La Relacion Del Ministro Con La Sociedad y La Politica

September 5, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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LA DISYUNTIVA POLÍTICA DE LOS PASTORES CRISTIANOS Para aquellos que no tuvieron oportunidad de leer mi más reciente artículo de opinión publicado por El Diario de Hoy, acá lo tienen completo: La disyuntiva política de los pastores cristianos. Por su vocación y por la naturaleza del mensaje que anuncian, los pastores desarrollan su trabajo en la base de la sociedad a través de una intervención en las relaciones familiares, la formación de valores y el rehacer el entramado social haciendo a un lado la preponderancia del dominio. Esa labor, por apolítica que quiera presentarse, incide grandemente en la comunidad. Es natural que los pastores realicen su servicio público en esas instancias donde se mantiene el lenguaje propio de la iglesia, en que no hay siquiera una distinción entre el trabajo social y la evangelización. Y así debe seguir siendo. Pero los pastores también son llamados a expresar posiciones en temas tales como el carácter sagrado de la vida, la justicia, el aborto, la eutanasia, la violencia y la corrupción. Estos posicionamientos no serán lo suficientemente serios si no afectan la vida pública y, para eso, se impone la utilización de un lenguaje y una argumentación distintos de los de la iglesia. Esas posturas se reconocen más fácilmente como políticas aunque las primeras no lo son en menor medida. La iglesia solamente podría alcanzar la apoliticidad (si es que tal cosa es posible) renunciando totalmente a su testimonio. En la medida que la iglesia es más consecuente con su naturaleza y con su s u misión, mayor será su intromisión en la vida de la polis. En sociedades más desarrolladas y democráticas, la preocupación por tales temas ha conducido a los cristianos a la formación de partidos políticos, incluso confesionales, que han colocado a pastores en posiciones de poder. Ejemplo de ello es el del pastor Abraham Kuyper quien llegó a ser Primer Ministro de Países Bajos después de una exitosa labor como parlamentario. Pero, en nuestro país, los políticos se ubican en los lugares más bajos de credibilidad pública. Por el contrario, las iglesias se encuentran en el primer lugar. Así, la peor apuesta que un pastor podría hacer en nuestro país, es la de dedicarse a la política partidaria. Constitucionalmente, está vedado a todo ministro de culto a ser miembro de partidos políticos, hacer propaganda proselitista y ser propuesto para cargos de elección popular. La única opción para un pastor que se interese en política partidaria es la de renunciar a su función eclesiástica. Y si no fuera ilegal, debería siempre hacerlo por motivaciones éticas. El pastor cristiano ejerce una mayor influencia política cuando se mantiene separado de la política partidaria, pero pierde toda su capacidad de influencia cuando se pliega a una bandera partidaria. La gran disyuntiva es que el mantenerse fuera de un partido político le hacer ser políticamente más eficaz, en tanto que incorporarse a un partido político le anula su capacidad de hacer política. En nuestras actuales condiciones sociales, las cosas son así.

 

Y lo seguirán siendo mientras no se transforme el poder político en una instancia de servicio, sobre todo, para aquellos por quienes Jesús mostró mayor compasión y dedicación. Todo esto no implica limitar la participación política partidaria de los cristianos que no son ministros. Por el contrario, son ellos los llamados a convertirse en obediencia a la Palabra de Dios, en los misioneros que traspasen la frontera de la política partidaria para llevar y encarnar las buenas nuevas del reinado de Dios que han de resultar en la transformación de las maneras tradicionales de detentar el poder. Esa paulatina pero sostenida transformación permitirá que la percepción pública con respecto a los políticos vaya cambiando hasta alcanzar elevados niveles de aceptación y de confianza, lo cual, supondrá mayores y justas exigencias por parte de los electores.

¿Está mal que la Iglesia se interese en la política? Comenzamos preguntándonos: ¿está mal que la iglesia cristiana se interese en la política? Creemos que no, pues la iglesia evangélica esta llamada a preparar a siervos y siervas para ejercer los diferentes ministerios no solo espirituales sino también seculares. Además, hay iglesias que tienen experiencia y han participado en la lucha por el bienestar común, han sido la voz vo z profética de los marginados y excluidos por el sistema neoliberal. Por ejemplo, las iglesias cristianas en sus comienzos tuvieron que enfrentar situaciones conflictivas, marginación, exclusión y persecución de los sectores católicos y no católicos. Este ambiente hostil hizo que los evangélicos se unieran por una causa política y social, dejar de ser los blancos de críticas y burlas ante la sociedad general. Batallaron durante muchos años por el derecho de ser reconocidos como institución sagrada, como la católica, pues sus luchas y defensa por los derechos de profesar su credo, tuvo resonancia a nivel local e internacional, voces a favor por la libertad y seguridad del pueblo evangélico, estas voces lograron derribar el estigma de sectas, herejes. Todo se debió a un interés de vivir y profesar su credo, sin temor. Ahora bien, todos sabemos que la política está llena de obstáculos y tentaciones, peligros y prejuicios, de que la lógica de la política es contraria a la lógica del Reino de Dios, la política se construye con el poder, en cambio la política del Reino de Dios se construye con el objetivo a servir sin esperar nada cambio, solo transformar la sociedad en una sociedad donde todos quepamos, entonces ¿vale la pena que la iglesia evangélica participe en ella? Claro

