolíticas. Los soviéticos son los que más recurren a esta acusación, en especial para referirse a los norteamericanos comprometidos con Viet Nam, donde el hecho de que éstos estén haciendo Geopolítica es presentado como el más diabólico de los crímenes. En el otro bando, la ocupación en 1968 de Checoslovaquia por las tropas soviéticas, o la de Afganistán en 1979, son denunciadas por los medios de comunicación norteamericanos como el efecto de la Geopolítica comunista. Y los países árabes no dejan de denunciar el apoyo de los americanos a Israel por razones geopolíticas. En todas las ocasiones, pese a tratarse de rivalidades de poder sobre los territorios, la palabra sirve para designar en los medios de comunicación una operación que el adversario considera como un acto criminal. Poco a poco, se va perfilando la idea de que, grosso modo, hay Geopolíticas muy diferentes unas de otras: una Geopolítica norteamericana, una Geopolítica soviética, una Geopolítica china, al igual que en su momento hubo una Geopolítica alemana. Con la invasión de Camboya por parte del ejército Vietnamita a comienzos del año 1979, se supera una etapa en la Historia y en el uso de la palabra. Esta guerra suscita una gran conmoción en la opinión internacional, en particular en Francia, donde no se comprenden

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las razones del enfrentamiento entre los norvietnamitas y los jemeres rojos, que, durante años, hasta 1975, habían combatido juntos contra Estados Unidos. Este conflicto resultaba muy sorprendente pues siempre se había creído que los estados comunistas no podían hacer la guerra entre sí: la URSS y la China popular se abstuvieron de hacerla en varias ocasiones, pese a sus graves diferencias territoriales. A comienzos de enero de 1975, el prestigioso periódico Le Monde, tras haber considerado en vano diversas hipótesis y deplorado que “dos pueblos mártires se hicieran la guerra” no en nombre de grandes principios ideológicos, sino solamente para ganar territorio, concluye su editorial con estas palabras: “Es Geopolítica”. Ciertamente el término sigue teniendo una connotación peyorativa, pero la cita parece significar que en este deplorable conflicto hay que buscar causas no en el ámbito de las ideologías, sino en lo que tiene que ver con un determinado territorio (en este caso, el delta del Mekong) y con rivalidades de poder. Muchos periodistas así lo entendieron y adoptaron definitivamente el término cuando, unas semanas más tarde, la guerra entre Viet Nam y Camboya derivó en un conflicto que podía tener repercusiones mucho más graves: China, que había decidido “castigar” a su vecino Vietnamita, lanzó contra él un gran ejército (el 19 de febrero de 1979). Se llegó a temer una “Tercera Guerra Mundial”, pues la URSS, que seguía manteniendo malas relaciones con Beijing, asumió la defensa de Viet Nam y envió submarinos nucleares al Mar de China. Moscú exigió la retirada inmediata de las tropas chinas, que se habían adentrado unos 80 km en territorio Vietnamita. ¿Qué iban a hacer los norteamericanos? Desde 1972, éstos se habían convertido más o menos en aliados de los chinos contra los soviéticos. A comienzos de marzo, las tropas Vietnamitas, muy curtidas por años de guerra contra los norteamericanos, infligieron un serio revés a las tropas chinas (cuya última participación en combate se remontaba a casi veinte años atrás). Pero Hanoi se guardó de cantar victoria y los dirigentes de Beijing, en especial Deng Xiaoping, dándose cuenta del retraso técnico de su ejército, decidieron centrar sus prioridades en las transformaciones económicas. Durante este período, el interés de los periodistas franceses por la palabra “Geopolítica” recoge las inquietudes que sienten sus lectores por las tensiones en Extremo Oriente, pues éstas pueden llegar a repercutir en la escena mundial. Posteriormente, la palabra “Geopolítica” se iría utilizando en referencia a otras rivalidades de poder en otros territorios, como Afganistán, el Líbano, en la guerra de Iraq-Irán, etc. La proscripción que desde 1945 existía sobre este término, en razón del uso que de ella habían hecho los nazis, empieza a levantarse. La caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 se presentó –y con razón– como un gran cambio geopolítico. La opinión francesa acogió la noticia con inquietud en un primer momento –después cayó en el olvido–, pues durante varias semanas todo el mundo se preguntaba sobre lo que harían los soviéticos. La reunificación de Alemania al año siguiente fue presentada en los medios de comunicación como una enorme conmoción “geopolítica”, pese a que, para la opinión alemana, el término Geopolítica continúe suscitando todavía hoy un profundo recelo. Sea como sea, la súbita desmembración de la URSS, a finales de 1991, supuso una transformación geopolítica de alcance planetario. Una vez más, el interés por la Geopolítica se combinó con la inquietud –también se olvidó después–, ya que en Francia se temía, no sin razón, que las asombrosas decisiones de Boris Yeltsin encaminadas a liquidar la URSS provocaran una guerra civil en Rusia –cosa de la que los norteamericanos podrían tratar de aprovecharse, con el consiguiente riesgo de que estallara un conflicto nuclear entre las dos superpotencias. La escuela geopolítica francesa En nuestros días, la palabra “Geopolítica” es de uso frecuente entre los periodistas, y generalmente con toda razón, pues éstos la aplican casi siempre a rivalidades de poder sobre territorios. Estos periodistas –que proceden de escuelas de periodismo o de institutos de estudios políticos, donde las cuestiones más o menos geopolíticas figuran en los programas de

