La Restauracion de Armas Antiguas
October 8, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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RESTAURACIÓN DE ARMAS ANTIGUAS
Más de una vez y más de dos han parecido en el foro armas de diversa procedencia y tipo, especialmente armas de fuego bien de avancarga aparecidas e un desván o incluso alguna que otra de las que protagonizaron nuestra Guerra Civil, hoy tan manida nuevamente por desgracia. Por lo tanto, ahí van unos consejos que pretenden orientar al personal a la hora de intentar su restauración sin destrozarla o, lo que es peor, que no parezcan un trozo de hierro pintado de purpurina.
Pero antes de comenzar, recordar al personal unas cosillas: La actual legislación permite la tenencia de armas antiguas sin guía ni licencia, pero siempre y cuando sean para fines meramente ornamentales y dentro del domicilio particular. Si encontramos una cuyo estado sea francamente bueno, comprobamos que puede ser usada sin riesgo para nuestra integridad física, y nos daría un morbo enorme disparar con ella, hay que obtener la Licencia para armas de avancarga y, una vez conseguida, guiarla en la Intervención de Armas de la Guardia Civil. Ojo: Legalmente, estas armas solo pueden ser usadas en galerías o polígonos de tiro, de modo que si a uno se le ocurre irse a un sembrado a probarla, lo más seguro es que le claven un multazo, le requisen el arma e incluso pierda la licencia. Hechas estas prevenciones, comenzamos:
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1ª PARTE
LA MADERA
Suele ser habitual que la madera haya desaparecido si el arma en cuestión ha sido encontrada bajo tierra. En ese caso, poco o nada se puede hacer. Pero hay veces en que el abuelo la dejó olvidada en un sobrado o en un desván, y en ese caso sí que podemos atrevernos a devolverle en mayor o menor grado su aspecto original. Para ello, pocas herramientas nos harán falta: Unos trapos de algodón, un soldador de estaño, aceite de linaza y lana fina de acero nos bastarán para solucionar desperfectos menores, y algo de habilidad y unas escofinas y pasta de madera si vemos que falta algún trozo de la misma. Primero conviene separar las partes metálicas a fin de reservarlas. Si algún tornillo se resiste, un día entero impregnado con aceite mineral y un destornillador cuya pala se adapte perfectamente a la ranura del tornillo vencerá su resistencia. Una vez logrado esto, conviene limpiar bien la madera de restos de grasa solidificados. La gasolina va muy bien para eso, pero sin abusar a fin de que la madera no se impregne de la misma. Usar para esta operación un cepillo de dientes de cerda dura. Luego observaremos los desperfectos que pudiera haber y, en función de cada uno de ellos, actuaremos de una forma u otra. Los arañazos superficiales pueden ser eliminados con una lija de madera de grano fino, lijando siempre en la dirección de la veta. Si por el contrario vemos que hay golpes que hayan hundido el material, recurriremos al calor. Colocamos sobre la zona dañada un trapo doblado varias veces y empapado en agua, y sobre el mismo aplicamos un soldador de estaño o una plancha casera (sin que la parienta nos vea, obviamente). Iremos remojando el trapo y aplicando calor hasta que veamos que, por la acción del vapor, la madera, hinchada, recobre su forma original. Lógicamente, la desaparición total es casi imposible, y más si ha habido pérdida de madera por el golpe de marras, pero el hundimiento se verá muy disminuido. Una vez seca la madera, lijaremos hasta igualar y, si fuese necesario, aplicaríamos pasta de madera del mismo color y lijaríamos nuevamente. Dicha
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pasta se compra en las tiendas de pinturas y droguerías, y las hay de varios colores. En el caso que nos ocupa, la más habitual sería la color nogal. Hay que tener en cuenta que esta pasta no admite tintado, luego hay que usar aquella cuyo color se asemeje más a la culata que estamos restaurando. Si la zona deteriorada está cudrillada, la cosa se complica, ya que dicho cuadrillado se efectúa con un útil especial y, además, no es nada fácil. Habría que recurrir a un armero. Una vez eliminados en todo lo posible los arañazos y golpes, procederemos a lijar nuevamente con un grano muy fino para, finalmente, pulir con lana de acero o con un Scotch Britte de esos verdes que se usan para fregar (si usamos esto último, debe estar sin estrenar y totalmente seco).
Una vez concluido el pulido, es el momento de preservar la madera para que nos dure algunos siglos más. Tengamos en cuenta que las culatas de las armas antiguas no iban barnizadas, de modo que a nadie se le ocurra soltarle un pistoletazo de barniz nitrocelulósico porque el resultado final sería como un caballero con la armadura cromada. Las armas antiguas iban acabadas al aceite. Para ello, compramos en una droguería o tienda de pinturas un litro de aceite de linaza con secante, lo freímos, o sea, lo hacemos hervir, y cuando se enfríe lo mezclamos a partes iguales con esencia de trementina, vulgo aguarrás. No vale el sucedáneo, sino aguarrás puro. Lo aplicaremos directamente con la mano, siempre en el sentido de la veta y masajeando suavemente la madera a fin de que penetre mejor en la misma. Tras
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dejarlo secar unas ocho horas, nuevamente volveremos a darle otra mano, que tardará en secar algunas horas más. Finalmente damos una tercera mano y con ello habremos terminado. No conviene abusar, ya que el aceite se filtra entre las fibras de la madera y en caso de exceso debilitaría la misma. Cuando esté totalmente seco, aplicaremos como protección final una capa de cera color nogal o incolora, dejaremos secar y cepillaremos la madera con un cepillo como si de un zapato se tratara, lo que le da un acabado satinado que queda francamente bonito. También puede frotarse con lana de acero de la más fina que encontremos y muy muy suavemente.
