La Pluma y El Arado, Guillermo Palacios y Olivares

November 12, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download La Pluma y El Arado, Guillermo Palacios y Olivares...

Description

 

fe •

••■r« í r ~

m  

LA PLU PLUMA Y EL ARj

 

Los intelec intelectuales tuales pedago ped agogos gos y la construcción

5

“pr “prob oble lem m a campesino” campe sino” en México, México , 1S

aCDI

GUI L L E R MO PAL AC I O I



EL COLEGIO DE MÉXICO CENTRO DE INVESTIGACIÓN INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA DOCE NCIA ECON

 

CENTRO CENT RO DE EST ESTUDIO UDIOS S HISTÓRICOS HISTÓRICOS

(COLMEX)

 

LA PLUM PL UMA A Y EL ARADO A RADO LOS INTELECTUALES INTELECTUALES PEDAGOGO PEDAGOGOS S Y LA CONST CO NSTRU RU CCIÓN SOCIOCULTUR SOCIOCULTURAL AL DEL “PROBLEMA CAMPESINO” EN MÉXICO, 1932-1934

Guillermo Guill ermo Palacios

E L C O L E G IO D E M É X I C O

 

972.09165 P153p Palacios, Guillermo. La pluma plu ma y el arado : lo loss intelectua intelectuales les p pedagog edagogos os y la construcción sociocultural del “problema campesino” en Méxi M éxico, co, 19 1932 32-1 -193 934 4/G Guill uillerm ermo o Palacios. —Mé Méxi xico co : El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos : Centro de Investigación y Docencia Económicas, Divi sión de Estudios Políticos, 1999. 261 26 1 p . ; 21 cm. IS ISBN BN 968-12 968-12-08 -0833 33-1 -1

I N S T I T U T O N A C 1 ¡IIHM I 

1. México-Historia-1934-1940. 2. Maestros-Actividad Política-M Polít ica-México éxico.. 3. México-V México-Vida ida In Intelec telectua tual-19 l-193434-194 1940. 0. 4. México-Condiciones rurales.

INDIGENISTA

BIBLIOTECA

28932

Portada de María Luisa Martínez Pass Passar arge ge Ilustración: El  E l M Maestro, aestro, Diego Rivera, colección particular

Primer Pri mera a edi edició ción, n, 19 199 99 D. R. © El Colegio de México Cami mino no al Ajusco 20 Pedreg Ped regal al de Sa Santa nta Teresa Ter esa 10740 México, D. F.

* . , ' ' , \  ‘

,;. •£! r» • : i   -

•. ¡HO ¡HOÁ Á "JU "J UAN ,

— l'lp 'lp «¿LíS

• L  D. R. © Cen Centro tro de Investigación y Dec Decenci encia a Ec Econ onóm ómic icas as,.. ,...... , y Carrre Ca rete tera ra Méx éxic icoo-T T ol oluc uca a 3655 í - .1.J ~—J... ...,. ,.... Lomas Lom as de Sant Santa a Fe /O ^ "i Ü  01210 0121 0 Mé Méxi xico co,, D. F. . ISBN 968-12-0833-1

i

. r, ii.,.. ii.,.. /i

 f

C~ 

.15

Impreso en en M México éxico

 

ADVERTENCIA Versiones diferentes de algunos fragmentos de la presente obra han sido previamente publicados en forma de artículos o colabo raciones para antologías. antologías. Es el ca caso so de la Introd uc ción y los capí capítu tu los II y II I, y de los art artículos ículos “Po strevolutionary Intel Intellectual lectuals, s, Rural Reading, and the Shaping o f the ‘Peasa ‘Peasant nt Pr ob lem ’ in México: E l   Maestro Rural,  1932-1934” en Journal of Latín American Stuclies,  vol. 30, 30, n2 2 (m ayo 1998); “U “Una na historia par para a campesinos: E l Maes-  Maes-  tro Rural  y llos os inicios de la construcción de l relato historiog ráfico posrevolucionario”, en Historia y Nación,   v. I, Historia de la Educa-  ción y Enseñanza de la Histo Historia, ria,  M éxico, El Cole gio de M éxico, 1998,  y “L ec ectu tura ra,, id e n ti tid d a d ca cam m p es esin ina a y n ac ació ión n : e l p r o y e c t o cu cultu ltura rall d e El Maestro Rural   en principios de los años treinta”, a ser publica do próxi próximamente mamente en Ident Identidad, idad, Cultu Cultura ra y Nación Nación,, Zam ora, Mich., El C oleg io de Micho Michoacán acán..

 

972.09165 P153p Palacios, Guillermo. La pluma y el arado : lo loss intelectu intelectuales ales ped pedagog agogos os y la construcción sociocultural del “problema campesino” en Méxic Mé xico, o,de 1932 19México, 32-1 -193 934 4 Centro / Gu Guill illerm ermo o Palacios. —Mé Méxi xico co: : El Colegio de Estudios Históricos Centro de Investigación y Docen Docencia cia Económ Económicas, icas, Divi sión de Estudios Políticos, 1999. 261 26 1 p . ; 21 cm cm.. IS ISBN BN 96 968-1 8-12-08 2-083333-1 1 1. México-Historia-1934-1940. 2. Maestros-Actividad Maestros-Act ividad Política-M Polít ica-México éxico.. 3. México-V México-Vida ida Int Intelec electua tual-193 l-1934-19 4-1940. 40. 4. Méx Méxicoico-Cond Condicio iciones nes rura rurales les..

tasmuro w  «DIGERIS!»

BiBLIOTCCA

28932

Portada de María Luisa Martínez Passarge Ilustración: E l Maestro, Maestro, Diego Rivera, colección particular

Primera Primer a edición, 1999 D. R. © El Colegio de México Ca mino Cami no al Aju Ajusco sco 20 Pedregal Pedre gal de Sa Santa nta Tere Teresa sa 10740 México, D. F.

¡

:¡ ; *

:

)

'

•.

. .%£«! W ' •

V ’ < \ t ” ” JL , 2 ~

á S a il

• l;'Á J l r f -

 _ 

 _____ 

D. R. © Cent Centro ro de IInv nves esti tiga gaci ción ón y Decenc Decencia ia Eco conó nóm micas icas.. ..«y > v c:> t s ^   Carret retera Méx éxiico co--Tol oluc uca a 36Í>5 '■ 1■ Lomass de Sa Loma Santa nta Fe /" > 2J,j £¡_  0121 01 210 0 Méx México, ico, D .F .F.. 1

IS ISBN BN 968 968-12 -12-08 -0833 33-1 -1 Impreso en Méx México ico

r * ''

 

a

ADVERTENCIA

Versiones diferentes de algunos fragmentos de la presente obra han sido previamente publicados en forma de artículos o colabo raciones para antologías. antologías. Es el caso de la Intro du cción y los ca capítu pítu los II y III, y de los artí artículos culos “Postrevolu tionary Intel Intellectual lectuals, s, Rural Reading, and the the Shaping o f the ‘Peasa ‘Peasant nt Pr ob lem ’ in México: E l   Maestro Rural,  1932-1934” en Journal of Latin American Studies,  Maes-  vol. 30, na 2 (mayo 1998); “Una historia para campesinos: E l Maes-  tro Rural  y los ini inicios cios d e la const construcción rucción d el relato historiográfico posrevolucionario”, en Historia y Nación,  v. I, Historia de la Educa-  ción y Enseñanza de la Historia Historia,, M éxico, El C ole gio d e M éxico, 1998,  y “L “Lec ectu tu ra , id e n ti tid d a d ca cam m p es esin ina a y n ac ació ión n : e l p r o y e c to cu cultu ltura rall d e El Maestro Rural   en principios de los años treinta”, a ser publica do próximamente en Ide Identidad, ntidad, Cultu Cultura ra y Nac Nación, ión,  Zam ora, Mich., El C oleg io de Micho Michoacán. acán.

[7] [7 ]

 

ÍNDICE

Introducción E l Maestro Maestro Rural.  Rural.  La fuente y algu alguna nasscuestion cuestiones es de métod mé todo o

11 13

1. Maestros rurales y campesinos campes inos El diagnóstico diagnóstico posrevolucionario dela dela vida vid a rural Indígenas, campesi campesinos nos y el problema proble ma de la integración nacional Diseño y representación de un héroe: el maestro  y la escuela escuela rural  Transforma  Transf ormarr la cultu cultura ra campesina campesina transformando los instrumentos de cambio camb io Vacunass contra Vacuna contr a la utopía utopí a y el mito mit o de d e las las virtudes de la educación

27 27

2. Construcción y representación representac ión del d el “campesino posrevolucionario” Introducción La representación del campesino campesino Bucolismo y “teatro campesino camp esino”: ”: el campesino campesino era un buen bu en salvaje salvaje El campesino campesino prerrevolucion prer revolucionario ario era un ser ser incompleto (o imperfecto) imperfec to) El campesino no debía deb ía dejar de serlo La mentalidad campes campesina ina:: conocer con ocer y consolidar

29 38 52 58

61 61 63 74 82 87

la representación La construcción construcción del “nuevo campesino” y la definición de la campesinidad campesin idad

96 103

3. Historia, ciencias ciencias sociale socialess y religiosidad religio sidad popular popul ar en el discur dis curso so peda pe dagó gógic gico o Introducción

111 111

[9]

 

10

LA PLUMA Y EL ARADO

Los intelectuales pedagogos ped agogos,, los maestros maestros rurales rurales y la elaboración de la historiografía historiografí a posrevolucionaria Mito e historia en E l Maes Maestro tro Rural  Rura l   La historia popular \ Breve digresión biblio-historiográfica a propósito de Teja Te ja Zabre Símbolos Símbol os y héroes héro es patrios El campesino y su papel en la revolució revol ución n Una transferencia de sacralidad: la apropiación posrevolucionaria del simbolismo religioso religi oso Para transformar al otro hay que conocerlo. Las ciencias socialess y la estrategia pedagó sociale ped agógic gica a La realidad indocampesina y la (auto (auto)) crítica intelectual

112 115 128 132 138 143 149 157 167

4. Cultura Cult ura campesina y cultura nacional naci onal Introducción Cultura popular popu lar y revoluci revo lución ón cultural cultural Música,, festivales y cultura comunit Música comu nitari aria a Cultura revolucio revol ucionaria naria y descristianización La moral revolucionaria Cultura Cultu ra e indigenismo indigeni smo en el discur discurso so pedagóg ped agógico ico Lengu Le ngua a nacional y lecturas lecturas campesina campesinass El desencanto desencanto con los progresos de la revolución

171 171 172 178 186 192 198 208 208 217

5. El Estado posrevolucionario y la reconstrucción de las las conciencias: recapitulació recapi tulación n y conclusiones

225

Hemerografía E l Maest Maestro ro Rural,  1932-1934

243 243

Bibliografía

251

 

INTRODUCCIÓN

Este trabajo constitu Este constituye ye la prim era parte d e un estudio destinado al anál an ális isis is del de l proceso de construcción del im aginario social social en e l perio pe rio do posrevolucionario. Se tr trata ata de un esfuerzo po r estudia estudiarr — par par tiendo de una fuente privilegiada, la revista El Maestro Rural   — la representaci repr esentación ón del campesino (y del indígen a en el co ntexto agra agra rio ) elaborada po r el imaginario soc socia iall de uno de los grupos de in in telectuales más involucra invo lucra dos e interesado intere sadoss en esa tar tarea: ea: los maestros rurales rur ales y los intelectuales intelectuales pedag ogos; ogo s; esto es es, los dirigentes del de l proyec proyec to cultural-educati cultural-educativo vo orien or ien tad o hacia las las com unida unidades des campesinas y sus principales opera dores. dore s. Partes Partes subsec subsecuent uentes es de la investigación (segu nda y terc tercera) era) intentarán realizar un an anál ális isis is equivalen equivalente, te, res pecto a otros dos grupos seleccionados por su importancia en la construcción del “pro “proble ble m a cam pesin pesino” o” durante los los años años ttrei reinta nta:: los cien tíficos sociale socialess y los id ideó eó log os afiliados a corrientes políticas; es es pecialmente los los que de una u otra form a m ili ilitaron taron en el recién ins tituido partido o ficial o en sus proximidades. El prop ósito central es presentar presentar las propuestas de elaboración y de-   fin  fi n ic ió n conceptual  así así com o la problemática ge nera l ( “la “la cultur cultura an na a ciona l”, ““la la integración nacion al”, etc.) que se constit constituyó uyó en t om o al

proye cto de construcción de l campesino posrevolucionario, y no los resultadas empí empíri ricos cos de e es seproye proyecto  cto  (inclu  (inclu ido e l impacto de la rrevolución evolución cultur cul tural al — sobre sobre to do el d e la alfabet alfabetizac ización— ión— en la cult cultura ura de las las co munidades) . A l m ismo tiem po se discut discutee cóm o la construcci construcción ón d e la noción de campesino sirvió como base para la foija antitética de la autorrepresentación del intelectual encargado de tal misión, el maestro rural rural — co m o si si,, parafrase parafraseando ando a W. Doyle, e l uno fuera si si nón imo del viejo régimen y el otr otro, o, de la rrevoluci evolución.1 ón.1 1William Doyle, ‘The Oíd Regimen and the Revolution”, p. 4. Sobre las difi cultadess para me cultade medir dir los resu resultado ltados, s, esto es es,, el impa impacto cto cultu cultural ral ( “id eoló eo lógi gico co”) ”) de la cf.  Alan Knight, “Revolutionary Project; Recalcitrant People: México, revolución, cf. 1910-1940”, pp. 251-252.

 

12

LA PLUMA Y EL ARADO ARADO

Centrado en los años de la construcción precardenista de re presentaciones soci social ales, es, el estudio po ne en relieve una serie de an an tinomias que fue ron problematizadas p or los maestr maestros os rural rurales es e in telectual tele ctuales es peda gogo s en los inicio inicioss de los años años trei treinta, nta, pe rio do de cr cris isis is y revisi revisión ón del de l proy ecto cultural cultural pos posrevoluc revolucionario; ionario; las las m más ás im portantes, porta ntes, com o los dilemas dilemas entre h om oge ne izar o diversific diversificar, ar, in in tegrar o incorporar, aculturar o mantener la “campesinidad”, son cuestiones que, lejos de hab er sido “resuel “resueltas”, tas”, aún están están presentes en la agenda política y cultural del país, notablemente reforzadas por los diversos levantamientos armados en áreas rurales, sobre todo el chiapaneco. Otra antinomia, aunque de naturaleza dife rente,, es la que se desarrolló rente desarr olló en tre la lass dos corrien tes político-peda político-peda-gógicas más importantes de esos años, que sin embargo no inclu  yen  ye n a la to tota talid lid ad d el g r e m io : p o r un lad la d o , la “pro “p rodu du ct ctiv ivis ista ta”” , integrada por mae maest stro ross de orientación técnica técnica y pragmática pragmática (pro  bablemente seguidores, en mayor o menor grado, con mayor o menor conocimiento, de la línea marxista de Bassols) para quie nes el “campesino posrevolucionario” tenía que ser definido de manera central por su eficiencia tecnológica, por su naturaleza de unidad productiva mo dernizada ; y p or e l otro, la “cul “cultura turali lista”, sta”, que, pr óxim a d el pop ulism o y de las postur posturas as de M oisés Sáenz Sáenz,, de cía buscar buscar un cam bio estr estructural uctural que occide ntalizara nta lizara a las las com un i dades y rescat rescatara ara,, para el resto de la po bla blació ción n de l país, país, los valores de sus usos y costumbres, creando finalmente una “cultura na cional”. La existencia de esas dos corrientes no significa que haya habido dos versiones coherentes de un mismo proyecto cultural, pues tanto las primeras como el último estuvieron plagados de

contradicciones, vueltas en sentido contrario, recaídas en líneas prerrevol prerr evolucio ucionari narias, as, etc.; etc.; po r otro lado, lla a noción frecuentem ente usada de “proyecto cultural posrevolucionario” debe tomarse como su nombre lo indica, como un “proyecto” (a veces varios) que, si bien observado desde el centro del poder político del país parecía transformars transformarsee en una “aplanadora cultural”, en el reto rn o de la correspondencia de los intelectuales locales con la revista se mostró en cambio frecuentemente impotente para impulsar las transformaciones buscadas.2 2 Véa Véase, se, por ejem ejemplo, plo, El Elsie sie R Rockwell, ockwell, “School “Schoolss o f th thee Revolution: Enac Enacting ting and Contesting Cont esting Stat Statee Forms in Tlax Tlaxcala, cala, 19 1910 10-19 -1930 30”, ”, en G Gilbe ilbert rt M. Joseph y Daniel Nugentt (ed Nugen (eds.), s.), Everyday Forms ooff State Formation, pp. 170-208; Knight, “Revolutionary

 

13

INTRODUCCIÓN

a La lóg ica p ara abreviar e l lapso estudiad estudiado, o, de 19 1930 30 a 19 1954 54,, está está basada en la pertinencia de investigar, para efectos comparativos, el proceso proceso de forma forma ción de un campo de reflexi reflexión ón — el “problema “problema cam pesino ”— en la etapa inm inm ediatam ente previa a la fase fase más ra dical y explosi explosiva va del p erio do posrevolucionario: los los años de la pre sidencia de Cárdenas, cuando ese campo será ensanchado y lleva do a sus máximas pr op orc ion es .3 Finalm ente, puesto que est estee trabajo se interesa en el discurso como vehículo de formación de identidades y representaciones, representaciones, me pareció pertinen te re forzar su trama con la inclusión frec ue nte de ci cita tass textu textuale ales. s. Pid o pacienc ia  y c o m p re n s ión ió n pa para ra esta p rá rácc ti ticc a y m e d isc is c u lp lpo o p o r oc ocas asio ion n ales al es exa gerac iones en su uso. uso.

