La Verdad en Las Matemáticas y en Las Ciencias Empíricas (Naturales y Sociales) .
November 23, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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8. LA VERDAD EN LAS MATEMÁTICAS Y EN LAS CIENCIAS EMPÍRICAS (SOCIALES Y NATURALES). ESQUEMA: 1. INTRODUCCIÓN: CIENCIAS FORMALES Y CIENCIAS EMPÍRICAS. 2. LA VERDAD EN LAS MATEMÁTICAS. 3. LA VERDAD EN LAS CIENCIAS EMPÍRICAS NATURALES: 3.1. El método hipotético-deductivo. 3.2. El neopositivismo. 3.3. El falsacionismo de Popper. 3.4. La nueva filosofía de la ciencia. 3.5. El doble concepto de verdad: H. Brown. 4. LA VERDAD EN LAS CIENCIAS EMPÍRICAS SOCIALES: 4.1. El problema de las ciencias sociales. 4.2. Métodos de las ciencias sociales. 4.3. Conclusiones: Mario Bunge. 5. BIBLIOGRAFÍA. ********** 1) INTRODUCCIÓN: CIENCIAS FORMALES Y CIENCIAS EMPÍRICAS. Mario Bunge (La investigación científica): “La diferencia primera y más notable entre las varias ciencias es la que se presenta entre ciencias formales y ciencias factuales, o sea, entre las que estudian ideas y las que estudian hechos. La lógica y la matemática son ciencias formales: no se refieren a nada que se encuentre en la realidad y, por lo tanto, no pueden utilizar nuestros contactos con la realidad para convalidar sus fórmulas. La física y la psicología se encuentran en cambio entre las ciencias factuales: se refieren a hechos que se supone ocurren en el mundo y, consiguientemente, tienen que apelar a la experiencia para contrastar sus fórmulas”. Las ciencias formales se definen como aquellas cuyos enunciados no dicen nada sobre los hechos y, por lo tanto, su verdad depende de la corrección en el uso de la deducción (coherencia lógica); sólo “contienen fórmulas analíticas” o sólo tratan de ideas. Sólo hay dos ciencias formales: la lógica y las matemáticas, habiéndose postulado la mutua reductibilidad. En ambos casos, el punto de partida fundamental son los axiomas o proposiciones básicas (de ahí que se llamen sistemas axiomáticos) y los teoremas demostrados a partir de ellos. Todo su conocimiento queda delimitado por el conjunto del sistema que forman, siendo, por lo tanto, un sistema autónomo cerrado sobre sí mismo. Por eso puede conseguirse verdad formal completa. La característica fundamental de las ciencias empíricas está en que sus afirmaciones se refieren a hechos que acaecen en el mundo, “contienen además de fórmulas analíticas, fórmulas sintéticas, o sea fórmulas que no pueden ser convalidadas por la nuda razón”. Tratan fundamentalmente de establecer leyes y teorías que permitan predecir lo que ocurrirá en determinadas circunstancias. Necesariamente han de partir de la observación y es precisamente este punto el que determina su campo de acción. Sin embargo, esta observación se realiza ya desde una teoría previa. Pueden conseguir una verdad factual incompleta. Las ciencias empíricas se dividen a su vez en ciencias naturales y ciencias sociales. Las ciencias naturales son aquellas que estudian el mundo material. Recurren al experimento, a la observación y a la cuantificación. Ejemplos de ciencias de la naturaleza son la física, la química, la biología, la botánica, la zoología, (quizá) la psicología individual, etc. Las ciencias sociales son aquellas que estudian la cultura, el hombre o la historia. En general, si las ciencias de la naturaleza buscan el conocimiento del mundo externo a través de leyes causales, las ciencias el espíritu buscan un conocimiento objetivo del mundo humano a través de la comprensión y el estudio de lo que se consideran productos del espíritu objetivo, como las obras de arte, los documentos históricos, las instituciones sociales, etc. Ejemplos de ciencias sociales: la historia, la sociología, la ciencia política, el derecho, etc.
