La lección de la Historia (M. Rupnik)

January 18, 2017 | Author: Juan Pablo Serra | Category: N/A
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Último capítulo de la obra de Marko Ivan Rupnik sobre la vida consagrada....

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La Lección de La historia

¿Se ha acabado una época?

El padre Vassilij, con su grupo de artistas, había acabado un gran fresco sobre las cuatro paredes de la iglesia de las religiosas de la Santísima Virgen. Ya desde hacía algunos días la superiora bromeaba diciendo que; para festejar la finalización de la obra, ella en persona haría una buena parrillada. El puñado de artistas propuso al padre Vassilij que, puesto que la religiosa antes de convertirse en superiora había sido profesora durante toda la vida, siempre en aulas y bibliotecas, sería mejor si la barbacoa la hacían ellos. Así, fueron, compraron la carne, el carbón y prepararon todo. Llegó el momento de la parrillada. El padre Vassilij, con un artista y la superiora, se arremangaron para encender el fuego. Cuando la brasa estuvo lista y ya había llegado a la temperatura adecuada, pusieron encima la carne. t:

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Mientras estaba en el fuego el último plato de cevapcici, y en torno a la parrilla se ya habían reunido todas las religiosas de la casa y los cinco artistas, una de las jóvenes hermanas, Nezka, se acercó diciendo: «Padre Vassilij, ¿puedo hacerte una pregunta precisamente de parrillada?». «Por supuesto», respondió Vassilij. Sor Nezka reanudó: «Durante la semana, escuchando tus homilías, en las cuales explicabas cada día un trozo de la obra que estabais haciendo, me asombraba la certeza con la cual dabas por descontado que está empezando una nueva época y que, en consecuencia, nuestra forma de vivir la vida religiosa y de hacer pastoral cambiará radicalmente. Dicho con toda franqueza, me parecía un poco exagerado. Si me permites, un poco demasiado seguro, como si vieras ya que será justo así». «¡Una pregunta muy distinta que de parrillada! ¡Has elegido precisamente el momento oportuno! Pero, ¿te parece que te responda a una pregunta tan exigente mientras está la última porción de cepavcici en el fuego?». «Oh, padre -bromeó Nezka-, espero que entre estos cepavcici esté también tu porción. Y, por tanto, mientras comes, podrías también decirnos algo. El otro día, partiendo precisamente de lo que decías, hice una reflexión preocupada, por no decir dra328

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mática, sobre nuestro futuro. Por todo lo que has dicho, me parecía haber entendido que la Iglesia, tal como ha sido estructurada y como se ha perci~ bido a sí misma durante los últimos cuatro o cinco siglos, está para pasar a una nueva época en la que el horizonte espiritual y cultural cambiará radicalmente. He sacado la consecuencia de que nosotras, que fuimos fundadas a comienzos del siglo XIX, estamos circunscritas a una época cultural y espiritual que prácticamente, en tu opinión, ha terminado. Entonces he llegado a la conclusión de esta es una posible explicación de la falta de vocaciones y de por qué nuestra vida se ha varado en muchas dificultades de relaciones entre testarudeces y protagonismos ... Pero no logro casar lo que dices con el hecho de que el Vaticano II indique que se vuelva a nuestras fuentes. Nosotras, de nuestro fundador, de santísima memoria, un hombre santo, no logramos sacar algo que hoy pueda darnos una nueva vitalidad, un nuevo impulso. Él puso en marcha obras que para su tiempo eran realmente significativas e importantes y nos ha dado algunas bases de una espiritualidad que hacía de trasfondo a nuestro trabajo. Pero hoy precisamente estas obras ya no funcionan. Nosotras mismas, en la obra, somos la minoría, y esta espiritualidad tengo la sensación de que no resistirá, de lo contrario esta-

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ríamos un poco más vivas ... Pero es una sensación general, no solo nuestra. Durante algunos años he sido la maestra de novicias, mientras las teníamos, y entonces sucedía que me reunía con otras maestras, esencialmente de institutos fundados en el siglo XIX, cada una con su carisma, a decir verdad, bien trazado. Pero todos estos carismas a los que nos remitíamos no los veía, porque básicamente hacíamos todas más o menos las mismas obras, las mismas oraciones, las mismas devociones ... Tú me has ofrecido el marco para aclarar racionalmente los problemas que empezaba a advertir y para confirmarme que no se trata de sensaciones pasajeras, sino de signos que deben ser tomados en serio. ¿Has entendido entonces cuántas cosas graves estás diciendo?». Vassilij distribuyó los cevapcici. Preparó una porción también para él, añadiendo un poco de cebolla fresca recién cortada y de rábano rallado. Dijo: «Bueno, si están listos, o para quien lo esté, quizás podría probar a decir algo. Tu pregunta ha sido suficientemente provocadora. En primer lugar se me ocurre decir que no hay que despedirse tan rápidamente de los fundadores. No se trata de despedirse de ellos, sino de acercarse a ellos espiritualmente. Lo cual significa no tomar a la letra lo que dicen en sus textos y lo que hicieron en sus gestos, sino ver cuál era el modo de su 330

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creatividad en la época en que vivieron, porque allí dentro hay un mensaje espiritual que va más allá de su tiempo. Si no bebemos de ahí, si no llegamos a su último horizonte, lo que han hecho y pensado como respuesta a su tiempo no representa ya una inspiración, no es ya una indicación para la nueva época que ya asoma, ni tampoco para nuestro tiempo de transición. Ha podido serlo durante mucho tiempo, mientras el paradigma espiritual y cultural era el mismo, pero hoy este paradigma se ha cerrado».

