La Psicologia Del Soltero Entre El Mito y La Realidad

December 6, 2016 | Author: Jessica Rocio Ferreira Moreira | Category: N/A
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J u a n A nt o ni o Bernad

94 LA PSICOLOGÍA DEL SOLTERO Entre el mito y la realidad

Crecimiento personal C O L E C C I Ó N

'eren

Desclée De Brouwerí 3 *

Queda prohibida, salvo excepción previsto en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. I.a infracción de los derechos mencionados puede *u>r constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

© Juan Antonio Bernad, 2004 © EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2004 1 lenao, 6 - 48009 Bilbao www.edcsclee.com i n foco menos que "infracondición humana de todos los que han tenido que resignarse a la triste condición de solteros". Mi posición es que la vida de los solteros merece tanta consideración y aprecio como la de los casados, por lo que no tiene sentido utilizar dos raseros a la hora

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I A 1’SKOIAK.lA 1)1 I SOI UTO): l-NIK! I I. MIIOV I A KKAI.IIMO

•Jo valorar la vida de los humanos, uno para los casados y otro dis tinto para los solteros, longo, además, la firme convicción de que, en i uanto grupo social, los solteros pueden ser personas tan maduras v un felices, ricas y ambiciosas en su desarrollo personal como los < asados y que su contribución a la buena marcha de la sociedad es ¡xrrfectamente comparable enta* ambos grupos. Tras varios años dedicado al estudio de la vida de los solteros, he * «improbado que la mayoría de los juicios que se emiten en torno a los pros y los contras de la soltería se fundamentan en un supuesto falso: que las personas somos una especie de clones, todos iguales «•ntre sí, con idénticas necesidades y afectados por los mismos problemas. No hacen falta grandes esfuerzos para constatar que la realidad difiere sustancial mente de tal versión de la peripecia humana. No soy firme defensor de la soltería, ni tampoco del matrimonio, pues pienso que ambos ofrecen grandes posibilidades de alcanzar una vida feliz, de la misma manera que los dos estados están so molidos al idéntico y largo proceso que conduce al logro de una vida rica y plena. Este ensayo sobre la Psicología del soltero quiere contribuir al i ««conocimiento social de los valores positivos de la soltería y, al mis mo tiempo, proponer a los solteros un programa de desarrollo per enal, especialmente en tres ámbitos, en el terreno del amor, de la . omunicación afectiva con su entorno y del encuentro con un marco .Je vida co nnotado por la serenidad y la alegría de vivir. Al margen de intuiciones vagas y atrevidas, me gustaría dejar sentado desde este momento que, frente a la falsa afirmación de que la soltería es un "fallo o versión pobre ^el mundo del casado", hay *»tra vers ión más real de la misma que la considera una situación plenamente normal y con las mismas garantías de éxito que la experiencia vital del casado. Solteros y casados coinciden en la condición .le personas, seres privilegiados cargados de positividad y con capa- i idad para amar, soñar, trabajar y comunicarse en una medida tan ¿mplia que nadie hasta el presente ha sido capa?, de cuantificar.

PRESENTACIÓN Abrigo la esperanza de que mis esfuerzos se verán recompensado'' con una realidad tan gozosa como grande ha sido la ilusión que he puesto en la elaboración de este trabajo que, con el mayor afecto y consideración hacia los solteros, pongo en las manos de los lectores, tonto solteros como casados.

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SALUDO A LOS LECTORES, SOLTEROS Y CASADOS

Una de las experiencias escasamente gratificante por la que debe pasar el profesional de la psicología es la superación de la carga de confusión que comporta cualquier intento de iluminar alguna de las parcelas constitutivas de la compleja vida de las personas. En mi caso, apreciado lector, tal experiencia ha supuesto concienciarme de las perplejidades que implica el compromiso de explorar y esclarecer el campo en el que los hombres y las mujeres desarrollan esa inefable capacidad que todos poseemos, dar y recibir amor dentro de la pareja. Mi punto de partida es que, en cuanto seres humanos, tanto los solteros como los casados, estamos igualmente llamados al amor y que poseemos todo lo necesario para disfrutar de él recorriendo caminos sustancialmente idénticos y só lo y muy parcialmente diferentes. En tal horizonte, estoy convencido de que una de las experiencias más maravillosas de la vida es sentir que siempre podemos amar y que nunca nos encontraremos en situaciones en las que podamos decir "ya no puedo amar más y mejor, no encuentro nuevas formas de mostrar el amor hacia mí mismo y a los demás, he agotado toda mi capacidad de recibir el amor de los que me rodean". En este ensayo me propongo explicar cómo los solteros, los que nunca han estado casados ni vivido en pareja, los que aún no se han

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l.A PSICOLOGÍA DHL SOLTERO; ENTRK liL MITO Y LA REALIDAD

casado, los que aspiran a casarse y los que nunca se casarán pueden realizar su vocación al amor lo mismo que los casados o emparejados y que la soltería, el matrimonio y todos los estados intermedios, dentro de límites que hasta el presente nadie ha sido capaz de fijar, gozan de unas prácticamente ilimitadas posibilidades para recorrer los caminos que conducen a la plenitud del amor entre las personas. Fui soltero hasta los 37 años y desde entonces convivo con la misma mujer, mi esposa, de la que por el momento no pienso separarme a pesar do que más de una vez me he preguntado, como me han confesado haberlo hecho muchos otros casados: ¿quién me mandaría meterme en el berenjenal del matrimonio, qué habría sido de mi vida si hubiera optado por la soltería, cómo vería y valoraría a mi persona en el diario discurrir por la vida sin la cercana y penetrante mirada de otra persona que me ayuda a saber quién soy en el fondo de mi intimidad, allí donde se toca la confusa frontera que separa mi yo de un tú, o a salir de la indefinición que percibo cada vez que intento comprender la unidad que implica el "nosotros" en cuanto expresión del inextricable misterio que comporta el binomio hombre-mujer? Acepto de buen grado que se me pueda hacer una objeción: ¿cómo puedes hablar para los solteros tú que eres un casado? La respuesta, como en general siempre que se habla del trabajo de los psicólogos y expertos en salud mental, es pensar que la tarea de estos profesionales es escuchar a los demás ayudándoles a alcanzar la plenitud de vida a la que están llamados y solucionar sus problemas, y ello tra tando de ser neutrales, a sabiendas de que la neutralidad total no se logra siempre y del todo. Por mi parte y siguiendo el consejo de Wachtel (1999), me he prevenido hasta donde me ha sido posible para no dejarme contaminar por lar. ideas, generalidades y tópicos que circulan sobre el soltero, dedicándome a proponer con toda honestidad y el más profundo de los respetos hacia mis lectores mi personal visión acerca de la soltería en cuanto una de las posibles formas, nunca la única, de entenderla, valorarla y vivirla. También quiero advertirte que en mi largo discurrir por las páginas que siguen

SAI.UDO A LOS LECTORES, SOLTEROS Y CASADOS

intento apartarme en todo momento tanto del dogmatismo "esto es lo que vale" como del escepticismo "todo vale lo mismo"; en cualquier caso, la valoración última de lo que aquí digo te pertenece exclusivamente a ti. Tras mi amistoso saludo inicial, te propongo algunos datos e interrogantes especialmente elocuentes para mí y algunas indicaciones acerca de los objetivos, contenido y estructura que me han servido de pauta en la redacción de este trabajo, con ello pretendo simplemente facilitarte la lectura del libro que tienes en tus manos. Los solteros: sus múltiples caras y sus numerosos interrogantes

Cuando uno se pone a hurgar en la variedad de connotaciones que caracterizan al grupo numeroso de personas que denominamos "solteros", aparecen muchos datos y gran número de interrogantes. I le aquí algunos altamente significativas: • hasta fechas recientes, en el ámbito de la cultura occidental, más del 90 por ciento de los adultos de mediana edad estaban casados y entre el 70 y el 80 por cien de los divorciados se volvían a casar antes de transcurrir los cinco años tras su ruptura de vida en pareja (Kleen, 1994). A la luz de este simple hecho y al margen de cualquier pretensión científica y sin prejuicios, surgen varias preguntas intrigantes ¿por qué se casan unos, la mayoría, y otros conviven al margen del matrimonio?, ¿la sol tería es cuestión de elección o algo forzado, "que te cae"?, ¿es el matrimonio una necesidad "natural y básica" de la persona, una meta del ser humano en cuanto tal o, por el contrario, un mero "imperativo social"? (Jaeggi, 1995), si nacemos solos, ¿por qué tantas personas, a todas las edades, buscan compulsivamente su media naranja? Hoy hay consenso en afirmar que la psicología y sociología están lejos de haber encontrado explicación suficientemente eSclarecedora a estos interrogantes, lo que queda patente a la vista de las diferentes interpretaciones que cabe dar a las siguientes informaciones:

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. Y/

I.A IMUM.OGfA DI I.SOI.TKKO: INTUI-I MI. MITO Y l-A REALIDAD

• en el mundo «Kcident.il, sólo el 50 por ciento de los que se casan consiguen salvar su matrimonio. • de aquéllos que siguen casados, hasta otro 50 por ciento no se sienten satisfechos en su vida de pareja, que mantienen sólo por "deber" a la promesa de fidelidad que en su día hicieron y en muchos casos por miedo a empezar de nuevo y en otros porque no ven otra salida (Cray, 1992). • según las estadísticas oficiales, en España uno de cada cuatro españoles en edad de casarse es soltero/a lo que contrasta con la realidad de hace 50 años cuando en amplias capas de la sociedad española el 90 por ciento de las familias estaban constituidas por casados y un 75 por ciento de ellas con hijos. • en Europa, se está produciendo un aumento espectacular del número de personas solteras o no emparejadas, hasta el punto de que desde los años 8(1 hasta el presente dicho incremento alcanza en muchos estratos sociales cifras superiores al 40 por ciento. • es general la opinión de que la versión del matrimonio y de la soltería proporcionada por los medios de comunicación social, la TV y los ensayos sobre las relaciones entre los sexos depende prioritariamente de la condición de soltero, divorciado o casado de los guionistas, escritores e investigadores. • la moderna versión de las relaciones entre el hombre y la mujer están experimentando una apertura a variedad de formas hasta hoy prácticamente desconocidas en nuestro ámbito cultural: 1) solteros y solteras que comparten por largo tiempo en la cercanía su vida diaria y laboral, incluidas sus aficiones personales y de ocio y sin ningún atisbo de,inierés por convertirse en pareja, 2) hombres y mujeres que tienen

pareja pero viven habitual mente solos,

compartiendo parcialmente su vida y viviendo separados y sin ningún deseo de institucionalizar su relación (LAT-Living Aparl Togrther), 3) parejas que se consideran novios, comparten su vida íntima personal a niveles profundos y sin embargo nunca se plantean casarse ni vivir juntos, 4) solté-

SALUDO A LOS LECTORES, SOLTEROS Y CASADOS

ros/as que practican una convivencia esporádica con su pareja en fines de semana o en vacaciones, sin perspectivas de matrimonio, 5) parejas de hecho totalmente comprometidas que dicen tener terror a dar el paso al compromiso que conlleva el matrimonio legalizado, 6) sol teros/as que tienen pareja pero siguen viviendo habitualmente separados y en la casa paterna, 7) parejas que conviven con parejas diferentes en determinados períodos y en otros no, 8) solteros/as que confiesan necesitar el complemento del otro sexo pero reduciéndolo únicamente a la satisfacción de sus necesidades sexuales, etc. (Lamourére, 1988; Gpolla, 1995; Alborch, 1999; Alberdi, 2000). Curiosamente, los solteros que viven dentro de tan amplia variedad de situaciones coinciden en dos notas: confiesan sentirse suficientemente felices en tal modo de vida y están decididos a no llevar más lejos su compromiso personal. F.n función de los datos mencionados, me propongo responder en estas páginas a preguntas como las siguientes: • ¿por qué unos se casan y otros no? • ¿en que se diferencian las vivencias de los solteros de las de los casados? • ¿por qué hay adultos que no quieren casarse? • ¿por qué no logran casarse muchos que lo desean? • ¿son los solteros de hoy diferentes de los de ayer? • ¿qué tienen en común, si lo tienen, todos los solteros? • ¿qué ha sido necesario que ocurriera para que en los momentos actuales y en nuestra sociedad aumente el número de solteros? • ¿caminamos hacia una sociedad de solteros? • ¿la soltería tiene sus principales causas en la sociedad o es una conducta que hunde sus raíces en el núcleo personal del indi-

viduo? • ¿buscamos de la misma manera el amor los hombres y las mujeres?

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I.A FICOLOGÍA DEL SOLTERO: fiNTRF. EL MITO Y LA REALIDAD

En los últimos años y con ocasión de mis viajes por algunas capitales europeas, he recorrido afanosamente algunas de sus librerías importantes intentado localizar obras o estudios que clarifiquen lo que distingue en lo psicológico a los solteros de los casados. Con el mismo objetivo he recurrido a internet y, por ejemplo, en el amplio servidor Coogle he podido encontrar hasta un total de 84 páginas bajo el epígrafe "psicología soltero" y unos 120.000 webs particulares o fichas, así como otras 84 páginas sobre el "celibato", con parecido número de webs referidos a este tema. Tras tan amplia búsqueda, no ha sido pequeña mi extrañeza el comprobar que entre tantas fuentes de información no existía un manual sistemático soba* la "Psicología del soltero" y ésta ha sido una de las motivaciones más decisivas que, como profesional de la psicología, me lia llevado a emprender el arriesgado empeño de redactar el libro que tienes entre tus manos. Mi motivación se acrecentó especialmente al constatar que muchos, lo mismo solteros que casados, guiados más por los tópicos que por datos científicos fiables y válidos, estaban implicados en el, a mi jui cio, estéril debate de inclinarse bien a favor de una exaltación a ultranza de la soltería, bien y por el contrario, incurren en el imperdonable atrevimiento de ridiculizar hasta el escarnio la "despreciable situación de todos los que han tenido que resignarse a la triste condición de sol teros" (!). Mi opinión, apreciado lector, es que las vidas de los solteros/as merece tanta consideración y aprecio como las de los casados/as y, por tanto, no tiene sentido utilizar dos raseros a la hora de valorar la vida de los seres humanos, uno para los casados y otro distinto para los solteros. Apoyándome en análisis propios y ajenos intento mostrar que los dos estados, el de casado y soltero, tienen la misma enti dad y que son dos modos diferentes e igualmente posibles y válidos de realizarse como persona (Schwartzberger y otros, 1995). Me des marco, por lo mismo, de tópicos tan insustanciados e hirientes como pensar que "si a los 25 años no te has casado, tendrás una buena razón para sentirte avergonzado/a" (Nothormb, 2000) o, como so los dice a las mujeres japonesas, que es tan vergonzoso comer mucho,

SALUDO A LOS I F.CTORFS. SOI Ti: ROS Y C ASADOS

para no dejar de ser hermosas, como no tener hijos (Alborch, 2000). I’or las mismas razones, tampoco comparto el consejo que, al parecer

v

según

Diógenes, dio Sócrates a uno de sus discípulos cuando le preguntó si era mejor casarse o no: "I i a gas lo que hagas, le respondió el maestro, te arrepentirás (...). I’em cásate, si tu matrimonio sale bien, serás feliz, y si sale mal, serás filósofo". Durante el tiempo dedicado a preparar este ensayo, he leído muchos trabajos relacionados con la vivencia del amor entre personas de distinto sexo y tengo que confesarte que mi paciente y largo recorrido por varios miles de páginas c informes me ha permitido captar con bastante claridad que sus autores, las más de las veces sin decirlo abiertamente, pretendían una de estas dos finalidades contrapuestas: unos presentar el matrimonio como la mejor solución para la persona, acompañando su argumentación de una cierta y sublimi- nal descalificación de la soltería, y otros lo contrario, proclamar a los cuatro vientos las cuasi ilimitadas ventajas de la soltería, trente a las servidumbres sustanciales y graves penurias que acompañan al matrimonio y la vida en pareja. Curiosamente y siguiendo parecidos criterios sesgados o simplistas dicotomías, en lugar de analizar el fenómeno de la soltería y el matrimonio mostrando sus respectivos pros y contras, las dos posiciones mencionadas optan por los extre mos del todo o nada, blanco o negro, esto vale y esto no, y paralela mente, c?si todos esos trabajos se muestran igualmente contundentes a la hora de "reivindicar" el valor de sus respectivas posturas a favor o en contra de los solteros, para lo que -y esto es a mi juicio lo más llamativo- no se andan con tapujos intentando "demostrar" lo injusta que es la sociedad a la hora de valorar la condición que defienden, ni muestran el menor escrúpulo en convertir sus simples opiniones en pretendidas y sesudas tesis científicas, lo que lleva a unos a insistir en que la historia y las formas de relación entre los hombres y las mujeres deben permanecer "como siempre han sido" y a otros a proclamar la imperiosa necesidad de que "cambie el rumbo de la historia" en el modo de entender tales relaciones. He llegado a la conclusión de que las dos posturas coinciden en dos debilidades, por un

