La Psicología de la Autoestima - Nathaniel Branden.pdf

April 15, 2017 | Author: Jose Hernandez | Category: N/A
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Paidós Saberes Cotidianos Títulos publicados: 1. R. E. Thayer - El origen de los estados de ánimo cotidianos 2. N. Branden - El arte de vivir conscientemente 3. C. Fairburn - La superación de los atracones de comida 4.1 Pitkeathlec y D. Emerson - Ser hijo único 5. K. L. Higbee - Su memoria 6. D. Rowe - La depresión 7. J. y D. Parker -El mundo secreto de tus sueños 8. J. Berryman y otros - La psicología y tú 9. P. K.. Davis - El poder del tacto 10. L. Wing - El autismo en niños y adultos 11. D. W. \Vinnicou - Los bebés y sus madres 12. R. J. Sternberg Estilos de pensamiento 13. S. Hirsh y J. Kurnmerow - Tipos de personalidad 14. A. Linden y K. Perutz - Ejercitar la mente. PNL para una vida mejor

1.5. R. Schuman, Vivir con una enfermedad crónica 16. W. Glasser, Teoría de la elección 17. D. Tannen, ¡lí9 no quise decir eso! 18. A. Adler, Comprender la vida 19. P. Ekman, Cómo detectar mentiras

20. F. Caprio y J. R. Berger, Curarse con autohipnosis 21. S. Sassaroli y R. Lorenzini, Miedos y fobias 22. T. Stahl, Introducción a la programación neurolingüística (PNL) 23. A. Lowen, El narcisismo 24. N. Branden, La psicología del amor romántico 25. J. Lovett, La curación del trauma infantil mediante el DRMO (EMDR) 26. N. Branden, La psicología de la autoestima

Nathaniel Branden

La psicología de la autoestima

111i) PAIDÓS

Título original: The Psychology of Self-Esteem Originalmente publicado en inglés, en 1969, por Bantam Books, Nueva York Traducción de Daniel Menezo García

Cubierta de Valerio Viano

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D3O Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

O 1969 by Nathaniel Branden O 2001 de la traducción, Daniel Menezo García O 2001 de todas las ediciones en castellano Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidós, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires http://www.paidos.com ISBN: 84-493-1002-4 Depósito legal: B-47.563/2000 Impreso en A&M Gráfic, S.L. 08130 Santa Perpltua de Mogoda (Barcelona) Impreso en España - Printed in Spain

SUMARIO

Introducción a la edición española ....... 9 Introducción ........................................................................ 41 PRIMERA PARTE LOS FUNDAMENTOS 1. 2. 3. 4. 5. 6.

La psicología como ciencia ....................................... El hombre: un ser vivo ................................................ El hombre: un ser racional ......................................... El hombre: un ser con conciencia volitiva .............. Las emociones ................................................................. La salud mental ...............................................................

49 67 83 95 131 171

SEGUNDA PARTE LA PSICOLOGÍA DE LA AUTOESTIMA 7. La naturaleza y el origen de la autoestima .............. 191 8. La falsa autoestima ........................................................ 231 9. La ansiedad patológica: una crisis de autoestima ........................................................................ 249

10. La metafísica social .................................................. 273 11. La autoestima y el amor romántico ...................... 301 12. La psicoterapia ......................................................... 331 Nota para mis lectores ..................................................... 375

INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

Escribí este libro durante los años sesenta, y fue publicado (en inglés) en 1969. Para mí supone una gran satisfacción poder escribir una nueva introducción para el 31 aniversario de la edición inglesa, y para el primero de la española. Aunque he escrito muchos libros después de éste, para un número significativo de mis lectores sigue siendo el favorito. Lo cierto es que establece el fundamento de todo aquello que más tarde escribí sobre la autoestima. Si fuera hoy cuando escribiera este libro, ¿cambiaría algunas cosas? Por supuesto. Es imposible que un autor relea un libro que escribió hace más de treinta años y no piense «Hoy lo haría mejor». Sin embargo, he optado por dejar el libro en su forma original, sin alterarlo en ningún sentido. Estoy convencido de que posee una integridad, o lógica interna, que se vería perjudicada si intentase combinarlo con puntos de vista que he adoptado más tarde. Este libro es más filosófico que la mayoría de los que he escrito después, lo cual no lamento, y más moralista, aunque sea por implicación, y eso sí que lo lamento. Su visión ética es más estrecha de la que ofrezco en otros libros, como The Six Pillars of Self-Esteern (1994) y The Art of Living

Consciously (1997) .* Sin embargo, algunas personas que se dedican al campo editorial y de la psicología me han dicho, repetidas veces, que este libro ha hecho más para despertar la conciencia sobre la importancia que tiene la autoestima para el bienestar humano que cualquier otra obra. Si eso es cierto, estoy orgulloso. Hoy, a la edad de sesenta y nueve años, intento convencerme de que tomé mis primeras notas sobre la autoestima mientras rondaba los veinte años, y que comencé a escribir este libro a los treinta y tres. Como mi intención es la de ofrecer al lector cierto trasfondo de cómo se ha ido desarrollando mi pensamiento sobre la autoestima, ofrezco un ensayo en el apéndice, titulado Trabajando con la autoestima en la psicoterapia, y con el subtítulo Tres décadas más tarde. Un solo ensayo no puede examinar todos los pasos que di a lo largo del desarrollo evolutivo y expansivo de mis pensamientos sobre la dinámica de la autoestima, pero sí constituirá una buena (aunque demasiado sucinta) introducción para mi punto de vista contemporáneo, y revelará cómo la estructura conceptual básica que presenté en La psicología de la autoestima sigue siendo válida. Debo hacer un comentario sobre un pequeño cambio lingüístico: en este volumen hablo de dos de los componentes de la autoestima definiéndolos como confianza en y respeto por uno mismo. En mis obras posteriores, hablo de eficacia personal y respeto por uno mismo. El motivo de este cambio es que confianza en uno mismo es demasiado general, demasiado abstracto y difuso, mientras que lo que quería definir era, específicamente, la experiencia de ser eficaz al enfrentarse a los desafíos de esta vida. Todo lo que sé sobre la autoestima lo he aprendido en diversas fuentes: razonando sobre la experiencia humana, algo más o menos accesible a toda persona; trabajando con mis clientes en psicoterapia durante más de cuarenta años, * Traducción castellana: Los seis pilares de la autoestima y El arte de vivir conscientemente, ambas obras publicadas en Barcelona por Paidós en 1995 y 1998 respectivamente.

teniendo que confrontar constantemente mis ideas con el reto que supone la necesidad de conseguir resultados concretos; y también trabajando en mi propio desarrollo personal. En Los seis pilares de la autoestima (que considero el nieto del presente volumen) cuento una serie de anécdotas acerca de mí mismo, sobre errores que cometí y las lecciones que aprendí de ellos, todo lo cual me hizo profundizar en mi comprensión de los elementos que fortalecen la autoestima y de los que la socavan. Resulta difícil ayudar a otros a aumentar su autoestima si no entendemos cómo funcionan sus procesos en nosotros mismos. Una de las cosas más importantes que deja clara este libro es que la autoestima no es una mera sensación de «sentirse bien". Nuestra necesidad de autoestima se halla profundamente enraizada en nuestra naturaleza, y si la comprendemos sabemos que no la podemos satisfacer arbitraria o caprichosamente, mediante cualquier cosa que nos atraiga esporádicamente. La autoestima descansa sobre el funcionamiento correcto de la mente, y lo que esto significa concretamente es lo que examinaremos en las páginas que vienen a continuación. Veremos que la autoestima, la racionalidad, la perseverancia, la aceptación de la responsabilidad sobre uno mismo y la integridad personal son elementos íntimamente relacionados. También veremos que, mientras que otras personas pueden ayudarnos u obstaculizar nuestro camino hacia la autoestima, sobre todo cuando somos jóvenes, nadie puede darnos, literalmente, autoestima. Es algo que debemos generar desde dentro. La mejor analogía que se me ocurre es la del buen tono muscular, la de estar en forma. Otras personas pueden animarnos o enseñarnos los principios que controlan el ejercicio físico y la nutrición sana, pero nadie puede concedernos el don de estar en buena forma. Ese es un estado que debemos alcanzar nosotros mismos, por medio de las acciones y prácticas que cultivemos. Esto es exactamente lo mismo que sucede con la autoestima.