Estratificaciones Vassilij invitó a todos a que se sentaran un instante. Se llevó la silla junto a la parrilla, bromeando sobre que, si la conversación se prolongaba, pondría aún algo en el fuego. «Mirad -comenzó nuevamente-, una de las artes espirituales más importantes es la conjunción de la contemplación y el discernimiento. Este es el arte de los sabios. Normalmente estamos acostumbrados a contemplar las cosas, pero -como nos repite constantemente el padre Boguljub-, nosotros los cristianos estamos llamados a ser maestros en la contemplación de la historia, de los acontecimientos, del flujo del tiempo y de las generaciones.

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Ahora bien, la contemplación de la historia no se aprende mirando a la historia, sino contemplando la historia de la salvación en su propia historia. Y, cuando se asume esta óptica, muy pronto se vislumbra que lo que resuena en nosotros no solo depende de nosotros y de nuestros vecinos, sino que hay olas que atraviesan las épocas históricas y que al final se disuelven en nuestras almas. La historia y nosotros en la historia: se trata de un organismo, y es dificil esbozar las fronteras entre nosotros y el gran mundo, la gran historia. No hay diques secos entre hoy y los siglos lejanos. Estamos todos trenzados en un tejido único. Precisamente como sucede en el fresco. Podemos poner un color con una sola capa, una pincelada fuerte, pero si todo el fresco estuviera hecho así, sería extremadamente plano y el efecto que produciría sería el cansancio. Muy pronto el fresco aburriría y se llegaría incluso a rechazarlo, a no soportarlo ya. En cambio, si una parte así, pintada con un color plano, fuerte, intenso, se encontrara en el conjunto de zonas donde hemos pasado cientos de veces con trasparencias, con estratos ligerísimos de color, entonces la tonalidad tendría un aspecto profundo, vivo, una estratificación de la vida. La historia es una estratificación, y en estas capas se esconde la mina de la sabiduría. Entonces, entrar en estas capas significa asomarse 33

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a los meandros de la vida. Y, cuando te alejas, ves que esta vida es un paso continuo de la historia de la humanidad y de lo creado en el cuerpo de Cristo, una continua transformación en Eucaristía.

Día y noche

Pero, ¿cómo ha asumido Cristo la historia? No solo en la noche de Belén, que el gusto humano ha velado en algo cálido, tierno, bonito, conmovedor. No, lo ha hecho mediante toda su vida hasta su vuelta al Padre y el don de su Espíritu, que ha derramado sobre nosotros precisamente en la hora de la muerte. Él ha muerto dándonos su aliento, para que lo acojamos y empecemos a vivir. Existen aspectos dramáticos al adoptar la humanidad. El triduo pascual es un proceso de luces y sombras. Y el evangelio de Juan está jalonado en días y noches. ¿Por qué en la creación del mundo no aparece nunca la noche, sino solo la tarde y luego ya la mañana? ¿No habrá acaso un motivo? El pecado nos ha revelado la noche. La lógica humana prefiere el día y rechaza la noche, igual que prefiere la vida y rechaza la muerte. En cada ciudad, el cementerio está fuera, lejos de las casas. La muerte se elimina, se prefiere una vía recta, ancha, fácil, triunfante ... Pero

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la noche es importante, totalmente importante en la historia de la salvación. Baste pensar que en la revelación bíblica la noche hace prácticamente de telón de fondo a la suprema revelación de la acción salvífica de Dios y, por tanto, a la manifestación de Dios como amor. Era de noche cuando Moisés salió de Egipto, la noche estaba en la mitad de su recorrido cuando la Palabra se lanzó desde el cielo, era de noche cuando nació Jesús, era de noche cuando fue traicionado, cuando murió se hizo de noche, cuando resucitó era aún de noche ... Entonces, la verdadera contemplación nos enseña a captar el relato del día y la noticia de la noche. Pero, en esta trabazón de noche y de día, es interesante señalar una cosa. El salmo dice: "El día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra" (Sal 19,3). No dice que el día transmite su mensaje a la noche y la noche se lo susurra al día, sino que el día, saltando la noche, transmite su mensaje al día sucesivo. Y la noche, eludiendo el día, se lo susurra a la noche siguiente. Pavel Florenski, en un ensayo suyo titulado La estratificación de la cultura egea\ elabora precisa1

Naplastovanija egt;jskoj kul'tury, en Bogoslovskij vestnik 2,6, M oscú 1913, retomado en Pervye sagiJilosqfili. lz lekcit po istoriiJilosqfili 1, Sergiev Posad 1917, 33 -75 y, finalmente, en Socnenija v cetyrech tomach n , M oscú 1994, 91 - 130. Una traducción iraliana de esta últi ma variante se encuentra en N. MI SLER (ed.), Stratificazioni, Reggio Emilia 2008, 116- 167.