 E l   M a

e s t r o

 R

u r a l

.  L a

f u e n t e y a l g u n a s c u e s t iio ones de m étodo

Los prim eros años de la décad a de 1930, correspo nd en a los m o me ntos en que se defin en (después d e las las tent tentati ativas vas fundad oras de los años veinte) las políticas culturales destinadas a consolidar, en el m arco de las est estru ruct ctura urass simbólicas simbólicas de la pob lació n y en especial de la pob lación rural rural — distant distantee y ref refractar ractaria ia a llos os con troles exi exis s tentes ten tes en las las ciudades— ciudades— , el d om inio y la legiti legitim m idad de un Estad Estado o posrevolucionario que se constituye simultáneamente. Pasado el movimiento armado propiamente dicho, e iniciada la fase de “re construcción nacional” (que ocupa buena parte de la década de

los los añ años os vein te) con su preo cup ación centr central al en e l diseño d e est estra ra tegias y fórmulas de consenso político que logren poner fin a las amenazass a lla amenaza a estabilidad estabilidad p roven ientes d e los diversos warlords  que  que la fase armada había producido; pasados los experimentos un tan to delirantes de la década anterior en materia de política social, cuando sinceros entusiasmos por lo popular estaban envueltos en la más clásica cultura de élite, y superada especialmente la fase máss aguda d e la reb elió n criste má cristera, ra, ssee inicia otra más intensa intensa y po lí ticamente orienta da d e re constru cción de las las conciencias. Esto Esto eess,

Pro ject”, Project ”, ofrece también valiosa inform ación sobr sobree ins instan tancia ciass de rech rechazo azo popular al “proyecto “pro yecto”” cu cultural ltural po posrevo srevolucionario lucionario y disc discute ute el término. 3Sobre el concepto del d el campo, cf  Pierre rre Bourdieu, “A génese géne se dos conceitos”. cf.. Pie Un segundo conjunto de textos deber deberá á an analiz alizar, ar, con un marco conceptual y meto dologí dol ogía a sem semejan ejantes tes,, el p per eriod iod o car carden denista ista..

 

14

LA PLUMA Y EL ARADO ARADO

el m om ento en q ue se fforja orja el imaginario soci social al del nu evo Estad Estado, o, que nuevos simbólicos,  ju n tooperará s d e re psobre re rese sent ntac acio ion n es es,sistemas , sob so b re nuevas nue vas d e fi fin n icsobre io n e s nuevos d e l m ucon ndo socia soc ial. l. Era el m om en to preciso para descubrir que la fuer za de las armas ar mas no ba bast stab aba a para para la consoli consolidación dación del nuevo p od er — y en esto est o la cr cris isti tiada ada parece haber sido fun damental— y, al mismo tiem po, que recurrir a un discurso de legitimidad sin más contenido que su propia racionalidad y evidencia, tampoco alcanzaba para garantizar la tranquilida d en el n uevo sis sistema tema.4 .4 Pa recía n ecesario comb inar amb ambas as ccos osas as — fuerza y razón— razón— y esto esto se intentó me diante un intenso intenso proceso de produ cción de imá genes y símbolos símbolos Maestr stro o Rural,  los vehícu que buscaba buscaban n en publicac publicaciones iones com o E l Mae los especializados para su difusión y realización en los espacios agrari agr arios. os. Era Eran n m om ento s en que el futuro p arec ía estar estar al alcance alcance de la ma no; d e su construcció con strucción n se enca rgarían los maest maestros ros rurales rurales  y los lo s inte in tele lect ctua uale les, s, c o m o ya h abía ab ían n c o m e n z a d o a h a c e rlo rl o e n los años veinte, con fervor literalmente religioso. Ha y que sub subra raya yarr el significado d e la aparición d e un veh ículo com o E l Maes Maestr tro o Rural,  dirigido a los campesinos y a los maestroscampesinos, con objetivos nítidos en relación con la formación de iden tidad y construcción de “conciencias revolucion arias” . Esto tra tra duce la cla clara ra per cep ción de lo loss ideólo gos del Esta Estado do posrevolucio

nario mexicano, para quienes a po la rbatalla por el imaginario de los campesino campes inoss an tecedía la la batal batalla la la definición de una represen represen tación taci ón socia social; l; de un pa radigma que deb ía se serr imp imp uesto co m o tal y que po dría servir para consolidar el nuevo rég im en .5 Esa urgenc ia reafirmó el asalto al imaginario. La imposición de expresiones, instrumentos de conocimiento y valores culturales “arbitrarios” a los grupos ind ocamp esinos p or parte de los maestr maestros os rurales rurales e in telect tel ectual uales es pedagogos, los convertía en un elem ento más más del m o nopolio de la violencia simbólica legítima que correspondía a los

4 Sobre disc discurs ursos os de le legit gitimid imidad ad cf., entre otros, George Balandier,  El poder en  escenas, pp. 18 18-1 -19; 9; sobre los cristeros, Jean Meyer Meyer,,  L  La a cristiada, 1973-1974. 5 Es Esa a agilidad de las élites intelectuales para per percib cibir ir la impo importan rtancia cia del con trol del d el imaginario d dee las multit multitudes udes eess también comentada p or Backzo al referirse a la famosa frase de Mirabeau: “no alcanza con ‘mostrar la verdad al hombre; el punto capital es apasionarlo por ella; no alcanza con ayudarlo en las cuestiones de primera necesidad, mientras no se posea su imaginación’”, en Bronislaw Baczko,  Imaginarios  Imagin arios so socia ciales les,, pp. 44-45.

 

INTRODUCCIÓN

15

a representantes d el n uevo Estado.1’ De hech o, la defi defini nició ció n de la re presentación del “campesino”, así como la propia definición de lo que constituía el “problema campesino” en los albores del nue vo régime n, eran part partee integral de la definición mayor de l mund o social soci al — que incluía obviamente al pr op io Estado Estado— — que se dibuja dibuja ría paulatinamente como resultado de la tensión entre diversas concepciones del “deb er ser” posr posrevolucionario evolucionario y de di diver verso soss pro  yect  ye ctos os d e n ac ació ión n . Esa ten t ensi sión ón re resu sulta ltaba ba a su ve vezz d e la luch lu cha a — sim bólica— que se est establecí ablecía a entre la lass div diver ersa sass fracciones — intelec tual tu ales es— — de los grupos triunfante triunfantess en el m ovim ien to arm ado y sus al alia iado dos, s, con con el objeto d e im pon er una definición d el m und o socia sociall que correspondiera a sus intereses y enmarcara los proyectos na cionales que ellos, más o menos vagamente, postulaban. Pero in cluso clu so ante antess de es esee m om en to, se forjó la representación del in inst stru ru mento de mediación que debía operar el proyecto cultural de la revoluc rev olución ión en los es espacios pacios agrari agrarios: os: el m aestro rur rural. al. El proceso de construcción de la representación del maestro rurall ssee desarrolló po r opo sición a una representación no elab ora rura da, “primitiva” y “prerrevolucionaria” del campesino, y eso, hay que repetirlo, aconteció dentro de un movimiento mayor de for

mación de representaciones que cons constit tituía uía una parte crucial de la construcción de las estructuras simbólicas y del imaginario del nuevo Estado. Así, desde los albores de la formación del poder posrevolucionario, el campesino, entre otros, comenzó a ser defi nido por oposición a su “civilizador”; este hecho, que nos remite a la “misión civilizatoria” que se atribuyeron como característica ideológica favorita las burguesías triunfantes durante el siglo xix, sobre todo las protestantes, dio lugar a una representación que partía de consideraciones negativas, de carencias frente al yo re voluc ionar io y occidentalizado, y que dibujaba a all campesino (y a all ind ígen a) co m o si si fueran bajorrelieves oscurecidos p or la luz indi recta de la cultura cultura mo dern a. Para esto fue central, no sólo la legiti 6 El concep concepto to de “violencia simbólica legít legítima ima”” eess una elabor elaboración ación weberiana de Bourdieu, quien lo define así: “E enqua e nquanto nto sistemas estmturad estmtu rados os e estmtura estm turantes ntes de co co munic arán e de conheümento que os ‘sistemas simból municarán simbólico icoss ’ cumprem a su sua a junado juna do política de  instrumentos instrumen tos de imposicdo imposicdo ou de legitima(áo da dominafdo domi nafdo,, que contribuem pa para ra assegurar a  dominafáo de urna classe sobre mitra (violencia simbólica) dando o rejorco da sua própria    fo rf a as relafdes relafdes de fo forf rfa a que as fund fu nd am en him hi m e contribuindo assim, segundo a expre expressa ssao o de  Web eber er,, para pa ra a 'domistica 'domi sticacao cao dos domesticad domest icados’” os’”, cf. Bourdieu, “Sobre o poder simbóli co ”, en O Poder Simbólico, Si mbólico, p. 11.

 

16

L A P L U M A Y EL ARADO

midad de la violencia simbólica a la que se hizo referencia ante riormente sino también la naturaleza del diagnóstico que los inte lectuales posrevolucionarios elaboraron sobre el “problema cam pesino”, y que se resumió en una visión de destrucción del orden agrario precapital precapitalist ista a centrado en la figura figura del campesino no peoni   zado. Así zado.  Así,, la hipotética desaparic desaparición ión de l campesino c om o categoría soci so cial al,, y de la familia campesina campesina com o u nidad e con óm ica p or ob ra  y gr gra a ci cia a d e la e x p a n s ión ió n d e l cap ca p ita lism lis m o a g r a r io du ran ra n te e l p orfi or fi-riato, se convirtió en el fenómeno fundador de una representa ción del maestro rural con los tintes creadores, constructores, mesiánicos y proféticos, que aparecen en los textos analizados. La destrucción y la reconstrucción consecuente no se referían al mo vimiento armado, sino a una destrucción anterior que se habría dado con la mod ernización agroexp ortadora del ú lt ltimo imo cuarto cuarto del siglo xix. xix. P ero a pesar pesar de esa esas novedades, de la quiebr a que supo nía el movimiento revolucionario, las propuestas de cambio cultu ral del nuevo Estado Estado — com o ya lo han advertido divers diversos os auto auto re ress— tenía tenían n grandes aven avenida idass de continuidad con alg algunos unos

elem ento s d e la lass políticas políticas cultura culturales les del anden régime.  régime.  La creencia en las virtudes “civilizatorias” de la escuela; la representación del maestro como un mártir, o por lo menos como un “apóstol”; la convicción de que al unificar el conte nido de un saber saber determina do se llegaría a uniformar el comportamiento de los educandos, eran todos elementos que el régimen posrevolucionario mantenía  y a d op ta tab b a d e l r e c e ta ri rio o p o rf rfir iris ista ta.7 .7 En 1932 32,, un p oc o más d e d iez años despué despuéss de haberse inicia inicia do la campaña revolucionaria en p ro d e la educación educación rura rural, l, el go bierno mexicano introdujo una serie de modificaciones en sus políticas educativas.8 educativas.8 En su búsqu búsqueda eda po r con struir refu erzo s para la acción pro piam ente pedagógica, la Secretaría Secretaría de Educación Pú blica ( s e p ) , ya entonces encabezada por Narciso Bassols, inició el I a de marzo de ese ese año, año, la publicación publicación de un nuevo órgan o de di fusión, E l Maestr  d irigido durante durante ssu u prim era época p or un Maestro o Rural, Rural, d Cf. Míla  Historia oria de la educación edu cación dura du rante nte el e l porfiriato, p. 30. 7 Cf. Mílada da Baza Bazant, nt, Hist 8 Los antecedentes antece dentes d dee la educac educación ión rural durante los años veinte han ssido ido es es tudiados tudia dos con detalle p or diversos diversos au autore tores. s. Los interesado interesadoss pu pueden eden cons consultar ultar,, entre  Nacionalis ionalismo mo y educación, educación, pp. 15  Edu du otros, Josefina Z. Vázquez,  Nac 157-1 7-161 61;; Dav David id L L.. Raby, E cación y revolución social, pp clases sociales sociales y educa  pp.. 11 11-1 -18; 8; y Mar Maryy Kay Vaug Vaughan han,, Estado, clases ción, pp. 317-336. Cf. también el clásico, Isidro Castillo,  Méxic  México: o: sus s us revolucio revoluciones, nes, t. 3, pp. 287-319.

 

INTRODUCCIÓN

17

a  jov en in  joven inte tele lect ctu u al re v o lu c io n a ri rio o : Salv Sa lvad ador or N o v o . 9 En c ie r to senti sen ti do, la revis revista ta continuab a en los esfuerzos esfuerzos realizados realizados al final final d el g o  bierno de Portes Gil, por crear vehículos de comu nicación entre el listado  y las las cla clase sess populares pop ulares agrari agrarias, as, co m o había sido el caso de la revista mural E l Se Semb mbrad rador, or,  y ven ía a sumars sumarsee a otras publicaciones publicacion es de la Secretaría en tre la lass qu e destacaba E l Libro Lib ro y el P Puebl ueblo  o  —  — ani anima ma  da por un grupo d el que form aba parte parte prom inente otra joven promesa de la intelectualidad revolucionaria: Jaime Torres Bodet— . Per o, a diferen cia de esta esta última, última, que a pesar de su título título “narod nikia no ” era en re alidad una revis revista ta hech a po r intelectuales intelectuales para intelectuales, E l Maes Maestr tro o Ru ral  se   se propuso desde un principio cumplir el papel de vaso comunicante entre la cúpula de la s e p   y los maestros rurales, rurales, po p o r un lad o,  y entr entree la primera  y los campesi nos que la campaña campaña de alfabetización alfabetización po co a po co incorporaba, o pre ten día in cor po rar al mu ndo de la cultura cultura letrada, po r el o tr o 10 (esto ocurre, p or lo menos, hasta hasta 19 1936, 36, cuando Cárdenas C árdenas mo dificó

9 Más Más de un le lector ctor d dee versiones preliminares de este este texto text o se ha rebelado rebelad o contra el empleo em pleo de ‘joven inte intelec lectua tuall revolucionario” para ccali alifica ficarr a Salv Salvado adorr Novo — como también,, aunque menos enfáticamente, aj también ajai aim m e Torres To rres Bodet— Bod et— . Sin embargo, sobre todo tod o en el caso de N Novo ovo,, sus editoriales y artí artículos culos publicado publicadoss en la revi revista sta durante durante el perio pemism riodo doa.enC cuestión cuest ión, , dejan pocas poca s du dudas dasincluso sobre su sun u posición ide ideológ ológica como director la m isma. Com omo o se sabe sa be,, Nov N ovo o eescribió scribió libro sobre esteica tema: temco a:mo  E  Ell ssistem istema a de dede es cuelas rurales de México, publicado por po r la s e p   en 1927. Tanto en su caso como en el de  Torres  Tor res Bodet, y en el de muchos otros otros,, hay que rev revisar isar la incompleta incompl eta “personalidad cultural” que les impuso ssu u pertenencia al gru grupo po de d e los Contemporáneos. Contemporá neos. Sobre est estos os últimos, cf cf.. Guillermo Sheridan,  Los Contempo Contemporáneo ráneoss aye ayer. r. 10Para inform in formacion aciones es sobre E l Libro y el Pueblo Pueblo y, en m enor medida,  E  Ell Sembra Sembra dor, cf. Engracia Loyo, “Lectura para el Pueblo”. En su Informe de 1929, Portes Gil resumía así así el con context texto o de la aparición de es esta ta última p publicació ublicación: n: “El Departamen to Editorial ha abierto en materia de publicaciones nuevos derroteros: se ha avoca do a la publicación de periódicos accesibles a las masas rurales y a la edición de silabarios-folletos sobre temas de positivo interés y de fácil comprensión para las comunidades campesinas. El periódico  E   reviste dos formas: una es la  Ell Sembrador  reviste edició ed ición n de pared compuesta de tre tress carteles ilustra ilustrados dos artística artística y llamativamente, llamativamente, y la otra es la revista revista pop popular ular de 16 páginas páginas ilustr ilustrad adas as con dibujos d dee nuestros m ejo ejo  res artistas revolucionarios. El periódico mural se fija en los parajes públicos de cada pueblo y comunidad rural y es, además, comentado por el maestro en las cla ses nocturnas; el periódico tabloide es leído por los maestros rurales ante los niños  y los adultos, explicánd exp licándoles oles los temas que son siempre de interés y provech pro vech o para nuestros campe campesinos sinos”” . “Emilio “Em ilio Porte Portess Gil, el 1 de sep septiem tiembre bre de 19 1929 29,, a all abrir abri r el Congreso las sesiones ordinarias. Secretario de Educación: Ezequiel Padilla”, en  Educación  Educ ación Pública, pp. 192-1 -19 93. Debo D ebo a la doctora Lo Loyo yo el reco recordat rdatorio orio sobre la ínti ma relación entre  El  E l Sembrador y E l Maestro Rural.

