La traducción especializada y las especialidades de la traducción

August 28, 2017 | Author: Ana Martínez | Category: Translations, Knowledge, Reason, Science, Theory
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Col·lecció «Estudis sobre la traducció» Núm. 17

Sobre las especialidades de la Traducción y la Traducción especializada Roberto Mayoral Asensio Oscar Diaz Fouces

BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Dades catalogràfiques MAYORAL ASENSIO, Roberto La traducción especializada y las especialidades de la traducción / Roberto Mayoral Asensio, Oscar Diaz Fouces.  Castelló de la Plana : Publicacions de la Universitat Jaume I, D.L. 2011 p. ; cm.  (Estudis sobre la traducció ; 17) Bibliografia. ISBN  1. Traducció. I. Diaz Fouces, Oscar. II. Universitat Jaume I. Publicacions. III. Títol 81’25

Publicacions de la Universitat Jaume I és una editorial membre de l’une, cosa que en garanteix la difusió i comercialització de les obres en els àmbits nacional i internacional. www.une.es.

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© Del text: els autors, 2011 © De la present edició: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2011 Edita: Publicacions de la Universitat Jaume I. Servei de Comunicació i Publicacions Campus del Riu Sec. Edifici Rectorat i Serveis Centrals. 12071 Castelló de la Plana Fax: 964 72 88 32 http://www.tenda.uji.es e-mail: [email protected]

DOI: http://dx.doi.org/10.6035/EstudisTraduccio.2011.17 ISBN: 

A nuestros padres y a nuestras madres

Índice

Prefacio, Anthony Pym.............................................................................9 Introducción........................................................................................15 1. El concepto de traducción especializada en los Estudios de Traducción...................................................19 1.1. Cuestiones preliminares (1): el afán clasificatorio en los estudios sobre la traducción.............................................................................19 1.2. Cuestiones preliminares (2): el concepto de categorización.............27 1.3. Cuestiones preliminares (3): representaciones gráficas de los criterios de categorización.......................................................32 1.4. Revisión sintética de los criterios empleados para clasificar la traducción y de los modelos resultantes.........................................45 1.4.1. Preliminares: las opiniones de algunos expertos.....................45 1.4.2. El criterio del grado de especialización del texto: traducción general frente a traducción especializada...............47 1.4.3. El criterio del tema del texto.....................................................50 1.4.3.1. Un ejemplo concreto: la traducción jurídica................56 1.4.3.2. ¿Tiene algún fundamento la clasificación basada en el tema?....................................................................60 1.4.4. El criterio del género del texto..................................................60 1.4.5. El criterio de la función del texto..............................................67 1.4.6. Lenguajes de especialidad y (tipos de) textos especializados...71 1.5. Las implicaciones didácticas..............................................................73 1.6. Primeras conclusiones........................................................................75 2. Notas sobre la constitución, la evolución y el cultivo de las disciplinas...............................................79 2.1. El origen de las disciplinas................................................................81

2.1.1. Factores intrínsecos y factores extrínsecos...............................81 2.1.2. La especialización.....................................................................83 2.2. El cultivo de las disciplinas................................................................88 2.2.1. Los grupos académicos.............................................................88 2.2.2. La relación entre los tipos de disciplinas y los grupos académicos................................................................................90 3. La constitución como disciplina de la traducción...97 3.1. Tres dimensiones para un concepto...................................................97 3.2. La traducción como disciplina científica y académica......................98 3.2.1. hard/soft....................................................................................98 3.2.2. pure/applied............................................................................104 3.2.3. Ubicación disciplinar de la traducción....................................108 3.3. Las especialidades de la traducción y la traducción especializada..... 111 3.3.1. Un caso concreto: traducción automática, traducción asistida y localización............................................................. 111 3.3.2. El concepto de traducción especializada................................. 116 3.3.2.1. Especialidades técnicas y especialidades sectoriales.....116 3.3.2.2. El caso de las especialidades teóricas.........................124 3.3.2.3. El marco disciplinario.................................................127 3.3.2.4. El problema de la delimitación de las especializaciones sectoriales.............................129 Epílogo...................................................................................................165 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.......................................................169

Prefacio

Roberto Mayoral y Oscar Diaz Fouces nos ofrecen un libro de carácter especializado, ya que aborda la especialización traductológica, relegada a un rincón aislado y periférico de las ciencias humanas. Al mismo tiempo, aunque pueda parecer una paradoja, los autores demuestran repetidamente y desde diversas perspectivas que, dado que todo se especializa, la cuestión de la especialización es una de las más generales, ya que abarca temas que van desde la psicología cognitiva hasta los géneros discursivos, pasando por la relación entre teoría y práctica, la planificación de programas de formación, e incluso la organización de proyectos de investigación y de congresos, merced a lo que se describe aquí como procesos de contaminación. Paradoja banal, a fin de cuentas: del mismo modo que no existen parques zoológicos en cuyas jaulas una placa indique «animal», ni jardines botánicos con etiquetas que digan «planta», no hay traducción sin especialización. Dicho de otro modo, como bien apuntan los autores, no existe una traducción general. Así, aunque de apariencia modesta, las investigaciones que aquí se presentan resultan ser de las más críticas en la traductología española. ¿Qué ocurre cuando desaparece la categoría de traducción general? En primer lugar, la crítica nos obliga a reflexionar sobre el modo en que tal categoría ha llegado a los planes de estudio. A partir de ahí, se tendría que indagar sobre cómo esta y otras categorías se han tallado y empaquetado en la forma de modelos de competencia traductora, tales como los que encontramos en los trabajos del grupo avanti de Granada, del grupo pacte de Barcelona o del todavía reciente Máster Europeo de Traducción. ¿De dónde proceden las categorías? ¿De reiterar la tradición? («Así me han formado a mí, por lo tanto así hay que formar a todos los traductores.») ¿Como justificación de lo ya hecho? («Así lo hacemos, luego así lo tenemos que hacer, por inercia y eficacia.») ¿Por adecuación al mercado laboral? («Así lo dicen mis amigos profesionales, de modo que así es y así seguirá siendo todo el mercado.») ¿Analizando lo que no saben los alumnos? («Lo corrijo en el examen porque es lo que tenían que aprender.») ¿A partir de recomendaciones de los expertos? («Si se dice así en otro país o en otra disciplina –las disciplinas son países, por lo menos cuando tienen prestigio–, entonces será lo mejor para mi país-disciplina»). Lo cierto es que, detrás de todos los modelos actuales, hay más repetición textual que pensamiento crítico, así como más tráfico de citas (sí, calco del tráfico de influencias) que investigaciones capaces de cuestionar y modificar las categorías de partida.

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Como he tenido ocasión de proponer en otra parte, si los actuales modelos de competencia se comparan con los de una ciencia como la química, que también pretende aislar elementos y estudiar sus combinaciones y reacciones, estamos todavía en la época de la alquimia, esperando que principios que nunca han sido cuestionados ni probados nos conduzcan al oro inalcanzable de la traducción perfecta. Como bien entrevén Mayoral y Diaz Fouces, la clave del asunto podría ser la manera en que las diversas categorías funcionan en los mundos profesionales. ¿Cómo piensan, por ejemplo, los revisores que tienen que formar (y reformar) a nuestros egresados una vez que empiezan a traducir en las empresas y las organizaciones? ¿Qué categorías representan mejor las inadecuaciones de la formación actual? Aunque en estos momentos disponemos de pocos estudios solventes sobre el tema, el espíritu crítico de Mayoral y Diaz Fouces nos dirige por pistas nuevas y potencialmente fructuosas. Una segunda consecuencia de la desaparición de la traducción general sería la necesidad de reconsiderar toda la cuestión de la dificultad traductora. Según el planteamiento tradicional, aquello que es general debería resultar más fácil de traducir que aquello que es especializado. Recuerdo, sin embargo, un libro pedagógico de Basil Hatim sobre la traducción inglés-árabe que aborda, ya en su primera lección, un texto jurídico («the legal article»), dado que el autor, lingüista, sabe que cuanto más formulario y unívoco es el texto, más fácil resulta su traducción. Tuve ocasión de comprobar la estrategia durante un par de años en los que impartí un curso de géneros textuales: al tener menos interpretaciones posibles, el lenguaje formulario exige un menor procesamiento cognitivo por parte del traductor. De hecho, esta primera clase, sobre el texto jurídico, suele enseñar algo todavía más útil: ante aquello que parece tan especializado que asusta, conviene mantener la calma, don’t panic, y dejar que los problemas se solucionen uno por uno. Lo que parece difícil no lo es, por lo menos para quien haya aprendido los principios básicos (en este caso, el principio de la norma preliminar: ¿la traducción tiene que funcionar en esta cultura o en aquella?). Esas dificultades quiméricas están en el origen de las profesiones liberales. Otra consecuencia tiene que ver con la pregunta «¿Difícil para quién?». Los aspectos subjetivos y subjetivistas no están ausentes de las reflexiones de Mayoral y Diaz Fouces, contribuyendo en varias ocasiones a minar la certeza de muchas tradiciones. Aquello que resulta difícil para mí (por ejemplo, porque es la primera vez que traduzco un contrato) no lo es para mi colega (que ya ha traducido cien contratos, de modo que ahora salen como churros de su memoria de traducción). De ahí se desprenden un par de problemas interesantes para

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estas listas de competencias que la mafia educativa nos obliga a formular y calcular para justificar la enseñanza, como si cada estudiante particular necesitase toda la lista abstracta que redactamos de antemano. De acuerdo con las categorías tradicionales, el saber qué (conocimiento declarativo) se opone al saber cómo (conocimiento procesal u operativo). La equivocación tradicional, a mi entender, es que la traducción especializada requiere de unas dosis enormes del saber qué. Dicha tendencia llega al paroxismo en los libros/cd de Michael Hann (1992, 2004) que intentan resumir, para la formación de traductores «científicos y de ingeniería», los conceptos y términos de la mecánica, electrónica, ciencia de los materiales, ingeniería nuclear, ingeniería mecánica, ingeniería química, y más. Siempre será mejor saber estas cosas que ignorarlas, claro está. No me resulta evidente, no obstante, que los resúmenes de ciencias se tengan que enseñar en un programa de traducción, sobre todo cuando se podría enviar a los estudiantes interesados a clases introductorias en la Facultad de Ingeniería. Es más, hoy en día este saber qué se convierte muy rápidamente en un saber dónde, en el sentido de que basta saber utilizar los enormes recursos electrónicos que tenemos disponibles en Internet. Más aún, dentro del saber dónde, la clase de conocimiento más lucrativa actualmente es sin duda el saber quién, en el sentido de que el empresario, el gestor de proyectos o el traductor en apuros tiene que saber a quién encargar o preguntar en caso de dificultad. El saber qué concierne a textos y a la estética comunicativa; el saber cómo es actualmente un asunto de herramientas electrónicas de ayuda a la traducción; el saber dónde necesita poca cosa más que búsquedas por Internet; y el saber quién se opera preferentemente por vía telefónica, ya que la viva voz se mantiene todavía como un instrumento del poder. Las tecnologías de la comunicación nos conducirán a sus propias especializaciones. No cabe duda de que el trabajo de Mayoral y Diaz Fouces lo abarca todo. No obstante, me parece que la actualidad del tema de la especialización reside en un problema histórico muy específico. Me refiero a la creación del Espacio Europeo de Educación Superior. Los vientos continentales han hecho que, en países como España en donde la formación de traductores ha constado tradicionalmente de dos ciclos universitarios (4 o 5 años), esta se reparta ahora entre un nivel de grado y otro nivel de máster. El problema es precisamente este: en muchos casos (y en muchos países, hay que admitirlo), no se ha hecho más que dividir en dos el modelo anterior: el grado para lo básico, el máster para lo avanzado, sin especialización particular. Hay justificaciones y antecedentes de peso: Danica Seleskovitch solía decir que el objetivo del programa de la esit de París era formar especialistas de la traducción/interpretación, y no traductores/intérpretes especializados. Menos lapidariamente, aunque tal vez

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con más realismo social, Justa Holz-Mänttäri (1984) insistía en que el traductor debe ser un experto en traducción, con capacidad de trabajar conjuntamente con expertos de otros campos. A pesar de tales opiniones expertas, que nos hablan desde otra época, el panorama actual se caracteriza sin duda por una formación masificada, lo que requiere otro modo de pensar. Me temo que estamos perdiendo una gran oportunidad para reorganizar los másteres según, precisamente, las especializaciones de la traducción. En lugar de 40 o 100 programas que repiten todos más o menos los mismos contenidos, con el fin de estandarizar la competencia única, sería de más interés social (por lo menos de cara a la empleabilidad de los egresados) contemplar una serie de másteres altamente especializados (un programa modelo podría ser el Máster de Traducción Médico-Sanitaria en la Universitat Jaume I de Castelló). Para formarse en técnicas de traducción audiovisual, tal máster; para traducción jurídica, tal otro, etc. Para organizar la formación de esta manera, claro, se tendría que decidir qué se entiende por especialización y cómo se quiere aplicar el concepto. Es tema para un debate amplio, que se tendría que extender mucho más allá de las lenguas españolas. Visto desde esta perspectiva, todo apunte sobre la especialización es de plena actualidad. Los estudios españoles sobre la traducción son abundantes y su número crece casi geométricamente. En 1987 Julio-César Santoyo publicó su primer ensayo de bibliografía española con más de 1200 títulos. En 1996, casi diez años más tarde, el mismo Santoyo editó una segunda bibliografía, esta vez con unos 4800 títulos, que incluye textos en catalán, gallego y vasco. En la actualidad, dichas cuentas se ven ampliamente superadas por la Bibliografía de interpretación y traducción (bitra) de la Universidad de Alicante, que cataloga más de 43 000 entradas (en 2010), de las cuales 8844 son en lengua española, 658 en catalán, 277 en gallego y 84 en vasco. Sorprende, ante tales cifras, las muy contadas veces que estos trabajos se suelen citar fuera del ámbito español. Santoyo (1987) ya comentaba la ausencia casi total de autores españoles en las bibliografías internacionales de la época, como si de injusticia estadística se tratara. Se podrían hacer observaciones similares hoy: han aumentado las publicaciones, pero no ha aumentado en paralelo, ni mucho menos, el impacto internacional de la traductología española. Las contadas excepciones, curiosamente, son los trabajos sobre la competencia traductora, sobre todo los del grupo pacte de Bellaterra, en parte porque suelen publicarse en inglés y francés, pero también porque el tema de la competencia es clave de muchos asuntos. Por lo demás, silencio. ¿Por discriminación en contra del español? Chi lo sa? Más allá de las conspiraciones, hay razones que tal vez no sean tan difí-

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ciles de adivinar. En primer lugar, como bien hacen notar Mayoral y Diaz Fouces, hay muchos trabajos, sobre todo los libros de texto, que se empeñan en acumular citas de autores de fuera, sin análisis crítico ni más propósito que el de impresionar con la bibliografía. Por otra parte, el paisaje de la traductología española está bastante bien poblado de datos empíricos de toda índole, sobre todo respecto a catálogos históricos de traducciones, fascinantes fichas de censura y documentación de experimentos pedagógicos. Hace casi una década declaraba Hurtado, como muchos en aquella época, que «necesitamos datos que nos ayuden a conocer y explicar mejor la traducción» (2001: 632). Ahora se podría decir que tenemos datos pero hemos avanzado relativamente poco en el camino de entender o explicar la traducción. Si los datos no contestan a hipótesis, es decir, a ideas claras y generales sobre lo que queremos descubrir, no generarán conocimiento. Y si solo tenemos datos sin la producción dialéctica de ideas organizadoras y provocadoras, ¿por qué nos citarían? Como bien decía Popper (1959/2002), el proceso inductivo necesita, para poder avanzar, del trabajo teorizante de los procesos deductivos. El libro de Mayoral y Diaz Fouces interviene en este sentido como una llamada a la reflexión: ahora nos toca pensar; tenemos que producir y contrastar ideas, después de tantos años de acumular datos sobre datos. El debate está servido. Anthony Pym Intercultural Studies Group Universitat Rovira i Virgili

Referencias Hann, M. (1992): The Key to Technical Translation, Ámsterdam/Filadelfia: Benjamins. – (2004): A basis for scientific and engineering translation: German-EnglishGerman. Ámsterdam/Filadelfia: Benjamins. Hatim, B. (1997): English-Arabic/Arabic-English Translation: A Practical Guide. Londres: Saqi. Holz-Mänttäri, J. (1984): Translatorisches Handeln. Theorie und Methode. Helsinki: Academia Scientiarum Fennica. Hurtado Albir, A. (2001): Traducción y traductología. Introducción a la traductología. Madrid: Cátedra.

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Popper, K. (1959/2002): The Logic of Scientific Discovery. Londres/Nueva York: Routledge. Santoyo, J. C. (1987): Traducción, traducciones, traductores: Ensayo de bibliografía española. León: Servicio de Publicaciones, Universidad de León. – (1996): Bibliografía de la traducción en español, catalán, gallego y vasco. León: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León.

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Introducción

A nadie se le oculta que, aunque existan precedentes significativos, la implantación académica generalizada de los estudios sobre la traducción es un hecho relativamente reciente. En el Estado español, hace ahora unos cuarenta años que se inauguraron las diplomaturas de traducción e interpretación. Las licenciaturas correspondientes tienen aproximadamente la mitad de antigüedad, y los estudios de tercer ciclo (doctorados, másteres y posgrados) son todavía más jóvenes. Este periodo de tiempo, relativamente breve, ha sido suficiente para que el sistema universitario español haya nutrido a la sociedad de un enorme contingente de personas formadas para desarrollar actividades profesionales relacionadas con la mediación lingüística. Y también, por supuesto, para que se haya generado un grupo notable de personal académico e investigador relacionado con la misma área. Con matices evidentes, una historia parecida se ha ido reproduciendo en bastantes países del llamado mundo occidental. Probablemente una de las claves del éxito de los estudios sobre la traducción en esos años ha sido su coincidencia en el tiempo con el proceso de internacionalización de los mercados y de las comunicaciones al que es habitual referirse con el nombre de globalización. Ese proceso habría permitido incorporarse a la vida profesional a un número importante de personas tituladas, quizás no siempre para llevar a cabo tareas específicas de traducción, pero sí, con mucha frecuencia, para desempeñar trabajos en los que las destrezas lingüísticas y multiculturales tienen un papel destacado. De hecho, buena parte de las actividades profesionales en el mundo en el que ahora nos toca vivir requieren de unas habilidades comunicativas que a principios del siglo pasado estaban reservadas a sectores muy limitados y muy específicos. Mientras que hace cien años los conocimientos de lenguas alcanzaban preferentemente a profesiones muy concretas, como las propias de la carrera diplomática, hoy en día resulta difícil encontrar una oferta de empleo mínimamente cualificado en que las competencias lingüísticas no sean un requisito imprescindible. Todo ese desarrollo práctico ha corrido en paralelo con una evolución teórica de los estudios sobre la traducción. A propósito de esta circunstancia, cabe reconocer que, como mínimo, estos últimos se han mostrado ciertamente permeables a la influencia de las diferentes corrientes del pensamiento con que les ha tocado convivir: desde el estructuralismo hasta el cognitivismo, pasando por el generativismo; desde el posestructuralismo hasta el poscolonialismo, pasan-

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do por los estudios culturales y los estudios sobre el género... Lo cierto es que la reflexión teórica sobre la mediación lingüística ha sido enormemente productiva, como lo demuestra la ingente cantidad de material publicado en los últimos años, que puede revelar una simple consulta a las bases de datos propias de la especialidad, como bitra o la Translation Studies Bibliography (que son, ellas mismas, un claro exponente de la madurez del ámbito del que se ocupan). Conviene señalar que, como tampoco se le escapa a nadie que conozca mínimamente la actividad profesional y, al mismo tiempo, la producción teórica generada en los últimos tiempos, ambas llevan caminos autónomos (en términos generales) aunque, por supuesto, existen puntos de confluencia. En realidad, como se argumenta en este volumen, ese hecho no debiera resultar especialmente inquietante, en lo que a nuestro campo se refiere, siempre que no conduzca a un divorcio absoluto, difícil de justificar. La codificación académica de los estudios sobre la traducción sintetiza, de algún modo, la dualidad anterior, dado que las personas egresadas deben haber recibido formación tanto para el desempeño profesional como para la reflexión teórica. En nuestra opinión, conviene no perder nunca de vista que la capacitación universitaria del personal que tendrá que desempeñar las profesiones relacionadas con la traducción y la interpretación y también la reflexión teórica sobre las mismas es, por derecho, una actividad diferente de ambas, que debe ser objeto continuado de reflexión (y de revisión) a su vez. Con este trabajo, nos proponemos contribuir –aunque sea modestamente– a esa revisión, que afecta, en realidad, a los tres espacios. Lo hacemos a propósito de un asunto que nos parece espinoso, tanto por su dificultad intrínseca como por la inercia que ha llevado a dar por asumido un cierto estado de las cosas, sin argumentar la conveniencia de mantenerlo. Nos referimos a la estructuración de los planes académicos, de la práctica profesional y de la propia investigación, en diversas especialidades (o especializaciones), a los criterios que llevan a delimitarlas, y a la (in)utilidad de oponerlas a una supuesta no especialización, a la que suele designarse con la etiqueta de traducción general. Para ello, partimos de una justificación de nuestras dudas sobre la conveniencia de mantener las clasificaciones tradicionales (basadas en criterios como el tema o la función de los textos) e intentamos situar una discusión sobre la propia viabilidad (y el valor) de las clasificaciones rígidas, en un campo como el que nos ocupa. A continuación, presentamos algunos fundamentos para una (re)ubicación disciplinar de la traducción para después, a la

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vista de todo lo anterior, intentar abrir una reflexión sobre las diferentes especializaciones posibles, sobre el modo de delimitarlas y de caracterizarlas. Como podrá comprobarse, las que aquí proponemos no son en ningún caso unas conclusiones cerradas, ni así lo hemos pretendido. Tampoco debe entenderse que con ello aboguemos por algún tipo de relativismo teórico-metodológico. Simplemente nos ha parecido adecuado (re)abrir una cuestión, difícil pero sin duda interesante, con la voluntad de estimular el debate entre las personas interesadas, a partir de algunas premisas menos comunes. Creemos que el vigor de una disciplina debe medirse, más que por el volumen de su producción teórica, por la capacidad de quienes la cultivan de evitar los dogmas inmutables y someter los fundamentos en que se basa a un examen crítico permanente. Es a ese examen al que pretendemos contribuir con las páginas que siguen.

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1. El concepto de traducción especializada en los Estudios SOBRE LA Traducción 1.1. Cuestiones preliminares (1): el afán clasificatorio en los estudios sobre la traducción Traducción especializada y sus corolarios traducción general, traducción científica, traducción técnica, traducción jurídica, traducción médica, etc. son etiquetas cuyo uso está muy asentado en nuestro campo. Estas denominaciones no solo sirven para estructurar el marco teórico, sino que también afectan de forma directa a muchos aspectos de la vida profesional de quienes se dedican a la traducción. Las tarifas profesionales se organizan y se distinguen de acuerdo con estas categorías. Lo mismo ocurre con las convocatorias de empleos y con los perfiles laborales, con los cursos, con los grados y con las reuniones científico-académicas. Esta categorización es el resultado de intentar clasificar, tipificar y compartimentar la actividad de traducir, de modo que, en buena lógica, debiera hacer más fáciles la reflexión, la comunicación y la práctica misma. En nuestra opinión, sin embargo, hoy por hoy, esta categorización entorpece más que facilita nuestra tarea y, por lo tanto, se ha hecho acreedora de una cierta revisión crítica. Creemos que, en general, estas clasificaciones tradicionales o bien no responden a sus propios principios de cómo debe ser una buena clasificación o bien resultan poco operativas desde el punto de vista práctico (el cómo traducir), o bien no son el resultado de una reflexión en profundidad de la propia naturaleza como disciplina de los estudios sobre la traducción sino, en cierta medida, algo previo a ella. Un ejemplo que refleja las circunstancias a las que acabamos de referirnos estaría constituido por una de las tipologías más difundidas (Hurtado, 2001), fruto de una voluntad explícitamente integradora (de vías clasificatorias y de escuelas):

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Categorías de clasificación

Variedades de traducción

Ámbito socioprofesional

Tipos de traducción

Modo traductor

Modalidades de traducción

Naturaleza del proceso en el individuo

Clases de traducción

Método empleado

Métodos de traducción

Categorías de clasificación de las variedades de traducción (Hurtado, 2001: 53)

Método interpretativo-comunicativo (traducción del sentido) Método literal (transcodificación lingüística)

FINALIDAD DE LA TRADUCCIÓN

Método libre (modificación de categorías semióticas o comunicativas) Método filológico (traducción erudita y crítica) Principales métodos de traducción (Hurtado, 2001: 54)

Según la función y la configuración del proceso en el individuo

Traducción natural Traducción profesional Aprendizaje de la traducción profesional Traducción pedagógica Traducción interiorizada Traducción explicativa

Según la dirección del proceso

Traducción directa Traducción inversa

Clases de traducción (Hurtado, 2001: 57)

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Ámbitos marcados por el campo

Traducción de géneros especializados. Tipo de campo: técnico, jurídico, económico, religioso, etc. Traducción técnica, científica, jurídica, etc.

Ámbitos no marcados por el campo

Traducción de géneros no especializados. Traducción de géneros literarios, publicitarios, periodísticos, etc. Traducción literaria, traducción publicitaria, traducción periodística, etc.

Tipos de traducción (Hurtado, 2001: 59)

Modo traductor

Modalidad de traducción

Simple

Traducción escrita Interpretación simultánea Interpretación de enlace Susurrado

Complejo

Traducción a la vista Interpretación consecutiva

Subordinado simple

Voces superpuestas Doblaje Traducción de canciones para ser cantadas Traducción de programas informáticos Traducción de productos informáticos multimedia

Subordinado complejo

Subtitulación Supratitulación musical Traducción de productos informáticos multimedia

Modo traductor y principales modalidades de traducción (Hurtado, 2001: 73) ÍNDICE 21

Métodos de traducción (según el método traductor empleado)

Traducción comunicativa Traducción literal Traducción libre Traducción filológica, etc.

Clases de traducción (según la naturaleza del proceso traductor en el individuo)

Traducción natural Traducción profesional Aprendizaje de la traducción profesional Traducción pedagógica Traducción interiorizada Traducción explicativa Traducción directa Traducción inversa

Tipos de traducción (según el ámbito socioprofesional)

Traducción técnica Traducción jurídica Traducción económica Traducción administrativa Traducción religiosa Traducción literaria Traducción publicitaria Traducción periodística Interpretación de conferencias Interpretación social Interpretación de tribunales

Modalidades de traducción (según el método traductor)

Traducción escrita Traducción a la vista Interpretación simultánea Interpretación consecutiva Interpretación de enlace Susurrado Doblaje Voces superpuestas Subtitulación Traducción de programas informáticos Traducción de productos informáticos multimedia Traducción de canciones Supratitulación musical Traducción iconográfica

Clasificación de la traducción (Hurtado, 2001: 94)

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A las clasificaciones anteriores, Hurtado (2001: 473-506) añade todavía «Las clasificaciones textuales en Traductología»: • Las clasificaciones por los ámbitos temático y socioprofesional (2001: 473). • Las clasificaciones funcionales (asumiendo las propuestas de Bühler, Reiss y Newmark) (2001: 474-483). • Las clasificaciones por géneros (2001: 484, 491-506). El esfuerzo clasificatorio de esta destacada autora es un caso notorio del afán cartesiano que nos impulsa a todos los académicos, con mayor o menor eficacia, a ordenar el mundo, a clasificar incesantemente, olvidándonos a veces de que, para que una clasificación esté justificada, tiene que resultar útil para unos fines relevantes, previamente declarados. Esta salvedad parece especialmente obvia en el caso de las disciplinas cuyo interés principal no debiera radicar, aparentemente, en la descripción, sino en la aplicación, como el caso que nos ocupa, el de una disciplina referida, esencialmente, a un tipo de proceso comunicativo. No parece que un axioma como el de que cualquier disciplina debe avanzar en la capacidad de descripción de su objeto de estudio pueda utilizarse como argumento único para elaborar clasificaciones, si estas no permiten avanzar correlativamente en la explicación de la naturaleza de ese mismo objeto. El filósofo de la ciencia Toulmin (1977 [1972]: 11-12) se refiere a esa tendencia de la siguiente manera: Desde que los antiguos griegos se enamoraron de la geometría, el pensamiento filosófico sobre la naturaleza del conocimiento ha estado dominado por modelos derivados de la matemática y la física teórica. Este hecho ha tenido dos consecuencias lamentables. Por una parte –invirtiendo el epigrama de Whitehead–, condenó a toda la filosofía posterior a ser una serie de apostillas a Platón. Por la otra, tentó a los filósofos a concentrarse en cuestiones concernientes a la forma lógica, a descuidar las cuestiones atinentes a la función racional y la adaptación intelectual […] Dicha regla puede resumirse en una sola convicción profundamente arraigada: que, en la ciencia y la filosofía por igual, la preocupación exclusiva por la sistematicidad lógica ha resultado destructiva para la comprensión histórica y la crítica racional. Los hombres demuestran su racionalidad no ordenando sus conceptos y creencias en rígidas estructuras formales sino por su disposición a responder a situaciones nuevas con espíritu abierto, reconociendo los defectos de sus procedimientos anteriores y superándolos. Aquí, nuevamente, las nociones fundamentales son las de «adaptación» y «exigencia», más que las de «forma» y «validez».

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Dejando de lado ahora la conveniencia de argumentar sólidamente la propia necesidad de las clasificaciones tradicionales, y aunque sea en un aparte, queremos recordar que también es frecuente asumir que debe exigirse a las mismas el cumplimiento de una serie de criterios de calidad, para que resulten operativas (Sierra, 1999: 83-84): • Deben ser completas y exhaustivas, de modo que no dejen fuera a ningún miembro del conjunto que es objeto de clasificación. • Las clases deben excluirse entre sí, de modo que ningún individuo del conjunto pueda ser incluido a la vez en dos clases distintas. • El criterio o fundamento de la clasificación debe ser único y el mismo en todos los casos de la misma clasificación.

Más adelante argumentaremos que las clasificaciones más habituales en traducción (concretamente, las que se basan en criterios intratextuales) tienden a no cumplir con estos criterios. Observaremos, a propósito de la distinción especializada / no especializada, que (1) establecen un criterio en forma de alternativa dicotómica respecto al cumplimiento/incumplimiento de una cualidad (nos referiremos enseguida a las limitaciones del binarismo), o bien (2) no están basadas en uno, sino en varios criterios solapados (el tema, el género) que, además, resultan discutibles. Para argumentar la primera de estas observaciones, comenzaremos por repasar, de modo muy sintético, algunas cuestiones relacionadas con un concepto, el de categorización, al que ya hemos aludido en varias ocasiones y sobre el que juzgamos que merece la pena detenerse con más atención. Debemos señalar, además, que, desde nuestro punto de vista, los estudios sobre la traducción no han creado ex novo muchas de las actuales categorías clasificatorias sino que las han importado de otros ámbitos, de una forma probablemente apresurada y mecánica (Mayoral, 2007). Al menos en un grado significativo, su origen se encuentra en los estudios textuales, que a su vez las tomaron prestadas de los estudios relacionados con las lenguas para fines específicos (lsp) y de la terminología. Conviene tener presente, a propósito de las lsp, que esa designación recoge tanto el significado de lengua(s) con fines específicos como el de lenguajes de especialidad / lenguajes especializados (Doménech, 2007: 242) y, de acuerdo con Sager (2007: 112), habría permitido superar en los años setenta «la vieja percepción de los lenguajes especializados de materia o dominio». De todos modos, los estudios sobre las lsp tampoco inventaron estas categorías de especialización sino que a su vez las tomaron prestadas de la ontología vigente en su momento.

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Las categorizaciones de la traducción se manifiestan en muchos campos y niveles distintos, entre otros: • Las especializaciones profesionales. • Las tarifas profesionales. • La organización interna de sus asociaciones e incluso el elemento constitutivo de las mismas. • Los títulos y fines de los eventos académicos. • Los títulos y contenidos de las monografías sobre traducción. • Los títulos y contenidos de los diccionarios y otras obras de referencia dirigidos a traductores. • Los planes de estudio de las licenciaturas o grados. • Las denominaciones y contenidos de los cursos de posgrado en traducción y/o interpretación. • Las denominaciones y contenidos de los cursos no reglados de traducción e interpretación. • Las denominaciones y contenidos de las asignaturas de traducción e interpretación. • Las denominaciones de los premios de traducción. Todos estos campos y niveles dan testimonio también de la confusión entre lo general y lo especializado, uno de los ejes de este trabajo. A falta de un estudio empírico más solvente, creemos que es muy probable que las categorías más habitualmente utilizadas en estos momentos sean las siguientes: • Traducción científica y técnica. • Traducción económica, comercial, jurídica, jurada y administrativa. • Traducción literaria. • Traducción de software, multimedia y audiovisual. • Traducción general. Cada una de ellas puede organizarse a su vez en varios componentes, o agruparse en otras compartimentaciones diferentes (traducción médica, diplomática, militar, farmacéutica, de patentes...), a partir de criterios estructurales o externos. Más abajo volveremos sobre ello. Por otro lado, parece claro que, en el actual estado de las cosas, cualquier tipo especializado de traducción, por ejemplo, la traducción médica, podría ser designado adecuadamente, sin que la etiqueta dejase de evocar el contenido, añadiendo el sintagma de textos o de documentos (por ejemplo, traducción de textos médicos, que incluso

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podríamos sustituir por traducción de textos que tratan de medicina). También matizaremos estás afirmaciones más adelante. Los estudiosos y los profesionales deben enfrentarse con frecuencia con mezclas de tipologías y clasificaciones poco claras. Una de las causas del error aunque, desde luego, no la única podría ser la confusión entre los criterios de especialización del texto y de especialización profesional. En traducción, el adjetivo especializado ha sido utilizado tradicionalmente con sentidos distintos y solapados, entre otros «relativo a cada una de las diferentes subclases dentro de la traducción» (eje horizontal de extensión) y «que exige una pericia especial» (eje vertical de intensidad, parámetro que habría que examinar a la luz de la experiencia profesional). De un modo intuitivo, ya podemos empezar por constatar que la actividad de traducir suele someterse a diferentes tipos de categorización, que responden a la aplicación de criterios distintos. Podemos intentar sistematizarlos en el siguiente resumen: A. Clasificación según criterios intratextuales. A.1. Eje horizontal o extensivo. A.1.1 Tipologías textuales según el tema del texto: jurídica, científica, técnica, económica, vitivinícola… A.1.2 Tipologías textuales según el género (la estructura y la situación pragmática del texto): contratos, abstracts, patentes… Algunos autores ponen énfasis en su carácter intratextual (convenciones en la estructura textual) y otros en su carácter extratextual (situación comunicativa). A.1.3 Tipologías textuales según la función: textos expresivos/estéticos, informativos/declarativos, apelativos/direccionales/persuasivos. A.2 Eje vertical o intensivo. A.2.1 Según el grado de especialización del texto: general o especializada. B. Clasificación según criterios extratextuales. B.1 Clasificación según la especialización del traductor: general, especializada, audiovisual, jurídica, médica… B.2 Según las circunstancias (extralingüísticas y extratextuales) del proceso de traducción: jurada, audiovisual, editorial, diplomática, militar, interpretación ante los tribunales… B.3 Según el medio: traducción, interpretación, a vista, telefónica… B.4 Según la combinación lingüística implicada: por ejemplo, inglés-español. B.5 Según la direccionalidad de la traducción: directa o inversa. B.6 Según la vinculación a una cultura determinada: vinculada a una cultura o no vinculada a ninguna cultura. B.7 Según la profesionalidad del trabajo o del traductor: profesional o no profesional. […] ÍNDICE 26

De la combinación de estos criterios resulta, en general, la organización de las estructuras académicas en la formación de traductores y, correlativamente, buena parte de la producción investigadora en nuestro ámbito (no solo la que se orienta a la didáctica), como más arriba sugeríamos. También, en buena medida, la organización de la práctica profesional. En realidad, parece lógico suponer que los egresados de los centros de formación superior tiendan a proyectar los hábitos estructurales interiorizados durante el periodo formativo en su realidad profesional, por lo menos en algún grado. En los próximos apartados introduciremos algunos elementos de reflexión a propósito, especialmente, de los criterios A1 y A2. En el capítulo siguiente presentaremos algunas herramientas conceptuales que podrían ayudar a reflexionar de un modo diferente al más tradicional en nuestro ámbito sobre el concepto de traducción especializada, tanto en lo que se refiere al eje extensivo como al intensivo y tomando en cuenta diferentes circunstancias extratextuales.

1.2. Cuestiones preliminares (2): el concepto de categorización En el epígrafe anterior nos hemos referido en varias ocasiones a los conceptos de clasificación (la organización de elementos en clases diferentes) y categorización (el procedimiento que lleva a discernir esas mismas clases). A continuación, intentaremos profundizar en el segundo de ellos, dado que resulta especialmente relevante para nuestros propósitos. De acuerdo con la síntesis de Cuenca y Hilferty (1999: 32): La categorización es un mecanismo de organización de la información obtenida a partir de la aprehensión de la realidad, que es, en sí misma, variada y multiforme. La categorización nos permite simplificar la infinitud de lo real a partir de dos procedimientos elementales de signo contrario o, mejor dicho, complementario: la generalización o abstracción y la discriminación. […] Así la categorización se puede definir como un proceso mental de clasificación cuyo producto son las categorías cognitivas, «conceptos mentales almacenados en nuestro cerebro», que, en conjunto y una vez convencionalizadas, constituyen lo que se denomina «lexicón mental» (Ungerer & Schmid 1996: 39). En este sentido, la categorización fundamenta los procesos de comprensión y producción lingüística.

La categorización es uno de los temas estrella de los estudios sobre la cognición humana, junto con la comprensión y la producción del lenguaje, la ÍNDICE 27

metaforización o el aprendizaje. La revisión del concepto de clasificación encuentra una referencia evidente (por lo menos, a los efectos de este trabajo) en los trabajos de autores como Lakoff (1987, 1982), Rosch (1973), Givón (1986, 1984), Kleiber (1995 [1990]) y Taylor (1995). El último de ellos, John R. Taylor, en su obra Linguistic Categorization. Prototypes in Linguistic Theory, presenta una clara y detallada exposición del problema de la categorización, a propósito de las categorías lingüísticas o gramaticales, aunque buena parte de su exposición resulta aplicable a cualquier otro grupo de entidades categorizables. Así, Taylor (1995: 20) parte de una crítica del enfoque clásico de la categorización (cf. también Lakoff, 1987: 5 y ss.; Givón, 1986, 1984), que ha sido el predominante hasta bien avanzado el siglo xx. Ello no obsta para que Givón (1986: 77), con su franqueza y descaro proverbial, afirme: One extreme approach to looking at semantic/cognitive/functional space within the Western tradition is the Platonic point of view. Within it, «categories of the understanding» are discrete, absolute and pristine, be they God-given as Plato or Descartes would have it; neuro-genetically wired in as Chomsky (1966, 1968) or Bickerton (1981) would have it; representing the stable features of The Real World as Russell (1905, 1919), Carnap (1947, 1959) and other positivists would have it; or made out of atomic units of perception as the classical empiricists would have it. The age-old argument between empiricist and racionalist concerning the source of such categories in no way impinges upon accepting them as discrete.