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mente esto que estamos diciendo, es decir, que a cada época histórica le sigue otra no de manera lineal, es decir, no vinculándose directamente a la anterior, sino remitiéndose a la precedente. Es decir, es como si hubiera, dos recorridos paralelos que, alternando el uno y el otro, parecen ignorarse mutuamente. Hasta tal punto que Florenski pone este ejemplo: cuando te levantas por la mañana, saliendo de la noche, no haces lo que has soñado de noche, sino que pones en acto lo has pensado el día anterior y te dedicas a las preocupaciones del día. Así se ve claramente que el día confía el mensaje al día, saltando, en cierto sentido, la noche. Lo mismo dicen Soloviev, Berdiaev, Ivanov... Ivanov habla de época orgánica y de época crítica2 . La época orgánica es aquella en la que se trata de profundizar la verdad liberadora y fascinante de la verdadera realidad de las cosas. Es una época en la que el hombre, la naturaleza, todo lo creado se unen en una fidelidad unitiva y, por tanto, constructiva. Una época, pues, que se expresa mediante una mentalidad más simbólica, más íntegra, dotada del "carácter ininterrumpido de la tradición", "del intelecto único de la cultura". Esto porque la primacía se da a la vida, donde cada cosa es considerada bajo 2

11 simbolismo e la grande arte, en E. L. Florencia 1947, 478-481.

GAITO,

L'eJletiea e la poetiea in Russia,

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el aspecto de correlación con una realidad superior, es decir, más real en la escala de lo real, que es descubrimiento en un único acto de intuición. La época crítica, en cambio, es la época en que la conciencia única se rompe, la investigación crítica se sustituye con la espontaneidad creativa y se favorece el perfeccionamiento de las actividades individuales. El primado pasa de la vida a la idea de la vida, a la intelectualización de la vida, a la elaboración racional, sistemática, de la experiencia. Por ello, la experiencia y la vida se ponen cada vez más en segundo plano y la atención se desplaza hacia la esfera racional, hasta llegar a la elaboración de una mentalidad con que se trata de administrar racionalmente la vida». Sor Ivana interrumpió al padre Vassilij: «Padre, me temo que ya no te sigo ... ». Vassilij se detuvo: «Pruebo a decirlo de nuevo. La historia del pensamiento creativo de la humanidad, la historia del pensamiento espiritual, la historia de la vida espiritual nos enseñan que existe una alternancia de épocas. Hay una época más simbólica, donde se produce una cultura no solo a un único nivel, sino en varios estratos, donde las cosas abren los significados internos, que a su vez se abren para profundizaciones ulteriores y donde cada generación que llega deja en su segmento de historia t

La lección de la historia

también una nueva visión de la misma realidad. Se trata de una verdadera cultura simbólica, donde en una cosa se descubre otra, porque la vida misma es inagotable y se enraíza en la verdadera vida. y luego llega siempre una época que rompe con la tradición inmediatamente anterior y asume características culturales de alguna manera opuestas a las de la fase histórica que la ha precedido. Es el momento, entonces, de una época en la que surgen cosas más complejas en su superficie, pero sin profundidad, donde se da más espacio a las estructuras elaboradas de la vida, predominantemente ideales, intelectuales, que, alejándose de la vida, quieren ser un mundo en sí y objetivo para ellas mismas, sin preocuparse demasiado por su relación con la vida real. Las elaboraciones intelectuales de esta época pueden parecer vida, pero pueden también no recurrir a la vida y, por ello, permanecer inconsistentes por lo que respecta a la vida verdadera».

Orgánico y crítico

«¿Q¡é quiero decir con esto? Q¡e es inútil intentar prolongar el ciclo de una época histórica, una vez que ha llegado a su agotamiento. Te puedes esforzar lo que quieras, pero no retienes la tarde, porque ,a

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llega la noche. Puedes empujar todo lo que quieras la noche en el día, pero el sol arroja la oscuridad de la noche. Y el nuevo día no seguirá la actividad de la noche, ni tomará su mensaje, sino que buscará inspiración en el día anterior. Así hay una continuidad entre la noche y la noche, y entre el día y el día. La noche se inspira en la noche anterior y el día en el día anterior. Pavel Florenski pone un ejemplo a partir de la cultura egea que, considerando todos sus vínculos que se remontan hasta el neolítico, desarrolla una gran cultura de la vida. Por eso es muy simbólica. ¿Tenéis presentes todos esos objetos arqueológicos hechos de estatuillas de la madre tierra, con los costados anchos? Luego llega una época que se aleja radicalmente de esta sensibilidad: es el momento de 10 clásico, con su elaboración ideal, intelectual. Es testigo de ello el gran arte clásico y su arquitectura, donde se ve el dominio del intelecto, donde el arte hace cuerpo con la idea. Venus, por ejemplo, se separa muchísimo de estas estatuillas de la madre tierra. Su imagen ya no es simbólica, pero su forma está plasmada sobre la idea de perfección. Se desarrollan un pensamiento y una reflexión cada vez más autónomos, también con respecto a la vida. Más aún, uno se dirige a la vida buscando la capacidad de gestionarla, de organizarla. Se desarrolla al

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máximo la organización y el dominio del cosmos, preparando un trasfondo para la ciencia y la técnica. y luego también esta época empieza a ir hacia su declive y se comienza a vislumbrar el amanecer de una nueva era. Se advierte una desilusión respecto de los sistemas utilizados para comprender la vida, se levantan voces escépticas, comienza una sistematización de las nociones acumuladas, la tendencia a crear manuales que ayuden a transmitir y consolidar 10 que ya se ha descubierto... ¿No es acaso toda este inventariado un hacer cuentas con la cultura pasada? En efecto, se asocia a un sentido de muerte difundido, a la sensación de una cultura moribunda. Pero hay que estar especialmente en guardia en estos momentos de transición, porque son los más difíciles, cuando surge 10 peor, porque son el período de la lucha entre 10 que quiere prolongarse y las nuevas fuerzas que intentan consolidarse. Pero la fase posterior llega inexorablemente. Después de la época clásica, como recuerda Florenski, está la llegada de Cristo y la Iglesia. Y, en efecto, bajo el aspecto del lenguaje cultural, el paleocristiano y la Edad Media retoman el relato simbólico, es decir, la vida, y elaboran el símbolo en el sentido más noble, que basan en Cristo mismo y la indudable unidad que él realiza de los dos mundos. Triunfa la liturgia, la poesía, el arte es la vía del conocimiento.