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Antes de analizar la verdad dentro de las ciencias empíricas, trataremos de estudiar cómo se configura ésta dentro de las matemáticas. Partiremos de aquella posición que encuentra una vinculación directa entre el tipo de verdad que se desarrolla en la lógica y en las matemáticas, y expondremos posteriormente algunas posturas que niegan esta vinculación tan clara. 2) LA VERDAD EN LAS MATEMÁTICAS. 2.1. La verdad en las ciencias formales: la lógica y las matemáticas. Los enunciados de las ciencias formales son tautologías: no dicen nada acerca de los objetos y por esta misma razón son ciertos, universalmente válidos e irrefutables por la observación. Así, la lógica no trata de la totalidad de las cosas, no trata de ningún tipo de objetos en absoluto, sino únicamente del modo en que hablamos acerca de los objetos. La lógica no surge más que con el lenguaje. La certeza y la validez universal, o, mejor dicho, la irrefutabilidad de la proposición lógica se deriva precisamente del hecho de que no dice nada sobre objeto alguno. La verdad lógica o verdad formal se expresa a través de la llamada deducción lógica. No es una verdad material o de hecho, puesto que no nos dice nada acerca de los hechos. La deducción lógica consiste en un razonamiento, es decir, en una relación que se establece entre unas premisas y una conclusión. Lo peculiar de este razonamiento formalmente válido o deductivo es la relación de necesidad que se establece entre las premisas y la conclusión. En un razonamiento formalmente válido la verdad de la conclusión se sigue necesariamente de la verdad de las premisas. Lo importante es comprender que un razonamiento es válido cuando siendo verdaderas sus premisas, sea falsa su conclusión. Por tanto, la validez de un razonamiento es independiente de la verdad o falsedad de las premisas o de la verdad o falsedad de la conclusión. Puede haber razonamientos cuyas premisas y cuya conclusión sean verdaderos y, sin embargo, sean razonamientos no válidos. Pero saber si las premisas son de hecho verdaderas es algo que, en principio, no afecta a la lógica. No es la verdad de hecho la noción fundamental de la lógica sino la de coherencia. Pero, si las proposiciones de la lógica son tautologías que no nos dicen nada acerca de los objetos, ¿para qué sirve la lógica? Puede decirse que la lógica nos hace tomar conciencia de todo lo que hemos afirmado, implícita o explícitamente, sirviéndonos de convenciones relativas al uso del lenguaje, al formular un sistema de proposiciones. Nuestro lenguaje está constituido de tal suerte que al afirmar determinadas proposiciones implícitamente afirmamos al mismo tiempo otras proposiciones, pero no vemos de inmediato todo lo que de ese modo se ha dicho implícitamente. Sólo la inducción lógica hace que tengamos conciencia de ello. Pues bien, si nos trasladamos ahora al ámbito de las matemáticas, debemos considerar que existe una larga tradición dentro de la filosofía que considera que las proposiciones matemáticas son del mismo tipo que las proposiciones de la lógica y que, por tanto, la verdad en las matemáticas es del mismo tipo que la verdad lógica. Si las proposiciones matemáticas son del mismo tipo que las proposiciones lógicas serán tautológicas. Nada dicen acerca de los objetos de que queremos hablar, se refieren sólo a la manera en que queremos hablar de ellos. Si podemos afirmar apodícticamente y con validez universal la proposición “3+7=10”; si podemos, anteriormente a toda observación, decir con absoluta certidumbre que jamás ocurrirá que “3+7=5”, p.e., es porque mediante “3+7” decimos lo mismo que con “10”. Nos damos cuenta de que significamos lo mismo con “3+7” que con “10”, volviendo a los significados de “3”, “7”, “10”, “+”, y haciendo transformaciones tautológicas hasta que vemos precisamente que “3+7” significa lo mismo que “10”. La palabra “calcular” significa esa sucesiva transformación tautológica; las operaciones de suma y de multiplicación constituyen normas a seguir para dicha transformación tautológica; toda prueba matemática es una sucesión de dichas transformaciones tautológicas. Su utilidad radica también en el hecho de que, p.e., no vemos de inmediato que con “15·16” significamos lo mismo que con “240”; pero si calculamos el producto de “15·16”, entonces lo transformamos paso a paso de tal suerte que en cada transformación individual reconozcamos cómo, sobre la base de las convenciones relativas al uso de los signos implicados, lo que significamos después de la transformación sigue siendo lo mismo que lo que significamos antes de hacerla. Sostener que la verdad matemática sea de la misma índole que la verdad lógica, es una tesis que puede sostenerse desde distintas concepciones acerca de la lógica. Así podemos hablar, por una parte, del programa logicista, el cual se caracterizaba por considerar a la lógica como el conjunto de leyes que gobernaban el pensamiento; y por considerar que ese conjunto de leyes era el fundamento de las matemáticas (Peano, Frege). Estos autores son básicamente