Fortalecemos un músculo cuando lo usamos. Así es como llegamos a tener una mente fuerte. Aristóteles nos enseñó que elaboramos un buen carácter gracias a la disciplina de convertir prácticas virtuosas en hábitos. En breve procederemos a analizar cómo se aplica esta idea al fomento de la autoestima. Pero, antes, debemos considerar el contexto en el que nace la necesidad de la autoestima. ¿Qué hay, en la naturaleza de la realidad y de la mente, que haga de la autoestima algo tan importante y urgente? Aquí es donde comienza nuestro viaje. Apéndice Tres décadas más tarde Trabajando con la autoestima en la psicoterapia INFORMACIÓN GENERAL Cuando comencé a practicar la psicoterapia en los años cincuenta, llegué al convencimiento de que la baja autoestima era un denominador común en la mayoría (si no en todas) las variantes de angustia personal que fui descubriendo a lo largo del ejercicio de mi práctica (Branden, 1969). Descubrí que la baja autoestima constituye tanto un factor causal que predispone a experimentar problemas psicológicos como la consecuencia de éstos. Este artículo esbozará a grandes rasgos: a) qué es la autoestima; b) por qué constituye una necesidad urgente; c) de qué depende alcanzarla o no; y d) cómo, durante una psicoterapia, puede inducirla el médico. Algunos problemas de mis clientes son expresiones directas de una autoestima falta de desarrollo. Los ejemplos incluyen: la timidez; el miedo a autoevaluarse, a la intimidad o a las relaciones humanas; y la falta de participación en la vida. Hay otras cuestiones que pueden entenderse como con-

secuencia de la negación de una autoestima pobre, es decir, como defensas frente a la realidad del problema. Algunos ejemplos de estas defensas incluyen: una conducta que controla y manipula, rituales obsesivos-compulsivos, una agresividad injustificada, una sexualidad motivada por el miedo y algunas formas destructivas de la ambición. Todas estas consecuencias tienen su origen en el deseo de la persona de sentirse eficaz, de mantener el control, de sentirse digna. Los problemas que se manifiestan como una autoestima pobre también contribuyen significativamente al constante deterioro de la misma. Uno de los objetivos primordiales de la psicoterapia es el de contribuir a potenciar la autoestima. Creo que es posible y que hay que tratar la autoestima de un modo explícito, y que debería encuadrarse en el contexto de la práctica médica más genérica. Incluso cuando el paciente no entra directamente en cuestiones relacionadas con la autoestima, incluso cuando la terapia va destinada a solventar problemas específicos, la resolución de éstos se puede lograr al encuadrar o contextualizar el proceso de tal manera que fortalezca de una forma explícita la autoestima. Casi todas las orientaciones terapéuticas ayudan a los pacientes a enfrentarse a conflictos o desafíos que antes evitaban. Mi técnica difiere en el sentido de que, típicamente, formulo preguntas como: «¿Cómo se siente usted cuando evita un tema que sabe, en cierto sentido, que debe considerar? ¿Y cómo se siente cuando controla los impulsos que le incitan a eludir el problema y se enfrenta a él?». En otras palabras, enmarco el proceso en términos de sus consecuencias sobre la autoestima. Quiero que los pacientes se den cuenta de cómo afectan sus elecciones y sus actos a su forma de experimentarse a sí mismos. UNA DEFINICIÓN DE «AUTOESTIMA» La autoestima es la experiencia de ser competente para enfrentarse a los desafíos básicos de la vida, y de ser dignos

de felicidad. Consiste en dos componentes: 1) considerarse eficaces, confiar en la capacidad de uno mismo para pensar, aprender, elegir y tomar decisiones correctas y, por extensión, superar los retos y producir cambios; 2) el respeto por uno mismo, o la confianza en su derecho a ser feliz y, por extensión, confianza en que las personas son dignas de los logros, el éxito, la amistad, el respeto, el amor y lá realización que aparezcan en sus vidas (Branden, 1994). Para iluminar esta definición, considere lo siguiente: si un cliente no se siente competente para enfrentarse con el desafio de la vida, si carece de confianza en sí mismo o en su mente, un médico reconocerá la presencia de una deficiencia en su autoestima, sea cual fueren los demás rasgos que presente el cliente. Lo mismo sucedería si un paciente careciese de un sentimiento básico de respeto hacia sí mismo, se sintiera indigno del amor o respeto de los demás, no se considerase digno de la felicidad, o tuviera miedo de pensamientos, deseos o necesidades que contribuyeran a reafirmarle como persona. La eficacia y el respeto hacia uno mismo constituyen el pilar doble sobre el que se asienta una autoestima sana; si falla una de las dos partes, la autoestima se ve afectada. Éstas son las características definitorias del término, debido a su esencialidad; es decir, no representan significados derivativos o secundarios de la autoestima, sino su esencia. (Para una crítica de otras definiciones, véase Branden, 1994.) LA NECESIDAD DE AUTOESTIMA El modo en que las personas se experimentan a sí mismas influye sobre cada momento de su existencia. Su autoevaluación es el contexto básico dentro del que actúan y reaccionan, dentro del que eligen sus valores, fijan sus metas, se enfrentan a los retos de la vida. Sus reacciones a los acontecimientos están conformadas, en parte, por quiénes

son y quiénes creen que son, o por el grado de competencia y dignidad que creen poseer. De todos los juicios que emitan en su vida, ninguno es más importante que el que emitan sobre sí mismos. Decir que la autoestima es una necesidad humana básica supone decir que contribuye de un modo esencial al proceso vital; que es indispensable para un desarrollo normal y sano; que tiene valor de supervivencia. Sin una autoestima positiva, el crecimiento psicológico se encalla. Una autoestima positiva funciona, en la práctica, como el sistema inmunológico de la conciencia, ofreciendo una mayor resistencia, fuerza y capacidad regeneradora. Cuando el grado de autoestima es bajo, disminuye la resistencia frente a las adversidades de la vida. Los pacientes se hunden frente a unas vicisitudes que lograrían disipar si tuvieran sentimientos más sanos acerca de sí mismos. Tienden a sentirse más influidos por el deseo de evitar el dolor que por el de experimentar la alegría; lo negativo tiene más poder sobre ellos que lo positivo (Branden, 1984). Esto no quiere decir que sean necesariamente incapaces de alcanzar ciertos valores auténticos. Algunas personas pueden tener el talento y el empuje necesarios para conseguir muchas cosas, a pesar de tener un mal concepto de sí mismas; igual que el caso de un productivo adicto al trabajo que se siente motivado por el deseo de demostrar su valía frente, por ejemplo, a un padre que predijo que nunca llegaría a nada. Sin embargo, los pacientes que tienen una autoestima pobre serán menos eficientes (menos creativos) de lo que podrían serlo potencialmente; esto también implica que estarán limitados en su capacidad de que sus logros les produzcan alegría. Nada de lo que hagan les parecerá suficiente. Aquellos que manifiestan una confianza realista en su mente y valores, aquellos que se sienten seguros de sí mismos, tienden a experimentar el mundo como algo accesible a ellos, y a reaccionar adecuadamente a los desafíos y las oportunidades que se les presenten. La autoestima ca-