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Los cristianos hacen surgir el primado de la vida, del testimonio, incluso se podría decir la primacía del martirio, como certificación más explícita de la vida que fluye dentro de ellos. Y precisamente por esta prioridad de la vida se elaborará y crecerá una cultura que, por lo tanto, será necesariamente simbólica, es decir reveladora. El románico y el primer bizantino, como también los testimonios de la zona siríaca, copta, armenia, desarrollan una arquitectura y un arte que encierran el misterio de la liturgia y de la teología: el hombre prepara, ofrece, se abre, es dialógico, invoca y Dios viene, actúa, salva, trasfigura. Es el triunfo de la divino-humanidad. Esta época, aunque absolutamente nueva -precisamente a causa de la divinohumanidad de Cristo, como lugar de la revelación de un Dios no solitario, no mágico, no confundido con las fuerzas cósmicas, sino Señor de lo creado, que es comunión, que es amor-, desde un punto de vista cultural encuentra su inspiración no en la época inmediatamente anterior, sino en la pre-precedente: el día vinculado al día y la noche a la noche. La baja Edad Media anuncia ya el atardecer y empiezan a surgir indicios de una nueva etapa: el Renacimiento, la Modernidad. Y este nuevo tiempo no se inspira en Basilio Magno, en Agustín, en el románico, en el bizantino, sino en la época anterior,

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en Aristóteles, en lo clásico, en Apolo, en Venus ... Se desarrollan la racionalidad, la metodología, la técnica, la filosofía lógica, preludio de la ciencia y de su metodología. Esta vez la organicidad de la integración espiritual comunional, agápica, no formará parte de la sensibilidad de la nueva época. Esta época reanuda una elaboración cultural basada en el individuo. Dios Padre, el Dios único, es decir, la comunión de tres personas, cede el puesto a la esencia filosófica, tanto que se empieza el tratado desde el De Deo uno. La mística, la poesía, retroceden ante la claridad de la argumentación. Se llega a vertiginosas capacidades de organización, de estructuración. Y se desarrolla un antropocentrismo radical. Parece una reacción violenta a las exageraciones crepusculares de la era anterior, que ya empujaba el predominio de lo divino como ideal sobre lo humano. Y, también cuando esta nueva época crítica que llamamos Modernidad empieza a llegar a su fin, llega lo peor. El fin de la Modernidad, además de un baño de sangre inagotable, ha sido el triunfo monstruoso de las ideologías sobre el hombre. En nombre de la idea, la vida humana no vale nada. Se ha perdido la visión del hombre. Por eso, amigos, nosotros estamos todavía aquí, en este tránsito, en esta transición a la nueva etapa, pero ya se ven despuntar las luces.

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Ahora, querida Nezka, quizás intuyes ya la respuesta a tus preguntas. Comprendes ya que, por esta alternancia de sensibilidades culturales, para comprender la visión del mundo que existirá en el futuro, no debemos aguar lo que se está concluyendo. Es preciso recurrir a lo que existía antes de la época moderna, del mismo modo que, para comprender la filosofía de la edad moderna, era necesario dirigirse a la filosofía antigua. Grandes pensadores, tanto aquellos que he mencionado antes, como del Occidente -baste pensar en Romano Guardini o en Henri de Lubac- con mucha lucidez han intuido todo esto. El Vaticano II fue precisamente la celebración eclesial de semejante intuición y la apertura de la Iglesia a la nueva época. De joven tuve la oportunidad de reunirme con De Lubac, que pasó una vez por nuestro monasterio. Confieso que entonces no le entendí, pero ahora comprendo muy bien cuando nos decía que la magnitud del Vaticano II consiste sobre todo en poner a la Iglesia en una actitud de no discusión con el mundo, sino de sorpresa respecto de él, inspirándose en el primer milenio, en la época patrística. Entonces no entendía a De Lubac, cuando le escuchábamos tras la cena, mientras decía que nuestra época y la de mañana serán mucho más parecidas a la alta Edad Media que a la época moderna o al siglo pasado...