 

18

LA PLUMA Y EL ARAD ARADO O

el proy ecto d e la rev revist ista a para dirigirla n o más a campesinos y ssíí, ex clusivamente, a los maestros ru rurale rale s.)11 D e cu alqu ier manera, es esa última función mediadora ante los campesinos alfabetizados de la que est estee trabajo ttra rata ta de ocuparse princ ipalm ente, aunque al final sea necesario reconocer que la presencia de los maestros ru rale ra less com o intermediarios ejerc ió una atra atracci cción ón m ucho má máss inten sa sobre los intelectuales pedagogos que aquélla ejercida por los supuestoss destinatarios final supuesto finales es d del el discurso, los ca camp mp esinos.1 esin os.12 2 La pu blic blicación ación de E l Maes Maestr tro o Ru Rural  ral  fue anunciada desde un pri m er mom ento com o el arribo de una “c “cuar uarta ta fuerza ” en el proceso educativo, una nueva instancia que se agregaría a lo que la s e p  identificaba como sus tres principales agencias, a saber, la Escuela Rural propiamente dicha, la Escuela Normal Rural y las Misiones Culturales.1 Culturales. 13 L a de dedic dicació ación n de l n nuevo uevo título a la ccau ausa sa ccampesina ampesina

 — n o hay q u e o lvid lv id a r q u e e l p r inci in cip p al s in ón im o d e los lo s m mae aestr stros os ru raless era precisamen te, maestros campesinos  rale  — est estaba aba iin n d icad ic ad a ya des des de la propia presentación gráfica: la portada del primer número era un grabado que mostraba a un maestro rura rurall con u n cuad erno abierto en las rodillas, en el cual apuntaba alguna cosa con el 11 “Lázaro Cárdenas, Cárdenas, el l s de septiembre septiemb re de 1936 1936,, al abrir el Cong Co ngres reso o las las se siones ordinarias” en Secretaría de Educación Pública,  La  L a Edu E du ca caáó áón n Pública P ública a través  de los mensajes presidenciales, México, 1976, p. 23. 12Esto sin sin duda corrob corr obor ora a las las hipótesis sobre el espacio e spacio prop pr op io que los “inter “in ter mediarios” construyen independientemente de los extremos que vinculan. Sobre esto cf. cf.  Peter Burke, Cultura Popular,  pp. 91-103; Cario Ginzburg, O queijo,  1987, p. 51; 51; Michel Mic hel Vovelle, Vovelle , “Os intermediarios culturá culturáis”, is”, en  Ideologías e Mentalidades.   El tema,, com o se sab tema sabe, e, ha sido ampliamente desarrollado desarr ollado po porr sociólogos sociólog os y antropólo antr opólo gos políticos que trabajan con movimientos sociales. 13Las Misiones Culturales Culturales fueron fue ron creadas creadas en 1923 1923 por po r Robert Rob erto o Medell Me dellín, ín, O fi fi  cial Mayor de la s e p , como instrumentos de actualización para profesores rurales y “b “brig rigada adass de fermentación ideológica ideológic a y de renovación renovación de los conocimientos conocimientos y mé todos de los maestros”. Eran, com o se sa sabe, be, pequeños pequeño s grupos de maestros maestros ( “misio neros”) con una cierta especialización en áreas tales como pedagogía, geografía, historia, histori a,( “misiones”) matemáticas, matemátic)as, artes ciones y oficios, ofic sios, que realizaban vi as periódicas y de d e corta du ración “misiones” a poblacione pobla aisl aislad adas as. . En 1932 1932 visit lasitas s e p   contaba con trece “misio “misi o nes”. Cf. Narciso  N arciso Bass Bassol ols, s, “El Progr Pr ogram ama”, a”, El  E l Maestro Ru Rura rall  (en adelante citado como  M R ) , pp. 4-5; Manuel, Mesa, “Organización y funcionamiento de las Misiones Cul turales”,  M il.; il .;  Raú  Raúll Mejía M ejía Zúñiga,  Moisés Sáenz,  pp. 121-122; s e p ,  La  Lass Misiones Cultu Cu ltu rales en 1927, México, Méx ico, Talleres Ta lleres Gráficos de la Nación, 192 1928, 470 470 pp.; s e p ,  La  Lass Misiones   Culturales, 1932-1933, México, Talleres Gráficos Nacionales, 1933, 357 pp.; Castillo,  México: sus su s revolucion revoluciones, es, t. 3, pp. 308-319; una visión crítica de un participante de la fase bas bassol solist ista a puede encontrarse encontrars e en Santiago Arias Navarro,  Las  L as Misiones Mis iones Culturales:  reflexiones de un misionero.

 

INTRODUCCIÓN

a

19

dedo , ro dea do p or si siete ete niños de dive divers rsas as edades. edades. Ta n to e l maest maestro ro como los alumnos tenían rasgos completamente indígenas y ves tían ropas de manta, pero el maestro estaba calzado. Abajo, en la esquina esqui na izquierda, aparecía el log ot ipo de la revis revista ta en semicírculo. semicírculo. N o tar tarda da en advertirse advertirse en la línea ed itorial de E l Ma  una Maes estr tro o Ru Rural  ral  una cierta cierta iinquietud nquietud p or produ cir material materiales es y formatos que le perm i tieran tier an al alcanzar canzar directam ente a un público cam pesino reciente m en te alfabetizado. Sin duda, la amplitud de las materias que trataba, así como la diagramación clara, con tintas fuertes indicando los tí tulos de las materias en tipografías modernistas, con pequeñas viñetas de temáticas agrícolas que servían para separar las seccio nes, ne s, eran dispositivo dispositivoss para cum plir la fun ción de atraer un univer u niverso so

amplio de lectores susceptibles de ser capturado por la curiosidad visual. Pero se trataba también de producir una literatura “popu lar” en sentido corriente, esto es, de fácil acceso, con artículos “es critos en un lenguaje sencillo y [que] pueden ser aprovechados y enten didos p or tod os” . Le erla y di divulgarl vulgarla a entre los campesinos fue una petición const constante ante d e editores y colabor adores.14 adores.14 A partir de agosto de 1932, 32, E l Ma Maes estr tro o Rura R ural  l  m odificó su formato  y co c o m e n z ó a ex p e r im e n ta r co c o n se secc ccion iones es fijas q u e fac f acili ilita taba ban n la le lec c tura tu ra,, orien o rien tán do dola la a trav través és de la concen con cen trac tración ión temática.15 temática.15U na de las nuevas secciones, nuevas secciones, “La Vo z d el M Maest aestro” ro”,, result resultaba aba particularmen particular men te in teresante pues se proponía publicar en su espacio opiniones, testi monios mo nios y otros otros tipos tipos de colabo colaboración ración enviados po r los que estab estaban an en el frente: los propios propio s maest maestros ros ccampes ampesino inos. s. C om o se pued e imaginar, esta es ta sección sección con tiene algunos de los ttextos extos don de la representación representación idealizada d el ca camp mp esino alcanza a lcanza su su mayor ma yor altur altura, a, aunq aunque ue haya que lamentar la irregularidad de su frecuen cia y una notab le falta de den sidad sid ad en los artíc artículo ulos. s. Las m odifica ciones cion es d el for m ato de la re revi vista sta se se aceleraron con la entrada de Francisc Francisco o M on terd e e n sustit sustituc ució ión n de Novo a principios de 1933, año durante el cual E l Mae  al Maest stro ro Rural  al 14Vé 4Véase ase por eje ejemplo mplo,, D Dagob agoberto erto Ren Rendón, dón, “Cóm “Cómo o construir”, p p.. 15,  MR. 15L 5La a elabo elaboració ración n fo forma rmall de la re revista vista traduce ya una cierta represen representación tación del público campesino en eell imagin imaginario ario de sus redactores y tipógrafos, pue pues, s, com o dice Chartier, la lectura como un acto concreto de construcción de sentido implica un “cruzamento entre, por un lado, leitores dotados de competencias específicas, identificados pelas suas posicóes e disposicóes, caracterizados pela sua prática do ler, e, por outro lado, textos cujo significado se encontra sempre dependente dos dispositivos dispositi vos disc discursi ursivos vos e forma formass — chamemo-lhes ‘‘tipo tipográf gráficos icos’’ n no o caso dos te textos xtos impressos impress os — que sao os seu seus— ”, Ro Roge gerr Chartier,  A Histo Historia ria Cultural, Cultur al, pp. 26-27.

 

20

LA PLUMA Y EL ARADO

canz ó un tiraje quincenal canzó quince nal d e 12 mil ejemp eje mp lares.16 lares.16A partir de d e ese mo  mento, algunos algunos art artícul ículos os comenzaron a aparecer precedidos d e pe queños “resúmenes” explicativos, que constituían tímidos, aunque claros clar os intentos de of re rece ce r indicaciones que cond c ond ujeran a una lectu ra y una interpr inter pretac etac ión “correctas” “correct as” .17 Los dramatis personae  de   de los cuales se ocupa este trabajo están constituidos por tres categorías de intelectuales cuyo discurso ali m en tó la revist revista a (uso aquí la de finic ión amplia amp lia qu e per m ite Gram Gramssci, sin ocuparme, por ahora, de la distinción entre tradicionales y

or gá nic os ),18 cierta m ente encabezados encabezad os p or los q ue la historia historia res cataría para las generaciones futuras: Bassols, Sáenz, Novo, Yáñez, Mesa Mes a Andrac An draca, a, Rafa R afa el Ram Ra m írez, Is idro Castillo y otros otro s pocos,1 poc os,19 9 se16 Cf. MR,  vol. IV, núm. 6, marzo 15, 1934, p. 10. Francisco Monterde había sido director de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología en 1931 y cola borador de diversas revistas, entre ellas Contemporáneos.  Como se sabe, fue autor prolífico y llegó posteriormente a ocupar la Presidencia de la Academia Mexicana de la Lengua. 17 La or orien ientac tació ión n de las lecturas a ttravé ravéss de “intr “introdu oduccio cciones nes”” ees, s, com como o se sab sabe, e, una práctica central en la creación del sentido que se quier quieree im pon er en el lector; se logra logr a mediante lo que Chartier llam llama, a, “es “estra trateg tegias ias de contro controll o de seducción seducción del lec tor”, y por medio de dispositivos que buscan controlar la interpretación, como “los prefacios, prefacio s, memoriales, advertencias advertencias preliminares, glo glosas sas o comentarios comentario s que formulan cómo la obra debe ser comprendida”. Chartier, Prólogo a la edición española, en Chartier, E l mu mund ndo o como representa representación ción, pp. v y vi, A historia cultural, p. 24. 18C om o es sabido, las prin principal cipales es reflexio refle xiones nes de Gramsci sobre los intelectuales están en Los intelectuales intelectuales y la organización de la cultura, Literatura Litera tura y v ida nacional, y e n L a   Cuadern o 12, núm núm.. X X IX , de d e 193 932, 2, “A “Apuntes puntes y n nota otass questio ques tione ne merid iona l, además del Cuaderno dispersa disp ersass para un grup gr upo od dee ensayos sobre la historia de los intelectuales” intelectu ales”,, Cuadernos de  la cárcel México, Era, vol. 4, 1975, pp. 353-382; cf. cf. Knight y su uso de las categorías gramscianas en “Los intelectuales en la Revolución Mexicana”, 1989, pp. 27-28. 19 Cier Ciertamen tamente te Basso Bassols ls,, Sáenz Sáenz,, N ovo ov o y Yáñez no necesitan presentación. Ma nuel Mesa Andrac Andraca a (1893-19 (1893-1984) 84) se formó for mó com o agr agróno óno mo por la E Esc scuel uela a Nacional de Agricultura en 1917; entre 1923 y 1930 sería secretario y director de la misma. En 1928 elaboró un extenso estudio crítico respecto a las Escuelas Agrícolas Cen trales sobre el cual se basarían las reformas que implemento en 1933. Sobre su pa pel, cf. John Britton,  Edu 58; Rafael Ramírez era profeso profesorr for  Educació cació n y radicalismo, p. 58; mado por p or la Es Escuel cuela a Norm al de Xalapa, Xalapa, Veracruz. Veracruz. Durante la prim era mitad de los años veinte, antes de asumir el cargo de direct dir ector or del d el Dep Departam artamento ento de Esc Escue uelas las Ru rales de la s e p , yje  y je fe de la lass Misiones Culturales, Culturales, en do dond ndee se dese desempe mpeñó ñó de 19 1927 27 a 1935 935, dirigió dirig ió la lass de H ida lgo (1923) y Morelo Moreloss (1924). Muy ligad ligado o a Sáe Sáenz, nz, renunció a sus cargos cuando Bassols forzó la salida del primero, cf.  Britton, p. 29; Raby, “Ideología y construcción del Estado”, p. 310; Isidro Castillo era también profesor, formado por la Normal de Morelia; fue director de educación federal en diversos estados durante los años treinta.

 

INTRODUCCIÓN

21

( lindados po r h om bres q ue pensaban pensaban la cuestión cuestión cam pesina tal tal vez con menor amplitud y grandilocuencia pero ciertamente con ma  yorr p ro x im id a d , c o m o lo  yo loss insp in sp ec ecto tore ress ru rural rales es y d ir iree c to torr e s re g io ion na les de educación, todos ellos apoyados sobre la amplia base de los técnicos y maestros rurales que colaboraban constantemente con la re revi vist sta, a, yya a fuese c om o a utores de columnas c olumnas o secciones fijas fijas — es es to es, los profesionales d el m ed io— , ya co m o autores autores eventuale eventualess de artículos sobre asuntos específicos, ya, finalmente, ofreciendo sus

opinion es — no pocas vveces eces alu alucin cinada adas— s— en la lass secciones secciones abiert abiertas as para ese tipo de función, como “La Voz del Maestro”. Esto parece plantea plan tear, r, a prim era vis vista ta,, problem as de difícil reso lución en tér térmi mi nos tanto del método de construcción del argumento como del pro pio diseño d el estudio. estudio. Porque , ¿cuá ¿cuáll po dría ser el prop ósito de po ne r en una misma cazuela cazuela raciocinios ta tan n diversos diversos co m o las so so fisti fisticad cadas as reflex ion es de g ente entess co m o Bass Bassol olss y Sáenz, Sáenz, ju n to con las mu cho me nos elaboradas ideas ideas y no ciones de los maest maestros ros rur rural ales es?? Adem ás de l propós ito, ¿cu ¿cuál po dría se serr la la justificación teórica o m etod ológ ica capa capazz de perm itir ta tamaña maña violencia? violencia? ¿Qué se puede esperar de esa esa con fusión de perspecti perspectivas vas as asimé imétr trica icas? s? Po P o r ahora, lo que se puede argum entar en favo r de es esa a aparente arbitrariedad arbitrariedad es lo siguiente: E l M Mae aest stro ro R ura l  fue un espacio espacio d e comu nicación e in formación que nació teniendo como uno de sus propósitos, explí citamente declarado por sus editores, el de construir un nexo en tre las autoridades de la s e p   — — léase léa se los inte in tele lect ctu u al ales es p e d a g o g o s ya referidos — y los maest maestrosros-campesi campesinos nos en el frente (además d e pre tender cumplir una función similar hacia los propios campesinos durante los años analizados), pero un nexo que operara en ambos sentidos. Esa “promiscuidad” entre diversos niveles de cultura, ge neró un cuerpo discur discursi sivo vo unificado p or la interlocución interlocución que hubo entre las nociones de los intelectuales “cultos” y las de los intelec tuales tual es “rústicos”, para llam arlos arlo s d dee algu alguna na mane m anera.2 ra.20 0 Si la co com m uni un i cación caci ón fue recibida y ponde rada p or los los segundos serí sería a posible de

20 Knig Knight ht llama a los intelectuales rústic rústicos os,, “intelectuales p pueb ueblerin lerinos” os” (pr (proba oba blemente una traducción no muy feliz de village intellecluals). Cf.  Knight, “Intelec tuales en la revolución”, p. 53; la noción de un proceso de “retroalimentación” está nítidamente emparentada con el concepto de “circularidad” creado por Bajtín o de “influencia recíproca” de las relaciones entre diversos “niveles" de cultura de que hablan otros autores . Cf.  Mijail Mijailovich Bajtín,  Estética de la cre creac ació ión; n; Ginzburg, 0 qu queij eijo, o, pp. 25-26; Burke, Cultura Popular, pp. 20-21.