pacita, da energías y motiva. Inspira a las personas a conseguir cosas, y les permite sentir placer y orgullo por los logros obtenidos. Les permite experimentar la satisfacción. Una autoestima elevada busca el reto y el estímulo que suponen unas metas dignas y exigentes. Alcanzar estas metas alimenta la sana autoestima. Un nivel bajo de autoestima se decanta por la seguridad de lo familiar, lo que no le exige apenas nada, lo cual a su vez debilita la autoestima. Cuanto más sólida sea la autoestima de un cliente, mejor equipado estará para luchar frente a la adversidad en su vida personal o en su carrera profesional. Cuanto más alto sea su grado de autoestima, más ambicioso o ambiciosa tenderá a ser, no necesariamente en un sentido profesional o económico, sino en términos de lo que espera experimentar en la vida, a nivel emocional, intelectual, creativo y espiritual. Cuanto más pobre sea la autoestima del cliente, a menos cosas aspirará; además, tendrá menos probabilidades de alcanzar sus metas. Cualquiera de los dos caminos tiende a reforzarse y perpetuarse a sí mismo. Cuanto más elevada sea la autoestima de un paciente, más probable será que sus relaciones sean abiertas, honestas y correctas, lo cual refuerza un autoconcepto positivo. Cuanto más bajo sea el grado de autoestima de una persona, más confusa, evasiva e inadecuada será su comunicación con los demás, debido a su incertidumbre sobre sus propios pensamientos y sentimientos y/o por temor a la reacción del oyente. Esto, a su vez, hace que disminuya la experiencia positiva de uno mismo. Cuanto más elevado sea el nivel de autoestima del paciente, más dispuesto estará él o ella a fomentar las relaciones que le hacen crecer como persona, evitando las deletéreas. Para las personas que tienen una buena autoestima, la vitalidad y la extroversión en los demás son, naturalmente, más atractivas que la vaciedad y la dependencia (Branden, 1981). Cuanto más saludable sea su autoestima, más inclinadas se sentirán a tratar a los demás con respeto, benevolencia, buena voluntad y justicia; tales personas no

suelen considerar a los demás como una amenaza, y el respeto por uno mismo constituye la base del respeto por los demás.

LAS RAÍCES DE LA ACTOESTIMA ¿De qué depende una autoestima sana? ¿Qué factores inciden sobre ella? Hay motivos para pensar que entramos en este mundo con ciertas diferencias inherentes que pueden facilitar o complicar el disfrute de una autoestima sana, diferencias que tienen que ver con la energía, la resistencia, la disposición a disfrutar de la vida, etc. Sospecho que en los años venideros aprenderemos que la herencia genética es un factor contributivo importante en la facultad de desarrollar un autoconcepto saludable (Ornstein, 1993). Por supuesto, e] entorno en que nos criamos es crítico para el desarrollo de la autoestima. Nadie puede saber cuántas personas han padecido heridas en su ego en los primeros años de vida, antes de que éste se hallara plenamente formado; en tales casos, puede ser prácticamente imposible que tales personas gocen de autoestima en años posteriores, a no ser como resultado de una intensa psicoterapia. La investigación sugiere que una de las mejores maneras de disfrutar de autoestima es la de tener unos padres que ejemplifiquen una sana autoestima, como demuestra la obra de Coopersmith, The Antecedents of Self-Esteent [«Los antecedentes de la autoestima»] (1976). Los niños que tienen mayores posibilidades de disfrutar de los cimientos necesarios para una autoestima sana tienden a ser aquellos cuyos padres: • Les crían con amor y respeto. • Les permiten experimentar una aceptación coherente y benevolente.

• Les ofrecen la estructura de respaldo que suponen unas reglas razonables y unas expectativas adecuadas. • No les bombardean con contradicciones. • No recurren al ridículo, la humillación o el maltrato físico para controlarles. • Demuestran que creen en la competencia y bondad del niño. Sin embargo, ninguna investigación ha concluido que la forma que tengan los padres de criar a sus hijos, por saludable que sea, produzca un resultado inevitable. Por ejemplo, el trabajo de Coopersmith demostró claramente que no es así. Su estudio presentaba ejemplos de adultos que parecían haber sido criados de una forma ideal según los estándares que acabamos de indicar, y que, sin embargo, se convirtieron en personas inseguras, con dudas acerca de sí mismas. Y hay muchas personas que proceden de un entorno terrible, pero a quienes les va bien en la escuela, personas que crean relaciones estables y satisfactorias, disfrutan de una poderosa sensación de su propio valor y dignidad y, cuando son adultos, satisfacen cualquier criterio racional propio de una buena autoestima. Aunque puede que no conozcamos todos los factores biológicos o del desarrollo que influyen en la autoestima, sabemos bastante sobre las prácticas específicas (volitivas) que la potencian o la merman. Sabemos que comprometerse sinceramente con la comprensión inspira confianza en uno mismo, y que eludir el esfuerzo provoca el efecto contrario. Sabemos que las personas que viven conscientemente son mucho más competentes que las que viven sin pensar. Sabemos que la integridad engendra respeto hacia uno mismo, y que la hipocresía no lo hace. «Sabemos» todo esto implícitamente, aunque resulta sorprendente ver qué pocas veces comentan estos temas los psicólogos. Los médicos no pueden trabajar directamente con la autoestima, porque ésta es una consecuencia, un producto de prácticas generadas internamente. Si los médicos com-

prenden cuáles son esas prácticas, pueden trabajar con otros de tal manera que faciliten o fomenten su realización personal. Se pueden diseñar terapias teniendo en mente este objetivo. Pero las prácticas en sí mismas sólo pueden surgir del interior del cliente, que será su causa. Los SEIS PILARES DE LA AUTOESTIMA

Entonces, ¿cuáles son estas prácticas? Más de tres décadas de estudio me han convencido de que hay seis de ellas que son cruciales y fundamentales. Cuando estas seis prácticas se hallan ausentes, la autoestima se ve perjudicada necesariamente. Cuando y hasta el punto en que formen parte integral de la vida de la persona, su autoestima se verá fortalecida. Los seis pilares son: 1. La práctica de vivir conscientemente. 2. La práctica de aceptarse a uno mismo. 3. La práctica de aceptar responsabilidades. 4. La práctica de afirmarse a uno mismo. 5. La práctica de vivir con un propósito. 6. La práctica de la integridad. La práctica de vivir conscientemente Si la vida y el bienestar de los pacientes dependen del uso correcto de su conciencia, entonces el grado en que prefieran «la vista a la ceguera» constituye el determinante aislado más importante de su eficacia y respeto hacia sí mismos. No podemos sentirnos competentes en la vida mientras erramos (en el trabajo, en el trato con los superiores, subordinados, asociados, clientes, o en el matrimonio o las relaciones con nuestros hijos) en medio de una niebla mental que inducimos nosotros mismos. Los que intentan vivir sin pensar, y eluden los hechos desagradables, padecen una de-