 

que si, vale la pena involucrarse en la política, porque somos ciudadanos de una nación, tenemos deberes y responsabilidades con el prójimo, de trabajar por el bien común, de ser la voz de los que no tienen voz en una sociedad cada vez se agranda la brecha de ricos y pobres.(1) No está mal que la iglesia evangélica se interese por el político y mejorar las condiciones sociales de sus compatriotas creyentes o no creyentes, Dios hace llover sobre hombres naturales y espirituales, lo que debe evitar la iglesia es caer en los vicios de la gran mayoría m ayoría de los políticos, que hacen de sus funciones un negocio, venden sus opiniones, valoran sus votos conforme el cheque le muestren; canalizan recursos a sus cuentas, ubican a sus parientes y amigos, venden sus principios y doctrinas por un plato de lenteja, es decir, abandonan la doctrina, las convicciones de fe, caen en la corrupción. Algunos de estos políticos evangélicos han caído en casos de corrupción lo cual es doloroso para la sociedad en general que ve en nosotros un nuevo grupo de políticos distinto, honesto, porque considera que tomamos en serio el mandato de ser “sal y luz a las naciones” (2).  (2).  Otra cosa que la iglesia evangélica debe evitar “usar el púlpito o cargos ministeriales con fines políticos. Ha y que evitar el uso ideológico de la predicación o el asumir actitudes parciales para favorecer determinada candidatura. La tentación del poder y la búsqueda de reconocimiento reconocimiento o beneficios siempre perseguirán a la iglesia. Los cristianos están llamados a participar en la política, pero no deben valerse de la iglesia o sus organizaciones como medios para favorecer su partido o ideología política.”  política.”  Y agrega Ortiz, la tarea de la iglesia es orientar y estimular a la participación responsable de sus miembros. Sin embargo cada miembro debe asumir su propia decisión de preferencia, ser consciente del perfil, carácter y programas de los candidatos incluyendo las bases ideológicas de su partido. No hay que votar por un candidato por el solo hecho de ser uno más de nuestras congregaciones. Debemos evitar que se utilice las instituciones eclesiásticas y para eclesiásticas como un cliente de partido. La iglesia está llamada a estar alerta a no dejarse utilizar con fines políticos”. (3) (3)   Esto implica tener una actitud crítica y no dejarnos imponer una ideología, por solo hecho de ser cristiano, si algo aconteciera debemos salir en defensa de nuestros derechos, esa era un de las preocupaciones del teólogo Martin Lutero: “La fe no ofrece al cristiano un programa o una ideología, ideolo gía, sino una razón de la mente y del corazón para participar, una preocupación central y una norma para evaluar todo programa, ideología, estructura o acción política: el bienestar del prójimo”. (4)  (4)  De la misma manera Ramos Ampudia, Am pudia, está de acuerdo con la participación de la iglesia en la política, a pesar de los peligros también hay ‘virtudes como la exigencia de conocer a profundidad a un país.’ “Las decisiones políticas afectan o benefician a toda la colectividad y se pueden lograr cambios de manera más rápida que si lo hacemos al margen de ellas. La vocación de servicio a los demás alcanza sus mejores logros a través de la acción política. La igualdad religiosa, el respeto por las minorías, una cultura de la tolerancia y respeto a los demás, un ambiente de paz y reconciliación se pueden alcanzar de mejor manera cuando se usa de forma adecuada el poder político.”  político.” 

 

  Por otro lado, Ampudia no está de acuerdo que haya un partido político evangélico, porque es ahistórico en nuestro presente, porque no vivimos en los tiempos de las rivalidades religiosas entre cristianos y católicos. Es contrario a las demandas de los derechos humanos, puesto que hace discriminación religiosa al proclamar un partido solo para evangélicos. Una propuesta así está destinada al fracaso, porque un partido serio no puede girar alrededor de prácticas de culto, sino entorno de grandes problemas regionales como la desocupación, la pobreza, la desnutrición, el narcotráfico, las migraciones, entre otros problemas. (5) Por lo anterior, la política es un arte de dirigir las sociedades civiles, dice Jacques Darchon (6), es una ciencia práctica. Pero cualquier praxis humana debe dirigirse por principios racionales, no solo de fe. Lo contrario constituiría un voluntarismo ciego o afectivo. De ahí, que toda acción política no solo necesita apoyarse en una teología política, sino también de una filosofía política. Tanto la teología como la filosofía buscan dar una explicación verdadera, completa y coherente de lo que es en realidad el ser humano, del por qué y el para qué está en el mundo, de sus rol que cumple en la sociedad que comparte con los otros, de los orígenes y el sujeto de la autoridad y hasta donde llegan sus límites, de los derechos y deberes de la persona singular ante ellas, etc. “El conjunto de respuestas que se den a tales problemas pr oblemas constituye la ideología básica y ultima que determinará la dirección concreta de la acción política.” Según Carlos Valderde e insiste en “la importancia de que tales principios tales  principios sean objetivos, es decir, que expresen la realidad del ser humano y la sociedad, porque es preciso evitar arbitrariedad, el voluntarismo y el subjetivismo de los gobernantes.” (7)  (7)   Para que los evangélicos sean considerados una alternativa ante la sociedad que esperan de ellos que sean “Sal y luz a las naciones”, no solo necesitan relacionar la Biblia con la política, aunque sabemos que ella es nuestro manual de fe y practica en todas las cosas, incluyendo la esfera política, pues así hemos sido doctrinados, consideramos a Dios como soberano en el mundo y todo lo que concierne a este mundo caído: incluye no solo lo religioso, sino también lo político. Puesto que la Biblia es la Palabra de Dios, los evangélicos políticos deben consultarla para guiarse en sus actividades políticas, pero deben evitar caer en el error de pretender sacar todas sus ideas políticas de la Biblia, pues ella no tiene un programa políticos o un sistema políticos de gobierno, no nos dice si ha de ser una aristocracia o una democracia u otro. La Biblia solamente nos ofrece principios eternos que deben subrayar y controlar todos los sistemas políticos (8). Si la Biblia no pretende ser un libro de políticas, sino un libro que guía a esos seres políticos a una acción política responsable, respo nsable, en nuestro caso, evangélicos, entonces necesitamos, en palabras de Ortiz, “Una ética política y una teología de la política, del poder y de la mayordomía m ayordomía de la creación. Acciones para fortalecer la participación polític políticaa

 

de los evangélicos incluyen la formación de líderes, participación en la sociedad so ciedad civil, el planteamiento de proyectos de nación, la cooperación con otros grupos y el trabajo interdisciplinario”. (9) Temas que abordaremos en otro artículo donde ofreceremos algunos aporte para una política evangélica responsable.