En la descripción que Taylor (1995: 23-24) propone para el sistema clásico, la categoría se define en términos de la confluencia de una serie de características (o condiciones) necesarias y suficientes: • Categories are defined in terms of a conjunction of necessary and sufficient features. • Features are binary […] are a matter of all or nothing.1

1. Conviene recordar que el binarismo de los modelos de condiciones necesarias y suficientes está directamente relacionado con los primeros modelos de la teoría de la comunicación. Así lo reconoce Jakobson (1975) [1961] y argumenta la obsesión estructuralista de establecer clasificaciones basadas en rasgos dicotómicos (+/-) en la naturaleza de la unidad de información, el bit. El principio dicotómico que subyace a todo sistema de rasgos distintivos del lenguaje fue descubierto paulatinamente por los lingüistas y encontró su corroboración en los dígitos binarios (bits, si queremos utilizar la tan popularizada contracción) utilizados como unidad de medida por los

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• Categories have clear boundaries. • All members of a category have equal status.

O, en palabras de Lakoff (1982: 6), en la categorización clásica: A category is defined in terms of necessary and sufficient conditions shared by all members. Such conditions include objective properties of entities and objective relations holding among entities. They are stated in terms of objective logical relations that hold among such properties and relations.

Y los principios que la rigen (Lakoff, 1982: 4-7) son el objetivismo, el esencialismo, el reduccionismo, la doctrina de las categorías objetivas, la doctrina de los tipos naturales, la lógica objetivista, la psicología objetivista, la racionalidad objetivista, la política objetivista y la semántica objetivista (mentalista o no). En última instancia, la crítica al modelo clásico de categorización remite a los trabajos de Wittgenstein (1988 [1953]), especialmente a los conceptos de (1) límites difusos (fuzzy limits) para distinguir las categorías pertenecientes a una clase y de (2) semejanza de familia, como forma de relación entre las mismas. Los límites difusos implican que elementos que la teoría clásica presentaba como contiguos y claramente diferenciados, bajo la nueva concepción aparecen como difusos y solapados. Con la etiqueta de «semejanza de familia», incide Wittgenstein en el hecho de que dentro de una misma clase algunos elementos comparten unas características que otros no poseen y es posible que algunos elementos no tengan ninguna característica en común con otros elementos de la misma clase. La revisión de estas características lleva a los autores cognitivistas a proponer la coexistencia en una misma clase de elementos prototípicos (los representantes ideales de una categoría) y elementos periféricos (los más alejados del prototipo). El concepto de prototipo ha sido desarrollado y aplicado por autores como Rosch (especialmente), Lakoff o el propio Taylor (1995: 59-60), para quien podría concebirse de dos modos: • […] the central member, or perhaps to the cluster members of a category.

ingenieros de la comunicación. Cuando estos definen la información selectiva de un mensaje como la cantidad mínima de decisiones binarias que permiten al receptor reconstruir lo que necesita deducir del mensaje a partir de los datos de que dispone, tal fórmula puede aplicarse perfectamente al papel de los rasgos distintivos de la comunicación verbal.

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• […] a schematic representation of the conceptual core of a category. On this approach, we would say, not a particular entity is the prototype, but that it instantiates the prototype.

Un problema de difícil resolución es la elección del prototipo de una clase. Básicamente, los criterios para la elección de prototipos parecen ser arbitrarios. Una vez definida una clase, se puede escoger como elemento prototípico a: • El más frecuente (frecuencia). • El que presenta más ocurrencias (cantidad). • El valor intermedio aritméticamente (promedio). • El más representativo, según criterios claramente subjetivos y, sin duda, culturalmente determinados (el ejemplar más característico de la categoría mascota en un lugar puede coincidir con un ejemplar de la categoría alimento en otro, por ejemplo). Podemos calcular el porcentaje, la media aritmética, la media, la mediana, etc. como sus formas de expresión matemática. El tamaño es mensurable por métodos aritméticos y la frecuencia se presta a la aplicación de métodos estadísticos, pero, incluso dentro de estos últimos, los sistemas empleados pueden diferir. Por ejemplo, como medida del alejamiento o proximidad al elemento más representativo (análisis de conglomerados) podemos utilizar la desviación estándar (o desviación típica) o bien la desviación media absoluta. La fijación de prototipos bajo el enfoque de elementos prototípicos / elementos periféricos requiere definir previamente las características que reúnen los elementos de la clase y luego estudiar su cumplimiento y distribución. Este procedimiento no es aplicable para el enfoque de aire de familia, ya que, como dijimos, puede haber elementos que no compartan ningún rasgo en común. Quizás podría resultar útil aprovecharse de técnicas estadísticas que ya se utilizan en otras disciplinas como la economía, la bibliometría, la psicología o la sociología. En particular nos referimos al cluster analysis o ‘análisis de conglomerados’ (en otras traducciones: clusters, ‘grupos’, ‘racimos’, ‘agrupamiento’, ‘grupo’). El análisis de agrupamientos es un método estadístico basado en resumir en un grupo (cluster) un número grande de elementos con características o comportamientos iguales o parecidos. Mide el grado de proximidad o alejamiento respecto a un elemento que se presenta como el foco o núcleo de un agrupamiento y se distingue de otros métodos estadísticos en que no parte de ninguna clase establecida, sino que deduce las clases de los agrupamientos producidos tras el análisis estadístico. ÍNDICE 30

No podemos dejar este breve repaso sin señalar que Kleiber (1995 [1990]) se refiere a las siguientes ventajas del enfoque cognitivo para la categorización: • Las categorizaciones no presentan un carácter rígido. • Las categorizaciones no necesariamente deben ser homogéneas. • Existen unas propiedades semánticamente pertinentes, pero no tienen el carácter de (condiciones) necesarias.

Por cierto, que también la consideración de dos tipos de eje para la categorización, uno de ellos horizontal (extensivo) y el otro vertical (intensivo), al que más arriba nos referíamos (y sobre el que todavía volveremos) tiene sus raices en los estudios cognitivistas. Y recordaremos, además, que Taylor (1995: 68-80) se refiere a una última aportación del cognitivismo que resulta relevante para los temas que ahora nos ocupan: la distinción entre las categorías o clasificaciones de los expertos (basadas en las definiciones) y las populares (basadas en los procedimientos de reconocimiento). A propósito de la misma, resulta evidente que, para la persona que traduce, la existencia de un amplio abanico de clasificaciones disponibles es en sí misma problemática, así que, para los asuntos que le atañen utiliza sus propias clasificaciones, derivadas de mecanismos que, a falta de estudios empíricos, no conocemos con seguridad ni en detalle. En su práctica profesional, puede lidiar, por ejemplo, con: • Clasificaciones ontológicas cultas (sistemas bibliotecarios, tesauros docu­ mentalistas...). • Clasificaciones ontológicas populares. • Clasificaciones ontológicas tradicionales elaboradas por expertos en un tema específico (por ejemplo, para el campo del derecho, Borja (1998) opta por las clasificaciones textuales propias de los formularios jurídicos, perspectiva que Monzó (2002: 125) califica de «etnográfica» «ya que se basa en el comportamiento de la cultura que estudia»). • Clasificaciones ontológicas de sus clientes. • Clasificaciones ontológicas de los destinatarios de sus traducciones. • Clasificaciones ontológicas de sus profesores. • Clasificaciones bibliográficas. • Clasificaciones de la administración académica. Por lo demás, y en último extremo, popular y experto son conceptos que se nos presentan también como un continuo dinámico (el conocimiento que hoy es

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popular pudo ser especializado hace pocos años, como ocurre con la informática de usuario), con un fuerte componente subjetivo y no, desde luego, como una opción binaria.

1.3. Cuestiones preliminares (3): representaciones gráficas de los criterios de categorización Una buena forma de visualizar la disparidad de organizaciones conceptuales que resultan de las diferentes clasificaciones relacionadas con el tema que nos ocupa es revisar la representación gráfica de las mismas, como nos proponemos hacer a continuación. De hecho, en la comunicación teórica es habitual representar la estructura y las categorías resultantes de una clasificación mediante (1) imágenes que representan objetos familiares de la vida común o (2) mediante figuras geométricas abstractas. Se trata de un recurso utilizado para facilitar la comunicación que implica inevitablemente procesos de metaforización, abstracción, reduccionismo y alejamiento de la realidad a la que intenta representar. Por supuesto, hablamos aquí de metaforización considerando metáfora como «Metaphor is a device for seeing something in terms of something else», y no, claro está, como instrumento retórico (v. Burke, 1945: 503, en Cameron y Low, 1999: 3; Kövecses, 2002). En términos cognitivos, la metáfora conceptual (no la lingüística) se define como «[…] understanding one conceptual domain in terms of another conceptual domain», de tal modo que «[…] there is a set of systematic correspondences between the source and the target in the sense that constituent conceptual elements of B correspond to constituent elements of A.», correspondencias a las que se denomina mappings (Kövecses, 2002: 6). Las metáforas siempre recorren el camino de lo más concreto o físico a lo más abstracto y en este único sentido. El uso de representaciones gráficas como metáforas de los conceptos teóricos no se reduce, desde luego, al campo de la traducción o de las lsp. Así tenemos: el triángulo nombre-concepto-cosa de Ogden y Richards (1923); la metáfora del conducto (conduit metaphor) para la comunicación, criticada por Lakoff y Johnson (1980) y otros cognitivistas, como Reddy (1979); los árboles de análisis sintáctico del generativismo (Chomsky, 1965); el poliedro como representación de la terminología, de Cabré (2003, 1999); la casa a la que se puede acceder por varias puertas (teoría de las puertas), también usada por Cabré (2003) para representar la terminología; la de los círculos concéntricos, utilizada por Tricás (2005, 1995) para representar la traducción; el

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modelo en árbol de familias de lenguas o el modelo de siembra y diseminación de diferentes especies vegetales, de Hudson (1980); el movimiento en ondas concéntricas (teoría de la onda) sobre la extensión del cambio lingüístico, también de Hudson (1980); la de las palabras «tándem», las palabras «ómnibus» y las palabras «saco» de Mounin (1982) [1974], para describir las colocaciones; los diferentes tipos de redes, etc. Las relaciones entre la lengua general y la lengua especializada y entre las diferentes lenguas especializadas han sido (y son) objeto de diferentes representaciones gráficas, como las siguientes. Mosaico (patchwork). Con límites coincidentes. Compartimentación perfecta.

Lengua general

LSP1

LSP2

LSP3

LSP4

LSP5

LSP...

LSP...

LSP...

Lengua general y lsp (Mayoral, 2004: 58)

Sin límites coincidentes.

Lengua común y sublenguajes (Hoffmann, 1987 [1998]: 49)

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LSPn

Con espacios en blanco entre categorías para representar los espacios ignotos, todavía por descubrir o por definir.

Prosa literària

Literatura Pedagogia Filosofia ...

Economia agrícola i alimentària

...

Zootècnia i Agronomia veterinària

...

Construcció Construcció ... de maquinària

Electrotècnia

...

Química Física

... Medicina

Matemàtiques

...

...

Espacios en blanco en tipologías horizontales (Hoffmann, 1987 [1998]: 57)

La representación en mosaico para incluir las distintas especializaciones es la más clásica y sencilla. Refleja dominios o campos conceptuales perfectamente separados que, sumados, constituyen el conjunto de la clase. Se corresponde con una clasificación ideal, que cumpla con todos los requisitos exigibles (cf. supra). La distinción (y la relación) entre lengua general, lengua común y lengua especializada ha sido objeto de distintas representaciones gráficas, algunas de ellas de elevada complejidad, como las siguientes.

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Círculos concéntricos

Lenguas de especialidad y lengua común (Rondeau, 1984 [1981]: 25)

Vocabulario general y vocabulario especializado (Droz y Seibicke, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 29)

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Lengua común y lenguaje especializado (Reinhardt, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 32)

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Léxico especializado y léxico no especializado (Heller, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 31)

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Lenguaje general, lengua común y lsp (Cabré, 1992: 130)

Flor (Picht)

-------------------------

Expertos y laicos (Picht, 1999)

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Tejas o escamas. Esta forma de representación se aleja algo del concepto clásico de clasificación y no cumple con todos sus requisitos porque admite solapamientos entre las clases:

Lengua general y lsp (Mayoral, 2004: 58)

La admisión de solapamiento entre las distintas clases o los distintos elementos de una clase es un corolario común a todos los intentos (más o menos) contemporáneos de clasificación de terminologías, textos o traducciones. Resulta un hecho demasiado evidente para ser negado, aunque no parece haberse reflejado en ninguna modificación de los postulados generales sobre la categorización de la traducción y todas sus implicaciones. Los límites difusos entre categorías no dejan de darse ni siquiera en el caso de las ciencias naturales, donde no existe una separación tajante entre las especies. Incluso clasificaciones tan establecidas como las taxonomías zoológicas y botánicas se están sometiendo a revisión por parte de los taxonomistas filogenéticos, que consideran, entre otros motivos de discrepancia, que las especies son entidades fluidas que pueden cambiar a lo largo del tiempo (Gee, 2000).

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Árbol. Es un tipo de representación filogenético y añade un elemento diacrónico a las clasificaciones, pues establece jerarquías temporales entre ellas. Es la típica de los árboles conceptuales de la terminología:

Árbol de conceptos (Schätzle, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 204)

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Este tipo de representación se ha filtrado también a la clasificación de géneros:

DOCUMENTOS Documentos Acuerdo DE LA administrativos ADMINIS­TRA­CIÓN normativos o Resolución de decisión

Acuerdo Convenio Resolución Autorización Nombramiento Licencia Providencia Decreto Desistimiento Concesión Expropiación Admisión Aprobación Otorgamiento de poderes Dispensa Requisa Rectificación de errores Revocación Jubilación Orden Orden Ordenanza Bando Bando de urgencia Bando ordinario Reglamento Reglamento Estatutos Normativa electoral Documentos Acta Acta de sesión de órgano colegiado administrativos Acta de reunión de constatación Acta de infracción Acta procesal Acta de constitución

Clasificación de géneros administrativos (García de Toro, en García Izquierdo, 2005: 212)

El esquema cognitivo prototípico, una forma más actual de clasificación, distingue, como veíamos más arriba, entre elementos prototípicos (los representantes ideales de una categoría) y elementos periféricos (aquellos que no lo son). Así lo recoge Givón (1986, 1984):

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Elementos prototípicos y periféricos en categorización (Givón, 1984: 14)

El racimo (cluster) es un tipo de representación propia de la categorización prototípica y del análisis de conglomerados (clusters o racimos) (Cunningham, 2004; Laakso y Cottrell, 1999; Manchester Metropolitan University, 2003; McCarthy y Miles, 2004; Peña, 2007; Serrano, 2000; Statsoftinc, 2003; Wikipedia, 2004), basado en agrupamientos estadísticos. Un cluster es una colección de datos u objetos estudiados que son semejantes entre sí dentro del mismo cluster y diferentes a los objetos de los demás clusters. El análisis de clusters consiste en el agrupamiento del conjunto de datos a estudiar. El clustering es una clasificación sin supervisión: no se trabaja con clases predefinidas (como ocurre tanto en las clasificaciones tradicionales como en las prototípicas). Existen métodos diversos de clustering y, por supuesto, tipos distintos de datos procesables. Las variables estadísticas utilizadas son la desviación absoluta media y la desviación estándar.

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Análisis de conglomerados (Wikipedia, «Cluster analisis (in marketing)». Consulta: 18-07-07)

Análisis de conglomerados (Peña, 2007)

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El clustering también puede reflejar jerarquías entre sus miembros (clustering jerárquico) y se representa, de nuevo, como un diagrama de árbol o dendrograma:

Dendrograma o diagrama de árbol en análisis de conglomerados (Serrano Cinca, 2007)

El de cadena abierta es, que sepamos, un modelo que todavía no ha sido utilizado como patrón de representación en nuestro campo. Está basado en el concepto de «aire de familia» de Wittgenstein (1988 [1953]). En él, los elementos de las categorías se vinculan de forma lateral y no central. Es decir, no se agrupan alrededor de unas características comunes a todos ellos, sino uno a uno. Como consecuencia, dan lugar a unas cadenas en las que el primero y el último de los componentes, aparentemente, no comparten nada. Su vinculación solo se comprende teniendo en cuenta toda la secuencia o cadena. Una organización centralizada de la categoría, que tiene al prototipo como centro, es sustituida por una organización colateral de los elementos. Es Givón (1986, 1984) quien sugiere el siguiente esquema:

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Aire de familia de Witgenstein (Givón, 1984: 13)

1.4. Revisión sintética de los criterios empleados para clasificar la traducción y de los modelos resultantes 1.4.1. Preliminares: las opiniones de algunos expertos En nuestra búsqueda de información sobre el origen de las clasificaciones dentro del campo de la traducción, acudimos a consultar a personas de amplia experiencia, tanto en el campo de la traducción profesional como en el de la investigación y la enseñanza. De la consulta a René Haeseryn, actual director de Babel, la revista oficial de la Federación Internacional de Traductores, obtuvimos la siguiente información, que, por lo remoto y singular de sus datos, creemos aporta nuevas perspectivas al tema (comunicación personal a Roberto Mayoral, 19 de julio de 2003): Tuve que realizar alguna investigación para responder a su consulta sobre la clasificación de la traducción especializada. Parece ser que la clasificación procede de estudiosos o investigadores del campo de la traducción, traductólogos avant la lettre. En la tesis doctoral de R. W. Jumpelt Die Übersetzung naturwissenschaftlicher und technischer Literatur (1961, Berlín, Langenscheidt, 214 pp.), el autor escribe sobre «Die Arten der Übersetzung» (pp. 24-27). Basa su clasificación en un artículo de J. B. Casagrande «The ends of translation», publicado en The International Journal of Applied Linguistics, 20, 4 (1954): 335-40. Distingue los siguientes «Übersetzungsgattungen» (géneros de traducción): • Estéticos (literatura, teatro, cine) (Aesthetische Überstzungen) • Religiosos (Biblia…) (Religiöse Übersetzung) • Pragmáticos (Pragmatische Übersetzung) - Ciencias naturales (Naturwissenschaften) - Ciencias aplicadas (angewandten Wissenschaften) - Ciencias sociales (sociología, economía, derecho, finanzas, política) (Sozialwissenschaften)

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- Tipos especiales (documentos oficiales, publicidad, etc.) (spezielle Arten) - Etnografía (Ethnographische Übersetzung) - Lingüística (Sprachwissenschaftliche Übersetzung) - Humanidades (Geisteswissenschaftliche Übersetzung) Jumpelt también estudia los textos en los campos de las ciencias naturales y de la tecnología. Otra mención temprana de las categorías de la traducción se encuentra en George Mounin, Die Übersetzung (Nymphenburger Verlag, Múnich, 214 pp.). En las páginas 148-158, divide el capítulo 21 «Die technischen Übersetzungen» en traducción: • Diplomática • Jurídica, administrativa… • Comercial • Científica y técnica Esta distinción fue aceptándose gradualmente en la literatura traductológica posterior. Como ejemplo, citaré el libro de Raymond Van den Broeck y André Lefevere Hitnodiging tot de Vertaalwitenschap (Invitación a la ciencia de la traducción) (1979, Coutinho, Muiderberg, 219 pp.). En la página 163 indican que en la traducción de los textos científicos y técnicos se establece de forma tradicional una distinción entre las ciencias-beta (las ciencias naturales y sus aplicaciones) y las ciencias-alfa (las ciencias sociales) [esta distinción pasó al español como «ciencias duras» y «ciencias blandas»].

Según Brian Harris (comunicación personal a Roberto Mayoral, 21 de ju­­ lio de 2003), y refiriéndose a la Universidad de Ottawa, a principios de la década de los años sesenta las clasificaciones ya estaban bien establecidas en el campo de la traducción (especializada, técnica y general, en el pregrado, y jurídica, literaria y de la Biblia, en posgrado). En tiempos actuales se ha incorporado como división importante la de la localización (en el próximo capítulo discutiremos con más detalle su consideración). Al mismo tiempo, en lo que respecta al gobierno canadiense, las divisiones establecidas han variado [parlamentaria, jurídica –incluida la legislativa–, técnica, científica, económica y financiera y general (el resto)]. Como podemos ver, nada parece indicar que podamos hablar de categorías homogéneas en la actualidad. Si tomamos en consideración la perspectiva histórica, Harris señala que las especializaciones no surgieron todas al mismo tiempo, que las de más tradición son la de la Biblia (anterior a San Jerónimo), la diplomática y comercial (organizada e incluso enseñada en Francia desde la Administración de Colbert en el siglo xvii o en Canadá

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iniciada bajo la Administración de Samuel de Champlain, también en el siglo xvii) y la traducción jurada, regulada en España por el Ministerio de Asuntos Exteriores desde principios del siglo xix y que en la práctica profesional algunos sitúan en la colonización española de América. Harris insiste en que incluso la denominación actual de intérpretes para los traductores es de origen reciente pues tanto los traductores jurados en España como los traductores diplomáticos y comerciales franceses han sido conocidos como intérpretes y realizaban traducciones tanto escritas como orales. Según Paul Kussmaul (comunicación personal a Roberto Mayoral, 30 de julio de 2003), su investigación sobre la presencia de lsp en Germersheim le llevó a la conclusión de que su presencia data de 1959 y que las principales especialidades de traducción que se ofrecen en esta Universidad son la económica, la técnica, la jurídica y la médica (aunque esta última no para todas las combinaciones lingüísticas).

1.4.2. El criterio del grado de especialización del texto: traducción general frente a traducción especializada Aunque no se les pueda atribuir más valor que el de un indicio, las opiniones de los expertos consultados parecen apuntar en la dirección de la falta de un marco de referencia, nítidamente establecido, a la hora de delimitar las diferentes especialidades de la traducción. De hecho, como veremos en el tercer capítulo de este trabajo, la consulta de diversos planes académicos parece confirmar esta impresión aunque, como también comprobaremos, existirían seguramente algunos puntos comunes. En este apartado, así como en los dos siguientes, intentaremos revisar algunos de los criterios que con más frecuencia son manejados para distinguir las diversas especialidades de la traducción. Tradicionalmente, se ha considerado comunicación especializada a aquella que tiene lugar entre especialistas de un determinado campo, que se comunican sobre su ámbito específico, utilizando su jerga específica. Correlativamente, se consideraba comunicación no especializada o general a la que ocurre entre no especialistas que se comunican sobre cuestiones cotidianas utilizando el vocabulario común a todos los hablantes. Actualmente se reconocen muchos más matices en la categorización de la comunicación especializada. Como señala Mayoral (1997b):

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[…] la perspectiva más clarificadora y la más útil de todas puede ser la que parte de la comunicación de información especializada, comunicación que puede tener como protagonistas a combinaciones diversas (especialista a especialista, especialista a político, especialista a lego, especialista a comprador, especialista a usuario); estos tipos de situación comunicativa se realizan a través de los vehículos más adecuados (revista especializada, manual, folleto de instrucciones para usuario, informe, etc.), a los que corresponden géneros más adecuados (artículo científico, abstract, ensayo, artículo de divulgación, etc.) y formatos que les resultan más propios y la intersección de los parámetros de interlocutores o protagonistas, vehículo, género y formato con el tema sobre el que gira el evento comunicativo determina la terminología y la fraseología.

Y, antes, en 1997a [1992]: La lengua de especialidad y la lengua general muestran osmosis en ambos sentidos. Esta osmosis se manifiesta asimismo entre las lenguas correspondientes a varios campos especializados.

Los conceptos especializados son utilizados en la comunicación tanto por legos como por especialistas. La comunicación de conceptos especializados se da entre todas las diferentes combinaciones de interlocutores que se pueden establecer según diferentes niveles de especialización. No es adecuado por tanto estudiar o describir la terminología de acuerdo con una sola variable: el campo. Será necesario describir el estrato al que pertenece esa terminología dado el nivel de especialización al que se adscriba y la situación comunicativa a la que corresponda. La tendencia a la biunivocidad de concepto y representación se ve contrarrestada por fuerzas que impulsan el polimorfismo: la variación estilística, razones comerciales y variaciones regionales. La imposición de la biunivocidad puede resultar un obstáculo para el buen fin de determinados casos de comunicación especializada. Consecuentemente, la separación tajante entre comunicación especializada y no especializada (y, por lo tanto, entre lenguaje y traducción especializados o no especializados) carecería de sentido, ya que todo texto o acto comunicativo incluye, en distintas proporciones, elementos que pueden ser categorizados como especializados y elementos que pueden ser categorizados como no especializados. Este hecho es admitido hoy en día por un creciente número de expertos en lsp, en terminología y en traducción. Por otro lado, fenómenos como la metaforización, la variación lingüística y, aún más específicamente, la existencia de idiolectos, cuyo alcance se suponía limitado a la comunica-

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ción general, pueden detectarse con facilidad también en la comunicación altamente especializada. El cambio social de las últimas décadas ha tenido entre sus consecuencias que el conocimiento especializado se haya divulgado de forma creciente entre toda la comunidad (se haya democratizado), de modo que algunas parcelas (como la mecánica, la economía, el derecho o la medicina) que en el pasado fueron privativas de los especialistas forman parte ahora del saber que comparten amplios sectores de la población y pueden detectarse con facilidad en la comunicación diaria, como más arriba anticipábamos. Así pues, cualquier intento de trazar una frontera que separe tajantemente la comunicación (o la traducción) especializada de la general está probablemente condenado al fracaso. En el campo de la Terminología, la asunción de los cambios descritos ha provocado el desplazamiento de su centro de gravedad tradicional (la normalización de la comunicación de experto a experto) a la exploración terminológica de contextos comunicativos más amplios y variados (cf. por ejemplo la obra de Cabré, 1999; Sager, 2007; Aguado, 2002; y Doménech, 2007). Por supuesto, la distinción entre traducción (o comunicación) general y traducción (o comunicación) especializada adolece también de todos los defectos imputables a las clasificaciones binarias, a las que aludíamos en un epígrafe anterior y a las que la realidad parece bastante refractaria. Lo que en un principio se nos presenta como dicotomías (general frente a especializado) termina revelándose como una cuestión de grado (más o menos especializado), amoldándose más bien a la estructura de los llamados conjuntos borrosos, mucho más próximos del modelo cognitivista de la categorización, a los que también nos referíamos más arriba (Zadeh, 1965: 338): A fuzzy set is a class of objects with a continuum of grades of membership. Such a set is characterized by a membership (characteristic) function which assigns to each object a grade of membership ranging between zero and one.

De modo que, en todo caso, sería mucho más realista una representación como la siguiente, un continuo con polos de máximo y mínimo grado en sus extremos:

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extremadamente especializado

mínimamente especializado

Continuo de especialización (Mayoral, 2007a)

Conviene no perder de vista que a todo lo anterior deberíamos sumar aún la dificultad obvia del hecho de que el de especialización sea un concepto subjetivo: el mismo texto podrá ser considerado más o menos especializado de acuerdo con el grado de familiaridad que el receptor muestre con el tema. Una conferencia impartida por un experto inevitablemente será percibida como demasiado especializada por una parte de los asistentes, como aceptable por otros y como demasiado simple o divulgadora por otros.

1.4.3. El criterio del tema del texto El eje horizontal de clasificación según el tema del texto operaría cuando la categorización de un conjunto de traducciones parte de varios parámetros y no presenta un carácter meramente dicotómico o binario. Nos encontraríamos aquí diferentes clasificaciones concurrentes, dada la diversidad de criterios de categorización (y de relaciones entre las distintas categorías) susceptibles de ser considerados. La clasificación de la traducción según el tema del texto y según el género se incorpora a los estudios sobre la traducción tanto desde el campo de estudio de los lenguajes de especialidad (o lenguas profesionales) y la terminología como desde la lingüística sistémico-funcional hallidayana (Halliday, 1978, 1977). Los métodos y los objetivos de la lingüística hallidayana se incorporaron a los estudios sobre la traducción fundamentalmente a través del trabajo de Hatim y Mason (1990). Hurtado (2001, 1995) ha sido su principal valedora en los estudios sobre la traducción en España. La clasificación de la traducción según la función del texto, a la que después nos referiremos, se incorpora a los estudios sobre la traducción a través de la escuela funcionalista o del escopo (Reiss, 2000 [1971]; Reiss y Vermeer, 1996 [1991]; Nord, 1997) y los trabajos de Newmark (1976 [1974]). En todos estos autores resulta fácil rastrear el concepto de función sugerido por Karl Bühler (1979 [1934]).

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La clasificación temática de los textos alude, necesariamente, a una clasificación previa de la realidad en la forma de parcelas del saber (o de la experiencia) a la que aquellos se refieren. ¿Cuál podría ser esta? La división del saber en ciencia y tecnología, derecho y economía, y literatura no parece hacer justicia a la actual percepción del saber y los saberes entre la comunidad científica y otros especialistas relacionados (documentalistas, bibliotecarios, epistemólogos, terminólogos). Desde nuestro punto de vista, convendría dejar establecidos ciertos hechos, para empezar: • La clasificación del saber ha variado a lo largo del tiempo. • Saberes con la misma denominación han variado su contenido a lo largo del tiempo. • No existen fronteras claras entre distintos tipos de saber (a veces, codificados en designaciones científico-académicas mestizas como físico­ química, bioestadística, sociolingüística, etc.). • No existe consenso absoluto sobre la asignación de saberes a categorías de nivel superior (¿debe la psicología ser considerada un ámbito de las humanidades, de las ciencias experimentales o de las ciencias de la salud?, ¿debe la traducción ser considerada parte de las humanidades, de las ciencias sociales o de las ciencias de la comunicación?, ¿la terminología se incluye en el ámbito de la traducción o en el de la lingüística?). • Se produce un desplazamiento en el continuo del saber por el que se deslizan los límites entre los distintos subcampos: la biología y la geología actuales se confunden en muchos aspectos con la química de hace unas décadas; la química actual se parece en muchos aspectos a la física de antaño; la física actual se podría confundir con las matemáticas pasadas y las matemáticas y la física actuales recuerdan en muchas ocasiones a la filosofía (al menos en los procesos de elaboración de hipótesis teóricas), al tiempo que todas las disciplinas avanzan en su propio proceso ideal de formalización que las va aproximando en mayor o menor grado a las matemáticas y a la lógica. En el caso de España, el ejemplo más próximo, prácticamente todo organismo competente está elaborando sus propias clasificaciones del conocimiento, que ejemplifican las áreas del Ministerio de Educación y Ciencia (en cualquiera de sus designaciones), los campos y áreas científicas de la actual Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (de la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia), las

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clasificaciones científicas de la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología, o la Nomenclatura Internacional de la Unesco. La biblioteconomía es, precisamente, una disciplina para la que resulta fundamental disponer como referencia de un método nítido de organización del conocimiento, por lo que parece oportuno hacer referencia a ella en este punto. El primer gran sistema de clasificación bibliográfica en bibliotecas fue el Sistema Decimal (ddc) de M. Melvil Dewey, publicado por primera vez en 1876. Junto con el de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (lcc), comenzado en 1897, constituyen el grupo de referencias más poderosas en este ámbito, al lado de la actualmente hegemónica Clasificación Decimal Universal (cdu) (denominada por Lasso de la Vega, que colaboró en su elaboración, «Clasificación Bibliográfica Internacional»). La cdu tiene su origen en la Clasificación Decimal de Dewey (1876). Es elaborada por la Federación Internacional de Información y Documentación y en España ha sido traducida y publicada por los sucesivos organismos de normalización (iranor, Instituto de Racionalización y Normalización; aenor, Asociación Española de Normalización y Certificación). Es la norma internacional de clasificación de materias seguida en centros de documentación y bibliotecas. El Index Translationum (1984) de la Unesco también utiliza la cdu como criterio clasificatorio, en lo que parece ser un caso excepcional de sinergia entre la tradición traductológica y las normas internacionales de clasificación de materias. Tanto la clasificación Dewey, como la cdu, como la de la Biblioteca del Congreso en Washington (los llamados «sistemas de clasificación universales») han experimentado numerosas revisiones. La descripción detallada de estas clasificaciones y de sus revisiones se escapa al alcance y los objetivos de este trabajo. La comparación de todas ellas nos llevaría a concluir, de todos modos, que no existe consenso en cuanto a la clasificación del saber, que se producen cambios diacrónicos de su organización interna y que la subjetividad tiende a impregnar de algún modo la elaboración de las clasificaciones. Desde el campo que nos ocupa, el de la traducción, la fit recomienda en el primer número de su boletín (1955) una Clasificación Provisional de las Materias de la Bibliografía Internacional de la Traducción de la fit. En consulta con la Clasificación Decimal Universal (cdu), la Federación Internacional de Documentación (fid) y la Organización Internacional de Normalización (iso), la fit recomienda una clasificación en la que advierten las siguientes subdivisiones de la traducción:

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1. Administrativa 2. Cinematográfica (doblaje, subtitulación) 3. Comercial 4. Diplomática 5. Jurídica 6. Literaria Clásica Lírica Poética Religiosa Teatral 7. Militar 8. Musical 9. En las organizaciones y conferencias internacionales 10. De prensa 11. Publicitaria 12. Radiofónica (comprende la traducción de servicios de escucha) 13. Científica

La comparación sistemática de la organización académica en cursos, estudios, materias y asignaturas de traducción e interpretación (otra tarea pendiente de realizar) podría ratificar también la falta de consenso sobre la clasificación de las especializaciones. Sí que podemos comparar, no obstante, las clasificaciones bibliográficas fundamentales, para apreciar sus diferencias entre sí y con la que es, probablemente, la clasificación más usual en el campo de la traducción, ya mencionada.

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CDU (2004)

Dewey (2004)

Computadoras, 1. Generalidades. Filosofía. Psicología. información y 2. Religión. Teología. obras generales. Filosofía y Ciencias sociales. 3. Estadística. Política. psicología. Economía. Comercio. Religión. Derecho, Gobierno. Ciencias sociales. Asuntos militares. Lingüística. Bienestar social. Seguros. Educación. Ciencias y matemáticas. Folclore. Tecnología. 4. (Vacante) Arte y 5. Matemáticas. Ciencias naturales. recreación. 6. Ciencias aplicadas. Literatura. Historia y Medicina. 7. Bellas Artes. Juegos. geografía. Espectáculos. Deportes. 8. Lenguaje. Lingüística. Literatura. 9. Geografía. Biografías. Historia.

Library of Congress (1939) A. Obras generales. B. Filosofía. Psicología. Religión. C.Ciencias Auxiliares de la Historia D. Historia: General y Antigua E. Historia: Estados Unidos F. Historia Local de los Estados Unidos y de América Inglesa, Holandesa, Francesa y Latina. G.Geografía. Antropología. Recreo H. Ciencias Sociales I. Ciencia Política K. Derecho L. Educación M. Música y Libros sobre Música N. Bellas Artes P. Lengua y Literatura Q. Ciencia R. Medicina S. Agricultura T. Tecnología V. Ciencia Militar Z. Bibliografía. Biblioteconomía. Recursos Informativos (General)

Traducción Científica Técnica Jurídica Económica Comercial Administra­ tiva Audiovisual Jurada Literaria Localización

No parece que una organización de áreas que agrupe la lingüística y la literatura (como en la cdu o la Biblioteca del Congreso, aunque no en Dewey), o el tratamiento diferenciado para tecnología, medicina y ciencia (en la Biblioteca del Congreso) pudiese resultar especialmente útil para la traducción, ni a efectos prácticos ni (meta)teóricos, si lo que se pretende obtener son

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clasificaciones temáticas rígidas. La distinción de la Biblioteca del Congreso entre lengua y tecnología (computadores/lingüística en Dewey), por ejemplo, ayuda bien poco a situar especializaciones jóvenes como la localización, sobre la que nos detendremos en el tercer capítulo de este trabajo. De hecho, el consenso entre los mismos profesionales de la clasificación bibliotecaria no suele ser absoluto. A título de ejemplo, el manual de Bert Esselink (1998) aparece descrito del siguiente modo en diversos centros estatales de educación superior (consulta: marzo de 2010), a los que se debe suponer un cierto grado de interés por estos menesteres: Universitat Autònoma de Catalunya Materias Traducció i interpretació – Innovacions tecnològiques Clasificación 801.7: 681.3 Universidad Complutense de Madrid Materias Traducción e interpretación – Programas de ordenador Información – Almacenamiento y recuperación Clasificación 81’25: 004.42 81’322.4 007: 004.42 Universidad de Granada Materias Programación (Ordenadores electrónicos) Documentación cdu 681.3 Universidad de las Palmas de Gran Canaria Materias Traducción e interpretación Traducción automática hum 82.03 ESS pra Universidade de Vigo Materias Programas de ordenador – Documentación Programas de ordenador – Internacionalización Bibliotecas – Programas de ordenador Clasificación 82.03: 681.3 La Biblioteca del Congreso, por su parte, la recoge de este modo: Library of Congress Subjects: Software localization. Software documentation. lc Classification QA76.76.D63

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Una última fuente de categorización ontológica a la que queremos hacer referencia son los tesauros de los documentalistas. Borja (1998: 95), basándose en Cabré (1993: 141), se refiere al eje horizontal de categorización en estos términos: «El primer eje clasifica las lenguas de especialidad por materias, submaterias, etc. y responde al esquema de clasificación que se utiliza actualmente en documentación» y, a continuación, facilita un fragmento de la clasificación por materias del Tesauro Spines. Sin embargo, es probable que dicho tesauro tan solo esté en la mente de una pequeña parte de los terminólogos (los de tradición documentalista) y en la de escasísimos traductólogos.