ROTURAS EN LA MADERA Si nos encontramos con una culata que muestre grietas por donde es obvio que tarde o temprano acabará rompiéndose, prepararemos una mezcla de cola blanca y agua de forma que se filtre sin problemas por la grieta. Aseguraremos con cinta adhesiva un par de horas hasta que se seque y fin del problema. La más adecuada es la Pattex, que seca muy rápido. Otra opción si la grieta es muy fina es derramar sobre ella un poco de cianocrilato, que es ese pegamento que como no andes listo te deja los dedos pegados en 3 segundos. Hay muchas marcas en el mercado, si bien la más conocida es Loctite, y se encuentra en cualquier droguería, etc. Una vez seco, se elimina el sobrante con una lija fina y, al ser transparente, no se notará casi nada.
Si por el contrario la culata está rota, si bien los trozos casan bien, los uniremos con pegamento epoxídico de dos componentes, como el Araldit.
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Esos pegamentos proporcionan unas uniones tan extraordinariamente fuertes que, con seguridad, la pieza se romperá antes por cualquier sitio antes que por ahí. Alinearemos bien las piezas a pegar, previamente limpias de polvo, y aplicaremos en una sola cara el pegamento. Uniremos, aseguraremos, y dejaremos secar al menos 12 horas o, mejor aún, 24. El sobrante no lo limpiaremos estando fresco, ya que es muy pegajoso y mancharía la madera, por lo que lo dejaremos secar y lo cortaremos o lijaremos una vez seco. Si queremos reforzar esa zona aún más por estar la rotura en un punto delicado, como por ejemplo el pistolete, podemos hacer un taladro en cada lado y embutirle una espiga del diámetro adecuado, o incluso un vástago de acero Si tenemos una culata con partes talladas, y dichas partes muestran zonas donde falta material, eso queda reservado a los manitas consumados. Hay una masilla de dos componentes llamada Milliput, usada en modelismo, que es perfectamente moldeable.
Aplicaremos la misma sobre la zona a tratar y la moldearemos teniendo en cuenta que, una vez seca, es perfectamente trabajable con limas, formones o gubias. No admite tintado, pero sí se puede pintar con Enamel, que es un esmalte mate también usado en modelismo. Hay infinidad de colores, por lo que siempre podremos encontrar el que mejor nos convenga. La marca que se encuentra con más facilidad es Humbrol. Son unas latitas del tamaño de un capuchón de 5
rotulador de los gordos, y conviene que al abrirlas se remueva muy bien el contenido, ya que el pigmento se decanta en el fondo y a veces se pone muy duro. No es de extrañar que, a veces, haya que estar removiendo durante 5 ó 10 minutos.
Si la madera muestra signos de apolillamiento, en el mercado hay infinidad de productos para acabar con esos bichos. Basta aplicarlo siguiendo las instrucciones del fabricante y, una vez exterminada la plaga, tapar los agujeritos con pasta de madera o con cera virgen de color nogal. Esta es una cera que se vende en unas tarrinas pequeñas, y la usan los ebanistas para disimular defectos en el material. Es muy dura, por lo que basta arrimarle un cerillo para que arda un poco y se reblandezca.
CONSEJOS A TENER EN CUENTA:
1) Siempre lijaremos, frotaremos y cepillaremos la madera en el sentido de la veta. No hacerlo así implica simplemente cargarnos lo que pretendemos arreglar. 2) La madera es un material vivo por muchos años que tenga. Ojo con la humedad, porque la hincha, la deforma o la alabea. Cuando trabajemos con ella, mantenerla lejos de fuentes excesivas de calor, y si aplicamos vapor para reducir golpes, secar lo antes posible. 3) Paciencia. Los aceites, los pegamentos, las colas tardan en secar. No esperar a que el fraguado recomendado por el fabricante concluya puede implicar arruinar el trabajo. 4) Lijar provistos de un taco de madera para que el lijado sea uniforme y, repito una vez más, siempre en el sentido de la veta.