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platónicos: creen en un mundo objetivo, existente por sí mismo, de entes y relaciones matemáticas que el investigador debe descubrir pero no inventar. Con los Principia Mathematica de Russell y Whitehead nos hallamos ante una obra que representa, al mismo tiempo, un intento por culminar el programa logicista y un reflejo del derrumbamiento interno del propio programa. La presencia de múltiples paradojas empezaron a mostrar la imposibilidad de alcanzar un lenguaje lógicamente perfecto que sustentara a las matemáticas. Un intento por salvar el intento de salvar la fundamentación de las matemáticas sin recurrir a un lenguaje lógicamente perfecto es el formalismo de Hilbert. Se trata de afirmar que el edificio de las matemáticas está construido desde el punto de vista formal, como un sistema axiomático sin referencia a ningún contenido. Así, la matemática se convierte en un sistema de símbolos cuya validez ni proviene jamás del plano de la comprobación experimental, sino de una metamatemática (desde fuera del sistema axiomático) que contiene los fundamentos que sostienen la matemática. Para Hilbert un ente matemático existe cuando ha sido definido de un modo no contradictorio. Un modo de probar la no contradictoriedad de una teoría matemática había consistido en hallar un modelo de los axiomas de la teoría dentro de otra teoría ya existente y que por consenso unánime haya sido aceptada como coherente. Este camino fue practicado por Hilbert en sus Fundamentos de la geometría (1899), donde axiomatiza de modo riguroso la geometría euclídea. La idea fundamental de Hilbert estriba en que la geometría euclídea es sólo la descripción de una estructura que puede realizarse o no realizarse en el espacio físico, en la intuición humana. Por eso puede haber tantas geometrías distintas e incompatibles entre sí (como las de Euclides, Lobatchevsky o Riemann), tantas como estructuras distintas seamos capaces de definir, con independencia de cualquier realidad. La vinculación entre la lógica y la matemática que lleva a considerar a las verdades matemáticas como auténticas tautologías ha sido rechazada por una importante corriente filosófica que tiene su precursor más notable en Kant y que se continúa en el intuicionismo de Poincaré o Brower. Según ellos, el fracaso del programa logicista se debió al intento de plantear una lógica infinitista, al intento de buscar conjuntos infinitos. La lógica ordinaria, por el contrario, no emplea conjuntos infinitos. La exigencia más importante, en la práctica, del programa intuicionista es la de considerar que un ente existe matemáticamente sólo si se logra construirlo, es decir, únicamente si podemos dar un ejemplo de él o indicar el procedimiento que nos permite llegar a un ejemplo similar, a través de una cantidad finita de pasos. Por tanto, se prohíbe apelar al infinito actual (algo imposible de construir). El infinito es algo potencial, en el sentido de que, p.e., cada punto al que se haya podido llegar, puede verse superado. Siguen fielmente a Kant en lo que se refiere a la verdad de las matemáticas: ésta es sintética y a priori. Dejan claro que la aritmética se deriva de la intuición temporal, pero no queda tan claro de qué intuición se derivan las geometrías no euclídeas. Pero ninguna de estas tres escuelas matemáticas han podido imponerse por el momento. Hay problemas matemáticos que no pueden ser tratados con los recursos de la matemática de cálculo. Existen ciertos límites “naturales” de la capacidad humana para la matematización. La pretensión de verdad ha de ser abandonada. Los esfuerzos realizados por eliminar las paradojas y asegurar la consistencia de las estructuras matemáticas han fracasado. La discrepancia es total en lo concerniente a los axiomas que han de aplicarse. Hoy, aparte de la variedad de geometrías y álgebras, se tiene la libertad de aceptar o rechazar el axioma de elección y también la hipótesis del continuo. De las diferentes posibilidades de elección pueden surgir también matemáticas distintas. Incluso existen diferentes concepciones sobre los métodos de demostración. De esta forma, hay que desistir de la pretensión de una argumentación irrecusable. Para terminar este apartado, vamos a hacer referencia a la sugerente opinión de Imre Lakatos sobre el métodos de las matemáticas. La deducción a partir de axiomas es, en principio, el método de las matemáticas. Sin embargo, Lakatos (Matemáticas, ciencia y epistemología, 1977) afirma que el quehacer de los matemáticos desmiente que la matemática se construya deductivamente “a través de un incremento monótono de teoremas”. Las teorías matemáticas, al menos las más importantes, son cuasi-empíricas, al igual que las teorías científicas. Los matemáticos parten de problemas, y no de axiomas, y proceden por medio de conjeturas y pruebas, que son sometidas a crítica y a falsación mediante contraejemplos y análisis lógicos, siendo a continuación mejoradas (lógica muy semejante a la propuesta por Popper para la física). Gracias a que las teorías, con el fin de resolver problemas, se van modificando, y gracias también a que la problemática va cambiando y se renueva, aparecen auténticos programas de investigación, de manera similar a las restantes ciencias. Un teoría cuasi-empírica nunca será verdadera, aunque pueda estar bien corroborada, porque siempre será conjetural. En definitiva, según Lakatos, no se pueden identificar las teorías matemáticas con sus abstracciones axiomáticas formales, es decir, con los sistemas formales en el sentido de Hilbert. Las matemáticas informales y cuasiempíricas no se desarrollan mediante un monótono aumento del número de teoremas indubitablemente establecidos,