La neutralidad religiosa que reivindicamos r eivindicamos los cristianos evangélicos en España y en todos los países, especialmente donde somos minoría y hemos sufrido las discriminaciones y abusos de la confesionalidad estatal, debe ser defendida con coherencia y entendida como un camino de doble sentido. Es decir, no podemos defender una confesionalidad evangélica evangélica del Estado al convertirnos en una mayoría o en una minoría influyente. “En nuestra relación con el poder político los evangélicos evangélicos latinos vamos camino, ahora que nuestra presencia social se vuelve visible e influyente, de imitar un modelo que hemos padecido y criticado durante siglos”, señalaba hace algunos años un lúcido pensador evangélico latinoamericano. Aquella advertencia, que entonces pudiera haber parecido exagerada para algunos, es hoy “un clamor en el desierto” en el contexto político latinoamericano donde partidos y candidatos evangélicos -algunos de ellos pastores, evangelistas o profetas- se presentan sin complejos como candidatos de una determinada opción política ideológica y partidaria. Hoy vemos a pastores, evangelistas y otros ministros evangélicos participando abiertamente en la pugna política partidaria. Parecen no tener en consideración la incompatibilidad de ambas investiduras

POLÍTICO O PASTOR: INVESTIDURAS INCOMPATIBLES La realidad actual parece estar dejando corta aquella advertencia, toda vez que la imitación empieza a superar al original en el carácter confesional de sus propuestas políticas. No vemos en América Latina, salvo alguna excepción [1], a sacerdotes u obispos católicos presentándose a unas elecciones presidenciales. Sin embargo, hoy vemos a pastores, evangelistas y otros ministros evangélicos participando abiertamente en la pugna política partidaria.

 

Parecen no tener en consideración la incompatibilidad de ambas investiduras; que el poder temporal suele ser inversamente proporcional al poder espiritual y que, en la misma medida en que un Pastor gana consenso como político, va perdiendo independencia y autoridad como ministro del evangelio. Y no porque la política sea una actividad “poco espiritual”, no se trata de eso. Simplemente porque son ámbitos diferentes que exigen compromisos, en muchos casos incompatibles. No es extraño escuchar a algunos de estos hermanos evangélicos recién allegados a la política, confesar en privado que su ideal político es la “teocracia” “ teocracia”   Un gobernante democrático debe estar consagrado al servicio de los intereses generales del Estado y de “todos” los ciudadanos, sin distinción de raza, sexo, creencia o condición social; mientras que un ministro del evangelio debe estar, por encima de todo, al servicio de los intereses del reino de Dios, lo que supone una lealtad suprema e incondicional al Evangelio de Cristo. El problema es que algunos, conscientes de tal incompatibilidad, proponen someter por la vía de la política (no de la evangelización libre y liberadora), los “intereses del Estado” a los del reino de Dios. No es extraño escuchar a algunos de estos hermanos evangélicos recién allegados a la política, confesar en privado que su ideal político es la “teocracia” (sic). Desde esa cosmovisión teológica, las palabras de Jesús, “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, D ios”, se traducen como: “Dad a Dios Dio s lo que es del César”. Pero la realidad es tozuda, y la historia demuestra que el final de este camino es siempre el mismo: se termina dando al César lo que es de Dios. La participación de los evangélicos en la esfera pública es legítima y necesaria, pero no se pueden mezclar las churras con las merinas. Los fieles evangélicos que se sientan llamados a la militancia partidaria están en su legítimo derecho de hacerlo, pero si ocupan altos cargos eclesiales, por ética ministerial y cívica deberían dejarlos, al menos mientras ejerzan esa militancia. MEJOR, LA ACCIÓN CÍVICA PREPARTIDARIA Los fieles evangélicos que se sientan llamados a la militancia partidaria están en su legítimo derecho de hacerlo, pero si ocupan altos cargos eclesiales, por ética ministerial m inisterial y cívica deberían dejarlos Con todo, algunos pensamos que, mientras la militancia política de cristianos evangélicos siendo legítima debería ser minoritaria y excepcional, existe en cambio un amplio espacio de actuación prepartidaria (o apartidaria, si se prefiere) en el marco de “la sociedad civil” que reclama la movilización de cristianos comprometidos con la justicia, los derechos humanos, la paz, la defensa de la vida (humana y ecológica), así como o otras tras muchas causas justas que están en perfecta armonía con los intereses del reino de Dios y donde hacen mucha falta los Henry Dunant, los Wilberforce, los Luther King, los Desmond Tutu, etc., del siglo XXI.