1.4.3.1. Un ejemplo concreto: la traducción jurídica Quien haya tenido que responsabilizarse de la docencia de una materia con el título de traducción jurídica ya conoce la dificultad que entraña la definición de este concepto. Resulta realmente difícil, con los criterios tradicionales, separar materias como traducción comercial y traducción jurídica, o traducción jurídica y traducción jurada. La traducción jurídica y la administrativa no encuentran una frontera clara, aunque se produzca cierta coincidencia o solapamiento entre estas categorías. Podemos intentar definir como traducción jurídica (1) la que se inscribe en una situación jurídica (legislativa, procesal, registral, negocial, etc.); como (2) la que está relacionada con la traducción de textos jurídicos; o como (3) la que traduce textos relacionados con el ámbito del derecho. En el primero de los casos –traducción inscrita en una situación jurídica– nos encontramos con grandes subdivisiones que a menudo guardan muy poca relación entre sí en lo que respecta a la forma de traducir: la situación procesal, la situación legislativa, la situación contractual, la situación administrativa... y en todas estas situaciones nos podemos encontrar con documentos que poseen eficacia jurídica o que carecen de ella. En el segundo de los casos –el trabajo con textos jurídicos– nos encontramos con una nueva trampa: ¿qué es un texto jurídico? Si texto jurídico es el que habla de conceptos jurídicos, la variedad de tipos es demasiado notable: hasta en las crónicas políticas o económicas se habla de derecho y también las personas sin un contacto especial con este ámbito manejan conceptos jurídicos en sus conversaciones informales... Pero no solo existen innumerables tipos de texto, que se supone impondrían al menos en parte formas diferentes de traducir, sino que también todos estos textos (hasta los más jurídicos, como los procesales) incluyen o pueden incluir gran cantidad de elementos que corresponden a

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ámbitos no jurídicos. Cualquier actividad humana puede verse involucrada en un proceso jurídico y formar parte de los contenidos de un texto a priori considerado como jurídico. Piénsese en los contratos, las sentencias o la legislación, por ejemplo. En un contrato, la forma de traducir los elementos relacionados con los bienes o los servicios es radicalmente diferente al resto; en una sentencia judicial, la forma de traducir lo relativo al objeto de la demanda también lo es respecto al resto del documento. La situación se complica aún más si pensamos que lo que se viene considerando como lenguaje jurídico no consiste tan solo en términos jurídicos sino que es un complejo conjunto de términos, frases, fórmulas, formatos y elementos de estilo que, inevitablemente, aparecen siempre mezclados con elementos que se consideran propios de otros tipos de texto. Todo ello quizás debiera llevarnos a considerar la posibilidad de centrar la cuestión en el concepto de textos con un elevado contenido jurídico, aunque evidentemente esta propuesta no resuelve el problema: apenas lo evidencia. En el tercero de los casos que considerábamos, la traducción de textos que hablan de derecho, se incluirían documentos que responden más a las características del texto editorial técnico que a las que solemos atribuir al texto jurídico. La cuestión es que si utilizamos una denominación como traducción jurídica para proponer una forma de traducir específica (estrategias y soluciones de traducción), el concepto de traducción jurídica debe estar bien definido, y aquí «bien definido» significa que debe caracterizar una forma de traducir propia, bien diferenciada de las formas de traducir que corresponden idealmente a otros tipos. En caso contrario, traducción jurídica será un concepto irrelevante para nuestros propósitos. Nuestra experiencia nos dicta que este es el caso, pues los parámetros que nos llevan a escoger la forma de traducir un texto susceptible de ser considerado como jurídico no encuentran correspondencia biunívoca en un concepto único de traducción jurídica. Así, un contrato será traducido de formas diferentes según (1) la traducción vaya a servir como un mero instrumento informativo, (2) vaya a ser utilizada como instrumento jurídico, (3) forme parte de las pruebas de un proceso, (4) sirva como modelo para la aplicación en un país diferente a donde se originó, (5) constituya un elemento didáctico o (6) sirva de prueba o examen. Un mismo texto será abordado de modo diferente si se trata de una traducción oficial que si no lo es... Nos atrevemos a afirmar incluso que la búsqueda de una solución para la traducción de un concepto jurídico encuentra una vía más eficaz en la consideración de ese concepto como una referencia cultural (concepto no compartido por los hablantes de ambas culturas) que en su consideración como concepto jurídico propiamente, del mismo modo que resultará más eficaz

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encontrar soluciones de traducción para muchos problemas bajo la consideración de la traducción jurídica como un proceso de comunicación/expresión intercultural que bajo su consideración como un proceso específico de traducción bilingüe. La aplicación de lo expuesto sobre la metaforización clásica en general en el campo de los estudios sobre lsp y los estudios sobre la traducción al campo de la traducción jurídica nos ofrecería el siguiente resultado:

Civil

Penal

Financiero

Mercantil

Procesal

Familia

Administrativo

I Internacional Internacional público privado

Campos del derecho representados en mosaico (Mayoral, 2004: 57)

Elementos periféricos del derecho (Mayoral, 2004: 59)

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Elementos periféricos del derecho de divorcio (Mayoral, 2004: 59)

Diferentes elementos prototípicos en derecho (Mayoral, 2004: 60)

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1.4.3.2. ¿Tiene algún fundamento la clasificación basada en el tema? A pesar de nuestros comentarios anteriores, no podemos por menos que reconocer que, cuando un tipo de clasificación ha permanecido operativo a lo largo de tanto tiempo como la que separa por un lado a (1) la traducción jurídica, económica, comercial y administrativa y por otro a (2) la científica y técnica, alguna razón debe haber para ello. Quizás no debiera pensarse en descartar sin más estas clasificaciones tradicionales de la traducción, aunque sí podría ser conveniente reelaborar la forma de considerarlas y de utilizarlas. La observación de la práctica de la traducción parece indicar que, independientemente de todo lo dicho aquí, existe una diferencia entre los casos más o menos prototípicos de la traducción de una familia de textos y de la otra. ¿Es que esta diferencia no se fundamenta principalmente en el tema de los textos? En nuestra opinión, la diferencia entre estos dos grupos de textos parte del hecho de que inducen el significado de formas diferentes en cada familia de casos. El texto prototípicamente científico y técnico induce un significado único, fijo, y debe permitir poco margen de interpretación al lector. Los textos prototípicamente jurídicos, económicos, comerciales y administrativos permiten su interpretación según los diferentes intereses e ideas del receptor, aunque los juristas afirmen lo contrario. Por otro lado, estos textos jurídicos siempre vienen acompañados por unas normas de uso, un conjunto de reglas para orientar o fijar su interpretación la hermenéutica del texto legal, reglas que, por lo general, también están abiertas a la interpretación. Las consecuencias para la traducción de esta distinción parecen no solo relevantes sino incluso fundamentales. En todo caso, de existir una diferencia, no estaría ocasionada por el contenido o tema del texto, sino por el procedimiento hermenéutico con que es abordado. Quizás el estudio de los textos jurídicos exija una estrategia diferente de la que es propia de los textos literarios, científicos y técnicos.

1.4.4. El criterio del género del texto Los estudios sobre la traducción tomaron prestado el concepto de género de la lingüística textual (es posible rastrear el origen del concepto de género textual en los trabajos de Halliday, 1978, aunque las obras más representativas en el abordaje al concepto de género desde la perspectiva de la lingüística del texto son, probablemente, Swales, 1990, y Bhatia, 1993 y 2002), así como ÍNDICE 60

también de la retórica, de los estudios literarios, de los estudios sobre las lsp y sobre la comunicación audiovisual, entre otras fuentes. Casi todos los autores en el campo de la traducción que han asumido los principios de la lingüística textual se han detenido en algún momento a contemplar la relación entre el género textual y la traducción (Reiss, 2000 [1971], bajo la denominación de tipo de texto; Neubert, 1985; Hatim y Mason, 1990; Reiss y Vermeer, 1996 [1991]; Neubert y Shreve, 1992; Wilss, 1996, bajo la denominación de kinds of text; Nord, 1997, bajo la denominación de genre en la versión inglesa; Engberg, 2000; Alcaraz, 2000, Fernández, 2000, Sánchez, 2002, etc.). El despertar más espectacular de este enfoque se ha dado recientemente en España, de la mano de investigadores vinculados de algún modo al grupo gentt y al Departamento de Traducción y Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló. Es el caso de Hurtado (2001, 1999), para la propuesta general y la didáctica; García Izquierdo, en el campo del género y la lengua materna (2005, ed., y 2005a); Borja (2005, 2000) y Monzó (2005, 2002), para la traducción jurídica; Agost (1996), para la traducción cinematográfica; Gamero (2005, 1998), para la traducción técnica; Montalt (2005a y 2005b) y Montalt y González Davies (2007), para la traducción médica; Del Pozo (2007), para los documentos de transporte marítimo; y Alcina (2005), para los corpus electrónicos para traductores. Pero ¿es posible delimitar claramente las diversas especialidades de la traducción a partir de la caracterización del conjunto de géneros que las constituyen? Observaremos, para empezar, que el de género textual es, sin duda, un concepto difícil de caracterizar. La definición más habitual entre los estudiosos de la traducción es que género es una clase de textos susceptible de ser reconocida como tal por el receptor, al contener el texto correspondiente convenciones que pueden ser identificadas como propias de esa categoría, tanto en base a sus elementos lingüísticos y estructurales como en el contexto de situaciones comunicativas semejantes. No obstante, desde el campo de la traductología podemos encontrar definiciones muy diferentes, como la de Alcaraz (2000: 133) quien sitúa el origen del concepto en Fowler y la crítica literaria (1991: 227), Borja (1998: 263), Castellà (1992: 236) o Hurtado (2001: 497; 1999: 35). En García Izquierdo (2005: 10-11) puede consultarse la definición de género que utiliza el grupo gentt, desde el campo de la traductología. Conviene tener en cuenta que, además de los géneros literarios y cinematográficos tradicionales, han sido considerados (sub)géneros entidades tan dispares como el inglés académico (Alcaraz, 2000), el manual de instrucciones (Gamero, 1998), la producción cinematográfica independiente de autor norte-

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americana entre los años 2001 y 2003 (Martí, 2003), los documentos administrativos normativos o de decisión, o los documentos legales. Una reciente tesis doctoral (Del Pozo, 2007) se refiere a «los géneros del derecho marítimo», identificando, aparentemente, los conceptos de género textual y de rama de un campo del saber. ¿Es posible encontrar un único criterio clasificatorio que agrupe a todas estas categorías tan dispares (tipos de texto que comparten características estructurales, función o tema; campos del saber; actividades humanas; lengua con fines específicos…)? No parece que contribuya a disipar la confusión sobre el concepto de género una proliferación de designaciones desde el ámbito traductológico que une a la distinción entre género y subgénero las categorías de paragénero, diagénero, idiogénero y transgénero (Monzó, 2002: 141, 251), macrogénero y sistemas de géneros (Del Pozo, 2007: 47-8). Otro elemento de confusión es la coexistencia de criterios de definición del género tan dispares como la estructura del texto (intratextual) y el acontecimiento comunicativo (Alcaraz, 2000: 133) (pragmático). Este segundo parámetro, el de la situación comunicativa, responde a la voluntad de integrar con la descripción de las características del texto una dimensión comunicativa pragmática (cf. Elena, 2006), aunque hay indicios para considerar que los análisis de género que se hacen desde el campo de la traducción siguen siendo puramente descriptivos. Es frecuente atribuir al género un carácter crucial en los estudios sobre la traducción, partiendo de la premisa de que el conocimiento de los rasgos distintivos de los géneros en la lengua original y aquella para la que se traduce facilita enormemente la labor del traductor. Los autores que asumen esta posición suelen combinar género y tema en sus análisis y clasificaciones:

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Legal-Gender >>> Manual >>> Text Book >>> Thesis >> Legal precedents >>> Judgement >>> Law Report >>> Press Law Report >> Non especialized >>> Press Article >>> Law Report >>> Public Guidance >> Notarial >>> Deed >>> Certification >> Professional documents >>> Curriculum Vitae >>> Legal Letter >>> Resumee

Género legal (gentt)

O también tema y función, como en el esquema de García de Toro (en García Izquierdo, 2005: 212), que reproducíamos en la p. 41. Se puede encontrar una taxonomía completa de los géneros de la traducción jurídica elaborados por gentt en Monzó (2002: 699-705). Llegados a este punto, nos parece interesante recordar que el concepto de género respondía originariamente a una finalidad puramente descriptiva. Por otro lado, hacía referencia a un único marco lingüístico y por ello solo contemplaba originalmente la existencia de un receptor. En el caso de la traducción, sin embargo, existen al menos dos receptores, el traductor y el lector del texto traducido, de modo que convendría aclarar (1) cuál de ellos es el que identifica el género textual; (2) si la identificación se refiere solo al texto original y/o al texto traducido, especialmente si tenemos en cuenta que la delimitación de géneros no está exenta de subjetividad y puede responder a percepciones individuales; y también debería explicarse (3) cómo la capacidad para reconocer un género concreto varía según los diferentes (tipos de) lectores. La identificación de un determinado texto como prototípico para una categoría dista de ser universal y las características que se le asignen a este prototipo en ocasiones no serán compartidas por el resto de los textos, los periféricos. La supuesta utilidad del concepto de género en traducción se ve

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muy mermada cuando consideramos que la imitación de las convenciones del texto en la lengua de la traducción constituye tan solo una de las posibles estrategias que pueden ponerse en práctica, y que con mayor frecuencia el texto traducido imita las convenciones del texto original y no las propias del género de la lengua de llegada o, como mucho, intenta adoptar una forma intermedia entre ambas. Los autores que priorizan el concepto de género como herramienta para la traducción han ofrecido diversos argumentos para esta elección, así como para su inclusión en la formación de traductores y las explicaciones sobre el papel del traductor en el análisis del mismo: El concepto de género es difícil de acotar. Para sintetizar las distintas definiciones que se han hecho, se podría decir que los géneros se corresponden directamente con las categorías que los hablantes adultos de una lengua [el subrayado es nuestro] pueden reconocer fijándose en la forma externa y en las situaciones de uso: prosa académica, cartas comerciales, recetas de cocina, etc. (Borja, 1998: 84) El traductor ha de saber descodificar las convenciones propias del género a que pertenece el texto original y saber utilizar las propias del género en la lengua y cultura de llegada, cuando la finalidad de la traducción así lo requiera. (Hurtado, 2001: 491-2) […] como lector del texto fuente, el traductor participa en el género fuente, intentando extraer toda la información relevante para el lector meta. Como el escritor del texto, el traductor participa en el género meta, teniendo como objetivo primordial producir un texto que pueda eventualmente insertarse en la situación meta particular. Ahora bien, en el caso de los géneros de especialidad, el traductor se presenta como un outsider, tanto en los géneros de partida como en los géneros de llegada, puesto que no pertenece a la comunidad profesional particular de que se trate (médicos juristas, etc.). Por tanto, el traductor tiene que centrar toda su atención en el género como conjunto (no en aspectos específicos como la terminología o los contenidos especializados) y comprender no sólo los hábitos comunicativos, restricciones y posibilidades del género en cuestión, sino también cómo los diferentes géneros interactúan en las lenguas y culturas de partida y de llegada. (García Izquierdo y Montalt, 2002, en García Izquierdo, 2005: 11)

Los partidarios de este enfoque suelen presentar clasificaciones de géneros en varios niveles de abstracción, a las que antes aludíamos (estructuras de géneros, subgéneros, subsubgéneros, etc.). Si ya resulta bastante problemática la identificación por el lector de las convenciones textuales en un caso puntual, la adjudicación racional a un texto de una localización concreta en una categoría dentro de una estructura arborescente parece excesivamente utópica.

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Para ello, el receptor tendría que estar familiarizado con todas las categorías de género posibles y, además, con las relaciones jerárquicas entre todas ellas (su estructura). La segmentación del catálogo de géneros de acuerdo con categorías de tema (géneros jurídicos) y/o de función (textos de carácter normativo) impide la consideración de géneros transversales (el abstract reúne las mismas características, independientemente de que el tema sea jurídico o científico) y establece categorías distintas para lo que solo es una. Sin embargo, como antes sugeríamos, parece lógico suponer, cuando menos de modo intuitivo, que las clasificaciones, para resultar prácticas en traducción, debieran ser sencillas y basarse en un único criterio de clasificación (Fernández, 2000, ofrece una tipología basada en al menos 14 parámetros tipológicos distintos). Finalmente, al igual que ocurría con el parámetro del tema, los diferentes géneros no parecen corresponderse biunívocamente con formas de traducir específicas. En realidad, la propia escuela de la Universitat Jaume I de Castelló, a la que ya nos hemos referido, y uno de cuyos ámbitos de investigación más destacados es la elaboración de tipologías textuales basadas principalmente en la categoría de género, recoge en sus tesis doctorales y documentos principales los siguientes comentarios: Agost, 1996: «Es casi imposible hacer una clasificación exhaustiva de los textos reales. (Página 119) [...] Si se pudiesen caracterizar las tipologías textuales con una sola palabra, esta sería “heterogeneidad”. (Página 120) […] Desde una perspectiva audiovisual, una clasificación por tipos textuales presenta diversos problemas, ya que las tipologías más generales y abstractas resultan de poca utilidad y las tipologías ad hoc son excesivamente minuciosas, presentan el inconveniente de una clasificación contextual. Si tenemos en cuenta todos los elementos relacionados con los interlocutores, el tiempo y el lugar en que se produce un texto determinado, a la hora de establecer una tipología, esta resultaría excesivamente larga y, por tanto, será muy difícil que tenga alguna utilidad real. El problema radica en el hecho de que la realidad textual audiovisual es muy variada, y lo es más todavía si tenemos en cuenta que los textos no son tan puros ni tan asépticos como en otros medios, ya que la mayoría presenta características de más de un tipo textual. Así pues, la insuficiencia y la escasa utilidad de las tipologías a causa de la hibridación y multifuncionalidad de los textos hace que sea más eficaz hablar de géneros porque es lo que todos reconocen. (Páginas 135-6) […] Uno de los problemas de los textos es que se pueden encontrar nuevos formatos, nuevos géneros (Página 156) [...] El hecho de que haya nuevos géneros es una prueba fehaciente que las tipologías de los textos, y también las de los otros tipos de textos, no son herméticas, sino dinámicas y flexibles, y que, al fin y al cabo, los

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criterios de clasificación tan solo organizan lo que la sociedad crea y el uso determina». (Página 160). Borja, 1998: «De este análisis se desprende que la clasificación de la variación discursiva (definida en términos de género, tipo textual, registro u otras categorías) es extremadamente compleja y no se ajusta a las necesidades de los traductores, lo cual nos lleva a definir un sistema de clasificación más simple y orientado a la traducción profesional. (Página 12) […] El concepto de género es difícil de acotar. (Página 84) […] Las distinciones entre registros son relativas y sus fronteras son muy difusas». (Página 87) Gamero, 1998: «Debería hablarse de “prototipos textuales” en lugar de “tipos textuales”, puesto que los textos concretos e individuales pueden presentar una mayor o menor desviación frente a las características del prototipo. Las categorías de análisis han de ser dinámicas y válidas para poder confirmar un “perfil textual” en cada caso, evitando clasificaciones rígidas y estáticas». (Página 36) Hurtado, 1999: «Los géneros son agrupaciones textuales menos amplias, o prototipos, que se identifican por compartir formas convencionales. [...] A pesar de su importancia, todavía no contamos con una buena definición, recopilación y clasificación». (Página 35) García Izquierdo, 2005: «Estas taxonomías que elabora el grupo gentt, necesariamente reduccionistas […]». (Página 11)

Para sintetizar nuestra exposición hasta este momento, podemos reproducir el punto de vista que expresa esta cita de Chaume (2003: 173-209), que asumimos en general: En aquestes dues últimes dècades, l’anàlisi de gèneres s’ha convertit en una de les majors preocupacions del teòrics (Swales, 1990), que han considerat que una descripció detallada de les característiques formals del textos que utilitza una determinada cultura per a comunicar-se esdevé una eina imprescindible en qualsevol estudi traductològic. En el cas dels textos audiovisuals, però, sembla recomanable preguntar-se si un estudi centrat en el gènere o en el tipus de text pot oferir-nos una manera útil d’acostar-nos-hi. […] El problema per al traductor és arribar a copsar la concepció textual que cada cultura posseeix, és a dir, quins gèneres i quins tipus de text existeixen, si és possible descriure una taxonomia i si és possible trobar tipus de text adequats en la cultura meta on hom traslladarà el text origen. La gramàtica textual es troba encara en una fase en què és difícil de delimitar tipus de text unívocs la funció dels quals puga actuar com a invariable traductora, ja que, normalment, els textos són híbrids i multifuncionals, és a dir, comparteixen característiques genèriques i funcionals de dos o més prototipus. […] En primer lloc, és necessari delimitar els termes de gènere i tipus de text, observar a quines realitats corresponen i resoldre l’ambigüitat que es ve produint amb aquesta nomenclatura durant ja quasi trenta anys. Autores com Snell-Hornby o Reiss utilitzen el terme tipus de text

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como a hiperònim que subsumeix forma i funció d’un text. Encara avui en dia la confusió terminològica abunda en la investigació sobre la matèria. [...] En un estudi sobre traducció, el factor que ha de guiar les classificacions proposades hauria de ser aquell que responga als interessos del traductor, no del teòric. […] Per tant, l’interès d’una classificació per gèneres dels textos audiovisuals només pot interessar al traductor si som capaços: (1) de sistematitzar les característiques lingüístiques d’aquests gèneres i invitar el traductor a fer ús d’aquestes convencions (aquesta és una de les tasques de la confecció dels llibres d’estil de les televisions i dels mitjans de comunicació en general) i (2) de proposar un repertori d’estratègies de traducció d’acord amb aquestes convencions. I precisament perquè aquestes tasques encara no s’han dut a terme sistemàticament i, especialment, perquè els estudis de classificacions de gèneres es queden en meres classificacions que no vénen acompanyades per un repertori d’estratègies de traducció apropiades per a cada gènere, es comencen ja a produir afirmacions (potser descoratjadores per a alguns teòrics) que destaquen la inutilitat de les classicacions per gèneres per a la pràctica de la traducció. […] Lamentablement, aquestes divisions i subdivisions aporten ben poca cosa a la tasca del traductor. L’especifitat dels gèneres no alerta més que l’ús d’un vocabulari específic que el traductor haurà de conèixer o aconseguir documentalment. I tampoc no aporta cap diferència respecte a altres modalitats de traducció. La peculiaritat del treball del traductor de textos audiovisuals no depèn tant del gènere que ha de traduir com de la configuració textual específica de tots el gèneres audiovisuals, d’allò que hem denominat el macrogènere de textos audiovisuals. […] Qualsevol taxonomia és susceptible de crítiques. L’única defensa d’una taxonomia és que responga a criteris sistemàtics. […] Com s’observa, l’anàlisi per gèneres a què s’adscriu una funció dominant continua sent insuficient per als interessos del traductor de textos audiovisuals. […] Ja Bettetini (1986, 175-177) parlava de crisi dels gèneres audiovisuals per a ressaltar el fet que la seua heterogeneïtat formal i funcional feia inútil una classificació amb objectius analítics.

1.4.5. El criterio de la función del texto Más que para determinar diferentes tipos de traducción, las tipologías textuales basadas en la función del texto han sido utilizadas para establecer un vínculo directo entre tipos textuales y estrategias de traducción (aunque, probablemente, la única clasificación resultante sea la que distingue traducción equifuncional y traducción heterofuncional). Esta es una gran diferencia con respecto a las categorizaciones basadas en el tema o en el género del texto, a las que acabamos de referirnos, que no parecen haber llevado a resultados homólogos. Su utilidad parece, en principio, bastante mayor que la de aquellas,

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aunque en la práctica no hayan sido las más utilizadas. Su relevancia, en lo que se refiere a la atención merecida por los estudiosos de la traducción, es sin duda mayor que la de otros enfoques. La razón de la falta de arraigo de esta tipología entre profesionales y en otros ámbitos de la traducción (diseño curricular, vida profesional) quizás tenga que ver con el hecho de no estar vinculada a la organización del conocimiento (con la que no parece guardar una correlación significativa), mientras que las categorizaciones populares suelen estar más próximas de la misma. Aunque existan clasificaciones anteriores de los textos según su función (pragmáticos y literarios; centrados en el contenido, centrados en la forma, centrados en la apelación), es la tipología de textos que se desprende de la clasificación (Texttype) propuesta por Bühler (1979) [1934] para las funciones del lenguaje (función expresiva, función representativa y función apelativa; informativa, expresiva y operativa en Reiss y Vermeer, 1996 [1991]) la que ha tenido una influencia decisiva en los estudios sobre la traducción. Esta clasificación fue adoptada por Katharina Reiss (2000) [1971], con la aportación, bastante discutible, de una función audiomediática. De esta autora la tomó Newmark (1974), refiriéndose a las funciones expresiva, informativa y comunicativa (sin adoptar la función audiomediática). Reiss había incorporado (1983) a la propuesta de Bühler las funciones fática y poética postuladas por Jakobson (1960). Posteriormente, esta clasificación ha ido ganando una riqueza y una complicación notables, gracias a numerosas contribuciones, descritas especialmente por Elena (2006) pero también por Sánchez (2002) y Fernández (2000). Merece la pena destacar, como fuente de enriquecimiento, las llamadas metafunciones (interpersonal, ideativa y textual) de Halliday (1975). Al igual que en el enfoque por géneros y en el enfoque por temas, se puede apreciar en el estudio de las funciones textuales dos fases: una descriptiva y estática, en la que el texto parece tener atribuida una función de modo inherente, y una segunda, de carácter comunicativo-pragmático, en la que se asigna al texto su función en el acto comunicativo. En Vermeer (1989a: 95) –citado en Nord (1997)– función se refiere a lo que el texto significa o se intenta que signifique desde el punto de vista del receptor. En Nord (1997: 138), función es el uso que el receptor hace de un texto o el significado que el texto tiene para el receptor. Estos dos posibles enfoques de la función del texto parecen confundidos en ocasiones. Newmark (1974), por ejemplo, adopta una postura puramente descriptiva respecto de la función del texto, aunque en la práctica haya llegado más lejos en sus propuestas de estrategias de traducción de lo que lo han hecho otros autores.

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TEXT FUNCTION A

EXPRESSIVE

B

C

INFORMATIVE

VOCATIVE

TRANSLATION LEVEL X

REFERENTIAL

Y

TEXTUAL

Z

SUBJECTIVE

Funciones del texto y niveles de traducción (Newmark, 1976: 14)



A

INFORMATIVE

EXPRESSIVE (1) Typical examples

Literature authoritative texts

(2) `ideal´ style (3) Text emphasis (4) Focus (5) Method

Individual Source langauge (SL) Writer (1st person) ‘Literal’ translation

(6) Unit of translation Maximum Minimum (7) Type of Language (8) Loss of meaning

Small

(9) New words and meanings (10) Keywords (retain) (11) Unusual metaphors (12) Length in relation to original

B

C VOCATIVE

Polemical writing, publicity, notices, laws and regulations, propaganda, popular literature Persuasive or imperative Neutral, objective Target language Target language (TL) Reader (2nd person) Situation (3rd person) Equivalent - effect trans- Equivalent - effect recreation lation Large Medium Text Paragraph Sentence Collocation Compelling Dependent on cultural Factual Small differences Not permitted unless rea- Yes, except in formal son given texts Token words Theme words Give sense Recreate Scientific and technical reports and textbooks

Collocation Word Figurative Considerable Mandatory if in SL text Leitmotivs Stylistic markers Reproduce

Approximately the same Slightly longer

No norm

Procedimientos de traducción según función del texto (Newmark, 1976: 93)

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La inclusión del cuarto tipo de texto al que antes nos referíamos (el audiomedial, Audio-mediale Texte) ha sido calificada de incoherente por Chaume (2004: 118), con estas palabras: La clasificación propuesta no sigue criterios homogéneos. Las tres primeras clases de textos atienden a la función del lenguaje (informativa, expresiva, apelativa), mientras que la cuarta atiende al medio o canal por el que se transmiten estos textos. Porque, efectivamente, los textos audiovisuales pueden ser esencialmente informativos, expresivos o apelativos. Quizá por esta razón, Reiss abandona esta cuarta categoría en estudios posteriores y no la revisa hasta 1984.

Y también (Chaume, 2003: 204-5): El problema, al meu parer, és que aquest entramat de paràmetres discursius és heterogeni, i que, en tot cas, no es pot parlar de tipus de text sinó de prototipus de text (en el sentit de la Lingüística Cognitiva); és a dir, un text no té únicament i exclusivament una funció sinó que sempre n’acompleix més d’una simultàniament, i sol ocórrer que una d’aquestes ressalta més que les altres, la que descriu la funció primordial per a la qual es va construir aquest text.

Existe un amplio consenso sobre la dificultad de encontrar textos que respondan a una única función. Newmark (1976) [1974] utiliza la metáfora de un telescopio plegable con el que el lector percibe en un mismo texto las tres funciones del lenguaje en sus diferentes grados. Algunos autores, como Reiss (1971: 25), se refieren a la conveniencia de ceñirse a una única función dominante, ante esa disyuntiva. Sin embargo, la utilidad de esa opción queda en entredicho cuando constatamos que existen ejemplos, como el informe financiero, en el que se distingue información persuasiva, técnica y contable, o el caso de la traducción jurada, en el que conviven en un mismo documento información performativa, referencial e intratextual, que no parecen abordables con los mismos criterios. En realidad, la multifuncionalidad de los textos (o de sus partes) tiene, seguramente, más de norma que de excepción. Correlativamente, la posibilidad de distinguir diferentes especialidades de la traducción a partir de este parámetro (por lo menos, únicamente a partir del mismo) se nos antoja ciertamente difícil, más allá del mero ejercicio intelectual. Es posible que exista una cierta correlación entre tipos de textos en función del tema y tipos de textos según su función. No en vano, Newmark (1976) [1974] asigna la función expresiva a los textos literarios, de opinión y autobiográficos; la informativa, a los textos científicos y técnicos; y la apelativa o

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normativa, a los publicitarios y jurídicos. Sin embargo, de acuerdo con esto, sería lo mismo calificar un texto de jurídico que hacerlo de normativo; sería lo mismo calificarlo de informativo que de técnico. Un informe financiero sería entonces un texto informativo-apelativo o un texto jurídico-técnico; una patente sería un texto normativo-informativo o un texto jurídico-técnico. En ambos casos, las categorías de las clasificaciones basadas en el tema y la función resultarían intercambiables. Y en ambos casos se combinan categorías que, desde una perspectiva clásica, serían, sin embargo, incompatibles. Respecto a la clasificación de la traducción en equifuncional y heterofuncional, según se mantenga la función del texto original o esta cambie en la traducción, Reiss y Vermeer (1996 [1991]: 36) afirman que «lo más frecuente es que se produzca un cambio de función». Esta afirmación puede resultar interesante a efectos teóricos, pero no parecen existir evidencias empíricas que la respalden. Probablemente, la heterofuncionalidad sea una rareza en la traducción profesional. Respecto a las categorías tradicionales en esta tipología, podríamos hacer notar, aunque sea en un apunte, que si la tercera función, la apelativa u operativa, debiera servir para proponer formas de traducir distintas, seguramente necesitaría ser escindida en dos: una persuasiva (publicidad, propaganda) y otra normativa (legislativa, judicial), ya que, sin duda, se asocian a formas de traducir muy distintas.

1.4.6. Lenguajes de especialidad y (tipos de) textos especializados La forma en que las ontologías vigentes en cada momento se trasladan a las tipologías textuales y a las clasificaciones de los llamados lenguajes de especialidad ha sido un objeto de atención recurrente por parte de los estudiosos. De hecho, el estudio de los lenguajes de especialidad y el de los textos constituyen disciplinas con una entidad propia. La posibilidad de adaptar las tipologías discursivas, textuales y terminológicas ha merecido, como ya hemos podido ver, cierta atención desde los campo de los estudios sobre la traducción, una atención que se refleja en apartados específicos de manuales de traducción con títulos semejantes a «Tipologías textuales y traducción». Significativamente, estos apartados suelen incluir extensas exposiciones relacionadas con las lenguas para fines específicos y los estudios textuales, pero, en lo que respecta a su aplicación a la traducción, tienden a ser más bien parcos, limitándose a hacer afirmaciones genéricas del tipo de «el conocimiento de las tipologías textuales es muy

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importante para el traductor»… y poco más. Newmark (1976) [1974] es, probablemente, el autor que ha llevado más lejos la aplicación de estos elementos a la visión más práctica (si se quiere, practicista) de la traducción, aunque de una forma que, a todas luces, podría ser mejorada. Por otro lado, estas disciplinas relacionadas con el estudio de los términos, de los lenguajes y de los textos quizás no están aún lo suficientemente maduras ni cuentan con un grado de consenso suficiente en sus comunidades respectivas como para constituir un apoyo firme desde el que los estudios sobre la traducción puedan proyectarse con solvencia. Veamos algunas muestras de comentarios realizados por algunos especialistas sobre sus mismas disciplinas y trabajos: Yves Gambier (1998a: 9): Depuis 1977, ont eu lieu onze symposiums européens sur les langues de spécialité (lsp). Peut-on parler de «progress» en ce domaine? Le concept de lsp reste mal identifié; les types d’analyse qu’il entraine sont suffisamment différenciés pour qu’on doute d’un champ homogène, cohérent, stable; enfin l’interdisciplinarité qu’il appelle reste floue, non validée. Les mêmes problèmes semblent être récurrents, touchant par exemple la lecture et la compréhension des textes dits spécialisés, le rapport entre langue et connaissance, la terminologie, la fonction des metaphores, etc.

Fin Frandsen (1998: 15): […] la question fondamentale de cette tradition demeure: qu’est-ce qu’une langue de spécialité et en quoi diffère-t-elle de la langue general? Lothar Hoffmann, chercheur allemande internationalement reconnu, va jusqu’à dire que c’est «die Frague der Fragen in der Fachsprachenforschung» (Hoffmann 1985: 48).

Yves Gambier (1998b: 43): Quant à la traduction, elle a un temps flirté avec les lsp. Il n’est pas sûr que l’une et les autres aient beaucoup bénéficié de cette rencontre, faute encore de définition consensuelle […] entre les proclamations triviales et les déclarations de principe, les avancées n’ont guère été en général convaincantes . […] On le voit, terminologisée ou utilitaire, la notion de lsp s’arrache mal du flou qui l’entoure: là où on la croit fécondante, elle devient vite stérile et là où on la croit pertinente, elle devient vite insignifiante. Peut-elle être autre chose qu’un objet indécis? La définition, même provisoire, des lsp est devenue un exercice plus qu’acrobatique. Tour à tour langages spécialisés, langues tech-

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niques, langues spéciales, sous-langages (accent sur le code), langues professionnelles (accent sur les acteurs), langues fonctionnelles, langues d’une branche d’activité ou du savoir, français de spécialité, langue savante, français de l’administration, de l’économie, du commerce, du droit, de la médecine, du tourisme, etc. (accent sur le référent), française à ou sur objectif(s) spéci­fique(s) (accent sur la matière d’enseignement)… les lsp (toujours quasiment au pluriel) restent souvent marquées par le sigle anglais (lsp=language for specific purpose). Ces appellations et cette confusion disent toute l’ambiguïté d’une «langue» circonscrite tantôt par son public (d’usagers ou d’apprenants) tantôt par son contenu, les connaissances de référence qu’elle est supposée véhiculer.

Doménech (2007: 242): Determinar la noció de text especialitzat no és una tasca gens fàcil. Només cal fer un repàs del estudis i les definicions que trobem en els diversos àmbits de la lingüística que més han tractat aquesta qüestió, per adonar-se de la dificultat de trobar una definició satisfactòria.

Habíamos señalado más arriba que la utilidad para los estudios sobre la traducción de las clasificaciones que proceden de los campos terminológico, discursivo y textual está condicionada, entre otros motivos, por la falta de consenso que en estas se observa. Desde nuestro punto de vista, resulta extraordinariamente difícil distinguir con nitidez las siguientes categorías: • Los conceptos de lengua general, lengua común y lengua especializada. • Los de terminología (entendida no como disciplina, sino como clasificación), lenguaje de especialidad, lenguaje profesional, tecnolecto, lengua para fines específicos y discurso. • Las denominaciones propuestas para los resultados de una clasificación: tipo, modalidad, clase, género, modo, forma, etc.

1.5. Las implicaciones didácticas La utilización de criterios teóricos obsoletos (o, por lo menos, no sometidos a revisión permanente) en el diseño curricular y el de materias es una fuente de deficiencias, también desde luego en el caso de la formación de traductores. Para empezar, porque impiden llegar a un nivel de concreción

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suficiente, que debería resultar de una explicitación teórico-práctica adecuada, más allá de las generalidades. Cuando las condiciones en que se desarrolla no son las más adecuadas, porque no existe una explicitación razonada y suficiente de los objetivos y las pautas que debe seguir, el aprendizaje suele basarse en la imitación (del modelo del profesor) y en la generalización a partir de la práctica acumulativa. Desde nuestro punto de vista, la conveniencia de organizar los contenidos formativos en base a tipologías de textos (traducción jurídica y económica, traducción científica y técnica, traducción literaria)… o en base al (supuesto) nivel de especialización no está, ni mucho menos, suficientemente argumentada. En ocasiones, los estudios sobre la traducción en su nivel formativo se muestran permeables a avances de otras disciplinas, aunque lo hagan de forma vacilante. Así, la denominación primera de traducción general ha sido sustituida en algunos planes de estudio por la de introducción a la traducción, aunque esa reasignación no haya ido acompañada de su consecuencia lógica: la extinción de la categoría de traducción especializada, concepto que se vacía de significado al negar la existencia de la traducción general. Así, Hurtado (2001: 59) admite la impropiedad de la denominación de traducción general, pero sigue abogando por mantener la de traducción especializada. Más adelante insistiremos en este asunto. Seguramente valdría la pena hacer un esfuerzo colectivo para que la formación de traductores se organizara en un futuro inmediato siguiendo criterios didácticos y en torno a la resolución de problemas (por definir), las soluciones de traducción disponibles (por inventariar) y las estrategias que permiten seleccionar las más idóneas (por elaborar), así como el análisis de los textos (aunque no con intenciones clasificatorias que conducen a callejones sin salida) y el análisis de la situación comunicativa (social) de la traducción. Con este trabajo nos proponemos, de hecho, aportar vías de reflexión que, pensamos, podrían resultar útiles para ese cometido. Aunque juzgamos que los esfuerzos clasificatorios sobre la traducción resultan de dudosa utilidad, también es cierto que, en general, son prácticamente inofensivos (a nivel profesional, asociativo o teórico, por ejemplo). Sin embargo, la organización de la formación de traductores en torno a esos mismos criterios resulta mucho más cuestionable. En el siguiente capítulo nos proponemos ofrecer una perspectiva diferente sobre la forma de entender el espacio disciplinar de la traducción y, por lo tanto, de reorganizar el modo de enfocar su enseñanza.

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1.6. Primeras conclusiones Los estudios sobre la traducción, así como el ejercicio práctico de la misma y la formación de aprendices, están organizados en torno a criterios clasificatorios discutibles. Para empezar, conviene no perder de vista que la propia tarea de clasificar no está exenta de dificultades y que sus resultados no deben entenderse (por lo menos, no deben entenderse siempre) como verdades inmutables, fuera de discusión. Las clasificaciones simplifican la realidad, al mismo tiempo que se distancian de ella. Comportan una metaforización conceptual y, aunque poseen la ventaja de facilitar la comunicación al reducir una realidad compleja difícil de manejar a enunciados mucho más simples, presentan al mismo tiempo el inconveniente obvio de distanciarse de la misma realidad que pretenden describir. Conviene no perder de vista que las categorizaciones son constructos mentales y no parece prudente permitir que reemplacen a la realidad misma, menos todavía cuando (como en el caso que nos ocupa) los criterios en que se basan parecen, cuando menos, discutibles. Quizás sirva de consuelo reconocer que este problema no es patrimonio exclusivo de los estudios sobre la traducción. En un ámbito tan alejado del que nos ocupa como el estudio del electromagnetismo, encontramos el siguiente comentario (Cheng, 1989): The idealized model we adopt for studying a scientific subject must relate to real-world situations and be able to explain physical phenomena; otherwise, we would be engaged in mental exercises for no purpose. For example, a theoretical model could be built, from which one might obtain many mathematical relations; but, if these relations disagreed with observed results, the model would be of no use. The mathematics might be correct, but the underlying assumptions of the model could be wrong, or the implied approximations might not be justified.