 

22

LA PLUMA YEL ARAD ARADO O

tectar la influencia del “pensamiento” de los primeros, quienes también n utr utrieron ieron sus ima imaginarios ginarios y elab ora ron sus repres entacio nes con ayuda del material “primario” que los maestros-campesi nos proveían. Sin Si n em bargo, estudi estudiar ar lla a tr trama ama de es esee do ble ju e g o de in fluen

cias no es el objetivo central de este trabajo, aunque aquí o allá el tema pueda suscitar pistas interesantes de investigación. Con la misma entereza (o miopía, según el punto de vista) me resistí a adop tar una perspectiv perspectiva a analí analític tica a que d iferenciara concretam ente los varios niveles de cultura qu quee p ue den ser identificad ident ificad os en la lass pá ginas de E l Maestro Maestro Rural, pues m e pa rec ió qu e esa alternativa alternativa lleva ría, primero, a un tipo de resultados diversos de los que me había propu esto p erseguir, y segundo, “facil “facilitaría” itaría” el trabaj trabajo o a punto de conv ertirlo en un ejercicio de esquemati esquematismo smo intelectual y un una a oda al aburrimiento y a la obviedad. P refe rí ento nces apostar po r la op ción promiscua promiscua com o un si simple mple méto do ex perimental. N o obstant obstante, e, la prom iscuidad , co com m o e l ccaos aos,, tam bién es sus ceptible de un cierto ordenamiento que sin desautorizarla ayude en la comprensión de sus mecanismos de funcionamiento. Así, el material se presenta tentativamente agrupado según temáticascompilado preponderantes y relevantes para efectos del análisis propuesto como objeto de la investigación; son los temas centra les, las ideas-fuerza, que aglomeran las fracciones dispersas del dis curso pedagógico rural, sin perder de vista los niveles de cultura mencionados anteriormente pero sin tratarlos tampoco como va riables estructurantes del argumento. No estoy seguro de haber tenid o suerte en ese intento , pues a vece vecess el trabajo pued e p arecer simplem ente un past pastel el cortad o en part partes es iigual guales. es. E Ess evi evidente dente que en este esfuerzo por desmontar el discurso pedagógico referente al campesino y cuestiones periféricas, varios de los temas relacio nados, si no es que todos, se sobreponen y se interrelacionan, lo que produce inevitablemente una cierta repetición pero también perm ite la observación d e puntos rei reiterados terados desde perspe perspecti ctivas vas li li geram ente dif diferente erentes. s. El caso de Sáenz merece, como siempre, una nota de distin ción. En efect o, su presen cia en la lass pági páginas nas de la rev revist ista a no se li limi mi ta a la publicación de algunos de sus trabajos más importantes, como “La Escuela y la Cultura”, sino que su influencia parece ser determ inante en text textos os esc escri ritos tos por otros auto autore res. s. E Ess difícil deter minar ha hast sta a qué pu nto ide ideas as y conc eptos expuestos p or maes maestro tross

 

INTRODUCCIÓN

23

relativamente anónimos, fueron de alguna manera destacados del pen samiento saenziano saenziano y ha hast sta a dó nd e ocu rrió lo contrario, un proceso de circularidad; esto es, en qué medida es válido sugerir

que una parte importante de la obra de Sáenz constituye básica mente la sistematización de ideas que estaban en el aire, y que conformaba n, de h echo, una especi especiee de reflex ión col colecti ectiva, va, un dis-   en la acepción sem iológica de l térm ino.21 Véase p or ejem plo curso  en la se semeja mejanza, nza, o incluso la identidad de co ncep tos externados por Sáenz en sus obras de la segunda mitad de los años treinta, sobre todo en Carapan   (1936), con proposiciones que aparecen en las páginas pági nas de E l M Mae aest stro ro Rura l  en los prim eros años de la década, fir madas mad as po r otros autor autores, es, o co m o t extos editoriales anónimos, cuan do Sáenz estaba estaba en el ex te rio r.22 r.22 La publicación de E l Ma esfuer Maes estr tro o Ru ral  significó tam bién un esfuer zo po r imp on er o reforz ar llos os controles controles ideológico s de la Se Secre cretar taría ía de E ducación sobre esa esa gran masa masa de inter m ediarios cultural culturales es que com enzaron a ser ser form ados al final final de la década d e los los años veinte e inicios d e los treinta, y a los cuales ssee les les atribuyero atribu yeron n más y más fun ciones y responsab responsabil ilida idades des den tro del proyecto de consolidación consolidación del nuevo régimen, como operadores de lo que sería identificado en 1934 19 34 co m o la “expres ión más más directa, intensa y sist sistemát emática ica de l sen tido cultural de la Revolución Mexicana”, constituida por “el movi miento educativo que el Estado viene desarrollando, de tiempo atrá atrás, s, entre en tre la lass mas masas as camp campesinas esinas”.2 ”.23 La nueva nue va pu public blicac ación ión anu anuncia ncia ba espacios importantes para la impartición de cursos por corres ponden cia, qu e de finían el c on ten ido preci preciso so d e las las mater materia iass y de las inform acion es q ue llegaban a los los campesino campesinos,2 s,24y algo no men os im portante: se convertía en el unificador doctrinario que permitiría

21 Cf. Sayer, “Usually Usually it is intellectua intellectuals ls in positio positions ns o f pow power, er, who articúlate what wha t they they  claim is already there as vox populi", e  en n “Eve “Everyda rydayy Forms o off Sta State te Formation: Some Dissid Dis sident ent Rem Remark arkss on ‘H ‘Hegem egem on ony’ y’ ”, en Jos Joseph eph y Nu Nugen gentt (eds.),  Everyday Forms o f   State Formation, p. 372. 22 Gon Gonzalo zalo Ag Aguir uirre re Beltrán, “El ind indio io y la reinter rei nterpre pretaci tación”. ón”. Evidenteme Evidentemente, nte, es es to no incluye la lass ideas que Sáenz formu formula la a inicios de la década de los año añoss treinta y que recoge reco ge posteriormente en obras de caráct carácter er antológico antológic o com como o  México int integ egro ro.. L  La a in in troducción de don Gonz Gonzalo alo es probablem probablemente ente el me mejor jor a aná nális lisis is disponible d del el pen pensa sa miento de Sáe Sáenz nz y del en entorn torno o intelectual que lo germina. Sobre Sáenz véas véasee tam también bién Mejía Zúñi Zúñiga, ga,  Moisés Sáenz. Educador, y Britton, “Moisés Sáe Sáenz: nz: nacionalista”. 23 “El segun se gundo do a anive niversar rsario” io”,, p p.. 3, M R 24 “Nue “Nuestro stro O b je jeto to”, ”, p p.. 5,  MR .

 

24

LA PLUMA Y EL ARADO ARADO

que los maestr maestros os rrural urales es ssee iinformaran, nformaran, “de un m od o p erfe cto ”, so bre la visi visión ón d e los problem as nacionales que el Estado posrevolu cion ario necesitaba con solida r com o el nuevo im aginar ag inario io social.2 social.25 Esa función de vigilancia por parte de una ortodoxia ideológica revolu ciona ria qu e se estru estructuraba cturaba sobre la marcha de los aco aconteci nteci mientos, al calor de la lucha entre los diversos diversos gru grupos pos d e intelectua intelectua les les que se movilizaban en el inte rior de la lass pugnas po r el po der , fue explícita en ocasión del segundo aniversario de El Maestro Rural,  cuand o la rev revist ista a de jó de ser una me ra coadyuvante d e la lass ttar area eass de la lass Misiones Culturales y se le atribuyeron “f “finalidad inalidad es es pecíficas” que la convirtieron en “órgano ideológico representativo del es fuerzo cultural del Estado en el medio campesino; índice y reflejo del m ovimiento educativ educativo o mexicano, e instrument instrumento o de orientaci orientación ón doctrinaria al servi servicio cio del an tiguo ideal d e la unificación d e la ense ñanza nacio nal.”2 nal.”26 6 U n tal “en du rec im ien to” to ” de las fun ciones id eo  Maes estr tro o Ru ral  deb e habe lógicas lógic as d e E l Ma haberse rse relaciona do con el es esca caso so con trol q ue la lass éélit lites es rec rectoras toras del pro yecto educativo federa l tenían sobre los millares de centros de intermediación cultural en que se habían co conv nvertid ertid o las escu escuelas elas rura rurales. les. S Si, i, co m o muestra mu estra E E.. Rockwell Ro ckwell para el caso caso de Tlaxcala, u una na fue rte tensión se desarrolló desa rrolló d esde los añoss veinte entre el con trol local y el crecimie nto de una burocracia año burocracia adminis admin istra trati tiva va eest stat atal al,, po r el m om en to p ue de deducirse que tensio nes semejantes, tal vez en grado superlativo, se habrían también genera do entre lla a éli élite te intel intelect ectual ual rectora del proyecto ped agóg ico federal y los operadores locales encargados encargados de po ne r en prác práctic tica a es esee proyecto;; tensi proyecto tensione oness que indepen dientem ente d el notable crecimien to d el aparat aparato o de Estado durant durantee los gobiern os de O br egó n y Cal Calle les, s, no habían sido d el to d o resueltas en 19 1933. 33.2 27 De hech he ch o, las diver gencias patentes en El Maestro Rural   alrededor de las alternativas principales princi pales de constr construcción ucción de l “nu evo cam pesino” entre la corrien te  productivis  productivista, ta,  más preocupada con las macrovariables de la eco no m ía nacional y el fun ciona m iento campesino de ntro de el ella las, s, y la la culturalista, más atenta a especificida especificidades des étnicas y tradicione tradic ioness locales e interesada en una aculturación integral, reflejaban en cierto sen tido esa dicotom dicotom ía. 25 “El seg segun undo do an anive iversa rsario rio”” , p. 3,  MR construcción ucción de dell imagina imaginario rio so so  MR..  Sobre la constr cial en el curso curso de procesos revolucionarios y/o de camb cambio io violento, cf. cf. Baczko,  Los  imaginarios soáales.

26 “El segundo aniversario”, p. 3,  MR. 27 Rockwell Rock well,, “Schoo “Schools ls o f the Rev Revolu olutio tion” n”,, pp. 18 1833-18 185. 5.

 

INTRODUCCIÓN

Por otro lado, hay que considerar que los textos publicados por El Maestro Rural   provenían de tradiciones culturales diversas  y qu q u e tra tratab taban an d e diri di rigi girs rsee a otr o tra a trad tr ad ic ició ión n , la “cam “c am p es esin ina a ”, q qu u e se unificaba al al mismo tiem po c om o en unciad o principal, objeto y su puesto destinatario de ese discurso difuso. Lo anterior tiene una serie de implicaciones. En primer lugar, que se trata básicamente de textos “libres”; esto es, que a pesar de las intenciones anuncia das po r la ci cita ta anterior, lo que po dría ser una “línea ed itorial” que hom ogene izara ideológicam ente las colabor colaboraciones aciones parece no ha ber existido, por lo menos en esos primeros años de la década de 1930, o mejor antes de 1934. En segundo lugar, esto hace que las colaboraciones colabor aciones apunte apunten n frecuen temen te en direcci direcciones ones contradic contradic torias y que sea posible encontrar, como ya se dijo, representacio nes conflictivas de un mism o tema y di diverso versoss niveles en la elabora ción intelectual de argumentos semejantes. Esto, naturalmente, com co m plica el aná análi lisi siss en el sen tido de la coh ere erenc nc ia di disc scurs ursiv iva, a, per o la enriquece en términos de su flexibilidad y diversidad. Así, el es fuerzo representado por este trabajo puede ser entendido tam bién como un intento por captar las nociones que circulaban en el aire, libres y etéreas etéreas,, sob re la cuestión agraria a princ principios ipios de los añoss ttrei año reinta, nta, pe ro en el “a ire” de grupos qu e tuvieron el prob lem a campesino, de una u otra fform orm a, com o su prob lem a específi específico. co. Este trabajo es el resultado de mi estancia como profesor visi tante de la División de Estudios Políticos del Centro de Investiga ción y Doc encia Económicas, A. A.C., C., c i d e , aten diend o a una amable invitación del entonces director general, Carlos Bazdresch Parada, reno vada y amp liada po r su suc suceso esor, r, Carlos Eliz on do Mayer Mayer-Ser -Serra. ra. A lo la rgo de dos años y m edio, dive divers rsas as reun iones y se seminario minarioss in ternos ayudaron a depurar en lo posible la estructura de los capí tulo tu los. s. Así, el texto fin final al se be n efic ió de los come comenta ntarios rios de los inte grantess de la di grante divis visión, ión, particul particularmen armen te de Alb er to Arnaut, qu e fue también de una generosidad inagotable en sus orientaciones bi bliográficas, Jean-Fra Jean-Frangois ngois Pr ud ’h om m e e Ign acio Marván, a assí co m o de la lass observaciones pre precis cisas as de Jean M eye r y Engrac Engracia ia Loyo. De la mi misma sma manera d eb o agradecer los comentarios y ccrí ríti ticas cas de miss coleg mi colegas as H ira de Gortari, Victo ria Le rn er y An drés Lira, que ssee distrajeron de sus numerosas ocupaciones para un reencuentro que fue fundamental para suavizar la transición. Jorge Aguilar Mora, desde Maryland, fue implacable en sus observaciones y es pero que el contenido de este trabajo sirva para mantener por lo

 

26

LA PLUMA Y EL ARADO

me nos un resi residuo duo de cariños cariñosa a beligerancia entre nosotr nosotros. os. Hé cto r Ma njarrez hizo lo posible pa para ra reintraducirm e en el uso aceptable de l españ ol y me pr op or cio n ó perspe perspectiv ctivas as nu nuevas evas desd e la lass cual cuales es revisar el texto. Algunos trabajos importantes no pudieron ser incorporad os, pue puess viero n la lluz uz cuando el presente estudio ssee en con traba ya en cam ino a lla a imp renta.2 renta.28 8

contra tra cim lífitm . La Univers Universidad idad Nacional y la lie lie--  28 Es el caso pa parti rticul cular ar de liwlo s con volución Mexicana, de Javier Garciadiego, Garciad iego, a quien, po porr otra parte, agra agradezco dezco su apo yo para la publicación de este libro.

 

1. MAESTROS RURALES RURALES Y CAMPESI CAMPESINOS NOS

E l   d i a g n ó s t i c o   p o s r e v o l u c i o n a r i o   d e   l a  v i d a  r u r a l

Ciertamente no es una forma muy elegante de iniciar un texto el apelar a la colaboración del lector para completar operaciones que e l autor autor no fue capaz capaz de hacer, hacer, pero po r el m om ento no hay hay otra alternat alternativa iva.. Así, se solicit solicita a la ayuda ayuda de l lec tor to r para reu nir — en el caso de l diagnó stico— diversos diversos elem entos en tos dispersos dispersos en o otr tras as sec sec ciones del texto, pues cada una de las contribuciones analizadas, de manera implícita o explícita, traduce una radiografía de la si tuación campesina tomada y vista por los sistemas de representa ción d e los ideólo go s revolucionarios — con todas todas las mez mezcl clas, as, no siempre bien resu resuel elta tas, s, que conviven en ellos— ellos— . Pe ro el “diagnós “diagnós tico” gene ral q ue fun dam enta la tarea tarea bási básica ca de “construcción” de un “nuevo cam pesino” , es evidentem ente, negativo. A l campesino se le considerará considerará fundam entalm ente co m o un individuo — y, con mayor frecuencia, frecuencia, co m o una comunidad, un conjunto— atra atrasa sado do,, dotado de características culturales y prácticas productivas que man tienen, rep r ep rod uc en y, en última instan instanci cia, a, explica n ese ese at atra raso so.. Un artículo artículo publicado publicado en E l Ma Maes estr tro oR Rura ural  l  en 1933 1933 resumía resu mía así la vi vi sión qu e los intelectuales intelectuales elaboraban de la situación situación de dell campo: Para un observador cualquiera [...] al contemplar el estado de la pobla ción campesina en nuestro país, aparece antes que todo un cuadro de es tancamiento. El indio, en muchas regiones mexicanas, vive como vivían sus ancestros de hace un milenio. En otras, vive como vivían sus abuelos sometidos a la encomienda, al diezmo y a la cura de almas, que era tam bién sabrosa explotación de cuerpos [...] y siguen obteniendo de la tie rra, del ambiente y de la vida, un mínimo de subsistencia que no se levan ta mucho por encima de la satisfacción rudimentaria de los apetitos animales.1  MR.. 1 “La agitación de la concien conciencia cia revolucionaria”, p. 3 3,,  MR

[27]

 