 

No se entiende, a nuestro juicio, que haya pastores evangélicos pidien pidiendo do públicamente el voto para un determinado partido político En cuanto a los pastores, deberían recordar que ante todo son siervos de Dios y “deudores”[2] para con las personas de toda cultura, raza, condición social o ideología política que componen su grey. Si esto es así, no se entiende, a nuestro juicio, que haya pastores evangélicos pidiendo públicamente el voto para un determinado partido político. SPURGEON: “… ¿TU POLÍTICA DEVORA TU RELIGIÓN?”  RELIGIÓN?”  Aquí nos parecen oportunas y luminosas las palabras del gran predicador británico conocido cono cido como “el Príncipe de los predicadores”, Charles Spurgeon, que reproducimos a continuación: continuación:   “No me importa hablar sobre política cuando tiene que ver con el cristianismo; no me importa cooperar con la causa común de la filantropía, o con cualquier obra para el bien de mis semejantes; pero no me entrego de todo corazón y espíritu a ninguna obra sino a aquella de divulgar el conocimiento del nombre de Cristo. Esto, pienso, debería ser lo primero y lo último para el cristiano. ¿Cubre tu religión tu ropaje, o tu ropaje cubre tu cristianismo? ¿Cuál de los dos casos es aplicable a ti, amigo? Tú eres un político: eso está muy bien; me alegra que haya un hombre honesto en un lugar así; sin embargo, ¿cubre tu religión tu política, o tu política devora tu religión?” religión?” [3]  [3] 

Compromiso político y social de los cristianos Es urgente que los cristianos seamos conscientes de la importancia que la Iglesia siempre ha dado a los problemas que plantea la realidad social, política y económica. Se dice que la Iglesia tiene una "doctrina social". ¿Pero que tiene que ver lo social con la fe? ¿Podemos afirmar que la Iglesia tiene injerencia en lo social y político? Ante las mil formas que esta pregunta podría revestir, no estaría de más remontarnos a algunas cuestiones básicas que hacen a la relación entre Iglesia y sociedad, fe y cultura, Evangelio e historia. Estas cuestiones no son de orden sociológico sino teológico. Pero llevan necesariamente al campo de las ciencias sociales, que son aquellas que nos relatan e interpretan las cosas que acontecen. Hay quienes identifican la "doctrina social" con los documentos que en los últimos ciento treinta años -desde León XIII hasta Francisco- los papas han dedicado a la cuestión social. La identificación no es errónea aunque sí insuficiente.

 

Es necesario decir que la Iglesia desde siempre tuvo una enseñanza referida a lo social, o mejor, lo social siempre fue parte de su mensaje. Esa enseñanza -que puede rastrearse en los mismos evangelios, que reconoce importantísimos antecedentes antecedentes en el Antiguo Testamento, que ocupó las mentes y los corazones de los padres de la Iglesia y que se explayó en autores de la talla de Tomás de Aquino y Bartolomé de las Casas- se ha expresado en el último siglo en un cuerpo doctrinal más sistemático impulsado proféticamente por el magisterio de los papas. Profundicemos en ello. 1. La fe y la historia La vida de la Iglesia y de cada creyente se desenvuelve en una encrucijada: la de la historia y la de la fe. La Iglesia es, por la gracia de Dios, esa parte del acontecer humano que, en forma explícita y consciente, se abre al Reino de Dios misteriosamente presente en él. De allí que todo lo que hace a la vida del hombre la Iglesia lo considere no como un añadido sino como algo intrínseco a su preocupación y a su misión evangelizadora. Si hay una religión que no puede darse el "lujo" de alienarse de la historia, esa es la religión cristiana, que cotidianamente profesa la fe en un Dios que "se hizo carne y puso su carpa entre nosotros" (Jn 1, 14), compartió nuestra debilidad e hizo presente su salvación en medio de los avatares de nuestra historia. Para un cristiano, alienarse de la historia es renunciar a "medio credo". De allí que la preocupación por lo social, lo económico y lo político no sea el "capricho" de algunos cristianos con "inclinaciones sociales". Forma parte de la misión integral de la Iglesia. Para hacer explícito esto, a lo largo de la encíclica Evangelii Nuntiandi Nuntiandi el papa Paulo VI, cada vez que se refería a la "evangelización", agregaba: "liberación y promoción humana". 2. ¿Por qué una "doctrina social"? El Evangelio, que no deja a los cristianos indiferentes antes los problemas del tiempo en que les toca vivir, es quien alienta la reflexión y el compromiso. Esta reflexión y este compromiso se fueron cristalizando, a lo largo de los años, en un cúmulo de "principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción" (Paulo VI, Octogessima adveniens , nº 4) que hoy conocemos con el nombre de doctrina social de la Iglesia. Es necesario destacar el carácter dinámico de esta doctrina. Ella no constituye un cuerpo cerrado de verdades por el simple hecho de ser expresión de una fe en constante diálogo con los desafíos que proceden de la realidad: La enseñanza social de la Iglesia nació del encuentro del mensaje evangélico y sus exigencias con los problemas que surgen de la vida de la sociedad (Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción sobre la libertad humana y la liberación "Libertatis conscientia" , nº 72).