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sino que lo hacen mediante la incesante mejora de las conjeturas, gracias a la especulación y a la crítica, siguiendo la lógica de pruebas y refutaciones. 3. LA VERDAD EN LAS CIENCIAS EMPÍRICAS NATURALES. 3.1. El método hipotético-deductivo. El método hipotético-deductivo es el método científico, propio de las ciencias fácticas y opuesto al inductivismo, que sostiene que las hipótesis científicas no se derivan de la observación, sino que son producto de la creatividad humana, que mediante ellas intenta hallar la solución a un problema. El recurso a la experiencia sólo es necesario para la contrastación de la hipótesis, deduciendo de ella una conclusión en forma de enunciado observacional, que se compara con los hechos. Sus pasos característicos son: 1) Punto de partida: descubrimiento de un problema, y planteamiento preciso del mismo. No se parte, pues, de hechos “puros”, sino de hechos “problemáticos”: hechos que contradicen una teoría ya aceptada o que no pueden ser explicados por ella. 2) Intento de solución mediante la invención de una hipótesis. 3) Deducción de las consecuencias de la hipótesis (normalmente, predicciones empíricas que puedan hacerse con ayuda de la hipótesis). 4) Contrastación de la hipótesis misma (buscando su compatibilidad con teorías ya aceptadas), y de sus consecuencias (confrontándola con datos empíricos, que pueden ser observaciones o experimentos). De este modo se pone a prueba la hipótesis. Si la contrastación no tiene éxito, entonces refuta la hipótesis; y si tiene éxito, entonces: 5) Confirmación (siempre provisional) de la hipótesis, que se convierte en ley. El método hipotético-deductivo plantea numerosas dificultades, especialmente respecto a la contrastación. La contrastación es la puesta a prueba de una hipótesis, confrontándola con los hechos. En realidad, dado que las hipótesis son enunciados universales, no es posible encontrar en el mundo nada que se corresponda con ellas. Por eso hay que deducir (de la hipótesis) hechos observables y comprobar, luego, que efectivamente se dan en realidad. Se han propuesto varias formas de contrastación, que veremos a continuación. 3.2. El neopositivismo. Los filósofos neopositivistas del Círculo de Viena propusieron como forma de contrastación la verificación: una hipótesis se considera “verdadera” si los hechos observados en el mundo están de acuerdo con los hechos deducidos de la hipótesis (Schlick, Neurath). Sin embargo, los neopositivistas se dieron cuenta muy pronto de que no es posible realizar una verificación concluyente, es decir, completa de un enunciado universal (como son las hipótesis o las leyes). En consecuencia, se modificó el primer criterio riguroso de verificabilidad y se sustituyó por otras formulaciones en las que se habla de confirmación parcial o indirecta. Así, p.e., Carnap (1936) para quien un enunciado es verificable si es confirmable. Un enunciado es confirmable si las circunstancias empíricas le dan algún tipo de apoyo. Por esta misma razón admite grados de confirmabilidad, que medirían la fuerza inductiva de este apoyo, o la probabilidad lógica. Ayer en 1958 distinguió entre un sentido “fuerte” y un sentido “débil” del término “verificable”: un enunciado es verificable o es significativo (de él podemos saber si es verdadero o falso), “en el sentido fuerte del término si, y sólo si, su verdad puede establecerse en forma concluyente mediante la experiencia”, mientras que “es verificable en el sentido débil, si es posible que la experiencia lo haga probable”. En la aplicación de estos criterios, tuvo que distinguirse entre la posibilidad técnica de verificar un enunciado y la posibilidad teórica, afirmándose la necesidad de esta última. Por su parte, Carnap -ante los ataques de Popper contra la verificabilidad y la propuesta de éste a favor de la falsabilidadsustituyó el criterio de verificabilidad por el de “traducibilidad”: un enunciado tiene significado si, y sólo si, es traducible a un lenguaje empirista, y un lenguaje es empirista si todo enunciado se construye en términos de características observables de objetos físicos, y sus enunciados (protocolarios) son susceptibles de confirmación. Esta nueva ampliación del principio de verificación no soslayó la dificultad de traducir todo término teórico a un lenguaje observacional. 3.3. El falsacionismo de Popper.