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Como se ve, trabajar la madera no es nada complicado, y resulta muy gratificante hacer resurgir de sus cenizas algo que parecía condenado a la destrucción. Si alguno no se atreve, que pruebe antes con cualquier trozo de madera inservible, pero enseguida comprobará que todo lo dicho es más fácil de hacer que de escribir. Finalmente, decir que si algún forero tiene alguna duda, que me mande un mensaje privado y gustosamente le aclararé cualquier duda. Próxima entrega, la madre del cordero: LOS HIERROS
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2ª PARTE LOS METALES
Por razones obvias, este apartado es un tanto más complejo que el anterior, ya que tendremos que recurrir a herramientas o métodos más agresivos con el material, por lo que en todo momento deberemos tener muy claro qué es lo que queremos hacer y cual será el resultado final al que pretendamos llegar. A fin de hacer las cosas con el debido orden y para que nadie se líe, dividiré esta parte por tipos de piezas y daré una lista de herramientas y materiales adecuados para llevar a cabo la restauración. Algunos de ellos los tendremos en casa si somos aficionados a hacer cosas con las manos además de con otras partes del cuerpo; pero en otros casos, si queremos llegar a un resultado óptimo, tendremos que rascarnos el bolsillo y adquirir algunas herramientas que, no solo nos facilitarán enormemente el trabajo, sino que harán que el resultado sea superior. Comencemos pues:
Tornillería: Aunque parezca una chorrada, los tornillos son cosa delicada. En las armas que nos ocupan, siempre encontraremos tornillos de ranura, pero cada uno de un padre y una madre distintos. ¿Por qué? Pues porque en aquellos tiempos no había patrones ni estandarizaciones, y en cada taller hacían sus propios tornillos con el paso de rosca y la ranura que les daba la real gana. Era habitual que al vender un arma fuese acompañada de sus propias herramientas, pero estas ya han desaparecido por lo general, por lo que deberemos tener una buena batería de destornilladores. Pero de los buenos, no de esos de todo a cien o del paisa de turno. Para aflojar un tornillo recalcitrante, lo mejor es rociar con aceite mineral, dejarlo actuar varias horas, y luego intentar aflojarlo con un destornillador cuya pala se adapte perfectamente tanto en el ancho como en largo a la ranura del tornillo. Antes de intentar aflojar, conviene apretar un poco, lo que nos facilitará desprender la capa superficial de orín que lo mantiene como pegado a su
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alojamiento. Santa paciencia si alguno se resiste, porque si nos cargamos la ranura o, lo que es peor, la cabeza del tornillo, lloraremos amargamente y nos insultaremos con denuedo, porque ese tornillo ya no tiene solución. Habría que taladrar para eliminarlo y buscar uno lo más semejante posible, cosa que, aunque no lo parezca, es más complicado de lo que pueda un profano imaginar. Advertencia: Esto no nos vale para tornillos atornillados a la madera, ya que el aceite hincharía las fibras de la misma y se pondría aún más duro. Sin embargo, el orín no se pega tanto a la madera como al metal, por lo que si tenemos paciencia y usamos el destornillador adecuado podremos sacarlo sin problemas. Otro método para aflojar tornillos es calentar con un pequeño soplete sin llegar al rojo vivo y dejar enfriar, pero eso siempre y cuando no haya madera cerca. Si no tenemos soplete de gas, podemos usar el fuego de la cocina cuando la parienta esté en casa de su mamá y no nos vea. La dilatación producida por el calor y la posterior contracción que sufre el material al enfriarse harán que el tornillo más tenaz caiga rendido ante nuestro destornillador. Ojo, dejar enfriar a temperatura ambiente. No sumergir en agua, porque estaríamos templando una pieza que posiblemente no nos interese templar. Una vez extraídos todos y apuntando en un papel donde va cada uno, que la memoria es débil y luego nos sobran piezas a la hora de montar de nuevo, sumergirlos en Coca Cola un par de días. Ese brebaje negro eliminará hasta la última partícula de orín y los dejará pelados. Antes de sumergirlos, un cepillado suave con un cepillito de cerdas de bronce facilitará la limpieza.
Guarniciones: Al hablar de guarniciones me refiero a anillas, cantoneras, guardamontes, pasadores y demás piezas metálicas. En las armas antiguas, casi siempre veremos que están fabricadas de bronce, lo que hace que su estado de conservación sea muy bueno y que prácticamente se solucione todo con una limpieza del cardenillo que la cubrirá. Basta para ello cualquier limpia-metales para latón de los que hay en el mercado. No temamos aquí dejar la pieza reluciente, ya que así estaban en su estado original, aunque al cabo de varios días volverá a ponerse de un tono apagado. Su mantenimiento es mínimo. Basta con
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eliminar el cardenillo si vuelve a salir, cosa rara si el arma está bien protegida de la humedad. Con todo, hay veces en que nos encontraremos con que las guarniciones de marras están fabricadas en hierro o acero. Aquí la cosa ya cambia, porque su estado puede ser lamentable a consecuencia de la oxidación, y su deterioro irreversible. Según es estado de la pieza actuaremos de distinta forma, a saber (estos métodos son válidos para el resto de las piezas metálicas de un arma, cañón incluido): Oxidación muy profunda, el hierro mohoso se desprende en escamas y la pérdida de material amenaza con debilitar la pieza hasta el extremo de romperse: Chungo. Ruina total. Lo más que podemos hacer es bañarla en parafina para crear una capa protectora. Si el resto del arma presenta mejor estado, podemos encargar una pieza similar en una herrería, ya que la pieza nueva no desentonará con el conjunto. Si el resto del arma está en condiciones similares, baño de parafina