La Vida en Serio Con Buen Humor - Paulo Costa

August 13, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: Laughter, Humour, Happiness & Self-Help, Homo Sapiens, Love
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Descripción: La Vida en Serio Con Buen Humor - Paulo Costa...

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La vida en serio con buen humor Paulo Costa

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Introducción C uando miramos a nuestro alrededor, muchas cosas nos parecen grises, melancólicas y tristes. Tenemos razones para cierto pesimismo, pues la vida no siempre es como la soñamos y lo ideal, efectivamente, está muy lejos de la realidad. En nuestra mentalidad colectiva subyace una especie de nube de depresión y pesimismo. Pero arrojar la toalla es ir muriendo lentamente aunque, como dice la gente, la esperanza es lo último que se pierde. A pesar de tantos pesares, hay razones para la alegría, no faltan motivos para el optimismo; la historia de la Humanidad está cuajada de ejemplos elocuentes de gente sencilla y anónima que no ha claudicado ante las adversidades y que ha afrontado las dificultades cotidianas y las vicisitudes amargas de la vida con una sonrisa serena en los labios y con el humor sabio de quien quiere ser más fuerte que las tormentas. Frente las innumerables y seductoras insinuaciones de una felicidad aparente y efímera, en medio de una cultura que parece venerar la muerte más que la vida, el aspecto exterior más que la realización interior y la crítica mordaz más que la verdadera alegría de vivir juntos aunque seamos diferentes, es importante sembrar sonrisas, unirse a la sana revolución del buen humor, tomarse la risa más en serio. Entonces todo cambiará. Sería muy importante que cada uno de nosotros y todos los que nos rodean, conocidos o no, trabajáramos la espontaneidad, nos esforzáramos por ser más transparentes, sonriéramos con más ternura, nos riéramos de nosotros mismos, de las apariencias de la vida y de las artimañas de los demás. Una sonrisa desarma a cualquiera y es una excelente medicina. Incluso en términos religiosos, le vienen a uno ganas de reír de tanto ver y escuchar a los que piensan que Dios es tan absolutamente trascendente y omnipotente, tan omnisciente y omnipresente, que no ríe ni sonríe y quiere obligarnos a llevar una existencia amargada a causa de nuestra realidad de pecadores. Dios es, con total seguridad, la alegría de vivir en plenitud, y su existencia no consiste sino en el empeño de vernos felices, satisfechos y contentos. El Dios en que creo sonríe con las bromas de los niños, se ríe con la terquedad y los enojos de los adolescentes, se divierte con las aventuras de los jóvenes, se alegra con los éxitos de los adultos y se regocija con las manías de los más mayores. Mi intención, en estas páginas, es reflexionar sobre la virtud del Humor, que es una de las cosas más necesarias para vivir. Reír nos sienta bien y el bien nos hace sonreír. Es fundamental soltar unas sanas carcajadas para afrontar la existencia con más entusiasmo, más satisfacción y mayor alegría. El optimismo es una vitamina que nos hace bien, pues, sin él, la vida «no tendría ninguna gracia». Para tomarse la vida en serio, hay que cultivar el buen humor. ¡Este es el reto!

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I. El buen humor como actitud existencial

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El buen humor es cosa seria... N ada hay mejor que una buena sonrisa, celeste arco iris de simpatía, preciosa acuarela muy colorida, para volver al Edén, ¡y deprisa! Hay que tener ilusión y alegría, diversión, entretenimiento y risa. Y siempre hay que enfrentarse con la vida con mucho optimismo y gran fantasía. Menos payasos y más buen humor. No tanto circo; actitud positiva. Mejor que chistes, gente con amor. Deseo ser feliz de corazón, reír a carcajadas con quien sea y vivir en serio... con emoción.

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El desafío de una sonrisa M uchas veces tengo la sensación de que vamos por la vida taciturnos, tensos, circunspectos, solemnes, como si la existencia nos hubiera provocado una indigestión y, nada más levantarnos por la mañana, nos ponemos la careta de aburridos, enfadados, tristes y reservados. Tantos rostros ceñudos y ensimismados, reflejo de una vida de estrés en la que la enfermedad de moda parece ser la depresión. Tiene gracia que digamos que el hombre es un animal racional, mientras que la mayor parte de nuestras vivencias y experiencias suceden en otros ámbitos: el amor, la amistad, los afectos, los sentimientos, las sensaciones, etc. Pensamos, incluso, que hay animales más expertos en estas lides que muchos hombres; y también que hay hombres que parecen tener menos sentimientos que muchos animales. Tal vez deberíamos concluir que el Hombre, a pesar de su inteligencia, no es un animal racional. Posiblemente, lo que mejor distingue al Hombre del resto de animales sea la capacidad de sonreír. La sonrisa ilumina y da vida a nuestro rostro y a nuestra alma. Pero la risa y la sonrisa son realidades en grave peligro de extinción. Están aumentando la seriedad, la formalidad, la desconfianza ante la espontaneidad, y se multiplican el aburrimiento, la frustración y una mirada impersonal y distante. No obstante, hay personas que, por suerte, desbordan una alegría serena y transparente y que realmente no necesitan de la estridencia de las carcajadas; aunque sí son capaces de sonreír e irradian una felicidad tranquila y madura. Los demás nos dan semillas de esperanza y optimismo que nos hacen mucho bien. Morimos poco a poco si nada nos hace gracia, si nada nos hace reír, si nadie nos hace sonreír. Hay que recuperar urgentemente el carisma de la risa y la sonrisa. Necesitamos que alguien nos haga sonreír; necesitamos sonreírnos unos a otros porque, de lo contrario, la vida pierde todo su encanto. Puede que los ojos sean las ventanas del alma, pero una sonrisa tiene la capacidad de abrir las puertas más inesperadas. De todas las expresiones que afloran al rostro humano, sacando a la superficie su interior, la sonrisa es, posiblemente, la que mejor refleja el deseo de comunicación universal, lo que se percibe al instante y se puede compartir. La sonrisa puede ser el camino más corto entre las personas. Claro que también existen sonrisas irónicas, amargas, falsas o de desdén. Shakespeare, en una de sus obras, dice que «se puede matar con una sonrisa». En el fondo, hasta la sonrisa se puede corromper y desfigurar. Muchos gestos pueden ser susceptibles de diversas interpretaciones o incluso llevar a malentendidos, pero una sonrisa es siempre una sonrisa, y no necesita del diccionario o de un manual de instrucciones para ser entendida en cualquier lugar del planeta. En todas partes, es señal de amistad, de fraternidad, de cercanía, de cariño, acogida, etc. Es un patrimonio específico del ser humano que simboliza la complicidad, que establece vínculos de cooperación, que representa la victoria sobre el miedo, que constituye un 6

paso inefable en la manifestación de los sentimientos. Hacer una crítica o dar un consejo a alguien puede ser tremendamente difícil. Todo puede decirse, si se dice con delicadeza. No hay verdades prohibidas. Lo que está prohibido es decirlas con arrogancia, con desprecio y acidez. A menudo una sonrisa puede ser de gran ayuda. No una sonrisa de esas que juzgan, censuran o condenan. Sino una sonrisa que se abre al otro en plena comunión de amistad. A veces, lo más complicado es encontrar la palabra justa, precisa y adecuada. Pero debemos intentar transmitir lo que sentimos y pensamos con una sonrisa y un semblante alegre, para no herir la susceptibilidad de los demás. Un rostro agradable y optimista nos ayudará de forma decisiva. Los demás no tienen la culpa de nuestro malhumor y la vida será mucho más hermosa con una sonrisa. Una sonrisa alegra el corazón, nos mantiene de buen humor, ayuda a conservar la salud, embellece el rostro e inspira buenas acciones. La sonrisa tiene una impresionante fuerza de dulzura, de serenidad y de reconciliación. Hacer sonreír a los demás con una sonrisa puede ser un verdadero milagro que todos podemos realizar. Sonreír a los que vemos tristes, enfermos, a los tímidos, a los desesperados, a los abandonados. Sonreír a los niños, a los jóvenes y a las personas mayores que ni siquiera conocemos. Sin saberlo, podemos incluso colmar de esperanza a alguien desanimado o convencer a alguien desesperado de que vale la pena vivir, porque no está solo. Cada vez que nuestra sonrisa hace sonreír a los demás, suscitamos alegría, confianza, ánimo, entusiasmo. Sonreírse a uno mismo, sonreír a los demás, sonreírle a Dios. Así, nuestra sonrisa será cautivadora y fecunda. La sonrisa, más que algo hereditario, es un arte que se construye en lo más íntimo de cada ser, por medio del equilibrio interior, de la paz y de un amor sin límites. Una persona arisca u orgullosa no sabrá sonreír. Se trata de un arte que no es el resultado de pruebas y ensayos ante el espejo, sino fruto de una profunda actitud: el deseo de impregnar los acontecimientos de la vida cotidiana con en el optimismo sereno de los que no se rinden y quieren hacer un mundo mejor. La sonrisa tiene un inmenso poder. Saint-Exupéry dice que «en el momento en que sonreímos a alguien, lo descubrimos como persona y la respuesta de su sonrisa significa que nosotros también somos una persona para él». Bergson decía que «la risa es algo que irrumpe con estruendo y va retumbando como un trueno en la montaña, con un eco que, sin embargo, no alcanza el infinito». De hecho, la risa implica la carcajada sonora, mientras que la sonrisa es silenciosa y revela mejor que la risa el interior del que sonríe. Y es que la sonrisa muestra el estado del alma y es una invitación a entrar en la intimidad de alguien. Por eso, el hombre es el único animal que sonríe.

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La fisiología de la persona con buen humor D esde el punto de vista de la anatomía, los seres humanos tienen el rostro más expresivo de todo el reino animal. Nos hace gracia el delfín, que parece sonreír; nos llama la atención el mono que hace muecas como si se riera; o el sonido histérico de la hiena con esos gruñidos que asemejan risas. Parece que en el extremo opuesto de la escala animal – en términos de expresividad– está el cocodrilo. El ser humano nace con la capacidad de sonreír, aunque solo lo manifiesta hacia la cuarta semana de vida. Que no se hagan ilusiones las mamás, convencidas como están de que sus bebés les sonríen como respuesta a su afecto, su cariño o sus monerías. Está demostrado que se trata de una reflejo innato. La sonrisa es una señal que emite el bebé desde muy pronto y es fundamental en el refuerzo de las primeras interacciones. Al principio, aparece de una forma refleja, sin relación inmediata con lo que está sucediendo alrededor. Pero, enseguida, pasa a ser desencadenada por estímulos sociales agradables, como ver una cara familiar, o se emplea como mecanismo para mantener el contacto. Tradicionalmente, se viene diciendo que esta sonrisa social aparece hacia los dos o tres meses. Pero, por ejemplo, Spitz y Wolff han estudiado este fenómeno y lo han observado incluso en bebés de aproximadamente un mes. Alrededor de los cuatro meses, un estímulo más intenso, como la exageración de las expresiones faciales, las cosquillas y algunas vocalizaciones, logran provocar la risa. Poco a poco, alrededor de los cinco o seis meses, es más fácil provocar estas carcajadas y se convierten en una importante herramienta de interacción, como concluye Ziajka. La sonrisa es algo sumamente bueno, útil y necesario aunque, a veces, las preocupaciones diarias, las penas que nos oprimen o incluso la simple pereza nos impiden sonreír. Es cierto que existe una enfermedad genética, el Síndrome de Morbius, que hace fisiológicamente imposible que la persona pueda sonreír. Pero no es frecuente y, seguramente, no tengamos esta dolencia. Hay quienes, ni siquiera con cosquillas, pueden reír. Utilizamos muchos menos músculos faciales cuando sonreímos y cuando ponemos una cara agradable, que cuando adoptamos expresiones de enfado o aburrimiento. Muscularmente hablando, reír es más económico que llorar, ya que, al reír, ponemos en movimiento cerca de 20 músculos, mientras que, cuando fruncimos el ceño, utilizamos aproximadamente 100. Por tanto, no conviene que nos cansemos mucho, pues vamos a ser mucho más felices si provocamos una sonrisa en los demás. Una buena carcajada solo puede ser algo saludable. Como ejercicio muscular equivale, en opinión de un terapeuta, a una sesión de baile. También es un buen masaje para la piel de la cara. Los expertos dicen que la risa mejora la respiración, pues hace trabajar al diafragma, el músculo que hace que los pulmones funcionen. Mientras que la ira, la depresión y la frustración alteran el funcionamiento de muchos sistemas 8

fisiológicos, incluyendo el sistema inmunológico, la risa ayuda a que estos sistemas funcionen mejor. Un minuto de risa equivale a cuarenta y cinco minutos de relajación. Diez minutos de risa incontenible reducen el dolor físico durante al menos dos horas. En cuanto al dolor psicológico, sabemos que la risa permite mirar los contratiempos y adversidades de manera diferente. Aunque no podamos cambiar los acontecimientos, al menos podemos mirarlos desde otro ángulo, más positivo y confiado. La risa disminuye las hormonas del estrés y estimula el sistema inmunológico, lo que nos permite luchar contra las enfermedades y las infecciones y desencadena la liberación de endorfinas, que reducen la sensibilidad al dolor y favorecen la sensación de bienestar y placer: son los analgésicos naturales del cuerpo. Al reír, la frecuencia cardíaca se acelera y los vasos sanguíneos se dilatan. El sistema vascular se estimula y esto se refleja en el abdomen, provocando contracciones favorables para la digestión. La risa nos ayuda de manera decisiva en los tratamientos de enfermedades crónicas y dolorosas. Las carcajadas son un factor estimulante del sistema inmunológico y reemplazan a los analgésicos para el dolor, ya que desencadenan la liberación en la sangre de sustancias con poder sedante. Así que añadir un poco de risa a la vida es un excelente remedio. La risa es un acto complejo desde el punto de vista físico y psicológico. Independientemente del modo en que riamos, lo hacemos con toda nuestra realidad espiritual y material. Al margen de las diferentes formas de reír, cuando lo hacemos expresamos lo que somos y sentimos. Incluso aunque nuestra risa sea algo forzada, siempre es una expresión natural de nuestra personalidad. Hay tantas formas de reír como personas que ríen. No hay dos personas que rían o sonrían igual. Normalmente, la risa está vinculada a aquello que es agradable. A veces «estalla», escapando al control de la voluntad. Tiene valor terapéutico desde el punto de vista de la psicología, ya que puede ayudar a resolver un conflicto interno y desdramatizar acontecimientos que nos perturban. Nos reímos con lo bueno, pero también con lo malo, ¡y cómo! Tendemos a reírnos de lo malo que les sucede a los demás. Reímos a carcajadas con los chistes y las bromas que dejan a otro en ridículo. La risa puede servir para ridiculizar a una persona que no nos gusta y para expresar desprecio por alguien que nos ha herido, e incluso puede ser una respuesta extrema cuando nos quedamos sin argumentos o nos vemos en situaciones embarazosas. Hay maneras de reír que molestan e irritan y otras que atraen y cautivan. Algunas sonrisas proporcionan belleza mientras que otras vuelven a una persona menos atractiva. Algunas sonrisas transparentan humildad, educación y simpatía, y otras arrogancia, orgullo y desprecio. Hay que interpretar las sonrisas de los demás y, por nuestra parte, intentar ser lo más auténticos posible. Es un sencillo regalo que podemos ofrecer a conocidos y desconocidos. No cuesta nada, sonreír es gratis. Los investigadores dicen que hoy se ríe mucho menos que en el pasado. En 1939, la gente se reía de media veinte minutos al día. En 1980, seis minutos. Actualmente, un 9

tercio de los adultos se ríe solo unos sesenta segundos al día.

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Razones para la alegría S eguro que, a nuestro alrededor, sobran razones para estar tristes o de mal humor. Las cosas y la vida no siempre suceden como nos gustaría y, en ocasiones, parece que todo se vuelve en contra nuestra. Somos los enfermos convalecientes de una cultura de sufrimiento, malestar, tristeza y desánimo. Necesitamos, por lo tanto, un tratamiento alternativo vinculado con esa actitud positiva que producen las vitaminas de la alegría y el optimismo. Lo peor que podemos hacer es darnos por vencidos y alimentar la tristeza, «disfrutar» estando en el agujero y no querer ver la luz del sol. Es bueno estar solos, pensar en la vida y dejar que nos hable la conciencia. Pero esto no es lo mismo que el aislamiento de los que se encierran en sí mismos, excluyendo a los demás; estas personas se debilitan y se pudren sin esperanza. No podemos encerrarnos en nuestros problemas y sufrimientos de forma masoquista. En invierno, buscamos instintivamente el calor y el sol y, en verano, apetecemos el frescor y la sombra. En la vida hay que hacer algo similar. En los momentos en que la vida va mal, ayuda pensar en las cosas que nos han hecho felices; y, cuando la vida va bien, también es de utilidad pensar que, si ya hemos sufrido antes, podemos volver a superar el sufrimiento y que también hay gente que lo está pasando mal. Esto nos ayudará a apreciar lo positivo de la existencia. La tristeza no es un pecado. Pero vivir voluntariamente en la tristeza, sin tratar de luchar por vivir con alegría, sí que puede llegar a serlo. Dante situaba en lo más profundo de su infierno a aquellos que voluntariamente viven o desean vivir tristes. El hombre es un ser eminentemente social. Llegamos a realizarnos unos con otros, en compañía, en familia, con los compañeros de trabajo y con los amigos. No somos ermitaños que huyen del mundo. Estamos aquí con los demás; y aquí, con los demás, es donde puedo y debo vivir y ser. No puedo limitarme a sobrevivir. Hay que vivir con los demás y para los demás. Y esto me proporcionará alegría y entusiasmo, porque el otro es siempre el mejor desafío existencial. Tenemos que descubrir que no somos –ni tenemos– solamente este cuerpo exterior. Tenemos un alma y hay que tomar conciencia de las dimensiones del espíritu: son las realidades esenciales. Dice Saint-Exupéry que «lo esencial es invisible a los ojos». Eso puede proporcionarnos una felicidad, una alegría y un gozo auténticos; y es algo que pide de nuestra parte una sonrisa sincera. Somos mucho más de lo que creemos, valemos mucho más de lo que pensamos, tenemos mucho más de lo que imaginan los demás. La vida es un tesoro por descubrir que tiene innumerables dones que hemos de compartir. La vida no es una pesadez. Nosotros somos los aburridos. El hastío no puede ser una forma de vida. Resulta curioso que, en un tiempo y en un mundo en el que tenemos de todo y donde la oferta de diversiones es tan variada, podamos estar aburridos. La gente va seria y taciturna, envuelta en un tedio que asfixia el 11

alma. Las diversiones no acaban con el aburrimiento. En el mejor de los casos, no son más que un paliativo que alivia el dolor, pero no cura la enfermedad. Contra el vacío, el hastío y la tristeza la solución no es precisamente hacer cosas divertidas, sino llenar los pulmones del alma con el oxígeno de la alegría de vivir con amor... con humor. No nacemos felices o desgraciados. Tenemos que aprender a ser felices y esto es una tarea que depende principalmente de cada uno. A veces, tengo la impresión de que nos ha contagiado la enfermedad del «si...»: «Sería feliz si hubiera nacido en los Estados Unidos; si estuviera de vacaciones en el Caribe; si mi familia fuera como la de fulano; si mis jefes fueran como los de mengano; si tuviera la casa de zutano; si tuviera tanto dinero como...». La felicidad y la alegría nunca serán totales en este planeta, en esta vida, en este mundo. Pero no faltan razones para hacer de nuestra vida la mejor vida posible, aferrándonos a las cosas y a las personas que nos realizan y nos hacen sentir bien; entonces podremos llevar una vida con sentido, llena de alegría y entusiasmo. No existen las recetas milagrosas. Cada uno tiene que descubrir cómo vivir feliz. Hay que apreciar las pequeñas cosas de la vida cotidiana: respiramos, estamos sanos, hacemos deporte, cantamos, bailamos, convivimos, amamos, contemplamos una puesta de sol, visitamos a un amigo, ayudamos a un desconocido, damos un consejo, lavamos los platos, leemos un libro, paseamos al perro, rezamos, navegamos por Internet, limpiamos el polvo, cogemos una flor, sonreímos... Hemos de vivir abiertos a los demás, tener grandes ideales, creer en el amor y la bondad, hacer cosas que nos realicen de verdad, discernir nuestra escala de valores y creer que, paso a paso y día a día, todo puede ser mejor. Depende principalmente de mi fuerza de voluntad, de mi entusiasmo y mi perseverancia, y de la capacidad de reírme de mí mismo y de sonreír a los demás.

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Por una cultura del optimismo A pesar de tantas conquistas, de tanto progreso y tanto desarrollo económico, tenemos la sensación de vivir una cultura de desastre apocalíptico. Vemos a gente seria, con el ceño fruncido, los hombros caídos y mirada perdida, vacía. Vivimos en una época donde parecen dominar el desánimo, el pesimismo, el derrotismo, la apatía generalizada, la negatividad, la resignación, el fatalismo, la depresión, la angustia, la desconfianza. Oímos hablar de drogodependencia, de homicidios, de suicidios, abortos, eutanasia, accidentes de tráfico, enfermedades incurables, divorcios, corrupción, contaminación, guerras, crisis económica, catástrofes naturales, crímenes, crisis de valores, hedonismo, consumismo, falta de ideales, etc. La de nuestro mundo es una vida de estrés, de apariencias sin un sentido profundo, de rutinas grises y euforia superficial. La sonrisa tiende a ser falsa o forzada; y el humor, corrosivo o cínico. La expresión del más puro pesimismo tal vez se encuentra en Sófocles, el dramaturgo griego, en su Edipo en Colono: «No haber nacido es la mayor fortuna. Pero una vez que se ha nacido, lo mejor es volver cuanto antes allí de donde se viene». El budismo es la religión oriental que más se identifica con el pesimismo. En su «Noble camino óctuple», presenta un proyecto de renuncia al deseo y de completo retiro del mundo. Esta actitud también se puede encontrar en Schopenhauer y se vuelve común en el siglo XX. Entre las filosofías optimistas se encuentran el platonismo, con el papel regulador asignado a la idea del Bien; el aristotelismo, con su percepción de la armonía de la naturaleza y la búsqueda de fines; el epicureísmo, que niega el mal de la muerte, y el estoicismo, que niega el mal del dolor. Hay muchas cosas que no podemos cambiar, pero no podemos estar lamentándonos siempre. Es mucho mejor cultivar una cultura del optimismo, como voluntad determinada y deseo positivo de afrontar la vida con confianza y con un entusiasmo activo y contagioso. Tenemos que creer en nuestra capacidad constructiva para superar obstáculos con determinación. Vivir con optimismo implica creer en el lenguaje positivo de nuestros pensamientos, palabras y acciones, y hablar siempre con un tono de voz y una expresión en el rostro que inspiren esperanza y buena voluntad. Una sonrisa, una carcajada, el buen humor son importantes para esta actitud existencial. Viviendo con optimismo, afrontamos mejor las dificultades, las enfermedades, las depresiones y tenemos más ganas de vivir. El optimismo es el arte de saber ver y aprovechar el lado bueno de la realidad, de las personas y las cosas. El pesimista se fija en las espinas de la rosa, mientras que el optimista mira lo esencial: su belleza y su fragancia. Ser pesimista es vivir con la sensación de que nada va a salir bien, que se va a perder en el juego de la existencia, como si se tratara de un combate inútil. Es bueno –y nos sienta bien– contemplar la vida y a los demás con sentido del humor, con simpatía, con las gafas de ver lo esencial, de ver el lado bueno de las cosas. A menudo nos creemos el centro del mundo, consideramos nuestro modo de ser y de 13

pensar como punto de referencia ideal. Los demás tienen derecho a ser como son. La envidia y el egoísmo no nos dejan ver al otro con claridad. Es útil albergar pensamientos positivos. Nos ayudan a estar más alegres y a vivir más felices. Incluso aunque estemos atravesando una tormenta en nuestra vida, es bueno creer que el sol existe y que está detrás de las nubes. Antes o después, volverá a alegrarnos con su luz y calor. Hemos de sentir que solo seremos verdaderamente felices si luchamos por hacer felices a los demás. Tenemos que desechar, de una vez por todas, el sentimiento de incapacidad, de que no lo vamos a conseguir, de que no valemos nada. Sonreír mejora nuestra autoestima y nos da más confianza para salir al encuentro del prójimo. Hay más alegría cuando damos que cuando recibimos.

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Pensamientos positivos Y a sabemos que, al escalar una montaña, desde la cumbre se ve mucho mejor todo el horizonte. El aire es más puro, y parece que percibimos la realidad de forma más precisa porque no la vemos a su nivel, sino por encima. Por tanto, es útil y necesario contemplar los problemas y las vicisitudes de la vida cotidiana tomando convenientemente distancia y situándonos por encima de ellos. Aquí, el optimismo y el sentido del humor nos ayudan a ver las proporciones auténticas de la realidad. Otra experiencia interesante es la de viajar en avión. A veces, salimos del aeropuerto con un tiempo gris y lluvioso, y, minutos más tarde, volamos por encima de las nubes y solo hay un cielo azul, alegre y luminoso. El sol siempre ha estado allí, aunque oculto por las nubes. Así que tenemos que volar por encima de las nubes de nuestros problemas y continuar sonriendo a la vida y al sol que quiere seguir iluminándonos y dándonos calor. Para abordar con entusiasmo y con ánimo las vicisitudes de la existencia, el hombre puede y debe cultivar actitudes y pensamientos positivos ante los problemas y las complicaciones que surgen y se multiplican. ¡Cuántas veces los seres humanos se dan por vencidos ante las experiencias de decepción, frustración, decepción y fracaso, y sucumben bajo pensamientos sombríos de pesimismo, tristeza y muerte! Es importante minimizar y relativizar los contratiempos, convertirlos en un reto apasionante y atractivo, para volvernos más fuertes y alcanzar metas más altas. Sobrevivir a las dificultades y encontrar soluciones a los problemas es un signo de fortaleza, valor e inteligencia. Sonreír ante la adversidad que de vez en cuando nos acecha es creer que somos los auténticos artífices de nuestra vida y que no estamos fatalmente condenados a la desgracia. Tener pensamientos positivos revela fuerza de voluntad y ganas de vivir la vida con alegría y entusiasmo, y esto es típico de los espíritus nobles, ya que los débiles solo tienen deseos y buenas intenciones, pero no pasan de ahí. Afrontar las contrariedades con firmeza y determinación positiva es la clave del éxito, manteniendo el valor de vivir el día a día con optimismo, con una sonrisa y con la cabeza bien alta. La solución a nuestros problemas está dentro de nosotros y depende sobre todo de cada uno. Por lo tanto, es fundamental no quedarse quietos, no permanecer indiferentes y pasivos. Paso a paso, avanzando poco a poco, llegaremos lejos, con la brújula de la esperanza. Dentro de cada persona existe la capacidad, el poder, la habilidad y el talento necesarios para ser feliz. El entusiasmo es mágico pues transforma el pesimismo y la mediocridad y los convierte en optimismo y en feliz y plena realización de la persona. No hay logro sin esfuerzo, no hay gloria sin sacrificio. Conviene ejercitar el ánimo, el coraje, el optimismo, la esperanza y la confianza en el corazón. Los pensamientos positivos son siempre faros que iluminan y calientan el invierno y la oscuridad cotidiana. Reír, sonreír, estar alegre, crear lazos... son la clave de la felicidad. 15

Las personas felices también tienen problemas, dificultades, y la vida no siempre discurre como se desea. No hay pociones mágicas. La suerte se construye y es importante no darse por vencido. Hay que luchar con confianza y con cierto sentido del humor. Se debe superar con entusiasmo el hastío de las situaciones de insatisfacción, frustración, derrota, depresión e incredulidad y, solo después, llegará la victoria. Hay que cambiar la interpretación de la realidad, transformando conscientemente nuestros pensamientos y, entonces, cambiará nuestra vivencia personal de esos acontecimientos. Y es que nuestra felicidad depende de la calidad de nuestros pensamientos. Los que tienen éxito se enfrentan a los obstáculos con una cálida sonrisa y cierto brillo en la mirada, y así, con aplicación y una actitud llena de confianza, intentan llegar a donde quieren, ya que quien realmente quiere, puede. No obstante, cuando no se consigue aquello a lo que se aspira, la felicidad consiste en disfrutar, con realismo, de lo logrado. Lo que distingue al pesimista del optimista tal vez sea la forma de interpretar las experiencias cotidianas. Las personas optimistas verán los acontecimientos negativos como algo puntual y ocasional, con origen externo a ellos mismos y con la esperanza de que no se repetirá. Las personas pesimistas sucumben a la tentación de interpretar los acontecimientos negativos como algo de su responsabilidad personal, generalizando lo sucedido y resignándose de forma permanente ante la fatalidad. Vale la pena tratar de educarse para el optimismo. Como el hombre es un ser eminentemente social, los optimistas son más sociables y consiguen tener más amigos. Necesitamos estabilidad emocional, y esto implica amar y sentirse amado, valorar y ser valorado, escuchar y ser escuchado, desear y ser deseado, sonreír y darse cuenta de que los demás nos sonríen. Es imprescindible cautivar y dejarse cautivar, crear empatía, ir al encuentro del otro, tener una mente abierta y disponibilidad afectiva y efectiva con cuantos se nos acercan. Debemos mejorar nuestros patrones relacionales.

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Los orígenes del humor N o es fácil definir el humor. No encaja de manera adecuada en ninguna definición. Algunos lo definen desde el punto de vista de sus elementos constitutivos, mientras que otros se fijan en los efectos beneficiosos que produce. Hay quien lo relaciona con la risa y, también, quien lo distingue de esta, manteniendo que la risa es una reacción biológica a un estímulo determinado, que pertenece al ámbito de la física. Desde esta perspectiva, el humor se asociaría más con el temperamento, sería el resultado químico de la combinación de los humores que nos constituyen. Mientras que el humor es un producto humano más elaborado, la risa sería algo más espontáneo. Más que definir qué es el humor, muchos autores prefieren estudiar su historia, fijándose en la primera carcajada. El antropólogo austriaco Konrad Lorenz habla de ella como del momento inaugural de la buena relación entre los seres humanos y el humor. Según él, mientras caminaban por el bosque, algunos homínidos habrían escuchado un ruido extraño. Asustados y preparados para una sorpresa desagradable, se mantuvieron en silencio y sin moverse durante varios minutos. Hasta que... descubrieron un mono que los miraba desde lo alto de un árbol. Cuando sus miradas se encontraron, el mono saltaría de la rama en la que estaba y huiría despavorido, desapareciendo entre el abundante follaje. En ese momento, habría sucedido algo nunca visto ni oído: los homínidos celebrarían con grandes carcajadas lo sucedido. El «animal reidor» se manifestó por primera vez y así habría comenzado la historia de la risa. Desde entonces, el humor ha sido un fiel e inseparable compañero de los seres humanos en todo momento, especialmente en situaciones de dificultad. Algunos historiadores se refieren a la pareja formada por Adán y Eva, afirmando que el humor habría sido uno de los tesoros que habrían logrado sustraer disimuladamente del Edén, que representa la felicidad perdida del paraíso ofrecido por Dios en los orígenes de la humanidad. José M. Cabodevilla, en su obra La jirafa tiene ideas muy elevadas[1], habla de la historia del humor y recuerda las investigaciones de Joseph Addison, político inglés del siglo XVIII, que investigó «pacientemente su genealogía»: «Parece ser que la verdad fue la fundadora del linaje cuando concibió al Buen Sentido. Este engendró después al Ingenio, que contrajo matrimonio con una mujer llamada Risa, la cual pertenecía a otra rama colateral de la familia. De ella tuvo un hijo, al que puso por nombre Humor. Humor es, pues, el miembro más joven de esta ilustre progenie y, por ser descendiente de padres con cualidades tan diversas, posee un carácter sumamente versátil. A veces se presenta con aire grave y solemne, igual que un magistrado; otras veces adopta un estilo desenvuelto y viste de manera estrafalaria, igual que un saltimbanqui. Sin embargo, conserva mucho de su madre y, por eso, cualquiera que sea su actuación, siempre alegra a quienes desean oírle». 17

Humor y carácter E l término «humor» viene del latín humore y designa una forma de entretenimiento y de comunicación humana, que hace que la gente se ría y que se sienta feliz. Los antiguos griegos tenían la llamada medicina humoral, que consistía en una mezcla de fluidos –o humores–, controlados por la salud y las emociones humanas. El humor puede ser una de las claves de la comprensión de culturas, religiones y costumbres. El humor es universal e intemporal. Evoluciona a lo largo del tiempo y el espacio, en los que ha venido acompañando a la historia humana. El humor tiene la ventaja de permitir la conceptualización de la realidad, afinando las ideas, percepciones y permitiendo la construcción de una reflexión crítica. Mediante el humor, la persona aprende a subvertir la lógica e ir más allá del terreno de lo obvio. Revela inconformismo, deseo de romper con la «normalidad institucionalizada» y promueve la creatividad. En su Pequeño tratado de las grandes virtudes, André Compte-Sponville afirma: «Podrá sorprender que el humor sea una virtud. [...] El humor es una desilusión alegre. Por eso es doblemente virtuoso, o puede serlo: como desilusión, está relacionado con la virtud de la lucidez (por tanto, con la buena fe); como alegría, con la del amor y con todas las demás» [2]. Pero, ¿qué distingue el humor de otros aspectos de lo cómico, como la ironía o sátira? La ironía no es una virtud. Consiste en no dar a las palabras su valor real o completo, queriendo significar lo contrario de lo que se afirma. Es una forma sutil de decir una cosa por otra. Desde una perspectiva socrática, la ironía presupone malicia y una desconfianza simulada en las propias capacidades. André Compte-Sponville dice que la ironía «es la risa malvada, sarcástica y destructora, es la risa de la burla, la risa que hiere, la que puede matar». La sátira surgió como la capacidad de indignarse ante los abusos, ante situaciones aberrantes e injustas, pero de una manera divertida. Puede ser corrosiva e implacable, brutal o más sutil; en la sátira se critica por medio de la risa. Lo que hace diferente al humor es la simpatía que despierta en las personas, por la asociación de aspectos intelectuales y emocionales de su comprensión y por su profundidad y reflexión interior. Íntimamente arraigado en la personalidad, el humor se constituye como la categoría más subjetiva de lo cómico y la más individual por el valor y altura de miras que implica. El humor es el resultado de una actitud mental que nos lleva a afrontar la realidad que nos rodea y a descubrir sus aspectos más pintorescos y cómicos. El humor puede desdramatizar las situaciones preocupantes que nos inquietan, reduciéndolas a sus justas proporciones. Y por medio de la inteligencia que presupone, puede ayudar a transformar la seriedad de la vida con sus problemas y dificultades. El humor no olvida ni ignora la seriedad, pero tiene la virtud de transformar una situación desesperada en un mal menor. Como dice André Compte-Sponville[3]: «Carecer de humor es carecer de humildad, es 18

carecer de lucidez, es carecer de ligereza, es estar demasiado engreído, demasiado engañado con respecto a uno mismo, es ser demasiado severo o demasiado agresivo, es carecer casi siempre de generosidad, de dulzura, de misericordia. [...] ¿De qué valdría el amor sin la alegría? ¿De qué valdría la alegría sin el humor? [...] En el humor hay valentía, grandeza y generosidad». El cuerpo es una realidad orgánica con una función comunicativa muy importante. Desde el interior al exterior, la postura, los gestos, el tono de voz, las expresiones del rostro, transmiten distinta información de lo que somos, sentimos, deseamos, queremos y creemos. Las expresiones faciales que solemos poner y las posturas que solemos adoptar pueden ser consecuencia de algunas experiencias o circunstancias por las que hemos pasado y que nosotros hemos asumido como positivas o negativas. Si lo pensamos bien y observamos a lo largo del día algunas de las conductas que tenemos, podemos sacar algunas conclusiones interesantes acerca de si somos o no optimistas. Si nos damos cuenta de que tenemos habitualmente la cabeza y la barbilla levantadas, los hombros rectos y relajados, los brazos y las piernas muy abiertas, el cuerpo derecho, si hablamos con un tono de voz vivo y enérgico, si reímos y sonreímos de manera espontánea y miramos a los ojos de los demás con confianza, es porque mostramos una actitud llena de optimismo y bienestar emocional, que se traduce en vitalidad, entusiasmo, confianza y convicción. Si, por el contrario, nos damos cuenta de que carecemos de las actitudes antes mencionadas y tenemos los labios cerrados o las comisuras se curvan hacia abajo, si tenemos los brazos y las piernas normalmente cruzados, a la defensiva, si el tono de nuestra voz es tenso y frío, si nuestra mirada es distante y desconfiada, si llevamos la espalda arqueada, la barbilla caída sobre el pecho y la frente arrugada, entonces reflejamos pesimismo, expresamos infelicidad, miedo, preocupación y falta de confianza. Es conveniente usar gestos suaves cuando hablamos con alguien, ya que esta actitud invita al acercamiento y envía un mensaje de confianza y tranquilidad. El tono de voz es también muy importante. Hablar demasiado alto puede indicar descontrol emocional y falta de confianza en nuestros argumentos. Gritar puede asustar e intimidar, pero no convence ni nos acerca unos a otros. Es algo parecido a lo que sucede con un actor de teatro o cine, que tiene que transmitir emociones y solo es convincente si se propone encarnar y sentir en lo profundo de sí mismo lo que está diciendo y haciendo. Los actores tienen que poner expresiones faciales y posturas físicas ficticias, pero para que tengan credibilidad, tienen que ejecutarse a la perfección y con convencimiento. Por eso, es importante –si queremos ser felices– tener la actitud, poner la expresión y adoptar la postura de alguien que se siente feliz. Se trata de una técnica que puede ayudar. La sonrisa tiende a desaparecer en poco tiempo, pero si insistimos –a sabiendas y voluntariamente– en producirla y la mantenemos por más tiempo, cada vez será más espontánea, real y sincera. Si nos obligamos a sonreír, acabaremos por tomar conciencia de que la realidad es más positiva de lo que parece a primera vista. 19

Estar de buen humor permite vivir la vida de manera más saludable, mientras que permanecer en un estado de mal humor no es bueno para la salud. El humor es una buena medicina. Abordar la enfermedad y el sufrimiento con sentido del humor permite diferenciar al paciente, como persona, de esa otra realidad que es su dolor. Yo no soy mi problema. El humor me distancia del problema, permitiendo que no me someta a su poder. Tiene el poder de relativizar y ayuda en el arte de vivir nuestras enfermedades de forma saludable. El humor es patrimonio de las personas que quieren ser fuertes. Son peligrosos los que se toman demasiado en serio las gracias y bromas de los demás y no tienen ningún sentido del humor para consigo mismos, con los demás y con la vida. Se enfadan cuando los demás no los toman demasiado en serio y lo peor es que no suelen tener razón. A las dictaduras no les gusta el humor y piensan que es la reacción de los más débiles. Los llamados poderosos y fuertes piensan que no deberían perder el tiempo con el humor, que es algo pueril. Y es que el humor tiene el alma de un niño travieso, para el que no existen los límites que imponen los patrones de los llamados «adultos». El humor no tiene nada de conformismo ni de connivencia con lo establecido oficialmente. El humor tiene características similares a los niños, porque estos no tienen maldad y todo en ellos es espontáneo, creativo, vivo y refrescante.

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La revolución del humor H ay cosas que no tienen ninguna gracia o que son bromas de mal gusto. Hay cosas con las que no se debe bromear –y mucho menos ridiculizar– solo para distender el ambiente. No se deben herir susceptibilidades o faltar al respeto a las creencias de los demás solo porque pensamos que no hay malicia en lo que decimos o ignoramos que podemos ofender a alguien. Reírse de los defectos físicos o psicológicos de los demás es mezquino y no es ni buen humor ni humor del bueno. En cambio, podríamos reírnos de nosotros mismos, que hacemos tantos disparates y a menudo resultamos patéticos en lo que hacemos o dejamos de hacer, en lo que decimos o dejamos de decir. Cuando señalamos con el dedo a alguien, para reírnos de él, tenemos que darnos cuenta de que, en la misma mano, hay otros tres dedos apuntando hacia nosotros mismos. Hoy en día, el sector del entretenimiento se ha convertido en una enorme y potente industria de la risa. Ha crecido el número actores, animadores, cómicos profesionales que distraen y entretienen al público y tienen como objetivo conseguir que la gente se relaje y se olvide de los sinsabores de la vida cotidiana. Igualmente, la risa parece haberse convertido en un producto comercial, algo industrial y artificial, que actúa como un narcótico que adormece la sensibilidad y la humanidad; hacer gracia se ha convertido en una fórmula mágica con la que se puede decir de todo; el listón de la vergüenza ha bajado enormemente y ya no se respetan los valores más profundos de la persona. La Alemania fascista creó una industria política y funcional del entretenimiento. Adolf Hitler quería a toda costa que el pueblo alemán volviera a reír y encargó esta tarea al organismo nazi de ocio Kraft durch Freude –literalmente, «Fuerza a través de la alegría»–. Al querer aprovechar su potencial psicológico, la risa perdía toda su inocencia: se inventaban chistes sobre judíos, se representaban obras antisemitas, etc., al tiempo que se bombardeaban ciudades, se asesinaba a millares de civiles y, en los campos de concentración, se exterminaba a millones de judíos. En estas circunstancias, reír debe darnos vergüenza, como forma de protesta contra el mal gusto y la falta de respeto por los débiles, los marginados y los despreciados de la sociedad; un sentimiento de vergüenza que se opone a reír a costa de las violaciones de la dignidad humana. El humor tiende a cuestionar las verdades absolutas, la autoridad y los dogmas. Por eso los dictadores no ven con buenos ojos a los humoristas. En los chistes y bromas, la libertad de expresión no puede ser algo absoluto e incuestionable, ya que hay valores y sensibilidades que deben ser respetados; hay leyes y reglamentos que deben observarse, asumiendo siempre la responsabilidad de los propios actos. El humor ha de mover a la reflexión y provocar la sonrisa; su objetivo no puede ser, en ningún caso, suscitar – consciente o inconscientemente– el odio, una sensación de malestar o el enfrentamiento. La humanidad ha evolucionado mucho. El progreso es fantástico y la ciencia ha 21

mejorado la calidad de vida de la gente. La técnica ha modernizado la industria y las máquinas han llegado a sustituir a las personas. La informática ha revolucionado la sociedad. Los cambios son muchos y muy rápidos; todo parece perder actualidad con una velocidad impresionante. Pero a pesar del enorme desarrollo de la inteligencia, puesta al servicio del bienestar material de la humanidad, tenemos la sensación de que hay un gran vacío en el interior de la gente. Hay frialdad y rigidez en las relaciones humanas. En un mismo edificio, las personas no se saludan ni se conocen. En la calle y en el transporte público los individuos se cruzan, comparten el mismo espacio y se tocan accidentalmente, pero no se miran ni se saludan. La sensibilidad se ha ido perdiendo en esta jungla de asfalto y hormigón. Curiosamente, las personas más formales, más aburridas y serias son las que nos dan más ganas de reír. ¡Y ellas piensan que la alegría, el humor, el optimismo, el entusiasmo y la risa son manifestación de superficialidad y de falta de seriedad! Por desgracia, las personas que ocupan cargos elevados suelen tener un semblante serio, aunque no siempre son íntegras, honestas y responsables. Cuando se analizan los componentes fundamentales del humor, se ve cómo su esencia tiene elementos de verdad, bondad y belleza. Esta combinación convierte el humor en un producto sano y saludable, donde la falsedad se convierte en autenticidad, los ambientes tensos y conflictivos se oxigenan y, cuando todo se pone feo, el humor crea y estimula el brillo de la sonrisa. Martin Grotjahn dice que «el humor y la sonrisa se perfeccionan e integran en los estadios finales del desarrollo humano», es decir, cuando se ha acumulado humanidad e indulgencia en relación con todo lo que somos y lo que nos rodea. El humor quiere el bien de la gente y evita al máximo los posibles efectos colaterales negativos. El escozor del humor es como el del alcohol en una herida: desinfecta y cura. José Luis Martín Descalzo nos dice que cuando la persona consigue estar en paz consigo misma, también consigue el sentido del humor. El humor se perfecciona en las fases finales del desarrollo humano. «Humor» no es sinónimo de «gracioso» o «cómico». El humor no provoca carcajadas, pero sí sonrisas. El humor sabe burlarse un poco de quien ama; reírse de las propias limitaciones, pero sin amargura; reírse un poco de las limitaciones del prójimo, pero con indulgencia. El humor no hace daño. No pretende agredir, sino que ayuda a reflexionar. Tenemos que apasionarnos por la vida, tenemos que vivirla con entusiasmo y alegría. Debemos superar la amargura y el aburrimiento y seducir y contagiar a los que se cruzan con nosotros, pues no basta con ser agradable, también hace falta ser simpático. Recuerdo ese cartel que anda por ahí, en el que un niño está de rodillas rezando junto a la cama y le pide a Dios que los malos sean buenos y los buenos sean simpáticos. Hay personas que se lamentan de las dificultades, de los obstáculos, de la adversidad y se resignan fácilmente. El humor puede considerarse una vitamina esencial para afrontar con confianza, espontaneidad y alegría el trabajo y las vicisitudes de la vida cotidiana. Da un sentido más positivo y auténtico a la vida, nos brinda una perspectiva diferente de los problemas. El humor podría ser una especie de referente metodológico 22

para vivir la vida en serio. Es innegable que se aprende mucho más y mucho mejor en un ambiente familiar, jovial y alegre. Una broma o un chiste pueden captar la atención, crear un contexto más relajado, romper el hielo, despertar interés. Incluso lo que no atrae especialmente, adquiere un nuevo valor con el sentido del humor. El mundo y la vida sin la risa son más tristes e inhumanos. La falta de humor es un grave crimen que contribuye a la deshumanización de la sociedad. El homo sapiens y el homo faber son importantes, pero no podemos olvidar el homo ludens y el homo ridens a la hora de vivir la vida con la seriedad necesaria y apropiada. Tal vez sería conveniente –y muy útil– que hubiera una asignatura de «humor» en el colegio, o que políticos y profesores tuvieran que hacer un máster titulado «La importancia del humor», o que se creara un «Sindicato del Humor». El humor es revolucionario porque desarma a los adversarios y enemigos. Si el revolucionario tuviera buen gusto e inteligencia, en lugar de denigrar a sus oponentes con encendidos discursos llenos de veneno destructivo, obtendría mucho más proponiendo sus ideales con amabilidad, con una sonrisa en el rostro y con una pizquita de humor.

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La broma es una buena medicina L as bromas, los juegos, son esenciales para el aprendizaje y para establecer relaciones sociales. Tenemos que reír y jugar para interactuar como individuos con el grupo social. Las bromas y juegos son parte decisiva en la formación del carácter. El científico Jaak Panksepp llegó a la conclusión de que los juegos son una necesidad básica compartida entre las distintas especies y constituye una manera de ejercitarse en los roles de dominación y sumisión, de manera no violenta, entre los miembros de un mismo grupo social. De modo que los chistes, las bromas y la risa representan una especie de competición entre individuos de la misma especie y del mismo grupo social. Según el mismo científico de la facultad de Ohio, la risa, las bromas y el juego son elementos vitales en el repertorio conductual del ser humano, y afirma que «la risa y la alegría no solo estimulan el cerebro sino que también activan el espíritu humano. Se trata de sistemas que nos permiten ser bromistas, construir estructuras sociales estables y mantener unidas a criaturas que hacen lo que tienen que hacer en el mundo. Si otras personas interactúan como nosotros de manera positiva y respetamos sus sentimientos, entonces tendremos un mundo mejor». Las investigaciones del psiquiatra William Fry llevan a la conclusión de que los pacientes necesitan menos medicamentos para el dolor después de que se han convertido en personas divertidas y con buen humor. Los estudios demuestran que la risa libera óxido nítrico, conocido por dilatar los vasos sanguíneos, lo que lo convierte en un excelente aliado del corazón. Pensar en positivo y bromear puede ayudar a sentirse mejor. Hay estudios que muestran que el dolor de cabeza, las molestias de espalda, los problemas de corazón o problemas alérgicos pueden ser influidos por nuestras emociones y por los niveles de estrés. En 1988 Peterson, Seligman y Vaillant concluyeron, tras unas investigaciones realizadas con 268 hombres, que los más optimistas y divertidos estaban más sanos y que las personas optimistas viven más tiempo. La psicóloga Leslie Kamen-Siegel también concluyó que existe una relación entre el optimismo y el funcionamiento del sistema inmunológico. Everson y algunos de sus colegas también encontraron que el optimismo es una herramienta que puede prevenir o curar la depresión. En la actualidad, hay experiencias muy positivas con los llamados «médicos payasos» y «payasos de hospital» que, a través del humor, estimulan un estado de ánimo alegre entre los pacientes, ayudan de manera decisiva en la humanización del ambiente hospitalario y son una valiosa ayuda en la recuperación más rápida de los enfermos. La alegría y el espíritu lúdico alivian la tensión porque la risa puede reducir el estrés y la ansiedad, y puede aliviar el dolor, creando sensaciones de bienestar. También disminuye la presión arterial mediante el aumento de la frecuencia cardíaca y la vasodilatación de las arterias, lo que provoca una bajada de tensión muy beneficiosa para los hipertensos. Al reír, también aumenta la cantidad de oxígeno que llega a los 24

pulmones. De ahí que la risa sea la mejor medicina.

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Tomarse la risa en serio E n la especie humana, reír es un fenómeno universal: es algo que hacemos con normalidad. Reímos con cierta regularidad, en circunstancias muy diferentes, pero no controlamos conscientemente la risa. La risa tiene la virtud de desarmar a la gente, de construir puentes y facilitar una relación agradable. Es un elemento importante en la biología del comportamiento humano e incluso reviste aspectos interesantes para la supervivencia. Necesitamos la risa y las bromas como forma de interacción en el grupo social en el que estamos. Aunque la risa humana tiene características muy específicas, es un reflejo primitivo que compartimos con algunos animales. La risa tiene una función comunicativa. Funciona como un mensaje que enviamos a otros, diciéndoles que estamos dispuestos para una relación amistosa, mostrándoles que somos pacíficos y queremos ser felices y hacer felices a los demás. Es como si el acto de reír produjera un efecto positivo en los contactos sociales. En primer lugar, es importante saber reírse de uno mismo. El arte de reírse de sí mismo no se enseña ni se aprende de manera sistemática y reglada en ninguna escuela. Pero es esencial para evitar dos grandes tentaciones existenciales: el culto narcisista de nosotros mismos y el odio pesimista a nosotros mismos. Tal vez la inmensa mayoría de las personas cae en estas tentaciones. Los famosos, los poderosos y los personajes públicos tienden a idolatrarse a sí mismos. Pero también están los seres humanos amargados, serios y de mal humor, que creen que todo está en su contra, que nada les sale bien; son gente decepcionada con los demás y con la vida. Aceptarse y amarse a sí mismo es un reto tan difícil y, al mismo tiempo, tan emocionante como aceptar y amar a los demás. Los que odian a los demás tal vez también se odien a sí mismos y no se gusten. El arte de reírse de uno mismo es un arma inteligente que puede hacer maravillas por nosotros, por los demás y por la humanidad. Es importante saber que nada es definitivo, que siempre estamos haciendo camino y que todo puede ir a mejor. Tal vez deberíamos pedir a Dios que nos dé la mente y el corazón de un soñador, un idealista, un optimista y un cómico. Aunque al final de cada día descubramos, una vez más, que hemos logrado poco y que seguimos siendo unos niños con la cabeza llena de utopías. Y reírnos de nosotros mismos. Robert Provine, en sus estudios, concluye que el 80% de nuestras risas no tienen nada que ver con el humor. Reímos especialmente en situaciones sociales, en momentos de felicidad, placer y en el juego, pero también en otras situaciones para mitigar la hostilidad y la agresividad y para aliviar tensiones. Dicen que el poeta Samuel Rogers, si quería que la gente riera cuando contaba sus historias en una tertulia, se servía de una estratagema de la que estaba muy orgulloso. Decía que, cada vez que contaba estas historias, se daba cuenta de que las personas inteligentes captaban su belleza y sutileza, mientras que las personas más obtusas y 26

necias no les encontraban la gracia. Por supuesto, ante esta ocurrencia, todos los presentes se reían mucho, aunque pensaran que la cosa no tenía ninguna gracia. Sonreír no es lo mismo que reír. Erasmo de Rotterdam pensaba que «reírse de todo es cosa de necios, pero no reírse de nada es propio de estúpidos». Reír por todo y por nada puede ser síntoma de un desequilibrio psíquico. Ya el saber popular afirma que «mucha risa, poco seso». A pesar de ello, en el siglo XVIII Chamfort afirma: «el día peor empleado es aquel en el que no se ha reído». Lina Wertmüller decía: «Desconfío que los que no se ríen, primero de sí mismos y luego de los demás. Desconfío de los que se toman muy en serio a sí mismos». El actor Robin Williams en la película Patch Adams interpreta a un estudiante de medicina que descubre la importancia del humor para el éxito de las relaciones humanas y la curación de los enfermos. Para él, el humor es la mejor medicina y está dispuesto a llevar alegría a los pacientes del hospital de las formas más extravagantes, a pesar que esto le pueda traer serias dificultades. Dice un proverbio latino Ridendo castigat mores, es decir, «enmienda las costumbres riendo». Incluso con bromas, se pueden dar lecciones de moral, transmitir mensajes o indirectas. El sentido del humor es una de las características de la personalidad adulta. La risa es beneficiosa tanto física como psíquicamente. Reduce la agresividad y proporciona paz al espíritu. Y como la «tristeza no paga deudas», sonreír ante la vida y ante sus dificultades puede convertirse en camino de felicidad. La risa es tan importante para el estado de ánimo de la persona que alguien escribió aquello de «un santo triste es un triste santo». Una carcajada sana y sincera proporciona una buena ración de alimento para el alma. Un proverbio japonés dice que «el tiempo que se pasa riendo es tiempo que se pasa con los dioses». El estudio de la risa puede ayudarnos a conocer lo más íntimo y profundo del ser humano. La gente escoge las actitudes y comportamientos que quiere tener delante de los demás en la sociedad. El ser humano tiene una tendencia innata a preocuparse por la imagen que quiere proyectar. La risa ante una broma o una situación cómica caracteriza muy bien la espontaneidad profunda de la persona, revelando cómo es interiormente. Ya sabemos, por supuesto, que una cosa es la sonrisa y otra la risa. Pero reír no implica necesariamente hacerlo a carcajadas. Los locos se ríen mucho y sonríen poco. Pero hay gente a la que no gusta –ni quiere– esbozar una simple sonrisa y dosifica estrictamente su simpatía. Esto no parece saludable ni parece síntoma de serenidad, confianza y paz de espíritu. Cuando la persona está bien por dentro, también se manifiesta hacia fuera. Es algo inevitable. Por otro lado, por temor a que nos suceda algo inesperado y porque somos un tanto pesimistas, en ocasiones olvidamos –o no queremos– reírnos de la vida. Parece que, si reímos demasiado, nos puede suceder alguna desgracia: «Me estoy riendo tanto, que seguro que va a pasar algo malo». ¡A veces somos ridículamente patéticos!

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La filosofía de la risa L lama la atención la diversidad de causas, circunstancias y objetos de la risa. Principalmente porque no encontramos una explicación evidente de su función. Aunque esto no ha desanimado a pensadores e investigadores. Hobbes admitía que la pasión de la risa es «un súbito sentimiento de triunfo que nace de la concepción repentina de alguna superioridad en nosotros en comparación con la inferioridad» [4]. Hutcheson critica el egoísmo de esta explicación, que identifica el humor con la percepción de una incongruencia, aunque no aclara si se trata de una condición necesaria ni suficiente de la comicidad[5]. Schopenhauer también identifica la incongruencia como algo que subyace en la risa. Bain sostiene que «lo lúdico ocurre cuando se degrada a alguien o algún interés personal que posee dignidad en circunstancias que no producen otra emoción fuerte» [6]. Kant pone el acento en el factor inesperado, diciendo que la risa es «un afecto que se eleva de la transformación repentina de una expectativa reducida a la nada» [7]. H. Bergson dice: «Fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico. [...] Muchos han definido al hombre como “un animal que ríe”. Habrían podido definirle también como “un animal que hace reír”, porque si algún otro animal o cualquier cosa inanimada produce la risa, es siempre por su semejanza con el hombre, por la marca impresa por el hombre o por el uso hecho por el hombre». Habla de la comedia como una defensa contra las cualidades automáticas y desarticuladas que ofenden a la espontaneidad esencial de la vida[8]. Desde el punto de vista de Hobbes, Bain y Bergson, el insulto a la razón, e incluso a la gente, puede ser divertido. Véase el humor de cómicos como Jacques Tati o Charlie Chaplin. Verena Alberti afirma que «el estudio de la risa en el pensamiento del siglo XX permite constatar algunas recurrencias interesantes. La principal es una especie de leitmotiv presente en textos de proveniencia distinta y con diferentes objetivos, que se puede resumir de la siguiente manera: la risa comparte, con realidades como el juego, el arte, el inconsciente, etc., el espacio de lo indecible, lo imprevisible, algo necesario para que el pensamiento serio se desprenda de dicho espacio; la risa se convierte en el buque insignia de un movimiento de rescate del pensamiento, como si la filosofía no pudiera establecerse fuera de ella» [9]. La capacidad de hacer un chiste en un momento dado puede tener una función social, pues detecta y disipa potenciales conflictos. En lugar de resolver un problema o conflicto en un momento de tensión, es mejor tener la habilidad de anticiparse a los acontecimientos con una frase divertida, oportuna y llena de buen humor. Por supuesto, el mal humor puede llevar también a marginar a alguien mediante la burla y la ridiculización o por la negativa a tomarles en serio.

Pistas para una actitud positiva 28

– La alegría es lo más serio del mundo (Almada Negreiros). – Me dormí y soñé que la vida era solo alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio es alegría (R. Tagore). – Vivimos en una sociedad sin alegría y sin amor. Creo que sin alegría y sin amor el hombre no puede vivir (E. Fromm). – El hombre es el único animal que ríe (Aristóteles). – El buen humor proporciona más felicidad que todas las riquezas del mundo (Montapert). – Si queréis que la vida os sonría, dadle primero vuestro buen humor (Espinoza). – Aquellos que logran que sus compañeros rían, merecen el paraíso (Corán). – Ningún hombre puede vivir sin alegría (Quincey). – Si no encuentras la alegría aquí en la tierra, búscala más allá de las estrellas (Schiller). – Dónde hay más alegría hay más verdad (Paul Claudel). – Creería en su Salvador, si viera a los cristianos con caras más alegres (Nietzsche). – La alegría es un culto debido a Dios (P. Bernardot). – La señal distintiva de aquellos que llegan al perfecto amor de Dios es una alegría habitual, ingenua, tan particular, tan constante y tan llena de sencillez y abandono que los mundanos no la entienden (santo Tomás de Aquino). – No me gustan los que nunca se ríen, no son gente seria (Chopin). – La prueba más evidente de sentido común es el optimismo permanente (F. Schiller). – En el hombre auténtico se esconde un niño que quiere jugar (Nietzsche). – Si alguien está demasiado cansado para darte una sonrisa, dale tú la tuya (Proverbio chino). – La risa y el humor alivian. Reducen las tensiones y las lágrimas. Liberan de la seriedad abrumadora y plomiza de los problemas, de la atmósfera sofocante de la vida diaria. La risa y el humor dan paso a una vida de alegrías imprevisibles (Philip Bosmans). – Los niños, los pobres, todos los que sufren y están solos, regalan siempre una sonrisa feliz. No les proporcionéis solo vuestros cuidados, sino también vuestro corazón (Madre Teresa). – En todo el mundo los hombres se sentirán despertados a una viva esperanza, que es don del Espíritu Santo, para que, por fin, llegada la hora, sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza en la patria que brillará con la gloria del Seño (Gaudium et spes, 93). – El mundo es de los optimistas. Los pesimistas son meros espectadores (F. Guizot). – Hace falta el optimismo de una bellota para vivir con la esperanza de llegar a producir un roble (Baden-Powell). – La alegría es el secreto gigantesco del cristiano (Chesterton). – La alegría es el verdadero secreto del cristiano (Pascal). – El optimismo es una apuesta necesaria. De lo contrario, no hay vida posible. El pesimismo sistemático rompe el impulso vital y en ocasiones conduce al suicidio. Lo razonable y positivo es apostar por lo que exalta y promueve la vida, no por lo que la 29

destruye (Jean Guitton). – Que las comunidades cristianas se vuelvan lugares de optimismo, donde todos se empeñen con decisión en discernir los aspectos positivos de las personas y los acontecimientos (Pablo VI). – El humor pertenece a los estadios superiores del proceso de humanización (Martin Grostjahn). – Amigos míos, no le pidáis a Dios dinero, éxito o poder. Pedidle lo único importante: la alegría (Dostoievski). – Por lo general, los hombres risueños son limpios de corazón (Rubén Darío). – El día peor empleado es aquel en el que no se ha reído (Chamfort). – Un santo triste es un triste santo (santa Teresa). – ¿Qué es un día perdido? Un día en el que no te rías. Reírse libera. El humor relaja. Reírse de uno mismo es el mejor cosmético para el exterior y el mejor remedio para el interior. El humor da sensibilidad para poder apreciar los hechos según su importancia (Philip Bosmans).

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La risa en los dichos populares Reír – – – – – – – – – – – – – – – – – –

Ríe con el que ríe y llora con los que lloran. Quien ríe el último ríe mejor. De marzo a abril no hay que reír. Lágrimas en los ojos, risas en el corazón. Aprende llorando y reirás ganando. Todo el mundo es serio, hasta que se ríe. Hasta el diablo se ríe. Boca de mucha risa, cabeza de poco seso. Niño que no se ríe en un mes, o es tonto o lo quiere hacer ver. Ande yo caliente y ríase la gente. Hacerlas reír para mejor hacerlas caer. Quién ríe solo, de sus maldades se acuerda. Riendo, riendo, muchas verdades se van diciendo. Muchas risas, poca sabiduría. Nadie ría del mal del vecino, que el suyo ya viene de camino. La risa es la mejor medicina. Se ríe el andrajoso del harapiento y el sucio del mal lavado. Solo se ríe de las cicatrices el que nunca se ha herido.

Sonrisa – – – –

El hombre que no sabe sonreír no debe abrir una tienda. Sonríe a la vida y la vida te sonreirá. En cualquier situación, la ventaja está del lado del que sonríe. Más vale negar sonriendo que conceder gruñendo.

Alegría – – – – – – – – –

El que alegre se levanta, todo el día canta. Bolsa llena, corazón alegre. Un rostro alegre conquista voluntades. Más vale un feo alegre que un guapo tristón. El buen vino alegra el corazón del hombre. Noches alegres, mañanas tristes. El hombre pobre con poco se alegra. Barriga llena, alegría en el rostro. Bebe por alegría, no por tristeza.

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Bromas, juegos, diversión – – – – – – –

Solo trabajar, sin nunca bromear, embrutecido vas a quedar. En broma, se dicen muchas verdades. El amor y el niño empiezan jugando y terminan llorando. Estar jugando con fuego. El que con fuego juega, a quemarse se arriesga. El ganado nuevo siempre quiere jugar. Quien juega con amenazas, poco aprieta sus mordazas.

Llanto y dolor – – – – – – – – – –

Tristezas no pagan las deudas. No sirve llorar después de derramar la leche. Nada seca más rápido que las lágrimas. Tan difícil es que el tonto calle, como que el serio hable. Desconfía de hombre que no habla y de perro que no ladra. Es mejor llorar con los sabios que reír con los necios. La mujer ríe cuando puede y llora cuando quiere. Es como el burro de noria, que tanto ríe como llora. Llorar con un ojo y reír con otro. Más vale alegría con medio pan, que tristeza con faisán.

Cantar – – – – –

Donde lloran, tú no cantes. Canta, canta, que pronto llorarás. El que canta sus males espanta; y el que llora los agranda. El que canta antes de almorzar o es tonto o se quiere casar. Quien canta antes del almuerzo, llora sin ver el sol puesto.

Gracias – – – –

Mejor caer en gracia que ser gracioso. Es mejor perder una broma, que perder un amigo. La gracia de las feas, las guapas la desean. Más vale negar con gracia que dar con grosería.

Actitudes – – – –

Por la apariencia se sabe quién va en el carruaje. Quien solo ve caras no ve corazones. Mañana será otro día... Respuesta blanda, la ira quebranta. 32

– Se cazan más moscas con miel que con hiel. – No se atrapan moscas con vinagre. Fiesta – – – – – –

Quien quiere ir de fiesta, le suda la testa. Hacer fiesta y echar los cohetes [*reírse uno de sus propias gracias y dichos]. En la cara y en los ojos se ve la intención del corazón. En carnaval, nadie se lleva mal. Corazón contento, fiesta permanente. Nadie está contento con su suerte.

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II. El buen humor como actitud del cristiano

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Por «humor» de Dios D ecían que eras distante, terrible y serio señor; siempre de muy mal humor, con un infierno gigante. Ríes de nuestro temor, de nuestra angustia y del miedo con los que siempre te vemos, aunque eres gozo y amor. Nos creaste con bondad y sellando tu alianza nos regalaste amistad. Con buen humor y esperanza, olvidas nuestra maldad y siempre nos das bonanza.

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Lectura antropológica de la risa Y a decía Aristóteles, el filósofo griego, que no hay nada más humano que la risa. La capacidad humana de reír distingue al ser humano del resto de los seres vivos. Pero aunque no haya nada más humano en la persona que la risa, también es cierto que no hay nada más misterioso. La gente puede reír con diferentes estados de espíritu. La risa no conoce límites, nada sabe de tabúes o consideraciones. Nos reímos de lo más despreciable, de lo más trivial e intrascendente, pero también de lo más noble y sagrado. La risa abarca todos los ámbitos de la existencia, engloba todas las actitudes básicas de la vida humana. No se puede limitar o controlar la risa. No hay teoría científica capaz de clasificar o explicar la risa. No hay poder político o religioso capaz de doblegarla. Cualquier intento de someter la risa a control no deja de ser cómico, risible. El filósofo francés Henri Bergson consideraba la risa como algo inaprensible, ya que escapa de todo conocimiento conceptual. La risa también tiene una dimensión liberadora. Sigmund Freud decía a propósito del humor y la risa y de su relación con el inconsciente: «Cuando ríe, la persona descarga, si bien por breve tiempo, las inhibiciones y represiones y, de manera alegre y bromista, tiene acceso a nuevas fuentes de placer. La instancia de censura de la propia intimidad se ve sorprendida y se suspende momentáneamente. El humor puede revelar nuestros deseos más secretos, puede volvernos conscientes de nuestros tabúes, de los cuidados bajo los que vivimos y sufrimos. El humor puede servir para descargar y, sin él, muchas veces no podríamos soportar la presión, desviar la agresividad y, tal vez, tenderíamos a la violencia». En un mundo de contradicciones que nos hacen sufrir y que no podemos cambiar, el humor ayuda a convivir con ellas de manera más saludable. Sin llegar a eliminar el miedo, ayuda a reducirlo y permite decir la verdad sin ofender y sin correr riesgos. El humor es capaz de crear situaciones liberadoras ante el abismo de la seriedad y la preocupación, ayudando a separar lo esencial de la apariencia, la realidad de la ficción. La risa cura y crea esperanza. Nadie sonríe con mayor libertad, felicidad y sinceridad que una madre que acaba de dar a luz y que ve a su hijo por primera vez. Una nueva vida, un nuevo comienzo. El poeta romano Virgilio (70-19 a.C.), en su cuarta égloga, habla del hijo de un Dios cuyo nacimiento anuncia una nueva era. El recién nacido sonríe, pues su origen es Helios, el dios del sol, el dios que sonríe. Este uso lingüístico se mantiene todavía hoy, pues seguimos diciendo que el sol sonríe. Todo apunta a un origen mítico que asocia el sol a la nueva vida, a la nueva creación, a los nuevos tiempos. Algunos escritos del cristianismo primitivo, los Apócrifos –a diferencia de los escritos canónicos del Nuevo Testamento–, presentan a María como una madre que sonríe. A propósito del niño Jesús, dice que no solo lloraba, como los demás niños, sino que también sonreía, y con la más amable de las sonrisas. 36

De Zoroastro, fundador de mazdeísmo, religión persa, se dice que fue la única persona que sonrió el día de su nacimiento, pues en el centro del culto de Zoroastro se encuentra el Sol, que representa el fin de la oscuridad, el nuevo comienzo, la nueva creación. En algunos relatos de fuentes griegas y egipcias, encontramos esta descripción de la creación: «Siete veces sonrió Dios y, a su sonrisa, fueron naciendo los siete dioses del mundo... la séptima vez, sonrió lágrimas de alegría, y nació Psique». En un himno egipcio al río Nilo, también se habla de la risa: «Cuando, tras épocas de hambre y de penuria, la crecida del Nilo vuelve a alcanzar cierta altura, entonces la tierra se llena de júbilo; entonces todo el mundo está alegre. Todas las bocas se abren en risas, se muestran todos los dientes». También hay textos paralelos en leyendas y cantos populares, en los que la risa aparece como expresión de fertilidad, de plenitud de vida, de lucha contra la muerte. Se piensa que hay que hacer sonreír al dios de la lluvia, para que pueda soltar sus aguas. En Oriente, existen salvadores que, con su risa, hacen florecer la tierra. Desde la plenitud de la vida, la risa también puede entenderse como reírse de todo lo que se opone a la vida. Esto es lo que vemos, por ejemplo, en los cantos populares de Serbia, en los que, con su risa, la madre despierta a su hijo muerto; o en los que el padre, por orden divina, mata a su hijo y viene Jesús, ríe con todas sus fuerzas y el niño vuelve a la vida; o también en las costumbres populares: cuando muere un niño, los padres ríen para proteger al resto de los hijos de un destino tan cruel. Tal vez a causa de estas tradiciones, durante siglos existió la costumbre de reír en las celebraciones cristianas de la Pascua. La «risa pascual», Risus paschalis, fue durante mucho tiempo una costumbre que se practicaba en las iglesias. En Alemania, durante la misa de Pascua, los predicadores solían provocar tremendas y sonoras carcajadas en los creyentes. Esta risa era una manifestación de alegría por la fuerza y el poder de Dios, capaz incluso de vencer y destruir su propia muerte. La resurrección de Jesús es vista como expresión de la risa de Dios sobre la muerte y significa que el sufrimiento y la maldad no tienen la última palabra, pues de la resignación puede surgir vida nueva; de la depresión puede brotar la esperanza:

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El humor y la religión P ensar en un Dios que ríe puede sonar a blasfemia. Dice la sabiduría popular que «Gracias a Dios, muchas; gracias con Dios, pocas». La humanidad ha crecido con la profunda convicción de que Dios no se ríe y que es pecado bromear con las cosas sagradas. Siempre se le ha pintado o esculpido a Dios como alguien serio; siempre se ha hablado de él como de un Dios circunspecto, reservado y melancólico. Siempre se ha tenido esta sensación, acompañada de un respeto y temor sagrados. La gente estaba acostumbrada a mirar la religión con un sentimiento en el que se mezclaban la tristeza, la seriedad, la angustia, el pecado, la culpa, el castigo, el sacrificio, la muerte, el juicio, el infierno, etc. Dios, que debería inspirarnos optimismo e infundirnos una verdadera alegría, parece que provoca más bien miedo y pesimismo. Contémplense las imágenes de los santos en los templos o en los museos, en las estampas o las ilustraciones de los libros... todos ellos místicamente seráficos, destilando un amor triste hacia Dios y hacia los hombres. Pero puede que Dios sonría y se ría a causa de las locuras humanas. Hay veces en las que las situaciones cotidianas que nosotros mismos protagonizamos nos hacen reír; y también hacen reír a los demás; y –¡quién sabe!– a lo mejor también le provocan a Dios unas sinceras carcajadas. Claude Sales, en su libro Les rires de Dieu[10], trata de escuchar las carcajadas de Dios ante la maldad y la estupidez de los hombres cuando invocan Su Nombre. Creo que sonreirá bastante al oír lo que decimos de Él. Estoy convencido de que Dios tiene un excelente sentido del humor y se ríe de muchas de nuestras ocurrencias y de nuestras acciones, pero nunca para humillarnos o ridiculizarnos. No, Dios no sería capaz de algo así, pues ama como nadie sabe amar. En mi opinión, si los que tienen la misión vocacional de hablar de Dios lo presentaran con amor –y también con sentido del humor–, en lugar de insistir en las prohibiciones y en los castigos divinos, desvelarían el verdadero rostro de Dios y, además, cautivarían más corazones. Si, en las religiones, se insistiera más en la humanidad y en la dignidad de la persona – en la que habita Dios–, y menos en el temor del Absoluto omnipotente, omnisciente y omnipresente, sería muchísimo mejor. Tal vez harían falta menos apologistas, predicadores y fundamentalistas, y más cómicos y gente que hable menos y sonría más. Acostumbrado a la seriedad de la liturgia anglicana, Bruce Marshall, el escritor escocés, cuenta cómo empezó a caerle mejor y a gustarle más el catolicismo desde que, en una ocasión, se le cayó una moneda por entre las estrechas rendijas de un radiador de la iglesia y esto provocó la risa de los monaguillos y las carcajadas del sacerdote, que se sumó a ellos en lugar de regañarles. Bruce Marshall consideró que un Dios que deja reír a la gente en la iglesia tenía que ser bastante inteligente. Considero que es obligación de cuantos sienten la alegría de creer en Dios esforzarse todo lo posible por devolverle a Dios el rostro alegre y risueño que se le ha robado y 38

mostrar que el Evangelio no está envuelto en tinieblas y aburrimiento. Es Buena Noticia. En la novela El nombre de la rosa, de Umberto Eco, el protagonista dice que «el diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa»; y también que «el diablo es sombrío porque sabe adónde va, y siempre va hacia el sitio del que procede», es decir, «las tinieblas». El siniestro anciano de las pupilas blancas había matado a causa de la risa. Reír era pecado. El creyente no puede vivir en la oscuridad de las tinieblas y, por eso, tiene fe con una sonrisa y sabe provocar sonrisas con su fe. San Francisco de Asís llamaba a la tristeza «enfermedad babilónica» y creía que la alegría era el remedio más eficaz contra las innumerables asechanzas del demonio. San Francisco de Sales consideraba que la tristeza era contraria al servicio del amor divino. Santa Teresa de Ávila invitaba a la alegría, pues el encogimiento del alma era algo muy malo para el bien. Santo Tomás Moro solía pedirle a Dios un alma que no conociera el aburrimiento, los refunfuños, los suspiros y los lamentos y que fuera capaz de reír con un buen chiste para obtener un poco de alegría de la vida y compartirla con los demás. El libro de los Proverbios dice que «la alegría de corazón es un festín perpetuo» (Prov 15,15). Dios invita a celebrar, pues vive una fiesta continua por el amor que siente hacia cada uno de sus hijos. «Fiesta» no significa «diversión». «Divertirse» significa, etimológicamente, separarse, huir de la realidad, hacer extravagancias para olvidar el dolor. Pero la fiesta es diferente. Hay diversiones tristes en las que la risa se confunde con la carcajada; la sonrisa, con la bufonada y la ridiculez; la sana alegría, con la falsa alegría y el libertinaje. En definitiva, reírse, no porque a uno le guste la vida, a pesar de todo, sino para olvidar la amargura de la vida, no es bueno. Hay muchas razones para la alegría y la felicidad. Basta con querer encontrarlas. Santo Tomás de Aquino emplea el término ludus en lugar de «humor», y con él designa la virtud de la convivencia y de la relación humana, la gracia, la jovialidad, la ingenuidad al hablar y al actuar, volviendo la convivencia agradable, relajada, acogedora y divertida. Santo Tomás considera el humor como un bien útil y necesario para la vida humana. También cree que el humor puede convertirse en un vicio por exceso cuando falta control en su contenido, que debe ser moralmente correcto, y también respecto del momento, el lugar y las personas implicadas. Los que exageran en sus bromas se vuelven inoportunos y corren serio peligro de ser inmorales y agresivos.

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La risa, entre lo sagrado y lo profano E n el pensamiento platónico, la risa aleja al hombre de la verdadera sabiduría y de la razón, pues es como un falso placer de personas mediocres, simples, privadas de inteligencia. Sin embargo, se dice que el ser humano es el único animal capaz de reír, que esto es algo propio del hombre y así se manifiesta su naturaleza. ¿De dónde sale, entonces, la idea de que no hay que reír? En la teología medieval se censura la risa con el argumento de que nunca se ha dicho o se ha escrito que Jesucristo hubiera reído alguna vez. La risa podría apartar a la gente de Dios. Da la impresión de que el humor tiende a volver profano lo sagrado y que la risa puede contaminar a las personas serias y doctas. El libro del Qohélet dice: « Dije en mi corazón: “¡Ea, quiero hacerte probar la alegría; goza del placer!”; y he aquí que también eso es vanidad. De la risa dije: “Locura”; y de la alegría: “¿Para qué sirve?”» (Qo 2,1-2); y también: «Mejor es la tristeza que la risa, porque un rostro triste hace bien al corazón. El corazón del sabio está en la casa del duelo; el corazón del necio, en la casa de la alegría» (Qo 7,3-4). El pecado del Hombre ante la auténtica felicidad que Dios le brinda crea este estado de espíritu. Dios es alegría y ha invitado al ser humano a la alegría. Pero como en el Génesis prefiere tomar otro camino, vive la amargura de la tristeza. El autor de este libro habla de la vanidad de las cosas humanas, una vanidad a la que el hombre no debe entregar su corazón; habla de la moderación de los deseos y las ambiciones. Avisa del riesgo de caer en pesimismos enfermizos y en escepticismos poco saludables y da pistas para una vida feliz, pues Dios no renuncia a nosotros y es optimista por naturaleza. La tradición teológica medieval intentó poner remedio a la situación inevitable de la risa, admitiéndola con ciertas condiciones. Y así distingue dos tipos de risa: la laetitia y el gaudium spirituale. La laetitia se refería a la felicidad que experimentamos con las cosas terrenas y pasajeras, una felicidad que llevaba a la persona a olvidar su misión. El gaudium spirituale constituía la auténtica felicidad que, aunque pudiera experimentarse ya en la vida terrena, solo alcanzaba su plenitud después de la muerte. A este tipo de alegría corresponde la risa discreta y muda, que refleja la felicidad del corazón. En el episodio en el que se anuncia a Abrahán que va a tener descendencia, encontramos una risa de desconfianza en el patriarca y en Sara, su mujer, como reacción a esta noticia feliz: «Dijo Dios a Abrahán: “Saray, tu mujer, no se llamará más Saray; su nombre será Sara. Yo la bendeciré y te haré tener de ella un hijo. Yo la bendeciré, y de ella nacerán pueblos y saldrán reyes”. Abrahán cayó rostro en tierra y se puso a reír diciéndose a sí mismo: “¿A un hombre de cien años le podrá nacer un hijo, y Sara a los noventa años podrá ser madre?”. [...] Abrahán y Sara eran viejos, muy entrados en años, y Sara ya no tenía el período de las mujeres. Sara se echó a reír, pensando para sí: “¿Después de haber envejecido he de conocer el placer, siendo también mi marido viejo?”. Pero el Señor dijo a Abrahán: “¿Por qué se ha reído Sara diciéndose: ‘Podrá ser verdad que voy a ser madre siendo tan vieja’? ¿Hay algo difícil para el Señor? De aquí a un año volveré, y Sara tendrá un hijo”. Sara lo negó diciendo: “Yo no me he reído”, pues tuvo miedo; pero él dijo:

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“Sí, tú te has reído”» (Gén 17,15-17; 18,11-15).

Abrahán y Sara se ríen porque desconfían del poder de Dios. Aunque tal vez sea Dios el que más se ha reído, pues para Él no hay nada imposible y hace posible incluso lo que a los ojos de los hombres y de la ciencia parece poco probable y lógico. La risa de Abrahán no expresaría principalmente incredulidad; se trataría más bien de su espanto ante la grandeza de la promesa divina. «Isaac», forma abreviada de Ytshq-El, significa «aquel que ríe», «sonrió y se mostró favorable», o bien «aquel que trae alegría». Dios es así y nos sorprende para nuestra alegría y felicidad plenas, a pesar de la maldad y el pesimismo de los humanos. Buena parte de la religiosidad pasada se ha basado en el temor. El creyente ama y teme a la divinidad y se somete voluntariamente a ella por miedo al castigo, ante la imagen de un Dios colérico y amenazador. Se creía que reír era pecado, pues se tenía la impresión que la risa dejaba entrever una falta de temor; parecía que reír era algo que nos aleja del miedo y que nos hace sentir que las cosas son menos serias y terroríficas de lo que se dice. No se puede eliminar la risa. Es algo inherente al ser humano. No se puede atemorizar a los que ríen, y menos aún si no comulgan con determinados dogmas religiosos. Los chistes acerca de lo sobrenatural son frecuentes entre cristianos y judíos, sin que por ello se tenga la impresión de estar pecando. El humor judío ridiculiza a personalidades e instituciones religiosas, y también rituales y dogmas. Los musulmanes son menos tolerantes con estas cosas y se muestran más inflexibles con cualquiera que piense, insinúe, dibuje o escriba algo que se salga de la ortodoxia; todo esto se considera blasfemia o sacrilegio.

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Dios también es «humor» «D ios es amor», lo dice la Biblia. Pero, ¿también podríamos decir que Dios es «humor»? ¿Y cómo es su sentido del humor? El humor es propio de personas inteligentes. Si Dios es sumamente sabio, entonces habrá de tener un enorme sentido del humor. Su humor está empapado de afecto y de ternura. Dios se ríe de lo que, a los ojos del mundo y de los hombres, es lógica y sabiduría. En la Biblia encontramos detalles reveladores de cómo Dios se manifiesta grande cuando se humilla y se abaja a nuestra condición. En los Evangelios vemos alguna ironía en relación con las tradiciones, creencias, hábitos, apariencias y vanidades, y descubrimos una inmensa ternura por las cosas pequeñas. Dios mira las cosas a través del prisma de la eternidad y del amor y esto le permite verlo todo de una manera totalmente diferente. Considero que Dios tiene la virtud de ayudarnos a desdramatizar la vida. No carga con nuestra cruz, pero nos ayuda a llevarla con mayor optimismo, determinación y esperanza. Por muchas cosas que nos falten, siempre tendremos a Dios, y esto basta para la auténtica felicidad y realización. El cristianismo enseña a mirar la vida desde la perspectiva correcta. La perspectiva cristiana consiste en mirarlo todo desde un punto concreto: Jesucristo. Él nos inspira y nos enseña a ver la realidad con una filosofía nueva y renovadora. Y, para ello, es preciso contar con una adecuada dosis de humor. La Historia de la Salvación refleja a la perfección la idea de que si Dios no tuviera sentido del humor –un sentido del humor impregnado de amor–, no habría aguantado las travesuras, los disparates y las maldades de la humanidad. Siempre ha sabido soportar las convulsiones de la humanidad con un equilibrio emocional pedagógico, afrontando los acontecimientos con una saludable sabiduría y con serenidad, y además –claro está– con una sonrisa llena de esperanza. António Alçada Baptista, en su libro O Riso de Deus, presenta la imagen de un Dios que ríe, que juega, en el sentido más lúdico del término, un Dios apasionado por la pura alegría de existir con nosotros. Habla de un Dios que sonríe cuando la vida nos sonríe y que sufre y llora cuando sufrimos y lloramos. A veces, tomamos los libros sagrados con tremendas cautelas, como si fueran antiguas obras de arte religioso, que no somos dignos de tocar o, ni siquiera, de mirar. De modo que el humor parece sonar a falta de respeto, a irreverencia. Mientras sigamos «poniendo» a Dios allá lejos, detrás de las nubes y encerrado dentro de los templos, no podremos relacionarnos con Él con amistad y ternura, como verdaderos amigos y, entonces, no nos sentimos cómodos para charlar y reírnos un poco. El humor divino consiste muchas veces en sorprendernos en el modo en que lo consideramos. Entendemos lo religioso como algo excesivamente trascendente, remoto, mientras que Dios se revela en la proximidad y en la humanidad. Es este un tipo particular de humor. Esperamos comprender, racionalizar y conceptualizar los caminos y 42

las «lógicas» de Dios y Él elige, por nuestro bien, caminos insospechados y sonríe cuando esperamos un desenlace diferente. Dios tiene sentido del humor porque es inteligente. Vive con humor y es humor. Si Dios es amor y es bueno, entonces es simpático y se alegra con un chiste, ríe con una historieta. No es lo que muchos habían dicho a lo largo de los tiempos: que Dios es serio, que es viejo, que es aburrido. ¿Acaso somos imagen del rostro risueño de Dios? Tomás Moro compuso esta simpática oración que transcribo a continuación: «Concédeme, Señor, una buena digestión, y, naturalmente, algo que digerir. Concédeme la salud del cuerpo, y el buen humor necesario para conservarla. Dame una mente sana, Señor; que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro de modo que no me escandalice con el pecado, sino que encuentre el modo de remediarlo. Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos. Y no permitas que me tome demasiado en serio esa cosa entrometida que se llama “yo”. Dame, Señor, sentido del humor, y permíteme ser capaz de reír de una historieta, para sacar de la vida un poco de alegría y pueda compartirla con los demás».

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Un Dios «abba» simpático D ios tiene que ser alguien muy feliz y alegre, pues es así como se revela, desencadenando una alegría interior difícil de definir. Los salmos muestran cómo el encuentro con el Señor es causa de gozo. Él es un Dios festivo (Salmos 13, 43, 47, 100, 122, 149). Dios no es una especie de aguafiestas de la existencia humana, ni hay verdadera religiosidad sin alegría. Hablar de Dios es más complicado que hablar con Dios. Estamos mucho más dispuestos a hablar de Dios y de sus cosas, que a dialogar con Él en una relación de amor y de amistad. Como no lo vemos ni lo oímos a través de los sentidos, nuestra tentación consiste en decir unas cuantas frases hechas que nos enseñaron hace muchos años. Sin embargo, Jesucristo lo llamaba «Abba», una forma derivada del arameo «ab», que significa «papá». Esta expresión que emplea su propio Hijo vuelve la figura omnipotente y misteriosa de Dios mucho más próxima. Jesús quiso decirnos que somos una familia y que Dios es el padre, y también la madre, y que vive con nosotros la aventura de la vida y nos invita, como hijos, a su casa, que es también la nuestra. La imagen que aún tenemos de Dios está llena de polvo, de telarañas y de moho. El mundo ha evolucionado mucho y los cambios han sido tan grandes y tan acelerados, que es una pena que sigamos amarrados a frases hechas e ideas preconcebidas sobre Dios y, peor aún, que sigamos pensando que su sitio está en la iglesia, que tiene poco que ver con los problemas de la actualidad y que solo pertenece al ámbito de lo privado y de la conciencia. Creo que es urgente que consideremos la fe, que ha de estar encarnada en las circunstancias actuales, con mayor sentido del humor, porque Dios tiene un finísimo sentido del humor. ¿Qué diría Dios hoy, aquí y ahora, ante tantas realidades que son necesariamente distintas y diferentes de las de hace unos siglos? Creo que en la Biblia se encuentra todo lo que Dios quiere seguir diciéndonos hoy, pues la Palabra de Dios es siempre nueva y actual; hay que pensar la vida más y mejor en clave divina, con más realismo y menos abstracciones. Todo lo que hemos dicho de Dios estará siempre mucho «más acá» de lo que Dios mismo es. Lo que podemos decir estará siempre en un lenguaje humano, impregnado de nociones, conceptos y maneras de pensar humanas; pero Dios, por su propia naturaleza, trasciende nuestra humanidad. Si comprendiéramos a Dios, entonces dejaría de ser Dios, pues su sabiduría y su lógica no son como nuestra sabiduría y nuestra lógica. A lo largo del tiempo hemos deformado mucho la imagen de Dios. Se ha escrito, predicado, enseñado, pintado mucho sobre Él. En su nombre se han cometido muchos crímenes. A causa de interpretaciones más o menos fanáticas, se ha prohibido y se ha castigado, porque Él es –se pensaba– «el absolutamente trascendente». Y sin embargo, Jesús, que vivía en una sociedad en la que no se podía nombrar a Dios, nos enseñó a llamarle «papá» y a amarnos sin límite... La Historia de la Salvación nos revela a un Dios que no deja de apostar por la 44

humanidad con un optimismo indescriptible. Tal vez Dios tendría que sentirse decepcionado, pesimista; tal vez tendría que estar deprimido, pues el hombre, creado a su imagen y semejanza, se aparta una y otra vez de su amor. Dios no envió a su Hijo para condenar el mundo, sino para salvarlo (Jn 3,17). Y quiere que todos los hombres se salven (1Tim 2,4). Nos brinda su gracia para que afrontemos las dificultades con optimismo (Rom 4,18). Dios tiene que reírse un montón de las barbaridades que hacemos y decimos, porque creemos que eso es lo que quiere que hagamos y digamos. Tiene que lamentar profundamente que hayamos complicado las cosas de la religión, cuando Él mismo es la sencillez más perfecta. Tiene que esbozar una sonrisa cuando nos equivocamos en las formas de agradarle y de ser buenecitos. Tal vez tenga razón José Luis Cortés, el dibujante, al hablar de un Dios «hogareño» y representarlo en ropa de andar por casa y en zapatillas, pues el Cielo es su casa, la casa del «papá» de Jesús, que también es, para nosotros, un verdadero hogar. Pablo VI, en su carta Gaudete in Domino, sobre «la alegría cristiana» [11], afirma: «Sería también necesario un esfuerzo paciente para aprender a gustar simplemente las múltiples alegrías humanas que el Creador pone en nuestro camino: la alegría exultante de la existencia y de la vida; la alegría del amor honesto y santificado; la alegría tranquilizadora de la naturaleza y del silencio; la alegría a veces austera del trabajo esmerado; la alegría y satisfacción del deber cumplido; la alegría transparente de la pureza, del servicio, del saber compartir; la alegría exigente del sacrificio. El cristiano podrá purificarlas, completarlas, sublimarlas: no puede despreciarlas. La alegría cristiana supone un hombre capaz de alegrías naturales». Dios desea ardientemente que nuestra alegría sea completa, quiere nuestra auténtica felicidad y realización, quiere caminar a nuestro lado como compañero de viaje y quiere llorar y reír, pues Él es un Dios que es camino, verdad y vida. Aun sabiendo que la vida es muchas veces cruel, trágica y triste y aun cuando no nos apetezca en absoluto sonreír ante innumerables adversidades, Él solo pide que no tiremos la toalla, que no claudiquemos, pues siempre está con nosotros.

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Las semillas de la sonrisa de Dios E staba solo y sin nada especial que hacer en la eternidad. Sonriendo, decidió crear el tiempo y la historia. Tenía que diseñar un cosmos; tenía un mundo por hacer. En el principio, creó Dios los cielos y la tierra y llenó el planeta de vida vegetal y animal. Y vio, con entusiasmo, que todo era bueno. En la mañana del séptimo día, Dios, extasiado, contempló deslumbrado el fruto de los anteriores días de trabajo. Todo era bueno, una maravilla de amor y de amistad, una creación realmente divina, un Jardín bello y armonioso. Se divertía en serio, y soltaba alegres carcajadas de auténtica felicidad. Daba palmadas de satisfacción y regocijo porque todo era bueno y estaba bien. Él es bueno. Después de crear la casa y el jardín, creó a sus habitantes. ¡Y bien especiales que los hizo! Todo para su obra maestra: el hombre y la mujer, Adán y Eva, que representan a la humanidad creada a su imagen y semejanza. Y apareció una nueva sonrisa en el rostro de Dios. Podían disfrutar de todas las maravillas del Edén, aunque no convenía que comieran de un determinado árbol del jardín, pues era malo. Todo era armonía, alegría, sonrisas puras y espontáneas. Lo prohibido tiene un fuerte poder de seducción y el fruto del árbol era muy atractivo y la serpiente se reía del miedo de aquella simpática pareja y sedujo a Adán y Eva para que comieran de aquel tentador manjar. Por ver primera, se dieron cuenta de que estaban desnudos y fue la suya una sonrisa forzada; entonces, escondiéndose entre el follaje, esbozaron una sonrisa de compromiso cuando llegó el Señor. No asumieron su desobediencia 46

y, hasta hoy, la culpa ha quedado huérfana. Cuando se invitó a Adán y Eva a abandonar el Paraíso, no tenían ganas de reír y el Padre eterno estaba triste. Pero consiguieron llevarse algo tan raro como precioso. El Padre eterno no se dio cuenta, o hizo como que no se daba cuenta: no se trataba de la manzana. Esta solo había traído sinsabores y amargura; y auténticos dolores existenciales de barriga. Entre la vergüenza y la desesperación, tuvieron el valor de robar de aquel jardín algo que les sirviera para recordarlo siempre: la sonrisa. Adán y Eva se llevaron la sonrisa. Le quitaron un trocito de sonrisa al rostro de Dios, que tenía en abundancia, para dar y tomar, y nos lo trajeron en forma de semilla. Adán y Eva quisieron que algunas partículas de sonrisa ayudaran a contemplar las amarguras de la vida con más serenidad y esperanza, endulzando la maldad humana y animando a luchar contra la discordia y el sufrimiento demoníaco. Gracias a aquel robo perpetrado con la connivencia y la complacencia divinas, la tierra no solo consistiría en cardos y abrojos, sino que podría contener algunas migajas del Paraíso. Aquellas semillas divinas daban frutos maravillosos de felicidad y armonía. Las semillas de la sonrisa eran unas buenas y eficaces vitaminas de humanidad a la luz del Proyecto de Amor del Padre. Pero pronto se dieron cuenta de que era preciso tratar bien aquellas semillas de vida eterna, para que pudieran germinar y dar una buena cosecha de plena realización y alegría completa. Eran la señal de que el buen Creador seguía creyendo y confiando en su obra maestra: el Hombre, creado a su imagen y semejanza. Dios sigue amando la tierra y a cuantos puso en ella. A lo largo del tiempo, el Creador fue enviando jardineros, a los que llamaban profetas, para ayudar 47

en las siembras de su pueblo elegido. Enviaba lluvias de bendiciones especiales para que no faltara nada a la gente con la que había sellado una alianza de Amor. En las tempestades de la vida, en los combates contra los enemigos humanos o de la naturaleza, Dios seguía de parte de los suyos, a pesar de las frecuentes infidelidades. La sonrisa, la risa, la alegría, el buen humor... eran semillas que, mientras no estuvieran envenenadas por las serpientes de la maldad humana, recrearían el Edén. Eran la certeza de que todo podría haber sido diferente y de que no todo estaba perdido, pues Dios sonríe con misericordia. Y nos dice que ya es posible el Paraíso, aquí y ahora, a pesar de las tentaciones y de las caídas en el día a día. El Creador, lleno de entusiasmo y amor, en la plenitud de los tiempos, llegó a enviar a su propio Hijo, para que redimiera y salvara de una vez por todas la sementera divina en la naturaleza humana. Él mismo se encarnó y se hizo hombre igual que nosotros y esparció las semillas de la verdadera felicidad y, como la auténtica Semilla, murió para dar vida nueva. Y el Padre eterno sigue riéndose de nuestros disparates y sonríe con ternura cuando volvemos a levantarnos y nos esforzamos por ser mejores y por parecernos más a Él. Dios cuenta con nosotros para que, con sonrisas de buena disposición y de amistad, rompamos las siniestras y cenicientas nubes del rostro de las personas que ocultan la luz y el calor del Sol que nos envía y que es Él mismo. ¡Y sigue esparciendo las semillas de su sonrisa!

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Jesucristo, heraldo de la felicidad J esucristo no podía sino ser una persona alegre, aunque no esté escrito que sonriera o se riera alguna vez. Los autores del Nuevo Testamento no hablan nunca de la risa de Jesús. Pero sí que hablan de otra cosa: del escarnio del Nazareno. Jesús fue objeto de la burla y las risas de otros. Así, por ejemplo, cuando Jesús afirma que la hija de Jairo, que acababa de morir, solo estaba durmiendo, la gente se rio de él: «Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, Jesús vio el alboroto y a la gente que no dejaba de llorar y gritar. Entró y dijo: “¿Por qué lloráis y alborotáis así? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de él» (Mc 5,38-40a). En ninguna de las grandes religiones lo sublime está tan cerca de lo ridículo, lo más profundo tan cerca de lo cómico, la fe tan cerca de la burla y de la perversidad. A los oyentes de Jesús les parecía ridículo que pudiera despertar a la vida a los muertos. Jesús se muestra como la locura personificada del mismo Dios, como el predicador del Reino de Dios del que la gente se mofa. Al final de la vida de Jesús también encontramos la imagen de un loco escarnecido. Mientras lo preparaban para la crucifixión y ya en la cruz todo estaba envuelto en la penumbra del escarnio y la frivolidad, dejando patente la proximidad entre lo conmovedor y lo ridículo: «Lo desnudaron, le vistieron una túnica de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza, y una caña en su mano derecha; y, arrodillándose delante, se burlaban de él, diciendo: “¡Viva el rey de los judíos!”» (Mt 27,28-29). «Los que pasaban por allí le insultaban moviendo la cabeza y diciendo: “¡Tú que destruías el templo y lo reedificabas en tres días, sálvate a ti mismo si eres hijo de Dios, y baja de la cruz!”. Del mismo modo los sumos sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos se burlaban de él y decían: “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. ¡Es rey de Israel! ¡Que baje de la cruz y creeremos en él! Confiaba en Dios. Que lo libre ahora, si es que lo ama, puesto que ha dicho: Soy hijo de Dios”. Los ladrones crucificados con él también lo insultaban» (Mt 27,39-44).

La fe cristiana, en cuanto seguimiento de Jesucristo, el Maestro, siempre implica riesgos. Es una fe que tiene que enfrentarse con las risas, las críticas, las bromas, las persecuciones, las burlas. El propio Maestro fue ridiculizado, fue objeto de mofa, de befa y de chistes. Y así, también, los cristianos. Pero creemos que Jesús sonrió y se rio. Por las parábolas que contaba, podemos suponer que apreciaba la alegría de aquellos que se sienten salvados y descubren el Reino de Dios. Siente la alegría del padre en sí mismo y nos reta a compartirla con Él. La alegría implica hacer una elección, adoptar una actitud, optar por la auténtica felicidad. Jesucristo nos revela una visión poética de la existencia humana, que se refleja en sus palabras y en sus obras. Hay en él mucha ternura y, al mismo tiempo, una enorme fuerza temperamental. Jesús era profundamente judío y conocía perfectamente la dolorosa y difícil historia de su pueblo. Sus discípulos no lo entendían del todo. Haciendo gala del clásico sentido 49

del humor judío, «se divertía» diciéndoles que les hablaba en parábolas para que no entendieran. En su religión judía, estaba muy arraigada la idea del sacrificio, de la culpa, de la expiación por el pecado, del castigo divino, de las persecuciones y las humillaciones. Su sociedad era pobre, los menesterosos vivían sin esperanza, los marginados eran ignorados o castigados, el pueblo vivía oprimido por el Imperio Romano y tenía la sensación de que Dios se había olvidado de él. Entonces aparece Cristo retándolos a ser felices. No le gustaba ver sufrir a nadie lo más mínimo: enfermos, ciegos, paralíticos, leprosos, endemoniados, etc. Le gustaba la vida y llegó incluso a resucitar muertos. Lo acusaban de no exigir ayunos ni sacrificios corporales a sus discípulos, como hacía su pariente, Juan el Bautista. No proponía que se buscara el sufrimiento, pues Él saldría a nuestro encuentro con naturalidad. Prefería la misericordia a los sacrificios. Es cierto que no ofrecía felicidades falsas y sin valor. Sabía muy bien que para alcanzar la auténtica felicidad interior había que purificarse, había que abandonar las múltiples seguridades mundanas. Pero todo lo que hacía o decía desbordaba pura alegría, entusiasmo vital. Contra el precepto del descanso sabático, permitió que sus discípulos recogieran espigas por el campo para alimentarse con ellas, para escándalo de los judíos ortodoxos. Y es que el Sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el Sábado. No guardaba las apariencias y llegaron incluso a acusarlo de comilón y de sentarse a la mesa con gente de mala reputación. Seguro que sonreía interior y exteriormente ante las reacciones que provocaba lo que hacía y decía contra el legalismo y la hipocresía de su tiempo. Los evangelios nos relatan muchos episodios en los que muestra su ternura con los enfermos, con las prostitutas, los niños, los marginados de la sociedad. Sentía una particular debilidad y predilección por los más despreciados por los poderosos de la sociedad y sabía cautivar y comunicarse de forma única con las gentes más humildes, transmitiéndoles una verdadera felicidad y un auténtico optimismo. Sus bienaventuranzas son un desafío a las convenciones de la humanidad; proponen una lógica de la felicidad distinta. La oración que enseña, el Padre nuestro, transforma radicalmente la imagen de Dios, que no es un vengador o un juez implacable, sino un Padre que ofrece compasión y esperanza a sus hijos. En el fondo, la felicidad que prometía implicaba perderle el miedo a Dios y tratar a los demás y al mismo Dios como nos gustaría que nos trataran: con amor. Su receta de la felicidad pasaba por no vivir obsesionados con el pecado, la angustia o las cosas materiales. Hablaba de la sencillez, del desinterés por las cosas, de vivir con la libertad y la confianza de los hijos de Dios. Daba a entender que no eran los dioses los que dominaban la voluntad humana y programaban a cada persona como si fuera un ordenador. Cada uno construye su historia y Dios, que vive en su corazón, anima para que todo le salga bien y sea muy feliz. Dios no olvida ni abandona a ningún ser humano; solo quiere vernos realizados. Y tiene para 50

cada uno un sueño, un proyecto de amistad y amor, de salvación y redención. Después de morir por la salvación y la redención de la humanidad, Cristo resucita. Esta alegría es algo desbordante que hay que comunicar. Es Buena Noticia, es Evangelio. ¿Acaso los rostros de los cristianos reflejan la alegría de tener un Dios alegre, que vive para que vivamos en plenitud?

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La alegría en el Nuevo Testamento P odemos afirmar que Jesús experimentó muchas de las alegrías humanas. Admiraba la alegría del segador y del sembrador; la alegría de aquel hombre que encuentra el tesoro escondido; la alegría del pastor que encuentra la oveja perdida; la alegría de las bodas; la alegría del padre que recibe y acoge al hijo pródigo; la alegría de la mujer que da a luz; la alegría del contacto con los niños que se acercaban a Él; la alegría del encuentro con el joven rico que quería ser perfecto; la alegría de la compañía de los amigos que le abren las puertas de su casa. Estas alegrías eran signo de las alegrías espirituales del Reino que Cristo anunciaba. Saboreemos, sin más, algunas referencias a la alegría en el Nuevo Testamento: «El reino de Dios es semejante a un tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra lo esconde y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo» (Mt 13,44). «Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y con miedo y gran alegría corrieron a llevar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús salió a su encuentro y les dijo: “Dios os guarde”» (Mt 28,8-9). «Pero no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo» (Lc 10,20). «En aquel momento, lleno de gozo bajo la acción del Espíritu Santo, dijo: “Yo te alabo, Padre, señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los hombres sabios y a los entendidos, y se las has manifestado a los sencillos. Sí, Padre, porque así has querido”» (Lc 10,21). «Y al decir esto, todos sus adversarios quedaron avergonzados, mientras que la gente se regocijaba por los milagros que él hacía» (Lc 13,17). «Cuando la encuentra, se la echa sobre sus hombros lleno de alegría, y, al llegar a casa, llama a los amigos y vecinos y les dice: “¡Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida!”. Pues bien, os digo que habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse» (Lc 15,5-7). «Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas y les dice: “Alegraos conmigo, porque he encontrado la moneda que había perdido”. Os digo que así se alegrarán los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente» (Lc 15,9-10). «El padre le respondió: “¡Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo! En cambio, tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado. Convenía celebrar una fiesta y alegrarse”» (Lc 15,31-32). «Cuando Jesús llegó al lugar, levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”. Bajó en seguida y lo recibió lleno de alegría» (Lc 19,5-6). «Al acercarse a la bajada del monte de los Olivos, todos los que iban con él, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo: “¡Bendito el que viene, el rey, en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo! ¡Viva Dios altísimo!”» (Lc 19,37-38). «Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como ellos no creían aún de pura alegría y asombro, les dijo:

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“¿Tenéis algo de comer?”» (Lc 24,40-41). «Levantó las manos y los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y subió al cielo. Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén llenos de alegría» (Lc 24,51-52). «La esposa pertenece al esposo. Pero el amigo del esposo, el que está a su lado y lo oye, se alegra mucho al oír la voz del esposo. Así que mi gozo es completo» (Jn 3,29). «El segador cobra el salario y recoge el fruto para la vida eterna. Así se alegra tanto el que siega como el que siembra» (Jn 4,36). «Ya sabéis lo que os he dicho: Me voy, pero volveré a estar con vosotros. Si me amáis, os alegraréis de que me vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo» (Jn 14,28). «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros y vuestra alegría sea completa. Este es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 15,11-12). «Os aseguro que vosotros lloraréis y gemiréis, pero el mundo gozará; vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría. [...] Así también vosotros estáis ahora tristes; pero yo os veré otra vez, y vuestro corazón se alegrará y nadie os quitará ya vuestra alegría» (Jn 16,20.22). «Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas cuando todavía estoy en el mundo para que tengan la plenitud de mi alegría» (Jn 17,13). «... Llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: “¡La paz esté con vosotros!”. Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20,19-20). «Todos los días acudían juntos al templo, partían el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo» (He 2,46-47). «Ellos salieron del tribunal llenos de alegría por haber sido dignos de ser ultrajados por tal nombre» (He 5,41). «De muchos posesos salían los espíritus impuros dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaban curados. La ciudad se llenó de alegría» (He 8,7-8). «Y los discípulos estaban llenos de alegría y del Espíritu Santo» (He 13,52). «Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran» (Rom 12,15). «Que el Dios de la esperanza llene de alegría y paz vuestra fe, y que la fuerza del Espíritu Santo os colme de esperanza» (Rom 15,13). «Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo» (Rom 14,17). «No os echéis atrás en el trabajo, tened buen ánimo, servid al Señor; alegres en la esperanza, pacientes en los sufrimientos, constantes en la oración; socorred las necesidades de los creyentes, practicad la hospitalidad» (Rom 12,11-13). «Nada más, hermanos. Vivid alegres; buscad la perfección, animaos unos a otros, vivid en armonía y en paz, y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros» (2Cor 13,11).

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«Que cada uno dé lo que le dicte la conciencia; no de mala gana o por compromiso, pues Dios ama a quien da con alegría» (2Cor 9,7). «Por el contrario, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia; contra estas cosas no hay ley» (Gál 5,22-23). «Y aunque tuviera que derramar mi sangre como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe, me gozo y congratulo con todos vosotros. Alegraos también vosotros de esto mismo y congratulaos conmigo» (Flp 2,17-18). «Alegraos en el Señor siempre; lo repito: alegraos. Que vuestra bondad sea notoria a todos los hombres. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). «Hermanos míos, tened como suprema alegría las diversas pruebas a que podéis ser sometidos, sabiendo que la fe probada produce la constancia» (Sant 1,2-3). «... Al que amáis y en el que creéis sin haberlo visto, por el que os alegráis con un gozo inenarrable y radiante, seguros de alcanzar la salvación objeto de vuestra fe» (1Pe 1,8-9). «Al contrario, alegraos de participar en los sufrimientos de Cristo, para que, asimismo, os podáis alegrar gozosos el día en que se manifieste su gloria» (1Pe 4,13). «Gocémonos y alegrémonos, y démosle gloria; porque han llegado las bodas del cordero, su esposa está ya preparada, y a él le ha concedido vestirse de lino fino, limpio y brillante» (Ap 19,7-8).

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Historias con humor religioso El agua milagrosa de san Felipe Neri Felipe Neri nació en 1515 en Florencia, Italia, y se distinguió por su amor al prójimo, por su sencillez evangélica y por su alegría en el servicio a Dios. Tenía un fino sentido del humor y lo empleaba como nadie para evangelizar y dar buenos consejos a cuantos recurrían a él. Se cuenta que, en una ocasión, acudió a este santo del buen humor una mujer conocida por su carácter arisco. Venía con la cantinela habitual de que su casa y su vida eran un auténtico infierno. Ella y su marido no se llevaban bien. Andaban todo el día a la greña, por todo y por nada; discutían por las cosas más nimias y nunca se ponían de acuerdo absolutamente en nada. Claro que, según esta mujer, toda la culpa era de su marido, pues ella era sensata, equilibrada y justa. Vamos, ¡una persona encantadora! Era víctima del malhumor de su marido, y lo único que hacía era responderle, pues –decía– «una no es de hielo». Le pedía al santo que la ayudara y que la aconsejara acerca del modo en que tenía que afrontar esta situación. Felipe Neri la escuchó con atención, con compasión y, mientras sonreía en su corazón, fue tramando la manera de darle una lección. Entonces, le dio la fórmula mágica que lo cambiaría todo, la medicina totalmente eficaz, el bálsamo milagroso que cura todos los males. Le entregó una botella de agua. Cada vez que el marido empezara a discutir o se mostrara violento, tenía que correr en busca de esta agua milagrosa, beber un trago y mantener el agua en la boca el mayor tiempo posible. Pasados unos días, aquella mujer regresó eufórica con la botella vacía, contando maravillas de aquella agua bendita. Cada vez que el marido empezaba a pelear, se quedaba solo, con un palmo de narices, pues ella corría a beber de aquel líquido sagrado y las discusiones se esfumaban en poco tiempo. En su casa, empezó a reinar la armonía; incluso el marido parecía más blando y menos conflictivo. Y le pidió otra de aquellas botellas. El bueno y astuto de Felipe Neri sonrió y, mientras la mujer esperaba, fue a llenar la botella en la fuente de la calle. De Felipe Neri se cuentan esta y otras muchas anécdotas. Los comentarios de santa Teresa de Jesús Santa Teresa de Jesús nació en Ávila, el año de 1515, e hizo grandes progresos en el camino de la perfección y son muy conocidas las revelaciones de que fue objeto y sus experiencias místicas. Es una de las santas más importantes de la historia de la Iglesia, que le ha reconocido el título de Virgen y Doctora gracias a la profunda doctrina que nos dejó en sus obras escritas y gracias también a la reforma de su Orden. Llama la atención que, antes que monja o cristiana fuera de serie, aparecía sobre todo como mujer. A pesar de sufrir muchas tribulaciones, lo soportaba todo con una valentía 55

sorprendente e, incluso, con un gran sentido del humor. Se cuenta de ella que, cuando alguna de sus religiosas venía, cansada de tanta oración y sacrificio, a contarle las visiones sobrenaturales que había tenido, ella le recomendaba que fuera a comer algo y que descansara un poco, pues con el estómago vacío uno se imagina muchas cosas poco reales. Después, podía volver a hablar con ella. Siempre prefería hablar con un sacerdote inteligente, racional y muy humano y terreno, antes que con uno que pareciera muy devoto, religioso, etéreo y sensiblero. De Teresa se cuentan numerosas anécdotas llenas de un espontáneo sentido del humor. Por ejemplo, contaba Fray Juan, quien le hizo un retrato que no le gustó mucho, que decía que la de aquella pintura no era ella, pues la había retratado fea y legañosa. Otro día, exhausta tras una jornada de duro trabajo, se magulló una pierna y se volvió con cierto atrevimiento hacia Dios, desahogándose con él y diciendo que «era lo que le faltaba», después de tanto esfuerzo y sufrimiento a causa del Evangelio. Cuenta Teresa que Dios le respondió casi con tono de provocación, diciéndole que así era como trataba a sus amigos. Claro que este episodio no podía concluir con una observación del Señor y, con el humor que la caracterizaba y el modo que tenía de decir siempre la última palabra, le respondió a Dios que entonces entendía que tuviera tan pocos amigos. Santa Teresa de Jesús sentía que rezar no podía consistir solo en repetir fórmulas y oraciones y en meditar textos sagrados, sino que era estar con Dios como con un amigo y hablarle con naturalidad, con confianza y amor de las cosas de cada día y de la vida concreta. El retrato del papa León XIII León XIII fue papa de 1878 a 1903. Hizo un gran esfuerzo por superar las oposiciones entre la Iglesia Católica y las exigencias políticas, culturales y sociales del mundo moderno, combatiendo el racionalismo, el liberalismo y la masonería. Con su encíclica Rerum novarum sentó las bases de la doctrina social católica y se preocupó seriamente por el problema obrero. Con la renovación del tomismo dio a la teología católica y a la filosofía cristiana un sólido fundamento científico. Se cuenta que, en cierta ocasión, un pintor trató de convencer a León XIII para que le dejara pintar su retrato. Dada la importancia de este papa para la Iglesia y para la sociedad en general, el pintor consideró que era algo del todo razonable y que sería, para él, todo un honor realizar un hermoso retrato de una persona tan ilustre. Por lo visto, aquel pintor andaba algo sobrado de buena voluntad y de buena fe, y un tanto falto de habilidad y destreza en su arte. León XIII, estaba más preocupado por la Iglesia y la causa de la fe cristiana y como, además, era una persona de buen carácter y con sentido del humor, accedió a la solicitud del pintor, a pesar de las pocas ganas que tenía de posar para un cuadro. El pintor procedió a la pintura del retrato, a pesar del poco tiempo de que disponía el papa. Concluido el trabajo y después de los retoques finales, el pintor llevó el lienzo al Vaticano, para que León XIII lo viera y diese la aprobación para su exhibición en público. También se acordó de pedirle una frase que sirviera de lema y que pondría debajo de la 56

pintura. El papa contempló su retrato, lo miró de arriba abajo, y como le pareció de muy mala calidad, un retrato realmente horrible, guardó silencio unos instantes y, sin más comentarios, sonrió y esta fue su sugerencia: «Mateo 14,27, León XIII». El pintor quedó intrigado con la enigmática cita bíblica del papa, pero estaba convencido de que el pontífice había quedado satisfecho y, después de escribir el texto que le había sugerido el papa León, corrió a su casa para buscar cuanto antes aquella referencia evangélica. ¡Cuál no sería su sorpresa al darse cuenta de que el texto de la cita sugerida por el papa era el del episodio de los discípulos en la barca, en medio de un mar azotado por las olas! Jesús fue hacia ellos caminando sobre las aguas y ellos se llenaron de temor, creyendo que se trataba de un fantasma. Entonces Jesús, dirigiéndose a ellos, pronunció estas palabras: «¡Soy yo, no temáis!». Esta era la frase que, con gran sentido del humor, León XIII había escogido para su retrato. El hombre que se salvó por hacer reír Se cuenta que un hombre vivía terriblemente atormentado los últimos días de su vida pues había decidido leer los Evangelios para prepararse para su muerte inminente. La causa de toda su tristeza había sido el texto de san Mateo que se refiere al juicio final (Mt 25,31-46). Había leído que, cuando el Hijo del hombre viniera en su gloria, rodeado por todos sus ángeles, se sentaría en su trono de gloria y, reunidas todas las naciones, separaría a unas personas de otras. Unas a la izquierda y otras a la derecha. Entonces diría a las de la derecha que se acercaran, pues Dios Padre las bendecía y recibirían en herencia el Reino y la vida eterna, «porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui emigrante y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y fuisteis a estar conmigo». Porque «cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» y «cuando no lo hicisteis con uno de esos pequeñuelos, tampoco conmigo lo hicisteis»; por eso, estos últimos, que son malditos, se apartarían para el suplicio eterno. Aquel pobre hombre estaba atemorizado con las palabras de aquel texto hasta el punto de que esto aceleró su muerte, pues tenía muy mala conciencia porque había sido terriblemente egoísta y no había hecho nada bueno por los demás. Ante el tribunal divino no tendría el menor argumento que exponer a su favor e iría de cabeza al infierno. Estando en la fila, cuanto más observaba y escuchaba las argumentaciones de los que tenía delante y los numerosos elementos del archivo divino referentes a cada persona, más convencido estaba de que no merecía el paraíso. Aquel hombre estaba afligido pues no había hecho nada a favor de los demás. Cuando le tocó a él, Jesucristo le leyó la lista, más bien pequeña y prácticamente insignificante, de las cosas que había hecho por las que merecería ir al Cielo. De repente y cuando nada permitía sospecharlo, Jesús se dio cuenta de un detalle gracioso e interesante. Al final, le dijo que podía entrar en el paraíso porque, muchos años atrás, un niño estaba triste, solo y desconsolado y él se había puesto a charlar con él: le puso la 57

mano sobre el hombro y le contó algún chiste que le hizo reír. En realidad, se podría añadir una frase al Evangelio aunque, se puede ya leer entre líneas y es una prueba inequívoca de amor: «Estaba triste y me hiciste reír»; y siempre que lo hicisteis con uno de estos más pequeños, lo hicisteis con Él mismo. Jugando con el mismo Dios Se dice que había un santo que iba de un lugar a otro hablando del Reino de Dios. Sus palabras, impregnadas de fervor y de fe, cautivaban a las multitudes, que lo buscaban por dondequiera que estuviese. Repetía las parábolas de los Evangelios con tal frescura, ternura y alegría, que no parecían esas historias mil veces escuchadas, hasta la saciedad, en las misas y en las catequesis. Sin embargo, lo que más llamaba la atención a toda la gente no eran las sabias, profundas e incluso divertidas palabras con las que este santo se refería a Dios, sino su relación cariñosa y simpática con la gente, en especial con los niños. Los llamaba con una sonrisa y jugaba con todos de forma tan creativa y bondadosa que provocaba sonoras carcajadas que se escuchaban en los alrededores. Era especialista en malabarismos de circo, con los que divertía a la chiquillada; en todos despertaba curiosidad, provocaba una gran admiración y contagiaba alegría y entusiasmo. Un día, un chaval llamó la atención del santo, pues estaba mirándolo en la plaza desde un ventanuco de su casa pero, por lo visto, no se atrevía a bajar para estar con él. El santo, intrigado y algo escamando, se llegó hasta el niño con una sonrisa en el rostro y se puso a hablar con él. La madre del chaval apareció enseguida y, llena de satisfacción, le dijo a su hijo que podía hablar con aquel hombre santo. A continuación, el santo le puso la mano en el hombro y le preguntó qué quería hacer. El muchacho, que sabía de la famosa y reconocida santidad de aquel hombre, le respondió preguntando si no debería ser él, más bien, el que dijera qué tenían que hacer. Entonces el santo, sorprendido por la perspicacia del niño, le preguntó si quería jugar y bromear con Dios. El chaval estaba confundido. En lugar de invitarlo a rezar, a meditar la Palabra de Dios o reflexionar sobre la vida, le había invitado a bromear y jugar con el Señor. El hombre santo continuó diciéndole que cuando se consigue jugar con Dios, se hace la cosa más hermosa del mundo pues a Él le gusta nuestra espontaneidad e ingenuidad, que solo los niños saben vivir de forma adecuada y pura. Todo el mundo imagina a un Dios serio, antipático e intensamente aburrido con el que solo tenemos que relacionarnos por medio de la oración formal, con las manos juntitas y con cara angelical y devota. En realidad, rezar es invitar a Dios a formar parte de nuestra realidad cotidiana, de nuestras vidas concretas y reales, es convertirlo en nuestro compañero de camino y también de nuestros juegos y pasatiempos, pues es un Dios con buen humor. ¡Es un compañero de juego extraordinario! Entonces fueron los dos a jugar al aire libre; y se les juntó una gran chiquillería, cuyo entusiasmo y carcajadas eran el signo inequívoco de que Dios estaba ahí jugando con ellos, pues donde dos o tres están jugando con amor, allí está Dios. 58

Dios en la aldea de la risa La fama de santidad de aquel hombre era conocida en toda la región y muchos eran los que lo buscaban y hacían lo que fuera para poder escucharlo y pedirle consejo. Aquel hombre hablaba poco, pero parecía que lo que decía transmitía tal serenidad y sabiduría que dejaba a todo el mundo boquiabierto. Escogía las palabras como nadie y lo que decía parecía que no podía decirse con otras palabras. Estas eran como dardos que siempre acertaban en el blanco de las preguntas que llegaban a él. Un día, se le acercó un joven mientras estaba descansando junto a un río y comiendo una manzana a la sombra de un frondoso árbol. Se dirigió a él con toda ceremonia pero, en lugar de soltarle una larga lista de preguntas, solo le pidió que le dijera qué etapas tenía que seguir para buscar y conocer al Dios trascendente y omnipotente. A aquel santo, la pregunta le pareció interesante y su intención muy diferente de las motivaciones que llevaban hasta él a tantas almas desesperadas. Le dijo que se sentara a su lado y, después de haberle ofrecido una manzana, le invitó a contemplar el río que, desde su nacimiento hasta la desembocadura, tenía que pasar por muchas fases y superar muchas tribulaciones hasta volverse grande y adquirir la fuerza, vitalidad, belleza y madurez necesarias para fundirse con el océano. Le dijo que no fuera él el que caminara. Había que dejar la iniciativa a Dios, que, en primer lugar, lo llevaría de la mano hasta la «aldea de la actividad». Era importante prepararse para trabajar, esforzarse, construir, crear, tener iniciativa... para ayudar a construir un mundo mejor. En aquella aldea tendría que permanecer unos cuantos años. Después, el Señor lo llevaría a la «aldea del sacrificio». Tenía que vivir en ella hasta que su corazón estuviera purificado de cualquier afecto desordenado. Los problemas, las tribulaciones, los dolores, los sufrimientos y las dificultades ayudarían a madurar al espíritu. Allí se quedaría durante un tiempo de probación. Posteriormente, sería conducido a la «aldea de la caridad». Era fundamental experimentar el valor esencial del altruismo, de la dedicación a los demás, de la gratuidad, destruyendo de este modo cualquier rastro de egoísmo y de vanidad. Amar sin buscar ser amado tenía un valor incalculable. En aquella aldea permanecería unos cuantos años. Posteriormente, Dios lo llevó a la «aldea del silencio». De palabras y buenas intenciones, estaba el mundo lleno, hasta el punto de que se habían vuelto triviales y habían perdido su sentido. Era conveniente el esfuerzo del silencio, un silencio que no era sinónimo de vacío o pérdida de tiempo. El silencio resulta incómodo porque es fecundo y es el ambiente ideal para dejar que la conciencia se desahogue. Allí permaneció algunos años, contemplando los misterios de la vida y de la muerte. Y cuando el joven pensaba que aquella era la etapa final de la búsqueda de Dios, que había llevado a la contemplación y santificación de aquel hombre santo, oyó cómo este le hablaba de la última e inesperada aldea. Finalmente, Dios lo invitó a ir al santuario más recóndito de su Templo, que era su propio corazón. Se trataba de la «aldea de la risa»... El Dios invisible 59

Siempre ha habido controversia entre la Ciencia y la Religión. La Ciencia busca las causas y efectos de los fenómenos con la ayuda del cedazo de la racionalidad, y somete todas las realidades a la experimentación empírica en los laboratorios, para proponer hipótesis y sacar conclusiones lógicas, convencida de que el hombre es la medida de todas las cosas. La Religión, por su parte, acepta el acto divino de la creación, que da origen y sentido a todas las cosas. Dios tiene un plan universal para cada hombre, lo sabe todo, lo puede todo; su realidad es misteriosa e inefable. Se cuenta que, tiempo atrás, un científico de fama mundial realizó una expedición por el desierto del Sahara, para llevar a cabo unas investigaciones relacionadas con un estudio en el que venía trabajando desde hacía años. Lo acompañaba un hombre robusto, de religión islámica, conocedor como nadie de los insondables designios del desierto. Ambos se desplazaban en camello, que era, sin lugar a dudas, el animal que mejor se adaptaba a la dureza de las arenas del desierto, el que mejor aguantaba el calor del día y el frío de la noche y que, además, poseía una reserva de agua y alimento fuera de lo común. La relación entre aquellos dos hombres era profesional y algo distante: el científico necesitaba del árabe para no perderse en el desierto; el árabe necesitaba el dinero que le pagaba el científico para poder sobrevivir. No tenían que ser amigos ni que cruzar muchas palabras. No obstante, había algo que intrigaba al científico. Se había fijado en que, todas las mañanas, el musulmán interrumpía su trabajo durante unos momentos para arrodillarse y rezar a su Dios. Se postraba en dirección a la Meca y adoraba a Alá observando un ritual concreto y con una devoción impresionante. La formación académica de tipo científico, marcada por la evidencia y por la lógica racionalista del hombre de ciencia chocaba con aquellos gestos aparentemente inútiles y sin sentido, pues estaba convencido de que la fe no proporciona certezas ni resultados visibles. Le dijo que estaba loco, pues nadie había visto o probado nunca que ese Dios existiera. Estaba perdiendo tiempo y dinero con tonterías infantiles. El árabe se sintió ofendido y, mirando al científico con seriedad y también con compasión, prefirió no pronunciar palabra. Habían pasado un par de horas cuando el científico, señalando en la arena unas marcas características, le comentó a su guía que evidentemente se trataba de pisadas de camello. Inmediatamente y con tono provocador, el árabe reaccionó insinuando que el científico era un necio, pues no había visto, oído, ni tocado los camellos y, por eso mismo, tampoco podía afirmar que por allí hubiera pasado ninguno. El científico, irritado por las palabras del árabe, le dijo que no tenía ni idea, pues bastaba ver las huellas para concluir que eran de camellos. No había terminado la frase, cuando el árabe, con una serenidad y autoridad fuera de lo común, señaló al hermoso sol que se ponía por detrás de unas dunas distantes y afirmó con una sonrisa y cierto brillo en los ojos, que ahí tenía una prueba de la existencia de Dios: las huellas del Dios creador. No todo lo que no se ve significa que no exista. El científico rio con simpatía de las convicciones religiosas de su guía y de la fe en su 60

Dios invisible y, con la sensación de que había sido derrotado por su propia argumentación, quedó en silencio y ambos continuaron el camino. Dios en un partido de fútbol Viendo Dios la enorme pasión que genera el fútbol en todo el mundo, decidió ir a ver un partido. Se disfrazó para no llamar la atención y se metió con entusiasmo en el ambiente de fiesta que rodeaba aquel encuentro deportivo. El juego enfrentaba a dos grandes equipos que se disputaban el título de liga cuando faltaban pocas jornadas para el final de campeonato. El estadio estaba lleno a rebosar: no cabía ni un alfiler. Horas antes de empezar el partido, los aficionados entonaban sus cánticos de ánimo y apoyo a sus respectivos equipos mientras se desplazaban hasta el estadio. El recinto deportivo y sus inmediaciones se encontraban extraordinariamente protegidos por las fuerzas policiales ya que, además de la antigua y fuerte rivalidad deportiva, había otro elemento que instigaba las mentes y exacerbaba los ánimos: uno de los equipos se manifestaba públicamente como cristiano y, el otro, como judío. Dios, para no provocar ni herir susceptibilidades, decidió vestirse con los colores tradicionales de ambos equipos: el negro y el blanco. Los seguidores de las dos formaciones lo miraban con desconfianza, pero no le dieron mucha importancia, pues Dios se portaba bien y no tenía una actitud de provocación. Con el pitido inicial del árbitro, dio inicio el juego; Dios vibraba con los regates y los pases milimétricos de los jugadores, con la táctica y la rigurosa disciplina de los dos equipos y miraba frecuentemente a la gente que tenía cerca y se mostraba satisfecho por la alegría de todos. Entonces marcaron el primer gol. Una jugada fantástica por la izquierda, de una rapidez impresionante, una coordinación perfecta entre jugadores del equipo: centro... y fulminante remate de cabeza sin ninguna posibilidad para el guardameta del equipo cristiano. La hinchada del equipo judío, vestida de blanco, saltó de entusiasmo y Dios levantaba los brazos y gritaba de emoción por la preciosa jugada coronada por un excelente gol. Ya en la segunda parte, el equipo vestido de negro atacó más. Iba perdiendo, pero lo fundamental era no aflojar. Sus jugadas eran cada vez más peligrosas y el riesgo para el adversario era constante. Durante un ataque fuera del área y tras varios regates, un jugador cristiano recibe una falta y cae al suelo. ¡Libre directo! Los nervios se adueñan del graderío. Un jugador, especializado en lanzar este tipo de faltas, coloca el esférico y... ¡Vaya golazo! Los hinchas del equipo cristiano gritaban eufóricos y Dios saltaba de alegría con la jugada y con el gol. Las manifestaciones de entusiasmo y de euforia de Dios en relación con los dos equipos llamaban la atención y causaban perplejidad en sus vecinos de grada. Un hincha que estaba detrás, le tocó en el hombro a Dios y le preguntó de qué equipo era, pues estaba animando a unos y otros. Dios le respondió que estaba apoyando a los dos equipos y que se divertía con la 61

belleza del deporte bien jugado y que le encantaba ver buenas jugadas y buenos goles; solo eso. El hombre, que lo escuchaba intrigado en medio de todo el jaleo, se volvió hacia un lado y comentó con su compañero que aquel debía de ser otro ateo. En cuanto al partido, acabó en empate a un gol; los puntos se repartieron entre los dos equipos, de manera que el campeonato no perdía un ápice de su emoción. A Dios le encantó ver aquel partido de fútbol. La feria de las religiones El principal acontecimiento de la ciudad, aquella semana, era la «Feria de las Religiones». Gente de los alrededores se desplazaba hasta allí para conocer las novedades de los movimientos religiosos más importantes del mundo. Por curiosidad y para divertirse un poco con lo que se decía de Él, Dios decidió ir a visitar la feria con un amigo. Estaban impresionados con el hecho de que las cinco principales religiones monoteístas y politeístas hubieran invertido tanto en la imagen y en propaganda en sus pabellones; también les sorprendió la acérrima y evidente competitividad entre ellas y cómo trataban de captar nuevos adeptos. En el pabellón del Budismo había carteles con la información fundamental: Fundador: Siddharta Gautama, Buda; nacido en el 563 a.C. Libro sagrado: el «Tripitaka» o Canon Pali, del año 100 a.C.; los Sutras, del 20 a.C. Ciudad sagrada: Rangún (Birmania). Número de creyentes: 320 millones. Principios doctrinales: La existencia es sufrimiento; se alcanza el Nirvana por medio de la caridad y la contemplación. En el espacio del cristianismo podía leerse: Fundador: Jesucristo; su nacimiento se sitúa en el año 0 de nuestra era. Fundó la Iglesia Católica y fuera de ella no hay salvación. Libro sagrado: La Biblia (Antiguo Testamento y Nuevo Testamento). Ciudad sagrada: Jerusalén (Israel) y Roma – Vaticano (Italia) para los católicos. Número de creyentes: 1.800 millones (55% católicos; 35% protestantes; 10% ortodoxos). Principios doctrinales: El mandamiento nuevo: el Amor a Dios y a los demás, como hermanos. En el pabellón del Hinduismo podía leerse la siguiente información: Fundador: Diferentes fundadores; evolución a partir del Vedismo, en torno al 1700 a.C. Libro sagrado: Rigveda, el primer libro de los Vedas. Ciudad sagrada: Benarés (India). Número de creyentes: 733 millones. Principios doctrinales: Los buenos, mediante una vida justa, se reencarnan en una forma de vida superior. En el pabellón del Judaísmo se daba esta información: Fundador: Abrahán, en el año 2000 a.C. Libro sagrado: La Torá (los primeros cinco libros de la Biblia). Ciudad sagrada: Jerusalén (Israel). Número de creyentes: 14 millones. Principios doctrinales: Cumplimiento de la Ley dada al pueblo judío, que es el pueblo elegido y espera del salvador, el Mesías. En el lugar destinado al Islam se leía: Fundador: Mahoma, que es el único profeta; su vocación tuvo lugar el año 622. Libro sagrado: el Corán. Ciudades sagradas: la Meca y Medina (Arabia Saudí) y Jerusalén (Israel). Número de creyentes: 980 millones: 835 sunitas y 175 chiitas. Principios doctrinales: «No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta»; el Corán es la Ley y en objetivo final. 62

Dios y su amigo salieron muy tristes porque las distintas familias religiosas ofrecían imágenes distorsionadas del mismo Dios y parecía cruel, fanático y lleno de prejuicios. Dios comentaba que no se veía reflejado prácticamente en nada de lo que había visto y oído; incluso se reía a carcajadas con las predicaciones y el proselitismo, como si Dios necesitara publicidad. Pero lo que más le dolió a Dios fue ver a sus hijos divididos y separados por cuestiones religiosas e institucionales estúpidas y que todos se creyeran mejores que los otros y consideraran enemigos a los que pensaban de un modo distinto. Dios salió de allí avergonzado y decepcionado con las religiones, que parecían pandillas de chavales traviesos, egoístas y engreídos. Y se rio sacudiendo la cabeza, pero convencido de que aún había gente buena y que los otros todavía tenían que convertirse. Confiar en la providencia y no hacer nada Había un anciano sacerdote muy sabio y creyente, que era un ejemplo de fe y confianza en la divinidad y en las cosas más pequeñas de la vida cotidiana. Todos cuantos acudían a él eran recibidos con cordialidad y recibían de él consejos llenos de ternura y de sabiduría. Su fama iba llegando cada vez más lejos. Se cuenta que un día estaba en su humilde casita parroquial preparando la homilía de la misa: una homilía sobre la providencia divina. Las lecturas de la liturgia de aquel domingo aludían a la confianza que hemos de tener en el Dios omnisciente y omnipotente, siempre preocupado por el bien de sus hijos. Estaba anotando en un papelito las consideraciones que haría a sus fieles sobre la providencia divina en la Eucaristía del domingo, cuando empezó a escuchar un fuerte ruido, que parecía venir de lejos. Se llegó hasta la ventana y quedó sorprendido al ver a mucha gente que corría despavorida en todas direcciones. Preguntó qué había sido aquel estruendo y le dijeron que se había roto la presa del río que pasaba por la aldea y que estaba un par de kilómetros aguas arriba. De hecho, empezaba a haber agua por todas partes y el pánico era general. Su primera reacción fue hacer lo que todo el mundo: huir a toda prisa, pues la amenaza de muerte era cada vez mayor. Sin embargo, se detuvo y pensó que debería poner en práctica aquello en lo que creía y que había aconsejado durante muchos años a tanta gente y que, incluso, tenía intención de incluir en su sermón del domingo: la confianza en Dios y en sus misteriosos designios. Entonces se quedó y se puso a rezar. El agua, amenazadora, se aproximaba rápidamente a su ventana. De pronto, se presentó la barca de un pescador del pueblo que lo invitó a subir, pero él argumentó que tenía fe en la providencia divina y que esta lo salvaría. Poco después, pasó un bote salvavidas de los bomberos de la zona, quienes hicieron de todo para convencerlo de que dejara su casa, pero una vez más rechazó el ofrecimiento, confiando en la providencia divina. Cuando ya tuvo que subir al tejado de la casa para escapar de la furia de las aguas, pasó un helicóptero de protección civil y trataron por todos los medios de hacerlo desistir de su empeño de permanecer allí, pero, una vez más, rechazó la oferta, confiando en la providencia divina. 63

Al final, murió ahogado. Cuando llegó al cielo, no dejó que Dios lo recibiera con normalidad pues, al instante, empezó a reprocharle que no lo hubiera salvado, a pesar de que había confiado en su providencia. Dios, con una sonrisa en el rostro y con cierto aire de broma, le preguntó si le parecía poco que le hubiera mandado una barca, un bote salvavidas y un helicóptero para salvarlo; pero él no se había dejado salvar... Y es que la providencia se manifiesta en las cosas concretas de la realidad y no de manera abstracta y mágica. Entonces aquel viejo sacerdote lo entendió...

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Perseverar con sentido del humor – El cristiano no tiene que olvidar que Cristo fue perseguido, criticado, ¡pero nunca se echó atrás! Sonríe, pues decían que Jesucristo estaba loco; lo ridiculizaron y se mofaron de él y era el Hijo de Dios y venció a la muerte, y resucitó para salvarnos... – El cristiano, si cae, ¡ha de levantarse de nuevo para ser más perfecto! Sonríe, pues se decía que san Agustín era un perverso y un gran pecador, pero llegó a ser un gran santo muy famoso de la Iglesia Católica... – ¡El cristiano tiene que aprender a ser constante en su deseo de ser más y mejor! Sonríe, pues dicen que Einstein era lento intelectualmente y que no aprendió a hablar y a leer a la edad normal; sin embargo llegó a ser un gran genio... – El cristiano no puede ignorar las observaciones que se le hacen, ¡pero nunca puede detenerse! Sonríe, pues dicen que Tolstoi era un inepto, incompetente y un inconstante; y llegó a escribir la famosa obra Guerra y paz... – ¡El cristiano no tiene que renunciar a aquello en lo que cree y que construye sus sueños! Sonríe, pues decían que Walt Disney tenía pocas ideas e incluso lo despidieron de un periódico; y llegó a ser el creador del maravilloso mundo de animación que todos conocemos... – ¡El cristiano no tiene que bloquearse ante las adversidades que encuentre en su camino! Sonríe, pues decían que Rodin era «cortito» y no logró aprobar en varias ocasiones el examen de ingreso en la Escuela de Bellas Artes; y llegó a ser un célebre escultor... – ¡El cristiano tiene que creer en sí mismo, en sus convicciones y en sus posibilidades! Sonríe, pues decían que Ford era una fracasado y un desastre como empresario, pero alcanzó el éxito que todos conocemos en el mundo del automóvil... – ¡El cristiano tiene que descubrir su vocación y luchar por ella para ser feliz! Sonríe, pues decían que Fred Astaire no sabía actuar y llegó a ser un gran artista de cine y un famoso bailarín... – ¡El cristiano ha de ser consciente de sus defectos, pero no debe quedarse encerrado en ellos! Sonríe, pues decían que Beethoven era torpe, un compositor sin futuro, pero – incluso estando sordo– llegó a componer la 9ª Sinfonía y fue un músico fantástico... – ¡El cristiano no debe olvidar que los obstáculos son desafíos que retan nuestra determinación! Sonríe, pues decían que Thomas Edison no tenía mucha inteligencia y llegó a ser un famoso inventor...

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La invocación de Dios en la sabiduría popular Pedagogía divina – – – – – – – – –

Dios da las nueces, pero no nos las casca. Dios escribe derecho con líneas torcidas. Dios consiente, pero no siempre. Dios manda el frío conforme a la ropa. Dios aprieta, pero no ahoga. Dios da pan al que no tiene dientes. A cada día, da Dios dolor y alegría. El camino sinuoso es el más corto a los ojos de Dios. Dios castiga sin palo ni piedra.

Esperanza – – – – – – –

Cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana. El futuro es de Dios. Dios ayuda al que se ayuda. Al que madruga, Dios le ayuda. Dios da pan al que no tiene dientes. A quien Dios no da hijos, el diablo le da sobrinos. A quien nada tiene, Dios mantiene.

Sobre los otros – – – – – – – –

De mis amigos, guárdeme Dios, que de mis enemigos ya me guardo yo. Líbreme Dios de quien mal nos quiere y bien nos habla. Dios creó el bosque; luego vino el hombre y lo convirtió en desierto. Voz del pueblo, voz de Dios. Dios los cría y ellos se juntan. El que da a los pobres, le presta a Dios. Secreto de dos, secreto de Dios. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Oración – – – – –

A quien no habla, Dios no lo oye. Gracias a Dios, muchas; gracias con Dios, pocas. A Dios rogando, y con el mazo dando. Cuando Dios no quiere, los santos no pueden. Errar es de hombres; perdonar, de Dios. 66

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Si Dios no perdonara al ladrón, se quedaría solo en el cielo. No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo. El hombre propone y Dios dispone. Santo solo es Dios.

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La religiosidad en los dichos populares Sobre la figura del Diablo – – – – – – – – – – – –

Lo que el Diablo da, el Diablo se lo lleva. Lo que el Diablo no puede, lo logra la mujer. Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo. No es tan malo el Diablo como lo pintan. El hombre es fuego; la mujer estopa; llega el Diablo y sopla. Huye el Diablo de la cruz, como el murciélago de la luz. El hombre pone, Dios dispone, llega el Diablo y todo descompone. A quien Dios no da hijos, el Diablo le da sobrinos. Cuando el Diablo no tiene qué hacer, mata moscas con el rabo. El Diablo abre la puerta y el vicio la mantiene abierta. El que no agradece, al Diablo se parece. Cuidado con las armas, que las carga el Diablo.

Sobre el infierno – – – – – –

Bueno es tener amigos, aunque sea en el infierno. El infierno está empedrado de buenas intenciones. De desagradecidos está el infierno lleno. Mejor reinar en el infierno, que servir en el cielo. El camino del cielo es empinado; el del infierno es llano. ¡Cómo estará el infierno para que el Diablo dé limosna!

Sobre los santos – – – – – – – – – – – –

Primero es Dios y luego todos los santos. No hay que celebrar el santo antes de su día. Santos de casa no hacen milagros. Rezar al santo hasta pasar el barranco. Desvestir un santo para vestir otro. Al santo que no me agrada, ni Padrenuestro ni nada. Tres horas duerme un santo; cuatro el que no lo es tanto (cinco un benedictino y seis un agustino). Carita de santo, los hechos no tanto. Santa Rita, lo que se da no se quita. Santo Tomás, una y no más. Por los Santos, la nieve en los altos (y por san Andrés la nieve a los pies). Santos mojados, Ramos regados. 68

Sobre el pecado Muchas veces pagan justos por pecadores. El justo peca siete veces al día. En el pecado ya va la penitencia. Pecado confesado, medio perdonado. Ojo por ojo y diente por diente. Quien gasta menos de lo que tiene es prudente; el que gasta lo que tiene es cristiano; el que gasta más es ladrón. – El tesoro y el pecado nunca están bien enterrados. – – – – – –

Sobre las devociones religiosas – – – – – – – –

No ser santo de mi devoción. Primero es la obligación, y luego la devoción. El que encargara el sermón, que lo pague. Cuando el gato va a sus devociones, bailan los ratones. Acabó como el rosario de la aurora. El rosario al cuello y el Diablo en el cuerpo. El que reza y peca, empata. No por ponerse a rezar deja el cielo de tronar.

Sobre clérigos y religiosos – – – – – – – –

El hábito no hace al monje. Buen ejemplo, medio sermón. Predícame fraile, que por un oído me entra y por otro me sale. Ser más papista que el papa. Al Abad sin ciencia y conciencia no le salva la inocencia. Del mulo, el abad y el prior, cuanto más lejos, mejor. Quien fue cocinero antes que fraile, lo que pasa en la cocina bien sabe. Cuando el abad está contento, lo está todo el convento.

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Adivinanzas sagradas Alto está, alto mora; nadie lo ve, todos lo adoran. (Dios) ¿Cuál es la ciudad europea que, leída al revés, dice lo que Dios es y será siempre? (Roma) ¿Por qué dio Dios la barba a los hombres? (Porque no le quedaban pelos suficientes para hacer otro mono) Tengo la cabeza dura, me sostengo sobre un solo pie. Y es tanta mi fuerza que al Dios hombre sujeté. ¿Quién soy? (El clavo) ¿Qué es aquello que tiene un solo diente y que llama a toda la gente? (La campana de la iglesia) Llama a todo el mundo a la iglesia, pero ella se queda fuera, ¿qué es? (La campana) Son siempre fieles, pero los echan de la iglesia... (Los perros) Son dos hermanos, de distinto color; el uno va a misa y el otro, no. (El vino tinto y el vino blanco) En el cielo es de agua; en la tierra, de polvo y en la iglesia, de humo. ¿Qué es? (La nube) Todos se verán conmigo; y todos huyen de mí. Y dicen que doy comienzo a aquellos a los que doy fin. (La muerte) ¿Cuál es el insecto que a los vivos da alimento y que ilumina a los muertos? (La abeja, con la miel y la cera de las velas) Siete hermanos son; cinco trabajan, uno se queda en casa y el otro va a misa... (Los siete días de la semana) No soy fraile ni monje, ni estoy en ningún convento. Mi hábito es de franciscano y de hierbas me sustento. ¿Quién soy? 70

(El grillo) ¿Ante quién descubren su cabeza tanto el papa como el rey? (Ante el peluquero) No tuvo padre ni madre, y surgió siendo ya hombre. Tiene muchos descendientes y, al revés, nada es su nombre. ¿Quién es? (Adán) ¿Qué es aquello que hay que matar, haciendo una obra de caridad? (El hambre) ¿Cuál es la mujer más devota? (La señora Piedad) ¿Cuál es la mujer más espiritual? (Doña Angélica) Todos los pueden observar, pero ellos no ven a nadie. ¿Qué son? (Los diez mandamientos) ¡Yo lo sé, yo lo sé! ¿Qué animal quedó fuera del Arca de Noé? (El pez) ¿Qué hacen los doce apóstoles en el cielo? (Una docena) ¿Qué hace un devoto musulmán todas las mañanas cuando se despierta y se levanta? (Abre los ojos) ¿Qué animal está en medio del purgatorio? (El gato) Te sale con un buen golpe, luego se pone morado, para que tú puedas presumir de algo arzobispado. (El cardenal) Verás una Virgen bella, madre de su propio Padre, y aunque es verdadera madre no deja de ser doncella. (La Virgen María)

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Chistes de temática religiosa La profesión más antigua Tres individuos estaban discutiendo acerca de quién tenía la profesión más antigua. —No es que yo quiera llevar ventaja –dijo el carpintero–, pero mis antepasados construyeron el Arca de Noé. —¡Eso no es nada! –respondió el jardinero–. Mis antepasados fueron los que plantaron el Jardín del Edén. —De acuerdo, muy bien –dijo el electricista–, pero cuando Dios dijo «¡Haya luz!», ¿quién creéis que había montado toda la instalación? La lucecita roja Un niño estaba impaciente y nervioso en la iglesia, pues la celebración estaba durando mucho. La madre se dio cuenta de que el niño no dejaba de mirar fijamente la lucecita roja del sagrario y le preguntó: —Hijo mío, ¿por qué no dejas de mirar la lucecita roja? Entonces el niño respondió al instante: —Es que estoy esperando a que se ponga verde para que podamos irnos. Oración por la lluvia El anciano párroco de un pueblecito se sentía decepcionado por sus feligreses al comienzo de una procesión de rogativa para pedir la lluvia. Entonces, les dijo: —¡Qué poca fe tenéis! Hemos venido todos aquí a pedirle a Dios que nos envíe el don tan necesario de la lluvia..., ¡y ninguno de vosotros se ha traído el paraguas! Para ganar la lotería A diario, un hombre entraba en el templo, se ponía de rodillas y le pedía a Dios que le tocara la lotería. Pero cierto día, el hombre entra, se arrodilla y dice: —Señor, por favor... Dame una oportunidad... ¡Haz que me toque la lotería...! Y Dios le responde: —Pero bueno... ¡Dame tú una oportunidad! Al menos podías comprar un billete, ¿no te parece? Segundos y millones En una iglesia, un hombre le pregunta a Dios: —Señor... Tú que eres tan poderoso... ¿Qué son para Ti cien millones de años? Entonces, Dios le responde: 72

—Para mí, cien millones de años ¡son tan solo un segundo! El hombre queda sorprendido pero, reaccionando al instante, pregunta: —Señor..., y cien millones de euros, ¿qué son para Ti? —Para mí, cien millones de euros, ¡no son más que un céntimo! —Señor..., ¿podrías darme un céntimo? —¡Sí, claro! Espera un segundo... Ir con Dios Un niño le dice a su madre: —¡Mamá, me voy al colegio! —¡Ve con Dios, hijo mío! Cuando empieza a bajar, el chaval tropieza y rueda escaleras abajo. El niño se levanta, se vuelve hacia atrás y dice: —Oye, si quieres puedes venir conmigo, ¡pero no me empujes! Adán y la mujer Adán le pregunta a Dios: —Señor..., ¿por qué has hecho a la mujer tan hermosa? —Pues para que te gustara y te atrajera... Adán piensa un poco y pregunta de nuevo: —Señor..., ¿por qué hiciste a la mujer tan tonta? —Pues para que tú le gustaras a ella. El secreto de Eva Dios creó a Eva y esta le pidió un compañero. A Dios le pareció bien y se puso a crear a Adán. Momentos antes de darle vida, Dios le dijo a Eva: —Mira, Eva, ha surgido un problema... Y es que no me ha salido como debía y, como consecuencia, me ha salido un poco egocéntrico... Si no te importa, le vamos a decir que ha sido él el primero en ser creado. Será nuestro secreto, ¿de acuerdo? No hay peces Una mujer rubia va a pescar en el hielo. Coge una sierra y empieza a serrar un agujero. De repente, se oye una voz grave y fuerte que viene de arriba: —¡No hay peces debajo del hielo! La mujer rubia se detiene boquiabierta, duda un poco y sigue serrando el hielo. —¡No hay peces debajo del hielo! La mujer para nuevamente, mira hacia arriba y dice: —¿Dios? ¿Eres Tú, Dios? —¡No, soy el encargado de la pista de patinaje! 73

Pérdida de tiempo Un condenado a muerte esperaba la hora de su ejecución, cuando vino el sacerdote y le dijo: —Hijo mío, en este instante final, he venido a traerte la Palabra de Dios. Y el hombre le responde: —No pierda su tiempo, padre. Dentro de poco voy a hablar con Él personalmente. ¿Quiere que le lleve algún recado? Los orígenes de la humanidad Una niña le pregunta a su madre: —Mamá, ¿cómo se formó la raza humana? La madre le respondió: —Dios creó a Adán y Eva y estos tuvieron hijos, nietos, bisnietos... y así se formó la raza humana. Un par de días después, la niña le hizo la misma pregunta a su padre. Este le respondió: —Hace muchos años, existieron unos monos que fueron evolucionando hasta que llegaron a los seres humanos que ves hoy. La niña, confundida, fue a pedirle explicaciones a su madre y le dijo: —Mamá, ¿cómo es posible que tú digas que la raza humana fue creada por Dios y que papá diga que la raza humana surge por evolución a partir de los monos? Entonces la madre, después de pensar un poco, le respondió: —Mira, hija mía, la cosa es muy sencilla. ¡Yo te hablaba de mi familia y tu padre de la suya! Partida de golf Jesús y un anciano con barbas van a jugar al golf. Moisés lanza la bola y cae en medio de un lago. Con toda la calma del mundo, levanta el palo, las aguas se separan y puede seguir jugando. Después, Jesús golpea su bola que describe una parábola perfecta y va a caer en el mismo lago. Si preocuparse lo más mínimo, echa a andar sobre la superficie del agua, llega hasta la bola y queda en posición de seguir jugando. El anciano, torpemente, golpea la bola, que va a parar a un árbol; de ahí, cae al tejado de una casa, cae rodando hasta el canalón, por donde baja hasta un desagüe; y de aquí a un río que la lleva hasta el lago. Allí choca con una piedra y se detiene en la orilla, donde un sapo se la traga; pero un águila, que viene desde arriba, levanta el sapo y vuela con él por encima del campo de golf hasta que el sapo vomita la pelota, que cae exactamente dentro del hoyo. Moisés se vuelve hacia Jesús y le dice: —Es por estas y por otras cosas por lo que me encanta venir a jugar con tu Padre. La solución del ateo 74

Un cristiano, un musulmán y un ateo están jugando a las cartas. En un determinado momento, se apaga la luz y se quedan a oscuras. Entonces, el cristiano se pone a rezar: —¡Señor! Por favor, danos nuevamente la luz para que podamos terminar la partida. Como la cosa no da resultado, también el musulmán se pone a rezar: —¡Alá es grande! ¡Alá nos hará ver la luz! ¡Alá va a permitirnos terminar la partida! El ateo, harto de esperar, se levantó y fue a cambiar la bombilla... La oración Era el día de descanso de un misionero y estaba paseando por la sabana. De repente, ve cómo un grupo de indígenas caníbales se acerca hacia él. El misionero cae de rodillas y se pone a rezar: —Dios mío, por favor, haz que estos caníbales sean «creyentes» y que respeten las costumbres cristianas... Entonces los caníbales se ponen de rodillas y rezan: —Bendice, Señor, estos alimentos que recibimos de tu generosa mano... La propuesta Un importante empresario norteamericano se entrevista en audiencia con el papa y le propone pagarle un millón de dólares si, a partir de ese momento, al rezar el Padre nuestro, se dice: «Danos hoy nuestra Coca-Cola de cada día...». A pesar de su insistencia, es puesto de patitas en la calle. El americano, mientras se alejaba, iba refunfuñando: «Nuestro pan de cada día... Nuestro pan de cada día... ¡Ya me gustaría a mí saber cuánto le pagan los panaderos!». El barco salvavidas Un hombre cae a un río. Se le aproxima un barco y, desde él, le preguntan: —¿Necesita ayuda? —No, gracias. Dios vendrá a salvarme. Al final, el hombre muere ahogado. Cuando estaba en el cielo, fue a ver a Dios y le dice: —¿Por qué no me viniste a salvar? —Pero cómo puedes ser tan necio: ¡Te mandé un barco salvavidas! La boda Nada más concluir la ceremonia de la boda, los novios van a la sacristía. El novio está satisfecho y le pregunta al sacerdote: —Padre, ¿cuánto le debemos por la boda? —Pues mire –dice el sacerdote–, depende. El donativo que me debe depende de la belleza de su novia. El joven echa mano de la cartera y le entrega un billete de 50 euros. El sacerdote mira 75

el dinero, mira a la novia de arriba abajo y le dice al muchacho: —Tome su dinero. No tiene que pagar nada. Las dos velas encendidas Una mujer llevó a la iglesia dos velas encendidas y le puso una a la imagen de san Miguel y la otra a la imagen del Diablo. Al verlo, el párroco la reprendió: —Pero, ¿qué está usted haciendo? ¿No se da cuenta de que le está poniendo una vela al Diablo? —Yo sé muy bien lo que estoy haciendo. Es bueno tener amigos en el cielo y en el infierno pues nunca se sabe dónde vamos a ir a parar. Ir a Roma a apagar la vela Una pareja que no podía tener hijos, sabiendo que el cura de su parroquia iba a Roma, le pidió que rezara allí para que se produjera el embarazo tan deseado. El sacerdote les dijo: —No os preocupéis. Apenas llegue a Roma, encenderé una vela por vuestras intenciones. Tres años después, el sacerdote regresa a su parroquia y va a visitar a la pareja. Y se encuentra con que la mujer tiene tres hijos pequeños, dos de los cuales, gemelos, y además está embarazada nuevamente. Entonces, el sacerdote le dice: —Pero, ¡qué maravilla! Finalmente habéis conseguido tener hijos. ¿Dónde está tu marido? Tengo que darle la enhorabuena. —Se ha ido a Roma —¿A Roma? —Sí, ¡a ver si apaga la vela! La función de papá Un niño le pregunta a su madre: —¡Mamá! ¿Es verdad que a mí me trajo la cigüeña? —Sí, hijo, sí. —Y, ¿es Jesús el que nos da el pan de cada día? —¡Claro que sí, mi amor! —Y, ¿son los reyes magos quienes nos traen los regalos por Navidad? —¡Eso mismo! —Entonces, ¿para qué sirve papá? Dios mío... Están cuatro madres católicas tomando té. La primera, para impresionar a las demás, dice: —Pues mi hijo es sacerdote. Cuando entra en una sala, todos se levantan y dice: 76