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Mira, Nezka, todo el esfuerzo que hicimos en estas últimas décadas, o incluso en este último siglo, para ir al paso con el mundo, para fundar todo sobre las ciencias auxiliares, para desarrollar las metodologías pastorales basándonos sobre las técnicas de esta cultura, era una trampa. Era una tentación. Y nosotros, como estúpidos, hemos caído dentro, sin obtener nada. También el estudio de los padres y del monacato antiguo se hizo de manera abstracta, académica, sin una participación en la vida. Ha sido el estudio de los textos. Aun con toda la gratitud que debemos a estos estudios por el hecho de que nos han devuelto los escritos de padres, dichos estudios tienen el límite de habernos presentado a los padres . " como como "pensadores",con ((O 1d" eas o "d octnnas, si fueran teólogos de hoy, ignorando la dimensión eclesial de su pensamiento, y la comunión que nosotros vivimos con ellos en el único cuerpo de Cristo. O bien, prueba a pensar en las vocaciones: ¡Cuántos esfuerzos, cuántas comisiones hemos creado sin que pasara nada! Está claro que las vocaciones para una vida y para obras estructuradas a partir de una sensibilidad cultural propia de una época pasada ya no existirán, ¡porque estamos ya en otro tiempo! La vida religiosa pensada, ordenada y realizada principalmente con estructuras mentales, organizativas y operativas propias de una época crí-

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tica como 10 era la Modernidad, después de su agotamiento, de ningún modo puede suscitar adhesión. ~izás haya algunos nostálgicos, que en términos numéricos pueden ser incluso muchos, pero que permanecerán siempre extraños para la época que se abre, que será de nuevo orgánica. Pertenecen aún a lo que forma parte de la época anterior, es decir, a una época crítica. Pero quiero ser claro: no se trata de un juicio de valor sobre la época crítica u orgánica, de saber si es mejor el día o la noche. Se trata simplemente de constatar que se alternan. Pongamos el ejemplo de que ya es de día, que son ya las once de la mañana. Si estuvieras aquí conmigo hablando en pijama, se trataría de algo extraño. Precisamente así corremos el riesgo de ser nosotros los religiosos en el nuevo día. y tampoco se trata de imitar el día anterior, de reproducir sus formas, sino continuar su mensaje, de tomar inspiración. El Espíritu actúa mediante el arte de la inspiración. No tiene sentido imitar a san Basilio, aunque su época se parece culturalmente a la que se está abriendo. No se trata de reintroducir hoy un autor o una realidad, un estilo de la antigüedad tardía o de la Edad Media, es decir, de la época a la cual nuestro tiempo se agarrará, sino que se trata simplemente de inspirarse allí y de

continuar su mensaje ahora. Pero con mayor razón es anacrónico poner en danza autores que han sido fundamentales para la elaboración de la época que se está concluyendo. Hoy está absolutamente fuera de lugar estudiar un autor de los cinco siglos de la Modernidad, porque su mensaje será importante no para la época en la que estamos entrando, sino para la sucesiva. Mira, he mencionado a De Lubac. Pero he tenido el placer de conocer también a Karl Rahner, que sin duda es un pensador ágil, admirable para toda la racionalidad de la época moderna. Sin embargo, él repetía constantemente que el siglo futuro, para nosotros cristianos, será la era de la mística o ya no existiremos y remachaba a sus jesuitas que está muy cerca el tiempo en que los ejercicios espirituales de san Ignacio serán el medio más requerido para la evangelización. Por este motivo tenemos que prepararnos a recoger el mensaje de la época orgánica anterior, no de la época crítica que se acaba de concluir, sino de la que todavía no hemos salido del todo. Por eso, es necesario aprender a pensar una y otra vez según el símbolo. Y por eso estoy convencido de que el arte, el que Ivanov llamaba "claustral"3, es decir, el gran arte elaborado sobre el símbolo, es el J

11 simbolismo e la grande arte, 477.

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primer amor de la teología, que la traducción de la teología es ya la pastoral y que la vida espiritual es el fundamento del pensamiento. Estoy convencido de que en el futuro más que la idea contará la visión, más que cualquier otra cosa surgirá la importancia de la persona y la vida estará vinculada a la capacidad de traducir la comunión en las formas de nuestra existencia y de hacer emerger una cultura que respira, que está viva y que se enraíza en un misterio inagotable. Hay que dar vida también a las cosas ya muertas que cargamos de la época que nos ha precedido y que han sido elaboradas independientemente de la vida, sin considerar a la persona, la comunión, donde también el conocimiento está roto y cada ciencia es un todo en sí mismo. También la historia del arte demuestra cómo un arte que no nazca de la vida real, sino del pensamiento y del ideal, en la época posterior se reelabora de forma que llega a ser capaz de expresar la vida y de servir a la vida. Precisamente el arte de los cristianos certifica este aprovechamiento. Por ello, también hoy, no se trata de rechazar, sino de absorber en un organismo vital todo el capital muerto de los conocimientos de nuestro pasado. Sí, nuestra tarea, la de los religiosos, es exactamente eso: comprometernos en elaborar y hacer emerger el paradigma de la nueva época orgánica.