o de barniz para metales y colocarla en algún lugar protegida por un cristal donde no le de ni el aire, aunque, eso sí, siempre y cuando la pieza en cuestión merezca verdaderamente la pena. Oxidación profunda, pero el material mantiene sus cualidades: Eliminar el orín a base de frotar con lana de acero y aceite mineral hasta eliminar totalmente el óxido. Nos encontraremos con que habrá pérdida de material, pero la pieza conservará su forma más o menos original. Podemos, una vez concluida la limpieza, darle una capa de barniz para metales para preservarla. Esta operación puede también llevarse a cabo con alguna herramienta tipo Dremmel, pero si de verdad se sabe usar porque los tratamientos abrasivos mecánicos son muy delicados y si uno no los domina puede cargarse la pieza. Si no, lo mejor es tener paciencia y eliminar el orín de la forma anteriormente descrita. Más vale pasar una tarde frotando que maldiciendo por habernos pasado con el Dremmel. Oxidación superficial: Gran chollo es eso, porque bastará frotar con lana de acero y aceite y en menos que un Seprona nos clava una multa por pitear en un sembrado de melones la dejaremos como una patena. Una pieza en ese estado no
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precisa más que estar bien aceitada para su conservación. Puede usarse aceite mineral para armas, o bien cubrirla con una fina capa de vaselina. Ojo con los punzones y marcas que puedan llevar las piezas con las que trabajamos. Borrarlos sería como eliminar la jeta del gran Octavio Augusto de un denario. Para ello, donde creamos o veamos que hay un punzón, frotar con un cepillito de bronce de forma delicada y echando aceite constantemente. Si lo hacemos con primor y cariño, el punzón resurgirá glorioso tras la ominosa capa de orín. Con todo, en las guarniciones lo más que encontraremos por lo general son los últimos números de serie del arma, si es que el arma estaba numerada. Los punzados principales iban en los cañones y en las llaves, pero el que un guardamonte o una cantonera lleven su punzonado y lo hayamos rescatado da un morbo muy aceptable. Ojo, que puede que no lleve punzones pero sí algún tipo de grabado decorativo.
Llaves y mecanismos: Son el corazón del arma, y por ello deben ser tratados con especial esmero. Al mismo tiempo, al ser los mecanismos de acero y consiguientemente por sufrir oxidación, hay que estar muy seguro de lo que se hace para no acabar rompiéndolo todo. Por ello, hay que tener perfectamente claro si, a la vista del estado del arma, merece la pena acometer la restauración o, por el contrario, “consolidar la ruina” y dejarla como está. Vayamos por partes:
Muelles: Siempre serán planos. Nunca encontraremos un muelle helicoidal entre otras cosas porque aún no se habían inventado. Los muelles planos acusan mucho la pérdida de material por el óxido, ya que les hace perder fuerza y tensión. Por lo tanto, es muy fácil que se rompan si pretendemos accionar los mecanismos sin comprobar antes el estado de los muelles. La ventaja que tienen es que son fáciles de fabricar, y como quedan ocultos no desentonan con el resto del arma. Ojo, que a nadie se le ocurra calentarlos porque al enfriarse perderán el temple, con lo cual pasarán de ser muelles a ser simples pletinas metálicas.
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Martillos: Son piezas macizas que tienen buen arreglo. Pero ojo con el muelle que los acciona, llamado muelle real. Este es un muelle potente, por lo que al desmontarlo deberemos tener cuidado de que no salte y lo perdamos o, lo que es peor, nos salte un ojo. Trabajar siempre con precaución cuando hay piezas “saltarinas” de por medio. Yo solía desmontarlos poniéndome una toalla alrededor de las manos. Se trabaja a ciegas, pero ni se pierden los muelles ni me dejan marcas en la cara cuando saltan.
Gatillos: Al igual que los martillos, son piezas que no suelen revestir complicaciones. Sin embargo, sobre los gatillos actúan uno o dos muelles, dependiendo del arma: Si es una pistola, algunas llevan un pequeño muelle plano para hacerlos volver a su posición original al disparar. Si es un revólver, con él irá una leva que bloquea el tambor. Cuidadín con perder la leva, porque esa es una pieza complicadilla de reproducir.
Pletinas: Las llaves y mecanismos de las pistolas y rifles de avancarga, van montadas sobre una pletina más o menos elaborada, y algunas son verdaderas obras de arte con damasquinados en plata u oro. Al ser de un grosor aceptable suelen ser recuperables. En caso contrario, son fácilmente sustituibles con una simple lámina de hierro recortada con la misma forma y con los taladros que sujetan las piezas en su debido lugar. Basta con usar la pletina vieja como plantilla y repasar a golpe de lima y con nuestra principal herramienta: La paciencia. En todo caso, antes de desmontar una llave la dejaremos varios días sumergida en gasoil (salvo que salte a la vista que está en perfecto estado, claro) para blandar el orín. Tras ese baño reparador, procederemos a desmontarla. Mucho cuidado con los tornillos, porque su paso de rosca es posiblemente insustituible y para reproducir uno tendríamos que recurrir a un tornero cualificado que nos lo quiera fabricar. Mucho cuidado con el muelle real, que en este caso será una pletina en forma de V. Hay un útil especial para desmontarlos, pero con maña y
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unos alicates fuertes puede hacerse sin problemas. Como dije antes, cuidado si salta, porque es un muelle extremadamente potente. Si la llave es de chispa, limpiar bien la batería y buscad un trozo de pedernal para ponerlo en el martillo. Aunque no baya a usarse, queda mejor con su pedernal que sin nada. Estas piedras solían ponerse protegidas con un trocito de badana, a fin de que al apretar el tornillo de la mordaza no las rompiese. El pedernal es muy duro, pero frágil al mismo tiempo.
