Lacan Resumen Objeto Sem 17
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El objeto a
RESUMEN SEMINARIO 17 LACAN. por Leonardo Peskin El concepto es introducido en la obra de Jacques Lacan en los años sesenta, al profundizar las postulaciones freudianas de objeto perdido del deseo y de objeto de la pulsión. En una cierta consonancia con el objeto transicional de Winnicott, Lacan inventa esta formulación lógica algebraica para definir lo irrepresentable para el sujeto del cuerpo del que emerge al asumir el significante. El concepto va teniendo diversas funciones, según el momento de la teoría en que va operando. Es resto, es plus de goce, causa de deseo, objeto del fantasma, objeto de identificación en la melancolía, etcétera. No es ningún objeto de los que habían sido definidos por el psicoanálisis. Es más bien el objeto epistemológico que Lacan formula como el operador que le permite elaborar un gran número de articulaciones teóricas y clínicas, apoyado en el álgebra, la topología y la lógica. HISTORIA DEL "Objeto a" El objeto a es uno de los conceptos mayores del psicoanálisis lacaniano y abordar su historia, tal como acontece en todo sistema de saber, incluso en toda ciencia, requiere tener en cuenta lo que Foucault llamó genealogía: "Llamamos genealogía al acoplamiento de los conocimientos eruditos y de las memorias locales que permite la constitución de un saber histórico de la lucha y la utilización de ese saber en las tácticas actuales".1 Todo concepto tiene una historia, sus antecedentes y sus derivaciones; esto lo hace necesariamente diacrónico y, según los cortes sincrónicos que hagamos en la obra de un autor, veremos un panorama momentáneo del devenir de ese concepto. El objeto a de Lacan no es una excepción. Encuentra sus antecedentes en diversas fuentes dentro y fuera del psicoanálisis. Dentro de la teoría psicoanalítica, por supuesto, la fuente principal es la definición de Freud acerca del objeto perdido del deseo, considerando la relación de ese objeto con el objeto contingente de la pulsión. En la obra de Freud, ambos objetos difieren radicalmente de cualquier otro que haya sido definido, tales como los de interés yoico o preconsciente, como podríamos definir al objeto del amor o de la demanda, que se expresan como objetos anhelados en el discurso manifiesto. Pero no debemos olvidar que estos objetos encuentran su fundamento en otros niveles que iremos considerando, ya que son más una consecuencia que la expresión plena de algo en sí mismo. En esta línea podemos ir anticipando que el objeto a, es expresado mediante varios nombres, uno de los cuales es el de "objeto causa del deseo". Esto implica que el propio deseo adquiere el valor de algo causado. En el mismo momento de su surgimiento, esta conclusión revoluciona teóricamente el psicoanálisis, tal como sucedió con la aparición de la pulsión de muerte en 1920, a partir de Más allá del principio de placer.