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enseñanza– mantienen buenas relaciones con el reducido número de geógrafos interesados por la Geopolítica, y se dirigen a través de ellos a los especialistas de tal o cual país que de repente pasa a ocupar el centro de la actualidad internacional. Son cada vez más los historiadores que utilizan el término de Geopolítica para aplicarlo a épocas muy antiguas así como a las relaciones de fuerza más o menos contemporáneas. ¿Cómo se calificaban hace veinte años las rivalidades de poder sobre los territorios? Se decía solamente la Guerra del Peloponeso, la Guerra de Crimea, la Guerra Civil española o la Guerra de Argelia. Cada conflicto era designado con el nombre del territorio en el que se desarrollaba. Algunos especialistas en Ciencias Políticas, más que los geopolíticos, prefieren a veces hablar de “relaciones internacionales”, lo cual les parece más “científico”, pero esta expresión presenta la desventaja de no poder formar un adjetivo. En cambio, es ya corriente aludir a un problema geopolítico, a una idea geopolítica, a un proyecto geopolítico, etc. El adjetivo orienta hacia la toma en consideración de una combinación más o menos conflictual de fenómenos complejos: poder y territorios. Se habla muy raramente de “la Geopolítica”, y en cambio se oyen y se leen con frecuencia referencias a “la Historia”, que en realidad es mucho más difícil de definir. Es un hecho que el interés por la Geopolítica (esta “moda de la Geopolítica”, como la denominan algunos) está muy marcado en Francia, donde, como hemos visto, la enseñanza de la Historia y de la Geografía conserva todavía un lugar importante en las escuelas y en los institutos de enseñanza secundaria. Para los profesores de estas disciplinas, las cuestiones de Geopolítica constituyen un nuevo medio de interesar a los alumnos reticentes al estudio de la Geografía “tradicional”. Además, Francia, como veremos más adelante, se enfrenta a un mayor número de problemas interiores y exteriores que sus vecinos, problemas que en muchos casos guardan relación todavía con aquella importante crisis que fue la Guerra de Argelia. Por otra parte, el hecho de que la palabra “Geopolítica” se emplee cada vez más en los medios de comunicación implica no que su significado sea evidente, sino que existen relaciones intelectuales más o menos informales entre los periodistas y un pequeño grupo de especialistas en análisis geopolítico. Estos especialistas son en su mayoría geógrafos que, según la tradición universitaria francesa, le conceden una gran importancia a la Historia. Tal es así que la revista de Geografía y Geopolítica, fundada en 1976 y cuyo equipo lo componen personas de diversas edades, lleva por nombre Hérodote (Heródoto), en homenaje a ese gran historiador griego de hace veinticinco siglos. HERÓDOTO

Heródoto de Halicarnaso (484-425 a.C), considerado el primer gran historiador, es ante todo el primer gran geógrafo. Sus preocupaciones son sorprendentemente actualizadas y, en verdad, completamente geopolíticas. Oriundo de una de las muchas ciudades griegas de la costa de Asia Menor; entonces bajo la dominación persa, Heródoto emprendió las llamadas Investigaciones sobre los países del Mediterráneo oriental (una obra que se conoce también con el título de Historias). En efecto, Heródoto estaba convencido de que los persas, después de haber intentado en vano vencer a Atenas, lanzarían una nueva ofensiva. Para permitirles a los atenienses que se prepararan, Heródoto, amigo de Pericles, estudió la organización del Imperio Persa (su ejército, sus carreteras, las subdivisiones administrativas, etc.) pero también estudió Egipto, pues éste había caído bajo la dominación persa y Heródoto pensaba sin duda que los griegos podrían provocar allí una revuelta. La tercera ofensiva de los persas contra Atenas no llegó a producirse y, un siglo más tarde, Alejandro Magno se lanzaría a la conquista del Imperio Persa tras tomar nota de las Investigaciones de Heródoto.

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