El cañón: Antes de nada, hay que hacer una comprobación muy importante: ¿Está cargado? Sí, que nadie lo tome a coña. Las armas de avancarga solían dejarse cargadas tras un día de caza, o si uno volvía a casa sin toparse con El Tempranillo de turno. Era seguro hacerlo porque bastaba con vaciar la batería de polvorilla si era de chispa o quitar el pistón si era de este sistema. Hoy día se encuentran aún en los museos armas cargadas que llevan así 200 años y más, y la cosa es que la pólvora mantiene sus propiedades y, debidamente cebadas, disparan. De modo que lo dicho, antes de nada comprobar si está cargada. ¿Y cómo se hace eso? Fácil: Basta con meter una baqueta o una aguja de hacer punto y comprobar cuanto entra en el cañón. Luego, vemos por fuera hasta donde llega la medida y si vemos que nos faltan 3 ó 4 cm. para llegar hasta la culata del cañón es que hay algo dentro. ¿Y cómo se descarga sin disparar? También fácil. Venden unas baquetas que vienen provistas de un accesorio llamado sacabalas, que es como un tornillo de rosca chapa que se acopla a la baqueta. Al ser la bala de plomo, se perfora sin dificultad ya que el plomo es blando, y se extrae como si del tapón de una botella se tratase. ¿Qué no sale? Entonces hay que dispararlo, y como eso no lo haremos sin saber el estado del arma, una de dos: O renunciamos a verla en estado de funcionamiento, o buscamos a alguien que sepa como hacerlo. Yo no voy a decirlo aquí, porque esto puede leerlo cualquier irresponsable y no quiero tener cargos de conciencia. Un armero sabrá como sacar la bala, de modo que buscad uno y santas pascuas. Supongamos que no está cargada, o que ya hemos conseguido sacar la bala. En ese caso actuaremos sobre el exterior de la forma descrita arriba, poniendo
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especial cuidado en no dañar punzones o marcas. Casi siempre nos encontraremos con cañones hexagonales ya que en aquellos tiempos eran más fáciles de fabricar que los redondos. Eso nos facilitará el trabajo ya que actuaremos sobre superficies planas. Lana de acero y aceite en cantidad hasta devolverle dentro de lo posible su estado original. El interior estará seguramente en muy mal estado debido a que los residuos de la pólvora negra son muy higroscópicos, y si el arma no se limpia y aceita tras disparar, en menos de una semana el cañón se habrá oxidado totalmente. Lógicamente, tras tantos años, podemos decir que el estriado habrá desaparecido, y que incluso se hayan producido mermas de material que supongan un serio peligro a la hora de disparar aunque el aspecto externo del arma sea impecable. Por ello, conmino a que todo aquel que pretenda ponerla en uso lo haga solo cuando esté absolutamente seguro de que el cañón está en perfectas condiciones. Sólo aquellos que tengan los conocimientos necesarios podrán acometer esa empresa, porque recuerdo que estamos hablando de armas de fuego y no de flechas, y un reventón es algo muy desagradable y más cuando uno comprueba entre lamentos que con el cañón del arma se han ido al carajo dos o más dedos de la mano derecha, que es encima la que usamos para firmar los cheques. Tras la eliminación de orín, sólo nos restaría decidir si dejamos el cañón pulido sin más o si, por el contrario, queremos pavonarlo. Para eso, hay que esperar a la tercera parte, donde daré algunas fórmulas para pavonar que cualquiera puede llevar a cabo sin problemas. Si se prefiere dejarlo pulido, daremos una capa de barniz de metales si queremos desentendernos del mantenimiento o, lo que yo haría, dar una capa de vaselina y repasarla cada dos o tres meses, que tampoco es tanto trabajo. Todo se hará en función al estado general del arma y del criterio de cada cual, que eso es cosa muy personal y no hay cánones establecidos más que el buen gusto y un mínimo sentido de la estética
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Bien, ya tenemos la madera arreglada y aceitada, las guarniciones brillan como nuevas, los mecanismos ya se mueven sin que se desintegren, y el cañón ha recuperado su aspecto primitivo. Recordar solo que cuando desmontemos un arma, salvo que sepamos lo que tenemos entre manos, lo mejor es ir confeccionando un croquis con el detalle de donde va cada pieza, porque de lo contrario luego no sabremos recordar donde va cada una.
CONSIDERACIONES GENERALES
Como método general, usaremos lana de acero y aceite mineral para eliminar el óxido. Si sabemos usarlo, recurriremos a un mini-taladro para acelerar el trabajo, pero usando siempre piedras o lijas de poco poder abrasivo a fin de no pasarnos. Las piezas que hayan sufrido una merma de material en la limpieza pueden ser igualadas bien con lima o bien con el mini-taladro. Antes de volver a poner los tornillos en su sitio, aplicarles un poco de aceite. Eso, además de preservarlos, ayudará a que sea más fácil desatornillarlos posteriormente. Si son tormillos para madera, en vez de aceite aplicaremos jabón. Es preferible conservar un arma con sus piezas originales aunque no funcionen que meternos a armeros de circunstancias. El verdadero valor de esas piezas está en su originalidad, no en que funcionen de mala manera con piezas bastardas. Sinceramente creo que, salvo en el caso de que el arma esté en perfectas condiciones de uso, no merece la pena intentarlo. Y el que quiera disparar con armas de avancarga, que sepa que hoy día se fabrican infinidad de réplicas exactas de las mismas, y que por 300 ó 400 euros podemos disponer de un rifle Hawcken chulísimo o de una pistola de duelo Schweizer con una precisión escalofriante. Si el estado de corrosión hacen prácticamente inviable su restauración, mejor será dejarla como está. Eliminaremos el orín superficial con el método general, y aplicaremos una capa de parafina o de barniz para metales.
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MATERIALES Y HERRAMIENTAS * Punzones y botadores de bronce de varios calibres para sacar pasadores * Martillo de fibra * Juego de destornilladores de pala de varias medidas * Aceite mineral (A mi siempre me ha gustado mucho el de la casa Franchi) * Lana de acero de varios grosores * Cepillo de cerdas de bronce * Dremmel o similar, siempre y cuando sepamos usarlo * Alicates * Juego de baquetas con gratas de bronce, sacabalas y sacatrapos para limpieza del interior del cañón * Juego de limas de modelismo para metal. Las usaremos para desbastar piezas que requieran un igualado tras la limpieza. * Papel de esmeril de varios granos para dar un acabado final pulido al metal * Liquido limpia-metales para bronce o latón * Trapos de algodón en cantidad. Las sábanas viejas de popelín son una maravilla, y también las gasas de algodón que aún se venden en tiendas de esas antiguas para los críos. Me refiero a lo que se usaba de pañal antes de inventarse los Dodotis. Preguntad a la parienta y os dirá qué puñetas son esas gasas, seguro. Son de un algodón superior. * Si es posible, una llave para desmontar muelles reales. No son caras, y las venden en armerías que dispongan de material de avancarga. Supongo que un ojo de la cara vale más que la llave de marras.
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3ª PARTE EL PAVONADO
Antes de nada, las consideraciones generales de turno, que no quiero tener sobre mi conciencia muertes prematuras. No, no se me acojonen, pero en este caso hablaremos de manipular productos tóxicos, de modo que ojo al parche. 1. Como digo, algunos de los productos que vamos a usar son más venenosos que diez cobras cabreadas, de modo que en todo momento tendremos en cuenta lo siguiente: A) Proteger las manos con guantes de goma para ácidos B) Proteger los ojos con gafas. Una salpicadura de estos productos pueden dejarle a uno la retina escabechada. C) Proteger nuestro aparato respiratorio si vamos a usar métodos de pavonado por calor. D) En cualquier caso, haremos estas operaciones en habitaciones bien ventiladas o, mejor aún, al aire libre. E) Las salpicaduras manchan la ropa y los muebles de cocina de forma irreversible, de modo que si no queremos que la parienta no forme un pollo, mejor hacerlo con un delantal y en un hornillo de gas portátil si precisamos calor. 2. Pavonaremos en los siguientes casos: A) Cuando tratándose de un arma moderna, haya desaparecido al menos un 80% del pavón original. Hay que tener en cuenta que el pavón original es como la pátina de una moneda. En las armas modernas usaremos pavón negro. B) En las armas antiguas usaremos pavón marrón por ser éste el usado en la época. Pero sólo si el estado del arma es bueno, ya que de lo contrario quedaría un tanto impropio ver un arma hecha puré maravillosamente 17
pavonada. Procuraremos siempre mantener un aspecto real y adecuado, y no contrastes absurdos como si a una venerable anciana de 80 años la vistiésemos con un picardías. 3. Método general: A) PIEZAS PEQUEÑAS: Tanto si las pavonamos en frío como en caliente, siempre lo haremos aparte de los cañones, ya que para ello usaremos recipientes pequeños y más manejables. A fin de no perder ninguna, si pavonamos por calor convendrá meterlas en un cestillo de malla metálica. B) CAÑONES: Si son de pistola, podremos usar un perol de esos grandes. Si es de arma larga, tendríamos que hacernos una cubeta de hierro. Lógicamente, eso será viable siempre y cuando vayamos a pavonar a menudo. Por lo tanto, siempre serán más viables los métodos de pavonado en frío, mucho más cómodos si bien precisan de una serie de productos más complicados de conseguir. C) Los recipientes para pavonar en calor no podrán ser esmaltados. Siempre de hierro o acero, pero sin esmalte porque dicho esmalte estropearía la mezcla. D) Las piezas deben estar perfectamente desengrasadas. Si no es así, el pavón no se pegará bien a la pieza. Hay que tener en cuenta que el pavón no es más que una oxidación artificial y controlada que, mediante la creación de un par magnético, se quedará pegado a la pieza en cuestión. E) Las piezas deberán ser pulidas a espejo. Cuanto más pulidas, más brillante quedará el pavón. Para pulir se puede usar un simple taladro de “virtuoso bricolador” que todos tenemos en casa. Lo fijamos a la mesa con su accesorio correspondiente, le ponemos un disco de lija de esmeril para afinar y luego uno de fieltro o de trapo para pulir. Impregnamos el disco con pasta de pulir (la venden en ferreterías), y vamos puliendo con cuidado hasta que el resultado sea satisfactorio. 18
Ojo: No deben quedar “aguas” en el pulido, ya que eso se vería reflejado en el pavón. Es un proceso éste que en realidad no entraña dificultad, pero antes de atacar a la pieza a pavonar conviene, en caso de no haberlo hecho antes nunca, practicar con un trozo de metal hasta tomarle el pulso al tema. Recordad que en esto, como en todo lo antes dicho, la PACIENCIA es nuestra mejor herramienta. F) Los productos necesarios se pueden comprar sin problemas en cualquier tienda de productos químicos. En un momento dado, incluso podemos darle la fórmula a ellos y que nos la preparen. Estas mezclas suelen perder propiedades al cabo de poco tiempo, por lo que convendrá ir agrupando piezas para pavonarlas todas juntas y no dejar que se pierda la mezcla. G) Como digo, los métodos por calor usan un producto más barato y más fáciles de conseguir, pero es más complejo de aplicar porque hay que controlar mucho las temperaturas y el tiempo de inmersión. Los métodos en frío llevan productos más rebuscados, pero se aplican con mucha más facilidad, y no precisamos ni de cubetas ni de persuadir a la parienta para que no nos riña. En todo caso, que cada uno use el que prefiera, si bien mi recomendación es ir probando con métodos fríos. H) Antes de pavonar una pieza, probar con un trozo de metal. Siempre conviene practicar un poco antes de trabajar de balde. El pavón, si sale defectuoso, es eliminable mediante un nuevo lijado y pulido, pero mejor es ir a tiro hecho sabiendo uno lo que se hace, ¿no? I) Si no sale bien del todo a la primera, que no decaigan los ánimos que nadie nace sabiendo. Paciencia, tranquilidad y que este trabajo sea un disfrute, y no fuente de berrinches. J) Cuando pavonemos por calor, deberemos sumergir los cañones sujetos por un alambre para poder sacarlos y controlar el color que va tomando. Las piezas pequeñas, como ya dije, metidas en un cestillo casero de tela metálica.
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4. Útiles y herramientas -
Guantes de goma especiales para ácido
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Cepillo de cerdas de bronce suave
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Lana de acero
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Aceite mineral para armas
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Mascarilla para volátiles
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Gafas protectoras
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Delantal
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Alambre para suspender las piezas o los cañones
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Cesta de tela metálica para piezas pequeñas
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Cubetas o peroles sin esmaltar para pavón por calor
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Recipientes y varilla de vidrio para pavón en frío
5. Las fórmulas que doy a continuación las he rebuscado, unas en la red y otras en libros que tengo por ahí. Si alguien tiene alguna duda en cuanto al procedimiento o sobre lo que sea, mensaje privado al canto y le aclaro lo que sea. La minuta ya se la pasaré, jejeje...
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FORMULAS DE PAVÓN NEGRO
PAVON EN FRÍO
Fórmula Nº 1 1.- Se limpia y desengrasa escrupulosamente la pieza a tratar una vez pulida. Siempre usaremos guantes de goma, ya que aparte de protegernos de los ácidos, también protegeremos a la pieza de la grasa natural de nuestro cuerpo. 2.- En un recipiente de vidrio se realiza la siguiente mezcla con la ayuda de una varilla de vidrio: Agua destilada (250 gramos) Cloruro ferrico (30 gramos) Alcohol de 90º (14 gramos) Cloruro de Mercurio (2 gramos) Ácido nítrico (20 gramos) Sulfato de Cobre (2 gramos) 3.- La mezcla se conserva tapada (con vidrio) en recipiente de vidrio. 4.- Con una muñequilla (bola de trapo de algodón) impregnada con la mezcla anterior, se unta la pieza a tratar sin que derrame líquido. Se deja actuar durante 24 horas. 5.- Sin tocar la pieza con las manos (recordad que siempre usaremos guantes de goma), se sumerge en agua a punto de ebullición fuerte durante 30 minutos. 6.- Se saca la pieza y se deja que evapore por sí sola todo el agua. Se puede acelerar el proceso con un secador de pelo. Lo ideal es colgarla sujeta con un alambre. 7.- Una vez seca, se cepilla y pule con lana de acero. 8.- Se repite la aplicación de untado y hervido hasta tres veces.
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9.- Cuanto mejor se cepille y pula entre operaciones, de mayor calidad será el pavonado resultante. Una vez terminado el proceso, aceitar y frotar con una gamuza.
Fórmula Nº 2 (Pavón negro nº 5 - Negro Inglés) Nota: La ejecución práctica de la siguiente mezcla es peligrosa
1.- Se limpia y desengrasa la pieza escrupulosamente la pieza a tratar. 2.- En un recipiente de vidrio se realiza la siguiente mezcla con la ayuda de una varilla de vidrio: Agua destilada (97 gramos) Sulfato de Cobre (29.5 gramos) Espíritu de vino puro (34 gramos) Sublimado corrosivo molido (5.5 gramos) Espíritu de nitro dulce (34 gramos) Ácido nítrico (17 gramos) Tintura de acero (45 gramos) 3.- La mezcla se conserva tapada (con vidrio) en recipiente de vidrio. 4.- Con una muñequilla (bola de trapo de algodón) impregnada con la mezcla anterior, se unta la pieza a tratar sin que derrame líquido. Se deja actuar durante 24 horas. 5.- Sin tocar la pieza con las manos, se sumerge en agua a punto de ebullición fuerte durante 30 minutos. 6.- Se saca la pieza y se deja que evapore por sí sola todo el agua. 7.- Una vez seca, se cepilla y pule con lana de acero. 8.- Se repite la aplicación de untado y hervido hasta tres veces. 9.- Cuanto mejor se cepille y pula entre operaciones, de mayor calidad será el pavonado resultante. Una vez terminado, aceitar y frotar con una gamuza. 22
PAVON EN CALIENTE Doy dos fórmulas muy usadas. En éste caso, la temperatura de operación está en el entorno de 121 - 149°C . El tiempo de inmersión oscila entre los 10 - 30 min. Ojo, que los vapores son tela de tóxicos y huelen fatal, y las salpicaduras queman como el diablo. •
3 kilogramos de soda cáustica, 500 gramos de nitrato sódico y tres litros de agua de grifo. Esta es muy usada, pero si nos pasamos en el tiempo de inmersión nos saldrá la pieza con un feo color pardo. Por ello, hay que sacarla de vez en cuando para controlar el color. Si vemos que pasados 30 minutos la pieza no toma color, añadiremos un poco más de sosa cáustica. Si de momento de pone pardusca, añadir agua. En esto, como en todo, cuenta más la experiencia que la exactitud de la fórmula, ya que dependiendo de un fabricante u otro variará la pureza del producto. En todo caso, si hay que añadir algo, hay que dejar enfriar antes la mezcla porque de no hacerlo las salpicaduras llegarán al techo y nos llevaremos un susto de muerte. Como veis, los productos usados en ésta fórmula se pueden conseguir en cualquier droguería bien surtida.
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Otra fórmula: 1 Kilogramo de sosa cáustica, 300 gramos de nitrato sódico, 100 gramos de limaduras de hierro y un litro de agua. >El proceso es igual que en la anterior. Probad ambas y usad la que mejor os vaya.
La utilización de estas formulas han dado muy buenos resultados. Los acabados son diferentes según la formula utilizada de modo que probad antes con trozos de hierro inservibles hasta cogerle el punto y usad la que mejores resultados os dé. Al igual que con el pavón en frío, una vez concluido el proceso aceitar y frotar con una gamuza.
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PAVÓN MARRÓN
Este será el que usemos para las armas antiguas. Su composición es fácil: Ácido nítrico a 6º. En cualquier tienda de productos químicos nos lo prepararán sin problemas. Con un litro tendremos para montones de pavonados ya éste producto no pierde propiedades con el tiempo, de modo que tendréis material para montones de piezas. El procedimiento será: 1) Como siempre, limpiar y desengrasar la pieza previamente pulida y sin tocarla con las manos desnudas. 2) Aplicaremos una capa de producto con una muñequilla y la dejaremos actuar al menos un par de días. Veremos que el óxido irá aflorando por toda la pieza. 3) Al cabo de dos días, limpiaremos la pieza eliminando el óxido superficial con un cepillito suave de bronce o con lana de acero muy fina y volveremos a aplicar otra capa de producto. 4) A los dos días, volver a limpiar de la misma forma. Veremos que a medida que vayamos dando capas, la oxidación irá siendo cada vez más uniforme. 5) Cuando veamos que la capa de óxido es totalmente uniforme, lo que ocurrirá con 3 ó 4 capas, limpiaremos el sobrante de la forma ya descrita y haremos lo siguiente: 6) Sumergimos la pieza en agua hirviendo unos minutos, secaremos y aceitaremos frotando suavemente con lana de acero fina. 7) O bien, aplicaremos vapor y después procederemos de igual forma. Un método fácil para obtener vapor es simplemente poner la olla exprés con agua hirviendo y, cuando la válvula de la misma no avise de que el agua hierve a todo tren, la quitaremos y
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aprovecharemos el chorro de vapor hirviente para aplicarlo a la pieza hasta que deje de salir. 8) Aceitar y frotar con una gamuza una vez concluido el proceso Como siempre, conviene practicar antes con un trozo inservible. Pero cuando le cojáis el punto puedo aseguraros que os quedará un pavón marrón chulísimo, profundo y brillante. De hecho, este método era el que antaño se usaba en las Maestranzas militares para pavonar las armas. En fin, con esto termina este trabajo. Espero que os sea útil, y que sea una herramienta para conseguir que las armas antiguas que caigan en vuestras ávidas garras sean adecuadamente rejuvenecidas y, cual Ave Fénix, renazcan de sus venerables cenizas. TESÓN, PACIENCIA Y HALA, A DISFRUTAR....
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