28

LA PLUMA Y EL ARADO ARADO

Esa representac ión h ereda da habría de ser igualm ente el cam po fértil d on de fructificarían fructificarían todos los mitos y las “supersticiones” “supersticiones” que las diversas tradiciones culturales que tocaron al sujeto dejaron impregnados en su espíritu, así como el terreno donde crecían y se diseminaban diseminaban los “vicios” “vicios” — que p roduc ían una ‘‘raz ‘‘raza a de gen era da”, otra importante concepción del campesino prerrevolucionario— . Era un individu o aislado del resto d e la nación, y su su ai aisl sla a miento creaba una dualidad que la percepción de los ideólogos nunca resolvería de forma satisfactoria. En efecto, el aislamiento, como veremos más adelante, se convertiría al mismo tiempo en el principal problem a y en la principal “defensa” de las comunidades campesinas. En el mejor de los casos se verá al campesino como un ser incompleto o como representante de una cultura apenas parcialmente parcial mente aprovechable — aunque los los ingredientes aceptados aceptados serán valorizados por una óptica posrevolucionaria que combina ba visiones bucólicas rousseaunianas con versiones locales del po pulism o social-rev olucionario ruso— . Ese Ese diagn óstico es la base base sobre la cual se define al campesino que la revolución necesita construir, tanto en términos de su proyecto económico, o sea in crementar la productividad de la agricultura, como cultural, esto es, propiciar la formación de una “cultura nacional” que fuera la síntesis de todas las influencias y tradiciones que se acumulaban en el territorio m exicano , y que se convirtiera en la piedra angular de la “integración nacional” y de la modernización productiva. Se pued e detectar también también un bosquejo d e proy ecto po lítico, lítico, infinit infinita a mente menos enfatizado que los otros, pero de gran importancia en su momento y de enorme significación para el balance de las ideas que, presentes en el inicio de los años treinta, se quedaron olvidadas a lo largo del camino que se abrió posteriormente: fo mentar la asimilación de los sistemas campesinos de representa ción (dem ocrá tica) a la vida política de l paí país. s. La representación de la cultura material acompaña y condi ciona a la representación intelectual. El trabajo agrícola, la activi dad central de la vida campesina, se verá frecuentemente repre sentado como una práctica que dificultaba la integración de los campesinos a la cultura moderna, pues el rigor y esfuerzo que re que ría hacía que otras actividade actividadess tale taless co m o la educac ión misma tomaran un lugar secundario en la agen da rural. rural. En una épo ca en que la psicología era era vi vist sta a —ju nto con la sociología— com o la ciencia que vendría a revolucionar revolucionar la propia c onc epc ión del hom-

 

MAESTROS MAES TROS RURALES Y CAMPESINOS

29

9 . & bre/ la capacidad del campesino de “conocerse a sí mismo”, su puestamente nula o demasiado baja como para poder hacerlo “cliente” de las nuevas tendencias, agravaba todavía más el diag nóstico; de la misma manera, en momentos en que los movimien tos de emancipación femenina hacían entradas espectaculares en la vida po lítica y cultural cultural urb urbana, ana, el contr contraste aste con la posición de la mujer campesina, que aparecía, medida por los nuevos padrones, como un ser dependiente y sumiso, reforzaba el cuadro de atraso atávico de la sociedad campesina. El diagnóstico se coronaba fre cuentemente con definiciones de la mentalidad campesina como un espacio cerrado a la racionalidad, casi siempre resultado de de term inacion es productivas en la “base” “base” ( o en la “est “estructura” ructura”)) de ssu u form a d e ser y prod ucir.3 Así, en muchos senti sentidos dos,, co m o ya lo ha han n señalado otros autores, la concepción liberal decimonónica de la comu nidad campesina com o un obs obstác táculo ulo al al progreso conti continuaba nuaba plenamente vigente.4

In d íg e n a s ,

c a m p e s i n o s   yy  e l  p r o b l e m a  d e   l a  i n t e g r a c i ó n   n a c i o n a l

El eterno pro blem a de la “integració n na ciona l” es es, sin sin ssorp orpres resa, a, la prim era pr eocu pac ión fo rm ula da en la lass pági páginas nas de la rev reviista y uno de los temas que serán tratados desde diversos puntos de vista  — in incl clus uso o co cont ntra rari rios os— — a llo o la r g o d e l p e r io d o en es estu tu dio di o .5 2 Cf. Andrés Molina Mo lina Enríquez Enríquez,, Clasificación de las ciencias fundamentales. 3 Una letanía representativa de “deficiencia “deficiencias” s” camp campesin esinas as elaborada p por or un maestro rural puede ser encontrada en Urbano S. Méndez, “La Escuela Rural”, p. 22, M R  Evide  Evidentement ntemente, e, ese “d “descubr escubrimien imiento” to” de los la lastr stres es d dee la cultura campe sina sina no es un mérito de los años trein treinta, ta, sino la sofisticació sofisticación n de refle reflexion xiones es an anterio terio res revolucionarias y prerrevolucionarias. Vaughan rescata conceptos semejantes publicados en los primeros años de la década de los años veinte por el  Boletín de la  sur, e  en n Estado, clase clasess socia sociales les y educación, vol. II, pp. 319-320. 4 Vaughan se ref refie iere re a esto al hablar de la idea del ca campesin mpesino o aislado, aunque evidentemente parece que el continuum  del pensamiento liberal de la mitad del si glo xix puede sentirse en muchos otros aspectos. Knight ha insistido con agudeza sobre el predominio de la visión liberal en la revolución (y, en general, en la curio sa manutención de líneas “conservadoras” y “liberales” en algunas regiones), pero no sistemáticamente. Vaughan,  Estado, clases clases soáales y educación,  vol. II, p. 256; Knight, “Intelectuales en la revolución”, pp. 54-55; Knight, “Popular Culture”, pp. 406-407, 437-438. 5 Como Co mo se ssab abe, e, los antecedentes del debate sobre la integ integració ración n nacional se

pierden literalmente en la oscuridad oscuridad de los tiem tiempos pos.. U Un n buen punto de parti partida da eess

 

30

LA PLUMA Y EL ARA ARADO DO

El objetivo central de E l Maestr editorial Maestro o Rural, indicaba Rural,  indicaba el prim er editorial de la rev revis ista ta,, era precisam ente c olabor ar para qu e es esa a integración  — d e la cua cuall se d e c ía q u e d e p e n d ía “el “e l fu tu ro d e M é x i c o ”— , se llevara a cabo. Pero para integrar era necesario ¡uniformar: “esta integra ción no pu ede realizarse realizarse sino sino cuando se haya haya log rad o dar a todos sus habitantes una lengua común, ambiciones idénticas, ne cesidades iguales y los mismos m ismos m edi edios os de satisfacerla satisfacerlas” s”..6 Se tra trata ta,, evidentem ente, d e un tema en cuya cuya ba base se ssee encuentra toda la pr o blemática de las diversidades culturales de los espacios agrarios mexicanos, pe ro especialmente la cuesti cuestión ón d e la asimilación de las culturas preliterarias indígenas y campesinas a los sistemas de co n ocim ien to centrados centrado s en la palabra escr escrita. ita.7 7 Se trat trataba aba también, aunque no apareciera apareciera explícitamente explícitamente a firmado, firmado, de la creación de una “modernidad” que unificara un mercado previamente homogeneizado, donde lo moderno equivalía a lo indiferenciado. Por supues sup uesto, to, la insist insistencia encia o obses bsesiva iva sobre e l tem a d e la inte gra ción na cional y del significado unitario que deberían tener las políticas culturales y educativas de la revolución, además de responder a problemas específicos de la situación heredada del porfiriato, era e l leitmotiv  de  de una época en qu e reg ímen es totali totalitar tarios ios en la U nión Soviética estal estalinis inista ta,, en la Italia fasc fascist ista a y en la Alem an ia nazi, ju n  to con sus émulos en otras latitudes, avanzaban triunfantes sobre la idea de la raza, de las masas, del pueblo, de grandes instancias unificadoras y totales, de las cuales, ciertamente, usó y abusó la re tórica posrevolucionaria mexicana.8 Pe ro era también, y sobre todo, una respuesta política e intelectual a las teorías positivistas de la incorporación  de  de po blacion es marginadas a la cultura cultura occid en  tall modern a. En e fecto, co m o se ssab ta abe, e, incorporacionismo  e integracio   nismo   fueron proyectos contrarios que se enfrentaron constante mente en el campo de las políticas culturales posrevolucionarias durante duran te la segunda m itad de la década d e 19 1920 20 y llos os prime ros años de la década siguiente, siguiente, cu ando la te tesis de un a apro xim ación inte gral al al problem a indocamp esino acabó po r imponerse. Sin embar Igna cio Manuel Altamiran Ignacio Altam irano o y su su revist revista a E  donde nde se disc discute ute a fon do el  Ell Kenaámiento Kenaám iento,, do tema de la “cultura “cultura nacional” com como o instrumento de integración. Cf. Jo  José sé Luis Mar tínez,  México en busca, pp. 1049 y ssss.

e Nuestro N uestro Ob Obje jeto to , p. 4, MR. 7Sobre esa problemática, cf. L  Linda inda King,  Roots o f Identity, pp. 62-66. 8 Sobre ese parentesco parentes co temát temático ico de los diversos totalitarismos, cf. cf. Balandier, El    poder en escen escenas as,, pp. 20-21.

 

MAESTROS RURALES Y CAMPESINOS

31

go, e l triunfo del integracionismo tardó en manifes manifestar tarse se plenam en te en el El Maestro Rural,  que durante todo el periodo analizado continuó p ublicando artícu artículos los qu e de fendían indistin indistintamente tamente am bas visiones, sin que en ningún momento se profundizara en sus diferencias ni en diversas consecuencias derivar de lateóricas aplicación de las políticas políti cas inspir insp iradas adas en una que o en podrían otra.9 otra.9 Den tro del tema de la integración integración sobresa sobresalí lía, a, com o era de es perarse, el papel del campesino en la vida nacional. Se trabajaba desde una visión según la cual en México predominaba una vida urbana avanzada que se oponía a una vida rural “retrógrada”. Así, al campesino había que asimilarlo “a formas y sistemas de vida so ciall que se con oce n con exactitud” , a aquel cia aquellas las que se encontraban definidas definid as p o r los patrones urbanos de con viven cia.10 cia.10 Esa Esa voluntad volun tad de asimil asimilaci ación, ón, que frecuentemente tenía tenía com o c om plem ento ex plícito “a la civilización civilización o ccid ent al”, encerraba en sí misma la la des des trucción de la cultura campesina cuando era necesario, es decir, en los caso casoss en que ésta ésta representara un obstáculo al desa rrollo de la m od ern idad revoluc ionaria.11 Dicha visión se se apoyaba en crite rios de productividad y de lucro que ahora deberían predominar sobre los valores estéticos, “llenos de color”, que impregnaban la cultura popular tradicional: bellos pero “ineficientes”, emotivos pero antieconómicos. Era, de hecho, un “narodnikismo” peculiar, que conjugaba el “ir al pueblo” con la destrucción de los marcos de re ferencia de la cult cultura ura popular — o tal vez un populismo de base conviviendo trabajosamente con una dirección de fuertes simpatías marxista-leninistas— :12 9 La tesis tesis de lla a incorporación que llevaba llevaba implícita implícita la noción de moderniz modernización ación de la vida indoca indocampesina mpesina a trav través és de su civilización, esto ees, s, de la conver conversión sión del d el in dígena en un aculturado occidental, se origina en Molina Enríquez, pero recibe mayor impulso de Gamio Gam io en su Forjando Patria. Sáenz, Sáenz, partidario de esa perspectiva durante la segunda mitad de los años años veinte, la combate a inicios de los treinta y le opone la teoría de la integración. Cf. Sáenz, “El indio y la escuela”; para un análisis agudo de los signi significado ficadoss y contradicciones de la incorporación, cf. Aguirre Beltrán, “El indio y la reinterpretación”, pp. xxvi-xxx. Evidentemente hay serios problemas

en la aplicación de estos conceptos, algunos de los cuales trato de abordar en las conclusiones de este trabajo. 10Basso Bassols, ls, “Pláti “Pl ática ca de dell S Secr ecreta etario rio a los miem mi embro bros” s”,, p. 5, MR. 11 Es Este te tema está está elab elaborad orado o con más profun profundida didad d en eell capítulo capítu lo 4. 4. 12 Una fórmula que evidentemente evidentem ente cambió en los años años del gen general eral Cárdena;, cuando los comunistas ampliaron en gran medida su influencia en algunos esta dos. Barry Carr recoge informaciones de que 90 % de los maestros rurales del es

 

32

LA PLUMA P LUMA Y EL ARADO ARADO

[...] debemos reconocer que puede haber, y de hecho hay, un momento determinado en que se contraponen el interés económico del campesino  y el mantenimiento mantenim iento de formas de vida iindu ndustria striall y artísti artística ca llenas llenas de color, pero contrarias a los intereses de los campesinos, en tal forma que, o se mantienen las actividades tradicionales, como bellas cadenas que manten drán atado atado al campesino a una producción produ cción incosteable — apreciada por po r ricos extranjeros extranjeros como objeto obje to de diversión— , o se abandonan abandonan formas de de producción, ligadas a las tradiciones populares, para dejar abierto el ca mino min o a posibilidades posibilid ades económic eco nómicas as más más fecundas.1 fecundas. 13 Sobra decir d ecir q ue en la visión de los maestros rurales rurales y de los in telectuales pedagogos, el problema de la integración nacional es taba taba nítidam ente ligad o a la tarea tarea de la construcción d e la nación como un espacio que incluyera a todos los habitantes del país, sin distinciones sociales, económicas o culturales. Construcción del campesino y (re)fundación de la nación sobre nuevas bases eran así movimientos que se querían simultáneos, dirigidos a crear, en el m ejo r estilo de la épo ca, “un M éx ico in teg ral” .14 Sobre este tema, en la definición de los problemas que enfrentaba la consti tución de una nacionalidad a partir de la reunión de un conjunto inmenso de culturas regionales, el papel de Moisés Sáenz fue insu perable. Sáenz intuyó clarame clarame nte la necesidad d e q ue la construc construc ción de una nacionalidad am plia e incluyente — tarea tarea en la ccual ual se dec ía que la escuel escuela a rura rurall tenía un papel pre pon deran te— signif signifi i caba la destrucción destrucción de la cultura cultura indoc indoc amp esina co m o se la la con o cía en los años treinta. Construir la nación significaba destruir un mosaico de culturas sobre el cual, mal que bien, se sustentaba la desigualdad y el aislamiento, aislamiento, y que daba c om o resultado resultado la atomi zación — y no la integra integra lidad— de los avan avances ces de la civilización civilización mo derna. Construir al campesino in tegrad o era destruir destruir al cam pe sino inmerso en su propia cultura, y la escuela tenía en el fondo esa función, al homogeneizar y producir patrones comunes en es

tado de Guerrero y cuatro de cada seis inspectores federales eran miembros del p c m , en Carr, “The “Th e Fate o f the the Vanguard” Vangua rd”,, p. 33 337; 7; una situación enteramente enteram ente con c on traria puede ser apreciada en Vaughan, “The Implementation of National Policy”, pp. 893-904. 13 Ba Bass ssol ols, s, “Plática del de l Secretario S ecretario a los miem miembro bros”, s”, p. 6. Como Com o se sa sabe be,, la obra más acabada sobre los narodniki  continúa siendo el magnífico trabajo de Franco Venturi,  Los populistas populista s msos,  Madrid, Alianza Universidad, 2 v. 14 Sáe Sáenz, nz, “La “L a escuela y la cultura”, p. 6.