Las clasificaciones clásicas en traducción no dan cuenta de la existencia de límites difusos entre sus elementos, de la presencia de elementos prototípicos y elementos periféricos ni de elementos de la misma clase que no comparten ninguna característica en común. La selección de los elementos periféricos es subjetiva. Con frecuencia, en un texto no hay un solo tema sino varios y suele ser difícil adscribirlo a un único patrón genérico (si es que tienen existencia factual, más allá del nivel teórico). De hecho, las clasificaciones clásicas no se rigen por un único criterio clasificatorio. Es frecuente encontrar

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listas de categorías traductológicas en las que se combinan diferentes criterios clasificatorios: tema, género, función, especialización del traductor, entorno socioprofesional de la traducción... con las consecuencias obvias. Una parte importante de los problemas de este enfoque tiene que ver con la consideración de opciones binarias, en lugar de continuos con diferenciaciones de grado, quizás a partir de una confusión entre las estrategias para la observación y la explicación de los fenómenos naturales (en los que es posible establecer una evaluación binaria) y las tecnologías o actividades humanas (en las que la evaluación se basa en el grado de calidad y las opciones suelen estar lejos de constituir un inventario cerrado). Por otro lado, las clasificaciones, en el ámbito de la traducción, reflejan perspectivas contradictorias. El objetivo de la traducción no es describir sino comunicar. Algunas herramientas y conceptos teóricos que resultan especialmente útiles en las disciplinas de carácter descriptivo (como la clasificación) no tienen por qué mantener el mismo grado de utilidad en otro tipo de disciplinas aplicadas, por lo menos en su dimensión práctica, como aquellas que se ocupan de la comunicación, a menos que se asocien a modos de actuar concretos (en nuestro caso, a formas de traducir). Varias de las disciplinas en las que se han inspirado buena parte de los desarrollos teóricos recientes en los estudios sobre la traducción han pasado por dos fases: una primera, de carácter descriptivo, y una segunda, de carácter aplicado-comunicativo. Las actuales clasificaciones traductológicas que se inspiran en el género, en los lenguajes de especialidad o en las terminologías, reflejan las contradicciones derivadas de la convivencia en las disciplinas correspondientes de diferentes enfoques. A un nivel meramente teórico, hoy en día nadie discute que tanto la función de un texto como el género al que este pueda adscribirse no son independientes de su dimensión pragmática. Si nos referimos a la función, esto significaría que esta solo puede concretarse si se atiende a la situación comunicativa en la que se genera e interpreta el texto, que parece difícil deducir a partir únicamente de criterios estructurales. Respecto al género, lo que significa es que tampoco parece una tarea simple reconocerlo, a no ser que conozcamos la situación comunicativa en la que se produce. En la práctica profesional de la traducción, sin embargo, lo cierto es que tanto la función como el género (o tipo) de los textos originales se deducen con suma frecuencia de su contenido; que en una parte muy significativa de los casos el encargo de traducción o escopo es implícito y el traductor deduce el género y la función que corresponde(rá)n al texto traducido a partir del contenido del texto original, dado que la situación de equifuncionalidad es absolutamente predominante en la traducción profesional. El mismo tipo de razonamiento vale para la

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terminología que debe ser utilizada, que el traductor profesional deduce de forma muy generalizada, con criterios meramente intratextuales y no extratextuales. La tendencia observable en los estudios sobre la traducción a la clasificación se basa en la preferencia que los investigadores de este ámbito parecen sentir por la descripción frente a la explicación y la predicción. No es descartable que esta preferencia tenga algo que ver con la dificultad de predecir el resultado de una traducción o (en menor grado) de explicar por qué un texto ha sido traducido de determinada manera, frente a la relativa facilidad de describir el resultado. De todos modos, parece oportuno preguntarse si es esa actitud la más adecuada para esta disciplina. Para ello nos interesaremos, en los próximos apartados, por su naturaleza y por las características que de ella se desprenden. No podemos concluir este capítulo sin recordar algo que es evidente: las clasificaciones rígidas no son los únicos criterios válidos para organizar una actividad humana (ni probablemente los mejores). Aunque pueda resultar paradójico, en el próximo capítulo, intentaremos situar la disciplina de la traducción y algunas de sus posibles especializaciones en una nueva pauta clasificatoria. Los criterios de los que partiremos tienen en cuenta, sin embargo, un hecho que suele quedar desatendido: el ejercicio profesional de la traducción es, por supuesto, una actividad social (más allá de sus evidentes dimensiones lingüística, textual y comunicativa); la investigación sobre la misma también tiene ese carácter; y la formación, que, como antes señalábamos, tiene en cuenta (cuando menos idealmente) los intereses de ambos (por ese motivo nos referiremos a ella), comparte también esa naturaleza. Conviene apuntar, además, que las herramientas que utilizaremos provienen de otros ámbitos disciplinares (la sociología de la ciencia, especialmente), en los que el valor de la descripción, la explicación y también, por supuesto, de la clasificación, así como la forma de abordar su condición problemática, suelen recibir un tratamiento sustancialmente diferente del que se les ha dispensado de forma tradicional en los estudios sobre la traducción (v. por ejemplo Feger, 2001). Veamos si esa forma de contemplar nuestro objeto de estudio nos permite, por lo menos, abordarlo de un modo original.

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2. Notas sobre la constitución, la evolución y el cultivo de las disciplinas Dejaremos de lado por un momento las referencias directas a la traducción, para trabajar en un nivel diferente de abstracción y en un asunto de carácter más general: el modo en el que se constituyen y organizan las entidades designadas con el nombre de disciplinas. Con este remonte teórico nos proponemos resituar el tema que nos ocupa, la naturaleza de las especialidades en traducción, a partir de una perspectiva diferente. Este capítulo debe entenderse, en realidad, como un puente entre el primero y el tercero. Aunque hubiéramos podido incluirlo en el último de ellos (ya que, en buena medida, es una introducción al mismo, por lo menos a la primera parte), nos ha parecido oportuno mantenerlo como un bloque independiente, ya que es el único en el que la traducción no es el punto de partida (de hecho, está ausente, aunque resultará fácil intuir a partir de su lectura las observaciones con las que se abre el siguiente capítulo). Desde ese punto de vista, se trata de un bloque instrumental aislado, en el que se presentan y revisan algunas herramientas teóricas ajenas al campo (por lo menos a priori), cuyo uso será más fácil valorar (y cuestionar) de este modo. En el siguiente capítulo, recuperaremos estos elementos para intentar proyectarlos en una caracterización de nuestro propio ámbito de interés, las especialidades de la traducción. La vigésima segunda edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española define disciplina, en su segunda acepción, como «Arte, facultad o ciencia», mientras que se refiere a asignatura como «Cada una de las materias que se enseñan en un centro docente o forman un plan académico de estudios». Tal y como están planteadas ambas definiciones, sería fácil pensar que las disciplinas, identificadas con conceptos tan sólidos como «arte» o «ciencia», tienen un carácter esencial, que sus límites son claros, que gozan de reconocimiento social, que son rigurosas y están asentadas en la tradición. En una palabra, que son objetivas o, cuando menos, que responden a un amplísimo consenso. Así parecen entenderlo Shumway y Messer-Davidow (1991: 202), en este caso a partir de la consulta de otro diccionario: According to the Oxford English Dictionary, «discipline» pertained to the disciple or scholar, while «doctrine» was the property of the doctor or teacher. As a result, «discipline» has been associated with practice or exercise and

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«doctrine» with abstract theory. Given this opposition, we can see why «discipline» might have been chosen to describe the new science based on empirical methods and claiming objectivity. To call a field a «discipline» is to suggest that it is not dependent on mere doctrine and that its authority does not derive from the writings of an individual or a school, but rather from generally accepted methods and truths.

A primera vista, en su plasmación material, las diferentes disciplinas darían sentido a los diferentes cursos académicos. Correlativamente, la segunda definición a que antes aludíamos, la de asignatura, tiene un aspecto mucho más prosaico. Lejos del carácter elevado e intangible del arte o de la ciencia, las materias académicas representarían una mera concreción administrativa de los programas formativos que se ocuparían de vehicular cada una de las disciplinas. En justa correspondencia, tendrían un carácter contingente (técnicamente, podrían depender tanto o más de trivialidades burocráticas que de axiomas científicos) y sus perfiles serían, con toda seguridad, mucho más difusos. Paradójicamente, el mismo diccionario reserva para la entrada materia, en su séptima acepción, la definición poco esclarecedora (al confrontarla con las anteriores) de «Asignatura, disciplina científica» (la cursiva es nuestra). Aunque no es este el lugar más adecuado para juzgar el trabajo lexicográfico de la rae, no podemos dejar de llamar la atención sobre este punto. Para evitar confusiones, en este trabajo entenderemos a partir de ahora por disciplina un cuerpo de conocimientos organizado, correspondientes a un determinado campo del saber; por curso o grado, su codificación académica; y por materia o asignatura, indistintamente, cada uno de los bloques de contenidos temáticos y metodológicos en los que aquellos, entendidos como su suma, se organizan. En nuestra opinión, si se deja de lado cualquier prejuicio esencialista, será fácil percibir que no solo los cursos académicos y su estructuración en diferentes materias obedecen siempre, en último extremo, a una codificación académica: también la génesis de las diferentes disciplinas está sujeta a unos mecanismos semejantes, en la medida en que refleja el modo en que se organiza socialmente la comunidad científica, a la hora de producir y de propagar el conocimiento, así como de acoger y de adiestrar a sus propios miembros. Todos estos factores (y algunos más) contribuyen a perfilar una panorámica de la génesis de las disciplinas, de su independencia y de su preservación, de la que aquí nos ocuparemos ahora.

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2.1. El origen de las disciplinas 2.1.1. Factores intrínsecos y factores extrínsecos En realidad, la codificación académica como disciplina de un simple ámbito de estudio puede obedecer a razones muy diferentes. La mayor parte de los estudiosos coinciden al afirmar que las más obvias serían la aparición de un campo nuevo (probablemente, la informática sería un buen ejemplo) o la redefinición de un campo que ya existía (piénsese en la lingüística y en la moderna teoría de la literatura como nuevos enfoques y nuevos modelos para revisar los contenidos de las filologías tradicionales). En un sentido complementario, también vale la pena recordar aquí la distinción apuntada por Becher y Kogan (1992: 145) entre lo que ellos denominan procesos de fisión y procesos de fusión en la génesis de las nuevas disciplinas: en el primer caso, el incremento de la especialización (después volveremos sobre este fenómeno) conduce a la génesis de un nuevo ámbito disciplinar, mientras que, en el segundo, este resulta de la confluencia de dos o más ámbitos preexistentes (y está relacionado directamente con la interdisciplinaridad). Los autores citados ejemplifican el primer caso con el desarrollo de la computación como disciplina autónoma respecto a las matemáticas, y el segundo con el de la convergencia disciplinar de la botánica y la zoología en la biología, con ayuda de la argamasa que proporcionan otros ámbitos, como la genética y la ecología. No obstante, también es común reconocer que, al lado de las explicaciones más puras, las más relacionadas con los contenidos propios del ámbito de conocimiento que se pretende abordar, no pueden ignorarse algunos otros motivos, mucho más pragmáticos. En general, existe un amplio consenso entre los especialistas al considerar que «there are those disciplines that owe their origins to internal causes, and those which come into being for reasons that lie outside the sphere of purely academic influence» (Becher y Trowler, 2001: 171). A decir verdad, sin salir del ámbito puramente académico, en la génesis de las disciplinas suelen entrar en funcionamento algunos factores que, claramente, tienen poco que ver con las razones científicas más abstractas. Noemi Baron (2005: 269-270) sintetiza todas las afirmaciones anteriores con estas palabras: Why do academics seek to establish new disciplines? Some motivations are intrinsic to the subject matter at issue, while others are extrinsic, reflecting more political goals.

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Oversimplifying somewhat, there are two intrinsic motivations for attempting to forge a new discipline. The first is a felt need to look at old disciplinary questions in new ways. […] A second intrinsic motivation for banding together under a new academic flag is that a field itself is new. [...] But we should not assume that the standing of a domain of study is solely determined by the nature of the problems being investigated. Academia is renowned for being a political battleground. «Fields of study» typically do not get much university funding. Rarely do they garner separate office space, secretaries, or funding for graduate students. […] However pure one’s contentive arguments, whether a domain of intellectual pursuit is dubbed an «area of inquiry», a «field», or a «discipline» tends to have less to do with the nature of the academic endeavor itself than with politics and the comfort levels of practitioners.

En efecto, resulta ingenuo considerar que la creación y la consolidación de nuevas disciplinas académicas obedece únicamente a algún tipo de criterio natural, objetivo y, por lo tanto, capaz de suscitar consensos inmediatos. Desde luego, y aunque a escala diferente, esto parece tan plausible en el caso de las titulaciones académicas (los cursos, los grados), como en el de las materias en que se organizan (las asignaturas), e incluso en el de las estructuras académico-administrativas que acogen a profesores e investigadores (los departamentos y las facultades), cuya (des)aparición puede obedecer en ocasiones a factores que tengan poco que ver con la naturaleza de los contenidos que deben ser abordados, y mucho con razones tan prosaicas como las que apuntaba la cita anterior. Al lado de todas esas cuestiones a las que acabamos de referirnos, es preciso tener en cuenta también, desde luego, un factor fundamental: la (in)existencia de un amplio reconocimiento social y académico para las nuevas disciplinas, esto es, su legitimación. Becher y Trowler (2001: 41) lo expresan en estos términos: The answer will depend on the extent to which leading academic institutions recognize the hiving off in terms of their organizational structures (whether, that is, they number statistics among their fully-fledged departments), and also on the degree to which a freestanding international community has emerged, with its own professional associations and specialist journals. In some of the typical instances of dispute, certain institutions may have decided to establish departments in a particular field but may find that the intellectual validity of those departments is under challenge from established academic opinion (as has happened in the case of black studies, viniculture and parapsychology).

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De todos modos, insistiendo en la cuestión de la legitimación, conviene recordar en este punto que la coherencia de una disciplina (la justificación científica para su existencia académica) puede llegar a responder tan solo a una lógica académica, a un constructo teórico en el que cobra sentido, incluso más allá de su capacidad de explicarse a sí misma o del hecho de que lo objetivo de su génesis no sea más que un espejismo. Con las palabras de Pierre Bourdieu (1984: 64-65): We know that the ideological constructions which artistic or political individuals or groups can produce, to give their ‘choices’ in the most diverse domains – political, aesthetic, ethical – the appearance of coherence, appear in fact as combinations of logical disparate elements which only cohere through the integrating force of common dispositions or positions; so that disciplines, like history or philosophy, art or literature, which grant autonomy to constructions that cannot contain intrinsically either their whole explanation or their whole raison d’être, or which, like aesthetics, ethics or the philosophy of law, tend to show as grounded in the coherence of reason things which in fact are based on belief or, in short, on the orthodoxy of a group, simply reproduce the specific effect of these constructions which resides precisely in the illusion of their purely rational genesis, free from any determination.

2.1.2. La especialización Sin dejar de lado la cuestión del origen de las nuevas disciplinas, recuperemos ahora la cita anterior de Baron, a propósito de las motivaciones intrínsecas y extrínsecas que intervienen en el mismo. De entre las primeras, una de las más previsibles sería la especialización, que eventualmente conduciría al desarrollo de nuevas disciplinas autónomas, a partir del cultivo de algún aspecto relacionado con la matriz original de las mismas. En realidad, algunos autores incluso prefieren reservar el concepto de disciplina para la dimensión formativa y el de especialidad para la investigadora. Desde esa perspectiva, además, las especialidades científicas podrían corresponderse con una única disciplina, o bien con una intersección de varias de ellas. Para Chubin (1976: 448): Specialization is the hallmark of modern science. With the institutionalization of science in universities […], the fragmentation of knowledge into intellectual provinces called disciplines was legitimated. Disciplines, and the bureaucratic structures that support them, namely academic departments, are charged with the training and certification of new scientists. Research that satisfies certification requirements, like all research, rarely contributes to the advance-

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ment of knowledge in a whole discipline; rather, it originates from and impinges upon problems that are neither in conformity to the theories and methods of a single discipline nor discipline-wide in scope and profundity. In short, disciplines form the teaching domain of science, while smaller intellectual units (nestled within and between disciplines) comprise the research domain. Within the sociology of science, these units have been termed «scientifc specialties».

Desde nuestro punto de vista, podríamos imaginar que la génesis de las diferentes especialidades en que se organiza cada uno de los campos disciplinares (o sus intersecciones) debería responder a una lógica armónica con la génesis de los mismos. Eso es, exactamente, lo que parece desprenderse de las palabras de Ruscio (1985, ápud Becher y Trowler, 2001: 66), a propósito de las razones de la especialización: There are epistemological reasons: the sheer volume of knowledge and its rapid expansion compel a scientist to carve out his own niche of expertise. There are also sociological reasons: Academics achieve status within the profession by advancing knowledge, a dynamic that requires precise contributions. Institutions of higher education themselves compete for status, reinforcing the individual’s motivation.

En efecto, parece legítimo considerar que la configuración de nuevos espacios científico-académicos, disciplinas y especialidades (nuevas orientaciones de las que podrían nacer nuevas disciplinas) sería, como mínimo, el resultado de una combinación de factores epistemológicos, como la tendencia a la acumulación y a la expansión del conocimiento, que incluye su especialización, y factores sociales, como la presión institucional para primar el conocimiento especializado. Una de las manifestaciones más obvias de esta última, a nivel individual, es la estrecha relación que existe entre originalidad y prestigio, en lo que a la actividad investigadora se refiere,2 Becher y Kogan (1992: 107) lo explican muy gráficamente: Academic reputations depend, largely if not exclusively, on estimates of capability and originality in research: and originality is most easily established by tackling problems that no one else has tackled. The areas of knowledge that

2. El anáisis de los conceptos de reconocimiento y de originalidad en la práctica científica, y de las relaciones entre ambos, son un tema recurrente en la sociología de la ciencia, y ya están presentes, desde luego, en los trabajos seminales de Robert K. Merton (v. Merton, 1957).

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have already been well explored are, for the most part, to be avoided. The best promise for making a reputation lies in hitherto neglected or undeveloped pieces of intelectual territory. Much like frontiersmen in newly discovered lands, academics seek to corner a patch of ground which they can cultivate unmolested by others. This process of identifying one’s own specialism helps to account for the fragmentation of disciplinary groupings.

Esa acotación y desarrollo del propio campo que estimularía la especialización y, eventualmente, la génesis disciplinar tendría como recompensa para su(s) cultivador(es) un aumento de lo que Bourdieu denomina su capital científico, entendido como un capital simbólico que es producto de actos de (re)conocimiento que realizan agentes que forman parte de un dado campo científico, de acuerdo con las reglas del mismo.3 El ejemplo más habitual de atribución de reconocimiento es, claro está, el sistema de citas. Bourdieu (2001: 80-81) concluye que: [...] o peso simbólico de um cientista tende a variar segundo o valor distintivo dos seus contributos e a originalidade que os pares concorrentes reconhecem ao seu contributo distintivo. O conceito de visibility, em uso na tradição universitaria americana, evoca bem o valor diferencial desse capital que, concentrado num nome próprio conhecido e reconhecido, destaca o seu portador do fundo indiferenciado no qual se confunde o comum dos investigadores anónimos (segundo a oposição forma/fundo que está no centro da teoria da percepção: daí, certamente, o rendimento particular das metáforas perceptivas, cuja matriz é a oposição entre o brilhante e o obscuro, na maioria das taxinomias escolares).

Cabría añadir aún que el prestigio, entendido como factor psicosocial, no debe hacernos olvidar el papel que corresponde al «refuerzo a la motivación individual» ejercido por las instituciones, al que se referían Becher y Kogan. Sirva como ejemplo el caso español, en el que existe un organismo estatal (la Comisión Nacional de Evaluación de la Actividad Investigadora, cneai) encargado de valorar la actividad de los investigadores, al objeto de recompensar la calidad de la misma (utilizando indicadores de impacto estandarizados que incluyen el número y la calidad de las citas) con gratificaciones

3. Con palabras más sencillas, aunque igualmente eficaces, Storer (1967: 77) afirmaba unos años antes, de un modo muy gráfico, que «[...] we have within science a kind of coinage that, while different from monetary units, serves much the same function for scientists that money serves for businessmen. Recognition is a kind of abstract, scarce commodity that circulates within science and serves as an incentive for scientific effort».

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económicas. Como relatan Jiménez-Contreras, de Moya y Delgado (2003: 124):4 The general approach of the cneai falls within the Mertonian scheme of scientific functioning, according to which one of the main driving forces behind scientists’ academic behaviour is the motivation to achieve recognition by one’s peers. According to some authors, this approach not only explains scientists’ academic behaviour, but also foments the general coherence and functioning of the system from an economic perspective.

En cuanto a los factores epistemológicos, que antes citábamos, debemos a Law una conocida clasificación de las especializaciones que distingue tres grandes categorías: aquellas que están basadas en la aplicación de nuevas técnicas y nuevos métodos, las que tienen su origen en el desarrollo de nuevos modelos teóricos y, por último, aquellas que resultan de concentrar la atención en una parcela determinada de conocimiento, o un conjunto de problemas específicos. Con sus propias palabras (Law, 1973: 302): It is now possible to distinguish between three different types of specialty. A technique- or methods-based specialty [...] constitutes an interacting group of scientists, whose solidarity rests on the basis of shared scientific gadgetry, and its development. Misuse of the method is liable to result in severe negative sanctioning for the deviant, while preferred subject matters are defined only indirectly in relation to the strongly held methodological standards. Only those exemplars which can be employed in relation to the gadgetry are used. Theorybased specialties are defined in terms of a shared formalism-members are those whose main standards concern theory and its development, and exemplars relating to various gadgetries and problems will arise out of that central concern with theory. Subject matter specialties have as members those who work on a particular subject matter or problem. Members of such a specialty are prepared to use a variety of techniques and theories, none of which may be preferred, in general.

4. Cfr., sobre el impacto de la bibliometría en el sistema científico, Weingart (2005), con referencias al caso español, precisamente a partir de Jiménez-Contreras, de Moya y Delgado (2003). En el caso de la traducción (en sentido amplio), del que después nos ocuparemos aquí, existen algunos trabajos (aunque todavía escasos) relacionados con el ámbito de la cienciometría. V., por ejemplo, Gile (2000, 2005), Grbi´c y Pöllabauer (2008).

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Becher y Trowler (2001: 72) nos proponen una serie de ejemplos muy ilustrativos de las clasificaciones que resultan de aplicar el esquema de Law en algunos ámbitos disciplinarios: Within economics, monetarism is a theory-based specialism, econometrics is defined in terms of technique, and labour economics is a subject field. Modern languages also encompasses all three types of specialism: deconstruction among the theoretical approaches, practical criticism as a methodology and language, period and genre as dimensions of subject matter.

Por otro lado, es interesante notar que, como sugieren los mismos autores, a partir del trabajo de Bucher y Strauss (1961), la triple distinción entre especialidades configuradas a partir de la técnica, de la teoría o de un área concreta (technique, theory and subjetc matter specialties, para Law, 1973: 276) también podría alcanzar, lógicamente, a la práctica profesional, especialmente en lo que se refiere al hecho de que (Bucher y Strauss, 1961: 328) One of the most profound divisions among members of a profession is in their methodology and technique. [...] Specialties frequently arise around the exploitation of a new method or technique, like radiology in medicine, but as time goes by they may segmentalize further along methodological perspectives.5

Por supuesto, también las sugerencias de Law pueden afinarse, y su clasificación no debe tomarse como una serie de compartimentos estancos. Sirva como ejemplo la obviedad que apunta Wray (2005: 159), a propósito del mismo trabajo seminal de Law: «[...] developments in instrumentation are often tied to conceptual developments. That is, developments in instrumentation often either: (1) depend upon conceptual developments; or (2) occur

5. Aunque sea en una simple nota, queremos hacer notar que la cita de Bucher y Strauss que recogen Becher y Trowler mezcla, sin que se advierta al lector de ese hecho, fragmentos de varias páginas y párrafos del artículo citado (no así la que nosotros reproducimos). Dado que el resultado parece coherente con las explicaciones de los primeros autores (y, claro está, con las de los segundos), no merece la pena insistir sobre ello. En otro orden de cosas, en el mismo trabajo de Bucher y Strauss encontramos otro comentario que, aunque tenga un valor poco más que anecdótico queremos recuperar, dado que en estas páginas nosotros también nos referimos en diversas ocasiones al ejemplo de la medicina para ilustrar alguna explicación: «Medicine is usually considered the prototype of the professions, the one upon which current sociological conceptions of professions tend to be based; hence, our illustrative points in this paper will be taken from medicine, but they could just as pertinently have come from some other professions» (Bucher y Strauss, 1961: 326).

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simultaneous with conceptual developments». En cualquier caso, y para sintetizar todas las referencias anteriores, parece que podríamos asumir los siguientes corolarios: • En el origen y el desarrollo de la especialización suelen combinarse factores sociales y epistémicos. • Los primeros pueden tener una dimensión individual de partida (la busca de la originalidad, relacionada con el prestigio; el intento de conseguir posiciones académicas beneficiosas), y también pueden estar relacionados con la dinámica institucional (en la forma de presiones o recompensas para favorecer la investigación de vanguardia y el desarrollo de nuevas áreas). • En cuanto a los factores relacionados con la obtención de conocimiento, conviene tener en cuenta que la especialización puede ser una consecuencia natural de la acumulación del mismo, pero también puede estar relacionada con los avances tecnológicos, con la aparición de nuevas perspectivas metodológicas, de marcos teóricos originales o de la acotación de campos novedosos. Y, por supuesto, nada prejuzga el orden en la intervención de todos estos factores –por ejemplo, el desarrollo tecnológico puede ser posterior a la especialización, o ambos pueden discurrir en paralelo–, que también suelen alcanzar a la actividad profesional.

2.2. El cultivo de las disciplinas 2.2.1. Los grupos académicos En lo que respecta a los factores sociales en el origen de las disciplinas, y volviendo sobre las motivaciones pragmáticas (extrínsecas) de Baron, las razones sociológicas de Ruscio y las académicas de Becher y Kogan, conviene subrayar una obviedad: la codificación burocrática del conocimiento especializado y la correspondiente asignación de recursos económicos y de recursos humanos a un dado perfil académico suelen ayudar a dotarlo de contenido. Si se nos permite condensar las observaciones apuntadas en una sola metáfora, parece claro que la codificación académico-administrativa de nuevos estudios supone, en la práctica, la aparición de nuevos nichos ecológicos en los que encuentran un espacio idóneo para desarrollar su carrera profesional docentes e investigadores que han decidido apostar por orientar su currículum en la nueva dirección o, en ocasiones, que no han conseguido acomodo en

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otros escenarios. Es obvio que, en la mayoría de casos (aunque no siempre sea así) esos individuos persisten, a lo largo de su trayectoria académica, en el cultivo del mismo espacio, incluso contribuyendo a socializar nuevas promociones de docentes e investigadores, formados ya en el nuevo nicho especializado. En el mismo trabajo de Shumway y Messer-Davidow que citábamos más arriba (Shumway y Messer-Davidow, 1991: 202) podemos encontrar esta esclarecedora opinión: The various connotations of «discipline» have until recently been entirely positive; to call a branch of knowledge a discipline was to imply that it was rigorous and legitimate. The name did not reveal that knowledge was produced by regulating or controlling knowledge-producers, nor that the training of disciples produced the general acceptance of disciplinary methods and truths.

En efecto, la génesis de las nuevas disciplinas resulta indisociable del grupo humano que las define, que las cultiva (que las racionaliza y las desarrolla) y que las transmite (a los futuros cultivadores), de modo que la acotación del ámbito disciplinar y la configuración del grupo de académicos e investigadores que lo ejercen se retroalimentan mutuamente: el dominio científico y el espacio académico se definen el uno al otro. En opinión de Abbot (2002: 210): Disciplines also serve important general functions for academics […] The first of these is the Geertzian function of providing academics with a general conception of intellectual existence, a conception of the proper units of knowledge. Disciplines provide dreams and models both of reality and of learning. They give images of coherent discourse. [...] A second cultural function of disciplines is that of preventing knowledge from becoming too abstract or overwhelming. Disciplines legitimate our necessarily partial knowledge. They define what it is permissible not to know and thereby limit the body of books one must have read. They provide a specific tradition and lineage. They provide common sets of research practices that unify groups with diverse substantive interests. Often, these various limits and canons are quite arbitrary. What matters is not the particular canonical writer or method but rather the legitimation of knowing only the one or the other.

Los cultivadores de cada (nuevo) ámbito disciplinar (y/o de cada especialidad) crean, mantienen y desarrollan las pautas normativas que resultan ser propias del mismo. Con estos auténticos estilos académicos se consigue tanto acotar los límites del campo como establecer el modo correcto de cultivarlo. Es importante señalar, no obstante, que el mismo campo cuenta a priori con

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algunas características intrínsecas, relacionadas con la propia naturaleza de la disciplina, que contribuyen a definir a la comunidad que lo cultiva. En el próximo apartado nos ocuparemos de ello.

2.2.2. La relación entre los tipos de disciplinas y los grupos académicos En los párrafos anteriores hemos visto que la génesis de las nuevas disciplinas está relacionada con diversos factores, como el avance acumulativo del conocimiento, el modo en que se (re)organiza, o las diferentes estategias a las que responde su especialización. Nos hemos referido, además, a la necesidad de tener en cuenta la relación indisociable que existe entre los factores sociales y los estrictamente cognitivos, para intepretar este tipo de procesos. Sin embargo, hasta ahora tan solo nos hemos ocupado de las diferentes disciplinas de un modo global, haciendo abstracción de sus características particulares. Aunque la discusión sobre la naturaleza de todas las disciplinas es un ejercicio que, claramente, excede a los objetivos de este trabajo, creemos que seguramente merece la pena detenernos en algunas consideraciones sobre los rasgos genéricos que nos permiten clasificarlas. Una de las más célebres taxonomías diseñadas para clasificar los distintos tipos de disciplinas, entendidas ahora como las unidades académicas básicas, las estructuras en las que se asientan la formación y la investigación, es la sugerida por Biglan (1973), que parte una matriz en que distingue tres grandes criterios de clasificación de las diferentes áreas: hard/soft, pure/applied y life/ nonlife, que en seguida desarrollaremos, aunque sin tomar en consideración la última de ellas, dado que, como bien resume Favero (2005: 79), «[...] the literature finds it less reliable in studying discipline differences». La propuesta de Biglan ha inspirado un gran número de interesantes discusiones y aplicaciones, plasmadas en numerosos trabajos, ya desde los primeros años de su formulación. En realidad, incluso resulta fácil encontrar artículos tempranos que se ocupan de intentar perfilar un estado de la cuestión, como ocurre con el trabajo de Creswell y Roskens (1981), así como, por supuesto, revisiones que matizan la propuesta, como en Kolb (1981). Este último estudioso parte de metodologías similares a Biglan (una aproximación empírica, basada en un sistema de encuestas en centros de educación superior), aunque, mientras que el primero analiza la percepción de los académicos sobre las diferentes áreas de conocimiento, Kolb hace referencia a los estilos de aprendizaje (de modo que ambas perspectivas se complementan). No obstante, como señala el propio Kolb, y a pesar del uso de terminologías

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diferentes, los resultados no se contradicen en absoluto. De acuerdo con el mismo autor, las diferentes disciplinas podrían clasificarse en una matriz formada por dos dimensiones complementarias, que presenta de este modo (Kolb 1981: 243): The results suggest that the commonly accepted division of academic fields into two camps, the scientific and the artistic, or abstract and concrete [...] might be usefully enriched by the addition of a second dimension, namely, active-reflective or applied-basic. When academic fields are mapped on this two-dimensional space, a fourfold typology of disciplines emerges. In the abstract-reflective quadrant are clustered the natural sciences and mathematics, while the abstract-active quadrant includes the science-based professions, most notably the engineering fields. The concrete-active quadrant encompasses what might be called the social professions, such as education, social work, and law. The concrete-reflective quadrant includes the humanities and social sciences. Further evidence for the validity of this typology can be seen in the different ways that knowledge is structured and created in these fields.

En general, podríamos asumir que la dimensión abstract/concrete, a la que también es habitual referirse como hard/soft6 (que aquí utilizaremos) estaría relacionada con el estatuto epistemológico de las diferentes disiciplinas (desarrollo paradigmático, nivel de consenso, posibilidad de cuantificación, formalización, reproducibilidad de los resultados, carácter acumulativo de los mismos, establecimiento de conexiones de causalidad...). La segunda dimensión (basic- o pure-/applied), como es obvio, tendría que ver con la medida en que el conocimiento está relacionado con la práctica. En el siguiente esquema

6. Aunque se suela atribuir directamente a Biglan, es probable que el primer estudioso en establecer la distinción entre hard y soft, aplicada a los diferentes dominios científicos, fuese en realidad Norman Storer, quien introducía además las siguientes precisiones, a propósito de la producción en los dos tipos de ámbito (Storer, 1967: 79): «If a hard science is one in which error, irrelevance, or sloppy thinking is relatively easy to detect, then the scientist must take great pains in his research if he does not wish to be exposed as incompetent. […] In the softer sciences, on the other hand, where such a high level of rigor is lacking, it is likely that such nonscientific criteria as relevance to common values or to practical problems, elegance of style, or even the unexpectedness of one’s findings vis-à-vis common sense, will play a larger part in determining the acceptance and succes of a contributions». Storer utilizó un peculiar método para establecer su clasificación, que consistía en tomar en consideración factores como la existencia de forma­ lizaciones matemáticas (como indicio del empleo de metodologías rigurosas) y el grado de impersonalidad, supuestamente más elevado en las disciplinas hard, medido a partir de indicios com el uso de las initials-only footnotes, asumiendo como hipótesis que esta convención es más frecuente en el caso de las mismas.

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reproducimos las distinciones que resultan del modelo de Biglan, con alguno de los ejemplos propuestos: Hard

Soft

Pure

Matemáticas Ciencias naturales

Humanidades Ciencias sociales

Applied

Ingeniería Medicina (science-based professions)

Educación Trabajo social (social-based professions)

Por supuesto, el esquema tiene un carácter aproximado y no sería prudente intentar generar a partir del mismo una clasificación rigurosa, exhaustiva y (especialmente) indiscutible de todas las disciplinas. Como apuntan Becher y Kogan (1992: 90): Thus, for example, economics could be argued to be a predominantly hard pure discipline, at least in comparison with anthropology; physical geography might be held to lie on the hard pure and human geography on the soft pure side of the boundary. Some aspects of medicine – particulary psychiatry – are clearly closer to soft applied than to hard applied knowledge. Indeed, a more detailed scrutiny of different areas of knowledge begins to suggest that disciplines themselves are not by any means homogeneous. The linguistic and philological aspects of language studies are hard in comparison with the critical; the design side of engineering is soft in comparison with its mathematical elements; basic medical science is more pure than applied; and so the catalogue continues.

De todos modos, su valor metodológico –cuando menos, como herramienta conceptual, aunque, por supuesto, no pueda ahorrar la argumentación– está avalado por un volumen importante de literatura.7 En un trabajo reciente, Favero (2005) recoge un buen número de esas contribuciones y sintetiza, en un esquema propio que reproducimos a continuación, la clasificación de Biglan con las aportaciones de buena parte de las mismas, además de los

7. Existen también, desde luego, revisiones críticas del modelo, como el detallado y estimulante trabajo de Stark (1998), aunque el propio autor manifieste que «My intent is not to challenge the validity of the Biglan classification scheme for arts and science disciplines in research-oriented universities» (1998: 359).

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resultados de un trabajo empírico llevado a cabo por la autora. Conviene apuntar que las referencias al High/Low Consensus no hacen sino insistir en el grado de desarrollo de los respectivos paradigmas (en el sentido seminal de Kuhn, 1962), de modo que High Consensus y Low Consensus se identifican, respectivamente, con hard y soft.