ficiencia en su sentido de la dignidad personal. Conocen sus defectos, tanto si los demás los perciben como si no. Una persona debe elegir cientos de veces al día el grado de conciencia con que funciona. Gradualmente, con el paso del tiempo, una persona crea un sentimiento sobre qué tipo de individuo es, dependiendo de las elecciones que haga y el grado de racionalidad e integridad que manifieste. Si, al final de la terapia, un cliente no funciona más conscientemente que al principio, tendremos que cuestionarnos la eficiencia de esa práctica terapéutica. Mediante la terapia se puede inducir la conciencia a través de: • la creación de un entorno en el que el pensamiento y la exploración sean seguros; • el uso de un amplio repertorio de intervenciones que eliminen los obstáculos para alcanzar la conciencia (Branden, 1973, 1983, 1984, 1987, 1993, 1994); • concienciar al cliente de las consecuencias autodestructivas de la ceguera inducida por sí mismo; • ejercicios específicos destinados a potenciar la conciencia (Branden, 1994). Tom, de cuarenta y cuatro años, que era director general de una empresa de seguros, dijo que su negocio estaba creciendo rápidamente, que necesitaba contratar un nuevo asesor de alto nivel, y que tenía miedo de contratar a alguien que pudiera ser más competente que él mismo. En lugar de tratar su problema en mi despacho, le di deberes para casa: durante las dos semanas siguientes, tendría que escribir entre 6 y 10 terminaciones diarias para la siguiente frase incompleta: «Si aporto un grado de conciencia más elevado al temor que siento a contratar a un asesor muy competente... ». Al cabo de las dos semanas, me informó de que creía haber resuelto el problema a su entera satisfacción; contrató a un asesor muy competente con el que sigue teniendo una relación laboral excelente. El ejercicio que propuse a Tom, por su mera repetición y por las implicaciones de las palabras en la frase incom-

pleta, estimuló su creatividad v su capacidad para resolver problemas. Un beneficio secundario es que fue él mismo quien llegó a la solución, lo cual potenció su autoestima. La práctica de aceptarse a uno mismo En el nivel más profundo posible, aceptarse a uno mismo es la virtud de comprometerse con el valor de su propia persona. No se trata de fingir una autoestima que no posee, sino más bien un acto primario de valoración propia que funciona como punto de partida desde el que dedicarse a procurar la autoestima. Se expresa, en parte, mediante la voluntad de aceptar (hacer real para uno mismo, sin negación ni evasión) que pensamos lo que pensamos, sentimos lo que sentimos, hemos hecho lo que hemos hecho, y somos lo que somos. La aceptación de uno mismo implica rehusar a considerar cualquier parte de nuestro ser —nuestros cuerpos, pensamientos, acciones, sueños— como algo ajeno, como «no yo». Es la voluntad de experimentar, en lugar de evadir, todas nuestras circunstancias, en cada momento particular. Significa optar por no enfrentarnos a nosotros mismos. Conlleva la voluntad de decir, respecto a cualquier emoción o conducta: «Eso fue una expresión de mi persona, no necesariamente una que me guste o que admire, pero una expresión mía de todos modos, al menos en el momento en que sucedió». Se trata de la virtud del realismo —del respeto por la realidad— aplicada a uno mismo. De este modo, si me enfrento a un error que he cometido, al aceptar que es mío tengo la libertad de aprender de él y mejorar en el futuro. No puedo aprender de un error que me niego a aceptar que he cometido. Aceptarse a uno mismo es la condición previa al cambio y al crecimiento. Mary, de treinta y nueve años, abogada, se indignó al considerar la posibilidad de aceptarse a sí misma, y dijo: «¡Tengo una

autoestima por los suelos! ¿Y usted quiere que acepte eso?». Yo le respondí: ‘ ,.Si no acepta que tiene ese problema, ¿cómo planea solventarlo? La autoestima empieza con el respeto por la realidad». ¿Podemos considerar que una terapia ha tenido éxito si el cliente no consigue aumentar su autoestima? Una de las maneras en que podemos enseñar la aceptación de uno mismo en el contexto de la psicoterapia es trabajando con la total aceptación: nada de condescendencia, de sarcasmo ni ridículo, nada de luchar contra los sentimientos del paciente; más bien un respeto absoluto, constante y objetivo. Un aspecto importante de mi trabajo, que lamentablemente escapa al ámbito de este escrito, es la identificación e integración de las personalidades secundarias del cliente (Branden, 1994). Podemos considerar esta faceta como uno de los campos dentro del contexto más genérico de la aceptación de uno mismo, pero en realidad se trata de.una especialidad por propio derecho. Muchos médicos han observado que cuando una persona aprende a admitir e integrar una «parte» previamente no reconocida o negada de su personalidad, se siente más fuerte y plena, y su autoestima se refuerza. La práctica de la responsabilidad Para sentirse competente para vivir y ser digno de la felicidad, el paciente necesita sentir que tiene el control de su propia existencia. Esto requiere que esté dispuesto a aceptar la responsabilidad por sus acciones y la consecución de sus metas, lo cual conlleva que debe aceptar la responsabilidad por su vida y bienestar. La práctica de ser responsable de uno mismo implica darse cuenta de los siguientes puntos: • Soy responsable de hacer realidad mis deseos. • Soy responsable de mis elecciones y actos. • Soy responsable del grado de conciencia que introduzco en mi trabajo.

• Soy responsable de mi conducta con otras personas: compañeros de trabajo, asociados, clientes, pareja, hijos, amigos. • Soy responsable del modo en que distribuyo mi tiempo. • Soy responsable de comunicarme correctamente con los demás. • Soy responsable de mi felicidad personal. • Soy responsable de elegir los valores según los cuales vivo. • Soy responsable de elevar el grado de mi autoestima. Según mi opinión, uno de los momentos más importántes de la terapia es cuando el cliente se da cuenta, por fin (y sin importar cómo lo consiga), de que no va a venir nadie: no vendrá nadie a redimir su infancia; no vendrá nadie a hacerle feliz; no vendrá nadie a rescatarle. Si desea mejorar su vida, el paciente deberá hacer algo diferente por sí mismo. Un día, en una terapia de grupo, tin cliente con un gran sentido del humor me retó diciendo: «Usted siempre está diciendo que no vendrá nadie a ayudarnos. ¡Pero usted sí vino!». «Es cierto», admití, «pero vine para decirles que no vendrá nadie.» La práctica de la autoafirmación Afirmarse a uno mismo es la virtud de expresarse adecuadamente, respetando las necesidades, deseos, valores y convicciones que tenemos como personas, y buscando formas racionales para expresarlas de forma práctica. Es lo opuesto a rendirse a la timidez, que consiste en desterrarse a uno mismo a un submundo perpetuo, donde todo lo que uno es se halla oculto o malogrado. El cliente que no se afirma a sí mismo suele intentar eludir enfrentarse a alguien cuyos valores sean distintos, o desea complacer, aplacar o manipular a alguien, o simplemente intenta «encajar» con los demás.