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Las deficiencias de la verificación condujeron a Popper a sugerir otra forma de contrastación, la falsación: una hipótesis puede ser admitida (provisionalmente) sólo mientras no resulte refutada por los hechos. Por tanto, en la falsación ya no se trata de buscar hechos que estén de acuerdo con las consecuencias de la hipótesis, sino hechos que estén en oposición con las mismas. El valor científico de una hipótesis radica en su resistencia a la refutación. Una teoría es científica si puede ser falsada por medio de la experiencia (teorías empíricas) o por medio de su contrariedad interna (teorías lógicas y matemáticas). El título de una de las obras de Popper, Conjeturas y refutaciones (1962), indica cómo éste concibe el método científico: inventar hipótesis (“conjeturas”) lo más audaces posibles –ya que son las que avanzar realmente la ciencia- y hacer todo lo posible por refutarlas. No es buena señal que un científico se esfuerce por demostrar que sus hipótesis se ven siempre confirmadas; al contrario, debe arriesgarse a que resulten falsas. Una teoría que pueda ser refutada por ningún acontecimiento concebible, no es científica. La irrefutabilidad no es una virtud de una teoría, sino que es un vicio. Popper señala además que, desde el punto de vista lógico, la falsación es correcta, pero no la verificación. Hay asimetría lógica entre la verificabilidad y la falsabilidad: un enunciado universal nunca es deducible a partir de los enunciados particulares, por muchos que éstos sean; pero, en cambio, un enunciado singular sí puede contradecir un enunciado universal y, por tanto, refutarlo (por el modus tollens). Imre Lakatos, seguidor de las ideas de Popper, distingue entre un falsacionismo dogmático (la ciencia no puede probar hipótesis, sino que sólo puede intentar refutarlas; divulgación inicial de las ideas de Popper de Ayer, Kuhn y Nagel) y un falsacionismo metodológico, del que distingue una versión ingenua, atribuible a Popper, y una versión refinada, la del propio Lakatos, que admite una cierta aceptabilidad o una cierta verificabilidad de las hipótesis. Para el falsacionista ingenuo cualquier teoría que pueda interpretarse como experimentalmente falsable es “aceptable” o “científica”. Para el falsacionismo refinado, una teoría es “aceptable” o “científica” sólo si tiene un exceso de contenido empírico corroborado con relación a su predecesora (o rival). Esto implica que la nueva teoría ha de tener exceso de contenido empírico (esto es, predice hechos nuevos, improbables o incluso excluidos por la teoría anterior) y que una parte de ese exceso de contenido resulte verificado. Mientras los neopositivistas son optimistas en relación con la posibilidad de alcanzar un conocimiento cierto y definitivo (los enunciados verificados son enunciados ciertos), Popper se caracteriza por un cierto escepticismo: si bien los enunciados falsados son incuestionablemente falsos, los enunciados no falsados aún podrán ser verdaderos, pero nunca sabremos con certeza que lo son. No hay enunciados (universales) verificados; las hipótesis observacionales de bajo nivel son revisables; y del hecho de que una teoría no tropieza por el momento con casos que muestren su falsedad, no se sigue que tales casos no puedan aparecer en el futuro. No hay adquisiciones científicas definitivas, sino siempre provisionales, es decir, provisionalmente aceptadas en la medida en que no han sido falsadas hasta el momento. Si hay progreso en la ciencia, no es por acumulación de conocimientos, sino por el hecho de que las nuevas teorías permiten explicar mejor un mayor número de problemas. Las nuevas teorías son más verosímiles que las antiguas, están más cerca de la verdad, que se considera como el límite inalcanzable de una investigación nunca terminada. Pero tampoco la falsación está libre de críticas. P.e.: 1) El carácter “aproximativo” de las leyes y teorías científicas hace que no puedan ser falsadas fácilmente. 2) En la práctica científica, una teoría casi nunca se considera refutada, sino que se mantiene gracias a hipótesis auxiliares construidas ad hoc. 3) Siempre que se alega un hecho para refutar una teoría, tal hecho ha debido ser interpretado desde otra teoría. 3.4. La nueva filosofía de la ciencia. A partir de los años 60, otros autores se oponen decididamente a la tesis acumulativa mantenida por el neopositivismo: Hanson, Kuhn, Lakatos, Feyerabend o Laudan. El supuesto general de estos autores es que: 1) toda nueva teoría sobre el desarrollo de la ciencia ha de tener en cuenta las condiciones históricas reales en que se produce, tanto más cuanto no existe ni una ciencia ideal ni un método científico que pueda imponerse a priori; y 2) no ha de considerarse consustancial al progreso científico un desarrollo de la ciencia lineal y acumulativo, sino que éste ha de ser siempre el resultado de la crítica de teorías llevadas a cabo en el seno de la comunidad científica y en medio de la competencia mutua entre teorías. Según Hanson, la observación pura, tal como la concebían los neopositivistas, no existe (también Popper). La observación está “cargada de teoría”, no es ingenua, ni puede serlo. Cuando observamos buscamos algo, y normalmente ya sabemos previamente qué. Pero no sólo ocurre esto, sino que cuando describimos lo que observamos lo hacemos siempre en términos de una teoría más o menos compleja, de una interpretación de la realidad. P.e., la imagen retinal de