 

MAESTROS MAES TROS RURALES YCAMPESI YCAMPESINOS NOS

pacios do nd e la diversidad era e ra la pauta.15 “La escuela — de cía Sá enz en una frase frase famosa— es la la enem iga de la cult cultura ura,, lo mismo que la escuela, el factor principal de la estandarización, es enemi ga de un nacionalismo concebido deliberadamente de acuerdo con un ide al particu p articu lar”.1 lar” .16 El conflicto, a todas luces irresoluble, podía sin embargo di luir lu irse se,, aunque el instrum ento fuera una verd ader a revo lución cul cul tural: construir una nueva cultura nacional (“una civilización”) pa rtien do de la asimilación de todas las las di divers versas as cultur culturas as existentes existentes a la la sombra de la con solidación ideo lógica e instituci institucional onal del nue vo Estado E stado.1 .17 Ésta era, ni más ni m enos, enos , la tarea tare a de la educa edu cació ción n ru ral. Pero el trabajo de uniformar y homogeneizar las culturas po pulares regionales y convertirlas en la amalgama de una cultura nacional, representaba, por otro lado, un problema central; a sa ber, el de orga nizar y coma nda r el “ataque” desde un centro cultu cultu ral hacia las múltiples diversidades que componían el mosaico de la cultura indocampesina. Cada una de sus partes, en efecto, re presentaba problem prob lem as particulares, particulares, caracterí característic sticas as propias, vertien ver tien tes específicas que impedían que la acción “deculturadora” fuera un iform e en sus instrumentos instrumentos uniform ado res — a pesar de que Sá Sá enz,, para efectos de expo sición, redujera ese am plio esp ectro a la enz las cultur cul turas as del “indio pr im itivo ” y la las del “cam pesin o”.18 Co m po nían de hecho un campo de fuerza de extraordinaria complejidad que dificultaba enormemente proyecto revolución Estado Est ado.1 .19 U na form ula ción elconc iliatoriadedel p rob lem a cultural aparec iódel en 15 Hay una abundante literatura teórica teóric a sobre es esta ta cuestión cuestión.. Véase por p or ejem plo, Jack Goody, A lógica lógica de la esc escrit rita. a. 16Sáenz, “L “La a escuela escu ela y la cultura”, cultura” , p. 7,  MR  MR.. El complem com plemento ento de la fras frasee pare ce ser un inequívoco alfilerazo en Gamio. Debe ser posible establecer vínculos que

indiquen migraciones de ideas entre esa oposición y la que se establece en el de bate teórico alemán de fin de siglo con el dueto “civilización” y “cultura”. No hay que olvidar la influencia de teóricos como Tónnies sobre diversos intelectuales me xican xic anos os del pe rio riodo do posrevolucionario. 17 Sáenz Sáenz define defin e a la cultura cultura com o “la cualidad cualidad única propia pro pia de d e un grupo gru po de hombres y las expresiones distinguidas de su espíritu”, en ibid. 18 Ibid. 19 Cf.  William Roseberry, “Hegemony and the Language of Contention”, p. 11)5. El tema de la revolución cultural en los años 1920 y 1930 ha sido tratado por diversos autores, particularmente por Knight, en “Revolutionary Project”, y “Popu lar Culture”; cf.  también Bantjes, “Burning Saints”, pp. 263-264, quien enfatiza el proyecto de crear una “nueva “nueva sociedad” sociedad” com como o elemento element o central de la ideologí ideo logía a posposrevolucionaria. El tema es constante en las páginas de la revista; Bassols, por ejem-

 

34

LA PLUMA Y EL ARA ARADO DO

1934, cuando se realizó una revisión del funcionamiento y la es tructura de las Misiones Culturales y se les atribuyó la función de “echar los cimientos de una civilización que relacione, desde lue go, a aquellos pueblos con los d demás emás,, en un nivel m ed io de cultu cultu ra, y les haga comprensibles hechos y cosas que se suceden en nuestras nues tras pobla po bla cione cio ne s m más ás im po porta rtante nte s”.20 La integración tenía otro y más vital dilema por resolver: la dualidad inocultable de una entidad nacional partida entre una cultura cult ura urb urbana ana m ode rna y una cultura cultura campesi campesina, na, en ge nera l aje na a los cambios desatados por la Ilustración y por la Revolución Industrial. Ese debate, que insiste constantemente en la “superio ridad de lo moderno”, ha permitido que algunos analistas traten de en focar el proceso de educación rura rurall en M éxico com o un ca caso so paradigm ático de la teoría de la m oder nizac ión.2 ión.21 1 A l m ismo tiem po, el “descubr imien to” del univer universo so campesino en los año añoss trein trein ta y la difusión de es esee nue vo con ocim iento a amplios se secto ctores res inte inte lectual lec tuales es — y ya ya no apena apenass a una me dia d oce na de espe especi ciali alist stas as— — produjo efectos reflejos sobre el México conocido de pasados re cientes. Fue como si súbitamente se operase un desdoblamiento de la “realida d naci n acion onal” al” ; co m o si el país se hubiese duplica do y de esa duplicación resultara, en primer lugar, un espejo en el cual contem plar la ffas asee con ocid a a la la luz luz del n uevo espacio recién des des cubierto. Este proceso de reconocimiento es la piedra fundamen tall de la elaboración del cam pesino ta pesino co m o el otro  del  del México posr posre e volucionario, en agudo contraste con la unicidad con que ese segm ento soc social ial había sido sido tratado tratado y co nc ebid o durante la fa fase se de la lucha armada. No es de ninguna manera accidental ni fortuito

que la conceptualización del campesino por parte de los intelec tuales parta precisamente del problema de la “educación”, pues ese otro  va a ser defin ido básicamente básicamente po r su divers diversidad idad en térmi nos de estructuras simbólicas y sistemas de representación. Se tra-

i T I Programa”, p. 5,  M R ),   próximo del modelo soviético, habla de crear “un miniilu i nie nievo” vo” a tra través vés de la educac educación; ión; má máss de die diezz años antes Calle Calless ya había mmiii i i*lo la necesidad de crear a través de la escuela una “nueva alma nacional”; ii • mIf mIf»»«. I'vv I'vvel ell, l, "Nchools o f the Re Revo volu lutio tion”, n”, p p.. 17 170 0. '

I iih iih nue vos m isio ne ro s”, p. 9.

1I'hi • ji nipln nipln,, Ui ilion, “Educación y radica radicalismo” lismo”.. Por Po r su supue puesto, sto, “modernizai* m u . t i l . l.t i i i M i I r m i / a c i ó n ” pu puede eden n ser cosa cosass muy distintas, distintas, y a así sí se entien¡1' i* ; h   • ! | m * •» n i t

h.il» iijo

 

MAESTROS MAES TROS RURALES Y CAMPESINOS C AMPESINOS

(a, dice Bassols, “de dos sistemas ideológicos, de dos doctrinas in depe de pend ndient es desd desdee m uchos ntos de agra vist vista”. a”.2 22 — o de l “problem a Así, Así ,ientes la elaboración de la pu “cu “cuest estión ión agraria” ria” camp esino”— esino”— de l perio do p osrevolucionario, arran arranca ca del niv nivel el fundamental de la ccultur ultura a y se se lla a enfre nta co m o un pro blem a bá bási si co de mentalidades colectivas que hay que alterar, modificar y “modernizar” a manera de hacer posible la introducción de las técni técnicas cas y llos os com porta m iento s prop ios de la expansión d el capit capital al  — fu er era a b a jo el si sign gno o d e l ca pita pi talis lism m o em pr pres es a ri ria a l p r o p ia m e n te dicho, fuera bajo su su conc urren te capitalis capitalismo mo de Est Estado ado— — . “El “El pro bl blema ema rura rurall — decía otro de lo loss intel intelect ectual uales es pedagogos— no po drá resolverse si no es por medio de la cultura y de la coopera ción .”23 La in tegrac ión nacional signifi significaba caba no la elimin ación del otro ni su conversión en el yo de la reflexión modernista, sino su educación para integrarlo como un instrumento básico, funda mental, de la construcción de una nacionalidad integral como resultado de la sín síntesi tesiss revo lucion luc ionaria aria,, lla a “síntesi “síntesiss na ci cion on al”. al ”.2 24 En ese proceso la diversidad intrínseca de las culturas indígenas y de los grupos campesinos se eliminaba en términos de su considera. 307-342; Vaughan, “The Construction of the Patriotic Festival in Tecamachalco, Puebla, 1900-1946”, en idem,  pp. 213-245; Bantjes, “Burning Saints”, 1994, pp. 261■!H4; Knight, “Popular Culture”, pp. 406-407; Miguel Rodríguez, “El 12 de octubre: cutre cut re eell IIV V y el V centenario”, en Roberto Blan Blancar carte te (ed .), Cultura e identidad en Mé  xico,  xic o, México, pp. 127-162; véase también  Histo  Historia ria Me Mexic xicana ana , vol. 45, núm. 2, editado |>or Solange Alberro en torno del tema “Rituales Cívicos”; sobre el inicio de la ela boración de la historiografía posrevolucionaria, véa véase se infra, capítulo 3. 29 Aun Aunque que con un signif significado icado nacional-re nacional-religioso ligioso muy peculiar, que hace un contrapeso a la idea del dominio español. Sobre esto véase Blancarte “Introduci ion”, pp. 17-18; Rodríguez, “El 12 de octubre”. 30 Simpso Simpson, n, “Es “Estado tado de la ed educa ucaci ción ón d dee los in indi dios os”, ”, pp. 1313-14 14,, M R

 

38

LA PLUMA Y EL ARADO ARADO

dos los lugares del país de su tradicional regionalismo, y se incorporen al espíritu espíri tu profun pro fundo do de la nacionalidad.31 En ese contexto, la nacionalidad, a su vez, sé definía como un conju nto de “aspiraci “aspiraciones ones popu lares” que serían esencia esenciales les para M é xic o y cuya realizació n se hab ía visto frustrada frustrada hasta hasta esos esos años preci prec i samentee po r la atomización y el enfre ntam iento de lealtade sament lealtadess locale localess  y regi re gion onal ales es.. Se trataba, tratab a, en e l fo f o n d o , n o d e un p ro c e s o h is istó tóri rico co cu  ya dinám din ám ica ic a po d ría rí a ha b er sido si do sim s implí plíst stica icame ment ntee resu re sum m ida id a con co n e l con co n  cepto de “lucha de clase clases” s” — aplicable aplicable de fo rm a p referencial a país países es étnicamente h om ogé ne os— sino sino de una cuestión cuestión de divers diversida idades des cultural cult urales. Esa Esa “radical d ificu ltad ” era respon d el fracaso de to dos los es. proyectos revolucionarios que responsable habíansable tratado de inducir el cambio, ya fuera en la esfera esfera econ óm ica o en la cul cultur tural al.. Así cam pe sinos sinos e indígen as eran la clave clave de d e la futura cultura cultura nacional, ya que de su integración dep en día qu e se llegase llegase realmen te a un un conjunto de elem en tos com unes que pu diera justificar ese calificativo.3 calificativo.32

D i s e ñ o   y  r

e p r e s e n t a c i ó n   d e  u n  h é r o e

:

EL MAESTRO Y LA ESCUELA ESCUELA RURAL 

Conforme los intelectuales pedagogos diseñaban en el imaginario social soci al de los maestro maestross rurales rurales una represe ntación espec ífica del cam  pesino, diseñaban simultáneamente, en una operación relacionaldialogal, dialo gal, la pro p ro pi pia a repres rep resen entac tación ión d e los maestros. maestros. Ésto Éstos, s, a su vez, se definían a sí mismos conforme elaboraban el discurso sobre los ob  jee t o s d e l ám  j á m b ito it o d e su acci ac ció ó n .33 .33 P o r eso e so es po p o si sib b le q u e la fu en te ana ana  lizada en este trabajo sea tan tan útil, útil, o más, más, para el estu dio de d e este últi mo proceso com o lo es para los los propósitos propósitos específicos específicos del presente tema. tema. Así también, la aparición aparición d e una publicación co m o E l Mae Maestr stro  o   Rural  perm itía naturalmente reservar reservar un e no rm e espacio espacio d e actua actua ción político-p rofesiona rofes iona l para la “nueva” categoría, y autorizaba autorizaba a de clarar cla rar,, desde e l inicio, qu e “la responsabilidad mo ral de l maestro ru ru31 “La federa fed eració ción n de la enseñanza”, p.18, p.18, M R 32 “La fede fe dera raci ción ón de d e la enseñanza” ense ñanza” , pp.18-19, pp.18-19, M R 33 El “sujeto “ sujeto empí em píric rico” o” del d el discurso discurso,, los maestros rurales rurales de inicios de d e finales de los años veinte e inicios de los treinta, ha sido genéricamente descrito por los mismos autores citados en la nota 8 de la introducción. Cf Cf..  especialmente Raby,  Educación  Educa ción y revolución so social cial,, pp. 19-20.

 

39

MAESTROS MAESTRO S RURALES RU RALES Y CAMPESINOS

a

ral es en or m e” pues eestab staba a en su suss manos alg algo o tan central ccom om o “la in tegración tegrac ión d el país” .34 Es Este te enc uen tro con el país “de sin sinteg tegrad rad o” eess otro d e los niv niveles eles de elaboración q ue acom pañaron el diseño de la representació represent ación n del campe campesino sino.. Siguiéndolo, p odem os reconsti reconstituir tuir el diagnóstico diagnósti co preciso que d el anden régime  hiciero n los colaboradores de Ba Bass ssol ols, s, y, un p o co má máss al allá, lá, lla a visión d dee la historia n acion acional al qu quee sustentaba su sus propuestas propu estas y ver versiones. siones. La definición de la acción educadora como el centro de un proceso que buscaba crear una “civilización” (Sáenz) a partir de la diáspora de la lass ccult ultura urass pop ulares regio regionale naless y llocales ocales,, ccoloca olocaba ba na turalmente a lla a escuela y al maestro rural co m o pivotes de la ccons ons trucción de la nación, pues, co m o ya se dijo, la cultura “co “com m ún ” que result resu ltara ara de su acción un uniform iformizant izantee sería p or fin la “cultura nac nacio io nal”. Así, el “me “mensaje” nsaje” de las las Misiones Cult Cultural urales, es, la “bue “buena na nueva” que d ebe rían divulgar p or los cuatro pun puntos tos ca cardinal rdinales, es, era pre precisa cisa mente q ue h abía lllegad legad o la épo ca en q ue e l pa país ís marchaba “hacia la unificación de sus elem ento entos, s, hacia la nivelación de sus aspira aspiraciones ciones  y ha hacia cia la u un n if ifo o r m ida id a d d e ssen enti tim m ie ien n tos to s y de ideas ideas,, d dee a acc u e rd o cco o n el

rég im en de su vida y con el d esc escub ub rim ient iento o d e su cultura” .35 El as aso o mars ma rsee p or parte d e algunos grande grandess intelectuales de la ép oc oca a al uni verso de las diversidades culturales proporcionaba a esa tarea di mensiones mensi ones verdader verdaderam am ente lege legendari ndarias. as. L a definició n an antropo tropológica lógica de la cultura, derivada de las corrientes de la antropología funcioual alis ista ta de la época, agrandab a todavía más el cam po de acción pues convertía a pequeño s n úcleos loc locales ales en p ortadores de cu cult ltur uras as di ferenciadas y los hacía, así, objetivos de la aplanadora cultural re|>r >rese esenta ntada da po porr la escuela po posrevo srevolucio lucionar naria. ia. Se abr abrían ían la lass puertas pa ra una especialización profesional con un campo inagotable de expansión, y con un pa papel pel qu e anun anunciaba ciaba prestigio, im porta portancia ncia si sin n I >ar, h her ero o ís ísm m o y san santidad tidad cívica. Pe ro la escuel escuela a rur rural al tenía tenía,, en el fond o, ant antes es qu e nada, un ob  jetivo  jet ivo y u una na m is isió ión n po polí líti tico coss . En pa palab labra rass d e un m ae aest stro ro,, la “es “escu cue e la rur rural al ssee ha ech echad ad o a ccue uesta stass lla a tarea colosal d e po n er al pueb lo bra magon magonista ista y estab estaba, a, een n alguna algunass cosa cosas, s, p pró róxi xim m o de su línea. Cf. Ag  Aguirre uirre Bel Beltrá trán, n, "Afluentes ideológicos de la Revolución Mexicana”, Crítica Antropológica. Contribu ci cion ones es al Estudio del Pensamien Pensamiento to Social en México, pp. 106-107; Aguirre Beltrán, “El in dio y la reinterpretación”, pp. x i  x i i , x l v  x l v i i ; hay que recordar que desde 1922,  E l   libro y el Pueblo divulgaba en artículos o en pequeñas traducciones la obra de Tols(c >i y que Sáenz, al asumir asumir por po r prime pr imera ra vez la subsecr subsecretaría etaría de la s e p   en 1924, redefi111 ó en el acto la lass Misiones Culturale Culturaless en términos nít nítidamen idamente te populist populistas, as, com como o Instrumentos para “poner los profesionistas que las integran, al servicio de la co munidad”. Cit. en Mejía Zúñiga,  Moisés Sáenz,  pp. 121-122; por otro lado, en una nin a anterior, Carr mostró la gran desorientación conceptual que existió por años en México Méxic o sobre el significa significado do ide ol ológ ógic ico o de la Revolu Revolución ción rus rusa a de 19 1917 17 y la confum m termin terminológ ológica ica a que dio lugar, que mezclaba sin mayore mayoress rodeo rodeoss términos p po o movimiento vimiento obre re--  pulistas con bolcheviques, anarquistas con liberales, etc. B. Carr,  E l mo mexicana, na, 1910-192 1910-1929, 9, pp. 63-78; A. Villegas, E l pensamiento pensa miento mexicano en el iii v la política mexica  xx, pp. 31-33.