El objeto a tiene esta nominación para evitar confusiones con lo que Lacan nominó con A, el gran Otro, para diferenciarlo del pequeño otro, el semejante. Debemos aclarar que las letras a y A derivan de la palabra Autre, que en francés es el modo de decir Otro; y de la misma forma el objeto a es una derivación de esta misma alteridad pero en un nivel drásticamente diferente. Se trata de matemas y no tienen nada que ver con el tamaño de algo. Con relación a los orígenes extra-analíticos de este objeto tenemos que remitirnos a la filosofía, tomada por Lacan desde los antiguos griegos, pasando por los filósofos más significativos de todas las escuelas. Podríamos mencionar desde los griegos presocráticos y socráticos transitando por Descartes, Spinoza, Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty, y otros que, en tanto se ocuparon de definir el objeto propio de lo humano, aportaron diversas perspectivas a este objeto buscado por Lacan. Vemos así, en el Seminario 8 sobre la transferencia, aparecer el agalma griego, como antecedente de lo que luego se revelará tras ese brillo como el objeto a. Del mismo modo lo vemos ligado al develamiento de la Cosa (das Ding) freudiana y sus vinculaciones con la Cosa en Kant, Hegel, Nietzsche, y Heidegger. Si bien la fundamentación y la comparación del objeto a con estos otros objetos es crucial para comprender lo que denominamos genealogía del concepto, es importante destacar que Lacan inventa un objeto distinto a todos estos, diferenciando lo que es la aspiración del filósofo de la del psicoanalista. Tenemos que considerar que el psicoanálisis estuvo siempre a la búsqueda de su "Objeto", no sólo aquel que mueve a cada sujeto en su pretensión de reencontrar lo perdido, sino como objeto epistemológico para una aspiración científica. Si bien Lacan termina formulando que el psicoanálisis se trata de una praxis más que de una ciencia, las aspiraciones estuvieron siempre presentes. Si seguimos el primer párrafo del Seminario 13 sobre objeto del psicoanálisis, el objeto a es el objeto del psicoanálisis; y es a partir de ahí que surge un sujeto, pero como irán notando, es tal su singularidad que se torna difícil definirlo, ya que se trata de un objeto que por nominación se hace presente, pero es y seguirá siendo un objeto ausente, una falta. Para comprender esto hay que partir de una hipótesis fundante desde la perspectiva lacaniana, que propone que el desarrollo del psiquismo humano, y en particular del inconsciente, derivan de la ausencia de instinto en la especie; Lacan lo denomina "el desarraigo instintivo". Instaura la hegemonía del significante y la organización simbólica de la subjetividad humana.2 Y ahí queda una hiancia ocupada, en la teoría, por la pulsión. Sin embargo, entre la pulsión y el inconsciente persiste la brecha; uno de los modos de intentar zanjar ese límite con audacia es introduciendo el objeto a. En el Seminario 4 sobre las relaciones de objeto, Lacan presenta las operaciones que configuran la castración como aquellas mediante las cuales se define el estatuto del sujeto frente a los objetos, regidos por un valor dado por la significación fálica. Ahí articula la frustración, la privación y la castración que ubicarán a un sujeto en cierta posición sexuada y así se puede definir cuál es el objeto elegido o creado por ese sujeto. La dialéctica sujeto-objeto se conserva aún en términos "complementarios", pero queda claro que el objeto en cuestión es el objeto perdido freudiano. Se "crea" una sustitución por vía de operaciones metafóricas que hacen que algún elemento se objetivice. El falo, en su dimensión imaginaria, va a ocupar con su brillo agalmático
el lugar de esa ausencia. Precisamente el falo, en su dimensión simbólica como uno de los Nombres-del-Padre, resolverá la falta de significación posible de la diferencia de los sexos, por lo tanto no hay complementariedad lógica posible entre el hombre y la mujer. Para Freud, el hombre queda sujeto de un modo angustiado a su atribución fálica, que no es sinónimo de posesión del pene, y la mujer queda envidiando esa atribución. En el Seminario 6 sobre el deseo y su interpretación, el deseo sólo existe como hecho interpretativo, nuevamente se enfatiza su ausencia, sólo alcanzada por la palabra que, nominando interpretativamente, muestra lo deseado. El valor fálico rige en el campo neurótico del Edipo mediante toda la organización deseante. Pero a partir de la aparición, en seminarios posteriores, del concepto de goce y más drásticamente cuando termina por definirse el núcleo de cualquier sujeto como irrepresentable, sin posibilidades de ser simbolizado ni imaginado, se configura una nueva concepción, donde lo que se destaca es la no-relación posible con un objeto en cuanto a su capacidad de ser el adecuado. En el Seminario 10 sobre la angustia, Lacan termina de formalizar el objeto a planteándolo como un resto que cae de la operación de constitución del sujeto, es decir que el sujeto pasa a existir simbólicamente. Pero hay algo que no termina de poder ser incluido en la simbolización y, como venimos considerando, tampoco es imaginable, por tanto es un Real residual presentado como un resto algebraico, producto de la operación de constitución del sujeto en el campo del Otro del significante.