 

Por implicar fe e historia es que el sujeto privilegiado de la enseñanza social de la Iglesia son las propias comunidades cristianas. En sintonía con la imagen de la Iglesia como comunión de Iglesias particulares que emana del Concilio Vaticano II, Paulo VI afirma: Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción (...) A estas comunidades toca discernir , con la ayuda del Espíritu Santo, en comunión con los obispos responsables, en diálogo con los demás hermanos cristianos y todos los hombres de buena voluntad, las opciones y los compromisos que conviene asumir para realizar las transformaciones tr ansformaciones sociales, políticas y económicas que aparezcan necesarias con urgencia en cada caso (Carta apostólica Octogesima adveniens , nº 4). Analizar, esclarecer, deducir, discernir, asumir, realizar... Reflexión y acción comunitarias se entrelazan dando forma a un pensamiento y a una praxis que no pretende ser una "tercera posición" entre las grandes ideologías del mundo moderno sino, más bien, una instancia de confrontación permanente con la realidad social tratando de indicar un horizonte superador de las realizaciones -y limitaciones- del acontecer humano. En 1987, Juan Pablo II lo expresó con toda claridad: La doctrina social de la Iglesia no es, pues, una "tercera vía" entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría propia. (...) no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral (Carta encíclica Sollicitudo rei socialis , nº 41). 3. La Iglesia y la política Todo esto, sin embargo, puede no acallar el interrogante fundamental: ¿qué tiene que ver la Iglesia con la política? En este sentido son iluminadoras las palabras del documento de la IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Puebla, México, en 1979: Deben distinguirse dos conceptos de política y de compromiso político: primero, la política en su sentido más amplio que mira al bien común, tanto en lo nacional como en lo internacional. Le corresponde precisar los valores fundamentales de toda comunidad... Define también los medios y la ética de las relaciones sociales. En este sentido amplio, la política interesa a la Iglesia y, por tanto, a sus pastores, ministros de la unidad. Es una forma de dar culto al único Dios, desacralizando y a la vez consagrando el mundo a Él (LG 34) (Documento de Puebla , nº 521). Segundo: la realización concreta de esta tarea política fundamental se hace normalmente a través de grupos de ciudadanos que se proponen conseguir y ejercer el poder político para resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales según sus propios criterios o ideologías. En este sentido se puede hablar de "política de partido" . (...) ningún partido político por más inspirado que esté en la doctrina de la Iglesia, puede arrogarse la representación de

 

todos los fieles , ya que su programa concreto no podrá nunca tener valor absoluto para todos. La política partidista es el campo propio de los laicos (Documento de Puebla , nº 523 523-524). -524). La acción de la Iglesia es política en tanto que mira al bien común de la sociedad ( primer sentido ), más allá de cómo se posicionen sus miembros a la hora de las opciones -partidarias- concretas ( segundo sentido ). Por eso es que puede decirse que no existe -como a veces se pregona- lo apolítico , aunque sí lo apartidario . Palabra y silencio, acción u omisión tienen, entonces, una repercusión política más allá de las intenciones explícitas de sus protagonistas.

BIBLIA, POLÍTICA Y SOCIEDAD La Biblia es considerada como la palabra de Dios, de manera que es infalible y el texto más importante de todos los libros del mundo. No existen documentos fuera de la Biblia que sean aceptados como infalibles. Cabe mencionar que dentro de la teología protestante se destacan cinco puntos que resumen la sagrada teología. 1. Sola fide: lo cual significa que la salvación es por la sola fe. 2. Sola gratia: que la salvación es por la sola gracia de Dios. 3. Solus christus: por la única obra intercesora de Cristo. 4. Soli deo gloria: dando así la gloria solamente a Dios. 5. Sola scriptura: asimismo se enfatiza la suficiencia de la palabra de Dios expresada en la Biblia, con el fin de conocer al Dios verdadero al revelarse éste hacia los hombres a través de Cristo. Significa que la Biblia es la revelación especial de Dios, por lo cual es superior a todo texto religioso cuyo campo de acción se fundamenta en la filosofía que comprende simple investigación y producción humana. La Biblia y sus cerca de dos mil reglas comprende valores sobrenaturales relevantes de aplicación práctica. DEFINICIONES DE POLÍTICA El término política procede de la acepción griega POLITIKE, que se definía como el arte de gobernar la polis o ciudadestado griego. Actualmente el diccionario de la Real Academia de la Lengua define política en tres de sus acepciones: 1.Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados; 2. actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos; 3. actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Foy Valentine expresa que la política es el arte o ciencia de gobernar, el arte de lo posible, la lucha por el poder, la búsqueda y el ejercicio entre grupos, el proceso de determinar quién consigue qué, cuándo y cómo, la relación entre los gobernantes y los que son gobernados, y el proceso de trasladar las presiones sociales en leyes publicas. En

 