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Esta es la gran vocación de la vida religiosa hoy. Todo el resto, querida Nezka y queridos amigos, son detalles que nos mantienen ocupados, que nos hacen sentir que trabajamos, pero que siguen siendo absolutamente estériles, porque la noche ha pasado y la aurora de la nueva época está ya muy avanzada. Hoy, por ejemplo, para nosotros, insistir sobre los carismas que nos distinguen, sobre las obras que florecían aún hace cincuenta u ochenta años significa no ser espirituales, es decir, no ser capaces de contemplar la historia. En el horizonte se asoma ya una época que nos invita a llevar adelante el mensaje de la vida. Por lo tanto, se ha acabado todo el enorme andamio elaborado con una racionalidad separada de la vida y que ya no nos puede ofrecer nada significativo. En esta época pasada hemos puntualizado casi todo respecto a Dios, a Cristo, al hombre ... pero hoyes evidente que de lo que ya no hemos sido capaces es de indicar a Cristo, hacerlo presente. Así, hemos enjaulado a Dios en tantas nociones que su paternidad ya no ha aparecido. Más aún, Dios como amor no lograba traspirar a través de la enorme especulación y de todas las rígidas metodologías que utilizábamos para demostrar la existencia. Al final, también el hombre se ha convertido en víctima de sí mismo. Lo que él mismo ha producido le está

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sofocando. No solo en el sentido ecológico, con la amenaza de lo creado, sino también intelectual y psíquicamente. Todo esto dentro de no mucho parecerá a años luz. Y, junto a estas cosas, también ha realizado su curso el devocionismo tan cargado que acompañaba nuestro intelectualismo abstracto. No tiene ningún sentido ocuparse aún de pequeños detalles de una ceremoniosidad litúrgica lastrada por devocionismos teológicamente débiles, porque ya está viniendo el día, en que se nos pedirá volver a beber de una tradición cuyo relato es homogéneo, orgánico, donde la oración, el pensamiento y la vida deberán volver a estar unidos. No hay ya tiempo que perder en ocuparse del prestigio de la Iglesia y de su influencia, como si se tratase de una sociedad para la promoción de los valores y de las obras a lado de otras muchas estructuras y sociedades y en competencia con ellos. Ya se ha desvanecido la experiencia de una Iglesia organizada de manera semiestatal, o paraimperial. En el horizonte se vislumbra ya la era que nos pide que seamos sal, luz y levadura, que impregnemos desde dentro este mundo con una inspiración espiritual. Ha acabado el tiempo de la luz proyectada desde el exterior, pero nos sumergiremos en el día cuyo sol viene desde dentro, como desde la Eucaristía. Y ahora tenemos también un obispo de Roma que vive su magisterio de pontífice

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con esta teología propia del Vaticano JI. ¡Se espera mucho que uno haga ver la fisonomía original de la Iglesia! Palabras, gestos, decisiones que se inspiran en una época orgánica, que hacen respirar un aire nuevo, haciendo ver con valentía que se ha acabado una fase paraimperial de la comunidad eclesial y que empieza el tiempo en que lo que importa es la manifestación de la vida nueva en la Iglesia, que es el lugar donde el Padre misericordioso acoge al hombre herido por el pecado y lo cura, para que en Cristo pueda redescubrirse como nueva criatura».

Ni pánico, ni nostalgia «En este momento podría surgir la pregunta: pero, ¿cómo se sobrevive en épocas que llevan adelante un tipo de caracterización cultural menos favorable a la comunicación de la fe? Se me ocurre decir que no es cuestión de supervivencia. Es un proceso, y está claro que, incluso en épocas en las que es más difícil comunicar la fe, existe siempre la Iglesia que no se deja arrastrar por una lógica de poder intelectual, cultural, socio-político, económico, sino que conserva la vida silenciosa del cuerpo de Cristo. En cada fase histórica de este tipo, hay minorías significativas. Pero, como son diferentes, no son tenidas en

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cuenta. Más aún, a menudo son marginadas. Siempre hay pastores que velan, como en la noche de Belén. Hay siempre un guardia que vela de noche. Y, como los pastores no eran considerados gran cosa, así lo son esos santos silenciosos, quizás nunca proclamados como tales, durante la noche. Surgen solo cuando viene el día. En la noche es importante no dejarse arrastrar demasiado, no dejarse asustar, intimidar, pero sobre todo no dejarse implicar en la mentalidad dominante. Probad a pensar lo delicada que es la cuestión de la Iglesia en los continentes en los cuales la evangelización ha tenido lugar en la época moderna, donde fue llevada adelante por un cristianismo con una impronta semiestatal: América del Sur, África, Asia ... Ahora entendéis por qué en estas tierras surgen espontáneamente cada vez más teólogos y pensadores que quisieran engancharse al día anterior, a las culturas indígenas y, sin embargo, advierten que de por sí no pueden seguir el relato de ese día, aunque de todas maneras nosotros pertenecemos al relato del día de Cristo. Podéis intuir lo urgente que es en estas Iglesias el redescubrimiento de una época cultural homogénea por sensibilidad, pero cristiana, y por lo tanto del primer milenio cristiano, para poder hacer el relato hoy. De lo contrario, como la historia de los años recientes lamen-

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tablemente nos está confirmando, pese al enorme empeño en la evangelización, el planteamiento de la Iglesia en estas zonas no resiste el despertar de la nueva época, sino que se siente perdido y sigue actuando haciendo palanca sobre lo que les era propio en los últimos cuatro o cinco siglos, es decir, una realidad que se está acabando como una etapa de la historia que durante un período está llamada a reposar. Mirad, de por sí, para nuestra generación, las preguntas realmente superfluas son dos. La primera es cómo superar la época crítica de la Modernidad. Esta no es en absoluto la pregunta de nuestra generación, ni de muchas de las próximas, porque dicha fase cultural ya ha concluido. Y la segunda pregunta no actual es la de preguntarse cómo la Iglesia puede recuperar sus posiciones de los siglos XVIII y XIX y XX. Se trata de cuestiones verdaderamente fuera de lugar, porque nuestra pregunta verdadera es la de cómo continuar el trabajo de la época anterior, el trabajo sobre la vida. Aquí está nuestra tragedia: no hemos conseguido hacer ver a Cristo, no hemos conseguido hacer ver la libre unión de lo divino y de lo humano, pero hemos hecho palanca sobre las estructuras de fuerza, de la disciplina, mientras que la vida de las personas se mueve sobre la libre adhesión. Al final de esta época no conseguimos hacer