Podemos apreciar cómo la propuesta de ir refinando este concepto está ligada a la intención de Lacan de matematizar el psicoanálisis, crear elementos, en este caso algebraicos, que permitan luego operar teóricamente. El objeto a cae como resto de una operación de simplificación donde hay algo que "sobra". Resto es otro de los nombres o funciones del objeto a. Lo que "cae", categorizado como los objetos parciales oral o anal, a los que Lacan agrega la mirada y la voz. No son parciales en sí, sino que representan parcialmente al objeto. Se desprenden del cuerpo a partir de los orificios "naturales" que operan como borde para dar paso a estos restos: la boca, el ano, los ojos, los oídos. Y los denomina como especies del objeto a. Los esfínteres oral, anal, palpebral o auditivo, cercenan un trozo de perceptum que cae en algún lugar que se rastreará como destinos del objeto a, tal como Freud propone interrogar los destinos de pulsión. Más tarde, en algunas teorizaciones poslacanianas, podemos hallar la expresión "formaciones del objeto a", parafraseando las formaciones del inconsciente. Sin embargo, estas descripciones suponen diferencias
esenciales con las formaciones derivadas del significante, aunque siempre el significante va a estar implicado como borde, o como inductor de esas formaciones, pero ésas son más cercanas al accionar, al impulso, ya sea como acting-out, pasaje al acto, acto sublimatorio o acto pleno. Cuando este objeto se presentifica, suscita angustia. Ésta es una hipótesis teórico-clínica muy importante: la angustia no es sin objeto, es con la presencia del objeto a. El título de un trabajo sobre la angustia metaforiza esta propuesta "La angustia, rostro imaginario de lo Real"; si bien la angustia es vivida como afecto yoico, su aparición denuncia la cercanía del objeto. Otras implicancias teórico-clínicas despejadas en el mismo Seminario son los resultados del accionar como salida de la angustia por la presencia del objeto. Las alternativas para el sujeto son: la formación de síntoma, el acting-out o el pasaje al acto. Si la posición del sujeto está más alejada, se despliegan los otros afectos yoicos y afectaciones del sujeto. Se intenta atravesar el "lecho de roca" de la castración de "Análisis terminable o interminable", para acceder a un determinismo que logre mayor acercamiento a la causa. El deseo pasa a ser consecuencia y el objeto a causa es el ordenador ético de cualquier búsqueda. En ese momento, Lacan inventa la palabra "separtición", esta esquicia del sujeto que es su condena y su fecundidad. El sujeto se constituye en una doble operación que queda claramente dilucidada en El Seminario 11 sobre los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Una primera operación es la alienación en el universo significante, y la segunda es la separación del objeto a. Esto está formulado como un velo lógico, una disyuntiva que siempre perdura y hace al sujeto dividido por su adscripción a lo simbólico y su pertenencia a un cuerpo del que no se puede deshacer. Estas operaciones tienen un ordenador teórico que es el Nombre-delPadre, pluralizado más tarde como los Nombres-del-Padre, en los tres registros que deben garantizar, en su intrincación, que haya subjetividad y un lugar para ese residuo de goce corporal. Otro de los nombres del objeto a es el de "plus de goce". Esa dimensión de goce que ni se perdió, ni se puede dejar avanzar por ser, desde una categorización freudiana, "incestuosa". La no reintroyección del producto como mandamiento de la no efectivización del incesto, es una versión dramática del mito de humanización que es el Edipo, pero que en esencia obliga a la renuncia y a perder viejas aspiraciones narcisistas de reunificación gozosa. En la psicosis no se acepta esa renuncia, lo cual lleva a un aforismo de Lacan: "El psicótico lleva el objeto a en el bolsillo". Es como decir que alguien lleva consigo materialmente el pecho materno, pero no aquel objeto simbólico que cada uno llevará en algún rincón de su alma, sino que lo lleva materialmente. Notarán el carácter imposible de este accionar, sin embargo, en el delirio hay lugar para esa descripción, por tanto el estatuto de objeto perdido, o bajo represión, queda cuestionado en la psicosis. Es importante aclarar que en los desarrollos clásicos de Freud vinculados a las propuestas de Abraham, y luego continuadas por las teorizaciones de la escuela inglesa, se ubica lo fálico como objeto pregenital y se concibe para algunos una posibilidad de integración de todas las tendencias parciales en una totalidad que configuraría lo genital. Para Lacan, lo fálico no tiene un objeto a, se sustentaría en la adscripción significante y lo que "subyace" a lo fálico son los objetos a, ya mencionados.