consecuencia, el concepto de política se define en tres sentidos básicos: como lucha por el poder, como conjunto de instituciones por medio de las cuales se ejerce el mismo, y como reflexión teórica sobre su origen, estructura y razón de ser. La historia humana es la historia de la lucha política protagonizada por individuos, grupos, o naciones para conquistar, mantener o extender el poder político. Esa lucha por el poder puede ser pacífica o violenta. Los procesos de lucha por el poder indican un estado avanzado de civilización y una mayor sensatez en el ejercicio de la política. Las guerras constituyen la forma mas extrema del enfrentamiento político, cuyo fin es la destrucción del adversario. La política tiene el poder como su objetivo principal de donde se desprende que, sin poder, no habría política. Su método primario es la negociación, para lograr que se lleven a cabo las decisiones de bien público como su objetivo esencial. Pablo A. Deiros dice: la política es la preocupación por todo lo que tiene que ver con el bienestar común en términos de una nación, en sus relaciones internas y externas. El ejercicio político implica preocupación preocupación por el país y su destino histórico. Alguien dijo “como quiera que definamos la política nunca es tan mala para justificar que los cristianos nos retiremos de participar de nuestros deberes ciudadanos, ni tan buena que no sintamos la necesidad de impregnarla constantemente con los valores éticos de la fe cristiana”. Los cristianos estamos llamados a evangelizar la política. Albert Butterfield, historiador cristiano inglés, dijo: “ningún hombre ha inventado todavía una est estructura ructura política, sin que la inventiva del diablo no encuentre la manera de explotarla para sus fines perversos”.  perversos”.  EL GOBIERNO CIVIL, INSTITUCIÓN DE DIOS D IOS Dios es la suprema autoridad del universo y por él han sido establecidas las instituciones terrenales y sus autoridades. La Biblia enseña que esas instituciones de poder son: la familia, la nación y la iglesia. El estado ha sido construido por Dios para hacer posible la vida ordenada or denada y pacífica de los seres humanos en sociedad, mientras dure este sistema de cosas en este mundo. Pueblo, territorio y poder son los elementos básicos que conforman un Estado. La nación es una comunidad humana que posee elementos históricos, tradicionales, culturales y económicos comunes. El territorio es el espacio físico donde habita el pueblo y es también donde se ejerce el poder político. El poder es la capacidad que tiene el Estado de imponer a los ciudadanos la aceptación y el cumplimiento de sus decisiones determinadas determinadas por medio de sus tres ramas: el Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial. El Poder Ejecutivo es el órgano ejecutivo del Estado y dispone de tres elementos básicos para su funcionamiento: Administrativo, que comprende: gobierno, ministerios, gobiernos regionales, tribunales, policía, etc.; las Fuerzas Armadas, que tienen como función la defensa de la soberanía nacional, y Hacienda, que se ocupa de la recaudación de los fondos necesarios para el sostenimiento de todo el aparato estatal y la realización de los programas sociales del país.

 

El poder político institucionalizado en el Estado es un hecho cuya realidad histórica no necesita comprobación, el cual desde la perspectiva de la fe queda evidenciado en los pasajes bíblicos de Mat.22:17-22, Rm. 13:1-7, 1 Tm. 2:12 y 1 P. 2:13-17. 2:13 -17. William Barclay, gran erudito de escritos sagrados dice: “ningún hombre puede vivir completamente separado de la sociedad de la que es miembro”. Como parte de la nación, goza de beneficios que no obtendría aislándose. No es razonable reclamar los privilegios y negarse a los deberes. El hombre tienen deberes para con el Estado y debe cumplirlos aunque sea Nerón quien esté sentado en el trono. Platón dijo: “el Estado existe por razón de justicia y seguridad”. Sin Estado, sin leyes y sin el compromiso de obedecerla, los más fuerte s gobiernan con egoísmo perversidades e injusticias y los débiles serian abusados, la vida se regiría por la ley de la selva. Jesús, en Mt. 22 separó lo de Dios de lo del Cesar (gobierno civil), pero no significa que lo de Cesar es independiente independiente de lo de Dios. Al contrario, la autoridad que reside en el Estado de cualquier nación ha sido establecida y sustentada por Dios. El apóstol Pablo expresa su visión principal acerca del Estado aseverando que el imperio romano y la pax romana, era el instrumento de Dios para librar al mundo del caos. (Rm. 13:1-7) Idealmente, los hombres debían estar unidos por el amor cristiano, pero no lo están; el Estado es el instrumento de Dios para que el pueblo se mantenga unido y en paz. Por tanto, es deber de los cristianos colaborar y no estorbar a los que administran el Estado, porque lo sepan o no, las autoridades políticas cumplen un deber encomendado por Dios. Su deber es fomentar el bien y castigar el mal. Pablo insiste que el Estado guarda relación con el propósito ordenado de Dios para la sociedad, con el fin de evitar la anarquía. Con todas sus limitaciones, el Estado cumple un propósito dentro del ordenamiento providencial de Dios en la nación. JESÚS Y LA POLÍTICA Después de hacer un escrutinio teológico sereno del ministerio público de Jesús de Nazaret y sus nobles enseñanzas, para conocer si le dio importancia a la situación política de su época o no, tenemos que colegir que a través de la historia muchos han presentado al Jesús histórico como un hombre desconectado de su realidad, a pesar de proclamar la unión hipostática, que fue 100% hombre y 100% Dios, (el segundo de la santísima trinidad). Lo cierto es que Jesús de Nazaret, vivió en las realidades humanas, no en el campo de ideas abstractas, pintarle desinteresado de su realidad cotidiana en la palestina de su generación es una falacia, no es coherente con su humanidad ni con su mensaje. Sectores poderosos de cada generación han manipulado la persona de Jesús, vinculándolo a una religiosidad inoperante aislada de la realidad política y social de su época, a fin de mantener el Status Quo en un territorio determinado y frenar a los cristianos, adormeciéndolos, para que no participen en política y puedan ejercer su derecho de producir una influencia de justicia en la sociedad. so ciedad. Es evidente que Jesús, no fue un zelote que arrastró multitudes para revelarse contra el imperio romano, él no vino a este mundo a formar un partido político con fines de reivindicaciones sociales y económicas, no vino para hacer una revolución en su época al estilo Che-Guevara. El mensaje de Jesús tenía como esencia el Reino de Dios que no es de este mundo, como le dijo a Pilato (Jn. 18:36). Aunque también dijo que ese Reino estaba entre ellos