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dos observadores diferentes pueden ser prácticamente la misma y sus informes observacionales totalmente diferentes. Dos astrónomos, uno copernicano y el otro ptolemaico, describirían el mismo fenómeno como “el movimiento aparente del sol debido al movimiento real de la tierra” o “el movimiento del sol”. Según esto, no es posible hablar de verdad como correspondencia, verificación e incluso confirmación o falsación en sentido estricto. Según Kuhn, el avance de la ciencia se produce por la alternancia sucesiva de períodos de ciencia normal y períodos de ciencia revolucionaria, que suponen un cambio de paradigma. El primero es un período conservador, durante el cual se produce una acumulación de conocimientos; el segundo, un período revolucionario y de ruptura, de cambio de paradigma y de introducción y admisión de nuevas teorías que sustituyen en todo o en parte a las antiguas. El progreso, pues, no puede ser lineal, sino según rupturas revolucionarias y cambios de paradigma que no pueden suponer un aumento acumulativo, porque los paradigmas son inconmensurables comparados unos con otros. No cabe hablar de progreso en el sentido de acercamiento continuo hacia la verdad, sino en un sentido retrospectivo, pues cada vez se tiene un dominio mayor de la naturaleza. Hay, pues, progreso en el sentido de alejamiento del punto de partida, pero no en el sentido de acercamiento al hipotético punto de legada. Imre Lakatos, que comparte muchas de las ideas de Popper y se opone a las de Kuhn, cree que la exposición que éste hace del progreso de la ciencia obliga a considerarlo como un proceso irracional. Para salvar la racionalidad del cambio en la ciencia, en lugar del paradigma como núcleo que permanece pese a los cambios, propone “programas de investigación”. Un programa de investigación es un conjunto de teorías que supone un núcleo (las leyes y los supuestos fundamentales de la ciencia) constante y no expuesto a la refutación, un “cinturón protector” de hipótesis auxiliares, que pueden refutarse y cambiar, y un conjunto de reglas metodológicas, que orientan en la investigación y el descubrimiento de diversas teorías, con el que se protege el núcleo y reordena el conjunto de hipótesis auxiliares, que se aceptan o desechan. De esta manera pueden conciliarse la acumulación y la refutación de teorías. En definitiva, para Kuhn y Lakatos son los científicos los que deciden cuándo una observación o un conjunto de observaciones son suficientes para confirmar una nueva teoría o falsar una existente. El papel de la verdad como adecuación queda de nuevo puesto en entredicho. Feyerabend radicaliza aún más la postura de los autores anteriores proponiendo una teoría “anarquista” de la metodología científica. Para él, las teorías científicas rivales son inconmensurables entre sí, ya que no usan conceptos traducibles ni proveen de explicaciones conectables entre sí. No se pueden comparar las teorías usando como criterio un conjunto de enunciados observacionales teóricamente neutros porque tal conjunto no existe. La incomensurabilidad permite un cierto nivel de comparación entre teorías, nivel que no es totalmente objetivo: la elección entre teorías científicas es un asunto, en último término, subjetivo. Según Larry Laudan (El progreso y sus problemas, 1977), puesto que el objetivo de la ciencia es la resolución de problemas (no la búsqueda de la verdad), puede decirse -adoptando una perspectiva pragmática- que la ciencia progresa si determinadas teorías, en un momento dado, resuelven más eficazmente mayor número de problemas que otras anteriores. Lo racional, en este caso, consiste en “aceptar las tradiciones de investigación más eficaces en la solución problemas”; quien decide acerca de la eficacia, o de los criterios de evaluación de teorías, es la comunidad científica basada en ciertas intuiciones predominantes en ella, que no se someten a discusión. 3.5. El doble concepto de verdad: H. Brown. H. Brown, en su libro La nueva filosofía de la ciencia (1983), plantea que bajo los desarrollos de estos autores hay un doble concepto de verdad. Habría un 1º concepto básico, “verdad-1”, que sería la verdad como correspondencia o adecuación con la realidad, que denota el objetivo por el que se esfuerzan los científicos al construir teorías, pero que no tiene ninguna relevancia para la evaluación de teorías, puesto que las teorías suministran el único acceso que tenemos a la realidad. Elaboran, pues, un 2º concepto de verdad, “verdad-2”, para poder discutir significativamente sobre la verdad o falsedad de las teorías científicas. Al introducir este concepto se invierte la relación entre los conceptos ‘conocimiento’ y ‘verdad’. Tradicionalmente el concepto de verdad ha sido primitivo y el de conocimiento se ha definido en función del mismo. Brown, por el contrario, define “verdad-2” en función de ‘conocimiento’: cualquier proposición que forme parte del conocimiento científico es “verdadera-2”. Para los autores de las nueva filosofía de la ciencia, el conocimiento científico es el cuerpo de teorías, datos, métodos, etc., aceptados por el consenso de la comunidad científica. 4) LA VERDAD EN LAS CIENCIAS EMPÍRICAS SOCIALES.