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emerger un testimonio de Iglesia como vida, como fiesta, como manifestación de una humanidad pe ntecostal, festiva, como abundancia de vida. ¿Cómo no? Estamos llegando al final de este tiempo con revoluciones, guerras, con una cultura de la muerte, la manipulación del origen y del final de la vida. La cuestión es la vida. Hemos desarrollado una enorme cultura intelectual religiosa para ser incisivos en la cultura del mundo y estamos acabando con una demudación de dicha cultura, precisamente porque no estaba impregnada de vida. Más aún, nuestra racionalidad era el trasfondo de una gran actividad, de grandes estructuras, de grandes obras que al final han engullido a las propias personas. En este escenario se podrían contar muchísimas cosas. Pero todo esto debe ser acogido de manera contemplativa. No se trata de criticar, no se trata de saber cómo cambiar. No se trata, en efecto, de cambiar. Se trata de despertarse y de empezar a hacer lo que se decidió el día anterior, no lo que formaba parte de estos últimos siglos. Estas son las alternancias culturales, históricas, que no deben ser comprendidas según una estructura hegeliana, simplemente como el encadenamiento de un principio positivo y de uno negativo, caminando hacia la síntesis de los dos. No se trata de ver cómo las fases históricas contribuyen a la manifestación de

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un espíritu absoluto, que, más allá de los acontecimientos históricos, continúa su auto manifestación. No, no se trata en absoluto de esto. Se trata de una contemplación litúrgica, eucarística. Se trata de tomar la perspectiva del ritmo del Año litúrgico, cómo mediante la alternancia de los tiempos y de las épocas madura la sabiduría del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, que cada vez más íntegramente se adhiere a su cabeza, a Cristo, por amor, en el amor y con amor, como esposa del cordero sacrificado, muerto, resucitado y sentado a la derecha del Padre. Se trata de la contemplación de la divino-humanidad de Cristo. En este sentido, poco importa, en sí, si es de día o de noche».

Principio de trasfiguración

«Lo que emerge de la contemplación espiritual de la alternancia de las épocas culturales es que la primacía de la vida está garantizada por el acontecimiento de Cristo y de la Iglesia. Mirando los capítulos de despedida del evangelio de Juan, sus cartas, así como las cartas de Pablo, los Hechos de los apóstoles y el Apocalipsis, constatamos que la vida en Cristo es realmente la manifestación de una humanidad que revela el amor de Dios Padre •

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Veo una rama de almendro

y que se desarrolla y se realiza como una humanidad filial. Por eso, el primado de la vida nueva, la primacía de la comunión como participación del hombre en la vida de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es la esencia de nuestra fe. Según nuestra fe, precisamente a causa de la manifestación de la vida como comunión de las personas, la existencia se articula a la manera del símbolo. Es decir, uno penetra en el otro, manifiesta al otro, mediante uno nos unimos al otro ... La relación se enraíza siempre en la comunión eclesial y, por tanto, en la gracia de la participación en la vida divina. La vida misma es la luz que hace comprender esta vida precisamente como comunión. Por eso, la inteligencia llega a su plena realización en una lógica sacramental, donde se contempla el conjunto, donde se ve uno y todo, uno en todo y todo en uno. Por eso, cuando la Iglesia se encuentra en una época cultural orgánica, es la luz del discernimiento la que hace ver de qué vida se trata y cuál es la vida verdadera. La época orgánica da la primacía a la vida, que las ideas y las leyes deberán luego conservar y desarrollar. Pero la pregunta de fondo es: ¿cuál es esta vida a la que se le da el primado? Puede ser una vida no solo entendida según un estilo pagano, sino incluso concebida de un modo tan falso que sea devastadora. Y no sirve combatir la época que

La lección de la historia

ha acabado según su estilo, es decir, las ideas con las ideas y las leyes con las leyes ... Se trata, más bien , de manifestar otra cualidad de vida, que suscitará otra inteligencia y promoverá también una nueva comprensión y organización de la ley. Para esto, la Iglesia, que en cada época afirma la primacía de una vida que es luz, es también la medicina que preserva de los diversos misticismos, de los vitalismos, es decir, de una visión pagana de la vitalidad que constituye el principal peligro de una época orgánica. Como esta época nace reaccionando contra el extremismo de una época crítica donde la naturaleza y la sociedad gestionaban todo, ahora la naturaleza y la sociedad deben adaptarse al sujeto, a sus gustos y a sus aspiraciones. En estas épocas la Iglesia mantendrá entonces constantemente unidas la vida y la comunión, incluso sosteniéndolas con una inteligencia simbólica. Mientras que en las épocas críticas la Iglesia, precisamente porque no puede renunciar al primado de la vida, de la persona y de una mentalidad simbólica, sacramental, se convierte en defensa de la vida y luz crítica para la época crítica misma. Es capaz de desmantelar y desenmascarar las fascinaciones idolátricas de la razón, del método, del sistema ... Los cristianos, precisamente porque están en Cristo, no pueden nunca estar sometidos a un