«Buenas tardes, padre». La segunda, para no quedarse atrás, dice: —Pues mi hijo es obispo. Cuando entra en una sala, todos se levantan y dicen: «¡Denos su bendición, señor obispo!». La tercera, con mucha tranquilidad, añade: —Pues... mi hijo es cardenal. Cuando entra en una sala, todos se levantan, le besan el anillo y dicen: «Su bendición, Eminencia». La cuarta mujer permanece callada. Entonces, la madre del cardenal, para provocarla, le pregunta: —¿Y tu hijo? —¡Ah, mi hijo...! –suspira la cuarta madre–. Pues mi hijo mide 1,85, hace musculación, es surfista y socorrista. Cuando entra en una sala todo el mundo lo mira y dice: «¡DIOS MÍO!». La obra maestra ¿Por qué creó Dios al hombre en primer lugar? Pues porque antes de hacer una obra maestra, siempre hace un borrador... Fe en la providencia divina La hija presenta a su padre a su futuro marido, un joven muy creyente. —Y, ¿en qué sector trabajas? –le pregunta el padre. —Yo no trabajo –responde el muchacho, sonriendo plácidamente. —Y, ¿cómo pretendes mantener a mi hija? –replica indignado el padre. —Dios nos dará todo lo que necesitemos –responde el joven alzando los brazos al cielo. —Y, ¿dónde pensáis vivir? –sigue preguntando el padre. —No tenemos dónde vivir –responde el muchacho, sin perder la sonrisa ni un instante–, ¡Dios proveerá! Visiblemente nervioso, el padre se disculpa y sale del salón para despejarse un poco. La hija corre a su lado y, nerviosa, le pregunta: —¿Qué te parece mi novio, papá? —Prefiero no decir qué me parece..., pero estoy seguro de que se piensa que yo soy Dios. Una oración especial Señor, dame sabiduría para aguantar a algunos colegas del trabajo... Porque si me das fuerza, ¡les parto la cara! Adán y Eva Un niño le pregunta a su padre: 77

—¿Por qué Dios creó a Adán antes que a Eva? —Para que pudiera disfrutar de la oportunidad de decir algo sin que nadie le llevara la contraria –responde el padre. Hombres y mujeres Un matrimonio estaba discutiendo sobre hombres y mujeres. Entonces el marido le pregunta su esposa: —¿Sabes cuál es la diferencia entre Eva y cualquier otra mujer? —No –respondió la esposa. —Pues que Eva nunca discutió con su suegra, nunca amenazó con volverse a casa de su madre y nunca pensó que otro hombre era más guapo y simpático que el suyo... El bebé pesado Un bebé lloraba tanto que su hermanito le preguntó a su madre si realmente había venido del cielo. —Sí, hijo mío. El niño estuvo callado unos instantes y, después, dijo: —Razón tenían los ángeles para mandárnoslo aquí abajo... La alegría de dar Un creyente, tan rico como avaro, escuchó cómo el predicador animaba a los fieles a dar limosna para agradar a Dios, que ama a los que dan con alegría, tal como dice la Biblia. Al salir de la iglesia, le comenta a una señora: —¡Qué sermón más hermoso! Incluso me están entrando ganas de poner la mano y pedir limosna, para que los demás sientan la alegría de dar dinero... El chaval descarado Durante la catequesis, el catequista pretendía explicar el origen de la humanidad. Entonces un niño, un tanto descarado, le dice: —De esto, no vale la pena que hablemos, porque ya lo sabemos... Explíquenos, más bien, cómo se formaron las personas que vinieron después... El tejado de la iglesia El párroco comentaba algo decepcionado, pero con sentido del humor, el resultado de la colecta que había hecho para cambiar el tejado de la iglesia: —Gracias a Dios, vuestra generosidad ha sido muy grande... Ya tenemos para comprar algunos barreños para recoger el agua de las goteras cuando llueva. El pan de cada día 78

Estaban una niña, su hermana mayor y su madre rezando el «Padre nuestro» en la iglesia. Cuando llega la parte del «pan nuestro de cada día», la niña le dice a su madre: —Mamá, ¿no es mejor que le pidamos el pan para toda la semana? La hermana mayor respondió: —¡Calla, tonta! ¡Se pide todos los días para que siempre esté fresco y blandito! El fin del mundo El catequista estaba explicando a los niños el fin del mundo mediante textos bíblicos en los que se habla de fuertes tempestades, temblores de tierra y diluvios. En un momento dado, el catequista se da cuenta de que uno de los niños se mostraba contento y sonreía descaradamente. Entonces, el catequista le pregunta: —¿Por qué estás tan contento? —Pues porque con tanta tormenta y tanto terremoto, seguro que ese día no va a haber colegio. El profesor de autoescuela El marido le pregunta a la mujer: —Entonces, ¿qué tal van las clases de conducir? Y la mujer responde: —¡Ah, pues van muy bien! El profesor es muy competente y, además, parece que es muy religioso. —Ah, ¿sí? Y, ¿por qué lo dices? Entonces le explica la mujer: —Pues porque cada vez que hago una maniobra, se santigua y dice: «Virgen santa», «¡Ay Dios mío!».

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Propuesta de actividades de «buen humor» 1. Suelta de «globos sonrisa» Comprar globos de distintas formas y colores. Con los rotuladores apropiados, pintarles caritas sonrientes. Escribir mensajes graciosos y simpáticos en papeles y pegarlos a los hilos de los globos. En alguna ocasión festiva especial, soltar los globos. ¡Seguro que alguien lee los mensajes! 2. Paseo en bici con disfraz de payaso Se organiza una salida en bicicleta con un itinerario previamente determinado. Conviene que los participantes hagan gala de su originalidad y espíritu creativo. Vestidos de payaso o de cualquier otra forma divertida, tratarán de transmitir alegría y buen humor. 3. Festival «el Evangelio es alegría» Organizar un festival de la Canción. Cada pieza deberá tener letra y música originales y se ajustará al tema propuesto. Los diferentes temas serán interpretados vocal e instrumentalmente por cada uno de los grupos que participa con espíritu positivo en este concurso. Un jurado evalúa los trabajos. 4. Salida al teatro Organizar una salida al teatro para ver una obra cómica de éxito como, por ejemplo, un musical. Si se va en grupo, es más fácil crear un buen ambiente y pasar un par de horas muy divertidas, disfrutando de la música y del buen humor. Puede escogerse una obra satírica, con crítica social y política, con ironía, etc. 5. Las cometas de la alegría Conseguir papel de distintos colores, cañas o varas finas, hilo, rotuladores y otros materiales. Construir cometas de vivos colores, hechas con papel y plástico. Hacerlas de diferentes formas, como animales, objetos, casas. Organizar un encuentro para volarlas y elegir la más original. 6. Baile de máscaras Aprovechar la celebración de un cumpleaños o buscar una ocasión especial –no tiene por qué ser en Carnaval– para organizar una fiesta de disfraces en la que haya que crear trajes originales para un día de convivencia y diversión. Gana el disfraz más creativo.

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7. Un espectáculo de circo Inspirarse en las diferentes representaciones habituales del circo y tratar de reproducir algún número de las diferentes partes que constituyen el mayor espectáculo del mundo. Podrían organizarse representaciones al aire libre o en Hogares de Mayores o en Prisiones. 8. Concurso de chistes Organizar un concurso de chistes. Los participantes dispondrán de cinco minutos para mostrar lo que valen contando chistes o historietas que pueden ser de tema libre o ajustarse a temas que se habrán sorteado previamente. Se hará una votación para determinar quién ha provocados mayores carcajadas y ha merecido más aplausos. 9. Visita de payasos al hospital Como la risa es la mejor medicina y son de todos conocidas las ventajas de unas buenas carcajadas, el reto consiste en visitar a niños de alguna casa de acogida o ingresados en algún hospital oncológico. Los voluntarios se visten o disfrazan y representan algún sketch cómico para divertir y alegrar a los que están enfermos. 10. Campamento «Dios es optimismo y fiesta» Organizar un campamento o acampada de jóvenes en una época del año en la que haga buen tiempo y en un lugar apacible. Las actividades que se propongan estarán inspiradas en la Biblia y en escenas que puedan recrearse con humor. El reto consiste en descubrir que Dios es bueno, simpático, optimista y alegre. 11. Exposición fotográfica «Smile» Organizar un «Concurso de Fotografía». El objetivo es que cada uno tome su cámara y capte las más hermosas sonrisas de conocidos o desconocidos, de niños, jóvenes, adultos, ancianos, personas procedentes de otro país, etc. Gana la fotografía de la sonrisa más auténtica y simpática. 12. Campaña solidaria «un niño: una sonrisa» Aprovechar el Adviento o la Cuaresma u otra época concreta del año para que, personalmente o en grupo, se apadrine a niños de algún orfanato o de una casa de acogida, o niños abandonados o en situación de riesgo. Se podría hacer mediante recogida de juguetes, de ropa o de dinero para algún regalo útil. 13. Espectáculo de títeres y marionetas Construir títeres y/o marionetas para representar alguna historia que pueda convertirse en 81

una invitación al optimismo y a la esperanza en la vida. Preparar los textos, los decorados necesarios; determinar los lugares de representación, especialmente donde haya gente desfavorecida y en barrios degradados. 14. Lanzamiento al mar de «botellas con mensaje» La idea sería lanzar al mar algunas botellas (pocas, pensando también en la contaminación...) con mensajes escritos que puedan animar e invitar a la alegría, a la amistad, a la libertad. En definitiva, se trataría de mandar señales de vida que pudieran animar al que encontrara la botella, tal vez en otro país o en otro continente... 15. Salida al cine: «Una película de humor» Siempre es saludable y divertido ir al cine para ver la última película que pueda levantarnos el ánimo y arrancarnos unas buenas carcajadas. Si es en grupo, es todavía mejor y más divertido. No olvidar las palomitas y algún refresco... 16. Exposición de muñecos-espantapájaros En un jardín público o en otro espacio adecuado se puede organizar una exposición de «muñecos-espantapájaros». Pueden hacerse con material reciclado, papel, plástico, madera, etc. En cada muñecote se pondrá un chiste, una historieta o una adivinanza graciosa. 17. Programa de radio: «El lado positivo de la vida» Indagar acerca de la posibilidad de montar, dirigir y presentar un programa de radio en alguna emisora local o regional. El reto consistiría en que la música, los guiones, las entrevistas, los reportajes, etc., hablaran de lo maravilloso que es nuestro mundo y su gente. 18. Yincana: «Reír es cosa seria» Organizar un conjunto de actividades, juegos y retos en los que cada grupo tenga que realizar algunas tareas graciosas que provoquen la risa de los demás y creen un buen ambiente en las personas y en el grupo. La agudeza, el ingenio, los conocimientos de cultura general y las ganas de bromear y pasarlo bien serán esenciales para llegar a la meta. 19. Día del milagro de la sonrisa Organizar una jornada en la que el reto consista en salir por las calles y, con gente desconocida, hacer alguna buena acción, hablar con los que veamos tristes y solos, 82

ofrecerse para ayudar y trabajar si vemos a alguien necesitado. Basta con estar atentos y provocar sonrisas, que son milagros. 20. Feria de «la sonrisa» Organizar una exposición y/o mercadillo de artesanía. La idea es crear pequeñas piezas con materiales de la naturaleza (piedras, palos, conchas, etc.) y con cosas viejas, y pintarlas y escribir en ellas frases divertidas. El dinero que se recaude puede entregarse a una institución solidaria.

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Consideraciones finales N os ha tocado vivir en un contexto existencial que parece fijarse sobre todo en las desgracias y en lo dramático y que da más importancia a la maldad, al fracaso y a la fatalidad. No faltan personas que, como buitres, van por ahí sedientas de historias de fracasos, derrotas y errores de los demás. Es muy fácil y cómodo convertirse en heraldos de la desgracia, con una actitud pesimista y desconfiando de todo y de todos. Muchos insisten en darle vueltas de manera obsesiva a lo negativo o en mantener actitudes, pensamientos, afirmaciones y sentimientos pesimistas. Esta fijación pesimista ha de ser destruida por la construcción de una imagen positiva de cada uno de nosotros y del mundo que nos rodea. Hemos de sustituir los sentimientos grises por otros de naturaleza más colorida y cambiar las voces amargas que se han instalado en nuestro interior por otras más saludables, determinadas y valientes. Hace falta con urgencia una pedagogía del optimismo, que se convierta en camino hacia la felicidad y el bienestar, pues es preciso construir una civilización más positiva, confiada y sonriente. El optimismo nos ayudará a tener más ganas de vivir y a dotar de sentido y calidad nuestra existencia, de lo contrario no será una vida auténtica. Para ser optimistas hemos de promover, de manera estructural y constante, la utilización de un lenguaje interior positivo, como sangre vital que reparta la savia de la vida por todo nuestro organismo. La realidad puede ser distinta y no estamos condenados a obedecer ninguna predeterminación fatalista. Muchas veces tenemos la impresión de que no tenemos realmente el control de los acontecimientos que tienen que ver con nosotros. Hay una cierta nostalgia del pasado que se extiende hasta el futuro y que nos impide vivir con plenitud nuestro aquí y ahora. El optimismo acompañado por una sonrisa proporciona mayor salud física y mental y ayuda a soportar los combates de la existencia. Creo que es cada uno el que construye su propia vida y es el sujeto real y activo, el protagonista de su propia historia individual. Es importante vivir con un optimismo realista, flexible y adaptado a las circunstancias. Las expectativas, sueños y proyectos impregnados de buen humor imprimirán un carácter más positivo a todo lo que sucede y lo que se desea. El optimismo es, en el fondo, un realismo interno, fruto de un proceso de conocimiento de nosotros mismos, de las posibilidades circunstanciales y de la capacidad que tengamos para decidirnos con valentía, siempre y en todo momento, en la mente, en el corazón y la acción. Es positivo usar y abusar de la sonrisa, no como alegres mentecatos o como ingenuos desequilibrados del mundo de la fantasía y la ilusión, sino como actitud realista del que no se resigna con el lado gris y oscuro de lo cotidiano y cree que todo puede ser diferente y mejor. Sonreír no debe ser propiamente una especie de tic o un reflejo de pasividad o indiferencia cómoda o egoísta. Podemos creer en la aceptación del otro de forma empática mediante una sonrisa adecuada y acogedora, sin caer en el fariseísmo. Es una 84

actitud saludable y psicológicamente higiénica, que desafía la existencia con confianza y optimismo. Un rostro sonriente es una excelente tarjeta de visita de la gente sana, una muestra de lo que somos y tenemos, y es una invitación a la relación y a la fraternidad, que desencadena la transparencia de nuestra persona y de nuestras intenciones. Hay que aprender a sonreír de manera sensata y oportuna; esto abrirá las puertas de nuestros interlocutores en nuestras relaciones normales u ocasionales. Provocar en el otro una sonrisa es lo más extraordinario que podemos ofrecerle al otro. El sentido del humor, el entusiasmo, las bromas y la alegría deberían ser obligatorios y habría que pagar una multa cuando no nos esforzamos por dar más colorido a nuestra vida y a nuestras relaciones. El buen ánimo se extiende como un reguero de pólvora; en las manos de cada uno está la posibilidad de incendiar el medio que nos rodea con el fuego de la felicidad. Y también el buen humor en términos religiosos. Cualquier idea religiosa que provoque miedo, terror y angustia no es más que una incorrecta interpretación de Dios y su mensaje. Dios se reveló de manera particular en su Hijo Jesucristo, y todo cuanto dijo e hizo era una invitación a la verdadera alegría de sentirnos redimidos y salvados, realizados y felices. No es tarea fácil, pero Dios no ceja en su empeño y sigue sonriéndonos y dándonos la mano para que sigamos caminando, aunque a veces nos caigamos. Termino con la recomendación de san Agustín, cuando se despedía de sus familiares y amigos en el lecho de muerte: «¡Seguid riendo!». Y yo digo: «¡Vivamos en serio con buen humor!».

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Índice Introducción I. El buen humor como actitud existencial El buen humor es cosa seria... El desafío de una sonrisa La fisiología de la persona con buen humor Razones para la alegría Por una cultura del optimismo Pensamientos positivos Los orígenes del humor Humor y carácter La revolución del humor La broma es una buena medicina Tomarse la risa en serio La filosofía de la risa Pistas para una actitud positiva La risa en los dichos populares Reír Sonrisa Alegría Bromas, juegos, diversión Llanto y dolor Cantar Gracias Actitudes Fiesta II. El buen humor como actitud del cristiano Por «humor» de Dios Lectura antropológica de la risa El humor y la religión La risa, entre lo sagrado y lo profano Dios también es «humor» Un Dios «abba» simpático Las semillas de la sonrisa de Dios Jesucristo, heraldo de la felicidad La alegría en el Nuevo Testamento Historias con humor religioso El agua milagrosa de san Felipe Neri Los comentarios de santa Teresa de Jesús El retrato del papa León XIII El hombre que se salvó por hacer reír Jugando con el mismo Dios Dios en la aldea de la risa El Dios invisible Dios en un partido de fútbol La feria de las religiones Confiar en la providencia y no hacer nada Perseverar con sentido del humor La invocación de Dios en la sabiduría popular Pedagogía divina Esperanza Sobre los otros Oración

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La religiosidad en los dichos populares Sobre la figura del Diablo Sobre el infierno Sobre los santos Sobre el pecado Sobre las devociones religiosas Sobre clérigos y religiosos Adivinanzas sagradas Chistes de temática religiosa La profesión más antigua La lucecita roja Oración por la lluvia Para ganar la lotería Segundos y millones Ir con Dios Adán y la mujer El secreto de Eva No hay peces Pérdida de tiempo Los orígenes de la humanidad Partida de golf La solución del ateo La oración La propuesta El barco salvavidas La boda Las dos velas encendidas Ir a Roma a apagar la vela La función de papá Dios mío... La obra maestra Fe en la providencia divina Una oración especial Adán y Eva Hombres y mujeres El bebé pesado La alegría de dar El chaval descarado El tejado de la iglesia El pan de cada día El fin del mundo El profesor de autoescuela Propuesta de actividades de «buen humor» 1. Suelta de «globos sonrisa» 2. Paseo en bici con disfraz de payaso 3. Festival «el Evangelio es alegría» 4. Salida al teatro 5. Las cometas de la alegría 6. Baile de máscaras 7. Un espectáculo de circo 8. Concurso de chistes 9. Visita de payasos al hospital 10. Campamento «Dios es optimismo y fiesta» 11. Exposición fotográfica «Smile» 12. Campaña solidaria «un niño: una sonrisa» 13. Espectáculo de títeres y marionetas

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14. Lanzamiento al mar de «botellas con mensaje» 15. Salida al cine: «Una película de humor» 16. Exposición de muñecos-espantapájaros 17. Programa de radio: «El lado positivo de la vida» 18. Yincana: «Reír es cosa seria» 19. Día del milagro de la sonrisa 20. Feria de «la sonrisa» Consideraciones finales

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Puede consultarse en J. M. CABODEVILLA SÁNCHEZ, La jirafa tiene ideas muy elevadas: para un estudio cristiano sobre el humor, San Pablo, Madrid 19974 (N. del T.).

[1]1

[2]

A. COMT E-SPONVILLE, Pequeño tratado de las grandes virtudes, Paidós Ibérica, Barcelona 2009, 219; 229; traducción publicada con anterioridad por Espasa Calpe, Madrid 1998; la cita siguiente es de la p. 221 (N. del T.). [3] Ib, 219; 220; 225 (N. del T.). [4] Tratado de la naturaleza humana, IX, 12. [5] Reflexiones sobre la risa, Diario de Dublín, 1725. [6] The emotions and the will, 1859. [7] Crítica del juicio, 1790. [8] La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad, 1900. [9] V. ALBERT I, O riso e o risível na história do pensamento, Río de Janeiro 1999. [10] Seuil, París 2003. [11] PABLO VI, Exhortación apostólica Gaudete in domino, Sobre la alegría cristiana, Roma, 9 de mayo de 1975, 12 (N. del T.).

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Índice Introducción I. El buen humor como actitud existencial El buen humor es cosa seria... El desafío de una sonrisa La fisiología de la persona con buen humor Razones para la alegría Por una cultura del optimismo Pensamientos positivos Los orígenes del humor Humor y carácter La revolución del humor La broma es una buena medicina Tomarse la risa en serio La filosofía de la risa Pistas para una actitud positiva La risa en los dichos populares Reír Sonrisa Alegría Bromas, juegos, diversión Llanto y dolor Cantar Gracias Actitudes Fiesta

3 4 5 6 8 11 13 15 17 18 21 24 26 28 28 31 31 31 31 32 32 32 32 32 33

II. El buen humor como actitud del cristiano Por «humor» de Dios Lectura antropológica de la risa El humor y la religión 91

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La risa, entre lo sagrado y lo profano Dios también es «humor» Un Dios «abba» simpático Las semillas de la sonrisa de Dios Jesucristo, heraldo de la felicidad La alegría en el Nuevo Testamento Historias con humor religioso El agua milagrosa de san Felipe Neri Los comentarios de santa Teresa de Jesús El retrato del papa León XIII El hombre que se salvó por hacer reír Jugando con el mismo Dios Dios en la aldea de la risa El Dios invisible Dios en un partido de fútbol La feria de las religiones Confiar en la providencia y no hacer nada

Perseverar con sentido del humor La invocación de Dios en la sabiduría popular Pedagogía divina Esperanza Sobre los otros Oración

40 42 44 46 49 52 55 55 55 56 57 58 59 59 61 62 63

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La religiosidad en los dichos populares

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Sobre la figura del Diablo Sobre el infierno Sobre los santos Sobre el pecado Sobre las devociones religiosas Sobre clérigos y religiosos

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Adivinanzas sagradas Chistes de temática religiosa

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La profesión más antigua

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La lucecita roja Oración por la lluvia Para ganar la lotería Segundos y millones Ir con Dios Adán y la mujer El secreto de Eva No hay peces Pérdida de tiempo Los orígenes de la humanidad Partida de golf La solución del ateo La oración La propuesta El barco salvavidas La boda Las dos velas encendidas Ir a Roma a apagar la vela La función de papá Dios mío... La obra maestra Fe en la providencia divina Una oración especial Adán y Eva Hombres y mujeres El bebé pesado La alegría de dar El chaval descarado El tejado de la iglesia El pan de cada día El fin del mundo El profesor de autoescuela

72 72 72 72 73 73 73 73 74 74 74 74 75 75 75 75 76 76 76 76 77 77 77 77 78 78 78 78 78 78 79 79

Propuesta de actividades de «buen humor» 1. Suelta de «globos sonrisa» 2. Paseo en bici con disfraz de payaso

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3. Festival «el Evangelio es alegría» 4. Salida al teatro 5. Las cometas de la alegría 6. Baile de máscaras 7. Un espectáculo de circo 8. Concurso de chistes 9. Visita de payasos al hospital 10. Campamento «Dios es optimismo y fiesta» 11. Exposición fotográfica «Smile» 12. Campaña solidaria «un niño: una sonrisa» 13. Espectáculo de títeres y marionetas 14. Lanzamiento al mar de «botellas con mensaje» 15. Salida al cine: «Una película de humor» 16. Exposición de muñecos-espantapájaros 17. Programa de radio: «El lado positivo de la vida» 18. Yincana: «Reír es cosa seria» 19. Día del milagro de la sonrisa 20. Feria de «la sonrisa»

Consideraciones finales

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