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l.A I’SICOI.CXJÍA DEI.SOI l l-KO: KNTKI! III. MITO Y LA KKAI.IDAD

lado, comelen el sesgo de considerar totalmente positiva la tesis que defienden y negativa V equivocada la contraria y, por otro y mucho más decisivo, se olvidan di* que los sujetos que ostentamos la condición humana gozamos de la suficiente consciencia y libertad para optar por la soltería o el matrimonio y que en tal libertad radica pre cisamente el valor definitivo del estado o condición de casado o de soltero. Mi posición pa rte del principio de que cada persona, en cuanto ser irrepetible y libre, es más que todas sus circunstancias juntas y, por lo mismo, en ningún caso tales circunstancias bastan para explicar por qué unos se casan y otros no. listo me obliga a adoptar la postura del analista que aspira a ser reflexivo y, a la vez, honrado con el lector y, por ello, lo que con la mayor objetividad que me es posible te presento es lo que he podido observar y deducir de los datos disponibles en torno a la soltería, sin olvidarme que tienes la doble posibilidad de decir sí o no a mis propuestas. Quiero decirte con esto que te presento como claro lo que veo con claridad y no te ocultaré las zonas de incertidumbre en todos los casos en que lo expuesto así me lo parezca. Una última observación: para evitar el peligro de incurrir en los vicios de la subjetividad y parcialidad, procuro presentar mis ideas y las ajenas con la mayor fidelidad a las fuentes y testimonios de que he podido disponer y sin ningún tipo de camuflaje o arriesgada interpretación personalista. Asumo el compromiso de serte plenamente sincero.

Mis convicciones personales y los objetivos de este libro

No dudo de que me agradecerás, estimado lector, el que te pro ponga una síntesis anticipada de lo que vas a encontrar en este manual, su contenido y los objetivos que persigo; así seguramente resultará más fácil y fructuoso el largo diálogo que nos espera mien tras recorremos juntos el contenido

de

compromisos,

estas

páginas.

mostrarte

desde

Esto este

conlleva

para

momento

y

mí, al

entre desnudo

otros mis

"convicciones personales", entendidas como criterios vertebradores o supuestos básicos con los que me he implicado en este trabajo; las resumo en las tres siguientes.

SAI.UIX) A I.OS LECTORES. SOLTEROS Y CASADOS

1

I lay muchas i>ersione$ de la vida plena, una de ellas es la del soltero, ¡¡ne no es

mejor ni /vor que la del casado; una y otra conllevan grandes posi* ¡. „.llU.s y aún hoy en día, se vienen diciendo de los solteros/as m u, l».,s lindezas y chismes -tal vez fuera mejor denominarlos insultantes disparates-, los más en contra, y más bien pocos a favor. Estereotipos en contra de la soltería A pesar de que la soltería es una estado cuya valora, iñn »hh í,»I va ganando puntos en sentido positivo, prácticamente nun, ,1 I.., s,d0 valorada socialmente igual que el matrimonio; esto o* palmlr mando uno echa una mirada hacia el pasado y lo es también ni la aeluafe

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I.A l-SIC OI Ot.ÍA Dlil. SOI.TF.RO KNTRE II Mi uM I A RIVALIDAD

lidad. Los testimonios en este sentido son .IIM uníanles, como so desprende de los datos que propongo n continua* u>n: • las críticas dirigidas a los solteros *«• ivnumtan a los tiempos más remotos y así se atribuye ya a Mi». .,- s una de las primeras condenas del celibato, lo que no es d»- extrañar dada su pertenencia a una sociedad en que la cstoi iltdad era un oproMo v los hijos corona de los ancianos; por r. i.unbién la ley hebrea premiaba a los maridos dejándoles libu-. de muchas de las cargas y obligaciones a los que los solleu". estaban sometidos. Mucho después y en la misma línea, M.dioma dio ejemplo del valor del matrimonio casándose a la edad de seis artos (Díaz, 1998, p. 95). • entre los romanos, el nombre de solteu* célibe se deriva del término "caelebs" que aplicaban al soldado y es sinónimo de dejado, abandonado, desamparado, árbol sin fruto, etc. Para los griegos, el estatuto de soltero o célilv "koilos", iba asocia do a la idea de cosa hueca, vana, vacía, vio poco peso o fortaleza, árbol sin raíces, pompa de jabón que se lleva cualquier viento (Díaz, ibídem, p. 143). • en épocas más recientes, una visión nuiv generalizada considera a los solteros personas indecisas y capidismuidas incapa ces de realizar lo que sí han sabido hacer los casados, llegar al matrimonio (Davies, 1995, p. 18). • el soltero es un bicho aún no clasificado, rebelde a todas las leyes naturales y sociales, divinas y humanas, civiles y religio sas, monólogo empobrecido en medio del fastuoso y maravi lloso lenguaje de los hombres, libro en blanco, ser a medias, caminante que no deja huella de su paso, enemigo del bienestar moral de los Estados, etc., por eso, lo mejor que se ha podido decir de la soltería es que sólo es buena para evitarla (Díaz, 1998). • los solteros, en especial los de la clase media o acomodada, son ejemplo del avaro por los cuatro costados y exponente de la

LA SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

persona materialista cuyo objetivo principal es la acumulación de riqueza (Díaz, ib ídem, p. 90). • una actitud muy generalizada con respecto al soltero es considerarlo un ser provisional y por tanto necesitado de otros pasos para alcanzar su plenitud como persona; a partir de este supuesto, toma entidad un sistema de valoraciones que se traduce en distintas formas de insulto hacia la soltería, desde las más burdas hasta las expresiones más sutiles de desprecio hacia todos los que, debido a su pusilanimidad y cobardía, no habrían sabido enfrentarse a los compromisos de la vida en pareja (Ferrándiz y Verdú, 1975). • en la perspectiva del amor, una visión frecuente en relación con los solteros es considerarlos sujetos adictos al "amor enfermizo" (Doueil, 2000). • una de las conclusiones alcanzada por Nerín (2001), a través de su reciente estudio sobre los solteros en la zona norte de Aragón, es que para la opinión común cada soltero representa un problema y que la única diferencia es la manera de vivirlo. • los solteros serían personajes grotescos que, con excepción de aquéllos que supieron sublimar sus instintos en aras de la cien cia, la cultura o la política, como Platón, Orígenes, Miguel Ángel -decía que se había casado con su arte-, Newton, Koosevelt, Orson Wells, etc., constituyen un monumento a la excentricidad (Jaeggi, 1995). • a diferencia de aquellos hombres y mujeres maduijos que aceptan las reglas del juego social, saben conquistar a su pareja y fundar una familia, los solteros son cierta clase de minusválidos incapaces de guardar la norma, raros, inadaptados e hijos de mamá, cuya cobardía les impide llegar al compromiso del matrimonio (Cárter y Sokol, 1996; Cargan y Nlelko, 1982). • del “solterón" se ha dicho que es el bicho más repugnante entre los animatítos implumes: escéptico, avaro, egoísta refinado, sibarita, contrabandista del amor por pura ignorancia de éste, vaga bundo, anzuelo de las solteras y con alma -si la tiene- de hue-

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l.A I’SIC'OI.OGI A DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REAI HMD

so, comodón, moscardón, parásito, siniestro, maniático, bestia, alimaña, bicharraco, asesino, ladrón, gusano, hoja seca, culebra boba, buey suelto, bandido urbano, alma de zorra, pozo di* malicia, y así , hasta una lista de S4 “piropos" más. Son, además, holgazanes rezumadas que, en vez de asumir las obligaciones de conlleva el matrimonio, optan por la zanganería; por eso, no merecen la menor atención por parte de los Estados (Díaz, ibí- dem, p. 239). • durante el siglo xix, comenta Alborch (1999, p. 32), las solteras aparecieron con identidad propia, al margen de sus familias, hijos, hermanos o tíos, pero esa situación conllevó el destino de la compasión y ridículo, convirtiéndolas en carne de cañón de la enfermedad femenina por excelencia, la soltería, que convierte a la soltera en criatura incompleta y no realizada, sufriente de soledad, infeliz, inculta y confinada entre las cuatro paredes de su casa; habrá que esperar hasta el siglo xx para que esa imagen cambie de fisonomía. • a pesar de que los malos tratos a los solteros se remontan, como hemos visto, a etapas muy anteriores, fue especialmente en el siglo xix cuando comenzaron a lanzarse contra ellos los improperios más hirientes:

se

les

acusa

de

estériles,

impotentes,

licenciosos,

decadentes, se les considera una amenaza para la natalidad y se les reserva las tasas contributivas más caras. Fue también en esta época cuando

se

acuñan

los

términos

peyorativos

"solterones"

y

"solteronas" como equivalente de objetos de lástima, primos pobres de la familia, libertinos, seductores temidos por los padres de familia con hijas en flor, etc. Si el ideal de la mujer es en lo biológico la maternidad, en lo jurídico la dependencia del marido y en lo físico el ejemplo de belleza, la solterona aparece como todo lo contrario de la mujer ideal (Alborch, 1999, p. 47). Por la misma época, siglo xix, el síndrome de estigmas atribuido a los solteros llegó hasta el extremo de que médicos y sociólogos imaginativos afirmaban que los solteros tienen peor salud, mueren antes y se

fe

LA SOLTERÍA V SUS DIMENSIONES I‘SICOLÓGICAS

suicidan mucho más que las personas casadas, dolos que ningún estudio científico ha logrado demostrar (l.amourére, 1988; Davies, 1995). • desde la "teoría psicológica del apego", el tópico lleva a pensar que los solteros son dignos de compasión puesto que su temor a convivir afectivamente con su pareja tendría como desgraciada causa el no haber recibido durante la infancia el amor y cuidados suficientes para aprender a conectarse confiadamente con las demás persona?, lo que aplicado a nuestro tema, se podría traducir diciendo que los solteros coinciden con aquellas personas que desconfían de que el cónyuge les pueda colmar la necesidad de sentirse suficientemente amados (Torrabadella, 2000, p. 73). • socialmente,

los

solteros

han

sido

considerados

personajes

insensibles a los bienes que representan las nuevas generaciones para la sociedad, por lo que no son merecedores de la consideración que los Estados dan a los casados y padres de familia en razón de su contribución a la renovación constante que la sociedad necesita para sentirse viva y próspera (Díaz, 1998, p. 134). • en la medida en que el marco de referencia del adulto y la norma generalizada para la sociedad es el matrimonio, los solteros se ven abocados al peligro de que se les considere menos hábiles para la "vida normal" y, por lo mismo, se les vea como personas en cierto modo "desviadas" (Schwartzber y otros,

1995). • a los solteros se les confunde con los solitarios y aburridos y el estereotipo les considera víctimas de la soledad y de una minusvalía frente a la vida en pareia; esto lleva a que a las mujeres solteras, en concreto, no se les suela preguntar por qué se han quedado solteras, sino por qué no se han casado y tenido hijos; y a la postre, se las compadece por ello (Alborch, 1999, 207). • el calificativo de "solterón" o "solterona", relativo a las perso nas que "no han conseguido" emparejarse, tiene aún en nuestra

41

I A I'SICOLOGÍA DEL SOLTERO: ENTRE EL MI ID Y LA RI A! IDAD

sociedad actual una inequívoca connotación peyorativa pa rj algunos (por otra parte, la propia expresión común "no conseguir pareja" es un tanto reveladora). Y por el contrario, no nos es desconocida, aunque lo ocultemos con cierto rubor, la sensación ufana de presentamos en sociedad, ya sea en el trabajo, con los amigos, con la familia..., con una pareja capaz de causar admiración y respeto entre los demás (por los motivos que fuere, personales, físicos y/o profesionales) (Yela, 2000, p. 222). • nuestra sociedad sigue organizándose básicamente pensando en adultos emparejados y se espera, por ejemplo, que viajemos en pareja como si estuviéramos esperando embarcar en el arca de Noé. Paralelamente, se favorece a la pareja a todos los niveles, dando ventajas fiscales a los matrimonios y celebrando fiestas y días dedicados a ensalzar la figura del padre y de la madre. Especialmente en el caso de la mujer, el verla sola en determinadas situaciones produce pena y compasión. A este respecto cuenta Carter-Scott, (2000, p. 40) una curiosa y reiterativa experiencia personal: cuando por razones de trabajo acude a un restaurante sola, el camarero de turno, ignorante de su condición de casada, le suele preguntar ¿va usted sola? Después de sentarse a la mesa, el mismo camarero/a le acerca una revista con la implícita y caritativa finalidad de hacerle más llevadera su soledad, dando por sentado, comenta esta autora, que el no tener nadie con quien compartir ese momento equivalente a una experiencia muy difícil de soportar. • nuestra sociedad no entiende que para disfrutar de los demás y tener libertad de elección en nuestras relaciones personales es primordial aprender a aceptar e jncluso a disfrutar de la soledad, tampoco se ha parado a pensar que pasar el rato con otra gente sólo por no estar solos, nos empobrece. Y por eso, toda la dinámica social empuja al matrimonio a la fuerza antes que exponerse a ser objeto de ser tratado como raro o loco. Desde la misma actitud, está "mal visto" que dertos puestos de responsabilidad sean ocupados por personas que no tienen familia (Doueil,

I A SOLTLRÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

2000, p, 113). Esto lleva a la extraña e injusta conclusión de que, si no quieres sufrir el acoso de tu enlomo (presiones, insultos, compasión), solo existe una alternativa, casarte. • hablando de los inconvenientes de la soltería, Schwarztberg y otros (1995) se formulan esta pregunta: ¿por qué van al terapeuta los solteros? Del estudio de múltiples casos estos autores han llegado a dos conclusiones: l‘\ La situación de soltero resulta un problema por cuanto implica la desviación de las evpectatims de ¡os padres y familiares y porque la falta de vida en pareja supone un acto de ruptura de las fases de desarrollo personal en relación con lo que se considera evolución "natural" de la persona, superar la fase de soltero y convertirse en casado. Esto afecta grandemente al soltero/a. 2 ’. El apartarse de lo "normal" se traduce en muchas formas de intolerancia y desprecio por parte de los familiares» amigos y la sociedad en general La consecuencia para el soltero/a es la necesidad de tener que

luchar contra el prejuicio de que la soltería es un fracaso [tersonal. Esto aparece con toda nitidez en las consultas de los psicólogos, a los que los solteros/as acuden con vistas a que les ayuden a ''corregir'’

los;nodos ineficaces de acercara a la pareja y a “defenderá" de ¡as formas agresivas de que son objeto. • quiero terminar este incompleto listado sobre los estereotipos negativos referentes a los solteros recordando al lector cuatro anécdotas realmente expresivas: - La primera tiene que ver con la leyenda transcrita en un plato de cerámica y que representa un buen ejemplo de cómo la fantasía popular moteja con tonos machistas entre ingenioso;., picaros y despectivos los "inconfesables" desvarios sexuales de los solteros. El contenido del texto que leí durante las Navidades de 2000 en un bar del casco viejo de cierta ciudad española reza: "La paloma es el pájaro de ¡a paz, el SOLTERO no deja el pájaro en paz, ¡a SOLTERA no conoce ¡a paz m el pájaro, el SOLTERON y CUARENTÓN, qué suerte tienes, ladrón ".

43

i.a i’sicoi que t‘s su persona, a diferencia del varón que tiene más facilidad para actuar, a la hora de comprometerse en vivencias personales, dejando de lado unas para centrarse en otras; esto es visible en el terreno del amor, de la amistad, de la profesión, etc En función de tales rasgos psicológicos, resulta más fácil para el hombre separar el sexo del amor, alternar relaciones de gran compromiso personal con otras superficiales, disociar el matrimonio de las relaciones íntimas de pareja y, en definitiva, troce ar su experiencia vital en tantas partes como posibilidades le vayan marcando las coyunturas por las que discurre su vida. Todo ello hace posible que, por ejemplo, en el terreno de la sexualidad, para la mujer sea más difícil que para el hombro entenderla como mera forma de comunicación afectiva al margen de la procreación y la maternidad; no queda claro, por otra parte, si el hecho es debido a causas fundamentalmente biológicas o a la menor libertad e independencia económica que tienen la mayoría de las mujeres y que les impulsa a ser más prudentes y conservadoras en cuanto al compromiso personal que implican las relaciones sexuales (Alberdi y otras, 2000). • continuando con el análisis de las diferencias entre el hombre y la mujer, hay que destacar el desigual peso que representa para cada uno de ellos las relaciones sexuales: las hembras de la especie humana deben invertir un mínimo de nueve meses para tener descendencia, mientras que a los machos les basta invertir unos pocos minutos; es lógico que este hecho biológico se traduzca en diferentes estrategias a la hora de relacionarse los hombres con las mujeres en el ámbito de la sexualidad. Estas diferencias biológicas así coreo un mayor nivel de tetosterona en el hombre hace que éste sea más agresivo e impulsivo que la mujer en la búsqueda de relaciones sexuales y también más pro penso a la promiscuidad, junto con la tendencia a acortar el lap so temporal entre el encuentro personal y la relación sexual; nada tiene de extraño que estas diferencias condicionen las rela ciones entre los solteros y solteras (Vela, 2000, p. 44).