Veo una rama de almendro

movimiento cultural cualquiera, tanto en las épocas orgánicas como en las épocas críticas. Y nosotros, los religiosos, situados en el corazón de la Iglesia como explicitación de la novedad de vida, del primado de la vida, de la comunión, estamos llamados a una particular creatividad, una creatividad inmune a 10 que puede ser dominante en el mundo, para ser propositiva, como sal y levadura, como la luz de la vida que hemos recibido como regalo. Esto vale especialmente en los momentos difíciles de tránsito como el que estamos viviendo, sobre todo porque la época que se concluye, una época crítica, ha conseguido absorbemos e imponernos mucha de su mentalidad, muchos de sus criterios, alejándonos de la vida. Nezka, podemos concluir esta pregunta de parrillada diciendo que has sido precisamente el motivo gracias al cual ahora podemos irnos siendo más conscientes de la vocación de la Iglesia en este tiempo y de la nuestra propia dentro de ella. No perdamos más tiempo con cosas que no favorecen en nosotros la vida del Hijo y no abren al conocimiento experiencial del Padre. Empecemos a limpiar nuestras instituciones, nuestras obras, de toda la morralla, aunque parezca de extrema actualidad para el hombre contemporáneo, pero no es promoción y revelación de la vida que confluye

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La lección de la historia

en el Padre, porque nos es dada por Él, en el Hijo. Es tiempo de orientarse con todas las fuerzas hacia 10 que el Espíritu Santo llama las Iglesias y dejar caer todas las soluciones condicionadas por una época que no quiere admitir que ya ha pasado. Ya no es el tiempo del neobarroco, el neohumanismo, de todos los "neo-", ni de los minimalismos, sino que es el tiempo de la creatividad de una Iglesia proyectada hacia el cumplimiento. En este nuevo paradigma, nuestro compromiso es por una vida el uno en el otro. Se trata de un paradigma comunional, donde dentro de uno emerge el rostro del otro y este rostro nos implica, porque quien nos envía es el Amor mismo. Tratamos de captar la inspiración, porque ahora ya no se tratará de hacer un proyecto para luego llevarlo a cabo. ¡Ayudémonos, mediante la memoria, la sabiduría de la Iglesia, a nombrar 10 que la vida trata de expresar mientras fluye en nosotros, mientras discurre bajo la corteza del mundo, bajo los acontecimientos que ocurren! Al dar la precedencia a la vida en el Espíritu, que es la comunión con el Padre en el Hijo, se genera la vida, se llega a ser fecundos. El hombre cuya vida da fruto es el hombre vivo, y por ello feliz. A pesar de que nuestro tiempo esté contaminado por el olor de la muerte, es el tiempo en el que el Señor nos pide, como a Jeremías: "¿Q!é ves, Jeremías?". Y Jeremías

Veo una rama de almendro

responde: "Veo una rama de almendro". Y el Señor añade: "Has visto bien, porque yo velo sobre mi palabra para realizarla" (c[Jer 1,11-12). Los religiosos son como esta rama de almendro, que tiende toda ella hacia la primavera para poder florecen>.

Instrucciones de despedida

Los artistas y las religiosas ya estaban colocando la parilla, apagando el fuego, apilando las sillas. Algunos de ellos habían empezado a recoger en la camioneta los utensilios usados para el fresco, los cartones, los colores ... Mientras estaban casi listos para partir, llegó al patio un coche, precisamente del monasterio de Vassilij. Lo conducía el monje Andrei y llevaba a Boguljub. Boguljub, en efecto, quería ver esta última obra del grupo de artistas. De por sí era una costumbre de Boguljub ir a ver las obras del padre Vassilij, si no estaban demasiado alejadas del monasterio. Esto le gustaba a Boguljub como un pequeño pasatiempo, pero era también una costumbre adoptada cuando Vassilij era todavía joven y era importante que el anciano monje fuera y les comunicara sus consideraciones. Por tanto, era un rasgo que permanecía de la escuela de Boguljub en Vassilij.

la lección de la historia

La alegría de los artistas y de las religiosas se disparó al cielo inmediatamente. Todos entraron enseguida en la iglesia. Con un andar lento, Boguljub pasó de una escena a otra, y luego se detuvo en el centro y giró lentamente alrededor. Era evidente que se alegraba en el corazón, más aún, que se zambullía dentro de él, como si participara en un diálogo interior. Se paró ante la gran Anunciación. De pie, alIado, Vassilij dijo: «¡Padre, concluyamos esta obra con una palabra tuya! Háblanos durante un instante de la Virgen y Madre, visto que toda la Iglesia está llena de sus imágenes, de los misterios de su vida respecto a Cristo, al Espíritu Santo y a la Iglesia». Boguljub acogió inmediatamente la invitación. «Tus tres estrellas, que indican tres momentos de tu virginidad, nos ponen ante ti con admiración y veneración. Por ello, pedimos al Señor, al que tú has acogido con total disponibilidad, es decir, al Espíritu Santo, Señor que da la vida, que fortalezca en nosotros el conocimiento del misterio por participación, y no por un conocimiento solo intelectual. Oh, Virgen antes del parto, que el Espíritu por medio de ti ilumine los horizontes de nuestro corazón para creer que la unión entre el hombre y Dios es posible, es real. Sin embargo, no según la manera de los hombres o incluso de lo creado inferior, sino ..;r. __
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