La hipótesis de totalidad como aspiración unificante narcisística imaginaria es muy cuestionada y la genitalidad se plantea como imposible; en la teoría, esto culmina con el aforismo "la relación sexual no existe". Sin embargo, Lacan reconoce haberse inspirado en el objeto transicional de Winnicott para desarrollar la hipótesis de este objeto, que no es simbólico ni imaginario, por lo menos en todos sus "atributos", sino real. No obstante, veremos que esto tiene sus complejidades, ya que en ciertos desarrollos el objeto en cuestión no pertenece a ningún registro en particular, sino que es el resultado del anudamiento de los tres registros que crea un lugar para que él "habite". El objeto winnicottiano se ubica de un modo muy singular en un espacio transicional como desprendimiento materno. El estatuto que de todos modos alcanza el objeto lacaniano deja al de Winnicott en una disposición intermedia, como objeto imaginario atípico, o como objeto metonímico (la parte por el todo), al modo de fetiche. En Lacan, pretende alcanzar una inscripción en lo Real. La aspiración más denotada en la última parte de la obra de Lacan es alcanzar y formalizar lo Real. El registro más alejado de los desarrollos más frecuentes, que se lee entre líneas en la noción de pulsión de muerte y repetición de Freud, y se toca tangencialmente en las ideas de Klein o en este aporte de Winnicott. Es característico en el pensamiento de Lacan que aquello esbozado a medias tintas, en otras teorías termina radicalmente por ser, o bien definido como desechable, o llevado a un nuevo estatuto pleno y determinante. Lo insinuado se hace causa o se lo desecha por espejismo. Con relación al yo, en un discurso en la Escuela Freudiana de París, Lacan dice: "Así funciona el i(a) con el que se imaginan el Yo y su narcisismo al hacer de hábito a ese objeto a que hace la miseria del sujeto. Esto porque el a causa del deseo, por estar a merced del Otro, angustia pues en ocasiones se disfraza contrafóbicamente con la autonomía del Yo, como hace el cangrejo con cualquier caparazón".3 Así entramos en un capítulo importante: la relación del objeto a con el amor. Para comprender esto hay que tener en cuenta que este objeto, íntimamente vinculado a la noción de ello, está involucrado en la configuración misma del narcisismo, por tanto es el punto central de todo movimiento pasional. Aunque se haya despejado al yo (moi) como entidad imaginaria, es importante destacar que tanto el yo (moi) como el objeto a y el ideal del yo, forman un trípode de funcionamiento amoroso-pasional. Por eso se afirma que el amor es con deseo y con el objeto a implícito como causa del deseo. En el Seminario 11, Lacan dice: "Pero lo presento de una forma más sincopada, señalando que el analizado dice en suma a su interlocutor, al analista: Yo te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que a ti -el objeto a minúscula-, yo te mutilo." Queda claro que este objeto es el organizador del amor y podemos considerar que es el soporte mismo de la transferencia analítica. Detrás
del brillo idealizado agalmático y del Sujeto supuesto Saber, está la dimensión Real de la transferencia. En el Seminario 17 sobre el revés del psicoanálisis, aparecen los cuatro Discursos que implican la propuesta que termina por establecer Lacan como diferencia con el estructuralismo. Éstos están configurados por cuatro términos, entre los cuales se encuentra el objeto a.