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4.1. El problema de las ciencias sociales. Las ciencias sociales en sentido amplio pueden identificarse con las ciencias del espíritu, o con las ciencias humanas, pero en sentido propio deben considerarse ciencias sociales aquellas cuyo objeto de estudio son los fenómenos sociales. Surgen, al igual que las ciencias de la naturaleza, durante el s. XIX, cuando aparecen las primeras obras sobre filosofía de la ciencia. El primero en emplear el término de “sociología” para aplicarlo a una ciencia de tipo experimental fue Auguste Comte. Ejemplos de ciencias sociales son, además de la sociología, la economía, la lingüística, la criminología, la ciencia política, la psicología social, la historia de las ideas, etc. Desde que Dilthey, a finales del s. XIX, distingue entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, existe la polémica acerca de las características de estas últimas y acerca del método que les es propio. Uno de los supuestos fundamentales del neopositivismo es la afirmación de la unidad del método científico, que exige que también las ciencias sociales construyan leyes invariables sobre los fenómenos humanos. La llamada disputa del positivismo (congreso de Tubinga, convocado en 1961 por la Sociedad Alemana de Sociología, en torno a la lógica de las ciencias sociales) enfrentó dos concepciones opuestas -el racionalismo crítico de Popper y la teoría crítica de la escuela de Francfurt- sobre la cuestión de si las ciencias sociales poseen una estructura científica similar a la de las ciencias de la naturaleza y si el método que les corresponde es o no es el mismo que el de estas últimas. Popper (y luego Hans Albert) sostuvo la unidad del método científico, esto es, todas las ciencias -tanto las de la naturaleza como las de la sociedad- deben atenerse al método hipotético-deductivo: proposición de hipótesis y contrastación por los hechos; las hipótesis que no superan la prueba de los hechos han de ser desechadas como no científicas. Por el contrario, la escuela de Francfurt (Adorno y luego Habermas) sostiene la dualidad de ciencias y de métodos. La sociedad no es un objeto de la naturaleza y tiene sus propias características: es una totalidad, que ha de captarse en su globalidad, puesto que es contradictoria en sí misma, racional e irracional a un tiempo; la reflexión que sobre ella se hace no tiende simplemente a conocerla, sino a transformarla, y toda teoría social es también práctica; de ella nos interesa primariamente no lo que es verdadero o falso, sino lo que es bueno o justo. La discusión puede ampliarse a las críticas dirigidas por Hempel, defensor del modelo nomológico de explicación, a las teorías de W. Dray, que en su Leyes y explicación en la historia (1957) sostiene que la explicación histórica tiene su propio modelo; le siguen en esto E. Anscombe y G.H. von Wright. En esta cuestión son dos los enfoques posibles: reducir las ciencias sociales a la misma estructura y metodología de las ciencias de la naturaleza (tradición empírico-analítica), o respetar la idiosincrasia de las ciencias sociales (tradición hermenéutica). Esta última opción enlaza con la postura tradicional, que sostiene que lo propio de las ciencias sociales, igual que las ciencias del espíritu, o las ciencias humanas, es la comprensión de la sociedad y la cultura. La comprensión es el proceso mediante el cual conocemos algo psíquico e interior a través de los signos sensibles en que se manifiesta. La comprensión es, por lo mismo, interpretación (la exposición metódica de la comprensión) y hermenéutica (la teoría general de la comprensión y la interpretación) de situaciones empíricas en busca del elemento mental o psíquico que les da vida y sentido. Es propio de estas ciencias contemplar su objeto de estudio, en definitiva el hombre, no como un ser biológico sometido a leyes deterministas, sino como ser libre, capaz de autodeterminarse y no sometido al destino, aunque sí a los condicionamientos psicológicos, ambientales y sociales, y que se manifiesta activamente a través del lenguaje y de sus producciones e instituciones culturales y sociales. Esta situación de intercomunicación e interacción, en la que coincide la naturaleza de lo que se estudia y de quien estudia, produce la peculiaridad de las ciencias de la sociedad y del espíritu: por un lado, la ventaja de comprender desde dentro, y no solamente entender desde fuera, el objeto que se investiga, y, por el otro, el carácter problemático de la objetividad científica, más difícil de conseguir por la dificultad de conseguir conceptos objetivos y leyes universales. En el estudio de la realidad social forzosamente intervienen los prejuicios, las ideologías y los juicios de valor. Son las dos caras, positiva y negativa, del llamado método de la comprensión, método en definitiva subjetivo. Añádase la dificultad de emprender experimentos en materia social, o repetirlos en circunstancias idénticas, la dificultad de analizar las predicciones, y, sobre todo, el problema de los enunciados universales en las ciencias sociales: si las generalizaciones en estas ciencias pueden hacerse con el rigor necesario. En las ciencias naturales se supone la regularidad de los fenómenos: a efectos semejantes, causas semejantes, de modo que, siendo iguales las circunstancias y
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los objetos, los fenómenos son los mismos. En las ciencias sociales, los objetos- esto es, los hombres- en circunstancias semejantes actúan de maneras diferentes. Según Ernest Nagel, las ciencias naturales gozan de unanimidad entre los investigadores respecto a 1) cuáles son los hechos que hay que explicar, 2) cuáles son las explicaciones satisfactorias de los hechos (si las hay), y 3) cuáles son los procedimientos de investigación que permiten hallar las explicaciones de los hechos. Frente a ello, en las ciencias sociales no existe tal suficiente unanimidad ni sobre cuestiones de contenido ni sobre cuestiones de método, y es posible dudar acerca de si estas ciencias “suministran leyes estrictamente universales acerca de fenómenos sociales”. 4.2. Métodos de las ciencias sociales. Las ciencias sociales han desarrollado multitud de métodos para abordar sus objetos desde diversas perspectivas. Los métodos cuantitativos son cada vez más sofisticados y consisten en escalas, tests, cuestionarios, muestreos y, sobre todo, la estadística, que se ha convertido en el gran instrumento de análisis de la realidad social. No obstante, no se ha alcanzado el grado de precisión, generalidad, capacidad predictiva, seguridad y necesidad que se ha logrado en las ciencias naturales. Ello se debe tanto al hecho de tener que contar con la libertad de los individuos que componen el conjunto social como también al de que los elementos de las acciones sociales, como intenciones o valores, sean difícilmente cuantificables. Por eso, las técnicas cualitativas tienen cada vez más relevancia en las ciencias sociales: entrevistas, grupos focales, grupos nominales, grupos de discusión o historias de vida. Estos instrumentos metodológicos no buscan la generalización, sino la singularización y la comprensión de los casos concretos. Son útiles para poner de manifiesto aspectos inaccesibles con métodos cuantitativos y por eso ambos tipos de métodos resultan complementarios. Un enfoque metodológico distinto es el de la Teoría Crítica de la sociedad, desarrollado por la Escuela de Frankfurt. Desde esta perspectiva, las ciencias sociales no sólo han de explicar el fenómeno social (tradición empirista o positivista), y comprenderlo (tradición hermenéutica), sino también criticarlo. Puesto que no existe ninguna teoría neutral, sino que todas vienen regidas por un interés emancipatorio y buscar un criterio desde el que criticar nuestra sociedad para liberarla de distorsiones. Se trata, pues, de ampliar la racionalidad más allá de la mera razón técnicoinstrumental, propia del positivismo, a una racionalidad crítica y emancipadora. 4.3. En conclusión: Mario Bunge. Mario Bunge (La investigación científica). En la ciencia factual, y en algunas matemáticas, sólo pueden conseguirse soluciones aproximadas, por lo que el método de aproximaciones sucesivas es indispensable. La investigación científica procede gradualmente –siempre sujeta a corrección-; da verdades parciales, más que verdades completas y finales; y se corrige a sí misma. La ciencia tiende a construir reproducciones conceptuales de las estructuras de los hechos, o sea, teorías fácticas. Y no pretende ser verdadera, ni final e incorregible, como la mitología. Lo que afirma es que: es más verdadera que cualquier modelo no científico del mundo; es capaz de probar, sometiéndola a la contrastación empírica, esa pretensión de verdad; es capaz de descubrir sus propias deficiencias y corregirlas. Lo que permite a la ciencia alcanzar su objetivo –la construcción de reconstrucciones parciales y cada vez más verdaderas de la realidad- es su método. Para saber cuál entre varias hipótesis es verdadera hay que inferir de ellas algunas consecuencias, utilizando nuestro conocimiento básico, y confrontar esas consecuencias lógicas con información empírica ya poseía o nueva. Así pues, la investigación científica no termina en un final único, en una verdad completa: ni siquiera busca una fórmula única capaz de abarcar el mundo entero. El resultado de la investigación científica es un conjunto de fórmulas más o menos verdaderas y parcialmente interconectados, que se refieren a diferentes aspectos de la realidad. 5. BIBLIOGRAFÍA. - H. I. Brown: La nueva filosofía de la ciencia. Madrid, Tecnos, 1983. - M. Bunge: La investigación científica. Barcelona, Ariel, 1983.
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- J. Echevarría: Introducción a la metodología de la ciencia. Madrid, Cátedra, 1999. - S. Giner: Sociología. Barcelona, Península, 1991. - C. G. Hempel: Filosofía de la ciencia natural. Madrid, Alianza, 1976.
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