CLASSIFICATION OF DISCIPLINES (Favero 2005: 92) High Consensus Hard/Pure: astronomy, atmospheric science, biology, biochemistry, biophysics, botany, chemistry, entomology, environmental biology, geology, math, microbiology, physiolo­gy, physics, plant pathology, statistics, zoology Hard/Applied: architecture, agronomy, animal science, computer science, construction management, dairy science, dental sciences (9 areas), engineering, agricultural engineering, ceramic engineering, chemical engineering, electrical engineering, industrial engineering, mechanical engineering, nuclear engineering, food and nutrition, food science, forestry, horticulture, medicine, pharmacology, pharmacy, veterinary science Low Consensus Soft/Pure: anthropology, art, classics, economics, English, fine arts, geography, German, history, history/philosophy of education, modern languages, music, philosophy, political science, psychology, Russian, sociology, speech communications Soft/Applied: accounting, agricultural economics, allied medical professions, business, communications, community/regional planning, education, adult/continuing education, agricultural education, education administration, education/family resources, educational psychology, elementary education, industrial arts education, secondary education, special education, finance, health, P.E./recreation, human development, journalism, law, management, marketing, natural resources, nursing, photography, public administration, social work, textiles/clothing, theater, vocational/ technical

La clasificación de Biglan resulta especialmente útil para nosotros, ya que, además de una dimensión cognitiva-científica, encierra una dimensión socialacadémica que nos permite empezar a esbozar algunas características generales de las comunidades académico-investigadoras que cultivan cada uno de esos ámbitos. Para ello nos serviremos de la caracterización que proponen Becher y Kogan (1992: 90-91; cfr. también Becher y Trowler, 2001) para los diferentes tipos de agrupaciones de formadores/investigadores a los que se refieren como unidades básicas («the smallest component elements which have a corporate life of their own», 1992: 88), en función del ámbito de

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conocimiento al que se adscriben (de acuerdo con la tipología de Biglan), y que glosamos a continuación: • Los ámbitos de conocimiento hard/pure suelen coincidir con entornos académicos exigentes y tienen carácter colectivo (frecuentemente, a gran escala). El tipo de conocimiento con el que se ocupan presenta un carácter acumulativo y atomístico, impersonal y libre de valores. Existen criterios claros para verificarlo, así como un alto grado de consenso sobre las cuestiones más relevantes. En términos operativos, los grupos dedicados a este tipo de ámbito suelen requerir de importantes equipamientos y muestran una notable capacidad para atraer recursos económicos, bien sean externos o bien procedan de la propia institución que los acoge. Dada la naturaleza de los conocimientos abordados, los currículos en que se organizan suelen tener un alto grado de autonomía y estar claramente delimitados. • Los ámbitos de conocimiento hard/applied presentan características semejantes, como el carácter colectivo, aunque el énfasis corresponda más, en este caso, a las habilidades (las formas de producir) y los productos que a los conceptos y las teorías, que prioriza el tipo anterior. El tipo de conocimiento perseguido tiene un carácter pragmático, utiliza enfoques heurísticos y no renuncia a los planteamientos cuantitativos ni cualitativos. El nivel de exigencia normativa –en términos académicos– puede ser inferior, aunque suele existir una importante relación con el mundo profesional y sus propias asociaciones. En realidad, a la hora de juzgar la calidad en este ámbito, los criterios prácticos, de carácter externo, pueden tener más peso que los estrictamente académicos. En términos operativos, este tipo de campos suele tener gran facilidad para captar fondos externos, dada su funcionalidad. Los currículos formativos tienden a priorizar, al lado de los contenidos puros, las habilidades prácticas, generalmente en la forma de simulaciones de la actividad profesional real. • En los ámbitos de conocimiento soft/pure, la actividad tiende a ser más individual. Consecuentemente, aunque existan ámbitos de interés académico asociados, su peso y su prestigio tienden a ser inferiores. El tipo de conocimiento en que se ocupan presenta un carácter holístico y reiterativo, sin que existan habitualmente criterios claros de verificación ni un grado significativo de consenso sobre los aspectos más relevantes. Las necesidades de equipamientos específicos tienden a ser insignificantes (al compararlas con los casos anteriores), y tampoco suele ser significativa

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la capacidad de atraer recursos externos (aunque la incidencia social puede variar mucho entre las diferentes disciplinas). Los contenidos curriculares suelen estar más basados en el estímulo de la capacidad de los formandos para crear y argumentar sus propios criterios, y la propia naturaleza y límites de los programas están más sujetos a discusión. • Los ámbitos de conocimiento soft/applied presentan algunos de los rasgos de los ámbitos soft/pure y otros de los hard/applied: la actividad tiende a ser individual (aunque con matices) y la presión normativa es modesta, pero suele existir una importante relación con los grupos profesionales. La orientación del conocimiento pretendido tiene un carácter utilitario y funcional, relacionado con la interiorización y la mejora de las habilidades profesionales, generalmente a partir del análisis y la reproducción de casos prácticos. No es inhabitual recurrir a fuentes de financiación externa, aunque no deje de ser modesta, ya que los equipamientos necesarios no suelen ser costosos. En el ámbito formativo, como en el caso de los hard/applied, los currículos contienen aspectos relevantes que están relacionados con la práctica profesional real. Becher y Trowler (2001: §9) incorporan dos dimensiones más a la matriz tipológica clásica para las disciplinas/áreas académicas: urbano/rural y convergente/divergente, que tampoco queremos dejar de presentar y glosar a continuación: • Las comunidades disciplinarias de carácter convergente presentan unos límites sólidamente marcados y una estructura bien trabada, basada en presupuestos epistemológicos compartidos. Contrariamente, los límites de las comunidades divergentes son mucho más permeables y su estructura más abierta e inestable. • En las disciplinas urbanas, el número de investigadores es más elevado y las redes de información son más rápidas y eficaces. A cambio, la competencia por los recursos es más dura y resulta más difícil obtener reconocimiento. En cambio, algunas disciplinas/especialidades presentan un carácter más rural, con un menor grado de competencia y un ritmo más pausado de la investigación, menos atento a las últimas novedades y las modas. Los ejemplos propuestos para la convergencia serían la física, las matemáticas, la economía o la historia. En este último caso, a falta de un paradigma único universalmente asumido, existiría, en opinión de Becher y Trowler y a

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partir de trabajos de campo, una gran sensación de pertenencia a una tradición común consolidada, así como de un cierto parentesco intelectual. La sociología y las lenguas modernas ejemplificarían, en cambio, las disciplinas divergentes. En el primer caso, puede detectarse de hecho en muchos investigadores una cierta reticencia a considerarla una disciplina unitaria, más que un paradigma global. En el segundo, también podría llegar a discutirse su carácter unitario, en vez de considerarla un simple agregado disciplinar. Es interesante señalar que Becher y Trowler no consideran que convergencia y divergencia sean extremos únicos, sino que existirían disciplinas intermedias entre ambas posiciones, como la biología, la química o el derecho. La dimensión urbano/rural aparece mucho menos tratada. En realidad, en opinión de los autores, tan solo la física serviría como ejemplo de estilo de investigación sustancialmente urbano (con gran competencia, serias disputas por la prioridad y una elevada ratio investigadores/problemas). Por supuesto, sería posible establecer todo un abanico de lugares intermedios entre los dos polos, para las diferentes disciplinas.

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3. La constitución como disciplina de la traducción 3.1. Tres dimensiones para un concepto Abríamos el capítulo anterior recordando que el objetivo declarado de este trabajo es ofrecer elementos para proceder a una revisión útil del concepto de traducción especializada. Entendemos que, para esos propósitos, no podía dejar de incluir una reflexión sobre el carácter de su codificación científica y académica que partirá, como no podía ser de otro modo, de un análisis de la codificación como disciplina de la traducción, sin cualquier adjetivo. En las secciones anteriores hemos ido presentado algunas herramientas conceptuales, de las que ahora pretendemos servirnos, en los próximos apartados. Recordaremos, para comenzar, que, como anticipábamos en el capítulo primero, la etiqueta de traducción se utiliza habitualmente para hacer referencia a diferentes realidades, como mínimo a las siguientes: • Un ámbito de investigación y, por lo tanto, un objeto que centra el interés de un grupo de estudiosos, que delimitan de ese modo un dominio científico. • Una disciplina, con presencia reglada en el ámbito de la educación superior en un buen número de países y, por lo tanto, un espacio académico. Tendremos presente, por supuesto, todos los matices que anteriormente reseñamos, a propósito del concepto de disciplina, tanto en lo que se refiere a la codificación académica como en lo que tiene que ver con la configuración científica, a la que alude el punto anterior. • Un tipo de actividad práctica remunerada, que ejerce un grupo de personas y que, en la medida en que contribuya a caracterizarlo socialmente, podemos entender como un espacio profesional. Podríamos suponer, de entrada, que estas tres dimensiones tienen que guardar una estrecha relación, o incluso que deberían solaparse. En efecto, en la medida en que la educación superior y la investigación suelen confluir en sus métodos y en sus objetivos, parece lógico imaginar que las actividades científica e investigadora irán frecuentemente de la mano (una vez más, sin descuidar las apreciaciones compiladas en la sección anterior). Por otra parte, es obvio que la educación superior tiene entre sus metas la formación de

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personal cualificado para alimentar los diferentes espacios profesionales. Sería un error, sin embargo, concluir de todo lo anterior que cada una de esas dimensiones es subsidiaria de las demás. Sin ir más lejos, nada ha impedido durante siglos ejercer la práctica de la traducción a personas absolutamente despreocupadas (cuando no recelosas) de la reflexión teórica, por ejemplo. Conviene recordar, además, que la codificación académica de los estudios sobre la traducción y el momento de mayor expansión de los centros de educación superior dedicados a este ámbito pueden datarse en la segunda mitad del siglo pasado, especialmente en el último cuarto del mismo (cfr. Harris, 1997: vii). Seguramente esa juventud explicaría algunas de las características que presenta. La más obvia sería la falta de una tradición científico-académica asentada. Por supuesto, con esta afirmación no pretendemos dejar de lado la importante producción teórica anterior. De hecho, resulta muy significativo el interés puesto de manifiesto en los primeros años de organización académica del campo por la compilación de antologías de textos históricos sobre la traducción (cfr. las de Delisle y Woodsworth, 1995; López, 1996; Castilho, 1997; Fontcuberta, Bacardí y Parcerisas, 1998; Catelli y Gargatagli, 1998; Lafarga y Pegenaute, 2004…). En cualquier caso, resulta evidente que dichos textos recopilados presentan un carácter fuertemente especulativo y que, con pocas excepciones, las antologías cuyo valor es, por cierto, innegable suelen tener más de colección de opiniones y recetas (más o menos afortunadas, y generalmente relacionadas con la traducción literaria) que de intentos serios de generar un ámbito disciplinar organizado.

3.2. La traducción como disciplina científica y académica 3.2.1. hard/soft ¿En qué lugar, dentro del esquema de Biglan, cabría situar a la traducción como disciplina científica? Para empezar, podríamos intentar situarla en el eje hard/soft, a partir de los parámetros que hemos señalado. La pregunta a la que deberíamos intentar responder, en este caso, sería la siguiente: ¿puede considerarse o no que la traducción es una disciplina que se apoya en un paradigma consensual, en la que se aplican rigurosamente las reglas del método científico, que se basa en objetivos claros y bien definidos, que desarrolla y pone en práctica métodos de estudio contrastados, que cuenta con un arsenal de instrumentos propios y, en síntesis, que posee un estatuto epistemológico relevante?

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Como ha referido detalladamente Mayoral (2001, §5 [esp. 89-92] y §7), resulta difícil, ya para empezar, determinar con precisión cuál es exactamente el objeto de interés de la traducción. Si partimos de una delimitación racional del campo científico que nos interesa, no sería descabellado imaginar, intuitivamente, que podría ocuparse del estudio de asuntos tan dispares como los que describen los siguientes ejemplos: • El proceso mental que se desarrolla en la mente de los traductores, incluida la correspondiente movilización de habilidades cognitivas (procesamiento de la información, construcción de modelos, resolución de problemas) y su resultado. • El proceso social que implica, como acto de comunicación entre individuos, como pauta de interacción socio-económica de grupos profesionales y como modo de relación entre comunidades humanas. • El proceso técnico que está en la base del diseño y la explotación de ingenios capaces de mejorar el rendimiento de los traductores humanos, o incluso de emular su desempeño de forma automatizada y, eventualmente, de llegar a sustituirlos en ese tipo de funciones. Una consecuencia evidente de esta dispersión de los objetivos disciplinares (que aquí apenas hemos ejemplificado, y no de uno modo extremo)8 sería, además, una peligrosa tendencia a la atomización y la posibilidad de atracción (incluso de anexión) por parte de otros ámbitos disciplinares próximos (como la psicología, la lingüística o la inteligencia artificial). Al lado de esa dificultad originaria, deberíamos contar además, siguiendo con la argumentación de Mayoral, con carencias tan evidentes como estas: • La resistencia a la formalización (con algunos intentos ciertamente extravagantes: v. García Landa, 1990, o Viaggio, 2001), a la cuantificación y, en general, a los criterios positivistas de cientificidad, incluso teniendo en cuenta los esfuerzos para justificar esa situación, a partir de unas hipotéticas especificidades del campo, aunque, supuestamente,

8. El conocido «mapa» de los estudios sobre la traducción de James S. Holmes (1988), que incluye en buena medida los ejemplos aquí propuestos –y que ya resulta suficientemente ambicioso–, ni siquiera llega a perfilar la totalidad del campo (en buena medida, probablemente, por su carácter pionero). Sin ir más lejos, el desarrollo autónomo de ámbitos científico-académicos como la localización, la traducción audiovisual o, por supuesto, la interpretación (en todas sus dimensiones), dibujan un panorama previsiblemente mucho más extenso.

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fuesen compartidas con las ciencias sociales, como señala, por ejemplo, Nobs (2005: 69-70): Algunas dificultades surgen del hecho de que ni en la traductología ni en las ccss el método científico se puede aplicar de modo tan riguroso como en las Ciencias Naturales. Ello es debido, fundamentalmente a la complejidad de las realidades sociales y del fenómeno traductor y a las siguientes peculiaridades que ambas disciplinas comparten: a) El investigador como observador forma, en cierto modo, parte de lo observado […]. b) El investigador como observador no puede abstraerse completamente de sus juicios de valor a la hora de fijar los objetivos de su investigación.

Desde luego, también sería posible cuestionar ab initio la propia conveniencia de adaptar al ámbito de la traducción los patrones de observación, experimentación y estudio más comunes en el método científico, como parece desprenderse de las observaciones de Neunzig (2002: 91): Cuestionamos la validez de la adaptación a la traductología, sin más, del modelo empírico-positivista procedente de las ciencias naturales y sociales, para subrayar la primacía de la relevancia de un estudio y de la evidencia de los resultados sobre su significancia estadística. La bondad de una investigación no puede solamente definirse por la meticulosidad del procedimiento y la exactitud del planteamiento: el investigador responsable tiene que plantearse, a nuestro entender, el ‘para qué servirá mi proyecto o experimento’, es decir, deberá ponderar la relevancia que puede tener su investigación […] No se trata, pues, de obtener resultados significativos desde el punto de vista estadístico, sino resultados evidentes, es decir, resultados que ‘hablen’ por sí mismos y resultados relevantes para nuestro campo científico.

Sin embargo, no parece que ese tipo de argumento permita ocultar la endeblez metodológica de buena parte de la investigación en el área (v. Neunzig y Tanqueiro, 2007: 9):9

9. No queremos dejar pasar la oportunidad de señalar, precisamente, lo significativa que resulta esta misma obra (Neunzig y Tanqueiro, 2007). Se trata, según lo describen los autores (pp. 9-10), de un «[...] Vademécum […] dedicado a reflexionar sobre la aplicación del llamado ‘método científico’ en la investigación traductológica y a discutir los principales pasos a tener en cuenta en el proceso investigador». En sus 80 páginas encontramos desde una síntesis de los «criterios de exactitud del planteamiento» (en el método cientifico) hasta orientaciones para la formulación y definición de hipótesis, procedimientos para la recogida de datos y su procesamiento estadístico,

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En su afán de parecer más ‘científica’, de obtener el «truly scientific status» que postulaba Gideon Toury, la traductología fue adoptando el formalismo y hasta el simbolismo de las ciencias naturales y sociales y fue asumiendo la metodología y el instrumentario propios de estos enfoques, argumentando que, por muy bien que unos principios teóricos parezcan explicar los fenómenos observables en un campo específico, los constructos solo adquieren un valor científico y epistémico si pueden ser operativizados, es decir, si pueden ser comprobados mediante una observación sistemática o mediante un estudio experimental. Sin querer restar importancia a esta tendencia –que sin duda ha representado un gran paso adelante en nuestra investigación– se empieza a observar un ‘empirismo por el empirismo’. Se realizan una gran cantidad de estudios y de experimentos que tratan de cuestiones muy aisladas o de muy poca relevancia científica («trivial problem, no problem, irrelevant discussion», Chesterman, 1998), o que están mal planteados en lo que se refiere al diseño experimental (el propio Chesterman critica la argumentación circular, las generalizaciones ilícitas a partir de casos poco típicos, la confusión entre correlación y causalidad, la falsa inducción, etc.), prescindiendo muchas veces de definir un back-ground teórico general en el que deben entenderse los resultados.

• La falta de consenso entre los especialistas sobre asuntos fundamentales, que encuentra su reflejo, entre otras cosas, en la inexistencia de una terminología unificada. Bastará la consulta de algunas entradas de los trabajos enciclopédicos de Shuttleworth y Cowie (1997) o Baker (1998) para comprobar cómo, efectivamente, los mismos términos pueden ser definidos de modo distinto y, de hecho, pueden designar conceptos

con frecuentes ejemplos del ámbito de la traducción. Se trata, en suma (como leemos en la tapa), de «un pequeño libro de consulta para todos aquellos que se plantean un estudio científico en traducción, sea una memoria de fin de carrera, un trabajo de máster o un doctorado». Existe en el mercado un buen número de trabajos de características semejantes, con títulos tan reveladores como Matemáticas para economistas, Estadística para psicólogos o, incluso, Java technology for language researchers (por citar ejemplos reales), de modo que habría que saludar con interés la aparición de obras de este tipo, orientadas al ámbito de la traducción... sin olvidar que, por otro lado, resultan en sí mismas un indicio muy claro de las lagunas que aspiran a cubrir. A propósito de los trabajos a los que antes aludíamos, también resulta muy significativa la escasez de volúmenes dedicados al derecho para traductores, la biología para traductores o a la automoción para traductores (salvo exepciones puntuales, más o menos valiosas, como Hann, 1992). ¿Será porque se asume que no se trata de un conocimiento tan especializado que justifique ese tipo de obras? ¿Y será cierto, en cambio, que sí existe una especialización heurística tan notable en el campo como para justificar trabajos como el de Neunzig y Tanqueiro, más allá de su valor, precisamente, de vademécum?

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sustancialmente diferentes, cuando no antagónicos (la propia definición de traducción, precisamente, sería el ejemplo paradigmático). • El abuso de la introspección como método de observación y de estudio, así como un uso bastante mejorable de las técnicas experimentales. Uno de los casos más obvios, al que también se refiere Mayoral, es el empleo más que discutible de los llamados protocolos de pensamiento en voz alta (thinking aloud protocols, tap), como instrumento metodológico para abordar el estudio del proceso de traducción.10 Silvia Bernardini (2001: 242) sintetiza muy bien la crítica que puede hacerse a la mayoría de trabajos que se incriben en esta orientación: Such a method of data collection, known as «thinking aloud», has been imported from the cognitive sciences and applied to translation research, often with little reflection on the consequences inherent in the application of the approach to the new research framework. Theoretical justifications have been imported without questioning their applicability to the new settings, and the validity of the method as a whole has been assumed rather than proved.

Y nos ofrece alguna sugerencia (2001: 259) que, por lo elemental de sus objetivos, seguramente nos podría ahorrar más comentarios, a propósito de la madurez que (no) habría alcazando el empleo de este tipo de técnicas en el ámbito de la traducción, para nuestros efectos de intentar clasificarla en el esquema de Biglan: A final, related suggestion regarding reusability relates to the transcription and coding standards adopted. To the best of my knowledge, there is no standard way of compiling taps, with the consequence that comparisons and exchange of transcripts are seriously hindered. A very welcome improvement in this area would be the development of coding procedures adopting standardised mark-up languages developed for the encoding and exchange of electronic texts, such as xml.

10. Los tap son una técnica de obtención de datos que, en síntesis, consisten en hacer que los propios sujetos que participan en un experimento informen acerca de algún extremo del mismo, que el observador pretende estudiar (por ejemplo, que verbalicen el proceso que están siguiendo o que han seguido al realizar una traducción). Este método procede originariamente del campo de la psicología (v. Ericsson y Simon, 1984) y, en ese ámbito, ya ha sido objeto de intensos debates a lo largo del último cuarto de siglo (v. p.e. Russo, Johnson y Stephens, 1989). Si bien, como resume J. Magliano (1996: 274) en su reseña a la reedición de 1993 de la obra de Ericsson y Simon, «[...] the autors are, unfortunately, overly optimistic regarding the status of verbal reports in mainstream psychology», lo cierto es que los tap continúan siendo utilizado por algunos investigadores de diversas áreas, entre ellas, como vemos, la traducción y la interpretación (cfr. Campbell y Wakim, 2007).

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Aunque no nos resistimos a reseñar, por igualmente relevadoras, las sugerencias con que Orozco cierra un completo repaso bibliográfico a la producción científica sobre estudios empíricos en el ámbito de la traducción escrita (Orozco, 2002: 80), para superar unas deficiencias que, en nuestra opinión, seguramente provocarían sonrojo en investigadores de otros ámbitos, si alguien se las hiciera notar en sus propios trabajos: En primer lugar, la creación y validación de instrumentos de medida y de diseños experimentales adecuados [...]; en segundo lugar, la utilización de otros instrumentos de medida complementarios cuando se utilicen los taps como instrumento principal en un estudio; en tercer lugar, la formación de muestras representativas; por último, la rigurosidad en la administración de los instrumentos de medida y en la interpretación y el análisis de los datos resultantes de los estudios efectuados.

• Y, como colofón –como síntesis, en realidad–, una escasa capacidad de explicación y de predicción, que ejemplificaría muy bien la parquedad de los logros en el ámbito de la traducción (completamente) automática. Sin menospreciar las bondades de la combinación del uso de lenguajes controlados con los modernos sistemas de traducción asistida, no existe aún un algoritmo capaz de garantizar la generación sin error de un texto reconocible como traducción correcta de un texto en una determinada lengua para cualquier otro texto en otra lengua diferente. De hecho, para algunos autores ni siquiera parece probable que llegue a existir, por lo menos mientras no dispongamos de una teoría general de la mente humana (v. Curado, 2000). Además, y para ser honrados, conviene apuntar que los logros más importantes que se han producido en este campo forman parte del haber de la lingüística computacional, y no de la traducción como disciplina autónoma. Más adelante volveremos, precisamente, sobre este asunto. Parecería pretencioso, a la vista de las observaciones anteriores, incluir la traducción en la casilla de las disciplinas hard, al lado de las matemáticas o la física, por ejemplo. Por supuesto, será prudente tener en cuenta las reservas que antes apuntábamos, a propósito de la dificultad de considerar compartimentos estancos a lo que no es más que el resultado de una abstracción conceptual (y también deberemos tener en cuenta todas las que expresábamos en el primer capítulo). Es cierto que, a priori, no hay nada que impida desarrollar una investigación rigurosa, de acuerdo con los protocolos científicos estándar,

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en el ámbito de la traducción. No obstante, hablar de un paradigma único y de un alto nivel de consenso se nos antoja bastante más problemático, y también cabría plantearse si la traducción como disciplina ha desarrollado instrumentos científicos y metodológicos propios, que nos permitan hablar de una heurística autónoma, o bien si su estrategia pasa por una importación selectiva de recursos e instrumentos de otros ámbitos.

3.2.2. pure/applied Por otro lado, parece que situar la disciplina de la traducción en la segunda clasificación del esquema de Biglan, la que enfrenta las disciplinas puras y las aplicadas, debiera resultar más sencillo. Ciertamente, las tres dimensiones de la etiqueta traducción que citábamos al inicio de esta sección tienen una clara orientación práctica: tanto el proceso mental, como el proceso social, como el proceso técnico a que nos referíamos poseen un carácter aplicado sobre el que no merece la pena extenderse. En realidad, es probable que tenga que ver con ese hecho la (aparentemente superada) consideración de la traducción como una (sub)disciplina en el marco de la lingüística aplicada, por parte de no pocos autores (v. p.e. Peña y Hernández Guerrero, 1994; Fernández Pérez, 1996). Es interesante resaltar, en ese sentido, los argumentos que apunta Fernández Pérez (1996: 22) para distinguir entre lingüística teórica y aplicada y que, en su opinión, justificarían que la traducción como disciplina (aquí designada como traductología) se incluyera en la segunda: Mientras que en el campo de la Lingüística teórica las disciplinas están establecidas por su objeto de estudio y sólo después se integran en el área por la finalidad, por la orientación, en el terreno de la Lingüística aplicada los ámbitos van emergiendo conforme se plantean problemas materiales y necesidades de solución. El objeto de interés no es, pues, previo a la orientación sino que resulta del objetivo, de la exigencia y necesidad de solución. […] La variedad en el seno de la Lingüística aplicada [...], así como la falta de una filosofía de investigación definida para enfrentarse con las necesidades materiales y con las aplicaciones, no ha sido impedimento en la realidad (ni debe serlo desde el prisma metodológico) para edificar áreas de aplicación y conseguir alcances resolutivos sobre aquellos problemas materiales planteados por el lenguaje y las lenguas. De este modo, ámbitos como Didáctica de lenguas, Traductología, Lingüística clínica, Planificación lingüística o Lingüistica computacional son áreas con estructura, entidad y logros suficientes en las aplicaciones lingüísticas como para concederles relevancia y significación.

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Decíamos que sus argumentos resultaban interesantes porque, haciendo abstracción de la referencia a la lingüística, ciertamente resbaladiza en el campo que nos ocupa, los criterios utilizados parecen bastante reveladores. En efecto, es muy común imaginar que las disciplinas aplicadas se limitan a llevar a la práctica los desarrollos abstractos de sus correlatos teóricos. Lo cierto es que resulta mucho más interesante (y, seguramente, mucho más ajustado a la realidad), considerar que las disciplinas aplicadas (en general) no tienen por qué estar determinadas a priori, sino que pueden aparecer para dar solución a problemas concretos. Desde este punto de vista, que refuerza la consideración de su autonomía, la distinción entre disciplinas teóricas y aplicadas tiene más que ver con la orientación del conocimiento. No se trata de que únicamente las disciplinas teóricas generen conocimiento y las aplicadas lo pongan en práctica, sino que las disciplinas aplicadas también crean conocimiento, solo que siempre como respuesta a una finalidad específica. Creemos que es posible poner en relación las observaciones anteriores con las palabras de Mayoral (2001: 26), cuando afirma que «Existen otras disciplinas cuyo objetivo principal no es observar, describir y predecir la realidad, como es el caso de las ciencias, sino contribuir a la ejecución eficaz de tareas relacionales: se trata de las técnicas o tecnologías […]». Y conviene recordar ahora que, en su opinión (2001a: 31), «Sea cual sea el punto de vista adoptado, no parece descabellado aceptar […] que los Estudios de Traducción puedan ser considerados como una tecnología». Desde ese punto de vista, a la traducción, como disciplina applied, le correspondería la misión nada trivial de desarrollar y de hacer progresar una forma de conocimiento práctico: las técnicas de comunicación interlingüística mediada. Por supuesto, no parece que ello implique tener que renunciar a la investigación teórica, aunque no a costa de ese objetivo (ni tampoco completamente encorsetada por él). Podría matizarse (o replicarse) que los estudios sobre la traducción no tienen por qué priorizar ese tipo de asuntos y que las discusiones sobre la naturaleza social o filosófica de la traducción, como modo de comunicación humana (incluyendo desde las orientaciones psicoanalíticas, feministas, posestructuralistas, etc., hasta el tipo de especulación más radical, aquel que cuestiona la posibilidad misma de traducir) también podrían tener un lugar en la disciplina. Más todavía: sería absurdo negar que los ejemplos de trabajos académicos sobre ese tipo de asuntos son abundantísimos y, de hecho, hasta hay autores que opinan sin tapujos que es precisamente ese tipo de orientación el que da la medida de la madurez en los estudios sobre la traducción. Así, para Vidal Claramonte (1998: 8):

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Aunque el ser humano ha traducido desde siempre, ha sido con el advenimiento de la aldea global cuando más en serio se ha tomado la traducción. Pero en mi opinión lo más interesante es que esta disciplina ha ido evolucionando a la par de los cambios acaecidos sobre todo en la segunda mitad del siglo. Ha sabido adaptarse a las extraordinarias modificaciones que ha supuesto para el intelecto el paso de una filosofía fuerte a otra que apostó por lo banal, por el pastiche y por el simulacro. Las teorías traductológicas han pasado de la definición que diera Catford de la traducción a la ofrecida por Toury, a los estudios interculturales de Bassnett o Lefevere o a la incorporación de la diferencia, del Otro, en las teorías postcoloniales y feministas de la traducción.

De modo complementario, también podría exagerarse la dimensión técnica, como lo hace Emma Wagner (v. Chesterman y Wagner, 2002: 3), utilizando una metáfora muy clara (también muy irónica y cum mica salis), en el siguiente texto, a propósito de la utilidad de la reflexión teórica en la traducción: If Chair Theory existed, I think it should: a) observe: find out about all the types of chair that exist; study chair through the ages, chairs around the world; b) analyze: distil a few generalizations out of all the observation: - definition of chair and main categories of chair; - constraints of chair design (human anatomy; intended function – dining chair, office chair, deck chair, etc.); - constraints of chair production (materials available, manufacturing methods, etc.) c) guide: set out the underlying principles and doctrines of the craft. Its purpose should be to help the producers and users of chairs by: - saving them all the work of observing and analyzing for themselves; - coining a common language for use by chair makers, chair users and chair theorists; - setting tentative standards, providing some guidance as to what can reasonably be expected of a chair, depending on the intended function. Only when they have done all this should chair theorists be allowed to indulge in cogitation about Plato’s Ideal Chair and the ‘chair an sich’, and to ask difficult questions like ‘Are chairs possible?’, ‘Is a chair still a chair, even when there’s no one sitting there?’, etc.

Obsérvese que, en este segundo caso, los desarrollos teóricos se subordinan a la consecución de objetivos prácticos o, en todo caso, se considera que

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estos últimos son los prioritarios. Por supuesto, el uso de la metáfora sobre la Chair Theory constituye una trampa conceptual: es evidente que la fabricación de un bien material y la intermediación comunicativa no son fenómenos epistemológicamente homologables, como no lo son sus resultados, los agentes implicados ni los procesos en que intervienen. Pero merece la pena tenerla en consideración para no perder de vista que, como apuntábamos al principio de esta sección, la traducción es (o, cuando menos, es también) una práctica profesional, con independencia de que se constituya en un dominio científico y un espacio académico. En consecuencia, parece sensato imaginar que la traducción como disciplina debería incluir necesariamente entre sus objetivos el estudio, el desarrollo y el perfeccionamiento de la(s) técnica(s) relacionada(s) con el ejercicio práctico de la misma. Ello no obsta, por supuesto, para que no sea legítimo generar remontes teóricos a partir del ejercicio de la técnica, o bien a propósito de cualquier aspecto relacionado con la misma, sino todo lo contrario. Sí que convendrá recordar, en cualquier caso, que aquello que la comunidad profesional de estudiosos que cultiva la disciplina entiende por traducción no necesariamente tiene por qué coincidir con aquello que entiende el conjunto de la sociedad y, de forma más específica, aquel subconjunto de la misma que tiene en la práctica de los servicios lingüísticos su nicho profesional. En realidad (y no tiene nada de paradójico), el nicho profesional de los primeros no es exactamente el mismo. Se trataría, en su caso, de investigar sobre el fenómeno de la traducción, para describirlo, para entenderlo y para explicarlo a partir de diferentes enfoques y puntos de vista (la práctica profesional es, por supuesto, uno de ellos),11 y de transmitir conocimientos sobre el campo a los formandos (conocimientos de los que forman parte, aunque no de manera exclusiva,12 los relativos a la práctica profesio-

11. Pero no, desde luego, el único. Una consecuencia lógica de considerar a la práctica de los profesionales como la única fuente de conocimiento posible para estudiar la traducción, sería que la formación de traductores estaría basada, fundamentalmente, en la imitación (recuérdese lo que apuntábamos en el primer capítulo de este libro, a propósito de las implicaciones didácticas). En el mismo trabajo citado, podemos encontrar un nuevo ejemplo-metáfora interesante, sobre la aplicación de esas premisas para otra disciplina técnica (Chesterman y Wagner, 2002: 4-5): «Imagine a doctor or a nurse newly arrived in a remote African country, faced by a malaria epidemic. What could they do? Just ask around and copy the others? Would they be expected to rediscover the aetiology of malaria, study the life cycle of the mosquito, and find a cure, without any guidance from their own theoretical training or from the research scientists and epidemiologists back home? These are all rhetorical questions, of course». 12. Parece que, cuando menos en el caso de las titulaciones universitarias (especialmente los doctorados, pero también en buena medida los grados), que habilitan para el ejercicio de la actividad investigadora, además de la práctica profesional, determinados conocimientos

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nal). La síntesis obvia es que los límites de la traducción como objeto de estudio (su espacio científico-académico) no tienen por qué coincidir exactamente con los de su ejercicio profesional. Nuevamente con las palabras de Mayoral (2003: 117), «[…] translation as a theoretical object of study does not correlate with the boundaries of translation as a professional activity. Consequently, the concepts and problems for translation scholars and professionals are different to a certain extent». En cuanto a las últimas dos dicotomías adicionales que más arriba apuntábamos, no parece, desde luego, que podamos atribuir a la comunidad disciplinaria de la traducción un carácter convergente: ni presenta unos límites sólidamente marcados (de hecho, nos habíamos referido a su peligrosa tendencia centrífuga), ni su estructura está basada en una serie de presupuestos epistemológicos compartidos. Precisamente el escaso nivel de consenso alcanzado hasta el momento, así como la dispersión de los objetivos, hablaría claramente en favor de su carácter rural, en los términos de Biglan. En realidad, el carácter divergente y rural de la disciplina se manifiestan en la pluralidad de las aproximaciones y la naturaleza (anárquicamente) heterogénea de las mismas, al margen de cualquier paradigma consensuado o siquiera de modas universales entre los cultivadores (como veíamos a propósito de la clasificación hard/soft). Por poner un ejemplo, en un periodo de apenas tres o cuatro años es posible detectar publicaciones del mainstream con abordajes que parten de herramientas conceptuales y referentes epistemológicos tan alejados como la sociobiología (Chesterman 1997), la teoría poscolonial (Robinson, 1997; Carbonell, 1997), la lingüística in extenso (Muñoz Martín, 1995; Fawcett, 1997), la lingüística textual (Trosborg, 1997) o la teoría feminista (Simon, 1996; von Flotow, 1997), al lado de otros que intentan desarrollar modelos eclécticos (Hatim y Mason, 1997), que persisten en desarrollos teóricos propios, más o menos autónomos (Lvóvskaya, 1997; Nord, 1997), o que tienen una vocación estrictamente técnico-práctica (Esselink, 1998).

3.2.3. Ubicación disciplinar de la traducción A la vista de los datos y los comentarios anteriores, en que hemos intentado argumentar su indeterminación paradigmática (y su debilidad epistemológica),

transdisciplinares –especialmente los relacionados con las reglas del método científico– resultan imprescindibles.

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al tiempo que nos hemos hecho eco de su carácter decididamente práctico y aplicado, creemos que sería legítimo ubicar a la traducción como disciplina en el ámbito soft/applied (divergente-rural), como pretende reflejar el siguien­te esquema: Hard

Soft

Pure Applied

Traducción

Por supuesto, este modo de categorizar como disciplina los estudios sobre la traducción admite (y necesita) un mayor grado de detalle. Para empezar, podemos recordar que nada obsta para que una disciplina diferente pueda proporcionar contenidos e instrumentos a un ámbito disciplinario claramente autónomo (y tanto en lo científico y lo académico como en lo profesional). Sin ir más lejos, eso es lo que ocurre con las matemáticas con respecto a la economía, a la estadística o a la ingeniería; con la química respecto a la medicina o la farmacología, etc. (está claro, por cierto, que esta circunstancia nunca legitimaría identificar a la estadística con matemáticas aplicadas, o a la farmacología con la química aplicada tout court). En nuestro caso, parece que ese sería el papel que tendrían reservado en nuestra disciplina las lenguas modernas, la terminología13 o la documentación.14 Cada una de ellas tendría

13. Una argumentación detallada de la ubicación en el esquema de Biglan de todas las disciplinas a las que aquí hacemos referencia excedería, con mucho, los propósitos de este trabajo. Sirva como ejemplo de esa dificultad, la categorización que sugiere Teresa Cabré (1995) para el caso de la terminología, como una «disciplina interdisciplinar» (?): «[...] asumimos que la Terminología es una interdisciplina, constituida por elementos procedentes de las bases de la lingüística, de la ontología y de las especialidades, ligada necesariamente a la documentación, de la que se sirve y a la que sirve, y usuaria, y al mismo tiempo contribuyente, de las nuevas tecnologías de la información. Es una disciplina, en el sentido de que posee unas bases teóricas delimitadas y un objeto de estudio definido. Como disciplina tiene, como cualquier otra materia, una vertiente teórica y una vertiente aplicada y genera unas aplicaciones específicas. Su vertiente teórica responde a un modelo determinado, coincidiendo, en parte (aunque sólo en parte), con el de la lingüística. No es, por lo tanto, una disciplina original en su sentido más pleno, sino una disciplina deudora de otras materias, de las que toma determinados fundamentos». Diez años después, aparentemente, se seguiría insistiendo en el carácter interdisciplinar de la terminología (v. Cabré, 2005), aunque, a la vista de estas mismas afirmaciones, no parece que su ubicación –en el caso de ser considerada una disciplina unitaria– fuese muy diferente de la que aquí proponemos. 14. A propósito de la documentación, podemos hacer notar, como curiosidad, que algunos autores como Withmire (2002) han argumentado la validez del modelo de Biglan a partir de la existencia de pautas de comportamiento diferentes en las tareas de búsqueda de la información entre los

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su propia ubicación disciplinaria, sin que eso tenga por qué impedir que todas puedan, al mismo tiempo, suministrar saberes específicos (a los que aquí nos referiremos como contenidos) para la disciplina de la traducción.

Hard

Soft

Pure

Lenguas modernas

Applied

Traducción CONTENIDOS Lenguas modernas Documentación Terminología Documentación Terminología

Parece claro que intentar categorizar en este esquema las investigaciones relacionadas con las teorías feministas de la traducción, un ejemplo que antes utilizábamos, implicaría un tipo de reflexión diferente, sobre el que más abajo volveremos. Una dificultad obvia, que ya podemos anticipar, es el carácter deliberadamente holístico de la teoría feminista, que podría ser considerada una (macro)orientación para un amplio espectro disciplinario, incluidas la filosofía, la sociología, la antropología, la economía, la historia o, por supuesto, la traducción (un carácter potencialmente omnímodo que hace que, en la práctica, resulte difícil dejar de asociarla con el concepto de ideología).15

estudiantes de los diferentes tipos de disciplinas. Vale la pena apuntar, para nuestros efectos, que en el mismo trabajo se observa que (2002: 637): «[...] according to the Biglan model, the library and information science discipline is associated with the soft, applied, and life systems dimensions». 15. De hecho, podemos hablar de una teoría feminista de la historia o de la economía, de una sociología o de una filosofía feministas, de un modo análogo al que lo haríamos de una teoría marxista de la historia o de la economía, o de una sociología o una filosofía marxistas, por utilizar un ejemplo obvio. En realidad, algunas cultivadoras de la teoría feminista han manifestado su disgusto por el hecho de que con frecuencia se tienda a limitar el alcance de la misma a la filosofía y los estudios literarios, incluso en publicaciones especializadas, como denuncia Sylvia Walby (2000: 238): «Currently feminist theory is dominated by those drawn from philosophical and literary disciplines. For instance, the advisory board of Feminist Theory is drawn disproportionately

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3.3. Las especialidades de la traducción y la traducción especializada 3.3.1. Un caso concreto: traducción automática, traducción asistida y localización Centrémonos ahora en otra cuestión. En el capítulo anterior, habíamos señalado que los diferentes cuerpos disciplinares tienden a organizarse en especialidades (o especializaciones), tanto como respuesta a factores científicos como sociales (si es que, en realidad, es lícito considerarlos aisladamente). Y habíamos apuntado, entre los primeros, la existencia de una metodología o una tecnología específicas, las consecuencias de un desarrollo teórico o el abordaje particular a una determinada parcela del campo. Veamos un ejemplo concreto. Haciendo abstracción de las cuestiones nominales, parece claro que, en el caso de la traducción automática (a la que nos referíamos más arriba como una de las realidades que podría abarcar la etiqueta traducción, desde un punto de vista racional), tanto el tipo de conocimiento requerido como el pretendido presentan características muy específicas, cuando menos a los efectos de la investigación. En efecto, el diseño de ingenios basados en algoritmos capaces de realizar traducciones de textos prescindiendo de la participación humana tiene mucho más que ver con las sinergias entre una versión hard de la lingüística, las matemáticas y las ciencias de la computación (la lingüística computacional, la informática, la inteligencia artificial, la ingeniería de sistemas [cognitivos]...)16 que con el perfil que hemos esbozado en el apartado anterior para la traducción como disciplina. Así, en la introducción

from these disciplines at the expense of those from numerate disciplines, such as economics and geography. Within the literary disciplines the nature of the typical object of analysis, written text, and the practices of its collection, sifting and analysis are often different from those social science disciplines where the object of analysis may not take the form of a written text, but instead involve statistics. Yet analysis of data, whether it be text or statistics, is a key element in all disciplines. It would be a pity if the methodological shorthand of the literary disciplines were to dominate feminist theory. To reiterate, feminist theory is not a subbranch of critical theory, but much more wide-ranging, including the full range of at least the human sciences». 16. No resulta nada sorprendente, por ejemplo, que una de las publicaciones más especializadas de ese ámbito, Machine Translation, aparezca clasificada en la prestigiosa base de datos para investigadores SpringerLink dentro de la colección Journals in Artificial Intelligence al lado de otras como Annals on Mathematics and Artificial Intelligence, Automated Software Engineering, Cognition, Technology and Work, o Statistics and Computing (v. ).