LOS CUATRO DISCURSOS
En el Seminario 20, donde vuelven a aparecer los Discursos, se agrega una hipótesis clínica que fundamentará el acto analítico, ya basado en el objeto a. La hipótesis es que existe la posibilidad de que el objeto a adquiera un semblante. Eso hará que el dispositivo del análisis logre un nuevo sentido. Las variaciones de búsqueda que habían sido recorridas a lo largo de los años contaron siempre con una misma orientación ética. El propósito fundamental era alcanzar una mayor profundidad teórica y una mayor eficacia clínica, sin claudicar en los fundamentos del psicoanálisis. Esta intención se encuentra frente a un nuevo desafío: que el analista logre hacer fulgurar lo opaco, que haga aparecer lo oculto, pero en su
máxima radicalidad lindera con lo intolerable para el sujeto. Esto acelera el paso de una clínica que cuenta con el significante, pero se lanza a un más allá de cualquier decir o mostrar del orden de lo dialogal. La propuesta es netamente rupturista: que se active o se alcance este Discurso que lleva como agente al analista, haciendo éste semblante de objeto a. Es una clínica que acepta el malentendido para que se revele la causa que se considera encubridora de la verdad, que pasa a estar ligada a lo Real, a ese objeto a, o a esos objetos que hacen del sujeto una consecuencia, una respuesta. Sin subjetividad no hay logro analítico, esto va a dar paso a las ideas de atravesamiento del fantasma para alcanzar ese objeto, o de la vacilación del fantasma como facilitadora de dar oportunidad al sujeto de reposicionarse. Es una clínica de riesgo, el acto analítico pasa a ser de riesgo y, en caso de fracasar, el discurso se invierte, el analizante queda como analista, y el analista es interpretado por su fracaso. Pero al mismo tiempo se abre una prerrogativa para abordar aquellos casos que eran refractarios, y comprender más aquellas entidades que forman la serie de la llamada clínica de borde, como la anorexia, las adicciones, los actos delictivos, etcétera. Digamos de paso que la llamada resistencia queda del lado del analista, ya que es él quien no logra alcanzar el efecto analítico. El fantasma se formula como una relación lógica entre el sujeto y el objeto a, donde se contraponen paradójicamente las operaciones de reunión y separación por medio de un rombo.
FÓRMULA DEL FANTASMA En este Seminario 20 se despliegan las fórmulas de la sexuación, ahora sí con la inclusión del protagonismo del objeto a que, como era de esperar, queda del lado de la mujer. No obstante, para los que no están habituados a las definiciones de Lacan sobre la sexuación, vale la pena aclarar que hombres y mujeres "optan" dónde ubicarse con relación a lo masculino o lo femenino. Esto abre todas las ambigüedades que aparecen en la clínica de la neurosis, la perversión y la psicosis, en cuanto a qué pasa con lo femenino y lo masculino. Por ejemplo, surge el goce femenino como aquel que no acepta la vigencia de las restricciones de la significación fálica establecida por la castración; y se presenta en cualquier psicótico, sea hombre o mujer. Ahí veremos una dificultad de resolver el objeto a, o bien alguna forma dislocada del mismo al fracasar la represión, dada la forclusión4 del Nombre-del-Padre en la psicosis. Aun en la neurosis podemos observar algún trastorno en la asunción de la sexuación, donde las identificaciones con uno u otro sexo pretenden sostener una ambigüedad calmante frente a la dificultad de asumir una posición. Es una falla relativa de la represión, pero falla al fin. En el Seminario 22 se afronta la cuestión, recurriendo, como en algunos otros momentos a las matemáticas, esta vez a la topología. Siendo que el
asunto es una falta radical, en definitiva es darle a esa falta un borde que evite que quede como un vacío sin límites. Borde que será ni más ni menos que conformado por los tres registros que Lacan establece como sus parámetros metapsicológicos: Imaginario, Simbólico y Real. Estos tres bordes, que se continúan uno al otro formando el contorno del agujero, son el centro de la figura topológica que es el nudo Borromeo.