I.A SOLTERIA Y SUS DIMENSIONES SICOLÓGICAS

• independientemente de si los hombres casados comparten muchas cosas o pocas con sus mujeres, lo cierto es que obtienen algo muy vital de sus relaciones de pareja como queda patente en el hecho de que los hombres casados normalmente son más sanos que los solteros, mientras que en las mujeres ocurre lo contrario; además, la mayoría de los hombres casados afirman que se volverían a casar pronto si perdieran a su mujer, mientras que la mitad de las mujeres casadas no lo harían. De estos datos se deduce que los solteros parecen estar más predispues tos al matrimonio que las solteras (Fischer y Hart, 2002). • en el terreno de los compromisos, la manera de comportarse los hombres y las mujeres es también diferente: los hombres suelen tener más miedo a perderse en la mujer y cuando han alcanzado un determinado grado de acercamiento y de intimidad, tienden a dar un paso atrás, como para recuperarse a sí mismos. A las mujeres esto les pasa en menor grado, porque por naturaleza y por educación dan y comparten con más facilidad su propia identidad y Ies resulta más fácil asumir el c ompromiso de una relación (Ladish, 1998). Varias experiencias personales confirman este hecho. Un sociólogo, le dio el siguiente consejo a un amigo mío: "enamórate de seis mujeres y cásate con una". Siguiendo su consejo, mi amigo tuvo relaciones can siete mujeres antes de casarse con su actual esposa, con la que lleva conviviendo más de un cuarto de siglo. Pues bien, a pesar de sus grandes diferencias personales, todas ellas coincidieron en una ñola común: las siete "querían llevarle al altar" antes de que él lo hubiera pensado; todo parece indicar que las mujeres son más lanzadas que el hombre en el terreno del amor. Pero esto no quiere decir que todas ¡as mujeres estén siempre y fácilmente dispuestas al compromiso matrimonial. Me contaba una amiga mía que prefería las relaciones con los casados porque, estando ya comprometidos, le libraban de comprometerse a sí misma. Un día me llamó y me dijo: “he hecho un gran descubrimiento, me he dado cuenta de por qué he preferido a los casados en vez de relacionarme con solteros, éstos me podían comprometer y los casados difícilmente“. Recientemente, esta amiga conoció a un soltero que le había confesado experimentar el mismo

fe

55

LA PSICOLOGÍA DKL SOI ., Kl> , N pRI F.L MITO Y LA REALIDAD

temor que ella sentía han.. . 1% a partir tic «f momento enten dió que encontrado /.. u¡h t.¡ lt.„lor „¡ compromiso de vida en ya reja". es frecuente en la mu/., altera de hoy el deseo de vivir con un nivel de autonomía p.u.j el que el hombre no está preparado, esto complica mucho l.i elección de pareja en el hombre. Cuan do dichas mujeres so acercan a un hombre, en éste se produce un complejo mecanismo de defensa: responde con extrañeza y temor y tiende a reaccion ar huyendo de una situación que implica poner en tela de juicio su tradicional papel predominante sobre la mujer. Contar con este supuesto sería de alta utilidad para todas aquellas mujeres que buscan pareja: necesitan estar dispuestas a relacionarse con los hombres tal y como son en realidad, no como ellas desearían que fueran (Alborch, 1999, p. 129). Paralelamente, muchos solteros varones deberían cambiar de chip si quieren relacionarse satisfactoria con la pareja: deben tener en cuenta que muchas mujeres ya no buscan en el hombre principalmente alguien que les sustente, les defienda y les haga madres; aspiran a más, que sea su socio y un amigo que les permita seguir siendo ellas mismas (Díaz, 1998). En este sentido, Gray (1992) destaca varias diferencias que dificultan las relaciones entre los hombres y las mujeres. De ellas y a modo de muestra significativa quiero recordar al lector las tres siguientes: Ia . Los hombres se quejan de que apenas se acercan a una mujer, uno de los primeros intentos de ella es mostrar que está dispuesta a hacerle cambiar y se siente responsable de contri buir al crecimiento de él intentando ayudarle a hacer mejor las cosas; los hombres son más "liberales", lo que quieren es que les dejen ser ellos mismos (p. 33). 2“. Una conducta claramente asimétrica de las mujeres ante los. hombres que las aman es que ellas dan por sentado que no necesitan pedir apoyo y que se les ofrecerá sin pedirlo, se rigen por el lema "amor es no tener que pedir nunca''. Los

LA SOI.H RÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

hombres, por el contrario, no se sienten obligados a ofrecer más «ipoyo del que se les pide, por lo que tienden a pensar que siempre están dando lo suficiente, lo que se traduce frecuentemente en una experiencia de frustración para la mujer. Fste esquema de comportamiento hace muy difíciles para la mujer poco enterada las relaciones con los hombres (p. 304). 3\ En el plano de los valores sustentadores de sus respectivos yos, los hombres y las mujeres adoptan posiciones muy distintas entre sí; para ellos son importantes los objetivos laborales y profesionales y la construcción del mundo con el apoyo de las tecnologías más avanzadas, en cambio el interés de ellas se centra en la armonía, en la comunidad y en la amorosa cooperación (p. 36). • para muchos hombres y mujeres, el matrimonio representa un objetivo vital y el paso a la vida de adulto. Pero ocurre de distinta manera en el hombre y en la mujer. La mujer desea que 1 > vida en pareja no signifique la ruptura con sus viejos lazos de amistad, en cambio el hombre desea vivir más autónomamente y preocuparse menos de la red de amistades; esto explica que, en general, los solteros sientan más dificultades que las solteras para asumir el compromiso de la vida en pareja y que las solteras prefieran vivir solas a tener que renunciar a valores que apenas tienen significado para los hombres (Schwartzberger y otros, 1995; Giroud y Lévy, 2000). • numerosos estudios llevados a cabo a lo largo del último cuarto de siglo han intentado definir las diferencias existentes entre los solteros y solteras. Pues bien, después de una exhaustiva revisión de los mismos, Davies (1995) acaba su balance prácticamente en tablas: mientras unos estudios muestran que la inteligencia y la educación aparecen positivamente asociadas con las mujeres más que con los hombres, otros estudios dicen lo contrario; y así mismo aparece la contradicción cuando se trata de las relaciones de los solteros y solteras con la

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l A l’SK'OUX .1 \ I »| |. SOI.TI-'KO: I N I KM I I. MI IX) V I.A REALIDAD

familia, padii-, y hermanos, pues l«i calidoz y armonio do tales relaciones s«- muestran a favor en irnos cosos del soltero y en otros de los solí.ros. Sin embargo, sí se comprueba que gene- rolmenle los si*lu*ros están en desventaja en los ingresos y en la salud respe» l«* de los solteros. Valoración social del matrimonio en relación con la soltería Uno vía fecundo p.iia profundizar en el significado de la soltería es onalizar lo que ésto ho significado cuando se la compara con el m atrimonio; hasta cierto punto, los solteros son personas que representan la negación de la opción matrimonial y se han desmarcado de los valores otorgados al matrimonio. Desde esta premiso, querido lector que nu* sigues, te invito a acompañarme en lo revisión del listado de valoraciones con que, a lo largo del tiempo y especialmente en los sociedades modernas, se ho percibido el binomio soltería-matrimonio. Huelgo el decirte que, como comprobarás, bastantes de las afirmaciones rotundas que se hacen sobre el matrimonio, al igual que veíamos al hablar de la soltería, pertenecen a esa clase de verdades a medias o estereotipos. Las relaciones entre las personas adultas ha tenido a lo largo de lo historia una modalidad excepcionalmente relevante, la conviven cia entre un hombre y una mujer; de ello tenemos noticias que se remontan hasta hace más de 2.500 años. Durante tan largo lapso de tiempo, la convivencia entre personas de distinto sexo ha sido interpretada desde concepciones muy diferentes y contrapuestas:

• desde la consideración de mero contrato ¡urálico e instrumento facilitador de la transmisión de la propiedad privada hasta la modalidad de compromiso ^matrimonial, realizado en presen cia de un representante de Dios y equivalente al juramento sagrado de un amor eterno, de fidelidad y comunión íntima de sentimientos entre dos personas de distinto sexo (Valley, 2002). • en un horizonte bien distinto, el matrimonio se ubica hoy en el marco de la felicidad personal y con tintes preferentemente individualistas, por oposición a su dimensión social, que tiende fe

I A SOLI I RÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

.1

verlo como estado fundamentalmente orientado al servicio del

bienestar tocia! y beneficioso para la comunidad en la que se desarrollan los individuos, especialmente en sus primeras etapas de vida (Fischer y Hart, 2002). A pesar de ello, ningún Hslado moderno ha impuesto a sus ciudadanos la obligación de casarse, algo que sólo se dio en contadas circunstancias de la historia antigua, concretamente en la Roma clásica. ¡ ílereotij'os que cuestionan el valor del matrimonio |.a tradicional belleza del matrimonio ha sido desmitificada des de muchos puntos de vista. Te propongo una muestra de las sombras que adscriben a esta institución y que justificaría el que much os rechacen el casarse: • indirectamente y con tintes casi dramáticos, el refranero popu lar advierte al soltero de los infortunios a que se expone si decide casarse: "Hombre cotí mujer, medio degollado”. "Casar, casar, suena bien y sabe mal". "Aules de que te cases mira ¡o que haces, que no es nudo que deshaces". "Cásate y venís que piensan que el mundo funciona bien cuando está regido por l.i costumbre y por lo que so ha hecho siempre. A esle grupo porlonecen muchos de los grandes revolucionarios que asumieron su soltería como trampolín para los cambios que protagonizaron on el campo de lo social, del arte o de la política. - su vida, sigue soltera y desilusionada y no quiere saber nada de los hombres que, como en el caso de su primer novio, pueden exponerle a sufrir el desencanto de no ser correspondida. Comentario final Presentado al lector el perfil psicológico de los veintidós tipos de soltero listados en este capítulo, me queda una duda, que mis lecto res solteros se vean reflejados con un mínimo de fidelidad dentro de alguno de dichos tipos. Tengo también una cierta esperanza, que sus vidas vistas "desde dentro" d e alguno de los tipos se parezcan bastante a lo que la observación del psicólogo ha visto "desde fuera", no

91

1.A PSICOLOGÍA DF .L SOLTERO ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

tan desde fuera, puesto que muchos de los rasgos y vivencias psico lógicas asignadas a cada tipo han sido confesados y ratificadas p 0 r los numerosos solteros que en la consulta de los psicoterapeutas abrieron sinceramente su interior a aquéllos profesionales que les ayudaron en ocasiones a desarrollar las posibilidades de su vida singular y, en otros casos, a encaminarla por derroteros que les condujeron a vivirlas en cuotas de mayor satisfacción y felicidad. Debo decir, para terminar, que los tipos descritos en este capítulo no agotan la tipología o clasificación completa de los solteros , por eso me he sentido obligado a denominarla "provisional". Podría haberla ensanchado hablando también de solteros cautos, felices, abiertos a! amor, timoratos, confusos, masoquistas...; en cualquier caso, de una cosa estoy convencido, de que los tipos descritos representan en conjunto un paquete de rasgos y vivencias suficientemente esclarecedoras para que cualquier soltero pueda llegar a reconocer "su" modelo o manera de asumir y vivir su soltería y, lo que es más importante, que más allá de lo que se dice sobre cada tipo se esconden vivencias felices y tristes al igual que ocurre entre los casados. Quiero expresar con toda claridad mi convicción de que a pesar de las connotaciones comunes asignadas a uno u otro tipo, cada soltero representa la irrepeti ble experiencia de una vida humana, que es lo mismo que decir, algo manifiesto, y también oculto, perteneciente en exclusiva al inaccesible y misterioso reducto de lo estrictamente personal.

2 SOLTEROS, ¿POR QUÉ?

Hablando de los

solteros, he

oído

repetidamente dos

curiosos

comentarios. El primero se refiere a este interrogante, "si todos nace mos solteros: ¿por qué unos continúan siéndolo toda la vida y otros no?"; el segundo, algo mm¡umen> v amigo -rir el asunto. Pues bien, supe a! día siguiente que apenas almidontf el despacho, nuestro colega le confesó a mi amigo que "también él era soltero ¡vro que no se había atrevido a confesarlo en presencia de los dos". -T. El excesivo coste del matrimonio. Un motivo aducido por ciertos los solteros es el precio que hay que pagar por vivir en compañía do la pareja; para estos solteros "el matrimonio no vale lo que cuesta", pues conlleva lal cúmulo de incertidumbres, preocupaciones y compromisos que nunca compensan los inconvenientes de vivir solo. Esta motivación se alimenta de las historias de todos aquellos que han fracasado en su matrimonio y se atreven a contarlo a sus amigos. En cierta ocasión, me confesaba un amigo soltero que cuando oyó la confesión de cómo un compañero, ahora en manos del psiquíatra y profundamente deprimido, le describió lo que había representando para él su reciente separa ción, se le quitaron todas las gimas de casarse. y\ El ¡vsado fardo de Ui patcrnidadlmaternidad. A la mayoría de los solteros les atrae la paternidad/maternidad pero no todos se sienten capaces de asumir el compromiso de traer un hijo al mundo por lo< sufrimientos a que está expuesto en una sociedad como la nuestra, con grandes dificultades para salir adelante y buscar-

fe 100

w:

1

soi n uos ¿muyuí:' so la vida, ti miedo al compromiso do la paternidad aparece con especial claridad en los divorciados, que tras su separación suelen buscar afanosamente otra pareja -los varones una mujer generalmente más joven que ellos , pero a la vista del interés por los hijos de la nueva y joven pareja, huyen de ella con la misma fuerza con que la buscaron (Duoeil, 2000). I (ablando de este tema, resulta realmente elocuente e ilustrativa la confesión de Carmen Alborch (1999) cuando dice que en determinados momentos siente admiración y envidia de las madres acompañadas de sus hijos v hasta reconoce sor egoísta por vivir sola, pero no por ello se siento frustrada porque "he tenido la suerte de ver crecer muy de cerca a mis estupendos sobrinos y sobrinas. Y cuntido ahora me repiten la tipien pregunta /por ijue no se ha casado y tenido hijos!, contesto que también cstdabierto el camino de la adopción'' (p. 207). h . Acusado romanticismo. Horas (2001) caracteriza a los solteros románticos como personas que buscan un amor ideal, excesivo y, como

consecuencia,

siempre

terminan

frustrados,

defraudados

y

culpando al otro de su decepción, cuando verdaderamente el problema está en olios mismos. Si se analiza su actitud, se descubre que, detrás de este falso ideal, sus metas amorosas se dirigen más hada el amor en sí que hacia la persona amada, lo que buscan a la postre es que el amante se convierta en el mero pretexto o vehículo para llegar al amor narcisista de sí mismos. A la luz de esta explicación, se entiende muy bien po r qv.é cuando el amante deja de serles útiles, que suele ser bastante pronto, lo desechan por inservible. Ahondando en las raíces del amor romántico, los psicólogos coinciden en que es propio de las personas inmaduras, de aquéllas que confunden la realidad del amor propiamente humano con las fantasías de los cuentos de hadas, y eso lo corroboran igualmente los terapeutas cuando, en el trato diario con sus clientes, comprueban que este tipo de amor tiene mucho que ver con la educación que en el campo del amor recibimos de los padres, si tal educación no fue realista, cabe esperar que en la vida do adultos carezcamos de las habili-

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I A I M l O U X . i A m I S O I I ! I t t * I N I K I I I M I T O N I A K l V I I I >.\l >

dados necesarias para acercarnos y querer a las personas iv,i|, , tal y como son (Cárter y Sokol, 19%). Calv añadir una precisi,.- más, que por injusto que parezca y debido a su comvpo,,, superficial «.leí amor, para los románticos el culpable de

Ml

decepciones amorosas siempre es su

pareja, ellos solanu'nt* “han tenido mala suerte o se han equivocado de elección" | „ curioso constatar que, en contra de lo que cabía esperar v tr.i cada decepción, la ilusión del romántico permanece intacta dan - do pie a que la cadena de fracasos siga alargándose en numen» sos ens ayos de amores intensos que les satisfacen transitoria- mente, sí, pero que nunca llegan a cuajar en un amor profundo, pues esta clase de amor no tiene valor para ellos. Por último, ha\ que decir que en todo romántico subvace una baja autoestima alguien qu e necesita compensar la idea pobre que tiene de m mismo con el amor que los demás le demuestran y, en este sentido, nada tiene de extraño que exijan que su pareja les comprenda, se vuelque en ellos constantemente y les proporcione las emociones intensas y nuevas que buscan y sienten necesitar en desproporcionada medida. Hilo explica también que apenas notan que tal exigencia no es satisfecha se pongan histéricos, entren en cólera y se pueda esperar de ellos toda suerte de des precios, descalificaciones y hasta la violencia física. Para su desgracia, con ello sólo consiguen el efecto que raramente esperan, que la pareja les abandone, momento en el que suelen caer en l.i fuerte depresión que su baja autoestima se encarga de alimentar. 7‘\ El egoísmo, ti matrimonio difícilmente puede resultar atractivo para quienes piensan que no les sobra nada o que sólo tienen tiempo para dedicarse a le guyo, y lo mismo les ocurre a los habituados a ver el mundo de lo valioso únicamente en lo que se relaciona con sus intereses y deseos individuales y narcisistas. Kl soltero egoísta vive dominado por una mentalidad incompatible con el "amor donación" exigido en la vida de pareja, una forma de querer que llama a vivir la experiencia feliz de dar algo de lo propio para que el otro sea también feliz. Kl egoísta suele ser un

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soi.ii Kv*-.. < I \> K ut.;i■:?