 

refiriéndose a él (Lc. 17:21). Su mensaje del Reino de Dios estaba por encima de la política de los hombres, él no hablaba como un político, sino en términos espirituales, declarando la voluntad del Padre, como tantas veces lo declara en los discursos del aposento alto y camino a Getsemaní (Jn. 13 13-17). -17). La misión de Jesús, fue venir a cumplir con la obra de redención r edención de la humanidad en cada generación, como lo envió su Padre y él quiso venir. Y así destruir las obras de satanás y su reino de tinieblas y oscuridad. Ahora bien, los evangelios no presentan a un Jesús místico, sino mezclado con la gente en sus necesidades de sanidad emocional, física y mental, de apoyo y solidaridad, expresando compasión y misericordia hacia los marginados, rechazados y olvidados, alimentando a los hambrientos, enseñando y orientando al pueblo para darle esperanza y consuelo en medio del dolor y la injusticia. Al ver la injusticia de su tiempo en Israel, como el Imperio Romano le cobraba el 30% de los ingresos a cada judío y la mafia religiosa el 15% para el tesoro del templo, entre estas dos mafias les arrancaban ar rancaban el 45% a los infelices, que comprendían la gran mayoría. Por otro lado, los hacendados, comerciante, compañía compañía de cobradores de impuestos, altos oficiales romanos, y demás chupa sangre de esa generación, tenían al pueblo agobiado, hambriento, desesperanzado. Jesús veía en la injusticia de la sociedad una consecuencia del pecado del hombre, una quiebra de la confraternidad y de la comunión humana. Por eso su revolución consistió en predicar el perdón de los pecados, el amor hacia el prójimo aun hacia el enemigo. Contrario a lo que decía la ley de Moisés: ojo por ojo, diente por diente (Mt. 5:38). Jesús fue un pacifista acabado, un abanderado de la no violencia; la única violencia que él acepto fue la que cada uno ejerce sobre sí mismo en favor del esfuerzo por mejorar el mundo y cuidar la vida de los demás. Si bien Jesús fue un radical teológico muchas veces, no fue indiferente a la política, consciente de la maldad de los invasores romanos, del rey Herodes Antipas y de la élite política religiosa de su generación, proclamó: los que gobiernan oprimen con su poder a las naciones (Mr. 10:42), y hasta señala abiertamente la relación de todo el que tiene poder político con el diablo cuando dice que éste da el poder a quien quiere (Lc. 4:6). 4:6 ). Se enfrenta a grupos poderosos del poder político; califica al rey Herodes Antipas, lacayo de Roma, en favor de sus intereses en Palestina, de “zorra”, animal que destruye toda la cosecha agrícola, la zorra es insaciable, dañina y destructora (Lc. 13:32) ante la visión de Jerusalén que sería destruida por los invasores políticos (Mt. 21). En cuanto a los políticos-religiosos; los ¡ay de Mt. 23, revelan su maldad! El Señor no menospreció la necesidad de reformas estructurales en este mundo, pero pone su acento en la conversión individual. No menosprecia la necesidad de la política, pero pone los ojos en el Reino de Dios. Que es trascendente y eterno, en tanto que el reino de los hombres es humano y temporal. La justicia política no es el Reino de Dios, pero el reino se realizará en una sociedad fraterna y justa (Is. 65:17-25; Ap. 20;1-6). Lo que significa que es tarea humana transitar el camino de la institucionalidad institucionalidad y la justicia social en las naciones de hoy. Y el instrumento es el sistema de gobierno que ha elegido cada nación y el compromiso extremo que asumen los políticos frente a Dios, el pueblo y los valores del sagrado libro. Los cristianos que hoy desprecian la política en nombre del Reino venidero del Señor Jesucristo, ignoran que el Reino eterno se fundamenta en el

 

gobierno civil temporal. Además, el reino milenial, es la expresión física del Reino de Dios en este mundo, con Jesucristo como Rey en el ejercicio de un reino político sobre las naciones. LA IGLESIA PRIMERA Y LA POLÍTICA La razón principal por la que se escribieron los evangelios es declarada en Jn. 20:31 que dice: pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. Por otro lado, se escribieron con el propósito de no llamar la atención del Imperio Romano y así mostrar un Cristo no peligroso para el Statu Quo del momento. Además, con la mentalidad escatológica de que el fin del mundo estaba próximo. En este sentido, en la supuesta víspera del fin del mundo, poco interés podían generar los problemas políticos a los cristianos de entonces. No tenían ninguna urgencia de reformar sociedades civiles que consideraban próximas a desaparecer. A pesar de esto, los evangelistas fueron fieles a la comunicación del mensaje de Cristo donde encuentra fundamento nuestra fe y vida cristiana práctica. El libro de los Hechos revela claramente que la iglesia primera ocupa su tiempo, habilidad, talento y creatividad predicando con señales poderosas el evangelio de Jesucristo de tal manera que para el siglo III la mitad, de los habitantes del Imperio Romano eran cristianos (60 millones). Pero la inserción de los creyentes en actividad política era nula, con rara excepciones. El caso de Erasto, tesorero de la ciudad de Corinto (Rm. 16:23). Por otro o tro lado, Pablo, alude al recurso de política migratoria, como ciudadano romano en Filipos y Jerusalén (Hch. 16:35-40 y 22:25-29). En (Rm. 13:1-7), alude al poder político institucionalizado en el Estado, que el hombre tiene deberes para con el Estado y debe cumplirlas y los que ejercen autoridad deben hacer el bien que de hecho y de derecho merece el pueblo, de manera que es un compromiso mutuo. De hecho en 1 T. 2:1-2, el apóstol aconseja a que se ore por los reyes y por los que están en eminencia. Y Pedro aconseja al creyente por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior y a los gobernadores… go bernadores… Temed a Dios. honrar al rey. (1P. 2:13 y 17). 17).   ¿DEBE EL CRISTIANO PARTICIPAR EN POLÍTICA? Generalmente, los cristianos de todos los tiempos se han marginado de la política por diversas razones. Los creyentes hispanos no somos una excepción. Muchos ven la política como una actividad perniciosa que gradualmente puede corromper la conciencia del cristiano, que según el Señor Jesús dijo: “están en el mundo… pero no son del mundo” (Jn. 17:11 y 16), 16) , y Pablo dice que nuestra ciudadanía está en el reino de los cielos (Fl. 3:20). No somos del mundo porque no practicamos las obras pecaminosas de las tinieblas que Satanás, con engaño, ha sistematizado en el mundo. Pero Dios ama el mundo (al ser humano) y por el mundo murió Cristo para salvación. Además, nuestra misión es ese mundo sin Cristo. Por otra parte, somos ciudadanos del Reino de los cielos pero también de la nación donde nacimos. Los cristianos somos hombres y mujeres de dos mundos, el físico y el espiritual, del reino de los cielos y de la República Dominicana, si somos dominicanos. No existe un solo pasaje bíblico que ordene al cristiano aislarse de los problemas y necesidades de su nación y renunciar a su papel de ser luz, sal y levadura del mundo. (Mt. 5:13-16 y