 

46

LA PLUMA Y EL ARAD ARADO O

nadores e intérpretes (¿y (¿y p or qué no los los cread ores ?)” de la m músi úsica ca popular, pues eran ellos los que estaban verdaderamente “en con tacto tac to con el pu eb lo” .57 O tra peq ue ueña ña diatriba apa reció relacion ada

con los papeles q ue las las div divers ersas as jerarq uías del aparato educativo ju  gaban en esa construcción del sujeto de sus acciones. Después de años de en fatizar eell pa pe pell de los maestros maestros rura rurales, les, esto ees, s, de la b base ase de la pirámide del pro yecto cultu cultural ral de dell Esta Estado, do, y coincid iend o con la politización polit de l de greedu m iocación, y la lass pri primeras tensi onesaentre los los profeso res y elización secretario educación, ameras pareciótensiones la ffigur igura de dell “inspe “inspector” ctor” y su papel en el proceso com o un todo. Efectiv Efectivamente, amente, de cía el pr ofe sor Eduard Edu ardo o Zarza, “n o son sólo los maestros rural rurales es los qu quee sufren, los que lucha luchan, n, los qu e triunfa triunfan n [sino que tamb también ién lo hacen] h acen] los ciu dadanos inspectores, que se han empapado en los ideales de la Re volu ción y qu e ti tien ende den n a cristalizarl cristalizarlos”,5 os”,58 Al lado de ese fenómeno de absorción de la problemática del destinatari desti natario o p or e l enun ciador, hay que consid erar ot otras ras represen  taciones asumidas por los maestros rurales como resultado de la acción que el discurso pedagógico posrevolucionario, del cual eran portadores, operaba sobre ellos mismos. Es el caso, por ejem plo (y que ahond aremos en el capítulo 3), d e la conversi conversión ón d e los maestros en continuadores de los oficios evangelizadores que an tes habían practicado los sacerdotes de las iglesias enemigas de la revolución. Víctimas de su propia retórica, y de las decisiones es tratégicas del Estado de aprovechar la estructura simbólica y operacional del cristianismo, los maestros rurales se consideraron fre cuentemente como heroicos portadores de mensajes de salvación que enfrentaban impávidos los peligros clásicos de fantásticas aven av entu tura rass que prob able m ente leían en hist histori orieta etass y en otros veh í culos cul os creadores de personaj personajes es dotados de po der es y de term inacio nes p or encima de cu alquier obs obstácul táculo. o. Así, el pro feso r Jua Juan n To rres declaraba: [...] no me arredran las consecuencias del clima tropical de la comarca, que con sus fiebres palúdicas acechan la salud del huésped, ni las torren ciales lluvias que con sus aguas acrecentan las corrientes de los arroyos

57 Conzatti, Conzatt i, “Los “Lo s maestros rurales son los más indicad ind icados” os”,, p. 23 23,,  MR; Becker, Settingthe Virgin, p. 71.  MR.. Sobre la intensa penetración de ideas comu 58 Zarza, “El Inspector”, p. 4,  MR cf.. Carr, “The Fate of the Vanguard”, p. 337. nistas en el círculo de los inspectores, cf

 

MAESTROS RURALES Y CAMPESINOS

*4 7

que tengo que atravesar para predicar entre los campesinos de la región,

los beneficios que viene deportando el resultado de una Revolución crea da en 1910. / Soy un luchador constante, lleno de una fe inquebrantable, Irabajo asiduamente, preparando a los vecinos de la comunidad, para combatir combat ir la cr crisi isiss eco econó nómi mica ca que ta tan n duramente asóla asóla nuestro pa país ís [[.. . . ] / I rabajo para destruir eell fanatismo, maldi m aldito to vicio vi cio que tan tantos tos males males ha ca cau u sado a los ignorantes. / En reuniones sociales interpongo mi influencia, despertando el interés y los beneficios que reporta la apertura de cami nos, que es el medio más adecuado de poner en contacto los lazos de ar monía con co n los pueblos vecin vecinos.5 os.59 9 En cierto sentido, toda esa construcción heroica del maestro rural rur al sufrió una intensa sacudida sacudida a princip pr incip ios d e 19 1933 33,, cuan do, al Iiem po que cambiaba la direc ción de E l Mae Maestro stro Rural, co Rural, co n la salid salida a de Salvado Salvadorr N ov o y la entrada de Franci Francisco sco M onte rde — que conservó se rvó a R. Vel Velasco asco Ceballos co m o je fe de reda cción— ,60 una fuerte unenaz une naza a de h uelga d e los profes ores d el Distrit Distrito o Fe deral puso a la i r en as ascu cuas as.. Las causa causass de la presió pr esión n ma gisterial — según la revi revissi.i— i.i— eran una u na supuest supuesta a reba ja de sueldos que se plan eaba y llos os i mnores de que la Secretaría se preparaba para cesar millares de maestros rurales, especialmente a aquellos que no tuvieran certifii ;ip. 145-146. Cuando la versión final de este trabajo estaba siendo fotocopiada, Arnaldo Córdova publ publicó icó  La  L a aventu ave ntura ra del maximato. 71 “L “Los os maestros rurales no deb deben en actuar” actuar”,, p. 3, MR  MR.. 72 Ibid  Ibid.. 73 B Bass assols, ols, “Palabras d el Se Secr creta etari rio o de Ed Educ ucac ación ión”, ”, pp. 4-5 4-5,,  M R  Parecería que estamos ante el empleo de un metarrelato histórico apuntalado por virtudes mora le less para legitimar un sab saber er específico yy,, sobre todo, para imp impone onerr una función po po lítica que consiste, precisamente, en la negación de la política como acto de partí-

 

52

LA PLUMA Y EL ARADO  T  r a n s f o r m a r   l a   c u l t u r a   c a m p e s i n a  t r a n s f o r m a n d o   l o s  in s t r u m e n t o s  d e  c a m b i o

La construcción de una cultura nacional dependía, pues, de la transformación de la cultura indocampesina. Pero para transfor mar ésta había que transformar primero los instrumentos con los que se quería operar el cambio; por eso el objetivo preciso de las Misiones Culturales Culturales era educar a los educadores en la materia de su trabajo, los ccamp ampesinos. esinos. A m ed ediad iad os de m ar arzo zo de 19 1932 32,, B Bas asso sols ls tr traz azab aba a el rumbo de la reform a haciendo un balance balance del impacto de las M isiones Culturales o ch o años después de su na cim iento. A l con clu ir mes meses es de estudio estu dio de los av avance ancess lograd os, e l secretario de claraba clar aba terminada la fas fasee de implan tación de la lass Misiones y abría la que él denom ina de “perfe “perfeccionamiento ccionamiento y consolidación”, que deb ía est estar ar des destinada tinada a “llevar a cabo una intensa ob ra de anima ción de la vida espiritua espirituall del maestro rural”, centrada en “una de cidida actitud actitud au tocrítica”. Reco m end aba la inqu ietud com o rasgo rasgo característico de las nuevas Misiones que “deben obrar como fer mentos en la vi vida da cam pesina”.74 A partir de es esee m om en to la tarea tarea de la lass Misiones se se alter alteraba aba de man era radi radical, cal, sin sin duda c om o refle  j o d e l c r e ci cim m ie n to , d e n tro tr o d e l p r o p i o Es Esta tado do p o sr sree vo lu ci cio o n a ri rio o, de tendencias iinterve ntervencionist ncionistas as globali globalizantes. zantes. En efecto, de haber constituido básicamente agencias agencias de actualizaci actualización ón y mejor am iento de la capacidad pedagógica de los maestros rurales, las misiones recibían ahora la incu mb encia totalizadora de “transformar la lass co mun idades campesi campesinas nas m od ifican do sus cost costumbres”. umbres”. A to todas das llu u ces es,, la reflex ión en torno al funcion am iento y objetivos objetivos de las las M i siones Culturales era imposible sin una reflexión igualmente importante — aunque tal tal vez no ta tan n profun da y ni tan de detal tallada lada— — del o bjetivo final d e es esas as ins instit titucio uciones: nes: el perfec cion am iento de los maestros rurales y, por intermedio de ellos, el “mejoramiento cul tural” de los campesinos mexicanos. Es decir, una representación cipación. C om o es sabid sabido, o, Ba Bass ssols ols tuvo que renun renunciar ciar a la s e p   en mayo de 1934, de bido bid o al rech rechazo azo gen generali eralizado zado a la educació educación n sexual, sexual, aunque su anticlericalismo e izquierdismo quierdis mo habían antag antagonizad onizado o a importantes grupos conservadores de la ca capita pital. l. Fue entonces nombrado secretario de Gobernación. Britton,  Educa  Educación ción y radicalis mo, pp. 112-113. El debate sobre la educación sexual, que era indiferenciada para todo tipo de escuelaapar peroece cuyo impacto principal, si bien no exclusivo, se dio en ambientes urbanos, aparece en la las s pp. 97 97-1 -104 04.. 74 Ba Basso ssols, ls, “Plátic “Pl ática a del S Secr ecreta etario rio a los miem mi embr bros os”, ”, pp. 1-2 -2,,  M R

 

MAESTROS MAESTRO S RT RTJR JRAI.ES AI.ES Y CAM CAMPESIN PESINOS OS

53

s más o m enos acabada del ob jetivo final era im pres cindib le para la la revisión d el sistema sistema de la lass misiones. misiones. C uriosame uriosa mente, nte, e n su discurso discurso Bassols insistía en que dichas misiones tenían que olvidarse un poc o de sus objetivos “últi “últimos, mos, gene rales y rem otos de su esfu erzo ”  y de ded d ic icar arse se más b ie n a p e r fe c c io n a r “los “lo s m e d ios io s q u e ha han n d e p e r mitir la mitir la consecu ción de esas sas grandes finalidades sociales” — siendo que po r “l “los os med ios” debían entenderse lo loss propios maestro maestross cam pesin pe sinos— os— ,75 Y aunq ue el pr op io secretario secretario se encargab a de adver adver ti tirr que diversos diversos aspectos aspectos substa substant ntivo ivoss de la prob lem átic ática a repre sen  tada por las Misiones Culturales no habían sido tratados en su revisión, su simple mención ya alertaba para innovaciones en el pensamiento o ficial sobre el pro blem a cam pesino.76 pesino.76 Así, p or e jem  plo, indicios de nociones de multiculturalismo y de la necesidad de co nsiderar la diversidad diversidad com o base base de la estrategia estrategia que buscaba buscaba “transformar las comunidades campesinas”, pueden ser intuidas en la admisión, por parte de Bassols, de que una de las cuestiones .1  ser analizada analizadass en futuros estudios sería la de la esp ecialización ecializac ión d e las misiones “en relación con determinadas regiones del país [y co n] la form for m a en que qu e esa esas reg ion es hayan de d eter m ina rse rse”. ”.7 77 Si bien es posible interpretar esas preocupaciones, por lo menos en I>arte, com o referencias refere ncias oblicuas al p ro roble ble m a rep resenta res enta do p o r las las ;weas de influe ncia cristera cristera que exigía n un tratamiento diferen cia do, deb e presumirse presumirse antes antes la la inten ción de establecer una de term i nada nad a articul articulación ación d e la necesidad de especialización co n las las condii iones iones ecológica eco lógica s d e la lass divers diversas as zonas zonas del d el país, tal vez más más qu e co n las condiciones culturales “para de cada caso. En este sentido, la especia-y li/.ación era conveniente que afinen así los conocimientos orientaciones que han de proporcionar a los maestros”. Pero, de i icrta manera, tarde o temprano esa “especialización” significaría la formación de grupos de intermediarios culturales especializa doss y dotados do dotados de perm anen cia en la región. Otros y más más radicale radicaless (en el sentido id eo lóg ico de l térm ino ) aii es de reform a de la figura de l maestro maestro rural rural vendrían aún ese ese mismo año de in icio de la fa fase se de “conso lidación” de la obra de las Misiones Misiones ;irte significativa de la población campesina constantemente mo vilizada.7 Co m o se ssab abe, e, lla a edu cación rural rural a partir de Basso assols ls com en zó i adquirir un tono normativo institucional del que había carecido en los los a años ños preced entes .8 La propuesta de abo rdar “científicam “científicam enle" el problema de la educación campesina correspondía a un i .i .inibio nibio en la sust sustan anci cia a del p roye cto e ducativo (y en el pro fesion a lism lismo o de sus op era do res ): no se trat trataba aba ya de edu car al campesino en el sentido tradicional de enseña rle a hacer cosas cosas que n o sabí sabía; a; de databa más más bien de enseñarle “có m o ser cam pe sino ”, de propi■i. ■i.u “la m ultip licac ión de ho hom m bres que q ue sepan cultivar la tierra” tierra”..9 K .ie proyecto se apoyaba naturalmente en el diagnóstico devasta dor que los intelectuales posrevolucionarios habían hecho sobre l.i situac situación ión agraria a pr princ incipio ipioss de los años treinta: treinta: los campesinos nMartirio, “La casa tipo”, p. 10,  M R 11“La “L a Escuela N orma or mall Rural d dee R Río ío Gr Grand ande” e”,, p. 12 12,,  M R '   Véase Véase por ejemplo el artículo de activi Liera,dad “Undemensaje losricultura, agraristas”, p. 33, W/í, don donde de se dic dice: e: “En esta en enor orme me actividad ustedesa[ag [agricul tura, constr construcuc  de edific edificios ios escolares y casa casass ejidales, etc.,] está el secreto, compañe compañeros, ros, de que Mi tiico sea el país menos afecta afectado do p or la falta de trabajo, ya que el agrarismo, cum cum-I ilii ilii n ndo do ssu u misión, ha p pod odid ido o fo fome menta ntarr con sus esfuerzos una eco econo nomí mía a nueva, que iiic iiic ¡mentando u un n futuro m mejor ejor para Mé Méxic xico”. o”. 11Ramírez, que fu funci nciona ona ccom omo o bra brazo zo de derec recho ho de Bas asso sols ls en materia de edu educacai n al — y de varios otros ministro ministros, s, pu pues, es, com co m o se recordar recordará, á, fue dire directo ctorr de MUIon MU Iones es Cult Culturales urales y je fe de dell Depa Departam rtamento ento de Escu Escuela elass Rurales de 19 1927 27 a 1 193 935 5— ,   de los propon proponente entess de la necesidad de acaba acabarr con la improvisación en el |>i"V i to educativo " Enríquez, “Problemas”, p. 17,  MR  MR..

 

66

L A PLU M A Y EL ARADO

mexicanos habían sido liquidados p or la expansión de la gran pr o piedad capitalista durante las últimas décadas del porfiriato; el proceso de generalización d el peon aje po r deudas deudas los los habí había a eli elim m i nado tanto en el sentido físico como en el de clase y, sobre todo, en términos de su capacidad y competencia productivas. En esa lí nea de reflexión apareció la “escuela de la acción”, producto del pragmatismo deweyniano, interpretada como el instrumento pre ciso para devolver al campesino la plenitud de sus aptitudes pro ductivas. Este proyecto, sin embargo, colocaba en entredicho la función y la capacidad de los maestros rurales, tan exigidos para tant tantas as ttar area eass diferen tes y que, en los mo mom m en entos tos d e cr crítica ítica a los pro  gramas de educación en el campo, tuvieron que admitir “que no

llenamos las las necesida necesidades des del pue blo rural, rural, que no sabemos sabemos produ  cir. cir. ¿Y ¿Ysi si n no o sabemos prod ucir, ucir , c óm o vamos a enseña r a hac erlo?” 10 Otro de los temas emanados del paradigma liberal del campe sino, el de su “falta de ambición” (frecuentemente sinónimo de irracionalidad) como origen de su ineficiencia productiva y esla bón principal del círculo vicioso que producía la miseria rural, también encontraba eco y solución dentro de las concepciones que mandaban darle al campesino una educación básicamente pragmática, alejada de inútiles experimentos pedagógicos. Frente a un campesino “indiferente y descreído” era necesario elaborar programas prácticos que le demostraran las posibilidades econó micass de su pro du cció n — -y que mica qu e le despertaran “la am bic ión ”— . Para esto, cada escuela debía convertirse en una “moderna granja de ex plotac ión racional [. .. ]. Ese es es el tipo de esc escuela uela que necesita necesita el cam pesin o”. E Est staba aba im plíc ito q ue los verd ader os maestros de los campesinos deb ían ser, ante antess que nada, ag agrón rón om os.11 En Tabasco, donde se experimentaba con fórmulas radicales del proceso revo lucionario, esta esta con cep ción parecía tener gran fuerz fuerza: a:

 MR, R,  sobre la conocida influencia de De10Luis G Gonzá onzález, lez, “El mae maestro” stro” , p. 11, 11,  M wey en la pedagogía mexicana de los años veinte y las dificultades para implantar clasess social sociales es y educación, educación, v. II, pp. 293su “escuela de la acció acción” n” cf. Vaughan, Estado, clase 303; Raby, “Ideología y construcción del Estado”, pp. 311-315. Para un perfil de sus relaciones con intelectuales mexicanos cf.  Mauricio Tenorio, “Contrasting Social Sciences: México and US, 1880-1940” (inédito). Un buen resumen de su trayecto ria intelectual puede ser encontrado en Sidorsky, “Introduction”. 11L eo po pold ldo o González, “La escuela”, p p.. 9. Sobre el tema de la “amb “ambició ición” n” véa véase se el capítulo 4.

