La Mariquita Vanidosa

July 15, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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  LA MARIQUITA VANIDOSA. Por María Eugenia Pereyra. 

En un lejano bosque pequeñito, pequeñito, los viejos arboles mecían con orgullo sus hojas de diferentes verdes. Y allí, bajo su sombra, vivían muchos animalitos verdes de distintos colores. Un día como tantos otros, el sol se asomó sonriendo entre los árboles y alegres danzaban en el aire doce lindas mariposas amarillas. Sus alas refulgían como el oro. De hoja en hoja saltaban los grillos verdes y producían sonidos de violín con sus largas patas. Cerca del agua croaban las ranitas. En las ramas de los árboles los canarios lanzaban sus trinos al aire. Y los azulejos los acompañaban con sus gorjeos, completando la orquesta para el baile de las mariposas.

Algunos animalitos aplaudían y aplaudían, mientras observaban la danza desde la tierra.

 

Otros trataban de seguir el ritmo de las bailarinas. Las lombrices contoneaban sus delgados cuerpos de color morado formando ochos y eses.

Moviendo la colita, las hormigas bailaban en parejas. Todos los caracoles, asomaban sus cabezas, marcaban al tiempo el compás de la música con sus pequeños y cortos cuernos. Las abejas olvidaban el dulce elixir e lixir de las flores y se unían zumbando a llaa música del bosque. Con gran respeto por la belleza de las mariposas, volaban bajo formando círculos. Giraban unas veces a la izquierda y otras hacia la derecha.

Brillaban sobrenegros las hojas, como rubíes, los cuerpos regordetes,luego rojosde y con puntitos de las lindas mariquitas. Descansaban revolotear bulliciosas, tratando de imitar los movimientos de alas danzarinas. Todos se divertían, menos un animalito. Poquito a poco la luz desaparecía. En el cielo, antes azul claro y ahora color violeta, las nubes se volvían rosadas. El sol de los Venados, perezoso y muy despacio, comenzó a esconderse al final de la sabana, como una enorme bola anaranjada. Felices estaban los animalitos, animali tos, menos uno, pero vieron que era tiempo de parar la fiesta. Su reloj, el cielo, indicaba la llegada de la hora de acostarse. La música se hizo más suave hasta desvanecerse con los últimos resplandores del sol. Con abrazos se despidieron los amigos, prometiendo encontrarse al otro día y se fueron a dormir muy contentos, menos uno.

 

El silencio y la oscuridad se deslizaron entre los troncos de los árboles. Únicamente se oía el susurro del viento. Hasta las ranitas estaban cansadas.

Transparentes hilos de luz plateada iluminaban algunos rincones del bosque. En uno de ellos, sobre una piedra, un pequeño ser pensaba y pensaba. De vez en cuando, por entre las ramas de los árboles, miraba la luna y las estrellas lejanas que destellaban como diamantes en el cielo y .... suspiraba y suspiraba. Era el único animalito que no había sido feliz en la fiesta. Pero, ¿quién era? ¿Quién suspiraba triste a esas horas, después de tan linda fiesta? Eso se preguntaban curiosas las luciérnagas, escondidas detrás de las hojas, mientras trataban de ocultar sus brillantes chispitas de luz.

Debían contárselo a su Reina, el hada mayor del bosque. A ellas no les gustaba ver triste a ningún ser de su verde reino. Harían lo necesario para devolverle la felicidad. Volaron en bandada iluminando con miles de pequeñas luces las copas de los árboles y haciendo gran alboroto, llegaron al gran pino del hada. Ella, bondadosa, les permitió conceder dos

deseos al triste animalito. Otra vez en bandada, felices y más alborotadas aún, atravesaron de nuevo la arboleda. Volaron bajo y llenando el camino de luz, retornaron al lugar. Cuál sería su sorpresa al encontrar una linda mariquita roja con puntitos negros, quien además se cayó de la piedra asustada por la algarabía de las luciérnagas. Ya pasado el susto, oyeron con asombro las tristezas de la linda mariquita. No podía danzar como las mariposas y tampoco era amarilla como ellas.

 

Las luciérnagas, sorprendidas, se miraron unas a otras. Con dulzura, le indicaron a la mariquita la belleza de cada ser de ese verde reino y las diferencias que los hacían únicos y valiosos. - ¿Qué pasaría si todos... fuéramos verdes como los grillos? Desaparecerían los colores bosque. ¿O si fuéramos como las hormigas? No volveríamos a oír oídel r la armoniosa música en nuestras fiestas. O si voláramos como las mariposas, ¿Quién disfrutaría viéndolas danzar? -¿Te das cuenta, mariquita? La belleza de los seres de este reino está en su diferencia. ¡Eres privilegiada! Sólo tú y tu familia, entre todos los habitantes de este lugar, tienen el bello color rojo que alegra el bosque. Tú, mariquita puedes caminar y volar. Las hormigas sólo pueden caminar, los caracoles y las lombrices sólo se arrastran, las mariposas y nosotras sólo volamos. -Yo quiero ser mariposa. Quiero ser amarilla, quiero danzar con suavidad en el aire. Quiero ser delgada como ellas y dejar que me mesa el vientoinsistió terca y tristemente la mariquita, sin oír razones. Las luciérnagas hicieron un círculo, volaron alrededor de la mariquita, cerraron los ojos y se concentraron pensando: Luego moviendo sus alas más rápido, dejaron caer una multitud de chispitas de luz sobre ella.