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a uno de los manuales de referencia sobre este ámbito (Hutchins y Somers 1992: 11), sus autores declaran que: Este libro tiene como objetivo permitir que los profesores de universidad, tanto de licenciatura como de postgrado, cuenten con un buen texto de apoyo para introducir a sus alumnos en la traducción automática. Pero, además, este libro puede servir para documentar programas docentes de lingüística o de informática, en materias como la lingüística computacional o la inteligencia artificial. […] Una segunda categoría de lector será el investigador sobre cualquier área del procesamiento del lenguaje natural que busque una visión de conjunto, tanto de los problemas como de los métodos y técnicas que se aplican a la traducción automática. De hecho, muchos profesionales de la inteligencia artificial, de las ciencias cognitivas, de la recuperación documental y de las industrias de la lengua en general muestran un interés cada vez mayor hacia los resultados de la investigación en torno a la traducción automática. Asimismo, los teóricos de la lingüística son cada vez más conscientes de que tales programas pueden proporcionar campos de prueba importantes a sus hipótesis sobre el lenguaje.

Abundando en la misma dirección, la exclusión de la traducción automática del núcleo disciplinario de los estudios sobre la traducción ha llegado a contar, en ocasiones, con una plasmación física tan obvia como la ausencia de su tratamiento detallado en manuales universitarios y compendios didácticos (como ocurre en Hurtado, ed., 1996; Hurtado, dir., 1999; y Hurtado, 2001). No obstante, las destrezas relacionadas con el uso de los sistemas de traducción automática, entendida como instrumento profesional y, por lo tanto, con un enfoque auxiliar que en realidad la homologa a la traducción asistida por ordenador, pueden presentar un tratamiento muy diferente por parte de la literatura especializada, tanto en lo que se refiere a su utilidad profesional como a su ubicación pedagógica en los programas de formación de traductores, ambas incuestionables (v. Corpas y Varela, 2003; Yuste, 2005; Badia, 2006; Cánovas y González Davies, 2006).17 Por cierto, parece claro que la traducción asistida por ordenador sí que sería, precisamente, un buen ejemplo de saber genérico para la disciplina de la traducción, en sentido estricto. Así lo demuestran diversos informes sobre el perfil de los proveedores de servi-

17. En realidad, aunque con carácter excepcional, existen incluso enfoques pedagógicos para materias académicas como la informática aplicada a la traducción (que, hasta el inicio del proceso de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior tenía en el Estado español un carácter troncal), en los que la traducción automática recibe un tratamiento privilegiado (cfr. Forcada y Pérez Ortiz, 2007, para el caso de la Universitat d’Alacant).

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cios de traducción, como el de Reineke y Sánchez León (2005), o sobre la idoneidad de la presencia de la informática y las nuevas tecnologías en la formación de traductores, tanto de ámbito europeo (como el letrac, en Reuther, 1999), como estatal (v. aneca, 2004, para el caso español). Existe, sin embargo, un perfil especializado de los estudios sobre la tradución, relacionado con las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, que presenta unas características bien diferentes. Se trata de la localización. De acuerdo con la definición que propone la asociación sectorial Localization Industry Standards Association (lisa) : Localization refers to the actual adaptation of the product for a specific market. It includes translation, adaptation of graphics, adoption of local currencies, use of proper forms for dates, addresses, and phone numbers, and many other details, including physical structures of products in some cases. If these details were not anticipated in the internationalization phase, they must be fixed during localization, adding time and expense to the project. In extreme cases, products that were not internationalized may not even be localizable.

La localización suele tener como objeto de actuación los productos informáticos (programas y aplicaciones, páginas y sitios de Internet...), aunque el término también se emplee para designar el proceso de traducción y adaptación cultural de otros elementos periféricos de ese tipo de bienes en soporte físico (manuales de usuario, envoltorios y etiquetado, interfaces físicas...). Requiere, como es evidente, el uso de herramientas y recursos informáticos especializados, y no es raro que suponga la puesta en práctica de una serie de aptitudes específicas (gestión de proyectos, software especializado, conocimientos de lenguajes de programación...). De acuerdo con la clasificación sugerida por Law (1973), que presentábamos en la sección anterior, parece claro que podríamos considerarla un ejemplo de especialización técnica (technique- or methodsbased specialty), dentro del ámbito disciplinario de la traducción. La localización cuenta ya con un arsenal de producción académica ciertamente relevante, que incluye monografías y volúmenes colectivos sobre diversas (sub)especialidades (v. p.e. Esselink, 1998; Savourel, 2001; Yunker, 2003; Chandler, 2005; Dunne, 2006…), publicaciones periódicas (Globalisation Insider, MultiLingual Computing & Technology, tcworld...), congresos y seminarios, organizaciones especializadas (como la propia lisa), etc. Y no hay duda de que está generando un interesantísimo espacio profesional autónomo, como nos recuerda Dunne (2006: 1):

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Twenty years ago, «localization» as a profession and industry did not exist. In the intervening two decades, localization has emerged as a profession related to, but distinct from, translation, and as an industry in its own right that «has grown to the point where the 20 largest it companies alone are leveraging around usd 1.5 billion a year to generate sales of some usd 15 billion, an incredible roi of over 1000%» (lisa, 2003: 18).

Por supuesto, nada impediría (llegar a) considerar a la localización una disciplina autónoma (de hecho, como apuntábamos en la sección anterior, la especialización es una de las causas del origen de nuevas disciplinas). En realidad, esta última cita de Dunne señala una distinción profesional, respecto a la traducción estricta. En este punto conviene recordar que, como antes apuntábamos, los ámbitos de conocimiento soft/applied están estrechamente relacionados con la práctica profesional. Sin embargo, nada impide que un mismo ámbito disciplinario llegue a generar ámbitos profesionales diferentes. Por utilizar otro ejemplo de disciplina applied, la medicina, es evidente que la profesión de médico de familia y la de médico forense tienen particularidades que las hacen fácilmente distinguibles, que tienen objetivos prácticos diferentes y que existen asociaciones profesionales, congresos y bibliografía especializada para cada una de esas actividades, pero sería una clara exageración considerar disciplinas diferentes a lo que, de hecho, es universalmente conocido como diferentes especialidades médicas. Por otro lado, debe reconocerse que la consideración de la práctica real siempre puede obligar a establecer matices. Por ejemplo, es perfectamente posible (en realidad, muy frecuente) que un traductor, sin conocimientos específicos de localización (un traductor no especializado) reciba el encargo de traducir los contenidos de una página web (o de un guión para subtitular un documental, en el caso del audiovisual), sin que esa misma persona tenga por qué encargarse de modificar el código fuente (o de tener que ajustar los subtítulos en el segundo caso). En realidad y por desgracia , a veces puede que ni siquiera llegue a saber qué propósito debe cumplir su traducción. Obrando así, como es obvio, la particularidad técnica de las especialidades queda muy mermada o, simplemente, se diluye. En realidad, el traductor de nuestro ejemplo no estaría actuando en ningún momento como localizador profesional, cuando menos en el sentido en el que nosotros lo entendemos. Como apunta Pym (2002), en una interesantísima reflexión sobre las implicaciones para la formación: But for the moment, the mistreatment of translators should underlie yet another lesson for translator trainers: teach your students to do more than translate. Often it is only by moving into the more high-tech sectors, or by

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becoming project managers, that our graduates really find liveable long-term employment. If we prepare them for no more than narrow linguistic replacement tasks, they will be no more than foot-soldiers in battles of which they will have neither vision nor control.

Por supuesto, un tipo de investigación que obviase el conjunto del proceso de localización, como lo hacía en su práctica profesional el traductor de nuestro ejemplo, también estaría muy lejos del ámbito científico al que nos referimos. Como síntesis, utilizando los elementos presentados, podríamos empezar a situar en el esquema de Biglan, al lado de la disciplina de la traducción, algunos de sus contenidos (la traducción asistida), una de sus especialidades (la localización) y una disciplina afín (la traducción automática) que, al mismo tiempo, forma parte de sus contenidos propios, aunque con carácter auxiliar, (en un sentido semejante al de las lenguas modernas, que antes citábamos). La nueva representación gráfica podría ser esta:

Hard

Soft

Pure Applied

Lenguas modernas [Ciencias de la computación lingüística computacional] Traducción automática

Traducción CONTENIDOS Lenguas modernas Documentación Terminología Traducción asistida por computador (inc. traducción automática) ESPECIALIDADES Localización Documentación Terminología

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3.3.2. El concepto de traducción especializada 3.3.2.1. Especialidades técnicas y especialidades sectoriales Podemos continuar ubicando en nuestro esquema otros ámbitos especializados, dentro del marco disciplinar de la traducción. Para ello, partiremos de los siguientes criterios que, en nuestra opinión, permiten hablar de especialidades, y que condensan varias de las observaciones que hemos ido presentando en las páginas precedentes: • En términos científicos, utilizan y generan investigación autónoma, que encuentra su reflejo en monografías, artículos, seminarios y congresos de carácter especializado. Todos ellos ponen de manifiesto los factores a los que habíamos aludido en el capítulo anterior, a propósito de la génesis y el desarrollo de disciplinas y especialidades: la tendencia a la acumulación del conocimiento, la busca de originalidad y prestigio en la investigación, la delimitación progresiva de aquello que es adecuado investigar y de cómo hacerlo y, en consecuencia, el establecimiento progresivo de las pautas de socialización de los nuevos cultivadores.18 • En términos académicos, están en la base de materias, pero también, con frecuencia, de cursos específicos (generalmente, de posgrado o de especialización) y responden a los mismos factores, a los que se añade en ocasiones la presión y el incentivo institucional para cultivar espacios novedosos (y, con frecuencia, rentables). • En términos profesionales, tienden a definir un espacio autónomo, con manifestaciones que pueden ir desde el asociacionismo hasta las regulaciones de su ejercicio (finalmente en la forma de habilitaciones oficiales). Recuérdese que hemos empezado por ubicar la traducción en su ámbito disciplinario soft/applied, de modo que resulta oportuno no perder de vista la especificidad más notable de esa categoría: su estrecha relación con el mundo profesional. Aún siendo conscientes de que este punto de vista quizás no sea el más común en la literatura sobre el tema, asumimos, a partir de la exposición

18. Con las transparentes palabras de Bucher y Strauss (1961: 328), nuevamente a propósito de los cultivadores de diversas especialidades médicas: «They read a variety of journals, too; and the journals a man reads, in any brach of medicine, tend to reflect his methodological as well as his substantive interests».

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anterior, que sería legítimo considerar las siguientes especializaciones (o especialidades, que en este momento utilizamos como sinónimos) de la traduccióndisciplina, con los matices que después veremos, aplicando la clasificación de Law: • technique- or methods-based specialties: localización, interpretación, traducción audiovisual, traducción oficial (= traducción jurada); • subject matter specialties: (entre otras) traducción jurídica, traducción científico-técnica, traducción literaria... Vale la pena hacer notar que, como ocurre en otros ámbitos disciplinares, nada impide que especialidades de diferente tipo puedan coincidir en sus objetivos. Por volver a utilizar un ejemplo del campo técnico al que ya hemos recurrido en varias ocasiones, piénsese en lo natural que resultan los solapamientos (o la colaboración, si se prefiere) entre especialidades médicas tecnológicamente determinadas (como la radiología) y otras sectoriales (por ejemplo, la urología), que hasta suelen tener objetivos compartidos como puede ser la elaboración de diagnósticos (tanto en la práctica clínica como en la práctica investigadora). Dentro del ámbito de la traducción-disciplina, también son perfectamente imaginables, por ejemplo, la actuación de intérpretes ante los tribunales de justicia (de hecho, en el Estado español es una actividad profesional relativamente regulada), la traducción para el subtitulado de documentales de carácter científico o la investigación relacionada con cualquiera de estos dos ámbitos. Recordemos que ya habíamos anticipado que una clasificación como la de Law no solo era aplicable para los métodos de investigación, sino también para la práctica profesional. Además, dadas las especificidades del ámbito disciplinario del que nos ocupamos, tal y como lo hemos caracterizado, investigación y práctica profesional mantienen una estrecha relación. Así, cuando calificamos la localización de technique- or methods-based specialty tenemos en cuenta que implica la puesta en funcionamiento de unas técnicas y de unos métodos específicos, relacionados con su naturaleza y características (conocimientos relativos a los formatos y soportes digitales, los lenguajes de programación o el software específico, por ejemplo) que no son comunes a otras prácticas profesionales. ¿Podría la investigación (y la formación) obviar ese hecho? Un poco más arriba hacíamos referencia a la posibilidad de confluencia entre diferentes especialidades, tal y como aquí las hemos definido. La siguiente cita, en la que Frederic Chaume (2002: 2) se refiere de algún modo a esa circunstancia, con ejemplos similares a los que proponíamos, nos permite adentrarnos, además, en un tipo de discusión diferente.

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All told, audiovisual translation should not be considered as specialised translation. Indeed, the contents of audiovisual texts mean that their translation is much closer to what it is usually called «general translation», defined (by Vega 1999: 250, my translation) as «an initiation to the translation that is practised with texts that are easily assimilable for people with an average level of education». This definition fits neatly with the intentions of those who produce audiovisual texts, especially where they are destined to be broadcast on television. Audiovisual translation can, of course, be relatively specialised too, inasmuch as the mass media allows this, since different audiovisual texts can deal with «subject matter that does not belong to the sphere of daily life [...] (mainly scientific, technical, legal, economic and commercial)» (Vega 1999: 250). Audiovisual translation is thus opposed to written or oral translation, and not to legal, technical or scientific translation, because these fields can be broached by the written, oral or audiovisual texts that the translator manipules.

En efecto, en la bibliografía especializada de los estudios sobre la traducción suele identificarse traducción especializada exclusivamente con traducción de textos especializados, entendidos, en efecto, como «subject matter that does not belong to the sphere of daily life» aunque tanto la etiqueta como la argumentación resulten ciertamente cuestionables, como ya señalábamos en el primer capítulo de este trabajo. Así, Silvia Gamero (2001: 23), en un manual dedicado a la traducción técnica, expone que: La traducción técnica suele incluirse dentro de lo que se ha dado en llamar «traducción especializada», junto a otras variedades como la traducción científica, jurídica, económica, comercial, etc. Al agrupar todos estos tipos de traducción bajo un solo nombre, lo que se pretende es trazar una clara línea divisoria entre dichas variedades y otras, como la literaria o la audiovisual, que poseen características bien diferentes. Sin embargo, la denominación no está exenta de controversias. Se objeta, por una parte, que toda traducción es especializada, puesto que siempre entran en juego conocimientos especiales [...]. Por otro lado, el hecho de hablar de traducción especializada presupone la existencia de una «traducción general», que sin embargo está completamente ausente de la práctica profesional, por mucho que se utilice con fines didácticos.

Por supuesto, no todos los estudiosos coinciden exactamente con estas apreciaciones, a veces ni siquiera en el uso de las etiquetas, en lo que por cierto parece ser una buena ilustración de las opiniones de Mayoral sobre la precariedad epistemológica del área. Confróntese, por ejemplo, con la cita anterior, estas opiniones de Amparo Hurtado (2001: 59), a propósito del concepto de traducción especializada: ÍNDICE 118

Nos referimos a la traducción de textos dirigidos a especialistas y dirigidos a los llamados lenguajes de especialidad: lenguaje técnico, científico, jurídico, económico, administrativo, etc. Preferimos la denonimación traducción de textos especializados (o géneros especializados) a la de traducción especializada, ya que, estrictamente hablando, toda traducción (literaria, audiovisual, etc.) es especializada en el sentido que requiere unos conocimientos y habilidades especiales.

Decíamos más arriba que suele identificarse traducción especializada únicamente con la traducción de textos especializados, en el sentido que apuntaba Chaume. No obstante, y a pesar de la opinión que se exponía en aquella cita, es posible encontrar en una publicación de nombre tan significativo como JoSTrans. Journal of Specialised Translation () una entrevista, recientemente realizada al mismo autor, a propósito (paradójicamente) de la traducción audiovisual. En realidad, en un número escogido al azar de la misma, como el Issue 10 (consulta: 28-01-09), encontramos otras entrevistas, como las realizadas a la profesora J. Neves, sobre subtitulado para deficientes visuales y auditivos, o a J. Burton y J. Palmer sobre el subtitulado en la ópera. Más aún, vale la pena señalar que, en la página de presentación de la revista (), se advierte claramente a los visitantes que: The journal covers the following areas: • Features of specialised language • General and practical issues in translation and interpreting • Subject field translation issues, i.e. medical, legal, financial, multi-media, localisation, etc. • Theoretical issues in specialised translation • Aspects of training and teaching specialised translation

Llegados a este punto, la pregunta que debemos formulamos es la siguiente: ¿realmente pueden equipararse, como especialidades de la traducción, la localización y la traducción médica? Dejando de lado las dificultades para determinar exactamente qué es lo que debe entenderse por traducción médica, jurídica o económica (que ya habíamos bosquejado en el primer capítulo de este trabajo y sobre las que aún volveremos), parece, a la vista de nuestra exposición anterior, que la respuesta debería ser negativa. Hablamos, en el segundo caso, de un tipo de especialización sectorial (el rótulo que proponemos como traducción de subject matter specialties),19 en la que la delimitación

19. La traducción literal ‘especialidades temáticas’ no haría justicia a las especificidades de las mismas.

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de los contenidos y de las propias fronteras resulta esencialmente difusa, aunque, por supuesto, existen especialidades sectoriales cuya codificación social está más afinada, en respuesta a circunstancias como las siguientes: • Su delimitación a priori en la elaboración de planes de estudios académicos (su codificación académica). • Su cultivo intensivo por parte de una comunidad significativa de investigadores, respondiendo a criterios como los que ya hemos apuntado en epígrafes anteriores (busca de originalidad y prestigio, presión/incentivo institucional... o simplemente a la inercia propia de la socialización en el campo y la integración consecuente en equipos de investigadores y colegios invisibles).20 • Una demanda significativa de personal cualificado para desarrollar labores profesionales específicas, claramente delimitadas por el mercado. La aplicación de los criterios anteriores podría ayudar a explicar por qué motivo es muchísimo más frecuente encontrar materias académicas, cursos de especialización, congresos o monografías dedicados a la traducción jurídica que a la traducción deportiva, por ejemplo. En principio, no parece que en el segundo caso se den (todavía) las circunstancias que acabamos de glosar, y a primera vista podría hasta resultar inverosímil. Sin embargo, una simple consulta en los motores de busca más populares de Internet nos podrá llevar hasta la página web del Centre de Terminologia de Catalunya, termcat, en la que encontraremos algunos excelentes glosarios terminológicos sobre esa materia

Como recordábamos en el primer capítulo, utilizando los criterios tradicionales (especialmente la clasificación temática) resulta imposible separar nítidamente los espacios académicos de la traducción comercial, la traducción jurídica y la traducción jurada, por ejemplo. De hecho, resulta incluso ciertamente complicado delimitar aquello que puede (llegar a) ser un texto jurídico. 20. Con este término se designa habitualmente a comunidades de investigadores no necesariamente formales, que comparten un determinado ámbito de interés y cuya colaboración suele quedar de manifiesto en sistemas de cocitas. Como señala Zuccala (2006: 153), «Bibliometric or scientometric studies show that scientists involved in invisible college networks typically carry out research within a subject specialty. Most specialties are then made up of subtopic areas with authors clustered together (i.e., cocited) centrally and peripherally according to shared research interests [...]. Information seeking within the invisible college is strongly associated with an individual author’s cognitive identity and takes place mainly through socially mediated activities, such as graduate training or colleague recommendation [...]. Sometimes different, yet complementary subject areas form invisible college networks; these networks arise when there is a need for scholars to share human, financial, or clinical resources [...]». V. una presentación clásica del concepto en Crane (1972). En los estudios sobre la traducción existen, desde luego, ejemplos manifiestos.

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(, consulta: 29-01-08). Y, de hecho, comprobaremos que hasta existen agencias de traducción que ofrecen servicios como el siguiente:21

Pero ¿el hecho de que todas las áreas indicadas tengan algo que ver con el deporte sería suficiente para considerar la traducción deportiva un ente unitario, a los efectos de su tratamiento profesional (más allá de la estrategia publicitaria evidente a la que responde esta página)? Desde luego, no lo parece. ¿Bastaría para dotar de entidad a una disciplina autónoma, o incluso a una especialidad científica? Francamente, lo dudamos... a menos, por ejemplo, que algún centro académico decidiera adoptarla y que se generasen y

21. En la página de tjc Global, «Pofessional Sport Translation Services» ( consulta 28-01-09). En puede consultarse la oferta completa de servicios que ofrece esta empresa.

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consolidasen una comunidad investigadora y profesional que la cultivasen y la desarrollasen, quizás a partir de algún impulso institucional. La noticia que recoge el portal Terminometro, a propósito de los glosarios del termcat a los que antes nos referíamos, alude, precisamente, al último de los factores que acabamos de señalar. En efecto, los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona en el año 1992 crearon unas importantísimas necesidades de traducción de textos relacionados de algún modo con el mundo del deporte. Para auxiliar el trabajo del personal que debía atenderlas, los especialistas generaron una importante cantidad de material terminológico, que es el que ahora recoge el termcat (): «El termcat publica en línia un diccionari dels esports olímpics». Termcat. El termcat ha publicat en línia el Diccionari dels esports olímpics, amb uns 7.500 termes que consten de definició i d’equivalents en castellà, francès i anglès. El diccionari conté terminologia de tots els esports oficialment reconeguts com a olímpics: atletisme, bàdminton, basquetbol, beisbol, boxa, ciclisme, esgrima, futbol, gimnàstica, halterofília, handbol, hípica, hoquei sobre herba, judo, lluita, natació, natació sincronitzada, pentatló modern, piragüisme, rem, salts, taekwondo, tennis, tennis de taula, tir amb arc, tir olímpic, vela, voleibol i waterpolo. L’aplicació permet consultar la terminologia alfabèticament o bé agrupada temàticament en cadascun d’aquests esports. Els termes procedeixen del Diccionari general de l’esport, que el termcat té previst de publicar aquest any 2008. Es tracta de termes que tenen el seu origen en els diccionaris olímpics de 1992, convenientment actualitzats, i en lèxics revisats per especialistes de les federacions respectives. termcat, Centre de Terminologia. Diccionari dels esports olímpics [En línia]. Barcelona: termcat, Centre de Terminologia, cop. 2008. (Diccionaris en Línia)

Fuente: Termcat Secciones: Terminología · Diccionarios y afines Publicado(a) el: 29/08/2008

Creemos que, desde luego, la existencia de algunos glosarios especializados, una agencia que ofrece productos especializados y algún otro indicio que pudiéramos encontrar, no serían justificación suficiente para referirnos a una nueva especialidad (aunque fuese embrionaria). Con este ejemplo no pretendemos más que insistir una vez más sobre la necesidad de tomar en consideración la importancia de los factores sociales a la hora de explicar el origen de las disciplinas y, como en el caso que nos ocupa, el de las especialidades. Podría replicarse que considerar disciplina (o especialidad) académica a ÍNDICE 122

aquello que es académicamente y socialmente reconocido como tal encierra un argumento circular evidente. Es probable que así sea. Pero, desde luego, utilizarlo no resultará más perjudicial que mantener el prejuicio esencialista de considerar que los espacios académicos están determinados naturalmente y que tienen una existencia objetiva, más allá de cualquier duda razonable. De hecho, esa supuesta argumentación circular parece gozar de muy buena salud en nuestro ámbito de conocimiento. Véase si no el siguiente ejemplo reciente (Muñoz Miquel, 2009: 158): La traducción médica es una rama de traducción que da cuenta de las necesidades comunicativas emanadas del campo de la medicina. Se trata de una especialidad muy amplia dentro de la traducción científico-técnica que está dotada de rasgos singulares que la distinguen de otras parcelas. Así lo corroboran autores como Lee-Jahnke (1998: 81), que alude a la traducción médica como un campo de estudio definido y acotado tanto por razones históricas como porque representa una importante y amplia porción del mercado [...]. La traducción médica, en tanto que traducción especializada, comparte muchos rasgos con otros tipos de traducción, pero son precisamente su amplitud y su complejidad las que hacen de ella una especialidad tan particular.

En realidad, parece que la necesidad de tener en cuenta los factores sociológicos en lugar de (o por lo menos al lado de) los estrictamente temáticos y lingüísticos sobre los que volveremos más abajo en el momento de hablar de traducción especializada, empieza a abrirse camino, aunque sea tímidamente entre investigadores y formadores. Así, en un libro relativamente reciente, dedicado a la didáctica de la traducción especializada, encontramos algunas reflexiones que parecen avanzar en un sentido similar (v. González Davies: 2003: 15): Hemos escogido las asignaturas de traducción especializada por tres razones. En primer lugar, por cuestiones prácticas de organización de las licenciaturas de Traducción e Interpretación en estos momentos. Aunque existen propuestas a favor de reagrupar las asignaturas según criterios diferentes a los actuales como, por ejemplo, por tipologías textuales (Hatim, 1984, 1997), de momento no se han seguido y nuestra aportación quiere ser lo más realista posible y adaptarse a nuestro contexto. En segundo lugar, también hay quien se cuestiona si realmente existe la traducción especializada en contraposición a la traducción llamada generalista o institucional. […] Y, es que es cierto que, si se enseña la traducción especializada incluyendo una gran gama de tipologías textuales, temas y subtemas, y otorgando un papel relevante a las destrezas de documentación de manera que lo aprendido en una clase sea en gran medida aplicable en otras, las distancias entre especialidades menguan. Y, en tercer

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lugar, porque es evidente que algunas de las características lingüísticas, sobre todo la terminología especializada, textuales, como las convenciones de presentación y redacción de cada especialidada [sic], y extratextuales, como la bibliografía sobre las diferentes disciplinas, los principales congresos y asociaciones, las publicaciones y sus características, las expectativas de los clientes de cada profesión, etc., permiten una diversificación suficiente como para permitir su agrupación en asignaturas independientes.

3.3.2.2. El caso de las especialidades teóricas Debemos recordar, para recuperar nuestro hilo discursivo, que los párrafos anteriores pretendían responder a una pregunta sobre la posibilidad de equiparar como especialidades la localización y la traducción médica y, por extensión, las technique- or methods-based specialties y las subject matter specialties. Para ello nos hemos referido a la notable dificultad de delimitar las segundas, las especialidades sectoriales (en la que todavía insistiremos) sobre todo si se pretende hacer abstracción de los indicios de la naturaleza social de su génesis y concebirlas apenas como entidades determinadas por una difusa unidad temática, ciertas especificidades lingüísticas (ya sean textuales, genéricas y/o terminológicas) y, quizás, algunas peculiaridades extratextuales. Por supuesto, con estas afirmaciones no pretendemos restar un ápice de valor a ese tipo de especialidades, sino (re)ubicarlas en su contexto científico-académico adecuado, entre otros motivos para invitar a reflexionar sobre la conveniencia de trasladar de algún modo a la formación unas diferencias que parecen palmarias a nivel cognitivo y epistémico (si los saberes son diferentes, las estrategias para adquirirlos probablemente tampoco serán idénticas). Llegados a este punto, se hace necesaria una reflexión semejante, a propósito de aquellas especialidades que eran designadas como theory-based specialties, en el modelo de Law (1973). Parece que la referencia a las especialidades en el caso de las disciplinas de lenguas modernas o economía que recogía la cita de Becher y Trowler (2001: 72) que más arriba reproducíamos, nos podría dar alguna pista. Recordemos que catalogaba como «especialidades basadas en la teoría» la deconstrucción, en el primer caso, y el monetarismo, en el segundo. Nótese, a la vista de los ejemplos, que aquello que aquí llamamos theory-based specialties parece coincidir con lo que es más común denominar escuelas (o escuelas de pensamiento). Significativamente, las respectivas disciplinas-matriz de nuestros ejemplos aparecen catalogadas en el ámbito soft-pure en las clasificaciones que hasta ahora hemos visto (con mati-

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ces para el segundo caso, como el que sugerían Becher y Kogan, 1992: 90, v. supra). Desde nuestro punto de vista, y a la vista de los ejemplos propuestos, quizás resultase oportuno incluir en este categoría, en lo que a la traduccióndisciplina se refiere, especialidades como la misma deconstrucción (cfr. p.e. Vidal Claramonte, 1995), la antes citada teoría feminista (von Flotow, 1997) o la teoría poscolonial (Carbonell, 1997; Robinson, 1997). No obstante, y siempre en nuestra opinión, no podemos dejar de hacer notar lo siguiente: • Como ya señalábamos más arriba a propósito del caso de la teoría feminista, todas ellas comparten una cierta ambición holística, aunque resulta obvio que su nicho ecológico lo componen las disciplinas soft/pure (antropología, sociología, filosofía, lenguas, y también geografía, economía, etc.), las «ciencias humanas» a las que se refería en nuestra cita anterior Walby (2000). • Su carácter aplicado tiene que ver más con su viabilidad como instrumento de análisis e interpretación que de producción. • Por lo tanto, no parece que ninguna de ellas salvo en una interpretación muy forzada tenga demasiado que ver con el ejercicio profesional real, que caracteriza a las disciplinas técnicas. Obsérvese, por recuperar otro ejemplo anterior, que nadie discutiría su carácter de especialidad (o escuela, si preferimos) a la economía marxista, aunque a día de hoy el número de sus cultivadores sea decididamente menor que en otras épocas y la posibilidad de llevarla a la práctica parezca muy remota. Sin embargo, y aunque también existen ejemplos de práctica de la traducción feminista o de la traducción poscolonial, parece poco probable que pudieran llegar a impregnar por completo la actividad profesional (de hecho, tampoco parece que sus cultivadores lo pretendan). En realidad, este tipo de especialidades presentan más bien el aspecto de una contaminación por parte del ámbito soft/pure. Nótese que, por supuesto, no estamos discutiendo, en ningún caso, su legitimidad. De hecho, arriba nos referíamos a la existencia de un importante arsenal de producción científico-académica relacionada con esas orientaciones. Nuestro objetivo en estos momento es tan solo el de contribuir a perfilar el dominio disciplinar que nos ocupa. • Existen, ciertamente, otras aproximaciones mucho más específicas, como la hermenéutica o la teoría de los polisistemas (que encuentra su acomodo entre la teoría de la literatura y la traducción) o incluso directamente autóctonas, que podríamos ejemplificar con el funcionalismo

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(v. p.e. Nord, 1997). Obviamente, resulta harto difícil poner en relación con la práctica profesional (señal de identidad de la traducción-disciplina, como recordamos una vez más) a este tipo de especializaciones teóricas, quizás con la significativa excepción de la última citada. Con la incorporación de las especialidades de inspiración teórica (y con las reservas sugeridas para el mismo caso), podemos completar ya nuestra clasificación de tipos y ejemplos: • technique- or methods-based specialties: localización, interpretación, traducción audiovisual, traducción oficial (= traducción jurada); • subject matter specialties (traducción especializada): traducción jurídica, traducción científico-técnica, traducción literaria... • theory-based specialties: deconstrucción, traducción feminista, funcionalismo... Nótese que, por paradójico que pueda parecer, desde este punto de vista la llamada traducción especializada no sería en sí misma ninguna especialidad de la traducción-disciplina (por lo menos, no una especialidad unitaria), sino una designación global para el conjunto de las subject matter specialties. Por cierto que los límites difusos entre las mismas y el hecho de que su compartimentación responda, como hemos argumentado, a criterios que distan mucho de ser consensuales, se manifiestan en las designaciones globales del tipo de traducción científico-técnica (que podría incluir la traducción de textos temáticamente tan alejados como un manual universitario de álgebra y el prospecto de un medicamento); de traducción literaria (¿la traducción teatral o la de la ópera lo son, en la misma medida que la de la poesía?); o de la mencionada traducción jurídica (sobre cuya espinosa caracterización ya nos hemos detenido en el primer capítulo de este volumen). Obsérvese, a propósito de esta última, que consideramos a la traducción oficial un caso aparte (una technique- or methods-based specialty), dado que, sin duda (y por definición), su ejercicio comporta una metodología absolutamente específica, la activación de un protocolo estricto, que de hecho está legalmente codificado (y la codificación legal es una forma extrema de sanción social que, al cobrar la forma de habilitación, delimita nítidamente un grupo profesional). Por otro lado, la reconfiguración que sugerimos para el marco disciplinario de la traducción tiene la ventaja de acabar con la distinción poco afortunada entre traducción general y traducción especializada. Desde nuestro punto de vista, hablaríamos siempre y únicamente de una especialidad sectorial, con

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textos de partida y destinatarios distintos, lenguas distintas, un ámbito temático distinto, criterios de textualidad distintos, terminología distinta, convenciones profesionales distintas, codificación social distinta... En realidad, la especialidad (o la sectorialidad, si se prefiere) es el factor que acerca a la realidad a lo que, de otro modo, no sería más que un ejercicio intelectual. Por decirlo de un modo sencillo: nadie traduce textos sobre ningún tema, para nadie y para nada. Esa práctica estaría más próxima de los objetivos de la lingüística contrastiva, cuya ubicación disciplinar la situaría, probablemente, en la casilla soft/pure, lejos del espacio que nos ocupa.

3.3.2.3. El marco disciplinario Nos proponemos a continuación avanzar un poco más en la concreción del marco de la traducción-disciplina. Habíamos visto antes que los contenidos de base lingüística estarían relacionados con una disciplina soft del modelo de Biglan (las lenguas modernas), que tendrían un papel instrumental en nuestro caso. Otras disciplinas que comparten con la traducción el carácter soft/applied, el derecho, la economía, la gestión y administración pública o la comunicación audiovisual, también proporcionarían contenidos a la traducción-disciplina. No obstante, en este primer caso es evidente que ese tipo de contenidos no puede homologarse a los lingüísticos. Estos tendrían un carácter genérico (se presuponen para cualquier especialidad), mientras que aquellos serían específicos (propios de algunas especialidades, como la traducción jurídica/económica o la traducción audiovisual, en nuestro caso, aunque su naturaleza sea diferente, como postulamos). Algunas otras disciplinas pure/soft, como la teoría de la literatura y la comunicación oral, también estarían proporcionando contenidos especializados, para la traducción-disciplina. Un primer esquema resumido (sin ninguna pretensión de exhaustividad), incluidas varias de las disciplinas y especialidades que hemos citado en las páginas anteriores, podría tener este aspecto. El esquema no persigue otro objetivo que el de permitir visualizar algunas de las distinciones que hemos ido apuntando. Sería razonable pensar, sin embargo, que podrían extraerse del mismo algunas conclusiones de orden académico y pedagógico, tanto en lo que se refiere a la organización de cursos y materias, como en la forma más eficiente de seleccionar contenidos y gestionar los conocimientos que deben ser vehiculados. No obstante, en los próximos epígrafes continuaremos matizando sus contenidos, con un análisis más detallado del caso de las especializaciones sectoriales.

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Soft Lenguas modernas Teoría de la literatura Comunicación oral (oratoria pública) Economía Applied [Ciencias de la Traducción computación CONTENIDOS lingüística computacional] GENERALES ESPECÍFICOS Traducción Lenguas modernas Derecho automática Traducción asistida por Comunicación Medicina computador + Tradución audiovisual Ingenierías automática Teoría de la literatura Documentación Comunicación oral Terminología (oratoria pública) Medicina Gestión y administración pública Física Matemáticas Biología ESPECIALIDADES Técnico-metodológicas Sectoriales Traduccción Localización Traducción audiovisual jurídica Traducción literaria Traducción oficial Traducción Interpretación científico-técnica (inc. traducción Teóricas médica, traducción Deconstrucción técnica....) Traducción feminista Traducción poscolonial Hermenéutica Funcionalismo Documentación Terminología Derecho Comunicación audiovisual Gestión y administración pública

Pure

Hard Física Matemáticas Biología

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3.3.2.4. El problema de la delimitación de las especializaciones sectoriales 3.3.2.4.1. El núcleo básico de las especializaciones Más arriba nos habíamos referido a la complejidad que implicaba delimitar nítidamente el espacio propio de cada una de las especializaciones sectoriales (subject matter specialties), aunque también habíamos señalado una serie de circunstancias, de carácter sociológico más que epistémico, que facilitarían esa labor. Decíamos, así, que la codificación académica, el cultivo intensivo por parte de una comunidad significativa de investigadores o bien una demanda notable de personal cualificado para desarrollar labores profesionales específicas podrían contribuir a establecer aquellos límites huidizos. Un reflejo evidente de este problema es la disparidad que puede apreciarse en la organización de los contenidos propios de cada una de las especializaciones. Consideremos, volviendo sobre un ejemplo ya conocido, el caso de la traducción médica. En una rápida consulta en Internet sobre diversos espacios académicos definidos para este ámbito en varios centros de enseñanza superior, podemos encontrarnos con descripciones como la que propone el Departmento de Humanidades del Imperial College de Londres para el Módulo 3 (Practical Translation) de su msc in Scientific, Technical & Medical Translation with Translation Technology:22 1) Scientific Translation: content depends on tutor’s background 2) Medical Translation: to include healthcare, medical reports, patents, ethical issues, etc. 3) Technical Translation: to include topics such as institutional documentation and product documentation

Dejando de lado ahora la (in)oportunidad de distinguir entre traducción científica, médica y técnica, parece que la lista de contenidos apuntados para la segunda resultaría por lo menos discutible, ya que, a primera vista, atribuye un idéntico grado de pertenencia a la misma a los informes médicos y a las patentes, aunque la adscripción de estas últimas a otros hipotéticos ámbitos como la traducción legal (o jurídica) o la traducción comercial, se nos antoja fácilmente argumentable. La reserva de contenidos prevista para la Scientific

22. V. [consulta: 12-02-09]

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Translation, en función del tutor’s background resulta muy llamativa, desde luego (y más abajo volveremos sobre ella). Y la Technical Translation parece identificarse aquí meramente con el trabajo documental, por otro lado. Algo más sistemática (aunque sin un propósito de exhaustividad aparente) parece la sección dedicada a los objetivos del curso Practica in Medical Translation del Departmento de Lenguas Modernas de la Florida International University:23 • Provide an overview of the field of medical translation via a wide range of selected materials, including clinical reports, patient informational material, medical journal articles, and medico-legal documents. • Focus on particular problem areas in medical translation: false cognates, specialized terminology and abbreviations, proper register. • Provide information regarding sources available to medical translators in book form and on the Internet • Improve computer skills related to document manipulation and formatting, including placement of accent marks, file uploading, participation in bulletin board forum discussions.