R real S simbólico I imaginario a objeto a NUDO BORROMEO Y MATEMAS En el Seminario 23 surge la propuesta de que estos anudamientos incluyan suplencias para resolver el nudo y el sujeto encuentre una solución a lo desanudado que se le presenta como un goce pendiente. De este modo, el síntoma que lo llevaba a alguna forma de padecimiento podría ser transformado y hacer de soporte para una identificación que fundaría una subjetividad, ya no dependiente de la problemática de padecer los reclamos y deudas del Otro, sino que se soporte en sí mismo. En esta hipótesis, el objeto a tendrá su lugar, pero no será ninguna forma convencional la que genera el lugar, sino un invento. Dicho sea de paso, al objeto a Lacan lo llamó su invento. Resta referirnos al objeto a con relación a la creación y al arte. Hablando de un escritor japonés llamado Tanizaki, Catherine Millot nos ubica de un modo muy directo en la función del objeto en la repetición como creación en el arte. "Ese objeto a que viene a ocupar el lugar del vacío, en tanto este lugar es el del significante de la castración, no lo hace para oficiar de tapaagujeros. No se produce ningún completamiento. Más bien, tanto por su carácter de artificio como por su fugacidad, el objeto a redobla la ausencia de la que emanó. Si se proyectase sobre él una luz demasiado
viva, desaparecería, él que no es más que el fruto de la sombra: ese objeto inapresable no es sino una pequeña nada. 'Dirán algunos que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. Sin embargo, nosotros, los orientales, creamos belleza haciéndola nacer de las sombras en lugares que son insignificantes en sí mismos'. La sombra, en vez de servirle de velo a ese objeto, es la única que lo hace existir, con la precaria existencia de un espejismo. Más bien es él el que oficia de velo apropiado para hacer surgir la dimensión del más allá en que se sustenta el deseo. Así, la sublimación es reproducción, repetición indefinida del engendramiento del vacío al cual el significante da la estructura." Es difícil reseñar en tan pocas palabras un objeto absolutamente novedoso, elaborado a lo largo de una obra de más de cuarenta años, pero es evidente que cada uno de los momentos destacados significan un camino a continuar, rasgo que caracteriza el aporte de los grandes psicoanalistas que nos invitan a continuar la tarea de terminar de construir el psicoanálisis, sin obturar sus puntos límites. Bibliografía Didier-Weill, A. y otros: El objeto del arte. Incidencias freudianas, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988. Foucault, M.: Discurso, poder y subjetividad (recopilación de Oscar Terán), Buenos Aires, Ediciones el cielo, 1995. — (1975): Vigilar y castigar, Buenos Aires, Siglo XXI, 1989. Freud, S.: (1900): La interpretación de los sueños, O. C., vol. 4 y 5, Buenos Aires, Amorrortu, 1976. —: (1914): "Introducción del narcisismo", O. C., vol. 14, Buenos Aires, Amorrortu, 1976. — (1915): "Pulsiones y destinos de pulsión", O. C, vol. 15, Buenos Aires, Amorrortu, 1976. — (1920): Más allá del principio de placer, O. C., vol. 18, Buenos Aires, Amorrortu, 1976. — (1923): El yo y el ello, O. C., vol. 19, Buenos Aires, Amorrortu, 1976. — (1937): "Análisis terminable o interminable", O. C., vol. 23, Buenos Aires, Amorrortu, 1976. Juranville, A. (1984): Lacan y la filosofía, Buenos Aires, Nueva Visión, 1992. Kaufmann, P.: Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis. El aporte freudiano, Buenos Aires, Paidós, 1996. Lacan, J. (1955-1956): El Seminario. Libro 3, Las psicosis, Buenos Aires, Paidós, 1984. — (1956-1957): El Seminario. Libro 4, La relación de objeto, Buenos Aires, Paidós, 1994. — (1956-1959): "El Seminario. Libro 6, El deseo y la interpretación (inédito). — (1958): "La dirección de la cura y los principios de su poder", en Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975. — (1962-1963): Le Séminaire. Livre X: L'angoisse, París, Seuil, 2004. — (1964): El Seminario. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1986. — (1965-1966): "El Seminario. Libro 13, El objeto del psicoanálisis" (inédito). — (1966): Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975.
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