•‘trepa" que, para su desgracia, lo convierte en ligura sncialmen - le estigmatizada \ que acaba condenándole a la más espantosa «.olodad, 1111,1

vivencia ciertamente poco gratificante.

I

11

el origen de la personalidad egoísta suelen estar unos padres \

educadores que inculcaron en los hijos v pupilos la idea de que i -l único patrón de conducta válido v natural es que cada uno se convierta en protagonista en solitario a la hora de resolver sus problemas personales y cubrir sus aspiraciones Hsta abusiva atribución de responsabilidad individualista provoca en los hijos el sentimiento de inseguridad del que se deriva el mecanismo de compensación que se traduce en "acaparar" para sí todo aquello que les hará sentirse suficientemente fuertes y seguros ante los rotos y dificultades que conlleva el salir adelante en la vida. Como, por otra parte, este falso ideal es prácticamente inalcanza ble -nadie es totalmente autosuíiciente-, el soltero egoísta tiende a hacer de la pareja un puro instrumento al servicio de su> intereses personales, con lo que da motivo a que se produzca la reacción lógica, que la pareja le abandone y le deje ante algo que no espera, su soledad. Otra de las raíces, fuente del aislamiento v la soledad experimentada por los solteros, t^s una baja autoestima, pues piensan que no son lo suficientemente valiosos para constituir objeto de amor de su pareja lo cual, en el fondo, no es más que el signo evidente de su incapacidad para entender el amor generoso y a cuenta de nada. Vistas así las cosas, no es desacertada la opinión bas tante común según la cual, en cada soltero hay -o suele haber- un rezumado egoísta, una persona cuya única razón para amar a los demás es el provecho que pueda sacar de ellos, olvidándose de que existe también el amor generoso y gratuito. La historia de muchos divorciados es la historia de un amor que sólo se entendió como una pura forma de toma y daca, te doy para que me des (Jaeggi, 1995; Bernad, 2000, p. 210217). N . Exigencia del amor ideal y perfecto. En la base de esta actitud está una concepción excesivamente perfeccionista de la vid? que lle va al soltero a no tolerar la mera posibilidad de pasar por la ver-

fe

103

| \ I N K O H M . I A n i i l . S O I I I KO I N i i u r I I M I H M I A l i l A l I I > , \ 1 »

gúon/a il«. - ser rechazado por quien, a sus ojos, debiera encarn^ el amor per leelo e ideal y sólo Ies oí rece el amor común \

nil ,

ma!, ijne

IH *

les convence, lis evidente que esla conducta asienta en el rechaz o de la imagen real de sí mismo que indi b damentc aplican también a la pareja, lal rechazo está basado

n,

dos suposiciones injustas y casi siempre

falsas, 1) que sus pn M. bles parejas no están preparadas para ofrecerles el amor al qu, aspiran, personas capaces de responder a sus desmesuradas expectativas afectivas, y 2) paralelamente, que tampoco el amor que pueden ofrecer a su posible pareja, con las imperfecciones \ limitaciones que ven en sí mismos, será el adecuado y suficiente para colmar el alto nivel de perfección al que, en función de l.i primera falsa suposición, piensan que aspiran igualmente sus parejas. El falso razonamiento final del soltero perfeccionista se puede resumir así: "solamente vale el amor perfecto, pero como yo no lo puedo ofrecer a mi pareja ni ésta a mí, renuncio tanto a dar como a recibir un amor demasiado imperfecto para los dos". 9‘. Baja autoestima. Ix>s solteros con baja autovaloración de sí mis mos tienden a ver en la pareja el instrumento ideal y necesario para superar el e scaso valor y la inseguridad que perciben en sí mismos. Desde tal perspectiva, buscan

en

su

pareja la

persona

en

quien

puedan

confiar la

responsabilidad de asegurar el éxito en su vida y el logro de su propia felicidad; para ello se pegan descaradamente a su pareja y si es preciso la avasallan con tal de superar las propias limitaciones y miserias. Las cosas ocurren de tal manera que, apenas comenzada la relación amorosa, el soltero con una imagen empobrecida de sí mismo se convierte en un sujeto sumamente exigente que nunca está contento con lo que recibe de su pareja, dando lugar a la ruptura que provoca en la otra parte el miedo a ser aniquilado/a por la insaciable necesi dad de entrega que le exige el compftaero con un bajo concepto de sí mismo (Ladish, 1998; Horas, 200C); en este sentido, no es exagerado decir con Carter-Scott (2000) que el bajo autoconcep- U> de sí mismo es el primer factor de la soltería.

fe

10 A

soi.ri-uos, ¿mR

QUÉ?

t'ono/co una historia que ilustra muy bien el caso que estamos .inalizando. Marín es una joven de 27 años muy agraciada física mente. Con ocasión de un viaje, conoció a un abogado soltero toii quien, según sus palabras, hicieron "buenas migas". Comen zaron a salir y al principio todo parecía marchar bien pero enseguida comprendió que su fervoroso amante era un hombre extremadamente inseguro que le pedía a todas horas consejo sobre los pleitos que llevaba entre manos, de los que lógicamente María no tenía la menor idea. Esto le hizo comprender que lo que su flamante abogado buscaba en ella no era más que el remedio a todas sus inseguridades y, en consecuencia y por respeto a sí mis ma, decidió dejar a quien en un par de meses había pasado de ser alguien que la adoraba a una persona que ocultaba dentro de sí un "don nadie", que la sofocaba

y

controlaba

hasta

extremos

tan

impensables

como

insoportables. |(l". A1 iodo til vínculo sexual. Hablando del sexo, hay tres afirmaciones que pertenecen al abe de lo que significa la sexualidad en la vida de las personas: 1) el ser humano es por naturaleza un animal sexuado, 2) cierto ejercicio de la sexualidad entra en la lista de las "necesidades básicas" de la persona, y 3) el encuentro camal entre personas de distinto sexo, con sus componentes principales de intimidad total, excitación y cierta pérdida de uno mismo en manos del otro, constituye una experiencia irrepetible que pone en juego nuestro yo más profundo por cuanto, a través de la fusión íntima, convierte nuestro cuerpo, en instrumento de uno de los mayores placeres que podemos disfrutar en calidad de seres de carne y hueso. En la perspectiva psicológica, la sexualidad de la persona se presenta en forma de una tensión bipolar: por un lado, se siente el sexo con enorme atracción v como un modo de colmar la necesidad cuasi obsesiva de comunicación con la persona del otro sexo pero, por otro, se experimenta el temor a convertirse en objeto de posesión del compañero/a. Los afectados por el temor al vínculo sexual tienden a resolver este conflicto interior entregándose a eventuales y sucesivas experiencias amorosas con