 

13:33) Lo más fácil es enajenarse de los grandes problemas nacionales y sus soluciones y refugiarse en las cuatro paredes de un templo. La Biblia enseña el ejemplo de hombres como José, Daniel, Nehemías e Isaías que influyeron positivamente sobre el poder político de su época. Los casos de Deborah, Esther y Betzabe, mujeres protagonistas que ejercieron poder político con la sabiduría de Dios. Es digno de mencionar el caso del hermano Erasto, tesorero de la ciudad de Corinto, del cual se habla poco, pero desempeñó responsablemente un puesto político delicadísimo, a pesar de las presiones de los intereses de diversos sectores de la ciudad y el gobierno de Corinto. El cristiano que tiene una profunda devoción con Dios, una preparación diversa en la educación secular y una probada vocación de servicio a la comunidad, puede hacer vida política en beneficio de su ciudad o nación, dando mayor importancia a su vida de fe, para que los valores de la espiritualidad verdadera lo alejen de las distorsiones en que puede caer el hombre en el ejercicio de la actividad política. Todo cristiano que incursiona en política sabe que es un campo bien difícil, donde resulta fácil resbalar por errores propios, por zancadillas, y trampas que tienden enemigos políticos. La calumnia y la difamación es parte del juego. Para el creyente es difícil porque no siempre se puede aplicar los principios cristianos al pie de la letra, que es de lo que se tiene que cuidar el cristiano para mantener su corazón en integridad. En cuanto a la iglesia, como organismo viviente, cuna del reino y de la autoridad de Dios, sabemos que su misión en la tierra es predicar el evangelio de Jesucristo, trabajar por los sectores vulnerables de la sociedad y cumplir con su rol profético de proclamar justicia social en la nación. Para nada es su misión el incursionar en la política partidista. En cuanto a los partidos políticos cristianos, pueden ser legales pero innecesarios para la sociedad y peligroso para la propia fe evangélica. La experiencia histórica aconseja no fomentar partidos confesionales, pues ya fracasaron en la Europa de la era de la ilustración. (Final del siglo XVIII y principio del XIX). CONCIENCIA CRISTIANA AL VOTAR Los partidos políticos son una expresión de la democracia representativa. Se entiende que cada uno cree tener la verdad absoluta y el programa de gobierno que es el más justo y conveniente para la sociedad. En su lucha por el poder mienten, denigran, acusan y dañan reputaciones, etc. El asunto es que ninguno tiene la verdad completa y muchas veces exageran faltando a la sensatez y a la justicia. Los cristianos fieles deben ser muy cuidadosos en vincularse excesivamente a un partido político determinado, para no caer en emocionalismo político radical que debilite su consagración espiritual. Es importante evaluar los principios de los partidos políticos y verificar si están en sintonía con los valores bíblicos; tales como la honestidad, justicia, libertad, verdad, respeto a la vida y a la dignidad humana, la defensa y protección de los inocentes, y ayuda a los sectores vulnerables de la sociedad. En cuanto a los candidatos, es bueno evaluar su historial moral. Si ha servido a la comunidad o se ha aprovechado de ella, quienes lo apoyan económicamente, si habla siempre la verdad o solo cuando está en campaña. ¿En qué comprende su programa de gobierno? ¿Es inteligente, educado, humilde y compasivo para servir al pueblo? ¿Tiene un carácter templado y una familia estable?

 

¿Cuál es su afiliación política? ¿Cuál es su condición espiritual? ¿Tiene temor de Dios? ¿Se preocupa por los problemas de las comunidades? ¿Cuándo sea elegido, cumplirá con las promesas de campaña? Los obispos y líderes de la nación han orientado al pueblo de Dios a sufragar a favor de candidatos cristianos evangélicos, los cuales tienen valores y principios Bíblicos. En tal sentido, el pueblo de Dios debe votar por aquellos candidatos que tengan temor de Dios, y un testimonio intachable dentro y fuera de la comunidad cristiana, y profundamente interesados en servir a la nación asumiendo el solemne compromiso de buscar soluciones sabias a los grandes problemas nacionales. Llenos de coraje y de la voluntad política indeclinable, de pasar de las meras palabras a los hechos. El 15 de Mayo se celebrará las elecciones presidenciales, congresuales y municipales. Dominicanos y dominicanas, estamos comprometidos ante Dios, la nación y nuestras conciencias, a usar el derecho al voto sabiamente en beneficio del engrandecimiento de la República Dominicana. Que el Señor nos bendiga con paz y comprensión para que el amor, la justicia y el bienestar prevalezcan, a fin que la nación se encamine bajo el eterno señorío de Jesucristo.

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