En este caso encontraríamos, al lado de algunos contenidos específicos, una referencia clara a aquello que más arriba designábamos como contenidos generales de la traducción-disciplina: elementos de terminología, documentación y destrezas relacionadas con el uso eficaz de las nuevas tecnologías informáticas. En realidad, más allá de los selected materials del primer ítem, nada permitiría distinguir los contenidos de este curso de cualquier otro, por ejemplo uno dedicado a una hipotética traducción deportiva, como el que comentábamos en un epígrafe anterior, prescindendo tan solo del adjetivo medical en los últimos ítems. La Notre Dame University de Líbano describe su curso tra 637 sobre traducción médica avanzada precisamente a partir de las especificidades terminológicas (y fraseológicas) y algo que quizás podríamos incluir en la nó­mina de conocimientos específicos y que tendría que ver con el tutor’s background del curso del Imperial College que más arriba citábamos: unos «conceptos científicos básicos relevantes».24

23. V. [consulta: 12-02-09] 24. V. [consulta 12-02-09]

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tra 637 Advanced Medical Translation arb/frc/enl (2.0); 2 cr. Medical terminology and phraseology which would allow the translator to correctly translate medical texts. Relevant basic scientific concepts.

En el sumario del programa del curso Medical Translation de la Graham School of General Studies de la Universidad de Chicago para el año 2009, encontramos un intento de sistematización de las major areas de la traducción médica (también, desde luego, sin pretensiones de exahustividad). El resto del programa insiste en cuestiones terminológicas, en la revisión y la generación de productos adecuados a las expectativas de sus correspondientes audiencias.25 Una vez más, dejando de lado los aspectos temáticos señalados en la primera frase, resultaría ciertamente difícil distinguir esta especialización de muchas otras, a partir del resto de objetivos glosados. Creemos, no obstante, que sí merece la pena destacar el interés que se manifiesta por poner a los formandos en condiciones de determinar los diferentes niveles de complejidad textual y de generar textos adecuados para diversos tipos de público, por lo que supone de pretender evaluar y orientar la producción textual: In this course, students will learn translation skills targeting the major areas of medical translation: patient education, medical research, and drug development. Topics to be covered include approaches to translation, voice and register, research skills, and terminology. Exercises will teach students how to determine the level of difficulty of a text, edit literal translations into polished products, and rewrite to specific education levels and audiences. The goal is learning to produce translated documents that read as though they were written in the target language.

Por su parte, el programa Arizona Translation Collaborative, promovido desde el Departmento de Español y Portugués de la Universidad de Arizona, como espacio para «facilitate the exchange, sharing and dissemination of ideas and resources amongst researchers, teachers, students, professionals, translation users, decision makers, and community members», incluye también entre sus topics para la sección Spanish Medical Translation la terminología, las cuestiones profesionales (sin concretarlas) y la accesibilidad lingüística, al lado de un asunto de más enjundia: los «tipos de texto y géneros en la traducción médica», así como lo que parece ser un catálogo que los ejemplifica:26

25. V. [consulta: 12-02-09] 26. V. [consulta: 12-02-09]

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• Text types and genres in medical translation • Medical histories, discharge instructions, health education (Tuberculosis, hyperthyroidisms, nutritional sheets, vaccines) consent forms, advance directives, marketing materials, etc. • Medical Terminology • Professional issues • Language Access Legislation

El módulo de formación especializada del Máster en Traducción MédicoSanitaria de la Universitat Jaume I de Castelló incluye las materias que reseñamos a continuación. Nótese que la terminología y la documentación, presentes una vez más, aparecen agrupadas en una asignatura metodológica; que se mantiene el interés por los conocimientos específicos; que se añaden dos posibles grupos de público y que se amplía el abanico de la especialidad al incluir la interpretación y la mediación intercultural.27 Conviene poner de relieve el interés que se manifiesta por las cuestiones relacionadas con el género de los documentos, aunque (aparentemente) quede limitado al caso de los textos del ámbito de la investigación (o, por lo menos, no se explicite en el resto): Obligatorias 20 créditos ects Introducción a la medicina y pretraducción (8 créditos) Metodología de la traducción médica, terminología médica y fuentes de información (4 créditos) Traducción en el sector editorial (4 créditos) Traducción en el sector farmacéutico (4 créditos) Optativas (de las cuales, el estudiante deberá elegir 2) 10 créditos ects Traducción de géneros de investigación (5 créditos) Traducción en instituciones médico-sanitarias (5 créditos) Mediación intercultural en el ámbito sanitario * (5 créditos) Técnicas de interpretación en los servicios públicos sanitarios * (5 créditos)

Este no es el lugar más adecuado para realizar un inventario exhaustivo de las diferentes formas que adopta la codificación académica de la traducción médica en todos los centros del mundo en los que se imparte (aunque ese podría ser, sin duda, un trabajo muy interesante). Sin embargo, creemos que no sería demasiado arriesgado afirmar, con esa reserva obvia y a la vista de

27. V. [consulta: 12-02-09]

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los casos más habituales, que ejemplifican los que aquí citamos, que habría un alto grado de consenso al afirmar que los cursos especializados sobre traducción médica, el ejemplo que ahora estamos observando, se caracterizarían por compartir un núcleo básico formado por: • Elementos de terminología de la medicina. • Elementos de documentación en medicina. • Contenidos temáticos (conceptuales) propios de la medicina. • Contenidos relacionados con la producción textual característica de la me­di­ cina.

De hecho, pensamos que seguramente también encontraríamos un grado de consenso semejante, si extrapoláramos este núcleo básico al conjunto de especialidades sectoriales, de este modo: • Elementos de terminología de la especialidad. • Elementos de documentación en la especialidad. • Contenidos temáticos (conceptuales) propios de la especialidad. • Contenidos relacionados con la producción textual característica de la especialidad.

Obsérvese, además, que el listado anterior se corresponde bastante bien con el que apuntábamos más arriba para los contenidos genéricos de la traducción-disciplina, por supuesto matizados para cada especialidad concreta. Tan solo faltaría añadir los conocimientos de lenguas y los tecnológicos (también matizados, eventualmente) y seleccionar un catálogo necesariamente incompleto, como veremos de contenidos específicos, algunos de ellos puros y otros matizados. Veamos cómo podría quedar nuestro esquema, ajustado ahora al perfil de la traducción médica como especialización.

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Traducción Médica (ESPECIALIDAD SECTORIAL) CONTENIDOS GENERALES (de la traduccióndisciplina, matizados) Lenguas modernas (lsp-medicina) Traducción asistida por computador + Tradución automática Documentación en medicina Terminología de la medicina

ESPECÍFICOS (de la especialización) Medicina Comunicación en el ámbito médico-sanitario Gestión y administración de instituciones médico-hospitaliarias Derecho de la medicina: medicina legal y legislación sanitaria Química para la medicina Biología para la medicina Farmacología […]

Aparentemente, a partir de nuestro núcleo básico podemos llegar a generar, en efecto, una primera aproximación racional a los contenidos de la especialidad sectorial traducción médica (y probablemente, de cualquier otra). Se trataría tan solo de perfilar los contenidos generales (esto es, documentación en medicina, terminología de la medicina...) y de seleccionar y matizar, en su caso, los contenidos temáticos que son específicos de cada especialización y que, juntamente con los anteriores, la caracterizarían.

3.3.2.4.2. La delimitación de los contenidos temáticos Sin embargo, la solución al problema de la delimitación de las especialidades sectoriales continúa pareciendo complicada. Para empezar, el listado de conocimientos específicos está muy lejos de ser fácil de completar y cerrar. Así, dentro del conocimiento específico que en este último esquema hemos designado como «medicina» deberían incluirse, como es lógico, los contenidos generales y también las especialidades de la misma, con su organización y su jerarquía autónomas: quirúrgica, diagnóstica, clínica... y, por ejemplo, dentro de esta última, la cardiología, la endocrinología, la gastroenterología, la hepatología, la neumología... Decíamos antes que un catálogo de este tipo ÍNDICE 134

quedará siempre incompleto porque la mayoría de los conocimientos específicos remiten a otros ámbitos disciplinarios que remiten a su vez a otros y estos a otros más. Piénsese, por citar un único ejemplo, en una especialidad médica del ámbito diagnóstico, como la radiología, que utiliza técnicas como la tomografía por emision de positrones, que, por su uso de la radiación gamma, está regulada por disposiciones legales en materia de seguridad y salud relativas a la exposición de los trabajadores y pacientes a distintos agentes, así como a las diversas tecnologías relacionadas con el instrumental de precisión que es utilizado. En un modesto ejemplo convergen potencialmente ámbitos tan distantes como la física nuclear, la legislación laboral y un extenso abanico de ingenierías... además de la medicina. ¿Tienen lo mismo de documento médico un artículo de investigación sobre el uso terapéutico de la radiación, el libro-guía que contiene las instrucciones de manejo de un emisor de positrones y un consentimiento informado para autorizar el uso de la radiación en pruebas diagnósticas? Y, por otro lado, ¿acaso no sería lícito incluir al primero en la categoría de documento susceptible de ser objeto de traducción científica? ¿No podría el segundo ser abordado desde la perspectiva de la traducción técnica? ¿Y no debería el segundo ser objeto de estudio de la traducción jurídica, dado que, sin duda alguna, tiene valor legal? Hay todavía otras consideraciones obvias que merecen ser reseñadas, como el hecho de que existan diversas clasificaciones posibles para las diferentes especialidades médicas, que estas puedan cambiar entre países, o, más crudamente, que el catálogo de la propia medicina-disciplina también sea dinámico y no estático. La delimitación de los contenidos (temáticos) específicos de la traducción médica, como los de cualquier otra especialidad sectorial, está muy lejos de ser un trabajo sencillo. En consecuencia, utilizar este tercer elemento de nuestro núcleo básico como criterio para delimitarlas no parece que pudiera resultar demasiado eficaz. Por cierto, a la vista de la imposibilidad de cerrar completamente un catálogo temático para la traducción médica, quizás resultará menos sorprendente la referencia al background’s tutor en el curso del Imperial College que más arriba citábamos, en el que los contenidos conceptuales de un curso se vinculaban a la especialidad del docente que lo hubiera de impartir, en un claro ejemplo de pragmatismo. La imposibilidad de cerrar ese catálogo no representaría en sí misma ningún problema, desde luego, a menos que se demostrara convincentemente que resulta imprescindible para algún propósito concreto, por ejemplo para la formación de traductores médicos (algo que, cuando menos, parece bastante discutible). Fuera de esa utilidad, no parece que obedeciera a más motivo que la pura obsesión metodológica. Lógicamente, a

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efectos pedagógicos, resultaría tan absurdo pretender abarcar todos los posibles contenidos temáticos en un curso de traducción médica, como lo sería intentar formar personal médico habilitado para todas las especialidades posibles al mismo tiempo en una Facultad de Medicina. Ya podríamos empezar a pensar, por lo tanto, que en el primer caso quizás fuera prudente primar los contenidos generales y, dentro de los específicos, los más básicos o bien aquellos que permitan acometer con éxito un mayor número de encargos profesionales. En cierta medida, se trataría de una estrategia semejante a la que suele seguirse en la formación de personal médico, en la que la especialización solo se produce a continuación de un período formativo de carácter generalista. Es posible, además, que estas mismas observaciones pudieran ser válidas para todas las especializaciones sectoriales de la traducción-disciplina, y no solo para la traducción médica. Más adelante volveremos sobre ello. Hay otro factor que, en cierto modo, vendría en apoyo de estos argumentos. Dado su carácter applied, el mundo profesional no deja de hacer notar su influencia, al detectar las necesidades más específicas que se abren en el mercado y, en ocasiones, incluso al cubrirlas formativamente (complementando o supliendo al mundo académico). Un buen ejemplo serían estas descripciones de las siguientes sesiones del seminario de 2006 de la Asociación Norte­ americana de Traductores,28 bastante más perfiladas que las referencias universitarias anteriores, tanto en lo que se refiere a los contenidos que llamábamos específicos, como a los generales: How to Translate for the Healthcare Consumer: A Hands-on Workshop This workshop will address issues of importance in translating for the largest segment of the U.S. medical translation market: the consumer of healthcare information. It will consist of discussions and practical exercises to familiarize translators with the unique challenges presented by medical documents written for the patient. Some of the topics to be covered include: using the appropriate register; protecting patients’ rights; following government regulations; and making sure that a translation reflects the purpose of the document. A major focus will be the criteria used by major hospitals and medical research institutions in reviewing translations intended for their patient populations. Medical Writing: Abbreviations, Symbols, and Units of Measure Medical records present some special challenges to the translator. For one, many of these documents are handwritten: progress notes, doctors orders, and prescriptions. For another, some of the records are actually transcriptions of information dictated by a physician while conducting an examination, per-

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forming an operation, viewing tissues, or examining films: autopsy reports, history and physical examinations, operative reports, and diagnostic studies. Finally, most laboratory studies and some imaging reports are generated by equipment. Demystifying Cardiovascular Terminology Medical translators frequently encounter terminology related to cardiovascular tests and procedures in their work. Just what is an occlusion of the LAD, or an ST segment depression, or decreased ventricular wall motion? A general understanding of cardiovascular procedures facilitates an accurate translation. This workshop will provide information on common cardiovascular tests and procedures from a layman’s perspective. Resources, such as a glossary and websites for further study, will be provided.

Por supuesto, las asociaciones profesionales, libres de los corsés burocráticos, pueden enfocar sus acciones formativas hacia aquellas áreas y aquellos aspectos funcionales que presenten un mayor atractivo o un pico de demanda puntual. La rigidez de los cursos oficiales reglados suele compadecerse bastante mal con este modo de funcionamiento. Resulta muy significativo, además, que en este tipo de cursos gestionados desde las asociaciones profesionales tiendan a darse por asumidos los conocimientos basilares de la profesión (los contenidos generales), mientras que los esfuerzos se concentran en saberes y habilidades propios de la especialización (los contenidos [más] específicos) como queda bien patente en el penúltimo párrafo y la advertencia final del anuncio de este seminario, destinado a intérpretes y traductores, celebrado en Lyon en 2005 bajo los auspicios de la Sociedad Francesa de Traductores – Delegación Ródano Alpes, publicitado en el sitio de Internet de la Asociación Internacional de Intérpretes de Conferencias (aiic):29 Intervenants Karin band: traductrice et interprète de conférence spécialisée dans le domaine médical. Karin nous présentera les problèmes propres à la traduction et à l’interprétation et les stratégies à adopter pour les résoudre; elle animera la discussion sur les différents points terminologiques abordés lors des communications faites par les spécialistes, et prendra également en charge les ateliers de traduction français–anglais.

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Françoise parisot: responsable mondiale du Service de traduction d’AventisPharma – Chargée de cours à l’esit. Françoise assurera les ateliers de traduction anglais – français. Professeurs de médecine et médecins viendront nous présenter un aspect par­ ticulier de leur travail ou de leurs recherches. Sujets envisagés: orthopédie, chirurgie, histologie, imagerie médicale, gy­­ nécologie. Chaque participant recevra un dossier contenant tous les textes étudiés pendant le séminaire. Pour préparer les traductions, chacun devra fournir un travail personnel (do­­ cumentation, lectures annexes). Les participants trouveront les ressources nécessaires à la bibliothèque de la faculté. Attention! Il ne s’agit pas d’un cours d’interprétation: aucun entraînement à l’interprétation simultanée ou consécutive ne sera proposé.

Recordemos, para recapitular, que nos habíamos referido a un núcleo básico de las especialidades sectoriales. Habíamos apuntado que los trabajos terminológico y documental presentan un carácter general en el marco de la traducción-disciplina. Y hemos sugerido que cada una de las especializaciones no hará más que orientar ese tipo de contenidos en una determinada dirección (de especializarlos, efectivamente). Así, en vez de los citados elementos de terminología (o de documentación) en medicina, podríamos hablar, por ejemplo, de elementos de terminología de las telecomunicaciones, de elementos de documentación para la Automoción o de elementos del trabajo terminológico y documental en ingeniería de polímeros, sin que cambiase mucho más que las fuentes y los materiales específicos para cada especialización. No lo harían, desde luego, las reglas estrictamente codificadas del trabajo terminológico, ni las pautas convencionales de la labor documental. Recuérdese, a este respecto, el comentario de González Davies (2003: 15), que reproducíamos en una cita anterior, sobre la disolución de las fronteras entre especialidades al considerar los elementos comunes a todas ellas: «[...] si se enseña la traducción especializada incluyendo una gran gama de tipologías textuales, temas y subtemas, y otorgando un papel relevante a las destrezas de documentación […], las distancias entre especialidades menguan». No parece, por lo tanto, que los dos primeros factores del núcleo básico al que nos referíamos pudieran llegar a justificar, por sí solos, la diferenciación entre especializaciones, a cuya dificultad aludíamos más arriba. Antes, por el contrario, contribuirían a poner de manifiesto los elementos comunes que subyacen a las mismas. Por otro lado, como también hemos visto, el recurso a las áreas temáticas (el tercero de los factores), como criterio para delimitar las especializaciones

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nos sitúa ante el difícil obstáculo de fijar unos límites que son, por definición, difusos e inestables. Incluso hemos empezado a apuntar algunas consecuencias, de orden pedagógico, que podrían extraerse de este hecho. En lo que se refiere a la cuestión que da origen a este epígrafe, dado que las diferencias entre los contenidos temáticos específicos tampoco nos permiten distinguir de un modo nítido las diferentes especializaciones sectoriales, ¿qué criterio podremos emplear?

3.3.2.4.3. La producción textual de las especializaciones Más arriba nos habíamos referido al carácter circular de una argumentación basada en considerar sin más que una especialización de la traducción es aquello que es considerado como tal. Con los matices que habíamos apuntado (codificación académica, cultivo intensivo, demanda profesional), ya podemos empezar a intuir que, en realidad, esa constatación resulta muy relevante, a pesar de todo, especialmente a la vista de la imposibilidad práctica de establecer inventarios cerrados y exhaustivos de contenidos temáticos para caracterizar de forma nítida cada una de las especializaciones. En efecto, los contenidos conceptuales de cada especialización no se limitan a un inventario cerrado y finito de materiales (las definiciones de un conjunto de entidades aisladas y sus interrelaciones), sino que constituyen una forma específica de conocimiento enciclopédico. Sus límites son, por lo tanto, imprecisos y cambiantes, en la medida en que lo es el propio conocimiento humano. De ahí las dificultades de establecer divisiones universalmente aceptadas para los diferentes tipos de saberes y, correlativamente, la imposibilidad de delimitar compartimentos estancos entre las diferentes especializaciones de la traducción, como se argumenta detalladamente en otras partes de este libro. Sin embargo, creemos que no sería lícito justificar a partir de la constatación anterior algún tipo de nihilismo metodológico. Es evidente, por ejemplo, que, a pesar de los perfiles más o menos difuminados que puedan presentar los saberes, en general resulta fácil distinguir sin mayores complicaciones (siempre que no se trate de casos deliberadamente ambiguos) un tratado de cirugía oncológica de uno de mecánica de fluidos o un programa académico de psicología diferencial de otro sobre zoología de los invertebrados. De hecho, también es posible distinguir (aunque no conozcamos el término exacto para designarlos) una sentencia del Tribunal Constitucional sobre violaciones del derecho a la tutela judicial efectiva, de un artículo publicado en una

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revista especializada sobre ese mismo tema. Con más motivo, es posible distinguir un libro de poesía de un periódico deportivo, un historial médico de un manual de electrónica, o un noticiario de una telenovela. Cualquier persona con cierto grado de instrucción, sin necesidad de tratarse de un especialista en lingüística textual, podría identificar en los casos anteriores, de un modo intuitivo, textos con una forma semejante que tratan de asuntos diferentes, textos con una forma diferente que tratan del mismo asunto, o textos con forma diferente que tratan de asuntos diferentes. Afinando un poco más, quizás se refiriera a textos con formas y contenidos semejantes o diferentes. Por supuesto, la etiqueta de contenido remite a la organización de los saberes a la que acabamos de referirnos y, junto con la de forma, configura la aproximación más elemental al concepto de producción textual al que habíamos aludido antes, como el último de los contenidos de nuestro núcleo básico. En realidad, una vez categorizada la traducción como una disciplina applied, resulta inevitable, en efecto, considerar su dimensión material más obvia: la generación de textos. A ella nos referiremos a continuación.

3.3.2.4.3.1. El procesamiento de la información textual - De la forma y el contenido a los modelos mentales En la terminología acuñada por Teun van Dijk, podríamos referirnos a los conceptos intuitivos que acabamos de citar, contenido y forma, de un modo más técnico, como la macroestructura y la superestructura textuales, respectivamente. Con la primera etiqueta designamos unas estructuras de carácter global y de naturaleza semántica, que se corresponden con un armazón jerárquico de (macro)proposiciones que resumen progresivamente el contenido del texto (el nivel superior puede coincidir, significativamente, con el título del mismo, al resumirlo). La macroestructura de un texto sería, por lo tanto, «una representación abstracta del significado global de un texto» (Van Dijk 1978: 55), algo así como el andamiaje del sentido de un texto. El concepto intuitivo de tema se correspondería, pues, con «una macroproposición en un determinado nivel de abstracción» (Van Dijk, 1978: 56). En cuanto a las superestructuras, el propio Van Dijk (1978: 141-142) las describe de este modo: La manera más sencilla de ilustrar las superestructuras es hacerlo a través de una narración. Una narración puede tratar de un tema determinado, p.ej., de un robo. Sin embargo, además del hecho de que el texto posea este tema global,

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tiene a la vez la característica global de que se trata de una ‘narración’. En otras palabras: después de haber escuchado o leído una narración, sabemos que se trata de una narración y no de un anuncio o una conferencia. Ahora bien: para demostrar que el tema o el objeto y la típica estructura narrativa son independientes entre sí, podemos muy bien imaginarnos un texto que si bien también trata de un robo, no es en absoluto una narración, sino un informe policial o una declaración hecha después del robo, un informe de los daños habidos a una casa de seguros junto con la denuncia del robo, etc. Estos diferentes tipos de textos se diferencian todos entre sí, no sólo por sus diferentes funciones comunicativas y, por ello también, por sus funciones sociales, sino que además poseen diferente tipo de construcción. Denominaremos superestructuras a las estructuras globales que caracterizan el tipo de un texto.

Y concluye: Para decirlo metafóricamente: una superestructura es un tipo de forma del texto, cuyo objeto, el tema, es decir, la macroestructura, es el contenido del texto. Se debe comunicar, pues, el mismo suceso en diferentes ‘formas textuales’ según el contenido comunicativo.

El concepto de macroestructura (y también, aunque parezca menos obvio, el de superestructura) está relacionado, precisamente, con uno de los estándares de textualidad del modelo clásico de Beaugrande y Dressler (1981: §5), la coherencia. Recordemos que, para estos autores, un texto es un acontecimiento comunicativo que cumple siete normas de textualidad (coherencia, cohesión, aceptabilidad, intencionalidad, intertextualidad, formatividad y situacionalidad), de modo que, si un texto no satisface alguna de ellas, no puede considerarse que sea comunicativo (de hecho, no puede considerarse que sea un texto, en sentido estricto). De acuerdo con Beaugrande y Dressler, la coherencia refleja la continuidad de sentido que se manifiesta en los textos, y tiene que ver con la estructura semántica de los conceptos expresados, que se relacionan bajo la superficie textual en la forma de un mundo textual. En efecto, la coherencia no se establece en relación con el mundo exterior, sino que el procesamiento de la información textual supone la generación, por parte del individuo que lo lleva a cabo, de un modelo mental, un tipo de estructura postulada por P. N. Johnson-Laird en el que podemos pensar como un tipo de representación interna diferente de una simple representación proposicional (Johnson-Laird, 1980: 98): Mental models and propositional representations can be distinguished on a number of criteria. They differ pro-eminently in their function: a propositional

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representation is a description. A description is true or false, ultimately with respect to the world. But human beings do not apprehend the world directly; they posses only internal representations of it. Hence, a propositional representation is true or false with respect to a mental model of the world.

De hecho, los elementos de ese modelo no dependerían exclusivamente de la información procesada por los sentidos (aquella que el individuo lee o escucha): los procesos cognitivos añaden una cantidad adicional de información que procede de las expectativas y de los conocimientos de las personas que interactúan comunicativamente. En realidad, como apuntan Beaugrande y Dressler (1981: 65-66), a propósito del mismo concepto de macroestruc­ tura: Aunque se propuso que el resumen típico de un texto debería basarse en su macroestructura (véase Van Dijk, 1979b), sin embargo, la investigación demostró que el resumen real hecho por los hablantes incluía no sólo la macroestructura del texto, sino también las macroestructuras previamente almacenadas en la mente del hablante y basadas en el conocimiento de cómo se organizan los acontecimientos y las situaciones en el mundo real.

Van Dijk y Kintsch (1983: 11) utilizan para su explicación del proceso de comprensión textual el concepto de modelo situacional (inspirado explícitamente en el de modelo mental de Johnson-Laird), al que describen como «the cognitive representation of the events, actions, persons, and in general the situation, a text is about». Apuntan, además, que en los modelos situacionales, representaciones de la información procesada (mundos textuales, en efecto), los datos obtenidos necesariamente deberán ser coherentes entre sí (Van Dijk y Kintsch, 1983: 339): Roughly speaking, a textbase is locally coherent if the facts referred to are connected, for example, by conditional or temporal/causal relations. Again, the real facts in the world are irrelevant for a cognitive theory, so we need a representation of them, that is, a model. If in the model of the situation as it has been constructed by the hearer the represented facts are connected, then this fragment of the text is coherent.

La moderna psicología cognitiva asume, en efecto, que el procesamiento de la información textual es el resultado de la confluencia de dos direcciones complementarias: la que va desde el input (el texto) hasta la mente del individuo (abajo-arriba) y la que regula la entrada de información a partir de los

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conocimientos, la experiencia y los objetivos del individuo (arriba-abajo). Como resume Crespo (2002: 196-197): La distinción entre un procesamiento top-down (arriba-abajo) y bottom-up (abajo-arriba) es ampliamente utilizada en psicología. En el primer caso, el individuo, siguiendo metas y planes volitivos procesa la información atendiendo a los estímulos del medio que son relevantes para sus propósitos. En el segundo caso, son los estímulos que afectan a los receptores sensoriales los que controlan y dirigen la atención del individuo sin necesidad de que éste ponga en marcha mecanismos intencionales. El procesamiento arriba-abajo es un procesamiento dirigido por metas (goal-driven control); el procesamiento abajo-arriba es un procesamiento dirigido por el estímulo (stimulus-driven control).

Por lo tanto, no debería sorprendernos que puedan exhibirse «[...] numerosos ejemplos sobre el papel crítico que los conocimientos generales y de dominio tienen en el proceso de construcción de la macroestructura» (Luque y otros, 1999: 80). Más abajo volveremos sobre ello. El procesamiento top-down y la propia génesis de los modelos mentales/ situacionales presuponen necesariamente, por otro lado, la existencia de un sistema de almacenamiento en la mente del hablante de la información que contribuirá a la asignación de sentido al texto procesado. Es habitual, desde el trabajo seminal de Sir Frederik Bartlett (1932), referirse a ese tipo de estructuras de conocimientos interiorizados con el nombre de esquemas, representaciones mentales de información relacionada con experiencias previas, que se activan durante el procesamiento de la información, contribuyendo al mismo. El concepto de esquema fue recuperado en los primeros años del desarrollo de los estudios sobre inteligencia artificial, y sin duda está relacionado con otras etiquetas semejantes, como la de marcos (frames), sugerida por Marvin Minsky para la explicación de diversas tareas cognitivas (la comprensión de escenas, el funcionamiento de la visión y también, desde luego, el procesamiento del lenguaje natural), y que describía de este modo (Minsky, 1974): A frame is a data-structure for representing a stereotyped situation, like being in a certain kind of living room, or going to a child’s birthday party. Attached to each frame are several kinds of information. Some of this information is about how to use the frame. Some is about what one can expect to happen next. Some is about what to do if these expectations are not confirmed. We can think of a frame as a network of nodes and relations. The top «levels» of a frame are fixed, and represent things that are always true about the sup-

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posed situation. The lower levels have many terminals–«slots» that must be filled by specific instances or data. Each terminal can specify conditions its assignments must meet. (The assignments themselves are usually smaller «sub-frames.») Simple conditions are specified by markers that might require a terminal assignment to be a person, an object of sufficient value, or a pointer to a sub-frame of a certain type. More complex conditions can specify relations among the things assigned to several terminals. […] The default assignments are attached loosely to their terminals, so that they can be easily displaced by new items that fit better the current situation. They thus can serve also as «variables» or as special cases for «reasoning by example,» or as «textbook cases,» and often make the use of logical quantifiers unnecessary. The frame-systems are linked, in turn, by an information retrieval network. When a proposed frame cannot be made to fit reality–when we cannot find terminal assignments that suitably match its terminal marker conditions–this network provides a replacement frame. These inter-frame structures make possible other ways to represent knowledge about facts, analogies, and other information useful in understanding.

También es frecuente referirse a ese tipo de estructuras con el nombre de guiones (scripts), sugerido por Schank y Abelson, aunque en este caso suela asumirse que el cuerpo de acontecimientos lleva asociada la idea de un desarrollo secuencial. Pero, en lo más sustancial, no hay duda de que también estos autores coinciden en señalar que (Shank y Abelson, 1977: 84) […] la comprensión es un proceso por el que la gente relaciona lo que ve u oye con grupos de acciones prealmacenados que ha experimentado previamente. La nueva información es entendida en términos de la vieja. Con esta perspectiva, el hombre es considerado como un procesador que sólo entiende lo que ha entendido previamente.

Nos hemos referido hasta ahora a los elementos básicos de la organización textual (macroestructura y superestructura), a los que hemos puesto en relación con la coherencia, entendida como una propiedad fundamental de la textualidad, y como el requisito que debe satisfacer la organización de la información en los modelos mentales/situacionales. Hemos visto que estos, junto con los datos procedentes de la información sensorial, se combinan para producir representaciones coherentes de la realidad (llamémoslas modelos mentales o situacionales), que probablemente estarán relacionadas con estructuras de conocimiento almacenadas en nuestra mente con anterioridad (llamémoslas esquemas, marcos, guiones...). Podemos asumir que el proceso de comprensión textual implica la activación de esas estructuras almacenadas en nuestra memoria, con

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las que construiríamos un modelo hipotético de la información procesada, que iríamos refinando progresivamente con la información procedente del input sensorial, en función de su (falta de) coherencia con el mismo. La coherencia de la nueva información procesada con la ya disponible implicaría continuar adelante con el modelo-hipótesis actual, mientras que su incoherencia conduciría a activar modelos alternativos (esto es, hipótesis alternativas). Aproximadamente así es como describe Gernsbacher (1990: 101 y ss.) la comprensión del lenguaje, a partir de su marco de construcción de la estructura (Structure Building Framework) que sintetiza en buena medida los elementos que hemos ido presentando y los pone en funcionamiento:30 According to the Structure Building Framework, the goal of comprehension is to build a coherent mental representation or «structure» of the information being comprehended. Several component processes are involved. First, comprehenders lay foundations for their mental structures. Next comprehenders develop their mental structures by mapping on information when that incoming information coheres with the previous information. However, if the incoming information is less coherent, comprehenders engage in another cognitive processes: They shift to initiate a new substructure. So, most representations comprise several branching substructures. The building blocks of these mental structures are memory cells. Memory cells are activated by incoming stimuli. Initial activation forms the foundation of

30. Aunque, para nuestros efectos, esta presentación resulte suficiente, no podemos dejar de señalar que la producción teórica sobre este tipo de asuntos es ciertamente abundante, las discusiones son extraordinatiamente complejas y, de hecho, podría cuestionarse muy fácilmente la aparente armonía de nuestro discurso, al poner en relación diferentes referencias teóricas que, en realidad, no resultan tan fáciles de conciliar (a pesar de las similitudes obvias que encontramos entre la descripción de Minsky y la de Gernsbacher que aquí reproducimos, por ejemplo). Sirva como ilustración este texto de Luque y otros (1999: 58-59) a propósito, precisamente, del modelo de Gernsbacher: «Como vemos, identificar y especificar qué tipo de transformaciones y elaboraciones realiza el sistema cognitivo para conectar estas dos fuentes de información [la entrada textual y los conocimientos previos] e interpretar semánticamente el resultado, es un asunto crítico para las teorías de la comprensión. Según la mayoría de los autores, esta conexión se realiza mediante la construcción de niveles de representación cada vez más elaborados y es, precisamente, la cantidad y naturaleza de estas representaciones, lo que ha dado lugar a posiciones más o menos diferenciadas. Desde quienes defienden que no es necesario distinguir niveles de representación semántica específicos del procesamiento de la información escrita […] hasta propuestas que se derivan de teorías generales sobre el funcionamiento cognitivo, […] que ofrece[n] explicaciones sobre qué computaciones y qué tipo de representaciones son necesarias y suficientes para construir una interpretación semántica coherente de un texto». O véanse las siguientes observaciones, mucho más crudas, de la propia Gernsbacher (1990: 230): «Are the mental structures and substructures proposed by the Structure Building Framework the same as the mental model or situational models proposed by Johnson-Laird (1983) and Van Dijk and Kintsch (1983)? I cannot answer that question here.»

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mental structures. Once the foundation is laid, subsequent information is often mapped on to a developing structure because the more coherent the incoming information is with the previous information, the more likely is to activate similar memory cells. In contrast, the less coherent the incoming information is, the less likely it is to activate similar memory cells. In this case, the incoming information might activate a different set of cells, and the activation of this other set of cells forms the foundation for a new substructure. Once memory cells are activated, they transmit processing signals either to enhace (boost or increase) or to suppress (dampen or decrease) other cells’ activation. In other words, two mechanisms control the memory cells’ level of activation: Enhacement and Suppression. Memory cells are enhaced when the information they represent is necessary for further structure building. They are suppressed when the information they represent is no longer as necessary.31

Para las aproximaciones cognitivas al procesamiento de la información en general y al lenguaje en particular, como acabamos de ver, la comprensión sería el resultado de una negociación entre el input y los conocimientos previamente almacenados en nuestra mente. De ese modo, el sentido textual no sería, en absoluto, una patrimonio del texto físico (el que perciben nuestros sentidos), sino que este se limitaría a actuar como un conjunto de indicios para el procesamiento, que serían confrontados con modelos formados por nuestros conocimientos y experiencias previamente interiorizados, para (re)generar o reproducir un modelo adecuado para la situación comunicativa presente. Ello explicaría, por ejemplo, la posibilidad de que existan diferentes lecturas de un mismo texto, no solo entre individuos diferentes sino también por parte de un mismo sujeto en diferentes momentos y situaciones de su propia vida, en la medida en que ambos casos presuponen la interiorización de diferentes estructuras y patrones de conocimientos.

- El contexto y los modelos contextuales Por lo tanto, los modelos mentales deben incluir información relevante sobre los participantes en el intercambio comunicativo, sobre las expectativas de los mismos, la función pretendida para el intercambio, el modo adecuado

31. Aunque aquí no desarrollaremos ese aspecto, consideramos que existe un paralelismo evidente (y creemos que interesante) entre el mecanismo postulado para la activación de las células de memoria (memory cells) en la descripcion de Gernsbacher del procesamiento textual y el modelo del logogen, postulado por John Morton (1969) para el reconocimiento de palabras.

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en que debe desarrollarse, las circunstancias particulares en que ocurre, etc. Todo ello constituiría el auténtico escenario sobre el que operarían el procesamiento textual y la construcción del sentido. Desde este punto de vista, parece inevitable asociar ese cuerpo de conocimientos con aquello que suele entenderse por contexto. Recordemos que la definición más habitual de este concepto lo identifica aproximadamente con las circunstancias externas en que tiene lugar el evento comunicativo, como en este ejemplo (Heath y Bryant, 2000: 85): Context can be thought as the place or conditions under which communication transpires; it can also be defined as the relationship between communicants. A doctor’s office is a context; in this instance, the nonverbal decoration and arrangement of the office are part of context. Doctor-patient communication is a context. In organizational communication, superior-subordinate relationships are a context. If a subordinate is reprimanded in front of fellow employees, that context is different that if the counseling occurs in the privacy of the boss’ office.

Recuérdese, por otro lado, que no es infrecuente establecer clasificaciones para distinguir los diferentes tipos de contexto, como lo hace Deborah Schiffrin (1987), al distinguir: • los contextos cognitivos, de los que formarían parte el conocimiento y la experiencia pasada de los individuos; • los contextos culturales, que tendrían que ver con los significados y con las visiones del mundo que comparte una misma comunidad; • los contextos sociales, que se definirían a partir de los diferentes tipos de interacción, en función del nivel más o menos institucionalizado del intercambio (y que probablemente estarían directamente relacionados con fenómenos pragmáticos como la cortesía o la variación con respecto al uso: los registros de la lingüística sistémico-funcional).32 Tanto los segundos como los terceros constituirían el cuerpo de conocimientos que no se cuestiona, aquello que damos por supuesto en la actividad

32. Con las palabras de Schiffrin (1987: 4), «Thus, I assume that language always occurs in some kind of context, including cognitive contexts in which past experience and knowledge is stored and draw upon, cultural contexts consisting of shared meanings and world views, and social contexts through which both self and others draw upon institutional and interactional orders to construct definitions of situation and action».

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comunicativa y que, por lo tanto, nunca es necesario explicitar, salvo en los casos en los que interactuamos con personas que no lo poseen (como los niños o los miembros de otras culturas). Se trataría, pues, de un subconjunto del conocimiento enciclopédico individual que compartiría aproximadamente cada individuo con la comunidad de la que es miembro. Decimos «aproximadamente» porque es obvio que el conocimiento del mundo (incluso el socialmente compartido), difiere entre persona y persona, aún cuando sea lícito postular su carácter intersubjetivo, dado que la interacción social y la comunicación son, de hecho, posibles. Parece obvio, por cierto, que esa posibilidad será más notable cuando se trate de individuos que pertenezcan a las mismas comunidades (ya sean culturales, lingüísticas, profesionales o familiares, por ejemplo), circunstancia que es inevitable poner en relación con las intuiciones reflejadas en la hipótesis Sapir-Whorf, cuando menos su versión moderada (aunque aquí no profundizaremos en ello). Por supuesto, el valor de las distinciones como la que proponía Schiffrin debe tomarse con cautela, dado que, por ejemplo, la delimitación entre los contextos culturales y los contextos sociales resultaría ciertamente difícil de establecer, y, en realidad, desde el punto de vista que estamos considerando, todos ellos formarían parte del bagaje individual (todos serían, en cierta medida, contextos cognitivos). Sin embargo, la clasificación tiene para nosotros el valor de recordarnos que el procesamiento adecuado del lenguaje natural resulta inimaginable si se prescinde de su dimensión social (al margen, por supuesto, de lo que pueda opinar alguna ortodoxia generativista). En su producción de los últimos años, Teun Van Dijk se ha dedicado, precisamente, a desarrollar una teorización sobre el concepto de modelos contextuales (o modelos del contexto). Para nuestros efectos, el aspecto más revolucionario de la propuesta consiste en considerar al contexto no como algo externo, sino como una representación mental, de la que se afirma, entre otras cosas, que tiene un carácter esquemático (Van Dijk, 2008: 16-17): Contexts as mental models consists of schemas of shared, culturally based, conventional categories, which allows fast interpretation of unique, ongoing communicative events (Van Dijk, 1981; Van Dijk and Kintsch, 1983). Without such cultural schemas and categories, participants would not be able to understand, represent and update sometimes vastly complex social situation in real time, that is, in (fractions of) seconds. Such categories are, for instance, Time, Place, Participants (and their various Identities or Roles), Action, Goals and Knowledge.

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Y también tienen un carácter social: Although contexts are unique, subjective definitions of communicative situations, their structures and construction obviously have a social basis, for instance in terms of the shared social cognitions (knowledge, attitudes, ideologies, grammar, rules, norms and values) of a discourse community, as is also the case for the schematic categories that define the possible structures of contexts. This means that contexts also have an important intersubjective dimension that allows social interaction and communication in the first place.

Resulta inevitable, pensamos, poner en relación los modelos contextuales de Van Dijk con el concepto de contexto que manejan Sperber y Wilson,33 para teorizar sobre su principio de relevancia. Recuérdese que, para estos autores (1986: 15-16): The set of premises used in interpreting an utterance (apart from the premise that the utterance in question has been produced) constitutes what is generally known as the context. A context is a psychological construct, a subset of the hearer’s assumptions about the world. It is these assumptions, of course, rather than the actual state of the world, that affect the interpretation of an utterance. A context in this sense is not limited to information about the immediate physical environment ot the immediately preceeding utterances: expectations about the future, scientific hypotheses or religious beliefs, anecdotal memories, general cultural assumptions, beliefs about the mental state of the speaker, may all play a role in interpretation.

Sabemos que la comprensión y la producción textual no ocurren en el vacío, sino que responden siempre a los requisitos de una determinada situación comunicativa. Y asumimos que su procesamiento implica el desarrollo de un constructo mental, al que podemos llamar modelo contextual, que no tiene por qué representar toda la situación comunicativa completa, pero sí, desde luego, aquellos elementos de la misma que resulten socialmente relevantes. Podemos concluir fácilmente que los modelos contextuales constituirían una estrategia para optimizar nuestros (limitados) recursos de procesamiento. Así, para Givón (2002: 256-258):

33. Una vez más, debemos advertir que el uso de los conceptos que manejamos no es tan pacífico como pudiera aparecer a partir de la lectura de estas páginas (ni mucho menos, en realidad). Sobre las diferencias entre el concepto de relevancia, en el uso que hacen del mismo Sperber y Wilson, por una parte, y Teun van Dijk por la otra, v. los comentarios de este último en Van Dijk (2008: 78-79, sin olvidar la nota 1).

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Like all other types of reality, the communicative context is a highly selective mental construct, one that presumably retains only the relatively few facets of ‘objective’ reality that: • are relevant to the communicative task at hand; and • attain activation via the relevant attentional system […] Since only a portion of the ‘objective’ context is likely to be relevant at any given moment, and since focal attention is a limited mental resource, our selective attention systems are guided by rigurous computations of relevance, be they explicit or implicit. Otherwise our mental processors will be overwhelmed in an instant. Relevance computations, whether implicit or explicit, are the zoom-lens of focal attention and the gateway to mental representations

- Tipos textuales y géneros: comunicación ostensiva y eficacia cognitiva Es fácil prever, en un nivel mucho más práctico, que tanto el contenido como la forma de los diferentes textos reflejarán esa circunstancia, que permitirá optimizar la eficacia comunicativa, al crear en los participantes en la interacción una determinada estructura de expectativas, a partir de la previsibilidad de la ocurrencia de una dada forma discursiva en una dada situación social (orientando la comprensión) y, al contrario, dada la conveniencia de utilizar unos determinados recursos, y no otros, para generar una producción discursiva adecuada a una circunstacia social específica (orientando la producción). Nuevamente con las palabras de Van Dijk (2006: 165) «Contexts – defined as mental constructs of relevant aspects of social situations – influence what people say and especially how they do so». De modo que, aparentemente, esa circunstancia se compadecería bastante bien con la agrupación de las producciones textuales en clases distintas. En efecto, la existencia de formas textuales convencionalizadas, socialmente reconocidas, proporcionaría siempre al emisor experto la estrategia más adecuada para llevar a cabo con la máxima eficacia su intención comunicativa. Y, de un modo complementario, daría indicios valiosos al receptor para procesar las informaciones recibidas de la forma más eficaz. Esa sincronización comunicativa a la que sirve la existencia de formas textuales estandarizadas susceptibles de ser reconocidas como tal con un valor comunicativo y social determinados constituye una garantía de relevancia en el contrato comunicativo que se establece entre el emisor y el receptor, en los términos de Sperber y Wilson. En efecto, el uso de esas formas sería claramente un modo de comu-

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nicación ostensivo-inferencial, aquel que «consists in making manifest to an audience one’s intention to make manifest a basic layer of information.» (Sperber y Wilson, 1986: 54). Desde nuestro punto de vista, los tipos textuales parecen constituir un inventario cerrado (independientemente de las etiquetas que usemos para designarlos: descriptivos, argumentativos, directivos... de acuerdo con su intención retórica), precisamente porque la falta de límites, aunque fueran difusos, anularía su función principal: ayudar a coordinar los esfuerzos de procesamiento y garantizar la máxima relevancia mediante el recurso a esquemas compartidos. Incluso así, la comunicación sigue siendo un fenómeno extraordinariamente complejo (en realidad, improbable), dado que, como también nos recuerdan Sperber y Wilson (1986: 16): While it is clear that members of the same linguistic community converge on the same language, and plausible that they converge on the same inferential abilities, the same is not true of their assumptions about the world. True, all humans are constrained by their species-specific cognitive abilities in developing their representation of the world, and all members of the same cultural group share a number of experiences, teachings and views. However, beyond this common framework, individuals tend to be highly idiosyncratic. Differences in life history necessarily lead to differences in memorised information.

Al margen de estas consideraciones, parece lógico imaginar que la codificación sociocultural de los modelos textuales deberá alcanzar siempre el nivel jerárquicamente superior (el más abstracto), para permitir que la mayor parte de los miembros de una comunidad pueda (re)conocer las formas textuales estereotipadas más comunes (la intención retórica, como antes apuntábamos), una herramienta esencial para interactuar comunicativamente con eficacia. De modo complementario, en el nivel jerárquicamente inferior (el de los géneros) encontraríamos las situaciones comunicativas más específicas, delimitadas por unas convenciones sociales mucho más concretas, cuyo nivel de reconocimiento sería directamente proporcional al grado de experiencia de los usuarios. Así, la mayor parte de las personas distinguen con relativa facilidad los textos directivos de los instructivos o los expositivos (aunque no tengan por qué utilizar estas designaciones técnicas y se refieran, simplemente, a «textos que invitan a hacer cosas», «textos que enseñan cómo hacer cosas» o «textos que explican cosas», por ejemplo); muchas menos conocen las convenciones necesarias para redactar una instancia; y muy pocas conocen las convenciones propias de una patente o de un recurso de reposición, aunque cualquier lector experto pudiera llegar a reconocer en ellos secuencias de carácter expositivo o direc-

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tivo, por ejemplo. El reconocimiento y uso de los tipos de texto supone una especie de nivel básico de conocimientos por parte de las personas que forman parte de una comunidad discursiva (más abajo volveremos sobre este concepto) mientras que el reconocimiento y uso de los géneros supone un nivel avanzado en los mismos. A medida que aumenta la especificidad de estas estructuras, crece también la nitidez de las expectativas sobre el texto que será procesado: una patente o un recurso admiten poca variación formal para que tengan efecto. El nivel de especificidad es directamente proporcional al nivel de codificación, lo que constituye una extrategia cognitiva óptima para economizar recursos de procesamiento. En consecuencia, aunque sea cierto que la codificación social también debe alcanzar el nivel jerárquicamente superior en la modelización textual, como antes apuntábamos, esa codificación gana en rigidez a medida que pierde en abstracción: puede construirse una variedad casi infinita de textos de tipo directivo, pero desde luego no hay lugar a tanta variación al redactar un requerimiento notarial. Así, no siempre será posible distinguir nítidamente los tipos de texto (se trataría de grandes categorías con perfiles borrosos). En la práctica, de hecho, la situación más común es la de encontrarnos con textos híbridos, en los que se alternan secuencias instructivas con secuencias directivas, expositivas, etc. (en línea con las opiniones de J. M. Adam [1991] sobre la necesidad de tomar en consideración secuencias más que tipos puros de texto). Sin embargo, será fácil para el común de los usuarios distinguir entre un documental televisivo y una telenovela, o también, aunque solo para los usuarios expertos en esa área, entre un recurso contencioso administrativo y un recurso de alzada. En resumen, de todo lo anterior se deduciría la conveniencia de tomar en consideración esos diferentes grados de abstracción y rigidez. Los tipos textuales se corresponderían con la máxima abstracción (o la mínima concreción) y la mínima rigidez, y los géneros textuales con la mínima abstracción (o la máxima concreción) y la máxima rigidez. El común de los usuarios es capaz de distinguir intuitivamente tipos de texto. El dominio de las convenciones genéricas, sin embargo, queda reservado para los usuarios que poseen las destrezas comunicativas necesarias para cada dominio específico. La opinión que acabamos de expresar se corresponde, de manera bastante aproximada, con las siguientes palabras de Van Dijk (1978: 143): Podríamos decir, dentro de ciertos límites, que una persona puede hablar y entender su lengua, sin que por ello tenga que estar capacitada para narrar. Por otro lado, tampoco sería muy útil para un hablante conocer las reglas de la gramática sin saber reproducir los sucesos cotidianos con una narración

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correcta o sin poder comprender lo que otros cuentan. Es decir, que también hay que dominar las reglas en que se basan las superestructuras, y estas reglas pertenecen a nuestra capacidad lingüística y comunicativa general. Por consiguiente, supondremos que como mínimo una serie de tipos de superestructuras poseen un carácter convencional, es decir que la mayoría de hablantes de una comunidad lingüística las conoce o reconoce. En seguida veremos que esa comunidad lingüística puede ser bastante limitada, como por ejemplo las comunidades de técnicos, ya que no todo el mundo puede escribir un soneto, predicar o redactar y comprender un artículo psicológico.

Con la cita anterior recuperamos el hilo del inicio de este (ya largo) epígrafe sobre el procesamiento textual. Recordemos que lo habíamos iniciado con la intención de explorar el último de los elementos del núcleo básico, la lista de contenidos que postulábamos para las especialidades de la traducción, a la busca de un criterio para delimitarlas. Como habíamos visto, tenía que ver con la producción textual de cada una de ellas o, como se recogía explícitamente en alguno de los programas académicos que examinábamos, con el conjunto de géneros textuales cuya producción las caracterizaría. Podemos empezar a listar y matizar las características de ese tipo de estructuras, a partir de los elementos que hemos ido presentando en nuestra exposición precedente y de algunos referentes teóricos más. Así, creemos poder afirmar que los géneros: • Se corresponden con un tipo de acontecimiento comunicativo. El criterio fundamental a la hora de considerar como género a una serie de acontecimientos comunicativos es la existencia de un conjunto de objetivos comunicativos compartidos (Swales, 1990: 45-49). • Tienen carácter esquemático. Son evocados en la construcción de los modelos mentales que se generan durante el procesamiento de la información, para orientarla (y restringirla), en la producción y la comprensión. Como afirma Bauman (2001: 58): […] a genre is a speech style oriented to the production and reception of discourse (cf. Hanks 1987). More specifically, a genre is a speech style oriented to the production and reception of particular kind of texts. A text, as we use the term, is a bounded, formally regimented, internally cohesive stretch of discourse that may be lifted out from its immediate discursive environment and recontextualized in another. When an utterance is assimilated to a particular genre, the process by which it is produced and interpreted is mediated through its relationship with prior texts. The invocation of a generic framing device such as «Once upon a time» carries with it a set of expectations concerning the

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further unfolding of the discourse, indexing other texts initiated by this opening formula. These expectations constitute a textual model for creating cohesion and coherence, for producing and interpreting particular constellations of features and their formal and functional relations, that is, for generating textuality.

• Son ejemplos de comunicación ostensiva. Su uso constituye un sistema de optimizar los recursos cognitivos durante el procesamiento de la información. • Son rígidos: resultan o bien de una codificación social explícita, o bien del sedimento de prácticas sociales reiteradas. Con esta afirmación nos estaríamos aproximando a la perspectiva sociolingüística del estudio del género que, para Charles Ferguson (1994: 21), partiría de esta premisa básica: A message type that recurs regularly in a community (in terms of semantic content, participants, occasions of use, and so on) will tend over time to develop an identifiyng internal structure, differentiated from other message types in the repertoire of the community.

Esa rigidez debe ser entendida, además, como una forma de exigencia, que podemos entender como «a form of social knowledge –a mutual construing of objects, events, interests, and purposes that not only links them but also makes them what they are: an objectified social need» (Miller, 1984: 157). • Su rigidez se manifiesta en las superestructuras en que se organiza y, en cierta medida, en el tipo de macroestructuras que pueden alojar. Sin embargo, no todos los ejemplares de un género presentan el mismo grado de idoneidad para representarlo. Con las palabras de Swales (1990: 49-54), no todos ellos poseen idéntico nivel de prototipicidad. Debe entenderse aquí «prototipicidad» con el valor que tiene en los estudios de Rosch (1975), como el grado de semejanza con el representante ideal de una categoría, entendida como semejanza de familia (un continuo) y no como la posesión de un mayor número de atributos atómicos (una serie discreta), como indicábamos en las primeras secciones de este trabajo. • Su rigidez avanza a medida que lo hace su grado de especialización. De ese modo, aunque la complejidad de su procesamiento pueda parecer mayor, en realidad lo es solo para los no especialistas. Como afirma Bhatia (1993: 15) glosando a Swales:

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Is is often found that the members of professional or academic community have greater knowledge of the conventional purpose(s), construction and use of specific genres than those who are not-specialists. That is why expert genre writers often appear to be more creative in the use of genres they are most familiar with than those who are outside the specialist community. Obviously, one needs to be familiar with the conventions of the genre before one can exploit them for special effects.

• Su grado de especialización es inversamente proporcional al número de individuos de una comunidad que deben procesar frecuentemente el tipo de información al que se refieren. Para Swales (1990: 54): [...] knowledge of the conventions of a genre (and their rationale) is likely to be much greater in those who routinely or professionally operate within that genre rather than in those who become involved in it only occasionally. In consequence, active discourse community members tend to have the greatest genre-specific expertise – as we often see in interactions between members of a profession and their client public.

• No son independientes del contexto, entendido como modelo mental, sino que forman parte de él. Contienen toda la información necesaria para ser procesados, exceptuando la local. Con las palabras de Paltridge (2002: 89), «Genre knowledge also includes an understanding of the social and cultural contexts in which genres are located, as well as how these factors impact upon the language choices made within them».

- La (in)utilidad de los géneros en la delimitación de las especialidades Desde el punto de vista que nos ocupa, la relevancia de los géneros a la hora de delimitar las especializaciones sectoriales de la traducción-disciplina, podemos empezar por recordar que, desde luego, la traducción, como actividad profesional, tiene lugar en el nivel de los géneros y no en el de los tipos, aunque por supuesto la identificación de la intención retórica no sea en absoluto desdeñable (sino esencial). En efecto, no resultaría concebible pensar en especializaciones a partir de un alto nivel de abstracción, propio de los tipos, tal y como los habíamos caracterizado. En realidad, como apunta Paltridge (2002: 76-77):

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Genre and text type [...] deal with aspects of language in different ways. This distinction is somewhat similar to the distinction that systemic genre analysts are now making between what they term elemental genres […] and macrogenres; that is, between smaller text types such as «narratives», «anecdotes», «recounts», «arguments», «reports», «explanations», «expositions», «descriptions», «instructions», «procedures», and «discussions» that together make up larger, more complex texts, or macro-genres, such as news stories and laboratory and research reports […] A similar distinction is also made in the area of translation studies where genres are described as conventionalized forms of texts that reflect the communicative goals of particular social situations (such as novels, poems, editorials, jokes, advertisements, recipes and news broadcasts), and text types are more basic kinds of rhetorical expression (such as argumentative, expository, instructional, informative, persuasive, and descriptive type texts; see Colina 1977; Hatim & Mason 1990).

Asumiendo esta distinción, por ejemplo, no parecería descabellado graduar la progresión del aprendizaje de la traducción, partiendo desde los tipos textuales para alcanzar algunos géneros. El recorrido de los tipos a los géneros sería similar, en cierta medida, al que llevan a cabo las personas cuando se socializan discursivamente, como nos recuerda Carolyn Miller (1984: 157) con esta síntesis de las opiniones de M. a. k. Halliday en una perspectiva evolutiva sobre el género: [...] the situation type is the developmental basis for meaning. In his work on the development of language in the child, Halliday finds that the child first learns a restricted set of functions that language can accomplish: «The child’s uses of language are interpretable as generalized situation types; the meanings that he can express are referable to specific social contexts.» […] These original, limited uses of language expand as the child encounters and conceives a wide variety of social contexts, and «the adult has indefinitely many uses of language» («Learning to Mean», p. 253).

En efecto, dado que los géneros representan un nivel superior de concreción y especificidad que los tipos, el trabajo con los primeros se beneficia del fenómeno de la herencia (inheritance), «la transferencia de conocimientos entre elementos de tipos o de subtipos similares» a la que se refieren Beaugrande y Dressler (1981: 144-146).34 Se trataría, en nuestro caso, del

34. Para ser rigurosos, debemos apuntar que Beaugrade y Dressler no utilizan en el pasaje citado el concepto de herencia para glosar la relación entre tipos y géneros, sino para explicar el

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hecho de que los segundos, en efecto, hereden características de los primeros, que permiten reconocerlos como miembros de la clase, de un modo semejante al que tienen de asemejarse los elementos de una categoría y el prototipo en la semántica cognitiva (cfr. nuevamente Rosch, 1975). Así, para Paltridge (1995: 396): The relationship between inheritance of properties and prototypes is further expanded upon by Hudson who describes the «inheritance-of-properties principle» as being «of great benefit not only to practising linguists (who can use it for making generalizations), but also to the practising speaker/hearer» as the speaker/hearer gains «access to the information they already have about the model as soon as they link the instance to the model» (Hudson, 1984: 16).

Por supuesto, en la formación de traductores también resulta imaginable el recorrido contrario, que consistiría en llegar a inferir el nivel más abstracto a partir de los casos más específicos. Y está claro que también parece evidente la posibilidad de transferir conocimientos entre miembros de un mismo género. Las consecuencias de orden pedagógico son evidentes en todos los casos. De hecho, la común práctica habitual en traducción de buscar documentos paralelos en la lengua de llegada también está basada en la herencia, al lado de la constatación de la falta habitual de correspondencia exacta entre los géneros originales y las que deberán ser sus traducciones. Se asume, en realidad, que el ejemplar utilizado como modelo representará suficientemente bien al conjunto de ocurrencias pasadas o futuras de su clase, quizás manteniendo algunas propiedades y obviando otras. En último extremo, se trata de una práctica basada en la analogía, un recurso cognitivo fundamental en los procesos de resolución de problemas. Como recuerda Parkin (2000: 283-284), a otro nivel: Analogies play an important role in scientific discovery and [...] psychology has had to rely heavily on analogy to tackle a range of theoretical problems. Use of analogy–usually referred to as analogical mapping or analogical transfer–is also of great importance to human problem solving more generally because it gives us immense flexibility when trying to seek the answer to a problem.

funcionamiento de los modelos procedimentales del conocimiento (procedural models of knowledge), aunque nos parece perfectamente adecuado y aplicable al caso que a nosotros nos ocupa.

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El uso de este tipo de estrategias responde, como hemos apuntado, al hecho de que las convenciones genéricas estén culturalmente determinadas. De modo que el intento de transferir literalmente una estructura genérica entre dos lenguas (o, más propiamente, entre dos comunidades discursivas) tendrá generalmente el mismo grado de éxito (de fracaso) que el de obtener textos adecuados limitándose a reemplazar las piezas léxicas originales por sus correspondientes estructurales en la lengua de llegada (lo que se conoce comúnmente como traducción palabra a palabra). Desde ese punto de vista, cualquier intento de delimitar las especializaciones de la traducción-disciplina a partir de criterios genéricos tropezaría con un primer obstáculo obvio: ¿a qué comunidad discursiva (más abajo volveremos sobre este concepto) deben pertenecer los géneros? ¿A aquella en la que se generó el texto original, a aquella que debe recibir el texto traducido o –si ello fuera posible– a ambas al mismo tiempo? Pero no sería esta la única complicación. Recordemos que más arriba sosteníamos que no parecería descabellado graduar la progresión del aprendizaje de la traducción partiendo desde los tipos textuales para alcanzar algunos géneros. Decíamos «algunos» porque, mientras que el número de los primeros sería mucho más limitado (quizás hasta pudiera pensarse en algo parecido a su carácter universal), el de los segundos es potencialmente infinito, lo que convertiría su clasificación e inventario exhaustivo en un trabajo ciertamente complejo. En efecto, no parece muy razonable intentar etiquetar todas las posibles manifestaciones textuales, pasadas y futuras, de una comunidad... a menos que esta sí que esté muy claramente delimitada (también volveremos sobre ello). Cualquier intento de hacerlo, de todos modos, topará con la necesidad de establecer diversos niveles de especificidad discursiva, como lo hacen García Izquierdo y Borja (2008: 8), aunque la fijación de las clasificaciones resultantes (macrogénero, género, subgénero, en este caso) no parezca exenta de dificultades, como anticipábamos en las primeras secciones: In order to demonstrate the process, we can take a look at the subcorpus of legal genres. In this field we initially took Borja’s proposed classification for legal texts (1998), which was obtained from grouping legal texts into categories, taking into account their discursive situation, the participants in the act of communication, the tone it uses, and its purpose. This classification schema was the result of studying the various existing Law Thesauri and numerous consultations with professors of Law, practicing lawyers, law librarians and legal translators. In this way an initial list of Spanish and English genres was obtained. Subsequently, the research undertaken by Monzó and Borja (Monzó and Borja, 2000) identified the need to work with different trees of genres for each type of legal system and at present, after several years of

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research in the gentt group, three legal trees of genres are being used: continental or civil Law, Anglo-American or Common Law and eu Law. The present organization of this corpus for the legal section, for instance (Legal system - Macrogenre - Genre - Subgenre) generates a classification that is extremely useful for the specialized writer/translator, who can easily place the text on which they are working in the tree of genres and compare it with the equivalent genre in the legal system of the target language.

En realidad, la heterogeneidad de las soluciones con que diferentes centros educativos pretenden concretar el alcance de las especialidades, que constatábamos al inicio de este epígrafe, sería un claro síntoma tanto de la dificultad de cerrar ese inventario como de llegar a algún tipo de consenso sobre ese asunto. No deja de resultar previsible, dado que los géneros, entendidos como el máximo nivel de concreción de la producción y del procesamiento textual, no son disociables de sus contenidos (organizados en sus macroestructuras). Si los contenidos temáticos resultaban imposibles de compartimentar e inventariar (por lo menos exhaustivamente), todo parece indicar que su concreción genérica también deberá heredar esa condición (a menos que que se postule el carácter atemático de los géneros, lo que abriría la puerta a problemas de mucha más enjundia). En un manual universitario dedicado al comentario de textos, Bordons, Castellà y Costa (1998) sintetizan, de una forma muy sencilla, buena parte de lo que hemos pretendido argumentar en las páginas precedentes (1998: 6-7): Els gèneres són formes textuals definides principalment per les seves característiques socioculturals. [...] Els gèneres són reconeguts pels parlants segons el seu format extern i segons els paràmetres situacionals en què se solen produir. De manera secundària, també es caracteritzen per uns trets textuals i lingüístics, que no els defineixen, sinó que simplement hi estan associats. Constitueixen una llista oberta i es poden classificar per àmbits d’ús (acadèmic, professional, mitjans de comunicació, etc.) […] El nombre de gèneres existents en cada cultura és molt gran i, de fet, no es pot determinar amb exactitud, ja que sempre es podrien fer noves subdivisions dels gèneres definits. Així, dins de la denominació article científic podríem distingir entre els teòrics, els experimentals, els divulgatius, els especulatius, etc. Però, des d’un altre punt de vista, podríem subdividir-los segons el camp d’estudi: matemàtiques, biologia, química, història, filologia, etc. El grau de detall de la subdivisió dependrà sempre de l’objectiu [...] amb què s’abordi la classificació.

Por otro lado, llegados a este punto, y para acabar de situar el problema en sus justos términos, nos parece interesante detenernos sobre un concepto que ya ha aparecido en nuestra exposición, y en el que ahora queremos profundizar. ÍNDICE 159

Se trata del de comunidad discursiva. Debemos señalar, de entrada, que comunidad discursiva y comunidad lingüística no son en absoluto conceptos intercambiables. El segundo procede del ámbito de la (socio)lingüística y, por simplificar, podemos considerar que designa a grupos humanos caracterizados por compartir un mismo código lingüístico.35 El primero ha sido caracterizado por Swales (1990: 24-29) como aquella comunidad que comparte una serie de objetivos públicos; posee mecanismos para que sus miembros puedan interactuar comunicativamente y estos son utilizados efectivamente para ese fin; cuenta con uno o más géneros comunicativos para sus propósitos y dispone, además, de un inventario léxico específico. A la vista de lo apuntado en epígrafes anteriores, podríamos inferir que se trata de grupos de individuos que comparten un bagaje cognitivo similar, en lo que se refiere a los esquemas discursivos que utilizan para generar y para procesar la información textual. Esos esquemas presuponen, como hemos visto, mucho más que la posesión de una lengua común (aunque ese tampoco sea un asunto trivial). Todos esos individuos poseen mecanismos psicológicos (modelos mentales, modelos contextuales) que les permiten gestionar de manera adecuada superestructuras en diversos niveles de especialidad, así como los conocimientos necesarios para hacer lo propio con los contenidos macroestructurales que contienen. Partiendo de esas premisas resultará obvia, además, la existencia de diversos niveles de comunidad discursiva: por ejemplo, las personas que comparten una misma lengua, las que viven en un mismo estado, las que practican una misma profesión e incluso los miembros de una misma familia. Desde nuestro punto de vista, ninguna de estas distinciones es trivial, dado que, como es fácil concluir, la traducción, probablemente, no tendría lugar entre lenguas o entre textos, ni siquiera entre culturas, sino siempre entre comunidades discursivas. En términos prácticos, el grado de concreción de una especialidad como traducción médica inglés-español es ciertamente limitado, si tenemos en cuenta nuestras observaciones anteriores. En efecto, las comunidades discursivas inglesa o española, esto es, el conjunto de individuos que simplemente hablan esas lenguas, comparten un bagaje cognitivo básico,

35. Es obvio que la simplificación no hace justicia a la densidad del concepto. Desde su uso inicial por parte de Leonard Bloomfield (1933: §3) hasta nuestros días, podemos registrar un número considerable de definiciones y discusiones sobre este asunto. R. Hudson (1980: 35-40) ha compilado algunas de ellas en un trabajo más ambicioso. Merece la pena señalar que el propio autor reconoce, al final de su exposición, que «[...] es posible que las comunidades lingüísticas no existan realmente en la sociedad más que como prototipos en la mente de la gente, en el cual caso [sic] la búsqueda de la ‘verdadera’ definición de ‘comunidad lingüística’ es simplemente como la caza de un fantasma» (1981: 40).

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alrededor del nivel de los tipos y el de los géneros más comunes (en el conjunto del dominio lingüístico, por supuesto) que, por definición, tienen poco de especializado. En realidad, la traducción de documentos relacionados con la investigación y la práctica médica suelen tener como destinatarios a miembros de una comunidad discursiva mucho más específica, por ejemplo la que constituyen aquellas personas que se dedican profesionalmente a la medicina, y dentro de ella los especialistas de alguna área concreta, como puede ser la obstetricia o la medicina forense. Por supuesto, el uso de categorías como textos médicos tropieza claramente con un obstáculo semejante. Podemos imaginar una compleja jerarquía de niveles de géneros, que incluya el aviso a la población de Kingston sobre medidas de prevención sexual, un consentimiento informado en el Estado de Utah, un artículo sobre esclerosis amiotrófica lateral para The Lancet o la página web del Royal London Hospital. El carácter de texto (/género) médico de todos ellos estaría referido, como mucho, al uso de un inventario léxico específico, pero imaginar que fueron creados por y para una misma comunidad discursiva homogénea parecería obviamente abusivo. Además, las designaciones para los conjuntos de géneros son, desde luego, arbitrarias. Significativamente, Swales (1990: 54) nos recuerda que «A discourse community’s nomenclature for genres is an important source of insight». Y sabemos que géneros (o textos) médicos no es más que una abstracción... pero ¿cuál es su valor real, si prescindimos de mayores concreciones, eso es, si obviamos la referencia a la(s) comunidad(es) discursiva(s) correspondiente(s)? A la vista de los comentarios precedentes, podemos imaginar que el núcleo básico de las especialidades al que nos referíamos unas páginas más arriba necesitaría de un nivel superior de especificidad para ser realmente operativo. En efecto, hablar de «contenidos relacionados con la producción textual característica de la especialidad» solo tiene sentido si delimitamos con tanta precisión como resulte posible la comunidad discursiva especializada a la que nos estamos refiriendo, de modo que podamos determinar también (en la medida que sea posible) los géneros que la definen (en sintonía con la definición de Swales). No obrar de ese modo supone denominar traducción (o comunicación) especializada a algo que, en realidad, no lo es (como mucho, estaría delimitada temáticamente, con las objeciones que ya hemos analizado). De hecho, ese nivel superior de concreción también resultaría útil para el resto de elementos del núcleo básico (terminología, documentación, contenidos temáticos), aunque la producción textual los sintetice de algún modo. Por supuesto, el mero uso de etiquetas académicas diferentes (con inde-

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pendencia del nivel de abstracción que pretendan alcanzar), lejos de solucionar el programa, contribuye a dejar en evidencia la precariedad epistemológica de la solución. Lo que consigue, en realidad, es subrayar una constatación a la que nos hemos referido en diversas ocasiones: la codificación académica de un espacio es un criterio útil (aunque circular) para delimitar especialidades en la práctica, pero no nos permite deducir, sin más, que la clasificación resultante sea nítida e indiscutible. Si esta existiera, no tendría sentido referirse, como lo hacen Montalt, Ezpeleta y García de Toro (2005: 7) a la existencia de géneros híbridos susceptibles de ser abordados por materias diferentes, con algún ejemplo que nos resultará familiar: Una de las posibilidades de asegurar el enlace directo entre asignaturas no necesariamente afines, como traducción científico-técnica, traducción audiovisual o traducción jurídica es utilizar géneros híbridos que se encuentren a caballo entre los tipos de traducción mencionados. Por ejemplo, la traducción de un documental televisivo sobre la enfermedad de Parkinson serviría para enlazar metodológicamente las asignaturas de traducción audiovisual y de traducción científico-técnica. De igual modo, la traducción de un consentimiento informado (género que se utiliza en entornos hospitalarios para contar con la aceptación explícita y por escrito del paciente antes de que se le practiquen determinadas operaciones quirúrgicas o tratamientos que encierren altos grados de riesgo) podría servir para asegurar el anclaje entre la asignatura de traducción jurídica y de traducción científico-técnica.

Si realmente fuese posible inventariar todos los ejemplares de la categoría géneros X, no debería haber lugar a solapamientos de este tipo: la posibilidad de que exista una entidad que podemos designar como género híbrido, supone cuestionar de algún modo la propia naturaleza de las entidades llamadas género. Cabría preguntarse, por otra parte, si el abordaje de la traducción científicotécnica y el de la traducción jurídica serían sustancialmente diferentes, a la hora de enfrentarse a la traducción de un consentimiento informado, por ejemplo. Probablemente, a la vista de todas nuestras observaciones anteriores, cabría postular que la clasificación de las diferentes especializaciones sectoriales de la traducción-disciplina resulta de la convergencia de dos tipos de criterios. Por un lado, el conjunto de factores sociales que habíamos concretado en una hipotética codificación académica, el cultivo intensivo por parte de una comunidad de investigadores o una demanda concreta de personal específicamente cualificado; por otra parte, la suma de otra serie de factores que podrían resumirse, aproximadamente, en el núcleo básico al que nos referíamos: peculiaridades terminológicas, documentales, de contenidos y de ÍNDICE 162

géneros priorizados. Ni los factores del primer grupo ni los del segundo tienen, creemos, un estatuto objetivo, en la medida en que ambos son relativos, discutibles y contingentes. En realidad, esa circunstancia tampoco tendría nada de extraño, si consideramos que también el estatuto autónomo de la propia traducción-disciplina está sujeto a discusión.

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Epílogo Con las páginas anteriores no hemos pretendido, en absoluto, cuestionar la legitimidad de referirse a las especialidades de la traducción, ni poner en cuarentena el concepto de traducción especializada. Simplemente hemos intentado presentar algunas herramientas metodológicas y conceptuales para contribuir a reflexionar sobre estos asuntos. En un área académica joven y en proceso de consolidarse, como ocurre con los estudios sobre la traducción, parece especialmente necesario un esfuerzo de revisón permanente de los propios cimientos axiológicos y metodológicos. De hecho, si bien hemos cuestionado algunos de los parámetros utilizados más frecuentemente como criterio clasificatorio, hemos propuesto como alternativa un intento, creemos que original, de sistematización de las especializaciones del campo. Por otro lado, más que intentar invalidar los criterios tradicionales para distinguir las especializaciones temáticas, hemos pretendido (re)ubicarlos. Hacer notar las carencias de los instrumentos conceptuales no tiene por qué ser negativo: de hecho, puede ser un buen pretexto para revisarlos y afinarlos, si la crítica es acertada. Si no lo es, servirá incluso para refrendarlos. En nuestro texto hemos utilizado un abanico plural de recursos, algunos de ellos más comunes y otros menos, utilizados en nuestro campo. Como la combinación de todos ellos no tiene por qué dar necesariamente lugar a unos resultados nítidos, nos ha parecido oportuno intentar condensar las opiniones que hemos ido vertiendo en el siguiente listado, que las condensa en buena medida. 1. El de traducción especializada es un concepto basilar en términos científicos, académicos y profesionales en nuestro campo. Sin embargo, no parece hacer sido objeto de una revisión en profundidad, en cuanto a su alcance y sus dimensiones. 2. Es difícil, si no imposible, sostener la distinción entre traducción general y traducción especializada, tanto a nivel científico-académico como profesional. En realidad buena parte de las clasificaciones que operan en nuestro campo tendrían dificultades para resistir un análisis detenido, especialmente si se tuviera en cuenta su utilidad real, tanto a efectos teóricos como prácticos. 3. La traducción es una disciplina de carácter aplicado. Abandonar el contacto con la realidad supone renunciar a la propia naturaleza del

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campo, aunque la reducción del mismo a la observación, la imitación y la superación de las buenas prácticas no agota el ámbito disciplinar. Las especialidades sectoriales de la traducción (a efectos académicos) están definidas de modo apriorístico. Su clasificación suele responder a la inercia en el empleo de designaciones consagradas por el uso, aunque no obedezcan a una organización objetivable, a nivel teórico ni aplicado. Ese criterio se apoya en la reiteración de prácticas docentes e investigadoras que retroalimentan (de un modo en este caso sí claramente circular) el valor de la clasificación en la que se basan. Esas prácticas delimitan espacios académicos en los que se socializan nuevos docentes e investigadores, que tienden a perpetuar (y a legitimar a posteriori) el estado de las cosas. Ese tipo de categorización impregna (o contamina, si se prefiere) los ámbitos liminares del espacio científico académico (congresos y reuniones científicas, cursos y seminarios, premios y ayudas...). Es previsible que las personas que han sido adiestradas de acuerdo con ella tiendan a (intentar) proyectarla en su práctica profesional. Es posible detectar un núcleo común de las especializaciones sectoriales. Por lo tanto, debería ser posible (re)organizar la docencia en función de esa circunstancia, que resulta mucho más ajustada a la realidad profesional. El mercado no está organizado en traductores clasificados por géneros específicos, generalmente ni siquiera por áreas temáticas específicas: se presupone en un profesional la capacidad de dominar los recursos documentales y terminológicos adecuados para poder satisfacer un abanico extenso de encargos. El de las especializaciones técnicas es un caso diferente, tanto a nivel práctico como teórico. Las especialidades técnicas presentan características específicas y la formación debe responder en su caso a estrategias propias. Las especialidades teóricas se sitúan en el límite de la naturaleza de la traducción-disciplina, aunque, desde luego son legítimas. La formación, en su caso, también debe responder a estrategias propias.

Si, como hemos intentado argumentar, la actual organización científicoacadémica (y en cierta medida, profesional) de la traducción obedece más a la inercia acrítica que a la reflexión sosegada, sobre bases bien fundamentadas, quizás merezca la pena partir de esa constatación y sacar consecuencias. La reorganización de los planes de estudios en el marco del Espacio Europeo de

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Educación Superior constituye una oportunidad única para que los formadores se pregunten por la eficacia de los diseños actuales y la conveniencia de mantenerlos o modificarlos. Algunas de las preguntas que cabría formularse podrían ser parecidas a estas: ¿merece la pena mantener la especialización en los grados?, ¿qué tipo de especialización?, ¿qué número y tipo de especializaciones sectoriales debe incluir la oferta formativa?, ¿qué número y tipo de especializaciones teóricas y técnico-metodológicas debe incluir la oferta formativa?, ¿en qué medida se ajustan a las demandas del mercado y las necesidades sociales?, ¿en qué medida responden únicamente a la inercia de la codificación académica?, ¿qué grado de profundidad debe alcanzar, en cuanto a la concreción genérica?, ¿qué grado de variedad?, ¿cuál es la estrategia más adecuada en la formación de traductores, entendidos como miembros de una comunidad discursiva particular que traducen para otras comunidades discursivas?, ¿qué papel corresponde a las materias de contenido lingüístico en esa formación?, ¿y a las materias de contenidos documentales y terminológicos? Como anticipábamos en nuestra introducción, el objetivo de este volumen era el de contribuir a abrir un debate que, pensamos, solo puede redundar en beneficio de nuestra disciplina. En la medida en que nuestro trabajo contribuya a generar y animar esa discusión, podremos darnos por satisfechos.

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