Poco a poco desaparecieron los puntitos negros de la mariquita, se adelgazo, el rojo de su cuerpo palideció. Unas lindas alas amarillas le brotaron con suavidad... ¡Se había cumplido el primer deseo concedido por el hada. Las luciérnagas iluminaron las aguas del estanque. Ella vio reflejada por primera vez su nueva figura. Era lo que había deseado, era feliz. Se retiraron las luciérnagas, no sabían que pensar. Habían dado felicidad a un habitante del reino, pero estaban tristes porque ese pequeño ser no

 

supo apreciar su propia belleza. Esta vez volaron despacio, sin ningún alboroto. Prefirieron no contarle nada al Hada Reina esa noche. Entre tanto, la nueva, radiante y amarilla mariposa no era bienvenida en su casita. , repetía. Pero P ero su familia no la reconoció. Le indicaron que las bailarinas dormían en otro lugar de la arboleda. Asombrada por lo ocurrido, cansada de las emociones de esa noche y sin acobardarse dónde vivían las mariposas, recogió sus alas posándose en la hoja de un viejo árbol, que la arrulló hasta dormirla. La despertó un rayo de luz que la hizo brillar bril lar intensamente. No podía creer lo que estaba viendo, ¿esas lindas alas amarillas eran suyas...? Pensó que estaba soñando. ¿Esa bella mariposa era ella? Y recordó lo sucedido. Todos los animalitos exclamaban al verla pasar: - ¡Llegó una nueva bailarina, llegó otra bella danzarina! Ahora son trece. Feliz se unió volando a las otras mariposas, que vanidosas preparaban sus alas para iniciar de nuevo la danza. La miraron, no la saludaron. No era conocida. ¿De dónde venía? ¿Sabía bailar? bail ar? Ella estaba incómoda pero seguía feliz. Los grillos afinaron el sonido de sus patas, los canarios con dos trinos aseguraron las notas musicales, las ranitas carraspearon aclarando su voz. Los demás tomaron sus puestos para iniciar la fiesta. Y comenzó la sinfonía del bosque. Esta vez, trece preciosas mariposas amarillas bailaban en el suave aire. La nueva danzarina, emocionada, miraba burlona, desde arriba, a las graciosas mariquitas dando volteretas divertidas, a los caracoles siguiendo el ritmo y a los otros aplaudiendo y aplaudiendo.

 

  De pronto, la nueva bailarina ya no pudo mover con gracia sus alas. Algo no la dejaba danzar como ella quería y vio cómo se desordenaba el baile de las mariposas. Abajo, las lombrices se arrastraban presurosas hacia las l as piedras, seguidas por las hormigas. Los caracoles escondían sus cabecitas. Las mariquitas, cerraron sus alas, veloces corrían buscando los huecos de los árboles. Allí All í estaban ya los grillos, los canarios y los azulejos. Las ranitas, dando enormes saltos, se zambullían dentro del agua del estanque. Un ruido extraño llegaba al bosque. El cálido aire, en el que antes se mecía complacida la nueva bailarina, se convirtió primero en brisa, luego en un fuerte viento que rugía. Las mariposas batían sus alas sin compás, ya no se veíandetan el ventarrón las arrastraba contra su elegantes. voluntad. Luchaban, ¡Lucían tanpero delgadas y frágiles! Cada vez en se alejaban más del sitio de la fiesta. Y entonces la nueva danzarina entendió. Esas vanidosas mariposas no eran sus amigas, ni siquiera la saludaron. Ahora el viento la llevaba con ellas. Sus amigos estaban allá abajo, se encontraban a salvo. Un rayo del sol iluminó algo hermoso con brillo de rubí. Vio menudos cuerpos rojos con puntitos negros y comprendió la belleza de las mariquitas. Cerró los ojos, con toda la fuerza de su corazón se arrepintió de su vanidad y pidió volver a convertirse en mariquita. Sin dormir, escondidas y observando lo que pasaba, las luciérnagas estaban desconsoladas. Apresuradas, tratando de evitar la tristeza, cometieron un gran error apoyar la vanidad de alguien que ya era bella. Veían cómo el fuerte viento se llevaba a la mariquita. No podían hacer nada. La magia de sus chispitas de luz sólo funcionaba en la oscuridad. Pero el hada mayor, la reina del bosque que todo lo sabía, también estaba allí. Mientras a las doce vanidosas mariposas amarillas las arrastraba el

 

viento a un lejano lugar, concedió, sin decirlo, el segundo deseo a la mariquita. Con inmenso asombro, las simpáticas, atolondradas pero buenas luciérnagas vieron descender, en un remolino, a una de las bailarinas. Poco a poco perdía sus alas, su cuerpo ya no era tan delgado y adquiría tonos rojizos. Aterradas, cerraron los ojos al sentir el golpe contra la tierra. Al abrirlos, vieron una linda mariquita con un pequeño chichón en la cabeza. El fuerte viento desapareció. Al momento, los habitantes del bosque salieron de sus refugios y vieron llegar una bandada de revoltosas ,mariposas azules.

- Habrá fiesta- dijeron felices. La mariquita pensó: "Son lindas, pero nosotras las mariquitas, también".  

FIN

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