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I A I N K O l C X l f A D I I S O I I I K O : I M U I I I MITO V I.A Kb'Al.llMl»

las que sacian sus necesidades sexuales y logran librarse del coin. promiso del amor total para el que no se sienten seguros de podi - r ilar respuesta (Branden, 1995). En todos los tiempos lia habido un método común para evit Jf que la intimidad de la persona se tradujera en compromiso amor y se limitara al mero placer momentáneo, es la llamada téc nica de la "cama musical", consistente en cambiar frecuentemente de compañero (Kleen, 1994). A este respecto, aparecen dos hechos de indudable significado; por un lado, el feminismo a ultranza, considera un triunfo el que la mujer actual haya logrado, con la necesaria colaboración del varón, el dudoso privilegio del "sexo sin corazón", una conducta tradicionalmente reserva da en exclusiva al macho y que supone que dos personas acuer dan sacrificar sus sentimientos (esperanzas, sueños, zozobras \ decepciones) y tratarse como si fueran sólo cuerpos que se exci tan, se abrazan, se tocan y se emborrachan con el placer; por otra parte, desde pequeños todos hemos recibido el mensaje de que el mundo de lo sexual y de la desnudez estaban prohibidos, eran tabú incluso en la esfera de las relaciones familiares, "esto no se toca", "esto no se hace", "esto no se enseña". Entre los dos polos de la sexualidad, acercamiento y temor, atiborrarse de sexo y atenerse a su prohibición, está el "sexo con amor" que supone compaginar amor y ternura, espontaneidad y continuidad y que. según los sexólogos, es fruto de un aprendizaje muy tardíamen te logrado por las personas, para algunas una meta nunca alcan zada. Del rechazo del sexo sin amor disponemos de un dato elo cuente: según la encuesta del CIS (1995), el 50 por ciento de los españoles rechazan el sexo sin amor, pero con una notable diferencia, el porcentaje es del 35 por ciento entre los hombres v del 65 por ciento entre las mujeres. Los partidarios del amor libre de toda restricción, por su par te, nos ofrecen una particular confesión, que el disfrute de la borrachera sexual suele terminar mucho antes de lo que esperaban y que el amor reducido al contacto de los genitales, el mero

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soi iiKt*s.¿roKgur? mogo erótico, el apareamiento a semejanza do los anímalo o "amor sin alma y sin corazón" se traduce muy pronto en hastío o insatisfacción llevándoles a la conclusión, especialmente en l.i mujer, de que una condición para que el ejercicio de la so\uali- Jad resulte plenamente satisfactorio «insiste en res peta i la pau la. "del amor al sexo y no al revés '. Si analizamos la postura de los adultos que desde pequeño*, aprendieron a ver el sexo como tabú, las cosas resultan especial mente complicadas: se sienten incómodos as ante las diferentes turmas de acercamiento (caricias, besos \ abrazos) y mucho más ante cualquier gesto que pueda conducir hasta la habitación, lugar donde es muy difícil quedarse sólo en lo exterior o peritoneos juegos de piel, lis frecuente que dichas personas -\ aquí son especialmente protagonistas los solteros/as con miedo al \ mcu- lo sexual- puedan sentir un alto nivel de tetostorona. progoste- rona V, a la vez, terror ante la cercanía de la otra persona; el moro acercamiento al otro sexo y, sobre todo, el saborear el placer sexual a costa de entregar el propio cuerpo puedo repivsontar para ellos una experiencia que les aterroriza y los supera, l es produce pánico la fusión sexual en cuanto equivalente a u más allá de las fronteras marcadas por la técnica, los encanti* y el atractivo físico y permitir al otro descubrir lo que siempre han escondido tras la máscara de la carne V por miedo a soi rechazados, los harapos de su propia pobreza emocional, vulnerabilidad v falta do control de sí mismos; sólo el amor equilibrado y maduro puede permitir estas concesiones, pero el soltero con miedo al vínculo sexual no está dispuesto a otorgarlas (Richo; ISWS). 11 . Miedo al compromiso del amor. Del amor se han dicho cosas sublimes, que es el motor del mundo, la expresión más profunda del ser humano, la condición indispensable para alcanzar la felicidad plena, el talismán que hace bello todo lo que toca, la necesidad más universalmente sentida por las personas, el arlo más difícil de dominar en nuestra vida, etc. No deja do sor desconcertante, por otra parte, que después de reconocer la decisiva importancia del amor en nuestras vidas, comprobemos la facili -

lO 7

I A l’SK 0I(K;IAI)I I SOI.TI KO ÜNTKI l l-MIION I \ Kl M ll>AP

dad i on que nos equivocamos

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la hora Je ejercerlo v, m.ís p llr, dójico

aún, que nos dé miedo el implicarnos en su vivencia y V ¡ K fruto (Hernad, 2000). I le dejado para el final de mi lista sobre las causas psicoló,., cas que conducen a la soltería el miedo al compromiso. IX- | tl fuerza de este miedo dice ya mucho el lenguaje utilizado p,i r,, expresarlo: "veo el matrimonio como una trampa", "no sopón, que la mujer sea mi cadena y mi copo", "me aterra ver a un hom. bre convertido en mi guardián y mi carcelero". Lo que signjí¡ l4 , el temor al compromiso del amor se aclara analizando los dos tipos principales do miedo que afectan a las personas: hay miedos normales o adaptativos que son aquéllos con los que iuk defendemos de los peligros cotidianos, listos miedos nacen de! instinto de conservación y actúan a través del mecanismo de alerta con el que habitualmente reaccionamos ante las situaciones inciertas y potencial mente peligrosas. En tales miedos, ,1 sujeto se mueve

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un

clima de seguridad básica, apoyado en la convicción de que podrá afrontarlos sin dar pie a la desorganización o alteración de su conducta. Así, pensamos que podemos apartarnos del perro peligroso, conducir con relajamiento a pesar de la posibilidad de sufrir un accidente, soportar el dolor del dentista e incluso huir del eventual atracador. Poro hay también otra clase de miedos, los neuróticos, que bloquean nuestra energía, dejándonos paralizados e impidiéndonos dar la respuesta adecuada y capaz de contrarrestar la amenaza que nos acecha. Kl miedo a comprometerse con el amor do pareja es uno de los mie dos neuróticos más frecuentemente experimentados por los solteros: "no veo cómo podría ser feliz aceptando el compromiso de dedicar mi tiempo, mi vida, mi fidelidad a otra persona", "no me atrevo a casarme exponiéndome a la mera posibilidad de que, como en muchos casos que conozco, mi matrimonio termine en un espantoso fracaso", "todo lo que implique una pérdida de mi libertad, de mi identidad y de mi autonomía me supera", "he tenido varios novios/as, pero a la hora del sí me he echado atrás"... (Richo, 1999; Ladish, 1998).

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Visto do cerca el miedo al compromiso de pareja, so llego a la lOiK'liisión ile que se trata de im miedo que se sitúa en los confi* u s del miedo neurótico, lo que explica que para muchos solieron ve traduzca en el recha/o del matrimonio. Intentaré profundizar en este punto. .i i Una forma de temor muy sentida por los solteros es el miedo a dejar de estar solo, a no ser nunca más exduyirmiu'ii/i’ unn f>cr>c- itii niilónointi, con un mundo propio y perfectamente controlado. Piensan, no sin cierto fundamento, que por el hecho de casarse, aparte de nimiedades como decidir a qué hora se cena en casa o cuánto espacio ocupará cada uno en la cama, asuntos importantes quedarán sometidos a la voluntad del otro: dejarán de ser una entidad para sí y tendrán que compartir con la pareja estilo de vida, preferencias, ritmos, formas de divertirse, negociar los criterios con los que se actuará a la hora de tomar decisiones en lo económico, el amor, el trabajo, educación de los hijos, etc. Snbe el soltero que sobre todos estos temas, el compañero/a tiene ideas, sentimientos, aspiraciones, peculiaridades y conflictos internos que el casado debe asumir y tratar con el mismo res peto que los propios, todo lo cual implica hacer hueco en la propia vida a otro ser humano tan rico y complicado como uno mismo (Carter-Scott, 2000). Un programa de tales exigencias asusta tanto a ciertos solteros que les lleva a la conclusión de que "las ventajas del matrimonio nunca podrán compensar la renuncia al alto valor que representa para mí el disfrute de mi autonomía y libertad individual". En opinión de Jaeggi (199S), hay que interpretar tal actitud como señal segura de que no están hechos para una relación permanente de vida en pareja: y Rogers (1993) va más lejos, sugiere que a sujetos así debe decírseles claramente que se desmarquen del compromiso matrimo nial en cualquiera de sus formas, b) Otro motivo de temor al matrimonio es la diitriniiea competitiva en la que muchos solteros enmarcan hoy en día el compromi so de vida en pareja. La experiencia les dicta que tarde o temprano tal dinámica acabará en rivalidad o en sentimientos de

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on\ kIi.i v, finalmente, en el Iracaso do la porto más débil, geix». raímente l.i" mujeres on nuestro sociedad dominada por v\ machismo. i «uno, por olra parto, a nadie lo gusta pasar por | l4 ovjvrioncia del fracasado o vivir junto a alguien que lo envidia i*l .soltero/a luiyo del matrimonio comí» de cualquier situación que pueda convertirse* en derrota personal (Horas, 2U01). c) Otro tipo do miedo experimentado por determinados solteros os el temor a la dependencia afectiw. Esto se entiende bien cuando se considera que el amor une pero también ata y, por U> mismo, /*»> Al l

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