Una autoafirmación sana conlleva la voluntad de enfrentarse a los desafíos de la vida, en lugar de eludirlos, procurando obtener el control sobre ellos. Cuando el cliente amplía las fronteras de su capacidad de enfrentarse a los problemas, también expande su eficacia y respeto por sí mismo. Una de las frases que aparece constantemente en mi trato con los clientes es: «Sus deseos son importantes. Su vida es importante. Es importante si usted es o no feliz». Este mensaje está respaldado y amplificado (como cualquier otra de mis prácticas) por ejercicios donde el paciente debe completar frases. (Más adelante explico en detalle este proceso.) El principio de frase que dice «Si alguien me hubiera enseñado que mis deseos son importantes...» suscita típicamente finales como: «me interesarían más», «me los tomaría más en serio», «pensaría más en ellos», «emplearía más energía para beneficio propio», «me afirmaría más como persona», «me trataría a mí mismo con mayor respeto». Los ejercicios repetitivos de este tipo estimulan modificaciones en la conciencia y la conducta que el cliente experimenta como algo que nace de su propio interior. Ayudo a los clientes a identificar cuáles son sus deseos más importantes, desarrollando luego planes de acción para su consecución (cuando sea posible). Una terapia de grupo típica que utilizo pide a todos los miembros que identifiquen algún deseo relevante en sus vidas. Sentados en grupos de tres en tres, les pido que trabajen la pregunta siguiente: «Si tuviera que convertir ese deseo en un propósito consciente, ¿qué debería hacer?». Los planes para actuar nacen de este brainstorming grupa].

La práctica de vivir con un propósito Se ha definido la vida como un proceso de acciones que se sustentan y generan a sí mismas (Rand, 1961). Por consiguiente, los propósitos constituyen la esencia del

proceso vital. Por medio de nuestros propósitos, organizamos nuestra conducta, concediéndole un eje y una dirección. Por medio de nuestras metas, creamos la sensación de tener la estructura que nos permite experimentar el control sobre nuestra existencia. Vivir con un propósito supone utilizar nuestro poder para alcanzar objetivos que hemos seleccionado, tales corno: estudiar, crear una familia, ganar un sueldo, iniciar un negocio, introducir un nuevo producto en el mercado, resolver un problema científico o construir una casita para las vacaciones. Nuestras metas nos hacen avanzar, exigiéndonos el ejercicio de nuestras facultades, y dotando de energía a nuestra existencia. Observar que el hecho de tener un propósito es esencial para obtener una autoestima plena no se debe interpretar como si los logros externos de un paciente fueran el índice de su valor. Admiramos los éxitos, tanto los nuestros corno los ajenos, y es natural y correcto que lo hagamos. Pero esto no es lo mismo que decir que esos logros sean el auténtico baremo (o fundamento) de la autoestima. La raíz de la autoestima no está en los éxitos tangibles, sino en esas prácticas generadas internamente que, entre otras cosas, posibilitan esos logros. Para poder enseñarles qué es el propósito, suelo pedir a mis clientes que mediten en las siguientes ideas: Si tuviera que mejorar en un 5 % su sensación de propósito en su trabajo, su matrimonio, su relación con sus hijos o en la propia terapia, ¿qué cree que haría distinto? ¿Cuáles serían las ventajas de hacerlo? ¿Cuáles podrían ser los obstáculos? ¿Estaría dispuesto a experimentar durante, por ejemplo, un mes, el cómo añadir ese propósito a su vida, con miras a descubrir qué sucede y si le gusta o no? (¿Y por qué un 5 %? Porque es una cantidad que no intimida. ¡Cualquiera puede mejorar un 5 %!)

La práctica de la integridad A medida que una persona madura y desarrolla sus propios valores y estándares (o los absorbe de otros), el tema de la integridad personal va asumiendo una creciente importancia en la evaluación que la persona hace de sí misma. Cuando la conducta es congruente con los valores profesados (cuando el ideal y la práctica son coherentes entre sí), se dice que una persona tiene integridad. Los que se comportan de una manera que entra en conflicto con sus propios juicios sobre lo correcto, quedan mal ante sí mismos. Si ésa se convierte en su política habitual, confían menos en sí mismos o dejan de hacerlo por completo. Cuando una falta de integridad afecta a la autoestima, lo único que puede sanar esa herida es practicar la integridad. En el nivel más simple, la integridad personal implica preguntas como «¿Soy honesto? Los demás, ¿pueden confiar en mí? ¿Cumplo mis promesas? ¿PongO por obra las cosas que digo admirar, y evito las cosas que considero despreciables?». Para comprender por qué los lapsos de integridad son deletéreos para la autoestima, consideremos lo que implican. Si actúo contradiciendo un valor moral que sostiene otra persona pero no yo, puedo o no estar equivocado, pero no se me puede culpar de traicionar mis convicciones. Sin embargo, si actúo contra lo que yo mismo considero correcto, si mis acciones entran en conflicto con mis valores manifiestos, entonces estoy actuando en contra de mi juicio. Traiciono a mi mente. La hipocresía, por su propia naturaleza, nos anula. Un problema de integridad socava mi fundamento, contaminando la apreciación de mi ego. Me perjudica de la misma forma en que podría hacerlo una reprensión o rechazo externos. Rebecca, de cuarenta años, era médico, y tenía un despacho situado en la periferia de la ciudad, afiliado a un pequeño hospital local. Si la combinación de días que sus pacientes pasaban en el hospital superaba cierto número, la dirección de éste recompensaba a

Rebecca y a su esposo con un crucero de lujo. Cuando ella sabía que el seguro de sus pacientes les cubría sin problemas la estancia, a menudo les recomendaba que pasaran más tiempo en el hospital del que era estrictamente necesario. Acudió a mi consulta debido a los misteriosos ataques de ansiedad y depresión que padecía. «Tengo un marido estupendo, tenemos un hogarfintástico y una vida ideal... No sé qué problema tengo». Cuando me enteré del arreglo que tenía Rebecca con el hospital, le pregunté cómo se sentía al respecto. Ella instantáneamente se puso a la defensiva y, de hecho, canceló sus dos citas siguientes. Cuando regresó a mi oficina, se quejó de un nuevo problema: insomnio. Cuando volví a tocar el tema de su acuerdo con el hospital, ella me dijo, enfadada: «Bueno, supongo que me siento un poco culpable, pero es una estupidez sentirse culpable. Es decir, ¿a quién estoy perjudicando?».

Aunque los síntomas que presentaba Rebecca podían tener muchas causas posibles, sospeché que su ansiedad, depresión e insomnio tenían sus raíces en ese tema específico. Ella estaba violando sus profundas convicciones sobre el bien y el mal, y ninguna racionalización era capaz de proteger su autoestima. La terapia con ella no fue fácil. En determinado momento, Rebecca se preguntó en voz alta si quizá debería abandonar la terapia y solventar su problema con tranquilizantes y antidepresivos. El momento decisivo llegó cuando le propuse un experimento: «¿Estaría dispuesta, durante los dos próximos meses, a prescribir las estancias en el hospital que esté convencida de que son necesarias desde el punto de vista médico? Entonces ya veremos qué pasa». Ella estuvo de acuerdo. Al cabo de diez días, sus síntomas comenzaron a desaparecer.

Los psicólogos no hablan mucho sobre la integridad. En el mundo moderno hay muchas personas que consideran incongruentemente obsoleta esta palabra. Y, sin embargo, necesitamos principios para guiar nuestras vidas, principios que deben ser razonables, porque si los traicionamos, nuestra autoestima sufrirá las consecuencias. La integridad es uno de los guardianes de la salud mental.

EL PROGRAMA DE CONCLUSIÓN DE FRASES SOBRE LA AUTOESTIMA

Corno eje central de todo mi trabajo tengo un programa de edificación de la autoestima que diseñé, que integra los seis pilares antes mencionados v que ofrezco a la mayoría de mis clientes. Este proceso de concluir frases es engañosamente sencillo, y, sin embargo, tiene un poder único para potenciar la comprensión de uno mismo, la autoestima y la eficiencia personal. Este programa se basa en la premisa de que todos nosotros tenemos más conocimientos de los que normalmente somos conscientes, más sabiduría de la que usarnos, más potencial del que habitualmente manifestamos en nuestra conducta. Completar frases estimula la perspicacia y la integración, y se puede utilizar con muchos propósitos distintos. En este caso la meta es la de utilizar un programa de treinta semanas de duración para desarrollar la autoestima y, al mismo tiempo, mejorar la efectividad general en el trabajo y en las relaciones interpersonales. En este ejercicio está imbricado un conjunto bastante complejo de premisas y asunciones por encima de la motivación; durante el curso de la terapia, la mayoría de ellas se explicitan tarde o temprano. El procedimiento consiste esencialmente en que el cliente escriba una frase incompleta (un «pie de frase»), al que debe añadir diferentes finales; el único requisito es que cada terminación debe ser una conclusión gramaticalmente correcta. El cliente debe trabajar tan rápidamente como pueda, sin pausas para «pensar». El terapeuta debería advertir al cliente que cualquier terminación es válida. El cliente puede trabajar con un bloc de notas, una máquina de escribir o un ordenador. Lo primero que debe hacer por la mañana, antes de proceder con los quehaceres diarios, el cliente debe sentarse y escribir el primer pie de frase. Entonces, tan rápidamente como le sea posible, sin detenerse a reflexionar,

el cliente debe escribir cuantos más finales mejor para esa frase, con un tiempo límite de dos o tres minutos. El terapeuta debería explicar al cliente que no se preocupe si los finales de frase son literalmente ciertos, tienen sentido o son «profundos»; el propósito es escribir cualquier cosa... pero escribir algo. El cliente debería completar los restantes inicios de frase siguiendo la misma pauta. El terapeuta debe indicar al cliente que después continúe con sus quehaceres cotidianos, una vez haya completado todos los pies de frase. Debe realizar este ejercicio cada día, de lunes a viernes durante la primera semana, siempre antes de empezar con el trabajo diario. El cliente no debe leer lo que escribió el día anterior. Naturalmente, se producirán muchas repeticiones, pero también es inevitable que aparezcan nuevos finales. Al hacer este ejercicio, el cliente debe vaciar su mente de cualquier expectativa relativa a lo que sucederá o a lo que -«se supone» que debe suceder. El terapeuta debe instruir al cliente de que se invente un final si se queda completamente en blanco, pero que no se detenga con la excusa de que no puede hacer el ejercicio. Una sesión promedio no debería durar más de diez minutos. Si requiere más tiempo, es que el cliente está «pensando» (ensayando, calculando) demasiado. En un momento determinado de cada semana, el cliente debería releer lo que ha escrito durante la semana, y entonces escribir un mínimo de seis terminaciones para esta media frase: «Si algo de lo que he escrito durante esta semana es cierto, resultaría conveniente que yo...» Si el cliente considera que este programa le es útil, suele ser provechoso que vuelva a empezarlo cuando lo termine. Algunos de mis clientes usan este programa tres o cuatro veces, siempre con resultados nuevos.

COMENTARIO SOBRE LA CONCLUSIÓN DE FRASES Cuando se le da un inicio de frase a un cliente, y se le pide que lo repita muchas veces (oralmente o por escrito), el proceso tiende a funcionar como un estímulo para nuevas asociaciones e integraciones, que echan los cimientos para sucesivas modificaciones en sus sentimientos o conducta. No es infrecuente que un cliente diga algo así como «¡Vi tan claro el esquema que seguía! ¡Y me di cuenta de que resultaba tan obvia su inutilidad o destructividad, que descubrí que no podía seguir usándolo! Tenía que probar algo distinto. Al final me descubrí experimentando con estos nuevos conocimientos». El valor que tiene el hecho de que un cliente trabaje con el mismo conjunto de frases durante una semana (o más) se centra en - que la repetición ayuda a contrarrestar la inclinación que sentimos a eludir realidades desagradables; también fomenta y facilita la absorción de los nuevos puntos de vista que tienden a surgir «espontáneamente». Cuando se dedique a completar frases con los clientes en su despacho, en lugar de ser un trabajo que el paciente hace en casa, el terapeuta debería proporcionarles nuevos inicios de frase inspirados por los finales más significativos de los anteriores, de modo que el cliente desarrolle una conciencia que vaya profundizando cada vez más en sí mismo (Branden, 1983, 1987, 1993). Por ejemplo, cuando analice la influencia de la madre de un cliente en su desarrollo, el terapeuta podría ofrecerle una serie de pies de frase como el siguiente: Mi madre siempre... Estando con mi madre, me sentía... Mi madre siempre parecía esperar que... Una de las cosas que esperé siempre de mi madre, y que ella no me dio, es... Casi oigo a mi madre hablando con mi voz cuando me digo a mí mismo/a...

Una de las maneras en que sigo intentando ganarme el amor de mi madre es... Si resulta que, después de todo, soy algo más que el niño de mamá... Me estoy dando cuenta de que... Este último pie de frase suele usarse al final de una serie para facilitar la integración y la articulación de nuevas percepciones sobre la personalidad del paciente. Algunas alternativas para alcanzar el mismo fin pueden incluir: Estoy empezando a sospechar que... Si algo de lo que estoy diciendo es cierto... Lo que acabo de decir es... CONCLUSIÓN Si el terapeuta es consciente de que la creación de autoestima es esencial para su trabajo, debe tratar ciertos temas específicos, que se pueden resumir bajo la forma de preguntas: • ¿Usando qué medios me propongo ayudar a mi cliente a vivir más conscientemente? • ¿Cómo le puedo enseñar a aceptarse a sí mismo/a? • ¿Cómo puedo facilitarle un mayor grado de responsabilidad y autonomía? • ¿Cómo puedo conseguir que aumente su capacidad de afirmarse a sí mismo/a? • ¿Cómo puedo instilar una mayor integridad en el día a día de mis pacientes? • ¿Qué puedo hacer para alimentar su autonomía? • ¿Cómo puedo contribuir al entusiasmo por la vida que debe tener mi cliente? • ¿Cómo puedo ayudarle a liberarse de sus miedos irracionales?

• ¿Cómo puedo contribuir a que se libere del dolor que le han producido y le producen aún las viejas heridas y traumas? • ¿Cómo puedo ayudar al cliente a reconocer, aceptar e integrar los aspectos de sí mismo que había negado y eludido? Si nuestro objetivo es el de fomentar la autoestima por medio de una terapia, quizás.el primer paso sea el de ser conscientes de que éstas son las preguntas que debe formular —y responder— el terapeuta. UN EJERCICIO DE CONCLUSIÓN DE FRASES PARA POTENCIAR LA AUTOESTIMA, CON UNA DURACIÓN DE 31 SEMANAS

Semana 1 Si hoy aumento la conciencia presente en mi vida... Si hoy acepto una mayor responsabilidad sobre mis elecciones y acciones... Si hoy presto más atención a mi manera de tratar a las personas... Si hoy procuro aumentar en un 5 % mi nivel de energía... Semana 2 Si aporto un 5 % más de conciencia a mis relaciones importantes... Si aporto un 5 % más de conciencia a mis inseguridades... Si aporto un 5 % más de conciencia a mis deseos y necesidades más profundos... Si aporto un 5 % más de conciencia a mis emociones...

Semana 3 Si considero que escuchar es un acto creativo... Si me doy cuenta de cómo afecta a las personas la calidad de mi capacidad de escucharles... Si hoy aporto un mayor grado de conciencia a mis relaciones con otras personas... Si me comprometo a tratar a las personas con más justicia y benevolencia... Semana 4 Si hoy aporto un grado más elevado de autoestima a mis actividades... Si hoy aporto un mayor grado de autoestima a mis relaciones con los demás... Si hoy me acepto a mí mismo/a un 5 % más... Si me acepto incluso cuando cometo errores... Si me acepto aun cuando me siento confuso/a y agobiado/a... Semana 5 Si acepto un poco más mi cuerpo... Si niego mi cuerpo tal y como es, y lo rechazo... Cuando niego o eludo mis conflictos... Si acepto un poco más todas las facetas de mi persona... Semana 6 Si quisiera aumentar hoy mi autoestima, podría... Si acepto más mis sentimientos... Cuando niego y eludo mis sentimientos... Si acepto más mis pensamientos... Cuando niego y rechazo mis pensamientos...

Semana 7 Si acepto más mis temores... Cuando niego y eludo mis temores... Si aceptara un poco más mi dolor... Cuando niego y evito mi dolor... Semana 8 Si acepto un poco más mi ira... Cuando niego y rehúyo mi ira... Si acepto un poco más mi sexualidad... Cuando niego y rechazo mi sexualidad... Semana 9 Si aceptara más mis emociones... Cuando niego y me aparto de mis emociones... Si aceptara más mi inteligencia... Si niego y rechazo mi inteligencia... Semana 10 Para mí, ser responsable de mi persona significa... Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi vida y bienestar... Cuando eludo la responsabilidad de mi vida y bienestar... Si evito la responsabilidad de alcanzar mis objetivos... Semana 11 Si aporto un 5 % más de responsabilidad a lograr el éxito en mis relaciones personales... A veces me mantengo pasivo/a cuando... A veces me siento indefenso/a cuando... Me estoy dando cuenta de que...

Semana 12 Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi forma de vivir... Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi elección de compañeros... Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi felicidad personal... Si aporto un 5 % más de responsabilidad al grado de mi autoestima... Semana 13 Para mí, afirmarme a mí mismo/a significa... Si hoy viviera con un 5 % más de autoafirmación... Si hoy trato a mis pensamientos y sentimientos con respeto... Si hoy trato con respeto mis deseos... Semana 14 Si (cuando era joven) alguien me hubiese dicho que mis deseos eran realmente importantes... Si (cuando era joven) me hubieran enseñado a respetar mi propia vida... Si considero que mi vida carece de importancia... Si estuviera dispuesto/a a decir que sí cuando quiero decir que sí, y que no cuando quiero decir que no... Si permitiera que los demás escuchasen la música que llevo dentro... Si expresara un 5 % más quién soy... Semana 15 Para mí, vivir con propósito significa... Si aporto un 5 % más de propósito a mi vida... Si en el trabajo funciono con un 5 % más de propósito...

Si aporto ese 5 % más de propósito a mis relaciones... Y si lo aporto a mi matrimonio... Semana 16 Si me relaciono con mis hijos con un 5 % más de determinación... Si tuviera un 5 % más de resolución respecto a mis anhelos más profundos... Si acepto una mayor responsabilidad por satisfacer mis deseos... Si hago de mi felicidad un objetivo consciente... Semana 17 Para mí, la integridad significa... Si examino algunos casos en que me resulta difícil ser totalmente íntegro/a... Si aporto un 5 % más de integridad a mi vida... Si aporto un 5 % más de integridad a mi trabajo... Semana 18 Si invierto un 5 % más de integridad en mis relaciones... Si permanezco fiel a los valores que creo correctos... Si rehúso vivir según unos valores que no respeto... Si considero que el respeto hacia mí mismo/a es una prioridad elevada... Semana 19 Si el niño/la niña que llevo dentro pudiese hablar, diría... Si el/la adolescente que un día fui sigue vivo/a dentro de mí... Si mi yo adolescente pudiera hablar, diría... Al pensar en ayudar a mi yo infantil, yo... Al pensar en ayudar a mi yo adolescente, yo...

Si pudiera hacer las paces con mis personalidades menos maduras... Semalla 20

Si mi yo infantil se sintiera aceptado por mí... Si mi yo adolescente fuera consciente de que estoy de su parte... Si mis personalidades menos maduras sintieran que me compadezco de ellas por sus luchas... Si pudiera sostener en mis brazos a mi yo infantil... Si pudiera abrazar a mi yo adolescente... Si tuviera el valor y la compasión de abrazar y amar a mis personalidades más jóvenes... Semana 21

A veces, mi yo infantil se siente rechazado por mí cuando... En ocasiones, mi yo adolescente se siente desplazado por mí cuando... Una de las cosas que necesita de mí mi yo infantil, y que no suelo concederle, es... Una de las cosas que me exige mi yo adolescente pero que casi nunca le concedo es... Una de las maneras en que mi yo adolescente se venga de mí por rechazarle es... Uno de los modos en que mi yo infantil se venga de mí por no aceptarle es... Semana 22

Al pensar en dar a mi yo infantil lo que necesita... Al pensar en conceder a mi yo adolescente lo que me pide... Si mi yo infantil y yo nos enamorásemos... Si mi yo adolescente y yo nos enamorásemos...

Semana 23 Si acepto que mi yo infantil puede necesitar cierto tiempo para confiar en mí... Si acepto que mi yo adolescente puede requerir algo de tiempo para aprender a fiarse de mí... Si llegase a comprender que tanto mi yo infantil como mi yo adolescente forman parte de mí... Me estoy dando cuenta de que... Semana 24 Aveces, cuando siento miedo, yo... En ocasiones, cuando alguien me hiere... A veces, cuando me enfado... Una forma efectiva de controlar el miedo sería... Una forma efectiva de superar el dolor sería... Una forma correcta de controlar la ira sería... Semana 25 A veces, cuando me emociono... En ocasiones, cuando me excito sexualmente... A veces, cuando experimento sentimientos fuertes... Si hiciera las paces con mi emoción... Si trabara amistad con mi sexualidad... A medida que me voy sintiendo más cómodo/a con toda la gama de mis emociones... Semana 26 Cuando pienso en mejorar mi relación con mi yo infantil... Cuando pienso en relacionarme mejor con mi yo adolescente... A medida que mis personalidades inmaduras se sienten más a gusto conmigo...

A medida que voy creando un espacio seguro para mi yo infantil... A medida que voy haciéndole un hueco a mi yo adolescente... Semana 27 Mi madre me ofreció un punto de vista sobre mí mismo/a que era... Mi padre me manifestó que me consideraba... Hablo con palabras de mi madre cuando me digo que... Hablo como mi padre cuando me digo que... Semana 28 Si aporto un 5 % más de conciencia a la relación con mi madre... Si aporto un 5 % más de conciencia a la relación con mi padre... Si miro a mis padres desde un punto de vista realista... Cuando reflexiono sobre el grado de conciencia que aporto a la relación con mi madre... Cuando reflexiono sobre el grado de conciencia que aporto a la relación con mi padre... Semana 29 Cuando pienso en librarme de mi madre a nivel psicológico... Cuando pienso en librarme de mi padre a nivel psicológico... Cuando pienso en pertenecerme plenamente a mí mismo/a... Si mi vida realmente me pertenece... Si soy de verdad capaz de sobrevivir por mi cuenta...

Semana 30 Si aporto un 5 % más de conciencia a mi vida... Si me acepto a mí mismo/a un 5 % más... Si aporto un 5 % más de responsabilidad a mi vida... Si trabajo de forma que me afirme a mí mismo/a un 5 % más... Si aumento en un 5 % la integridad presente en mi vida... Si respiro profundamente y me permito experimentar lo que es la autoestima...

INTRODUCCIÓN

Durante su búsqueda para comprender el universo en el que vive, el hombre se enfrenta a tres hechos naturales fundamentales: la existencia de la materia, de la vida y de la conciencia. Como respuesta al primero de estos fenómenos, desarrolló las ciencias de la física y la química; como respuesta al segundo, la ciencia de la biología, y como respuesta al tercero, desarrolló la ciencia de la psicología. Cabe destacar que, hasta nuestros días, los avances más destacados dentro del conocimiento humano son los que se han producido en el campo de la física, mientras que los más reducidos caen dentro del área de la psicología. La explicación de la diferencia en este comparativo grado de progreso la hallamos, al menos en parte, en los respectivos desafíos que proponen estas tres ciencias. Al pretender identificar las leyes de la naturaleza, el hombre busca, básicamente, identificar los principios de acción que muestran las entidades en su conducta: comprender qué hacen en diferentes contextos y por qué. Con semejante objetivo, la labor del físico es más sencilla que la del biólogo: el número de variables con las que debe enfrentarse al estudiar las acciones de la materia inerte, la variedad de acciones posibles para las entidades inanimadas, es mucho

menor que el que descubre el biólogo al estudiar la conducta de los seres vivos. Pero la labor del biólogo es, a la vez, más sencilla que la del psicólogo: un organismo vivo consciente como el hombre manifiesta una complejidad y variedad de conductas muchísimo más amplias que las de cualquier otra entidad, viva o inerte. Como es un ser que posee la capacidad de ser consciente de sí mismo, la habilidad de contemplar su propia vida y actividad, el hombre siente una profunda necesidad de obtener un patrón conceptual de referencia desde el que pueda contemplarse a sí mismo; necesita una pauta para comprenderse, una inteligibilidad que la psicología tiene como misión proporcionarle. Este libro es un intento de avanzar en la consecución de ese objetivo. Dentro de este contexto, no es mi intención involucrarme en polémicas contra la psicología contemporánea o decir que ha fracasado a la hora de ofrecerle al hombre el conocimiento sobresí mismo que éste necesita. Me limitaré a decir que estoy convencido de ello, y que mis motivos, así como la esencia de mis diferencias respecto a las escuelas actuales de psicología, se irán desvelando a medida que avancemos. Pienso que si la ciencia de la psicología desea conseguir una imagen precisa del hombre, debe cuestionar y desafiar muchas de las premisas más enraizadas hoy día en esta área del conocimiento; debe apartarse de la visión antibiológica y antiintelectual, robotizada, de la naturaleza humana, que domina la teoría contemporánea. Ni la concepción del hombre como un títere movido por sus instintos (psicoanálisis), ni la que le presenta como una máquina que responde a los estímulos (conductismo), tienen similitud alguna con la entidad biológica que la psicología tiene como misión estudiar: el único organismo que se caracteriza por el poder del pensamiento conceptual, el discurso proposicional, el razonamiento explícito y la conciencia de sí mismo. El tema central de este libro es el papel que juega la autoestima en la vida de las personas: la necesidad de autoesti-

ma, la naturaleza de esa necesidad, las condiciones necesarias para obtenerla, las consecuencias derivadas de su frustración y el impacto que tiene la autoestima de una persona (o la falta de ella) sobre sus valores, respuestas y objetivos. Prácticamente todos los psicólogos reconocen que el hombre experimenta la necesidad de la autoestima. Pero lo que aún no han identificado es la naturaleza de esa autoesti ma, las razones por las que las personas la necesitan y las condiciones que debe satisfacer si desea obtenerla. Prácticamente todos los psicólogos admiten, aunque sea vagamente, que existe cierta relación entre el grado de autoestima que tiene un ser humano y el grado de su salud mental. Pero no han identificado la naturaleza de esa relación, ni sus causas. Prácticamente todos los psicólogos reconocen, aunque vagamente, que existe alguna relación entre la naturaleza y el grado de autoestima de una persona y su motivación, es decir, su conducta en las esferas del trabajo, el amor y las relaciones humanas. Pero no han explicado por qué, ni tampoco han aislado los principios involucrados en este proceso. Estos son los temas de que trata este libro. Más concretamente, son los temas que considero en la segunda parte de esta obra. La primera parte se centra en los fundamentos psicológicos de mi teoría de la autoestima, junto con la visión del hombre sobre la que ésta descansa. Esto supone examinar la naturaleza de los organismos vivos, 'con una referencia especial al concepto de necesidad biológica y psicológica; la naturaleza de la mente humana, contrastada con la conciencia de los animales inferiores; la cuestión de la libertad psicológica y la responsabilidad propia; la naturaleza y las fuentes de las emociones, la relación entre razón y emoción; el problema de la represión emocional y, finalmente, los conceptos de salud y enfermedad mental. Una parte del material contenido en este libro apareció originariamente en The Objectivist (antes llamado The Objectivist Newsletter), un boletín del que fui cofundador junto a Ayn Rand y coeditor desde 1962 a 1968. Una parte del

material de un capítulo apareció originariamente en mi libro 117/o /s Av? Rand?' Aunque ya no guardo relación con Avn Rand, aprovecho esta oportunidad para reconocer la inestimable contribución que su trabajo como filósofa ha ofrecido a mi propio pensamiento en el campo de la psicología. A través del texto hago referencia a conceptos y teorías específicos de la filosofía de Avn Rand, el objetivismo, elementos tremendamente importantes para mis ideas. La epistemología, la metafísica y la ética objetivistas constituyen la estructura filosófica de referencia desde la que escribo como psicólogo. De hecho, durante muchos años, cuando daba conferencias sobre mis teorías psicológicas, solía designar mi sistema como «psicología objetivista». Sin embargo, sabía que ésta era tan sólo una denominación temporal, un título a efectos prácticos, y que no era correcto denominar un sistema de psicología, o de cualquier otra ciencia, usando el nombre de una filosofía. Por ejemplo, nadie hablaría de «física objetivista», aunque un físico empleara conceptos de la epistemología objetivista o de su metafísica. El nombre que al final elegí nace de mi convicción de que la psicología debe estar firmemente enraizada en una orientación biológica; que un estudio de la naturaleza del hombre debe comenzar por un estudio de la naturaleza de la vida; que la naturaleza psicológica del hombre sólo se puede comprender dentro del contexto de su naturaleza como organismo vivo; y que la naturaleza y las necesidades del ser humano, como tipo específico de organismo, son la fuente tanto de sus logros únicos como de sus problemas potenciales. El enfoque biocéntrico (es decir, orientado hacia la biología, el enfoque centrado en la vida) es básico para mi pensamiento y para mi método de analizar los problemas psicológicos. Por este motivo, he denominado a mi sistema «psicología biocéntrica». 1. Nathaniel Branden, Who IsAyn Rand?, Nueva York. Random House, 1962.

Es evidente que el hecho de que una ciencia esté dividida en escuelas, cada una con su propio nombre, apunta a que ésta se halla todavía en un primer estadio de desarrollo. En este sentido, lamento tener que designar mi trabajo mediante un nombre, sea cual sea. Y, en realidad, en mi mente, no llamo psicología biocéntrica a mi trabajo. Lo llamo psicología.

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