 

I :< le, adaptab ada ptable le a las cambian cam biantes tes cond co nd icion ici ones es d el m e d io agrario. agrar io. Sái ii/., es verdad, verd ad, re redu ducía cía esa diversida dive rsidad d a dos estados (red (r ed u cció cc ión n que q ue l ta tasc sca aba la sencillez sencillez te rm in oló ol ó gic a): a) : po r un lado, com unidades unida des “pri“priimi iv ivas” as” — entre en tre las las cuales singularizaba singula rizaba a lacan lac andon don es y tarahumai un— , y “suficien “su ficientem tem ente primitivas” primitiva s” o “semiprim itivas”, capaces tan tan ■>lo de for f orm m ar com unidad un idades es humanas indiferenciada indiferenc iadas, s, “naturales”,   adiós adiós de acción y de intereses intereses reducidos reduc idos a lo local; y po r el otro I.k Io   est estab aba a lo “civiliza “civil izado do”, ”, que con trad ecía las caracterí característica sticass de sus ¡tiHagonistas. El “campesino” propiamente dicho, el que debía ser ■>1>|si sin n ten er c on ce pt pto o de su p ro p io vivir.”26 ' 1Martino, Martino, “La “L a escuela y el ejido", ejido ", p. 11, M R  Otra definición, al mismo tiempo hm i i n nii nada nada y tradicional, tradicional , decía: de cía: “Empleamos “Emplea mos la palabra palabr a ‘pu ‘ pueb eblo’ lo’ para referirn refe rirnos os a la 1• • |Hi iletaria, iletaria, a la clase clase humilde, humilde , a aquella que q ue aún se debate en e n la ig ignoran norancia cia y que ti' ' ipurojad ipurojada a malas malas costumbres, costumbres, vicios irrefrenables, irrefrenables , y que carecen ca recen de voluntad volun tad y de ' ii ,ii H'i", Adol Ad olfo fo Velasco, “La acción ac ción socializante del de l maestro”, maestro” , p. 26. 26. M R 1,1 Ust stéé tema está está tratado en extenso exte nso en el capítu c apítulo lo 4. 4. 1I Icrnández, “La Escuela Rural como foco”, p. 10,  M R   Dando la línea, Sá" iml.ivía partidario de la incorporació incorp oración, n, no de la integración, integrac ión, había había escrito mi ii i'i mío» antes refiri ref irién éndo dose se a los campesinos: “Sobre todo, todo , lla a escuela tiene ti ene que en-

I  

74 B u COLISMO Y “TEATRO

LA PLUMA YE L ARADO ARADO

campesino

” : EL CAMPESINO CAMPESIN O ERA UN BUEN SALV SALVAJ AJE E

Ha y una retórica romántica, m orali oralista sta y culposa culposa,, dedica da a enal tecer la vida rural com o fuente de tod todas as las las virtudes virtudes qu e la vida ur bana mod erna ha liquidad o. A veces vinculada de m anera textu textual al al indígena, pero más frecuentemente fundamentada en la vida campesina campes ina,, es esta ta retórica fue un instrumento im portan te d el qu e se sirvieron sirvi eron los intelectual intelectuales es ped agog os d e la SEP para tratar de apre he nd er la vida rural rural y form ar una representa ción positi positiva va del cam pesino en las mentalidades de los maestros rurales. De ese esfuer zo formaban parte panegíricos sobre la vida campesina que valoraban la simp licidad del cam po y atribuían a su sus habitantes vir tudess iinexistentes tude nexistentes en la ciudad — tal tales es co m o la sencillez, la hones tidad, la austeridad, etc.; textos publicados con formato de piezas de teatro o de fábulas ejemplares, y otros. Algunas veces no eran sólo las las virtudes “m ora les” de los campesinos la lass que se colocab an como patrones de conducta, también se destacaba la “sabiduría” del pueblo, entendida como el conocimiento, producto de un contacto estrecho con la naturaleza que prescindía de los conoci mientos “librescos”. “librescos”. Pero esa imagen favorable que los textos de El Maestro Rural   presentaban de la vida y de los valores campesinos, no se dirigía apenas apen as a reforz ar el entusi entusiasmo asmo y la admiración de los profesores rurales por sus alumnos, sino que, en la medida en que la revista circulaba circul aba entre los campesinos campesinos,, signif significaba icaba tamb ién la op ción cru cru cial de construir en la pro pia m entalidad d e ésto éstoss una representa ción “adquirida” de sí mismos. En esta tarea son centrales las pie zass de teatro pop ular publi za publicadas cadas en E l Maes  pues en todas Maestro tro Rural, Rural, pues ellas los protagonistas eran campesinos y campesinas que “habla ban” con un lenguaje y con una estructura conceptual supuesta mente propios, pero que en realidad consistía en una adaptación “editorial” de términos y actitudes superficiales convertidos en pauta pau tass esenci esenciales ales de conducta, reelabora dos p or el autor o aut autor ora a de los textos y redistribuidos a los campesinos como la fiel repre sentación de ellos mismos. Era como decía el maestro Anastasio L. Ramírez, profesor de la escuela rural de Barrio de la Soledad, rura l en México, México, Publi señar a estas criaturas a vivir”. Cf. Moisés Sáenz,  La educación rural clasess socia sociales les y edu educa ca  caciones de la s e p   19, 20, 1928, p. 24, cit. en Vaughan,  Estado, clase ción, v. II, p. 328.

 

(: (:< < INSTRUCC INST RUCCIÓN IÓN Y REPRESENTACIÓN DEL “CAMPESINO” “CAMPESIN O”

Zaachila, Oax., “obritas que se adaptan al medio no se encuentran en las lib re ría s” s”.2 .27 Frecuentemente, los campesinos se veían retratados en los tex tos para representación teatral como seres dotados de las virtudes  ya m en enci cion on adas ad as,, q u e al Es Estad tado o le in inte tere resa saba ba re refo forz rza a r , y co lo locc ad o s an la aptitud para el pr og ogres res o d e cada uno un o de los grupo gruposs investi investi gado ga dos. s. Formas ca casi si emp íricas de concepto con ceptoss de ima gina rio social social y de la importancia de su conocimiento y manipulación fueron igual mente expuestas: el maestro rural tenía la obligación de conocer a 81 A do lfo Velasc Velasco, o, “La acción sociali socializant zantee d del el maestro” maestro”,, p p.. 26 26,,  M R   La “agitai iiin” también tuvo limitaciones de origen “externo”. Como se sabe, conforme se ii|Hximaba la elección presidencial de 1934, la SEP ordenó a los maestros federales t| t|lllf ssee mantuvieran al ma margen rgen de la política, incluso en térm términos inos de simple propaCf. “Circular sobre la no intervención", p. 30,  M R Ki Kiliu liula la ele elector ctoral. al. Cf. 82 Durand, “Di “Difere ferencia nciass en entre tre las men mentes tes”, ”, p. 7 7,,  M R

 

100

LA PLUMA Y EL ARADO ARADO

fondo el conjunto de las “ideas colectivas ya cristalizadas en la con ciencia de los habitant habitantes es de la com un idad ”, estudia estudiarr y descubrir el proceso de gestación gestación de ese ese imaginario y, y, com o corola rio de su in vestigac vest igación, ión, desm ontar el imaginario original y construir construir uno nuevo que estuviera estuviera de acu erdo con los cánones d el proye p roye cto cultural cultural pos pos-revolucionario. A él le le tocaba descubri descubrirr “el m od o de eliminar con ceptos erróneos sin lastimar susceptibilidades, sustituyéndolos por ideas ide as más más en a rmo nía con principios científicos científicos de progres o y de or gan ización izac ión social”. socia l”.8 83 Lo s obstáculos y fracasos fracasos que el p rog ram a edu edu  cativo enfren enf ren taba tab a en las áreas áreas rurales, rurales, así así co m o los “muy serios serios erro  res [que] se están cometiendo diariamente en el campo de la educación rural”, se atribuyeron atribuyeron entonces al des cono cimien to d e ese imaginario, de sus reglas reglas de func ionam iento y de la lógica lógica que pro ducía en el com porta m iento co tidiano de las las comunidades. ¿Cómo pr ete nd er impulsar a los los campesinos “hacia un nivel intelectual y cul cul tural más alto” si no se conocían sus estructuras mentales? ¿Cómo imaginar el flujo d e ideas y conceptos m odern os del maestro al al ca cam m pesino si ambas “entidades” permanecían “desconocidas mental m ente en te una de la otra ”?8 ”?84 Asimismo, se hicieron algunos esfuerzos por localizar las de terminantes de las estructuras mentales campesinas en la cultura material de las comunidades, especialmente en el tipo de relacio nes sociales que se establecían a partir de la familia campesina  — vín ví n cu lo loss es estre trech chos os,, rela re lacc io ion n es d em oc rá ráti tica cass co n la com co m un idad id ad,, desconfianza desconfi anza de lo extraño— , y de actit actitude udess y comportamientos comportamientos qu e d iferen ciaban ciab an a los campesinos d e los citadinos: citadinos: “s “su u amo r a la las em ocion es fuertes [. .. ] su ape go a la form a y natural naturaleza eza de las las di versiones y po r una m arcada tend enc ia hacia la satisf satisfacci acción ón d e las pasiones elementales; [...] su impotencia para limitar su familúi

83 Ibid  Ibid.. 84 Ibid.  La vanalidad de esa reflexión “académica” resultaba en conclusiones que diariamente eran producidas producidas p por or la cultura cultura ladina común, com c omo o ésta ésta del pro pió Durand: “Mientras en los centros urbanos la influencia europea se manifiesta no sólo en la composición composic ión de la población, población, sino en el espíritu emprendedo empren dedor, r, en la la iniciativa individual, en el amor al movimiento, en la capacidad para controlar kh instituciones gubernamentales y educativas; en las comunidades rurales la pobla ción permanece en su mayoría indígena, es menos emprendedora, carece de ini ciativa individual, es vegetativa y conservadora, poc p oco o se preocup pre ocupa a por p or las formas formas (le (le gobierno, ni es la cultura una preocupación tal que la mueva a idear medios para elevar su nivel cultural por medio de instituciones propias”, etcétera.

 

( lONSTRUCCIÓN Y REPRESENTACIÓN REPRESENTACIÓN DEL “CAMPESINO”

.101

en relación con sus medios de subsistencia [sic\  ”.85 O b vi viam am en te te,, la religiosidad campesina se explicaba por el contacto con la natura leza eza — “ciega”— y la experienc ia de vida en tre fue fuerz rzas as incontrolaincontrolaI>les. Así, el ca m po era el tterr erritor itor io de in dividu os qu e tenían c om o |>i incipal característica característica la de bili bilida da d y la de pe nd en cia fre nte nt e a lo loss fenómenos naturales. La ciudad, por el contrario, recogía a aque llos “que “que prefieren d om inar hombres po r med io de l conocim iento n., p. 8.

 

LA PLUMA YE L ARADO ARADO

102 10 2

tiempo. Soñando despierto. Es notorio el perpetuo estado de meditación en nuestro hombre del campo; y hay razones para creer que sus medita ciones no son de carácter constructivo y que más bien le conducen al de bilitami bilit amiento ento menta mental.8 l.87 7 La conce ptu ptualización alización de las “formas campesi campesinas nas de pensa pensar” r” se ser r vía as así para com plem enta r la repr representación esentación d el cam pesino qu e la lass otras ins instan tanci cias as de la elabora ción simbólica iban construy construyendo endo con forme se definían, cada vez con más precisión en la perspectiva del Estado posrevoluc posrev olucion ionario, ario, la lass car caracter acteríst ísticas icas de la cuestión agraria en Méx ico. U na m ezcla de observaci observaciones ones vul vulgar gares es,, que pod ían en con  trar trarse se en cualqu ier com en tario co corrien rrien te sobre los ccampesinos, ampesinos, y de  ju ic io s ob obvi vios os hasta el ca cans nsan ancio cio,, c o m o d ec ir q u e el ca cam m p es esin ino o er era a “un ser ser acostumbrado a pensar en términos del anch o m und o qu e lo rodea, ro dea, d e los pelig ros en qu quee vi vive ve día tras tras día, en relación con los animales dom ésticos y salv salvaj ajes es qu quee ve a diar di ar io”,8 io ”,88 eran parte de la ma teria que construí construía, a, en la menta lidad de los maest maestros ros rrural urales, es, lla a re presentación del objeto de su labor. Se trataba de individuos que pensaban “más lentamente” que las personas normales (los habi tantes de la ciudad) y que contaban con escasos estímulos intelec tuale tua les. s. Se constru construía ía un ser simple, sin suti sutilez lezas as ni té térm rm ino inoss me dio s y cuya cu ya con dición mental justif justificaba icaba no sólo ssu u con dició n de in feriori dad sino sobre todo to do el paterna lismo au autoritario toritario qu e el Esta Estado, do, a tr tra a véss de los maes vé maestros tros rural rurales es — entre otros— , mon taba co m o la ba base se de sus política políticass en e l ca cam m po .8 .89 9 Pe ro, ro , al final, lo qu e p od ría cam biar eessas precarias pero persistentes estructuras mentales no sería tanto la educación edu cación,, au aunque nque se in instruyera struyera al maestro a empaparse empa parse de es esas as “for mass de pensa r” y de su lóg ma lógica ica para p od er traba trabajar jar en la “eleva “elevación ción in telectual” de las comunidades campesina. Si nada se conseguía en términos de camb io mental no habí había a que dese desesp spera erar: r: “A m edida que la lass vías vías de com un icació icación n se extiendan y el nivel cultural y econ óm i co de la lass comun idades rurales ssee vay vaya a elevando, irán desapareciendo en par parte te las actuale actualess caracter característi ísticas cas de nuestra po bla ció ción n ru rural” ral” .90 87 Durand, “Dif “Diferen erencias cias entr entree las men mentes” tes” , p. 7, M  MR. R.

88 Ibid. 89 Ibid.  Loe. e. ci cit. t.  Com o ya ap 90 Lo apunté, unté, Alan Knigh Knightt comparte, si sin n sab saberl erlo, o, la opinió opinión n del profesor prof esor Durand. E Ess m más ás,, la te tesi siss de Durand y otros d dee que el cam cambio bio cultural ssee de Cf..  Knight, bería a externalidades es una hipótesis central del artículo de Knight. Cf “Popular Culture”, pp. 398-399; Palacios, “Campesinos, intelectuales y cultura revo

 

CONSTRUCC CONS TRUCCIÓN IÓN Y REPRESENTACI REPRESENTACIÓN ÓN DEL “CAMPESINO”

a

103

Pero mientras eso no llegara, la mentalidad prerrevolucionaria de los campesinos continuaba siendo vista como una barrera irrem ovible para el ca mb io que el Estado Estado posrevolucionario busca busca ba en la vida del país, pues ellos eran portadores de “conciencias no preparadas para la construcción de un nuevo régimen”, llenas de “anacrónicos prejuicios y falsos falsos m odos de pensar, pensar, todos ellos re tróg rad os” .91 Si la rev olu ción ció n q ue ría construir un nuevo nue vo o rden rd en so cial tenía que destruir no sólo las formas de producción y de ex plotación del trabajo que habían sido implantadas por el viejo régimen, sino destruir también y fundamentalmente, las formas antigu ant iguas as de pensar, pensar, los m od os de pensam iento, “la “la man era de pen  sar creada crea da p o r ese t ie m p o ”.9 ”.92 A q u í estaba estaba clara la la idea de qu e el mo vimiento revolucionario revolucionario en México, co m o toda revolución revolución que quiera serlo verd adera m ente, deb ía er igir estru estruct ctura urass simbólicas simbólicas y conjuntos de representaciones nuev conjuntos nuevos os,, así así co m o de finir e imp one r una moral análoga que le sirviera de marco para encuadrar el comportamiento de los nuevos ciudadanos. Pero eso era precisa mente lo que la revolución mexicana, enfrentada con el “proble ma cam pesin o”, parecía incapaz de hacer.93

La

c o n s t r u c c i ó n  d e l

  “ n u e v o  c a m pe s i n o ”

Y LA DEFINICIÓN DE LA CAMPE CAMPESINI SINIDAD DAD

Del diagnóstico de destrucción del campesinado durante el Porfiriato y de los cálculos y definiciones “progresistas” del régimen posrevolucionario surgió naturalmente la necesidad de construir un nuevo campesino  que  que n o solamente solamente fuera fuera revolucionario revolucionario — tant tanto o en el sentido de su origen social como en el de su afiliación, diga

lucionaria en México: notas preliminares sobre la génesis del paradigma agrario, 1920-1940”, México, 1994. Documento inédito.

91 Berzunza Berzunz a Pinto, Pinto , “Ha “Hayy que ccontin ontinuar uar la luch lucha” a”,, p. 25, M R

92 Ibid. 3 Sin embargo, embar go,escuela en algunos alguno s estados co com m odiseminador Tabasco, Tabas co, se de trataba consci conscientem entemenenic de 9convertir a la rural en un foco nuevos padrones de conducta que estuvieran de acuerdo con el nuevo sistema social que la revolución (pieria implantar, operando “cambios radicales en el ambiente popula»” y modifi cando la “estructura “estructura orgá orgánica nica y los rumbos morales” del de l nue nuevo vo m med edio io social. Cf. “La educación pública en Tabasco”, p. 29,  M R  Sobre la “moral” posrevolucionaria, cf. 
View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF